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If you are not located in the United States, you'll -have to check the laws of the country where you are located before using -this ebook. - - - -Title: El criticón (tomo 1 de 2) - -Author: Baltasar Gracián y Morales - -Editor: Julio Cejador y Frauca - -Release Date: July 18, 2020 [EBook #62691] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL CRITICÓN (TOMO 1 DE 2) *** - - - - -Produced by Ramón Pajares Box and the Online Distributed -Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was -produced from images generously made available by The -Internet Archive/Canadian Libraries) - - - - - - -NOTA DE TRANSCRIPCIÓN - - * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se - han convertido a MAYÚSCULAS. - - * Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar. - - * Se ha respetado la ortografía del original impreso, que difiere - algo de la actual, normalizándola a la grafía de mayor frecuencia. - - * Se han añadido tildes a las mayúsculas que las necesitan. - - * Las páginas en blanco han sido eliminadas. - - * Las notas a pie de página han sido renumeradas. - - * Las notas al margen aparecen encerradas entre corchetes y - presentadas como [Marginal:...] dentro del texto. - - - - -[Ilustración] - - - - - BIBLIOTECA RENACIMIENTO - - DIRIGIDA POR - _G. MARTÍNEZ SIERRA_ - - COLECCIÓN DE - OBRAS MAESTRAS - DE LA LITERATURA UNIVERSAL - - [Ilustración] - - LA EDICIÓN Y COMENTARIO DE LOS TEXTOS CLÁSICOS ESPAÑOLES, LA - TRADUCCIÓN DE LOS EXTRANJEROS Y LOS PRÓLOGOS DE UNOS Y OTROS ESTÁN - Á CARGO DE EMINENTES ESCRITORES, CRÍTICOS Y ERUDITOS, LOS MÁS - COMPETENTES EN LA MATERIA: - - _GABRIEL ALOMAR, AZORÍN, PÍO BAROJA, JACINTO BENAVENTE, BERNARDO - G. DE CANDAMO, AMÉRICO CASTRO, JULIO CEJADOR, ENRIQUE DÍEZ-CANEDO, - FERNANDO FORTÚN, RICARDO FUENTE, VICENTE GARCÍA DE DIEGO, J. - GÓMEZ OCERÍN, FRANCISCO A. DE ICAZA, JUAN R. JIMÉNEZ, RICARDO - LEÓN, EDUARDO MARQUINA, G. MARTÍNEZ SIERRA, FRANCISCO MEDINA, - ENRIQUE DE MESA, ANTONIO PALOMERO, R. PÉREZ DE AYALA, JACINTO O. - PICÓN, CIPRIANO RIVAS CHERIF, FRANCISCO RODRÍGUEZ MARÍN, VÍCTOR - SAID-ARMESTO, EUGENIO SELLÉS, RAMÓN M. TENREIRO, MIGUEL DE UNAMUNO, - FRANCISCO F. VILLEGAS. ETC., ETC._ - - LA PARTE ARTÍSTICA - DE ESTAS EDICIONES ESTÁ ENCOMENDADA AL - ILUSTRE DIBUJANTE - _FERNANDO MARCO_. - - - - -[Ilustración: RETRATO DEL P. BALTASAR GRACIÁN SACADO DEL LIENZO QUE -PERTENECIÓ AL COLEGIO DE LOS PP. JESUÍTAS DE CALATAYUD _Y HOY ES -PROPIEDAD DE D. FÉLIX SANZ DE LARREA_.] - - - - -[Ilustración: BIBLIOTECA RENACIMIENTO - -OBRAS MAESTRAS DE LA LITERATURA UNIVERSAL] - - - - - [Ilustración: EL CRITICÓN - - POR - LORENZO GRACIÁN - - EDICIÓN - TRANSCRITA Y REVISADA - POR - JVLIO CEJADOR - - RENACIMIENTO - _Casa Central_: MADRID, _Pontejos 3_ - SVCVRSALES: - BVENOS AIRES, _Libertad 170_ - PARÍS, _26, Rue Richelieu_] - - - - -PRÓLOGO - - -_El Padre Baltasar Gracián[1] y Morales nació en Belmonte, aldea de -la ciudad de Calatayud, el 8 de Enero de 1601, de casa y familia -infanzona. Tuvo por hermanos al P. Felipe Gracián, Clérigo Menor, -Asistente de su Religión en Roma; al P. Fr. Pedro Gracián, Trinitario, -que murió en la flor de su edad; al P. Fr. Raimundo Gracián, Carmelita -Descalzo. Varones todos religiosos y literatos, como se ve en su_ Arte -de Ingenio y Agudeza, _Disc. 20, 13, 32 y 53. En el 25 dice que él se -crió en Toledo en casa de su tío el Licenciado Antonio Gracián. Enseñó -en la Compañía de Jesús letras humanas, filosofía y teología con el -crédito que puede suponerse._ - - [1] En la partida de bautismo se halla escrito _Galacián_, como - todavía llama por Calatayud la gente del pueblo á la familia - _Gracián_, que aún dura en la comarca. - -_Exacto religioso, celoso en los cargos de su profesión, grande orador, -sabio filósofo, discreto, ingenioso y agudo sobre todo encarecimiento. -Tan dulce y suave en el numen poético como en la ciencia y en la -práctica del gobierno._ - -_Tuvo por íntimos amigos á Manuel de Salinas, á Francisco Andrés de -Ustarroz, el Solitario, y al famoso anticuario oscense Vincencio -Juan de Lastanosa, el cual, según testimonio de su hijo Vincencio -Antonio[2], publicó en Huesca las obras de Gracián contra la voluntad -de su autor._ - - [2] _Revista de Archivos_, t. VIII, 1877, p. 30. - -_Fué Rector del Colegio de Tarragona y murió en el de Tarazona el 6 de -Diciembre de 1658, de edad de cincuenta y ocho años._ - -_Al pie del retrato del P. Gracián, que se hallaba en el claustro del -Colegio de los PP. Jesuítas de Calatayud, y que hoy posee D. Félix Sanz -de Larrea y reproducimos en esta edición, se lee:_ - -“_P. Balthasar Gracian ut iam ab ortu emineret in Bellomonte natus -est prope Bilbilim, confinis Martiali patria, proximus ingenio, ut -profunderet adhuc xristianas argutias Bilbilis, quae poene exhausta -videbatur in aethnicis. Ergo augens natale ingenium innato acumine, -scripsit_ Artem ingenii _et arte fecit scibile, quod scibiles facit -artes. Scripsit item_ Artem prudentiae _et a se ipso artem didicit. -Scripsit_ Oraculum _et voces suas protulit. Scripsit_ Disertum _ut se -ipsum describeret. Et ut scriberet_ Heroem _heroica patravit. Haec et -alia eius scripta Mecenates Reges habuerunt, Iudicem admirationem, -Lectorem Mundum, Tipographum Aeternitatem. Philippus 4s saepe illius -argutias inter prandium versabat, ne deficerent sales regiis dapibus. -Sed qui plausus excitaverat calamo, deditus Missionibus excitavit -planctus verbo, excitaturus desiderium in morte, qua raptus est 6 -Decemb. 1658, sed aliquando extinctus aeternum lucebit._” - -_Las obras de Gracián son:_ - - 1. _El Criticón. Primera Parte en la Primavera de la Niñez y en el - Estío de la Juventud._ En Madrid 1650. Publicólo antes D. Vincencio - Juan de Lastanosa, amigo del autor, como escribe D. Vincencio - Antonio de Lastanosa, hijo de aquel insigne literato y anticuario, - en su manuscrito _Habilitación de las Musas_. Lo mismo hizo con la - segunda y tercera partes. - - 2. _El Criticón. Segunda Parte. Juiciosa y cortesana Filosofía en - el Otoño de la varonil edad._ En Huesca por Juan Nogués, 1653. - - 3. _El Criticón. Tercera Parte. En el Invierno de la Vejez._ En - Huesca 1653. - -_Las tres partes de_ El Criticón _se imprimieron en dos tomos en -Madrid 1664 por Pablo de Val y en Barcelona el mismo año por Antonio -Lacavallería_. - - 4. _El Héroe._ En Madrid 1630. En Huesca publicado por Lastanosa en - 1637. - - 5. _Agudeza y Arte de Ingenio._ Imprimióse en Huesca dos veces, - años de 1648 y 1649. - - 6. _El Discreto._ Publicólo Lastanosa en Huesca 1645. Se reimprimió - en Bruselas, 1665. - - 7. _El Político Don Fernando el Católico_, publicado por Lastanosa - en Zaragoza, año de 1640. - - 8. _Oráculo Manual y Arte de Prudencia_, sacado de los Aforismos de - las Obras de Lorenzo Gracián. Diólo á luz Lastanosa en Huesca, año - de 1647, edición que se desconoce; hay otra anterior á la de Madrid - de 1653. - - 9. _Meditaciones varias para antes y después de la Sagrada - Comunión_, que salieron con el nombre de su autor, siendo - Catedrático de Escritura, con el título de _Comulgatorio_ y se - imprimió en Zaragoza el 1655. - - 10. _Máximas del P. Baltasar Gracián con respuestas á los Críticos - del Hombre Universal_, que se estampó en París. - - 11. _El Varón Atento_, de que hace mención el autor en el _Arte de - Ingenio_ y en el _Discreto_. - - 12. _Selvas de todo el año en verso_, que se publicaron por primera - vez con las demás obras en Barcelona, 1734. - - 13. _Diversos Poemas_, que corren divididos. - -_Juntas todas estas obras se publicaron más tarde varias veces dentro y -fuera de España, entre ellas en Madrid por Pablo de Val, en dos tomos, -año 1664, Barcelona 1664, Amberes 1725, Barcelona 1757, Madrid 1773._ - -_En todas ellas, en vez de su propio nombre Baltasar, salió el de -Lorenzo Gracián, no se sabe la causa. Tal vez lo puso su editor -Lastanosa, ya que las publicaba á disgusto de la modestia de su autor y -aludiendo á S. Lorenzo, natural de Huesca._ - -_Bien definió el vulgo el que lo definió: “El vulgo no es otra cosa, -que una sinagoga de ignorantes presumidos y que hablan más de las -cosas, cuanto menos las entienden.” Y no miréis al vestido ni á los -zapatos para tener á uno por del vulgo. “Aunque sea un príncipe, en -no sabiendo las cosas y queriéndose meter á hablar dellas, á dar su -voto en lo que no sabe ni tiene, al punto se declara hombre vulgar y -plebeyo”. De estos hombres vulgares, que pasan por sabios y sonlo á -veces en otras cosas, escribió el mismo autor: “Si dan en alabar á uno, -si una vez cobra fama, aunque se eche después á dormir, él ha de ser -un gran hombre. Aunque ensarte después cien mil disparates, dicen que -son sutilezas y que es la primera cosa del mundo. Todo es que den en -celebrarle. Y por el contrario, á otros, que estarán muy despiertos, -haciendo cosas grandes, dicen que duermen y que nada saben”._ - -_Esto último le sucedió al autor de los renglones aquí citados, al -satírico más hondo que ha criado España, al ignorado Baltasar Gracián. -Por nebuloso é incomprensible se le califica, aunque ingenioso y sutil. -Sin que yo ni nadie alcance á casar estos dos extremos de_ ingenioso -_é_ incomprensible, _de_ sutil _y_ nebuloso. _Porque si la sutileza y -el ingenio no sirven para ver y hacer ver claramente las cosas, sino -antes para verlas y hacerlas incomprensibles y nebulosas, son una bien -triste cualidad._ - -_Lo que hay es que tan excelso ingenio como el de Gracián vuela muy -alto para el vulgo, y el vulgo, según la definición que de él mismo -hemos visto, abraza á más personajes, no sólo personillas, de lo que -parece._ - -_Yo apuesto que, si aquí asiento que Quevedo es mucho menos hondo, más -superficial, menos filósofo que Gracián, los más de mis lectores lo -echarán á exageración. Perdonen esos lectores, por muchos que sean, -que les meta en la docena de ese vulgo y que me atreva á apuntarles, -con todo el respeto que les debo, pero con toda la sinceridad que no -menos les debo á ellos y me debo á mí mismo, que juzgan de Gracián -y de Quevedo por lo que han oído, no por propio juicio: lo cual es -cabalmente lo propio del vulgo._ - -_¿Qué alaban, qué desalaban? “Hablaba uno por boca de ganso y otro -murmuraba con hocico de puerco”, repetiré con el mismo Gracián. El -cual, como escondido jesuíta, que escribía en su rincón, sin meter la -bulla que Quevedo, es para mí, sin quitarle nada á Quevedo, más grande -que él; aunque para el vulgo fuera uno de los que dormían y sólo era -sonado por su_ Agudeza y Arte de ingenio. _El vulgo trompeteó esta -obra de arte filosófico y no entendió ni pregonó_ El Criticón, _obra -de filosofía artística. En la una se muestra filósofo tratando acerca -de la retórica y del arte, en la otra se muestra artista y escritor -consumado tratando acerca de la más honda filosofía._ - -_Quevedo, dice Farinelli, es inferior á Gracián en la profundidad, en -la energía, en la originalidad del pensamiento filosófico. Quevedo -tiene ideas geniales, que parecen y desaparecen como relámpagos. -Gracián tiene ideas completas, fijas, duraderas. Quevedo toca sin -penetrar, lleva consigo gran parte de la ciencia escolástica, se apoya -con preferencia en otras autoridades, sacrifica voluntariamente su -propio juicio, su razón y su lógica, sofoca el escepticismo al nacer -en su ánimo, apenas se le pone la infalible é indiscutible tradición -católica. No conoce ni regla ni sistema. Tiene menor capacidad y -firmeza de pensamiento que Gracián y á la vez menos gusto. En Quevedo -hay exuberancia de fantasía, en Gracián de reflexión. Quevedo es más -poeta, Gracián más filósofo._ - -_Hago mío el juicio que él mismo da de Quevedo, en el cual se verá -cómo escribía el filósofo aragonés: “Acertó á sacar unas (hojas) de -tal calidad, que al mismo punto los circunstantes las apetecieron y -unos las mascaban, otros las molían y estaban todo el día sin parar, -aplicando el polvo á las narices.--Basta, dijo: que estas hojas de -Quevedo son como las del tabaco, de más vicio que provecho, más para -reir que para aprovechar.”_ - -_Las hojas de_ El Criticón _ni las han apetecido ni menos mascado -las gentes vulgares: son más para aprovechar y llorar, que para reir -y enviciar las narices. Schopenhauer, que buscaba el provecho y el -lloro, no el vicio ni la risa, fué el primero que las alabó y de -ellas se aprovechó. Los españoles “abrazan todos los estranjeros, -pero no estiman los propios”. Bien ha sido menester venga un alemán á -descubrirnos al vulgo de los españoles lo que no sabíamos apreciar._ - -_Gracias que en el correr de los siglos el vulgo se hunde é hinca -el pico para siempre jamás y los que verdaderamente entienden, por -poquísimos que sean, con el andar de la Historia van haciéndose -muchos y sus escritos siguen hablando á las nuevas generaciones. Es -el triunfo, que el tiempo da á la verdad, encargándose á la vez de ir -tapando la boca al vulgacho, harto de oirle vocear necedades los pocos -días que de vida le concede._ - -_Alcanza el mal sino hasta á los más esclarecidos ingenios. Pocos tan -desconocidos y olvidados como el gran filósofo aragonés, con ser bien -pocos los que en España y aun fuera de ella puedan serle comparados. -Fué demasiado hombre para un tiempo en que el ingenio español había -bastardeado en ingeniosidad de bambolla, de palabrería huera, de -burbujas de jabón. El culteranismo, el gongorismo carcomía y tranzaba -el recio y frondoso árbol de la literatura._ - -_Cada hombre es, en la mitad por lo menos, hijo de su tiempo. Gracián, -arrastrado por la ley de naturaleza, también iba á serlo. Metióse á -retórico, como los demás; pero, como no era cual los demás, sin dejar -de ser de su tiempo, sobrepujó á todos y, en vez del culteranismo -palabrero y hueco, sin sustancia, su obra retórica ensalzó lo único -de bueno y verdadero, que en aquella desviación del gusto literario -yacía sin echarlo nadie de ver, la_ Agudeza y Arte de ingenio. _Dote, -ciertamente del arte de escribir; pero que los tiempos aquellos le -hicieron creer á Gracián era la única ó principal. En esto estuvo -el error, que para mí más ha de atribuirse á su siglo, que al autor -mismo. Todos le reconocieron como un maestro; aunque su escuela distaba -tanto de la de Góngora como el alma del cuerpo, la sustancia del -accidente, el concepto de la palabra: era la escuela conceptista, de -la ingeniosidad del pensamiento, harto diferente de la fantasmagórica -del retruécano, del puro juego de palabras, de la extravagancia de la -metáfora._ - -_Aun en su yerro fué grande._ - -_Pusiéronle en las nubes y, cuando quiso aplicar su penetración, -erudición, experiencia y maravillosas dotes de pensador á una obra -honda de crítica moral, ya nadie le entendió. Andaban á pájaros y no -vieron al gran filósofo, la cabeza baja, la mano en la mejilla. Hablaba -como sabio á necios. El gusto se desvahaba en nubes sin sustancia._ - -_Medio siglo después llegó el seudo-clasicismo de Francia con su regla -y compás, con su tijera, hecha á recortar los evónimos y boneteros de -los jardines de Versalles. Al cesto fueron de un golpe cuantos libros -se habían escrito y leído en España durante dos centurias, por no -compasarse con tan menguado compás y regla. Á vueltas iban también los -feos y raquíticos tomos de_ El Criticón, _infamemente salidos de las -prensas de Huesca y que no había leído nadie._ - -_Pero en sonando que suene una vez la voz del ingenio, tarde ó temprano -recude de una ú otra parte. Esta vez recudió de Alemania. Cristiano -Enrico Postel en su epístola_ De linguae Hispanae difficultate, -elegantia et utilitate, _llamaba á fines del siglo_ XVII _á Gracián -“unicus”, “summus”, añadiendo: “Huius viri sunt libri, quibus in eo -genere orbis terrarum nil maius vidit. In stylo enim illo nemo tersior, -in phrasibus nemo uberior, in metaphoris nemo iudiciosior, in maiestate -nemo sublimior, in allusionibus nemo felicior.” En Alemania cayó la -semilla de_ El Criticón _como en tierra bien aparejada y dió sus frutos -en los grandes pensadores que la ilustraron. Ha tratado este asunto -Karl Borinski en su obra_ Baltasar Gracian und die Hofliteratur in -Deutschland, _Halle 1894. Obra que además dió pie al gran erudito -italiano y devotísimo de las cosas españolas Arturo Farinelli para -escribir en la_ Revista crítica de historia y literatura españolas, -portuguesas é hispano-americanas _(año I, n. 2) un estudio crítico -sobre Gracián, tan acabado, que harto mejor partido fuera haberlo -puesto aquí en lugar de este malaliñado prólogo. Tomémosle al menos sus -últimas palabras._ - -“_No ha sido gloria pequeña de Gracián la de haber cautivado, en el -atormentadísimo siglo que ahora baja al sepulcro, el corazón y la -fantasía de Schopenhauer, el grande escudriñador pesimista de las -quimeras humanas. Ni Gracián siquiera, el jesuíta solitario, apartado -siempre de los torbellinos del mundo, destilando de su cerebro y de la -sabiduría de sus libros favoritos la ciencia de la vida, la ciencia del -hombre, que expuso con sagacidad deslumbradora en breves tratados y -en la alegoría verdaderamente inmortal de_ El Criticón, _el moralista -agudo y amargo, convencido de la vanidad inmensa de todas las cosas -humanas, ni Gracián, digo, hubiera soñado, aun en los más halagadores -sueños, llegar á tal punto con sus doctrinas y fecundar, á la -distancia de dos siglos, la ciencia y la experiencia de otros geniales -pensadores._” - -“_¿Puede llegar á más nuestra desdicha?, decía Feijóo en 1751. Ó por -mejor decir, ¿puede llegar á más nuestro oprobio, que el que los -mismos extranjeros nos den en rostro con la desestimación de nuestros -escogidos autores?_”--_Sí, había que responderle. La desdicha de los -españoles del siglo_ XX _llega más allá. Sin el menor sonrojo han -oído á los sabios alemanes é italianos, ingleses y franceses echárselo -en cara, se han encogido de hombros y no han pensado en abrir_ El -Criticón, _de Gracián. Y hablo no de la plebe: para la plebe no son -las obras de los grandes pensadores. ¿Cuántas personas cultas, cuántos -literatos lo han leído? Cada uno de mis lectores sabe de sí. ¡Qué -extraño es nos vengan después con que no ha habido pensamiento ni -pensadores en España! No ha faltado quien ha dicho sobre el particular -la última palabra de la desidia española: ¡Rarezas de Schopenhauer! -Así se ha respondido á la frase aquella del famoso filósofo alemán, -escribiendo á Keil en 1832: “Mi escritor favorito es este filosófico -Gracián. He leído todas sus obras. Su_ Criticón _es para mí uno de los -mejores libros del mundo. De buena gana lo traduciría, si hallara un -editor para imprimirlo.”_ - -_Las fuentes de donde bebió Gracián fueron tantas, que enzarzada tarea -echará sobre sí el que emprenda comentarlo. Hombre de variadísima -lectura, escudriñó en su lengua original los grandes pensadores griegos -y romanos, el enjambre de políticos y moralistas, que se dieron en -España durante los siglos_ XVI _y_ XVII _y, sobre todo, los más famosos -entre los italianos. Aprovechóse de Platón, Aristóteles, Plutarco, -Luciano, Tácito, Marcial y Séneca, entre los clásicos; de Guevara, Fox -Morcillo_ (Regni Regisque institutione, _1556_), _Ginés de Sepúlveda_ -(De Regno et Regis officiis, _1571_), _Juan de Torres_ (Filosofía -moral de príncipes, _1576_), _Alonso de Barros_ (Filosofía cortesana -moralizada, _1587_), _C. de Bobadilla_ (Política para corregidores y -señores de vasallos en tiempos de paz y de guerra, _1597_), _M. de -Carvalho_ (Espejos de Príncipes y Ministros, _1598_), _Juan Márquez_ -(El Gobernador cristiano, _1612_), _Juan de Salazar_ (Política -española, _1619_), _Francisco de Barreda_ (El mejor Príncipe Trajano -Augusto, _1622_), _Claudio Clemente_ (Machiavellismus iugulatus, -_1637_), _Diego Niseno_ (El gran padre de los creyentes Abrahan, El -Político del cielo, _1636-8_), _Mariana_ (De Rege), _Agustín de Rojas_ -(Buen repúblico), _José Micheli Márquez_ (Deleite y amargura de las dos -cortes, celestial y terrena, _1642_), _Quevedo, Antonio López de Vega, -Pedro Fernández de Navarrete, Juan Eusebio Nieremberg, Vera y Zúñiga, -Padilla Manrique_ (Idea de nobles y sus desempeños en aforismos, -_1637-44_), _Antonio Pérez_ (Norte de príncipes, Aforismos), _Saavedra -Fajardo, Alonso de Ledesma, etc., etc., de entre los españoles; del -Petrarca, Boscán, Maquiavelo, Alciato, Giovio, Doni, Guicciardini, -Bentivoglio, Birago, Siri, y, sobre todo, de Malvezzi, Botero y -Boccalini, entre los italianos._ - -_Pero “el mejor libro del mundo es el mismo mundo”, decía el mismo -Gracián. Sus amigos Ustarroz, Lastanosa, Manuel de Salinas, llevábanle -libros, que nunca hartaban su sed de leer; empero el hondo conocimiento -del mundo, que supo pintar como nadie, los desengaños de la vida, la -infelicidad humana en los vaivenes de la fortuna y hasta en sus más -soterradas raíces, los disparates de los hombres, el reinado de la -injusticia señoreándolo todo, la verdadera sabiduría, que desprecia -los bienes aparentes y se yergue armada de valor y ceñido el corazón -de santa saña para pelear oponiendo la_ milicia _á la_ malicia, _sin -dejarse vencer á vista del poder del mal, todo eso no lo aprendió -Gracián en los libros, que en los libros nadie lo aprendió; sino en -las misiones á que á veces se dedicó, en la soledad y apartamiento -á tiempos de los hombres, en la viva penetración de su poderosa -inteligencia, en la nobleza y reciura aragonesa de su corazón._ - -_Y en esto se parece á Nietzsche, más bien que á los grandes pesimistas -Spinoza, Leopardi, Schopenhauer y Hartmann, de cuya filosofía dice con -razón Farinelli ser la de Gracián el primer eslabón de la cadena. No -se abate ni se somete y rinde el fiero aragonés á la resignación ni al -quietismo, no quiere sufrir ni tolerar tan triste destino; sino que -salta colérico, afila sus armas y se lanza denodado á la lucha de la -vida, porque sabe que sólo el héroe, el esforzado combatiente, alcanza -la victoria._ - -_¿Cómo el hombre tiene que acometer á sus enemigos en la vida, cuáles -cualidades del ánimo y del entendimiento tiene que desarrollar con -preferencia, en cuál manera debe guiar su frágil navecilla en este -borrascoso mar para llegar seguro al puerto, al sosiego deseado, á la -quietud y al descanso? Tal es el problema, en cuya solución empeñó -Gracián su pluma, intentando formar el varón perfecto y acabado, que -se levante sobre el vulgo, discreto en el pensar, ingenioso en el -decir, héroe en el obrar._ - -_Si realismo es llevar al arte lo que hay de hecho en la realidad, -aunque tamizado por el cerebro del artista, Gracián nada tiene de -artista realista. No trae nada de fuera; lo saca de dentro, de su -poderosa imaginación. Todos son símbolos, virtudes, vicios, cualidades -personificadas, ya en personajes históricos, ya en puramente -fantásticos. Las escenas en que tercian estos personajes simbólicos no -son menos hijas de la fantasía de Gracián. Con todo es tal la preñez -de realidad y de vida, que en la cabeza de este filósofo y artista -soberano engendra personajes y escenas de pura fantasía, que bullen y -hablan como si fueran personas de carne y hueso, solo que condensan -los vicios, las virtudes, los conceptos abstractos, como no pudieran -condensarlos los personajes reales. Es artista, no de fuera adentro, -como los realistas; sino de dentro á fuera, como los verdaderos -filósofos._ - -_Pero para Platón lo únicamente real son las ideas, de las cuales los -hombres y las cosas son puras sombras, que de ellas participan y por -ellas son y viven, como viven y son las sombras por reflejar los seres -reales. Los personajes de Gracián no son otros que las ideas platónicas -y en este sentido más reales que los de los artistas realistas. No son -condensaciones teatrales, muñecos tiesos, movidos siempre por resorte y -torpe, esquinadamente, porque no parece han salido de la condensación -de las cualidades de los seres vivos en un seco concepto; sino que -metidos esos seres en la fragua del ingenio filosófico de Gracián, han -brotado de ella en su primitiva forma de ideas platónicas, anteriores á -la realidad._ - -_Este simbolismo lo aprendió Gracián, según me sospecho, en la_ Cárcel -de Amor, _y, sobre todo, en_ Guzmán de Alfarache, _donde hizo alguna -vez primoroso alarde del género Mateo Alemán. Por eso llamó al escritor -sevillano el escritor aragonés “el mejor y más clásico español”._ - -_Es Gracián el continuador de Séneca, de Mateo Alemán y de Quevedo, -como satírico moralista; pero diferénciase de todos ellos por haber -buscado más en lo hondo, sacando como personajes de su obra las puras -ideas platónicas y dádoles con todo eso vida en un diálogo tan vivo -y real como el_ Guzmán de Alfarache, _obra de filósofo realista de -fuera adentro. Tan variado y ligero es Gracián en su_ Criticón, _como -en sus_ Sueños _es Quevedo, tan sentencioso y dogmático como en sus_ -Epístolas _Séneca. Gana á Séneca en lo ceñido, escultural y hondo de -los dictámenes, á Mateo Alemán en el mismo realismo al modo dicho, á -Quevedo en lo macizo, sistemático y escéptico de las doctrinas, á todos -tres en la profundidad filosófica._ - -_Óigase el juicio de Menéndez y Pelayo[3]: “Talento de estilista -de primer orden, maleado por la decadencia literaria, pero así -y todo, el segundo de aquel siglo en originalidad de invenciones -fantástico-alegóricas, en estro satírico, en alcance moral, en bizarría -de expresiones nuevas y pintorescas, en humorismo profundo y de ley, -en vida y movimiento y efervescencia continua, de imaginación tan -varia, tan amena, tan prolífica, sobre todo en su_ Criticón, _que -verdaderamente maravilla y deslumbra, atando de pies y manos el juicio, -sorprendido por las raras ocurrencias y excentricidades del autor, que -pudo no tener gusto, pero que derrochó un caudal de ingenio como para -ciento.”_ - - [3] _Ideas estéticas_, t. II, vol. II, p. 535. - -_Este juicio del maestro me parece atinado, si al llamarle el -segundo de su siglo miraba á Cervantes, como al primero de él; pero -no, si miraba á Quevedo. Tampoco admito lo del mal gusto ni las -excentricidades tratándose de_ El Criticón, _aunque sí tratándose de -algunas otras de sus obras._ - -_Algo, muy poco, de la falsa bambolla, propia del tiempo, empaña -alguna que otra vez el mismo_ Criticón; _pero fuera de esto, el estilo -es claro y transparente, como no suele serlo en sus obrillas menudas -de estilo puramente sentencioso, y el lenguaje tan castizo y rico en -modismos y rodeos castellanos como el de Cervantes, Mateo Alemán y -Quevedo._ - -_Cuanto á la profundidad de concepción de la obra total, á la fuerza y -amargor de la sátira de la sociedad, al escudriñamiento de las almas y -al conocimiento del mundo y de la vida, de lo cual nada dice Menéndez y -Pelayo, no sólo es para mí_ El Criticón _la obra más grande escrita en -España, pero acaso en el mundo entero._ - -_“Más obran quintas esencias, que fárragos”, decía Gracián, y -verdaderamente sus obras son quintas esencias. Gran artista de la -palabra, maestro del arte de hablar le creyeron sus contemporáneos, y -de hecho_ El Criticón _es un raudal bullente y despeñado, que salta -de un solo chorro y corre por entre peñascales sin el menor tropiezo, -arrollándolo todo y cual si deslizase por un cauce de arena. Pero no -es raudal de retórico desfrenado, no es folla ni soniquete huero; -es raudal quintesenciado de acendradísimo oro, donde no huelga una -frase ni desdice un pensamiento de la más elevada filosofía. Cada_ -Crisi _es un estudio acabado con maestría sin igual y las_ Crisis -_van creciendo en importancia cada vez mayor, y el teatro de la vida -humana ensanchándose y las negras tintas, que sombrean las miserias -de los hombres ennegreciéndose y ensombreciéndose por momentos. Las -más profundas sentencias de los mayores pensadores han desaguado en_ -El Criticón; _pero hánse revestido de una tan nueva y desusada forma, -hánse concentrado en un tan fuerte elixir, que están desconocidas y -nos muestran el poder de aquel asombroso cerebro, que como ningún otro -alcanzaba á alquitarar la expresión y dar espíritu á los pensamientos._ - -_Era incapaz un tan hondo filósofo de aderezar una novela, por -filosófica que fuese, metiendo en una acción y en unos personajes -particulares la filosofía de la vida, como ella verbeneaba en su -cabeza; tuvo que vaciar esa filosofía en símbolos condensados, en -matrices de novelas, en un cuadro fantasmagórico de tanto alcance, -que puede servir de clave á todas las novelas de hechos particulares, -que artistas menos preñados de pensamientos y de más vagar que este -pensador, verdaderamente volcánico, saben tomar de la realidad y -describir despaciosamente._ - -_Torno á repetirlo: Baltasar Gracián es el más grande pensador de la -raza hispana y uno de los grandes pensadores de la humanidad. Leed_ El -Criticón _y lo veréis._ - - _JULIO CEJADOR._ - - - - - EL CRITICÓN - - PRIMERA PARTE - - EN LA PRIMAVERA DE LA NIÑEZ - Y EN EL ESTÍO DE LA JUVENTUD - - - - -Á DON PABLO DE PARADA - -CABALLERO DE CRISTO, GENERAL DE LA ARTILLERÍA Y GOBERNADOR DE TORTOSA - - -Si mi pluma fuera tan biencortada como la espada de V. S. cortadora, -aun pareciera escusable la ambición del patrocinio; ya que no llegue á -tanto, solicita una muy valiente defensa. Nació con V. S. el valor en -su patria Lisboa, creció en el Brasil entre plausibles bravezas y ha -campeado en Cataluña entre célebres victorias. - -Rechazó V. S. al bravo Mariscal de la Mora en los asaltos, que dió á -Tarragona por el puesto de San Francisco, que V. S. con su tercio y su -valor tan bizarramente defendió. Desalojó después al que llamaban el -invencible Conde de Arcuhurt, sacándole de las trincheras sobre Lérida, -acometiendo con su regimiento de la Guarda el fuerte real, que ocupó -y defendió contra el general recelo. Y desta calidad pudiera referir -otras muchas facciones, aconsejadas primero de la prudencia militar de -V. S. y ejecutadas después de su gran valor. Emula dél la felicidad, -le asistió á V. S., siendo General de la flota, para que la condujese -á España con tanta prosperidad y riqueza. Y de aquí se ha ocasionado -aquella altercación entre los grandes Ministros, si es V. S. mejor para -las armadas de mar ó para las de tierra, siendo eminente en todas. Por -no hacer sospechosas estas verdades, aunque tan sabidas, con el afecto -de amigo, quisiera hablar por boca de algún enemigo; pero ninguno -le hallo á V. S. Sólo uno que, para desconocer obligaciones quiso -afectarlo, no pudo. Pues él mismo decía, ¡brava cosa!, que: “Quisiera -decir mal deste hombre y no hallo qué poder decir”. - -Pero lo que yo más celebro es que, siendo V. S. hombre tan sin -embeleco, se haya hecho lugar en la mayor estimación de nuestro siglo. - -El cielo le prospere. B. L. M. de V. S. su más apasionado - - _LORENZO GRACIÁN_ - - - - -Á QUIEN LEYERE - - -Esta Filosofía cortesana, el curso de tu vida en un discurso, te -presento hoy, lector juicioso, no malicioso. Y aunque el título -está ya provocando ceño, espero que todo entendido se ha de dar por -desentendido, no sintiendo mal de sí. - -He procurado juntar lo seco de la filosofía con lo entretenido de la -invención, lo picante de la sátira con lo dulce de la épica, por más -que el rígido Gracián lo censure, juguete de la traza en su más sutil -que provechosa Arte de ingenio. En cada uno de los autores de buen -genio he atendido á imitar lo que siempre me agradó, las alegorías de -Homero, las ficciones de Esopo, lo doctrinal de Séneca, lo juicioso de -Luciano, las descripciones de Apuleyo, las moralidades de Plutarco, -los empeños de Eliodoro, las suspensiones del Ariosto, las crisis del -Boquelino y las mordacidades de Barclayo. Si lo habré conseguido, -siquiera en sombras, tú lo has de juzgar. - -Comienzo por la hermosa naturaleza, paso á la primorosa arte y paro -en la útil moralidad. He dividido la obra en dos partes, treta de -discurrir lo penado, dejando siempre picado el gusto, no molido. - -Si esta primera te contentare, te ofrezco luego la segunda, ya -dibujada, ya colorida; pero no retocada y tanto más crítica, cuanto son -más juiciosas las otras dos edades de quienes se filosofa en ella. - - - - -CRISI PRIMERA - -_Náufrago Critilo, encuentra con Andrenio, que le da prodigiosamente -razón de sí._ - - -Ya entrambos mundos habían adorado el pie á su universal monarca el -católico Filipo. Era ya real corona suya la mayor vuelta, que el -sol gira por el uno y otro hemisferio. Brillante círculo, en cuyo -cristalino centro yace engastada una pequeña isla ó perla del mar ó -esmeralda de la tierra. Dióla nombre augusta emperatriz, para que ella -lo fuese de las islas, corona del océano. Sirve, pues, la isla de Santa -Elena en la escala del un mundo al otro, de descanso á la portátil -Europa y ha sido siempre venta franca, mantenida de la divina próvida -clemencia en medio de inmensos golfos á las católicas flotas del -oriente. - -Aquí, luchando con las olas, contrastando los vientos y más los -desaires de su fortuna, mal sostenido de una tabla, solicitaba puerto -un náufrago, monstruo de la naturaleza y de la suerte, cisne en lo ya -cano y más en lo canoro, que así exclamaba entre los fatales confines -de la vida y de la muerte: ¡Oh vida! [Marginal: _Vida._] ¡No habías de -comenzar; pero, ya que comenzaste, no habías de acabar! No hay cosa más -deseada ni más frágil que tú eres y el que una vez te pierde, tarde te -recupera: desde hoy te estimaría como á perdida. Madrastra se mostró -la naturaleza con el hombre, pues lo que le quitó de conocimiento al -nacer, le restituye al morir: allí porque se perciban los bienes que se -reciben y aquí porque se sientan los males que se conjuran. - -¡Oh tirano mil veces de todo el ser humano aquel primero, que con -escandalosa temeridad fió su vida en un frágil leño al inconstante -elemento! Vestido dicen que tuvo el pecho de aceros, mas yo digo que -revestido de hierros. En vano la superior atención separó las naciones -con los montes y los mares, si la audacia de los hombres halló puentes -para trasegar su malicia. Todo cuanto inventó la industria humana ha -sido perniciosamente fatal y en daño de sí misma. La pólvora es un -horrible estrago de las vidas, instrumento de su mayor ruina y una -nave no es otro, que un ataúd anticipado. Parecíale á la muerte teatro -angosto de sus tragedias la tierra y buscó modo cómo triunfar en los -mares, para que en todos elementos se muriese. - -¿Qué otra grada le queda á un desdichado para perecer, después que -pisa la tabla de un bajel, cadalso merecido de su atrevimiento? Con -razón censuraba el Catón, aun de sí mismo, entre las tres necedades -de su vida, el haberse embarcado por la mayor. ¡Oh suerte! ¡Oh cielo! -¡Oh fortuna! Aun creería que soy algo, pues así me persigues y, cuando -comienzas, no paras hasta que apuras. Válgame en esta ocasión el valer -nada, para repetir de eterno. - -De esta suerte hería los aires con suspiros, mientras azotaba las -aguas con los brazos, acompañando la industria con minerva. [Marginal: -_Grandes hombres._] Pareció ir sobrepujando el riesgo, que á los -grandes hombres los mismos peligros ó los temen ó los respetan. La -muerte á veces recela el emprenderlos y la fortuna los va guardando los -aires. Perdonaron los aspides á Alcides, las tempestades á César, los -aceros á Alejandro y las balas á Carlos V. ¡Mas ay!, que, como andan -encadenadas las desdichas, unas á otras se introducen y el acabarse -una es de ordinario el engendrarse otra mayor. Cuando creyó hallarse -en el seguro regazo de aquella madre común, volvió de nuevo á temer -que, enfurecidas las olas, le arrebataban para estrellarle en uno de -aquellos escollos, duras entrañas de su fortuna, Tántalo de la tierra, -huyéndosele de entre las manos, cuando más segura la creía: que un -desdichado, no sólo no halla agua en el mar, pero ni tierra en la -tierra. - -Fluctuando estaba entre uno y otro elemento, equívoco entre la -muerte y la vida, hecho víctima de su fortuna, cuando un gallardo -joven, ángel al parecer y mucho más al obrar, alargó sus brazos para -recogerle en ellos, amarras de un secreto imán, si no de hierro, -asegurándole la dicha con la vida. En saltando en tierra, selló sus -labios en el suelo, logrando seguridades y fijó sus ojos en el cielo, -rindiendo agradecimientos. Fuése luego con los brazos abiertos para el -restaurador de su vida, queriendo desempeñarse en abrazos y en razones. -No le respondió palabra el que le obligó con las obras; sólo daba -demostraciones de su gran gozo en lo risueño y de su mucha admiración -en lo atónito en el semblante. Repitió abrazos y razones el agradecido -náufrago, preguntándole de su salud y fortuna y á nada respondía el -asombrado isleño. - -Fuéle variando idiomas de algunos que sabía; mas en vano, pues, -desentendido de todo, se remitía á las extraordinarias acciones, no -cesando de mirarle y de admirarle, alternando extremos de espanto y de -alegría. - -Dudara con razón el más atento ser inculto parto de aquellas selvas, -si no desmintieran la sospecha lo inhabitado de la isla, lo rubio -y tendido de su cabello, lo perfilado de su rostro, que todo le -sobrescribía europeo. Del traje no se podían rastrear indicios, pues -era sola la librea de su inocencia. - -Discurrió más el discreto náufrago, si acaso viviría destituído de -aquellos dos criados del alma, el uno de traer y el otro de llevar -recados, el oir y el hablar. Desengañóle presto la experiencia, pues -al menor ruido prestaba atenciones prontas sobre el imitar con tanta -propiedad los bramidos de las fieras y los cantos de las aves, que -parecía entenderse mejor con los brutos, que con las personas: tanto -pueden la costumbre y la crianza. Entre aquellas bárbaras acciones -rayaba como en vislumbres la vivacidad de su espíritu, trabajando el -alma, por mostrarse: que donde no media el artificio, toda se pervierte -la naturaleza. - -Crecía en ambos á la par el deseo de saberse las fortunas y las -vidas; pero advirtió el entendido náufrago que la falta de un común -idioma les tiranizaba esta fruición. Es el hablar efecto grande de -la racionalidad: que quien no discurre, no conversa. [Marginal: -_Conversación._] Habla, dijo el filósofo, para que te conozca. -Comunícase el alma noblemente, produciendo conceptuosas imaginaciones -de sí en la mente del que oye, que es propiamente el conversar. No -están presentes los que no se tratan ni ausentes los que por escrito se -comunican. Viven los sabios varones ya pasados y nos hablan cada día en -sus eternos escritos, iluminando perennemente los venideros. Participa -el hablar de lo necesario y de lo gustoso. Que siempre atendió la -sabia naturaleza á hermanar ambas cosas en todas las funciones de la -vida. Consíguense con la conversación á lo gustoso y á lo presto las -importantes noticias y es el hablar atajo único para el saber. Hablando -los sabios engendran otros y por la conversación se conduce al ánimo la -sabiduría dulcemente. - -De aquí es que las personas no pueden estar sin algún idioma común para -la necesidad y para el gusto. Que aun dos niños, arrojados de industria -en una isla, se inventaron lenguaje para comunicarse y entenderse. De -suerte que es la noble conversación hija del discurso, madre del saber, -desahogo del alma, comercio de los corazones, vínculo de la amistad, -pasto del contento y ocupación de personas. - -Conociendo esto el advertido náufrago, emprendió luego el enseñar á -hablar al inculto joven y púdolo conseguir fácilmente, favoreciéndole -la docilidad y el deseo. Comenzó por los nombres de ambos, -proponiéndole el suyo, que era el de Critilo, imponiéndole á él el -de Andrenio, que llenaron bien el uno en lo juicioso y el otro en -lo humano. El deseo de sacar á luz tanto concepto por toda la vida -repasado y la curiosidad de saber tanta verdad ignorada picaban la -docilidad de Andrenio. - -Ya comenzaba á pronunciar, ya preguntaba y respondía. Probábase á -razonar, ayudándose de palabras y de acciones. Y tal vez lo que -comenzaba la lengua lo acababa de exprimir el gesto. Fuéle dando -noticia de su vida á centones y á remiendos, tanto más extraña, cuanto -menos entendida. Y muchas veces se achacaba al no acabar de percibir lo -que no se acababa de creer. Mas, cuando ya pudo hablar seguidamente y -con igual copia de palabras á la grandeza de sus sentimientos, obligado -de las vivas instancias de Critilo y ayudado de su industria, comenzó á -satisfacerle de esta suerte. - -[Marginal: _Conocimiento._] - -Yo, dijo, ni sé quién soy ni quién me ha dado el ser ni para qué me le -dió. ¡Qué de veces y sin voces me lo pregunté á mí mismo, tan necio -como curioso! Pues, si el preguntar comienza en el ignorar, mal pudiera -yo responderme. Argüíame tal vez para ver si empeñado me excedería á -mí mismo. Duplicábame aun no bien singular, por ver si, apartado de mi -ignorancia, podría dar alcance á mis deseos. Tú, Critilo, me preguntas -quién yo soy y yo deseo saberlo de ti. Tú eres el primer hombre, que -hasta hoy he visto y en ti me hallo retratado más al vivo, que en -los mudos cristales de una fuente, que muchas veces mi curiosidad -solicitaba y mi ignorancia aplaudía. Mas, si quieres saber el material -suceso de mi vida, yo te lo referiré, que es más prodigioso, que -prolijo. - -La vez primera, que me reconocí y pude hacer concepto de mí mismo, -me hallé encerrado dentro de las entrañas de aquel monte, que entre -los demás se descuella: que aun entre peñascos debe ser estimada la -eminencia. Allí me ministró el primer sustento una de éstas, que tú -llamas fieras y yo llamaba madre, creyendo siempre ser ella la que me -había parido y dado el ser que tengo: corrido lo refiero de mí mismo. - -[Marginal: _Niñez._] - -Muy propio es, dijo Critilo, de la ignorancia pueril el llamar á todos -los hombres padres y á todas las mujeres madres. Y al modo que tú hasta -una bestia tenías por tal, creyendo la maternidad en la beneficencia, -así el mundo en aquella su ignorante infancia á cualquier criatura su -bienhechora llamaba padre y aun le aclamaba Dios. - -Así yo, prosiguió Andrenio, creía madre la que me alimentaba fiera -á sus pechos. Me crié entre aquellos sus hijuelos, que yo tenía por -hermanos, hecho bruto entre los brutos, ya jugando y ya durmiendo. -Dióme leche diversas veces que parió, partiendo conmigo de la caza -y de las frutas, que para ellos traía. Á los principios no sentía -tanto aquel penoso encerramiento; antes con las interiores tinieblas -del ánimo desmentía las exteriores del cuerpo y con la falta de -conocimiento disimulaba la carencia de la luz, si bien algunas veces -brujuleaba unas confusas vislumbres, que dispensaba el cielo á tiempos -por lo más alto de aquella infausta caverna. - -[Marginal: _La luz de la razón._] - -Pero, llegado á cierto término de creer y de vivir, me salteó de -repente un tan extraordinario ímpetu de conocimiento, un tan grande -golpe de luz y de advertencia, que revolviendo sobre mí, comencé á -reconocerme, haciendo una y otra reflexión sobre mi propio ser. - -¿Qué es esto?, decía, ¿soy ó no soy? Pero, pues vivo, pues conozco -y advierto, ser tengo. Mas si soy, ¿quién soy yo? ¿Quién me ha dado -este ser y para qué me lo ha dado? Para estar aquí metido: ¡grande -infelicidad sería! ¿Soy bruto como éstos? Pero no, que observo entre -ellos y entre mí palpables diferencias: ellos están vestidos de pieles, -yo desabrigado, menos favorecido de quien nos dió el ser. - -También experimento en mí todo el cuerpo muy de otra suerte -proporcionado, que en ellos: yo río y yo lloro, cuando ellos aúllan: -yo camino derecho, levantando el rostro hacia lo alto, cuando ellos -se mueven torcidos é inclinados hacia el suelo. Todas éstas son bien -conocidas diferencias y todas las observaba mi curiosidad y las -confería mi atención conmigo mismo. - -Crecía de cada día el deseo de salir de allí, el conato de ver y saber, -si en todos natural y grande, en mí como violentado, insufrible; pero, -lo que más me atormentaba era ver que aquellos brutos, mis compañeros, -con extraña ligereza trepaban por aquellas inhiestas paredes, entrando -y saliendo libremente, siempre que querían y que para mí fuesen -inaccesibles, sintiendo con igual ponderación que aquel gran don de la -libertad á mí solo se me negase. - -Probé muchas veces á seguir aquellos brutos, arañando los peñascos, -que pudieran ablandarse con la sangre que de mis dedos corría. Valíame -también de los dientes; pero todo en vano y con daño, pues era cierto -el caer en aquel suelo, regado con mis lágrimas y teñido con mi sangre. -Á mis voces y á mis llantos acudían enternecidas las fieras, cargadas -de frutas y de caza, con que se templaba en algo mi sentimiento y me -desquitaba en parte de mis penas. - -¡Qué de soliloquios hacía tan interiores, que aun este alivio del habla -exterior me faltaba! ¡Qué de dificultades y dudas trababan entre sí mi -observación y mi curiosidad, que todas se resolvían en admiraciones y -en penas! - -Era para mí un repetido tormento el confuso ruido de estos mares, cuyas -olas más rompían en mi corazón, que en estas peñas. ¿Pues qué diré, -cuando sentía el horrísono fragor de los nublados y sus truenos? Ellos -se resolvían en lluvia; pero mis ojos en llanto. Lo que llegó ya á ser -ansia de reventar y agonía de morir era que á tiempos, aunque para -mí de tarde en tarde, percibía acá fuera unas voces como la tuya, al -comenzar con grande confusión y estruendo; pero después poco á poco -más distintas, que naturalmente me alborozaban ó se me quedaban muy -impresas en el ánimo. - -Bien advertía yo que eran muy diferentes de las de los brutos, que -de ordinario oía. Y el deseo de ver y de saber quién era el que las -formaba y no poder conseguirlo me traía á extremos de morir. Poco era -lo que unas y otras veces percibía; pero discurríalo tan mucho, como de -espacio. - -[Marginal: _Concierto de el Universo._] - -Una cosa puedo asegurarte, en que imaginé muchas veces y de mil modos, -lo que habría acá fuera, el modo, la disposición, la traza, el sitio, -la variedad y máquina de cosas, según lo que yo había concebido; jamás -di en el modo ni atiné con el orden, variedad y grandeza de esta gran -fábrica, que vemos y admiramos. - -¡Qué mucho, dijo Critilo, pues, si aunque todos los entendimientos de -los hombres, que ha habido ni habrá, se juntaran antes á trazar esta -gran máquina del mundo y se les consultara cómo había de ser, jamás -pudieran atinar á disponerla! ¿Qué digo el universo? La más mínima -flor, un mosquito, no supieran formarlo. Sola la infinita sabiduría de -aquel supremo Hacedor pudo hallar el modo, el orden y el concierto de -tan hermosa y perenne variedad. - -Pero, díme, que deseo mucho saberlo de ti y oírtelo contar, ¿cómo -pudiste salir de aquella tu penosa cárcel, de aquella sepultura -anticipada de tu cueva? Y sobre todo, si es posible el exprimirlo, -¿cuál fué el sentimiento de tu admirado espíritu, aquella primera vez -que llegaste á descubrir, á ver, á gozar y admirar este plausible -teatro del universo? - -Aguarda, dijo Andrenio, que aquí es menester tomar aliento para -relación tan gustosa y peregrina. - - - - -CRISI II - -_El gran teatro del universo._ - - -Luego que el supremo Artífice tuvo acabada esta gran fábrica del mundo, -dicen trató repartirla, alojando en sus estancias sus vivientes. -Convocólos todos, desde el elefante hasta el mosquito. Fuéles mostrando -los repartimientos y examinando á cada uno, cuál de ellos escogía para -su morada y vivienda. Respondió el elefante que él se contentaba con -una selva, el caballo con un prado, el águila con una de las regiones -del aire, la ballena con un golfo, el cisne con un estanque, el barbo -con un río y la rana con un charco. - -[Marginal: _La ambición humana._] - -Llegó el último el primero, digo el hombre y, examinado de su gusto y -de su centro, dijo que él no se contentaba con menos, que con todo el -universo y aún le parecía poco. Quedaron atónitos los circunstantes -de tan exorbitante ambición; aunque no faltó luego un lisonjero, que -defendió nacer de la grandeza de su ánimo. - -Pero la más astuta de todos: Eso no creeré yo, les dijo; sino que -procede de la ruindad de su cuerpo. Corta le parece la superficie de -la tierra y así penetra y mina sus entrañas en busca del oro y de la -plata, para satisfacer en algo su codicia. Ocupa y embaraza el aire con -lo empinado de sus edificios, dando algún desahogo á su soberbia. Surca -los mares y sonda sus más profundos senos, solicitando las perlas, -los ámbares y los corales, para adorno de su bizarro desvanecimiento. -Obliga todos los elementos á que le tributen cuanto abarcan, el aire -sus aves, el mar sus peces, la tierra sus cazas, el fuego la sazón, -para entretener, que no satisfacer su gula. ¡Y aún se queja de que todo -es poco! ¡Oh monstruosa codicia de los hombres! - -Tomó la mano el soberano Dueño y dijo: Mirad, advertid, sabed que al -hombre le he formado yo con mis manos para criado mío y señor vuestro -y como rey, que es, pretende señorearlo todo. Pero entiende, oh, -hombre, aquí hablando con él, que esto ha de ser con la mente, no con -el vientre; como persona, no como bestia. Señor has de ser de todas las -cosas criadas, pero no esclavo de ellas; que te sigan, no te arrastren. -Todo lo has de ocupar con el conocimiento tuyo y reconocimiento mío: -esto es, reconociendo en todas las maravillas criadas las perfecciones -divinas y pasando de las criaturas al Criador. - -Á este grande espectáculo de prodigios, si ordinario para nuestra -acostumbrada vulgaridad, extraordinario hoy para Andrenio, sale atónito -á lograrlo en contemplaciones, á aplaudirlo en pasmos y á referirlo de -esta suerte. - -Era el sueño, proseguía, el mismo vulgar refugio de mis penas, especial -alivio de mi soledad. Á él apelaba de mi continuo tormento y á él -estaba entregado una noche, aunque para mí siempre lo era, con más -dulzura que otras, presagio infalible de alguna infelicidad cercana. - -Y así fué, pues me lo interrumpió un extraordinario ruido, que parecía -salir de las más profundas entrañas de aquel monte. Conmovióse todo él, -temblando aquellas firmes paredes. Bramaba el furioso viento, vomitando -en tempestades por la boca de la gruta. Comenzaron á desgajarse con -horrible fragor aquellos duros peñascos y á caer con tan espantoso -estruendo, que parecía quererse venir á la nada toda aquella gran -máquina de peñas. - -[Marginal: _La instabilidad._] - -Basta, dijo Critilo, que aun los montes no se libran de la mudanza, -expuestos al contraste de un terremoto y sujetos á la violencia de un -rayo, contrastando la común estabilidad su firmeza. - -Pero, si las mismas peñas temblaban ¿qué haría yo? prosiguió Andrenio. -Todas las partes de mi cuerpo parecieron quererse desencajar también, -que hasta el corazón dando saltos, no hice poco en detenerlo. Fuéronme -destituyendo los sentidos y halléme perdido de mí mismo, muerto y aun -sepultado entre peñas y entre penas. - -El tiempo, que duró aquel eclipse del alma, paréntesis de mi vida, ni -pude yo percibirlo ni de otro alguno saberlo. Al fin, ni sé cómo ni sé -cuándo, volví poco á poco á recobrarme de tan mortal deliquio. Abrí los -ojos á lo que comenzaba á abrir el día. - -Día claro, día grande, día felicísimo, el mejor de toda mi vida: notélo -bien con piedras y aun con peñascos. Reconocí luego quebrantada mi -penosa cárcel y fué tan indecible mi contento, que al punto comencé á -desenterrarme, para nacer de nuevo á todo un mundo, en una bien patente -ventana, que señoreaba todo aquel espacioso y alegrísimo hemisferio. - -Fuí acercándome dudosamente á ella, violentando mis deseos; pero ya -asegurado, llegué á asomarme del todo á aquel rasgado balcón del ver -y del vivir. Tendí la vista aquella vez primera por este gran teatro -de tierra y cielo. Toda el alma, con extraño ímpetu, entre curiosidad -y alegría, acudió á los ojos, dejando como destituídos los demás -miembros, de suerte, que estuve casi un día insensible, inmoble y como -muerto, cuando más vivo. - -Querer yo aquí exprimirte el intenso sentimiento de mi afecto, el -conato de mi mente y de mi espíritu, sería emprender cien imposibles -juntos; sólo te digo que aún me dura y durará siempre el espanto, la -admiración, la suspensión y el pasmo, que me ocuparon toda el alma. - -Bien lo creo, dijo Critilo, que, cuando los ojos ven lo que nunca -vieron, el corazón siente lo que nunca sintió. - -Miraba el cielo, miraba la tierra, miraba el mar y á todo junto, y á -cada cosa de por sí: y en cada objeto de éstos me transportaba, sin -acertar á salir de él, viendo, observando, advirtiendo, admirando, -discurriendo y lográndolo todo con insaciable fruición. - -[Marginal: _La novedad._] - -¡Oh, lo que te envidio, exclamó Critilo, tanta felicidad no imaginada! -Privilegio único del primer hombre y tuyo llegar á ver con novedad y -con advertencia la grandeza, la hermosura, el concierto, la firmeza -y la variedad de esta gran máquina criada. Fáltanos la admiración -comúnmente á nosotros, porque falta la novedad y con ésta la -advertencia. Entramos todos en el mundo con los ojos del alma cerrados -y, cuando los abrimos al conocimiento y á la costumbre de ver las -cosas, por maravillosas que sean, no deja lugar á la admiración. - -Por esto los varones sabios se valieron siempre de la reflexión, -imaginando llegar de nuevo al mundo, reparando en sus prodigios, -que cada cosa lo es, admirando sus perfecciones y filosofando -artificiosamente. - -Á la manera, que el que paseando por un deliciosísimo jardín, pasó -divertido por sus calles, sin reparar en lo artificioso de sus plantas -ni en lo vario de sus flores, vuelve atrás, cuando lo advierte, y -comienza á gozar otra vez poco á poco y de una en una cada planta y -cada flor: así nos acontece á nosotros, que vamos pasando desde el -nacer al morir, sin reparar en la hermosura y perfección de este -universo; pero los varones sabios vuelven atrás, renovando el gusto y -contemplando cada cosa con novedad, en el advertir, si no en el ver. - -La mayor ventaja mía, ponderaba Andrenio, fué llegar á gozar este colmo -de perfecciones á deseo y después de una privación tan violenta. - -Felicidad fué tu prisión, dijo Critilo, pues llegaste por ella á gozar -todo el bien junto y deseado. Que, cuando las cosas son grandes y á -deseo, dos veces se logran. Los mayores prodigios, si son fáciles y á -todo querer, se envilecen: el uso libre hace perder el respeto á la -más relevante maravilla. Y en el mismo sol fué favor que se ausentase -de noche, para que fuese deseado á la mañana. ¡Qué concurso de afectos -sería el tuyo! ¡Qué tropel de sentimientos! ¡Qué ocupada andaría el -alma, repartiendo atenciones y dispensando afectos! Mucho fué no -reventar de admiración, de gozo y de conocimiento. - -Creo yo, respondió Andrenio, que ocupada el alma en ver y en entender, -no tuvo lugar de partirse y, atropellándose unos á otros los objetos, -al paso que la entretenían, la detenían. - -[Marginal: _Sol espejo divino._] - -Pero ya en esto los alegres mensajeros de este gran monarca de la luz, -que tú llamas sol, coronado augustamente de resplandores, ceñido de -la guarda de sus rayos, solicitaban mis ojos á rendirle veneraciones -de atención y de admiración. Comenzó á ostentarse por este gran trono -de cristalinas espumas y con una soberana callada majestad se fué -señoreando de todo el hemisferio, llenando todas las demás criaturas de -su esclarecida presencia. Aquí yo quedé absorto y totalmente enajenado -de mí mismo, puesto en él, émulo del águila más atenta. - -¡Oh, qué será, alzó aquí la voz Critilo, aquella inmortal y gloriosa -vista de aquel infinito sol divino, aquel llegar á ver su infinitamente -perfectísima hermosura! ¡Qué gozo, qué fruición, qué dicha, qué -felicidad, qué gloria! - -Crecía mi admiración, prosiguió Andrenio, al paso que mi atención -desmayaba, porque al que deseé distante, ya le temía cercano. Y aun -observé que á ningún otro prodigio se rindió la vista, sino á éste, -confesándole inaccesible y con razón solo. - -Es el sol, ponderó Critilo, la criatura, que más ostentosamente retrata -la majestuosa grandeza del Criador. Llámase sol, porque en su presencia -todas las demás lumbreras se retiran; él solo campea. Está en medio -de los celestes orbes, como en su centro, corazón del lucimiento y -manantial perenne de la luz. Es indefectible, siempre el mismo, único -en la belleza. Él hace que se vean todas las cosas y no permite ser -visto, celando su decoro y recatando su decencia. Influye y concurre -con las demás causas á dar el ser á todas las cosas, hasta el hombre -mismo. Es afectadamente comunicativo de su luz y de su alegría, -esparciéndose por todas partes y penetrando hasta las mismas entrañas -de la tierra. Todo lo baña, alegra é ilustra, fecunda é influye. Es -igual, pues nace para todos. Á nadie ha menester de sí abajo y todos le -reconocen dependencias. Él es al fin criatura de ostentación, el más -luciente espejo, en quien las divinas grandezas se representan. - -Todo el día, dijo Andrenio, empleé en él, contemplándole, ya en sí, ya -en los reflejos de las aguas, olvidado de mí mismo. - -Ahora no me espanto, ponderó Critilo, de lo que dijo aquel otro -filósofo, que había nacido para ver el sol. Dijo bien, aunque le -entendieron mal é hicieron burla de sus veras. Quiso decir este sabio -que en ese sol material contemplaba él aquel divino, realzadamente -filosofando que, si la sombra es tan esclarecida ¿cuál será la -verdadera luz de aquella infinita increada belleza? - -[Marginal: _El cielo estrellado._] - -¡Mas ay!, dijo lamentándose Andrenio, que al uso de acá abajo, la -grandeza de mi contento se convirtió presto en un exceso de pesar, al -ver, digo al no verle. Trocóse la alegría del nacer en el horror del -morir, el trono de la mañana en el túmulo de la noche: sepultóse el sol -en las aguas y quedé yo anegado en otro mar de mi llanto. Creí no verle -más, con que quedé muriendo; pero volví presto á resucitar entre nuevas -admiraciones á un cielo coronado de luminarias, haciendo fiesta á mi -contento. Asegúrote que no me fué menos agradable vista ésta; antes más -entretenida, cuanto más varia. - -¡Oh, gran saber de Dios!, dijo Critilo, que halló modo cómo hacer -hermosa la noche, que no es menos linda que el día. [Marginal: _Noche -serena._] Impropios nombres la dió la vulgar ignorancia, llamándola -fea y desaliñada; no habiendo cosa más brillante y serena. Injúrianla -de triste, siendo descanso del trabajo y alivio de nuestras fatigas. -Mejor la celebró uno de sabia, ya por lo que se calla, ya por lo que -se piensa en ella. Que no sin enseñanza fué celebrada la lechuza en la -discreta Atenas por símbolo del saber. No es tanto la noche para que -duerman los ignorantes, cuanto para que velen los sabios. Y si el día -ejecuta, la noche previene. - -En otra gran función y más á lo callado me hallaba muy hallado con la -noche, metido en aquel laberinto de las estrellas, unas centellantes, -otras lucientes. Íbalas registrando todas, notando su mucha variedad -en la grandeza, puestos, movimientos y colores, saliendo unas y -ocultándose otras. - -Ideando, dijo Critilo, las humanas, que todas caminan á ponerse. - -En lo que yo mucho reparé, dijo Andrenio, fué en su maravillosa -disposición. Porque, ya que el soberano Artífice hermoseó tanto esta -artesonada bóveda del mundo con tanto florón y estrellas, ¿por qué no -las dispuso, decía yo, con orden y concierto, de modo que entretejieran -vistosos lazos y formaran primorosas labores? No sé cómo me lo diga ni -cómo lo declare. - -[Marginal: _Estrellas, su variedad._] - -Ya te entiendo, acudió Critilo: quisieras tú que estuvieran dispuestas -en forma, ya de un artificioso recamado, ya de un vistoso jardín, ya de -un precioso joyel, repartidas con arte y correspondencia. - -Sí, sí, eso mismo. Porque á más de que campearan otro tanto y fuera un -espectáculo muy agradable á la vista, brillantísimo artificio, destruía -con eso del todo el divino Hacedor aquel necio escrúpulo de haberse -hecho acaso y declaraba de todo punto su divina Providencia. - -Reparas bien, dijo Critilo; pero advierte que la divina Sabiduría, que -las formó y las repartió de esta suerte, atendió á otra más importante -correspondencia, cual lo es de sus movimientos y aquel templarse las -influencias. Porque has de saber que no hay astro alguno en el cielo, -que no tenga su diferente propiedad: así como las yerbas y las plantas -de la tierra. Unas de las estrellas causan el calor y otras el frío; -unas secan, otras humedecen; y de esta suerte alternan otras muchas -influencias y con esa esencial correspondencia unas á otras se corrigen -y se templan. La otra disposición artificiosa, que tú dices, fuera -afectada y uniforme; quédese para los juguetes del arte y de la humana -niñería. De este modo se nos hace cada noche nuevo el cielo y nunca -enfada el mirarlo: cada uno proporciona las estrellas como quiere. Á -más de que en esta variedad natural y confusión grave parece tanto más, -que el vulgo las llama innumerables y con esto queda como en enigma la -suprema asistencia, si bien para los sabios muy clara y entendida. - -Celebraba yo mucho aquella gran variedad de colores, dijo Andrenio: -unas campean blancas, otras encendidas, doradas y plateadas; sólo eché -menos el color verde, siendo el más agradable á la vista. - -Es muy terreno, dijo Critilo; quédanse las verduras para la tierra. -Acá son las esperanzas, allá la feliz posesión. Es contrario ese color -á los ardores celestes, por ser hijos de la humedad corruptible. ¿No -reparaste en aquella estrellita, que hace punto en la gran plana del -cielo, objeto de los imanes, blanco de sus saetas? Allí el compás -de nuestra atención fija la una punta y con la otra va midiendo los -círculos, que va dando en vueltas, aunque de ordinario, rodando nuestra -vida. - -[Marginal: _Luna, símbolo del hombre._] - -Confiésote que se me había pasado por pequeña, dijo Andrenio, á más -de que ocupó luego toda mi curiosidad aquella hermosa reina de las -estrellas, presidente de la noche, sustituta del sol y no menos -admirable, ésa que tú llamas luna. Causóme, si no menos gozo, mucha más -admiración con sus uniformes variedades, ya creciente, ya menguante y á -poco rato llena. - -Es segunda presidente del tiempo, dijo Critilo: tiene á medias el mando -con el sol. Si él hace el día, ella la noche: si el sol cumple los -años, ella los meses; calienta el sol y seca de día la tierra, la luna -de noche la refresca y humedece; el sol gobierna los campos, la luna -rige los mares: de suerte que son las dos balanzas del tiempo. Pero lo -más digno de notarse es que, así como el sol es claro espejo de Dios -y de sus divinos atributos, la luna lo es del hombre y de sus humanas -imperfecciones: ya crece, ya mengua, ya nace, ya muere, ya está en su -lleno, ya en su nada, nunca permaneciendo en un estado. No tiene luz de -sí, participa la del sol, eclípsala la tierra, cuando se le interpone. -Muestra más sus manchas, cuando está más lucida. Es la ínfima de los -planetas en el puesto y en el ser. Puede más en la tierra, que en el -cielo. De modo que es mudable, defectuosa, manchada, inferior, pobre, -triste y todo se le origina de la vecindad con la tierra. - -Toda esta noche y otras muchas, dijo Andrenio, pasé en tan gustoso -desvelo, haciendo tantos ojos como el cielo mismo, yo por mirarle y -él para ser visto. Mas ya los clarines de la aurora en cantos de las -aves comenzaron á hacer salva á la segunda salida del sol, tocando á -despejar estrellas y despertar flores. Volvió él á nacer y yo á vivir -con verle. Saludéle con afectos ya más tibios. - -Que aun el sol, dijo Critilo, á la segunda vez ya no espanta ni á la -tercera admira. - -Sentí menos viva la curiosidad, cuanto más despierta la hambre. Y así, -después de agradecidos aplausos, valiéndome de su luz, en que conocí -que era criatura y que como paje de luz me servía, traté de descender -á la tierra, obligándome la asistencia del cuerpo á faltar al ánimo, -abatiéndome de la más alta contemplación á tan materiales empleos. -Fuí bajando, digo humillándome, por aquella mal segura escala, que -formaron las mismas ruinas: que de otro modo fuera imposible, y ese -favor más reconocí al cielo. Pero, antes de estampar la primera huella -en tierra, me falta ya el aliento y aun la voz y así te ruego me -socorras de palabras, para poder exprimir la copia de mis sentimientos, -que otra vez te convido á nuevas admiraciones, aunque en maravillas -terrenas. - - - - -CRISI III - -_La hermosa naturaleza._ - - -Condición tiene de linda la varia naturaleza, pues quiere ser atendida -y celebrada. Imprimió para ello en nuestros ánimos una viva propensión -de escudriñar sus puntuales efectos. Ocupación pésima la llamó el mayor -sabio. Y de verdad lo es, cuando para en sola una inútil curiosidad; -menester es se realce á los divinos aplausos, alternados con -agradecimientos. Y, si la admiración es hija de la ignorancia, también -es madre del gusto. - -El no admirarse procede del saber en los menos; que en los más, del -no advertir. No hay mayor alabanza de un objeto que la admiración, -si calificada, que llega á ser lisonja, porque supone excesos de -perfección, por más que se retire á su silencio. Pero está muy -vulgarizada; que nos suspenden las cosas, no por grandes, sino por -nuevas. No se repara ya en los superiores empleos por conocidos: y así -andamos mendigando niñerías en la novedad, para acallar nuestra curiosa -solicitud con la extravagancia. - -Gran hechizo es el de la novedad, que como todo lo tenemos tan visto, -pagámonos de juguetes nuevos, así de la naturaleza, como del arte, -haciendo vulgares agravios á los antiguos prodigios por conocidos. -Lo que ayer fué un pasmo, hoy viene á ser desprecio, no porque haya -perdido de su perfección, sino de nuestra estimación; no porque se haya -mudado, antes porque no y porque no se nos hace de nuevo. - -Redimen esta civilidad del gusto los sabios con hacer reflexiones -nuevas sobre las reflexiones antiguas, renovando el gusto con la -admiración. - -Mas, si ahora nos admira un diamante, por lo extraordinario, una perla -peregrina ¿qué ventaja sería en Andrenio llegar á ver de improviso un -lucero, un astro, la luna, el sol mismo, todo el campo matizado de -flores y todo el cielo esmaltado de estrellas? Díganoslo él mismo, que -así proseguía su gustosa relación. - -[Marginal: _Fecundidad de la tierra._] - -En este centro de hermosas variedades, nunca de mí imaginado, me -hallé de repente, dando más pasos con el espíritu, que con el cuerpo, -moviendo más los ojos, que los pies. En todo reparaba como nunca visto -y todo lo aplaudía como tan perfecto. Con esta ventaja, que ayer, -cuando miraba al cielo, sólo empleaba la vista; mas aquí todos los -sentidos juntos y aun no eran bastantes, para tanta fruición. Quisiera -tener cien ojos y cien manos, para poder satisfacer curiosidades -del alma y no pudiera. Discurría embelesado, mirando tanta multitud -de criaturas, tan diferentes todas en propiedades y en esencias, en -la forma, en el color, en efectos y movimientos. Cogía una rosa, -contemplaba su belleza, percibía su fragancia, no hartándome de mirarla -y admirarla. Alargaba la otra mano á alguna fruta, empleando de más á -más el gusto: ventaja que llevan los frutos á flores. Halléme á poco -rato tan embarazado de cosas, que hube de dejar unas para lograr otras, -repitiendo aplausos y renovando gustos. - -[Marginal: _Diversa multitud de criaturas._] - -Lo que yo mucho celebraba era el ver tanta multitud de criaturas con -tanta diferencia entre sí, tanta pluralidad con tan rara diversidad, -que ni una hoja de una planta ni una pluma de un pájaro se equivoca con -las de otra especie. - -Es que atendió, ponderó Critilo, aquel sabio Hacedor, no sólo á la -precisa necesidad del hombre, para quien todo esto se criaba, sino á -la comodidad y regalo, ostentándose en esto su infinita liberalidad, -para obligarle á él, que con la misma generosidad le sirva y le venere. - -Conocí luego, prosiguió Andrenio, muchas de aquellas frutas, por haber -traído mis brutos á la cueva; mas tuve especial gusto de ver cómo -nacen y se crían en sus ramas, cosas que jamás pude atinar, aunque lo -discurrí mucho. Burláronme otras no conocidas con su desazón y acedía. - -Ése es otro bien admirable asunto de la divina Providencia, dijo -Critilo, pues previno que no todos los frutos se sazonasen juntos; sino -que se fuesen dando vez, según la variedad de los tiempos y necesidad -de los vivientes. Unos comienzan en la primavera, primicias más del -gusto, que del provecho, lisonjeando antes por lo temprano, que por -lo sazonado; sirven otros más frescos para aliviar el abrasado estío -y los secos, como más durables y calientes, para el estéril invierno. -Las hortalizas frescas templan los ardores del Julio y las calientes -confortan contra los rigores del Diciembre. De suerte que, acabado -un fruto, entra el otro, para que con comodidad puedan recogerse y -guardarse, entreteniendo todo el año con abundancia y con regalo. ¡Oh, -próvida bondad del Criador, y quién puede negar, aun en el secreto de -su necio corazón, tan atenta providencia! - -Hallábame, proseguía Andrenio, en medio de tan agradable laberinto de -prodigios en criaturas, gustosamente perdido, cuando más hallado, sin -saber dónde acudir. Dejábame llevar de mi libre curiosidad siempre -hambrienta. Cada empleo era para mí un pasmo, cada objeto una nueva -maravilla. Cogía esta y aquella flor, solicitada de su fragancia. -Lisonjeado de su belleza, no me hartaba de verlas y de olerlas, -descogiendo sus hojas y haciendo prolija anatomía de su artificiosa -composición. Y de aquí pasaba á aplaudir toda junta la belleza, que en -todo el universo resplandece. [Marginal: _Utilidad con hermosura._] -De modo, ponderaba yo, que si es hermosa una flor, mucho más todo el -prado; brillante y linda una estrella, pero más vistoso y lindo todo -el cielo. Porque ¿quién no admira, quién no celebra tanta hermosura -junta con tanto provecho? - -Tienes buen gusto, dijo Critilo; mas no seas tú uno de aquellos, -que frecuentan cada año las florestas, atentos no más que á recrear -los materiales sentidos, sin emplear el alma en la más sublime -contemplación. Realza el gusto á reconocer aquella beldad infinita de -el Criador, que en esta terrestre se representa, infiriendo que, si la -sombra es tal, ¿cuál será su causa y la realidad á quien sigue? Haz -el argumento de lo muerto á lo vivo y de lo pintado á lo verdadero. Y -advierte que, cual suele el primero artífice en la real fábrica de un -palacio, no sólo atender á su estabilidad y firmeza, á la comodidad -de la habitación; sino á la hermosura y á la elegante simetría, para -que le pueda gozar el más noble de los sentidos, que es la vista: así -aquel divino Arquitecto de esta gran casa del orbe, no sólo atendió á -su comodidad y firmeza; sino á su hermosa proporción. De aquí es que no -se contentó con que los árboles rindiesen solos frutos; sino también -flores. Júntese el provecho con las delicias. Fabriquen las abejas -sus dulces panales y para esto soliciten de una en una toda flor, -destílense las aguas saludables y odoríferas, que recreen el olfato y -conforten el corazón, tengan todos los sentidos su gozo y su empleo. - -¡Mas ay!, replicó Andrenio, que lo que me lisonjearon las flores -primero tan fragantes, me entristecieron después ya marchitas. - -Retrato, al fin, ponderó Critilo, de la humana fragilidad. Es la -hermosura agradable ostentación del comenzar. Nace el año entre las -flores de una alegre primavera, amanece el día entre los arreboles de -una risueña aurora: y comienza el hombre á vivir entre las risas de -la niñez y las lozanías de la juventud; mas todo viene á parar en la -tristeza de un marchitarse, en el horror de un ponerse y en la fealdad -de un morir, haciendo continuamente del ojo la inconstancia común al -desengaño especial. - -Después de haber solazado la vista deliciosamente, dijo Andrenio, -en un tan extraño concurso de beldades, no menos se recreó el oído -con la agradable armonía de las aves. [Marginal: _Excelencias de las -aves._] Íbame escuchando sus regalados cantos, sus quiebros, trinos, -gorjeos, fugas, pausas y melodía, con que hacían en sonora competencia -bulla el valle, brega la vega, trisca el risco y los bosques voces, -saludando lisonjeras siempre al sol que nace. Aquí noté, con no pequeña -admiración que á solas las aves concedió la naturaleza este privilegio -del cantar, alivio grande de la vida, pues no hallé bruto alguno de -los terrestres, con que los examiné uno á uno, que tuviese la voz -agradable; antes todos las forman, no sólo insuaves, pero positivamente -molestas y desapacibles. Debe de ser por lo que tienen de bestias. - -Es, que las aves, acudió Critilo, como moradoras del aire, son más -sutiles: no sólo le cortan con sus alas, sino que le animan con sus -picos. Y es en tanto grado esta sutileza alada, que ellas solas llegan -á remedar la voz humana, hablando como personas. Si ya no es que -digamos, realzando más este reparo, que á las aves, como vecinas al -cielo, se les pega, aunque materialmente, el entonar las alabanzas -divinas. Otra cosa quiero que observes y es que no se halla ave alguna, -que tenga el letífero veneno, como muchos de los animales y aquellos -más que andan arrastrando, cosidos con la tierra, que de ella sin duda -se les pega esta venenosa malicia, avisando al hombre se realce y se -retire de su propio cieno. - -Gusté mucho, ponderaba Andrenio, de verlas tan bizarras, tan matizadas -de vivos colores, con tan vistosa y vana plumajería. - -Y entre todas, añadió Critilo, así aves, como fieras, notarás siempre -que es más galán y más vistoso el macho que la hembra, apoyando lo -mismo en el hombre; por más que lo desmienta la femenil inclinación y -lo disimule la cortesía. - -[Marginal: _Subordinación de criaturas._] - -Lo que yo mucho admiraba y aún lo celebro, dijo Andrenio, es este tan -admirable concierto con que se mueve y se gobierna tanta y tan varia -multitud de criaturas, sin embarazarse unas á otras; antes bien dándose -lugar y ayudándose todas entre sí. - -Eso es, ponderó Critilo, otro prodigioso efecto de la infinita -sabiduría del Criador, con la cual dispuso todas las cosas en peso, con -número y medida. Porque, si bien se nota, cualquiera cosa criada tiene -su centro en orden al lugar, su duración en el tiempo y su fin especial -en el obrar y en el ser. Por eso verás que están subordinadas unas á -otras, conforme al grado de su perfección. - -De los elementos, que son los ínfimos en la naturaleza, se componen -los mixtos y entre éstos los inferiores sirven á los superiores. Esas -yerbas y esas plantas, que están en el más bajo grado de la vida, pues -sólo gozan la vegetativa, moviéndose y creciendo hasta un punto fijo -de su perfección en el durar y crecer, sin poder pasar de allí, éstas -sirven de alimento á los sensibles vivientes, que están en el segundo -orden de la vida, gozando de la sensible sobre la vegetante y son los -animales de la tierra, los peces del mar y las aves del aire. Ellos -pacen la yerba, pueblan los árboles, comen sus frutos, anidan en sus -ramas, se defienden entre sus troncos, se cubren con sus hojas y se -amparan con su toldo. - -Pero unos y otros, árboles y animales, se reducen á servir á otro -tercer grado de vivientes, mucho más perfectos y superiores, que sobre -el crecer y el sentir añaden el raciocinar, el discurrir y entender: -y éste es el hombre, que finalmente se ordena y se dirige para -Dios, conociéndole, amándole y sirviéndole. De esta suerte, con tan -maravillosa disposición y concierto, está todo ordenado, ayudándose las -unas criaturas á las otras, para su aumento y conservación. - -El agua necesita de la tierra que la sustente, la tierra del agua que -la fecunde, el aire se aumenta del agua y del aire se ceba y alienta el -fuego. Todo está así ponderado y compasado para la unión de las partes -y ellas en orden á la conservación de todo el universo. - -Aquí son de considerar también con especial y gustosa observación -los raros modos y los convenientes medios, de que proveyó á cada -criatura la suma Providencia, para el aumento y conservación de su ser -y con especialidad á los sensibles vivientes, como más importantes y -perfectos, dándole á cada uno su natural instinto para conocer el bien -y el mal, buscando el uno y evitando el otro, donde son más de admirar, -que de referir las exquisitas habilidades de los unos para engañar y de -los otros para escapar del engañoso peligro. - -Aunque todo para mí era una prodigiosa continua novedad, dijo Andrenio, -renové la admiración al esplayar el ánimo con la vista por esos -inmensos golfos. [Marginal: _El mar._] Paréceme que, envidioso el mar -de la tierra, haciéndose lenguas en sus aguas, me acusaba de tardo y -á las voces de sus olas me llamaba atento á que emplease otra gran -porción de mi curiosidad en su prodigiosa grandeza. Cansado, pues, yo -de caminar, que no de discurrir, sentéme en una de estas más eminentes -rocas, repitiendo tantos pasmos, cuantas el mar olas. Ponderaba mucho -aquella su maravillosa prisión, el ver en un tan horrible y espantoso -monstruo, reducido á orillas y sujeto