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+This eBook, including all associated images, markup, improvements,
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-Project Gutenberg's El criticón (tomo 1 de 2), by Baltasar Gracián y Morales
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and
-most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms
-of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at
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-this ebook.
-
-
-
-Title: El criticón (tomo 1 de 2)
-
-Author: Baltasar Gracián y Morales
-
-Editor: Julio Cejador y Frauca
-
-Release Date: July 18, 2020 [EBook #62691]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: UTF-8
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL CRITICÓN (TOMO 1 DE 2) ***
-
-
-
-
-Produced by Ramón Pajares Box and the Online Distributed
-Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was
-produced from images generously made available by The
-Internet Archive/Canadian Libraries)
-
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-
-NOTA DE TRANSCRIPCIÓN
-
- * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se
- han convertido a MAYÚSCULAS.
-
- * Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar.
-
- * Se ha respetado la ortografía del original impreso, que difiere
- algo de la actual, normalizándola a la grafía de mayor frecuencia.
-
- * Se han añadido tildes a las mayúsculas que las necesitan.
-
- * Las páginas en blanco han sido eliminadas.
-
- * Las notas a pie de página han sido renumeradas.
-
- * Las notas al margen aparecen encerradas entre corchetes y
- presentadas como [Marginal:...] dentro del texto.
-
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-
-[Ilustración]
-
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-
-
- BIBLIOTECA RENACIMIENTO
-
- DIRIGIDA POR
- _G. MARTÍNEZ SIERRA_
-
- COLECCIÓN DE
- OBRAS MAESTRAS
- DE LA LITERATURA UNIVERSAL
-
- [Ilustración]
-
- LA EDICIÓN Y COMENTARIO DE LOS TEXTOS CLÁSICOS ESPAÑOLES, LA
- TRADUCCIÓN DE LOS EXTRANJEROS Y LOS PRÓLOGOS DE UNOS Y OTROS ESTÁN
- Á CARGO DE EMINENTES ESCRITORES, CRÍTICOS Y ERUDITOS, LOS MÁS
- COMPETENTES EN LA MATERIA:
-
- _GABRIEL ALOMAR, AZORÍN, PÍO BAROJA, JACINTO BENAVENTE, BERNARDO
- G. DE CANDAMO, AMÉRICO CASTRO, JULIO CEJADOR, ENRIQUE DÍEZ-CANEDO,
- FERNANDO FORTÚN, RICARDO FUENTE, VICENTE GARCÍA DE DIEGO, J.
- GÓMEZ OCERÍN, FRANCISCO A. DE ICAZA, JUAN R. JIMÉNEZ, RICARDO
- LEÓN, EDUARDO MARQUINA, G. MARTÍNEZ SIERRA, FRANCISCO MEDINA,
- ENRIQUE DE MESA, ANTONIO PALOMERO, R. PÉREZ DE AYALA, JACINTO O.
- PICÓN, CIPRIANO RIVAS CHERIF, FRANCISCO RODRÍGUEZ MARÍN, VÍCTOR
- SAID-ARMESTO, EUGENIO SELLÉS, RAMÓN M. TENREIRO, MIGUEL DE UNAMUNO,
- FRANCISCO F. VILLEGAS. ETC., ETC._
-
- LA PARTE ARTÍSTICA
- DE ESTAS EDICIONES ESTÁ ENCOMENDADA AL
- ILUSTRE DIBUJANTE
- _FERNANDO MARCO_.
-
-
-
-
-[Ilustración: RETRATO DEL P. BALTASAR GRACIÁN SACADO DEL LIENZO QUE
-PERTENECIÓ AL COLEGIO DE LOS PP. JESUÍTAS DE CALATAYUD _Y HOY ES
-PROPIEDAD DE D. FÉLIX SANZ DE LARREA_.]
-
-
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-
-[Ilustración: BIBLIOTECA RENACIMIENTO
-
-OBRAS MAESTRAS DE LA LITERATURA UNIVERSAL]
-
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-
- [Ilustración: EL CRITICÓN
-
- POR
- LORENZO GRACIÁN
-
- EDICIÓN
- TRANSCRITA Y REVISADA
- POR
- JVLIO CEJADOR
-
- RENACIMIENTO
- _Casa Central_: MADRID, _Pontejos 3_
- SVCVRSALES:
- BVENOS AIRES, _Libertad 170_
- PARÍS, _26, Rue Richelieu_]
-
-
-
-
-PRÓLOGO
-
-
-_El Padre Baltasar Gracián[1] y Morales nació en Belmonte, aldea de
-la ciudad de Calatayud, el 8 de Enero de 1601, de casa y familia
-infanzona. Tuvo por hermanos al P. Felipe Gracián, Clérigo Menor,
-Asistente de su Religión en Roma; al P. Fr. Pedro Gracián, Trinitario,
-que murió en la flor de su edad; al P. Fr. Raimundo Gracián, Carmelita
-Descalzo. Varones todos religiosos y literatos, como se ve en su_ Arte
-de Ingenio y Agudeza, _Disc. 20, 13, 32 y 53. En el 25 dice que él se
-crió en Toledo en casa de su tío el Licenciado Antonio Gracián. Enseñó
-en la Compañía de Jesús letras humanas, filosofía y teología con el
-crédito que puede suponerse._
-
- [1] En la partida de bautismo se halla escrito _Galacián_, como
- todavía llama por Calatayud la gente del pueblo á la familia
- _Gracián_, que aún dura en la comarca.
-
-_Exacto religioso, celoso en los cargos de su profesión, grande orador,
-sabio filósofo, discreto, ingenioso y agudo sobre todo encarecimiento.
-Tan dulce y suave en el numen poético como en la ciencia y en la
-práctica del gobierno._
-
-_Tuvo por íntimos amigos á Manuel de Salinas, á Francisco Andrés de
-Ustarroz, el Solitario, y al famoso anticuario oscense Vincencio
-Juan de Lastanosa, el cual, según testimonio de su hijo Vincencio
-Antonio[2], publicó en Huesca las obras de Gracián contra la voluntad
-de su autor._
-
- [2] _Revista de Archivos_, t. VIII, 1877, p. 30.
-
-_Fué Rector del Colegio de Tarragona y murió en el de Tarazona el 6 de
-Diciembre de 1658, de edad de cincuenta y ocho años._
-
-_Al pie del retrato del P. Gracián, que se hallaba en el claustro del
-Colegio de los PP. Jesuítas de Calatayud, y que hoy posee D. Félix Sanz
-de Larrea y reproducimos en esta edición, se lee:_
-
-“_P. Balthasar Gracian ut iam ab ortu emineret in Bellomonte natus
-est prope Bilbilim, confinis Martiali patria, proximus ingenio, ut
-profunderet adhuc xristianas argutias Bilbilis, quae poene exhausta
-videbatur in aethnicis. Ergo augens natale ingenium innato acumine,
-scripsit_ Artem ingenii _et arte fecit scibile, quod scibiles facit
-artes. Scripsit item_ Artem prudentiae _et a se ipso artem didicit.
-Scripsit_ Oraculum _et voces suas protulit. Scripsit_ Disertum _ut se
-ipsum describeret. Et ut scriberet_ Heroem _heroica patravit. Haec et
-alia eius scripta Mecenates Reges habuerunt, Iudicem admirationem,
-Lectorem Mundum, Tipographum Aeternitatem. Philippus 4s saepe illius
-argutias inter prandium versabat, ne deficerent sales regiis dapibus.
-Sed qui plausus excitaverat calamo, deditus Missionibus excitavit
-planctus verbo, excitaturus desiderium in morte, qua raptus est 6
-Decemb. 1658, sed aliquando extinctus aeternum lucebit._”
-
-_Las obras de Gracián son:_
-
- 1. _El Criticón. Primera Parte en la Primavera de la Niñez y en el
- Estío de la Juventud._ En Madrid 1650. Publicólo antes D. Vincencio
- Juan de Lastanosa, amigo del autor, como escribe D. Vincencio
- Antonio de Lastanosa, hijo de aquel insigne literato y anticuario,
- en su manuscrito _Habilitación de las Musas_. Lo mismo hizo con la
- segunda y tercera partes.
-
- 2. _El Criticón. Segunda Parte. Juiciosa y cortesana Filosofía en
- el Otoño de la varonil edad._ En Huesca por Juan Nogués, 1653.
-
- 3. _El Criticón. Tercera Parte. En el Invierno de la Vejez._ En
- Huesca 1653.
-
-_Las tres partes de_ El Criticón _se imprimieron en dos tomos en
-Madrid 1664 por Pablo de Val y en Barcelona el mismo año por Antonio
-Lacavallería_.
-
- 4. _El Héroe._ En Madrid 1630. En Huesca publicado por Lastanosa en
- 1637.
-
- 5. _Agudeza y Arte de Ingenio._ Imprimióse en Huesca dos veces,
- años de 1648 y 1649.
-
- 6. _El Discreto._ Publicólo Lastanosa en Huesca 1645. Se reimprimió
- en Bruselas, 1665.
-
- 7. _El Político Don Fernando el Católico_, publicado por Lastanosa
- en Zaragoza, año de 1640.
-
- 8. _Oráculo Manual y Arte de Prudencia_, sacado de los Aforismos de
- las Obras de Lorenzo Gracián. Diólo á luz Lastanosa en Huesca, año
- de 1647, edición que se desconoce; hay otra anterior á la de Madrid
- de 1653.
-
- 9. _Meditaciones varias para antes y después de la Sagrada
- Comunión_, que salieron con el nombre de su autor, siendo
- Catedrático de Escritura, con el título de _Comulgatorio_ y se
- imprimió en Zaragoza el 1655.
-
- 10. _Máximas del P. Baltasar Gracián con respuestas á los Críticos
- del Hombre Universal_, que se estampó en París.
-
- 11. _El Varón Atento_, de que hace mención el autor en el _Arte de
- Ingenio_ y en el _Discreto_.
-
- 12. _Selvas de todo el año en verso_, que se publicaron por primera
- vez con las demás obras en Barcelona, 1734.
-
- 13. _Diversos Poemas_, que corren divididos.
-
-_Juntas todas estas obras se publicaron más tarde varias veces dentro y
-fuera de España, entre ellas en Madrid por Pablo de Val, en dos tomos,
-año 1664, Barcelona 1664, Amberes 1725, Barcelona 1757, Madrid 1773._
-
-_En todas ellas, en vez de su propio nombre Baltasar, salió el de
-Lorenzo Gracián, no se sabe la causa. Tal vez lo puso su editor
-Lastanosa, ya que las publicaba á disgusto de la modestia de su autor y
-aludiendo á S. Lorenzo, natural de Huesca._
-
-_Bien definió el vulgo el que lo definió: “El vulgo no es otra cosa,
-que una sinagoga de ignorantes presumidos y que hablan más de las
-cosas, cuanto menos las entienden.” Y no miréis al vestido ni á los
-zapatos para tener á uno por del vulgo. “Aunque sea un príncipe, en
-no sabiendo las cosas y queriéndose meter á hablar dellas, á dar su
-voto en lo que no sabe ni tiene, al punto se declara hombre vulgar y
-plebeyo”. De estos hombres vulgares, que pasan por sabios y sonlo á
-veces en otras cosas, escribió el mismo autor: “Si dan en alabar á uno,
-si una vez cobra fama, aunque se eche después á dormir, él ha de ser
-un gran hombre. Aunque ensarte después cien mil disparates, dicen que
-son sutilezas y que es la primera cosa del mundo. Todo es que den en
-celebrarle. Y por el contrario, á otros, que estarán muy despiertos,
-haciendo cosas grandes, dicen que duermen y que nada saben”._
-
-_Esto último le sucedió al autor de los renglones aquí citados, al
-satírico más hondo que ha criado España, al ignorado Baltasar Gracián.
-Por nebuloso é incomprensible se le califica, aunque ingenioso y sutil.
-Sin que yo ni nadie alcance á casar estos dos extremos de_ ingenioso
-_é_ incomprensible, _de_ sutil _y_ nebuloso. _Porque si la sutileza y
-el ingenio no sirven para ver y hacer ver claramente las cosas, sino
-antes para verlas y hacerlas incomprensibles y nebulosas, son una bien
-triste cualidad._
-
-_Lo que hay es que tan excelso ingenio como el de Gracián vuela muy
-alto para el vulgo, y el vulgo, según la definición que de él mismo
-hemos visto, abraza á más personajes, no sólo personillas, de lo que
-parece._
-
-_Yo apuesto que, si aquí asiento que Quevedo es mucho menos hondo, más
-superficial, menos filósofo que Gracián, los más de mis lectores lo
-echarán á exageración. Perdonen esos lectores, por muchos que sean,
-que les meta en la docena de ese vulgo y que me atreva á apuntarles,
-con todo el respeto que les debo, pero con toda la sinceridad que no
-menos les debo á ellos y me debo á mí mismo, que juzgan de Gracián
-y de Quevedo por lo que han oído, no por propio juicio: lo cual es
-cabalmente lo propio del vulgo._
-
-_¿Qué alaban, qué desalaban? “Hablaba uno por boca de ganso y otro
-murmuraba con hocico de puerco”, repetiré con el mismo Gracián. El
-cual, como escondido jesuíta, que escribía en su rincón, sin meter la
-bulla que Quevedo, es para mí, sin quitarle nada á Quevedo, más grande
-que él; aunque para el vulgo fuera uno de los que dormían y sólo era
-sonado por su_ Agudeza y Arte de ingenio. _El vulgo trompeteó esta
-obra de arte filosófico y no entendió ni pregonó_ El Criticón, _obra
-de filosofía artística. En la una se muestra filósofo tratando acerca
-de la retórica y del arte, en la otra se muestra artista y escritor
-consumado tratando acerca de la más honda filosofía._
-
-_Quevedo, dice Farinelli, es inferior á Gracián en la profundidad, en
-la energía, en la originalidad del pensamiento filosófico. Quevedo
-tiene ideas geniales, que parecen y desaparecen como relámpagos.
-Gracián tiene ideas completas, fijas, duraderas. Quevedo toca sin
-penetrar, lleva consigo gran parte de la ciencia escolástica, se apoya
-con preferencia en otras autoridades, sacrifica voluntariamente su
-propio juicio, su razón y su lógica, sofoca el escepticismo al nacer
-en su ánimo, apenas se le pone la infalible é indiscutible tradición
-católica. No conoce ni regla ni sistema. Tiene menor capacidad y
-firmeza de pensamiento que Gracián y á la vez menos gusto. En Quevedo
-hay exuberancia de fantasía, en Gracián de reflexión. Quevedo es más
-poeta, Gracián más filósofo._
-
-_Hago mío el juicio que él mismo da de Quevedo, en el cual se verá
-cómo escribía el filósofo aragonés: “Acertó á sacar unas (hojas) de
-tal calidad, que al mismo punto los circunstantes las apetecieron y
-unos las mascaban, otros las molían y estaban todo el día sin parar,
-aplicando el polvo á las narices.--Basta, dijo: que estas hojas de
-Quevedo son como las del tabaco, de más vicio que provecho, más para
-reir que para aprovechar.”_
-
-_Las hojas de_ El Criticón _ni las han apetecido ni menos mascado
-las gentes vulgares: son más para aprovechar y llorar, que para reir
-y enviciar las narices. Schopenhauer, que buscaba el provecho y el
-lloro, no el vicio ni la risa, fué el primero que las alabó y de
-ellas se aprovechó. Los españoles “abrazan todos los estranjeros,
-pero no estiman los propios”. Bien ha sido menester venga un alemán á
-descubrirnos al vulgo de los españoles lo que no sabíamos apreciar._
-
-_Gracias que en el correr de los siglos el vulgo se hunde é hinca
-el pico para siempre jamás y los que verdaderamente entienden, por
-poquísimos que sean, con el andar de la Historia van haciéndose
-muchos y sus escritos siguen hablando á las nuevas generaciones. Es
-el triunfo, que el tiempo da á la verdad, encargándose á la vez de ir
-tapando la boca al vulgacho, harto de oirle vocear necedades los pocos
-días que de vida le concede._
-
-_Alcanza el mal sino hasta á los más esclarecidos ingenios. Pocos tan
-desconocidos y olvidados como el gran filósofo aragonés, con ser bien
-pocos los que en España y aun fuera de ella puedan serle comparados.
-Fué demasiado hombre para un tiempo en que el ingenio español había
-bastardeado en ingeniosidad de bambolla, de palabrería huera, de
-burbujas de jabón. El culteranismo, el gongorismo carcomía y tranzaba
-el recio y frondoso árbol de la literatura._
-
-_Cada hombre es, en la mitad por lo menos, hijo de su tiempo. Gracián,
-arrastrado por la ley de naturaleza, también iba á serlo. Metióse á
-retórico, como los demás; pero, como no era cual los demás, sin dejar
-de ser de su tiempo, sobrepujó á todos y, en vez del culteranismo
-palabrero y hueco, sin sustancia, su obra retórica ensalzó lo único
-de bueno y verdadero, que en aquella desviación del gusto literario
-yacía sin echarlo nadie de ver, la_ Agudeza y Arte de ingenio. _Dote,
-ciertamente del arte de escribir; pero que los tiempos aquellos le
-hicieron creer á Gracián era la única ó principal. En esto estuvo
-el error, que para mí más ha de atribuirse á su siglo, que al autor
-mismo. Todos le reconocieron como un maestro; aunque su escuela distaba
-tanto de la de Góngora como el alma del cuerpo, la sustancia del
-accidente, el concepto de la palabra: era la escuela conceptista, de
-la ingeniosidad del pensamiento, harto diferente de la fantasmagórica
-del retruécano, del puro juego de palabras, de la extravagancia de la
-metáfora._
-
-_Aun en su yerro fué grande._
-
-_Pusiéronle en las nubes y, cuando quiso aplicar su penetración,
-erudición, experiencia y maravillosas dotes de pensador á una obra
-honda de crítica moral, ya nadie le entendió. Andaban á pájaros y no
-vieron al gran filósofo, la cabeza baja, la mano en la mejilla. Hablaba
-como sabio á necios. El gusto se desvahaba en nubes sin sustancia._
-
-_Medio siglo después llegó el seudo-clasicismo de Francia con su regla
-y compás, con su tijera, hecha á recortar los evónimos y boneteros de
-los jardines de Versalles. Al cesto fueron de un golpe cuantos libros
-se habían escrito y leído en España durante dos centurias, por no
-compasarse con tan menguado compás y regla. Á vueltas iban también los
-feos y raquíticos tomos de_ El Criticón, _infamemente salidos de las
-prensas de Huesca y que no había leído nadie._
-
-_Pero en sonando que suene una vez la voz del ingenio, tarde ó temprano
-recude de una ú otra parte. Esta vez recudió de Alemania. Cristiano
-Enrico Postel en su epístola_ De linguae Hispanae difficultate,
-elegantia et utilitate, _llamaba á fines del siglo_ XVII _á Gracián
-“unicus”, “summus”, añadiendo: “Huius viri sunt libri, quibus in eo
-genere orbis terrarum nil maius vidit. In stylo enim illo nemo tersior,
-in phrasibus nemo uberior, in metaphoris nemo iudiciosior, in maiestate
-nemo sublimior, in allusionibus nemo felicior.” En Alemania cayó la
-semilla de_ El Criticón _como en tierra bien aparejada y dió sus frutos
-en los grandes pensadores que la ilustraron. Ha tratado este asunto
-Karl Borinski en su obra_ Baltasar Gracian und die Hofliteratur in
-Deutschland, _Halle 1894. Obra que además dió pie al gran erudito
-italiano y devotísimo de las cosas españolas Arturo Farinelli para
-escribir en la_ Revista crítica de historia y literatura españolas,
-portuguesas é hispano-americanas _(año I, n. 2) un estudio crítico
-sobre Gracián, tan acabado, que harto mejor partido fuera haberlo
-puesto aquí en lugar de este malaliñado prólogo. Tomémosle al menos sus
-últimas palabras._
-
-“_No ha sido gloria pequeña de Gracián la de haber cautivado, en el
-atormentadísimo siglo que ahora baja al sepulcro, el corazón y la
-fantasía de Schopenhauer, el grande escudriñador pesimista de las
-quimeras humanas. Ni Gracián siquiera, el jesuíta solitario, apartado
-siempre de los torbellinos del mundo, destilando de su cerebro y de la
-sabiduría de sus libros favoritos la ciencia de la vida, la ciencia del
-hombre, que expuso con sagacidad deslumbradora en breves tratados y
-en la alegoría verdaderamente inmortal de_ El Criticón, _el moralista
-agudo y amargo, convencido de la vanidad inmensa de todas las cosas
-humanas, ni Gracián, digo, hubiera soñado, aun en los más halagadores
-sueños, llegar á tal punto con sus doctrinas y fecundar, á la
-distancia de dos siglos, la ciencia y la experiencia de otros geniales
-pensadores._”
-
-“_¿Puede llegar á más nuestra desdicha?, decía Feijóo en 1751. Ó por
-mejor decir, ¿puede llegar á más nuestro oprobio, que el que los
-mismos extranjeros nos den en rostro con la desestimación de nuestros
-escogidos autores?_”--_Sí, había que responderle. La desdicha de los
-españoles del siglo_ XX _llega más allá. Sin el menor sonrojo han
-oído á los sabios alemanes é italianos, ingleses y franceses echárselo
-en cara, se han encogido de hombros y no han pensado en abrir_ El
-Criticón, _de Gracián. Y hablo no de la plebe: para la plebe no son
-las obras de los grandes pensadores. ¿Cuántas personas cultas, cuántos
-literatos lo han leído? Cada uno de mis lectores sabe de sí. ¡Qué
-extraño es nos vengan después con que no ha habido pensamiento ni
-pensadores en España! No ha faltado quien ha dicho sobre el particular
-la última palabra de la desidia española: ¡Rarezas de Schopenhauer!
-Así se ha respondido á la frase aquella del famoso filósofo alemán,
-escribiendo á Keil en 1832: “Mi escritor favorito es este filosófico
-Gracián. He leído todas sus obras. Su_ Criticón _es para mí uno de los
-mejores libros del mundo. De buena gana lo traduciría, si hallara un
-editor para imprimirlo.”_
-
-_Las fuentes de donde bebió Gracián fueron tantas, que enzarzada tarea
-echará sobre sí el que emprenda comentarlo. Hombre de variadísima
-lectura, escudriñó en su lengua original los grandes pensadores griegos
-y romanos, el enjambre de políticos y moralistas, que se dieron en
-España durante los siglos_ XVI _y_ XVII _y, sobre todo, los más famosos
-entre los italianos. Aprovechóse de Platón, Aristóteles, Plutarco,
-Luciano, Tácito, Marcial y Séneca, entre los clásicos; de Guevara, Fox
-Morcillo_ (Regni Regisque institutione, _1556_), _Ginés de Sepúlveda_
-(De Regno et Regis officiis, _1571_), _Juan de Torres_ (Filosofía
-moral de príncipes, _1576_), _Alonso de Barros_ (Filosofía cortesana
-moralizada, _1587_), _C. de Bobadilla_ (Política para corregidores y
-señores de vasallos en tiempos de paz y de guerra, _1597_), _M. de
-Carvalho_ (Espejos de Príncipes y Ministros, _1598_), _Juan Márquez_
-(El Gobernador cristiano, _1612_), _Juan de Salazar_ (Política
-española, _1619_), _Francisco de Barreda_ (El mejor Príncipe Trajano
-Augusto, _1622_), _Claudio Clemente_ (Machiavellismus iugulatus,
-_1637_), _Diego Niseno_ (El gran padre de los creyentes Abrahan, El
-Político del cielo, _1636-8_), _Mariana_ (De Rege), _Agustín de Rojas_
-(Buen repúblico), _José Micheli Márquez_ (Deleite y amargura de las dos
-cortes, celestial y terrena, _1642_), _Quevedo, Antonio López de Vega,
-Pedro Fernández de Navarrete, Juan Eusebio Nieremberg, Vera y Zúñiga,
-Padilla Manrique_ (Idea de nobles y sus desempeños en aforismos,
-_1637-44_), _Antonio Pérez_ (Norte de príncipes, Aforismos), _Saavedra
-Fajardo, Alonso de Ledesma, etc., etc., de entre los españoles; del
-Petrarca, Boscán, Maquiavelo, Alciato, Giovio, Doni, Guicciardini,
-Bentivoglio, Birago, Siri, y, sobre todo, de Malvezzi, Botero y
-Boccalini, entre los italianos._
-
-_Pero “el mejor libro del mundo es el mismo mundo”, decía el mismo
-Gracián. Sus amigos Ustarroz, Lastanosa, Manuel de Salinas, llevábanle
-libros, que nunca hartaban su sed de leer; empero el hondo conocimiento
-del mundo, que supo pintar como nadie, los desengaños de la vida, la
-infelicidad humana en los vaivenes de la fortuna y hasta en sus más
-soterradas raíces, los disparates de los hombres, el reinado de la
-injusticia señoreándolo todo, la verdadera sabiduría, que desprecia
-los bienes aparentes y se yergue armada de valor y ceñido el corazón
-de santa saña para pelear oponiendo la_ milicia _á la_ malicia, _sin
-dejarse vencer á vista del poder del mal, todo eso no lo aprendió
-Gracián en los libros, que en los libros nadie lo aprendió; sino en
-las misiones á que á veces se dedicó, en la soledad y apartamiento
-á tiempos de los hombres, en la viva penetración de su poderosa
-inteligencia, en la nobleza y reciura aragonesa de su corazón._
-
-_Y en esto se parece á Nietzsche, más bien que á los grandes pesimistas
-Spinoza, Leopardi, Schopenhauer y Hartmann, de cuya filosofía dice con
-razón Farinelli ser la de Gracián el primer eslabón de la cadena. No
-se abate ni se somete y rinde el fiero aragonés á la resignación ni al
-quietismo, no quiere sufrir ni tolerar tan triste destino; sino que
-salta colérico, afila sus armas y se lanza denodado á la lucha de la
-vida, porque sabe que sólo el héroe, el esforzado combatiente, alcanza
-la victoria._
-
-_¿Cómo el hombre tiene que acometer á sus enemigos en la vida, cuáles
-cualidades del ánimo y del entendimiento tiene que desarrollar con
-preferencia, en cuál manera debe guiar su frágil navecilla en este
-borrascoso mar para llegar seguro al puerto, al sosiego deseado, á la
-quietud y al descanso? Tal es el problema, en cuya solución empeñó
-Gracián su pluma, intentando formar el varón perfecto y acabado, que
-se levante sobre el vulgo, discreto en el pensar, ingenioso en el
-decir, héroe en el obrar._
-
-_Si realismo es llevar al arte lo que hay de hecho en la realidad,
-aunque tamizado por el cerebro del artista, Gracián nada tiene de
-artista realista. No trae nada de fuera; lo saca de dentro, de su
-poderosa imaginación. Todos son símbolos, virtudes, vicios, cualidades
-personificadas, ya en personajes históricos, ya en puramente
-fantásticos. Las escenas en que tercian estos personajes simbólicos no
-son menos hijas de la fantasía de Gracián. Con todo es tal la preñez
-de realidad y de vida, que en la cabeza de este filósofo y artista
-soberano engendra personajes y escenas de pura fantasía, que bullen y
-hablan como si fueran personas de carne y hueso, solo que condensan
-los vicios, las virtudes, los conceptos abstractos, como no pudieran
-condensarlos los personajes reales. Es artista, no de fuera adentro,
-como los realistas; sino de dentro á fuera, como los verdaderos
-filósofos._
-
-_Pero para Platón lo únicamente real son las ideas, de las cuales los
-hombres y las cosas son puras sombras, que de ellas participan y por
-ellas son y viven, como viven y son las sombras por reflejar los seres
-reales. Los personajes de Gracián no son otros que las ideas platónicas
-y en este sentido más reales que los de los artistas realistas. No son
-condensaciones teatrales, muñecos tiesos, movidos siempre por resorte y
-torpe, esquinadamente, porque no parece han salido de la condensación
-de las cualidades de los seres vivos en un seco concepto; sino que
-metidos esos seres en la fragua del ingenio filosófico de Gracián, han
-brotado de ella en su primitiva forma de ideas platónicas, anteriores á
-la realidad._
-
-_Este simbolismo lo aprendió Gracián, según me sospecho, en la_ Cárcel
-de Amor, _y, sobre todo, en_ Guzmán de Alfarache, _donde hizo alguna
-vez primoroso alarde del género Mateo Alemán. Por eso llamó al escritor
-sevillano el escritor aragonés “el mejor y más clásico español”._
-
-_Es Gracián el continuador de Séneca, de Mateo Alemán y de Quevedo,
-como satírico moralista; pero diferénciase de todos ellos por haber
-buscado más en lo hondo, sacando como personajes de su obra las puras
-ideas platónicas y dádoles con todo eso vida en un diálogo tan vivo
-y real como el_ Guzmán de Alfarache, _obra de filósofo realista de
-fuera adentro. Tan variado y ligero es Gracián en su_ Criticón, _como
-en sus_ Sueños _es Quevedo, tan sentencioso y dogmático como en sus_
-Epístolas _Séneca. Gana á Séneca en lo ceñido, escultural y hondo de
-los dictámenes, á Mateo Alemán en el mismo realismo al modo dicho, á
-Quevedo en lo macizo, sistemático y escéptico de las doctrinas, á todos
-tres en la profundidad filosófica._
-
-_Óigase el juicio de Menéndez y Pelayo[3]: “Talento de estilista
-de primer orden, maleado por la decadencia literaria, pero así
-y todo, el segundo de aquel siglo en originalidad de invenciones
-fantástico-alegóricas, en estro satírico, en alcance moral, en bizarría
-de expresiones nuevas y pintorescas, en humorismo profundo y de ley,
-en vida y movimiento y efervescencia continua, de imaginación tan
-varia, tan amena, tan prolífica, sobre todo en su_ Criticón, _que
-verdaderamente maravilla y deslumbra, atando de pies y manos el juicio,
-sorprendido por las raras ocurrencias y excentricidades del autor, que
-pudo no tener gusto, pero que derrochó un caudal de ingenio como para
-ciento.”_
-
- [3] _Ideas estéticas_, t. II, vol. II, p. 535.
-
-_Este juicio del maestro me parece atinado, si al llamarle el
-segundo de su siglo miraba á Cervantes, como al primero de él; pero
-no, si miraba á Quevedo. Tampoco admito lo del mal gusto ni las
-excentricidades tratándose de_ El Criticón, _aunque sí tratándose de
-algunas otras de sus obras._
-
-_Algo, muy poco, de la falsa bambolla, propia del tiempo, empaña
-alguna que otra vez el mismo_ Criticón; _pero fuera de esto, el estilo
-es claro y transparente, como no suele serlo en sus obrillas menudas
-de estilo puramente sentencioso, y el lenguaje tan castizo y rico en
-modismos y rodeos castellanos como el de Cervantes, Mateo Alemán y
-Quevedo._
-
-_Cuanto á la profundidad de concepción de la obra total, á la fuerza y
-amargor de la sátira de la sociedad, al escudriñamiento de las almas y
-al conocimiento del mundo y de la vida, de lo cual nada dice Menéndez y
-Pelayo, no sólo es para mí_ El Criticón _la obra más grande escrita en
-España, pero acaso en el mundo entero._
-
-_“Más obran quintas esencias, que fárragos”, decía Gracián, y
-verdaderamente sus obras son quintas esencias. Gran artista de la
-palabra, maestro del arte de hablar le creyeron sus contemporáneos, y
-de hecho_ El Criticón _es un raudal bullente y despeñado, que salta
-de un solo chorro y corre por entre peñascales sin el menor tropiezo,
-arrollándolo todo y cual si deslizase por un cauce de arena. Pero no
-es raudal de retórico desfrenado, no es folla ni soniquete huero;
-es raudal quintesenciado de acendradísimo oro, donde no huelga una
-frase ni desdice un pensamiento de la más elevada filosofía. Cada_
-Crisi _es un estudio acabado con maestría sin igual y las_ Crisis
-_van creciendo en importancia cada vez mayor, y el teatro de la vida
-humana ensanchándose y las negras tintas, que sombrean las miserias
-de los hombres ennegreciéndose y ensombreciéndose por momentos. Las
-más profundas sentencias de los mayores pensadores han desaguado en_
-El Criticón; _pero hánse revestido de una tan nueva y desusada forma,
-hánse concentrado en un tan fuerte elixir, que están desconocidas y
-nos muestran el poder de aquel asombroso cerebro, que como ningún otro
-alcanzaba á alquitarar la expresión y dar espíritu á los pensamientos._
-
-_Era incapaz un tan hondo filósofo de aderezar una novela, por
-filosófica que fuese, metiendo en una acción y en unos personajes
-particulares la filosofía de la vida, como ella verbeneaba en su
-cabeza; tuvo que vaciar esa filosofía en símbolos condensados, en
-matrices de novelas, en un cuadro fantasmagórico de tanto alcance,
-que puede servir de clave á todas las novelas de hechos particulares,
-que artistas menos preñados de pensamientos y de más vagar que este
-pensador, verdaderamente volcánico, saben tomar de la realidad y
-describir despaciosamente._
-
-_Torno á repetirlo: Baltasar Gracián es el más grande pensador de la
-raza hispana y uno de los grandes pensadores de la humanidad. Leed_ El
-Criticón _y lo veréis._
-
- _JULIO CEJADOR._
-
-
-
-
- EL CRITICÓN
-
- PRIMERA PARTE
-
- EN LA PRIMAVERA DE LA NIÑEZ
- Y EN EL ESTÍO DE LA JUVENTUD
-
-
-
-
-Á DON PABLO DE PARADA
-
-CABALLERO DE CRISTO, GENERAL DE LA ARTILLERÍA Y GOBERNADOR DE TORTOSA
-
-
-Si mi pluma fuera tan biencortada como la espada de V. S. cortadora,
-aun pareciera escusable la ambición del patrocinio; ya que no llegue á
-tanto, solicita una muy valiente defensa. Nació con V. S. el valor en
-su patria Lisboa, creció en el Brasil entre plausibles bravezas y ha
-campeado en Cataluña entre célebres victorias.
-
-Rechazó V. S. al bravo Mariscal de la Mora en los asaltos, que dió á
-Tarragona por el puesto de San Francisco, que V. S. con su tercio y su
-valor tan bizarramente defendió. Desalojó después al que llamaban el
-invencible Conde de Arcuhurt, sacándole de las trincheras sobre Lérida,
-acometiendo con su regimiento de la Guarda el fuerte real, que ocupó
-y defendió contra el general recelo. Y desta calidad pudiera referir
-otras muchas facciones, aconsejadas primero de la prudencia militar de
-V. S. y ejecutadas después de su gran valor. Emula dél la felicidad,
-le asistió á V. S., siendo General de la flota, para que la condujese
-á España con tanta prosperidad y riqueza. Y de aquí se ha ocasionado
-aquella altercación entre los grandes Ministros, si es V. S. mejor para
-las armadas de mar ó para las de tierra, siendo eminente en todas. Por
-no hacer sospechosas estas verdades, aunque tan sabidas, con el afecto
-de amigo, quisiera hablar por boca de algún enemigo; pero ninguno
-le hallo á V. S. Sólo uno que, para desconocer obligaciones quiso
-afectarlo, no pudo. Pues él mismo decía, ¡brava cosa!, que: “Quisiera
-decir mal deste hombre y no hallo qué poder decir”.
-
-Pero lo que yo más celebro es que, siendo V. S. hombre tan sin
-embeleco, se haya hecho lugar en la mayor estimación de nuestro siglo.
-
-El cielo le prospere. B. L. M. de V. S. su más apasionado
-
- _LORENZO GRACIÁN_
-
-
-
-
-Á QUIEN LEYERE
-
-
-Esta Filosofía cortesana, el curso de tu vida en un discurso, te
-presento hoy, lector juicioso, no malicioso. Y aunque el título
-está ya provocando ceño, espero que todo entendido se ha de dar por
-desentendido, no sintiendo mal de sí.
-
-He procurado juntar lo seco de la filosofía con lo entretenido de la
-invención, lo picante de la sátira con lo dulce de la épica, por más
-que el rígido Gracián lo censure, juguete de la traza en su más sutil
-que provechosa Arte de ingenio. En cada uno de los autores de buen
-genio he atendido á imitar lo que siempre me agradó, las alegorías de
-Homero, las ficciones de Esopo, lo doctrinal de Séneca, lo juicioso de
-Luciano, las descripciones de Apuleyo, las moralidades de Plutarco,
-los empeños de Eliodoro, las suspensiones del Ariosto, las crisis del
-Boquelino y las mordacidades de Barclayo. Si lo habré conseguido,
-siquiera en sombras, tú lo has de juzgar.
-
-Comienzo por la hermosa naturaleza, paso á la primorosa arte y paro
-en la útil moralidad. He dividido la obra en dos partes, treta de
-discurrir lo penado, dejando siempre picado el gusto, no molido.
-
-Si esta primera te contentare, te ofrezco luego la segunda, ya
-dibujada, ya colorida; pero no retocada y tanto más crítica, cuanto son
-más juiciosas las otras dos edades de quienes se filosofa en ella.
-
-
-
-
-CRISI PRIMERA
-
-_Náufrago Critilo, encuentra con Andrenio, que le da prodigiosamente
-razón de sí._
-
-
-Ya entrambos mundos habían adorado el pie á su universal monarca el
-católico Filipo. Era ya real corona suya la mayor vuelta, que el
-sol gira por el uno y otro hemisferio. Brillante círculo, en cuyo
-cristalino centro yace engastada una pequeña isla ó perla del mar ó
-esmeralda de la tierra. Dióla nombre augusta emperatriz, para que ella
-lo fuese de las islas, corona del océano. Sirve, pues, la isla de Santa
-Elena en la escala del un mundo al otro, de descanso á la portátil
-Europa y ha sido siempre venta franca, mantenida de la divina próvida
-clemencia en medio de inmensos golfos á las católicas flotas del
-oriente.
-
-Aquí, luchando con las olas, contrastando los vientos y más los
-desaires de su fortuna, mal sostenido de una tabla, solicitaba puerto
-un náufrago, monstruo de la naturaleza y de la suerte, cisne en lo ya
-cano y más en lo canoro, que así exclamaba entre los fatales confines
-de la vida y de la muerte: ¡Oh vida! [Marginal: _Vida._] ¡No habías de
-comenzar; pero, ya que comenzaste, no habías de acabar! No hay cosa más
-deseada ni más frágil que tú eres y el que una vez te pierde, tarde te
-recupera: desde hoy te estimaría como á perdida. Madrastra se mostró
-la naturaleza con el hombre, pues lo que le quitó de conocimiento al
-nacer, le restituye al morir: allí porque se perciban los bienes que se
-reciben y aquí porque se sientan los males que se conjuran.
-
-¡Oh tirano mil veces de todo el ser humano aquel primero, que con
-escandalosa temeridad fió su vida en un frágil leño al inconstante
-elemento! Vestido dicen que tuvo el pecho de aceros, mas yo digo que
-revestido de hierros. En vano la superior atención separó las naciones
-con los montes y los mares, si la audacia de los hombres halló puentes
-para trasegar su malicia. Todo cuanto inventó la industria humana ha
-sido perniciosamente fatal y en daño de sí misma. La pólvora es un
-horrible estrago de las vidas, instrumento de su mayor ruina y una
-nave no es otro, que un ataúd anticipado. Parecíale á la muerte teatro
-angosto de sus tragedias la tierra y buscó modo cómo triunfar en los
-mares, para que en todos elementos se muriese.
-
-¿Qué otra grada le queda á un desdichado para perecer, después que
-pisa la tabla de un bajel, cadalso merecido de su atrevimiento? Con
-razón censuraba el Catón, aun de sí mismo, entre las tres necedades
-de su vida, el haberse embarcado por la mayor. ¡Oh suerte! ¡Oh cielo!
-¡Oh fortuna! Aun creería que soy algo, pues así me persigues y, cuando
-comienzas, no paras hasta que apuras. Válgame en esta ocasión el valer
-nada, para repetir de eterno.
-
-De esta suerte hería los aires con suspiros, mientras azotaba las
-aguas con los brazos, acompañando la industria con minerva. [Marginal:
-_Grandes hombres._] Pareció ir sobrepujando el riesgo, que á los
-grandes hombres los mismos peligros ó los temen ó los respetan. La
-muerte á veces recela el emprenderlos y la fortuna los va guardando los
-aires. Perdonaron los aspides á Alcides, las tempestades á César, los
-aceros á Alejandro y las balas á Carlos V. ¡Mas ay!, que, como andan
-encadenadas las desdichas, unas á otras se introducen y el acabarse
-una es de ordinario el engendrarse otra mayor. Cuando creyó hallarse
-en el seguro regazo de aquella madre común, volvió de nuevo á temer
-que, enfurecidas las olas, le arrebataban para estrellarle en uno de
-aquellos escollos, duras entrañas de su fortuna, Tántalo de la tierra,
-huyéndosele de entre las manos, cuando más segura la creía: que un
-desdichado, no sólo no halla agua en el mar, pero ni tierra en la
-tierra.
-
-Fluctuando estaba entre uno y otro elemento, equívoco entre la
-muerte y la vida, hecho víctima de su fortuna, cuando un gallardo
-joven, ángel al parecer y mucho más al obrar, alargó sus brazos para
-recogerle en ellos, amarras de un secreto imán, si no de hierro,
-asegurándole la dicha con la vida. En saltando en tierra, selló sus
-labios en el suelo, logrando seguridades y fijó sus ojos en el cielo,
-rindiendo agradecimientos. Fuése luego con los brazos abiertos para el
-restaurador de su vida, queriendo desempeñarse en abrazos y en razones.
-No le respondió palabra el que le obligó con las obras; sólo daba
-demostraciones de su gran gozo en lo risueño y de su mucha admiración
-en lo atónito en el semblante. Repitió abrazos y razones el agradecido
-náufrago, preguntándole de su salud y fortuna y á nada respondía el
-asombrado isleño.
-
-Fuéle variando idiomas de algunos que sabía; mas en vano, pues,
-desentendido de todo, se remitía á las extraordinarias acciones, no
-cesando de mirarle y de admirarle, alternando extremos de espanto y de
-alegría.
-
-Dudara con razón el más atento ser inculto parto de aquellas selvas,
-si no desmintieran la sospecha lo inhabitado de la isla, lo rubio
-y tendido de su cabello, lo perfilado de su rostro, que todo le
-sobrescribía europeo. Del traje no se podían rastrear indicios, pues
-era sola la librea de su inocencia.
-
-Discurrió más el discreto náufrago, si acaso viviría destituído de
-aquellos dos criados del alma, el uno de traer y el otro de llevar
-recados, el oir y el hablar. Desengañóle presto la experiencia, pues
-al menor ruido prestaba atenciones prontas sobre el imitar con tanta
-propiedad los bramidos de las fieras y los cantos de las aves, que
-parecía entenderse mejor con los brutos, que con las personas: tanto
-pueden la costumbre y la crianza. Entre aquellas bárbaras acciones
-rayaba como en vislumbres la vivacidad de su espíritu, trabajando el
-alma, por mostrarse: que donde no media el artificio, toda se pervierte
-la naturaleza.
-
-Crecía en ambos á la par el deseo de saberse las fortunas y las
-vidas; pero advirtió el entendido náufrago que la falta de un común
-idioma les tiranizaba esta fruición. Es el hablar efecto grande de
-la racionalidad: que quien no discurre, no conversa. [Marginal:
-_Conversación._] Habla, dijo el filósofo, para que te conozca.
-Comunícase el alma noblemente, produciendo conceptuosas imaginaciones
-de sí en la mente del que oye, que es propiamente el conversar. No
-están presentes los que no se tratan ni ausentes los que por escrito se
-comunican. Viven los sabios varones ya pasados y nos hablan cada día en
-sus eternos escritos, iluminando perennemente los venideros. Participa
-el hablar de lo necesario y de lo gustoso. Que siempre atendió la
-sabia naturaleza á hermanar ambas cosas en todas las funciones de la
-vida. Consíguense con la conversación á lo gustoso y á lo presto las
-importantes noticias y es el hablar atajo único para el saber. Hablando
-los sabios engendran otros y por la conversación se conduce al ánimo la
-sabiduría dulcemente.
-
-De aquí es que las personas no pueden estar sin algún idioma común para
-la necesidad y para el gusto. Que aun dos niños, arrojados de industria
-en una isla, se inventaron lenguaje para comunicarse y entenderse. De
-suerte que es la noble conversación hija del discurso, madre del saber,
-desahogo del alma, comercio de los corazones, vínculo de la amistad,
-pasto del contento y ocupación de personas.
-
-Conociendo esto el advertido náufrago, emprendió luego el enseñar á
-hablar al inculto joven y púdolo conseguir fácilmente, favoreciéndole
-la docilidad y el deseo. Comenzó por los nombres de ambos,
-proponiéndole el suyo, que era el de Critilo, imponiéndole á él el
-de Andrenio, que llenaron bien el uno en lo juicioso y el otro en
-lo humano. El deseo de sacar á luz tanto concepto por toda la vida
-repasado y la curiosidad de saber tanta verdad ignorada picaban la
-docilidad de Andrenio.
-
-Ya comenzaba á pronunciar, ya preguntaba y respondía. Probábase á
-razonar, ayudándose de palabras y de acciones. Y tal vez lo que
-comenzaba la lengua lo acababa de exprimir el gesto. Fuéle dando
-noticia de su vida á centones y á remiendos, tanto más extraña, cuanto
-menos entendida. Y muchas veces se achacaba al no acabar de percibir lo
-que no se acababa de creer. Mas, cuando ya pudo hablar seguidamente y
-con igual copia de palabras á la grandeza de sus sentimientos, obligado
-de las vivas instancias de Critilo y ayudado de su industria, comenzó á
-satisfacerle de esta suerte.
-
-[Marginal: _Conocimiento._]
-
-Yo, dijo, ni sé quién soy ni quién me ha dado el ser ni para qué me le
-dió. ¡Qué de veces y sin voces me lo pregunté á mí mismo, tan necio
-como curioso! Pues, si el preguntar comienza en el ignorar, mal pudiera
-yo responderme. Argüíame tal vez para ver si empeñado me excedería á
-mí mismo. Duplicábame aun no bien singular, por ver si, apartado de mi
-ignorancia, podría dar alcance á mis deseos. Tú, Critilo, me preguntas
-quién yo soy y yo deseo saberlo de ti. Tú eres el primer hombre, que
-hasta hoy he visto y en ti me hallo retratado más al vivo, que en
-los mudos cristales de una fuente, que muchas veces mi curiosidad
-solicitaba y mi ignorancia aplaudía. Mas, si quieres saber el material
-suceso de mi vida, yo te lo referiré, que es más prodigioso, que
-prolijo.
-
-La vez primera, que me reconocí y pude hacer concepto de mí mismo,
-me hallé encerrado dentro de las entrañas de aquel monte, que entre
-los demás se descuella: que aun entre peñascos debe ser estimada la
-eminencia. Allí me ministró el primer sustento una de éstas, que tú
-llamas fieras y yo llamaba madre, creyendo siempre ser ella la que me
-había parido y dado el ser que tengo: corrido lo refiero de mí mismo.
-
-[Marginal: _Niñez._]
-
-Muy propio es, dijo Critilo, de la ignorancia pueril el llamar á todos
-los hombres padres y á todas las mujeres madres. Y al modo que tú hasta
-una bestia tenías por tal, creyendo la maternidad en la beneficencia,
-así el mundo en aquella su ignorante infancia á cualquier criatura su
-bienhechora llamaba padre y aun le aclamaba Dios.
-
-Así yo, prosiguió Andrenio, creía madre la que me alimentaba fiera
-á sus pechos. Me crié entre aquellos sus hijuelos, que yo tenía por
-hermanos, hecho bruto entre los brutos, ya jugando y ya durmiendo.
-Dióme leche diversas veces que parió, partiendo conmigo de la caza
-y de las frutas, que para ellos traía. Á los principios no sentía
-tanto aquel penoso encerramiento; antes con las interiores tinieblas
-del ánimo desmentía las exteriores del cuerpo y con la falta de
-conocimiento disimulaba la carencia de la luz, si bien algunas veces
-brujuleaba unas confusas vislumbres, que dispensaba el cielo á tiempos
-por lo más alto de aquella infausta caverna.
-
-[Marginal: _La luz de la razón._]
-
-Pero, llegado á cierto término de creer y de vivir, me salteó de
-repente un tan extraordinario ímpetu de conocimiento, un tan grande
-golpe de luz y de advertencia, que revolviendo sobre mí, comencé á
-reconocerme, haciendo una y otra reflexión sobre mi propio ser.
-
-¿Qué es esto?, decía, ¿soy ó no soy? Pero, pues vivo, pues conozco
-y advierto, ser tengo. Mas si soy, ¿quién soy yo? ¿Quién me ha dado
-este ser y para qué me lo ha dado? Para estar aquí metido: ¡grande
-infelicidad sería! ¿Soy bruto como éstos? Pero no, que observo entre
-ellos y entre mí palpables diferencias: ellos están vestidos de pieles,
-yo desabrigado, menos favorecido de quien nos dió el ser.
-
-También experimento en mí todo el cuerpo muy de otra suerte
-proporcionado, que en ellos: yo río y yo lloro, cuando ellos aúllan:
-yo camino derecho, levantando el rostro hacia lo alto, cuando ellos
-se mueven torcidos é inclinados hacia el suelo. Todas éstas son bien
-conocidas diferencias y todas las observaba mi curiosidad y las
-confería mi atención conmigo mismo.
-
-Crecía de cada día el deseo de salir de allí, el conato de ver y saber,
-si en todos natural y grande, en mí como violentado, insufrible; pero,
-lo que más me atormentaba era ver que aquellos brutos, mis compañeros,
-con extraña ligereza trepaban por aquellas inhiestas paredes, entrando
-y saliendo libremente, siempre que querían y que para mí fuesen
-inaccesibles, sintiendo con igual ponderación que aquel gran don de la
-libertad á mí solo se me negase.
-
-Probé muchas veces á seguir aquellos brutos, arañando los peñascos,
-que pudieran ablandarse con la sangre que de mis dedos corría. Valíame
-también de los dientes; pero todo en vano y con daño, pues era cierto
-el caer en aquel suelo, regado con mis lágrimas y teñido con mi sangre.
-Á mis voces y á mis llantos acudían enternecidas las fieras, cargadas
-de frutas y de caza, con que se templaba en algo mi sentimiento y me
-desquitaba en parte de mis penas.
-
-¡Qué de soliloquios hacía tan interiores, que aun este alivio del habla
-exterior me faltaba! ¡Qué de dificultades y dudas trababan entre sí mi
-observación y mi curiosidad, que todas se resolvían en admiraciones y
-en penas!
-
-Era para mí un repetido tormento el confuso ruido de estos mares, cuyas
-olas más rompían en mi corazón, que en estas peñas. ¿Pues qué diré,
-cuando sentía el horrísono fragor de los nublados y sus truenos? Ellos
-se resolvían en lluvia; pero mis ojos en llanto. Lo que llegó ya á ser
-ansia de reventar y agonía de morir era que á tiempos, aunque para
-mí de tarde en tarde, percibía acá fuera unas voces como la tuya, al
-comenzar con grande confusión y estruendo; pero después poco á poco
-más distintas, que naturalmente me alborozaban ó se me quedaban muy
-impresas en el ánimo.
-
-Bien advertía yo que eran muy diferentes de las de los brutos, que
-de ordinario oía. Y el deseo de ver y de saber quién era el que las
-formaba y no poder conseguirlo me traía á extremos de morir. Poco era
-lo que unas y otras veces percibía; pero discurríalo tan mucho, como de
-espacio.
-
-[Marginal: _Concierto de el Universo._]
-
-Una cosa puedo asegurarte, en que imaginé muchas veces y de mil modos,
-lo que habría acá fuera, el modo, la disposición, la traza, el sitio,
-la variedad y máquina de cosas, según lo que yo había concebido; jamás
-di en el modo ni atiné con el orden, variedad y grandeza de esta gran
-fábrica, que vemos y admiramos.
-
-¡Qué mucho, dijo Critilo, pues, si aunque todos los entendimientos de
-los hombres, que ha habido ni habrá, se juntaran antes á trazar esta
-gran máquina del mundo y se les consultara cómo había de ser, jamás
-pudieran atinar á disponerla! ¿Qué digo el universo? La más mínima
-flor, un mosquito, no supieran formarlo. Sola la infinita sabiduría de
-aquel supremo Hacedor pudo hallar el modo, el orden y el concierto de
-tan hermosa y perenne variedad.
-
-Pero, díme, que deseo mucho saberlo de ti y oírtelo contar, ¿cómo
-pudiste salir de aquella tu penosa cárcel, de aquella sepultura
-anticipada de tu cueva? Y sobre todo, si es posible el exprimirlo,
-¿cuál fué el sentimiento de tu admirado espíritu, aquella primera vez
-que llegaste á descubrir, á ver, á gozar y admirar este plausible
-teatro del universo?
-
-Aguarda, dijo Andrenio, que aquí es menester tomar aliento para
-relación tan gustosa y peregrina.
-
-
-
-
-CRISI II
-
-_El gran teatro del universo._
-
-
-Luego que el supremo Artífice tuvo acabada esta gran fábrica del mundo,
-dicen trató repartirla, alojando en sus estancias sus vivientes.
-Convocólos todos, desde el elefante hasta el mosquito. Fuéles mostrando
-los repartimientos y examinando á cada uno, cuál de ellos escogía para
-su morada y vivienda. Respondió el elefante que él se contentaba con
-una selva, el caballo con un prado, el águila con una de las regiones
-del aire, la ballena con un golfo, el cisne con un estanque, el barbo
-con un río y la rana con un charco.
-
-[Marginal: _La ambición humana._]
-
-Llegó el último el primero, digo el hombre y, examinado de su gusto y
-de su centro, dijo que él no se contentaba con menos, que con todo el
-universo y aún le parecía poco. Quedaron atónitos los circunstantes
-de tan exorbitante ambición; aunque no faltó luego un lisonjero, que
-defendió nacer de la grandeza de su ánimo.
-
-Pero la más astuta de todos: Eso no creeré yo, les dijo; sino que
-procede de la ruindad de su cuerpo. Corta le parece la superficie de
-la tierra y así penetra y mina sus entrañas en busca del oro y de la
-plata, para satisfacer en algo su codicia. Ocupa y embaraza el aire con
-lo empinado de sus edificios, dando algún desahogo á su soberbia. Surca
-los mares y sonda sus más profundos senos, solicitando las perlas,
-los ámbares y los corales, para adorno de su bizarro desvanecimiento.
-Obliga todos los elementos á que le tributen cuanto abarcan, el aire
-sus aves, el mar sus peces, la tierra sus cazas, el fuego la sazón,
-para entretener, que no satisfacer su gula. ¡Y aún se queja de que todo
-es poco! ¡Oh monstruosa codicia de los hombres!
-
-Tomó la mano el soberano Dueño y dijo: Mirad, advertid, sabed que al
-hombre le he formado yo con mis manos para criado mío y señor vuestro
-y como rey, que es, pretende señorearlo todo. Pero entiende, oh,
-hombre, aquí hablando con él, que esto ha de ser con la mente, no con
-el vientre; como persona, no como bestia. Señor has de ser de todas las
-cosas criadas, pero no esclavo de ellas; que te sigan, no te arrastren.
-Todo lo has de ocupar con el conocimiento tuyo y reconocimiento mío:
-esto es, reconociendo en todas las maravillas criadas las perfecciones
-divinas y pasando de las criaturas al Criador.
-
-Á este grande espectáculo de prodigios, si ordinario para nuestra
-acostumbrada vulgaridad, extraordinario hoy para Andrenio, sale atónito
-á lograrlo en contemplaciones, á aplaudirlo en pasmos y á referirlo de
-esta suerte.
-
-Era el sueño, proseguía, el mismo vulgar refugio de mis penas, especial
-alivio de mi soledad. Á él apelaba de mi continuo tormento y á él
-estaba entregado una noche, aunque para mí siempre lo era, con más
-dulzura que otras, presagio infalible de alguna infelicidad cercana.
-
-Y así fué, pues me lo interrumpió un extraordinario ruido, que parecía
-salir de las más profundas entrañas de aquel monte. Conmovióse todo él,
-temblando aquellas firmes paredes. Bramaba el furioso viento, vomitando
-en tempestades por la boca de la gruta. Comenzaron á desgajarse con
-horrible fragor aquellos duros peñascos y á caer con tan espantoso
-estruendo, que parecía quererse venir á la nada toda aquella gran
-máquina de peñas.
-
-[Marginal: _La instabilidad._]
-
-Basta, dijo Critilo, que aun los montes no se libran de la mudanza,
-expuestos al contraste de un terremoto y sujetos á la violencia de un
-rayo, contrastando la común estabilidad su firmeza.
-
-Pero, si las mismas peñas temblaban ¿qué haría yo? prosiguió Andrenio.
-Todas las partes de mi cuerpo parecieron quererse desencajar también,
-que hasta el corazón dando saltos, no hice poco en detenerlo. Fuéronme
-destituyendo los sentidos y halléme perdido de mí mismo, muerto y aun
-sepultado entre peñas y entre penas.
-
-El tiempo, que duró aquel eclipse del alma, paréntesis de mi vida, ni
-pude yo percibirlo ni de otro alguno saberlo. Al fin, ni sé cómo ni sé
-cuándo, volví poco á poco á recobrarme de tan mortal deliquio. Abrí los
-ojos á lo que comenzaba á abrir el día.
-
-Día claro, día grande, día felicísimo, el mejor de toda mi vida: notélo
-bien con piedras y aun con peñascos. Reconocí luego quebrantada mi
-penosa cárcel y fué tan indecible mi contento, que al punto comencé á
-desenterrarme, para nacer de nuevo á todo un mundo, en una bien patente
-ventana, que señoreaba todo aquel espacioso y alegrísimo hemisferio.
-
-Fuí acercándome dudosamente á ella, violentando mis deseos; pero ya
-asegurado, llegué á asomarme del todo á aquel rasgado balcón del ver
-y del vivir. Tendí la vista aquella vez primera por este gran teatro
-de tierra y cielo. Toda el alma, con extraño ímpetu, entre curiosidad
-y alegría, acudió á los ojos, dejando como destituídos los demás
-miembros, de suerte, que estuve casi un día insensible, inmoble y como
-muerto, cuando más vivo.
-
-Querer yo aquí exprimirte el intenso sentimiento de mi afecto, el
-conato de mi mente y de mi espíritu, sería emprender cien imposibles
-juntos; sólo te digo que aún me dura y durará siempre el espanto, la
-admiración, la suspensión y el pasmo, que me ocuparon toda el alma.
-
-Bien lo creo, dijo Critilo, que, cuando los ojos ven lo que nunca
-vieron, el corazón siente lo que nunca sintió.
-
-Miraba el cielo, miraba la tierra, miraba el mar y á todo junto, y á
-cada cosa de por sí: y en cada objeto de éstos me transportaba, sin
-acertar á salir de él, viendo, observando, advirtiendo, admirando,
-discurriendo y lográndolo todo con insaciable fruición.
-
-[Marginal: _La novedad._]
-
-¡Oh, lo que te envidio, exclamó Critilo, tanta felicidad no imaginada!
-Privilegio único del primer hombre y tuyo llegar á ver con novedad y
-con advertencia la grandeza, la hermosura, el concierto, la firmeza
-y la variedad de esta gran máquina criada. Fáltanos la admiración
-comúnmente á nosotros, porque falta la novedad y con ésta la
-advertencia. Entramos todos en el mundo con los ojos del alma cerrados
-y, cuando los abrimos al conocimiento y á la costumbre de ver las
-cosas, por maravillosas que sean, no deja lugar á la admiración.
-
-Por esto los varones sabios se valieron siempre de la reflexión,
-imaginando llegar de nuevo al mundo, reparando en sus prodigios,
-que cada cosa lo es, admirando sus perfecciones y filosofando
-artificiosamente.
-
-Á la manera, que el que paseando por un deliciosísimo jardín, pasó
-divertido por sus calles, sin reparar en lo artificioso de sus plantas
-ni en lo vario de sus flores, vuelve atrás, cuando lo advierte, y
-comienza á gozar otra vez poco á poco y de una en una cada planta y
-cada flor: así nos acontece á nosotros, que vamos pasando desde el
-nacer al morir, sin reparar en la hermosura y perfección de este
-universo; pero los varones sabios vuelven atrás, renovando el gusto y
-contemplando cada cosa con novedad, en el advertir, si no en el ver.
-
-La mayor ventaja mía, ponderaba Andrenio, fué llegar á gozar este colmo
-de perfecciones á deseo y después de una privación tan violenta.
-
-Felicidad fué tu prisión, dijo Critilo, pues llegaste por ella á gozar
-todo el bien junto y deseado. Que, cuando las cosas son grandes y á
-deseo, dos veces se logran. Los mayores prodigios, si son fáciles y á
-todo querer, se envilecen: el uso libre hace perder el respeto á la
-más relevante maravilla. Y en el mismo sol fué favor que se ausentase
-de noche, para que fuese deseado á la mañana. ¡Qué concurso de afectos
-sería el tuyo! ¡Qué tropel de sentimientos! ¡Qué ocupada andaría el
-alma, repartiendo atenciones y dispensando afectos! Mucho fué no
-reventar de admiración, de gozo y de conocimiento.
-
-Creo yo, respondió Andrenio, que ocupada el alma en ver y en entender,
-no tuvo lugar de partirse y, atropellándose unos á otros los objetos,
-al paso que la entretenían, la detenían.
-
-[Marginal: _Sol espejo divino._]
-
-Pero ya en esto los alegres mensajeros de este gran monarca de la luz,
-que tú llamas sol, coronado augustamente de resplandores, ceñido de
-la guarda de sus rayos, solicitaban mis ojos á rendirle veneraciones
-de atención y de admiración. Comenzó á ostentarse por este gran trono
-de cristalinas espumas y con una soberana callada majestad se fué
-señoreando de todo el hemisferio, llenando todas las demás criaturas de
-su esclarecida presencia. Aquí yo quedé absorto y totalmente enajenado
-de mí mismo, puesto en él, émulo del águila más atenta.
-
-¡Oh, qué será, alzó aquí la voz Critilo, aquella inmortal y gloriosa
-vista de aquel infinito sol divino, aquel llegar á ver su infinitamente
-perfectísima hermosura! ¡Qué gozo, qué fruición, qué dicha, qué
-felicidad, qué gloria!
-
-Crecía mi admiración, prosiguió Andrenio, al paso que mi atención
-desmayaba, porque al que deseé distante, ya le temía cercano. Y aun
-observé que á ningún otro prodigio se rindió la vista, sino á éste,
-confesándole inaccesible y con razón solo.
-
-Es el sol, ponderó Critilo, la criatura, que más ostentosamente retrata
-la majestuosa grandeza del Criador. Llámase sol, porque en su presencia
-todas las demás lumbreras se retiran; él solo campea. Está en medio
-de los celestes orbes, como en su centro, corazón del lucimiento y
-manantial perenne de la luz. Es indefectible, siempre el mismo, único
-en la belleza. Él hace que se vean todas las cosas y no permite ser
-visto, celando su decoro y recatando su decencia. Influye y concurre
-con las demás causas á dar el ser á todas las cosas, hasta el hombre
-mismo. Es afectadamente comunicativo de su luz y de su alegría,
-esparciéndose por todas partes y penetrando hasta las mismas entrañas
-de la tierra. Todo lo baña, alegra é ilustra, fecunda é influye. Es
-igual, pues nace para todos. Á nadie ha menester de sí abajo y todos le
-reconocen dependencias. Él es al fin criatura de ostentación, el más
-luciente espejo, en quien las divinas grandezas se representan.
-
-Todo el día, dijo Andrenio, empleé en él, contemplándole, ya en sí, ya
-en los reflejos de las aguas, olvidado de mí mismo.
-
-Ahora no me espanto, ponderó Critilo, de lo que dijo aquel otro
-filósofo, que había nacido para ver el sol. Dijo bien, aunque le
-entendieron mal é hicieron burla de sus veras. Quiso decir este sabio
-que en ese sol material contemplaba él aquel divino, realzadamente
-filosofando que, si la sombra es tan esclarecida ¿cuál será la
-verdadera luz de aquella infinita increada belleza?
-
-[Marginal: _El cielo estrellado._]
-
-¡Mas ay!, dijo lamentándose Andrenio, que al uso de acá abajo, la
-grandeza de mi contento se convirtió presto en un exceso de pesar, al
-ver, digo al no verle. Trocóse la alegría del nacer en el horror del
-morir, el trono de la mañana en el túmulo de la noche: sepultóse el sol
-en las aguas y quedé yo anegado en otro mar de mi llanto. Creí no verle
-más, con que quedé muriendo; pero volví presto á resucitar entre nuevas
-admiraciones á un cielo coronado de luminarias, haciendo fiesta á mi
-contento. Asegúrote que no me fué menos agradable vista ésta; antes más
-entretenida, cuanto más varia.
-
-¡Oh, gran saber de Dios!, dijo Critilo, que halló modo cómo hacer
-hermosa la noche, que no es menos linda que el día. [Marginal: _Noche
-serena._] Impropios nombres la dió la vulgar ignorancia, llamándola
-fea y desaliñada; no habiendo cosa más brillante y serena. Injúrianla
-de triste, siendo descanso del trabajo y alivio de nuestras fatigas.
-Mejor la celebró uno de sabia, ya por lo que se calla, ya por lo que
-se piensa en ella. Que no sin enseñanza fué celebrada la lechuza en la
-discreta Atenas por símbolo del saber. No es tanto la noche para que
-duerman los ignorantes, cuanto para que velen los sabios. Y si el día
-ejecuta, la noche previene.
-
-En otra gran función y más á lo callado me hallaba muy hallado con la
-noche, metido en aquel laberinto de las estrellas, unas centellantes,
-otras lucientes. Íbalas registrando todas, notando su mucha variedad
-en la grandeza, puestos, movimientos y colores, saliendo unas y
-ocultándose otras.
-
-Ideando, dijo Critilo, las humanas, que todas caminan á ponerse.
-
-En lo que yo mucho reparé, dijo Andrenio, fué en su maravillosa
-disposición. Porque, ya que el soberano Artífice hermoseó tanto esta
-artesonada bóveda del mundo con tanto florón y estrellas, ¿por qué no
-las dispuso, decía yo, con orden y concierto, de modo que entretejieran
-vistosos lazos y formaran primorosas labores? No sé cómo me lo diga ni
-cómo lo declare.
-
-[Marginal: _Estrellas, su variedad._]
-
-Ya te entiendo, acudió Critilo: quisieras tú que estuvieran dispuestas
-en forma, ya de un artificioso recamado, ya de un vistoso jardín, ya de
-un precioso joyel, repartidas con arte y correspondencia.
-
-Sí, sí, eso mismo. Porque á más de que campearan otro tanto y fuera un
-espectáculo muy agradable á la vista, brillantísimo artificio, destruía
-con eso del todo el divino Hacedor aquel necio escrúpulo de haberse
-hecho acaso y declaraba de todo punto su divina Providencia.
-
-Reparas bien, dijo Critilo; pero advierte que la divina Sabiduría, que
-las formó y las repartió de esta suerte, atendió á otra más importante
-correspondencia, cual lo es de sus movimientos y aquel templarse las
-influencias. Porque has de saber que no hay astro alguno en el cielo,
-que no tenga su diferente propiedad: así como las yerbas y las plantas
-de la tierra. Unas de las estrellas causan el calor y otras el frío;
-unas secan, otras humedecen; y de esta suerte alternan otras muchas
-influencias y con esa esencial correspondencia unas á otras se corrigen
-y se templan. La otra disposición artificiosa, que tú dices, fuera
-afectada y uniforme; quédese para los juguetes del arte y de la humana
-niñería. De este modo se nos hace cada noche nuevo el cielo y nunca
-enfada el mirarlo: cada uno proporciona las estrellas como quiere. Á
-más de que en esta variedad natural y confusión grave parece tanto más,
-que el vulgo las llama innumerables y con esto queda como en enigma la
-suprema asistencia, si bien para los sabios muy clara y entendida.
-
-Celebraba yo mucho aquella gran variedad de colores, dijo Andrenio:
-unas campean blancas, otras encendidas, doradas y plateadas; sólo eché
-menos el color verde, siendo el más agradable á la vista.
-
-Es muy terreno, dijo Critilo; quédanse las verduras para la tierra.
-Acá son las esperanzas, allá la feliz posesión. Es contrario ese color
-á los ardores celestes, por ser hijos de la humedad corruptible. ¿No
-reparaste en aquella estrellita, que hace punto en la gran plana del
-cielo, objeto de los imanes, blanco de sus saetas? Allí el compás
-de nuestra atención fija la una punta y con la otra va midiendo los
-círculos, que va dando en vueltas, aunque de ordinario, rodando nuestra
-vida.
-
-[Marginal: _Luna, símbolo del hombre._]
-
-Confiésote que se me había pasado por pequeña, dijo Andrenio, á más
-de que ocupó luego toda mi curiosidad aquella hermosa reina de las
-estrellas, presidente de la noche, sustituta del sol y no menos
-admirable, ésa que tú llamas luna. Causóme, si no menos gozo, mucha más
-admiración con sus uniformes variedades, ya creciente, ya menguante y á
-poco rato llena.
-
-Es segunda presidente del tiempo, dijo Critilo: tiene á medias el mando
-con el sol. Si él hace el día, ella la noche: si el sol cumple los
-años, ella los meses; calienta el sol y seca de día la tierra, la luna
-de noche la refresca y humedece; el sol gobierna los campos, la luna
-rige los mares: de suerte que son las dos balanzas del tiempo. Pero lo
-más digno de notarse es que, así como el sol es claro espejo de Dios
-y de sus divinos atributos, la luna lo es del hombre y de sus humanas
-imperfecciones: ya crece, ya mengua, ya nace, ya muere, ya está en su
-lleno, ya en su nada, nunca permaneciendo en un estado. No tiene luz de
-sí, participa la del sol, eclípsala la tierra, cuando se le interpone.
-Muestra más sus manchas, cuando está más lucida. Es la ínfima de los
-planetas en el puesto y en el ser. Puede más en la tierra, que en el
-cielo. De modo que es mudable, defectuosa, manchada, inferior, pobre,
-triste y todo se le origina de la vecindad con la tierra.
-
-Toda esta noche y otras muchas, dijo Andrenio, pasé en tan gustoso
-desvelo, haciendo tantos ojos como el cielo mismo, yo por mirarle y
-él para ser visto. Mas ya los clarines de la aurora en cantos de las
-aves comenzaron á hacer salva á la segunda salida del sol, tocando á
-despejar estrellas y despertar flores. Volvió él á nacer y yo á vivir
-con verle. Saludéle con afectos ya más tibios.
-
-Que aun el sol, dijo Critilo, á la segunda vez ya no espanta ni á la
-tercera admira.
-
-Sentí menos viva la curiosidad, cuanto más despierta la hambre. Y así,
-después de agradecidos aplausos, valiéndome de su luz, en que conocí
-que era criatura y que como paje de luz me servía, traté de descender
-á la tierra, obligándome la asistencia del cuerpo á faltar al ánimo,
-abatiéndome de la más alta contemplación á tan materiales empleos.
-Fuí bajando, digo humillándome, por aquella mal segura escala, que
-formaron las mismas ruinas: que de otro modo fuera imposible, y ese
-favor más reconocí al cielo. Pero, antes de estampar la primera huella
-en tierra, me falta ya el aliento y aun la voz y así te ruego me
-socorras de palabras, para poder exprimir la copia de mis sentimientos,
-que otra vez te convido á nuevas admiraciones, aunque en maravillas
-terrenas.
-
-
-
-
-CRISI III
-
-_La hermosa naturaleza._
-
-
-Condición tiene de linda la varia naturaleza, pues quiere ser atendida
-y celebrada. Imprimió para ello en nuestros ánimos una viva propensión
-de escudriñar sus puntuales efectos. Ocupación pésima la llamó el mayor
-sabio. Y de verdad lo es, cuando para en sola una inútil curiosidad;
-menester es se realce á los divinos aplausos, alternados con
-agradecimientos. Y, si la admiración es hija de la ignorancia, también
-es madre del gusto.
-
-El no admirarse procede del saber en los menos; que en los más, del
-no advertir. No hay mayor alabanza de un objeto que la admiración,
-si calificada, que llega á ser lisonja, porque supone excesos de
-perfección, por más que se retire á su silencio. Pero está muy
-vulgarizada; que nos suspenden las cosas, no por grandes, sino por
-nuevas. No se repara ya en los superiores empleos por conocidos: y así
-andamos mendigando niñerías en la novedad, para acallar nuestra curiosa
-solicitud con la extravagancia.
-
-Gran hechizo es el de la novedad, que como todo lo tenemos tan visto,
-pagámonos de juguetes nuevos, así de la naturaleza, como del arte,
-haciendo vulgares agravios á los antiguos prodigios por conocidos.
-Lo que ayer fué un pasmo, hoy viene á ser desprecio, no porque haya
-perdido de su perfección, sino de nuestra estimación; no porque se haya
-mudado, antes porque no y porque no se nos hace de nuevo.
-
-Redimen esta civilidad del gusto los sabios con hacer reflexiones
-nuevas sobre las reflexiones antiguas, renovando el gusto con la
-admiración.
-
-Mas, si ahora nos admira un diamante, por lo extraordinario, una perla
-peregrina ¿qué ventaja sería en Andrenio llegar á ver de improviso un
-lucero, un astro, la luna, el sol mismo, todo el campo matizado de
-flores y todo el cielo esmaltado de estrellas? Díganoslo él mismo, que
-así proseguía su gustosa relación.
-
-[Marginal: _Fecundidad de la tierra._]
-
-En este centro de hermosas variedades, nunca de mí imaginado, me
-hallé de repente, dando más pasos con el espíritu, que con el cuerpo,
-moviendo más los ojos, que los pies. En todo reparaba como nunca visto
-y todo lo aplaudía como tan perfecto. Con esta ventaja, que ayer,
-cuando miraba al cielo, sólo empleaba la vista; mas aquí todos los
-sentidos juntos y aun no eran bastantes, para tanta fruición. Quisiera
-tener cien ojos y cien manos, para poder satisfacer curiosidades
-del alma y no pudiera. Discurría embelesado, mirando tanta multitud
-de criaturas, tan diferentes todas en propiedades y en esencias, en
-la forma, en el color, en efectos y movimientos. Cogía una rosa,
-contemplaba su belleza, percibía su fragancia, no hartándome de mirarla
-y admirarla. Alargaba la otra mano á alguna fruta, empleando de más á
-más el gusto: ventaja que llevan los frutos á flores. Halléme á poco
-rato tan embarazado de cosas, que hube de dejar unas para lograr otras,
-repitiendo aplausos y renovando gustos.
-
-[Marginal: _Diversa multitud de criaturas._]
-
-Lo que yo mucho celebraba era el ver tanta multitud de criaturas con
-tanta diferencia entre sí, tanta pluralidad con tan rara diversidad,
-que ni una hoja de una planta ni una pluma de un pájaro se equivoca con
-las de otra especie.
-
-Es que atendió, ponderó Critilo, aquel sabio Hacedor, no sólo á la
-precisa necesidad del hombre, para quien todo esto se criaba, sino á
-la comodidad y regalo, ostentándose en esto su infinita liberalidad,
-para obligarle á él, que con la misma generosidad le sirva y le venere.
-
-Conocí luego, prosiguió Andrenio, muchas de aquellas frutas, por haber
-traído mis brutos á la cueva; mas tuve especial gusto de ver cómo
-nacen y se crían en sus ramas, cosas que jamás pude atinar, aunque lo
-discurrí mucho. Burláronme otras no conocidas con su desazón y acedía.
-
-Ése es otro bien admirable asunto de la divina Providencia, dijo
-Critilo, pues previno que no todos los frutos se sazonasen juntos; sino
-que se fuesen dando vez, según la variedad de los tiempos y necesidad
-de los vivientes. Unos comienzan en la primavera, primicias más del
-gusto, que del provecho, lisonjeando antes por lo temprano, que por
-lo sazonado; sirven otros más frescos para aliviar el abrasado estío
-y los secos, como más durables y calientes, para el estéril invierno.
-Las hortalizas frescas templan los ardores del Julio y las calientes
-confortan contra los rigores del Diciembre. De suerte que, acabado
-un fruto, entra el otro, para que con comodidad puedan recogerse y
-guardarse, entreteniendo todo el año con abundancia y con regalo. ¡Oh,
-próvida bondad del Criador, y quién puede negar, aun en el secreto de
-su necio corazón, tan atenta providencia!
-
-Hallábame, proseguía Andrenio, en medio de tan agradable laberinto de
-prodigios en criaturas, gustosamente perdido, cuando más hallado, sin
-saber dónde acudir. Dejábame llevar de mi libre curiosidad siempre
-hambrienta. Cada empleo era para mí un pasmo, cada objeto una nueva
-maravilla. Cogía esta y aquella flor, solicitada de su fragancia.
-Lisonjeado de su belleza, no me hartaba de verlas y de olerlas,
-descogiendo sus hojas y haciendo prolija anatomía de su artificiosa
-composición. Y de aquí pasaba á aplaudir toda junta la belleza, que en
-todo el universo resplandece. [Marginal: _Utilidad con hermosura._]
-De modo, ponderaba yo, que si es hermosa una flor, mucho más todo el
-prado; brillante y linda una estrella, pero más vistoso y lindo todo
-el cielo. Porque ¿quién no admira, quién no celebra tanta hermosura
-junta con tanto provecho?
-
-Tienes buen gusto, dijo Critilo; mas no seas tú uno de aquellos,
-que frecuentan cada año las florestas, atentos no más que á recrear
-los materiales sentidos, sin emplear el alma en la más sublime
-contemplación. Realza el gusto á reconocer aquella beldad infinita de
-el Criador, que en esta terrestre se representa, infiriendo que, si la
-sombra es tal, ¿cuál será su causa y la realidad á quien sigue? Haz
-el argumento de lo muerto á lo vivo y de lo pintado á lo verdadero. Y
-advierte que, cual suele el primero artífice en la real fábrica de un
-palacio, no sólo atender á su estabilidad y firmeza, á la comodidad
-de la habitación; sino á la hermosura y á la elegante simetría, para
-que le pueda gozar el más noble de los sentidos, que es la vista: así
-aquel divino Arquitecto de esta gran casa del orbe, no sólo atendió á
-su comodidad y firmeza; sino á su hermosa proporción. De aquí es que no
-se contentó con que los árboles rindiesen solos frutos; sino también
-flores. Júntese el provecho con las delicias. Fabriquen las abejas
-sus dulces panales y para esto soliciten de una en una toda flor,
-destílense las aguas saludables y odoríferas, que recreen el olfato y
-conforten el corazón, tengan todos los sentidos su gozo y su empleo.
-
-¡Mas ay!, replicó Andrenio, que lo que me lisonjearon las flores
-primero tan fragantes, me entristecieron después ya marchitas.
-
-Retrato, al fin, ponderó Critilo, de la humana fragilidad. Es la
-hermosura agradable ostentación del comenzar. Nace el año entre las
-flores de una alegre primavera, amanece el día entre los arreboles de
-una risueña aurora: y comienza el hombre á vivir entre las risas de
-la niñez y las lozanías de la juventud; mas todo viene á parar en la
-tristeza de un marchitarse, en el horror de un ponerse y en la fealdad
-de un morir, haciendo continuamente del ojo la inconstancia común al
-desengaño especial.
-
-Después de haber solazado la vista deliciosamente, dijo Andrenio,
-en un tan extraño concurso de beldades, no menos se recreó el oído
-con la agradable armonía de las aves. [Marginal: _Excelencias de las
-aves._] Íbame escuchando sus regalados cantos, sus quiebros, trinos,
-gorjeos, fugas, pausas y melodía, con que hacían en sonora competencia
-bulla el valle, brega la vega, trisca el risco y los bosques voces,
-saludando lisonjeras siempre al sol que nace. Aquí noté, con no pequeña
-admiración que á solas las aves concedió la naturaleza este privilegio
-del cantar, alivio grande de la vida, pues no hallé bruto alguno de
-los terrestres, con que los examiné uno á uno, que tuviese la voz
-agradable; antes todos las forman, no sólo insuaves, pero positivamente
-molestas y desapacibles. Debe de ser por lo que tienen de bestias.
-
-Es, que las aves, acudió Critilo, como moradoras del aire, son más
-sutiles: no sólo le cortan con sus alas, sino que le animan con sus
-picos. Y es en tanto grado esta sutileza alada, que ellas solas llegan
-á remedar la voz humana, hablando como personas. Si ya no es que
-digamos, realzando más este reparo, que á las aves, como vecinas al
-cielo, se les pega, aunque materialmente, el entonar las alabanzas
-divinas. Otra cosa quiero que observes y es que no se halla ave alguna,
-que tenga el letífero veneno, como muchos de los animales y aquellos
-más que andan arrastrando, cosidos con la tierra, que de ella sin duda
-se les pega esta venenosa malicia, avisando al hombre se realce y se
-retire de su propio cieno.
-
-Gusté mucho, ponderaba Andrenio, de verlas tan bizarras, tan matizadas
-de vivos colores, con tan vistosa y vana plumajería.
-
-Y entre todas, añadió Critilo, así aves, como fieras, notarás siempre
-que es más galán y más vistoso el macho que la hembra, apoyando lo
-mismo en el hombre; por más que lo desmienta la femenil inclinación y
-lo disimule la cortesía.
-
-[Marginal: _Subordinación de criaturas._]
-
-Lo que yo mucho admiraba y aún lo celebro, dijo Andrenio, es este tan
-admirable concierto con que se mueve y se gobierna tanta y tan varia
-multitud de criaturas, sin embarazarse unas á otras; antes bien dándose
-lugar y ayudándose todas entre sí.
-
-Eso es, ponderó Critilo, otro prodigioso efecto de la infinita
-sabiduría del Criador, con la cual dispuso todas las cosas en peso, con
-número y medida. Porque, si bien se nota, cualquiera cosa criada tiene
-su centro en orden al lugar, su duración en el tiempo y su fin especial
-en el obrar y en el ser. Por eso verás que están subordinadas unas á
-otras, conforme al grado de su perfección.
-
-De los elementos, que son los ínfimos en la naturaleza, se componen
-los mixtos y entre éstos los inferiores sirven á los superiores. Esas
-yerbas y esas plantas, que están en el más bajo grado de la vida, pues
-sólo gozan la vegetativa, moviéndose y creciendo hasta un punto fijo
-de su perfección en el durar y crecer, sin poder pasar de allí, éstas
-sirven de alimento á los sensibles vivientes, que están en el segundo
-orden de la vida, gozando de la sensible sobre la vegetante y son los
-animales de la tierra, los peces del mar y las aves del aire. Ellos
-pacen la yerba, pueblan los árboles, comen sus frutos, anidan en sus
-ramas, se defienden entre sus troncos, se cubren con sus hojas y se
-amparan con su toldo.
-
-Pero unos y otros, árboles y animales, se reducen á servir á otro
-tercer grado de vivientes, mucho más perfectos y superiores, que sobre
-el crecer y el sentir añaden el raciocinar, el discurrir y entender:
-y éste es el hombre, que finalmente se ordena y se dirige para
-Dios, conociéndole, amándole y sirviéndole. De esta suerte, con tan
-maravillosa disposición y concierto, está todo ordenado, ayudándose las
-unas criaturas á las otras, para su aumento y conservación.
-
-El agua necesita de la tierra que la sustente, la tierra del agua que
-la fecunde, el aire se aumenta del agua y del aire se ceba y alienta el
-fuego. Todo está así ponderado y compasado para la unión de las partes
-y ellas en orden á la conservación de todo el universo.
-
-Aquí son de considerar también con especial y gustosa observación
-los raros modos y los convenientes medios, de que proveyó á cada
-criatura la suma Providencia, para el aumento y conservación de su ser
-y con especialidad á los sensibles vivientes, como más importantes y
-perfectos, dándole á cada uno su natural instinto para conocer el bien
-y el mal, buscando el uno y evitando el otro, donde son más de admirar,
-que de referir las exquisitas habilidades de los unos para engañar y de
-los otros para escapar del engañoso peligro.
-
-Aunque todo para mí era una prodigiosa continua novedad, dijo Andrenio,
-renové la admiración al esplayar el ánimo con la vista por esos
-inmensos golfos. [Marginal: _El mar._] Paréceme que, envidioso el mar
-de la tierra, haciéndose lenguas en sus aguas, me acusaba de tardo y
-á las voces de sus olas me llamaba atento á que emplease otra gran
-porción de mi curiosidad en su prodigiosa grandeza. Cansado, pues, yo
-de caminar, que no de discurrir, sentéme en una de estas más eminentes
-rocas, repitiendo tantos pasmos, cuantas el mar olas. Ponderaba mucho
-aquella su maravillosa prisión, el ver en un tan horrible y espantoso
-monstruo, reducido á orillas y sujeto al blando freno de la menuda
-arena.
-
-¿Es posible, decía yo, que no haya otra muralla para defensa de un tan
-fiero enemigo, sino el polvo?
-
-Aguarda, dijo Critilo: dos bravos elementos encarceló suavemente fuerte
-la prevención divina, que, á estar sueltos, hubieran ya acabado con la
-tierra y con todos sus pobladores. Encerró el mar dentro de los límites
-de sus arenas y el fuego en los duros senos de los pedernales. Allí
-está de tal modo encarcelado, que á dos golpes que le llamen, sale
-pronto, sirve y, en no siendo menester, se retira ó se apaga; que, si
-esto no fuera, no había mundo para dos días, pereciera todo ó sumergido
-ó abrasado.
-
-No me podía saciar, dijo Andrenio, volviendo al agua, de mirar su
-alegre transparencia, aquel su continuo movimiento, hidrópica la vista
-de los líquidos cristales.
-
-Dicen que los ojos, ponderó Critilo, se componen de los dos humores
-aqueo y cristalino y esa es la causa porque gustan tanto de mirar las
-aguas: de suerte, que sin cansarse estará embebido un hombre todo un
-día viéndolas brollar, caer y correr.
-
-Sobre todo, dijo Andrenio, cuando advertí que iban surcando sus
-entrañas cristalinas tantos peces, tan diversos de las aves y de las
-fieras, puedo decir con toda propiedad que quedó mi admiración agotada.
-
-[Marginal: _Composición de oposiciones._]
-
-Aquí, sobre esta roca, á mis solas y á mi ignorancia, me estaba
-contemplando esta harmonía tan plausible de todo el universo, compuesta
-de una tan extraña contrariedad, que según es grande, no parece había
-de poder mantenerse el mundo un solo día. Esto me tenía suspenso.
-Porque ¿á quién no pasma ver un concierto tan estraño, compuesto de
-oposiciones?
-
-Así es, respondió Critilo, que todo este universo se compone de
-contrarios y se concierta de desconciertos. Uno contra otro, exclamó
-el filósofo: no hay cosa que no tenga su contrario con quien pelee,
-ya con victoria, ya con rendimiento. Todo es hacer y padecer. Si
-hay acción, hay repasión. Los elementos, que llevan la vanguardia,
-comienzan á batallar entre sí, siguiéndoles los mistos, destruyéndose
-alternativamente. Los males acechan á los bienes, hasta la desdicha la
-suerte. Unos tiempos son contrarios á otros.
-
-Los mismos astros guerrean y se vencen y, aunque entre sí no se dañan á
-fuer de príncipes, viene á parar su contienda en daño de los sublunares
-vasallos. De lo natural pasa la oposición á lo mortal, porque ¿qué
-hombre hay que no tenga su émulo? ¿Dónde irá uno que no guerree? En la
-edad se oponen los viejos á los mozos; en la complexión, los flemáticos
-á los coléricos; en el estado, los ricos á los pobres; en la región,
-los españoles á los franceses: y así en todas las demás calidades los
-unos son contra los otros. ¡Pero qué mucho, si dentro del mismo hombre,
-de las puertas adentro de su terrena casa, está más encendida esta
-discordia!
-
-[Marginal: _Contrariedad en el hombre._]
-
-¿Qué dices, un hombre contra sí mismo?
-
-Sí, que por lo que tiene de mundo, aunque pequeño, todo él se compone
-de contrarios: los humores comienzan la pelea, según sus parciales
-elementos; resiste el húmido radical al calor nativo, que á la sorda
-va limando y á la larga consumiendo. La parte inferior está siempre de
-ceño con la superior y á la razón se le atreve el apetito y tal vez le
-atropella.
-
-El mismo inmortal espíritu no está exento de esta tan general
-discordia, pues combaten entre sí y en él muy vivas las pasiones:
-el temor las ha contra el valor, la tristeza contra la alegría. Ya
-apetece, ya aborrece. La irascible se baraja con la concupiscible: ya
-vence los vicios, ya triunfan las virtudes. Todo es arma y todo guerra.
-De suerte que la vida del hombre no es otra, que una milicia sobre la
-haz de la tierra.
-
-¡Mas, oh maravillosa, infinitamente sabia providencia de aquel gran
-Moderador de todo lo criado, que con tan continua y varia contrariedad
-de todas las criaturas entre sí, templa, mantiene y conserva toda esta
-gran máquina del mundo!
-
-Ese portento de atención divina, dijo Andrenio, era lo que yo mucho
-celebraba, viendo tanta mudanza, con tanta permanencia, que todas las
-cosas se van acabando, todas ellas perecen; y el mundo siempre el
-mismo, siempre permanece.
-
-Trazó las cosas de modo el supremo Artífice, dijo Critilo, que ninguna
-se acabase, que no comenzase luego otra. De modo que de las ruinas
-de la primera se levanta la segunda. Con esto verás que el mismo fin
-es principio. La destrucción de una criatura es generación de la
-otra. Cuando parece que se acaba todo, entonces comienza de nuevo. La
-naturaleza se renueva, el mundo se remoza, la tierra se establece y el
-divino gobierno es admirado y adorado.
-
-[Marginal: _Alternación de los tiempos._]
-
-Más adelante, dijo Andrenio, fuí observando, con no menor reparo, la
-varia disposición de los tiempos, la alternación de los días con las
-noches, de el invierno con el estío, mediando las primaveras, porque no
-se pasase de un extremo á otro.
-
-Aquí sí que se declaró bien la divina asistencia, ponderó Critilo, en
-disponer, no sólo los puestos, los centros de las cosas; sino también
-los tiempos. Sirve el día para el trabajo y para el descanso la noche.
-En el invierno arraigan las plantas, en la primavera florecen, en el
-estío fructifican y en el otoño se sazonan y se logran. ¿Qué diremos de
-la maravillosa invención de las lluvias?
-
-Eso admiré yo mucho, dijo Andrenio, ver descender el agua tan
-repartida, con tanta suavidad y provecho y tan á sazón.
-
-Añadió Critilo: En los dos meses, que son llaves del año, el Octubre
-para la sementera y el Mayo para la cogida. Pues la variedad de las
-lunas no favorece menos á la abundancia de los frutos y á la salud de
-los vivientes. Porque unas son frías, otras abrasadas, airosas, húmedas
-y serenas, según los doce meses. Las aguas limpian y fecundan, los
-vientos purifican y vivifican, la tierra establece donde se sustenten
-los cuerpos, el aire flexible para que se muevan y diáfano para que
-puedan verse. De suerte, que sola una Omnipotencia divina, una eterna
-Providencia, una inmensa Bondad pudieran haber dispuesto una tan gran
-máquina, nunca bastantemente admirada, alabada y aplaudida.
-
-Verdaderamente que así, prosiguió Andrenio, y así lo ponderaba yo,
-aunque rudamente. Todos los días y las horas era mi gustoso empleo de
-andarme de un puesto en otro, de una en otra eminencia, repitiendo
-admiraciones y repasando discursos, volviendo á contemplar una y muchas
-veces cada objeto, ya el cielo, ya la tierra, esos prados y esos mares,
-con insaciable entretenimiento. Pero donde mi atención insistía era
-en las trazas, con que la eterna Sabiduría supo ejecutar cosas tan
-dificultosas con tan fácil y primoroso artificio. Gran traza suya fué
-la firmeza de la tierra en el medio, como fundamento estable y seguro.
-
-[Marginal: _Perennidad de los ríos._]
-
-De todo el edificio, ponderó Critilo, ni fué menor invención la de
-los ríos, admirables por cierto en sus principios y fines. Aquéllos
-con perennidad y éstos sin redundancia. La variedad de los vientos,
-que se perciben y no se sabe de dónde nacen y acaban. [Marginal:
-_Conveniencias de los montes._] La hermosura provechosa de los montes,
-firmes costillas del cuerpo, muelle de la tierra, aumentando su hermosa
-variedad. En ellos se recogen los tesoros de las nieves, se forjan los
-metales, se detienen las nubes, se originan las fuentes, anidan las
-fieras, se empinan los árboles para las naves y edificios y donde se
-guarecen las gentes de las avenidas de los ríos, se fortalecen contra
-los enemigos y gozan de salud y de vida.
-
-Todos estos prodigios, ¿quién sino una infinita Sabiduría pudiera
-ejecutarlos? Así que con razón confiesan todos los sabios que, aunque
-se juntaran todos los entendimientos criados y alambicaran sus
-discursos, no pudieran enmendar la más mínima circunstancia ni un átomo
-de la perfecta naturaleza. Y, si aquel otro rey, aplaudido de sabio,
-porque conoció cuatro estrellas, tanto se estima en los príncipes al
-saber, se arrojó á decir que, si él hubiera asistido al lado del divino
-Hacedor, en la fábrica del universo, muchas cosas se hubieran dispuesto
-de otro modo y otras mejorado: no fué tanto efecto de su saber, cuanto
-defecto de su nación, que en este achaque del presumir, aun con el
-mismo Dios no se modera.
-
-[Marginal: _Divinidad descifrada._]
-
-Aguarda, dijo Andrenio, óyeme esta última verdad, la más sublime de
-cuantas he celebrado. Yo te confieso que, aunque reconocí y admiré
-en esta portentosa fábrica del universo estos cuatro prodigios entre
-muchos, tanta multitud de criaturas con tanta diferencia, tanta
-hermosura con tanta utilidad, tanto concierto con tanta contrariedad,
-tanta mudanza con tanta permanencia, portentos todos dignos de
-aclamarse; con todo eso, lo que á mí me suspendió fué el conocer un
-Criador de todo, tan manifiesto en sus criaturas y tan escondido en sí,
-que, aunque todos sus divinos atributos se ostentan, su sabiduría en la
-traza, su omnipotencia en la ejecución, su providencia en el gobierno,
-su hermosura en la perfección, su inmensidad en la asistencia, su
-bondad en la comunicación y así de todos los demás, que, así como
-ninguno estuvo ocioso entonces, ninguno se esconde ahora; con todo eso
-está tan oculto este gran Dios, que es conocido y no visto, escondido
-y manifiesto, tan lejos y tan cerca. Es lo que me tiene fuera de mí y
-todo en él, conociéndole y amándole.
-
-Es muy connatural, dijo Critilo, en el hombre la inclinación á su
-Dios, como á su principio y su fin, ya amándole, ya conociéndole. No
-se ha hallado nación, por bárbara que fuese, que no haya reconocido la
-Divinidad, grande y eficaz argumento de su divina esencia y presencia.
-Porque en la naturaleza no hay cosa de balde ni inclinación que se
-frustre: si el imán busca el norte, sin duda que le hay donde se
-quiete; si la planta al sol, el pez al agua, la piedra al centro y
-el hombre á Dios, Dios hay, que es su norte, centro y sol, á quien
-busque, en quien pare y á quien goce. Este gran Señor dió el ser á todo
-lo criado; mas él de sí mismo le tiene. Y aun por eso es infinito en
-todo género de perfección, que nadie le pudo limitar ni el ser ni el
-lugar ni el tiempo. No se ve; pero se conoce y, como soberano príncipe,
-estando retirado á su inaccesible incomprensibilidad, nos habla por
-medio de sus criaturas.
-
-Así que con razón definió un filósofo este universo espejo grande
-de Dios. Mi libro le llamaba el sabio indocto, donde en cifras de
-criaturas estudió las divinas perfecciones. [Marginal: _Universo
-definido._] Convite es, dijo Filón Hebreo, para todo buen gusto, donde
-el espíritu se apacienta. Lira acordada le apodó Pitágoras, que con
-la melodía de su gran concierto nos deleita y nos suspende. Pompa de
-la majestad increada, Tertuliano, y armonía agradable de los divinos
-atributos, Trismegisto.
-
-Éstos son, concluyó Andrenio, los rudimentos de mi vida, más bien
-sentida que relatada: que siempre faltan palabras donde sobran
-sentimientos. Lo que yo te ruego ahora es que, empeñado de mi
-obediencia, satisfagas mi deseo, contándome quién eres, de dónde y cómo
-aportaste á estas orillas por tan extraño rumbo. Díme si hay más mundo
-y más personas. Infórmame de todo, que serás tan atendido, como deseado.
-
-Á la gran tragedia de su vida, que Critilo refirió á Andrenio, nos
-convida la siguiente Crisi.
-
-
-
-
-CRISI IV
-
-_El despeñadero de la vida._
-
-
-Cuentan que el Amor fulminó quejas y exageró sentimientos delante de la
-Fortuna, que esta vez no apeló como solía á su madre, desengañado de su
-flaqueza.
-
-¿Qué tienes, ciego niño?, le dijo la Fortuna.
-
-Y él: ¡Qué bien viene eso con lo que yo pretendo!
-
-¿Con quién las has?
-
-Con todo el mundo.
-
-Mucho me pesa, que es mucho enemigo y, según eso, nadie tendrás de tu
-parte.
-
-Tuviésete yo á ti, que eso me bastaría: así me lo enseña mi madre y así
-me lo repite cada día.
-
-¿Y te vengas?
-
-Sí, de mozos y de viejos.
-
-Pues sepamos, ¿qué es el sentimiento?
-
-Tan grande como justo.
-
-¿Es acaso el prohijarte á un vil herrero, teniéndote por concebido,
-nacido y criado entre hierros?
-
-No por cierto, que no me amarga la verdad.
-
-¿Tampoco será el llamarte hijo de tu madre?
-
-Menos; antes me glorío yo de eso, que ni yo sin ella ni ella sin mí ni
-Venus sin Cupido ni Cupido sin Venus.
-
-Ya sé lo que es, dijo la Fortuna.
-
-¿Qué?
-
-Que sientes mucho el hacerte heredero de tu abuelo el mar en la
-inconstancia y engaños.
-
-No por cierto, que éstas son niñerías.
-
-Pues si ellas son burlas, ¿qué serán las veras?
-
-Lo que á mí me irrita es que me levanten testimonios.
-
-Aguarda, que ya te entiendo: sin duda es aquello, que dicen, que
-trocaste el arco con la muerte y que desde entonces no te llaman ya
-Amor de amar; sino de morir, Amor á muerte: de modo que Amor y Muerte
-todo es uno. Quitas la vida, robas hasta las entrañas, hurtas los
-corazones, trasponiéndolos donde aman, más que donde animan.
-
-Todo eso es verdad.
-
-Pues si eso es verdad, ¿qué quedará para mentira?
-
-Ahí verás que no paran hasta sacarme los ojos, á pesar de mi buena
-vista, que siempre la suelo tener buena; y, si no, díganlo mis
-saetas: han dado en decir que soy ciego. ¿Hay tal testimonio? ¿Hay
-tal disparate? Y me pintan muy vendado: no sólo los Alpes, que eso es
-pintar como querer y los poetas, que por obligación mienten y por regla
-fingen; pero que los sabios y los filósofos estén con esta vulgaridad,
-no lo puedo sufrir. [Marginal: _Pasión ciega._] ¿Qué pasión hay, díme
-por tu vida, Fortuna amiga, que no ciegue? ¡Qué! El airado, cuando
-más furioso, ¿no está ciego de la cólera? ¿Al codicioso no le ciega
-el interés? ¿El confiado no va á ciegas? ¿El perezoso no duerme? ¿El
-desvanecido no es un topo para sus menguas? ¿El hipócrita no trae la
-viga en los ojos? El soberbio, el jugador, el glotón, el bebedor y
-cuantos hay, ¿no se ciegan con pasiones? ¿Pues por qué á mí, más que á
-los otros, me han de vendar los ojos, después de sacármelos y querer
-que por antonomasia me entienda el ciego? Y más siendo esto tan al
-contrario, que yo me engendro por la vista: viendo crezco, del mirar
-me alimento y siempre querría estar viendo y haciéndome ojos, como el
-águila al sol, hecho lince de la belleza. Éste es mi sentimiento. ¿Qué
-te parece?
-
-¿Qué me parece?, respondió la Fortuna. Lo mismo me sucede á mí y así
-consolémonos entrambos. Á más de que, mira, Amor, tú y los tuyos
-tenéis una condición bien rara, por la cual con mucha razón y con toda
-propiedad os llaman ciegos: y es que á todos los demás tenéis por
-ciegos, creéis que no ven ni advierten ni saben, de modo que piensan
-los enamorados que todos los demás tienen los ojos vendados. Ésta sin
-duda es la causa de llamarte ciego, pagándote con la pena del talión.
-
-Quien quisiera ver esta filosofía, confirmada con la experiencia,
-escuche esta agradable relación, que dedica Critilo á los floridos años
-y más al escarmiento.
-
-Mándame revocar, dijo, un dolor, que es más para sentido, que para
-dicho. Cuan gustosa ha sido para mí tu relación, tan penosa ha de ser
-la mía. ¡Dichoso tú!, que te criaste entre las fieras, y ¡ay de mí!,
-que entre los hombres, pues cada uno es un lobo para el otro, si ya no
-es peor el ser hombre. Tú me has contado cómo viniste al mundo; yo te
-diré cómo vengo de él y vengo tal, que aun yo mismo me desconozco; y
-así no te diré quién soy, sino quién era. Dicen que nací en el mar y lo
-creo, según es la inconstancia de mi fortuna.
-
-Al pronunciar esta palabra mar, puso los ojos en él y al mismo punto se
-levantó á toda prisa.
-
-Estuvo un rato como suspenso, entre dudas de reconocer y no conocer;
-mas luego, alzando la voz y señalando:
-
-¿No ves, Andrenio, dijo, no ves? Mira allá, acullá lejos. ¿Qué ves?
-
-Veo, dijo éste, unas montañas que vuelan, cuatro alados monstruos
-marinos, si no son nubes, que navegan.
-
-No son sino naves, dijo Critilo; aunque bien dijiste nubes, que llueven
-oro en España.
-
-Estaba atónito Andrenio, mirándoselas venir, con tanto gusto como
-deseo. Mas Critilo comenzó á suspirar, ahogándose entre penas.
-
-¿Qué es esto?, dijo Andrenio. ¿No es ésta la deseada flota que me
-decías?
-
-Sí.
-
-¿No vienen allí hombres?
-
-También.
-
-¿Pues de qué te entristeces?
-
-Y aun por eso. Advierte, Andrenio, que ya estamos entre enemigos y ya
-es tiempo de abrir los ojos: ya es menester vivir alerta. Procura de ir
-con cautela en el ver, en el oir y mucho más en el hablar. Oye á todos
-y de ninguno te fíes. Tendrás á todos por amigos; pero guardarte has de
-todos como de enemigos.
-
-Estaba admirado Andrenio, oyendo estas razones, á su parecer tan sin
-ella, y arguyóle de esta suerte:
-
-[Marginal: _Humana fiereza._]
-
-¿Cómo es esto? Viviendo entre las fieras, no me preveniste de algún
-riesgo ¿y ahora con tanta exageración me cautelas? No era mayor el
-peligro entre los tigres y no temíamos ¿y ahora de los hombres tiemblas?
-
-Sí, respondió con un gran suspiro Critilo: que, si los hombres no
-son fieras es porque son más fieros: que de su crueldad aprendieron
-muchas veces ellas. Nunca mayor peligro hemos tenido, que ahora que
-estamos entre ellos. Y es tanta la verdad ésta, que hubo rey, que temió
-y resguardó un favorecido suyo de sus cortesanos. ¡Qué hiciera de
-villanos, más que de los hambrientos leones de un lago! Y así selló con
-su real anillo la leonera, para asegurarle de los hombres, cuando le
-dejaba entre las hambrientas fieras. Mira tú cuáles serán éstos. Verlos
-has, experimentarlos has y dirásmelo algún día.
-
-Aguarda, dijo Andrenio. ¿No son todos como tú?
-
-Sí y no.
-
-¿Cómo puede ser eso?
-
-[Marginal: _Variedad de genios._]
-
-Porque cada uno es hijo de su madre y de su humor, casado con su
-opinión: y así todos parecen diferentes, cada uno de su gesto y de
-su gusto. Verás unos pigmeos en el ser y gigantes de soberbia. Verás
-otros al contrario, en el cuerpo gigantes y en el alma enanos. Toparás
-con vengativos, que la guardan toda la vida y la pegan aunque tarde,
-hiriendo como el escorpión con la cola. Oirás ó huirás los habladores,
-de ordinario necios, que dejan de cansar y muelen. Gustarás que unos
-se ven, otros se oyen, se tocan y se gustan otros de los hombres
-de burlas, que todo lo hacen cuenta, sin dar jamás en la cuenta.
-Embarazarte han los maníacos, que en todo se embarazan. ¿Qué dirás de
-los largos en todo, dando siempre largas? Verás hombres más cortos que
-los mismos navarros, corpulentos sin sustancia. Y finalmente hallarás
-muy pocos hombres que lo sean; fieras sí y fieros también, horribles
-monstruos del mundo, que no tienen más que el pellejo y todo lo demás
-borra y así son hombres borrados.
-
-Pues díme, ¿con qué hacen tanto mal los hombres, si no les dió la
-naturaleza armas, como á las fieras? Ellos no tienen garras como el
-león, uñas como el tigre, trompas como el elefante, cuernos como el
-toro, colmillos como el jabalí, dientes como el perro, boca como el
-lobo. ¿Pues cómo dañan tanto?
-
-Y aun por eso, dijo Critilo, la próvida naturaleza privó á los hombres
-de las armas naturales y como á gente sospechosa los desarmó: no se
-fió de su malicia. Y si esto no hubiera prevenido, ¿qué fuera de su
-crueldad? Ya hubieran acabado con todo.
-
-[Marginal: _Armas del hombre._]
-
-Aunque no les faltan otras armas mucho más terribles y sangrientas
-que ésas, porque tienen una lengua más afilada que las navajas de los
-leones, con que desgarran las personas y despedazan las honras. Tienen
-una mala intención, más torcida que los cuernos de un toro y que hiere
-más á ciegas. Tienen unas entrañas más dañadas que las víboras, un
-aliento venenoso más que el de los dragones, unos ojos envidiosos y
-malévolos más que los del basilisco, unos dientes que clavan más que
-los colmillos de un jabalí y que los dientes de un perro, unas narices
-fisgonas, encubridoras de su irrisión, que exceden á las trompas de los
-elefantes.
-
-De modo que sólo el hombre tiene juntas todas las armas ofensivas,
-que se hallaren repartidas entre las fieras y así él ofende más que
-todas. Y porque lo entiendas, advierte que entre los leones y los
-tigres no había más de un peligro, que era perder esta vida material
-y perecedera; pero entre los hombres hay muchos más y mayores, ya de
-perder la honra, la paz, la hacienda, el contento, la felicidad, la
-conciencia y aun el alma. ¡Qué de engaños, qué de enredos, traiciones,
-hurtos, homicidios, adulterios, envidias, injurias, detracciones y
-falsedades, que experimentarás entre ellos! Todo lo cual no se halla
-ni se conoce entre las fieras. Créeme que no hay lobo, no hay león, no
-hay tigre, no hay basilisco, que llegue al hombre: á todos excede en
-fiereza.
-
-Y así dicen por cosa cierta y yo la creo que, habiendo condenado en una
-república un insigne malhechor á cierto género de tormento muy conforme
-á sus delitos, que fué sepultarle vivo en una profunda hoya, llena
-de profundas sabandijas, dragones, tigres, serpientes y basiliscos,
-tapando muy bien la boca, porque pereciese sin compasión ni remedio.
-Acertó á pasar por allí un extranjero, bien ignorante de tan atroz
-castigo y, sintiendo los lamentos de aquel desdichado, fuése llegando
-compasivo y, movido de sus plegarias, fué apartando la losa que cubría
-la cueva. Al mismo punto saltó fuera el tigre con su acostumbrada
-ligereza y, cuando el temeroso pasajero creyó ser despezado, vió que
-mansamente se le ponía á lamer las manos, que fué más que besárselas.
-Saltó tras él la serpiente y, cuando la temió enroscada entre sus pies,
-vió que los adoraba.
-
-Lo mismo hicieron todos los demás, rindiéndosele humildes y dándole las
-gracias de haberles hecho una tan buena obra, como era librarles de tan
-mala compañía, cual la de un hombre ruin. Y añadieron que, en pago de
-tanto beneficio, le avisaban huyese luego, antes que el hombre saliese,
-si no quería perecer allí á manos de su fiereza. Y al mismo instante
-echaron todos ellos á huir, unos volando, otros corriendo.
-
-Estábase tan inmoble el pasajero, cuan espantado, cuando salió el
-último el hombre, el cual concibiendo que su bienhechor [Marginal:
-_Crueldad humana._] llevaría algún dinero, arremetió para él y quitóle
-la vida, para robarle la hacienda: que éste fué el galardón del
-beneficio. Juzga tú ahora ¿cuáles son los crueles, los hombres ó las
-fieras?
-
-Más admirado, más atónito estoy de oir esto, dijo Andrenio, que el día
-que vi todo el mundo.
-
-Pues aún no haces concepto cómo es, ponderó Critilo, y ves cuán malos
-son los hombres. Pues advierte que aún son peores las mujeres y más de
-temer: ¡mira tú cuáles serán!
-
-¿Qué dices?
-
-La verdad.
-
-¿Pues qué serán?
-
-Son, por ahora, demonios; que después te diré más. Sobre todo te
-encargo y aun te juramento que por ningún caso digas quién somos ni
-cómo tú saliste á luz ni cómo yo llegué acá: que sería perder no menos
-que tu libertad y yo la vida. Y, aunque hago agravio á tu fidelidad,
-huélgome de no haberte acabado de contar mis desdichas, en esto sólo
-dichosas, asegurando descuidos. Quede doblada la hoja, para la primera
-ocasión: que no faltarán muchas en una navegación tan prolija.
-
-Ya en esto se percibían las voces de los navegantes y se divisaban los
-rostros. Era grande la vocería de la chusma: que en todas partes hay
-vulgo y más insolente donde hay más holgado. Amainaron velas, echaron
-áncoras y comenzó la gente á saltar en tierra. Fué recíproco el espanto
-de los que llegaban, de los que les recibían. Desmintiéronle sus muchas
-preguntas con decir se habían quedado descuidados y dormidos, cuando se
-hizo á la vela otra flota, conciliando compasión y agasajo.
-
-Estuvieron allí detenidos algunos días cazando y refrescando y, hecha
-ya agua y leña, se hicieron á la vela en otras tantas alas para la
-deseada España.
-
-Embarcáronse juntos Critilo y Andrenio hasta en los corazones en una
-gran carraca, asombro de los enemigos, contraste de los vientos y yugo
-del océano. Fué la navegación tan peligrosa, cuan larga; pero servía de
-alivio la narración de sus tragedias, que á ratos hurtados, prosiguió
-Critilo de esta suerte:
-
-En medio de estos golfos nací, como te digo, entre riesgos y tormentas.
-Fué la causa que mis padres, españoles ambos y principales, se
-embarcaron para la India con un grande cargo, merced del gran Filipo,
-que en todo el mundo manda y apremia.
-
-Venía mi madre con sospechas de traerme en sus entrañas: que comenzamos
-á ser faltas de una vil materia. Declaróse luego el preñado bien
-penoso y cogióla el parto en la misma navegación, entre el horror y la
-turbación de una horrible tempestad, para que se doblase su tormento
-con la tormenta.
-
-Salí yo al mundo entre tantas aflicciones, presagio de mis
-infelicidades. Tan temprano comenzó á jugar con mi vida la fortuna,
-arrojándome de un cabo del mundo al otro. Aportamos á la rica y famosa
-ciudad de Goa, corte del imperio católico en el Oriente, silla augusta
-de sus virreyes, emporio universal de la India y de sus riquezas.
-
-[Marginal: _Juventud viciosa._]
-
-Aquí mi padre fué aprisa acaudalando fama y bienes, ayudado de su
-industria y de su cargo. Mas yo, entre tanto bien, me criaba mal, como
-rico y como único. Cuidaban más mis padres fuese hombre, que persona.
-Pero castigó bien el gusto, que recibieron en mis niñeces, el pesar que
-les di con mis mocedades. Porque fuí entrando de carrera por los verdes
-prados de la juventud, tan sin freno de razón, cuan picado de los viles
-deleites.
-
-Cebéme en el juego, perdiendo en un día lo que á mi padre le había
-costado muchos de adquirir, despreciando ciento á ciento lo que
-él recogió uno á uno. Pasé luego á la bizarría, rozando galas y
-costumbres, engalanando el cuerpo lo que desnudaba el ánimo de los
-verdaderos arreos, que son la virtud y el saber. Ayudábanme á gastar el
-dinero y la conciencia malos y falsos amigos, lisonjeros, valientes,
-terceros y entremetidos, viles sabandijas de las haciendas, polillas
-de la honra y de la conciencia. Sentía esto mi padre, pronosticando el
-malogro de su hijo y de su casa; mas yo de sus rigores apelaba á la
-piadosa impertinencia de una madre, que, cuando más me amparaba, me
-perdía.
-
-Pero donde acabó de perder mi padre las esperanzas y aun la vida fué,
-cuando me vió enredado en el oscuro laberinto del amor. Puse ciegamente
-los ojos en una dama, que, aunque noble y con todas las demás prendas
-de la naturaleza, de hermosa, discreta y de pocos años; pero las de la
-fortuna, que son hoy las que más se estiman, comencé á idolatrar en
-su gentileza, correspondiéndome ella con favores. Lo que sus padres
-me deseaban yerno, los míos la aborrecían nuera. Buscaron modos y
-medios para apartarme de aquella afición, que ellos llamaban perdición.
-Trataron de darme otra esposa, más de su conveniencia, que de mi gusto;
-mas yo, ciego á todo, enmudecía. No pensaba, no hablaba, no soñaba en
-otra cosa que en Felisinda, que así se llamaba mi dama, llevando ya la
-mitad de la felicidad en su nombre.
-
-Con estos y otros muchos pesares acabé con la vida de mi padre: castigo
-ordinario de la paternal connivencia. Él perdió la vida y yo amparo;
-aunque no lo sentí tanto como debía. [Marginal: _Laberinto del amor._]
-Llorólo mi madre por entrambos con tal exceso, que en pocos días acabó
-los suyos, cuando yo, más libre y menos triste, consoléme presto de
-haber perdido padre, por poder lograr esposa, teniéndola por tan cierta
-como deseada. Mas por atender á filiales respetos, hube de violentar mi
-intento por algunos días, que á mí me parecieron siglos.
-
-En este breve ínterin de esposa, ¡oh, inconstancia de mi suerte!,
-se barajaron de modo las materias, que la misma muerte, que pareció
-haber facilitado mis deseos, los vino á dificultar más y aun los
-puso en estado de imposibles. Fué el caso ó la desdicha que en este
-breve tiempo murió también un hermano de mi dama, mozo, galán y único
-mayorazgo de su casa, quedando Felisinda heredera de todo y fénix
-á todas luces. Juntándose la hacienda y la hermosura, doblaron su
-estimación, creció mucho en sólo un día y más su fama, adelantándose á
-los mejores empleos de esta corte.
-
-Con un tan impensado incidente, alteráronse mucho las cosas, mudaron de
-cara las materias; sola Felisinda no se trocó y, si lo fué, en mayor
-fineza. Sus padres y sus deudos, aspirando á cosas mayores, fueron los
-primeros, que se entibiaron en favorecer mi pretensión, que tanto
-habían antes adelantado. Pasaron sus tibiezas á desvíos, encendiendo
-más con esto recíprocas voluntades.
-
-Avisábame ella de cuanto se trataba, haciéndome de amante secretario.
-Declaráronse luego otros competidores, tan poderosos como muchos; pero
-amantes heridos más de las saetas, que les arrojaba la aljaba de su
-dote, que el arco del amor. Con todo me daban cuidado: que es todo
-temores el amor.
-
-El que acabó de apurarme fué un nuevo rival, que á más de ser mozo,
-galán y rico, era sobrino del virrey, que allá es decir aparte numen
-y ramo de divinidad. Porque allí el gustar un virrey es obligar y sus
-pensamientos se ejecutan aun antes que se imaginen.
-
-Comenzó á declararse pretensor de mi dama, tan confiado, como poderoso.
-Competíamos los dos al descubierto, asistidos cada uno, él del poder
-y yo del amor. Parecióle á él y á los suyos que era menester más
-diligencia para derribar mi pretensión tan arraigada como antigua,
-y para esto dispusieron las materias, despertando á quien dormía.
-Prometieron su favor é industria á unos contrarios míos, porque me
-pusiesen pleito en lo más bienparado de mi hacienda, ya para torcer de
-mi voluntad, ya para acobardar á los padres de Felisinda.
-
-Vime presto solo y enredado en dos dificultosos pleitos, del interés
-y del amor, que era el que más me desvelaba. No fué bastante este
-temor de la pérdida de mi hacienda para hacer volver un paso atrás mi
-afición, que, como la palma, crecía más á más resistencia; pero lo que
-en mí no pudo obró en los padres y deudos de mi dama que, poniendo los
-ojos en mayores conveniencias del interés y del honor, trataron... Mas
-¿cómo lo podré decir? No sé si acertaré; mejor será dejarlo.
-
-Instó Andrenio en que prosiguiese.
-
-Y él: ¡Eh! ¿Qué es morir? Pues resolvieron matarme, dando mi vida á
-mi contrario, que lo era mi dama. Avisóme ella la misma noche desde
-un balcón, como solía. Consultando y pidiéndome el remedio, derramó
-tantas lágrimas, que encendieron en mi pecho un incendio, un volcán de
-desesperación y de furia.
-
-Con esto al otro día, sin reparar en inconvenientes ni en riesgos de
-honra y de vida, guiado de mi pasión ciega, ceñí, no un estoque, sino
-un rayo penetrante del aljaba del amor, fraguado de celos y de aceros.
-Salí en busca de mi contrario, remitiendo las palabras á las obras y
-las lenguas á las manos. Desnudamos los estoques de la compasión y de
-la vaina. Fuímonos el uno para el otro y á pocos lances le atravesé el
-acero por medio del corazón, sacándole el amor con la vida. [Marginal:
-_Fruto de los vicios._] Quedó él rendido y yo preso, porque al punto
-dió conmigo un enjambre de ministros, unos picando en la ambición de
-complacer al virrey y los más en la codicia de mis riquezas.
-
-Dieron luego conmigo en un calabozo, cargándome de hierros: que éste
-fué el fruto de los míos. Llegó la triste nueva á oídos de sus padres y
-mucho más á sus entrañas, deshaciéndose en lágrimas y voces. Gritaban
-los parientes la venganza y los más templados, justicia. Fulminaba
-el virrey una muerte en cada extremo. No se hablaba de otro: los más
-condenándome, los menos defendiéndome y á todos pesaba de nuestra loca
-desdicha; sola mi dama se alegró en toda la ciudad, celebrando mi valor
-y estimando mi fineza.
-
-Comenzóse con gran rigor la causa; pero siempre por tela de juicio y
-lo primero á título de secuestro. Dieron saco verdadero á mi casa,
-cebándose la venganza en mis riquezas, como el irritado toro en la capa
-del que escapó; solas pudieron librarse algunas joyas, por retiradas al
-sagrado de un convento, donde me las guardaban.
-
-No se dió por contenta mi fortuna en perseguirme tan criminal; sino
-que también civil me dió luego sentencia en contra en el pleito de
-la hacienda. Perdí bienes, perdí amigos, que siempre corren parejas.
-Todo esto fuera nada, si no me sacudiera el último revés, que fué
-acabarme de todo punto. Aborrecidos los padres de Felisinda de su
-desgracia, ecos ya de las mías, habiendo perdido en un año hijo y
-yerno, determinaron dejar la India y dar la vuelta á la corte, con
-esperanzas de gran puesto, por sus servicios merecido y con favores
-del virrey facilitado convirtieron en oro y plata sus haberes y en la
-primera flota, con toda su hacienda y casa, se embarcaron para España,
-llevándoseme...
-
-Aquí interrumpieron las palabras los sollozos, ahogándose la voz en el
-llanto.
-
-Lleváronseme dos prendas del alma de una vez, con que fué doblado y
-mortal mi sentimiento: la una era Felisinda y otra más que llevaba
-en sus entrañas, desdichada ya por ser mía. Hiciéronse á la vela y
-aumentaban el viento mis suspiros, engolfados ellos y anegado yo en un
-mar de llanto. Quedé en aquella cárcel eternizado en calabozos, pobre y
-de todos, si no de mis enemigos, olvidado.
-
-[Marginal: _Amor despeñadero._]
-
-Cual suele el que se despeña un monte abajo ir sembrando despojos,
-aquí deja el sombrero, allá la capa, en una parte los ojos y en otra
-las narices, hasta perder la vida, quedando reventado en el profundo:
-así yo, luego que deslicé en aquel despeñadero de marfil, tanto más
-peligroso, cuanto más agradable, comencé á ir rodando y despeñándome de
-unas desdichas en otras, dejando en cada tope, aquí la hacienda, allá
-la honra, la salud, los padres, los amigos y mi libertad, quedando como
-sepultado en una cárcel, abismo de desdichas.
-
-Mas no digo bien, pues lo que me acarreó de males la riqueza, me
-restituyó en bienes la pobreza. Puédolo decir con verdad, pues que aquí
-hallé la sabiduría, que hasta entonces no la había conocido; aquí el
-desengaño, la experiencia y la salud de cuerpo y alma. Viéndome sin
-amigos vivos, apelé á los muertos. [Marginal: _Pobreza sabia._] Di en
-leer, comencé á saber y á ser persona, que hasta entonces no había
-vivido la vida racional, sino la bestial. Fuí llenando el alma de
-verdades y de prendas. Conseguí la sabiduría y con ella el bienobrar,
-que ilustrado una vez el entendimiento, con facilidad endereza la
-ciega voluntad. Él quedó rico de noticias y ella de virtudes.
-
-Bien es verdad que abrí los ojos, cuando no hubo ya que ver: que
-así acontece de ordinario. Estudié las nobles artes y las sublimes
-ciencias, entregándome con afición especial á la moral filosofía, pasto
-del juicio, centro de la razón y vida de la cordura. Mejoré de amigos,
-trocando un mozo liviano por un Catón severo y un necio por un Séneca.
-Un rato escuchaba á Sócrates y otro al divino Platón. Con esto pasaba
-con alivio y aun con gusto aquella sepultura de vivos, laberinto de mi
-libertad.
-
-Pasaron años y virreyes y nunca pasaba el rigor de mis contrarios.
-Entretenían mi causa, queriendo, ya que no podían conseguir otro
-castigo, convertir la prisión en sepultura. Al cabo de un siglo de
-padecer y sufrir, llegó orden de España, solicitado en secreto de mi
-esposa, que remitiesen allá mi causa y mi persona.
-
-Púsolo en ejecución el nuevo virrey, menos contrario, si no más
-favorable, en la primera flota. Entregáronme con título de preso á un
-capitán de un navío, encargándole más el cuidado, que la asistencia.
-Salí de la India el primer pobre; pero con tal contento, que los
-peligros de la mar me parecieron lisonjas.
-
-Gané luego amigos: que con el saber se ganan los verdaderos. Entre
-todos, el capitán de la nave de superior se me hizo confidente: favor
-que yo estimé mucho, celebrando por verdadero aquel dicho común, que
-con la mudanza del lugar se muda también de fortuna.
-
-Mas aquí has de admirar un prodigio del humano engaño, un extremo
-de mal proceder; aquí la porfía de una contraria fortuna y á dónde
-llegaron mis desdichas. Este capitán y caballero, obligado por todas
-partes á bienproceder, maleado de la ambición, llevado del parentesco
-con el virrey mi enemigo y sobornado, á lo que yo más creo, de la
-codicia vil de mi plata y mis alhajas, reliquias de aquella antigua
-grandeza (mas ¿á qué no incitará los humanos pechos la execrable sed
-del oro?), resolvióse á ejecutar la más civil bajeza que se ha oído.
-
-Estando solos una noche en uno de los corredores de popa, gozando de
-la conversación y marea, dió conmigo, tan descuidado como confiado, en
-aquel profundo de abismos. Comenzó él mismo á dar voces, para hacer
-desgracia la traición y aun llorarme, no arrojado, sino caído. Al ruido
-y á las voces acudieron mis amigos, ansiosos por ayudarme, echando
-cables y sogas; pero en vano, porque en un instante pasó mucho mar el
-navío, que volaba, dejándome á mí luchando con las olas y con una dos
-veces amarga muerte. Arrojáronme algunas tablas, por último remedio y
-fué una de ellas sagrada áncora, que las mismas olas, lastimadas de
-mi inocencia y desdicha, me la ofrecieron entre las manos. Asíla tan
-agradecido, cuan desesperado y besándola la dije: ¡Oh, despojo último
-de mi fortuna! Leve apoyo de mi vida, refugio de mi última esperanza:
-¡serás siquiera un breve ínterin de mi muerte!
-
-Desconfiado de poder seguir el navío fugitivo, me dejé llevar de las
-olas al albedrío de mi desesperada fortuna. Tirana ella una y mil
-veces, aún no contenta de tenerme en tal punto de desdichas, echando
-el resto á su fiereza, conjuró contra mí los elementos en una horrible
-tormenta, para acabarme con toda solemnidad de desventuras. Ya me
-arrojaban tan alto las olas, que tal vez temí quedar enganchado en
-alguna de las puntas de la luna ó estrellado en aquel cielo. Hundíame
-luego tan en el centro de los abismos, que llegué á temer más el
-incendio, que el ahogo.
-
-¡Mas ay! que lo que yo lamentaba rigores, fueron favores: que á veces
-llegan tan á los extremos los males, que pasan á ser dichas. Dígolo
-porque la misma furia de la tempestad y corriente de las aguas me
-arrojaron en pocas horas á vista de aquella pequeña isla, tu patria y
-para mí gran cielo, que de otro modo fuera imposible poder llegar á
-ella, quedando en medio de aquellos mares rendido de hambre y hartando
-las marinas fieras. En el mal estuvo el bien. Aquí, ayudándome más el
-ánimo, que las fuerzas, llegué á tomar puerto en esos brazos tuyos, que
-otra vez y otras mil quiero enlazar, confirmando nuestra amistad en
-eterna.
-
-De esta suerte dió fin Critilo á su relación, abrazándose entrambos,
-renovando aquella primera fruición y experimentando una secreta
-simpatía de amor y de contento. Emplearon lo restante de su navegación
-en provechosos ejercicios. [Marginal: _Las nobles artes._] Porque á
-más de la agradable conversación, que toda era una bienproseguida
-enseñanza, le dió noticias de todo el mundo y conocimiento de aquellas
-artes, que más realzan el ánimo y le enriquecen, como la gustosa
-historia, la cosmografía, la esfera, la erudición y la que hace
-personas, la moral filosofía. En lo que puso Andrenio especial estudio
-fué en aprender lenguas, la latina, eterna tesorera de la sabiduría,
-la española, tan universal como su imperio, la francesa erudita y la
-italiana elocuente, ya para lograr los muchos tesoros que en ellas
-están escritos, ya para la necesidad de hablarlas y entenderlas en su
-jornada del mundo.
-
-Era tanta la curiosidad de Andrenio, como su docilidad y así siempre
-estaba confiriendo y preguntando de las provincias, repúblicas, reinos
-y ciudades; de sus reyes, gobiernos y naciones; siempre informándose,
-filosofando y discurriendo, con tanta fruición, como novedad, deseando
-llegar á la perfección de noticias y de prendas. Con tan gustosa
-ocupación no se sintieron las penalidades de un viaje tan penoso y al
-tiempo acostumbrado aportaron á este nuevo mundo. En qué parte y lo que
-en él les sucedió nos lo ofrece referir la Crisi siguiente.
-
-
-
-
-CRISI V
-
-_Entrada del mundo._
-
-
-Cauta, si no engañosa, procedió la naturaleza con el hombre al
-introducirle en este mundo, pues trazó que entrase sin género alguno
-de conocimiento, para deslumbrar todo reparo. Á escuras llega y aun á
-ciegas, quien comienza á vivir, sin advertir que vive y sin saber qué
-es vivir. Críase niño y tan rapaz, que, cuando llora, con cualquier
-niñería le acalla y con cualquier juguete le contenta. Parece que le
-introduce en un reino de felicidades y no es sino un cautiverio de
-desdichas que, cuando llega á abrir los ojos del alma, dando en la
-cuenta de su engaño, hállase empeñado sin remedio. Vese metido en el
-lodo de que fué formado y ya ¿qué puede hacer, sino pisarlo, procurando
-salir de él como mejor pudiere?
-
-Persuádome que, si no fuera con este universal ardid, ninguno quisiera
-entrar en tan engañoso mundo y que pocos aceptaran la vida después,
-si tuvieran estas noticias antes. Porque ¿quién, sabiéndolo, quisiera
-meter el pie en un reino mentido y cárcel verdadera, á padecer tan
-muchas como varias penalidades? En el cuerpo hambre, sed, frío, calor,
-cansancio, desnudez, dolores, enfermedades y en el ánimo engaños,
-persecuciones, envidias, desprecios, deshonras, ahogos, tristezas,
-temores, iras; desesperaciones y salir al cabo condenado á miserable
-muerte, con pérdida de todas las cosas, casa, hacienda, bienes,
-dignidades, amigos, parientes, hermanos, padres y la misma vida, cuando
-más amada.
-
-Bien supo la naturaleza lo que hizo y mal el hombre lo que aceptó.
-Quien no te conoce ¡oh vivir! te estime; pero un desengañado tomara
-antes haber sido trasladado de la cuna á la urna, del tálamo al túmulo.
-Presagio común es de miserias el llorar al nacer. Que, aunque el más
-dichoso cae de pies, triste posesión toma y el clarín, con que este
-hombre rey entra en el mundo, no es otro que su llanto: señal que su
-reinado todo ha de ser de penas. Pero ¿cuál puede ser una vida, que
-comienza entre los gritos de la madre, que la da, y los lloros del
-hijo, que la recibe? Por lo menos, ya que le faltó el conocimiento, no
-el presagio de sus males, si no los concibe, los adivina.
-
-Ya estamos en el mundo, dijo el sagaz Critilo al incauto Andrenio,
-al saltar juntos en tierra. Pésame que entres en él con tanto
-conocimiento, porque sé te ha de desagradar mucho. Todo cuanto obró
-el supremo Artífice está tan acabado, que no se puede mejorar; mas
-todo cuanto han añadido los hombres es imperfecto. Criólo Dios muy
-concertado y el hombre lo ha confundido. Digo, lo que ha podido
-alcanzar; que, aun donde no ha llegado con el poder, con la imaginación
-ha pretendido trabucarlo.
-
-[Marginal: _Mundo civil y natural._]
-
-Visto has hasta ahora las obras de la naturaleza y admirádolas con
-razón; verás de hoy adelante las del artificio, que te han de espantar.
-Contemplado has las obras de Dios; notarás las de los hombres y verás
-la diferencia. ¡Oh cuán otro te ha de parecer el mundo civil del
-natural y el humano del divino! Ve prevenido en este punto, para que ni
-te admires de cuanto vieres ni te desconsueles de cuanto experimentares.
-
-Comenzaron á discurrir por un camino tan trillado, como solo y primero.
-Mas reparó Andrenio que ninguna de las humanas huellas miraba hacia
-atrás; todas pasaban adelante: señal de que ninguno volvía. Encontraron
-á poco rato una cosa bien donosa y de harto gusto: era un ejército
-desconcertado de infantería, un escuadrón de niños de diferentes
-estados y naciones, como lo mostraban sus diferentes trajes. Todo era
-confusión y vocería.
-
-[Marginal: _Niñez inculta._]
-
-Íbalos primero recogiendo y después acaudillando una mujer bien rara,
-de risueño aspecto, alegres ojos, dulces labios y palabras blandas,
-piadosas manos y toda ella caricias, halagos y cariños. Traía consigo
-muchas criadas de su genio y de su empleo, para que los asistiesen
-y sirviesen y así llevaban en brazos los pequeñuelos, otros de los
-andadores y á los mayorcillos de la mano, procurando siempre pasar
-adelante.
-
-Era increíble el agasajo con que á todos acariciaba aquella madre
-común, atendiendo á su gusto y regalo y para esto llevaba mil
-invenciones de juguetes, con que entretenerlos.
-
-Había hecho también gran provisión de regalos y, en llorando alguno, al
-punto acudía afectuosa, haciéndole fiestas y caricias, concediéndole
-cuanto pedía, á trueque de que no llorase. Con especialidad cuidaba de
-los que iban mejor vestidos, que parecían hijos de gente principal,
-dejándolos salir con cuanto querían. Era tal el cariño y agasajo que
-esta, al parecer ama piadosa, les hacía, que los mismos padres la
-traían sus hijuelos y se los entregaban, fiándolos más de ella, que de
-sí mismos.
-
-Mucho gustó Andrenio de ver tanta y tan donosa infantería, no acabando
-de admirar y reconocer al hombre niño. Y tomando en sus brazos uno en
-mantillas, decíale á Critilo:
-
-¡Es posible, que éste es el hombre! ¡Quién tal creyera! ¡Que este casi
-insensible, [Marginal: _Conde de Monterrey._] torpe é inútil viviente
-ha de venir á ser un hombre tan entendido á veces, tan prudente y tan
-sagaz como un Catón, un Séneca, un Conde de Monterrey!
-
-Todo es extremos el hombre, dijo Critilo. Ahí verás lo que cuesta el
-ser persona. Los brutos luego lo saben ser, luego corren, luego saltan;
-pero al hombre cuéstale mucho, porque es mucho.
-
-Lo que más me admira, ponderó Andrenio, es el indecible afecto de esta
-rara mujer. ¡Qué madre como ella! ¿Puédese imaginar tal fineza? De esta
-felicidad carecí yo, que me crié dentro de las entrañas de un monte y
-entre fieras: allí lloraba hasta reventar, tendido en el duro suelo,
-desnudo, hambriento y desamparado, ignorando estas caricias.
-
-No envidies, dijo Critilo, lo que no conoces ni llames felicidad, hasta
-que veas en qué para. De estas cosas toparás muchas en el mundo, que
-no son lo que parecen, sino muy al contrario. Ahora comienzas á vivir;
-irás viviendo y viendo.
-
-Caminaban con todo este embarazo, sin parar ni un instante, atravesando
-países; aunque sin hacer estación alguna y siempre cuesta abajo,
-atendiendo mucho la que conducía el pigmeo escuadrón, á que ninguno se
-cansase ni lo pasase mal. Dábales de comer una vez sola, que era todo
-el día.
-
-Hallábanse al fin de aquel paraje, metidos en un valle profundísimo,
-rodeado á una y otra banda de altísimos montes, que decían ser los
-más altos puertos de este universal camino. Era noche y muy oscura,
-con propiedad lóbrega. En medio de esta horrible profundidad, mandó
-hacer alto aquella engañosa hembra y, mirando á una y otra parte, hizo
-la señal usada, con que al mismo punto ¡oh maldad no imaginada! ¡oh
-traición nunca oída! comenzaron á salir de entre aquellas breñas y por
-las bocas de las grutas ejércitos de fieras, leones, tigres, osos,
-lobos, serpientes y dragones, que arremetiendo de improviso, dieron en
-aquella tierna manada de flacos y desarmados corderillos, haciendo un
-horrible estrago y sangrienta carnicería. Porque arrastraban á unos,
-despedazaban á otros, mataban, tragaban y devoraban cuantos podían.
-
-Monstruo había, que de un bocado se tragaba dos niños y, no bien
-engullidos aquéllos, alargaba las garras á otros dos. Fiera había,
-que estaba desmenuzando con los dientes el primero y despedazando con
-las uñas el segundo, no dando treguas á su fiereza. Discurrían todas
-por aquel lastimoso teatro, babeando sangre, teñidas las bocas y las
-garras en ella. Cargaban muchas con dos y con tres de los más pequeños
-y llevábanlos á sus cuevas, para que fuesen pasto de sus ya fieros
-cachorrillos. Todo era confusión y fiereza: espectáculo verdaderamente
-fatal y lastimero.
-
-Y era tal la candidez ó simplicidad de aquellos infantes tiernos,
-que tenían por caricias el hacer presa en ellos y por fiesta el
-despedazarlos, convidándolas ellos mismos risueños y provocándolas con
-abrazos.
-
-Quedó atónito, quedó aterrado Andrenio, viendo una tan horrible
-traición, una tan impensada crueldad y, puesto en lugar seguro á
-diligencias de Critilo, lamentándose decía:
-
-¡Oh, traidora! ¡oh, bárbara! ¡oh, sacrílega mujer, más fiera, que las
-mismas fieras! ¿Es posible que en esto han parado tus caricias? ¿Para
-esto era tanto cuidado y asistencia? ¡Oh, inocentes corderillos, qué
-temprano fuísteis víctima de la desdicha! ¡Qué presto llegásteis al
-degüello! ¡Oh, mundo engañoso! ¿Y esto se usa en ti? ¿De estas hazañas
-tienes? Yo he de vengar por mis propias manos una maldad tan increíble.
-
-Diciendo y haciendo, arremetió furioso para despedazar con sus dientes
-aquella cruel tirana; mas no la pudo hallar, que ya ella con todas sus
-criadas habían dado vuelta, en busca de otros tantos corderillos, para
-traerlos vendidos al matadero. De suerte que ni aquéllos cesaban de
-traer ni éstas de despedazar ni de llorar Andrenio tan irreparable daño.
-
-En medio de tan espantosa confusión y cruel matanza, amaneció de la
-otra parte del valle, por lo más alto de los montes, con rumbos de
-aurora, otra mujer y con razón otra, que tan cercada de luz, como
-rodeada de criadas, desalada, cuando más volando, descendía á librar
-tanto infante como perecía. Ostentó su rostro muy sereno y grave,
-que de él y de la mucha pedrería de su recamado ropaje despedía tal
-inundación de luces, que pudieron muy bien suplir y aun con ventajas la
-ausencia del rey del día. Era hermosa por extremo y coronada por reina
-entre todas aquellas beldades sus ministras.
-
-¡Oh, dicha rara! Al mismo punto que la descubrieron las encarnizadas
-fieras, cesando de la matanza, se fueron retirando á todo huir y,
-dando espantosos aullidos, se hundieron en sus cavernas. Llegó piadosa
-ella y comenzó á recoger los pocos que habían quedado y aun ésos muy
-malparados de araños y de heridas.
-
-Íbanlos buscando con gran solicitud aquellas hermosísimas doncellas
-y aun sacaron muchos de las oscuras cuevas y de las mismas gargantas
-de los monstruos, recogiendo y amparando cuantos pudieron. Y notó
-Andrenio que eran éstos de los más pobres y de los menos asistidos de
-aquella maldita hembra. De modo que en los más principales, como más
-lucidos, habían hecho las fieras mayor riza.
-
-Cuando los tuvo todos juntos, sacólos á toda prisa de aquella tan
-peligrosa estancia, guiándolos de la otra parte del valle, el monte
-arriba, no parando hasta llegar á lo más alto, que es lo más seguro.
-Desde allí se pusieron á ver y contemplar con la luz, que su gran
-libertadora les comunicaba, el gran peligro en que habían estado y
-hasta entonces no conocido.
-
-Teniéndolos ya en salvo, fué repartiendo preciosísimas piedras, una á
-cada uno que, sobre otras virtudes contra cualquier riesgo, arrojaban
-de sí una luz tan clara y apacible, que hacían de la noche día: y lo
-que más se estimaba, era el ser indefectible. Fuélos encomendando á
-algunos sabios varones, que los apadrinasen y guiasen siempre cuesta
-arriba, hasta la gran ciudad del mundo.
-
-Ya en esto se oían otros tantos alaridos de otros tantos niños que,
-acometidos en el funesto valle de las fieras, estaban pereciendo. Al
-mismo punto aquella piadosa reina, con todas sus amazonas, marchó
-volando á socorrerlos.
-
-Estaba atónito Andrenio de lo que había visto, parangonando tan
-diferentes sucesos y en ellos la alternación de males y de bienes de
-esta vida.
-
-¡Qué dos mujeres éstas tan contrarias!, decía. ¡Qué asuntos tan
-diferentes! ¿No me dirás, Critilo, quién es aquella primera para
-aborrecerla y quién esta segunda para celebrarla?
-
-¿Qué te parece, dijo, de esta primera entrada del mundo? ¿No es muy
-conforme á él y á lo que yo te decía? Nota bien lo que acá se usa y, si
-tal es el principio, díme ¿cuáles serán los progresos y sus fines? Para
-que abras los ojos y vivas siempre alerta entre enemigos, saber deseas
-quién es aquella primera y cruel mujer, que tú tanto aplaudías. Créeme
-que ni el alabar ni el vituperar ha de ser hasta el fin.
-
-[Marginal: _Inclinación mal anticipada._]
-
-Sabrás que aquella primera tirana es nuestra mala inclinación, la
-propensión al mal. Ésta es la que luego se apodera de un niño, previene
-á la razón y se adelanta. Reina y triunfa en la niñez, tanto que
-los propios padres, con el intenso amor que tienen á sus hijuelos,
-condescienden con ellos y, porque no llore el rapaz, le conceden cuanto
-quiere. Déjanle hacer su voluntad en todo y salir con la suya siempre
-y así se cría vicioso, vengativo, colérico, glotón, terco, mentiroso,
-desenvuelto, llorón, lleno de amor propio, de ignorancia, ayudando
-de todas maneras á la natural, siniestra inclinación. Apoderándose
-con esto de un muchacho, sus pasiones cobran fuerza con la paternal
-connivencia, prevalece la depravada propensión al mal y ésta con sus
-caricias trae un tierno infante al valle de las fieras, á ser presa de
-los vicios y esclavo de sus pasiones.
-
-De modo que, cuando llega la razón, que es aquella otra reina de la
-luz, madre del desengaño, con las virtudes sus compañeras, ya los halla
-depravados, entregados á los vicios y muchos de ellos sin remedio.
-[Marginal: _Aurora de la vida._] Cuéstale mucho sacarlos de las uñas
-de sus malas inclinaciones y halla grande dificultad en encaminarlos
-á lo alto y seguro de la virtud. Porque es llevarlos cuesta arriba.
-Perecen muchos y quedan hechos oprobio de su vicio y más los más ricos,
-los hijos de señores y de príncipes, en los cuales el criarse con más
-regalo es ocasión de más vicio. Los que se crían con necesidad y tal
-vez entre los rigores de una madrastra son los que mejor libran, como
-Hércules, y ahogan estas serpientes de sus pasiones en la misma cuna.
-
-¿Qué piedra tan preciosa es esta, preguntó Andrenio, que nos ha
-entregado á todos con tal recomendación?
-
-Has de saber, le respondió Critilo, que lo que fabulosamente
-atribuyeron muchos á algunas piedras aquí se halla ser evidencia,
-porque ésta es el verdadero carbunclo, que resplandece en medio de las
-tinieblas, así de la ignorancia como del vicio. Éste es el diamante
-finísimo, que entre los golpes del padecer y entre los incendios del
-apetecer está más fuerte y brillante. Ésta es la piedra de toque que
-examina el bien y el mal. Ésta la piedra imán, atenta al norte de la
-virtud. Finalmente esta es la piedra de todas las virtudes, que los
-sabios llaman el dictamen de la razón, el más fiel amigo que tenemos.
-
-Así iban confiriendo, cuando llegaron á aquella tan famosa encrucijada,
-donde se divide el camino y se diferencia el vivir. Estación célebre,
-por la dificultad que hay, no tanto de parte del saber, cuanto del
-querer, sobre qué senda y á qué mano se ha de echar.
-
-Vióse aquí Critilo en mayor duda porque, siendo la tradición común
-ser dos los caminos, el plausible de la mano izquierda por lo fácil,
-entretenido y cuesta abajo, y al contrario el de mano derecha áspero,
-desapacible y cuesta arriba, halló con no poca admiración que eran tres
-los caminos, dificultando más su elección.
-
-[Marginal: _Bivio humano._]
-
-¡Válgame el cielo!, decía, ¿no es éste aquel tan sabio bivio, donde el
-mismo Hércules se halló perplejo sobre cuál de los dos caminos tomaría?
-Miraba adelante y atrás, preguntándose á sí mismo. ¿No es ésta aquella
-docta letra de Pitágoras, en que cifró toda la sabiduría, que hasta
-aquí procede igual y después se divide en dos ramos, uno espacioso del
-vicio y otro estrecho de la virtud? Pero con diversos fines, que el uno
-va á parar en el castigo y el otro en la corona. Aguarda, decía. ¿Dónde
-están aquellos dos aledaños de Epicteto: el _Abstine_ en el camino del
-deleite y el _Sustine_ en el de la virtud? Basta que habemos llegado á
-tiempos, que hasta los caminos reales se han mudado.
-
-¿Qué montón de piedras es aquél, preguntó Andrenio, que está en medio
-de las sendas?
-
-Lleguémonos allá, dijo Critilo, que el índice del numen vial,
-juntamente nos está llamando y dirigiendo. Éste es el misterioso montón
-de Mercurio, en quien significaron los antiguos que la sabiduría es la
-que ha de guiar y que por donde nos llama el cielo habemos de correr:
-eso está voceando aquella mano.
-
-Pero el montón de piedras, ¿á qué propósito, replicó Andrenio, extraño
-despojo del camino, amontonando tropiezos?
-
-Estas piedras, respondió suspirando Critilo, las arrojan aquí los
-viandantes, que en esto pagan la enseñanza: éste es el galardón que
-se le da á todo maestro y entiendan los de la verdad y virtud que
-hasta las piedras se han de levantar contra ellos. Acerquémonos á esta
-columna, que ha de ser el oráculo en tanta perplejidad.
-
-Leyó Critilo el primer letrero, que con Horacio decía:
-
-[Marginal: _Mediocridad de oro._]
-
-_Medio hay en las cosas, tú no vayas por los extremos._
-
-Estaba toda ella de alto á bajo labrada de relieve con extremado
-artificio, compitiendo los primores materiales de la simetría con los
-formales del ingenio. Leíanse muchos sentenciosos aforismos y campeaban
-historias alusivas. Íbalas admirando Andrenio y comentándolas Critilo
-con gustoso acierto.
-
-Allí vieron al temerario joven, montando en la carroza de luces y su
-padre le decía:
-
-Ve por el medio y correrás seguro.
-
-Éste fué, declaró Critilo, un mozo que entró muy orgulloso en un
-gobierno y, por no atender á la mediocridad prudente, como lo
-aconsejaban sus ancianos, perdió los estribos de la razón y, tantos
-vapores quiso levantar en tributos, que lo abrasó todo, perdiendo el
-mundo y el mando.
-
-Seguíase Ícaro, desalado en caer, pasando de un extremo á otro, de los
-fuegos á las aguas; por más que le voceaba Dédalo:
-
-¡Vuela por el medio!
-
-Éste fué otro arrojado, ponderaba Critilo, que, no contento con saber
-lo que basta, que es lo conveniente, dió en sutilezas malfundadas
-y, tanto quiso adelgazar, que le mintieron las plumas y dió con sus
-quimeras en el mar de un común y amargo llanto: que va poco de penas á
-penas.
-
-Aquél es el célebre Cleóbulo, que está escribiendo en tres cartas
-consecutivas esta palabra sola: [Marginal: _Modo._] _Modo_, al rey,
-que en otras tres le había pedido un consejo, digno de su saber, para
-reinar con acierto.
-
-Mira aquel otro de los siete de Grecia, eternizado sabio por sola
-aquella sentencia: _Huye en todo la demasía._ Porque siempre dañó más
-lo más que lo menos.
-
-Estaban de relieve todas las virtudes con plausibles empresas en
-tarjetas y roleos. Comenzaban por orden, puesta cada una en medio de
-sus dos viciosos extremos y en lo bajo la fortaleza, asegurando el
-apoyo á las demás, recostada sobre el cojín de una columna, media entre
-la temeridad y la cobardía. Procediendo así todas las otras, remataba
-la prudencia, como reina, y en sus manos tenía una preciosa corona con
-este lema: _Para el que ama la mediocridad de oro._
-
-Leíanse otras muchas inscripciones, que formaban lazos y servían de
-definiciones al artificio y al ingenio. Coronaba toda esta máquina
-elegante la felicidad muy serena, recodada en sus varones sabios y
-valerosos, ladeada también de sus dos extremos, el llanto y la risa,
-cuyos atlantes eran Heráclito y Demócrito, llorando siempre aquél y
-éste riendo.
-
-Mucho gustó Andrenio de ver y de entender aquel maravilloso oráculo
-de toda la vida. Mas ya en esto se había juntado mucha gente en pocas
-personas, porque los más, sin consultar otro numen que su gusto, daban
-por aquellos extremos, llevados de su antojo y su deleite.
-
-Llegó uno y sin informarse, muy á lo necio, echó por otro extremo, bien
-diferente del que todos creyeron, que fué por el de presumido, con que
-se perdió luego.
-
-[Marginal: _Vano._]
-
-Tras éste venía un vano, que tan mal y sin preguntar, pero con lindo
-aire, tomó el camino más alto. Y como él estaba vacío de hueco y el
-viento iba arreciando, vencióle presto y dió con él allí abajo, con
-venganza de muchos, que, como iba tan alto, el subir y el caer fué á
-vista y á risa de todo el mundo.
-
-Había un camino sembrado de abrojos y, cuando se persuadió Andrenio
-que ninguno iría por él, vió que muchos se apasionaban [Marginal:
-_Vengativos._] y había puñadas sobre cuál sería el primero. El carril
-de las bestias era el más trillado. Y preguntándole á un hombre, que
-lo parecía, cómo iba por allí, respondió que por no irse solo.
-
-[Marginal: _Glotones._]
-
-Junto á éste estaba otro camino muy breve y todos los que iban por
-él hacían gran prevención de manjares y de regalos; mas no caminaban
-mucho, que más son los que mueren de ahito, que de hambre.
-
-Pretendían algunos ir por el aire; pero desvanecíaseles la cabeza, con
-que caían. Y éstos de ordinario no daban en cielo ni en tierra.
-
-[Marginal: _Lascivos._]
-
-Encarrilaban muchos por un paseo muy ameno y delicioso: íbanse de prado
-en prado muy entretenidos y placenteros, saltando y bailando, cuando
-á lo mejor caían rendidos, sudando y gritando, sin poder dar un paso,
-haciendo malísimas caras, por haberlas hecho buenas.
-
-De un paso se quejaban todos que era muy peligroso, infestado siempre
-de ladrones y, aunque lo sabían, echaban no pocos por él, diciendo que
-ellos se entenderían con los otros y al cabo todos se hacían ladrones,
-robándose unos á otros.
-
-[Marginal: _Avaros._]
-
-Preguntaban unos, con no poca admiración de Andrenio y gusto de
-Critilo, por topar quien repasase y se informase: pedían cuál era
-el camino de los perdidos. Creyeron que para huir de él y fué al
-contrario, que, en sabiéndolo, tomaron por allí la derrota.
-
-¡Hay tal necedad!, dijo Andrenio, y viendo entre ellos algunos
-personajes de harta importancia, preguntáronles cómo iban por allí y
-respondieron que ellos no iban, sino que los llevaban.
-
-No era menos calificada la de otros, que todo el día andaban alrededor,
-moliéndose y moliendo, sin pasar adelante ni llegar jamás al centro.
-
-No hallaban el camino otros: todo se les iba en comenzar á caminar;
-nunca acababan y luego paraban, no acertando á dar un paso, con las
-manos en el seno y, si pudieran, aun metieran los pies: éstos jamás
-llegaban al cabo con cosa.
-
-Dijo uno que él quería ir por donde ningún otro hubiese caminado
-jamás. Nadie le pudo encaminar. Tomó el de su capricho y presto se
-halló perdido.
-
-¿No adviertes, dijo Critilo, que casi todos toman el camino ajeno y dan
-por el extremo contrario de lo que se pensaba? El necio da en presumido
-y el sabio hace del que no sabe, el cobarde afecta el valor y todo es
-tratar de armas y pistolas y el valiente las desdeña, el que tiene da
-en no dar y el que no tiene desperdicia, la hermosa afecta el desaliño
-y la fea revienta por parecer, el príncipe se humana y el hombre bajo
-afecta divinidades, el elocuente calla y el ignorante se lo quiere
-hablar todo, el diestro no osa obrar y el zurdo no para. Todos al fin
-verás que van por extremos, errando el camino de la vida de medio á
-medio.
-
-Echemos nosotros por el más seguro, aunque no tan plausible, que es el
-de una prudente y feliz medianía, no tan dificultoso como el de los
-extremos, por contenerse siempre en un buen medio.
-
-Pocos le quisieron seguir; más luego que se vieron encaminados,
-sintieron una notable alegría interior y una grande satisfacción de
-la conciencia. Advirtieron más, que aquellas preciosas piedras, ricas
-prendas de la razón, comenzaron á resplandecer tanto, que cada una
-parecía un brillante lucero, haciéndose lenguas en rayos y diciendo:
-¡Éste es el camino de la verdad y la verdad de la vida!
-
-Al contrario todas las de aquellos, que siguieron sus antojos, se
-vieron perder su luz, de modo, que parecieron quedar de todo punto
-ofuscadas y ellos eclipsados: tan errado el dictamen, como el camino.
-
-Viendo Andrenio que caminaban siempre cuesta arriba, dijo:
-
-Este camino, más parece que nos lleva al cielo, que al mundo.
-
-Así es, le respondió Critilo, porque son las sendas de la eternidad y,
-aunque vamos metidos en nuestra tierra; pero muy superiores á ella,
-señores de los otros y vecinos á las estrellas. Ellas nos guíen, que ya
-estamos engolfados entre Escilas y Caribdis del mundo.
-
-Esto dijo al entrar en una de sus más célebres ciudades, gran Babilonia
-de España, emporio de sus riquezas, teatro augusto de las letras y las
-armas, esfera de la nobleza y gran plaza de la vida humana.
-
-Quedó espantado Andrenio de ver el mundo, que no le conocía, mucho más
-admirado que allá, cuando salió á verlo de su cueva. ¿Pero qué mucho,
-si allí lo miraba de lejos y aquí tan de cerca? Allí contemplando, aquí
-experimentando. Que todas las cosas se hallan muy trocadas, cuando
-tocadas. Lo que novedad le causó fué el no topar hombre alguno; aunque
-los iban buscando con afectación en una ciudad populosa y al sol de
-mediodía.
-
-¿Qué es esto?, decía Andrenio. ¿Dónde están estos hombres? ¿Qué se han
-hecho? ¿No es la tierra su patria tan amada, el mundo su centro y tan
-querido? ¿Pues cómo lo han desamparado? ¿Dónde habrán ido, que más
-valgan?
-
-Iban por una y otra parte solícitamente buscándolos sin poder descubrir
-uno tan sólo, hasta que...; pero cómo y dónde los hallaron nos lo
-contará la otra Crisi.
-
-
-
-
-CRISI VI
-
-_Estado del siglo._
-
-
-Quien oye decir mundo concibe un compuesto de todo lo criado, muy
-concertado y perfecto. Y con razón, pues toma el nombre de su misma
-belleza. Mundo quiere decir lindo y limpio. Imagínase un palacio muy
-bien trazado, al fin por la infinita Sabiduría, muy bien ejecutado
-por la Omnipotencia, alhajado por la divina Bondad, para morada del
-rey hombre, que como partícipe de razón, presida en él y le mantenga
-en aquel primer concierto, en que su divino Hacedor le puso. De
-suerte que mundo no es otra cosa que una casa hecha y derecha por el
-mismo Dios y para el hombre; no hay otro modo cómo poder declarar su
-perfección.
-
-Así había de ser, como el mismo nombre lo blasona, su principio lo
-afianza y su fin lo asegura; pero cuán al contrario sea esto y cuál
-le haya parado el mismo hombre, cuánto desmienta el hecho al dicho,
-pondérelo Critilo, que con Andrenio se hallaban ya en el mundo, aunque
-no bien hallados en fe de tan personas.
-
-En busca iban de los hombres, sin poder descubrir uno, cuando al cabo
-de rato y cansancio, toparon con medio, un medio hombre y medio fiera.
-Holgóse tanto Critilo, cuanto se inmutó Andrenio, preguntando:
-
-¿Qué monstruo es éste tan extraño?
-
-No temas, respondió Critilo, que éste es más hombre que los mismos,
-éste es el maestro de los reyes y rey de los maestros, éste es el sabio
-Quirón. ¡Oh, qué bien nos viene y cuán á la ocasión! pues él nos guiará
-en esta primera entrada del mundo y nos enseñará á vivir: que importa
-mucho á los principios.
-
-Fuése para él saludándole y correspondió el centauro con doblada
-humanidad. Díjole cómo iban en busca de los hombres y que, después de
-haber dado cien vueltas, no habían podido hallar uno tan sólo.
-
-No me espanto, dijo él, que no es este siglo de hombres, digo de
-aquellos famosos de otros tiempos. ¿Qué? [Marginal: _Estéril siglo._]
-¿Pensábais hallar ahora un don Alonso el Magnánimo en Italia, un Gran
-Capitán en España, un Enrique IV en Francia, haciendo corona de su
-espada y de sus guarniciones lises? Ya no hay tales héroes en el mundo
-ni aun memoria de ellos.
-
-¿No se van haciendo?, replicó Andrenio.
-
-No llevan traza y para luego es tarde.
-
-Pues de verdad que ocasiones no han faltado.
-
-¿Cómo no se han hecho?, preguntó Critilo. ¿Por qué se han deshecho?
-
-Hay mucho que decir en ese punto, ponderó Quirón. Unos lo quieren ser
-todo y al cabo son menos que nada; valiera más no hubieran sido. Dicen
-también que corta mucho la envidia con las tijerillas de Tomeras.
-Pero yo digo que ni es eso ni esotro; sino que, mientras el vicio
-prevalezca, no campeará la virtud y, sin ella, no puede haber grandeza
-heroica. Creedme que esta Venus tiene arrinconadas á Belona y á Minerva
-en todas partes y no trata ella, sino con viles herreros, que todo lo
-tiznan y todo lo hierran. Al fin no nos cansemos, que él no es siglo de
-hombres eminentes ni en las armas ni en las letras. Pero decidme ¿dónde
-los habéis buscado?
-
-Y Critilo: ¿Dónde los habemos de buscar, sino en la tierra? ¿No es ésta
-su patria y su centro?
-
-¡Qué bueno es eso!, dijo el centauro. ¡Mirad! ¿Cómo los habíais de
-hallar? No los habéis de buscar ya en todo el mundo, que ya han mudado
-del hito: nunca está quieto el hombre, con nada se contenta.
-
-Pues menos los hallaremos en el cielo, dijo Andrenio.
-
-Menos, que no están ya ni en el cielo ni en la tierra.
-
-¿Pues dónde los habemos de buscar?
-
-¿Dónde? En el aire.
-
-¿En el aire?
-
-Sí, que allí se han fabricado castillos en el aire, torres de viento,
-donde están muy encastillados, sin querer salir de su quimera.
-
-[Marginal: _Castillos en el aire._]
-
-Según eso, dijo Critilo, todas sus torres vendrán á serlo de confusión
-y, por no ser Janos de prudencia, les picarán las cigüeñas manuales
-señalándolos con el dedo y diciendo:
-
-¿Éste no es aquel hijo de aquel otro?
-
-De suerte, que con lo que ellos echaron á las espaldas los demás les
-darán en el rostro.
-
-Otros muchos, prosiguió el Quirón, se han subido á las nubes. Y aun
-hay quien, no levantándose del polvo, pretende tocar con la cabeza
-en las estrellas. Paséanse no pocos por los espacios imaginarios,
-camaranchones de su presunción; pero la mayor parte hallaréis acullá
-sobre el cuerno de la luna y aun pretenden subir más alto, si pudieran.
-
-Tiene razón, voceó Andrenio. Acullá están, allá los veo y aun allí
-andan empinándose, tropezando unos y cayendo otros, según las mudanzas
-suyas y de aquel planeta, que ya les hace una cara y ya otra. Y aun
-ellos también no cesan entre sí de armarse zancadillas, cayendo todos
-con más daño que escarmiento.
-
-¡Hay tal locura!, repetía Critilo. ¿No es la tierra su lugar proprio
-del hombre, su principio y su fin? ¿No les fuera mejor conservarse en
-este medio y no querer encaramarse con tan evidente riesgo? ¡Hay tal
-disparate!
-
-Sí lo es grande, dijo el semihombre, materia de harta lástima para unos
-y de risa para otros, ver que el que ayer no se levantaba de la tierra
-ya le parece poco un palacio, ya habla sobre el hombro el que ayer
-llevaba la carga en él, el que nació entre malvas pide los artesones
-de cedro, el desconocido de todos hoy desconoce á todos, el hijo tiene
-el puntillo de los muchos que dió su padre. El que ayer no tenía para
-pasteles, asquea el faisán, blasona de linajes; el de conocido solar,
-el vos, es señoría. Todos pretenden subir y ponerse sobre los cuernos
-de la luna, más peligrosos que los de un toro, pues, estando fuera de
-su lugar, es forzoso dar abajo con ejemplar infamia.
-
-[Marginal: _Fieras ciudadanas._]
-
-Fuélos guiando á la plaza mayor, donde hallaron paseándose gran
-multitud de fieras y todas tan sueltas como libres, con tan notable
-peligro de los incautos. Había leones, tigres, leopardos, lobos, toros,
-panteras, muchas vulpejas. Ni faltaban sierpes, dragones y basiliscos.
-
-¿Qué es esto?, dijo turbado Andrenio. ¿Dónde estamos? ¿Es esta
-población humana ó selva ferina?
-
-No tienes que temer, que cautelarte sí, dijo el centauro.
-
-Sin duda que los pocos hombres que habían quedado se han retirado á los
-montes, ponderó Critilo, por no ver lo que en el mundo pasa y que las
-fieras se han venido á las ciudades y se han hecho cortesanas.
-
-Así es, respondió Quirón: el león de un poderoso, con quien no hay
-poderse averiguar, el tigre de un matador, el lobo de un ricazo, la
-vulpeja de un fingido, la víbora de una ramera: toda bestia y todo
-bruto han ocupado las ciudades. Ésas rúan las calles, pasean las
-plazas; y los verdaderos hombres de bien no osan parecer, viviendo
-retirados dentro de los límites de su moderación y recato.
-
-¿No nos sentamos en aquel alto, dijo Andrenio, para poder ver, cuando
-no gozar con seguridad y con señorío?
-
-Eso no, respondió Quirón: no está el mundo para tomarlo de asiento.
-
-Pues arrimémonos aquí á una de estas columnas, dijo Critilo.
-
-[Marginal: _El rico más rico._]
-
-Tampoco: que todos son falsos los arrimos de esta tierra; vamos
-paseando y pasando.
-
-Estaba muy desigual el suelo, porque á las puertas de los poderosos,
-que son los ricos, había unos grandes montones que relucían mucho.
-
-¡Oh, qué de oro!, dijo Andrenio.
-
-Y el Quirón: Advierte que no lo es todo lo que reluce.
-
-[Marginal: _El pobre más pobre._]
-
-Llegaron más cerca y conocieron que era basura dorada. Al contrario,
-á las puertas de los pobres y desvalidos había unas tan profundas y
-espantosas simas, que causaban horror á cuantos las miraban y así
-ninguno se acercaba de mil leguas. Todos las miraban de lejos. Y es
-lo bueno que todo el día sin cesar muchas y grandes bestias estaban
-acarreando hediondo estiércol y lo echaban sobre el otro, amontonando
-tierra sobre tierra.
-
-¡Cosa rara!, dijo Andrenio. Aun economía no hay. ¿No fuera mejor echar
-toda esta tierra en aquellos grandes hoyos de los pobres, con que se
-emparejara el suelo y quedara todo muy igual?
-
-Así había de ser, para bien ir, dijo Quirón. Pero ¿qué cosa va bien en
-el mundo? Aquí veréis practicado aquel célebre imposible, tan disputado
-de los filósofos, conviniendo todos en que no se puede dar vacío en la
-naturaleza. He aquí, que en la humana esta gran monstruosidad cada día
-sucede. No se da en el mundo á quien no tiene; sino á quien más tiene.
-Á muchos se les quita la hacienda porque son pobres y se les adjudica
-á otros porque la tienen. Pues las dádivas, no van sino adonde hay ni
-se hacen los presentes á los ausentes. El oro dora la plata, ésta acude
-al reclamo de otra: los ricos son los que heredan; que los pobres no
-tienen parientes. El hambriento no halla un pedazo de pan y el ahito
-está cada día convidado. El que una vez es pobre, siempre es pobre y de
-esta suerte todo el mundo le hallaréis desigual.
-
-¿Pues por dónde iremos?, preguntó Andrenio.
-
-Echemos por el medio y pasaremos con menos embarazo y más seguridad.
-
-Paréceme, dijo Critilo, que veo ya algunos hombres, por lo menos que
-ellos lo piensan ser.
-
-Ésos lo serán menos, dijo Quirón: verlo has presto.
-
-[Marginal: _Necios ensalzados._]
-
-Asomaban ya por un cabo de la plaza ciertos personajes, que caminaban
-tan graves con las cabezas hacia abajo por el suelo, poniéndose
-del lodo y los pies para arriba, muy empinados, echando piernas al
-aire, sin acertar á dar un paso, antes á cada uno caían. Y aunque se
-maltrataron harto, porfiaban en querer ir de aquel modo, tan ridículo
-como peligroso. Comenzó Andrenio á admirar y Critilo á reir.
-
-[Marginal: _Sabios abatidos._]
-
-Haced cuenta, dijo Quirón, que soñáis despiertos. ¡Oh, qué bien pintaba
-el Bosco! Ahora entiendo su capricho. Cosas veréis increíbles. Advertid
-que los que habían de ser cabezas por su prudencia y saber, ésos andan
-por el suelo, despreciados, olvidados y abatidos; al contrario, los que
-habían de ser pies por no saber las cosas ni entender las materias,
-gente incapaz, sin ciencia ni experiencia, ésos mandan. Y así va el
-mundo cual digan dueñas; ¡mejor fuera dueños! No hallaréis cosa con
-cosa. Y á un mundo, que no tiene pies ni cabeza, de merced se le da el
-de descabezado.
-
-No bien pasaron éstos, que todos pasan, cuando venían otros y eran los
-más y que se preciaban de muy personas. Caminaban hacia atrás y á este
-modo todas sus acciones las hacían al revés.
-
-¡Qué otro disparate!, dijo Andrenio. Si tales caprichos hay en el
-mundo, llámese casa de orates hermanados.
-
-¿No nos puso, ponderó Critilo, la próvida naturaleza los ojos y los
-pies hacia adelante para ver por dónde andamos y andar por donde vemos
-con seguridad y firmeza? ¿Pues cómo éstos van por donde no ven y no
-miran por dónde van?
-
-Advertid, dijo Quirón, que los más de los mortales, en vez de ir
-adelante en la virtud, en la honra, en el saber, en la prudencia y
-en todo, vuelven atrás: y así muy pocos son los que llegan á ser
-personas. [Marginal: _Conde de Peñaranda._] Cual y cual, como un conde
-de Peñaranda. ¿No veis aquella mujer lo que forceja, cejando en la
-vida? No querría pasar de los veinte ni aquella otra de los treinta y,
-en llegando á un cero, se hunden allí, como en trampa de los años, sin
-querer pasar adelante. ¡Aun mujeres no quieren ser! ¡Siempre niñas!
-¡Mas cómo estira de ellas aquel vejezuelo cojo! ¡Y la fuerza que tiene!
-¿No veis cómo las arrastra llevándolas por los cabellos? Con todos los
-de aquella otra se ha quedado en las manos: todos se los ha arrancado.
-¡Qué puñada le ha pegado á la otra! ¡No le ha dejado diente! ¡Hasta las
-cejas las harta de años! ¡Oh, qué mala cara le hacen todas!
-
-[Marginal: _Mujeres._]
-
-Aguardad, mujeres, dijo Andrenio. ¿Dónde están? ¿Cuáles son? Que yo no
-las distingo de los hombres.
-
-¿Tú no me dijiste, oh Critilo, que los hombres eran los fuertes y
-las mujeres las flacas, ellos hablaban recio y ellas delicado, ellos
-vestían calzón y capa y ellas basquiñas? Yo hallo que todo es al
-contrario, porque ó todos son ya mujeres ó los hombres son los flacos y
-afeminados. Ellas, las poderosas; ellos tragan saliva, sin osar hablar.
-Y ellas hablan tan alto, que aun los sordos las oyen. Ellas mandan el
-mundo y todos se les sujetan. ¡Tú me has engañado!
-
-Tienes razón, aquí suspirando Critilo: que ya los hombres son menos
-que mujeres. Más puede una lagrimilla mujeril, que toda la sangre,
-que derramó el valor. Más alcanza un favor de una mujer, que todos
-los méritos del saber. No hay vivir con ellas ni sin ellas. Nunca más
-estimadas que hoy. Todo lo pueden y todo lo pierden. Ni vale haberlas
-privado la atenta naturaleza del decoro de la barba, ya para nota, ya
-por dar lugar á la vergüenza y todo no basta.
-
-Según eso, dijo Andrenio, ¡el hombre no es el rey del mundo; sino el
-esclavo de la mujer!
-
-Mirad, respondió el Quirón; él es el rey natural; sino que ha hecho
-á la mujer su valido, [Marginal: _Princesa de Rosano. Doña Elvira
-Ponce._] que es lo mismo que decir que ella lo puede todo. Con todo
-eso, para que las conozcáis, aquellas son. Que, cuando más han menester
-el juicio y el valor, entonces les falta más. Pero sean excepción de
-mujeres las que son más que hombres: la gran princesa de Rosano y la
-excelentísima señora marquesa de Valdueña.
-
-Más admiración les causó uno, que yendo á caballo en una vulpeja
-caminaba hacia atrás, nunca seguido, sino torciendo y revolviendo á
-todas partes. Y todos los del séquito, que no eran pocos, procedían del
-mismo modo. Hasta un perro viejo, que de ordinario le acompañaba.
-
-¿Veis á éste?, advirtió Quirón. Pues yo os aseguro que no se mueve de
-necio.
-
-Yo lo creo, dijo Critilo: que todos me parece van por extremos en el
-mundo. ¿Quién es éste, dínos, que pica más en falso?
-
-[Marginal: _Caco político._]
-
-¿No habéis oído nunca nombrar el famoso Caco? Pues éste lo es de la
-política: digo, un caos de la razón de estado. De este modo corren hoy
-los estadistas, al revés de los demás. Así proceden en sus cosas. Para
-desmentir toda atención ajena, para deslumbrar discursos, no querrían
-que por las huellas les rastreasen. Sus fines señalan á una parte y dan
-en otra. Publican uno y ejecutan otro. Para decir no dicen sí. Siempre
-al contrario, cifrando en las encontradas señales su vencimiento.
-Para éstos es menester un otro Hércules, que con la maña y la fuerza
-averigüe sus pisadas y castigue sus enredos.
-
-Observó de buena nota Andrenio que los más hablaban á la boca y no al
-oído y que los que escuchaban, no sólo no se ofendían de semejante
-grosería, sino que antes bien gustaban tanto de ello, que abrían las
-bocas de par en par, haciendo de los mismos labios orejas, hasta
-destilárseles el gusto.
-
-¡Ay tal abuso!, dijo él mismo. Las palabras se oyen, que no se comen ni
-se beben y éstos todo se tragan. Verdad es, que nacen en los labios;
-pero mueren en el oído y se sepultan en el pecho: éstos parece que las
-mascan y que se relamen con ellas.
-
-Gran señal, dijo Critilo, de poca verdad, pues no les amargan.
-
-[Marginal: _Lisonja valida._]
-
-¡Oh!, dijo Quirón, ¿no veis que ya se usa hablarle á cada uno al
-sabor de su paladar? ¿No adviertes, oh Andrenio, aquel señor, cómo
-se está saboreando con las lisonjas de azúcar? ¡Qué hartazgos se da
-de adulación! Créeme que no oye, aunque lo parece, porque todo se lo
-lleva el viento. Repara en aquel otro príncipe, ¡qué hace de engullir
-mentiras! Todo se lo persuade. Mas hay una cosa: que en toda su vida
-dejó de creer mentira alguna, con que escuchó tantas, ni creyó verdad,
-aunque oyó tan pocas. Pues aquel otro necio desvanecido ¿de qué piensas
-tú que está tan hinchado? ¡Eh!, que no es de sustancia; no es sino aire
-y vanidad.
-
-Ésta debe de ser la causa, ponderó Critilo, que oyen tan pocas verdades
-los que más deberían. Ellas amargan y, como ellos las escuchan con el
-paladar, ó no se las dicen ó no tragan alguna y la que acierta á pasar
-les hace tan mal estómago, que no la pueden digerir.