al blando freno de la menuda -arena. - -¿Es posible, decía yo, que no haya otra muralla para defensa de un tan -fiero enemigo, sino el polvo? - -Aguarda, dijo Critilo: dos bravos elementos encarceló suavemente fuerte -la prevención divina, que, á estar sueltos, hubieran ya acabado con la -tierra y con todos sus pobladores. Encerró el mar dentro de los límites -de sus arenas y el fuego en los duros senos de los pedernales. Allí -está de tal modo encarcelado, que á dos golpes que le llamen, sale -pronto, sirve y, en no siendo menester, se retira ó se apaga; que, si -esto no fuera, no había mundo para dos días, pereciera todo ó sumergido -ó abrasado. - -No me podía saciar, dijo Andrenio, volviendo al agua, de mirar su -alegre transparencia, aquel su continuo movimiento, hidrópica la vista -de los líquidos cristales. - -Dicen que los ojos, ponderó Critilo, se componen de los dos humores -aqueo y cristalino y esa es la causa porque gustan tanto de mirar las -aguas: de suerte, que sin cansarse estará embebido un hombre todo un -día viéndolas brollar, caer y correr. - -Sobre todo, dijo Andrenio, cuando advertí que iban surcando sus -entrañas cristalinas tantos peces, tan diversos de las aves y de las -fieras, puedo decir con toda propiedad que quedó mi admiración agotada. - -[Marginal: _Composición de oposiciones._] - -Aquí, sobre esta roca, á mis solas y á mi ignorancia, me estaba -contemplando esta harmonía tan plausible de todo el universo, compuesta -de una tan extraña contrariedad, que según es grande, no parece había -de poder mantenerse el mundo un solo día. Esto me tenía suspenso. -Porque ¿á quién no pasma ver un concierto tan estraño, compuesto de -oposiciones? - -Así es, respondió Critilo, que todo este universo se compone de -contrarios y se concierta de desconciertos. Uno contra otro, exclamó -el filósofo: no hay cosa que no tenga su contrario con quien pelee, -ya con victoria, ya con rendimiento. Todo es hacer y padecer. Si -hay acción, hay repasión. Los elementos, que llevan la vanguardia, -comienzan á batallar entre sí, siguiéndoles los mistos, destruyéndose -alternativamente. Los males acechan á los bienes, hasta la desdicha la -suerte. Unos tiempos son contrarios á otros. - -Los mismos astros guerrean y se vencen y, aunque entre sí no se dañan á -fuer de príncipes, viene á parar su contienda en daño de los sublunares -vasallos. De lo natural pasa la oposición á lo mortal, porque ¿qué -hombre hay que no tenga su émulo? ¿Dónde irá uno que no guerree? En la -edad se oponen los viejos á los mozos; en la complexión, los flemáticos -á los coléricos; en el estado, los ricos á los pobres; en la región, -los españoles á los franceses: y así en todas las demás calidades los -unos son contra los otros. ¡Pero qué mucho, si dentro del mismo hombre, -de las puertas adentro de su terrena casa, está más encendida esta -discordia! - -[Marginal: _Contrariedad en el hombre._] - -¿Qué dices, un hombre contra sí mismo? - -Sí, que por lo que tiene de mundo, aunque pequeño, todo él se compone -de contrarios: los humores comienzan la pelea, según sus parciales -elementos; resiste el húmido radical al calor nativo, que á la sorda -va limando y á la larga consumiendo. La parte inferior está siempre de -ceño con la superior y á la razón se le atreve el apetito y tal vez le -atropella. - -El mismo inmortal espíritu no está exento de esta tan general -discordia, pues combaten entre sí y en él muy vivas las pasiones: -el temor las ha contra el valor, la tristeza contra la alegría. Ya -apetece, ya aborrece. La irascible se baraja con la concupiscible: ya -vence los vicios, ya triunfan las virtudes. Todo es arma y todo guerra. -De suerte que la vida del hombre no es otra, que una milicia sobre la -haz de la tierra. - -¡Mas, oh maravillosa, infinitamente sabia providencia de aquel gran -Moderador de todo lo criado, que con tan continua y varia contrariedad -de todas las criaturas entre sí, templa, mantiene y conserva toda esta -gran máquina del mundo! - -Ese portento de atención divina, dijo Andrenio, era lo que yo mucho -celebraba, viendo tanta mudanza, con tanta permanencia, que todas las -cosas se van acabando, todas ellas perecen; y el mundo siempre el -mismo, siempre permanece. - -Trazó las cosas de modo el supremo Artífice, dijo Critilo, que ninguna -se acabase, que no comenzase luego otra. De modo que de las ruinas -de la primera se levanta la segunda. Con esto verás que el mismo fin -es principio. La destrucción de una criatura es generación de la -otra. Cuando parece que se acaba todo, entonces comienza de nuevo. La -naturaleza se renueva, el mundo se remoza, la tierra se establece y el -divino gobierno es admirado y adorado. - -[Marginal: _Alternación de los tiempos._] - -Más adelante, dijo Andrenio, fuí observando, con no menor reparo, la -varia disposición de los tiempos, la alternación de los días con las -noches, de el invierno con el estío, mediando las primaveras, porque no -se pasase de un extremo á otro. - -Aquí sí que se declaró bien la divina asistencia, ponderó Critilo, en -disponer, no sólo los puestos, los centros de las cosas; sino también -los tiempos. Sirve el día para el trabajo y para el descanso la noche. -En el invierno arraigan las plantas, en la primavera florecen, en el -estío fructifican y en el otoño se sazonan y se logran. ¿Qué diremos de -la maravillosa invención de las lluvias? - -Eso admiré yo mucho, dijo Andrenio, ver descender el agua tan -repartida, con tanta suavidad y provecho y tan á sazón. - -Añadió Critilo: En los dos meses, que son llaves del año, el Octubre -para la sementera y el Mayo para la cogida. Pues la variedad de las -lunas no favorece menos á la abundancia de los frutos y á la salud de -los vivientes. Porque unas son frías, otras abrasadas, airosas, húmedas -y serenas, según los doce meses. Las aguas limpian y fecundan, los -vientos purifican y vivifican, la tierra establece donde se sustenten -los cuerpos, el aire flexible para que se muevan y diáfano para que -puedan verse. De suerte, que sola una Omnipotencia divina, una eterna -Providencia, una inmensa Bondad pudieran haber dispuesto una tan gran -máquina, nunca bastantemente admirada, alabada y aplaudida. - -Verdaderamente que así, prosiguió Andrenio, y así lo ponderaba yo, -aunque rudamente. Todos los días y las horas era mi gustoso empleo de -andarme de un puesto en otro, de una en otra eminencia, repitiendo -admiraciones y repasando discursos, volviendo á contemplar una y muchas -veces cada objeto, ya el cielo, ya la tierra, esos prados y esos mares, -con insaciable entretenimiento. Pero donde mi atención insistía era -en las trazas, con que la eterna Sabiduría supo ejecutar cosas tan -dificultosas con tan fácil y primoroso artificio. Gran traza suya fué -la firmeza de la tierra en el medio, como fundamento estable y seguro. - -[Marginal: _Perennidad de los ríos._] - -De todo el edificio, ponderó Critilo, ni fué menor invención la de -los ríos, admirables por cierto en sus principios y fines. Aquéllos -con perennidad y éstos sin redundancia. La variedad de los vientos, -que se perciben y no se sabe de dónde nacen y acaban. [Marginal: -_Conveniencias de los montes._] La hermosura provechosa de los montes, -firmes costillas del cuerpo, muelle de la tierra, aumentando su hermosa -variedad. En ellos se recogen los tesoros de las nieves, se forjan los -metales, se detienen las nubes, se originan las fuentes, anidan las -fieras, se empinan los árboles para las naves y edificios y donde se -guarecen las gentes de las avenidas de los ríos, se fortalecen contra -los enemigos y gozan de salud y de vida. - -Todos estos prodigios, ¿quién sino una infinita Sabiduría pudiera -ejecutarlos? Así que con razón confiesan todos los sabios que, aunque -se juntaran todos los entendimientos criados y alambicaran sus -discursos, no pudieran enmendar la más mínima circunstancia ni un átomo -de la perfecta naturaleza. Y, si aquel otro rey, aplaudido de sabio, -porque conoció cuatro estrellas, tanto se estima en los príncipes al -saber, se arrojó á decir que, si él hubiera asistido al lado del divino -Hacedor, en la fábrica del universo, muchas cosas se hubieran dispuesto -de otro modo y otras mejorado: no fué tanto efecto de su saber, cuanto -defecto de su nación, que en este achaque del presumir, aun con el -mismo Dios no se modera. - -[Marginal: _Divinidad descifrada._] - -Aguarda, dijo Andrenio, óyeme esta última verdad, la más sublime de -cuantas he celebrado. Yo te confieso que, aunque reconocí y admiré -en esta portentosa fábrica del universo estos cuatro prodigios entre -muchos, tanta multitud de criaturas con tanta diferencia, tanta -hermosura con tanta utilidad, tanto concierto con tanta contrariedad, -tanta mudanza con tanta permanencia, portentos todos dignos de -aclamarse; con todo eso, lo que á mí me suspendió fué el conocer un -Criador de todo, tan manifiesto en sus criaturas y tan escondido en sí, -que, aunque todos sus divinos atributos se ostentan, su sabiduría en la -traza, su omnipotencia en la ejecución, su providencia en el gobierno, -su hermosura en la perfección, su inmensidad en la asistencia, su -bondad en la comunicación y así de todos los demás, que, así como -ninguno estuvo ocioso entonces, ninguno se esconde ahora; con todo eso -está tan oculto este gran Dios, que es conocido y no visto, escondido -y manifiesto, tan lejos y tan cerca. Es lo que me tiene fuera de mí y -todo en él, conociéndole y amándole. - -Es muy connatural, dijo Critilo, en el hombre la inclinación á su -Dios, como á su principio y su fin, ya amándole, ya conociéndole. No -se ha hallado nación, por bárbara que fuese, que no haya reconocido la -Divinidad, grande y eficaz argumento de su divina esencia y presencia. -Porque en la naturaleza no hay cosa de balde ni inclinación que se -frustre: si el imán busca el norte, sin duda que le hay donde se -quiete; si la planta al sol, el pez al agua, la piedra al centro y -el hombre á Dios, Dios hay, que es su norte, centro y sol, á quien -busque, en quien pare y á quien goce. Este gran Señor dió el ser á todo -lo criado; mas él de sí mismo le tiene. Y aun por eso es infinito en -todo género de perfección, que nadie le pudo limitar ni el ser ni el -lugar ni el tiempo. No se ve; pero se conoce y, como soberano príncipe, -estando retirado á su inaccesible incomprensibilidad, nos habla por -medio de sus criaturas. - -Así que con razón definió un filósofo este universo espejo grande -de Dios. Mi libro le llamaba el sabio indocto, donde en cifras de -criaturas estudió las divinas perfecciones. [Marginal: _Universo -definido._] Convite es, dijo Filón Hebreo, para todo buen gusto, donde -el espíritu se apacienta. Lira acordada le apodó Pitágoras, que con -la melodía de su gran concierto nos deleita y nos suspende. Pompa de -la majestad increada, Tertuliano, y armonía agradable de los divinos -atributos, Trismegisto. - -Éstos son, concluyó Andrenio, los rudimentos de mi vida, más bien -sentida que relatada: que siempre faltan palabras donde sobran -sentimientos. Lo que yo te ruego ahora es que, empeñado de mi -obediencia, satisfagas mi deseo, contándome quién eres, de dónde y cómo -aportaste á estas orillas por tan extraño rumbo. Díme si hay más mundo -y más personas. Infórmame de todo, que serás tan atendido, como deseado. - -Á la gran tragedia de su vida, que Critilo refirió á Andrenio, nos -convida la siguiente Crisi. - - - - -CRISI IV - -_El despeñadero de la vida._ - - -Cuentan que el Amor fulminó quejas y exageró sentimientos delante de la -Fortuna, que esta vez no apeló como solía á su madre, desengañado de su -flaqueza. - -¿Qué tienes, ciego niño?, le dijo la Fortuna. - -Y él: ¡Qué bien viene eso con lo que yo pretendo! - -¿Con quién las has? - -Con todo el mundo. - -Mucho me pesa, que es mucho enemigo y, según eso, nadie tendrás de tu -parte. - -Tuviésete yo á ti, que eso me bastaría: así me lo enseña mi madre y así -me lo repite cada día. - -¿Y te vengas? - -Sí, de mozos y de viejos. - -Pues sepamos, ¿qué es el sentimiento? - -Tan grande como justo. - -¿Es acaso el prohijarte á un vil herrero, teniéndote por concebido, -nacido y criado entre hierros? - -No por cierto, que no me amarga la verdad. - -¿Tampoco será el llamarte hijo de tu madre? - -Menos; antes me glorío yo de eso, que ni yo sin ella ni ella sin mí ni -Venus sin Cupido ni Cupido sin Venus. - -Ya sé lo que es, dijo la Fortuna. - -¿Qué? - -Que sientes mucho el hacerte heredero de tu abuelo el mar en la -inconstancia y engaños. - -No por cierto, que éstas son niñerías. - -Pues si ellas son burlas, ¿qué serán las veras? - -Lo que á mí me irrita es que me levanten testimonios. - -Aguarda, que ya te entiendo: sin duda es aquello, que dicen, que -trocaste el arco con la muerte y que desde entonces no te llaman ya -Amor de amar; sino de morir, Amor á muerte: de modo que Amor y Muerte -todo es uno. Quitas la vida, robas hasta las entrañas, hurtas los -corazones, trasponiéndolos donde aman, más que donde animan. - -Todo eso es verdad. - -Pues si eso es verdad, ¿qué quedará para mentira? - -Ahí verás que no paran hasta sacarme los ojos, á pesar de mi buena -vista, que siempre la suelo tener buena; y, si no, díganlo mis -saetas: han dado en decir que soy ciego. ¿Hay tal testimonio? ¿Hay -tal disparate? Y me pintan muy vendado: no sólo los Alpes, que eso es -pintar como querer y los poetas, que por obligación mienten y por regla -fingen; pero que los sabios y los filósofos estén con esta vulgaridad, -no lo puedo sufrir. [Marginal: _Pasión ciega._] ¿Qué pasión hay, díme -por tu vida, Fortuna amiga, que no ciegue? ¡Qué! El airado, cuando -más furioso, ¿no está ciego de la cólera? ¿Al codicioso no le ciega -el interés? ¿El confiado no va á ciegas? ¿El perezoso no duerme? ¿El -desvanecido no es un topo para sus menguas? ¿El hipócrita no trae la -viga en los ojos? El soberbio, el jugador, el glotón, el bebedor y -cuantos hay, ¿no se ciegan con pasiones? ¿Pues por qué á mí, más que á -los otros, me han de vendar los ojos, después de sacármelos y querer -que por antonomasia me entienda el ciego? Y más siendo esto tan al -contrario, que yo me engendro por la vista: viendo crezco, del mirar -me alimento y siempre querría estar viendo y haciéndome ojos, como el -águila al sol, hecho lince de la belleza. Éste es mi sentimiento. ¿Qué -te parece? - -¿Qué me parece?, respondió la Fortuna. Lo mismo me sucede á mí y así -consolémonos entrambos. Á más de que, mira, Amor, tú y los tuyos -tenéis una condición bien rara, por la cual con mucha razón y con toda -propiedad os llaman ciegos: y es que á todos los demás tenéis por -ciegos, creéis que no ven ni advierten ni saben, de modo que piensan -los enamorados que todos los demás tienen los ojos vendados. Ésta sin -duda es la causa de llamarte ciego, pagándote con la pena del talión. - -Quien quisiera ver esta filosofía, confirmada con la experiencia, -escuche esta agradable relación, que dedica Critilo á los floridos años -y más al escarmiento. - -Mándame revocar, dijo, un dolor, que es más para sentido, que para -dicho. Cuan gustosa ha sido para mí tu relación, tan penosa ha de ser -la mía. ¡Dichoso tú!, que te criaste entre las fieras, y ¡ay de mí!, -que entre los hombres, pues cada uno es un lobo para el otro, si ya no -es peor el ser hombre. Tú me has contado cómo viniste al mundo; yo te -diré cómo vengo de él y vengo tal, que aun yo mismo me desconozco; y -así no te diré quién soy, sino quién era. Dicen que nací en el mar y lo -creo, según es la inconstancia de mi fortuna. - -Al pronunciar esta palabra mar, puso los ojos en él y al mismo punto se -levantó á toda prisa. - -Estuvo un rato como suspenso, entre dudas de reconocer y no conocer; -mas luego, alzando la voz y señalando: - -¿No ves, Andrenio, dijo, no ves? Mira allá, acullá lejos. ¿Qué ves? - -Veo, dijo éste, unas montañas que vuelan, cuatro alados monstruos -marinos, si no son nubes, que navegan. - -No son sino naves, dijo Critilo; aunque bien dijiste nubes, que llueven -oro en España. - -Estaba atónito Andrenio, mirándoselas venir, con tanto gusto como -deseo. Mas Critilo comenzó á suspirar, ahogándose entre penas. - -¿Qué es esto?, dijo Andrenio. ¿No es ésta la deseada flota que me -decías? - -Sí. - -¿No vienen allí hombres? - -También. - -¿Pues de qué te entristeces? - -Y aun por eso. Advierte, Andrenio, que ya estamos entre enemigos y ya -es tiempo de abrir los ojos: ya es menester vivir alerta. Procura de ir -con cautela en el ver, en el oir y mucho más en el hablar. Oye á todos -y de ninguno te fíes. Tendrás á todos por amigos; pero guardarte has de -todos como de enemigos. - -Estaba admirado Andrenio, oyendo estas razones, á su parecer tan sin -ella, y arguyóle de esta suerte: - -[Marginal: _Humana fiereza._] - -¿Cómo es esto? Viviendo entre las fieras, no me preveniste de algún -riesgo ¿y ahora con tanta exageración me cautelas? No era mayor el -peligro entre los tigres y no temíamos ¿y ahora de los hombres tiemblas? - -Sí, respondió con un gran suspiro Critilo: que, si los hombres no -son fieras es porque son más fieros: que de su crueldad aprendieron -muchas veces ellas. Nunca mayor peligro hemos tenido, que ahora que -estamos entre ellos. Y es tanta la verdad ésta, que hubo rey, que temió -y resguardó un favorecido suyo de sus cortesanos. ¡Qué hiciera de -villanos, más que de los hambrientos leones de un lago! Y así selló con -su real anillo la leonera, para asegurarle de los hombres, cuando le -dejaba entre las hambrientas fieras. Mira tú cuáles serán éstos. Verlos -has, experimentarlos has y dirásmelo algún día. - -Aguarda, dijo Andrenio. ¿No son todos como tú? - -Sí y no. - -¿Cómo puede ser eso? - -[Marginal: _Variedad de genios._] - -Porque cada uno es hijo de su madre y de su humor, casado con su -opinión: y así todos parecen diferentes, cada uno de su gesto y de -su gusto. Verás unos pigmeos en el ser y gigantes de soberbia. Verás -otros al contrario, en el cuerpo gigantes y en el alma enanos. Toparás -con vengativos, que la guardan toda la vida y la pegan aunque tarde, -hiriendo como el escorpión con la cola. Oirás ó huirás los habladores, -de ordinario necios, que dejan de cansar y muelen. Gustarás que unos -se ven, otros se oyen, se tocan y se gustan otros de los hombres -de burlas, que todo lo hacen cuenta, sin dar jamás en la cuenta. -Embarazarte han los maníacos, que en todo se embarazan. ¿Qué dirás de -los largos en todo, dando siempre largas? Verás hombres más cortos que -los mismos navarros, corpulentos sin sustancia. Y finalmente hallarás -muy pocos hombres que lo sean; fieras sí y fieros también, horribles -monstruos del mundo, que no tienen más que el pellejo y todo lo demás -borra y así son hombres borrados. - -Pues díme, ¿con qué hacen tanto mal los hombres, si no les dió la -naturaleza armas, como á las fieras? Ellos no tienen garras como el -león, uñas como el tigre, trompas como el elefante, cuernos como el -toro, colmillos como el jabalí, dientes como el perro, boca como el -lobo. ¿Pues cómo dañan tanto? - -Y aun por eso, dijo Critilo, la próvida naturaleza privó á los hombres -de las armas naturales y como á gente sospechosa los desarmó: no se -fió de su malicia. Y si esto no hubiera prevenido, ¿qué fuera de su -crueldad? Ya hubieran acabado con todo. - -[Marginal: _Armas del hombre._] - -Aunque no les faltan otras armas mucho más terribles y sangrientas -que ésas, porque tienen una lengua más afilada que las navajas de los -leones, con que desgarran las personas y despedazan las honras. Tienen -una mala intención, más torcida que los cuernos de un toro y que hiere -más á ciegas. Tienen unas entrañas más dañadas que las víboras, un -aliento venenoso más que el de los dragones, unos ojos envidiosos y -malévolos más que los del basilisco, unos dientes que clavan más que -los colmillos de un jabalí y que los dientes de un perro, unas narices -fisgonas, encubridoras de su irrisión, que exceden á las trompas de los -elefantes. - -De modo que sólo el hombre tiene juntas todas las armas ofensivas, -que se hallaren repartidas entre las fieras y así él ofende más que -todas. Y porque lo entiendas, advierte que entre los leones y los -tigres no había más de un peligro, que era perder esta vida material -y perecedera; pero entre los hombres hay muchos más y mayores, ya de -perder la honra, la paz, la hacienda, el contento, la felicidad, la -conciencia y aun el alma. ¡Qué de engaños, qué de enredos, traiciones, -hurtos, homicidios, adulterios, envidias, injurias, detracciones y -falsedades, que experimentarás entre ellos! Todo lo cual no se halla -ni se conoce entre las fieras. Créeme que no hay lobo, no hay león, no -hay tigre, no hay basilisco, que llegue al hombre: á todos excede en -fiereza. - -Y así dicen por cosa cierta y yo la creo que, habiendo condenado en una -república un insigne malhechor á cierto género de tormento muy conforme -á sus delitos, que fué sepultarle vivo en una profunda hoya, llena -de profundas sabandijas, dragones, tigres, serpientes y basiliscos, -tapando muy bien la boca, porque pereciese sin compasión ni remedio. -Acertó á pasar por allí un extranjero, bien ignorante de tan atroz -castigo y, sintiendo los lamentos de aquel desdichado, fuése llegando -compasivo y, movido de sus plegarias, fué apartando la losa que cubría -la cueva. Al mismo punto saltó fuera el tigre con su acostumbrada -ligereza y, cuando el temeroso pasajero creyó ser despezado, vió que -mansamente se le ponía á lamer las manos, que fué más que besárselas. -Saltó tras él la serpiente y, cuando la temió enroscada entre sus pies, -vió que los adoraba. - -Lo mismo hicieron todos los demás, rindiéndosele humildes y dándole las -gracias de haberles hecho una tan buena obra, como era librarles de tan -mala compañía, cual la de un hombre ruin. Y añadieron que, en pago de -tanto beneficio, le avisaban huyese luego, antes que el hombre saliese, -si no quería perecer allí á manos de su fiereza. Y al mismo instante -echaron todos ellos á huir, unos volando, otros corriendo. - -Estábase tan inmoble el pasajero, cuan espantado, cuando salió el -último el hombre, el cual concibiendo que su bienhechor [Marginal: -_Crueldad humana._] llevaría algún dinero, arremetió para él y quitóle -la vida, para robarle la hacienda: que éste fué el galardón del -beneficio. Juzga tú ahora ¿cuáles son los crueles, los hombres ó las -fieras? - -Más admirado, más atónito estoy de oir esto, dijo Andrenio, que el día -que vi todo el mundo. - -Pues aún no haces concepto cómo es, ponderó Critilo, y ves cuán malos -son los hombres. Pues advierte que aún son peores las mujeres y más de -temer: ¡mira tú cuáles serán! - -¿Qué dices? - -La verdad. - -¿Pues qué serán? - -Son, por ahora, demonios; que después te diré más. Sobre todo te -encargo y aun te juramento que por ningún caso digas quién somos ni -cómo tú saliste á luz ni cómo yo llegué acá: que sería perder no menos -que tu libertad y yo la vida. Y, aunque hago agravio á tu fidelidad, -huélgome de no haberte acabado de contar mis desdichas, en esto sólo -dichosas, asegurando descuidos. Quede doblada la hoja, para la primera -ocasión: que no faltarán muchas en una navegación tan prolija. - -Ya en esto se percibían las voces de los navegantes y se divisaban los -rostros. Era grande la vocería de la chusma: que en todas partes hay -vulgo y más insolente donde hay más holgado. Amainaron velas, echaron -áncoras y comenzó la gente á saltar en tierra. Fué recíproco el espanto -de los que llegaban, de los que les recibían. Desmintiéronle sus muchas -preguntas con decir se habían quedado descuidados y dormidos, cuando se -hizo á la vela otra flota, conciliando compasión y agasajo. - -Estuvieron allí detenidos algunos días cazando y refrescando y, hecha -ya agua y leña, se hicieron á la vela en otras tantas alas para la -deseada España. - -Embarcáronse juntos Critilo y Andrenio hasta en los corazones en una -gran carraca, asombro de los enemigos, contraste de los vientos y yugo -del océano. Fué la navegación tan peligrosa, cuan larga; pero servía de -alivio la narración de sus tragedias, que á ratos hurtados, prosiguió -Critilo de esta suerte: - -En medio de estos golfos nací, como te digo, entre riesgos y tormentas. -Fué la causa que mis padres, españoles ambos y principales, se -embarcaron para la India con un grande cargo, merced del gran Filipo, -que en todo el mundo manda y apremia. - -Venía mi madre con sospechas de traerme en sus entrañas: que comenzamos -á ser faltas de una vil materia. Declaróse luego el preñado bien -penoso y cogióla el parto en la misma navegación, entre el horror y la -turbación de una horrible tempestad, para que se doblase su tormento -con la tormenta. - -Salí yo al mundo entre tantas aflicciones, presagio de mis -infelicidades. Tan temprano comenzó á jugar con mi vida la fortuna, -arrojándome de un cabo del mundo al otro. Aportamos á la rica y famosa -ciudad de Goa, corte del imperio católico en el Oriente, silla augusta -de sus virreyes, emporio universal de la India y de sus riquezas. - -[Marginal: _Juventud viciosa._] - -Aquí mi padre fué aprisa acaudalando fama y bienes, ayudado de su -industria y de su cargo. Mas yo, entre tanto bien, me criaba mal, como -rico y como único. Cuidaban más mis padres fuese hombre, que persona. -Pero castigó bien el gusto, que recibieron en mis niñeces, el pesar que -les di con mis mocedades. Porque fuí entrando de carrera por los verdes -prados de la juventud, tan sin freno de razón, cuan picado de los viles -deleites. - -Cebéme en el juego, perdiendo en un día lo que á mi padre le había -costado muchos de adquirir, despreciando ciento á ciento lo que -él recogió uno á uno. Pasé luego á la bizarría, rozando galas y -costumbres, engalanando el cuerpo lo que desnudaba el ánimo de los -verdaderos arreos, que son la virtud y el saber. Ayudábanme á gastar el -dinero y la conciencia malos y falsos amigos, lisonjeros, valientes, -terceros y entremetidos, viles sabandijas de las haciendas, polillas -de la honra y de la conciencia. Sentía esto mi padre, pronosticando el -malogro de su hijo y de su casa; mas yo de sus rigores apelaba á la -piadosa impertinencia de una madre, que, cuando más me amparaba, me -perdía. - -Pero donde acabó de perder mi padre las esperanzas y aun la vida fué, -cuando me vió enredado en el oscuro laberinto del amor. Puse ciegamente -los ojos en una dama, que, aunque noble y con todas las demás prendas -de la naturaleza, de hermosa, discreta y de pocos años; pero las de la -fortuna, que son hoy las que más se estiman, comencé á idolatrar en -su gentileza, correspondiéndome ella con favores. Lo que sus padres -me deseaban yerno, los míos la aborrecían nuera. Buscaron modos y -medios para apartarme de aquella afición, que ellos llamaban perdición. -Trataron de darme otra esposa, más de su conveniencia, que de mi gusto; -mas yo, ciego á todo, enmudecía. No pensaba, no hablaba, no soñaba en -otra cosa que en Felisinda, que así se llamaba mi dama, llevando ya la -mitad de la felicidad en su nombre. - -Con estos y otros muchos pesares acabé con la vida de mi padre: castigo -ordinario de la paternal connivencia. Él perdió la vida y yo amparo; -aunque no lo sentí tanto como debía. [Marginal: _Laberinto del amor._] -Llorólo mi madre por entrambos con tal exceso, que en pocos días acabó -los suyos, cuando yo, más libre y menos triste, consoléme presto de -haber perdido padre, por poder lograr esposa, teniéndola por tan cierta -como deseada. Mas por atender á filiales respetos, hube de violentar mi -intento por algunos días, que á mí me parecieron siglos. - -En este breve ínterin de esposa, ¡oh, inconstancia de mi suerte!, -se barajaron de modo las materias, que la misma muerte, que pareció -haber facilitado mis deseos, los vino á dificultar más y aun los -puso en estado de imposibles. Fué el caso ó la desdicha que en este -breve tiempo murió también un hermano de mi dama, mozo, galán y único -mayorazgo de su casa, quedando Felisinda heredera de todo y fénix -á todas luces. Juntándose la hacienda y la hermosura, doblaron su -estimación, creció mucho en sólo un día y más su fama, adelantándose á -los mejores empleos de esta corte. - -Con un tan impensado incidente, alteráronse mucho las cosas, mudaron de -cara las materias; sola Felisinda no se trocó y, si lo fué, en mayor -fineza. Sus padres y sus deudos, aspirando á cosas mayores, fueron los -primeros, que se entibiaron en favorecer mi pretensión, que tanto -habían antes adelantado. Pasaron sus tibiezas á desvíos, encendiendo -más con esto recíprocas voluntades. - -Avisábame ella de cuanto se trataba, haciéndome de amante secretario. -Declaráronse luego otros competidores, tan poderosos como muchos; pero -amantes heridos más de las saetas, que les arrojaba la aljaba de su -dote, que el arco del amor. Con todo me daban cuidado: que es todo -temores el amor. - -El que acabó de apurarme fué un nuevo rival, que á más de ser mozo, -galán y rico, era sobrino del virrey, que allá es decir aparte numen -y ramo de divinidad. Porque allí el gustar un virrey es obligar y sus -pensamientos se ejecutan aun antes que se imaginen. - -Comenzó á declararse pretensor de mi dama, tan confiado, como poderoso. -Competíamos los dos al descubierto, asistidos cada uno, él del poder -y yo del amor. Parecióle á él y á los suyos que era menester más -diligencia para derribar mi pretensión tan arraigada como antigua, -y para esto dispusieron las materias, despertando á quien dormía. -Prometieron su favor é industria á unos contrarios míos, porque me -pusiesen pleito en lo más bienparado de mi hacienda, ya para torcer de -mi voluntad, ya para acobardar á los padres de Felisinda. - -Vime presto solo y enredado en dos dificultosos pleitos, del interés -y del amor, que era el que más me desvelaba. No fué bastante este -temor de la pérdida de mi hacienda para hacer volver un paso atrás mi -afición, que, como la palma, crecía más á más resistencia; pero lo que -en mí no pudo obró en los padres y deudos de mi dama que, poniendo los -ojos en mayores conveniencias del interés y del honor, trataron... Mas -¿cómo lo podré decir? No sé si acertaré; mejor será dejarlo. - -Instó Andrenio en que prosiguiese. - -Y él: ¡Eh! ¿Qué es morir? Pues resolvieron matarme, dando mi vida á -mi contrario, que lo era mi dama. Avisóme ella la misma noche desde -un balcón, como solía. Consultando y pidiéndome el remedio, derramó -tantas lágrimas, que encendieron en mi pecho un incendio, un volcán de -desesperación y de furia. - -Con esto al otro día, sin reparar en inconvenientes ni en riesgos de -honra y de vida, guiado de mi pasión ciega, ceñí, no un estoque, sino -un rayo penetrante del aljaba del amor, fraguado de celos y de aceros. -Salí en busca de mi contrario, remitiendo las palabras á las obras y -las lenguas á las manos. Desnudamos los estoques de la compasión y de -la vaina. Fuímonos el uno para el otro y á pocos lances le atravesé el -acero por medio del corazón, sacándole el amor con la vida. [Marginal: -_Fruto de los vicios._] Quedó él rendido y yo preso, porque al punto -dió conmigo un enjambre de ministros, unos picando en la ambición de -complacer al virrey y los más en la codicia de mis riquezas. - -Dieron luego conmigo en un calabozo, cargándome de hierros: que éste -fué el fruto de los míos. Llegó la triste nueva á oídos de sus padres y -mucho más á sus entrañas, deshaciéndose en lágrimas y voces. Gritaban -los parientes la venganza y los más templados, justicia. Fulminaba -el virrey una muerte en cada extremo. No se hablaba de otro: los más -condenándome, los menos defendiéndome y á todos pesaba de nuestra loca -desdicha; sola mi dama se alegró en toda la ciudad, celebrando mi valor -y estimando mi fineza. - -Comenzóse con gran rigor la causa; pero siempre por tela de juicio y -lo primero á título de secuestro. Dieron saco verdadero á mi casa, -cebándose la venganza en mis riquezas, como el irritado toro en la capa -del que escapó; solas pudieron librarse algunas joyas, por retiradas al -sagrado de un convento, donde me las guardaban. - -No se dió por contenta mi fortuna en perseguirme tan criminal; sino -que también civil me dió luego sentencia en contra en el pleito de -la hacienda. Perdí bienes, perdí amigos, que siempre corren parejas. -Todo esto fuera nada, si no me sacudiera el último revés, que fué -acabarme de todo punto. Aborrecidos los padres de Felisinda de su -desgracia, ecos ya de las mías, habiendo perdido en un año hijo y -yerno, determinaron dejar la India y dar la vuelta á la corte, con -esperanzas de gran puesto, por sus servicios merecido y con favores -del virrey facilitado convirtieron en oro y plata sus haberes y en la -primera flota, con toda su hacienda y casa, se embarcaron para España, -llevándoseme... - -Aquí interrumpieron las palabras los sollozos, ahogándose la voz en el -llanto. - -Lleváronseme dos prendas del alma de una vez, con que fué doblado y -mortal mi sentimiento: la una era Felisinda y otra más que llevaba -en sus entrañas, desdichada ya por ser mía. Hiciéronse á la vela y -aumentaban el viento mis suspiros, engolfados ellos y anegado yo en un -mar de llanto. Quedé en aquella cárcel eternizado en calabozos, pobre y -de todos, si no de mis enemigos, olvidado. - -[Marginal: _Amor despeñadero._] - -Cual suele el que se despeña un monte abajo ir sembrando despojos, -aquí deja el sombrero, allá la capa, en una parte los ojos y en otra -las narices, hasta perder la vida, quedando reventado en el profundo: -así yo, luego que deslicé en aquel despeñadero de marfil, tanto más -peligroso, cuanto más agradable, comencé á ir rodando y despeñándome de -unas desdichas en otras, dejando en cada tope, aquí la hacienda, allá -la honra, la salud, los padres, los amigos y mi libertad, quedando como -sepultado en una cárcel, abismo de desdichas. - -Mas no digo bien, pues lo que me acarreó de males la riqueza, me -restituyó en bienes la pobreza. Puédolo decir con verdad, pues que aquí -hallé la sabiduría, que hasta entonces no la había conocido; aquí el -desengaño, la experiencia y la salud de cuerpo y alma. Viéndome sin -amigos vivos, apelé á los muertos. [Marginal: _Pobreza sabia._] Di en -leer, comencé á saber y á ser persona, que hasta entonces no había -vivido la vida racional, sino la bestial. Fuí llenando el alma de -verdades y de prendas. Conseguí la sabiduría y con ella el bienobrar, -que ilustrado una vez el entendimiento, con facilidad endereza la -ciega voluntad. Él quedó rico de noticias y ella de virtudes. - -Bien es verdad que abrí los ojos, cuando no hubo ya que ver: que -así acontece de ordinario. Estudié las nobles artes y las sublimes -ciencias, entregándome con afición especial á la moral filosofía, pasto -del juicio, centro de la razón y vida de la cordura. Mejoré de amigos, -trocando un mozo liviano por un Catón severo y un necio por un Séneca. -Un rato escuchaba á Sócrates y otro al divino Platón. Con esto pasaba -con alivio y aun con gusto aquella sepultura de vivos, laberinto de mi -libertad. - -Pasaron años y virreyes y nunca pasaba el rigor de mis contrarios. -Entretenían mi causa, queriendo, ya que no podían conseguir otro -castigo, convertir la prisión en sepultura. Al cabo de un siglo de -padecer y sufrir, llegó orden de España, solicitado en secreto de mi -esposa, que remitiesen allá mi causa y mi persona. - -Púsolo en ejecución el nuevo virrey, menos contrario, si no más -favorable, en la primera flota. Entregáronme con título de preso á un -capitán de un navío, encargándole más el cuidado, que la asistencia. -Salí de la India el primer pobre; pero con tal contento, que los -peligros de la mar me parecieron lisonjas. - -Gané luego amigos: que con el saber se ganan los verdaderos. Entre -todos, el capitán de la nave de superior se me hizo confidente: favor -que yo estimé mucho, celebrando por verdadero aquel dicho común, que -con la mudanza del lugar se muda también de fortuna. - -Mas aquí has de admirar un prodigio del humano engaño, un extremo -de mal proceder; aquí la porfía de una contraria fortuna y á dónde -llegaron mis desdichas. Este capitán y caballero, obligado por todas -partes á bienproceder, maleado de la ambición, llevado del parentesco -con el virrey mi enemigo y sobornado, á lo que yo más creo, de la -codicia vil de mi plata y mis alhajas, reliquias de aquella antigua -grandeza (mas ¿á qué no incitará los humanos pechos la execrable sed -del oro?), resolvióse á ejecutar la más civil bajeza que se ha oído. - -Estando solos una noche en uno de los corredores de popa, gozando de -la conversación y marea, dió conmigo, tan descuidado como confiado, en -aquel profundo de abismos. Comenzó él mismo á dar voces, para hacer -desgracia la traición y aun llorarme, no arrojado, sino caído. Al ruido -y á las voces acudieron mis amigos, ansiosos por ayudarme, echando -cables y sogas; pero en vano, porque en un instante pasó mucho mar el -navío, que volaba, dejándome á mí luchando con las olas y con una dos -veces amarga muerte. Arrojáronme algunas tablas, por último remedio y -fué una de ellas sagrada áncora, que las mismas olas, lastimadas de -mi inocencia y desdicha, me la ofrecieron entre las manos. Asíla tan -agradecido, cuan desesperado y besándola la dije: ¡Oh, despojo último -de mi fortuna! Leve apoyo de mi vida, refugio de mi última esperanza: -¡serás siquiera un breve ínterin de mi muerte! - -Desconfiado de poder seguir el navío fugitivo, me dejé llevar de las -olas al albedrío de mi desesperada fortuna. Tirana ella una y mil -veces, aún no contenta de tenerme en tal punto de desdichas, echando -el resto á su fiereza, conjuró contra mí los elementos en una horrible -tormenta, para acabarme con toda solemnidad de desventuras. Ya me -arrojaban tan alto las olas, que tal vez temí quedar enganchado en -alguna de las puntas de la luna ó estrellado en aquel cielo. Hundíame -luego tan en el centro de los abismos, que llegué á temer más el -incendio, que el ahogo. - -¡Mas ay! que lo que yo lamentaba rigores, fueron favores: que á veces -llegan tan á los extremos los males, que pasan á ser dichas. Dígolo -porque la misma furia de la tempestad y corriente de las aguas me -arrojaron en pocas horas á vista de aquella pequeña isla, tu patria y -para mí gran cielo, que de otro modo fuera imposible poder llegar á -ella, quedando en medio de aquellos mares rendido de hambre y hartando -las marinas fieras. En el mal estuvo el bien. Aquí, ayudándome más el -ánimo, que las fuerzas, llegué á tomar puerto en esos brazos tuyos, que -otra vez y otras mil quiero enlazar, confirmando nuestra amistad en -eterna. - -De esta suerte dió fin Critilo á su relación, abrazándose entrambos, -renovando aquella primera fruición y experimentando una secreta -simpatía de amor y de contento. Emplearon lo restante de su navegación -en provechosos ejercicios. [Marginal: _Las nobles artes._] Porque á -más de la agradable conversación, que toda era una bienproseguida -enseñanza, le dió noticias de todo el mundo y conocimiento de aquellas -artes, que más realzan el ánimo y le enriquecen, como la gustosa -historia, la cosmografía, la esfera, la erudición y la que hace -personas, la moral filosofía. En lo que puso Andrenio especial estudio -fué en aprender lenguas, la latina, eterna tesorera de la sabiduría, -la española, tan universal como su imperio, la francesa erudita y la -italiana elocuente, ya para lograr los muchos tesoros que en ellas -están escritos, ya para la necesidad de hablarlas y entenderlas en su -jornada del mundo. - -Era tanta la curiosidad de Andrenio, como su docilidad y así siempre -estaba confiriendo y preguntando de las provincias, repúblicas, reinos -y ciudades; de sus reyes, gobiernos y naciones; siempre informándose, -filosofando y discurriendo, con tanta fruición, como novedad, deseando -llegar á la perfección de noticias y de prendas. Con tan gustosa -ocupación no se sintieron las penalidades de un viaje tan penoso y al -tiempo acostumbrado aportaron á este nuevo mundo. En qué parte y lo que -en él les sucedió nos lo ofrece referir la Crisi siguiente. - - - - -CRISI V - -_Entrada del mundo._ - - -Cauta, si no engañosa, procedió la naturaleza con el hombre al -introducirle en este mundo, pues trazó que entrase sin género alguno -de conocimiento, para deslumbrar todo reparo. Á escuras llega y aun á -ciegas, quien comienza á vivir, sin advertir que vive y sin saber qué -es vivir. Críase niño y tan rapaz, que, cuando llora, con cualquier -niñería le acalla y con cualquier juguete le contenta. Parece que le -introduce en un reino de felicidades y no es sino un cautiverio de -desdichas que, cuando llega á abrir los ojos del alma, dando en la -cuenta de su engaño, hállase empeñado sin remedio. Vese metido en el -lodo de que fué formado y ya ¿qué puede hacer, sino pisarlo, procurando -salir de él como mejor pudiere? - -Persuádome que, si no fuera con este universal ardid, ninguno quisiera -entrar en tan engañoso mundo y que pocos aceptaran la vida después, -si tuvieran estas noticias antes. Porque ¿quién, sabiéndolo, quisiera -meter el pie en un reino mentido y cárcel verdadera, á padecer tan -muchas como varias penalidades? En el cuerpo hambre, sed, frío, calor, -cansancio, desnudez, dolores, enfermedades y en el ánimo engaños, -persecuciones, envidias, desprecios, deshonras, ahogos, tristezas, -temores, iras; desesperaciones y salir al cabo condenado á miserable -muerte, con pérdida de todas las cosas, casa, hacienda, bienes, -dignidades, amigos, parientes, hermanos, padres y la misma vida, cuando -más amada. - -Bien supo la naturaleza lo que hizo y mal el hombre lo que aceptó. -Quien no te conoce ¡oh vivir! te estime; pero un desengañado tomara -antes haber sido trasladado de la cuna á la urna, del tálamo al túmulo. -Presagio común es de miserias el llorar al nacer. Que, aunque el más -dichoso cae de pies, triste posesión toma y el clarín, con que este -hombre rey entra en el mundo, no es otro que su llanto: señal que su -reinado todo ha de ser de penas. Pero ¿cuál puede ser una vida, que -comienza entre los gritos de la madre, que la da, y los lloros del -hijo, que la recibe? Por lo menos, ya que le faltó el conocimiento, no -el presagio de sus males, si no los concibe, los adivina. - -Ya estamos en el mundo, dijo el sagaz Critilo al incauto Andrenio, -al saltar juntos en tierra. Pésame que entres en él con tanto -conocimiento, porque sé te ha de desagradar mucho. Todo cuanto obró -el supremo Artífice está tan acabado, que no se puede mejorar; mas -todo cuanto han añadido los hombres es imperfecto. Criólo Dios muy -concertado y el hombre lo ha confundido. Digo, lo que ha podido -alcanzar; que, aun donde no ha llegado con el poder, con la imaginación -ha pretendido trabucarlo. - -[Marginal: _Mundo civil y natural._] - -Visto has hasta ahora las obras de la naturaleza y admirádolas con -razón; verás de hoy adelante las del artificio, que te han de espantar. -Contemplado has las obras de Dios; notarás las de los hombres y verás -la diferencia. ¡Oh cuán otro te ha de parecer el mundo civil del -natural y el humano del divino! Ve prevenido en este punto, para que ni -te admires de cuanto vieres ni te desconsueles de cuanto experimentares. - -Comenzaron á discurrir por un camino tan trillado, como solo y primero. -Mas reparó Andrenio que ninguna de las humanas huellas miraba hacia -atrás; todas pasaban adelante: señal de que ninguno volvía. Encontraron -á poco rato una cosa bien donosa y de harto gusto: era un ejército -desconcertado de infantería, un escuadrón de niños de diferentes -estados y naciones, como lo mostraban sus diferentes trajes. Todo era -confusión y vocería. - -[Marginal: _Niñez inculta._] - -Íbalos primero recogiendo y después acaudillando una mujer bien rara, -de risueño aspecto, alegres ojos, dulces labios y palabras blandas, -piadosas manos y toda ella caricias, halagos y cariños. Traía consigo -muchas criadas de su genio y de su empleo, para que los asistiesen -y sirviesen y así llevaban en brazos los pequeñuelos, otros de los -andadores y á los mayorcillos de la mano, procurando siempre pasar -adelante. - -Era increíble el agasajo con que á todos acariciaba aquella madre -común, atendiendo á su gusto y regalo y para esto llevaba mil -invenciones de juguetes, con que entretenerlos. - -Había hecho también gran provisión de regalos y, en llorando alguno, al -punto acudía afectuosa, haciéndole fiestas y caricias, concediéndole -cuanto pedía, á trueque de que no llorase. Con especialidad cuidaba de -los que iban mejor vestidos, que parecían hijos de gente principal, -dejándolos salir con cuanto querían. Era tal el cariño y agasajo que -esta, al parecer ama piadosa, les hacía, que los mismos padres la -traían sus hijuelos y se los entregaban, fiándolos más de ella, que de -sí mismos. - -Mucho gustó Andrenio de ver tanta y tan donosa infantería, no acabando -de admirar y reconocer al hombre niño. Y tomando en sus brazos uno en -mantillas, decíale á Critilo: - -¡Es posible, que éste es el hombre! ¡Quién tal creyera! ¡Que este casi -insensible, [Marginal: _Conde de Monterrey._] torpe é inútil viviente -ha de venir á ser un hombre tan entendido á veces, tan prudente y tan -sagaz como un Catón, un Séneca, un Conde de Monterrey! - -Todo es extremos el hombre, dijo Critilo. Ahí verás lo que cuesta el -ser persona. Los brutos luego lo saben ser, luego corren, luego saltan; -pero al hombre cuéstale mucho, porque es mucho. - -Lo que más me admira, ponderó Andrenio, es el indecible afecto de esta -rara mujer. ¡Qué madre como ella! ¿Puédese imaginar tal fineza? De esta -felicidad carecí yo, que me crié dentro de las entrañas de un monte y -entre fieras: allí lloraba hasta reventar, tendido en el duro suelo, -desnudo, hambriento y desamparado, ignorando estas caricias. - -No envidies, dijo Critilo, lo que no conoces ni llames felicidad, hasta -que veas en qué para. De estas cosas toparás muchas en el mundo, que -no son lo que parecen, sino muy al contrario. Ahora comienzas á vivir; -irás viviendo y viendo. - -Caminaban con todo este embarazo, sin parar ni un instante, atravesando -países; aunque sin hacer estación alguna y siempre cuesta abajo, -atendiendo mucho la que conducía el pigmeo escuadrón, á que ninguno se -cansase ni lo pasase mal. Dábales de comer una vez sola, que era todo -el día. - -Hallábanse al fin de aquel paraje, metidos en un valle profundísimo, -rodeado á una y otra banda de altísimos montes, que decían ser los -más altos puertos de este universal camino. Era noche y muy oscura, -con propiedad lóbrega. En medio de esta horrible profundidad, mandó -hacer alto aquella engañosa hembra y, mirando á una y otra parte, hizo -la señal usada, con que al mismo punto ¡oh maldad no imaginada! ¡oh -traición nunca oída! comenzaron á salir de entre aquellas breñas y por -las bocas de las grutas ejércitos de fieras, leones, tigres, osos, -lobos, serpientes y dragones, que arremetiendo de improviso, dieron en -aquella tierna manada de flacos y desarmados corderillos, haciendo un -horrible estrago y sangrienta carnicería. Porque arrastraban á unos, -despedazaban á otros, mataban, tragaban y devoraban cuantos podían. - -Monstruo había, que de un bocado se tragaba dos niños y, no bien -engullidos aquéllos, alargaba las garras á otros dos. Fiera había, -que estaba desmenuzando con los dientes el primero y despedazando con -las uñas el segundo, no dando treguas á su fiereza. Discurrían todas -por aquel lastimoso teatro, babeando sangre, teñidas las bocas y las -garras en ella. Cargaban muchas con dos y con tres de los más pequeños -y llevábanlos á sus cuevas, para que fuesen pasto de sus ya fieros -cachorrillos. Todo era confusión y fiereza: espectáculo verdaderamente -fatal y lastimero. - -Y era tal la candidez ó simplicidad de aquellos infantes tiernos, -que tenían por caricias el hacer presa en ellos y por fiesta el -despedazarlos, convidándolas ellos mismos risueños y provocándolas con -abrazos. - -Quedó atónito, quedó aterrado Andrenio, viendo una tan horrible -traición, una tan impensada crueldad y, puesto en lugar seguro á -diligencias de Critilo, lamentándose decía: - -¡Oh, traidora! ¡oh, bárbara! ¡oh, sacrílega mujer, más fiera, que las -mismas fieras! ¿Es posible que en esto han parado tus caricias? ¿Para -esto era tanto cuidado y asistencia? ¡Oh, inocentes corderillos, qué -temprano fuísteis víctima de la desdicha! ¡Qué presto llegásteis al -degüello! ¡Oh, mundo engañoso! ¿Y esto se usa en ti? ¿De estas hazañas -tienes? Yo he de vengar por mis propias manos una maldad tan increíble. - -Diciendo y haciendo, arremetió furioso para despedazar con sus dientes -aquella cruel tirana; mas no la pudo hallar, que ya ella con todas sus -criadas habían dado vuelta, en busca de otros tantos corderillos, para -traerlos vendidos al matadero. De suerte que ni aquéllos cesaban de -traer ni éstas de despedazar ni de llorar Andrenio tan irreparable daño. - -En medio de tan espantosa confusión y cruel matanza, amaneció de la -otra parte del valle, por lo más alto de los montes, con rumbos de -aurora, otra mujer y con razón otra, que tan cercada de luz, como -rodeada de criadas, desalada, cuando más volando, descendía á librar -tanto infante como perecía. Ostentó su rostro muy sereno y grave, -que de él y de la mucha pedrería de su recamado ropaje despedía tal -inundación de luces, que pudieron muy bien suplir y aun con ventajas la -ausencia del rey del día. Era hermosa por extremo y coronada por reina -entre todas aquellas beldades sus ministras. - -¡Oh, dicha rara! Al mismo punto que la descubrieron las encarnizadas -fieras, cesando de la matanza, se fueron retirando á todo huir y, -dando espantosos aullidos, se hundieron en sus cavernas. Llegó piadosa -ella y comenzó á recoger los pocos que habían quedado y aun ésos muy -malparados de araños y de heridas. - -Íbanlos buscando con gran solicitud aquellas hermosísimas doncellas -y aun sacaron muchos de las oscuras cuevas y de las mismas gargantas -de los monstruos, recogiendo y amparando cuantos pudieron. Y notó -Andrenio que eran éstos de los más pobres y de los menos asistidos de -aquella maldita hembra. De modo que en los más principales, como más -lucidos, habían hecho las fieras mayor riza. - -Cuando los tuvo todos juntos, sacólos á toda prisa de aquella tan -peligrosa estancia, guiándolos de la otra parte del valle, el monte -arriba, no parando hasta llegar á lo más alto, que es lo más seguro. -Desde allí se pusieron á ver y contemplar con la luz, que su gran -libertadora les comunicaba, el gran peligro en que habían estado y -hasta entonces no conocido. - -Teniéndolos ya en salvo, fué repartiendo preciosísimas piedras, una á -cada uno que, sobre otras virtudes contra cualquier riesgo, arrojaban -de sí una luz tan clara y apacible, que hacían de la noche día: y lo -que más se estimaba, era el ser indefectible. Fuélos encomendando á -algunos sabios varones, que los apadrinasen y guiasen siempre cuesta -arriba, hasta la gran ciudad del mundo. - -Ya en esto se oían otros tantos alaridos de otros tantos niños que, -acometidos en el funesto valle de las fieras, estaban pereciendo. Al -mismo punto aquella piadosa reina, con todas sus amazonas, marchó -volando á socorrerlos. - -Estaba atónito Andrenio de lo que había visto, parangonando tan -diferentes sucesos y en ellos la alternación de males y de bienes de -esta vida. - -¡Qué dos mujeres éstas tan contrarias!, decía. ¡Qué asuntos tan -diferentes! ¿No me dirás, Critilo, quién es aquella primera para -aborrecerla y quién esta segunda para celebrarla? - -¿Qué te parece, dijo, de esta primera entrada del mundo? ¿No es muy -conforme á él y á lo que yo te decía? Nota bien lo que acá se usa y, si -tal es el principio, díme ¿cuáles serán los progresos y sus fines? Para -que abras los ojos y vivas siempre alerta entre enemigos, saber deseas -quién es aquella primera y cruel mujer, que tú tanto aplaudías. Créeme -que ni el alabar ni el vituperar ha de ser hasta el fin. - -[Marginal: _Inclinación mal anticipada._] - -Sabrás que aquella primera tirana es nuestra mala inclinación, la -propensión al mal. Ésta es la que luego se apodera de un niño, previene -á la razón y se adelanta. Reina y triunfa en la niñez, tanto que -los propios padres, con el intenso amor que tienen á sus hijuelos, -condescienden con ellos y, porque no llore el rapaz, le conceden cuanto -quiere. Déjanle hacer su voluntad en todo y salir con la suya siempre -y así se cría vicioso, vengativo, colérico, glotón, terco, mentiroso, -desenvuelto, llorón, lleno de amor propio, de ignorancia, ayudando -de todas maneras á la natural, siniestra inclinación. Apoderándose -con esto de un muchacho, sus pasiones cobran fuerza con la paternal -connivencia, prevalece la depravada propensión al mal y ésta con sus -caricias trae un tierno infante al valle de las fieras, á ser presa de -los vicios y esclavo de sus pasiones. - -De modo que, cuando llega la razón, que es aquella otra reina de la -luz, madre del desengaño, con las virtudes sus compañeras, ya los halla -depravados, entregados á los vicios y muchos de ellos sin remedio. -[Marginal: _Aurora de la vida._] Cuéstale mucho sacarlos de las uñas -de sus malas inclinaciones y halla grande dificultad en encaminarlos -á lo alto y seguro de la virtud. Porque es llevarlos cuesta arriba. -Perecen muchos y quedan hechos oprobio de su vicio y más los más ricos, -los hijos de señores y de príncipes, en los cuales el criarse con más -regalo es ocasión de más vicio. Los que se crían con necesidad y tal -vez entre los rigores de una madrastra son los que mejor libran, como -Hércules, y ahogan estas serpientes de sus pasiones en la misma cuna. - -¿Qué piedra tan preciosa es esta, preguntó Andrenio, que nos ha -entregado á todos con tal recomendación? - -Has de saber, le respondió Critilo, que lo que fabulosamente -atribuyeron muchos á algunas piedras aquí se halla ser evidencia, -porque ésta es el verdadero carbunclo, que resplandece en medio de las -tinieblas, así de la ignorancia como del vicio. Éste es el diamante -finísimo, que entre los golpes del padecer y entre los incendios del -apetecer está más fuerte y brillante. Ésta es la piedra de toque que -examina el bien y el mal. Ésta la piedra imán, atenta al norte de la -virtud. Finalmente esta es la piedra de todas las virtudes, que los -sabios llaman el dictamen de la razón, el más fiel amigo que tenemos. - -Así iban confiriendo, cuando llegaron á aquella tan famosa encrucijada, -donde se divide el camino y se diferencia el vivir. Estación célebre, -por la dificultad que hay, no tanto de parte del saber, cuanto del -querer, sobre qué senda y á qué mano se ha de echar. - -Vióse aquí Critilo en mayor duda porque, siendo la tradición común -ser dos los caminos, el plausible de la mano izquierda por lo fácil, -entretenido y cuesta abajo, y al contrario el de mano derecha áspero, -desapacible y cuesta arriba, halló con no poca admiración que eran tres -los caminos, dificultando más su elección. - -[Marginal: _Bivio humano._] - -¡Válgame el cielo!, decía, ¿no es éste aquel tan sabio bivio, donde el -mismo Hércules se halló perplejo sobre cuál de los dos caminos tomaría? -Miraba adelante y atrás, preguntándose á sí mismo. ¿No es ésta aquella -docta letra de Pitágoras, en que cifró toda la sabiduría, que hasta -aquí procede igual y después se divide en dos ramos, uno espacioso del -vicio y otro estrecho de la virtud? Pero con diversos fines, que el uno -va á parar en el castigo y el otro en la corona. Aguarda, decía. ¿Dónde -están aquellos dos aledaños de Epicteto: el _Abstine_ en el camino del -deleite y el _Sustine_ en el de la virtud? Basta que habemos llegado á -tiempos, que hasta los caminos reales se han mudado. - -¿Qué montón de piedras es aquél, preguntó Andrenio, que está en medio -de las sendas? - -Lleguémonos allá, dijo Critilo, que el índice del numen vial, -juntamente nos está llamando y dirigiendo. Éste es el misterioso montón -de Mercurio, en quien significaron los antiguos que la sabiduría es la -que ha de guiar y que por donde nos llama el cielo habemos de correr: -eso está voceando aquella mano. - -Pero el montón de piedras, ¿á qué propósito, replicó Andrenio, extraño -despojo del camino, amontonando tropiezos? - -Estas piedras, respondió suspirando Critilo, las arrojan aquí los -viandantes, que en esto pagan la enseñanza: éste es el galardón que -se le da á todo maestro y entiendan los de la verdad y virtud que -hasta las piedras se han de levantar contra ellos. Acerquémonos á esta -columna, que ha de ser el oráculo en tanta perplejidad. - -Leyó Critilo el primer letrero, que con Horacio decía: - -[Marginal: _Mediocridad de oro._] - -_Medio hay en las cosas, tú no vayas por los extremos._ - -Estaba toda ella de alto á bajo labrada de relieve con extremado -artificio, compitiendo los primores materiales de la simetría con los -formales del ingenio. Leíanse muchos sentenciosos aforismos y campeaban -historias alusivas. Íbalas admirando Andrenio y comentándolas Critilo -con gustoso acierto. - -Allí vieron al temerario joven, montando en la carroza de luces y su -padre le decía: - -Ve por el medio y correrás seguro. - -Éste fué, declaró Critilo, un mozo que entró muy orgulloso en un -gobierno y, por no atender á la mediocridad prudente, como lo -aconsejaban sus ancianos, perdió los estribos de la razón y, tantos -vapores quiso levantar en tributos, que lo abrasó todo, perdiendo el -mundo y el mando. - -Seguíase Ícaro, desalado en caer, pasando de un extremo á otro, de los -fuegos á las aguas; por más que le voceaba Dédalo: - -¡Vuela por el medio! - -Éste fué otro arrojado, ponderaba Critilo, que, no contento con saber -lo que basta, que es lo conveniente, dió en sutilezas malfundadas -y, tanto quiso adelgazar, que le mintieron las plumas y dió con sus -quimeras en el mar de un común y amargo llanto: que va poco de penas á -penas. - -Aquél es el célebre Cleóbulo, que está escribiendo en tres cartas -consecutivas esta palabra sola: [Marginal: _Modo._] _Modo_, al rey, -que en otras tres le había pedido un consejo, digno de su saber, para -reinar con acierto. - -Mira aquel otro de los siete de Grecia, eternizado sabio por sola -aquella sentencia: _Huye en todo la demasía._ Porque siempre dañó más -lo más que lo menos. - -Estaban de relieve todas las virtudes con plausibles empresas en -tarjetas y roleos. Comenzaban por orden, puesta cada una en medio de -sus dos viciosos extremos y en lo bajo la fortaleza, asegurando el -apoyo á las demás, recostada sobre el cojín de una columna, media entre -la temeridad y la cobardía. Procediendo así todas las otras, remataba -la prudencia, como reina, y en sus manos tenía una preciosa corona con -este lema: _Para el que ama la mediocridad de oro._ - -Leíanse otras muchas inscripciones, que formaban lazos y servían de -definiciones al artificio y al ingenio. Coronaba toda esta máquina -elegante la felicidad muy serena, recodada en sus varones sabios y -valerosos, ladeada también de sus dos extremos, el llanto y la risa, -cuyos atlantes eran Heráclito y Demócrito, llorando siempre aquél y -éste riendo. - -Mucho gustó Andrenio de ver y de entender aquel maravilloso oráculo -de toda la vida. Mas ya en esto se había juntado mucha gente en pocas -personas, porque los más, sin consultar otro numen que su gusto, daban -por aquellos extremos, llevados de su antojo y su deleite. - -Llegó uno y sin informarse, muy á lo necio, echó por otro extremo, bien -diferente del que todos creyeron, que fué por el de presumido, con que -se perdió luego. - -[Marginal: _Vano._] - -Tras éste venía un vano, que tan mal y sin preguntar, pero con lindo -aire, tomó el camino más alto. Y como él estaba vacío de hueco y el -viento iba arreciando, vencióle presto y dió con él allí abajo, con -venganza de muchos, que, como iba tan alto, el subir y el caer fué á -vista y á risa de todo el mundo. - -Había un camino sembrado de abrojos y, cuando se persuadió Andrenio -que ninguno iría por él, vió que muchos se apasionaban [Marginal: -_Vengativos._] y había puñadas sobre cuál sería el primero. El carril -de las bestias era el más trillado. Y preguntándole á un hombre, que -lo parecía, cómo iba por allí, respondió que por no irse solo. - -[Marginal: _Glotones._] - -Junto á éste estaba otro camino muy breve y todos los que iban por -él hacían gran prevención de manjares y de regalos; mas no caminaban -mucho, que más son los que mueren de ahito, que de hambre. - -Pretendían algunos ir por el aire; pero desvanecíaseles la cabeza, con -que caían. Y éstos de ordinario no daban en cielo ni en tierra. - -[Marginal: _Lascivos._] - -Encarrilaban muchos por un paseo muy ameno y delicioso: íbanse de prado -en prado muy entretenidos y placenteros, saltando y bailando, cuando -á lo mejor caían rendidos, sudando y gritando, sin poder dar un paso, -haciendo malísimas caras, por haberlas hecho buenas. - -De un paso se quejaban todos que era muy peligroso, infestado siempre -de ladrones y, aunque lo sabían, echaban no pocos por él, diciendo que -ellos se entenderían con los otros y al cabo todos se hacían ladrones, -robándose unos á otros. - -[Marginal: _Avaros._] - -Preguntaban unos, con no poca admiración de Andrenio y gusto de -Critilo, por topar quien repasase y se informase: pedían cuál era -el camino de los perdidos. Creyeron que para huir de él y fué al -contrario, que, en sabiéndolo, tomaron por allí la derrota. - -¡Hay tal necedad!, dijo Andrenio, y viendo entre ellos algunos -personajes de harta importancia, preguntáronles cómo iban por allí y -respondieron que ellos no iban, sino que los llevaban. - -No era menos calificada la de otros, que todo el día andaban alrededor, -moliéndose y moliendo, sin pasar adelante ni llegar jamás al centro. - -No hallaban el camino otros: todo se les iba en comenzar á caminar; -nunca acababan y luego paraban, no acertando á dar un paso, con las -manos en el seno y, si pudieran, aun metieran los pies: éstos jamás -llegaban al cabo con cosa. - -Dijo uno que él quería ir por donde ningún otro hubiese caminado -jamás. Nadie le pudo encaminar. Tomó el de su capricho y presto se -halló perdido. - -¿No adviertes, dijo Critilo, que casi todos toman el camino ajeno y dan -por el extremo contrario de lo que se pensaba? El necio da en presumido -y el sabio hace del que no sabe, el cobarde afecta el valor y todo es -tratar de armas y pistolas y el valiente las desdeña, el que tiene da -en no dar y el que no tiene desperdicia, la hermosa afecta el desaliño -y la fea revienta por parecer, el príncipe se humana y el hombre bajo -afecta divinidades, el elocuente calla y el ignorante se lo quiere -hablar todo, el diestro no osa obrar y el zurdo no para. Todos al fin -verás que van por extremos, errando el camino de la vida de medio á -medio. - -Echemos nosotros por el más seguro, aunque no tan plausible, que es el -de una prudente y feliz medianía, no tan dificultoso como el de los -extremos, por contenerse siempre en un buen medio. - -Pocos le quisieron seguir; más luego que se vieron encaminados, -sintieron una notable alegría interior y una grande satisfacción de -la conciencia. Advirtieron más, que aquellas preciosas piedras, ricas -prendas de la razón, comenzaron á resplandecer tanto, que cada una -parecía un brillante lucero, haciéndose lenguas en rayos y diciendo: -¡Éste es el camino de la verdad y la verdad de la vida! - -Al contrario todas las de aquellos, que siguieron sus antojos, se -vieron perder su luz, de modo, que parecieron quedar de todo punto -ofuscadas y ellos eclipsados: tan errado el dictamen, como el camino. - -Viendo Andrenio que caminaban siempre cuesta arriba, dijo: - -Este camino, más parece que nos lleva al cielo, que al mundo. - -Así es, le respondió Critilo, porque son las sendas de la eternidad y, -aunque vamos metidos en nuestra tierra; pero muy superiores á ella, -señores de los otros y vecinos á las estrellas. Ellas nos guíen, que ya -estamos engolfados entre Escilas y Caribdis del mundo. - -Esto dijo al entrar en una de sus más célebres ciudades, gran Babilonia -de España, emporio de sus riquezas, teatro augusto de las letras y las -armas, esfera de la nobleza y gran plaza de la vida humana. - -Quedó espantado Andrenio de ver el mundo, que no le conocía, mucho más -admirado que allá, cuando salió á verlo de su cueva. ¿Pero qué mucho, -si allí lo miraba de lejos y aquí tan de cerca? Allí contemplando, aquí -experimentando. Que todas las cosas se hallan muy trocadas, cuando -tocadas. Lo que novedad le causó fué el no topar hombre alguno; aunque -los iban buscando con afectación en una ciudad populosa y al sol de -mediodía. - -¿Qué es esto?, decía Andrenio. ¿Dónde están estos hombres? ¿Qué se han -hecho? ¿No es la tierra su patria tan amada, el mundo su centro y tan -querido? ¿Pues cómo lo han desamparado? ¿Dónde habrán ido, que más -valgan? - -Iban por una y otra parte solícitamente buscándolos sin poder descubrir -uno tan sólo, hasta que...; pero cómo y dónde los hallaron nos lo -contará la otra Crisi. - - - - -CRISI VI - -_Estado del siglo._ - - -Quien oye decir mundo concibe un compuesto de todo lo criado, muy -concertado y perfecto. Y con razón, pues toma el nombre de su misma -belleza. Mundo quiere decir lindo y limpio. Imagínase un palacio muy -bien trazado, al fin por la infinita Sabiduría, muy bien ejecutado -por la Omnipotencia, alhajado por la divina Bondad, para morada del -rey hombre, que como partícipe de razón, presida en él y le mantenga -en aquel primer concierto, en que su divino Hacedor le puso. De -suerte que mundo no es otra cosa que una casa hecha y derecha por el -mismo Dios y para el hombre; no hay otro modo cómo poder declarar su -perfección. - -Así había de ser, como el mismo nombre lo blasona, su principio lo -afianza y su fin lo asegura; pero cuán al contrario sea esto y cuál -le haya parado el mismo hombre, cuánto desmienta el hecho al dicho, -pondérelo Critilo, que con Andrenio se hallaban ya en el mundo, aunque -no bien hallados en fe de tan personas. - -En busca iban de los hombres, sin poder descubrir uno, cuando al cabo -de rato y cansancio, toparon con medio, un medio hombre y medio fiera. -Holgóse tanto Critilo, cuanto se inmutó Andrenio, preguntando: - -¿Qué monstruo es éste tan extraño? - -No temas, respondió Critilo, que éste es más hombre que los mismos, -éste es el maestro de los reyes y rey de los maestros, éste es el sabio -Quirón. ¡Oh, qué bien nos viene y cuán á la ocasión! pues él nos guiará -en esta primera entrada del mundo y nos enseñará á vivir: que importa -mucho á los principios. - -Fuése para él saludándole y correspondió el centauro con doblada -humanidad. Díjole cómo iban en busca de los hombres y que, después de -haber dado cien vueltas, no habían podido hallar uno tan sólo. - -No me espanto, dijo él, que no es este siglo de hombres, digo de -aquellos famosos de otros tiempos. ¿Qué? [Marginal: _Estéril siglo._] -¿Pensábais hallar ahora un don Alonso el Magnánimo en Italia, un Gran -Capitán en España, un Enrique IV en Francia, haciendo corona de su -espada y de sus guarniciones lises? Ya no hay tales héroes en el mundo -ni aun memoria de ellos. - -¿No se van haciendo?, replicó Andrenio. - -No llevan traza y para luego es tarde. - -Pues de verdad que ocasiones no han faltado. - -¿Cómo no se han hecho?, preguntó Critilo. ¿Por qué se han deshecho? - -Hay mucho que decir en ese punto, ponderó Quirón. Unos lo quieren ser -todo y al cabo son menos que nada; valiera más no hubieran sido. Dicen -también que corta mucho la envidia con las tijerillas de Tomeras. -Pero yo digo que ni es eso ni esotro; sino que, mientras el vicio -prevalezca, no campeará la virtud y, sin ella, no puede haber grandeza -heroica. Creedme que esta Venus tiene arrinconadas á Belona y á Minerva -en todas partes y no trata ella, sino con viles herreros, que todo lo -tiznan y todo lo hierran. Al fin no nos cansemos, que él no es siglo de -hombres eminentes ni en las armas ni en las letras. Pero decidme ¿dónde -los habéis buscado? - -Y Critilo: ¿Dónde los habemos de buscar, sino en la tierra? ¿No es ésta -su patria y su centro? - -¡Qué bueno es eso!, dijo el centauro. ¡Mirad! ¿Cómo los habíais de -hallar? No los habéis de buscar ya en todo el mundo, que ya han mudado -del hito: nunca está quieto el hombre, con nada se contenta. - -Pues menos los hallaremos en el cielo, dijo Andrenio. - -Menos, que no están ya ni en el cielo ni en la tierra. - -¿Pues dónde los habemos de buscar? - -¿Dónde? En el aire. - -¿En el aire? - -Sí, que allí se han fabricado castillos en el aire, torres de viento, -donde están muy encastillados, sin querer salir de su quimera. - -[Marginal: _Castillos en el aire._] - -Según eso, dijo Critilo, todas sus torres vendrán á serlo de confusión -y, por no ser Janos de prudencia, les picarán las cigüeñas manuales -señalándolos con el dedo y diciendo: - -¿Éste no es aquel hijo de aquel otro? - -De suerte, que con lo que ellos echaron á las espaldas los demás les -darán en el rostro. - -Otros muchos, prosiguió el Quirón, se han subido á las nubes. Y aun -hay quien, no levantándose del polvo, pretende tocar con la cabeza -en las estrellas. Paséanse no pocos por los espacios imaginarios, -camaranchones de su presunción; pero la mayor parte hallaréis acullá -sobre el cuerno de la luna y aun pretenden subir más alto, si pudieran. - -Tiene razón, voceó Andrenio. Acullá están, allá los veo y aun allí -andan empinándose, tropezando unos y cayendo otros, según las mudanzas -suyas y de aquel planeta, que ya les hace una cara y ya otra. Y aun -ellos también no cesan entre sí de armarse zancadillas, cayendo todos -con más daño que escarmiento. - -¡Hay tal locura!, repetía Critilo. ¿No es la tierra su lugar proprio -del hombre, su principio y su fin? ¿No les fuera mejor conservarse en -este medio y no querer encaramarse con tan evidente riesgo? ¡Hay tal -disparate! - -Sí lo es grande, dijo el semihombre, materia de harta lástima para unos -y de risa para otros, ver que el que ayer no se levantaba de la tierra -ya le parece poco un palacio, ya habla sobre el hombro el que ayer -llevaba la carga en él, el que nació entre malvas pide los artesones -de cedro, el desconocido de todos hoy desconoce á todos, el hijo tiene -el puntillo de los muchos que dió su padre. El que ayer no tenía para -pasteles, asquea el faisán, blasona de linajes; el de conocido solar, -el vos, es señoría. Todos pretenden subir y ponerse sobre los cuernos -de la luna, más peligrosos que los de un toro, pues, estando fuera de -su lugar, es forzoso dar abajo con ejemplar infamia. - -[Marginal: _Fieras ciudadanas._] - -Fuélos guiando á la plaza mayor, donde hallaron paseándose gran -multitud de fieras y todas tan sueltas como libres, con tan notable -peligro de los incautos. Había leones, tigres, leopardos, lobos, toros, -panteras, muchas vulpejas. Ni faltaban sierpes, dragones y basiliscos. - -¿Qué es esto?, dijo turbado Andrenio. ¿Dónde estamos? ¿Es esta -población humana ó selva ferina? - -No tienes que temer, que cautelarte sí, dijo el centauro. - -Sin duda que los pocos hombres que habían quedado se han retirado á los -montes, ponderó Critilo, por no ver lo que en el mundo pasa y que las -fieras se han venido á las ciudades y se han hecho cortesanas. - -Así es, respondió Quirón: el león de un poderoso, con quien no hay -poderse averiguar, el tigre de un matador, el lobo de un ricazo, la -vulpeja de un fingido, la víbora de una ramera: toda bestia y todo -bruto han ocupado las ciudades. Ésas rúan las calles, pasean las -plazas; y los verdaderos hombres de bien no osan parecer, viviendo -retirados dentro de los límites de su moderación y recato. - -¿No nos sentamos en aquel alto, dijo Andrenio, para poder ver, cuando -no gozar con seguridad y con señorío? - -Eso no, respondió Quirón: no está el mundo para tomarlo de asiento. - -Pues arrimémonos aquí á una de estas columnas, dijo Critilo. - -[Marginal: _El rico más rico._] - -Tampoco: que todos son falsos los arrimos de esta tierra; vamos -paseando y pasando. - -Estaba muy desigual el suelo, porque á las puertas de los poderosos, -que son los ricos, había unos grandes montones que relucían mucho. - -¡Oh, qué de oro!, dijo Andrenio. - -Y el Quirón: Advierte que no lo es todo lo que reluce. - -[Marginal: _El pobre más pobre._] - -Llegaron más cerca y conocieron que era basura dorada. Al contrario, -á las puertas de los pobres y desvalidos había unas tan profundas y -espantosas simas, que causaban horror á cuantos las miraban y así -ninguno se acercaba de mil leguas. Todos las miraban de lejos. Y es -lo bueno que todo el día sin cesar muchas y grandes bestias estaban -acarreando hediondo estiércol y lo echaban sobre el otro, amontonando -tierra sobre tierra. - -¡Cosa rara!, dijo Andrenio. Aun economía no hay. ¿No fuera mejor echar -toda esta tierra en aquellos grandes hoyos de los pobres, con que se -emparejara el suelo y quedara todo muy igual? - -Así había de ser, para bien ir, dijo Quirón. Pero ¿qué cosa va bien en -el mundo? Aquí veréis practicado aquel célebre imposible, tan disputado -de los filósofos, conviniendo todos en que no se puede dar vacío en la -naturaleza. He aquí, que en la humana esta gran monstruosidad cada día -sucede. No se da en el mundo á quien no tiene; sino á quien más tiene. -Á muchos se les quita la hacienda porque son pobres y se les adjudica -á otros porque la tienen. Pues las dádivas, no van sino adonde hay ni -se hacen los presentes á los ausentes. El oro dora la plata, ésta acude -al reclamo de otra: los ricos son los que heredan; que los pobres no -tienen parientes. El hambriento no halla un pedazo de pan y el ahito -está cada día convidado. El que una vez es pobre, siempre es pobre y de -esta suerte todo el mundo le hallaréis desigual. - -¿Pues por dónde iremos?, preguntó Andrenio. - -Echemos por el medio y pasaremos con menos embarazo y más seguridad. - -Paréceme, dijo Critilo, que veo ya algunos hombres, por lo menos que -ellos lo piensan ser. - -Ésos lo serán menos, dijo Quirón: verlo has presto. - -[Marginal: _Necios ensalzados._] - -Asomaban ya por un cabo de la plaza ciertos personajes, que caminaban -tan graves con las cabezas hacia abajo por el suelo, poniéndose -del lodo y los pies para arriba, muy empinados, echando piernas al -aire, sin acertar á dar un paso, antes á cada uno caían. Y aunque se -maltrataron harto, porfiaban en querer ir de aquel modo, tan ridículo -como peligroso. Comenzó Andrenio á admirar y Critilo á reir. - -[Marginal: _Sabios abatidos._] - -Haced cuenta, dijo Quirón, que soñáis despiertos. ¡Oh, qué bien pintaba -el Bosco! Ahora entiendo su capricho. Cosas veréis increíbles. Advertid -que los que habían de ser cabezas por su prudencia y saber, ésos andan -por el suelo, despreciados, olvidados y abatidos; al contrario, los que -habían de ser pies por no saber las cosas ni entender las materias, -gente incapaz, sin ciencia ni experiencia, ésos mandan. Y así va el -mundo cual digan dueñas; ¡mejor fuera dueños! No hallaréis cosa con -cosa. Y á un mundo, que no tiene pies ni cabeza, de merced se le da el -de descabezado. - -No bien pasaron éstos, que todos pasan, cuando venían otros y eran los -más y que se preciaban de muy personas. Caminaban hacia atrás y á este -modo todas sus acciones las hacían al revés. - -¡Qué otro disparate!, dijo Andrenio. Si tales caprichos hay en el -mundo, llámese casa de orates hermanados. - -¿No nos puso, ponderó Critilo, la próvida naturaleza los ojos y los -pies hacia adelante para ver por dónde andamos y andar por donde vemos -con seguridad y firmeza? ¿Pues cómo éstos van por donde no ven y no -miran por dónde van? - -Advertid, dijo Quirón, que los más de los mortales, en vez de ir -adelante en la virtud, en la honra, en el saber, en la prudencia y -en todo, vuelven atrás: y así muy pocos son los que llegan á ser -personas. [Marginal: _Conde de Peñaranda._] Cual y cual, como un conde -de Peñaranda. ¿No veis aquella mujer lo que forceja, cejando en la -vida? No querría pasar de los veinte ni aquella otra de los treinta y, -en llegando á un cero, se hunden allí, como en trampa de los años, sin -querer pasar adelante. ¡Aun mujeres no quieren ser! ¡Siempre niñas! -¡Mas cómo estira de ellas aquel vejezuelo cojo! ¡Y la fuerza que tiene! -¿No veis cómo las arrastra llevándolas por los cabellos? Con todos los -de aquella otra se ha quedado en las manos: todos se los ha arrancado. -¡Qué puñada le ha pegado á la otra! ¡No le ha dejado diente! ¡Hasta las -cejas las harta de años! ¡Oh, qué mala cara le hacen todas! - -[Marginal: _Mujeres._] - -Aguardad, mujeres, dijo Andrenio. ¿Dónde están? ¿Cuáles son? Que yo no -las distingo de los hombres. - -¿Tú no me dijiste, oh Critilo, que los hombres eran los fuertes y -las mujeres las flacas, ellos hablaban recio y ellas delicado, ellos -vestían calzón y capa y ellas basquiñas? Yo hallo que todo es al -contrario, porque ó todos son ya mujeres ó los hombres son los flacos y -afeminados. Ellas, las poderosas; ellos tragan saliva, sin osar hablar. -Y ellas hablan tan alto, que aun los sordos las oyen. Ellas mandan el -mundo y todos se les sujetan. ¡Tú me has engañado! - -Tienes razón, aquí suspirando Critilo: que ya los hombres son menos -que mujeres. Más puede una lagrimilla mujeril, que toda la sangre, -que derramó el valor. Más alcanza un favor de una mujer, que todos -los méritos del saber. No hay vivir con ellas ni sin ellas. Nunca más -estimadas que hoy. Todo lo pueden y todo lo pierden. Ni vale haberlas -privado la atenta naturaleza del decoro de la barba, ya para nota, ya -por dar lugar á la vergüenza y todo no basta. - -Según eso, dijo Andrenio, ¡el hombre no es el rey del mundo; sino el -esclavo de la mujer! - -Mirad, respondió el Quirón; él es el rey natural; sino que ha hecho -á la mujer su valido, [Marginal: _Princesa de Rosano. Doña Elvira -Ponce._] que es lo mismo que decir que ella lo puede todo. Con todo -eso, para que las conozcáis, aquellas son. Que, cuando más han menester -el juicio y el valor, entonces les falta más. Pero sean excepción de -mujeres las que son más que hombres: la gran princesa de Rosano y la -excelentísima señora marquesa de Valdueña. - -Más admiración les causó uno, que yendo á caballo en una vulpeja -caminaba hacia atrás, nunca seguido, sino torciendo y revolviendo á -todas partes. Y todos los del séquito, que no eran pocos, procedían del -mismo modo. Hasta un perro viejo, que de ordinario le acompañaba. - -¿Veis á éste?, advirtió Quirón. Pues yo os aseguro que no se mueve de -necio. - -Yo lo creo, dijo Critilo: que todos me parece van por extremos en el -mundo. ¿Quién es éste, dínos, que pica más en falso? - -[Marginal: _Caco político._] - -¿No habéis oído nunca nombrar el famoso Caco? Pues éste lo es de la -política: digo, un caos de la razón de estado. De este modo corren hoy -los estadistas, al revés de los demás. Así proceden en sus cosas. Para -desmentir toda atención ajena, para deslumbrar discursos, no querrían -que por las huellas les rastreasen. Sus fines señalan á una parte y dan -en otra. Publican uno y ejecutan otro. Para decir no dicen sí. Siempre -al contrario, cifrando en las encontradas señales su vencimiento. -Para éstos es menester un otro Hércules, que con la maña y la fuerza -averigüe sus pisadas y castigue sus enredos. - -Observó de buena nota Andrenio que los más hablaban á la boca y no al -oído y que los que escuchaban, no sólo no se ofendían de semejante -grosería, sino que antes bien gustaban tanto de ello, que abrían las -bocas de par en par, haciendo de los mismos labios orejas, hasta -destilárseles el gusto. - -¡Ay tal abuso!, dijo él mismo. Las palabras se oyen, que no se comen ni -se beben y éstos todo se tragan. Verdad es, que nacen en los labios; -pero mueren en el oído y se sepultan en el pecho: éstos parece que las -mascan y que se relamen con ellas. - -Gran señal, dijo Critilo, de poca verdad, pues no les amargan. - -[Marginal: _Lisonja valida._] - -¡Oh!, dijo Quirón, ¿no veis que ya se usa hablarle á cada uno al -sabor de su paladar? ¿No adviertes, oh Andrenio, aquel señor, cómo -se está saboreando con las lisonjas de azúcar? ¡Qué hartazgos se da -de adulación! Créeme que no oye, aunque lo parece, porque todo se lo -lleva el viento. Repara en aquel otro príncipe, ¡qué hace de engullir -mentiras! Todo se lo persuade. Mas hay una cosa: que en toda su vida -dejó de creer mentira alguna, con que escuchó tantas, ni creyó verdad, -aunque oyó tan pocas. Pues aquel otro necio desvanecido ¿de qué piensas -tú que está tan hinchado? ¡Eh!, que no es de sustancia; no es sino aire -y vanidad. - -Ésta debe de ser la causa, ponderó Critilo, que oyen tan pocas verdades -los que más deberían. Ellas amargan y, como ellos las escuchan con el -paladar, ó no se las dicen ó no tragan alguna y la que acierta á pasar -les hace tan mal estómago, que no la pueden digerir. - -Lo que les ofendió mucho fué el ver unos vilísimos esclavos de sí -mismos, arrastrando eslabonados hierros; las manos no con cuerdas -ni aun con esposas, atadas para toda acción buena y más para las -liberales; el cuello con la argolla de un continuo, aunque voluntario -ahogo; los pies con grillos, que no les dejaban dar un paso por el -camino de la fama, tan cargados de hierros, cuan desnudos de aceros. -Y con una nota tan descarada, estaban muy entronizados, cortejados y -aplaudidos, mandando á hombres muy hombres, ingenuos y principales, -gente toda de noble condición. Éstos servían á aquéllos, obedeciéndolos -en todo y aun los llevaban en peso, poniendo el hombro á tan vil carga. -Aquí ya dió voces Andrenio, sin poderlo tolerar: - -¡Oh! ¡Quién pudiera llegar, decía, y barajar aquellas suertes! ¡Oh, -cómo derribara yo á puntillazos aquellas malempleadas sillas y las -trocara en lo que habían de ser y ellos también merecen! - -No grites, dijo Quirón, que nos perdemos. - -¿Qué importa, si todo va perdido? - -¿No ves tú que son éstos los poderosos, los que...? - -¿Éstos? - -[Marginal: _Esclavos mandan._] - -Sí, éstos, esclavos de sus apetitos, siervos de sus deleites, los -Tiberios, los Nerones, los Calígulas, Eliogábalos y Sardanápalos. Éstos -son los adorados. Y al contrario, los que son los verdaderos señores -de sí mismos, libres de toda maldad, éstos son los humillados. En -consecuencia de esto, mira aquellos muy sanos de corazón, tendidos en -el suelo y aquellos otros, tan malos, muy en pie. Los de buen color -en todas sus cosas, andan descaecidos; y aquellos, á quienes su mala -conciencia les ha robado el color, por lo que robaron, están empinados. -Los de buenas entrañas no se pueden tener ni conservar; y los que -las tienen dañadas, corren. Los que les huele mal el aliento, están -alentados; los cojos tienen pies y manos. Todos los ciegos tienen -palo. De suerte, que todos los buenos van por tierra y los malos andan -ensalzados. - -¡Oh, qué bueno va el mundo!, dijo Andrenio. - -Pero lo que les causó gran novedad y aun risa fué ver un ciego, que no -veía gota, aunque sí bebía muchas, con unos ojos más oscuros que la -misma vileza, con más nubes que un Mayo. Con toda esta ceguera, venía -hecho guía de muchos, que tenían la vista clara: él los guiaba ciego y -ellos le seguían mudos, pues en nada le repugnaban. - -¡Ésta sí, exclamó Andrenio, que es brava ceguera! - -[Marginal: _Ciegos guían._] - -Y aun torpe también, dijo Critilo. Que un ciego guíe á otro gran -necedad es; pero ya vista y caer ambos en una profundidad de males. -Pero que un ciego de todas maneras quiera guiar á los que ven, ése es -disparate nunca oído. - -Yo, dijo Critilo, no me espanto que el ciego pretenda guiar á los -otros: que, como él no ve, piensa que todos los demás son ciegos y -que proceden del mismo modo á tientas y á tontas; mas ellos, que ven -y advierten el peligro común, que con todo eso le quieran seguir, -tropezando á cada punto y dando de ojos á cada paso, hasta despeñarse -en un abismo de infidelidades, ésa es una increíble necedad y una -monstruosa locura. - -Pues advertid, dijo Quirón, que éste es un error muy común, una -desesperación transcendental, necedad de cada día y mucho más de -nuestros tiempos. Los que menos saben tratan de enseñar á los otros. -Unos hombres embriagados intentan leer cátedra de verdades. De suerte -que habemos visto que un ciego de la torpe afición de una mujer tan -fea, cuan infame, llevó infinitas gentes tras sí, despeñándose todos -en un profundo de eterna calamidad. Y ésta no es la octava maravilla; -el octavo monstruo sí. Que el primer paso de la ignorancia es presumir -saber y muchos sabrían, si no pensasen que saben. - -Oyeron en esto un gran ruido, como de pendencia, en un rincón de la -plaza, entre diluvios del populacho. Era una mujer, origen siempre del -ruido. Muy fea; pero muy aliñada. ¡Mejor fuera prendida! Servíala de -adorno todo un mundo, cuando ella le descompone todo. - -Metía á voces su mal pleito y á gritos se formaba, cuando más se -deshacía. Habíalas contra una mujer, muy otra en todo y aun por eso su -contraria. Era ésta tan linda, cuan desaliñada; mas no descompuesta. - -Iba casi desnuda. Unos decían que por pobre, otros que por hermosa. No -respondía palabra: que ni osaba ni la oían. Todo el mundo la iba en -contra, no sólo el vulgo, sino los más principales y aun...; pero más -vale enmudecer con ella. - -Todos se conjuraron en perseguirla, pasando de las burlas á las veras, -de las voces á las manos. Comenzaron á maltratarla y cargó tanta gente, -que casi la ahogaban, sin haber persona, que osase ni quisiese volver -por ella. - -Aquí, naturalmente compasivo Andrenio, fué á ponérsele al lado; mas -detúvole el Quirón, diciendo: - -¿Qué haces? ¿Sabes con quién te tomas y por quién vuelves? ¿No -adviertes que te declaras contra la plausible Mentira, que es decir -contra todo el mundo y que te han de tener por loco? [Marginal: -_Mentira plausible._] Quisiéronla vengar los niños, con sólo decirla; -mas, como flacos y contra tantos y tan poderosos, no fué posible -prevalecer, con lo cual quedó de todo punto desamparada la hermosísima -Verdad y poco á poco á empellones la fueron todos echando tan lejos, -que aun hoy no parece ni se sabe dónde haya parado. - -Basta. ¿Qué? ¿No hay justicia en esta tierra?, decía Andrenio. - -¿Cómo no?, le replicó el Quirón; pues de verdad que hay hartos -ministros suyos. Justicia hay y no puede estar muy lejos, estando tan -cerca la Mentira. - -Asomó en esto un hombre de afecto agrio, rodeado de gente de juicio -y, así como le vió, se fué para él la Mentira á informarle con muchas -razones de la poca que tenía. - -Respondióla que luego firmara la sentencia en su favor á tener plumas. - -Al mismo instante, ella le puso en las manos muchos alados pies, con -que volando, firmó el destierro de la Verdad, su enemiga, de todo el -mundo. - -[Marginal: _Malos jueces._] - -¿Quién es aquel, preguntó Andrenio, que para andar derecho, lleva por -apoyo el tormento, en aquella flexible vara? - -Éste, respondió Quirón, es juez. - -Ya el nombre se equivoca con el vendedor del justo. ¡Notable cosa que -toca primero para oir después! ¿Qué significa espada desnuda, que lleva -delante, y para qué la lleva? - -Ésa, dijo Quirón, es la insignia de la dignidad y juntamente -instrumento del castigo: con ella corta la mala yerba del vicio. - -Más valiera arrancarla de cuajo, replicó Critilo. Peor es á veces segar -las maldades, porque luego vuelven á brotar con más pujanza y nunca -mueren del todo. - -Así había de ser, respondió Quirón; pero ya los mismos que habían de -acabar los males son los que los conservan, porque viven de ellos. - -Mandó luego ahorcar, sin más apelación, un mosquito y que lo hiciesen -cuartos, porque había caído el desdichado en la red de la ley; pero -á un elefante, que las había atropellado todas, sin perdonar humanas -ni divinas, le hizo una gran bonetada al pasar cargado de armas -prohibidas, bocas de fuego, buenas lanzas, ganzúas, chuzones y aun le -dijo que, aunque estaba de ronda, si era servido, le irían acompañando -todos sus ministros, hasta dejarle en su cueva. - -¡Qué paso éste para Andrenio! Y no paró aquí, sino que á otro -desventurado, que encogiéndose de hombros no osaba hablar alto, lo -mandó pasear. - -Y preguntando unos por qué le azotaban, respondían otros: - -Porque no tiene espaldas; que á tenerlas, él hombreara, como aquellos -que van allí cargados de ellas, con más cargas á más cargos. - -[Marginal: _D. Pablo de Parada._] - -Desapareció el juez, cuando comenzó á llevarse los ojos y los aplausos -un valiente hombre, que pudiera competir con el mismo Pablo de Parada. -Venía armado de un temido peto, conjugado por todos tiempos, números -y personas. Traía dos pistolas; pero muy dormidas en sus fundas, á lo -descansado, caballo desorejado y no por culpas suyas, dorado espadín en -sólo el nombre, hembra en los hechos, nunca desnuda por lo recatada. -Coronábase de plumas, avechucho de la bizarría, que no del valor. - -¿Éste, preguntó Andrenio, es hombre ó es monstruo? - -Bien dudas, acudió Quirón, que algunas naciones la primera vez que -le vieron le imaginaron toda una cosa caballo y hombre. [Marginal: -_Soldados al uso._] Éste es soldado. Así lo estuviera en las -costumbres, no anduviera tan rota la conciencia. - -¿De qué sirven éstos en el mundo? - -¿De qué? Hacen guerra á los enemigos. - -¡No la hagan mayor á los amigos! - -Éstos nos defienden. - -¡Dios nos defienda de ellos! - -Éstos pelean, destrozan, matan y aniquilan nuestros contrarios. - -¿Cómo puede ser eso, si dicen que ellos mismos los conservan? - -Aguarda, yo digo lo que deberían hacer por oficio; pero está ya el -mundo tan depravado, que los mismos remediadores de los males los -causan en todo género de daños. Éstos, que habían de acabar las -guerras, las alargan. Su empleo es pelear: que no tienen otros juros -ni otra renta. Y, como acabada la guerra, quedarían sin oficio ni -beneficio, ellos popan al enemigo, porque papan de él. ¿Para qué han de -matar las centinelas al marqués de Pescara, si viven de él? ¡Que hasta -el atambor sabe estos primores! Y así veréis que la guerra, [Marginal: -_Marqués de Mortara._] que á lo más tirar estas nuestras barras pudiera -durar un año, dura doce y fuera eterna, si la felicidad y el valor no -se hubieran juntado hoy en un marqués de Mortara. - -Lo mismo sienten todos de aquel otro, que también viene á caballo, -para acabarlo todo. Éste tiene por asunto y aun obligación hacer de -los malos buenos; pero él obra tan al revés, que de los buenos hace -malos y de los malos peores. Éste trae guerra declarada contra la vida -y la muerte: enemigo de entrambas, porque querría á los hombres ni mal -muertos ni bien vivos; sino malos, que es un malísimo medio. Para poder -él comer, hace de modo, que los otros no coman. Él engorda, cuando -ellos enflaquecen. Mientras están entre sus manos, no pueden comer, y, -si escapan de ellas, que sucede pocas veces, no les queda qué comer. -[Marginal: _Médicos._] De suerte que éstos viven en gloria, cuando -los demás en pena y así peores son que los verdugos. Porque aquéllos -ponen toda su industria en no hacer penar y con lindo aire hacen que -le falte al que pernea; pero éstos todo su estudio ponen en que pene y -viva muriendo el enfermo. Y así aciertan los que les dan los males á -destajo. Y es de advertir que donde hay más doctores hay más dolores. -Esto dice de ellos la ojeriza común; pero engáñase en la venganza -vulgar, porque yo tengo por cierto que del médico nadie puede decir -ni bien ni mal: no antes de ponerse en sus manos, porque aún no tiene -experiencia; no después, porque no tiene ya vida. Pero advertid que no -hablo del médico material, sino de los morales, de los de la república -y costumbres, que, en vez de remediar los achaques é indisposiciones -por obligación, ellos mismos los conservan y aumentan, haciendo -dependencia de lo que había de ser remedio. - -¿Qué será, dijo Andrenio, que no vemos pasar ningún hombre de bien? - -[Marginal: _Cardenal Sandoval. Conde de Lemos. Señor archiduque -Leopoldo. Señor D. Luis de Haro._] - -Ésos, acudió Quirón, no pasan, porque eternamente duran: permanece -inmortal su fama. Hállanse pocos y éstos están muy retirados. Oímoslos -nombrar como al unicornio en la Arabia y al fénix en su Oriente. Con -todo, si queréis ver alguno, buscad un cardenal Sandoval en Toledo, un -conde de Lemos gobernando Aragón, un archiduque Leopoldo en Flandes. Y -si queréis ver la integridad, la rectitud, la verdad y todo lo bueno, -en uno, buscad un don Luis de Haro en el centro que merece. - -Estaban en la mayor fuga del ver y extrañar monstruosidades, cuando -Andrenio al hacer un grande extremo alzó los ojos y el grito al cielo, -como si le hicieran ver las estrellas. - -¿Qué es esto?, dijo. ¡Yo he perdido el tino de todo punto! ¡Qué cosa -es andar entre desatinados! Achaque de contagio: hasta el cielo me -parece que está trabucado y que el tiempo anda al revés. Pregunto, -señores, ¿es día ó es noche? Mas no lo metamos en pareceres, que será -confundirlo más. - -Espera, dijo el Quirón; que no está el mal en el cielo, sino en el -suelo. Que no sólo anda el mundo al revés, en orden al lugar; sino al -tiempo. Ya los hombres han dado en hacer del día noche y de la noche -día. Ahora se levanta aquél, cuando se había de acostar. Ahora sale de -casa la otra con la estrella de Venus y volverá, cuando se ría de ella -la aurora. Y es lo bueno que los que tan al revés viven [Marginal: _El -día noche._] dicen ser la gente más ilustre y la más lucida; mas no -falta quien afirma que, andando de noche como fieras, vivirán de día -como brutos. - -Esto ha sido, dijo Critilo, quedarnos á buenas noches y no me pesa, -porque no hay cosa de ver. - -¡Que á éste llamen mundo, ponderaba Andrenio! Hasta el nombre miente. - -Calzósele al revés. Llámese inmundo y de todas maneras disparatado. - -Algún día, replicó Quirón, bien le convenía su nombre. En verdad que -era definición, cuando Dios quería y lo dejó tan concertado. - -¿Pues de dónde le viene tal desorden?, preguntó Andrenio. ¿Quién le -trastornó de alto abajo, como hoy lo vemos? - -En eso hay mucho que decir, respondió Quirón. Harto lo censuran los -sabios y lo lloran los filósofos. Aseguran unos que la Fortuna, como -está ciega y aun loca, lo resuelve todo cada día, no dejando cosa -en su lugar ni tiempo. Otros dicen que, cuando cayó el lucero de la -mañana, aquel aciago día, dió tal golpe en el mundo, que le sacó de sus -quicios, trastornándole de alto abajo. Ni falta quien eche la culpa -á la mujer, llamándola el duende universal, que todo lo revuelve. -[Marginal: _Mundo trabucado._] Mas yo digo que donde hay hombres no hay -que buscar otro achaque: uno solo basta á desconcertar mil mundos y el -no poderlo era lo que lloraba el otro grande inquietador. - -Más digo: que, si no previniera la divina Sabiduría que no pudieran -llegar los hombres al primer móvil, ya estuviera todo barajado y -anduviera el mismo cielo al revés: un día saliera el sol por el -poniente y caminara al oriente y entonces fuera España cabeza del -mundo, sin contradicción alguna, que no hubiera quien viviera con ella. - -Y es cosa de notar que, siendo el hombre persona de razón, lo primero -que ejecuta es hacerla á ella esclava del apetito bestial. De este -principio se originan todas las demás monstruosidades. Todo va al -revés, en consecuencia de aquel desorden capital. La virtud es -perseguida, el vicio aplaudido, la verdad muda, la mentira trilingüe, -los sabios no tienen libros y los ignorantes librerías enteras. Los -libros están sin doctor y el doctor sin libros. La discreción del pobre -es necedad y la necedad del poderoso es celebrada. Los que habían de -dar vida matan. Los mozos se marchitan y los viejos reverdecen. El -derecho es tuerto y ha llegado el hombre á tal punto de desatino, que -no sabe cuál es su mano derecha, pues pone el bien á la izquierda. Lo -que más le importa echa á las espaldas, lleva la virtud en tres pies y, -en lugar de ir adelante, vuelve atrás. - -Pues si esto es así, como lo vemos, dijo Andrenio, ¿para qué me has -traído al mundo, oh Critilo? ¿No me estaba yo bien á mis solas? Yo -resuelvo volverme á la cueva de mi nada. ¡Alto!, huyamos de tan -insufrible confusión, sentina, que no mundo. - -Esto es lo que ya no se puede, respondió Critilo. ¡Oh cuántos volvieran -atrás, si pudieran! No quedaran personas en el mundo. Advierte que -vamos subiendo por la escalera de la vida y las gradas de los días, que -dejamos atrás, al mismo punto, que movemos el pie, desaparecen. No hay -por donde volver á bajar ni otro remedio, que pasar adelante. - -¿Pues cómo hemos de poder vivir en un mundo como éste, porfiaba, -afligiéndose Andrenio, y más para mi condición, si no me mudo? Que no -puedo sufrir cosas malhechas. Yo habré de reventar sin duda. - -¡Eh!, que te harás á ello en cuatro días, dijo Quirón, y serás tal como -los otros. - -¡Eso no! ¿Yo loco? ¿Yo necio? ¿Yo vulgar? - -Ven acá, dijo Critilo. ¿No podrás tú pasar por donde tantos sabios -pasaron, aunque sea tragando saliva? - -Debía estar de otra data el mundo. - -[Marginal: _Conde de Castrillo. Marqués de Grana._] - -El mismo fué siempre que es. Así le hallaron todos y así le dejaron. -Vive un entendedor conde de Castrillo y no revienta un entendido -marqués Carreto y pasa. - -¿Pues cómo hacen para poder vivir, siendo tan cuerdos? - -¿Cómo? Ver, oir y callar. - -Yo no diría de esa suerte; sino ver, oir y reventar. - -No dijera más Heráclito. - -Ahora díme, ¿nunca se ha tratado de adobar el mundo? - -Sí. Cada día lo tratan los necios. - -¿Por qué necios? - -Porque es tan imposible como concertar á Castilla y descomponer á -Aragón. ¿Quién podrá recabar que unos no tengan nepotes y otros -privados? Que los franceses no sean tiranos, los ingleses tan feos en -el alma, cuan hermosos en el cuerpo, los españoles soberbios y los -genoveses... - -No hay que tratar. Yo me vuelvo á mi cueva y á mis fieras, pues no hay -otro remedio. - -Yo te le he de dar, dijo el Quirón, tan feliz como verdadero, si me -escuchas en la Crisi siguiente. - - - - -CRISI VII - -_La fuente de los engaños._ - - -Declararon todos los males al hombre por su enemigo común, no más -de por tener él razón. Estando ya para darle la batalla, dicen que -llegó al campo la Discordia, que venía, no del infierno como algunos -pensaron, ni de los pabellones militares como otros creyeron; sino de -casa de la hipócrita Ambición. En estando allí, hizo de las suyas. - -Movió una reñida competencia sobre quién había de llevar la vanguardia, -no queriendo ceder ningún vicio esta ventaja del valor y del valer. -Pretendía la Gula, por primera pasión del hombre, que comienza á -triunfar desde la cuna. La Lascivia llevábalo por valiente, jactándose -de la más poderosa pasión, refiriendo sus victorias y favorecíanla -muchos. La Codicia alegaba ser la raíz de todos los males. La Soberbia -blasonaba su nobleza, haciéndose oriunda del cielo y ser el vicio -más de hombres, cuando los demás son de bestias. La Ira lo tomaba -fuertemente. De esta suerte peleaban entre sí y todo paraba en -confusión. - -Tomó la mano la Malicia y hízoles una pesadamente grave arenga. -Encargóles sobre todo la unión, aquel ir encadenados todos y, tocando -el punto de la dificultad, les dijo: - -Esta bizarría del embestir, sabida cosa es que toca á mi hija -primogénita la Mentira. ¿Quién dudó jamás de eso? Ella es la autora de -toda maldad, fuente de todo vicio, madre del pecado, arpía que todo -lo inficiona, Fitón que todo lo anda, hidra de muchas cabezas, Proteo -de muchas formas, Centimano que á todas manos pelea, Caco que á todos -desmiente, progenitora al fin del engaño, aquel poderoso rey, que -abarca todo el mundo entre engañadores y engañados, unos de ignorancia -y otros de malicia. - -La Mentira, pues, con el Engaño embistan la incauta candidez del -hombre, cuando mozo y cuando niño, valiéndose de sus invenciones, -ardides, estratagemas, asechanzas, trazas, ficciones, embustes, -enredos, embelecos, dolos, marañas, ilusiones, trampas, fraudes, -falacias y todo género de italiano proceder: que de este modo, entrando -los demás vicios por su orden, sin duda que tarde ó temprano, á la -mocedad ó la vejez, se conseguirá la deseada victoria. - -Cuánta verdad sea ésta confírmelo lo que les sucedió á Critilo y -Andrenio, á poco rato que se habían despedido del sagaz Quirón. El -cual, habiéndolos sacado de aquel confuso Babel, registro de todo el -mundo, é introducídolos en el camino más derecho, volvióse á encaminar -otros y ellos pasaron adelante en el peregrino viaje de su vida. - -Iba muy consolado Andrenio con el único remedio que le dió para poder -vivir y fué que mirase siempre al mundo, no como ni por donde le suelen -mirar todos; [Marginal: _Conde de Oñate._] sino por donde el buen -entendedor conde de Oñate, esto es al contrario de los demás, por la -otra parte de lo que parece. Y con eso, como él anda al revés, el que -le mira por aquí, le ve al derecho, entendiendo todas las cosas al -contrario de lo que muestran. - -Cuando vieres un presumido de sabio, cree que es un necio. Ten al rico -por pobre de los verdaderos bienes. El que á todos manda es esclavo -común. El grande de cuerpo no es muy hombre; el grueso, tiene poca -sustancia. El que hace el sordo oye más de lo que querría. El que mira -lindamente es ciego ó cegará. El que huele mucho huele mal á todos. El -hablador no dice cosa. El que ríe regaña. El que murmura se condena. El -que come más come menos. El que se burla tal vez se confiesa. El que -dice mal de la mercadería la quiere. El que hace el simple sabe más. Al -que nada le falta él se falta á sí mismo. El avaro, tanto le sirve lo -que tiene, como lo que no tiene. El que gasta más razones tiene menos. -El más sabio suele ser menos entendido. Darse buena vida es acabar. El -que la ama la aborrece. El que te unta los cascos, ése te los quiebra; -el que te hace fiestas, te ayuda. La necedad la hallarás de ordinario -en los buenos pareceres. [Marginal: _Saber discurrir._] El muy derecho -es tuerto. El mucho bien hace mal. El que excusa pasos da más. Por no -perder un bocado se pierden ciento. El que gasta poco gasta doblado. El -que te hace llorar te quiere bien. Y al fin, lo que uno afecta y quiere -parecer, éso es menos. - -De esta suerte iban discurriendo, cuando interrumpió su filosofar otro -monstruo, aunque no lo extrañaron, porque en este mundo no se topa sino -una monstruosidad tras otra. Venía hacia ellos una carroza, cosa bien -rara en camino tan dificultoso, aunque tan derecho; pero ella era tan -artificiosa y de tan enteras vueltas, que atropellaba toda dificultad. -Las pías, que la tiraban, más remendadas que pías, eran dos serpientes -y el cochero una vulpeja. - -Preguntó Critilo si era carroza de Venecia; pero disimuló el cochero, -haciendo del desentendido. Venía dentro un monstruo, digo, muchos en -uno, porque ya era blanco, ya negro, ya mozo, ya viejo, ya pequeño, -ya grande, ya hombre, ya mujer, ya persona, ya fiera, tanto, que dijo -Critilo si sería éste el celebrado Proteo. - -Luego que llegó á ellos, se apeó con más cortesías que un francés -novicio, primera especie de engaño. Y con más cumplimientos que una -despedida aragonesa, les dió la bienvenida, ofreciéndoles, de parte de -su gran dueño su palacio, donde descansasen algunos días del trabajo de -tan enfadoso camino. - -Agradecidos ambos á tan anticipado favor, le preguntaron ¿quién era el -tal señor, que sin conocerlo ni conocerlos, así los obligaba? - -Es, dijo, un gran príncipe, que, si bien su señorío se extiende por -toda la redondez de la tierra, aquí al principio del mundo, en esta -primera entrada de la vida tiene su metrópoli. Es un gran rey y con -toda propiedad monarca, pues tiene vasallos reyes, que son bien pocos -los que no le rinden parias. Su reino es muy florido, donde, á más de -que se premian las armas y se estiman las letras, [Marginal: _Hacer -parecer._] quien quisiere entender de raíz la política, el modo, el -artificio, curse esta corte: aquí le enseñarán el atajo para medrar y -valer en el mundo, el arte de ganar voluntades y tener amigos y sobre -todo el hacer parecer las cosas, que es el arte de las artes. - -Picado el gusto, picábanle los pies á Andrenio por ir allá. No veía la -hora de hallarse en una corte tan política. Y, obligado del agasajo, -estaba ya dentro de la carroza, dando la mano á Critilo y estirándole á -que entrase. Mas éste, como iba con pies de oro, volvió á informarse -cómo se nombraba aquel príncipe. Que siendo tan grande, como decía, no -podía dejar de tener gran nombre. - -Muchos tiene, respondió el ministro, mudando á cada palabra su -semblante. Nombres y renombres tiene y, aunque en cada provincia el -suyo y para cada acción, pero el verdadero, el más propio, pocos le -saben, porque muy pocos llegan á verle y menos á conocerle. Es príncipe -de mucha autoridad; que no es de éstos de á docena en provincia. Guarda -gran recato; no se permite así vulgarmente. Que consiste su mayor -estimación en el retiro y en no ser descubierto. Al cabo de muchos años -llegan algunos á verle y eso por gran ventura; que otros ni en toda su -vida. - -Ya en esto les había sacado del camino derecho y metido en otro muy -intrincado y torcido. Cuando lo advirtió Critilo, comenzó á malearse; -pero ya no era fácil volver atrás y desenredarse, asegurándoles la guía -que aquél era el atajo de medrar, que le siguiesen, que él les ofrecía -sacarlos á lucimiento, y que advirtiesen que casi todos los pasajeros -echaban por allí. - -No es eso lo mejor, dijo Critilo; antes lo trivial le hace sospechoso, -y previno á Andrenio fuese muy sobre sí y doblase la cautela. - -Llegaron ya á la gran fuente de la gran sed, tan nombrada, como deseada -de todos los fatigados viandantes. Famosa por su artificio, injuria -de Juanelo y célebre por la perennidad de sus líquidos cristales. -Estaba en medio de un gran campo y aun no bastante para la mucha -gente que concurría, solicitando alivio á tanta sed y fatiga. Veíase -en aquella ocasión tan coronada de sedientos pasajeros, que parecía -haberse juntado todo el mundo: que bien pocos de los mortales faltaban. -Brollaba el agua por siete caños en gran abundancia; aunque no eran -de oro, sino de hierro, circunstancia que la notó bien Critilo. Y más -cuando vió que, en vez de grifos y leones, eran sierpes y eran canes. -No había estanque donde el agua rebalsase, porque no sobraba gota, -donde se desperdiciaban tantas, asegurando todos, cuantos la gustaban, -era la más dulce que en su vida habían bebido. Y con este cebillo, -sobre el cansancio, no cesaban de brindarse, hidrópicos de dulzura. -Para la gente de cuenta, que siempre éstos son contados, había cálices -de oro, que una agradable ninfa, tabernera de Babilonia, con extremada -cortesía les ministraba y las más veces bailándoles el agua delante. - -Aquí Andrenio, tan apretado de la sed, cuan obligado del agasajo, sin -más reparo, se precipitó al agua. Poca pudo pasar, que le gritó Critilo: - -¡Aguarda, espera! Mira primero si es agua. - -¿Pues qué ha de ser?, replicó él. - -Bien puede ser veneno, que aquí todo es de temer. - -Agua veo yo que es y muy clara y bien risueña. - -Esto, replicó Critilo, es lo peor: aun del agua clara ya no hay -que fiar, pues con todo ese claro proceder adultera las cosas, -representándolas mayores de lo que son y á veces más altas y otras -las esconde en el profundo: ya ríe, ya murmura, que no hiciera más un -áulico. - -Déjame siquiera enjuagar, replicó Andrenio: que estoy que perezco. - -No hagas tal, que el enjuagar siempre fué reclamo de beber. - -¿Siquiera no podría bañarme estos ojos, limpiándome del polvo que me -ciega y del sudor que me ensucia? - -Ni aun eso. Créeme y remítete siempre á la experiencia, con enseñanza -tuya y riesgo ajeno. Nota el efecto que hará en éstos, que ahora -llegan. Míralos bien primero, antes que beban, y vuelve á reconocerlos -después de haber bebido. - -Llegaba en esto una gran tropa de pasajeros que, más sedientos que -atentos, se lanzaron al agua. Comenzaron á bañarse lo primero y -restregarse los ojos blandamente; pero ¡cosa rara é increíble! al mismo -punto que les tocó el agua en ellos, se les trocaron, de modo que, -siendo antes muy naturales y claros, se les volvieron de vidrio de -todos colores. - -[Marginal: _Satisfecho._] - -Á uno tan azules, que todo cuanto veía le parecía un cielo, que estaba -en gloria: éste era un gran necio, que vivía muy satisfecho de sus -cosas. Á otro se le volvieron cándidos, como la misma leche: todo -cuanto veía le parecía bueno, sin género alguno de malicia. De nadie -sospechaba mal y así todos le engañaban, todo lo abonaba y más si eran -cosas de sus amigos: hombre más sencillo que un polaco. - -[Marginal: _Malicioso._] - -Al contrario, á otro se le pusieron más amarillos que una hiel: ojos -de suegra y cuñada. En todo hallaba dolo y reparo, todo lo echaba á la -peor parte y, cuantos veía, juzgaba que eran malos y enfermos. Éste era -uno más malicioso que juicioso. - -Á otros se les volvían verdes, que todo se lo creían y esperaban -conseguir: ojos ambiciosos. Los amartelados cegaban de todo punto y -de ajenas legañas. Á muchos se les paraban sangrientos que parecían -calabreses. - -¡Cosa rara! que, aunque á algunos daba buena vista, veían bien y -miraban mal: debían ser envidiosos. No sólo se les alteraban los ojos -en orden á la calidad; sino á la cantidad y figura de los objetos y -de suerte que á unos todas las cosas les parecían grandes y más las -propias, á lo castellano; á otros todo les parecía poco, gente de -malcontentar. - -Había uno, que todas las cosas le parecían estar muy lejos, acullá cien -leguas, y más los peligros, la misma muerte. Éste era un incauto. Al -contrario, á otro le parecía, que todo lo tenía muy cerca y los mismos -imposibles muy á mano. Todo lo facilitaba: pretendiente había de ser. - -[Marginal: _Confiado._] - -Notable vista era la que les comunicaba á muchos, que todo les parecía -reírseles y que todos les hacían fiestas y agasajos: condición de -niños. Estaba uno muy contento, porque en todo hallaba hermosura, -pareciéndole que veía ángeles: éste dijeron que era ó portugués ó nieto -de Macías. - -Hombre había, que en todo se veía á sí mismo: necio Antiferonte. Á -otro se le equivocó la vista de modo, que veía lo que no miraba: -bizco de intención y de voluntad torcida. Había ojos de amigos y ojos -de enemigos muy diferentes; ojos de madre, que los escarabajos le -parecían perlas, y ojos de madrastra, mirando siempre de mal ojo; ojos -españoles, verdinegros, y azules los franceses. - -Todos estos monstruosos efectos causó aquel venenoso licor en los que -se lavaron con él; que en otros, que llegaron á tomarle en la boca y -enjuagarse, ya obró más prodigiosas violencias, pues las lenguas, que -antes eran de carne sólida y sustancial, las trocó en otras de bien -extraordinarias materias. [Marginal: _Lengua de seda._] Unas de fuego, -que abrasaban el mundo y otras de aguachirle, muy á la clara. Muchas -de viento, que parecían fuelles en llenar las cabezas de mentiras, de -soplos y de lisonjas. Algunas, que habían sido de seda, las volvía -de bayeta y las de terciopelo en raso. Transformaba otras en lenguas -de burlas, nada sustanciales y las más de borra, que se embarazaban -mucho en decir lo que convenía. Á muchas mujeres las quitó del todo -las lenguas; pero no el habla, que antes hablaban más, cuanto más -deslenguadas. - -[Marginal: _Modos de hablar._] - -Comenzó uno á hablar muy alto. - -Éste, dijo Andrenio, español es. - -No es sino un presuntuoso, dijo Critilo: que los que habían de hablar -más quedo, hablan de ordinario más alto. - -Así es, dijo uno, con una voz afeminada, que parecía francés y no era; -sino un melindroso. - -Salióle al encuentro otro, que parecía hablar entre boca de noche y -todos creyeron era tudesco; mas él mismo dijo: - -No soy sino uno de éstos que, por hablar culto, hablo á oscuras. - -Ceceaba uno tanto, que hacía rechinar los dientes y todos convinieron -en que era andaluz ó gitano. Otros se escuchaban y eran los que peor -decían. Muy alborotado comenzó uno á inquietarlo todo y á revolver -el mundo, sin saber él mismo por qué; sólo dijo que era su natural. -Creyeron todos que era mallorquín; mas no era, sino un bárbaro furioso. - -Hablaba uno y nadie le entendía: pasó plaza de vizcaíno; mas no lo era, -sino uno que pedía. Perdió de todo punto la habla un otro, procurando -darse á entender por señas y todos se reían de él. - -Éste, sin duda, dijo Critilo, quiere decir la verdad y no acierta ó no -se atreve. - -Hablaban otros muy ronco y con voz muy baja. - -Éstos, dijo, habían de ser del parlamento; pero no son sino del consejo -de sí mismos. - -Algunos hablaban gangoso; si bien no faltaba quien les entendía la -ganga, tartamudeando los que negaban, los que ni bien decían de sí, -ni bien de no. Muchos no hablaban seguido y muy pocos se mordían la -lengua. Pronunciaban algunos como botijas á lo enfadado y más á lo -enfadoso. Éstos entonado, aquéllos mirlado, especialmente cuando -querían engañar. - -Fué de modo, que ninguno quedó con su voz, ni buena ni verdadera. -No había hombre, que hablase llanamente, igual, consiguiente y sin -artificio; todos murmuraban, fingían, malsinaban, mentían, engañaban, -chismeaban, injuriaban, blasfemaban y ofendían. - -Desde aquí aseguran que á los franceses, que bebieron más que todos y -les brindaron los italianos, les quedó el no hablar como escriben, ni -el obrar lo que dicen: de modo, que es menester atenderles mucho á lo -que pronuncian y escriben, entendiéndolo todo al revés. - -Pero donde mostró su eficacia el licor pestilencial fué en aquellos que -bebieron dél. Porque al mismo punto que le tragaron, ¡cosa lastimosa, -pero cierta! todo el interior se les revolvió y mudó de suerte, que -no les quedó aquella sustancia verdadera, que antes tenían; sino que -quedaron llenos de aire, rebutidos de borra. Hombres de burla, todo -mentira y embeleco. - -[Marginal: _Hombres de ahora._] - -Los corazones se les volvieron de corcho, sin jugo de humanidad ni -valor de personas; las entrañas se les endurecieron más que de -pedernales; los sesos, de algodón, sin fondo de juicio; la sangre, -agua, sin color ni calor; el pecho, de cera, no ya de acero; los -nervios, de estopa, sin bríos; los pies, de plomo para lo bueno y -de pluma para lo malo; las manos, de pez, que todo se les pega; las -lenguas, de borra; los ojos, de papel. Y todos ellos engaño de engaños -y todo vanidad. - -Al desdichado Andrenio una sola gota, que tragó, que las demás se las -hizo verter Critilo, le hizo tal operación, que quedó vacilando siempre -en la virtud. - -¿Qué te parece, le dijo Critilo? ¿Qué perennidad ésta de engaños? ¿Qué -manantial de mentiras en el mundo? Mira que bueno hubieras quedado, -si hubieras bebido á hartar, como hacen los más. [Marginal: _Duque -de Osuna. Príncipe de Condé._] ¿Piensas tú que valen poco unos ojos -claros, una lengua verdadera, un hombre sustancial, un duque de Osuna, -una persona que lo sea, un príncipe de Condé? Créeme y estima el serlo, -que es un prodigio de fénix. - -¡Ay tal suceso!, decía Andrenio. ¿Quién tal creyera de una agua tan -mansa? - -Ésta es la peor. - -¿Cómo se llama esta fuente? preguntó á unos y á otros. Y ninguno supo -responderle. - -No tiene nombre, dijo el Proteo: que en no ser conocida consiste su -eficacia. - -Pues llámese, dijo Critilo, la fuente de los engaños, donde el que una -vez bebe, después todo se lo traga y todo lo trueca. - -Quisiera volver atrás Critilo; mas no pudo ni vino en ello Andrenio. -[Marginal: _Necio con todos._] Ya maleado, instando en pasar adelante -el Proteo y diciendo: ¡Ea!, que más vale ser necio con todos, que -cuerdo á solas. - -Fuélos desviando, que no guiando, por unos prados amenos, donde se -estaba dando verdes la juventud. Caminaban á la fresca de árboles -frondosos, todos ellos descorazonados: gran señal de infructíferos. -Divisábase ya la gran ciudad, por los humos: vulgar señal de -habitación humana, en que todo se resuelve. Tenía extremada apariencia -y mejor cuanto más de lejos era. Era increíble el concurso, que de -todas las provincias y á todos tiempos acudían á aquel paradero de -todos, levantando espesas nubes de polvo, que quitaban la vista. - -Cuando llegaron á ella, hallaron que lo que parecía clara por fuera, -era confusa por dentro. Ninguna calle había derecha ni despejada: -modelo de laberintos y centro de minotauros. Fué á meter el pie el -arrojado Andrenio y dióle un grito Critilo: - -Abre los ojos primero, los interiores digo, y por que adviertas donde -entras, mira. - -Bajóse á tierra y, escarbando en ella, descubrió lazos y más lazos, de -mil maneras, hasta de hilos de oro y de rubios cabellos. De suerte que -todo el suelo estaba sembrado de trampas encubiertas. - -Nota, le dijo, dónde y cómo entras, considera á cada paso que dieres -dónde pones el pie y procura asentarlo. No te apartes un punto de mi -lado, si no quieres perderte. [Marginal: _Regla de vivir._] Nada creas -de cuanto te dijeren, nada concedas de cuanto te pidieren, nada hagas -de cuanto te mandaren. Y en fe de esta lección, echemos por esta calle, -que es la del callar y ver para vivir. - -Eran todas las casas de oficiales; no se veía un labrador: gente que -no sabe sentir. Vieron cruzar de una parte á otra muchos cuervos -domésticos y muy hallados con sus amos. Extrañólo Andrenio y aun lo -tuvo por mal agüero; mas díjole el Proteo: - -No te espantes, que destas malas aves dijo una muy aguda necedad -Pitágoras, prosiguiendo aquél su opinado disparate, de que Dios -castigaba los malos en muerte, trasladando sus almas á los cuerpos -de aquellos brutos, á quienes habían simbolizado en vida. Las de los -crueles metía á tigres, las de los soberbios á leones, las de los -deshonestos á jabalíes y así de todos. [Marginal: _Oficiales._] Dijo, -pues, que las almas de los oficiales, especialmente aquellos que nos -dejan en cueros, cuando nos visten, las daba á cuervos. Y, como -siempre habían mentido, diciendo ¡mañana, señor, estará acabado, para -mañana sin falta! ahora, prosiguiendo su misma canción, van repitiendo -por castigo y por costumbre aquel su _¡cras, cras!_, que nunca llega. - -En lo más interior ya de la ciudad vieron muchos y grandes palacios, -muy ostentosos y magníficos. - -Aquel primero, les dijeron antes de preguntarlo, es de Salomón. Allí -está embelesado entre más de trescientas mujeres, equivocándose entre -el cielo y el infierno. - -En aquella, que parece fortaleza y no es sino una casa bien flaca, mora -Hércules, hilando con Onfale la camisa ó mortaja de su fama. - -Acullá Sardanápalo, vestido de mujer y revestido de su flaqueza. -Más hacia acá Marco Antonio, el desdichado, por más que le diga la -buenaventura una gitana. - -En aquel arruinado alcázar no vive, sino que acaba, el godo Rodrigo, -desde cuyo tiempo quedaron fatales los condes para España. Aquella -otra, la mitad de oro y la mitad de lodo amasado con sangre humana, es -la casa áurea de Nerón, el extremado, comenzando por una prodigiosa -clemencia y acabando en una portentosa crueldad. Acullá hace ruido el -más cruel de los Pedros, que no sólo los dientes, pero todos los huesos -está crujiendo de rabia. - -Aquellos otros palacios se están fabricando ahora á toda priesa. No se -sabe aún para quién son; aunque muchos se lo sospechan. Lo cierto es -que se edifican para quien no edifica y estas obras son para los que no -las hacen. - -Este lado del mundo embarazan los engañados, les dijo uno vestido de -verde; aquel otro lo ocupan los engañadores. Aquéllos se ríen de éstos -y éstos de aquéllos, que al cabo del año ninguno queda deudor. - -[Marginal: _Engañados engañadores._] - -Mostró grandes ganas Andrenio de pasar de la otra banda y verlo todo, -no estando siempre entre los engañados; pero no topaban otro, que -tiendas de mercaderes y muy á oscuras. Unas vendían borra y más borra, -para hacer parecer, para suplir faltas, aun de las mismas personas. -Otras, cartones para hacer figuras. - -Había una llena de pieles de raposa y aseguraban eran más estimadas, -que las martas cebellinas. Creyéronlo, cuando vieron entrar y salir en -ella hombres famosos, como Temístocles y otros más modernos. Vestíanse -muchos de ellas, á falta de pieles de león, que no se hallaban; pero -los sagaces servíanse de ellas por aforro de los mismos armiños. - -Vieron en una tienda gran cantidad de anteojos para no ver ó para -que no viesen. Compraban muchos los señores, para los que los llevan -acuestas, con que los tienen quietos y enfrenados. Las casadas los -compraban, para que no se viesen sus antojos y hacer creer á los -maridos se les antojan las cosas. También había para engrandecer y para -multiplicar, de modo que había de viejos y de mozos, de hombres y de -mujeres y éstos eran los más caros. - -Toparon una tienda llena de corchos, para hacer personas y realmente, -aunque se empinaban con ellos y parecían más de lo que eran, pero -todo era poca sustancia. Lo que le contentó mucho á Andrenio fué una -guantería: - -¡Qué gran invención, dijo, ésta de los guantes! Para todo tiempo, -contra el calor y contra el frío, defienden del sol y del aire; aunque -no sea sino para dar qué hacer á algunos, que en todo el día no hacen -otro, que calzárselos y descalzárselos. - -[Marginal: _Cazar con guantes._] - -Sobre todo, dijo Critilo, para que á poca costa echen buen olor las -personas; que de otra suerte cuesta mucho y tal vez un ojo de la cara. - -¡Qué bien lo entendéis!, replicó el guantero. Si dijerais que sirven ya -para envainar las uñas, que no les puedan mirar á las manos, eso sí. Ni -falta quien se los calza para cazar. - -¿Cómo puede ser eso, dijo Critilo, si el mismo refrán lo contradice? - -No hagáis caso de eso, señor mío, que ya hasta los refranes mienten ó -los desmienten. Lo que yo sé decir es que más monta ahora lo que se da -para guantes, que en otro tiempo para un vestido. - -Dadme acá uno solo, dijo Critilo, que yo quiero asentarlo. - -Después de haber pasado las calles de la Hipocresía, de la Ostentación -y Artificio, llegaron ya á la plaza Mayor, que era la de palacio, -porque estuviesen en su centro. - -Era espacioso y nada proporcionado ni estaba á escuadra; todo ángulos y -traveses, sin perspectiva ni igualdad. Todas sus puertas eran falsas y -ninguna patente. Muchas torres, más que en Babilonia y muy airosas. Las -ventanas verdes, color alegre, por lo que promete, y el que más engaña. - -Aquí vivía ó aquí yacía aquel tan grande como escondido monarca, que -muy entretenido asistía estos días á unas fiestas, dedicadas á engañar -el pueblo, no dejándole lugar para discurrir en cosas mayores. - -Estaba el príncipe viéndolas bajo celosía, ceremonia inviolable y más -este día, que hubo unos juegos de mano, obra de gran sutileza, muy de -su gusto y genio: toda tropelía. - -Estaba la plaza hecha un gran corral del vulgo, enjambre de moscas en -el zumbido y en sentarse en la basura de las costumbres, engordando con -lo podrido y hediondo de las morales llagas. - -Á tan mecánico aplauso, subió en puesto superior, más descarado que -autorizado, cuales suelen ser todos los que sobresalen en las plazas, -un elocuentísimo embustero, que después de una bien paloteada arenga, -comenzó á hacer notables prestigios, maravillosas sutilezas, teniendo -toda aquella innumerable vulgaridad embobada. - -Entre otras burlas bien notables, les hacía abrir las bocas y -aseguraba les metía en ellas cosas muy dulces y confitadas. Y ellos -se lo tragaban. Pero luego les hacía echar cosas asquerosísimas, -inmundicias horribles, con gran desaire de ellos y risa de todos los -circunstantes. El mismo charlatán daba á entender que comía algodón muy -blanco y fino; mas luego, abriendo la boca, lanzaba por ella espeso -humo, fuego y más fuego, que aterraba. Tragaba otras veces papel y -luego iba sacando muchas cintas de seda, listones de resplandor: y todo -era embeleco, como se usa. - -Gustó mucho á Andrenio y comenzó á solemnizarlo. - -Basta, dijo Critilo; que tú también te pagas de las burlas, no -distinguiendo lo falso de lo verdadero. - -¿Quién piensas tú que es este valiente embustero? - -Éste es un falso político, llamado el Maquiavelo, que quiere -dar á beber sus falsos aforismos á los ignorantes. [Marginal: -_Maquiavelistas._] ¿No ves cómo ellos se los tragan, pareciéndoles -muy plausibles y verdaderos? Y bien examinados, no son otro que una -confitada inmundicia de vicios y de pecados. Razones, no de estado, -sino de establo. Parece que tiene candidez en sus labios, pureza en su -lengua y arroja fuego infernal, que abrasa las costumbres y quema las -repúblicas. Aquéllas, que parecen cintas de seda, son las políticas -leyes, con que ata las manos á la virtud y las suelta al vicio. Éste -es el papel del libro que publica y el que masca: todo falsedad y -apariencia, con que tiene embelesados á tantos y tontos. Créeme que -aquí todo es engaño; mejor sería desenredarnos presto de él. - -Mas Andrenio apelóse al entretenimiento del otro día, que lo publicaron -de mucho deporte. - -No bien amaneció, que allí aun el día nunca es claro, cuando se vió -ocupada toda la plaza de un gran concurso de gente, con que no faltó -quien dijo estaba de bote en bote vacía. La fiesta era una farsa con -muchas tramoyas y apariencias: célebre espectáculo en medio de aquel -gran teatro de todo el mundo. No faltó Andrenio de los primeros para -su gusto ni Critilo para su provecho. En vez de la música, ensaladilla -del gusto, se oyeron pucheros y, en lugar de los acordes instrumentos -y voces regaladas, se oyeron lloros y, al cabo de ellos, si se acaban, -salió un hombrecillo, digo que comenzaba á ser hombre. Conocióse luego -ser extranjero en lo desarrapado. - -Apenas se enjugó las lágrimas, cuando se adelantó á recibirle un grande -cortesano, haciéndose muy amigo, dándole la bienvenida. Ofrecióle -largamente cuanto pudiera el otro desear en tierra ajena y él no -cumplir en la propia, con tal sobra de palabras, que el extranjero se -prometió las obras. Convidóle lo primero á su casa, que se veía allí -á un lado, tan llena de tramoyas, cuan vacía de realidades. Comenzó á -franquearle riquezas en galas, que era de lo que él más necesitaba, -por venir desnudo; pero con tal artificio, que lo que con una mano le -daba, con la otra se lo quitaba, con increíble presteza. Calábase un -sombrero, coronado de diamantes, y prontamente arrojaban un anzuelo, -sin saber cómo ni por dónde y pescábanselo con sobrada cortesía. Lo -mismo hicieron de la capa, dejándole gentilhombre. Poníale delante -una riquísima joya; mas luego con gran destreza se la barajaba, -suponiéndole otra falsa, que era tirarle piedras. Estrenábale una gala -muy costosa y, en un cerrar y abrir de ojos, se convertía en una triste -mortaja, dejándole en blanco. - -Y todo esto con grande risa y entretenimiento de los presentes: que -todos gustan de ver el ajeno engaño, faltándoles el conocimiento para -el propio. Ni advertían que, mientras estaban embelesados, mirando lo -que al otro le pasaba, les saqueaban á ellos las faltriqueras y tal vez -las mismas capas. De suerte que al cabo, el mirado y los que miraban, -todos quedaban iguales, pues quedaban todos desnudos en la calle y aun -en la misma tierra. - -Salió en esto otro agasajador y, aunque más humano, hechura del -primero. Parecía del buen gusto y así le dijo tratase de emplearlo. -Mandó parar la mesa á quien nunca para. Sacaron muchos platos; aunque -los más comen sin plato. Arrastraron sillas y al punto que el convidado -fué á sentarse en una, que no debiera tomarlo tan de asiento, falseóle -á lo mejor y, al caer él, se levantó la risa en todo el teatro. -Acudió compasiva una mujer y por lo joven muy robusta y, ayudándole -á levantar, le dijo se afirmase en su rollizo brazo. Con esto pudo -proseguir, si no hallara falsificada la vianda. - -Porque al descoronar la empanada, hallaba sólo el eco y del pernil el -_nihil_. Las aves sólo tenían el nombre de perdigones, todo crudo y -sin sustancia. Al caer se quebró el salero, con que faltó la sazón y -el agüero no. El pan, que parecía de flor, era con piedras, que aún no -tenía salvados. [Marginal: _Vida tragedia._] Las frutas de Sodoma, sin -fruto. Sirviéronle la copa de todas maneras penada, y tanto, que más -fué papar viento que beber vino, que fué. En vez de música, era la vaya -que le daban. - -Á lo mejor del banquete, cansóse ó quiso cansarse el falso arrimo; -al fin, por lo femenil, flaco y falso. Dejóle caer y contó al revés -todas las gradas, hasta llegar á tierra y llenarse de lodo. Ninguno de -cuantos asistían se comidió á ayudarle. Miró él á todas partes, por si -alguno se compadecía y vió cerca un viejo cano. Rogóle que, pues no era -hombre de burlas, como lo prometía su madurez, quisiese darle la mano. -Respondióle que sí y aun le llevaría en hombros. Ejecutólo oficioso; -mas él se hacía cojo, cuando no volaba, y no menos falso que los demás. - -Á pocos pasos tropezó en su misma muleta, con que cayó en una -encubierta trampa de flores y verduras, gran parte de la fiesta. Aquí -lo dejó caer, cogiéndole de vuelo la ropa, que le había quedado; allí -se hundió, donde nunca más fué visto ni oído, pereciendo su memoria con -sonido, pues se levantó la grita de todo aquel mecánico teatro. Hasta -Andrenio dando palmadas solemnizaba la burla de los unos y la necedad -del otro. - -Volvióse hacia Critilo y hallóle, que no sólo no reía, como los demás; -pero estaba sollozando. - -¿Qué tienes?, le dijo Andrenio. ¿Es posible que siempre has de ir al -revés de los demás? ¿Cuando los otros ríen, tú lloras y cuando todos se -huelgan, tú suspiras? - -Así es, dijo él. Para mí ésta no ha sido fiesta, sino duelo; tormento, -que no deporte. Y si tú llegases á entender lo que es esto, yo aseguro -me acompañarías en el llanto. - -¿Pues qué es esto, replicó Andrenio, sino un necio, que siendo -extranjero, se fía de todos y todos le engañan, dándole el pago que -merece su indiscreta facilidad? - -De eso, yo más quiero reir con Demócrito, que llorar con Heráclito. - -Y díme, le replicó Critilo, ¿y si fueses tú ese de quien te ríes? ¿Qué -dirías? - -¿Yo? ¿De qué suerte? ¿Cómo puedo ser él, si estoy aquí vivo y sano y no -tan necio? - -Ése es el mayor engaño, ponderó Critilo. Sabe, pues, que aquel -desdichado extranjero es el hombre de todos y todos somos él. Entra en -este teatro de tragedias llorando. Comiénzanle á cantar y encantar con -falsedades. Desnudo llega y desnudo sale, que nada saca, después de -haber servido á tan ruines amos. - -Recíbele aquel primer embustero, que es el mundo. Ofrécele mucho y -nada cumple. Dale lo que á otros quita, para volvérselo á tomar, con -tal presteza, que lo que con una mano le presenta, con la otra se lo -ausenta y todo para en nada. Aquel otro, que le convida á holgarse, -es el gusto, tan falso en sus deleites, cuan cierto en sus pesares. -Su comida es sin sustancia y su bebida venenos. Á lo mejor falta el -fundamento de la verdad y da con todo en tierra. Llega la salud, que, -cuando más se asegura, más le miente. Aquéllos, que le dan priesa, son -los males. Las penas le dan vaya y gritan los dolores: vil canalla toda -de la fortuna. - -Finalmente, aquel viejo, peor que todos, de malicia envejecida, es el -tiempo, que le da el traspié y le arroja en la sepultura, donde le deja -muerto, solo, desnudo y olvidado. - -De suerte que, si bien se nota, todo cuanto hay, se burla del miserable -hombre: el mundo le engaña, la vida le miente, la fortuna le burla, -la salud le falta, la edad se pasa, el mal le da priesa, el bien se le -ausenta, los años huyen, los contentos no llegan, el tiempo vuela, la -vida se acaba, la muerte le coge, la sepultura le traga, la tierra le -cubre, la pudrición le deshace, el olvido le aniquila y el que ayer fué -hombre hoy es polvo y mañana nada. - -Pero ¿hasta cuándo, perdidos, habemos de estar perdiendo el precioso -tiempo? Volvamos ya á nuestro camino derecho; que aquí, según veo, no -hay que aguardar sino un engaño tras otro engaño. - -Mas Andrenio, hechizado de la vanidad, había hallado gran cabida en -palacio. Entraba y salía en él, idolatrando en la fantástica grandeza -de un rey, sin nada de realidad. Estaba más embelesado, cuando más -embelecado. Vendíanle los favores, hasta la memoria, con que llegó á -prometerse una fortuna extraordinaria. Hacía vivas instancias por verle -y besarle los pies, que aun no tenía. Ofreciéronle que sí una tarde, -que sin llegar siempre lo fué. - -Volvió Critilo á proponer las conveniencias de su ida, ya persuadiendo -y ya rogando. Túvole finalmente, si no convencido, enfadado, de tanto -_¡sin falta!_ con tantos. Llegaron ya á la puerta de la ciudad, -con resolución de dejarla; ¡mas oh desdicha continuada! hallaron -guardas en ella, que á nadie dejaban salir y á todos entrar. Con -esto hubieron de volver atrás, Critilo apesarado de su poca suerte y -Andrenio arrepentido de arrepentido. Volvió de nuevo á su necedad en -pretensiones. Iba y venía á palacio. Y aunque para cada día había su -excusa, nunca el cumplimiento ni el desengaño. No cesaba Critilo de -pensar en su remedio; pero el extraordinario modo como lo consiguió, -diremos adelante, entretanto se da noticia de las maravillas de la -celebrada Artemia. - - - - -CRISI VIII - -_Las maravillas de Artemia._ - - -Buen ánimo contra la inconstante fortuna, buena naturaleza contra -la rigurosa ley, buen arte contra la imperfecta naturaleza y buen -entendimiento para todo. Es el arte complemento de la naturaleza y un -otro segundo ser, que por extremo la hermosea y aun pretende excederla -en sus obras. Préciase de haber añadido un otro mundo artificial -al primero. Suple de ordinario los descuidos de la naturaleza, -perfeccionándola en todo; que sin este socorro del artificio, quedara -inculta y grosera. - -Éste fué sin duda el empleo del hombre en el paraíso, cuando le -revistió el Criador la presidencia de todo el mundo y la asistencia en -aquél, para que lo cultivase: esto es, que con el arte lo aliñase y -puliese. De suerte que es el artificio gala de lo natural, realce de -su llaneza. Obra siempre milagros. Y si de un páramo puede hacer un -paraíso ¿qué no obrará en el ánimo, cuando las buenas artes emprenden -su cultura? Pruébelo la romana juventud y más de cerca nuestro -Andrenio, aunque por ahora tan ofuscado en aquella corte de confusiones -cuya libertad solicitaron los desvelos de Critilo con la felicidad que -veremos. - -Érase una gran reina, muy celebrada por sus prodigiosos hechos, -confinante con este primer rey y por el consiguiente tan contraria -suya, que de ordinario traían guerra declarada y muy sangrienta. -Llamábase aquélla, que no niega su nombre ni sus hechos, la sabia y -discreta Artemia, muy nombrada en todos siglos, por sus muchas y raras -maravillas. Si bien se hablaba de ella con gran variedad. [Marginal: -_Duque del Infantado._] Porque, aunque los entendidos sentían y entre -ellos el primero el tan valeroso, como discreto duque del Infantado, -de sus acciones, como quien ellos son y ella merece; pero lo común -era decir ser una valiente maga, una grande hechicera; aunque más -admirable que espantosa. - -Muy diferente de la otra Circe, pues no convertía los hombres en -bestias; sino al contrario, las fieras en hombres. No encantaba las -personas; antes las desencantaba: de los brutos hacía hombres de razón. - -Y había quien aseguraba haber visto entrar en su casa un estólido -jumento y, dentro de cuatro días, salir hecho persona. De un topo -hacer un lince era fácil para ella. Convertía los cuervos en cándidas -palomas, que era ya más dificultoso, así como hacer parecer leones las -mismas liebres y águilas los tagarotes. De un buho hacía un jilguero. -Entregábanle un caballo y, cuando salía de sus manos, no le faltaba -sino hablar. Y aun dicen que realmente enseñaba á hablar á las bestias; -pero mucho mejor á callar, que no era poco recabarlo dellas. - -Daba vida á las estatuas y alma á las pinturas. Hacía de todo género -de figuras y figurillas, personas de sustancia. [Marginal: _Hombres -muy hombres._] Y lo que más admiraba: de los titibilicios, cascabeles -y esquiroles hacía hombres de asiento y muy de propósito y á los -chisgarabises infundía gravedad. De una personilla hacía un gigante y -convertía las monterías en madureces. De un hombre de burlas formaba un -Catón severo. Hacía medrar un enano en pocos días, que llegaba á ser un -Tifeo. - -Los mismos títeres convertía en hombres sustanciales y de fondo, que -no hiciera más la misma prudencia. Los ciegos del todo transformaba en -Argos y hacía que los interesados no fuesen los postreros en saber las -cosas. Los dominguillos de borra, los hombrecillos de paja convertía en -hombres de veras. Á las víboras ponzoñosas, no sólo las quitaba todo el -veneno; pero hacía triaca muy saludable dellas. - -En las personas ejercitaba su saber y su poder con más admiración, -cuanto era mayor la dificultad. Porque á los más incapaces infundía -saber, que casi no ha dejado bobos en el mundo y, sí algunos -maliciosos. Daba no sólo memoria á los entronizados; pero entendimiento -á los infelices. [Marginal: _Duque de Alburquerque._] De un loco -declarado hacía un Séneca y de un hijo de vecino, un gran ministro; -de un alfeñique, un capitán general, tan valiente como un duque de -Alburquerque; y de un osado mozo, un virrey excelentísimo del mismo -Nápoles; de un pigmeo un gigantón de las Indias. De unos horribles -monstruos hacía ángeles, cosa que estimaban mucho las mujeres. - -Viéronla á veces de repente hacer de un páramo un pensil y que prendían -los árboles, donde no prendieran las varas mismas. Dondequiera que -ponía el pie formaba luego una corte y una ciudad tan culta, como -la misma Florencia. Ni le era imposible erigir una triunfante Roma. -Desta suerte y á esta traza contaban della, que no acababan, cosas tan -maravillosas como plausibles. - -Llegó esta noticia al no sordo Critilo, cuando más desahuciado estaba. -Informóse muy por menudo de quién era Artemia, dónde y cómo reinaba y -concibió al punto que en hablarla consistía su remedio. No pudo recabar -de Andrenio, ni con ruegos ni razones, que le siguiese. Y así él, -después de haber velado sobre el caso, trazó huirse y no tuvo tanta -dificultad, como imaginaba. Que en este orden de cosas el que quiere, -puede. Rompió con todo, que es el único medio y saltó por el portillo -de dar en la cuenta: aquél que todos cuantos abren los ojos le -hallan. - -Salió al fin tan dichoso, como contento. Y ya libre, metióse en camino -para la corte de la deseada Artemia, á consultarla el rescate de su -amigo, que llevaba más atravesado en su corazón, cuanto más dél se -apartaba. Encontró por el camino muchos, que también iban allá: unos -por curiosidad y otros por su provecho, que eran más cuerdos. - -Contaban todos cosas y casos portentosos. Que amansaba los leones y que -con dos palabras, que les decía, los tornaba humanos y sufridos. Que -desencantaba las serpientes y las hacía andar derechas. Tomaba de ojo -á los basiliscos, quitándoles las niñas porque no matasen, ni miradas -ni mirando: que todas eran cosas bien útiles y raras. - -[Marginal: _Matronas castas._] - -Todo eso es nada, dijo uno, con el prevalecer contra las mismas sirenas -y transformarlas en matronas. Aquel convertir en tórtolas las lobas. Y -lo más que se puede imaginar, que de una Venus bestial hizo una virgen -vestal. - -Eso es gran cosa, dijeron todos. - -Campeaba ya su artificioso palacio, muy superior á todo. Y con estar -en puesto tan eminente, hacía subir las aguas de los ríos á dar la -obediencia á su poderosa maña, con un raro artificio, ejemplar de aquel -otro del famoso artífice, que al mismo Tajo dió un corte de aguas -cristalinas. Estaba todo él coronado de flores en jardines, prodigios -también fragantes, porque las espinas eran rosas y las maravillas de -todo el año. Hasta los olmos daban peras y uvas los espinos; de los -más secos corchos sacaba jugo y aun néctar; y los peros, en Aragón tan -indigestos, aquí se nacían confitados. Oíanse en los estanques cantar -los cisnes en todo tiempo. Hízosele muy de nuevo á Critilo, porque en -otras partes de tal suerte enmudecen, que aun en la hora de la muerte, -aunque comúnmente se dice que cantan, ninguno se halla que los haya -oído. - -[Marginal: _Desengañados._] - -Es, le dijeron, que, como son tan cándidos, si cantan, ha de ser -la verdad y, como ésa es tan mal oída, han dado en el arbitrio de -enmudecer. Sólo en aquel trance, apretados de la conciencia ó porque -ya no tienen más que perder, cantan alguna verdad. Y de aquí se dijo -que tal predicador ó tal ministro hablaron claro: el secretario Fulano -desembuchó muchas verdades, el otro consejero descubrió su pecho, -estando todos para morir. - -Á la puerta estaba un león, que se había convertido en una mansísima -oveja y un tigre en un cordero. Por los balcones había muchas parleras, -digo aves, en conversación, manteniendo la tela los papagayos; -aunque los tordos se picaban de su nombre. Los gatos y los alanos -de su casa ya no arañaban apretados ni mordían rabiosos; sino que, -reconociendo leales su gran dueño, besaban sus generosas plantas. -Estábanlos aguardando á la puerta muchas y bienaliñadas doncellas; -aunque mecánicas y de escalera abajo. Otras más nobles y liberales le -subieron arriba y le ensalzaron á la oficina, en que la discretísima -Artemia, asistida de los varones eminentes, [Marginal: _Don Vicencio de -Lastanosa._] señalándole á cada uno su puesto el grande apreciador de -las eminencias, don Vicencio de Lastanosa, estaba actualmente ocupada -en hacer personas de unos leños. - -Tenía un rostro muy compuesto, ojos penetrantes. Su hablar, aunque muy -medido, muy gustoso. Sobre todo tenía extremadas manos, que daban vida -á todo aquello en que las ponía. Todas sus facciones muy delicadas, su -talle muy airoso y bienproporcionado y, en una palabra, toda ella de -muy buen arte. - -Recibió con agradable bizarría á Critilo, celebrándole por muy de su -genio, sacándolo por la pinta. Y añadió que con razón se llamó el -rostro faz, porque él mismo está diciendo lo que hace y _facies_ en -latín, lo que _facies_. Llegó Critilo á saludarla, logrando favores tan -agradables. Extrañó ella que un varón discreto viniese, no ya solo, mas -sí tanto. - -Que la conversación, decía, es de entendidos y ha de tener mucho de -gracia y de las gracias, ni más ni menos de tres. - -Aquí destilando el corazón en lágrimas Critilo: Otros tantos, -respondió, solemos ser un otro camarada, que dejo por dejado, y siempre -se nos junta otro tercero de la región donde llegamos, que tal vez -nos guía y tal nos pierde, como ahora, que por eso vengo á ti, ¡oh -gran remediadora de desdichas!, solicitando tu favor y tu poder, para -rescatar este otro yo, que queda malcautivo, sin saber de quién ni cómo. - -Pues, si no sabes dónde le dejas ¿cómo le hemos de hallar? - -Aquí entran tus prodigios, replicó él. Mas de que ahí queda en la corte -juráralo yo, que ahí había de ser su perdición, de un rey famoso sin -ser nombrado, poderoso por lo universal y singular por lo desconocido. - -Tate, dijo ella. Ya estás entendido, que fué favor sustancial. Él queda -sin duda en la Babilonia, que no corte, de mi grande enemigo Falimundo, -porque ahí perece el mundo entero y todos acaban, porque no acaban. -Pero mejor ánimo en la peor fortuna: que no nos ha de faltar ardid -contra el engaño. - -Mandó llamar uno de sus mayores ministros, gran confidente suyo, que -acudió tan pronto, como voluntario. Parecía hombre de propósito y -aun ilustre por lo claro y verdadero. Á éste le confió la empresa, -informándole muy bien Critilo de lo pasado y Artemia de lo hacedero. -Entrególe juntamente un espejo de purísimo cristal, obra grande de uno -de los siete griegos, explicándole su manejo y eficacia. - -Y él empeñó su industria. - -Vistióse al uso de aquel país, con la misma librea, que los criados de -Falimundo, que era de muchos dobleces, pliegues, forros y contraforros, -senos, bolsillos, sobrepuestos, alforzas y capa para todas las cosas. -Desta suerte se partió pronto á cumplir el preciso mandato. - -Quedó Critilo tan hallado como favorecido en la corte de Artemia, -muy entretenido y aun aprovechado, viéndola cada día obrar mayores -prodigios. Porque la vió convertir un villano zafio en un cortesano -galante, cosa que parecía imposible. [Marginal: _Cortesanos._] De un -montañés hizo un gentilhombre, que fué también gran primor del arte. -Y no menor hacer de un vizcaíno un elocuente secretario. Convertía -las capas de bayeta raídas en terciopelos y aun en felpas, un manteo -deslucido de un pobre estudiante en una púrpura eminente y una gorra en -una mitra. Los que servían en una parte hacía mandasen en otra y tal -vez el mundo todo. Pues de un zagal, que guardaba una piara, hizo un -pastor universal, obrando con más poder á mayor distancia. Porque se le -vió levantar un mozo de espuelas á Betlengabor y de un lacayo un señor -de la Tenza. - -Y de tiempos pasados contaban mayores cosas, pues la vieron transformar -las aguijadas en cetros y hacer un César de un escribano. Mejoraba los -rostros mismos, de modo que de la noche á la mañana se desconocían, -mudando los pareceres de malos en buenos y éstos en mejores. De hombres -muy livianos hacía hombres graves y de otros muy flacos, hombres de -mucha sustancia. Y era de modo que todos los defectos del cuerpo -suplía: hacía espaldas, era pies y manos para unos y daba ojos á otros, -dientes y cabellos. Y lo que es más, remendaba corazones, haciéndolos -de las mismas tripas, que todos eran milagros de su artificio. - -Pero lo que más admiró á Critilo fué verla coger entre las manos un -palo, un tronco é irle desbastando, hasta hacer dél un hombre que -hablaba, de modo, que se le podía escuchar. Discurría y valía al fin lo -que bastaba para ser persona. - -Pero dejémosle tan bienentretenido y sigamos un rato al prudente -anciano, que camina en busca de Andrenio á la corte del famoso rey -Falimundo. - -Duraban aún los juegos bacanales. Andaban las máscaras más validas, que -en la misma Barcelona. No hubo hombre ni mujer, que no saliese con la -suya y todas eran ajenas. Había de todos modos, no sólo de diablura, -pero de santidad y de virtud, con que engañaban á muchos simples, que -los sabios claramente les decían se las quitasen. - -Y es cosa notable, que todos tomaban las ajenas y aun contrarias. -[Marginal: _Hombres fingidos._] Porque la vulpeja salía con máscara de -cordero, la serpiente de paloma, el usurero de limosnero, la ramera -de rezadora y siempre en romerías. El adúltero de amigo del marido, -la tercera de saludadora, el lobo del que ayuna, el león de cordero, -el gato con barba á lo romano, con hechos de tal. El asno de león, -mientras calla; el perro rabioso de risa, por tener falda, y todos de -burla y engaño. - -Comenzó el viejo á buscar á Andrenio por aquellas encrucijadas, que no -calles. Y, aunque llevaba las señas tan individuales, él estaba ya tan -trocado, que no le conociera el mismo Critilo, porque ya los ojos no -los tenía ni claros ni abiertos, como antes; sino muy oscuros y casi -ciegos. Que los ministros de Falimundo ponen toda su mira en quitarla. -Ya no hablaba con su voz, sino con la ajena; no oía bien y todo iba -á malandar. Que, si los hombres son otros de la noche á la mañana -¿qué sería en aquel centro de la mentira? Con todo, valiéndose de su -industria y por otras señales más seguras de la ocasión y del tiempo, -vino á tener lengua dél. - -Hallóle un día, perdiendo muchos en mirar cómo otros perdían sus -haciendas y aun las conciencias. Había un gran partido de pelota, -propio entretenimiento del mundo, y así se jugaba en su gran calle á -dos bandas muy contrarias. Porque los jugadores unos eran blancos y -otros negros, unos altos y otros bajos, éstos pobres, aquéllos ricos -y todos diestros, como quien no hace otro eternamente. Las pelotas -eran de viento, tan grandes como cabezas de hombres, que un pelotero -llenaba de viento, por ojos y por oídos, dejándolas tan huecas, como -hinchadas. Cogíalas el que las sacaba á la plaza y, diciendo que jugaba -con toda verdad, pues todo es burla y todo es juego, daba con la pelota -por aquellos aires, con más presteza, cuanto más impulso. Rebatíala -el otro, sin dejarla reposar un instante. Todos la sacudían de sí con -notable destreza, que en eso consistía su ganancia. Ya estaba tan alta, -que se perdía de vista; ya tan baja, que iba rodando por aquellos -suelos entre el lodo y la basura. Uno le daba por el pie y otro de -la mano; pero los más con unas que parecían lenguas y eran palas. Ya -andaba entre los de arriba, ya entre los de abajo, pareciendo grandes -altibajos. - -Gritaba uno que ganaba quince y era así, que á los quince años suele -ser la ganancia del vicio y la pérdida de la virtud. Otro decía treinta -y tenía por ganado el juego, cuando á tanta edad no se sabe. De este -modo la fueron peloteando, hasta que cayó en tierra reventada, donde la -pisaron, que en esto había de parar: y tan á su costa ganaron unos y se -entretenían todos. - -Éstas, dijo Andrenio, volviéndose hacia quien le buscaba, parecen -cabezas de hombres. - -Y lo son, respondió el viejo, y una de ellas es la tuya. De hombres -digo descabezados, más llenas de viento, que de entendimiento, y otras -de borra, de enredos y mentiras. Rebútelas el mundo de su vanidad, -cógenlas aquellos de arriba, que son los contentos y felicidades -y arrójanla á los de abajo, que son sus contrarios los pesares y -calamidades, con todo género de mal. Ya está el hombre miserable entre -unos, ya entre otros, ya abatido, ya ensalzado. [Marginal: _La vida, -juego._] Todos le sacuden y le arrojan, hasta que, reventado, viene -á parar entre la azada y la pala, en el lodo y la hediondez de un -sepulcro. - -¿Quién eres tú, que tanto ves? ¿Quién eres tú, que estás tan ciego? - -Fuésele poco á poco introduciendo, ganóle la voluntad para ganarle el -entendimiento. Fuéle descubriendo Andrenio sus esperanzas y las grandes -promesas de valer. Vista la sazón, díjole el viejo: - -Ten por cierto que por este camino jamás llegarás á ver este rey, -cuanto menos hablarle. Dependes de su querer y él nunca querrá, que le -va el ser en no ser conocido. El medio, que sus ministros toman para -que no le veas, es cegarte: mira tú cuán poco miras. Hagamos una cosa. -¿Qué me darás y yo te lo mostraré esta misma tarde? - -¿Burlas de mí?, le dijo Andrenio. - -No, porque siempre estoy de veras. No quiero otra cosa de ti, sino que -le mires bien, cuando te lo mostrare. - -Eso es pedirme lo que deseo. - -Señalaron hora y acudieron puntuales, el uno como deseoso y el otro -verdadero. Y, cuando Andrenio creyó le llevaría á palacio y le -introduciría por el favor ó por el secreto, vió que le sacaba fuera, -apartándole más. Quiso volverse, pareciéndole mayor embuste éste que -todos los pasados. Detúvole el prudente, diciendo: - -Advierte que lo que no se puede ver cara á cara, se procura por -indirecta. Subamos á aquella eminencia, que levantados de tierra, yo sé -que descubriremos mucho. - -Subieron á lo alto, que caía enfrente de las mismas ventanas de -Falimundo. - -Estando aquí, dijo Andrenio, paréceme que veo mucho más que antes. - -De que se holgó harto el compañero, porque en el ver y conocer -consistía su total remedio. Hacíase ojos Andrenio, mirando hacia -palacio, por ver si podía brujulear alguna realidad; mas en vano, -que estaban las ventanas unas con celosías muy espesas y otras con -vidrieras. - -No ha de ser dese modo, dijo el viejo; sino al contrario, volviendo las -espaldas, que las cosas del mundo todas se han de mirar al revés para -verlas al derecho. - -Sacó en esto el espejo del seno y, desenvolviéndole de un cendal, -púsole delante, encarándole muy bien á las ventanas contrarias de -palacio: - -Mira ahora, le dijo. Contempla bien y procura satisfacer tu deseo. - -¡Cosa rara é inaudita! Comenzó á espantarse y á temer tanto Andrenio, -que casi desmayaba. - -¿Qué tienes? ¿Qué ves?, le preguntó el anciano. - -¿Qué he de ver? Lo que no quisiera ni creyera. Veo un monstruo, el más -horrible que vi en mi vida, porque no tiene pies ni cabeza. ¡Qué cosa -tan desproporcionada! No corresponde parte á parte ni dice uno con otro -en todo él. ¡Qué fieras manos tiene! Y cada una de su fiera, ni bien -carne ni pescado y todo lo parece. ¡Qué boca tan de lobo, donde jamás -se vió verdad! Es niñería la quimera en su cotejo. ¡Qué agregado de -monstruosidades! ¡Quita, quítamele de delante, que moriré de espanto! - -Pero el prudente compañero le decía: - -Cúmpleme la palabra. Nota aquel rostro, que á la primera vista parece -verdadero y no es de hombre, sino de vulpeja. De medio arriba es -serpiente. Tan torcido tiene el cuerpo y sus entrañas tan revueltas, -que basta á revolverlas. El espinazo tiene de camello y hasta en la -nariz tiene corcova. El remate es de sirena y aun peor: tales son -sus dejos. No puede ir derecho. ¿No ves cómo tuerce el cuello? Anda -acorvado y no de bieninclinado. Las manos tiene gafas, los pies -tuertos, la vista atravesada. Y á todo esto habla en falsete, para no -hablar ni proceder bien en cosa alguna. - -¡Basta!, dijo Andrenio, que reviento. - -Y basta que á ti te sucede lo que á todos los otros, dijo el viejo, que -en viéndole una vez, tienen harto; nunca más le pueden ver. Eso es lo -que yo deseaba. - -[Marginal: _Engaño._] - -¿Quién es este monstruo coronado?, preguntó Andrenio. ¿Quién este -espantoso rey? - -Éste es, dijo el anciano, aquel tan nombrado y tan desconocido de -todos, aquel cuyo es todo el mundo por sola una cosa que le falta. -Éste es aquel que todos platican y le tratan y ninguno le querría en -su casa, sino en la ajena. Éste es aquel gran cazador, con una red tan -universal, que enreda todo el mundo. Éste es el señor de la mitad del -año primero y de la otra mitad después. Éste el poderoso entre los -necios, juez á quien tantos apelan, condenándose. Éste aquel príncipe -universal de todos, no sólo de hombres, pero de las aves, de los peces -y de las fieras. Éste es, finalmente, el tan famoso, el tan sonado, el -tan común Engaño. - -No hay más que aguardar, dijo Andrenio. Vámonos de aquí, que ya estoy -más lejos dél, cuanto más cerca. - -Aguarda, dijo el viejo, que quiero que conozcas toda su parentela. - -Ladeó un poco el espejo y apareció una urca, más furiosa que la de -Orlando, una vieja más embelecadora que la de Sempronio. - -¿Quién es esta meguera?, preguntó Andrenio. - -[Marginal: _Mentira._] - -Ésta es su madre, la que lo manda y gobierna: ésta es la Mentira. - -¡Qué cosa tan vieja! - -Ha muchos años que nació. - -¡Qué cosa tan fea! Cuando se descubre, parece que cojea. - -Por eso la alcanzan luego. - -¡Qué de gente la acompaña! - -Todo el mundo. - -Y de buen porte. - -Ésos son los más llegados. - -¿Y aquellos dos enanos? - -El Sí y el No, que son sus meninos. - -¡Qué de promesas, qué de ofrecimientos, excusas, cumplimientos, -favores! Hasta las alabanzas le acompañan. - -Torció el espejo á un lado y á otro y, descubriendo mucha gente -honrada, aunque no de bien: - -Aquélla es la Ignorancia su abuela, la otra su esposa la Malicia, -la Necedad su hermana. Aquellos otros sus hijos y sus hijas, los -Males, las Desdichas, el Pesar, la Vergüenza, el Arrepentimiento, la -Perdición, la Confusión y el Desprecio. Todos aquellos, que le están al -lado, son sus hermanos y primos, el Embuste, el Embeleco y el Enredo, -grandes hijos deste siglo y desta era. - -¿Estás contento, Andrenio?, le preguntó el viejo. - -Contento no; pero desengañado sí. Vamos, que los instantes se me hacen -siglos. Una misma cosa me es dos veces tormento, primero deseada y -después aborrecida. - -Salieron ya por la puerta de la luz de aquel Babel del Engaño. Iba -Andrenio á medio gusto, que nunca llega á ser entero. Examinóle el -viejo de su nueva pena y respondióle: - -¿Qué quieres? - -Que aún no me he hallado todo. - -¿Qué te falta? - -La mitad. - -[Marginal: _Amigos._] - -¿Qué? ¿Algún camarada? - -Más. - -¿Algún hermano? - -Aun es poco. - -¿Tu padre? - -Por ahí, por ahí: un otro yo, que lo es un amigo verdadero. - -Tienes razón. Mucho has perdido, si un amigo perdiste: será bien -dificultoso hallar otro. Pero díme, ¿era discreto? - -Sí y mucho. - -Pues no se habrá perdido para sí. ¿No supiste qué se hizo? - -Díjome iba á la corte de una reina tan sabia, como grande, llamada -Artemia. - -Si era entendido, como dices, yo lo creo, allá habrá aportado. -Consuélate, que allá vamos también, que quien te sacó del Engaño, -¿dónde te ha de llevar, sino al Saber? Digo á la corte de tan discreta -reina. - -¿Quién es esta gran mujer y tan señora, nombrada en todas partes?, -preguntó Andrenio. - -Y el anciano: Con razón la llamas señora, que no hay señorío sin saber. -Comenzando por su nobilísima prosapia, dícense della cosas grandes. -Aseguran unos que desciende del mismo cielo y que salió del cerebro -Soberano. Otros dicen ser hija del Tiempo y de la Observación, hermana -de la Experiencia. Ni falta quien por otro extremo porfía que es hija -de la Necesidad, nieta del Vientre. Pero yo sé bien que es parto del -Entendimiento. - -Vivió antiguamente, que no es niña, sino muy grande en todo, como tan -favorecida de las monarquías, en sus mayores cortes. Comenzó en los -asirios, pasó á los egipcios y caldeos, fué muy estimada en Atenas, -gran teatro de la Grecia, en Corinto y en Lacedemonia. Pasó después -á Roma con el imperio, donde en competencia del valor, la laurearon, -cediendo los arneses á las togas. Los godos, gente inculta, la -comenzaron á despreciar, desterrándola de todo su distrito. Apuróla y -aun pretendió acabar con ella la bárbara morisma y húbose de acoger -á la famosa tetrarquía de Carlo Magno, donde estuvo muy acreditada. -Mas hoy, á la fama de la mayor, la más dilatada y poderosa monarquía -española, que ocupa entrambos mundos, se ha mudado á este augusto -centro de su estimación. - -¿Cómo no habita en su famosa corte, aplaudida de todas las naciones -de tan universal imperio, venerada de sus cultos cortesanos; y no -aquí en medio de la intolerable villanía?, replicó Andrenio. Que si -son dichosos los que habitan las ciudades, más lo serán ellos, cuanto -mayores ellas. - -Porque quiere probarlo todo, respondió el anciano. Íbale muy mal en -las cortes, donde tiene más enemigos, cuanto mayores vicios. Vivió ya -entre los cortesanos, donde experimentó tan á su costa [Marginal: _Vida -de corte._] las persecuciones de la infelicidad y de la malicia, la -falta de verdad, la sobra de embeleco y aun averiguó que había allá más -necedad, cuanto más presumida. Muchas veces la he oído decir que, si -allí hay más cultura, aquí más bondad; si allí más puestos, aquí más -lugar; allí empleos, aquí tiempo; allí se pasa, aquí se logra; y que -esto es vivir y aquello acabar. - -Con todo eso, replicó Andrenio, yo más quisiera haberlas con bellacos, -que con tontos. Malo es todo; pero de verdad que la necedad es -intolerable y más para entendidos. Perdóneme la sabia Artemia. - -Relumbraba ya su alcázar, cielo equivocado, bordado todo de -inscripciones y coronado de vítores. Fueron bien recibidos, con -agradecimiento el viejo y Andrenio con abrazos, asegurándole certezas, -quien no le regateaba permisiones. - -Aquí, en honra de sus dos huéspedes, obró Artemia sus más célebres -prodigios y, no sólo en los otros, sino en ellos mismos y más en -Andrenio, que necesitaba de sus realces. Vióse muy persona en poco -tiempo y muy instruído para adelante. Que, si un buen consejo es -bastante para hacer dichosa toda la vida, ¿qué obrarían en él tantos -y tan importantes? Comunicáronla su vida y su fortuna, noticia de -superior gusto para ella, por lo raro. Alternó curiosa muchas preguntas -á Andrenio, haciéndole repetir una y muchas veces aquella su primera -admiración, cuando salió á ver el mundo, la novedad que le causó este -gran teatro del universo. - -Una cosa deseo mucho oirte, le dijo á Andrenio, y es entre tantas -maravillas criadas, como viste, entre tantos prodigios como admiraste, -¿cuál fué el que más te satisfizo? - -Lo que respondió Andrenio nos lo dirá la otra Crisi. - - - - -CRISI IX - -_Moral anatomía del hombre._ - - -Eternizaron con letras de oro los antiguos en las paredes de Delfos -y mucho más con caracteres de estimación en los ánimos de los sabios -aquel célebre sentimiento de Biante: _Conócete á ti mismo_. Ninguna de -todas las cosas criadas yerra su fin, sino el hombre. - -Él solo desatina, ocasionándole este achaque la misma nobleza de -su albedrío. Y quien comienza ignorándose mal podrá conocer las -demás cosas. ¿Pero de qué sirve conocerlo todo, si á sí mismo no se -conoce? Tantas veces degenera en esclavo de sus esclavos, cuantas -se rinde á los vicios. No hay salteadora esfinge, que así oprima la -viandante, digo viviente, como la ignorancia de sí, que en muchos se -condena estupidez, pues ni aun saben que no saben ni advierten que no -advierten. Desta común necedad padeció excepción Andrenio, cuando así -respondió á la curiosa Artemia: - -Entre tanta maravilla como vi, entre tanto empleo como aquel día logré, -el que más me satisfizo, dígolo con recelo, pero con verdad, fuí yo -mismo, que cuanto más me reconocía, más me admiraba. - -[Marginal: _El mayor prodigio._] - -Eso era lo que yo deseaba oirte, aplaudió Artemia, y así lo ponderó el -augustísimo de los ingenios, cuando dijo que entre todas las maravillas -criadas para el hombre el mismo hombre fué la mayor de todas. Así -también lo generaliza el príncipe de los filósofos en su tan asentada -máxima, que siempre es más aquello, por quien otro es tal. De modo -que, si para el hombre fueron criadas tan preciosas las piedras, tan -hermosas las flores y tan brillantes las estrellas, mucho más lo es el -mismo hombre, para quien fueron destinadas. - -Él es la criatura más noble de cuantas vemos, monarca en este gran -palacio del mundo, con posesión de la tierra y con expectativa del -cielo, criado de Dios, por Dios y para Dios. - -Á los principios, prosiguió Andrenio, rudamente me reconocía; pero, -cuando pude verme á toda luz y por extraña suerte acabé de contemplarme -en los reflejos de una fuente, cuando advertí era yo mismo el que -creí otro, no podré explicarte la admiración y gusto que allí tuve: -remirábame, no tanto necio, cuanto contemplativo. Lo primero que -observé fué esta disposición de todo el cuerpo, tan derecha, sin que -tuerza á un lado ni á otro. - -Fué el hombre, dijo Artemia, criado para el cielo y así crece hacia -allá y en esa material rectitud del cuerpo está simbolizada la del -ánimo con tal correspondencia, que al que le faltó por desgracia la -primera, sucede con mayor faltarle la segunda. - -Es así, dijo Critilo: dondequiera que hallamos corvada la disposición, -recelamos también torcida la intención. - -[Marginal: _Corcovados._] - -En descubriendo ensenadas en el cuerpo, tememos haya dobleces en el -ánimo. El otro, á quien se le anubló alguno de los ojos, también -suele cegarse de pasión. Y lo que es digno de más reparo, [Marginal: -_Tuertos._] que no los tenemos lástima como á los ciegos; sino recelo -de que no miran derecho. Los cojos suelen tropezar en el camino de la -virtud y aun echarse á rodar, cojeando la voluntad en los afectos. -Faltan los mancos en la perfección de las obras, en hacer bien á -los demás. Pero la razón en los varones sabios corrige todos estos -pronósticos siniestros. - -La cabeza, dijo Andrenio, llamo yo, no sé si me engaño, alcázar del -alma, corte de sus potencias. - -Tienes razón, confirmó Artemia, que así como Dios, aunque asiste en -todas partes, pero con especialidad en el cielo, donde se permite su -grandeza, [Marginal: _Cabeza cielo._] así el alma se ostenta en este -puesto superior, retrato de los celestes orbes. Quien quisiere verla, -búsquela en los ojos; quien oirla, en la boca; y quien hablarla, en los -oídos. Está la cabeza en el más eminente lugar, ya por autoridad, ya -por oficio, por que mejor perciba y mande. - -Y aquí he notado yo con especial atención, dijo Critilo, que, aunque -las partes de esta gran república del cuerpo son tantas, que solos los -huesos llenan los días del año y esta numerosidad con tal armonía, -que no hay número que no se emplee en ellas, como digamos cinco son -los sentidos, cuatro los humores, tres las potencias, dos los ojos; -todas vienen á reducirse á la unidad de una cabeza, retrato de aquel -primer móvil divino, á quien viene á reducirse por sus gradas toda esta -universal dependencia. - -Ocupa el entendimiento, dijo Artemia, el más puro y sublime retrete, -que aun en lo material fué aventajado, como mayorazgo de las potencias, -rey y señor de las acciones de la vida, que allí se remonta, alcanza, -penetra, sutiliza, discurre, atiende y entiende. Estableció su trono en -una ilesa candidez, librea propria del alma, estrañando toda oscuridad -en el concepto y toda mancha en el afecto, masa suave y flexible, -apoyando dotes de docilidad, moderación y prudencia. La memoria atiende -á lo pasado y así se hizo tan atrás, cuanto el entendimiento adelante. -No pierde de vista lo que fué y, porque echamos comúnmente atrás lo que -más nos importa, previno este descuido, haciendo Jano á todo cuerdo. - -Los cabellos me parecieron más para el ornato, que para la necesidad, -ponderó Andrenio. - -Son raíces deste humano árbol, dijo Artemia: arráiganle en el cielo -y llévanle allá de un cabello. Allí han de estar sus cuidados y de -allá ha de recibir el sustancial sustento. Son librea de las edades, -por lo que tienen de adorno, variando con los colores los afectos. -Es la frente cielo del ánimo, ya encapotado, ya sereno, plaza de -los sentimientos. Allí salen á la vergüenza los delitos, sobran las -faltas y placéanse las pasiones. En lo estirado la ira, en lo caído la -tristeza, en lo pálido el temor, en lo rojo la vergüenza, la doblez en -las arrugas y la candidez en lo terso, la desvergüenza en lo liso y la -capacidad en lo espacioso. - -[Marginal: _Ojos, miembros divinos._] - -Pero los que á mí, dijo Andrenio, más me llenaron en esta artificiosa -fábrica del hombre, fueron los ojos. - -¿Sabes, dijo Critilo, cómo los llamó aquel grande restaurador de la -salud, entretenedor de la vida, indagador de la naturaleza, Galeno? - -¿Cómo? - -Miembros divinos. Que fué bien dicho. Porque, si bien se nota, ellos -se revisten de una majestuosa divinidad, que infunde veneración. Obran -con una cierta universalidad, que parece omnipotencia, produciendo en -el alma todas cuantas cosas hay en imágenes y especies. Asisten en -todas partes remedando inmensidad, señoreando en un instante todo el -hemisferio. - -Con todo, reparé yo mucho en una cosa, dijo Andrenio, y es que, aunque -todo lo ven, no se ven á sí mismos ni aun las vigas que suelen estar en -ellos: condición propia de necios, ver todo lo que pasa en las casas -ajenas, ciegos para las proprias. Y no fuera poca conveniencia que el -hombre se mirara á sí mismo, ya para que se temiera y moderara sus -pasiones, ya para que reparara sus fealdades. - -Gran cosa fuera, dijo Artemia, que el colérico viera su horrible -ceño y se espantara de sí mismo, que un melindroso y un adamado -vieran sus afeminados gestillos y se corriera el altivo con todos -los demás necios. Pero atendió la cauta naturaleza á evitar mayores -inconvenientes en verse. Temióle necio, no se enamorara de sí aun el -más monstruo y todo ocupado en verse, ninguna otra cosa mirara. Basta -que se mire á las manos, antes que le miren otros. Remire sus obras, -que es preciso, y atienda á sus acciones, que sean tan muchas, como -perfectas. Mírese también á los pies, hollando su vanidad, y sepa dónde -los pone y dónde los tiene. Vea en qué pasos anda, que eso es tener -ojos. - -Así es, replicó Andrenio; mas para tanto ver poco parecen dos ojos y -ésos tan juntos. De una alhaja tan preciosa lleno había de estar todo -este animado palacio. Pero, ya que hayan de ser dos no más, pudiéranse -repartir y que uno estuviera delante para ver lo que viene y el otro -atrás, para lo que queda. Con eso nunca perdieran de vista todas las -cosas. - -Y algunos, respondió Critilo, arguyeron á la naturaleza de tan -imaginario descuido y aun fingieron un hombre, á su parecer muy -perfecto, con la vista duplicada y no servía sino de ser hombre de dos -caras, doblado más que duplicado. Yo, si hubiera de añadir ojos, antes -los pusiera á los lados encima de los oídos y muy abiertos, para que -viera quién se le pone al lado, quién se le entremete á amigo. Y con -eso no perecieran tantos de aquel mortal achaque del costado. Viera -el hombre con quién habla, con quién se ladea, que es uno de los más -importantes puntos de la vida y vale más estar solo, que malaconsejado. -Pero advierte que dos ojos bien empleados bastante son para todo. -Ellos miran derechamente lo que viene cara á cara y de reojo lo que á -traición. Al atento bástale una ojeada para descubrir cuanto hay. Y aun -por eso fueron formados los ojos en esferas, que es la figura más apta -para el ejercicio de ver; no cuadrada, no haya rincones, no se esconda -lo que más importa que se vea. Bien están en la cara, porque el hombre -siempre ha de mirar adelante y á lo alto. Y, si hubiera otros en el -cerebro, fuera ocasión de que al levantar los unos al cielo, abatiera -los otros á la tierra con cisma de afectos. - -Otra maravilla he observado en ellos, dijo Andrenio, que es el llorar y -me parece andan muy necios. Porque ¿qué remedia los males el llorarlos? -No sirve, sino de aumentar penas. El reirse de todo el mundo, aquel no -dársele cosa de cuanto hay, éso sí que es saber vivir. - -¡Ah! Que como los ojos, dijo Artemia, son los que ven los males y -tantos, ellos son los que los lloran. Siempre verás que quien no -siente no se siente; mas quien añade sabiduría, añade tristeza. Esa -vulgaridad del reir, quédese para la necia boca, que es la que mucho -yerra. Son los ojos puertas fieles por donde entra la verdad y anduvo -tan atentamente escrupulosa la naturaleza, que para no dividirlos, -no se contentó con juntarlos en un puesto; sino que los hermanó en -el ejercicio. No permite que vea el uno sin el otro, para que sean -verídicos contestes. Miren juntos una misma cosa, no vea blanco el uno -y negro el otro. Sean tan parecidos en el color, en el tamaño y en -todo, que se equivoquen entre sí y desmientan la pluralidad. - -Al fin, dijo Critilo, los ojos son en el cuerpo lo que las dos -lumbreras en el cielo y el entendimiento en el alma. Ellos suplen todos -los demás sentidos y todos juntos no bastan á suplir su falta. No sólo -ven; sino que escuchan, hablan, vocean, preguntan, responden, riñen, -espantan, aficionan, agasajan, ahuyentan, atraen y ponderan y todo lo -obran. Y lo que es más de notar, que nunca se cansan de ver, como ni -los entendidos de saber, que son los ojos de la república. - -Notablemente anduvo próvida la naturaleza, dijo Andrenio, en señalar su -lugar á cada sentido, más ó menos eminente, según su excelencia. Á los -más nobles mejoró en los primeros puestos y puso á vista los sublimes -ejercicios de la vida; al contrario los indecentes y viles, aunque -necesarios, los desterró á los más ocultos lugares, apartándolos de la -vista. - -Mostróse, dijo Critilo, gran celadora de la honestidad y decoro, que -aun los femeniles pechos los puso en puestos que pudiesen alimentar los -hijos con decencia. - -Después de los ojos, señaló en segundo lugar á los oídos, dijo -Andrenio, y me parece muy bien que le tengan tan eminente; pero aquello -de estar al lado te confieso me hizo disonancia y parece fué facilitar -la entrada á la mentira. Que, así como la verdad viene siempre cara á -cara, ella á traición ingiérese de lado. ¿No estuvieran mejor bajo los -ojos y éstos examinaran primero lo que se oye, negando la entrada á -tanto engaño? - -¡Qué bien lo entiendes!, dijo Artemia. Lo que menos convenía era que -los ojos estuvieran con los oídos. Tengo por cierto que no quedara -verdad en el mundo. Antes, si yo los hubiera de disponer de otro modo, -los retirara cien dedos de la vista ó los pusiera atrás en el cerebro, -de modo, que oyera un hombre lo que detrás dél se dice, que aquello -es lo verdadero. ¡Qué buena anduviera la justicia, si ella viera la -belleza que se excusa, la riqueza que se defiende, la nobleza que -ruega, la autoridad que intercede y las demás calidades de los que -hablan! Sea ciega, que eso es lo que conviene. Bien están los oídos -en un medio; no adelante, porque no oigan antes con antes; ni detrás, -porque no perciban tarde. - -Otra cosa dificulté yo mucho, replicó Andrenio, y es que, así como -los ojos tienen aquella tan importante cortina de los párpados, que -verdaderamente está muy en su lugar para negarse, cuando no quieren ser -vistos ó cuando no gustan de ver muchas cosas, que no son para vistas: -¿por qué los oídos, no han de tener también otra compuerta y ésa muy -sólida, muy doble y ajustada, para no oir la mitad de lo que se habla? -Con esto excusaríase un hombre oir necedades y ahorraría pesadumbres, -único preservativo de la vida. Aquí yo no puedo dejar de condenar de -descuidada la naturaleza y más, cuando vemos que la lengua la recluyó -entre una y otra muralla con razón, porque una fiera bien es que esté -entre verjas de dientes y puertas tan ajustadas de los labios. Sepamos -¿por qué los ojos y la boca han de llevar esta ventaja á los oídos y -más estando tan expuestos al engaño? - -Por ningún caso convenía, dijo Artemia, que se le cerrase jamás la -puerta al oir. Es la de la enseñanza: siempre ha de estar patente. Y -no sólo se contentó la atenta naturaleza con quitar esa compuerta, que -tú dices; pero negó al hombre, entre todos los oyentes, el ejercicio -de abatir y levantar las orejas. Él sólo las tiene inmobles, siempre -alerta. Que aun le pareció inconveniente aquella poca detención, que en -aguzarlas se tuviera. Á todas horas dan audiencia. Aun cuando se retira -el alma á su quietud, entonces es más conveniente que velen estas -centinelas. Y si no ¿quién avisara de los peligros? Durmiera el alma á -lo poltrón. ¿Quién bastará á despertarlas? Esta diferencia hay entre -el ver y entre el oir, que los ojos buscan las cosas como y cuando -quieren; mas al oído ellas le buscan. Los objetos del ver permanecen. -Puédense ver, si no ahora, después. Pero los del oir van de priesa y la -ocasión es calva. - -Bien está dos veces encerrada la lengua y dos veces abiertos los -oídos. Porque el oir ha de ser al doble que el hablar. Bien veo yo -que la mitad y aun las tres partes de las cosas, que se oyen, son -impertinentes y aun dañosas; mas para eso hay un gran remedio, que es -hacer el sordo, que se puede y es el mejor de ellos: esto es, hacer -orejas de cuerdo, que es la mayor ganancia. Á más de que hay algunas -razones tan sin ella, que no bastan párpados y entonces es menester -tapiar los oídos con ambas manos: que, pues suelen ayudar á oir, -ayuden también á ensordecer. Préstenos su sagacidad la serpiente, que, -cosiendo el un oído con la tierra, tapa el otro con el fin, dando á -todo buena salida. - -Esto no se me puede negar, instó Andrenio, que estuviera muy bien -un rastrillo en cada oído, como en guarda y con eso no entraran -tan libremente tantos y tan grandes enemigos, silbos de venenosas -serpientes, cantos de engañosas sirenas, lisonjas, chismes, cizañas y -discordias, con otros semejantes monstruos escuchados. - -Tienes razón en eso, dijo Artemia, y para eso formó la naturaleza -las orejas, como coladeros de las palabras, embudos del saber. Y si -lo notas, ya previno de antemano ese inconveniente, disponiendo este -órgano en forma de laberinto, tan caracoleado, con tantas vueltas y -revueltas, que parecen rastrillos y traveses de fortaleza, para que -deste modo entren coladas las palabras, purificadas las razones y haya -tiempo de discernir la verdad de la mentira. - -Luego hay su campanilla muy sonora, donde resuenen las voces y se -juzgue por el sonido si son faltas ó son falsas. ¿No has notado también -que dió la naturaleza, despedida por el oído, aquel licor amargo de -la cólera? ¿Pensarás tú á lo vulgar que fué esto para impedir el paso -á algunas sabandijas, que topando con aquella amargura pegajosa se -detengan y perezcan? Pues advierte que mucho más pretendió con eso, más -alto fin tuvo. Contra otras más perniciosas previno aquella defensa. -Topen las palabras blandas de la Circe con aquella amargura del -recatado disgusto, deténganse allí los dulces engaños del lisonjero, -hallen el desabrimiento de la cordura con que se empleen. - -Y, aunque á muchos se les habían de gastar los oídos de oir dulce, -ponderó Critilo, previno aquel antídoto de amargura. Finalmente, dos -son los oídos, para que pueda el sabio guardar el uno virgen para la -otra parte; haya primera y segunda información y procure que, si se -adelantó á ocupar la una oreja la mentira, se conserve la otra intacta -para la verdad, que suele ser la postrera. - -[Marginal: _Narices sagaces._] - -No parece, dijo Andrenio, tan útil el olfato, cuanto deleitable. Más -es para el gusto, que para el provecho. Y siendo así, ¿por qué ha de -ocupar el tercer puesto tan á la vista, aventajándose á otros, que son -más importantes? - -¡Oh, replicó Artemia, que es el sentido de la sagacidad! Y aun por eso -las narices crecen por toda la vida. Coincide con el respirar, que es -tan necesario como eso. Discierne el buen olor del malo y percibe que -la buena fama es el aliento del ánimo. Daña mucho un aire corrupto: -infecciona las entrañas. Huele, pues, atenta la sagacidad de una legua -la fragancia ó la hediondez de las costumbres, porque no se apeste el -alma. Y aun por eso está en lugar tan eminente. Es guía del ciego, -gusto que le avisa del manjar gastado y hace la salva en lo que ha de -comer. Goza de la fragancia de las flores y recrea el cerebro con la -suavidad que despiden las virtudes, las hazañas y las glorias. Conoce -los varones principales y los nobles, no en el olor material del ámbar, -sino en el de sus prendas y excelentes hechos, obligados á echar mejor -olor de sí, que los plebeyos. - -En gran manera anduvo próvida la naturaleza, dijo Andrenio, en dar á -cada potencia dos empleos, uno más principal y otro menos, penetrando -oficios, para no multiplicar instrumentos. Desta suerte formó con -tal disposición las narices, que se pudiesen despedir por ellas con -decencia las superfluidades de la cabeza. - -Eso es en los niños, dijo Critilo; que en los ya varones más se purgan -los excesos de las pasiones del ánimo y así sale por ellas el viento de -la vanidad, el desvanecimiento, que suele causar vahídos peligrosos y -en algunos llega á trastornar el juicio. Desahógase también el corazón -y evapóranse los humos de la fogosidad con mucha espera. Y tal vez -á su sombra se suele disimular la más picante risa. Ayudan mucho á -la proporción del rostro y, por poco que se desmanden, afean mucho. -Son como manecilla del reloj del alma, que señalan el temple de la -condición. Las leoninas denotan el valor, las aguileñas la generosidad, -las prolongadas la mansedumbre, las sutiles la sabiduría y las gruesas -la necedad. - -[Marginal: _Boca necia._] - -Después del ver, del oir y del oler, dicho se estaba, ponderó Andrenio, -que se había de seguir el hablar poco. Paréceme que es la boca la -puerta principal desta casa del alma. Por las demás entran los objetos, -mas por esta sale ella misma y se manifiesta en sus razones. - -Así es, dijo Artemia, que en esta artificiosa fachada del humano -rostro, dividida en sus tres órdenes iguales, la boca es la puerta de -la persona real y por eso tan asistida de la guarda de los dientes y -coronada del varonil decoro. Aquí asiste lo mejor y lo peor del hombre, -que es la lengua. Llámase así por estar ligada al corazón. - -Lo que yo no acabo de entender, dijo Andrenio, es que á propósito juntó -en una misma oficina la sabia naturaleza el comer con el hablar. ¿Qué -tiene que ver el un ejercicio con el otro? La una es ocupación baja y -que se halla en los brutos; la otra es sublime y de solas las personas. -Á más que de ahí se originan inconvenientes notables. El primero, que -la lengua hable según el sabor que se le pega, ya dulce, ya amargo, -agrio ó picante. Queda muy material de la comida: ya se roza, ya -tropieza, habla grueso, se equivoca, se vulgariza y se relaja. ¿No -estuviera mejor sola ella, hecha oráculo del espíritu? - -Aguarda, dijo Critilo, que dificultas bien y casi me haces reparar; mas -con todo eso, apelando á la suma Providencia, que rige la naturaleza, -una gran conveniencia hallo yo en que el gusto coincida con el hablar, -para que desta suerte examine las palabras, antes que las pronuncie. -Másquelas tal vez, pruébelas si son sustanciales. Y, si advierte -que pueden amargar, endúlcelas también. Sepa á qué sabe un no y qué -estómago le hará al otro. Confítelo con el buen modo. Ocúpese la lengua -en comer y aun, si pudiera, en otros muchos empleos, para que no toda -se emplease en el hablar. [Marginal: _Manos diligentes._] Siguen á las -palabras las obras en los brazos y en las manos. Se ha de obrar lo que -se dice y mucho más. Que, si el hablar ha de ser á una lengua, el obrar -ha de ser á dos manos. - -¿Por qué se llaman así, preguntó Andrenio, que, según tú me has -enseñado, vienen del verbo latino _maneo_, que significa quietud, -siendo tan al contrario, que ellas nunca han de parar? - -Llamáronlas así, respondió Critilo, no porque hayan de estar quietas; -sino porque sus obras han de permanecer ó porque de ellas ha de -emanar todo el bien. Ellas manan del corazón, como ramas cargadas de -frutos, de famosos hechos, de hazañas inmortales. De sus palmas nacen -los frutos victoriosos. Manantiales son del sudor precioso de los -héroes y de la tinta eterna de los sabios. ¿No admiras, no ponderas -aquella tan acomodada y artificiosa composición suya? Que, como fueron -formadas para ministras y esclavas de los otros miembros, están hechas -de suerte, que para todo sirven ellas. Ayudando á oir, son sustitutos -de la lengua. Dan vida con la acción á las palabras. Son de la boca, -ministrando la comida y al olfato las flores. Hacen toldo á los ojos, -para que vean, hasta ayudar á discurrir: que hay hombres, que tienen -los ingenios en las manos, de modo que todo pasa por ellas. Defienden, -limpian, visten, curan, componen, llaman y tal vez rascando lisonjean. - -Y porque todos estos empleos, dijo Artemia, vayan ajustados á la -razón, depositó en ellas la sagaz naturaleza la cuenta, el peso y la -medida. En sus diez dedos está el principio y fundamento del número. -Todas las naciones cuentan hasta diez y de allí suben multiplicando. -Las medidas todas están en sus dedos, palmo, codo y brazada. Hasta el -peso está seguro en la fidelidad de su tiento, sospesando y tanteando. -Toda esta puntualidad fué menester para avisar al hombre que obre -siempre con cuenta y razón, con peso y con medida. Y realzando más la -consideración, advierte que en ese número de diez se incluye también -el de los preceptos divinos, por que los lleve el hombre entre las -manos. Ellas ponen en ejecución los aciertos del alma, encierran en -sí la suerte de cada uno, no escrita en aquellas vulgares rayas, -ejecutada sí en sus obras. Enseñan también escribiendo y emplea en esto -la diestra sus tres dedos principales, concurriendo cada uno con una -especial calidad. Da la fortaleza el primero y el índice la enseñanza. -Ajusta el medio, correspondiendo al corazón, para que resplandezcan -en los escritos el valor, la sutileza y la verdad. Siendo, pues, las -manos las que echan el sello á la virtud, no es de maravillar que, -entre todas las demás partes del cuerpo, á ella se les haga cortesía, -correspondiendo con estimación, sellando en ella los labios, para -agradecer y solicitar el bien. - -[Marginal: _Pies firmes._] - -Y porque de pies á cabeza contemplamos el hombre tan misterioso, no -es menos de observar su movimiento. Son los pies basa de su firmeza, -sobre quienes asientan dos columnas. Huellan la tierra, despreciándola -y tocando de ella no más de lo preciso para sostener el cuerpo. Van -caminando y midiendo su fin. Pisan llano y seguro. - -Bien veo yo y aun admiro, dijo Andrenio, la solidez con que atendió á -afirmar el cuerpo la naturaleza, que en nada se descuida. Y para que -no cayese, hacia adelante, donde se arroja, puso toda la planta. Y por -que no peligrase á un lado ni á otro le apuntaló con ambos pies. Pero -no me puedes negar que se descuidó en asegurarle hacia atrás, siendo -más peligrosa esta caída, por no poder acudir las manos á exponerse al -riesgo con su ordinaria fineza. Remediárase esto con haber igualado el -pie, de modo, que quedara tanto atrás, como adelante y se aumentaba la -proporción. - -No mientes tal cosa, replicó Artemia, que fuera darle ocasión al hombre -para no ir adelante en lo bueno. Sin eso hay tantos que se retiran de -la virtud; ¿qué fuera, si tuviera apoyo en la misma naturaleza? - -[Marginal: _Corazón puro._] - -Éste es el hombre por la corteza; que aquella maravillosa composición -interior, la armonía de sus potencias, la proporción de sus virtudes, -la consonancia de sus afectos y pasiones, ésa quédese para la gran -filosofía. Con todo quiero que conozcas y admires aquella principal -parte del hombre, fundamento de todas las demás y fuente de la vida, el -corazón. - -¿Corazón?, replicó Andrenio, ¿qué cosa es y dónde está? - -Es, respondió Artemia, el rey de todos los demás miembros y por -eso está en medio del cuerpo, como en centro muy conservado, sin -permitirse ni aun á los ojos. Llámase así de la palabra latina _Cura_, -que significa cuidado, que el que rige y manda siempre fué centro -dellos. Tiene también dos empleos: el primero ser fuente de la vida, -ministrando valor en los espíritus á las demás partes; pero el más -principal es el amar, siendo oficina del querer. - -Ahora digo, ponderó Critilo, que con razón se llama corazón, que -exprime el cuidadoso. Por eso está siempre abrasándose como fénix. - -Su lugar es en el medio, prosiguió Artemia, porque ha de estar en -un medio el querer. Todo ha de ser con razón; no por extremos. Su -forma es en punta hacia la tierra, porque no se roce con ella; sólo -la apunte, bástele un indivisible. Al contrario, hacia el cielo está -muy espacioso, porque de allá reciba el bien, que él sólo puede -llenarle. Tiene alas, no tanto para que le refresquen, cuanto para -que le realcen. Su color es encendido, gala de la caridad. Críale -mejor sangre, para que con el valor se califique la nobleza. Nunca -es traidor; necio sí, pues previene antes las desdichas, que las -felicidades. Pero lo que más es de estimar en él, que no engendra -excrementos, como las otras partes del cuerpo, porque nació con -obligaciones de limpieza y mucho más en lo formal del vivir. Con esto -está aspirando siempre á lo más sublime y perfecto. - -Desta suerte fué la sabia Artemia filosofando y ellos aplaudiendo; pero -dejémoslos aquí tan bienempleados, mientras ponderamos los extremos que -hizo el engañoso y ya engañado Falimundo. - -Picado en lo vivo, de que le hubiesen sacado del laberinto de sus -enredos, con tanta pérdida de reputación al perdido Andrenio y algunos -otros tan ciegos como él, con tal ardid, de tan mala consecuencia -para lo venidero, trató de la venganza y con exceso. Echó mano de la -Envidia, gran asesino de buenos y aun mejores, sujeto muy á propósito -para cualquier ruindad, que siempre anda entre ruines. Comunicóla su -sentimiento, exageró el daño y dióla orden fuese sembrando cizaña -en malicias por toda aquella dilatada villanía. No le fué muy -dificultoso, porque aseguran ha siglos que la Vulgaridad maliciosa -vive y reina entre villanos, desde aquella ocasión en que las dos -hermanas, la Lisonja y Malicia, dejando los patrios lares de su nada, -las sacó á volar su madre la ruin Intención, con ambiciones de valer en -el mundo. - -[Marginal: _Lisonja. Malicia._] - -La Lisonja, dicen, fué á las cortes, aunque no muy derecha, y que lo -acertó para sí, errándolo para todos. Porque allí se fué introduciendo -tanto, que en pocas horas, no ya días, se levantó con la privanza -universal. La Malicia, aunque procuró introducirse, no probó bien ni -fué bien vista ni oída. No osaba hablar, que era reventar para ella. -Andaba sin libertad y así trató de buscarla. Conoció que no era la -corte para ella. Tomóse la honra para mejor quitarla y desterróse -voluntariamente. Dió por otro extremo, que fué meterse á villana. Y -salióle tan bien, que al punto se vió adorada de toda la verídica -necedad. Allí triunfa porque allí habla; discurre, aunque á lo zonzo -y pega valientes mazadas de necedades, que ella llama verdades. Llegó -esto á tanto exceso de crédito y afecto que, porque no se la hurtasen -ó matasen, trazaron los villanos meterla dentro de sus entrañas donde -la hallan siempre los que menos querrían. En tan buena sazón llegó la -Envidia y comenzó á sembrar su veneno. - -Iba dejándose caer recelos en varillas contra Artemia. Decía que -era otra Circe, si no peor, cuanto más encubierta con capa de hacer -bien. Que había destruído la naturaleza, quitándola en su llaneza -su verdadera solidez y con la afectación aquella natural belleza. -Ponderaba que se había querido alzar á mayores, arrinconando á la otra -y usurpándola el mayorazgo de primera. Advertid que, después que esta -fingida reina se ha introducido en el mundo, no hay verdad; todo está -adulterado y fingido. Nada es lo que parece, porque su proceder es la -mitad del año con arte y engaño y la otra parte con engaño y arte. De -aquí es que los hombres no son ya los que solían, hechos al buen tiempo -y á lo antiguo, que fué siempre lo mejor. Ya no hay niños, porque no -hay candidez. - -¿Qué se hicieron aquellos buenos hombres, con aquellos sayos de la -inocencia, aquella gente de bien? Ya se han acabado aquellos viejos -machuchos, tan sólidos y verdaderos. El sí era sí y el no era no. -Ahora todo al contrario, no toparéis sino hombrecillos maliciosos -y bulliciosos, todo embeleco y fingimiento y ellos dicen que es -artificio. Y el que más tiene desto, vale más. Ése se hace lugar en -todas partes, medra en armas y aun en letras. Con esto ya no hay niños. -Más malicia alcanza hoy uno de siete años, que antes uno de setenta. - -¿Pues las mujeres? De pies á cabeza una mentira continuada, aliño -de cornejas, todo ajeno y el engaño proprio. Tiene esta mentida -reina arruinadas las repúblicas, destruídas las casas, acabadas las -haciendas, porque se gasta el doble en los trajes de las personas y en -el adorno de las casas. Con lo que hoy se viste una mujer se vestía -antes todo un pueblo. Hasta en el comer nos ha perdido con tanta -variedad de manjares y sainetes, que antes todo iba á lo natural y á lo -llano. Dice que nos ha hecho personas; yo digo que nos ha deshecho. No -es vivir con tanto embeleco ni es ser hombre el ser fingido. Todas sus -trazas son mentiras y todo su artificio es engaño. - -Incitó tanto los ánimos de aquel vulgacho, que en un día se amotinaron -todos y dando voces sin entenderse ni entender, fueron á cercarle el -palacio, voceando: Muera la hechicera. Y aun intentaron pegarla fuego -por todas partes. Aquí conoció la sabia reina cuán su enemiga es la -Villanía. Convocó sus valedores. Halló que los poderosos ya habían -faltado; mas, no faltándose á sí misma, trazó vencer con la maña -tanta fuerza. El raro modo con que triunfó de tan vil canalla, el -bienejecutado ardid con que se libró de aquel ejército villano, léelo -en la Crisi siguiente. - - - - -CRISI X - -_El mal paso del salteo._ - - -Vulgar desorden es entre los hombres hacer fines de los medios y de los -medios hacer fines. Lo que ha de ser de paso toman de asiento y del -camino hacen descanso. Comienzan por donde han de acabar y acaban por -el principio. Introdujo la sabia y próvida naturaleza el deleite, para -que fuese medio de las operaciones de la vida, alivio instrumental de -sus más enfadosas funciones, que fué un grande arbitrio para facilitar -lo más penoso del vivir. - -Pero aquí es donde el hombre más se desbarata, pues más bruto que las -bestias, degenerando de sí mismo, hace fin del deleite y de la vida -hace medio para el gusto. No come ya para vivir, sino que vive para -comer; no descansa para trabajar, sino que no trabaja para dormir; -no pretende la propagación de su especie, sino la de su lujuria; no -estudia para saberse, sino para desconocerse; ni habla por necesidad, -sino por el gusto de la murmuración. De suerte, que no gusta de vivir, -sino que vive de gustar. De aquí es que todos los vicios han hecho -su caudillo al deleite: él es el muñidor de los apetitos, precursor -de los antojos, adalid de las pasiones y el que trae arrastrados los -hombres, tirándole á cada uno su deleite. Atienda, pues, el varón sabio -á enmendar tan general desconcierto. Y para que estudie en el ajeno -engaño, oiga lo que le sucedió al sagaz Critilo y al incauto Andrenio. - -[Marginal: _Castigos de necios._] - -¿Hasta cuándo, oh canalla inculta, habéis de abusar de mis atenciones?, -dijo enojada Artemia, más constante, cuando más arriesgada. ¿Hasta -cuándo ha de burlarse de mi saber vuestra barbaridad? ¿Hasta dónde ha -de llegar en despeñarse vuestra ignorante audacia? Júroos que, pues -me llamáis encantadora y maga, que esta misma tarde, en castigo de -vuestra necedad, he de hacer un conjuro tan poderoso, que el mismo sol -me vengue, retirando sus lucientes rayos: que no hay mayor castigo que -dejaros á oscuras en la ceguera de vuestra vulgaridad. - -Tratólos como ellos merecían y conocióse bien. Que con la gente vil -obra más el rigor, que la bizarría, pues quedaron tan aterrados, -cuan persuadidos de su mágica potencia y, ya helados, no trataron de -pegar fuego al palacio, como lo intentaban. Acabaron de perderse de -ánimo, cuando vieron que realmente el mismo sol comenzó á negar su -luz, eclipsándose por puntos y temiendo no se conjurase también contra -ellos la tierra en terremotos. Que á veces todos los elementos suelen -mancomunarse contra el perseguido. Dieron todos á huir desalentados, -achaque ordinario de motines que, si con furor se levantan, con pánico -terror se desvanecen. Corrían á oscuras, tropezando unos con otros, -como desdichados. - -Tuvo con esto tiempo de salir la sabia Artemia con toda su culta -familia y, lo que más ella estimó, fué poder escapar de aquel bárbaro -incendio los tesoros de la observancia curiosa, que ella tanto estima y -guarda en libros, papeles, dibujos, tablas, modelos y en instrumentos -varios. Fuéronla cotejando y asistiendo nuestros dos viandantes Critilo -y Andrenio. Iba éste espantado de un portento semejante, teniendo por -averiguado que se extendía su mágico poder hasta las estrellas y que el -mismo sol la obedecía. Mirábala con más veneración y dobló el aplauso. -Pero desengañóle Critilo, diciendo cómo el eclipse del sol había sido -efecto natural de las celestes vueltas, contingente en aquella sazón, -previsto de Artemia, por las noticias astronómicas y que se valió dél -en la ocasión, haciendo artificio lo que era natural efecto. - -Discurrióse mucho dónde irían á parar, consultando Artemia con sus -sabios, resuelta á no entrar más en villa alguna y así lo cumple hasta -hoy. Propusiéronse varios puestos. - -[Marginal: _Lisboa._] - -Inclinábase mucho ella á la dos veces buena Lisboa, no tanto por ser -la mayor población de España, uno de los tres emporios de la Europa, -que si á otras ciudades se les reparten los renombres, ella los tiene -juntos, hidalga, rica, sana y abundante, cuanto porque jamás se halló -portugués necio, en prueba de que fué su fundador el sagaz Ulises. Mas -retardóla mucho, no su fantástica nacionalidad, sino su confusión, tan -contraria á sus quietas especulaciones. - -[Marginal: _Madrid._] - -Tirábala después la coronada Madrid, centro de la monarquía, donde -concurre todo lo bueno en eminencias; pero desagradábala otro tanto -malo, causándola asco, no la inmundicia de sus calles, sino de los -corazones. Aquel nunca haber podido perder los resabios de villa y el -ser una Babilonia de naciones no bien alojadas. - -[Marginal: _Sevilla._] - -De Sevilla no había que tratar, por estar apoderada della la vil -ganancia, su gran contraria, estómago indigesto de la plata, cuyos -moradores ni bien son blancos ni bien negros, donde se habla mucho y se -obra poco, achaque de toda Andalucía. - -[Marginal: _Granada._] - -Á Granada también la hizo la cruz y á Córdoba un calvario. De Salamanca -se dijeron leyes, donde no tanto se trata de hacer personas, cuanto -letrados, plaza de armas contra las haciendas. - -[Marginal: _Zaragoza._] - -La abundante Zaragoza, cabeza de Aragón, madre de insignes reyes, basa -de la mayor columna y columna de la fe católica en santuarios y hermosa -de edificios, poblada de buenos, así como todo Aragón de gente sin -embeleco, parecíale muy bien; pero echaba mucho menos la grandeza de -los corazones y espantábala aquel proseguir en la primera necedad. - -[Marginal: _Valencia._] - -Agradábala mucho la alegre, florida y noble Valencia, llena de todo lo -que no es sustancia; pero temióse que con la misma facilidad con que la -recibirían hoy la echarían mañana. [Marginal: _Barcelona._] Barcelona, -aunque rica cuando Dios quería, escala de Italia, paradero del oro, -regida de sabios, entre tanta barbaridad no la juzgó por segura, porque -siempre se ha de caminar por ella con la barba sobre el hombro. - -León y Burgos estaban muy á la montaña, entre más miseria, que pobreza. -Santiago, cosa de Galicia. [Marginal: _Valladolid._] Valladolid la -pareció muy bien y estuvo determinada de ir allá, porque juzgó se -hallaría la verdad en medio de aquella llaneza; pero arrepintióse -porque, habiendo sido corte, huele aún á lo que fué y está muy á lo de -campos. [Marginal: _Pamplona._] De Pamplona no se hizo mención, por -tener más de corta que de corte y, como es un punto, toda es puntos y -puntillos Navarra. - -[Marginal: _Toledo._] - -Al fin fué preferida la imperial Toledo, á voto de la católica reina, -cuando decía que nunca se hallaba necia, sino en esta oficina de -personas, taller de la discreción, escuela del bienhablar, toda corte, -ciudad toda y más después que la esponja de Madrid le ha chupado las -heces, donde, aunque entre, pero no duerme la Villanía. En otras partes -tienen el ingenio en las manos, aquí en el pico. Si bien censuraron -algunos que sin fondo y que se conocen pocos ingenios toledanos de -profundidad y de sustancia; con todo estuvo firme Artemia, diciendo: - -¡Ea! que más dice aquí una mujer en una palabra, que en Atenas un -filósofo en todo un libro. Vamos á este centro, no tanto material, -cuanto formal de España. - -Fuése encaminando allá con toda su cultura. Siguiéronla Critilo y -Andrenio, con no poco provecho suyo, hasta aquel puesto donde se parte -el camino para Madrid. Comunicáronla aquí su precisa conveniencia -de ir á la corte en busca de Felisinda, redimiendo su licencia á -precio de agradecimientos. Concedióselos Artemia en bien importantes -instrucciones, diciéndoles: - -Pues os es preciso el ir allá, que no conviene de otra suerte, atended -mucho á no errar el camino, porque hay muchos que llevan allá. - -Según eso no nos podemos perder, replicó Andrenio. - -Antes sí y aun por eso, que en el mismo camino real se perdieron no -pocos y así no vais por el vulgar de ver, que es el de la necedad, -ni por el de la pretensión, que es muy largo é interminable. El del -litigio es muy costoso á más de ser prolijo. El de la soberbia es -desconocido y allí de nadie se hace caso y de todos casa. [Marginal: -_Entradas de la corte._] El del interés es de pocos y esos estranjeros. -El de la necesidad es peligroso, que hay gran multitud de halcones en -alcándaras de varas. El del gusto está tan sucio, que pasa de barros y -llega el lodo á las narices, de modo que en él se anda apenas. El del -vivir va de priesa y llégase presto al fin. Por el del servir es morir, -por el del comer nunca se llega. El de la virtud no se halla y aun se -duda. Sólo queda el de la urgencia mientras durare. Y creedme que allí -ni bien se vive ni bien se muere. - -Atended también por dónde entráis, que va no poco en esto. Porque -los más entran por Santa Bárbara y los menos por la calle de Toledo. -Algunos refinos por la puente. Entran otros y otras por la Puerta del -Sol y paran en Antón Martín. Pocos por Lavapiés y muchos por untamanos. -Y lo ordinario es no entrar por las puertas, que hay pocas y ésas -cerradas; sino entreteniéndose. Con esto se dividieron: la sabia -Artemia al trono de su estimación y nuestros dos viandantes para el -laberinto en la corte. - -[Marginal: _Salteo universal._] - -Iban celebrando en agradable conferencia las muchas y excelentes -prendas de la discreta Artemia, muy fundados en repetir los prodigios -que habían visto, ponderando su felicidad en haberla tratado, la -utilidad que habían conseguido. En esta conversación iban muy metidos, -cuando sin advertirlo dieron en el riesgo de todos, uno de los peores -pasos de la vida. Vieron que allí cerca había mucha gente detenida, así -hombres, como mujeres, todos maniatados, sin osar rebullirse, viéndose -despojar de sus bienes. - -Perdidos somos, dijo Critilo. Aguarda, que habemos dado en uñas de -salteadores, que los suele haber crueles en estos curiales caminos. -Aquí están robando sin duda y, aun si con eso se contentasen, ventura -sería en la desdicha; pero suelen ser tan desalmados, que quitan las -vidas y llegan á desollar los rostros á los pasajeros, dejándolos del -todo desconocidos. - -Quedó helado Andrenio, anticipándose el temor á robarle el color y aun -el aliento. Cuando ya pudo hablar: - -¿Qué hacemos, dijo, que no huímos? Escondámonos, que no nos vean. - -Ya es tarde á lo de Frigia, que es lo necio, respondió Critilo, que nos -han descubierto y nos vocean. - -Con esto pasaron adelante, á meterse ellos mismos en la trampa de -su libertad y en el lazo de su cuello. Miraron á una y otra banda y -vieron una infinidad de pasajeros de todo porte, nobles, plebeyos, -ricos, pobres, que ni perdonaban á las mujeres, toda gente moza, y -todos amarrados á los troncos de sí mismos. Aquí suspirando Critilo y -gimiendo Andrenio, fueron mirando por todo aquel horrible espectáculo -quiénes eran los crueles salteadores, que no podían atinar con ellos. -Miraban á unos y á otros y todos los hallaban enlazados. ¿Pues quién -ata? En viendo alguno de mal gesto, que eran los más, sospechaban dél. - -¿Si será este, dijo Andrenio, que mira atravesado, que así tiene el -alma? - -Todo se puede creer de un mirar equívoco, respondió Critilo; pero más -temo yo de aquel tuerto. [Marginal: _Mal gesto, mal hecho._] Que nunca -suelen hacer éstos cosa á derechas, á juicio de la reina católica y -era grande. Guárdate de aquel muchos labios y mala labia, que nos hace -hocico siempre. Pues aquel otro de las narices remachadas, tan cruel -como iracundo y, si de color de membrillo, cómitre amulatado... - -No será sino aquel del ojo remellado, que tiene andado mucho para -verdugo. - -¿Y qué le falta á aquel encapotado, que mira hosco, amenazando á todos -de tempestad? - -Oyeron uno, que ceceaba y dijeron: - -Éste es sin duda, que á todos va avisando con su ¡ce, ce! á que se -guarden dél. Pero no, sino aquel que habla aspirando, que parece que se -traga los hombres, cuando alienta. - -Oyeron á uno hablar gangoso y dieron á huir, entendiéndole la ganga por -valiente de Baco y Venus. Toparon con otro peor, que hablaba tan ronco, -que sólo se entendía con los jarros. En hablando alguno alterado, -presumían dél y, si en catalán, con evidencia. De esta suerte fueron -reconociendo á unos y otros y á todos los veían rendidos; ninguno -delincuente. - -¿Qué es esto?, decían. ¿Dónde están los robadores de tantos robados, -pues aquí no hay de aquellos, que hurtan á repique de tijera, ni los -que nos dejan en cueros, cuando nos calzan, los que nos despluman con -plumas, los que se descomiden cuando miden ni los que pesan tan pesados? - -[Marginal: _Hurto común._] - -¿Quién embiste aquí, quién pide prestado, quién cobra, quién ejecuta? -Nadie encubre, nadie lisonjea, no hay ministros, no hay de la pluma. -Pues ¿quién roba? ¿Dónde están los tiranos de tanta libertad? - -Esto decía Critilo, cuando respondió una gallarda hembra, entre mujer y -entre ángel: - -Ya voy. Aguardaos, mientras acabo de atar estos dos presumidos, que -llegaron antes. - -Era, como digo, una bellísima mujer, nada villana y toda cortesana. -Hacía buena cara á todos y muy malas obras. Su frente era más rasa que -serena. No miraba de mal ojo y á todos hacía dél. Las narices tenía -blancas, señal de que no se le subía el humo á ellas. Sus mejillas -eran rosas sin espinas. Ni mostraba los dientes, sino otros tantos -aljófares, al reirse de todos. Tan agradable, que era ocioso el atar, -pues con sola su vista cautivaba. Su lengua era sin duda de azúcar, -porque sus palabras eran de néctar. Y las dos manos hacían un blanco -de los afectos y, con tenerlas tan buenas, á nadie daba buena mano ni -de mano. Y, aunque tenía brazo fuerte, de ordinario lo daba á torcer, -equivocando el abrazar con el enlazar. De suerte que de ningún modo -parecía salteadora quien tan buen parecer tenía. No estaba sola, -antes muy asistida de un escuadrón volante de amazonas, igualmente -agradables, gustosas y entretenidas, que no cesaban de atar á unos y á -otros, ejecutando lo que su capitana les mandaba. - -[Marginal: _Todos locos._] - -Era de reparar que á cada uno le aprisionaban con las mismas ataduras -que él quería y muchos se las traían consigo y las prevenían para que -los atasen. Así que á unos aprisionaban con cadenas de oro, que era -una fuerte atadura; á otros con esposas de diamantes, que era mayor. -Ataron á muchos con guirnaldas de flores y otros pedían que con rosas, -imaginando era más coronarles las frentes y las manos. Vieron uno, que -le ataron con un cabello rubio y delicado y, aunque él se burlaba al -principio, conoció después era más fuerte que una maroma. Á las mujeres -de ordinario las ataban, no con cuerdas, sino con hilos de perlas, -sartas de corales, listones de resplandor, que parecían algo y valían -nada. - -Á los valientes, al mismo Bernardo le aprisionaron, después de muchas -bravatas, con una banda, quedando él muy ufano. Y lo que más admiró -fué que á otros sus camaradas los atraillaron con plumajes y fué una -prisión muy segura. - -Ciertos grandes personajes pretendieron los atasen con unos -cordoncillos, de que pendían veneras, llaves y eslabones y porfiaban -hasta reventar. Había grillos de oro para unos y de hierro para otros y -todos quedaban igualmente contentos y aprisionados. - -Lo que más admiró fué que, faltando lazos con que maniatar á tantos, -los enlazaban con brazos de mujeres y muy flacas á hombres muy -robustos. Al mismo Hércules con un hilo delgado y muy al uso y á Sansón -con unos cabellos, que le cortaron de su cabeza. - -Querían ligar á uno con una cadena de oro, que él mismo traía, y les -rogó no hiciesen tal, sino con una soga de esparto crudo, extremo raro -de avaricia. [Marginal: _Avaros._] Á otro camarada déste le apretaron -las manos con los cerraderos de su bolsa y aseguraron era de hierro. -Añudaron á uno con su propio cuello, que era de cigüeña, á otro con un -estómago de avestruz. Hasta con sartas de salados sabrosos eslabones -ataban algunos y gustaban tanto de su prisión, que se chupaban los -dedos. Salían otros de juicio, de contento, de verse atados por las -frentes con laureles y con hiedras. Pero ¿qué mucho, si otros se -volvieron locos en tocando las cuerdas? - -Desta suerte iban aprisionando aquellas agradables salteadoras á -cuantos pasaban por aquel camino de todos, echando lazos á unos á los -pies, á otros al cuello. Atábanles las manos, vendábanles los ojos y -llevábanlos atados, tirándoles del corazón. - -Con todo eso había una muy desagradable entre todas, que cuantos -ataba, se mordían las manos y despedazaban las carnes hasta roerse las -entrañas. Atormentábalos á éstos con lo que otros se holgaban y de la -ajena gloria hacían infierno. Otra había bizarramente furiosa, que -apretaba los cordeles hasta sacar sangre y ellos gustaban tanto desto, -que se la bebían unos á otros. Y es lo bueno que, después de haber -maniatado á tantos, aseguraban ellas que no habían atado persona. - -Llegaron ya á querer hacer lo mismo de Critilo y de Andrenio. -Preguntáronles con qué género de atadura querían ser maniatados. -Andrenio, como mozo, resolvióse presto y pidió le atasen con flores, -pareciéndole sería más guirnalda que lazo. Mas Critilo, viendo que no -podía pasar por otro, dijo que le atasen á él con cintas de libros, -que pareció bien extraordinaria atadura; pero al fin lo era y así se -ejecutó. - -[Marginal: _Venta del mundo._] - -Mandó luego tocar á marchar aquella dulce tirana. Y aunque parecía -que los llevaban á todos arrastrando de unas cadenillas asidas á los -corazones; pero de verdad ellos se iban, que no era menester tirarlos -mucho. Volaban algunos, llevados del viento, casi todos con buen aire, -deslizándose muchos, tropezando los más y despeñándose todos. - -Halláronse presto á las puertas de uno, que ni bien era palacio ni bien -cueva. Y los que mejor lo entendían dijeron era venta, porque nada se -da de balde y todo es de paso. - -Estaba fabricada de unas piedras tan atractivas, que traían así las -manos y los pies, los ojos, las lenguas y los corazones, como si fueran -de hierro. Con lo cual se conoció eran imanes del gusto, trabadas -con una unión tan fuerte, que les venía de perlas. Era sin duda la -agradable posada, tan centro del gusto, cuan páramo del provecho y un -agregado de cuantas delicias se pueden imaginar. Dejaba muy atrás la -casa de oro de Nerón, con que quiso dorar los yerros de sus aceros. -Oscurecía tanto el palacio de Heliogábalo, que lo dejó á malas noches y -el mismo alcázar de Sardanápalo parecía una zahurda de sus inmundicias. -Había á la puerta un gran letrero, que decía: - -_El bien deleitable, útil y honesto._ - -Reparó Critilo y dijo: - -Este letrero está al revés. - -¿Cómo al revés?, replicó Andrenio; yo al derecho le leo. - -Sí, que había de decir al contrario: el bien honesto, útil y deleitable. - -No me pongo en eso; lo que sé decir es que ella es la casa más -deliciosa que hasta hoy he visto. ¡Qué buen gusto tuvo el que la hizo! - -Tenía en la fachada siete columnas que, aunque parecía desproporción, -no era sino emulación de la que erigió la sabiduría. [Marginal: -_Estancias de los vicios._] Éstas daban entrada á otras siete estancias -y habitaciones de otros tantos príncipes, de quienes era agente la -bella salteadora. Y así todos cuantos cautivaba con sumo gusto los iba -remitiendo allá, á elección de los mismos prisioneros. - -Entraban muchos por el cuarto del oro y llamábase así, porque estaba -todo enladrillado de tejos de oro y barras de plata, las paredes de -piedras preciosas. Costaba mucho de subir y al cabo era gusto con -piedras. El más eminente y superior á todos era el más arriesgado; y no -obstante eso, la gente más grave quería subir á él. El más bajo era el -más gustoso, tanto que tenía las paredes comidas, que decían eran de -azúcar sus piedras, la argamasa mezclada con exquisitos vinos y el yeso -tan cocido, que era un bizcocho. - -Muchos gustaban de entrar en éste y se preciaban ser gente de buen -gusto. - -Al contrario, había otro que campeaba rojo, empedrado de puñales, -las paredes de acero, sus puertas eran bocas de fuego y sus ventanas -troneras, los pasamanos de las escaleras eran pasadores y de los -techos, en vez de florones, pendían montantes. Y con todo eso, no -faltaban algunos, que se alojaban en él, tan á costa de su sangre. - -Otro se veía de color azul, cuya hermosura consistía en deslucir los -demás y desdorar ajenas perfecciones. Adornábase su arquitectura de -canes, grifos y dentellones. Su materia eran dientes, no de elefante, -sino de víboras. Y aunque por fuera tenía muy buena vista; pero por -dentro aseguraban tenía roídas las entrañas de las paredes. Mordíanse -por entrar en él unos á otros. - -El más cómodo de todos era el más llano y, aunque no había en todo él -escalera que subir, estaba lleno de mesillas, alhajado de sillas y -todas poltronas. Parecía casa de la China, sin ningún alto. Su materia -era de conchas de tortuga. Todo el mundo se acomodaba en él, tomándolo -muy de asiento. - -Con esto iban tan poco á poco y él era tan largo, que nunca llegaban al -cabo, con ser todo paraderos. - -El más hermoso era el verde, estancia de la primavera, donde campeaba -la belleza. Llamábase el de las flores y todo era flor en él, hasta -la valentía y la de la edad ni faltaba la del berro. Había muchos -Narcisos, alternados con las violetas. Coronábanse todos en entrando -de rosas, que bien presto se marchitaban, quedando las espinas. Y aun -todas sus flores paraban en zarzas y sus verduras en palo. Con todo era -una estancia muy requerida, donde todos los que entraban se divertían -harto. - -Obligábanlos á Critilo y Andrenio á entrar en alguna de aquellas -estancias, la que más fuese de su gusto. Éste, como tan lozano y en la -flor de su vida, encaminóse á la de las flores, diciendo á Critilo: - -Entra tú por donde gustares, que al cabo de la jornada todos vendremos -á un mismo paradero. - -Instábanle á Critilo que escogiese, cuando dijo: - -Yo nunca voy por donde los demás, sino al revés. No me excuso de -entrar, pero ha de ser por donde ninguno entra. - -¿Cómo puede ser eso, le replicaron, si no hay puerta por donde no -entren muchos cada instante? - -Reíanse otros de su singularidad y preguntaban: - -¿Qué hombre es éste, hecho al revés de todos? - -Y aun por eso pienso serlo, respondió él. Yo he de entrar por donde los -otros salen, haciendo entrada de la salida. Nunca pongo mira en los -principios, sino en los fines. - -Dió la vuelta á la casa y ella la dió tal, que no la conocía, pues toda -aquella grandeza de la fachada se había trocado en vileza, la hermosura -en fealdad y el agrado en horror y tal, que parecía por esta parte, -no fachada, sino echada, amenazando por instantes su ruina. No sólo -no atraían las piedras á los huéspedes, sino que se iban tras ellos -sacudiéndoles, que hasta las del suelo se levantaban contra ellos. No -se veían jardines por esta acera tan azar, campo sí de espinas y de -malezas. - -Advirtió Critilo, con no poco espanto suyo, que todos cuantos veía -entrar antes riendo, ahora salían llorando. Y es bien de notar cómo -salían. Arrojaban á unos por las ventanas, que correspondían al cuarto -de los jardines y daban en aquellas espinas tal golpe, que se les -clavaban por todas las coyunturas, quedando llenos de dolores, tan -agudos, que estando en un infierno, levantaban el grito hasta el cielo. -Los que habían subido más altos daban mayor caída. Uno déstos cayó de -lo más alto de palacio, con tanta fruición de los demás, como pena -suya, que todos estaban aguardando cuándo caería. Quedó tan maltratado, -que no fué más persona ni pudo hacer del hombre. - -Bien merece, decían todos los de dentro y fuera, tanto mal, quien á -nadie hizo bien. - -El que causó gran lástima fué uno, que tuvo más de luna, que -de estrella. Éste al caer se clavó un cuchillo por la garganta, -escribiendo con su sangre el escarmiento sin segundo. Vió Critilo, -que por la ventana, antes del oro y ya del lodo, despeñaban á muchos -desnudos y tan abrumados, que parecían haberles molido las espaldas -con saquillos de arenas de oro. Otros por las ventanas de la cocina -caían en cueros. Y todos daban de vientre en aquel suelo, abominando -tales crudezas. Sólo uno vió salir por la puerta y, admirado Critilo -únicamente, se fué para él, dándole la singular enhorabuena. Al -saludarle reparó que quería conocerle. - -¡Válgame el cielo!, decía. ¿Dónde he visto yo este hombre? Pues yo le -he visto y no me acuerdo. - -¿No es Critilo?, preguntó él. - -Sí, ¿y tú quién eres? - -¿No te acuerdas que estuvimos juntos en casa de la sabia Artemia? - -Ya doy en la cuenta. ¿Tú eres aquel de _Omnia mea mecum porto_? - -El mismo y aun eso me ha librado deste encanto. - -¿Cómo pudiste escapar una vez dentro? - -Fácilmente, respondió. Y con la misma facilidad te desataré á ti, si -quieres. ¿Ves todos aquellos ciegos nudos, que echa la voluntad con un -sí? Pues todos los vuelve á deshacer con un no. Todo está en que ella -quiera. - -Quiso Critilo y así se vió luego libre de libros. - -Mas díme, oh Critilo, ¿y tú cómo no entraste en este común cautiverio? - -Porque siguiendo otro consejo de la misma Artemia, no puse el pie en el -principio, hasta tocar con las manos el fin. - -¡Oh dichoso hombre! Pero mal dije hombre, que no eres sino entendido. - -¿Qué se hizo aquel tu compañero más mozo y menos cauto? - -Ahora te quería preguntar dél si le viste allá dentro, que sin freno -de razón se abalanzó allá y temo que como tal será arrojado. - -¿Por qué puerta entró? - -Por la del gusto. - -Es la peor de todas. Saldrá tarde. Echarle ha el tiempo consumido de -todas maneras. - -¿No habría algún medio para su remedio?, replicó Critilo. - -Sólo uno y ése, aunque fácil, dificultoso. - -¿Cómo es eso? - -Queriendo. Que haga como yo. Que no aguarde á que le echen; sino -tomándose la honra y más el provecho, salir él. Que será por la puerta, -despenado; y no por las ventanas, despeñado. - -Una cosa te quisiera suplicar y no me atrevo, porque parece más -necedad, que favor. - -¿Qué es? - -Que, pues tienes ya tomado el tino á la casa, volvieses á entrar y como -sabio lo desengañases y librases. - -No será de provecho, porque, aunque le halle y le hable, no me dará -crédito sin el afecto. Mejor se moverá por ti. Y pues te ves obligado, -que te pedirán la palabra, mejor es que tú entres y le saques. - -Bien entraría, dijo Critilo, aunque lo siento. Pero temo que, como me -falta la experiencia, me he de cansar en balde y no lo podré hallar, -corriendo riesgo de ahogarnos todos. Hagamos una cosa: vamos los dos -juntos, que bien es menester la industria doblada. Tú, como noticioso -me guiarás, y yo, como amigo le convenceré y saldremos todos con -victoria. - -Parecióle bien el ardid. Fueron á ejecutarlo; mas la guarda, que la hay -á la salida, teniendo por sospechoso al sabio, le detuvo. - -Aquél sí, dijo señalando á Critilo. Que tengo orden de que entre y que -le inste. - -Mas él, volviendo atrás, se retiró con el sabio al reconsejo. Fuése -informando de las entradas y salidas de la casa, de sus vueltas y -revueltas y ya muy determinado iba á entrar, cuando de medio camino -volvió atrás y dijo al sabio: - -Una cosa se me ha ofrecido y es que troquemos de vestidos ambos. Toma -el mío, conocido de Andrenio, que será recomendación y así disfrazado -podrás desmentir la guarda entre dos luces; quedaré yo con el tuyo, -ayudando al disimulo y aguardando por instantes siglos. - -No le desagradó al sabio la invención. Vistióse á lo de Critilo, con -que pudo entrar rogado. - -Quedóse este viendo caer unos y otros, que no paraban un punto por -aquellos despeñaderos del dejo. [Marginal: _Despeñadero de los -vicios._] Vió un pródigo, que lo despeñaban mujeres por el ventanaje -de las rosas en las espinas. Y como venía en carnes el desdichado, -maltratóse mucho. Hízose las narices, cuando más se las deshizo. -Comenzó á hablar gangoso y duróle toda la vida, diciendo todos los que -le oían: - -¡No es cosa rara, que éste hable con las narices, por no tenerlas! -Justo castigo es de sus imprudentes mocedades. - -Fué tal el asco, que éste y todos los de su séquito tuvieron de su -misma inmundicia, que no paraban de escupir al vil deleite, en venganza -y por remedio; que hubiera sido mejor antes. - -Los que rodaban por las espaldas del descanso, tardaban en el mismo -caer; pero mucho más en el levantarse, que de pereza aun no vivían. -Gente muy para nada; sólo sirven para hacer número y gastar los -víveres. Nada hacen con buen aire y en él se paraban al caer, apoyando -mórulas á Cenón; pero una vez caídos, siempre quedaban por tierra. -Daban fieros gritos los que rodaban por el cuarto de las armas, que -parecía el de los locos. - -Venían muy maltratados y eran tales los golpes que daban y recibían, -que escupían luego sangre de sus valientes pechos, vomitando la que -habían bebido antes á sus enemigos: que es bravo quebradero de cabeza -una venganza. - -Solos los del cuarto del veneno se estaban á la mira, holgándose de -lo que los demás se lamentaban. Y había hombres déstos que, porque -se quebrase el otro un brazo y se sacase un ojo, perdía él los dos. -Reían de lo que los otros lloraban y lloraban de lo que reían. Y era -cosa rara que los que á la entrada enflaquecieron, engordaban á la -salida, gustando mucho de hacer aplauso de desdichas y campanear ajenas -desventuras. - -Estaba Critilo mirando aquel malparadero de todos. Al cabo de un día, -de siglos, vió asomar á Andrenio á la ventana de las flores en espinas. -Asustóse mucho, temiendo su despeño. No le osaba llamar, por no -descubrirse; pero con acciones acordaba el desengaño. Cómo bajó y por -dónde adelante lo diremos. - - - - -CRISI XI - -_El golfo cortesano._ - - -Visto un león, están vistos todos y vista una oveja, todas; pero visto -un hombre, no está visto sino uno y aun ése no bien conocido. Todos -los tigres son crueles, las palomas sencillas y cada hombre de su -naturaleza diferente. Las generosas águilas siempre engendran águilas -generosas; mas los hombres famosos no siempre engendran hijos grandes, -como ni los pequeños pequeños. Cada uno tiene su gusto y su gesto: que -no se vive con solo un parecer. - -Proveyó la sagaz naturaleza de diversos rostros, para que fuesen los -hombres conocidos; sus dichos y sus hechos no se equivocasen los buenos -con los ruines; los varones se distinguiesen de las hembras y nadie -pretendiese solapar sus maldades con el semblante ajeno. Gastan algunos -mucho estudio en averiguar las propiedades de las yerbas; ¿cuánto más -importaría conocer las de los hombres, con quien se ha de vivir ó morir? - -Y no son todos hombres los que vemos, que hay horribles monstruos y -aun acroceraumnios en los golfos de las grandes poblaciones, sabios sin -obras, viejos sin prudencia, mozos sin sujeción, mujeres sin vergüenza, -ricos sin misericordia, pobres sin humildad, señores sin nobleza, -pueblos sin apremio, méritos sin premio, hombres sin humanidad, -personas sin sustancia. Esto ponderaba el sabio á vista de la corte, -después de haber rescatado á Andrenio con un tan ejemplar arbitrio. - -Cuando Critilo le aguardaba á la puerta libre, le atendió á la ventana -empeñado en el común despeño. Mas consolóse con que nadie le impelía; -antes, quitándose la guirnalda de la frente, la fué destejiendo y, -atando unas ramas con otras, hizo soga, por la cual se guindó y sin -daño alguno se halló en tierra por gran felicidad. Al mismo tiempo -asomó por la puerta el Sabio, doblándole á Critilo el contento; pero -sin detenerse ni aun para abrazarse, picaron, como tan picados. Sólo -Andrenio, volviendo la cabeza á la ventana, dijo: - -Quede ahí pendiente ese lazo, escala ya de mi libertad, despojo -eternizado del desengaño. - -Tomaron su derrota para la corte, á dar, decía el sabio, de Caribdis en -Escila. Acompañóles hasta la puerta, llevado de la dulce conversación, -el mejor viático del camino de la vida. - -¿Qué cosa y qué casa ha sido ésta?, decía Critilo. Contadme lo que en -ella os ha pasado. - -Tomó la mano el Sabio á cortesía de Andrenio y dijo: - -Sabed, que aquella engañosa casa, al fin venta del mundo, por la -parte que se entra en ella es del gusto y por la que se sale del -gasto. Aquella agradable salteadora es la famosa Volusia, [Marginal: -_Tiranía del deleite._] á quien llamamos nosotros delectación y los -latinos _voluptas_, gran muñidora de los vicios, que á cada uno de los -mortales le lleva arrastrado su deleite. Ésta los cautiva, los aloja ó -los aleja, unos en el cuarto más alto de la soberbia, otros en el más -bajo de la desidia; pero ninguno en el medio, que en los vicios no le -hay. Todos entran, como visteis, cantando y después salen sollozando; -si no son los envidiosos, que proceden al revés. El remedio para no -despeñarse al fin es caer en la cuenta al principio: gran consejo de la -sabia Artemia, que á mí me valió harto para salir bien. - -Y á mí mejor para no entrar, replicó Critilo: que yo con más gusto voy -á la casa del llanto, que de la risa, porque sé que las fiestas del -contento fueron siempre vísperas del pesar. Créeme, Andrenio, que quien -comienza por los gustos, acaba con los pesares. - -Basta que este nuestro camino, dijo él, todo está lleno de trampas -encubiertas, que no sin causa estaba el engaño á la entrada. ¡Oh casa -de locos! ¡Y cómo lo es quien hace de ti caso! ¡Oh encanto de cantos -imanes, que al principio atraen y á la postre despeñan! - -Dios os libre, ponderaba el Sabio, de todo lo que comienza por el -contento. Nunca os paguéis de los principios fáciles; atended siempre -á los fines dificultosos y al contrario. La razón desto supe yo en -aquella venta de Volusia, en este sueño que os ha de hacer despertar. - -[Marginal: _Juguetes de la fortuna._] - -Contáronme tenía dos hijos la Fortuna, muy diferentes en todo: pues el -mayor era tan agradablemente lindo, cuanto el segundo desapaciblemente -feo. Eran sus condiciones y propiedades muy conformes á sus caras, -como suele acontecer. Hízoles su madre dos vaquerillos con la misma -atención. Al primero de una rica tela, que tejió la primavera, sembrada -de rosas y de claveles y entre flor y flor alternó una G, tantas como -flores, sirviendo de ingeniosas cifras, en que unos leían gracioso, -otros galán, gustoso, gallardo, grato y grande; aforrado en cándidos -armiños, todo gala, todo gusto, gallardía y gracia. Vistió al segundo -muy de otro genio, pues de un bocací funesto, recamado de espinas y -entre ellas otras tantas efes, donde cada uno leía lo que no quisiera, -feo, fiero, furioso, falto y falso, todo horror, todo fiereza. - -Salían de casa de su madre á la plaza ó á la escuela y al primero -en todo todos cuantos le veían le llamaban. Abríanle las puertas de -sus corazones. Todo el mundo se iba tras él, teniéndose por dichosos -los que le podían ver, cuanto más haber. El otro desvalido no hallaba -puerta abierta y así andaba á sombra de tejados. Todos huían dél. Si -quería entrar en alguna casa, dábanle con la puerta en los ojos y, si -porfiaba, muchos golpes, con lo cual no hallaba dónde parar. Vivía ó -moría, quien tan triste llegó á no poderse sufrir él á sí mismo. Y así -tomó por partido despeñarse, para despenarse, escogiendo antes morir -para vivir que vivir para morir. - -Mas como la discreción es pasto de la melancolía, pensó una traza, que -siempre valió más que la fuerza. Conociendo cuán poderoso es el engaño -y los prodigios que obra cada día, determinó ir en busca suya una -noche, que hasta la luz y él se aborrecían. - -[Marginal: _Casa del Engaño._] - -Comenzó á buscarle; mas no le podía descubrir. En mil partes le decían -estaría y en ninguna le topaba. Persuadióse le hallaría en casa de los -engañadores y así fué primero á la del Tiempo. Éste le dijo que no; que -antes él procuraba desengañar á todos, sino que le creen tarde. Pasó á -la del Mundo, tenido por embustero y respondióle que por ningún caso; -que él á nadie engaña, aunque lo desea, que los mismos hombres son los -que se engañan á sí mismos, se ciegan y se quieren engañar. Fué á la -misma Mentira, que la halló en todas partes. Díjola á quién buscaba y -respondióle ella: - -¡Anda necio! ¿Cómo tengo yo de decir verdad? - -¿Según eso, la Verdad me lo dirá?, dijo él; pero ¿dónde la hallaré? Más -dificultoso será eso: que si al Engaño no le puedo descubrir en todo el -mundo, ¿cuánto menos la Verdad? - -Fuése á casa de la Hipocresía, teniendo por cierto estaría allí; mas -ésta le engañó con el mismo Engaño. Porque torciendo el cuello á par de -la intención, encogiéndose de hombros, frunciendo los labios, arqueando -las cejas, levantando los ojos al cielo, que todo un hombre ocupa con -la voz muy mirlada, le aseguró no conocía tal personaje ni le había -hablado en su vida, cuando estaba amancebada con él. - -Partió á casa de la Adulación, que era un palacio y ésta le dijo: - -Yo, aunque miento, no engaño, porque echo las mentiras tan grandes y -tan claras, que el más simple las conocerá. Bien saben ellos que yo -miento; pero dicen que con todo eso se huelgan y me pagan. - -¿Qué, es posible, se lamentaba, que esté el mundo lleno de engaños y -que yo no le halle? ¡Parece ésta pesquisa de Aragón! Sin duda estará en -algún casamiento: ¡vamos allá! - -[Marginal: _Casamiento con eco._] - -Preguntó al marido, preguntó á la mujer y respondiéronle ambos habían -sido tantas y tan recíprocas de una y otra parte las mentiras, que -ninguno podía quejarse de ser el engañado. - -¿Si estaría en casa de los mercaderes, entre mohatras paliadas y -desnudos acreedores? - -Respondiéronle que no, porque no hay engaño, donde ya se sabe que le -hay. Lo mismo dijeron los oficiales: que fué de tienda en tienda, -asegurándole en todas que al que ya lo sabe y quiere, no se le hace -agravio. Estaba desesperado, sin saber ya dónde ir. - -Pues yo le he de buscar, dijo; aunque sea en casa del diablo. - -Fuése allá, que era una Génova, digo una Ginebra. Mas éste se enojó -fieramente y, dando voces endiabladas, decía: - -¿Yo engaño? ¿Yo engaño? ¡Qué bueno es eso para mí!; antes yo hablo -claro á todo el mundo. Yo no prometo cielos; sino infiernos acá y allá -fuegos, que no paraísos. Y con todo eso, los más me siguen y hacen mi -voluntad. - -¿Pues en qué está el engaño? - -[Marginal: _Engañador, engañado._] - -Conoció decía esta vez la verdad y quitósele delante. Echó por otro -rumbo, determinó ir á buscarle á casa de los engañados, los buenos -hombres, los crédulos y cándidos, gente toda fácil de engañar. Mas -todos ellos le dijeron que por ningún caso estaba allí; sino en casa -de los engañadores, que aquéllos son los verdaderos necios, porque el -que engaña á otro siempre se engaña y daña más á sí mismo. - -¿Qué es esto?, decía. Los engañadores me dicen que los engañados se lo -llevaron; éstos me responden que aquéllos se quedan con él. Yo creo que -unos y otros le tienen en su casa y ninguno se lo piensa. - -Yendo desta suerte, le topó á él la Sabiduría, que no él á ella y, como -sabedora de todo, le dijo: - -Perdido, ¿qué buscas? ¿Otro que á ti mismo? ¿No ves tú que el Engaño -no le halla quien le busca y que, en descubriéndole, ya no es él? Ve á -casa de algunos de aquellos, que se engañan á sí mismos, que allí no -puede faltar. - -Entró en casa de un confiado, de un presumido, de un avaro, de un -envidioso y hallóle muy disimulado con afeites de verdad. Comunicóle -sus desdichas y consultóle su remedio. Miróselo el Engaño muy bien, -cuanto peor, y díjole: - -Tú eres el mal, que tu mala catadura te lo dice. Tú eres la maldad, -más fea aún de lo que pareces. Pero ten buen ánimo, que no faltará -diligencia ni inteligencia. Huélgome se ofrezcan ocasiones como ésta -para que luzca mi poder. ¡Oh, qué par haremos ambos! Anímate, que si el -primer paso en la medicina es conocer la raíz del mal, yo la descubro -en tu dolencia, como si la tocase con las manos. - -Yo conozco muy bien los hombres; aunque ellos no me conocen á mí. Yo sé -bien de qué pie cojea su mala voluntad. Y advierte que no te aborrecen -á ti por ser malo. No por cierto; sino porque lo pareces, por ese mal -vestido que tú llevas. Esos abrojos son los que les lastiman; que, si -tú fueras cubierto de flores, yo