-
-Lo que les ofendió mucho fué el ver unos vilísimos esclavos de sí
-mismos, arrastrando eslabonados hierros; las manos no con cuerdas
-ni aun con esposas, atadas para toda acción buena y más para las
-liberales; el cuello con la argolla de un continuo, aunque voluntario
-ahogo; los pies con grillos, que no les dejaban dar un paso por el
-camino de la fama, tan cargados de hierros, cuan desnudos de aceros.
-Y con una nota tan descarada, estaban muy entronizados, cortejados y
-aplaudidos, mandando á hombres muy hombres, ingenuos y principales,
-gente toda de noble condición. Éstos servían á aquéllos, obedeciéndolos
-en todo y aun los llevaban en peso, poniendo el hombro á tan vil carga.
-Aquí ya dió voces Andrenio, sin poderlo tolerar:
-
-¡Oh! ¡Quién pudiera llegar, decía, y barajar aquellas suertes! ¡Oh,
-cómo derribara yo á puntillazos aquellas malempleadas sillas y las
-trocara en lo que habían de ser y ellos también merecen!
-
-No grites, dijo Quirón, que nos perdemos.
-
-¿Qué importa, si todo va perdido?
-
-¿No ves tú que son éstos los poderosos, los que...?
-
-¿Éstos?
-
-[Marginal: _Esclavos mandan._]
-
-Sí, éstos, esclavos de sus apetitos, siervos de sus deleites, los
-Tiberios, los Nerones, los Calígulas, Eliogábalos y Sardanápalos. Éstos
-son los adorados. Y al contrario, los que son los verdaderos señores
-de sí mismos, libres de toda maldad, éstos son los humillados. En
-consecuencia de esto, mira aquellos muy sanos de corazón, tendidos en
-el suelo y aquellos otros, tan malos, muy en pie. Los de buen color
-en todas sus cosas, andan descaecidos; y aquellos, á quienes su mala
-conciencia les ha robado el color, por lo que robaron, están empinados.
-Los de buenas entrañas no se pueden tener ni conservar; y los que
-las tienen dañadas, corren. Los que les huele mal el aliento, están
-alentados; los cojos tienen pies y manos. Todos los ciegos tienen
-palo. De suerte, que todos los buenos van por tierra y los malos andan
-ensalzados.
-
-¡Oh, qué bueno va el mundo!, dijo Andrenio.
-
-Pero lo que les causó gran novedad y aun risa fué ver un ciego, que no
-veía gota, aunque sí bebía muchas, con unos ojos más oscuros que la
-misma vileza, con más nubes que un Mayo. Con toda esta ceguera, venía
-hecho guía de muchos, que tenían la vista clara: él los guiaba ciego y
-ellos le seguían mudos, pues en nada le repugnaban.
-
-¡Ésta sí, exclamó Andrenio, que es brava ceguera!
-
-[Marginal: _Ciegos guían._]
-
-Y aun torpe también, dijo Critilo. Que un ciego guíe á otro gran
-necedad es; pero ya vista y caer ambos en una profundidad de males.
-Pero que un ciego de todas maneras quiera guiar á los que ven, ése es
-disparate nunca oído.
-
-Yo, dijo Critilo, no me espanto que el ciego pretenda guiar á los
-otros: que, como él no ve, piensa que todos los demás son ciegos y
-que proceden del mismo modo á tientas y á tontas; mas ellos, que ven
-y advierten el peligro común, que con todo eso le quieran seguir,
-tropezando á cada punto y dando de ojos á cada paso, hasta despeñarse
-en un abismo de infidelidades, ésa es una increíble necedad y una
-monstruosa locura.
-
-Pues advertid, dijo Quirón, que éste es un error muy común, una
-desesperación transcendental, necedad de cada día y mucho más de
-nuestros tiempos. Los que menos saben tratan de enseñar á los otros.
-Unos hombres embriagados intentan leer cátedra de verdades. De suerte
-que habemos visto que un ciego de la torpe afición de una mujer tan
-fea, cuan infame, llevó infinitas gentes tras sí, despeñándose todos
-en un profundo de eterna calamidad. Y ésta no es la octava maravilla;
-el octavo monstruo sí. Que el primer paso de la ignorancia es presumir
-saber y muchos sabrían, si no pensasen que saben.
-
-Oyeron en esto un gran ruido, como de pendencia, en un rincón de la
-plaza, entre diluvios del populacho. Era una mujer, origen siempre del
-ruido. Muy fea; pero muy aliñada. ¡Mejor fuera prendida! Servíala de
-adorno todo un mundo, cuando ella le descompone todo.
-
-Metía á voces su mal pleito y á gritos se formaba, cuando más se
-deshacía. Habíalas contra una mujer, muy otra en todo y aun por eso su
-contraria. Era ésta tan linda, cuan desaliñada; mas no descompuesta.
-
-Iba casi desnuda. Unos decían que por pobre, otros que por hermosa. No
-respondía palabra: que ni osaba ni la oían. Todo el mundo la iba en
-contra, no sólo el vulgo, sino los más principales y aun...; pero más
-vale enmudecer con ella.
-
-Todos se conjuraron en perseguirla, pasando de las burlas á las veras,
-de las voces á las manos. Comenzaron á maltratarla y cargó tanta gente,
-que casi la ahogaban, sin haber persona, que osase ni quisiese volver
-por ella.
-
-Aquí, naturalmente compasivo Andrenio, fué á ponérsele al lado; mas
-detúvole el Quirón, diciendo:
-
-¿Qué haces? ¿Sabes con quién te tomas y por quién vuelves? ¿No
-adviertes que te declaras contra la plausible Mentira, que es decir
-contra todo el mundo y que te han de tener por loco? [Marginal:
-_Mentira plausible._] Quisiéronla vengar los niños, con sólo decirla;
-mas, como flacos y contra tantos y tan poderosos, no fué posible
-prevalecer, con lo cual quedó de todo punto desamparada la hermosísima
-Verdad y poco á poco á empellones la fueron todos echando tan lejos,
-que aun hoy no parece ni se sabe dónde haya parado.
-
-Basta. ¿Qué? ¿No hay justicia en esta tierra?, decía Andrenio.
-
-¿Cómo no?, le replicó el Quirón; pues de verdad que hay hartos
-ministros suyos. Justicia hay y no puede estar muy lejos, estando tan
-cerca la Mentira.
-
-Asomó en esto un hombre de afecto agrio, rodeado de gente de juicio
-y, así como le vió, se fué para él la Mentira á informarle con muchas
-razones de la poca que tenía.
-
-Respondióla que luego firmara la sentencia en su favor á tener plumas.
-
-Al mismo instante, ella le puso en las manos muchos alados pies, con
-que volando, firmó el destierro de la Verdad, su enemiga, de todo el
-mundo.
-
-[Marginal: _Malos jueces._]
-
-¿Quién es aquel, preguntó Andrenio, que para andar derecho, lleva por
-apoyo el tormento, en aquella flexible vara?
-
-Éste, respondió Quirón, es juez.
-
-Ya el nombre se equivoca con el vendedor del justo. ¡Notable cosa que
-toca primero para oir después! ¿Qué significa espada desnuda, que lleva
-delante, y para qué la lleva?
-
-Ésa, dijo Quirón, es la insignia de la dignidad y juntamente
-instrumento del castigo: con ella corta la mala yerba del vicio.
-
-Más valiera arrancarla de cuajo, replicó Critilo. Peor es á veces segar
-las maldades, porque luego vuelven á brotar con más pujanza y nunca
-mueren del todo.
-
-Así había de ser, respondió Quirón; pero ya los mismos que habían de
-acabar los males son los que los conservan, porque viven de ellos.
-
-Mandó luego ahorcar, sin más apelación, un mosquito y que lo hiciesen
-cuartos, porque había caído el desdichado en la red de la ley; pero
-á un elefante, que las había atropellado todas, sin perdonar humanas
-ni divinas, le hizo una gran bonetada al pasar cargado de armas
-prohibidas, bocas de fuego, buenas lanzas, ganzúas, chuzones y aun le
-dijo que, aunque estaba de ronda, si era servido, le irían acompañando
-todos sus ministros, hasta dejarle en su cueva.
-
-¡Qué paso éste para Andrenio! Y no paró aquí, sino que á otro
-desventurado, que encogiéndose de hombros no osaba hablar alto, lo
-mandó pasear.
-
-Y preguntando unos por qué le azotaban, respondían otros:
-
-Porque no tiene espaldas; que á tenerlas, él hombreara, como aquellos
-que van allí cargados de ellas, con más cargas á más cargos.
-
-[Marginal: _D. Pablo de Parada._]
-
-Desapareció el juez, cuando comenzó á llevarse los ojos y los aplausos
-un valiente hombre, que pudiera competir con el mismo Pablo de Parada.
-Venía armado de un temido peto, conjugado por todos tiempos, números
-y personas. Traía dos pistolas; pero muy dormidas en sus fundas, á lo
-descansado, caballo desorejado y no por culpas suyas, dorado espadín en
-sólo el nombre, hembra en los hechos, nunca desnuda por lo recatada.
-Coronábase de plumas, avechucho de la bizarría, que no del valor.
-
-¿Éste, preguntó Andrenio, es hombre ó es monstruo?
-
-Bien dudas, acudió Quirón, que algunas naciones la primera vez que
-le vieron le imaginaron toda una cosa caballo y hombre. [Marginal:
-_Soldados al uso._] Éste es soldado. Así lo estuviera en las
-costumbres, no anduviera tan rota la conciencia.
-
-¿De qué sirven éstos en el mundo?
-
-¿De qué? Hacen guerra á los enemigos.
-
-¡No la hagan mayor á los amigos!
-
-Éstos nos defienden.
-
-¡Dios nos defienda de ellos!
-
-Éstos pelean, destrozan, matan y aniquilan nuestros contrarios.
-
-¿Cómo puede ser eso, si dicen que ellos mismos los conservan?
-
-Aguarda, yo digo lo que deberían hacer por oficio; pero está ya el
-mundo tan depravado, que los mismos remediadores de los males los
-causan en todo género de daños. Éstos, que habían de acabar las
-guerras, las alargan. Su empleo es pelear: que no tienen otros juros
-ni otra renta. Y, como acabada la guerra, quedarían sin oficio ni
-beneficio, ellos popan al enemigo, porque papan de él. ¿Para qué han de
-matar las centinelas al marqués de Pescara, si viven de él? ¡Que hasta
-el atambor sabe estos primores! Y así veréis que la guerra, [Marginal:
-_Marqués de Mortara._] que á lo más tirar estas nuestras barras pudiera
-durar un año, dura doce y fuera eterna, si la felicidad y el valor no
-se hubieran juntado hoy en un marqués de Mortara.
-
-Lo mismo sienten todos de aquel otro, que también viene á caballo,
-para acabarlo todo. Éste tiene por asunto y aun obligación hacer de
-los malos buenos; pero él obra tan al revés, que de los buenos hace
-malos y de los malos peores. Éste trae guerra declarada contra la vida
-y la muerte: enemigo de entrambas, porque querría á los hombres ni mal
-muertos ni bien vivos; sino malos, que es un malísimo medio. Para poder
-él comer, hace de modo, que los otros no coman. Él engorda, cuando
-ellos enflaquecen. Mientras están entre sus manos, no pueden comer, y,
-si escapan de ellas, que sucede pocas veces, no les queda qué comer.
-[Marginal: _Médicos._] De suerte que éstos viven en gloria, cuando
-los demás en pena y así peores son que los verdugos. Porque aquéllos
-ponen toda su industria en no hacer penar y con lindo aire hacen que
-le falte al que pernea; pero éstos todo su estudio ponen en que pene y
-viva muriendo el enfermo. Y así aciertan los que les dan los males á
-destajo. Y es de advertir que donde hay más doctores hay más dolores.
-Esto dice de ellos la ojeriza común; pero engáñase en la venganza
-vulgar, porque yo tengo por cierto que del médico nadie puede decir
-ni bien ni mal: no antes de ponerse en sus manos, porque aún no tiene
-experiencia; no después, porque no tiene ya vida. Pero advertid que no
-hablo del médico material, sino de los morales, de los de la república
-y costumbres, que, en vez de remediar los achaques é indisposiciones
-por obligación, ellos mismos los conservan y aumentan, haciendo
-dependencia de lo que había de ser remedio.
-
-¿Qué será, dijo Andrenio, que no vemos pasar ningún hombre de bien?
-
-[Marginal: _Cardenal Sandoval. Conde de Lemos. Señor archiduque
-Leopoldo. Señor D. Luis de Haro._]
-
-Ésos, acudió Quirón, no pasan, porque eternamente duran: permanece
-inmortal su fama. Hállanse pocos y éstos están muy retirados. Oímoslos
-nombrar como al unicornio en la Arabia y al fénix en su Oriente. Con
-todo, si queréis ver alguno, buscad un cardenal Sandoval en Toledo, un
-conde de Lemos gobernando Aragón, un archiduque Leopoldo en Flandes. Y
-si queréis ver la integridad, la rectitud, la verdad y todo lo bueno,
-en uno, buscad un don Luis de Haro en el centro que merece.
-
-Estaban en la mayor fuga del ver y extrañar monstruosidades, cuando
-Andrenio al hacer un grande extremo alzó los ojos y el grito al cielo,
-como si le hicieran ver las estrellas.
-
-¿Qué es esto?, dijo. ¡Yo he perdido el tino de todo punto! ¡Qué cosa
-es andar entre desatinados! Achaque de contagio: hasta el cielo me
-parece que está trabucado y que el tiempo anda al revés. Pregunto,
-señores, ¿es día ó es noche? Mas no lo metamos en pareceres, que será
-confundirlo más.
-
-Espera, dijo el Quirón; que no está el mal en el cielo, sino en el
-suelo. Que no sólo anda el mundo al revés, en orden al lugar; sino al
-tiempo. Ya los hombres han dado en hacer del día noche y de la noche
-día. Ahora se levanta aquél, cuando se había de acostar. Ahora sale de
-casa la otra con la estrella de Venus y volverá, cuando se ría de ella
-la aurora. Y es lo bueno que los que tan al revés viven [Marginal: _El
-día noche._] dicen ser la gente más ilustre y la más lucida; mas no
-falta quien afirma que, andando de noche como fieras, vivirán de día
-como brutos.
-
-Esto ha sido, dijo Critilo, quedarnos á buenas noches y no me pesa,
-porque no hay cosa de ver.
-
-¡Que á éste llamen mundo, ponderaba Andrenio! Hasta el nombre miente.
-
-Calzósele al revés. Llámese inmundo y de todas maneras disparatado.
-
-Algún día, replicó Quirón, bien le convenía su nombre. En verdad que
-era definición, cuando Dios quería y lo dejó tan concertado.
-
-¿Pues de dónde le viene tal desorden?, preguntó Andrenio. ¿Quién le
-trastornó de alto abajo, como hoy lo vemos?
-
-En eso hay mucho que decir, respondió Quirón. Harto lo censuran los
-sabios y lo lloran los filósofos. Aseguran unos que la Fortuna, como
-está ciega y aun loca, lo resuelve todo cada día, no dejando cosa
-en su lugar ni tiempo. Otros dicen que, cuando cayó el lucero de la
-mañana, aquel aciago día, dió tal golpe en el mundo, que le sacó de sus
-quicios, trastornándole de alto abajo. Ni falta quien eche la culpa
-á la mujer, llamándola el duende universal, que todo lo revuelve.
-[Marginal: _Mundo trabucado._] Mas yo digo que donde hay hombres no hay
-que buscar otro achaque: uno solo basta á desconcertar mil mundos y el
-no poderlo era lo que lloraba el otro grande inquietador.
-
-Más digo: que, si no previniera la divina Sabiduría que no pudieran
-llegar los hombres al primer móvil, ya estuviera todo barajado y
-anduviera el mismo cielo al revés: un día saliera el sol por el
-poniente y caminara al oriente y entonces fuera España cabeza del
-mundo, sin contradicción alguna, que no hubiera quien viviera con ella.
-
-Y es cosa de notar que, siendo el hombre persona de razón, lo primero
-que ejecuta es hacerla á ella esclava del apetito bestial. De este
-principio se originan todas las demás monstruosidades. Todo va al
-revés, en consecuencia de aquel desorden capital. La virtud es
-perseguida, el vicio aplaudido, la verdad muda, la mentira trilingüe,
-los sabios no tienen libros y los ignorantes librerías enteras. Los
-libros están sin doctor y el doctor sin libros. La discreción del pobre
-es necedad y la necedad del poderoso es celebrada. Los que habían de
-dar vida matan. Los mozos se marchitan y los viejos reverdecen. El
-derecho es tuerto y ha llegado el hombre á tal punto de desatino, que
-no sabe cuál es su mano derecha, pues pone el bien á la izquierda. Lo
-que más le importa echa á las espaldas, lleva la virtud en tres pies y,
-en lugar de ir adelante, vuelve atrás.
-
-Pues si esto es así, como lo vemos, dijo Andrenio, ¿para qué me has
-traído al mundo, oh Critilo? ¿No me estaba yo bien á mis solas? Yo
-resuelvo volverme á la cueva de mi nada. ¡Alto!, huyamos de tan
-insufrible confusión, sentina, que no mundo.
-
-Esto es lo que ya no se puede, respondió Critilo. ¡Oh cuántos volvieran
-atrás, si pudieran! No quedaran personas en el mundo. Advierte que
-vamos subiendo por la escalera de la vida y las gradas de los días, que
-dejamos atrás, al mismo punto, que movemos el pie, desaparecen. No hay
-por donde volver á bajar ni otro remedio, que pasar adelante.
-
-¿Pues cómo hemos de poder vivir en un mundo como éste, porfiaba,
-afligiéndose Andrenio, y más para mi condición, si no me mudo? Que no
-puedo sufrir cosas malhechas. Yo habré de reventar sin duda.
-
-¡Eh!, que te harás á ello en cuatro días, dijo Quirón, y serás tal como
-los otros.
-
-¡Eso no! ¿Yo loco? ¿Yo necio? ¿Yo vulgar?
-
-Ven acá, dijo Critilo. ¿No podrás tú pasar por donde tantos sabios
-pasaron, aunque sea tragando saliva?
-
-Debía estar de otra data el mundo.
-
-[Marginal: _Conde de Castrillo. Marqués de Grana._]
-
-El mismo fué siempre que es. Así le hallaron todos y así le dejaron.
-Vive un entendedor conde de Castrillo y no revienta un entendido
-marqués Carreto y pasa.
-
-¿Pues cómo hacen para poder vivir, siendo tan cuerdos?
-
-¿Cómo? Ver, oir y callar.
-
-Yo no diría de esa suerte; sino ver, oir y reventar.
-
-No dijera más Heráclito.
-
-Ahora díme, ¿nunca se ha tratado de adobar el mundo?
-
-Sí. Cada día lo tratan los necios.
-
-¿Por qué necios?
-
-Porque es tan imposible como concertar á Castilla y descomponer á
-Aragón. ¿Quién podrá recabar que unos no tengan nepotes y otros
-privados? Que los franceses no sean tiranos, los ingleses tan feos en
-el alma, cuan hermosos en el cuerpo, los españoles soberbios y los
-genoveses...
-
-No hay que tratar. Yo me vuelvo á mi cueva y á mis fieras, pues no hay
-otro remedio.
-
-Yo te le he de dar, dijo el Quirón, tan feliz como verdadero, si me
-escuchas en la Crisi siguiente.
-
-
-
-
-CRISI VII
-
-_La fuente de los engaños._
-
-
-Declararon todos los males al hombre por su enemigo común, no más
-de por tener él razón. Estando ya para darle la batalla, dicen que
-llegó al campo la Discordia, que venía, no del infierno como algunos
-pensaron, ni de los pabellones militares como otros creyeron; sino de
-casa de la hipócrita Ambición. En estando allí, hizo de las suyas.
-
-Movió una reñida competencia sobre quién había de llevar la vanguardia,
-no queriendo ceder ningún vicio esta ventaja del valor y del valer.
-Pretendía la Gula, por primera pasión del hombre, que comienza á
-triunfar desde la cuna. La Lascivia llevábalo por valiente, jactándose
-de la más poderosa pasión, refiriendo sus victorias y favorecíanla
-muchos. La Codicia alegaba ser la raíz de todos los males. La Soberbia
-blasonaba su nobleza, haciéndose oriunda del cielo y ser el vicio
-más de hombres, cuando los demás son de bestias. La Ira lo tomaba
-fuertemente. De esta suerte peleaban entre sí y todo paraba en
-confusión.
-
-Tomó la mano la Malicia y hízoles una pesadamente grave arenga.
-Encargóles sobre todo la unión, aquel ir encadenados todos y, tocando
-el punto de la dificultad, les dijo:
-
-Esta bizarría del embestir, sabida cosa es que toca á mi hija
-primogénita la Mentira. ¿Quién dudó jamás de eso? Ella es la autora de
-toda maldad, fuente de todo vicio, madre del pecado, arpía que todo
-lo inficiona, Fitón que todo lo anda, hidra de muchas cabezas, Proteo
-de muchas formas, Centimano que á todas manos pelea, Caco que á todos
-desmiente, progenitora al fin del engaño, aquel poderoso rey, que
-abarca todo el mundo entre engañadores y engañados, unos de ignorancia
-y otros de malicia.
-
-La Mentira, pues, con el Engaño embistan la incauta candidez del
-hombre, cuando mozo y cuando niño, valiéndose de sus invenciones,
-ardides, estratagemas, asechanzas, trazas, ficciones, embustes,
-enredos, embelecos, dolos, marañas, ilusiones, trampas, fraudes,
-falacias y todo género de italiano proceder: que de este modo, entrando
-los demás vicios por su orden, sin duda que tarde ó temprano, á la
-mocedad ó la vejez, se conseguirá la deseada victoria.
-
-Cuánta verdad sea ésta confírmelo lo que les sucedió á Critilo y
-Andrenio, á poco rato que se habían despedido del sagaz Quirón. El
-cual, habiéndolos sacado de aquel confuso Babel, registro de todo el
-mundo, é introducídolos en el camino más derecho, volvióse á encaminar
-otros y ellos pasaron adelante en el peregrino viaje de su vida.
-
-Iba muy consolado Andrenio con el único remedio que le dió para poder
-vivir y fué que mirase siempre al mundo, no como ni por donde le suelen
-mirar todos; [Marginal: _Conde de Oñate._] sino por donde el buen
-entendedor conde de Oñate, esto es al contrario de los demás, por la
-otra parte de lo que parece. Y con eso, como él anda al revés, el que
-le mira por aquí, le ve al derecho, entendiendo todas las cosas al
-contrario de lo que muestran.
-
-Cuando vieres un presumido de sabio, cree que es un necio. Ten al rico
-por pobre de los verdaderos bienes. El que á todos manda es esclavo
-común. El grande de cuerpo no es muy hombre; el grueso, tiene poca
-sustancia. El que hace el sordo oye más de lo que querría. El que mira
-lindamente es ciego ó cegará. El que huele mucho huele mal á todos. El
-hablador no dice cosa. El que ríe regaña. El que murmura se condena. El
-que come más come menos. El que se burla tal vez se confiesa. El que
-dice mal de la mercadería la quiere. El que hace el simple sabe más. Al
-que nada le falta él se falta á sí mismo. El avaro, tanto le sirve lo
-que tiene, como lo que no tiene. El que gasta más razones tiene menos.
-El más sabio suele ser menos entendido. Darse buena vida es acabar. El
-que la ama la aborrece. El que te unta los cascos, ése te los quiebra;
-el que te hace fiestas, te ayuda. La necedad la hallarás de ordinario
-en los buenos pareceres. [Marginal: _Saber discurrir._] El muy derecho
-es tuerto. El mucho bien hace mal. El que excusa pasos da más. Por no
-perder un bocado se pierden ciento. El que gasta poco gasta doblado. El
-que te hace llorar te quiere bien. Y al fin, lo que uno afecta y quiere
-parecer, éso es menos.
-
-De esta suerte iban discurriendo, cuando interrumpió su filosofar otro
-monstruo, aunque no lo extrañaron, porque en este mundo no se topa sino
-una monstruosidad tras otra. Venía hacia ellos una carroza, cosa bien
-rara en camino tan dificultoso, aunque tan derecho; pero ella era tan
-artificiosa y de tan enteras vueltas, que atropellaba toda dificultad.
-Las pías, que la tiraban, más remendadas que pías, eran dos serpientes
-y el cochero una vulpeja.
-
-Preguntó Critilo si era carroza de Venecia; pero disimuló el cochero,
-haciendo del desentendido. Venía dentro un monstruo, digo, muchos en
-uno, porque ya era blanco, ya negro, ya mozo, ya viejo, ya pequeño,
-ya grande, ya hombre, ya mujer, ya persona, ya fiera, tanto, que dijo
-Critilo si sería éste el celebrado Proteo.
-
-Luego que llegó á ellos, se apeó con más cortesías que un francés
-novicio, primera especie de engaño. Y con más cumplimientos que una
-despedida aragonesa, les dió la bienvenida, ofreciéndoles, de parte de
-su gran dueño su palacio, donde descansasen algunos días del trabajo de
-tan enfadoso camino.
-
-Agradecidos ambos á tan anticipado favor, le preguntaron ¿quién era el
-tal señor, que sin conocerlo ni conocerlos, así los obligaba?
-
-Es, dijo, un gran príncipe, que, si bien su señorío se extiende por
-toda la redondez de la tierra, aquí al principio del mundo, en esta
-primera entrada de la vida tiene su metrópoli. Es un gran rey y con
-toda propiedad monarca, pues tiene vasallos reyes, que son bien pocos
-los que no le rinden parias. Su reino es muy florido, donde, á más de
-que se premian las armas y se estiman las letras, [Marginal: _Hacer
-parecer._] quien quisiere entender de raíz la política, el modo, el
-artificio, curse esta corte: aquí le enseñarán el atajo para medrar y
-valer en el mundo, el arte de ganar voluntades y tener amigos y sobre
-todo el hacer parecer las cosas, que es el arte de las artes.
-
-Picado el gusto, picábanle los pies á Andrenio por ir allá. No veía la
-hora de hallarse en una corte tan política. Y, obligado del agasajo,
-estaba ya dentro de la carroza, dando la mano á Critilo y estirándole á
-que entrase. Mas éste, como iba con pies de oro, volvió á informarse
-cómo se nombraba aquel príncipe. Que siendo tan grande, como decía, no
-podía dejar de tener gran nombre.
-
-Muchos tiene, respondió el ministro, mudando á cada palabra su
-semblante. Nombres y renombres tiene y, aunque en cada provincia el
-suyo y para cada acción, pero el verdadero, el más propio, pocos le
-saben, porque muy pocos llegan á verle y menos á conocerle. Es príncipe
-de mucha autoridad; que no es de éstos de á docena en provincia. Guarda
-gran recato; no se permite así vulgarmente. Que consiste su mayor
-estimación en el retiro y en no ser descubierto. Al cabo de muchos años
-llegan algunos á verle y eso por gran ventura; que otros ni en toda su
-vida.
-
-Ya en esto les había sacado del camino derecho y metido en otro muy
-intrincado y torcido. Cuando lo advirtió Critilo, comenzó á malearse;
-pero ya no era fácil volver atrás y desenredarse, asegurándoles la guía
-que aquél era el atajo de medrar, que le siguiesen, que él les ofrecía
-sacarlos á lucimiento, y que advirtiesen que casi todos los pasajeros
-echaban por allí.
-
-No es eso lo mejor, dijo Critilo; antes lo trivial le hace sospechoso,
-y previno á Andrenio fuese muy sobre sí y doblase la cautela.
-
-Llegaron ya á la gran fuente de la gran sed, tan nombrada, como deseada
-de todos los fatigados viandantes. Famosa por su artificio, injuria
-de Juanelo y célebre por la perennidad de sus líquidos cristales.
-Estaba en medio de un gran campo y aun no bastante para la mucha
-gente que concurría, solicitando alivio á tanta sed y fatiga. Veíase
-en aquella ocasión tan coronada de sedientos pasajeros, que parecía
-haberse juntado todo el mundo: que bien pocos de los mortales faltaban.
-Brollaba el agua por siete caños en gran abundancia; aunque no eran
-de oro, sino de hierro, circunstancia que la notó bien Critilo. Y más
-cuando vió que, en vez de grifos y leones, eran sierpes y eran canes.
-No había estanque donde el agua rebalsase, porque no sobraba gota,
-donde se desperdiciaban tantas, asegurando todos, cuantos la gustaban,
-era la más dulce que en su vida habían bebido. Y con este cebillo,
-sobre el cansancio, no cesaban de brindarse, hidrópicos de dulzura.
-Para la gente de cuenta, que siempre éstos son contados, había cálices
-de oro, que una agradable ninfa, tabernera de Babilonia, con extremada
-cortesía les ministraba y las más veces bailándoles el agua delante.
-
-Aquí Andrenio, tan apretado de la sed, cuan obligado del agasajo, sin
-más reparo, se precipitó al agua. Poca pudo pasar, que le gritó Critilo:
-
-¡Aguarda, espera! Mira primero si es agua.
-
-¿Pues qué ha de ser?, replicó él.
-
-Bien puede ser veneno, que aquí todo es de temer.
-
-Agua veo yo que es y muy clara y bien risueña.
-
-Esto, replicó Critilo, es lo peor: aun del agua clara ya no hay
-que fiar, pues con todo ese claro proceder adultera las cosas,
-representándolas mayores de lo que son y á veces más altas y otras
-las esconde en el profundo: ya ríe, ya murmura, que no hiciera más un
-áulico.
-
-Déjame siquiera enjuagar, replicó Andrenio: que estoy que perezco.
-
-No hagas tal, que el enjuagar siempre fué reclamo de beber.
-
-¿Siquiera no podría bañarme estos ojos, limpiándome del polvo que me
-ciega y del sudor que me ensucia?
-
-Ni aun eso. Créeme y remítete siempre á la experiencia, con enseñanza
-tuya y riesgo ajeno. Nota el efecto que hará en éstos, que ahora
-llegan. Míralos bien primero, antes que beban, y vuelve á reconocerlos
-después de haber bebido.
-
-Llegaba en esto una gran tropa de pasajeros que, más sedientos que
-atentos, se lanzaron al agua. Comenzaron á bañarse lo primero y
-restregarse los ojos blandamente; pero ¡cosa rara é increíble! al mismo
-punto que les tocó el agua en ellos, se les trocaron, de modo que,
-siendo antes muy naturales y claros, se les volvieron de vidrio de
-todos colores.
-
-[Marginal: _Satisfecho._]
-
-Á uno tan azules, que todo cuanto veía le parecía un cielo, que estaba
-en gloria: éste era un gran necio, que vivía muy satisfecho de sus
-cosas. Á otro se le volvieron cándidos, como la misma leche: todo
-cuanto veía le parecía bueno, sin género alguno de malicia. De nadie
-sospechaba mal y así todos le engañaban, todo lo abonaba y más si eran
-cosas de sus amigos: hombre más sencillo que un polaco.
-
-[Marginal: _Malicioso._]
-
-Al contrario, á otro se le pusieron más amarillos que una hiel: ojos
-de suegra y cuñada. En todo hallaba dolo y reparo, todo lo echaba á la
-peor parte y, cuantos veía, juzgaba que eran malos y enfermos. Éste era
-uno más malicioso que juicioso.
-
-Á otros se les volvían verdes, que todo se lo creían y esperaban
-conseguir: ojos ambiciosos. Los amartelados cegaban de todo punto y
-de ajenas legañas. Á muchos se les paraban sangrientos que parecían
-calabreses.
-
-¡Cosa rara! que, aunque á algunos daba buena vista, veían bien y
-miraban mal: debían ser envidiosos. No sólo se les alteraban los ojos
-en orden á la calidad; sino á la cantidad y figura de los objetos y
-de suerte que á unos todas las cosas les parecían grandes y más las
-propias, á lo castellano; á otros todo les parecía poco, gente de
-malcontentar.
-
-Había uno, que todas las cosas le parecían estar muy lejos, acullá cien
-leguas, y más los peligros, la misma muerte. Éste era un incauto. Al
-contrario, á otro le parecía, que todo lo tenía muy cerca y los mismos
-imposibles muy á mano. Todo lo facilitaba: pretendiente había de ser.
-
-[Marginal: _Confiado._]
-
-Notable vista era la que les comunicaba á muchos, que todo les parecía
-reírseles y que todos les hacían fiestas y agasajos: condición de
-niños. Estaba uno muy contento, porque en todo hallaba hermosura,
-pareciéndole que veía ángeles: éste dijeron que era ó portugués ó nieto
-de Macías.
-
-Hombre había, que en todo se veía á sí mismo: necio Antiferonte. Á
-otro se le equivocó la vista de modo, que veía lo que no miraba:
-bizco de intención y de voluntad torcida. Había ojos de amigos y ojos
-de enemigos muy diferentes; ojos de madre, que los escarabajos le
-parecían perlas, y ojos de madrastra, mirando siempre de mal ojo; ojos
-españoles, verdinegros, y azules los franceses.
-
-Todos estos monstruosos efectos causó aquel venenoso licor en los que
-se lavaron con él; que en otros, que llegaron á tomarle en la boca y
-enjuagarse, ya obró más prodigiosas violencias, pues las lenguas, que
-antes eran de carne sólida y sustancial, las trocó en otras de bien
-extraordinarias materias. [Marginal: _Lengua de seda._] Unas de fuego,
-que abrasaban el mundo y otras de aguachirle, muy á la clara. Muchas
-de viento, que parecían fuelles en llenar las cabezas de mentiras, de
-soplos y de lisonjas. Algunas, que habían sido de seda, las volvía
-de bayeta y las de terciopelo en raso. Transformaba otras en lenguas
-de burlas, nada sustanciales y las más de borra, que se embarazaban
-mucho en decir lo que convenía. Á muchas mujeres las quitó del todo
-las lenguas; pero no el habla, que antes hablaban más, cuanto más
-deslenguadas.
-
-[Marginal: _Modos de hablar._]
-
-Comenzó uno á hablar muy alto.
-
-Éste, dijo Andrenio, español es.
-
-No es sino un presuntuoso, dijo Critilo: que los que habían de hablar
-más quedo, hablan de ordinario más alto.
-
-Así es, dijo uno, con una voz afeminada, que parecía francés y no era;
-sino un melindroso.
-
-Salióle al encuentro otro, que parecía hablar entre boca de noche y
-todos creyeron era tudesco; mas él mismo dijo:
-
-No soy sino uno de éstos que, por hablar culto, hablo á oscuras.
-
-Ceceaba uno tanto, que hacía rechinar los dientes y todos convinieron
-en que era andaluz ó gitano. Otros se escuchaban y eran los que peor
-decían. Muy alborotado comenzó uno á inquietarlo todo y á revolver
-el mundo, sin saber él mismo por qué; sólo dijo que era su natural.
-Creyeron todos que era mallorquín; mas no era, sino un bárbaro furioso.
-
-Hablaba uno y nadie le entendía: pasó plaza de vizcaíno; mas no lo era,
-sino uno que pedía. Perdió de todo punto la habla un otro, procurando
-darse á entender por señas y todos se reían de él.
-
-Éste, sin duda, dijo Critilo, quiere decir la verdad y no acierta ó no
-se atreve.
-
-Hablaban otros muy ronco y con voz muy baja.
-
-Éstos, dijo, habían de ser del parlamento; pero no son sino del consejo
-de sí mismos.
-
-Algunos hablaban gangoso; si bien no faltaba quien les entendía la
-ganga, tartamudeando los que negaban, los que ni bien decían de sí,
-ni bien de no. Muchos no hablaban seguido y muy pocos se mordían la
-lengua. Pronunciaban algunos como botijas á lo enfadado y más á lo
-enfadoso. Éstos entonado, aquéllos mirlado, especialmente cuando
-querían engañar.
-
-Fué de modo, que ninguno quedó con su voz, ni buena ni verdadera.
-No había hombre, que hablase llanamente, igual, consiguiente y sin
-artificio; todos murmuraban, fingían, malsinaban, mentían, engañaban,
-chismeaban, injuriaban, blasfemaban y ofendían.
-
-Desde aquí aseguran que á los franceses, que bebieron más que todos y
-les brindaron los italianos, les quedó el no hablar como escriben, ni
-el obrar lo que dicen: de modo, que es menester atenderles mucho á lo
-que pronuncian y escriben, entendiéndolo todo al revés.
-
-Pero donde mostró su eficacia el licor pestilencial fué en aquellos que
-bebieron dél. Porque al mismo punto que le tragaron, ¡cosa lastimosa,
-pero cierta! todo el interior se les revolvió y mudó de suerte, que
-no les quedó aquella sustancia verdadera, que antes tenían; sino que
-quedaron llenos de aire, rebutidos de borra. Hombres de burla, todo
-mentira y embeleco.
-
-[Marginal: _Hombres de ahora._]
-
-Los corazones se les volvieron de corcho, sin jugo de humanidad ni
-valor de personas; las entrañas se les endurecieron más que de
-pedernales; los sesos, de algodón, sin fondo de juicio; la sangre,
-agua, sin color ni calor; el pecho, de cera, no ya de acero; los
-nervios, de estopa, sin bríos; los pies, de plomo para lo bueno y
-de pluma para lo malo; las manos, de pez, que todo se les pega; las
-lenguas, de borra; los ojos, de papel. Y todos ellos engaño de engaños
-y todo vanidad.
-
-Al desdichado Andrenio una sola gota, que tragó, que las demás se las
-hizo verter Critilo, le hizo tal operación, que quedó vacilando siempre
-en la virtud.
-
-¿Qué te parece, le dijo Critilo? ¿Qué perennidad ésta de engaños? ¿Qué
-manantial de mentiras en el mundo? Mira que bueno hubieras quedado,
-si hubieras bebido á hartar, como hacen los más. [Marginal: _Duque
-de Osuna. Príncipe de Condé._] ¿Piensas tú que valen poco unos ojos
-claros, una lengua verdadera, un hombre sustancial, un duque de Osuna,
-una persona que lo sea, un príncipe de Condé? Créeme y estima el serlo,
-que es un prodigio de fénix.
-
-¡Ay tal suceso!, decía Andrenio. ¿Quién tal creyera de una agua tan
-mansa?
-
-Ésta es la peor.
-
-¿Cómo se llama esta fuente? preguntó á unos y á otros. Y ninguno supo
-responderle.
-
-No tiene nombre, dijo el Proteo: que en no ser conocida consiste su
-eficacia.
-
-Pues llámese, dijo Critilo, la fuente de los engaños, donde el que una
-vez bebe, después todo se lo traga y todo lo trueca.
-
-Quisiera volver atrás Critilo; mas no pudo ni vino en ello Andrenio.
-[Marginal: _Necio con todos._] Ya maleado, instando en pasar adelante
-el Proteo y diciendo: ¡Ea!, que más vale ser necio con todos, que
-cuerdo á solas.
-
-Fuélos desviando, que no guiando, por unos prados amenos, donde se
-estaba dando verdes la juventud. Caminaban á la fresca de árboles
-frondosos, todos ellos descorazonados: gran señal de infructíferos.
-Divisábase ya la gran ciudad, por los humos: vulgar señal de
-habitación humana, en que todo se resuelve. Tenía extremada apariencia
-y mejor cuanto más de lejos era. Era increíble el concurso, que de
-todas las provincias y á todos tiempos acudían á aquel paradero de
-todos, levantando espesas nubes de polvo, que quitaban la vista.
-
-Cuando llegaron á ella, hallaron que lo que parecía clara por fuera,
-era confusa por dentro. Ninguna calle había derecha ni despejada:
-modelo de laberintos y centro de minotauros. Fué á meter el pie el
-arrojado Andrenio y dióle un grito Critilo:
-
-Abre los ojos primero, los interiores digo, y por que adviertas donde
-entras, mira.
-
-Bajóse á tierra y, escarbando en ella, descubrió lazos y más lazos, de
-mil maneras, hasta de hilos de oro y de rubios cabellos. De suerte que
-todo el suelo estaba sembrado de trampas encubiertas.
-
-Nota, le dijo, dónde y cómo entras, considera á cada paso que dieres
-dónde pones el pie y procura asentarlo. No te apartes un punto de mi
-lado, si no quieres perderte. [Marginal: _Regla de vivir._] Nada creas
-de cuanto te dijeren, nada concedas de cuanto te pidieren, nada hagas
-de cuanto te mandaren. Y en fe de esta lección, echemos por esta calle,
-que es la del callar y ver para vivir.
-
-Eran todas las casas de oficiales; no se veía un labrador: gente que
-no sabe sentir. Vieron cruzar de una parte á otra muchos cuervos
-domésticos y muy hallados con sus amos. Extrañólo Andrenio y aun lo
-tuvo por mal agüero; mas díjole el Proteo:
-
-No te espantes, que destas malas aves dijo una muy aguda necedad
-Pitágoras, prosiguiendo aquél su opinado disparate, de que Dios
-castigaba los malos en muerte, trasladando sus almas á los cuerpos
-de aquellos brutos, á quienes habían simbolizado en vida. Las de los
-crueles metía á tigres, las de los soberbios á leones, las de los
-deshonestos á jabalíes y así de todos. [Marginal: _Oficiales._] Dijo,
-pues, que las almas de los oficiales, especialmente aquellos que nos
-dejan en cueros, cuando nos visten, las daba á cuervos. Y, como
-siempre habían mentido, diciendo ¡mañana, señor, estará acabado, para
-mañana sin falta! ahora, prosiguiendo su misma canción, van repitiendo
-por castigo y por costumbre aquel su _¡cras, cras!_, que nunca llega.
-
-En lo más interior ya de la ciudad vieron muchos y grandes palacios,
-muy ostentosos y magníficos.
-
-Aquel primero, les dijeron antes de preguntarlo, es de Salomón. Allí
-está embelesado entre más de trescientas mujeres, equivocándose entre
-el cielo y el infierno.
-
-En aquella, que parece fortaleza y no es sino una casa bien flaca, mora
-Hércules, hilando con Onfale la camisa ó mortaja de su fama.
-
-Acullá Sardanápalo, vestido de mujer y revestido de su flaqueza.
-Más hacia acá Marco Antonio, el desdichado, por más que le diga la
-buenaventura una gitana.
-
-En aquel arruinado alcázar no vive, sino que acaba, el godo Rodrigo,
-desde cuyo tiempo quedaron fatales los condes para España. Aquella
-otra, la mitad de oro y la mitad de lodo amasado con sangre humana, es
-la casa áurea de Nerón, el extremado, comenzando por una prodigiosa
-clemencia y acabando en una portentosa crueldad. Acullá hace ruido el
-más cruel de los Pedros, que no sólo los dientes, pero todos los huesos
-está crujiendo de rabia.
-
-Aquellos otros palacios se están fabricando ahora á toda priesa. No se
-sabe aún para quién son; aunque muchos se lo sospechan. Lo cierto es
-que se edifican para quien no edifica y estas obras son para los que no
-las hacen.
-
-Este lado del mundo embarazan los engañados, les dijo uno vestido de
-verde; aquel otro lo ocupan los engañadores. Aquéllos se ríen de éstos
-y éstos de aquéllos, que al cabo del año ninguno queda deudor.
-
-[Marginal: _Engañados engañadores._]
-
-Mostró grandes ganas Andrenio de pasar de la otra banda y verlo todo,
-no estando siempre entre los engañados; pero no topaban otro, que
-tiendas de mercaderes y muy á oscuras. Unas vendían borra y más borra,
-para hacer parecer, para suplir faltas, aun de las mismas personas.
-Otras, cartones para hacer figuras.
-
-Había una llena de pieles de raposa y aseguraban eran más estimadas,
-que las martas cebellinas. Creyéronlo, cuando vieron entrar y salir en
-ella hombres famosos, como Temístocles y otros más modernos. Vestíanse
-muchos de ellas, á falta de pieles de león, que no se hallaban; pero
-los sagaces servíanse de ellas por aforro de los mismos armiños.
-
-Vieron en una tienda gran cantidad de anteojos para no ver ó para
-que no viesen. Compraban muchos los señores, para los que los llevan
-acuestas, con que los tienen quietos y enfrenados. Las casadas los
-compraban, para que no se viesen sus antojos y hacer creer á los
-maridos se les antojan las cosas. También había para engrandecer y para
-multiplicar, de modo que había de viejos y de mozos, de hombres y de
-mujeres y éstos eran los más caros.
-
-Toparon una tienda llena de corchos, para hacer personas y realmente,
-aunque se empinaban con ellos y parecían más de lo que eran, pero
-todo era poca sustancia. Lo que le contentó mucho á Andrenio fué una
-guantería:
-
-¡Qué gran invención, dijo, ésta de los guantes! Para todo tiempo,
-contra el calor y contra el frío, defienden del sol y del aire; aunque
-no sea sino para dar qué hacer á algunos, que en todo el día no hacen
-otro, que calzárselos y descalzárselos.
-
-[Marginal: _Cazar con guantes._]
-
-Sobre todo, dijo Critilo, para que á poca costa echen buen olor las
-personas; que de otra suerte cuesta mucho y tal vez un ojo de la cara.
-
-¡Qué bien lo entendéis!, replicó el guantero. Si dijerais que sirven ya
-para envainar las uñas, que no les puedan mirar á las manos, eso sí. Ni
-falta quien se los calza para cazar.
-
-¿Cómo puede ser eso, dijo Critilo, si el mismo refrán lo contradice?
-
-No hagáis caso de eso, señor mío, que ya hasta los refranes mienten ó
-los desmienten. Lo que yo sé decir es que más monta ahora lo que se da
-para guantes, que en otro tiempo para un vestido.
-
-Dadme acá uno solo, dijo Critilo, que yo quiero asentarlo.
-
-Después de haber pasado las calles de la Hipocresía, de la Ostentación
-y Artificio, llegaron ya á la plaza Mayor, que era la de palacio,
-porque estuviesen en su centro.
-
-Era espacioso y nada proporcionado ni estaba á escuadra; todo ángulos y
-traveses, sin perspectiva ni igualdad. Todas sus puertas eran falsas y
-ninguna patente. Muchas torres, más que en Babilonia y muy airosas. Las
-ventanas verdes, color alegre, por lo que promete, y el que más engaña.
-
-Aquí vivía ó aquí yacía aquel tan grande como escondido monarca, que
-muy entretenido asistía estos días á unas fiestas, dedicadas á engañar
-el pueblo, no dejándole lugar para discurrir en cosas mayores.
-
-Estaba el príncipe viéndolas bajo celosía, ceremonia inviolable y más
-este día, que hubo unos juegos de mano, obra de gran sutileza, muy de
-su gusto y genio: toda tropelía.
-
-Estaba la plaza hecha un gran corral del vulgo, enjambre de moscas en
-el zumbido y en sentarse en la basura de las costumbres, engordando con
-lo podrido y hediondo de las morales llagas.
-
-Á tan mecánico aplauso, subió en puesto superior, más descarado que
-autorizado, cuales suelen ser todos los que sobresalen en las plazas,
-un elocuentísimo embustero, que después de una bien paloteada arenga,
-comenzó á hacer notables prestigios, maravillosas sutilezas, teniendo
-toda aquella innumerable vulgaridad embobada.
-
-Entre otras burlas bien notables, les hacía abrir las bocas y
-aseguraba les metía en ellas cosas muy dulces y confitadas. Y ellos
-se lo tragaban. Pero luego les hacía echar cosas asquerosísimas,
-inmundicias horribles, con gran desaire de ellos y risa de todos los
-circunstantes. El mismo charlatán daba á entender que comía algodón muy
-blanco y fino; mas luego, abriendo la boca, lanzaba por ella espeso
-humo, fuego y más fuego, que aterraba. Tragaba otras veces papel y
-luego iba sacando muchas cintas de seda, listones de resplandor: y todo
-era embeleco, como se usa.
-
-Gustó mucho á Andrenio y comenzó á solemnizarlo.
-
-Basta, dijo Critilo; que tú también te pagas de las burlas, no
-distinguiendo lo falso de lo verdadero.
-
-¿Quién piensas tú que es este valiente embustero?
-
-Éste es un falso político, llamado el Maquiavelo, que quiere
-dar á beber sus falsos aforismos á los ignorantes. [Marginal:
-_Maquiavelistas._] ¿No ves cómo ellos se los tragan, pareciéndoles
-muy plausibles y verdaderos? Y bien examinados, no son otro que una
-confitada inmundicia de vicios y de pecados. Razones, no de estado,
-sino de establo. Parece que tiene candidez en sus labios, pureza en su
-lengua y arroja fuego infernal, que abrasa las costumbres y quema las
-repúblicas. Aquéllas, que parecen cintas de seda, son las políticas
-leyes, con que ata las manos á la virtud y las suelta al vicio. Éste
-es el papel del libro que publica y el que masca: todo falsedad y
-apariencia, con que tiene embelesados á tantos y tontos. Créeme que
-aquí todo es engaño; mejor sería desenredarnos presto de él.
-
-Mas Andrenio apelóse al entretenimiento del otro día, que lo publicaron
-de mucho deporte.
-
-No bien amaneció, que allí aun el día nunca es claro, cuando se vió
-ocupada toda la plaza de un gran concurso de gente, con que no faltó
-quien dijo estaba de bote en bote vacía. La fiesta era una farsa con
-muchas tramoyas y apariencias: célebre espectáculo en medio de aquel
-gran teatro de todo el mundo. No faltó Andrenio de los primeros para
-su gusto ni Critilo para su provecho. En vez de la música, ensaladilla
-del gusto, se oyeron pucheros y, en lugar de los acordes instrumentos
-y voces regaladas, se oyeron lloros y, al cabo de ellos, si se acaban,
-salió un hombrecillo, digo que comenzaba á ser hombre. Conocióse luego
-ser extranjero en lo desarrapado.
-
-Apenas se enjugó las lágrimas, cuando se adelantó á recibirle un grande
-cortesano, haciéndose muy amigo, dándole la bienvenida. Ofrecióle
-largamente cuanto pudiera el otro desear en tierra ajena y él no
-cumplir en la propia, con tal sobra de palabras, que el extranjero se
-prometió las obras. Convidóle lo primero á su casa, que se veía allí
-á un lado, tan llena de tramoyas, cuan vacía de realidades. Comenzó á
-franquearle riquezas en galas, que era de lo que él más necesitaba,
-por venir desnudo; pero con tal artificio, que lo que con una mano le
-daba, con la otra se lo quitaba, con increíble presteza. Calábase un
-sombrero, coronado de diamantes, y prontamente arrojaban un anzuelo,
-sin saber cómo ni por dónde y pescábanselo con sobrada cortesía. Lo
-mismo hicieron de la capa, dejándole gentilhombre. Poníale delante
-una riquísima joya; mas luego con gran destreza se la barajaba,
-suponiéndole otra falsa, que era tirarle piedras. Estrenábale una gala
-muy costosa y, en un cerrar y abrir de ojos, se convertía en una triste
-mortaja, dejándole en blanco.
-
-Y todo esto con grande risa y entretenimiento de los presentes: que
-todos gustan de ver el ajeno engaño, faltándoles el conocimiento para
-el propio. Ni advertían que, mientras estaban embelesados, mirando lo
-que al otro le pasaba, les saqueaban á ellos las faltriqueras y tal vez
-las mismas capas. De suerte que al cabo, el mirado y los que miraban,
-todos quedaban iguales, pues quedaban todos desnudos en la calle y aun
-en la misma tierra.
-
-Salió en esto otro agasajador y, aunque más humano, hechura del
-primero. Parecía del buen gusto y así le dijo tratase de emplearlo.
-Mandó parar la mesa á quien nunca para. Sacaron muchos platos; aunque
-los más comen sin plato. Arrastraron sillas y al punto que el convidado
-fué á sentarse en una, que no debiera tomarlo tan de asiento, falseóle
-á lo mejor y, al caer él, se levantó la risa en todo el teatro.
-Acudió compasiva una mujer y por lo joven muy robusta y, ayudándole
-á levantar, le dijo se afirmase en su rollizo brazo. Con esto pudo
-proseguir, si no hallara falsificada la vianda.
-
-Porque al descoronar la empanada, hallaba sólo el eco y del pernil el
-_nihil_. Las aves sólo tenían el nombre de perdigones, todo crudo y
-sin sustancia. Al caer se quebró el salero, con que faltó la sazón y
-el agüero no. El pan, que parecía de flor, era con piedras, que aún no
-tenía salvados. [Marginal: _Vida tragedia._] Las frutas de Sodoma, sin
-fruto. Sirviéronle la copa de todas maneras penada, y tanto, que más
-fué papar viento que beber vino, que fué. En vez de música, era la vaya
-que le daban.
-
-Á lo mejor del banquete, cansóse ó quiso cansarse el falso arrimo;
-al fin, por lo femenil, flaco y falso. Dejóle caer y contó al revés
-todas las gradas, hasta llegar á tierra y llenarse de lodo. Ninguno de
-cuantos asistían se comidió á ayudarle. Miró él á todas partes, por si
-alguno se compadecía y vió cerca un viejo cano. Rogóle que, pues no era
-hombre de burlas, como lo prometía su madurez, quisiese darle la mano.
-Respondióle que sí y aun le llevaría en hombros. Ejecutólo oficioso;
-mas él se hacía cojo, cuando no volaba, y no menos falso que los demás.
-
-Á pocos pasos tropezó en su misma muleta, con que cayó en una
-encubierta trampa de flores y verduras, gran parte de la fiesta. Aquí
-lo dejó caer, cogiéndole de vuelo la ropa, que le había quedado; allí
-se hundió, donde nunca más fué visto ni oído, pereciendo su memoria con
-sonido, pues se levantó la grita de todo aquel mecánico teatro. Hasta
-Andrenio dando palmadas solemnizaba la burla de los unos y la necedad
-del otro.
-
-Volvióse hacia Critilo y hallóle, que no sólo no reía, como los demás;
-pero estaba sollozando.
-
-¿Qué tienes?, le dijo Andrenio. ¿Es posible que siempre has de ir al
-revés de los demás? ¿Cuando los otros ríen, tú lloras y cuando todos se
-huelgan, tú suspiras?
-
-Así es, dijo él. Para mí ésta no ha sido fiesta, sino duelo; tormento,
-que no deporte. Y si tú llegases á entender lo que es esto, yo aseguro
-me acompañarías en el llanto.
-
-¿Pues qué es esto, replicó Andrenio, sino un necio, que siendo
-extranjero, se fía de todos y todos le engañan, dándole el pago que
-merece su indiscreta facilidad?
-
-De eso, yo más quiero reir con Demócrito, que llorar con Heráclito.
-
-Y díme, le replicó Critilo, ¿y si fueses tú ese de quien te ríes? ¿Qué
-dirías?
-
-¿Yo? ¿De qué suerte? ¿Cómo puedo ser él, si estoy aquí vivo y sano y no
-tan necio?
-
-Ése es el mayor engaño, ponderó Critilo. Sabe, pues, que aquel
-desdichado extranjero es el hombre de todos y todos somos él. Entra en
-este teatro de tragedias llorando. Comiénzanle á cantar y encantar con
-falsedades. Desnudo llega y desnudo sale, que nada saca, después de
-haber servido á tan ruines amos.
-
-Recíbele aquel primer embustero, que es el mundo. Ofrécele mucho y
-nada cumple. Dale lo que á otros quita, para volvérselo á tomar, con
-tal presteza, que lo que con una mano le presenta, con la otra se lo
-ausenta y todo para en nada. Aquel otro, que le convida á holgarse,
-es el gusto, tan falso en sus deleites, cuan cierto en sus pesares.
-Su comida es sin sustancia y su bebida venenos. Á lo mejor falta el
-fundamento de la verdad y da con todo en tierra. Llega la salud, que,
-cuando más se asegura, más le miente. Aquéllos, que le dan priesa, son
-los males. Las penas le dan vaya y gritan los dolores: vil canalla toda
-de la fortuna.
-
-Finalmente, aquel viejo, peor que todos, de malicia envejecida, es el
-tiempo, que le da el traspié y le arroja en la sepultura, donde le deja
-muerto, solo, desnudo y olvidado.
-
-De suerte que, si bien se nota, todo cuanto hay, se burla del miserable
-hombre: el mundo le engaña, la vida le miente, la fortuna le burla,
-la salud le falta, la edad se pasa, el mal le da priesa, el bien se le
-ausenta, los años huyen, los contentos no llegan, el tiempo vuela, la
-vida se acaba, la muerte le coge, la sepultura le traga, la tierra le
-cubre, la pudrición le deshace, el olvido le aniquila y el que ayer fué
-hombre hoy es polvo y mañana nada.
-
-Pero ¿hasta cuándo, perdidos, habemos de estar perdiendo el precioso
-tiempo? Volvamos ya á nuestro camino derecho; que aquí, según veo, no
-hay que aguardar sino un engaño tras otro engaño.
-
-Mas Andrenio, hechizado de la vanidad, había hallado gran cabida en
-palacio. Entraba y salía en él, idolatrando en la fantástica grandeza
-de un rey, sin nada de realidad. Estaba más embelesado, cuando más
-embelecado. Vendíanle los favores, hasta la memoria, con que llegó á
-prometerse una fortuna extraordinaria. Hacía vivas instancias por verle
-y besarle los pies, que aun no tenía. Ofreciéronle que sí una tarde,
-que sin llegar siempre lo fué.
-
-Volvió Critilo á proponer las conveniencias de su ida, ya persuadiendo
-y ya rogando. Túvole finalmente, si no convencido, enfadado, de tanto
-_¡sin falta!_ con tantos. Llegaron ya á la puerta de la ciudad,
-con resolución de dejarla; ¡mas oh desdicha continuada! hallaron
-guardas en ella, que á nadie dejaban salir y á todos entrar. Con
-esto hubieron de volver atrás, Critilo apesarado de su poca suerte y
-Andrenio arrepentido de arrepentido. Volvió de nuevo á su necedad en
-pretensiones. Iba y venía á palacio. Y aunque para cada día había su
-excusa, nunca el cumplimiento ni el desengaño. No cesaba Critilo de
-pensar en su remedio; pero el extraordinario modo como lo consiguió,
-diremos adelante, entretanto se da noticia de las maravillas de la
-celebrada Artemia.
-
-
-
-
-CRISI VIII
-
-_Las maravillas de Artemia._
-
-
-Buen ánimo contra la inconstante fortuna, buena naturaleza contra
-la rigurosa ley, buen arte contra la imperfecta naturaleza y buen
-entendimiento para todo. Es el arte complemento de la naturaleza y un
-otro segundo ser, que por extremo la hermosea y aun pretende excederla
-en sus obras. Préciase de haber añadido un otro mundo artificial
-al primero. Suple de ordinario los descuidos de la naturaleza,
-perfeccionándola en todo; que sin este socorro del artificio, quedara
-inculta y grosera.
-
-Éste fué sin duda el empleo del hombre en el paraíso, cuando le
-revistió el Criador la presidencia de todo el mundo y la asistencia en
-aquél, para que lo cultivase: esto es, que con el arte lo aliñase y
-puliese. De suerte que es el artificio gala de lo natural, realce de
-su llaneza. Obra siempre milagros. Y si de un páramo puede hacer un
-paraíso ¿qué no obrará en el ánimo, cuando las buenas artes emprenden
-su cultura? Pruébelo la romana juventud y más de cerca nuestro
-Andrenio, aunque por ahora tan ofuscado en aquella corte de confusiones
-cuya libertad solicitaron los desvelos de Critilo con la felicidad que
-veremos.
-
-Érase una gran reina, muy celebrada por sus prodigiosos hechos,
-confinante con este primer rey y por el consiguiente tan contraria
-suya, que de ordinario traían guerra declarada y muy sangrienta.
-Llamábase aquélla, que no niega su nombre ni sus hechos, la sabia y
-discreta Artemia, muy nombrada en todos siglos, por sus muchas y raras
-maravillas. Si bien se hablaba de ella con gran variedad. [Marginal:
-_Duque del Infantado._] Porque, aunque los entendidos sentían y entre
-ellos el primero el tan valeroso, como discreto duque del Infantado,
-de sus acciones, como quien ellos son y ella merece; pero lo común
-era decir ser una valiente maga, una grande hechicera; aunque más
-admirable que espantosa.
-
-Muy diferente de la otra Circe, pues no convertía los hombres en
-bestias; sino al contrario, las fieras en hombres. No encantaba las
-personas; antes las desencantaba: de los brutos hacía hombres de razón.
-
-Y había quien aseguraba haber visto entrar en su casa un estólido
-jumento y, dentro de cuatro días, salir hecho persona. De un topo
-hacer un lince era fácil para ella. Convertía los cuervos en cándidas
-palomas, que era ya más dificultoso, así como hacer parecer leones las
-mismas liebres y águilas los tagarotes. De un buho hacía un jilguero.
-Entregábanle un caballo y, cuando salía de sus manos, no le faltaba
-sino hablar. Y aun dicen que realmente enseñaba á hablar á las bestias;
-pero mucho mejor á callar, que no era poco recabarlo dellas.
-
-Daba vida á las estatuas y alma á las pinturas. Hacía de todo género
-de figuras y figurillas, personas de sustancia. [Marginal: _Hombres
-muy hombres._] Y lo que más admiraba: de los titibilicios, cascabeles
-y esquiroles hacía hombres de asiento y muy de propósito y á los
-chisgarabises infundía gravedad. De una personilla hacía un gigante y
-convertía las monterías en madureces. De un hombre de burlas formaba un
-Catón severo. Hacía medrar un enano en pocos días, que llegaba á ser un
-Tifeo.
-
-Los mismos títeres convertía en hombres sustanciales y de fondo, que
-no hiciera más la misma prudencia. Los ciegos del todo transformaba en
-Argos y hacía que los interesados no fuesen los postreros en saber las
-cosas. Los dominguillos de borra, los hombrecillos de paja convertía en
-hombres de veras. Á las víboras ponzoñosas, no sólo las quitaba todo el
-veneno; pero hacía triaca muy saludable dellas.
-
-En las personas ejercitaba su saber y su poder con más admiración,
-cuanto era mayor la dificultad. Porque á los más incapaces infundía
-saber, que casi no ha dejado bobos en el mundo y, sí algunos
-maliciosos. Daba no sólo memoria á los entronizados; pero entendimiento
-á los infelices. [Marginal: _Duque de Alburquerque._] De un loco
-declarado hacía un Séneca y de un hijo de vecino, un gran ministro;
-de un alfeñique, un capitán general, tan valiente como un duque de
-Alburquerque; y de un osado mozo, un virrey excelentísimo del mismo
-Nápoles; de un pigmeo un gigantón de las Indias. De unos horribles
-monstruos hacía ángeles, cosa que estimaban mucho las mujeres.
-
-Viéronla á veces de repente hacer de un páramo un pensil y que prendían
-los árboles, donde no prendieran las varas mismas. Dondequiera que
-ponía el pie formaba luego una corte y una ciudad tan culta, como
-la misma Florencia. Ni le era imposible erigir una triunfante Roma.
-Desta suerte y á esta traza contaban della, que no acababan, cosas tan
-maravillosas como plausibles.
-
-Llegó esta noticia al no sordo Critilo, cuando más desahuciado estaba.
-Informóse muy por menudo de quién era Artemia, dónde y cómo reinaba y
-concibió al punto que en hablarla consistía su remedio. No pudo recabar
-de Andrenio, ni con ruegos ni razones, que le siguiese. Y así él,
-después de haber velado sobre el caso, trazó huirse y no tuvo tanta
-dificultad, como imaginaba. Que en este orden de cosas el que quiere,
-puede. Rompió con todo, que es el único medio y saltó por el portillo
-de dar en la cuenta: aquél que todos cuantos abren los ojos le
-hallan.
-
-Salió al fin tan dichoso, como contento. Y ya libre, metióse en camino
-para la corte de la deseada Artemia, á consultarla el rescate de su
-amigo, que llevaba más atravesado en su corazón, cuanto más dél se
-apartaba. Encontró por el camino muchos, que también iban allá: unos
-por curiosidad y otros por su provecho, que eran más cuerdos.
-
-Contaban todos cosas y casos portentosos. Que amansaba los leones y que
-con dos palabras, que les decía, los tornaba humanos y sufridos. Que
-desencantaba las serpientes y las hacía andar derechas. Tomaba de ojo
-á los basiliscos, quitándoles las niñas porque no matasen, ni miradas
-ni mirando: que todas eran cosas bien útiles y raras.
-
-[Marginal: _Matronas castas._]
-
-Todo eso es nada, dijo uno, con el prevalecer contra las mismas sirenas
-y transformarlas en matronas. Aquel convertir en tórtolas las lobas. Y
-lo más que se puede imaginar, que de una Venus bestial hizo una virgen
-vestal.
-
-Eso es gran cosa, dijeron todos.
-
-Campeaba ya su artificioso palacio, muy superior á todo. Y con estar
-en puesto tan eminente, hacía subir las aguas de los ríos á dar la
-obediencia á su poderosa maña, con un raro artificio, ejemplar de aquel
-otro del famoso artífice, que al mismo Tajo dió un corte de aguas
-cristalinas. Estaba todo él coronado de flores en jardines, prodigios
-también fragantes, porque las espinas eran rosas y las maravillas de
-todo el año. Hasta los olmos daban peras y uvas los espinos; de los
-más secos corchos sacaba jugo y aun néctar; y los peros, en Aragón tan
-indigestos, aquí se nacían confitados. Oíanse en los estanques cantar
-los cisnes en todo tiempo. Hízosele muy de nuevo á Critilo, porque en
-otras partes de tal suerte enmudecen, que aun en la hora de la muerte,
-aunque comúnmente se dice que cantan, ninguno se halla que los haya
-oído.
-
-[Marginal: _Desengañados._]
-
-Es, le dijeron, que, como son tan cándidos, si cantan, ha de ser
-la verdad y, como ésa es tan mal oída, han dado en el arbitrio de
-enmudecer. Sólo en aquel trance, apretados de la conciencia ó porque
-ya no tienen más que perder, cantan alguna verdad. Y de aquí se dijo
-que tal predicador ó tal ministro hablaron claro: el secretario Fulano
-desembuchó muchas verdades, el otro consejero descubrió su pecho,
-estando todos para morir.
-
-Á la puerta estaba un león, que se había convertido en una mansísima
-oveja y un tigre en un cordero. Por los balcones había muchas parleras,
-digo aves, en conversación, manteniendo la tela los papagayos;
-aunque los tordos se picaban de su nombre. Los gatos y los alanos
-de su casa ya no arañaban apretados ni mordían rabiosos; sino que,
-reconociendo leales su gran dueño, besaban sus generosas plantas.
-Estábanlos aguardando á la puerta muchas y bienaliñadas doncellas;
-aunque mecánicas y de escalera abajo. Otras más nobles y liberales le
-subieron arriba y le ensalzaron á la oficina, en que la discretísima
-Artemia, asistida de los varones eminentes, [Marginal: _Don Vicencio de
-Lastanosa._] señalándole á cada uno su puesto el grande apreciador de
-las eminencias, don Vicencio de Lastanosa, estaba actualmente ocupada
-en hacer personas de unos leños.
-
-Tenía un rostro muy compuesto, ojos penetrantes. Su hablar, aunque muy
-medido, muy gustoso. Sobre todo tenía extremadas manos, que daban vida
-á todo aquello en que las ponía. Todas sus facciones muy delicadas, su
-talle muy airoso y bienproporcionado y, en una palabra, toda ella de
-muy buen arte.
-
-Recibió con agradable bizarría á Critilo, celebrándole por muy de su
-genio, sacándolo por la pinta. Y añadió que con razón se llamó el
-rostro faz, porque él mismo está diciendo lo que hace y _facies_ en
-latín, lo que _facies_. Llegó Critilo á saludarla, logrando favores tan
-agradables. Extrañó ella que un varón discreto viniese, no ya solo, mas
-sí tanto.
-
-Que la conversación, decía, es de entendidos y ha de tener mucho de
-gracia y de las gracias, ni más ni menos de tres.
-
-Aquí destilando el corazón en lágrimas Critilo: Otros tantos,
-respondió, solemos ser un otro camarada, que dejo por dejado, y siempre
-se nos junta otro tercero de la región donde llegamos, que tal vez
-nos guía y tal nos pierde, como ahora, que por eso vengo á ti, ¡oh
-gran remediadora de desdichas!, solicitando tu favor y tu poder, para
-rescatar este otro yo, que queda malcautivo, sin saber de quién ni cómo.
-
-Pues, si no sabes dónde le dejas ¿cómo le hemos de hallar?
-
-Aquí entran tus prodigios, replicó él. Mas de que ahí queda en la corte
-juráralo yo, que ahí había de ser su perdición, de un rey famoso sin
-ser nombrado, poderoso por lo universal y singular por lo desconocido.
-
-Tate, dijo ella. Ya estás entendido, que fué favor sustancial. Él queda
-sin duda en la Babilonia, que no corte, de mi grande enemigo Falimundo,
-porque ahí perece el mundo entero y todos acaban, porque no acaban.
-Pero mejor ánimo en la peor fortuna: que no nos ha de faltar ardid
-contra el engaño.
-
-Mandó llamar uno de sus mayores ministros, gran confidente suyo, que
-acudió tan pronto, como voluntario. Parecía hombre de propósito y
-aun ilustre por lo claro y verdadero. Á éste le confió la empresa,
-informándole muy bien Critilo de lo pasado y Artemia de lo hacedero.
-Entrególe juntamente un espejo de purísimo cristal, obra grande de uno
-de los siete griegos, explicándole su manejo y eficacia.
-
-Y él empeñó su industria.
-
-Vistióse al uso de aquel país, con la misma librea, que los criados de
-Falimundo, que era de muchos dobleces, pliegues, forros y contraforros,
-senos, bolsillos, sobrepuestos, alforzas y capa para todas las cosas.
-Desta suerte se partió pronto á cumplir el preciso mandato.
-
-Quedó Critilo tan hallado como favorecido en la corte de Artemia,
-muy entretenido y aun aprovechado, viéndola cada día obrar mayores
-prodigios. Porque la vió convertir un villano zafio en un cortesano
-galante, cosa que parecía imposible. [Marginal: _Cortesanos._] De un
-montañés hizo un gentilhombre, que fué también gran primor del arte.
-Y no menor hacer de un vizcaíno un elocuente secretario. Convertía
-las capas de bayeta raídas en terciopelos y aun en felpas, un manteo
-deslucido de un pobre estudiante en una púrpura eminente y una gorra en
-una mitra. Los que servían en una parte hacía mandasen en otra y tal
-vez el mundo todo. Pues de un zagal, que guardaba una piara, hizo un
-pastor universal, obrando con más poder á mayor distancia. Porque se le
-vió levantar un mozo de espuelas á Betlengabor y de un lacayo un señor
-de la Tenza.
-
-Y de tiempos pasados contaban mayores cosas, pues la vieron transformar
-las aguijadas en cetros y hacer un César de un escribano. Mejoraba los
-rostros mismos, de modo que de la noche á la mañana se desconocían,
-mudando los pareceres de malos en buenos y éstos en mejores. De hombres
-muy livianos hacía hombres graves y de otros muy flacos, hombres de
-mucha sustancia. Y era de modo que todos los defectos del cuerpo
-suplía: hacía espaldas, era pies y manos para unos y daba ojos á otros,
-dientes y cabellos. Y lo que es más, remendaba corazones, haciéndolos
-de las mismas tripas, que todos eran milagros de su artificio.
-
-Pero lo que más admiró á Critilo fué verla coger entre las manos un
-palo, un tronco é irle desbastando, hasta hacer dél un hombre que
-hablaba, de modo, que se le podía escuchar. Discurría y valía al fin lo
-que bastaba para ser persona.
-
-Pero dejémosle tan bienentretenido y sigamos un rato al prudente
-anciano, que camina en busca de Andrenio á la corte del famoso rey
-Falimundo.
-
-Duraban aún los juegos bacanales. Andaban las máscaras más validas, que
-en la misma Barcelona. No hubo hombre ni mujer, que no saliese con la
-suya y todas eran ajenas. Había de todos modos, no sólo de diablura,
-pero de santidad y de virtud, con que engañaban á muchos simples, que
-los sabios claramente les decían se las quitasen.
-
-Y es cosa notable, que todos tomaban las ajenas y aun contrarias.
-[Marginal: _Hombres fingidos._] Porque la vulpeja salía con máscara de
-cordero, la serpiente de paloma, el usurero de limosnero, la ramera
-de rezadora y siempre en romerías. El adúltero de amigo del marido,
-la tercera de saludadora, el lobo del que ayuna, el león de cordero,
-el gato con barba á lo romano, con hechos de tal. El asno de león,
-mientras calla; el perro rabioso de risa, por tener falda, y todos de
-burla y engaño.
-
-Comenzó el viejo á buscar á Andrenio por aquellas encrucijadas, que no
-calles. Y, aunque llevaba las señas tan individuales, él estaba ya tan
-trocado, que no le conociera el mismo Critilo, porque ya los ojos no
-los tenía ni claros ni abiertos, como antes; sino muy oscuros y casi
-ciegos. Que los ministros de Falimundo ponen toda su mira en quitarla.
-Ya no hablaba con su voz, sino con la ajena; no oía bien y todo iba
-á malandar. Que, si los hombres son otros de la noche á la mañana
-¿qué sería en aquel centro de la mentira? Con todo, valiéndose de su
-industria y por otras señales más seguras de la ocasión y del tiempo,
-vino á tener lengua dél.
-
-Hallóle un día, perdiendo muchos en mirar cómo otros perdían sus
-haciendas y aun las conciencias. Había un gran partido de pelota,
-propio entretenimiento del mundo, y así se jugaba en su gran calle á
-dos bandas muy contrarias. Porque los jugadores unos eran blancos y
-otros negros, unos altos y otros bajos, éstos pobres, aquéllos ricos
-y todos diestros, como quien no hace otro eternamente. Las pelotas
-eran de viento, tan grandes como cabezas de hombres, que un pelotero
-llenaba de viento, por ojos y por oídos, dejándolas tan huecas, como
-hinchadas. Cogíalas el que las sacaba á la plaza y, diciendo que jugaba
-con toda verdad, pues todo es burla y todo es juego, daba con la pelota
-por aquellos aires, con más presteza, cuanto más impulso. Rebatíala
-el otro, sin dejarla reposar un instante. Todos la sacudían de sí con
-notable destreza, que en eso consistía su ganancia. Ya estaba tan alta,
-que se perdía de vista; ya tan baja, que iba rodando por aquellos
-suelos entre el lodo y la basura. Uno le daba por el pie y otro de
-la mano; pero los más con unas que parecían lenguas y eran palas. Ya
-andaba entre los de arriba, ya entre los de abajo, pareciendo grandes
-altibajos.
-
-Gritaba uno que ganaba quince y era así, que á los quince años suele
-ser la ganancia del vicio y la pérdida de la virtud. Otro decía treinta
-y tenía por ganado el juego, cuando á tanta edad no se sabe. De este
-modo la fueron peloteando, hasta que cayó en tierra reventada, donde la
-pisaron, que en esto había de parar: y tan á su costa ganaron unos y se
-entretenían todos.
-
-Éstas, dijo Andrenio, volviéndose hacia quien le buscaba, parecen
-cabezas de hombres.
-
-Y lo son, respondió el viejo, y una de ellas es la tuya. De hombres
-digo descabezados, más llenas de viento, que de entendimiento, y otras
-de borra, de enredos y mentiras. Rebútelas el mundo de su vanidad,
-cógenlas aquellos de arriba, que son los contentos y felicidades
-y arrójanla á los de abajo, que son sus contrarios los pesares y
-calamidades, con todo género de mal. Ya está el hombre miserable entre
-unos, ya entre otros, ya abatido, ya ensalzado. [Marginal: _La vida,
-juego._] Todos le sacuden y le arrojan, hasta que, reventado, viene
-á parar entre la azada y la pala, en el lodo y la hediondez de un
-sepulcro.
-
-¿Quién eres tú, que tanto ves? ¿Quién eres tú, que estás tan ciego?
-
-Fuésele poco á poco introduciendo, ganóle la voluntad para ganarle el
-entendimiento. Fuéle descubriendo Andrenio sus esperanzas y las grandes
-promesas de valer. Vista la sazón, díjole el viejo:
-
-Ten por cierto que por este camino jamás llegarás á ver este rey,
-cuanto menos hablarle. Dependes de su querer y él nunca querrá, que le
-va el ser en no ser conocido. El medio, que sus ministros toman para
-que no le veas, es cegarte: mira tú cuán poco miras. Hagamos una cosa.
-¿Qué me darás y yo te lo mostraré esta misma tarde?
-
-¿Burlas de mí?, le dijo Andrenio.
-
-No, porque siempre estoy de veras. No quiero otra cosa de ti, sino que
-le mires bien, cuando te lo mostrare.
-
-Eso es pedirme lo que deseo.
-
-Señalaron hora y acudieron puntuales, el uno como deseoso y el otro
-verdadero. Y, cuando Andrenio creyó le llevaría á palacio y le
-introduciría por el favor ó por el secreto, vió que le sacaba fuera,
-apartándole más. Quiso volverse, pareciéndole mayor embuste éste que
-todos los pasados. Detúvole el prudente, diciendo:
-
-Advierte que lo que no se puede ver cara á cara, se procura por
-indirecta. Subamos á aquella eminencia, que levantados de tierra, yo sé
-que descubriremos mucho.
-
-Subieron á lo alto, que caía enfrente de las mismas ventanas de
-Falimundo.
-
-Estando aquí, dijo Andrenio, paréceme que veo mucho más que antes.
-
-De que se holgó harto el compañero, porque en el ver y conocer
-consistía su total remedio. Hacíase ojos Andrenio, mirando hacia
-palacio, por ver si podía brujulear alguna realidad; mas en vano,
-que estaban las ventanas unas con celosías muy espesas y otras con
-vidrieras.
-
-No ha de ser dese modo, dijo el viejo; sino al contrario, volviendo las
-espaldas, que las cosas del mundo todas se han de mirar al revés para
-verlas al derecho.
-
-Sacó en esto el espejo del seno y, desenvolviéndole de un cendal,
-púsole delante, encarándole muy bien á las ventanas contrarias de
-palacio:
-
-Mira ahora, le dijo. Contempla bien y procura satisfacer tu deseo.
-
-¡Cosa rara é inaudita! Comenzó á espantarse y á temer tanto Andrenio,
-que casi desmayaba.
-
-¿Qué tienes? ¿Qué ves?, le preguntó el anciano.
-
-¿Qué he de ver? Lo que no quisiera ni creyera. Veo un monstruo, el más
-horrible que vi en mi vida, porque no tiene pies ni cabeza. ¡Qué cosa
-tan desproporcionada! No corresponde parte á parte ni dice uno con otro
-en todo él. ¡Qué fieras manos tiene! Y cada una de su fiera, ni bien
-carne ni pescado y todo lo parece. ¡Qué boca tan de lobo, donde jamás
-se vió verdad! Es niñería la quimera en su cotejo. ¡Qué agregado de
-monstruosidades! ¡Quita, quítamele de delante, que moriré de espanto!
-
-Pero el prudente compañero le decía:
-
-Cúmpleme la palabra. Nota aquel rostro, que á la primera vista parece
-verdadero y no es de hombre, sino de vulpeja. De medio arriba es
-serpiente. Tan torcido tiene el cuerpo y sus entrañas tan revueltas,
-que basta á revolverlas. El espinazo tiene de camello y hasta en la
-nariz tiene corcova. El remate es de sirena y aun peor: tales son
-sus dejos. No puede ir derecho. ¿No ves cómo tuerce el cuello? Anda
-acorvado y no de bieninclinado. Las manos tiene gafas, los pies
-tuertos, la vista atravesada. Y á todo esto habla en falsete, para no
-hablar ni proceder bien en cosa alguna.
-
-¡Basta!, dijo Andrenio, que reviento.
-
-Y basta que á ti te sucede lo que á todos los otros, dijo el viejo, que
-en viéndole una vez, tienen harto; nunca más le pueden ver. Eso es lo
-que yo deseaba.
-
-[Marginal: _Engaño._]
-
-¿Quién es este monstruo coronado?, preguntó Andrenio. ¿Quién este
-espantoso rey?
-
-Éste es, dijo el anciano, aquel tan nombrado y tan desconocido de
-todos, aquel cuyo es todo el mundo por sola una cosa que le falta.
-Éste es aquel que todos platican y le tratan y ninguno le querría en
-su casa, sino en la ajena. Éste es aquel gran cazador, con una red tan
-universal, que enreda todo el mundo. Éste es el señor de la mitad del
-año primero y de la otra mitad después. Éste el poderoso entre los
-necios, juez á quien tantos apelan, condenándose. Éste aquel príncipe
-universal de todos, no sólo de hombres, pero de las aves, de los peces
-y de las fieras. Éste es, finalmente, el tan famoso, el tan sonado, el
-tan común Engaño.
-
-No hay más que aguardar, dijo Andrenio. Vámonos de aquí, que ya estoy
-más lejos dél, cuanto más cerca.
-
-Aguarda, dijo el viejo, que quiero que conozcas toda su parentela.
-
-Ladeó un poco el espejo y apareció una urca, más furiosa que la de
-Orlando, una vieja más embelecadora que la de Sempronio.
-
-¿Quién es esta meguera?, preguntó Andrenio.
-
-[Marginal: _Mentira._]
-
-Ésta es su madre, la que lo manda y gobierna: ésta es la Mentira.
-
-¡Qué cosa tan vieja!
-
-Ha muchos años que nació.
-
-¡Qué cosa tan fea! Cuando se descubre, parece que cojea.
-
-Por eso la alcanzan luego.
-
-¡Qué de gente la acompaña!
-
-Todo el mundo.
-
-Y de buen porte.
-
-Ésos son los más llegados.
-
-¿Y aquellos dos enanos?
-
-El Sí y el No, que son sus meninos.
-
-¡Qué de promesas, qué de ofrecimientos, excusas, cumplimientos,
-favores! Hasta las alabanzas le acompañan.
-
-Torció el espejo á un lado y á otro y, descubriendo mucha gente
-honrada, aunque no de bien:
-
-Aquélla es la Ignorancia su abuela, la otra su esposa la Malicia,
-la Necedad su hermana. Aquellos otros sus hijos y sus hijas, los
-Males, las Desdichas, el Pesar, la Vergüenza, el Arrepentimiento, la
-Perdición, la Confusión y el Desprecio. Todos aquellos, que le están al
-lado, son sus hermanos y primos, el Embuste, el Embeleco y el Enredo,
-grandes hijos deste siglo y desta era.
-
-¿Estás contento, Andrenio?, le preguntó el viejo.
-
-Contento no; pero desengañado sí. Vamos, que los instantes se me hacen
-siglos. Una misma cosa me es dos veces tormento, primero deseada y
-después aborrecida.
-
-Salieron ya por la puerta de la luz de aquel Babel del Engaño. Iba
-Andrenio á medio gusto, que nunca llega á ser entero. Examinóle el
-viejo de su nueva pena y respondióle:
-
-¿Qué quieres?
-
-Que aún no me he hallado todo.
-
-¿Qué te falta?
-
-La mitad.
-
-[Marginal: _Amigos._]
-
-¿Qué? ¿Algún camarada?
-
-Más.
-
-¿Algún hermano?
-
-Aun es poco.
-
-¿Tu padre?
-
-Por ahí, por ahí: un otro yo, que lo es un amigo verdadero.
-
-Tienes razón. Mucho has perdido, si un amigo perdiste: será bien
-dificultoso hallar otro. Pero díme, ¿era discreto?
-
-Sí y mucho.
-
-Pues no se habrá perdido para sí. ¿No supiste qué se hizo?
-
-Díjome iba á la corte de una reina tan sabia, como grande, llamada
-Artemia.
-
-Si era entendido, como dices, yo lo creo, allá habrá aportado.
-Consuélate, que allá vamos también, que quien te sacó del Engaño,
-¿dónde te ha de llevar, sino al Saber? Digo á la corte de tan discreta
-reina.
-
-¿Quién es esta gran mujer y tan señora, nombrada en todas partes?,
-preguntó Andrenio.
-
-Y el anciano: Con razón la llamas señora, que no hay señorío sin saber.
-Comenzando por su nobilísima prosapia, dícense della cosas grandes.
-Aseguran unos que desciende del mismo cielo y que salió del cerebro
-Soberano. Otros dicen ser hija del Tiempo y de la Observación, hermana
-de la Experiencia. Ni falta quien por otro extremo porfía que es hija
-de la Necesidad, nieta del Vientre. Pero yo sé bien que es parto del
-Entendimiento.
-
-Vivió antiguamente, que no es niña, sino muy grande en todo, como tan
-favorecida de las monarquías, en sus mayores cortes. Comenzó en los
-asirios, pasó á los egipcios y caldeos, fué muy estimada en Atenas,
-gran teatro de la Grecia, en Corinto y en Lacedemonia. Pasó después
-á Roma con el imperio, donde en competencia del valor, la laurearon,
-cediendo los arneses á las togas. Los godos, gente inculta, la
-comenzaron á despreciar, desterrándola de todo su distrito. Apuróla y
-aun pretendió acabar con ella la bárbara morisma y húbose de acoger
-á la famosa tetrarquía de Carlo Magno, donde estuvo muy acreditada.
-Mas hoy, á la fama de la mayor, la más dilatada y poderosa monarquía
-española, que ocupa entrambos mundos, se ha mudado á este augusto
-centro de su estimación.
-
-¿Cómo no habita en su famosa corte, aplaudida de todas las naciones
-de tan universal imperio, venerada de sus cultos cortesanos; y no
-aquí en medio de la intolerable villanía?, replicó Andrenio. Que si
-son dichosos los que habitan las ciudades, más lo serán ellos, cuanto
-mayores ellas.
-
-Porque quiere probarlo todo, respondió el anciano. Íbale muy mal en
-las cortes, donde tiene más enemigos, cuanto mayores vicios. Vivió ya
-entre los cortesanos, donde experimentó tan á su costa [Marginal: _Vida
-de corte._] las persecuciones de la infelicidad y de la malicia, la
-falta de verdad, la sobra de embeleco y aun averiguó que había allá más
-necedad, cuanto más presumida. Muchas veces la he oído decir que, si
-allí hay más cultura, aquí más bondad; si allí más puestos, aquí más
-lugar; allí empleos, aquí tiempo; allí se pasa, aquí se logra; y que
-esto es vivir y aquello acabar.
-
-Con todo eso, replicó Andrenio, yo más quisiera haberlas con bellacos,
-que con tontos. Malo es todo; pero de verdad que la necedad es
-intolerable y más para entendidos. Perdóneme la sabia Artemia.
-
-Relumbraba ya su alcázar, cielo equivocado, bordado todo de
-inscripciones y coronado de vítores. Fueron bien recibidos, con
-agradecimiento el viejo y Andrenio con abrazos, asegurándole certezas,
-quien no le regateaba permisiones.
-
-Aquí, en honra de sus dos huéspedes, obró Artemia sus más célebres
-prodigios y, no sólo en los otros, sino en ellos mismos y más en
-Andrenio, que necesitaba de sus realces. Vióse muy persona en poco
-tiempo y muy instruído para adelante. Que, si un buen consejo es
-bastante para hacer dichosa toda la vida, ¿qué obrarían en él tantos
-y tan importantes? Comunicáronla su vida y su fortuna, noticia de
-superior gusto para ella, por lo raro. Alternó curiosa muchas preguntas
-á Andrenio, haciéndole repetir una y muchas veces aquella su primera
-admiración, cuando salió á ver el mundo, la novedad que le causó este
-gran teatro del universo.
-
-Una cosa deseo mucho oirte, le dijo á Andrenio, y es entre tantas
-maravillas criadas, como viste, entre tantos prodigios como admiraste,
-¿cuál fué el que más te satisfizo?
-
-Lo que respondió Andrenio nos lo dirá la otra Crisi.
-
-
-
-
-CRISI IX
-
-_Moral anatomía del hombre._
-
-
-Eternizaron con letras de oro los antiguos en las paredes de Delfos
-y mucho más con caracteres de estimación en los ánimos de los sabios
-aquel célebre sentimiento de Biante: _Conócete á ti mismo_. Ninguna de
-todas las cosas criadas yerra su fin, sino el hombre.
-
-Él solo desatina, ocasionándole este achaque la misma nobleza de
-su albedrío. Y quien comienza ignorándose mal podrá conocer las
-demás cosas. ¿Pero de qué sirve conocerlo todo, si á sí mismo no se
-conoce? Tantas veces degenera en esclavo de sus esclavos, cuantas
-se rinde á los vicios. No hay salteadora esfinge, que así oprima la
-viandante, digo viviente, como la ignorancia de sí, que en muchos se
-condena estupidez, pues ni aun saben que no saben ni advierten que no
-advierten. Desta común necedad padeció excepción Andrenio, cuando así
-respondió á la curiosa Artemia:
-
-Entre tanta maravilla como vi, entre tanto empleo como aquel día logré,
-el que más me satisfizo, dígolo con recelo, pero con verdad, fuí yo
-mismo, que cuanto más me reconocía, más me admiraba.
-
-[Marginal: _El mayor prodigio._]
-
-Eso era lo que yo deseaba oirte, aplaudió Artemia, y así lo ponderó el
-augustísimo de los ingenios, cuando dijo que entre todas las maravillas
-criadas para el hombre el mismo hombre fué la mayor de todas. Así
-también lo generaliza el príncipe de los filósofos en su tan asentada
-máxima, que siempre es más aquello, por quien otro es tal. De modo
-que, si para el hombre fueron criadas tan preciosas las piedras, tan
-hermosas las flores y tan brillantes las estrellas, mucho más lo es el
-mismo hombre, para quien fueron destinadas.
-
-Él es la criatura más noble de cuantas vemos, monarca en este gran
-palacio del mundo, con posesión de la tierra y con expectativa del
-cielo, criado de Dios, por Dios y para Dios.
-
-Á los principios, prosiguió Andrenio, rudamente me reconocía; pero,
-cuando pude verme á toda luz y por extraña suerte acabé de contemplarme
-en los reflejos de una fuente, cuando advertí era yo mismo el que
-creí otro, no podré explicarte la admiración y gusto que allí tuve:
-remirábame, no tanto necio, cuanto contemplativo. Lo primero que
-observé fué esta disposición de todo el cuerpo, tan derecha, sin que
-tuerza á un lado ni á otro.
-
-Fué el hombre, dijo Artemia, criado para el cielo y así crece hacia
-allá y en esa material rectitud del cuerpo está simbolizada la del
-ánimo con tal correspondencia, que al que le faltó por desgracia la
-primera, sucede con mayor faltarle la segunda.
-
-Es así, dijo Critilo: dondequiera que hallamos corvada la disposición,
-recelamos también torcida la intención.
-
-[Marginal: _Corcovados._]
-
-En descubriendo ensenadas en el cuerpo, tememos haya dobleces en el
-ánimo. El otro, á quien se le anubló alguno de los ojos, también
-suele cegarse de pasión. Y lo que es digno de más reparo, [Marginal:
-_Tuertos._] que no los tenemos lástima como á los ciegos; sino recelo
-de que no miran derecho. Los cojos suelen tropezar en el camino de la
-virtud y aun echarse á rodar, cojeando la voluntad en los afectos.
-Faltan los mancos en la perfección de las obras, en hacer bien á
-los demás. Pero la razón en los varones sabios corrige todos estos
-pronósticos siniestros.
-
-La cabeza, dijo Andrenio, llamo yo, no sé si me engaño, alcázar del
-alma, corte de sus potencias.
-
-Tienes razón, confirmó Artemia, que así como Dios, aunque asiste en
-todas partes, pero con especialidad en el cielo, donde se permite su
-grandeza, [Marginal: _Cabeza cielo._] así el alma se ostenta en este
-puesto superior, retrato de los celestes orbes. Quien quisiere verla,
-búsquela en los ojos; quien oirla, en la boca; y quien hablarla, en los
-oídos. Está la cabeza en el más eminente lugar, ya por autoridad, ya
-por oficio, por que mejor perciba y mande.
-
-Y aquí he notado yo con especial atención, dijo Critilo, que, aunque
-las partes de esta gran república del cuerpo son tantas, que solos los
-huesos llenan los días del año y esta numerosidad con tal armonía,
-que no hay número que no se emplee en ellas, como digamos cinco son
-los sentidos, cuatro los humores, tres las potencias, dos los ojos;
-todas vienen á reducirse á la unidad de una cabeza, retrato de aquel
-primer móvil divino, á quien viene á reducirse por sus gradas toda esta
-universal dependencia.
-
-Ocupa el entendimiento, dijo Artemia, el más puro y sublime retrete,
-que aun en lo material fué aventajado, como mayorazgo de las potencias,
-rey y señor de las acciones de la vida, que allí se remonta, alcanza,
-penetra, sutiliza, discurre, atiende y entiende. Estableció su trono en
-una ilesa candidez, librea propria del alma, estrañando toda oscuridad
-en el concepto y toda mancha en el afecto, masa suave y flexible,
-apoyando dotes de docilidad, moderación y prudencia. La memoria atiende
-á lo pasado y así se hizo tan atrás, cuanto el entendimiento adelante.
-No pierde de vista lo que fué y, porque echamos comúnmente atrás lo que
-más nos importa, previno este descuido, haciendo Jano á todo cuerdo.
-
-Los cabellos me parecieron más para el ornato, que para la necesidad,
-ponderó Andrenio.
-
-Son raíces deste humano árbol, dijo Artemia: arráiganle en el cielo
-y llévanle allá de un cabello. Allí han de estar sus cuidados y de
-allá ha de recibir el sustancial sustento. Son librea de las edades,
-por lo que tienen de adorno, variando con los colores los afectos.
-Es la frente cielo del ánimo, ya encapotado, ya sereno, plaza de
-los sentimientos. Allí salen á la vergüenza los delitos, sobran las
-faltas y placéanse las pasiones. En lo estirado la ira, en lo caído la
-tristeza, en lo pálido el temor, en lo rojo la vergüenza, la doblez en
-las arrugas y la candidez en lo terso, la desvergüenza en lo liso y la
-capacidad en lo espacioso.
-
-[Marginal: _Ojos, miembros divinos._]
-
-Pero los que á mí, dijo Andrenio, más me llenaron en esta artificiosa
-fábrica del hombre, fueron los ojos.
-
-¿Sabes, dijo Critilo, cómo los llamó aquel grande restaurador de la
-salud, entretenedor de la vida, indagador de la naturaleza, Galeno?
-
-¿Cómo?
-
-Miembros divinos. Que fué bien dicho. Porque, si bien se nota, ellos
-se revisten de una majestuosa divinidad, que infunde veneración. Obran
-con una cierta universalidad, que parece omnipotencia, produciendo en
-el alma todas cuantas cosas hay en imágenes y especies. Asisten en
-todas partes remedando inmensidad, señoreando en un instante todo el
-hemisferio.
-
-Con todo, reparé yo mucho en una cosa, dijo Andrenio, y es que, aunque
-todo lo ven, no se ven á sí mismos ni aun las vigas que suelen estar en
-ellos: condición propia de necios, ver todo lo que pasa en las casas
-ajenas, ciegos para las proprias. Y no fuera poca conveniencia que el
-hombre se mirara á sí mismo, ya para que se temiera y moderara sus
-pasiones, ya para que reparara sus fealdades.
-
-Gran cosa fuera, dijo Artemia, que el colérico viera su horrible
-ceño y se espantara de sí mismo, que un melindroso y un adamado
-vieran sus afeminados gestillos y se corriera el altivo con todos
-los demás necios. Pero atendió la cauta naturaleza á evitar mayores
-inconvenientes en verse. Temióle necio, no se enamorara de sí aun el
-más monstruo y todo ocupado en verse, ninguna otra cosa mirara. Basta
-que se mire á las manos, antes que le miren otros. Remire sus obras,
-que es preciso, y atienda á sus acciones, que sean tan muchas, como
-perfectas. Mírese también á los pies, hollando su vanidad, y sepa dónde
-los pone y dónde los tiene. Vea en qué pasos anda, que eso es tener
-ojos.
-
-Así es, replicó Andrenio; mas para tanto ver poco parecen dos ojos y
-ésos tan juntos. De una alhaja tan preciosa lleno había de estar todo
-este animado palacio. Pero, ya que hayan de ser dos no más, pudiéranse
-repartir y que uno estuviera delante para ver lo que viene y el otro
-atrás, para lo que queda. Con eso nunca perdieran de vista todas las
-cosas.
-
-Y algunos, respondió Critilo, arguyeron á la naturaleza de tan
-imaginario descuido y aun fingieron un hombre, á su parecer muy
-perfecto, con la vista duplicada y no servía sino de ser hombre de dos
-caras, doblado más que duplicado. Yo, si hubiera de añadir ojos, antes
-los pusiera á los lados encima de los oídos y muy abiertos, para que
-viera quién se le pone al lado, quién se le entremete á amigo. Y con
-eso no perecieran tantos de aquel mortal achaque del costado. Viera
-el hombre con quién habla, con quién se ladea, que es uno de los más
-importantes puntos de la vida y vale más estar solo, que malaconsejado.
-Pero advierte que dos ojos bien empleados bastante son para todo.
-Ellos miran derechamente lo que viene cara á cara y de reojo lo que á
-traición. Al atento bástale una ojeada para descubrir cuanto hay. Y aun
-por eso fueron formados los ojos en esferas, que es la figura más apta
-para el ejercicio de ver; no cuadrada, no haya rincones, no se esconda
-lo que más importa que se vea. Bien están en la cara, porque el hombre
-siempre ha de mirar adelante y á lo alto. Y, si hubiera otros en el
-cerebro, fuera ocasión de que al levantar los unos al cielo, abatiera
-los otros á la tierra con cisma de afectos.
-
-Otra maravilla he observado en ellos, dijo Andrenio, que es el llorar y
-me parece andan muy necios. Porque ¿qué remedia los males el llorarlos?
-No sirve, sino de aumentar penas. El reirse de todo el mundo, aquel no
-dársele cosa de cuanto hay, éso sí que es saber vivir.
-
-¡Ah! Que como los ojos, dijo Artemia, son los que ven los males y
-tantos, ellos son los que los lloran. Siempre verás que quien no
-siente no se siente; mas quien añade sabiduría, añade tristeza. Esa
-vulgaridad del reir, quédese para la necia boca, que es la que mucho
-yerra. Son los ojos puertas fieles por donde entra la verdad y anduvo
-tan atentamente escrupulosa la naturaleza, que para no dividirlos,
-no se contentó con juntarlos en un puesto; sino que los hermanó en
-el ejercicio. No permite que vea el uno sin el otro, para que sean
-verídicos contestes. Miren juntos una misma cosa, no vea blanco el uno
-y negro el otro. Sean tan parecidos en el color, en el tamaño y en
-todo, que se equivoquen entre sí y desmientan la pluralidad.
-
-Al fin, dijo Critilo, los ojos son en el cuerpo lo que las dos
-lumbreras en el cielo y el entendimiento en el alma. Ellos suplen todos
-los demás sentidos y todos juntos no bastan á suplir su falta. No sólo
-ven; sino que escuchan, hablan, vocean, preguntan, responden, riñen,
-espantan, aficionan, agasajan, ahuyentan, atraen y ponderan y todo lo
-obran. Y lo que es más de notar, que nunca se cansan de ver, como ni
-los entendidos de saber, que son los ojos de la república.
-
-Notablemente anduvo próvida la naturaleza, dijo Andrenio, en señalar su
-lugar á cada sentido, más ó menos eminente, según su excelencia. Á los
-más nobles mejoró en los primeros puestos y puso á vista los sublimes
-ejercicios de la vida; al contrario los indecentes y viles, aunque
-necesarios, los desterró á los más ocultos lugares, apartándolos de la
-vista.
-
-Mostróse, dijo Critilo, gran celadora de la honestidad y decoro, que
-aun los femeniles pechos los puso en puestos que pudiesen alimentar los
-hijos con decencia.
-
-Después de los ojos, señaló en segundo lugar á los oídos, dijo
-Andrenio, y me parece muy bien que le tengan tan eminente; pero aquello
-de estar al lado te confieso me hizo disonancia y parece fué facilitar
-la entrada á la mentira. Que, así como la verdad viene siempre cara á
-cara, ella á traición ingiérese de lado. ¿No estuvieran mejor bajo los
-ojos y éstos examinaran primero lo que se oye, negando la entrada á
-tanto engaño?
-
-¡Qué bien lo entiendes!, dijo Artemia. Lo que menos convenía era que
-los ojos estuvieran con los oídos. Tengo por cierto que no quedara
-verdad en el mundo. Antes, si yo los hubiera de disponer de otro modo,
-los retirara cien dedos de la vista ó los pusiera atrás en el cerebro,
-de modo, que oyera un hombre lo que detrás dél se dice, que aquello
-es lo verdadero. ¡Qué buena anduviera la justicia, si ella viera la
-belleza que se excusa, la riqueza que se defiende, la nobleza que
-ruega, la autoridad que intercede y las demás calidades de los que
-hablan! Sea ciega, que eso es lo que conviene. Bien están los oídos
-en un medio; no adelante, porque no oigan antes con antes; ni detrás,
-porque no perciban tarde.
-
-Otra cosa dificulté yo mucho, replicó Andrenio, y es que, así como
-los ojos tienen aquella tan importante cortina de los párpados, que
-verdaderamente está muy en su lugar para negarse, cuando no quieren ser
-vistos ó cuando no gustan de ver muchas cosas, que no son para vistas:
-¿por qué los oídos, no han de tener también otra compuerta y ésa muy
-sólida, muy doble y ajustada, para no oir la mitad de lo que se habla?
-Con esto excusaríase un hombre oir necedades y ahorraría pesadumbres,
-único preservativo de la vida. Aquí yo no puedo dejar de condenar de
-descuidada la naturaleza y más, cuando vemos que la lengua la recluyó
-entre una y otra muralla con razón, porque una fiera bien es que esté
-entre verjas de dientes y puertas tan ajustadas de los labios. Sepamos
-¿por qué los ojos y la boca han de llevar esta ventaja á los oídos y
-más estando tan expuestos al engaño?
-
-Por ningún caso convenía, dijo Artemia, que se le cerrase jamás la
-puerta al oir. Es la de la enseñanza: siempre ha de estar patente. Y
-no sólo se contentó la atenta naturaleza con quitar esa compuerta, que
-tú dices; pero negó al hombre, entre todos los oyentes, el ejercicio
-de abatir y levantar las orejas. Él sólo las tiene inmobles, siempre
-alerta. Que aun le pareció inconveniente aquella poca detención, que en
-aguzarlas se tuviera. Á todas horas dan audiencia. Aun cuando se retira
-el alma á su quietud, entonces es más conveniente que velen estas
-centinelas. Y si no ¿quién avisara de los peligros? Durmiera el alma á
-lo poltrón. ¿Quién bastará á despertarlas? Esta diferencia hay entre
-el ver y entre el oir, que los ojos buscan las cosas como y cuando
-quieren; mas al oído ellas le buscan. Los objetos del ver permanecen.
-Puédense ver, si no ahora, después. Pero los del oir van de priesa y la
-ocasión es calva.
-
-Bien está dos veces encerrada la lengua y dos veces abiertos los
-oídos. Porque el oir ha de ser al doble que el hablar. Bien veo yo
-que la mitad y aun las tres partes de las cosas, que se oyen, son
-impertinentes y aun dañosas; mas para eso hay un gran remedio, que es
-hacer el sordo, que se puede y es el mejor de ellos: esto es, hacer
-orejas de cuerdo, que es la mayor ganancia. Á más de que hay algunas
-razones tan sin ella, que no bastan párpados y entonces es menester
-tapiar los oídos con ambas manos: que, pues suelen ayudar á oir,
-ayuden también á ensordecer. Préstenos su sagacidad la serpiente, que,
-cosiendo el un oído con la tierra, tapa el otro con el fin, dando á
-todo buena salida.
-
-Esto no se me puede negar, instó Andrenio, que estuviera muy bien
-un rastrillo en cada oído, como en guarda y con eso no entraran
-tan libremente tantos y tan grandes enemigos, silbos de venenosas
-serpientes, cantos de engañosas sirenas, lisonjas, chismes, cizañas y
-discordias, con otros semejantes monstruos escuchados.
-
-Tienes razón en eso, dijo Artemia, y para eso formó la naturaleza
-las orejas, como coladeros de las palabras, embudos del saber. Y si
-lo notas, ya previno de antemano ese inconveniente, disponiendo este
-órgano en forma de laberinto, tan caracoleado, con tantas vueltas y
-revueltas, que parecen rastrillos y traveses de fortaleza, para que
-deste modo entren coladas las palabras, purificadas las razones y haya
-tiempo de discernir la verdad de la mentira.
-
-Luego hay su campanilla muy sonora, donde resuenen las voces y se
-juzgue por el sonido si son faltas ó son falsas. ¿No has notado también
-que dió la naturaleza, despedida por el oído, aquel licor amargo de
-la cólera? ¿Pensarás tú á lo vulgar que fué esto para impedir el paso
-á algunas sabandijas, que topando con aquella amargura pegajosa se
-detengan y perezcan? Pues advierte que mucho más pretendió con eso, más
-alto fin tuvo. Contra otras más perniciosas previno aquella defensa.
-Topen las palabras blandas de la Circe con aquella amargura del
-recatado disgusto, deténganse allí los dulces engaños del lisonjero,
-hallen el desabrimiento de la cordura con que se empleen.
-
-Y, aunque á muchos se les habían de gastar los oídos de oir dulce,
-ponderó Critilo, previno aquel antídoto de amargura. Finalmente, dos
-son los oídos, para que pueda el sabio guardar el uno virgen para la
-otra parte; haya primera y segunda información y procure que, si se
-adelantó á ocupar la una oreja la mentira, se conserve la otra intacta
-para la verdad, que suele ser la postrera.
-
-[Marginal: _Narices sagaces._]
-
-No parece, dijo Andrenio, tan útil el olfato, cuanto deleitable. Más
-es para el gusto, que para el provecho. Y siendo así, ¿por qué ha de
-ocupar el tercer puesto tan á la vista, aventajándose á otros, que son
-más importantes?
-
-¡Oh, replicó Artemia, que es el sentido de la sagacidad! Y aun por eso
-las narices crecen por toda la vida. Coincide con el respirar, que es
-tan necesario como eso. Discierne el buen olor del malo y percibe que
-la buena fama es el aliento del ánimo. Daña mucho un aire corrupto:
-infecciona las entrañas. Huele, pues, atenta la sagacidad de una legua
-la fragancia ó la hediondez de las costumbres, porque no se apeste el
-alma. Y aun por eso está en lugar tan eminente. Es guía del ciego,
-gusto que le avisa del manjar gastado y hace la salva en lo que ha de
-comer. Goza de la fragancia de las flores y recrea el cerebro con la
-suavidad que despiden las virtudes, las hazañas y las glorias. Conoce
-los varones principales y los nobles, no en el olor material del ámbar,
-sino en el de sus prendas y excelentes hechos, obligados á echar mejor
-olor de sí, que los plebeyos.
-
-En gran manera anduvo próvida la naturaleza, dijo Andrenio, en dar á
-cada potencia dos empleos, uno más principal y otro menos, penetrando
-oficios, para no multiplicar instrumentos. Desta suerte formó con
-tal disposición las narices, que se pudiesen despedir por ellas con
-decencia las superfluidades de la cabeza.
-
-Eso es en los niños, dijo Critilo; que en los ya varones más se purgan
-los excesos de las pasiones del ánimo y así sale por ellas el viento de
-la vanidad, el desvanecimiento, que suele causar vahídos peligrosos y
-en algunos llega á trastornar el juicio. Desahógase también el corazón
-y evapóranse los humos de la fogosidad con mucha espera. Y tal vez
-á su sombra se suele disimular la más picante risa. Ayudan mucho á
-la proporción del rostro y, por poco que se desmanden, afean mucho.
-Son como manecilla del reloj del alma, que señalan el temple de la
-condición. Las leoninas denotan el valor, las aguileñas la generosidad,
-las prolongadas la mansedumbre, las sutiles la sabiduría y las gruesas
-la necedad.
-
-[Marginal: _Boca necia._]
-
-Después del ver, del oir y del oler, dicho se estaba, ponderó Andrenio,
-que se había de seguir el hablar poco. Paréceme que es la boca la
-puerta principal desta casa del alma. Por las demás entran los objetos,
-mas por esta sale ella misma y se manifiesta en sus razones.
-
-Así es, dijo Artemia, que en esta artificiosa fachada del humano
-rostro, dividida en sus tres órdenes iguales, la boca es la puerta de
-la persona real y por eso tan asistida de la guarda de los dientes y
-coronada del varonil decoro. Aquí asiste lo mejor y lo peor del hombre,
-que es la lengua. Llámase así por estar ligada al corazón.
-
-Lo que yo no acabo de entender, dijo Andrenio, es que á propósito juntó
-en una misma oficina la sabia naturaleza el comer con el hablar. ¿Qué
-tiene que ver el un ejercicio con el otro? La una es ocupación baja y
-que se halla en los brutos; la otra es sublime y de solas las personas.
-Á más que de ahí se originan inconvenientes notables. El primero, que
-la lengua hable según el sabor que se le pega, ya dulce, ya amargo,
-agrio ó picante. Queda muy material de la comida: ya se roza, ya
-tropieza, habla grueso, se equivoca, se vulgariza y se relaja. ¿No
-estuviera mejor sola ella, hecha oráculo del espíritu?
-
-Aguarda, dijo Critilo, que dificultas bien y casi me haces reparar; mas
-con todo eso, apelando á la suma Providencia, que rige la naturaleza,
-una gran conveniencia hallo yo en que el gusto coincida con el hablar,
-para que desta suerte examine las palabras, antes que las pronuncie.
-Másquelas tal vez, pruébelas si son sustanciales. Y, si advierte
-que pueden amargar, endúlcelas también. Sepa á qué sabe un no y qué
-estómago le hará al otro. Confítelo con el buen modo. Ocúpese la lengua
-en comer y aun, si pudiera, en otros muchos empleos, para que no toda
-se emplease en el hablar. [Marginal: _Manos diligentes._] Siguen á las
-palabras las obras en los brazos y en las manos. Se ha de obrar lo que
-se dice y mucho más. Que, si el hablar ha de ser á una lengua, el obrar
-ha de ser á dos manos.
-
-¿Por qué se llaman así, preguntó Andrenio, que, según tú me has
-enseñado, vienen del verbo latino _maneo_, que significa quietud,
-siendo tan al contrario, que ellas nunca han de parar?
-
-Llamáronlas así, respondió Critilo, no porque hayan de estar quietas;
-sino porque sus obras han de permanecer ó porque de ellas ha de
-emanar todo el bien. Ellas manan del corazón, como ramas cargadas de
-frutos, de famosos hechos, de hazañas inmortales. De sus palmas nacen
-los frutos victoriosos. Manantiales son del sudor precioso de los
-héroes y de la tinta eterna de los sabios. ¿No admiras, no ponderas
-aquella tan acomodada y artificiosa composición suya? Que, como fueron
-formadas para ministras y esclavas de los otros miembros, están hechas
-de suerte, que para todo sirven ellas. Ayudando á oir, son sustitutos
-de la lengua. Dan vida con la acción á las palabras. Son de la boca,
-ministrando la comida y al olfato las flores. Hacen toldo á los ojos,
-para que vean, hasta ayudar á discurrir: que hay hombres, que tienen
-los ingenios en las manos, de modo que todo pasa por ellas. Defienden,
-limpian, visten, curan, componen, llaman y tal vez rascando lisonjean.
-
-Y porque todos estos empleos, dijo Artemia, vayan ajustados á la
-razón, depositó en ellas la sagaz naturaleza la cuenta, el peso y la
-medida. En sus diez dedos está el principio y fundamento del número.
-Todas las naciones cuentan hasta diez y de allí suben multiplicando.
-Las medidas todas están en sus dedos, palmo, codo y brazada. Hasta el
-peso está seguro en la fidelidad de su tiento, sospesando y tanteando.
-Toda esta puntualidad fué menester para avisar al hombre que obre
-siempre con cuenta y razón, con peso y con medida. Y realzando más la
-consideración, advierte que en ese número de diez se incluye también
-el de los preceptos divinos, por que los lleve el hombre entre las
-manos. Ellas ponen en ejecución los aciertos del alma, encierran en
-sí la suerte de cada uno, no escrita en aquellas vulgares rayas,
-ejecutada sí en sus obras. Enseñan también escribiendo y emplea en esto
-la diestra sus tres dedos principales, concurriendo cada uno con una
-especial calidad. Da la fortaleza el primero y el índice la enseñanza.
-Ajusta el medio, correspondiendo al corazón, para que resplandezcan
-en los escritos el valor, la sutileza y la verdad. Siendo, pues, las
-manos las que echan el sello á la virtud, no es de maravillar que,
-entre todas las demás partes del cuerpo, á ella se les haga cortesía,
-correspondiendo con estimación, sellando en ella los labios, para
-agradecer y solicitar el bien.
-
-[Marginal: _Pies firmes._]
-
-Y porque de pies á cabeza contemplamos el hombre tan misterioso, no
-es menos de observar su movimiento. Son los pies basa de su firmeza,
-sobre quienes asientan dos columnas. Huellan la tierra, despreciándola
-y tocando de ella no más de lo preciso para sostener el cuerpo. Van
-caminando y midiendo su fin. Pisan llano y seguro.
-
-Bien veo yo y aun admiro, dijo Andrenio, la solidez con que atendió á
-afirmar el cuerpo la naturaleza, que en nada se descuida. Y para que
-no cayese, hacia adelante, donde se arroja, puso toda la planta. Y por
-que no peligrase á un lado ni á otro le apuntaló con ambos pies. Pero
-no me puedes negar que se descuidó en asegurarle hacia atrás, siendo
-más peligrosa esta caída, por no poder acudir las manos á exponerse al
-riesgo con su ordinaria fineza. Remediárase esto con haber igualado el
-pie, de modo, que quedara tanto atrás, como adelante y se aumentaba la
-proporción.
-
-No mientes tal cosa, replicó Artemia, que fuera darle ocasión al hombre
-para no ir adelante en lo bueno. Sin eso hay tantos que se retiran de
-la virtud; ¿qué fuera, si tuviera apoyo en la misma naturaleza?
-
-[Marginal: _Corazón puro._]
-
-Éste es el hombre por la corteza; que aquella maravillosa composición
-interior, la armonía de sus potencias, la proporción de sus virtudes,
-la consonancia de sus afectos y pasiones, ésa quédese para la gran
-filosofía. Con todo quiero que conozcas y admires aquella principal
-parte del hombre, fundamento de todas las demás y fuente de la vida, el
-corazón.
-
-¿Corazón?, replicó Andrenio, ¿qué cosa es y dónde está?
-
-Es, respondió Artemia, el rey de todos los demás miembros y por
-eso está en medio del cuerpo, como en centro muy conservado, sin
-permitirse ni aun á los ojos. Llámase así de la palabra latina _Cura_,
-que significa cuidado, que el que rige y manda siempre fué centro
-dellos. Tiene también dos empleos: el primero ser fuente de la vida,
-ministrando valor en los espíritus á las demás partes; pero el más
-principal es el amar, siendo oficina del querer.
-
-Ahora digo, ponderó Critilo, que con razón se llama corazón, que
-exprime el cuidadoso. Por eso está siempre abrasándose como fénix.
-
-Su lugar es en el medio, prosiguió Artemia, porque ha de estar en
-un medio el querer. Todo ha de ser con razón; no por extremos. Su
-forma es en punta hacia la tierra, porque no se roce con ella; sólo
-la apunte, bástele un indivisible. Al contrario, hacia el cielo está
-muy espacioso, porque de allá reciba el bien, que él sólo puede
-llenarle. Tiene alas, no tanto para que le refresquen, cuanto para
-que le realcen. Su color es encendido, gala de la caridad. Críale
-mejor sangre, para que con el valor se califique la nobleza. Nunca
-es traidor; necio sí, pues previene antes las desdichas, que las
-felicidades. Pero lo que más es de estimar en él, que no engendra
-excrementos, como las otras partes del cuerpo, porque nació con
-obligaciones de limpieza y mucho más en lo formal del vivir. Con esto
-está aspirando siempre á lo más sublime y perfecto.
-
-Desta suerte fué la sabia Artemia filosofando y ellos aplaudiendo; pero
-dejémoslos aquí tan bienempleados, mientras ponderamos los extremos que
-hizo el engañoso y ya engañado Falimundo.
-
-Picado en lo vivo, de que le hubiesen sacado del laberinto de sus
-enredos, con tanta pérdida de reputación al perdido Andrenio y algunos
-otros tan ciegos como él, con tal ardid, de tan mala consecuencia
-para lo venidero, trató de la venganza y con exceso. Echó mano de la
-Envidia, gran asesino de buenos y aun mejores, sujeto muy á propósito
-para cualquier ruindad, que siempre anda entre ruines. Comunicóla su
-sentimiento, exageró el daño y dióla orden fuese sembrando cizaña
-en malicias por toda aquella dilatada villanía. No le fué muy
-dificultoso, porque aseguran ha siglos que la Vulgaridad maliciosa
-vive y reina entre villanos, desde aquella ocasión en que las dos
-hermanas, la Lisonja y Malicia, dejando los patrios lares de su nada,
-las sacó á volar su madre la ruin Intención, con ambiciones de valer en
-el mundo.
-
-[Marginal: _Lisonja. Malicia._]
-
-La Lisonja, dicen, fué á las cortes, aunque no muy derecha, y que lo
-acertó para sí, errándolo para todos. Porque allí se fué introduciendo
-tanto, que en pocas horas, no ya días, se levantó con la privanza
-universal. La Malicia, aunque procuró introducirse, no probó bien ni
-fué bien vista ni oída. No osaba hablar, que era reventar para ella.
-Andaba sin libertad y así trató de buscarla. Conoció que no era la
-corte para ella. Tomóse la honra para mejor quitarla y desterróse
-voluntariamente. Dió por otro extremo, que fué meterse á villana. Y
-salióle tan bien, que al punto se vió adorada de toda la verídica
-necedad. Allí triunfa porque allí habla; discurre, aunque á lo zonzo
-y pega valientes mazadas de necedades, que ella llama verdades. Llegó
-esto á tanto exceso de crédito y afecto que, porque no se la hurtasen
-ó matasen, trazaron los villanos meterla dentro de sus entrañas donde
-la hallan siempre los que menos querrían. En tan buena sazón llegó la
-Envidia y comenzó á sembrar su veneno.
-
-Iba dejándose caer recelos en varillas contra Artemia. Decía que
-era otra Circe, si no peor, cuanto más encubierta con capa de hacer
-bien. Que había destruído la naturaleza, quitándola en su llaneza
-su verdadera solidez y con la afectación aquella natural belleza.
-Ponderaba que se había querido alzar á mayores, arrinconando á la otra
-y usurpándola el mayorazgo de primera. Advertid que, después que esta
-fingida reina se ha introducido en el mundo, no hay verdad; todo está
-adulterado y fingido. Nada es lo que parece, porque su proceder es la
-mitad del año con arte y engaño y la otra parte con engaño y arte. De
-aquí es que los hombres no son ya los que solían, hechos al buen tiempo
-y á lo antiguo, que fué siempre lo mejor. Ya no hay niños, porque no
-hay candidez.
-
-¿Qué se hicieron aquellos buenos hombres, con aquellos sayos de la
-inocencia, aquella gente de bien? Ya se han acabado aquellos viejos
-machuchos, tan sólidos y verdaderos. El sí era sí y el no era no.
-Ahora todo al contrario, no toparéis sino hombrecillos maliciosos
-y bulliciosos, todo embeleco y fingimiento y ellos dicen que es
-artificio. Y el que más tiene desto, vale más. Ése se hace lugar en
-todas partes, medra en armas y aun en letras. Con esto ya no hay niños.
-Más malicia alcanza hoy uno de siete años, que antes uno de setenta.
-
-¿Pues las mujeres? De pies á cabeza una mentira continuada, aliño
-de cornejas, todo ajeno y el engaño proprio. Tiene esta mentida
-reina arruinadas las repúblicas, destruídas las casas, acabadas las
-haciendas, porque se gasta el doble en los trajes de las personas y en
-el adorno de las casas. Con lo que hoy se viste una mujer se vestía
-antes todo un pueblo. Hasta en el comer nos ha perdido con tanta
-variedad de manjares y sainetes, que antes todo iba á lo natural y á lo
-llano. Dice que nos ha hecho personas; yo digo que nos ha deshecho. No
-es vivir con tanto embeleco ni es ser hombre el ser fingido. Todas sus
-trazas son mentiras y todo su artificio es engaño.
-
-Incitó tanto los ánimos de aquel vulgacho, que en un día se amotinaron
-todos y dando voces sin entenderse ni entender, fueron á cercarle el
-palacio, voceando: Muera la hechicera. Y aun intentaron pegarla fuego
-por todas partes. Aquí conoció la sabia reina cuán su enemiga es la
-Villanía. Convocó sus valedores. Halló que los poderosos ya habían
-faltado; mas, no faltándose á sí misma, trazó vencer con la maña
-tanta fuerza. El raro modo con que triunfó de tan vil canalla, el
-bienejecutado ardid con que se libró de aquel ejército villano, léelo
-en la Crisi siguiente.
-
-
-
-
-CRISI X
-
-_El mal paso del salteo._
-
-
-Vulgar desorden es entre los hombres hacer fines de los medios y de los
-medios hacer fines. Lo que ha de ser de paso toman de asiento y del
-camino hacen descanso. Comienzan por donde han de acabar y acaban por
-el principio. Introdujo la sabia y próvida naturaleza el deleite, para
-que fuese medio de las operaciones de la vida, alivio instrumental de
-sus más enfadosas funciones, que fué un grande arbitrio para facilitar
-lo más penoso del vivir.
-
-Pero aquí es donde el hombre más se desbarata, pues más bruto que las
-bestias, degenerando de sí mismo, hace fin del deleite y de la vida
-hace medio para el gusto. No come ya para vivir, sino que vive para
-comer; no descansa para trabajar, sino que no trabaja para dormir;
-no pretende la propagación de su especie, sino la de su lujuria; no
-estudia para saberse, sino para desconocerse; ni habla por necesidad,
-sino por el gusto de la murmuración. De suerte, que no gusta de vivir,
-sino que vive de gustar. De aquí es que todos los vicios han hecho
-su caudillo al deleite: él es el muñidor de los apetitos, precursor
-de los antojos, adalid de las pasiones y el que trae arrastrados los
-hombres, tirándole á cada uno su deleite. Atienda, pues, el varón sabio
-á enmendar tan general desconcierto. Y para que estudie en el ajeno
-engaño, oiga lo que le sucedió al sagaz Critilo y al incauto Andrenio.
-
-[Marginal: _Castigos de necios._]
-
-¿Hasta cuándo, oh canalla inculta, habéis de abusar de mis atenciones?,
-dijo enojada Artemia, más constante, cuando más arriesgada. ¿Hasta
-cuándo ha de burlarse de mi saber vuestra barbaridad? ¿Hasta dónde ha
-de llegar en despeñarse vuestra ignorante audacia? Júroos que, pues
-me llamáis encantadora y maga, que esta misma tarde, en castigo de
-vuestra necedad, he de hacer un conjuro tan poderoso, que el mismo sol
-me vengue, retirando sus lucientes rayos: que no hay mayor castigo que
-dejaros á oscuras en la ceguera de vuestra vulgaridad.
-
-Tratólos como ellos merecían y conocióse bien. Que con la gente vil
-obra más el rigor, que la bizarría, pues quedaron tan aterrados,
-cuan persuadidos de su mágica potencia y, ya helados, no trataron de
-pegar fuego al palacio, como lo intentaban. Acabaron de perderse de
-ánimo, cuando vieron que realmente el mismo sol comenzó á negar su
-luz, eclipsándose por puntos y temiendo no se conjurase también contra
-ellos la tierra en terremotos. Que á veces todos los elementos suelen
-mancomunarse contra el perseguido. Dieron todos á huir desalentados,
-achaque ordinario de motines que, si con furor se levantan, con pánico
-terror se desvanecen. Corrían á oscuras, tropezando unos con otros,
-como desdichados.
-
-Tuvo con esto tiempo de salir la sabia Artemia con toda su culta
-familia y, lo que más ella estimó, fué poder escapar de aquel bárbaro
-incendio los tesoros de la observancia curiosa, que ella tanto estima y
-guarda en libros, papeles, dibujos, tablas, modelos y en instrumentos
-varios. Fuéronla cotejando y asistiendo nuestros dos viandantes Critilo
-y Andrenio. Iba éste espantado de un portento semejante, teniendo por
-averiguado que se extendía su mágico poder hasta las estrellas y que el
-mismo sol la obedecía. Mirábala con más veneración y dobló el aplauso.
-Pero desengañóle Critilo, diciendo cómo el eclipse del sol había sido
-efecto natural de las celestes vueltas, contingente en aquella sazón,
-previsto de Artemia, por las noticias astronómicas y que se valió dél
-en la ocasión, haciendo artificio lo que era natural efecto.
-
-Discurrióse mucho dónde irían á parar, consultando Artemia con sus
-sabios, resuelta á no entrar más en villa alguna y así lo cumple hasta
-hoy. Propusiéronse varios puestos.
-
-[Marginal: _Lisboa._]
-
-Inclinábase mucho ella á la dos veces buena Lisboa, no tanto por ser
-la mayor población de España, uno de los tres emporios de la Europa,
-que si á otras ciudades se les reparten los renombres, ella los tiene
-juntos, hidalga, rica, sana y abundante, cuanto porque jamás se halló
-portugués necio, en prueba de que fué su fundador el sagaz Ulises. Mas
-retardóla mucho, no su fantástica nacionalidad, sino su confusión, tan
-contraria á sus quietas especulaciones.
-
-[Marginal: _Madrid._]
-
-Tirábala después la coronada Madrid, centro de la monarquía, donde
-concurre todo lo bueno en eminencias; pero desagradábala otro tanto
-malo, causándola asco, no la inmundicia de sus calles, sino de los
-corazones. Aquel nunca haber podido perder los resabios de villa y el
-ser una Babilonia de naciones no bien alojadas.
-
-[Marginal: _Sevilla._]
-
-De Sevilla no había que tratar, por estar apoderada della la vil
-ganancia, su gran contraria, estómago indigesto de la plata, cuyos
-moradores ni bien son blancos ni bien negros, donde se habla mucho y se
-obra poco, achaque de toda Andalucía.
-
-[Marginal: _Granada._]
-
-Á Granada también la hizo la cruz y á Córdoba un calvario. De Salamanca
-se dijeron leyes, donde no tanto se trata de hacer personas, cuanto
-letrados, plaza de armas contra las haciendas.
-
-[Marginal: _Zaragoza._]
-
-La abundante Zaragoza, cabeza de Aragón, madre de insignes reyes, basa
-de la mayor columna y columna de la fe católica en santuarios y hermosa
-de edificios, poblada de buenos, así como todo Aragón de gente sin
-embeleco, parecíale muy bien; pero echaba mucho menos la grandeza de
-los corazones y espantábala aquel proseguir en la primera necedad.
-
-[Marginal: _Valencia._]
-
-Agradábala mucho la alegre, florida y noble Valencia, llena de todo lo
-que no es sustancia; pero temióse que con la misma facilidad con que la
-recibirían hoy la echarían mañana. [Marginal: _Barcelona._] Barcelona,
-aunque rica cuando Dios quería, escala de Italia, paradero del oro,
-regida de sabios, entre tanta barbaridad no la juzgó por segura, porque
-siempre se ha de caminar por ella con la barba sobre el hombro.
-
-León y Burgos estaban muy á la montaña, entre más miseria, que pobreza.
-Santiago, cosa de Galicia. [Marginal: _Valladolid._] Valladolid la
-pareció muy bien y estuvo determinada de ir allá, porque juzgó se
-hallaría la verdad en medio de aquella llaneza; pero arrepintióse
-porque, habiendo sido corte, huele aún á lo que fué y está muy á lo de
-campos. [Marginal: _Pamplona._] De Pamplona no se hizo mención, por
-tener más de corta que de corte y, como es un punto, toda es puntos y
-puntillos Navarra.
-
-[Marginal: _Toledo._]
-
-Al fin fué preferida la imperial Toledo, á voto de la católica reina,
-cuando decía que nunca se hallaba necia, sino en esta oficina de
-personas, taller de la discreción, escuela del bienhablar, toda corte,
-ciudad toda y más después que la esponja de Madrid le ha chupado las
-heces, donde, aunque entre, pero no duerme la Villanía. En otras partes
-tienen el ingenio en las manos, aquí en el pico. Si bien censuraron
-algunos que sin fondo y que se conocen pocos ingenios toledanos de
-profundidad y de sustancia; con todo estuvo firme Artemia, diciendo:
-
-¡Ea! que más dice aquí una mujer en una palabra, que en Atenas un
-filósofo en todo un libro. Vamos á este centro, no tanto material,
-cuanto formal de España.
-
-Fuése encaminando allá con toda su cultura. Siguiéronla Critilo y
-Andrenio, con no poco provecho suyo, hasta aquel puesto donde se parte
-el camino para Madrid. Comunicáronla aquí su precisa conveniencia
-de ir á la corte en busca de Felisinda, redimiendo su licencia á
-precio de agradecimientos. Concedióselos Artemia en bien importantes
-instrucciones, diciéndoles:
-
-Pues os es preciso el ir allá, que no conviene de otra suerte, atended
-mucho á no errar el camino, porque hay muchos que llevan allá.
-
-Según eso no nos podemos perder, replicó Andrenio.
-
-Antes sí y aun por eso, que en el mismo camino real se perdieron no
-pocos y así no vais por el vulgar de ver, que es el de la necedad,
-ni por el de la pretensión, que es muy largo é interminable. El del
-litigio es muy costoso á más de ser prolijo. El de la soberbia es
-desconocido y allí de nadie se hace caso y de todos casa. [Marginal:
-_Entradas de la corte._] El del interés es de pocos y esos estranjeros.
-El de la necesidad es peligroso, que hay gran multitud de halcones en
-alcándaras de varas. El del gusto está tan sucio, que pasa de barros y
-llega el lodo á las narices, de modo que en él se anda apenas. El del
-vivir va de priesa y llégase presto al fin. Por el del servir es morir,
-por el del comer nunca se llega. El de la virtud no se halla y aun se
-duda. Sólo queda el de la urgencia mientras durare. Y creedme que allí
-ni bien se vive ni bien se muere.
-
-Atended también por dónde entráis, que va no poco en esto. Porque
-los más entran por Santa Bárbara y los menos por la calle de Toledo.
-Algunos refinos por la puente. Entran otros y otras por la Puerta del
-Sol y paran en Antón Martín. Pocos por Lavapiés y muchos por untamanos.
-Y lo ordinario es no entrar por las puertas, que hay pocas y ésas
-cerradas; sino entreteniéndose. Con esto se dividieron: la sabia
-Artemia al trono de su estimación y nuestros dos viandantes para el
-laberinto en la corte.
-
-[Marginal: _Salteo universal._]
-
-Iban celebrando en agradable conferencia las muchas y excelentes
-prendas de la discreta Artemia, muy fundados en repetir los prodigios
-que habían visto, ponderando su felicidad en haberla tratado, la
-utilidad que habían conseguido. En esta conversación iban muy metidos,
-cuando sin advertirlo dieron en el riesgo de todos, uno de los peores
-pasos de la vida. Vieron que allí cerca había mucha gente detenida, así
-hombres, como mujeres, todos maniatados, sin osar rebullirse, viéndose
-despojar de sus bienes.
-
-Perdidos somos, dijo Critilo. Aguarda, que habemos dado en uñas de
-salteadores, que los suele haber crueles en estos curiales caminos.
-Aquí están robando sin duda y, aun si con eso se contentasen, ventura
-sería en la desdicha; pero suelen ser tan desalmados, que quitan las
-vidas y llegan á desollar los rostros á los pasajeros, dejándolos del
-todo desconocidos.
-
-Quedó helado Andrenio, anticipándose el temor á robarle el color y aun
-el aliento. Cuando ya pudo hablar:
-
-¿Qué hacemos, dijo, que no huímos? Escondámonos, que no nos vean.
-
-Ya es tarde á lo de Frigia, que es lo necio, respondió Critilo, que nos
-han descubierto y nos vocean.
-
-Con esto pasaron adelante, á meterse ellos mismos en la trampa de
-su libertad y en el lazo de su cuello. Miraron á una y otra banda y
-vieron una infinidad de pasajeros de todo porte, nobles, plebeyos,
-ricos, pobres, que ni perdonaban á las mujeres, toda gente moza, y
-todos amarrados á los troncos de sí mismos. Aquí suspirando Critilo y
-gimiendo Andrenio, fueron mirando por todo aquel horrible espectáculo
-quiénes eran los crueles salteadores, que no podían atinar con ellos.
-Miraban á unos y á otros y todos los hallaban enlazados. ¿Pues quién
-ata? En viendo alguno de mal gesto, que eran los más, sospechaban dél.
-
-¿Si será este, dijo Andrenio, que mira atravesado, que así tiene el
-alma?
-
-Todo se puede creer de un mirar equívoco, respondió Critilo; pero más
-temo yo de aquel tuerto. [Marginal: _Mal gesto, mal hecho._] Que nunca
-suelen hacer éstos cosa á derechas, á juicio de la reina católica y
-era grande. Guárdate de aquel muchos labios y mala labia, que nos hace
-hocico siempre. Pues aquel otro de las narices remachadas, tan cruel
-como iracundo y, si de color de membrillo, cómitre amulatado...
-
-No será sino aquel del ojo remellado, que tiene andado mucho para
-verdugo.
-
-¿Y qué le falta á aquel encapotado, que mira hosco, amenazando á todos
-de tempestad?
-
-Oyeron uno, que ceceaba y dijeron:
-
-Éste es sin duda, que á todos va avisando con su ¡ce, ce! á que se
-guarden dél. Pero no, sino aquel que habla aspirando, que parece que se
-traga los hombres, cuando alienta.
-
-Oyeron á uno hablar gangoso y dieron á huir, entendiéndole la ganga por
-valiente de Baco y Venus. Toparon con otro peor, que hablaba tan ronco,
-que sólo se entendía con los jarros. En hablando alguno alterado,
-presumían dél y, si en catalán, con evidencia. De esta suerte fueron
-reconociendo á unos y otros y á todos los veían rendidos; ninguno
-delincuente.
-
-¿Qué es esto?, decían. ¿Dónde están los robadores de tantos robados,
-pues aquí no hay de aquellos, que hurtan á repique de tijera, ni los
-que nos dejan en cueros, cuando nos calzan, los que nos despluman con
-plumas, los que se descomiden cuando miden ni los que pesan tan pesados?
-
-[Marginal: _Hurto común._]
-
-¿Quién embiste aquí, quién pide prestado, quién cobra, quién ejecuta?
-Nadie encubre, nadie lisonjea, no hay ministros, no hay de la pluma.
-Pues ¿quién roba? ¿Dónde están los tiranos de tanta libertad?
-
-Esto decía Critilo, cuando respondió una gallarda hembra, entre mujer y
-entre ángel:
-
-Ya voy. Aguardaos, mientras acabo de atar estos dos presumidos, que
-llegaron antes.
-
-Era, como digo, una bellísima mujer, nada villana y toda cortesana.
-Hacía buena cara á todos y muy malas obras. Su frente era más rasa que
-serena. No miraba de mal ojo y á todos hacía dél. Las narices tenía
-blancas, señal de que no se le subía el humo á ellas. Sus mejillas
-eran rosas sin espinas. Ni mostraba los dientes, sino otros tantos
-aljófares, al reirse de todos. Tan agradable, que era ocioso el atar,
-pues con sola su vista cautivaba. Su lengua era sin duda de azúcar,
-porque sus palabras eran de néctar. Y las dos manos hacían un blanco
-de los afectos y, con tenerlas tan buenas, á nadie daba buena mano ni
-de mano. Y, aunque tenía brazo fuerte, de ordinario lo daba á torcer,
-equivocando el abrazar con el enlazar. De suerte que de ningún modo
-parecía salteadora quien tan buen parecer tenía. No estaba sola,
-antes muy asistida de un escuadrón volante de amazonas, igualmente
-agradables, gustosas y entretenidas, que no cesaban de atar á unos y á
-otros, ejecutando lo que su capitana les mandaba.
-
-[Marginal: _Todos locos._]
-
-Era de reparar que á cada uno le aprisionaban con las mismas ataduras
-que él quería y muchos se las traían consigo y las prevenían para que
-los atasen. Así que á unos aprisionaban con cadenas de oro, que era
-una fuerte atadura; á otros con esposas de diamantes, que era mayor.
-Ataron á muchos con guirnaldas de flores y otros pedían que con rosas,
-imaginando era más coronarles las frentes y las manos. Vieron uno, que
-le ataron con un cabello rubio y delicado y, aunque él se burlaba al
-principio, conoció después era más fuerte que una maroma. Á las mujeres
-de ordinario las ataban, no con cuerdas, sino con hilos de perlas,
-sartas de corales, listones de resplandor, que parecían algo y valían
-nada.
-
-Á los valientes, al mismo Bernardo le aprisionaron, después de muchas
-bravatas, con una banda, quedando él muy ufano. Y lo que más admiró
-fué que á otros sus camaradas los atraillaron con plumajes y fué una
-prisión muy segura.
-
-Ciertos grandes personajes pretendieron los atasen con unos
-cordoncillos, de que pendían veneras, llaves y eslabones y porfiaban
-hasta reventar. Había grillos de oro para unos y de hierro para otros y
-todos quedaban igualmente contentos y aprisionados.
-
-Lo que más admiró fué que, faltando lazos con que maniatar á tantos,
-los enlazaban con brazos de mujeres y muy flacas á hombres muy
-robustos. Al mismo Hércules con un hilo delgado y muy al uso y á Sansón
-con unos cabellos, que le cortaron de su cabeza.
-
-Querían ligar á uno con una cadena de oro, que él mismo traía, y les
-rogó no hiciesen tal, sino con una soga de esparto crudo, extremo raro
-de avaricia. [Marginal: _Avaros._] Á otro camarada déste le apretaron
-las manos con los cerraderos de su bolsa y aseguraron era de hierro.
-Añudaron á uno con su propio cuello, que era de cigüeña, á otro con un
-estómago de avestruz. Hasta con sartas de salados sabrosos eslabones
-ataban algunos y gustaban tanto de su prisión, que se chupaban los
-dedos. Salían otros de juicio, de contento, de verse atados por las
-frentes con laureles y con hiedras. Pero ¿qué mucho, si otros se
-volvieron locos en tocando las cuerdas?
-
-Desta suerte iban aprisionando aquellas agradables salteadoras á
-cuantos pasaban por aquel camino de todos, echando lazos á unos á los
-pies, á otros al cuello. Atábanles las manos, vendábanles los ojos y
-llevábanlos atados, tirándoles del corazón.
-
-Con todo eso había una muy desagradable entre todas, que cuantos
-ataba, se mordían las manos y despedazaban las carnes hasta roerse las
-entrañas. Atormentábalos á éstos con lo que otros se holgaban y de la
-ajena gloria hacían infierno. Otra había bizarramente furiosa, que
-apretaba los cordeles hasta sacar sangre y ellos gustaban tanto desto,
-que se la bebían unos á otros. Y es lo bueno que, después de haber
-maniatado á tantos, aseguraban ellas que no habían atado persona.
-
-Llegaron ya á querer hacer lo mismo de Critilo y de Andrenio.
-Preguntáronles con qué género de atadura querían ser maniatados.
-Andrenio, como mozo, resolvióse presto y pidió le atasen con flores,
-pareciéndole sería más guirnalda que lazo. Mas Critilo, viendo que no
-podía pasar por otro, dijo que le atasen á él con cintas de libros,
-que pareció bien extraordinaria atadura; pero al fin lo era y así se
-ejecutó.
-
-[Marginal: _Venta del mundo._]
-
-Mandó luego tocar á marchar aquella dulce tirana. Y aunque parecía
-que los llevaban á todos arrastrando de unas cadenillas asidas á los
-corazones; pero de verdad ellos se iban, que no era menester tirarlos
-mucho. Volaban algunos, llevados del viento, casi todos con buen aire,
-deslizándose muchos, tropezando los más y despeñándose todos.
-
-Halláronse presto á las puertas de uno, que ni bien era palacio ni bien
-cueva. Y los que mejor lo entendían dijeron era venta, porque nada se
-da de balde y todo es de paso.
-
-Estaba fabricada de unas piedras tan atractivas, que traían así las
-manos y los pies, los ojos, las lenguas y los corazones, como si fueran
-de hierro. Con lo cual se conoció eran imanes del gusto, trabadas
-con una unión tan fuerte, que les venía de perlas. Era sin duda la
-agradable posada, tan centro del gusto, cuan páramo del provecho y un
-agregado de cuantas delicias se pueden imaginar. Dejaba muy atrás la
-casa de oro de Nerón, con que quiso dorar los yerros de sus aceros.
-Oscurecía tanto el palacio de Heliogábalo, que lo dejó á malas noches y
-el mismo alcázar de Sardanápalo parecía una zahurda de sus inmundicias.
-Había á la puerta un gran letrero, que decía:
-
-_El bien deleitable, útil y honesto._
-
-Reparó Critilo y dijo:
-
-Este letrero está al revés.
-
-¿Cómo al revés?, replicó Andrenio; yo al derecho le leo.
-
-Sí, que había de decir al contrario: el bien honesto, útil y deleitable.
-
-No me pongo en eso; lo que sé decir es que ella es la casa más
-deliciosa que hasta hoy he visto. ¡Qué buen gusto tuvo el que la hizo!
-
-Tenía en la fachada siete columnas que, aunque parecía desproporción,
-no era sino emulación de la que erigió la sabiduría. [Marginal:
-_Estancias de los vicios._] Éstas daban entrada á otras siete estancias
-y habitaciones de otros tantos príncipes, de quienes era agente la
-bella salteadora. Y así todos cuantos cautivaba con sumo gusto los iba
-remitiendo allá, á elección de los mismos prisioneros.
-
-Entraban muchos por el cuarto del oro y llamábase así, porque estaba
-todo enladrillado de tejos de oro y barras de plata, las paredes de
-piedras preciosas. Costaba mucho de subir y al cabo era gusto con
-piedras. El más eminente y superior á todos era el más arriesgado; y no
-obstante eso, la gente más grave quería subir á él. El más bajo era el
-más gustoso, tanto que tenía las paredes comidas, que decían eran de
-azúcar sus piedras, la argamasa mezclada con exquisitos vinos y el yeso
-tan cocido, que era un bizcocho.
-
-Muchos gustaban de entrar en éste y se preciaban ser gente de buen
-gusto.
-
-Al contrario, había otro que campeaba rojo, empedrado de puñales,
-las paredes de acero, sus puertas eran bocas de fuego y sus ventanas
-troneras, los pasamanos de las escaleras eran pasadores y de los
-techos, en vez de florones, pendían montantes. Y con todo eso, no
-faltaban algunos, que se alojaban en él, tan á costa de su sangre.
-
-Otro se veía de color azul, cuya hermosura consistía en deslucir los
-demás y desdorar ajenas perfecciones. Adornábase su arquitectura de
-canes, grifos y dentellones. Su materia eran dientes, no de elefante,
-sino de víboras. Y aunque por fuera tenía muy buena vista; pero por
-dentro aseguraban tenía roídas las entrañas de las paredes. Mordíanse
-por entrar en él unos á otros.
-
-El más cómodo de todos era el más llano y, aunque no había en todo él
-escalera que subir, estaba lleno de mesillas, alhajado de sillas y
-todas poltronas. Parecía casa de la China, sin ningún alto. Su materia
-era de conchas de tortuga. Todo el mundo se acomodaba en él, tomándolo
-muy de asiento.
-
-Con esto iban tan poco á poco y él era tan largo, que nunca llegaban al
-cabo, con ser todo paraderos.
-
-El más hermoso era el verde, estancia de la primavera, donde campeaba
-la belleza. Llamábase el de las flores y todo era flor en él, hasta
-la valentía y la de la edad ni faltaba la del berro. Había muchos
-Narcisos, alternados con las violetas. Coronábanse todos en entrando
-de rosas, que bien presto se marchitaban, quedando las espinas. Y aun
-todas sus flores paraban en zarzas y sus verduras en palo. Con todo era
-una estancia muy requerida, donde todos los que entraban se divertían
-harto.
-
-Obligábanlos á Critilo y Andrenio á entrar en alguna de aquellas
-estancias, la que más fuese de su gusto. Éste, como tan lozano y en la
-flor de su vida, encaminóse á la de las flores, diciendo á Critilo:
-
-Entra tú por donde gustares, que al cabo de la jornada todos vendremos
-á un mismo paradero.
-
-Instábanle á Critilo que escogiese, cuando dijo:
-
-Yo nunca voy por donde los demás, sino al revés. No me excuso de
-entrar, pero ha de ser por donde ninguno entra.
-
-¿Cómo puede ser eso, le replicaron, si no hay puerta por donde no
-entren muchos cada instante?
-
-Reíanse otros de su singularidad y preguntaban:
-
-¿Qué hombre es éste, hecho al revés de todos?
-
-Y aun por eso pienso serlo, respondió él. Yo he de entrar por donde los
-otros salen, haciendo entrada de la salida. Nunca pongo mira en los
-principios, sino en los fines.
-
-Dió la vuelta á la casa y ella la dió tal, que no la conocía, pues toda
-aquella grandeza de la fachada se había trocado en vileza, la hermosura
-en fealdad y el agrado en horror y tal, que parecía por esta parte,
-no fachada, sino echada, amenazando por instantes su ruina. No sólo
-no atraían las piedras á los huéspedes, sino que se iban tras ellos
-sacudiéndoles, que hasta las del suelo se levantaban contra ellos. No
-se veían jardines por esta acera tan azar, campo sí de espinas y de
-malezas.
-
-Advirtió Critilo, con no poco espanto suyo, que todos cuantos veía
-entrar antes riendo, ahora salían llorando. Y es bien de notar cómo
-salían. Arrojaban á unos por las ventanas, que correspondían al cuarto
-de los jardines y daban en aquellas espinas tal golpe, que se les
-clavaban por todas las coyunturas, quedando llenos de dolores, tan
-agudos, que estando en un infierno, levantaban el grito hasta el cielo.
-Los que habían subido más altos daban mayor caída. Uno déstos cayó de
-lo más alto de palacio, con tanta fruición de los demás, como pena
-suya, que todos estaban aguardando cuándo caería. Quedó tan maltratado,
-que no fué más persona ni pudo hacer del hombre.
-
-Bien merece, decían todos los de dentro y fuera, tanto mal, quien á
-nadie hizo bien.
-
-El que causó gran lástima fué uno, que tuvo más de luna, que
-de estrella. Éste al caer se clavó un cuchillo por la garganta,
-escribiendo con su sangre el escarmiento sin segundo. Vió Critilo,
-que por la ventana, antes del oro y ya del lodo, despeñaban á muchos
-desnudos y tan abrumados, que parecían haberles molido las espaldas
-con saquillos de arenas de oro. Otros por las ventanas de la cocina
-caían en cueros. Y todos daban de vientre en aquel suelo, abominando
-tales crudezas. Sólo uno vió salir por la puerta y, admirado Critilo
-únicamente, se fué para él, dándole la singular enhorabuena. Al
-saludarle reparó que quería conocerle.
-
-¡Válgame el cielo!, decía. ¿Dónde he visto yo este hombre? Pues yo le
-he visto y no me acuerdo.
-
-¿No es Critilo?, preguntó él.
-
-Sí, ¿y tú quién eres?
-
-¿No te acuerdas que estuvimos juntos en casa de la sabia Artemia?
-
-Ya doy en la cuenta. ¿Tú eres aquel de _Omnia mea mecum porto_?
-
-El mismo y aun eso me ha librado deste encanto.
-
-¿Cómo pudiste escapar una vez dentro?
-
-Fácilmente, respondió. Y con la misma facilidad te desataré á ti, si
-quieres. ¿Ves todos aquellos ciegos nudos, que echa la voluntad con un
-sí? Pues todos los vuelve á deshacer con un no. Todo está en que ella
-quiera.
-
-Quiso Critilo y así se vió luego libre de libros.
-
-Mas díme, oh Critilo, ¿y tú cómo no entraste en este común cautiverio?
-
-Porque siguiendo otro consejo de la misma Artemia, no puse el pie en el
-principio, hasta tocar con las manos el fin.
-
-¡Oh dichoso hombre! Pero mal dije hombre, que no eres sino entendido.
-
-¿Qué se hizo aquel tu compañero más mozo y menos cauto?
-
-Ahora te quería preguntar dél si le viste allá dentro, que sin freno
-de razón se abalanzó allá y temo que como tal será arrojado.
-
-¿Por qué puerta entró?
-
-Por la del gusto.
-
-Es la peor de todas. Saldrá tarde. Echarle ha el tiempo consumido de
-todas maneras.
-
-¿No habría algún medio para su remedio?, replicó Critilo.
-
-Sólo uno y ése, aunque fácil, dificultoso.
-
-¿Cómo es eso?
-
-Queriendo. Que haga como yo. Que no aguarde á que le echen; sino
-tomándose la honra y más el provecho, salir él. Que será por la puerta,
-despenado; y no por las ventanas, despeñado.
-
-Una cosa te quisiera suplicar y no me atrevo, porque parece más
-necedad, que favor.
-
-¿Qué es?
-
-Que, pues tienes ya tomado el tino á la casa, volvieses á entrar y como
-sabio lo desengañases y librases.
-
-No será de provecho, porque, aunque le halle y le hable, no me dará
-crédito sin el afecto. Mejor se moverá por ti. Y pues te ves obligado,
-que te pedirán la palabra, mejor es que tú entres y le saques.
-
-Bien entraría, dijo Critilo, aunque lo siento. Pero temo que, como me
-falta la experiencia, me he de cansar en balde y no lo podré hallar,
-corriendo riesgo de ahogarnos todos. Hagamos una cosa: vamos los dos
-juntos, que bien es menester la industria doblada. Tú, como noticioso
-me guiarás, y yo, como amigo le convenceré y saldremos todos con
-victoria.
-
-Parecióle bien el ardid. Fueron á ejecutarlo; mas la guarda, que la hay
-á la salida, teniendo por sospechoso al sabio, le detuvo.
-
-Aquél sí, dijo señalando á Critilo. Que tengo orden de que entre y que
-le inste.
-
-Mas él, volviendo atrás, se retiró con el sabio al reconsejo. Fuése
-informando de las entradas y salidas de la casa, de sus vueltas y
-revueltas y ya muy determinado iba á entrar, cuando de medio camino
-volvió atrás y dijo al sabio:
-
-Una cosa se me ha ofrecido y es que troquemos de vestidos ambos. Toma
-el mío, conocido de Andrenio, que será recomendación y así disfrazado
-podrás desmentir la guarda entre dos luces; quedaré yo con el tuyo,
-ayudando al disimulo y aguardando por instantes siglos.
-
-No le desagradó al sabio la invención. Vistióse á lo de Critilo, con
-que pudo entrar rogado.
-
-Quedóse este viendo caer unos y otros, que no paraban un punto por
-aquellos despeñaderos del dejo. [Marginal: _Despeñadero de los
-vicios._] Vió un pródigo, que lo despeñaban mujeres por el ventanaje
-de las rosas en las espinas. Y como venía en carnes el desdichado,
-maltratóse mucho. Hízose las narices, cuando más se las deshizo.
-Comenzó á hablar gangoso y duróle toda la vida, diciendo todos los que
-le oían:
-
-¡No es cosa rara, que éste hable con las narices, por no tenerlas!
-Justo castigo es de sus imprudentes mocedades.
-
-Fué tal el asco, que éste y todos los de su séquito tuvieron de su
-misma inmundicia, que no paraban de escupir al vil deleite, en venganza
-y por remedio; que hubiera sido mejor antes.
-
-Los que rodaban por las espaldas del descanso, tardaban en el mismo
-caer; pero mucho más en el levantarse, que de pereza aun no vivían.
-Gente muy para nada; sólo sirven para hacer número y gastar los
-víveres. Nada hacen con buen aire y en él se paraban al caer, apoyando
-mórulas á Cenón; pero una vez caídos, siempre quedaban por tierra.
-Daban fieros gritos los que rodaban por el cuarto de las armas, que
-parecía el de los locos.
-
-Venían muy maltratados y eran tales los golpes que daban y recibían,
-que escupían luego sangre de sus valientes pechos, vomitando la que
-habían bebido antes á sus enemigos: que es bravo quebradero de cabeza
-una venganza.
-
-Solos los del cuarto del veneno se estaban á la mira, holgándose de
-lo que los demás se lamentaban. Y había hombres déstos que, porque
-se quebrase el otro un brazo y se sacase un ojo, perdía él los dos.
-Reían de lo que los otros lloraban y lloraban de lo que reían. Y era
-cosa rara que los que á la entrada enflaquecieron, engordaban á la
-salida, gustando mucho de hacer aplauso de desdichas y campanear ajenas
-desventuras.
-
-Estaba Critilo mirando aquel malparadero de todos. Al cabo de un día,
-de siglos, vió asomar á Andrenio á la ventana de las flores en espinas.
-Asustóse mucho, temiendo su despeño. No le osaba llamar, por no
-descubrirse; pero con acciones acordaba el desengaño. Cómo bajó y por
-dónde adelante lo diremos.
-
-
-
-
-CRISI XI
-
-_El golfo cortesano._
-
-
-Visto un león, están vistos todos y vista una oveja, todas; pero visto
-un hombre, no está visto sino uno y aun ése no bien conocido. Todos
-los tigres son crueles, las palomas sencillas y cada hombre de su
-naturaleza diferente. Las generosas águilas siempre engendran águilas
-generosas; mas los hombres famosos no siempre engendran hijos grandes,
-como ni los pequeños pequeños. Cada uno tiene su gusto y su gesto: que
-no se vive con solo un parecer.
-
-Proveyó la sagaz naturaleza de diversos rostros, para que fuesen los
-hombres conocidos; sus dichos y sus hechos no se equivocasen los buenos
-con los ruines; los varones se distinguiesen de las hembras y nadie
-pretendiese solapar sus maldades con el semblante ajeno. Gastan algunos
-mucho estudio en averiguar las propiedades de las yerbas; ¿cuánto más
-importaría conocer las de los hombres, con quien se ha de vivir ó morir?
-
-Y no son todos hombres los que vemos, que hay horribles monstruos y
-aun acroceraumnios en los golfos de las grandes poblaciones, sabios sin
-obras, viejos sin prudencia, mozos sin sujeción, mujeres sin vergüenza,
-ricos sin misericordia, pobres sin humildad, señores sin nobleza,
-pueblos sin apremio, méritos sin premio, hombres sin humanidad,
-personas sin sustancia. Esto ponderaba el sabio á vista de la corte,
-después de haber rescatado á Andrenio con un tan ejemplar arbitrio.
-
-Cuando Critilo le aguardaba á la puerta libre, le atendió á la ventana
-empeñado en el común despeño. Mas consolóse con que nadie le impelía;
-antes, quitándose la guirnalda de la frente, la fué destejiendo y,
-atando unas ramas con otras, hizo soga, por la cual se guindó y sin
-daño alguno se halló en tierra por gran felicidad. Al mismo tiempo
-asomó por la puerta el Sabio, doblándole á Critilo el contento; pero
-sin detenerse ni aun para abrazarse, picaron, como tan picados. Sólo
-Andrenio, volviendo la cabeza á la ventana, dijo:
-
-Quede ahí pendiente ese lazo, escala ya de mi libertad, despojo
-eternizado del desengaño.
-
-Tomaron su derrota para la corte, á dar, decía el sabio, de Caribdis en
-Escila. Acompañóles hasta la puerta, llevado de la dulce conversación,
-el mejor viático del camino de la vida.
-
-¿Qué cosa y qué casa ha sido ésta?, decía Critilo. Contadme lo que en
-ella os ha pasado.
-
-Tomó la mano el Sabio á cortesía de Andrenio y dijo:
-
-Sabed, que aquella engañosa casa, al fin venta del mundo, por la
-parte que se entra en ella es del gusto y por la que se sale del
-gasto. Aquella agradable salteadora es la famosa Volusia, [Marginal:
-_Tiranía del deleite._] á quien llamamos nosotros delectación y los
-latinos _voluptas_, gran muñidora de los vicios, que á cada uno de los
-mortales le lleva arrastrado su deleite. Ésta los cautiva, los aloja ó
-los aleja, unos en el cuarto más alto de la soberbia, otros en el más
-bajo de la desidia; pero ninguno en el medio, que en los vicios no le
-hay. Todos entran, como visteis, cantando y después salen sollozando;
-si no son los envidiosos, que proceden al revés. El remedio para no
-despeñarse al fin es caer en la cuenta al principio: gran consejo de la
-sabia Artemia, que á mí me valió harto para salir bien.
-
-Y á mí mejor para no entrar, replicó Critilo: que yo con más gusto voy
-á la casa del llanto, que de la risa, porque sé que las fiestas del
-contento fueron siempre vísperas del pesar. Créeme, Andrenio, que quien
-comienza por los gustos, acaba con los pesares.
-
-Basta que este nuestro camino, dijo él, todo está lleno de trampas
-encubiertas, que no sin causa estaba el engaño á la entrada. ¡Oh casa
-de locos! ¡Y cómo lo es quien hace de ti caso! ¡Oh encanto de cantos
-imanes, que al principio atraen y á la postre despeñan!
-
-Dios os libre, ponderaba el Sabio, de todo lo que comienza por el
-contento. Nunca os paguéis de los principios fáciles; atended siempre
-á los fines dificultosos y al contrario. La razón desto supe yo en
-aquella venta de Volusia, en este sueño que os ha de hacer despertar.
-
-[Marginal: _Juguetes de la fortuna._]
-
-Contáronme tenía dos hijos la Fortuna, muy diferentes en todo: pues el
-mayor era tan agradablemente lindo, cuanto el segundo desapaciblemente
-feo. Eran sus condiciones y propiedades muy conformes á sus caras,
-como suele acontecer. Hízoles su madre dos vaquerillos con la misma
-atención. Al primero de una rica tela, que tejió la primavera, sembrada
-de rosas y de claveles y entre flor y flor alternó una G, tantas como
-flores, sirviendo de ingeniosas cifras, en que unos leían gracioso,
-otros galán, gustoso, gallardo, grato y grande; aforrado en cándidos
-armiños, todo gala, todo gusto, gallardía y gracia. Vistió al segundo
-muy de otro genio, pues de un bocací funesto, recamado de espinas y
-entre ellas otras tantas efes, donde cada uno leía lo que no quisiera,
-feo, fiero, furioso, falto y falso, todo horror, todo fiereza.
-
-Salían de casa de su madre á la plaza ó á la escuela y al primero
-en todo todos cuantos le veían le llamaban. Abríanle las puertas de
-sus corazones. Todo el mundo se iba tras él, teniéndose por dichosos
-los que le podían ver, cuanto más haber. El otro desvalido no hallaba
-puerta abierta y así andaba á sombra de tejados. Todos huían dél. Si
-quería entrar en alguna casa, dábanle con la puerta en los ojos y, si
-porfiaba, muchos golpes, con lo cual no hallaba dónde parar. Vivía ó
-moría, quien tan triste llegó á no poderse sufrir él á sí mismo. Y así
-tomó por partido despeñarse, para despenarse, escogiendo antes morir
-para vivir que vivir para morir.
-
-Mas como la discreción es pasto de la melancolía, pensó una traza, que
-siempre valió más que la fuerza. Conociendo cuán poderoso es el engaño
-y los prodigios que obra cada día, determinó ir en busca suya una
-noche, que hasta la luz y él se aborrecían.
-
-[Marginal: _Casa del Engaño._]
-
-Comenzó á buscarle; mas no le podía descubrir. En mil partes le decían
-estaría y en ninguna le topaba. Persuadióse le hallaría en casa de los
-engañadores y así fué primero á la del Tiempo. Éste le dijo que no; que
-antes él procuraba desengañar á todos, sino que le creen tarde. Pasó á
-la del Mundo, tenido por embustero y respondióle que por ningún caso;
-que él á nadie engaña, aunque lo desea, que los mismos hombres son los
-que se engañan á sí mismos, se ciegan y se quieren engañar. Fué á la
-misma Mentira, que la halló en todas partes. Díjola á quién buscaba y
-respondióle ella:
-
-¡Anda necio! ¿Cómo tengo yo de decir verdad?
-
-¿Según eso, la Verdad me lo dirá?, dijo él; pero ¿dónde la hallaré? Más
-dificultoso será eso: que si al Engaño no le puedo descubrir en todo el
-mundo, ¿cuánto menos la Verdad?
-
-Fuése á casa de la Hipocresía, teniendo por cierto estaría allí; mas
-ésta le engañó con el mismo Engaño. Porque torciendo el cuello á par de
-la intención, encogiéndose de hombros, frunciendo los labios, arqueando
-las cejas, levantando los ojos al cielo, que todo un hombre ocupa con
-la voz muy mirlada, le aseguró no conocía tal personaje ni le había
-hablado en su vida, cuando estaba amancebada con él.
-
-Partió á casa de la Adulación, que era un palacio y ésta le dijo:
-
-Yo, aunque miento, no engaño, porque echo las mentiras tan grandes y
-tan claras, que el más simple las conocerá. Bien saben ellos que yo
-miento; pero dicen que con todo eso se huelgan y me pagan.
-
-¿Qué, es posible, se lamentaba, que esté el mundo lleno de engaños y
-que yo no le halle? ¡Parece ésta pesquisa de Aragón! Sin duda estará en
-algún casamiento: ¡vamos allá!
-
-[Marginal: _Casamiento con eco._]
-
-Preguntó al marido, preguntó á la mujer y respondiéronle ambos habían
-sido tantas y tan recíprocas de una y otra parte las mentiras, que
-ninguno podía quejarse de ser el engañado.
-
-¿Si estaría en casa de los mercaderes, entre mohatras paliadas y
-desnudos acreedores?
-
-Respondiéronle que no, porque no hay engaño, donde ya se sabe que le
-hay. Lo mismo dijeron los oficiales: que fué de tienda en tienda,
-asegurándole en todas que al que ya lo sabe y quiere, no se le hace
-agravio. Estaba desesperado, sin saber ya dónde ir.
-
-Pues yo le he de buscar, dijo; aunque sea en casa del diablo.
-
-Fuése allá, que era una Génova, digo una Ginebra. Mas éste se enojó
-fieramente y, dando voces endiabladas, decía:
-
-¿Yo engaño? ¿Yo engaño? ¡Qué bueno es eso para mí!; antes yo hablo
-claro á todo el mundo. Yo no prometo cielos; sino infiernos acá y allá
-fuegos, que no paraísos. Y con todo eso, los más me siguen y hacen mi
-voluntad.
-
-¿Pues en qué está el engaño?
-
-[Marginal: _Engañador, engañado._]
-
-Conoció decía esta vez la verdad y quitósele delante. Echó por otro
-rumbo, determinó ir á buscarle á casa de los engañados, los buenos
-hombres, los crédulos y cándidos, gente toda fácil de engañar. Mas
-todos ellos le dijeron que por ningún caso estaba allí; sino en casa
-de los engañadores, que aquéllos son los verdaderos necios, porque el
-que engaña á otro siempre se engaña y daña más á sí mismo.
-
-¿Qué es esto?, decía. Los engañadores me dicen que los engañados se lo
-llevaron; éstos me responden que aquéllos se quedan con él. Yo creo que
-unos y otros le tienen en su casa y ninguno se lo piensa.
-
-Yendo desta suerte, le topó á él la Sabiduría, que no él á ella y, como
-sabedora de todo, le dijo:
-
-Perdido, ¿qué buscas? ¿Otro que á ti mismo? ¿No ves tú que el Engaño
-no le halla quien le busca y que, en descubriéndole, ya no es él? Ve á
-casa de algunos de aquellos, que se engañan á sí mismos, que allí no
-puede faltar.
-
-Entró en casa de un confiado, de un presumido, de un avaro, de un
-envidioso y hallóle muy disimulado con afeites de verdad. Comunicóle
-sus desdichas y consultóle su remedio. Miróselo el Engaño muy bien,
-cuanto peor, y díjole:
-
-Tú eres el mal, que tu mala catadura te lo dice. Tú eres la maldad,
-más fea aún de lo que pareces. Pero ten buen ánimo, que no faltará
-diligencia ni inteligencia. Huélgome se ofrezcan ocasiones como ésta
-para que luzca mi poder. ¡Oh, qué par haremos ambos! Anímate, que si el
-primer paso en la medicina es conocer la raíz del mal, yo la descubro
-en tu dolencia, como si la tocase con las manos.
-
-Yo conozco muy bien los hombres; aunque ellos no me conocen á mí. Yo sé
-bien de qué pie cojea su mala voluntad. Y advierte que no te aborrecen
-á ti por ser malo. No por cierto; sino porque lo pareces, por ese mal
-vestido que tú llevas. Esos abrojos son los que les lastiman; que, si
-tú fueras cubierto de flores, yo sé te quisieran. Pero déjame hacer,
-que yo barajaré las cosas de modo que tú seas el adorado de todo el
-mundo y tu hermano aborrecido. Ya la tengo pensada, que no será la
-primera ni la última.
-
-Asiéndole de la mano, se fueron pareados á casa de la Fortuna.
-Saludóla con todo el cumplimiento que él suele y encandilóla tan bien,
-que fué menester poco para una ciega. Ofreciósele por mozo de guía,
-representándole su necesidad y las muchas conveniencias. Abonóle el
-hijuelo de fiel y de entendido, pues sabe muchos puntos más que el
-diablo su discípulo. Sobre todo, que no quería otra paga, sino sus
-venturas. Y no se engañaba, que no hay renta, como la puerta falsa de
-la ambición. Calidades eran todas muy á cuento, si no muy á propósito,
-para mozo de ciego, y así le admitió la Fortuna en su casa, que es todo
-el mundo.
-
-[Marginal: _Mozo de la Fortuna._]
-
-Comenzó al mismo instante á revolverlo todo, sin dejar cosa en su lugar
-ni aun tiempo. Guíala siempre al revés. Si ella quiere ir á casa de
-un virtuoso, él la lleva á la de un malo y otro peor. Cuando había de
-correr, la detiene y, cuando había de ir con tiento, vuela. Barájale
-las acciones, trueca todo cuanto da. El bien que ella quería dar al
-sabio, hace lo dé al ignorante; el favor que va á hacer al valiente, lo
-encamina al cobarde. Equivócale las manos cada punto, para que reparta
-las felicidades y desdichas, en quien no las merece. Incítala á que
-esgrima el palo sin sazón y á tontas y á ciegas la hace sacudir palos
-de ciego en los buenos y virtuosos. Pega un revés de pobreza al hombre
-más entendido y da la mano á un embustero, que por eso están hoy tan
-validos.
-
-[Marginal: _Don Baltasar de Zúñiga._]
-
-¡Qué de golpes la ha hecho errar! Acabó de uno con un don Baltasar
-de Zúñiga, cuando había de comenzar á vivir. Acabó con un duque del
-Infantado, un marqués de Aitona y otros semejantes, cuando más era
-menester. Dió un revés de pobreza á un don Luis de Góngora, á un
-Agustín de Barbosa y otros hombres eminentes, cuando debiera hacerlos
-muchas mercedes. Erró el golpe también y escusábase el bellacón,
-diciendo:
-
-Vinieran éstos en tiempo de un León X, de un rey Francisco de Francia,
-que éste no es su siglo.
-
-¡Qué disfavores no hizo á un marqués de Torrecuso! Y jactábase dello,
-diciendo:
-
-¿Qué hiciéramos sin guerra? Ya estuviera olvidada.
-
-[Marginal: _Don Martín de Aragón._]
-
-También fué errar el golpe darle un balazo á don Martín de Aragón,
-conociéndose bien presto su falta.
-
-Iba á dar la Fortuna un capelo á un Azpilqueta Navarro, que hubiera
-honrado el Sacro Colegio; mas pególa en la mano un tal golpazo, que
-lo echó en tierra, acudiendo á recogerlo un clerizonte. Y riéndose el
-picarón, decía:
-
-¡Eh! que no pudiéramos vivir con estos tales. Bástales su fama. Éstos
-otros sí, que lo reciben humildes y lo pagan agradecidos.
-
-[Marginal: _España._]
-
-Fué á dar á la monarquía de España muchas felicidades, por verla tan
-católica, como había hecho siempre, dándole las Indias y otros muchos
-reinos y victorias y el belitre la dió tal encontrón, que saltaron
-acullá á Francia, con espanto de todo el mundo. Él se escusaba con
-decir que se había acabado ya la semilla de los cuerdos en España y
-de los temerarios en Francia. [Marginal: _Venecia._] Y por desmentir
-el odio, que le acumulaba ya su malicia, dió algunas victorias á la
-república de Venecia contra el poder otomano y sola sin Liga, cosa
-que ha admirado al mundo, escusándose con el tiempo, [Marginal: _Casa
-otomana._] que se cansa ya de llevar á cuestas la felicidad otomana,
-más á fuerza, que de industria.
-
-Desta suerte fué barajando todas las cosas y casos, tanto, que así las
-dichas como las desdichas se hallaban en los que menos las merecían.
-
-Llegando ya á ejecutar su primer intento, observó allá á la noche,
-cuando la Fortuna desnudaba sus dos hijos, que de nadie los fiaba,
-donde ponía los vestidos de cada uno, que eso siempre era con cuidado,
-en diferentes puestos, porque no se confundiesen. Acudió, pues, el
-Engaño y, sin ser sentido, trocó los vestidos, mudó los del bien al
-puesto del mal y los del mal al del bien. Á la mañana la Fortuna, tan
-descuidada como ciega, vistió á la Virtud el vaquerillo de las espinas,
-sin más reparar. Y al contrario, el de las flores púsoselo al Vicio,
-con que quedó éste muy galán. Y ¡él que se ayudó con afeites del
-Engaño!
-
-No había quien lo conociese. Todos se iban tras él. Metíanle en sus
-casas, creyendo llevaban el Bien. Algunos lo advirtieron á costa de la
-experiencia y dijéronlo á los otros. Pocos lo creyeron y, como le veían
-tan agradable y florido, prosiguieron en su engaño.
-
-[Marginal: _Principios del vicio._]
-
-Desde aquel día la Virtud y la Maldad andan trocadas y todo el mundo
-engañado ó engañándose: los que abrazan la maldad por aquel cebillo
-del deleite, hállanse después burlados, dan tarde en la cuenta y
-dicen arrepentidos: No está aquí el verdadero bien, éste es el mal de
-los males. ¿Luego errado habemos el camino? [Marginal: _Fines de la
-virtud._] Al contrario, los que desengañados apechugan con la virtud,
-aunque al principio les parece áspera y sembrada de espinas, pero al
-fin hallan el verdadero contento y alégranse de tener tanto bien en sus
-conciencias.
-
-[Marginal: _Cargos cargas._]
-
-¡Qué florida le parece á éste la hermosura y qué lastimado queda
-después con mil achaques! ¡Qué lozana al otro la mocedad!; ¡pero cuán
-presto se marchita! ¡Qué plausible se le representa al ambicioso la
-dignidad! Vestido viene el cargo de estimación; ¡mas qué pesado le
-halla después, que le abruma so la carga! ¡Qué gustosa imagina el
-sanguinario la venganza! ¡Cómo se relame en la sangre del enemigo!
-Y después, si le dejan, toda la vida anda basqueando lo que los
-agraviados no pueden digerir. Hasta el agua hurtada es más sabrosa.
-Chupa la sangre del pobrecillo el ricazo de rapiña; mas después ¡con
-qué violencia la trueca al restituirla! Dígalo la madre del milano.
-
-[Marginal: _Gota grita._]
-
-Traga el glotón exquisitos manjares, saboréase con los preciosos vinos
-y después, ¡cómo lo grita en la gota! No pierde el deshonesto coyuntura
-en su bestial deleite y págalo con dolor de todas las de su flaco
-cuerpo. Abraza espinas en riquezas el avaro, pues no le dejan morir y,
-sin poderlas gozar, deja en ellas lastimado el corazón.
-
-Todos éstos pensaron traer á su casa el Bien, vestido del gusto; y
-de verdad, que no es sino el Mal solapado; no el contento, sino el
-tormento, también merecido de su engaño. Pero al contrario, ¡qué
-dificultosa y cuesta arriba se le hace al otro la virtud!, y después,
-¡qué satisfacción la de la buena conciencia! ¡Qué horror el de la
-abstinencia y en ella consiste la salud del cuerpo y alma! Intolerable
-se le representa la continencia y en ella se halla el contento
-verdadero, la vida, la salud y la libertad.
-
-El que se contenta con una medianía, tranquilo vive. El manso de
-corazón, posee la tierra. Desabrido se le propone el perdón del
-enemigo; pero ¡qué paz se le sigue y qué honra se consigue! ¡Qué frutos
-tan dulces se cogen de la raíz amarga de la mortificación! Melancólico
-parece el silencio; mas al sabio nunca le pesó de haber callado.
-
-De suerte que desde entonces la Virtud anda vestida de espinas por
-fuera y de flores por dentro. Al contrario del Vicio. Conozcámoslos y
-abracémonos con aquélla, á pesar del engaño tan común cuan vulgar.
-
-Á vistas estaba ya de la corte y mirando Andrenio á Madrid con fruición
-grande preguntóle el Sabio:
-
-¿Qué ves en cuanto miras?