sé te quisieran. Pero déjame hacer, -que yo barajaré las cosas de modo que tú seas el adorado de todo el -mundo y tu hermano aborrecido. Ya la tengo pensada, que no será la -primera ni la última. - -Asiéndole de la mano, se fueron pareados á casa de la Fortuna. -Saludóla con todo el cumplimiento que él suele y encandilóla tan bien, -que fué menester poco para una ciega. Ofreciósele por mozo de guía, -representándole su necesidad y las muchas conveniencias. Abonóle el -hijuelo de fiel y de entendido, pues sabe muchos puntos más que el -diablo su discípulo. Sobre todo, que no quería otra paga, sino sus -venturas. Y no se engañaba, que no hay renta, como la puerta falsa de -la ambición. Calidades eran todas muy á cuento, si no muy á propósito, -para mozo de ciego, y así le admitió la Fortuna en su casa, que es todo -el mundo. - -[Marginal: _Mozo de la Fortuna._] - -Comenzó al mismo instante á revolverlo todo, sin dejar cosa en su lugar -ni aun tiempo. Guíala siempre al revés. Si ella quiere ir á casa de -un virtuoso, él la lleva á la de un malo y otro peor. Cuando había de -correr, la detiene y, cuando había de ir con tiento, vuela. Barájale -las acciones, trueca todo cuanto da. El bien que ella quería dar al -sabio, hace lo dé al ignorante; el favor que va á hacer al valiente, lo -encamina al cobarde. Equivócale las manos cada punto, para que reparta -las felicidades y desdichas, en quien no las merece. Incítala á que -esgrima el palo sin sazón y á tontas y á ciegas la hace sacudir palos -de ciego en los buenos y virtuosos. Pega un revés de pobreza al hombre -más entendido y da la mano á un embustero, que por eso están hoy tan -validos. - -[Marginal: _Don Baltasar de Zúñiga._] - -¡Qué de golpes la ha hecho errar! Acabó de uno con un don Baltasar -de Zúñiga, cuando había de comenzar á vivir. Acabó con un duque del -Infantado, un marqués de Aitona y otros semejantes, cuando más era -menester. Dió un revés de pobreza á un don Luis de Góngora, á un -Agustín de Barbosa y otros hombres eminentes, cuando debiera hacerlos -muchas mercedes. Erró el golpe también y escusábase el bellacón, -diciendo: - -Vinieran éstos en tiempo de un León X, de un rey Francisco de Francia, -que éste no es su siglo. - -¡Qué disfavores no hizo á un marqués de Torrecuso! Y jactábase dello, -diciendo: - -¿Qué hiciéramos sin guerra? Ya estuviera olvidada. - -[Marginal: _Don Martín de Aragón._] - -También fué errar el golpe darle un balazo á don Martín de Aragón, -conociéndose bien presto su falta. - -Iba á dar la Fortuna un capelo á un Azpilqueta Navarro, que hubiera -honrado el Sacro Colegio; mas pególa en la mano un tal golpazo, que -lo echó en tierra, acudiendo á recogerlo un clerizonte. Y riéndose el -picarón, decía: - -¡Eh! que no pudiéramos vivir con estos tales. Bástales su fama. Éstos -otros sí, que lo reciben humildes y lo pagan agradecidos. - -[Marginal: _España._] - -Fué á dar á la monarquía de España muchas felicidades, por verla tan -católica, como había hecho siempre, dándole las Indias y otros muchos -reinos y victorias y el belitre la dió tal encontrón, que saltaron -acullá á Francia, con espanto de todo el mundo. Él se escusaba con -decir que se había acabado ya la semilla de los cuerdos en España y -de los temerarios en Francia. [Marginal: _Venecia._] Y por desmentir -el odio, que le acumulaba ya su malicia, dió algunas victorias á la -república de Venecia contra el poder otomano y sola sin Liga, cosa -que ha admirado al mundo, escusándose con el tiempo, [Marginal: _Casa -otomana._] que se cansa ya de llevar á cuestas la felicidad otomana, -más á fuerza, que de industria. - -Desta suerte fué barajando todas las cosas y casos, tanto, que así las -dichas como las desdichas se hallaban en los que menos las merecían. - -Llegando ya á ejecutar su primer intento, observó allá á la noche, -cuando la Fortuna desnudaba sus dos hijos, que de nadie los fiaba, -donde ponía los vestidos de cada uno, que eso siempre era con cuidado, -en diferentes puestos, porque no se confundiesen. Acudió, pues, el -Engaño y, sin ser sentido, trocó los vestidos, mudó los del bien al -puesto del mal y los del mal al del bien. Á la mañana la Fortuna, tan -descuidada como ciega, vistió á la Virtud el vaquerillo de las espinas, -sin más reparar. Y al contrario, el de las flores púsoselo al Vicio, -con que quedó éste muy galán. Y ¡él que se ayudó con afeites del -Engaño! - -No había quien lo conociese. Todos se iban tras él. Metíanle en sus -casas, creyendo llevaban el Bien. Algunos lo advirtieron á costa de la -experiencia y dijéronlo á los otros. Pocos lo creyeron y, como le veían -tan agradable y florido, prosiguieron en su engaño. - -[Marginal: _Principios del vicio._] - -Desde aquel día la Virtud y la Maldad andan trocadas y todo el mundo -engañado ó engañándose: los que abrazan la maldad por aquel cebillo -del deleite, hállanse después burlados, dan tarde en la cuenta y -dicen arrepentidos: No está aquí el verdadero bien, éste es el mal de -los males. ¿Luego errado habemos el camino? [Marginal: _Fines de la -virtud._] Al contrario, los que desengañados apechugan con la virtud, -aunque al principio les parece áspera y sembrada de espinas, pero al -fin hallan el verdadero contento y alégranse de tener tanto bien en sus -conciencias. - -[Marginal: _Cargos cargas._] - -¡Qué florida le parece á éste la hermosura y qué lastimado queda -después con mil achaques! ¡Qué lozana al otro la mocedad!; ¡pero cuán -presto se marchita! ¡Qué plausible se le representa al ambicioso la -dignidad! Vestido viene el cargo de estimación; ¡mas qué pesado le -halla después, que le abruma so la carga! ¡Qué gustosa imagina el -sanguinario la venganza! ¡Cómo se relame en la sangre del enemigo! -Y después, si le dejan, toda la vida anda basqueando lo que los -agraviados no pueden digerir. Hasta el agua hurtada es más sabrosa. -Chupa la sangre del pobrecillo el ricazo de rapiña; mas después ¡con -qué violencia la trueca al restituirla! Dígalo la madre del milano. - -[Marginal: _Gota grita._] - -Traga el glotón exquisitos manjares, saboréase con los preciosos vinos -y después, ¡cómo lo grita en la gota! No pierde el deshonesto coyuntura -en su bestial deleite y págalo con dolor de todas las de su flaco -cuerpo. Abraza espinas en riquezas el avaro, pues no le dejan morir y, -sin poderlas gozar, deja en ellas lastimado el corazón. - -Todos éstos pensaron traer á su casa el Bien, vestido del gusto; y -de verdad, que no es sino el Mal solapado; no el contento, sino el -tormento, también merecido de su engaño. Pero al contrario, ¡qué -dificultosa y cuesta arriba se le hace al otro la virtud!, y después, -¡qué satisfacción la de la buena conciencia! ¡Qué horror el de la -abstinencia y en ella consiste la salud del cuerpo y alma! Intolerable -se le representa la continencia y en ella se halla el contento -verdadero, la vida, la salud y la libertad. - -El que se contenta con una medianía, tranquilo vive. El manso de -corazón, posee la tierra. Desabrido se le propone el perdón del -enemigo; pero ¡qué paz se le sigue y qué honra se consigue! ¡Qué frutos -tan dulces se cogen de la raíz amarga de la mortificación! Melancólico -parece el silencio; mas al sabio nunca le pesó de haber callado. - -De suerte que desde entonces la Virtud anda vestida de espinas por -fuera y de flores por dentro. Al contrario del Vicio. Conozcámoslos y -abracémonos con aquélla, á pesar del engaño tan común cuan vulgar. - -Á vistas estaba ya de la corte y mirando Andrenio á Madrid con fruición -grande preguntóle el Sabio: - -¿Qué ves en cuanto miras? - -Veo, dijo él, una real madre de tantas naciones, una corona de dos -mundos, un centro de tantos reinos, un joyel de entrambas Indias, un -nido del mismo fénix y una esfera del sol católico, coronado de prendas -en rayos y de blasones en luces. - -Pues yo veo, dijo Critilo, una Babilonia de confusiones, una Lutecia -de inmundicias, una Roma de mutaciones, un Palermo de volcanes, una -Constantinopla de nieblas, un Londres de pestilencias y un Argel de -cautiverios. - -[Marginal: _Madrid madre, madrastra._] - -Yo veo, dijo el Sabio, á Madrid, madre de todo lo bueno, mirada por una -parte, y madrastra por la otra. Que así como á la corte acuden todas -las perfecciones del mundo, mucho más todos los vicios, pues los que -vienen á ella nunca traen lo bueno, sino lo malo de sus patrias. Aquí -yo no entro, aunque se diga que me volví del puente Milvio. - -Y con esto despidióse. Fueron entrando Critilo y Andrenio, como -instruídos, por la espaciosa calle de Toledo. Toparon luego una de -aquellas tiendas donde se feria el saber. Encaminóse Critilo á ella -y pidió al librero si tendría un _Ovillo de oro_ que venderle. No le -entendió, que leer los libros por los títulos no hace entendidos. Pero -sí un otro, que allí estaba de asiento, graduado cortesano por años y -suficiencia: - -¡Eh!, que no piden, le dijo, sino una aguja de marear en este golfo de -Circe. - -Menos lo entiendo ahora, respondió el librero. Aquí no se vende oro ni -plata; sino libros, que son mucho más preciosos. - -Esto, pues, buscamos, dijo Critilo, y entre ellos alguno, que nos dé -avisos para no perdernos en este laberinto cortesano. - -[Marginal: _Libros libres._] - -De suerte, señores, que ¿ahora llegáis nuevos? Pues aquí os tengo este -librillo, no tomo sino átomo; pero que os guiará al norte de la misma -felicidad. - -Ésa buscamos. - -Aquí la tenéis. Á éste le he visto yo hacer prodigios, porque es arte -de ser personas y de tratar con ellas. - -Tomóle Critilo. Leyó el título que decía: - -_El Galateo Cortesano._ - -¿Qué vale?, preguntó. - -Señor, respondió el librero, no tiene precio. Mucho le vale al que le -lleva. Estos libros no los vendemos; sino que los empeñamos por un par -de reales, que no hay bastante oro ni plata para apreciarlos. - -Oyendo esto el cortesano, dió una tan descompuesta risada, que causó no -poca admiración á Critilo y mucho enfado al librero, y preguntóle la -causa. - -Porque es digno de risa lo que decís, respondió él, y cuanto este libro -enseña. - -Ya veo yo, dijo el librero, que _El Galateo_ no es más que la cartilla -del arte de ser personas y que no enseña más del a, b, c; pero no -se puede negar que sea un brinquiño de oro, tan plausible como -importante. Y aunque pequeño, hace grandes hombres, pues enseña á serlo. - -[Marginal: _Galateo al revés._] - -Lo que menos hace es eso, replicó el cortesano. Este libro, dijo -tomándole en las manos, aún valdría algo, si se practicase todo al -revés de lo que enseña. En aquel buen tiempo, cuando los hombres lo -eran, digo buenos hombres, fueran admirables estas reglas; pero ahora -en los tiempos que alcanzamos no valen cosa. Todas las lecciones, que -aquí encarga, eran del tiempo de las ballestas; mas ahora, que es el de -las gafas, creedme que no aprovechan. Y para que os desengañéis, oid -esta de las primeras. - -Dice, pues, que el discreto cortesano, cuando esté hablando con alguno, -no le mire al rostro y mucho menos de hito en hito, como si viese -misterios en los ojos. - -Mirad qué buena regla ésta para estos tiempos, cuando no están ya las -lenguas asidas al corazón. ¿Pues dónde le ha de mirar? ¿Al pecho? - -Eso fuera, si tuviera en él la ventanilla, que deseaba Momo. - -Si, aun mirándole á la cara que hace, al semblante que muda, no puede -el más atento sacar traslado del interior, ¿qué sería, si no le mirase? - -Mírele y remírele y de hito en hito y aun plegue á Dios que dé en el -hito de la intención y crea que ve misterios. Léale el alma en el -semblante. Note si muda colores, si arquea las cejas. Brujuléele el -corazón. Esta regla, como digo, quédese para aquella cortesía del buen -tiempo, si ya no la entiende algún discreto por activa, procurando -conseguir aquella inestimable felicidad de no tener que mirar á otro á -la cara. - -Oid esta otra, que me da gran gusto siempre que la leo. Pondera el -autor que es una bárbara asquerosidad, después de haberse sonado las -narices, ponerse á mirar en el lienzo la inmundicia, como si echasen -perlas ó diamantes del cerebro. - -Pues esa, señor mío, dijo Critilo, es una advertencia tan cortesana, -cuan precisa, si ya no prolija; mas para la necedad nunca sobran -avisos. - -No, replicó el cortesano: no lo entendéis. Perdóneme el autor y enseñe -todo lo contrario. Diga, que sí, que miren todos y vean lo que son en -lo que echan. Advierta el otro presumido de bachiller y conózcase que -es un rapaz mocoso, que aún no discurre ni sabe su mano derecha: no -se desvanezca. Entienda el otro, que se estima de nasudo y de sagaz, -que no son sentencias ni sutilezas las que piensa; sino crasicies, que -destila del alambique de su nariz aguileña. Persuádase la otra linda -que no es tan ángel como la mienten ni es ámbar lo que alienta; sino -que es un albañal afeitado. Desengáñese Alejandro que no es hijo de -Júpiter; sino de la pudrición y nieto de la nada. [Marginal: _Sonado -mocoso._] Entienda todo divino que es muy humano y todo desvanecido -que, por más viento que tenga en la cabeza y por más humo, todo viene á -resolverse en asco y, cuando más sonado, más mocoso. ¡Eh!, conozcamos -todos y entendamos que somos unos sacos de hediondez: cuando niños, -mocos; cuando viejos, flemas; y cuando hombres, apostemas. - -Esta otra, que se sigue, es totalmente superflua. Dice que por ningún -caso el cortesano, estando con otros, se saque la cera de los oídos ni -la esté retorciendo con los dedos, como quien hace fideos. Pregunto, -señores: ¿quién hay que pueda hacer esto? ¿Á quién han dejado ya -cera en los oídos unos y otras, aquéllos y éstas; cuanto menos, que -sobre para hacer fideos? Mas sin cera está la era. Lo que él había de -encargar es que no nos la sacasen tanto embestidor, tanta harpía, tanto -agarrador, tanto escribano y otros que callo. - -Pero con la que yo estoy muy mal, es con aquella otra, que enseña que -es grande vulgaridad, estando en un corrillo ó conversación, sacar las -tijerillas del estuche y ponerse muy de propósito á cortar las uñas. -Ésta la tengo por muy perniciosa doctrina, porque á más de que ellos -se tienen buen cuidado de no cortárselas ni aun en secreto, cuanto -menos en público, fuera mejor que mandara se las cortaran delante de -todo el mundo, [Marginal: _Señor almirante._] como hizo el almirante en -Nápoles, pues todo él está escandalizado de ver algunos cuán largas -las tienen. ¡Sí!, ¡sí señor! Saquen tijeras, aunque sean de tundir; mas -no de trasquilar. Y córtense estas uñas de rapiña y atúsenlas hasta las -mismas manos, cuando las tienen tan largas. - -Algunos hombres hay caritativos, que suelen acudir á los hospitales á -cortarles las uñas á los pobres enfermos. ¡Gran caridad es por cierto! -Pero no fuera malo ir á las casas de los ricos y cortarles aquellas -uñas gavilanes, con que se hicieron hidalgos de rapiña y desnudaron á -estos pobrecitos y los pusieron por puertas y aun los echaron en el -hospital. - -Tampoco tenía que encargar aquello de quitar el sombrero con tiempo. -¡Gran liberalidad de cortesía es ésta! No sólo quitan ya el sombrero, -sino la capa y la ropilla, hasta la camisa, hasta el pellejo, pues -desuellan al más hombre de bien y dicen que le hacen mucha cortesía. -Guardan otros tanto esta regla, que se entran de gorra en todas sus -partes. Á esta traza os aseguro que no hay regla con regla. - -[Marginal: _Cortesía engaño._] - -Ésta, que leo aquí, es sin duda contra toda buena moralidad. Yo no sé -cómo no la han prohibido. Dice que, cuando uno se pasea, no vaya con -cuidado á no pisar las rayas ni atienda á poner el pie en medio, sino -donde cayere. - -¿No digo yo? ¡En lugar de aconsejar al cortesano que atienda mucho á -no pisar la raya de la razón ni pasarla, que esté muy á la raya de la -ley de Dios, que lo contrario es quemarse, y que no pase los límites de -su estado, que por eso tantos han caído, que no pise la raya, sino el -espacio, que eso es compasarse y medirse, que no alargue más el brazo -ni el pie de lo que puede! Todo esto le aconsejaría yo: que mire dónde -pone el pie y cómo lo asienta, vea dónde entra y dónde sale, pise firme -siempre en el medio y no vaya por extremos, que son peligrosos en todo, -y eso es andar bien. - -¡Señor, que no vaya hablando consigo, que es necedad! - -¿Pues con quién mejor puede hablar, que consigo mismo? ¿Qué amigo más -fiel? Háblese á sí y dígase la verdad, que ningún otro se la dirá. -Pregúntese y oiga lo que dice su conciencia, aconséjese bien, dé y tome -consigo y crea que todos los demás le engañan y que ningún otro le -guardará secreto, ni aun la camisa al rey don Pedro. - -¡Que no pegue de golpes hablando, que es aporrear alma y cuerpo! - -Dice bien, si el otro escucha; ¿pero si hace el sordo y á veces á lo -que más importa? ¡Pues qué, si duerme! Menester es despertarle. Y hay -algunos, que aun á mazadas no les entran las cosas ni se hacen capaces -de la razón. ¿Qué ha de hacer un hombre, si no le entienden ni le -atienden? Por fuerza ha de haber mazos en el hablar, ya que los hay en -el entender. - -¡Que no hable recio ni muy alto, que desdice de la gravedad! - -¡Según con quien habla! Crea que no son buenas palabras de seda para -orejas de buriel. - -¡Pues qué otra ésta! Que no haga acciones con las manos, cuando habla, -ni bracee, que parece que nada, ni saque el índice, que parece que -pesca. - -No fuera malo aquí distinguir de los que las tienen malas á los que -buenas. Y las que se precian dellas, toman aquí el cielo con las manos. -Con licencia deste autor, yo diría lo contrario, que haga y diga, no -sea todo palabras, haya acción y ejecución también. Hable de veras. Si -tiene buena mano, póngala en todo. - -[Marginal: _Dichos y hechos._] - -Así como tiene algunas reglas superfluas, otras tiene muy frías, como -lo es ésta: que no se acerque mucho, cuando hablare, ni salpique, que -verdaderamente algunos poco atentos en esto, deberían avisar antes de -abrir la boca y decir: ¡agua va!, para que se apartasen los oyentes -ó se vistiesen los albornoces, porque de ordinario éstos hablan sin -escampar. - -Yo, señores, por más dañoso tengo el echar fuego por la boca, que agua, -y más son los que arrojan llamas de malignidad, de murmuración, de -cizaña, de torpeza y de escándalo. Harto peor es echar espumajos, sin -decir primero: ¡cólera va! - -Reprehenda el vomitar veneno, que ya niñería es el escupir. Poco mal -puede hacer una rociada de perdigones. Dios nos libre de la bala rasa -de la injuria, de la jara de una barrilla, de la bomba de una traición, -de las picas en picones y de la artillería del artificio maldiciente. - -También hay algunas muy ridículas, como aquella otra que, cuando -hablare con alguno, no le esté pasando la mano por el pecho ni -madurando los botones de la ropilla, hasta hacerlos caer á puro -retorcerlos. - -¡Eh, que sí; déjelos tomar el pulso en el pecho y dar un tiento al -corazón! Déjelos examinar si palpita. Tienten también si tienen almilla -en los botones, que hay hombres, que aun allí no la tienen. Tírenle de -la manga al que se desmanda y de la faldilla al que se estira, porque -no salga de sí. - -Ésta, que se sigue, en ninguna república se practica ni aun en la de -Venecia. Era del tiempo antiguo. ¡Que no coma á dos carrillos, que es -una grande fealdad! - -Veis aquí una lección, que las más lindas la practican menos; antes -dicen que están más hermosas de la otra suerte y se les luce más. - -Que no ría mucho ni muy alto, dando grandes risadas. - -¡Ay tantas y tales monstruosidades en el mundo, que no basta ya reir -debajo la nariz, aunque frescamente á su sombra! - -Va otra semejante: que no coma con la boca cerrada. Por cierto, sí. -¡Qué buena regla ésta para este tiempo, cuando andan tantos á la sopa! -Aun dese modo no está seguro el bocado, que nos lo quitan de la misma -boca; ¿qué sería á boca abierta? No habría menester más el otro, que -come y bebe de cortesía. Á más de que en ninguna ocasión importa -tanto tenerla cerrada y con candados, que cuando se come y se bebe. -[Marginal: _Marqués de Espínola._] Así lo observó el célebre marqués de -Espínola, cuando le convidó á su mesa el atento Henrico. - -Y para ser nimio y menudo de todas maneras, encarga ahora que su -cortesano de ningún modo regüelde: que, aunque es salud, es grosería. -Créame y déjelos que echen fuera el viento, de que están ahitos y más -llenos, cuando más vacíos. ¡Ojalá acabaran de despedir de una vez todo -el que tienen en aquellas cabezas! Que tengo para mí que por eso al que -estornuda le ayuda Dios á echar el viento de su vanidad y le damos la -norabuena. Conozcan en la hediondez del aliento cómo se gasta el aire, -cuando no está en su lugar. - -Sólo un consejo me contentó mucho de _El Galateo_ y me pareció muy -sustancial, para que se verifique aquel dicho común, que no hay -libro sin algo bueno. Encarga, pues, por capital precepto y como el -fundamento de toda su obra cortesana, que el galante _Galateo_ procure -tener los bienes de fortuna, para vivir con lucimiento, que sobre esta -basa de oro le han de levantar la estatua de cortesía y discreción, -galantería, despejo y todas las demás prendas de varón culto y -perfecto; y advierta que, si fuere pobre, jamás será ni entendido -ni cortés ni galante ni gustoso. Y esto es lo que yo siento de _El -Galateo._ - -Pues si ése no os contenta, dijo el librero, porque no instruye sino en -la cortesía material, no da más de una capa de personas, una corteza -de hombres, aquí está la juiciosa y grave instrucción del prudente -Juan de Vega á su hijo, cuando le enviaba á la corte. Realzó esa misma -instrucción, [Marginal: _Conde de Portalegre._] que no la comentó muy -á lo señor y portugués, que es cuanto decir se puede, el conde de -Portalegre en semejante ocasión de enviar otro hijo á la corte. - -Es grande obra, dijo el cortesano, y sobrado grande, pues es sólo para -grandes personajes; y yo no tengo por buen oficial al que quiere calzar -á un enano el zapato de un gigante. - -Creedme que no hay otro libro ni arte más á propósito, que parece la -escribió viendo lo que en Madrid pasa. - -Ya sé que me tendréis por paradojista y aun estoico, pero más importa -la verdad. Digo que el libro, que habéis de buscar y leerlo de cabo -á cabo, es la célebre Ulisiada de Homero. ¡Aguardad! No os admiréis -hasta que me declare. ¿Qué pensáis? ¿Que el peligroso golfo, que -él describe, es aquel de Sicilia, y que las sirenas están acullá en -aquellas Sirtes con sus caras de mujeres y sus colas de pescados, la -Circe encantadora en su isla y el soberano Cíclope en su cueva? Sabed -que el peligroso mar es la corte con la Escila de sus engaños y la -Caribdis de sus mentiras. - -¿Veis esas mujeres, que pasan tan prendidas de libres y tan compuestas -de disolutas? Pues ésas son las verdaderas sirenas y falsas hembras, -con sus fines monstruosos y amargos dejos. Ni basta que el cauto Ulises -se tape los oídos; es menester que se ate al firme mástil de la virtud -y encamine la proa del saber al puerto de la seguridad, huyendo de sus -encantos. - -[Marginal: _Circes lindas._] - -Hay encantadoras Circes, que á muchos, que entraron hombres, los han -convertido en brutos. ¿Qué diré de tantos Cíclopes, tan necios como -arrogantes, con solo un ojo, puesta la mira en su gusto y presunción? - -Este libro os digo que repaséis, que él os ha de encaminar, para que -como Ulises escapéis de tanto escollo como os espera y tanto monstruo -como os amenaza. - -Tomaron su consejo y fueron entrando en la corte, experimentando al pie -de la letra lo que el cortesano les había prevenido y Ulises enseñado. -No encontraron pariente ni amigo ni conocido, por lo pobre. No podían -descubrir su deseada Felisinda. - -Viéndose, pues, tan solos y tan desfavorecidos, determinó Critilo -probar la virtud de ciertas piedras orientales muy preciosas, que -había escapado de sus naufragios. Sobre todo quiso hacer experiencia -de un finísimo diamante, por ver si vencía tan grandes dificultades -su firmeza, y una rica esmeralda, si conciliaba las voluntades, como -escriben los filósofos. Sacólas á luz, mostrólas y al mismo punto -obraron maravillosos efectos, porque comenzaron á ganar amigos. Todos -se les hacían parientes y aun había quien decía eran de la mejor sangre -de España, galanes, entendidos y discretos. - -Fué tal el ruido que hizo un diamante, que se les cayó en un empeño de -algunos centenares, que se oyó por todo Madrid. Con que los embistieron -enjambres de amigos, de conocidos y de parientes, más primos que un -rey, más sobrinos que un papa. Pero el caso más agradablemente raro -fué el que le sucedió á Andrenio, desde la calle Mayor á palacio. -Llegóse á él un pajecillo, galán de librea y libre de desenfado, -que desenvainando una hoja en un billete, le dejó tan cortado, que -no acertó á descartarse Andrenio. Antes, brujuleándole, descubrió -una prima su servidora en la firma. Dábale la bienvenida á la corte -y muchas quejas de que, siendo tan proprio, se hubiese portado tan -extraño. Suplicábale se dejase ver, que allí estaba aquel paje para que -le guiase y le sirviese. Quedó atónito Andrenio, oyendo el reclamo de -su prima, cuando él no creyera tener madre y, llevado más de su curioso -deseo, que del ajeno agasajo, asistido del pajecillo, tomó el rumbo -para la casa. Lo que aquí vió en maravillas y le sucedió en portentos -dirá la siguiente Crisi. - - - - -CRISI XII - -_Los encantos de Falsirena._ - - -Fué Salomón el más sabio de los hombres y fué el hombre á quien más -engañaron las mujeres. Y con haber sido el que más las amó, fué el que -más mal dijo dellas. Argumento de cuán gran mal es el del hombre la -mujer mala y su mayor enemigo. Más fuerte es que el vino, más poderosa -que el rey y que compite con la verdad, siendo toda mentira. Más vale -la maldad del varón, que el bien de la mujer, dijo quien más bien dijo, -porque menos mal te hará un hombre que te persiga, que una mujer que te -siga. - -Mas no es un enemigo sólo; sino todos en uno, que todos han hecho plaza -de armas en ella. De carne se compone, para descomponerle. El mundo la -viste, que para poder vencerle á él, se hizo mundo della. Y la que el -mundo se viste, del demonio se reviste en sus engañosas caricias. - -Gerión de los enemigos, triplicado lazo de la libertad, que -difícilmente se rompe. De aquí sin duda procedió el apellidarse todos -los males hembras, las furias, las parcas, las sirenas y las harpías, -que todo lo es una mujer mala. - -Hácenle guerra al hombre diferentes tentaciones, en sus edades -diferentes, unas en la mocedad y otras en la vejez; pero la mujer en -todas. Nunca está seguro dellas ni mozo ni varón ni viejo ni sabio ni -valiente ni aun santo. Siempre está tocando al arma este enemigo común -y tan casero, que los mismos criados del alma la ayudan, los ojos -franquean la entrada á su belleza, los oídos escuchan su dulzura, las -manos la atraen, los labios la pronuncian, la lengua la vocea, los pies -la buscan, el pecho la suspira y el corazón la abraza. Si es hermosa, -es buscada; si fea, ella busca. [Marginal: _Trono de la necedad._] Y si -el cielo no hubiera prevenido que la hermosura de ordinario fuera trono -de la necedad, no quedara hombre á vida, que la libertad lo es. ¡Oh, -cómo le previno el escarmentado Critilo al engañado Andrenio! Mas ¡qué -poco le aprovechó! - -Partió ciego á buscar luz á la casa de los incendios. No consultó á -Critilo, temiéndole severo. Y así solo y malguiado de un pajecillo, que -suelen ser las pajuelas de encender el amoroso fuego, caminó un gran -rato, torciendo calles y doblando esquinas. - -Mi señora, decía el rapaz, la honestísima Falsirena vive muy fuera del -mundo, ajena del bullicio cortesano, ya por natural recato, haciendo -desierto de la corte, ya por poder gozar de la campaña en sus alegres -jardines. - -Llegaron á una casa, que en la apariencia aún no prometía comodidad, -cuanto menos magnificencia, estrañándolo harto Andrenio. Mas luego que -fué entrando, parecióle haber topado el mismo alcázar de la aurora. -Porque tenía las entradas buenas á un patio muy desahogado, teatro -capaz de maravillosas apariencias. Y aun toda la casa era harto -desenfadada. En vez de firmes atlantes en columnas, coronaban el atrio -hermosas ninfas por la materia y por el arte raras, asegurando sobre -sus delicados hombros firmeza á un cielo, alternado de serafines; pero -sin estrellas. - -[Marginal: _Amor llorando quema._] - -Señoreaba el centro una agradable fuente, equívoca de aguas y fuegos, -pues era Cupidillo, que cortejado de las Gracias, ministrándole arpones -todas ellas, estaba flechando cristales abrasadores, ya llamas y ya -linfas. Íbanse despeñando por aquellos nevados tazones de alabastro, -deslizándose siempre y huyendo de los que le seguían y murmurando -después de los mismos que lisonjearon antes. - -Donde acababa el patio, comenzaba un Chipre tan verde, que pudiera -darlo el más buen gusto; si bien todas sus plantas eran más lozanas que -fructíferas, todo flor y nada fruto. Coronábase de flores, vistosamente -odoríferas, parando todo en espirar humos fragantes. El vulgo de las -aves le recibió con salvas de armonía; si ya no fué darle la vaya, -silbándole á porfía el Céfiro y Fabonio, que él lo tuvo todo por -donaire. - -Era el jardín con toda propiedad un pensil, pues á cuantos le lograban, -suspendía. Fuése acercando Andrenio al mejor centro de su amenidad, -donde estaba la primavera deshilando copos en jazmines, digo la vana -Venus de este Chipre, que nunca hay Chipre sin Venus. - -Salió Falsirena á recibirle, hecha un sol muerto de risa y, formando de -sus brazos la media luna, le puso entre las puntas de su cielo. Mezcló -favores con quejas, repitiendo algunas veces: - -¡Oh primo mío sin segundo! ¡Oh, señor Andrenio! Seáis tan bienvenido -como deseado. - -Mas, ¿cómo? decía mudando á cada palabra su afecto, ensartando perlas -hilo á hilo y mentiras en cadena, ¿cómo os lo ha permitido el corazón, -que estando aquí esta casa tan vuestra, os hayáis desterrado á una -posada, siquiera por las obligaciones de parentesco, cuando no por la -conveniencia de regalo? Viéndoos estoy y no lo creo: ¡Qué retrato tan -al vivo de vuestra hermosa madre! ¡Á fe que no la desmentís en cosa! -¡No me harto de miraros! ¿De qué estáis tan encogido? ¡Al fin como tan -fresco cortesano! - -Señora, respondió, yo os confieso que estoy turbadamente admirado de -oiros decir que seáis mi prima, cuando yo ignoro madre, desconociendo á -quien tanto me ha desconocido. Yo no sé que tenga pariente alguno: tan -hijo soy de la nada. Mirad bien no os hayáis equivocado con algún otro -más dichoso. - -¡Que no, dijo, señor Andrenio! No por cierto. Muy bien os conozco y -sé quién sois y cómo nacisteis en una isla en medio de los mares. Muy -bien sé que vuestra madre es mi tía y señora. ¡Ah, qué linda era! Y -aunque por eso tan poco venturosa. ¡Oh, qué gran mujer y qué discreta! -[Marginal: _Violencias del amor._] ¿Pero qué Dánae escapó de un engaño? -¿Qué Elena de una fuga? ¿Qué Lucrecia de una violencia? ¿Y qué Europa -de un robo? Viniendo, pues, Felisinda, que éste es su dichoso nombre... - -Aquí Andrenio se conmovió entrañablemente, oyendo nombrar por madre -suya la repetida esposa de Critilo. Notólo luego Falsirena y porfió en -saber la causa. - -Porque he oído hartas veces ese nombre, dijo Andrenio. - -Y ella: - -Ahí veréis que no os miento en cuanto digo. Estaba, pues, Felisinda -casada en secreto con un tan discreto cuan amante caballero, que -quedaba preso en Goa; si bien en su corazón le traía y á vos por -prenda suya en sus entrañas. Ejecutáronla los dolores del parto en una -isla, debiendo al cielo dobladas providencias, con que pudo salvar su -crédito, no fiándolo ni de sus mismas criadas, enemigas mayores de su -secreto. Sola, pues, aunque tan asistida de su valor y su honra, os -echó á luz y, cuando os arrojó de sus entrañas al suelo, más blando que -ellas, allí, malenvuelto entre unas martas, que le servían á ella de -galán abrigo, os encomendó en la cuna de la yerba al piadoso cielo, que -no se hizo sordo, pues os proveyó de ama en una fiera, que no fué la -primera vez ni será la última que sustituyeron maternas ausencias. ¡Oh, -cómo me lo contaba ella muchas veces y con más lágrimas que palabras me -ponderaba su sentimiento! ¡Lo que se ha de alegrar cuando os vea! Ahora -os restituirá las caricias en abrazos, que allí os negó, violentada de -su honor. - -Estaba atónito Andrenio, escuchando el suceso de su vida y, careando -tan individuales circunstancias con las noticias que él tenía, -reventando en lágrimas de ternura, comenzó á destilar el corazón en -líquidos pedazos por los ojos. - -[Marginal: _Lágrimas quebrantan peñas._] - -Dejemos, dijo ella, dejemos tristezas ya pasadas, no vuelvan en llanto -á moler el corazón. Subamos arriba, veréis mi pobre y ya dichoso -albergue. ¡Hola!, prevenid dulces, que nunca faltan en esta casa. - -Fueron subiendo por unas gradas de pórfidos, ya pérfidos, que al bajar -serían _á gatas_, á la esfera del sol en lo brillante y de la luna -en lo vario. Registraron muchas cuadras, muy desenfadadas todas, tan -artesonados los techos, que remedando cielos, hicieron á tantos ver, á -su despecho, las estrellas. Había viviendas para todos tiempos, sino -para el pasado, y todas eran muy buenas piezas, repitiendo ella: - -Todo es tan vuestro como mío. - -Mientras duró la dulcísima merienda, le cantaron gracias y le -encantaron Circes. - -En todo caso habéis de quedar aquí, dijo la prima; aunque tan á costa -de vuestro gusto. Dispóngase luego el traeros la ropa, que, aunque aquí -no os hará falta, pero basta ser vuestra. No tenéis que salir para -ello, que mis criados con una señal la cobrarán y pagarán lo que se -debiere. - -Será preciso, replicó Andrenio, que yo vaya, porque habéis de saber que -no soy solo y que la merced que me hacéis ha de ser doblada. Daré razón -á Critilo mi padre. - -¿Cómo es eso de padre?, dijo asustada Falsirena. - -Y él: Llamo padre á quien me hizo obras de tal y tengo por cierto, -según vuestras noticias, que es mi padre verdadero, porque es el esposo -de Felisinda, aquel caballero que en Goa quedó preso. - -¿Eso más?, dijo Falsirena. Id luego al punto y volved al mismo con -Critilo y traed la ropa en todo caso. Mirad, primo, que no comeré un -solo bocado ni reposaré un instante hasta volver á veros. - -Partió Andrenio, seguido del mismo pajecillo, de la espía y del -recuerdo. Halló á Critilo ya cuidadoso. Fuése á echar á sus pies, -besándole apretadamente las manos, repitiendo muchas veces: - -¡Oh padre!, ¡oh señor mío! que ya el corazón me lo decía. - -¿Qué novedad es ésta?, replicó Critilo. - -Que no es nuevo en mí, respondió, el teneros por padre, que la misma -sangre me lo estaba voceando en las venas. Sabed, señor, que vos sois -quien me ha engendrado y después hecho persona. Mi madre es vuestra -esposa Felisinda. Que todo me lo ha contado una prima mía, hija de una -hermana de mi madre, que ahora vengo de verla. - -¿Cómo es eso de prima?, preguntó Critilo. Ese nombre de prima no me -suena bien. - -Sí hará, porque es muy cuerda. Venid, señor, á su casa, que allí -volveremos á oir esta novedad siempre gustosa. - -Estaba suspenso Critilo entre el oir tan individuales circunstancias -y el temer tantos engaños en la corte. Pero, como es fácil creer lo -que se desea, dejóse convencer á título de informarse y así se fueron -juntos á casa de Falsirena. - -Parecía ya otra, siempre mejorada y, aunque ahora muy á lo grave y -autorizado pero siempre con apariencias de un cielo. - -Seáis muy bienllegado, dijo ella, señor Critilo, á esta vuestra casa, -que sólo ignorarla os ha podido escusar de no haberla honrado antes. -Ya os habrá referido mi primo las obligaciones recíprocas de nuestro -parentesco y cómo su madre y vuestra esposa, la hermosa Felisinda, era -mi tía y mi señora y mucho más amiga, que parienta. Harto sentí yo su -falta y aun la lloro. - -Aquí sobresaltado Critilo: - -¿Pues cómo?, dijo. ¿Es muerta? - -No señor, respondió, no tanto mal; basta la ausencia. Sus padres se -murieron y aun de pena de ver que nunca quiso elegir esposo entre -ciento que la competían. Quedó á la sombra y tutela de aquel gran -príncipe, que hoy asiste en Alemania, embajador del Católico. Allá -pasó con la marquesa, como parienta y encomendada, donde sé que vive -y muy contenta, ¡así Dios nos la vuelva, como espero! Quedé yo aquí -con mi madre, hermana suya y, aunque solas, muy acomodadas de honra y -hacienda. Mas, como no vienen solas las desdichas de cobardes, faltóme -también mi madre, sin duda del sentimiento de su ausencia. Asístenme -los parientes y á todo el mundo debo harto. Es la virtud mi empleo, -procuro conservar la honra heredada: que deben más unas personas que -otras á sus antepasados. Ésta, señores, es mi casa, de hoy adelante -vuestra, para toda la vida y ¡sea la de Néstor! Ahora quiero que veáis -lo mejor de mis galerías y suelos, conduciendo hasta desembarcar en un -puerto de rosas y de claveles. - -Aquí les fué mostrando en valientes tablas, obra de prodigiosos -pinceles, todo el suceso de su vida y sus tragedias, con no poco -espanto de ambos, correspondiendo á extremos del arte con extremos de -admiración. - -No ya sólo Andrenio, pero el mismo Critilo quedó vencido de su agasajo -y convencido de su información. Después de alternar disculpas con -agradecimientos, trató traer su ropa y entre ella algunas piedras muy -preciosas, ruinas ya de aquella su rica casa. Hizo alarde dellas y, -como fruta de damas, brindó con todas las de su buen gusto á Falsirena. -Aquí ella, aunque las celebró mucho, mandó sacar otras tantas y muy á -lo bizarro dijo que las gozase todas. Replicó Critilo fuese servida de -guardarlas y ella lo cumplió bien. - -Suspiraba Critilo por su deseada Felisinda y así un día sobre mesa -propuso su jornada para Alemania, donde estaba. Mas Andrenio, cautivo -de la afición de su prima, divirtió la plática, porque disgustaba mucho -el hacer ausencia. Ella más á lo sagaz, habiendo alabado la resolución, -puso largas á título de conveniencia. Mas ofrecióse luego ocasión y -sazón de ir sirviendo á la gran fénix de España, que iba á coronarse de -águila del imperio. - -No tuvo escusa Andrenio y, entretanto que disponía la partida, -propuso Falsirena el preciso lance de ir á ver [Marginal: _Escorial. -Aranjuez._] aquellos dos milagros del mundo, el Escorial del arte y el -Aranjuez de la naturaleza, paralelos del sol de Austria, según gustos -y tiempos. Pero estaba tan ciego de su pasión Andrenio, que no le -quedaba vista para ver otro, aunque fuesen prodigios. Hacía instancias -Falsirena. Y Critilo, aunque fuese solo en pagar á la curiosidad una -tan justa deuda, que después ejecuta el tormento de no haber visto lo -que todos celebran y aun la propia imaginación castiga toda la vida, -representando por lo mejor aquello que se dejó de ver, partióse solo -para admirar por muchos. - -Halló aquel gran templo de Salomón católico, asombro del hebreo, no -sólo satisfacción á lo concebido, sino pasmo en el exceso. Allí vió -la ostentación de un real poder, un triunfo de la piedad católica, -un desempeño de la arquitectura, pompa de la curiosidad, ya antigua, -ya moderna, el último esfuerzo de las artes y donde la grandeza, la -riqueza y la magnificencia llegaron de una vez á echar el resto. - -De aquí pasó á Aranjuez, estancia perpetua de la primavera, patria de -Flora, retiro de su amenidad en todos los meses del año, guardajoyas de -las flores y centro de las delicias á todo gusto, y contento. Dejó en -ambas maravillas empeñada la admiración para toda la vida. - -Volvió á Madrid muy satisfecho de prodigios. Fuése á hospedar á casa -de Falsirena; pero hallóla más cerrada que un tesoro y más sorda que -un desierto. Repitió aldabadas al impaciente criado, resonando el eco -cada una en el corazón de Critilo. Enfadados los vecinos, le dijeron: - -No se canse ni nos muela, que ahí nadie vive, todos mueren. - -Asustado Critilo, replicó: - -¿No vive aquí una señora principal, que pocos días ha dejé yo sana y -buena? - -Eso de buena, dijo uno riéndose, perdonadme que no lo crea. - -Ni señora, añadió otro, quien toda su vida gasta en mocedades. - -Ni aun mujer, dijo el tercero, quien es una harpía; si ya no es la peor -mujer destos tiempos. - -No acababa de persuadirse Critilo lo que no deseaba. Volvió á instar: - -¿Señores, no vive aquí Falsirena? - -Llegóse en esto uno y dijóle: - -No os canséis ni recibáis enfado. Es verdad que ha vivido ahí algunos -días una Circe en el zurcir y una Sirena en el encantar, causa de -tantas tempestades, tormentos y tormentas, porque á más de ser ruin, -aseguran que es una famosa hechicera, una célebre encantadora, pues -convierte los hombres en bestias. - -¿Y no los transforma en asnos de oro? - -[Marginal: _Vicios transforman._] - -No, sino de su necedad y pobreza. Por esa corte andan á millares -convertidos, después de divertidos, en todo género de brutos. Lo que -yo sé decir es que en pocos días, que aquí ha estado, he visto entrar -muchos hombres y no he visto salir uno tan sólo, que lo fuese. Y por -lo que esta Sirena tiene de pescado, les pesca á todos el dinero, las -joyas, los vestidos, la libertad y la honra. Y para no ser descubierta, -se muda cada día, no la condición ni las costumbres, sino de casas. De -un cabo de la villa salta al otro, con lo cual es imposible hallarla de -tan perdida. Tiene otra igual astucia la brújula, con que se rige en -este golfo de sus enredos, y es que, en llegando un forastero rico, al -punto se informa de quién es, de dónde y á qué viene, procurando saber -lo más íntimo. Estudia el nombre, averigúale la parentela. Con esto, -á unos se les miente prima, á otros sobrina y á todos por un cabo ó -por otro parienta. Muda tantos nombres, como puestos. En una parte es -Cecilia, por lo Escila, en otra Serena por lo Sirena, Inés porque ya no -es, Teresa por lo traviesa, Tomasa por lo que toma y Quiteria por lo -que quita. Con estas artes los pierde á todos y ella gana y ella reina. - -No acababa de satisfacerse Critilo y, deseando entrar en la casa, -preguntó, si estaría á mano la llave. - -Sí, dijo uno, yo la tengo encomendada, por si llegan á verla. Abrió y -al punto que entraron dijo Critilo: - -Señores, que no es ésta la casa ó yo estoy ciego, porque la otra era un -palacio por lo encantado. - -Tenéis razón, que los más son de esa suerte. Aquí no hay jardines, no; -sino montones de moral basura. Las fuentes son albañales y los salones -zahurdas. ¿Os ha pescado algo esta sirena? ¡Decidnos la verdad! - -Sí y mucho, joyas, perlas y diamantes; pero lo que más siento es haber -perdido un amigo. - -No se habrá perdido para ella; sino para sí mismo. Habrálo transformado -en bestia, con que andará por esta corte vendido. - -¡Oh, Andrenio mío!, dijo suspirando. ¿Dónde estarás? ¿Dónde te podré -hallar? ¿En qué habrás parado? - -Buscóle por toda la casa, que fué paso de risa para los otros y para él -llanto. Y, despidiéndose dellos, tomó la derrota para su antigua posada. - -Dió mil vueltas á la corte, preguntando á unos y á otros y nadie le -supo dar razón, que de bien pocos se da en ella. Perdía el juicio, -alambicándole en pensar trazas, cómo descubrirle. Resolvió al cabo -volver á consultar á Artemia. - -Salió de Madrid, como se suele, pobre, engañado, arrepentido y -melancólico. Á poco trecho, que hubo andado, encontró con un hombre, -[Marginal: _Sexto sentido._] bien diferente de los que dejaba. Era un -nuevo prodigio, porque tenía seis sentidos, uno más de lo ordinario. -Hízole harta novedad á Critilo. - -Porque hombres con menos de cinco ya los había visto y muchos; pero con -más, ninguno. Unos sin ojos, que no ven las cosas más claras, siempre -á ciegas y á tientaparedes; y con todo eso nunca paran, sin saber por -dónde van. Otros, que no oyen palabra, todo aire, ruido, lisonja, -vanidad y mentira. Muchos que no huelen poco ni mucho y menos lo que -pasa en sus casas, con que arroja harto mal olor á todo el mundo y de -lejos huelen lo que no les importa. Éstos no perciben el olor de la -buena fama ni quieren ver ni oler sus contrarios y, teniendo narices -para el negro humo de la honrilla, no las tienen para la fragancia de -la virtud. - -También había encontrado no pocos sin género alguno de gusto, perdido -para todo lo bueno, sin arrostrar jamás á cosa de sustancia. Hombres -desabridos en su trato, enfadados y enfadosos. Otros de mal gusto, -siempre aniñado, escogiendo lo peor en todo. Y aun otros muy de su -gusto y nada del ajeno. Otra cosa aseguraba más notable, que había -topado hombres, si así pueden nombrarse, que no tenían tacto y menos -en las manos, donde más suele prevalecer, y así proceden sin tiento -en todas sus cosas, aun las más importantes. Éstos de ordinario todo -lo yerran aprisa, porque no tocan las cosas con las manos ni las -experimentan. - -Éste de Critilo era todo al contrario, que, á más de los cinco -sentidos, muy despiertos, tenía otro sexto, mejor que todos, que -aviva mucho los demás y aun hace discurrir y hallar las cosas por -recónditas que estén. Halla trazas, inventa modos, da remedios, enseña -á hablar, hace correr y aun volar y adivinar lo por venir: y era la -necesidad. ¡Cosa bien rara! ¡Que la falta de los objetos sea sobra de -inteligencia! Es ingeniosa inventiva, cauta, activa, perspicaz y un -sentido de sentidos. En reconociéndole, dijo Critilo: - -¡Oh, cómo nos podemos juntar ambos! Huélgome de haberte topado, que, -aunque todo me suele venir mal, esta vez estoy de día. Contóle su -tragedia en la corte. - -Eso creeré yo muy bien, dijo Egenio, que éste era su nombre y -definición. Y aunque yo iba á la gran feria del mundo, publicada en los -confines de la juventud y edad varonil, á aquel gran puerto de la vida; -con todo, por servirte, vamos á la corte, que te aseguro de poner todos -mis seis sentidos en buscarle y que, hombre ó bestia, que será lo más -seguro, le hemos de descubrir. - -Entraron con toda atención buscándole, lo primero en aquellos cómicos -corrales, vulgares plazas, patios y mentideros. [Marginal: _Señores._] -Encontraron luego unas grandes acémilas, atadas unas á otras, siguiendo -la que venía detrás las mismas huellas de la que iba delante, -sucediéndola en todo, muy cargadas de oro y plata, pero gimiendo bajo -la carga, cubiertas con reposteros bordados de oro y seda y aun algunas -de brocados. Tremolaban en las testeras muchas plumas, que hasta las -bestias se honraban con ellas. Movían gran ruido de pretales. - -¿Si sería alguna destas?, dijo Critilo. - -De ningún modo, respondió Egenio: éstos son, digo eran, grandes -hombres, gente de cargo y de carga. Y aunque los ves tan bizarros, en -quitándoles aquellos ricos jaeces, parecen llenos de feísimas llagas de -sus grandes vicios, que los cubría aquella argentada brillantez. - -¡Aguarda! ¿Si sería alguno destos otros, que van arrastrando carretas -gruñidoras por lo villanas? - -Tampoco. Ésos tienen los ojos bajo las puntas y por eso sufren tanto. - -Allí parece que nos ha llamado un papagayo. ¿Si sería él? - -[Marginal: _Habladores._] - -No lo creas. Ése será algún lisonjero, que jamás dijo lo que sentía. -Algún político destos que tienen uno en el pico y otro en el corazón. -Algún hablador, que repite lo que le dijeron, destos que hacen del -hombre y no lo son. Todos se visten de verde, esperando el premio de -sus mentiras y lo consiguen de verdad. - -¿Tampoco será aquel compuesto mojigato, que esconde uñas y ostenta -barbas? - -Déstos hay muchos, dijo Egenio, que cazan á lo beato: no sólo cogen lo -mal alzado, sino lo más guardado. [Marginal: _Maldicientes._] Pero no -juzguemos tan temerariamente, digamos que son gente de pluma. - -¿Y aquel perro viejo, que está allí ladrando? - -Aquél es un mal vecino, algún maldiciente, un émulo, un -malintencionado, un melancólico, uno de los que pasan de los sesenta. - -Sé que no sería aquel jimio, que nos está haciendo gestos en aquel -balcón. - -¡Oh gran hipócrita, que quiere parecer hombre de bien y no lo es! Algún -hazañero, que suelen hacer mucho del hombre y son nada. El maestro de -cuentos, licenciado de chiste, que como siempre están de burlas, nunca -son hombres de veras, gente toda ésta de chanza y de poca sustancia. - -¿Qué tal sería, que estuviese entre los leones y tigres del Retiro? - -Dúdolo, que aquélla toda es gente de arbitrios y ejecuciones. - -¿Ni entre los cisnes de los estanques? - -Tampoco, que ésos son secretarios y consejeros, que, en cantando bien, -acaban. - -Allí veo un animal inmundo, que pródigamente se está volcando en la -hediondez de un asquerosísimo cenagal y él piensa que son flores. - -[Marginal: _Deshonestos._] - -Si alguno había de ser, era ése, respondió Egenio, que estos torpes y -lascivos, anegados en la inmundicia de sus viles deleites, causan asco -á cuantos hay y ellos tienen el cieno por cielo y, oliendo mal á todo -el mundo, no advierten, antes tienen la hediondez por fragancia y el -más sucio albañal por paraíso. Déjamelo reconocer de lejos. Ahora digo -que no es él, sino un ricazo, que con su muerte ha de dar un buen día á -los herederos y gusanos. - -¿Qué es posible, se lamentaba Critilo, que no le podamos hallar entre -tantos brutos como vemos, entre tanta bestia como topamos? - -Ni arrastrando el coche de la ramera ni llevando en andas al que es más -grande que él ni acuestas al más pesado ni al que va dentro de litera -en mal latín y tan fuera della en buen romance ni acarreando inmundicia -de costumbres. - -¿Qué es posible que tanto desfiguren un hombre estas cortesanas Circes? -¿Que así puedan dementar los hijos, haciendo perder el juicio á sus -padres? ¿Que no se contenten con despojarlos de los arreos del cuerpo; -sino de los del ánimo, quitándoles el mismo ser de personas? Y díme, -Egenio amigo, cuando le hallásemos hecho un bruto, ¿cómo lo podríamos -restituir á su primer ser de hombre? - -Ya que le topásemos, respondió. Que eso no sería muy dificultoso. -Muchos han vuelto en sí perfectamente; [Marginal: _Apuleyo._] aunque á -otros siempre les queda algún resabio de lo que fueron. Apuleyo estuvo -peor que todos y con la rosa del silencio curó. - -¡Gran remedio de necios! Si ya no es que, rumiados los materiales -gustos y considerada su vileza, desengañan mucho al que los masca. - -Los camaradas de Ulises estaban rematadas fieras y, comiendo las -raíces amargas del árbol de la virtud, cogieron el dulce fruto de -ser personas. Daríamosle á comer algunas hojas del árbol de Minerva, -[Marginal: _Duque de Orleans._] que se halla muy estimado en los -jardines del culto y erudito duque de Orleans. Y si no, las del moral -prudente, que yo sé que presto volvería en sí y sería muy hombre. - -Habían dado cien vueltas con más fatiga, que fruto, cuando dijo Egenio: - -¿Sabes qué he pensado? Que vamos á la casa donde se perdió, que entre -aquel estiércol habemos de hallar esta joya perdida. - -Fueron allá, entraron y buscaron. - -¡Eh!, que es tiempo perdido, decía Critilo. Que ya yo le busqué por -toda ella. - -Aguarda, dijo Egenio. Déjame aplicar mi sexto sentido, que es único -remedio contra este sexto achaque. - -Advirtió, que de un gran montón de suciedad lasciva salía un humo muy -espeso. - -Aquí, dijo, fuego hay. - -Y apartando toda aquella inmundicia moral, apareció una puerta de una -horrible cueva. Abriéronla no sin dificultad y divisaron dentro á la -confusa vislumbre de un infernal fuego muchos desalmados cuerpos, -tendidos por aquellos suelos. Había mozos galanes de tan corto seso, -cuan largo cabello. Hombres de letras; pero necios. Hasta viejos ricos -tenían los ojos abiertos; mas no veían. Otros los tenían vendados con -malpiadosos lienzos. En los más no se percibía otro que algún suspiro. -Todos estaban dementados y adormecidos y tan desnudos, que aun una -sábana no les había dejado siquiera para mortaja. - -Yacía en medio Andrenio, tan trocado, que el mismo Critilo, su padre, -le desconocía. Arrojóse sobre él llorando y voceándole; pero nada -oía. Apretábale la mano; mas no le hallaba ni pulso ni brío. Advirtió -entre tanto Egenio que aquella confusa luz no era de antorcha, sino de -una mano, que de la misma pared nacía, blanca y fresca, adornada de -hilos de perlas, que costaron lágrimas á muchos, coronados los dedos -de diamantes muy finos, á precio de falsedades. Ardían los dedos como -candelas; aunque no tanto daban luz, cuanto fuego que abrasaba las -entrañas. - -¿Qué mano de ahorcado es ésta?, dijo Critilo. - -No es sino del verdugo, respondió Egenio, pues ahoga y mata. - -Removióla un poco y al mismo punto comenzaron á rebullir ellos. - -Mientras ésta ardiere, no despertarán. - -[Marginal: _Alquitrán de amor._] - -Probóse á apagarla, alentando fuertemente; mas no pudo, que éste es el -fuego de alquitrán, que con viento de amorosos suspiros y con agua de -lágrimas más se aviva. El remedio fué echar polvo y poner tierra en -medio. Con esto se estinguió aquel fuego más que infernal y al punto -despertaron los que dormían valientemente, digo aquellos que por ser -hijos de Marte son hermanos de Cupido. Los ancianos muy corridos, -diciendo: - -¡Basta! Que este vil fuego de la torpeza no perdona ni verde ni seco. - -Los sabios, execrando su necedad, decían: - -¡Que Paris afrente á Palas! Era mozo, é ignorante. Pero ¡los -entendidos! Ésa es doblada demencia. - -Andrenio entre los Benjamines de Venus malherido, atravesado el corazón -de medio á medio, en reconociendo á Critilo se fué para él. - -¿Qué te parece?, le dijo éste. ¡Cuál te ha puesto una mala hembra! Sin -hacienda, sin salud, sin honra y sin conciencia te ha dejado. Ahora -conocerás lo que es. - -Aquí todos á porfía comenzaron á execrarla. Uno la llamaba Escila de -marfil, otro Caribdis de esmeralda, peste afeitada, veneno en néctar. - -Donde hay juncos, decía uno, hay agua; donde humo, fuego y donde -mujeres, demonios. - -¿Cuál es mayor mal que una mujer, decía un viejo, sino dos, porque es -doblado? - -Basta que no tiene ingenio, sino para mal, decía Critilo. Pero Andrenio: - -Callad, les dijo, que con todo el mal, que me han causado, confieso que -no las puedo aborrecer ni aun olvidar. Y os aseguro que de todo cuanto -en el mundo he visto, oro, plata, perlas, piedras, palacios, edificios, -jardines, flores, aves, astros, luna y el sol mismo, lo que más me ha -contentado es la mujer. - -¡Alto!, dijo Egenio. Vamos de aquí, que ésta es la locura sin cura y -el mal, que yo tengo que decir de la mujer mala, es mucho. Doblemos la -hoja para el camino. - -Salieron todos á la luz de dar en la cuenta, desconocidos de los otros, -pero conocidos de sí. Encaminóse cada uno al templo de su escarmiento -á dar gracias al noble desengaño, colgando en sus paredes los despojos -del naufragio y las cadenas de su cautiverio. - - - - -CRISI XIII - -_La feria de todo el mundo._ - - -Contaban los antiguos que, cuando Dios crió al hombre, encarceló todos -los males en una profunda cueva acullá lejos y aun quieren decir que en -una de las Islas Fortunadas, de donde tomaron su apellido. Allí encerró -las culpas y las penas, los vicios y los castigos, la guerra, la -hambre, la peste, la infamia, la tristeza, los dolores, hasta la misma -muerte. Encadenados todos entre sí y no fiando de tan horrible canalla, -echó puertas de diamante con sus candados de acero. Entregó la llave al -albedrío del hombre, para que estuviese más asegurado de sus enemigos y -advirtiese que, si él no les abría, no podrían salir eternamente. - -Dejó, al contrario, libres por el mundo todos los bienes, las virtudes, -los premios, las felicidades y contentos, la paz, la honra, la salud, -la riqueza y la misma vida. Vivía con esto el hombre felicísimo. - -Pero duróle poco esta dicha. Que la mujer, llevada de su curiosa -ligereza, no podía sosegar, hasta ver lo que había dentro de la fatal -caverna. Cogióle un día, bien aciago para ella y para todos, el corazón -al hombre y después la llave. Y sin más pensarlo, que la mujer primero -ejecuta y después piensa, se fué resuelta á abrirla. - -Al poner la llave aseguran se estremeció el universo. Corrió el cerrojo -y al instante salieron de tropel todos los males, apoderándose á porfía -de toda la redondez de la tierra. - -La Soberbia, como primera en todo lo malo, cogió la delantera. -[Marginal: _España._] Topó con España, primera provincia de la Europa. -Parecióla tan de su genio, que se perpetuó en ella. Allí vive y allí -reina con todos sus aliados, la estimación propia, el desprecio ajeno, -el querer mandarlo todo y servir á nadie, hacer del don Diego y vengo -de los godos, el lucir, el campear, el alabarse, el hablar mucho, alto -y hueco, la gravedad, el fausto, el brío, con todo género de presunción: -y todo esto desde el noble hasta el más plebeyo. - -[Marginal: _Francia._] - -La Codicia, que la venía á los alcances, hallando desocupada la -Francia, se apoderó de toda ella, desde la Gascuña hasta la Picardía. -Distribuyó su humilde familia por todas partes: la miseria, el -abatimiento de ánimo, la poquedad, el ser esclavos de todas las demás -naciones, aplicándose á los más viles oficios, el alquilarse por un vil -interés, la mercancía laboriosa, el andar desnudos y descalzos con los -zapatos bajo el brazo, el ir todo barato con tanta multitud, finalmente -el cometer cualquier bajeza por el dinero. Si bien dicen que la -Fortuna, compadecida, para realzar tanta vileza, introdujo su nobleza; -pero tan bizarra, que hacen dos extremos sin medio. - -[Marginal: _Italia._] - -El Engaño trascendió toda la Italia, echando hondas raíces en los -italianos pechos: en Nápoles hablando y en Génova tratando. En toda -aquella provincia está muy valida, con toda su parentela, la mentira, -el embuste y el enredo, las invenciones, trazas, tramoyas: y todo ello -dicen es política y tener brava testa. - -[Marginal: _África._] - -La Ira echó por otro rumbo. Pasó al África y á sus islas adyacentes, -gustando vivir entre alarbes y entre fieras. - -La Gula, con su hermana la Embriaguez, asegura la preciosa Margarita de -Valois [Marginal: _Alemania._] se sorbió toda la Alemania alta y baja, -gustando y gastando en banquetes los días y las noches, las haciendas -y las conciencias. Aunque algunos no se han emborrachado sino una -sola vez; pero les ha durado toda la vida. Devoran en la guerra las -provincias, abastecen los campos. Y aun por eso formaba el emperador -Carlos V de los alemanes el vientre de su ejército. - -[Marginal: _Inglaterra._] - -La Inconstancia aportó á la Inglaterra, la Simplicidad á Polonia, la -Infidelidad á Grecia, la Barbaridad á Turquía, la Astucia á Moscovia, -la Atrocidad á Suecia, la Injusticia á la Tartaria, las Delicias á la -Persia, la Cobardía á la China, la Temeridad al Japón. La Pereza aun -esta vez llegó tarde y, hallándolo todo embarazado, hubo de pasar á la -América á morar entre los indios. - -La Lujuria, la nombrada, la famosa, la gentil pieza, como tan grande y -tan poderosa, pareciéndola corta una sola provincia, se extendió por -todo el mundo, ocupándolo de cabo á cabo. Concertóse con los demás -vicios, aviniéndose tanto con ellos, que en todas partes está tan -valida, que no es fácil averiguar en cuál más. Todo lo llena y todo lo -inficiona. - -Pero como la mujer fué la primera con quien embistieron los males, -todos hicieron presa en ella, quedando rebutida de malicia de pies á -cabeza. - -Esto les contaba Egenio á sus dos camaradas, cuando, habiéndolos sacado -de la corte por la puerta de la luz, que es el sol mismo, les conducía -á la gran feria del mundo, publicada para aquel grande emporio, que -divide los amenos prados de la juventud de las ásperas montañas de la -edad varonil y donde de una y otra parte acudían ríos de gente, unos á -comprar y otros á vender y otros á estarse á la mira, como más cuerdos. - -Entraron ya por aquella gran plaza de la conveniencia, emporio -universal de gustos y de empleos, alabando unos lo que abominan otros. -Así como asomaron por una de sus muchas entradas, acudieron á ellos dos -corredores de oreja, [Marginal: _Interés._] que dijeron ser filósofos, -el uno de la una banda y el otro de la otra, que todo está dividido en -pareceres. Díjoles Sócrates, así se llamaba el primero: - -Venid á esta parte de la feria y hallaréis todo lo que hace al -propósito para ser personas. Mas Simónides, que así se llamaba el -contrario, les dijo: - -Dos estancias hay en el mundo, la una de la honra y la otra del -provecho. Aquélla yo siempre la he hallado llena de viento y humo y -vacía de todo lo demás; esta otra llena de oro y plata. Aquí hallaréis -el dinero, que es un compendio de todas las cosas. Según esto, ved á -quién habéis de seguir. - -Quedaron perplejos, altercando á qué mano echarían. Dividiéronse en -pareceres, así como en afectos, cuando llegó un hombre, que lo parecía, -aunque traía un tejo de oro en las manos y llegándose á ellos, les fué -asiendo de las suyas y refregándolas en el oro, reconociéndola después. - -¿Qué pretende este hombre?, dijo Andrenio. - -Yo soy, respondió, el contraste de las personas, el quilatador de su -fineza. - -¿Pues qué es de la piedra de toque? - -Ésta es, dijo señalando el oro. - -¿Quién tal vió?, replicó Andrenio. Antes el oro es el que se toca y se -examina en la piedra Lidia. - -Así es; pero la piedra de toque de los mismos hombres es el oro. Á los -que se les pega á las manos, no son hombres verdaderos; sino falsos. -Y así al juez, que le hallamos las manos untadas, luego le condenamos -de oidor á tocador. El prelado, que atesora los cincuenta mil pesos -de renta, por bien que lo hable, no será él boca de oro; sino bolsa -de oro. El cabo con cabos bordados y mucha plumajería, [Marginal: -_Don Claudio San Mauricio._] señal que despluma á los soldados y no -los socorre, como el valiente borgoñón don Claudio San Mauricio. El -caballero, que rubrica su ejecutoria con sangre de pobres en usuras, -de verdad que no es hidalgo. La otra, que sale muy bizarra, cuando -el marido anda deslucido, muy mal parece. Y en una palabra, todos -aquellos, que yo hallo que no son limpios de manos, digo que no son -hombres de bien. Y así tú, á quien se te ha pegado el oro, dejando el -rastro en ellas, dijo á Andrenio, cree que no lo eres: echa por la -otra banda. Pero éste, señalando á Critilo, que no se le ha pegado ni -queda señalado con el dedo, éste persona es: eche por la banda de la -entereza. - -Antes, replicó Critilo, para que él lo sea también, importará me siga. - -Comenzaron á discurrir por aquellas ricas tiendas de la mano derecha. -Leyeron un letrero, que decía: - -Aquí se vende lo mejor y lo peor. - -Entraron dentro y hallaron se vendían lenguas para callar, las mejores -para mordérselas y que se pegaban al paladar. Un poco más adelante -estaba un hombre, tan lejos de pregonar su mercadería, que por ademanes -intimaba el silencio. - -¿Qué vende éste?, dijo Andrenio. - -Y él al punto puso el dedo índice en la boca. - -Pues deste modo, ¿cómo sabremos lo que vendes? - -Sin duda, dijo Egenio, que vende el callar. - -[Marginal: _Secreto._] - -Mercadería es bien rara y bien importante, dijo Critilo. Yo creí -que se había acabado en el mundo. Ésta la deben traer de Venecia, -especialmente el secreto, que acá no se coge. ¿Y quién le gasta? - -Eso estase dicho, respondió Andrenio: los anacoretas, los monjes, -porque ellos saben lo que vale y aprovecha. - -Pues yo creo, dijo Critilo, que los más que lo usan no son los buenos; -sino los malos. Los deshonestos callan, las adúlteras disimulan, los -asesinos punto en boca, los ladrones entran con zapato de fieltro y así -todos los malhechores. - -Ni aun ésos, replicó Egenio; que está ya el mundo tan rematado, que los -que habían de callar, hablan más y hacen gala de sus ruindades. Veréis -el otro, que funda su caballería en bellaquería, que no le agrada la -torpeza, si no es descarada. El acuchillador se precia de que sus -valentías den en rostro. El lindo, que se hable de sus cabellos. La -otra, que se descuida de sus obligaciones y sólo cuida de su _cara -cara_, ostenta las galas cuando más la descomponen. El mal ladrón -pretende cruz. Y el otro pide el título, que sea sobreescrito de sus -bajezas. Deste modo todos los ruines son los más ruidosos. - -Pues, señores, ¿quién compra? - -El que apaña piedras, el que hace y no dice, el que hace su negocio y -Harpocrato, á quien nadie reprende. - -Sepamos el precio, dijo Critilo: que querría comprar cantidad, que no -sé si lo hallaremos en otra parte. - -El precio del silencio, les respondieron, es silencio también. - -¿Cómo puede ser eso, si lo que se vende es callar? ¿La paga cómo ha de -ser? - -Callar. - -Muy bien. Que buen callar se paga con otro. Éste calla, porque aquél -calle y todos dicen callar y callemos. - -Pasaron á una botica, cuyo letrero decía: - -Aquí se vende una quinta esencia de salud. - -¡Gran cosa!, dijo Critilo. - -Quiso saber qué era y dijéronle que la saliva del enemigo. - -Ésa, dijo Andrenio, llámola yo quinta esencia del veneno, más letal que -el de los basiliscos. Más quisiera que me escupiera un sapo, que me -picara un escorpión, que me mordiese una víbora. ¿Saliva del enemigo? -¿Quién tal oyó? ¡Si dijera del amigo fiel y verdadero! Ésa sí que es -remedio único de males. - -¡Eh!, que no lo entendéis, dijo Egenio. Harto más mal hace la lisonja -de los amigos, aquella pasión con que todo lo hacen bueno, aquel afecto -con que todo lo disimulan, hasta dar con un amigo enfermo en sus -culpas, en la sepultura de su perdición. Creedme que el varón sabio -más se aprovecha del licor amargo del enemigo bien alambicado, pues -con él saca las manchas de su honra y los borrones de su fama. Aquel -temor de que no lo sepan los émulos, que no se huelguen, hace á muchos -contenerse á la raya de la razón. - -Llamáronlos de otra tienda á gran prisa, que se acababa la mercancía y -era verdad, porque era la ocasión. Y pidiendo el valor, dijeron: - -Ahora va de balde; pero después no se hallará un solo cabello por un -ojo de la cara y menos la que más importa. - -Gritaba otro: Daos prisa á comprar, que mientras más tardáis, más -perdéis y no podréis recuperarlo por ningún precio. Éste redimía tiempo. - -Aquí, decía otro, se da también de balde lo que vale mucho. - -¿Y qué es? - -El escarmiento. - -¡Gran cosa! ¿Y qué cuesta? - -Los necios le compran á su costa; los sabios á la ajena. - -¿Dónde se vende la experiencia?, preguntó Critilo. Que también vale -mucho. - -Y señaláronle acullá lejos en la botica de los años. - -¿Y la amistad?, preguntó Andrenio. - -Ésa, señor, no se compra; aunque muchos la venden. Que los amigos -comprados no lo son y valen poco. - -Con letras de oro, decía en una: - -Aquí se vende todo y sin precio. - -Aquí entro yo, dijo Critilo. - -Hallaron tan pobre al vendedor, que estaba desnudo y toda la tienda -desierta: no se veía cosa en ella. - -¿Cómo dice esto con el letrero? - -Muy bien, respondió el mercader. - -¿Pues qué vendéis? - -Todo cuanto hay en el mundo. - -¿Y sin precio? - -Sí, porque con desprecio, despreciando cuanto hay, seréis señor de -todo; y al contrario, el que estima las cosas no es señor dellas; sino -ellas dél. Aquí el que da se queda con la cosa dada y le vale mucho, y -los que la reciben quedan muy pagados con ella. - -[Marginal: _Cortesía._] - -Averiguaron era la cortesía y el honrar á todo el mundo. - -Aquí se vende, preguntaba uno, lo que es proprio, no lo ajeno. - -¿Qué mucho es eso?, dijo Andrenio. - -Sí es. Que muchos os venderán la diligencia que no hacen, el favor que -no pueden y, aunque pudieran, no lo hicieran. - -Fuéronse encaminando á una tienda, donde con gran cuidado los -mercaderes los hicieron retirar y con cuantos llegaban hacían lo mismo. - -¿Ó vendéis, ó no?, dijo Andrenio. Nunca tal se ha visto, que el mismo -mercader desvíe los compradores de su tienda. ¿Qué pretendéis con eso? - -Gritáronles otra vez que se apartasen y que comprasen de lejos. - -¿Pues qué vendéis aquí? Ó es engaño ó es veneno. - -[Marginal: _Estimación._] - -Ni uno ni otro; antes la cosa más estimada de cuantas hay, pues es la -misma estimación, que, en rozándose, se pierde. La familiaridad la -gasta y la mucha conversación la envilece. - -Según eso, dijo Critilo, la honra de lejos. Ningún profeta en su -patria. Y si las mismas estrellas vivieran entre nosotros, á dos días -perdieran su lucimiento. Por eso los pasados son estimados de los -presentes y los presentes de los venideros. - -Aquélla es una rica joyería, dijo Egenio. Vamos allá. Feriaremos -algunas piedras preciosas, que ya en ellas solas se hallan las virtudes -y la fineza. - -[Marginal: _Duque de Villahermosa._] - -Entraron y hallaron en ella al discretísimo duque de Villahermosa, que -estaba actualmente pidiendo al lapidario le sacase algunas de las más -finas y de más estimación. - -Dijo que sí, que tenía algunas bien preciosas. - -Y cuando aguardaban todos algún cajón del Oriente, los diamantes al -tope, las esmeraldas, que alegran por lo que prometen y todas por lo -que dan, sacó un pedazo de azabache tan negro y tan melancólico, como -él es, diciendo: - -Ésta, señor excelentísimo, es la piedra más digna de estimación de -cuantas hay. Ésta la de mayor valor. Aquí echó la naturaleza el resto, -aquí el sol, los astros y los elementos se unieron en influir fineza. - -Quedaron admirados de oir tales exageraciones nuestros feriantes; pero -callaban donde el discreto duque estaba y él les dijo: - -Señores, ¿qué es esto? ¿Éste no es un pedazo de azabache? ¿Pues qué -pretende este lapidario con esto? ¿Tiénenos por indios? - -Ésta, volvió á decir el mercader, es más preciosa que el oro, más -provechosa que los rubíes, más brillante que el carbunclo. ¿Qué tienen -que ver con ella las margaritas? Ésta es la piedra de las piedras. - -Aquí, no pudiéndolo ya sufrir el de Villahermosa, le dijo: - -Señor mío, ¿éste no es un trozo de azabache? - -Sí señor, respondió él. - -¿Pues para qué tan exorbitantes encarecimientos? ¿De qué sirve esta -piedra en el mundo? ¿Qué virtudes la han hallado hasta hoy? Ella no -vale para alegrar la vista como las brillantes y transparentes ni -aprovecha para la salud, porque no alegra como la esmeralda ni conforta -como el diamante ni purifica como el zafir. No es contraveneno como la -bezoar ni facilita el parto como la del águila ni quita dolor alguno. -¿Pues de qué sirve, sino para hacer juguetes de niños? - -¡Oh, señor!, dijo el lapidario, perdone vuecencia: que no es sino para -hombres y muy hombres, porque es la piedra filosofal, que enseña la -mayor sabiduría y en una palabra muestra á vivir, que es lo que más -importa. - -¿De qué modo? - -Echando una higa á todo el mundo y no dándosele nada de cuanto hay. No -perdiendo el comer ni el sueño, no siendo tontos. Y eso es vivir como -un rey, que es lo que aún no se sabe. - -Dádmela acá, dijo el duque, que la he de vincular en mi casa. - -Aquí se vende, gritaba otro, un remedio único para cuantos males hay. - -Acudía tanta gente, que no cabían de pies; aunque sí de cabezas. Llegó -impaciente Andrenio y pidió le diesen de la mercadería presto. - -Sí señor, le respondieron, que se conoce bien la habéis menester. Tened -paciencia. - -Volvió de allí á poco á instar le diesen lo que pedía. - -¿Pues, señor, le dijo el mercader, ya no se os ha dado? - -¿Cómo dado? - -Sí, que yo lo he visto por mis ojos, dijo otro. - -Enfurecíase Andrenio negando. - -Dice verdad; aunque no tiene razón, respondió el mercader: que, aunque -se le han dado, él no la ha tomado. Tened espera. - -Iba cargando la gente y el amo les dijo: - -Señores, servíos despejar y dar lugar á los que vienen, pues ya tenéis -recado. - -¿Qué es esto?, replicó Andrenio. ¿Os burláis de nosotros? ¡Qué linda -flema por cierto! Dadnos lo que pedimos y nos iremos. - -[Marginal: _Sufrir._] - -Señor mío, dijo el mercader, andad con Dios, que ya os han dado recado -y aun dos veces. - -¿Á mí? - -Sí, á vos. - -No me han dicho sino que tuviese paciencia. - -¡Oh, qué lindo!, dijo el mercader, dando una gran risada. Pues, señor -mío, esa es la preciosa mercadería. Ésa es la que prestamos y ésa es el -remedio único para cuantos males hay. Y quien no la tuviere, desde el -rey hasta el roque, váyase del mundo. Tanto valí, cuanto sufrí. - -Aquí lo que se vende, decía otro, no hay bastante oro ni plata en el -mundo para comprarlo. - -¿Pues quién feriará? - -Quien no la pierda, respondieron. - -¿Y qué cosa es? - -La libertad. - -Gran cosa, aquello de no depender de voluntad ajena y más de un necio, -de un modorro. Que no hay tormento como la imposición de hombres sobre -las cabezas. - -Entró un feriante en una tienda y díjole al mercader le vendiese sus -orejas. Riéronlo mucho todos; sino Egenio, que dijo: - -Es lo primero, que se ha de comprar. No hay mercadería más importante. -Y pues habemos feriado lenguas para no hablar, compremos aquí orejas -para no oir y unas espaldas de ganapán ó molinero. - -Hasta el mismo vender hallaron se feriaba, porque saber uno vender sus -cosas vale mucho, que ya no se estima por lo que son, sino por lo que -parecen. Los más de los hombres ven y oyen con ojos y oídos prestados: -viven de información de ajeno gusto y juicio. - -Repararon mucho en que todos los famosos hombres del mundo, el mismo -Alejandro en persona, que lo era, [Marginal: _Señor don Juan de -Austria._] dos Césares, Julio y Augusto y otros deste porte y de los -modernos el invicto señor don Juan de Austria, frecuentaban mucho una -botica en que no había letrero. - -Llevólos á ella su mucha curiosidad. Preguntaron á unos y á otros qué -era lo que allí se vendía y nadie lo confesaba. Creció más su deseo. -Advirtieron que los sabios y entendidos eran los mercaderes. - -Aquí gran misterio hay, dijo Critilo. - -Llegóse á uno y muy en secreto le preguntó qué era lo que allí se -vendía. - -Respondióle: No se vende; sino que se da por gran precio. - -¿Qué cosa es? - -Aquel inestimable licor, que hace inmortales á los hombres, y entre -tantos millares como ha habido y habrá los hace conocidos, quedando -los demás sepultados en el perpetuo olvido, como si nunca hubiera -habido tales hombres en el mundo. - -¡Preciosísima cosa!, exclamaron todos. ¡Oh qué buen gusto tuvieron -Francisco I de Francia, Matías Corvino y otros! Decidnos, señor, ¿no -habrá para nosotros siquiera una gota? - -Sí la habrá, con que deis otra. - -¿Otra, de qué? - -De sudor propio, que, tanto cuanto uno suda y trabaja, tanto se le da -de fama y de inmortalidad. - -Pudo bien Critilo feriarla y así les dieron una redomilla de aquel -eterno licor. Miróla con curiosidad y, cuando creyó sería alguna -confección de estrellas ó alguna quinta esencia del lucimiento del sol -y de trozos de cielo alambicados, halló era una poca tinta mezclada con -aceite. Quiso arrojarla; pero Egenio le dijo: - -No hagas tal y advierte que el aceite de las vigilias de los estudiosos -y la tinta de los escritores, juntándose con el sudor de los héroes y -tal vez con la sangre de las heridas, fabrican la inmortalidad de su -fama. Desta suerte la tinta de Homero hizo inmortal á Aquiles, la de -Virgilio á Augusto, la propia á César, la de Horacio á Mecenas, la de -Jovio al Gran Capitán, la de Pedro Mateo á Enrique IV de Francia. - -¿Pues cómo todos no procuran una excelencia como ésta? - -Porque no todos tienen esa dicha ni ese conocimiento. - -Vendía Tales Milesio obras sin palabras y decía que los hechos son -varones y las palabras hembras. - -Horacio carecía especialmente de ignorancia y aseguraba ser la -sabiduría primera. - -Pitaco, aquel otro sabio de la Grecia, andaba poniendo precios á todos -y muy moderados, igualando las balanzas, y en todas partes encargaba su -_Ne quid nimis_. - -Estaban muchos leyendo un gran letrero en una tienda, que decía: - -Aquí se vende el bien á mal precio. - -Pero entraban pocos. - -No os espantéis, Egenio, que es mercadería poco estimada en el mundo. - -Entren los sabios, decía el mercader, que vuelven bien por mal y -negocian con eso cuanto quieren. - -Aquí hoy no se fía, decía otro, ni aun del mayor amigo, porque mañana -será enemigo. - -Ni se porfía, decía otro. - -Y aquí entraban poquísimos valencianos, como ni en las del secreto. - -Había al fin una tienda común, donde de todas las demás acudían á saber -el valor y la estimación de todas las cosas. Y el modo de apreciarlas -era bien raro, porque era hacerlas piezas, arrojarlas en un pozo, -quemarlas y al fin perderlas. Y esto hacían aun de las más preciosas, -como la salud, la hacienda, la honra y, en una palabra, cuanto vale. - -¿Esto es dar valor?, dijo Andrenio. - -Señor, sí, le respondieron: que hasta que se pierden las cosas, no se -conoce lo que valen. - -Pasaron ya á la otra acera de la gran feria de la vida humana, á -instancia de Andrenio y despechos de Critilo; pero muchas veces los -sabios yerran, para que no revienten los necios. Había también muchas -tiendas, pero muy diferentes, correspondiendo en emulación una de esta -parte á la de la otra. Y así decía en la primera un letrero: - -Aquí se vende el que compra. - -Primera necedad, dijo Critilo. - -¡No sea maldad!, replicó Egenio. - -Iba ya á entrar Andrenio y detúvole, diciendo: - -¿Adónde caminas, que vas vendido? - -Miraron de lejos y vieron cómo se vendían unos á otros, hasta los -mayores amigos. - -Decía en otra: - -Aquí se vende lo que se da. - -Unos decían