-
-Veo, dijo él, una real madre de tantas naciones, una corona de dos
-mundos, un centro de tantos reinos, un joyel de entrambas Indias, un
-nido del mismo fénix y una esfera del sol católico, coronado de prendas
-en rayos y de blasones en luces.
-
-Pues yo veo, dijo Critilo, una Babilonia de confusiones, una Lutecia
-de inmundicias, una Roma de mutaciones, un Palermo de volcanes, una
-Constantinopla de nieblas, un Londres de pestilencias y un Argel de
-cautiverios.
-
-[Marginal: _Madrid madre, madrastra._]
-
-Yo veo, dijo el Sabio, á Madrid, madre de todo lo bueno, mirada por una
-parte, y madrastra por la otra. Que así como á la corte acuden todas
-las perfecciones del mundo, mucho más todos los vicios, pues los que
-vienen á ella nunca traen lo bueno, sino lo malo de sus patrias. Aquí
-yo no entro, aunque se diga que me volví del puente Milvio.
-
-Y con esto despidióse. Fueron entrando Critilo y Andrenio, como
-instruídos, por la espaciosa calle de Toledo. Toparon luego una de
-aquellas tiendas donde se feria el saber. Encaminóse Critilo á ella
-y pidió al librero si tendría un _Ovillo de oro_ que venderle. No le
-entendió, que leer los libros por los títulos no hace entendidos. Pero
-sí un otro, que allí estaba de asiento, graduado cortesano por años y
-suficiencia:
-
-¡Eh!, que no piden, le dijo, sino una aguja de marear en este golfo de
-Circe.
-
-Menos lo entiendo ahora, respondió el librero. Aquí no se vende oro ni
-plata; sino libros, que son mucho más preciosos.
-
-Esto, pues, buscamos, dijo Critilo, y entre ellos alguno, que nos dé
-avisos para no perdernos en este laberinto cortesano.
-
-[Marginal: _Libros libres._]
-
-De suerte, señores, que ¿ahora llegáis nuevos? Pues aquí os tengo este
-librillo, no tomo sino átomo; pero que os guiará al norte de la misma
-felicidad.
-
-Ésa buscamos.
-
-Aquí la tenéis. Á éste le he visto yo hacer prodigios, porque es arte
-de ser personas y de tratar con ellas.
-
-Tomóle Critilo. Leyó el título que decía:
-
-_El Galateo Cortesano._
-
-¿Qué vale?, preguntó.
-
-Señor, respondió el librero, no tiene precio. Mucho le vale al que le
-lleva. Estos libros no los vendemos; sino que los empeñamos por un par
-de reales, que no hay bastante oro ni plata para apreciarlos.
-
-Oyendo esto el cortesano, dió una tan descompuesta risada, que causó no
-poca admiración á Critilo y mucho enfado al librero, y preguntóle la
-causa.
-
-Porque es digno de risa lo que decís, respondió él, y cuanto este libro
-enseña.
-
-Ya veo yo, dijo el librero, que _El Galateo_ no es más que la cartilla
-del arte de ser personas y que no enseña más del a, b, c; pero no
-se puede negar que sea un brinquiño de oro, tan plausible como
-importante. Y aunque pequeño, hace grandes hombres, pues enseña á serlo.
-
-[Marginal: _Galateo al revés._]
-
-Lo que menos hace es eso, replicó el cortesano. Este libro, dijo
-tomándole en las manos, aún valdría algo, si se practicase todo al
-revés de lo que enseña. En aquel buen tiempo, cuando los hombres lo
-eran, digo buenos hombres, fueran admirables estas reglas; pero ahora
-en los tiempos que alcanzamos no valen cosa. Todas las lecciones, que
-aquí encarga, eran del tiempo de las ballestas; mas ahora, que es el de
-las gafas, creedme que no aprovechan. Y para que os desengañéis, oid
-esta de las primeras.
-
-Dice, pues, que el discreto cortesano, cuando esté hablando con alguno,
-no le mire al rostro y mucho menos de hito en hito, como si viese
-misterios en los ojos.
-
-Mirad qué buena regla ésta para estos tiempos, cuando no están ya las
-lenguas asidas al corazón. ¿Pues dónde le ha de mirar? ¿Al pecho?
-
-Eso fuera, si tuviera en él la ventanilla, que deseaba Momo.
-
-Si, aun mirándole á la cara que hace, al semblante que muda, no puede
-el más atento sacar traslado del interior, ¿qué sería, si no le mirase?
-
-Mírele y remírele y de hito en hito y aun plegue á Dios que dé en el
-hito de la intención y crea que ve misterios. Léale el alma en el
-semblante. Note si muda colores, si arquea las cejas. Brujuléele el
-corazón. Esta regla, como digo, quédese para aquella cortesía del buen
-tiempo, si ya no la entiende algún discreto por activa, procurando
-conseguir aquella inestimable felicidad de no tener que mirar á otro á
-la cara.
-
-Oid esta otra, que me da gran gusto siempre que la leo. Pondera el
-autor que es una bárbara asquerosidad, después de haberse sonado las
-narices, ponerse á mirar en el lienzo la inmundicia, como si echasen
-perlas ó diamantes del cerebro.
-
-Pues esa, señor mío, dijo Critilo, es una advertencia tan cortesana,
-cuan precisa, si ya no prolija; mas para la necedad nunca sobran
-avisos.
-
-No, replicó el cortesano: no lo entendéis. Perdóneme el autor y enseñe
-todo lo contrario. Diga, que sí, que miren todos y vean lo que son en
-lo que echan. Advierta el otro presumido de bachiller y conózcase que
-es un rapaz mocoso, que aún no discurre ni sabe su mano derecha: no
-se desvanezca. Entienda el otro, que se estima de nasudo y de sagaz,
-que no son sentencias ni sutilezas las que piensa; sino crasicies, que
-destila del alambique de su nariz aguileña. Persuádase la otra linda
-que no es tan ángel como la mienten ni es ámbar lo que alienta; sino
-que es un albañal afeitado. Desengáñese Alejandro que no es hijo de
-Júpiter; sino de la pudrición y nieto de la nada. [Marginal: _Sonado
-mocoso._] Entienda todo divino que es muy humano y todo desvanecido
-que, por más viento que tenga en la cabeza y por más humo, todo viene á
-resolverse en asco y, cuando más sonado, más mocoso. ¡Eh!, conozcamos
-todos y entendamos que somos unos sacos de hediondez: cuando niños,
-mocos; cuando viejos, flemas; y cuando hombres, apostemas.
-
-Esta otra, que se sigue, es totalmente superflua. Dice que por ningún
-caso el cortesano, estando con otros, se saque la cera de los oídos ni
-la esté retorciendo con los dedos, como quien hace fideos. Pregunto,
-señores: ¿quién hay que pueda hacer esto? ¿Á quién han dejado ya
-cera en los oídos unos y otras, aquéllos y éstas; cuanto menos, que
-sobre para hacer fideos? Mas sin cera está la era. Lo que él había de
-encargar es que no nos la sacasen tanto embestidor, tanta harpía, tanto
-agarrador, tanto escribano y otros que callo.
-
-Pero con la que yo estoy muy mal, es con aquella otra, que enseña que
-es grande vulgaridad, estando en un corrillo ó conversación, sacar las
-tijerillas del estuche y ponerse muy de propósito á cortar las uñas.
-Ésta la tengo por muy perniciosa doctrina, porque á más de que ellos
-se tienen buen cuidado de no cortárselas ni aun en secreto, cuanto
-menos en público, fuera mejor que mandara se las cortaran delante de
-todo el mundo, [Marginal: _Señor almirante._] como hizo el almirante en
-Nápoles, pues todo él está escandalizado de ver algunos cuán largas
-las tienen. ¡Sí!, ¡sí señor! Saquen tijeras, aunque sean de tundir; mas
-no de trasquilar. Y córtense estas uñas de rapiña y atúsenlas hasta las
-mismas manos, cuando las tienen tan largas.
-
-Algunos hombres hay caritativos, que suelen acudir á los hospitales á
-cortarles las uñas á los pobres enfermos. ¡Gran caridad es por cierto!
-Pero no fuera malo ir á las casas de los ricos y cortarles aquellas
-uñas gavilanes, con que se hicieron hidalgos de rapiña y desnudaron á
-estos pobrecitos y los pusieron por puertas y aun los echaron en el
-hospital.
-
-Tampoco tenía que encargar aquello de quitar el sombrero con tiempo.
-¡Gran liberalidad de cortesía es ésta! No sólo quitan ya el sombrero,
-sino la capa y la ropilla, hasta la camisa, hasta el pellejo, pues
-desuellan al más hombre de bien y dicen que le hacen mucha cortesía.
-Guardan otros tanto esta regla, que se entran de gorra en todas sus
-partes. Á esta traza os aseguro que no hay regla con regla.
-
-[Marginal: _Cortesía engaño._]
-
-Ésta, que leo aquí, es sin duda contra toda buena moralidad. Yo no sé
-cómo no la han prohibido. Dice que, cuando uno se pasea, no vaya con
-cuidado á no pisar las rayas ni atienda á poner el pie en medio, sino
-donde cayere.
-
-¿No digo yo? ¡En lugar de aconsejar al cortesano que atienda mucho á
-no pisar la raya de la razón ni pasarla, que esté muy á la raya de la
-ley de Dios, que lo contrario es quemarse, y que no pase los límites de
-su estado, que por eso tantos han caído, que no pise la raya, sino el
-espacio, que eso es compasarse y medirse, que no alargue más el brazo
-ni el pie de lo que puede! Todo esto le aconsejaría yo: que mire dónde
-pone el pie y cómo lo asienta, vea dónde entra y dónde sale, pise firme
-siempre en el medio y no vaya por extremos, que son peligrosos en todo,
-y eso es andar bien.
-
-¡Señor, que no vaya hablando consigo, que es necedad!
-
-¿Pues con quién mejor puede hablar, que consigo mismo? ¿Qué amigo más
-fiel? Háblese á sí y dígase la verdad, que ningún otro se la dirá.
-Pregúntese y oiga lo que dice su conciencia, aconséjese bien, dé y tome
-consigo y crea que todos los demás le engañan y que ningún otro le
-guardará secreto, ni aun la camisa al rey don Pedro.
-
-¡Que no pegue de golpes hablando, que es aporrear alma y cuerpo!
-
-Dice bien, si el otro escucha; ¿pero si hace el sordo y á veces á lo
-que más importa? ¡Pues qué, si duerme! Menester es despertarle. Y hay
-algunos, que aun á mazadas no les entran las cosas ni se hacen capaces
-de la razón. ¿Qué ha de hacer un hombre, si no le entienden ni le
-atienden? Por fuerza ha de haber mazos en el hablar, ya que los hay en
-el entender.
-
-¡Que no hable recio ni muy alto, que desdice de la gravedad!
-
-¡Según con quien habla! Crea que no son buenas palabras de seda para
-orejas de buriel.
-
-¡Pues qué otra ésta! Que no haga acciones con las manos, cuando habla,
-ni bracee, que parece que nada, ni saque el índice, que parece que
-pesca.
-
-No fuera malo aquí distinguir de los que las tienen malas á los que
-buenas. Y las que se precian dellas, toman aquí el cielo con las manos.
-Con licencia deste autor, yo diría lo contrario, que haga y diga, no
-sea todo palabras, haya acción y ejecución también. Hable de veras. Si
-tiene buena mano, póngala en todo.
-
-[Marginal: _Dichos y hechos._]
-
-Así como tiene algunas reglas superfluas, otras tiene muy frías, como
-lo es ésta: que no se acerque mucho, cuando hablare, ni salpique, que
-verdaderamente algunos poco atentos en esto, deberían avisar antes de
-abrir la boca y decir: ¡agua va!, para que se apartasen los oyentes
-ó se vistiesen los albornoces, porque de ordinario éstos hablan sin
-escampar.
-
-Yo, señores, por más dañoso tengo el echar fuego por la boca, que agua,
-y más son los que arrojan llamas de malignidad, de murmuración, de
-cizaña, de torpeza y de escándalo. Harto peor es echar espumajos, sin
-decir primero: ¡cólera va!
-
-Reprehenda el vomitar veneno, que ya niñería es el escupir. Poco mal
-puede hacer una rociada de perdigones. Dios nos libre de la bala rasa
-de la injuria, de la jara de una barrilla, de la bomba de una traición,
-de las picas en picones y de la artillería del artificio maldiciente.
-
-También hay algunas muy ridículas, como aquella otra que, cuando
-hablare con alguno, no le esté pasando la mano por el pecho ni
-madurando los botones de la ropilla, hasta hacerlos caer á puro
-retorcerlos.
-
-¡Eh, que sí; déjelos tomar el pulso en el pecho y dar un tiento al
-corazón! Déjelos examinar si palpita. Tienten también si tienen almilla
-en los botones, que hay hombres, que aun allí no la tienen. Tírenle de
-la manga al que se desmanda y de la faldilla al que se estira, porque
-no salga de sí.
-
-Ésta, que se sigue, en ninguna república se practica ni aun en la de
-Venecia. Era del tiempo antiguo. ¡Que no coma á dos carrillos, que es
-una grande fealdad!
-
-Veis aquí una lección, que las más lindas la practican menos; antes
-dicen que están más hermosas de la otra suerte y se les luce más.
-
-Que no ría mucho ni muy alto, dando grandes risadas.
-
-¡Ay tantas y tales monstruosidades en el mundo, que no basta ya reir
-debajo la nariz, aunque frescamente á su sombra!
-
-Va otra semejante: que no coma con la boca cerrada. Por cierto, sí.
-¡Qué buena regla ésta para este tiempo, cuando andan tantos á la sopa!
-Aun dese modo no está seguro el bocado, que nos lo quitan de la misma
-boca; ¿qué sería á boca abierta? No habría menester más el otro, que
-come y bebe de cortesía. Á más de que en ninguna ocasión importa
-tanto tenerla cerrada y con candados, que cuando se come y se bebe.
-[Marginal: _Marqués de Espínola._] Así lo observó el célebre marqués de
-Espínola, cuando le convidó á su mesa el atento Henrico.
-
-Y para ser nimio y menudo de todas maneras, encarga ahora que su
-cortesano de ningún modo regüelde: que, aunque es salud, es grosería.
-Créame y déjelos que echen fuera el viento, de que están ahitos y más
-llenos, cuando más vacíos. ¡Ojalá acabaran de despedir de una vez todo
-el que tienen en aquellas cabezas! Que tengo para mí que por eso al que
-estornuda le ayuda Dios á echar el viento de su vanidad y le damos la
-norabuena. Conozcan en la hediondez del aliento cómo se gasta el aire,
-cuando no está en su lugar.
-
-Sólo un consejo me contentó mucho de _El Galateo_ y me pareció muy
-sustancial, para que se verifique aquel dicho común, que no hay
-libro sin algo bueno. Encarga, pues, por capital precepto y como el
-fundamento de toda su obra cortesana, que el galante _Galateo_ procure
-tener los bienes de fortuna, para vivir con lucimiento, que sobre esta
-basa de oro le han de levantar la estatua de cortesía y discreción,
-galantería, despejo y todas las demás prendas de varón culto y
-perfecto; y advierta que, si fuere pobre, jamás será ni entendido
-ni cortés ni galante ni gustoso. Y esto es lo que yo siento de _El
-Galateo._
-
-Pues si ése no os contenta, dijo el librero, porque no instruye sino en
-la cortesía material, no da más de una capa de personas, una corteza
-de hombres, aquí está la juiciosa y grave instrucción del prudente
-Juan de Vega á su hijo, cuando le enviaba á la corte. Realzó esa misma
-instrucción, [Marginal: _Conde de Portalegre._] que no la comentó muy
-á lo señor y portugués, que es cuanto decir se puede, el conde de
-Portalegre en semejante ocasión de enviar otro hijo á la corte.
-
-Es grande obra, dijo el cortesano, y sobrado grande, pues es sólo para
-grandes personajes; y yo no tengo por buen oficial al que quiere calzar
-á un enano el zapato de un gigante.
-
-Creedme que no hay otro libro ni arte más á propósito, que parece la
-escribió viendo lo que en Madrid pasa.
-
-Ya sé que me tendréis por paradojista y aun estoico, pero más importa
-la verdad. Digo que el libro, que habéis de buscar y leerlo de cabo
-á cabo, es la célebre Ulisiada de Homero. ¡Aguardad! No os admiréis
-hasta que me declare. ¿Qué pensáis? ¿Que el peligroso golfo, que
-él describe, es aquel de Sicilia, y que las sirenas están acullá en
-aquellas Sirtes con sus caras de mujeres y sus colas de pescados, la
-Circe encantadora en su isla y el soberano Cíclope en su cueva? Sabed
-que el peligroso mar es la corte con la Escila de sus engaños y la
-Caribdis de sus mentiras.
-
-¿Veis esas mujeres, que pasan tan prendidas de libres y tan compuestas
-de disolutas? Pues ésas son las verdaderas sirenas y falsas hembras,
-con sus fines monstruosos y amargos dejos. Ni basta que el cauto Ulises
-se tape los oídos; es menester que se ate al firme mástil de la virtud
-y encamine la proa del saber al puerto de la seguridad, huyendo de sus
-encantos.
-
-[Marginal: _Circes lindas._]
-
-Hay encantadoras Circes, que á muchos, que entraron hombres, los han
-convertido en brutos. ¿Qué diré de tantos Cíclopes, tan necios como
-arrogantes, con solo un ojo, puesta la mira en su gusto y presunción?
-
-Este libro os digo que repaséis, que él os ha de encaminar, para que
-como Ulises escapéis de tanto escollo como os espera y tanto monstruo
-como os amenaza.
-
-Tomaron su consejo y fueron entrando en la corte, experimentando al pie
-de la letra lo que el cortesano les había prevenido y Ulises enseñado.
-No encontraron pariente ni amigo ni conocido, por lo pobre. No podían
-descubrir su deseada Felisinda.
-
-Viéndose, pues, tan solos y tan desfavorecidos, determinó Critilo
-probar la virtud de ciertas piedras orientales muy preciosas, que
-había escapado de sus naufragios. Sobre todo quiso hacer experiencia
-de un finísimo diamante, por ver si vencía tan grandes dificultades
-su firmeza, y una rica esmeralda, si conciliaba las voluntades, como
-escriben los filósofos. Sacólas á luz, mostrólas y al mismo punto
-obraron maravillosos efectos, porque comenzaron á ganar amigos. Todos
-se les hacían parientes y aun había quien decía eran de la mejor sangre
-de España, galanes, entendidos y discretos.
-
-Fué tal el ruido que hizo un diamante, que se les cayó en un empeño de
-algunos centenares, que se oyó por todo Madrid. Con que los embistieron
-enjambres de amigos, de conocidos y de parientes, más primos que un
-rey, más sobrinos que un papa. Pero el caso más agradablemente raro
-fué el que le sucedió á Andrenio, desde la calle Mayor á palacio.
-Llegóse á él un pajecillo, galán de librea y libre de desenfado,
-que desenvainando una hoja en un billete, le dejó tan cortado, que
-no acertó á descartarse Andrenio. Antes, brujuleándole, descubrió
-una prima su servidora en la firma. Dábale la bienvenida á la corte
-y muchas quejas de que, siendo tan proprio, se hubiese portado tan
-extraño. Suplicábale se dejase ver, que allí estaba aquel paje para que
-le guiase y le sirviese. Quedó atónito Andrenio, oyendo el reclamo de
-su prima, cuando él no creyera tener madre y, llevado más de su curioso
-deseo, que del ajeno agasajo, asistido del pajecillo, tomó el rumbo
-para la casa. Lo que aquí vió en maravillas y le sucedió en portentos
-dirá la siguiente Crisi.
-
-
-
-
-CRISI XII
-
-_Los encantos de Falsirena._
-
-
-Fué Salomón el más sabio de los hombres y fué el hombre á quien más
-engañaron las mujeres. Y con haber sido el que más las amó, fué el que
-más mal dijo dellas. Argumento de cuán gran mal es el del hombre la
-mujer mala y su mayor enemigo. Más fuerte es que el vino, más poderosa
-que el rey y que compite con la verdad, siendo toda mentira. Más vale
-la maldad del varón, que el bien de la mujer, dijo quien más bien dijo,
-porque menos mal te hará un hombre que te persiga, que una mujer que te
-siga.
-
-Mas no es un enemigo sólo; sino todos en uno, que todos han hecho plaza
-de armas en ella. De carne se compone, para descomponerle. El mundo la
-viste, que para poder vencerle á él, se hizo mundo della. Y la que el
-mundo se viste, del demonio se reviste en sus engañosas caricias.
-
-Gerión de los enemigos, triplicado lazo de la libertad, que
-difícilmente se rompe. De aquí sin duda procedió el apellidarse todos
-los males hembras, las furias, las parcas, las sirenas y las harpías,
-que todo lo es una mujer mala.
-
-Hácenle guerra al hombre diferentes tentaciones, en sus edades
-diferentes, unas en la mocedad y otras en la vejez; pero la mujer en
-todas. Nunca está seguro dellas ni mozo ni varón ni viejo ni sabio ni
-valiente ni aun santo. Siempre está tocando al arma este enemigo común
-y tan casero, que los mismos criados del alma la ayudan, los ojos
-franquean la entrada á su belleza, los oídos escuchan su dulzura, las
-manos la atraen, los labios la pronuncian, la lengua la vocea, los pies
-la buscan, el pecho la suspira y el corazón la abraza. Si es hermosa,
-es buscada; si fea, ella busca. [Marginal: _Trono de la necedad._] Y si
-el cielo no hubiera prevenido que la hermosura de ordinario fuera trono
-de la necedad, no quedara hombre á vida, que la libertad lo es. ¡Oh,
-cómo le previno el escarmentado Critilo al engañado Andrenio! Mas ¡qué
-poco le aprovechó!
-
-Partió ciego á buscar luz á la casa de los incendios. No consultó á
-Critilo, temiéndole severo. Y así solo y malguiado de un pajecillo, que
-suelen ser las pajuelas de encender el amoroso fuego, caminó un gran
-rato, torciendo calles y doblando esquinas.
-
-Mi señora, decía el rapaz, la honestísima Falsirena vive muy fuera del
-mundo, ajena del bullicio cortesano, ya por natural recato, haciendo
-desierto de la corte, ya por poder gozar de la campaña en sus alegres
-jardines.
-
-Llegaron á una casa, que en la apariencia aún no prometía comodidad,
-cuanto menos magnificencia, estrañándolo harto Andrenio. Mas luego que
-fué entrando, parecióle haber topado el mismo alcázar de la aurora.
-Porque tenía las entradas buenas á un patio muy desahogado, teatro
-capaz de maravillosas apariencias. Y aun toda la casa era harto
-desenfadada. En vez de firmes atlantes en columnas, coronaban el atrio
-hermosas ninfas por la materia y por el arte raras, asegurando sobre
-sus delicados hombros firmeza á un cielo, alternado de serafines; pero
-sin estrellas.
-
-[Marginal: _Amor llorando quema._]
-
-Señoreaba el centro una agradable fuente, equívoca de aguas y fuegos,
-pues era Cupidillo, que cortejado de las Gracias, ministrándole arpones
-todas ellas, estaba flechando cristales abrasadores, ya llamas y ya
-linfas. Íbanse despeñando por aquellos nevados tazones de alabastro,
-deslizándose siempre y huyendo de los que le seguían y murmurando
-después de los mismos que lisonjearon antes.
-
-Donde acababa el patio, comenzaba un Chipre tan verde, que pudiera
-darlo el más buen gusto; si bien todas sus plantas eran más lozanas que
-fructíferas, todo flor y nada fruto. Coronábase de flores, vistosamente
-odoríferas, parando todo en espirar humos fragantes. El vulgo de las
-aves le recibió con salvas de armonía; si ya no fué darle la vaya,
-silbándole á porfía el Céfiro y Fabonio, que él lo tuvo todo por
-donaire.
-
-Era el jardín con toda propiedad un pensil, pues á cuantos le lograban,
-suspendía. Fuése acercando Andrenio al mejor centro de su amenidad,
-donde estaba la primavera deshilando copos en jazmines, digo la vana
-Venus de este Chipre, que nunca hay Chipre sin Venus.
-
-Salió Falsirena á recibirle, hecha un sol muerto de risa y, formando de
-sus brazos la media luna, le puso entre las puntas de su cielo. Mezcló
-favores con quejas, repitiendo algunas veces:
-
-¡Oh primo mío sin segundo! ¡Oh, señor Andrenio! Seáis tan bienvenido
-como deseado.
-
-Mas, ¿cómo? decía mudando á cada palabra su afecto, ensartando perlas
-hilo á hilo y mentiras en cadena, ¿cómo os lo ha permitido el corazón,
-que estando aquí esta casa tan vuestra, os hayáis desterrado á una
-posada, siquiera por las obligaciones de parentesco, cuando no por la
-conveniencia de regalo? Viéndoos estoy y no lo creo: ¡Qué retrato tan
-al vivo de vuestra hermosa madre! ¡Á fe que no la desmentís en cosa!
-¡No me harto de miraros! ¿De qué estáis tan encogido? ¡Al fin como tan
-fresco cortesano!
-
-Señora, respondió, yo os confieso que estoy turbadamente admirado de
-oiros decir que seáis mi prima, cuando yo ignoro madre, desconociendo á
-quien tanto me ha desconocido. Yo no sé que tenga pariente alguno: tan
-hijo soy de la nada. Mirad bien no os hayáis equivocado con algún otro
-más dichoso.
-
-¡Que no, dijo, señor Andrenio! No por cierto. Muy bien os conozco y
-sé quién sois y cómo nacisteis en una isla en medio de los mares. Muy
-bien sé que vuestra madre es mi tía y señora. ¡Ah, qué linda era! Y
-aunque por eso tan poco venturosa. ¡Oh, qué gran mujer y qué discreta!
-[Marginal: _Violencias del amor._] ¿Pero qué Dánae escapó de un engaño?
-¿Qué Elena de una fuga? ¿Qué Lucrecia de una violencia? ¿Y qué Europa
-de un robo? Viniendo, pues, Felisinda, que éste es su dichoso nombre...
-
-Aquí Andrenio se conmovió entrañablemente, oyendo nombrar por madre
-suya la repetida esposa de Critilo. Notólo luego Falsirena y porfió en
-saber la causa.
-
-Porque he oído hartas veces ese nombre, dijo Andrenio.
-
-Y ella:
-
-Ahí veréis que no os miento en cuanto digo. Estaba, pues, Felisinda
-casada en secreto con un tan discreto cuan amante caballero, que
-quedaba preso en Goa; si bien en su corazón le traía y á vos por
-prenda suya en sus entrañas. Ejecutáronla los dolores del parto en una
-isla, debiendo al cielo dobladas providencias, con que pudo salvar su
-crédito, no fiándolo ni de sus mismas criadas, enemigas mayores de su
-secreto. Sola, pues, aunque tan asistida de su valor y su honra, os
-echó á luz y, cuando os arrojó de sus entrañas al suelo, más blando que
-ellas, allí, malenvuelto entre unas martas, que le servían á ella de
-galán abrigo, os encomendó en la cuna de la yerba al piadoso cielo, que
-no se hizo sordo, pues os proveyó de ama en una fiera, que no fué la
-primera vez ni será la última que sustituyeron maternas ausencias. ¡Oh,
-cómo me lo contaba ella muchas veces y con más lágrimas que palabras me
-ponderaba su sentimiento! ¡Lo que se ha de alegrar cuando os vea! Ahora
-os restituirá las caricias en abrazos, que allí os negó, violentada de
-su honor.
-
-Estaba atónito Andrenio, escuchando el suceso de su vida y, careando
-tan individuales circunstancias con las noticias que él tenía,
-reventando en lágrimas de ternura, comenzó á destilar el corazón en
-líquidos pedazos por los ojos.
-
-[Marginal: _Lágrimas quebrantan peñas._]
-
-Dejemos, dijo ella, dejemos tristezas ya pasadas, no vuelvan en llanto
-á moler el corazón. Subamos arriba, veréis mi pobre y ya dichoso
-albergue. ¡Hola!, prevenid dulces, que nunca faltan en esta casa.
-
-Fueron subiendo por unas gradas de pórfidos, ya pérfidos, que al bajar
-serían _á gatas_, á la esfera del sol en lo brillante y de la luna
-en lo vario. Registraron muchas cuadras, muy desenfadadas todas, tan
-artesonados los techos, que remedando cielos, hicieron á tantos ver, á
-su despecho, las estrellas. Había viviendas para todos tiempos, sino
-para el pasado, y todas eran muy buenas piezas, repitiendo ella:
-
-Todo es tan vuestro como mío.
-
-Mientras duró la dulcísima merienda, le cantaron gracias y le
-encantaron Circes.
-
-En todo caso habéis de quedar aquí, dijo la prima; aunque tan á costa
-de vuestro gusto. Dispóngase luego el traeros la ropa, que, aunque aquí
-no os hará falta, pero basta ser vuestra. No tenéis que salir para
-ello, que mis criados con una señal la cobrarán y pagarán lo que se
-debiere.
-
-Será preciso, replicó Andrenio, que yo vaya, porque habéis de saber que
-no soy solo y que la merced que me hacéis ha de ser doblada. Daré razón
-á Critilo mi padre.
-
-¿Cómo es eso de padre?, dijo asustada Falsirena.
-
-Y él: Llamo padre á quien me hizo obras de tal y tengo por cierto,
-según vuestras noticias, que es mi padre verdadero, porque es el esposo
-de Felisinda, aquel caballero que en Goa quedó preso.
-
-¿Eso más?, dijo Falsirena. Id luego al punto y volved al mismo con
-Critilo y traed la ropa en todo caso. Mirad, primo, que no comeré un
-solo bocado ni reposaré un instante hasta volver á veros.
-
-Partió Andrenio, seguido del mismo pajecillo, de la espía y del
-recuerdo. Halló á Critilo ya cuidadoso. Fuése á echar á sus pies,
-besándole apretadamente las manos, repitiendo muchas veces:
-
-¡Oh padre!, ¡oh señor mío! que ya el corazón me lo decía.
-
-¿Qué novedad es ésta?, replicó Critilo.
-
-Que no es nuevo en mí, respondió, el teneros por padre, que la misma
-sangre me lo estaba voceando en las venas. Sabed, señor, que vos sois
-quien me ha engendrado y después hecho persona. Mi madre es vuestra
-esposa Felisinda. Que todo me lo ha contado una prima mía, hija de una
-hermana de mi madre, que ahora vengo de verla.
-
-¿Cómo es eso de prima?, preguntó Critilo. Ese nombre de prima no me
-suena bien.
-
-Sí hará, porque es muy cuerda. Venid, señor, á su casa, que allí
-volveremos á oir esta novedad siempre gustosa.
-
-Estaba suspenso Critilo entre el oir tan individuales circunstancias
-y el temer tantos engaños en la corte. Pero, como es fácil creer lo
-que se desea, dejóse convencer á título de informarse y así se fueron
-juntos á casa de Falsirena.
-
-Parecía ya otra, siempre mejorada y, aunque ahora muy á lo grave y
-autorizado pero siempre con apariencias de un cielo.
-
-Seáis muy bienllegado, dijo ella, señor Critilo, á esta vuestra casa,
-que sólo ignorarla os ha podido escusar de no haberla honrado antes.
-Ya os habrá referido mi primo las obligaciones recíprocas de nuestro
-parentesco y cómo su madre y vuestra esposa, la hermosa Felisinda, era
-mi tía y mi señora y mucho más amiga, que parienta. Harto sentí yo su
-falta y aun la lloro.
-
-Aquí sobresaltado Critilo:
-
-¿Pues cómo?, dijo. ¿Es muerta?
-
-No señor, respondió, no tanto mal; basta la ausencia. Sus padres se
-murieron y aun de pena de ver que nunca quiso elegir esposo entre
-ciento que la competían. Quedó á la sombra y tutela de aquel gran
-príncipe, que hoy asiste en Alemania, embajador del Católico. Allá
-pasó con la marquesa, como parienta y encomendada, donde sé que vive
-y muy contenta, ¡así Dios nos la vuelva, como espero! Quedé yo aquí
-con mi madre, hermana suya y, aunque solas, muy acomodadas de honra y
-hacienda. Mas, como no vienen solas las desdichas de cobardes, faltóme
-también mi madre, sin duda del sentimiento de su ausencia. Asístenme
-los parientes y á todo el mundo debo harto. Es la virtud mi empleo,
-procuro conservar la honra heredada: que deben más unas personas que
-otras á sus antepasados. Ésta, señores, es mi casa, de hoy adelante
-vuestra, para toda la vida y ¡sea la de Néstor! Ahora quiero que veáis
-lo mejor de mis galerías y suelos, conduciendo hasta desembarcar en un
-puerto de rosas y de claveles.
-
-Aquí les fué mostrando en valientes tablas, obra de prodigiosos
-pinceles, todo el suceso de su vida y sus tragedias, con no poco
-espanto de ambos, correspondiendo á extremos del arte con extremos de
-admiración.
-
-No ya sólo Andrenio, pero el mismo Critilo quedó vencido de su agasajo
-y convencido de su información. Después de alternar disculpas con
-agradecimientos, trató traer su ropa y entre ella algunas piedras muy
-preciosas, ruinas ya de aquella su rica casa. Hizo alarde dellas y,
-como fruta de damas, brindó con todas las de su buen gusto á Falsirena.
-Aquí ella, aunque las celebró mucho, mandó sacar otras tantas y muy á
-lo bizarro dijo que las gozase todas. Replicó Critilo fuese servida de
-guardarlas y ella lo cumplió bien.
-
-Suspiraba Critilo por su deseada Felisinda y así un día sobre mesa
-propuso su jornada para Alemania, donde estaba. Mas Andrenio, cautivo
-de la afición de su prima, divirtió la plática, porque disgustaba mucho
-el hacer ausencia. Ella más á lo sagaz, habiendo alabado la resolución,
-puso largas á título de conveniencia. Mas ofrecióse luego ocasión y
-sazón de ir sirviendo á la gran fénix de España, que iba á coronarse de
-águila del imperio.
-
-No tuvo escusa Andrenio y, entretanto que disponía la partida,
-propuso Falsirena el preciso lance de ir á ver [Marginal: _Escorial.
-Aranjuez._] aquellos dos milagros del mundo, el Escorial del arte y el
-Aranjuez de la naturaleza, paralelos del sol de Austria, según gustos
-y tiempos. Pero estaba tan ciego de su pasión Andrenio, que no le
-quedaba vista para ver otro, aunque fuesen prodigios. Hacía instancias
-Falsirena. Y Critilo, aunque fuese solo en pagar á la curiosidad una
-tan justa deuda, que después ejecuta el tormento de no haber visto lo
-que todos celebran y aun la propia imaginación castiga toda la vida,
-representando por lo mejor aquello que se dejó de ver, partióse solo
-para admirar por muchos.
-
-Halló aquel gran templo de Salomón católico, asombro del hebreo, no
-sólo satisfacción á lo concebido, sino pasmo en el exceso. Allí vió
-la ostentación de un real poder, un triunfo de la piedad católica,
-un desempeño de la arquitectura, pompa de la curiosidad, ya antigua,
-ya moderna, el último esfuerzo de las artes y donde la grandeza, la
-riqueza y la magnificencia llegaron de una vez á echar el resto.
-
-De aquí pasó á Aranjuez, estancia perpetua de la primavera, patria de
-Flora, retiro de su amenidad en todos los meses del año, guardajoyas de
-las flores y centro de las delicias á todo gusto, y contento. Dejó en
-ambas maravillas empeñada la admiración para toda la vida.
-
-Volvió á Madrid muy satisfecho de prodigios. Fuése á hospedar á casa
-de Falsirena; pero hallóla más cerrada que un tesoro y más sorda que
-un desierto. Repitió aldabadas al impaciente criado, resonando el eco
-cada una en el corazón de Critilo. Enfadados los vecinos, le dijeron:
-
-No se canse ni nos muela, que ahí nadie vive, todos mueren.
-
-Asustado Critilo, replicó:
-
-¿No vive aquí una señora principal, que pocos días ha dejé yo sana y
-buena?
-
-Eso de buena, dijo uno riéndose, perdonadme que no lo crea.
-
-Ni señora, añadió otro, quien toda su vida gasta en mocedades.
-
-Ni aun mujer, dijo el tercero, quien es una harpía; si ya no es la peor
-mujer destos tiempos.
-
-No acababa de persuadirse Critilo lo que no deseaba. Volvió á instar:
-
-¿Señores, no vive aquí Falsirena?
-
-Llegóse en esto uno y dijóle:
-
-No os canséis ni recibáis enfado. Es verdad que ha vivido ahí algunos
-días una Circe en el zurcir y una Sirena en el encantar, causa de
-tantas tempestades, tormentos y tormentas, porque á más de ser ruin,
-aseguran que es una famosa hechicera, una célebre encantadora, pues
-convierte los hombres en bestias.
-
-¿Y no los transforma en asnos de oro?
-
-[Marginal: _Vicios transforman._]
-
-No, sino de su necedad y pobreza. Por esa corte andan á millares
-convertidos, después de divertidos, en todo género de brutos. Lo que
-yo sé decir es que en pocos días, que aquí ha estado, he visto entrar
-muchos hombres y no he visto salir uno tan sólo, que lo fuese. Y por
-lo que esta Sirena tiene de pescado, les pesca á todos el dinero, las
-joyas, los vestidos, la libertad y la honra. Y para no ser descubierta,
-se muda cada día, no la condición ni las costumbres, sino de casas. De
-un cabo de la villa salta al otro, con lo cual es imposible hallarla de
-tan perdida. Tiene otra igual astucia la brújula, con que se rige en
-este golfo de sus enredos, y es que, en llegando un forastero rico, al
-punto se informa de quién es, de dónde y á qué viene, procurando saber
-lo más íntimo. Estudia el nombre, averigúale la parentela. Con esto,
-á unos se les miente prima, á otros sobrina y á todos por un cabo ó
-por otro parienta. Muda tantos nombres, como puestos. En una parte es
-Cecilia, por lo Escila, en otra Serena por lo Sirena, Inés porque ya no
-es, Teresa por lo traviesa, Tomasa por lo que toma y Quiteria por lo
-que quita. Con estas artes los pierde á todos y ella gana y ella reina.
-
-No acababa de satisfacerse Critilo y, deseando entrar en la casa,
-preguntó, si estaría á mano la llave.
-
-Sí, dijo uno, yo la tengo encomendada, por si llegan á verla. Abrió y
-al punto que entraron dijo Critilo:
-
-Señores, que no es ésta la casa ó yo estoy ciego, porque la otra era un
-palacio por lo encantado.
-
-Tenéis razón, que los más son de esa suerte. Aquí no hay jardines, no;
-sino montones de moral basura. Las fuentes son albañales y los salones
-zahurdas. ¿Os ha pescado algo esta sirena? ¡Decidnos la verdad!
-
-Sí y mucho, joyas, perlas y diamantes; pero lo que más siento es haber
-perdido un amigo.
-
-No se habrá perdido para ella; sino para sí mismo. Habrálo transformado
-en bestia, con que andará por esta corte vendido.
-
-¡Oh, Andrenio mío!, dijo suspirando. ¿Dónde estarás? ¿Dónde te podré
-hallar? ¿En qué habrás parado?
-
-Buscóle por toda la casa, que fué paso de risa para los otros y para él
-llanto. Y, despidiéndose dellos, tomó la derrota para su antigua posada.
-
-Dió mil vueltas á la corte, preguntando á unos y á otros y nadie le
-supo dar razón, que de bien pocos se da en ella. Perdía el juicio,
-alambicándole en pensar trazas, cómo descubrirle. Resolvió al cabo
-volver á consultar á Artemia.
-
-Salió de Madrid, como se suele, pobre, engañado, arrepentido y
-melancólico. Á poco trecho, que hubo andado, encontró con un hombre,
-[Marginal: _Sexto sentido._] bien diferente de los que dejaba. Era un
-nuevo prodigio, porque tenía seis sentidos, uno más de lo ordinario.
-Hízole harta novedad á Critilo.
-
-Porque hombres con menos de cinco ya los había visto y muchos; pero con
-más, ninguno. Unos sin ojos, que no ven las cosas más claras, siempre
-á ciegas y á tientaparedes; y con todo eso nunca paran, sin saber por
-dónde van. Otros, que no oyen palabra, todo aire, ruido, lisonja,
-vanidad y mentira. Muchos que no huelen poco ni mucho y menos lo que
-pasa en sus casas, con que arroja harto mal olor á todo el mundo y de
-lejos huelen lo que no les importa. Éstos no perciben el olor de la
-buena fama ni quieren ver ni oler sus contrarios y, teniendo narices
-para el negro humo de la honrilla, no las tienen para la fragancia de
-la virtud.
-
-También había encontrado no pocos sin género alguno de gusto, perdido
-para todo lo bueno, sin arrostrar jamás á cosa de sustancia. Hombres
-desabridos en su trato, enfadados y enfadosos. Otros de mal gusto,
-siempre aniñado, escogiendo lo peor en todo. Y aun otros muy de su
-gusto y nada del ajeno. Otra cosa aseguraba más notable, que había
-topado hombres, si así pueden nombrarse, que no tenían tacto y menos
-en las manos, donde más suele prevalecer, y así proceden sin tiento
-en todas sus cosas, aun las más importantes. Éstos de ordinario todo
-lo yerran aprisa, porque no tocan las cosas con las manos ni las
-experimentan.
-
-Éste de Critilo era todo al contrario, que, á más de los cinco
-sentidos, muy despiertos, tenía otro sexto, mejor que todos, que
-aviva mucho los demás y aun hace discurrir y hallar las cosas por
-recónditas que estén. Halla trazas, inventa modos, da remedios, enseña
-á hablar, hace correr y aun volar y adivinar lo por venir: y era la
-necesidad. ¡Cosa bien rara! ¡Que la falta de los objetos sea sobra de
-inteligencia! Es ingeniosa inventiva, cauta, activa, perspicaz y un
-sentido de sentidos. En reconociéndole, dijo Critilo:
-
-¡Oh, cómo nos podemos juntar ambos! Huélgome de haberte topado, que,
-aunque todo me suele venir mal, esta vez estoy de día. Contóle su
-tragedia en la corte.
-
-Eso creeré yo muy bien, dijo Egenio, que éste era su nombre y
-definición. Y aunque yo iba á la gran feria del mundo, publicada en los
-confines de la juventud y edad varonil, á aquel gran puerto de la vida;
-con todo, por servirte, vamos á la corte, que te aseguro de poner todos
-mis seis sentidos en buscarle y que, hombre ó bestia, que será lo más
-seguro, le hemos de descubrir.
-
-Entraron con toda atención buscándole, lo primero en aquellos cómicos
-corrales, vulgares plazas, patios y mentideros. [Marginal: _Señores._]
-Encontraron luego unas grandes acémilas, atadas unas á otras, siguiendo
-la que venía detrás las mismas huellas de la que iba delante,
-sucediéndola en todo, muy cargadas de oro y plata, pero gimiendo bajo
-la carga, cubiertas con reposteros bordados de oro y seda y aun algunas
-de brocados. Tremolaban en las testeras muchas plumas, que hasta las
-bestias se honraban con ellas. Movían gran ruido de pretales.
-
-¿Si sería alguna destas?, dijo Critilo.
-
-De ningún modo, respondió Egenio: éstos son, digo eran, grandes
-hombres, gente de cargo y de carga. Y aunque los ves tan bizarros, en
-quitándoles aquellos ricos jaeces, parecen llenos de feísimas llagas de
-sus grandes vicios, que los cubría aquella argentada brillantez.
-
-¡Aguarda! ¿Si sería alguno destos otros, que van arrastrando carretas
-gruñidoras por lo villanas?
-
-Tampoco. Ésos tienen los ojos bajo las puntas y por eso sufren tanto.
-
-Allí parece que nos ha llamado un papagayo. ¿Si sería él?
-
-[Marginal: _Habladores._]
-
-No lo creas. Ése será algún lisonjero, que jamás dijo lo que sentía.
-Algún político destos que tienen uno en el pico y otro en el corazón.
-Algún hablador, que repite lo que le dijeron, destos que hacen del
-hombre y no lo son. Todos se visten de verde, esperando el premio de
-sus mentiras y lo consiguen de verdad.
-
-¿Tampoco será aquel compuesto mojigato, que esconde uñas y ostenta
-barbas?
-
-Déstos hay muchos, dijo Egenio, que cazan á lo beato: no sólo cogen lo
-mal alzado, sino lo más guardado. [Marginal: _Maldicientes._] Pero no
-juzguemos tan temerariamente, digamos que son gente de pluma.
-
-¿Y aquel perro viejo, que está allí ladrando?
-
-Aquél es un mal vecino, algún maldiciente, un émulo, un
-malintencionado, un melancólico, uno de los que pasan de los sesenta.
-
-Sé que no sería aquel jimio, que nos está haciendo gestos en aquel
-balcón.
-
-¡Oh gran hipócrita, que quiere parecer hombre de bien y no lo es! Algún
-hazañero, que suelen hacer mucho del hombre y son nada. El maestro de
-cuentos, licenciado de chiste, que como siempre están de burlas, nunca
-son hombres de veras, gente toda ésta de chanza y de poca sustancia.
-
-¿Qué tal sería, que estuviese entre los leones y tigres del Retiro?
-
-Dúdolo, que aquélla toda es gente de arbitrios y ejecuciones.
-
-¿Ni entre los cisnes de los estanques?
-
-Tampoco, que ésos son secretarios y consejeros, que, en cantando bien,
-acaban.
-
-Allí veo un animal inmundo, que pródigamente se está volcando en la
-hediondez de un asquerosísimo cenagal y él piensa que son flores.
-
-[Marginal: _Deshonestos._]
-
-Si alguno había de ser, era ése, respondió Egenio, que estos torpes y
-lascivos, anegados en la inmundicia de sus viles deleites, causan asco
-á cuantos hay y ellos tienen el cieno por cielo y, oliendo mal á todo
-el mundo, no advierten, antes tienen la hediondez por fragancia y el
-más sucio albañal por paraíso. Déjamelo reconocer de lejos. Ahora digo
-que no es él, sino un ricazo, que con su muerte ha de dar un buen día á
-los herederos y gusanos.
-
-¿Qué es posible, se lamentaba Critilo, que no le podamos hallar entre
-tantos brutos como vemos, entre tanta bestia como topamos?
-
-Ni arrastrando el coche de la ramera ni llevando en andas al que es más
-grande que él ni acuestas al más pesado ni al que va dentro de litera
-en mal latín y tan fuera della en buen romance ni acarreando inmundicia
-de costumbres.
-
-¿Qué es posible que tanto desfiguren un hombre estas cortesanas Circes?
-¿Que así puedan dementar los hijos, haciendo perder el juicio á sus
-padres? ¿Que no se contenten con despojarlos de los arreos del cuerpo;
-sino de los del ánimo, quitándoles el mismo ser de personas? Y díme,
-Egenio amigo, cuando le hallásemos hecho un bruto, ¿cómo lo podríamos
-restituir á su primer ser de hombre?
-
-Ya que le topásemos, respondió. Que eso no sería muy dificultoso.
-Muchos han vuelto en sí perfectamente; [Marginal: _Apuleyo._] aunque á
-otros siempre les queda algún resabio de lo que fueron. Apuleyo estuvo
-peor que todos y con la rosa del silencio curó.
-
-¡Gran remedio de necios! Si ya no es que, rumiados los materiales
-gustos y considerada su vileza, desengañan mucho al que los masca.
-
-Los camaradas de Ulises estaban rematadas fieras y, comiendo las
-raíces amargas del árbol de la virtud, cogieron el dulce fruto de
-ser personas. Daríamosle á comer algunas hojas del árbol de Minerva,
-[Marginal: _Duque de Orleans._] que se halla muy estimado en los
-jardines del culto y erudito duque de Orleans. Y si no, las del moral
-prudente, que yo sé que presto volvería en sí y sería muy hombre.
-
-Habían dado cien vueltas con más fatiga, que fruto, cuando dijo Egenio:
-
-¿Sabes qué he pensado? Que vamos á la casa donde se perdió, que entre
-aquel estiércol habemos de hallar esta joya perdida.
-
-Fueron allá, entraron y buscaron.
-
-¡Eh!, que es tiempo perdido, decía Critilo. Que ya yo le busqué por
-toda ella.
-
-Aguarda, dijo Egenio. Déjame aplicar mi sexto sentido, que es único
-remedio contra este sexto achaque.
-
-Advirtió, que de un gran montón de suciedad lasciva salía un humo muy
-espeso.
-
-Aquí, dijo, fuego hay.
-
-Y apartando toda aquella inmundicia moral, apareció una puerta de una
-horrible cueva. Abriéronla no sin dificultad y divisaron dentro á la
-confusa vislumbre de un infernal fuego muchos desalmados cuerpos,
-tendidos por aquellos suelos. Había mozos galanes de tan corto seso,
-cuan largo cabello. Hombres de letras; pero necios. Hasta viejos ricos
-tenían los ojos abiertos; mas no veían. Otros los tenían vendados con
-malpiadosos lienzos. En los más no se percibía otro que algún suspiro.
-Todos estaban dementados y adormecidos y tan desnudos, que aun una
-sábana no les había dejado siquiera para mortaja.
-
-Yacía en medio Andrenio, tan trocado, que el mismo Critilo, su padre,
-le desconocía. Arrojóse sobre él llorando y voceándole; pero nada
-oía. Apretábale la mano; mas no le hallaba ni pulso ni brío. Advirtió
-entre tanto Egenio que aquella confusa luz no era de antorcha, sino de
-una mano, que de la misma pared nacía, blanca y fresca, adornada de
-hilos de perlas, que costaron lágrimas á muchos, coronados los dedos
-de diamantes muy finos, á precio de falsedades. Ardían los dedos como
-candelas; aunque no tanto daban luz, cuanto fuego que abrasaba las
-entrañas.
-
-¿Qué mano de ahorcado es ésta?, dijo Critilo.
-
-No es sino del verdugo, respondió Egenio, pues ahoga y mata.
-
-Removióla un poco y al mismo punto comenzaron á rebullir ellos.
-
-Mientras ésta ardiere, no despertarán.
-
-[Marginal: _Alquitrán de amor._]
-
-Probóse á apagarla, alentando fuertemente; mas no pudo, que éste es el
-fuego de alquitrán, que con viento de amorosos suspiros y con agua de
-lágrimas más se aviva. El remedio fué echar polvo y poner tierra en
-medio. Con esto se estinguió aquel fuego más que infernal y al punto
-despertaron los que dormían valientemente, digo aquellos que por ser
-hijos de Marte son hermanos de Cupido. Los ancianos muy corridos,
-diciendo:
-
-¡Basta! Que este vil fuego de la torpeza no perdona ni verde ni seco.
-
-Los sabios, execrando su necedad, decían:
-
-¡Que Paris afrente á Palas! Era mozo, é ignorante. Pero ¡los
-entendidos! Ésa es doblada demencia.
-
-Andrenio entre los Benjamines de Venus malherido, atravesado el corazón
-de medio á medio, en reconociendo á Critilo se fué para él.
-
-¿Qué te parece?, le dijo éste. ¡Cuál te ha puesto una mala hembra! Sin
-hacienda, sin salud, sin honra y sin conciencia te ha dejado. Ahora
-conocerás lo que es.
-
-Aquí todos á porfía comenzaron á execrarla. Uno la llamaba Escila de
-marfil, otro Caribdis de esmeralda, peste afeitada, veneno en néctar.
-
-Donde hay juncos, decía uno, hay agua; donde humo, fuego y donde
-mujeres, demonios.
-
-¿Cuál es mayor mal que una mujer, decía un viejo, sino dos, porque es
-doblado?
-
-Basta que no tiene ingenio, sino para mal, decía Critilo. Pero Andrenio:
-
-Callad, les dijo, que con todo el mal, que me han causado, confieso que
-no las puedo aborrecer ni aun olvidar. Y os aseguro que de todo cuanto
-en el mundo he visto, oro, plata, perlas, piedras, palacios, edificios,
-jardines, flores, aves, astros, luna y el sol mismo, lo que más me ha
-contentado es la mujer.
-
-¡Alto!, dijo Egenio. Vamos de aquí, que ésta es la locura sin cura y
-el mal, que yo tengo que decir de la mujer mala, es mucho. Doblemos la
-hoja para el camino.
-
-Salieron todos á la luz de dar en la cuenta, desconocidos de los otros,
-pero conocidos de sí. Encaminóse cada uno al templo de su escarmiento
-á dar gracias al noble desengaño, colgando en sus paredes los despojos
-del naufragio y las cadenas de su cautiverio.
-
-
-
-
-CRISI XIII
-
-_La feria de todo el mundo._
-
-
-Contaban los antiguos que, cuando Dios crió al hombre, encarceló todos
-los males en una profunda cueva acullá lejos y aun quieren decir que en
-una de las Islas Fortunadas, de donde tomaron su apellido. Allí encerró
-las culpas y las penas, los vicios y los castigos, la guerra, la
-hambre, la peste, la infamia, la tristeza, los dolores, hasta la misma
-muerte. Encadenados todos entre sí y no fiando de tan horrible canalla,
-echó puertas de diamante con sus candados de acero. Entregó la llave al
-albedrío del hombre, para que estuviese más asegurado de sus enemigos y
-advirtiese que, si él no les abría, no podrían salir eternamente.
-
-Dejó, al contrario, libres por el mundo todos los bienes, las virtudes,
-los premios, las felicidades y contentos, la paz, la honra, la salud,
-la riqueza y la misma vida. Vivía con esto el hombre felicísimo.
-
-Pero duróle poco esta dicha. Que la mujer, llevada de su curiosa
-ligereza, no podía sosegar, hasta ver lo que había dentro de la fatal
-caverna. Cogióle un día, bien aciago para ella y para todos, el corazón
-al hombre y después la llave. Y sin más pensarlo, que la mujer primero
-ejecuta y después piensa, se fué resuelta á abrirla.
-
-Al poner la llave aseguran se estremeció el universo. Corrió el cerrojo
-y al instante salieron de tropel todos los males, apoderándose á porfía
-de toda la redondez de la tierra.
-
-La Soberbia, como primera en todo lo malo, cogió la delantera.
-[Marginal: _España._] Topó con España, primera provincia de la Europa.
-Parecióla tan de su genio, que se perpetuó en ella. Allí vive y allí
-reina con todos sus aliados, la estimación propia, el desprecio ajeno,
-el querer mandarlo todo y servir á nadie, hacer del don Diego y vengo
-de los godos, el lucir, el campear, el alabarse, el hablar mucho, alto
-y hueco, la gravedad, el fausto, el brío, con todo género de presunción:
-y todo esto desde el noble hasta el más plebeyo.
-
-[Marginal: _Francia._]
-
-La Codicia, que la venía á los alcances, hallando desocupada la
-Francia, se apoderó de toda ella, desde la Gascuña hasta la Picardía.
-Distribuyó su humilde familia por todas partes: la miseria, el
-abatimiento de ánimo, la poquedad, el ser esclavos de todas las demás
-naciones, aplicándose á los más viles oficios, el alquilarse por un vil
-interés, la mercancía laboriosa, el andar desnudos y descalzos con los
-zapatos bajo el brazo, el ir todo barato con tanta multitud, finalmente
-el cometer cualquier bajeza por el dinero. Si bien dicen que la
-Fortuna, compadecida, para realzar tanta vileza, introdujo su nobleza;
-pero tan bizarra, que hacen dos extremos sin medio.
-
-[Marginal: _Italia._]
-
-El Engaño trascendió toda la Italia, echando hondas raíces en los
-italianos pechos: en Nápoles hablando y en Génova tratando. En toda
-aquella provincia está muy valida, con toda su parentela, la mentira,
-el embuste y el enredo, las invenciones, trazas, tramoyas: y todo ello
-dicen es política y tener brava testa.
-
-[Marginal: _África._]
-
-La Ira echó por otro rumbo. Pasó al África y á sus islas adyacentes,
-gustando vivir entre alarbes y entre fieras.
-
-La Gula, con su hermana la Embriaguez, asegura la preciosa Margarita de
-Valois [Marginal: _Alemania._] se sorbió toda la Alemania alta y baja,
-gustando y gastando en banquetes los días y las noches, las haciendas
-y las conciencias. Aunque algunos no se han emborrachado sino una
-sola vez; pero les ha durado toda la vida. Devoran en la guerra las
-provincias, abastecen los campos. Y aun por eso formaba el emperador
-Carlos V de los alemanes el vientre de su ejército.
-
-[Marginal: _Inglaterra._]
-
-La Inconstancia aportó á la Inglaterra, la Simplicidad á Polonia, la
-Infidelidad á Grecia, la Barbaridad á Turquía, la Astucia á Moscovia,
-la Atrocidad á Suecia, la Injusticia á la Tartaria, las Delicias á la
-Persia, la Cobardía á la China, la Temeridad al Japón. La Pereza aun
-esta vez llegó tarde y, hallándolo todo embarazado, hubo de pasar á la
-América á morar entre los indios.
-
-La Lujuria, la nombrada, la famosa, la gentil pieza, como tan grande y
-tan poderosa, pareciéndola corta una sola provincia, se extendió por
-todo el mundo, ocupándolo de cabo á cabo. Concertóse con los demás
-vicios, aviniéndose tanto con ellos, que en todas partes está tan
-valida, que no es fácil averiguar en cuál más. Todo lo llena y todo lo
-inficiona.
-
-Pero como la mujer fué la primera con quien embistieron los males,
-todos hicieron presa en ella, quedando rebutida de malicia de pies á
-cabeza.
-
-Esto les contaba Egenio á sus dos camaradas, cuando, habiéndolos sacado
-de la corte por la puerta de la luz, que es el sol mismo, les conducía
-á la gran feria del mundo, publicada para aquel grande emporio, que
-divide los amenos prados de la juventud de las ásperas montañas de la
-edad varonil y donde de una y otra parte acudían ríos de gente, unos á
-comprar y otros á vender y otros á estarse á la mira, como más cuerdos.
-
-Entraron ya por aquella gran plaza de la conveniencia, emporio
-universal de gustos y de empleos, alabando unos lo que abominan otros.
-Así como asomaron por una de sus muchas entradas, acudieron á ellos dos
-corredores de oreja, [Marginal: _Interés._] que dijeron ser filósofos,
-el uno de la una banda y el otro de la otra, que todo está dividido en
-pareceres. Díjoles Sócrates, así se llamaba el primero:
-
-Venid á esta parte de la feria y hallaréis todo lo que hace al
-propósito para ser personas. Mas Simónides, que así se llamaba el
-contrario, les dijo:
-
-Dos estancias hay en el mundo, la una de la honra y la otra del
-provecho. Aquélla yo siempre la he hallado llena de viento y humo y
-vacía de todo lo demás; esta otra llena de oro y plata. Aquí hallaréis
-el dinero, que es un compendio de todas las cosas. Según esto, ved á
-quién habéis de seguir.
-
-Quedaron perplejos, altercando á qué mano echarían. Dividiéronse en
-pareceres, así como en afectos, cuando llegó un hombre, que lo parecía,
-aunque traía un tejo de oro en las manos y llegándose á ellos, les fué
-asiendo de las suyas y refregándolas en el oro, reconociéndola después.
-
-¿Qué pretende este hombre?, dijo Andrenio.
-
-Yo soy, respondió, el contraste de las personas, el quilatador de su
-fineza.
-
-¿Pues qué es de la piedra de toque?
-
-Ésta es, dijo señalando el oro.
-
-¿Quién tal vió?, replicó Andrenio. Antes el oro es el que se toca y se
-examina en la piedra Lidia.
-
-Así es; pero la piedra de toque de los mismos hombres es el oro. Á los
-que se les pega á las manos, no son hombres verdaderos; sino falsos.
-Y así al juez, que le hallamos las manos untadas, luego le condenamos
-de oidor á tocador. El prelado, que atesora los cincuenta mil pesos
-de renta, por bien que lo hable, no será él boca de oro; sino bolsa
-de oro. El cabo con cabos bordados y mucha plumajería, [Marginal:
-_Don Claudio San Mauricio._] señal que despluma á los soldados y no
-los socorre, como el valiente borgoñón don Claudio San Mauricio. El
-caballero, que rubrica su ejecutoria con sangre de pobres en usuras,
-de verdad que no es hidalgo. La otra, que sale muy bizarra, cuando
-el marido anda deslucido, muy mal parece. Y en una palabra, todos
-aquellos, que yo hallo que no son limpios de manos, digo que no son
-hombres de bien. Y así tú, á quien se te ha pegado el oro, dejando el
-rastro en ellas, dijo á Andrenio, cree que no lo eres: echa por la
-otra banda. Pero éste, señalando á Critilo, que no se le ha pegado ni
-queda señalado con el dedo, éste persona es: eche por la banda de la
-entereza.
-
-Antes, replicó Critilo, para que él lo sea también, importará me siga.
-
-Comenzaron á discurrir por aquellas ricas tiendas de la mano derecha.
-Leyeron un letrero, que decía:
-
-Aquí se vende lo mejor y lo peor.
-
-Entraron dentro y hallaron se vendían lenguas para callar, las mejores
-para mordérselas y que se pegaban al paladar. Un poco más adelante
-estaba un hombre, tan lejos de pregonar su mercadería, que por ademanes
-intimaba el silencio.
-
-¿Qué vende éste?, dijo Andrenio.
-
-Y él al punto puso el dedo índice en la boca.
-
-Pues deste modo, ¿cómo sabremos lo que vendes?
-
-Sin duda, dijo Egenio, que vende el callar.
-
-[Marginal: _Secreto._]
-
-Mercadería es bien rara y bien importante, dijo Critilo. Yo creí
-que se había acabado en el mundo. Ésta la deben traer de Venecia,
-especialmente el secreto, que acá no se coge. ¿Y quién le gasta?
-
-Eso estase dicho, respondió Andrenio: los anacoretas, los monjes,
-porque ellos saben lo que vale y aprovecha.
-
-Pues yo creo, dijo Critilo, que los más que lo usan no son los buenos;
-sino los malos. Los deshonestos callan, las adúlteras disimulan, los
-asesinos punto en boca, los ladrones entran con zapato de fieltro y así
-todos los malhechores.
-
-Ni aun ésos, replicó Egenio; que está ya el mundo tan rematado, que los
-que habían de callar, hablan más y hacen gala de sus ruindades. Veréis
-el otro, que funda su caballería en bellaquería, que no le agrada la
-torpeza, si no es descarada. El acuchillador se precia de que sus
-valentías den en rostro. El lindo, que se hable de sus cabellos. La
-otra, que se descuida de sus obligaciones y sólo cuida de su _cara
-cara_, ostenta las galas cuando más la descomponen. El mal ladrón
-pretende cruz. Y el otro pide el título, que sea sobreescrito de sus
-bajezas. Deste modo todos los ruines son los más ruidosos.
-
-Pues, señores, ¿quién compra?
-
-El que apaña piedras, el que hace y no dice, el que hace su negocio y
-Harpocrato, á quien nadie reprende.
-
-Sepamos el precio, dijo Critilo: que querría comprar cantidad, que no
-sé si lo hallaremos en otra parte.
-
-El precio del silencio, les respondieron, es silencio también.
-
-¿Cómo puede ser eso, si lo que se vende es callar? ¿La paga cómo ha de
-ser?
-
-Callar.
-
-Muy bien. Que buen callar se paga con otro. Éste calla, porque aquél
-calle y todos dicen callar y callemos.
-
-Pasaron á una botica, cuyo letrero decía:
-
-Aquí se vende una quinta esencia de salud.
-
-¡Gran cosa!, dijo Critilo.
-
-Quiso saber qué era y dijéronle que la saliva del enemigo.
-
-Ésa, dijo Andrenio, llámola yo quinta esencia del veneno, más letal que
-el de los basiliscos. Más quisiera que me escupiera un sapo, que me
-picara un escorpión, que me mordiese una víbora. ¿Saliva del enemigo?
-¿Quién tal oyó? ¡Si dijera del amigo fiel y verdadero! Ésa sí que es
-remedio único de males.
-
-¡Eh!, que no lo entendéis, dijo Egenio. Harto más mal hace la lisonja
-de los amigos, aquella pasión con que todo lo hacen bueno, aquel afecto
-con que todo lo disimulan, hasta dar con un amigo enfermo en sus
-culpas, en la sepultura de su perdición. Creedme que el varón sabio
-más se aprovecha del licor amargo del enemigo bien alambicado, pues
-con él saca las manchas de su honra y los borrones de su fama. Aquel
-temor de que no lo sepan los émulos, que no se huelguen, hace á muchos
-contenerse á la raya de la razón.
-
-Llamáronlos de otra tienda á gran prisa, que se acababa la mercancía y
-era verdad, porque era la ocasión. Y pidiendo el valor, dijeron:
-
-Ahora va de balde; pero después no se hallará un solo cabello por un
-ojo de la cara y menos la que más importa.
-
-Gritaba otro: Daos prisa á comprar, que mientras más tardáis, más
-perdéis y no podréis recuperarlo por ningún precio. Éste redimía tiempo.
-
-Aquí, decía otro, se da también de balde lo que vale mucho.
-
-¿Y qué es?
-
-El escarmiento.
-
-¡Gran cosa! ¿Y qué cuesta?
-
-Los necios le compran á su costa; los sabios á la ajena.
-
-¿Dónde se vende la experiencia?, preguntó Critilo. Que también vale
-mucho.
-
-Y señaláronle acullá lejos en la botica de los años.
-
-¿Y la amistad?, preguntó Andrenio.
-
-Ésa, señor, no se compra; aunque muchos la venden. Que los amigos
-comprados no lo son y valen poco.
-
-Con letras de oro, decía en una:
-
-Aquí se vende todo y sin precio.
-
-Aquí entro yo, dijo Critilo.
-
-Hallaron tan pobre al vendedor, que estaba desnudo y toda la tienda
-desierta: no se veía cosa en ella.
-
-¿Cómo dice esto con el letrero?
-
-Muy bien, respondió el mercader.
-
-¿Pues qué vendéis?
-
-Todo cuanto hay en el mundo.
-
-¿Y sin precio?
-
-Sí, porque con desprecio, despreciando cuanto hay, seréis señor de
-todo; y al contrario, el que estima las cosas no es señor dellas; sino
-ellas dél. Aquí el que da se queda con la cosa dada y le vale mucho, y
-los que la reciben quedan muy pagados con ella.
-
-[Marginal: _Cortesía._]
-
-Averiguaron era la cortesía y el honrar á todo el mundo.
-
-Aquí se vende, preguntaba uno, lo que es proprio, no lo ajeno.
-
-¿Qué mucho es eso?, dijo Andrenio.
-
-Sí es. Que muchos os venderán la diligencia que no hacen, el favor que
-no pueden y, aunque pudieran, no lo hicieran.
-
-Fuéronse encaminando á una tienda, donde con gran cuidado los
-mercaderes los hicieron retirar y con cuantos llegaban hacían lo mismo.
-
-¿Ó vendéis, ó no?, dijo Andrenio. Nunca tal se ha visto, que el mismo
-mercader desvíe los compradores de su tienda. ¿Qué pretendéis con eso?
-
-Gritáronles otra vez que se apartasen y que comprasen de lejos.
-
-¿Pues qué vendéis aquí? Ó es engaño ó es veneno.
-
-[Marginal: _Estimación._]
-
-Ni uno ni otro; antes la cosa más estimada de cuantas hay, pues es la
-misma estimación, que, en rozándose, se pierde. La familiaridad la
-gasta y la mucha conversación la envilece.
-
-Según eso, dijo Critilo, la honra de lejos. Ningún profeta en su
-patria. Y si las mismas estrellas vivieran entre nosotros, á dos días
-perdieran su lucimiento. Por eso los pasados son estimados de los
-presentes y los presentes de los venideros.
-
-Aquélla es una rica joyería, dijo Egenio. Vamos allá. Feriaremos
-algunas piedras preciosas, que ya en ellas solas se hallan las virtudes
-y la fineza.
-
-[Marginal: _Duque de Villahermosa._]
-
-Entraron y hallaron en ella al discretísimo duque de Villahermosa, que
-estaba actualmente pidiendo al lapidario le sacase algunas de las más
-finas y de más estimación.
-
-Dijo que sí, que tenía algunas bien preciosas.
-
-Y cuando aguardaban todos algún cajón del Oriente, los diamantes al
-tope, las esmeraldas, que alegran por lo que prometen y todas por lo
-que dan, sacó un pedazo de azabache tan negro y tan melancólico, como
-él es, diciendo:
-
-Ésta, señor excelentísimo, es la piedra más digna de estimación de
-cuantas hay. Ésta la de mayor valor. Aquí echó la naturaleza el resto,
-aquí el sol, los astros y los elementos se unieron en influir fineza.
-
-Quedaron admirados de oir tales exageraciones nuestros feriantes; pero
-callaban donde el discreto duque estaba y él les dijo:
-
-Señores, ¿qué es esto? ¿Éste no es un pedazo de azabache? ¿Pues qué
-pretende este lapidario con esto? ¿Tiénenos por indios?
-
-Ésta, volvió á decir el mercader, es más preciosa que el oro, más
-provechosa que los rubíes, más brillante que el carbunclo. ¿Qué tienen
-que ver con ella las margaritas? Ésta es la piedra de las piedras.
-
-Aquí, no pudiéndolo ya sufrir el de Villahermosa, le dijo:
-
-Señor mío, ¿éste no es un trozo de azabache?
-
-Sí señor, respondió él.
-
-¿Pues para qué tan exorbitantes encarecimientos? ¿De qué sirve esta
-piedra en el mundo? ¿Qué virtudes la han hallado hasta hoy? Ella no
-vale para alegrar la vista como las brillantes y transparentes ni
-aprovecha para la salud, porque no alegra como la esmeralda ni conforta
-como el diamante ni purifica como el zafir. No es contraveneno como la
-bezoar ni facilita el parto como la del águila ni quita dolor alguno.
-¿Pues de qué sirve, sino para hacer juguetes de niños?
-
-¡Oh, señor!, dijo el lapidario, perdone vuecencia: que no es sino para
-hombres y muy hombres, porque es la piedra filosofal, que enseña la
-mayor sabiduría y en una palabra muestra á vivir, que es lo que más
-importa.
-
-¿De qué modo?
-
-Echando una higa á todo el mundo y no dándosele nada de cuanto hay. No
-perdiendo el comer ni el sueño, no siendo tontos. Y eso es vivir como
-un rey, que es lo que aún no se sabe.
-
-Dádmela acá, dijo el duque, que la he de vincular en mi casa.
-
-Aquí se vende, gritaba otro, un remedio único para cuantos males hay.
-
-Acudía tanta gente, que no cabían de pies; aunque sí de cabezas. Llegó
-impaciente Andrenio y pidió le diesen de la mercadería presto.
-
-Sí señor, le respondieron, que se conoce bien la habéis menester. Tened
-paciencia.
-
-Volvió de allí á poco á instar le diesen lo que pedía.
-
-¿Pues, señor, le dijo el mercader, ya no se os ha dado?
-
-¿Cómo dado?
-
-Sí, que yo lo he visto por mis ojos, dijo otro.
-
-Enfurecíase Andrenio negando.
-
-Dice verdad; aunque no tiene razón, respondió el mercader: que, aunque
-se le han dado, él no la ha tomado. Tened espera.
-
-Iba cargando la gente y el amo les dijo:
-
-Señores, servíos despejar y dar lugar á los que vienen, pues ya tenéis
-recado.
-
-¿Qué es esto?, replicó Andrenio. ¿Os burláis de nosotros? ¡Qué linda
-flema por cierto! Dadnos lo que pedimos y nos iremos.
-
-[Marginal: _Sufrir._]
-
-Señor mío, dijo el mercader, andad con Dios, que ya os han dado recado
-y aun dos veces.
-
-¿Á mí?
-
-Sí, á vos.
-
-No me han dicho sino que tuviese paciencia.
-
-¡Oh, qué lindo!, dijo el mercader, dando una gran risada. Pues, señor
-mío, esa es la preciosa mercadería. Ésa es la que prestamos y ésa es el
-remedio único para cuantos males hay. Y quien no la tuviere, desde el
-rey hasta el roque, váyase del mundo. Tanto valí, cuanto sufrí.
-
-Aquí lo que se vende, decía otro, no hay bastante oro ni plata en el
-mundo para comprarlo.
-
-¿Pues quién feriará?
-
-Quien no la pierda, respondieron.
-
-¿Y qué cosa es?
-
-La libertad.
-
-Gran cosa, aquello de no depender de voluntad ajena y más de un necio,
-de un modorro. Que no hay tormento como la imposición de hombres sobre
-las cabezas.
-
-Entró un feriante en una tienda y díjole al mercader le vendiese sus
-orejas. Riéronlo mucho todos; sino Egenio, que dijo:
-
-Es lo primero, que se ha de comprar. No hay mercadería más importante.
-Y pues habemos feriado lenguas para no hablar, compremos aquí orejas
-para no oir y unas espaldas de ganapán ó molinero.
-
-Hasta el mismo vender hallaron se feriaba, porque saber uno vender sus
-cosas vale mucho, que ya no se estima por lo que son, sino por lo que
-parecen. Los más de los hombres ven y oyen con ojos y oídos prestados:
-viven de información de ajeno gusto y juicio.
-
-Repararon mucho en que todos los famosos hombres del mundo, el mismo
-Alejandro en persona, que lo era, [Marginal: _Señor don Juan de
-Austria._] dos Césares, Julio y Augusto y otros deste porte y de los
-modernos el invicto señor don Juan de Austria, frecuentaban mucho una
-botica en que no había letrero.
-
-Llevólos á ella su mucha curiosidad. Preguntaron á unos y á otros qué
-era lo que allí se vendía y nadie lo confesaba. Creció más su deseo.
-Advirtieron que los sabios y entendidos eran los mercaderes.
-
-Aquí gran misterio hay, dijo Critilo.
-
-Llegóse á uno y muy en secreto le preguntó qué era lo que allí se
-vendía.
-
-Respondióle: No se vende; sino que se da por gran precio.
-
-¿Qué cosa es?
-
-Aquel inestimable licor, que hace inmortales á los hombres, y entre
-tantos millares como ha habido y habrá los hace conocidos, quedando
-los demás sepultados en el perpetuo olvido, como si nunca hubiera
-habido tales hombres en el mundo.
-
-¡Preciosísima cosa!, exclamaron todos. ¡Oh qué buen gusto tuvieron
-Francisco I de Francia, Matías Corvino y otros! Decidnos, señor, ¿no
-habrá para nosotros siquiera una gota?
-
-Sí la habrá, con que deis otra.
-
-¿Otra, de qué?
-
-De sudor propio, que, tanto cuanto uno suda y trabaja, tanto se le da
-de fama y de inmortalidad.
-
-Pudo bien Critilo feriarla y así les dieron una redomilla de aquel
-eterno licor. Miróla con curiosidad y, cuando creyó sería alguna
-confección de estrellas ó alguna quinta esencia del lucimiento del sol
-y de trozos de cielo alambicados, halló era una poca tinta mezclada con
-aceite. Quiso arrojarla; pero Egenio le dijo:
-
-No hagas tal y advierte que el aceite de las vigilias de los estudiosos
-y la tinta de los escritores, juntándose con el sudor de los héroes y
-tal vez con la sangre de las heridas, fabrican la inmortalidad de su
-fama. Desta suerte la tinta de Homero hizo inmortal á Aquiles, la de
-Virgilio á Augusto, la propia á César, la de Horacio á Mecenas, la de
-Jovio al Gran Capitán, la de Pedro Mateo á Enrique IV de Francia.
-
-¿Pues cómo todos no procuran una excelencia como ésta?
-
-Porque no todos tienen esa dicha ni ese conocimiento.
-
-Vendía Tales Milesio obras sin palabras y decía que los hechos son
-varones y las palabras hembras.
-
-Horacio carecía especialmente de ignorancia y aseguraba ser la
-sabiduría primera.
-
-Pitaco, aquel otro sabio de la Grecia, andaba poniendo precios á todos
-y muy moderados, igualando las balanzas, y en todas partes encargaba su
-_Ne quid nimis_.
-
-Estaban muchos leyendo un gran letrero en una tienda, que decía:
-
-Aquí se vende el bien á mal precio.
-
-Pero entraban pocos.
-
-No os espantéis, Egenio, que es mercadería poco estimada en el mundo.
-
-Entren los sabios, decía el mercader, que vuelven bien por mal y
-negocian con eso cuanto quieren.
-
-Aquí hoy no se fía, decía otro, ni aun del mayor amigo, porque mañana
-será enemigo.
-
-Ni se porfía, decía otro.
-
-Y aquí entraban poquísimos valencianos, como ni en las del secreto.
-
-Había al fin una tienda común, donde de todas las demás acudían á saber
-el valor y la estimación de todas las cosas. Y el modo de apreciarlas
-era bien raro, porque era hacerlas piezas, arrojarlas en un pozo,
-quemarlas y al fin perderlas. Y esto hacían aun de las más preciosas,
-como la salud, la hacienda, la honra y, en una palabra, cuanto vale.
-
-¿Esto es dar valor?, dijo Andrenio.
-
-Señor, sí, le respondieron: que hasta que se pierden las cosas, no se
-conoce lo que valen.
-
-Pasaron ya á la otra acera de la gran feria de la vida humana, á
-instancia de Andrenio y despechos de Critilo; pero muchas veces los
-sabios yerran, para que no revienten los necios. Había también muchas
-tiendas, pero muy diferentes, correspondiendo en emulación una de esta
-parte á la de la otra. Y así decía en la primera un letrero:
-
-Aquí se vende el que compra.
-
-Primera necedad, dijo Critilo.
-
-¡No sea maldad!, replicó Egenio.
-
-Iba ya á entrar Andrenio y detúvole, diciendo:
-
-¿Adónde caminas, que vas vendido?
-
-Miraron de lejos y vieron cómo se vendían unos á otros, hasta los
-mayores amigos.
-
-Decía en otra:
-
-Aquí se vende lo que se da.
-
-Unos decían eran mercedes; otros, que presentes destos tiempos.
-
-Sin duda, dijo Andrenio, que aquí se da tarde, que es tanto como no dar.
-
-No será, sino que se pide lo que se da, replicó Critilo: que es muy
-caro lo que cuesta la vergüenza de pedir y mucho más el exponerse á un
-no quiero.
-
-Pero Egenio averiguó eran dádivas del villano mundo.
-
-[Marginal: _Hacienda._]
-
-¡Oh, qué mala mercadería!, gritaba uno á una puerta.
-
-Y con todo eso no cesaban de entrar á porfía y los que salían todos
-decían:
-
-¡Oh, maldita hacienda! Si no la tenéis, causa deseo; si la tenéis,
-cuidado; si la perdéis, tristeza.
-
-Pero advirtieron había otra botica llena de redomas vacías, cajas
-desiertas, y con todo eso muy embarazada de gente y de ruido. Á este
-reclamo acudió luego Andrenio.
-
-Preguntó qué se vendía allí, porque no se veía cosa, y respondiéronle
-que viento, aire y aun menos.
-
-¿Y hay quien lo compre?
-
-Y quien gasta en ello todas sus rentas. Aquella caja está llena de
-lisonjas, que se pagan muy bien. En aquella redoma hay palabras, que
-se estiman mucho. Aquel bote es de favores, de que se pagan no pocos.
-Aquella arca grande está rellena de mentiras, que se despachan harto
-mejor que las verdades y más las que se pueden mantener por tres días y
-en tiempo de guerra, dice el italiano, bugia como terra.
-
-[Marginal: _Todo aire._]
-
-¡Hay tal cosa!, ponderaba Critilo. ¡Que haya quien compre el aire y se
-pague dél!
-
-¿Deso os espantáis?, le dijeron. ¿Pues en el mundo qué hay sino viento?
-El mismo hombre, quitadle el aire y veréis lo que queda. Aun menos que
-aire se vende aquí y muy bien se paga.
-
-Vieron que actualmente estaba un boquirrubio dando muchas y muy ricas
-joyas, galas y regalos, que siempre andan juntos, á un demonio de una
-fea, por quien andaba perdido. Y preguntando qué le agradaba en ella
-respondió, que el airecillo.
-
-De modo, señor mío, dijo Critilo, ¿que aún no llega á ser aire y
-enciende tanto fuego?
-
-Estaba otro dando largos ducados, porque le matasen un contrario.
-
-¿Señor, qué os ha hecho?
-
-No ha llegado á tanto; hame dicho de suerte, que por una palabrilla...
-
-¿Y era afrentosa?
-
-No, pero el airecillo con que lo dijo me ofendió mucho.
-
-De modo, que aún no llega á ser aire lo que os cuesta tan caro á vos y
-á él.
-
-Gastaba un gran príncipe sus rentas en truhanes y bufones y decía que
-gustaba mucho de sus gracias y donaires.
-
-Desta suerte se vendían tan caros puntillos de honra, el modillo, el
-airecillo y el donaire.
-
-Pero lo que les espantó mucho fué ver una mujer tan fiera, que pasaba
-plaza de furia infernal, de harpía en arañar á cuantos llegaban á su
-tienda y gritaba:
-
-¿Quién compra? ¿Quién compra pesares, quebraderos de cabeza,
-quitasueños, rejalgares, malas comidas y peores cenas?
-
-Entraban ejércitos enteros y era lo malo que, haciendo alarde, salían
-pasando crujía y los que vivos, [Marginal: _Marqués del Borro._] que
-eran bien pocos, salían corriendo sangre, más acribillados de heridas
-que un marqués del Borro. Y con verlos, no cesaban de entrar los que de
-nuevo venían.
-
-Estábase Critilo espantado, mirando tal atrocidad y díjole Egenio:
-
-Sabe que cuantos males hay le ponen algún cebillo al hombre para
-pescarle: la codicia oro, la lujuria deleites, la soberbia honras,
-la gula comidas, la pereza descansos; sólo la ira no da sino golpes,
-heridas y muertes y con todo eso tantos y tontos la compran tan cara.
-
-Pregonaba uno: Aquí se venden esposas.
-
-Llegaban unos y otros, preguntando si eran de hierro ó mujeres.
-
-Todo es uno, que todas son prisiones.
-
-¿Y el precio?
-
-De balde y aun menos.
-
-¿Cómo puede ser menos?
-
-Sí, pues se paga porque las lleven.
-
-Sospechosa mercadería: ¿mujeres y pregonadas?, ponderó uno. Ésa
-no llevaré yo: la mujer, ni vista ni conocida; pero también será
-desconocida.
-
-Llegó uno y pidió la más hermosa. Diéronsela á precio de gran dolor de
-cabeza y añadió el casamentero:
-
-El primer día os parecerá bien á vos; todos los demás á los otros.
-
-Escarmentando otro, pidió la más fea.
-
-Vos la pagaréis con un continuo enfado.
-
-Convidábanle á un mozo que tomase esposa y respondió:
-
-Aún es temprano.
-
-Y un viejo: Ya es tarde.
-
-[Marginal: _Discreción._]
-
-Otro, que se picaba de discreción, pidió una que fuese entendida.
-Buscáronle una feísima, toda huesos y que todos le hablaban.
-
-Venga una, señor mío, que sea muy igual en todo, dijo un cuerdo: porque
-la mujer, me aseguran, es la otra mitad del hombre y que realmente
-antes eran una misma cosa entrambos; mas que Dios los separó, porque
-no se acordaban de su divina Providencia. Y que esta es la causa de
-aquella tan vehemente propensión, que tiene el hombre á la mujer,
-buscando su otra mitad.
-
-Casi tiene razón, dijeron; pero es cosa dificultosa hallarle á cada uno
-su otra mitad. Todas andan barajadas comúnmente. La del colérico damos
-al flemático, la del triste al alegre, la del hermoso al feo y tal vez
-la del mozo de veinte años al caduco de setenta: ocasión de que los
-más vienen arrepentidos.
-
-Pues eso, señor casamentero, dijo Critilo, no tiene disculpa, que bien
-conocida es la desigualdad de quince años á setenta.
-
-¿Qué queréis? Ellos se ciegan y lo quieren así.
-
-Pero ellas ¿cómo pasan por eso?
-
-Es, señor, que son niñas y desean ser mujeres y, si ellos caducan,
-ellas niñean. El mal es que, en no teniendo mocos, no gustan de
-gargajos. Mas eso no tiene remedio. Tomad ésta, conforme la deseáis.
-
-Miróla y halló que en todo era dos ó tres puntos más corta: en la edad,
-en la calidad, en la riqueza, en todo. Y reclamando no era tan ajustada
-como deseaba:
-
-Llevadla, dijo, que con el tiempo vendrá á ajustarse, que de otra
-manera pasaría y sería mucho peor. Y tened cuidado de no darla todo lo
-necesario, porque en teniéndolo, querrá lo superfluo.
-
-Fué alabado mucho uno, que diciéndole viese una, que había de ser su
-mujer, respondió que él no se casaba por los ojos, sino por los oídos.
-Y así llevó en dote la buena fama.
-
-Convidáronlos á la casa del buen gusto, donde había convitón.
-
-¿Será casa de gula?, dijo Andrenio.
-
-Sí será, respondió Critilo; pero los que entran parecen comedores y los
-que salen comidos.
-
-Vieron cosas raras: había sentado un gran señor, rodeado de
-gentileshombres enanos, entrometidos, truhanes, valientes y lisonjeros,
-que parecía el arca de las sabandijas. [Marginal: _Príncipes._] Comió
-bien; pero echáronle la cuenta muy larga, porque dijeron comía cien mil
-ducados de renta. Él sin réplica, pasaba por ello. Reparó Critilo y
-dijo:
-
-¿Cómo puede ser esto? No ha comido la centésima parte de lo que dicen.
-
-Es verdad, dijo Egenio, que no los come; sino éstos que le van
-alrededor.
-
-Pues, según eso, no digan que tiene el duque cien mil de renta, sino
-mil y los demás de dolor de cabeza.
-
-Había bravos papasales, otros que papaban viento y decían que
-engordaban; pero al cabo todo paraba en aire. Todo se lo tragaban
-algunos y otros todo se lo bebían. Muchos tragaban saliva y los más
-mordían cebolla y al cabo todos los que comían quedaban comidos hasta
-de los gusanos.
-
-En todas estas tiendas no feriaron cosa de provecho; sí en las otras
-de mano derecha, preciosos bienes, verdades de finísisimos quilates y
-sobre todo á sí mismos. Que el sabio consigo y Dios, tiene lo que basta.
-
-Desta suerte salieron de la feria, hablando cómo les había ido en ella.
-Egenio ya otro, porque rico trató de volver á su alojamiento, que en
-esta vida no hay casa propia. Critilo y Andrenio se encaminaron á pasar
-los puertos de la edad varonil en Aragón, de quien decía aquel su
-famoso rey que, en naciendo, fué destinado para dar tantos Santiagos
-y para ser conquistador de tantos reinos, comparando las naciones de
-España á las edades y que los aragoneses eran los varones.
-
-
-
-
- EL CRITICÓN
-
- SEGUNDA PARTE
-
- JUICIOSA CORTESANA FILOSOFÍA
- EN EL OTOÑO DE LA VARONIL EDAD
-
-
-
-
-AL SERENÍSIMO SEÑOR
-
-DON JUAN DE AUSTRIA
-
-
- Serenísimo Señor:
-
-Arco vistoso y bienvisto el que tantas tempestades serena, brillante
-rayo del planeta cuarto y rayo ardiente de la guerra. Hoy en emulación
-de las aceradas hojas de Belona, siempre augustas, siempre victoriosas,
-en la hercúlea mano de V. A. llegan á tan florecientes plantas estas
-de Minerva, prometiéndose eternidades de seguridad á sombra de tan
-inmortal plausible lucimiento. De hojas á hojas va la competencia y
-no estraña, pues con igual felicidad suelen alternarse las fatigas de
-Palas valiente y las delicias de Palas estudiosa, y más en un César
-novel, gloria de Austria y blasón de España. La edad, Señor varonil,
-maldelineada en estos borrones, bienideada en los aciertos de la
-anciana juventud de V. A., vincula su patrocinio en quien toda la
-Monarquía Católica, su desempeño, inaugurando que quien, cuando había
-de ser joven, es tanto hombre, cuando llegue á ser hombre, será un
-jayán del valor, un héroe de la virtud y un fénix de la fama.
-
- B. L. P. DE V. A.
-
- _LORENZO GRACIÁN._
-
-
-
-
-CRISI PRIMERA
-
-_Reforma universal._
-
-
-Renuncia el hombre inclinaciones de siete en siete años: ¡cuánto más
-alternará genios en cada una de sus cuatro edades! Comienza á medio
-vivir quien poco ó nada percibe. Ociosas pasan las potencias en la
-niñez, aun las vulgares; que las nobles sepultadas yacen en una
-puerilidad insensible, punto menos que bruto, aumentándose con las
-plantas y vegetándose con las flores.
-
-Pero llega el tiempo en que también el alma sale de mantillas: ejerce
-ya la vida sensitiva, entra en la jovial juventud, que de allí tomó
-apellido. ¡Qué sensual! ¡Qué delicioso! No atiende sino á holgarse el
-que nada entiende. No vaca al noble ingenio; sino al delicioso genio.
-Sigue sus gustos, cuando tan malo le tiene.
-
-Llega al fin, pues, siempre tarde á la vida racional y muy de hombre:
-ya discurre y se desvela. [Marginal: _Empleos varoniles._] Y porque
-se reconoce hombre, trata de ser persona. Estima el ser estimado,
-anhela al valer, abraza la virtud, logra la amistad, solicita el saber,
-atesora noticias y atiende á todo sublime empleo.
-
-Acertadamente discurría quien comparaba el vivir del hombre al correr
-del agua, cuando todos morimos y como ella nos vamos deslizando. Es la
-niñez fuente risueña. Nace entre menudas arenas, que de los polvos de
-la nada se hacen los lodos del cuerpo. Sale tan clara como sencilla.
-Ríe lo que no murmura, bulle entre campanillas de viento, arrúllase
-entre pucheros y cíñese de verduras que la fajan.
-
-Precipítase ya la mocedad en un impetuoso torrente, corre, salta, se
-arroja y despeña, tropezando con las guijas, rifando con las flores. Va
-echando espumas, se enturbia y se enfurece.
-
-Sosiégase ya río en la varonil edad. Va pasando tan callado, cuan
-profundo, caudalosamente vagaroso. Todo es fondos, sin ruido. Dilátase
-espaciosamente grave, fertiliza los campos, fortalece las ciudades,
-enriquece las provincias y de todas maneras aprovecha.
-
-¡Mas ay! que al cabo viene á parar en el amargo mal de la vejez, abismo
-de achaques, sin que le falte una gota. Allí pierden los ricos sus
-bríos, su nombre y su dulzura. Va á orza el carcomido bajel, haciendo
-agua por cien partes y á cada instante zozobrando entre borrascas tan
-deshechas, que le deshacen, hasta dar al través con dolor y con dolores
-en el abismo de un sepulcro, quedando encallado en el perpetuo olvido.
-
-[Marginal: _Aragón, buena España._]
-
-Hallábanse ya nuestros dos peregrinos del vivir, Critilo y Andrenio,
-en Aragón, que los estranjeros llaman la buena España, empeñados en el
-mayor reventón de la vida. Acababan de pasar sin sentir, cuando con
-mayor sentimiento, los alegres prados de la juventud, lo ameno de sus
-verduras, lo florido de sus lozanías y, subiendo la trabajosa cuesta
-de la edad varonil, llena de asperezas, si no malezas, emprendían una
-montaña de dificultades.
-
-Hacíasele muy cuesta arriba á Andrenio, como á todos los que suben á la
-virtud, que nunca hubo altura sin cuesta. Iba afanando y aun sudando.
-Animábale Critilo con prudentes recuerdos y consolábale en aquella
-esterilidad de flores con la gran copia de frutos, de que se veían
-cargados los árboles. Pues tenían más que hojas, contando las de los
-libros. Subían tan altos, que les pareció señoreaban cuanto contiene el
-mundo, muy superiores á todo.
-
-¿Qué te parece desta nueva región?, dijo Critilo. ¿No percibes qué
-aires estos tan puros?
-
-Así es, respondió Andrenio. Paréceme que ya llevamos otros aires. ¡Qué
-buen puesto éste para tomar aliento y asiento! Que ya es tiempo de
-tenerle.
-
-Pusiéronse á contemplar lo que habían caminado hasta hoy.
-
-¿No atiendes qué de verduras dejamos atrás, tan pisadas, como pasadas?
-¡Cuán bajo y cuán vil parece todo lo que habemos andado hasta aquí!
-Todo es niñería, respecto de la gran provincia que emprendemos. ¡Qué
-humildes y qué bajas se reconocen todas las cosas pasadas! ¡Qué
-profundidad tan notable se advierte de aquí allá! Despeño sería querer
-volver á ellas. ¡Qué pasos tan sin provecho, cuantos habemos dado hasta
-hoy!
-
-[Marginal: _Argos moral._]
-
-Esto estaban filosofando, cuando descubrieron un hombre, muy otro de
-cuantos habían topado hasta aquí, pues se estaba haciendo ojos para
-notarlos, que ya poco es ver. Fuése acercando y ellos advirtiendo que
-realmente venía todo rebutido de ojos de pies á cabeza y todos suyos y
-muy despiertos.
-
-¡Qué gran mirón es éste!, dijo Andrenio.
-
-No; sino prodigio de atenciones, respondió Critilo. Si él es hombre, no
-destos tiempos; y, si lo es, no es marido ni aun pastor ni trae cetro
-ni cayado. ¿Mas si sería Argos? Pero no, que ése fué del tiempo antiguo
-y ya no se usan semejantes desvelos.
-
-Antes sí, respondió el mismo: que estamos en tiempos, que es menester
-abrir el ojo y aun no basta; sino andar con cien ojos. Nunca fueron
-menester más atenciones, que cuando hay tantas intenciones: que ya
-ninguno obra de primera. Y advertid que de aquí adelante ha de ser el
-andar despabilados, que hasta ahora todos habéis vivido á ciegas y aun
-á dormidas.
-
-Dínos por tu vida, tú que ves por ciento y vives por otros tantos,
-¿guardas aún bellezas?
-
-¡Qué vulgaridad tan rancia!, respondió él. ¿Y quién me mete á mí en
-imposibles? Antes me guardo yo dellas y guardo á otros bienentendidos.
-
-Estaba atónito Andrenio, haciéndose ojos también ó en desquite ó en
-imitación.
-
-Y reparando en ellos Argos, le dijo:
-
-¿Ves ó miras? Que no todos miran lo que ven.
-
-Estoy, respondió, pensando de qué te pueden servir tantos ojos. Porque
-en la cara están en su lugar, para ver lo que pasa, y aun en el
-cerebro, para ver lo que pasó; ¿pero en los hombros á qué propósito?
-
-[Marginal: _Ojo á la carga y al cargo._]
-
-¡Qué bien lo entiendes!, dijo Argos. Éstos son más importantes, los que
-más estimaba don Fadrique de Toledo.
-
-¿Pues para qué valen?
-
-Para mirar un hombre la carga que se echa á cuestas y más si se casa
-ó se arrasa, al aceptar el cargo y entrar en el empleo. Ahí es el ver
-y tantear la carga, mirando y remirando, midiéndola con sus fuerzas,
-viendo lo que pueden sus hombros. Que el que no es un Atlante ¿para
-qué se ha de meter á sostener las estrellas? Y el otro, que no es un
-Hércules, ¿para qué se entremete á sustituto del peso de un mundo? Él
-dará con todo en tierra.
-
-¡Oh, si todos los mortales tuviesen destos ojos! Yo sé que no se
-echarían tan á carga cerrada las obligaciones, que después no pueden
-cumplir. Y así andan toda la vida gimiendo con la carga incomportable:
-el uno de un matrimonio, sin patrimonio; el otro del demasiado punto,
-sin coma; éste con el empeño en que se desempeña y aquél con el honor,
-que es horror. Estos ojos humerales abro yo primero muy bien, antes de
-echarme la carga á cuestas; que el abrirlos después no sirve sino para
-la desesperación ó para el llanto.
-
-¡Oh, cómo tomaría yo otros dos, dijo Critilo, no sólo para no cargar de
-obligaciones, pero ni aun encargarme de cosa alguna, que abrume la vida
-y haga sudar la conciencia!
-
-Yo confieso, que tienes razón, dijo Andrenio, y que están bien los ojos
-en los hombros, pues todo hombre nació para la carga. [Marginal: _Ojo
-al arrimo._] Pero díme: esos, que llevas en las espaldas ¿para qué
-pueden ser buenos? Si ellas de ordinario están arrimadas ¿de qué sirven?
-
-Y aun por eso, respondió Argos: para que miren bien dónde se arriman.
-¿No sabes tú que casi todos los arrimos del mundo son falsos, chimeneas
-tras tapiz, que hasta los parientes falsean y se halla peligro en los
-mismos hermanos? Maldito el hombre, que confía en otro, y sea quien
-fuere. ¿Qué digo amigos y hermanos? De los mismos hijos no hay que
-asegurarse y necio del padre, que en vida se despoja. No decía del todo
-mal quien decía que vale más tener que dejar en muerte á los enemigos,
-que pedir en vida á los amigos. Ni aun en los mismos padres hay que
-confiar, que algunos han echado dado falso á los hijos y ¡cuántas
-madres hoy venden las hijas!
-
-Hay gran cogida de falsos amigos y poca acogida en ellos. Ni hay otra
-amistad, que dependencia. Á lo mejor falsean y dejan á un hombre en
-el lugar, en que ellos le metieron. ¿Qué importa que el otro os haga
-espaldas en el delito, si no os hace cuello después en el degüello?
-
-Buen remedio, dijo Critilo, no arrimarse á cabo alguno, estarse solo,
-vivir á lo filósofo y á lo feliz.
-
-Rióse Argos y dijo:
-
-Si un hombre no busca algún arrimo, todos le dejarán estar y no vivir.
-Ningunos más arrimados hoy que los que no se arriman. Aunque sea un
-gigante en méritos, le echarán á un rincón. [Marginal: _Don Miguel
-de Escartín._] Así puede ser más benemérito que nuestro obispo de
-Barbastro, más hombre de bien que el mismo patriarca, más valiente que
-Domingo de Eguía, más docto que el cardenal de Lugo: nadie se acordará
-dél. Y aun por eso, toda conclusión se arrima á buen poste y todo
-jubileo á buena esquina. Creedme que importan mucho estas atenciones
-respaldares.
-
-[Marginal: _Ojo político._]
-
-Ésos sean los mismos, dijo Andrenio, y no los de las rodillas. Desde
-ahora los renuncio allí. ¿Y para qué, sino para cegarse con el polvo y
-quedar estrujados en el suelo?
-
-¡Qué mal lo discurres!, respondió Argos. Ésos son hoy los prácticos.
-Porque más político es mirar un hombre á quién se dobla, á quién hinca
-la rodilla, qué numen adora, quién ha de hacer el milagro. Que hay
-imágenes viejas, de adoración pasada, que no se les hace ya fiesta,
-figura del descarte, barajadas de la fortuna. Estos ojos son para
-brujulear quién triunfa, para hacerse hombre, ver quién vale y ha de
-valer.
-
-De verdad, que no me desagradan, dijo Critilo, y que en las cortes me
-dicen se estiman harto. Por no tener yo otros como ellos, voy siempre
-rodando. Esta mi entereza me pierde.
-
-Una cosa no me puedes negar, replicó Andrenio: que los ojos en las
-espinillas no sirven sino para lastimarse. Señor, en los pies están en
-su lugar, para ver un hombre dónde los tiene, dónde entra y sale, en
-qué pasos anda; pero en las piernas ¿para qué?
-
-¡Oh, sí! Para no echarlas ni hacerlas con el poderoso, con el superior.
-Atienda el sagaz con quién se toma, mire con quién las ha y, en
-reconociéndole la cuesta, no parta peras con él, cuanto menos piedras.
-Si éstos hubiera tenido aquel hijo del polvo, no se hubiera metido
-entre los brazos de Hércules, nunca hubiera luchado con él. Ni los
-rebeldes titanes se hubieran atrevido á descomponerse con el Júpiter de
-España. Que estas necias temillas tienen abrumados á muchos.
-
-Prométoos que para poder vivir es menester armarse un hombre de pies
-á cabeza, no de ojetes, sino de ojazos, muy despiertos. Ojos en las
-orejas para descubrir tanta falsedad y mentira. Ojos en las manos para
-ver lo que da y mucho más lo que toma. Ojos en los brazos para no
-abarcar mucho y apretar poco. Ojos en la misma lengua para mirar muchas
-veces lo que ha de decir uno. Ojos en el pecho para ver en qué lo ha
-de tener. Ojos en el corazón, atendiendo á quién le tira ó le hace
-tiro. Ojos en los mismos ojos para mirar cómo miran. Ojos y más ojos y
-reojos, procurando ser Elmirante en un siglo tan Adelantado.
-
-¿Qué hará, ponderaba Critilo, quien no tiene sino dos y ésos nunca
-bien abiertos, [Marginal: _Hércules de Austria._] llenos de legañas y
-mirando aniñadamente con dos niñas? ¿No nos venderías, que ya nadie da,
-si no es el señor don Juan de Austria, un par désos, que te sobran?
-
-¿Qué es sobrar?, dijo Argos. De mirar nunca hay harto. Á más de que no
-hay precio para ellos; sólo uno y ese es un ojo de la cara.
-
-¿Pues qué ganaría yo en eso?, replicó Critilo.
-
-Mucho, respondió Argos. El mirar con ojos ajenos, que es una gran
-ventaja; sin pasión y sin engaño, que es el verdadero mirar. Pero
-vamos, que yo os ofrezco que, antes que nos dividamos, habéis de lograr
-otros tantos como yo. Que también se pegan, como el entendimiento,
-cuando se trata con quien le tiene.
-
-¿Dónde nos quieres llevar?, preguntó Critilo, ¿y qué haces aquí, en
-esta plaga del mundo, que todo él se compone de plagas?
-
-[Marginal: _Puerto y puerta de la vida._]
-
-Soy guarda, respondió, en este puerto de la vida, tan dificultoso, cuan
-realzado: pues comenzándole todos á pasar mozos, se hallan al cabo
-hombres. Aunque no lo sienten tanto como las hembras, con que de mozas,
-que antes eran, se hallan después dueñas; mas ellas reniegan de tanta
-autoridad. Y ya que no tienen remedio, buscan consuelo en negar. Y es
-tal su pertinacia, que estarán muchas canas de la otra parte y porfían
-que comienzan ahora á vivir. Pero callemos, que lo han hecho crimen de
-descortesía y dicen: más querríamos nos desañasen, que desengañasen.
-
-¿De modo, dijo Critilo, que eres guarda de hombres?
-
-Sí y muy hombres: de los viandantes. Porque ninguno pase mercaderías de
-contrabando de la una provincia á la otra. Hay muchas cosas prohibidas,
-que no se pueden pasar de la juventud á la virilidad. Permítense en
-aquélla y en ésta están vedadas so graves penas. Á más de ser toda
-mala mercadería y perdida por ser mala hacienda. Cuéstales á algunos
-muy cara la niñería. Porque hay pena de infamia y tal vez de la vida,
-especialmente si pasan deleites y mocedades. [Marginal: _Costumbres de
-contrabando._] Para obviar este daño tan pernicioso al género humano,
-hay guardas muy atentas, que corren todos estos parajes, cogiendo los
-que andan descaminados. Yo soy sobre todos y así os aviso que miréis
-bien si lleváis alguna cosa, que no sea muy de hombres, y la depongáis.
-Porque, como digo, á más de ser cosa perdida, quedaréis afrentados,
-cuando seáis reconocidos. Y advertid que, por más escondida que la
-llevéis, os la han de hallar. Que del mismo corazón redundará luego á
-la boca y los colores al rostro.
-
-Demudóse Andrenio. Mas Critilo, por desmentir indicios, mudó de plática
-y dijo:
-
-En verdad, que no es tan áspera la subida, como habíamos concebido.
-Siempre se adelanta la imaginación á la realidad. ¡Qué sazonados están
-todos estos frutos!
-
-Sí, respondió Argos: que aquí todo es madurez. No tienen aquella acedía
-de la juventud, aquel desabrimiento de la ignorancia, lo insulso de
-su conversación, lo crudo de su mal gusto. [Marginal: _Hombre en su
-punto._] Aquí ya están en su punto, ni tan pasados como en la vejez ni
-tan crudos como en la mocedad; sino en un buen medio.
-
-Topaban muchos descansos, con sus asientos bajo de frondosos morales
-muy copados, cuyas hojas, según decía Argos, hacen sombra saludable y
-de gran virtud para las cabezas, quitándoles á muchos el dolor della.
-Y aseguraban haberlos plantado algunos célebres sabios, para alivio en
-el cansado viaje de la vida. Pero lo más importante era que á trechos
-hallaban algún refresco de saber, confortativos de valor, que se decía
-haberlos fundado allí á costa de su sudor algunos varones singulares,
-dotándolos de renta de doctrina. Y así en una parte les brindaron
-quintas esencias de Séneca, en otras divinidades de Platón, néctares
-de Epicuro y ambrosías de Demócrito y de otros muchos autores sacros
-y profanos, con que cobraban, no sólo aliento, pero mucho ser de
-personas, adelantándose á todos los demás.
-
-[Marginal: _Aduana de vida._]
-
-Al sublime centro habían llegado de aquellas eminencias, cuando
-descubrieron una gran casa labrada, más de provecho, que de artificio.
-Y, aunque muy capaz, nada suntuosa. De profundos cimientos, asegurando
-con firmes estribos las fuertes paredes. Mas no por eso se empinaba
-ni poblaba el aire de castillos ni de torres. No brillaban chapiteles
-ni andaban rodando las giraldas. Todo era á lo macizo, de piedras
-sólidas y cuadradas, muy á machamartillo. Y aunque tenía muchas vistas
-con ventanas y claraboyas á todas luces; pero no tenía reja alguna ni
-balcón. Porque entre hierros, aunque dorados, se suelen forjar los
-mayores y aun ablandarse los pechos más de bronce.
-
-El sitio era muy esento, señoreando cuanto hay á todas partes y
-participando de todas luces, que ninguna aborrece. Lo que más la
-ilustraba eran dos puertas grandes y siempre patentes: la una al
-oriente de donde se viene y la otra al ocaso donde se va. Y aunque
-ésta parecía falsa, era la más verdadera y la principal. Por aquélla
-entraban todos y por ésta salían algunos.
-
-[Marginal: _Transformaciones de la edad._]
-
-Causóles aquí estraña admiración ver cuán mudados salían los pasajeros
-y cuán otros de lo que entraban, pues totalmente salían diferentes
-de sí mismos. Así lo confesó uno á la que le decía: Yo soy aquélla,
-respondiéndole: Yo no soy aquél.
-
-Los que entraban risueños, salían muy pensativos; los alegres,
-melancólicos; ninguno se reía. Todo era autoridad. Y así los muy
-ligeros antes, ahora procedían graves; los bulliciosos, pausados; los
-flacos, que en cada ocasión daban de ojos, ahora en la cuenta; pisando
-firme los que antes de pie quebrado; los livianos, muy sustanciales.
-Estaba atónito Andrenio, viendo tal novedad y tan impensada mudanza.
-
-Aguarda, dijo: aquel que sale hecho un Catón ¿no era poco ha un
-chisgaravís?
-
-El mismo.
-
-¡Hay tal transformación!
-
-¿No veis aquel, que entraba saltando y bailando á la francesa, cómo
-sale muy tétrico y muy grave á la española? Pues aquel otro sencillo
-¿notáis qué doblado y qué cauto se muestra?
-
-Aquí, dijo Andrenio, alguna Circe habita, que así transforma las
-gentes. ¿Qué tienen que ver con éstas todas las metamorfosis, que
-celebra Ovidio? Mirad aquel, que entró hecho un Claudio emperador, cuál
-sale hecho un Ulises. [Marginal: _Madurez varonil._] Todos se movían
-antes con ligera facilidad, y ahora proceden con maduro juicio. Hasta
-el color sacan, no sólo alterado, pero mudado.
-
-Y realmente era así, porque vieron entrar un boquirrubio y salió luego
-barbinegro. Los colorados, pálidos; convertidas las rosas en retamas. Y
-en una palabra, todos trocados de pies á cabeza, pues ya no movían ésta
-con ligereza á un lado ni á otro; sino que la tenían tan quieta, que
-parecía haberles echado á cada uno una libra de plomo en ella. Los ojos
-altaneros, muy mesurados. Asentaban el pie, no jugando del brazo. La
-capa sobre los hombros muy á lo chapado.
-
-No es posible sino que aquí hay algún encanto, repetía Andrenio.
-Aquí algún misterio hay. ¿Ó esos hombres se han casado, según salen
-pensativos?
-
-¿Qué mayor encanto, dijo Argos, que treinta años á cuestas? Ésta es la
-transformación de la edad. Advertid que en tan poca distancia, como hay
-de la una puerta á la otra, hay treinta leguas de diferencia, no menos,
-que de ser mozo á ser hombre. Éste es el pasadizo de la juventud á la
-varonil edad.
-
-En aquella primera puerta dejan la locura, la liviandad, la ligereza,
-la facilidad, la inquietud, la risa, la desatención, el descuido con
-la mocedad. Y en esta otra cobran el seso, la gravedad, la severidad,
-el sosiego, la pausa, la espera, la atención y los cuidados con la
-virilidad.
-
-Y así veréis que aquel, que hablaba de taravilla, ahora tan espacio,
-que parece que da audiencia. Pues aquel otro, que le iba chapeando el
-seso, mirad qué chapado sale. El otro con sus cascos de corcho qué
-sustancial se muestra. ¿No atendéis á aquel tan medido en sus acciones,
-tan comedido en sus palabras? Éste era aquel casquilucio. Tened cuenta
-cuál entra aquel con sus pies de pluma; veréis luego cuál saldrá con
-pies de plomo. ¿No veis cuántos valencianos entran y qué de aragoneses
-salen? Al fin, todos muy otros de sí mismos, cuando más vuelven en sí.
-Su andar pausado, su hablar grave, su mirar compuesto y que compone, y
-su proceder concertado, que cada uno parece un Chumacero.
-
-Dábales ya prisa Argos que entrasen y ellos:
-
-Dínos primero ¿qué casa es ésta tan cara?
-
-Ésta es, respondió, la aduana general de las edades. Aquí comparecen
-todos los pasajeros de la vida y aquí manifiestan la mercadería que
-pasan, averíguase de dónde vienen y dónde van á parar.
-
-Entraron dentro y hallaron un areópago, porque era presidente el
-Juicio, un gran sujeto, asistiéndole el Consejo muy hombre, el Modo muy
-bienhablado, el Tiempo de grande autoridad, el Cierto de mucha cuenta,
-el Valor muy ejecutivo y así otros grandes personajes. Tenía delante
-un libro abierto de cuenta y razón, cosa que se hizo muy nueva á
-Andrenio, como á todos los de su edad y que pasan á ser gente de veras.
-[Marginal: _Examen de personas._] Llegaron á tiempo que actualmente
-estaban examinando á unos viandantes de qué tierra venían.
-
-Con razón, dijo Critilo, porque della venimos y á ella volvemos.
-
-Sí, dijo otro, que sabiendo dónde venimos, sabremos mejor dónde vamos.
-
-Muchos no atinaban á responder: que los más no daban razón de sí
-mismos. Y así, preguntándole á uno dónde caminaba, respondió que adonde
-le llevaba el tiempo, sin cuidarse más que de pasar y hacer tiempo.
-
-Vos le hacéis y él os deshace, dijo el presidente.
-
-Y remitióle á la reforma de los que hacen número en el mundo.
-
-Respondió otro que él pasaba adelante, por no poder volver atrás.
-
-Los más decían que porque los habían echado, con harto dolor de su
-corazón, de los floridos países de su mocedad; que, si eso no fuera,
-toda la vida se estuvieran con gusto, dándose verdes de mocedades. Y á
-éstos los remitieron á la reforma de aniñados.
-
-Estábase lamentando un príncipe de verse así tan adelante y á su
-antecedente tan atrás. Porque hasta entonces, divertido con los
-pasatiempos de la mocedad, no había pensado en ser algo; pero, aquellos
-ya acabados, le daba gran pena ver que le sobraban años y le faltaban
-empleos. Remitiéronle á la reforma de la espera, si no quería reinar
-por falto, que era despeñarse.
-
-En busca de la honra dijeron algunos que iban, muchos tras el interés
-y muy pocos los que á ser personas; aunque fueron oídos de todos con
-aplauso y de Critilo con observación.
-
-Llegaron en esto las guardas con una gran tropa de pasajeros, que los
-habían cogido descaminados. Mandaron fuesen luego reconocidos por la
-Atención y el Recato y que les escudriñasen cuanto llevaban. Topáronle
-al primero no sé qué libros y algunos muy metidos en los senos.
-
-Leyeron los títulos y dijeron ser todos prohibidos por el Juicio,
-contra las pragmáticas de la prudente Gravedad, pues eran de novelas y
-comedias.
-
-[Marginal: _Reforma de libros._]
-
-Condenáronlos á la reforma de los que sueñan despiertos. Y los libros
-mandaron se les quitasen á hombres que lo son y se relajasen á los
-pajes y doncellas de labor. Y generalmente todo género de poesía en
-lengua vulgar, especialmente burlesca y amorosa, letrillas, jácaras,
-entremeses, follaje de primavera, se entregaron á los pisaverdes.
-
-Lo que más admiró á todos fué que la misma Gravedad en persona ordenó
-seriamente que de treinta años arriba ninguno leyese ni recitase
-coplas ajenas, mucho menos propias ó como suyas, so pena de ser
-tenidos por ligeros, desatentos ó versificantes. Lo que es leer algún
-poeta sentencioso, heroico, moral y aun satírico, en verso grave, se
-les permitió á algunos de mejor gusto, que autoridad, y esto en sus
-retretes, sin testigos, haciendo el descomido de tales niñerías; pero
-allá á escondidas, chupándose los dedos. El que quedó muy corrido fué
-uno, á quien le hallaron un libro de caballerías.
-
-Trasto viejo, dijo la Atención, de alguna barbería.
-
-Afeáronsele mucho y le constriñeron lo restituyese á los escuderos
-y boticarios. Mas los autores de semejantes disparates, á locos
-estampados.
-
-Replicaron algunos que para pasar el tiempo se les diese facultad de
-leer las obras de algunos otros autores, que habían escrito contra
-estos primeros, burlándose de su quimérico trabajo, y respondióles la
-Cordura que de ningún modo, porque era dar de lodo en el cieno y había
-sido querer sacar del mundo una necedad con otra mayor.
-
-En lugar de tanto libro inútil, ¡Dios se lo perdone al inventor de
-la estampa!, ripio de tiendas y ocupación de legos, les entregaron
-algunos Sénecas, Plutarcos, Epictetos y otros, que supieron hermanar la
-utilidad con la dulzura.
-
-[Marginal: _Polilla del tiempo._]
-
-Acusaron éstos á otros, que no menos ociosos y más perniciosos, se
-habían jugado el sol y quedado á la luna, diciendo que para pasar el
-tiempo. Como si él no los pasase á ellos y como si el perderlo fuera
-pasarlo.
-
-De hecho le hallaron á uno una baraja. Mandaron al punto quemar las
-cartas, por el peligro del contagio, sabiendo que barajas ocasionan
-barajas y de todas maneras empeños, barajando la atención, la
-reputación, la modestia, la gravedad y tal vez la alma. Mas al que
-se los hallaron, con todos los tahures, hasta los cuartos, que es la
-cuarta generación, les barajaron las haciendas, las casas, la honra, el
-sosiego para toda la vida.
-
-En medio desta suspensión y silencio se le oyó silbar á uno, cosa que
-escandalizó mucho á todos los circunstantes y más á los españoles.
-Y averiguada la desatención, hallaron había sido un francés y le
-condenaron á nunca estar entre personas.
-
-Más les ofendió un sonsonete, como de guitarra, instrumento vedado
-so graves penas de la Cordura. Y así refieren que dijo el Juicio, en
-sintiendo las cuerdas:
-
-¿Qué locura es ésta? ¿Estamos entre hombres ó entre barberos?
-
-Hízose averiguación de quién la tañía y hallaron era un portugués. Y
-cuando creyeron todos le mandarían dar un trato de cuerda, oyeron que
-le rogaban, que á los tales se les ruega, tañese algún son moderno y
-lo acompañase con alguna tonadilla. Con harta dificultad lo recabaron
-y con mayor después que cesase. Gustaron mucho, aun los más serios
-ministros de la reforma humana. Y generalmente se les mandó á todos
-los que pasan de mozos á hombres que de allí adelante ninguno tañese
-instrumento ni cantase; pero que bien podían oir tañer y cantar, que es
-más gusto y más decoro.
-
-[Marginal: _Enamorado, mozo ó loco._]
-
-Iban con tanto rigor en esto de reconocer los humanos pasajeros, que
-llegaron las guardas á desnudar algunos de los sospechosos. Cogiéronle
-á uno un retrato de una dama, ahorcado de un dogal de nácar. Quedó él
-tan perdido, cuan escandalizados todos los cuerdos. Que aun de mirar
-el retrato no se dignaron; sino lo que bastó para dudar cuál era la
-pintada, ésta ó aquélla.
-
-Reparó una de las guardas y dijo:
-
-Éste ya yo le he quitado á otro y no ha muchos días.
-
-Mandáronle sacar y hallaron una docena dellos.
-
-Basta, dijo el presidente: que una loca hace ciento. Recójanlos como
-moneda falsa, doblones de muchas caras.
-
-Y á él le intimaron que ó menos barbas ó menos figurerías y que esto
-de trillar la calle, dar vueltas, comer hierro, apuntalar esquinas,
-deshollinar balcones, lo dejasen para los Adonis boquirrubios.
-
-El que causó mucha risa fué uno, que llegó con un ramo en la mano
-y, averiguando que no era médico ni valenciano, sino pisaverde, le
-atropelló la Atención, diciéndole era ramo de locura, tablilla de
-mesón, vacío de seso.
-
-Vieron uno, que no miraba á los otros y sin ser tosco tenía fijos los
-ojos en el sombrero.
-
-Pues no será de corrido, dijo la Sagacidad.
-
-Y en sospechas de liviandad, llegaron á reconocerle y le hallaron
-un espejillo, clavado en la copa del sombrero y por cosa cierta
-averiguaron era primo loco, sucesor de Narciso.
-
-[Marginal: _Traje, corteza del ánimo._]
-
-No se admiraron tanto déstos, cuanto de un otro, que repetía para Catón
-en la severidad y aun se emperdigaba para repúblico. Miráronle de pies
-á cabeza y brujuleáronle una faldilla de un jubón verde, color muy
-malvisto de la Autoridad.
-
-¡Oh! qué bien merecía otro, votaron todos. Pero por no escandalizar el
-populacho, muy á lo callado le remitieron al nuncio de Toledo, que le
-absolviese de juicio.
-
-Á otro, que debajo una sotanilla negra traía un calzón acuchillado, le
-condenaron á que terciase la falda, prendiéndola de la pretina, para
-que todo el mundo viese su desgarro.
-
-Intimaron á otros seriamente que en adelante ninguno llevase
-arremangada la falda del sombrero á la copa; si no es yendo á caballo,
-cuando ninguno es cuerdo. Ni de canto el sombrero á un lado de la
-cabeza, dejando desabrigado el seso del otro. Que no se vayan mirando á
-sí mismos ni por sombra, so pena de malvistos. Ni los pies, que no es
-bien pavonearse. Plumas y cintas de colores se les vedaron; si no á los
-soldados visoños, mientras van ó vuelven de la campaña. Que todos los
-anillos se entregasen á los médicos y abades; á éstos, porque entierran
-los que aquellos destierran.
-
-[Marginal: _Librea del hombre._]
-
-Pasaron ya los ministros de aquella gran aduana del tiempo á la
-reforma general de todos cuantos pasan de pajes de la juventud á
-gentileshombres de la virilidad. Y lo primero, que se ejecutó, fué
-desnudarles á todos la librea de la mocedad, el pelo rubio y dorado
-y cubrirles de pelo negro, luto en lo melancólico y lo largo, pues,
-cerrando las sienes, llega á ser pelo en pecho.
-
-Ordenáronles seriamente que nunca más peinasen pelo rubio y menos
-hacia la boca y los labios, color profano y malvisto en adelante,
-vedándoles todo género de bozo y de guedejas rizadas, para escusar las
-risadas de los cuerdos.
-
-Toda color material, que no la formal, les prohibieron, no
-permitiéndoles aun el volverse colorados; sino pálidos, en señal de sus
-cuidados. Convirtiéronles las rosas de las mejillas en espinas de la
-barba.
-
-De suerte, que de pies á cabeza los reformaban. Echábanles á todos un
-candado en la boca, un ojo en cada mano y otra cara janual, pierna de
-grulla, pie de buey, oreja de gato, ojo de lince, espalda de camello,
-nariz de rinoceronte y de culebra el pellejo.
-
-[Marginal: _Gusto reformador._]
-
-Hasta el material gusto les reformaba, ordenándoles que en adelante
-no mostrasen apetecer las cosas dulces, so pena de niños; sino las
-picantes y agrias y algunas saladas. Y, porque á uno le hallaron unos
-confites, le fué intimado se pusiese el babador, siempre que los
-hubiese de comer. Y así todos se guardaban de trocar el cardo por las
-pasas y todos comían la ensalada.
-
-Cogieron á otro comiendo unas cerezas y volvióse de su color.
-Saltáronle á la cara, mandáronle que las trocase en guindas. De modo,
-que aquí no está vedada la pimienta; antes se estima más que el azúcar,
-mercadería muy acreditada, que algunos hasta en el entendimiento la
-usan y más si se junta con la naranja.
-
-La sal también está muy valida y hay quien la come á puñados; pero sin
-lo útil no entra en provecho. Salan muchos los cuerpos de sus obras,
-porque nunca se corrompan, ni hay tales aromas para embalsamar libros,
-libres de los gusanos roedores, como los picantes y las sales.
-
-Están tan desacreditados los dulces, que aun la misma Panegiri de
-Plinio á cuatro bocados enfada. Ni hay hartazgo de zanahorias, como
-unos cuantos sonetos del Petrarca y otros tantos de Boscán. Que aun
-á Tito Livio hay quien le llama tocino gordo y de nuestro Zurita no
-falta quien luego se empalaga.
-
-Tenga yo gusto y voto; no siempre viva del ajeno. Que los más en el
-mundo gustan de lo que ven gustar á otros. Alaban lo que oyeron alabar
-y, si les preguntáis en qué está lo bueno de lo que celebran, no saben
-decirlo. De modo que viven por otros y se guían por entendimiento
-ajeno. Tenga, pues, juicio propio y tendrá voto en su censura.
-
-Guste de tratar con hombres, que no todos los que lo parecen, lo son.
-Razone más que hable. Converse con los varones noticiosos y podrá tal
-vez contar algunos chistes, encaminando á la gustosa enseñanza; pero
-con tal moderación, que no sea tenido por masecuentos, el licenciado
-del chiste y truhán de balde. Podrá tal vez, acompañado de sí mismo,
-pasearse, pensando, no hablando.
-
-Sea hombre de museo; aunque ciña espada. Y tenga delecto con los
-libros, que son amigos manuales. No embuta de borra los estantes,
-que no está bien un pícaro al lado de un noble ingenio. Y si ha de
-preferir, sean los juiciosos á los ingeniosos. Muestre ser persona en
-todo, en sus dichos y en sus hechos, procediendo con gravedad apacible,
-hablando con madurez tratable, obrando con entereza cortés, viviendo
-con atención en todo y preciándose más de tener buena testa, que talle.
-Advierta que el proporcional Euclides dió el punto á los niños, á
-los muchachos la línea, á los mozos la superficie y á los varones la
-profundidad y el centro.
-
-[Marginal: _Leyes de cordura._]
-
-Éste fué el arancel de preceptos de ser hombres, la tarifa de la
-estimación, los estatutos de ser personas, que en voz ni muy alta ni
-muy caída les leyó la Atención á instancia del Juicio.
-
-Después Argos con un extraordinario licor, alambicado de ojos de
-águilas y de linces, de corazones grandes y de cerebros, les dió
-un baño tan eficaz, que á más de fortalecer mucho, haciéndolos más
-impenetrables por la cordura, que un Roldán por el encanto, al mismo
-punto se les fueron abriendo muchos y varios ojos por todo el cuerpo,
-de cabeza á pies, que habían estado ciegos con las legañas de la niñez
-y con las inadvertidas pasiones de la mocedad, y todos ellos tan
-perspicaces y tan despiertos, que ya nada se les pasaba por alto; todo
-lo advertían y lo notaban.
-
-Con esto les dieron licencia de pasar adelante á ser personas y fueron
-saliendo todos de sí mismos lo primero, para más volver en sí. Fuélos,
-no guiando, que de aquí adelante ni se llama médico ni se busca guía,
-sino conduciéndolos Argos á lo más alto de aquel puerto, puerta ya de
-otro mundo, donde hicieron alto para lograr la mayor vista, que se
-topa en el viaje de toda la vida. Los muchos y maravillosos objetos,
-que desde aquí vieron, todos ellos grandes y plausibles, referirá la
-siguiente Crisi.
-
-
-
-
-CRISI II
-
-_Los prodigios de Salastano._
-
-
-Tres soles, digo tres Gracias, en fe de su belleza, discreción y
-garbo, contaba un cortesano verídico, ya prodigio, intentaron entrar
-en el palacio de un gran príncipe y aun de todos. Coronaba la primera,
-brillantemente gallarda, de fragantes flores rubias trenzas y recamaba
-su verde ropaje de líquidos aljófares, tan risueña, que alegraba un
-mundo entero. Pero, en injuria de su gran belleza, la cerraron tan
-anticipadamente las puertas y ventanas que, aunque se probó á entrar
-por cien partes, no pudo. Que, teniéndola por entremetida, hasta los
-más sutiles resquicios la habían entredicho, y así hubo de pasar
-adelante, convirtiendo su risa en llanto.
-
-Fuése acercando la segunda, tan hermosa cuan discreta y, chanceándose
-con la primera á lo Zapata, la decía:
-
-Anda tú, que no tienes arte ni la conoces. Verás cómo yo, en fe de mi
-buen modo, tengo de hallar entrada.
-
-Comenzó á introducirse, buscando medios é inventando trazas; pero
-ninguna salía, pues al mismo punto que brujuleaban su buena cara,
-todos se la hacían muy mala. Y ya no solas las puertas y ventanas la
-cerraban; pero aun los ojos por no verla y los oídos por no sentirla.
-
-¡Eh! que no tenéis dicha, dijo la tercera, agradablemente linda.
-Atended cómo yo por la puerta del favor me introduzco en palacio, que
-ya no se entra por otra.
-
-Fuése entremetiendo con mucho agrado. Mas, aunque á los principios
-halló cabida, fué engañosa y de apariencia y al cabo hubo de retirarse
-mucho más desairada.
-
-Estaban tripuladas todas tres, ponderando, como se usa, sus muchos
-méritos y su poca dicha, cuando llevado de su curiosidad el cortesano,
-se fué acercando lisonjero y, habiéndolas celebrado, significó su deseo
-de saber quiénes eran. Lo que es el palacio bien conocido lo tenían,
-como tan pateado.
-
-Yo soy, dijo la primera, la que voy dando á todos los buenos días; mas
-ellos se los toman malos y los dan peores. Yo, la que hago abrir los
-ojos y á todo hombre que recuerde. Yo, la deseada de los enfermos y
-temida de los malos, la madre de la vividora alegría. Yo, aquella tan
-decantada esposa de Titón, que en este punto dejó el camarín de nácar.
-
-Pues, señora Aurora, dijo el cortesano, ahora no me espanto de que no
-tengáis cabida en los palacios, donde no hay hora de oro, con ser todas
-tan pesadas. Ahí no hay mañana; todo es tarde. Díganlo las esperanzas.
-Y con ser así, nada es hoy; todo mañana. Así que no os canséis, que
-allí nunca amanece, aun para vos, por tan clara.
-
-Volvióse á la segunda, que ya decía:
-
-¿Nunca oiste nombrar aquella buena madre de un mal hijo? Pues yo soy y
-él es odio. Yo, la que, siendo tan buena, todos me quieren mal: cuando
-niños me babean y, como no les entro de los dientes adentro, me escupen
-cuando grandes. Tan esclarecida soy como la misma luz. Que, si no
-miente Luciano, hija soy, no ya del tiempo, sino del mismo Dios.
-
-[Marginal: _La hija del tiempo._]
-
-Pues, señora mía, dijo el cortesano, si vos sois la Verdad ¿cómo
-pretendéis imposibles? ¿Vos en los palacios? Ni de mil leguas. ¿De qué
-pensáis que sirven tanta afilada cuchilla? Que no aseguran tanto de
-traiciones, no por cierto, cuanto de... de... Bien podéis por ahora y
-aun para siempre desistir de la empresa.
-
-Ya en esto la tercera, dulcísimamente linda, robando corazones, dijo:
-
-Aquélla soy, sin quien no hay felicidad en el mundo y con quien toda
-infelicidad se pasa. En las demás dichas de la vida se hallan muy
-divididas las ventajas del bien; pero en mí todas concurren, la honra,
-el gusto y el provecho. No tengo lugar, sino entre los buenos; que
-entre los malos, como dice Séneca, ni soy verdadera ni constante.
-Denomínome del Amor. Y así, á mí no me han de buscar en el vientre;
-sino en el corazón, centro de la benevolencia.
-
-Ahora digo que eres la Amistad, aclamó el cortesano, tan dulce tú, cuan
-amarga la Verdad. Pero, aunque lisonjera, no te conocen los príncipes.
-Que sus amigos todos son del rey y ninguno de Alejandro: así lo decía
-él mismo. Tú haces de dos uno y es imposible poder ajustar el Amor á la
-Majestad.
-
-[Marginal: _Majestad, sin amistad._]
-
-Paréceme, mis señoras, que todas tres podéis pasar adelante: tú,
-Aurora, á los trabajadores; tú, Amistad, á los semejantes, y tú,
-Verdad, yo no sé adonde.
-
-Este crítico suceso les iba contando el noticioso Argos á nuestros dos
-peregrinos del mundo y les aseguró habérselo oído ponderar al mismo
-cortesano.
-
-Aquí en este puesto, decía, que por eso me he acordado.
-
-Hallábanse ya en lo más eminente de aquel puerto de la varonil edad,
-corona de la vida, tan superior, que pudieron señorear desde allí
-toda la humana: espectáculo tan importante, cuan agradable. Porque
-descubrían países nunca andados, regiones nunca vistas, como la del
-Valor y del Saber, las dos grandes provincias de la Virtud y la Honra,
-los países del Tener y del Poder, con el dilatado reino de la Fortuna
-y del Mando. Estancias todas muy de hombres y que á Andrenio se le
-hicieron bien estrañas.
-
-[Marginal: _La mejor vista._]
-
-Mucho les valieron aquí sus cien ojos, que todos los emplearon. Vieron
-ya muchas personas, que es la mejor vista de cuantas hay. Perdóneme hoy
-la belleza; pero ¡cosa rara! que lo que á unos parecía blanco, á otros
-negro. Tal es la variedad de los juicios y gustos. Ni hay anteojos de
-colores, que así alteren los objetos, como los afectos.
-
-Veamos de una cuanto hay, decía Critilo. Que todo se ha de ver y en lo
-más raro reparar.
-
-Y comenzando por lo más lejos, que como digo, se descubría, no sólo
-desde un cabo del mundo al otro, pero desde el primer siglo hasta éste:
-
-¿Qué insanos edificios son aquellos, hablando con la propiedad Mariana,
-que acullá lejos, apenas se divisan y á glorias campean?
-
-Aquéllas, respondió Argos, que de todo daba razón en desengaños, son
-las siete maravillas del orbe.
-
-¿Aquéllas, replicó Andrenio, maravillas? ¿Cómo es posible? ¿Una
-estatua, que se ve entre ellas pudo serlo?
-
-¡Oh! sí, que fué coloso de un sol.
-
-Aunque sea el sol mismo, si es una estatua, á mí no me maravilla.
-
-[Marginal: _El sol que nace._]
-
-No fué tan estatua, que no fuese una bien política atención, adorando
-el sol que sale y levantando estatua al poder que amanece.
-
-Desde ahora la venero. Aquel otro parece sepulcro. También es maravilla
-y bien estraña. ¿Cómo puede, siendo sepultura de un mortal?
-
-¡Oh!, que fué de mármoles y jaspes.
-
-Aunque fuera del mismo panteón.
-
-¿No veis que lo erigió una mujer á su marido?
-
-¡Oh qué bueno! Á trueque de enterrarle, no digo yo de pórfidos, pero de
-diamantes, de perlas, si no lágrimas, habría mujer, que le construyese
-pira.
-
-Sí, pero aquello de ser mausoleo, que dice permanece sola, convertida
-en tortilla, creedme que fué un prodigio de fe.
-
-[Marginal: _Maravillas modernas._]
-
-¡Eh!, dejemos maravillas, que caducan, dijo Andrenio. ¿No hay alguna
-moderna? ¿No hace ya milagros el mundo?
-
-Sin duda que sí, como dicen que van degenerando los hombres y siendo
-más pequeños, cuanto más va. De suerte, que cada siglo merman un dedo
-y á este paso vendrán á parar en títeres y figurillas, que ya poco
-les falta á algunos. Sospecho que también los corazones se les van
-achicando y así se halla tanta falta de aquellos grandes sujetos, que
-conquistaban mundos, que fundaban ciudades, dándolas sus nombres, que
-era su real _faciebat_. Ya no hay Rómulos ni Alejandros ni Constantinos.
-
-También se hallan algunas maravillas flamantes, respondió Argos; sino
-que, como se miran de cerca, no parecen.
-
-Antes habían de verse más, que cuanto más de cerca se miran las cosas,
-mucho mayores parecen.
-
-¡Oh! no, dijo Argos: que la vista de la estimación es muy diferente de
-la de los ojos en esto del aprecio.
-
-Con todo eso, atención á aquellas sublimes agujas, que campean en la
-gran cabeza del orbe.
-
-Aguarda, dijo Critilo: aquella tan señalada es la cabeza del mundo.
-
-¿Cómo puede ser, si está entre pies de Europa, á pierna tendida de
-Italia, por medio del Mediterráneo y Nápoles su pie?
-
-Ésa que te parece á ti andar entre pies de la tierra, es el cielo, la
-coronada cabeza del mundo y muy señora de todo él, [Marginal: _Roma._]
-la sacra y triunfante Roma, por su valor, sabiduría, grandeza, mando y
-religión, corte de personas, oficina de hombres, pues restituyéndolos
-á todo el mundo, todas las demás ciudades la son colonias de policía.
-Aquellos empinados obeliscos, que en sus plazas majestuosamente se
-ostentan, son plausibles maravillas modernas. Y advertid una cosa, que
-con ser tan gigantes, aun no llegan con mucho á la superioridad de
-prendas de sus santísimos dueños.
-
-Ahora ¿no me dirás una verdad? ¿Qué pretendieron estos sacros héroes
-con estas agujas tan excelsas? Que aquí algún misterio apuntan, digno
-de su piadosa grandeza.
-
-¡Oh, sí!, respondió Argos. Lo que pretendieron fué coser la tierra con
-el cielo, empresa que pareció imposible á los mismos Césares y éstos la
-consiguieron.
-
-¿Qué estás mirando tú con tan juicioso reparo?
-
-[Marginal: _Venecia._]
-
-Miro, dijo Andrenio, que en cada provincia hay que notar. Aquel
-murciégalo de ciudades, anfibia corte, que ni bien está en el mar ni
-bien en tierra y siempre á dos vertientes.
-
-¡Oh, qué política!, exclamó Argos, que tan de sus principios le viene,
-tan fundamentalmente comienza. Y deste su raro modo de estar celebraba
-el bravo duque de Osuna la razón de su estado. Aquélla es la nombrada
-canal, con que aun el mismo mar saben traer acanalado á su conveniencia.
-
-¿No hay maravillas en España?, dijo Critilo, volviendo la mira á su
-centro. ¿Qué ciudad es aquella, que tan en punta parece que amenaza al
-cielo?
-
-Será Toledo, que á fianzas de sus discreciones, aspira á taladrar las
-estrellas, si bien ahora no la tiene.
-
-¿Qué edificio tan raro es aquel, que desde el Tajo sube escalando su
-alcázar, encaramando cristales?
-
-Ése es el tan celebrado artificio de Juanelo, una de las maravillas
-modernas.
-
-No sé yo por qué, replicó Andrenio, si, al uso de las cosas muy
-artificiosas, tuvo más de gasto que de provecho.
-
-[Marginal: _Cardenal Tribulcio._]
-
-No discurría así, dijo Argos, cuando lo vió el eminente discreto
-cardenal Tribulcio, pues dijo que no había habido en el mundo artificio
-de más utilidad.
-
-¿Cómo pudo decir eso quien tan al acaso discurría?
-
-Ahí veréis, dijo Argos. Enseñando á traer el agua á su molino desde sus
-principios, haciendo venir de un cauce en otro al palacio del católico
-monarca el mismo río de la Plata, las pesquerías de las perlas, el uno
-y otro mar, con la inmensa riqueza de ambas Indias.
-
-¿Qué palacio será aquel, preguntó Critilo, que entre todos los de la
-Francia se corona de flores de oro?
-
-[Marginal: _Palacio del rey de Francia._]
-
-Gran casa y gran cosa, respondió Argos. Ése es el trono real, ése la
-más brillante esfera, ése el primer palacio del rey cristianísimo, en
-su gran corte de París, y se llama el Lobero.
-
-¿El Lobero? ¡Qué nombre tan poco cortesano! ¡Qué sonsonete tan de
-grosería! Por cualquier parte que le busquéis la denominación, suena
-poco y nada bien. Llamárase el jardín de los más fragantes lilios, el
-quinto cielo de tanto cristianísimo Marte, la popa de los soplos de la
-fortuna; pero ¡el Lobero! No es nombre decente á tanta majestad.
-
-¡Eh!, que no lo entendéis, dijo Argos. Creedme que dice más de lo que
-suena y que encierra gran profundidad. Llámase el Lobero, y no voy
-con vuestra malicia, porque ahí se les ha armado siempre la trampa á
-los rebeldes lobos con piel de ovejas, digo aquellas horribles fieras
-hugonotas.
-
-¡Oh, qué brillante alcázar aquel otro!, dijo Andrenio, corona de los
-demás edificios, fuente del lucimiento, comunicándoles á todos las
-luces de su permanente esplendor. ¿Si sería del augusto Ferdinando
-III, aquel gran César, que está hoy esparciendo por todo el orbe el
-resplandor de sus ejemplos? [Marginal: _Rey de Polonia._] También
-podría ser de aquel tan valerosamente religioso monarca, Juan Casimiro
-de Polonia, victorioso, primero de sí mismo y triunfante después de
-tanto monstruo rebelde. ¡Oh, qué claridad de alcázar y qué rayos está
-esparciendo á todas partes! Merece serlo del mismo sol.
-
-Y lo es, respondió Argos. Digo, de aquella sola reina entre cuantas
-hay, la inmortal Virtelia. Mas por allí habéis de encaminaros para bien
-ir.
-
-Yo allá voy desde luego, dijo Critilo.
-
-Y allí veréis, añadió Argos, que, aunque es tan majestuoso y brillante,
-aun no es digno epiciclo de tanta belleza.
-
-Estando en esta divertida fruición de grandezas, vieron venir hacia
-sí cierta maravilla corriente. Era un criado pronto. Y lo que más les
-admiró fué que decía bien de su amo. Preguntó en llegando cuál era el
-Argos verdadero, cuando todos por industria lo parecían.
-
-¿Qué me quieres?, respondió el mismo.
-
-Á ti me envía un caballero, cuyo nombre, ya fama, es Salastano, cuya
-casa es un teatro de prodigios, [Marginal: _Maravillas de la fortuna._]
-cuyo discreto empleo es lograr todas las maravillas, no sólo de la
-naturaleza y arte, pero más las de la Fama, no olvidando las de la
-Fortuna. Y con tener hoy atesoradas todas las plausibles, así antiguas
-como modernas, nada le satisface, hasta tener alguno de tus muchos
-ojos, para la admiración y para la enseñanza.
-
-Toma éste de mi mano, dijo Argos, y llévaselo depositado en este
-cofrecillo de cristal [Marginal: _Mano ocular._] y dirásle que lo
-emplee en tocar con ocular mano todas las cosas, antes de creerlas.
-
-Partíase tan diligente, como gustoso, cuando dijo Andrenio:
-
-Aguarda, que me ha salteado una curiosa pasión de ver esa casa de
-Salastano y lograr tanto prodigio.
-
-Y á mí, de procurar su amistad, añadió Critilo, ventajosa felicidad de
-la vida.
-
-Id, confirmó Argos, y en tan buen hora, que no os pesará en toda la
-vida.
-
-Fué el viaje peregrino, oyéndole referir cosas bien raras.
-
-Sólo las que yo le he diligenciado, decía, pudieran admirar al mismo
-Plinio, á Gesnero y Aldobrando. Y dejando los materiales portentos
-de la naturaleza, allí veréis en fieles retratos todas las personas
-insignes de los siglos, así hombres como mujeres, que de verdad las
-hay; los sabios y los valerosos, los césares y las emperatrices, no ya
-en oro, que ésa es curiosidad ordinaria, sino en piedras preciosas y en
-camafeos.
-
-Ésa, dijo Critilo, con vuestra licencia, la tengo por una diligencia
-inútil. Porque yo más querría ver retratados sus relevantes espíritus,
-que el material gesto, que comúnmente en los grandes hombres carece de
-belleza.
-
-Uno y otro lograréis en caracteres de sus hazañas, en libros de su
-doctrina y en sus retratos también. Que suele decir mi amo que,
-después de la noticia de los ánimos, es parte del gusto ver el gesto,
-que de ordinario suele corresponder con los hechos. Y si por ver un
-hombre eminente, un duque de Alba, los entendidos, un Lope de Vega los
-vulgares, caminaban muchas leguas, apreciando las eminencias, aquí se
-caminan siglos.
-
-Primor fué siempre de acertada política, ponderó Critilo, eternizar los
-varones insignes en estatuas, en sellos y en medallas, ya para ideas á
-los venideros, ya para premio á los pasados: véase que fueron hombres y
-que no son imposibles sus ejemplos.
-
-Al fin, dijo el criado, háselos entregado la antigüedad á mi amo. Que
-ya que no los pudo eternizar en sí mismos, se consuela de conservarlos
-en imágenes. [Marginal: _Cadenillas de Hércules._] Pero las que muchos
-celebran y las miran y aun llegan á tocarlas con las manos son las
-mismas cadenillas de Hércules, que, procediéndole á él de la lengua,
-aprisionaban á los demás de los oídos. Y quieren decir las hubo de
-Antonio Pérez.
-
-Ésa es una gran curiosidad, ponderó Andrenio, garabato para llevarse el
-mundo tras sí.
-
-¡Oh, gran gracia la de las gentes!
-
-¿Y de qué son?, preguntó Critilo. Porque de hierro cierto es que no
-serán.
-
-En el sonido parecen de plata y en la estimación de perlas de una muy
-cortesana elocuencia.
-
-Á este modo les fué refiriendo raras curiosidades, cuando descubrieron
-desde un puesto bien elevado, en el centro de un gran llano, una ciudad
-siempre victoriosa.
-
-[Marginal: _Huesca victoriosa._]
-
-Aquel ostentoso edificio con rumbos de palacio, dijo, es la noble casa
-de Salastano y éstos, que ya gozamos, sus jardines.
-
-Fuélos introduciendo por un tan delicioso cuan dilatado parque, que
-coronaban frondosas plantas de Alcides, prometiéndole en sus hojas,
-por símbolos de los días, eternidades de fama. Comenzaron á registrar
-fragantes maravillas. Toparon luego con el mismo laberinto de azares,
-cárcel del secreto, amenazando riesgos al que le halla y evidencias al
-que le descubre.
-
-[Marginal: _Culto jardín._]
-
-Más adelante se veía un estanque, gran espejo del cielo, surcado de
-canoros cisnes y aislado en medio dél un florido peñón, ya culto Pindo.
-
-Paseábase la vista por aquellas calles entapizadas de rosas y
-mosquetas, alfombradas de amaranto, la yerba de los héroes, cuya
-propiedad es inmortalizarlos. Admiraron el lotos, planta también
-ilustre, que de raíces amargas de la virtud rinde los sabrosos frutos
-del honor.
-
-Gozaron flores á toda variedad y todas raras, unas para la vista, otras
-para el olfato y otras hermosamente fragantes, acordando misteriosas
-transformaciones.
-
-No registraban cosa, que no fuese rara. Hasta las sabandijas, tan
-comunes en otras huertas, aquí eran extraordinarias, porque estaban los
-camaleones en alcándaras de laureles, dándose hartazgos de vanidad.
-Volaban sin parar las efímeras, traídas del Bósforo, con sus cuatro
-alas, solicitando la comodidad para siglos, no habiendo de vivir
-sino un día, [Marginal: _Símbolo de la codicia._] viva imagen de la
-necia codicia. Aquí se oían cantar y las más veces gemir las pintadas
-avecillas del paraíso, con picos de marfil; pero sin pies, porque no le
-han de hacer en cosa terrena. Sintieron un ruido, como de campanilla
-y al mismo instante huyó el criado, voceándoles su riesgo al ver el
-venenoso ceraste, que él mismo cecea, para que todo entendido huya de
-su lascivo aliento.
-
-Entraron con esto dentro de la casa, donde parecía haber desembarcado
-la de Noé, teatro de prodigios tan á sazón, que estaba actualmente el
-discreto Salastano haciendo ostentación de maravillas á la curiosidad
-de ciertos caballeros, de los muchos que frecuentan sus camarines.
-Hallábase allí don Juan de Balboa, teniente de maese de campo general,
-y don Alonso de Mercado, capitán de corazas españolas, ambos muy
-bienhablados, tan alumnos de Minerva como de Belona, con otros de su
-discreción bizarra. [Marginal: _Suspiros de Heráclito._] Tenía uno
-en la mano, celebrando con lindo gusto, una redomilla llena de las
-lágrimas y suspiros de aquel filósofo llorón, que más abría los ojos
-para llorar, que para ver, cuando de todo se lamentaba.
-
-¿Qué hiciera éste, si hubiera alcanzado estos nuestros tiempos?,
-ponderaba don Francisco de Araujo, capitán también de corazas, basta
-decir portugués para galante y entendido. Si él hubiera visto lo
-que nosotros pasado, tal fatalidad de sucesos y tal conjuración de
-monstruosidades, sin duda que hubiera llenado cien redomas ó se hubiera
-podrido de todo punto.
-
-[Marginal: _Carcajadas de Demócrito._]
-
-Yo, dijo Balboa, más estimara un otro frasquillo de las carcajadas de
-aquel otro socarrón, su antípoda, que de todo se reía.
-
-Ése, señor mío, de la risa, respondió Salastano, yo la gasto y el otro
-le guardo.
-
-¡Oh, cómo llegamos á buen punto!, dijo el criado, presentándoles el
-nuevo ocular portento, para que se desengañe Critilo, que no acaba de
-creer haya en el mundo muchas de las cosas raras, que ha de ver esta
-tarde. Suplícote, señor, me desempeñes á excesos.
-
-¿Pues en qué dudáis?, dijo Salastano, después de haber hecho la salva á
-su venida. ¿Qué os puede ya parecer imposible, viendo lo que pasa? ¿Qué
-queda ya que dudar en los ensanches de la fortuna, que ya los prodigios
-de la naturaleza y arte no suponen?
-
-Yo os confieso, dijo Critilo, que he tenido siempre por un ingenioso
-embeleco el basilisco y no soy tan solo, que sea necio. Porque aquello
-de matar en viendo parece una exageración repugnante, en que el hecho
-está desmintiendo el testigo de vista.
-
-¿En eso ponéis duda?, replicó Salastano. Pues advertid que ese no lo
-tengo por prodigio; sino por un mal cotidiano. Pluguiera al cielo no
-fuera tanta verdad.
-
-[Marginal: _Domésticos basiliscos._]
-
-Y si no, decidme; ¿un médico, en viendo un enfermo, no le mata? ¿Qué
-veneno como el de su tinta en un récipe? ¿Qué basilisco más criminal y
-pagado, que un Hermócrates, que aun soñando mató á Andrágoras? Dígoos
-que dejan atrás á los mismos basiliscos, pues aquéllos, poniéndoles un
-cristal delante, ellos se matan á sí mismo; y éstos, poniéndoles un
-vidrio, que trajeron de un enfermo, con sólo mirarle le echan en la
-sepultura, estando cien leguas distante.
-
-Déjenme ver el proceso, dice el abogado: quiero ver el testamento,
-veamos papeles.
-
-Y tal es el ver, que acaba con la hacienda y con la sustancia del
-desdichado litigante, que en sólo haber ido á él ya fué malaconsejado.
-¿Pues qué? un príncipe, con decir: yo lo veré ¿no deja consumido á
-un pretendiente? ¿No es basilisco mortal una belleza? Si la miráis,
-mal; y, si ella os mira, peor. ¿Con cuántos ha acabado aquel vulgar
-_veremos_, el pesado _veámonos_, el prolijo _verse ha_ y el necio _ya
-lo tengo visto_? ¿Y todo, _malmirado_, no mata? Creedme, señores, que
-está el mundo lleno de basiliscos del ver y aun del no ver, por no ver
-y no mirar. Así estuvieran todos como éste.
-
-Y mostróles uno embalsamado.
-
-[Marginal: _Basiliscos ciegos._]
-
-Yo también, prosiguió Andrenio, siempre he tenido por un encarecimiento
-ingenioso el unicornio, aquello de que, en bañando él su punta, al
-punto purifica las emponzoñadas aguas: está bien inventado, mas no
-experimentado.
-
-Más dificultoso es eso, respondió Salastano. Porque hacer bien más
-raro es en el mundo que hacer mal, más usado el matar que el dar vida;
-con todo veneramos algunos de esos prodigios salutíferos, que con la
-eficacia de su buen celo han ahuyentado los pestilenciales venenos y
-purificado las aguas populosas.
-
-[Marginal: _Católicos unicornios._]
-
-Y si no decidme: aquel nuestro inmortal héroe, el rey católico don
-Fernando, ¿no purificó á España de moros y de judíos, siendo hoy el
-reino más católico, que reconoce la Iglesia? El rey don Felipe el
-Dichoso, por ser bueno, ¿no purgó otra vez á España del veneno de los
-moriscos en nuestros días?
-
-¿No fueron éstos salutíferos unicornios? Bien es verdad que en otras
-provincias no se hallan así frecuentes ni tan eficaces como en ésta.
-Que si eso fuera, no hubiera ya ateismos donde yo sé ni herejías donde
-yo callo, cismas, gentilismos, perfidias, sodomías y otros mil géneros
-de monstruosidades.
-
-¡Oh, señor Salastano, replicó Critilo, que ya hemos visto algunos
-déstos en otras partes, que han procurado con cristianísimo valor
-debelar las oficinas del veneno, rebelde á Dios y al rey, donde se
-habían hecho fuertes estas ponzoñosas sabandijas!
-
-Yo lo confieso, dijo Salastano; pero temo no fuese más por razón de
-estado, digo, no tanto por ser rebeldes al cielo, cuanto á la tierra.
-Y si no, decidme ¿á qué otros reinos estraños los desterraron? ¿Qué
-Áfricas poblaron de herejes, como Filipo de moriscos? ¿Qué tributos á
-millones perdieron, como Fernando? ¿Qué Ginebras han arrasado? ¿Qué
-Moravias despoblado, como hoy día el piadoso Ferdinando?
-
-No os canséis, que esa pureza de fe, ponderó Balboa, sin consentir
-mezcla, sin sufrir un átomo de veneno infiel, creedme que es felicidad
-de los estados de la casa de España y de Austria, debida á sus
-coronados unicornios.
-
-Á cuyo real ejemplo, prosiguió Salastano, vemos sus cristianos
-generales y virreyes limpiar las provincias, que gobiernan, y los
-ejércitos que conducen, del veneno de los vicios. [Marginal: _Don
-Álvaro de Sande. Don Gonzalo de Córdoba. Conde de Oropesa._] Don Álvaro
-de Sande, tan religioso como valiente ¿no desterró los juramentos de
-la católica milicia, condenándolos á infamia? Don Gonzalo de Córdoba
-¿no purificó los ejércitos de insultos y de torpezas? El duque de
-Alburquerque en Cataluña y el conde de Oropesa en Valencia ¿no libraron
-aquellos dos reinos, siendo justicieros presidentes, del veneno
-sanguinario y bandolero? [Marginal: _Conde de Lemos._] ¿Qué tósigos de
-vicios no ha ahuyentado deste nuestro reino de Aragón con su ejemplo y
-con su celo el inmortal conde de Lemos?
-
-Llegaos á este camarín, que os quiero franquear los muchos
-preservativos y contravenenos, que yo guardo. En este rico vaso de
-unicornio han brindado la pureza de la fe los católicos reyes de
-España. Estas arracadas, también de unicornio, traía la señora reina
-doña Isabel, para guardar el oído de la ponzoña de las informaciones
-malévolas. Con este anillo confortaba su invicto corazón el emperador
-Carlos V. [Marginal: _Reinas de España._] En esta caja, confeccionada
-de aromas, llegaos y percibid su fragancia, han conservado siempre el
-buen nombre de su honestidad y recato las señoras reinas de España.
-
-Fuéles mostrando otras muchas piezas muy preciosas, haciendo la prueba
-y confesando todos su virtud eficaz.
-
-¿Qué dos puñales son aquellos, que están en el suelo, preguntó Araujo,
-que, aunque van por tierra, no carecen de misterios?
-
-Ésos fueron, respondió Salastano, los puñales de ambos brutos, dándoles
-del pie, sin quererlos tocar con su leal mano. Éste, dijo, fué de Junio
-y este otro de Marco.
-
-Con razón los tenéis en tan despreciable lugar, que no merecen otro
-las traiciones y más contra su rey y señor; aunque sea el monstruo
-Tarquinado.
-
-Decís bien, respondió Salastano; pero no es esa la razón principal por
-que los he arrojado en el suelo.
-
-¿Pues cuál será?
-
-Porque ya no admiran. En otro tiempo, por singulares, se podían
-guardar. Mas ya no suponen, no espantan ya; antes son niñería, después
-que un cuchillo infame en la mano de un verdugo, mandado de la
-malajustada justicia, llegó á la real garganta. Pero no me atrevo yo
-á referir lo que ellos á ejecutar. Erízanse los cabellos á cuantos lo
-oyeron, oyen y oirán, único, no ejemplar, sino monstruo. Sólo digo que
-ya los Brutos se han quedado muy atrás.
-
-[Marginal: _Monstruosidad de la herejía._]
-
-Algunas cosas tenéis aquí, señor Salastano, que no merecen estar entre
-las demás, dijo Critilo. Mucha desigualdad hay. Porque ¿de qué sirve
-aquel retorcido caracol, que allí tenéis? Una alhaja tan vil, que anda
-ya en bocas de villanos, para recoger bestias. ¡Eh!, sacadle de allí,
-que no vale un caracol.
-
-Aquí, suspirando Salastano, dijo: ¡Oh, tiempos! ¡oh, costumbres! Este
-mismo, ahora tan profanado, en aquel dorado siglo resonaba por todo
-el orbe en la boca de Tritón, pregonando las hazañas, llamando á ser
-personas y convocando los hombres á ser héroes.
-
-Mas si eso os parece civil reparo, quiero mostraros el prodigio, que yo
-más estimo. Hoy habéis de ver los bizarrísimos airones, los encrespados
-penachos del mismo fénix.
-
-Aquí, sonriéndose todos: ¿Qué otro ingenioso imposible es ese?, dijeron.
-
-Pero Salastano: Ya sé que muchos lo niegan y los más lo dudan y que no
-lo habéis de creer; mas yo quedaré satisfecho con mi verdad. Yo también
-á los principios dudé y más que en nuestro siglo lo hubiese. Con esta
-curiosidad no perdoné ni á diligencia ni á dinero. Y como éste da
-alcance á cuanto hay y aun á los mismos imposibles, haciendo reales los
-entes de razón, hallé que verdaderamente las hay y las ha habido. Bien
-que raras y una sola en cada siglo.
-
-Y si no, decidme: ¿cuántos Alejandros Magnos ha habido en el mundo?
-¿Cuántos Julios en tantos Agostos? ¿Qué Teodosios? ¿Qué Trajanos? En
-cada familia, si bien lo censuráis, no hallaréis sino un fénix. Y si
-no, pregunto: ¿Cuántos don Hernandos de Toledo ha habido, duques de
-Alba? ¿Cuántos Anas de Memoransi? ¿Cuántos Álvaros Bazanes, marqueses
-de Santa Cruz? Un solo marqués del Valle admiramos; un Gran Capitán,
-duque de Sesa, aplaudimos; un Basco de Gama y un Alburquerque
-celebramos. [Marginal: _Fénix de la fama._] Hasta de un nombre no
-oiréis dos famosos. Sólo un don Manuel, rey de Portugal; un solo Carlos
-V y un Francisco I de Francia.
-
-En cada linaje no suele haber sino un hombre docto, un valiente y un
-rico y éste yo lo creo, porque las riquezas no envejecen. En cada
-siglo no se ha conocido sino un orador perfecto, confiesa el mismo
-Tulio. Y un filósofo, un gran poeta, un solo fénix ha habido en muchas
-provincias, como un Carlos en Borgoña, Castrioto en Chipre, Cosme en
-Florencia y don Alfonso el Magnánimo en Nápoles. Y aunque este nuestro
-siglo ha sido tan pobre de eminencias en la realidad, con todo eso,
-quiero ostentar las plumas de algunos inmortales fénix. Ésta es.
-
-Y sacó una, bellísimamente coronada, la pluma de la fama de la reina
-nuestra señora doña Isabel de Borbón, que siempre lo han sido las
-Isabeles en España, con excepción de la singularidad. Con esta otra
-voló á la esfera de la inmortalidad la más preciosa y más fecunda
-Margarita. [Marginal: _Marqués Espínola. Don Felipe de Silva._] Con
-éstas coronaban sus celadas el marqués Espínola, Galaso, Picolomini,
-don Felipe de Silva y hoy el de Mortara. Con estas otras escribieron
-Baronio, Belarmino, Barbosa, Lugo y Diana y con ésta el marqués
-Virgilio Malveci.
-
-Confesaron todos la enterísima verdad y convirtieron sus incredulidades
-en aplausos.
-
-Todo eso está bien, replicó Critilo; sola una cosa yo no puedo acabar
-de creer, aunque muchos la afirman.
-
-¿Y qué es?, preguntó Salastano. No hay que tratar, que yo la he de
-conceder.
-
-¡Eh! que no es posible, no os canséis, que no lleva camino.
-
-¿Es acaso aquel pescadillo tan vil y tan sin jugo, sin sabor y sin ser,
-que en fe de su flaqueza ha detenido tantas veces los navíos de alto
-bordo, las mismas capitanas reales, que iban viento en popa al puerto
-de su fama? Porque ése aquí le tengo yo acecinado.
-
-No es, sino aquel prodigio de la mentira, aquel superlativo embeleco,
-aquel mayor imposible: el pelícano. Yo confieso que hay basilisco,
-yo creo el unicornio, yo celebro el fénix, yo paso por todo; pero el
-pelícano no le puedo tragar.
-
-¿Pues en qué reparáis? ¿Por ventura en el picarse el pecho, alimentando
-con sus entrañas los polluelos?
-
-No por cierto: ya yo veo que es padre y que el amor obra tales excesos.
-
-¿Dudáis acaso en que ahogados de la envidia los resucite?
-
-Menos: que, si la sangre hierve, obra milagros.
-
-¿Pues en qué reparáis?
-
-Yo os lo diré. En que haya en el mundo quien no sea entremetido, que
-se halle uno, que no guste de hablar, que no mienta, no murmure, no
-enrede, que viva sin embeleco: eso yo no lo he de creer.
-
-Pues advertid que ese pájaro solitario en nuestros días lo vimos en el
-Retiro entre otras aladas maravillas.
-
-Si eso es así, dijo Critilo, él dejó de ser ermitaño y se puso á
-entremetido.
-
-¿Qué arma tan extraordinaria es aquélla?, preguntó como tan soldado don
-Alonso.
-
-Estorea, respondió Salastano, y fué de la reina de las amazonas,
-trofeos de Hércules con el balteo, que pudo entrar en docena.
-
-¿Y es preciso, replicó Mercado, creer que hubo amazonas?
-
-No sólo que las hubo; sino que las hay de hecho y en hechos.
-
-[Marginal: _Serenísima reina de Francia._]
-
-¿No lo es hoy la serenísima señora doña Ana de Austria, florida reina
-de Francia? Así como lo fueron siempre todas las señoras infantas de
-España, que coronaron de felicidades y de sucesión aquel reino. ¿Qué
-es, sino una valerosa amazona la esclarecida reina polona, Belona,
-digo cristiana, siempre al lado de su valeroso Marte en las campañas?
-[Marginal: _Duquesa de Cardona._] Y la excelentísima duquesa de Cardona
-¿no se portó muy como tal, encarcelada, donde había sido virreina? Pero
-venerando y no olvidando tantos plausibles prodigios, quiero que veáis
-otro género dellos, tenidos por increíbles.
-
-Y al mismo punto les fué mostrando con el dedo un hombre de bien en
-estos tiempos, un oidor sin manos; pero con palmas. Y lo que más es,
-su mujer. Un grande de España desempeñado, un príncipe en esta era
-dichoso, una reina fea, un príncipe oyendo verdades, un letrado pobre,
-un poeta rico, una persona real, que murió sin que se dijese que de
-veneno, un español humilde, un francés grave y quieto, un alemán
-aguado. Y juró Balboa era el varón de Sabac. Un privado no murmurado,
-un príncipe cristiano en paz, un docto premiado, una viuda de Zaragoza
-flaca, un necio descontento, un casamiento sin mentiras, un indiano
-liberal, una mujer sin enredo, uno de Calatayud en el limbo, un
-portugués necio, un real de á ocho en Castilla, Francia pacífica, el
-septentrión sin herejes, el mar constante, la tierra igual y el mundo
-mundo.
-
-En medio desta folla de maravillas entró un otro criado, que en aquel
-punto llegaba de muy lejos, y recibióle Salastano con extraordinarias
-demostraciones de gusto.
-
-[Marginal: _El mayor prodigio._]
-
-Seas tan bienllegado como esperado. ¿Hallaste, díme, aquel portento tan
-dudado?
-
-Señor, sí.
-
-¿Y tú le viste?
-
-Y le hablé.
-
-¡Que tal preciosidad se halla en la tierra! ¡Que es verdad! Ahora digo,
-señores, que es nada cuanto habéis visto. Ciegue el basilisco, retírese
-el fénix, enmudezca el pelícano.
-
-Estaban tan atónitos, cuan atentos los discretos huéspedes, oyendo
-tales exageraciones, muy deseosos de saber cuál fuese el objeto de tan
-grande aplauso.
-
-Dínos presto lo que viste, instó Salastano. No nos atormentes con
-suspensiones.
-
-Oid, señores, comenzó el criado, la más portentosa maravilla de cuantas
-habéis visto ni oído.
-
-Pero lo que él les refirió diremos fielmente, después de haber contado
-lo que le pasó á la Fortuna con los Bragados y Comados.
-
-
-
-
-CRISI III
-
-_La cárcel de oro y calabozos de plata._
-
-
-Cuentan, y yo lo creo, que una vez entre otras tumultuaron los
-franceses y con la ligereza, que suelen, se presentaron delante de la
-Fortuna, tragando saliva y vomitando saña.
-
-¿Qué murmuráis de mí?, dijo ella misma. ¿Que me he vuelto española? Sed
-vosotros cuerdos, que nunca para mi rueda. Por eso lo es. Ni á vosotros
-os para cosa en las manos; todo se os rueda dellas. Será, sin duda,
-algún antojo y, por lo envidioso, de larga vista, de la felicidad de
-España.
-
-¡Oh, madrastra nuestra, respondieron ellos, y madre de los españoles!
-¡Cómo te sangras en salud! [Marginal: _Loores de Francia._] ¿Es posible
-que, siendo la Francia la flor de los reinos, por haber florecido
-siempre en todo lo bueno, desde el primer siglo hasta hoy, coronada
-de reyes santos, sabios y valerosos, silla un tiempo de los romanos
-pontífices, trono de la tetrarquía, teatro de las verdaderas hazañas,
-escuela de la sabiduría, engaste de la nobleza y centro de toda virtud,
-méritos todos dignos de los primeros favores y de inmortales premios,
-es posible que, dejándonos á nosotros con las flores, les des á los
-españoles los frutos? ¿Qué mucho hagamos extremos de sentimiento
-contigo, si tú con ellos haces excesos de favor?
-
-Dísteles las unas y las otras Indias, cuando á nosotros una Florida en
-el nombre, que en la realidad es muy seca. Y como, cuando tú comienzas
-á perseguir á unos y favorecer á otros, no paras hasta que apuras, has
-llegado á verificar con ellos los que antes se tenían por entes de
-quimera, haciendo prácticos los mismos imposibles, como son ríos de
-plata, montes de oro, golfos de perlas, bosques de aromas, islas de
-ámbares. Y, sobre todo, los has hecho señores de aquella verdadera
-cucaña, donde los ríos son de miel, los peñascos de azúcar, los
-terrones de bizcocho. Y con tantos y tan sabrosos dulces dicen que es
-el Brasil un paraíso confitado. Todo para ellos y nada para nosotros.
-¿Cómo se puede tolerar?
-
-¿No digo yo, exclamó la Fortuna, que vosotros sois unos ingratos sobre
-necios? ¿Cómo, que no os he dado las Indias? ¿Eso podéis negar con
-verdad? Indias os he dado y bien baratas y aun de mogollón, como dicen,
-pues sin costaros nada.
-
-[Marginal: _Indias de Francia._]
-
-Y si no, decidme: ¿Qué Indias para Francia, como la misma España? Venid
-acá: lo que los españoles ejecutan con los indios ¿no lo desquitáis
-vosotros con los españoles? Si ellos los engañan con espejillos,
-cascabeles y alfileres, sacándoles con cuentas los tesoros sin cuento,
-vosotros con lo mismo, con peines, con estuchitos y con trompas de
-París ¿no les volvéis á chupar á los españoles toda la plata y todo el
-oro y esto sin gastos de flotas, sin disparar una bala, sin derramar
-una gota de sangre, sin labrar minas, sin penetrar abismos, sin
-despoblar vuestros reinos, sin atravesar mares?
-
-Andá y acabá de conocer esta certísima verdad y estimadme este favor.
-Creedme que los españoles son vuestros indios y tan desinteresados, que
-con sus flotas os traen á vuestras casas la plata ya acendrada y ya
-acuñada, quedándose ellos con el vellón y bien trasquilados.
-
-No pudieron negar esta verdad tan clara; con todo eso no parecían
-quedar satisfechos, antes andaban murmurando allá entre dientes.
-
-¿Qué es eso?, dijo la Fortuna. Hablad claro, acabad, decía.
-
-Quisiéramos, madama, que ese favor fuera cumplido y que, así como
-nos has dado el provecho, nos dieses también la honra, para que no
-trajésemos á casa la plata, sirviendo á los españoles con la vileza que
-sabemos y la esclavitud que callamos.
-
-[Marginal: _El bien repartido._]
-
-¡Oh, qué lindo!, alzó la voz la Fortuna. ¡Bueno por mi vida!
-Monsieures, honra y doblones no caben en un saco. ¿No sabéis que allá,
-cuando se repartieron los bienes á los españoles, les cupo la honra, á
-los franceses el provecho, á los ingleses el gusto y á los italianos el
-mando?
-
-Cuán incurable sea esta hidropesía del oro intenta ponderar esta Crisi,
-después de haberse desempeñado de aquel plausible portento, que el
-criado de Salastano con gran gusto de todos refirió desta suerte:
-
-Partí, señor, en virtud de tu precepto, en busca de aquel raro
-prodigio, el amigo verdadero. Fuí preguntando por él á unos y á otros
-y todos me respondían con más risa, que palabras. Á unos se les hacía
-nuevo, á otros inaudito y á todos imposible.
-
-Amigo fiel y verdadero ¿cómo ha de ser y en este tiempo y en este país?
-
-Más lo estrañaban que el fénix.
-
-Amigos de la mesa, del coche, de la comedia, de la merienda, de
-la huelga, del paseo, el día de la boda, en la privanza y en la
-prosperidad, me respondió Timón, el de Luciano, de ésos bien hallaréis
-hartos. Y más, cuando más hartos. Que á la hora del comer son sabañones
-y á la del ayudar son callos.
-
-[Marginal: _Amigo, uno; enemigo, ninguno._]
-
-Amigos, mientras me duró el valimiento, bien tenía yo, dijo un caído:
-no tenían número por muchos ni ahora por ninguno.
-
-Pasé adelante y díjome un discreto:
-
-¿Cómo es eso? ¿De modo, que buscáis un otro yo? Ese misterio sólo en el
-cielo se halla.
-
-Yo he visto cerca de cien vendimias, me respondió uno, y diría verdad,
-porque parecía del buen tiempo, y, aunque toda la vida he buscado un
-amigo verdadero, no he podido hallar sino medio y ése á prueba.
-
-Allá en tiempo, que rabiaban los reyes, digo, cuando se enojaban, oí
-contar, dijo una vieja, de un cierto Pilades y Orestes, una cosa como
-ésa; pero á fe, hijo, que yo siempre lo he tenido más por conseja, que
-por consejo.
-
-No os canséis en eso, me juró y votó un soldado español. Porque yo he
-rodeado y aun rodado todo el mundo y siempre por tierra de mi rey y,
-aunque he visto cosas bien raras, como los gigantes en la tierra del
-fuego, los pigmeos en el aire, las amazonas en el agua de su río, los
-que no tienen cabeza, que son muchos, y los de sólo un ojo y ése en el
-estómago, los de un solo pie á lo grullo, sirviéndoles de tejado, los
-sátiros y los faunos, batuecos y chichimecos, sabandijas todas, que
-caben en la gran monarquía española, yo no he topado ese gran prodigio,
-que ahora oigo. Sólo dejé de ver la isla Atlántida por incógnita.
-Podría ser que allí estuviese, como otras cien mil cosas buenas, que no
-se hallan.
-
-[Marginal: _Naciones de España._]
-
-Que no está tan lejos como eso, le dije; antes me aseguran le he de
-hallar dentro de España.
-
-Eso no creeré yo, replicó un crítico. Porque primeramente él no estará
-donde clavan el clavo por la cabeza, nunca cediendo al ajeno dictamen,
-aun del más acertado amigo. Menos donde de cuatro partes las cinco son
-palabras y amistad es obras y obras son amores. Pues donde no se dejan
-falar, sino por servirles farautes, tampoco: que aun de sí mismos no se
-dignan aquellos señores fidalgos. En tierra corta, donde todo es poca
-cosa, yo lo dudo. Y hablemos quedo, no nos oigan, que harán punto desto
-mismo. Pues donde todo se va en flor sin fruto, es cosa de risa y allí
-todos los hidalgos, aunque muchos, corren á lo de Guadalajara.
-
-¿Y en Cataluña? señor mío, repliqué yo.
-
-Ahí aún podría ser: que los catalanes saben ser amigos de sus amigos.
-
-También son malos para enemigos.
-
-Bien se ve: piénsanlo mucho antes de comenzar una amistad; pero, una
-vez confirmada, hasta las aras.
-
-¿Cómo puede ser eso, instó un forastero, si allí se hereda la enemistad
-y llega más allá del caducar la venganza, siendo fruta de la tierra la
-bandolina?
-
-Y aun por eso, respondió: que quien no tiene enemigos tampoco suele
-tener amigos.
-
-Con estas noticias me fuí empeñando la Cataluña adentro. Corríla toda,
-que bien poco me faltaba, cuando me sentí atraer el corazón de los
-imanes de una agradable estancia, antigua casa; pero no caduca. Fuíme
-entrando por ella, como Pedro por la suya, y notando á toda observación
-cuanto veía: que de las alhajas de una casa se colige el genio de su
-dueño. No encontré en toda ella ni con niños ni con mujeres. Hombres sí
-y mucho, aunque no muchos, que á prueba me introdujeron allá. Criados
-pocos: que de los enemigos, los menos. Estaban cubiertas las paredes
-de retratos, en memoria de los ausentes, alternados con unos grandes
-espejos. Y ninguno de cristal, por escusar toda quiebra; de acero si
-y de plata, tan tersos y tan claros, como fieles. Todas las ventanas
-con sus cortinillas, no tanto defensivo contra el calor, cuanto contra
-las moscas, que aquí no se toleran ni enfadosos ni entremetidos.
-Penetramos al corazón de la casa, al último retrete, donde estaba un
-prodigio triplicado, un hombre compuesto de tres. Digo tres que hacían
-uno. Porque tenía tres cabezas, seis brazos y seis pies. Luego que me
-brujuleó, me dijo:
-
-¿Búscasme á mí ó á ti mismo? ¿Vienes al uso de todos, que es buscarse á
-sí mismos, cuando más parece que buscan un amigo? Y si no se advierte
-antes, se experimenta después, que no los trae otro, que su provecho ó
-su honra ó su deleite.
-
-¿Quién eres tú, le dije, para saber si te busco, aunque por lo raro ya
-podría?
-
-Yo soy, me respondió, el de tres uno: aquel otro yo, idea de la
-amistad, norma de cómo han de ser los amigos. [Marginal: _Gerión
-moral._] Yo soy el tan nombrado Gerión. Tres somos y un solo corazón
-tenemos. Que el que tiene amigos buenos y verdaderos, tantos
-entendimientos logra. Sabe por muchos, obra por todos, conoce y
-discurre con los entendimientos de todos. Ve por tantos ojos, oye por
-tantos oídos, obra por tantas manos y diligencia con tantos pies.
-Tantos pasos da en su conveniencia, como dan todos los otros. Mas entre
-todos, sólo un querer tenemos: que la amistad es un alma en muchos
-cuerpos. El que no tiene amigos no tiene pies ni manos. Manco vive, á
-ciegas camina. Y ¡ay del solo! Que, si cayere, no tendrá quien le ayude
-á levantar.
-
-Luego que le oí, exclamé: ¡Oh, gran prodigio de la amistad verdadera,
-aquella gran felicidad de la vida, empleo digno de la edad varonil,
-ventaja única del ya hombre! Á ti te busco, criado soy de quien te
-estima, cuan bien te conoce y hoy solicita tu correspondencia, porque
-dice que sin amigos del genio y del ingenio no vive un entendido ni se
-logran las felicidades. Que hasta el saber es nada, si los demás no
-saben que tú sabes.
-
-Ahora digo, me respondió el Gerión, que es bueno para amigo Salastano.
-Buen gusto tiene en tenerlos, que lo demás es envidiarse los bienes con
-necia infelicidad.
-
-[Marginal: _Duque de Nochera._]
-
-¡Oh qué bien decía aquel grande amigo de sus amigos y que también lo
-sabía ser, el duque de Nochera!:
-
-No me habéis de preguntar qué quiero comer hoy; sino con quién: que del
-convivir se llamó convite.
-
-Desta suerte fué celebrando las excelencias de la amistad y á lo último:
-
-Quiero, dijo, que registres mis tesoros, que para los amigos siempre
-están patentes y aun ellos son los mayores.
-
-Mostróme lo primero la granada de Darío, ponderando que los tesoros del
-sabio no son los rubíes ni los zafiros; sino los Zopiros.
-
-Mira bien esta sortija, que el amigo ha de venir como anillo en dedo:
-ni tan apretado, que lastime, ni tan holgado, que no ajuste con riesgo
-de perderse. Atiende mucho á este diamante, no falso, sí al tope,
-cuando conviene, y aun haciendo punta, otras veces cuadrado y en
-almohada del consejo, con muchos fondos y quilates de fineza tan firme,
-que ni en el yunque quiebra, expuesto á los golpes de la fortuna, ni
-con las llamas de la cólera salta ni con el ungüento de la lisonja ni
-del soborno se ablanda; sólo el veneno de la sospecha le puede hacer
-mella.
-
-[Marginal: _Veneno de la amistad._]
-
-Fué haciendo erudito alarde de preciosísimos símbolos de la amistad.
-Á lo último sacó un pomito de olor, que despedía una fragancia muy
-confortante y, cuando yo creí ser alguna quinta esencia de ámbar,
-realzado del almizcle, me dijo:
-
-No es sino de un rancio néctar de un vino, aunque viejo, más jubilante,
-que jubilado. Bueno para amigo, que conforte el corazón, que le alivie
-y que le alegre y juntamente sane las morales llagas.
-
-Entregóme, al despedirme, esta lámina preciosa, con este su retrato,
-dedicado á la amigable fineza.
-
-Miráronle todos con admiración y aun repararon en que aquellos rostros
-eran sus verdaderos retratos, ocasión de quedar declarada y confirmada
-la amistad entre todos, muy á la enseñanza del Gerión. ¡Feliz empleo
-de la varonil edad! Despidiéronse ya, sin partirse, los soldados para
-sus alojamientos, que en esta vida no hay cosa propia; nuestros dos
-peregrinos del mundo, no pudiendo hacer alto en el viaje del vivir,
-salieron á proseguirle por la Francia.
-
-Vencieron las asperezas del hipócrita Pirineo, desmentidor de su nombre
-á tanta nieve, donde muy temprano el invierno tiende sus blancas
-sábanas y se acuesta. Admiraron con observación aquellas gigantes
-murallas, con que la atenta naturaleza afectó dividir estas dos
-primeras provincias de la Europa, á España de la Francia, fortificando
-la una contra la otra, con murallas de rigores, dejándolas tan
-distantes en lo político, cuando tan confinantes en lo material. Y
-ahora conocieron con cuánto fundamento de verdad aquel otro cosmógrafo
-había delineado en un mapa estas dos provincias, en los dos extremos
-del orbe. Caso bien reído de todos: de unos, por no entendido, y de
-otros, por aplaudido.
-
-[Marginal: _Franceses, antípodas de España._]
-
-Al mismo punto que metieron el pie en Francia, conocieron sensiblemente
-la diferencia en todo, en el temple, clima, aire, cielo y tierra; pero
-mucho más la total oposición de sus moradores, en genios, ingenios,
-costumbres, inclinaciones naturales, lengua y trajes.
-
-¿Qué te ha parecido de España?, dijo Andrenio.
-
-Murmuremos un rato della, aquí donde no nos oyen.
-
-[Marginal: _Censura de España._]
-
-Y aunque nos oyeran, ponderó Critilo, son tan galantes los españoles,
-que no hicieran crimen de nuestra civilidad. No son tan sospechosos
-como los franceses; más generosos corazones tienen.
-
-Pues díme, ¿qué concepto has hecho de España?
-
-No malo.
-
-¿Luego bueno?
-
-Tampoco.
-
-¿Según eso, ni bueno ni malo?
-
-No digo eso.
-
-¿Pues qué?
-
-Agridulce.
-
-¿No te parece muy seca y que de ahí les viene á los españoles aquella
-su sequedad de condición y melancólica gravedad?
-
-Sí; pero también es sazonada en sus frutos y todas sus cosas son muy
-sustanciales. De tres cosas dicen se han de guardar mucho en ella y más
-los estranjeros.
-
-¿De tres solas? ¿Y qué son?
-
-De sus vinos, que dementan; de sus soles, que abrasan; y de sus
-femeniles lunas, que enloquecen.
-
-¿No te parece, que es muy montuosa y aun por eso poco fértil?
-
-Así es; pero muy sana y templada. Que, si fuera llana, los veranos
-fuera inhabitable.
-
-Está muy despoblada.
-
-También vale una della por ciento de otras naciones.
-
-Es poco amena.
-
-No la faltan vegas muy deliciosas.
-
-Está aislada entre ambos mares.
-
-También está defendida y coronada de capaces puertos y muy regalada de
-pescados.
-
-Parece que está muy apartada del comercio de las demás provincias y al
-cabo del mundo.
-
-Aún había de estarlo más, pues todos la buscan y la chupan lo mejor
-que tiene: sus generosos vinos Inglaterra, sus finas lanas Holanda, su
-vidrio Venecia, su azafrán Alemania, sus sedas Nápoles, sus azúcares
-Génova, sus caballos Francia y sus patacones todo el mundo.
-
-Díme, y de sus naturales, ¿qué juicio has hecho?
-
-Ahí hay más que decir: que tienen tales virtudes, como si no tuviesen
-vicios, y tienen tales vicios, como si no tuviesen tan relevantes
-virtudes.
-
-No me puedes negar que son los españoles muy bizarros.
-
-Sí; pero de ahí les nace el ser altivos. Son muy juiciosos; no tan
-ingeniosos. Son valientes; pero tardos. Son leones; mas con cuartana.
-Muy generosos y aun perdidos. Parcos en el comer y sobrios en el beber;
-pero superfluos en el vestir. Abrazan todos los estranjeros; pero no
-estiman los propios. No son muy crecidos de cuerpo; pero de grande
-ánimo. Son poco apasionados por su patria y trasplantados son mejores.
-Son muy llegados á la razón; pero arrimados á su dictamen. No son muy
-devotos; pero tenaces de su religión y absolutamente es la primer
-nación de Europa odiada por tan envidiada.
-
-Más dijeran, si no les interrumpiera su vulgar murmuración un otro
-pasajero, que con serlo y tan de priesa, tomaba muy de veras el vivir.
-Veníase encaminando hacia ellos y Critilo dijo:
-
-Éste es el primer francés que topamos. Notemos bien su genio, su hablar
-y su proceder, para saber cómo nos habemos de portar con los otros.
-
-¿Pues qué, visto uno, estarán vistos todos?
-
-Sí, que hay genio común en las naciones y más en ésta. Y la primera
-treta del trato es no vivir en Roma á lo húngaro, como algunos, que en
-todas partes viven al revés.
-
-La primera pregunta que el francés les hizo, aun antes de saludarlos,
-viendo que iban de España, fué si había llegado la flota.
-Respondiéronle que sí y muy rica. Y cuando creyeron se había de
-desazonar mucho con la nueva, fué tan al contrario, que comenzó á dar
-saltos de placer, haciéndose son á sí mismo. Admirado Andrenio, le
-preguntó.
-
-¿Pues deso te alegras tú, siendo francés?
-
-Y él: ¿Por qué no, cuando las más remotas naciones la festejan?
-
-¿Pues de qué provecho le es á Francia que enriquezca España y se le
-aumente su potencia?
-
-[Marginal: _Efectos de la flota._]
-
-¡Oh qué bueno está eso! dijo el monsiur. ¿No sabéis vosotros que un
-año, que no vino la flota por cierto incidente, no le pudieron hacer
-guerra al Rey Católico ninguno de sus enemigos? Y ahora frescamente,
-cuando se ha alterado algo la plata del Perú, ¿no se han turbado todos
-los príncipes de la Europa y todos sus reinos con ellos? Creedme que
-los españoles brindan flotas de oro y plata á la sed de todo el mundo.
-Y pues venís de España, muchos doblones traeréis.
-
-No por cierto, respondió Critilo: de lo que menos habemos cuidado.
-
-¡Pobres de vosotros, qué perdidos venís!, exclamó el francés. Basta que
-aún no sabéis vivir con ir tan adelante, que hay muchos, que aun á la
-vejez no han comenzado á vivir. ¿No sabéis, que el hombre da principio
-á la vida por el deleite cuando mozo, pasa al provecho ya hombre, y
-acaba viejo por la honra?
-
-Venimos, le dijeron, en busca de una reina, que si por gran dicha
-nuestra la topamos, nos han asegurado que con ella hallaremos cuanto
-bien se puede desear. Y aun decía uno que todos los bienes le habían
-entrado á la par con ella.
-
-¿Cómo decís que se nombra?
-
-Sí, que bien nombrada es: la plausible Sofisbella.
-
-[Marginal: _La sabiduría._]
-
-Ya sé quién decís. Ésa en otro tiempo bien estimada era en todo el
-mundo, por su mucha discreción y prendas; mas ya por pobre no hay quien
-haga caso ni casa della. En viéndola sin dote, sin oro y plata, muchos
-la tienen por necia y todos por infeliz. Es cosa de cuento todo lo
-que no es de cuenta. Entendedme una cosa, que no hay otro saber como
-el tener y el que tiene es sabio, es galán, valiente, noble, discreto
-y poderoso, es príncipe, es rey y será cuanto él quisiere. Lástima me
-hacéis de veros tan hombres y tan poco personas. Ahora venid conmigo.
-Echaremos por el atajo del valer, que aún tendréis remedio.
-
-¿Dónde nos piensas llevar?
-
-Donde halléis hombres, lo que mozos despreciasteis. ¡Cómo se echa de
-ver que no sabéis vosotros en qué siglo vivís! Vamos andando, que yo os
-lo diré. Y preguntó:
-
-[Marginal: _Qué siglo este._]
-
-¿En cuál pensáis vivir, en el del oro ó en el de lodo?
-
-Yo diría, respondió Critilo, que en el de hierro. Con tantos, todo anda
-errado en el mundo y todo al revés, si ya no es el de bronce, que es
-peor con tanto cañón y bombarda. Todo ardiendo en guerras: no se oye
-otro que sitios, asaltos, batallas, degüellos, que hasta las mismas
-entrañas parece se han vuelto de bronce.
-
-No faltará quien diga, respondió Andrenio, que es el siglo de cobre y
-no de pague; mas yo digo que el de lodo, cuando todo lo veo puesto dél:
-tanta inmundicia de costumbres, todo lo bueno por tierra. La virtud
-dió en el suelo con su letrero: ¡Aquí yace! La basura á caballo, los
-muladares dorados y, al cabo al cabo, todo hombre es barro.
-
-No decís cosa, replicó el francés. Asegúroos que no es sino el siglo de
-oro.
-
-Mira quien tal creyera.
-
-Sólo el oro es el estimado, el buscado, el adorado y querido. No se
-hace caso de otro, todo va á parar en él y por él y así dice bien,
-cuando más mal, aquel público maldiciente: _tuti tiramo à questo
-diavolo di argento_.
-
-Relucía ya y de muy lejos uno como palacio grande; pero no magnífico, y
-tan lindo como un oro. Reparó luego Andrenio y dijo:
-
-¡Qué rica cosa y casa! Parece una ascua de oro: así luce y así quema.
-
-¿Qué mucho, si lo es?, respondió el monsiur, bailando de contento.
-
-Que como al dar llaman ellos bailar, siempre andan bailando.
-
-¿Todo el palacio es de oro?, preguntó Critilo.
-
-Todo, desde el fundamento hasta el tejado, por dentro y fuera. Y cuanto
-hay en él todo es oro y todo plata.
-
-Muy sospechoso se me hace, dijo Critilo: que la riqueza es gran comadre
-del vicio y aun se dice vive mal con él. ¿Pero de dónde han podido
-juntar tanto oro y tanta plata? Que parece imposible.
-
-¿Cómo de dónde? Pues, si España no hubiera tenido los desaguaderos
-de Flandes, las sangrías de Italia, los sumideros de Francia, las
-sanguijuelas de Génova, ¿no estuvieran hoy todas sus ciudades
-enladrilladas de oro y muradas de plata? ¿Qué duda hay en eso? Á más de
-que el poderoso dueño, que en este palacio mora, tiene tal virtud, no
-sé yo si dada del cielo ó tomada de la tierra, que todo cuanto toca, si
-con la mano izquierda, la convierte en plata, y, si con la derecha, en
-oro.
-
-¡Eh!, monsiur, dijo Critilo, que ésa fué una novela tan antigua como
-necia de cierto rey, llamado Midas, tan sin medida ni tasa en su
-codicia, que al cabo, como suelen todos los ricos, murió de hambre,
-siendo su enfermedad de ahito.
-
-¡Cómo, que es fábula!, dijo el francés. No es sino verdad tan cierta,
-como practicada hoy en el mundo. [Marginal: _Midas al uso._] ¿Pues qué,
-es nuevo convertir un hombre en oro cuanto toca? Con una palmada, que
-da un letrado en un Bártulo, cuyo eco resuena allá en el bartolomico
-del pleiteante, ¿no hace saltar los ciento y los doscientos al punto y
-no de la dificultad? Advertid que jamás da palmada en vacío y, aunque
-estudia en Baldo, no es de balde su ciencia.
-
-Un médico, pulsando ¿no se hace él de oro y á los otros de tierra?
-¿Hay vara de virtudes como la del alguacil y la pluma del escribano
-y más de un secretario, que por encantado que esté el tesoro, por más
-guardado, lo sacan bajo tierra? ¿Las vanas Venus de la belleza, cuando
-más tocadas y prendidas, no convierten en oro la inmundicia de su
-torpeza? Hombre hay, que con sola una pulgada que da, convierte en el
-oro más pesado el hierro más pesado. Al tocar de las cajas ¿no anda la
-milicia más á la rebatiña, que al rebato? Las pulgadas del mercader,
-¿no convierten en oro la seda y la holanda?
-
-Creedme, que hay muchos Midas en el mundo: así los llama él, cuando más
-desmedidos andan, que todo se ha de entender al contrario. El interés
-es el rey de los vicios, á quien todos sirven y le obedecen. Y así, no
-os admiréis que yo diga que el príncipe, que allí vive, convierte en
-oro cuanto toca. Y una de las causas, porque yo voy allá, es para que
-me toque también y me haga de oro.
-
-Monsiur, instó Andrenio, ¿cómo puede vivir dese modo?
-
-Muy bien.
-
-Pues díme, ¿no se le convierte en oro el manjar, así como le toca?
-
-Buen remedio: calzarse unos buenos guantes, que muchos hoy comen dellos
-y con ellos.
-
-Sí; pero, en llegando á la boca el manjar, en comenzándole á mascar,
-¿no se le ha de volver todo oro, sin poderlo tragar?
-
-¡Oh, qué mal discurres!, dijo el francés. Ese melindre fué allá en otro
-tiempo; no se embarazan tanto ya las gentes. [Marginal: _Oro potable._]
-Ya se ha hallado traza cómo hacer el oro potable y comestible, ya
-dél se confeccionan bebidas, que confortan el corazón y alegran
-grandemente. Ni falta quien ha inventado el hacer caldo de doblones
-y dicen es tan sustancial, que basta á resucitar un muerto; que eso
-de alargar la vida es niñería. Demás de que hoy viven millares de
-miserables de no querer comer. Todo lo que no comen ni beben ni visten
-dicen que lo convierten en oro. Ahorran, porque no se aforran. Mátanse
-de hambre á sí y á sus familias y de matarse viven.
-
-Con esto se fueron acercando y descubrieron á las puertas muchas
-guardas que, á más de estar armadas todas con espaldares castellanos
-contra los petos gallegos, eran tan inexorables, que no dejaban llegar
-á ninguno ni de cien leguas. Y si alguno porfiaba en querer entrar,
-arrojábanle un no, salido de una cara de hierro, que no hay bala que
-así atraviese y deje sin habla al más osado.
-
-¿Cómo haremos para entrar, dijo Andrenio: que cada guarda de éstas
-parece un Nerón sincopado y aun más cruel?
-
-No os embarace eso, dijo el francés: que esta guarda sólo es guarda de
-la juventud. No dejan entrar los mozos.
-
-Y así era, que por ningún caso los dejaban entrar en la hacienda.
-Á todos se les vinculaban, hasta ser hombres; pero de treinta años
-arriba las franqueaban á todo hombre, si ya no fuese algún jugador,
-descuidado, gastador ó castellano, gente toda de la cofradía del hijo
-pródigo. Mas á los viejos, á los franceses y catalanes, puerta franca y
-aun les convidaban con el manejo. Con esto, viéndolos ya tan hombres y
-tan á la francesa, sin dificultad alguna los dejaron pasar. [Marginal:
-_Puertas del interés._] Pero luego hubo otro tope y mayor, que á más
-de ser las puertas de bronce y más duras que las entrañas de un rico,
-de un cómitre, de una madrastra, de un genovés, que es más que todo,
-estaban cerradas y muy atrancadas con barras catalanas y candados
-vizcaínos. Y aunque llegaban unos y otros á llamar, nadie respondía ni
-á propósito mucho menos correspondía.
-
-Mira, decía uno, que soy tu pariente.
-
-Y respondía el de adentro:
-
-Más quiero mis dientes, que mis parientes. Cuando yo era pobre, no
-tenía parientes ni conocidos, que quien no tiene sangre, no tiene
-consanguíneos, y ahora me nacen como hongos y se pegan como lapa.
-
-¿No me conoces, que soy tu amigo?, gritaba otro.
-
-Y respondíanle:
-
-En tiempo de higos, higas.
-
-Con mucha cortesía rogaba un gentilhombre y respondía un villano:
-Ahora, que tengo, todos me dicen: Norabuena estéis Pedro.
-
-¿Pues á tu padre?, decía un viejo.
-
-Y el hijo respondía:
-
-En esta casa no se tiene ley con nadie.
-
-Al contrario, rogaba á su padre un hijo le dejase entrar y él respondía:
-
-Eso no, mientras yo viva.
-
-Ninguno se ahorraba con el otro, ni hermanos con hermanos, ni
-padres con hijos: ¿pues qué sería suegras con nueras? Oyendo esto,
-desconfiaron de todo punto de poder entrar. Trataban de tomarse la
-honra, si no el provecho, cuando el francés les dijo:
-
-¡Qué presto desmayáis! ¿No entraron los que están dentro? Pues no nos
-faltará traza á nosotros. Dinero no falte y trampa adelante.
-
-Mostróles una valiente maza, que estaba pendiente de una dorada
-cencerra:
-
-Miradla bien, dijo: que en ella consiste nuestro remedio. ¿Cúya pensáis
-que es?
-
-Si fuera de hierro y con sus puntas aceradas, dijo Critilo, aun creyera
-yo era la clava de Hércules.
-
-¿Cómo de Hércules?, dijo el francés. Fué juguete aquélla, fué un
-melindre, respecto désta y todo cuanto el ahijado de Juno obró con ella
-fué niñería.
-
-¿Cómo hablas así, monsiur, de una tan famosa y tan celebrada clava?
-
-Dígote que no valió un clavo, respecto désta, ni supo Hércules lo que
-se hizo ni supo vivir ni entendió el modo de hacer la guerra.
-
-¿Cómo no, si con aquella triunfó de todos los monstruos del mundo, con
-ser tantos?
-
-Pues con ésta se vencen los mismos imposibles. Creedme que es mucho
-más ejecutiva y sería nunca acabar querer yo relataros los portentos de
-dificultades, que se han allanado con ésta.
-
-Será encantada, dijo Andrenio, no es posible otra cosa. Obra grande de
-algún poderoso nigromántico.
-
-Que no está encantada, dijo el francés, aunque sí hechiza á todos. Más
-os digo, que aquélla sólo en la diestra de Hércules valía algo; mas
-ésta en cualquier mano, aunque sea en la de un enano, de una mujer, de
-un niño, obra prodigios.
-
-[Marginal: _Poder del oro._]
-
-¡Eh, monsiur, dijo Andrenio! No tanto encarecimiento. ¿Cómo puede ser
-eso?
-
-¿Cómo? Yo os lo diré. Porque es toda ella de oro macizo, aquel poderoso
-metal, que todo lo riñe y todo lo rinde. ¿Qué pensáis vosotros, que los
-reyes hacen la guerra con el bronce de las bombardas, con el hierro de
-los mosquetes y con el plomo de las balas? No, por cierto, sino con
-_dinari y dinari e piu dinari_. Mal año para la tizona del Cid y para
-la encantada de Roldán, respecto de una maza preñada de doblones. Y
-porque lo veáis, aguardad.
-
-Descolgóla y pegó con ella en las puertas un ligerísimo golpecillo;
-pero tan eficaz, que al punto se abrieron de par en par, quedando
-atónitos ambos peregrinos y blasonando el monsiur, aunque fueran las de
-la torre de Dánae. Pero son de Dame, que es más.
-
-Cuando todo estuvo llano, ya no lo estaba la voluntad de Critilo;
-antes dudaba mucho el entrar, porque dudaba el poder salir. [Marginal:
-_Reclamo de oro._] Hallaba, como prudente, grandes dificultades; mas
-al ruido del dinero, que oyó contar, que por eso se llamó moneda, _a
-monendo_, porque todo lo persuade y recaba y á todos convence, se dejó
-vencer. Atrájole el reclamo del oro y de la plata. Que no hay armonía
-de Orfeo, que así arrebate.
-
-En estando dentro, se volvieron á cerrar las puertas, con otros tantos
-cerrojos de diamante. Mas, ¡oh espectáculo tan raro como increíble!
-Donde creyeron hallar un palacio, centro de libertades, hallaron una
-cárcel, llena de prisiones, pues á cuantos entraban los aherrojaban. Y
-es lo bueno que á título de hacerles muchos favores.
-
-Estaban persuadiendo á una hermosa mujer, que la enriquecían y
-engalanaban y echábanla al cuello una cadena de una esclavitud de por
-vida y aun por muerte, la argolla de un rico collar, las esposas de
-unos preciosos brazaletes, que paran en horcas, el apretador de sus
-obligaciones, el esmaltado lazo de un nudo ciego, la gargantilla de un
-ahogo. Ello fué casa y miento y cárcel verdadera.
-
-Echáronle á un cortesano unos pesados grillos de oro, que no le dejaban
-mover y persuadíanle que podía cuanto quería. Los que imaginaron
-salones eran calabozos poblados de cautivos voluntarios y todos ellos
-cargados de prisiones, argollas y cadenas de oro; pero todos tan
-contentos como engañados. Toparon entre otros un cierto sujeto rodeado
-de gatos, poniendo toda su fruición en oirlos mayar.
-
-[Marginal: _Monstruosa codicia._]
-
-¡Hay tan mal gusto en el mundo, como el tuyo!, dijo Andrenio. ¿No
-fueran mejores algunos pajarillos enjaulados, que con sus dulces
-cantos, te aliviaran las prisiones? ¿Pero gatos y vivos y que gustes de
-oir sus enfadosos maídos, que á todos los demás atormentan?
-
-Quita, que no lo entiendes, respondió él: para mí es la más regalada
-música de cuantas hay, éstas las voces más dulces y más suaves del
-mundo. ¿Qué tienen que ver los gorjeos del pintado jilguerillo,
-los quiebros del canario, las melodías del dulce ruiseñor, con los
-maullidos de un gato? Cada vez, que los oigo, se regocija mi corazón
-y se alboroza mi espíritu. Mal año para Orfeo y su lira, para el
-gustoso Correa y su destreza. ¿Qué tiene que ver toda la armonía de los
-instrumentos músicos con el maído de mis gatos?
-
-Si fueran muertos, replicó Andrenio, aun me tentara; ¿pero vivos?
-
-Sí, vivos y después muertos. Y vuelvo á decir que no hay más regalada
-voz en cuantas hay.
-
-Pues dínos: ¿Qué hallas de suavidad en ella?
-
-¿Qué? Aquel decir _mío_, _mío_ y todo es _mío_ y siempre _mío_ y nada
-para vos: esa es la voz más dulce para mí de cuantos hay.
-
-Hallaron cosas á este tono bien notables. Mostráronles algunos y aun
-los más, que se decía no tener corazones ni entrañas, no sólo para con
-los otros; pero ni aun para consigo mismos. Y con todo eso vivían.
-
-¿Cómo se sabe, preguntó Andrenio, que estén descorazonados?
-
-Muy bien, le respondieron: en no dar fruto alguno. Á más de que,
-buscándoseles á algunos, se les han hallado enterrados en sepulcros de
-oro y amortajados en sus talegos.
-
-[Marginal: _Muerte del avaro._]
-
-¡Desdichada suerte!, exclamó Critilo, la de un avaro, que nadie se
-alegra con su vida ni se entristece en su muerte. Todos bailan en ella
-al son de las campanas. La viuda rica con un ojo llora y con el otro
-repica. La hija, desmintiendo sus ojos hechos fuentes, dice _río_ de
-las lágrimas que _lloro_. El hijo porque hereda, el pariente porque
-se va acercando á la herencia, el criado por la manda y por lo que se
-desmanda, el médico por su paga y no por su pago, el sacristán porque
-dobla, el mercader porque vende sus bayetas, el oficial porque las
-cose, el pobre porque las arrastra. ¡Miserable suerte la del miserable!
-Mal, si vive, y peor, si muere.
-
-[Marginal: _Rico hombre._]
-
-En un gran salón vieron un grande personaje. Quedaron espantados de
-cosa tan nueva y tan estraña en semejante puesto.
-
-¿Qué hace aquí este señor?, preguntó Critilo á uno de sus enemigos, no
-escusados.
-
-Y él: ¿Qué? Adorar.
-
-¿Pues qué, es gentil?
-
-Lo que menos tiene es de gentil y de hombre.
-
-¿Pues qué adora?
-
-Dora y adora una arca.
-
-¿Qué? ¿Es judío?
-
-En la condición ya podría; pero en la sangre no: que es muy noble, de
-los ricos hombres de España.
-
-Y con todo eso, ¿no es hidalgo?
-
-Antes, porque no lo es, es hombre rico.
-
-¿Qué arca es ésta que adora?
-
-La de su testamento.
-
-¿Y es de oro?
-
-Dentro sí; mas por fuera de hierro, pues no sabe qué ni por qué ni para
-qué ni para quién.
-
-Aquí vieron ejecutada aquella exagerada crueldad, que cuentan de
-las víboras, cómo la hembra al concebir corta la cabeza al macho y
-después los hijuelos vengan la muerte de su padre, agujerándola el
-vientre y rasgándola las entrañas por salir y campear, cuando vieron
-que la mujer, por quedar rica y desahogada, ahoga al marido. Luego el
-heredero, pareciéndole vive sobrado la madre y él no vive sobrado,
-la mata á pesares. Á él, por heredarle, su otro hermano segundo le
-despacha. De suerte, que unos á otros, como víboras crueles, se
-emponzoñan y se matan. El hijo procura la muerte del padre y de la
-madre, pareciéndole que viven mucho y que él se hará _senior_, antes de
-llegar á ser señor. [Marginal: _Morir de mal de hijo._] El padre teme
-al hijo y, cuando todos festejan el nacimiento del heredero, él enluta
-su corazón, temiéndole como á su más cercano enemigo; pero el abuelo se
-alegra y dice:
-
-Seáis bien venido, ¡oh enemigo de mi enemigo!
-
-Fuéles materia de risa, entre las muchas de pena, lo que le aconteció
-á uno de estos guardadores. Que un ladrón de otro ladrón, que hay
-ladrones de ladrones, con tal sutileza le engañó, que le persuadió
-se robase á sí mismo: de modo, que le ayudó á quitarse cuanto tenía.
-Él mismo llevó á cuestas toda la ropa, el oro y plata de su casa,
-transportándola y escondiéndola donde jamás la vió ni la gozó.
-Lamentábase después, doblando el sentimiento, de ver que él había sido
-el ladrón de sí mismo, el robador y el robado.
-
-[Marginal: _Avaro ladrón de sí._]
-
-¡Oh lo que puede el interés!, ponderaba Critilo. Que le persuada á un
-desdichado que él se robe, que esconda su dinero, que atesore para
-ingratos, jugadores y perdidos; y que él ni coma ni beba ni vista ni
-duerma ni descanse ni goce de su hacienda ni de su vida. Ladrón de sí
-mismo, merece muy bien los cientos contados al revés y que le destierre
-el discreto Horacio á par de un Tántalo necio.
-
-Habían dado una vuelta entera á todo aquel palacio de calabozos, sin
-haber podido descubrir el coronado necio de su dueño, cuando á lo
-último, imaginándole en algún salón dorado, ocupando rico trono á toda
-majestad, vestido de brocados rozagantes, con su ropón imperial, le
-hallaron muy al contrario, metido en el más estrecho calabozo, que aun
-luz no gastaba, por no gastarla ni aun de día, por no ser visto para
-dar ni prestar. Con todo, brujulearon su mala catadura, cara de pocos
-amigos y menos parientes, aborreciendo por igual deudos y deudas.
-
-La barba crecidamente descompuesta, que aun el regalo de quitársela se
-envidiaba. Mostraba unas grandes orejas de rico trasnochado, siendo tan
-horrible en su aspecto. Nada se ayudaba con el vestido, que de viejo,
-la mitad era ido y la otra se iba aborreciendo todo lo que cuesta.
-Estaba solo quien de nadie se fiaba y todos le dejaban estar, rodeado
-de gatos, con almas de doblones, propias de desalmados, que aun muertos
-no olvidan las mañas del agarro. Parecía en lo crudo un Radamanto.
-
-Así como entraron, con que á nadie puede ver, fué á abrazarlos, que los
-quisiera de oro; mas ellos, temiendo tanta preciosidad, se retiraron,
-buscando ya por dónde salir de aquella dorada cárcel, [Marginal:
-_Infierno de plata._] palacio de Plutón, que toda casa de avaro es
-infierno en lo penoso y limbo en lo necio.
-
-Con este deseo, apelándose al desengaño de todo vicio, en especial de
-la tiranía codiciosa, buscaban á toda priesa por dónde escapar; mas,
-como en casa del desdichado se tropieza en los azares, yendo en fuga,
-cayeron en una disimulada trampa, cubierta con las limaduras de oro
-de la misma cadena, tan apretado lazo, que cuanto más forcejeaban por
-librarse, más le anudaban. Lamentaba Critilo su inconsiderada ceguera.
-Suspiraba Andrenio su malvendida libertad. Cómo la consiguieron contará
-la otra Crisi.
-
-
-
-
-CRISI IV
-
-_El museo del discreto._
-
-
-Solicitaba un entendido, por todo un ciudadano emporio y aun dicen
-corte, una casa, que fuese de personas; mas en vano. Porque, aunque
-entró en muchas curioso, de todas salió desagradado, por hallarlas,
-cuanto más llenas de ricas alhajas, tanto más vacías de las preciosas
-virtudes. Guióle ya su dicha á entrar en una y aun única. Y al punto,
-volviéndose á sus discretos les dijo:
-
-Ya estamos entre personas: esta casa huele á hombres.
-
-¿En qué lo conoces? le preguntaron.
-
-Y él: ¿no veis aquellos vestigios de discreción?
-
-Y mostróles algunos libros, que estaban á mano:
-
-Éstas, ponderaba, son las preciosas alhajas de los entendidos. ¿Qué
-jardín del Abril, qué Aranjuez del Mayo, como una librería selecta?
-¿Qué convite más delicioso para el gusto de un discreto, como un culto
-museo, donde se recrea el entendimiento, se enriquece la memoria, se
-alimenta la voluntad, se dilata el corazón y el espíritu se satisface?
-[Marginal: _Fullería discreta._] No hay lisonja, no hay fullería para
-un ingenio, como un libro nuevo cada día.
-
-Las pirámides de Egipto ya acabaron, las torres de Babilonia cayeron,
-el romano coliseo pereció, los palacios dorados de Nerón caducaron,
-todos los milagros del mundo desaparecieron y solos permanecen los
-inmortales escritos de los sabios, que entonces florecieron, y los
-insignes varones, que celebraron. ¡Oh, gran gusto el de leer! Empleo
-de personas que, si no las halla, las hace. Poco vale la riqueza sin la
-sabiduría y de ordinario andan reñidas. Los que más tienen menos saben
-y los que más saben menos tienen. Que siempre conduce la ignorancia
-borregos con bellocino de oro.
-
-Esto les estaba ponderando, ya para consuelo, ya para enseñanza, á
-los dos presos en la cárcel del interés, en el brete de su codicia,
-un hombre y aun más. Pues en vez de brazos, batía alas, tan volantes,
-que se remontaba á las estrellas y en un instante se hallaba donde
-quería. Fué cosa notable que, cuando á otros en llegando los amarraba
-fuertemente, sin dejarles libertad ni para dar un paso, cargándoles de
-grillos y de cadenas, á éste, al punto que llegó, le jubilaron de una,
-que al pie arrastraba y le apesgaba de modo, que no le permitía echar
-un vuelo. Admirado Andrenio, le dijo:
-
-Hombre ó prodigio, ¿quién eres?
-
-Y él prontamente: Ayer nada, hoy poco más y mañana menos.
-
-¿Cómo menos?
-
-Sí: que á veces más valiera no haber sido.
-
-¿De dónde vienes?
-
-De la nada.
-
-¿Y dónde vas?
-
-Al todo.
-
-¿Cómo vienes tan solo?
-
-Aun la mitad me sobra.
-
-[Marginal: _Deseoso de saber._]
-
-Ahora digo que eres sabio.
-
-Sabio, no; deseoso de saber, sí.
-
-¿Pues con qué ocasión viniste acá?
-
-Vine á tomar el vuelo: que pudiendo levantarme á las más altas regiones
-en alas de mi ingenio, la envidiosa pobreza me tenía abatido.
-
-Según eso, ¿no piensas en quedarte aquí?
-
-De ningún modo: que no se permuta bien un adarme de libertad por todo
-el oro del mundo; antes, en tomando lo preciso de lo precioso, volaré.
-
-¿Y podrás?
-
-Siempre que quiera.
-
-¿Podríasnos librar á nosotros?
-
-Todo es que queráis.
-
-¿Pues no habíamos de querer?
-
-No sé: que es tal el encanto de los mortales, que están con gusto en
-sus cárceles y muy hallados, cuando más perdidos. Ésta, con ser un
-encanto, es la que más aprisionados les tiene, porque más apasionados.
-
-[Marginal: _Mundo encantado._]
-
-¿Cómo es eso de encanto?, dijo Andrenio. ¿Pues no es éste, que vemos,
-tesoro verdadero?
-
-De ningún modo; sino fantástico.
-
-Éste que reluce, ¿no es oro?
-
-Dígole lodo.
-
-¿Y tanta riqueza?
-
-Vileza.
-
-Éstos ¿no son montones de reales?
-
-No hay una realidad en todos ellos.
-
-Pues éstos, que tocamos, ¿no son doblones?
-
-Sí, en lo doblado.
-
-¿Y tanto aparador?
-
-No es, sino parador, pues al cabo para en nada. Y porque os desengañéis
-que todo esto es apariencia, advertid que, en boqueando cualquiera, el
-más rico, el más poderoso, en nombrando cielo, en diciendo: ¡Dios mío,
-valedme!, al mismo punto desaparece todo y se convierte en carbones y
-aun cenizas.
-
-Así fué. Que, en diciendo uno Jesús, dando la última boqueada, se
-desvaneció toda su pompa, como si fuera sueño. Tanto que, despertando
-los varones de las riquezas y mirándose á las manos, las hallaron
-vacías. Todo paró en sombra y en asombro y fué un espectáculo bien
-horrible ver que, los que antes eran estimados por reyes, ahora fueron
-reídos. [Marginal: _La muerte de blanco._] Los monarcas, arrastrando
-púrpuras, las reinas y las damas rozando galas, los señores recamados,
-todos se quedaron en blanco. Y por no haber dado en él. No ya ocupaban
-tronos de marfil; sino tumbas de luto. De sus joyas sólo quedó el eco
-en hoyas y sepulcros.
-
-Las sedas y damascos fueron ascos. Las piedras finas se trocaron
-en losas frías, las sartas de perlas en lágrimas. Los cabellos tan
-rizados, ya erizados. Los olores, hedores; los perfumes, humos. Todo
-aquel encanto paró en canto y en responso y los ecos de la vida, en
-huecos de la muerte. Las alegrías fueron pésames, porque no les pesa
-más la herencia á los que quedan. Y toda aquella máquina de viento en
-un cerrar y abrir de ojos se resolvió en nada.
-
-Quedaron nuestros dos peregrinos más vivos, cuando más muertos. Pues
-desengañados, preguntáronle á su remediador alado dónde estaban. Y
-él les dijo que muy hallados, pues en sí mismos. Propúsoles si le
-querían seguir al palacio de la discreta Sofisbella, donde él iba y
-donde hallarían la perfecta libertad. Ellos, que no deseaban otra
-cosa, le rogaron que, pues había sido su libertador, les fuese guía.
-Preguntáronle si conocía aquella sabia reina.
-
-Luego que me vi con alas, respondió, y vamos caminando, determiné ser
-suyo. Son pocos los que la buscan y menos los que la hallan. Discurrí
-por todas las más célebres Universidades sin poder descubrirla. Que,
-aunque muchos son sabios en latín, suelen ser grandes necios en
-romance. Pasé por las casas de algunos, que el vulgo llama letrados;
-pero, como me veían sin dinero, decíanme leyes. [Marginal: _Fénix
-sabia._] Hablé con muchos tenidos por sabios; mas entre muchos doctores
-no hallé un docto. Finalmente conocí que iba perdido y me desengañé.
-Que de sabiduría y de bondad no hay sino la mitad de la mitad y aun de
-todo lo bueno.
-
-Mas, como voy volando por todas partes, he descubierto un palacio,
-fabricado de cristales, bañado de resplandores, cambiando luces. Si
-en alguna estancia se ha de hallar esta gran reina, ha de ser en este
-centro, porque ya acabó la docta Atenas y pereció la culta Corinto.
-
-Oyóse en esto una confusa vocería, vulgar aplauso de una insolente
-turba, que asomaba. Pararon al punto y repararon en un chabacano
-monstruo, que venía atrancando sendas, seguido de innumerable turba.
-¡Estraña catadura! La primera mitad de hombre y la otra de serpiente.
-De modo, que de medio arriba miraba al cielo y de medio abajo iba
-arrastrando por tierra. Conocióle luego el varón alado y previno á
-sus camaradas le dejasen pasar, sin hacer caso ni preguntar cosa. Mas
-Andrenio no pudo contenerse, que no preguntase á uno del gran séquito
-quién era aquel serpihombre.
-
-¿Quién ha de ser, le respondió, sino quien sabe más que las culebras?
-Éste es el sabio de todos, el milagro del vulgo y éste es el pozo de
-ciencia.
-
-[Marginal: _Bachillería del mundo, necedad del cielo._]
-
-Tú te engañas y le engañas, replicó el alado: que no es sino uno, que
-sabe al uso del mundo. Que todo su saber es estulticia del cielo. Éste
-es de aquellos, que saben para todos y no para sí, pues siempre andan
-arrastrados. Éste es el que habla más y sabe menos. Y éste es el necio,
-que sabe todas las cosas malsabidas.
-
-¿Y dónde os lleva?, preguntó Andrenio.
-
-[Marginal: _Sabios de fortuna._]
-
-¿Dónde? Á ser sabios de fortuna.
-
-Estrañó mucho el término y replicóle:
-
-¿Qué cosa es ser sabio de ventura?
-
-Uno, que sin haber estudiado, es tenido por docto, sin cansarse es
-sabio, sin haberse quemado las cejas trae barba autorizada, sin
-haber sacudido el polvo á los libros levanta polvaredas, sin haberse
-desvelado es muy lucido, sin haberse trasnochado ni madrugado ha
-cobrado buena fama. Al fin él es un oráculo del vulgo y que todos han
-dado en decir que sabe sin saberlo. ¿Nunca has oído decir: ventura te
-dé Dios, hijo? Pues éste es el mismo y nosotros lo pensamos también
-ser.
-
-Mucho le contentó á Andrenio aquello de saber sin estudiar, letras sin
-sangre, fama sin sudor, atajo sin trabajo, valer de balde. Y traído del
-gran séquito, que el plausible sabio arrastraba, hasta de carrozas,
-literas y caballos, ceceándole todos y brindándole con el descanso,
-volviéndose á sus compañeros les dijo:
-
-¡Amigos, vivir un poco más y saber un poco menos!
-
-Y metióse entre sus tropas, que al punto desaparecieron.
-
-¡Basta!, dijo el varón alado al atónito Critilo. Que el verdadero saber
-es de pocos. Consuélate, que más presto le hallarás tú á él, que él á
-ti, con que tú serás el hallado y él el perdido.
-
-Quisiera ir en busca suya Critilo; mas viendo ya brillar el gran
-palacio, que buscaban, olvidado aun de sí mismo y sin poder apartar
-los ojos dél, caminó allá embelesado. Campeaba, sin poder esconderse,
-en una clarísima eminencia, señoreando cuanto hay. [Marginal: _Palacio
-del entendimiento._] Era su arquitectura extremo del artificio y de la
-belleza, engolfado en luces y á todas ellas, que para recibirlas bien,
-á más de ser diáfanas sus paredes y toda su materia transparente, tenía
-muchas claraboyas, balcones rasgados y ventanas patentes. Todo era luz
-y todo claridad. Cuando llegaron cerca, vieron algunos hombres, que lo
-eran, que estaban como adobando y besando sus paredes; pero, mirándolo
-mejor, advirtieron que las lamían y, sacando algunas cortezas, las
-mascaban y se paladeaban con ellas.
-
-¿De qué provecho puede ser eso?, dijo Critilo.
-
-Y uno dellos: Por lo menos es de sumo gusto.
-
-Y convidóle con un terrón limpio y transparente que, en llegándole á la
-boca, conoció era sal y muy sabrosa y, los que imaginaron cristales, no
-lo eran, sino sales gustosísimas.
-
-Estaba la puerta siempre patente, con que no entraban sino personas y
-ésas bien raras. Vestíanla hiedras y coronábanla laureles, con muchas
-inscripciones ingeniosas por toda la majestuosa fachada. Entraron
-dentro y admiraron un espacioso patio muy á lo señor, coronado de
-columnas tan firmes y tan eternas, que les aseguró el varón alado
-podían sustentar el mundo y algunas dellas el cielo, siendo cada una un
-non plus ultra de su siglo.
-
-Percibieron luego una armonía tan dulce, que tiranizaba, no sólo los
-ánimos, pero las mismas cosas inanimadas, atrayendo á sí los peñascos
-y las fieras. Dudaron si sería su autor el mismo Orfeo y con esa
-curiosidad fueron entrando por un majestuoso salón muy capaz, en
-quien los copos de la nieve en marfiles y las ascuas de oro en piñas
-maravillosamente se atemperaban para construir su belleza.
-
-Aquí los recibieron y aun cortejaron el buen gusto y el buen genio y,
-con el agrado que suelen, los condujeron á la agradable presencia de
-un sol humano, que parecía mujer divina. Estaba animando un tan suave
-plectro, que les aseguraron, no sólo hacía inmortales los vicios,
-pero que daba vida á los muertos, componía los ánimos, sosegaba
-los espíritus, aunque tal vez los encendía en el furor bélico, que
-no hiciera más el mismo Homero. Llegaron ya á saludarla entre las
-fruiciones de verla; pero más de oirla. Y ella, en honra de sus
-peregrinos huéspedes, hizo alarde de armonía. [Marginal: _Nicho de
-la poesía._] Estaba rodeada de varios instrumentos, todos ellos muy
-sonoros. Mas, suspendiendo los antiguos, aunque tan suaves, fué echando
-mano de los modernos. El primero, que pulsó, fué una culta cítara,
-haciendo extremada armonía; aunque la percibían pocos, que no era para
-muchos. Con todo, notaron en ella una desproporción harto considerable
-que, aunque sus cuerdas eran de oro finísimo y muy sutiles, la materia
-de que se componía, debiendo ser de un marfil terso, de un ébano
-bruñido, era de haya y aun más común. Advirtió el reparo la conceptuosa
-ninfa y con un regalado suspiro, les dijo:
-
-Si en este culto plectro cordobés hubiera correspondido la moral
-enseñanza á la heroica composición, los asuntos graves á la cultura
-de su estilo, la materia y bizarría del verso á la sutileza de sus
-conceptos, no digo yo de marfil, pero de un finísimo diamante merecía
-formarse su concha.
-
-Tomó ya un italiano rabel, tan dulce, que al pasar el arco pareció
-suspender la misma armonía de los cielos, si bien para ser pastoril
-y tan Fido, pareció sobradamente conceptuoso. Tenía muy á mano dos
-laúdes, tan igualmente acordes, que parecían hermanos.
-
-Éstos, dijo, son graves por lo aragoneses. Puédelos oir el más severo
-Catón sin nota de liviandad. En el metro tercero son los primeros del
-mundo; pero en el cuarto, ni aun quintos.
-
-Vieron una arquicítara de extremada composición, de maravillosa traza.
-Y aunque estaba bajo de otra; pero en el material artificio ni ésta la
-cedía ni aquélla en la invención la excedía. Y así dijo el alma de los
-instrumentos:
-
-Si el Ariosto hubiera atendido á las morales alegorías, como Homero, de
-verdad que no le fuera inferior.
-
-Resonaba mucho y embarazaba á muchos un instrumento, que unieron cáñamo
-y cera. Parecía órgano por lo desigual y era compuesto de las cañas de
-Siringa, cogidas en la más fértil vega. Llenábanse de viento popular;
-mas con todo este aplauso, no les satisfizo y dijo entonces la poética
-Belleza.
-
-Pues sabed que éste, en aquel tiempo desaliñado, fué bien oído y llenó,
-por lo plausible, todos los teatros de España.
-
-Descolgó una vihuela tan de marfil, que afrentaba la misma nieve; pero
-tan fría, que al punto se le helaron los dedos y hubo de dejarla,
-diciendo:
-
-En estas rimas del Petrarca se ven unidos dos extremos, que son su
-mucha frialdad con el amoroso fuego.
-
-Colgóla junto á otras dos, muy sus semejantes, de quienes dijo:
-
-Éstas más se suspenden, que suspenden.
-
-Y en secreto confesóles eran del Dante Aligero y del español Boscán.
-Pero entre tan graves plectros, vieron unas tejuelas picariles, de que
-se escandalizaron mucho.
-
-No las estrañéis, les dijo: que son muy donosas. Con éstas espantaba
-sus dolores Marica en el hospital.
-
-Tañó con indecible melodía unas folías á una lira conceptuosa, que
-todos celebraron mucho y con razón:
-
-Bástale, dijo, ser plectro portugués, tiernamente regalado, que él
-mismo se está diciendo el que amo es.
-
-Gustaron no poco de ver una gaita y aun ella la animó con lindo gusto;
-aunque descompuso algo de su gran belleza y dijo:
-
-Pues de verdad que fué de una musa princesa, á cuyo son solía bailar
-Gila en la noche de aquel santo.
-
-Grande asco les causó ver una tiorba italiana, llena de suciedad y que
-frescamente parecía haber caído en algún cieno y, sin osarla tocar,
-cuanto menos tañer, la recatada ninfa, dijo:
-
-Lástima es que este culto plectro del Marino haya dado en tanta
-inmundicia lasciva.
-
-Estaba un laúd real artificiosamente fabricado en un puesto oscuro; con
-todo, despedía gran resplandor de sí y de muchas piedras preciosas, de
-que estaba todo él esmaltado:
-
-Éste, ponderó, solía hacer un tan regalado son, que los mismos reyes se
-dignaban de escucharle. Y aunque no ha salido á luz en estampa, luce
-tanto, que dél se puede decir:
-
-¡El alba es que sale!
-
-Allí vieron un culto instrumento, coronado del mismo laurel de Apolo;
-aunque algunos no lo creían. Oyeron una muy gustosa zampoña; mas, por
-tener cáncer la musa que la tocaba, á cada concepto se le equivocaban
-las voces. Hacíase bien de sentir una lira, aunque mediana, mas en lo
-satírico, superior, y dábase á entender latinizando. Otro oyeron de
-feliz arte; mas dudaron si su prosa era verso y si su verso prosa.
-Vieron en un rincón muchos otros instrumentos, que con ser nuevos y
-acabados de hacer, estaban ya acabados y cubiertos de polvo. Admirado
-Critilo dijo:
-
-¿Por qué, oh gran reina del Parnaso, éstos tan presto los arrimas?
-
-Y ella: Porque rimas, todos se arriman á ellas, como más fáciles;
-pocos imitan á Homero y á Virgilio en los graves y heroicos poemas.
-
-Para mí tengo, dijo Critilo, que Horacio los perdió, cuando más los
-quiso ganar, desanimándolos con sus rigorosos preceptos.
-
-Aun no es eso, respondió la gloria de los cisnes: que son tan
-romancistas algunos, que no entienden el arte; sino que para las obras
-grandes son menester ingenios agigantados. Aquí está el Tasso, que
-es un otro Virgilio cristiano y tanto, que siempre se desempeña con
-ángeles y con milagros.
-
-Había un vacío en buen lugar y, notándolo Critilo, dijo:
-
-De aquí algún gran plectro han robado.
-
-No será eso; sino que estará destinado para algún moderno.
-
-[Marginal: _Don Francisco de Sayas._]
-
-¿Si sería, dijo Critilo, uno que yo conozco y estimo por bueno, no por
-ser mi amigo, antes mi amigo por ser bueno?
-
-No pudieron detenerse más, porque la edad les daba prisa, y así
-hubieron de dejar esta primera estancia de un tan culto Parnaso y, en
-lo fragante, Paraíso.
-
-Llamóles el Tiempo á un otro salón más dilatado, pues no se le veía
-fin. Introdújoles en él la Memoria y aquí hallaron otra bien extremada
-ninfa, que tenía la mitad del rostro arrugado muy de vieja y la otra
-mitad fresco muy de joven. [Marginal: _Historiadores._] Estaba mirando
-á dos haces á lo presente y á lo pasado; que lo porvenir remitíalo á la
-providencia. En viéndola, dijo Critilo:
-
-Ésta es la gustosa Historia.
-
-Mas el varón alado: No es sino la maestra de la vida, la vida de la
-fama, la fama de la verdad y la verdad de los hechos.
-
-Estaba rodeada de varones y mujeres, señalados unos por insignes y
-otros por ruines, grandes y pequeños, valerosos y cobardes, políticos
-y temerarios, sabios é ignorantes, héroes y viles, gigantes y enanos,
-sin olvidar ningún extremo. Tenía en la mano algunas plumas, no muchas,
-pero tan prodigiosas, que con una sola, que entregó á uno, le hizo
-volar y remontarse hasta los dos coluros. No sólo daba vida con el
-licor que destilaba; sino que eternizaba, no dejando envejecer jamás
-los famosos hechos. Íbalas repartiendo con notable atención, porque á
-ninguno daba la que él quería, y esto á petición de la Verdad y de la
-Entereza.
-
-Y así notaron que llegó un personaje, ofreciendo por una gran suma
-de dinero: y no sólo no se la concedió; sino que le cargó la mano,
-diciéndole que estos libros para ser buenos han de ser libres ni se
-vuela á la eternidad en plumas alquiladas.
-
-Replicaron otros se la diese, que antes sería para más ignominia suya.
-
-Eso no, respondió la eterna Historia: no conviene. Porque, aunque ahora
-sería reída, de aquí á cien años será creída. Con esta misma atención á
-ninguno daba pluma, que no fuese después de cincuenta años de muerto, y
-á todo muerto, pluma viva. Con lo cual ni Tiberio el astuto ni Nerón el
-inhumano pudieron escaparse de lo de Cornelio de Tácito.
-
-Fué á sacar una buena, para que un escritor grande escribiese de un
-gran príncipe y, porque la vió algo que untada de oro, la arrojó
-con desaire, con que había escrito aquella misma otras cosas harto
-plausiblemente y dijo:
-
-Creedme que toda pluma de oro escribe yerros.
-
-Solicitaba un otro á grandes diligencias, alguna, que escribiese bien
-dél. Informóse la ninfa si era benemérito.
-
-Averiguó que no.
-
-Replicó él que para serlo no se la quiso conceder; aunque alabó su
-honrado deseo, diciéndole que las palabras ajenas no pueden hacer
-insignes los hombres; sino sus hechos propios bien ejecutados primero y
-bien escritos después.
-
-Al contrario, un otro famoso varón pidió le mejorase, porque la que le
-había dado era llana y sencilla y consolóle con que sus grandes hechos
-campeaban más en aquel mal estilo, que los de otros no tales entre
-mucha elocuencia.
-
-Quejáronse algunos célebres modernos de que sus inmortales hechos se
-pasaban en silencio, habiendo habido elogios plausibles del Jovio para
-otros no tan esclarecidos.
-
-Aquí se enojó mucho la noticiosa ninfa y con grande impaciencia dijo:
-
-Si vosotros los despreciáis, los perseguís y tal vez los encarceláis á
-mis dilectísimos escritores, no haciendo caso dellos, ¿cómo queréis que
-os celebren? La pluma, príncipes míos, no ha de ser apreciada; pero sí
-preciada.
-
-Daban en rostro las demás naciones á la española en no haberse hallado
-en ella una pluma latina, que con satisfacción la ilustrase.
-
-Respondía que los españoles más atendían á manejar la espada que la
-pluma, á obrar las hazañas que á placearlas y que aquello de tanto
-cacarearlas más parecía de gallinas.
-
-No le valió; antes la arguyeron de poco política y muy bárbara,
-poniéndola por ejemplo los romanos, que en todo florecieron y un César
-cabal pluma y espada rige.
-
-Oyendo esto y viéndose señora del mundo, determinó llegar á pedir
-pluma. Juzgó la reina de los tiempos tenía razón; mas reparó en cuál
-la daría, que la desempeñase bien después de tanto silencio. Y aunque
-tiene por ley general no dar jamás á ninguna provincia algún escritor
-natural, so pena de no ser creído, con todo, viéndola tan odiada de
-todas las demás naciones, se resolvió en darla una pluma propia.
-
-Comenzaron luego á murmurarlo las demás naciones y á mostrar
-sentimiento; mas la verdadera ninfa las procuró quietar, diciendo:
-
-Dejad, que el Mariana, aunque es español de cuatro cuartos, si bien
-algunos lo han afectado dudar; pero él es tan tétrico y escribirá con
-tanto rigor, que los mismos españoles han de ser los que queden menos
-contentos de su entereza.
-
-Esto no le fiaron á la Francia y así entregó la pluma de sus últimos
-sucesos y de sus reyes á un italiano. Y no contenta aún con esto,
-le mandó salir de aquel reino y que se fuese á Italia á escribir
-libremente y así ha historiado tan acertadamente Henrico Catarino, que
-ha oscurecido al Guicciardino y aun causado recelo á Tácito.
-
-Con esto cada uno llevaba la que menos pensaba y quisiera. Las que
-parecían de unas aves, eran de otras, como la que pasó plaza del
-Conestagio en la unión de Portugal con Castilla, que bien mirada se
-halló no ser suya, sino del conde de Portalegre, para deslumbrar la más
-atenta prudencia.
-
-[Marginal: _Don José Pellicer._]
-
-Pidió uno las del fénix para escribir della y encargósele seriamente
-no las gastase, sino en las de la fama. La que se conoció con toda
-realidad ser de fénix fué la de aquella princesa, excepción de la
-hermosura, no ya necia, aunque sí desgraciada, la inestimable Margarita
-de Valois, á quien y al César solos se les permitió escribir con
-acierto de sí mismos.
-
-Pidió un príncipe soldado una pluma, la más bien cortada de todas. Por
-el mismo caso se la dió sin cortar, diciéndole:
-
-Vuestra misma espada le ha de dar el corte: que si ella cortare bien,
-la pluma escribirá mejor.
-
-Otro gran príncipe y aun monarca pretendió la mejor de todas, por lo
-menos la más plausible, porque él quería inmortalizarse con ella.
-Y viendo que realmente la merecía, escogió entre todas y dióle una
-entresacada de las alas de un cuervo. No quedó contento; antes
-murmuraba que, cuando pensó le daría la de algún águila real, que
-levantase el vuelo hasta el sol, le daba aquella tan infausta.
-
-¡Eh, señor, que no lo entendéis!, dijo la Historia: éstas, que son de
-cuervo en el picar, en el adivinar las intenciones, en desentrañar los
-más profundos secretos, ésta del Comines es la más plausible de todas.
-
-[Marginal: _El doctor Juan Francisco Andrés._]
-
-Trataba un gran personaje de mandar quemar una destas. Desengañáronle
-no lo intentase, porque son como las del fénix, que en el fuego se
-eternizan y, en prohibiéndolas, vuelan por todo el mundo. La que
-celebró mucho y por eso la dió á Aragón fué una cortada de un jirasol.
-
-Ésta, dijo, siempre mirará á los rayos de la verdad.
-
-Admiráronse mucho de ver que, habiendo tanta copia de historiadores
-modernos, no tenía sus plumas la inmortal ninfa en su mano ni la
-ostentaba, sino cual y cual, la de Pedro Mateo, del Santoro, Babia,
-del conde de la Roca, Fuenmayor y otros; mas desengañáronse, cuando
-advirtieron eran de simplicísimas palomas, sin la hiel de Tácito,
-sin la sal de Curcio, sin el picante de Suetonio, sin la atención de
-Justino, sin la mordacidad del Platina.
-
-Que no todas las naciones, decía la gran reina de la verdad, tienen
-numen para la historia. Aquéllos por ligeros fingen, estos otros,
-porque llanos, descaecen y así las más destas plumas modernas son
-chabacanas, insulsas y en nada eminentes. Veréis muchas maneras de
-historiadores, unos gramaticales, que no atienden sino al vocablo y á
-la colocación de las palabras, olvidándose del alma de la historia.
-Otros cuestionarios: todo se les va en disputar y averiguar puntos y
-tiempos. Hay anticuarios, gaceteros y relacioneros: todos materiales y
-mecánicos, sin fondo de juicio ni altanería de ingenio.
-
-Topó una pluma de caña dulce destilando néctar y al punto la sacudió de
-sí, diciendo:
-
-Éstas no tanto eternizan las hazañas, cuanto confitan los desaciertos.
-
-Aborrecía sumamente toda pluma teñida, tenida por apasionada,
-inclinándose siempre, ya al lado del odio, ya de la afición. Fué á
-sacar una y dijo:
-
-Ésta ya ha salido otra vez, ya la di á otro primero y, si mal no me
-acuerdo, fué á Illescas, á quien le traslada capítulos enteros el
-Sandoval. Basta, que yo me he equivocado.
-
-Mucho se detuvieron aquí y aun se estuvieron: tan entretenida es la
-mansión de la Historia.
-
-[Marginal: _Buenas letras._]
-
-Pasaron ya cortejados del Ingenio por la de la Humanidad. Lograron
-muchas y fragantes flores, delicias de la agudeza, que aquí asistía tan
-aliñada cuan hermosa, leyéndolas en latín Erasmo, el Evorense y otros,
-y escogiéndolas en romance, las florestas españolas, las facecias
-italianas, las recreaciones del Guicciardino, hechos y dichos modernos
-del Botero, de solo Rufo seiscientas flores, los gustosos Palmirenos,
-las librerías del Doni, sentencias, dichos y hechos de varios elogios,
-teatros, plazas, silvas, oficinas, jeroglíficos, empresas, geniales,
-polianteas y fárragos.
-
-No fué menos de admirar la ninfa anticuaria, de más curiosidad que
-sutileza. Tenía por estancia un erario enriquecido de estatuas,
-piedras, incripciones, sellos, monedas, medallas, insignias, urnas,
-barros, láminas, con todos los libros, que tratan de esta noticiosa
-antigüedad, tan acreditada con los eruditos diálogos de don Antonio
-Agustín, ilustrada de los Golcios [Marginal: _Anticuarios_.] y
-últimamente enriquecida con las noticias de las monedas antiguas
-españolas de Lastanosa.
-
-Al lado déste hallaron otro tan embarazado de materialidades, que á
-la primera vista creyeron sería algún obrador mecánico; mas, cuando
-vieron globos celestes y terrestres, esferas, astrolabios, brújulas,
-dioptras, cilindros, compases y pantómetras, [Marginal: _Matemáticas._]
-conocieron ser los desvanes del entendimiento y el taller de las
-matemáticas, sirviendo de alma muchos libros de todas estas artes y aun
-de las vulgares. Pero de la noble pintura y arquitectura había tratados
-superiores.
-
-Fueron registrando todos estos nichos de paso, lo que basta para no
-ignorar. [Marginal: _Filosofía natural._] Así como el de la indagadora
-natural filosofía, levantando mil testimonios á la naturaleza. Servían
-de estantes á sus curiosos tratados los cuatro elementos y en cada uno
-los libros, que tratan de sus pobladores, como de las aves, peces,
-brutos, plantas, flores, piedras preciosas, minerales y en el fuego
-de sus meteoros, fenómenos y de la artillería. Pero enfadados de tan
-desabrida materialidad, los sacó de allí el Juicio, para meterlos en sí.
-
-Veneraron ya una semideidad en lo grave y lo sereno, que en la más
-profunda estancia y más compuesta estaba, entresacando las saludables
-hojas de algunas plantas, para confeccionar medidas y destilar quintas
-esencias con que curar el ánimo y en que conocieron luego era la Moral
-Filosofía. [Marginal: _Filósofos morales._] Cortejáronla de propósito
-y ella les dió asiento entre sus venerables sujetos. Sacó en primer
-lugar unas hojas, que parecían del díctamo, gran contraveneno, y
-mostró estimarlas mucho, si bien á algunos les parecieron algo secas
-y aun frías, de más provecho que gusto; pero de verdad muy eficaces.
-Y aseguró haberlas cogido por su mano de los huertos de Séneca. En un
-plato, que pudo ser fuente de doctrina, puso otras, diciendo:
-
-Éstas, aunque más desabridas, son divinas.
-
-Allí vieron el ruibarbo de Epicteto y otras purgativas de todo exceso
-de humor, para aliviar el ánimo.
-
-Para apetito y regalo hizo una ensalada de los diálogos de Luciano,
-tan sabrosa, que á los más desconocidos les abrió el gusto, no sólo de
-comer, pero de rumiar los grandes preceptos de la prudencia.
-
-Después déstos echó mano de unas hojas muy comunes; mas ella
-las comenzó á celebrar con exageraciones. Estaban admirados los
-circunstantes, cuando las habían tenido más por pasto de bestias, que
-de personas.
-
-No tenéis razón, dijo: que en estas fábulas de Esopo hablan las
-bestias, para que entiendan los hombres.
-
-Y haciendo una guirnalda, se coronó con ellas. Para sacar una quinta
-esencia general recogió todas las de Alciato, sin desechar una y,
-aunque las vió imitadas en algunos; pero eran contrahechas y sin la
-eficaz virtud de la moralidad ingeniosa.
-
-De los Morales de Plutarco se valía para comunes remedios: echaban gran
-fragancia todo género de apostemas y sentencias; pero, no haciéndose
-mucho caso de sus recopiladores, mandó fuesen algunos dellos premiados
-con estimación, por haberles ayudado mucho y aun, como Lucinas,
-haberles dado forma de una aguda donosidad.
-
-Topó unas grandes hojazas, muy extendidas, no de mucha eficacia y así
-dijo:
-
-Éstas del Petrarca, Justo Lipsio y otros, si tuvieran tanto de
-intensión como tienen de cantidad, no hubiera precio bastante para
-ellas.
-
-Acertó á sacar unas de tal calidad, que al mismo punto los
-circunstantes las apetecieron y unos las mascaban, otros las molían y
-estaban todo el día sin parar, aplicando el polvo á las narices.
-
-Basta, dijo: que estas hojas de Quevedo son como las del tabaco, de más
-vicio que provecho, más para reir que aprovechar.
-
-De la Celestina y otros tales, aunque ingeniosos, comparó sus hojas á
-las del perejil, para poder pasar sin asco la carnal grosería.
-
-Éstas otras, aunque vulgares, son picantes y tal señor hay, que gasta
-su renta en ellas. Éstas de Barclayo y otros son como las de la
-mostaza, que, aunque irritan las narices, dan gusto con su picante.
-
-Al contrario, otras muy dulces, así en el estilo, como en los
-sentimientos, las remitió, más para paladear niños y mujeres, que para
-pasto de hombres.
-
-Las empresas del Jovio puso entre las olorosas y fragantes, que con
-su buen olor recrean el cerebro. Ostentó mucho unas hojas, aunque
-malaliñadas y tan feas, que les causaron horror; mas la prudente ninfa
-dijo:
-
-No se ha de atender al estilo del infante don Manuel; sino á la
-extremada moralidad y al artificio con que enseña.
-
-Por buen dejo sacó una alcarchofa y con lindo gusto la fué deshojando y
-dijo:
-
-Estos raguallos del Boquelino, son muy apetitosos; pero de toda una
-hoja sólo se come el cabo con su sal y su vinagre.
-
-[Marginal: _Políticas._]
-
-Muy gustosos y muy cebados se hallaban aquí, sin tratar de dejar jamás
-estancia tan de hombres. Sola la Conveniencia pudo arrancarlos, que
-á la puerta de un otro gran salón y muy su semejante, aunque más
-majestuoso, los estaba convidando y decía:
-
-Aquí es donde habéis de hallar la sabiduría más importante: la que
-enseña á saber vivir.
-
-Entraron por razón de estado y hallaron una coronada ninfa, que parecía
-atender más á la comodidad, que á la hermosura, porque decía ser bien
-ajeno y aun se le oyó decir tal vez:
-
-Dadme grosura y os daré hermosura.
-
-Á lo que se conocía, que todo su cuidado lo ponía en estar bien
-acomodada; mas, aunque muy disimulada y de rebozo, la conoció Critilo y
-dijo:
-
-Ésta, sin más ver, es la Política.
-
-¡Qué presto la has conocido! No suele ella darse á entender tan
-fácilmente.
-
-Era su ocupación, que no hay sabiduría ociosa, fabricar coronas, unas
-de nuevo, otras de remiendo, y perfeccionábalas mucho. Había de todas
-materias y formas: de plata, de oro y de cobre, de palo, de roble, de
-frutos y de flores. Y todas las estaba repartiendo con mucha atención y
-razón.
-
-Ostentó la primera muy artificiosa, sin defecto alguno ni quiebra; pero
-más para vista, que platicada. Y dijeron todos era la república de
-Platón, nada á propósito para tiempos de tanta malicia.
-
-Al contrario, vieron otras dos, aunque de oro; pero muy descompuestas y
-de tan mal arte, aunque buena apariencia, que al punto las arrojó en el
-suelo y las pisó, diciendo:
-
-Este príncipe del maquiavelismo y esta república del Bodino no pueden
-parecer entre gentes. No se llamen de razón, pues son tan contrarias
-á ella. Y advertid cuánto denotan ambas políticas la ruindad destos
-tiempos, la malignidad destos siglos y cuán acabado está el mundo.
-
-La de Aristóteles fué una buena vieja.
-
-Á un príncipe, tan católico como prudente, encomendó una toda embutida
-de perlas y de piedras preciosas: era la razón de estado de Juan
-Botero. Estimóla mucho y se le lució bien.
-
-Aquí vieron una cosa harto estraña: que, habiendo salido á luz una
-otra muy perfecta y labrada, conforme á las verdaderas reglas de la
-política cristiana, alabándola todos con mucho fundamento, llegó un
-gran personaje, mostrando grandes ganas de haberla á su mano. Trató
-de comprar todos los ejemplares y dió cuanto le pidieron por ellos.
-Y cuando todos creían nacía de estimación, para presentársela á su
-príncipe, fué tan al revés, que, porque no llegase á sus manos, mandó
-hacer un gran fuego y quemar todos los ejemplares, esparciendo al aire
-sus cenizas.
-
-Mas, aunque fué en secreto, llegó á noticia de la atenta ninfa, que
-como tan política, se las entiende á todo el mundo, y al punto mandó
-al mismo autor la volviese á estampar, sin que faltase una tilde, y
-repartióla por toda Europa, con estimación universal, cuidando que no
-volviesen ningún ejemplar á manos de aquel político, contra política.
-
-Sacó del seno una caja tan preciosa, como odorífera. Y rogándole todos
-la abriese y les mostrase lo que contenía, dijo:
-
-Es una riquísima joya. Ésta no sale á luz; aunque da tanta. Son las
-instrucciones que dió la experiencia de Carlos V á la gran capacidad de
-su prudente hijo.
-
-Estaba allí apartada una, que aspiraba á eterna, más en la cantidad,
-que en la calidad. Obra de tomo. Nadie se atrevía á emprenderla.
-
-Sin duda, dijo Critilo, que es la de Bobadilla, que todos cansados, la
-dejan descansar.
-
-Ésta otra, aunque pequeña, sí que es preciosa, dijo la sagaz ninfa. No
-tiene otra falta esta política, sino de autor autorizado.
-
-Estaban hacinadas muchas coronas, unas sobre otras, que en el poco
-aliño se conoció su poca estimación. Reconociéronlas y hallaron estaban
-huecas, sin rastro de sustancia.
-
-Éstas, dijo, son las repúblicas del mundo, que no dan razón, más que
-de las cosas superficiales de cada reino. No desentrañan lo recóndito;
-conténtanse con la corteza.
-
-Conocieron el Galateo y otros sus semejantes y, pareciéndoles no era
-este su lugar, ella porfió que sí, pues pertenecía á la política de
-cada uno, á la razón especial de ser personas.
-
-Lograron muchas maneras de instrucciones de hombres grandes á sus
-hijos, varios aforismos políticos, sacados del Tácito y de otros sus
-secuaces; si bien había muchos por el suelo y dijo:
-
-Éstos son varios discursos de arbitrios en quimeras, que todos son aire
-y vienen á dar en tierra.
-
-[Marginal: _Libros espirituales._]
-
-Coronaba todas estas mansiones eternas uno, no ya camarín, sino
-sagrario, inmortal centro del espíritu, donde presidía el arte de las
-artes, la que enseña la divina política, y estaba repartiendo estrellas
-en libros santos, tratados devotos, obras ascéticas y espirituales.
-
-Éste, dijo el varón alado, advierte que no tanto es estante de libros,
-cuanto Atlante de un cielo.
-
-Aquí exclamó Critilo: ¡Oh, fruición del entendimiento! ¡Oh, tesoro de
-la memoria, realce de la voluntad, satisfacción del alma, paraíso de
-la vida! Gusten unos de jardines, hagan otros banquetes, sigan éstos
-la caza, cébense aquéllos en el juego, rocen galas, traten de amores,
-atesoren riquezas con todo género de gustos y de pasatiempos; que para
-mí no hay gusto como el leer ni centro como una selecta librería.
-
-Hizo señal de leva el varón alado, mas Critilo:
-
-Eso no, dijo, sin ver primero en persona la hermosa Sofisbella, que
-un tal cielo como éste no puede dejar de tener por dueño al mismo
-sol. Suplícote, oh conductor alado, quieras introducirme ante su
-divina presencia. Que ya me la imagino idea de beldades, ejemplar de
-perfecciones. Ya me parece que admiro la serenidad de su frente, la
-perspicacia de sus ojos, la sutileza de sus cabellos, la dulzura de sus
-labios, la fragancia de su aliento, lo divino de su mirar, lo humano de
-su reir, el acierto con que discurre, la discreción con que conversa,
-la sublimidad de su talle, el decoro de su persona, la gravedad de su
-trato, la majestad de su presencia. Ea, acaba, ¿en qué te detienes? que
-cada instante que tardas, se me vuelve eternidades de pena.
-
-Cómo se desempeñó el varón alado, cómo logró Critilo su dicha, veremos,
-después de dar noticia de lo que le aconteció á Andrenio, en la gran
-plaza del vulgo.
-
-
-
-
-CRISI V
-
-_Plaza del populacho y corral del vulgo._
-
-
-Estábase la Fortuna, según cuentan, bajo su soberano dosel, más
-asistida de sus cortesanos, que asistiéndoles, cuando llegaron dos
-pretendientes de dicha á solicitar sus favores. Suplicó el primero le
-hiciese dichoso entre personas, que le diese cabida con los varones
-sabios y prudentes. Miráronse unos á otros los curiales y dijeron:
-
-Éste se alzará con el mundo.
-
-Mas la Fortuna, con semblante mesurado y aun triste, le otorgó la
-gracia pretendida.
-
-Llegó el segundo y pidió, al contrario, que le hiciese venturoso
-con todos los ignorantes y necios. Riéronlo mucho los del cortejo,
-solemnizando gustosamente una petición tan estraña. Mas la Fortuna, con
-rostro muy agradable, le concedió la suplicada merced.
-
-Partiéronse ya entrambos tan contentos, como agradecidos, abundando
-cada uno en su sentir. Mas los áulicos, como siempre están contemplando
-el rostro de su príncipe y brujuleándole los afectos, notaron mucho
-aquel tan extravagante cambiar semblantes de su reina. Reparó también
-ella en su reparo y muy galante les dijo:
-
-¿Cuál destos dos, pensáis vosotros, oh cortesanos míos, que ha sido
-el entendido? ¿Creeréis, que el primero? Pues sabed que os engañáis
-de medio á medio. Sabed que fué un necio. No supo lo que pidió. Nada
-valdrá en el mundo. ¡Este segundo sí que supo negociar! Éste se alzará
-con todo.
-
-[Marginal: _Necedad valida._]
-
-Admiráronse mucho y con razón, oyendo tan paradojo sentir; mas
-desempeñóse ella, diciendo:
-
-Mirad: los sabios son pocos, no hay cuatro en una ciudad. ¿Qué digo
-cuatro? Ni dos en todo un reino. Los ignorantes son los muchos, los
-necios son los infinitos. Y así el que los tuviere á ellos de su parte,
-ése será señor de un mundo entero.
-
-Sin duda que estos dos fueron Critilo y Andrenio, cuando éste, guiado
-del Cécrope, fué á ser necio con todos. Era increíble el séquito, que
-arrastraba, el que todo lo presume y todo lo ignora. Entraron ya en
-la plaza mayor del universo; pero nada capaz. Llena de gentes; pero
-sin persona, á dicho de un sabio, que con la antorcha en la mano al
-mediodía iba buscando un hombre, que lo fuese y no había podido hallar
-uno entero: todos lo eran á medias.
-
-Porque el que tenía cabeza de hombre, tenía cola de serpiente y las
-mujeres de pescado. Al contrario, el que tenía pies, no tenía cabeza.
-Allí vieron muchos Acteones, que, luego que cegaron, se convirtieron
-en ciervos. Tenían otros cabezas de camellos, gente de cargo y de
-carga. Muchos, de bueyes en lo pesado, que no en lo seguro. No pocos,
-de lobos, siempre en la fábula del pueblo. Pero los más, de estólidos
-jumentos, muy á lo simple malicioso.
-
-¡Rara cosa, dijo Andrenio, que ninguno tiene cabeza de serpiente ni de
-elefante ni aun de vulpeja!
-
-No, amigo, dijo el Filósofo: que aun en ser bestias no alcanzan esa
-ventaja.
-
-Todos eran hombres á remiendos y así cuál tenía garra de león y cuál de
-oso en pie. Hablaba uno por boca de ganso y otro murmuraba con hocico
-de puerco. Éste tenía pies de cabra y aquél orejas de Midas. Algunos
-tenían ojos de lechuza y los más de topo. Risa de perro, quien yo sé,
-mostrando entonces los dientes.
-
-Estaban divididos en varios corrillos, hablando, que no razonando, y
-así oyeron en uno que estaban peleando. Á toda furia ponían sitio á
-Barcelona y la tomaban en cuatro días por ataques, sin perder dinero
-ni gente. Pasaban á Perpiñán, mientras duraban las guerras civiles
-de Francia. Restauraban toda España. Marchaban á Flandes, que no
-había para dos días. Daban la vuelta á Francia, dividíanla en cuatro
-potentados, contrarios entre sí, como los elementos. Y finalmente
-venían á parar en ganar la Casa Santa.
-
-¿Quién son éstos, preguntó Andrenio, que tan bizarramente pelean? ¿Si
-estaría aquí el bravo Picolomini? ¿Es por ventura aquél el conde de
-Fuensaldaña y aquél otro Totavila?
-
-Ninguno déstos es soldado, respondió el Sabio, ni han visto jamás la
-guerra. ¿No ves tú que son cuatro villanos de una aldea? Sólo aquél,
-que habla más que todos juntos, es el que lee las cartas, el que
-compone los razonamientos, el que le va á los alcances al cura, digo:
-el barbero.
-
-[Marginal: _El vulgo en corrillos._]
-
-Impaciente Andrenio, dijo: Pues si éstos no saben otro que estripar
-terrones, ¿por qué tratan de allanar reinos y conquistar provincias?
-
-¡Eh!, dijo el Cécrope: que aquí todo se sabe.
-
-No digas se sabe, replicó el Sabio; sino que todo se habla.
-
-Toparon en otro, que estaban gobernando el mundo. Uno daba arbitrios,
-otro publicaba pragmáticas, adelantaban los comercios y reformaban los
-gastos.
-
-Éstos, dijo Andrenio, serán del parlamento; no pueden ser otros, según
-hablan.
-
-Lo que menos tienen, dijo el Sabio, es de consejo; toda es gente que,
-habiendo perdido sus casas, tratan de restaurar las repúblicas.
-
-¡Oh, vil canalla!, exclamó Andrenio. ¿Y de dónde les vino á éstos
-meterse á gobernar?
-
-Ahí verás, respondió el Serpihombre, que aquí todos dan su voto.
-
-Y aun su cuero, replicó el Sabio.
-
-Y acercándose á un herrador:
-
-Advertid, le dijo, que vuestro oficio es herrar bestias: dad alguna en
-el clavo.
-
-Y á un zapatero lo metió en un zapato, pues le mandó no saliese dél.
-
-Más adelante estaban otros altercando de linajes, cuál sangre era la
-mejor de España, si el otro era gran soldado, de más ventura que valor
-y que toda su dicha había consistido en no haber tenido enemigo. Ni
-perdonaban á los mismos príncipes, definiendo y calificándolos si
-tenían más vicios de hombres, que prendas de reyes. De modo que todo lo
-llevaban por un rasero.
-
-¿Qué te parece?, dijo el Cécrope. ¿Pudieran discurrir mejor los siete
-sabios de Grecia? Pues advierte que todos son mecánicos y los más
-sastres.
-
-Eso creeré yo: que de sastres siempre hay muchos.
-
-[Marginal: _Murmuración mecánica._]
-
-Y Andrenio: ¿Pues quién los mete á ellos en esos puntos?
-
-¡Oh! que es su oficio tomar la medida á cada uno y cortarle el vestido.
-Y aun todos en el mundo son ya sastres en descoser vidas ajenas y dar
-cuchilladas en la más rica tela de la fama.
-
-Aunque era tan ordinario aquí el ruido y tan común la vocería,
-sintieron que hablaban más alto allí cerca, en una ni bien casa ni mal
-zahurda, aunque muy enramada: que, en habiendo riego, hay ramos.
-
-¿Qué estancia ó qué estanque es éste?, preguntó Andrenio.
-
-Y el Cécrope, agestándose de misterio:
-
-Éste es, dijo, el Areópago. Aquí se tiene el consejo de estado de todo
-el mundo.
-
-Bueno irá él, si por aquí se gobierna. Ésta más parece taberna.
-
-Sí lo es, respondió el Sabio: que, como se les suben los humos á las
-cabezas, todos dan en quererlo ser.
-
-Por lo menos, replicó el Cécrope, no pueden dejar de dar en el blanco.
-
-Y aun en el tinto, respondió el Sabio.
-
-Pues de verdad, volvió á instar, que han salido de aquí hombres bien
-famosos y que dieron harto que decir de sí.
-
-¿Quiénes fueron éstos?
-
-[Marginal: _Cabezas de motines._]
-
-¿Cómo quiénes? ¿Pues no salió de aquí el tundidor de Segovia, el
-cardador de Valencia, el segador de Barcelona y el carnicero de
-Nápoles, que todos salieron á ser cabezas y fueron bien descabezados?
-
-Escucharon un poco y oyeron que unos en español, otros en francés, en
-irlandés algunos, y todos en tudesco, estaban disputando cuál era más
-poderoso de sus reyes, cuál tenía más rentas, qué gente podían meter en
-campo, quién tenía más estados, brindándose á la salud dellos y á su
-gusto.
-
-De aquí, sin duda, dijo Andrenio, salen tantos, como andan rodando por
-esa gran vulgaridad, dando su voto en todo. Yo creí procedía de estar
-tan acabados los hombres, que andaban ya en cueros; mas ahora veo que
-todos los cueros andan en ellos.
-
-Así es, ponderó el Sabio. No verás á otro por ahí, sino pellejos
-rebutidos de poca sustancia. Mira aquél, cuanto más hinchado más vacío.
-Aquel otro está lleno de vinagre á lo ministro. Aquellos botillos
-pequeños son de agua de azahar, que con poco tienen harto: luego se
-llenan. Aquéllos, muchos son de vino y por eso en tierra. Aquellos
-otros, los que, en siendo de voto, son de bota. Muchos están embutidos
-de paja, que la merecen. Colgados otros, por ser de hombres fieros, que
-hasta del pellejo de un bárbaro están acullá haciendo un tambor, para
-espantar, muerto, sus contrarios: tan allá resuena la fiereza déstos.
-
-De la mucha canalla, que de adentro redundaba, se descomponían por
-allí cerca muchos otros corrillos y en todos estaban murmurando del
-gobierno, y esto siempre y en todos los reinos, aun en el siglo de
-oro y de la paz. Era cosa ridícula oir los soldados tratar de los
-consejos, dar prisa al despacho, reformar los cohechos, residenciar
-los oidores, visitar los tribunales. [Marginal: _Necios barajados._]
-Al contrario los letrados, era cosa graciosa verlos pelear, manejar
-las armas, dar asaltos y tomar plazas. El labrador, hablando de los
-tratos y contratos, el mercader de la agricultura, el estudiante de
-los ejércitos y el soldado de las escuelas, el seglar ponderando las
-obligaciones del eclesiástico y el eclesiástico las desatenciones
-del seglar. Barajados los estados, metiéndose los del uno en el
-otro, saltando cada uno de su corro y hablando todos de lo que menos
-entienden.
-
-Estaban unos viejos diciendo mucho mal de los tiempos presentes y mucho
-bien de los pasados, exagerando la insolencia de los mozos, la libertad
-de las mujeres, el estrago de las costumbres y la perdición de todo.
-
-Yo, menos entiendo el mundo, decía éste, cuanto más va.
-
-Y yo lo desconozco del todo, decía aquél, otro mundo es éste del que
-nosotros hallamos.
-
-Llegóse en esto el Sabio y díjoles volviesen la mira atrás y viesen
-otros tantos viejos, que estaban diciendo mucho más mal del tiempo que
-ellos tanto alababan. Y detrás de aquéllos otros y otros, encadenándose
-hasta el primer viejo su vulgaridad.
-
-Media docena de hombres muy autorizados, con más barbas que dientes,
-mucho ocio y poca renta, estaban en otro corro allí cerca tratando de
-desempeñar las casas de los señores y restituirlas á aquel su antiguo
-lustre.
-
-¡Qué casa, decía uno, la del duque del Infantado, cuando se hospedó en
-ella el rey de Francia prisionero, y lo que Francisco la celebró!
-
-¿Pues qué la debía, dijo otro, la del marqués de Villena, cuando hacía
-y deshacía?
-
-¿Y la del almirante, en tiempo de los Reyes Católicos, púdose imaginar
-mayor grandeza?
-
-¿Quién son éstos?, preguntó Andrenio.
-
-Éstos, respondió el hombre sierpe, son hombres de honor en los
-palacios, llámanse gentileshombres ó escuderos.
-
-Y en buen romance, dijo el Sabio, son gente que, después de haber
-perdido la hacienda, están perdiendo el tiempo y los que, habiendo
-sido la polilla de sus casas, vienen á ser la honra de las ajenas. Que
-siempre verás que los que no supieron para sí quieren saber para los
-otros.
-
-Nunca pensé ver, ponderaba Andrenio, tanto necidiscreto junto y aquí
-veo de todos estados y condiciones, hasta legos.
-
-¡Oh! sí, dijo el Sabio: que en todas partes hay vulgo y, por tildada
-que sea una comunidad, hay ignorantes en ella, que quieren hablar de
-todo y se meten á juzgar de las cosas, sin tener punto de juicio.
-
-Pero lo que estrañó mucho á Andrenio fué ver entre tales heces de la
-república, en medio de aquella sentina vulgar, algunos hombres lucidos
-y que se decía eran grandes personajes.
-
-¿Qué hacen aquí éstos? Señor, que se hallen aquí más esportilleros que
-en Madrid, más aguadores que en Toledo, más gorrones que en Salamanca,
-más pescadores que en Valencia, más segadores que en Barcelona,
-más palenquines que en Sevilla, más cavadores que en Zaragoza, más
-mochileros que en Milán: ¡no me espanta! ¡Pero gente de porte, el
-caballero, el título, el señor! No sé qué diga.
-
-¿Qué piensas tú, dijo el Sabio, que, en yendo uno en litera, ya por
-eso es sabio? ¿En yendo bien vestido, es entendido? Tan vulgares hay
-algunos y tan ignorantes, como sus mismos lacayos. Y advierte que,
-aunque sea un príncipe, en no sabiendo las cosas y queriéndose meter á
-hablar dellas, á dar su voto en lo que no sabe ni tiene, al punto se
-declara hombre vulgar y plebeyo. [Marginal: _Vulgo definido._] Porque
-el vulgo no es otra cosa, que una sinagoga de ignorantes presumidos y
-que hablan más de las cosas, cuanto menos las entienden.
-
-Volvieron los rostros á uno, que estaba diciendo:
-
-Si yo fuera rey... (y era un mochilero).
-
-Y si yo fuera papa..., decía un gorrón.
-
-¿Qué habíais de hacer vos, si fuerais rey? ¿Qué?
-
-Lo primero, me había de teñir los bigotes á la española, luego me había
-de enojar y ¡voto!...
-
-No, no juréis, que todos éstos que echan votos huelen á cueros.
-
-Digo que había de hacer colgar media docena. Yo sé que oliera la casa
-á hombre y que mirarían algunos cómo perdían las victorias y los
-ejércitos, cómo entregaban las fortalezas al enemigo. No me había de
-llevar encomienda quien no fuese soldado y de reputación, pues para
-ellos se instituyeron. Y no déstos de las plumicas; sino un sargento
-mayor Soto, un Monroy y un Pedro Estélez, que se han hallado en cien
-batallas y en mil sitios. ¡Qué virreyes, qué generales hiciera yo! ¡Qué
-ministros! Todos habían de ser Oñates y Caracenas. ¡Qué embajadores,
-que no hiciera!
-
-Oh, ¡no me viera yo un mes papa!, decía el estudiante. Yo sé que
-de otra manera irían las cosas. No se había de proveer dignidad ni
-prebenda, sino por oposición. Todo por méritos. Yo examinara quién
-venía con más letras que favores, quién traía quemadas las cejas.
-
-Abrióse en esto la portería de un convento y metiéronse á la sopa.
-
-Topaban varias y desvariadas oficinas por toda aquella gran plaza
-mecánica. Los pasteleros hacían valientes empanadas de perro. Ni
-faltaban aquí tantas moscas, como allá mosquitos. Los caldereros
-siempre tenían calderas que adobar. Los olleros alabando lo quebrado.
-Los zapateros á todo hombre, buscándole horma de su zapato, y los
-barberos haciendo las barbas.
-
-¿Es posible, dijo Andrenio, que entre tanta botica mecánica no topemos
-una de medicinas?
-
-Basta, que hay hartas barberías, dijo el Cécrope.
-
-Y hartos en ellas, respondió el Sabio. Que, como bárbaros, hablan de
-todo. Mas lo que ellos saben ¿quién lo ignora?
-
-Con todo eso, dijo Andrenio, en una vulgaridad tan común es mucho que
-no haya un médico, que recete. Por lo menos no había de faltar á la
-murmuración civil.
-
-No hacen falta, replicó el Sabio.
-
-¿Cómo no?
-
-[Marginal: _Necedad incurable._]
-
-Porque, aunque todos los males tienen remedio, hasta la misma locura
-tiene cura en Zaragoza ó en Toledo y en cien partes. Pero la necedad no
-la tiene ni ha habido jamás hombre que curase de tonto.
-
-Con todo eso, veis allí unos, que lo parecen.
-
-Venían dándose á las furias de que todos se les entremeten en su oficio
-y quieren curar á todos con un remedio. Y eso sería nada, si algunos no
-se metiesen á quererles dar doctrina á ellos mismos, disputando con el
-médico los jarabes y las sangrías.
-
-¡Eh!, decían: déjense matar sin hablar palabra.
-
-Pero los herreros llevaban brava herrería y aun todos parecían
-caldereros. Enfadados los sastres, les dijeron que callasen y dejasen
-oir, si no entender. Sobre esto armaron una pendencia, aunque no
-nueva en tales puestos. Tratáronse muy mal; pero no se maltrataron. Y
-dijéronles los herreros á los sastres, después de encomios solemnes:
-
-¡Quitad de ahí, que sois gente sin Dios!
-
-¿Cómo sin Dios?, replicaron ellos enfurecidos. Si dijérades sin
-conciencia, pase; pero sin Dios ¿qué quiere decir eso?
-
-Sí, repitieron los herreros, que no tenéis un dios sastre, como
-nosotros un herrero y, cuando todos le tienen, los taberneros á Baco,
-aunque anda en celos con Tetis, los mercaderes á Mercurio, de quien
-tomaron las trampas con el nombre, los panaderos á Ceres, los soldados
-á Marte, los boticarios á Esculapio, ¡mirad qué tales sois vosotros,
-que ningún Dios os quiere!
-
-Andad de ahí, respondieron los sastres. Que sois unos gentiles.
-
-Vosotros sí lo sois, que á todos queréis hacer gentileshombres.
-
-Llegó en esto el Sabio y metió paz, consolando á los sastres con que,
-ya que no tenían Dios, todos los daban al diablo.
-
-¡Prodigiosa cosa, dijo Andrenio, que con meter tanto ruido, no tengan
-habla!
-
-¿Cómo que no?, replicó el Cécrope; antes jamás cesan de hablar ni
-tienen otro que palabras.
-
-[Marginal: _Hablillas._]
-
-Pues yo, replicó Andrenio, no he percibido aún habla, que lo sea.
-
-Tienen razón, dijo el Sabio: que todas son hablillas y todas falsas.
-
-Corrían actualmente algunas bien desatinadas. Que habían de caerse
-muertos muchos cierto día y lo señalaban y hubo quien murió de espanto
-dos días antes. Que había de venir un terremoto y habían de quedar
-todas las casas por tierra. Pues ver lo que se iba extendiendo un
-disparate déstos y los muchos que se lo tragaban y bebían lo que
-contaban unos á otros. Y si algún cuerdo reparaba, se enfurecían, sin
-saber de dónde ni cómo nacía. Resucitaba cada año un desatino, sin
-saber bastante el desengaño fresco corriendo grasa. Y era de advertir
-que las cosas importantes y verdaderas luego se les olvidaban y un
-disparate lo iban heredando de abuelas á nietas y de tías á sobrinas,
-haciéndose eterno por tradición.
-
-No sólo no tienen habla, añadió Andrenio; pero ni voz.
-
-¿Cómo que no?, replicó el Cécrope. Voz tiene el pueblo y aun dicen que
-su voz es la de Dios.
-
-Sí, del dios Baco, respondió el Sabio y, si no, escuchadla un poco y
-oiréis todos los imposibles, no sólo imaginados, pero aplaudidos. Oid
-aquel español, lo que está contando del Cid, cómo de una puñada derribó
-una torre y de un soplo un gigante. Atended aquel otro francés, lo que
-refiere, y con qué credulidad, del Roldán y cómo de un tajo rebanó
-caballo y caballero armados. Pues yo os aseguro que el portugués no se
-olvide tan presto de la pala de la victoriosa Forneira.
-
-Pretendió entrar en la bestial plaza un gran filósofo y poner
-tienda de ser personas, feriando algunas verdades bien importantes,
-aforismos convenientes; pero jamás pudo introducirse ni despachó
-una tan sola verdad ni el más mínimo desengaño, con que se hubo de
-retirar. [Marginal: _Ídolos del vulgo._] Al contrario, llegó un
-embustero, sembrando cien mil desatinos, vendiendo pronósticos llenos
-de disparates, como que se había de perder España otra vez, que había
-acabado ya la casa Otomana; leía profecías de moros y de Nostradamus y
-al punto se llenó la tienda de gente y comenzó á despachar sus embustes
-con tanto crédito, que no se hablaba de otro, y con tal aseveración,
-como si fueran evidencias. De modo que aquí más supone un adivino que
-Séneca, un embustero que un sabio.
-
-Vieron en esto un monstrimujer con tanto séquito, que muchos de los
-pasados y los más de los presentes la cortejaban y todos con las
-bocas abiertas escuchándola. Era tan gruesa y tan asquerosa, que por
-dondequiera que pasaba, dejaba el aire tan espeso, que le podían
-cortar. Revolvióle las entrañas al Sabio, comenzó á dar arcadas.
-
-¡Qué cosa tan sucia!, dijo Andrenio. ¿Y quién es ésta?
-
-Ésta es, dijo el Cécrope, la Minerva desta Atenas.
-
-Ésta la invencible y aun la crasa, dijo el Filósofo. Ella puede ser
-Minerva; mas á fe, que es pingüe. Y quien tanto engorda, ¿quién puede
-ser sino la ignorante satisfacción? Veamos dónde va á parar.
-
-Pasó de las vendedoras á sentarse en el banco del Cid.
-
-Aquélla, dijo el Cécrope, es la Sapiencia de tanto lego. Allí están
-graduando á todos y calificando los méritos de cada uno. [Marginal:
-_Calificación vulgar._] Allí se dice el que sabe y el que no sabe, si
-el argumento fué grande, si el sermón docto, si tan bien discurrido
-como razonado, si el discurso fué cabal, si magistral la lección.
-
-¿Y quién son los que juzgan?, preguntó Andrenio, ¿los que dan el grado?
-
-¿Quiénes han de ser, sino un ignorante y otro mayor? Uno, que ni ha
-estudiado ni visto libro en su vida, cuando mucho una Silva de Varia
-Lección y el que más más, un Para Todos.
-
-¡Oh!, dijo el Cécrope. ¿No veis que éstos son los más plausibles
-personajes del mundo? Todos son bachilleres. Aquel que veis allí muy
-grave, es el que en la corte anda diciendo chistes, hace cuento de
-todo, muerde sin sal cuanto hay, saca sátiras, vomita pasquines: el
-duende de los corrillos. Aquel otro es el que todo lo sabía ya, nada
-le cuentan de nuevo: saca gacetas y se escribe con todo el mundo y, no
-cabiendo en todo él, se entromete en cualquier parte. Aquel licenciado
-es el que en las Universidades cobra las patentes, hace coplas,
-mantiene los corrillos, soborna votos, habla por todos y, en habiendo
-conclusiones, ni es visto ni oído. Aquel soldado nunca falta en las
-campañas, habla de Flandes, hallóse en el sitio de Ostende, conoció al
-duque de Alba, acude á la tienda del general, el demonio del mediodía,
-mantiene la conversación, cobra el primero y el día de la pelea se hace
-invisible.
-
-Paréceme que todos ellos son zánganos del mundo, ponderó Andrenio. ¿Y
-éstos son los que gradúan de valientes y de sabios?
-
-Y es de modo, respondió el Cécrope, que el que ellos una vez dan por
-docto ése lo es, sepa ó no sepa. Ellos hacen teólogos y predicadores,
-buenos médicos y grandes letrados y bastan á desacreditar un príncipe.
-Dígalo el rey don Pedro. ¿Mas qué? Si el barbero del lugar no quiere,
-nada valdrá el sermón más docto ni será tenido por orador el mismo
-Tulio. Á éstos están esperando que hablen los demás, sin osar decir
-blanco ni negro, hasta que éstos se declaran y al punto gritan:
-
-¡Grande hombre!, ¡grande sujeto!
-
-Y dan en alabar á uno, sin saber de qué ni para qué. Celebran lo que
-menos entienden y vituperan lo que no conocen, sin más entender ni
-saber. Por eso el buen político suele echar buen cencerro, que guíe el
-vulgo adonde él quiere.
-
-¿Y hay, preguntó Andrenio, quien se paga de tan vulgar aplauso?
-
-¿Cómo si hay?, respondió el Sabio. ¡Y muchos, hombres vulgares,
-chabacanos, amigos de la popularidad y que la solicitan con milagrones,
-que llamamos pasmasimples y espantavillanos! Obras gruesas y
-plausibles. Porque aquí no tienen lugar los primores ni los realces.
-
-Páganse mucho otros de la gracia de las gentes, del favor del
-populacho; pero no hay que fiar en su gracia, que hay gran distancia de
-sus lenguas á sus manos. ¡Qué fué verlos bravear ayer en un motín en
-Sevilla y enmudecer hoy en un castigo! ¿Qué se hicieron las manos de
-aquellas lenguas y las obras de aquellas palabras? Son sus ímpetus como
-los del viento que, cuando más furioso, calma.
-
-Entraron con unos, que estaban durmiendo y no apriesa, como encargaba
-el otro á su criado. No movían pie ni mano. [Marginal: _Aplauso
-necio._] Y era tal la vulgaridad, que los despiertos soñaban lo que los
-otros dormían, imaginando que hacían grandes cosas. Y era de modo, que
-no corría otro en toda la plaza; sino que estaban peleando y triunfando
-de los enemigos. Dormía uno á pierna tendida y decían ellos estaba
-desvelándose, estudiando noche y día y quemándose las cejas. Desta
-suerte publicaban que eran los mayores hombres del mundo y gente de
-gran gobierno.
-
-¿Cómo es esto?, dijo Andrenio. ¡Hay tamaña vulgaridad!
-
-Mira, dijo el Sabio: aquí, si dan en alabar á uno, si una vez cobra
-buena fama, aunque se eche después á dormir, él ha de ser un gran
-hombre. Aunque ensarte después cien mil disparates, dicen que son
-sutilezas y que es la primera cosa del mundo. Todo es que den en
-celebrarle.
-
-Y, por el contrario, á otros, que estarán muy despiertos, haciendo
-cosas grandes, dicen que duermen y que nada valen. ¿Sabes tú lo que
-le sucedió aquí al mismo Apolo con su divina lira? Que, desafiándole
-á tañer un zafio gañán con una pastoril zampoña, nunca quiso el culto
-numen salir, aunque se lo rogaron las musas. Y el selvajazo le zahería
-su temor y se jactaba de la victoria. No hubo remedio. No más, que
-porque había de ser [Marginal: _Juicio sin él._] su juez el vulgacho,
-no queriendo arriesgar su gran reputación á un juicio tan sin él. Y por
-no haber querido hacer otro tanto, fué condenada la dulcísima Filomena
-en competencia del jumento. Y aun la Rosa dicen estuvo á pique de ser
-vencida de la Adelfa, que desde entonces por su indigno atrevimiento
-quedó letal á los suyos. Ni el pavón se atrevió á competir de belleza
-con el cuervo ni el diamante con el guijarro ni el mismo sol con el
-escarabajo, con tener tan asegurado su partido, por no sujetarse á la
-censura de un vulgo tan desatinado.
-
-Mala señal, decía un discreto, cuando mis cosas agradan á todos. Que lo
-muy bueno es de pocos y el que agrada al vulgo, por consiguiente, ha de
-desagradar á los pocos, que son los entendidos.
-
-Asomó en esto por la plaza, haciéndola, un raro ente. Todos le
-recibieron con plausible novedad. Seguíale la turba, diciendo:
-
-Ahora en este punto llega del Jordán. Más tiene ya de cuatrocientos
-años.
-
-Mucho es, decía uno, que no le acompañen ejércitos de mujeres, cuando
-va á desarrugarse.
-
-¡Oh no!, decía otro. ¿No veis que va en secreto? Pues, si eso no fuera,
-¿qué fuera?
-
-¿Por lo menos no se pudiera traer por acá una botija de aquella agua,
-que yo sé que vendiera cada gota á doblón de oro?
-
-No tiene él necesidad de dineros, pues cada vez que echa mano á la
-bolsa, topa un patacón. ¡Qué otra felicidad ésa! No sé yo cuál me
-escogiera de las dos.
-
-¿Quién es éste? preguntó Andrenio.
-
-Y el Sabio: Éste es Juan de para siempre, que Juan había de ser.
-
-Vertían destas donosillas vulgaridades y todas muy creídas, levantando
-mil testimonios á la naturaleza y aun á la misma posibilidad. Sobre
-todo estaban muy acreditados los duendes. Había pase dellos, como de
-hechizadas. No había palacio viejo donde no hubiese dos por lo menos.
-
-Unos los veían vestidos de verde, otros de colorado y los más
-de amarillo. Y todos eran tamañicos y tal vez con su capuchito,
-inquietando las casas. Y nunca se aparecían á las viejas, porque no
-dicen bien trasgos con trasgos.
-
-[Marginal: _Varias vulgaridades._]
-
-No moría mercader, que no fuese rodeado de monas y de micos.
-
-Había brujas tantas como viejas y todas las malcontentas endiabladas.
-
-Tesoros encantados y escondidos, sin cuenta y con cuento, cavando
-muchos tontos por hallarlos. Minas de oro y de plata, riquísimas; pero
-tapiadas, hasta que se acaben las Indias, las cuevas de Salamanca y de
-Toledo. ¡Mal año para quien se atreviera á dudarlas!
-
-Mas de aquí á un instante se conmovió toda aquella acorralada necedad,
-sin saber cómo ni por qué, por ser tan ordinario como fácil. Alborótase
-un vulgo y más si es tan crédulo como el de Valencia, tan bárbaro como
-el de Barcelona, tan necio como el de Valladolid, tan libre como el
-de Zaragoza, tan novelero como el de Toledo, tan insolente como el de
-Lisboa, tan hablador como el de Sevilla, tan sucio como el de Madrid,
-tan vocinglero como el de Salamanca, tan embustero como el de Córdoba y
-tan vil como el de Granada.
-
-Fué el caso que asomó por una de sus entradas, no la principal, donde
-todas son comunes, un monstruo, aunque raro, muy vulgar. No tenía
-cabeza y tenía lengua, sin brazos y con hombros para la carga. No
-tenía pecho, con llevar tantos; ni mano en cosa alguna; dedos sí, para
-señalar. Era su cuerpo en todo disforme. Y, como no tenía ojos, daba
-grandes caídas. Era furioso en acometer y luego se acobardaba. Hízose
-en un instante señor de la plaza, llenándola toda de tan horrible
-oscuridad, que no vieron más el sol de la verdad.
-
-¿Qué horrible aborto es éste, preguntó Andrenio, que así lo ha
-eclipsado todo?
-
-Éste es, respondió el Sabio, el hijo primogénito de la Ignorancia, el
-padre de la mentira, hermano de la necedad, casado con su malicia: éste
-es el tan nombrado Vulgacho.
-
-Al decir esto descolgó el rey de los Cécropes de la cinta un retorcido
-caracol, que hurtó á un Fauno, y alentándolo de vanidad, [Marginal:
-_Terror loco._] fué tal su ruido y tan grande el horror que les causó,
-que agitados todos de un terror fanático, dieron á huir por cosa que no
-montaba un caracol. No fué posible ponerlos en razón ni detenerlos, que
-no se desgalgasen muchos por las ventanas y balcones, más á ciegas que
-pudieran en la plaza de Madrid. Huían los soldados gritando:
-
-Que nos cortan, que nos cortan.
-
-Comenzaron algunos á herirse y á matarse más bárbaramente, que
-gentílicos bacanales. Fuéle forzoso á Andrenio retirarse á toda fuga,
-tan arrepentido como desengañado. Echaba mucho menos á Critilo; pero
-valióle la asistencia de aquel Sabio y la luz, que la antorcha de su
-saber le comunicaba. Dónde fué á parar dirá la Crisi siguiente.
-
-
-
-
-CRISI VI
-
-_Cargos y descargos de la Fortuna._
-
-
-Comparecieron ante el divino trono de luceros el hombre y la mujer á
-pedir nuevas mercedes, que á Dios y al rey, pedir y volver. Solicitaban
-su perfección, de manos de quien habían recibido el ser. [Marginal:
-_El saber del hombre._] Habló allí el hombre en primer lugar y pidió
-como quien era, porque, viéndose cabeza, suplicó le fuese otorgada
-la inestimable prenda de la sabiduría. Pareció bien su petición y
-decretósele luego la merced, con tal que pagase en agradecimientos la
-media anata. Llegó ya la mujer y, atendiendo á que, si no es cabeza,
-tampoco es pies, sino la cara y suplicó con mucho agrado al Hacedor
-divino que la dotase en belleza.
-
-[Marginal: _La hermosura de la mujer._]
-
-Hecha la gracia, dijo el gran Padre celestial, serás hermosa; pero con
-la pensión de tu flaqueza.
-
-Partiéronse muy contentos de la divina presencia, que de ella
-nadie sale descontento, estimando el hombre por su mayor prenda el
-entendimiento y la mujer la hermosura, él la testa y ella el rostro.
-Llegó esto á oídos de la Fortuna y dicen cuestionó agravios, dando
-quejas de que no hubiesen hecho caso de la Ventura.
-
-¿Es posible, decía con profundo sentimiento, que nunca haya él oído
-decir: Ventura te dé Dios, hijo; ni ella, ventura de fea? Dejadles
-y veremos qué hará él con su sabiduría y ella con su lindeza, si no
-tienen ventura. Sepa, sabio él y linda ella, que de hoy adelante me
-han de tener por contraria: desde aquí me declaro contra el Saber y la
-Belleza. Yo les he de malograr sus prendas: ni él será dichoso ni ella
-venturosa.
-
-Desde este día aseguran que los sabios y entendidos quedaron
-desgraciados: todo les sale mal, todo se les despinta; los necios son
-los venturosos, los ignorantes favorecidos y premiados. Desde entonces
-se dijo: Ventura de fea. Poco vale el saber, el tener, los amigos y
-cuanto hay, si no tiene un hombre dicha, y poco le importa ser un sol á
-la que no tiene estrella.
-
-Esto le ponderaba un enano al melancólico Critilo, desengañándole de
-su porfía en querer ver en persona la misma Sofisbella, empeño en que
-le había puesto el varón alado. El cual, sin poderle satisfacer, se le
-había desaparecido.
-
-Créeme, decía el enano, que todo pasa en imagen y aun en imaginación
-en esta vida: hasta esa casa del saber, toda ella es apariencia. ¿Qué?
-¿Pensabas tú ver y tocar con las manos la misma Sabiduría? [Marginal:
-_Fuga de Astrea._] Muchos años ha que se huyó al cielo con las demás
-virtudes en aquella fuga general de Astrea. No han quedado en el mundo
-sino unos borrones della en estos escritos, que aquí se eternizan.
-Bien es verdad que solía estar metida en las profundas mentes de sus
-sabios; mas ya aun ésos acabaron. No hay otro saber, sino el que se
-halla en los inmortales caracteres de los libros. Ahí la has de buscar
-y aprender.
-
-¿Quién, pues, fué, preguntó Critilo, el hombre de tan bizarro gusto,
-que juntó tanto precioso libro y tan selecto? ¿Cúyo es un tan erudito
-museo?
-
-Si estuviéramos en Aragón, dijo el Pigmeo, yo creyera ser del duque de
-Villahermosa don Fernando. Si en París, del erudito duque de Orleans.
-Si en Madrid, del gran Filipo. Y si en Constantinopla, del discreto
-Osman, conservado entre cristales. Mas, como digo, ven conmigo en busca
-de la Ventura, que sin ella ni vale el saber ni el tener y todas las
-prendas se malogran.
-
-Quisiera hallar primero, replicó Critilo, aquel mi camarada, que te he
-dicho, que echó por la vereda de la Necedad.
-
-Si por ahí fué, ponderó el enano, sin duda estará ya en casa de la
-Dicha: que antes llegan ésos que los sabios. Ten por cierto que le
-hallaremos en aventajado puesto.
-
-¿Y sabes tú el camino de la Dicha?, preguntó Critilo.
-
-Ahí consiste la mayor dificultad, que una vez puesto en él, nos llevará
-al colmo de toda felicidad.
-
-Con todo, paréceme que es éste, en lo desigual. Demás que me dieron por
-señas esas hiedras, que arrimadas se empinan y entremetidas crecen.
-
-Llegó en esto un soldado muy de leva, que es gente que vive apriesa y
-preguntó si iba bien para la Ventura.
-
-¿Cuál buscáis, dijo el enano: la falsa ó la verdadera?
-
-¿Pues qué, hay Ventura falsa? Nunca tal oí.
-
-[Marginal: _Ventura hipócrita._]
-
-¡Y cómo si la hay! ¡Ventura hipócrita! Antes es la que hoy más corre.
-Tiénese por dichoso uno en ser rico y es de ordinario un desventurado.
-Cuenta el otro por gran dicha el haber escapado en mil insultos de las
-manos de la justicia y es ése su mayor castigo.
-
-Un ángel fué para mí aquel hombre, dice éste: y no fué sino un demonio,
-que le perdió.
-
-Tiene aquél por gran suerte el no haber padecido jamás ni un revés de
-fortuna y no es sino un bofetón, de que no le ha tenido por hombre el
-cielo para fiarle un acto de valor.
-
-Tal dice: Dios me vino á ver. Y no fué, sino el mismo Satanás en sus
-logros. Cuenta el otro por gran felicidad el no haber estado en su vida
-indispuesto y hubiera sido su único remedio, para sanar en el ánimo.
-Alábase el lascivo de haber sido siempre venturoso con mujeres y ésa
-es su mayor desventura. Estima la otra desvanecida por su mayor dicha
-su buena gracia y ésa fué su mayor desgracia. Así que los más de los
-mortales yerran en este punto, teniendo por felicidad la desdicha. Que
-errando los principios, todas salen falsas las consecuencias.
-
-Entremetióseles un pretendiente (¡qué otro trato éste del enfado!), y
-al punto comenzó á quejarse y murmurar y un estudiante á contradecirle.
-Que todos cuantos piensan saber algo dan en espíritu de contradicción.
-Pasaron de una en otra á burlarse del enano.
-
-Y tú, dijo el estudiante, ¿qué vas á buscar?
-
-Voy, dijo, á ser gigante.
-
-¡Bravo aliento! Pero, ¿cómo podrá ser eso?
-
-Muy bien, como quisiere mi señora la Fortuna. Que, si ella favorece,
-los pigmeos son gigantes. Y si no, los gigantes son pigmeos. Otros más
-ruines que yo están hoy bien encaramados. Que no hay prendas que tengan
-ni hay sabiduría ni ignorancia ni valor ni cobardía ni hermosura ni
-fealdad; sino ventura ó desdicha. Tener lunar ó estrella. Todo es risa
-lo demás. Al fin, ella se dará maña, cómo yo sea grande ó lo parezca:
-que todo es uno.
-
-Voto á tal, dijo el soldado, que quiera ó no, ella habrá de hacer la
-razón.
-
-No tan alto, señor soldado, dijo el estudiante: ¡más bajo!
-
-Éste es mi bajo y mucho más he de alzar la voz, aunque sea en la sala
-de D. Fernando Ruiz de Contreras. Peor es acobardarse con la Fortuna.
-Sino mostrarla dientes, que sólo se burla con los sufridos. Y así
-veréis que unos morlonazos, cuatro bellacones atrevidos se salen con
-cuanto quieren y se burlan de todo el mundo. Ellos son los felices; que
-de los hombres de bien no hay quien se acuerde. Juro y voto que hemos
-de andar á mojicones y que ha de hacerme favor, aunque reviente.
-
-No sé yo cómo será eso, replicó el licenciado: que la Fortuna no
-hay entenderla. Tiene bravos reveses. Á otros más estirados he oído
-ponderar que no hay tomarla el tino.
-
-Yo, por lo menos, dijo el cortesano, de mis zalamerías pienso valerme y
-mil veces hacerla el buz.
-
-Buz de arca, dijo el soldado, ha de ser el mío. ¿Yo besarla la mano? Si
-me hiciese merced, eso bien; y si no, lo dicho, dicho.
-
-[Marginal: _Fortuna ciega._]
-
-Ya me parece que me la veo, decía el enano, y que ella no me ve á mí,
-por ser pequeño. Que sólo son visibles los bienvistos.
-
-Menos me verá á mí, dijo el estudiante, por ser pobre. Que á los
-deslucidos nadie los puede ver, aunque les salten al rostro los colores.
-
-¿Cómo os ha de ver, dijo el cortesano, si es ciega?
-
-¿Eso más?, ponderó Critilo. ¿De cuándo acá ha cegado?
-
-No corre otra en la corte.
-
-¿Pues cómo podrá repartir los bienes?
-
-¿Cómo? Á ciegas.
-
-Así es, dijo el estudiante, y así la vió un sabio entronizada en un
-árbol muy copudo, de cuyas ramas, en vez de frutos, pendían coronas,
-tiaras, capelos, mitras, bastones, hábitos, borlas y otros mil géneros
-de insignias, alternados con cuchillos, dogales, remos, grillos y
-corozas. Estaban bajo el árbol confundidos hombres y brutos, un sabio
-y un jumento, un lobo y un cordero, una sierpe y una paloma. Sacudía
-ella á ciegas, esgrimiendo su palo, dé donde diere y Dios te la depare
-buena. Caía sobre la cabeza de uno una corona y sobre el cuello del
-otro un cuchillo, sin más averiguar que la suerte. Y las más veces se
-encontraban, pues daba en manos de uno un bastón, que estuviera mejor
-un remo. Á un docto le caía una mitra allá en Cerdeña ó acá en Jaca y á
-un idiota bien cerca, todo á ciegas.
-
-Y aun á locas, añadió el estudiante.
-
-¿Cómo es eso?, replicó Critilo.
-
-Todos lo dicen, que ha enloquecido, y se conoce, pues no va cosa con
-concierto.
-
-¿Y de qué enloqueció?
-
-Cuéntanse varias cosas. La más constante opinión es que la malicia la
-ha dado un brebaje y, á título de descansarla, se le ha alzado con el
-mando y así da á sus favorecidos cuanto quiere: á los ladrones las
-riquezas, á los soberbios las honras, á los ambiciosos las dignidades,
-á los menguados las dichas, á las necias la hermosura, á los cobardes
-las victorias, á los ignorantes los aplausos y á los embusteros todo.
-El más ruin jabalí se come la mejor bellota y así no van ya por méritos
-los premios ni por culpas los castigos. Unos yerran y otros los
-murmuran. Al fin, todo va á locas, como digo.
-
-[Marginal: _Amiga de ruines._]
-
-¿Y por qué no á malas también, añadió el soldado, pues la hacen fama de
-ruin, amiga de los jóvenes, siempre favoreciéndolos y contraria de los
-varones ancianos y maduros, madrastra de los buenos, envidiosa con los
-sabios, tirana con los insignes, cruel con los afligidos, inconstante
-con todos?
-
-¿Es posible, ponderó Critilo, que de tantos azares se compone? ¿Y con
-todo eso la vamos á buscar desde que nacimos? ¿Y más ciegos y más locos
-nos vamos tras ella?
-
-Ya en esto se descubría un extravagante palacio, que por una parte
-parecía edificio y por la otra, ruina. Torres de viento sobre arena,
-soberbia máquina sin fundamentos. Y de todo el que imaginaron edificio
-no había sino la escalera, que en esta gran casa de la Fortuna no hay
-otro que subir y caer. Las gradas parecían de vidrio, más quebradizas
-cuanto más dobles y todas llenas de deslizaderos. No había barandillas
-para tenerse; riesgos sí para rodar.
-
-El primer escalón era más dificultoso de subir que una montaña; pero
-una vez puestos en él, las demás gradas eran facilísimas. Al contrario
-sucedía en las de la otra banda para bajar, procediendo con tal
-correspondencia que, así como comenzaba uno á subir por esta parte, al
-punto caía otro por la otra, aunque más apriesa.
-
-Llegaron, cuando actualmente rodaba uno con aplauso universal. Porque,
-al punto que comenzó á caer, soltó de las manos la gran presa, que
-había hecho de oficios y represa de beneficios. Cargos, dignidades,
-riquezas, encomiendas, títulos, todo iba rodando allí abajo. Daba
-aquí un bote una encomienda y saltaba acullá á manos de un enemigo
-suyo. Agarraba otro de vuelo el oficio y todos andaban á la rebatiña,
-haciendo grande fiesta al trabajo ajeno. Mas así se usa. Solemnizólo
-mucho Critilo y riéronlo todos, diciendo:
-
-¡Qué bravo chasco de la Fortuna!
-
-¡Pues, si hubierais visto rodar á Alejandro el Magno, aquel verle
-soltar un mundo entero y saltar tantas coronas, reinos y provincias,
-como nueces cuesta abajo y coja quien pudiere! Asegúroos, que fué una
-Babilonia.
-
-[Marginal: _Definición del favor._]
-
-Acercóse Critilo á la primer grada con sus camaradas, donde estaba toda
-la dificultad del subir. Porque aquí asistía el Favor, primer ministro
-de la Fortuna y muy su confidente. Éste alargaba la mano á quien se
-le antojaba, para ayudarle á subir y esto sin más atendencia, que su
-gusto, que debía ser muy malo. Pues por maravilla daba la mano á ningún
-bueno, á ninguno que lo mereciese; siempre escogía lo peor.
-
-En viendo un ignorante, le llamaba y dejaba mil sabios. Y aunque todo
-el mundo le murmuraba, nada se le daba. Que de sus temeridades tenía
-hechos callos en el _qué dirán_. De una legua acechaba un embustero y
-á los hombres de sustancia y de entereza no los podía ver, porque le
-parecía le notaban sus locuras y abominaban de sus quimeras.
-
-Pues á un adulador, á un mentiroso, no ya la mano, entrambos brazos le
-echaba. Y para los hombres de veras y de su palabra era un topo. Que
-jamás topó con un hombre de verdad; siempre echaba mano de tales como
-él. Perdíase naturalmente por los hombres de tronera, entregándolos
-cuanto hay y así todo lo confundían. Había millares de hombres por
-aquel suelo, aguardando los favoreciese; pero él, en viendo un
-entendido, un varón de prendas, decía:
-
-Hete allá, puto, ¡quién á tal le ayudase! Es muy hombre: no conviene.
-Sujeto, al fin, de bravo capricho.
-
-Era de modo, que acababa con todos los hombres eminentes en gobierno,
-en armas, en letras, en grandeza y en nobleza, que había muchos y muy
-á propósito. Pero ¿qué mucho, si descubrieron que estaba ciego de
-todas pasiones y andaba á ciegas, topando con las paredes del mundo y
-acabando con todo él?
-
-Ésta, como digo, era la escala para subir á lo alto. No tenía remedio
-Critilo por desconocido ni el cortesano por conocido ni el estudiante
-ni el soldado por merecerlo; sólo el enano tuvo ventura, porque se le
-hizo pariente y así luego estuvo arriba. Apurábase el soldado de ver
-que los gallinas volaban y el estudiante, de que los bestias corrían.
-
-Estando en esta dificultad, asomóse acullá en lo más alto Andrenio,
-que por lo vulgar había subido tan arriba y estaba muy adelantado
-en el valer. Conoció á Critilo, que no fué poco desde tan alto y de
-donde muchos desconocieron á sus padres é hijos; mas fué llamada de
-la sangre. Dióle luego la mano y levantóle y entre los dos pudieron
-ayudar á subir los demás. Iban trepando por aquellas gradas con harta
-facilidad de una en otra, ganada la primera, de un cargo en otro y de
-un premio en muchos.
-
-[Marginal: _Escala de la fortuna._]
-
-Notaron una cosa bien advertida, estando á media escalera, y fué que
-todos, cuantos miraban de la parte de arriba y que subían delante, les
-parecían grandes hombres, unos gigantes, y gritaban:
-
-¡Qué gran rey el pasado! ¡Qué capitán aquel que fué! ¡Qué sabio el que
-murió!
-
-Y al revés, todos cuantos venían atrás les parecían poca cosa y unos
-enanos.
-
-¡Qué cosa es, dijo Critilo, ir un hombre delante! ¡Aquello de ser
-primero ó venir detrás! Todos los pasados nos parece que fueron grandes
-hombres y todos los presentes y los que vienen nos parecen nada. Que
-hay gran diferencia en el mirar á uno como superior ó inferior desde
-abajo.
-
-Llegaron ya á la última grada, donde estaba la Fortuna. Pero, ¡oh
-cosa rara! ¡oh prodigio nunca creído y de que quedaron atónitos y aun
-pasmados! Digo, cuando vieron una reina totalmente diversa de lo que
-habían concebido y muy otra de lo que todo el mundo publicaba. Porque
-no sólo no era ciega, como se decía; pero tenía una cara de cielo al
-mediodía, con unos ojos más perspicaces que un águila, más penetrantes
-que un lince. Su semblante, aunque grave, muy sereno, sin ceños de
-madrastra. Y toda ella muy compuesta.
-
-No estaba sentada, porque siempre estaba de leva y en continuo
-movimiento. Calzaba ruedecillas por chapines. Su vestir era la mitad
-de luto y la otra mitad de gala. Miráronla y miráronse unos á otros,
-encogiéndose de hombros y arqueando las cejas, admirados de tal novedad
-y aun dudaron si era ella.
-
-¿Pues quién había de ser?, respondió la Equidad, que la asistía con
-unas balanzas en la mano.
-
-Oyólo la misma Fortuna, que ya había notado de reojo los ademanes de su
-espanto, y con voz harto agradable les dijo:
-
-[Marginal: _Audaces afortunados._]
-
-Llegaos acá. Decid, ¿de qué os habéis turbado? No reparéis en decir la
-verdad, que yo gusto mucho de los audaces.
-
-Estaban todos tan mudos, como encogidos. Sólo el soldado con valentía
-en el desahogo y desahogo en el hablar, alzando la voz de modo, que
-pudo oirle todo el mundo, dijo:
-
-Gran señora de los favores, reina poderosa de las dichas, yo te he de
-decir hoy las verdades. Todo el mundo de cabo á cabo, desde la corona
-á la abarca, está murmurando de ti y de tus procederes. Yo te hablo
-claro, que los príncipes nunca estáis al cabo de las nuevas, siempre
-ajenos de lo que se dice.
-
-Ya sé que todos se quejan de mí, dijo ella misma; pero ¿de qué y por
-qué? ¿Qué es lo que dicen?
-
-Mas ¿qué no dicen? respondió el soldado. Al fin yo comienzo con tu
-licencia, si no con tu agrado. Dicen lo primero que eres ciega. Lo
-segundo que eres loca. Lo tercero necia. Lo cuarto...
-
-Aguarda, aguarda, basta, vete poco á poco, dijo: que hoy quiero dar
-satisfacción al universo. Protesto lo primero que soy hija de buenos,
-pues vengo de Dios y de su divina Providencia y tan obediente á sus
-órdenes, [Marginal: _Fortuna sin hijos._] que no se mueve una hoja de
-un árbol ni una paja del suelo sin su sabiduría y dirección. Hijos es
-verdad que no los tengo. Porque no se heredan ni las dichas ni las
-desdichas.
-
-El mayor cargo, que me hacen los mortales y el que yo más siento, es
-decir que favorezco á los ruines. Que aquello de ser ciega seréis
-vosotros testigos. Pues yo digo que ellos son los malos y de ruines
-procederes, que dan las cosas á otros tales como ellos. El ricazo
-da su hacienda al asesino, al valentón, al truhán, los ciento y los
-doscientos á la ramera y traerá desnuda al ángel de una hija y el
-serafín de una virtuosa consorte. En esto emplean sus grandes rentas.
-
-Los poderosos dan los cargos y se apasionan por los que menos los
-merecen y positivamente los desmerecen. Favorecen al ignorante, premian
-al adulador, ayudan al embustero, siempre adelantando los peores; y del
-más merecedor ni memoria, cuanto menos voluntad. El padre se apasiona
-por el peor hijo y la madre, por la hija más loca, el príncipe por el
-ministro más temerario, el maestro por el discípulo incapaz, el pastor
-por la oveja sarnosa, el prelado por el súbdito relajado, el capitán
-por el soldado más cobarde.
-
-Y si no, mirad cuando gobiernan hombres de entereza y de virtud, como
-ahora, si son estimados los buenos, si son premiados los sabios.
-
-Escoge el otro por amigo al enemigo de su honra y por confidente al
-más ruin. Con ése se acompaña, ése que le gasta la hacienda.
-
-Creedme que en los mismos hombres está el mal. Ellos son los malos y
-los peores, ellos ensalzan el vicio y desprecian la virtud. Que no hay
-cosa hoy más aborrecida.
-
-[Marginal: _Manos de la fortuna._]
-
-Favorezcan ellos los hombres de bien, que yo no deseo otro. ¿Veis aquí
-mis manos? Miradlas, reconocedlas, que no son mías. Ésta es de un
-príncipe eclesiástico y esta otra de un seglar. Con éstas reparto los
-bienes, con éstas hago mercedes, con éstas dispenso las felicidades.
-Ved á quién dan estas manos, á quién adelantan, á quién elevan. Que yo
-siempre doy las cosas por manos de los mismos hombres ni tengo otras. Y
-para que veáis cuánta verdad es ésta:
-
-¡Hola!, ¡hola!, llamadme aquí luego el Dinero, venga la Honra, los
-Cargos, Premios y Felicidades, venga acá cuanto vale y se estima en el
-mundo, comparezcan aquí todos cuantos se nombran bienes míos.
-
-Concurrieron luego todos y comenzó á alborotarlos cuerdamente.
-
-Venid acá, decía, ruin canalla, gente baja y soez, que vosotros,
-infames, me tenéis sin honra. Di, tú, bellaco, di, tú, dinero,
-[Marginal: _El dinero residenciado._] ¿por qué estás reñido con los
-hombres de bien? ¿Por qué no vas á casa de los buenos y virtuosos?
-¿Es posible que me digan que siempre andas con gente ruin, haciéndote
-camarada con los peores del mundo, y me aseguran que nunca sales de sus
-casas? ¿Esto se puede tolerar?
-
-Señora, respondió el Dinero, primeramente, todos los ruines, como son
-rufianes, farsantes, espadachines y rameras, jamás tienen un real ni
-para en su poder. Y si los buenos tampoco le tienen, no tengo yo la
-culpa.
-
-¿Pues quién la tiene?
-
-Ellos mismos.
-
-¿Ellos? ¿De qué suerte?
-
-Porque no me saben buscar. Ellos no roban, no trampean, no mienten,
-no estafan, no se dejan cohechar, no desuellan al pobre, no chupan la
-sangre ajena, no viven de embeleco, no adulan, no son terceros, no
-engañan: ¿cómo han de enriquecer, si no me buscan?
-
-¿Qué, es menester buscarle? Váyase él, pues corre tanto, á sus casas
-mismas y ruégueles y sírvales.
-
-Señora, ya voy tal vez ó por premio ó por herencia y no me saben
-guardar. Luego me echan puerta afuera, [Marginal: _Don Diego Antonio
-Francés._] haciendo limosnas, remediando necesidades, más que
-el arcipreste de Daroca. Pagan luego lo que deben, prestan, son
-caritativos, no saben hacer una ruindad y así luego me echan puerta
-afuera.
-
-No es echarte á rodar; sino subirte bien alto, hasta el cielo. Y tú,
-Honra, ¿qué respondes?
-
-Lo mismo. Que los buenos no son ambiciosos, no pretenden, no se alaban,
-no se entremeten; antes se humillan, se retiran del bullicio, no
-multiplican cartas, no se presentan y así ni me saben buscar ni á ellos
-los buscan.
-
-¿Y tú, Hermosura?
-
-[Marginal: _Belleza argüída._]
-
-Que tengo muchos enemigos. Todos me persiguen, cuando más me siguen.
-Quiérenme para el mundo; nadie para el cielo. Siempre ando entre locas
-y necias. Las vanas me placean, me sacan á vistas; las cuerdas me
-encierran, me esconden, no se dejan ver y así siempre me topan con
-gente ruin á tontas y á locas.
-
-Habla tú, Ventura.
-
-Yo, señora, siempre voy con los mozos, porque los viejos no son
-atrevidos. Los prudentes, como piensan mucho, hallan grandes
-dificultades; los locos son arrojados, los temerarios no reparan, los
-desesperados no tienen qué perder. ¿Qué quieres tú que diga?
-
-¿No veis, exclamó la Fortuna, lo que pasa?
-
-Conocieron todos la verdad y valióle.
-
-Sólo el soldado volvió á replicar y dijo:
-
-Muchas cosas hay, que no dependen de los hombres; sino que tú
-absolutamente las dispensas, las repartes como quieres y se quejan que
-con notable desigualdad. Al fin, yo no sé cómo se es, que todos viven
-descontentos: las discretas porque las hiciste feas, las hermosas
-porque necias, los ricos porque ignorantes, los sabios porque pobres,
-los poderosos sin salud, los sanos sin hacienda, los hacendados sin
-hijos, los pobres cargados dellos, los valientes porque desdichados,
-los dichosos viven poco, los desdichados son eternos. Así que á nadie
-tienes contento. No hay ventura cumplida ni contento puro; todos son
-aguados.
-
-Hasta la misma naturaleza se queja ó se escusa con que en todo te le
-opones. Siempre andáis las dos de punta, que tenéis escandalizado el
-mundo. Si la una echa por un cabo, la otra por el otro. [Marginal:
-_Fama, fortuna y naturaleza reñidas._] Por el mismo caso que la
-naturaleza favorece á uno, tú le persigues; si ella da prendas, tú
-las desluces y las malogras. Pues vemos infinitos perdidos por esto,
-grandes ingenios sin ventura, valentías prodigiosas sin aplauso, un
-Gran Capitán retirado, un rey Francisco de Francia preso, un Enrico
-IV muerto á puñaladas, un Marqués del Valle pleiteando, un rey don
-Sebastián vencido, un Belisario ciego, un Duque de Alba encarcelado, un
-don Lope de Hozes abrasado, un Infante Cardenal antecogido, un príncipe
-don Baltasar, sol de España, eclipsado. Dígoos que traéis revuelto el
-mundo.
-
-[Marginal: _Contrapesos de las felicidades._]
-
-Basta, dijo la Fortuna: que lo que más me habían de estimar los hombres
-eso me calumnian. ¡Hola!, Equidad, vengan las balanzas.
-
-¿Veislas? ¿veislas? Pues sabed que no doy cosa, que no la pese y
-contrapese primero, igualando muy bien estas balanzas. Venid acá,
-necios, inconsiderados, si todo lo diera á los sabios, ¿qué hicierais
-vosotros? ¿Habíais de quedar destituídos de todo? ¿Qué había de hacer
-una mujer, si fuera necia, fea y desdichada? ¿Desesperarse? ¿Y quién se
-pudiera averiguar con una hermosa, si fuera venturosa y entendida? Y si
-no, hagamos una cosa.
-
-Traigan acá todas mis dádivas, vengan las lindas: si tan desgraciadas
-son, truequen con las feas. Vengan los discretos: si tan descontentos
-viven, truequen con los ricos necios, que todo no se puede tener.
-
-Fué luego pesando sus dádivas y disfavores, coronas, cetros, tiaras,
-riquezas, oro, plata, dignidades y venturas. Y fué tal el contrapeso de
-cuidados á las honras, de dolores á los gustos, de descréditos á los
-vicios, de achaques á los deleites, de pensiones á las dignidades, de
-ocupaciones á los cargos, de desvelos á las riquezas, de trabajos á la
-salud, de crudezas al regalo, de riesgo á la valentía, de desdoros á la
-hermosura, de pobreza á las letras, que cada uno decía:
-
-¡Démonos por buenos!
-
-Estas dos balanzas, proseguía la Fortuna, somos la naturaleza y yo, que
-igualamos la sangre. Si ella se inclina á la una parte, yo á la otra;
-si ella favorece al sabio, yo al necio; si ella á la hermosa, yo á la
-fea. Siempre al contrario, contrapesando los bienes.
-
-[Marginal: _Fortuna justiciera._]
-
-Todo está bien, replicó el soldado; pero ¿por qué no has de ser
-constante en una cosa y no andar variando cada día? ¿Para qué es buena
-tanta mudanza?
-
-¿Qué más quisieran los dichosos?, respondió la Fortuna. ¡Bueno por
-cierto! ¿Que siempre gozasen unos mismos los bienes y que nunca les
-llegase su vez á los desdichados? Deso me guardaré yo muy bien.
-
-¡Hola!, Tiempo, ande la rueda, dé una vuelta y otra vuelta y nunca
-pare. Abátanse los soberbios y sean ensalzados los humildes. Vayan á
-veces. Sepan unos qué cosa es padecer y los otros gozar. Pues, si aun
-con saber esto y llamarme la mudable, no se dan por entendidos los
-poderosos, los entronizados, ninguno se acuerda de mañana, despreciando
-los inferiores, atropellando los desvalidos, ¿qué hicieran, si ellos
-supieran que no había de haber mudanza?
-
-¡Hola!, Tiempo, ande la rueda. Si aun deste modo son intolerables los
-ricos, los mandones, ¿qué fuera, si se aseguraran, echando un clavo á
-su felicidad? Éste sí que fuera yerro.
-
-¡Hola!, Tiempo, ande la rueda y desengáñese todo el mundo, que nada
-permanece, sino la virtud.
-
-No tuvo más que replicar el soldado; antes volviéndose al estudiante,
-le dijo:
-
-Pues vosotros, los bachilleres, sois los que más satirizáis la Fortuna,
-¿cómo calláis ahora? Decid algo, que en las ocasiones es el tiempo de
-hablar.
-
-Confesó él que no lo era; sólo venía á pretender un beneficio bobo.
-
-Mas la Fortuna: Ya sé, dijo, que los sabios son los que hablan más mal
-de mí y en eso muestran serlo.
-
-Escandalizáronse todos mucho de oir esto.
-
-Y ella: Yo me desempeñaré. No es porque ellos así lo sientan, sino
-porque lo sienta el vulgo, para tener á raya los soberbios. Yo soy
-el coco de los poderosos. Conmigo les hacen miedo. Teman los ricos,
-tiemblen los afortunados, escarmienten los validos, enfrénense todos.
-Una cosa os quiero confesar y es que los verdaderos sabios, que son
-los prudentes y virtuosos, son muy superiores á las estrellas. Bien
-es verdad que tengo cuidado no engorden, porque no duerman. Que el
-enjaulado jilguero, en teniendo que comer, no canta. Y porque veáis que
-ellos saben ser dichosos:
-
-¡Hola!, arrastrad aquella mesa.
-
-Era redonda y capaz de todos los siglos. En medio della se ostentaban
-muchas venturas, en bienes, digo cetros, tiaras, coronas, mitras,
-bastones, varas, laureles, púrpuras, capelos, toisones, hábitos,
-borlas, oro, plata, joyas y todas sobre un riquísimo tapete. [Marginal:
-_Mesa de la fortuna._] Mandó luego llamar todos los pretendientes de
-ventura, que fueron todos los vivientes, que ¿quién hay que no desee?
-Coronaron la gran mesa y, teniéndolos así juntos, les dijo:
-
-Mortales, todos estos bienes son para vosotros. ¡Alto!, disponeos para
-conseguirlos, que yo nada quiero repartir, por no teneros quejosos.
-Cada uno escoja lo que quisiere y coja lo que pudiere.
-
-Hizo señal de agarrar y al punto comenzaron todos á porfía á alargar
-los brazos y estirarse, para alcanzar cada uno lo que deseaba; pero
-ninguno podía conseguirlo. [Marginal: _Don Diego Jerónimo Sala._]
-Estaba ya uno muy cerca de alcanzar una mitra; aunque no la merecía
-tanto como un vicario general y sea el doctor Sala. Anduvo porfiando
-toda la vida tras ella; mas nunca la pudo asir y murió con aquel buen
-deseo.
-
-Daba saltos un otro por una llave dorada y, aunque se fatigó y fatigó á
-otros, como tenía dientes, se le defendía.
-
-Empinábanse algunos al rojo; al cabo se quedaban en blanco.
-
-Anhelaba otro y aun sudaba tras un bastón; mas vino una bala y
-derribóle, cuando le iba á empuñar.
-
-Cogían unos la carrera muy de atrás y á veces por rodeos é indirectas.
-Daban valientes saltos por alcanzar alguna cosa y quedábanse burlados.
-
-Andaba cierto personaje, aunque á lo disimulado, por alcanzar una
-corona. Cansábase de ser príncipe de retén; mas quedóse con estas
-esperanzas.
-
-Llegó un bravo gigantón, un castillo de huesos, que ya está dicho de
-carne, no se dignó de mirar á los demás, burlándose de todos.
-
-Éste sí, dijeron, que se ha de alzar con todo y más que tiene cien
-garras.
-
-Alzó el brazo, que fué izar una entena. Hizo temblar todos los bienes
-de la Fortuna; mas, aunque le alargó mucho y le estiró cuanto pudo y
-casi casi llegó á rozarse con una corona, no la pudo asir, de que quedó
-hostigadísimo, maldiciendo y blasfemando su fortuna.
-
-Probábanse ya por una parte y ya por otra, porfiaban, anhelaban y al
-cabo todos se rendían.
-
-¿No hay algún sabio?, gritó la Fortuna. Venga un entendido y pruébese.
-
-[Marginal: _Sabio señor de todo._]
-
-Salió al punto un hombre muy pequeño de cuerpo: que los largos, raras
-veces fueron sabios. Riéronse todos en viéndole y decían:
-
-¿Cómo ha de conseguir un enano lo que tantos gigantes no han podido?
-
-Mas él, sin hacer del hacendado, sin correr ni correrse, sin matarse ni
-matar, con linda maña, asiendo del tapete, lo fué tirando hacia sí y
-trayendo con él todos los bienes juntos.
-
-Aquí alzaron todos el aplauso y la Fortuna dijo:
-
-Ahora veréis el triunfo del saber.
-
-Hallóse en un punto con todos los bienes en su mano, señor de todos
-ellos. Fuélos tanteando y, habiéndolos sospesado, ni tomó la corona ni
-la tiara ni el capelo ni la mitra; sino una medianía, teniéndola por
-única felicidad.
-
-Viendo esto el soldado, llegóse á él y rogóle le alcanzase un bastón de
-aquéllos y el cortesano un oficio.
-
-Preguntóle si quería ser ayuda de cámara. Y él dijo:
-
-De cámara no; de mesa sí.
-
-Mas no se halló tal plaza, que era muerta.
-
-Dábale una tenencia de la guarda. Tampoco la aceptó, por ser oficio de
-coscorrones, de más ruido que provecho.
-
-Toma, pues, esta llave capona.
-
-¿Y cómo comeré yo sin dientes? No te canses en buscarme oficio en
-palacio, que todo es ser mozo; búscame un gobierno allá en Indias y
-mejor cuanto más lejos.
-
-Al estudiante le alcanzó su beneficio. Para Critilo y Andrenio un
-espejo de desengaños.
-
-Mas ya en esto tocaron á despejar, el Tiempo con su muleta, la Muerte
-con su guadaña, el Olvido con su pala, la Mudanza dando temerarios
-empellones, el Disfavor puntapiés, la Venganza mojicones.
-
-Comenzaron á rodar unos y otros por una y otra parte. Que para el caer
-no había sino una grada y ésa deslizadero; todo lo demás era un despeño.
-
-Cómo salieron deste común riesgo nuestros dos peregrinos de la vida,
-que lo mejor del correr es el parar bien y lo más dificultoso de la
-ventura es el buen dejo, ése será el principio de la Crisi siguiente.
-
-
-
-
-TABLA
-
-
- Páginas
-
- PRÓLOGO VII
-
-
- PRIMERA PARTE
-
- CRISI I.--Náufrago Critilo, encuentra con
- Andrenio, que le da prodigiosamente razón de sí. 7
-
- CRISI II.--El gran teatro del universo. 14
-
- CRISI III.--La hermosa naturaleza. 23
-
- CRISI IV.--El despeñadero de la vida. 35
-
- CRISI V.--Entrada del mundo. 50
-
- CRISI VI.--Estado del siglo. 62
-
- CRISI VII.--La fuente de los engaños. 79
-
- CRISI VIII.--Las maravillas de Artemia. 98
-
- CRISI IX.--Moral anatomía del hombre. 112
-
- CRISI X.--El mal paso del salteo. 128
-
- CRISI XI.--El golfo cortesano. 143
-
- CRISI XII.--Los encantos de Falsirena. 161
-
- CRISI XIII.--La feria de todo el mundo. 177
-
-
- SEGUNDA PARTE
-
- CRISI I.--Reforma universal. 199
-
- CRISI II.--Los prodigios de Salastano. 216
-
- CRISI III.--La cárcel de oro y calabozos
- de plata. 234
-
- CRISI IV.--El museo del discreto. 254
-
- CRISI V.--Plaza del populacho y corral
- del vulgo. 274
-
- CRISI VI.--Cargos y descargos de la Fortuna. 289
-
-
-
-
- _Acabóse de imprimir esta edición
- de “El Criticón” en la
- imprenta “Renacimiento”
- el día 25 de
- Abril del año
- MCMXIII_
-
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of El criticón (tomo 1 de 2), by
-Baltasar Gracián y Morales
-
-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL CRITICÓN (TOMO 1 DE 2) ***
-
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-Produced by Ramón Pajares Box and the Online Distributed
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-
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-even without complying with the full terms of this agreement. See
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-electronic works. See paragraph 1.E below.
-
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-Foundation" or PGLAF), owns a compilation copyright in the collection
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-States. If an individual work is unprotected by copyright law in the
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-Gutenberg-tm concept of a library of electronic works that could be
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- El criticón (tomo 1 de 2), by Baltasar Gracián&mdash;A Project Gutenberg eBook
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-/* Transcriber's notes */
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- </head>
- <body>
-
-
-<pre>
-
-Project Gutenberg's El criticón (tomo 1 de 2), by Baltasar Gracián y Morales
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and
-most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms
-of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at
-www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you'll
-have to check the laws of the country where you are located before using
-this ebook.
-
-
-
-Title: El criticón (tomo 1 de 2)
-
-Author: Baltasar Gracián y Morales
-
-Editor: Julio Cejador y Frauca
-
-Release Date: July 18, 2020 [EBook #62691]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: UTF-8
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL CRITICÓN (TOMO 1 DE 2) ***
-
-
-
-
-Produced by Ramón Pajares Box and the Online Distributed
-Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was
-produced from images generously made available by The
-Internet Archive/Canadian Libraries)
-
-
-
-
-
-
-</pre>
-
-
-<div class="front">
- <hr class="full" />
- <p><a href="#tnote">Nota de transcripción</a></p>
- <p><a href="#ToC">Índice</a></p>
- <h1 class="faux">El criticón</h1>
-</div>
-
-<div class="screenonly">
- <hr class="chap" />
- <div class="figcenter">
- <img class="thin"
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- style="width: 28em; height: auto;"
- alt="Cubierta del libro" />
- </div>
-</div>
-
-<div class="aftit pt3">
- <hr class="chap0" />
- <div class="figcenter">
- <img src="images/illo_a001.jpg"
- style="width: 9em; height: auto;"
- alt="Logotipo del editor" />
- </div>
-</div>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter">
-<div class="caja">
-
-<p class="centra fs140 ws1">BIBLIOTECA RENACIMIENTO</p>
-<p class="centra fs90 ws1 mt05">DIRIGIDA POR</p>
-<p class="centra fs120 g2 ws1 mt0"><i>G. MARTÍNEZ SIERRA</i></p>
-
-<p class="centra fs90 ws1 mt05">COLECCIÓN DE</p>
-<p class="centra fs140 ws1 mt0">OBRAS MAESTRAS<br />
-DE LA LITERATURA UNIVERSAL</p>
-
-<div class="figcenter">
- <img src="images/illo_a002.jpg"
- style="width: 5em; height: auto;"
- alt="Viñeta ornamental" />
-</div>
-
-<p class="centra ws1 mt1">LA EDICIÓN Y COMENTARIO</p>
-
-<p class="estrecho ws1">DE LOS TEXTOS CLÁSICOS ESPAÑOLES, LA TRADUCCIÓN
-DE LOS EXTRANJEROS Y LOS PRÓLOGOS DE UNOS Y OTROS ESTÁN Á CARGO DE
-EMINENTES ESCRITORES, CRÍTICOS Y ERUDITOS, LOS MÁS COMPETENTES EN LA
-MATERIA:</p>
-
-<p class="estrecho ws1 mt05"><i>GABRIEL ALOMAR, AZORÍN, PÍO BAROJA,
-JACINTO BENAVENTE, BERNARDO G. DE CANDAMO, AMÉRICO CASTRO, JULIO
-CEJADOR, ENRIQUE DÍEZ-CANEDO, FERNANDO FORTÚN, RICARDO FUENTE, VICENTE
-GARCÍA DE DIEGO, J. GÓMEZ OCERÍN, FRANCISCO A. DE ICAZA, JUAN R.
-JIMÉNEZ, RICARDO LEÓN, EDUARDO MARQUINA, G. MARTÍNEZ SIERRA, FRANCISCO
-MEDINA, ENRIQUE DE MESA, ANTONIO PALOMERO, R. PÉREZ DE AYALA, JACINTO
-O. PICÓN, CIPRIANO RIVAS CHERIF, FRANCISCO RODRÍGUEZ MARÍN, VÍCTOR
-SAID-ARMESTO, EUGENIO SELLÉS, RAMÓN M. TENREIRO, MIGUEL DE UNAMUNO,
-FRANCISCO F. VILLEGAS. ETC., ETC.</i></p>
-
-<p class="centra fs90 ws1 mt05"><span class="fs110 g1">LA PARTE
-ARTÍSTICA</span><br /> DE ESTAS EDICIONES ESTÁ ENCOMENDADA AL ILUSTRE
-DIBUJANTE<br /> <span class="fs110 g1"><i>FERNANDO MARCO</i>.</span></p>
-
-</div>
-</div>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="aftit">
- <p><span class="pagenum" id="Page_ii">p. ii</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img class="thick"
- src="images/illo_b002.jpg"
- style="width: auto; height: 37em;"
- alt="Retrato de Gracián" />
- </div>
- <p class="caption ws1">
- <big>RETRATO DEL P. BALTASAR GRACIÁN</big><br />
- <small>SACADO DEL LIENZO QUE PERTENECIÓ AL</small><br />
- COLEGIO DE LOS PP. JESUÍTAS DE CALATAYUD<br />
- <i>Y HOY ES PROPIEDAD DE D. FÉLIX SANZ DE LARREA</i>.
- </p>
-</div>
-
-<hr class="chap0" />
-
-<div class="aftit">
- <p><span class="pagenum" id="Page_iv">p. iv</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img class="thin"
- src="images/illo_b004.jpg"
- style="width: 25em; height: auto;"
- alt="Primera página de la portada" />
- </div>
- <p class="caption smcap">
- Biblioteca Renacimiento.<br />
- Obras maestras de la literatura universal.
- </p>
-</div>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="aftit">
- <p><span class="pagenum" id="Page_v">p. v</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img class="thin"
- src="images/illo_b005.jpg"
- style="width: 25em; height: auto;"
- alt="Segunda página de la portada" />
- </div>
- <p class="centra fs200 g1 ws1">EL CRITICÓN</p>
- <p class="centra fs75">POR</p>
- <p class="centra fs150 ws1">LORENZO GRACIÁN</p>
- <hr class="tir" />
- <p class="centra fs75 g2">EDICIÓN</p>
- <p class="centra fs75 g2 ws1">TRANSCRITA Y REVISADA</p>
- <p class="centra fs90 g2">POR</p>
- <p class="centra fs110 g2 ws1">JVLIO CEJADOR</p>
- <hr class="tir" />
- <p class="centra fs150 g2">RENACIMIENTO</p>
- <p class="centra ws1"><i>Casa Central</i>: MADRID, <i>Pontejos 3</i></p>
- <p class="centra">SVCVRSALES:</p>
- <p class="centra g1 ws1">BVENOS AIRES, <i>Libertad 170</i><br />
- PARÍS, <i>26, Rue Richelieu</i></p>
-</div>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_0">
- <p><span class="pagenum" id="Page_vii">p. vii</span></p>
- <h2 class="nobreak g2">PRÓLOGO</h2>
-</div>
-
-<p><i>El Padre Baltasar Gracián<a id="FNanchor_1" href="#Footnote_1"
-class="fnanchor">[1]</a> y Morales nació en Belmonte, aldea de
-la ciudad de Calatayud, el 8 de Enero de 1601, de casa y familia
-infanzona. Tuvo por hermanos al P. Felipe Gracián, Clérigo Menor,
-Asistente de su Religión en Roma; al P. Fr. Pedro Gracián, Trinitario,
-que murió en la flor de su edad; al P. Fr. Raimundo Gracián, Carmelita
-Descalzo. Varones todos religiosos y literatos, como se ve en su</i> Arte
-de Ingenio y Agudeza, <i>Disc. 20, 13, 32 y 53. En el 25 dice que él se
-crió en Toledo en casa de su tío el Licenciado Antonio Gracián. Enseñó
-en la Compañía de Jesús letras humanas, filosofía y teología con el
-crédito que puede suponerse.</i></p>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_1"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_1">[1]</a></span> En la partida de bautismo se halla
-escrito <i>Galacián</i>, como todavía llama por Calatayud la gente del
-pueblo á la familia <i>Gracián</i>, que aún dura en la comarca.</p>
-
-</div>
-
-<p><i>Exacto religioso, celoso en los cargos de su profesión, grande
-orador, sabio filósofo, discreto, ingenioso y agudo sobre todo
-encarecimiento. Tan dulce y suave en el numen poético como en la
-ciencia y en la práctica del gobierno.</i></p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_viii">p. viii</span><i>Tuvo por
-íntimos amigos á Manuel de Salinas, á Francisco Andrés de Ustarroz,
-el Solitario, y al famoso anticuario oscense Vincencio Juan de
-Lastanosa, el cual, según testimonio de su hijo Vincencio Antonio<a
-id="FNanchor_2" href="#Footnote_2" class="fnanchor">[2]</a>, publicó en
-Huesca las obras de Gracián contra la voluntad de su autor.</i></p>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_2"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_2">[2]</a></span> <i>Revista de Archivos</i>, t. VIII, 1877,
-p. 30.</p>
-
-</div>
-
-<p><i>Fué Rector del Colegio de Tarragona y murió en el de Tarazona el 6
-de Diciembre de 1658, de edad de cincuenta y ocho años.</i></p>
-
-<p><i>Al pie del retrato del P. Gracián, que se hallaba en el claustro
-del Colegio de los PP. Jesuítas de Calatayud, y que hoy posee D. Félix
-Sanz de Larrea y reproducimos en esta edición, se lee:</i></p>
-
-<p xml:lang="la" lang="la">“<i>P. Balthasar Gracian ut iam ab ortu
-emineret in Bellomonte natus est prope Bilbilim, confinis Martiali
-patria, proximus ingenio, ut profunderet adhuc xristianas argutias
-Bilbilis, quae poene exhausta videbatur in aethnicis. Ergo augens
-natale ingenium innato acumine, scripsit</i> Artem ingenii <i>et arte fecit
-scibile, quod scibiles facit artes. Scripsit item</i> Artem prudentiae <i>et
-a se ipso artem didicit. Scripsit</i> Oraculum <i>et voces suas protulit.
-Scripsit</i> Disertum <i>ut se ipsum describeret. Et ut scriberet</i> Heroem
-<i>heroica patravit. Haec et alia eius scripta Mecenates Reges habuerunt,
-Iudicem admirationem, Lectorem Mundum, Tipographum Aeternitatem. <span
-class="pagenum" id="Page_ix">p. ix</span>Philippus 4<sup>s</sup> saepe
-illius argutias inter prandium versabat, ne deficerent sales regiis
-dapibus. Sed qui plausus excitaverat calamo, deditus Missionibus
-excitavit planctus verbo, excitaturus desiderium in morte, qua raptus
-est 6 Decemb. 1658, sed aliquando extinctus aeternum lucebit.</i>”</p>
-
-<p><i>Las obras de Gracián son:</i></p>
-
-<blockquote>
-
-<p>1. <i>El Criticón. Primera Parte en la Primavera de la Niñez y en el
-Estío de la Juventud.</i> En Madrid 1650. Publicólo antes D. Vincencio
-Juan de Lastanosa, amigo del autor, como escribe D. Vincencio Antonio
-de Lastanosa, hijo de aquel insigne literato y anticuario, en su
-manuscrito <i>Habilitación de las Musas</i>. Lo mismo hizo con la segunda y
-tercera partes.</p>
-
-<p>2. <i>El Criticón. Segunda Parte. Juiciosa y cortesana Filosofía en el
-Otoño de la varonil edad.</i> En Huesca por Juan Nogués, 1653.</p>
-
-<p>3. <i>El Criticón. Tercera Parte. En el Invierno de la Vejez.</i> En
-Huesca 1653.</p></blockquote>
-
-<p><i>Las tres partes de</i> El Criticón <i>se imprimieron en dos tomos en
-Madrid 1664 por Pablo de Val y en Barcelona el mismo año por Antonio
-Lacavallería</i>.</p>
-
-<blockquote>
-
-<p>4. <i>El Héroe.</i> En Madrid 1630. En Huesca publicado por Lastanosa en
-1637.</p>
-
-<p>5. <i>Agudeza y Arte de Ingenio.</i> Imprimióse en Huesca dos veces, años
-de 1648 y 1649.</p>
-
-<p>6. <i>El Discreto.</i> Publicólo Lastanosa en Huesca 1645. Se reimprimió
-en Bruselas, 1665.</p>
-
-<p>7. <i>El Político Don Fernando el Católico</i>, publicado por Lastanosa
-en Zaragoza, año de 1640.</p>
-
-<p>8. <i>Oráculo Manual y Arte de Prudencia</i>, sacado de los Aforismos de
-las Obras de Lorenzo Gracián. Diólo á luz Lastanosa en Huesca, año de
-1647, edición que se desconoce; hay otra anterior á la de Madrid de
-1653.</p>
-
-<p>9. <i>Meditaciones varias para antes y después de la Sagrada Co<span
-class="pagenum" id="Page_x">p. x</span>munión</i>, que salieron con el
-nombre de su autor, siendo Catedrático de Escritura, con el título de
-<i>Comulgatorio</i> y se imprimió en Zaragoza el 1655.</p>
-
-<p>10. <i>Máximas del P. Baltasar Gracián con respuestas á los Críticos
-del Hombre Universal</i>, que se estampó en París.</p>
-
-<p>11. <i>El Varón Atento</i>, de que hace mención el autor en el <i>Arte de
-Ingenio</i> y en el <i>Discreto</i>.</p>
-
-<p>12. <i>Selvas de todo el año en verso</i>, que se publicaron por primera
-vez con las demás obras en Barcelona, 1734.</p>
-
-<p>13. <i>Diversos Poemas</i>, que corren divididos.</p></blockquote>
-
-<p><i>Juntas todas estas obras se publicaron más tarde varias veces
-dentro y fuera de España, entre ellas en Madrid por Pablo de Val, en
-dos tomos, año 1664, Barcelona 1664, Amberes 1725, Barcelona 1757,
-Madrid 1773.</i></p>
-
-<p><i>En todas ellas, en vez de su propio nombre Baltasar, salió el
-de Lorenzo Gracián, no se sabe la causa. Tal vez lo puso su editor
-Lastanosa, ya que las publicaba á disgusto de la modestia de su autor y
-aludiendo á S. Lorenzo, natural de Huesca.</i></p>
-
-<p><i>Bien definió el vulgo el que lo definió: “El vulgo no es otra
-cosa, que una sinagoga de ignorantes presumidos y que hablan más de
-las cosas, cuanto menos las entienden.” Y no miréis al vestido ni á
-los zapatos para tener á uno por del vulgo. “Aunque sea un príncipe,
-en no sabiendo las cosas y queriéndose meter á hablar dellas, á dar
-su voto en lo que no sabe ni tiene, al punto se declara hombre vulgar
-y plebeyo”. De estos hombres vulgares, que pasan por sabios y sonlo á
-veces en otras cosas, escribió el mismo autor: “Si dan en alabar á uno,
-si una vez cobra fama,<span class="pagenum" id="Page_xi">p. xi</span>
-aunque se eche después á dormir, él ha de ser un gran hombre. Aunque
-ensarte después cien mil disparates, dicen que son sutilezas y que es
-la primera cosa del mundo. Todo es que den en celebrarle. Y por el
-contrario, á otros, que estarán muy despiertos, haciendo cosas grandes,
-dicen que duermen y que nada saben”.</i></p>
-
-<p><i>Esto último le sucedió al autor de los renglones aquí citados, al
-satírico más hondo que ha criado España, al ignorado Baltasar Gracián.
-Por nebuloso é incomprensible se le califica, aunque ingenioso y sutil.
-Sin que yo ni nadie alcance á casar estos dos extremos de</i> ingenioso
-<i>é</i> incomprensible, <i>de</i> sutil <i>y</i> nebuloso. <i>Porque si la sutileza y
-el ingenio no sirven para ver y hacer ver claramente las cosas, sino
-antes para verlas y hacerlas incomprensibles y nebulosas, son una bien
-triste cualidad.</i></p>
-
-<p><i>Lo que hay es que tan excelso ingenio como el de Gracián vuela muy
-alto para el vulgo, y el vulgo, según la definición que de él mismo
-hemos visto, abraza á más personajes, no sólo personillas, de lo que
-parece.</i></p>
-
-<p><i>Yo apuesto que, si aquí asiento que Quevedo es mucho menos hondo,
-más superficial, menos filósofo que Gracián, los más de mis lectores
-lo echarán á exageración. Perdonen esos lectores, por muchos que sean,
-que les meta en la docena de ese vulgo y que me atreva á apuntarles,
-con todo el respeto que les debo, pero con toda la sinceridad que no
-menos les debo á ellos y me debo á mí mismo, que juzgan de Gracián
-y de Quevedo por lo que han oído, no por<span class="pagenum"
-id="Page_xii">p. xii</span> propio juicio: lo cual es cabalmente lo
-propio del vulgo.</i></p>
-
-<p><i>¿Qué alaban, qué desalaban? “Hablaba uno por boca de ganso y otro
-murmuraba con hocico de puerco”, repetiré con el mismo Gracián. El
-cual, como escondido jesuíta, que escribía en su rincón, sin meter la
-bulla que Quevedo, es para mí, sin quitarle nada á Quevedo, más grande
-que él; aunque para el vulgo fuera uno de los que dormían y sólo era
-sonado por su</i> Agudeza y Arte de ingenio. <i>El vulgo trompeteó esta
-obra de arte filosófico y no entendió ni pregonó</i> El Criticón, <i>obra
-de filosofía artística. En la una se muestra filósofo tratando acerca
-de la retórica y del arte, en la otra se muestra artista y escritor
-consumado tratando acerca de la más honda filosofía.</i></p>
-
-<p><i>Quevedo, dice Farinelli, es inferior á Gracián en la profundidad,
-en la energía, en la originalidad del pensamiento filosófico. Quevedo
-tiene ideas geniales, que parecen y desaparecen como relámpagos.
-Gracián tiene ideas completas, fijas, duraderas. Quevedo toca sin
-penetrar, lleva consigo gran parte de la ciencia escolástica, se apoya
-con preferencia en otras autoridades, sacrifica voluntariamente su
-propio juicio, su razón y su lógica, sofoca el escepticismo al nacer
-en su ánimo, apenas se le pone la infalible é indiscutible tradición
-católica. No conoce ni regla ni sistema. Tiene menor capacidad y
-firmeza de pensamiento que Gracián y á la vez menos gusto. En Quevedo
-hay exuberancia de fantasía, en Gracián de reflexión. Quevedo es más
-poeta, Gracián más filósofo.</i></p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_xiii">p. xiii</span><i>Hago mío el
-juicio que él mismo da de Quevedo, en el cual se verá cómo escribía
-el filósofo aragonés: “Acertó á sacar unas (hojas) de tal calidad,
-que al mismo punto los circunstantes las apetecieron y unos las
-mascaban, otros las molían y estaban todo el día sin parar, aplicando
-el polvo á las narices.—Basta, dijo: que estas hojas de Quevedo son
-como las del tabaco, de más vicio que provecho, más para reir que para
-aprovechar.”</i></p>
-
-<p><i>Las hojas de</i> El Criticón <i>ni las han apetecido ni menos mascado
-las gentes vulgares: son más para aprovechar y llorar, que para reir
-y enviciar las narices. Schopenhauer, que buscaba el provecho y el
-lloro, no el vicio ni la risa, fué el primero que las alabó y de
-ellas se aprovechó. Los españoles “abrazan todos los estranjeros,
-pero no estiman los propios”. Bien ha sido menester venga un alemán á
-descubrirnos al vulgo de los españoles lo que no sabíamos apreciar.</i></p>
-
-<p><i>Gracias que en el correr de los siglos el vulgo se hunde é hinca
-el pico para siempre jamás y los que verdaderamente entienden, por
-poquísimos que sean, con el andar de la Historia van haciéndose
-muchos y sus escritos siguen hablando á las nuevas generaciones. Es
-el triunfo, que el tiempo da á la verdad, encargándose á la vez de ir
-tapando la boca al vulgacho, harto de oirle vocear necedades los pocos
-días que de vida le concede.</i></p>
-
-<p><i>Alcanza el mal sino hasta á los más esclarecidos ingenios. Pocos
-tan desconocidos y olvidados como el gran filó<span class="pagenum"
-id="Page_xiv">p. xiv</span>sofo aragonés, con ser bien pocos los que
-en España y aun fuera de ella puedan serle comparados. Fué demasiado
-hombre para un tiempo en que el ingenio español había bastardeado en
-ingeniosidad de bambolla, de palabrería huera, de burbujas de jabón.
-El culteranismo, el gongorismo carcomía y tranzaba el recio y frondoso
-árbol de la literatura.</i></p>
-
-<p><i>Cada hombre es, en la mitad por lo menos, hijo de su tiempo.
-Gracián, arrastrado por la ley de naturaleza, también iba á serlo.
-Metióse á retórico, como los demás; pero, como no era cual los
-demás, sin dejar de ser de su tiempo, sobrepujó á todos y, en vez
-del culteranismo palabrero y hueco, sin sustancia, su obra retórica
-ensalzó lo único de bueno y verdadero, que en aquella desviación del
-gusto literario yacía sin echarlo nadie de ver, la</i> Agudeza y Arte de
-ingenio. <i>Dote, ciertamente del arte de escribir; pero que los tiempos
-aquellos le hicieron creer á Gracián era la única ó principal. En
-esto estuvo el error, que para mí más ha de atribuirse á su siglo,
-que al autor mismo. Todos le reconocieron como un maestro; aunque su
-escuela distaba tanto de la de Góngora como el alma del cuerpo, la
-sustancia del accidente, el concepto de la palabra: era la escuela
-conceptista, de la ingeniosidad del pensamiento, harto diferente de
-la fantasmagórica del retruécano, del puro juego de palabras, de la
-extravagancia de la metáfora.</i></p>
-
-<p><i>Aun en su yerro fué grande.</i></p>
-
-<p><i>Pusiéronle en las nubes y, cuando quiso aplicar su penetración,
-erudición, experiencia y maravillosas dotes de<span class="pagenum"
-id="Page_xv">p. xv</span> pensador á una obra honda de crítica moral,
-ya nadie le entendió. Andaban á pájaros y no vieron al gran filósofo,
-la cabeza baja, la mano en la mejilla. Hablaba como sabio á necios. El
-gusto se desvahaba en nubes sin sustancia.</i></p>
-
-<p><i>Medio siglo después llegó el seudo-clasicismo de Francia con
-su regla y compás, con su tijera, hecha á recortar los evónimos y
-boneteros de los jardines de Versalles. Al cesto fueron de un golpe
-cuantos libros se habían escrito y leído en España durante dos
-centurias, por no compasarse con tan menguado compás y regla. Á vueltas
-iban también los feos y raquíticos tomos de</i> El Criticón, <i>infamemente
-salidos de las prensas de Huesca y que no había leído nadie.</i></p>
-
-<p><i>Pero en sonando que suene una vez la voz del ingenio, tarde
-ó temprano recude de una ú otra parte. Esta vez recudió de
-Alemania. Cristiano Enrico Postel en su epístola</i> De linguae
-Hispanae difficultate, elegantia et utilitate, <i>llamaba á fines
-del siglo</i> <span class="asc">XVII</span> <i>á Gracián “<span
-xml:lang="la" lang="la">unicus</span>”, “<span xml:lang="la"
-lang="la">summus</span>”, añadiendo: “<span xml:lang="la"
-lang="la">Huius viri sunt libri, quibus in eo genere orbis terrarum
-nil maius vidit. In stylo enim illo nemo tersior, in phrasibus nemo
-uberior, in metaphoris nemo iudiciosior, in maiestate nemo sublimior,
-in allusionibus nemo felicior.</span>” En Alemania cayó la semilla
-de</i> El Criticón <i>como en tierra bien aparejada y dió sus frutos en
-los grandes pensadores que la ilustraron. Ha tratado este asunto
-Karl Borinski en su obra</i> Baltasar Gracian und die Hofliteratur in
-Deutschland, <i>Halle 1894. Obra que además<span class="pagenum"
-id="Page_xvi">p. xvi</span> dió pie al gran erudito italiano y
-devotísimo de las cosas españolas Arturo Farinelli para escribir en
-la</i> Revista crítica de historia y literatura españolas, portuguesas é
-hispano-americanas <i>(año I, n. 2) un estudio crítico sobre Gracián, tan
-acabado, que harto mejor partido fuera haberlo puesto aquí en lugar de
-este malaliñado prólogo. Tomémosle al menos sus últimas palabras.</i></p>
-
-<p>“<i>No ha sido gloria pequeña de Gracián la de haber cautivado, en
-el atormentadísimo siglo que ahora baja al sepulcro, el corazón y la
-fantasía de Schopenhauer, el grande escudriñador pesimista de las
-quimeras humanas. Ni Gracián siquiera, el jesuíta solitario, apartado
-siempre de los torbellinos del mundo, destilando de su cerebro y de la
-sabiduría de sus libros favoritos la ciencia de la vida, la ciencia del
-hombre, que expuso con sagacidad deslumbradora en breves tratados y
-en la alegoría verdaderamente inmortal de</i> El Criticón, <i>el moralista
-agudo y amargo, convencido de la vanidad inmensa de todas las cosas
-humanas, ni Gracián, digo, hubiera soñado, aun en los más halagadores
-sueños, llegar á tal punto con sus doctrinas y fecundar, á la
-distancia de dos siglos, la ciencia y la experiencia de otros geniales
-pensadores.</i>”</p>
-
-<p>“<i>¿Puede llegar á más nuestra desdicha?, decía Feijóo en 1751.
-Ó por mejor decir, ¿puede llegar á más nuestro oprobio, que el que
-los mismos extranjeros nos den en rostro con la desestimación de
-nuestros escogidos autores?</i>”—<i>Sí, había que responderle. La desdicha
-de los españoles<span class="pagenum" id="Page_xvii">p. xvii</span>
-del siglo</i> <span class="asc">XX</span> <i>llega más allá. Sin el
-menor sonrojo han oído á los sabios alemanes é italianos, ingleses
-y franceses echárselo en cara, se han encogido de hombros y no han
-pensado en abrir</i> El Criticón, <i>de Gracián. Y hablo no de la plebe:
-para la plebe no son las obras de los grandes pensadores. ¿Cuántas
-personas cultas, cuántos literatos lo han leído? Cada uno de mis
-lectores sabe de sí. ¡Qué extraño es nos vengan después con que no ha
-habido pensamiento ni pensadores en España! No ha faltado quien ha
-dicho sobre el particular la última palabra de la desidia española:
-¡Rarezas de Schopenhauer! Así se ha respondido á la frase aquella
-del famoso filósofo alemán, escribiendo á Keil en 1832: “Mi escritor
-favorito es este filosófico Gracián. He leído todas sus obras. Su</i>
-Criticón <i>es para mí uno de los mejores libros del mundo. De buena gana
-lo traduciría, si hallara un editor para imprimirlo.”</i></p>
-
-<p><i>Las fuentes de donde bebió Gracián fueron tantas, que enzarzada
-tarea echará sobre sí el que emprenda comentarlo. Hombre de variadísima
-lectura, escudriñó en su lengua original los grandes pensadores griegos
-y romanos, el enjambre de políticos y moralistas, que se dieron en
-España durante los siglos</i> <span class="asc">XVI</span> <i>y</i> <span
-class="asc">XVII</span> <i>y, sobre todo, los más famosos entre los
-italianos. Aprovechóse de Platón, Aristóteles, Plutarco, Luciano,
-Tácito, Marcial y Séneca, entre los clásicos; de Guevara, Fox Morcillo</i>
-(Regni Regisque institutione, <i>1556</i>), <i>Ginés de Sepúlveda</i> (De
-Regno et Regis officiis, <i>1571</i>), <i>Juan de Torres</i> (Filosofía moral
-de prínci<span class="pagenum" id="Page_xviii">p. xviii</span>pes,
-<i>1576</i>), <i>Alonso de Barros</i> (Filosofía cortesana moralizada, <i>1587</i>),
-<i>C. de Bobadilla</i> (Política para corregidores y señores de vasallos
-en tiempos de paz y de guerra, <i>1597</i>), <i>M. de Carvalho</i> (Espejos
-de Príncipes y Ministros, <i>1598</i>), <i>Juan Márquez</i> (El Gobernador
-cristiano, <i>1612</i>), <i>Juan de Salazar</i> (Política española, <i>1619</i>),
-<i>Francisco de Barreda</i> (El mejor Príncipe Trajano Augusto, <i>1622</i>),
-<i>Claudio Clemente</i> (Machiavellismus iugulatus, <i>1637</i>), <i>Diego Niseno</i>
-(El gran padre de los creyentes Abrahan, El Político del cielo,
-<i>1636-8</i>), <i>Mariana</i> (De Rege), <i>Agustín de Rojas</i> (Buen repúblico),
-<i>José Micheli Márquez</i> (Deleite y amargura de las dos cortes, celestial
-y terrena, <i>1642</i>), <i>Quevedo, Antonio López de Vega, Pedro Fernández de
-Navarrete, Juan Eusebio Nieremberg, Vera y Zúñiga, Padilla Manrique</i>
-(Idea de nobles y sus desempeños en aforismos, <i>1637-44</i>), <i>Antonio
-Pérez</i> (Norte de príncipes, Aforismos), <i>Saavedra Fajardo, Alonso de
-Ledesma, etc., etc., de entre los españoles; del Petrarca, Boscán,
-Maquiavelo, Alciato, Giovio, Doni, Guicciardini, Bentivoglio, Birago,
-Siri, y, sobre todo, de Malvezzi, Botero y Boccalini, entre los
-italianos.</i></p>
-
-<p><i>Pero “el mejor libro del mundo es el mismo mundo”, decía el mismo
-Gracián. Sus amigos Ustarroz, Lastanosa, Manuel de Salinas, llevábanle
-libros, que nunca hartaban su sed de leer; empero el hondo conocimiento
-del mundo, que supo pintar como nadie, los desengaños de la vida, la
-infelicidad humana en los vaivenes de la fortuna y hasta en<span
-class="pagenum" id="Page_xix">p. xix</span> sus más soterradas raíces,
-los disparates de los hombres, el reinado de la injusticia señoreándolo
-todo, la verdadera sabiduría, que desprecia los bienes aparentes y se
-yergue armada de valor y ceñido el corazón de santa saña para pelear
-oponiendo la</i> milicia <i>á la</i> malicia, <i>sin dejarse vencer á vista del
-poder del mal, todo eso no lo aprendió Gracián en los libros, que en
-los libros nadie lo aprendió; sino en las misiones á que á veces se
-dedicó, en la soledad y apartamiento á tiempos de los hombres, en la
-viva penetración de su poderosa inteligencia, en la nobleza y reciura
-aragonesa de su corazón.</i></p>
-
-<p><i>Y en esto se parece á Nietzsche, más bien que á los grandes
-pesimistas Spinoza, Leopardi, Schopenhauer y Hartmann, de cuya
-filosofía dice con razón Farinelli ser la de Gracián el primer eslabón
-de la cadena. No se abate ni se somete y rinde el fiero aragonés á la
-resignación ni al quietismo, no quiere sufrir ni tolerar tan triste
-destino; sino que salta colérico, afila sus armas y se lanza denodado
-á la lucha de la vida, porque sabe que sólo el héroe, el esforzado
-combatiente, alcanza la victoria.</i></p>
-
-<p><i>¿Cómo el hombre tiene que acometer á sus enemigos en la vida,
-cuáles cualidades del ánimo y del entendimiento tiene que desarrollar
-con preferencia, en cuál manera debe guiar su frágil navecilla en este
-borrascoso mar para llegar seguro al puerto, al sosiego deseado, á la
-quietud y al descanso? Tal es el problema, en cuya solución empeñó
-Gracián su pluma, intentando formar el varón perfecto y aca<span
-class="pagenum" id="Page_xx">p. xx</span>bado, que se levante sobre
-el vulgo, discreto en el pensar, ingenioso en el decir, héroe en el
-obrar.</i></p>
-
-<p><i>Si realismo es llevar al arte lo que hay de hecho en la realidad,
-aunque tamizado por el cerebro del artista, Gracián nada tiene de
-artista realista. No trae nada de fuera; lo saca de dentro, de su
-poderosa imaginación. Todos son símbolos, virtudes, vicios, cualidades
-personificadas, ya en personajes históricos, ya en puramente
-fantásticos. Las escenas en que tercian estos personajes simbólicos no
-son menos hijas de la fantasía de Gracián. Con todo es tal la preñez
-de realidad y de vida, que en la cabeza de este filósofo y artista
-soberano engendra personajes y escenas de pura fantasía, que bullen y
-hablan como si fueran personas de carne y hueso, solo que condensan
-los vicios, las virtudes, los conceptos abstractos, como no pudieran
-condensarlos los personajes reales. Es artista, no de fuera adentro,
-como los realistas; sino de dentro á fuera, como los verdaderos
-filósofos.</i></p>
-
-<p><i>Pero para Platón lo únicamente real son las ideas, de las cuales
-los hombres y las cosas son puras sombras, que de ellas participan
-y por ellas son y viven, como viven y son las sombras por reflejar
-los seres reales. Los personajes de Gracián no son otros que las
-ideas platónicas y en este sentido más reales que los de los artistas
-realistas. No son condensaciones teatrales, muñecos tiesos, movidos
-siempre por resorte y torpe, esquinadamente, porque no parece han
-salido de la condensación de las cualidades de los seres vi<span
-class="pagenum" id="Page_xxi">p. xxi</span>vos en un seco concepto;
-sino que metidos esos seres en la fragua del ingenio filosófico de
-Gracián, han brotado de ella en su primitiva forma de ideas platónicas,
-anteriores á la realidad.</i></p>
-
-<p><i>Este simbolismo lo aprendió Gracián, según me sospecho, en la</i>
-Cárcel de Amor, <i>y, sobre todo, en</i> Guzmán de Alfarache, <i>donde hizo
-alguna vez primoroso alarde del género Mateo Alemán. Por eso llamó
-al escritor sevillano el escritor aragonés “el mejor y más clásico
-español”.</i></p>
-
-<p><i>Es Gracián el continuador de Séneca, de Mateo Alemán y de Quevedo,
-como satírico moralista; pero diferénciase de todos ellos por haber
-buscado más en lo hondo, sacando como personajes de su obra las puras
-ideas platónicas y dádoles con todo eso vida en un diálogo tan vivo
-y real como el</i> Guzmán de Alfarache, <i>obra de filósofo realista de
-fuera adentro. Tan variado y ligero es Gracián en su</i> Criticón, <i>como
-en sus</i> Sueños <i>es Quevedo, tan sentencioso y dogmático como en sus</i>
-Epístolas <i>Séneca. Gana á Séneca en lo ceñido, escultural y hondo de
-los dictámenes, á Mateo Alemán en el mismo realismo al modo dicho, á
-Quevedo en lo macizo, sistemático y escéptico de las doctrinas, á todos
-tres en la profundidad filosófica.</i></p>
-
-<p><i>Óigase el juicio de Menéndez y Pelayo<a id="FNanchor_3"
-href="#Footnote_3" class="fnanchor">[3]</a>: “Talento de estilista
-de primer orden, maleado por la decadencia li<span class="pagenum"
-id="Page_xxii">p. xxii</span>teraria, pero así y todo, el segundo de
-aquel siglo en originalidad de invenciones fantástico-alegóricas, en
-estro satírico, en alcance moral, en bizarría de expresiones nuevas
-y pintorescas, en humorismo profundo y de ley, en vida y movimiento
-y efervescencia continua, de imaginación tan varia, tan amena, tan
-prolífica, sobre todo en su</i> Criticón, <i>que verdaderamente maravilla y
-deslumbra, atando de pies y manos el juicio, sorprendido por las raras
-ocurrencias y excentricidades del autor, que pudo no tener gusto, pero
-que derrochó un caudal de ingenio como para ciento.”</i></p>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_3"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_3">[3]</a></span> <i>Ideas estéticas</i>, t. II, vol. II, p.
-535.</p>
-
-</div>
-
-<p><i>Este juicio del maestro me parece atinado, si al llamarle el
-segundo de su siglo miraba á Cervantes, como al primero de él; pero
-no, si miraba á Quevedo. Tampoco admito lo del mal gusto ni las
-excentricidades tratándose de</i> El Criticón, <i>aunque sí tratándose de
-algunas otras de sus obras.</i></p>
-
-<p><i>Algo, muy poco, de la falsa bambolla, propia del tiempo, empaña
-alguna que otra vez el mismo</i> Criticón; <i>pero fuera de esto, el estilo
-es claro y transparente, como no suele serlo en sus obrillas menudas
-de estilo puramente sentencioso, y el lenguaje tan castizo y rico en
-modismos y rodeos castellanos como el de Cervantes, Mateo Alemán y
-Quevedo.</i></p>
-
-<p><i>Cuanto á la profundidad de concepción de la obra total, á la fuerza
-y amargor de la sátira de la sociedad, al escudriñamiento de las almas
-y al conocimiento del mundo y de la vida, de lo cual nada dice Menéndez
-y Pelayo, no<span class="pagenum" id="Page_xxiii">p. xxiii</span> sólo
-es para mí</i> El Criticón <i>la obra más grande escrita en España, pero
-acaso en el mundo entero.</i></p>
-
-<p><i>“Más obran quintas esencias, que fárragos”, decía Gracián, y
-verdaderamente sus obras son quintas esencias. Gran artista de la
-palabra, maestro del arte de hablar le creyeron sus contemporáneos, y
-de hecho</i> El Criticón <i>es un raudal bullente y despeñado, que salta
-de un solo chorro y corre por entre peñascales sin el menor tropiezo,
-arrollándolo todo y cual si deslizase por un cauce de arena. Pero no
-es raudal de retórico desfrenado, no es folla ni soniquete huero;
-es raudal quintesenciado de acendradísimo oro, donde no huelga una
-frase ni desdice un pensamiento de la más elevada filosofía. Cada</i>
-Crisi <i>es un estudio acabado con maestría sin igual y las</i> Crisis
-<i>van creciendo en importancia cada vez mayor, y el teatro de la vida
-humana ensanchándose y las negras tintas, que sombrean las miserias
-de los hombres ennegreciéndose y ensombreciéndose por momentos. Las
-más profundas sentencias de los mayores pensadores han desaguado en</i>
-El Criticón; <i>pero hánse revestido de una tan nueva y desusada forma,
-hánse concentrado en un tan fuerte elixir, que están desconocidas y
-nos muestran el poder de aquel asombroso cerebro, que como ningún
-otro alcanzaba á alquitarar la expresión y dar espíritu á los
-pensamientos.</i></p>
-
-<p><i>Era incapaz un tan hondo filósofo de aderezar una novela, por
-filosófica que fuese, metiendo en una acción y en unos personajes
-particulares la filosofía de la vida, como ella<span class="pagenum"
-id="Page_xxiv">p. xxiv</span> verbeneaba en su cabeza; tuvo que vaciar
-esa filosofía en símbolos condensados, en matrices de novelas, en un
-cuadro fantasmagórico de tanto alcance, que puede servir de clave á
-todas las novelas de hechos particulares, que artistas menos preñados
-de pensamientos y de más vagar que este pensador, verdaderamente
-volcánico, saben tomar de la realidad y describir despaciosamente.</i></p>
-
-<p><i>Torno á repetirlo: Baltasar Gracián es el más grande pensador de la
-raza hispana y uno de los grandes pensadores de la humanidad. Leed</i> El
-Criticón <i>y lo veréis.</i></p>
-
-<p class="firma"><i>JULIO CEJADOR.</i></p>
-
-
-
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1">
- <hr class="chap" />
- <p><span class="pagenum" id="Page_1">p. 1</span></p>
- <p class="centra fs200 g1 ws1">EL CRITICÓN</p>
- <h2 class="nobreak peq ws1">PRIMERA PARTE</h2>
- <p class="centra fs150 ws1">EN LA PRIMAVERA DE LA NIÑEZ<br /> Y EN
- EL ESTÍO DE LA JUVENTUD</p>
- <hr class="chap" />
-</div>
-
-
-<div class="chapter pt3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_3">p. 3</span></p>
- <p class="centra fs140 ws1">Á DON PABLO DE PARADA</p>
- <p class="subh3c ws1">CABALLERO DE CRISTO, GENERAL DE LA ARTILLERÍA
- Y&nbsp;GOBERNADOR DE TORTOSA</p>
-</div>
-
-<p>Si mi pluma fuera tan biencortada como la espada de <abbr
-title="Vuestra Señoría">V. S.</abbr> cortadora, aun pareciera escusable
-la ambición del patrocinio; ya que no llegue á tanto, solicita una muy
-valiente defensa. Nació con V. S. el valor en su patria Lisboa, creció
-en el Brasil entre plausibles bravezas y ha campeado en Cataluña entre
-célebres victorias.</p>
-
-<p>Rechazó V. S. al bravo Mariscal de la Mora en los asaltos, que dió
-á Tarragona por el puesto de San Francisco, que V. S. con su tercio y
-su valor tan bizarramente defendió. Desalojó después al que llamaban el
-invencible Conde de Arcuhurt, sacándole de las trincheras sobre Lérida,
-acometiendo con su regimiento de la Guarda el fuerte real, que ocupó
-y defendió contra el general recelo. Y desta calidad pudiera referir
-otras muchas facciones, aconsejadas primero de la prudencia militar de
-V. S. y ejecutadas después de su gran valor. Emula dél la felicidad,
-le asistió á V. S., siendo General de la flota, para que la condujese
-á España con tanta prosperidad y riqueza. Y de aquí se ha ocasionado
-aquella altercación entre los grandes Ministros, si es V. S. mejor para
-las armadas de mar ó para las de tierra, siendo eminente en todas. Por
-no hacer sospechosas estas verdades, aunque tan sabidas, con el afecto
-de ami<span class="pagenum" id="Page_4">p. 4</span>go, quisiera hablar
-por boca de algún enemigo; pero ninguno le hallo á V. S. Sólo uno que,
-para desconocer obligaciones quiso afectarlo, no pudo. Pues él mismo
-decía, ¡brava cosa!, que: “Quisiera decir mal deste hombre y no hallo
-qué poder decir”.</p>
-
-<p>Pero lo que yo más celebro es que, siendo V. S. hombre tan sin
-embeleco, se haya hecho lugar en la mayor estimación de nuestro
-siglo.</p>
-
-<p>El cielo le prospere. <abbr title="Besa la mano">B. L. M.</abbr> de
-V. S. su más apasionado</p>
-
-<p class="firma"><i>LORENZO GRACIÁN</i></p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_5">p. 5</span></p>
- <p class="centra fs140 ws1">Á QUIEN LEYERE</p>
-</div>
-
-<p>Esta Filosofía cortesana, el curso de tu vida en un discurso,
-te presento hoy, lector juicioso, no malicioso. Y aunque el título
-está ya provocando ceño, espero que todo entendido se ha de dar por
-desentendido, no sintiendo mal de sí.</p>
-
-<p>He procurado juntar lo seco de la filosofía con lo entretenido de la
-invención, lo picante de la sátira con lo dulce de la épica, por más
-que el rígido Gracián lo censure, juguete de la traza en su más sutil
-que provechosa Arte de ingenio. En cada uno de los autores de buen
-genio he atendido á imitar lo que siempre me agradó, las alegorías de
-Homero, las ficciones de Esopo, lo doctrinal de Séneca, lo juicioso de
-Luciano, las descripciones de Apuleyo, las moralidades de Plutarco,
-los empeños de Eliodoro, las suspensiones del Ariosto, las crisis del
-Boquelino y las mordacidades de Barclayo. Si lo habré conseguido,
-siquiera en sombras, tú lo has de juzgar.</p>
-
-<p>Comienzo por la hermosa naturaleza, paso á la primorosa arte y paro
-en la útil moralidad. He dividido la obra en dos partes, treta de
-discurrir lo penado, dejando siempre picado el gusto, no molido.</p>
-
-<p>Si esta primera te contentare, te ofrezco luego la segunda, ya
-dibujada, ya colorida; pero no retocada y tanto más crítica, cuanto son
-más juiciosas las otras dos edades de quienes se filosofa en ella.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1_1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_7">p. 7</span></p>
- <h3 class="g1 ws1">CRISI PRIMERA</h3>
- <p class="subh3c"><i>Náufrago Critilo, encuentra con Andrenio, que le
- da prodigiosamente razón de sí.</i></p>
-</div>
-
-<p>Ya entrambos mundos habían adorado el pie á su universal monarca
-el católico Filipo. Era ya real corona suya la mayor vuelta, que el
-sol gira por el uno y otro hemisferio. Brillante círculo, en cuyo
-cristalino centro yace engastada una pequeña isla ó perla del mar ó
-esmeralda de la tierra. Dióla nombre augusta emperatriz, para que ella
-lo fuese de las islas, corona del océano. Sirve, pues, la isla de Santa
-Elena en la escala del un mundo al otro, de descanso á la portátil
-Europa y ha sido siempre venta franca, mantenida de la divina próvida
-clemencia en medio de inmensos golfos á las católicas flotas del
-oriente.</p>
-
-<p>Aquí, luchando con las olas, contrastando los vientos y más los
-desaires de su fortuna, mal sostenido de una tabla, solicitaba puerto
-un náufrago, monstruo de la naturaleza y de la suerte, cisne en lo ya
-cano y más en lo canoro, que así exclamaba entre los fatales confines
-de la vida y de la muerte: ¡Oh vida!
-
-<span class="sidenote"><i>Vida.</i></span>
-
-¡No habías de comenzar; pero, ya que comenzaste, no habías de acabar!
-No hay cosa más deseada ni más frágil que tú eres y el que una vez
-te pierde, tarde te recupera: desde hoy te estimaría como á perdida.
-Madrastra se mostró la naturaleza con el hombre, pues lo que le quitó
-de conocimiento al nacer, le restituye al morir: allí porque se
-perciban los bienes que se reciben y aquí porque se sientan los males
-que se conjuran.</p>
-
-<p>¡Oh tirano mil veces de todo el ser humano aquel primero,<span
-class="pagenum" id="Page_8">p. 8</span> que con escandalosa temeridad
-fió su vida en un frágil leño al inconstante elemento! Vestido
-dicen que tuvo el pecho de aceros, mas yo digo que revestido de
-hierros. En vano la superior atención separó las naciones con los
-montes y los mares, si la audacia de los hombres halló puentes para
-trasegar su malicia. Todo cuanto inventó la industria humana ha sido
-perniciosamente fatal y en daño de sí misma. La pólvora es un horrible
-estrago de las vidas, instrumento de su mayor ruina y una nave no es
-otro, que un ataúd anticipado. Parecíale á la muerte teatro angosto de
-sus tragedias la tierra y buscó modo cómo triunfar en los mares, para
-que en todos elementos se muriese.</p>
-
-<p>¿Qué otra grada le queda á un desdichado para perecer, después que
-pisa la tabla de un bajel, cadalso merecido de su atrevimiento? Con
-razón censuraba el Catón, aun de sí mismo, entre las tres necedades
-de su vida, el haberse embarcado por la mayor. ¡Oh suerte! ¡Oh cielo!
-¡Oh fortuna! Aun creería que soy algo, pues así me persigues y, cuando
-comienzas, no paras hasta que apuras. Válgame en esta ocasión el valer
-nada, para repetir de eterno.</p>
-
-<p>De esta suerte hería los aires con suspiros, mientras azotaba las
-aguas con los brazos, acompañando la industria con minerva.
-
-<span class="sidenote"><i>Grandes<br /> hombres.</i></span>
-
-Pareció ir sobrepujando el riesgo, que á los grandes hombres los
-mismos peligros ó los temen ó los respetan. La muerte á veces recela
-el emprenderlos y la fortuna los va guardando los aires. Perdonaron
-los aspides á Alcides, las tempestades á César, los aceros á Alejandro
-y las balas á Carlos V. ¡Mas ay!, que, como andan encadenadas las
-desdichas, unas á otras se introducen y el acabarse una es de ordinario
-el engendrarse otra mayor. Cuando creyó hallarse en el seguro regazo de
-aquella madre común, volvió de nuevo á temer que, enfurecidas las olas,
-le arrebataban para estrellarle en uno de aquellos escollos, duras
-entrañas de su fortuna, Tántalo de la tierra, huyéndosele de entre las
-manos, cuando más segura la creía: que un desdichado, no sólo no halla
-agua en el mar, pero ni tierra en la tierra.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_9">p. 9</span>Fluctuando estaba entre
-uno y otro elemento, equívoco entre la muerte y la vida, hecho víctima
-de su fortuna, cuando un gallardo joven, ángel al parecer y mucho más
-al obrar, alargó sus brazos para recogerle en ellos, amarras de un
-secreto imán, si no de hierro, asegurándole la dicha con la vida. En
-saltando en tierra, selló sus labios en el suelo, logrando seguridades
-y fijó sus ojos en el cielo, rindiendo agradecimientos. Fuése luego
-con los brazos abiertos para el restaurador de su vida, queriendo
-desempeñarse en abrazos y en razones. No le respondió palabra el que le
-obligó con las obras; sólo daba demostraciones de su gran gozo en lo
-risueño y de su mucha admiración en lo atónito en el semblante. Repitió
-abrazos y razones el agradecido náufrago, preguntándole de su salud y
-fortuna y á nada respondía el asombrado isleño.</p>
-
-<p>Fuéle variando idiomas de algunos que sabía; mas en vano, pues,
-desentendido de todo, se remitía á las extraordinarias acciones, no
-cesando de mirarle y de admirarle, alternando extremos de espanto y de
-alegría.</p>
-
-<p>Dudara con razón el más atento ser inculto parto de aquellas
-selvas, si no desmintieran la sospecha lo inhabitado de la isla, lo
-rubio y tendido de su cabello, lo perfilado de su rostro, que todo le
-sobrescribía europeo. Del traje no se podían rastrear indicios, pues
-era sola la librea de su inocencia.</p>
-
-<p>Discurrió más el discreto náufrago, si acaso viviría destituído de
-aquellos dos criados del alma, el uno de traer y el otro de llevar
-recados, el oir y el hablar. Desengañóle presto la experiencia, pues
-al menor ruido prestaba atenciones prontas sobre el imitar con tanta
-propiedad los bramidos de las fieras y los cantos de las aves, que
-parecía entenderse mejor con los brutos, que con las personas: tanto
-pueden la costumbre y la crianza. Entre aquellas bárbaras acciones
-rayaba como en vislumbres la vivacidad de su espíritu, trabajando el
-alma, por mostrarse: que donde no media el artificio, toda se pervierte
-la naturaleza.</p>
-
-<p>Crecía en ambos á la par el deseo de saberse las fortunas y<span
-class="pagenum" id="Page_10">p. 10</span> las vidas; pero advirtió el
-entendido náufrago que la falta de un común idioma les tiranizaba esta
-fruición. Es el hablar efecto grande de la racionalidad: que quien no
-discurre, no conversa.
-
-<span class="sidenote"><i>Conversación.</i></span>
-
-Habla, dijo el filósofo, para que te conozca. Comunícase el alma
-noblemente, produciendo conceptuosas imaginaciones de sí en la mente
-del que oye, que es propiamente el conversar. No están presentes los
-que no se tratan ni ausentes los que por escrito se comunican. Viven
-los sabios varones ya pasados y nos hablan cada día en sus eternos
-escritos, iluminando perennemente los venideros. Participa el hablar de
-lo necesario y de lo gustoso. Que siempre atendió la sabia naturaleza
-á hermanar ambas cosas en todas las funciones de la vida. Consíguense
-con la conversación á lo gustoso y á lo presto las importantes
-noticias y es el hablar atajo único para el saber. Hablando los sabios
-engendran otros y por la conversación se conduce al ánimo la sabiduría
-dulcemente.</p>
-
-<p>De aquí es que las personas no pueden estar sin algún idioma común
-para la necesidad y para el gusto. Que aun dos niños, arrojados de
-industria en una isla, se inventaron lenguaje para comunicarse y
-entenderse. De suerte que es la noble conversación hija del discurso,
-madre del saber, desahogo del alma, comercio de los corazones, vínculo
-de la amistad, pasto del contento y ocupación de personas.</p>
-
-<p>Conociendo esto el advertido náufrago, emprendió luego el
-enseñar á hablar al inculto joven y púdolo conseguir fácilmente,
-favoreciéndole la docilidad y el deseo. Comenzó por los nombres de
-ambos, proponiéndole el suyo, que era el de Critilo, imponiéndole á
-él el de Andrenio, que llenaron bien el uno en lo juicioso y el otro
-en lo humano. El deseo de sacar á luz tanto concepto por toda la vida
-repasado y la curiosidad de saber tanta verdad ignorada picaban la
-docilidad de Andrenio.</p>
-
-<p>Ya comenzaba á pronunciar, ya preguntaba y respondía. Probábase
-á razonar, ayudándose de palabras y de acciones. Y tal vez lo que
-comenzaba la lengua lo acababa de exprimir el ges<span class="pagenum"
-id="Page_11">p. 11</span>to. Fuéle dando noticia de su vida á centones
-y á remiendos, tanto más extraña, cuanto menos entendida. Y muchas
-veces se achacaba al no acabar de percibir lo que no se acababa de
-creer. Mas, cuando ya pudo hablar seguidamente y con igual copia de
-palabras á la grandeza de sus sentimientos, obligado de las vivas
-instancias de Critilo y ayudado de su industria, comenzó á satisfacerle
-de esta suerte.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Conocimiento.</i></span>
-
-Yo, dijo, ni sé quién soy ni quién me ha dado el ser ni para qué me le
-dió. ¡Qué de veces y sin voces me lo pregunté á mí mismo, tan necio
-como curioso! Pues, si el preguntar comienza en el ignorar, mal pudiera
-yo responderme. Argüíame tal vez para ver si empeñado me excedería á
-mí mismo. Duplicábame aun no bien singular, por ver si, apartado de mi
-ignorancia, podría dar alcance á mis deseos. Tú, Critilo, me preguntas
-quién yo soy y yo deseo saberlo de ti. Tú eres el primer hombre, que
-hasta hoy he visto y en ti me hallo retratado más al vivo, que en
-los mudos cristales de una fuente, que muchas veces mi curiosidad
-solicitaba y mi ignorancia aplaudía. Mas, si quieres saber el material
-suceso de mi vida, yo te lo referiré, que es más prodigioso, que
-prolijo.</p>
-
-<p>La vez primera, que me reconocí y pude hacer concepto de mí mismo,
-me hallé encerrado dentro de las entrañas de aquel monte, que entre
-los demás se descuella: que aun entre peñascos debe ser estimada la
-eminencia. Allí me ministró el primer sustento una de éstas, que tú
-llamas fieras y yo llamaba madre, creyendo siempre ser ella la que
-me había parido y dado el ser que tengo: corrido lo refiero de mí
-mismo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Niñez.</i></span>
-
-Muy propio es, dijo Critilo, de la ignorancia pueril el llamar á todos
-los hombres padres y á todas las mujeres madres. Y al modo que tú hasta
-una bestia tenías por tal, creyendo la maternidad en la beneficencia,
-así el mundo en aquella su ignorante infancia á cualquier criatura su
-bienhechora llamaba padre y aun le aclamaba Dios.</p>
-
-<p>Así yo, prosiguió Andrenio, creía madre la que me alimen<span
-class="pagenum" id="Page_12">p. 12</span>taba fiera á sus pechos. Me
-crié entre aquellos sus hijuelos, que yo tenía por hermanos, hecho
-bruto entre los brutos, ya jugando y ya durmiendo. Dióme leche diversas
-veces que parió, partiendo conmigo de la caza y de las frutas, que
-para ellos traía. Á los principios no sentía tanto aquel penoso
-encerramiento; antes con las interiores tinieblas del ánimo desmentía
-las exteriores del cuerpo y con la falta de conocimiento disimulaba
-la carencia de la luz, si bien algunas veces brujuleaba unas confusas
-vislumbres, que dispensaba el cielo á tiempos por lo más alto de
-aquella infausta caverna.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>La luz de<br /> la razón.</i></span>
-
-Pero, llegado á cierto término de creer y de vivir, me salteó de
-repente un tan extraordinario ímpetu de conocimiento, un tan grande
-golpe de luz y de advertencia, que revolviendo sobre mí, comencé á
-reconocerme, haciendo una y otra reflexión sobre mi propio ser.</p>
-
-<p>¿Qué es esto?, decía, ¿soy ó no soy? Pero, pues vivo, pues conozco
-y advierto, ser tengo. Mas si soy, ¿quién soy yo? ¿Quién me ha dado
-este ser y para qué me lo ha dado? Para estar aquí metido: ¡grande
-infelicidad sería! ¿Soy bruto como éstos? Pero no, que observo entre
-ellos y entre mí palpables diferencias: ellos están vestidos de pieles,
-yo desabrigado, menos favorecido de quien nos dió el ser.</p>
-
-<p>También experimento en mí todo el cuerpo muy de otra suerte
-proporcionado, que en ellos: yo río y yo lloro, cuando ellos aúllan:
-yo camino derecho, levantando el rostro hacia lo alto, cuando ellos
-se mueven torcidos é inclinados hacia el suelo. Todas éstas son bien
-conocidas diferencias y todas las observaba mi curiosidad y las
-confería mi atención conmigo mismo.</p>
-
-<p>Crecía de cada día el deseo de salir de allí, el conato de ver y
-saber, si en todos natural y grande, en mí como violentado, insufrible;
-pero, lo que más me atormentaba era ver que aquellos brutos, mis
-compañeros, con extraña ligereza trepaban por aquellas inhiestas
-paredes, entrando y saliendo libremente, siempre que querían y que para
-mí fuesen inaccesibles, sintiendo<span class="pagenum" id="Page_13">p.
-13</span> con igual ponderación que aquel gran don de la libertad á mí
-solo se me negase.</p>
-
-<p>Probé muchas veces á seguir aquellos brutos, arañando los peñascos,
-que pudieran ablandarse con la sangre que de mis dedos corría. Valíame
-también de los dientes; pero todo en vano y con daño, pues era cierto
-el caer en aquel suelo, regado con mis lágrimas y teñido con mi sangre.
-Á mis voces y á mis llantos acudían enternecidas las fieras, cargadas
-de frutas y de caza, con que se templaba en algo mi sentimiento y me
-desquitaba en parte de mis penas.</p>
-
-<p>¡Qué de soliloquios hacía tan interiores, que aun este alivio del
-habla exterior me faltaba! ¡Qué de dificultades y dudas trababan
-entre sí mi observación y mi curiosidad, que todas se resolvían en
-admiraciones y en penas!</p>
-
-<p>Era para mí un repetido tormento el confuso ruido de estos mares,
-cuyas olas más rompían en mi corazón, que en estas peñas. ¿Pues qué
-diré, cuando sentía el horrísono fragor de los nublados y sus truenos?
-Ellos se resolvían en lluvia; pero mis ojos en llanto. Lo que llegó ya
-á ser ansia de reventar y agonía de morir era que á tiempos, aunque
-para mí de tarde en tarde, percibía acá fuera unas voces como la tuya,
-al comenzar con grande confusión y estruendo; pero después poco á poco
-más distintas, que naturalmente me alborozaban ó se me quedaban muy
-impresas en el ánimo.</p>
-
-<p>Bien advertía yo que eran muy diferentes de las de los brutos, que
-de ordinario oía. Y el deseo de ver y de saber quién era el que las
-formaba y no poder conseguirlo me traía á extremos de morir. Poco era
-lo que unas y otras veces percibía; pero discurríalo tan mucho, como de
-espacio.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Concierto de<br /> el Universo.</i></span>
-
-Una cosa puedo asegurarte, en que imaginé muchas veces y de mil modos,
-lo que habría acá fuera, el modo, la disposición, la traza, el sitio,
-la variedad y máquina de cosas, según lo que yo había concebido; jamás
-di en el modo ni atiné con el orden, variedad y grandeza de esta gran
-fábrica, que vemos y admiramos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_14">p. 14</span>¡Qué mucho, dijo
-Critilo, pues, si aunque todos los entendimientos de los hombres, que
-ha habido ni habrá, se juntaran antes á trazar esta gran máquina del
-mundo y se les consultara cómo había de ser, jamás pudieran atinar á
-disponerla! ¿Qué digo el universo? La más mínima flor, un mosquito, no
-supieran formarlo. Sola la infinita sabiduría de aquel supremo Hacedor
-pudo hallar el modo, el orden y el concierto de tan hermosa y perenne
-variedad.</p>
-
-<p>Pero, díme, que deseo mucho saberlo de ti y oírtelo contar, ¿cómo
-pudiste salir de aquella tu penosa cárcel, de aquella sepultura
-anticipada de tu cueva? Y sobre todo, si es posible el exprimirlo,
-¿cuál fué el sentimiento de tu admirado espíritu, aquella primera vez
-que llegaste á descubrir, á ver, á gozar y admirar este plausible
-teatro del universo?</p>
-
-<p>Aguarda, dijo Andrenio, que aquí es menester tomar aliento para
-relación tan gustosa y peregrina.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1_2">
- <h3 class="g1 ws1">CRISI II</h3>
- <p class="subh3c"><i>El gran teatro del universo.</i></p>
-</div>
-
-<p>Luego que el supremo Artífice tuvo acabada esta gran fábrica del
-mundo, dicen trató repartirla, alojando en sus estancias sus vivientes.
-Convocólos todos, desde el elefante hasta el mosquito. Fuéles mostrando
-los repartimientos y examinando á cada uno, cuál de ellos escogía para
-su morada y vivienda. Respondió el elefante que él se contentaba con
-una selva, el caballo con un prado, el águila con una de las regiones
-del aire, la ballena con un golfo, el cisne con un estanque, el barbo
-con un río y la rana con un charco.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>La ambición<br /> humana.</i></span>
-
-Llegó el último el primero, digo el hombre y, examinado de su gusto y
-de su centro, dijo que él no se contentaba con me<span class="pagenum"
-id="Page_15">p. 15</span>nos, que con todo el universo y aún le parecía
-poco. Quedaron atónitos los circunstantes de tan exorbitante ambición;
-aunque no faltó luego un lisonjero, que defendió nacer de la grandeza
-de su ánimo.</p>
-
-<p>Pero la más astuta de todos: Eso no creeré yo, les dijo; sino que
-procede de la ruindad de su cuerpo. Corta le parece la superficie de
-la tierra y así penetra y mina sus entrañas en busca del oro y de la
-plata, para satisfacer en algo su codicia. Ocupa y embaraza el aire con
-lo empinado de sus edificios, dando algún desahogo á su soberbia. Surca
-los mares y sonda sus más profundos senos, solicitando las perlas,
-los ámbares y los corales, para adorno de su bizarro desvanecimiento.
-Obliga todos los elementos á que le tributen cuanto abarcan, el aire
-sus aves, el mar sus peces, la tierra sus cazas, el fuego la sazón,
-para entretener, que no satisfacer su gula. ¡Y aún se queja de que todo
-es poco! ¡Oh monstruosa codicia de los hombres!</p>
-
-<p>Tomó la mano el soberano Dueño y dijo: Mirad, advertid, sabed que al
-hombre le he formado yo con mis manos para criado mío y señor vuestro
-y como rey, que es, pretende señorearlo todo. Pero entiende, oh,
-hombre, aquí hablando con él, que esto ha de ser con la mente, no con
-el vientre; como persona, no como bestia. Señor has de ser de todas las
-cosas criadas, pero no esclavo de ellas; que te sigan, no te arrastren.
-Todo lo has de ocupar con el conocimiento tuyo y reconocimiento mío:
-esto es, reconociendo en todas las maravillas criadas las perfecciones
-divinas y pasando de las criaturas al Criador.</p>
-
-<p>Á este grande espectáculo de prodigios, si ordinario para nuestra
-acostumbrada vulgaridad, extraordinario hoy para Andrenio, sale atónito
-á lograrlo en contemplaciones, á aplaudirlo en pasmos y á referirlo de
-esta suerte.</p>
-
-<p>Era el sueño, proseguía, el mismo vulgar refugio de mis penas,
-especial alivio de mi soledad. Á él apelaba de mi continuo tormento y
-á él estaba entregado una noche, aunque para mí<span class="pagenum"
-id="Page_16">p. 16</span> siempre lo era, con más dulzura que otras,
-presagio infalible de alguna infelicidad cercana.</p>
-
-<p>Y así fué, pues me lo interrumpió un extraordinario ruido, que
-parecía salir de las más profundas entrañas de aquel monte. Conmovióse
-todo él, temblando aquellas firmes paredes. Bramaba el furioso viento,
-vomitando en tempestades por la boca de la gruta. Comenzaron á
-desgajarse con horrible fragor aquellos duros peñascos y á caer con tan
-espantoso estruendo, que parecía quererse venir á la nada toda aquella
-gran máquina de peñas.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>La<br /> instabilidad.</i></span>
-
-Basta, dijo Critilo, que aun los montes no se libran de la mudanza,
-expuestos al contraste de un terremoto y sujetos á la violencia de un
-rayo, contrastando la común estabilidad su firmeza.</p>
-
-<p>Pero, si las mismas peñas temblaban ¿qué haría yo? prosiguió
-Andrenio. Todas las partes de mi cuerpo parecieron quererse desencajar
-también, que hasta el corazón dando saltos, no hice poco en detenerlo.
-Fuéronme destituyendo los sentidos y halléme perdido de mí mismo,
-muerto y aun sepultado entre peñas y entre penas.</p>
-
-<p>El tiempo, que duró aquel eclipse del alma, paréntesis de mi vida,
-ni pude yo percibirlo ni de otro alguno saberlo. Al fin, ni sé cómo ni
-sé cuándo, volví poco á poco á recobrarme de tan mortal deliquio. Abrí
-los ojos á lo que comenzaba á abrir el día.</p>
-
-<p>Día claro, día grande, día felicísimo, el mejor de toda mi vida:
-notélo bien con piedras y aun con peñascos. Reconocí luego quebrantada
-mi penosa cárcel y fué tan indecible mi contento, que al punto comencé
-á desenterrarme, para nacer de nuevo á todo un mundo, en una bien
-patente ventana, que señoreaba todo aquel espacioso y alegrísimo
-hemisferio.</p>
-
-<p>Fuí acercándome dudosamente á ella, violentando mis deseos; pero ya
-asegurado, llegué á asomarme del todo á aquel rasgado balcón del ver
-y del vivir. Tendí la vista aquella vez primera por este gran teatro
-de tierra y cielo. Toda el alma, con extraño ímpetu, entre curiosidad
-y alegría, acudió á los ojos,<span class="pagenum" id="Page_17">p.
-17</span> dejando como destituídos los demás miembros, de suerte,
-que estuve casi un día insensible, inmoble y como muerto, cuando más
-vivo.</p>
-
-<p>Querer yo aquí exprimirte el intenso sentimiento de mi afecto, el
-conato de mi mente y de mi espíritu, sería emprender cien imposibles
-juntos; sólo te digo que aún me dura y durará siempre el espanto, la
-admiración, la suspensión y el pasmo, que me ocuparon toda el alma.</p>
-
-<p>Bien lo creo, dijo Critilo, que, cuando los ojos ven lo que nunca
-vieron, el corazón siente lo que nunca sintió.</p>
-
-<p>Miraba el cielo, miraba la tierra, miraba el mar y á todo junto, y
-á cada cosa de por sí: y en cada objeto de éstos me transportaba, sin
-acertar á salir de él, viendo, observando, advirtiendo, admirando,
-discurriendo y lográndolo todo con insaciable fruición.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>La novedad.</i></span>
-
-¡Oh, lo que te envidio, exclamó Critilo, tanta felicidad no imaginada!
-Privilegio único del primer hombre y tuyo llegar á ver con novedad y
-con advertencia la grandeza, la hermosura, el concierto, la firmeza
-y la variedad de esta gran máquina criada. Fáltanos la admiración
-comúnmente á nosotros, porque falta la novedad y con ésta la
-advertencia. Entramos todos en el mundo con los ojos del alma cerrados
-y, cuando los abrimos al conocimiento y á la costumbre de ver las
-cosas, por maravillosas que sean, no deja lugar á la admiración.</p>
-
-<p>Por esto los varones sabios se valieron siempre de la reflexión,
-imaginando llegar de nuevo al mundo, reparando en sus prodigios,
-que cada cosa lo es, admirando sus perfecciones y filosofando
-artificiosamente.</p>
-
-<p>Á la manera, que el que paseando por un deliciosísimo jardín, pasó
-divertido por sus calles, sin reparar en lo artificioso de sus plantas
-ni en lo vario de sus flores, vuelve atrás, cuando lo advierte, y
-comienza á gozar otra vez poco á poco y de una en una cada planta
-y cada flor: así nos acontece á nosotros, que vamos pasando desde
-el nacer al morir, sin reparar en la hermo<span class="pagenum"
-id="Page_18">p. 18</span>sura y perfección de este universo; pero los
-varones sabios vuelven atrás, renovando el gusto y contemplando cada
-cosa con novedad, en el advertir, si no en el ver.</p>
-
-<p>La mayor ventaja mía, ponderaba Andrenio, fué llegar á gozar
-este colmo de perfecciones á deseo y después de una privación tan
-violenta.</p>
-
-<p>Felicidad fué tu prisión, dijo Critilo, pues llegaste por ella á
-gozar todo el bien junto y deseado. Que, cuando las cosas son grandes y
-á deseo, dos veces se logran. Los mayores prodigios, si son fáciles y
-á todo querer, se envilecen: el uso libre hace perder el respeto á la
-más relevante maravilla. Y en el mismo sol fué favor que se ausentase
-de noche, para que fuese deseado á la mañana. ¡Qué concurso de afectos
-sería el tuyo! ¡Qué tropel de sentimientos! ¡Qué ocupada andaría el
-alma, repartiendo atenciones y dispensando afectos! Mucho fué no
-reventar de admiración, de gozo y de conocimiento.</p>
-
-<p>Creo yo, respondió Andrenio, que ocupada el alma en ver y en
-entender, no tuvo lugar de partirse y, atropellándose unos á otros los
-objetos, al paso que la entretenían, la detenían.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Sol espejo<br /> divino.</i></span>
-
-Pero ya en esto los alegres mensajeros de este gran monarca de la luz,
-que tú llamas sol, coronado augustamente de resplandores, ceñido de
-la guarda de sus rayos, solicitaban mis ojos á rendirle veneraciones
-de atención y de admiración. Comenzó á ostentarse por este gran trono
-de cristalinas espumas y con una soberana callada majestad se fué
-señoreando de todo el hemisferio, llenando todas las demás criaturas de
-su esclarecida presencia. Aquí yo quedé absorto y totalmente enajenado
-de mí mismo, puesto en él, émulo del águila más atenta.</p>
-
-<p>¡Oh, qué será, alzó aquí la voz Critilo, aquella inmortal y gloriosa
-vista de aquel infinito sol divino, aquel llegar á ver su infinitamente
-perfectísima hermosura! ¡Qué gozo, qué fruición, qué dicha, qué
-felicidad, qué gloria!</p>
-
-<p>Crecía mi admiración, prosiguió Andrenio, al paso que mi
-atención desmayaba, porque al que deseé distante, ya le temía<span
-class="pagenum" id="Page_19">p. 19</span> cercano. Y aun observé que
-á ningún otro prodigio se rindió la vista, sino á éste, confesándole
-inaccesible y con razón solo.</p>
-
-<p>Es el sol, ponderó Critilo, la criatura, que más ostentosamente
-retrata la majestuosa grandeza del Criador. Llámase sol, porque en
-su presencia todas las demás lumbreras se retiran; él solo campea.
-Está en medio de los celestes orbes, como en su centro, corazón del
-lucimiento y manantial perenne de la luz. Es indefectible, siempre el
-mismo, único en la belleza. Él hace que se vean todas las cosas y no
-permite ser visto, celando su decoro y recatando su decencia. Influye y
-concurre con las demás causas á dar el ser á todas las cosas, hasta el
-hombre mismo. Es afectadamente comunicativo de su luz y de su alegría,
-esparciéndose por todas partes y penetrando hasta las mismas entrañas
-de la tierra. Todo lo baña, alegra é ilustra, fecunda é influye. Es
-igual, pues nace para todos. Á nadie ha menester de sí abajo y todos le
-reconocen dependencias. Él es al fin criatura de ostentación, el más
-luciente espejo, en quien las divinas grandezas se representan.</p>
-
-<p>Todo el día, dijo Andrenio, empleé en él, contemplándole, ya en sí,
-ya en los reflejos de las aguas, olvidado de mí mismo.</p>
-
-<p>Ahora no me espanto, ponderó Critilo, de lo que dijo aquel otro
-filósofo, que había nacido para ver el sol. Dijo bien, aunque le
-entendieron mal é hicieron burla de sus veras. Quiso decir este sabio
-que en ese sol material contemplaba él aquel divino, realzadamente
-filosofando que, si la sombra es tan esclarecida ¿cuál será la
-verdadera luz de aquella infinita increada belleza?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>El cielo<br /> estrellado.</i></span>
-
-¡Mas ay!, dijo lamentándose Andrenio, que al uso de acá abajo, la
-grandeza de mi contento se convirtió presto en un exceso de pesar, al
-ver, digo al no verle. Trocóse la alegría del nacer en el horror del
-morir, el trono de la mañana en el túmulo de la noche: sepultóse el sol
-en las aguas y quedé yo anegado en otro mar de mi llanto. Creí no verle
-más, con que quedé muriendo; pero volví presto á resucitar entre nuevas
-admiracio<span class="pagenum" id="Page_20">p. 20</span>nes á un cielo
-coronado de luminarias, haciendo fiesta á mi contento. Asegúrote que no
-me fué menos agradable vista ésta; antes más entretenida, cuanto más
-varia.</p>
-
-<p>¡Oh, gran saber de Dios!, dijo Critilo, que halló modo cómo hacer
-hermosa la noche, que no es menos linda que el día.
-
-<span class="sidenote"><i>Noche serena.</i></span>
-
-Impropios nombres la dió la vulgar ignorancia, llamándola fea y
-desaliñada; no habiendo cosa más brillante y serena. Injúrianla de
-triste, siendo descanso del trabajo y alivio de nuestras fatigas.
-Mejor la celebró uno de sabia, ya por lo que se calla, ya por lo que
-se piensa en ella. Que no sin enseñanza fué celebrada la lechuza en la
-discreta Atenas por símbolo del saber. No es tanto la noche para que
-duerman los ignorantes, cuanto para que velen los sabios. Y si el día
-ejecuta, la noche previene.</p>
-
-<p>En otra gran función y más á lo callado me hallaba muy hallado
-con la noche, metido en aquel laberinto de las estrellas, unas
-centellantes, otras lucientes. Íbalas registrando todas, notando su
-mucha variedad en la grandeza, puestos, movimientos y colores, saliendo
-unas y ocultándose otras.</p>
-
-<p>Ideando, dijo Critilo, las humanas, que todas caminan á ponerse.</p>
-
-<p>En lo que yo mucho reparé, dijo Andrenio, fué en su maravillosa
-disposición. Porque, ya que el soberano Artífice hermoseó tanto esta
-artesonada bóveda del mundo con tanto florón y estrellas, ¿por qué no
-las dispuso, decía yo, con orden y concierto, de modo que entretejieran
-vistosos lazos y formaran primorosas labores? No sé cómo me lo diga ni
-cómo lo declare.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Estrellas,<br /> su variedad.</i></span>
-
-Ya te entiendo, acudió Critilo: quisieras tú que estuvieran dispuestas
-en forma, ya de un artificioso recamado, ya de un vistoso jardín, ya de
-un precioso joyel, repartidas con arte y correspondencia.</p>
-
-<p>Sí, sí, eso mismo. Porque á más de que campearan otro tanto
-y fuera un espectáculo muy agradable á la vista, brillantísimo
-artificio, destruía con eso del todo el divino Hacedor aquel ne<span
-class="pagenum" id="Page_21">p. 21</span>cio escrúpulo de haberse hecho
-acaso y declaraba de todo punto su divina Providencia.</p>
-
-<p>Reparas bien, dijo Critilo; pero advierte que la divina Sabiduría,
-que las formó y las repartió de esta suerte, atendió á otra más
-importante correspondencia, cual lo es de sus movimientos y aquel
-templarse las influencias. Porque has de saber que no hay astro alguno
-en el cielo, que no tenga su diferente propiedad: así como las yerbas y
-las plantas de la tierra. Unas de las estrellas causan el calor y otras
-el frío; unas secan, otras humedecen; y de esta suerte alternan otras
-muchas influencias y con esa esencial correspondencia unas á otras se
-corrigen y se templan. La otra disposición artificiosa, que tú dices,
-fuera afectada y uniforme; quédese para los juguetes del arte y de la
-humana niñería. De este modo se nos hace cada noche nuevo el cielo
-y nunca enfada el mirarlo: cada uno proporciona las estrellas como
-quiere. Á más de que en esta variedad natural y confusión grave parece
-tanto más, que el vulgo las llama innumerables y con esto queda como
-en enigma la suprema asistencia, si bien para los sabios muy clara y
-entendida.</p>
-
-<p>Celebraba yo mucho aquella gran variedad de colores, dijo Andrenio:
-unas campean blancas, otras encendidas, doradas y plateadas; sólo eché
-menos el color verde, siendo el más agradable á la vista.</p>
-
-<p>Es muy terreno, dijo Critilo; quédanse las verduras para la tierra.
-Acá son las esperanzas, allá la feliz posesión. Es contrario ese color
-á los ardores celestes, por ser hijos de la humedad corruptible. ¿No
-reparaste en aquella estrellita, que hace punto en la gran plana del
-cielo, objeto de los imanes, blanco de sus saetas? Allí el compás
-de nuestra atención fija la una punta y con la otra va midiendo los
-círculos, que va dando en vueltas, aunque de ordinario, rodando nuestra
-vida.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Luna, símbolo<br /> del hombre.</i></span>
-
-Confiésote que se me había pasado por pequeña, dijo Andrenio, á más
-de que ocupó luego toda mi curiosidad aquella hermosa reina de las
-estrellas, presidente de la noche, sustituta del<span class="pagenum"
-id="Page_22">p. 22</span> sol y no menos admirable, ésa que tú llamas
-luna. Causóme, si no menos gozo, mucha más admiración con sus uniformes
-variedades, ya creciente, ya menguante y á poco rato llena.</p>
-
-<p>Es segunda presidente del tiempo, dijo Critilo: tiene á medias el
-mando con el sol. Si él hace el día, ella la noche: si el sol cumple
-los años, ella los meses; calienta el sol y seca de día la tierra, la
-luna de noche la refresca y humedece; el sol gobierna los campos, la
-luna rige los mares: de suerte que son las dos balanzas del tiempo.
-Pero lo más digno de notarse es que, así como el sol es claro espejo
-de Dios y de sus divinos atributos, la luna lo es del hombre y de sus
-humanas imperfecciones: ya crece, ya mengua, ya nace, ya muere, ya
-está en su lleno, ya en su nada, nunca permaneciendo en un estado. No
-tiene luz de sí, participa la del sol, eclípsala la tierra, cuando
-se le interpone. Muestra más sus manchas, cuando está más lucida. Es
-la ínfima de los planetas en el puesto y en el ser. Puede más en la
-tierra, que en el cielo. De modo que es mudable, defectuosa, manchada,
-inferior, pobre, triste y todo se le origina de la vecindad con la
-tierra.</p>
-
-<p>Toda esta noche y otras muchas, dijo Andrenio, pasé en tan gustoso
-desvelo, haciendo tantos ojos como el cielo mismo, yo por mirarle y
-él para ser visto. Mas ya los clarines de la aurora en cantos de las
-aves comenzaron á hacer salva á la segunda salida del sol, tocando á
-despejar estrellas y despertar flores. Volvió él á nacer y yo á vivir
-con verle. Saludéle con afectos ya más tibios.</p>
-
-<p>Que aun el sol, dijo Critilo, á la segunda vez ya no espanta ni á la
-tercera admira.</p>
-
-<p>Sentí menos viva la curiosidad, cuanto más despierta la hambre. Y
-así, después de agradecidos aplausos, valiéndome de su luz, en que
-conocí que era criatura y que como paje de luz me servía, traté de
-descender á la tierra, obligándome la asistencia del cuerpo á faltar
-al ánimo, abatiéndome de la más alta contemplación á tan materiales
-empleos. Fuí bajando, digo humi<span class="pagenum" id="Page_23">p.
-23</span>llándome, por aquella mal segura escala, que formaron las
-mismas ruinas: que de otro modo fuera imposible, y ese favor más
-reconocí al cielo. Pero, antes de estampar la primera huella en tierra,
-me falta ya el aliento y aun la voz y así te ruego me socorras de
-palabras, para poder exprimir la copia de mis sentimientos, que otra
-vez te convido á nuevas admiraciones, aunque en maravillas terrenas.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1_3">
- <h3 class="g1 ws1">CRISI III</h3>
- <p class="subh3c"><i>La hermosa naturaleza.</i></p>
-</div>
-
-<p>Condición tiene de linda la varia naturaleza, pues quiere ser
-atendida y celebrada. Imprimió para ello en nuestros ánimos una viva
-propensión de escudriñar sus puntuales efectos. Ocupación pésima la
-llamó el mayor sabio. Y de verdad lo es, cuando para en sola una inútil
-curiosidad; menester es se realce á los divinos aplausos, alternados
-con agradecimientos. Y, si la admiración es hija de la ignorancia,
-también es madre del gusto.</p>
-
-<p>El no admirarse procede del saber en los menos; que en los más, del
-no advertir. No hay mayor alabanza de un objeto que la admiración,
-si calificada, que llega á ser lisonja, porque supone excesos de
-perfección, por más que se retire á su silencio. Pero está muy
-vulgarizada; que nos suspenden las cosas, no por grandes, sino por
-nuevas. No se repara ya en los superiores empleos por conocidos: y así
-andamos mendigando niñerías en la novedad, para acallar nuestra curiosa
-solicitud con la extravagancia.</p>
-
-<p>Gran hechizo es el de la novedad, que como todo lo tenemos tan
-visto, pagámonos de juguetes nuevos, así de la naturaleza, como
-del arte, haciendo vulgares agravios á los antiguos prodigios por
-conocidos. Lo que ayer fué un pasmo, hoy viene á<span class="pagenum"
-id="Page_24">p. 24</span> ser desprecio, no porque haya perdido de su
-perfección, sino de nuestra estimación; no porque se haya mudado, antes
-porque no y porque no se nos hace de nuevo.</p>
-
-<p>Redimen esta civilidad del gusto los sabios con hacer reflexiones
-nuevas sobre las reflexiones antiguas, renovando el gusto con la
-admiración.</p>
-
-<p>Mas, si ahora nos admira un diamante, por lo extraordinario,
-una perla peregrina ¿qué ventaja sería en Andrenio llegar á ver de
-improviso un lucero, un astro, la luna, el sol mismo, todo el campo
-matizado de flores y todo el cielo esmaltado de estrellas? Díganoslo él
-mismo, que así proseguía su gustosa relación.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Fecundidad<br /> de la tierra.</i></span>
-
-En este centro de hermosas variedades, nunca de mí imaginado, me
-hallé de repente, dando más pasos con el espíritu, que con el cuerpo,
-moviendo más los ojos, que los pies. En todo reparaba como nunca visto
-y todo lo aplaudía como tan perfecto. Con esta ventaja, que ayer,
-cuando miraba al cielo, sólo empleaba la vista; mas aquí todos los
-sentidos juntos y aun no eran bastantes, para tanta fruición. Quisiera
-tener cien ojos y cien manos, para poder satisfacer curiosidades
-del alma y no pudiera. Discurría embelesado, mirando tanta multitud
-de criaturas, tan diferentes todas en propiedades y en esencias, en
-la forma, en el color, en efectos y movimientos. Cogía una rosa,
-contemplaba su belleza, percibía su fragancia, no hartándome de mirarla
-y admirarla. Alargaba la otra mano á alguna fruta, empleando de más á
-más el gusto: ventaja que llevan los frutos á flores. Halléme á poco
-rato tan embarazado de cosas, que hube de dejar unas para lograr otras,
-repitiendo aplausos y renovando gustos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Diversa<br /> multitud<br /> de criaturas.</i></span>
-
-Lo que yo mucho celebraba era el ver tanta multitud de criaturas con
-tanta diferencia entre sí, tanta pluralidad con tan rara diversidad,
-que ni una hoja de una planta ni una pluma de un pájaro se equivoca con
-las de otra especie.</p>
-
-<p>Es que atendió, ponderó Critilo, aquel sabio Hacedor, no sólo
-á la precisa necesidad del hombre, para quien todo esto se<span
-class="pagenum" id="Page_25">p. 25</span> criaba, sino á la comodidad y
-regalo, ostentándose en esto su infinita liberalidad, para obligarle á
-él, que con la misma generosidad le sirva y le venere.</p>
-
-<p>Conocí luego, prosiguió Andrenio, muchas de aquellas frutas, por
-haber traído mis brutos á la cueva; mas tuve especial gusto de ver cómo
-nacen y se crían en sus ramas, cosas que jamás pude atinar, aunque
-lo discurrí mucho. Burláronme otras no conocidas con su desazón y
-acedía.</p>
-
-<p>Ése es otro bien admirable asunto de la divina Providencia, dijo
-Critilo, pues previno que no todos los frutos se sazonasen juntos; sino
-que se fuesen dando vez, según la variedad de los tiempos y necesidad
-de los vivientes. Unos comienzan en la primavera, primicias más del
-gusto, que del provecho, lisonjeando antes por lo temprano, que por
-lo sazonado; sirven otros más frescos para aliviar el abrasado estío
-y los secos, como más durables y calientes, para el estéril invierno.
-Las hortalizas frescas templan los ardores del Julio y las calientes
-confortan contra los rigores del Diciembre. De suerte que, acabado
-un fruto, entra el otro, para que con comodidad puedan recogerse y
-guardarse, entreteniendo todo el año con abundancia y con regalo. ¡Oh,
-próvida bondad del Criador, y quién puede negar, aun en el secreto de
-su necio corazón, tan atenta providencia!</p>
-
-<p>Hallábame, proseguía Andrenio, en medio de tan agradable laberinto
-de prodigios en criaturas, gustosamente perdido, cuando más hallado,
-sin saber dónde acudir. Dejábame llevar de mi libre curiosidad siempre
-hambrienta. Cada empleo era para mí un pasmo, cada objeto una nueva
-maravilla. Cogía esta y aquella flor, solicitada de su fragancia.
-Lisonjeado de su belleza, no me hartaba de verlas y de olerlas,
-descogiendo sus hojas y haciendo prolija anatomía de su artificiosa
-composición. Y de aquí pasaba á aplaudir toda junta la belleza, que en
-todo el universo resplandece.
-
-<span class="sidenote"><i>Utilidad con<br /> hermosura.</i></span>
-
-De modo, ponderaba yo, que si es hermosa una flor, mucho más todo
-el prado; brillante y linda una estrella,<span class="pagenum"
-id="Page_26">p. 26</span> pero más vistoso y lindo todo el cielo.
-Porque ¿quién no admira, quién no celebra tanta hermosura junta con
-tanto provecho?</p>
-
-<p>Tienes buen gusto, dijo Critilo; mas no seas tú uno de aquellos,
-que frecuentan cada año las florestas, atentos no más que á recrear
-los materiales sentidos, sin emplear el alma en la más sublime
-contemplación. Realza el gusto á reconocer aquella beldad infinita de
-el Criador, que en esta terrestre se representa, infiriendo que, si la
-sombra es tal, ¿cuál será su causa y la realidad á quien sigue? Haz
-el argumento de lo muerto á lo vivo y de lo pintado á lo verdadero. Y
-advierte que, cual suele el primero artífice en la real fábrica de un
-palacio, no sólo atender á su estabilidad y firmeza, á la comodidad
-de la habitación; sino á la hermosura y á la elegante simetría, para
-que le pueda gozar el más noble de los sentidos, que es la vista: así
-aquel divino Arquitecto de esta gran casa del orbe, no sólo atendió á
-su comodidad y firmeza; sino á su hermosa proporción. De aquí es que no
-se contentó con que los árboles rindiesen solos frutos; sino también
-flores. Júntese el provecho con las delicias. Fabriquen las abejas
-sus dulces panales y para esto soliciten de una en una toda flor,
-destílense las aguas saludables y odoríferas, que recreen el olfato y
-conforten el corazón, tengan todos los sentidos su gozo y su empleo.</p>
-
-<p>¡Mas ay!, replicó Andrenio, que lo que me lisonjearon las flores
-primero tan fragantes, me entristecieron después ya marchitas.</p>
-
-<p>Retrato, al fin, ponderó Critilo, de la humana fragilidad. Es la
-hermosura agradable ostentación del comenzar. Nace el año entre las
-flores de una alegre primavera, amanece el día entre los arreboles de
-una risueña aurora: y comienza el hombre á vivir entre las risas de
-la niñez y las lozanías de la juventud; mas todo viene á parar en la
-tristeza de un marchitarse, en el horror de un ponerse y en la fealdad
-de un morir, haciendo continuamente del ojo la inconstancia común al
-desengaño especial.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_27">p. 27</span>Después de haber
-solazado la vista deliciosamente, dijo Andrenio, en un tan extraño
-concurso de beldades, no menos se recreó el oído con la agradable
-armonía de las aves.
-
-<span class="sidenote"><i>Excelencias<br /> de las aves.</i></span>
-
-Íbame escuchando sus regalados cantos, sus quiebros, trinos, gorjeos,
-fugas, pausas y melodía, con que hacían en sonora competencia bulla el
-valle, brega la vega, trisca el risco y los bosques voces, saludando
-lisonjeras siempre al sol que nace. Aquí noté, con no pequeña
-admiración que á solas las aves concedió la naturaleza este privilegio
-del cantar, alivio grande de la vida, pues no hallé bruto alguno de
-los terrestres, con que los examiné uno á uno, que tuviese la voz
-agradable; antes todos las forman, no sólo insuaves, pero positivamente
-molestas y desapacibles. Debe de ser por lo que tienen de bestias.</p>
-
-<p>Es, que las aves, acudió Critilo, como moradoras del aire, son
-más sutiles: no sólo le cortan con sus alas, sino que le animan con
-sus picos. Y es en tanto grado esta sutileza alada, que ellas solas
-llegan á remedar la voz humana, hablando como personas. Si ya no es
-que digamos, realzando más este reparo, que á las aves, como vecinas
-al cielo, se les pega, aunque materialmente, el entonar las alabanzas
-divinas. Otra cosa quiero que observes y es que no se halla ave alguna,
-que tenga el letífero veneno, como muchos de los animales y aquellos
-más que andan arrastrando, cosidos con la tierra, que de ella sin duda
-se les pega esta venenosa malicia, avisando al hombre se realce y se
-retire de su propio cieno.</p>
-
-<p>Gusté mucho, ponderaba Andrenio, de verlas tan bizarras, tan
-matizadas de vivos colores, con tan vistosa y vana plumajería.</p>
-
-<p>Y entre todas, añadió Critilo, así aves, como fieras, notarás
-siempre que es más galán y más vistoso el macho que la hembra, apoyando
-lo mismo en el hombre; por más que lo desmienta la femenil inclinación
-y lo disimule la cortesía.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Subordinación<br /> de criaturas.</i></span>
-
-Lo que yo mucho admiraba y aún lo celebro, dijo Andrenio, es este
-tan admirable concierto con que se mueve y se gobierna<span
-class="pagenum" id="Page_28">p. 28</span> tanta y tan varia multitud
-de criaturas, sin embarazarse unas á otras; antes bien dándose lugar y
-ayudándose todas entre sí.</p>
-
-<p>Eso es, ponderó Critilo, otro prodigioso efecto de la infinita
-sabiduría del Criador, con la cual dispuso todas las cosas en peso, con
-número y medida. Porque, si bien se nota, cualquiera cosa criada tiene
-su centro en orden al lugar, su duración en el tiempo y su fin especial
-en el obrar y en el ser. Por eso verás que están subordinadas unas á
-otras, conforme al grado de su perfección.</p>
-
-<p>De los elementos, que son los ínfimos en la naturaleza, se componen
-los mixtos y entre éstos los inferiores sirven á los superiores. Esas
-yerbas y esas plantas, que están en el más bajo grado de la vida, pues
-sólo gozan la vegetativa, moviéndose y creciendo hasta un punto fijo
-de su perfección en el durar y crecer, sin poder pasar de allí, éstas
-sirven de alimento á los sensibles vivientes, que están en el segundo
-orden de la vida, gozando de la sensible sobre la vegetante y son los
-animales de la tierra, los peces del mar y las aves del aire. Ellos
-pacen la yerba, pueblan los árboles, comen sus frutos, anidan en sus
-ramas, se defienden entre sus troncos, se cubren con sus hojas y se
-amparan con su toldo.</p>
-
-<p>Pero unos y otros, árboles y animales, se reducen á servir á otro
-tercer grado de vivientes, mucho más perfectos y superiores, que sobre
-el crecer y el sentir añaden el raciocinar, el discurrir y entender:
-y éste es el hombre, que finalmente se ordena y se dirige para
-Dios, conociéndole, amándole y sirviéndole. De esta suerte, con tan
-maravillosa disposición y concierto, está todo ordenado, ayudándose las
-unas criaturas á las otras, para su aumento y conservación.</p>
-
-<p>El agua necesita de la tierra que la sustente, la tierra del agua
-que la fecunde, el aire se aumenta del agua y del aire se ceba y
-alienta el fuego. Todo está así ponderado y compasado para la unión de
-las partes y ellas en orden á la conservación de todo el universo.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_29">p. 29</span>Aquí son de
-considerar también con especial y gustosa observación los raros
-modos y los convenientes medios, de que proveyó á cada criatura
-la suma Providencia, para el aumento y conservación de su ser y
-con especialidad á los sensibles vivientes, como más importantes y
-perfectos, dándole á cada uno su natural instinto para conocer el bien
-y el mal, buscando el uno y evitando el otro, donde son más de admirar,
-que de referir las exquisitas habilidades de los unos para engañar y de
-los otros para escapar del engañoso peligro.</p>
-
-<p>Aunque todo para mí era una prodigiosa continua novedad, dijo
-Andrenio, renové la admiración al esplayar el ánimo con la vista por
-esos inmensos golfos.
-
-<span class="sidenote"><i>El mar.</i></span>
-
-Paréceme que, envidioso el mar de la tierra, haciéndose lenguas en sus
-aguas, me acusaba de tardo y á las voces de sus olas me llamaba atento
-á que emplease otra gran porción de mi curiosidad en su prodigiosa
-grandeza. Cansado, pues, yo de caminar, que no de discurrir, sentéme
-en una de estas más eminentes rocas, repitiendo tantos pasmos, cuantas
-el mar olas. Ponderaba mucho aquella su maravillosa prisión, el ver en
-un tan horrible y espantoso monstruo, reducido á orillas y sujeto al
-blando freno de la menuda arena.</p>
-
-<p>¿Es posible, decía yo, que no haya otra muralla para defensa de un
-tan fiero enemigo, sino el polvo?</p>
-
-<p>Aguarda, dijo Critilo: dos bravos elementos encarceló suavemente
-fuerte la prevención divina, que, á estar sueltos, hubieran ya acabado
-con la tierra y con todos sus pobladores. Encerró el mar dentro de los
-límites de sus arenas y el fuego en los duros senos de los pedernales.
-Allí está de tal modo encarcelado, que á dos golpes que le llamen, sale
-pronto, sirve y, en no siendo menester, se retira ó se apaga; que, si
-esto no fuera, no había mundo para dos días, pereciera todo ó sumergido
-ó abrasado.</p>
-
-<p>No me podía saciar, dijo Andrenio, volviendo al agua, de mirar su
-alegre transparencia, aquel su continuo movimiento, hidrópica la vista
-de los líquidos cristales.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_30">p. 30</span>Dicen que los ojos,
-ponderó Critilo, se componen de los dos humores aqueo y cristalino y
-esa es la causa porque gustan tanto de mirar las aguas: de suerte, que
-sin cansarse estará embebido un hombre todo un día viéndolas brollar,
-caer y correr.</p>
-
-<p>Sobre todo, dijo Andrenio, cuando advertí que iban surcando sus
-entrañas cristalinas tantos peces, tan diversos de las aves y de
-las fieras, puedo decir con toda propiedad que quedó mi admiración
-agotada.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Composición<br /> de oposiciones.</i></span>
-
-Aquí, sobre esta roca, á mis solas y á mi ignorancia, me estaba
-contemplando esta harmonía tan plausible de todo el universo,
-compuesta de una tan extraña contrariedad, que según
-es grande, no parece había de poder mantenerse el mundo
-un solo día. Esto me tenía suspenso. Porque ¿á quién no pasma
-ver un concierto tan estraño, compuesto de oposiciones?</p>
-
-<p>Así es, respondió Critilo, que todo este universo se compone
-de contrarios y se concierta de desconciertos. Uno contra
-otro, exclamó el filósofo: no hay cosa que no tenga su contrario
-con quien pelee, ya con victoria, ya con rendimiento. Todo es
-hacer y padecer. Si hay acción, hay repasión. Los elementos,
-que llevan la vanguardia, comienzan á batallar entre sí, siguiéndoles
-los mistos, destruyéndose alternativamente. Los males acechan
-á los bienes, hasta la desdicha la suerte. Unos tiempos son
-contrarios á otros.</p>
-
-<p>Los mismos astros guerrean y se vencen y, aunque entre sí
-no se dañan á fuer de príncipes, viene á parar su contienda en
-daño de los sublunares vasallos. De lo natural pasa la oposición
-á lo mortal, porque ¿qué hombre hay que no tenga su émulo?
-¿Dónde irá uno que no guerree? En la edad se oponen los viejos
-á los mozos; en la complexión, los flemáticos á los coléricos;
-en el estado, los ricos á los pobres; en la región, los españoles á
-los franceses: y así en todas las demás calidades los unos son
-contra los otros. ¡Pero qué mucho, si dentro del mismo hombre,
-de las puertas adentro de su terrena casa, está más encendida
-esta discordia!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_31">p. 31</span></p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Contrariedad<br /> en el hombre.</i></span>
-
-¿Qué dices, un hombre contra sí mismo?</p>
-
-<p>Sí, que por lo que tiene de mundo, aunque pequeño, todo él se
-compone de contrarios: los humores comienzan la pelea, según sus
-parciales elementos; resiste el húmido radical al calor nativo, que á
-la sorda va limando y á la larga consumiendo. La parte inferior está
-siempre de ceño con la superior y á la razón se le atreve el apetito y
-tal vez le atropella.</p>
-
-<p>El mismo inmortal espíritu no está exento de esta tan general
-discordia, pues combaten entre sí y en él muy vivas las pasiones:
-el temor las ha contra el valor, la tristeza contra la alegría. Ya
-apetece, ya aborrece. La irascible se baraja con la concupiscible: ya
-vence los vicios, ya triunfan las virtudes. Todo es arma y todo guerra.
-De suerte que la vida del hombre no es otra, que una milicia sobre la
-haz de la tierra.</p>
-
-<p>¡Mas, oh maravillosa, infinitamente sabia providencia de aquel gran
-Moderador de todo lo criado, que con tan continua y varia contrariedad
-de todas las criaturas entre sí, templa, mantiene y conserva toda esta
-gran máquina del mundo!</p>
-
-<p>Ese portento de atención divina, dijo Andrenio, era lo que yo mucho
-celebraba, viendo tanta mudanza, con tanta permanencia, que todas las
-cosas se van acabando, todas ellas perecen; y el mundo siempre el
-mismo, siempre permanece.</p>
-
-<p>Trazó las cosas de modo el supremo Artífice, dijo Critilo, que
-ninguna se acabase, que no comenzase luego otra. De modo que de las
-ruinas de la primera se levanta la segunda. Con esto verás que el mismo
-fin es principio. La destrucción de una criatura es generación de la
-otra. Cuando parece que se acaba todo, entonces comienza de nuevo. La
-naturaleza se renueva, el mundo se remoza, la tierra se establece y el
-divino gobierno es admirado y adorado.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Alternación<br /> de los tiempos.</i></span>
-
-Más adelante, dijo Andrenio, fuí observando, con no menor
-reparo, la varia disposición de los tiempos, la alternación de los
-días con las noches, de el invierno con el estío, mediando las
-primaveras, porque no se pasase de un extremo á otro.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_32">p. 32</span></p>
-
-<p>Aquí sí que se declaró bien la divina asistencia, ponderó Critilo,
-en disponer, no sólo los puestos, los centros de las cosas; sino
-también los tiempos. Sirve el día para el trabajo y para el descanso la
-noche. En el invierno arraigan las plantas, en la primavera florecen,
-en el estío fructifican y en el otoño se sazonan y se logran. ¿Qué
-diremos de la maravillosa invención de las lluvias?</p>
-
-<p>Eso admiré yo mucho, dijo Andrenio, ver descender el agua tan
-repartida, con tanta suavidad y provecho y tan á sazón.</p>
-
-<p>Añadió Critilo: En los dos meses, que son llaves del año, el Octubre
-para la sementera y el Mayo para la cogida. Pues la variedad de las
-lunas no favorece menos á la abundancia de los frutos y á la salud de
-los vivientes. Porque unas son frías, otras abrasadas, airosas, húmedas
-y serenas, según los doce meses. Las aguas limpian y fecundan, los
-vientos purifican y vivifican, la tierra establece donde se sustenten
-los cuerpos, el aire flexible para que se muevan y diáfano para que
-puedan verse. De suerte, que sola una Omnipotencia divina, una eterna
-Providencia, una inmensa Bondad pudieran haber dispuesto una tan gran
-máquina, nunca bastantemente admirada, alabada y aplaudida.</p>
-
-<p>Verdaderamente que así, prosiguió Andrenio, y así lo ponderaba yo,
-aunque rudamente. Todos los días y las horas era mi gustoso empleo de
-andarme de un puesto en otro, de una en otra eminencia, repitiendo
-admiraciones y repasando discursos, volviendo á contemplar una y muchas
-veces cada objeto, ya el cielo, ya la tierra, esos prados y esos mares,
-con insaciable entretenimiento. Pero donde mi atención insistía era
-en las trazas, con que la eterna Sabiduría supo ejecutar cosas tan
-dificultosas con tan fácil y primoroso artificio. Gran traza suya
-fué la firmeza de la tierra en el medio, como fundamento estable y
-seguro.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Perennidad<br /> de los ríos.</i></span>
-
-De todo el edificio, ponderó Critilo, ni fué menor invención la de
-los ríos, admirables por cierto en sus principios y fines. Aquéllos
-con perennidad y éstos sin redundancia. La variedad de los vientos,
-que se perciben y no se sabe de dónde nacen y<span class="pagenum"
-id="Page_33">p. 33</span> acaban.
-
-<span class="sidenote"><i>Conveniencias<br /> de los montes.</i></span>
-
-La hermosura provechosa de los montes, firmes costillas del cuerpo,
-muelle de la tierra, aumentando su hermosa variedad. En ellos se
-recogen los tesoros de las nieves, se forjan los metales, se detienen
-las nubes, se originan las fuentes, anidan las fieras, se empinan los
-árboles para las naves y edificios y donde se guarecen las gentes de
-las avenidas de los ríos, se fortalecen contra los enemigos y gozan de
-salud y de vida.</p>
-
-<p>Todos estos prodigios, ¿quién sino una infinita Sabiduría pudiera
-ejecutarlos? Así que con razón confiesan todos los sabios que, aunque
-se juntaran todos los entendimientos criados y alambicaran sus
-discursos, no pudieran enmendar la más mínima circunstancia ni un átomo
-de la perfecta naturaleza. Y, si aquel otro rey, aplaudido de sabio,
-porque conoció cuatro estrellas, tanto se estima en los príncipes al
-saber, se arrojó á decir que, si él hubiera asistido al lado del divino
-Hacedor, en la fábrica del universo, muchas cosas se hubieran dispuesto
-de otro modo y otras mejorado: no fué tanto efecto de su saber, cuanto
-defecto de su nación, que en este achaque del presumir, aun con el
-mismo Dios no se modera.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Divinidad<br /> descifrada.</i></span>
-
-Aguarda, dijo Andrenio, óyeme esta última verdad, la más sublime de
-cuantas he celebrado. Yo te confieso que, aunque reconocí y admiré
-en esta portentosa fábrica del universo estos cuatro prodigios entre
-muchos, tanta multitud de criaturas con tanta diferencia, tanta
-hermosura con tanta utilidad, tanto concierto con tanta contrariedad,
-tanta mudanza con tanta permanencia, portentos todos dignos de
-aclamarse; con todo eso, lo que á mí me suspendió fué el conocer un
-Criador de todo, tan manifiesto en sus criaturas y tan escondido en sí,
-que, aunque todos sus divinos atributos se ostentan, su sabiduría en la
-traza, su omnipotencia en la ejecución, su providencia en el gobierno,
-su hermosura en la perfección, su inmensidad en la asistencia, su
-bondad en la comunicación y así de todos los demás, que, así como
-ninguno estuvo ocioso entonces, ninguno se esconde ahora; con todo eso
-está tan oculto este gran Dios, que es conocido y<span class="pagenum"
-id="Page_34">p. 34</span> no visto, escondido y manifiesto, tan lejos y
-tan cerca. Es lo que me tiene fuera de mí y todo en él, conociéndole y
-amándole.</p>
-
-<p>Es muy connatural, dijo Critilo, en el hombre la inclinación á su
-Dios, como á su principio y su fin, ya amándole, ya conociéndole. No
-se ha hallado nación, por bárbara que fuese, que no haya reconocido la
-Divinidad, grande y eficaz argumento de su divina esencia y presencia.
-Porque en la naturaleza no hay cosa de balde ni inclinación que se
-frustre: si el imán busca el norte, sin duda que le hay donde se
-quiete; si la planta al sol, el pez al agua, la piedra al centro y
-el hombre á Dios, Dios hay, que es su norte, centro y sol, á quien
-busque, en quien pare y á quien goce. Este gran Señor dió el ser á todo
-lo criado; mas él de sí mismo le tiene. Y aun por eso es infinito en
-todo género de perfección, que nadie le pudo limitar ni el ser ni el
-lugar ni el tiempo. No se ve; pero se conoce y, como soberano príncipe,
-estando retirado á su inaccesible incomprensibilidad, nos habla por
-medio de sus criaturas.</p>
-
-<p>Así que con razón definió un filósofo este universo espejo grande
-de Dios. Mi libro le llamaba el sabio indocto, donde en cifras de
-criaturas estudió las divinas perfecciones.
-
-<span class="sidenote"><i>Universo<br /> definido.</i></span>
-
-Convite es, dijo Filón Hebreo, para todo buen gusto, donde el espíritu
-se apacienta. Lira acordada le apodó Pitágoras, que con la melodía de
-su gran concierto nos deleita y nos suspende. Pompa de la majestad
-increada, Tertuliano, y armonía agradable de los divinos atributos,
-Trismegisto.</p>
-
-<p>Éstos son, concluyó Andrenio, los rudimentos de mi vida, más
-bien sentida que relatada: que siempre faltan palabras donde sobran
-sentimientos. Lo que yo te ruego ahora es que, empeñado de mi
-obediencia, satisfagas mi deseo, contándome quién eres, de dónde y
-cómo aportaste á estas orillas por tan extraño rumbo. Díme si hay más
-mundo y más personas. Infórmame de todo, que serás tan atendido, como
-deseado.</p>
-
-<p>Á la gran tragedia de su vida, que Critilo refirió á Andrenio, nos
-convida la siguiente Crisi.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1_4">
- <p><span class="pagenum" id="Page_35">p. 35</span></p>
- <h3 class="g1 ws1">CRISI IV</h3>
- <p class="subh3c"><i>El despeñadero de la vida.</i></p>
-</div>
-
-<p>Cuentan que el Amor fulminó quejas y exageró sentimientos delante de
-la Fortuna, que esta vez no apeló como solía á su madre, desengañado de
-su flaqueza.</p>
-
-<p>¿Qué tienes, ciego niño?, le dijo la Fortuna.</p>
-
-<p>Y él: ¡Qué bien viene eso con lo que yo pretendo!</p>
-
-<p>¿Con quién las has?</p>
-
-<p>Con todo el mundo.</p>
-
-<p>Mucho me pesa, que es mucho enemigo y, según eso, nadie tendrás de
-tu parte.</p>
-
-<p>Tuviésete yo á ti, que eso me bastaría: así me lo enseña mi madre y
-así me lo repite cada día.</p>
-
-<p>¿Y te vengas?</p>
-
-<p>Sí, de mozos y de viejos.</p>
-
-<p>Pues sepamos, ¿qué es el sentimiento?</p>
-
-<p>Tan grande como justo.</p>
-
-<p>¿Es acaso el prohijarte á un vil herrero, teniéndote por concebido,
-nacido y criado entre hierros?</p>
-
-<p>No por cierto, que no me amarga la verdad.</p>
-
-<p>¿Tampoco será el llamarte hijo de tu madre?</p>
-
-<p>Menos; antes me glorío yo de eso, que ni yo sin ella ni ella sin mí
-ni Venus sin Cupido ni Cupido sin Venus.</p>
-
-<p>Ya sé lo que es, dijo la Fortuna.</p>
-
-<p>¿Qué?</p>
-
-<p>Que sientes mucho el hacerte heredero de tu abuelo el mar en la
-inconstancia y engaños.</p>
-
-<p>No por cierto, que éstas son niñerías.</p>
-
-<p>Pues si ellas son burlas, ¿qué serán las veras?</p>
-
-<p>Lo que á mí me irrita es que me levanten testimonios.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_36">p. 36</span></p>
-
-<p>Aguarda, que ya te entiendo: sin duda es aquello, que dicen, que
-trocaste el arco con la muerte y que desde entonces no te llaman ya
-Amor de amar; sino de morir, Amor á muerte: de modo que Amor y Muerte
-todo es uno. Quitas la vida, robas hasta las entrañas, hurtas los
-corazones, trasponiéndolos donde aman, más que donde animan.</p>
-
-<p>Todo eso es verdad.</p>
-
-<p>Pues si eso es verdad, ¿qué quedará para mentira?</p>
-
-<p>Ahí verás que no paran hasta sacarme los ojos, á pesar de mi
-buena vista, que siempre la suelo tener buena; y, si no, díganlo mis
-saetas: han dado en decir que soy ciego. ¿Hay tal testimonio? ¿Hay
-tal disparate? Y me pintan muy vendado: no sólo los Alpes, que eso es
-pintar como querer y los poetas, que por obligación mienten y por regla
-fingen; pero que los sabios y los filósofos estén con esta vulgaridad,
-no lo puedo sufrir.
-
-<span class="sidenote"><i>Pasión ciega.</i></span>
-
-¿Qué pasión hay, díme por tu vida, Fortuna amiga, que no ciegue?
-¡Qué! El airado, cuando más furioso, ¿no está ciego de la cólera? ¿Al
-codicioso no le ciega el interés? ¿El confiado no va á ciegas? ¿El
-perezoso no duerme? ¿El desvanecido no es un topo para sus menguas?
-¿El hipócrita no trae la viga en los ojos? El soberbio, el jugador, el
-glotón, el bebedor y cuantos hay, ¿no se ciegan con pasiones? ¿Pues
-por qué á mí, más que á los otros, me han de vendar los ojos, después
-de sacármelos y querer que por antonomasia me entienda el ciego? Y
-más siendo esto tan al contrario, que yo me engendro por la vista:
-viendo crezco, del mirar me alimento y siempre querría estar viendo y
-haciéndome ojos, como el águila al sol, hecho lince de la belleza. Éste
-es mi sentimiento. ¿Qué te parece?</p>
-
-<p>¿Qué me parece?, respondió la Fortuna. Lo mismo me sucede á mí y
-así consolémonos entrambos. Á más de que, mira, Amor, tú y los tuyos
-tenéis una condición bien rara, por la cual con mucha razón y con toda
-propiedad os llaman ciegos: y es que á todos los demás tenéis por
-ciegos, creéis que no ven ni advierten ni saben, de modo que piensan
-los enamorados<span class="pagenum" id="Page_37">p. 37</span> que
-todos los demás tienen los ojos vendados. Ésta sin duda es la causa de
-llamarte ciego, pagándote con la pena del talión.</p>
-
-<p>Quien quisiera ver esta filosofía, confirmada con la experiencia,
-escuche esta agradable relación, que dedica Critilo á los floridos años
-y más al escarmiento.</p>
-
-<p>Mándame revocar, dijo, un dolor, que es más para sentido, que para
-dicho. Cuan gustosa ha sido para mí tu relación, tan penosa ha de ser
-la mía. ¡Dichoso tú!, que te criaste entre las fieras, y ¡ay de mí!,
-que entre los hombres, pues cada uno es un lobo para el otro, si ya no
-es peor el ser hombre. Tú me has contado cómo viniste al mundo; yo te
-diré cómo vengo de él y vengo tal, que aun yo mismo me desconozco; y
-así no te diré quién soy, sino quién era. Dicen que nací en el mar y lo
-creo, según es la inconstancia de mi fortuna.</p>
-
-<p>Al pronunciar esta palabra mar, puso los ojos en él y al mismo punto
-se levantó á toda prisa.</p>
-
-<p>Estuvo un rato como suspenso, entre dudas de reconocer y no conocer;
-mas luego, alzando la voz y señalando:</p>
-
-<p>¿No ves, Andrenio, dijo, no ves? Mira allá, acullá lejos. ¿Qué
-ves?</p>
-
-<p>Veo, dijo éste, unas montañas que vuelan, cuatro alados monstruos
-marinos, si no son nubes, que navegan.</p>
-
-<p>No son sino naves, dijo Critilo; aunque bien dijiste nubes, que
-llueven oro en España.</p>
-
-<p>Estaba atónito Andrenio, mirándoselas venir, con tanto gusto como
-deseo. Mas Critilo comenzó á suspirar, ahogándose entre penas.</p>
-
-<p>¿Qué es esto?, dijo Andrenio. ¿No es ésta la deseada flota que me
-decías?</p>
-
-<p>Sí.</p>
-
-<p>¿No vienen allí hombres?</p>
-
-<p>También.</p>
-
-<p>¿Pues de qué te entristeces?</p>
-
-<p>Y aun por eso. Advierte, Andrenio, que ya estamos entre<span
-class="pagenum" id="Page_38">p. 38</span> enemigos y ya es tiempo de
-abrir los ojos: ya es menester vivir alerta. Procura de ir con cautela
-en el ver, en el oir y mucho más en el hablar. Oye á todos y de ninguno
-te fíes. Tendrás á todos por amigos; pero guardarte has de todos como
-de enemigos.</p>
-
-<p>Estaba admirado Andrenio, oyendo estas razones, á su parecer tan sin
-ella, y arguyóle de esta suerte:</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Humana<br /> fiereza.</i></span>
-
-¿Cómo es esto? Viviendo entre las fieras, no me preveniste de algún
-riesgo ¿y ahora con tanta exageración me cautelas? No era mayor
-el peligro entre los tigres y no temíamos ¿y ahora de los hombres
-tiemblas?</p>
-
-<p>Sí, respondió con un gran suspiro Critilo: que, si los hombres no
-son fieras es porque son más fieros: que de su crueldad aprendieron
-muchas veces ellas. Nunca mayor peligro hemos tenido, que ahora que
-estamos entre ellos. Y es tanta la verdad ésta, que hubo rey, que temió
-y resguardó un favorecido suyo de sus cortesanos. ¡Qué hiciera de
-villanos, más que de los hambrientos leones de un lago! Y así selló con
-su real anillo la leonera, para asegurarle de los hombres, cuando le
-dejaba entre las hambrientas fieras. Mira tú cuáles serán éstos. Verlos
-has, experimentarlos has y dirásmelo algún día.</p>
-
-<p>Aguarda, dijo Andrenio. ¿No son todos como tú?</p>
-
-<p>Sí y no.</p>
-
-<p>¿Cómo puede ser eso?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Variedad<br /> de genios.</i></span>
-
-Porque cada uno es hijo de su madre y de su humor, casado con su
-opinión: y así todos parecen diferentes, cada uno de su gesto y de
-su gusto. Verás unos pigmeos en el ser y gigantes de soberbia. Verás
-otros al contrario, en el cuerpo gigantes y en el alma enanos. Toparás
-con vengativos, que la guardan toda la vida y la pegan aunque tarde,
-hiriendo como el escorpión con la cola. Oirás ó huirás los habladores,
-de ordinario necios, que dejan de cansar y muelen. Gustarás que unos
-se ven, otros se oyen, se tocan y se gustan otros de los hombres de
-burlas, que todo lo hacen cuenta, sin dar jamás en la cuen<span
-class="pagenum" id="Page_39">p. 39</span>ta. Embarazarte han los
-maníacos, que en todo se embarazan. ¿Qué dirás de los largos en todo,
-dando siempre largas? Verás hombres más cortos que los mismos navarros,
-corpulentos sin sustancia. Y finalmente hallarás muy pocos hombres que
-lo sean; fieras sí y fieros también, horribles monstruos del mundo, que
-no tienen más que el pellejo y todo lo demás borra y así son hombres
-borrados.</p>
-
-<p>Pues díme, ¿con qué hacen tanto mal los hombres, si no les dió la
-naturaleza armas, como á las fieras? Ellos no tienen garras como el
-león, uñas como el tigre, trompas como el elefante, cuernos como el
-toro, colmillos como el jabalí, dientes como el perro, boca como el
-lobo. ¿Pues cómo dañan tanto?</p>
-
-<p>Y aun por eso, dijo Critilo, la próvida naturaleza privó á los
-hombres de las armas naturales y como á gente sospechosa los desarmó:
-no se fió de su malicia. Y si esto no hubiera prevenido, ¿qué fuera de
-su crueldad? Ya hubieran acabado con todo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Armas del<br /> hombre.</i></span>
-
-Aunque no les faltan otras armas mucho más terribles y sangrientas
-que ésas, porque tienen una lengua más afilada que las navajas de los
-leones, con que desgarran las personas y despedazan las honras. Tienen
-una mala intención, más torcida que los cuernos de un toro y que hiere
-más á ciegas. Tienen unas entrañas más dañadas que las víboras, un
-aliento venenoso más que el de los dragones, unos ojos envidiosos y
-malévolos más que los del basilisco, unos dientes que clavan más que
-los colmillos de un jabalí y que los dientes de un perro, unas narices
-fisgonas, encubridoras de su irrisión, que exceden á las trompas de los
-elefantes.</p>
-
-<p>De modo que sólo el hombre tiene juntas todas las armas ofensivas,
-que se hallaren repartidas entre las fieras y así él ofende más que
-todas. Y porque lo entiendas, advierte que entre los leones y los
-tigres no había más de un peligro, que era perder esta vida material
-y perecedera; pero entre los hombres hay muchos más y mayores, ya de
-perder la honra, la paz, la hacienda, el contento, la felicidad, la
-conciencia y aun el alma. ¡Qué<span class="pagenum" id="Page_40">p.
-40</span> de engaños, qué de enredos, traiciones, hurtos, homicidios,
-adulterios, envidias, injurias, detracciones y falsedades, que
-experimentarás entre ellos! Todo lo cual no se halla ni se conoce entre
-las fieras. Créeme que no hay lobo, no hay león, no hay tigre, no hay
-basilisco, que llegue al hombre: á todos excede en fiereza.</p>
-
-<p>Y así dicen por cosa cierta y yo la creo que, habiendo condenado
-en una república un insigne malhechor á cierto género de tormento
-muy conforme á sus delitos, que fué sepultarle vivo en una profunda
-hoya, llena de profundas sabandijas, dragones, tigres, serpientes y
-basiliscos, tapando muy bien la boca, porque pereciese sin compasión
-ni remedio. Acertó á pasar por allí un extranjero, bien ignorante
-de tan atroz castigo y, sintiendo los lamentos de aquel desdichado,
-fuése llegando compasivo y, movido de sus plegarias, fué apartando
-la losa que cubría la cueva. Al mismo punto saltó fuera el tigre con
-su acostumbrada ligereza y, cuando el temeroso pasajero creyó ser
-despezado, vió que mansamente se le ponía á lamer las manos, que fué
-más que besárselas. Saltó tras él la serpiente y, cuando la temió
-enroscada entre sus pies, vió que los adoraba.</p>
-
-<p>Lo mismo hicieron todos los demás, rindiéndosele humildes y dándole
-las gracias de haberles hecho una tan buena obra, como era librarles
-de tan mala compañía, cual la de un hombre ruin. Y añadieron que, en
-pago de tanto beneficio, le avisaban huyese luego, antes que el hombre
-saliese, si no quería perecer allí á manos de su fiereza. Y al mismo
-instante echaron todos ellos á huir, unos volando, otros corriendo.</p>
-
-<p>Estábase tan inmoble el pasajero, cuan espantado, cuando salió el
-último el hombre, el cual concibiendo que su bienhechor
-
-<span class="sidenote"><i>Crueldad<br /> humana.</i></span>
-
-llevaría algún dinero, arremetió para él y quitóle la vida, para
-robarle la hacienda: que éste fué el galardón del beneficio. Juzga tú
-ahora ¿cuáles son los crueles, los hombres ó las fieras?</p>
-
-<p>Más admirado, más atónito estoy de oir esto, dijo Andrenio, que el
-día que vi todo el mundo.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_41">p. 41</span></p>
-
-<p>Pues aún no haces concepto cómo es, ponderó Critilo, y ves cuán
-malos son los hombres. Pues advierte que aún son peores las mujeres y
-más de temer: ¡mira tú cuáles serán!</p>
-
-<p>¿Qué dices?</p>
-
-<p>La verdad.</p>
-
-<p>¿Pues qué serán?</p>
-
-<p>Son, por ahora, demonios; que después te diré más. Sobre todo te
-encargo y aun te juramento que por ningún caso digas quién somos ni
-cómo tú saliste á luz ni cómo yo llegué acá: que sería perder no menos
-que tu libertad y yo la vida. Y, aunque hago agravio á tu fidelidad,
-huélgome de no haberte acabado de contar mis desdichas, en esto sólo
-dichosas, asegurando descuidos. Quede doblada la hoja, para la primera
-ocasión: que no faltarán muchas en una navegación tan prolija.</p>
-
-<p>Ya en esto se percibían las voces de los navegantes y se divisaban
-los rostros. Era grande la vocería de la chusma: que en todas partes
-hay vulgo y más insolente donde hay más holgado. Amainaron velas,
-echaron áncoras y comenzó la gente á saltar en tierra. Fué recíproco el
-espanto de los que llegaban, de los que les recibían. Desmintiéronle
-sus muchas preguntas con decir se habían quedado descuidados y
-dormidos, cuando se hizo á la vela otra flota, conciliando compasión y
-agasajo.</p>
-
-<p>Estuvieron allí detenidos algunos días cazando y refrescando y,
-hecha ya agua y leña, se hicieron á la vela en otras tantas alas para
-la deseada España.</p>
-
-<p>Embarcáronse juntos Critilo y Andrenio hasta en los corazones en una
-gran carraca, asombro de los enemigos, contraste de los vientos y yugo
-del océano. Fué la navegación tan peligrosa, cuan larga; pero servía de
-alivio la narración de sus tragedias, que á ratos hurtados, prosiguió
-Critilo de esta suerte:</p>
-
-<p>En medio de estos golfos nací, como te digo, entre riesgos y
-tormentas. Fué la causa que mis padres, españoles ambos y principales,
-se embarcaron para la India con un grande cargo, merced del gran
-Filipo, que en todo el mundo manda y apremia.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_42">p. 42</span>Venía mi madre con
-sospechas de traerme en sus entrañas: que comenzamos á ser faltas de
-una vil materia. Declaróse luego el preñado bien penoso y cogióla el
-parto en la misma navegación, entre el horror y la turbación de una
-horrible tempestad, para que se doblase su tormento con la tormenta.</p>
-
-<p>Salí yo al mundo entre tantas aflicciones, presagio de mis
-infelicidades. Tan temprano comenzó á jugar con mi vida la fortuna,
-arrojándome de un cabo del mundo al otro. Aportamos á la rica y famosa
-ciudad de Goa, corte del imperio católico en el Oriente, silla augusta
-de sus virreyes, emporio universal de la India y de sus riquezas.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Juventud<br /> viciosa.</i></span>
-
-Aquí mi padre fué aprisa acaudalando fama y bienes, ayudado de su
-industria y de su cargo. Mas yo, entre tanto bien, me criaba mal, como
-rico y como único. Cuidaban más mis padres fuese hombre, que persona.
-Pero castigó bien el gusto, que recibieron en mis niñeces, el pesar que
-les di con mis mocedades. Porque fuí entrando de carrera por los verdes
-prados de la juventud, tan sin freno de razón, cuan picado de los viles
-deleites.</p>
-
-<p>Cebéme en el juego, perdiendo en un día lo que á mi padre le
-había costado muchos de adquirir, despreciando ciento á ciento lo
-que él recogió uno á uno. Pasé luego á la bizarría, rozando galas y
-costumbres, engalanando el cuerpo lo que desnudaba el ánimo de los
-verdaderos arreos, que son la virtud y el saber. Ayudábanme á gastar el
-dinero y la conciencia malos y falsos amigos, lisonjeros, valientes,
-terceros y entremetidos, viles sabandijas de las haciendas, polillas
-de la honra y de la conciencia. Sentía esto mi padre, pronosticando el
-malogro de su hijo y de su casa; mas yo de sus rigores apelaba á la
-piadosa impertinencia de una madre, que, cuando más me amparaba, me
-perdía.</p>
-
-<p>Pero donde acabó de perder mi padre las esperanzas y aun la vida
-fué, cuando me vió enredado en el oscuro laberinto del amor. Puse
-ciegamente los ojos en una dama, que, aunque no<span class="pagenum"
-id="Page_43">p. 43</span>ble y con todas las demás prendas de la
-naturaleza, de hermosa, discreta y de pocos años; pero las de la
-fortuna, que son hoy las que más se estiman, comencé á idolatrar en
-su gentileza, correspondiéndome ella con favores. Lo que sus padres
-me deseaban yerno, los míos la aborrecían nuera. Buscaron modos y
-medios para apartarme de aquella afición, que ellos llamaban perdición.
-Trataron de darme otra esposa, más de su conveniencia, que de mi gusto;
-mas yo, ciego á todo, enmudecía. No pensaba, no hablaba, no soñaba en
-otra cosa que en Felisinda, que así se llamaba mi dama, llevando ya la
-mitad de la felicidad en su nombre.</p>
-
-<p>Con estos y otros muchos pesares acabé con la vida de mi padre:
-castigo ordinario de la paternal connivencia. Él perdió la vida y yo
-amparo; aunque no lo sentí tanto como debía.
-
-<span class="sidenote"><i>Laberinto<br /> del amor.</i></span>
-
-Llorólo mi madre por entrambos con tal exceso, que en pocos días acabó
-los suyos, cuando yo, más libre y menos triste, consoléme presto de
-haber perdido padre, por poder lograr esposa, teniéndola por tan cierta
-como deseada. Mas por atender á filiales respetos, hube de violentar mi
-intento por algunos días, que á mí me parecieron siglos.</p>
-
-<p>En este breve ínterin de esposa, ¡oh, inconstancia de mi suerte!,
-se barajaron de modo las materias, que la misma muerte, que pareció
-haber facilitado mis deseos, los vino á dificultar más y aun los
-puso en estado de imposibles. Fué el caso ó la desdicha que en este
-breve tiempo murió también un hermano de mi dama, mozo, galán y único
-mayorazgo de su casa, quedando Felisinda heredera de todo y fénix
-á todas luces. Juntándose la hacienda y la hermosura, doblaron su
-estimación, creció mucho en sólo un día y más su fama, adelantándose á
-los mejores empleos de esta corte.</p>
-
-<p>Con un tan impensado incidente, alteráronse mucho las cosas, mudaron
-de cara las materias; sola Felisinda no se trocó y, si lo fué, en
-mayor fineza. Sus padres y sus deudos, aspirando á cosas mayores,
-fueron los primeros, que se entibiaron en favo<span class="pagenum"
-id="Page_44">p. 44</span>recer mi pretensión, que tanto habían antes
-adelantado. Pasaron sus tibiezas á desvíos, encendiendo más con esto
-recíprocas voluntades.</p>
-
-<p>Avisábame ella de cuanto se trataba, haciéndome de amante
-secretario. Declaráronse luego otros competidores, tan poderosos como
-muchos; pero amantes heridos más de las saetas, que les arrojaba la
-aljaba de su dote, que el arco del amor. Con todo me daban cuidado: que
-es todo temores el amor.</p>
-
-<p>El que acabó de apurarme fué un nuevo rival, que á más de ser mozo,
-galán y rico, era sobrino del virrey, que allá es decir aparte numen
-y ramo de divinidad. Porque allí el gustar un virrey es obligar y sus
-pensamientos se ejecutan aun antes que se imaginen.</p>
-
-<p>Comenzó á declararse pretensor de mi dama, tan confiado, como
-poderoso. Competíamos los dos al descubierto, asistidos cada uno, él
-del poder y yo del amor. Parecióle á él y á los suyos que era menester
-más diligencia para derribar mi pretensión tan arraigada como antigua,
-y para esto dispusieron las materias, despertando á quien dormía.
-Prometieron su favor é industria á unos contrarios míos, porque me
-pusiesen pleito en lo más bienparado de mi hacienda, ya para torcer de
-mi voluntad, ya para acobardar á los padres de Felisinda.</p>
-
-<p>Vime presto solo y enredado en dos dificultosos pleitos, del interés
-y del amor, que era el que más me desvelaba. No fué bastante este
-temor de la pérdida de mi hacienda para hacer volver un paso atrás mi
-afición, que, como la palma, crecía más á más resistencia; pero lo que
-en mí no pudo obró en los padres y deudos de mi dama que, poniendo los
-ojos en mayores conveniencias del interés y del honor, trataron... Mas
-¿cómo lo podré decir? No sé si acertaré; mejor será dejarlo.</p>
-
-<p>Instó Andrenio en que prosiguiese.</p>
-
-<p>Y él: ¡Eh! ¿Qué es morir? Pues resolvieron matarme, dando mi vida
-á mi contrario, que lo era mi dama. Avisóme ella la misma noche
-desde un balcón, como solía. Consultando y pi<span class="pagenum"
-id="Page_45">p. 45</span>diéndome el remedio, derramó tantas lágrimas,
-que encendieron en mi pecho un incendio, un volcán de desesperación y
-de furia.</p>
-
-<p>Con esto al otro día, sin reparar en inconvenientes ni en riesgos de
-honra y de vida, guiado de mi pasión ciega, ceñí, no un estoque, sino
-un rayo penetrante del aljaba del amor, fraguado de celos y de aceros.
-Salí en busca de mi contrario, remitiendo las palabras á las obras y
-las lenguas á las manos. Desnudamos los estoques de la compasión y de
-la vaina. Fuímonos el uno para el otro y á pocos lances le atravesé el
-acero por medio del corazón, sacándole el amor con la vida.
-
-<span class="sidenote"><i>Fruto<br /> de los vicios.</i></span>
-
-Quedó él rendido y yo preso, porque al punto dió conmigo un enjambre de
-ministros, unos picando en la ambición de complacer al virrey y los más
-en la codicia de mis riquezas.</p>
-
-<p>Dieron luego conmigo en un calabozo, cargándome de hierros: que éste
-fué el fruto de los míos. Llegó la triste nueva á oídos de sus padres y
-mucho más á sus entrañas, deshaciéndose en lágrimas y voces. Gritaban
-los parientes la venganza y los más templados, justicia. Fulminaba
-el virrey una muerte en cada extremo. No se hablaba de otro: los más
-condenándome, los menos defendiéndome y á todos pesaba de nuestra loca
-desdicha; sola mi dama se alegró en toda la ciudad, celebrando mi valor
-y estimando mi fineza.</p>
-
-<p>Comenzóse con gran rigor la causa; pero siempre por tela de juicio
-y lo primero á título de secuestro. Dieron saco verdadero á mi casa,
-cebándose la venganza en mis riquezas, como el irritado toro en la capa
-del que escapó; solas pudieron librarse algunas joyas, por retiradas al
-sagrado de un convento, donde me las guardaban.</p>
-
-<p>No se dió por contenta mi fortuna en perseguirme tan criminal; sino
-que también civil me dió luego sentencia en contra en el pleito de la
-hacienda. Perdí bienes, perdí amigos, que siempre corren parejas. Todo
-esto fuera nada, si no me sacudiera el último revés, que fué acabarme
-de todo punto. Aborrecidos<span class="pagenum" id="Page_46">p.
-46</span> los padres de Felisinda de su desgracia, ecos ya de las mías,
-habiendo perdido en un año hijo y yerno, determinaron dejar la India
-y dar la vuelta á la corte, con esperanzas de gran puesto, por sus
-servicios merecido y con favores del virrey facilitado convirtieron en
-oro y plata sus haberes y en la primera flota, con toda su hacienda y
-casa, se embarcaron para España, llevándoseme...</p>
-
-<p>Aquí interrumpieron las palabras los sollozos, ahogándose la voz en
-el llanto.</p>
-
-<p>Lleváronseme dos prendas del alma de una vez, con que fué doblado
-y mortal mi sentimiento: la una era Felisinda y otra más que llevaba
-en sus entrañas, desdichada ya por ser mía. Hiciéronse á la vela y
-aumentaban el viento mis suspiros, engolfados ellos y anegado yo en un
-mar de llanto. Quedé en aquella cárcel eternizado en calabozos, pobre y
-de todos, si no de mis enemigos, olvidado.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Amor<br /> despeñadero.</i></span>
-
-Cual suele el que se despeña un monte abajo ir sembrando despojos,
-aquí deja el sombrero, allá la capa, en una parte los ojos y en otra
-las narices, hasta perder la vida, quedando reventado en el profundo:
-así yo, luego que deslicé en aquel despeñadero de marfil, tanto más
-peligroso, cuanto más agradable, comencé á ir rodando y despeñándome de
-unas desdichas en otras, dejando en cada tope, aquí la hacienda, allá
-la honra, la salud, los padres, los amigos y mi libertad, quedando como
-sepultado en una cárcel, abismo de desdichas.</p>
-
-<p>Mas no digo bien, pues lo que me acarreó de males la riqueza, me
-restituyó en bienes la pobreza. Puédolo decir con verdad, pues que aquí
-hallé la sabiduría, que hasta entonces no la había conocido; aquí el
-desengaño, la experiencia y la salud de cuerpo y alma. Viéndome sin
-amigos vivos, apelé á los muertos.
-
-<span class="sidenote"><i>Pobreza sabia.</i></span>
-
-Di en leer, comencé á saber y á ser persona, que hasta entonces no
-había vivido la vida racional, sino la bestial. Fuí llenando el alma de
-verdades y de prendas. Conseguí la sabiduría y con ella el bienobrar,
-que ilustrado una vez el entendimiento,<span class="pagenum"
-id="Page_47">p. 47</span> con facilidad endereza la ciega voluntad. Él
-quedó rico de noticias y ella de virtudes.</p>
-
-<p>Bien es verdad que abrí los ojos, cuando no hubo ya que ver: que
-así acontece de ordinario. Estudié las nobles artes y las sublimes
-ciencias, entregándome con afición especial á la moral filosofía, pasto
-del juicio, centro de la razón y vida de la cordura. Mejoré de amigos,
-trocando un mozo liviano por un Catón severo y un necio por un Séneca.
-Un rato escuchaba á Sócrates y otro al divino Platón. Con esto pasaba
-con alivio y aun con gusto aquella sepultura de vivos, laberinto de mi
-libertad.</p>
-
-<p>Pasaron años y virreyes y nunca pasaba el rigor de mis contrarios.
-Entretenían mi causa, queriendo, ya que no podían conseguir otro
-castigo, convertir la prisión en sepultura. Al cabo de un siglo de
-padecer y sufrir, llegó orden de España, solicitado en secreto de mi
-esposa, que remitiesen allá mi causa y mi persona.</p>
-
-<p>Púsolo en ejecución el nuevo virrey, menos contrario, si no más
-favorable, en la primera flota. Entregáronme con título de preso á un
-capitán de un navío, encargándole más el cuidado, que la asistencia.
-Salí de la India el primer pobre; pero con tal contento, que los
-peligros de la mar me parecieron lisonjas.</p>
-
-<p>Gané luego amigos: que con el saber se ganan los verdaderos. Entre
-todos, el capitán de la nave de superior se me hizo confidente: favor
-que yo estimé mucho, celebrando por verdadero aquel dicho común, que
-con la mudanza del lugar se muda también de fortuna.</p>
-
-<p>Mas aquí has de admirar un prodigio del humano engaño, un extremo
-de mal proceder; aquí la porfía de una contraria fortuna y á dónde
-llegaron mis desdichas. Este capitán y caballero, obligado por todas
-partes á bienproceder, maleado de la ambición, llevado del parentesco
-con el virrey mi enemigo y sobornado, á lo que yo más creo, de la
-codicia vil de mi plata y mis alhajas, reliquias de aquella antigua
-grandeza (mas ¿á qué<span class="pagenum" id="Page_48">p. 48</span> no
-incitará los humanos pechos la execrable sed del oro?), resolvióse á
-ejecutar la más civil bajeza que se ha oído.</p>
-
-<p>Estando solos una noche en uno de los corredores de popa, gozando
-de la conversación y marea, dió conmigo, tan descuidado como confiado,
-en aquel profundo de abismos. Comenzó él mismo á dar voces, para hacer
-desgracia la traición y aun llorarme, no arrojado, sino caído. Al ruido
-y á las voces acudieron mis amigos, ansiosos por ayudarme, echando
-cables y sogas; pero en vano, porque en un instante pasó mucho mar el
-navío, que volaba, dejándome á mí luchando con las olas y con una dos
-veces amarga muerte. Arrojáronme algunas tablas, por último remedio y
-fué una de ellas sagrada áncora, que las mismas olas, lastimadas de
-mi inocencia y desdicha, me la ofrecieron entre las manos. Asíla tan
-agradecido, cuan desesperado y besándola la dije: ¡Oh, despojo último
-de mi fortuna! Leve apoyo de mi vida, refugio de mi última esperanza:
-¡serás siquiera un breve ínterin de mi muerte!</p>
-
-<p>Desconfiado de poder seguir el navío fugitivo, me dejé llevar de
-las olas al albedrío de mi desesperada fortuna. Tirana ella una y mil
-veces, aún no contenta de tenerme en tal punto de desdichas, echando
-el resto á su fiereza, conjuró contra mí los elementos en una horrible
-tormenta, para acabarme con toda solemnidad de desventuras. Ya me
-arrojaban tan alto las olas, que tal vez temí quedar enganchado en
-alguna de las puntas de la luna ó estrellado en aquel cielo. Hundíame
-luego tan en el centro de los abismos, que llegué á temer más el
-incendio, que el ahogo.</p>
-
-<p>¡Mas ay! que lo que yo lamentaba rigores, fueron favores: que á
-veces llegan tan á los extremos los males, que pasan á ser dichas.
-Dígolo porque la misma furia de la tempestad y corriente de las aguas
-me arrojaron en pocas horas á vista de aquella pequeña isla, tu patria
-y para mí gran cielo, que de otro modo fuera imposible poder llegar á
-ella, quedando en medio de aquellos mares rendido de hambre y hartando
-las marinas fieras. En<span class="pagenum" id="Page_49">p. 49</span>
-el mal estuvo el bien. Aquí, ayudándome más el ánimo, que las fuerzas,
-llegué á tomar puerto en esos brazos tuyos, que otra vez y otras mil
-quiero enlazar, confirmando nuestra amistad en eterna.</p>
-
-<p>De esta suerte dió fin Critilo á su relación, abrazándose entrambos,
-renovando aquella primera fruición y experimentando una secreta
-simpatía de amor y de contento. Emplearon lo restante de su navegación
-en provechosos ejercicios.
-
-<span class="sidenote"><i>Las nobles<br /> artes.</i></span>
-
-Porque á más de la agradable conversación, que toda era una
-bienproseguida enseñanza, le dió noticias de todo el mundo y
-conocimiento de aquellas artes, que más realzan el ánimo y le
-enriquecen, como la gustosa historia, la cosmografía, la esfera, la
-erudición y la que hace personas, la moral filosofía. En lo que puso
-Andrenio especial estudio fué en aprender lenguas, la latina, eterna
-tesorera de la sabiduría, la española, tan universal como su imperio,
-la francesa erudita y la italiana elocuente, ya para lograr los muchos
-tesoros que en ellas están escritos, ya para la necesidad de hablarlas
-y entenderlas en su jornada del mundo.</p>
-
-<p>Era tanta la curiosidad de Andrenio, como su docilidad y así siempre
-estaba confiriendo y preguntando de las provincias, repúblicas, reinos
-y ciudades; de sus reyes, gobiernos y naciones; siempre informándose,
-filosofando y discurriendo, con tanta fruición, como novedad, deseando
-llegar á la perfección de noticias y de prendas. Con tan gustosa
-ocupación no se sintieron las penalidades de un viaje tan penoso y al
-tiempo acostumbrado aportaron á este nuevo mundo. En qué parte y lo que
-en él les sucedió nos lo ofrece referir la Crisi siguiente.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1_5">
- <p><span class="pagenum" id="Page_50">p. 50</span></p>
- <h3 class="g1 ws1">CRISI V</h3>
- <p class="subh3c"><i>Entrada del mundo.</i></p>
-</div>
-
-<p>Cauta, si no engañosa, procedió la naturaleza con el hombre al
-introducirle en este mundo, pues trazó que entrase sin género alguno
-de conocimiento, para deslumbrar todo reparo. Á escuras llega y aun á
-ciegas, quien comienza á vivir, sin advertir que vive y sin saber qué
-es vivir. Críase niño y tan rapaz, que, cuando llora, con cualquier
-niñería le acalla y con cualquier juguete le contenta. Parece que le
-introduce en un reino de felicidades y no es sino un cautiverio de
-desdichas que, cuando llega á abrir los ojos del alma, dando en la
-cuenta de su engaño, hállase empeñado sin remedio. Vese metido en el
-lodo de que fué formado y ya ¿qué puede hacer, sino pisarlo, procurando
-salir de él como mejor pudiere?</p>
-
-<p>Persuádome que, si no fuera con este universal ardid, ninguno
-quisiera entrar en tan engañoso mundo y que pocos aceptaran la vida
-después, si tuvieran estas noticias antes. Porque ¿quién, sabiéndolo,
-quisiera meter el pie en un reino mentido y cárcel verdadera, á
-padecer tan muchas como varias penalidades? En el cuerpo hambre, sed,
-frío, calor, cansancio, desnudez, dolores, enfermedades y en el ánimo
-engaños, persecuciones, envidias, desprecios, deshonras, ahogos,
-tristezas, temores, iras; desesperaciones y salir al cabo condenado
-á miserable muerte, con pérdida de todas las cosas, casa, hacienda,
-bienes, dignidades, amigos, parientes, hermanos, padres y la misma
-vida, cuando más amada.</p>
-
-<p>Bien supo la naturaleza lo que hizo y mal el hombre lo que aceptó.
-Quien no te conoce ¡oh vivir! te estime; pero un desengañado tomara
-antes haber sido trasladado de la cuna á la urna, del tálamo al túmulo.
-Presagio común es de miserias el<span class="pagenum" id="Page_51">p.
-51</span> llorar al nacer. Que, aunque el más dichoso cae de pies,
-triste posesión toma y el clarín, con que este hombre rey entra en el
-mundo, no es otro que su llanto: señal que su reinado todo ha de ser
-de penas. Pero ¿cuál puede ser una vida, que comienza entre los gritos
-de la madre, que la da, y los lloros del hijo, que la recibe? Por lo
-menos, ya que le faltó el conocimiento, no el presagio de sus males, si
-no los concibe, los adivina.</p>
-
-<p>Ya estamos en el mundo, dijo el sagaz Critilo al incauto Andrenio,
-al saltar juntos en tierra. Pésame que entres en él con tanto
-conocimiento, porque sé te ha de desagradar mucho. Todo cuanto obró
-el supremo Artífice está tan acabado, que no se puede mejorar; mas
-todo cuanto han añadido los hombres es imperfecto. Criólo Dios muy
-concertado y el hombre lo ha confundido. Digo, lo que ha podido
-alcanzar; que, aun donde no ha llegado con el poder, con la imaginación
-ha pretendido trabucarlo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Mundo civil<br /> y natural.</i></span>
-
-Visto has hasta ahora las obras de la naturaleza y admirádolas
-con razón; verás de hoy adelante las del artificio, que te han
-de espantar. Contemplado has las obras de Dios; notarás las de
-los hombres y verás la diferencia. ¡Oh cuán otro te ha de parecer
-el mundo civil del natural y el humano del divino! Ve prevenido
-en este punto, para que ni te admires de cuanto vieres
-ni te desconsueles de cuanto experimentares.</p>
-
-<p>Comenzaron á discurrir por un camino tan trillado, como solo
-y primero. Mas reparó Andrenio que ninguna de las humanas
-huellas miraba hacia atrás; todas pasaban adelante: señal de que
-ninguno volvía. Encontraron á poco rato una cosa bien donosa
-y de harto gusto: era un ejército desconcertado de infantería,
-un escuadrón de niños de diferentes estados y naciones, como
-lo mostraban sus diferentes trajes. Todo era confusión y vocería.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Niñez inculta.</i></span>
-
-Íbalos primero recogiendo y después acaudillando una mujer bien rara,
-de risueño aspecto, alegres ojos, dulces labios y palabras blandas,
-piadosas manos y toda ella caricias, halagos y ca<span class="pagenum"
-id="Page_52">p. 52</span>riños. Traía consigo muchas criadas de su
-genio y de su empleo, para que los asistiesen y sirviesen y así
-llevaban en brazos los pequeñuelos, otros de los andadores y á los
-mayorcillos de la mano, procurando siempre pasar adelante.</p>
-
-<p>Era increíble el agasajo con que á todos acariciaba aquella
-madre común, atendiendo á su gusto y regalo y para esto llevaba mil
-invenciones de juguetes, con que entretenerlos.</p>
-
-<p>Había hecho también gran provisión de regalos y, en llorando alguno,
-al punto acudía afectuosa, haciéndole fiestas y caricias, concediéndole
-cuanto pedía, á trueque de que no llorase. Con especialidad cuidaba de
-los que iban mejor vestidos, que parecían hijos de gente principal,
-dejándolos salir con cuanto querían. Era tal el cariño y agasajo que
-esta, al parecer ama piadosa, les hacía, que los mismos padres la
-traían sus hijuelos y se los entregaban, fiándolos más de ella, que de
-sí mismos.</p>
-
-<p>Mucho gustó Andrenio de ver tanta y tan donosa infantería, no
-acabando de admirar y reconocer al hombre niño. Y tomando en sus brazos
-uno en mantillas, decíale á Critilo:</p>
-
-<p>¡Es posible, que éste es el hombre! ¡Quién tal creyera! ¡Que este
-casi insensible,
-
-<span class="sidenote"><i>Conde de<br /> Monterrey.</i></span>
-
-torpe é inútil viviente ha de venir á ser un hombre tan entendido á
-veces, tan prudente y tan sagaz como un Catón, un Séneca, un Conde de
-Monterrey!</p>
-
-<p>Todo es extremos el hombre, dijo Critilo. Ahí verás lo que cuesta el
-ser persona. Los brutos luego lo saben ser, luego corren, luego saltan;
-pero al hombre cuéstale mucho, porque es mucho.</p>
-
-<p>Lo que más me admira, ponderó Andrenio, es el indecible afecto de
-esta rara mujer. ¡Qué madre como ella! ¿Puédese imaginar tal fineza?
-De esta felicidad carecí yo, que me crié dentro de las entrañas de un
-monte y entre fieras: allí lloraba hasta reventar, tendido en el duro
-suelo, desnudo, hambriento y desamparado, ignorando estas caricias.</p>
-
-<p>No envidies, dijo Critilo, lo que no conoces ni llames felicidad,
-hasta que veas en qué para. De estas cosas toparás muchas<span
-class="pagenum" id="Page_53">p. 53</span> en el mundo, que no son lo
-que parecen, sino muy al contrario. Ahora comienzas á vivir; irás
-viviendo y viendo.</p>
-
-<p>Caminaban con todo este embarazo, sin parar ni un instante,
-atravesando países; aunque sin hacer estación alguna y siempre cuesta
-abajo, atendiendo mucho la que conducía el pigmeo escuadrón, á que
-ninguno se cansase ni lo pasase mal. Dábales de comer una vez sola, que
-era todo el día.</p>
-
-<p>Hallábanse al fin de aquel paraje, metidos en un valle profundísimo,
-rodeado á una y otra banda de altísimos montes, que decían ser los
-más altos puertos de este universal camino. Era noche y muy oscura,
-con propiedad lóbrega. En medio de esta horrible profundidad, mandó
-hacer alto aquella engañosa hembra y, mirando á una y otra parte, hizo
-la señal usada, con que al mismo punto ¡oh maldad no imaginada! ¡oh
-traición nunca oída! comenzaron á salir de entre aquellas breñas y por
-las bocas de las grutas ejércitos de fieras, leones, tigres, osos,
-lobos, serpientes y dragones, que arremetiendo de improviso, dieron en
-aquella tierna manada de flacos y desarmados corderillos, haciendo un
-horrible estrago y sangrienta carnicería. Porque arrastraban á unos,
-despedazaban á otros, mataban, tragaban y devoraban cuantos podían.</p>
-
-<p>Monstruo había, que de un bocado se tragaba dos niños y, no bien
-engullidos aquéllos, alargaba las garras á otros dos. Fiera había,
-que estaba desmenuzando con los dientes el primero y despedazando con
-las uñas el segundo, no dando treguas á su fiereza. Discurrían todas
-por aquel lastimoso teatro, babeando sangre, teñidas las bocas y las
-garras en ella. Cargaban muchas con dos y con tres de los más pequeños
-y llevábanlos á sus cuevas, para que fuesen pasto de sus ya fieros
-cachorrillos. Todo era confusión y fiereza: espectáculo verdaderamente
-fatal y lastimero.</p>
-
-<p>Y era tal la candidez ó simplicidad de aquellos infantes tiernos,
-que tenían por caricias el hacer presa en ellos y por fiesta el
-despedazarlos, convidándolas ellos mismos risueños y provocándolas con
-abrazos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_54">p. 54</span>Quedó atónito,
-quedó aterrado Andrenio, viendo una tan horrible traición, una tan
-impensada crueldad y, puesto en lugar seguro á diligencias de Critilo,
-lamentándose decía:</p>
-
-<p>¡Oh, traidora! ¡oh, bárbara! ¡oh, sacrílega mujer, más fiera, que
-las mismas fieras! ¿Es posible que en esto han parado tus caricias?
-¿Para esto era tanto cuidado y asistencia? ¡Oh, inocentes corderillos,
-qué temprano fuísteis víctima de la desdicha! ¡Qué presto llegásteis
-al degüello! ¡Oh, mundo engañoso! ¿Y esto se usa en ti? ¿De estas
-hazañas tienes? Yo he de vengar por mis propias manos una maldad tan
-increíble.</p>
-
-<p>Diciendo y haciendo, arremetió furioso para despedazar con sus
-dientes aquella cruel tirana; mas no la pudo hallar, que ya ella
-con todas sus criadas habían dado vuelta, en busca de otros tantos
-corderillos, para traerlos vendidos al matadero. De suerte que ni
-aquéllos cesaban de traer ni éstas de despedazar ni de llorar Andrenio
-tan irreparable daño.</p>
-
-<p>En medio de tan espantosa confusión y cruel matanza, amaneció de
-la otra parte del valle, por lo más alto de los montes, con rumbos
-de aurora, otra mujer y con razón otra, que tan cercada de luz, como
-rodeada de criadas, desalada, cuando más volando, descendía á librar
-tanto infante como perecía. Ostentó su rostro muy sereno y grave,
-que de él y de la mucha pedrería de su recamado ropaje despedía tal
-inundación de luces, que pudieron muy bien suplir y aun con ventajas la
-ausencia del rey del día. Era hermosa por extremo y coronada por reina
-entre todas aquellas beldades sus ministras.</p>
-
-<p>¡Oh, dicha rara! Al mismo punto que la descubrieron las encarnizadas
-fieras, cesando de la matanza, se fueron retirando á todo huir y,
-dando espantosos aullidos, se hundieron en sus cavernas. Llegó piadosa
-ella y comenzó á recoger los pocos que habían quedado y aun ésos muy
-malparados de araños y de heridas.</p>
-
-<p>Íbanlos buscando con gran solicitud aquellas hermosísimas doncellas
-y aun sacaron muchos de las oscuras cuevas y de las mismas gargantas
-de los monstruos, recogiendo y amparando<span class="pagenum"
-id="Page_55">p. 55</span> cuantos pudieron. Y notó Andrenio que eran
-éstos de los más pobres y de los menos asistidos de aquella maldita
-hembra. De modo que en los más principales, como más lucidos, habían
-hecho las fieras mayor riza.</p>
-
-<p>Cuando los tuvo todos juntos, sacólos á toda prisa de aquella tan
-peligrosa estancia, guiándolos de la otra parte del valle, el monte
-arriba, no parando hasta llegar á lo más alto, que es lo más seguro.
-Desde allí se pusieron á ver y contemplar con la luz, que su gran
-libertadora les comunicaba, el gran peligro en que habían estado y
-hasta entonces no conocido.</p>
-
-<p>Teniéndolos ya en salvo, fué repartiendo preciosísimas piedras, una
-á cada uno que, sobre otras virtudes contra cualquier riesgo, arrojaban
-de sí una luz tan clara y apacible, que hacían de la noche día: y lo
-que más se estimaba, era el ser indefectible. Fuélos encomendando á
-algunos sabios varones, que los apadrinasen y guiasen siempre cuesta
-arriba, hasta la gran ciudad del mundo.</p>
-
-<p>Ya en esto se oían otros tantos alaridos de otros tantos niños que,
-acometidos en el funesto valle de las fieras, estaban pereciendo. Al
-mismo punto aquella piadosa reina, con todas sus amazonas, marchó
-volando á socorrerlos.</p>
-
-<p>Estaba atónito Andrenio de lo que había visto, parangonando tan
-diferentes sucesos y en ellos la alternación de males y de bienes de
-esta vida.</p>
-
-<p>¡Qué dos mujeres éstas tan contrarias!, decía. ¡Qué asuntos tan
-diferentes! ¿No me dirás, Critilo, quién es aquella primera para
-aborrecerla y quién esta segunda para celebrarla?</p>
-
-<p>¿Qué te parece, dijo, de esta primera entrada del mundo? ¿No es muy
-conforme á él y á lo que yo te decía? Nota bien lo que acá se usa y, si
-tal es el principio, díme ¿cuáles serán los progresos y sus fines? Para
-que abras los ojos y vivas siempre alerta entre enemigos, saber deseas
-quién es aquella primera y cruel mujer, que tú tanto aplaudías. Créeme
-que ni el alabar ni el vituperar ha de ser hasta el fin.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_56">p. 56</span>
-
-<span class="sidenote"><i>Inclinación<br /> mal anticipada.</i></span>
-
-Sabrás que aquella primera tirana es nuestra mala inclinación, la
-propensión al mal. Ésta es la que luego se apodera de un niño, previene
-á la razón y se adelanta. Reina y triunfa en la niñez, tanto que
-los propios padres, con el intenso amor que tienen á sus hijuelos,
-condescienden con ellos y, porque no llore el rapaz, le conceden cuanto
-quiere. Déjanle hacer su voluntad en todo y salir con la suya siempre
-y así se cría vicioso, vengativo, colérico, glotón, terco, mentiroso,
-desenvuelto, llorón, lleno de amor propio, de ignorancia, ayudando
-de todas maneras á la natural, siniestra inclinación. Apoderándose
-con esto de un muchacho, sus pasiones cobran fuerza con la paternal
-connivencia, prevalece la depravada propensión al mal y ésta con sus
-caricias trae un tierno infante al valle de las fieras, á ser presa de
-los vicios y esclavo de sus pasiones.</p>
-
-<p>De modo que, cuando llega la razón, que es aquella otra reina de la
-luz, madre del desengaño, con las virtudes sus compañeras, ya los halla
-depravados, entregados á los vicios y muchos de ellos sin remedio.
-
-<span class="sidenote"><i>Aurora<br /> de la vida.</i></span>
-
-Cuéstale mucho sacarlos de las uñas de sus malas inclinaciones y halla
-grande dificultad en encaminarlos á lo alto y seguro de la virtud.
-Porque es llevarlos cuesta arriba. Perecen muchos y quedan hechos
-oprobio de su vicio y más los más ricos, los hijos de señores y de
-príncipes, en los cuales el criarse con más regalo es ocasión de más
-vicio. Los que se crían con necesidad y tal vez entre los rigores de
-una madrastra son los que mejor libran, como Hércules, y ahogan estas
-serpientes de sus pasiones en la misma cuna.</p>
-
-<p>¿Qué piedra tan preciosa es esta, preguntó Andrenio, que nos ha
-entregado á todos con tal recomendación?</p>
-
-<p>Has de saber, le respondió Critilo, que lo que fabulosamente
-atribuyeron muchos á algunas piedras aquí se halla ser evidencia,
-porque ésta es el verdadero carbunclo, que resplandece en medio de las
-tinieblas, así de la ignorancia como del vicio. Éste es el diamante
-finísimo, que entre los golpes del padecer y entre los incendios
-del apetecer está más fuerte y brillante.<span class="pagenum"
-id="Page_57">p. 57</span> Ésta es la piedra de toque que examina el
-bien y el mal. Ésta la piedra imán, atenta al norte de la virtud.
-Finalmente esta es la piedra de todas las virtudes, que los sabios
-llaman el dictamen de la razón, el más fiel amigo que tenemos.</p>
-
-<p>Así iban confiriendo, cuando llegaron á aquella tan famosa
-encrucijada, donde se divide el camino y se diferencia el vivir.
-Estación célebre, por la dificultad que hay, no tanto de parte del
-saber, cuanto del querer, sobre qué senda y á qué mano se ha de
-echar.</p>
-
-<p>Vióse aquí Critilo en mayor duda porque, siendo la tradición común
-ser dos los caminos, el plausible de la mano izquierda por lo fácil,
-entretenido y cuesta abajo, y al contrario el de mano derecha áspero,
-desapacible y cuesta arriba, halló con no poca admiración que eran tres
-los caminos, dificultando más su elección.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Bivio humano.</i></span>
-
-¡Válgame el cielo!, decía, ¿no es éste aquel tan sabio bivio, donde el
-mismo Hércules se halló perplejo sobre cuál de los dos caminos tomaría?
-Miraba adelante y atrás, preguntándose á sí mismo. ¿No es ésta aquella
-docta letra de Pitágoras, en que cifró toda la sabiduría, que hasta
-aquí procede igual y después se divide en dos ramos, uno espacioso del
-vicio y otro estrecho de la virtud? Pero con diversos fines, que el uno
-va á parar en el castigo y el otro en la corona. Aguarda, decía. ¿Dónde
-están aquellos dos aledaños de Epicteto: el <i>Abstine</i> en el camino del
-deleite y el <i>Sustine</i> en el de la virtud? Basta que habemos llegado á
-tiempos, que hasta los caminos reales se han mudado.</p>
-
-<p>¿Qué montón de piedras es aquél, preguntó Andrenio, que está en
-medio de las sendas?</p>
-
-<p>Lleguémonos allá, dijo Critilo, que el índice del numen vial,
-juntamente nos está llamando y dirigiendo. Éste es el misterioso montón
-de Mercurio, en quien significaron los antiguos que la sabiduría es la
-que ha de guiar y que por donde nos llama el cielo habemos de correr:
-eso está voceando aquella mano.</p>
-
-<p>Pero el montón de piedras, ¿á qué propósito, replicó An<span
-class="pagenum" id="Page_58">p. 58</span>drenio, extraño despojo del
-camino, amontonando tropiezos?</p>
-
-<p>Estas piedras, respondió suspirando Critilo, las arrojan aquí los
-viandantes, que en esto pagan la enseñanza: éste es el galardón que
-se le da á todo maestro y entiendan los de la verdad y virtud que
-hasta las piedras se han de levantar contra ellos. Acerquémonos á esta
-columna, que ha de ser el oráculo en tanta perplejidad.</p>
-
-<p>Leyó Critilo el primer letrero, que con Horacio decía:</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Mediocridad<br /> de oro.</i></span>
-
-<i>Medio hay en las cosas, tú no vayas por los extremos.</i></p>
-
-<p>Estaba toda ella de alto á bajo labrada de relieve con extremado
-artificio, compitiendo los primores materiales de la simetría con los
-formales del ingenio. Leíanse muchos sentenciosos aforismos y campeaban
-historias alusivas. Íbalas admirando Andrenio y comentándolas Critilo
-con gustoso acierto.</p>
-
-<p>Allí vieron al temerario joven, montando en la carroza de luces y su
-padre le decía:</p>
-
-<p>Ve por el medio y correrás seguro.</p>
-
-<p>Éste fué, declaró Critilo, un mozo que entró muy orgulloso en
-un gobierno y, por no atender á la mediocridad prudente, como lo
-aconsejaban sus ancianos, perdió los estribos de la razón y, tantos
-vapores quiso levantar en tributos, que lo abrasó todo, perdiendo el
-mundo y el mando.</p>
-
-<p>Seguíase Ícaro, desalado en caer, pasando de un extremo á otro, de
-los fuegos á las aguas; por más que le voceaba Dédalo:</p>
-
-<p>¡Vuela por el medio!</p>
-
-<p>Éste fué otro arrojado, ponderaba Critilo, que, no contento con
-saber lo que basta, que es lo conveniente, dió en sutilezas malfundadas
-y, tanto quiso adelgazar, que le mintieron las plumas y dió con sus
-quimeras en el mar de un común y amargo llanto: que va poco de penas á
-penas.</p>
-
-<p>Aquél es el célebre Cleóbulo, que está escribiendo en tres cartas
-consecutivas esta palabra sola:
-
-<span class="sidenote"><i>Modo.</i></span>
-
-<i>Modo</i>, al rey, que en otras tres le había pedido un consejo, digno de
-su saber, para reinar con acierto.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_59">p. 59</span>Mira aquel otro de
-los siete de Grecia, eternizado sabio por sola aquella sentencia: <i>Huye
-en todo la demasía.</i> Porque siempre dañó más lo más que lo menos.</p>
-
-<p>Estaban de relieve todas las virtudes con plausibles empresas en
-tarjetas y roleos. Comenzaban por orden, puesta cada una en medio de
-sus dos viciosos extremos y en lo bajo la fortaleza, asegurando el
-apoyo á las demás, recostada sobre el cojín de una columna, media entre
-la temeridad y la cobardía. Procediendo así todas las otras, remataba
-la prudencia, como reina, y en sus manos tenía una preciosa corona con
-este lema: <i>Para el que ama la mediocridad de oro.</i></p>
-
-<p>Leíanse otras muchas inscripciones, que formaban lazos y servían
-de definiciones al artificio y al ingenio. Coronaba toda esta máquina
-elegante la felicidad muy serena, recodada en sus varones sabios y
-valerosos, ladeada también de sus dos extremos, el llanto y la risa,
-cuyos atlantes eran Heráclito y Demócrito, llorando siempre aquél y
-éste riendo.</p>
-
-<p>Mucho gustó Andrenio de ver y de entender aquel maravilloso oráculo
-de toda la vida. Mas ya en esto se había juntado mucha gente en pocas
-personas, porque los más, sin consultar otro numen que su gusto, daban
-por aquellos extremos, llevados de su antojo y su deleite.</p>
-
-<p>Llegó uno y sin informarse, muy á lo necio, echó por otro extremo,
-bien diferente del que todos creyeron, que fué por el de presumido, con
-que se perdió luego.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Vano.</i></span>
-
-Tras éste venía un vano, que tan mal y sin preguntar, pero con lindo
-aire, tomó el camino más alto. Y como él estaba vacío de hueco y el
-viento iba arreciando, vencióle presto y dió con él allí abajo, con
-venganza de muchos, que, como iba tan alto, el subir y el caer fué á
-vista y á risa de todo el mundo.</p>
-
-<p>Había un camino sembrado de abrojos y, cuando se persuadió Andrenio
-que ninguno iría por él, vió que muchos se apasionaban
-
-<span class="sidenote"><i>Vengativos.</i></span>
-
-y había puñadas sobre cuál sería el primero. El carril de las bestias
-era el más trillado. Y preguntándole á un hom<span class="pagenum"
-id="Page_60">p. 60</span>bre, que lo parecía, cómo iba por allí,
-respondió que por no irse solo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Glotones.</i></span>
-
-Junto á éste estaba otro camino muy breve y todos los que iban por
-él hacían gran prevención de manjares y de regalos; mas no caminaban
-mucho, que más son los que mueren de ahito, que de hambre.</p>
-
-<p>Pretendían algunos ir por el aire; pero desvanecíaseles la cabeza,
-con que caían. Y éstos de ordinario no daban en cielo ni en tierra.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Lascivos.</i></span>
-
-Encarrilaban muchos por un paseo muy ameno y delicioso: íbanse de prado
-en prado muy entretenidos y placenteros, saltando y bailando, cuando
-á lo mejor caían rendidos, sudando y gritando, sin poder dar un paso,
-haciendo malísimas caras, por haberlas hecho buenas.</p>
-
-<p>De un paso se quejaban todos que era muy peligroso, infestado
-siempre de ladrones y, aunque lo sabían, echaban no pocos por él,
-diciendo que ellos se entenderían con los otros y al cabo todos se
-hacían ladrones, robándose unos á otros.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Avaros.</i></span>
-
-Preguntaban unos, con no poca admiración de Andrenio y gusto de
-Critilo, por topar quien repasase y se informase: pedían cuál era
-el camino de los perdidos. Creyeron que para huir de él y fué al
-contrario, que, en sabiéndolo, tomaron por allí la derrota.</p>
-
-<p>¡Hay tal necedad!, dijo Andrenio, y viendo entre ellos algunos
-personajes de harta importancia, preguntáronles cómo iban por allí y
-respondieron que ellos no iban, sino que los llevaban.</p>
-
-<p>No era menos calificada la de otros, que todo el día andaban
-alrededor, moliéndose y moliendo, sin pasar adelante ni llegar jamás al
-centro.</p>
-
-<p>No hallaban el camino otros: todo se les iba en comenzar á caminar;
-nunca acababan y luego paraban, no acertando á dar un paso, con las
-manos en el seno y, si pudieran, aun metieran los pies: éstos jamás
-llegaban al cabo con cosa.</p>
-
-<p>Dijo uno que él quería ir por donde ningún otro hubiese ca<span
-class="pagenum" id="Page_61">p. 61</span>minado jamás. Nadie le pudo
-encaminar. Tomó el de su capricho y presto se halló perdido.</p>
-
-<p>¿No adviertes, dijo Critilo, que casi todos toman el camino ajeno
-y dan por el extremo contrario de lo que se pensaba? El necio da en
-presumido y el sabio hace del que no sabe, el cobarde afecta el valor
-y todo es tratar de armas y pistolas y el valiente las desdeña, el que
-tiene da en no dar y el que no tiene desperdicia, la hermosa afecta
-el desaliño y la fea revienta por parecer, el príncipe se humana y el
-hombre bajo afecta divinidades, el elocuente calla y el ignorante se lo
-quiere hablar todo, el diestro no osa obrar y el zurdo no para. Todos
-al fin verás que van por extremos, errando el camino de la vida de
-medio á medio.</p>
-
-<p>Echemos nosotros por el más seguro, aunque no tan plausible, que es
-el de una prudente y feliz medianía, no tan dificultoso como el de los
-extremos, por contenerse siempre en un buen medio.</p>
-
-<p>Pocos le quisieron seguir; más luego que se vieron encaminados,
-sintieron una notable alegría interior y una grande satisfacción de
-la conciencia. Advirtieron más, que aquellas preciosas piedras, ricas
-prendas de la razón, comenzaron á resplandecer tanto, que cada una
-parecía un brillante lucero, haciéndose lenguas en rayos y diciendo:
-¡Éste es el camino de la verdad y la verdad de la vida!</p>
-
-<p>Al contrario todas las de aquellos, que siguieron sus antojos,
-se vieron perder su luz, de modo, que parecieron quedar de todo
-punto ofuscadas y ellos eclipsados: tan errado el dictamen, como el
-camino.</p>
-
-<p>Viendo Andrenio que caminaban siempre cuesta arriba, dijo:</p>
-
-<p>Este camino, más parece que nos lleva al cielo, que al mundo.</p>
-
-<p>Así es, le respondió Critilo, porque son las sendas de la eternidad
-y, aunque vamos metidos en nuestra tierra; pero muy superiores á ella,
-señores de los otros y vecinos á las estrellas. Ellas nos guíen, que ya
-estamos engolfados entre Escilas y Caribdis del mundo.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_62">p. 62</span>Esto dijo al entrar
-en una de sus más célebres ciudades, gran Babilonia de España, emporio
-de sus riquezas, teatro augusto de las letras y las armas, esfera de la
-nobleza y gran plaza de la vida humana.</p>
-
-<p>Quedó espantado Andrenio de ver el mundo, que no le conocía,
-mucho más admirado que allá, cuando salió á verlo de su cueva. ¿Pero
-qué mucho, si allí lo miraba de lejos y aquí tan de cerca? Allí
-contemplando, aquí experimentando. Que todas las cosas se hallan muy
-trocadas, cuando tocadas. Lo que novedad le causó fué el no topar
-hombre alguno; aunque los iban buscando con afectación en una ciudad
-populosa y al sol de mediodía.</p>
-
-<p>¿Qué es esto?, decía Andrenio. ¿Dónde están estos hombres? ¿Qué se
-han hecho? ¿No es la tierra su patria tan amada, el mundo su centro y
-tan querido? ¿Pues cómo lo han desamparado? ¿Dónde habrán ido, que más
-valgan?</p>
-
-<p>Iban por una y otra parte solícitamente buscándolos sin poder
-descubrir uno tan sólo, hasta que...; pero cómo y dónde los hallaron
-nos lo contará la otra Crisi.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1_6">
- <h3 class="g1 ws1">CRISI VI</h3>
- <p class="subh3c"><i>Estado del siglo.</i></p>
-</div>
-
-<p>Quien oye decir mundo concibe un compuesto de todo lo criado, muy
-concertado y perfecto. Y con razón, pues toma el nombre de su misma
-belleza. Mundo quiere decir lindo y limpio. Imagínase un palacio muy
-bien trazado, al fin por la infinita Sabiduría, muy bien ejecutado por
-la Omnipotencia, alhajado por la divina Bondad, para morada del rey
-hombre, que como partícipe de razón, presida en él y le mantenga en
-aquel primer concierto, en que su divino Hacedor le puso. De suerte
-que<span class="pagenum" id="Page_63">p. 63</span> mundo no es otra
-cosa que una casa hecha y derecha por el mismo Dios y para el hombre;
-no hay otro modo cómo poder declarar su perfección.</p>
-
-<p>Así había de ser, como el mismo nombre lo blasona, su principio lo
-afianza y su fin lo asegura; pero cuán al contrario sea esto y cuál
-le haya parado el mismo hombre, cuánto desmienta el hecho al dicho,
-pondérelo Critilo, que con Andrenio se hallaban ya en el mundo, aunque
-no bien hallados en fe de tan personas.</p>
-
-<p>En busca iban de los hombres, sin poder descubrir uno, cuando
-al cabo de rato y cansancio, toparon con medio, un medio hombre
-y medio fiera. Holgóse tanto Critilo, cuanto se inmutó Andrenio,
-preguntando:</p>
-
-<p>¿Qué monstruo es éste tan extraño?</p>
-
-<p>No temas, respondió Critilo, que éste es más hombre que los mismos,
-éste es el maestro de los reyes y rey de los maestros, éste es el sabio
-Quirón. ¡Oh, qué bien nos viene y cuán á la ocasión! pues él nos guiará
-en esta primera entrada del mundo y nos enseñará á vivir: que importa
-mucho á los principios.</p>
-
-<p>Fuése para él saludándole y correspondió el centauro con doblada
-humanidad. Díjole cómo iban en busca de los hombres y que, después de
-haber dado cien vueltas, no habían podido hallar uno tan sólo.</p>
-
-<p>No me espanto, dijo él, que no es este siglo de hombres, digo de
-aquellos famosos de otros tiempos. ¿Qué?
-
-<span class="sidenote"><i>Estéril siglo.</i></span>
-
-¿Pensábais hallar ahora un don Alonso el Magnánimo en Italia, un Gran
-Capitán en España, un Enrique IV en Francia, haciendo corona de su
-espada y de sus guarniciones lises? Ya no hay tales héroes en el mundo
-ni aun memoria de ellos.</p>
-
-<p>¿No se van haciendo?, replicó Andrenio.</p>
-
-<p>No llevan traza y para luego es tarde.</p>
-
-<p>Pues de verdad que ocasiones no han faltado.</p>
-
-<p>¿Cómo no se han hecho?, preguntó Critilo. ¿Por qué se han
-deshecho?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_64">p. 64</span>Hay mucho que decir
-en ese punto, ponderó Quirón. Unos lo quieren ser todo y al cabo son
-menos que nada; valiera más no hubieran sido. Dicen también que corta
-mucho la envidia con las tijerillas de Tomeras. Pero yo digo que ni
-es eso ni esotro; sino que, mientras el vicio prevalezca, no campeará
-la virtud y, sin ella, no puede haber grandeza heroica. Creedme que
-esta Venus tiene arrinconadas á Belona y á Minerva en todas partes
-y no trata ella, sino con viles herreros, que todo lo tiznan y todo
-lo hierran. Al fin no nos cansemos, que él no es siglo de hombres
-eminentes ni en las armas ni en las letras. Pero decidme ¿dónde los
-habéis buscado?</p>
-
-<p>Y Critilo: ¿Dónde los habemos de buscar, sino en la tierra? ¿No es
-ésta su patria y su centro?</p>
-
-<p>¡Qué bueno es eso!, dijo el centauro. ¡Mirad! ¿Cómo los habíais de
-hallar? No los habéis de buscar ya en todo el mundo, que ya han mudado
-del hito: nunca está quieto el hombre, con nada se contenta.</p>
-
-<p>Pues menos los hallaremos en el cielo, dijo Andrenio.</p>
-
-<p>Menos, que no están ya ni en el cielo ni en la tierra.</p>
-
-<p>¿Pues dónde los habemos de buscar?</p>
-
-<p>¿Dónde? En el aire.</p>
-
-<p>¿En el aire?</p>
-
-<p>Sí, que allí se han fabricado castillos en el aire, torres de
-viento, donde están muy encastillados, sin querer salir de su
-quimera.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Castillos<br /> en el aire.</i></span>
-
-Según eso, dijo Critilo, todas sus torres vendrán á serlo de confusión
-y, por no ser Janos de prudencia, les picarán las cigüeñas manuales
-señalándolos con el dedo y diciendo:</p>
-
-<p>¿Éste no es aquel hijo de aquel otro?</p>
-
-<p>De suerte, que con lo que ellos echaron á las espaldas los demás les
-darán en el rostro.</p>
-
-<p>Otros muchos, prosiguió el Quirón, se han subido á las nubes. Y aun
-hay quien, no levantándose del polvo, pretende tocar con la cabeza
-en las estrellas. Paséanse no pocos por los<span class="pagenum"
-id="Page_65">p. 65</span> espacios imaginarios, camaranchones de su
-presunción; pero la mayor parte hallaréis acullá sobre el cuerno de la
-luna y aun pretenden subir más alto, si pudieran.</p>
-
-<p>Tiene razón, voceó Andrenio. Acullá están, allá los veo y aun allí
-andan empinándose, tropezando unos y cayendo otros, según las mudanzas
-suyas y de aquel planeta, que ya les hace una cara y ya otra. Y aun
-ellos también no cesan entre sí de armarse zancadillas, cayendo todos
-con más daño que escarmiento.</p>
-
-<p>¡Hay tal locura!, repetía Critilo. ¿No es la tierra su lugar proprio
-del hombre, su principio y su fin? ¿No les fuera mejor conservarse en
-este medio y no querer encaramarse con tan evidente riesgo? ¡Hay tal
-disparate!</p>
-
-<p>Sí lo es grande, dijo el semihombre, materia de harta lástima para
-unos y de risa para otros, ver que el que ayer no se levantaba de
-la tierra ya le parece poco un palacio, ya habla sobre el hombro el
-que ayer llevaba la carga en él, el que nació entre malvas pide los
-artesones de cedro, el desconocido de todos hoy desconoce á todos, el
-hijo tiene el puntillo de los muchos que dió su padre. El que ayer
-no tenía para pasteles, asquea el faisán, blasona de linajes; el de
-conocido solar, el vos, es señoría. Todos pretenden subir y ponerse
-sobre los cuernos de la luna, más peligrosos que los de un toro,
-pues, estando fuera de su lugar, es forzoso dar abajo con ejemplar
-infamia.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Fieras<br /> ciudadanas.</i></span>
-
-Fuélos guiando á la plaza mayor, donde hallaron paseándose gran
-multitud de fieras y todas tan sueltas como libres, con tan notable
-peligro de los incautos. Había leones, tigres, leopardos, lobos,
-toros, panteras, muchas vulpejas. Ni faltaban sierpes, dragones y
-basiliscos.</p>
-
-<p>¿Qué es esto?, dijo turbado Andrenio. ¿Dónde estamos? ¿Es esta
-población humana ó selva ferina?</p>
-
-<p>No tienes que temer, que cautelarte sí, dijo el centauro.</p>
-
-<p>Sin duda que los pocos hombres que habían quedado se han retirado
-á los montes, ponderó Critilo, por no ver lo que en el<span
-class="pagenum" id="Page_66">p. 66</span> mundo pasa y que las fieras
-se han venido á las ciudades y se han hecho cortesanas.</p>
-
-<p>Así es, respondió Quirón: el león de un poderoso, con quien no hay
-poderse averiguar, el tigre de un matador, el lobo de un ricazo, la
-vulpeja de un fingido, la víbora de una ramera: toda bestia y todo
-bruto han ocupado las ciudades. Ésas rúan las calles, pasean las
-plazas; y los verdaderos hombres de bien no osan parecer, viviendo
-retirados dentro de los límites de su moderación y recato.</p>
-
-<p>¿No nos sentamos en aquel alto, dijo Andrenio, para poder ver,
-cuando no gozar con seguridad y con señorío?</p>
-
-<p>Eso no, respondió Quirón: no está el mundo para tomarlo de
-asiento.</p>
-
-<p>Pues arrimémonos aquí á una de estas columnas, dijo Critilo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>El rico<br /> más rico.</i></span>
-
-Tampoco: que todos son falsos los arrimos de esta tierra; vamos
-paseando y pasando.</p>
-
-<p>Estaba muy desigual el suelo, porque á las puertas de los poderosos,
-que son los ricos, había unos grandes montones que relucían mucho.</p>
-
-<p>¡Oh, qué de oro!, dijo Andrenio.</p>
-
-<p>Y el Quirón: Advierte que no lo es todo lo que reluce.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>El pobre<br /> más pobre.</i></span>
-
-Llegaron más cerca y conocieron que era basura dorada. Al contrario,
-á las puertas de los pobres y desvalidos había unas tan profundas y
-espantosas simas, que causaban horror á cuantos las miraban y así
-ninguno se acercaba de mil leguas. Todos las miraban de lejos. Y es
-lo bueno que todo el día sin cesar muchas y grandes bestias estaban
-acarreando hediondo estiércol y lo echaban sobre el otro, amontonando
-tierra sobre tierra.</p>
-
-<p>¡Cosa rara!, dijo Andrenio. Aun economía no hay. ¿No fuera mejor
-echar toda esta tierra en aquellos grandes hoyos de los pobres, con que
-se emparejara el suelo y quedara todo muy igual?</p>
-
-<p>Así había de ser, para bien ir, dijo Quirón. Pero ¿qué cosa va
-bien en el mundo? Aquí veréis practicado aquel célebre imposible,
-tan disputado de los filósofos, conviniendo todos en que<span
-class="pagenum" id="Page_67">p. 67</span> no se puede dar vacío en la
-naturaleza. He aquí, que en la humana esta gran monstruosidad cada día
-sucede. No se da en el mundo á quien no tiene; sino á quien más tiene.
-Á muchos se les quita la hacienda porque son pobres y se les adjudica
-á otros porque la tienen. Pues las dádivas, no van sino adonde hay ni
-se hacen los presentes á los ausentes. El oro dora la plata, ésta acude
-al reclamo de otra: los ricos son los que heredan; que los pobres no
-tienen parientes. El hambriento no halla un pedazo de pan y el ahito
-está cada día convidado. El que una vez es pobre, siempre es pobre y de
-esta suerte todo el mundo le hallaréis desigual.</p>
-
-<p>¿Pues por dónde iremos?, preguntó Andrenio.</p>
-
-<p>Echemos por el medio y pasaremos con menos embarazo y más
-seguridad.</p>
-
-<p>Paréceme, dijo Critilo, que veo ya algunos hombres, por lo menos que
-ellos lo piensan ser.</p>
-
-<p>Ésos lo serán menos, dijo Quirón: verlo has presto.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Necios<br /> ensalzados.</i></span>
-
-Asomaban ya por un cabo de la plaza ciertos personajes, que caminaban
-tan graves con las cabezas hacia abajo por el suelo, poniéndose
-del lodo y los pies para arriba, muy empinados, echando piernas al
-aire, sin acertar á dar un paso, antes á cada uno caían. Y aunque se
-maltrataron harto, porfiaban en querer ir de aquel modo, tan ridículo
-como peligroso. Comenzó Andrenio á admirar y Critilo á reir.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Sabios<br /> abatidos.</i></span>
-
-Haced cuenta, dijo Quirón, que soñáis despiertos. ¡Oh, qué bien pintaba
-el Bosco! Ahora entiendo su capricho. Cosas veréis increíbles. Advertid
-que los que habían de ser cabezas por su prudencia y saber, ésos andan
-por el suelo, despreciados, olvidados y abatidos; al contrario, los que
-habían de ser pies por no saber las cosas ni entender las materias,
-gente incapaz, sin ciencia ni experiencia, ésos mandan. Y así va el
-mundo cual digan dueñas; ¡mejor fuera dueños! No hallaréis cosa con
-cosa. Y á un mundo, que no tiene pies ni cabeza, de merced se le da el
-de descabezado.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_68">p. 68</span></p>
-
-<p>No bien pasaron éstos, que todos pasan, cuando venían otros y eran
-los más y que se preciaban de muy personas. Caminaban hacia atrás y á
-este modo todas sus acciones las hacían al revés.</p>
-
-<p>¡Qué otro disparate!, dijo Andrenio. Si tales caprichos hay en el
-mundo, llámese casa de orates hermanados.</p>
-
-<p>¿No nos puso, ponderó Critilo, la próvida naturaleza los ojos y los
-pies hacia adelante para ver por dónde andamos y andar por donde vemos
-con seguridad y firmeza? ¿Pues cómo éstos van por donde no ven y no
-miran por dónde van?</p>
-
-<p>Advertid, dijo Quirón, que los más de los mortales, en vez de ir
-adelante en la virtud, en la honra, en el saber, en la prudencia y en
-todo, vuelven atrás: y así muy pocos son los que llegan á ser personas.
-
-<span class="sidenote"><i>Conde de<br /> Peñaranda.</i></span>
-
-Cual y cual, como un conde de Peñaranda. ¿No veis aquella mujer lo que
-forceja, cejando en la vida? No querría pasar de los veinte ni aquella
-otra de los treinta y, en llegando á un cero, se hunden allí, como en
-trampa de los años, sin querer pasar adelante. ¡Aun mujeres no quieren
-ser! ¡Siempre niñas! ¡Mas cómo estira de ellas aquel vejezuelo cojo!
-¡Y la fuerza que tiene! ¿No veis cómo las arrastra llevándolas por los
-cabellos? Con todos los de aquella otra se ha quedado en las manos:
-todos se los ha arrancado. ¡Qué puñada le ha pegado á la otra! ¡No le
-ha dejado diente! ¡Hasta las cejas las harta de años! ¡Oh, qué mala
-cara le hacen todas!</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Mujeres.</i></span>
-
-Aguardad, mujeres, dijo Andrenio. ¿Dónde están? ¿Cuáles son? Que yo no
-las distingo de los hombres.</p>
-
-<p>¿Tú no me dijiste, oh Critilo, que los hombres eran los fuertes y
-las mujeres las flacas, ellos hablaban recio y ellas delicado, ellos
-vestían calzón y capa y ellas basquiñas? Yo hallo que todo es al
-contrario, porque ó todos son ya mujeres ó los hombres son los flacos y
-afeminados. Ellas, las poderosas; ellos tragan saliva, sin osar hablar.
-Y ellas hablan tan alto, que aun los sordos las oyen. Ellas mandan el
-mundo y todos se les sujetan. ¡Tú me has engañado!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_69">p. 69</span>Tienes razón, aquí
-suspirando Critilo: que ya los hombres son menos que mujeres. Más puede
-una lagrimilla mujeril, que toda la sangre, que derramó el valor. Más
-alcanza un favor de una mujer, que todos los méritos del saber. No hay
-vivir con ellas ni sin ellas. Nunca más estimadas que hoy. Todo lo
-pueden y todo lo pierden. Ni vale haberlas privado la atenta naturaleza
-del decoro de la barba, ya para nota, ya por dar lugar á la vergüenza y
-todo no basta.</p>
-
-<p>Según eso, dijo Andrenio, ¡el hombre no es el rey del mundo; sino el
-esclavo de la mujer!</p>
-
-<p>Mirad, respondió el Quirón; él es el rey natural; sino que ha hecho
-á la mujer su valido,
-
-<span class="sidenote"><i>Princesa<br /> de Rosano.<br /> Doña Elvira<br /> Ponce.</i></span>
-
-que es lo mismo que decir que ella lo puede todo. Con todo eso, para
-que las conozcáis, aquellas son. Que, cuando más han menester el juicio
-y el valor, entonces les falta más. Pero sean excepción de mujeres las
-que son más que hombres: la gran princesa de Rosano y la excelentísima
-señora marquesa de Valdueña.</p>
-
-<p>Más admiración les causó uno, que yendo á caballo en una vulpeja
-caminaba hacia atrás, nunca seguido, sino torciendo y revolviendo á
-todas partes. Y todos los del séquito, que no eran pocos, procedían del
-mismo modo. Hasta un perro viejo, que de ordinario le acompañaba.</p>
-
-<p>¿Veis á éste?, advirtió Quirón. Pues yo os aseguro que no se mueve
-de necio.</p>
-
-<p>Yo lo creo, dijo Critilo: que todos me parece van por extremos en el
-mundo. ¿Quién es éste, dínos, que pica más en falso?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Caco político.</i></span>
-
-¿No habéis oído nunca nombrar el famoso Caco? Pues éste lo es de la
-política: digo, un caos de la razón de estado. De este modo corren hoy
-los estadistas, al revés de los demás. Así proceden en sus cosas. Para
-desmentir toda atención ajena, para deslumbrar discursos, no querrían
-que por las huellas les rastreasen. Sus fines señalan á una parte y dan
-en otra. Publican uno y ejecutan otro. Para decir no dicen sí. Siempre
-al contrario, cifrando en las encontradas señales su vencimiento.<span
-class="pagenum" id="Page_70">p. 70</span> Para éstos es menester un
-otro Hércules, que con la maña y la fuerza averigüe sus pisadas y
-castigue sus enredos.</p>
-
-<p>Observó de buena nota Andrenio que los más hablaban á la boca y no
-al oído y que los que escuchaban, no sólo no se ofendían de semejante
-grosería, sino que antes bien gustaban tanto de ello, que abrían las
-bocas de par en par, haciendo de los mismos labios orejas, hasta
-destilárseles el gusto.</p>
-
-<p>¡Ay tal abuso!, dijo él mismo. Las palabras se oyen, que no se comen
-ni se beben y éstos todo se tragan. Verdad es, que nacen en los labios;
-pero mueren en el oído y se sepultan en el pecho: éstos parece que las
-mascan y que se relamen con ellas.</p>
-
-<p>Gran señal, dijo Critilo, de poca verdad, pues no les amargan.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Lisonja valida.</i></span>
-
-¡Oh!, dijo Quirón, ¿no veis que ya se usa hablarle á cada uno al
-sabor de su paladar? ¿No adviertes, oh Andrenio, aquel señor, cómo
-se está saboreando con las lisonjas de azúcar? ¡Qué hartazgos se da
-de adulación! Créeme que no oye, aunque lo parece, porque todo se lo
-lleva el viento. Repara en aquel otro príncipe, ¡qué hace de engullir
-mentiras! Todo se lo persuade. Mas hay una cosa: que en toda su vida
-dejó de creer mentira alguna, con que escuchó tantas, ni creyó verdad,
-aunque oyó tan pocas. Pues aquel otro necio desvanecido ¿de qué piensas
-tú que está tan hinchado? ¡Eh!, que no es de sustancia; no es sino aire
-y vanidad.</p>
-
-<p>Ésta debe de ser la causa, ponderó Critilo, que oyen tan pocas
-verdades los que más deberían. Ellas amargan y, como ellos las escuchan
-con el paladar, ó no se las dicen ó no tragan alguna y la que acierta á
-pasar les hace tan mal estómago, que no la pueden digerir.</p>
-
-<p>Lo que les ofendió mucho fué el ver unos vilísimos esclavos de sí
-mismos, arrastrando eslabonados hierros; las manos no con cuerdas
-ni aun con esposas, atadas para toda acción buena y más para las
-liberales; el cuello con la argolla de un continuo, aunque voluntario
-ahogo; los pies con grillos, que no les dejaban dar un paso por
-el camino de la fama, tan cargados de hie<span class="pagenum"
-id="Page_71">p. 71</span>rros, cuan desnudos de aceros. Y con una nota
-tan descarada, estaban muy entronizados, cortejados y aplaudidos,
-mandando á hombres muy hombres, ingenuos y principales, gente toda de
-noble condición. Éstos servían á aquéllos, obedeciéndolos en todo y aun
-los llevaban en peso, poniendo el hombro á tan vil carga. Aquí ya dió
-voces Andrenio, sin poderlo tolerar:</p>
-
-<p>¡Oh! ¡Quién pudiera llegar, decía, y barajar aquellas suertes! ¡Oh,
-cómo derribara yo á puntillazos aquellas malempleadas sillas y las
-trocara en lo que habían de ser y ellos también merecen!</p>
-
-<p>No grites, dijo Quirón, que nos perdemos.</p>
-
-<p>¿Qué importa, si todo va perdido?</p>
-
-<p>¿No ves tú que son éstos los poderosos, los que...?</p>
-
-<p>¿Éstos?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Esclavos<br /> mandan.</i></span>
-
-Sí, éstos, esclavos de sus apetitos, siervos de sus deleites, los
-Tiberios, los Nerones, los Calígulas, Eliogábalos y Sardanápalos. Éstos
-son los adorados. Y al contrario, los que son los verdaderos señores
-de sí mismos, libres de toda maldad, éstos son los humillados. En
-consecuencia de esto, mira aquellos muy sanos de corazón, tendidos en
-el suelo y aquellos otros, tan malos, muy en pie. Los de buen color
-en todas sus cosas, andan descaecidos; y aquellos, á quienes su mala
-conciencia les ha robado el color, por lo que robaron, están empinados.
-Los de buenas entrañas no se pueden tener ni conservar; y los que
-las tienen dañadas, corren. Los que les huele mal el aliento, están
-alentados; los cojos tienen pies y manos. Todos los ciegos tienen
-palo. De suerte, que todos los buenos van por tierra y los malos andan
-ensalzados.</p>
-
-<p>¡Oh, qué bueno va el mundo!, dijo Andrenio.</p>
-
-<p>Pero lo que les causó gran novedad y aun risa fué ver un ciego, que
-no veía gota, aunque sí bebía muchas, con unos ojos más oscuros que la
-misma vileza, con más nubes que un Mayo. Con toda esta ceguera, venía
-hecho guía de muchos, que tenían la vista clara: él los guiaba ciego y
-ellos le seguían mudos, pues en nada le repugnaban.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_72">p. 72</span>¡Ésta sí, exclamó
-Andrenio, que es brava ceguera!</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Ciegos guían.</i></span>
-
-Y aun torpe también, dijo Critilo. Que un ciego guíe á otro gran
-necedad es; pero ya vista y caer ambos en una profundidad de males.
-Pero que un ciego de todas maneras quiera guiar á los que ven, ése es
-disparate nunca oído.</p>
-
-<p>Yo, dijo Critilo, no me espanto que el ciego pretenda guiar á los
-otros: que, como él no ve, piensa que todos los demás son ciegos y
-que proceden del mismo modo á tientas y á tontas; mas ellos, que ven
-y advierten el peligro común, que con todo eso le quieran seguir,
-tropezando á cada punto y dando de ojos á cada paso, hasta despeñarse
-en un abismo de infidelidades, ésa es una increíble necedad y una
-monstruosa locura.</p>
-
-<p>Pues advertid, dijo Quirón, que éste es un error muy común, una
-desesperación transcendental, necedad de cada día y mucho más de
-nuestros tiempos. Los que menos saben tratan de enseñar á los otros.
-Unos hombres embriagados intentan leer cátedra de verdades. De suerte
-que habemos visto que un ciego de la torpe afición de una mujer tan
-fea, cuan infame, llevó infinitas gentes tras sí, despeñándose todos
-en un profundo de eterna calamidad. Y ésta no es la octava maravilla;
-el octavo monstruo sí. Que el primer paso de la ignorancia es presumir
-saber y muchos sabrían, si no pensasen que saben.</p>
-
-<p>Oyeron en esto un gran ruido, como de pendencia, en un rincón de la
-plaza, entre diluvios del populacho. Era una mujer, origen siempre del
-ruido. Muy fea; pero muy aliñada. ¡Mejor fuera prendida! Servíala de
-adorno todo un mundo, cuando ella le descompone todo.</p>
-
-<p>Metía á voces su mal pleito y á gritos se formaba, cuando más se
-deshacía. Habíalas contra una mujer, muy otra en todo y aun por eso su
-contraria. Era ésta tan linda, cuan desaliñada; mas no descompuesta.</p>
-
-<p>Iba casi desnuda. Unos decían que por pobre, otros que por
-hermosa. No respondía palabra: que ni osaba ni la oían. Todo<span
-class="pagenum" id="Page_73">p. 73</span> el mundo la iba en contra,
-no sólo el vulgo, sino los más principales y aun...; pero más vale
-enmudecer con ella.</p>
-
-<p>Todos se conjuraron en perseguirla, pasando de las burlas á las
-veras, de las voces á las manos. Comenzaron á maltratarla y cargó tanta
-gente, que casi la ahogaban, sin haber persona, que osase ni quisiese
-volver por ella.</p>
-
-<p>Aquí, naturalmente compasivo Andrenio, fué á ponérsele al lado; mas
-detúvole el Quirón, diciendo:</p>
-
-<p>¿Qué haces? ¿Sabes con quién te tomas y por quién vuelves? ¿No
-adviertes que te declaras contra la plausible Mentira, que es decir
-contra todo el mundo y que te han de tener por loco?
-
-<span class="sidenote"><i>Mentira<br /> plausible.</i></span>
-
-Quisiéronla vengar los niños, con sólo decirla; mas, como flacos y
-contra tantos y tan poderosos, no fué posible prevalecer, con lo cual
-quedó de todo punto desamparada la hermosísima Verdad y poco á poco á
-empellones la fueron todos echando tan lejos, que aun hoy no parece ni
-se sabe dónde haya parado.</p>
-
-<p>Basta. ¿Qué? ¿No hay justicia en esta tierra?, decía Andrenio.</p>
-
-<p>¿Cómo no?, le replicó el Quirón; pues de verdad que hay hartos
-ministros suyos. Justicia hay y no puede estar muy lejos, estando tan
-cerca la Mentira.</p>
-
-<p>Asomó en esto un hombre de afecto agrio, rodeado de gente de juicio
-y, así como le vió, se fué para él la Mentira á informarle con muchas
-razones de la poca que tenía.</p>
-
-<p>Respondióla que luego firmara la sentencia en su favor á tener
-plumas.</p>
-
-<p>Al mismo instante, ella le puso en las manos muchos alados pies, con
-que volando, firmó el destierro de la Verdad, su enemiga, de todo el
-mundo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Malos jueces.</i></span>
-
-¿Quién es aquel, preguntó Andrenio, que para andar derecho, lleva por
-apoyo el tormento, en aquella flexible vara?</p>
-
-<p>Éste, respondió Quirón, es juez.</p>
-
-<p>Ya el nombre se equivoca con el vendedor del justo. ¡Notable cosa
-que toca primero para oir después! ¿Qué significa espada desnuda, que
-lleva delante, y para qué la lleva?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_74">p. 74</span>Ésa, dijo Quirón, es
-la insignia de la dignidad y juntamente instrumento del castigo: con
-ella corta la mala yerba del vicio.</p>
-
-<p>Más valiera arrancarla de cuajo, replicó Critilo. Peor es á veces
-segar las maldades, porque luego vuelven á brotar con más pujanza y
-nunca mueren del todo.</p>
-
-<p>Así había de ser, respondió Quirón; pero ya los mismos que habían de
-acabar los males son los que los conservan, porque viven de ellos.</p>
-
-<p>Mandó luego ahorcar, sin más apelación, un mosquito y que lo
-hiciesen cuartos, porque había caído el desdichado en la red de la
-ley; pero á un elefante, que las había atropellado todas, sin perdonar
-humanas ni divinas, le hizo una gran bonetada al pasar cargado de armas
-prohibidas, bocas de fuego, buenas lanzas, ganzúas, chuzones y aun le
-dijo que, aunque estaba de ronda, si era servido, le irían acompañando
-todos sus ministros, hasta dejarle en su cueva.</p>
-
-<p>¡Qué paso éste para Andrenio! Y no paró aquí, sino que á otro
-desventurado, que encogiéndose de hombros no osaba hablar alto, lo
-mandó pasear.</p>
-
-<p>Y preguntando unos por qué le azotaban, respondían otros:</p>
-
-<p>Porque no tiene espaldas; que á tenerlas, él hombreara, como
-aquellos que van allí cargados de ellas, con más cargas á más
-cargos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>D. Pablo<br /> de Parada.</i></span>
-
-Desapareció el juez, cuando comenzó á llevarse los ojos y
-los aplausos un valiente hombre, que pudiera competir con el
-mismo Pablo de Parada. Venía armado de un temido peto,
-conjugado por todos tiempos, números y personas. Traía dos
-pistolas; pero muy dormidas en sus fundas, á lo descansado,
-caballo desorejado y no por culpas suyas, dorado espadín en
-sólo el nombre, hembra en los hechos, nunca desnuda por lo
-recatada. Coronábase de plumas, avechucho de la bizarría, que
-no del valor.</p>
-
-<p>¿Éste, preguntó Andrenio, es hombre ó es monstruo?</p>
-
-<p>Bien dudas, acudió Quirón, que algunas naciones la primera<span
-class="pagenum" id="Page_75">p. 75</span> vez que le vieron le
-imaginaron toda una cosa caballo y hombre.
-
-<span class="sidenote"><i>Soldados<br /> al uso.</i></span>
-
-Éste es soldado. Así lo estuviera en las costumbres, no anduviera tan
-rota la conciencia.</p>
-
-<p>¿De qué sirven éstos en el mundo?</p>
-
-<p>¿De qué? Hacen guerra á los enemigos.</p>
-
-<p>¡No la hagan mayor á los amigos!</p>
-
-<p>Éstos nos defienden.</p>
-
-<p>¡Dios nos defienda de ellos!</p>
-
-<p>Éstos pelean, destrozan, matan y aniquilan nuestros contrarios.</p>
-
-<p>¿Cómo puede ser eso, si dicen que ellos mismos los conservan?</p>
-
-<p>Aguarda, yo digo lo que deberían hacer por oficio; pero está ya
-el mundo tan depravado, que los mismos remediadores de los males
-los causan en todo género de daños. Éstos, que habían de acabar las
-guerras, las alargan. Su empleo es pelear: que no tienen otros juros
-ni otra renta. Y, como acabada la guerra, quedarían sin oficio ni
-beneficio, ellos popan al enemigo, porque papan de él. ¿Para qué han de
-matar las centinelas al marqués de Pescara, si viven de él? ¡Que hasta
-el atambor sabe estos primores! Y así veréis que la guerra,
-
-<span class="sidenote"><i>Marqués<br /> de Mortara.</i></span>
-
-que á lo más tirar estas nuestras barras pudiera durar un año, dura
-doce y fuera eterna, si la felicidad y el valor no se hubieran juntado
-hoy en un marqués de Mortara.</p>
-
-<p>Lo mismo sienten todos de aquel otro, que también viene á caballo,
-para acabarlo todo. Éste tiene por asunto y aun obligación hacer de
-los malos buenos; pero él obra tan al revés, que de los buenos hace
-malos y de los malos peores. Éste trae guerra declarada contra la
-vida y la muerte: enemigo de entrambas, porque querría á los hombres
-ni mal muertos ni bien vivos; sino malos, que es un malísimo medio.
-Para poder él comer, hace de modo, que los otros no coman. Él engorda,
-cuando ellos enflaquecen. Mientras están entre sus manos, no pueden
-comer, y, si escapan de ellas, que sucede pocas veces, no les<span
-class="pagenum" id="Page_76">p. 76</span> queda qué comer.
-
-<span class="sidenote"><i>Médicos.</i></span>
-
-De suerte que éstos viven en gloria, cuando los demás en pena y así
-peores son que los verdugos. Porque aquéllos ponen toda su industria en
-no hacer penar y con lindo aire hacen que le falte al que pernea; pero
-éstos todo su estudio ponen en que pene y viva muriendo el enfermo. Y
-así aciertan los que les dan los males á destajo. Y es de advertir que
-donde hay más doctores hay más dolores. Esto dice de ellos la ojeriza
-común; pero engáñase en la venganza vulgar, porque yo tengo por cierto
-que del médico nadie puede decir ni bien ni mal: no antes de ponerse
-en sus manos, porque aún no tiene experiencia; no después, porque no
-tiene ya vida. Pero advertid que no hablo del médico material, sino
-de los morales, de los de la república y costumbres, que, en vez de
-remediar los achaques é indisposiciones por obligación, ellos mismos
-los conservan y aumentan, haciendo dependencia de lo que había de ser
-remedio.</p>
-
-<p>¿Qué será, dijo Andrenio, que no vemos pasar ningún hombre de
-bien?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Cardenal Sandoval.<br /> Conde<br /> de
-Lemos.<br /> Señor<br /> archiduque<br /> Leopoldo.<br /> Señor D.
-Luis<br /> de Haro.</i></span>
-
-Ésos, acudió Quirón, no pasan, porque eternamente duran: permanece
-inmortal su fama. Hállanse pocos y éstos están muy retirados. Oímoslos
-nombrar como al unicornio en la Arabia y al fénix en su Oriente. Con
-todo, si queréis ver alguno, buscad un cardenal Sandoval en Toledo, un
-conde de Lemos gobernando Aragón, un archiduque Leopoldo en Flandes. Y
-si queréis ver la integridad, la rectitud, la verdad y todo lo bueno,
-en uno, buscad un don Luis de Haro en el centro que merece.</p>
-
-<p>Estaban en la mayor fuga del ver y extrañar monstruosidades, cuando
-Andrenio al hacer un grande extremo alzó los ojos y el grito al cielo,
-como si le hicieran ver las estrellas.</p>
-
-<p>¿Qué es esto?, dijo. ¡Yo he perdido el tino de todo punto! ¡Qué
-cosa es andar entre desatinados! Achaque de contagio: hasta el cielo
-me parece que está trabucado y que el tiempo anda al revés. Pregunto,
-señores, ¿es día ó es noche? Mas no lo metamos en pareceres, que será
-confundirlo más.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_77">p. 77</span>Espera, dijo el
-Quirón; que no está el mal en el cielo, sino en el suelo. Que no sólo
-anda el mundo al revés, en orden al lugar; sino al tiempo. Ya los
-hombres han dado en hacer del día noche y de la noche día. Ahora se
-levanta aquél, cuando se había de acostar. Ahora sale de casa la otra
-con la estrella de Venus y volverá, cuando se ría de ella la aurora. Y
-es lo bueno que los que tan al revés viven
-
-<span class="sidenote"><i>El día noche.</i></span>
-
-dicen ser la gente más ilustre y la más lucida; mas no falta quien
-afirma que, andando de noche como fieras, vivirán de día como
-brutos.</p>
-
-<p>Esto ha sido, dijo Critilo, quedarnos á buenas noches y no me pesa,
-porque no hay cosa de ver.</p>
-
-<p>¡Que á éste llamen mundo, ponderaba Andrenio! Hasta el nombre
-miente.</p>
-
-<p>Calzósele al revés. Llámese inmundo y de todas maneras
-disparatado.</p>
-
-<p>Algún día, replicó Quirón, bien le convenía su nombre. En verdad que
-era definición, cuando Dios quería y lo dejó tan concertado.</p>
-
-<p>¿Pues de dónde le viene tal desorden?, preguntó Andrenio. ¿Quién le
-trastornó de alto abajo, como hoy lo vemos?</p>
-
-<p>En eso hay mucho que decir, respondió Quirón. Harto lo censuran
-los sabios y lo lloran los filósofos. Aseguran unos que la Fortuna,
-como está ciega y aun loca, lo resuelve todo cada día, no dejando cosa
-en su lugar ni tiempo. Otros dicen que, cuando cayó el lucero de la
-mañana, aquel aciago día, dió tal golpe en el mundo, que le sacó de sus
-quicios, trastornándole de alto abajo. Ni falta quien eche la culpa á
-la mujer, llamándola el duende universal, que todo lo revuelve.
-
-<span class="sidenote"><i>Mundo<br /> trabucado.</i></span>
-
-Mas yo digo que donde hay hombres no hay que buscar otro achaque: uno
-solo basta á desconcertar mil mundos y el no poderlo era lo que lloraba
-el otro grande inquietador.</p>
-
-<p>Más digo: que, si no previniera la divina Sabiduría que no
-pudieran llegar los hombres al primer móvil, ya estuviera todo
-barajado y anduviera el mismo cielo al revés: un día saliera el<span
-class="pagenum" id="Page_78">p. 78</span> sol por el poniente y
-caminara al oriente y entonces fuera España cabeza del mundo, sin
-contradicción alguna, que no hubiera quien viviera con ella.</p>
-
-<p>Y es cosa de notar que, siendo el hombre persona de razón, lo
-primero que ejecuta es hacerla á ella esclava del apetito bestial.
-De este principio se originan todas las demás monstruosidades. Todo
-va al revés, en consecuencia de aquel desorden capital. La virtud es
-perseguida, el vicio aplaudido, la verdad muda, la mentira trilingüe,
-los sabios no tienen libros y los ignorantes librerías enteras. Los
-libros están sin doctor y el doctor sin libros. La discreción del pobre
-es necedad y la necedad del poderoso es celebrada. Los que habían de
-dar vida matan. Los mozos se marchitan y los viejos reverdecen. El
-derecho es tuerto y ha llegado el hombre á tal punto de desatino, que
-no sabe cuál es su mano derecha, pues pone el bien á la izquierda. Lo
-que más le importa echa á las espaldas, lleva la virtud en tres pies y,
-en lugar de ir adelante, vuelve atrás.</p>
-
-<p>Pues si esto es así, como lo vemos, dijo Andrenio, ¿para qué me
-has traído al mundo, oh Critilo? ¿No me estaba yo bien á mis solas?
-Yo resuelvo volverme á la cueva de mi nada. ¡Alto!, huyamos de tan
-insufrible confusión, sentina, que no mundo.</p>
-
-<p>Esto es lo que ya no se puede, respondió Critilo. ¡Oh cuántos
-volvieran atrás, si pudieran! No quedaran personas en el mundo.
-Advierte que vamos subiendo por la escalera de la vida y las gradas
-de los días, que dejamos atrás, al mismo punto, que movemos el pie,
-desaparecen. No hay por donde volver á bajar ni otro remedio, que pasar
-adelante.</p>
-
-<p>¿Pues cómo hemos de poder vivir en un mundo como éste, porfiaba,
-afligiéndose Andrenio, y más para mi condición, si no me mudo? Que no
-puedo sufrir cosas malhechas. Yo habré de reventar sin duda.</p>
-
-<p>¡Eh!, que te harás á ello en cuatro días, dijo Quirón, y serás tal
-como los otros.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_79">p. 79</span>¡Eso no! ¿Yo loco?
-¿Yo necio? ¿Yo vulgar?</p>
-
-<p>Ven acá, dijo Critilo. ¿No podrás tú pasar por donde tantos sabios
-pasaron, aunque sea tragando saliva?</p>
-
-<p>Debía estar de otra data el mundo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Conde<br /> de Castrillo.<br />
-Marqués<br /> de Grana.</i></span>
-
-El mismo fué siempre que es. Así le hallaron todos y así le dejaron.
-Vive un entendedor conde de Castrillo y no revienta un entendido
-marqués Carreto y pasa.</p>
-
-<p>¿Pues cómo hacen para poder vivir, siendo tan cuerdos?</p>
-
-<p>¿Cómo? Ver, oir y callar.</p>
-
-<p>Yo no diría de esa suerte; sino ver, oir y reventar.</p>
-
-<p>No dijera más Heráclito.</p>
-
-<p>Ahora díme, ¿nunca se ha tratado de adobar el mundo?</p>
-
-<p>Sí. Cada día lo tratan los necios.</p>
-
-<p>¿Por qué necios?</p>
-
-<p>Porque es tan imposible como concertar á Castilla y descomponer
-á Aragón. ¿Quién podrá recabar que unos no tengan nepotes y otros
-privados? Que los franceses no sean tiranos, los ingleses tan feos en
-el alma, cuan hermosos en el cuerpo, los españoles soberbios y los
-genoveses...</p>
-
-<p>No hay que tratar. Yo me vuelvo á mi cueva y á mis fieras, pues no
-hay otro remedio.</p>
-
-<p>Yo te le he de dar, dijo el Quirón, tan feliz como verdadero, si me
-escuchas en la Crisi siguiente.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1_7">
- <h3 class="g1 ws1">CRISI VII</h3>
- <p class="subh3c"><i>La fuente de los engaños.</i></p>
-</div>
-
-<p>Declararon todos los males al hombre por su enemigo común, no más
-de por tener él razón. Estando ya para darle la batalla, dicen que
-llegó al campo la Discordia, que venía, no del infierno como algunos
-pensaron, ni de los pabellones militares<span class="pagenum"
-id="Page_80">p. 80</span> como otros creyeron; sino de casa de la
-hipócrita Ambición. En estando allí, hizo de las suyas.</p>
-
-<p>Movió una reñida competencia sobre quién había de llevar la
-vanguardia, no queriendo ceder ningún vicio esta ventaja del valor
-y del valer. Pretendía la Gula, por primera pasión del hombre, que
-comienza á triunfar desde la cuna. La Lascivia llevábalo por valiente,
-jactándose de la más poderosa pasión, refiriendo sus victorias y
-favorecíanla muchos. La Codicia alegaba ser la raíz de todos los males.
-La Soberbia blasonaba su nobleza, haciéndose oriunda del cielo y ser
-el vicio más de hombres, cuando los demás son de bestias. La Ira lo
-tomaba fuertemente. De esta suerte peleaban entre sí y todo paraba en
-confusión.</p>
-
-<p>Tomó la mano la Malicia y hízoles una pesadamente grave arenga.
-Encargóles sobre todo la unión, aquel ir encadenados todos y, tocando
-el punto de la dificultad, les dijo:</p>
-
-<p>Esta bizarría del embestir, sabida cosa es que toca á mi hija
-primogénita la Mentira. ¿Quién dudó jamás de eso? Ella es la autora de
-toda maldad, fuente de todo vicio, madre del pecado, arpía que todo
-lo inficiona, Fitón que todo lo anda, hidra de muchas cabezas, Proteo
-de muchas formas, Centimano que á todas manos pelea, Caco que á todos
-desmiente, progenitora al fin del engaño, aquel poderoso rey, que
-abarca todo el mundo entre engañadores y engañados, unos de ignorancia
-y otros de malicia.</p>
-
-<p>La Mentira, pues, con el Engaño embistan la incauta candidez del
-hombre, cuando mozo y cuando niño, valiéndose de sus invenciones,
-ardides, estratagemas, asechanzas, trazas, ficciones, embustes,
-enredos, embelecos, dolos, marañas, ilusiones, trampas, fraudes,
-falacias y todo género de italiano proceder: que de este modo, entrando
-los demás vicios por su orden, sin duda que tarde ó temprano, á la
-mocedad ó la vejez, se conseguirá la deseada victoria.</p>
-
-<p>Cuánta verdad sea ésta confírmelo lo que les sucedió á Critilo
-y Andrenio, á poco rato que se habían despedido del sagaz<span
-class="pagenum" id="Page_81">p. 81</span> Quirón. El cual, habiéndolos
-sacado de aquel confuso Babel, registro de todo el mundo, é
-introducídolos en el camino más derecho, volvióse á encaminar otros y
-ellos pasaron adelante en el peregrino viaje de su vida.</p>
-
-<p>Iba muy consolado Andrenio con el único remedio que le dió para
-poder vivir y fué que mirase siempre al mundo, no como ni por donde le
-suelen mirar todos;
-
-<span class="sidenote"><i>Conde<br /> de Oñate.</i></span>
-
-sino por donde el buen entendedor conde de Oñate, esto es al contrario
-de los demás, por la otra parte de lo que parece. Y con eso, como él
-anda al revés, el que le mira por aquí, le ve al derecho, entendiendo
-todas las cosas al contrario de lo que muestran.</p>
-
-<p>Cuando vieres un presumido de sabio, cree que es un necio. Ten
-al rico por pobre de los verdaderos bienes. El que á todos manda es
-esclavo común. El grande de cuerpo no es muy hombre; el grueso, tiene
-poca sustancia. El que hace el sordo oye más de lo que querría. El
-que mira lindamente es ciego ó cegará. El que huele mucho huele mal
-á todos. El hablador no dice cosa. El que ríe regaña. El que murmura
-se condena. El que come más come menos. El que se burla tal vez se
-confiesa. El que dice mal de la mercadería la quiere. El que hace el
-simple sabe más. Al que nada le falta él se falta á sí mismo. El avaro,
-tanto le sirve lo que tiene, como lo que no tiene. El que gasta más
-razones tiene menos. El más sabio suele ser menos entendido. Darse
-buena vida es acabar. El que la ama la aborrece. El que te unta los
-cascos, ése te los quiebra; el que te hace fiestas, te ayuda. La
-necedad la hallarás de ordinario en los buenos pareceres.
-
-<span class="sidenote"><i>Saber discurrir.</i></span>
-
-El muy derecho es tuerto. El mucho bien hace mal. El que excusa pasos
-da más. Por no perder un bocado se pierden ciento. El que gasta poco
-gasta doblado. El que te hace llorar te quiere bien. Y al fin, lo que
-uno afecta y quiere parecer, éso es menos.</p>
-
-<p>De esta suerte iban discurriendo, cuando interrumpió su filosofar
-otro monstruo, aunque no lo extrañaron, porque en este mundo no se
-topa sino una monstruosidad tras otra. Venía ha<span class="pagenum"
-id="Page_82">p. 82</span>cia ellos una carroza, cosa bien rara
-en camino tan dificultoso, aunque tan derecho; pero ella era tan
-artificiosa y de tan enteras vueltas, que atropellaba toda dificultad.
-Las pías, que la tiraban, más remendadas que pías, eran dos serpientes
-y el cochero una vulpeja.</p>
-
-<p>Preguntó Critilo si era carroza de Venecia; pero disimuló el
-cochero, haciendo del desentendido. Venía dentro un monstruo, digo,
-muchos en uno, porque ya era blanco, ya negro, ya mozo, ya viejo, ya
-pequeño, ya grande, ya hombre, ya mujer, ya persona, ya fiera, tanto,
-que dijo Critilo si sería éste el celebrado Proteo.</p>
-
-<p>Luego que llegó á ellos, se apeó con más cortesías que un francés
-novicio, primera especie de engaño. Y con más cumplimientos que una
-despedida aragonesa, les dió la bienvenida, ofreciéndoles, de parte de
-su gran dueño su palacio, donde descansasen algunos días del trabajo de
-tan enfadoso camino.</p>
-
-<p>Agradecidos ambos á tan anticipado favor, le preguntaron ¿quién era
-el tal señor, que sin conocerlo ni conocerlos, así los obligaba?</p>
-
-<p>Es, dijo, un gran príncipe, que, si bien su señorío se extiende por
-toda la redondez de la tierra, aquí al principio del mundo, en esta
-primera entrada de la vida tiene su metrópoli. Es un gran rey y con
-toda propiedad monarca, pues tiene vasallos reyes, que son bien pocos
-los que no le rinden parias. Su reino es muy florido, donde, á más de
-que se premian las armas y se estiman las letras,
-
-<span class="sidenote"><i>Hacer parecer.</i></span>
-
-quien quisiere entender de raíz la política, el modo, el artificio,
-curse esta corte: aquí le enseñarán el atajo para medrar y valer en el
-mundo, el arte de ganar voluntades y tener amigos y sobre todo el hacer
-parecer las cosas, que es el arte de las artes.</p>
-
-<p>Picado el gusto, picábanle los pies á Andrenio por ir allá. No veía
-la hora de hallarse en una corte tan política. Y, obligado del agasajo,
-estaba ya dentro de la carroza, dando la mano á Critilo y estirándole á
-que entrase. Mas éste, como iba<span class="pagenum" id="Page_83">p.
-83</span> con pies de oro, volvió á informarse cómo se nombraba aquel
-príncipe. Que siendo tan grande, como decía, no podía dejar de tener
-gran nombre.</p>
-
-<p>Muchos tiene, respondió el ministro, mudando á cada palabra su
-semblante. Nombres y renombres tiene y, aunque en cada provincia el
-suyo y para cada acción, pero el verdadero, el más propio, pocos le
-saben, porque muy pocos llegan á verle y menos á conocerle. Es príncipe
-de mucha autoridad; que no es de éstos de á docena en provincia. Guarda
-gran recato; no se permite así vulgarmente. Que consiste su mayor
-estimación en el retiro y en no ser descubierto. Al cabo de muchos años
-llegan algunos á verle y eso por gran ventura; que otros ni en toda su
-vida.</p>
-
-<p>Ya en esto les había sacado del camino derecho y metido en otro muy
-intrincado y torcido. Cuando lo advirtió Critilo, comenzó á malearse;
-pero ya no era fácil volver atrás y desenredarse, asegurándoles la guía
-que aquél era el atajo de medrar, que le siguiesen, que él les ofrecía
-sacarlos á lucimiento, y que advirtiesen que casi todos los pasajeros
-echaban por allí.</p>
-
-<p>No es eso lo mejor, dijo Critilo; antes lo trivial le hace
-sospechoso, y previno á Andrenio fuese muy sobre sí y doblase la
-cautela.</p>
-
-<p>Llegaron ya á la gran fuente de la gran sed, tan nombrada, como
-deseada de todos los fatigados viandantes. Famosa por su artificio,
-injuria de Juanelo y célebre por la perennidad de sus líquidos
-cristales. Estaba en medio de un gran campo y aun no bastante para la
-mucha gente que concurría, solicitando alivio á tanta sed y fatiga.
-Veíase en aquella ocasión tan coronada de sedientos pasajeros, que
-parecía haberse juntado todo el mundo: que bien pocos de los mortales
-faltaban. Brollaba el agua por siete caños en gran abundancia; aunque
-no eran de oro, sino de hierro, circunstancia que la notó bien
-Critilo. Y más cuando vió que, en vez de grifos y leones, eran sierpes
-y eran canes. No había estanque donde el agua rebalsase, porque no
-sobraba<span class="pagenum" id="Page_84">p. 84</span> gota, donde
-se desperdiciaban tantas, asegurando todos, cuantos la gustaban, era
-la más dulce que en su vida habían bebido. Y con este cebillo, sobre
-el cansancio, no cesaban de brindarse, hidrópicos de dulzura. Para la
-gente de cuenta, que siempre éstos son contados, había cálices de oro,
-que una agradable ninfa, tabernera de Babilonia, con extremada cortesía
-les ministraba y las más veces bailándoles el agua delante.</p>
-
-<p>Aquí Andrenio, tan apretado de la sed, cuan obligado del agasajo,
-sin más reparo, se precipitó al agua. Poca pudo pasar, que le gritó
-Critilo:</p>
-
-<p>¡Aguarda, espera! Mira primero si es agua.</p>
-
-<p>¿Pues qué ha de ser?, replicó él.</p>
-
-<p>Bien puede ser veneno, que aquí todo es de temer.</p>
-
-<p>Agua veo yo que es y muy clara y bien risueña.</p>
-
-<p>Esto, replicó Critilo, es lo peor: aun del agua clara ya no hay
-que fiar, pues con todo ese claro proceder adultera las cosas,
-representándolas mayores de lo que son y á veces más altas y otras
-las esconde en el profundo: ya ríe, ya murmura, que no hiciera más un
-áulico.</p>
-
-<p>Déjame siquiera enjuagar, replicó Andrenio: que estoy que
-perezco.</p>
-
-<p>No hagas tal, que el enjuagar siempre fué reclamo de beber.</p>
-
-<p>¿Siquiera no podría bañarme estos ojos, limpiándome del polvo que me
-ciega y del sudor que me ensucia?</p>
-
-<p>Ni aun eso. Créeme y remítete siempre á la experiencia, con
-enseñanza tuya y riesgo ajeno. Nota el efecto que hará en éstos,
-que ahora llegan. Míralos bien primero, antes que beban, y vuelve á
-reconocerlos después de haber bebido.</p>
-
-<p>Llegaba en esto una gran tropa de pasajeros que, más sedientos
-que atentos, se lanzaron al agua. Comenzaron á bañarse lo primero y
-restregarse los ojos blandamente; pero ¡cosa rara é increíble! al mismo
-punto que les tocó el agua en ellos, se les trocaron, de modo que,
-siendo antes muy naturales y claros, se les volvieron de vidrio de
-todos colores.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_85">p. 85</span>
-
-<span class="sidenote"><i>Satisfecho.</i></span>
-
-Á uno tan azules, que todo cuanto veía le parecía un cielo, que estaba
-en gloria: éste era un gran necio, que vivía muy satisfecho de sus
-cosas. Á otro se le volvieron cándidos, como la misma leche: todo
-cuanto veía le parecía bueno, sin género alguno de malicia. De nadie
-sospechaba mal y así todos le engañaban, todo lo abonaba y más si eran
-cosas de sus amigos: hombre más sencillo que un polaco.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Malicioso.</i></span>
-
-Al contrario, á otro se le pusieron más amarillos que una hiel: ojos
-de suegra y cuñada. En todo hallaba dolo y reparo, todo lo echaba á la
-peor parte y, cuantos veía, juzgaba que eran malos y enfermos. Éste era
-uno más malicioso que juicioso.</p>
-
-<p>Á otros se les volvían verdes, que todo se lo creían y esperaban
-conseguir: ojos ambiciosos. Los amartelados cegaban de todo punto y
-de ajenas legañas. Á muchos se les paraban sangrientos que parecían
-calabreses.</p>
-
-<p>¡Cosa rara! que, aunque á algunos daba buena vista, veían bien y
-miraban mal: debían ser envidiosos. No sólo se les alteraban los ojos
-en orden á la calidad; sino á la cantidad y figura de los objetos y
-de suerte que á unos todas las cosas les parecían grandes y más las
-propias, á lo castellano; á otros todo les parecía poco, gente de
-malcontentar.</p>
-
-<p>Había uno, que todas las cosas le parecían estar muy lejos, acullá
-cien leguas, y más los peligros, la misma muerte. Éste era un incauto.
-Al contrario, á otro le parecía, que todo lo tenía muy cerca y los
-mismos imposibles muy á mano. Todo lo facilitaba: pretendiente había de
-ser.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Confiado.</i></span>
-
-Notable vista era la que les comunicaba á muchos, que todo les parecía
-reírseles y que todos les hacían fiestas y agasajos: condición de
-niños. Estaba uno muy contento, porque en todo hallaba hermosura,
-pareciéndole que veía ángeles: éste dijeron que era ó portugués ó nieto
-de Macías.</p>
-
-<p>Hombre había, que en todo se veía á sí mismo: necio Antiferonte. Á
-otro se le equivocó la vista de modo, que veía lo<span class="pagenum"
-id="Page_86">p. 86</span> que no miraba: bizco de intención y de
-voluntad torcida. Había ojos de amigos y ojos de enemigos muy
-diferentes; ojos de madre, que los escarabajos le parecían perlas,
-y ojos de madrastra, mirando siempre de mal ojo; ojos españoles,
-verdinegros, y azules los franceses.</p>
-
-<p>Todos estos monstruosos efectos causó aquel venenoso licor en los
-que se lavaron con él; que en otros, que llegaron á tomarle en la boca
-y enjuagarse, ya obró más prodigiosas violencias, pues las lenguas, que
-antes eran de carne sólida y sustancial, las trocó en otras de bien
-extraordinarias materias.
-
-<span class="sidenote"><i>Lengua<br /> de seda.</i></span>
-
-Unas de fuego, que abrasaban el mundo y otras de aguachirle, muy á la
-clara. Muchas de viento, que parecían fuelles en llenar las cabezas de
-mentiras, de soplos y de lisonjas. Algunas, que habían sido de seda,
-las volvía de bayeta y las de terciopelo en raso. Transformaba otras
-en lenguas de burlas, nada sustanciales y las más de borra, que se
-embarazaban mucho en decir lo que convenía. Á muchas mujeres las quitó
-del todo las lenguas; pero no el habla, que antes hablaban más, cuanto
-más deslenguadas.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Modos<br /> de hablar.</i></span>
-
-Comenzó uno á hablar muy alto.</p>
-
-<p>Éste, dijo Andrenio, español es.</p>
-
-<p>No es sino un presuntuoso, dijo Critilo: que los que habían de
-hablar más quedo, hablan de ordinario más alto.</p>
-
-<p>Así es, dijo uno, con una voz afeminada, que parecía francés y no
-era; sino un melindroso.</p>
-
-<p>Salióle al encuentro otro, que parecía hablar entre boca de noche y
-todos creyeron era tudesco; mas él mismo dijo:</p>
-
-<p>No soy sino uno de éstos que, por hablar culto, hablo á oscuras.</p>
-
-<p>Ceceaba uno tanto, que hacía rechinar los dientes y todos
-convinieron en que era andaluz ó gitano. Otros se escuchaban y eran
-los que peor decían. Muy alborotado comenzó uno á inquietarlo todo y
-á revolver el mundo, sin saber él mismo por qué; sólo dijo que era su
-natural. Creyeron todos que era mallorquín; mas no era, sino un bárbaro
-furioso.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_87">p. 87</span>Hablaba uno y nadie
-le entendía: pasó plaza de vizcaíno; mas no lo era, sino uno que pedía.
-Perdió de todo punto la habla un otro, procurando darse á entender por
-señas y todos se reían de él.</p>
-
-<p>Éste, sin duda, dijo Critilo, quiere decir la verdad y no acierta ó
-no se atreve.</p>
-
-<p>Hablaban otros muy ronco y con voz muy baja.</p>
-
-<p>Éstos, dijo, habían de ser del parlamento; pero no son sino del
-consejo de sí mismos.</p>
-
-<p>Algunos hablaban gangoso; si bien no faltaba quien les entendía
-la ganga, tartamudeando los que negaban, los que ni bien decían de
-sí, ni bien de no. Muchos no hablaban seguido y muy pocos se mordían
-la lengua. Pronunciaban algunos como botijas á lo enfadado y más á
-lo enfadoso. Éstos entonado, aquéllos mirlado, especialmente cuando
-querían engañar.</p>
-
-<p>Fué de modo, que ninguno quedó con su voz, ni buena ni verdadera.
-No había hombre, que hablase llanamente, igual, consiguiente y sin
-artificio; todos murmuraban, fingían, malsinaban, mentían, engañaban,
-chismeaban, injuriaban, blasfemaban y ofendían.</p>
-
-<p>Desde aquí aseguran que á los franceses, que bebieron más que todos
-y les brindaron los italianos, les quedó el no hablar como escriben, ni
-el obrar lo que dicen: de modo, que es menester atenderles mucho á lo
-que pronuncian y escriben, entendiéndolo todo al revés.</p>
-
-<p>Pero donde mostró su eficacia el licor pestilencial fué en aquellos
-que bebieron dél. Porque al mismo punto que le tragaron, ¡cosa
-lastimosa, pero cierta! todo el interior se les revolvió y mudó de
-suerte, que no les quedó aquella sustancia verdadera, que antes tenían;
-sino que quedaron llenos de aire, rebutidos de borra. Hombres de burla,
-todo mentira y embeleco.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Hombres<br /> de ahora.</i></span>
-
-Los corazones se les volvieron de corcho, sin jugo de humanidad
-ni valor de personas; las entrañas se les endurecieron<span
-class="pagenum" id="Page_88">p. 88</span> más que de pedernales; los
-sesos, de algodón, sin fondo de juicio; la sangre, agua, sin color ni
-calor; el pecho, de cera, no ya de acero; los nervios, de estopa, sin
-bríos; los pies, de plomo para lo bueno y de pluma para lo malo; las
-manos, de pez, que todo se les pega; las lenguas, de borra; los ojos,
-de papel. Y todos ellos engaño de engaños y todo vanidad.</p>
-
-<p>Al desdichado Andrenio una sola gota, que tragó, que las demás se
-las hizo verter Critilo, le hizo tal operación, que quedó vacilando
-siempre en la virtud.</p>
-
-<p>¿Qué te parece, le dijo Critilo? ¿Qué perennidad ésta de engaños?
-¿Qué manantial de mentiras en el mundo? Mira que bueno hubieras
-quedado, si hubieras bebido á hartar, como hacen los más.
-
-<span class="sidenote"><i>Duque<br /> de Osuna.<br /> Príncipe<br /> de
-Condé.</i></span>
-
-¿Piensas tú que valen poco unos ojos claros, una lengua verdadera,
-un hombre sustancial, un duque de Osuna, una persona que lo sea, un
-príncipe de Condé? Créeme y estima el serlo, que es un prodigio de
-fénix.</p>
-
-<p>¡Ay tal suceso!, decía Andrenio. ¿Quién tal creyera de una
-agua tan mansa?</p>
-
-<p>Ésta es la peor.</p>
-
-<p>¿Cómo se llama esta fuente? preguntó á unos y á otros. Y ninguno
-supo responderle.</p>
-
-<p>No tiene nombre, dijo el Proteo: que en no ser conocida consiste su
-eficacia.</p>
-
-<p>Pues llámese, dijo Critilo, la fuente de los engaños, donde el que
-una vez bebe, después todo se lo traga y todo lo trueca.</p>
-
-<p>Quisiera volver atrás Critilo; mas no pudo ni vino en ello Andrenio.
-
-<span class="sidenote"><i>Necio<br /> con todos.</i></span>
-
-Ya maleado, instando en pasar adelante el Proteo y diciendo: ¡Ea!, que
-más vale ser necio con todos, que cuerdo á solas.</p>
-
-<p>Fuélos desviando, que no guiando, por unos prados amenos, donde
-se estaba dando verdes la juventud. Caminaban á la fresca de árboles
-frondosos, todos ellos descorazonados: gran señal de infructíferos.
-Divisábase ya la gran ciudad, por los<span class="pagenum"
-id="Page_89">p. 89</span> humos: vulgar señal de habitación humana, en
-que todo se resuelve. Tenía extremada apariencia y mejor cuanto más de
-lejos era. Era increíble el concurso, que de todas las provincias y á
-todos tiempos acudían á aquel paradero de todos, levantando espesas
-nubes de polvo, que quitaban la vista.</p>
-
-<p>Cuando llegaron á ella, hallaron que lo que parecía clara por fuera,
-era confusa por dentro. Ninguna calle había derecha ni despejada:
-modelo de laberintos y centro de minotauros. Fué á meter el pie el
-arrojado Andrenio y dióle un grito Critilo:</p>
-
-<p>Abre los ojos primero, los interiores digo, y por que adviertas
-donde entras, mira.</p>
-
-<p>Bajóse á tierra y, escarbando en ella, descubrió lazos y más lazos,
-de mil maneras, hasta de hilos de oro y de rubios cabellos. De suerte
-que todo el suelo estaba sembrado de trampas encubiertas.</p>
-
-<p>Nota, le dijo, dónde y cómo entras, considera á cada paso que dieres
-dónde pones el pie y procura asentarlo. No te apartes un punto de mi
-lado, si no quieres perderte.
-
-<span class="sidenote"><i>Regla de vivir.</i></span>
-
-Nada creas de cuanto te dijeren, nada concedas de cuanto te pidieren,
-nada hagas de cuanto te mandaren. Y en fe de esta lección, echemos por
-esta calle, que es la del callar y ver para vivir.</p>
-
-<p>Eran todas las casas de oficiales; no se veía un labrador: gente
-que no sabe sentir. Vieron cruzar de una parte á otra muchos cuervos
-domésticos y muy hallados con sus amos. Extrañólo Andrenio y aun lo
-tuvo por mal agüero; mas díjole el Proteo:</p>
-
-<p>No te espantes, que destas malas aves dijo una muy aguda necedad
-Pitágoras, prosiguiendo aquél su opinado disparate, de que Dios
-castigaba los malos en muerte, trasladando sus almas á los cuerpos
-de aquellos brutos, á quienes habían simbolizado en vida. Las de los
-crueles metía á tigres, las de los soberbios á leones, las de los
-deshonestos á jabalíes y así de todos.
-
-<span class="sidenote"><i>Oficiales.</i></span>
-
-Dijo, pues, que las almas de los oficiales, especialmente aquellos
-que nos dejan en cueros, cuando nos visten, las daba á<span
-class="pagenum" id="Page_90">p. 90</span> cuervos. Y, como siempre
-habían mentido, diciendo ¡mañana, señor, estará acabado, para mañana
-sin falta! ahora, prosiguiendo su misma canción, van repitiendo por
-castigo y por costumbre aquel su <i>¡cras, cras!</i>, que nunca llega.</p>
-
-<p>En lo más interior ya de la ciudad vieron muchos y grandes palacios,
-muy ostentosos y magníficos.</p>
-
-<p>Aquel primero, les dijeron antes de preguntarlo, es de Salomón. Allí
-está embelesado entre más de trescientas mujeres, equivocándose entre
-el cielo y el infierno.</p>
-
-<p>En aquella, que parece fortaleza y no es sino una casa bien flaca,
-mora Hércules, hilando con Onfale la camisa ó mortaja de su fama.</p>
-
-<p>Acullá Sardanápalo, vestido de mujer y revestido de su flaqueza.
-Más hacia acá Marco Antonio, el desdichado, por más que le diga la
-buenaventura una gitana.</p>
-
-<p>En aquel arruinado alcázar no vive, sino que acaba, el godo Rodrigo,
-desde cuyo tiempo quedaron fatales los condes para España. Aquella
-otra, la mitad de oro y la mitad de lodo amasado con sangre humana, es
-la casa áurea de Nerón, el extremado, comenzando por una prodigiosa
-clemencia y acabando en una portentosa crueldad. Acullá hace ruido el
-más cruel de los Pedros, que no sólo los dientes, pero todos los huesos
-está crujiendo de rabia.</p>
-
-<p>Aquellos otros palacios se están fabricando ahora á toda priesa. No
-se sabe aún para quién son; aunque muchos se lo sospechan. Lo cierto es
-que se edifican para quien no edifica y estas obras son para los que no
-las hacen.</p>
-
-<p>Este lado del mundo embarazan los engañados, les dijo uno vestido de
-verde; aquel otro lo ocupan los engañadores. Aquéllos se ríen de éstos
-y éstos de aquéllos, que al cabo del año ninguno queda deudor.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Engañados<br /> engañadores.</i></span>
-
-Mostró grandes ganas Andrenio de pasar de la otra banda y verlo
-todo, no estando siempre entre los engañados; pero no topaban otro,
-que tiendas de mercaderes y muy á oscuras.<span class="pagenum"
-id="Page_91">p. 91</span> Unas vendían borra y más borra, para hacer
-parecer, para suplir faltas, aun de las mismas personas. Otras,
-cartones para hacer figuras.</p>
-
-<p>Había una llena de pieles de raposa y aseguraban eran más estimadas,
-que las martas cebellinas. Creyéronlo, cuando vieron entrar y salir en
-ella hombres famosos, como Temístocles y otros más modernos. Vestíanse
-muchos de ellas, á falta de pieles de león, que no se hallaban; pero
-los sagaces servíanse de ellas por aforro de los mismos armiños.</p>
-
-<p>Vieron en una tienda gran cantidad de anteojos para no ver ó para
-que no viesen. Compraban muchos los señores, para los que los llevan
-acuestas, con que los tienen quietos y enfrenados. Las casadas los
-compraban, para que no se viesen sus antojos y hacer creer á los
-maridos se les antojan las cosas. También había para engrandecer y para
-multiplicar, de modo que había de viejos y de mozos, de hombres y de
-mujeres y éstos eran los más caros.</p>
-
-<p>Toparon una tienda llena de corchos, para hacer personas y
-realmente, aunque se empinaban con ellos y parecían más de lo que eran,
-pero todo era poca sustancia. Lo que le contentó mucho á Andrenio fué
-una guantería:</p>
-
-<p>¡Qué gran invención, dijo, ésta de los guantes! Para todo tiempo,
-contra el calor y contra el frío, defienden del sol y del aire; aunque
-no sea sino para dar qué hacer á algunos, que en todo el día no hacen
-otro, que calzárselos y descalzárselos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Cazar<br /> con guantes.</i></span>
-
-Sobre todo, dijo Critilo, para que á poca costa echen buen olor las
-personas; que de otra suerte cuesta mucho y tal vez un ojo de la
-cara.</p>
-
-<p>¡Qué bien lo entendéis!, replicó el guantero. Si dijerais que sirven
-ya para envainar las uñas, que no les puedan mirar á las manos, eso sí.
-Ni falta quien se los calza para cazar.</p>
-
-<p>¿Cómo puede ser eso, dijo Critilo, si el mismo refrán lo
-contradice?</p>
-
-<p>No hagáis caso de eso, señor mío, que ya hasta los refranes<span
-class="pagenum" id="Page_92">p. 92</span> mienten ó los desmienten. Lo
-que yo sé decir es que más monta ahora lo que se da para guantes, que
-en otro tiempo para un vestido.</p>
-
-<p>Dadme acá uno solo, dijo Critilo, que yo quiero asentarlo.</p>
-
-<p>Después de haber pasado las calles de la Hipocresía, de la
-Ostentación y Artificio, llegaron ya á la plaza Mayor, que era la de
-palacio, porque estuviesen en su centro.</p>
-
-<p>Era espacioso y nada proporcionado ni estaba á escuadra; todo
-ángulos y traveses, sin perspectiva ni igualdad. Todas sus puertas eran
-falsas y ninguna patente. Muchas torres, más que en Babilonia y muy
-airosas. Las ventanas verdes, color alegre, por lo que promete, y el
-que más engaña.</p>
-
-<p>Aquí vivía ó aquí yacía aquel tan grande como escondido monarca, que
-muy entretenido asistía estos días á unas fiestas, dedicadas á engañar
-el pueblo, no dejándole lugar para discurrir en cosas mayores.</p>
-
-<p>Estaba el príncipe viéndolas bajo celosía, ceremonia inviolable y
-más este día, que hubo unos juegos de mano, obra de gran sutileza, muy
-de su gusto y genio: toda tropelía.</p>
-
-<p>Estaba la plaza hecha un gran corral del vulgo, enjambre de moscas
-en el zumbido y en sentarse en la basura de las costumbres, engordando
-con lo podrido y hediondo de las morales llagas.</p>
-
-<p>Á tan mecánico aplauso, subió en puesto superior, más descarado que
-autorizado, cuales suelen ser todos los que sobresalen en las plazas,
-un elocuentísimo embustero, que después de una bien paloteada arenga,
-comenzó á hacer notables prestigios, maravillosas sutilezas, teniendo
-toda aquella innumerable vulgaridad embobada.</p>
-
-<p>Entre otras burlas bien notables, les hacía abrir las bocas y
-aseguraba les metía en ellas cosas muy dulces y confitadas. Y ellos
-se lo tragaban. Pero luego les hacía echar cosas asquerosísimas,
-inmundicias horribles, con gran desaire de ellos y risa<span
-class="pagenum" id="Page_93">p. 93</span> de todos los circunstantes.
-El mismo charlatán daba á entender que comía algodón muy blanco y fino;
-mas luego, abriendo la boca, lanzaba por ella espeso humo, fuego y más
-fuego, que aterraba. Tragaba otras veces papel y luego iba sacando
-muchas cintas de seda, listones de resplandor: y todo era embeleco,
-como se usa.</p>
-
-<p>Gustó mucho á Andrenio y comenzó á solemnizarlo.</p>
-
-<p>Basta, dijo Critilo; que tú también te pagas de las burlas, no
-distinguiendo lo falso de lo verdadero.</p>
-
-<p>¿Quién piensas tú que es este valiente embustero? Éste es un falso
-político, llamado el Maquiavelo, que quiere dar á beber sus falsos
-aforismos á los ignorantes.
-
-<span class="sidenote"><i>Maquiavelistas.</i></span>
-
-¿No ves cómo ellos se los tragan, pareciéndoles muy plausibles y
-verdaderos? Y bien examinados, no son otro que una confitada inmundicia
-de vicios y de pecados. Razones, no de estado, sino de establo. Parece
-que tiene candidez en sus labios, pureza en su lengua y arroja fuego
-infernal, que abrasa las costumbres y quema las repúblicas. Aquéllas,
-que parecen cintas de seda, son las políticas leyes, con que ata las
-manos á la virtud y las suelta al vicio. Éste es el papel del libro
-que publica y el que masca: todo falsedad y apariencia, con que tiene
-embelesados á tantos y tontos. Créeme que aquí todo es engaño; mejor
-sería desenredarnos presto de él.</p>
-
-<p>Mas Andrenio apelóse al entretenimiento del otro día, que lo
-publicaron de mucho deporte.</p>
-
-<p>No bien amaneció, que allí aun el día nunca es claro, cuando se
-vió ocupada toda la plaza de un gran concurso de gente, con que no
-faltó quien dijo estaba de bote en bote vacía. La fiesta era una farsa
-con muchas tramoyas y apariencias: célebre espectáculo en medio de
-aquel gran teatro de todo el mundo. No faltó Andrenio de los primeros
-para su gusto ni Critilo para su provecho. En vez de la música,
-ensaladilla del gusto, se oyeron pucheros y, en lugar de los acordes
-instrumentos y voces regaladas, se oyeron lloros y, al cabo de ellos,
-si se acaban,<span class="pagenum" id="Page_94">p. 94</span> salió
-un hombrecillo, digo que comenzaba á ser hombre. Conocióse luego ser
-extranjero en lo desarrapado.</p>
-
-<p>Apenas se enjugó las lágrimas, cuando se adelantó á recibirle
-un grande cortesano, haciéndose muy amigo, dándole la bienvenida.
-Ofrecióle largamente cuanto pudiera el otro desear en tierra ajena y él
-no cumplir en la propia, con tal sobra de palabras, que el extranjero
-se prometió las obras. Convidóle lo primero á su casa, que se veía allí
-á un lado, tan llena de tramoyas, cuan vacía de realidades. Comenzó á
-franquearle riquezas en galas, que era de lo que él más necesitaba,
-por venir desnudo; pero con tal artificio, que lo que con una mano le
-daba, con la otra se lo quitaba, con increíble presteza. Calábase un
-sombrero, coronado de diamantes, y prontamente arrojaban un anzuelo,
-sin saber cómo ni por dónde y pescábanselo con sobrada cortesía. Lo
-mismo hicieron de la capa, dejándole gentilhombre. Poníale delante
-una riquísima joya; mas luego con gran destreza se la barajaba,
-suponiéndole otra falsa, que era tirarle piedras. Estrenábale una gala
-muy costosa y, en un cerrar y abrir de ojos, se convertía en una triste
-mortaja, dejándole en blanco.</p>
-
-<p>Y todo esto con grande risa y entretenimiento de los presentes: que
-todos gustan de ver el ajeno engaño, faltándoles el conocimiento para
-el propio. Ni advertían que, mientras estaban embelesados, mirando lo
-que al otro le pasaba, les saqueaban á ellos las faltriqueras y tal vez
-las mismas capas. De suerte que al cabo, el mirado y los que miraban,
-todos quedaban iguales, pues quedaban todos desnudos en la calle y aun
-en la misma tierra.</p>
-
-<p>Salió en esto otro agasajador y, aunque más humano, hechura del
-primero. Parecía del buen gusto y así le dijo tratase de emplearlo.
-Mandó parar la mesa á quien nunca para. Sacaron muchos platos; aunque
-los más comen sin plato. Arrastraron sillas y al punto que el convidado
-fué á sentarse en una, que no debiera tomarlo tan de asiento, falseóle
-á lo mejor y, al caer<span class="pagenum" id="Page_95">p. 95</span>
-él, se levantó la risa en todo el teatro. Acudió compasiva una mujer y
-por lo joven muy robusta y, ayudándole á levantar, le dijo se afirmase
-en su rollizo brazo. Con esto pudo proseguir, si no hallara falsificada
-la vianda.</p>
-
-<p>Porque al descoronar la empanada, hallaba sólo el eco y del pernil
-el <i>nihil</i>. Las aves sólo tenían el nombre de perdigones, todo crudo y
-sin sustancia. Al caer se quebró el salero, con que faltó la sazón y
-el agüero no. El pan, que parecía de flor, era con piedras, que aún no
-tenía salvados.
-
-<span class="sidenote"><i>Vida tragedia.</i></span>
-
-Las frutas de Sodoma, sin fruto. Sirviéronle la copa de todas maneras
-penada, y tanto, que más fué papar viento que beber vino, que fué. En
-vez de música, era la vaya que le daban.</p>
-
-<p>Á lo mejor del banquete, cansóse ó quiso cansarse el falso arrimo;
-al fin, por lo femenil, flaco y falso. Dejóle caer y contó al revés
-todas las gradas, hasta llegar á tierra y llenarse de lodo. Ninguno de
-cuantos asistían se comidió á ayudarle. Miró él á todas partes, por
-si alguno se compadecía y vió cerca un viejo cano. Rogóle que, pues
-no era hombre de burlas, como lo prometía su madurez, quisiese darle
-la mano. Respondióle que sí y aun le llevaría en hombros. Ejecutólo
-oficioso; mas él se hacía cojo, cuando no volaba, y no menos falso que
-los demás.</p>
-
-<p>Á pocos pasos tropezó en su misma muleta, con que cayó en una
-encubierta trampa de flores y verduras, gran parte de la fiesta. Aquí
-lo dejó caer, cogiéndole de vuelo la ropa, que le había quedado; allí
-se hundió, donde nunca más fué visto ni oído, pereciendo su memoria con
-sonido, pues se levantó la grita de todo aquel mecánico teatro. Hasta
-Andrenio dando palmadas solemnizaba la burla de los unos y la necedad
-del otro.</p>
-
-<p>Volvióse hacia Critilo y hallóle, que no sólo no reía, como los
-demás; pero estaba sollozando.</p>
-
-<p>¿Qué tienes?, le dijo Andrenio. ¿Es posible que siempre has de ir
-al revés de los demás? ¿Cuando los otros ríen, tú lloras y cuando todos
-se huelgan, tú suspiras?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_96">p. 96</span>Así es, dijo él. Para
-mí ésta no ha sido fiesta, sino duelo; tormento, que no deporte. Y si
-tú llegases á entender lo que es esto, yo aseguro me acompañarías en el
-llanto.</p>
-
-<p>¿Pues qué es esto, replicó Andrenio, sino un necio, que siendo
-extranjero, se fía de todos y todos le engañan, dándole el pago que
-merece su indiscreta facilidad?</p>
-
-<p>De eso, yo más quiero reir con Demócrito, que llorar con
-Heráclito.</p>
-
-<p>Y díme, le replicó Critilo, ¿y si fueses tú ese de quien te ríes?
-¿Qué dirías?</p>
-
-<p>¿Yo? ¿De qué suerte? ¿Cómo puedo ser él, si estoy aquí vivo y sano y
-no tan necio?</p>
-
-<p>Ése es el mayor engaño, ponderó Critilo. Sabe, pues, que aquel
-desdichado extranjero es el hombre de todos y todos somos él. Entra en
-este teatro de tragedias llorando. Comiénzanle á cantar y encantar con
-falsedades. Desnudo llega y desnudo sale, que nada saca, después de
-haber servido á tan ruines amos.</p>
-
-<p>Recíbele aquel primer embustero, que es el mundo. Ofrécele mucho y
-nada cumple. Dale lo que á otros quita, para volvérselo á tomar, con
-tal presteza, que lo que con una mano le presenta, con la otra se lo
-ausenta y todo para en nada. Aquel otro, que le convida á holgarse,
-es el gusto, tan falso en sus deleites, cuan cierto en sus pesares.
-Su comida es sin sustancia y su bebida venenos. Á lo mejor falta el
-fundamento de la verdad y da con todo en tierra. Llega la salud, que,
-cuando más se asegura, más le miente. Aquéllos, que le dan priesa, son
-los males. Las penas le dan vaya y gritan los dolores: vil canalla toda
-de la fortuna.</p>
-
-<p>Finalmente, aquel viejo, peor que todos, de malicia envejecida, es
-el tiempo, que le da el traspié y le arroja en la sepultura, donde le
-deja muerto, solo, desnudo y olvidado.</p>
-
-<p>De suerte que, si bien se nota, todo cuanto hay, se burla del
-miserable hombre: el mundo le engaña, la vida le miente, la<span
-class="pagenum" id="Page_97">p. 97</span> fortuna le burla, la salud
-le falta, la edad se pasa, el mal le da priesa, el bien se le ausenta,
-los años huyen, los contentos no llegan, el tiempo vuela, la vida se
-acaba, la muerte le coge, la sepultura le traga, la tierra le cubre, la
-pudrición le deshace, el olvido le aniquila y el que ayer fué hombre
-hoy es polvo y mañana nada.</p>
-
-<p>Pero ¿hasta cuándo, perdidos, habemos de estar perdiendo el precioso
-tiempo? Volvamos ya á nuestro camino derecho; que aquí, según veo, no
-hay que aguardar sino un engaño tras otro engaño.</p>
-
-<p>Mas Andrenio, hechizado de la vanidad, había hallado gran cabida en
-palacio. Entraba y salía en él, idolatrando en la fantástica grandeza
-de un rey, sin nada de realidad. Estaba más embelesado, cuando más
-embelecado. Vendíanle los favores, hasta la memoria, con que llegó á
-prometerse una fortuna extraordinaria. Hacía vivas instancias por verle
-y besarle los pies, que aun no tenía. Ofreciéronle que sí una tarde,
-que sin llegar siempre lo fué.</p>
-
-<p>Volvió Critilo á proponer las conveniencias de su ida, ya
-persuadiendo y ya rogando. Túvole finalmente, si no convencido,
-enfadado, de tanto <i>¡sin falta!</i> con tantos. Llegaron ya á la puerta
-de la ciudad, con resolución de dejarla; ¡mas oh desdicha continuada!
-hallaron guardas en ella, que á nadie dejaban salir y á todos entrar.
-Con esto hubieron de volver atrás, Critilo apesarado de su poca suerte
-y Andrenio arrepentido de arrepentido. Volvió de nuevo á su necedad en
-pretensiones. Iba y venía á palacio. Y aunque para cada día había su
-excusa, nunca el cumplimiento ni el desengaño. No cesaba Critilo de
-pensar en su remedio; pero el extraordinario modo como lo consiguió,
-diremos adelante, entretanto se da noticia de las maravillas de la
-celebrada Artemia.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1_8">
- <p><span class="pagenum" id="Page_98">p. 98</span></p>
- <h3 class="g1 ws1">CRISI VIII</h3>
- <p class="subh3c"><i>Las maravillas de Artemia.</i></p>
-</div>
-
-<p>Buen ánimo contra la inconstante fortuna, buena naturaleza contra
-la rigurosa ley, buen arte contra la imperfecta naturaleza y buen
-entendimiento para todo. Es el arte complemento de la naturaleza y un
-otro segundo ser, que por extremo la hermosea y aun pretende excederla
-en sus obras. Préciase de haber añadido un otro mundo artificial
-al primero. Suple de ordinario los descuidos de la naturaleza,
-perfeccionándola en todo; que sin este socorro del artificio, quedara
-inculta y grosera.</p>
-
-<p>Éste fué sin duda el empleo del hombre en el paraíso, cuando le
-revistió el Criador la presidencia de todo el mundo y la asistencia en
-aquél, para que lo cultivase: esto es, que con el arte lo aliñase y
-puliese. De suerte que es el artificio gala de lo natural, realce de
-su llaneza. Obra siempre milagros. Y si de un páramo puede hacer un
-paraíso ¿qué no obrará en el ánimo, cuando las buenas artes emprenden
-su cultura? Pruébelo la romana juventud y más de cerca nuestro
-Andrenio, aunque por ahora tan ofuscado en aquella corte de confusiones
-cuya libertad solicitaron los desvelos de Critilo con la felicidad que
-veremos.</p>
-
-<p>Érase una gran reina, muy celebrada por sus prodigiosos hechos,
-confinante con este primer rey y por el consiguiente tan contraria
-suya, que de ordinario traían guerra declarada y muy sangrienta.
-Llamábase aquélla, que no niega su nombre ni sus hechos, la sabia y
-discreta Artemia, muy nombrada en todos siglos, por sus muchas y raras
-maravillas. Si bien se hablaba de ella con gran variedad.
-
-<span class="sidenote"><i>Duque<br /> del Infantado.</i></span>
-
-Porque, aunque los entendidos sentían y entre ellos el primero el tan
-valeroso, como discreto duque<span class="pagenum" id="Page_99">p.
-99</span> del Infantado, de sus acciones, como quien ellos son y ella
-merece; pero lo común era decir ser una valiente maga, una grande
-hechicera; aunque más admirable que espantosa.</p>
-
-<p>Muy diferente de la otra Circe, pues no convertía los hombres en
-bestias; sino al contrario, las fieras en hombres. No encantaba las
-personas; antes las desencantaba: de los brutos hacía hombres de
-razón.</p>
-
-<p>Y había quien aseguraba haber visto entrar en su casa un estólido
-jumento y, dentro de cuatro días, salir hecho persona. De un topo
-hacer un lince era fácil para ella. Convertía los cuervos en cándidas
-palomas, que era ya más dificultoso, así como hacer parecer leones las
-mismas liebres y águilas los tagarotes. De un buho hacía un jilguero.
-Entregábanle un caballo y, cuando salía de sus manos, no le faltaba
-sino hablar. Y aun dicen que realmente enseñaba á hablar á las bestias;
-pero mucho mejor á callar, que no era poco recabarlo dellas.</p>
-
-<p>Daba vida á las estatuas y alma á las pinturas. Hacía de todo género
-de figuras y figurillas, personas de sustancia.
-
-<span class="sidenote"><i>Hombres<br /> muy hombres.</i></span>
-
-Y lo que más admiraba: de los titibilicios, cascabeles y esquiroles
-hacía hombres de asiento y muy de propósito y á los chisgarabises
-infundía gravedad. De una personilla hacía un gigante y convertía las
-monterías en madureces. De un hombre de burlas formaba un Catón severo.
-Hacía medrar un enano en pocos días, que llegaba á ser un Tifeo.</p>
-
-<p>Los mismos títeres convertía en hombres sustanciales y de fondo, que
-no hiciera más la misma prudencia. Los ciegos del todo transformaba en
-Argos y hacía que los interesados no fuesen los postreros en saber las
-cosas. Los dominguillos de borra, los hombrecillos de paja convertía en
-hombres de veras. Á las víboras ponzoñosas, no sólo las quitaba todo el
-veneno; pero hacía triaca muy saludable dellas.</p>
-
-<p>En las personas ejercitaba su saber y su poder con más admiración,
-cuanto era mayor la dificultad. Porque á los más incapaces infundía
-saber, que casi no ha dejado bobos en el mundo<span class="pagenum"
-id="Page_100">p. 100</span> y, sí algunos maliciosos. Daba no sólo
-memoria á los entronizados; pero entendimiento á los infelices.
-
-<span class="sidenote"><i>Duque de<br /> Alburquerque.</i></span>
-
-De un loco declarado hacía un Séneca y de un hijo de vecino, un gran
-ministro; de un alfeñique, un capitán general, tan valiente como un
-duque de Alburquerque; y de un osado mozo, un virrey excelentísimo
-del mismo Nápoles; de un pigmeo un gigantón de las Indias. De unos
-horribles monstruos hacía ángeles, cosa que estimaban mucho las
-mujeres.</p>
-
-<p>Viéronla á veces de repente hacer de un páramo un pensil y que
-prendían los árboles, donde no prendieran las varas mismas. Dondequiera
-que ponía el pie formaba luego una corte y una ciudad tan culta, como
-la misma Florencia. Ni le era imposible erigir una triunfante Roma.
-Desta suerte y á esta traza contaban della, que no acababan, cosas tan
-maravillosas como plausibles.</p>
-
-<p>Llegó esta noticia al no sordo Critilo, cuando más desahuciado
-estaba. Informóse muy por menudo de quién era Artemia, dónde y cómo
-reinaba y concibió al punto que en hablarla consistía su remedio. No
-pudo recabar de Andrenio, ni con ruegos ni razones, que le siguiese. Y
-así él, después de haber velado sobre el caso, trazó huirse y no tuvo
-tanta dificultad, como imaginaba. Que en este orden de cosas el que
-quiere, puede. Rompió con todo, que es el único medio y saltó por el
-portillo de dar en la cuenta: aquél que todos cuantos abren los ojos
-le hallan.</p>
-
-<p>Salió al fin tan dichoso, como contento. Y ya libre, metióse en
-camino para la corte de la deseada Artemia, á consultarla el rescate de
-su amigo, que llevaba más atravesado en su corazón, cuanto más dél se
-apartaba. Encontró por el camino muchos, que también iban allá: unos
-por curiosidad y otros por su provecho, que eran más cuerdos.</p>
-
-<p>Contaban todos cosas y casos portentosos. Que amansaba los leones y
-que con dos palabras, que les decía, los tornaba humanos y sufridos.
-Que desencantaba las serpientes y las hacía<span class="pagenum"
-id="Page_101">p. 101</span> andar derechas. Tomaba de ojo á los
-basiliscos, quitándoles las niñas porque no matasen, ni miradas ni
-mirando: que todas eran cosas bien útiles y raras.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Matronas<br /> castas.</i></span>
-
-Todo eso es nada, dijo uno, con el prevalecer contra las mismas sirenas
-y transformarlas en matronas. Aquel convertir en tórtolas las lobas. Y
-lo más que se puede imaginar, que de una Venus bestial hizo una virgen
-vestal.</p>
-
-<p>Eso es gran cosa, dijeron todos.</p>
-
-<p>Campeaba ya su artificioso palacio, muy superior á todo. Y con
-estar en puesto tan eminente, hacía subir las aguas de los ríos á dar
-la obediencia á su poderosa maña, con un raro artificio, ejemplar de
-aquel otro del famoso artífice, que al mismo Tajo dió un corte de aguas
-cristalinas. Estaba todo él coronado de flores en jardines, prodigios
-también fragantes, porque las espinas eran rosas y las maravillas de
-todo el año. Hasta los olmos daban peras y uvas los espinos; de los
-más secos corchos sacaba jugo y aun néctar; y los peros, en Aragón tan
-indigestos, aquí se nacían confitados. Oíanse en los estanques cantar
-los cisnes en todo tiempo. Hízosele muy de nuevo á Critilo, porque en
-otras partes de tal suerte enmudecen, que aun en la hora de la muerte,
-aunque comúnmente se dice que cantan, ninguno se halla que los haya
-oído.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Desengañados.</i></span>
-
-Es, le dijeron, que, como son tan cándidos, si cantan, ha de ser
-la verdad y, como ésa es tan mal oída, han dado en el arbitrio de
-enmudecer. Sólo en aquel trance, apretados de la conciencia ó porque
-ya no tienen más que perder, cantan alguna verdad. Y de aquí se dijo
-que tal predicador ó tal ministro hablaron claro: el secretario Fulano
-desembuchó muchas verdades, el otro consejero descubrió su pecho,
-estando todos para morir.</p>
-
-<p>Á la puerta estaba un león, que se había convertido en una mansísima
-oveja y un tigre en un cordero. Por los balcones había muchas parleras,
-digo aves, en conversación, manteniendo la tela los papagayos; aunque
-los tordos se picaban de su <span class="pagenum" id="Page_102">p.
-102</span>nombre. Los gatos y los alanos de su casa ya no arañaban
-apretados ni mordían rabiosos; sino que, reconociendo leales su gran
-dueño, besaban sus generosas plantas. Estábanlos aguardando á la puerta
-muchas y bienaliñadas doncellas; aunque mecánicas y de escalera abajo.
-Otras más nobles y liberales le subieron arriba y le ensalzaron á
-la oficina, en que la discretísima Artemia, asistida de los varones
-eminentes,
-
-<span class="sidenote"><i>Don Vicencio<br /> de Lastanosa.</i></span>
-
-señalándole á cada uno su puesto el grande apreciador de las
-eminencias, don Vicencio de Lastanosa, estaba actualmente ocupada en
-hacer personas de unos leños.</p>
-
-<p>Tenía un rostro muy compuesto, ojos penetrantes. Su hablar, aunque
-muy medido, muy gustoso. Sobre todo tenía extremadas manos, que
-daban vida á todo aquello en que las ponía. Todas sus facciones muy
-delicadas, su talle muy airoso y bienproporcionado y, en una palabra,
-toda ella de muy buen arte.</p>
-
-<p>Recibió con agradable bizarría á Critilo, celebrándole por muy de
-su genio, sacándolo por la pinta. Y añadió que con razón se llamó el
-rostro faz, porque él mismo está diciendo lo que hace y <i>facies</i> en
-latín, lo que <i>facies</i>. Llegó Critilo á saludarla, logrando favores tan
-agradables. Extrañó ella que un varón discreto viniese, no ya solo, mas
-sí tanto.</p>
-
-<p>Que la conversación, decía, es de entendidos y ha de tener mucho de
-gracia y de las gracias, ni más ni menos de tres.</p>
-
-<p>Aquí destilando el corazón en lágrimas Critilo: Otros tantos,
-respondió, solemos ser un otro camarada, que dejo por dejado, y siempre
-se nos junta otro tercero de la región donde llegamos, que tal vez
-nos guía y tal nos pierde, como ahora, que por eso vengo á ti, ¡oh
-gran remediadora de desdichas!, solicitando tu favor y tu poder, para
-rescatar este otro yo, que queda malcautivo, sin saber de quién ni
-cómo.</p>
-
-<p>Pues, si no sabes dónde le dejas ¿cómo le hemos de hallar?</p>
-
-<p>Aquí entran tus prodigios, replicó él. Mas de que ahí queda en
-la corte juráralo yo, que ahí había de ser su perdición, de<span
-class="pagenum" id="Page_103">p. 103</span> un rey famoso sin ser
-nombrado, poderoso por lo universal y singular por lo desconocido.</p>
-
-<p>Tate, dijo ella. Ya estás entendido, que fué favor sustancial. Él
-queda sin duda en la Babilonia, que no corte, de mi grande enemigo
-Falimundo, porque ahí perece el mundo entero y todos acaban, porque no
-acaban. Pero mejor ánimo en la peor fortuna: que no nos ha de faltar
-ardid contra el engaño.</p>
-
-<p>Mandó llamar uno de sus mayores ministros, gran confidente suyo,
-que acudió tan pronto, como voluntario. Parecía hombre de propósito
-y aun ilustre por lo claro y verdadero. Á éste le confió la empresa,
-informándole muy bien Critilo de lo pasado y Artemia de lo hacedero.
-Entrególe juntamente un espejo de purísimo cristal, obra grande de uno
-de los siete griegos, explicándole su manejo y eficacia.</p>
-
-<p>Y él empeñó su industria.</p>
-
-<p>Vistióse al uso de aquel país, con la misma librea, que los
-criados de Falimundo, que era de muchos dobleces, pliegues, forros y
-contraforros, senos, bolsillos, sobrepuestos, alforzas y capa para
-todas las cosas. Desta suerte se partió pronto á cumplir el preciso
-mandato.</p>
-
-<p>Quedó Critilo tan hallado como favorecido en la corte de Artemia,
-muy entretenido y aun aprovechado, viéndola cada día obrar mayores
-prodigios. Porque la vió convertir un villano zafio en un cortesano
-galante, cosa que parecía imposible.
-
-<span class="sidenote"><i>Cortesanos.</i></span>
-
-De un montañés hizo un gentilhombre, que fué también gran primor
-del arte. Y no menor hacer de un vizcaíno un elocuente secretario.
-Convertía las capas de bayeta raídas en terciopelos y aun en felpas, un
-manteo deslucido de un pobre estudiante en una púrpura eminente y una
-gorra en una mitra. Los que servían en una parte hacía mandasen en otra
-y tal vez el mundo todo. Pues de un zagal, que guardaba una piara, hizo
-un pastor universal, obrando con más poder á mayor distancia. Porque
-se le vió levantar un mozo de espuelas á Betlengabor y de un lacayo un
-señor de la Tenza.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_104">p. 104</span>Y de tiempos
-pasados contaban mayores cosas, pues la vieron transformar las
-aguijadas en cetros y hacer un César de un escribano. Mejoraba los
-rostros mismos, de modo que de la noche á la mañana se desconocían,
-mudando los pareceres de malos en buenos y éstos en mejores. De hombres
-muy livianos hacía hombres graves y de otros muy flacos, hombres de
-mucha sustancia. Y era de modo que todos los defectos del cuerpo
-suplía: hacía espaldas, era pies y manos para unos y daba ojos á otros,
-dientes y cabellos. Y lo que es más, remendaba corazones, haciéndolos
-de las mismas tripas, que todos eran milagros de su artificio.</p>
-
-<p>Pero lo que más admiró á Critilo fué verla coger entre las manos
-un palo, un tronco é irle desbastando, hasta hacer dél un hombre que
-hablaba, de modo, que se le podía escuchar. Discurría y valía al fin lo
-que bastaba para ser persona.</p>
-
-<p>Pero dejémosle tan bienentretenido y sigamos un rato al prudente
-anciano, que camina en busca de Andrenio á la corte del famoso rey
-Falimundo.</p>
-
-<p>Duraban aún los juegos bacanales. Andaban las máscaras más validas,
-que en la misma Barcelona. No hubo hombre ni mujer, que no saliese con
-la suya y todas eran ajenas. Había de todos modos, no sólo de diablura,
-pero de santidad y de virtud, con que engañaban á muchos simples, que
-los sabios claramente les decían se las quitasen.</p>
-
-<p>Y es cosa notable, que todos tomaban las ajenas y aun contrarias.
-
-<span class="sidenote"><i>Hombres<br /> fingidos.</i></span>
-
-Porque la vulpeja salía con máscara de cordero, la serpiente de paloma,
-el usurero de limosnero, la ramera de rezadora y siempre en romerías.
-El adúltero de amigo del marido, la tercera de saludadora, el lobo
-del que ayuna, el león de cordero, el gato con barba á lo romano, con
-hechos de tal. El asno de león, mientras calla; el perro rabioso de
-risa, por tener falda, y todos de burla y engaño.</p>
-
-<p>Comenzó el viejo á buscar á Andrenio por aquellas encrucijadas,
-que no calles. Y, aunque llevaba las señas tan individua<span
-class="pagenum" id="Page_105">p. 105</span>les, él estaba ya tan
-trocado, que no le conociera el mismo Critilo, porque ya los ojos no
-los tenía ni claros ni abiertos, como antes; sino muy oscuros y casi
-ciegos. Que los ministros de Falimundo ponen toda su mira en quitarla.
-Ya no hablaba con su voz, sino con la ajena; no oía bien y todo iba
-á malandar. Que, si los hombres son otros de la noche á la mañana
-¿qué sería en aquel centro de la mentira? Con todo, valiéndose de su
-industria y por otras señales más seguras de la ocasión y del tiempo,
-vino á tener lengua dél.</p>
-
-<p>Hallóle un día, perdiendo muchos en mirar cómo otros perdían sus
-haciendas y aun las conciencias. Había un gran partido de pelota,
-propio entretenimiento del mundo, y así se jugaba en su gran calle á
-dos bandas muy contrarias. Porque los jugadores unos eran blancos y
-otros negros, unos altos y otros bajos, éstos pobres, aquéllos ricos
-y todos diestros, como quien no hace otro eternamente. Las pelotas
-eran de viento, tan grandes como cabezas de hombres, que un pelotero
-llenaba de viento, por ojos y por oídos, dejándolas tan huecas, como
-hinchadas. Cogíalas el que las sacaba á la plaza y, diciendo que jugaba
-con toda verdad, pues todo es burla y todo es juego, daba con la pelota
-por aquellos aires, con más presteza, cuanto más impulso. Rebatíala
-el otro, sin dejarla reposar un instante. Todos la sacudían de sí con
-notable destreza, que en eso consistía su ganancia. Ya estaba tan alta,
-que se perdía de vista; ya tan baja, que iba rodando por aquellos
-suelos entre el lodo y la basura. Uno le daba por el pie y otro de
-la mano; pero los más con unas que parecían lenguas y eran palas. Ya
-andaba entre los de arriba, ya entre los de abajo, pareciendo grandes
-altibajos.</p>
-
-<p>Gritaba uno que ganaba quince y era así, que á los quince años suele
-ser la ganancia del vicio y la pérdida de la virtud. Otro decía treinta
-y tenía por ganado el juego, cuando á tanta edad no se sabe. De este
-modo la fueron peloteando, hasta que cayó en tierra reventada, donde la
-pisaron, que en esto había de parar: y tan á su costa ganaron unos y se
-entretenían todos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_106">p. 106</span>Éstas, dijo
-Andrenio, volviéndose hacia quien le buscaba, parecen cabezas de
-hombres.</p>
-
-<p>Y lo son, respondió el viejo, y una de ellas es la tuya. De hombres
-digo descabezados, más llenas de viento, que de entendimiento, y otras
-de borra, de enredos y mentiras. Rebútelas el mundo de su vanidad,
-cógenlas aquellos de arriba, que son los contentos y felicidades
-y arrójanla á los de abajo, que son sus contrarios los pesares y
-calamidades, con todo género de mal. Ya está el hombre miserable entre
-unos, ya entre otros, ya abatido, ya ensalzado.
-
-<span class="sidenote"><i>La vida, juego.</i></span>
-
-Todos le sacuden y le arrojan, hasta que, reventado, viene á parar
-entre la azada y la pala, en el lodo y la hediondez de un sepulcro.</p>
-
-<p>¿Quién eres tú, que tanto ves? ¿Quién eres tú, que estás tan
-ciego?</p>
-
-<p>Fuésele poco á poco introduciendo, ganóle la voluntad para ganarle
-el entendimiento. Fuéle descubriendo Andrenio sus esperanzas y las
-grandes promesas de valer. Vista la sazón, díjole el viejo:</p>
-
-<p>Ten por cierto que por este camino jamás llegarás á ver este rey,
-cuanto menos hablarle. Dependes de su querer y él nunca querrá, que le
-va el ser en no ser conocido. El medio, que sus ministros toman para
-que no le veas, es cegarte: mira tú cuán poco miras. Hagamos una cosa.
-¿Qué me darás y yo te lo mostraré esta misma tarde?</p>
-
-<p>¿Burlas de mí?, le dijo Andrenio.</p>
-
-<p>No, porque siempre estoy de veras. No quiero otra cosa de ti, sino
-que le mires bien, cuando te lo mostrare.</p>
-
-<p>Eso es pedirme lo que deseo.</p>
-
-<p>Señalaron hora y acudieron puntuales, el uno como deseoso y el
-otro verdadero. Y, cuando Andrenio creyó le llevaría á palacio y le
-introduciría por el favor ó por el secreto, vió que le sacaba fuera,
-apartándole más. Quiso volverse, pareciéndole mayor embuste éste que
-todos los pasados. Detúvole el prudente, diciendo:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_107">p. 107</span>Advierte que lo
-que no se puede ver cara á cara, se procura por indirecta. Subamos á
-aquella eminencia, que levantados de tierra, yo sé que descubriremos
-mucho.</p>
-
-<p>Subieron á lo alto, que caía enfrente de las mismas ventanas de
-Falimundo.</p>
-
-<p>Estando aquí, dijo Andrenio, paréceme que veo mucho más que
-antes.</p>
-
-<p>De que se holgó harto el compañero, porque en el ver y conocer
-consistía su total remedio. Hacíase ojos Andrenio, mirando hacia
-palacio, por ver si podía brujulear alguna realidad; mas en vano,
-que estaban las ventanas unas con celosías muy espesas y otras con
-vidrieras.</p>
-
-<p>No ha de ser dese modo, dijo el viejo; sino al contrario, volviendo
-las espaldas, que las cosas del mundo todas se han de mirar al revés
-para verlas al derecho.</p>
-
-<p>Sacó en esto el espejo del seno y, desenvolviéndole de un cendal,
-púsole delante, encarándole muy bien á las ventanas contrarias de
-palacio:</p>
-
-<p>Mira ahora, le dijo. Contempla bien y procura satisfacer tu
-deseo.</p>
-
-<p>¡Cosa rara é inaudita! Comenzó á espantarse y á temer tanto
-Andrenio, que casi desmayaba.</p>
-
-<p>¿Qué tienes? ¿Qué ves?, le preguntó el anciano.</p>
-
-<p>¿Qué he de ver? Lo que no quisiera ni creyera. Veo un monstruo, el
-más horrible que vi en mi vida, porque no tiene pies ni cabeza. ¡Qué
-cosa tan desproporcionada! No corresponde parte á parte ni dice uno
-con otro en todo él. ¡Qué fieras manos tiene! Y cada una de su fiera,
-ni bien carne ni pescado y todo lo parece. ¡Qué boca tan de lobo,
-donde jamás se vió verdad! Es niñería la quimera en su cotejo. ¡Qué
-agregado de monstruosidades! ¡Quita, quítamele de delante, que moriré
-de espanto!</p>
-
-<p>Pero el prudente compañero le decía:</p>
-
-<p>Cúmpleme la palabra. Nota aquel rostro, que á la primera<span
-class="pagenum" id="Page_108">p. 108</span> vista parece verdadero y
-no es de hombre, sino de vulpeja. De medio arriba es serpiente. Tan
-torcido tiene el cuerpo y sus entrañas tan revueltas, que basta á
-revolverlas. El espinazo tiene de camello y hasta en la nariz tiene
-corcova. El remate es de sirena y aun peor: tales son sus dejos. No
-puede ir derecho. ¿No ves cómo tuerce el cuello? Anda acorvado y no
-de bieninclinado. Las manos tiene gafas, los pies tuertos, la vista
-atravesada. Y á todo esto habla en falsete, para no hablar ni proceder
-bien en cosa alguna.</p>
-
-<p>¡Basta!, dijo Andrenio, que reviento.</p>
-
-<p>Y basta que á ti te sucede lo que á todos los otros, dijo el viejo,
-que en viéndole una vez, tienen harto; nunca más le pueden ver. Eso es
-lo que yo deseaba.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Engaño.</i></span>
-
-¿Quién es este monstruo coronado?, preguntó Andrenio. ¿Quién este
-espantoso rey?</p>
-
-<p>Éste es, dijo el anciano, aquel tan nombrado y tan desconocido de
-todos, aquel cuyo es todo el mundo por sola una cosa que le falta.
-Éste es aquel que todos platican y le tratan y ninguno le querría en
-su casa, sino en la ajena. Éste es aquel gran cazador, con una red tan
-universal, que enreda todo el mundo. Éste es el señor de la mitad del
-año primero y de la otra mitad después. Éste el poderoso entre los
-necios, juez á quien tantos apelan, condenándose. Éste aquel príncipe
-universal de todos, no sólo de hombres, pero de las aves, de los peces
-y de las fieras. Éste es, finalmente, el tan famoso, el tan sonado, el
-tan común Engaño.</p>
-
-<p>No hay más que aguardar, dijo Andrenio. Vámonos de aquí, que ya
-estoy más lejos dél, cuanto más cerca.</p>
-
-<p>Aguarda, dijo el viejo, que quiero que conozcas toda su
-parentela.</p>
-
-<p>Ladeó un poco el espejo y apareció una urca, más furiosa que la de
-Orlando, una vieja más embelecadora que la de Sempronio.</p>
-
-<p>¿Quién es esta meguera?, preguntó Andrenio.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_109">p. 109</span>
-
-<span class="sidenote"><i>Mentira.</i></span>
-
-Ésta es su madre, la que lo manda y gobierna: ésta es la Mentira.</p>
-
-<p>¡Qué cosa tan vieja!</p>
-
-<p>Ha muchos años que nació.</p>
-
-<p>¡Qué cosa tan fea! Cuando se descubre, parece que cojea.</p>
-
-<p>Por eso la alcanzan luego.</p>
-
-<p>¡Qué de gente la acompaña!</p>
-
-<p>Todo el mundo.</p>
-
-<p>Y de buen porte.</p>
-
-<p>Ésos son los más llegados.</p>
-
-<p>¿Y aquellos dos enanos?</p>
-
-<p>El Sí y el No, que son sus meninos.</p>
-
-<p>¡Qué de promesas, qué de ofrecimientos, excusas, cumplimientos,
-favores! Hasta las alabanzas le acompañan.</p>
-
-<p>Torció el espejo á un lado y á otro y, descubriendo mucha gente
-honrada, aunque no de bien:</p>
-
-<p>Aquélla es la Ignorancia su abuela, la otra su esposa la Malicia,
-la Necedad su hermana. Aquellos otros sus hijos y sus hijas, los
-Males, las Desdichas, el Pesar, la Vergüenza, el Arrepentimiento, la
-Perdición, la Confusión y el Desprecio. Todos aquellos, que le están al
-lado, son sus hermanos y primos, el Embuste, el Embeleco y el Enredo,
-grandes hijos deste siglo y desta era.</p>
-
-<p>¿Estás contento, Andrenio?, le preguntó el viejo.</p>
-
-<p>Contento no; pero desengañado sí. Vamos, que los instantes se me
-hacen siglos. Una misma cosa me es dos veces tormento, primero deseada
-y después aborrecida.</p>
-
-<p>Salieron ya por la puerta de la luz de aquel Babel del Engaño. Iba
-Andrenio á medio gusto, que nunca llega á ser entero. Examinóle el
-viejo de su nueva pena y respondióle:</p>
-
-<p>¿Qué quieres?</p>
-
-<p>Que aún no me he hallado todo.</p>
-
-<p>¿Qué te falta?</p>
-
-<p>La mitad.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_110">p. 110</span>
-
-<span class="sidenote"><i>Amigos.</i></span>
-
-¿Qué? ¿Algún camarada?</p>
-
-<p>Más.</p>
-
-<p>¿Algún hermano?</p>
-
-<p>Aun es poco.</p>
-
-<p>¿Tu padre?</p>
-
-<p>Por ahí, por ahí: un otro yo, que lo es un amigo verdadero.</p>
-
-<p>Tienes razón. Mucho has perdido, si un amigo perdiste: será bien
-dificultoso hallar otro. Pero díme, ¿era discreto?</p>
-
-<p>Sí y mucho.</p>
-
-<p>Pues no se habrá perdido para sí. ¿No supiste qué se hizo?</p>
-
-<p>Díjome iba á la corte de una reina tan sabia, como grande, llamada
-Artemia.</p>
-
-<p>Si era entendido, como dices, yo lo creo, allá habrá aportado.
-Consuélate, que allá vamos también, que quien te sacó del Engaño,
-¿dónde te ha de llevar, sino al Saber? Digo á la corte de tan discreta
-reina.</p>
-
-<p>¿Quién es esta gran mujer y tan señora, nombrada en todas partes?,
-preguntó Andrenio.</p>
-
-<p>Y el anciano: Con razón la llamas señora, que no hay señorío sin
-saber. Comenzando por su nobilísima prosapia, dícense della cosas
-grandes. Aseguran unos que desciende del mismo cielo y que salió del
-cerebro Soberano. Otros dicen ser hija del Tiempo y de la Observación,
-hermana de la Experiencia. Ni falta quien por otro extremo porfía que
-es hija de la Necesidad, nieta del Vientre. Pero yo sé bien que es
-parto del Entendimiento.</p>
-
-<p>Vivió antiguamente, que no es niña, sino muy grande en todo, como
-tan favorecida de las monarquías, en sus mayores cortes. Comenzó
-en los asirios, pasó á los egipcios y caldeos, fué muy estimada en
-Atenas, gran teatro de la Grecia, en Corinto y en Lacedemonia. Pasó
-después á Roma con el imperio, donde en competencia del valor, la
-laurearon, cediendo los arneses á las togas. Los godos, gente inculta,
-la comenzaron á despreciar, desterrándola de todo su distrito. Apuróla
-y aun<span class="pagenum" id="Page_111">p. 111</span> pretendió
-acabar con ella la bárbara morisma y húbose de acoger á la famosa
-tetrarquía de Carlo Magno, donde estuvo muy acreditada. Mas hoy, á
-la fama de la mayor, la más dilatada y poderosa monarquía española,
-que ocupa entrambos mundos, se ha mudado á este augusto centro de su
-estimación.</p>
-
-<p>¿Cómo no habita en su famosa corte, aplaudida de todas las naciones
-de tan universal imperio, venerada de sus cultos cortesanos; y no
-aquí en medio de la intolerable villanía?, replicó Andrenio. Que si
-son dichosos los que habitan las ciudades, más lo serán ellos, cuanto
-mayores ellas.</p>
-
-<p>Porque quiere probarlo todo, respondió el anciano. Íbale muy mal en
-las cortes, donde tiene más enemigos, cuanto mayores vicios. Vivió ya
-entre los cortesanos, donde experimentó tan á su costa
-
-<span class="sidenote"><i>Vida de corte.</i></span>
-
-las persecuciones de la infelicidad y de la malicia, la falta de
-verdad, la sobra de embeleco y aun averiguó que había allá más necedad,
-cuanto más presumida. Muchas veces la he oído decir que, si allí hay
-más cultura, aquí más bondad; si allí más puestos, aquí más lugar; allí
-empleos, aquí tiempo; allí se pasa, aquí se logra; y que esto es vivir
-y aquello acabar.</p>
-
-<p>Con todo eso, replicó Andrenio, yo más quisiera haberlas con
-bellacos, que con tontos. Malo es todo; pero de verdad que la necedad
-es intolerable y más para entendidos. Perdóneme la sabia Artemia.</p>
-
-<p>Relumbraba ya su alcázar, cielo equivocado, bordado todo de
-inscripciones y coronado de vítores. Fueron bien recibidos, con
-agradecimiento el viejo y Andrenio con abrazos, asegurándole certezas,
-quien no le regateaba permisiones.</p>
-
-<p>Aquí, en honra de sus dos huéspedes, obró Artemia sus más célebres
-prodigios y, no sólo en los otros, sino en ellos mismos y más en
-Andrenio, que necesitaba de sus realces. Vióse muy persona en poco
-tiempo y muy instruído para adelante. Que, si un buen consejo es
-bastante para hacer dichosa toda la vida, ¿qué obrarían en él
-tantos y tan importantes? Comunicáronla su<span class="pagenum"
-id="Page_112">p. 112</span> vida y su fortuna, noticia de superior
-gusto para ella, por lo raro. Alternó curiosa muchas preguntas á
-Andrenio, haciéndole repetir una y muchas veces aquella su primera
-admiración, cuando salió á ver el mundo, la novedad que le causó este
-gran teatro del universo.</p>
-
-<p>Una cosa deseo mucho oirte, le dijo á Andrenio, y es entre tantas
-maravillas criadas, como viste, entre tantos prodigios como admiraste,
-¿cuál fué el que más te satisfizo?</p>
-
-<p>Lo que respondió Andrenio nos lo dirá la otra Crisi.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1_9">
- <h3 class="g1 ws1">CRISI IX</h3>
- <p class="subh3c"><i>Moral anatomía del hombre.</i></p>
-</div>
-
-<p>Eternizaron con letras de oro los antiguos en las paredes de Delfos
-y mucho más con caracteres de estimación en los ánimos de los sabios
-aquel célebre sentimiento de Biante: <i>Conócete á ti mismo</i>. Ninguna de
-todas las cosas criadas yerra su fin, sino el hombre.</p>
-
-<p>Él solo desatina, ocasionándole este achaque la misma nobleza
-de su albedrío. Y quien comienza ignorándose mal podrá conocer las
-demás cosas. ¿Pero de qué sirve conocerlo todo, si á sí mismo no se
-conoce? Tantas veces degenera en esclavo de sus esclavos, cuantas
-se rinde á los vicios. No hay salteadora esfinge, que así oprima la
-viandante, digo viviente, como la ignorancia de sí, que en muchos se
-condena estupidez, pues ni aun saben que no saben ni advierten que no
-advierten. Desta común necedad padeció excepción Andrenio, cuando así
-respondió á la curiosa Artemia:</p>
-
-<p>Entre tanta maravilla como vi, entre tanto empleo como aquel día
-logré, el que más me satisfizo, dígolo con recelo, pero con<span
-class="pagenum" id="Page_113">p. 113</span> verdad, fuí yo mismo, que
-cuanto más me reconocía, más me admiraba.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>El mayor<br /> prodigio.</i></span>
-
-Eso era lo que yo deseaba oirte, aplaudió Artemia, y así lo ponderó el
-augustísimo de los ingenios, cuando dijo que entre todas las maravillas
-criadas para el hombre el mismo hombre fué la mayor de todas. Así
-también lo generaliza el príncipe de los filósofos en su tan asentada
-máxima, que siempre es más aquello, por quien otro es tal. De modo
-que, si para el hombre fueron criadas tan preciosas las piedras, tan
-hermosas las flores y tan brillantes las estrellas, mucho más lo es el
-mismo hombre, para quien fueron destinadas.</p>
-
-<p>Él es la criatura más noble de cuantas vemos, monarca en este gran
-palacio del mundo, con posesión de la tierra y con expectativa del
-cielo, criado de Dios, por Dios y para Dios.</p>
-
-<p>Á los principios, prosiguió Andrenio, rudamente me reconocía; pero,
-cuando pude verme á toda luz y por extraña suerte acabé de contemplarme
-en los reflejos de una fuente, cuando advertí era yo mismo el que
-creí otro, no podré explicarte la admiración y gusto que allí tuve:
-remirábame, no tanto necio, cuanto contemplativo. Lo primero que
-observé fué esta disposición de todo el cuerpo, tan derecha, sin que
-tuerza á un lado ni á otro.</p>
-
-<p>Fué el hombre, dijo Artemia, criado para el cielo y así crece hacia
-allá y en esa material rectitud del cuerpo está simbolizada la del
-ánimo con tal correspondencia, que al que le faltó por desgracia la
-primera, sucede con mayor faltarle la segunda.</p>
-
-<p>Es así, dijo Critilo: dondequiera que hallamos corvada la
-disposición, recelamos también torcida la intención.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Corcovados.</i></span>
-
-En descubriendo ensenadas en el cuerpo, tememos haya dobleces en el
-ánimo. El otro, á quien se le anubló alguno de los ojos, también suele
-cegarse de pasión. Y lo que es digno de más reparo,
-
-<span class="sidenote"><i>Tuertos.</i></span>
-
-que no los tenemos lástima como á los ciegos; sino recelo de que no
-miran derecho. Los cojos suelen tropezar en el camino de la virtud
-y aun echarse á rodar, cojeando la voluntad<span class="pagenum"
-id="Page_114">p. 114</span> en los afectos. Faltan los mancos en la
-perfección de las obras, en hacer bien á los demás. Pero la razón en
-los varones sabios corrige todos estos pronósticos siniestros.</p>
-
-<p>La cabeza, dijo Andrenio, llamo yo, no sé si me engaño, alcázar del
-alma, corte de sus potencias.</p>
-
-<p>Tienes razón, confirmó Artemia, que así como Dios, aunque asiste en
-todas partes, pero con especialidad en el cielo, donde se permite su
-grandeza,
-
-<span class="sidenote"><i>Cabeza cielo.</i></span>
-
-así el alma se ostenta en este puesto superior, retrato de los celestes
-orbes. Quien quisiere verla, búsquela en los ojos; quien oirla, en
-la boca; y quien hablarla, en los oídos. Está la cabeza en el más
-eminente lugar, ya por autoridad, ya por oficio, por que mejor perciba
-y mande.</p>
-
-<p>Y aquí he notado yo con especial atención, dijo Critilo, que, aunque
-las partes de esta gran república del cuerpo son tantas, que solos los
-huesos llenan los días del año y esta numerosidad con tal armonía,
-que no hay número que no se emplee en ellas, como digamos cinco son
-los sentidos, cuatro los humores, tres las potencias, dos los ojos;
-todas vienen á reducirse á la unidad de una cabeza, retrato de aquel
-primer móvil divino, á quien viene á reducirse por sus gradas toda esta
-universal dependencia.</p>
-
-<p>Ocupa el entendimiento, dijo Artemia, el más puro y sublime retrete,
-que aun en lo material fué aventajado, como mayorazgo de las potencias,
-rey y señor de las acciones de la vida, que allí se remonta, alcanza,
-penetra, sutiliza, discurre, atiende y entiende. Estableció su trono en
-una ilesa candidez, librea propria del alma, estrañando toda oscuridad
-en el concepto y toda mancha en el afecto, masa suave y flexible,
-apoyando dotes de docilidad, moderación y prudencia. La memoria atiende
-á lo pasado y así se hizo tan atrás, cuanto el entendimiento adelante.
-No pierde de vista lo que fué y, porque echamos comúnmente atrás lo que
-más nos importa, previno este descuido, haciendo Jano á todo cuerdo.</p>
-
-<p>Los cabellos me parecieron más para el ornato, que para la
-necesidad, ponderó Andrenio.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_115">p. 115</span>Son raíces deste
-humano árbol, dijo Artemia: arráiganle en el cielo y llévanle allá de
-un cabello. Allí han de estar sus cuidados y de allá ha de recibir el
-sustancial sustento. Son librea de las edades, por lo que tienen de
-adorno, variando con los colores los afectos. Es la frente cielo del
-ánimo, ya encapotado, ya sereno, plaza de los sentimientos. Allí salen
-á la vergüenza los delitos, sobran las faltas y placéanse las pasiones.
-En lo estirado la ira, en lo caído la tristeza, en lo pálido el temor,
-en lo rojo la vergüenza, la doblez en las arrugas y la candidez en lo
-terso, la desvergüenza en lo liso y la capacidad en lo espacioso.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Ojos,<br /> miembros<br /> divinos.</i></span>
-
-Pero los que á mí, dijo Andrenio, más me llenaron en esta artificiosa
-fábrica del hombre, fueron los ojos.</p>
-
-<p>¿Sabes, dijo Critilo, cómo los llamó aquel grande restaurador de la
-salud, entretenedor de la vida, indagador de la naturaleza, Galeno?</p>
-
-<p>¿Cómo?</p>
-
-<p>Miembros divinos. Que fué bien dicho. Porque, si bien se nota, ellos
-se revisten de una majestuosa divinidad, que infunde veneración. Obran
-con una cierta universalidad, que parece omnipotencia, produciendo en
-el alma todas cuantas cosas hay en imágenes y especies. Asisten en
-todas partes remedando inmensidad, señoreando en un instante todo el
-hemisferio.</p>
-
-<p>Con todo, reparé yo mucho en una cosa, dijo Andrenio, y es que,
-aunque todo lo ven, no se ven á sí mismos ni aun las vigas que suelen
-estar en ellos: condición propia de necios, ver todo lo que pasa en las
-casas ajenas, ciegos para las proprias. Y no fuera poca conveniencia
-que el hombre se mirara á sí mismo, ya para que se temiera y moderara
-sus pasiones, ya para que reparara sus fealdades.</p>
-
-<p>Gran cosa fuera, dijo Artemia, que el colérico viera su horrible
-ceño y se espantara de sí mismo, que un melindroso y un adamado vieran
-sus afeminados gestillos y se corriera el altivo con todos los demás
-necios. Pero atendió la cauta naturaleza á<span class="pagenum"
-id="Page_116">p. 116</span> evitar mayores inconvenientes en verse.
-Temióle necio, no se enamorara de sí aun el más monstruo y todo ocupado
-en verse, ninguna otra cosa mirara. Basta que se mire á las manos,
-antes que le miren otros. Remire sus obras, que es preciso, y atienda á
-sus acciones, que sean tan muchas, como perfectas. Mírese también á los
-pies, hollando su vanidad, y sepa dónde los pone y dónde los tiene. Vea
-en qué pasos anda, que eso es tener ojos.</p>
-
-<p>Así es, replicó Andrenio; mas para tanto ver poco parecen dos ojos y
-ésos tan juntos. De una alhaja tan preciosa lleno había de estar todo
-este animado palacio. Pero, ya que hayan de ser dos no más, pudiéranse
-repartir y que uno estuviera delante para ver lo que viene y el otro
-atrás, para lo que queda. Con eso nunca perdieran de vista todas las
-cosas.</p>
-
-<p>Y algunos, respondió Critilo, arguyeron á la naturaleza de tan
-imaginario descuido y aun fingieron un hombre, á su parecer muy
-perfecto, con la vista duplicada y no servía sino de ser hombre de dos
-caras, doblado más que duplicado. Yo, si hubiera de añadir ojos, antes
-los pusiera á los lados encima de los oídos y muy abiertos, para que
-viera quién se le pone al lado, quién se le entremete á amigo. Y con
-eso no perecieran tantos de aquel mortal achaque del costado. Viera
-el hombre con quién habla, con quién se ladea, que es uno de los más
-importantes puntos de la vida y vale más estar solo, que malaconsejado.
-Pero advierte que dos ojos bien empleados bastante son para todo.
-Ellos miran derechamente lo que viene cara á cara y de reojo lo que á
-traición. Al atento bástale una ojeada para descubrir cuanto hay. Y aun
-por eso fueron formados los ojos en esferas, que es la figura más apta
-para el ejercicio de ver; no cuadrada, no haya rincones, no se esconda
-lo que más importa que se vea. Bien están en la cara, porque el hombre
-siempre ha de mirar adelante y á lo alto. Y, si hubiera otros en el
-cerebro, fuera ocasión de que al levantar los unos al cielo, abatiera
-los otros á la tierra con cisma de afectos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_117">p. 117</span>Otra maravilla he
-observado en ellos, dijo Andrenio, que es el llorar y me parece andan
-muy necios. Porque ¿qué remedia los males el llorarlos? No sirve, sino
-de aumentar penas. El reirse de todo el mundo, aquel no dársele cosa de
-cuanto hay, éso sí que es saber vivir.</p>
-
-<p>¡Ah! Que como los ojos, dijo Artemia, son los que ven los males
-y tantos, ellos son los que los lloran. Siempre verás que quien no
-siente no se siente; mas quien añade sabiduría, añade tristeza. Esa
-vulgaridad del reir, quédese para la necia boca, que es la que mucho
-yerra. Son los ojos puertas fieles por donde entra la verdad y anduvo
-tan atentamente escrupulosa la naturaleza, que para no dividirlos,
-no se contentó con juntarlos en un puesto; sino que los hermanó en
-el ejercicio. No permite que vea el uno sin el otro, para que sean
-verídicos contestes. Miren juntos una misma cosa, no vea blanco el uno
-y negro el otro. Sean tan parecidos en el color, en el tamaño y en
-todo, que se equivoquen entre sí y desmientan la pluralidad.</p>
-
-<p>Al fin, dijo Critilo, los ojos son en el cuerpo lo que las dos
-lumbreras en el cielo y el entendimiento en el alma. Ellos suplen todos
-los demás sentidos y todos juntos no bastan á suplir su falta. No sólo
-ven; sino que escuchan, hablan, vocean, preguntan, responden, riñen,
-espantan, aficionan, agasajan, ahuyentan, atraen y ponderan y todo lo
-obran. Y lo que es más de notar, que nunca se cansan de ver, como ni
-los entendidos de saber, que son los ojos de la república.</p>
-
-<p>Notablemente anduvo próvida la naturaleza, dijo Andrenio, en señalar
-su lugar á cada sentido, más ó menos eminente, según su excelencia.
-Á los más nobles mejoró en los primeros puestos y puso á vista los
-sublimes ejercicios de la vida; al contrario los indecentes y viles,
-aunque necesarios, los desterró á los más ocultos lugares, apartándolos
-de la vista.</p>
-
-<p>Mostróse, dijo Critilo, gran celadora de la honestidad y decoro, que
-aun los femeniles pechos los puso en puestos que pudiesen alimentar los
-hijos con decencia.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_118">p. 118</span>Después de los
-ojos, señaló en segundo lugar á los oídos, dijo Andrenio, y me parece
-muy bien que le tengan tan eminente; pero aquello de estar al lado te
-confieso me hizo disonancia y parece fué facilitar la entrada á la
-mentira. Que, así como la verdad viene siempre cara á cara, ella á
-traición ingiérese de lado. ¿No estuvieran mejor bajo los ojos y éstos
-examinaran primero lo que se oye, negando la entrada á tanto engaño?</p>
-
-<p>¡Qué bien lo entiendes!, dijo Artemia. Lo que menos convenía era
-que los ojos estuvieran con los oídos. Tengo por cierto que no quedara
-verdad en el mundo. Antes, si yo los hubiera de disponer de otro modo,
-los retirara cien dedos de la vista ó los pusiera atrás en el cerebro,
-de modo, que oyera un hombre lo que detrás dél se dice, que aquello
-es lo verdadero. ¡Qué buena anduviera la justicia, si ella viera la
-belleza que se excusa, la riqueza que se defiende, la nobleza que
-ruega, la autoridad que intercede y las demás calidades de los que
-hablan! Sea ciega, que eso es lo que conviene. Bien están los oídos
-en un medio; no adelante, porque no oigan antes con antes; ni detrás,
-porque no perciban tarde.</p>
-
-<p>Otra cosa dificulté yo mucho, replicó Andrenio, y es que, así como
-los ojos tienen aquella tan importante cortina de los párpados, que
-verdaderamente está muy en su lugar para negarse, cuando no quieren ser
-vistos ó cuando no gustan de ver muchas cosas, que no son para vistas:
-¿por qué los oídos, no han de tener también otra compuerta y ésa muy
-sólida, muy doble y ajustada, para no oir la mitad de lo que se habla?
-Con esto excusaríase un hombre oir necedades y ahorraría pesadumbres,
-único preservativo de la vida. Aquí yo no puedo dejar de condenar de
-descuidada la naturaleza y más, cuando vemos que la lengua la recluyó
-entre una y otra muralla con razón, porque una fiera bien es que esté
-entre verjas de dientes y puertas tan ajustadas de los labios. Sepamos
-¿por qué los ojos y la boca han de llevar esta ventaja á los oídos y
-más estando tan expuestos al engaño?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_119">p. 119</span>Por ningún caso
-convenía, dijo Artemia, que se le cerrase jamás la puerta al oir. Es la
-de la enseñanza: siempre ha de estar patente. Y no sólo se contentó la
-atenta naturaleza con quitar esa compuerta, que tú dices; pero negó al
-hombre, entre todos los oyentes, el ejercicio de abatir y levantar las
-orejas. Él sólo las tiene inmobles, siempre alerta. Que aun le pareció
-inconveniente aquella poca detención, que en aguzarlas se tuviera. Á
-todas horas dan audiencia. Aun cuando se retira el alma á su quietud,
-entonces es más conveniente que velen estas centinelas. Y si no ¿quién
-avisara de los peligros? Durmiera el alma á lo poltrón. ¿Quién bastará
-á despertarlas? Esta diferencia hay entre el ver y entre el oir, que
-los ojos buscan las cosas como y cuando quieren; mas al oído ellas le
-buscan. Los objetos del ver permanecen. Puédense ver, si no ahora,
-después. Pero los del oir van de priesa y la ocasión es calva.</p>
-
-<p>Bien está dos veces encerrada la lengua y dos veces abiertos los
-oídos. Porque el oir ha de ser al doble que el hablar. Bien veo yo
-que la mitad y aun las tres partes de las cosas, que se oyen, son
-impertinentes y aun dañosas; mas para eso hay un gran remedio, que es
-hacer el sordo, que se puede y es el mejor de ellos: esto es, hacer
-orejas de cuerdo, que es la mayor ganancia. Á más de que hay algunas
-razones tan sin ella, que no bastan párpados y entonces es menester
-tapiar los oídos con ambas manos: que, pues suelen ayudar á oir,
-ayuden también á ensordecer. Préstenos su sagacidad la serpiente, que,
-cosiendo el un oído con la tierra, tapa el otro con el fin, dando á
-todo buena salida.</p>
-
-<p>Esto no se me puede negar, instó Andrenio, que estuviera muy bien
-un rastrillo en cada oído, como en guarda y con eso no entraran
-tan libremente tantos y tan grandes enemigos, silbos de venenosas
-serpientes, cantos de engañosas sirenas, lisonjas, chismes, cizañas y
-discordias, con otros semejantes monstruos escuchados.</p>
-
-<p>Tienes razón en eso, dijo Artemia, y para eso formó la na<span
-class="pagenum" id="Page_120">p. 120</span>turaleza las orejas, como
-coladeros de las palabras, embudos del saber. Y si lo notas, ya previno
-de antemano ese inconveniente, disponiendo este órgano en forma de
-laberinto, tan caracoleado, con tantas vueltas y revueltas, que parecen
-rastrillos y traveses de fortaleza, para que deste modo entren coladas
-las palabras, purificadas las razones y haya tiempo de discernir la
-verdad de la mentira.</p>
-
-<p>Luego hay su campanilla muy sonora, donde resuenen las voces y se
-juzgue por el sonido si son faltas ó son falsas. ¿No has notado también
-que dió la naturaleza, despedida por el oído, aquel licor amargo de
-la cólera? ¿Pensarás tú á lo vulgar que fué esto para impedir el paso
-á algunas sabandijas, que topando con aquella amargura pegajosa se
-detengan y perezcan? Pues advierte que mucho más pretendió con eso, más
-alto fin tuvo. Contra otras más perniciosas previno aquella defensa.
-Topen las palabras blandas de la Circe con aquella amargura del
-recatado disgusto, deténganse allí los dulces engaños del lisonjero,
-hallen el desabrimiento de la cordura con que se empleen.</p>
-
-<p>Y, aunque á muchos se les habían de gastar los oídos de oir dulce,
-ponderó Critilo, previno aquel antídoto de amargura. Finalmente, dos
-son los oídos, para que pueda el sabio guardar el uno virgen para la
-otra parte; haya primera y segunda información y procure que, si se
-adelantó á ocupar la una oreja la mentira, se conserve la otra intacta
-para la verdad, que suele ser la postrera.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Narices<br /> sagaces.</i></span>
-
-No parece, dijo Andrenio, tan útil el olfato, cuanto deleitable. Más
-es para el gusto, que para el provecho. Y siendo así, ¿por qué ha de
-ocupar el tercer puesto tan á la vista, aventajándose á otros, que son
-más importantes?</p>
-
-<p>¡Oh, replicó Artemia, que es el sentido de la sagacidad! Y aun por
-eso las narices crecen por toda la vida. Coincide con el respirar,
-que es tan necesario como eso. Discierne el buen olor del malo y
-percibe que la buena fama es el aliento del<span class="pagenum"
-id="Page_121">p. 121</span> ánimo. Daña mucho un aire corrupto:
-infecciona las entrañas. Huele, pues, atenta la sagacidad de una legua
-la fragancia ó la hediondez de las costumbres, porque no se apeste el
-alma. Y aun por eso está en lugar tan eminente. Es guía del ciego,
-gusto que le avisa del manjar gastado y hace la salva en lo que ha de
-comer. Goza de la fragancia de las flores y recrea el cerebro con la
-suavidad que despiden las virtudes, las hazañas y las glorias. Conoce
-los varones principales y los nobles, no en el olor material del ámbar,
-sino en el de sus prendas y excelentes hechos, obligados á echar mejor
-olor de sí, que los plebeyos.</p>
-
-<p>En gran manera anduvo próvida la naturaleza, dijo Andrenio, en dar á
-cada potencia dos empleos, uno más principal y otro menos, penetrando
-oficios, para no multiplicar instrumentos. Desta suerte formó con
-tal disposición las narices, que se pudiesen despedir por ellas con
-decencia las superfluidades de la cabeza.</p>
-
-<p>Eso es en los niños, dijo Critilo; que en los ya varones más se
-purgan los excesos de las pasiones del ánimo y así sale por ellas el
-viento de la vanidad, el desvanecimiento, que suele causar vahídos
-peligrosos y en algunos llega á trastornar el juicio. Desahógase
-también el corazón y evapóranse los humos de la fogosidad con mucha
-espera. Y tal vez á su sombra se suele disimular la más picante risa.
-Ayudan mucho á la proporción del rostro y, por poco que se desmanden,
-afean mucho. Son como manecilla del reloj del alma, que señalan el
-temple de la condición. Las leoninas denotan el valor, las aguileñas la
-generosidad, las prolongadas la mansedumbre, las sutiles la sabiduría y
-las gruesas la necedad.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Boca necia.</i></span>
-
-Después del ver, del oir y del oler, dicho se estaba, ponderó Andrenio,
-que se había de seguir el hablar poco. Paréceme que es la boca la
-puerta principal desta casa del alma. Por las demás entran los objetos,
-mas por esta sale ella misma y se manifiesta en sus razones.</p>
-
-<p>Así es, dijo Artemia, que en esta artificiosa fachada del hu<span
-class="pagenum" id="Page_122">p. 122</span>mano rostro, dividida en sus
-tres órdenes iguales, la boca es la puerta de la persona real y por eso
-tan asistida de la guarda de los dientes y coronada del varonil decoro.
-Aquí asiste lo mejor y lo peor del hombre, que es la lengua. Llámase
-así por estar ligada al corazón.</p>
-
-<p>Lo que yo no acabo de entender, dijo Andrenio, es que á propósito
-juntó en una misma oficina la sabia naturaleza el comer con el hablar.
-¿Qué tiene que ver el un ejercicio con el otro? La una es ocupación
-baja y que se halla en los brutos; la otra es sublime y de solas las
-personas. Á más que de ahí se originan inconvenientes notables. El
-primero, que la lengua hable según el sabor que se le pega, ya dulce,
-ya amargo, agrio ó picante. Queda muy material de la comida: ya se
-roza, ya tropieza, habla grueso, se equivoca, se vulgariza y se relaja.
-¿No estuviera mejor sola ella, hecha oráculo del espíritu?</p>
-
-<p>Aguarda, dijo Critilo, que dificultas bien y casi me haces reparar;
-mas con todo eso, apelando á la suma Providencia, que rige la
-naturaleza, una gran conveniencia hallo yo en que el gusto coincida
-con el hablar, para que desta suerte examine las palabras, antes que
-las pronuncie. Másquelas tal vez, pruébelas si son sustanciales. Y, si
-advierte que pueden amargar, endúlcelas también. Sepa á qué sabe un no
-y qué estómago le hará al otro. Confítelo con el buen modo. Ocúpese la
-lengua en comer y aun, si pudiera, en otros muchos empleos, para que no
-toda se emplease en el hablar.
-
-<span class="sidenote"><i>Manos<br /> diligentes.</i></span>
-
-Siguen á las palabras las obras en los brazos y en las manos. Se ha de
-obrar lo que se dice y mucho más. Que, si el hablar ha de ser á una
-lengua, el obrar ha de ser á dos manos.</p>
-
-<p>¿Por qué se llaman así, preguntó Andrenio, que, según tú me has
-enseñado, vienen del verbo latino <i>maneo</i>, que significa quietud,
-siendo tan al contrario, que ellas nunca han de parar?</p>
-
-<p>Llamáronlas así, respondió Critilo, no porque hayan de estar
-quietas; sino porque sus obras han de permanecer ó porque<span
-class="pagenum" id="Page_123">p. 123</span> de ellas ha de emanar todo
-el bien. Ellas manan del corazón, como ramas cargadas de frutos, de
-famosos hechos, de hazañas inmortales. De sus palmas nacen los frutos
-victoriosos. Manantiales son del sudor precioso de los héroes y de
-la tinta eterna de los sabios. ¿No admiras, no ponderas aquella tan
-acomodada y artificiosa composición suya? Que, como fueron formadas
-para ministras y esclavas de los otros miembros, están hechas de
-suerte, que para todo sirven ellas. Ayudando á oir, son sustitutos
-de la lengua. Dan vida con la acción á las palabras. Son de la boca,
-ministrando la comida y al olfato las flores. Hacen toldo á los
-ojos, para que vean, hasta ayudar á discurrir: que hay hombres, que
-tienen los ingenios en las manos, de modo que todo pasa por ellas.
-Defienden, limpian, visten, curan, componen, llaman y tal vez rascando
-lisonjean.</p>
-
-<p>Y porque todos estos empleos, dijo Artemia, vayan ajustados á la
-razón, depositó en ellas la sagaz naturaleza la cuenta, el peso y la
-medida. En sus diez dedos está el principio y fundamento del número.
-Todas las naciones cuentan hasta diez y de allí suben multiplicando.
-Las medidas todas están en sus dedos, palmo, codo y brazada. Hasta el
-peso está seguro en la fidelidad de su tiento, sospesando y tanteando.
-Toda esta puntualidad fué menester para avisar al hombre que obre
-siempre con cuenta y razón, con peso y con medida. Y realzando más la
-consideración, advierte que en ese número de diez se incluye también el
-de los preceptos divinos, por que los lleve el hombre entre las manos.
-Ellas ponen en ejecución los aciertos del alma, encierran en sí la
-suerte de cada uno, no escrita en aquellas vulgares rayas, ejecutada sí
-en sus obras. Enseñan también escribiendo y emplea en esto la diestra
-sus tres dedos principales, concurriendo cada uno con una especial
-calidad. Da la fortaleza el primero y el índice la enseñanza. Ajusta
-el medio, correspondiendo al corazón, para que resplandezcan en los
-escritos el valor, la sutileza y la verdad. Siendo, pues, las manos las
-que echan el sello á la virtud, no es de maravillar que, entre<span
-class="pagenum" id="Page_124">p. 124</span> todas las demás partes del
-cuerpo, á ella se les haga cortesía, correspondiendo con estimación,
-sellando en ella los labios, para agradecer y solicitar el bien.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Pies firmes.</i></span>
-
-Y porque de pies á cabeza contemplamos el hombre tan misterioso, no
-es menos de observar su movimiento. Son los pies basa de su firmeza,
-sobre quienes asientan dos columnas. Huellan la tierra, despreciándola
-y tocando de ella no más de lo preciso para sostener el cuerpo. Van
-caminando y midiendo su fin. Pisan llano y seguro.</p>
-
-<p>Bien veo yo y aun admiro, dijo Andrenio, la solidez con que atendió
-á afirmar el cuerpo la naturaleza, que en nada se descuida. Y para que
-no cayese, hacia adelante, donde se arroja, puso toda la planta. Y por
-que no peligrase á un lado ni á otro le apuntaló con ambos pies. Pero
-no me puedes negar que se descuidó en asegurarle hacia atrás, siendo
-más peligrosa esta caída, por no poder acudir las manos á exponerse al
-riesgo con su ordinaria fineza. Remediárase esto con haber igualado el
-pie, de modo, que quedara tanto atrás, como adelante y se aumentaba la
-proporción.</p>
-
-<p>No mientes tal cosa, replicó Artemia, que fuera darle ocasión
-al hombre para no ir adelante en lo bueno. Sin eso hay tantos que
-se retiran de la virtud; ¿qué fuera, si tuviera apoyo en la misma
-naturaleza?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Corazón puro.</i></span>
-
-Éste es el hombre por la corteza; que aquella maravillosa composición
-interior, la armonía de sus potencias, la proporción de sus virtudes,
-la consonancia de sus afectos y pasiones, ésa quédese para la gran
-filosofía. Con todo quiero que conozcas y admires aquella principal
-parte del hombre, fundamento de todas las demás y fuente de la vida, el
-corazón.</p>
-
-<p>¿Corazón?, replicó Andrenio, ¿qué cosa es y dónde está?</p>
-
-<p>Es, respondió Artemia, el rey de todos los demás miembros y por
-eso está en medio del cuerpo, como en centro muy conservado, sin
-permitirse ni aun á los ojos. Llámase así de la palabra latina <i>Cura</i>,
-que significa cuidado, que el que rige y man<span class="pagenum"
-id="Page_125">p. 125</span>da siempre fué centro dellos. Tiene también
-dos empleos: el primero ser fuente de la vida, ministrando valor en los
-espíritus á las demás partes; pero el más principal es el amar, siendo
-oficina del querer.</p>
-
-<p>Ahora digo, ponderó Critilo, que con razón se llama corazón, que
-exprime el cuidadoso. Por eso está siempre abrasándose como fénix.</p>
-
-<p>Su lugar es en el medio, prosiguió Artemia, porque ha de estar
-en un medio el querer. Todo ha de ser con razón; no por extremos.
-Su forma es en punta hacia la tierra, porque no se roce con ella;
-sólo la apunte, bástele un indivisible. Al contrario, hacia el cielo
-está muy espacioso, porque de allá reciba el bien, que él sólo puede
-llenarle. Tiene alas, no tanto para que le refresquen, cuanto para
-que le realcen. Su color es encendido, gala de la caridad. Críale
-mejor sangre, para que con el valor se califique la nobleza. Nunca
-es traidor; necio sí, pues previene antes las desdichas, que las
-felicidades. Pero lo que más es de estimar en él, que no engendra
-excrementos, como las otras partes del cuerpo, porque nació con
-obligaciones de limpieza y mucho más en lo formal del vivir. Con esto
-está aspirando siempre á lo más sublime y perfecto.</p>
-
-<p>Desta suerte fué la sabia Artemia filosofando y ellos aplaudiendo;
-pero dejémoslos aquí tan bienempleados, mientras ponderamos los
-extremos que hizo el engañoso y ya engañado Falimundo.</p>
-
-<p>Picado en lo vivo, de que le hubiesen sacado del laberinto de sus
-enredos, con tanta pérdida de reputación al perdido Andrenio y algunos
-otros tan ciegos como él, con tal ardid, de tan mala consecuencia
-para lo venidero, trató de la venganza y con exceso. Echó mano de la
-Envidia, gran asesino de buenos y aun mejores, sujeto muy á propósito
-para cualquier ruindad, que siempre anda entre ruines. Comunicóla su
-sentimiento, exageró el daño y dióla orden fuese sembrando cizaña
-en malicias por toda aquella dilatada villanía. No le fué muy
-dificultoso,<span class="pagenum" id="Page_126">p. 126</span> porque
-aseguran ha siglos que la Vulgaridad maliciosa vive y reina entre
-villanos, desde aquella ocasión en que las dos hermanas, la Lisonja
-y Malicia, dejando los patrios lares de su nada, las sacó á volar su
-madre la ruin Intención, con ambiciones de valer en el mundo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Lisonja.<br /> Malicia.</i></span>
-
-La Lisonja, dicen, fué á las cortes, aunque no muy derecha, y que lo
-acertó para sí, errándolo para todos. Porque allí se fué introduciendo
-tanto, que en pocas horas, no ya días, se levantó con la privanza
-universal. La Malicia, aunque procuró introducirse, no probó bien ni
-fué bien vista ni oída. No osaba hablar, que era reventar para ella.
-Andaba sin libertad y así trató de buscarla. Conoció que no era la
-corte para ella. Tomóse la honra para mejor quitarla y desterróse
-voluntariamente. Dió por otro extremo, que fué meterse á villana. Y
-salióle tan bien, que al punto se vió adorada de toda la verídica
-necedad. Allí triunfa porque allí habla; discurre, aunque á lo zonzo
-y pega valientes mazadas de necedades, que ella llama verdades. Llegó
-esto á tanto exceso de crédito y afecto que, porque no se la hurtasen
-ó matasen, trazaron los villanos meterla dentro de sus entrañas donde
-la hallan siempre los que menos querrían. En tan buena sazón llegó la
-Envidia y comenzó á sembrar su veneno.</p>
-
-<p>Iba dejándose caer recelos en varillas contra Artemia. Decía que
-era otra Circe, si no peor, cuanto más encubierta con capa de hacer
-bien. Que había destruído la naturaleza, quitándola en su llaneza
-su verdadera solidez y con la afectación aquella natural belleza.
-Ponderaba que se había querido alzar á mayores, arrinconando á la otra
-y usurpándola el mayorazgo de primera. Advertid que, después que esta
-fingida reina se ha introducido en el mundo, no hay verdad; todo está
-adulterado y fingido. Nada es lo que parece, porque su proceder es la
-mitad del año con arte y engaño y la otra parte con engaño y arte. De
-aquí es que los hombres no son ya los que solían, hechos al buen tiempo
-y á lo antiguo, que fué siempre lo mejor. Ya no hay niños, porque no
-hay candidez.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_127">p. 127</span>¿Qué se hicieron
-aquellos buenos hombres, con aquellos sayos de la inocencia, aquella
-gente de bien? Ya se han acabado aquellos viejos machuchos, tan sólidos
-y verdaderos. El sí era sí y el no era no. Ahora todo al contrario, no
-toparéis sino hombrecillos maliciosos y bulliciosos, todo embeleco y
-fingimiento y ellos dicen que es artificio. Y el que más tiene desto,
-vale más. Ése se hace lugar en todas partes, medra en armas y aun en
-letras. Con esto ya no hay niños. Más malicia alcanza hoy uno de siete
-años, que antes uno de setenta.</p>
-
-<p>¿Pues las mujeres? De pies á cabeza una mentira continuada, aliño
-de cornejas, todo ajeno y el engaño proprio. Tiene esta mentida
-reina arruinadas las repúblicas, destruídas las casas, acabadas las
-haciendas, porque se gasta el doble en los trajes de las personas y en
-el adorno de las casas. Con lo que hoy se viste una mujer se vestía
-antes todo un pueblo. Hasta en el comer nos ha perdido con tanta
-variedad de manjares y sainetes, que antes todo iba á lo natural y á lo
-llano. Dice que nos ha hecho personas; yo digo que nos ha deshecho. No
-es vivir con tanto embeleco ni es ser hombre el ser fingido. Todas sus
-trazas son mentiras y todo su artificio es engaño.</p>
-
-<p>Incitó tanto los ánimos de aquel vulgacho, que en un día se
-amotinaron todos y dando voces sin entenderse ni entender, fueron á
-cercarle el palacio, voceando: Muera la hechicera. Y aun intentaron
-pegarla fuego por todas partes. Aquí conoció la sabia reina cuán su
-enemiga es la Villanía. Convocó sus valedores. Halló que los poderosos
-ya habían faltado; mas, no faltándose á sí misma, trazó vencer con la
-maña tanta fuerza. El raro modo con que triunfó de tan vil canalla, el
-bienejecutado ardid con que se libró de aquel ejército villano, léelo
-en la Crisi siguiente.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1_10">
- <p><span class="pagenum" id="Page_128">p. 128</span></p>
- <h3 class="g1 ws1">CRISI X</h3>
- <p class="subh3c"><i>El mal paso del salteo.</i></p>
-</div>
-
-<p>Vulgar desorden es entre los hombres hacer fines de los medios y de
-los medios hacer fines. Lo que ha de ser de paso toman de asiento y del
-camino hacen descanso. Comienzan por donde han de acabar y acaban por
-el principio. Introdujo la sabia y próvida naturaleza el deleite, para
-que fuese medio de las operaciones de la vida, alivio instrumental de
-sus más enfadosas funciones, que fué un grande arbitrio para facilitar
-lo más penoso del vivir.</p>
-
-<p>Pero aquí es donde el hombre más se desbarata, pues más bruto que
-las bestias, degenerando de sí mismo, hace fin del deleite y de la vida
-hace medio para el gusto. No come ya para vivir, sino que vive para
-comer; no descansa para trabajar, sino que no trabaja para dormir;
-no pretende la propagación de su especie, sino la de su lujuria; no
-estudia para saberse, sino para desconocerse; ni habla por necesidad,
-sino por el gusto de la murmuración. De suerte, que no gusta de vivir,
-sino que vive de gustar. De aquí es que todos los vicios han hecho
-su caudillo al deleite: él es el muñidor de los apetitos, precursor
-de los antojos, adalid de las pasiones y el que trae arrastrados los
-hombres, tirándole á cada uno su deleite. Atienda, pues, el varón
-sabio á enmendar tan general desconcierto. Y para que estudie en el
-ajeno engaño, oiga lo que le sucedió al sagaz Critilo y al incauto
-Andrenio.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Castigos<br /> de necios.</i></span>
-
-¿Hasta cuándo, oh canalla inculta, habéis de abusar de mis atenciones?,
-dijo enojada Artemia, más constante, cuando más arriesgada. ¿Hasta
-cuándo ha de burlarse de mi saber vuestra barbaridad? ¿Hasta dónde ha
-de llegar en despeñarse vuestra ignorante audacia? Júroos que, pues me
-llamáis encantadora y<span class="pagenum" id="Page_129">p. 129</span>
-maga, que esta misma tarde, en castigo de vuestra necedad, he de hacer
-un conjuro tan poderoso, que el mismo sol me vengue, retirando sus
-lucientes rayos: que no hay mayor castigo que dejaros á oscuras en la
-ceguera de vuestra vulgaridad.</p>
-
-<p>Tratólos como ellos merecían y conocióse bien. Que con la gente
-vil obra más el rigor, que la bizarría, pues quedaron tan aterrados,
-cuan persuadidos de su mágica potencia y, ya helados, no trataron de
-pegar fuego al palacio, como lo intentaban. Acabaron de perderse de
-ánimo, cuando vieron que realmente el mismo sol comenzó á negar su
-luz, eclipsándose por puntos y temiendo no se conjurase también contra
-ellos la tierra en terremotos. Que á veces todos los elementos suelen
-mancomunarse contra el perseguido. Dieron todos á huir desalentados,
-achaque ordinario de motines que, si con furor se levantan, con pánico
-terror se desvanecen. Corrían á oscuras, tropezando unos con otros,
-como desdichados.</p>
-
-<p>Tuvo con esto tiempo de salir la sabia Artemia con toda su culta
-familia y, lo que más ella estimó, fué poder escapar de aquel bárbaro
-incendio los tesoros de la observancia curiosa, que ella tanto estima y
-guarda en libros, papeles, dibujos, tablas, modelos y en instrumentos
-varios. Fuéronla cotejando y asistiendo nuestros dos viandantes Critilo
-y Andrenio. Iba éste espantado de un portento semejante, teniendo por
-averiguado que se extendía su mágico poder hasta las estrellas y que el
-mismo sol la obedecía. Mirábala con más veneración y dobló el aplauso.
-Pero desengañóle Critilo, diciendo cómo el eclipse del sol había sido
-efecto natural de las celestes vueltas, contingente en aquella sazón,
-previsto de Artemia, por las noticias astronómicas y que se valió dél
-en la ocasión, haciendo artificio lo que era natural efecto.</p>
-
-<p>Discurrióse mucho dónde irían á parar, consultando Artemia con sus
-sabios, resuelta á no entrar más en villa alguna y así lo cumple hasta
-hoy. Propusiéronse varios puestos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Lisboa.</i></span>
-
-Inclinábase mucho ella á la dos veces buena Lisboa, no tan<span
-class="pagenum" id="Page_130">p. 130</span>to por ser la mayor
-población de España, uno de los tres emporios de la Europa, que si á
-otras ciudades se les reparten los renombres, ella los tiene juntos,
-hidalga, rica, sana y abundante, cuanto porque jamás se halló portugués
-necio, en prueba de que fué su fundador el sagaz Ulises. Mas retardóla
-mucho, no su fantástica nacionalidad, sino su confusión, tan contraria
-á sus quietas especulaciones.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Madrid.</i></span>
-
-Tirábala después la coronada Madrid, centro de la monarquía, donde
-concurre todo lo bueno en eminencias; pero desagradábala otro tanto
-malo, causándola asco, no la inmundicia de sus calles, sino de los
-corazones. Aquel nunca haber podido perder los resabios de villa y el
-ser una Babilonia de naciones no bien alojadas.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Sevilla.</i></span>
-
-De Sevilla no había que tratar, por estar apoderada della la vil
-ganancia, su gran contraria, estómago indigesto de la plata, cuyos
-moradores ni bien son blancos ni bien negros, donde se habla mucho y se
-obra poco, achaque de toda Andalucía.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Granada.</i></span>
-
-Á Granada también la hizo la cruz y á Córdoba un calvario. De Salamanca
-se dijeron leyes, donde no tanto se trata de hacer personas, cuanto
-letrados, plaza de armas contra las haciendas.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Zaragoza.</i></span>
-
-La abundante Zaragoza, cabeza de Aragón, madre de insignes reyes, basa
-de la mayor columna y columna de la fe católica en santuarios y hermosa
-de edificios, poblada de buenos, así como todo Aragón de gente sin
-embeleco, parecíale muy bien; pero echaba mucho menos la grandeza de
-los corazones y espantábala aquel proseguir en la primera necedad.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Valencia.</i></span>
-
-Agradábala mucho la alegre, florida y noble Valencia, llena de todo lo
-que no es sustancia; pero temióse que con la misma facilidad con que la
-recibirían hoy la echarían mañana.
-
-<span class="sidenote"><i>Barcelona.</i></span>
-
-Barcelona, aunque rica cuando Dios quería, escala de Italia, paradero
-del oro, regida de sabios, entre tanta barbaridad no la juzgó por
-segura, porque siempre se ha de caminar por ella con la barba sobre el
-hombro.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_131">p. 131</span>León y Burgos
-estaban muy á la montaña, entre más miseria, que pobreza. Santiago,
-cosa de Galicia.
-
-<span class="sidenote"><i>Valladolid.</i></span>
-
-Valladolid la pareció muy bien y estuvo determinada de ir allá,
-porque juzgó se hallaría la verdad en medio de aquella llaneza; pero
-arrepintióse porque, habiendo sido corte, huele aún á lo que fué y está
-muy á lo de campos.
-
-<span class="sidenote"><i>Pamplona.</i></span>
-
-De Pamplona no se hizo mención, por tener más de corta que de corte y,
-como es un punto, toda es puntos y puntillos Navarra.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Toledo.</i></span>
-
-Al fin fué preferida la imperial Toledo, á voto de la católica reina,
-cuando decía que nunca se hallaba necia, sino en esta oficina de
-personas, taller de la discreción, escuela del bienhablar, toda corte,
-ciudad toda y más después que la esponja de Madrid le ha chupado las
-heces, donde, aunque entre, pero no duerme la Villanía. En otras partes
-tienen el ingenio en las manos, aquí en el pico. Si bien censuraron
-algunos que sin fondo y que se conocen pocos ingenios toledanos de
-profundidad y de sustancia; con todo estuvo firme Artemia, diciendo:</p>
-
-<p>¡Ea! que más dice aquí una mujer en una palabra, que en Atenas un
-filósofo en todo un libro. Vamos á este centro, no tanto material,
-cuanto formal de España.</p>
-
-<p>Fuése encaminando allá con toda su cultura. Siguiéronla Critilo y
-Andrenio, con no poco provecho suyo, hasta aquel puesto donde se parte
-el camino para Madrid. Comunicáronla aquí su precisa conveniencia
-de ir á la corte en busca de Felisinda, redimiendo su licencia á
-precio de agradecimientos. Concedióselos Artemia en bien importantes
-instrucciones, diciéndoles:</p>
-
-<p>Pues os es preciso el ir allá, que no conviene de otra suerte,
-atended mucho á no errar el camino, porque hay muchos que llevan
-allá.</p>
-
-<p>Según eso no nos podemos perder, replicó Andrenio.</p>
-
-<p>Antes sí y aun por eso, que en el mismo camino real se perdieron
-no pocos y así no vais por el vulgar de ver, que es el de la necedad,
-ni por el de la pretensión, que es muy largo é interminable. El del
-litigio es muy costoso á más de ser prolijo.<span class="pagenum"
-id="Page_132">p. 132</span> El de la soberbia es desconocido y allí de
-nadie se hace caso y de todos casa.
-
-<span class="sidenote"><i>Entradas<br /> de la corte.</i></span>
-
-El del interés es de pocos y esos estranjeros. El de la necesidad es
-peligroso, que hay gran multitud de halcones en alcándaras de varas.
-El del gusto está tan sucio, que pasa de barros y llega el lodo á las
-narices, de modo que en él se anda apenas. El del vivir va de priesa
-y llégase presto al fin. Por el del servir es morir, por el del comer
-nunca se llega. El de la virtud no se halla y aun se duda. Sólo queda
-el de la urgencia mientras durare. Y creedme que allí ni bien se vive
-ni bien se muere.</p>
-
-<p>Atended también por dónde entráis, que va no poco en esto. Porque
-los más entran por Santa Bárbara y los menos por la calle de Toledo.
-Algunos refinos por la puente. Entran otros y otras por la Puerta del
-Sol y paran en Antón Martín. Pocos por Lavapiés y muchos por untamanos.
-Y lo ordinario es no entrar por las puertas, que hay pocas y ésas
-cerradas; sino entreteniéndose. Con esto se dividieron: la sabia
-Artemia al trono de su estimación y nuestros dos viandantes para el
-laberinto en la corte.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Salteo<br /> universal.</i></span>
-
-Iban celebrando en agradable conferencia las muchas y excelentes
-prendas de la discreta Artemia, muy fundados en repetir los prodigios
-que habían visto, ponderando su felicidad en haberla tratado, la
-utilidad que habían conseguido. En esta conversación iban muy metidos,
-cuando sin advertirlo dieron en el riesgo de todos, uno de los peores
-pasos de la vida. Vieron que allí cerca había mucha gente detenida, así
-hombres, como mujeres, todos maniatados, sin osar rebullirse, viéndose
-despojar de sus bienes.</p>
-
-<p>Perdidos somos, dijo Critilo. Aguarda, que habemos dado en uñas de
-salteadores, que los suele haber crueles en estos curiales caminos.
-Aquí están robando sin duda y, aun si con eso se contentasen, ventura
-sería en la desdicha; pero suelen ser tan desalmados, que quitan las
-vidas y llegan á desollar los rostros á los pasajeros, dejándolos del
-todo desconocidos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_133">p. 133</span>Quedó helado
-Andrenio, anticipándose el temor á robarle el color y aun el aliento.
-Cuando ya pudo hablar:</p>
-
-<p>¿Qué hacemos, dijo, que no huímos? Escondámonos, que no nos vean.</p>
-
-<p>Ya es tarde á lo de Frigia, que es lo necio, respondió Critilo, que
-nos han descubierto y nos vocean.</p>
-
-<p>Con esto pasaron adelante, á meterse ellos mismos en la trampa de
-su libertad y en el lazo de su cuello. Miraron á una y otra banda y
-vieron una infinidad de pasajeros de todo porte, nobles, plebeyos,
-ricos, pobres, que ni perdonaban á las mujeres, toda gente moza, y
-todos amarrados á los troncos de sí mismos. Aquí suspirando Critilo y
-gimiendo Andrenio, fueron mirando por todo aquel horrible espectáculo
-quiénes eran los crueles salteadores, que no podían atinar con ellos.
-Miraban á unos y á otros y todos los hallaban enlazados. ¿Pues quién
-ata? En viendo alguno de mal gesto, que eran los más, sospechaban
-dél.</p>
-
-<p>¿Si será este, dijo Andrenio, que mira atravesado, que así tiene el
-alma?</p>
-
-<p>Todo se puede creer de un mirar equívoco, respondió Critilo; pero
-más temo yo de aquel tuerto.
-
-<span class="sidenote"><i>Mal gesto,<br /> mal hecho.</i></span>
-
-Que nunca suelen hacer éstos cosa á derechas, á juicio de la reina
-católica y era grande. Guárdate de aquel muchos labios y mala labia,
-que nos hace hocico siempre. Pues aquel otro de las narices remachadas,
-tan cruel como iracundo y, si de color de membrillo, cómitre
-amulatado...</p>
-
-<p>No será sino aquel del ojo remellado, que tiene andado mucho para
-verdugo.</p>
-
-<p>¿Y qué le falta á aquel encapotado, que mira hosco, amenazando á
-todos de tempestad?</p>
-
-<p>Oyeron uno, que ceceaba y dijeron:</p>
-
-<p>Éste es sin duda, que á todos va avisando con su ¡ce, ce! á que se
-guarden dél. Pero no, sino aquel que habla aspirando, que parece que se
-traga los hombres, cuando alienta.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_134">p. 134</span>Oyeron á uno hablar
-gangoso y dieron á huir, entendiéndole la ganga por valiente de Baco
-y Venus. Toparon con otro peor, que hablaba tan ronco, que sólo se
-entendía con los jarros. En hablando alguno alterado, presumían dél y,
-si en catalán, con evidencia. De esta suerte fueron reconociendo á unos
-y otros y á todos los veían rendidos; ninguno delincuente.</p>
-
-<p>¿Qué es esto?, decían. ¿Dónde están los robadores de tantos robados,
-pues aquí no hay de aquellos, que hurtan á repique de tijera, ni los
-que nos dejan en cueros, cuando nos calzan, los que nos despluman
-con plumas, los que se descomiden cuando miden ni los que pesan tan
-pesados?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Hurto común.</i></span>
-
-¿Quién embiste aquí, quién pide prestado, quién cobra, quién ejecuta?
-Nadie encubre, nadie lisonjea, no hay ministros, no hay de la pluma.
-Pues ¿quién roba? ¿Dónde están los tiranos de tanta libertad?</p>
-
-<p>Esto decía Critilo, cuando respondió una gallarda hembra, entre
-mujer y entre ángel:</p>
-
-<p>Ya voy. Aguardaos, mientras acabo de atar estos dos presumidos, que
-llegaron antes.</p>
-
-<p>Era, como digo, una bellísima mujer, nada villana y toda cortesana.
-Hacía buena cara á todos y muy malas obras. Su frente era más rasa que
-serena. No miraba de mal ojo y á todos hacía dél. Las narices tenía
-blancas, señal de que no se le subía el humo á ellas. Sus mejillas
-eran rosas sin espinas. Ni mostraba los dientes, sino otros tantos
-aljófares, al reirse de todos. Tan agradable, que era ocioso el atar,
-pues con sola su vista cautivaba. Su lengua era sin duda de azúcar,
-porque sus palabras eran de néctar. Y las dos manos hacían un blanco
-de los afectos y, con tenerlas tan buenas, á nadie daba buena mano ni
-de mano. Y, aunque tenía brazo fuerte, de ordinario lo daba á torcer,
-equivocando el abrazar con el enlazar. De suerte que de ningún modo
-parecía salteadora quien tan buen parecer tenía. No estaba sola,
-antes muy asistida de un escuadrón volante de amazonas, igualmente
-agradables, gustosas y entretenidas, que<span class="pagenum"
-id="Page_135">p. 135</span> no cesaban de atar á unos y á otros,
-ejecutando lo que su capitana les mandaba.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Todos locos.</i></span>
-
-Era de reparar que á cada uno le aprisionaban con las mismas ataduras
-que él quería y muchos se las traían consigo y las prevenían para que
-los atasen. Así que á unos aprisionaban con cadenas de oro, que era
-una fuerte atadura; á otros con esposas de diamantes, que era mayor.
-Ataron á muchos con guirnaldas de flores y otros pedían que con rosas,
-imaginando era más coronarles las frentes y las manos. Vieron uno, que
-le ataron con un cabello rubio y delicado y, aunque él se burlaba al
-principio, conoció después era más fuerte que una maroma. Á las mujeres
-de ordinario las ataban, no con cuerdas, sino con hilos de perlas,
-sartas de corales, listones de resplandor, que parecían algo y valían
-nada.</p>
-
-<p>Á los valientes, al mismo Bernardo le aprisionaron, después de
-muchas bravatas, con una banda, quedando él muy ufano. Y lo que más
-admiró fué que á otros sus camaradas los atraillaron con plumajes y fué
-una prisión muy segura.</p>
-
-<p>Ciertos grandes personajes pretendieron los atasen con unos
-cordoncillos, de que pendían veneras, llaves y eslabones y porfiaban
-hasta reventar. Había grillos de oro para unos y de hierro para otros y
-todos quedaban igualmente contentos y aprisionados.</p>
-
-<p>Lo que más admiró fué que, faltando lazos con que maniatar á
-tantos, los enlazaban con brazos de mujeres y muy flacas á hombres muy
-robustos. Al mismo Hércules con un hilo delgado y muy al uso y á Sansón
-con unos cabellos, que le cortaron de su cabeza.</p>
-
-<p>Querían ligar á uno con una cadena de oro, que él mismo traía, y les
-rogó no hiciesen tal, sino con una soga de esparto crudo, extremo raro
-de avaricia.
-
-<span class="sidenote"><i>Avaros.</i></span>
-
-Á otro camarada déste le apretaron las manos con los cerraderos de
-su bolsa y aseguraron era de hierro. Añudaron á uno con su propio
-cuello, que era de cigüeña, á otro con un estómago de avestruz. Hasta
-con<span class="pagenum" id="Page_136">p. 136</span> sartas de salados
-sabrosos eslabones ataban algunos y gustaban tanto de su prisión, que
-se chupaban los dedos. Salían otros de juicio, de contento, de verse
-atados por las frentes con laureles y con hiedras. Pero ¿qué mucho, si
-otros se volvieron locos en tocando las cuerdas?</p>
-
-<p>Desta suerte iban aprisionando aquellas agradables salteadoras á
-cuantos pasaban por aquel camino de todos, echando lazos á unos á los
-pies, á otros al cuello. Atábanles las manos, vendábanles los ojos y
-llevábanlos atados, tirándoles del corazón.</p>
-
-<p>Con todo eso había una muy desagradable entre todas, que cuantos
-ataba, se mordían las manos y despedazaban las carnes hasta roerse las
-entrañas. Atormentábalos á éstos con lo que otros se holgaban y de la
-ajena gloria hacían infierno. Otra había bizarramente furiosa, que
-apretaba los cordeles hasta sacar sangre y ellos gustaban tanto desto,
-que se la bebían unos á otros. Y es lo bueno que, después de haber
-maniatado á tantos, aseguraban ellas que no habían atado persona.</p>
-
-<p>Llegaron ya á querer hacer lo mismo de Critilo y de Andrenio.
-Preguntáronles con qué género de atadura querían ser maniatados.
-Andrenio, como mozo, resolvióse presto y pidió le atasen con flores,
-pareciéndole sería más guirnalda que lazo. Mas Critilo, viendo que no
-podía pasar por otro, dijo que le atasen á él con cintas de libros,
-que pareció bien extraordinaria atadura; pero al fin lo era y así se
-ejecutó.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Venta<br /> del mundo.</i></span>
-
-Mandó luego tocar á marchar aquella dulce tirana. Y aunque parecía
-que los llevaban á todos arrastrando de unas cadenillas asidas á los
-corazones; pero de verdad ellos se iban, que no era menester tirarlos
-mucho. Volaban algunos, llevados del viento, casi todos con buen aire,
-deslizándose muchos, tropezando los más y despeñándose todos.</p>
-
-<p>Halláronse presto á las puertas de uno, que ni bien era palacio ni
-bien cueva. Y los que mejor lo entendían dijeron era venta, porque nada
-se da de balde y todo es de paso.</p>
-
-<p>Estaba fabricada de unas piedras tan atractivas, que traían<span
-class="pagenum" id="Page_137">p. 137</span> así las manos y los pies,
-los ojos, las lenguas y los corazones, como si fueran de hierro. Con
-lo cual se conoció eran imanes del gusto, trabadas con una unión tan
-fuerte, que les venía de perlas. Era sin duda la agradable posada, tan
-centro del gusto, cuan páramo del provecho y un agregado de cuantas
-delicias se pueden imaginar. Dejaba muy atrás la casa de oro de Nerón,
-con que quiso dorar los yerros de sus aceros. Oscurecía tanto el
-palacio de Heliogábalo, que lo dejó á malas noches y el mismo alcázar
-de Sardanápalo parecía una zahurda de sus inmundicias. Había á la
-puerta un gran letrero, que decía:</p>
-
-<p><i>El bien deleitable, útil y honesto.</i></p>
-
-<p>Reparó Critilo y dijo:</p>
-
-<p>Este letrero está al revés.</p>
-
-<p>¿Cómo al revés?, replicó Andrenio; yo al derecho le leo.</p>
-
-<p>Sí, que había de decir al contrario: el bien honesto, útil y
-deleitable.</p>
-
-<p>No me pongo en eso; lo que sé decir es que ella es la casa más
-deliciosa que hasta hoy he visto. ¡Qué buen gusto tuvo el que la
-hizo!</p>
-
-<p>Tenía en la fachada siete columnas que, aunque parecía
-desproporción, no era sino emulación de la que erigió la sabiduría.
-
-<span class="sidenote"><i>Estancias<br /> de los vicios.</i></span>
-
-Éstas daban entrada á otras siete estancias y habitaciones de otros
-tantos príncipes, de quienes era agente la bella salteadora. Y así
-todos cuantos cautivaba con sumo gusto los iba remitiendo allá, á
-elección de los mismos prisioneros.</p>
-
-<p>Entraban muchos por el cuarto del oro y llamábase así, porque estaba
-todo enladrillado de tejos de oro y barras de plata, las paredes de
-piedras preciosas. Costaba mucho de subir y al cabo era gusto con
-piedras. El más eminente y superior á todos era el más arriesgado; y no
-obstante eso, la gente más grave quería subir á él. El más bajo era el
-más gustoso, tanto que tenía las paredes comidas, que decían eran de
-azúcar sus piedras, la argamasa mezclada con exquisitos vinos y el yeso
-tan cocido, que era un bizcocho.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_138">p. 138</span>Muchos gustaban de
-entrar en éste y se preciaban ser gente de buen gusto.</p>
-
-<p>Al contrario, había otro que campeaba rojo, empedrado de puñales,
-las paredes de acero, sus puertas eran bocas de fuego y sus ventanas
-troneras, los pasamanos de las escaleras eran pasadores y de los
-techos, en vez de florones, pendían montantes. Y con todo eso, no
-faltaban algunos, que se alojaban en él, tan á costa de su sangre.</p>
-
-<p>Otro se veía de color azul, cuya hermosura consistía en deslucir los
-demás y desdorar ajenas perfecciones. Adornábase su arquitectura de
-canes, grifos y dentellones. Su materia eran dientes, no de elefante,
-sino de víboras. Y aunque por fuera tenía muy buena vista; pero por
-dentro aseguraban tenía roídas las entrañas de las paredes. Mordíanse
-por entrar en él unos á otros.</p>
-
-<p>El más cómodo de todos era el más llano y, aunque no había en todo
-él escalera que subir, estaba lleno de mesillas, alhajado de sillas y
-todas poltronas. Parecía casa de la China, sin ningún alto. Su materia
-era de conchas de tortuga. Todo el mundo se acomodaba en él, tomándolo
-muy de asiento.</p>
-
-<p>Con esto iban tan poco á poco y él era tan largo, que nunca llegaban
-al cabo, con ser todo paraderos.</p>
-
-<p>El más hermoso era el verde, estancia de la primavera, donde
-campeaba la belleza. Llamábase el de las flores y todo era flor en él,
-hasta la valentía y la de la edad ni faltaba la del berro. Había muchos
-Narcisos, alternados con las violetas. Coronábanse todos en entrando
-de rosas, que bien presto se marchitaban, quedando las espinas. Y aun
-todas sus flores paraban en zarzas y sus verduras en palo. Con todo era
-una estancia muy requerida, donde todos los que entraban se divertían
-harto.</p>
-
-<p>Obligábanlos á Critilo y Andrenio á entrar en alguna de aquellas
-estancias, la que más fuese de su gusto. Éste, como tan lozano y en la
-flor de su vida, encaminóse á la de las flores, diciendo á Critilo:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_139">p. 139</span>Entra tú por
-donde gustares, que al cabo de la jornada todos vendremos á un mismo
-paradero.</p>
-
-<p>Instábanle á Critilo que escogiese, cuando dijo:</p>
-
-<p>Yo nunca voy por donde los demás, sino al revés. No me excuso de
-entrar, pero ha de ser por donde ninguno entra.</p>
-
-<p>¿Cómo puede ser eso, le replicaron, si no hay puerta por donde no
-entren muchos cada instante?</p>
-
-<p>Reíanse otros de su singularidad y preguntaban:</p>
-
-<p>¿Qué hombre es éste, hecho al revés de todos?</p>
-
-<p>Y aun por eso pienso serlo, respondió él. Yo he de entrar por donde
-los otros salen, haciendo entrada de la salida. Nunca pongo mira en los
-principios, sino en los fines.</p>
-
-<p>Dió la vuelta á la casa y ella la dió tal, que no la conocía, pues
-toda aquella grandeza de la fachada se había trocado en vileza, la
-hermosura en fealdad y el agrado en horror y tal, que parecía por esta
-parte, no fachada, sino echada, amenazando por instantes su ruina. No
-sólo no atraían las piedras á los huéspedes, sino que se iban tras
-ellos sacudiéndoles, que hasta las del suelo se levantaban contra
-ellos. No se veían jardines por esta acera tan azar, campo sí de
-espinas y de malezas.</p>
-
-<p>Advirtió Critilo, con no poco espanto suyo, que todos cuantos veía
-entrar antes riendo, ahora salían llorando. Y es bien de notar cómo
-salían. Arrojaban á unos por las ventanas, que correspondían al cuarto
-de los jardines y daban en aquellas espinas tal golpe, que se les
-clavaban por todas las coyunturas, quedando llenos de dolores, tan
-agudos, que estando en un infierno, levantaban el grito hasta el cielo.
-Los que habían subido más altos daban mayor caída. Uno déstos cayó de
-lo más alto de palacio, con tanta fruición de los demás, como pena
-suya, que todos estaban aguardando cuándo caería. Quedó tan maltratado,
-que no fué más persona ni pudo hacer del hombre.</p>
-
-<p>Bien merece, decían todos los de dentro y fuera, tanto mal, quien á
-nadie hizo bien.</p>
-
-<p>El que causó gran lástima fué uno, que tuvo más de luna,<span
-class="pagenum" id="Page_140">p. 140</span> que de estrella. Éste al
-caer se clavó un cuchillo por la garganta, escribiendo con su sangre
-el escarmiento sin segundo. Vió Critilo, que por la ventana, antes del
-oro y ya del lodo, despeñaban á muchos desnudos y tan abrumados, que
-parecían haberles molido las espaldas con saquillos de arenas de oro.
-Otros por las ventanas de la cocina caían en cueros. Y todos daban de
-vientre en aquel suelo, abominando tales crudezas. Sólo uno vió salir
-por la puerta y, admirado Critilo únicamente, se fué para él, dándole
-la singular enhorabuena. Al saludarle reparó que quería conocerle.</p>
-
-<p>¡Válgame el cielo!, decía. ¿Dónde he visto yo este hombre? Pues yo
-le he visto y no me acuerdo.</p>
-
-<p>¿No es Critilo?, preguntó él.</p>
-
-<p>Sí, ¿y tú quién eres?</p>
-
-<p>¿No te acuerdas que estuvimos juntos en casa de la sabia Artemia?</p>
-
-<p>Ya doy en la cuenta. ¿Tú eres aquel de <i>Omnia mea mecum porto</i>?</p>
-
-<p>El mismo y aun eso me ha librado deste encanto.</p>
-
-<p>¿Cómo pudiste escapar una vez dentro?</p>
-
-<p>Fácilmente, respondió. Y con la misma facilidad te desataré á ti, si
-quieres. ¿Ves todos aquellos ciegos nudos, que echa la voluntad con un
-sí? Pues todos los vuelve á deshacer con un no. Todo está en que ella
-quiera.</p>
-
-<p>Quiso Critilo y así se vió luego libre de libros.</p>
-
-<p>Mas díme, oh Critilo, ¿y tú cómo no entraste en este común
-cautiverio?</p>
-
-<p>Porque siguiendo otro consejo de la misma Artemia, no puse el pie en
-el principio, hasta tocar con las manos el fin.</p>
-
-<p>¡Oh dichoso hombre! Pero mal dije hombre, que no eres sino
-entendido.</p>
-
-<p>¿Qué se hizo aquel tu compañero más mozo y menos cauto?</p>
-
-<p>Ahora te quería preguntar dél si le viste allá dentro, que<span
-class="pagenum" id="Page_141">p. 141</span> sin freno de razón se
-abalanzó allá y temo que como tal será arrojado.</p>
-
-<p>¿Por qué puerta entró?</p>
-
-<p>Por la del gusto.</p>
-
-<p>Es la peor de todas. Saldrá tarde. Echarle ha el tiempo consumido de
-todas maneras.</p>
-
-<p>¿No habría algún medio para su remedio?, replicó Critilo.</p>
-
-<p>Sólo uno y ése, aunque fácil, dificultoso.</p>
-
-<p>¿Cómo es eso?</p>
-
-<p>Queriendo. Que haga como yo. Que no aguarde á que le echen; sino
-tomándose la honra y más el provecho, salir él. Que será por la puerta,
-despenado; y no por las ventanas, despeñado.</p>
-
-<p>Una cosa te quisiera suplicar y no me atrevo, porque parece más
-necedad, que favor.</p>
-
-<p>¿Qué es?</p>
-
-<p>Que, pues tienes ya tomado el tino á la casa, volvieses á entrar y
-como sabio lo desengañases y librases.</p>
-
-<p>No será de provecho, porque, aunque le halle y le hable, no me dará
-crédito sin el afecto. Mejor se moverá por ti. Y pues te ves obligado,
-que te pedirán la palabra, mejor es que tú entres y le saques.</p>
-
-<p>Bien entraría, dijo Critilo, aunque lo siento. Pero temo que, como
-me falta la experiencia, me he de cansar en balde y no lo podré hallar,
-corriendo riesgo de ahogarnos todos. Hagamos una cosa: vamos los dos
-juntos, que bien es menester la industria doblada. Tú, como noticioso
-me guiarás, y yo, como amigo le convenceré y saldremos todos con
-victoria.</p>
-
-<p>Parecióle bien el ardid. Fueron á ejecutarlo; mas la guarda, que la
-hay á la salida, teniendo por sospechoso al sabio, le detuvo.</p>
-
-<p>Aquél sí, dijo señalando á Critilo. Que tengo orden de que entre y
-que le inste.</p>
-
-<p>Mas él, volviendo atrás, se retiró con el sabio al reconsejo.<span
-class="pagenum" id="Page_142">p. 142</span> Fuése informando de las
-entradas y salidas de la casa, de sus vueltas y revueltas y ya muy
-determinado iba á entrar, cuando de medio camino volvió atrás y dijo al
-sabio:</p>
-
-<p>Una cosa se me ha ofrecido y es que troquemos de vestidos ambos.
-Toma el mío, conocido de Andrenio, que será recomendación y así
-disfrazado podrás desmentir la guarda entre dos luces; quedaré yo con
-el tuyo, ayudando al disimulo y aguardando por instantes siglos.</p>
-
-<p>No le desagradó al sabio la invención. Vistióse á lo de Critilo, con
-que pudo entrar rogado.</p>
-
-<p>Quedóse este viendo caer unos y otros, que no paraban un punto por
-aquellos despeñaderos del dejo.
-
-<span class="sidenote"><i>Despeñadero<br /> de los vicios.</i></span>
-
-Vió un pródigo, que lo despeñaban mujeres por el ventanaje de las rosas
-en las espinas. Y como venía en carnes el desdichado, maltratóse mucho.
-Hízose las narices, cuando más se las deshizo. Comenzó á hablar gangoso
-y duróle toda la vida, diciendo todos los que le oían:</p>
-
-<p>¡No es cosa rara, que éste hable con las narices, por no tenerlas!
-Justo castigo es de sus imprudentes mocedades.</p>
-
-<p>Fué tal el asco, que éste y todos los de su séquito tuvieron de su
-misma inmundicia, que no paraban de escupir al vil deleite, en venganza
-y por remedio; que hubiera sido mejor antes.</p>
-
-<p>Los que rodaban por las espaldas del descanso, tardaban en el mismo
-caer; pero mucho más en el levantarse, que de pereza aun no vivían.
-Gente muy para nada; sólo sirven para hacer número y gastar los
-víveres. Nada hacen con buen aire y en él se paraban al caer, apoyando
-mórulas á Cenón; pero una vez caídos, siempre quedaban por tierra.
-Daban fieros gritos los que rodaban por el cuarto de las armas, que
-parecía el de los locos.</p>
-
-<p>Venían muy maltratados y eran tales los golpes que daban y recibían,
-que escupían luego sangre de sus valientes pechos, vomitando la que
-habían bebido antes á sus enemigos: que es bravo quebradero de cabeza
-una venganza.</p>
-
-<p>Solos los del cuarto del veneno se estaban á la mira, holgán<span
-class="pagenum" id="Page_143">p. 143</span>dose de lo que los demás se
-lamentaban. Y había hombres déstos que, porque se quebrase el otro un
-brazo y se sacase un ojo, perdía él los dos. Reían de lo que los otros
-lloraban y lloraban de lo que reían. Y era cosa rara que los que á la
-entrada enflaquecieron, engordaban á la salida, gustando mucho de hacer
-aplauso de desdichas y campanear ajenas desventuras.</p>
-
-<p>Estaba Critilo mirando aquel malparadero de todos. Al cabo de un
-día, de siglos, vió asomar á Andrenio á la ventana de las flores en
-espinas. Asustóse mucho, temiendo su despeño. No le osaba llamar, por
-no descubrirse; pero con acciones acordaba el desengaño. Cómo bajó y
-por dónde adelante lo diremos.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1_11">
- <h3 class="g1 ws1">CRISI XI</h3>
- <p class="subh3c"><i>El golfo cortesano.</i></p>
-</div>
-
-<p>Visto un león, están vistos todos y vista una oveja, todas; pero
-visto un hombre, no está visto sino uno y aun ése no bien conocido.
-Todos los tigres son crueles, las palomas sencillas y cada hombre de su
-naturaleza diferente. Las generosas águilas siempre engendran águilas
-generosas; mas los hombres famosos no siempre engendran hijos grandes,
-como ni los pequeños pequeños. Cada uno tiene su gusto y su gesto: que
-no se vive con solo un parecer.</p>
-
-<p>Proveyó la sagaz naturaleza de diversos rostros, para que fuesen los
-hombres conocidos; sus dichos y sus hechos no se equivocasen los buenos
-con los ruines; los varones se distinguiesen de las hembras y nadie
-pretendiese solapar sus maldades con el semblante ajeno. Gastan algunos
-mucho estudio en averiguar las propiedades de las yerbas; ¿cuánto más
-importaría conocer las de los hombres, con quien se ha de vivir ó
-morir?</p>
-
-<p>Y no son todos hombres los que vemos, que hay horribles<span
-class="pagenum" id="Page_144">p. 144</span> monstruos y aun
-acroceraumnios en los golfos de las grandes poblaciones, sabios sin
-obras, viejos sin prudencia, mozos sin sujeción, mujeres sin vergüenza,
-ricos sin misericordia, pobres sin humildad, señores sin nobleza,
-pueblos sin apremio, méritos sin premio, hombres sin humanidad,
-personas sin sustancia. Esto ponderaba el sabio á vista de la corte,
-después de haber rescatado á Andrenio con un tan ejemplar arbitrio.</p>
-
-<p>Cuando Critilo le aguardaba á la puerta libre, le atendió á la
-ventana empeñado en el común despeño. Mas consolóse con que nadie
-le impelía; antes, quitándose la guirnalda de la frente, la fué
-destejiendo y, atando unas ramas con otras, hizo soga, por la cual se
-guindó y sin daño alguno se halló en tierra por gran felicidad. Al
-mismo tiempo asomó por la puerta el Sabio, doblándole á Critilo el
-contento; pero sin detenerse ni aun para abrazarse, picaron, como tan
-picados. Sólo Andrenio, volviendo la cabeza á la ventana, dijo:</p>
-
-<p>Quede ahí pendiente ese lazo, escala ya de mi libertad, despojo
-eternizado del desengaño.</p>
-
-<p>Tomaron su derrota para la corte, á dar, decía el sabio, de
-Caribdis en Escila. Acompañóles hasta la puerta, llevado de la dulce
-conversación, el mejor viático del camino de la vida.</p>
-
-<p>¿Qué cosa y qué casa ha sido ésta?, decía Critilo. Contadme lo que
-en ella os ha pasado.</p>
-
-<p>Tomó la mano el Sabio á cortesía de Andrenio y dijo:</p>
-
-<p>Sabed, que aquella engañosa casa, al fin venta del mundo, por la
-parte que se entra en ella es del gusto y por la que se sale del gasto.
-Aquella agradable salteadora es la famosa Volusia,
-
-<span class="sidenote"><i>Tiranía<br /> del deleite.</i></span>
-
-á quien llamamos nosotros delectación y los latinos <i>voluptas</i>, gran
-muñidora de los vicios, que á cada uno de los mortales le lleva
-arrastrado su deleite. Ésta los cautiva, los aloja ó los aleja, unos en
-el cuarto más alto de la soberbia, otros en el más bajo de la desidia;
-pero ninguno en el medio, que en los vicios no le hay. Todos entran,
-como visteis, cantando y <span class="pagenum" id="Page_145">p.
-145</span>después salen sollozando; si no son los envidiosos, que
-proceden al revés. El remedio para no despeñarse al fin es caer en la
-cuenta al principio: gran consejo de la sabia Artemia, que á mí me
-valió harto para salir bien.</p>
-
-<p>Y á mí mejor para no entrar, replicó Critilo: que yo con más gusto
-voy á la casa del llanto, que de la risa, porque sé que las fiestas del
-contento fueron siempre vísperas del pesar. Créeme, Andrenio, que quien
-comienza por los gustos, acaba con los pesares.</p>
-
-<p>Basta que este nuestro camino, dijo él, todo está lleno de trampas
-encubiertas, que no sin causa estaba el engaño á la entrada. ¡Oh casa
-de locos! ¡Y cómo lo es quien hace de ti caso! ¡Oh encanto de cantos
-imanes, que al principio atraen y á la postre despeñan!</p>
-
-<p>Dios os libre, ponderaba el Sabio, de todo lo que comienza por
-el contento. Nunca os paguéis de los principios fáciles; atended
-siempre á los fines dificultosos y al contrario. La razón desto supe
-yo en aquella venta de Volusia, en este sueño que os ha de hacer
-despertar.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Juguetes<br /> de la fortuna.</i></span>
-
-Contáronme tenía dos hijos la Fortuna, muy diferentes en todo: pues el
-mayor era tan agradablemente lindo, cuanto el segundo desapaciblemente
-feo. Eran sus condiciones y propiedades muy conformes á sus caras,
-como suele acontecer. Hízoles su madre dos vaquerillos con la misma
-atención. Al primero de una rica tela, que tejió la primavera, sembrada
-de rosas y de claveles y entre flor y flor alternó una G, tantas como
-flores, sirviendo de ingeniosas cifras, en que unos leían gracioso,
-otros galán, gustoso, gallardo, grato y grande; aforrado en cándidos
-armiños, todo gala, todo gusto, gallardía y gracia. Vistió al segundo
-muy de otro genio, pues de un bocací funesto, recamado de espinas y
-entre ellas otras tantas efes, donde cada uno leía lo que no quisiera,
-feo, fiero, furioso, falto y falso, todo horror, todo fiereza.</p>
-
-<p>Salían de casa de su madre á la plaza ó á la escuela y al pri<span
-class="pagenum" id="Page_146">p. 146</span>mero en todo todos cuantos
-le veían le llamaban. Abríanle las puertas de sus corazones. Todo
-el mundo se iba tras él, teniéndose por dichosos los que le podían
-ver, cuanto más haber. El otro desvalido no hallaba puerta abierta y
-así andaba á sombra de tejados. Todos huían dél. Si quería entrar en
-alguna casa, dábanle con la puerta en los ojos y, si porfiaba, muchos
-golpes, con lo cual no hallaba dónde parar. Vivía ó moría, quien tan
-triste llegó á no poderse sufrir él á sí mismo. Y así tomó por partido
-despeñarse, para despenarse, escogiendo antes morir para vivir que
-vivir para morir.</p>
-
-<p>Mas como la discreción es pasto de la melancolía, pensó una traza,
-que siempre valió más que la fuerza. Conociendo cuán poderoso es el
-engaño y los prodigios que obra cada día, determinó ir en busca suya
-una noche, que hasta la luz y él se aborrecían.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Casa del<br /> Engaño.</i></span>
-
-Comenzó á buscarle; mas no le podía descubrir. En mil partes le decían
-estaría y en ninguna le topaba. Persuadióse le hallaría en casa de los
-engañadores y así fué primero á la del Tiempo. Éste le dijo que no; que
-antes él procuraba desengañar á todos, sino que le creen tarde. Pasó á
-la del Mundo, tenido por embustero y respondióle que por ningún caso;
-que él á nadie engaña, aunque lo desea, que los mismos hombres son los
-que se engañan á sí mismos, se ciegan y se quieren engañar. Fué á la
-misma Mentira, que la halló en todas partes. Díjola á quién buscaba y
-respondióle ella:</p>
-
-<p>¡Anda necio! ¿Cómo tengo yo de decir verdad?</p>
-
-<p>¿Según eso, la Verdad me lo dirá?, dijo él; pero ¿dónde la hallaré?
-Más dificultoso será eso: que si al Engaño no le puedo descubrir en
-todo el mundo, ¿cuánto menos la Verdad?</p>
-
-<p>Fuése á casa de la Hipocresía, teniendo por cierto estaría allí;
-mas ésta le engañó con el mismo Engaño. Porque torciendo el cuello á
-par de la intención, encogiéndose de hombros, frunciendo los labios,
-arqueando las cejas, levantando los ojos al cielo, que todo un hombre
-ocupa con la voz muy mirlada, le<span class="pagenum" id="Page_147">p.
-147</span> aseguró no conocía tal personaje ni le había hablado en su
-vida, cuando estaba amancebada con él.</p>
-
-<p>Partió á casa de la Adulación, que era un palacio y ésta le dijo:</p>
-
-<p>Yo, aunque miento, no engaño, porque echo las mentiras tan grandes
-y tan claras, que el más simple las conocerá. Bien saben ellos que yo
-miento; pero dicen que con todo eso se huelgan y me pagan.</p>
-
-<p>¿Qué, es posible, se lamentaba, que esté el mundo lleno de engaños y
-que yo no le halle? ¡Parece ésta pesquisa de Aragón! Sin duda estará en
-algún casamiento: ¡vamos allá!</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Casamiento<br /> con eco.</i></span>
-
-Preguntó al marido, preguntó á la mujer y respondiéronle ambos habían
-sido tantas y tan recíprocas de una y otra parte las mentiras, que
-ninguno podía quejarse de ser el engañado.</p>
-
-<p>¿Si estaría en casa de los mercaderes, entre mohatras paliadas y
-desnudos acreedores?</p>
-
-<p>Respondiéronle que no, porque no hay engaño, donde ya se sabe que
-le hay. Lo mismo dijeron los oficiales: que fué de tienda en tienda,
-asegurándole en todas que al que ya lo sabe y quiere, no se le hace
-agravio. Estaba desesperado, sin saber ya dónde ir.</p>
-
-<p>Pues yo le he de buscar, dijo; aunque sea en casa del diablo.</p>
-
-<p>Fuése allá, que era una Génova, digo una Ginebra. Mas éste se enojó
-fieramente y, dando voces endiabladas, decía:</p>
-
-<p>¿Yo engaño? ¿Yo engaño? ¡Qué bueno es eso para mí!; antes yo hablo
-claro á todo el mundo. Yo no prometo cielos; sino infiernos acá y allá
-fuegos, que no paraísos. Y con todo eso, los más me siguen y hacen mi
-voluntad.</p>
-
-<p>¿Pues en qué está el engaño?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Engañador,<br /> engañado.</i></span>
-
-Conoció decía esta vez la verdad y quitósele delante. Echó por otro
-rumbo, determinó ir á buscarle á casa de los engañados, los buenos
-hombres, los crédulos y cándidos, gente toda fácil de engañar.
-Mas todos ellos le dijeron que por ningún<span class="pagenum"
-id="Page_148">p. 148</span> caso estaba allí; sino en casa de los
-engañadores, que aquéllos son los verdaderos necios, porque el que
-engaña á otro siempre se engaña y daña más á sí mismo.</p>
-
-<p>¿Qué es esto?, decía. Los engañadores me dicen que los engañados se
-lo llevaron; éstos me responden que aquéllos se quedan con él. Yo creo
-que unos y otros le tienen en su casa y ninguno se lo piensa.</p>
-
-<p>Yendo desta suerte, le topó á él la Sabiduría, que no él á ella y,
-como sabedora de todo, le dijo:</p>
-
-<p>Perdido, ¿qué buscas? ¿Otro que á ti mismo? ¿No ves tú que el Engaño
-no le halla quien le busca y que, en descubriéndole, ya no es él? Ve á
-casa de algunos de aquellos, que se engañan á sí mismos, que allí no
-puede faltar.</p>
-
-<p>Entró en casa de un confiado, de un presumido, de un avaro, de un
-envidioso y hallóle muy disimulado con afeites de verdad. Comunicóle
-sus desdichas y consultóle su remedio. Miróselo el Engaño muy bien,
-cuanto peor, y díjole:</p>
-
-<p>Tú eres el mal, que tu mala catadura te lo dice. Tú eres la maldad,
-más fea aún de lo que pareces. Pero ten buen ánimo, que no faltará
-diligencia ni inteligencia. Huélgome se ofrezcan ocasiones como ésta
-para que luzca mi poder. ¡Oh, qué par haremos ambos! Anímate, que si el
-primer paso en la medicina es conocer la raíz del mal, yo la descubro
-en tu dolencia, como si la tocase con las manos.</p>
-
-<p>Yo conozco muy bien los hombres; aunque ellos no me conocen á mí.
-Yo sé bien de qué pie cojea su mala voluntad. Y advierte que no te
-aborrecen á ti por ser malo. No por cierto; sino porque lo pareces, por
-ese mal vestido que tú llevas. Esos abrojos son los que les lastiman;
-que, si tú fueras cubierto de flores, yo sé te quisieran. Pero déjame
-hacer, que yo barajaré las cosas de modo que tú seas el adorado de todo
-el mundo y tu hermano aborrecido. Ya la tengo pensada, que no será la
-primera ni la última.</p>
-
-<p>Asiéndole de la mano, se fueron pareados á casa de la For<span
-class="pagenum" id="Page_149">p. 149</span>tuna. Saludóla con todo el
-cumplimiento que él suele y encandilóla tan bien, que fué menester
-poco para una ciega. Ofreciósele por mozo de guía, representándole su
-necesidad y las muchas conveniencias. Abonóle el hijuelo de fiel y de
-entendido, pues sabe muchos puntos más que el diablo su discípulo.
-Sobre todo, que no quería otra paga, sino sus venturas. Y no se
-engañaba, que no hay renta, como la puerta falsa de la ambición.
-Calidades eran todas muy á cuento, si no muy á propósito, para mozo de
-ciego, y así le admitió la Fortuna en su casa, que es todo el mundo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Mozo de la<br /> Fortuna.</i></span>
-
-Comenzó al mismo instante á revolverlo todo, sin dejar cosa en su lugar
-ni aun tiempo. Guíala siempre al revés. Si ella quiere ir á casa de
-un virtuoso, él la lleva á la de un malo y otro peor. Cuando había de
-correr, la detiene y, cuando había de ir con tiento, vuela. Barájale
-las acciones, trueca todo cuanto da. El bien que ella quería dar al
-sabio, hace lo dé al ignorante; el favor que va á hacer al valiente, lo
-encamina al cobarde. Equivócale las manos cada punto, para que reparta
-las felicidades y desdichas, en quien no las merece. Incítala á que
-esgrima el palo sin sazón y á tontas y á ciegas la hace sacudir palos
-de ciego en los buenos y virtuosos. Pega un revés de pobreza al hombre
-más entendido y da la mano á un embustero, que por eso están hoy tan
-validos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Don Baltasar<br /> de Zúñiga.</i></span>
-
-¡Qué de golpes la ha hecho errar! Acabó de uno con un don Baltasar
-de Zúñiga, cuando había de comenzar á vivir. Acabó con un duque del
-Infantado, un marqués de Aitona y otros semejantes, cuando más era
-menester. Dió un revés de pobreza á un don Luis de Góngora, á un
-Agustín de Barbosa y otros hombres eminentes, cuando debiera hacerlos
-muchas mercedes. Erró el golpe también y escusábase el bellacón,
-diciendo:</p>
-
-<p>Vinieran éstos en tiempo de un León X, de un rey Francisco de
-Francia, que éste no es su siglo.</p>
-
-<p>¡Qué disfavores no hizo á un marqués de Torrecuso! Y jactábase
-dello, diciendo:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_150">p. 150</span>¿Qué hiciéramos sin
-guerra? Ya estuviera olvidada.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Don Martín<br /> de Aragón.</i></span>
-
-También fué errar el golpe darle un balazo á don Martín de Aragón,
-conociéndose bien presto su falta.</p>
-
-<p>Iba á dar la Fortuna un capelo á un Azpilqueta Navarro, que hubiera
-honrado el Sacro Colegio; mas pególa en la mano un tal golpazo, que
-lo echó en tierra, acudiendo á recogerlo un clerizonte. Y riéndose el
-picarón, decía:</p>
-
-<p>¡Eh! que no pudiéramos vivir con estos tales. Bástales su fama.
-Éstos otros sí, que lo reciben humildes y lo pagan agradecidos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>España.</i></span>
-
-Fué á dar á la monarquía de España muchas felicidades, por verla tan
-católica, como había hecho siempre, dándole las Indias y otros muchos
-reinos y victorias y el belitre la dió tal encontrón, que saltaron
-acullá á Francia, con espanto de todo el mundo. Él se escusaba con
-decir que se había acabado ya la semilla de los cuerdos en España y de
-los temerarios en Francia.
-
-<span class="sidenote"><i>Venecia.</i></span>
-
-Y por desmentir el odio, que le acumulaba ya su malicia, dió algunas
-victorias á la república de Venecia contra el poder otomano y sola sin
-Liga, cosa que ha admirado al mundo, escusándose con el tiempo,
-
-<span class="sidenote"><i>Casa otomana.</i></span>
-
-que se cansa ya de llevar á cuestas la felicidad otomana, más á fuerza,
-que de industria.</p>
-
-<p>Desta suerte fué barajando todas las cosas y casos, tanto, que
-así las dichas como las desdichas se hallaban en los que menos las
-merecían.</p>
-
-<p>Llegando ya á ejecutar su primer intento, observó allá á la noche,
-cuando la Fortuna desnudaba sus dos hijos, que de nadie los fiaba,
-donde ponía los vestidos de cada uno, que eso siempre era con cuidado,
-en diferentes puestos, porque no se confundiesen. Acudió, pues, el
-Engaño y, sin ser sentido, trocó los vestidos, mudó los del bien al
-puesto del mal y los del mal al del bien. Á la mañana la Fortuna, tan
-descuidada como ciega, vistió á la Virtud el vaquerillo de las espinas,
-sin más reparar. Y al contrario, el de las flores púsoselo al Vicio,
-con que quedó éste muy galán. Y ¡él que se ayudó con afeites del
-Engaño!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_151">p. 151</span>No había quien
-lo conociese. Todos se iban tras él. Metíanle en sus casas, creyendo
-llevaban el Bien. Algunos lo advirtieron á costa de la experiencia y
-dijéronlo á los otros. Pocos lo creyeron y, como le veían tan agradable
-y florido, prosiguieron en su engaño.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Principios<br /> del vicio.</i></span>
-
-Desde aquel día la Virtud y la Maldad andan trocadas y todo el mundo
-engañado ó engañándose: los que abrazan la maldad por aquel cebillo
-del deleite, hállanse después burlados, dan tarde en la cuenta y dicen
-arrepentidos: No está aquí el verdadero bien, éste es el mal de los
-males. ¿Luego errado habemos el camino?
-
-<span class="sidenote"><i>Fines<br /> de la virtud.</i></span>
-
-Al contrario, los que desengañados apechugan con la
-virtud, aunque al principio les parece áspera y sembrada de espinas,
-pero al fin hallan el verdadero contento y alégranse de tener tanto
-bien en sus conciencias.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Cargos cargas.</i></span>
-
-¡Qué florida le parece á éste la hermosura y qué lastimado queda
-después con mil achaques! ¡Qué lozana al otro la mocedad!; ¡pero cuán
-presto se marchita! ¡Qué plausible se le representa al ambicioso la
-dignidad! Vestido viene el cargo de estimación; ¡mas qué pesado le
-halla después, que le abruma so la carga! ¡Qué gustosa imagina el
-sanguinario la venganza! ¡Cómo se relame en la sangre del enemigo!
-Y después, si le dejan, toda la vida anda basqueando lo que los
-agraviados no pueden digerir. Hasta el agua hurtada es más sabrosa.
-Chupa la sangre del pobrecillo el ricazo de rapiña; mas después ¡con
-qué violencia la trueca al restituirla! Dígalo la madre del milano.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Gota grita.</i></span>
-
-Traga el glotón exquisitos manjares, saboréase con los preciosos vinos
-y después, ¡cómo lo grita en la gota! No pierde el deshonesto coyuntura
-en su bestial deleite y págalo con dolor de todas las de su flaco
-cuerpo. Abraza espinas en riquezas el avaro, pues no le dejan morir y,
-sin poderlas gozar, deja en ellas lastimado el corazón.</p>
-
-<p>Todos éstos pensaron traer á su casa el Bien, vestido del gusto;
-y de verdad, que no es sino el Mal solapado; no el contento, sino el
-tormento, también merecido de su engaño. Pero<span class="pagenum"
-id="Page_152">p. 152</span> al contrario, ¡qué dificultosa y cuesta
-arriba se le hace al otro la virtud!, y después, ¡qué satisfacción la
-de la buena conciencia! ¡Qué horror el de la abstinencia y en ella
-consiste la salud del cuerpo y alma! Intolerable se le representa la
-continencia y en ella se halla el contento verdadero, la vida, la salud
-y la libertad.</p>
-
-<p>El que se contenta con una medianía, tranquilo vive. El manso
-de corazón, posee la tierra. Desabrido se le propone el perdón del
-enemigo; pero ¡qué paz se le sigue y qué honra se consigue! ¡Qué frutos
-tan dulces se cogen de la raíz amarga de la mortificación! Melancólico
-parece el silencio; mas al sabio nunca le pesó de haber callado.</p>
-
-<p>De suerte que desde entonces la Virtud anda vestida de espinas por
-fuera y de flores por dentro. Al contrario del Vicio. Conozcámoslos y
-abracémonos con aquélla, á pesar del engaño tan común cuan vulgar.</p>
-
-<p>Á vistas estaba ya de la corte y mirando Andrenio á Madrid con
-fruición grande preguntóle el Sabio:</p>
-
-<p>¿Qué ves en cuanto miras?</p>
-
-<p>Veo, dijo él, una real madre de tantas naciones, una corona de dos
-mundos, un centro de tantos reinos, un joyel de entrambas Indias, un
-nido del mismo fénix y una esfera del sol católico, coronado de prendas
-en rayos y de blasones en luces.</p>
-
-<p>Pues yo veo, dijo Critilo, una Babilonia de confusiones, una Lutecia
-de inmundicias, una Roma de mutaciones, un Palermo de volcanes, una
-Constantinopla de nieblas, un Londres de pestilencias y un Argel de
-cautiverios.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Madrid madre,<br /> madrastra.</i></span>
-
-Yo veo, dijo el Sabio, á Madrid, madre de todo lo bueno, mirada por una
-parte, y madrastra por la otra. Que así como á la corte acuden todas
-las perfecciones del mundo, mucho más todos los vicios, pues los que
-vienen á ella nunca traen lo bueno, sino lo malo de sus patrias. Aquí
-yo no entro, aunque se diga que me volví del puente Milvio.</p>
-
-<p>Y con esto despidióse. Fueron entrando Critilo y Andrenio,<span
-class="pagenum" id="Page_153">p. 153</span> como instruídos, por la
-espaciosa calle de Toledo. Toparon luego una de aquellas tiendas donde
-se feria el saber. Encaminóse Critilo á ella y pidió al librero si
-tendría un <i>Ovillo de oro</i> que venderle. No le entendió, que leer los
-libros por los títulos no hace entendidos. Pero sí un otro, que allí
-estaba de asiento, graduado cortesano por años y suficiencia:</p>
-
-<p>¡Eh!, que no piden, le dijo, sino una aguja de marear en este golfo
-de Circe.</p>
-
-<p>Menos lo entiendo ahora, respondió el librero. Aquí no se vende oro
-ni plata; sino libros, que son mucho más preciosos.</p>
-
-<p>Esto, pues, buscamos, dijo Critilo, y entre ellos alguno, que nos dé
-avisos para no perdernos en este laberinto cortesano.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Libros libres.</i></span>
-
-De suerte, señores, que ¿ahora llegáis nuevos? Pues aquí os tengo este
-librillo, no tomo sino átomo; pero que os guiará al norte de la misma
-felicidad.</p>
-
-<p>Ésa buscamos.</p>
-
-<p>Aquí la tenéis. Á éste le he visto yo hacer prodigios, porque es
-arte de ser personas y de tratar con ellas.</p>
-
-<p>Tomóle Critilo. Leyó el título que decía:</p>
-
-<p><i>El Galateo Cortesano.</i></p>
-
-<p>¿Qué vale?, preguntó.</p>
-
-<p>Señor, respondió el librero, no tiene precio. Mucho le vale al que
-le lleva. Estos libros no los vendemos; sino que los empeñamos por un
-par de reales, que no hay bastante oro ni plata para apreciarlos.</p>
-
-<p>Oyendo esto el cortesano, dió una tan descompuesta risada, que causó
-no poca admiración á Critilo y mucho enfado al librero, y preguntóle la
-causa.</p>
-
-<p>Porque es digno de risa lo que decís, respondió él, y cuanto este
-libro enseña.</p>
-
-<p>Ya veo yo, dijo el librero, que <i>El Galateo</i> no es más que la
-cartilla del arte de ser personas y que no enseña más del a, b,
-c; pero no se puede negar que sea un brinquiño de oro, tan <span
-class="pagenum" id="Page_154">p. 154</span>plausible como importante. Y
-aunque pequeño, hace grandes hombres, pues enseña á serlo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Galateo<br /> al revés.</i></span>
-
-Lo que menos hace es eso, replicó el cortesano. Este libro, dijo
-tomándole en las manos, aún valdría algo, si se practicase todo al
-revés de lo que enseña. En aquel buen tiempo, cuando los hombres lo
-eran, digo buenos hombres, fueran admirables estas reglas; pero ahora
-en los tiempos que alcanzamos no valen cosa. Todas las lecciones, que
-aquí encarga, eran del tiempo de las ballestas; mas ahora, que es el de
-las gafas, creedme que no aprovechan. Y para que os desengañéis, oid
-esta de las primeras.</p>
-
-<p>Dice, pues, que el discreto cortesano, cuando esté hablando con
-alguno, no le mire al rostro y mucho menos de hito en hito, como si
-viese misterios en los ojos.</p>
-
-<p>Mirad qué buena regla ésta para estos tiempos, cuando no están
-ya las lenguas asidas al corazón. ¿Pues dónde le ha de mirar? ¿Al
-pecho?</p>
-
-<p>Eso fuera, si tuviera en él la ventanilla, que deseaba Momo.</p>
-
-<p>Si, aun mirándole á la cara que hace, al semblante que muda, no
-puede el más atento sacar traslado del interior, ¿qué sería, si no le
-mirase?</p>
-
-<p>Mírele y remírele y de hito en hito y aun plegue á Dios que dé en
-el hito de la intención y crea que ve misterios. Léale el alma en el
-semblante. Note si muda colores, si arquea las cejas. Brujuléele el
-corazón. Esta regla, como digo, quédese para aquella cortesía del buen
-tiempo, si ya no la entiende algún discreto por activa, procurando
-conseguir aquella inestimable felicidad de no tener que mirar á otro á
-la cara.</p>
-
-<p>Oid esta otra, que me da gran gusto siempre que la leo. Pondera el
-autor que es una bárbara asquerosidad, después de haberse sonado las
-narices, ponerse á mirar en el lienzo la inmundicia, como si echasen
-perlas ó diamantes del cerebro.</p>
-
-<p>Pues esa, señor mío, dijo Critilo, es una advertencia tan cortesana,
-cuan precisa, si ya no prolija; mas para la necedad nunca sobran
-avisos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_155">p. 155</span>No, replicó el
-cortesano: no lo entendéis. Perdóneme el autor y enseñe todo lo
-contrario. Diga, que sí, que miren todos y vean lo que son en lo que
-echan. Advierta el otro presumido de bachiller y conózcase que es
-un rapaz mocoso, que aún no discurre ni sabe su mano derecha: no se
-desvanezca. Entienda el otro, que se estima de nasudo y de sagaz, que
-no son sentencias ni sutilezas las que piensa; sino crasicies, que
-destila del alambique de su nariz aguileña. Persuádase la otra linda
-que no es tan ángel como la mienten ni es ámbar lo que alienta; sino
-que es un albañal afeitado. Desengáñese Alejandro que no es hijo de
-Júpiter; sino de la pudrición y nieto de la nada.
-
-<span class="sidenote"><i>Sonado<br /> mocoso.</i></span>
-
-Entienda todo divino que es muy humano y todo desvanecido que, por más
-viento que tenga en la cabeza y por más humo, todo viene á resolverse
-en asco y, cuando más sonado, más mocoso. ¡Eh!, conozcamos todos y
-entendamos que somos unos sacos de hediondez: cuando niños, mocos;
-cuando viejos, flemas; y cuando hombres, apostemas.</p>
-
-<p>Esta otra, que se sigue, es totalmente superflua. Dice que por
-ningún caso el cortesano, estando con otros, se saque la cera de los
-oídos ni la esté retorciendo con los dedos, como quien hace fideos.
-Pregunto, señores: ¿quién hay que pueda hacer esto? ¿Á quién han dejado
-ya cera en los oídos unos y otras, aquéllos y éstas; cuanto menos, que
-sobre para hacer fideos? Mas sin cera está la era. Lo que él había de
-encargar es que no nos la sacasen tanto embestidor, tanta harpía, tanto
-agarrador, tanto escribano y otros que callo.</p>
-
-<p>Pero con la que yo estoy muy mal, es con aquella otra, que enseña
-que es grande vulgaridad, estando en un corrillo ó conversación, sacar
-las tijerillas del estuche y ponerse muy de propósito á cortar las
-uñas. Ésta la tengo por muy perniciosa doctrina, porque á más de que
-ellos se tienen buen cuidado de no cortárselas ni aun en secreto,
-cuanto menos en público, fuera mejor que mandara se las cortaran
-delante de todo el mundo,
-
-<span class="sidenote"><i>Señor<br /> almirante.</i></span>
-
-como hizo el almirante en Nápoles, pues todo él está escanda<span
-class="pagenum" id="Page_156">p. 156</span>lizado de ver algunos
-cuán largas las tienen. ¡Sí!, ¡sí señor! Saquen tijeras, aunque sean
-de tundir; mas no de trasquilar. Y córtense estas uñas de rapiña y
-atúsenlas hasta las mismas manos, cuando las tienen tan largas.</p>
-
-<p>Algunos hombres hay caritativos, que suelen acudir á los hospitales
-á cortarles las uñas á los pobres enfermos. ¡Gran caridad es por
-cierto! Pero no fuera malo ir á las casas de los ricos y cortarles
-aquellas uñas gavilanes, con que se hicieron hidalgos de rapiña y
-desnudaron á estos pobrecitos y los pusieron por puertas y aun los
-echaron en el hospital.</p>
-
-<p>Tampoco tenía que encargar aquello de quitar el sombrero con tiempo.
-¡Gran liberalidad de cortesía es ésta! No sólo quitan ya el sombrero,
-sino la capa y la ropilla, hasta la camisa, hasta el pellejo, pues
-desuellan al más hombre de bien y dicen que le hacen mucha cortesía.
-Guardan otros tanto esta regla, que se entran de gorra en todas sus
-partes. Á esta traza os aseguro que no hay regla con regla.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Cortesía<br /> engaño.</i></span>
-
-Ésta, que leo aquí, es sin duda contra toda buena moralidad. Yo no sé
-cómo no la han prohibido. Dice que, cuando uno se pasea, no vaya con
-cuidado á no pisar las rayas ni atienda á poner el pie en medio, sino
-donde cayere.</p>
-
-<p>¿No digo yo? ¡En lugar de aconsejar al cortesano que atienda mucho á
-no pisar la raya de la razón ni pasarla, que esté muy á la raya de la
-ley de Dios, que lo contrario es quemarse, y que no pase los límites de
-su estado, que por eso tantos han caído, que no pise la raya, sino el
-espacio, que eso es compasarse y medirse, que no alargue más el brazo
-ni el pie de lo que puede! Todo esto le aconsejaría yo: que mire dónde
-pone el pie y cómo lo asienta, vea dónde entra y dónde sale, pise firme
-siempre en el medio y no vaya por extremos, que son peligrosos en todo,
-y eso es andar bien.</p>
-
-<p>¡Señor, que no vaya hablando consigo, que es necedad!</p>
-
-<p>¿Pues con quién mejor puede hablar, que consigo mismo? ¿Qué
-amigo más fiel? Háblese á sí y dígase la verdad, que nin<span
-class="pagenum" id="Page_157">p. 157</span>gún otro se la dirá.
-Pregúntese y oiga lo que dice su conciencia, aconséjese bien, dé y tome
-consigo y crea que todos los demás le engañan y que ningún otro le
-guardará secreto, ni aun la camisa al rey don Pedro.</p>
-
-<p>¡Que no pegue de golpes hablando, que es aporrear alma y cuerpo!</p>
-
-<p>Dice bien, si el otro escucha; ¿pero si hace el sordo y á veces á lo
-que más importa? ¡Pues qué, si duerme! Menester es despertarle. Y hay
-algunos, que aun á mazadas no les entran las cosas ni se hacen capaces
-de la razón. ¿Qué ha de hacer un hombre, si no le entienden ni le
-atienden? Por fuerza ha de haber mazos en el hablar, ya que los hay en
-el entender.</p>
-
-<p>¡Que no hable recio ni muy alto, que desdice de la gravedad!</p>
-
-<p>¡Según con quien habla! Crea que no son buenas palabras de seda para
-orejas de buriel.</p>
-
-<p>¡Pues qué otra ésta! Que no haga acciones con las manos, cuando
-habla, ni bracee, que parece que nada, ni saque el índice, que parece
-que pesca.</p>
-
-<p>No fuera malo aquí distinguir de los que las tienen malas á los que
-buenas. Y las que se precian dellas, toman aquí el cielo con las manos.
-Con licencia deste autor, yo diría lo contrario, que haga y diga, no
-sea todo palabras, haya acción y ejecución también. Hable de veras. Si
-tiene buena mano, póngala en todo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Dichos<br /> y hechos.</i></span>
-
-Así como tiene algunas reglas superfluas, otras tiene muy frías, como
-lo es ésta: que no se acerque mucho, cuando hablare, ni salpique, que
-verdaderamente algunos poco atentos en esto, deberían avisar antes de
-abrir la boca y decir: ¡agua va!, para que se apartasen los oyentes
-ó se vistiesen los albornoces, porque de ordinario éstos hablan sin
-escampar.</p>
-
-<p>Yo, señores, por más dañoso tengo el echar fuego por la boca, que
-agua, y más son los que arrojan llamas de malignidad, de murmuración,
-de cizaña, de torpeza y de escándalo. Harto peor es echar espumajos,
-sin decir primero: ¡cólera va!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_158">p. 158</span>Reprehenda el
-vomitar veneno, que ya niñería es el escupir. Poco mal puede hacer una
-rociada de perdigones. Dios nos libre de la bala rasa de la injuria, de
-la jara de una barrilla, de la bomba de una traición, de las picas en
-picones y de la artillería del artificio maldiciente.</p>
-
-<p>También hay algunas muy ridículas, como aquella otra que, cuando
-hablare con alguno, no le esté pasando la mano por el pecho ni
-madurando los botones de la ropilla, hasta hacerlos caer á puro
-retorcerlos.</p>
-
-<p>¡Eh, que sí; déjelos tomar el pulso en el pecho y dar un tiento al
-corazón! Déjelos examinar si palpita. Tienten también si tienen almilla
-en los botones, que hay hombres, que aun allí no la tienen. Tírenle de
-la manga al que se desmanda y de la faldilla al que se estira, porque
-no salga de sí.</p>
-
-<p>Ésta, que se sigue, en ninguna república se practica ni aun en la de
-Venecia. Era del tiempo antiguo. ¡Que no coma á dos carrillos, que es
-una grande fealdad!</p>
-
-<p>Veis aquí una lección, que las más lindas la practican menos; antes
-dicen que están más hermosas de la otra suerte y se les luce más.</p>
-
-<p>Que no ría mucho ni muy alto, dando grandes risadas.</p>
-
-<p>¡Ay tantas y tales monstruosidades en el mundo, que no basta ya reir
-debajo la nariz, aunque frescamente á su sombra!</p>
-
-<p>Va otra semejante: que no coma con la boca cerrada. Por cierto, sí.
-¡Qué buena regla ésta para este tiempo, cuando andan tantos á la sopa!
-Aun dese modo no está seguro el bocado, que nos lo quitan de la misma
-boca; ¿qué sería á boca abierta? No habría menester más el otro, que
-come y bebe de cortesía. Á más de que en ninguna ocasión importa tanto
-tenerla cerrada y con candados, que cuando se come y se bebe.
-
-<span class="sidenote"><i>Marqués<br /> de Espínola.</i></span>
-
-Así lo observó el célebre marqués de Espínola, cuando le convidó á su
-mesa el atento Henrico.</p>
-
-<p>Y para ser nimio y menudo de todas maneras, encarga ahora
-que su cortesano de ningún modo regüelde: que, aunque es <span
-class="pagenum" id="Page_159">p. 159</span>salud, es grosería. Créame
-y déjelos que echen fuera el viento, de que están ahitos y más llenos,
-cuando más vacíos. ¡Ojalá acabaran de despedir de una vez todo el
-que tienen en aquellas cabezas! Que tengo para mí que por eso al que
-estornuda le ayuda Dios á echar el viento de su vanidad y le damos la
-norabuena. Conozcan en la hediondez del aliento cómo se gasta el aire,
-cuando no está en su lugar.</p>
-
-<p>Sólo un consejo me contentó mucho de <i>El Galateo</i> y me pareció
-muy sustancial, para que se verifique aquel dicho común, que no hay
-libro sin algo bueno. Encarga, pues, por capital precepto y como el
-fundamento de toda su obra cortesana, que el galante <i>Galateo</i> procure
-tener los bienes de fortuna, para vivir con lucimiento, que sobre esta
-basa de oro le han de levantar la estatua de cortesía y discreción,
-galantería, despejo y todas las demás prendas de varón culto y
-perfecto; y advierta que, si fuere pobre, jamás será ni entendido
-ni cortés ni galante ni gustoso. Y esto es lo que yo siento de <i>El
-Galateo.</i></p>
-
-<p>Pues si ése no os contenta, dijo el librero, porque no instruye sino
-en la cortesía material, no da más de una capa de personas, una corteza
-de hombres, aquí está la juiciosa y grave instrucción del prudente
-Juan de Vega á su hijo, cuando le enviaba á la corte. Realzó esa misma
-instrucción,
-
-<span class="sidenote"><i>Conde de<br /> Portalegre.</i></span>
-
-que no la comentó muy á lo señor y portugués, que es cuanto decir se
-puede, el conde de Portalegre en semejante ocasión de enviar otro hijo
-á la corte.</p>
-
-<p>Es grande obra, dijo el cortesano, y sobrado grande, pues es sólo
-para grandes personajes; y yo no tengo por buen oficial al que quiere
-calzar á un enano el zapato de un gigante.</p>
-
-<p>Creedme que no hay otro libro ni arte más á propósito, que parece la
-escribió viendo lo que en Madrid pasa.</p>
-
-<p>Ya sé que me tendréis por paradojista y aun estoico, pero más
-importa la verdad. Digo que el libro, que habéis de buscar y leerlo
-de cabo á cabo, es la célebre Ulisiada de Homero. ¡Aguardad! No
-os admiréis hasta que me declare. ¿Qué pensáis? ¿Que el peligroso
-golfo,<span class="pagenum" id="Page_160">p. 160</span> que él
-describe, es aquel de Sicilia, y que las sirenas están acullá en
-aquellas Sirtes con sus caras de mujeres y sus colas de pescados, la
-Circe encantadora en su isla y el soberano Cíclope en su cueva? Sabed
-que el peligroso mar es la corte con la Escila de sus engaños y la
-Caribdis de sus mentiras.</p>
-
-<p>¿Veis esas mujeres, que pasan tan prendidas de libres y tan
-compuestas de disolutas? Pues ésas son las verdaderas sirenas y falsas
-hembras, con sus fines monstruosos y amargos dejos. Ni basta que el
-cauto Ulises se tape los oídos; es menester que se ate al firme mástil
-de la virtud y encamine la proa del saber al puerto de la seguridad,
-huyendo de sus encantos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Circes lindas.</i></span>
-
-Hay encantadoras Circes, que á muchos, que entraron hombres, los
-han convertido en brutos. ¿Qué diré de tantos Cíclopes, tan necios
-como arrogantes, con solo un ojo, puesta la mira en su gusto y
-presunción?</p>
-
-<p>Este libro os digo que repaséis, que él os ha de encaminar, para que
-como Ulises escapéis de tanto escollo como os espera y tanto monstruo
-como os amenaza.</p>
-
-<p>Tomaron su consejo y fueron entrando en la corte, experimentando
-al pie de la letra lo que el cortesano les había prevenido y Ulises
-enseñado. No encontraron pariente ni amigo ni conocido, por lo pobre.
-No podían descubrir su deseada Felisinda.</p>
-
-<p>Viéndose, pues, tan solos y tan desfavorecidos, determinó Critilo
-probar la virtud de ciertas piedras orientales muy preciosas, que
-había escapado de sus naufragios. Sobre todo quiso hacer experiencia
-de un finísimo diamante, por ver si vencía tan grandes dificultades
-su firmeza, y una rica esmeralda, si conciliaba las voluntades, como
-escriben los filósofos. Sacólas á luz, mostrólas y al mismo punto
-obraron maravillosos efectos, porque comenzaron á ganar amigos. Todos
-se les hacían parientes y aun había quien decía eran de la mejor sangre
-de España, galanes, entendidos y discretos.</p>
-
-<p>Fué tal el ruido que hizo un diamante, que se les cayó en un<span
-class="pagenum" id="Page_161">p. 161</span> empeño de algunos
-centenares, que se oyó por todo Madrid. Con que los embistieron
-enjambres de amigos, de conocidos y de parientes, más primos que un
-rey, más sobrinos que un papa. Pero el caso más agradablemente raro
-fué el que le sucedió á Andrenio, desde la calle Mayor á palacio.
-Llegóse á él un pajecillo, galán de librea y libre de desenfado,
-que desenvainando una hoja en un billete, le dejó tan cortado, que
-no acertó á descartarse Andrenio. Antes, brujuleándole, descubrió
-una prima su servidora en la firma. Dábale la bienvenida á la corte
-y muchas quejas de que, siendo tan proprio, se hubiese portado tan
-extraño. Suplicábale se dejase ver, que allí estaba aquel paje para que
-le guiase y le sirviese. Quedó atónito Andrenio, oyendo el reclamo de
-su prima, cuando él no creyera tener madre y, llevado más de su curioso
-deseo, que del ajeno agasajo, asistido del pajecillo, tomó el rumbo
-para la casa. Lo que aquí vió en maravillas y le sucedió en portentos
-dirá la siguiente Crisi.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1_12">
- <h3 class="g1 ws1">CRISI XII</h3>
- <p class="subh3c"><i>Los encantos de Falsirena.</i></p>
-</div>
-
-<p>Fué Salomón el más sabio de los hombres y fué el hombre á quien más
-engañaron las mujeres. Y con haber sido el que más las amó, fué el que
-más mal dijo dellas. Argumento de cuán gran mal es el del hombre la
-mujer mala y su mayor enemigo. Más fuerte es que el vino, más poderosa
-que el rey y que compite con la verdad, siendo toda mentira. Más vale
-la maldad del varón, que el bien de la mujer, dijo quien más bien dijo,
-porque menos mal te hará un hombre que te persiga, que una mujer que te
-siga.</p>
-
-<p>Mas no es un enemigo sólo; sino todos en uno, que todos han hecho
-plaza de armas en ella. De carne se compone, para<span class="pagenum"
-id="Page_162">p. 162</span> descomponerle. El mundo la viste, que para
-poder vencerle á él, se hizo mundo della. Y la que el mundo se viste,
-del demonio se reviste en sus engañosas caricias.</p>
-
-<p>Gerión de los enemigos, triplicado lazo de la libertad, que
-difícilmente se rompe. De aquí sin duda procedió el apellidarse todos
-los males hembras, las furias, las parcas, las sirenas y las harpías,
-que todo lo es una mujer mala.</p>
-
-<p>Hácenle guerra al hombre diferentes tentaciones, en sus edades
-diferentes, unas en la mocedad y otras en la vejez; pero la mujer en
-todas. Nunca está seguro dellas ni mozo ni varón ni viejo ni sabio ni
-valiente ni aun santo. Siempre está tocando al arma este enemigo común
-y tan casero, que los mismos criados del alma la ayudan, los ojos
-franquean la entrada á su belleza, los oídos escuchan su dulzura, las
-manos la atraen, los labios la pronuncian, la lengua la vocea, los pies
-la buscan, el pecho la suspira y el corazón la abraza. Si es hermosa,
-es buscada; si fea, ella busca.
-
-<span class="sidenote"><i>Trono de la<br /> necedad.</i></span>
-
-Y si el cielo no hubiera prevenido que la hermosura de ordinario fuera
-trono de la necedad, no quedara hombre á vida, que la libertad lo es.
-¡Oh, cómo le previno el escarmentado Critilo al engañado Andrenio! Mas
-¡qué poco le aprovechó!</p>
-
-<p>Partió ciego á buscar luz á la casa de los incendios. No consultó á
-Critilo, temiéndole severo. Y así solo y malguiado de un pajecillo, que
-suelen ser las pajuelas de encender el amoroso fuego, caminó un gran
-rato, torciendo calles y doblando esquinas.</p>
-
-<p>Mi señora, decía el rapaz, la honestísima Falsirena vive muy fuera
-del mundo, ajena del bullicio cortesano, ya por natural recato,
-haciendo desierto de la corte, ya por poder gozar de la campaña en sus
-alegres jardines.</p>
-
-<p>Llegaron á una casa, que en la apariencia aún no prometía comodidad,
-cuanto menos magnificencia, estrañándolo harto Andrenio. Mas luego que
-fué entrando, parecióle haber topado el mismo alcázar de la aurora.
-Porque tenía las entradas bue<span class="pagenum" id="Page_163">p.
-163</span>nas á un patio muy desahogado, teatro capaz de maravillosas
-apariencias. Y aun toda la casa era harto desenfadada. En vez de firmes
-atlantes en columnas, coronaban el atrio hermosas ninfas por la materia
-y por el arte raras, asegurando sobre sus delicados hombros firmeza á
-un cielo, alternado de serafines; pero sin estrellas.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Amor llorando<br /> quema.</i></span>
-
-Señoreaba el centro una agradable fuente, equívoca de aguas y fuegos,
-pues era Cupidillo, que cortejado de las Gracias, ministrándole arpones
-todas ellas, estaba flechando cristales abrasadores, ya llamas y ya
-linfas. Íbanse despeñando por aquellos nevados tazones de alabastro,
-deslizándose siempre y huyendo de los que le seguían y murmurando
-después de los mismos que lisonjearon antes.</p>
-
-<p>Donde acababa el patio, comenzaba un Chipre tan verde, que pudiera
-darlo el más buen gusto; si bien todas sus plantas eran más lozanas que
-fructíferas, todo flor y nada fruto. Coronábase de flores, vistosamente
-odoríferas, parando todo en espirar humos fragantes. El vulgo de las
-aves le recibió con salvas de armonía; si ya no fué darle la vaya,
-silbándole á porfía el Céfiro y Fabonio, que él lo tuvo todo por
-donaire.</p>
-
-<p>Era el jardín con toda propiedad un pensil, pues á cuantos le
-lograban, suspendía. Fuése acercando Andrenio al mejor centro de su
-amenidad, donde estaba la primavera deshilando copos en jazmines, digo
-la vana Venus de este Chipre, que nunca hay Chipre sin Venus.</p>
-
-<p>Salió Falsirena á recibirle, hecha un sol muerto de risa y, formando
-de sus brazos la media luna, le puso entre las puntas de su cielo.
-Mezcló favores con quejas, repitiendo algunas veces:</p>
-
-<p>¡Oh primo mío sin segundo! ¡Oh, señor Andrenio! Seáis tan bienvenido
-como deseado.</p>
-
-<p>Mas, ¿cómo? decía mudando á cada palabra su afecto, ensartando
-perlas hilo á hilo y mentiras en cadena, ¿cómo os lo ha permitido el
-corazón, que estando aquí esta casa tan vuestra,<span class="pagenum"
-id="Page_164">p. 164</span> os hayáis desterrado á una posada, siquiera
-por las obligaciones de parentesco, cuando no por la conveniencia
-de regalo? Viéndoos estoy y no lo creo: ¡Qué retrato tan al vivo de
-vuestra hermosa madre! ¡Á fe que no la desmentís en cosa! ¡No me harto
-de miraros! ¿De qué estáis tan encogido? ¡Al fin como tan fresco
-cortesano!</p>
-
-<p>Señora, respondió, yo os confieso que estoy turbadamente admirado de
-oiros decir que seáis mi prima, cuando yo ignoro madre, desconociendo á
-quien tanto me ha desconocido. Yo no sé que tenga pariente alguno: tan
-hijo soy de la nada. Mirad bien no os hayáis equivocado con algún otro
-más dichoso.</p>
-
-<p>¡Que no, dijo, señor Andrenio! No por cierto. Muy bien os conozco y
-sé quién sois y cómo nacisteis en una isla en medio de los mares. Muy
-bien sé que vuestra madre es mi tía y señora. ¡Ah, qué linda era! Y
-aunque por eso tan poco venturosa. ¡Oh, qué gran mujer y qué discreta!
-
-<span class="sidenote"><i>Violencias<br /> del amor.</i></span>
-
-¿Pero qué Dánae escapó de un engaño? ¿Qué Elena de una fuga? ¿Qué
-Lucrecia de una violencia? ¿Y qué Europa de un robo? Viniendo, pues,
-Felisinda, que éste es su dichoso nombre...</p>
-
-<p>Aquí Andrenio se conmovió entrañablemente, oyendo nombrar por madre
-suya la repetida esposa de Critilo. Notólo luego Falsirena y porfió en
-saber la causa.</p>
-
-<p>Porque he oído hartas veces ese nombre, dijo Andrenio.</p>
-
-<p>Y ella:</p>
-
-<p>Ahí veréis que no os miento en cuanto digo. Estaba, pues, Felisinda
-casada en secreto con un tan discreto cuan amante caballero, que
-quedaba preso en Goa; si bien en su corazón le traía y á vos por
-prenda suya en sus entrañas. Ejecutáronla los dolores del parto en una
-isla, debiendo al cielo dobladas providencias, con que pudo salvar su
-crédito, no fiándolo ni de sus mismas criadas, enemigas mayores de su
-secreto. Sola, pues, aunque tan asistida de su valor y su honra, os
-echó á luz y, cuando os arrojó de sus entrañas al suelo, más blando
-que ellas, allí, malenvuelto entre unas martas, que le servían á<span
-class="pagenum" id="Page_165">p. 165</span> ella de galán abrigo, os
-encomendó en la cuna de la yerba al piadoso cielo, que no se hizo
-sordo, pues os proveyó de ama en una fiera, que no fué la primera vez
-ni será la última que sustituyeron maternas ausencias. ¡Oh, cómo me lo
-contaba ella muchas veces y con más lágrimas que palabras me ponderaba
-su sentimiento! ¡Lo que se ha de alegrar cuando os vea! Ahora os
-restituirá las caricias en abrazos, que allí os negó, violentada de su
-honor.</p>
-
-<p>Estaba atónito Andrenio, escuchando el suceso de su vida y, careando
-tan individuales circunstancias con las noticias que él tenía,
-reventando en lágrimas de ternura, comenzó á destilar el corazón en
-líquidos pedazos por los ojos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Lágrimas<br /> quebrantan<br />
-peñas.</i></span>
-
-Dejemos, dijo ella, dejemos tristezas ya pasadas, no vuelvan en llanto
-á moler el corazón. Subamos arriba, veréis mi pobre y ya dichoso
-albergue. ¡Hola!, prevenid dulces, que nunca faltan en esta casa.</p>
-
-<p>Fueron subiendo por unas gradas de pórfidos, ya pérfidos, que al
-bajar serían <i>á gatas</i>, á la esfera del sol en lo brillante y de la
-luna en lo vario. Registraron muchas cuadras, muy desenfadadas todas,
-tan artesonados los techos, que remedando cielos, hicieron á tantos
-ver, á su despecho, las estrellas. Había viviendas para todos tiempos,
-sino para el pasado, y todas eran muy buenas piezas, repitiendo
-ella:</p>
-
-<p>Todo es tan vuestro como mío.</p>
-
-<p>Mientras duró la dulcísima merienda, le cantaron gracias y le
-encantaron Circes.</p>
-
-<p>En todo caso habéis de quedar aquí, dijo la prima; aunque tan á
-costa de vuestro gusto. Dispóngase luego el traeros la ropa, que,
-aunque aquí no os hará falta, pero basta ser vuestra. No tenéis que
-salir para ello, que mis criados con una señal la cobrarán y pagarán lo
-que se debiere.</p>
-
-<p>Será preciso, replicó Andrenio, que yo vaya, porque habéis de saber
-que no soy solo y que la merced que me hacéis ha de ser doblada. Daré
-razón á Critilo mi padre.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_166">p. 166</span>¿Cómo es eso de
-padre?, dijo asustada Falsirena.</p>
-
-<p>Y él: Llamo padre á quien me hizo obras de tal y tengo por cierto,
-según vuestras noticias, que es mi padre verdadero, porque es el esposo
-de Felisinda, aquel caballero que en Goa quedó preso.</p>
-
-<p>¿Eso más?, dijo Falsirena. Id luego al punto y volved al mismo con
-Critilo y traed la ropa en todo caso. Mirad, primo, que no comeré un
-solo bocado ni reposaré un instante hasta volver á veros.</p>
-
-<p>Partió Andrenio, seguido del mismo pajecillo, de la espía y del
-recuerdo. Halló á Critilo ya cuidadoso. Fuése á echar á sus pies,
-besándole apretadamente las manos, repitiendo muchas veces:</p>
-
-<p>¡Oh padre!, ¡oh señor mío! que ya el corazón me lo decía.</p>
-
-<p>¿Qué novedad es ésta?, replicó Critilo.</p>
-
-<p>Que no es nuevo en mí, respondió, el teneros por padre, que la misma
-sangre me lo estaba voceando en las venas. Sabed, señor, que vos sois
-quien me ha engendrado y después hecho persona. Mi madre es vuestra
-esposa Felisinda. Que todo me lo ha contado una prima mía, hija de una
-hermana de mi madre, que ahora vengo de verla.</p>
-
-<p>¿Cómo es eso de prima?, preguntó Critilo. Ese nombre de prima no me
-suena bien.</p>
-
-<p>Sí hará, porque es muy cuerda. Venid, señor, á su casa, que allí
-volveremos á oir esta novedad siempre gustosa.</p>
-
-<p>Estaba suspenso Critilo entre el oir tan individuales circunstancias
-y el temer tantos engaños en la corte. Pero, como es fácil creer lo
-que se desea, dejóse convencer á título de informarse y así se fueron
-juntos á casa de Falsirena.</p>
-
-<p>Parecía ya otra, siempre mejorada y, aunque ahora muy á lo grave y
-autorizado pero siempre con apariencias de un cielo.</p>
-
-<p>Seáis muy bienllegado, dijo ella, señor Critilo, á esta vuestra
-casa, que sólo ignorarla os ha podido escusar de no haberla honrado
-antes. Ya os habrá referido mi primo las obligaciones recíprocas de
-nuestro parentesco y cómo su madre y vuestra<span class="pagenum"
-id="Page_167">p. 167</span> esposa, la hermosa Felisinda, era mi tía y
-mi señora y mucho más amiga, que parienta. Harto sentí yo su falta y
-aun la lloro.</p>
-
-<p>Aquí sobresaltado Critilo:</p>
-
-<p>¿Pues cómo?, dijo. ¿Es muerta?</p>
-
-<p>No señor, respondió, no tanto mal; basta la ausencia. Sus padres
-se murieron y aun de pena de ver que nunca quiso elegir esposo entre
-ciento que la competían. Quedó á la sombra y tutela de aquel gran
-príncipe, que hoy asiste en Alemania, embajador del Católico. Allá
-pasó con la marquesa, como parienta y encomendada, donde sé que vive
-y muy contenta, ¡así Dios nos la vuelva, como espero! Quedé yo aquí
-con mi madre, hermana suya y, aunque solas, muy acomodadas de honra y
-hacienda. Mas, como no vienen solas las desdichas de cobardes, faltóme
-también mi madre, sin duda del sentimiento de su ausencia. Asístenme
-los parientes y á todo el mundo debo harto. Es la virtud mi empleo,
-procuro conservar la honra heredada: que deben más unas personas que
-otras á sus antepasados. Ésta, señores, es mi casa, de hoy adelante
-vuestra, para toda la vida y ¡sea la de Néstor! Ahora quiero que veáis
-lo mejor de mis galerías y suelos, conduciendo hasta desembarcar en un
-puerto de rosas y de claveles.</p>
-
-<p>Aquí les fué mostrando en valientes tablas, obra de prodigiosos
-pinceles, todo el suceso de su vida y sus tragedias, con no poco
-espanto de ambos, correspondiendo á extremos del arte con extremos de
-admiración.</p>
-
-<p>No ya sólo Andrenio, pero el mismo Critilo quedó vencido de su
-agasajo y convencido de su información. Después de alternar disculpas
-con agradecimientos, trató traer su ropa y entre ella algunas piedras
-muy preciosas, ruinas ya de aquella su rica casa. Hizo alarde dellas y,
-como fruta de damas, brindó con todas las de su buen gusto á Falsirena.
-Aquí ella, aunque las celebró mucho, mandó sacar otras tantas y muy á
-lo bizarro dijo que las gozase todas. Replicó Critilo fuese servida de
-guardarlas y ella lo cumplió bien.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_168">p. 168</span>Suspiraba Critilo
-por su deseada Felisinda y así un día sobre mesa propuso su jornada
-para Alemania, donde estaba. Mas Andrenio, cautivo de la afición de su
-prima, divirtió la plática, porque disgustaba mucho el hacer ausencia.
-Ella más á lo sagaz, habiendo alabado la resolución, puso largas á
-título de conveniencia. Mas ofrecióse luego ocasión y sazón de ir
-sirviendo á la gran fénix de España, que iba á coronarse de águila del
-imperio.</p>
-
-<p>No tuvo escusa Andrenio y, entretanto que disponía la partida,
-propuso Falsirena el preciso lance de ir á ver
-
-<span class="sidenote"><i>Escorial.<br /> Aranjuez.</i></span>
-
-aquellos dos milagros del mundo, el Escorial del arte y el Aranjuez de
-la naturaleza, paralelos del sol de Austria, según gustos y tiempos.
-Pero estaba tan ciego de su pasión Andrenio, que no le quedaba vista
-para ver otro, aunque fuesen prodigios. Hacía instancias Falsirena.
-Y Critilo, aunque fuese solo en pagar á la curiosidad una tan justa
-deuda, que después ejecuta el tormento de no haber visto lo que
-todos celebran y aun la propia imaginación castiga toda la vida,
-representando por lo mejor aquello que se dejó de ver, partióse solo
-para admirar por muchos.</p>
-
-<p>Halló aquel gran templo de Salomón católico, asombro del hebreo, no
-sólo satisfacción á lo concebido, sino pasmo en el exceso. Allí vió
-la ostentación de un real poder, un triunfo de la piedad católica,
-un desempeño de la arquitectura, pompa de la curiosidad, ya antigua,
-ya moderna, el último esfuerzo de las artes y donde la grandeza, la
-riqueza y la magnificencia llegaron de una vez á echar el resto.</p>
-
-<p>De aquí pasó á Aranjuez, estancia perpetua de la primavera, patria
-de Flora, retiro de su amenidad en todos los meses del año, guardajoyas
-de las flores y centro de las delicias á todo gusto, y contento. Dejó
-en ambas maravillas empeñada la admiración para toda la vida.</p>
-
-<p>Volvió á Madrid muy satisfecho de prodigios. Fuése á hospedar á
-casa de Falsirena; pero hallóla más cerrada que un tesoro y más sorda
-que un desierto. Repitió aldabadas al impa<span class="pagenum"
-id="Page_169">p. 169</span>ciente criado, resonando el eco cada una en
-el corazón de Critilo. Enfadados los vecinos, le dijeron:</p>
-
-<p>No se canse ni nos muela, que ahí nadie vive, todos mueren.</p>
-
-<p>Asustado Critilo, replicó:</p>
-
-<p>¿No vive aquí una señora principal, que pocos días ha dejé yo sana y
-buena?</p>
-
-<p>Eso de buena, dijo uno riéndose, perdonadme que no lo crea.</p>
-
-<p>Ni señora, añadió otro, quien toda su vida gasta en mocedades.</p>
-
-<p>Ni aun mujer, dijo el tercero, quien es una harpía; si ya no es la
-peor mujer destos tiempos.</p>
-
-<p>No acababa de persuadirse Critilo lo que no deseaba. Volvió á
-instar:</p>
-
-<p>¿Señores, no vive aquí Falsirena?</p>
-
-<p>Llegóse en esto uno y dijóle:</p>
-
-<p>No os canséis ni recibáis enfado. Es verdad que ha vivido ahí
-algunos días una Circe en el zurcir y una Sirena en el encantar, causa
-de tantas tempestades, tormentos y tormentas, porque á más de ser ruin,
-aseguran que es una famosa hechicera, una célebre encantadora, pues
-convierte los hombres en bestias.</p>
-
-<p>¿Y no los transforma en asnos de oro?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Vicios<br /> transforman.</i></span>
-
-No, sino de su necedad y pobreza. Por esa corte andan á millares
-convertidos, después de divertidos, en todo género de brutos. Lo que
-yo sé decir es que en pocos días, que aquí ha estado, he visto entrar
-muchos hombres y no he visto salir uno tan sólo, que lo fuese. Y por
-lo que esta Sirena tiene de pescado, les pesca á todos el dinero, las
-joyas, los vestidos, la libertad y la honra. Y para no ser descubierta,
-se muda cada día, no la condición ni las costumbres, sino de casas. De
-un cabo de la villa salta al otro, con lo cual es imposible hallarla de
-tan perdida. Tiene otra igual astucia la brújula, con que se rige en
-este golfo de sus enredos, y es que, en llegando un forastero rico, al
-punto se informa de quién es, de dónde y á qué viene, procurando saber
-lo más íntimo. Estudia el nombre, averigúale<span class="pagenum"
-id="Page_170">p. 170</span> la parentela. Con esto, á unos se les
-miente prima, á otros sobrina y á todos por un cabo ó por otro
-parienta. Muda tantos nombres, como puestos. En una parte es Cecilia,
-por lo Escila, en otra Serena por lo Sirena, Inés porque ya no es,
-Teresa por lo traviesa, Tomasa por lo que toma y Quiteria por lo que
-quita. Con estas artes los pierde á todos y ella gana y ella reina.</p>
-
-<p>No acababa de satisfacerse Critilo y, deseando entrar en la casa,
-preguntó, si estaría á mano la llave.</p>
-
-<p>Sí, dijo uno, yo la tengo encomendada, por si llegan á verla. Abrió
-y al punto que entraron dijo Critilo:</p>
-
-<p>Señores, que no es ésta la casa ó yo estoy ciego, porque la otra era
-un palacio por lo encantado.</p>
-
-<p>Tenéis razón, que los más son de esa suerte. Aquí no hay jardines,
-no; sino montones de moral basura. Las fuentes son albañales y los
-salones zahurdas. ¿Os ha pescado algo esta sirena? ¡Decidnos la
-verdad!</p>
-
-<p>Sí y mucho, joyas, perlas y diamantes; pero lo que más siento es
-haber perdido un amigo.</p>
-
-<p>No se habrá perdido para ella; sino para sí mismo. Habrálo
-transformado en bestia, con que andará por esta corte vendido.</p>
-
-<p>¡Oh, Andrenio mío!, dijo suspirando. ¿Dónde estarás? ¿Dónde te podré
-hallar? ¿En qué habrás parado?</p>
-
-<p>Buscóle por toda la casa, que fué paso de risa para los otros y para
-él llanto. Y, despidiéndose dellos, tomó la derrota para su antigua
-posada.</p>
-
-<p>Dió mil vueltas á la corte, preguntando á unos y á otros y nadie
-le supo dar razón, que de bien pocos se da en ella. Perdía el juicio,
-alambicándole en pensar trazas, cómo descubrirle. Resolvió al cabo
-volver á consultar á Artemia.</p>
-
-<p>Salió de Madrid, como se suele, pobre, engañado, arrepentido y
-melancólico. Á poco trecho, que hubo andado, encontró con un hombre,
-
-<span class="sidenote"><i>Sexto sentido.</i></span>
-
-bien diferente de los que dejaba. Era un nuevo<span class="pagenum"
-id="Page_171">p. 171</span> prodigio, porque tenía seis sentidos, uno
-más de lo ordinario. Hízole harta novedad á Critilo.</p>
-
-<p>Porque hombres con menos de cinco ya los había visto y muchos; pero
-con más, ninguno. Unos sin ojos, que no ven las cosas más claras,
-siempre á ciegas y á tientaparedes; y con todo eso nunca paran, sin
-saber por dónde van. Otros, que no oyen palabra, todo aire, ruido,
-lisonja, vanidad y mentira. Muchos que no huelen poco ni mucho y menos
-lo que pasa en sus casas, con que arroja harto mal olor á todo el mundo
-y de lejos huelen lo que no les importa. Éstos no perciben el olor de
-la buena fama ni quieren ver ni oler sus contrarios y, teniendo narices
-para el negro humo de la honrilla, no las tienen para la fragancia de
-la virtud.</p>
-
-<p>También había encontrado no pocos sin género alguno de gusto,
-perdido para todo lo bueno, sin arrostrar jamás á cosa de sustancia.
-Hombres desabridos en su trato, enfadados y enfadosos. Otros de mal
-gusto, siempre aniñado, escogiendo lo peor en todo. Y aun otros muy
-de su gusto y nada del ajeno. Otra cosa aseguraba más notable, que
-había topado hombres, si así pueden nombrarse, que no tenían tacto y
-menos en las manos, donde más suele prevalecer, y así proceden sin
-tiento en todas sus cosas, aun las más importantes. Éstos de ordinario
-todo lo yerran aprisa, porque no tocan las cosas con las manos ni las
-experimentan.</p>
-
-<p>Éste de Critilo era todo al contrario, que, á más de los cinco
-sentidos, muy despiertos, tenía otro sexto, mejor que todos, que
-aviva mucho los demás y aun hace discurrir y hallar las cosas por
-recónditas que estén. Halla trazas, inventa modos, da remedios, enseña
-á hablar, hace correr y aun volar y adivinar lo por venir: y era la
-necesidad. ¡Cosa bien rara! ¡Que la falta de los objetos sea sobra de
-inteligencia! Es ingeniosa inventiva, cauta, activa, perspicaz y un
-sentido de sentidos. En reconociéndole, dijo Critilo:</p>
-
-<p>¡Oh, cómo nos podemos juntar ambos! Huélgome de haberte<span
-class="pagenum" id="Page_172">p. 172</span> topado, que, aunque todo
-me suele venir mal, esta vez estoy de día. Contóle su tragedia en la
-corte.</p>
-
-<p>Eso creeré yo muy bien, dijo Egenio, que éste era su nombre y
-definición. Y aunque yo iba á la gran feria del mundo, publicada en los
-confines de la juventud y edad varonil, á aquel gran puerto de la vida;
-con todo, por servirte, vamos á la corte, que te aseguro de poner todos
-mis seis sentidos en buscarle y que, hombre ó bestia, que será lo más
-seguro, le hemos de descubrir.</p>
-
-<p>Entraron con toda atención buscándole, lo primero en aquellos
-cómicos corrales, vulgares plazas, patios y mentideros.
-
-<span class="sidenote"><i>Señores.</i></span>
-
-Encontraron luego unas grandes acémilas, atadas unas á otras, siguiendo
-la que venía detrás las mismas huellas de la que iba delante,
-sucediéndola en todo, muy cargadas de oro y plata, pero gimiendo bajo
-la carga, cubiertas con reposteros bordados de oro y seda y aun algunas
-de brocados. Tremolaban en las testeras muchas plumas, que hasta las
-bestias se honraban con ellas. Movían gran ruido de pretales.</p>
-
-<p>¿Si sería alguna destas?, dijo Critilo.</p>
-
-<p>De ningún modo, respondió Egenio: éstos son, digo eran, grandes
-hombres, gente de cargo y de carga. Y aunque los ves tan bizarros, en
-quitándoles aquellos ricos jaeces, parecen llenos de feísimas llagas de
-sus grandes vicios, que los cubría aquella argentada brillantez.</p>
-
-<p>¡Aguarda! ¿Si sería alguno destos otros, que van arrastrando
-carretas gruñidoras por lo villanas?</p>
-
-<p>Tampoco. Ésos tienen los ojos bajo las puntas y por eso sufren
-tanto.</p>
-
-<p>Allí parece que nos ha llamado un papagayo. ¿Si sería él?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Habladores.</i></span>
-
-No lo creas. Ése será algún lisonjero, que jamás dijo lo que sentía.
-Algún político destos que tienen uno en el pico y otro en el corazón.
-Algún hablador, que repite lo que le dijeron, destos que hacen del
-hombre y no lo son. Todos se visten de verde, esperando el premio de
-sus mentiras y lo consiguen de verdad.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_173">p. 173</span>¿Tampoco será aquel
-compuesto mojigato, que esconde uñas y ostenta barbas?</p>
-
-<p>Déstos hay muchos, dijo Egenio, que cazan á lo beato: no sólo cogen
-lo mal alzado, sino lo más guardado.
-
-<span class="sidenote"><i>Maldicientes.</i></span>
-
-Pero no juzguemos tan temerariamente, digamos que son gente de
-pluma.</p>
-
-<p>¿Y aquel perro viejo, que está allí ladrando?</p>
-
-<p>Aquél es un mal vecino, algún maldiciente, un émulo, un
-malintencionado, un melancólico, uno de los que pasan de los
-sesenta.</p>
-
-<p>Sé que no sería aquel jimio, que nos está haciendo gestos en aquel
-balcón.</p>
-
-<p>¡Oh gran hipócrita, que quiere parecer hombre de bien y no lo es!
-Algún hazañero, que suelen hacer mucho del hombre y son nada. El
-maestro de cuentos, licenciado de chiste, que como siempre están de
-burlas, nunca son hombres de veras, gente toda ésta de chanza y de poca
-sustancia.</p>
-
-<p>¿Qué tal sería, que estuviese entre los leones y tigres del
-Retiro?</p>
-
-<p>Dúdolo, que aquélla toda es gente de arbitrios y ejecuciones.</p>
-
-<p>¿Ni entre los cisnes de los estanques?</p>
-
-<p>Tampoco, que ésos son secretarios y consejeros, que, en cantando
-bien, acaban.</p>
-
-<p>Allí veo un animal inmundo, que pródigamente se está volcando en la
-hediondez de un asquerosísimo cenagal y él piensa que son flores.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Deshonestos.</i></span>
-
-Si alguno había de ser, era ése, respondió Egenio, que estos torpes y
-lascivos, anegados en la inmundicia de sus viles deleites, causan asco
-á cuantos hay y ellos tienen el cieno por cielo y, oliendo mal á todo
-el mundo, no advierten, antes tienen la hediondez por fragancia y el
-más sucio albañal por paraíso. Déjamelo reconocer de lejos. Ahora digo
-que no es él, sino un ricazo, que con su muerte ha de dar un buen día á
-los herederos y gusanos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_174">p. 174</span>¿Qué es posible, se
-lamentaba Critilo, que no le podamos hallar entre tantos brutos como
-vemos, entre tanta bestia como topamos?</p>
-
-<p>Ni arrastrando el coche de la ramera ni llevando en andas al que
-es más grande que él ni acuestas al más pesado ni al que va dentro de
-litera en mal latín y tan fuera della en buen romance ni acarreando
-inmundicia de costumbres.</p>
-
-<p>¿Qué es posible que tanto desfiguren un hombre estas cortesanas
-Circes? ¿Que así puedan dementar los hijos, haciendo perder el juicio
-á sus padres? ¿Que no se contenten con despojarlos de los arreos del
-cuerpo; sino de los del ánimo, quitándoles el mismo ser de personas?
-Y díme, Egenio amigo, cuando le hallásemos hecho un bruto, ¿cómo lo
-podríamos restituir á su primer ser de hombre?</p>
-
-<p>Ya que le topásemos, respondió. Que eso no sería muy dificultoso.
-Muchos han vuelto en sí perfectamente;
-
-<span class="sidenote"><i>Apuleyo.</i></span>
-
-aunque á otros siempre les queda algún resabio de lo que fueron.
-Apuleyo estuvo peor que todos y con la rosa del silencio curó.</p>
-
-<p>¡Gran remedio de necios! Si ya no es que, rumiados los materiales
-gustos y considerada su vileza, desengañan mucho al que los masca.</p>
-
-<p>Los camaradas de Ulises estaban rematadas fieras y, comiendo las
-raíces amargas del árbol de la virtud, cogieron el dulce fruto de ser
-personas. Daríamosle á comer algunas hojas del árbol de Minerva,
-
-<span class="sidenote"><i>Duque<br /> de Orleans.</i></span>
-
-que se halla muy estimado en los jardines del culto y erudito duque de
-Orleans. Y si no, las del moral prudente, que yo sé que presto volvería
-en sí y sería muy hombre.</p>
-
-<p>Habían dado cien vueltas con más fatiga, que fruto, cuando dijo
-Egenio:</p>
-
-<p>¿Sabes qué he pensado? Que vamos á la casa donde se perdió, que
-entre aquel estiércol habemos de hallar esta joya perdida.</p>
-
-<p>Fueron allá, entraron y buscaron.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_175">p. 175</span>¡Eh!, que es tiempo
-perdido, decía Critilo. Que ya yo le busqué por toda ella.</p>
-
-<p>Aguarda, dijo Egenio. Déjame aplicar mi sexto sentido, que es único
-remedio contra este sexto achaque.</p>
-
-<p>Advirtió, que de un gran montón de suciedad lasciva salía un humo
-muy espeso.</p>
-
-<p>Aquí, dijo, fuego hay.</p>
-
-<p>Y apartando toda aquella inmundicia moral, apareció una puerta de
-una horrible cueva. Abriéronla no sin dificultad y divisaron dentro á
-la confusa vislumbre de un infernal fuego muchos desalmados cuerpos,
-tendidos por aquellos suelos. Había mozos galanes de tan corto seso,
-cuan largo cabello. Hombres de letras; pero necios. Hasta viejos ricos
-tenían los ojos abiertos; mas no veían. Otros los tenían vendados con
-malpiadosos lienzos. En los más no se percibía otro que algún suspiro.
-Todos estaban dementados y adormecidos y tan desnudos, que aun una
-sábana no les había dejado siquiera para mortaja.</p>
-
-<p>Yacía en medio Andrenio, tan trocado, que el mismo Critilo, su
-padre, le desconocía. Arrojóse sobre él llorando y voceándole; pero
-nada oía. Apretábale la mano; mas no le hallaba ni pulso ni brío.
-Advirtió entre tanto Egenio que aquella confusa luz no era de antorcha,
-sino de una mano, que de la misma pared nacía, blanca y fresca,
-adornada de hilos de perlas, que costaron lágrimas á muchos, coronados
-los dedos de diamantes muy finos, á precio de falsedades. Ardían los
-dedos como candelas; aunque no tanto daban luz, cuanto fuego que
-abrasaba las entrañas.</p>
-
-<p>¿Qué mano de ahorcado es ésta?, dijo Critilo.</p>
-
-<p>No es sino del verdugo, respondió Egenio, pues ahoga y mata.</p>
-
-<p>Removióla un poco y al mismo punto comenzaron á rebullir ellos.</p>
-
-<p>Mientras ésta ardiere, no despertarán.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_176">p. 176</span>
-
-<span class="sidenote"><i>Alquitrán<br /> de amor.</i></span>
-
-Probóse á apagarla, alentando fuertemente; mas no pudo, que éste es el
-fuego de alquitrán, que con viento de amorosos suspiros y con agua de
-lágrimas más se aviva. El remedio fué echar polvo y poner tierra en
-medio. Con esto se estinguió aquel fuego más que infernal y al punto
-despertaron los que dormían valientemente, digo aquellos que por ser
-hijos de Marte son hermanos de Cupido. Los ancianos muy corridos,
-diciendo:</p>
-
-<p>¡Basta! Que este vil fuego de la torpeza no perdona ni verde ni
-seco.</p>
-
-<p>Los sabios, execrando su necedad, decían:</p>
-
-<p>¡Que Paris afrente á Palas! Era mozo, é ignorante. Pero ¡los
-entendidos! Ésa es doblada demencia.</p>
-
-<p>Andrenio entre los Benjamines de Venus malherido, atravesado el
-corazón de medio á medio, en reconociendo á Critilo se fué para él.</p>
-
-<p>¿Qué te parece?, le dijo éste. ¡Cuál te ha puesto una mala hembra!
-Sin hacienda, sin salud, sin honra y sin conciencia te ha dejado. Ahora
-conocerás lo que es.</p>
-
-<p>Aquí todos á porfía comenzaron á execrarla. Uno la llamaba Escila
-de marfil, otro Caribdis de esmeralda, peste afeitada, veneno en
-néctar.</p>
-
-<p>Donde hay juncos, decía uno, hay agua; donde humo, fuego y donde
-mujeres, demonios.</p>
-
-<p>¿Cuál es mayor mal que una mujer, decía un viejo, sino dos, porque
-es doblado?</p>
-
-<p>Basta que no tiene ingenio, sino para mal, decía Critilo. Pero
-Andrenio:</p>
-
-<p>Callad, les dijo, que con todo el mal, que me han causado, confieso
-que no las puedo aborrecer ni aun olvidar. Y os aseguro que de todo
-cuanto en el mundo he visto, oro, plata, perlas, piedras, palacios,
-edificios, jardines, flores, aves, astros, luna y el sol mismo, lo que
-más me ha contentado es la mujer.</p>
-
-<p>¡Alto!, dijo Egenio. Vamos de aquí, que ésta es la locura<span
-class="pagenum" id="Page_177">p. 177</span> sin cura y el mal, que yo
-tengo que decir de la mujer mala, es mucho. Doblemos la hoja para el
-camino.</p>
-
-<p>Salieron todos á la luz de dar en la cuenta, desconocidos de los
-otros, pero conocidos de sí. Encaminóse cada uno al templo de su
-escarmiento á dar gracias al noble desengaño, colgando en sus paredes
-los despojos del naufragio y las cadenas de su cautiverio.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_1_13">
- <h3 class="g1 ws1">CRISI XIII</h3>
- <p class="subh3c"><i>La feria de todo el mundo.</i></p>
-</div>
-
-<p>Contaban los antiguos que, cuando Dios crió al hombre, encarceló
-todos los males en una profunda cueva acullá lejos y aun quieren decir
-que en una de las Islas Fortunadas, de donde tomaron su apellido. Allí
-encerró las culpas y las penas, los vicios y los castigos, la guerra,
-la hambre, la peste, la infamia, la tristeza, los dolores, hasta la
-misma muerte. Encadenados todos entre sí y no fiando de tan horrible
-canalla, echó puertas de diamante con sus candados de acero. Entregó
-la llave al albedrío del hombre, para que estuviese más asegurado de
-sus enemigos y advirtiese que, si él no les abría, no podrían salir
-eternamente.</p>
-
-<p>Dejó, al contrario, libres por el mundo todos los bienes, las
-virtudes, los premios, las felicidades y contentos, la paz, la honra,
-la salud, la riqueza y la misma vida. Vivía con esto el hombre
-felicísimo.</p>
-
-<p>Pero duróle poco esta dicha. Que la mujer, llevada de su curiosa
-ligereza, no podía sosegar, hasta ver lo que había dentro de la fatal
-caverna. Cogióle un día, bien aciago para ella y para todos, el corazón
-al hombre y después la llave. Y sin más pensarlo, que la mujer primero
-ejecuta y después piensa, se fué resuelta á abrirla.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_178">p. 178</span>Al poner la llave
-aseguran se estremeció el universo. Corrió el cerrojo y al instante
-salieron de tropel todos los males, apoderándose á porfía de toda la
-redondez de la tierra.</p>
-
-<p>La Soberbia, como primera en todo lo malo, cogió la delantera.
-
-<span class="sidenote"><i>España.</i></span>
-
-Topó con España, primera provincia de la Europa. Parecióla tan de su
-genio, que se perpetuó en ella. Allí vive y allí reina con todos sus
-aliados, la estimación propia, el desprecio ajeno, el querer mandarlo
-todo y servir á nadie, hacer del don Diego y vengo de los godos, el
-lucir, el campear, el alabarse, el hablar mucho, alto y hueco, la
-gravedad, el fausto, el brío, con todo género de presunción: y todo
-esto desde el noble hasta el más plebeyo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Francia.</i></span>
-
-La Codicia, que la venía á los alcances, hallando desocupada la
-Francia, se apoderó de toda ella, desde la Gascuña hasta la Picardía.
-Distribuyó su humilde familia por todas partes: la miseria, el
-abatimiento de ánimo, la poquedad, el ser esclavos de todas las demás
-naciones, aplicándose á los más viles oficios, el alquilarse por un vil
-interés, la mercancía laboriosa, el andar desnudos y descalzos con los
-zapatos bajo el brazo, el ir todo barato con tanta multitud, finalmente
-el cometer cualquier bajeza por el dinero. Si bien dicen que la
-Fortuna, compadecida, para realzar tanta vileza, introdujo su nobleza;
-pero tan bizarra, que hacen dos extremos sin medio.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Italia.</i></span>
-
-El Engaño trascendió toda la Italia, echando hondas raíces en los
-italianos pechos: en Nápoles hablando y en Génova tratando. En toda
-aquella provincia está muy valida, con toda su parentela, la mentira,
-el embuste y el enredo, las invenciones, trazas, tramoyas: y todo ello
-dicen es política y tener brava testa.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>África.</i></span>
-
-La Ira echó por otro rumbo. Pasó al África y á sus islas adyacentes,
-gustando vivir entre alarbes y entre fieras.</p>
-
-<p>La Gula, con su hermana la Embriaguez, asegura la preciosa Margarita
-de Valois
-
-<span class="sidenote"><i>Alemania.</i></span>
-
-se sorbió toda la Alemania alta y baja, gustando y gastando en
-banquetes los días y las noches, las <span class="pagenum"
-id="Page_179">p. 179</span>haciendas y las conciencias. Aunque algunos
-no se han emborrachado sino una sola vez; pero les ha durado toda la
-vida. Devoran en la guerra las provincias, abastecen los campos. Y aun
-por eso formaba el emperador Carlos V de los alemanes el vientre de su
-ejército.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Inglaterra.</i></span>
-
-La Inconstancia aportó á la Inglaterra, la Simplicidad á Polonia, la
-Infidelidad á Grecia, la Barbaridad á Turquía, la Astucia á Moscovia,
-la Atrocidad á Suecia, la Injusticia á la Tartaria, las Delicias á la
-Persia, la Cobardía á la China, la Temeridad al Japón. La Pereza aun
-esta vez llegó tarde y, hallándolo todo embarazado, hubo de pasar á la
-América á morar entre los indios.</p>
-
-<p>La Lujuria, la nombrada, la famosa, la gentil pieza, como tan grande
-y tan poderosa, pareciéndola corta una sola provincia, se extendió por
-todo el mundo, ocupándolo de cabo á cabo. Concertóse con los demás
-vicios, aviniéndose tanto con ellos, que en todas partes está tan
-valida, que no es fácil averiguar en cuál más. Todo lo llena y todo lo
-inficiona.</p>
-
-<p>Pero como la mujer fué la primera con quien embistieron los males,
-todos hicieron presa en ella, quedando rebutida de malicia de pies á
-cabeza.</p>
-
-<p>Esto les contaba Egenio á sus dos camaradas, cuando, habiéndolos
-sacado de la corte por la puerta de la luz, que es el sol mismo,
-les conducía á la gran feria del mundo, publicada para aquel grande
-emporio, que divide los amenos prados de la juventud de las ásperas
-montañas de la edad varonil y donde de una y otra parte acudían ríos
-de gente, unos á comprar y otros á vender y otros á estarse á la mira,
-como más cuerdos.</p>
-
-<p>Entraron ya por aquella gran plaza de la conveniencia, emporio
-universal de gustos y de empleos, alabando unos lo que abominan otros.
-Así como asomaron por una de sus muchas entradas, acudieron á ellos dos
-corredores de oreja,
-
-<span class="sidenote"><i>Interés.</i></span>
-
-que dijeron ser filósofos, el uno de la una banda y el otro de la otra,
-que todo está dividido en pareceres. Díjoles Sócrates, así se llamaba
-el primero:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_180">p. 180</span>Venid á esta
-parte de la feria y hallaréis todo lo que hace al propósito para ser
-personas. Mas Simónides, que así se llamaba el contrario, les dijo:</p>
-
-<p>Dos estancias hay en el mundo, la una de la honra y la otra del
-provecho. Aquélla yo siempre la he hallado llena de viento y humo y
-vacía de todo lo demás; esta otra llena de oro y plata. Aquí hallaréis
-el dinero, que es un compendio de todas las cosas. Según esto, ved á
-quién habéis de seguir.</p>
-
-<p>Quedaron perplejos, altercando á qué mano echarían. Dividiéronse en
-pareceres, así como en afectos, cuando llegó un hombre, que lo parecía,
-aunque traía un tejo de oro en las manos y llegándose á ellos, les
-fué asiendo de las suyas y refregándolas en el oro, reconociéndola
-después.</p>
-
-<p>¿Qué pretende este hombre?, dijo Andrenio.</p>
-
-<p>Yo soy, respondió, el contraste de las personas, el quilatador de su
-fineza.</p>
-
-<p>¿Pues qué es de la piedra de toque?</p>
-
-<p>Ésta es, dijo señalando el oro.</p>
-
-<p>¿Quién tal vió?, replicó Andrenio. Antes el oro es el que se toca y
-se examina en la piedra Lidia.</p>
-
-<p>Así es; pero la piedra de toque de los mismos hombres es el oro.
-Á los que se les pega á las manos, no son hombres verdaderos; sino
-falsos. Y así al juez, que le hallamos las manos untadas, luego le
-condenamos de oidor á tocador. El prelado, que atesora los cincuenta
-mil pesos de renta, por bien que lo hable, no será él boca de oro; sino
-bolsa de oro. El cabo con cabos bordados y mucha plumajería,
-
-<span class="sidenote"><i>Don Claudio<br /> San Mauricio.</i></span>
-
-señal que despluma á los soldados y no los socorre, como el valiente
-borgoñón don Claudio San Mauricio. El caballero, que rubrica su
-ejecutoria con sangre de pobres en usuras, de verdad que no es hidalgo.
-La otra, que sale muy bizarra, cuando el marido anda deslucido, muy
-mal parece. Y en una palabra, todos aquellos, que yo hallo que no son
-limpios de manos, digo que no son hombres de bien. Y así tú, á quien
-se te ha pegado el oro, dejando el rastro en<span class="pagenum"
-id="Page_181">p. 181</span> ellas, dijo á Andrenio, cree que no lo
-eres: echa por la otra banda. Pero éste, señalando á Critilo, que no se
-le ha pegado ni queda señalado con el dedo, éste persona es: eche por
-la banda de la entereza.</p>
-
-<p>Antes, replicó Critilo, para que él lo sea también, importará me
-siga.</p>
-
-<p>Comenzaron á discurrir por aquellas ricas tiendas de la mano
-derecha. Leyeron un letrero, que decía:</p>
-
-<p>Aquí se vende lo mejor y lo peor.</p>
-
-<p>Entraron dentro y hallaron se vendían lenguas para callar, las
-mejores para mordérselas y que se pegaban al paladar. Un poco más
-adelante estaba un hombre, tan lejos de pregonar su mercadería, que por
-ademanes intimaba el silencio.</p>
-
-<p>¿Qué vende éste?, dijo Andrenio.</p>
-
-<p>Y él al punto puso el dedo índice en la boca.</p>
-
-<p>Pues deste modo, ¿cómo sabremos lo que vendes?</p>
-
-<p>Sin duda, dijo Egenio, que vende el callar.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Secreto.</i></span>
-
-Mercadería es bien rara y bien importante, dijo Critilo. Yo creí
-que se había acabado en el mundo. Ésta la deben traer de Venecia,
-especialmente el secreto, que acá no se coge. ¿Y quién le gasta?</p>
-
-<p>Eso estase dicho, respondió Andrenio: los anacoretas, los monjes,
-porque ellos saben lo que vale y aprovecha.</p>
-
-<p>Pues yo creo, dijo Critilo, que los más que lo usan no son los
-buenos; sino los malos. Los deshonestos callan, las adúlteras
-disimulan, los asesinos punto en boca, los ladrones entran con zapato
-de fieltro y así todos los malhechores.</p>
-
-<p>Ni aun ésos, replicó Egenio; que está ya el mundo tan rematado, que
-los que habían de callar, hablan más y hacen gala de sus ruindades.
-Veréis el otro, que funda su caballería en bellaquería, que no le
-agrada la torpeza, si no es descarada. El acuchillador se precia de que
-sus valentías den en rostro. El lindo, que se hable de sus cabellos. La
-otra, que se descuida<span class="pagenum" id="Page_182">p. 182</span>
-de sus obligaciones y sólo cuida de su <i>cara cara</i>, ostenta las galas
-cuando más la descomponen. El mal ladrón pretende cruz. Y el otro pide
-el título, que sea sobreescrito de sus bajezas. Deste modo todos los
-ruines son los más ruidosos.</p>
-
-<p>Pues, señores, ¿quién compra?</p>
-
-<p>El que apaña piedras, el que hace y no dice, el que hace su negocio
-y Harpocrato, á quien nadie reprende.</p>
-
-<p>Sepamos el precio, dijo Critilo: que querría comprar cantidad, que
-no sé si lo hallaremos en otra parte.</p>
-
-<p>El precio del silencio, les respondieron, es silencio también.</p>
-
-<p>¿Cómo puede ser eso, si lo que se vende es callar? ¿La paga cómo ha
-de ser?</p>
-
-<p>Callar.</p>
-
-<p>Muy bien. Que buen callar se paga con otro. Éste calla, porque aquél
-calle y todos dicen callar y callemos.</p>
-
-<p>Pasaron á una botica, cuyo letrero decía:</p>
-
-<p>Aquí se vende una quinta esencia de salud.</p>
-
-<p>¡Gran cosa!, dijo Critilo.</p>
-
-<p>Quiso saber qué era y dijéronle que la saliva del enemigo.</p>
-
-<p>Ésa, dijo Andrenio, llámola yo quinta esencia del veneno, más letal
-que el de los basiliscos. Más quisiera que me escupiera un sapo, que me
-picara un escorpión, que me mordiese una víbora. ¿Saliva del enemigo?
-¿Quién tal oyó? ¡Si dijera del amigo fiel y verdadero! Ésa sí que es
-remedio único de males.</p>
-
-<p>¡Eh!, que no lo entendéis, dijo Egenio. Harto más mal hace la
-lisonja de los amigos, aquella pasión con que todo lo hacen bueno,
-aquel afecto con que todo lo disimulan, hasta dar con un amigo enfermo
-en sus culpas, en la sepultura de su perdición. Creedme que el varón
-sabio más se aprovecha del licor amargo del enemigo bien alambicado,
-pues con él saca las manchas de su honra y los borrones de su fama.
-Aquel temor de que no lo sepan los émulos, que no se huelguen, hace á
-muchos contenerse á la raya de la razón.</p>
-
-<p>Llamáronlos de otra tienda á gran prisa, que se acababa la<span
-class="pagenum" id="Page_183">p. 183</span> mercancía y era verdad,
-porque era la ocasión. Y pidiendo el valor, dijeron:</p>
-
-<p>Ahora va de balde; pero después no se hallará un solo cabello por un
-ojo de la cara y menos la que más importa.</p>
-
-<p>Gritaba otro: Daos prisa á comprar, que mientras más tardáis, más
-perdéis y no podréis recuperarlo por ningún precio. Éste redimía
-tiempo.</p>
-
-<p>Aquí, decía otro, se da también de balde lo que vale mucho.</p>
-
-<p>¿Y qué es?</p>
-
-<p>El escarmiento.</p>
-
-<p>¡Gran cosa! ¿Y qué cuesta?</p>
-
-<p>Los necios le compran á su costa; los sabios á la ajena.</p>
-
-<p>¿Dónde se vende la experiencia?, preguntó Critilo. Que también vale
-mucho.</p>
-
-<p>Y señaláronle acullá lejos en la botica de los años.</p>
-
-<p>¿Y la amistad?, preguntó Andrenio.</p>
-
-<p>Ésa, señor, no se compra; aunque muchos la venden. Que los amigos
-comprados no lo son y valen poco.</p>
-
-<p>Con letras de oro, decía en una:</p>
-
-<p>Aquí se vende todo y sin precio.</p>
-
-<p>Aquí entro yo, dijo Critilo.</p>
-
-<p>Hallaron tan pobre al vendedor, que estaba desnudo y toda la tienda
-desierta: no se veía cosa en ella.</p>
-
-<p>¿Cómo dice esto con el letrero?</p>
-
-<p>Muy bien, respondió el mercader.</p>
-
-<p>¿Pues qué vendéis?</p>
-
-<p>Todo cuanto hay en el mundo.</p>
-
-<p>¿Y sin precio?</p>
-
-<p>Sí, porque con desprecio, despreciando cuanto hay, seréis señor de
-todo; y al contrario, el que estima las cosas no es señor dellas; sino
-ellas dél. Aquí el que da se queda con la cosa dada y le vale mucho, y
-los que la reciben quedan muy pagados con ella.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Cortesía.</i></span>
-
-Averiguaron era la cortesía y el honrar á todo el mundo.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_184">p. 184</span>Aquí se vende,
-preguntaba uno, lo que es proprio, no lo ajeno.</p>
-
-<p>¿Qué mucho es eso?, dijo Andrenio.</p>
-
-<p>Sí es. Que muchos os venderán la diligencia que no hacen, el favor
-que no pueden y, aunque pudieran, no lo hicieran.</p>
-
-<p>Fuéronse encaminando á una tienda, donde con gran cuidado los
-mercaderes los hicieron retirar y con cuantos llegaban hacían lo
-mismo.</p>
-
-<p>¿Ó vendéis, ó no?, dijo Andrenio. Nunca tal se ha visto, que el
-mismo mercader desvíe los compradores de su tienda. ¿Qué pretendéis con
-eso?</p>
-
-<p>Gritáronles otra vez que se apartasen y que comprasen de lejos.</p>
-
-<p>¿Pues qué vendéis aquí? Ó es engaño ó es veneno.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Estimación.</i></span>
-
-Ni uno ni otro; antes la cosa más estimada de cuantas hay, pues es la
-misma estimación, que, en rozándose, se pierde. La familiaridad la
-gasta y la mucha conversación la envilece.</p>
-
-<p>Según eso, dijo Critilo, la honra de lejos. Ningún profeta en su
-patria. Y si las mismas estrellas vivieran entre nosotros, á dos días
-perdieran su lucimiento. Por eso los pasados son estimados de los
-presentes y los presentes de los venideros.</p>
-
-<p>Aquélla es una rica joyería, dijo Egenio. Vamos allá. Feriaremos
-algunas piedras preciosas, que ya en ellas solas se hallan las virtudes
-y la fineza.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Duque de<br /> Villahermosa.</i></span>
-
-Entraron y hallaron en ella al discretísimo duque de Villahermosa, que
-estaba actualmente pidiendo al lapidario le sacase algunas de las más
-finas y de más estimación.</p>
-
-<p>Dijo que sí, que tenía algunas bien preciosas.</p>
-
-<p>Y cuando aguardaban todos algún cajón del Oriente, los diamantes al
-tope, las esmeraldas, que alegran por lo que prometen y todas por lo
-que dan, sacó un pedazo de azabache tan negro y tan melancólico, como
-él es, diciendo:</p>
-
-<p>Ésta, señor excelentísimo, es la piedra más digna de estimación
-de cuantas hay. Ésta la de mayor valor. Aquí echó la na<span
-class="pagenum" id="Page_185">p. 185</span>turaleza el resto, aquí el
-sol, los astros y los elementos se unieron en influir fineza.</p>
-
-<p>Quedaron admirados de oir tales exageraciones nuestros feriantes;
-pero callaban donde el discreto duque estaba y él les dijo:</p>
-
-<p>Señores, ¿qué es esto? ¿Éste no es un pedazo de azabache? ¿Pues qué
-pretende este lapidario con esto? ¿Tiénenos por indios?</p>
-
-<p>Ésta, volvió á decir el mercader, es más preciosa que el oro, más
-provechosa que los rubíes, más brillante que el carbunclo. ¿Qué tienen
-que ver con ella las margaritas? Ésta es la piedra de las piedras.</p>
-
-<p>Aquí, no pudiéndolo ya sufrir el de Villahermosa, le dijo:</p>
-
-<p>Señor mío, ¿éste no es un trozo de azabache?</p>
-
-<p>Sí señor, respondió él.</p>
-
-<p>¿Pues para qué tan exorbitantes encarecimientos? ¿De qué sirve
-esta piedra en el mundo? ¿Qué virtudes la han hallado hasta hoy? Ella
-no vale para alegrar la vista como las brillantes y transparentes ni
-aprovecha para la salud, porque no alegra como la esmeralda ni conforta
-como el diamante ni purifica como el zafir. No es contraveneno como la
-bezoar ni facilita el parto como la del águila ni quita dolor alguno.
-¿Pues de qué sirve, sino para hacer juguetes de niños?</p>
-
-<p>¡Oh, señor!, dijo el lapidario, perdone vuecencia: que no es sino
-para hombres y muy hombres, porque es la piedra filosofal, que enseña
-la mayor sabiduría y en una palabra muestra á vivir, que es lo que más
-importa.</p>
-
-<p>¿De qué modo?</p>
-
-<p>Echando una higa á todo el mundo y no dándosele nada de cuanto hay.
-No perdiendo el comer ni el sueño, no siendo tontos. Y eso es vivir
-como un rey, que es lo que aún no se sabe.</p>
-
-<p>Dádmela acá, dijo el duque, que la he de vincular en mi casa.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_186">p. 186</span>Aquí se vende,
-gritaba otro, un remedio único para cuantos males hay.</p>
-
-<p>Acudía tanta gente, que no cabían de pies; aunque sí de cabezas.
-Llegó impaciente Andrenio y pidió le diesen de la mercadería presto.</p>
-
-<p>Sí señor, le respondieron, que se conoce bien la habéis menester.
-Tened paciencia.</p>
-
-<p>Volvió de allí á poco á instar le diesen lo que pedía.</p>
-
-<p>¿Pues, señor, le dijo el mercader, ya no se os ha dado?</p>
-
-<p>¿Cómo dado?</p>
-
-<p>Sí, que yo lo he visto por mis ojos, dijo otro.</p>
-
-<p>Enfurecíase Andrenio negando.</p>
-
-<p>Dice verdad; aunque no tiene razón, respondió el mercader: que,
-aunque se le han dado, él no la ha tomado. Tened espera.</p>
-
-<p>Iba cargando la gente y el amo les dijo:</p>
-
-<p>Señores, servíos despejar y dar lugar á los que vienen, pues ya
-tenéis recado.</p>
-
-<p>¿Qué es esto?, replicó Andrenio. ¿Os burláis de nosotros? ¡Qué linda
-flema por cierto! Dadnos lo que pedimos y nos iremos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Sufrir.</i></span>
-
-Señor mío, dijo el mercader, andad con Dios, que ya os han
-dado recado y aun dos veces.</p>
-
-<p>¿Á mí?</p>
-
-<p>Sí, á vos.</p>
-
-<p>No me han dicho sino que tuviese paciencia.</p>
-
-<p>¡Oh, qué lindo!, dijo el mercader, dando una gran risada. Pues,
-señor mío, esa es la preciosa mercadería. Ésa es la que prestamos y
-ésa es el remedio único para cuantos males hay. Y quien no la tuviere,
-desde el rey hasta el roque, váyase del mundo. Tanto valí, cuanto
-sufrí.</p>
-
-<p>Aquí lo que se vende, decía otro, no hay bastante oro ni plata en el
-mundo para comprarlo.</p>
-
-<p>¿Pues quién feriará?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_187">p. 187</span>Quien no la pierda,
-respondieron.</p>
-
-<p>¿Y qué cosa es?</p>
-
-<p>La libertad.</p>
-
-<p>Gran cosa, aquello de no depender de voluntad ajena y más de un
-necio, de un modorro. Que no hay tormento como la imposición de hombres
-sobre las cabezas.</p>
-
-<p>Entró un feriante en una tienda y díjole al mercader le vendiese sus
-orejas. Riéronlo mucho todos; sino Egenio, que dijo:</p>
-
-<p>Es lo primero, que se ha de comprar. No hay mercadería más
-importante. Y pues habemos feriado lenguas para no hablar, compremos
-aquí orejas para no oir y unas espaldas de ganapán ó molinero.</p>
-
-<p>Hasta el mismo vender hallaron se feriaba, porque saber uno vender
-sus cosas vale mucho, que ya no se estima por lo que son, sino por
-lo que parecen. Los más de los hombres ven y oyen con ojos y oídos
-prestados: viven de información de ajeno gusto y juicio.</p>
-
-<p>Repararon mucho en que todos los famosos hombres del mundo, el mismo
-Alejandro en persona, que lo era,
-
-<span class="sidenote"><i>Señor<br /> don Juan<br /> de Austria.</i></span>
-
-dos Césares, Julio y Augusto y otros deste porte y de los modernos el
-invicto señor don Juan de Austria, frecuentaban mucho una botica en que
-no había letrero.</p>
-
-<p>Llevólos á ella su mucha curiosidad. Preguntaron á unos y á otros
-qué era lo que allí se vendía y nadie lo confesaba. Creció más su
-deseo. Advirtieron que los sabios y entendidos eran los mercaderes.</p>
-
-<p>Aquí gran misterio hay, dijo Critilo.</p>
-
-<p>Llegóse á uno y muy en secreto le preguntó qué era lo que allí se
-vendía.</p>
-
-<p>Respondióle: No se vende; sino que se da por gran precio.</p>
-
-<p>¿Qué cosa es?</p>
-
-<p>Aquel inestimable licor, que hace inmortales á los hombres, y
-entre tantos millares como ha habido y habrá los hace conoci<span
-class="pagenum" id="Page_188">p. 188</span>dos, quedando los demás
-sepultados en el perpetuo olvido, como si nunca hubiera habido tales
-hombres en el mundo.</p>
-
-<p>¡Preciosísima cosa!, exclamaron todos. ¡Oh qué buen gusto tuvieron
-Francisco I de Francia, Matías Corvino y otros! Decidnos, señor, ¿no
-habrá para nosotros siquiera una gota?</p>
-
-<p>Sí la habrá, con que deis otra.</p>
-
-<p>¿Otra, de qué?</p>
-
-<p>De sudor propio, que, tanto cuanto uno suda y trabaja, tanto se le
-da de fama y de inmortalidad.</p>
-
-<p>Pudo bien Critilo feriarla y así les dieron una redomilla de aquel
-eterno licor. Miróla con curiosidad y, cuando creyó sería alguna
-confección de estrellas ó alguna quinta esencia del lucimiento del sol
-y de trozos de cielo alambicados, halló era una poca tinta mezclada con
-aceite. Quiso arrojarla; pero Egenio le dijo:</p>
-
-<p>No hagas tal y advierte que el aceite de las vigilias de los
-estudiosos y la tinta de los escritores, juntándose con el sudor de los
-héroes y tal vez con la sangre de las heridas, fabrican la inmortalidad
-de su fama. Desta suerte la tinta de Homero hizo inmortal á Aquiles, la
-de Virgilio á Augusto, la propia á César, la de Horacio á Mecenas, la
-de Jovio al Gran Capitán, la de Pedro Mateo á Enrique IV de Francia.</p>
-
-<p>¿Pues cómo todos no procuran una excelencia como ésta?</p>
-
-<p>Porque no todos tienen esa dicha ni ese conocimiento.</p>
-
-<p>Vendía Tales Milesio obras sin palabras y decía que los hechos son
-varones y las palabras hembras.</p>
-
-<p>Horacio carecía especialmente de ignorancia y aseguraba ser la
-sabiduría primera.</p>
-
-<p>Pitaco, aquel otro sabio de la Grecia, andaba poniendo precios
-á todos y muy moderados, igualando las balanzas, y en todas partes
-encargaba su <i>Ne quid nimis</i>.</p>
-
-<p>Estaban muchos leyendo un gran letrero en una tienda, que decía:</p>
-
-<p>Aquí se vende el bien á mal precio.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_189">p. 189</span>Pero entraban
-pocos.</p>
-
-<p>No os espantéis, Egenio, que es mercadería poco estimada en el
-mundo.</p>
-
-<p>Entren los sabios, decía el mercader, que vuelven bien por mal y
-negocian con eso cuanto quieren.</p>
-
-<p>Aquí hoy no se fía, decía otro, ni aun del mayor amigo, porque
-mañana será enemigo.</p>
-
-<p>Ni se porfía, decía otro.</p>
-
-<p>Y aquí entraban poquísimos valencianos, como ni en las del
-secreto.</p>
-
-<p>Había al fin una tienda común, donde de todas las demás acudían
-á saber el valor y la estimación de todas las cosas. Y el modo de
-apreciarlas era bien raro, porque era hacerlas piezas, arrojarlas en
-un pozo, quemarlas y al fin perderlas. Y esto hacían aun de las más
-preciosas, como la salud, la hacienda, la honra y, en una palabra,
-cuanto vale.</p>
-
-<p>¿Esto es dar valor?, dijo Andrenio.</p>
-
-<p>Señor, sí, le respondieron: que hasta que se pierden las cosas, no
-se conoce lo que valen.</p>
-
-<p>Pasaron ya á la otra acera de la gran feria de la vida humana, á
-instancia de Andrenio y despechos de Critilo; pero muchas veces los
-sabios yerran, para que no revienten los necios. Había también muchas
-tiendas, pero muy diferentes, correspondiendo en emulación una de esta
-parte á la de la otra. Y así decía en la primera un letrero:</p>
-
-<p>Aquí se vende el que compra.</p>
-
-<p>Primera necedad, dijo Critilo.</p>
-
-<p>¡No sea maldad!, replicó Egenio.</p>
-
-<p>Iba ya á entrar Andrenio y detúvole, diciendo:</p>
-
-<p>¿Adónde caminas, que vas vendido?</p>
-
-<p>Miraron de lejos y vieron cómo se vendían unos á otros, hasta los
-mayores amigos.</p>
-
-<p>Decía en otra:</p>
-
-<p>Aquí se vende lo que se da.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_190">p. 190</span>Unos decían eran
-mercedes; otros, que presentes destos tiempos.</p>
-
-<p>Sin duda, dijo Andrenio, que aquí se da tarde, que es tanto como no
-dar.</p>
-
-<p>No será, sino que se pide lo que se da, replicó Critilo: que es muy
-caro lo que cuesta la vergüenza de pedir y mucho más el exponerse á un
-no quiero.</p>
-
-<p>Pero Egenio averiguó eran dádivas del villano mundo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Hacienda.</i></span>
-
-¡Oh, qué mala mercadería!, gritaba uno á una puerta.</p>
-
-<p>Y con todo eso no cesaban de entrar á porfía y los que salían todos
-decían:</p>
-
-<p>¡Oh, maldita hacienda! Si no la tenéis, causa deseo; si la tenéis,
-cuidado; si la perdéis, tristeza.</p>
-
-<p>Pero advirtieron había otra botica llena de redomas vacías, cajas
-desiertas, y con todo eso muy embarazada de gente y de ruido. Á este
-reclamo acudió luego Andrenio.</p>
-
-<p>Preguntó qué se vendía allí, porque no se veía cosa, y
-respondiéronle que viento, aire y aun menos.</p>
-
-<p>¿Y hay quien lo compre?</p>
-
-<p>Y quien gasta en ello todas sus rentas. Aquella caja está llena de
-lisonjas, que se pagan muy bien. En aquella redoma hay palabras, que
-se estiman mucho. Aquel bote es de favores, de que se pagan no pocos.
-Aquella arca grande está rellena de mentiras, que se despachan harto
-mejor que las verdades y más las que se pueden mantener por tres días y
-en tiempo de guerra, dice el italiano, bugia como terra.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Todo aire.</i></span>
-
-¡Hay tal cosa!, ponderaba Critilo. ¡Que haya quien compre el aire y se
-pague dél!</p>
-
-<p>¿Deso os espantáis?, le dijeron. ¿Pues en el mundo qué hay sino
-viento? El mismo hombre, quitadle el aire y veréis lo que queda. Aun
-menos que aire se vende aquí y muy bien se paga.</p>
-
-<p>Vieron que actualmente estaba un boquirrubio dando muchas y muy
-ricas joyas, galas y regalos, que siempre andan juntos, á un demonio
-de una fea, por quien andaba perdido. Y<span class="pagenum"
-id="Page_191">p. 191</span> preguntando qué le agradaba en ella
-respondió, que el airecillo.</p>
-
-<p>De modo, señor mío, dijo Critilo, ¿que aún no llega á ser aire y
-enciende tanto fuego?</p>
-
-<p>Estaba otro dando largos ducados, porque le matasen un contrario.</p>
-
-<p>¿Señor, qué os ha hecho?</p>
-
-<p>No ha llegado á tanto; hame dicho de suerte, que por una
-palabrilla...</p>
-
-<p>¿Y era afrentosa?</p>
-
-<p>No, pero el airecillo con que lo dijo me ofendió mucho.</p>
-
-<p>De modo, que aún no llega á ser aire lo que os cuesta tan caro á vos
-y á él.</p>
-
-<p>Gastaba un gran príncipe sus rentas en truhanes y bufones y decía
-que gustaba mucho de sus gracias y donaires.</p>
-
-<p>Desta suerte se vendían tan caros puntillos de honra, el modillo, el
-airecillo y el donaire.</p>
-
-<p>Pero lo que les espantó mucho fué ver una mujer tan fiera, que
-pasaba plaza de furia infernal, de harpía en arañar á cuantos llegaban
-á su tienda y gritaba:</p>
-
-<p>¿Quién compra? ¿Quién compra pesares, quebraderos de cabeza,
-quitasueños, rejalgares, malas comidas y peores cenas?</p>
-
-<p>Entraban ejércitos enteros y era lo malo que, haciendo alarde,
-salían pasando crujía y los que vivos,
-
-<span class="sidenote"><i>Marqués<br /> del Borro.</i></span>
-
-que eran bien pocos, salían corriendo sangre, más acribillados de
-heridas que un marqués del Borro. Y con verlos, no cesaban de entrar
-los que de nuevo venían.</p>
-
-<p>Estábase Critilo espantado, mirando tal atrocidad y díjole
-Egenio:</p>
-
-<p>Sabe que cuantos males hay le ponen algún cebillo al hombre para
-pescarle: la codicia oro, la lujuria deleites, la soberbia honras,
-la gula comidas, la pereza descansos; sólo la ira no da sino golpes,
-heridas y muertes y con todo eso tantos y tontos la compran tan
-cara.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_192">p. 192</span>Pregonaba uno: Aquí
-se venden esposas.</p>
-
-<p>Llegaban unos y otros, preguntando si eran de hierro ó mujeres.</p>
-
-<p>Todo es uno, que todas son prisiones.</p>
-
-<p>¿Y el precio?</p>
-
-<p>De balde y aun menos.</p>
-
-<p>¿Cómo puede ser menos?</p>
-
-<p>Sí, pues se paga porque las lleven.</p>
-
-<p>Sospechosa mercadería: ¿mujeres y pregonadas?, ponderó uno. Ésa
-no llevaré yo: la mujer, ni vista ni conocida; pero también será
-desconocida.</p>
-
-<p>Llegó uno y pidió la más hermosa. Diéronsela á precio de gran dolor
-de cabeza y añadió el casamentero:</p>
-
-<p>El primer día os parecerá bien á vos; todos los demás á los
-otros.</p>
-
-<p>Escarmentando otro, pidió la más fea.</p>
-
-<p>Vos la pagaréis con un continuo enfado.</p>
-
-<p>Convidábanle á un mozo que tomase esposa y respondió:</p>
-
-<p>Aún es temprano.</p>
-
-<p>Y un viejo: Ya es tarde.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Discreción.</i></span>
-
-Otro, que se picaba de discreción, pidió una que fuese entendida.
-Buscáronle una feísima, toda huesos y que todos le hablaban.</p>
-
-<p>Venga una, señor mío, que sea muy igual en todo, dijo un
-cuerdo: porque la mujer, me aseguran, es la otra mitad del
-hombre y que realmente antes eran una misma cosa entrambos;
-mas que Dios los separó, porque no se acordaban de su divina
-Providencia. Y que esta es la causa de aquella tan vehemente
-propensión, que tiene el hombre á la mujer, buscando su otra
-mitad.</p>
-
-<p>Casi tiene razón, dijeron; pero es cosa dificultosa hallarle á cada
-uno su otra mitad. Todas andan barajadas comúnmente. La del colérico
-damos al flemático, la del triste al alegre, la del hermoso al feo
-y tal vez la del mozo de veinte años al ca<span class="pagenum"
-id="Page_193">p. 193</span>duco de setenta: ocasión de que los más
-vienen arrepentidos.</p>
-
-<p>Pues eso, señor casamentero, dijo Critilo, no tiene disculpa, que
-bien conocida es la desigualdad de quince años á setenta.</p>
-
-<p>¿Qué queréis? Ellos se ciegan y lo quieren así.</p>
-
-<p>Pero ellas ¿cómo pasan por eso?</p>
-
-<p>Es, señor, que son niñas y desean ser mujeres y, si ellos caducan,
-ellas niñean. El mal es que, en no teniendo mocos, no gustan de
-gargajos. Mas eso no tiene remedio. Tomad ésta, conforme la deseáis.</p>
-
-<p>Miróla y halló que en todo era dos ó tres puntos más corta: en la
-edad, en la calidad, en la riqueza, en todo. Y reclamando no era tan
-ajustada como deseaba:</p>
-
-<p>Llevadla, dijo, que con el tiempo vendrá á ajustarse, que de otra
-manera pasaría y sería mucho peor. Y tened cuidado de no darla todo lo
-necesario, porque en teniéndolo, querrá lo superfluo.</p>
-
-<p>Fué alabado mucho uno, que diciéndole viese una, que había de ser su
-mujer, respondió que él no se casaba por los ojos, sino por los oídos.
-Y así llevó en dote la buena fama.</p>
-
-<p>Convidáronlos á la casa del buen gusto, donde había convitón.</p>
-
-<p>¿Será casa de gula?, dijo Andrenio.</p>
-
-<p>Sí será, respondió Critilo; pero los que entran parecen comedores y
-los que salen comidos.</p>
-
-<p>Vieron cosas raras: había sentado un gran señor, rodeado de
-gentileshombres enanos, entrometidos, truhanes, valientes y lisonjeros,
-que parecía el arca de las sabandijas.
-
-<span class="sidenote"><i>Príncipes.</i></span>
-
-Comió bien; pero echáronle la cuenta muy larga, porque dijeron comía
-cien mil ducados de renta. Él sin réplica, pasaba por ello. Reparó
-Critilo y dijo:</p>
-
-<p>¿Cómo puede ser esto? No ha comido la centésima parte de lo que
-dicen.</p>
-
-<p>Es verdad, dijo Egenio, que no los come; sino éstos que le van
-alrededor.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_194">p. 194</span>Pues, según eso,
-no digan que tiene el duque cien mil de renta, sino mil y los demás de
-dolor de cabeza.</p>
-
-<p>Había bravos papasales, otros que papaban viento y decían que
-engordaban; pero al cabo todo paraba en aire. Todo se lo tragaban
-algunos y otros todo se lo bebían. Muchos tragaban saliva y los más
-mordían cebolla y al cabo todos los que comían quedaban comidos hasta
-de los gusanos.</p>
-
-<p>En todas estas tiendas no feriaron cosa de provecho; sí en las otras
-de mano derecha, preciosos bienes, verdades de finísisimos quilates
-y sobre todo á sí mismos. Que el sabio consigo y Dios, tiene lo que
-basta.</p>
-
-<p>Desta suerte salieron de la feria, hablando cómo les había ido en
-ella. Egenio ya otro, porque rico trató de volver á su alojamiento, que
-en esta vida no hay casa propia. Critilo y Andrenio se encaminaron á
-pasar los puertos de la edad varonil en Aragón, de quien decía aquel su
-famoso rey que, en naciendo, fué destinado para dar tantos Santiagos
-y para ser conquistador de tantos reinos, comparando las naciones de
-España á las edades y que los aragoneses eran los varones.</p>
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_2">
- <hr class="chap" />
- <p><span class="pagenum" id="Page_195">p. 195</span></p>
- <p class="centra fs200 g1 ws1">EL CRITICÓN</p>
- <h2 class="nobreak peq ws1">SEGUNDA PARTE</h2>
- <p class="centra fs150 ws1">JUICIOSA CORTESANA FILOSOFÍA<br /> EN
- EL OTOÑO DE LA VARONIL EDAD</p>
- <hr class="chap" />
-</div>
-
-
-<div class="chapter pt3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_197">p. 197</span></p>
- <p class="centra fs90 ws1">AL SERENÍSIMO SEÑOR</p>
- <p class="centra fs140 g1 ws1">DON JUAN DE AUSTRIA</p>
-</div>
-
-<p>Serenísimo Señor:</p>
-
-<p>Arco vistoso y bienvisto el que tantas tempestades serena, brillante
-rayo del planeta cuarto y rayo ardiente de la guerra. Hoy en emulación
-de las aceradas hojas de Belona, siempre augustas, siempre victoriosas,
-en la hercúlea mano de V. A. llegan á tan florecientes plantas estas
-de Minerva, prometiéndose eternidades de seguridad á sombra de tan
-inmortal plausible lucimiento. De hojas á hojas va la competencia y
-no estraña, pues con igual felicidad suelen alternarse las fatigas de
-Palas valiente y las delicias de Palas estudiosa, y más en un César
-novel, gloria de Austria y blasón de España. La edad, Señor varonil,
-maldelineada en estos borrones, bienideada en los aciertos de la
-anciana juventud de V. A., vincula su patrocinio en quien toda la
-Monarquía Católica, su desempeño, inaugurando que quien, cuando había
-de ser joven, es tanto hombre, cuando llegue á ser hombre, será un
-jayán del valor, un héroe de la virtud y un fénix de la fama.</p>
-
-<div class="firma">
- <p class="centra"><span class="smcap">B. L. P. de V. A.</span></p>
- <p class="centra"><i>LORENZO GRACIÁN.</i></p>
-</div>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_2_1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_199">p. 199</span></p>
- <h3 class="g1 ws1">CRISI PRIMERA</h3>
- <p class="subh3c"><i>Reforma universal.</i></p>
-</div>
-
-<p>Renuncia el hombre inclinaciones de siete en siete años: ¡cuánto
-más alternará genios en cada una de sus cuatro edades! Comienza á
-medio vivir quien poco ó nada percibe. Ociosas pasan las potencias en
-la niñez, aun las vulgares; que las nobles sepultadas yacen en una
-puerilidad insensible, punto menos que bruto, aumentándose con las
-plantas y vegetándose con las flores.</p>
-
-<p>Pero llega el tiempo en que también el alma sale de mantillas:
-ejerce ya la vida sensitiva, entra en la jovial juventud, que de allí
-tomó apellido. ¡Qué sensual! ¡Qué delicioso! No atiende sino á holgarse
-el que nada entiende. No vaca al noble ingenio; sino al delicioso
-genio. Sigue sus gustos, cuando tan malo le tiene.</p>
-
-<p>Llega al fin, pues, siempre tarde á la vida racional y muy de
-hombre: ya discurre y se desvela.
-
-<span class="sidenote"><i>Empleos<br /> varoniles.</i></span>
-
-Y porque se reconoce hombre, trata de ser persona. Estima el ser
-estimado, anhela al valer, abraza la virtud, logra la amistad, solicita
-el saber, atesora noticias y atiende á todo sublime empleo.</p>
-
-<p>Acertadamente discurría quien comparaba el vivir del hombre al
-correr del agua, cuando todos morimos y como ella nos vamos deslizando.
-Es la niñez fuente risueña. Nace entre menudas arenas, que de los
-polvos de la nada se hacen los lodos del cuerpo. Sale tan clara como
-sencilla. Ríe lo que no murmu<span class="pagenum" id="Page_200">p.
-200</span>ra, bulle entre campanillas de viento, arrúllase entre
-pucheros y cíñese de verduras que la fajan.</p>
-
-<p>Precipítase ya la mocedad en un impetuoso torrente, corre, salta, se
-arroja y despeña, tropezando con las guijas, rifando con las flores. Va
-echando espumas, se enturbia y se enfurece.</p>
-
-<p>Sosiégase ya río en la varonil edad. Va pasando tan callado, cuan
-profundo, caudalosamente vagaroso. Todo es fondos, sin ruido. Dilátase
-espaciosamente grave, fertiliza los campos, fortalece las ciudades,
-enriquece las provincias y de todas maneras aprovecha.</p>
-
-<p>¡Mas ay! que al cabo viene á parar en el amargo mal de la vejez,
-abismo de achaques, sin que le falte una gota. Allí pierden los ricos
-sus bríos, su nombre y su dulzura. Va á orza el carcomido bajel,
-haciendo agua por cien partes y á cada instante zozobrando entre
-borrascas tan deshechas, que le deshacen, hasta dar al través con dolor
-y con dolores en el abismo de un sepulcro, quedando encallado en el
-perpetuo olvido.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Aragón,<br /> buena España.</i></span>
-
-Hallábanse ya nuestros dos peregrinos del vivir, Critilo y Andrenio,
-en Aragón, que los estranjeros llaman la buena España, empeñados en el
-mayor reventón de la vida. Acababan de pasar sin sentir, cuando con
-mayor sentimiento, los alegres prados de la juventud, lo ameno de sus
-verduras, lo florido de sus lozanías y, subiendo la trabajosa cuesta
-de la edad varonil, llena de asperezas, si no malezas, emprendían una
-montaña de dificultades.</p>
-
-<p>Hacíasele muy cuesta arriba á Andrenio, como á todos los que suben
-á la virtud, que nunca hubo altura sin cuesta. Iba afanando y aun
-sudando. Animábale Critilo con prudentes recuerdos y consolábale en
-aquella esterilidad de flores con la gran copia de frutos, de que se
-veían cargados los árboles. Pues tenían más que hojas, contando las
-de los libros. Subían tan altos, que les pareció señoreaban cuanto
-contiene el mundo, muy superiores á todo.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_201">p. 201</span>¿Qué te parece
-desta nueva región?, dijo Critilo. ¿No percibes qué aires estos tan
-puros?</p>
-
-<p>Así es, respondió Andrenio. Paréceme que ya llevamos otros aires.
-¡Qué buen puesto éste para tomar aliento y asiento! Que ya es tiempo de
-tenerle.</p>
-
-<p>Pusiéronse á contemplar lo que habían caminado hasta hoy.</p>
-
-<p>¿No atiendes qué de verduras dejamos atrás, tan pisadas, como
-pasadas? ¡Cuán bajo y cuán vil parece todo lo que habemos andado hasta
-aquí! Todo es niñería, respecto de la gran provincia que emprendemos.
-¡Qué humildes y qué bajas se reconocen todas las cosas pasadas! ¡Qué
-profundidad tan notable se advierte de aquí allá! Despeño sería querer
-volver á ellas. ¡Qué pasos tan sin provecho, cuantos habemos dado hasta
-hoy!</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Argos moral.</i></span>
-
-Esto estaban filosofando, cuando descubrieron un hombre, muy otro de
-cuantos habían topado hasta aquí, pues se estaba haciendo ojos para
-notarlos, que ya poco es ver. Fuése acercando y ellos advirtiendo que
-realmente venía todo rebutido de ojos de pies á cabeza y todos suyos y
-muy despiertos.</p>
-
-<p>¡Qué gran mirón es éste!, dijo Andrenio.</p>
-
-<p>No; sino prodigio de atenciones, respondió Critilo. Si él es hombre,
-no destos tiempos; y, si lo es, no es marido ni aun pastor ni trae
-cetro ni cayado. ¿Mas si sería Argos? Pero no, que ése fué del tiempo
-antiguo y ya no se usan semejantes desvelos.</p>
-
-<p>Antes sí, respondió el mismo: que estamos en tiempos, que es
-menester abrir el ojo y aun no basta; sino andar con cien ojos. Nunca
-fueron menester más atenciones, que cuando hay tantas intenciones: que
-ya ninguno obra de primera. Y advertid que de aquí adelante ha de ser
-el andar despabilados, que hasta ahora todos habéis vivido á ciegas y
-aun á dormidas.</p>
-
-<p>Dínos por tu vida, tú que ves por ciento y vives por otros tantos,
-¿guardas aún bellezas?</p>
-
-<p>¡Qué vulgaridad tan rancia!, respondió él. ¿Y quién me mete
-á mí en imposibles? Antes me guardo yo dellas y guardo á otros
-bienentendidos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_202">p. 202</span>Estaba atónito
-Andrenio, haciéndose ojos también ó en desquite ó en imitación.</p>
-
-<p>Y reparando en ellos Argos, le dijo:</p>
-
-<p>¿Ves ó miras? Que no todos miran lo que ven.</p>
-
-<p>Estoy, respondió, pensando de qué te pueden servir tantos ojos.
-Porque en la cara están en su lugar, para ver lo que pasa, y aun en el
-cerebro, para ver lo que pasó; ¿pero en los hombros á qué propósito?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Ojo á la carga<br /> y al cargo.</i></span>
-
-¡Qué bien lo entiendes!, dijo Argos. Éstos son más importantes, los que
-más estimaba don Fadrique de Toledo.</p>
-
-<p>¿Pues para qué valen?</p>
-
-<p>Para mirar un hombre la carga que se echa á cuestas y más si se casa
-ó se arrasa, al aceptar el cargo y entrar en el empleo. Ahí es el ver
-y tantear la carga, mirando y remirando, midiéndola con sus fuerzas,
-viendo lo que pueden sus hombros. Que el que no es un Atlante ¿para
-qué se ha de meter á sostener las estrellas? Y el otro, que no es un
-Hércules, ¿para qué se entremete á sustituto del peso de un mundo? Él
-dará con todo en tierra.</p>
-
-<p>¡Oh, si todos los mortales tuviesen destos ojos! Yo sé que no se
-echarían tan á carga cerrada las obligaciones, que después no pueden
-cumplir. Y así andan toda la vida gimiendo con la carga incomportable:
-el uno de un matrimonio, sin patrimonio; el otro del demasiado punto,
-sin coma; éste con el empeño en que se desempeña y aquél con el honor,
-que es horror. Estos ojos humerales abro yo primero muy bien, antes de
-echarme la carga á cuestas; que el abrirlos después no sirve sino para
-la desesperación ó para el llanto.</p>
-
-<p>¡Oh, cómo tomaría yo otros dos, dijo Critilo, no sólo para no cargar
-de obligaciones, pero ni aun encargarme de cosa alguna, que abrume la
-vida y haga sudar la conciencia!</p>
-
-<p>Yo confieso, que tienes razón, dijo Andrenio, y que están bien los
-ojos en los hombros, pues todo hombre nació para la carga.
-
-<span class="sidenote"><i>Ojo al arrimo.</i></span>
-
-<span class="pagenum" id="Page_203">p. 203</span>Pero díme: esos,
-que llevas en las espaldas ¿para qué pueden ser buenos? Si ellas de
-ordinario están arrimadas ¿de qué sirven?</p>
-
-<p>Y aun por eso, respondió Argos: para que miren bien dónde se
-arriman. ¿No sabes tú que casi todos los arrimos del mundo son falsos,
-chimeneas tras tapiz, que hasta los parientes falsean y se halla
-peligro en los mismos hermanos? Maldito el hombre, que confía en otro,
-y sea quien fuere. ¿Qué digo amigos y hermanos? De los mismos hijos
-no hay que asegurarse y necio del padre, que en vida se despoja. No
-decía del todo mal quien decía que vale más tener que dejar en muerte
-á los enemigos, que pedir en vida á los amigos. Ni aun en los mismos
-padres hay que confiar, que algunos han echado dado falso á los hijos y
-¡cuántas madres hoy venden las hijas!</p>
-
-<p>Hay gran cogida de falsos amigos y poca acogida en ellos. Ni hay
-otra amistad, que dependencia. Á lo mejor falsean y dejan á un hombre
-en el lugar, en que ellos le metieron. ¿Qué importa que el otro os haga
-espaldas en el delito, si no os hace cuello después en el degüello?</p>
-
-<p>Buen remedio, dijo Critilo, no arrimarse á cabo alguno, estarse
-solo, vivir á lo filósofo y á lo feliz.</p>
-
-<p>Rióse Argos y dijo:</p>
-
-<p>Si un hombre no busca algún arrimo, todos le dejarán estar y no
-vivir. Ningunos más arrimados hoy que los que no se arriman. Aunque sea
-un gigante en méritos, le echarán á un rincón.
-
-<span class="sidenote"><i>Don Miguel<br /> de Escartín.</i></span>
-
-Así puede ser más benemérito que nuestro obispo de
-Barbastro, más hombre de bien que el mismo patriarca, más
-valiente que Domingo de Eguía, más docto que el cardenal de
-Lugo: nadie se acordará dél. Y aun por eso, toda conclusión
-se arrima á buen poste y todo jubileo á buena esquina. Creedme
-que importan mucho estas atenciones respaldares.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Ojo político.</i></span>
-
-Ésos sean los mismos, dijo Andrenio, y no los de las rodillas. Desde
-ahora los renuncio allí. ¿Y para qué, sino para cegarse con el polvo y
-quedar estrujados en el suelo?</p>
-
-<p>¡Qué mal lo discurres!, respondió Argos. Ésos son hoy los<span
-class="pagenum" id="Page_204">p. 204</span> prácticos. Porque más
-político es mirar un hombre á quién se dobla, á quién hinca la rodilla,
-qué numen adora, quién ha de hacer el milagro. Que hay imágenes viejas,
-de adoración pasada, que no se les hace ya fiesta, figura del descarte,
-barajadas de la fortuna. Estos ojos son para brujulear quién triunfa,
-para hacerse hombre, ver quién vale y ha de valer.</p>
-
-<p>De verdad, que no me desagradan, dijo Critilo, y que en las cortes
-me dicen se estiman harto. Por no tener yo otros como ellos, voy
-siempre rodando. Esta mi entereza me pierde.</p>
-
-<p>Una cosa no me puedes negar, replicó Andrenio: que los ojos en las
-espinillas no sirven sino para lastimarse. Señor, en los pies están en
-su lugar, para ver un hombre dónde los tiene, dónde entra y sale, en
-qué pasos anda; pero en las piernas ¿para qué?</p>
-
-<p>¡Oh, sí! Para no echarlas ni hacerlas con el poderoso, con el
-superior. Atienda el sagaz con quién se toma, mire con quién las ha
-y, en reconociéndole la cuesta, no parta peras con él, cuanto menos
-piedras. Si éstos hubiera tenido aquel hijo del polvo, no se hubiera
-metido entre los brazos de Hércules, nunca hubiera luchado con él.
-Ni los rebeldes titanes se hubieran atrevido á descomponerse con
-el Júpiter de España. Que estas necias temillas tienen abrumados á
-muchos.</p>
-
-<p>Prométoos que para poder vivir es menester armarse un hombre de
-pies á cabeza, no de ojetes, sino de ojazos, muy despiertos. Ojos en
-las orejas para descubrir tanta falsedad y mentira. Ojos en las manos
-para ver lo que da y mucho más lo que toma. Ojos en los brazos para no
-abarcar mucho y apretar poco. Ojos en la misma lengua para mirar muchas
-veces lo que ha de decir uno. Ojos en el pecho para ver en qué lo ha
-de tener. Ojos en el corazón, atendiendo á quién le tira ó le hace
-tiro. Ojos en los mismos ojos para mirar cómo miran. Ojos y más ojos y
-reojos, procurando ser Elmirante en un siglo tan Adelantado.</p>
-
-<p>¿Qué hará, ponderaba Critilo, quien no tiene sino dos y ésos<span
-class="pagenum" id="Page_205">p. 205</span> nunca bien abiertos,
-
-<span class="sidenote"><i>Hércules<br /> de Austria.</i></span>
-
-llenos de legañas y mirando aniñadamente con dos niñas? ¿No nos
-venderías, que ya nadie da, si no es el señor don Juan de Austria, un
-par désos, que te sobran?</p>
-
-<p>¿Qué es sobrar?, dijo Argos. De mirar nunca hay harto. Á más de que
-no hay precio para ellos; sólo uno y ese es un ojo de la cara.</p>
-
-<p>¿Pues qué ganaría yo en eso?, replicó Critilo.</p>
-
-<p>Mucho, respondió Argos. El mirar con ojos ajenos, que es una gran
-ventaja; sin pasión y sin engaño, que es el verdadero mirar. Pero
-vamos, que yo os ofrezco que, antes que nos dividamos, habéis de lograr
-otros tantos como yo. Que también se pegan, como el entendimiento,
-cuando se trata con quien le tiene.</p>
-
-<p>¿Dónde nos quieres llevar?, preguntó Critilo, ¿y qué haces aquí, en
-esta plaga del mundo, que todo él se compone de plagas?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Puerto<br /> y puerta<br /> de la
-vida.</i></span>
-
-Soy guarda, respondió, en este puerto de la vida, tan dificultoso, cuan
-realzado: pues comenzándole todos á pasar mozos, se hallan al cabo
-hombres. Aunque no lo sienten tanto como las hembras, con que de mozas,
-que antes eran, se hallan después dueñas; mas ellas reniegan de tanta
-autoridad. Y ya que no tienen remedio, buscan consuelo en negar. Y es
-tal su pertinacia, que estarán muchas canas de la otra parte y porfían
-que comienzan ahora á vivir. Pero callemos, que lo han hecho crimen de
-descortesía y dicen: más querríamos nos desañasen, que desengañasen.</p>
-
-<p>¿De modo, dijo Critilo, que eres guarda de hombres?</p>
-
-<p>Sí y muy hombres: de los viandantes. Porque ninguno pase mercaderías
-de contrabando de la una provincia á la otra. Hay muchas cosas
-prohibidas, que no se pueden pasar de la juventud á la virilidad.
-Permítense en aquélla y en ésta están vedadas so graves penas. Á más de
-ser toda mala mercadería y perdida por ser mala hacienda. Cuéstales á
-algunos muy cara la niñería. Porque hay pena de infamia y tal vez de la
-vida, especialmente<span class="pagenum" id="Page_206">p. 206</span>
-si pasan deleites y mocedades.
-
-<span class="sidenote"><i>Costumbres de<br /> contrabando.</i></span>
-
-Para obviar este daño tan pernicioso al género humano, hay guardas
-muy atentas, que corren todos estos parajes, cogiendo los que andan
-descaminados. Yo soy sobre todos y así os aviso que miréis bien si
-lleváis alguna cosa, que no sea muy de hombres, y la depongáis. Porque,
-como digo, á más de ser cosa perdida, quedaréis afrentados, cuando
-seáis reconocidos. Y advertid que, por más escondida que la llevéis, os
-la han de hallar. Que del mismo corazón redundará luego á la boca y los
-colores al rostro.</p>
-
-<p>Demudóse Andrenio. Mas Critilo, por desmentir indicios, mudó de
-plática y dijo:</p>
-
-<p>En verdad, que no es tan áspera la subida, como habíamos concebido.
-Siempre se adelanta la imaginación á la realidad. ¡Qué sazonados están
-todos estos frutos!</p>
-
-<p>Sí, respondió Argos: que aquí todo es madurez. No tienen aquella
-acedía de la juventud, aquel desabrimiento de la ignorancia, lo insulso
-de su conversación, lo crudo de su mal gusto.
-
-<span class="sidenote"><i>Hombre<br /> en su punto.</i></span>
-
-Aquí ya están en su punto, ni tan pasados como en la vejez ni tan
-crudos como en la mocedad; sino en un buen medio.</p>
-
-<p>Topaban muchos descansos, con sus asientos bajo de frondosos morales
-muy copados, cuyas hojas, según decía Argos, hacen sombra saludable y
-de gran virtud para las cabezas, quitándoles á muchos el dolor della.
-Y aseguraban haberlos plantado algunos célebres sabios, para alivio en
-el cansado viaje de la vida. Pero lo más importante era que á trechos
-hallaban algún refresco de saber, confortativos de valor, que se decía
-haberlos fundado allí á costa de su sudor algunos varones singulares,
-dotándolos de renta de doctrina. Y así en una parte les brindaron
-quintas esencias de Séneca, en otras divinidades de Platón, néctares
-de Epicuro y ambrosías de Demócrito y de otros muchos autores sacros
-y profanos, con que cobraban, no sólo aliento, pero mucho ser de
-personas, adelantándose á todos los demás.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Aduana<br /> de vida.</i></span>
-
-Al sublime centro habían llegado de aquellas eminencias, cuando
-descubrieron una gran casa labrada, más de provecho,<span
-class="pagenum" id="Page_207">p. 207</span> que de artificio. Y,
-aunque muy capaz, nada suntuosa. De profundos cimientos, asegurando
-con firmes estribos las fuertes paredes. Mas no por eso se empinaba
-ni poblaba el aire de castillos ni de torres. No brillaban chapiteles
-ni andaban rodando las giraldas. Todo era á lo macizo, de piedras
-sólidas y cuadradas, muy á machamartillo. Y aunque tenía muchas vistas
-con ventanas y claraboyas á todas luces; pero no tenía reja alguna ni
-balcón. Porque entre hierros, aunque dorados, se suelen forjar los
-mayores y aun ablandarse los pechos más de bronce.</p>
-
-<p>El sitio era muy esento, señoreando cuanto hay á todas partes y
-participando de todas luces, que ninguna aborrece. Lo que más la
-ilustraba eran dos puertas grandes y siempre patentes: la una al
-oriente de donde se viene y la otra al ocaso donde se va. Y aunque
-ésta parecía falsa, era la más verdadera y la principal. Por aquélla
-entraban todos y por ésta salían algunos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Transformaciones<br /> de la edad.</i></span>
-
-Causóles aquí estraña admiración ver cuán mudados salían los pasajeros
-y cuán otros de lo que entraban, pues totalmente salían diferentes
-de sí mismos. Así lo confesó uno á la que le decía: Yo soy aquélla,
-respondiéndole: Yo no soy aquél.</p>
-
-<p>Los que entraban risueños, salían muy pensativos; los alegres,
-melancólicos; ninguno se reía. Todo era autoridad. Y así los
-muy ligeros antes, ahora procedían graves; los bulliciosos, pausados;
-los flacos, que en cada ocasión daban de ojos, ahora en
-la cuenta; pisando firme los que antes de pie quebrado; los livianos,
-muy sustanciales. Estaba atónito Andrenio, viendo tal
-novedad y tan impensada mudanza.</p>
-
-<p>Aguarda, dijo: aquel que sale hecho un Catón ¿no era poco
-ha un chisgaravís?</p>
-
-<p>El mismo.</p>
-
-<p>¡Hay tal transformación!</p>
-
-<p>¿No veis aquel, que entraba saltando y bailando á la francesa, cómo
-sale muy tétrico y muy grave á la española? Pues aquel otro sencillo
-¿notáis qué doblado y qué cauto se muestra?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_208">p. 208</span>Aquí, dijo
-Andrenio, alguna Circe habita, que así transforma las gentes. ¿Qué
-tienen que ver con éstas todas las metamorfosis, que celebra Ovidio?
-Mirad aquel, que entró hecho un Claudio emperador, cuál sale hecho un
-Ulises.
-
-<span class="sidenote"><i>Madurez varonil.</i></span>
-
-Todos se movían antes con ligera facilidad, y ahora proceden con maduro
-juicio. Hasta el color sacan, no sólo alterado, pero mudado.</p>
-
-<p>Y realmente era así, porque vieron entrar un boquirrubio y salió
-luego barbinegro. Los colorados, pálidos; convertidas las rosas en
-retamas. Y en una palabra, todos trocados de pies á cabeza, pues ya no
-movían ésta con ligereza á un lado ni á otro; sino que la tenían tan
-quieta, que parecía haberles echado á cada uno una libra de plomo en
-ella. Los ojos altaneros, muy mesurados. Asentaban el pie, no jugando
-del brazo. La capa sobre los hombros muy á lo chapado.</p>
-
-<p>No es posible sino que aquí hay algún encanto, repetía Andrenio.
-Aquí algún misterio hay. ¿Ó esos hombres se han casado, según salen
-pensativos?</p>
-
-<p>¿Qué mayor encanto, dijo Argos, que treinta años á cuestas? Ésta es
-la transformación de la edad. Advertid que en tan poca distancia, como
-hay de la una puerta á la otra, hay treinta leguas de diferencia, no
-menos, que de ser mozo á ser hombre. Éste es el pasadizo de la juventud
-á la varonil edad.</p>
-
-<p>En aquella primera puerta dejan la locura, la liviandad, la
-ligereza, la facilidad, la inquietud, la risa, la desatención, el
-descuido con la mocedad. Y en esta otra cobran el seso, la gravedad, la
-severidad, el sosiego, la pausa, la espera, la atención y los cuidados
-con la virilidad.</p>
-
-<p>Y así veréis que aquel, que hablaba de taravilla, ahora tan espacio,
-que parece que da audiencia. Pues aquel otro, que le iba chapeando
-el seso, mirad qué chapado sale. El otro con sus cascos de corcho
-qué sustancial se muestra. ¿No atendéis á aquel tan medido en sus
-acciones, tan comedido en sus palabras? Éste era aquel casquilucio.
-Tened cuenta cuál entra aquel con sus pies de pluma; veréis luego cuál
-saldrá con pies de<span class="pagenum" id="Page_209">p. 209</span>
-plomo. ¿No veis cuántos valencianos entran y qué de aragoneses salen?
-Al fin, todos muy otros de sí mismos, cuando más vuelven en sí. Su
-andar pausado, su hablar grave, su mirar compuesto y que compone, y su
-proceder concertado, que cada uno parece un Chumacero.</p>
-
-<p>Dábales ya prisa Argos que entrasen y ellos:</p>
-
-<p>Dínos primero ¿qué casa es ésta tan cara?</p>
-
-<p>Ésta es, respondió, la aduana general de las edades. Aquí comparecen
-todos los pasajeros de la vida y aquí manifiestan la mercadería que
-pasan, averíguase de dónde vienen y dónde van á parar.</p>
-
-<p>Entraron dentro y hallaron un areópago, porque era presidente el
-Juicio, un gran sujeto, asistiéndole el Consejo muy hombre, el Modo muy
-bienhablado, el Tiempo de grande autoridad, el Cierto de mucha cuenta,
-el Valor muy ejecutivo y así otros grandes personajes. Tenía delante un
-libro abierto de cuenta y razón, cosa que se hizo muy nueva á Andrenio,
-como á todos los de su edad y que pasan á ser gente de veras.
-
-<span class="sidenote"><i>Examen<br /> de personas.</i></span>
-
-Llegaron á tiempo que actualmente estaban examinando á unos viandantes
-de qué tierra venían.</p>
-
-<p>Con razón, dijo Critilo, porque della venimos y á ella volvemos.</p>
-
-<p>Sí, dijo otro, que sabiendo dónde venimos, sabremos mejor dónde
-vamos.</p>
-
-<p>Muchos no atinaban á responder: que los más no daban razón de sí
-mismos. Y así, preguntándole á uno dónde caminaba, respondió que adonde
-le llevaba el tiempo, sin cuidarse más que de pasar y hacer tiempo.</p>
-
-<p>Vos le hacéis y él os deshace, dijo el presidente.</p>
-
-<p>Y remitióle á la reforma de los que hacen número en el mundo.</p>
-
-<p>Respondió otro que él pasaba adelante, por no poder volver atrás.</p>
-
-<p>Los más decían que porque los habían echado, con harto do<span
-class="pagenum" id="Page_210">p. 210</span>lor de su corazón, de los
-floridos países de su mocedad; que, si eso no fuera, toda la vida
-se estuvieran con gusto, dándose verdes de mocedades. Y á éstos los
-remitieron á la reforma de aniñados.</p>
-
-<p>Estábase lamentando un príncipe de verse así tan adelante y á
-su antecedente tan atrás. Porque hasta entonces, divertido con los
-pasatiempos de la mocedad, no había pensado en ser algo; pero, aquellos
-ya acabados, le daba gran pena ver que le sobraban años y le faltaban
-empleos. Remitiéronle á la reforma de la espera, si no quería reinar
-por falto, que era despeñarse.</p>
-
-<p>En busca de la honra dijeron algunos que iban, muchos tras el
-interés y muy pocos los que á ser personas; aunque fueron oídos de
-todos con aplauso y de Critilo con observación.</p>
-
-<p>Llegaron en esto las guardas con una gran tropa de pasajeros, que
-los habían cogido descaminados. Mandaron fuesen luego reconocidos
-por la Atención y el Recato y que les escudriñasen cuanto llevaban.
-Topáronle al primero no sé qué libros y algunos muy metidos en los
-senos.</p>
-
-<p>Leyeron los títulos y dijeron ser todos prohibidos por el Juicio,
-contra las pragmáticas de la prudente Gravedad, pues eran de novelas y
-comedias.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Reforma<br /> de libros.</i></span>
-
-Condenáronlos á la reforma de los que sueñan despiertos. Y los libros
-mandaron se les quitasen á hombres que lo son y se relajasen á los
-pajes y doncellas de labor. Y generalmente todo género de poesía en
-lengua vulgar, especialmente burlesca y amorosa, letrillas, jácaras,
-entremeses, follaje de primavera, se entregaron á los pisaverdes.</p>
-
-<p>Lo que más admiró á todos fué que la misma Gravedad en persona
-ordenó seriamente que de treinta años arriba ninguno leyese ni recitase
-coplas ajenas, mucho menos propias ó como suyas, so pena de ser
-tenidos por ligeros, desatentos ó versificantes. Lo que es leer algún
-poeta sentencioso, heroico, moral y aun satírico, en verso grave, se
-les permitió á algunos de mejor gusto, que autoridad, y esto en sus
-retretes, sin testigos, ha<span class="pagenum" id="Page_211">p.
-211</span>ciendo el descomido de tales niñerías; pero allá á
-escondidas, chupándose los dedos. El que quedó muy corrido fué uno, á
-quien le hallaron un libro de caballerías.</p>
-
-<p>Trasto viejo, dijo la Atención, de alguna barbería.</p>
-
-<p>Afeáronsele mucho y le constriñeron lo restituyese á los escuderos
-y boticarios. Mas los autores de semejantes disparates, á locos
-estampados.</p>
-
-<p>Replicaron algunos que para pasar el tiempo se les diese facultad
-de leer las obras de algunos otros autores, que habían escrito contra
-estos primeros, burlándose de su quimérico trabajo, y respondióles la
-Cordura que de ningún modo, porque era dar de lodo en el cieno y había
-sido querer sacar del mundo una necedad con otra mayor.</p>
-
-<p>En lugar de tanto libro inútil, ¡Dios se lo perdone al inventor de
-la estampa!, ripio de tiendas y ocupación de legos, les entregaron
-algunos Sénecas, Plutarcos, Epictetos y otros, que supieron hermanar la
-utilidad con la dulzura.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Polilla<br /> del tiempo.</i></span>
-
-Acusaron éstos á otros, que no menos ociosos y más perniciosos, se
-habían jugado el sol y quedado á la luna, diciendo que para pasar el
-tiempo. Como si él no los pasase á ellos y como si el perderlo fuera
-pasarlo.</p>
-
-<p>De hecho le hallaron á uno una baraja. Mandaron al punto quemar
-las cartas, por el peligro del contagio, sabiendo que barajas
-ocasionan barajas y de todas maneras empeños, barajando la atención,
-la reputación, la modestia, la gravedad y tal vez la alma. Mas al que
-se los hallaron, con todos los tahures, hasta los cuartos, que es la
-cuarta generación, les barajaron las haciendas, las casas, la honra, el
-sosiego para toda la vida.</p>
-
-<p>En medio desta suspensión y silencio se le oyó silbar á uno, cosa
-que escandalizó mucho á todos los circunstantes y más á los españoles.
-Y averiguada la desatención, hallaron había sido un francés y le
-condenaron á nunca estar entre personas.</p>
-
-<p>Más les ofendió un sonsonete, como de guitarra, instrumento<span
-class="pagenum" id="Page_212">p. 212</span> vedado so graves penas
-de la Cordura. Y así refieren que dijo el Juicio, en sintiendo las
-cuerdas:</p>
-
-<p>¿Qué locura es ésta? ¿Estamos entre hombres ó entre barberos?</p>
-
-<p>Hízose averiguación de quién la tañía y hallaron era un portugués. Y
-cuando creyeron todos le mandarían dar un trato de cuerda, oyeron que
-le rogaban, que á los tales se les ruega, tañese algún son moderno y
-lo acompañase con alguna tonadilla. Con harta dificultad lo recabaron
-y con mayor después que cesase. Gustaron mucho, aun los más serios
-ministros de la reforma humana. Y generalmente se les mandó á todos
-los que pasan de mozos á hombres que de allí adelante ninguno tañese
-instrumento ni cantase; pero que bien podían oir tañer y cantar, que es
-más gusto y más decoro.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Enamorado,<br /> mozo ó loco.</i></span>
-
-Iban con tanto rigor en esto de reconocer los humanos pasajeros, que
-llegaron las guardas á desnudar algunos de los sospechosos. Cogiéronle
-á uno un retrato de una dama, ahorcado de un dogal de nácar. Quedó él
-tan perdido, cuan escandalizados todos los cuerdos. Que aun de mirar
-el retrato no se dignaron; sino lo que bastó para dudar cuál era la
-pintada, ésta ó aquélla.</p>
-
-<p>Reparó una de las guardas y dijo:</p>
-
-<p>Éste ya yo le he quitado á otro y no ha muchos días.</p>
-
-<p>Mandáronle sacar y hallaron una docena dellos.</p>
-
-<p>Basta, dijo el presidente: que una loca hace ciento. Recójanlos como
-moneda falsa, doblones de muchas caras.</p>
-
-<p>Y á él le intimaron que ó menos barbas ó menos figurerías y que esto
-de trillar la calle, dar vueltas, comer hierro, apuntalar esquinas,
-deshollinar balcones, lo dejasen para los Adonis boquirrubios.</p>
-
-<p>El que causó mucha risa fué uno, que llegó con un ramo en la mano
-y, averiguando que no era médico ni valenciano, sino pisaverde, le
-atropelló la Atención, diciéndole era ramo de locura, tablilla de
-mesón, vacío de seso.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_213">p. 213</span>Vieron uno, que
-no miraba á los otros y sin ser tosco tenía fijos los ojos en el
-sombrero.</p>
-
-<p>Pues no será de corrido, dijo la Sagacidad.</p>
-
-<p>Y en sospechas de liviandad, llegaron á reconocerle y le hallaron
-un espejillo, clavado en la copa del sombrero y por cosa cierta
-averiguaron era primo loco, sucesor de Narciso.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Traje, corteza<br /> del ánimo.</i></span>
-
-No se admiraron tanto déstos, cuanto de un otro, que repetía para Catón
-en la severidad y aun se emperdigaba para repúblico. Miráronle de pies
-á cabeza y brujuleáronle una faldilla de un jubón verde, color muy
-malvisto de la Autoridad.</p>
-
-<p>¡Oh! qué bien merecía otro, votaron todos. Pero por no escandalizar
-el populacho, muy á lo callado le remitieron al nuncio de Toledo, que
-le absolviese de juicio.</p>
-
-<p>Á otro, que debajo una sotanilla negra traía un calzón acuchillado,
-le condenaron á que terciase la falda, prendiéndola de la pretina, para
-que todo el mundo viese su desgarro.</p>
-
-<p>Intimaron á otros seriamente que en adelante ninguno llevase
-arremangada la falda del sombrero á la copa; si no es yendo á caballo,
-cuando ninguno es cuerdo. Ni de canto el sombrero á un lado de la
-cabeza, dejando desabrigado el seso del otro. Que no se vayan mirando á
-sí mismos ni por sombra, so pena de malvistos. Ni los pies, que no es
-bien pavonearse. Plumas y cintas de colores se les vedaron; si no á los
-soldados visoños, mientras van ó vuelven de la campaña. Que todos los
-anillos se entregasen á los médicos y abades; á éstos, porque entierran
-los que aquellos destierran.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Librea<br /> del hombre.</i></span>
-
-Pasaron ya los ministros de aquella gran aduana del tiempo á la
-reforma general de todos cuantos pasan de pajes de la juventud á
-gentileshombres de la virilidad. Y lo primero, que se ejecutó, fué
-desnudarles á todos la librea de la mocedad, el pelo rubio y dorado
-y cubrirles de pelo negro, luto en lo melancólico y lo largo, pues,
-cerrando las sienes, llega á ser pelo en pecho.</p>
-
-<p>Ordenáronles seriamente que nunca más peinasen pelo rubio<span
-class="pagenum" id="Page_214">p. 214</span> y menos hacia la boca y los
-labios, color profano y malvisto en adelante, vedándoles todo género de
-bozo y de guedejas rizadas, para escusar las risadas de los cuerdos.</p>
-
-<p>Toda color material, que no la formal, les prohibieron, no
-permitiéndoles aun el volverse colorados; sino pálidos, en señal de sus
-cuidados. Convirtiéronles las rosas de las mejillas en espinas de la
-barba.</p>
-
-<p>De suerte, que de pies á cabeza los reformaban. Echábanles á todos
-un candado en la boca, un ojo en cada mano y otra cara janual, pierna
-de grulla, pie de buey, oreja de gato, ojo de lince, espalda de
-camello, nariz de rinoceronte y de culebra el pellejo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Gusto<br /> reformador.</i></span>
-
-Hasta el material gusto les reformaba, ordenándoles que en adelante
-no mostrasen apetecer las cosas dulces, so pena de niños; sino las
-picantes y agrias y algunas saladas. Y, porque á uno le hallaron unos
-confites, le fué intimado se pusiese el babador, siempre que los
-hubiese de comer. Y así todos se guardaban de trocar el cardo por las
-pasas y todos comían la ensalada.</p>
-
-<p>Cogieron á otro comiendo unas cerezas y volvióse de su color.
-Saltáronle á la cara, mandáronle que las trocase en guindas. De modo,
-que aquí no está vedada la pimienta; antes se estima más que el azúcar,
-mercadería muy acreditada, que algunos hasta en el entendimiento la
-usan y más si se junta con la naranja.</p>
-
-<p>La sal también está muy valida y hay quien la come á puñados; pero
-sin lo útil no entra en provecho. Salan muchos los cuerpos de sus
-obras, porque nunca se corrompan, ni hay tales aromas para embalsamar
-libros, libres de los gusanos roedores, como los picantes y las
-sales.</p>
-
-<p>Están tan desacreditados los dulces, que aun la misma Panegiri de
-Plinio á cuatro bocados enfada. Ni hay hartazgo de zanahorias, como
-unos cuantos sonetos del Petrarca y otros tantos de Boscán. Que aun á
-Tito Livio hay quien le llama<span class="pagenum" id="Page_215">p.
-215</span> tocino gordo y de nuestro Zurita no falta quien luego se
-empalaga.</p>
-
-<p>Tenga yo gusto y voto; no siempre viva del ajeno. Que los más en el
-mundo gustan de lo que ven gustar á otros. Alaban lo que oyeron alabar
-y, si les preguntáis en qué está lo bueno de lo que celebran, no saben
-decirlo. De modo que viven por otros y se guían por entendimiento
-ajeno. Tenga, pues, juicio propio y tendrá voto en su censura.</p>
-
-<p>Guste de tratar con hombres, que no todos los que lo parecen, lo
-son. Razone más que hable. Converse con los varones noticiosos y podrá
-tal vez contar algunos chistes, encaminando á la gustosa enseñanza;
-pero con tal moderación, que no sea tenido por masecuentos, el
-licenciado del chiste y truhán de balde. Podrá tal vez, acompañado de
-sí mismo, pasearse, pensando, no hablando.</p>
-
-<p>Sea hombre de museo; aunque ciña espada. Y tenga delecto con los
-libros, que son amigos manuales. No embuta de borra los estantes,
-que no está bien un pícaro al lado de un noble ingenio. Y si ha de
-preferir, sean los juiciosos á los ingeniosos. Muestre ser persona en
-todo, en sus dichos y en sus hechos, procediendo con gravedad apacible,
-hablando con madurez tratable, obrando con entereza cortés, viviendo
-con atención en todo y preciándose más de tener buena testa, que talle.
-Advierta que el proporcional Euclides dió el punto á los niños, á
-los muchachos la línea, á los mozos la superficie y á los varones la
-profundidad y el centro.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Leyes<br /> de cordura.</i></span>
-
-Éste fué el arancel de preceptos de ser hombres, la tarifa de la
-estimación, los estatutos de ser personas, que en voz ni muy alta ni
-muy caída les leyó la Atención á instancia del Juicio.</p>
-
-<p>Después Argos con un extraordinario licor, alambicado de ojos
-de águilas y de linces, de corazones grandes y de cerebros, les
-dió un baño tan eficaz, que á más de fortalecer mucho, haciéndolos
-más impenetrables por la cordura, que un Roldán por el encanto, al
-mismo punto se les fueron abriendo muchos y va<span class="pagenum"
-id="Page_216">p. 216</span>rios ojos por todo el cuerpo, de cabeza á
-pies, que habían estado ciegos con las legañas de la niñez y con las
-inadvertidas pasiones de la mocedad, y todos ellos tan perspicaces y
-tan despiertos, que ya nada se les pasaba por alto; todo lo advertían y
-lo notaban.</p>
-
-<p>Con esto les dieron licencia de pasar adelante á ser personas y
-fueron saliendo todos de sí mismos lo primero, para más volver en sí.
-Fuélos, no guiando, que de aquí adelante ni se llama médico ni se busca
-guía, sino conduciéndolos Argos á lo más alto de aquel puerto, puerta
-ya de otro mundo, donde hicieron alto para lograr la mayor vista, que
-se topa en el viaje de toda la vida. Los muchos y maravillosos objetos,
-que desde aquí vieron, todos ellos grandes y plausibles, referirá la
-siguiente Crisi.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_2_2">
- <h3 class="g1 ws1">CRISI II</h3>
- <p class="subh3c"><i>Los prodigios de Salastano.</i></p>
-</div>
-
-<p>Tres soles, digo tres Gracias, en fe de su belleza, discreción y
-garbo, contaba un cortesano verídico, ya prodigio, intentaron entrar
-en el palacio de un gran príncipe y aun de todos. Coronaba la primera,
-brillantemente gallarda, de fragantes flores rubias trenzas y recamaba
-su verde ropaje de líquidos aljófares, tan risueña, que alegraba un
-mundo entero. Pero, en injuria de su gran belleza, la cerraron tan
-anticipadamente las puertas y ventanas que, aunque se probó á entrar
-por cien partes, no pudo. Que, teniéndola por entremetida, hasta los
-más sutiles resquicios la habían entredicho, y así hubo de pasar
-adelante, convirtiendo su risa en llanto.</p>
-
-<p>Fuése acercando la segunda, tan hermosa cuan discreta y,
-chanceándose con la primera á lo Zapata, la decía:</p>
-
-<p>Anda tú, que no tienes arte ni la conoces. Verás cómo yo, en fe de
-mi buen modo, tengo de hallar entrada.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_217">p. 217</span>Comenzó á
-introducirse, buscando medios é inventando trazas; pero ninguna salía,
-pues al mismo punto que brujuleaban su buena cara, todos se la hacían
-muy mala. Y ya no solas las puertas y ventanas la cerraban; pero aun
-los ojos por no verla y los oídos por no sentirla.</p>
-
-<p>¡Eh! que no tenéis dicha, dijo la tercera, agradablemente linda.
-Atended cómo yo por la puerta del favor me introduzco en palacio, que
-ya no se entra por otra.</p>
-
-<p>Fuése entremetiendo con mucho agrado. Mas, aunque á los principios
-halló cabida, fué engañosa y de apariencia y al cabo hubo de retirarse
-mucho más desairada.</p>
-
-<p>Estaban tripuladas todas tres, ponderando, como se usa, sus muchos
-méritos y su poca dicha, cuando llevado de su curiosidad el cortesano,
-se fué acercando lisonjero y, habiéndolas celebrado, significó su deseo
-de saber quiénes eran. Lo que es el palacio bien conocido lo tenían,
-como tan pateado.</p>
-
-<p>Yo soy, dijo la primera, la que voy dando á todos los buenos días;
-mas ellos se los toman malos y los dan peores. Yo, la que hago abrir
-los ojos y á todo hombre que recuerde. Yo, la deseada de los enfermos
-y temida de los malos, la madre de la vividora alegría. Yo, aquella
-tan decantada esposa de Titón, que en este punto dejó el camarín de
-nácar.</p>
-
-<p>Pues, señora Aurora, dijo el cortesano, ahora no me espanto de
-que no tengáis cabida en los palacios, donde no hay hora de oro, con
-ser todas tan pesadas. Ahí no hay mañana; todo es tarde. Díganlo las
-esperanzas. Y con ser así, nada es hoy; todo mañana. Así que no os
-canséis, que allí nunca amanece, aun para vos, por tan clara.</p>
-
-<p>Volvióse á la segunda, que ya decía:</p>
-
-<p>¿Nunca oiste nombrar aquella buena madre de un mal hijo? Pues yo
-soy y él es odio. Yo, la que, siendo tan buena, todos me quieren
-mal: cuando niños me babean y, como no les entro de los dientes
-adentro, me escupen cuando grandes. Tan escla<span class="pagenum"
-id="Page_218">p. 218</span>recida soy como la misma luz. Que, si no
-miente Luciano, hija soy, no ya del tiempo, sino del mismo Dios.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>La hija<br /> del tiempo.</i></span>
-
-Pues, señora mía, dijo el cortesano, si vos sois la Verdad
-¿cómo pretendéis imposibles? ¿Vos en los palacios? Ni de mil
-leguas. ¿De qué pensáis que sirven tanta afilada cuchilla? Que
-no aseguran tanto de traiciones, no por cierto, cuanto de... de...
-Bien podéis por ahora y aun para siempre desistir de la empresa.</p>
-
-<p>Ya en esto la tercera, dulcísimamente linda, robando corazones,
-dijo:</p>
-
-<p>Aquélla soy, sin quien no hay felicidad en el mundo y con
-quien toda infelicidad se pasa. En las demás dichas de la vida se
-hallan muy divididas las ventajas del bien; pero en mí todas concurren,
-la honra, el gusto y el provecho. No tengo lugar, sino
-entre los buenos; que entre los malos, como dice Séneca, ni soy
-verdadera ni constante. Denomínome del Amor. Y así, á mí
-no me han de buscar en el vientre; sino en el corazón, centro
-de la benevolencia.</p>
-
-<p>Ahora digo que eres la Amistad, aclamó el cortesano, tan
-dulce tú, cuan amarga la Verdad. Pero, aunque lisonjera, no te
-conocen los príncipes. Que sus amigos todos son del rey y ninguno
-de Alejandro: así lo decía él mismo. Tú haces de dos uno
-y es imposible poder ajustar el Amor á la Majestad.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Majestad,<br /> sin amistad.</i></span>
-
-Paréceme, mis señoras, que todas tres podéis pasar adelante: tú,
-Aurora, á los trabajadores; tú, Amistad, á los semejantes, y tú,
-Verdad, yo no sé adonde.</p>
-
-<p>Este crítico suceso les iba contando el noticioso Argos á nuestros
-dos peregrinos del mundo y les aseguró habérselo oído ponderar al mismo
-cortesano.</p>
-
-<p>Aquí en este puesto, decía, que por eso me he acordado.</p>
-
-<p>Hallábanse ya en lo más eminente de aquel puerto de la varonil
-edad, corona de la vida, tan superior, que pudieron señorear desde
-allí toda la humana: espectáculo tan importante, cuan agradable.
-Porque descubrían países nunca andados, re<span class="pagenum"
-id="Page_219">p. 219</span>giones nunca vistas, como la del Valor y del
-Saber, las dos grandes provincias de la Virtud y la Honra, los países
-del Tener y del Poder, con el dilatado reino de la Fortuna y del Mando.
-Estancias todas muy de hombres y que á Andrenio se le hicieron bien
-estrañas.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>La mejor vista.</i></span>
-
-Mucho les valieron aquí sus cien ojos, que todos los emplearon. Vieron
-ya muchas personas, que es la mejor vista de cuantas hay. Perdóneme hoy
-la belleza; pero ¡cosa rara! que lo que á unos parecía blanco, á otros
-negro. Tal es la variedad de los juicios y gustos. Ni hay anteojos de
-colores, que así alteren los objetos, como los afectos.</p>
-
-<p>Veamos de una cuanto hay, decía Critilo. Que todo se ha de ver y en
-lo más raro reparar.</p>
-
-<p>Y comenzando por lo más lejos, que como digo, se descubría, no sólo
-desde un cabo del mundo al otro, pero desde el primer siglo hasta
-éste:</p>
-
-<p>¿Qué insanos edificios son aquellos, hablando con la propiedad
-Mariana, que acullá lejos, apenas se divisan y á glorias campean?</p>
-
-<p>Aquéllas, respondió Argos, que de todo daba razón en desengaños, son
-las siete maravillas del orbe.</p>
-
-<p>¿Aquéllas, replicó Andrenio, maravillas? ¿Cómo es posible? ¿Una
-estatua, que se ve entre ellas pudo serlo?</p>
-
-<p>¡Oh! sí, que fué coloso de un sol.</p>
-
-<p>Aunque sea el sol mismo, si es una estatua, á mí no me maravilla.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>El sol que nace.</i></span>
-
-No fué tan estatua, que no fuese una bien política atención, adorando
-el sol que sale y levantando estatua al poder que amanece.</p>
-
-<p>Desde ahora la venero. Aquel otro parece sepulcro. También es
-maravilla y bien estraña. ¿Cómo puede, siendo sepultura de un
-mortal?</p>
-
-<p>¡Oh!, que fué de mármoles y jaspes.</p>
-
-<p>Aunque fuera del mismo panteón.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_220">p. 220</span>¿No veis que lo
-erigió una mujer á su marido?</p>
-
-<p>¡Oh qué bueno! Á trueque de enterrarle, no digo yo de pórfidos,
-pero de diamantes, de perlas, si no lágrimas, habría mujer, que le
-construyese pira.</p>
-
-<p>Sí, pero aquello de ser mausoleo, que dice permanece sola,
-convertida en tortilla, creedme que fué un prodigio de fe.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Maravillas<br /> modernas.</i></span>
-
-¡Eh!, dejemos maravillas, que caducan, dijo Andrenio. ¿No hay alguna
-moderna? ¿No hace ya milagros el mundo?</p>
-
-<p>Sin duda que sí, como dicen que van degenerando los hombres y
-siendo más pequeños, cuanto más va. De suerte, que cada siglo merman
-un dedo y á este paso vendrán á parar en títeres y figurillas, que
-ya poco les falta á algunos. Sospecho que también los corazones se
-les van achicando y así se halla tanta falta de aquellos grandes
-sujetos, que conquistaban mundos, que fundaban ciudades, dándolas sus
-nombres, que era su real <i>faciebat</i>. Ya no hay Rómulos ni Alejandros ni
-Constantinos.</p>
-
-<p>También se hallan algunas maravillas flamantes, respondió Argos;
-sino que, como se miran de cerca, no parecen.</p>
-
-<p>Antes habían de verse más, que cuanto más de cerca se miran las
-cosas, mucho mayores parecen.</p>
-
-<p>¡Oh! no, dijo Argos: que la vista de la estimación es muy diferente
-de la de los ojos en esto del aprecio.</p>
-
-<p>Con todo eso, atención á aquellas sublimes agujas, que campean en la
-gran cabeza del orbe.</p>
-
-<p>Aguarda, dijo Critilo: aquella tan señalada es la cabeza del
-mundo.</p>
-
-<p>¿Cómo puede ser, si está entre pies de Europa, á pierna tendida de
-Italia, por medio del Mediterráneo y Nápoles su pie?</p>
-
-<p>Ésa que te parece á ti andar entre pies de la tierra, es el cielo,
-la coronada cabeza del mundo y muy señora de todo él,
-
-<span class="sidenote"><i>Roma.</i></span>
-
-la sacra y triunfante Roma, por su valor, sabiduría, grandeza, mando y
-religión, corte de personas, oficina de hombres, pues restituyéndolos
-á todo el mundo, todas las demás ciudades la son colonias de
-policía. Aquellos empinados obeliscos, que en<span class="pagenum"
-id="Page_221">p. 221</span> sus plazas majestuosamente se ostentan, son
-plausibles maravillas modernas. Y advertid una cosa, que con ser tan
-gigantes, aun no llegan con mucho á la superioridad de prendas de sus
-santísimos dueños.</p>
-
-<p>Ahora ¿no me dirás una verdad? ¿Qué pretendieron estos sacros héroes
-con estas agujas tan excelsas? Que aquí algún misterio apuntan, digno
-de su piadosa grandeza.</p>
-
-<p>¡Oh, sí!, respondió Argos. Lo que pretendieron fué coser la tierra
-con el cielo, empresa que pareció imposible á los mismos Césares y
-éstos la consiguieron.</p>
-
-<p>¿Qué estás mirando tú con tan juicioso reparo?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Venecia.</i></span>
-
-Miro, dijo Andrenio, que en cada provincia hay que notar. Aquel
-murciégalo de ciudades, anfibia corte, que ni bien está en el mar ni
-bien en tierra y siempre á dos vertientes.</p>
-
-<p>¡Oh, qué política!, exclamó Argos, que tan de sus principios le
-viene, tan fundamentalmente comienza. Y deste su raro modo de estar
-celebraba el bravo duque de Osuna la razón de su estado. Aquélla es la
-nombrada canal, con que aun el mismo mar saben traer acanalado á su
-conveniencia.</p>
-
-<p>¿No hay maravillas en España?, dijo Critilo, volviendo la mira á su
-centro. ¿Qué ciudad es aquella, que tan en punta parece que amenaza al
-cielo?</p>
-
-<p>Será Toledo, que á fianzas de sus discreciones, aspira á taladrar
-las estrellas, si bien ahora no la tiene.</p>
-
-<p>¿Qué edificio tan raro es aquel, que desde el Tajo sube escalando su
-alcázar, encaramando cristales?</p>
-
-<p>Ése es el tan celebrado artificio de Juanelo, una de las maravillas
-modernas.</p>
-
-<p>No sé yo por qué, replicó Andrenio, si, al uso de las cosas muy
-artificiosas, tuvo más de gasto que de provecho.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Cardenal<br /> Tribulcio.</i></span>
-
-No discurría así, dijo Argos, cuando lo vió el eminente discreto
-cardenal Tribulcio, pues dijo que no había habido en el mundo artificio
-de más utilidad.</p>
-
-<p>¿Cómo pudo decir eso quien tan al acaso discurría?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_222">p. 222</span>Ahí veréis, dijo
-Argos. Enseñando á traer el agua á su molino desde sus principios,
-haciendo venir de un cauce en otro al palacio del católico monarca el
-mismo río de la Plata, las pesquerías de las perlas, el uno y otro mar,
-con la inmensa riqueza de ambas Indias.</p>
-
-<p>¿Qué palacio será aquel, preguntó Critilo, que entre todos los de la
-Francia se corona de flores de oro?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Palacio del rey<br /> de Francia.</i></span>
-
-Gran casa y gran cosa, respondió Argos. Ése es el trono real, ése la
-más brillante esfera, ése el primer palacio del rey cristianísimo, en
-su gran corte de París, y se llama el Lobero.</p>
-
-<p>¿El Lobero? ¡Qué nombre tan poco cortesano! ¡Qué sonsonete tan de
-grosería! Por cualquier parte que le busquéis la denominación, suena
-poco y nada bien. Llamárase el jardín de los más fragantes lilios, el
-quinto cielo de tanto cristianísimo Marte, la popa de los soplos de la
-fortuna; pero ¡el Lobero! No es nombre decente á tanta majestad.</p>
-
-<p>¡Eh!, que no lo entendéis, dijo Argos. Creedme que dice más de lo
-que suena y que encierra gran profundidad. Llámase el Lobero, y no voy
-con vuestra malicia, porque ahí se les ha armado siempre la trampa á
-los rebeldes lobos con piel de ovejas, digo aquellas horribles fieras
-hugonotas.</p>
-
-<p>¡Oh, qué brillante alcázar aquel otro!, dijo Andrenio, corona de
-los demás edificios, fuente del lucimiento, comunicándoles á todos las
-luces de su permanente esplendor. ¿Si sería del augusto Ferdinando
-III, aquel gran César, que está hoy esparciendo por todo el orbe el
-resplandor de sus ejemplos?
-
-<span class="sidenote"><i>Rey de Polonia.</i></span>
-
-También podría ser de aquel tan valerosamente religioso monarca, Juan
-Casimiro de Polonia, victorioso, primero de sí mismo y triunfante
-después de tanto monstruo rebelde. ¡Oh, qué claridad de alcázar y qué
-rayos está esparciendo á todas partes! Merece serlo del mismo sol.</p>
-
-<p>Y lo es, respondió Argos. Digo, de aquella sola reina entre cuantas
-hay, la inmortal Virtelia. Mas por allí habéis de encaminaros para bien
-ir.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_223">p. 223</span>Yo allá voy desde
-luego, dijo Critilo.</p>
-
-<p>Y allí veréis, añadió Argos, que, aunque es tan majestuoso y
-brillante, aun no es digno epiciclo de tanta belleza.</p>
-
-<p>Estando en esta divertida fruición de grandezas, vieron venir hacia
-sí cierta maravilla corriente. Era un criado pronto. Y lo que más les
-admiró fué que decía bien de su amo. Preguntó en llegando cuál era el
-Argos verdadero, cuando todos por industria lo parecían.</p>
-
-<p>¿Qué me quieres?, respondió el mismo.</p>
-
-<p>Á ti me envía un caballero, cuyo nombre, ya fama, es Salastano, cuya
-casa es un teatro de prodigios,
-
-<span class="sidenote"><i>Maravillas<br /> de la fortuna.</i></span>
-
-cuyo discreto empleo es lograr todas las maravillas, no sólo de la
-naturaleza y arte, pero más las de la Fama, no olvidando las de la
-Fortuna. Y con tener hoy atesoradas todas las plausibles, así antiguas
-como modernas, nada le satisface, hasta tener alguno de tus muchos
-ojos, para la admiración y para la enseñanza.</p>
-
-<p>Toma éste de mi mano, dijo Argos, y llévaselo depositado en este
-cofrecillo de cristal
-
-<span class="sidenote"><i>Mano ocular.</i></span>
-
-y dirásle que lo emplee en tocar con ocular mano todas las cosas, antes
-de creerlas.</p>
-
-<p>Partíase tan diligente, como gustoso, cuando dijo Andrenio:</p>
-
-<p>Aguarda, que me ha salteado una curiosa pasión de ver esa casa de
-Salastano y lograr tanto prodigio.</p>
-
-<p>Y á mí, de procurar su amistad, añadió Critilo, ventajosa felicidad
-de la vida.</p>
-
-<p>Id, confirmó Argos, y en tan buen hora, que no os pesará en toda la
-vida.</p>
-
-<p>Fué el viaje peregrino, oyéndole referir cosas bien raras.</p>
-
-<p>Sólo las que yo le he diligenciado, decía, pudieran admirar al mismo
-Plinio, á Gesnero y Aldobrando. Y dejando los materiales portentos
-de la naturaleza, allí veréis en fieles retratos todas las personas
-insignes de los siglos, así hombres como mujeres, que de verdad las
-hay; los sabios y los valerosos, los césares y las emperatrices, no ya
-en oro, que ésa es curiosidad ordinaria, sino en piedras preciosas y en
-camafeos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_224">p. 224</span>Ésa, dijo Critilo,
-con vuestra licencia, la tengo por una diligencia inútil. Porque yo más
-querría ver retratados sus relevantes espíritus, que el material gesto,
-que comúnmente en los grandes hombres carece de belleza.</p>
-
-<p>Uno y otro lograréis en caracteres de sus hazañas, en libros de
-su doctrina y en sus retratos también. Que suele decir mi amo que,
-después de la noticia de los ánimos, es parte del gusto ver el gesto,
-que de ordinario suele corresponder con los hechos. Y si por ver un
-hombre eminente, un duque de Alba, los entendidos, un Lope de Vega los
-vulgares, caminaban muchas leguas, apreciando las eminencias, aquí se
-caminan siglos.</p>
-
-<p>Primor fué siempre de acertada política, ponderó Critilo, eternizar
-los varones insignes en estatuas, en sellos y en medallas, ya para
-ideas á los venideros, ya para premio á los pasados: véase que fueron
-hombres y que no son imposibles sus ejemplos.</p>
-
-<p>Al fin, dijo el criado, háselos entregado la antigüedad á mi
-amo. Que ya que no los pudo eternizar en sí mismos, se consuela de
-conservarlos en imágenes.
-
-<span class="sidenote"><i>Cadenillas<br /> de Hércules.</i></span>
-
-Pero las que muchos celebran y las miran y aun llegan á tocarlas con
-las manos son las mismas cadenillas de Hércules, que, procediéndole á
-él de la lengua, aprisionaban á los demás de los oídos. Y quieren decir
-las hubo de Antonio Pérez.</p>
-
-<p>Ésa es una gran curiosidad, ponderó Andrenio, garabato para llevarse
-el mundo tras sí.</p>
-
-<p>¡Oh, gran gracia la de las gentes!</p>
-
-<p>¿Y de qué son?, preguntó Critilo. Porque de hierro cierto es que no
-serán.</p>
-
-<p>En el sonido parecen de plata y en la estimación de perlas de una
-muy cortesana elocuencia.</p>
-
-<p>Á este modo les fué refiriendo raras curiosidades, cuando
-descubrieron desde un puesto bien elevado, en el centro de un gran
-llano, una ciudad siempre victoriosa.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Huesca<br /> victoriosa.</i></span>
-
-Aquel ostentoso edificio con rumbos de palacio, dijo, es la<span
-class="pagenum" id="Page_225">p. 225</span> noble casa de Salastano y
-éstos, que ya gozamos, sus jardines.</p>
-
-<p>Fuélos introduciendo por un tan delicioso cuan dilatado parque, que
-coronaban frondosas plantas de Alcides, prometiéndole en sus hojas,
-por símbolos de los días, eternidades de fama. Comenzaron á registrar
-fragantes maravillas. Toparon luego con el mismo laberinto de azares,
-cárcel del secreto, amenazando riesgos al que le halla y evidencias al
-que le descubre.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Culto jardín.</i></span>
-
-Más adelante se veía un estanque, gran espejo del cielo, surcado de
-canoros cisnes y aislado en medio dél un florido peñón, ya culto
-Pindo.</p>
-
-<p>Paseábase la vista por aquellas calles entapizadas de rosas y
-mosquetas, alfombradas de amaranto, la yerba de los héroes, cuya
-propiedad es inmortalizarlos. Admiraron el lotos, planta también
-ilustre, que de raíces amargas de la virtud rinde los sabrosos frutos
-del honor.</p>
-
-<p>Gozaron flores á toda variedad y todas raras, unas para la vista,
-otras para el olfato y otras hermosamente fragantes, acordando
-misteriosas transformaciones.</p>
-
-<p>No registraban cosa, que no fuese rara. Hasta las sabandijas, tan
-comunes en otras huertas, aquí eran extraordinarias, porque estaban los
-camaleones en alcándaras de laureles, dándose hartazgos de vanidad.
-Volaban sin parar las efímeras, traídas del Bósforo, con sus cuatro
-alas, solicitando la comodidad para siglos, no habiendo de vivir sino
-un día,
-
-<span class="sidenote"><i>Símbolo<br /> de la codicia.</i></span>
-
-viva imagen de la necia codicia. Aquí se oían cantar y las más veces
-gemir las pintadas avecillas del paraíso, con picos de marfil; pero sin
-pies, porque no le han de hacer en cosa terrena. Sintieron un ruido,
-como de campanilla y al mismo instante huyó el criado, voceándoles su
-riesgo al ver el venenoso ceraste, que él mismo cecea, para que todo
-entendido huya de su lascivo aliento.</p>
-
-<p>Entraron con esto dentro de la casa, donde parecía haber
-desembarcado la de Noé, teatro de prodigios tan á sazón, que estaba
-actualmente el discreto Salastano haciendo ostentación de maravillas á
-la curiosidad de ciertos caballeros, de los mu<span class="pagenum"
-id="Page_226">p. 226</span>chos que frecuentan sus camarines.
-Hallábase allí don Juan de Balboa, teniente de maese de campo general,
-y don Alonso de Mercado, capitán de corazas españolas, ambos muy
-bienhablados, tan alumnos de Minerva como de Belona, con otros de su
-discreción bizarra.
-
-<span class="sidenote"><i>Suspiros<br /> de Heráclito.</i></span>
-
-Tenía uno en la mano, celebrando con lindo gusto, una redomilla llena
-de las lágrimas y suspiros de aquel filósofo llorón, que más abría los
-ojos para llorar, que para ver, cuando de todo se lamentaba.</p>
-
-<p>¿Qué hiciera éste, si hubiera alcanzado estos nuestros tiempos?,
-ponderaba don Francisco de Araujo, capitán también de corazas, basta
-decir portugués para galante y entendido. Si él hubiera visto lo
-que nosotros pasado, tal fatalidad de sucesos y tal conjuración de
-monstruosidades, sin duda que hubiera llenado cien redomas ó se hubiera
-podrido de todo punto.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Carcajadas<br /> de Demócrito.</i></span>
-
-Yo, dijo Balboa, más estimara un otro frasquillo de las carcajadas de
-aquel otro socarrón, su antípoda, que de todo se reía.</p>
-
-<p>Ése, señor mío, de la risa, respondió Salastano, yo la gasto y el
-otro le guardo.</p>
-
-<p>¡Oh, cómo llegamos á buen punto!, dijo el criado, presentándoles el
-nuevo ocular portento, para que se desengañe Critilo, que no acaba de
-creer haya en el mundo muchas de las cosas raras, que ha de ver esta
-tarde. Suplícote, señor, me desempeñes á excesos.</p>
-
-<p>¿Pues en qué dudáis?, dijo Salastano, después de haber hecho la
-salva á su venida. ¿Qué os puede ya parecer imposible, viendo lo que
-pasa? ¿Qué queda ya que dudar en los ensanches de la fortuna, que ya
-los prodigios de la naturaleza y arte no suponen?</p>
-
-<p>Yo os confieso, dijo Critilo, que he tenido siempre por un ingenioso
-embeleco el basilisco y no soy tan solo, que sea necio. Porque aquello
-de matar en viendo parece una exageración repugnante, en que el hecho
-está desmintiendo el testigo de vista.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_227">p. 227</span>¿En eso ponéis
-duda?, replicó Salastano. Pues advertid que ese no lo tengo por
-prodigio; sino por un mal cotidiano. Pluguiera al cielo no fuera tanta
-verdad.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Domésticos<br /> basiliscos.</i></span>
-
-Y si no, decidme; ¿un médico, en viendo un enfermo, no le mata? ¿Qué
-veneno como el de su tinta en un récipe? ¿Qué basilisco más criminal y
-pagado, que un Hermócrates, que aun soñando mató á Andrágoras? Dígoos
-que dejan atrás á los mismos basiliscos, pues aquéllos, poniéndoles un
-cristal delante, ellos se matan á sí mismo; y éstos, poniéndoles un
-vidrio, que trajeron de un enfermo, con sólo mirarle le echan en la
-sepultura, estando cien leguas distante.</p>
-
-<p>Déjenme ver el proceso, dice el abogado: quiero ver el testamento,
-veamos papeles.</p>
-
-<p>Y tal es el ver, que acaba con la hacienda y con la sustancia del
-desdichado litigante, que en sólo haber ido á él ya fué malaconsejado.
-¿Pues qué? un príncipe, con decir: yo lo veré ¿no deja consumido á
-un pretendiente? ¿No es basilisco mortal una belleza? Si la miráis,
-mal; y, si ella os mira, peor. ¿Con cuántos ha acabado aquel vulgar
-<i>veremos</i>, el pesado <i>veámonos</i>, el prolijo <i>verse ha</i> y el necio <i>ya
-lo tengo visto</i>? ¿Y todo, <i>malmirado</i>, no mata? Creedme, señores, que
-está el mundo lleno de basiliscos del ver y aun del no ver, por no ver
-y no mirar. Así estuvieran todos como éste.</p>
-
-<p>Y mostróles uno embalsamado.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Basiliscos ciegos.</i></span>
-
-Yo también, prosiguió Andrenio, siempre he tenido por un encarecimiento
-ingenioso el unicornio, aquello de que, en bañando él su punta, al
-punto purifica las emponzoñadas aguas: está bien inventado, mas no
-experimentado.</p>
-
-<p>Más dificultoso es eso, respondió Salastano. Porque hacer bien más
-raro es en el mundo que hacer mal, más usado el matar que el dar vida;
-con todo veneramos algunos de esos prodigios salutíferos, que con la
-eficacia de su buen celo han ahuyentado los pestilenciales venenos y
-purificado las aguas populosas.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Católicos<br /> unicornios.</i></span>
-
-Y si no decidme: aquel nuestro inmortal héroe, el rey cató<span
-class="pagenum" id="Page_228">p. 228</span>lico don Fernando, ¿no
-purificó á España de moros y de judíos, siendo hoy el reino más
-católico, que reconoce la Iglesia? El rey don Felipe el Dichoso, por
-ser bueno, ¿no purgó otra vez á España del veneno de los moriscos en
-nuestros días?</p>
-
-<p>¿No fueron éstos salutíferos unicornios? Bien es verdad que en otras
-provincias no se hallan así frecuentes ni tan eficaces como en ésta.
-Que si eso fuera, no hubiera ya ateismos donde yo sé ni herejías donde
-yo callo, cismas, gentilismos, perfidias, sodomías y otros mil géneros
-de monstruosidades.</p>
-
-<p>¡Oh, señor Salastano, replicó Critilo, que ya hemos visto algunos
-déstos en otras partes, que han procurado con cristianísimo valor
-debelar las oficinas del veneno, rebelde á Dios y al rey, donde se
-habían hecho fuertes estas ponzoñosas sabandijas!</p>
-
-<p>Yo lo confieso, dijo Salastano; pero temo no fuese más por razón de
-estado, digo, no tanto por ser rebeldes al cielo, cuanto á la tierra.
-Y si no, decidme ¿á qué otros reinos estraños los desterraron? ¿Qué
-Áfricas poblaron de herejes, como Filipo de moriscos? ¿Qué tributos á
-millones perdieron, como Fernando? ¿Qué Ginebras han arrasado? ¿Qué
-Moravias despoblado, como hoy día el piadoso Ferdinando?</p>
-
-<p>No os canséis, que esa pureza de fe, ponderó Balboa, sin consentir
-mezcla, sin sufrir un átomo de veneno infiel, creedme que es felicidad
-de los estados de la casa de España y de Austria, debida á sus
-coronados unicornios.</p>
-
-<p>Á cuyo real ejemplo, prosiguió Salastano, vemos sus cristianos
-generales y virreyes limpiar las provincias, que gobiernan, y los
-ejércitos que conducen, del veneno de los vicios.
-
-<span class="sidenote"><i>Don Álvaro<br /> de Sande.<br />Don Gonzalo<br
-/> de Córdoba.<br />Conde<br /> de Oropesa.</i></span>
-
-Don Álvaro de Sande, tan religioso como valiente ¿no desterró los
-juramentos de la católica milicia, condenándolos á infamia? Don Gonzalo
-de Córdoba ¿no purificó los ejércitos de insultos y de torpezas? El
-duque de Alburquerque en Cataluña y el conde de Oropesa en Valencia
-¿no libraron aquellos dos reinos, siendo justicieros presidentes, del
-veneno sanguinario y bandolero?<span class="pagenum" id="Page_229">p.
-229</span>
-
-<span class="sidenote"><i>Conde<br /> de Lemos.</i></span>
-
-¿Qué tósigos de vicios no ha ahuyentado deste nuestro reino de Aragón
-con su ejemplo y con su celo el inmortal conde de Lemos?</p>
-
-<p>Llegaos á este camarín, que os quiero franquear los muchos
-preservativos y contravenenos, que yo guardo. En este rico vaso de
-unicornio han brindado la pureza de la fe los católicos reyes de
-España. Estas arracadas, también de unicornio, traía la señora reina
-doña Isabel, para guardar el oído de la ponzoña de las informaciones
-malévolas. Con este anillo confortaba su invicto corazón el emperador
-Carlos V.
-
-<span class="sidenote"><i>Reinas<br /> de España.</i></span>
-
-En esta caja, confeccionada de aromas, llegaos y percibid su fragancia,
-han conservado siempre el buen nombre de su honestidad y recato las
-señoras reinas de España.</p>
-
-<p>Fuéles mostrando otras muchas piezas muy preciosas, haciendo la
-prueba y confesando todos su virtud eficaz.</p>
-
-<p>¿Qué dos puñales son aquellos, que están en el suelo, preguntó
-Araujo, que, aunque van por tierra, no carecen de misterios?</p>
-
-<p>Ésos fueron, respondió Salastano, los puñales de ambos brutos,
-dándoles del pie, sin quererlos tocar con su leal mano. Éste, dijo, fué
-de Junio y este otro de Marco.</p>
-
-<p>Con razón los tenéis en tan despreciable lugar, que no merecen otro
-las traiciones y más contra su rey y señor; aunque sea el monstruo
-Tarquinado.</p>
-
-<p>Decís bien, respondió Salastano; pero no es esa la razón principal
-por que los he arrojado en el suelo.</p>
-
-<p>¿Pues cuál será?</p>
-
-<p>Porque ya no admiran. En otro tiempo, por singulares, se podían
-guardar. Mas ya no suponen, no espantan ya; antes son niñería, después
-que un cuchillo infame en la mano de un verdugo, mandado de la
-malajustada justicia, llegó á la real garganta. Pero no me atrevo yo
-á referir lo que ellos á ejecutar. Erízanse los cabellos á cuantos lo
-oyeron, oyen y oirán, único, no ejemplar, sino monstruo. Sólo digo que
-ya los Brutos se han quedado muy atrás.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_230">p. 230</span>
-
-<span class="sidenote"><i>Monstruosidad<br /> de la herejía.</i></span>
-
-Algunas cosas tenéis aquí, señor Salastano, que no merecen estar entre
-las demás, dijo Critilo. Mucha desigualdad hay. Porque ¿de qué sirve
-aquel retorcido caracol, que allí tenéis? Una alhaja tan vil, que anda
-ya en bocas de villanos, para recoger bestias. ¡Eh!, sacadle de allí,
-que no vale un caracol.</p>
-
-<p>Aquí, suspirando Salastano, dijo: ¡Oh, tiempos! ¡oh, costumbres!
-Este mismo, ahora tan profanado, en aquel dorado siglo resonaba por
-todo el orbe en la boca de Tritón, pregonando las hazañas, llamando á
-ser personas y convocando los hombres á ser héroes.</p>
-
-<p>Mas si eso os parece civil reparo, quiero mostraros el prodigio,
-que yo más estimo. Hoy habéis de ver los bizarrísimos airones, los
-encrespados penachos del mismo fénix.</p>
-
-<p>Aquí, sonriéndose todos: ¿Qué otro ingenioso imposible es ese?,
-dijeron.</p>
-
-<p>Pero Salastano: Ya sé que muchos lo niegan y los más lo dudan y que
-no lo habéis de creer; mas yo quedaré satisfecho con mi verdad. Yo
-también á los principios dudé y más que en nuestro siglo lo hubiese.
-Con esta curiosidad no perdoné ni á diligencia ni á dinero. Y como éste
-da alcance á cuanto hay y aun á los mismos imposibles, haciendo reales
-los entes de razón, hallé que verdaderamente las hay y las ha habido.
-Bien que raras y una sola en cada siglo.</p>
-
-<p>Y si no, decidme: ¿cuántos Alejandros Magnos ha habido en el mundo?
-¿Cuántos Julios en tantos Agostos? ¿Qué Teodosios? ¿Qué Trajanos? En
-cada familia, si bien lo censuráis, no hallaréis sino un fénix. Y si
-no, pregunto: ¿Cuántos don Hernandos de Toledo ha habido, duques de
-Alba? ¿Cuántos Anas de Memoransi? ¿Cuántos Álvaros Bazanes, marqueses
-de Santa Cruz? Un solo marqués del Valle admiramos; un Gran Capitán,
-duque de Sesa, aplaudimos; un Basco de Gama y un Alburquerque
-celebramos.
-
-<span class="sidenote"><i>Fénix<br /> de la fama.</i></span>
-
-Hasta de un nombre no oiréis dos famosos. Sólo un don Manuel, rey de
-Portugal; un solo Carlos V y un Francisco I de Francia.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_231">p. 231</span>En cada linaje no
-suele haber sino un hombre docto, un valiente y un rico y éste yo lo
-creo, porque las riquezas no envejecen. En cada siglo no se ha conocido
-sino un orador perfecto, confiesa el mismo Tulio. Y un filósofo, un
-gran poeta, un solo fénix ha habido en muchas provincias, como un
-Carlos en Borgoña, Castrioto en Chipre, Cosme en Florencia y don
-Alfonso el Magnánimo en Nápoles. Y aunque este nuestro siglo ha sido
-tan pobre de eminencias en la realidad, con todo eso, quiero ostentar
-las plumas de algunos inmortales fénix. Ésta es.</p>
-
-<p>Y sacó una, bellísimamente coronada, la pluma de la fama de la
-reina nuestra señora doña Isabel de Borbón, que siempre lo han sido
-las Isabeles en España, con excepción de la singularidad. Con esta
-otra voló á la esfera de la inmortalidad la más preciosa y más fecunda
-Margarita.
-
-<span class="sidenote"><i>Marqués Espínola.<br /> Don Felipe<br /> de
-Silva.</i></span>
-
-Con éstas coronaban sus celadas el marqués Espínola, Galaso,
-Picolomini, don Felipe de Silva y hoy el de Mortara. Con estas otras
-escribieron Baronio, Belarmino, Barbosa, Lugo y Diana y con ésta el
-marqués Virgilio Malveci.</p>
-
-<p>Confesaron todos la enterísima verdad y convirtieron sus
-incredulidades en aplausos.</p>
-
-<p>Todo eso está bien, replicó Critilo; sola una cosa yo no puedo
-acabar de creer, aunque muchos la afirman.</p>
-
-<p>¿Y qué es?, preguntó Salastano. No hay que tratar, que yo la he de
-conceder.</p>
-
-<p>¡Eh! que no es posible, no os canséis, que no lleva camino.</p>
-
-<p>¿Es acaso aquel pescadillo tan vil y tan sin jugo, sin sabor y sin
-ser, que en fe de su flaqueza ha detenido tantas veces los navíos de
-alto bordo, las mismas capitanas reales, que iban viento en popa al
-puerto de su fama? Porque ése aquí le tengo yo acecinado.</p>
-
-<p>No es, sino aquel prodigio de la mentira, aquel superlativo
-embeleco, aquel mayor imposible: el pelícano. Yo confieso que hay
-basilisco, yo creo el unicornio, yo celebro el fénix, yo paso por todo;
-pero el pelícano no le puedo tragar.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_232">p. 232</span>¿Pues en qué
-reparáis? ¿Por ventura en el picarse el pecho, alimentando con sus
-entrañas los polluelos?</p>
-
-<p>No por cierto: ya yo veo que es padre y que el amor obra tales
-excesos.</p>
-
-<p>¿Dudáis acaso en que ahogados de la envidia los resucite?</p>
-
-<p>Menos: que, si la sangre hierve, obra milagros.</p>
-
-<p>¿Pues en qué reparáis?</p>
-
-<p>Yo os lo diré. En que haya en el mundo quien no sea entremetido, que
-se halle uno, que no guste de hablar, que no mienta, no murmure, no
-enrede, que viva sin embeleco: eso yo no lo he de creer.</p>
-
-<p>Pues advertid que ese pájaro solitario en nuestros días lo vimos en
-el Retiro entre otras aladas maravillas.</p>
-
-<p>Si eso es así, dijo Critilo, él dejó de ser ermitaño y se puso á
-entremetido.</p>
-
-<p>¿Qué arma tan extraordinaria es aquélla?, preguntó como tan soldado
-don Alonso.</p>
-
-<p>Estorea, respondió Salastano, y fué de la reina de las amazonas,
-trofeos de Hércules con el balteo, que pudo entrar en docena.</p>
-
-<p>¿Y es preciso, replicó Mercado, creer que hubo amazonas?</p>
-
-<p>No sólo que las hubo; sino que las hay de hecho y en hechos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Serenísima<br /> reina de Francia.</i></span>
-
-¿No lo es hoy la serenísima señora doña Ana de Austria, florida reina
-de Francia? Así como lo fueron siempre todas las señoras infantas de
-España, que coronaron de felicidades y de sucesión aquel reino. ¿Qué
-es, sino una valerosa amazona la esclarecida reina polona, Belona, digo
-cristiana, siempre al lado de su valeroso Marte en las campañas?
-
-<span class="sidenote"><i>Duquesa<br /> de Cardona.</i></span>
-
-Y la excelentísima duquesa de Cardona ¿no se portó muy como tal,
-encarcelada, donde había sido virreina? Pero venerando y no olvidando
-tantos plausibles prodigios, quiero que veáis otro género dellos,
-tenidos por increíbles.</p>
-
-<p>Y al mismo punto les fué mostrando con el dedo un hombre<span
-class="pagenum" id="Page_233">p. 233</span> de bien en estos tiempos,
-un oidor sin manos; pero con palmas. Y lo que más es, su mujer. Un
-grande de España desempeñado, un príncipe en esta era dichoso, una
-reina fea, un príncipe oyendo verdades, un letrado pobre, un poeta
-rico, una persona real, que murió sin que se dijese que de veneno, un
-español humilde, un francés grave y quieto, un alemán aguado. Y juró
-Balboa era el varón de Sabac. Un privado no murmurado, un príncipe
-cristiano en paz, un docto premiado, una viuda de Zaragoza flaca, un
-necio descontento, un casamiento sin mentiras, un indiano liberal, una
-mujer sin enredo, uno de Calatayud en el limbo, un portugués necio,
-un real de á ocho en Castilla, Francia pacífica, el septentrión sin
-herejes, el mar constante, la tierra igual y el mundo mundo.</p>
-
-<p>En medio desta folla de maravillas entró un otro criado, que
-en aquel punto llegaba de muy lejos, y recibióle Salastano con
-extraordinarias demostraciones de gusto.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>El mayor<br /> prodigio.</i></span>
-
-Seas tan bienllegado como esperado. ¿Hallaste, díme, aquel portento tan
-dudado?</p>
-
-<p>Señor, sí.</p>
-
-<p>¿Y tú le viste?</p>
-
-<p>Y le hablé.</p>
-
-<p>¡Que tal preciosidad se halla en la tierra! ¡Que es verdad! Ahora
-digo, señores, que es nada cuanto habéis visto. Ciegue el basilisco,
-retírese el fénix, enmudezca el pelícano.</p>
-
-<p>Estaban tan atónitos, cuan atentos los discretos huéspedes, oyendo
-tales exageraciones, muy deseosos de saber cuál fuese el objeto de tan
-grande aplauso.</p>
-
-<p>Dínos presto lo que viste, instó Salastano. No nos atormentes con
-suspensiones.</p>
-
-<p>Oid, señores, comenzó el criado, la más portentosa maravilla de
-cuantas habéis visto ni oído.</p>
-
-<p>Pero lo que él les refirió diremos fielmente, después de haber
-contado lo que le pasó á la Fortuna con los Bragados y Comados.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_2_3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_234">p. 234</span></p>
- <h3 class="g1 ws1">CRISI III</h3>
- <p class="subh3c"><i>La cárcel de oro y calabozos de plata.</i></p>
-</div>
-
-<p>Cuentan, y yo lo creo, que una vez entre otras tumultuaron los
-franceses y con la ligereza, que suelen, se presentaron delante de la
-Fortuna, tragando saliva y vomitando saña.</p>
-
-<p>¿Qué murmuráis de mí?, dijo ella misma. ¿Que me he vuelto española?
-Sed vosotros cuerdos, que nunca para mi rueda. Por eso lo es. Ni á
-vosotros os para cosa en las manos; todo se os rueda dellas. Será, sin
-duda, algún antojo y, por lo envidioso, de larga vista, de la felicidad
-de España.</p>
-
-<p>¡Oh, madrastra nuestra, respondieron ellos, y madre de los
-españoles! ¡Cómo te sangras en salud!
-
-<span class="sidenote"><i>Loores<br /> de Francia.</i></span>
-
-¿Es posible que, siendo la Francia la flor de los reinos, por haber
-florecido siempre en todo lo bueno, desde el primer siglo hasta hoy,
-coronada de reyes santos, sabios y valerosos, silla un tiempo de los
-romanos pontífices, trono de la tetrarquía, teatro de las verdaderas
-hazañas, escuela de la sabiduría, engaste de la nobleza y centro
-de toda virtud, méritos todos dignos de los primeros favores y de
-inmortales premios, es posible que, dejándonos á nosotros con las
-flores, les des á los españoles los frutos? ¿Qué mucho hagamos extremos
-de sentimiento contigo, si tú con ellos haces excesos de favor?</p>
-
-<p>Dísteles las unas y las otras Indias, cuando á nosotros una Florida
-en el nombre, que en la realidad es muy seca. Y como, cuando tú
-comienzas á perseguir á unos y favorecer á otros, no paras hasta que
-apuras, has llegado á verificar con ellos los que antes se tenían por
-entes de quimera, haciendo prácticos los mismos imposibles, como son
-ríos de plata, montes de oro, golfos de perlas, bosques de aromas,
-islas de ámbares. Y, sobre<span class="pagenum" id="Page_235">p.
-235</span> todo, los has hecho señores de aquella verdadera cucaña,
-donde los ríos son de miel, los peñascos de azúcar, los terrones de
-bizcocho. Y con tantos y tan sabrosos dulces dicen que es el Brasil un
-paraíso confitado. Todo para ellos y nada para nosotros. ¿Cómo se puede
-tolerar?</p>
-
-<p>¿No digo yo, exclamó la Fortuna, que vosotros sois unos ingratos
-sobre necios? ¿Cómo, que no os he dado las Indias? ¿Eso podéis negar
-con verdad? Indias os he dado y bien baratas y aun de mogollón, como
-dicen, pues sin costaros nada.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Indias<br /> de Francia.</i></span>
-
-Y si no, decidme: ¿Qué Indias para Francia, como la misma España? Venid
-acá: lo que los españoles ejecutan con los indios ¿no lo desquitáis
-vosotros con los españoles? Si ellos los engañan con espejillos,
-cascabeles y alfileres, sacándoles con cuentas los tesoros sin cuento,
-vosotros con lo mismo, con peines, con estuchitos y con trompas de
-París ¿no les volvéis á chupar á los españoles toda la plata y todo el
-oro y esto sin gastos de flotas, sin disparar una bala, sin derramar
-una gota de sangre, sin labrar minas, sin penetrar abismos, sin
-despoblar vuestros reinos, sin atravesar mares?</p>
-
-<p>Andá y acabá de conocer esta certísima verdad y estimadme
-este favor. Creedme que los españoles son vuestros indios y tan
-desinteresados, que con sus flotas os traen á vuestras casas la plata
-ya acendrada y ya acuñada, quedándose ellos con el vellón y bien
-trasquilados.</p>
-
-<p>No pudieron negar esta verdad tan clara; con todo eso no parecían
-quedar satisfechos, antes andaban murmurando allá entre dientes.</p>
-
-<p>¿Qué es eso?, dijo la Fortuna. Hablad claro, acabad, decía.</p>
-
-<p>Quisiéramos, madama, que ese favor fuera cumplido y que, así como
-nos has dado el provecho, nos dieses también la honra, para que no
-trajésemos á casa la plata, sirviendo á los españoles con la vileza que
-sabemos y la esclavitud que callamos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>El bien<br /> repartido.</i></span>
-
-¡Oh, qué lindo!, alzó la voz la Fortuna. ¡Bueno por mi vida!
-Monsieures, honra y doblones no caben en un saco. ¿No<span
-class="pagenum" id="Page_236">p. 236</span> sabéis que allá, cuando
-se repartieron los bienes á los españoles, les cupo la honra, á los
-franceses el provecho, á los ingleses el gusto y á los italianos el
-mando?</p>
-
-<p>Cuán incurable sea esta hidropesía del oro intenta ponderar esta
-Crisi, después de haberse desempeñado de aquel plausible portento, que
-el criado de Salastano con gran gusto de todos refirió desta suerte:</p>
-
-<p>Partí, señor, en virtud de tu precepto, en busca de aquel raro
-prodigio, el amigo verdadero. Fuí preguntando por él á unos y á otros
-y todos me respondían con más risa, que palabras. Á unos se les hacía
-nuevo, á otros inaudito y á todos imposible.</p>
-
-<p>Amigo fiel y verdadero ¿cómo ha de ser y en este tiempo y en este
-país?</p>
-
-<p>Más lo estrañaban que el fénix.</p>
-
-<p>Amigos de la mesa, del coche, de la comedia, de la merienda, de
-la huelga, del paseo, el día de la boda, en la privanza y en la
-prosperidad, me respondió Timón, el de Luciano, de ésos bien hallaréis
-hartos. Y más, cuando más hartos. Que á la hora del comer son sabañones
-y á la del ayudar son callos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Amigo, uno;<br /> enemigo,<br />
-ninguno.</i></span>
-
-Amigos, mientras me duró el valimiento, bien tenía yo, dijo un caído:
-no tenían número por muchos ni ahora por ninguno.</p>
-
-<p>Pasé adelante y díjome un discreto:</p>
-
-<p>¿Cómo es eso? ¿De modo, que buscáis un otro yo? Ese misterio sólo en
-el cielo se halla.</p>
-
-<p>Yo he visto cerca de cien vendimias, me respondió uno, y diría
-verdad, porque parecía del buen tiempo, y, aunque toda la vida he
-buscado un amigo verdadero, no he podido hallar sino medio y ése á
-prueba.</p>
-
-<p>Allá en tiempo, que rabiaban los reyes, digo, cuando se enojaban, oí
-contar, dijo una vieja, de un cierto Pilades y Orestes, una cosa como
-ésa; pero á fe, hijo, que yo siempre lo he tenido más por conseja, que
-por consejo.</p>
-
-<p>No os canséis en eso, me juró y votó un soldado español. Porque yo
-he rodeado y aun rodado todo el mundo y siem<span class="pagenum"
-id="Page_237">p. 237</span>pre por tierra de mi rey y, aunque he visto
-cosas bien raras, como los gigantes en la tierra del fuego, los pigmeos
-en el aire, las amazonas en el agua de su río, los que no tienen
-cabeza, que son muchos, y los de sólo un ojo y ése en el estómago, los
-de un solo pie á lo grullo, sirviéndoles de tejado, los sátiros y los
-faunos, batuecos y chichimecos, sabandijas todas, que caben en la gran
-monarquía española, yo no he topado ese gran prodigio, que ahora oigo.
-Sólo dejé de ver la isla Atlántida por incógnita. Podría ser que allí
-estuviese, como otras cien mil cosas buenas, que no se hallan.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Naciones<br /> de España.</i></span>
-
-Que no está tan lejos como eso, le dije; antes me aseguran le he de
-hallar dentro de España.</p>
-
-<p>Eso no creeré yo, replicó un crítico. Porque primeramente él no
-estará donde clavan el clavo por la cabeza, nunca cediendo al ajeno
-dictamen, aun del más acertado amigo. Menos donde de cuatro partes las
-cinco son palabras y amistad es obras y obras son amores. Pues donde
-no se dejan falar, sino por servirles farautes, tampoco: que aun de sí
-mismos no se dignan aquellos señores fidalgos. En tierra corta, donde
-todo es poca cosa, yo lo dudo. Y hablemos quedo, no nos oigan, que
-harán punto desto mismo. Pues donde todo se va en flor sin fruto, es
-cosa de risa y allí todos los hidalgos, aunque muchos, corren á lo de
-Guadalajara.</p>
-
-<p>¿Y en Cataluña? señor mío, repliqué yo.</p>
-
-<p>Ahí aún podría ser: que los catalanes saben ser amigos de sus
-amigos.</p>
-
-<p>También son malos para enemigos.</p>
-
-<p>Bien se ve: piénsanlo mucho antes de comenzar una amistad; pero, una
-vez confirmada, hasta las aras.</p>
-
-<p>¿Cómo puede ser eso, instó un forastero, si allí se hereda la
-enemistad y llega más allá del caducar la venganza, siendo fruta de la
-tierra la bandolina?</p>
-
-<p>Y aun por eso, respondió: que quien no tiene enemigos tampoco suele
-tener amigos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_238">p. 238</span>Con estas noticias
-me fuí empeñando la Cataluña adentro. Corríla toda, que bien poco
-me faltaba, cuando me sentí atraer el corazón de los imanes de una
-agradable estancia, antigua casa; pero no caduca. Fuíme entrando por
-ella, como Pedro por la suya, y notando á toda observación cuanto
-veía: que de las alhajas de una casa se colige el genio de su dueño.
-No encontré en toda ella ni con niños ni con mujeres. Hombres sí y
-mucho, aunque no muchos, que á prueba me introdujeron allá. Criados
-pocos: que de los enemigos, los menos. Estaban cubiertas las paredes
-de retratos, en memoria de los ausentes, alternados con unos grandes
-espejos. Y ninguno de cristal, por escusar toda quiebra; de acero si
-y de plata, tan tersos y tan claros, como fieles. Todas las ventanas
-con sus cortinillas, no tanto defensivo contra el calor, cuanto contra
-las moscas, que aquí no se toleran ni enfadosos ni entremetidos.
-Penetramos al corazón de la casa, al último retrete, donde estaba un
-prodigio triplicado, un hombre compuesto de tres. Digo tres que hacían
-uno. Porque tenía tres cabezas, seis brazos y seis pies. Luego que me
-brujuleó, me dijo:</p>
-
-<p>¿Búscasme á mí ó á ti mismo? ¿Vienes al uso de todos, que es
-buscarse á sí mismos, cuando más parece que buscan un amigo? Y si no se
-advierte antes, se experimenta después, que no los trae otro, que su
-provecho ó su honra ó su deleite.</p>
-
-<p>¿Quién eres tú, le dije, para saber si te busco, aunque por lo raro
-ya podría?</p>
-
-<p>Yo soy, me respondió, el de tres uno: aquel otro yo, idea de la
-amistad, norma de cómo han de ser los amigos.
-
-<span class="sidenote"><i>Gerión moral.</i></span>
-
-Yo soy el tan nombrado Gerión. Tres somos y un solo corazón tenemos.
-Que el que tiene amigos buenos y verdaderos, tantos entendimientos
-logra. Sabe por muchos, obra por todos, conoce y discurre con los
-entendimientos de todos. Ve por tantos ojos, oye por tantos oídos,
-obra por tantas manos y diligencia con tantos pies. Tantos pasos da
-en su conveniencia, como dan todos los otros. Mas entre todos, sólo
-un querer tenemos: que la <span class="pagenum" id="Page_239">p.
-239</span>amistad es un alma en muchos cuerpos. El que no tiene amigos
-no tiene pies ni manos. Manco vive, á ciegas camina. Y ¡ay del solo!
-Que, si cayere, no tendrá quien le ayude á levantar.</p>
-
-<p>Luego que le oí, exclamé: ¡Oh, gran prodigio de la amistad
-verdadera, aquella gran felicidad de la vida, empleo digno de la edad
-varonil, ventaja única del ya hombre! Á ti te busco, criado soy de
-quien te estima, cuan bien te conoce y hoy solicita tu correspondencia,
-porque dice que sin amigos del genio y del ingenio no vive un entendido
-ni se logran las felicidades. Que hasta el saber es nada, si los demás
-no saben que tú sabes.</p>
-
-<p>Ahora digo, me respondió el Gerión, que es bueno para amigo
-Salastano. Buen gusto tiene en tenerlos, que lo demás es envidiarse los
-bienes con necia infelicidad.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Duque<br /> de Nochera.</i></span>
-
-¡Oh qué bien decía aquel grande amigo de sus amigos y que también lo
-sabía ser, el duque de Nochera!:</p>
-
-<p>No me habéis de preguntar qué quiero comer hoy; sino con quién: que
-del convivir se llamó convite.</p>
-
-<p>Desta suerte fué celebrando las excelencias de la amistad y á lo
-último:</p>
-
-<p>Quiero, dijo, que registres mis tesoros, que para los amigos siempre
-están patentes y aun ellos son los mayores.</p>
-
-<p>Mostróme lo primero la granada de Darío, ponderando que los tesoros
-del sabio no son los rubíes ni los zafiros; sino los Zopiros.</p>
-
-<p>Mira bien esta sortija, que el amigo ha de venir como anillo en
-dedo: ni tan apretado, que lastime, ni tan holgado, que no ajuste con
-riesgo de perderse. Atiende mucho á este diamante, no falso, sí al
-tope, cuando conviene, y aun haciendo punta, otras veces cuadrado y en
-almohada del consejo, con muchos fondos y quilates de fineza tan firme,
-que ni en el yunque quiebra, expuesto á los golpes de la fortuna, ni
-con las llamas de la cólera salta ni con el ungüento de la lisonja ni
-del soborno se ablanda; sólo el veneno de la sospecha le puede hacer
-mella.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Veneno<br /> de la amistad.</i></span>
-
-Fué haciendo erudito alarde de preciosísimos símbolos de la<span
-class="pagenum" id="Page_240">p. 240</span> amistad. Á lo último sacó
-un pomito de olor, que despedía una fragancia muy confortante y, cuando
-yo creí ser alguna quinta esencia de ámbar, realzado del almizcle, me
-dijo:</p>
-
-<p>No es sino de un rancio néctar de un vino, aunque viejo, más
-jubilante, que jubilado. Bueno para amigo, que conforte el corazón, que
-le alivie y que le alegre y juntamente sane las morales llagas.</p>
-
-<p>Entregóme, al despedirme, esta lámina preciosa, con este su retrato,
-dedicado á la amigable fineza.</p>
-
-<p>Miráronle todos con admiración y aun repararon en que aquellos
-rostros eran sus verdaderos retratos, ocasión de quedar declarada y
-confirmada la amistad entre todos, muy á la enseñanza del Gerión.
-¡Feliz empleo de la varonil edad! Despidiéronse ya, sin partirse, los
-soldados para sus alojamientos, que en esta vida no hay cosa propia;
-nuestros dos peregrinos del mundo, no pudiendo hacer alto en el viaje
-del vivir, salieron á proseguirle por la Francia.</p>
-
-<p>Vencieron las asperezas del hipócrita Pirineo, desmentidor de
-su nombre á tanta nieve, donde muy temprano el invierno tiende sus
-blancas sábanas y se acuesta. Admiraron con observación aquellas
-gigantes murallas, con que la atenta naturaleza afectó dividir
-estas dos primeras provincias de la Europa, á España de la Francia,
-fortificando la una contra la otra, con murallas de rigores, dejándolas
-tan distantes en lo político, cuando tan confinantes en lo material. Y
-ahora conocieron con cuánto fundamento de verdad aquel otro cosmógrafo
-había delineado en un mapa estas dos provincias, en los dos extremos
-del orbe. Caso bien reído de todos: de unos, por no entendido, y de
-otros, por aplaudido.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Franceses,<br /> antípodas<br /> de
-España.</i></span>
-
-Al mismo punto que metieron el pie en Francia, conocieron sensiblemente
-la diferencia en todo, en el temple, clima, aire, cielo y tierra; pero
-mucho más la total oposición de sus moradores, en genios, ingenios,
-costumbres, inclinaciones naturales, lengua y trajes.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_241">p. 241</span>¿Qué te ha parecido
-de España?, dijo Andrenio.</p>
-
-<p>Murmuremos un rato della, aquí donde no nos oyen.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Censura<br /> de España.</i></span>
-
-Y aunque nos oyeran, ponderó Critilo, son tan galantes los españoles,
-que no hicieran crimen de nuestra civilidad. No son tan sospechosos
-como los franceses; más generosos corazones tienen.</p>
-
-<p>Pues díme, ¿qué concepto has hecho de España?</p>
-
-<p>No malo.</p>
-
-<p>¿Luego bueno?</p>
-
-<p>Tampoco.</p>
-
-<p>¿Según eso, ni bueno ni malo?</p>
-
-<p>No digo eso.</p>
-
-<p>¿Pues qué?</p>
-
-<p>Agridulce.</p>
-
-<p>¿No te parece muy seca y que de ahí les viene á los españoles
-aquella su sequedad de condición y melancólica gravedad?</p>
-
-<p>Sí; pero también es sazonada en sus frutos y todas sus cosas son muy
-sustanciales. De tres cosas dicen se han de guardar mucho en ella y más
-los estranjeros.</p>
-
-<p>¿De tres solas? ¿Y qué son?</p>
-
-<p>De sus vinos, que dementan; de sus soles, que abrasan; y de sus
-femeniles lunas, que enloquecen.</p>
-
-<p>¿No te parece, que es muy montuosa y aun por eso poco fértil?</p>
-
-<p>Así es; pero muy sana y templada. Que, si fuera llana, los veranos
-fuera inhabitable.</p>
-
-<p>Está muy despoblada.</p>
-
-<p>También vale una della por ciento de otras naciones.</p>
-
-<p>Es poco amena.</p>
-
-<p>No la faltan vegas muy deliciosas.</p>
-
-<p>Está aislada entre ambos mares.</p>
-
-<p>También está defendida y coronada de capaces puertos y muy regalada
-de pescados.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_242">p. 242</span>Parece que está muy
-apartada del comercio de las demás provincias y al cabo del mundo.</p>
-
-<p>Aún había de estarlo más, pues todos la buscan y la chupan lo mejor
-que tiene: sus generosos vinos Inglaterra, sus finas lanas Holanda, su
-vidrio Venecia, su azafrán Alemania, sus sedas Nápoles, sus azúcares
-Génova, sus caballos Francia y sus patacones todo el mundo.</p>
-
-<p>Díme, y de sus naturales, ¿qué juicio has hecho?</p>
-
-<p>Ahí hay más que decir: que tienen tales virtudes, como si no
-tuviesen vicios, y tienen tales vicios, como si no tuviesen tan
-relevantes virtudes.</p>
-
-<p>No me puedes negar que son los españoles muy bizarros.</p>
-
-<p>Sí; pero de ahí les nace el ser altivos. Son muy juiciosos; no tan
-ingeniosos. Son valientes; pero tardos. Son leones; mas con cuartana.
-Muy generosos y aun perdidos. Parcos en el comer y sobrios en el beber;
-pero superfluos en el vestir. Abrazan todos los estranjeros; pero no
-estiman los propios. No son muy crecidos de cuerpo; pero de grande
-ánimo. Son poco apasionados por su patria y trasplantados son mejores.
-Son muy llegados á la razón; pero arrimados á su dictamen. No son muy
-devotos; pero tenaces de su religión y absolutamente es la primer
-nación de Europa odiada por tan envidiada.</p>
-
-<p>Más dijeran, si no les interrumpiera su vulgar murmuración un otro
-pasajero, que con serlo y tan de priesa, tomaba muy de veras el vivir.
-Veníase encaminando hacia ellos y Critilo dijo:</p>
-
-<p>Éste es el primer francés que topamos. Notemos bien su genio, su
-hablar y su proceder, para saber cómo nos habemos de portar con los
-otros.</p>
-
-<p>¿Pues qué, visto uno, estarán vistos todos?</p>
-
-<p>Sí, que hay genio común en las naciones y más en ésta. Y la primera
-treta del trato es no vivir en Roma á lo húngaro, como algunos, que en
-todas partes viven al revés.</p>
-
-<p>La primera pregunta que el francés les hizo, aun antes de
-saludarlos, viendo que iban de España, fué si había llegado la
-flota.<span class="pagenum" id="Page_243">p. 243</span> Respondiéronle
-que sí y muy rica. Y cuando creyeron se había de desazonar mucho con
-la nueva, fué tan al contrario, que comenzó á dar saltos de placer,
-haciéndose son á sí mismo. Admirado Andrenio, le preguntó.</p>
-
-<p>¿Pues deso te alegras tú, siendo francés?</p>
-
-<p>Y él: ¿Por qué no, cuando las más remotas naciones la festejan?</p>
-
-<p>¿Pues de qué provecho le es á Francia que enriquezca España y se le
-aumente su potencia?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Efectos<br /> de la flota.</i></span>
-
-¡Oh qué bueno está eso! dijo el monsiur. ¿No sabéis vosotros que un
-año, que no vino la flota por cierto incidente, no le pudieron hacer
-guerra al Rey Católico ninguno de sus enemigos? Y ahora frescamente,
-cuando se ha alterado algo la plata del Perú, ¿no se han turbado todos
-los príncipes de la Europa y todos sus reinos con ellos? Creedme que
-los españoles brindan flotas de oro y plata á la sed de todo el mundo.
-Y pues venís de España, muchos doblones traeréis.</p>
-
-<p>No por cierto, respondió Critilo: de lo que menos habemos
-cuidado.</p>
-
-<p>¡Pobres de vosotros, qué perdidos venís!, exclamó el francés. Basta
-que aún no sabéis vivir con ir tan adelante, que hay muchos, que aun
-á la vejez no han comenzado á vivir. ¿No sabéis, que el hombre da
-principio á la vida por el deleite cuando mozo, pasa al provecho ya
-hombre, y acaba viejo por la honra?</p>
-
-<p>Venimos, le dijeron, en busca de una reina, que si por gran dicha
-nuestra la topamos, nos han asegurado que con ella hallaremos cuanto
-bien se puede desear. Y aun decía uno que todos los bienes le habían
-entrado á la par con ella.</p>
-
-<p>¿Cómo decís que se nombra?</p>
-
-<p>Sí, que bien nombrada es: la plausible Sofisbella.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>La sabiduría.</i></span>
-
-Ya sé quién decís. Ésa en otro tiempo bien estimada era en todo el
-mundo, por su mucha discreción y prendas; mas ya por pobre no hay quien
-haga caso ni casa della. En viéndola sin dote, sin oro y plata, muchos
-la tienen por necia y todos por<span class="pagenum" id="Page_244">p.
-244</span> infeliz. Es cosa de cuento todo lo que no es de cuenta.
-Entendedme una cosa, que no hay otro saber como el tener y el que
-tiene es sabio, es galán, valiente, noble, discreto y poderoso, es
-príncipe, es rey y será cuanto él quisiere. Lástima me hacéis de veros
-tan hombres y tan poco personas. Ahora venid conmigo. Echaremos por el
-atajo del valer, que aún tendréis remedio.</p>
-
-<p>¿Dónde nos piensas llevar?</p>
-
-<p>Donde halléis hombres, lo que mozos despreciasteis. ¡Cómo se echa de
-ver que no sabéis vosotros en qué siglo vivís! Vamos andando, que yo os
-lo diré. Y preguntó:</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Qué siglo este.</i></span>
-
-¿En cuál pensáis vivir, en el del oro ó en el de lodo?</p>
-
-<p>Yo diría, respondió Critilo, que en el de hierro. Con tantos, todo
-anda errado en el mundo y todo al revés, si ya no es el de bronce, que
-es peor con tanto cañón y bombarda. Todo ardiendo en guerras: no se oye
-otro que sitios, asaltos, batallas, degüellos, que hasta las mismas
-entrañas parece se han vuelto de bronce.</p>
-
-<p>No faltará quien diga, respondió Andrenio, que es el siglo de cobre
-y no de pague; mas yo digo que el de lodo, cuando todo lo veo puesto
-dél: tanta inmundicia de costumbres, todo lo bueno por tierra. La
-virtud dió en el suelo con su letrero: ¡Aquí yace! La basura á caballo,
-los muladares dorados y, al cabo al cabo, todo hombre es barro.</p>
-
-<p>No decís cosa, replicó el francés. Asegúroos que no es sino el siglo
-de oro.</p>
-
-<p>Mira quien tal creyera.</p>
-
-<p>Sólo el oro es el estimado, el buscado, el adorado y querido. No
-se hace caso de otro, todo va á parar en él y por él y así dice bien,
-cuando más mal, aquel público maldiciente: <i>tuti tiramo à questo
-diavolo di argento</i>.</p>
-
-<p>Relucía ya y de muy lejos uno como palacio grande; pero no
-magnífico, y tan lindo como un oro. Reparó luego Andrenio y dijo:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_245">p. 245</span>¡Qué rica cosa y
-casa! Parece una ascua de oro: así luce y así quema.</p>
-
-<p>¿Qué mucho, si lo es?, respondió el monsiur, bailando de
-contento.</p>
-
-<p>Que como al dar llaman ellos bailar, siempre andan bailando.</p>
-
-<p>¿Todo el palacio es de oro?, preguntó Critilo.</p>
-
-<p>Todo, desde el fundamento hasta el tejado, por dentro y fuera. Y
-cuanto hay en él todo es oro y todo plata.</p>
-
-<p>Muy sospechoso se me hace, dijo Critilo: que la riqueza es gran
-comadre del vicio y aun se dice vive mal con él. ¿Pero de dónde han
-podido juntar tanto oro y tanta plata? Que parece imposible.</p>
-
-<p>¿Cómo de dónde? Pues, si España no hubiera tenido los desaguaderos
-de Flandes, las sangrías de Italia, los sumideros de Francia, las
-sanguijuelas de Génova, ¿no estuvieran hoy todas sus ciudades
-enladrilladas de oro y muradas de plata? ¿Qué duda hay en eso? Á más de
-que el poderoso dueño, que en este palacio mora, tiene tal virtud, no
-sé yo si dada del cielo ó tomada de la tierra, que todo cuanto toca, si
-con la mano izquierda, la convierte en plata, y, si con la derecha, en
-oro.</p>
-
-<p>¡Eh!, monsiur, dijo Critilo, que ésa fué una novela tan antigua
-como necia de cierto rey, llamado Midas, tan sin medida ni tasa en su
-codicia, que al cabo, como suelen todos los ricos, murió de hambre,
-siendo su enfermedad de ahito.</p>
-
-<p>¡Cómo, que es fábula!, dijo el francés. No es sino verdad tan
-cierta, como practicada hoy en el mundo.
-
-<span class="sidenote"><i>Midas al uso.</i></span>
-
-¿Pues qué, es nuevo convertir un hombre en oro cuanto toca? Con una
-palmada, que da un letrado en un Bártulo, cuyo eco resuena allá en el
-bartolomico del pleiteante, ¿no hace saltar los ciento y los doscientos
-al punto y no de la dificultad? Advertid que jamás da palmada en vacío
-y, aunque estudia en Baldo, no es de balde su ciencia.</p>
-
-<p>Un médico, pulsando ¿no se hace él de oro y á los otros de tierra?
-¿Hay vara de virtudes como la del alguacil y la pluma del<span
-class="pagenum" id="Page_246">p. 246</span> escribano y más de un
-secretario, que por encantado que esté el tesoro, por más guardado, lo
-sacan bajo tierra? ¿Las vanas Venus de la belleza, cuando más tocadas
-y prendidas, no convierten en oro la inmundicia de su torpeza? Hombre
-hay, que con sola una pulgada que da, convierte en el oro más pesado el
-hierro más pesado. Al tocar de las cajas ¿no anda la milicia más á la
-rebatiña, que al rebato? Las pulgadas del mercader, ¿no convierten en
-oro la seda y la holanda?</p>
-
-<p>Creedme, que hay muchos Midas en el mundo: así los llama él, cuando
-más desmedidos andan, que todo se ha de entender al contrario. El
-interés es el rey de los vicios, á quien todos sirven y le obedecen.
-Y así, no os admiréis que yo diga que el príncipe, que allí vive,
-convierte en oro cuanto toca. Y una de las causas, porque yo voy allá,
-es para que me toque también y me haga de oro.</p>
-
-<p>Monsiur, instó Andrenio, ¿cómo puede vivir dese modo?</p>
-
-<p>Muy bien.</p>
-
-<p>Pues díme, ¿no se le convierte en oro el manjar, así como le
-toca?</p>
-
-<p>Buen remedio: calzarse unos buenos guantes, que muchos hoy comen
-dellos y con ellos.</p>
-
-<p>Sí; pero, en llegando á la boca el manjar, en comenzándole á mascar,
-¿no se le ha de volver todo oro, sin poderlo tragar?</p>
-
-<p>¡Oh, qué mal discurres!, dijo el francés. Ese melindre fué allá en
-otro tiempo; no se embarazan tanto ya las gentes.
-
-<span class="sidenote"><i>Oro potable.</i></span>
-
-Ya se ha hallado traza cómo hacer el oro potable y comestible, ya
-dél se confeccionan bebidas, que confortan el corazón y alegran
-grandemente. Ni falta quien ha inventado el hacer caldo de doblones
-y dicen es tan sustancial, que basta á resucitar un muerto; que eso
-de alargar la vida es niñería. Demás de que hoy viven millares de
-miserables de no querer comer. Todo lo que no comen ni beben ni visten
-dicen que lo convierten en oro. Ahorran, porque no se aforran. Mátanse
-de hambre á sí y á sus familias y de matarse viven.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_247">p. 247</span>Con esto se fueron
-acercando y descubrieron á las puertas muchas guardas que, á más
-de estar armadas todas con espaldares castellanos contra los petos
-gallegos, eran tan inexorables, que no dejaban llegar á ninguno ni de
-cien leguas. Y si alguno porfiaba en querer entrar, arrojábanle un no,
-salido de una cara de hierro, que no hay bala que así atraviese y deje
-sin habla al más osado.</p>
-
-<p>¿Cómo haremos para entrar, dijo Andrenio: que cada guarda de éstas
-parece un Nerón sincopado y aun más cruel?</p>
-
-<p>No os embarace eso, dijo el francés: que esta guarda sólo es guarda
-de la juventud. No dejan entrar los mozos.</p>
-
-<p>Y así era, que por ningún caso los dejaban entrar en la hacienda.
-Á todos se les vinculaban, hasta ser hombres; pero de treinta años
-arriba las franqueaban á todo hombre, si ya no fuese algún jugador,
-descuidado, gastador ó castellano, gente toda de la cofradía del hijo
-pródigo. Mas á los viejos, á los franceses y catalanes, puerta franca y
-aun les convidaban con el manejo. Con esto, viéndolos ya tan hombres y
-tan á la francesa, sin dificultad alguna los dejaron pasar.
-
-<span class="sidenote"><i>Puertas<br /> del interés.</i></span>
-
-Pero luego hubo otro tope y mayor, que á más de ser las puertas de
-bronce y más duras que las entrañas de un rico, de un cómitre, de una
-madrastra, de un genovés, que es más que todo, estaban cerradas y muy
-atrancadas con barras catalanas y candados vizcaínos. Y aunque llegaban
-unos y otros á llamar, nadie respondía ni á propósito mucho menos
-correspondía.</p>
-
-<p>Mira, decía uno, que soy tu pariente.</p>
-
-<p>Y respondía el de adentro:</p>
-
-<p>Más quiero mis dientes, que mis parientes. Cuando yo era pobre,
-no tenía parientes ni conocidos, que quien no tiene sangre, no tiene
-consanguíneos, y ahora me nacen como hongos y se pegan como lapa.</p>
-
-<p>¿No me conoces, que soy tu amigo?, gritaba otro.</p>
-
-<p>Y respondíanle:</p>
-
-<p>En tiempo de higos, higas.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_248">p. 248</span>Con mucha cortesía
-rogaba un gentilhombre y respondía un villano: Ahora, que tengo, todos
-me dicen: Norabuena estéis Pedro.</p>
-
-<p>¿Pues á tu padre?, decía un viejo.</p>
-
-<p>Y el hijo respondía:</p>
-
-<p>En esta casa no se tiene ley con nadie.</p>
-
-<p>Al contrario, rogaba á su padre un hijo le dejase entrar y él
-respondía:</p>
-
-<p>Eso no, mientras yo viva.</p>
-
-<p>Ninguno se ahorraba con el otro, ni hermanos con hermanos, ni
-padres con hijos: ¿pues qué sería suegras con nueras? Oyendo esto,
-desconfiaron de todo punto de poder entrar. Trataban de tomarse la
-honra, si no el provecho, cuando el francés les dijo:</p>
-
-<p>¡Qué presto desmayáis! ¿No entraron los que están dentro? Pues no
-nos faltará traza á nosotros. Dinero no falte y trampa adelante.</p>
-
-<p>Mostróles una valiente maza, que estaba pendiente de una dorada
-cencerra:</p>
-
-<p>Miradla bien, dijo: que en ella consiste nuestro remedio. ¿Cúya
-pensáis que es?</p>
-
-<p>Si fuera de hierro y con sus puntas aceradas, dijo Critilo, aun
-creyera yo era la clava de Hércules.</p>
-
-<p>¿Cómo de Hércules?, dijo el francés. Fué juguete aquélla, fué un
-melindre, respecto désta y todo cuanto el ahijado de Juno obró con ella
-fué niñería.</p>
-
-<p>¿Cómo hablas así, monsiur, de una tan famosa y tan celebrada
-clava?</p>
-
-<p>Dígote que no valió un clavo, respecto désta, ni supo Hércules lo
-que se hizo ni supo vivir ni entendió el modo de hacer la guerra.</p>
-
-<p>¿Cómo no, si con aquella triunfó de todos los monstruos del mundo,
-con ser tantos?</p>
-
-<p>Pues con ésta se vencen los mismos imposibles. Creedme que<span
-class="pagenum" id="Page_249">p. 249</span> es mucho más ejecutiva y
-sería nunca acabar querer yo relataros los portentos de dificultades,
-que se han allanado con ésta.</p>
-
-<p>Será encantada, dijo Andrenio, no es posible otra cosa. Obra grande
-de algún poderoso nigromántico.</p>
-
-<p>Que no está encantada, dijo el francés, aunque sí hechiza á todos.
-Más os digo, que aquélla sólo en la diestra de Hércules valía algo; mas
-ésta en cualquier mano, aunque sea en la de un enano, de una mujer, de
-un niño, obra prodigios.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Poder del oro.</i></span>
-
-¡Eh, monsiur, dijo Andrenio! No tanto encarecimiento. ¿Cómo puede ser
-eso?</p>
-
-<p>¿Cómo? Yo os lo diré. Porque es toda ella de oro macizo, aquel
-poderoso metal, que todo lo riñe y todo lo rinde. ¿Qué pensáis
-vosotros, que los reyes hacen la guerra con el bronce de las bombardas,
-con el hierro de los mosquetes y con el plomo de las balas? No, por
-cierto, sino con <i>dinari y dinari e piu dinari</i>. Mal año para la tizona
-del Cid y para la encantada de Roldán, respecto de una maza preñada de
-doblones. Y porque lo veáis, aguardad.</p>
-
-<p>Descolgóla y pegó con ella en las puertas un ligerísimo golpecillo;
-pero tan eficaz, que al punto se abrieron de par en par, quedando
-atónitos ambos peregrinos y blasonando el monsiur, aunque fueran las de
-la torre de Dánae. Pero son de Dame, que es más.</p>
-
-<p>Cuando todo estuvo llano, ya no lo estaba la voluntad de Critilo;
-antes dudaba mucho el entrar, porque dudaba el poder salir.
-
-<span class="sidenote"><i>Reclamo de oro.</i></span>
-
-Hallaba, como prudente, grandes dificultades; mas al ruido del dinero,
-que oyó contar, que por eso se llamó moneda, <i>a monendo</i>, porque todo
-lo persuade y recaba y á todos convence, se dejó vencer. Atrájole el
-reclamo del oro y de la plata. Que no hay armonía de Orfeo, que así
-arrebate.</p>
-
-<p>En estando dentro, se volvieron á cerrar las puertas, con otros
-tantos cerrojos de diamante. Mas, ¡oh espectáculo tan raro como
-increíble! Donde creyeron hallar un palacio, centro de libertades,
-hallaron una cárcel, llena de prisiones, pues á cuan<span
-class="pagenum" id="Page_250">p. 250</span>tos entraban los
-aherrojaban. Y es lo bueno que á título de hacerles muchos favores.</p>
-
-<p>Estaban persuadiendo á una hermosa mujer, que la enriquecían y
-engalanaban y echábanla al cuello una cadena de una esclavitud de por
-vida y aun por muerte, la argolla de un rico collar, las esposas de
-unos preciosos brazaletes, que paran en horcas, el apretador de sus
-obligaciones, el esmaltado lazo de un nudo ciego, la gargantilla de un
-ahogo. Ello fué casa y miento y cárcel verdadera.</p>
-
-<p>Echáronle á un cortesano unos pesados grillos de oro, que no
-le dejaban mover y persuadíanle que podía cuanto quería. Los que
-imaginaron salones eran calabozos poblados de cautivos voluntarios y
-todos ellos cargados de prisiones, argollas y cadenas de oro; pero
-todos tan contentos como engañados. Toparon entre otros un cierto
-sujeto rodeado de gatos, poniendo toda su fruición en oirlos mayar.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Monstruosa<br /> codicia.</i></span>
-
-¡Hay tan mal gusto en el mundo, como el tuyo!, dijo Andrenio. ¿No
-fueran mejores algunos pajarillos enjaulados, que con sus dulces
-cantos, te aliviaran las prisiones? ¿Pero gatos y vivos y que gustes de
-oir sus enfadosos maídos, que á todos los demás atormentan?</p>
-
-<p>Quita, que no lo entiendes, respondió él: para mí es la más regalada
-música de cuantas hay, éstas las voces más dulces y más suaves del
-mundo. ¿Qué tienen que ver los gorjeos del pintado jilguerillo,
-los quiebros del canario, las melodías del dulce ruiseñor, con los
-maullidos de un gato? Cada vez, que los oigo, se regocija mi corazón
-y se alboroza mi espíritu. Mal año para Orfeo y su lira, para el
-gustoso Correa y su destreza. ¿Qué tiene que ver toda la armonía de los
-instrumentos músicos con el maído de mis gatos?</p>
-
-<p>Si fueran muertos, replicó Andrenio, aun me tentara; ¿pero vivos?</p>
-
-<p>Sí, vivos y después muertos. Y vuelvo á decir que no hay más
-regalada voz en cuantas hay.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_251">p. 251</span>Pues dínos: ¿Qué
-hallas de suavidad en ella?</p>
-
-<p>¿Qué? Aquel decir <i>mío</i>, <i>mío</i> y todo es <i>mío</i> y siempre <i>mío</i> y
-nada para vos: esa es la voz más dulce para mí de cuantos hay.</p>
-
-<p>Hallaron cosas á este tono bien notables. Mostráronles algunos y aun
-los más, que se decía no tener corazones ni entrañas, no sólo para con
-los otros; pero ni aun para consigo mismos. Y con todo eso vivían.</p>
-
-<p>¿Cómo se sabe, preguntó Andrenio, que estén descorazonados?</p>
-
-<p>Muy bien, le respondieron: en no dar fruto alguno. Á más de que,
-buscándoseles á algunos, se les han hallado enterrados en sepulcros de
-oro y amortajados en sus talegos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Muerte<br /> del avaro.</i></span>
-
-¡Desdichada suerte!, exclamó Critilo, la de un avaro, que nadie se
-alegra con su vida ni se entristece en su muerte. Todos bailan en ella
-al son de las campanas. La viuda rica con un ojo llora y con el otro
-repica. La hija, desmintiendo sus ojos hechos fuentes, dice <i>río</i> de
-las lágrimas que <i>lloro</i>. El hijo porque hereda, el pariente porque
-se va acercando á la herencia, el criado por la manda y por lo que se
-desmanda, el médico por su paga y no por su pago, el sacristán porque
-dobla, el mercader porque vende sus bayetas, el oficial porque las
-cose, el pobre porque las arrastra. ¡Miserable suerte la del miserable!
-Mal, si vive, y peor, si muere.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Rico hombre.</i></span>
-
-En un gran salón vieron un grande personaje. Quedaron espantados de
-cosa tan nueva y tan estraña en semejante puesto.</p>
-
-<p>¿Qué hace aquí este señor?, preguntó Critilo á uno de sus enemigos,
-no escusados.</p>
-
-<p>Y él: ¿Qué? Adorar.</p>
-
-<p>¿Pues qué, es gentil?</p>
-
-<p>Lo que menos tiene es de gentil y de hombre.</p>
-
-<p>¿Pues qué adora?</p>
-
-<p>Dora y adora una arca.</p>
-
-<p>¿Qué? ¿Es judío?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_252">p. 252</span>En la condición ya
-podría; pero en la sangre no: que es muy noble, de los ricos hombres de
-España.</p>
-
-<p>Y con todo eso, ¿no es hidalgo?</p>
-
-<p>Antes, porque no lo es, es hombre rico.</p>
-
-<p>¿Qué arca es ésta que adora?</p>
-
-<p>La de su testamento.</p>
-
-<p>¿Y es de oro?</p>
-
-<p>Dentro sí; mas por fuera de hierro, pues no sabe qué ni por qué ni
-para qué ni para quién.</p>
-
-<p>Aquí vieron ejecutada aquella exagerada crueldad, que cuentan de
-las víboras, cómo la hembra al concebir corta la cabeza al macho y
-después los hijuelos vengan la muerte de su padre, agujerándola el
-vientre y rasgándola las entrañas por salir y campear, cuando vieron
-que la mujer, por quedar rica y desahogada, ahoga al marido. Luego el
-heredero, pareciéndole vive sobrado la madre y él no vive sobrado,
-la mata á pesares. Á él, por heredarle, su otro hermano segundo le
-despacha. De suerte, que unos á otros, como víboras crueles, se
-emponzoñan y se matan. El hijo procura la muerte del padre y de la
-madre, pareciéndole que viven mucho y que él se hará <i>senior</i>, antes de
-llegar á ser señor.
-
-<span class="sidenote"><i>Morir de mal<br /> de hijo.</i></span>
-
-El padre teme al hijo y, cuando todos festejan el nacimiento del
-heredero, él enluta su corazón, temiéndole como á su más cercano
-enemigo; pero el abuelo se alegra y dice:</p>
-
-<p>Seáis bien venido, ¡oh enemigo de mi enemigo!</p>
-
-<p>Fuéles materia de risa, entre las muchas de pena, lo que le
-aconteció á uno de estos guardadores. Que un ladrón de otro ladrón,
-que hay ladrones de ladrones, con tal sutileza le engañó, que le
-persuadió se robase á sí mismo: de modo, que le ayudó á quitarse cuanto
-tenía. Él mismo llevó á cuestas toda la ropa, el oro y plata de su
-casa, transportándola y escondiéndola donde jamás la vió ni la gozó.
-Lamentábase después, doblando el sentimiento, de ver que él había sido
-el ladrón de sí mismo, el robador y el robado.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_253">p. 253</span>
-
-<span class="sidenote"><i>Avaro<br /> ladrón de sí.</i></span>
-
-¡Oh lo que puede el interés!, ponderaba Critilo. Que le persuada á un
-desdichado que él se robe, que esconda su dinero, que atesore para
-ingratos, jugadores y perdidos; y que él ni coma ni beba ni vista ni
-duerma ni descanse ni goce de su hacienda ni de su vida. Ladrón de sí
-mismo, merece muy bien los cientos contados al revés y que le destierre
-el discreto Horacio á par de un Tántalo necio.</p>
-
-<p>Habían dado una vuelta entera á todo aquel palacio de calabozos,
-sin haber podido descubrir el coronado necio de su dueño, cuando á lo
-último, imaginándole en algún salón dorado, ocupando rico trono á toda
-majestad, vestido de brocados rozagantes, con su ropón imperial, le
-hallaron muy al contrario, metido en el más estrecho calabozo, que aun
-luz no gastaba, por no gastarla ni aun de día, por no ser visto para
-dar ni prestar. Con todo, brujulearon su mala catadura, cara de pocos
-amigos y menos parientes, aborreciendo por igual deudos y deudas.</p>
-
-<p>La barba crecidamente descompuesta, que aun el regalo de quitársela
-se envidiaba. Mostraba unas grandes orejas de rico trasnochado, siendo
-tan horrible en su aspecto. Nada se ayudaba con el vestido, que de
-viejo, la mitad era ido y la otra se iba aborreciendo todo lo que
-cuesta. Estaba solo quien de nadie se fiaba y todos le dejaban estar,
-rodeado de gatos, con almas de doblones, propias de desalmados, que
-aun muertos no olvidan las mañas del agarro. Parecía en lo crudo un
-Radamanto.</p>
-
-<p>Así como entraron, con que á nadie puede ver, fué á abrazarlos,
-que los quisiera de oro; mas ellos, temiendo tanta preciosidad, se
-retiraron, buscando ya por dónde salir de aquella dorada cárcel,
-
-<span class="sidenote"><i>Infierno<br /> de plata.</i></span>
-
-palacio de Plutón, que toda casa de avaro es infierno en lo penoso y
-limbo en lo necio.</p>
-
-<p>Con este deseo, apelándose al desengaño de todo vicio, en especial
-de la tiranía codiciosa, buscaban á toda priesa por dónde escapar;
-mas, como en casa del desdichado se tropieza en los azares, yendo
-en fuga, cayeron en una disimulada trampa,<span class="pagenum"
-id="Page_254">p. 254</span> cubierta con las limaduras de oro de
-la misma cadena, tan apretado lazo, que cuanto más forcejeaban por
-librarse, más le anudaban. Lamentaba Critilo su inconsiderada ceguera.
-Suspiraba Andrenio su malvendida libertad. Cómo la consiguieron contará
-la otra Crisi.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_2_4">
- <h3 class="g1 ws1">CRISI IV</h3>
- <p class="subh3c"><i>El museo del discreto.</i></p>
-</div>
-
-<p>Solicitaba un entendido, por todo un ciudadano emporio y aun dicen
-corte, una casa, que fuese de personas; mas en vano. Porque, aunque
-entró en muchas curioso, de todas salió desagradado, por hallarlas,
-cuanto más llenas de ricas alhajas, tanto más vacías de las preciosas
-virtudes. Guióle ya su dicha á entrar en una y aun única. Y al punto,
-volviéndose á sus discretos les dijo:</p>
-
-<p>Ya estamos entre personas: esta casa huele á hombres.</p>
-
-<p>¿En qué lo conoces? le preguntaron.</p>
-
-<p>Y él: ¿no veis aquellos vestigios de discreción?</p>
-
-<p>Y mostróles algunos libros, que estaban á mano:</p>
-
-<p>Éstas, ponderaba, son las preciosas alhajas de los entendidos. ¿Qué
-jardín del Abril, qué Aranjuez del Mayo, como una librería selecta?
-¿Qué convite más delicioso para el gusto de un discreto, como un culto
-museo, donde se recrea el entendimiento, se enriquece la memoria, se
-alimenta la voluntad, se dilata el corazón y el espíritu se satisface?
-
-<span class="sidenote"><i>Fullería<br /> discreta.</i></span>
-
-No hay lisonja, no hay fullería para un ingenio, como un libro nuevo
-cada día.</p>
-
-<p>Las pirámides de Egipto ya acabaron, las torres de Babilonia
-cayeron, el romano coliseo pereció, los palacios dorados de Nerón
-caducaron, todos los milagros del mundo desaparecieron y solos
-permanecen los inmortales escritos de los sabios, que entonces
-florecieron, y los insignes varones, que celebraron.<span
-class="pagenum" id="Page_255">p. 255</span> ¡Oh, gran gusto el de leer!
-Empleo de personas que, si no las halla, las hace. Poco vale la riqueza
-sin la sabiduría y de ordinario andan reñidas. Los que más tienen
-menos saben y los que más saben menos tienen. Que siempre conduce la
-ignorancia borregos con bellocino de oro.</p>
-
-<p>Esto les estaba ponderando, ya para consuelo, ya para enseñanza, á
-los dos presos en la cárcel del interés, en el brete de su codicia,
-un hombre y aun más. Pues en vez de brazos, batía alas, tan volantes,
-que se remontaba á las estrellas y en un instante se hallaba donde
-quería. Fué cosa notable que, cuando á otros en llegando los amarraba
-fuertemente, sin dejarles libertad ni para dar un paso, cargándoles de
-grillos y de cadenas, á éste, al punto que llegó, le jubilaron de una,
-que al pie arrastraba y le apesgaba de modo, que no le permitía echar
-un vuelo. Admirado Andrenio, le dijo:</p>
-
-<p>Hombre ó prodigio, ¿quién eres?</p>
-
-<p>Y él prontamente: Ayer nada, hoy poco más y mañana menos.</p>
-
-<p>¿Cómo menos?</p>
-
-<p>Sí: que á veces más valiera no haber sido.</p>
-
-<p>¿De dónde vienes?</p>
-
-<p>De la nada.</p>
-
-<p>¿Y dónde vas?</p>
-
-<p>Al todo.</p>
-
-<p>¿Cómo vienes tan solo?</p>
-
-<p>Aun la mitad me sobra.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Deseoso<br /> de saber.</i></span>
-
-Ahora digo que eres sabio.</p>
-
-<p>Sabio, no; deseoso de saber, sí.</p>
-
-<p>¿Pues con qué ocasión viniste acá?</p>
-
-<p>Vine á tomar el vuelo: que pudiendo levantarme á las más altas
-regiones en alas de mi ingenio, la envidiosa pobreza me tenía
-abatido.</p>
-
-<p>Según eso, ¿no piensas en quedarte aquí?</p>
-
-<p>De ningún modo: que no se permuta bien un adarme de li<span
-class="pagenum" id="Page_256">p. 256</span>bertad por todo el oro del
-mundo; antes, en tomando lo preciso de lo precioso, volaré.</p>
-
-<p>¿Y podrás?</p>
-
-<p>Siempre que quiera.</p>
-
-<p>¿Podríasnos librar á nosotros?</p>
-
-<p>Todo es que queráis.</p>
-
-<p>¿Pues no habíamos de querer?</p>
-
-<p>No sé: que es tal el encanto de los mortales, que están con gusto
-en sus cárceles y muy hallados, cuando más perdidos. Ésta, con
-ser un encanto, es la que más aprisionados les tiene, porque más
-apasionados.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Mundo<br /> encantado.</i></span>
-
-¿Cómo es eso de encanto?, dijo Andrenio. ¿Pues no es éste, que vemos,
-tesoro verdadero?</p>
-
-<p>De ningún modo; sino fantástico.</p>
-
-<p>Éste que reluce, ¿no es oro?</p>
-
-<p>Dígole lodo.</p>
-
-<p>¿Y tanta riqueza?</p>
-
-<p>Vileza.</p>
-
-<p>Éstos ¿no son montones de reales?</p>
-
-<p>No hay una realidad en todos ellos.</p>
-
-<p>Pues éstos, que tocamos, ¿no son doblones?</p>
-
-<p>Sí, en lo doblado.</p>
-
-<p>¿Y tanto aparador?</p>
-
-<p>No es, sino parador, pues al cabo para en nada. Y porque os
-desengañéis que todo esto es apariencia, advertid que, en boqueando
-cualquiera, el más rico, el más poderoso, en nombrando cielo, en
-diciendo: ¡Dios mío, valedme!, al mismo punto desaparece todo y se
-convierte en carbones y aun cenizas.</p>
-
-<p>Así fué. Que, en diciendo uno Jesús, dando la última boqueada, se
-desvaneció toda su pompa, como si fuera sueño. Tanto que, despertando
-los varones de las riquezas y mirándose á las manos, las hallaron
-vacías. Todo paró en sombra y en asombro y fué un espectáculo bien
-horrible ver que, los que antes eran estimados por reyes, ahora fueron
-reídos.
-
-<span class="sidenote"><i>La muerte<br /> de blanco.</i></span>
-
-<span class="pagenum" id="Page_257">p. 257</span>Los monarcas,
-arrastrando púrpuras, las reinas y las damas rozando galas, los señores
-recamados, todos se quedaron en blanco. Y por no haber dado en él. No
-ya ocupaban tronos de marfil; sino tumbas de luto. De sus joyas sólo
-quedó el eco en hoyas y sepulcros.</p>
-
-<p>Las sedas y damascos fueron ascos. Las piedras finas se trocaron
-en losas frías, las sartas de perlas en lágrimas. Los cabellos tan
-rizados, ya erizados. Los olores, hedores; los perfumes, humos. Todo
-aquel encanto paró en canto y en responso y los ecos de la vida, en
-huecos de la muerte. Las alegrías fueron pésames, porque no les pesa
-más la herencia á los que quedan. Y toda aquella máquina de viento en
-un cerrar y abrir de ojos se resolvió en nada.</p>
-
-<p>Quedaron nuestros dos peregrinos más vivos, cuando más muertos.
-Pues desengañados, preguntáronle á su remediador alado dónde estaban.
-Y él les dijo que muy hallados, pues en sí mismos. Propúsoles si le
-querían seguir al palacio de la discreta Sofisbella, donde él iba y
-donde hallarían la perfecta libertad. Ellos, que no deseaban otra
-cosa, le rogaron que, pues había sido su libertador, les fuese guía.
-Preguntáronle si conocía aquella sabia reina.</p>
-
-<p>Luego que me vi con alas, respondió, y vamos caminando, determiné
-ser suyo. Son pocos los que la buscan y menos los que la hallan.
-Discurrí por todas las más célebres Universidades sin poder
-descubrirla. Que, aunque muchos son sabios en latín, suelen ser grandes
-necios en romance. Pasé por las casas de algunos, que el vulgo llama
-letrados; pero, como me veían sin dinero, decíanme leyes.
-
-<span class="sidenote"><i>Fénix sabia.</i></span>
-
-Hablé con muchos tenidos por sabios; mas entre muchos doctores no hallé
-un docto. Finalmente conocí que iba perdido y me desengañé. Que de
-sabiduría y de bondad no hay sino la mitad de la mitad y aun de todo lo
-bueno.</p>
-
-<p>Mas, como voy volando por todas partes, he descubierto un
-palacio, fabricado de cristales, bañado de resplandores, cam<span
-class="pagenum" id="Page_258">p. 258</span>biando luces. Si en alguna
-estancia se ha de hallar esta gran reina, ha de ser en este centro,
-porque ya acabó la docta Atenas y pereció la culta Corinto.</p>
-
-<p>Oyóse en esto una confusa vocería, vulgar aplauso de una insolente
-turba, que asomaba. Pararon al punto y repararon en un chabacano
-monstruo, que venía atrancando sendas, seguido de innumerable turba.
-¡Estraña catadura! La primera mitad de hombre y la otra de serpiente.
-De modo, que de medio arriba miraba al cielo y de medio abajo iba
-arrastrando por tierra. Conocióle luego el varón alado y previno á
-sus camaradas le dejasen pasar, sin hacer caso ni preguntar cosa. Mas
-Andrenio no pudo contenerse, que no preguntase á uno del gran séquito
-quién era aquel serpihombre.</p>
-
-<p>¿Quién ha de ser, le respondió, sino quien sabe más que las
-culebras? Éste es el sabio de todos, el milagro del vulgo y éste es el
-pozo de ciencia.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Bachillería<br /> del mundo,<br /> necedad del cielo.</i></span>
-
-Tú te engañas y le engañas, replicó el alado: que no es sino uno, que
-sabe al uso del mundo. Que todo su saber es estulticia del cielo. Éste
-es de aquellos, que saben para todos y no para sí, pues siempre andan
-arrastrados. Éste es el que habla más y sabe menos. Y éste es el necio,
-que sabe todas las cosas malsabidas.</p>
-
-<p>¿Y dónde os lleva?, preguntó Andrenio.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Sabios<br /> de fortuna.</i></span>
-
-¿Dónde? Á ser sabios de fortuna.</p>
-
-<p>Estrañó mucho el término y replicóle:</p>
-
-<p>¿Qué cosa es ser sabio de ventura?</p>
-
-<p>Uno, que sin haber estudiado, es tenido por docto, sin cansarse
-es sabio, sin haberse quemado las cejas trae barba autorizada, sin
-haber sacudido el polvo á los libros levanta polvaredas, sin haberse
-desvelado es muy lucido, sin haberse trasnochado ni madrugado ha
-cobrado buena fama. Al fin él es un oráculo del vulgo y que todos han
-dado en decir que sabe sin saberlo. ¿Nunca has oído decir: ventura te
-dé Dios, hijo? Pues éste es el mismo y nosotros lo pensamos también
-ser.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_259">p. 259</span>Mucho le contentó
-á Andrenio aquello de saber sin estudiar, letras sin sangre, fama sin
-sudor, atajo sin trabajo, valer de balde. Y traído del gran séquito,
-que el plausible sabio arrastraba, hasta de carrozas, literas y
-caballos, ceceándole todos y brindándole con el descanso, volviéndose á
-sus compañeros les dijo:</p>
-
-<p>¡Amigos, vivir un poco más y saber un poco menos!</p>
-
-<p>Y metióse entre sus tropas, que al punto desaparecieron.</p>
-
-<p>¡Basta!, dijo el varón alado al atónito Critilo. Que el verdadero
-saber es de pocos. Consuélate, que más presto le hallarás tú á él, que
-él á ti, con que tú serás el hallado y él el perdido.</p>
-
-<p>Quisiera ir en busca suya Critilo; mas viendo ya brillar el gran
-palacio, que buscaban, olvidado aun de sí mismo y sin poder apartar los
-ojos dél, caminó allá embelesado. Campeaba, sin poder esconderse, en
-una clarísima eminencia, señoreando cuanto hay.
-
-<span class="sidenote"><i>Palacio del<br /> entendimiento.</i></span>
-
-Era su arquitectura extremo del artificio y de la belleza, engolfado en
-luces y á todas ellas, que para recibirlas bien, á más de ser diáfanas
-sus paredes y toda su materia transparente, tenía muchas claraboyas,
-balcones rasgados y ventanas patentes. Todo era luz y todo claridad.
-Cuando llegaron cerca, vieron algunos hombres, que lo eran, que
-estaban como adobando y besando sus paredes; pero, mirándolo mejor,
-advirtieron que las lamían y, sacando algunas cortezas, las mascaban y
-se paladeaban con ellas.</p>
-
-<p>¿De qué provecho puede ser eso?, dijo Critilo.</p>
-
-<p>Y uno dellos: Por lo menos es de sumo gusto.</p>
-
-<p>Y convidóle con un terrón limpio y transparente que, en llegándole á
-la boca, conoció era sal y muy sabrosa y, los que imaginaron cristales,
-no lo eran, sino sales gustosísimas.</p>
-
-<p>Estaba la puerta siempre patente, con que no entraban sino personas
-y ésas bien raras. Vestíanla hiedras y coronábanla laureles, con muchas
-inscripciones ingeniosas por toda la majestuosa fachada. Entraron
-dentro y admiraron un espacioso patio muy á lo señor, coronado de
-columnas tan firmes y tan<span class="pagenum" id="Page_260">p.
-260</span> eternas, que les aseguró el varón alado podían sustentar el
-mundo y algunas dellas el cielo, siendo cada una un non plus ultra de
-su siglo.</p>
-
-<p>Percibieron luego una armonía tan dulce, que tiranizaba, no sólo
-los ánimos, pero las mismas cosas inanimadas, atrayendo á sí los
-peñascos y las fieras. Dudaron si sería su autor el mismo Orfeo y con
-esa curiosidad fueron entrando por un majestuoso salón muy capaz, en
-quien los copos de la nieve en marfiles y las ascuas de oro en piñas
-maravillosamente se atemperaban para construir su belleza.</p>
-
-<p>Aquí los recibieron y aun cortejaron el buen gusto y el buen
-genio y, con el agrado que suelen, los condujeron á la agradable
-presencia de un sol humano, que parecía mujer divina. Estaba animando
-un tan suave plectro, que les aseguraron, no sólo hacía inmortales
-los vicios, pero que daba vida á los muertos, componía los ánimos,
-sosegaba los espíritus, aunque tal vez los encendía en el furor bélico,
-que no hiciera más el mismo Homero. Llegaron ya á saludarla entre
-las fruiciones de verla; pero más de oirla. Y ella, en honra de sus
-peregrinos huéspedes, hizo alarde de armonía.
-
-<span class="sidenote"><i>Nicho<br /> de la poesía.</i></span>
-
-Estaba rodeada de varios instrumentos, todos ellos muy sonoros. Mas,
-suspendiendo los antiguos, aunque tan suaves, fué echando mano de
-los modernos. El primero, que pulsó, fué una culta cítara, haciendo
-extremada armonía; aunque la percibían pocos, que no era para muchos.
-Con todo, notaron en ella una desproporción harto considerable que,
-aunque sus cuerdas eran de oro finísimo y muy sutiles, la materia de
-que se componía, debiendo ser de un marfil terso, de un ébano bruñido,
-era de haya y aun más común. Advirtió el reparo la conceptuosa ninfa y
-con un regalado suspiro, les dijo:</p>
-
-<p>Si en este culto plectro cordobés hubiera correspondido la moral
-enseñanza á la heroica composición, los asuntos graves á la cultura
-de su estilo, la materia y bizarría del verso á la sutileza de sus
-conceptos, no digo yo de marfil, pero de un finísimo diamante merecía
-formarse su concha.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_261">p. 261</span>Tomó ya un italiano
-rabel, tan dulce, que al pasar el arco pareció suspender la misma
-armonía de los cielos, si bien para ser pastoril y tan Fido, pareció
-sobradamente conceptuoso. Tenía muy á mano dos laúdes, tan igualmente
-acordes, que parecían hermanos.</p>
-
-<p>Éstos, dijo, son graves por lo aragoneses. Puédelos oir el más
-severo Catón sin nota de liviandad. En el metro tercero son los
-primeros del mundo; pero en el cuarto, ni aun quintos.</p>
-
-<p>Vieron una arquicítara de extremada composición, de maravillosa
-traza. Y aunque estaba bajo de otra; pero en el material artificio ni
-ésta la cedía ni aquélla en la invención la excedía. Y así dijo el alma
-de los instrumentos:</p>
-
-<p>Si el Ariosto hubiera atendido á las morales alegorías, como Homero,
-de verdad que no le fuera inferior.</p>
-
-<p>Resonaba mucho y embarazaba á muchos un instrumento, que unieron
-cáñamo y cera. Parecía órgano por lo desigual y era compuesto de las
-cañas de Siringa, cogidas en la más fértil vega. Llenábanse de viento
-popular; mas con todo este aplauso, no les satisfizo y dijo entonces la
-poética Belleza.</p>
-
-<p>Pues sabed que éste, en aquel tiempo desaliñado, fué bien oído y
-llenó, por lo plausible, todos los teatros de España.</p>
-
-<p>Descolgó una vihuela tan de marfil, que afrentaba la misma nieve;
-pero tan fría, que al punto se le helaron los dedos y hubo de dejarla,
-diciendo:</p>
-
-<p>En estas rimas del Petrarca se ven unidos dos extremos, que son su
-mucha frialdad con el amoroso fuego.</p>
-
-<p>Colgóla junto á otras dos, muy sus semejantes, de quienes dijo:</p>
-
-<p>Éstas más se suspenden, que suspenden.</p>
-
-<p>Y en secreto confesóles eran del Dante Aligero y del español Boscán.
-Pero entre tan graves plectros, vieron unas tejuelas picariles, de que
-se escandalizaron mucho.</p>
-
-<p>No las estrañéis, les dijo: que son muy donosas. Con éstas espantaba
-sus dolores Marica en el hospital.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_262">p. 262</span>Tañó con indecible
-melodía unas folías á una lira conceptuosa, que todos celebraron mucho
-y con razón:</p>
-
-<p>Bástale, dijo, ser plectro portugués, tiernamente regalado, que él
-mismo se está diciendo el que amo es.</p>
-
-<p>Gustaron no poco de ver una gaita y aun ella la animó con lindo
-gusto; aunque descompuso algo de su gran belleza y dijo:</p>
-
-<p>Pues de verdad que fué de una musa princesa, á cuyo son solía bailar
-Gila en la noche de aquel santo.</p>
-
-<p>Grande asco les causó ver una tiorba italiana, llena de suciedad y
-que frescamente parecía haber caído en algún cieno y, sin osarla tocar,
-cuanto menos tañer, la recatada ninfa, dijo:</p>
-
-<p>Lástima es que este culto plectro del Marino haya dado en tanta
-inmundicia lasciva.</p>
-
-<p>Estaba un laúd real artificiosamente fabricado en un puesto oscuro;
-con todo, despedía gran resplandor de sí y de muchas piedras preciosas,
-de que estaba todo él esmaltado:</p>
-
-<p>Éste, ponderó, solía hacer un tan regalado son, que los mismos reyes
-se dignaban de escucharle. Y aunque no ha salido á luz en estampa, luce
-tanto, que dél se puede decir:</p>
-
-<p>¡El alba es que sale!</p>
-
-<p>Allí vieron un culto instrumento, coronado del mismo laurel de
-Apolo; aunque algunos no lo creían. Oyeron una muy gustosa zampoña;
-mas, por tener cáncer la musa que la tocaba, á cada concepto se le
-equivocaban las voces. Hacíase bien de sentir una lira, aunque mediana,
-mas en lo satírico, superior, y dábase á entender latinizando. Otro
-oyeron de feliz arte; mas dudaron si su prosa era verso y si su verso
-prosa. Vieron en un rincón muchos otros instrumentos, que con ser
-nuevos y acabados de hacer, estaban ya acabados y cubiertos de polvo.
-Admirado Critilo dijo:</p>
-
-<p>¿Por qué, oh gran reina del Parnaso, éstos tan presto los
-arrimas?</p>
-
-<p>Y ella: Porque rimas, todos se arriman á ellas, como más<span
-class="pagenum" id="Page_263">p. 263</span> fáciles; pocos imitan á
-Homero y á Virgilio en los graves y heroicos poemas.</p>
-
-<p>Para mí tengo, dijo Critilo, que Horacio los perdió, cuando más los
-quiso ganar, desanimándolos con sus rigorosos preceptos.</p>
-
-<p>Aun no es eso, respondió la gloria de los cisnes: que son tan
-romancistas algunos, que no entienden el arte; sino que para las obras
-grandes son menester ingenios agigantados. Aquí está el Tasso, que
-es un otro Virgilio cristiano y tanto, que siempre se desempeña con
-ángeles y con milagros.</p>
-
-<p>Había un vacío en buen lugar y, notándolo Critilo, dijo:</p>
-
-<p>De aquí algún gran plectro han robado.</p>
-
-<p>No será eso; sino que estará destinado para algún moderno.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Don Francisco<br /> de Sayas.</i></span>
-
-¿Si sería, dijo Critilo, uno que yo conozco y estimo por bueno, no por
-ser mi amigo, antes mi amigo por ser bueno?</p>
-
-<p>No pudieron detenerse más, porque la edad les daba prisa, y así
-hubieron de dejar esta primera estancia de un tan culto Parnaso y, en
-lo fragante, Paraíso.</p>
-
-<p>Llamóles el Tiempo á un otro salón más dilatado, pues no se le veía
-fin. Introdújoles en él la Memoria y aquí hallaron otra bien extremada
-ninfa, que tenía la mitad del rostro arrugado muy de vieja y la otra
-mitad fresco muy de joven.
-
-<span class="sidenote"><i>Historiadores.</i></span>
-
-Estaba mirando á dos haces á lo presente y á lo pasado; que lo porvenir
-remitíalo á la providencia. En viéndola, dijo Critilo:</p>
-
-<p>Ésta es la gustosa Historia.</p>
-
-<p>Mas el varón alado: No es sino la maestra de la vida, la vida de la
-fama, la fama de la verdad y la verdad de los hechos.</p>
-
-<p>Estaba rodeada de varones y mujeres, señalados unos por insignes y
-otros por ruines, grandes y pequeños, valerosos y cobardes, políticos
-y temerarios, sabios é ignorantes, héroes y viles, gigantes y enanos,
-sin olvidar ningún extremo. Tenía en la mano algunas plumas, no muchas,
-pero tan prodigiosas, que con una sola, que entregó á uno, le hizo
-volar y remontarse<span class="pagenum" id="Page_264">p. 264</span>
-hasta los dos coluros. No sólo daba vida con el licor que destilaba;
-sino que eternizaba, no dejando envejecer jamás los famosos hechos.
-Íbalas repartiendo con notable atención, porque á ninguno daba la que
-él quería, y esto á petición de la Verdad y de la Entereza.</p>
-
-<p>Y así notaron que llegó un personaje, ofreciendo por una gran suma
-de dinero: y no sólo no se la concedió; sino que le cargó la mano,
-diciéndole que estos libros para ser buenos han de ser libres ni se
-vuela á la eternidad en plumas alquiladas.</p>
-
-<p>Replicaron otros se la diese, que antes sería para más ignominia
-suya.</p>
-
-<p>Eso no, respondió la eterna Historia: no conviene. Porque, aunque
-ahora sería reída, de aquí á cien años será creída. Con esta misma
-atención á ninguno daba pluma, que no fuese después de cincuenta años
-de muerto, y á todo muerto, pluma viva. Con lo cual ni Tiberio el
-astuto ni Nerón el inhumano pudieron escaparse de lo de Cornelio de
-Tácito.</p>
-
-<p>Fué á sacar una buena, para que un escritor grande escribiese de
-un gran príncipe y, porque la vió algo que untada de oro, la arrojó
-con desaire, con que había escrito aquella misma otras cosas harto
-plausiblemente y dijo:</p>
-
-<p>Creedme que toda pluma de oro escribe yerros.</p>
-
-<p>Solicitaba un otro á grandes diligencias, alguna, que escribiese
-bien dél. Informóse la ninfa si era benemérito.</p>
-
-<p>Averiguó que no.</p>
-
-<p>Replicó él que para serlo no se la quiso conceder; aunque alabó
-su honrado deseo, diciéndole que las palabras ajenas no pueden hacer
-insignes los hombres; sino sus hechos propios bien ejecutados primero y
-bien escritos después.</p>
-
-<p>Al contrario, un otro famoso varón pidió le mejorase, porque la que
-le había dado era llana y sencilla y consolóle con que sus grandes
-hechos campeaban más en aquel mal estilo, que los de otros no tales
-entre mucha elocuencia.</p>
-
-<p>Quejáronse algunos célebres modernos de que sus inmortales<span
-class="pagenum" id="Page_265">p. 265</span> hechos se pasaban en
-silencio, habiendo habido elogios plausibles del Jovio para otros no
-tan esclarecidos.</p>
-
-<p>Aquí se enojó mucho la noticiosa ninfa y con grande impaciencia
-dijo:</p>
-
-<p>Si vosotros los despreciáis, los perseguís y tal vez los encarceláis
-á mis dilectísimos escritores, no haciendo caso dellos, ¿cómo queréis
-que os celebren? La pluma, príncipes míos, no ha de ser apreciada; pero
-sí preciada.</p>
-
-<p>Daban en rostro las demás naciones á la española en no haberse
-hallado en ella una pluma latina, que con satisfacción la ilustrase.</p>
-
-<p>Respondía que los españoles más atendían á manejar la espada que
-la pluma, á obrar las hazañas que á placearlas y que aquello de tanto
-cacarearlas más parecía de gallinas.</p>
-
-<p>No le valió; antes la arguyeron de poco política y muy bárbara,
-poniéndola por ejemplo los romanos, que en todo florecieron y un César
-cabal pluma y espada rige.</p>
-
-<p>Oyendo esto y viéndose señora del mundo, determinó llegar á pedir
-pluma. Juzgó la reina de los tiempos tenía razón; mas reparó en cuál
-la daría, que la desempeñase bien después de tanto silencio. Y aunque
-tiene por ley general no dar jamás á ninguna provincia algún escritor
-natural, so pena de no ser creído, con todo, viéndola tan odiada de
-todas las demás naciones, se resolvió en darla una pluma propia.</p>
-
-<p>Comenzaron luego á murmurarlo las demás naciones y á mostrar
-sentimiento; mas la verdadera ninfa las procuró quietar, diciendo:</p>
-
-<p>Dejad, que el Mariana, aunque es español de cuatro cuartos, si bien
-algunos lo han afectado dudar; pero él es tan tétrico y escribirá con
-tanto rigor, que los mismos españoles han de ser los que queden menos
-contentos de su entereza.</p>
-
-<p>Esto no le fiaron á la Francia y así entregó la pluma de sus
-últimos sucesos y de sus reyes á un italiano. Y no contenta aún con
-esto, le mandó salir de aquel reino y que se fuese á Italia á<span
-class="pagenum" id="Page_266">p. 266</span> escribir libremente y así
-ha historiado tan acertadamente Henrico Catarino, que ha oscurecido al
-Guicciardino y aun causado recelo á Tácito.</p>
-
-<p>Con esto cada uno llevaba la que menos pensaba y quisiera. Las
-que parecían de unas aves, eran de otras, como la que pasó plaza del
-Conestagio en la unión de Portugal con Castilla, que bien mirada se
-halló no ser suya, sino del conde de Portalegre, para deslumbrar la más
-atenta prudencia.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Don José<br /> Pellicer.</i></span>
-
-Pidió uno las del fénix para escribir della y encargósele seriamente
-no las gastase, sino en las de la fama. La que se conoció con toda
-realidad ser de fénix fué la de aquella princesa, excepción de la
-hermosura, no ya necia, aunque sí desgraciada, la inestimable Margarita
-de Valois, á quien y al César solos se les permitió escribir con
-acierto de sí mismos.</p>
-
-<p>Pidió un príncipe soldado una pluma, la más bien cortada de todas.
-Por el mismo caso se la dió sin cortar, diciéndole:</p>
-
-<p>Vuestra misma espada le ha de dar el corte: que si ella cortare
-bien, la pluma escribirá mejor.</p>
-
-<p>Otro gran príncipe y aun monarca pretendió la mejor de todas,
-por lo menos la más plausible, porque él quería inmortalizarse con
-ella. Y viendo que realmente la merecía, escogió entre todas y dióle
-una entresacada de las alas de un cuervo. No quedó contento; antes
-murmuraba que, cuando pensó le daría la de algún águila real, que
-levantase el vuelo hasta el sol, le daba aquella tan infausta.</p>
-
-<p>¡Eh, señor, que no lo entendéis!, dijo la Historia: éstas, que son
-de cuervo en el picar, en el adivinar las intenciones, en desentrañar
-los más profundos secretos, ésta del Comines es la más plausible de
-todas.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>El doctor<br /> Juan Francisco<br /> Andrés.</i></span>
-
-Trataba un gran personaje de mandar quemar una destas. Desengañáronle
-no lo intentase, porque son como las del fénix, que en el fuego
-se eternizan y, en prohibiéndolas, vuelan por todo el mundo. La
-que celebró mucho y por eso la dió á Aragón fué una cortada de un
-jirasol.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_267">p. 267</span>Ésta, dijo, siempre
-mirará á los rayos de la verdad.</p>
-
-<p>Admiráronse mucho de ver que, habiendo tanta copia de historiadores
-modernos, no tenía sus plumas la inmortal ninfa en su mano ni la
-ostentaba, sino cual y cual, la de Pedro Mateo, del Santoro, Babia,
-del conde de la Roca, Fuenmayor y otros; mas desengañáronse, cuando
-advirtieron eran de simplicísimas palomas, sin la hiel de Tácito,
-sin la sal de Curcio, sin el picante de Suetonio, sin la atención de
-Justino, sin la mordacidad del Platina.</p>
-
-<p>Que no todas las naciones, decía la gran reina de la verdad, tienen
-numen para la historia. Aquéllos por ligeros fingen, estos otros,
-porque llanos, descaecen y así las más destas plumas modernas son
-chabacanas, insulsas y en nada eminentes. Veréis muchas maneras de
-historiadores, unos gramaticales, que no atienden sino al vocablo y á
-la colocación de las palabras, olvidándose del alma de la historia.
-Otros cuestionarios: todo se les va en disputar y averiguar puntos y
-tiempos. Hay anticuarios, gaceteros y relacioneros: todos materiales y
-mecánicos, sin fondo de juicio ni altanería de ingenio.</p>
-
-<p>Topó una pluma de caña dulce destilando néctar y al punto la sacudió
-de sí, diciendo:</p>
-
-<p>Éstas no tanto eternizan las hazañas, cuanto confitan los
-desaciertos.</p>
-
-<p>Aborrecía sumamente toda pluma teñida, tenida por apasionada,
-inclinándose siempre, ya al lado del odio, ya de la afición. Fué á
-sacar una y dijo:</p>
-
-<p>Ésta ya ha salido otra vez, ya la di á otro primero y, si mal no
-me acuerdo, fué á Illescas, á quien le traslada capítulos enteros el
-Sandoval. Basta, que yo me he equivocado.</p>
-
-<p>Mucho se detuvieron aquí y aun se estuvieron: tan entretenida es la
-mansión de la Historia.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Buenas letras.</i></span>
-
-Pasaron ya cortejados del Ingenio por la de la Humanidad. Lograron
-muchas y fragantes flores, delicias de la agudeza, que aquí asistía
-tan aliñada cuan hermosa, leyéndolas en latín Erasmo, <span
-class="pagenum" id="Page_268">p. 268</span>el Evorense y otros, y
-escogiéndolas en romance, las florestas españolas, las facecias
-italianas, las recreaciones del Guicciardino, hechos y dichos modernos
-del Botero, de solo Rufo seiscientas flores, los gustosos Palmirenos,
-las librerías del Doni, sentencias, dichos y hechos de varios elogios,
-teatros, plazas, silvas, oficinas, jeroglíficos, empresas, geniales,
-polianteas y fárragos.</p>
-
-<p>No fué menos de admirar la ninfa anticuaria, de más curiosidad
-que sutileza. Tenía por estancia un erario enriquecido de estatuas,
-piedras, incripciones, sellos, monedas, medallas, insignias, urnas,
-barros, láminas, con todos los libros, que tratan de esta noticiosa
-antigüedad, tan acreditada con los eruditos diálogos de don Antonio
-Agustín, ilustrada de los Golcios
-
-<span class="sidenote"><i>Anticuarios</i>.</span>
-
-y últimamente enriquecida con las noticias de las monedas antiguas
-españolas de Lastanosa.</p>
-
-<p>Al lado déste hallaron otro tan embarazado de materialidades, que
-á la primera vista creyeron sería algún obrador mecánico; mas, cuando
-vieron globos celestes y terrestres, esferas, astrolabios, brújulas,
-dioptras, cilindros, compases y pantómetras,
-
-<span class="sidenote"><i>Matemáticas.</i></span>
-
-conocieron ser los desvanes del entendimiento y el taller de las
-matemáticas, sirviendo de alma muchos libros de todas estas artes y aun
-de las vulgares. Pero de la noble pintura y arquitectura había tratados
-superiores.</p>
-
-<p>Fueron registrando todos estos nichos de paso, lo que basta para no
-ignorar.
-
-<span class="sidenote"><i>Filosofía<br /> natural.</i></span>
-
-Así como el de la indagadora natural filosofía, levantando mil
-testimonios á la naturaleza. Servían de estantes á sus curiosos
-tratados los cuatro elementos y en cada uno los libros, que tratan
-de sus pobladores, como de las aves, peces, brutos, plantas, flores,
-piedras preciosas, minerales y en el fuego de sus meteoros, fenómenos
-y de la artillería. Pero enfadados de tan desabrida materialidad, los
-sacó de allí el Juicio, para meterlos en sí.</p>
-
-<p>Veneraron ya una semideidad en lo grave y lo sereno, que en la
-más profunda estancia y más compuesta estaba, entresacan<span
-class="pagenum" id="Page_269">p. 269</span>do las saludables hojas de
-algunas plantas, para confeccionar medidas y destilar quintas esencias
-con que curar el ánimo y en que conocieron luego era la Moral Filosofía.
-
-<span class="sidenote"><i>Filósofos<br /> morales.</i></span>
-
-Cortejáronla de propósito y ella les dió asiento entre sus venerables
-sujetos. Sacó en primer lugar unas hojas, que parecían del díctamo,
-gran contraveneno, y mostró estimarlas mucho, si bien á algunos les
-parecieron algo secas y aun frías, de más provecho que gusto; pero
-de verdad muy eficaces. Y aseguró haberlas cogido por su mano de los
-huertos de Séneca. En un plato, que pudo ser fuente de doctrina, puso
-otras, diciendo:</p>
-
-<p>Éstas, aunque más desabridas, son divinas.</p>
-
-<p>Allí vieron el ruibarbo de Epicteto y otras purgativas de todo
-exceso de humor, para aliviar el ánimo.</p>
-
-<p>Para apetito y regalo hizo una ensalada de los diálogos de Luciano,
-tan sabrosa, que á los más desconocidos les abrió el gusto, no sólo de
-comer, pero de rumiar los grandes preceptos de la prudencia.</p>
-
-<p>Después déstos echó mano de unas hojas muy comunes; mas ella
-las comenzó á celebrar con exageraciones. Estaban admirados los
-circunstantes, cuando las habían tenido más por pasto de bestias, que
-de personas.</p>
-
-<p>No tenéis razón, dijo: que en estas fábulas de Esopo hablan las
-bestias, para que entiendan los hombres.</p>
-
-<p>Y haciendo una guirnalda, se coronó con ellas. Para sacar una quinta
-esencia general recogió todas las de Alciato, sin desechar una y,
-aunque las vió imitadas en algunos; pero eran contrahechas y sin la
-eficaz virtud de la moralidad ingeniosa.</p>
-
-<p>De los Morales de Plutarco se valía para comunes remedios:
-echaban gran fragancia todo género de apostemas y sentencias; pero,
-no haciéndose mucho caso de sus recopiladores, mandó fuesen algunos
-dellos premiados con estimación, por haberles ayudado mucho y aun, como
-Lucinas, haberles dado forma de una aguda donosidad.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_270">p. 270</span>Topó unas grandes
-hojazas, muy extendidas, no de mucha eficacia y así dijo:</p>
-
-<p>Éstas del Petrarca, Justo Lipsio y otros, si tuvieran tanto de
-intensión como tienen de cantidad, no hubiera precio bastante para
-ellas.</p>
-
-<p>Acertó á sacar unas de tal calidad, que al mismo punto los
-circunstantes las apetecieron y unos las mascaban, otros las molían y
-estaban todo el día sin parar, aplicando el polvo á las narices.</p>
-
-<p>Basta, dijo: que estas hojas de Quevedo son como las del tabaco, de
-más vicio que provecho, más para reir que aprovechar.</p>
-
-<p>De la Celestina y otros tales, aunque ingeniosos, comparó sus hojas
-á las del perejil, para poder pasar sin asco la carnal grosería.</p>
-
-<p>Éstas otras, aunque vulgares, son picantes y tal señor hay, que
-gasta su renta en ellas. Éstas de Barclayo y otros son como las de la
-mostaza, que, aunque irritan las narices, dan gusto con su picante.</p>
-
-<p>Al contrario, otras muy dulces, así en el estilo, como en los
-sentimientos, las remitió, más para paladear niños y mujeres, que para
-pasto de hombres.</p>
-
-<p>Las empresas del Jovio puso entre las olorosas y fragantes, que
-con su buen olor recrean el cerebro. Ostentó mucho unas hojas, aunque
-malaliñadas y tan feas, que les causaron horror; mas la prudente ninfa
-dijo:</p>
-
-<p>No se ha de atender al estilo del infante don Manuel; sino á la
-extremada moralidad y al artificio con que enseña.</p>
-
-<p>Por buen dejo sacó una alcarchofa y con lindo gusto la fué
-deshojando y dijo:</p>
-
-<p>Estos raguallos del Boquelino, son muy apetitosos; pero de toda una
-hoja sólo se come el cabo con su sal y su vinagre.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Políticas.</i></span>
-
-Muy gustosos y muy cebados se hallaban aquí, sin tratar de dejar
-jamás estancia tan de hombres. Sola la Conveniencia pudo<span
-class="pagenum" id="Page_271">p. 271</span> arrancarlos, que á la
-puerta de un otro gran salón y muy su semejante, aunque más majestuoso,
-los estaba convidando y decía:</p>
-
-<p>Aquí es donde habéis de hallar la sabiduría más importante: la que
-enseña á saber vivir.</p>
-
-<p>Entraron por razón de estado y hallaron una coronada ninfa, que
-parecía atender más á la comodidad, que á la hermosura, porque decía
-ser bien ajeno y aun se le oyó decir tal vez:</p>
-
-<p>Dadme grosura y os daré hermosura.</p>
-
-<p>Á lo que se conocía, que todo su cuidado lo ponía en estar bien
-acomodada; mas, aunque muy disimulada y de rebozo, la conoció Critilo y
-dijo:</p>
-
-<p>Ésta, sin más ver, es la Política.</p>
-
-<p>¡Qué presto la has conocido! No suele ella darse á entender tan
-fácilmente.</p>
-
-<p>Era su ocupación, que no hay sabiduría ociosa, fabricar coronas,
-unas de nuevo, otras de remiendo, y perfeccionábalas mucho. Había de
-todas materias y formas: de plata, de oro y de cobre, de palo, de
-roble, de frutos y de flores. Y todas las estaba repartiendo con mucha
-atención y razón.</p>
-
-<p>Ostentó la primera muy artificiosa, sin defecto alguno ni quiebra;
-pero más para vista, que platicada. Y dijeron todos era la república de
-Platón, nada á propósito para tiempos de tanta malicia.</p>
-
-<p>Al contrario, vieron otras dos, aunque de oro; pero muy
-descompuestas y de tan mal arte, aunque buena apariencia, que al punto
-las arrojó en el suelo y las pisó, diciendo:</p>
-
-<p>Este príncipe del maquiavelismo y esta república del Bodino no
-pueden parecer entre gentes. No se llamen de razón, pues son tan
-contrarias á ella. Y advertid cuánto denotan ambas políticas la ruindad
-destos tiempos, la malignidad destos siglos y cuán acabado está el
-mundo.</p>
-
-<p>La de Aristóteles fué una buena vieja.</p>
-
-<p>Á un príncipe, tan católico como prudente, encomendó una toda
-embutida de perlas y de piedras preciosas: era la razón<span
-class="pagenum" id="Page_272">p. 272</span> de estado de Juan Botero.
-Estimóla mucho y se le lució bien.</p>
-
-<p>Aquí vieron una cosa harto estraña: que, habiendo salido á luz una
-otra muy perfecta y labrada, conforme á las verdaderas reglas de la
-política cristiana, alabándola todos con mucho fundamento, llegó un
-gran personaje, mostrando grandes ganas de haberla á su mano. Trató
-de comprar todos los ejemplares y dió cuanto le pidieron por ellos.
-Y cuando todos creían nacía de estimación, para presentársela á su
-príncipe, fué tan al revés, que, porque no llegase á sus manos, mandó
-hacer un gran fuego y quemar todos los ejemplares, esparciendo al aire
-sus cenizas.</p>
-
-<p>Mas, aunque fué en secreto, llegó á noticia de la atenta ninfa, que
-como tan política, se las entiende á todo el mundo, y al punto mandó
-al mismo autor la volviese á estampar, sin que faltase una tilde,
-y repartióla por toda Europa, con estimación universal, cuidando
-que no volviesen ningún ejemplar á manos de aquel político, contra
-política.</p>
-
-<p>Sacó del seno una caja tan preciosa, como odorífera. Y rogándole
-todos la abriese y les mostrase lo que contenía, dijo:</p>
-
-<p>Es una riquísima joya. Ésta no sale á luz; aunque da tanta. Son las
-instrucciones que dió la experiencia de Carlos V á la gran capacidad de
-su prudente hijo.</p>
-
-<p>Estaba allí apartada una, que aspiraba á eterna, más en la cantidad,
-que en la calidad. Obra de tomo. Nadie se atrevía á emprenderla.</p>
-
-<p>Sin duda, dijo Critilo, que es la de Bobadilla, que todos cansados,
-la dejan descansar.</p>
-
-<p>Ésta otra, aunque pequeña, sí que es preciosa, dijo la sagaz ninfa.
-No tiene otra falta esta política, sino de autor autorizado.</p>
-
-<p>Estaban hacinadas muchas coronas, unas sobre otras, que en el poco
-aliño se conoció su poca estimación. Reconociéronlas y hallaron estaban
-huecas, sin rastro de sustancia.</p>
-
-<p>Éstas, dijo, son las repúblicas del mundo, que no dan razón,<span
-class="pagenum" id="Page_273">p. 273</span> más que de las cosas
-superficiales de cada reino. No desentrañan lo recóndito; conténtanse
-con la corteza.</p>
-
-<p>Conocieron el Galateo y otros sus semejantes y, pareciéndoles no era
-este su lugar, ella porfió que sí, pues pertenecía á la política de
-cada uno, á la razón especial de ser personas.</p>
-
-<p>Lograron muchas maneras de instrucciones de hombres grandes á sus
-hijos, varios aforismos políticos, sacados del Tácito y de otros sus
-secuaces; si bien había muchos por el suelo y dijo:</p>
-
-<p>Éstos son varios discursos de arbitrios en quimeras, que todos son
-aire y vienen á dar en tierra.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Libros<br /> espirituales.</i></span>
-
-Coronaba todas estas mansiones eternas uno, no ya camarín, sino
-sagrario, inmortal centro del espíritu, donde presidía el arte de las
-artes, la que enseña la divina política, y estaba repartiendo estrellas
-en libros santos, tratados devotos, obras ascéticas y espirituales.</p>
-
-<p>Éste, dijo el varón alado, advierte que no tanto es estante de
-libros, cuanto Atlante de un cielo.</p>
-
-<p>Aquí exclamó Critilo: ¡Oh, fruición del entendimiento! ¡Oh, tesoro
-de la memoria, realce de la voluntad, satisfacción del alma, paraíso de
-la vida! Gusten unos de jardines, hagan otros banquetes, sigan éstos
-la caza, cébense aquéllos en el juego, rocen galas, traten de amores,
-atesoren riquezas con todo género de gustos y de pasatiempos; que para
-mí no hay gusto como el leer ni centro como una selecta librería.</p>
-
-<p>Hizo señal de leva el varón alado, mas Critilo:</p>
-
-<p>Eso no, dijo, sin ver primero en persona la hermosa Sofisbella,
-que un tal cielo como éste no puede dejar de tener por dueño al mismo
-sol. Suplícote, oh conductor alado, quieras introducirme ante su
-divina presencia. Que ya me la imagino idea de beldades, ejemplar de
-perfecciones. Ya me parece que admiro la serenidad de su frente, la
-perspicacia de sus ojos, la sutileza de sus cabellos, la dulzura de sus
-labios, la fragancia de su aliento, lo divino de su mirar, lo humano de
-su reir, el<span class="pagenum" id="Page_274">p. 274</span> acierto
-con que discurre, la discreción con que conversa, la sublimidad de su
-talle, el decoro de su persona, la gravedad de su trato, la majestad
-de su presencia. Ea, acaba, ¿en qué te detienes? que cada instante que
-tardas, se me vuelve eternidades de pena.</p>
-
-<p>Cómo se desempeñó el varón alado, cómo logró Critilo su dicha,
-veremos, después de dar noticia de lo que le aconteció á Andrenio, en
-la gran plaza del vulgo.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_2_5">
- <h3 class="g1 ws1">CRISI V</h3>
- <p class="subh3c"><i>Plaza del populacho y corral del vulgo.</i></p>
-</div>
-
-<p>Estábase la Fortuna, según cuentan, bajo su soberano dosel, más
-asistida de sus cortesanos, que asistiéndoles, cuando llegaron dos
-pretendientes de dicha á solicitar sus favores. Suplicó el primero le
-hiciese dichoso entre personas, que le diese cabida con los varones
-sabios y prudentes. Miráronse unos á otros los curiales y dijeron:</p>
-
-<p>Éste se alzará con el mundo.</p>
-
-<p>Mas la Fortuna, con semblante mesurado y aun triste, le otorgó la
-gracia pretendida.</p>
-
-<p>Llegó el segundo y pidió, al contrario, que le hiciese venturoso
-con todos los ignorantes y necios. Riéronlo mucho los del cortejo,
-solemnizando gustosamente una petición tan estraña. Mas la Fortuna, con
-rostro muy agradable, le concedió la suplicada merced.</p>
-
-<p>Partiéronse ya entrambos tan contentos, como agradecidos, abundando
-cada uno en su sentir. Mas los áulicos, como siempre están contemplando
-el rostro de su príncipe y brujuleándole los afectos, notaron mucho
-aquel tan extravagante cambiar semblantes de su reina. Reparó también
-ella en su reparo y muy galante les dijo:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_275">p. 275</span>¿Cuál destos
-dos, pensáis vosotros, oh cortesanos míos, que ha sido el entendido?
-¿Creeréis, que el primero? Pues sabed que os engañáis de medio á medio.
-Sabed que fué un necio. No supo lo que pidió. Nada valdrá en el mundo.
-¡Este segundo sí que supo negociar! Éste se alzará con todo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Necedad valida.</i></span>
-
-Admiráronse mucho y con razón, oyendo tan paradojo sentir; mas
-desempeñóse ella, diciendo:</p>
-
-<p>Mirad: los sabios son pocos, no hay cuatro en una ciudad. ¿Qué digo
-cuatro? Ni dos en todo un reino. Los ignorantes son los muchos, los
-necios son los infinitos. Y así el que los tuviere á ellos de su parte,
-ése será señor de un mundo entero.</p>
-
-<p>Sin duda que estos dos fueron Critilo y Andrenio, cuando éste,
-guiado del Cécrope, fué á ser necio con todos. Era increíble el
-séquito, que arrastraba, el que todo lo presume y todo lo ignora.
-Entraron ya en la plaza mayor del universo; pero nada capaz. Llena de
-gentes; pero sin persona, á dicho de un sabio, que con la antorcha en
-la mano al mediodía iba buscando un hombre, que lo fuese y no había
-podido hallar uno entero: todos lo eran á medias.</p>
-
-<p>Porque el que tenía cabeza de hombre, tenía cola de serpiente y las
-mujeres de pescado. Al contrario, el que tenía pies, no tenía cabeza.
-Allí vieron muchos Acteones, que, luego que cegaron, se convirtieron
-en ciervos. Tenían otros cabezas de camellos, gente de cargo y de
-carga. Muchos, de bueyes en lo pesado, que no en lo seguro. No pocos,
-de lobos, siempre en la fábula del pueblo. Pero los más, de estólidos
-jumentos, muy á lo simple malicioso.</p>
-
-<p>¡Rara cosa, dijo Andrenio, que ninguno tiene cabeza de serpiente ni
-de elefante ni aun de vulpeja!</p>
-
-<p>No, amigo, dijo el Filósofo: que aun en ser bestias no alcanzan esa
-ventaja.</p>
-
-<p>Todos eran hombres á remiendos y así cuál tenía garra de león y
-cuál de oso en pie. Hablaba uno por boca de ganso y otro murmuraba
-con hocico de puerco. Éste tenía pies de cabra<span class="pagenum"
-id="Page_276">p. 276</span> y aquél orejas de Midas. Algunos tenían
-ojos de lechuza y los más de topo. Risa de perro, quien yo sé,
-mostrando entonces los dientes.</p>
-
-<p>Estaban divididos en varios corrillos, hablando, que no razonando,
-y así oyeron en uno que estaban peleando. Á toda furia ponían sitio á
-Barcelona y la tomaban en cuatro días por ataques, sin perder dinero
-ni gente. Pasaban á Perpiñán, mientras duraban las guerras civiles
-de Francia. Restauraban toda España. Marchaban á Flandes, que no
-había para dos días. Daban la vuelta á Francia, dividíanla en cuatro
-potentados, contrarios entre sí, como los elementos. Y finalmente
-venían á parar en ganar la Casa Santa.</p>
-
-<p>¿Quién son éstos, preguntó Andrenio, que tan bizarramente pelean?
-¿Si estaría aquí el bravo Picolomini? ¿Es por ventura aquél el conde de
-Fuensaldaña y aquél otro Totavila?</p>
-
-<p>Ninguno déstos es soldado, respondió el Sabio, ni han visto jamás la
-guerra. ¿No ves tú que son cuatro villanos de una aldea? Sólo aquél,
-que habla más que todos juntos, es el que lee las cartas, el que
-compone los razonamientos, el que le va á los alcances al cura, digo:
-el barbero.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>El vulgo<br /> en corrillos.</i></span>
-
-Impaciente Andrenio, dijo: Pues si éstos no saben otro que estripar
-terrones, ¿por qué tratan de allanar reinos y conquistar provincias?</p>
-
-<p>¡Eh!, dijo el Cécrope: que aquí todo se sabe.</p>
-
-<p>No digas se sabe, replicó el Sabio; sino que todo se habla.</p>
-
-<p>Toparon en otro, que estaban gobernando el mundo. Uno daba
-arbitrios, otro publicaba pragmáticas, adelantaban los comercios y
-reformaban los gastos.</p>
-
-<p>Éstos, dijo Andrenio, serán del parlamento; no pueden ser otros,
-según hablan.</p>
-
-<p>Lo que menos tienen, dijo el Sabio, es de consejo; toda es
-gente que, habiendo perdido sus casas, tratan de restaurar las
-repúblicas.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_277">p. 277</span>¡Oh, vil canalla!,
-exclamó Andrenio. ¿Y de dónde les vino á éstos meterse á gobernar?</p>
-
-<p>Ahí verás, respondió el Serpihombre, que aquí todos dan su voto.</p>
-
-<p>Y aun su cuero, replicó el Sabio.</p>
-
-<p>Y acercándose á un herrador:</p>
-
-<p>Advertid, le dijo, que vuestro oficio es herrar bestias: dad alguna
-en el clavo.</p>
-
-<p>Y á un zapatero lo metió en un zapato, pues le mandó no saliese
-dél.</p>
-
-<p>Más adelante estaban otros altercando de linajes, cuál sangre era
-la mejor de España, si el otro era gran soldado, de más ventura que
-valor y que toda su dicha había consistido en no haber tenido enemigo.
-Ni perdonaban á los mismos príncipes, definiendo y calificándolos si
-tenían más vicios de hombres, que prendas de reyes. De modo que todo lo
-llevaban por un rasero.</p>
-
-<p>¿Qué te parece?, dijo el Cécrope. ¿Pudieran discurrir mejor los
-siete sabios de Grecia? Pues advierte que todos son mecánicos y los más
-sastres.</p>
-
-<p>Eso creeré yo: que de sastres siempre hay muchos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Murmuración<br /> mecánica.</i></span>
-
-Y Andrenio: ¿Pues quién los mete á ellos en esos puntos?</p>
-
-<p>¡Oh! que es su oficio tomar la medida á cada uno y cortarle el
-vestido. Y aun todos en el mundo son ya sastres en descoser vidas
-ajenas y dar cuchilladas en la más rica tela de la fama.</p>
-
-<p>Aunque era tan ordinario aquí el ruido y tan común la vocería,
-sintieron que hablaban más alto allí cerca, en una ni bien casa ni mal
-zahurda, aunque muy enramada: que, en habiendo riego, hay ramos.</p>
-
-<p>¿Qué estancia ó qué estanque es éste?, preguntó Andrenio.</p>
-
-<p>Y el Cécrope, agestándose de misterio:</p>
-
-<p>Éste es, dijo, el Areópago. Aquí se tiene el consejo de estado de
-todo el mundo.</p>
-
-<p>Bueno irá él, si por aquí se gobierna. Ésta más parece taberna.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_278">p. 278</span>Sí lo es, respondió
-el Sabio: que, como se les suben los humos á las cabezas, todos dan en
-quererlo ser.</p>
-
-<p>Por lo menos, replicó el Cécrope, no pueden dejar de dar en el
-blanco.</p>
-
-<p>Y aun en el tinto, respondió el Sabio.</p>
-
-<p>Pues de verdad, volvió á instar, que han salido de aquí hombres bien
-famosos y que dieron harto que decir de sí.</p>
-
-<p>¿Quiénes fueron éstos?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Cabezas<br /> de motines.</i></span>
-
-¿Cómo quiénes? ¿Pues no salió de aquí el tundidor de Segovia,
-el cardador de Valencia, el segador de Barcelona y el carnicero
-de Nápoles, que todos salieron á ser cabezas y fueron bien
-descabezados?</p>
-
-<p>Escucharon un poco y oyeron que unos en español, otros en francés,
-en irlandés algunos, y todos en tudesco, estaban disputando cuál era
-más poderoso de sus reyes, cuál tenía más rentas, qué gente podían
-meter en campo, quién tenía más estados, brindándose á la salud dellos
-y á su gusto.</p>
-
-<p>De aquí, sin duda, dijo Andrenio, salen tantos, como andan rodando
-por esa gran vulgaridad, dando su voto en todo. Yo creí procedía de
-estar tan acabados los hombres, que andaban ya en cueros; mas ahora veo
-que todos los cueros andan en ellos.</p>
-
-<p>Así es, ponderó el Sabio. No verás á otro por ahí, sino pellejos
-rebutidos de poca sustancia. Mira aquél, cuanto más hinchado más vacío.
-Aquel otro está lleno de vinagre á lo ministro. Aquellos botillos
-pequeños son de agua de azahar, que con poco tienen harto: luego se
-llenan. Aquéllos, muchos son de vino y por eso en tierra. Aquellos
-otros, los que, en siendo de voto, son de bota. Muchos están embutidos
-de paja, que la merecen. Colgados otros, por ser de hombres fieros,
-que hasta del pellejo de un bárbaro están acullá haciendo un tambor,
-para espantar, muerto, sus contrarios: tan allá resuena la fiereza
-déstos.</p>
-
-<p>De la mucha canalla, que de adentro redundaba, se descomponían
-por allí cerca muchos otros corrillos y en todos estaban<span
-class="pagenum" id="Page_279">p. 279</span> murmurando del gobierno, y
-esto siempre y en todos los reinos, aun en el siglo de oro y de la paz.
-Era cosa ridícula oir los soldados tratar de los consejos, dar prisa al
-despacho, reformar los cohechos, residenciar los oidores, visitar los
-tribunales. Al contrario los letrados, era cosa graciosa verlos pelear,
-manejar las armas, dar asaltos y tomar plazas. El labrador, hablando de
-los tratos y contratos, el mercader de la agricultura, el estudiante de
-los ejércitos y el soldado de las escuelas,
-
-<span class="sidenote"><i>Necios<br /> barajados.</i></span>
-
-el seglar ponderando las obligaciones del eclesiástico y el
-eclesiástico las desatenciones del seglar. Barajados los estados,
-metiéndose los del uno en el otro, saltando cada uno de su corro y
-hablando todos de lo que menos entienden.</p>
-
-<p>Estaban unos viejos diciendo mucho mal de los tiempos presentes y
-mucho bien de los pasados, exagerando la insolencia de los mozos, la
-libertad de las mujeres, el estrago de las costumbres y la perdición de
-todo.</p>
-
-<p>Yo, menos entiendo el mundo, decía éste, cuanto más va.</p>
-
-<p>Y yo lo desconozco del todo, decía aquél, otro mundo es éste del que
-nosotros hallamos.</p>
-
-<p>Llegóse en esto el Sabio y díjoles volviesen la mira atrás y viesen
-otros tantos viejos, que estaban diciendo mucho más mal del tiempo que
-ellos tanto alababan. Y detrás de aquéllos otros y otros, encadenándose
-hasta el primer viejo su vulgaridad.</p>
-
-<p>Media docena de hombres muy autorizados, con más barbas que dientes,
-mucho ocio y poca renta, estaban en otro corro allí cerca tratando de
-desempeñar las casas de los señores y restituirlas á aquel su antiguo
-lustre.</p>
-
-<p>¡Qué casa, decía uno, la del duque del Infantado, cuando se hospedó
-en ella el rey de Francia prisionero, y lo que Francisco la celebró!</p>
-
-<p>¿Pues qué la debía, dijo otro, la del marqués de Villena, cuando
-hacía y deshacía?</p>
-
-<p>¿Y la del almirante, en tiempo de los Reyes Católicos, púdose
-imaginar mayor grandeza?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_280">p. 280</span>¿Quién son éstos?,
-preguntó Andrenio.</p>
-
-<p>Éstos, respondió el hombre sierpe, son hombres de honor en los
-palacios, llámanse gentileshombres ó escuderos.</p>
-
-<p>Y en buen romance, dijo el Sabio, son gente que, después de haber
-perdido la hacienda, están perdiendo el tiempo y los que, habiendo
-sido la polilla de sus casas, vienen á ser la honra de las ajenas. Que
-siempre verás que los que no supieron para sí quieren saber para los
-otros.</p>
-
-<p>Nunca pensé ver, ponderaba Andrenio, tanto necidiscreto junto y aquí
-veo de todos estados y condiciones, hasta legos.</p>
-
-<p>¡Oh! sí, dijo el Sabio: que en todas partes hay vulgo y, por tildada
-que sea una comunidad, hay ignorantes en ella, que quieren hablar de
-todo y se meten á juzgar de las cosas, sin tener punto de juicio.</p>
-
-<p>Pero lo que estrañó mucho á Andrenio fué ver entre tales heces de la
-república, en medio de aquella sentina vulgar, algunos hombres lucidos
-y que se decía eran grandes personajes.</p>
-
-<p>¿Qué hacen aquí éstos? Señor, que se hallen aquí más esportilleros
-que en Madrid, más aguadores que en Toledo, más gorrones que en
-Salamanca, más pescadores que en Valencia, más segadores que en
-Barcelona, más palenquines que en Sevilla, más cavadores que en
-Zaragoza, más mochileros que en Milán: ¡no me espanta! ¡Pero gente de
-porte, el caballero, el título, el señor! No sé qué diga.</p>
-
-<p>¿Qué piensas tú, dijo el Sabio, que, en yendo uno en litera, ya por
-eso es sabio? ¿En yendo bien vestido, es entendido? Tan vulgares hay
-algunos y tan ignorantes, como sus mismos lacayos. Y advierte que,
-aunque sea un príncipe, en no sabiendo las cosas y queriéndose meter á
-hablar dellas, á dar su voto en lo que no sabe ni tiene, al punto se
-declara hombre vulgar y plebeyo.
-
-<span class="sidenote"><i>Vulgo definido.</i></span>
-
-Porque el vulgo no es otra cosa, que una sinagoga de ignorantes
-presumidos y que hablan más de las cosas, cuanto menos las
-entienden.</p>
-
-<p>Volvieron los rostros á uno, que estaba diciendo:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_281">p. 281</span>Si yo fuera rey...
-(y era un mochilero).</p>
-
-<p>Y si yo fuera papa..., decía un gorrón.</p>
-
-<p>¿Qué habíais de hacer vos, si fuerais rey? ¿Qué?</p>
-
-<p>Lo primero, me había de teñir los bigotes á la española, luego me
-había de enojar y ¡voto!...</p>
-
-<p>No, no juréis, que todos éstos que echan votos huelen á cueros.</p>
-
-<p>Digo que había de hacer colgar media docena. Yo sé que oliera la
-casa á hombre y que mirarían algunos cómo perdían las victorias y los
-ejércitos, cómo entregaban las fortalezas al enemigo. No me había de
-llevar encomienda quien no fuese soldado y de reputación, pues para
-ellos se instituyeron. Y no déstos de las plumicas; sino un sargento
-mayor Soto, un Monroy y un Pedro Estélez, que se han hallado en cien
-batallas y en mil sitios. ¡Qué virreyes, qué generales hiciera yo! ¡Qué
-ministros! Todos habían de ser Oñates y Caracenas. ¡Qué embajadores,
-que no hiciera!</p>
-
-<p>Oh, ¡no me viera yo un mes papa!, decía el estudiante. Yo sé que
-de otra manera irían las cosas. No se había de proveer dignidad ni
-prebenda, sino por oposición. Todo por méritos. Yo examinara quién
-venía con más letras que favores, quién traía quemadas las cejas.</p>
-
-<p>Abrióse en esto la portería de un convento y metiéronse á la
-sopa.</p>
-
-<p>Topaban varias y desvariadas oficinas por toda aquella gran plaza
-mecánica. Los pasteleros hacían valientes empanadas de perro. Ni
-faltaban aquí tantas moscas, como allá mosquitos. Los caldereros
-siempre tenían calderas que adobar. Los olleros alabando lo quebrado.
-Los zapateros á todo hombre, buscándole horma de su zapato, y los
-barberos haciendo las barbas.</p>
-
-<p>¿Es posible, dijo Andrenio, que entre tanta botica mecánica no
-topemos una de medicinas?</p>
-
-<p>Basta, que hay hartas barberías, dijo el Cécrope.</p>
-
-<p>Y hartos en ellas, respondió el Sabio. Que, como bárba<span
-class="pagenum" id="Page_282">p. 282</span>ros, hablan de todo. Mas lo
-que ellos saben ¿quién lo ignora?</p>
-
-<p>Con todo eso, dijo Andrenio, en una vulgaridad tan común es mucho
-que no haya un médico, que recete. Por lo menos no había de faltar á la
-murmuración civil.</p>
-
-<p>No hacen falta, replicó el Sabio.</p>
-
-<p>¿Cómo no?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Necedad<br /> incurable.</i></span>
-
-Porque, aunque todos los males tienen remedio, hasta la misma locura
-tiene cura en Zaragoza ó en Toledo y en cien partes. Pero la necedad no
-la tiene ni ha habido jamás hombre que curase de tonto.</p>
-
-<p>Con todo eso, veis allí unos, que lo parecen.</p>
-
-<p>Venían dándose á las furias de que todos se les entremeten en su
-oficio y quieren curar á todos con un remedio. Y eso sería nada,
-si algunos no se metiesen á quererles dar doctrina á ellos mismos,
-disputando con el médico los jarabes y las sangrías.</p>
-
-<p>¡Eh!, decían: déjense matar sin hablar palabra.</p>
-
-<p>Pero los herreros llevaban brava herrería y aun todos parecían
-caldereros. Enfadados los sastres, les dijeron que callasen y dejasen
-oir, si no entender. Sobre esto armaron una pendencia, aunque no
-nueva en tales puestos. Tratáronse muy mal; pero no se maltrataron. Y
-dijéronles los herreros á los sastres, después de encomios solemnes:</p>
-
-<p>¡Quitad de ahí, que sois gente sin Dios!</p>
-
-<p>¿Cómo sin Dios?, replicaron ellos enfurecidos. Si dijérades sin
-conciencia, pase; pero sin Dios ¿qué quiere decir eso?</p>
-
-<p>Sí, repitieron los herreros, que no tenéis un dios sastre, como
-nosotros un herrero y, cuando todos le tienen, los taberneros á Baco,
-aunque anda en celos con Tetis, los mercaderes á Mercurio, de quien
-tomaron las trampas con el nombre, los panaderos á Ceres, los soldados
-á Marte, los boticarios á Esculapio, ¡mirad qué tales sois vosotros,
-que ningún Dios os quiere!</p>
-
-<p>Andad de ahí, respondieron los sastres. Que sois unos gentiles.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_283">p. 283</span>Vosotros sí lo
-sois, que á todos queréis hacer gentileshombres.</p>
-
-<p>Llegó en esto el Sabio y metió paz, consolando á los sastres con
-que, ya que no tenían Dios, todos los daban al diablo.</p>
-
-<p>¡Prodigiosa cosa, dijo Andrenio, que con meter tanto ruido, no
-tengan habla!</p>
-
-<p>¿Cómo que no?, replicó el Cécrope; antes jamás cesan de hablar ni
-tienen otro que palabras.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Hablillas.</i></span>
-
-Pues yo, replicó Andrenio, no he percibido aún habla, que lo sea.</p>
-
-<p>Tienen razón, dijo el Sabio: que todas son hablillas y todas
-falsas.</p>
-
-<p>Corrían actualmente algunas bien desatinadas. Que habían de caerse
-muertos muchos cierto día y lo señalaban y hubo quien murió de espanto
-dos días antes. Que había de venir un terremoto y habían de quedar
-todas las casas por tierra. Pues ver lo que se iba extendiendo un
-disparate déstos y los muchos que se lo tragaban y bebían lo que
-contaban unos á otros. Y si algún cuerdo reparaba, se enfurecían, sin
-saber de dónde ni cómo nacía. Resucitaba cada año un desatino, sin
-saber bastante el desengaño fresco corriendo grasa. Y era de advertir
-que las cosas importantes y verdaderas luego se les olvidaban y un
-disparate lo iban heredando de abuelas á nietas y de tías á sobrinas,
-haciéndose eterno por tradición.</p>
-
-<p>No sólo no tienen habla, añadió Andrenio; pero ni voz.</p>
-
-<p>¿Cómo que no?, replicó el Cécrope. Voz tiene el pueblo y aun dicen
-que su voz es la de Dios.</p>
-
-<p>Sí, del dios Baco, respondió el Sabio y, si no, escuchadla un poco y
-oiréis todos los imposibles, no sólo imaginados, pero aplaudidos. Oid
-aquel español, lo que está contando del Cid, cómo de una puñada derribó
-una torre y de un soplo un gigante. Atended aquel otro francés, lo que
-refiere, y con qué credulidad, del Roldán y cómo de un tajo rebanó
-caballo y caballero armados. Pues yo os aseguro que el portugués no se
-olvide tan presto de la pala de la victoriosa Forneira.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_284">p. 284</span>Pretendió entrar
-en la bestial plaza un gran filósofo y poner tienda de ser personas,
-feriando algunas verdades bien importantes, aforismos convenientes;
-pero jamás pudo introducirse ni despachó una tan sola verdad ni el más
-mínimo desengaño, con que se hubo de retirar.
-
-<span class="sidenote"><i>Ídolos<br /> del vulgo.</i></span>
-
-Al contrario, llegó un embustero, sembrando cien mil desatinos,
-vendiendo pronósticos llenos de disparates, como que se había de perder
-España otra vez, que había acabado ya la casa Otomana; leía profecías
-de moros y de Nostradamus y al punto se llenó la tienda de gente y
-comenzó á despachar sus embustes con tanto crédito, que no se hablaba
-de otro, y con tal aseveración, como si fueran evidencias. De modo que
-aquí más supone un adivino que Séneca, un embustero que un sabio.</p>
-
-<p>Vieron en esto un monstrimujer con tanto séquito, que muchos de
-los pasados y los más de los presentes la cortejaban y todos con las
-bocas abiertas escuchándola. Era tan gruesa y tan asquerosa, que por
-dondequiera que pasaba, dejaba el aire tan espeso, que le podían
-cortar. Revolvióle las entrañas al Sabio, comenzó á dar arcadas.</p>
-
-<p>¡Qué cosa tan sucia!, dijo Andrenio. ¿Y quién es ésta?</p>
-
-<p>Ésta es, dijo el Cécrope, la Minerva desta Atenas.</p>
-
-<p>Ésta la invencible y aun la crasa, dijo el Filósofo. Ella puede ser
-Minerva; mas á fe, que es pingüe. Y quien tanto engorda, ¿quién puede
-ser sino la ignorante satisfacción? Veamos dónde va á parar.</p>
-
-<p>Pasó de las vendedoras á sentarse en el banco del Cid.</p>
-
-<p>Aquélla, dijo el Cécrope, es la Sapiencia de tanto lego. Allí están
-graduando á todos y calificando los méritos de cada uno.
-
-<span class="sidenote"><i>Calificación<br /> vulgar.</i></span>
-
-Allí se dice el que sabe y el que no sabe, si el argumento fué grande,
-si el sermón docto, si tan bien discurrido como razonado, si el
-discurso fué cabal, si magistral la lección.</p>
-
-<p>¿Y quién son los que juzgan?, preguntó Andrenio, ¿los que dan el
-grado?</p>
-
-<p>¿Quiénes han de ser, sino un ignorante y otro mayor? Uno,<span
-class="pagenum" id="Page_285">p. 285</span> que ni ha estudiado ni
-visto libro en su vida, cuando mucho una Silva de Varia Lección y el
-que más más, un Para Todos.</p>
-
-<p>¡Oh!, dijo el Cécrope. ¿No veis que éstos son los más plausibles
-personajes del mundo? Todos son bachilleres. Aquel que veis allí muy
-grave, es el que en la corte anda diciendo chistes, hace cuento de
-todo, muerde sin sal cuanto hay, saca sátiras, vomita pasquines: el
-duende de los corrillos. Aquel otro es el que todo lo sabía ya, nada
-le cuentan de nuevo: saca gacetas y se escribe con todo el mundo y, no
-cabiendo en todo él, se entromete en cualquier parte. Aquel licenciado
-es el que en las Universidades cobra las patentes, hace coplas,
-mantiene los corrillos, soborna votos, habla por todos y, en habiendo
-conclusiones, ni es visto ni oído. Aquel soldado nunca falta en las
-campañas, habla de Flandes, hallóse en el sitio de Ostende, conoció al
-duque de Alba, acude á la tienda del general, el demonio del mediodía,
-mantiene la conversación, cobra el primero y el día de la pelea se hace
-invisible.</p>
-
-<p>Paréceme que todos ellos son zánganos del mundo, ponderó Andrenio.
-¿Y éstos son los que gradúan de valientes y de sabios?</p>
-
-<p>Y es de modo, respondió el Cécrope, que el que ellos una vez dan por
-docto ése lo es, sepa ó no sepa. Ellos hacen teólogos y predicadores,
-buenos médicos y grandes letrados y bastan á desacreditar un príncipe.
-Dígalo el rey don Pedro. ¿Mas qué? Si el barbero del lugar no quiere,
-nada valdrá el sermón más docto ni será tenido por orador el mismo
-Tulio. Á éstos están esperando que hablen los demás, sin osar decir
-blanco ni negro, hasta que éstos se declaran y al punto gritan:</p>
-
-<p>¡Grande hombre!, ¡grande sujeto!</p>
-
-<p>Y dan en alabar á uno, sin saber de qué ni para qué. Celebran lo
-que menos entienden y vituperan lo que no conocen, sin más entender ni
-saber. Por eso el buen político suele echar buen cencerro, que guíe el
-vulgo adonde él quiere.</p>
-
-<p>¿Y hay, preguntó Andrenio, quien se paga de tan vulgar aplauso?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_286">p. 286</span>¿Cómo si hay?,
-respondió el Sabio. ¡Y muchos, hombres vulgares, chabacanos, amigos
-de la popularidad y que la solicitan con milagrones, que llamamos
-pasmasimples y espantavillanos! Obras gruesas y plausibles. Porque aquí
-no tienen lugar los primores ni los realces.</p>
-
-<p>Páganse mucho otros de la gracia de las gentes, del favor del
-populacho; pero no hay que fiar en su gracia, que hay gran distancia de
-sus lenguas á sus manos. ¡Qué fué verlos bravear ayer en un motín en
-Sevilla y enmudecer hoy en un castigo! ¿Qué se hicieron las manos de
-aquellas lenguas y las obras de aquellas palabras? Son sus ímpetus como
-los del viento que, cuando más furioso, calma.</p>
-
-<p>Entraron con unos, que estaban durmiendo y no apriesa, como
-encargaba el otro á su criado. No movían pie ni mano.
-
-<span class="sidenote"><i>Aplauso necio.</i></span>
-
-Y era tal la vulgaridad, que los despiertos soñaban lo que los otros
-dormían, imaginando que hacían grandes cosas. Y era de modo, que no
-corría otro en toda la plaza; sino que estaban peleando y triunfando
-de los enemigos. Dormía uno á pierna tendida y decían ellos estaba
-desvelándose, estudiando noche y día y quemándose las cejas. Desta
-suerte publicaban que eran los mayores hombres del mundo y gente de
-gran gobierno.</p>
-
-<p>¿Cómo es esto?, dijo Andrenio. ¡Hay tamaña vulgaridad!</p>
-
-<p>Mira, dijo el Sabio: aquí, si dan en alabar á uno, si una vez
-cobra buena fama, aunque se eche después á dormir, él ha de ser un
-gran hombre. Aunque ensarte después cien mil disparates, dicen que
-son sutilezas y que es la primera cosa del mundo. Todo es que den en
-celebrarle.</p>
-
-<p>Y, por el contrario, á otros, que estarán muy despiertos, haciendo
-cosas grandes, dicen que duermen y que nada valen. ¿Sabes tú lo que
-le sucedió aquí al mismo Apolo con su divina lira? Que, desafiándole
-á tañer un zafio gañán con una pastoril zampoña, nunca quiso el culto
-numen salir, aunque se lo rogaron las musas. Y el selvajazo le zahería
-su temor y se jactaba de la victoria. No hubo remedio. No más, que
-porque había de<span class="pagenum" id="Page_287">p. 287</span> ser
-
-<span class="sidenote"><i>Juicio sin él.</i></span>
-
-su juez el vulgacho, no queriendo arriesgar su gran reputación á
-un juicio tan sin él. Y por no haber querido hacer otro tanto, fué
-condenada la dulcísima Filomena en competencia del jumento. Y aun
-la Rosa dicen estuvo á pique de ser vencida de la Adelfa, que desde
-entonces por su indigno atrevimiento quedó letal á los suyos. Ni el
-pavón se atrevió á competir de belleza con el cuervo ni el diamante
-con el guijarro ni el mismo sol con el escarabajo, con tener tan
-asegurado su partido, por no sujetarse á la censura de un vulgo tan
-desatinado.</p>
-
-<p>Mala señal, decía un discreto, cuando mis cosas agradan á todos. Que
-lo muy bueno es de pocos y el que agrada al vulgo, por consiguiente, ha
-de desagradar á los pocos, que son los entendidos.</p>
-
-<p>Asomó en esto por la plaza, haciéndola, un raro ente. Todos le
-recibieron con plausible novedad. Seguíale la turba, diciendo:</p>
-
-<p>Ahora en este punto llega del Jordán. Más tiene ya de cuatrocientos
-años.</p>
-
-<p>Mucho es, decía uno, que no le acompañen ejércitos de mujeres,
-cuando va á desarrugarse.</p>
-
-<p>¡Oh no!, decía otro. ¿No veis que va en secreto? Pues, si eso no
-fuera, ¿qué fuera?</p>
-
-<p>¿Por lo menos no se pudiera traer por acá una botija de aquella
-agua, que yo sé que vendiera cada gota á doblón de oro?</p>
-
-<p>No tiene él necesidad de dineros, pues cada vez que echa mano á
-la bolsa, topa un patacón. ¡Qué otra felicidad ésa! No sé yo cuál me
-escogiera de las dos.</p>
-
-<p>¿Quién es éste? preguntó Andrenio.</p>
-
-<p>Y el Sabio: Éste es Juan de para siempre, que Juan había de ser.</p>
-
-<p>Vertían destas donosillas vulgaridades y todas muy creídas,
-levantando mil testimonios á la naturaleza y aun á la misma
-posibilidad. Sobre todo estaban muy acreditados los duendes. Había pase
-dellos, como de hechizadas. No había palacio viejo donde no hubiese dos
-por lo menos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_288">p. 288</span>Unos los veían
-vestidos de verde, otros de colorado y los más de amarillo. Y todos
-eran tamañicos y tal vez con su capuchito, inquietando las casas. Y
-nunca se aparecían á las viejas, porque no dicen bien trasgos con
-trasgos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Varias<br /> vulgaridades.</i></span>
-
-No moría mercader, que no fuese rodeado de monas y de micos.</p>
-
-<p>Había brujas tantas como viejas y todas las malcontentas
-endiabladas.</p>
-
-<p>Tesoros encantados y escondidos, sin cuenta y con cuento, cavando
-muchos tontos por hallarlos. Minas de oro y de plata, riquísimas; pero
-tapiadas, hasta que se acaben las Indias, las cuevas de Salamanca y de
-Toledo. ¡Mal año para quien se atreviera á dudarlas!</p>
-
-<p>Mas de aquí á un instante se conmovió toda aquella acorralada
-necedad, sin saber cómo ni por qué, por ser tan ordinario como fácil.
-Alborótase un vulgo y más si es tan crédulo como el de Valencia,
-tan bárbaro como el de Barcelona, tan necio como el de Valladolid,
-tan libre como el de Zaragoza, tan novelero como el de Toledo, tan
-insolente como el de Lisboa, tan hablador como el de Sevilla, tan sucio
-como el de Madrid, tan vocinglero como el de Salamanca, tan embustero
-como el de Córdoba y tan vil como el de Granada.</p>
-
-<p>Fué el caso que asomó por una de sus entradas, no la principal,
-donde todas son comunes, un monstruo, aunque raro, muy vulgar. No tenía
-cabeza y tenía lengua, sin brazos y con hombros para la carga. No
-tenía pecho, con llevar tantos; ni mano en cosa alguna; dedos sí, para
-señalar. Era su cuerpo en todo disforme. Y, como no tenía ojos, daba
-grandes caídas. Era furioso en acometer y luego se acobardaba. Hízose
-en un instante señor de la plaza, llenándola toda de tan horrible
-oscuridad, que no vieron más el sol de la verdad.</p>
-
-<p>¿Qué horrible aborto es éste, preguntó Andrenio, que así lo ha
-eclipsado todo?</p>
-
-<p>Éste es, respondió el Sabio, el hijo primogénito de la Ignoran<span
-class="pagenum" id="Page_289">p. 289</span>cia, el padre de la mentira,
-hermano de la necedad, casado con su malicia: éste es el tan nombrado
-Vulgacho.</p>
-
-<p>Al decir esto descolgó el rey de los Cécropes de la cinta un
-retorcido caracol, que hurtó á un Fauno, y alentándolo de vanidad,
-
-<span class="sidenote"><i>Terror loco.</i></span>
-
-fué tal su ruido y tan grande el horror que les causó, que agitados
-todos de un terror fanático, dieron á huir por cosa que no montaba
-un caracol. No fué posible ponerlos en razón ni detenerlos, que no
-se desgalgasen muchos por las ventanas y balcones, más á ciegas que
-pudieran en la plaza de Madrid. Huían los soldados gritando:</p>
-
-<p>Que nos cortan, que nos cortan.</p>
-
-<p>Comenzaron algunos á herirse y á matarse más bárbaramente, que
-gentílicos bacanales. Fuéle forzoso á Andrenio retirarse á toda fuga,
-tan arrepentido como desengañado. Echaba mucho menos á Critilo; pero
-valióle la asistencia de aquel Sabio y la luz, que la antorcha de su
-saber le comunicaba. Dónde fué á parar dirá la Crisi siguiente.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_2_6">
- <h3 class="g1 ws1">CRISI VI</h3>
- <p class="subh3c"><i>Cargos y descargos de la Fortuna.</i></p>
-</div>
-
-<p>Comparecieron ante el divino trono de luceros el hombre y la
-mujer á pedir nuevas mercedes, que á Dios y al rey, pedir y volver.
-Solicitaban su perfección, de manos de quien habían recibido
-el ser.
-
-<span class="sidenote"><i>El saber<br /> del hombre.</i></span>
-
-Habló allí el hombre en primer lugar y pidió como
-quien era, porque, viéndose cabeza, suplicó le fuese otorgada la
-inestimable prenda de la sabiduría. Pareció bien su petición y
-decretósele luego la merced, con tal que pagase en agradecimientos
-la media anata. Llegó ya la mujer y, atendiendo á que,
-si no es cabeza, tampoco es pies, sino la cara y suplicó con mucho
-agrado al Hacedor divino que la dotase en belleza.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_290">p. 290</span>
-
-<span class="sidenote"><i>La hermosura<br /> de la mujer.</i></span>
-
-Hecha la gracia, dijo el gran Padre celestial, serás hermosa; pero con
-la pensión de tu flaqueza.</p>
-
-<p>Partiéronse muy contentos de la divina presencia, que de ella
-nadie sale descontento, estimando el hombre por su mayor prenda el
-entendimiento y la mujer la hermosura, él la testa y ella el rostro.
-Llegó esto á oídos de la Fortuna y dicen cuestionó agravios, dando
-quejas de que no hubiesen hecho caso de la Ventura.</p>
-
-<p>¿Es posible, decía con profundo sentimiento, que nunca haya él oído
-decir: Ventura te dé Dios, hijo; ni ella, ventura de fea? Dejadles
-y veremos qué hará él con su sabiduría y ella con su lindeza, si no
-tienen ventura. Sepa, sabio él y linda ella, que de hoy adelante me
-han de tener por contraria: desde aquí me declaro contra el Saber y la
-Belleza. Yo les he de malograr sus prendas: ni él será dichoso ni ella
-venturosa.</p>
-
-<p>Desde este día aseguran que los sabios y entendidos quedaron
-desgraciados: todo les sale mal, todo se les despinta; los necios son
-los venturosos, los ignorantes favorecidos y premiados. Desde entonces
-se dijo: Ventura de fea. Poco vale el saber, el tener, los amigos y
-cuanto hay, si no tiene un hombre dicha, y poco le importa ser un sol á
-la que no tiene estrella.</p>
-
-<p>Esto le ponderaba un enano al melancólico Critilo, desengañándole de
-su porfía en querer ver en persona la misma Sofisbella, empeño en que
-le había puesto el varón alado. El cual, sin poderle satisfacer, se le
-había desaparecido.</p>
-
-<p>Créeme, decía el enano, que todo pasa en imagen y aun en imaginación
-en esta vida: hasta esa casa del saber, toda ella es apariencia. ¿Qué?
-¿Pensabas tú ver y tocar con las manos la misma Sabiduría?
-
-<span class="sidenote"><i>Fuga de Astrea.</i></span>
-
-Muchos años ha que se huyó al cielo con las demás virtudes en
-aquella fuga general de Astrea. No han quedado en el mundo sino unos
-borrones della en estos escritos, que aquí se eternizan. Bien es
-verdad que solía estar metida en las profundas mentes de sus sabios;
-mas ya aun ésos acabaron. No hay otro saber, sino el que se halla
-en los inmortales caracteres de los libros. Ahí la has de buscar y
-aprender.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_291">p. 291</span>¿Quién, pues, fué,
-preguntó Critilo, el hombre de tan bizarro gusto, que juntó tanto
-precioso libro y tan selecto? ¿Cúyo es un tan erudito museo?</p>
-
-<p>Si estuviéramos en Aragón, dijo el Pigmeo, yo creyera ser del
-duque de Villahermosa don Fernando. Si en París, del erudito duque de
-Orleans. Si en Madrid, del gran Filipo. Y si en Constantinopla, del
-discreto Osman, conservado entre cristales. Mas, como digo, ven conmigo
-en busca de la Ventura, que sin ella ni vale el saber ni el tener y
-todas las prendas se malogran.</p>
-
-<p>Quisiera hallar primero, replicó Critilo, aquel mi camarada, que te
-he dicho, que echó por la vereda de la Necedad.</p>
-
-<p>Si por ahí fué, ponderó el enano, sin duda estará ya en casa de la
-Dicha: que antes llegan ésos que los sabios. Ten por cierto que le
-hallaremos en aventajado puesto.</p>
-
-<p>¿Y sabes tú el camino de la Dicha?, preguntó Critilo.</p>
-
-<p>Ahí consiste la mayor dificultad, que una vez puesto en él, nos
-llevará al colmo de toda felicidad.</p>
-
-<p>Con todo, paréceme que es éste, en lo desigual. Demás que me dieron
-por señas esas hiedras, que arrimadas se empinan y entremetidas
-crecen.</p>
-
-<p>Llegó en esto un soldado muy de leva, que es gente que vive apriesa
-y preguntó si iba bien para la Ventura.</p>
-
-<p>¿Cuál buscáis, dijo el enano: la falsa ó la verdadera?</p>
-
-<p>¿Pues qué, hay Ventura falsa? Nunca tal oí.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Ventura<br /> hipócrita.</i></span>
-
-¡Y cómo si la hay! ¡Ventura hipócrita! Antes es la que hoy más corre.
-Tiénese por dichoso uno en ser rico y es de ordinario un desventurado.
-Cuenta el otro por gran dicha el haber escapado en mil insultos de las
-manos de la justicia y es ése su mayor castigo.</p>
-
-<p>Un ángel fué para mí aquel hombre, dice éste: y no fué sino un
-demonio, que le perdió.</p>
-
-<p>Tiene aquél por gran suerte el no haber padecido jamás ni un revés
-de fortuna y no es sino un bofetón, de que no le ha tenido por hombre
-el cielo para fiarle un acto de valor.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_292">p. 292</span>Tal dice: Dios
-me vino á ver. Y no fué, sino el mismo Satanás en sus logros. Cuenta
-el otro por gran felicidad el no haber estado en su vida indispuesto
-y hubiera sido su único remedio, para sanar en el ánimo. Alábase el
-lascivo de haber sido siempre venturoso con mujeres y ésa es su mayor
-desventura. Estima la otra desvanecida por su mayor dicha su buena
-gracia y ésa fué su mayor desgracia. Así que los más de los mortales
-yerran en este punto, teniendo por felicidad la desdicha. Que errando
-los principios, todas salen falsas las consecuencias.</p>
-
-<p>Entremetióseles un pretendiente (¡qué otro trato éste del
-enfado!), y al punto comenzó á quejarse y murmurar y un estudiante á
-contradecirle. Que todos cuantos piensan saber algo dan en espíritu de
-contradicción. Pasaron de una en otra á burlarse del enano.</p>
-
-<p>Y tú, dijo el estudiante, ¿qué vas á buscar?</p>
-
-<p>Voy, dijo, á ser gigante.</p>
-
-<p>¡Bravo aliento! Pero, ¿cómo podrá ser eso?</p>
-
-<p>Muy bien, como quisiere mi señora la Fortuna. Que, si ella favorece,
-los pigmeos son gigantes. Y si no, los gigantes son pigmeos. Otros más
-ruines que yo están hoy bien encaramados. Que no hay prendas que tengan
-ni hay sabiduría ni ignorancia ni valor ni cobardía ni hermosura ni
-fealdad; sino ventura ó desdicha. Tener lunar ó estrella. Todo es risa
-lo demás. Al fin, ella se dará maña, cómo yo sea grande ó lo parezca:
-que todo es uno.</p>
-
-<p>Voto á tal, dijo el soldado, que quiera ó no, ella habrá de hacer la
-razón.</p>
-
-<p>No tan alto, señor soldado, dijo el estudiante: ¡más bajo!</p>
-
-<p>Éste es mi bajo y mucho más he de alzar la voz, aunque sea en la
-sala de D. Fernando Ruiz de Contreras. Peor es acobardarse con la
-Fortuna. Sino mostrarla dientes, que sólo se burla con los sufridos. Y
-así veréis que unos morlonazos, cuatro bellacones atrevidos se salen
-con cuanto quieren y se burlan de todo el mundo. Ellos son los felices;
-que de los hombres de bien<span class="pagenum" id="Page_293">p.
-293</span> no hay quien se acuerde. Juro y voto que hemos de andar á
-mojicones y que ha de hacerme favor, aunque reviente.</p>
-
-<p>No sé yo cómo será eso, replicó el licenciado: que la Fortuna no
-hay entenderla. Tiene bravos reveses. Á otros más estirados he oído
-ponderar que no hay tomarla el tino.</p>
-
-<p>Yo, por lo menos, dijo el cortesano, de mis zalamerías pienso
-valerme y mil veces hacerla el buz.</p>
-
-<p>Buz de arca, dijo el soldado, ha de ser el mío. ¿Yo besarla la mano?
-Si me hiciese merced, eso bien; y si no, lo dicho, dicho.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Fortuna ciega.</i></span>
-
-Ya me parece que me la veo, decía el enano, y que ella no me ve á mí,
-por ser pequeño. Que sólo son visibles los bienvistos.</p>
-
-<p>Menos me verá á mí, dijo el estudiante, por ser pobre. Que á los
-deslucidos nadie los puede ver, aunque les salten al rostro los
-colores.</p>
-
-<p>¿Cómo os ha de ver, dijo el cortesano, si es ciega?</p>
-
-<p>¿Eso más?, ponderó Critilo. ¿De cuándo acá ha cegado?</p>
-
-<p>No corre otra en la corte.</p>
-
-<p>¿Pues cómo podrá repartir los bienes?</p>
-
-<p>¿Cómo? Á ciegas.</p>
-
-<p>Así es, dijo el estudiante, y así la vió un sabio entronizada en un
-árbol muy copudo, de cuyas ramas, en vez de frutos, pendían coronas,
-tiaras, capelos, mitras, bastones, hábitos, borlas y otros mil géneros
-de insignias, alternados con cuchillos, dogales, remos, grillos y
-corozas. Estaban bajo el árbol confundidos hombres y brutos, un sabio
-y un jumento, un lobo y un cordero, una sierpe y una paloma. Sacudía
-ella á ciegas, esgrimiendo su palo, dé donde diere y Dios te la depare
-buena. Caía sobre la cabeza de uno una corona y sobre el cuello del
-otro un cuchillo, sin más averiguar que la suerte. Y las más veces se
-encontraban, pues daba en manos de uno un bastón, que estuviera mejor
-un remo. Á un docto le caía una mitra allá en Cerdeña ó acá en Jaca y á
-un idiota bien cerca, todo á ciegas.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_294">p. 294</span>Y aun á locas,
-añadió el estudiante.</p>
-
-<p>¿Cómo es eso?, replicó Critilo.</p>
-
-<p>Todos lo dicen, que ha enloquecido, y se conoce, pues no va cosa con
-concierto.</p>
-
-<p>¿Y de qué enloqueció?</p>
-
-<p>Cuéntanse varias cosas. La más constante opinión es que la malicia
-la ha dado un brebaje y, á título de descansarla, se le ha alzado con
-el mando y así da á sus favorecidos cuanto quiere: á los ladrones las
-riquezas, á los soberbios las honras, á los ambiciosos las dignidades,
-á los menguados las dichas, á las necias la hermosura, á los cobardes
-las victorias, á los ignorantes los aplausos y á los embusteros todo.
-El más ruin jabalí se come la mejor bellota y así no van ya por méritos
-los premios ni por culpas los castigos. Unos yerran y otros los
-murmuran. Al fin, todo va á locas, como digo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Amiga<br /> de ruines.</i></span>
-
-¿Y por qué no á malas también, añadió el soldado, pues la hacen fama de
-ruin, amiga de los jóvenes, siempre favoreciéndolos y contraria de los
-varones ancianos y maduros, madrastra de los buenos, envidiosa con los
-sabios, tirana con los insignes, cruel con los afligidos, inconstante
-con todos?</p>
-
-<p>¿Es posible, ponderó Critilo, que de tantos azares se compone? ¿Y
-con todo eso la vamos á buscar desde que nacimos? ¿Y más ciegos y más
-locos nos vamos tras ella?</p>
-
-<p>Ya en esto se descubría un extravagante palacio, que por una parte
-parecía edificio y por la otra, ruina. Torres de viento sobre arena,
-soberbia máquina sin fundamentos. Y de todo el que imaginaron edificio
-no había sino la escalera, que en esta gran casa de la Fortuna no hay
-otro que subir y caer. Las gradas parecían de vidrio, más quebradizas
-cuanto más dobles y todas llenas de deslizaderos. No había barandillas
-para tenerse; riesgos sí para rodar.</p>
-
-<p>El primer escalón era más dificultoso de subir que una montaña; pero
-una vez puestos en él, las demás gradas eran facilísimas. Al contrario
-sucedía en las de la otra banda para bajar,<span class="pagenum"
-id="Page_295">p. 295</span> procediendo con tal correspondencia que,
-así como comenzaba uno á subir por esta parte, al punto caía otro por
-la otra, aunque más apriesa.</p>
-
-<p>Llegaron, cuando actualmente rodaba uno con aplauso universal.
-Porque, al punto que comenzó á caer, soltó de las manos la gran presa,
-que había hecho de oficios y represa de beneficios. Cargos, dignidades,
-riquezas, encomiendas, títulos, todo iba rodando allí abajo. Daba
-aquí un bote una encomienda y saltaba acullá á manos de un enemigo
-suyo. Agarraba otro de vuelo el oficio y todos andaban á la rebatiña,
-haciendo grande fiesta al trabajo ajeno. Mas así se usa. Solemnizólo
-mucho Critilo y riéronlo todos, diciendo:</p>
-
-<p>¡Qué bravo chasco de la Fortuna!</p>
-
-<p>¡Pues, si hubierais visto rodar á Alejandro el Magno, aquel verle
-soltar un mundo entero y saltar tantas coronas, reinos y provincias,
-como nueces cuesta abajo y coja quien pudiere! Asegúroos, que fué una
-Babilonia.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Definición<br /> del favor.</i></span>
-
-Acercóse Critilo á la primer grada con sus camaradas, donde estaba toda
-la dificultad del subir. Porque aquí asistía el Favor, primer ministro
-de la Fortuna y muy su confidente. Éste alargaba la mano á quien se
-le antojaba, para ayudarle á subir y esto sin más atendencia, que su
-gusto, que debía ser muy malo. Pues por maravilla daba la mano á ningún
-bueno, á ninguno que lo mereciese; siempre escogía lo peor.</p>
-
-<p>En viendo un ignorante, le llamaba y dejaba mil sabios. Y aunque
-todo el mundo le murmuraba, nada se le daba. Que de sus temeridades
-tenía hechos callos en el <i>qué dirán</i>. De una legua acechaba un
-embustero y á los hombres de sustancia y de entereza no los podía
-ver, porque le parecía le notaban sus locuras y abominaban de sus
-quimeras.</p>
-
-<p>Pues á un adulador, á un mentiroso, no ya la mano, entrambos brazos
-le echaba. Y para los hombres de veras y de su palabra era un topo.
-Que jamás topó con un hombre de verdad; siempre echaba mano de tales
-como él. Perdíase naturalmente<span class="pagenum" id="Page_296">p.
-296</span> por los hombres de tronera, entregándolos cuanto hay y
-así todo lo confundían. Había millares de hombres por aquel suelo,
-aguardando los favoreciese; pero él, en viendo un entendido, un varón
-de prendas, decía:</p>
-
-<p>Hete allá, puto, ¡quién á tal le ayudase! Es muy hombre: no
-conviene. Sujeto, al fin, de bravo capricho.</p>
-
-<p>Era de modo, que acababa con todos los hombres eminentes en
-gobierno, en armas, en letras, en grandeza y en nobleza, que había
-muchos y muy á propósito. Pero ¿qué mucho, si descubrieron que estaba
-ciego de todas pasiones y andaba á ciegas, topando con las paredes del
-mundo y acabando con todo él?</p>
-
-<p>Ésta, como digo, era la escala para subir á lo alto. No tenía
-remedio Critilo por desconocido ni el cortesano por conocido ni el
-estudiante ni el soldado por merecerlo; sólo el enano tuvo ventura,
-porque se le hizo pariente y así luego estuvo arriba. Apurábase el
-soldado de ver que los gallinas volaban y el estudiante, de que los
-bestias corrían.</p>
-
-<p>Estando en esta dificultad, asomóse acullá en lo más alto Andrenio,
-que por lo vulgar había subido tan arriba y estaba muy adelantado
-en el valer. Conoció á Critilo, que no fué poco desde tan alto y de
-donde muchos desconocieron á sus padres é hijos; mas fué llamada de
-la sangre. Dióle luego la mano y levantóle y entre los dos pudieron
-ayudar á subir los demás. Iban trepando por aquellas gradas con harta
-facilidad de una en otra, ganada la primera, de un cargo en otro y de
-un premio en muchos.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Escala<br /> de la fortuna.</i></span>
-
-Notaron una cosa bien advertida, estando á media escalera, y fué que
-todos, cuantos miraban de la parte de arriba y que subían delante, les
-parecían grandes hombres, unos gigantes, y gritaban:</p>
-
-<p>¡Qué gran rey el pasado! ¡Qué capitán aquel que fué! ¡Qué sabio el
-que murió!</p>
-
-<p>Y al revés, todos cuantos venían atrás les parecían poca cosa y unos
-enanos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_297">p. 297</span>¡Qué cosa es, dijo
-Critilo, ir un hombre delante! ¡Aquello de ser primero ó venir detrás!
-Todos los pasados nos parece que fueron grandes hombres y todos los
-presentes y los que vienen nos parecen nada. Que hay gran diferencia en
-el mirar á uno como superior ó inferior desde abajo.</p>
-
-<p>Llegaron ya á la última grada, donde estaba la Fortuna. Pero, ¡oh
-cosa rara! ¡oh prodigio nunca creído y de que quedaron atónitos y aun
-pasmados! Digo, cuando vieron una reina totalmente diversa de lo que
-habían concebido y muy otra de lo que todo el mundo publicaba. Porque
-no sólo no era ciega, como se decía; pero tenía una cara de cielo al
-mediodía, con unos ojos más perspicaces que un águila, más penetrantes
-que un lince. Su semblante, aunque grave, muy sereno, sin ceños de
-madrastra. Y toda ella muy compuesta.</p>
-
-<p>No estaba sentada, porque siempre estaba de leva y en continuo
-movimiento. Calzaba ruedecillas por chapines. Su vestir era la mitad
-de luto y la otra mitad de gala. Miráronla y miráronse unos á otros,
-encogiéndose de hombros y arqueando las cejas, admirados de tal novedad
-y aun dudaron si era ella.</p>
-
-<p>¿Pues quién había de ser?, respondió la Equidad, que la asistía con
-unas balanzas en la mano.</p>
-
-<p>Oyólo la misma Fortuna, que ya había notado de reojo los ademanes de
-su espanto, y con voz harto agradable les dijo:</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Audaces<br /> afortunados.</i></span>
-
-Llegaos acá. Decid, ¿de qué os habéis turbado? No reparéis en decir la
-verdad, que yo gusto mucho de los audaces.</p>
-
-<p>Estaban todos tan mudos, como encogidos. Sólo el soldado con
-valentía en el desahogo y desahogo en el hablar, alzando la voz de
-modo, que pudo oirle todo el mundo, dijo:</p>
-
-<p>Gran señora de los favores, reina poderosa de las dichas, yo te
-he de decir hoy las verdades. Todo el mundo de cabo á cabo, desde la
-corona á la abarca, está murmurando de ti y de tus procederes. Yo te
-hablo claro, que los príncipes nunca estáis al cabo de las nuevas,
-siempre ajenos de lo que se dice.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_298">p. 298</span>Ya sé que todos se
-quejan de mí, dijo ella misma; pero ¿de qué y por qué? ¿Qué es lo que
-dicen?</p>
-
-<p>Mas ¿qué no dicen? respondió el soldado. Al fin yo comienzo con tu
-licencia, si no con tu agrado. Dicen lo primero que eres ciega. Lo
-segundo que eres loca. Lo tercero necia. Lo cuarto...</p>
-
-<p>Aguarda, aguarda, basta, vete poco á poco, dijo: que hoy quiero dar
-satisfacción al universo. Protesto lo primero que soy hija de buenos,
-pues vengo de Dios y de su divina Providencia y tan obediente á sus
-órdenes,
-
-<span class="sidenote"><i>Fortuna<br /> sin hijos.</i></span>
-
-que no se mueve una hoja de un árbol ni una paja del suelo sin su
-sabiduría y dirección. Hijos es verdad que no los tengo. Porque no se
-heredan ni las dichas ni las desdichas.</p>
-
-<p>El mayor cargo, que me hacen los mortales y el que yo más siento,
-es decir que favorezco á los ruines. Que aquello de ser ciega seréis
-vosotros testigos. Pues yo digo que ellos son los malos y de ruines
-procederes, que dan las cosas á otros tales como ellos. El ricazo
-da su hacienda al asesino, al valentón, al truhán, los ciento y
-los doscientos á la ramera y traerá desnuda al ángel de una hija y
-el serafín de una virtuosa consorte. En esto emplean sus grandes
-rentas.</p>
-
-<p>Los poderosos dan los cargos y se apasionan por los que menos los
-merecen y positivamente los desmerecen. Favorecen al ignorante, premian
-al adulador, ayudan al embustero, siempre adelantando los peores; y del
-más merecedor ni memoria, cuanto menos voluntad. El padre se apasiona
-por el peor hijo y la madre, por la hija más loca, el príncipe por el
-ministro más temerario, el maestro por el discípulo incapaz, el pastor
-por la oveja sarnosa, el prelado por el súbdito relajado, el capitán
-por el soldado más cobarde.</p>
-
-<p>Y si no, mirad cuando gobiernan hombres de entereza y de virtud,
-como ahora, si son estimados los buenos, si son premiados los
-sabios.</p>
-
-<p>Escoge el otro por amigo al enemigo de su honra y por con<span
-class="pagenum" id="Page_299">p. 299</span>fidente al más ruin. Con ése
-se acompaña, ése que le gasta la hacienda.</p>
-
-<p>Creedme que en los mismos hombres está el mal. Ellos son los malos y
-los peores, ellos ensalzan el vicio y desprecian la virtud. Que no hay
-cosa hoy más aborrecida.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Manos<br /> de la fortuna.</i></span>
-
-Favorezcan ellos los hombres de bien, que yo no deseo otro. ¿Veis aquí
-mis manos? Miradlas, reconocedlas, que no son mías. Ésta es de un
-príncipe eclesiástico y esta otra de un seglar. Con éstas reparto los
-bienes, con éstas hago mercedes, con éstas dispenso las felicidades.
-Ved á quién dan estas manos, á quién adelantan, á quién elevan. Que yo
-siempre doy las cosas por manos de los mismos hombres ni tengo otras. Y
-para que veáis cuánta verdad es ésta:</p>
-
-<p>¡Hola!, ¡hola!, llamadme aquí luego el Dinero, venga la Honra, los
-Cargos, Premios y Felicidades, venga acá cuanto vale y se estima en el
-mundo, comparezcan aquí todos cuantos se nombran bienes míos.</p>
-
-<p>Concurrieron luego todos y comenzó á alborotarlos cuerdamente.</p>
-
-<p>Venid acá, decía, ruin canalla, gente baja y soez, que vosotros,
-infames, me tenéis sin honra. Di, tú, bellaco, di, tú, dinero,
-
-<span class="sidenote"><i>El dinero<br /> residenciado.</i></span>
-
-¿por qué estás reñido con los hombres de bien? ¿Por qué no vas á casa
-de los buenos y virtuosos? ¿Es posible que me digan que siempre andas
-con gente ruin, haciéndote camarada con los peores del mundo, y me
-aseguran que nunca sales de sus casas? ¿Esto se puede tolerar?</p>
-
-<p>Señora, respondió el Dinero, primeramente, todos los ruines, como
-son rufianes, farsantes, espadachines y rameras, jamás tienen un real
-ni para en su poder. Y si los buenos tampoco le tienen, no tengo yo la
-culpa.</p>
-
-<p>¿Pues quién la tiene?</p>
-
-<p>Ellos mismos.</p>
-
-<p>¿Ellos? ¿De qué suerte?</p>
-
-<p>Porque no me saben buscar. Ellos no roban, no trampean,<span
-class="pagenum" id="Page_300">p. 300</span> no mienten, no estafan, no
-se dejan cohechar, no desuellan al pobre, no chupan la sangre ajena, no
-viven de embeleco, no adulan, no son terceros, no engañan: ¿cómo han de
-enriquecer, si no me buscan?</p>
-
-<p>¿Qué, es menester buscarle? Váyase él, pues corre tanto, á sus casas
-mismas y ruégueles y sírvales.</p>
-
-<p>Señora, ya voy tal vez ó por premio ó por herencia y no me saben
-guardar. Luego me echan puerta afuera,
-
-<span class="sidenote"><i>Don Diego<br /> Antonio Francés.</i></span>
-
-haciendo limosnas, remediando necesidades, más que el arcipreste de
-Daroca. Pagan luego lo que deben, prestan, son caritativos, no saben
-hacer una ruindad y así luego me echan puerta afuera.</p>
-
-<p>No es echarte á rodar; sino subirte bien alto, hasta el cielo. Y tú,
-Honra, ¿qué respondes?</p>
-
-<p>Lo mismo. Que los buenos no son ambiciosos, no pretenden, no se
-alaban, no se entremeten; antes se humillan, se retiran del bullicio,
-no multiplican cartas, no se presentan y así ni me saben buscar ni á
-ellos los buscan.</p>
-
-<p>¿Y tú, Hermosura?</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Belleza argüída.</i></span>
-
-Que tengo muchos enemigos. Todos me persiguen, cuando más me siguen.
-Quiérenme para el mundo; nadie para el cielo. Siempre ando entre locas
-y necias. Las vanas me placean, me sacan á vistas; las cuerdas me
-encierran, me esconden, no se dejan ver y así siempre me topan con
-gente ruin á tontas y á locas.</p>
-
-<p>Habla tú, Ventura.</p>
-
-<p>Yo, señora, siempre voy con los mozos, porque los viejos no
-son atrevidos. Los prudentes, como piensan mucho, hallan grandes
-dificultades; los locos son arrojados, los temerarios no reparan, los
-desesperados no tienen qué perder. ¿Qué quieres tú que diga?</p>
-
-<p>¿No veis, exclamó la Fortuna, lo que pasa?</p>
-
-<p>Conocieron todos la verdad y valióle.</p>
-
-<p>Sólo el soldado volvió á replicar y dijo:</p>
-
-<p>Muchas cosas hay, que no dependen de los hombres; sino<span
-class="pagenum" id="Page_301">p. 301</span> que tú absolutamente las
-dispensas, las repartes como quieres y se quejan que con notable
-desigualdad. Al fin, yo no sé cómo se es, que todos viven descontentos:
-las discretas porque las hiciste feas, las hermosas porque necias, los
-ricos porque ignorantes, los sabios porque pobres, los poderosos sin
-salud, los sanos sin hacienda, los hacendados sin hijos, los pobres
-cargados dellos, los valientes porque desdichados, los dichosos viven
-poco, los desdichados son eternos. Así que á nadie tienes contento. No
-hay ventura cumplida ni contento puro; todos son aguados.</p>
-
-<p>Hasta la misma naturaleza se queja ó se escusa con que en todo te le
-opones. Siempre andáis las dos de punta, que tenéis escandalizado el
-mundo. Si la una echa por un cabo, la otra por el otro.
-
-<span class="sidenote"><i>Fama, fortuna<br /> y naturaleza<br />
-reñidas.</i></span>
-
-Por el mismo caso que la naturaleza favorece á uno, tú le persigues;
-si ella da prendas, tú las desluces y las malogras. Pues vemos
-infinitos perdidos por esto, grandes ingenios sin ventura, valentías
-prodigiosas sin aplauso, un Gran Capitán retirado, un rey Francisco de
-Francia preso, un Enrico IV muerto á puñaladas, un Marqués del Valle
-pleiteando, un rey don Sebastián vencido, un Belisario ciego, un Duque
-de Alba encarcelado, un don Lope de Hozes abrasado, un Infante Cardenal
-antecogido, un príncipe don Baltasar, sol de España, eclipsado. Dígoos
-que traéis revuelto el mundo.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Contrapesos<br /> de las felicidades.</i></span>
-
-Basta, dijo la Fortuna: que lo que más me habían de estimar los hombres
-eso me calumnian. ¡Hola!, Equidad, vengan las balanzas.</p>
-
-<p>¿Veislas? ¿veislas? Pues sabed que no doy cosa, que no la pese y
-contrapese primero, igualando muy bien estas balanzas. Venid acá,
-necios, inconsiderados, si todo lo diera á los sabios, ¿qué hicierais
-vosotros? ¿Habíais de quedar destituídos de todo? ¿Qué había de hacer
-una mujer, si fuera necia, fea y desdichada? ¿Desesperarse? ¿Y quién se
-pudiera averiguar con una hermosa, si fuera venturosa y entendida? Y si
-no, hagamos una cosa.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_302">p. 302</span>Traigan acá todas
-mis dádivas, vengan las lindas: si tan desgraciadas son, truequen con
-las feas. Vengan los discretos: si tan descontentos viven, truequen con
-los ricos necios, que todo no se puede tener.</p>
-
-<p>Fué luego pesando sus dádivas y disfavores, coronas, cetros, tiaras,
-riquezas, oro, plata, dignidades y venturas. Y fué tal el contrapeso de
-cuidados á las honras, de dolores á los gustos, de descréditos á los
-vicios, de achaques á los deleites, de pensiones á las dignidades, de
-ocupaciones á los cargos, de desvelos á las riquezas, de trabajos á la
-salud, de crudezas al regalo, de riesgo á la valentía, de desdoros á la
-hermosura, de pobreza á las letras, que cada uno decía:</p>
-
-<p>¡Démonos por buenos!</p>
-
-<p>Estas dos balanzas, proseguía la Fortuna, somos la naturaleza y yo,
-que igualamos la sangre. Si ella se inclina á la una parte, yo á la
-otra; si ella favorece al sabio, yo al necio; si ella á la hermosa, yo
-á la fea. Siempre al contrario, contrapesando los bienes.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Fortuna<br /> justiciera.</i></span>
-
-Todo está bien, replicó el soldado; pero ¿por qué no has de ser
-constante en una cosa y no andar variando cada día? ¿Para qué es buena
-tanta mudanza?</p>
-
-<p>¿Qué más quisieran los dichosos?, respondió la Fortuna. ¡Bueno por
-cierto! ¿Que siempre gozasen unos mismos los bienes y que nunca les
-llegase su vez á los desdichados? Deso me guardaré yo muy bien.</p>
-
-<p>¡Hola!, Tiempo, ande la rueda, dé una vuelta y otra vuelta y nunca
-pare. Abátanse los soberbios y sean ensalzados los humildes. Vayan á
-veces. Sepan unos qué cosa es padecer y los otros gozar. Pues, si aun
-con saber esto y llamarme la mudable, no se dan por entendidos los
-poderosos, los entronizados, ninguno se acuerda de mañana, despreciando
-los inferiores, atropellando los desvalidos, ¿qué hicieran, si ellos
-supieran que no había de haber mudanza?</p>
-
-<p>¡Hola!, Tiempo, ande la rueda. Si aun deste modo son in<span
-class="pagenum" id="Page_303">p. 303</span>tolerables los ricos,
-los mandones, ¿qué fuera, si se aseguraran, echando un clavo á su
-felicidad? Éste sí que fuera yerro.</p>
-
-<p>¡Hola!, Tiempo, ande la rueda y desengáñese todo el mundo, que nada
-permanece, sino la virtud.</p>
-
-<p>No tuvo más que replicar el soldado; antes volviéndose al
-estudiante, le dijo:</p>
-
-<p>Pues vosotros, los bachilleres, sois los que más satirizáis la
-Fortuna, ¿cómo calláis ahora? Decid algo, que en las ocasiones es el
-tiempo de hablar.</p>
-
-<p>Confesó él que no lo era; sólo venía á pretender un beneficio
-bobo.</p>
-
-<p>Mas la Fortuna: Ya sé, dijo, que los sabios son los que hablan más
-mal de mí y en eso muestran serlo.</p>
-
-<p>Escandalizáronse todos mucho de oir esto.</p>
-
-<p>Y ella: Yo me desempeñaré. No es porque ellos así lo sientan, sino
-porque lo sienta el vulgo, para tener á raya los soberbios. Yo soy
-el coco de los poderosos. Conmigo les hacen miedo. Teman los ricos,
-tiemblen los afortunados, escarmienten los validos, enfrénense todos.
-Una cosa os quiero confesar y es que los verdaderos sabios, que son
-los prudentes y virtuosos, son muy superiores á las estrellas. Bien
-es verdad que tengo cuidado no engorden, porque no duerman. Que el
-enjaulado jilguero, en teniendo que comer, no canta. Y porque veáis que
-ellos saben ser dichosos:</p>
-
-<p>¡Hola!, arrastrad aquella mesa.</p>
-
-<p>Era redonda y capaz de todos los siglos. En medio della se
-ostentaban muchas venturas, en bienes, digo cetros, tiaras, coronas,
-mitras, bastones, varas, laureles, púrpuras, capelos, toisones,
-hábitos, borlas, oro, plata, joyas y todas sobre un riquísimo tapete.
-
-<span class="sidenote"><i>Mesa<br /> de la fortuna.</i></span>
-
-Mandó luego llamar todos los pretendientes de ventura, que fueron todos
-los vivientes, que ¿quién hay que no desee? Coronaron la gran mesa y,
-teniéndolos así juntos, les dijo:</p>
-
-<p>Mortales, todos estos bienes son para vosotros. ¡Alto!, dis<span
-class="pagenum" id="Page_304">p. 304</span>poneos para conseguirlos,
-que yo nada quiero repartir, por no teneros quejosos. Cada uno escoja
-lo que quisiere y coja lo que pudiere.</p>
-
-<p>Hizo señal de agarrar y al punto comenzaron todos á porfía á alargar
-los brazos y estirarse, para alcanzar cada uno lo que deseaba; pero
-ninguno podía conseguirlo.
-
-<span class="sidenote"><i>Don Diego<br /> Jerónimo Sala.</i></span>
-
-Estaba ya uno muy cerca de alcanzar una mitra; aunque no la merecía
-tanto como un vicario general y sea el doctor Sala. Anduvo porfiando
-toda la vida tras ella; mas nunca la pudo asir y murió con aquel buen
-deseo.</p>
-
-<p>Daba saltos un otro por una llave dorada y, aunque se fatigó y
-fatigó á otros, como tenía dientes, se le defendía.</p>
-
-<p>Empinábanse algunos al rojo; al cabo se quedaban en blanco.</p>
-
-<p>Anhelaba otro y aun sudaba tras un bastón; mas vino una bala y
-derribóle, cuando le iba á empuñar.</p>
-
-<p>Cogían unos la carrera muy de atrás y á veces por rodeos é
-indirectas. Daban valientes saltos por alcanzar alguna cosa y
-quedábanse burlados.</p>
-
-<p>Andaba cierto personaje, aunque á lo disimulado, por alcanzar una
-corona. Cansábase de ser príncipe de retén; mas quedóse con estas
-esperanzas.</p>
-
-<p>Llegó un bravo gigantón, un castillo de huesos, que ya está dicho de
-carne, no se dignó de mirar á los demás, burlándose de todos.</p>
-
-<p>Éste sí, dijeron, que se ha de alzar con todo y más que tiene cien
-garras.</p>
-
-<p>Alzó el brazo, que fué izar una entena. Hizo temblar todos los
-bienes de la Fortuna; mas, aunque le alargó mucho y le estiró cuanto
-pudo y casi casi llegó á rozarse con una corona, no la pudo asir, de
-que quedó hostigadísimo, maldiciendo y blasfemando su fortuna.</p>
-
-<p>Probábanse ya por una parte y ya por otra, porfiaban, anhelaban y al
-cabo todos se rendían.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_305">p. 305</span>¿No hay algún
-sabio?, gritó la Fortuna. Venga un entendido y pruébese.</p>
-
-<p><span class="sidenote"><i>Sabio señor<br /> de todo.</i></span>
-
-Salió al punto un hombre muy pequeño de cuerpo: que los largos, raras
-veces fueron sabios. Riéronse todos en viéndole y decían:</p>
-
-<p>¿Cómo ha de conseguir un enano lo que tantos gigantes no han
-podido?</p>
-
-<p>Mas él, sin hacer del hacendado, sin correr ni correrse, sin matarse
-ni matar, con linda maña, asiendo del tapete, lo fué tirando hacia sí y
-trayendo con él todos los bienes juntos.</p>
-
-<p>Aquí alzaron todos el aplauso y la Fortuna dijo:</p>
-
-<p>Ahora veréis el triunfo del saber.</p>
-
-<p>Hallóse en un punto con todos los bienes en su mano, señor de todos
-ellos. Fuélos tanteando y, habiéndolos sospesado, ni tomó la corona ni
-la tiara ni el capelo ni la mitra; sino una medianía, teniéndola por
-única felicidad.</p>
-
-<p>Viendo esto el soldado, llegóse á él y rogóle le alcanzase un bastón
-de aquéllos y el cortesano un oficio.</p>
-
-<p>Preguntóle si quería ser ayuda de cámara. Y él dijo:</p>
-
-<p>De cámara no; de mesa sí.</p>
-
-<p>Mas no se halló tal plaza, que era muerta.</p>
-
-<p>Dábale una tenencia de la guarda. Tampoco la aceptó, por ser oficio
-de coscorrones, de más ruido que provecho.</p>
-
-<p>Toma, pues, esta llave capona.</p>
-
-<p>¿Y cómo comeré yo sin dientes? No te canses en buscarme oficio en
-palacio, que todo es ser mozo; búscame un gobierno allá en Indias y
-mejor cuanto más lejos.</p>
-
-<p>Al estudiante le alcanzó su beneficio. Para Critilo y Andrenio un
-espejo de desengaños.</p>
-
-<p>Mas ya en esto tocaron á despejar, el Tiempo con su muleta, la
-Muerte con su guadaña, el Olvido con su pala, la Mudanza dando
-temerarios empellones, el Disfavor puntapiés, la Venganza mojicones.</p>
-
-<p>Comenzaron á rodar unos y otros por una y otra parte. Que<span
-class="pagenum" id="Page_306">p. 306</span> para el caer no había sino
-una grada y ésa deslizadero; todo lo demás era un despeño.</p>
-
-<p>Cómo salieron deste común riesgo nuestros dos peregrinos de la
-vida, que lo mejor del correr es el parar bien y lo más dificultoso
-de la ventura es el buen dejo, ése será el principio de la Crisi
-siguiente.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter" id="ToC">
- <p><span class="pagenum" id="Page_307">p. 307</span></p>
- <h2 class="nobreak g2">TABLA</h2>
-</div>
-
-<table class="toc" summary="Tabla de contenidos">
- <tr>
- <th colspan="2">&nbsp;</th>
- <th class="tdru"><small>Páginas</small></th>
- </tr>
- <tr>
- <td colspan="2" class="tdlh"><a href="#Ch_0"><span class="smcap">Prólogo</span></a></td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_0"><span class="asc">VII</span></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td colspan="3" class="tdcu g2 ws1 pt1"><a href="#Ch_1">PRIMERA PARTE</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu pt1"><a href="#Ch_1_1"><span class="smcap">Crisi</span> I</a>.—</td>
- <td class="tdlh pt1">Náufrago Critilo, encuentra con Andrenio, que le da
- prodigiosamente razón de sí.</td>
- <td class="tdrb pt1"><a href="#Ch_1_1">7</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_2"><span class="smcap">Crisi</span> II</a>.—</td>
- <td class="tdlh">El gran teatro del universo.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_2">14</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_3"><span class="smcap">Crisi</span> III</a>.—</td>
- <td class="tdlh">La hermosa naturaleza.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_3">23</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_4"><span class="smcap">Crisi</span> IV</a>.—</td>
- <td class="tdlh">El despeñadero de la vida.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_4">35</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_5"><span class="smcap">Crisi</span> V</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Entrada del mundo.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_5">50</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_6"><span class="smcap">Crisi</span> VI</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Estado del siglo.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_6">62</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_7"><span class="smcap">Crisi</span> VII</a>.—</td>
- <td class="tdlh">La fuente de los engaños.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_7">79</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_8"><span class="smcap">Crisi</span> VIII</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Las maravillas de Artemia.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_8">98</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_9"><span class="smcap">Crisi</span> IX</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Moral anatomía del hombre.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_9">112</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_10"><span class="smcap">Crisi</span> X</a>.—</td>
- <td class="tdlh">El mal paso del salteo.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_10">128</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_11"><span class="smcap">Crisi</span> XI</a>.—</td>
- <td class="tdlh">El golfo cortesano.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_11">143</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_12"><span class="smcap">Crisi</span> XII</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Los encantos de Falsirena.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_12">161</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_13"><span class="smcap">Crisi</span> XIII</a>.—</td>
- <td class="tdlh">La feria de todo el mundo.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_13">177</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td colspan="3" class="tdcu g2 ws1 pt1"><span class="pagenum" id="Page_308">p.
- 308</span><a href="#Ch_2">SEGUNDA PARTE</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu pt1"><a href="#Ch_2_1"><span class="smcap">Crisi</span> I</a>.—</td>
- <td class="tdlh pt1">Reforma universal.</td>
- <td class="tdrb pt1"><a href="#Ch_2_1">199</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_2_2"><span class="smcap">Crisi</span> II</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Los prodigios de Salastano.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_2_2">216</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_2_3"><span class="smcap">Crisi</span> III</a>.—</td>
- <td class="tdlh">La cárcel de oro y calabozos de plata.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_2_3">234</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_2_4"><span class="smcap">Crisi</span> IV</a>.—</td>
- <td class="tdlh">El museo del discreto.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_2_4">254</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_2_5"><span class="smcap">Crisi</span> V</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Plaza del populacho y corral del vulgo.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_2_5">274</a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlu"><a href="#Ch_2_6"><span class="smcap">Crisi</span> VI</a>.—</td>
- <td class="tdlh">Cargos y descargos de la Fortuna.</td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_2_6">289</a></td>
- </tr>
-</table>
-
-
-
-<div class="chapter pt6">
- <hr class="chap" />
- <p><span class="pagenum" id="Page_309">p. 309</span></p>
- <p class="centra lh150 ws1"><i>Acabóse de imprimir esta edición<br />
- de “El Criticón” en la<br />
- imprenta “Renacimiento”<br />
- el día 25 de<br />
- Abril del año<br />
- MCMXIII</i></p>
- <hr class="chap" />
-</div>
-
-
-<div class="chapter pt3">
-<div class="transnote" id="tnote">
- <p class="tnotetit">Nota de transcripción</p>
- <ul>
- <li>Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar.</li>
-
- <li>Se ha respetado la ortografía del original impreso, que difiere
- algo de la actual, normalizándola a la grafía de mayor frecuencia.</li>
-
- <li>Se han añadido tildes a las mayúsculas que las necesitan.</li>
-
- <li>Las páginas en blanco han sido eliminadas.</li>
-
- <li>Las notas a pie de página han sido renumeradas.</li>
-
- <li>Las notas al margen aparecen colocadas siempre en el lado
- derecho del texto.</li>
- </ul>
-</div>
-</div>
-
-
-<hr class="full" />
-
-
-
-
-
-
-
-
-<pre>
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of El criticón (tomo 1 de 2), by
-Baltasar Gracián y Morales
-
-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL CRITICÓN (TOMO 1 DE 2) ***
-
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-
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-Most people start at our Web site which has the main PG search
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-including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
-Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to
-subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.
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-
-</pre>
-
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