eran mercedes; otros, que presentes destos tiempos. - -Sin duda, dijo Andrenio, que aquí se da tarde, que es tanto como no dar. - -No será, sino que se pide lo que se da, replicó Critilo: que es muy -caro lo que cuesta la vergüenza de pedir y mucho más el exponerse á un -no quiero. - -Pero Egenio averiguó eran dádivas del villano mundo. - -[Marginal: _Hacienda._] - -¡Oh, qué mala mercadería!, gritaba uno á una puerta. - -Y con todo eso no cesaban de entrar á porfía y los que salían todos -decían: - -¡Oh, maldita hacienda! Si no la tenéis, causa deseo; si la tenéis, -cuidado; si la perdéis, tristeza. - -Pero advirtieron había otra botica llena de redomas vacías, cajas -desiertas, y con todo eso muy embarazada de gente y de ruido. Á este -reclamo acudió luego Andrenio. - -Preguntó qué se vendía allí, porque no se veía cosa, y respondiéronle -que viento, aire y aun menos. - -¿Y hay quien lo compre? - -Y quien gasta en ello todas sus rentas. Aquella caja está llena de -lisonjas, que se pagan muy bien. En aquella redoma hay palabras, que -se estiman mucho. Aquel bote es de favores, de que se pagan no pocos. -Aquella arca grande está rellena de mentiras, que se despachan harto -mejor que las verdades y más las que se pueden mantener por tres días y -en tiempo de guerra, dice el italiano, bugia como terra. - -[Marginal: _Todo aire._] - -¡Hay tal cosa!, ponderaba Critilo. ¡Que haya quien compre el aire y se -pague dél! - -¿Deso os espantáis?, le dijeron. ¿Pues en el mundo qué hay sino viento? -El mismo hombre, quitadle el aire y veréis lo que queda. Aun menos que -aire se vende aquí y muy bien se paga. - -Vieron que actualmente estaba un boquirrubio dando muchas y muy ricas -joyas, galas y regalos, que siempre andan juntos, á un demonio de una -fea, por quien andaba perdido. Y preguntando qué le agradaba en ella -respondió, que el airecillo. - -De modo, señor mío, dijo Critilo, ¿que aún no llega á ser aire y -enciende tanto fuego? - -Estaba otro dando largos ducados, porque le matasen un contrario. - -¿Señor, qué os ha hecho? - -No ha llegado á tanto; hame dicho de suerte, que por una palabrilla... - -¿Y era afrentosa? - -No, pero el airecillo con que lo dijo me ofendió mucho. - -De modo, que aún no llega á ser aire lo que os cuesta tan caro á vos y -á él. - -Gastaba un gran príncipe sus rentas en truhanes y bufones y decía que -gustaba mucho de sus gracias y donaires. - -Desta suerte se vendían tan caros puntillos de honra, el modillo, el -airecillo y el donaire. - -Pero lo que les espantó mucho fué ver una mujer tan fiera, que pasaba -plaza de furia infernal, de harpía en arañar á cuantos llegaban á su -tienda y gritaba: - -¿Quién compra? ¿Quién compra pesares, quebraderos de cabeza, -quitasueños, rejalgares, malas comidas y peores cenas? - -Entraban ejércitos enteros y era lo malo que, haciendo alarde, salían -pasando crujía y los que vivos, [Marginal: _Marqués del Borro._] que -eran bien pocos, salían corriendo sangre, más acribillados de heridas -que un marqués del Borro. Y con verlos, no cesaban de entrar los que de -nuevo venían. - -Estábase Critilo espantado, mirando tal atrocidad y díjole Egenio: - -Sabe que cuantos males hay le ponen algún cebillo al hombre para -pescarle: la codicia oro, la lujuria deleites, la soberbia honras, -la gula comidas, la pereza descansos; sólo la ira no da sino golpes, -heridas y muertes y con todo eso tantos y tontos la compran tan cara. - -Pregonaba uno: Aquí se venden esposas. - -Llegaban unos y otros, preguntando si eran de hierro ó mujeres. - -Todo es uno, que todas son prisiones. - -¿Y el precio? - -De balde y aun menos. - -¿Cómo puede ser menos? - -Sí, pues se paga porque las lleven. - -Sospechosa mercadería: ¿mujeres y pregonadas?, ponderó uno. Ésa -no llevaré yo: la mujer, ni vista ni conocida; pero también será -desconocida. - -Llegó uno y pidió la más hermosa. Diéronsela á precio de gran dolor de -cabeza y añadió el casamentero: - -El primer día os parecerá bien á vos; todos los demás á los otros. - -Escarmentando otro, pidió la más fea. - -Vos la pagaréis con un continuo enfado. - -Convidábanle á un mozo que tomase esposa y respondió: - -Aún es temprano. - -Y un viejo: Ya es tarde. - -[Marginal: _Discreción._] - -Otro, que se picaba de discreción, pidió una que fuese entendida. -Buscáronle una feísima, toda huesos y que todos le hablaban. - -Venga una, señor mío, que sea muy igual en todo, dijo un cuerdo: porque -la mujer, me aseguran, es la otra mitad del hombre y que realmente -antes eran una misma cosa entrambos; mas que Dios los separó, porque -no se acordaban de su divina Providencia. Y que esta es la causa de -aquella tan vehemente propensión, que tiene el hombre á la mujer, -buscando su otra mitad. - -Casi tiene razón, dijeron; pero es cosa dificultosa hallarle á cada uno -su otra mitad. Todas andan barajadas comúnmente. La del colérico damos -al flemático, la del triste al alegre, la del hermoso al feo y tal vez -la del mozo de veinte años al caduco de setenta: ocasión de que los -más vienen arrepentidos. - -Pues eso, señor casamentero, dijo Critilo, no tiene disculpa, que bien -conocida es la desigualdad de quince años á setenta. - -¿Qué queréis? Ellos se ciegan y lo quieren así. - -Pero ellas ¿cómo pasan por eso? - -Es, señor, que son niñas y desean ser mujeres y, si ellos caducan, -ellas niñean. El mal es que, en no teniendo mocos, no gustan de -gargajos. Mas eso no tiene remedio. Tomad ésta, conforme la deseáis. - -Miróla y halló que en todo era dos ó tres puntos más corta: en la edad, -en la calidad, en la riqueza, en todo. Y reclamando no era tan ajustada -como deseaba: - -Llevadla, dijo, que con el tiempo vendrá á ajustarse, que de otra -manera pasaría y sería mucho peor. Y tened cuidado de no darla todo lo -necesario, porque en teniéndolo, querrá lo superfluo. - -Fué alabado mucho uno, que diciéndole viese una, que había de ser su -mujer, respondió que él no se casaba por los ojos, sino por los oídos. -Y así llevó en dote la buena fama. - -Convidáronlos á la casa del buen gusto, donde había convitón. - -¿Será casa de gula?, dijo Andrenio. - -Sí será, respondió Critilo; pero los que entran parecen comedores y los -que salen comidos. - -Vieron cosas raras: había sentado un gran señor, rodeado de -gentileshombres enanos, entrometidos, truhanes, valientes y lisonjeros, -que parecía el arca de las sabandijas. [Marginal: _Príncipes._] Comió -bien; pero echáronle la cuenta muy larga, porque dijeron comía cien mil -ducados de renta. Él sin réplica, pasaba por ello. Reparó Critilo y -dijo: - -¿Cómo puede ser esto? No ha comido la centésima parte de lo que dicen. - -Es verdad, dijo Egenio, que no los come; sino éstos que le van -alrededor. - -Pues, según eso, no digan que tiene el duque cien mil de renta, sino -mil y los demás de dolor de cabeza. - -Había bravos papasales, otros que papaban viento y decían que -engordaban; pero al cabo todo paraba en aire. Todo se lo tragaban -algunos y otros todo se lo bebían. Muchos tragaban saliva y los más -mordían cebolla y al cabo todos los que comían quedaban comidos hasta -de los gusanos. - -En todas estas tiendas no feriaron cosa de provecho; sí en las otras -de mano derecha, preciosos bienes, verdades de finísisimos quilates y -sobre todo á sí mismos. Que el sabio consigo y Dios, tiene lo que basta. - -Desta suerte salieron de la feria, hablando cómo les había ido en ella. -Egenio ya otro, porque rico trató de volver á su alojamiento, que en -esta vida no hay casa propia. Critilo y Andrenio se encaminaron á pasar -los puertos de la edad varonil en Aragón, de quien decía aquel su -famoso rey que, en naciendo, fué destinado para dar tantos Santiagos -y para ser conquistador de tantos reinos, comparando las naciones de -España á las edades y que los aragoneses eran los varones. - - - - - EL CRITICÓN - - SEGUNDA PARTE - - JUICIOSA CORTESANA FILOSOFÍA - EN EL OTOÑO DE LA VARONIL EDAD - - - - -AL SERENÍSIMO SEÑOR - -DON JUAN DE AUSTRIA - - - Serenísimo Señor: - -Arco vistoso y bienvisto el que tantas tempestades serena, brillante -rayo del planeta cuarto y rayo ardiente de la guerra. Hoy en emulación -de las aceradas hojas de Belona, siempre augustas, siempre victoriosas, -en la hercúlea mano de V. A. llegan á tan florecientes plantas estas -de Minerva, prometiéndose eternidades de seguridad á sombra de tan -inmortal plausible lucimiento. De hojas á hojas va la competencia y -no estraña, pues con igual felicidad suelen alternarse las fatigas de -Palas valiente y las delicias de Palas estudiosa, y más en un César -novel, gloria de Austria y blasón de España. La edad, Señor varonil, -maldelineada en estos borrones, bienideada en los aciertos de la -anciana juventud de V. A., vincula su patrocinio en quien toda la -Monarquía Católica, su desempeño, inaugurando que quien, cuando había -de ser joven, es tanto hombre, cuando llegue á ser hombre, será un -jayán del valor, un héroe de la virtud y un fénix de la fama. - - B. L. P. DE V. A. - - _LORENZO GRACIÁN._ - - - - -CRISI PRIMERA - -_Reforma universal._ - - -Renuncia el hombre inclinaciones de siete en siete años: ¡cuánto más -alternará genios en cada una de sus cuatro edades! Comienza á medio -vivir quien poco ó nada percibe. Ociosas pasan las potencias en la -niñez, aun las vulgares; que las nobles sepultadas yacen en una -puerilidad insensible, punto menos que bruto, aumentándose con las -plantas y vegetándose con las flores. - -Pero llega el tiempo en que también el alma sale de mantillas: ejerce -ya la vida sensitiva, entra en la jovial juventud, que de allí tomó -apellido. ¡Qué sensual! ¡Qué delicioso! No atiende sino á holgarse el -que nada entiende. No vaca al noble ingenio; sino al delicioso genio. -Sigue sus gustos, cuando tan malo le tiene. - -Llega al fin, pues, siempre tarde á la vida racional y muy de hombre: -ya discurre y se desvela. [Marginal: _Empleos varoniles._] Y porque -se reconoce hombre, trata de ser persona. Estima el ser estimado, -anhela al valer, abraza la virtud, logra la amistad, solicita el saber, -atesora noticias y atiende á todo sublime empleo. - -Acertadamente discurría quien comparaba el vivir del hombre al correr -del agua, cuando todos morimos y como ella nos vamos deslizando. Es la -niñez fuente risueña. Nace entre menudas arenas, que de los polvos de -la nada se hacen los lodos del cuerpo. Sale tan clara como sencilla. -Ríe lo que no murmura, bulle entre campanillas de viento, arrúllase -entre pucheros y cíñese de verduras que la fajan. - -Precipítase ya la mocedad en un impetuoso torrente, corre, salta, se -arroja y despeña, tropezando con las guijas, rifando con las flores. Va -echando espumas, se enturbia y se enfurece. - -Sosiégase ya río en la varonil edad. Va pasando tan callado, cuan -profundo, caudalosamente vagaroso. Todo es fondos, sin ruido. Dilátase -espaciosamente grave, fertiliza los campos, fortalece las ciudades, -enriquece las provincias y de todas maneras aprovecha. - -¡Mas ay! que al cabo viene á parar en el amargo mal de la vejez, abismo -de achaques, sin que le falte una gota. Allí pierden los ricos sus -bríos, su nombre y su dulzura. Va á orza el carcomido bajel, haciendo -agua por cien partes y á cada instante zozobrando entre borrascas tan -deshechas, que le deshacen, hasta dar al través con dolor y con dolores -en el abismo de un sepulcro, quedando encallado en el perpetuo olvido. - -[Marginal: _Aragón, buena España._] - -Hallábanse ya nuestros dos peregrinos del vivir, Critilo y Andrenio, -en Aragón, que los estranjeros llaman la buena España, empeñados en el -mayor reventón de la vida. Acababan de pasar sin sentir, cuando con -mayor sentimiento, los alegres prados de la juventud, lo ameno de sus -verduras, lo florido de sus lozanías y, subiendo la trabajosa cuesta -de la edad varonil, llena de asperezas, si no malezas, emprendían una -montaña de dificultades. - -Hacíasele muy cuesta arriba á Andrenio, como á todos los que suben á la -virtud, que nunca hubo altura sin cuesta. Iba afanando y aun sudando. -Animábale Critilo con prudentes recuerdos y consolábale en aquella -esterilidad de flores con la gran copia de frutos, de que se veían -cargados los árboles. Pues tenían más que hojas, contando las de los -libros. Subían tan altos, que les pareció señoreaban cuanto contiene el -mundo, muy superiores á todo. - -¿Qué te parece desta nueva región?, dijo Critilo. ¿No percibes qué -aires estos tan puros? - -Así es, respondió Andrenio. Paréceme que ya llevamos otros aires. ¡Qué -buen puesto éste para tomar aliento y asiento! Que ya es tiempo de -tenerle. - -Pusiéronse á contemplar lo que habían caminado hasta hoy. - -¿No atiendes qué de verduras dejamos atrás, tan pisadas, como pasadas? -¡Cuán bajo y cuán vil parece todo lo que habemos andado hasta aquí! -Todo es niñería, respecto de la gran provincia que emprendemos. ¡Qué -humildes y qué bajas se reconocen todas las cosas pasadas! ¡Qué -profundidad tan notable se advierte de aquí allá! Despeño sería querer -volver á ellas. ¡Qué pasos tan sin provecho, cuantos habemos dado hasta -hoy! - -[Marginal: _Argos moral._] - -Esto estaban filosofando, cuando descubrieron un hombre, muy otro de -cuantos habían topado hasta aquí, pues se estaba haciendo ojos para -notarlos, que ya poco es ver. Fuése acercando y ellos advirtiendo que -realmente venía todo rebutido de ojos de pies á cabeza y todos suyos y -muy despiertos. - -¡Qué gran mirón es éste!, dijo Andrenio. - -No; sino prodigio de atenciones, respondió Critilo. Si él es hombre, no -destos tiempos; y, si lo es, no es marido ni aun pastor ni trae cetro -ni cayado. ¿Mas si sería Argos? Pero no, que ése fué del tiempo antiguo -y ya no se usan semejantes desvelos. - -Antes sí, respondió el mismo: que estamos en tiempos, que es menester -abrir el ojo y aun no basta; sino andar con cien ojos. Nunca fueron -menester más atenciones, que cuando hay tantas intenciones: que ya -ninguno obra de primera. Y advertid que de aquí adelante ha de ser el -andar despabilados, que hasta ahora todos habéis vivido á ciegas y aun -á dormidas. - -Dínos por tu vida, tú que ves por ciento y vives por otros tantos, -¿guardas aún bellezas? - -¡Qué vulgaridad tan rancia!, respondió él. ¿Y quién me mete á mí en -imposibles? Antes me guardo yo dellas y guardo á otros bienentendidos. - -Estaba atónito Andrenio, haciéndose ojos también ó en desquite ó en -imitación. - -Y reparando en ellos Argos, le dijo: - -¿Ves ó miras? Que no todos miran lo que ven. - -Estoy, respondió, pensando de qué te pueden servir tantos ojos. Porque -en la cara están en su lugar, para ver lo que pasa, y aun en el -cerebro, para ver lo que pasó; ¿pero en los hombros á qué propósito? - -[Marginal: _Ojo á la carga y al cargo._] - -¡Qué bien lo entiendes!, dijo Argos. Éstos son más importantes, los que -más estimaba don Fadrique de Toledo. - -¿Pues para qué valen? - -Para mirar un hombre la carga que se echa á cuestas y más si se casa -ó se arrasa, al aceptar el cargo y entrar en el empleo. Ahí es el ver -y tantear la carga, mirando y remirando, midiéndola con sus fuerzas, -viendo lo que pueden sus hombros. Que el que no es un Atlante ¿para -qué se ha de meter á sostener las estrellas? Y el otro, que no es un -Hércules, ¿para qué se entremete á sustituto del peso de un mundo? Él -dará con todo en tierra. - -¡Oh, si todos los mortales tuviesen destos ojos! Yo sé que no se -echarían tan á carga cerrada las obligaciones, que después no pueden -cumplir. Y así andan toda la vida gimiendo con la carga incomportable: -el uno de un matrimonio, sin patrimonio; el otro del demasiado punto, -sin coma; éste con el empeño en que se desempeña y aquél con el honor, -que es horror. Estos ojos humerales abro yo primero muy bien, antes de -echarme la carga á cuestas; que el abrirlos después no sirve sino para -la desesperación ó para el llanto. - -¡Oh, cómo tomaría yo otros dos, dijo Critilo, no sólo para no cargar de -obligaciones, pero ni aun encargarme de cosa alguna, que abrume la vida -y haga sudar la conciencia! - -Yo confieso, que tienes razón, dijo Andrenio, y que están bien los ojos -en los hombros, pues todo hombre nació para la carga. [Marginal: _Ojo -al arrimo._] Pero díme: esos, que llevas en las espaldas ¿para qué -pueden ser buenos? Si ellas de ordinario están arrimadas ¿de qué sirven? - -Y aun por eso, respondió Argos: para que miren bien dónde se arriman. -¿No sabes tú que casi todos los arrimos del mundo son falsos, chimeneas -tras tapiz, que hasta los parientes falsean y se halla peligro en los -mismos hermanos? Maldito el hombre, que confía en otro, y sea quien -fuere. ¿Qué digo amigos y hermanos? De los mismos hijos no hay que -asegurarse y necio del padre, que en vida se despoja. No decía del todo -mal quien decía que vale más tener que dejar en muerte á los enemigos, -que pedir en vida á los amigos. Ni aun en los mismos padres hay que -confiar, que algunos han echado dado falso á los hijos y ¡cuántas -madres hoy venden las hijas! - -Hay gran cogida de falsos amigos y poca acogida en ellos. Ni hay otra -amistad, que dependencia. Á lo mejor falsean y dejan á un hombre en -el lugar, en que ellos le metieron. ¿Qué importa que el otro os haga -espaldas en el delito, si no os hace cuello después en el degüello? - -Buen remedio, dijo Critilo, no arrimarse á cabo alguno, estarse solo, -vivir á lo filósofo y á lo feliz. - -Rióse Argos y dijo: - -Si un hombre no busca algún arrimo, todos le dejarán estar y no vivir. -Ningunos más arrimados hoy que los que no se arriman. Aunque sea un -gigante en méritos, le echarán á un rincón. [Marginal: _Don Miguel -de Escartín._] Así puede ser más benemérito que nuestro obispo de -Barbastro, más hombre de bien que el mismo patriarca, más valiente que -Domingo de Eguía, más docto que el cardenal de Lugo: nadie se acordará -dél. Y aun por eso, toda conclusión se arrima á buen poste y todo -jubileo á buena esquina. Creedme que importan mucho estas atenciones -respaldares. - -[Marginal: _Ojo político._] - -Ésos sean los mismos, dijo Andrenio, y no los de las rodillas. Desde -ahora los renuncio allí. ¿Y para qué, sino para cegarse con el polvo y -quedar estrujados en el suelo? - -¡Qué mal lo discurres!, respondió Argos. Ésos son hoy los prácticos. -Porque más político es mirar un hombre á quién se dobla, á quién hinca -la rodilla, qué numen adora, quién ha de hacer el milagro. Que hay -imágenes viejas, de adoración pasada, que no se les hace ya fiesta, -figura del descarte, barajadas de la fortuna. Estos ojos son para -brujulear quién triunfa, para hacerse hombre, ver quién vale y ha de -valer. - -De verdad, que no me desagradan, dijo Critilo, y que en las cortes me -dicen se estiman harto. Por no tener yo otros como ellos, voy siempre -rodando. Esta mi entereza me pierde. - -Una cosa no me puedes negar, replicó Andrenio: que los ojos en las -espinillas no sirven sino para lastimarse. Señor, en los pies están en -su lugar, para ver un hombre dónde los tiene, dónde entra y sale, en -qué pasos anda; pero en las piernas ¿para qué? - -¡Oh, sí! Para no echarlas ni hacerlas con el poderoso, con el superior. -Atienda el sagaz con quién se toma, mire con quién las ha y, en -reconociéndole la cuesta, no parta peras con él, cuanto menos piedras. -Si éstos hubiera tenido aquel hijo del polvo, no se hubiera metido -entre los brazos de Hércules, nunca hubiera luchado con él. Ni los -rebeldes titanes se hubieran atrevido á descomponerse con el Júpiter de -España. Que estas necias temillas tienen abrumados á muchos. - -Prométoos que para poder vivir es menester armarse un hombre de pies -á cabeza, no de ojetes, sino de ojazos, muy despiertos. Ojos en las -orejas para descubrir tanta falsedad y mentira. Ojos en las manos para -ver lo que da y mucho más lo que toma. Ojos en los brazos para no -abarcar mucho y apretar poco. Ojos en la misma lengua para mirar muchas -veces lo que ha de decir uno. Ojos en el pecho para ver en qué lo ha -de tener. Ojos en el corazón, atendiendo á quién le tira ó le hace -tiro. Ojos en los mismos ojos para mirar cómo miran. Ojos y más ojos y -reojos, procurando ser Elmirante en un siglo tan Adelantado. - -¿Qué hará, ponderaba Critilo, quien no tiene sino dos y ésos nunca -bien abiertos, [Marginal: _Hércules de Austria._] llenos de legañas y -mirando aniñadamente con dos niñas? ¿No nos venderías, que ya nadie da, -si no es el señor don Juan de Austria, un par désos, que te sobran? - -¿Qué es sobrar?, dijo Argos. De mirar nunca hay harto. Á más de que no -hay precio para ellos; sólo uno y ese es un ojo de la cara. - -¿Pues qué ganaría yo en eso?, replicó Critilo. - -Mucho, respondió Argos. El mirar con ojos ajenos, que es una gran -ventaja; sin pasión y sin engaño, que es el verdadero mirar. Pero -vamos, que yo os ofrezco que, antes que nos dividamos, habéis de lograr -otros tantos como yo. Que también se pegan, como el entendimiento, -cuando se trata con quien le tiene. - -¿Dónde nos quieres llevar?, preguntó Critilo, ¿y qué haces aquí, en -esta plaga del mundo, que todo él se compone de plagas? - -[Marginal: _Puerto y puerta de la vida._] - -Soy guarda, respondió, en este puerto de la vida, tan dificultoso, cuan -realzado: pues comenzándole todos á pasar mozos, se hallan al cabo -hombres. Aunque no lo sienten tanto como las hembras, con que de mozas, -que antes eran, se hallan después dueñas; mas ellas reniegan de tanta -autoridad. Y ya que no tienen remedio, buscan consuelo en negar. Y es -tal su pertinacia, que estarán muchas canas de la otra parte y porfían -que comienzan ahora á vivir. Pero callemos, que lo han hecho crimen de -descortesía y dicen: más querríamos nos desañasen, que desengañasen. - -¿De modo, dijo Critilo, que eres guarda de hombres? - -Sí y muy hombres: de los viandantes. Porque ninguno pase mercaderías de -contrabando de la una provincia á la otra. Hay muchas cosas prohibidas, -que no se pueden pasar de la juventud á la virilidad. Permítense en -aquélla y en ésta están vedadas so graves penas. Á más de ser toda -mala mercadería y perdida por ser mala hacienda. Cuéstales á algunos -muy cara la niñería. Porque hay pena de infamia y tal vez de la vida, -especialmente si pasan deleites y mocedades. [Marginal: _Costumbres de -contrabando._] Para obviar este daño tan pernicioso al género humano, -hay guardas muy atentas, que corren todos estos parajes, cogiendo los -que andan descaminados. Yo soy sobre todos y así os aviso que miréis -bien si lleváis alguna cosa, que no sea muy de hombres, y la depongáis. -Porque, como digo, á más de ser cosa perdida, quedaréis afrentados, -cuando seáis reconocidos. Y advertid que, por más escondida que la -llevéis, os la han de hallar. Que del mismo corazón redundará luego á -la boca y los colores al rostro. - -Demudóse Andrenio. Mas Critilo, por desmentir indicios, mudó de plática -y dijo: - -En verdad, que no es tan áspera la subida, como habíamos concebido. -Siempre se adelanta la imaginación á la realidad. ¡Qué sazonados están -todos estos frutos! - -Sí, respondió Argos: que aquí todo es madurez. No tienen aquella acedía -de la juventud, aquel desabrimiento de la ignorancia, lo insulso de -su conversación, lo crudo de su mal gusto. [Marginal: _Hombre en su -punto._] Aquí ya están en su punto, ni tan pasados como en la vejez ni -tan crudos como en la mocedad; sino en un buen medio. - -Topaban muchos descansos, con sus asientos bajo de frondosos morales -muy copados, cuyas hojas, según decía Argos, hacen sombra saludable y -de gran virtud para las cabezas, quitándoles á muchos el dolor della. -Y aseguraban haberlos plantado algunos célebres sabios, para alivio en -el cansado viaje de la vida. Pero lo más importante era que á trechos -hallaban algún refresco de saber, confortativos de valor, que se decía -haberlos fundado allí á costa de su sudor algunos varones singulares, -dotándolos de renta de doctrina. Y así en una parte les brindaron -quintas esencias de Séneca, en otras divinidades de Platón, néctares -de Epicuro y ambrosías de Demócrito y de otros muchos autores sacros -y profanos, con que cobraban, no sólo aliento, pero mucho ser de -personas, adelantándose á todos los demás. - -[Marginal: _Aduana de vida._] - -Al sublime centro habían llegado de aquellas eminencias, cuando -descubrieron una gran casa labrada, más de provecho, que de artificio. -Y, aunque muy capaz, nada suntuosa. De profundos cimientos, asegurando -con firmes estribos las fuertes paredes. Mas no por eso se empinaba -ni poblaba el aire de castillos ni de torres. No brillaban chapiteles -ni andaban rodando las giraldas. Todo era á lo macizo, de piedras -sólidas y cuadradas, muy á machamartillo. Y aunque tenía muchas vistas -con ventanas y claraboyas á todas luces; pero no tenía reja alguna ni -balcón. Porque entre hierros, aunque dorados, se suelen forjar los -mayores y aun ablandarse los pechos más de bronce. - -El sitio era muy esento, señoreando cuanto hay á todas partes y -participando de todas luces, que ninguna aborrece. Lo que más la -ilustraba eran dos puertas grandes y siempre patentes: la una al -oriente de donde se viene y la otra al ocaso donde se va. Y aunque -ésta parecía falsa, era la más verdadera y la principal. Por aquélla -entraban todos y por ésta salían algunos. - -[Marginal: _Transformaciones de la edad._] - -Causóles aquí estraña admiración ver cuán mudados salían los pasajeros -y cuán otros de lo que entraban, pues totalmente salían diferentes -de sí mismos. Así lo confesó uno á la que le decía: Yo soy aquélla, -respondiéndole: Yo no soy aquél. - -Los que entraban risueños, salían muy pensativos; los alegres, -melancólicos; ninguno se reía. Todo era autoridad. Y así los muy -ligeros antes, ahora procedían graves; los bulliciosos, pausados; los -flacos, que en cada ocasión daban de ojos, ahora en la cuenta; pisando -firme los que antes de pie quebrado; los livianos, muy sustanciales. -Estaba atónito Andrenio, viendo tal novedad y tan impensada mudanza. - -Aguarda, dijo: aquel que sale hecho un Catón ¿no era poco ha un -chisgaravís? - -El mismo. - -¡Hay tal transformación! - -¿No veis aquel, que entraba saltando y bailando á la francesa, cómo -sale muy tétrico y muy grave á la española? Pues aquel otro sencillo -¿notáis qué doblado y qué cauto se muestra? - -Aquí, dijo Andrenio, alguna Circe habita, que así transforma las -gentes. ¿Qué tienen que ver con éstas todas las metamorfosis, que -celebra Ovidio? Mirad aquel, que entró hecho un Claudio emperador, cuál -sale hecho un Ulises. [Marginal: _Madurez varonil._] Todos se movían -antes con ligera facilidad, y ahora proceden con maduro juicio. Hasta -el color sacan, no sólo alterado, pero mudado. - -Y realmente era así, porque vieron entrar un boquirrubio y salió luego -barbinegro. Los colorados, pálidos; convertidas las rosas en retamas. Y -en una palabra, todos trocados de pies á cabeza, pues ya no movían ésta -con ligereza á un lado ni á otro; sino que la tenían tan quieta, que -parecía haberles echado á cada uno una libra de plomo en ella. Los ojos -altaneros, muy mesurados. Asentaban el pie, no jugando del brazo. La -capa sobre los hombros muy á lo chapado. - -No es posible sino que aquí hay algún encanto, repetía Andrenio. -Aquí algún misterio hay. ¿Ó esos hombres se han casado, según salen -pensativos? - -¿Qué mayor encanto, dijo Argos, que treinta años á cuestas? Ésta es la -transformación de la edad. Advertid que en tan poca distancia, como hay -de la una puerta á la otra, hay treinta leguas de diferencia, no menos, -que de ser mozo á ser hombre. Éste es el pasadizo de la juventud á la -varonil edad. - -En aquella primera puerta dejan la locura, la liviandad, la ligereza, -la facilidad, la inquietud, la risa, la desatención, el descuido con -la mocedad. Y en esta otra cobran el seso, la gravedad, la severidad, -el sosiego, la pausa, la espera, la atención y los cuidados con la -virilidad. - -Y así veréis que aquel, que hablaba de taravilla, ahora tan espacio, -que parece que da audiencia. Pues aquel otro, que le iba chapeando el -seso, mirad qué chapado sale. El otro con sus cascos de corcho qué -sustancial se muestra. ¿No atendéis á aquel tan medido en sus acciones, -tan comedido en sus palabras? Éste era aquel casquilucio. Tened cuenta -cuál entra aquel con sus pies de pluma; veréis luego cuál saldrá con -pies de plomo. ¿No veis cuántos valencianos entran y qué de aragoneses -salen? Al fin, todos muy otros de sí mismos, cuando más vuelven en sí. -Su andar pausado, su hablar grave, su mirar compuesto y que compone, y -su proceder concertado, que cada uno parece un Chumacero. - -Dábales ya prisa Argos que entrasen y ellos: - -Dínos primero ¿qué casa es ésta tan cara? - -Ésta es, respondió, la aduana general de las edades. Aquí comparecen -todos los pasajeros de la vida y aquí manifiestan la mercadería que -pasan, averíguase de dónde vienen y dónde van á parar. - -Entraron dentro y hallaron un areópago, porque era presidente el -Juicio, un gran sujeto, asistiéndole el Consejo muy hombre, el Modo muy -bienhablado, el Tiempo de grande autoridad, el Cierto de mucha cuenta, -el Valor muy ejecutivo y así otros grandes personajes. Tenía delante -un libro abierto de cuenta y razón, cosa que se hizo muy nueva á -Andrenio, como á todos los de su edad y que pasan á ser gente de veras. -[Marginal: _Examen de personas._] Llegaron á tiempo que actualmente -estaban examinando á unos viandantes de qué tierra venían. - -Con razón, dijo Critilo, porque della venimos y á ella volvemos. - -Sí, dijo otro, que sabiendo dónde venimos, sabremos mejor dónde vamos. - -Muchos no atinaban á responder: que los más no daban razón de sí -mismos. Y así, preguntándole á uno dónde caminaba, respondió que adonde -le llevaba el tiempo, sin cuidarse más que de pasar y hacer tiempo. - -Vos le hacéis y él os deshace, dijo el presidente. - -Y remitióle á la reforma de los que hacen número en el mundo. - -Respondió otro que él pasaba adelante, por no poder volver atrás. - -Los más decían que porque los habían echado, con harto dolor de su -corazón, de los floridos países de su mocedad; que, si eso no fuera, -toda la vida se estuvieran con gusto, dándose verdes de mocedades. Y á -éstos los remitieron á la reforma de aniñados. - -Estábase lamentando un príncipe de verse así tan adelante y á su -antecedente tan atrás. Porque hasta entonces, divertido con los -pasatiempos de la mocedad, no había pensado en ser algo; pero, aquellos -ya acabados, le daba gran pena ver que le sobraban años y le faltaban -empleos. Remitiéronle á la reforma de la espera, si no quería reinar -por falto, que era despeñarse. - -En busca de la honra dijeron algunos que iban, muchos tras el interés -y muy pocos los que á ser personas; aunque fueron oídos de todos con -aplauso y de Critilo con observación. - -Llegaron en esto las guardas con una gran tropa de pasajeros, que los -habían cogido descaminados. Mandaron fuesen luego reconocidos por la -Atención y el Recato y que les escudriñasen cuanto llevaban. Topáronle -al primero no sé qué libros y algunos muy metidos en los senos. - -Leyeron los títulos y dijeron ser todos prohibidos por el Juicio, -contra las pragmáticas de la prudente Gravedad, pues eran de novelas y -comedias. - -[Marginal: _Reforma de libros._] - -Condenáronlos á la reforma de los que sueñan despiertos. Y los libros -mandaron se les quitasen á hombres que lo son y se relajasen á los -pajes y doncellas de labor. Y generalmente todo género de poesía en -lengua vulgar, especialmente burlesca y amorosa, letrillas, jácaras, -entremeses, follaje de primavera, se entregaron á los pisaverdes. - -Lo que más admiró á todos fué que la misma Gravedad en persona ordenó -seriamente que de treinta años arriba ninguno leyese ni recitase -coplas ajenas, mucho menos propias ó como suyas, so pena de ser -tenidos por ligeros, desatentos ó versificantes. Lo que es leer algún -poeta sentencioso, heroico, moral y aun satírico, en verso grave, se -les permitió á algunos de mejor gusto, que autoridad, y esto en sus -retretes, sin testigos, haciendo el descomido de tales niñerías; pero -allá á escondidas, chupándose los dedos. El que quedó muy corrido fué -uno, á quien le hallaron un libro de caballerías. - -Trasto viejo, dijo la Atención, de alguna barbería. - -Afeáronsele mucho y le constriñeron lo restituyese á los escuderos -y boticarios. Mas los autores de semejantes disparates, á locos -estampados. - -Replicaron algunos que para pasar el tiempo se les diese facultad de -leer las obras de algunos otros autores, que habían escrito contra -estos primeros, burlándose de su quimérico trabajo, y respondióles la -Cordura que de ningún modo, porque era dar de lodo en el cieno y había -sido querer sacar del mundo una necedad con otra mayor. - -En lugar de tanto libro inútil, ¡Dios se lo perdone al inventor de -la estampa!, ripio de tiendas y ocupación de legos, les entregaron -algunos Sénecas, Plutarcos, Epictetos y otros, que supieron hermanar la -utilidad con la dulzura. - -[Marginal: _Polilla del tiempo._] - -Acusaron éstos á otros, que no menos ociosos y más perniciosos, se -habían jugado el sol y quedado á la luna, diciendo que para pasar el -tiempo. Como si él no los pasase á ellos y como si el perderlo fuera -pasarlo. - -De hecho le hallaron á uno una baraja. Mandaron al punto quemar las -cartas, por el peligro del contagio, sabiendo que barajas ocasionan -barajas y de todas maneras empeños, barajando la atención, la -reputación, la modestia, la gravedad y tal vez la alma. Mas al que -se los hallaron, con todos los tahures, hasta los cuartos, que es la -cuarta generación, les barajaron las haciendas, las casas, la honra, el -sosiego para toda la vida. - -En medio desta suspensión y silencio se le oyó silbar á uno, cosa que -escandalizó mucho á todos los circunstantes y más á los españoles. -Y averiguada la desatención, hallaron había sido un francés y le -condenaron á nunca estar entre personas. - -Más les ofendió un sonsonete, como de guitarra, instrumento vedado -so graves penas de la Cordura. Y así refieren que dijo el Juicio, en -sintiendo las cuerdas: - -¿Qué locura es ésta? ¿Estamos entre hombres ó entre barberos? - -Hízose averiguación de quién la tañía y hallaron era un portugués. Y -cuando creyeron todos le mandarían dar un trato de cuerda, oyeron que -le rogaban, que á los tales se les ruega, tañese algún son moderno y -lo acompañase con alguna tonadilla. Con harta dificultad lo recabaron -y con mayor después que cesase. Gustaron mucho, aun los más serios -ministros de la reforma humana. Y generalmente se les mandó á todos -los que pasan de mozos á hombres que de allí adelante ninguno tañese -instrumento ni cantase; pero que bien podían oir tañer y cantar, que es -más gusto y más decoro. - -[Marginal: _Enamorado, mozo ó loco._] - -Iban con tanto rigor en esto de reconocer los humanos pasajeros, que -llegaron las guardas á desnudar algunos de los sospechosos. Cogiéronle -á uno un retrato de una dama, ahorcado de un dogal de nácar. Quedó él -tan perdido, cuan escandalizados todos los cuerdos. Que aun de mirar -el retrato no se dignaron; sino lo que bastó para dudar cuál era la -pintada, ésta ó aquélla. - -Reparó una de las guardas y dijo: - -Éste ya yo le he quitado á otro y no ha muchos días. - -Mandáronle sacar y hallaron una docena dellos. - -Basta, dijo el presidente: que una loca hace ciento. Recójanlos como -moneda falsa, doblones de muchas caras. - -Y á él le intimaron que ó menos barbas ó menos figurerías y que esto -de trillar la calle, dar vueltas, comer hierro, apuntalar esquinas, -deshollinar balcones, lo dejasen para los Adonis boquirrubios. - -El que causó mucha risa fué uno, que llegó con un ramo en la mano -y, averiguando que no era médico ni valenciano, sino pisaverde, le -atropelló la Atención, diciéndole era ramo de locura, tablilla de -mesón, vacío de seso. - -Vieron uno, que no miraba á los otros y sin ser tosco tenía fijos los -ojos en el sombrero. - -Pues no será de corrido, dijo la Sagacidad. - -Y en sospechas de liviandad, llegaron á reconocerle y le hallaron -un espejillo, clavado en la copa del sombrero y por cosa cierta -averiguaron era primo loco, sucesor de Narciso. - -[Marginal: _Traje, corteza del ánimo._] - -No se admiraron tanto déstos, cuanto de un otro, que repetía para Catón -en la severidad y aun se emperdigaba para repúblico. Miráronle de pies -á cabeza y brujuleáronle una faldilla de un jubón verde, color muy -malvisto de la Autoridad. - -¡Oh! qué bien merecía otro, votaron todos. Pero por no escandalizar el -populacho, muy á lo callado le remitieron al nuncio de Toledo, que le -absolviese de juicio. - -Á otro, que debajo una sotanilla negra traía un calzón acuchillado, le -condenaron á que terciase la falda, prendiéndola de la pretina, para -que todo el mundo viese su desgarro. - -Intimaron á otros seriamente que en adelante ninguno llevase -arremangada la falda del sombrero á la copa; si no es yendo á caballo, -cuando ninguno es cuerdo. Ni de canto el sombrero á un lado de la -cabeza, dejando desabrigado el seso del otro. Que no se vayan mirando á -sí mismos ni por sombra, so pena de malvistos. Ni los pies, que no es -bien pavonearse. Plumas y cintas de colores se les vedaron; si no á los -soldados visoños, mientras van ó vuelven de la campaña. Que todos los -anillos se entregasen á los médicos y abades; á éstos, porque entierran -los que aquellos destierran. - -[Marginal: _Librea del hombre._] - -Pasaron ya los ministros de aquella gran aduana del tiempo á la -reforma general de todos cuantos pasan de pajes de la juventud á -gentileshombres de la virilidad. Y lo primero, que se ejecutó, fué -desnudarles á todos la librea de la mocedad, el pelo rubio y dorado -y cubrirles de pelo negro, luto en lo melancólico y lo largo, pues, -cerrando las sienes, llega á ser pelo en pecho. - -Ordenáronles seriamente que nunca más peinasen pelo rubio y menos -hacia la boca y los labios, color profano y malvisto en adelante, -vedándoles todo género de bozo y de guedejas rizadas, para escusar las -risadas de los cuerdos. - -Toda color material, que no la formal, les prohibieron, no -permitiéndoles aun el volverse colorados; sino pálidos, en señal de sus -cuidados. Convirtiéronles las rosas de las mejillas en espinas de la -barba. - -De suerte, que de pies á cabeza los reformaban. Echábanles á todos un -candado en la boca, un ojo en cada mano y otra cara janual, pierna de -grulla, pie de buey, oreja de gato, ojo de lince, espalda de camello, -nariz de rinoceronte y de culebra el pellejo. - -[Marginal: _Gusto reformador._] - -Hasta el material gusto les reformaba, ordenándoles que en adelante -no mostrasen apetecer las cosas dulces, so pena de niños; sino las -picantes y agrias y algunas saladas. Y, porque á uno le hallaron unos -confites, le fué intimado se pusiese el babador, siempre que los -hubiese de comer. Y así todos se guardaban de trocar el cardo por las -pasas y todos comían la ensalada. - -Cogieron á otro comiendo unas cerezas y volvióse de su color. -Saltáronle á la cara, mandáronle que las trocase en guindas. De modo, -que aquí no está vedada la pimienta; antes se estima más que el azúcar, -mercadería muy acreditada, que algunos hasta en el entendimiento la -usan y más si se junta con la naranja. - -La sal también está muy valida y hay quien la come á puñados; pero sin -lo útil no entra en provecho. Salan muchos los cuerpos de sus obras, -porque nunca se corrompan, ni hay tales aromas para embalsamar libros, -libres de los gusanos roedores, como los picantes y las sales. - -Están tan desacreditados los dulces, que aun la misma Panegiri de -Plinio á cuatro bocados enfada. Ni hay hartazgo de zanahorias, como -unos cuantos sonetos del Petrarca y otros tantos de Boscán. Que aun -á Tito Livio hay quien le llama tocino gordo y de nuestro Zurita no -falta quien luego se empalaga. - -Tenga yo gusto y voto; no siempre viva del ajeno. Que los más en el -mundo gustan de lo que ven gustar á otros. Alaban lo que oyeron alabar -y, si les preguntáis en qué está lo bueno de lo que celebran, no saben -decirlo. De modo que viven por otros y se guían por entendimiento -ajeno. Tenga, pues, juicio propio y tendrá voto en su censura. - -Guste de tratar con hombres, que no todos los que lo parecen, lo son. -Razone más que hable. Converse con los varones noticiosos y podrá tal -vez contar algunos chistes, encaminando á la gustosa enseñanza; pero -con tal moderación, que no sea tenido por masecuentos, el licenciado -del chiste y truhán de balde. Podrá tal vez, acompañado de sí mismo, -pasearse, pensando, no hablando. - -Sea hombre de museo; aunque ciña espada. Y tenga delecto con los -libros, que son amigos manuales. No embuta de borra los estantes, -que no está bien un pícaro al lado de un noble ingenio. Y si ha de -preferir, sean los juiciosos á los ingeniosos. Muestre ser persona en -todo, en sus dichos y en sus hechos, procediendo con gravedad apacible, -hablando con madurez tratable, obrando con entereza cortés, viviendo -con atención en todo y preciándose más de tener buena testa, que talle. -Advierta que el proporcional Euclides dió el punto á los niños, á -los muchachos la línea, á los mozos la superficie y á los varones la -profundidad y el centro. - -[Marginal: _Leyes de cordura._] - -Éste fué el arancel de preceptos de ser hombres, la tarifa de la -estimación, los estatutos de ser personas, que en voz ni muy alta ni -muy caída les leyó la Atención á instancia del Juicio. - -Después Argos con un extraordinario licor, alambicado de ojos de -águilas y de linces, de corazones grandes y de cerebros, les dió -un baño tan eficaz, que á más de fortalecer mucho, haciéndolos más -impenetrables por la cordura, que un Roldán por el encanto, al mismo -punto se les fueron abriendo muchos y varios ojos por todo el cuerpo, -de cabeza á pies, que habían estado ciegos con las legañas de la niñez -y con las inadvertidas pasiones de la mocedad, y todos ellos tan -perspicaces y tan despiertos, que ya nada se les pasaba por alto; todo -lo advertían y lo notaban. - -Con esto les dieron licencia de pasar adelante á ser personas y fueron -saliendo todos de sí mismos lo primero, para más volver en sí. Fuélos, -no guiando, que de aquí adelante ni se llama médico ni se busca guía, -sino conduciéndolos Argos á lo más alto de aquel puerto, puerta ya de -otro mundo, donde hicieron alto para lograr la mayor vista, que se -topa en el viaje de toda la vida. Los muchos y maravillosos objetos, -que desde aquí vieron, todos ellos grandes y plausibles, referirá la -siguiente Crisi. - - - - -CRISI II - -_Los prodigios de Salastano._ - - -Tres soles, digo tres Gracias, en fe de su belleza, discreción y -garbo, contaba un cortesano verídico, ya prodigio, intentaron entrar -en el palacio de un gran príncipe y aun de todos. Coronaba la primera, -brillantemente gallarda, de fragantes flores rubias trenzas y recamaba -su verde ropaje de líquidos aljófares, tan risueña, que alegraba un -mundo entero. Pero, en injuria de su gran belleza, la cerraron tan -anticipadamente las puertas y ventanas que, aunque se probó á entrar -por cien partes, no pudo. Que, teniéndola por entremetida, hasta los -más sutiles resquicios la habían entredicho, y así hubo de pasar -adelante, convirtiendo su risa en llanto. - -Fuése acercando la segunda, tan hermosa cuan discreta y, chanceándose -con la primera á lo Zapata, la decía: - -Anda tú, que no tienes arte ni la conoces. Verás cómo yo, en fe de mi -buen modo, tengo de hallar entrada. - -Comenzó á introducirse, buscando medios é inventando trazas; pero -ninguna salía, pues al mismo punto que brujuleaban su buena cara, -todos se la hacían muy mala. Y ya no solas las puertas y ventanas la -cerraban; pero aun los ojos por no verla y los oídos por no sentirla. - -¡Eh! que no tenéis dicha, dijo la tercera, agradablemente linda. -Atended cómo yo por la puerta del favor me introduzco en palacio, que -ya no se entra por otra. - -Fuése entremetiendo con mucho agrado. Mas, aunque á los principios -halló cabida, fué engañosa y de apariencia y al cabo hubo de retirarse -mucho más desairada. - -Estaban tripuladas todas tres, ponderando, como se usa, sus muchos -méritos y su poca dicha, cuando llevado de su curiosidad el cortesano, -se fué acercando lisonjero y, habiéndolas celebrado, significó su deseo -de saber quiénes eran. Lo que es el palacio bien conocido lo tenían, -como tan pateado. - -Yo soy, dijo la primera, la que voy dando á todos los buenos días; mas -ellos se los toman malos y los dan peores. Yo, la que hago abrir los -ojos y á todo hombre que recuerde. Yo, la deseada de los enfermos y -temida de los malos, la madre de la vividora alegría. Yo, aquella tan -decantada esposa de Titón, que en este punto dejó el camarín de nácar. - -Pues, señora Aurora, dijo el cortesano, ahora no me espanto de que no -tengáis cabida en los palacios, donde no hay hora de oro, con ser todas -tan pesadas. Ahí no hay mañana; todo es tarde. Díganlo las esperanzas. -Y con ser así, nada es hoy; todo mañana. Así que no os canséis, que -allí nunca amanece, aun para vos, por tan clara. - -Volvióse á la segunda, que ya decía: - -¿Nunca oiste nombrar aquella buena madre de un mal hijo? Pues yo soy y -él es odio. Yo, la que, siendo tan buena, todos me quieren mal: cuando -niños me babean y, como no les entro de los dientes adentro, me escupen -cuando grandes. Tan esclarecida soy como la misma luz. Que, si no -miente Luciano, hija soy, no ya del tiempo, sino del mismo Dios. - -[Marginal: _La hija del tiempo._] - -Pues, señora mía, dijo el cortesano, si vos sois la Verdad ¿cómo -pretendéis imposibles? ¿Vos en los palacios? Ni de mil leguas. ¿De qué -pensáis que sirven tanta afilada cuchilla? Que no aseguran tanto de -traiciones, no por cierto, cuanto de... de... Bien podéis por ahora y -aun para siempre desistir de la empresa. - -Ya en esto la tercera, dulcísimamente linda, robando corazones, dijo: - -Aquélla soy, sin quien no hay felicidad en el mundo y con quien toda -infelicidad se pasa. En las demás dichas de la vida se hallan muy -divididas las ventajas del bien; pero en mí todas concurren, la honra, -el gusto y el provecho. No tengo lugar, sino entre los buenos; que -entre los malos, como dice Séneca, ni soy verdadera ni constante. -Denomínome del Amor. Y así, á mí no me han de buscar en el vientre; -sino en el corazón, centro de la benevolencia. - -Ahora digo que eres la Amistad, aclamó el cortesano, tan dulce tú, cuan -amarga la Verdad. Pero, aunque lisonjera, no te conocen los príncipes. -Que sus amigos todos son del rey y ninguno de Alejandro: así lo decía -él mismo. Tú haces de dos uno y es imposible poder ajustar el Amor á la -Majestad. - -[Marginal: _Majestad, sin amistad._] - -Paréceme, mis señoras, que todas tres podéis pasar adelante: tú, -Aurora, á los trabajadores; tú, Amistad, á los semejantes, y tú, -Verdad, yo no sé adonde. - -Este crítico suceso les iba contando el noticioso Argos á nuestros dos -peregrinos del mundo y les aseguró habérselo oído ponderar al mismo -cortesano. - -Aquí en este puesto, decía, que por eso me he acordado. - -Hallábanse ya en lo más eminente de aquel puerto de la varonil edad, -corona de la vida, tan superior, que pudieron señorear desde allí -toda la humana: espectáculo tan importante, cuan agradable. Porque -descubrían países nunca andados, regiones nunca vistas, como la del -Valor y del Saber, las dos grandes provincias de la Virtud y la Honra, -los países del Tener y del Poder, con el dilatado reino de la Fortuna -y del Mando. Estancias todas muy de hombres y que á Andrenio se le -hicieron bien estrañas. - -[Marginal: _La mejor vista._] - -Mucho les valieron aquí sus cien ojos, que todos los emplearon. Vieron -ya muchas personas, que es la mejor vista de cuantas hay. Perdóneme hoy -la belleza; pero ¡cosa rara! que lo que á unos parecía blanco, á otros -negro. Tal es la variedad de los juicios y gustos. Ni hay anteojos de -colores, que así alteren los objetos, como los afectos. - -Veamos de una cuanto hay, decía Critilo. Que todo se ha de ver y en lo -más raro reparar. - -Y comenzando por lo más lejos, que como digo, se descubría, no sólo -desde un cabo del mundo al otro, pero desde el primer siglo hasta éste: - -¿Qué insanos edificios son aquellos, hablando con la propiedad Mariana, -que acullá lejos, apenas se divisan y á glorias campean? - -Aquéllas, respondió Argos, que de todo daba razón en desengaños, son -las siete maravillas del orbe. - -¿Aquéllas, replicó Andrenio, maravillas? ¿Cómo es posible? ¿Una -estatua, que se ve entre ellas pudo serlo? - -¡Oh! sí, que fué coloso de un sol. - -Aunque sea el sol mismo, si es una estatua, á mí no me maravilla. - -[Marginal: _El sol que nace._] - -No fué tan estatua, que no fuese una bien política atención, adorando -el sol que sale y levantando estatua al poder que amanece. - -Desde ahora la venero. Aquel otro parece sepulcro. También es maravilla -y bien estraña. ¿Cómo puede, siendo sepultura de un mortal? - -¡Oh!, que fué de mármoles y jaspes. - -Aunque fuera del mismo panteón. - -¿No veis que lo erigió una mujer á su marido? - -¡Oh qué bueno! Á trueque de enterrarle, no digo yo de pórfidos, pero de -diamantes, de perlas, si no lágrimas, habría mujer, que le construyese -pira. - -Sí, pero aquello de ser mausoleo, que dice permanece sola, convertida -en tortilla, creedme que fué un prodigio de fe. - -[Marginal: _Maravillas modernas._] - -¡Eh!, dejemos maravillas, que caducan, dijo Andrenio. ¿No hay alguna -moderna? ¿No hace ya milagros el mundo? - -Sin duda que sí, como dicen que van degenerando los hombres y siendo -más pequeños, cuanto más va. De suerte, que cada siglo merman un dedo -y á este paso vendrán á parar en títeres y figurillas, que ya poco -les falta á algunos. Sospecho que también los corazones se les van -achicando y así se halla tanta falta de aquellos grandes sujetos, que -conquistaban mundos, que fundaban ciudades, dándolas sus nombres, que -era su real _faciebat_. Ya no hay Rómulos ni Alejandros ni Constantinos. - -También se hallan algunas maravillas flamantes, respondió Argos; sino -que, como se miran de cerca, no parecen. - -Antes habían de verse más, que cuanto más de cerca se miran las cosas, -mucho mayores parecen. - -¡Oh! no, dijo Argos: que la vista de la estimación es muy diferente de -la de los ojos en esto del aprecio. - -Con todo eso, atención á aquellas sublimes agujas, que campean en la -gran cabeza del orbe. - -Aguarda, dijo Critilo: aquella tan señalada es la cabeza del mundo. - -¿Cómo puede ser, si está entre pies de Europa, á pierna tendida de -Italia, por medio del Mediterráneo y Nápoles su pie? - -Ésa que te parece á ti andar entre pies de la tierra, es el cielo, la -coronada cabeza del mundo y muy señora de todo él, [Marginal: _Roma._] -la sacra y triunfante Roma, por su valor, sabiduría, grandeza, mando y -religión, corte de personas, oficina de hombres, pues restituyéndolos -á todo el mundo, todas las demás ciudades la son colonias de policía. -Aquellos empinados obeliscos, que en sus plazas majestuosamente se -ostentan, son plausibles maravillas modernas. Y advertid una cosa, que -con ser tan gigantes, aun no llegan con mucho á la superioridad de -prendas de sus santísimos dueños. - -Ahora ¿no me dirás una verdad? ¿Qué pretendieron estos sacros héroes -con estas agujas tan excelsas? Que aquí algún misterio apuntan, digno -de su piadosa grandeza. - -¡Oh, sí!, respondió Argos. Lo que pretendieron fué coser la tierra con -el cielo, empresa que pareció imposible á los mismos Césares y éstos la -consiguieron. - -¿Qué estás mirando tú con tan juicioso reparo? - -[Marginal: _Venecia._] - -Miro, dijo Andrenio, que en cada provincia hay que notar. Aquel -murciégalo de ciudades, anfibia corte, que ni bien está en el mar ni -bien en tierra y siempre á dos vertientes. - -¡Oh, qué política!, exclamó Argos, que tan de sus principios le viene, -tan fundamentalmente comienza. Y deste su raro modo de estar celebraba -el bravo duque de Osuna la razón de su estado. Aquélla es la nombrada -canal, con que aun el mismo mar saben traer acanalado á su conveniencia. - -¿No hay maravillas en España?, dijo Critilo, volviendo la mira á su -centro. ¿Qué ciudad es aquella, que tan en punta parece que amenaza al -cielo? - -Será Toledo, que á fianzas de sus discreciones, aspira á taladrar las -estrellas, si bien ahora no la tiene. - -¿Qué edificio tan raro es aquel, que desde el Tajo sube escalando su -alcázar, encaramando cristales? - -Ése es el tan celebrado artificio de Juanelo, una de las maravillas -modernas. - -No sé yo por qué, replicó Andrenio, si, al uso de las cosas muy -artificiosas, tuvo más de gasto que de provecho. - -[Marginal: _Cardenal Tribulcio._] - -No discurría así, dijo Argos, cuando lo vió el eminente discreto -cardenal Tribulcio, pues dijo que no había habido en el mundo artificio -de más utilidad. - -¿Cómo pudo decir eso quien tan al acaso discurría? - -Ahí veréis, dijo Argos. Enseñando á traer el agua á su molino desde sus -principios, haciendo venir de un cauce en otro al palacio del católico -monarca el mismo río de la Plata, las pesquerías de las perlas, el uno -y otro mar, con la inmensa riqueza de ambas Indias. - -¿Qué palacio será aquel, preguntó Critilo, que entre todos los de la -Francia se corona de flores de oro? - -[Marginal: _Palacio del rey de Francia._] - -Gran casa y gran cosa, respondió Argos. Ése es el trono real, ése la -más brillante esfera, ése el primer palacio del rey cristianísimo, en -su gran corte de París, y se llama el Lobero. - -¿El Lobero? ¡Qué nombre tan poco cortesano! ¡Qué sonsonete tan de -grosería! Por cualquier parte que le busquéis la denominación, suena -poco y nada bien. Llamárase el jardín de los más fragantes lilios, el -quinto cielo de tanto cristianísimo Marte, la popa de los soplos de la -fortuna; pero ¡el Lobero! No es nombre decente á tanta majestad. - -¡Eh!, que no lo entendéis, dijo Argos. Creedme que dice más de lo que -suena y que encierra gran profundidad. Llámase el Lobero, y no voy -con vuestra malicia, porque ahí se les ha armado siempre la trampa á -los rebeldes lobos con piel de ovejas, digo aquellas horribles fieras -hugonotas. - -¡Oh, qué brillante alcázar aquel otro!, dijo Andrenio, corona de los -demás edificios, fuente del lucimiento, comunicándoles á todos las -luces de su permanente esplendor. ¿Si sería del augusto Ferdinando -III, aquel gran César, que está hoy esparciendo por todo el orbe el -resplandor de sus ejemplos? [Marginal: _Rey de Polonia._] También -podría ser de aquel tan valerosamente religioso monarca, Juan Casimiro -de Polonia, victorioso, primero de sí mismo y triunfante después de -tanto monstruo rebelde. ¡Oh, qué claridad de alcázar y qué rayos está -esparciendo á todas partes! Merece serlo del mismo sol. - -Y lo es, respondió Argos. Digo, de aquella sola reina entre cuantas -hay, la inmortal Virtelia. Mas por allí habéis de encaminaros para bien -ir. - -Yo allá voy desde luego, dijo Critilo. - -Y allí veréis, añadió Argos, que, aunque es tan majestuoso y brillante, -aun no es digno epiciclo de tanta belleza. - -Estando en esta divertida fruición de grandezas, vieron venir hacia -sí cierta maravilla corriente. Era un criado pronto. Y lo que más les -admiró fué que decía bien de su amo. Preguntó en llegando cuál era el -Argos verdadero, cuando todos por industria lo parecían. - -¿Qué me quieres?, respondió el mismo. - -Á ti me envía un caballero, cuyo nombre, ya fama, es Salastano, cuya -casa es un teatro de prodigios, [Marginal: _Maravillas de la fortuna._] -cuyo discreto empleo es lograr todas las maravillas, no sólo de la -naturaleza y arte, pero más las de la Fama, no olvidando las de la -Fortuna. Y con tener hoy atesoradas todas las plausibles, así antiguas -como modernas, nada le satisface, hasta tener alguno de tus muchos -ojos, para la admiración y para la enseñanza. - -Toma éste de mi mano, dijo Argos, y llévaselo depositado en este -cofrecillo de cristal [Marginal: _Mano ocular._] y dirásle que lo -emplee en tocar con ocular mano todas las cosas, antes de creerlas. - -Partíase tan diligente, como gustoso, cuando dijo Andrenio: - -Aguarda, que me ha salteado una curiosa pasión de ver esa casa de -Salastano y lograr tanto prodigio. - -Y á mí, de procurar su amistad, añadió Critilo, ventajosa felicidad de -la vida. - -Id, confirmó Argos, y en tan buen hora, que no os pesará en toda la -vida. - -Fué el viaje peregrino, oyéndole referir cosas bien raras. - -Sólo las que yo le he diligenciado, decía, pudieran admirar al mismo -Plinio, á Gesnero y Aldobrando. Y dejando los materiales portentos -de la naturaleza, allí veréis en fieles retratos todas las personas -insignes de los siglos, así hombres como mujeres, que de verdad las -hay; los sabios y los valerosos, los césares y las emperatrices, no ya -en oro, que ésa es curiosidad ordinaria, sino en piedras preciosas y en -camafeos. - -Ésa, dijo Critilo, con vuestra licencia, la tengo por una diligencia -inútil. Porque yo más querría ver retratados sus relevantes espíritus, -que el material gesto, que comúnmente en los grandes hombres carece de -belleza. - -Uno y otro lograréis en caracteres de sus hazañas, en libros de su -doctrina y en sus retratos también. Que suele decir mi amo que, -después de la noticia de los ánimos, es parte del gusto ver el gesto, -que de ordinario suele corresponder con los hechos. Y si por ver un -hombre eminente, un duque de Alba, los entendidos, un Lope de Vega los -vulgares, caminaban muchas leguas, apreciando las eminencias, aquí se -caminan siglos. - -Primor fué siempre de acertada política, ponderó Critilo, eternizar los -varones insignes en estatuas, en sellos y en medallas, ya para ideas á -los venideros, ya para premio á los pasados: véase que fueron hombres y -que no son imposibles sus ejemplos. - -Al fin, dijo el criado, háselos entregado la antigüedad á mi amo. Que -ya que no los pudo eternizar en sí mismos, se consuela de conservarlos -en imágenes. [Marginal: _Cadenillas de Hércules._] Pero las que muchos -celebran y las miran y aun llegan á tocarlas con las manos son las -mismas cadenillas de Hércules, que, procediéndole á él de la lengua, -aprisionaban á los demás de los oídos. Y quieren decir las hubo de -Antonio Pérez. - -Ésa es una gran curiosidad, ponderó Andrenio, garabato para llevarse el -mundo tras sí. - -¡Oh, gran gracia la de las gentes! - -¿Y de qué son?, preguntó Critilo. Porque de hierro cierto es que no -serán. - -En el sonido parecen de plata y en la estimación de perlas de una muy -cortesana elocuencia. - -Á este modo les fué refiriendo raras curiosidades, cuando descubrieron -desde un puesto bien elevado, en el centro de un gran llano, una ciudad -siempre victoriosa. - -[Marginal: _Huesca victoriosa._] - -Aquel ostentoso edificio con rumbos de palacio, dijo, es la noble casa -de Salastano y éstos, que ya gozamos, sus jardines. - -Fuélos introduciendo por un tan delicioso cuan dilatado parque, que -coronaban frondosas plantas de Alcides, prometiéndole en sus hojas, -por símbolos de los días, eternidades de fama. Comenzaron á registrar -fragantes maravillas. Toparon luego con el mismo laberinto de azares, -cárcel del secreto, amenazando riesgos al que le halla y evidencias al -que le descubre. - -[Marginal: _Culto jardín._] - -Más adelante se veía un estanque, gran espejo del cielo, surcado de -canoros cisnes y aislado en medio dél un florido peñón, ya culto Pindo. - -Paseábase la vista por aquellas calles entapizadas de rosas y -mosquetas, alfombradas de amaranto, la yerba de los héroes, cuya -propiedad es inmortalizarlos. Admiraron el lotos, planta también -ilustre, que de raíces amargas de la virtud rinde los sabrosos frutos -del honor. - -Gozaron flores á toda variedad y todas raras, unas para la vista, otras -para el olfato y otras hermosamente fragantes, acordando misteriosas -transformaciones. - -No registraban cosa, que no fuese rara. Hasta las sabandijas, tan -comunes en otras huertas, aquí eran extraordinarias, porque estaban los -camaleones en alcándaras de laureles, dándose hartazgos de vanidad. -Volaban sin parar las efímeras, traídas del Bósforo, con sus cuatro -alas, solicitando la comodidad para siglos, no habiendo de vivir -sino un día, [Marginal: _Símbolo de la codicia._] viva imagen de la -necia codicia. Aquí se oían cantar y las más veces gemir las pintadas -avecillas del paraíso, con picos de marfil; pero sin pies, porque no le -han de hacer en cosa terrena. Sintieron un ruido, como de campanilla -y al mismo instante huyó el criado, voceándoles su riesgo al ver el -venenoso ceraste, que él mismo cecea, para que todo entendido huya de -su lascivo aliento. - -Entraron con esto dentro de la casa, donde parecía haber desembarcado -la de Noé, teatro de prodigios tan á sazón, que estaba actualmente el -discreto Salastano haciendo ostentación de maravillas á la curiosidad -de ciertos caballeros, de los muchos que frecuentan sus camarines. -Hallábase allí don Juan de Balboa, teniente de maese de campo general, -y don Alonso de Mercado, capitán de corazas españolas, ambos muy -bienhablados, tan alumnos de Minerva como de Belona, con otros de su -discreción bizarra. [Marginal: _Suspiros de Heráclito._] Tenía uno -en la mano, celebrando con lindo gusto, una redomilla llena de las -lágrimas y suspiros de aquel filósofo llorón, que más abría los ojos -para llorar, que para ver, cuando de todo se lamentaba. - -¿Qué hiciera éste, si hubiera alcanzado estos nuestros tiempos?, -ponderaba don Francisco de Araujo, capitán también de corazas, basta -decir portugués para galante y entendido. Si él hubiera visto lo -que nosotros pasado, tal fatalidad de sucesos y tal conjuración de -monstruosidades, sin duda que hubiera llenado cien redomas ó se hubiera -podrido de todo punto. - -[Marginal: _Carcajadas de Demócrito._] - -Yo, dijo Balboa, más estimara un otro frasquillo de las carcajadas de -aquel otro socarrón, su antípoda, que de todo se reía. - -Ése, señor mío, de la risa, respondió Salastano, yo la gasto y el otro -le guardo. - -¡Oh, cómo llegamos á buen punto!, dijo el criado, presentándoles el -nuevo ocular portento, para que se desengañe Critilo, que no acaba de -creer haya en el mundo muchas de las cosas raras, que ha de ver esta -tarde. Suplícote, señor, me desempeñes á excesos. - -¿Pues en qué dudáis?, dijo Salastano, después de haber hecho la salva á -su venida. ¿Qué os puede ya parecer imposible, viendo lo que pasa? ¿Qué -queda ya que dudar en los ensanches de la fortuna, que ya los prodigios -de la naturaleza y arte no suponen? - -Yo os confieso, dijo Critilo, que he tenido siempre por un ingenioso -embeleco el basilisco y no soy tan solo, que sea necio. Porque aquello -de matar en viendo parece una exageración repugnante, en que el hecho -está desmintiendo el testigo de vista. - -¿En eso ponéis duda?, replicó Salastano. Pues advertid que ese no lo -tengo por prodigio; sino por un mal cotidiano. Pluguiera al cielo no -fuera tanta verdad. - -[Marginal: _Domésticos basiliscos._] - -Y si no, decidme; ¿un médico, en viendo un enfermo, no le mata? ¿Qué -veneno como el de su tinta en un récipe? ¿Qué basilisco más criminal y -pagado, que un Hermócrates, que aun soñando mató á Andrágoras? Dígoos -que dejan atrás á los mismos basiliscos, pues aquéllos, poniéndoles un -cristal delante, ellos se matan á sí mismo; y éstos, poniéndoles un -vidrio, que trajeron de un enfermo, con sólo mirarle le echan en la -sepultura, estando cien leguas distante. - -Déjenme ver el proceso, dice el abogado: quiero ver el testamento, -veamos papeles. - -Y tal es el ver, que acaba con la hacienda y con la sustancia del -desdichado litigante, que en sólo haber ido á él ya fué malaconsejado. -¿Pues qué? un príncipe, con decir: yo lo veré ¿no deja consumido á -un pretendiente? ¿No es basilisco mortal una belleza? Si la miráis, -mal; y, si ella os mira, peor. ¿Con cuántos ha acabado aquel vulgar -_veremos_, el pesado _veámonos_, el prolijo _verse ha_ y el necio _ya -lo tengo visto_? ¿Y todo, _malmirado_, no mata? Creedme, señores, que -está el mundo lleno de basiliscos del ver y aun del no ver, por no ver -y no mirar. Así estuvieran todos como éste. - -Y mostróles uno embalsamado. - -[Marginal: _Basiliscos ciegos._] - -Yo también, prosiguió Andrenio, siempre he tenido por un encarecimiento -ingenioso el unicornio, aquello de que, en bañando él su punta, al -punto purifica las emponzoñadas aguas: está bien inventado, mas no -experimentado. - -Más dificultoso es eso, respondió Salastano. Porque hacer bien más -raro es en el mundo que hacer mal, más usado el matar que el dar vida; -con todo veneramos algunos de esos prodigios salutíferos, que con la -eficacia de su buen celo han ahuyentado los pestilenciales venenos y -purificado las aguas populosas. - -[Marginal: _Católicos unicornios._] - -Y si no decidme: aquel nuestro inmortal héroe, el rey católico don -Fernando, ¿no purificó á España de moros y de judíos, siendo hoy el -reino más católico, que reconoce la Iglesia? El rey don Felipe el -Dichoso, por ser bueno, ¿no purgó otra vez á España del veneno de los -moriscos en nuestros días? - -¿No fueron éstos salutíferos unicornios? Bien es verdad que en otras -provincias no se hallan así frecuentes ni tan eficaces como en ésta. -Que si eso fuera, no hubiera ya ateismos donde yo sé ni herejías donde -yo callo, cismas, gentilismos, perfidias, sodomías y otros mil géneros -de monstruosidades. - -¡Oh, señor Salastano, replicó Critilo, que ya hemos visto algunos -déstos en otras partes, que han procurado con cristianísimo valor -debelar las oficinas del veneno, rebelde á Dios y al rey, donde se -habían hecho fuertes estas ponzoñosas sabandijas! - -Yo lo confieso, dijo Salastano; pero temo no fuese más por razón de -estado, digo, no tanto por ser rebeldes al cielo, cuanto á la tierra. -Y si no, decidme ¿á qué otros reinos estraños los desterraron? ¿Qué -Áfricas poblaron de herejes, como Filipo de moriscos? ¿Qué tributos á -millones perdieron, como Fernando? ¿Qué Ginebras han arrasado? ¿Qué -Moravias despoblado, como hoy día el piadoso Ferdinando? - -No os canséis, que esa pureza de fe, ponderó Balboa, sin consentir -mezcla, sin sufrir un átomo de veneno infiel, creedme que es felicidad -de los estados de la casa de España y de Austria, debida á sus -coronados unicornios. - -Á cuyo real ejemplo, prosiguió Salastano, vemos sus cristianos -generales y virreyes limpiar las provincias, que gobiernan, y los -ejércitos que conducen, del veneno de los vicios. [Marginal: _Don -Álvaro de Sande. Don Gonzalo de Córdoba. Conde de Oropesa._] Don Álvaro -de Sande, tan religioso como valiente ¿no desterró los juramentos de -la católica milicia, condenándolos á infamia? Don Gonzalo de Córdoba -¿no purificó los ejércitos de insultos y de torpezas? El duque de -Alburquerque en Cataluña y el conde de Oropesa en Valencia ¿no libraron -aquellos dos reinos, siendo justicieros presidentes, del veneno -sanguinario y bandolero? [Marginal: _Conde de Lemos._] ¿Qué tósigos de -vicios no ha ahuyentado deste nuestro reino de Aragón con su ejemplo y -con su celo el inmortal conde de Lemos? - -Llegaos á este camarín, que os quiero franquear los muchos -preservativos y contravenenos, que yo guardo. En este rico vaso de -unicornio han brindado la pureza de la fe los católicos reyes de -España. Estas arracadas, también de unicornio, traía la señora reina -doña Isabel, para guardar el oído de la ponzoña de las informaciones -malévolas. Con este anillo confortaba su invicto corazón el emperador -Carlos V. [Marginal: _Reinas de España._] En esta caja, confeccionada -de aromas, llegaos y percibid su fragancia, han conservado siempre el -buen nombre de su honestidad y recato las señoras reinas de España. - -Fuéles mostrando otras muchas piezas muy preciosas, haciendo la prueba -y confesando todos su virtud eficaz. - -¿Qué dos puñales son aquellos, que están en el suelo, preguntó Araujo, -que, aunque van por tierra, no carecen de misterios? - -Ésos fueron, respondió Salastano, los puñales de ambos brutos, dándoles -del pie, sin quererlos tocar con su leal mano. Éste, dijo, fué de Junio -y este otro de Marco. - -Con razón los tenéis en tan despreciable lugar, que no merecen otro -las traiciones y más contra su rey y señor; aunque sea el monstruo -Tarquinado. - -Decís bien, respondió Salastano; pero no es esa la razón principal por -que los he arrojado en el suelo. - -¿Pues cuál será? - -Porque ya no admiran. En otro tiempo, por singulares, se podían -guardar. Mas ya no suponen, no espantan ya; antes son niñería, después -que un cuchillo infame en la mano de un verdugo, mandado de la -malajustada justicia, llegó á la real garganta. Pero no me atrevo yo -á referir lo que ellos á ejecutar. Erízanse los cabellos á cuantos lo -oyeron, oyen y oirán, único, no ejemplar, sino monstruo. Sólo digo que -ya los Brutos se han quedado muy atrás. - -[Marginal: _Monstruosidad de la herejía._] - -Algunas cosas tenéis aquí, señor Salastano, que no merecen estar entre -las demás, dijo Critilo. Mucha desigualdad hay. Porque ¿de qué sirve -aquel retorcido caracol, que allí tenéis? Una alhaja tan vil, que anda -ya en bocas de villanos, para recoger bestias. ¡Eh!, sacadle de allí, -que no vale un caracol. - -Aquí, suspirando Salastano, dijo: ¡Oh, tiempos! ¡oh, costumbres! Este -mismo, ahora tan profanado, en aquel dorado siglo resonaba por todo -el orbe en la boca de Tritón, pregonando las hazañas, llamando á ser -personas y convocando los hombres á ser héroes. - -Mas si eso os parece civil reparo, quiero mostraros el prodigio, que yo -más estimo. Hoy habéis de ver los bizarrísimos airones, los encrespados -penachos del mismo fénix. - -Aquí, sonriéndose todos: ¿Qué otro ingenioso imposible es ese?, dijeron. - -Pero Salastano: Ya sé que muchos lo niegan y los más lo dudan y que no -lo habéis de creer; mas yo quedaré satisfecho con mi verdad. Yo también -á los principios dudé y más que en nuestro siglo lo hubiese. Con esta -curiosidad no perdoné ni á diligencia ni á dinero. Y como éste da -alcance á cuanto hay y aun á los mismos imposibles, haciendo reales los -entes de razón, hallé que verdaderamente las hay y las ha habido. Bien -que raras y una sola en cada siglo. - -Y si no, decidme: ¿cuántos Alejandros Magnos ha habido en el mundo? -¿Cuántos Julios en tantos Agostos? ¿Qué Teodosios? ¿Qué Trajanos? En -cada familia, si bien lo censuráis, no hallaréis sino un fénix. Y si -no, pregunto: ¿Cuántos don Hernandos de Toledo ha habido, duques de -Alba? ¿Cuántos Anas de Memoransi? ¿Cuántos Álvaros Bazanes, marqueses -de Santa Cruz? Un solo marqués del Valle admiramos; un Gran Capitán, -duque de Sesa, aplaudimos; un Basco de Gama y un Alburquerque -celebramos. [Marginal: _Fénix de la fama._] Hasta de un nombre no -oiréis dos famosos. Sólo un don Manuel, rey de Portugal; un solo Carlos -V y un Francisco I de Francia. - -En cada linaje no suele haber sino un hombre docto, un valiente y un -rico y éste yo lo creo, porque las riquezas no envejecen. En cada -siglo no se ha conocido sino un orador perfecto, confiesa el mismo -Tulio. Y un filósofo, un gran poeta, un solo fénix ha habido en muchas -provincias, como un Carlos en Borgoña, Castrioto en Chipre, Cosme en -Florencia y don Alfonso el Magnánimo en Nápoles. Y aunque este nuestro -siglo ha sido tan pobre de eminencias en la realidad, con todo eso, -quiero ostentar las plumas de algunos inmortales fénix. Ésta es. - -Y sacó una, bellísimamente coronada, la pluma de la fama de la reina -nuestra señora doña Isabel de Borbón, que siempre lo han sido las -Isabeles en España, con excepción de la singularidad. Con esta otra -voló á la esfera de la inmortalidad la más preciosa y más fecunda -Margarita. [Marginal: _Marqués Espínola. Don Felipe de Silva._] Con -éstas coronaban sus celadas el marqués Espínola, Galaso, Picolomini, -don Felipe de Silva y hoy el de Mortara. Con estas otras escribieron -Baronio, Belarmino, Barbosa, Lugo y Diana y con ésta el marqués -Virgilio Malveci. - -Confesaron todos la enterísima verdad y convirtieron sus incredulidades -en aplausos. - -Todo eso está bien, replicó Critilo; sola una cosa yo no puedo acabar -de creer, aunque muchos la afirman. - -¿Y qué es?, preguntó Salastano. No hay que tratar, que yo la he de -conceder. - -¡Eh! que no es posible, no os canséis, que no lleva camino. - -¿Es acaso aquel pescadillo tan vil y tan sin jugo, sin sabor y sin ser, -que en fe de su flaqueza ha detenido tantas veces los navíos de alto -bordo, las mismas capitanas reales, que iban viento en popa al puerto -de su fama? Porque ése aquí le tengo yo acecinado. - -No es, sino aquel prodigio de la mentira, aquel superlativo embeleco, -aquel mayor imposible: el pelícano. Yo confieso que hay basilisco, -yo creo el unicornio, yo celebro el fénix, yo paso por todo; pero el -pelícano no le puedo tragar. - -¿Pues en qué reparáis? ¿Por ventura en el picarse el pecho, alimentando -con sus entrañas los polluelos? - -No por cierto: ya yo veo que es padre y que el amor obra tales excesos. - -¿Dudáis acaso en que ahogados de la envidia los resucite? - -Menos: que, si la sangre hierve, obra milagros. - -¿Pues en qué reparáis? - -Yo os lo diré. En que haya en el mundo quien no sea entremetido, que -se halle uno, que no guste de hablar, que no mienta, no murmure, no -enrede, que viva sin embeleco: eso yo no lo he de creer. - -Pues advertid que ese pájaro solitario en nuestros días lo vimos en el -Retiro entre otras aladas maravillas. - -Si eso es así, dijo Critilo, él dejó de ser ermitaño y se puso á -entremetido. - -¿Qué arma tan extraordinaria es aquélla?, preguntó como tan soldado don -Alonso. - -Estorea, respondió Salastano, y fué de la reina de las amazonas, -trofeos de Hércules con el balteo, que pudo entrar en docena. - -¿Y es preciso, replicó Mercado, creer que hubo amazonas? - -No sólo que las hubo; sino que las hay de hecho y en hechos. - -[Marginal: _Serenísima reina de Francia._] - -¿No lo es hoy la serenísima señora doña Ana de Austria, florida reina -de Francia? Así como lo fueron siempre todas las señoras infantas de -España, que coronaron de felicidades y de sucesión aquel reino. ¿Qué -es, sino una valerosa amazona la esclarecida reina polona, Belona, -digo cristiana, siempre al lado de su valeroso Marte en las campañas? -[Marginal: _Duquesa de Cardona._] Y la excelentísima duquesa de Cardona -¿no se portó muy como tal, encarcelada, donde había sido virreina? Pero -venerando y no olvidando tantos plausibles prodigios, quiero que veáis -otro género dellos, tenidos por increíbles. - -Y al mismo punto les fué mostrando con el dedo un hombre de bien en -estos tiempos, un oidor sin manos; pero con palmas. Y lo que más es, -su mujer. Un grande de España desempeñado, un príncipe en esta era -dichoso, una reina fea, un príncipe oyendo verdades, un letrado pobre, -un poeta rico, una persona real, que murió sin que se dijese que de -veneno, un español humilde, un francés grave y quieto, un alemán -aguado. Y juró Balboa era el varón de Sabac. Un privado no murmurado, -un príncipe cristiano en paz, un docto premiado, una viuda de Zaragoza -flaca, un necio descontento, un casamiento sin mentiras, un indiano -liberal, una mujer sin enredo, uno de Calatayud en el limbo, un -portugués necio, un real de á ocho en Castilla, Francia pacífica, el -septentrión sin herejes, el mar constante, la tierra igual y el mundo -mundo. - -En medio desta folla de maravillas entró un otro criado, que en aquel -punto llegaba de muy lejos, y recibióle Salastano con extraordinarias -demostraciones de gusto. - -[Marginal: _El mayor prodigio._] - -Seas tan bienllegado como esperado. ¿Hallaste, díme, aquel portento tan -dudado? - -Señor, sí. - -¿Y tú le viste? - -Y le hablé. - -¡Que tal preciosidad se halla en la tierra! ¡Que es verdad! Ahora digo, -señores, que es nada cuanto habéis visto. Ciegue el basilisco, retírese -el fénix, enmudezca el pelícano. - -Estaban tan atónitos, cuan atentos los discretos huéspedes, oyendo -tales exageraciones, muy deseosos de saber cuál fuese el objeto de tan -grande aplauso. - -Dínos presto lo que viste, instó Salastano. No nos atormentes con -suspensiones. - -Oid, señores, comenzó el criado, la más portentosa maravilla de cuantas -habéis visto ni oído. - -Pero lo que él les refirió diremos fielmente, después de haber contado -lo que le pasó á la Fortuna con los Bragados y Comados. - - - - -CRISI III - -_La cárcel de oro y calabozos de plata._ - - -Cuentan, y yo lo creo, que una vez entre otras tumultuaron los -franceses y con la ligereza, que suelen, se presentaron delante de la -Fortuna, tragando saliva y vomitando saña. - -¿Qué murmuráis de mí?, dijo ella misma. ¿Que me he vuelto española? Sed -vosotros cuerdos, que nunca para mi rueda. Por eso lo es. Ni á vosotros -os para cosa en las manos; todo se os rueda dellas. Será, sin duda, -algún antojo y, por lo envidioso, de larga vista, de la felicidad de -España. - -¡Oh, madrastra nuestra, respondieron ellos, y madre de los españoles! -¡Cómo te sangras en salud! [Marginal: _Loores de Francia._] ¿Es posible -que, siendo la Francia la flor de los reinos, por haber florecido -siempre en todo lo bueno, desde el primer siglo hasta hoy, coronada -de reyes santos, sabios y valerosos, silla un tiempo de los romanos -pontífices, trono de la tetrarquía, teatro de las verdaderas hazañas, -escuela de la sabiduría, engaste de la nobleza y centro de toda virtud, -méritos todos dignos de los primeros favores y de inmortales premios, -es posible que, dejándonos á nosotros con las flores, les des á los -españoles los frutos? ¿Qué mucho hagamos extremos de sentimiento -contigo, si tú con ellos haces excesos de favor? - -Dísteles las unas y las otras Indias, cuando á nosotros una Florida en -el nombre, que en la realidad es muy seca. Y como, cuando tú comienzas -á perseguir á unos y favorecer á otros, no paras hasta que apuras, has -llegado á verificar con ellos los que antes se tenían por entes de -quimera, haciendo prácticos los mismos imposibles, como son ríos de -plata, montes de oro, golfos de perlas, bosques de aromas, islas de -ámbares. Y, sobre todo, los has hecho señores de aquella verdadera -cucaña, donde los ríos son de miel, los peñascos de azúcar, los -terrones de bizcocho. Y con tantos y tan sabrosos dulces dicen que es -el Brasil un paraíso confitado. Todo para ellos y nada para nosotros. -¿Cómo se puede tolerar? - -¿No digo yo, exclamó la Fortuna, que vosotros sois unos ingratos sobre -necios? ¿Cómo, que no os he dado las Indias? ¿Eso podéis negar con -verdad? Indias os he dado y bien baratas y aun de mogollón, como dicen, -pues sin costaros nada. - -[Marginal: _Indias de Francia._] - -Y si no, decidme: ¿Qué Indias para Francia, como la misma España? Venid -acá: lo que los españoles ejecutan con los indios ¿no lo desquitáis -vosotros con los españoles? Si ellos los engañan con espejillos, -cascabeles y alfileres, sacándoles con cuentas los tesoros sin cuento, -vosotros con lo mismo, con peines, con estuchitos y con trompas de -París ¿no les volvéis á chupar á los españoles toda la plata y todo el -oro y esto sin gastos de flotas, sin disparar una bala, sin derramar -una gota de sangre, sin labrar minas, sin penetrar abismos, sin -despoblar vuestros reinos, sin atravesar mares? - -Andá y acabá de conocer esta certísima verdad y estimadme este favor. -Creedme que los españoles son vuestros indios y tan desinteresados, que -con sus flotas os traen á vuestras casas la plata ya acendrada y ya -acuñada, quedándose ellos con el vellón y bien trasquilados. - -No pudieron negar esta verdad tan clara; con todo eso no parecían -quedar satisfechos, antes andaban murmurando allá entre dientes. - -¿Qué es eso?, dijo la Fortuna. Hablad claro, acabad, decía. - -Quisiéramos, madama, que ese favor fuera cumplido y que, así como -nos has dado el provecho, nos dieses también la honra, para que no -trajésemos á casa la plata, sirviendo á los españoles con la vileza que -sabemos y la esclavitud que callamos. - -[Marginal: _El bien repartido._] - -¡Oh, qué lindo!, alzó la voz la Fortuna. ¡Bueno por mi vida! -Monsieures, honra y doblones no caben en un saco. ¿No sabéis que allá, -cuando se repartieron los bienes á los españoles, les cupo la honra, á -los franceses el provecho, á los ingleses el gusto y á los italianos el -mando? - -Cuán incurable sea esta hidropesía del oro intenta ponderar esta Crisi, -después de haberse desempeñado de aquel plausible portento, que el -criado de Salastano con gran gusto de todos refirió desta suerte: - -Partí, señor, en virtud de tu precepto, en busca de aquel raro -prodigio, el amigo verdadero. Fuí preguntando por él á unos y á otros -y todos me respondían con más risa, que palabras. Á unos se les hacía -nuevo, á otros inaudito y á todos imposible. - -Amigo fiel y verdadero ¿cómo ha de ser y en este tiempo y en este país? - -Más lo estrañaban que el fénix. - -Amigos de la mesa, del coche, de la comedia, de la merienda, de -la huelga, del paseo, el día de la boda, en la privanza y en la -prosperidad, me respondió Timón, el de Luciano, de ésos bien hallaréis -hartos. Y más, cuando más hartos. Que á la hora del comer son sabañones -y á la del ayudar son callos. - -[Marginal: _Amigo, uno; enemigo, ninguno._] - -Amigos, mientras me duró el valimiento, bien tenía yo, dijo un caído: -no tenían número por muchos ni ahora por ninguno. - -Pasé adelante y díjome un discreto: - -¿Cómo es eso? ¿De modo, que buscáis un otro yo? Ese misterio sólo en el -cielo se halla. - -Yo he visto cerca de cien vendimias, me respondió uno, y diría verdad, -porque parecía del buen tiempo, y, aunque toda la vida he buscado un -amigo verdadero, no he podido hallar sino medio y ése á prueba. - -Allá en tiempo, que rabiaban los reyes, digo, cuando se enojaban, oí -contar, dijo una vieja, de un cierto Pilades y Orestes, una cosa como -ésa; pero á fe, hijo, que yo siempre lo he tenido más por conseja, que -por consejo. - -No os canséis en eso, me juró y votó un soldado español. Porque yo he -rodeado y aun rodado todo el mundo y siempre por tierra de mi rey y, -aunque he visto cosas bien raras, como los gigantes en la tierra del -fuego, los pigmeos en el aire, las amazonas en el agua de su río, los -que no tienen cabeza, que son muchos, y los de sólo un ojo y ése en el -estómago, los de un solo pie á lo grullo, sirviéndoles de tejado, los -sátiros y los faunos, batuecos y chichimecos, sabandijas todas, que -caben en la gran monarquía española, yo no he topado ese gran prodigio, -que ahora oigo. Sólo dejé de ver la isla Atlántida por incógnita. -Podría ser que allí estuviese, como otras cien mil cosas buenas, que no -se hallan. - -[Marginal: _Naciones de España._] - -Que no está tan lejos como eso, le dije; antes me aseguran le he de -hallar dentro de España. - -Eso no creeré yo, replicó un crítico. Porque primeramente él no estará -donde clavan el clavo por la cabeza, nunca cediendo al ajeno dictamen, -aun del más acertado amigo. Menos donde de cuatro partes las cinco son -palabras y amistad es obras y obras son amores. Pues donde no se dejan -falar, sino por servirles farautes, tampoco: que aun de sí mismos no se -dignan aquellos señores fidalgos. En tierra corta, donde todo es poca -cosa, yo lo dudo. Y hablemos quedo, no nos oigan, que harán punto desto -mismo. Pues donde todo se va en flor sin fruto, es cosa de risa y allí -todos los hidalgos, aunque muchos, corren á lo de Guadalajara. - -¿Y en Cataluña? señor mío, repliqué yo. - -Ahí aún podría ser: que los catalanes saben ser amigos de sus amigos. - -También son malos para enemigos. - -Bien se ve: piénsanlo mucho antes de comenzar una amistad; pero, una -vez confirmada, hasta las aras. - -¿Cómo puede ser eso, instó un forastero, si allí se hereda la enemistad -y llega más allá del caducar la venganza, siendo fruta de la tierra la -bandolina? - -Y aun por eso, respondió: que quien no tiene enemigos tampoco suele -tener amigos. - -Con estas noticias me fuí empeñando la Cataluña adentro. Corríla toda, -que bien poco me faltaba, cuando me sentí atraer el corazón de los -imanes de una agradable estancia, antigua casa; pero no caduca. Fuíme -entrando por ella, como Pedro por la suya, y notando á toda observación -cuanto veía: que de las alhajas de una casa se colige el genio de su -dueño. No encontré en toda ella ni con niños ni con mujeres. Hombres sí -y mucho, aunque no muchos, que á prueba me introdujeron allá. Criados -pocos: que de los enemigos, los menos. Estaban cubiertas las paredes -de retratos, en memoria de los ausentes, alternados con unos grandes -espejos. Y ninguno de cristal, por escusar toda quiebra; de acero si -y de plata, tan tersos y tan claros, como fieles. Todas las ventanas -con sus cortinillas, no tanto defensivo contra el calor, cuanto contra -las moscas, que aquí no se toleran ni enfadosos ni entremetidos. -Penetramos al corazón de la casa, al último retrete, donde estaba un -prodigio triplicado, un hombre compuesto de tres. Digo tres que hacían -uno. Porque tenía tres cabezas, seis brazos y seis pies. Luego que me -brujuleó, me dijo: - -¿Búscasme á mí ó á ti mismo? ¿Vienes al uso de todos, que es buscarse á -sí mismos, cuando más parece que buscan un amigo? Y si no se advierte -antes, se experimenta después, que no los trae otro, que su provecho ó -su honra ó su deleite. - -¿Quién eres tú, le dije, para saber si te busco, aunque por lo raro ya -podría? - -Yo soy, me respondió, el de tres uno: aquel otro yo, idea de la -amistad, norma de cómo han de ser los amigos. [Marginal: _Gerión -moral._] Yo soy el tan nombrado Gerión. Tres somos y un solo corazón -tenemos. Que el que tiene amigos buenos y verdaderos, tantos -entendimientos logra. Sabe por muchos, obra por todos, conoce y -discurre con los entendimientos de todos. Ve por tantos ojos, oye por -tantos oídos, obra por tantas manos y diligencia con tantos pies. -Tantos pasos da en su conveniencia, como dan todos los otros. Mas entre -todos, sólo un querer tenemos: que la amistad es un alma en muchos -cuerpos. El que no tiene amigos no tiene pies ni manos. Manco vive, á -ciegas camina. Y ¡ay del solo! Que, si cayere, no tendrá quien le ayude -á levantar. - -Luego que le oí, exclamé: ¡Oh, gran prodigio de la amistad verdadera, -aquella gran felicidad de la vida, empleo digno de la edad varonil, -ventaja única del ya hombre! Á ti te busco, criado soy de quien te -estima, cuan bien te conoce y hoy solicita tu correspondencia, porque -dice que sin amigos del genio y del ingenio no vive un entendido ni se -logran las felicidades. Que hasta el saber es nada, si los demás no -saben que tú sabes. - -Ahora digo, me respondió el Gerión, que es bueno para amigo Salastano. -Buen gusto tiene en tenerlos, que lo demás es envidiarse los bienes con -necia infelicidad. - -[Marginal: _Duque de Nochera._] - -¡Oh qué bien decía aquel grande amigo de sus amigos y que también lo -sabía ser, el duque de Nochera!: - -No me habéis de preguntar qué quiero comer hoy; sino con quién: que del -convivir se llamó convite. - -Desta suerte fué celebrando las excelencias de la amistad y á lo último: - -Quiero, dijo, que registres mis tesoros, que para los amigos siempre -están patentes y aun ellos son los mayores. - -Mostróme lo primero la granada de Darío, ponderando que los tesoros del -sabio no son los rubíes ni los zafiros; sino los Zopiros. - -Mira bien esta sortija, que el amigo ha de venir como anillo en dedo: -ni tan apretado, que lastime, ni tan holgado, que no ajuste con riesgo -de perderse. Atiende mucho á este diamante, no falso, sí al tope, -cuando conviene, y aun haciendo punta, otras veces cuadrado y en -almohada del consejo, con muchos fondos y quilates de fineza tan firme, -que ni en el yunque quiebra, expuesto á los golpes de la fortuna, ni -con las llamas de la cólera salta ni con el ungüento de la lisonja ni -del soborno se ablanda; sólo el veneno de la sospecha le puede hacer -mella. - -[Marginal: _Veneno de la amistad._] - -Fué haciendo erudito alarde de preciosísimos símbolos de la amistad. -Á lo último sacó un pomito de olor, que despedía una fragancia muy -confortante y, cuando yo creí ser alguna quinta esencia de ámbar, -realzado del almizcle, me dijo: - -No es sino de un rancio néctar de un vino, aunque viejo, más jubilante, -que jubilado. Bueno para amigo, que conforte el corazón, que le alivie -y que le alegre y juntamente sane las morales llagas. - -Entregóme, al despedirme, esta lámina preciosa, con este su retrato, -dedicado á la amigable fineza. - -Miráronle todos con admiración y aun repararon en que aquellos rostros -eran sus verdaderos retratos, ocasión de quedar declarada y confirmada -la amistad entre todos, muy á la enseñanza del Gerión. ¡Feliz empleo -de la varonil edad! Despidiéronse ya, sin partirse, los soldados para -sus alojamientos, que en esta vida no hay cosa propia; nuestros dos -peregrinos del mundo, no pudiendo hacer alto en el viaje del vivir, -salieron á proseguirle por la Francia. - -Vencieron las asperezas del hipócrita Pirineo, desmentidor de su nombre -á tanta nieve, donde muy temprano el invierno tiende sus blancas -sábanas y se acuesta. Admiraron con observación aquellas gigantes -murallas, con que la atenta naturaleza afectó dividir estas dos -primeras provincias de la Europa, á España de la Francia, fortificando -la una contra la otra, con murallas de rigores, dejándolas tan -distantes en lo político, cuando tan confinantes en lo material. Y -ahora conocieron con cuánto fundamento de verdad aquel otro cosmógrafo -había delineado en un mapa estas dos provincias, en los dos extremos -del orbe. Caso bien reído de todos: de unos, por no entendido, y de -otros, por aplaudido. - -[Marginal: _Franceses, antípodas de España._] - -Al mismo punto que metieron el pie en Francia, conocieron sensiblemente -la diferencia en todo, en el temple, clima, aire, cielo y tierra; pero -mucho más la total oposición de sus moradores, en genios, ingenios, -costumbres, inclinaciones naturales, lengua y trajes. - -¿Qué te ha parecido de España?, dijo Andrenio. - -Murmuremos un rato della, aquí donde no nos oyen. - -[Marginal: _Censura de España._] - -Y aunque nos oyeran, ponderó Critilo, son tan galantes los españoles, -que no hicieran crimen de nuestra civilidad. No son tan sospechosos -como los franceses; más generosos corazones tienen. - -Pues díme, ¿qué concepto has hecho de España? - -No malo. - -¿Luego bueno? - -Tampoco. - -¿Según eso, ni bueno ni malo? - -No digo eso. - -¿Pues qué? - -Agridulce. - -¿No te parece muy seca y que de ahí les viene á los españoles aquella -su sequedad de condición y melancólica gravedad? - -Sí; pero también es sazonada en sus frutos y todas sus cosas son muy -sustanciales. De tres cosas dicen se han de guardar mucho en ella y más -los estranjeros. - -¿De tres solas? ¿Y qué son? - -De sus vinos, que dementan; de sus soles, que abrasan; y de sus -femeniles lunas, que enloquecen. - -¿No te parece, que es muy montuosa y aun por eso poco fértil? - -Así es; pero muy sana y templada. Que, si fuera llana, los veranos -fuera inhabitable. - -Está muy despoblada. - -También vale una della por ciento de otras naciones. - -Es poco amena. - -No la faltan vegas muy deliciosas. - -Está aislada entre ambos mares. - -También está defendida y coronada de capaces puertos y muy regalada de -pescados. - -Parece que está muy apartada del comercio de las demás provincias y al -cabo del mundo. - -Aún había de estarlo más, pues todos la buscan y la chupan lo mejor -que tiene: sus generosos vinos Inglaterra, sus finas lanas Holanda, su -vidrio Venecia, su azafrán Alemania, sus sedas Nápoles, sus azúcares -Génova, sus caballos Francia y sus patacones todo el mundo. - -Díme, y de sus naturales, ¿qué juicio has hecho? - -Ahí hay más que decir: que tienen tales virtudes, como si no tuviesen -vicios, y tienen tales vicios, como si no tuviesen tan relevantes -virtudes. - -No me puedes negar que son los españoles muy bizarros. - -Sí; pero de ahí les nace el ser altivos. Son muy juiciosos; no tan -ingeniosos. Son valientes; pero tardos. Son leones; mas con cuartana. -Muy generosos y aun perdidos. Parcos en el comer y sobrios en el beber; -pero superfluos en el vestir. Abrazan todos los estranjeros; pero no -estiman los propios. No son muy crecidos de cuerpo; pero de grande -ánimo. Son poco apasionados por su patria y trasplantados son mejores. -Son muy llegados á la razón; pero arrimados á su dictamen. No son muy -devotos; pero tenaces de su religión y absolutamente es la primer -nación de Europa odiada por tan envidiada. - -Más dijeran, si no les interrumpiera su vulgar murmuración un otro -pasajero, que con serlo y tan de priesa, tomaba muy de veras el vivir. -Veníase encaminando hacia ellos y Critilo dijo: - -Éste es el primer francés que topamos. Notemos bien su genio, su hablar -y su proceder, para saber cómo nos habemos de portar con los otros. - -¿Pues qué, visto uno, estarán vistos todos? - -Sí, que hay genio común en las naciones y más en ésta. Y la primera -treta del trato es no vivir en Roma á lo húngaro, como algunos, que en -todas partes viven al revés. - -La primera pregunta que el francés les hizo, aun antes de saludarlos, -viendo que iban de España, fué si había llegado la flota. -Respondiéronle que sí y muy rica. Y cuando creyeron se había de -desazonar mucho con la nueva, fué tan al contrario, que comenzó á dar -saltos de placer, haciéndose son á sí mismo. Admirado Andrenio, le -preguntó. - -¿Pues deso te alegras tú, siendo francés? - -Y él: ¿Por qué no, cuando las más remotas naciones la festejan? - -¿Pues de qué provecho le es á Francia que enriquezca España y se le -aumente su potencia? - -[Marginal: _Efectos de la flota._] - -¡Oh qué bueno está eso! dijo el monsiur. ¿No sabéis vosotros que un -año, que no vino la flota por cierto incidente, no le pudieron hacer -guerra al Rey Católico ninguno de sus enemigos? Y ahora frescamente, -cuando se ha alterado algo la plata del Perú, ¿no se han turbado todos -los príncipes de la Europa y todos sus reinos con ellos? Creedme que -los españoles brindan flotas de oro y plata á la sed de todo el mundo. -Y pues venís de España, muchos doblones traeréis. - -No por cierto, respondió Critilo: de lo que menos habemos cuidado. - -¡Pobres de vosotros, qué perdidos venís!, exclamó el francés. Basta que -aún no sabéis vivir con ir tan adelante, que hay muchos, que aun á la -vejez no han comenzado á vivir. ¿No sabéis, que el hombre da principio -á la vida por el deleite cuando mozo, pasa al provecho ya hombre, y -acaba viejo por la honra? - -Venimos, le dijeron, en busca de una reina, que si por gran dicha -nuestra la topamos, nos han asegurado que con ella hallaremos cuanto -bien se puede desear. Y aun decía uno que todos los bienes le habían -entrado á la par con ella. - -¿Cómo decís que se nombra? - -Sí, que bien nombrada es: la plausible Sofisbella. - -[Marginal: _La sabiduría._] - -Ya sé quién decís. Ésa en otro tiempo bien estimada era en todo el -mundo, por su mucha discreción y prendas; mas ya por pobre no hay quien -haga caso ni casa della. En viéndola sin dote, sin oro y plata, muchos -la tienen por necia y todos por infeliz. Es cosa de cuento todo lo -que no es de cuenta. Entendedme una cosa, que no hay otro saber como -el tener y el que tiene es sabio, es galán, valiente, noble, discreto -y poderoso, es príncipe, es rey y será cuanto él quisiere. Lástima me -hacéis de veros tan hombres y tan poco personas. Ahora venid conmigo. -Echaremos por el atajo del valer, que aún tendréis remedio. - -¿Dónde nos piensas llevar? - -Donde halléis hombres, lo que mozos despreciasteis. ¡Cómo se echa de -ver que no sabéis vosotros en qué siglo vivís! Vamos andando, que yo os -lo diré. Y preguntó: - -[Marginal: _Qué siglo este._] - -¿En cuál pensáis vivir, en el del oro ó en el de lodo? - -Yo diría, respondió Critilo, que en el de hierro. Con tantos, todo anda -errado en el mundo y todo al revés, si ya no es el de bronce, que es -peor con tanto cañón y bombarda. Todo ardiendo en guerras: no se oye -otro que sitios, asaltos, batallas, degüellos, que hasta las mismas -entrañas parece se han vuelto de bronce. - -No faltará quien diga, respondió Andrenio, que es el siglo de cobre y -no de pague; mas yo digo que el de lodo, cuando todo lo veo puesto dél: -tanta inmundicia de costumbres, todo lo bueno por tierra. La virtud -dió en el suelo con su letrero: ¡Aquí yace! La basura á caballo, los -muladares dorados y, al cabo al cabo, todo hombre es barro. - -No decís cosa, replicó el francés. Asegúroos que no es sino el siglo de -oro. - -Mira quien tal creyera. - -Sólo el oro es el estimado, el buscado, el adorado y querido. No se -hace caso de otro, todo va á parar en él y por él y así dice bien, -cuando más mal, aquel público maldiciente: _tuti tiramo à questo -diavolo di argento_. - -Relucía ya y de muy lejos uno como palacio grande; pero no magnífico, y -tan lindo como un oro. Reparó luego Andrenio y dijo: - -¡Qué rica cosa y casa! Parece una ascua de oro: así luce y así quema. - -¿Qué mucho, si lo es?, respondió el monsiur, bailando de contento. - -Que como al dar llaman ellos bailar, siempre andan bailando. - -¿Todo el palacio es de oro?, preguntó Critilo. - -Todo, desde el fundamento hasta el tejado, por dentro y fuera. Y cuanto -hay en él todo es oro y todo plata. - -Muy sospechoso se me hace, dijo Critilo: que la riqueza es gran comadre -del vicio y aun se dice vive mal con él. ¿Pero de dónde han podido -juntar tanto oro y tanta plata? Que parece imposible. - -¿Cómo de dónde? Pues, si España no hubiera tenido los desaguaderos -de Flandes, las sangrías de Italia, los sumideros de Francia, las -sanguijuelas de Génova, ¿no estuvieran hoy todas sus ciudades -enladrilladas de oro y muradas de plata? ¿Qué duda hay en eso? Á más de -que el poderoso dueño, que en este palacio mora, tiene tal virtud, no -sé yo si dada del cielo ó tomada de la tierra, que todo cuanto toca, si -con la mano izquierda, la convierte en plata, y, si con la derecha, en -oro. - -¡Eh!, monsiur, dijo Critilo, que ésa fué una novela tan antigua como -necia de cierto rey, llamado Midas, tan sin medida ni tasa en su -codicia, que al cabo, como suelen todos los ricos, murió de hambre, -siendo su enfermedad de ahito. - -¡Cómo, que es fábula!, dijo el francés. No es sino verdad tan cierta, -como practicada hoy en el mundo. [Marginal: _Midas al uso._] ¿Pues qué, -es nuevo convertir un hombre en oro cuanto toca? Con una palmada, que -da un letrado en un Bártulo, cuyo eco resuena allá en el bartolomico -del pleiteante, ¿no hace saltar los ciento y los doscientos al punto y -no de la dificultad? Advertid que jamás da palmada en vacío y, aunque -estudia en Baldo, no es de balde su ciencia. - -Un médico, pulsando ¿no se hace él de oro y á los otros de tierra? -¿Hay vara de virtudes como la del alguacil y la pluma del escribano -y más de un secretario, que por encantado que esté el tesoro, por más -guardado, lo sacan bajo tierra? ¿Las vanas Venus de la belleza, cuando -más tocadas y prendidas, no convierten en oro la inmundicia de su -torpeza? Hombre hay, que con sola una pulgada que da, convierte en el -oro más pesado el hierro más pesado. Al tocar de las cajas ¿no anda la -milicia más á la rebatiña, que al rebato? Las pulgadas del mercader, -¿no convierten en oro la seda y la holanda? - -Creedme, que hay muchos Midas en el mundo: así los llama él, cuando más -desmedidos andan, que todo se ha de entender al contrario. El interés -es el rey de los vicios, á quien todos sirven y le obedecen. Y así, no -os admiréis que yo diga que el príncipe, que allí vive, convierte en -oro cuanto toca. Y una de las causas, porque yo voy allá, es para que -me toque también y me haga de oro. - -Monsiur, instó Andrenio, ¿cómo puede vivir dese modo? - -Muy bien. - -Pues díme, ¿no se le convierte en oro el manjar, así como le toca? - -Buen remedio: calzarse unos buenos guantes, que muchos hoy comen dellos -y con ellos. - -Sí; pero, en llegando á la boca el manjar, en comenzándole á mascar, -¿no se le ha de volver todo oro, sin poderlo tragar? - -¡Oh, qué mal discurres!, dijo el francés. Ese melindre fué allá en otro -tiempo; no se embarazan tanto ya las gentes. [Marginal: _Oro potable._] -Ya se ha hallado traza cómo hacer el oro potable y comestible, ya -dél se confeccionan bebidas, que confortan el corazón y alegran -grandemente. Ni falta quien ha inventado el hacer caldo de doblones -y dicen es tan sustancial, que basta á resucitar un muerto; que eso -de alargar la vida es niñería. Demás de que hoy viven millares de -miserables de no querer comer. Todo lo que no comen ni beben ni visten -dicen que lo convierten en oro. Ahorran, porque no se aforran. Mátanse -de hambre á sí y á sus familias y de matarse viven. - -Con esto se fueron acercando y descubrieron á las puertas muchas -guardas que, á más de estar armadas todas con espaldares castellanos -contra los petos gallegos, eran tan inexorables, que no dejaban llegar -á ninguno ni de cien leguas. Y si alguno porfiaba en querer entrar, -arrojábanle un no, salido de una cara de hierro, que no hay bala que -así atraviese y deje sin habla al más osado. - -¿Cómo haremos para entrar, dijo Andrenio: que cada guarda de éstas -parece un Nerón sincopado y aun más cruel? - -No os embarace eso, dijo el francés: que esta guarda sólo es guarda de -la juventud. No dejan entrar los mozos. - -Y así era, que por ningún caso los dejaban entrar en la hacienda. -Á todos se les vinculaban, hasta ser hombres; pero de treinta años -arriba las franqueaban á todo hombre, si ya no fuese algún jugador, -descuidado, gastador ó castellano, gente toda de la cofradía del hijo -pródigo. Mas á los viejos, á los franceses y catalanes, puerta franca y -aun les convidaban con el manejo. Con esto, viéndolos ya tan hombres y -tan á la francesa, sin dificultad alguna los dejaron pasar. [Marginal: -_Puertas del interés._] Pero luego hubo otro tope y mayor, que á más -de ser las puertas de bronce y más duras que las entrañas de un rico, -de un cómitre, de una madrastra, de un genovés, que es más que todo, -estaban cerradas y muy atrancadas con barras catalanas y candados -vizcaínos. Y aunque llegaban unos y otros á llamar, nadie respondía ni -á propósito mucho menos correspondía. - -Mira, decía uno, que soy tu pariente. - -Y respondía el de adentro: - -Más quiero mis dientes, que mis parientes. Cuando yo era pobre, no -tenía parientes ni conocidos, que quien no tiene sangre, no tiene -consanguíneos, y ahora me nacen como hongos y se pegan como lapa. - -¿No me conoces, que soy tu amigo?, gritaba otro. - -Y respondíanle: - -En tiempo de higos, higas. - -Con mucha cortesía rogaba un gentilhombre y respondía un villano: -Ahora, que tengo, todos me dicen: Norabuena estéis Pedro. - -¿Pues á tu padre?, decía un viejo. - -Y el hijo respondía: - -En esta casa no se tiene ley con nadie. - -Al contrario, rogaba á su padre un hijo le dejase entrar y él respondía: - -Eso no, mientras yo viva. - -Ninguno se ahorraba con el otro, ni hermanos con hermanos, ni -padres con hijos: ¿pues qué sería suegras con nueras? Oyendo esto, -desconfiaron de todo punto de poder entrar. Trataban de tomarse la -honra, si no el provecho, cuando el francés les dijo: - -¡Qué presto desmayáis! ¿No entraron los que están dentro? Pues no nos -faltará traza á nosotros. Dinero no falte y trampa adelante. - -Mostróles una valiente maza, que estaba pendiente de una dorada -cencerra: - -Miradla bien, dijo: que en ella consiste nuestro remedio. ¿Cúya pensáis -que es? - -Si fuera de hierro y con sus puntas aceradas, dijo Critilo, aun creyera -yo era la clava de Hércules. - -¿Cómo de Hércules?, dijo el francés. Fué juguete aquélla, fué un -melindre, respecto désta y todo cuanto el ahijado de Juno obró con ella -fué niñería. - -¿Cómo hablas así, monsiur, de una tan famosa y tan celebrada clava? - -Dígote que no valió un clavo, respecto désta, ni supo Hércules lo que -se hizo ni supo vivir ni entendió el modo de hacer la guerra. - -¿Cómo no, si con aquella triunfó de todos los monstruos del mundo, con -ser tantos? - -Pues con ésta se vencen los mismos imposibles. Creedme que es mucho -más ejecutiva y sería nunca acabar querer yo relataros los portentos de -dificultades, que se han allanado con ésta. - -Será encantada, dijo Andrenio, no es posible otra cosa. Obra grande de -algún poderoso nigromántico. - -Que no está encantada, dijo el francés, aunque sí hechiza á todos. Más -os digo, que aquélla sólo en la diestra de Hércules valía algo; mas -ésta en cualquier mano, aunque sea en la de un enano, de una mujer, de -un niño, obra prodigios. - -[Marginal: _Poder del oro._] - -¡Eh, monsiur, dijo Andrenio! No tanto encarecimiento. ¿Cómo puede ser -eso? - -¿Cómo? Yo os lo diré. Porque es toda ella de oro macizo, aquel poderoso -metal, que todo lo riñe y todo lo rinde. ¿Qué pensáis vosotros, que los -reyes hacen la guerra con el bronce de las bombardas, con el hierro de -los mosquetes y con el plomo de las balas? No, por cierto, sino con -_dinari y dinari e piu dinari_. Mal año para la tizona del Cid y para -la encantada de Roldán, respecto de una maza preñada de doblones. Y -porque lo veáis, aguardad. - -Descolgóla y pegó con ella en las puertas un ligerísimo golpecillo; -pero tan eficaz, que al punto se abrieron de par en par, quedando -atónitos ambos peregrinos y blasonando el monsiur, aunque fueran las de -la torre de Dánae. Pero son de Dame, que es más. - -Cuando todo estuvo llano, ya no lo estaba la voluntad de Critilo; -antes dudaba mucho el entrar, porque dudaba el poder salir. [Marginal: -_Reclamo de oro._] Hallaba, como prudente, grandes dificultades; mas -al ruido del dinero, que oyó contar, que por eso se llamó moneda, _a -monendo_, porque todo lo persuade y recaba y á todos convence, se dejó -vencer. Atrájole el reclamo del oro y de la plata. Que no hay armonía -de Orfeo, que así arrebate. - -En estando dentro, se volvieron á cerrar las puertas, con otros tantos -cerrojos de diamante. Mas, ¡oh espectáculo tan raro como increíble! -Donde creyeron hallar un palacio, centro de libertades, hallaron una -cárcel, llena de prisiones, pues á cuantos entraban los aherrojaban. Y -es lo bueno que á título de hacerles muchos favores. - -Estaban persuadiendo á una hermosa mujer, que la enriquecían y -engalanaban y echábanla al cuello una cadena de una esclavitud de por -vida y aun por muerte, la argolla de un rico collar, las esposas de -unos preciosos brazaletes, que paran en horcas, el apretador de sus -obligaciones, el esmaltado lazo de un nudo ciego, la gargantilla de un -ahogo. Ello fué casa y miento y cárcel verdadera. - -Echáronle á un cortesano unos pesados grillos de oro, que no le dejaban -mover y persuadíanle que podía cuanto quería. Los que imaginaron -salones eran calabozos poblados de cautivos voluntarios y todos ellos -cargados de prisiones, argollas y cadenas de oro; pero todos tan -contentos como engañados. Toparon entre otros un cierto sujeto rodeado -de gatos, poniendo toda su fruición en oirlos mayar. - -[Marginal: _Monstruosa codicia._] - -¡Hay tan mal gusto en el mundo, como el tuyo!, dijo Andrenio. ¿No -fueran mejores algunos pajarillos enjaulados, que con sus dulces -cantos, te aliviaran las prisiones? ¿Pero gatos y vivos y que gustes de -oir sus enfadosos maídos, que á todos los demás atormentan? - -Quita, que no lo entiendes, respondió él: para mí es la más regalada -música de cuantas hay, éstas las voces más dulces y más suaves del -mundo. ¿Qué tienen que ver los gorjeos del pintado jilguerillo, -los quiebros del canario, las melodías del dulce ruiseñor, con los -maullidos de un gato? Cada vez, que los oigo, se regocija mi corazón -y se alboroza mi espíritu. Mal año para Orfeo y su lira, para el -gustoso Correa y su destreza. ¿Qué tiene que ver toda la armonía de los -instrumentos músicos con el maído de mis gatos? - -Si fueran muertos, replicó Andrenio, aun me tentara; ¿pero vivos? - -Sí, vivos y después muertos. Y vuelvo á decir que no hay más regalada -voz en cuantas hay. - -Pues dínos: ¿Qué hallas de suavidad en ella? - -¿Qué? Aquel decir _mío_, _mío_ y todo es _mío_ y siempre _mío_ y nada -para vos: esa es la voz más dulce para mí de cuantos hay. - -Hallaron cosas á este tono bien notables. Mostráronles algunos y aun -los más, que se decía no tener corazones ni entrañas, no sólo para con -los otros; pero ni aun para consigo mismos. Y con todo eso vivían. - -¿Cómo se sabe, preguntó Andrenio, que estén descorazonados? - -Muy bien, le respondieron: en no dar fruto alguno. Á más de que, -buscándoseles á algunos, se les han hallado enterrados en sepulcros de -oro y amortajados en sus talegos. - -[Marginal: _Muerte del avaro._] - -¡Desdichada suerte!, exclamó Critilo, la de un avaro, que nadie se -alegra con su vida ni se entristece en su muerte. Todos bailan en ella -al son de las campanas. La viuda rica con un ojo llora y con el otro -repica. La hija, desmintiendo sus ojos hechos fuentes, dice _río_ de -las lágrimas que _lloro_. El hijo porque hereda, el pariente porque -se va acercando á la herencia, el criado por la manda y por lo que se -desmanda, el médico por su paga y no por su pago, el sacristán porque -dobla, el mercader porque vende sus bayetas, el oficial porque las -cose, el pobre porque las arrastra. ¡Miserable suerte la del miserable! -Mal, si vive, y peor, si muere. - -[Marginal: _Rico hombre._] - -En un gran salón vieron un grande personaje. Quedaron espantados de -cosa tan nueva y tan estraña en semejante puesto. - -¿Qué hace aquí este señor?, preguntó Critilo á uno de sus enemigos, no -escusados. - -Y él: ¿Qué? Adorar. - -¿Pues qué, es gentil? - -Lo que menos tiene es de gentil y de hombre. - -¿Pues qué adora? - -Dora y adora una arca. - -¿Qué? ¿Es judío? - -En la condición ya podría; pero en la sangre no: que es muy noble, de -los ricos hombres de España. - -Y con todo eso, ¿no es hidalgo? - -Antes, porque no lo es, es hombre rico. - -¿Qué arca es ésta que adora? - -La de su testamento. - -¿Y es de oro? - -Dentro sí; mas por fuera de hierro, pues no sabe qué ni por qué ni para -qué ni para quién. - -Aquí vieron ejecutada aquella exagerada crueldad, que cuentan de -las víboras, cómo la hembra al concebir corta la cabeza al macho y -después los hijuelos vengan la muerte de su padre, agujerándola el -vientre y rasgándola las entrañas por salir y campear, cuando vieron -que la mujer, por quedar rica y desahogada, ahoga al marido. Luego el -heredero, pareciéndole vive sobrado la madre y él no vive sobrado, -la mata á pesares. Á él, por heredarle, su otro hermano segundo le -despacha. De suerte, que unos á otros, como víboras crueles, se -emponzoñan y se matan. El hijo procura la muerte del padre y de la -madre, pareciéndole que viven mucho y que él se hará _senior_, antes de -llegar á ser señor. [Marginal: _Morir de mal de hijo._] El padre teme -al hijo y, cuando todos festejan el nacimiento del heredero, él enluta -su corazón, temiéndole como á su más cercano enemigo; pero el abuelo se -alegra y dice: - -Seáis bien venido, ¡oh enemigo de mi enemigo! - -Fuéles materia de risa, entre las muchas de pena, lo que le aconteció -á uno de estos guardadores. Que un ladrón de otro ladrón, que hay -ladrones de ladrones, con tal sutileza le engañó, que le persuadió -se robase á sí mismo: de modo, que le ayudó á quitarse cuanto tenía. -Él mismo llevó á cuestas toda la ropa, el oro y plata de su casa, -transportándola y escondiéndola donde jamás la vió ni la gozó. -Lamentábase después, doblando el sentimiento, de ver que él había sido -el ladrón de sí mismo, el robador y el robado. - -[Marginal: _Avaro ladrón de sí._] - -¡Oh lo que puede el interés!, ponderaba Critilo. Que le persuada á un -desdichado que él se robe, que esconda su dinero, que atesore para -ingratos, jugadores y perdidos; y que él ni coma ni beba ni vista ni -duerma ni descanse ni goce de su hacienda ni de su vida. Ladrón de sí -mismo, merece muy bien los cientos contados al revés y que le destierre -el discreto Horacio á par de un Tántalo necio. - -Habían dado una vuelta entera á todo aquel palacio de calabozos, sin -haber podido descubrir el coronado necio de su dueño, cuando á lo -último, imaginándole en algún salón dorado, ocupando rico trono á toda -majestad, vestido de brocados rozagantes, con su ropón imperial, le -hallaron muy al contrario, metido en el más estrecho calabozo, que aun -luz no gastaba, por no gastarla ni aun de día, por no ser visto para -dar ni prestar. Con todo, brujulearon su mala catadura, cara de pocos -amigos y menos parientes, aborreciendo por igual deudos y deudas. - -La barba crecidamente descompuesta, que aun el regalo de quitársela se -envidiaba. Mostraba unas grandes orejas de rico trasnochado, siendo tan -horrible en su aspecto. Nada se ayudaba con el vestido, que de viejo, -la mitad era ido y la otra se iba aborreciendo todo lo que cuesta. -Estaba solo quien de nadie se fiaba y todos le dejaban estar, rodeado -de gatos, con almas de doblones, propias de desalmados, que aun muertos -no olvidan las mañas del agarro. Parecía en lo crudo un Radamanto. - -Así como entraron, con que á nadie puede ver, fué á abrazarlos, que los -quisiera de oro; mas ellos, temiendo tanta preciosidad, se retiraron, -buscando ya por dónde salir de aquella dorada cárcel, [Marginal: -_Infierno de plata._] palacio de Plutón, que toda casa de avaro es -infierno en lo penoso y limbo en lo necio. - -Con este deseo, apelándose al desengaño de todo vicio, en especial de -la tiranía codiciosa, buscaban á toda priesa por dónde escapar; mas, -como en casa del desdichado se tropieza en los azares, yendo en fuga, -cayeron en una disimulada trampa, cubierta con las limaduras de oro -de la misma cadena, tan apretado lazo, que cuanto más forcejeaban por -librarse, más le anudaban. Lamentaba Critilo su inconsiderada ceguera. -Suspiraba Andrenio su malvendida libertad. Cómo la consiguieron contará -la otra Crisi. - - - - -CRISI IV - -_El museo del discreto._ - - -Solicitaba un entendido, por todo un ciudadano emporio y aun dicen -corte, una casa, que fuese de personas; mas en vano. Porque, aunque -entró en muchas curioso, de todas salió desagradado, por hallarlas, -cuanto más llenas de ricas alhajas, tanto más vacías de las preciosas -virtudes. Guióle ya su dicha á entrar en una y aun única. Y al punto, -volviéndose á sus discretos les dijo: - -Ya estamos entre personas: esta casa huele á hombres. - -¿En qué lo conoces? le preguntaron. - -Y él: ¿no veis aquellos vestigios de discreción? - -Y mostróles algunos libros, que estaban á mano: - -Éstas, ponderaba, son las preciosas alhajas de los entendidos. ¿Qué -jardín del Abril, qué Aranjuez del Mayo, como una librería selecta? -¿Qué convite más delicioso para el gusto de un discreto, como un culto -museo, donde se recrea el entendimiento, se enriquece la memoria, se -alimenta la voluntad, se dilata el corazón y el espíritu se satisface? -[Marginal: _Fullería discreta._] No hay lisonja, no hay fullería para -un ingenio, como un libro nuevo cada día. - -Las pirámides de Egipto ya acabaron, las torres de Babilonia cayeron, -el romano coliseo pereció, los palacios dorados de Nerón caducaron, -todos los milagros del mundo desaparecieron y solos permanecen los -inmortales escritos de los sabios, que entonces florecieron, y los -insignes varones, que celebraron. ¡Oh, gran gusto el de leer! Empleo -de personas que, si no las halla, las hace. Poco vale la riqueza sin la -sabiduría y de ordinario andan reñidas. Los que más tienen menos saben -y los que más saben menos tienen. Que siempre conduce la ignorancia -borregos con bellocino de oro. - -Esto les estaba ponderando, ya para consuelo, ya para enseñanza, á -los dos presos en la cárcel del interés, en el brete de su codicia, -un hombre y aun más. Pues en vez de brazos, batía alas, tan volantes, -que se remontaba á las estrellas y en un instante se hallaba donde -quería. Fué cosa notable que, cuando á otros en llegando los amarraba -fuertemente, sin dejarles libertad ni para dar un paso, cargándoles de -grillos y de cadenas, á éste, al punto que llegó, le jubilaron de una, -que al pie arrastraba y le apesgaba de modo, que no le permitía echar -un vuelo. Admirado Andrenio, le dijo: - -Hombre ó prodigio, ¿quién eres? - -Y él prontamente: Ayer nada, hoy poco más y mañana menos. - -¿Cómo menos? - -Sí: que á veces más valiera no haber sido. - -¿De dónde vienes? - -De la nada. - -¿Y dónde vas? - -Al todo. - -¿Cómo vienes tan solo? - -Aun la mitad me sobra. - -[Marginal: _Deseoso de saber._] - -Ahora digo que eres sabio. - -Sabio, no; deseoso de saber, sí. - -¿Pues con qué ocasión viniste acá? - -Vine á tomar el vuelo: que pudiendo levantarme á las más altas regiones -en alas de mi ingenio, la envidiosa pobreza me tenía abatido. - -Según eso, ¿no piensas en quedarte aquí? - -De ningún modo: que no se permuta bien un adarme de libertad por todo -el oro del mundo; antes, en tomando lo preciso de lo precioso, volaré. - -¿Y podrás? - -Siempre que quiera. - -¿Podríasnos librar á nosotros? - -Todo es que queráis. - -¿Pues no habíamos de querer? - -No sé: que es tal el encanto de los mortales, que están con gusto en -sus cárceles y muy hallados, cuando más perdidos. Ésta, con ser un -encanto, es la que más aprisionados les tiene, porque más apasionados. - -[Marginal: _Mundo encantado._] - -¿Cómo es eso de encanto?, dijo Andrenio. ¿Pues no es éste, que vemos, -tesoro verdadero? - -De ningún modo; sino fantástico. - -Éste que reluce, ¿no es oro? - -Dígole lodo. - -¿Y tanta riqueza? - -Vileza. - -Éstos ¿no son montones de reales? - -No hay una realidad en todos ellos. - -Pues éstos, que tocamos, ¿no son doblones? - -Sí, en lo doblado. - -¿Y tanto aparador? - -No es, sino parador, pues al cabo para en nada. Y porque os desengañéis -que todo esto es apariencia, advertid que, en boqueando cualquiera, el -más rico, el más poderoso, en nombrando cielo, en diciendo: ¡Dios mío, -valedme!, al mismo punto desaparece todo y se convierte en carbones y -aun cenizas. - -Así fué. Que, en diciendo uno Jesús, dando la última boqueada, se -desvaneció toda su pompa, como si fuera sueño. Tanto que, despertando -los varones de las riquezas y mirándose á las manos, las hallaron -vacías. Todo paró en sombra y en asombro y fué un espectáculo bien -horrible ver que, los que antes eran estimados por reyes, ahora fueron -reídos. [Marginal: _La muerte de blanco._] Los monarcas, arrastrando -púrpuras, las reinas y las damas rozando galas, los señores recamados, -todos se quedaron en blanco. Y por no haber dado en él. No ya ocupaban -tronos de marfil; sino tumbas de luto. De sus joyas sólo quedó el eco -en hoyas y sepulcros. - -Las sedas y damascos fueron ascos. Las piedras finas se trocaron -en losas frías, las sartas de perlas en lágrimas. Los cabellos tan -rizados, ya erizados. Los olores, hedores; los perfumes, humos. Todo -aquel encanto paró en canto y en responso y los ecos de la vida, en -huecos de la muerte. Las alegrías fueron pésames, porque no les pesa -más la herencia á los que quedan. Y toda aquella máquina de viento en -un cerrar y abrir de ojos se resolvió en nada. - -Quedaron nuestros dos peregrinos más vivos, cuando más muertos. Pues -desengañados, preguntáronle á su remediador alado dónde estaban. Y -él les dijo que muy hallados, pues en sí mismos. Propúsoles si le -querían seguir al palacio de la discreta Sofisbella, donde él iba y -donde hallarían la perfecta libertad. Ellos, que no deseaban otra -cosa, le rogaron que, pues había sido su libertador, les fuese guía. -Preguntáronle si conocía aquella sabia reina. - -Luego que me vi con alas, respondió, y vamos caminando, determiné ser -suyo. Son pocos los que la buscan y menos los que la hallan. Discurrí -por todas las más célebres Universidades sin poder descubrirla. Que, -aunque muchos son sabios en latín, suelen ser grandes necios en -romance. Pasé por las casas de algunos, que el vulgo llama letrados; -pero, como me veían sin dinero, decíanme leyes. [Marginal: _Fénix -sabia._] Hablé con muchos tenidos por sabios; mas entre muchos doctores -no hallé un docto. Finalmente conocí que iba perdido y me desengañé. -Que de sabiduría y de bondad no hay sino la mitad de la mitad y aun de -todo lo bueno. - -Mas, como voy volando por todas partes, he descubierto un palacio, -fabricado de cristales, bañado de resplandores, cambiando luces. Si -en alguna estancia se ha de hallar esta gran reina, ha de ser en este -centro, porque ya acabó la docta Atenas y pereció la culta Corinto. - -Oyóse en esto una confusa vocería, vulgar aplauso de una insolente -turba, que asomaba. Pararon al punto y repararon en un chabacano -monstruo, que venía atrancando sendas, seguido de innumerable turba. -¡Estraña catadura! La primera mitad de hombre y la otra de serpiente. -De modo, que de medio arriba miraba al cielo y de medio abajo iba -arrastrando por tierra. Conocióle luego el varón alado y previno á -sus camaradas le dejasen pasar, sin hacer caso ni preguntar cosa. Mas -Andrenio no pudo contenerse, que no preguntase á uno del gran séquito -quién era aquel serpihombre. - -¿Quién ha de ser, le respondió, sino quien sabe más que las culebras? -Éste es el sabio de todos, el milagro del vulgo y éste es el pozo de -ciencia. - -[Marginal: _Bachillería del mundo, necedad del cielo._] - -Tú te engañas y le engañas, replicó el alado: que no es sino uno, que -sabe al uso del mundo. Que todo su saber es estulticia del cielo. Éste -es de aquellos, que saben para todos y no para sí, pues siempre andan -arrastrados. Éste es el que habla más y sabe menos. Y éste es el necio, -que sabe todas las cosas malsabidas. - -¿Y dónde os lleva?, preguntó Andrenio. - -[Marginal: _Sabios de fortuna._] - -¿Dónde? Á ser sabios de fortuna. - -Estrañó mucho el término y replicóle: - -¿Qué cosa es ser sabio de ventura? - -Uno, que sin haber estudiado, es tenido por docto, sin cansarse es -sabio, sin haberse quemado las cejas trae barba autorizada, sin -haber sacudido el polvo á los libros levanta polvaredas, sin haberse -desvelado es muy lucido, sin haberse trasnochado ni madrugado ha -cobrado buena fama. Al fin él es un oráculo del vulgo y que todos han -dado en decir que sabe sin saberlo. ¿Nunca has oído decir: ventura te -dé Dios, hijo? Pues éste es el mismo y nosotros lo pensamos también -ser. - -Mucho le contentó á Andrenio aquello de saber sin estudiar, letras sin -sangre, fama sin sudor, atajo sin trabajo, valer de balde. Y traído del -gran séquito, que el plausible sabio arrastraba, hasta de carrozas, -literas y caballos, ceceándole todos y brindándole con el descanso, -volviéndose á sus compañeros les dijo: - -¡Amigos, vivir un poco más y saber un poco menos! - -Y metióse entre sus tropas, que al punto desaparecieron. - -¡Basta!, dijo el varón alado al atónito Critilo. Que el verdadero saber -es de pocos. Consuélate, que más presto le hallarás tú á él, que él á -ti, con que tú serás el hallado y él el perdido. - -Quisiera ir en busca suya Critilo; mas viendo ya brillar el gran -palacio, que buscaban, olvidado aun de sí mismo y sin poder apartar -los ojos dél, caminó allá embelesado. Campeaba, sin poder esconderse, -en una clarísima eminencia, señoreando cuanto hay. [Marginal: _Palacio -del entendimiento._] Era su arquitectura extremo del artificio y de la -belleza, engolfado en luces y á todas ellas, que para recibirlas bien, -á más de ser diáfanas sus paredes y toda su materia transparente, tenía -muchas claraboyas, balcones rasgados y ventanas patentes. Todo era luz -y todo claridad. Cuando llegaron cerca, vieron algunos hombres, que lo -eran, que estaban como adobando y besando sus paredes; pero, mirándolo -mejor, advirtieron que las lamían y, sacando algunas cortezas, las -mascaban y se paladeaban con ellas. - -¿De qué provecho puede ser eso?, dijo Critilo. - -Y uno dellos: Por lo menos es de sumo gusto. - -Y convidóle con un terrón limpio y transparente que, en llegándole á la -boca, conoció era sal y muy sabrosa y, los que imaginaron cristales, no -lo eran, sino sales gustosísimas. - -Estaba la puerta siempre patente, con que no entraban sino personas y -ésas bien raras. Vestíanla hiedras y coronábanla laureles, con muchas -inscripciones ingeniosas por toda la majestuosa fachada. Entraron -dentro y admiraron un espacioso patio muy á lo señor, coronado de -columnas tan firmes y tan eternas, que les aseguró el varón alado -podían sustentar el mundo y algunas dellas el cielo, siendo cada una un -non plus ultra de su siglo. - -Percibieron luego una armonía tan dulce, que tiranizaba, no sólo los -ánimos, pero las mismas cosas inanimadas, atrayendo á sí los peñascos -y las fieras. Dudaron si sería su autor el mismo Orfeo y con esa -curiosidad fueron entrando por un majestuoso salón muy capaz, en -quien los copos de la nieve en marfiles y las ascuas de oro en piñas -maravillosamente se atemperaban para construir su belleza. - -Aquí los recibieron y aun cortejaron el buen gusto y el buen genio y, -con el agrado que suelen, los condujeron á la agradable presencia de -un sol humano, que parecía mujer divina. Estaba animando un tan suave -plectro, que les aseguraron, no sólo hacía inmortales los vicios, -pero que daba vida á los muertos, componía los ánimos, sosegaba -los espíritus, aunque tal vez los encendía en el furor bélico, que -no hiciera más el mismo Homero. Llegaron ya á saludarla entre las -fruiciones de verla; pero más de oirla. Y ella, en honra de sus -peregrinos huéspedes, hizo alarde de armonía. [Marginal: _Nicho de -la poesía._] Estaba rodeada de varios instrumentos, todos ellos muy -sonoros. Mas, suspendiendo los antiguos, aunque tan suaves, fué echando -mano de los modernos. El primero, que pulsó, fué una culta cítara, -haciendo extremada armonía; aunque la percibían pocos, que no era para -muchos. Con todo, notaron en ella una desproporción harto considerable -que, aunque sus cuerdas eran de oro finísimo y muy sutiles, la materia -de que se componía, debiendo ser de un marfil terso, de un ébano -bruñido, era de haya y aun más común. Advirtió el reparo la conceptuosa -ninfa y con un regalado suspiro, les dijo: - -Si en este culto plectro cordobés hubiera correspondido la moral -enseñanza á la heroica composición, los asuntos graves á la cultura -de su estilo, la materia y bizarría del verso á la sutileza de sus -conceptos, no digo yo de marfil, pero de un finísimo diamante merecía -formarse su concha. - -Tomó ya un italiano rabel, tan dulce, que al pasar el arco pareció -suspender la misma armonía de los cielos, si bien para ser pastoril -y tan Fido, pareció sobradamente conceptuoso. Tenía muy á mano dos -laúdes, tan igualmente acordes, que parecían hermanos. - -Éstos, dijo, son graves por lo aragoneses. Puédelos oir el más severo -Catón sin nota de liviandad. En el metro tercero son los primeros del -mundo; pero en el cuarto, ni aun quintos. - -Vieron una arquicítara de extremada composición, de maravillosa traza. -Y aunque estaba bajo de otra; pero en el material artificio ni ésta la -cedía ni aquélla en la invención la excedía. Y así dijo el alma de los -instrumentos: - -Si el Ariosto hubiera atendido á las morales alegorías, como Homero, de -verdad que no le fuera inferior. - -Resonaba mucho y embarazaba á muchos un instrumento, que unieron cáñamo -y cera. Parecía órgano por lo desigual y era compuesto de las cañas de -Siringa, cogidas en la más fértil vega. Llenábanse de viento popular; -mas con todo este aplauso, no les satisfizo y dijo entonces la poética -Belleza. - -Pues sabed que éste, en aquel tiempo desaliñado, fué bien oído y llenó, -por lo plausible, todos los teatros de España. - -Descolgó una vihuela tan de marfil, que afrentaba la misma nieve; pero -tan fría, que al punto se le helaron los dedos y hubo de dejarla, -diciendo: - -En estas rimas del Petrarca se ven unidos dos extremos, que son su -mucha frialdad con el amoroso fuego. - -Colgóla junto á otras dos, muy sus semejantes, de quienes dijo: - -Éstas más se suspenden, que suspenden. - -Y en secreto confesóles eran del Dante Aligero y del español Boscán. -Pero entre tan graves plectros, vieron unas tejuelas picariles, de que -se escandalizaron mucho. - -No las estrañéis, les dijo: que son muy donosas. Con éstas espantaba -sus dolores Marica en el hospital. - -Tañó con indecible melodía unas folías á una lira conceptuosa, que -todos celebraron mucho y con razón: - -Bástale, dijo, ser plectro portugués, tiernamente regalado, que él -mismo se está diciendo el que amo es. - -Gustaron no poco de ver una gaita y aun ella la animó con lindo gusto; -aunque descompuso algo de su gran belleza y dijo: - -Pues de verdad que fué de una musa princesa, á cuyo son solía bailar -Gila en la noche de aquel santo. - -Grande asco les causó ver una tiorba italiana, llena de suciedad y que -frescamente parecía haber caído en algún cieno y, sin osarla tocar, -cuanto menos tañer, la recatada ninfa, dijo: - -Lástima es que este culto plectro del Marino haya dado en tanta -inmundicia lasciva. - -Estaba un laúd real artificiosamente fabricado en un puesto oscuro; con -todo, despedía gran resplandor de sí y de muchas piedras preciosas, de -que estaba todo él esmaltado: - -Éste, ponderó, solía hacer un tan regalado son, que los mismos reyes se -dignaban de escucharle. Y aunque no ha salido á luz en estampa, luce -tanto, que dél se puede decir: - -¡El alba es que sale! - -Allí vieron un culto instrumento, coronado del mismo laurel de Apolo; -aunque algunos no lo creían. Oyeron una muy gustosa zampoña; mas, por -tener cáncer la musa que la tocaba, á cada concepto se le equivocaban -las voces. Hacíase bien de sentir una lira, aunque mediana, mas en lo -satírico, superior, y dábase á entender latinizando. Otro oyeron de -feliz arte; mas dudaron si su prosa era verso y si su verso prosa. -Vieron en un rincón muchos otros instrumentos, que con ser nuevos y -acabados de hacer, estaban ya acabados y cubiertos de polvo. Admirado -Critilo dijo: - -¿Por qué, oh gran reina del Parnaso, éstos tan presto los arrimas? - -Y ella: Porque rimas, todos se arriman á ellas, como más fáciles; -pocos imitan á Homero y á Virgilio en los graves y heroicos poemas. - -Para mí tengo, dijo Critilo, que Horacio los perdió, cuando más los -quiso ganar, desanimándolos con sus rigorosos preceptos. - -Aun no es eso, respondió la gloria de los cisnes: que son tan -romancistas algunos, que no entienden el arte; sino que para las obras -grandes son menester ingenios agigantados. Aquí está el Tasso, que -es un otro Virgilio cristiano y tanto, que siempre se desempeña con -ángeles y con milagros. - -Había un vacío en buen lugar y, notándolo Critilo, dijo: - -De aquí algún gran plectro han robado. - -No será eso; sino que estará destinado para algún moderno. - -[Marginal: _Don Francisco de Sayas._] - -¿Si sería, dijo Critilo, uno que yo conozco y estimo por bueno, no por -ser mi amigo, antes mi amigo por ser bueno? - -No pudieron detenerse más, porque la edad les daba prisa, y así -hubieron de dejar esta primera estancia de un tan culto Parnaso y, en -lo fragante, Paraíso. - -Llamóles el Tiempo á un otro salón más dilatado, pues no se le veía -fin. Introdújoles en él la Memoria y aquí hallaron otra bien extremada -ninfa, que tenía la mitad del rostro arrugado muy de vieja y la otra -mitad fresco muy de joven. [Marginal: _Historiadores._] Estaba mirando -á dos haces á lo presente y á lo pasado; que lo porvenir remitíalo á la -providencia. En viéndola, dijo Critilo: - -Ésta es la gustosa Historia. - -Mas el varón alado: No es sino la maestra de la vida, la vida de la -fama, la fama de la verdad y la verdad de los hechos. - -Estaba rodeada de varones y mujeres, señalados unos por insignes y -otros por ruines, grandes y pequeños, valerosos y cobardes, políticos -y temerarios, sabios é ignorantes, héroes y viles, gigantes y enanos, -sin olvidar ningún extremo. Tenía en la mano algunas plumas, no muchas, -pero tan prodigiosas, que con una sola, que entregó á uno, le hizo -volar y remontarse hasta los dos coluros. No sólo daba vida con el -licor que destilaba; sino que eternizaba, no dejando envejecer jamás -los famosos hechos. Íbalas repartiendo con notable atención, porque á -ninguno daba la que él quería, y esto á petición de la Verdad y de la -Entereza. - -Y así notaron que llegó un personaje, ofreciendo por una gran suma -de dinero: y no sólo no se la concedió; sino que le cargó la mano, -diciéndole que estos libros para ser buenos han de ser libres ni se -vuela á la eternidad en plumas alquiladas. - -Replicaron otros se la diese, que antes sería para más ignominia suya. - -Eso no, respondió la eterna Historia: no conviene. Porque, aunque ahora -sería reída, de aquí á cien años será creída. Con esta misma atención á -ninguno daba pluma, que no fuese después de cincuenta años de muerto, y -á todo muerto, pluma viva. Con lo cual ni Tiberio el astuto ni Nerón el -inhumano pudieron escaparse de lo de Cornelio de Tácito. - -Fué á sacar una buena, para que un escritor grande escribiese de un -gran príncipe y, porque la vió algo que untada de oro, la arrojó -con desaire, con que había escrito aquella misma otras cosas harto -plausiblemente y dijo: - -Creedme que toda pluma de oro escribe yerros. - -Solicitaba un otro á grandes diligencias, alguna, que escribiese bien -dél. Informóse la ninfa si era benemérito. - -Averiguó que no. - -Replicó él que para serlo no se la quiso conceder; aunque alabó su -honrado deseo, diciéndole que las palabras ajenas no pueden hacer -insignes los hombres; sino sus hechos propios bien ejecutados primero y -bien escritos después. - -Al contrario, un otro famoso varón pidió le mejorase, porque la que le -había dado era llana y sencilla y consolóle con que sus grandes hechos -campeaban más en aquel mal estilo, que los de otros no tales entre -mucha elocuencia. - -Quejáronse algunos célebres modernos de que sus inmortales hechos se -pasaban en silencio, habiendo habido elogios plausibles del Jovio para -otros no tan esclarecidos. - -Aquí se enojó mucho la noticiosa ninfa y con grande impaciencia dijo: - -Si vosotros los despreciáis, los perseguís y tal vez los encarceláis á -mis dilectísimos escritores, no haciendo caso dellos, ¿cómo queréis que -os celebren? La pluma, príncipes míos, no ha de ser apreciada; pero sí -preciada. - -Daban en rostro las demás naciones á la española en no haberse hallado -en ella una pluma latina, que con satisfacción la ilustrase. - -Respondía que los españoles más atendían á manejar la espada que la -pluma, á obrar las hazañas que á placearlas y que aquello de tanto -cacarearlas más parecía de gallinas. - -No le valió; antes la arguyeron de poco política y muy bárbara, -poniéndola por ejemplo los romanos, que en todo florecieron y un César -cabal pluma y espada rige. - -Oyendo esto y viéndose señora del mundo, determinó llegar á pedir -pluma. Juzgó la reina de los tiempos tenía razón; mas reparó en cuál -la daría, que la desempeñase bien después de tanto silencio. Y aunque -tiene por ley general no dar jamás á ninguna provincia algún escritor -natural, so pena de no ser creído, con todo, viéndola tan odiada de -todas las demás naciones, se resolvió en darla una pluma propia. - -Comenzaron luego á murmurarlo las demás naciones y á mostrar -sentimiento; mas la verdadera ninfa las procuró quietar, diciendo: - -Dejad, que el Mariana, aunque es español de cuatro cuartos, si bien -algunos lo han afectado dudar; pero él es tan tétrico y escribirá con -tanto rigor, que los mismos españoles han de ser los que queden menos -contentos de su entereza. - -Esto no le fiaron á la Francia y así entregó la pluma de sus últimos -sucesos y de sus reyes á un italiano. Y no contenta aún con esto, -le mandó salir de aquel reino y que se fuese á Italia á escribir -libremente y así ha historiado tan acertadamente Henrico Catarino, que -ha oscurecido al Guicciardino y aun causado recelo á Tácito. - -Con esto cada uno llevaba la que menos pensaba y quisiera. Las que -parecían de unas aves, eran de otras, como la que pasó plaza del -Conestagio en la unión de Portugal con Castilla, que bien mirada se -halló no ser suya, sino del conde de Portalegre, para deslumbrar la más -atenta prudencia. - -[Marginal: _Don José Pellicer._] - -Pidió uno las del fénix para escribir della y encargósele seriamente -no las gastase, sino en las de la fama. La que se conoció con toda -realidad ser de fénix fué la de aquella princesa, excepción de la -hermosura, no ya necia, aunque sí desgraciada, la inestimable Margarita -de Valois, á quien y al César solos se les permitió escribir con -acierto de sí mismos. - -Pidió un príncipe soldado una pluma, la más bien cortada de todas. Por -el mismo caso se la dió sin cortar, diciéndole: - -Vuestra misma espada le ha de dar el corte: que si ella cortare bien, -la pluma escribirá mejor. - -Otro gran príncipe y aun monarca pretendió la mejor de todas, por lo -menos la más plausible, porque él quería inmortalizarse con ella. -Y viendo que realmente la merecía, escogió entre todas y dióle una -entresacada de las alas de un cuervo. No quedó contento; antes -murmuraba que, cuando pensó le daría la de algún águila real, que -levantase el vuelo hasta el sol, le daba aquella tan infausta. - -¡Eh, señor, que no lo entendéis!, dijo la Historia: éstas, que son de -cuervo en el picar, en el adivinar las intenciones, en desentrañar los -más profundos secretos, ésta del Comines es la más plausible de todas. - -[Marginal: _El doctor Juan Francisco Andrés._] - -Trataba un gran personaje de mandar quemar una destas. Desengañáronle -no lo intentase, porque son como las del fénix, que en el fuego se -eternizan y, en prohibiéndolas, vuelan por todo el mundo. La que -celebró mucho y por eso la dió á Aragón fué una cortada de un jirasol. - -Ésta, dijo, siempre mirará á los rayos de la verdad. - -Admiráronse mucho de ver que, habiendo tanta copia de historiadores -modernos, no tenía sus plumas la inmortal ninfa en su mano ni la -ostentaba, sino cual y cual, la de Pedro Mateo, del Santoro, Babia, -del conde de la Roca, Fuenmayor y otros; mas desengañáronse, cuando -advirtieron eran de simplicísimas palomas, sin la hiel de Tácito, -sin la sal de Curcio, sin el picante de Suetonio, sin la atención de -Justino, sin la mordacidad del Platina. - -Que no todas las naciones, decía la gran reina de la verdad, tienen -numen para la historia. Aquéllos por ligeros fingen, estos otros, -porque llanos, descaecen y así las más destas plumas modernas son -chabacanas, insulsas y en nada eminentes. Veréis muchas maneras de -historiadores, unos gramaticales, que no atienden sino al vocablo y á -la colocación de las palabras, olvidándose del alma de la historia. -Otros cuestionarios: todo se les va en disputar y averiguar puntos y -tiempos. Hay anticuarios, gaceteros y relacioneros: todos materiales y -mecánicos, sin fondo de juicio ni altanería de ingenio. - -Topó una pluma de caña dulce destilando néctar y al punto la sacudió de -sí, diciendo: - -Éstas no tanto eternizan las hazañas, cuanto confitan los desaciertos. - -Aborrecía sumamente toda pluma teñida, tenida por apasionada, -inclinándose siempre, ya al lado del odio, ya de la afición. Fué á -sacar una y dijo: - -Ésta ya ha salido otra vez, ya la di á otro primero y, si mal no me -acuerdo, fué á Illescas, á quien le traslada capítulos enteros el -Sandoval. Basta, que yo me he equivocado. - -Mucho se detuvieron aquí y aun se estuvieron: tan entretenida es la -mansión de la Historia. - -[Marginal: _Buenas letras._] - -Pasaron ya cortejados del Ingenio por la de la Humanidad. Lograron -muchas y fragantes flores, delicias de la agudeza, que aquí asistía tan -aliñada cuan hermosa, leyéndolas en latín Erasmo, el Evorense y otros, -y escogiéndolas en romance, las florestas españolas, las facecias -italianas, las recreaciones del Guicciardino, hechos y dichos modernos -del Botero, de solo Rufo seiscientas flores, los gustosos Palmirenos, -las librerías del Doni, sentencias, dichos y hechos de varios elogios, -teatros, plazas, silvas, oficinas, jeroglíficos, empresas, geniales, -polianteas y fárragos. - -No fué menos de admirar la ninfa anticuaria, de más curiosidad que -sutileza. Tenía por estancia un erario enriquecido de estatuas, -piedras, incripciones, sellos, monedas, medallas, insignias, urnas, -barros, láminas, con todos los libros, que tratan de esta noticiosa -antigüedad, tan acreditada con los eruditos diálogos de don Antonio -Agustín, ilustrada de los Golcios [Marginal: _Anticuarios_.] y -últimamente enriquecida con las noticias de las monedas antiguas -españolas de Lastanosa. - -Al lado déste hallaron otro tan embarazado de materialidades, que á -la primera vista creyeron sería algún obrador mecánico; mas, cuando -vieron globos celestes y terrestres, esferas, astrolabios, brújulas, -dioptras, cilindros, compases y pantómetras, [Marginal: _Matemáticas._] -conocieron ser los desvanes del entendimiento y el taller de las -matemáticas, sirviendo de alma muchos libros de todas estas artes y aun -de las vulgares. Pero de la noble pintura y arquitectura había tratados -superiores. - -Fueron registrando todos estos nichos de paso, lo que basta para no -ignorar. [Marginal: _Filosofía natural._] Así como el de la indagadora -natural filosofía, levantando mil testimonios á la naturaleza. Servían -de estantes á sus curiosos tratados los cuatro elementos y en cada uno -los libros, que tratan de sus pobladores, como de las aves, peces, -brutos, plantas, flores, piedras preciosas, minerales y en el fuego -de sus meteoros, fenómenos y de la artillería. Pero enfadados de tan -desabrida materialidad, los sacó de allí el Juicio, para meterlos en sí. - -Veneraron ya una semideidad en lo grave y lo sereno, que en la más -profunda estancia y más compuesta estaba, entresacando las saludables -hojas de algunas plantas, para confeccionar medidas y destilar quintas -esencias con que curar el ánimo y en que conocieron luego era la Moral -Filosofía. [Marginal: _Filósofos morales._] Cortejáronla de propósito -y ella les dió asiento entre sus venerables sujetos. Sacó en primer -lugar unas hojas, que parecían del díctamo, gran contraveneno, y -mostró estimarlas mucho, si bien á algunos les parecieron algo secas -y aun frías, de más provecho que gusto; pero de verdad muy eficaces. -Y aseguró haberlas cogido por su mano de los huertos de Séneca. En un -plato, que pudo ser fuente de doctrina, puso otras, diciendo: - -Éstas, aunque más desabridas, son divinas. - -Allí vieron el ruibarbo de Epicteto y otras purgativas de todo exceso -de humor, para aliviar el ánimo. - -Para apetito y regalo hizo una ensalada de los diálogos de Luciano, -tan sabrosa, que á los más desconocidos les abrió el gusto, no sólo de -comer, pero de rumiar los grandes preceptos de la prudencia. - -Después déstos echó mano de unas hojas muy comunes; mas ella -las comenzó á celebrar con exageraciones. Estaban admirados los -circunstantes, cuando las habían tenido más por pasto de bestias, que -de personas. - -No tenéis razón, dijo: que en estas fábulas de Esopo hablan las -bestias, para que entiendan los hombres. - -Y haciendo una guirnalda, se coronó con ellas. Para sacar una quinta -esencia general recogió todas las de Alciato, sin desechar una y, -aunque las vió imitadas en algunos; pero eran contrahechas y sin la -eficaz virtud de la moralidad ingeniosa. - -De los Morales de Plutarco se valía para comunes remedios: echaban gran -fragancia todo género de apostemas y sentencias; pero, no haciéndose -mucho caso de sus recopiladores, mandó fuesen algunos dellos premiados -con estimación, por haberles ayudado mucho y aun, como Lucinas, -haberles dado forma de una aguda donosidad. - -Topó unas grandes hojazas, muy extendidas, no de mucha eficacia y así -dijo: - -Éstas del Petrarca, Justo Lipsio y otros, si tuvieran tanto de -intensión como tienen de cantidad, no hubiera precio bastante para -ellas. - -Acertó á sacar unas de tal calidad, que al mismo punto los -circunstantes las apetecieron y unos las mascaban, otros las molían y -estaban todo el día sin parar, aplicando el polvo á las narices. - -Basta, dijo: que estas hojas de Quevedo son como las del tabaco, de más -vicio que provecho, más para reir que aprovechar. - -De la Celestina y otros tales, aunque ingeniosos, comparó sus hojas á -las del perejil, para poder pasar sin asco la carnal grosería. - -Éstas otras, aunque vulgares, son picantes y tal señor hay, que gasta -su renta en ellas. Éstas de Barclayo y otros son como las de la -mostaza, que, aunque irritan las narices, dan gusto con su picante. - -Al contrario, otras muy dulces, así en el estilo, como en los -sentimientos, las remitió, más para paladear niños y mujeres, que para -pasto de hombres. - -Las empresas del Jovio puso entre las olorosas y fragantes, que con -su buen olor recrean el cerebro. Ostentó mucho unas hojas, aunque -malaliñadas y tan feas, que les causaron horror; mas la prudente ninfa -dijo: - -No se ha de atender al estilo del infante don Manuel; sino á la -extremada moralidad y al artificio con que enseña. - -Por buen dejo sacó una alcarchofa y con lindo gusto la fué deshojando y -dijo: - -Estos raguallos del Boquelino, son muy apetitosos; pero de toda una -hoja sólo se come el cabo con su sal y su vinagre. - -[Marginal: _Políticas._] - -Muy gustosos y muy cebados se hallaban aquí, sin tratar de dejar jamás -estancia tan de hombres. Sola la Conveniencia pudo arrancarlos, que -á la puerta de un otro gran salón y muy su semejante, aunque más -majestuoso, los estaba convidando y decía: - -Aquí es donde habéis de hallar la sabiduría más importante: la que -enseña á saber vivir. - -Entraron por razón de estado y hallaron una coronada ninfa, que parecía -atender más á la comodidad, que á la hermosura, porque decía ser bien -ajeno y aun se le oyó decir tal vez: - -Dadme grosura y os daré hermosura. - -Á lo que se conocía, que todo su cuidado lo ponía en estar bien -acomodada; mas, aunque muy disimulada y de rebozo, la conoció Critilo y -dijo: - -Ésta, sin más ver, es la Política. - -¡Qué presto la has conocido! No suele ella darse á entender tan -fácilmente. - -Era su ocupación, que no hay sabiduría ociosa, fabricar coronas, unas -de nuevo, otras de remiendo, y perfeccionábalas mucho. Había de todas -materias y formas: de plata, de oro y de cobre, de palo, de roble, de -frutos y de flores. Y todas las estaba repartiendo con mucha atención y -razón. - -Ostentó la primera muy artificiosa, sin defecto alguno ni quiebra; pero -más para vista, que platicada. Y dijeron todos era la república de -Platón, nada á propósito para tiempos de tanta malicia. - -Al contrario, vieron otras dos, aunque de oro; pero muy descompuestas y -de tan mal arte, aunque buena apariencia, que al punto las arrojó en el -suelo y las pisó, diciendo: - -Este príncipe del maquiavelismo y esta república del Bodino no pueden -parecer entre gentes. No se llamen de razón, pues son tan contrarias -á ella. Y advertid cuánto denotan ambas políticas la ruindad destos -tiempos, la malignidad destos siglos y cuán acabado está el mundo. - -La de Aristóteles fué una buena vieja. - -Á un príncipe, tan católico como prudente, encomendó una toda embutida -de perlas y de piedras preciosas: era la razón de estado de Juan -Botero. Estimóla mucho y se le lució bien. - -Aquí vieron una cosa harto estraña: que, habiendo salido á luz una -otra muy perfecta y labrada, conforme á las verdaderas reglas de la -política cristiana, alabándola todos con mucho fundamento, llegó un -gran personaje, mostrando grandes ganas de haberla á su mano. Trató -de comprar todos los ejemplares y dió cuanto le pidieron por ellos. -Y cuando todos creían nacía de estimación, para presentársela á su -príncipe, fué tan al revés, que, porque no llegase á sus manos, mandó -hacer un gran fuego y quemar todos los ejemplares, esparciendo al aire -sus cenizas. - -Mas, aunque fué en secreto, llegó á noticia de la atenta ninfa, que -como tan política, se las entiende á todo el mundo, y al punto mandó -al mismo autor la volviese á estampar, sin que faltase una tilde, y -repartióla por toda Europa, con estimación universal, cuidando que no -volviesen ningún ejemplar á manos de aquel político, contra política. - -Sacó del seno una caja tan preciosa, como odorífera. Y rogándole todos -la abriese y les mostrase lo que contenía, dijo: - -Es una riquísima joya. Ésta no sale á luz; aunque da tanta. Son las -instrucciones que dió la experiencia de Carlos V á la gran capacidad de -su prudente hijo. - -Estaba allí apartada una, que aspiraba á eterna, más en la cantidad, -que en la calidad. Obra de tomo. Nadie se atrevía á emprenderla. - -Sin duda, dijo Critilo, que es la de Bobadilla, que todos cansados, la -dejan descansar. - -Ésta otra, aunque pequeña, sí que es preciosa, dijo la sagaz ninfa. No -tiene otra falta esta política, sino de autor autorizado. - -Estaban hacinadas muchas coronas, unas sobre otras, que en el poco -aliño se conoció su poca estimación. Reconociéronlas y hallaron estaban -huecas, sin rastro de sustancia. - -Éstas, dijo, son las repúblicas del mundo, que no dan razón, más que -de las cosas superficiales de cada reino. No desentrañan lo recóndito; -conténtanse con la corteza. - -Conocieron el Galateo y otros sus semejantes y, pareciéndoles no era -este su lugar, ella porfió que sí, pues pertenecía á la política de -cada uno, á la razón especial de ser personas. - -Lograron muchas maneras de instrucciones de hombres grandes á sus -hijos, varios aforismos políticos, sacados del Tácito y de otros sus -secuaces; si bien había muchos por el suelo y dijo: - -Éstos son varios discursos de arbitrios en quimeras, que todos son aire -y vienen á dar en tierra. - -[Marginal: _Libros espirituales._] - -Coronaba todas estas mansiones eternas uno, no ya camarín, sino -sagrario, inmortal centro del espíritu, donde presidía el arte de las -artes, la que enseña la divina política, y estaba repartiendo estrellas -en libros santos, tratados devotos, obras ascéticas y espirituales. - -Éste, dijo el varón alado, advierte que no tanto es estante de libros, -cuanto Atlante de un cielo. - -Aquí exclamó Critilo: ¡Oh, fruición del entendimiento! ¡Oh, tesoro de -la memoria, realce de la voluntad, satisfacción del alma, paraíso de -la vida! Gusten unos de jardines, hagan otros banquetes, sigan éstos -la caza, cébense aquéllos en el juego, rocen galas, traten de amores, -atesoren riquezas con todo género de gustos y de pasatiempos; que para -mí no hay gusto como el leer ni centro como una selecta librería. - -Hizo señal de leva el varón alado, mas Critilo: - -Eso no, dijo, sin ver primero en persona la hermosa Sofisbella, que -un tal cielo como éste no puede dejar de tener por dueño al mismo -sol. Suplícote, oh conductor alado, quieras introducirme ante su -divina presencia. Que ya me la imagino idea de beldades, ejemplar de -perfecciones. Ya me parece que admiro la serenidad de su frente, la -perspicacia de sus ojos, la sutileza de sus cabellos, la dulzura de sus -labios, la fragancia de su aliento, lo divino de su mirar, lo humano de -su reir, el acierto con que discurre, la discreción con que conversa, -la sublimidad de su talle, el decoro de su persona, la gravedad de su -trato, la majestad de su presencia. Ea, acaba, ¿en qué te detienes? que -cada instante que tardas, se me vuelve eternidades de pena. - -Cómo se desempeñó el varón alado, cómo logró Critilo su dicha, veremos, -después de dar noticia de lo que le aconteció á Andrenio, en la gran -plaza del vulgo. - - - - -CRISI V - -_Plaza del populacho y corral del vulgo._ - - -Estábase la Fortuna, según cuentan, bajo su soberano dosel, más -asistida de sus cortesanos, que asistiéndoles, cuando llegaron dos -pretendientes de dicha á solicitar sus favores. Suplicó el primero le -hiciese dichoso entre personas, que le diese cabida con los varones -sabios y prudentes. Miráronse unos á otros los curiales y dijeron: - -Éste se alzará con el mundo. - -Mas la Fortuna, con semblante mesurado y aun triste, le otorgó la -gracia pretendida. - -Llegó el segundo y pidió, al contrario, que le hiciese venturoso -con todos los ignorantes y necios. Riéronlo mucho los del cortejo, -solemnizando gustosamente una petición tan estraña. Mas la Fortuna, con -rostro muy agradable, le concedió la suplicada merced. - -Partiéronse ya entrambos tan contentos, como agradecidos, abundando -cada uno en su sentir. Mas los áulicos, como siempre están contemplando -el rostro de su príncipe y brujuleándole los afectos, notaron mucho -aquel tan extravagante cambiar semblantes de su reina. Reparó también -ella en su reparo y muy galante les dijo: - -¿Cuál destos dos, pensáis vosotros, oh cortesanos míos, que ha sido -el entendido? ¿Creeréis, que el primero? Pues sabed que os engañáis -de medio á medio. Sabed que fué un necio. No supo lo que pidió. Nada -valdrá en el mundo. ¡Este segundo sí que supo negociar! Éste se alzará -con todo. - -[Marginal: _Necedad valida._] - -Admiráronse mucho y con razón, oyendo tan paradojo sentir; mas -desempeñóse ella, diciendo: - -Mirad: los sabios son pocos, no hay cuatro en una ciudad. ¿Qué digo -cuatro? Ni dos en todo un reino. Los ignorantes son los muchos, los -necios son los infinitos. Y así el que los tuviere á ellos de su parte, -ése será señor de un mundo entero. - -Sin duda que estos dos fueron Critilo y Andrenio, cuando éste, guiado -del Cécrope, fué á ser necio con todos. Era increíble el séquito, que -arrastraba, el que todo lo presume y todo lo ignora. Entraron ya en -la plaza mayor del universo; pero nada capaz. Llena de gentes; pero -sin persona, á dicho de un sabio, que con la antorcha en la mano al -mediodía iba buscando un hombre, que lo fuese y no había podido hallar -uno entero: todos lo eran á medias. - -Porque el que tenía cabeza de hombre, tenía cola de serpiente y las -mujeres de pescado. Al contrario, el que tenía pies, no tenía cabeza. -Allí vieron muchos Acteones, que, luego que cegaron, se convirtieron -en ciervos. Tenían otros cabezas de camellos, gente de cargo y de -carga. Muchos, de bueyes en lo pesado, que no en lo seguro. No pocos, -de lobos, siempre en la fábula del pueblo. Pero los más, de estólidos -jumentos, muy á lo simple malicioso. - -¡Rara cosa, dijo Andrenio, que ninguno tiene cabeza de serpiente ni de -elefante ni aun de vulpeja! - -No, amigo, dijo el Filósofo: que aun en ser bestias no alcanzan esa -ventaja. - -Todos eran hombres á remiendos y así cuál tenía garra de león y cuál de -oso en pie. Hablaba uno por boca de ganso y otro murmuraba con hocico -de puerco. Éste tenía pies de cabra y aquél orejas de Midas. Algunos -tenían ojos de lechuza y los más de topo. Risa de perro, quien yo sé, -mostrando entonces los dientes. - -Estaban divididos en varios corrillos, hablando, que no razonando, y -así oyeron en uno que estaban peleando. Á toda furia ponían sitio á -Barcelona y la tomaban en cuatro días por ataques, sin perder dinero -ni gente. Pasaban á Perpiñán, mientras duraban las guerras civiles -de Francia. Restauraban toda España. Marchaban á Flandes, que no -había para dos días. Daban la vuelta á Francia, dividíanla en cuatro -potentados, contrarios entre sí, como los elementos. Y finalmente -venían á parar en ganar la Casa Santa. - -¿Quién son éstos, preguntó Andrenio, que tan bizarramente pelean? ¿Si -estaría aquí el bravo Picolomini? ¿Es por ventura aquél el conde de -Fuensaldaña y aquél otro Totavila? - -Ninguno déstos es soldado, respondió el Sabio, ni han visto jamás la -guerra. ¿No ves tú que son cuatro villanos de una aldea? Sólo aquél, -que habla más que todos juntos, es el que lee las cartas, el que -compone los razonamientos, el que le va á los alcances al cura, digo: -el barbero. - -[Marginal: _El vulgo en corrillos._] - -Impaciente Andrenio, dijo: Pues si éstos no saben otro que estripar -terrones, ¿por qué tratan de allanar reinos y conquistar provincias? - -¡Eh!, dijo el Cécrope: que aquí todo se sabe. - -No digas se sabe, replicó el Sabio; sino que todo se habla. - -Toparon en otro, que estaban gobernando el mundo. Uno daba arbitrios, -otro publicaba pragmáticas, adelantaban los comercios y reformaban los -gastos. - -Éstos, dijo Andrenio, serán del parlamento; no pueden ser otros, según -hablan. - -Lo que menos tienen, dijo el Sabio, es de consejo; toda es gente que, -habiendo perdido sus casas, tratan de restaurar las repúblicas. - -¡Oh, vil canalla!, exclamó Andrenio. ¿Y de dónde les vino á éstos -meterse á gobernar? - -Ahí verás, respondió el Serpihombre, que aquí todos dan su voto. - -Y aun su cuero, replicó el Sabio. - -Y acercándose á un herrador: - -Advertid, le dijo, que vuestro oficio es herrar bestias: dad alguna en -el clavo. - -Y á un zapatero lo metió en un zapato, pues le mandó no saliese dél. - -Más adelante estaban otros altercando de linajes, cuál sangre era la -mejor de España, si el otro era gran soldado, de más ventura que valor -y que toda su dicha había consistido en no haber tenido enemigo. Ni -perdonaban á los mismos príncipes, definiendo y calificándolos si -tenían más vicios de hombres, que prendas de reyes. De modo que todo lo -llevaban por un rasero. - -¿Qué te parece?, dijo el Cécrope. ¿Pudieran discurrir mejor los siete -sabios de Grecia? Pues advierte que todos son mecánicos y los más -sastres. - -Eso creeré yo: que de sastres siempre hay muchos. - -[Marginal: _Murmuración mecánica._] - -Y Andrenio: ¿Pues quién los mete á ellos en esos puntos? - -¡Oh! que es su oficio tomar la medida á cada uno y cortarle el vestido. -Y aun todos en el mundo son ya sastres en descoser vidas ajenas y dar -cuchilladas en la más rica tela de la fama. - -Aunque era tan ordinario aquí el ruido y tan común la vocería, -sintieron que hablaban más alto allí cerca, en una ni bien casa ni mal -zahurda, aunque muy enramada: que, en habiendo riego, hay ramos. - -¿Qué estancia ó qué estanque es éste?, preguntó Andrenio. - -Y el Cécrope, agestándose de misterio: - -Éste es, dijo, el Areópago. Aquí se tiene el consejo de estado de todo -el mundo. - -Bueno irá él, si por aquí se gobierna. Ésta más parece taberna. - -Sí lo es, respondió el Sabio: que, como se les suben los humos á las -cabezas, todos dan en quererlo ser. - -Por lo menos, replicó el Cécrope, no pueden dejar de dar en el blanco. - -Y aun en el tinto, respondió el Sabio. - -Pues de verdad, volvió á instar, que han salido de aquí hombres bien -famosos y que dieron harto que decir de sí. - -¿Quiénes fueron éstos? - -[Marginal: _Cabezas de motines._] - -¿Cómo quiénes? ¿Pues no salió de aquí el tundidor de Segovia, el -cardador de Valencia, el segador de Barcelona y el carnicero de -Nápoles, que todos salieron á ser cabezas y fueron bien descabezados? - -Escucharon un poco y oyeron que unos en español, otros en francés, en -irlandés algunos, y todos en tudesco, estaban disputando cuál era más -poderoso de sus reyes, cuál tenía más rentas, qué gente podían meter en -campo, quién tenía más estados, brindándose á la salud dellos y á su -gusto. - -De aquí, sin duda, dijo Andrenio, salen tantos, como andan rodando por -esa gran vulgaridad, dando su voto en todo. Yo creí procedía de estar -tan acabados los hombres, que andaban ya en cueros; mas ahora veo que -todos los cueros andan en ellos. - -Así es, ponderó el Sabio. No verás á otro por ahí, sino pellejos -rebutidos de poca sustancia. Mira aquél, cuanto más hinchado más vacío. -Aquel otro está lleno de vinagre á lo ministro. Aquellos botillos -pequeños son de agua de azahar, que con poco tienen harto: luego se -llenan. Aquéllos, muchos son de vino y por eso en tierra. Aquellos -otros, los que, en siendo de voto, son de bota. Muchos están embutidos -de paja, que la merecen. Colgados otros, por ser de hombres fieros, que -hasta del pellejo de un bárbaro están acullá haciendo un tambor, para -espantar, muerto, sus contrarios: tan allá resuena la fiereza déstos. - -De la mucha canalla, que de adentro redundaba, se descomponían por -allí cerca muchos otros corrillos y en todos estaban murmurando del -gobierno, y esto siempre y en todos los reinos, aun en el siglo de -oro y de la paz. Era cosa ridícula oir los soldados tratar de los -consejos, dar prisa al despacho, reformar los cohechos, residenciar -los oidores, visitar los tribunales. [Marginal: _Necios barajados._] -Al contrario los letrados, era cosa graciosa verlos pelear, manejar -las armas, dar asaltos y tomar plazas. El labrador, hablando de los -tratos y contratos, el mercader de la agricultura, el estudiante de -los ejércitos y el soldado de las escuelas, el seglar ponderando las -obligaciones del eclesiástico y el eclesiástico las desatenciones -del seglar. Barajados los estados, metiéndose los del uno en el -otro, saltando cada uno de su corro y hablando todos de lo que menos -entienden. - -Estaban unos viejos diciendo mucho mal de los tiempos presentes y mucho -bien de los pasados, exagerando la insolencia de los mozos, la libertad -de las mujeres, el estrago de las costumbres y la perdición de todo. - -Yo, menos entiendo el mundo, decía éste, cuanto más va. - -Y yo lo desconozco del todo, decía aquél, otro mundo es éste del que -nosotros hallamos. - -Llegóse en esto el Sabio y díjoles volviesen la mira atrás y viesen -otros tantos viejos, que estaban diciendo mucho más mal del tiempo que -ellos tanto alababan. Y detrás de aquéllos otros y otros, encadenándose -hasta el primer viejo su vulgaridad. - -Media docena de hombres muy autorizados, con más barbas que dientes, -mucho ocio y poca renta, estaban en otro corro allí cerca tratando de -desempeñar las casas de los señores y restituirlas á aquel su antiguo -lustre. - -¡Qué casa, decía uno, la del duque del Infantado, cuando se hospedó en -ella el rey de Francia prisionero, y lo que Francisco la celebró! - -¿Pues qué la debía, dijo otro, la del marqués de Villena, cuando hacía -y deshacía? - -¿Y la del almirante, en tiempo de los Reyes Católicos, púdose imaginar -mayor grandeza? - -¿Quién son éstos?, preguntó Andrenio. - -Éstos, respondió el hombre sierpe, son hombres de honor en los -palacios, llámanse gentileshombres ó escuderos. - -Y en buen romance, dijo el Sabio, son gente que, después de haber -perdido la hacienda, están perdiendo el tiempo y los que, habiendo -sido la polilla de sus casas, vienen á ser la honra de las ajenas. Que -siempre verás que los que no supieron para sí quieren saber para los -otros. - -Nunca pensé ver, ponderaba Andrenio, tanto necidiscreto junto y aquí -veo de todos estados y condiciones, hasta legos. - -¡Oh! sí, dijo el Sabio: que en todas partes hay vulgo y, por tildada -que sea una comunidad, hay ignorantes en ella, que quieren hablar de -todo y se meten á juzgar de las cosas, sin tener punto de juicio. - -Pero lo que estrañó mucho á Andrenio fué ver entre tales heces de la -república, en medio de aquella sentina vulgar, algunos hombres lucidos -y que se decía eran grandes personajes. - -¿Qué hacen aquí éstos? Señor, que se hallen aquí más esportilleros que -en Madrid, más aguadores que en Toledo, más gorrones que en Salamanca, -más pescadores que en Valencia, más segadores que en Barcelona, -más palenquines que en Sevilla, más cavadores que en Zaragoza, más -mochileros que en Milán: ¡no me espanta! ¡Pero gente de porte, el -caballero, el título, el señor! No sé qué diga. - -¿Qué piensas tú, dijo el Sabio, que, en yendo uno en litera, ya por -eso es sabio? ¿En yendo bien vestido, es entendido? Tan vulgares hay -algunos y tan ignorantes, como sus mismos lacayos. Y advierte que, -aunque sea un príncipe, en no sabiendo las cosas y queriéndose meter á -hablar dellas, á dar su voto en lo que no sabe ni tiene, al punto se -declara hombre vulgar y plebeyo. [Marginal: _Vulgo definido._] Porque -el vulgo no es otra cosa, que una sinagoga de ignorantes presumidos y -que hablan más de las cosas, cuanto menos las entienden. - -Volvieron los rostros á uno, que estaba diciendo: - -Si yo fuera rey... (y era un mochilero). - -Y si yo fuera papa..., decía un gorrón. - -¿Qué habíais de hacer vos, si fuerais rey? ¿Qué? - -Lo primero, me había de teñir los bigotes á la española, luego me había -de enojar y ¡voto!... - -No, no juréis, que todos éstos que echan votos huelen á cueros. - -Digo que había de hacer colgar media docena. Yo sé que oliera la casa -á hombre y que mirarían algunos cómo perdían las victorias y los -ejércitos, cómo entregaban las fortalezas al enemigo. No me había de -llevar encomienda quien no fuese soldado y de reputación, pues para -ellos se instituyeron. Y no déstos de las plumicas; sino un sargento -mayor Soto, un Monroy y un Pedro Estélez, que se han hallado en cien -batallas y en mil sitios. ¡Qué virreyes, qué generales hiciera yo! ¡Qué -ministros! Todos habían de ser Oñates y Caracenas. ¡Qué embajadores, -que no hiciera! - -Oh, ¡no me viera yo un mes papa!, decía el estudiante. Yo sé que -de otra manera irían las cosas. No se había de proveer dignidad ni -prebenda, sino por oposición. Todo por méritos. Yo examinara quién -venía con más letras que favores, quién traía quemadas las cejas. - -Abrióse en esto la portería de un convento y metiéronse á la sopa. - -Topaban varias y desvariadas oficinas por toda aquella gran plaza -mecánica. Los pasteleros hacían valientes empanadas de perro. Ni -faltaban aquí tantas moscas, como allá mosquitos. Los caldereros -siempre tenían calderas que adobar. Los olleros alabando lo quebrado. -Los zapateros á todo hombre, buscándole horma de su zapato, y los -barberos haciendo las barbas. - -¿Es posible, dijo Andrenio, que entre tanta botica mecánica no topemos -una de medicinas? - -Basta, que hay hartas barberías, dijo el Cécrope. - -Y hartos en ellas, respondió el Sabio. Que, como bárbaros, hablan de -todo. Mas lo que ellos saben ¿quién lo ignora? - -Con todo eso, dijo Andrenio, en una vulgaridad tan común es mucho que -no haya un médico, que recete. Por lo menos no había de faltar á la -murmuración civil. - -No hacen falta, replicó el Sabio. - -¿Cómo no? - -[Marginal: _Necedad incurable._] - -Porque, aunque todos los males tienen remedio, hasta la misma locura -tiene cura en Zaragoza ó en Toledo y en cien partes. Pero la necedad no -la tiene ni ha habido jamás hombre que curase de tonto. - -Con todo eso, veis allí unos, que lo parecen. - -Venían dándose á las furias de que todos se les entremeten en su oficio -y quieren curar á todos con un remedio. Y eso sería nada, si algunos no -se metiesen á quererles dar doctrina á ellos mismos, disputando con el -médico los jarabes y las sangrías. - -¡Eh!, decían: déjense matar sin hablar palabra. - -Pero los herreros llevaban brava herrería y aun todos parecían -caldereros. Enfadados los sastres, les dijeron que callasen y dejasen -oir, si no entender. Sobre esto armaron una pendencia, aunque no -nueva en tales puestos. Tratáronse muy mal; pero no se maltrataron. Y -dijéronles los herreros á los sastres, después de encomios solemnes: - -¡Quitad de ahí, que sois gente sin Dios! - -¿Cómo sin Dios?, replicaron ellos enfurecidos. Si dijérades sin -conciencia, pase; pero sin Dios ¿qué quiere decir eso? - -Sí, repitieron los herreros, que no tenéis un dios sastre, como -nosotros un herrero y, cuando todos le tienen, los taberneros á Baco, -aunque anda en celos con Tetis, los mercaderes á Mercurio, de quien -tomaron las trampas con el nombre, los panaderos á Ceres, los soldados -á Marte, los boticarios á Esculapio, ¡mirad qué tales sois vosotros, -que ningún Dios os quiere! - -Andad de ahí, respondieron los sastres. Que sois unos gentiles. - -Vosotros sí lo sois, que á todos queréis hacer gentileshombres. - -Llegó en esto el Sabio y metió paz, consolando á los sastres con que, -ya que no tenían Dios, todos los daban al diablo. - -¡Prodigiosa cosa, dijo Andrenio, que con meter tanto ruido, no tengan -habla! - -¿Cómo que no?, replicó el Cécrope; antes jamás cesan de hablar ni -tienen otro que palabras. - -[Marginal: _Hablillas._] - -Pues yo, replicó Andrenio, no he percibido aún habla, que lo sea. - -Tienen razón, dijo el Sabio: que todas son hablillas y todas falsas. - -Corrían actualmente algunas bien desatinadas. Que habían de caerse -muertos muchos cierto día y lo señalaban y hubo quien murió de espanto -dos días antes. Que había de venir un terremoto y habían de quedar -todas las casas por tierra. Pues ver lo que se iba extendiendo un -disparate déstos y los muchos que se lo tragaban y bebían lo que -contaban unos á otros. Y si algún cuerdo reparaba, se enfurecían, sin -saber de dónde ni cómo nacía. Resucitaba cada año un desatino, sin -saber bastante el desengaño fresco corriendo grasa. Y era de advertir -que las cosas importantes y verdaderas luego se les olvidaban y un -disparate lo iban heredando de abuelas á nietas y de tías á sobrinas, -haciéndose eterno por tradición. - -No sólo no tienen habla, añadió Andrenio; pero ni voz. - -¿Cómo que no?, replicó el Cécrope. Voz tiene el pueblo y aun dicen que -su voz es la de Dios. - -Sí, del dios Baco, respondió el Sabio y, si no, escuchadla un poco y -oiréis todos los imposibles, no sólo imaginados, pero aplaudidos. Oid -aquel español, lo que está contando del Cid, cómo de una puñada derribó -una torre y de un soplo un gigante. Atended aquel otro francés, lo que -refiere, y con qué credulidad, del Roldán y cómo de un tajo rebanó -caballo y caballero armados. Pues yo os aseguro que el portugués no se -olvide tan presto de la pala de la victoriosa Forneira. - -Pretendió entrar en la bestial plaza un gran filósofo y poner -tienda de ser personas, feriando algunas verdades bien importantes, -aforismos convenientes; pero jamás pudo introducirse ni despachó -una tan sola verdad ni el más mínimo desengaño, con que se hubo de -retirar. [Marginal: _Ídolos del vulgo._] Al contrario, llegó un -embustero, sembrando cien mil desatinos, vendiendo pronósticos llenos -de disparates, como que se había de perder España otra vez, que había -acabado ya la casa Otomana; leía profecías de moros y de Nostradamus y -al punto se llenó la tienda de gente y comenzó á despachar sus embustes -con tanto crédito, que no se hablaba de otro, y con tal aseveración, -como si fueran evidencias. De modo que aquí más supone un adivino que -Séneca, un embustero que un sabio. - -Vieron en esto un monstrimujer con tanto séquito, que muchos de los -pasados y los más de los presentes la cortejaban y todos con las -bocas abiertas escuchándola. Era tan gruesa y tan asquerosa, que por -dondequiera que pasaba, dejaba el aire tan espeso, que le podían -cortar. Revolvióle las entrañas al Sabio, comenzó á dar arcadas. - -¡Qué cosa tan sucia!, dijo Andrenio. ¿Y quién es ésta? - -Ésta es, dijo el Cécrope, la Minerva desta Atenas. - -Ésta la invencible y aun la crasa, dijo el Filósofo. Ella puede ser -Minerva; mas á fe, que es pingüe. Y quien tanto engorda, ¿quién puede -ser sino la ignorante satisfacción? Veamos dónde va á parar. - -Pasó de las vendedoras á sentarse en el banco del Cid. - -Aquélla, dijo el Cécrope, es la Sapiencia de tanto lego. Allí están -graduando á todos y calificando los méritos de cada uno. [Marginal: -_Calificación vulgar._] Allí se dice el que sabe y el que no sabe, si -el argumento fué grande, si el sermón docto, si tan bien discurrido -como razonado, si el discurso fué cabal, si magistral la lección. - -¿Y quién son los que juzgan?, preguntó Andrenio, ¿los que dan el grado? - -¿Quiénes han de ser, sino un ignorante y otro mayor? Uno, que ni ha -estudiado ni visto libro en su vida, cuando mucho una Silva de Varia -Lección y el que más más, un Para Todos. - -¡Oh!, dijo el Cécrope. ¿No veis que éstos son los más plausibles -personajes del mundo? Todos son bachilleres. Aquel que veis allí muy -grave, es el que en la corte anda diciendo chistes, hace cuento de -todo, muerde sin sal cuanto hay, saca sátiras, vomita pasquines: el -duende de los corrillos. Aquel otro es el que todo lo sabía ya, nada -le cuentan de nuevo: saca gacetas y se escribe con todo el mundo y, no -cabiendo en todo él, se entromete en cualquier parte. Aquel licenciado -es el que en las Universidades cobra las patentes, hace coplas, -mantiene los corrillos, soborna votos, habla por todos y, en habiendo -conclusiones, ni es visto ni oído. Aquel soldado nunca falta en las -campañas, habla de Flandes, hallóse en el sitio de Ostende, conoció al -duque de Alba, acude á la tienda del general, el demonio del mediodía, -mantiene la conversación, cobra el primero y el día de la pelea se hace -invisible. - -Paréceme que todos ellos son zánganos del mundo, ponderó Andrenio. ¿Y -éstos son los que gradúan de valientes y de sabios? - -Y es de modo, respondió el Cécrope, que el que ellos una vez dan por -docto ése lo es, sepa ó no sepa. Ellos hacen teólogos y predicadores, -buenos médicos y grandes letrados y bastan á desacreditar un príncipe. -Dígalo el rey don Pedro. ¿Mas qué? Si el barbero del lugar no quiere, -nada valdrá el sermón más docto ni será tenido por orador el mismo -Tulio. Á éstos están esperando que hablen los demás, sin osar decir -blanco ni negro, hasta que éstos se declaran y al punto gritan: - -¡Grande hombre!, ¡grande sujeto! - -Y dan en alabar á uno, sin saber de qué ni para qué. Celebran lo que -menos entienden y vituperan lo que no conocen, sin más entender ni -saber. Por eso el buen político suele echar buen cencerro, que guíe el -vulgo adonde él quiere. - -¿Y hay, preguntó Andrenio, quien se paga de tan vulgar aplauso? - -¿Cómo si hay?, respondió el Sabio. ¡Y muchos, hombres vulgares, -chabacanos, amigos de la popularidad y que la solicitan con milagrones, -que llamamos pasmasimples y espantavillanos! Obras gruesas y -plausibles. Porque aquí no tienen lugar los primores ni los realces. - -Páganse mucho otros de la gracia de las gentes, del favor del -populacho; pero no hay que fiar en su gracia, que hay gran distancia de -sus lenguas á sus manos. ¡Qué fué verlos bravear ayer en un motín en -Sevilla y enmudecer hoy en un castigo! ¿Qué se hicieron las manos de -aquellas lenguas y las obras de aquellas palabras? Son sus ímpetus como -los del viento que, cuando más furioso, calma. - -Entraron con unos, que estaban durmiendo y no apriesa, como encargaba -el otro á su criado. No movían pie ni mano. [Marginal: _Aplauso -necio._] Y era tal la vulgaridad, que los despiertos soñaban lo que los -otros dormían, imaginando que hacían grandes cosas. Y era de modo, que -no corría otro en toda la plaza; sino que estaban peleando y triunfando -de los enemigos. Dormía uno á pierna tendida y decían ellos estaba -desvelándose, estudiando noche y día y quemándose las cejas. Desta -suerte publicaban que eran los mayores hombres del mundo y gente de -gran gobierno. - -¿Cómo es esto?, dijo Andrenio. ¡Hay tamaña vulgaridad! - -Mira, dijo el Sabio: aquí, si dan en alabar á uno, si una vez cobra -buena fama, aunque se eche después á dormir, él ha de ser un gran -hombre. Aunque ensarte después cien mil disparates, dicen que son -sutilezas y que es la primera cosa del mundo. Todo es que den en -celebrarle. - -Y, por el contrario, á otros, que estarán muy despiertos, haciendo -cosas grandes, dicen que duermen y que nada valen. ¿Sabes tú lo que -le sucedió aquí al mismo Apolo con su divina lira? Que, desafiándole -á tañer un zafio gañán con una pastoril zampoña, nunca quiso el culto -numen salir, aunque se lo rogaron las musas. Y el selvajazo le zahería -su temor y se jactaba de la victoria. No hubo remedio. No más, que -porque había de ser [Marginal: _Juicio sin él._] su juez el vulgacho, -no queriendo arriesgar su gran reputación á un juicio tan sin él. Y por -no haber querido hacer otro tanto, fué condenada la dulcísima Filomena -en competencia del jumento. Y aun la Rosa dicen estuvo á pique de ser -vencida de la Adelfa, que desde entonces por su indigno atrevimiento -quedó letal á los suyos. Ni el pavón se atrevió á competir de belleza -con el cuervo ni el diamante con el guijarro ni el mismo sol con el -escarabajo, con tener tan asegurado su partido, por no sujetarse á la -censura de un vulgo tan desatinado. - -Mala señal, decía un discreto, cuando mis cosas agradan á todos. Que lo -muy bueno es de pocos y el que agrada al vulgo, por consiguiente, ha de -desagradar á los pocos, que son los entendidos. - -Asomó en esto por la plaza, haciéndola, un raro ente. Todos le -recibieron con plausible novedad. Seguíale la turba, diciendo: - -Ahora en este punto llega del Jordán. Más tiene ya de cuatrocientos -años. - -Mucho es, decía uno, que no le acompañen ejércitos de mujeres, cuando -va á desarrugarse. - -¡Oh no!, decía otro. ¿No veis que va en secreto? Pues, si eso no fuera, -¿qué fuera? - -¿Por lo menos no se pudiera traer por acá una botija de aquella agua, -que yo sé que vendiera cada gota á doblón de oro? - -No tiene él necesidad de dineros, pues cada vez que echa mano á la -bolsa, topa un patacón. ¡Qué otra felicidad ésa! No sé yo cuál me -escogiera de las dos. - -¿Quién es éste? preguntó Andrenio. - -Y el Sabio: Éste es Juan de para siempre, que Juan había de ser. - -Vertían destas donosillas vulgaridades y todas muy creídas, levantando -mil testimonios á la naturaleza y aun á la misma posibilidad. Sobre -todo estaban muy acreditados los duendes. Había pase dellos, como de -hechizadas. No había palacio viejo donde no hubiese dos por lo menos. - -Unos los veían vestidos de verde, otros de colorado y los más -de amarillo. Y todos eran tamañicos y tal vez con su capuchito, -inquietando las casas. Y nunca se aparecían á las viejas, porque no -dicen bien trasgos con trasgos. - -[Marginal: _Varias vulgaridades._] - -No moría mercader, que no fuese rodeado de monas y de micos. - -Había brujas tantas como viejas y todas las malcontentas endiabladas. - -Tesoros encantados y escondidos, sin cuenta y con cuento, cavando -muchos tontos por hallarlos. Minas de oro y de plata, riquísimas; pero -tapiadas, hasta que se acaben las Indias, las cuevas de Salamanca y de -Toledo. ¡Mal año para quien se atreviera á dudarlas! - -Mas de aquí á un instante se conmovió toda aquella acorralada necedad, -sin saber cómo ni por qué, por ser tan ordinario como fácil. Alborótase -un vulgo y más si es tan crédulo como el de Valencia, tan bárbaro como -el de Barcelona, tan necio como el de Valladolid, tan libre como el -de Zaragoza, tan novelero como el de Toledo, tan insolente como el de -Lisboa, tan hablador como el de Sevilla, tan sucio como el de Madrid, -tan vocinglero como el de Salamanca, tan embustero como el de Córdoba y -tan vil como el de Granada. - -Fué el caso que asomó por una de sus entradas, no la principal, donde -todas son comunes, un monstruo, aunque raro, muy vulgar. No tenía -cabeza y tenía lengua, sin brazos y con hombros para la carga. No -tenía pecho, con llevar tantos; ni mano en cosa alguna; dedos sí, para -señalar. Era su cuerpo en todo disforme. Y, como no tenía ojos, daba -grandes caídas. Era furioso en acometer y luego se acobardaba. Hízose -en un instante señor de la plaza, llenándola toda de tan horrible -oscuridad, que no vieron más el sol de la verdad. - -¿Qué horrible aborto es éste, preguntó Andrenio, que así lo ha -eclipsado todo? - -Éste es, respondió el Sabio, el hijo primogénito de la Ignorancia, el -padre de la mentira, hermano de la necedad, casado con su malicia: éste -es el tan nombrado Vulgacho. - -Al decir esto descolgó el rey de los Cécropes de la cinta un retorcido -caracol, que hurtó á un Fauno, y alentándolo de vanidad, [Marginal: -_Terror loco._] fué tal su ruido y tan grande el horror que les causó, -que agitados todos de un terror fanático, dieron á huir por cosa que no -montaba un caracol. No fué posible ponerlos en razón ni detenerlos, que -no se desgalgasen muchos por las ventanas y balcones, más á ciegas que -pudieran en la plaza de Madrid. Huían los soldados gritando: - -Que nos cortan, que nos cortan. - -Comenzaron algunos á herirse y á matarse más bárbaramente, que -gentílicos bacanales. Fuéle forzoso á Andrenio retirarse á toda fuga, -tan arrepentido como desengañado. Echaba mucho menos á Critilo; pero -valióle la asistencia de aquel Sabio y la luz, que la antorcha de su -saber le comunicaba. Dónde fué á parar dirá la Crisi siguiente. - - - - -CRISI VI - -_Cargos y descargos de la Fortuna._ - - -Comparecieron ante el divino trono de luceros el hombre y la mujer á -pedir nuevas mercedes, que á Dios y al rey, pedir y volver. Solicitaban -su perfección, de manos de quien habían recibido el ser. [Marginal: -_El saber del hombre._] Habló allí el hombre en primer lugar y pidió -como quien era, porque, viéndose cabeza, suplicó le fuese otorgada -la inestimable prenda de la sabiduría. Pareció bien su petición y -decretósele luego la merced, con tal que pagase en agradecimientos la -media anata. Llegó ya la mujer y, atendiendo á que, si no es cabeza, -tampoco es pies, sino la cara y suplicó con mucho agrado al Hacedor -divino que la dotase en belleza. - -[Marginal: _La hermosura de la mujer._] - -Hecha la gracia, dijo el gran Padre celestial, serás hermosa; pero con -la pensión de tu flaqueza. - -Partiéronse muy contentos de la divina presencia, que de ella -nadie sale descontento, estimando el hombre por su mayor prenda el -entendimiento y la mujer la hermosura, él la testa y ella el rostro. -Llegó esto á oídos de la Fortuna y dicen cuestionó agravios, dando -quejas de que no hubiesen hecho caso de la Ventura. - -¿Es posible, decía con profundo sentimiento, que nunca haya él oído -decir: Ventura te dé Dios, hijo; ni ella, ventura de fea? Dejadles -y veremos qué hará él con su sabiduría y ella con su lindeza, si no -tienen ventura. Sepa, sabio él y linda ella, que de hoy adelante me -han de tener por contraria: desde aquí me declaro contra el Saber y la -Belleza. Yo les he de malograr sus prendas: ni él será dichoso ni ella -venturosa. - -Desde este día aseguran que los sabios y entendidos quedaron -desgraciados: todo les sale mal, todo se les despinta; los necios son -los venturosos, los ignorantes favorecidos y premiados. Desde entonces -se dijo: Ventura de fea. Poco vale el saber, el tener, los amigos y -cuanto hay, si no tiene un hombre dicha, y poco le importa ser un sol á -la que no tiene estrella. - -Esto le ponderaba un enano al melancólico Critilo, desengañándole de -su porfía en querer ver en persona la misma Sofisbella, empeño en que -le había puesto el varón alado. El cual, sin poderle satisfacer, se le -había desaparecido. - -Créeme, decía el enano, que todo pasa en imagen y aun en imaginación -en esta vida: hasta esa casa del saber, toda ella es apariencia. ¿Qué? -¿Pensabas tú ver y tocar con las manos la misma Sabiduría? [Marginal: -_Fuga de Astrea._] Muchos años ha que se huyó al cielo con las demás -virtudes en aquella fuga general de Astrea. No han quedado en el mundo -sino unos borrones della en estos escritos, que aquí se eternizan. -Bien es verdad que solía estar metida en las profundas mentes de sus -sabios; mas ya aun ésos acabaron. No hay otro saber, sino el que se -halla en los inmortales caracteres de los libros. Ahí la has de buscar -y aprender. - -¿Quién, pues, fué, preguntó Critilo, el hombre de tan bizarro gusto, -que juntó tanto precioso libro y tan selecto? ¿Cúyo es un tan erudito -museo? - -Si estuviéramos en Aragón, dijo el Pigmeo, yo creyera ser del duque de -Villahermosa don Fernando. Si en París, del erudito duque de Orleans. -Si en Madrid, del gran Filipo. Y si en Constantinopla, del discreto -Osman, conservado entre cristales. Mas, como digo, ven conmigo en busca -de la Ventura, que sin ella ni vale el saber ni el tener y todas las -prendas se malogran. - -Quisiera hallar primero, replicó Critilo, aquel mi camarada, que te he -dicho, que echó por la vereda de la Necedad. - -Si por ahí fué, ponderó el enano, sin duda estará ya en casa de la -Dicha: que antes llegan ésos que los sabios. Ten por cierto que le -hallaremos en aventajado puesto. - -¿Y sabes tú el camino de la Dicha?, preguntó Critilo. - -Ahí consiste la mayor dificultad, que una vez puesto en él, nos llevará -al colmo de toda felicidad. - -Con todo, paréceme que es éste, en lo desigual. Demás que me dieron por -señas esas hiedras, que arrimadas se empinan y entremetidas crecen. - -Llegó en esto un soldado muy de leva, que es gente que vive apriesa y -preguntó si iba bien para la Ventura. - -¿Cuál buscáis, dijo el enano: la falsa ó la verdadera? - -¿Pues qué, hay Ventura falsa? Nunca tal oí. - -[Marginal: _Ventura hipócrita._] - -¡Y cómo si la hay! ¡Ventura hipócrita! Antes es la que hoy más corre. -Tiénese por dichoso uno en ser rico y es de ordinario un desventurado. -Cuenta el otro por gran dicha el haber escapado en mil insultos de las -manos de la justicia y es ése su mayor castigo. - -Un ángel fué para mí aquel hombre, dice éste: y no fué sino un demonio, -que le perdió. - -Tiene aquél por gran suerte el no haber padecido jamás ni un revés de -fortuna y no es sino un bofetón, de que no le ha tenido por hombre el -cielo para fiarle un acto de valor. - -Tal dice: Dios me vino á ver. Y no fué, sino el mismo Satanás en sus -logros. Cuenta el otro por gran felicidad el no haber estado en su vida -indispuesto y hubiera sido su único remedio, para sanar en el ánimo. -Alábase el lascivo de haber sido siempre venturoso con mujeres y ésa -es su mayor desventura. Estima la otra desvanecida por su mayor dicha -su buena gracia y ésa fué su mayor desgracia. Así que los más de los -mortales yerran en este punto, teniendo por felicidad la desdicha. Que -errando los principios, todas salen falsas las consecuencias. - -Entremetióseles un pretendiente (¡qué otro trato éste del enfado!), y -al punto comenzó á quejarse y murmurar y un estudiante á contradecirle. -Que todos cuantos piensan saber algo dan en espíritu de contradicción. -Pasaron de una en otra á burlarse del enano. - -Y tú, dijo el estudiante, ¿qué vas á buscar? - -Voy, dijo, á ser gigante. - -¡Bravo aliento! Pero, ¿cómo podrá ser eso? - -Muy bien, como quisiere mi señora la Fortuna. Que, si ella favorece, -los pigmeos son gigantes. Y si no, los gigantes son pigmeos. Otros más -ruines que yo están hoy bien encaramados. Que no hay prendas que tengan -ni hay sabiduría ni ignorancia ni valor ni cobardía ni hermosura ni -fealdad; sino ventura ó desdicha. Tener lunar ó estrella. Todo es risa -lo demás. Al fin, ella se dará maña, cómo yo sea grande ó lo parezca: -que todo es uno. - -Voto á tal, dijo el soldado, que quiera ó no, ella habrá de hacer la -razón. - -No tan alto, señor soldado, dijo el estudiante: ¡más bajo! - -Éste es mi bajo y mucho más he de alzar la voz, aunque sea en la sala -de D. Fernando Ruiz de Contreras. Peor es acobardarse con la Fortuna. -Sino mostrarla dientes, que sólo se burla con los sufridos. Y así -veréis que unos morlonazos, cuatro bellacones atrevidos se salen con -cuanto quieren y se burlan de todo el mundo. Ellos son los felices; que -de los hombres de bien no hay quien se acuerde. Juro y voto que hemos -de andar á mojicones y que ha de hacerme favor, aunque reviente. - -No sé yo cómo será eso, replicó el licenciado: que la Fortuna no -hay entenderla. Tiene bravos reveses. Á otros más estirados he oído -ponderar que no hay tomarla el tino. - -Yo, por lo menos, dijo el cortesano, de mis zalamerías pienso valerme y -mil veces hacerla el buz. - -Buz de arca, dijo el soldado, ha de ser el mío. ¿Yo besarla la mano? Si -me hiciese merced, eso bien; y si no, lo dicho, dicho. - -[Marginal: _Fortuna ciega._] - -Ya me parece que me la veo, decía el enano, y que ella no me ve á mí, -por ser pequeño. Que sólo son visibles los bienvistos. - -Menos me verá á mí, dijo el estudiante, por ser pobre. Que á los -deslucidos nadie los puede ver, aunque les salten al rostro los colores. - -¿Cómo os ha de ver, dijo el cortesano, si es ciega? - -¿Eso más?, ponderó Critilo. ¿De cuándo acá ha cegado? - -No corre otra en la corte. - -¿Pues cómo podrá repartir los bienes? - -¿Cómo? Á ciegas. - -Así es, dijo el estudiante, y así la vió un sabio entronizada en un -árbol muy copudo, de cuyas ramas, en vez de frutos, pendían coronas, -tiaras, capelos, mitras, bastones, hábitos, borlas y otros mil géneros -de insignias, alternados con cuchillos, dogales, remos, grillos y -corozas. Estaban bajo el árbol confundidos hombres y brutos, un sabio -y un jumento, un lobo y un cordero, una sierpe y una paloma. Sacudía -ella á ciegas, esgrimiendo su palo, dé donde diere y Dios te la depare -buena. Caía sobre la cabeza de uno una corona y sobre el cuello del -otro un cuchillo, sin más averiguar que la suerte. Y las más veces se -encontraban, pues daba en manos de uno un bastón, que estuviera mejor -un remo. Á un docto le caía una mitra allá en Cerdeña ó acá en Jaca y á -un idiota bien cerca, todo á ciegas. - -Y aun á locas, añadió el estudiante. - -¿Cómo es eso?, replicó Critilo. - -Todos lo dicen, que ha enloquecido, y se conoce, pues no va cosa con -concierto. - -¿Y de qué enloqueció? - -Cuéntanse varias cosas. La más constante opinión es que la malicia la -ha dado un brebaje y, á título de descansarla, se le ha alzado con el -mando y así da á sus favorecidos cuanto quiere: á los ladrones las -riquezas, á los soberbios las honras, á los ambiciosos las dignidades, -á los menguados las dichas, á las necias la hermosura, á los cobardes -las victorias, á los ignorantes los aplausos y á los embusteros todo. -El más ruin jabalí se come la mejor bellota y así no van ya por méritos -los premios ni por culpas los castigos. Unos yerran y otros los -murmuran. Al fin, todo va á locas, como digo. - -[Marginal: _Amiga de ruines._] - -¿Y por qué no á malas también, añadió el soldado, pues la hacen fama de -ruin, amiga de los jóvenes, siempre favoreciéndolos y contraria de los -varones ancianos y maduros, madrastra de los buenos, envidiosa con los -sabios, tirana con los insignes, cruel con los afligidos, inconstante -con todos? - -¿Es posible, ponderó Critilo, que de tantos azares se compone? ¿Y con -todo eso la vamos á buscar desde que nacimos? ¿Y más ciegos y más locos -nos vamos tras ella? - -Ya en esto se descubría un extravagante palacio, que por una parte -parecía edificio y por la otra, ruina. Torres de viento sobre arena, -soberbia máquina sin fundamentos. Y de todo el que imaginaron edificio -no había sino la escalera, que en esta gran casa de la Fortuna no hay -otro que subir y caer. Las gradas parecían de vidrio, más quebradizas -cuanto más dobles y todas llenas de deslizaderos. No había barandillas -para tenerse; riesgos sí para rodar. - -El primer escalón era más dificultoso de subir que una montaña; pero -una vez puestos en él, las demás gradas eran facilísimas. Al contrario -sucedía en las de la otra banda para bajar, procediendo con tal -correspondencia que, así como comenzaba uno á subir por esta parte, al -punto caía otro por la otra, aunque más apriesa. - -Llegaron, cuando actualmente rodaba uno con aplauso universal. Porque, -al punto que comenzó á caer, soltó de las manos la gran presa, que -había hecho de oficios y represa de beneficios. Cargos, dignidades, -riquezas, encomiendas, títulos, todo iba rodando allí abajo. Daba -aquí un bote una encomienda y saltaba acullá á manos de un enemigo -suyo. Agarraba otro de vuelo el oficio y todos andaban á la rebatiña, -haciendo grande fiesta al trabajo ajeno. Mas así se usa. Solemnizólo -mucho Critilo y riéronlo todos, diciendo: - -¡Qué bravo chasco de la Fortuna! - -¡Pues, si hubierais visto rodar á Alejandro el Magno, aquel verle -soltar un mundo entero y saltar tantas coronas, reinos y provincias, -como nueces cuesta abajo y coja quien pudiere! Asegúroos, que fué una -Babilonia. - -[Marginal: _Definición del favor._] - -Acercóse Critilo á la primer grada con sus camaradas, donde estaba toda -la dificultad del subir. Porque aquí asistía el Favor, primer ministro -de la Fortuna y muy su confidente. Éste alargaba la mano á quien se -le antojaba, para ayudarle á subir y esto sin más atendencia, que su -gusto, que debía ser muy malo. Pues por maravilla daba la mano á ningún -bueno, á ninguno que lo mereciese; siempre escogía lo peor. - -En viendo un ignorante, le llamaba y dejaba mil sabios. Y aunque todo -el mundo le murmuraba, nada se le daba. Que de sus temeridades tenía -hechos callos en el _qué dirán_. De una legua acechaba un embustero y -á los hombres de sustancia y de entereza no los podía ver, porque le -parecía le notaban sus locuras y abominaban de sus quimeras. - -Pues á un adulador, á un mentiroso, no ya la mano, entrambos brazos le -echaba. Y para los hombres de veras y de su palabra era un topo. Que -jamás topó con un hombre de verdad; siempre echaba mano de tales como -él. Perdíase naturalmente por los hombres de tronera, entregándolos -cuanto hay y así todo lo confundían. Había millares de hombres por -aquel suelo, aguardando los favoreciese; pero él, en viendo un -entendido, un varón de prendas, decía: - -Hete allá, puto, ¡quién á tal le ayudase! Es muy hombre: no conviene. -Sujeto, al fin, de bravo capricho. - -Era de modo, que acababa con todos los hombres eminentes en gobierno, -en armas, en letras, en grandeza y en nobleza, que había muchos y muy -á propósito. Pero ¿qué mucho, si descubrieron que estaba ciego de -todas pasiones y andaba á ciegas, topando con las paredes del mundo y -acabando con todo él? - -Ésta, como digo, era la escala para subir á lo alto. No tenía remedio -Critilo por desconocido ni el cortesano por conocido ni el estudiante -ni el soldado por merecerlo; sólo el enano tuvo ventura, porque se le -hizo pariente y así luego estuvo arriba. Apurábase el soldado de ver -que los gallinas volaban y el estudiante, de que los bestias corrían. - -Estando en esta dificultad, asomóse acullá en lo más alto Andrenio, -que por lo vulgar había subido tan arriba y estaba muy adelantado -en el valer. Conoció á Critilo, que no fué poco desde tan alto y de -donde muchos desconocieron á sus padres é hijos; mas fué llamada de -la sangre. Dióle luego la mano y levantóle y entre los dos pudieron -ayudar á subir los demás. Iban trepando por aquellas gradas con harta -facilidad de una en otra, ganada la primera, de un cargo en otro y de -un premio en muchos. - -[Marginal: _Escala de la fortuna._] - -Notaron una cosa bien advertida, estando á media escalera, y fué que -todos, cuantos miraban de la parte de arriba y que subían delante, les -parecían grandes hombres, unos gigantes, y gritaban: - -¡Qué gran rey el pasado! ¡Qué capitán aquel que fué! ¡Qué sabio el que -murió! - -Y al revés, todos cuantos venían atrás les parecían poca cosa y unos -enanos. - -¡Qué cosa es, dijo Critilo, ir un hombre delante! ¡Aquello de ser -primero ó venir detrás! Todos los pasados nos parece que fueron grandes -hombres y todos los presentes y los que vienen nos parecen nada. Que -hay gran diferencia en el mirar á uno como superior ó inferior desde -abajo. - -Llegaron ya á la última grada, donde estaba la Fortuna. Pero, ¡oh -cosa rara! ¡oh prodigio nunca creído y de que quedaron atónitos y aun -pasmados! Digo, cuando vieron una reina totalmente diversa de lo que -habían concebido y muy otra de lo que todo el mundo publicaba. Porque -no sólo no era ciega, como se decía; pero tenía una cara de cielo al -mediodía, con unos ojos más perspicaces que un águila, más penetrantes -que un lince. Su semblante, aunque grave, muy sereno, sin ceños de -madrastra. Y toda ella muy compuesta. - -No estaba sentada, porque siempre estaba de leva y en continuo -movimiento. Calzaba ruedecillas por chapines. Su vestir era la mitad -de luto y la otra mitad de gala. Miráronla y miráronse unos á otros, -encogiéndose de hombros y arqueando las cejas, admirados de tal novedad -y aun dudaron si era ella. - -¿Pues quién había de ser?, respondió la Equidad, que la asistía con -unas balanzas en la mano. - -Oyólo la misma Fortuna, que ya había notado de reojo los ademanes de su -espanto, y con voz harto agradable les dijo: - -[Marginal: _Audaces afortunados._] - -Llegaos acá. Decid, ¿de qué os habéis turbado? No reparéis en decir la -verdad, que yo gusto mucho de los audaces. - -Estaban todos tan mudos, como encogidos. Sólo el soldado con valentía -en el desahogo y desahogo en el hablar, alzando la voz de modo, que -pudo oirle todo el mundo, dijo: - -Gran señora de los favores, reina poderosa de las dichas, yo te he de -decir hoy las verdades. Todo el mundo de cabo á cabo, desde la corona -á la abarca, está murmurando de ti y de tus procederes. Yo te hablo -claro, que los príncipes nunca estáis al cabo de las nuevas, siempre -ajenos de lo que se dice. - -Ya sé que todos se quejan de mí, dijo ella misma; pero ¿de qué y por -qué? ¿Qué es lo que dicen? - -Mas ¿qué no dicen? respondió el soldado. Al fin yo comienzo con tu -licencia, si no con tu agrado. Dicen lo primero que eres ciega. Lo -segundo que eres loca. Lo tercero necia. Lo cuarto... - -Aguarda, aguarda, basta, vete poco á poco, dijo: que hoy quiero dar -satisfacción al universo. Protesto lo primero que soy hija de buenos, -pues vengo de Dios y de su divina Providencia y tan obediente á sus -órdenes, [Marginal: _Fortuna sin hijos._] que no se mueve una hoja de -un árbol ni una paja del suelo sin su sabiduría y dirección. Hijos es -verdad que no los tengo. Porque no se heredan ni las dichas ni las -desdichas. - -El mayor cargo, que me hacen los mortales y el que yo más siento, es -decir que favorezco á los ruines. Que aquello de ser ciega seréis -vosotros testigos. Pues yo digo que ellos son los malos y de ruines -procederes, que dan las cosas á otros tales como ellos. El ricazo -da su hacienda al asesino, al valentón, al truhán, los ciento y los -doscientos á la ramera y traerá desnuda al ángel de una hija y el -serafín de una virtuosa consorte. En esto emplean sus grandes rentas. - -Los poderosos dan los cargos y se apasionan por los que menos los -merecen y positivamente los desmerecen. Favorecen al ignorante, premian -al adulador, ayudan al embustero, siempre adelantando los peores; y del -más merecedor ni memoria, cuanto menos voluntad. El padre se apasiona -por el peor hijo y la madre, por la hija más loca, el príncipe por el -ministro más temerario, el maestro por el discípulo incapaz, el pastor -por la oveja sarnosa, el prelado por el súbdito relajado, el capitán -por el soldado más cobarde. - -Y si no, mirad cuando gobiernan hombres de entereza y de virtud, como -ahora, si son estimados los buenos, si son premiados los sabios. - -Escoge el otro por amigo al enemigo de su honra y por confidente al -más ruin. Con ése se acompaña, ése que le gasta la hacienda. - -Creedme que en los mismos hombres está el mal. Ellos son los malos y -los peores, ellos ensalzan el vicio y desprecian la virtud. Que no hay -cosa hoy más aborrecida. - -[Marginal: _Manos de la fortuna._] - -Favorezcan ellos los hombres de bien, que yo no deseo otro. ¿Veis aquí -mis manos? Miradlas, reconocedlas, que no son mías. Ésta es de un -príncipe eclesiástico y esta otra de un seglar. Con éstas reparto los -bienes, con éstas hago mercedes, con éstas dispenso las felicidades. -Ved á quién dan estas manos, á quién adelantan, á quién elevan. Que yo -siempre doy las cosas por manos de los mismos hombres ni tengo otras. Y -para que veáis cuánta verdad es ésta: - -¡Hola!, ¡hola!, llamadme aquí luego el Dinero, venga la Honra, los -Cargos, Premios y Felicidades, venga acá cuanto vale y se estima en el -mundo, comparezcan aquí todos cuantos se nombran bienes míos. - -Concurrieron luego todos y comenzó á alborotarlos cuerdamente. - -Venid acá, decía, ruin canalla, gente baja y soez, que vosotros, -infames, me tenéis sin honra. Di, tú, bellaco, di, tú, dinero, -[Marginal: _El dinero residenciado._] ¿por qué estás reñido con los -hombres de bien? ¿Por qué no vas á casa de los buenos y virtuosos? -¿Es posible que me digan que siempre andas con gente ruin, haciéndote -camarada con los peores del mundo, y me aseguran que nunca sales de sus -casas? ¿Esto se puede tolerar? - -Señora, respondió el Dinero, primeramente, todos los ruines, como son -rufianes, farsantes, espadachines y rameras, jamás tienen un real ni -para en su poder. Y si los buenos tampoco le tienen, no tengo yo la -culpa. - -¿Pues quién la tiene? - -Ellos mismos. - -¿Ellos? ¿De qué suerte? - -Porque no me saben buscar. Ellos no roban, no trampean, no mienten, -no estafan, no se dejan cohechar, no desuellan al pobre, no chupan la -sangre ajena, no viven de embeleco, no adulan, no son terceros, no -engañan: ¿cómo han de enriquecer, si no me buscan? - -¿Qué, es menester buscarle? Váyase él, pues corre tanto, á sus casas -mismas y ruégueles y sírvales. - -Señora, ya voy tal vez ó por premio ó por herencia y no me saben -guardar. Luego me echan puerta afuera, [Marginal: _Don Diego Antonio -Francés._] haciendo limosnas, remediando necesidades, más que -el arcipreste de Daroca. Pagan luego lo que deben, prestan, son -caritativos, no saben hacer una ruindad y así luego me echan puerta -afuera. - -No es echarte á rodar; sino subirte bien alto, hasta el cielo. Y tú, -Honra, ¿qué respondes? - -Lo mismo. Que los buenos no son ambiciosos, no pretenden, no se alaban, -no se entremeten; antes se humillan, se retiran del bullicio, no -multiplican cartas, no se presentan y así ni me saben buscar ni á ellos -los buscan. - -¿Y tú, Hermosura? - -[Marginal: _Belleza argüída._] - -Que tengo muchos enemigos. Todos me persiguen, cuando más me siguen. -Quiérenme para el mundo; nadie para el cielo. Siempre ando entre locas -y necias. Las vanas me placean, me sacan á vistas; las cuerdas me -encierran, me esconden, no se dejan ver y así siempre me topan con -gente ruin á tontas y á locas. - -Habla tú, Ventura. - -Yo, señora, siempre voy con los mozos, porque los viejos no son -atrevidos. Los prudentes, como piensan mucho, hallan grandes -dificultades; los locos son arrojados, los temerarios no reparan, los -desesperados no tienen qué perder. ¿Qué quieres tú que diga? - -¿No veis, exclamó la Fortuna, lo que pasa? - -Conocieron todos la verdad y valióle. - -Sólo el soldado volvió á replicar y dijo: - -Muchas cosas hay, que no dependen de los hombres; sino que tú -absolutamente las dispensas, las repartes como quieres y se quejan que -con notable desigualdad. Al fin, yo no sé cómo se es, que todos viven -descontentos: las discretas porque las hiciste feas, las hermosas -porque necias, los ricos porque ignorantes, los sabios porque pobres, -los poderosos sin salud, los sanos sin hacienda, los hacendados sin -hijos, los pobres cargados dellos, los valientes porque desdichados, -los dichosos viven poco, los desdichados son eternos. Así que á nadie -tienes contento. No hay ventura cumplida ni contento puro; todos son -aguados. - -Hasta la misma naturaleza se queja ó se escusa con que en todo te le -opones. Siempre andáis las dos de punta, que tenéis escandalizado el -mundo. Si la una echa por un cabo, la otra por el otro. [Marginal: -_Fama, fortuna y naturaleza reñidas._] Por el mismo caso que la -naturaleza favorece á uno, tú le persigues; si ella da prendas, tú -las desluces y las malogras. Pues vemos infinitos perdidos por esto, -grandes ingenios sin ventura, valentías prodigiosas sin aplauso, un -Gran Capitán retirado, un rey Francisco de Francia preso, un Enrico -IV muerto á puñaladas, un Marqués del Valle pleiteando, un rey don -Sebastián vencido, un Belisario ciego, un Duque de Alba encarcelado, un -don Lope de Hozes abrasado, un Infante Cardenal antecogido, un príncipe -don Baltasar, sol de España, eclipsado. Dígoos que traéis revuelto el -mundo. - -[Marginal: _Contrapesos de las felicidades._] - -Basta, dijo la Fortuna: que lo que más me habían de estimar los hombres -eso me calumnian. ¡Hola!, Equidad, vengan las balanzas. - -¿Veislas? ¿veislas? Pues sabed que no doy cosa, que no la pese y -contrapese primero, igualando muy bien estas balanzas. Venid acá, -necios, inconsiderados, si todo lo diera á los sabios, ¿qué hicierais -vosotros? ¿Habíais de quedar destituídos de todo? ¿Qué había de hacer -una mujer, si fuera necia, fea y desdichada? ¿Desesperarse? ¿Y quién se -pudiera averiguar con una hermosa, si fuera venturosa y entendida? Y si -no, hagamos una cosa. - -Traigan acá todas mis dádivas, vengan las lindas: si tan desgraciadas -son, truequen con las feas. Vengan los discretos: si tan descontentos -viven, truequen con los ricos necios, que todo no se puede tener. - -Fué luego pesando sus dádivas y disfavores, coronas, cetros, tiaras, -riquezas, oro, plata, dignidades y venturas. Y fué tal el contrapeso de -cuidados á las honras, de dolores á los gustos, de descréditos á los -vicios, de achaques á los deleites, de pensiones á las dignidades, de -ocupaciones á los cargos, de desvelos á las riquezas, de trabajos á la -salud, de crudezas al regalo, de riesgo á la valentía, de desdoros á la -hermosura, de pobreza á las letras, que cada uno decía: - -¡Démonos por buenos! - -Estas dos balanzas, proseguía la Fortuna, somos la naturaleza y yo, que -igualamos la sangre. Si ella se inclina á la una parte, yo á la otra; -si ella favorece al sabio, yo al necio; si ella á la hermosa, yo á la -fea. Siempre al contrario, contrapesando los bienes. - -[Marginal: _Fortuna justiciera._] - -Todo está bien, replicó el soldado; pero ¿por qué no has de ser -constante en una cosa y no andar variando cada día? ¿Para qué es buena -tanta mudanza? - -¿Qué más quisieran los dichosos?, respondió la Fortuna. ¡Bueno por -cierto! ¿Que siempre gozasen unos mismos los bienes y que nunca les -llegase su vez á los desdichados? Deso me guardaré yo muy bien. - -¡Hola!, Tiempo, ande la rueda, dé una vuelta y otra vuelta y nunca -pare. Abátanse los soberbios y sean ensalzados los humildes. Vayan á -veces. Sepan unos qué cosa es padecer y los otros gozar. Pues, si aun -con saber esto y llamarme la mudable, no se dan por entendidos los -poderosos, los entronizados, ninguno se acuerda de mañana, despreciando -los inferiores, atropellando los desvalidos, ¿qué hicieran, si ellos -supieran que no había de haber mudanza? - -¡Hola!, Tiempo, ande la rueda. Si aun deste modo son intolerables los -ricos, los mandones, ¿qué fuera, si se aseguraran, echando un clavo á -su felicidad? Éste sí que fuera yerro. - -¡Hola!, Tiempo, ande la rueda y desengáñese todo el mundo, que nada -permanece, sino la virtud. - -No tuvo más que replicar el soldado; antes volviéndose al estudiante, -le dijo: - -Pues vosotros, los bachilleres, sois los que más satirizáis la Fortuna, -¿cómo calláis ahora? Decid algo, que en las ocasiones es el tiempo de -hablar. - -Confesó él que no lo era; sólo venía á pretender un beneficio bobo. - -Mas la Fortuna: Ya sé, dijo, que los sabios son los que hablan más mal -de mí y en eso muestran serlo. - -Escandalizáronse todos mucho de oir esto. - -Y ella: Yo me desempeñaré. No es porque ellos así lo sientan, sino -porque lo sienta el vulgo, para tener á raya los soberbios. Yo soy -el coco de los poderosos. Conmigo les hacen miedo. Teman los ricos, -tiemblen los afortunados, escarmienten los validos, enfrénense todos. -Una cosa os quiero confesar y es que los verdaderos sabios, que son -los prudentes y virtuosos, son muy superiores á las estrellas. Bien -es verdad que tengo cuidado no engorden, porque no duerman. Que el -enjaulado jilguero, en teniendo que comer, no canta. Y porque veáis que -ellos saben ser dichosos: - -¡Hola!, arrastrad aquella mesa. - -Era redonda y capaz de todos los siglos. En medio della se ostentaban -muchas venturas, en bienes, digo cetros, tiaras, coronas, mitras, -bastones, varas, laureles, púrpuras, capelos, toisones, hábitos, -borlas, oro, plata, joyas y todas sobre un riquísimo tapete. [Marginal: -_Mesa de la fortuna._] Mandó luego llamar todos los pretendientes de -ventura, que fueron todos los vivientes, que ¿quién hay que no desee? -Coronaron la gran mesa y, teniéndolos así juntos, les dijo: - -Mortales, todos estos bienes son para vosotros. ¡Alto!, disponeos para -conseguirlos, que yo nada quiero repartir, por no teneros quejosos. -Cada uno escoja lo que quisiere y coja lo que pudiere. - -Hizo señal de agarrar y al punto comenzaron todos á porfía á alargar -los brazos y estirarse, para alcanzar cada uno lo que deseaba; pero -ninguno podía conseguirlo. [Marginal: _Don Diego Jerónimo Sala._] -Estaba ya uno muy cerca de alcanzar una mitra; aunque no la merecía -tanto como un vicario general y sea el doctor Sala. Anduvo porfiando -toda la vida tras ella; mas nunca la pudo asir y murió con aquel buen -deseo. - -Daba saltos un otro por una llave dorada y, aunque se fatigó y fatigó á -otros, como tenía dientes, se le defendía. - -Empinábanse algunos al rojo; al cabo se quedaban en blanco. - -Anhelaba otro y aun sudaba tras un bastón; mas vino una bala y -derribóle, cuando le iba á empuñar. - -Cogían unos la carrera muy de atrás y á veces por rodeos é indirectas. -Daban valientes saltos por alcanzar alguna cosa y quedábanse burlados. - -Andaba cierto personaje, aunque á lo disimulado, por alcanzar una -corona. Cansábase de ser príncipe de retén; mas quedóse con estas -esperanzas. - -Llegó un bravo gigantón, un castillo de huesos, que ya está dicho de -carne, no se dignó de mirar á los demás, burlándose de todos. - -Éste sí, dijeron, que se ha de alzar con todo y más que tiene cien -garras. - -Alzó el brazo, que fué izar una entena. Hizo temblar todos los bienes -de la Fortuna; mas, aunque le alargó mucho y le estiró cuanto pudo y -casi casi llegó á rozarse con una corona, no la pudo asir, de que quedó -hostigadísimo, maldiciendo y blasfemando su fortuna. - -Probábanse ya por una parte y ya por otra, porfiaban, anhelaban y al -cabo todos se rendían. - -¿No hay algún sabio?, gritó la Fortuna. Venga un entendido y pruébese. - -[Marginal: _Sabio señor de todo._] - -Salió al punto un hombre muy pequeño de cuerpo: que los largos, raras -veces fueron sabios. Riéronse todos en viéndole y decían: - -¿Cómo ha de conseguir un enano lo que tantos gigantes no han podido? - -Mas él, sin hacer del hacendado, sin correr ni correrse, sin matarse ni -matar, con linda maña, asiendo del tapete, lo fué tirando hacia sí y -trayendo con él todos los bienes juntos. - -Aquí alzaron todos el aplauso y la Fortuna dijo: - -Ahora veréis el triunfo del saber. - -Hallóse en un punto con todos los bienes en su mano, señor de todos -ellos. Fuélos tanteando y, habiéndolos sospesado, ni tomó la corona ni -la tiara ni el capelo ni la mitra; sino una medianía, teniéndola por -única felicidad. - -Viendo esto el soldado, llegóse á él y rogóle le alcanzase un bastón de -aquéllos y el cortesano un oficio. - -Preguntóle si quería ser ayuda de cámara. Y él dijo: - -De cámara no; de mesa sí. - -Mas no se halló tal plaza, que era muerta. - -Dábale una tenencia de la guarda. Tampoco la aceptó, por ser oficio de -coscorrones, de más ruido que provecho. - -Toma, pues, esta llave capona. - -¿Y cómo comeré yo sin dientes? No te canses en buscarme oficio en -palacio, que todo es ser mozo; búscame un gobierno allá en Indias y -mejor cuanto más lejos. - -Al estudiante le alcanzó su beneficio. Para Critilo y Andrenio un -espejo de desengaños. - -Mas ya en esto tocaron á despejar, el Tiempo con su muleta, la Muerte -con su guadaña, el Olvido con su pala, la Mudanza dando temerarios -empellones, el Disfavor puntapiés, la Venganza mojicones. - -Comenzaron á rodar unos y otros por una y otra parte. Que para el caer -no había sino una grada y ésa deslizadero; todo lo demás era un despeño. - -Cómo salieron deste común riesgo nuestros dos peregrinos de la vida, -que lo mejor del correr es el parar bien y lo más dificultoso de la -ventura es el buen dejo, ése será el principio de la Crisi siguiente. - - - - -TABLA - - - Páginas - - PRÓLOGO VII - - - PRIMERA PARTE - - CRISI I.--Náufrago Critilo, encuentra con - Andrenio, que le da prodigiosamente razón de sí. 7 - - CRISI II.--El gran teatro del universo. 14 - - CRISI III.--La hermosa naturaleza. 23 - - CRISI IV.--El despeñadero de la vida. 35 - - CRISI V.--Entrada del mundo. 50 - - CRISI VI.--Estado del siglo. 62 - - CRISI VII.--La fuente de los engaños. 79 - - CRISI VIII.--Las maravillas de Artemia. 98 - - CRISI IX.--Moral anatomía del hombre. 112 - - CRISI X.--El mal paso del salteo. 128 - - CRISI XI.--El golfo cortesano. 143 - - CRISI XII.--Los encantos de Falsirena. 161 - - CRISI XIII.--La feria de todo el mundo. 177 - - - SEGUNDA PARTE - - CRISI I.--Reforma universal. 199 - - CRISI II.--Los prodigios de Salastano. 216 - - CRISI III.--La cárcel de oro y calabozos - de plata. 234 - - CRISI IV.--El museo del discreto. 254 - - CRISI V.--Plaza del populacho y corral - del vulgo. 274 - - CRISI VI.--Cargos y descargos de la Fortuna. 289 - - - - - _Acabóse de imprimir esta edición - de “El Criticón” en la - imprenta “Renacimiento” - el día 25 de - Abril del año - MCMXIII_ - - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of El criticón (tomo 1 de 2), by -Baltasar Gracián y Morales - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL CRITICÓN (TOMO 1 DE 2) *** - -***** This file should be named 62691-0.txt or 62691-0.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/6/2/6/9/62691/ - -Produced by Ramón Pajares Box and the Online Distributed -Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was -produced from images generously made available by The -Internet Archive/Canadian Libraries) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions will -be renamed. - -Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright -law means that no one owns a United States copyright in these works, -so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United -States without permission and without paying copyright -royalties. 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You may copy it, give it away or re-use it under the terms -of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at -www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you'll -have to check the laws of the country where you are located before using -this ebook. - - - -Title: El criticón (tomo 1 de 2) - -Author: Baltasar Gracián y Morales - -Editor: Julio Cejador y Frauca - -Release Date: July 18, 2020 [EBook #62691] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL CRITICÓN (TOMO 1 DE 2) *** - - - - -Produced by Ramón Pajares Box and the Online Distributed -Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was -produced from images generously made available by The -Internet Archive/Canadian Libraries) - - - - - - -</pre> - - -<div class="front"> - <hr class="full" /> - <p><a href="#tnote">Nota de transcripción</a></p> - <p><a href="#ToC">Índice</a></p> - <h1 class="faux">El criticón</h1> -</div> - -<div class="screenonly"> - <hr class="chap" /> - <div class="figcenter"> - <img class="thin" - src="images/cover.jpg" - style="width: 28em; height: auto;" - alt="Cubierta del libro" /> - </div> -</div> - -<div class="aftit pt3"> - <hr class="chap0" /> - <div class="figcenter"> - <img src="images/illo_a001.jpg" - style="width: 9em; height: auto;" - alt="Logotipo del editor" /> - </div> -</div> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter"> -<div class="caja"> - -<p class="centra fs140 ws1">BIBLIOTECA RENACIMIENTO</p> -<p class="centra fs90 ws1 mt05">DIRIGIDA POR</p> -<p class="centra fs120 g2 ws1 mt0"><i>G. MARTÍNEZ SIERRA</i></p> - -<p class="centra fs90 ws1 mt05">COLECCIÓN DE</p> -<p class="centra fs140 ws1 mt0">OBRAS MAESTRAS<br /> -DE LA LITERATURA UNIVERSAL</p> - -<div class="figcenter"> - <img src="images/illo_a002.jpg" - style="width: 5em; height: auto;" - alt="Viñeta ornamental" /> -</div> - -<p class="centra ws1 mt1">LA EDICIÓN Y COMENTARIO</p> - -<p class="estrecho ws1">DE LOS TEXTOS CLÁSICOS ESPAÑOLES, LA TRADUCCIÓN -DE LOS EXTRANJEROS Y LOS PRÓLOGOS DE UNOS Y OTROS ESTÁN Á CARGO DE -EMINENTES ESCRITORES, CRÍTICOS Y ERUDITOS, LOS MÁS COMPETENTES EN LA -MATERIA:</p> - -<p class="estrecho ws1 mt05"><i>GABRIEL ALOMAR, AZORÍN, PÍO BAROJA, -JACINTO BENAVENTE, BERNARDO G. DE CANDAMO, AMÉRICO CASTRO, JULIO -CEJADOR, ENRIQUE DÍEZ-CANEDO, FERNANDO FORTÚN, RICARDO FUENTE, VICENTE -GARCÍA DE DIEGO, J. GÓMEZ OCERÍN, FRANCISCO A. DE ICAZA, JUAN R. -JIMÉNEZ, RICARDO LEÓN, EDUARDO MARQUINA, G. MARTÍNEZ SIERRA, FRANCISCO -MEDINA, ENRIQUE DE MESA, ANTONIO PALOMERO, R. PÉREZ DE AYALA, JACINTO -O. PICÓN, CIPRIANO RIVAS CHERIF, FRANCISCO RODRÍGUEZ MARÍN, VÍCTOR -SAID-ARMESTO, EUGENIO SELLÉS, RAMÓN M. TENREIRO, MIGUEL DE UNAMUNO, -FRANCISCO F. VILLEGAS. ETC., ETC.</i></p> - -<p class="centra fs90 ws1 mt05"><span class="fs110 g1">LA PARTE -ARTÍSTICA</span><br /> DE ESTAS EDICIONES ESTÁ ENCOMENDADA AL ILUSTRE -DIBUJANTE<br /> <span class="fs110 g1"><i>FERNANDO MARCO</i>.</span></p> - -</div> -</div> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="aftit"> - <p><span class="pagenum" id="Page_ii">p. ii</span></p> - <div class="figcenter"> - <img class="thick" - src="images/illo_b002.jpg" - style="width: auto; height: 37em;" - alt="Retrato de Gracián" /> - </div> - <p class="caption ws1"> - <big>RETRATO DEL P. BALTASAR GRACIÁN</big><br /> - <small>SACADO DEL LIENZO QUE PERTENECIÓ AL</small><br /> - COLEGIO DE LOS PP. JESUÍTAS DE CALATAYUD<br /> - <i>Y HOY ES PROPIEDAD DE D. FÉLIX SANZ DE LARREA</i>. - </p> -</div> - -<hr class="chap0" /> - -<div class="aftit"> - <p><span class="pagenum" id="Page_iv">p. iv</span></p> - <div class="figcenter"> - <img class="thin" - src="images/illo_b004.jpg" - style="width: 25em; height: auto;" - alt="Primera página de la portada" /> - </div> - <p class="caption smcap"> - Biblioteca Renacimiento.<br /> - Obras maestras de la literatura universal. - </p> -</div> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="aftit"> - <p><span class="pagenum" id="Page_v">p. v</span></p> - <div class="figcenter"> - <img class="thin" - src="images/illo_b005.jpg" - style="width: 25em; height: auto;" - alt="Segunda página de la portada" /> - </div> - <p class="centra fs200 g1 ws1">EL CRITICÓN</p> - <p class="centra fs75">POR</p> - <p class="centra fs150 ws1">LORENZO GRACIÁN</p> - <hr class="tir" /> - <p class="centra fs75 g2">EDICIÓN</p> - <p class="centra fs75 g2 ws1">TRANSCRITA Y REVISADA</p> - <p class="centra fs90 g2">POR</p> - <p class="centra fs110 g2 ws1">JVLIO CEJADOR</p> - <hr class="tir" /> - <p class="centra fs150 g2">RENACIMIENTO</p> - <p class="centra ws1"><i>Casa Central</i>: MADRID, <i>Pontejos 3</i></p> - <p class="centra">SVCVRSALES:</p> - <p class="centra g1 ws1">BVENOS AIRES, <i>Libertad 170</i><br /> - PARÍS, <i>26, Rue Richelieu</i></p> -</div> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_0"> - <p><span class="pagenum" id="Page_vii">p. vii</span></p> - <h2 class="nobreak g2">PRÓLOGO</h2> -</div> - -<p><i>El Padre Baltasar Gracián<a id="FNanchor_1" href="#Footnote_1" -class="fnanchor">[1]</a> y Morales nació en Belmonte, aldea de -la ciudad de Calatayud, el 8 de Enero de 1601, de casa y familia -infanzona. Tuvo por hermanos al P. Felipe Gracián, Clérigo Menor, -Asistente de su Religión en Roma; al P. Fr. Pedro Gracián, Trinitario, -que murió en la flor de su edad; al P. Fr. Raimundo Gracián, Carmelita -Descalzo. Varones todos religiosos y literatos, como se ve en su</i> Arte -de Ingenio y Agudeza, <i>Disc. 20, 13, 32 y 53. En el 25 dice que él se -crió en Toledo en casa de su tío el Licenciado Antonio Gracián. Enseñó -en la Compañía de Jesús letras humanas, filosofía y teología con el -crédito que puede suponerse.</i></p> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_1"><span class="label"><a -href="#FNanchor_1">[1]</a></span> En la partida de bautismo se halla -escrito <i>Galacián</i>, como todavía llama por Calatayud la gente del -pueblo á la familia <i>Gracián</i>, que aún dura en la comarca.</p> - -</div> - -<p><i>Exacto religioso, celoso en los cargos de su profesión, grande -orador, sabio filósofo, discreto, ingenioso y agudo sobre todo -encarecimiento. Tan dulce y suave en el numen poético como en la -ciencia y en la práctica del gobierno.</i></p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_viii">p. viii</span><i>Tuvo por -íntimos amigos á Manuel de Salinas, á Francisco Andrés de Ustarroz, -el Solitario, y al famoso anticuario oscense Vincencio Juan de -Lastanosa, el cual, según testimonio de su hijo Vincencio Antonio<a -id="FNanchor_2" href="#Footnote_2" class="fnanchor">[2]</a>, publicó en -Huesca las obras de Gracián contra la voluntad de su autor.</i></p> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_2"><span class="label"><a -href="#FNanchor_2">[2]</a></span> <i>Revista de Archivos</i>, t. VIII, 1877, -p. 30.</p> - -</div> - -<p><i>Fué Rector del Colegio de Tarragona y murió en el de Tarazona el 6 -de Diciembre de 1658, de edad de cincuenta y ocho años.</i></p> - -<p><i>Al pie del retrato del P. Gracián, que se hallaba en el claustro -del Colegio de los PP. Jesuítas de Calatayud, y que hoy posee D. Félix -Sanz de Larrea y reproducimos en esta edición, se lee:</i></p> - -<p xml:lang="la" lang="la">“<i>P. Balthasar Gracian ut iam ab ortu -emineret in Bellomonte natus est prope Bilbilim, confinis Martiali -patria, proximus ingenio, ut profunderet adhuc xristianas argutias -Bilbilis, quae poene exhausta videbatur in aethnicis. Ergo augens -natale ingenium innato acumine, scripsit</i> Artem ingenii <i>et arte fecit -scibile, quod scibiles facit artes. Scripsit item</i> Artem prudentiae <i>et -a se ipso artem didicit. Scripsit</i> Oraculum <i>et voces suas protulit. -Scripsit</i> Disertum <i>ut se ipsum describeret. Et ut scriberet</i> Heroem -<i>heroica patravit. Haec et alia eius scripta Mecenates Reges habuerunt, -Iudicem admirationem, Lectorem Mundum, Tipographum Aeternitatem. <span -class="pagenum" id="Page_ix">p. ix</span>Philippus 4<sup>s</sup> saepe -illius argutias inter prandium versabat, ne deficerent sales regiis -dapibus. Sed qui plausus excitaverat calamo, deditus Missionibus -excitavit planctus verbo, excitaturus desiderium in morte, qua raptus -est 6 Decemb. 1658, sed aliquando extinctus aeternum lucebit.</i>”</p> - -<p><i>Las obras de Gracián son:</i></p> - -<blockquote> - -<p>1. <i>El Criticón. Primera Parte en la Primavera de la Niñez y en el -Estío de la Juventud.</i> En Madrid 1650. Publicólo antes D. Vincencio -Juan de Lastanosa, amigo del autor, como escribe D. Vincencio Antonio -de Lastanosa, hijo de aquel insigne literato y anticuario, en su -manuscrito <i>Habilitación de las Musas</i>. Lo mismo hizo con la segunda y -tercera partes.</p> - -<p>2. <i>El Criticón. Segunda Parte. Juiciosa y cortesana Filosofía en el -Otoño de la varonil edad.</i> En Huesca por Juan Nogués, 1653.</p> - -<p>3. <i>El Criticón. Tercera Parte. En el Invierno de la Vejez.</i> En -Huesca 1653.</p></blockquote> - -<p><i>Las tres partes de</i> El Criticón <i>se imprimieron en dos tomos en -Madrid 1664 por Pablo de Val y en Barcelona el mismo año por Antonio -Lacavallería</i>.</p> - -<blockquote> - -<p>4. <i>El Héroe.</i> En Madrid 1630. En Huesca publicado por Lastanosa en -1637.</p> - -<p>5. <i>Agudeza y Arte de Ingenio.</i> Imprimióse en Huesca dos veces, años -de 1648 y 1649.</p> - -<p>6. <i>El Discreto.</i> Publicólo Lastanosa en Huesca 1645. Se reimprimió -en Bruselas, 1665.</p> - -<p>7. <i>El Político Don Fernando el Católico</i>, publicado por Lastanosa -en Zaragoza, año de 1640.</p> - -<p>8. <i>Oráculo Manual y Arte de Prudencia</i>, sacado de los Aforismos de -las Obras de Lorenzo Gracián. Diólo á luz Lastanosa en Huesca, año de -1647, edición que se desconoce; hay otra anterior á la de Madrid de -1653.</p> - -<p>9. <i>Meditaciones varias para antes y después de la Sagrada Co<span -class="pagenum" id="Page_x">p. x</span>munión</i>, que salieron con el -nombre de su autor, siendo Catedrático de Escritura, con el título de -<i>Comulgatorio</i> y se imprimió en Zaragoza el 1655.</p> - -<p>10. <i>Máximas del P. Baltasar Gracián con respuestas á los Críticos -del Hombre Universal</i>, que se estampó en París.</p> - -<p>11. <i>El Varón Atento</i>, de que hace mención el autor en el <i>Arte de -Ingenio</i> y en el <i>Discreto</i>.</p> - -<p>12. <i>Selvas de todo el año en verso</i>, que se publicaron por primera -vez con las demás obras en Barcelona, 1734.</p> - -<p>13. <i>Diversos Poemas</i>, que corren divididos.</p></blockquote> - -<p><i>Juntas todas estas obras se publicaron más tarde varias veces -dentro y fuera de España, entre ellas en Madrid por Pablo de Val, en -dos tomos, año 1664, Barcelona 1664, Amberes 1725, Barcelona 1757, -Madrid 1773.</i></p> - -<p><i>En todas ellas, en vez de su propio nombre Baltasar, salió el -de Lorenzo Gracián, no se sabe la causa. Tal vez lo puso su editor -Lastanosa, ya que las publicaba á disgusto de la modestia de su autor y -aludiendo á S. Lorenzo, natural de Huesca.</i></p> - -<p><i>Bien definió el vulgo el que lo definió: “El vulgo no es otra -cosa, que una sinagoga de ignorantes presumidos y que hablan más de -las cosas, cuanto menos las entienden.” Y no miréis al vestido ni á -los zapatos para tener á uno por del vulgo. “Aunque sea un príncipe, -en no sabiendo las cosas y queriéndose meter á hablar dellas, á dar -su voto en lo que no sabe ni tiene, al punto se declara hombre vulgar -y plebeyo”. De estos hombres vulgares, que pasan por sabios y sonlo á -veces en otras cosas, escribió el mismo autor: “Si dan en alabar á uno, -si una vez cobra fama,<span class="pagenum" id="Page_xi">p. xi</span> -aunque se eche después á dormir, él ha de ser un gran hombre. Aunque -ensarte después cien mil disparates, dicen que son sutilezas y que es -la primera cosa del mundo. Todo es que den en celebrarle. Y por el -contrario, á otros, que estarán muy despiertos, haciendo cosas grandes, -dicen que duermen y que nada saben”.</i></p> - -<p><i>Esto último le sucedió al autor de los renglones aquí citados, al -satírico más hondo que ha criado España, al ignorado Baltasar Gracián. -Por nebuloso é incomprensible se le califica, aunque ingenioso y sutil. -Sin que yo ni nadie alcance á casar estos dos extremos de</i> ingenioso -<i>é</i> incomprensible, <i>de</i> sutil <i>y</i> nebuloso. <i>Porque si la sutileza y -el ingenio no sirven para ver y hacer ver claramente las cosas, sino -antes para verlas y hacerlas incomprensibles y nebulosas, son una bien -triste cualidad.</i></p> - -<p><i>Lo que hay es que tan excelso ingenio como el de Gracián vuela muy -alto para el vulgo, y el vulgo, según la definición que de él mismo -hemos visto, abraza á más personajes, no sólo personillas, de lo que -parece.</i></p> - -<p><i>Yo apuesto que, si aquí asiento que Quevedo es mucho menos hondo, -más superficial, menos filósofo que Gracián, los más de mis lectores -lo echarán á exageración. Perdonen esos lectores, por muchos que sean, -que les meta en la docena de ese vulgo y que me atreva á apuntarles, -con todo el respeto que les debo, pero con toda la sinceridad que no -menos les debo á ellos y me debo á mí mismo, que juzgan de Gracián -y de Quevedo por lo que han oído, no por<span class="pagenum" -id="Page_xii">p. xii</span> propio juicio: lo cual es cabalmente lo -propio del vulgo.</i></p> - -<p><i>¿Qué alaban, qué desalaban? “Hablaba uno por boca de ganso y otro -murmuraba con hocico de puerco”, repetiré con el mismo Gracián. El -cual, como escondido jesuíta, que escribía en su rincón, sin meter la -bulla que Quevedo, es para mí, sin quitarle nada á Quevedo, más grande -que él; aunque para el vulgo fuera uno de los que dormían y sólo era -sonado por su</i> Agudeza y Arte de ingenio. <i>El vulgo trompeteó esta -obra de arte filosófico y no entendió ni pregonó</i> El Criticón, <i>obra -de filosofía artística. En la una se muestra filósofo tratando acerca -de la retórica y del arte, en la otra se muestra artista y escritor -consumado tratando acerca de la más honda filosofía.</i></p> - -<p><i>Quevedo, dice Farinelli, es inferior á Gracián en la profundidad, -en la energía, en la originalidad del pensamiento filosófico. Quevedo -tiene ideas geniales, que parecen y desaparecen como relámpagos. -Gracián tiene ideas completas, fijas, duraderas. Quevedo toca sin -penetrar, lleva consigo gran parte de la ciencia escolástica, se apoya -con preferencia en otras autoridades, sacrifica voluntariamente su -propio juicio, su razón y su lógica, sofoca el escepticismo al nacer -en su ánimo, apenas se le pone la infalible é indiscutible tradición -católica. No conoce ni regla ni sistema. Tiene menor capacidad y -firmeza de pensamiento que Gracián y á la vez menos gusto. En Quevedo -hay exuberancia de fantasía, en Gracián de reflexión. Quevedo es más -poeta, Gracián más filósofo.</i></p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_xiii">p. xiii</span><i>Hago mío el -juicio que él mismo da de Quevedo, en el cual se verá cómo escribía -el filósofo aragonés: “Acertó á sacar unas (hojas) de tal calidad, -que al mismo punto los circunstantes las apetecieron y unos las -mascaban, otros las molían y estaban todo el día sin parar, aplicando -el polvo á las narices.—Basta, dijo: que estas hojas de Quevedo son -como las del tabaco, de más vicio que provecho, más para reir que para -aprovechar.”</i></p> - -<p><i>Las hojas de</i> El Criticón <i>ni las han apetecido ni menos mascado -las gentes vulgares: son más para aprovechar y llorar, que para reir -y enviciar las narices. Schopenhauer, que buscaba el provecho y el -lloro, no el vicio ni la risa, fué el primero que las alabó y de -ellas se aprovechó. Los españoles “abrazan todos los estranjeros, -pero no estiman los propios”. Bien ha sido menester venga un alemán á -descubrirnos al vulgo de los españoles lo que no sabíamos apreciar.</i></p> - -<p><i>Gracias que en el correr de los siglos el vulgo se hunde é hinca -el pico para siempre jamás y los que verdaderamente entienden, por -poquísimos que sean, con el andar de la Historia van haciéndose -muchos y sus escritos siguen hablando á las nuevas generaciones. Es -el triunfo, que el tiempo da á la verdad, encargándose á la vez de ir -tapando la boca al vulgacho, harto de oirle vocear necedades los pocos -días que de vida le concede.</i></p> - -<p><i>Alcanza el mal sino hasta á los más esclarecidos ingenios. Pocos -tan desconocidos y olvidados como el gran filó<span class="pagenum" -id="Page_xiv">p. xiv</span>sofo aragonés, con ser bien pocos los que -en España y aun fuera de ella puedan serle comparados. Fué demasiado -hombre para un tiempo en que el ingenio español había bastardeado en -ingeniosidad de bambolla, de palabrería huera, de burbujas de jabón. -El culteranismo, el gongorismo carcomía y tranzaba el recio y frondoso -árbol de la literatura.</i></p> - -<p><i>Cada hombre es, en la mitad por lo menos, hijo de su tiempo. -Gracián, arrastrado por la ley de naturaleza, también iba á serlo. -Metióse á retórico, como los demás; pero, como no era cual los -demás, sin dejar de ser de su tiempo, sobrepujó á todos y, en vez -del culteranismo palabrero y hueco, sin sustancia, su obra retórica -ensalzó lo único de bueno y verdadero, que en aquella desviación del -gusto literario yacía sin echarlo nadie de ver, la</i> Agudeza y Arte de -ingenio. <i>Dote, ciertamente del arte de escribir; pero que los tiempos -aquellos le hicieron creer á Gracián era la única ó principal. En -esto estuvo el error, que para mí más ha de atribuirse á su siglo, -que al autor mismo. Todos le reconocieron como un maestro; aunque su -escuela distaba tanto de la de Góngora como el alma del cuerpo, la -sustancia del accidente, el concepto de la palabra: era la escuela -conceptista, de la ingeniosidad del pensamiento, harto diferente de -la fantasmagórica del retruécano, del puro juego de palabras, de la -extravagancia de la metáfora.</i></p> - -<p><i>Aun en su yerro fué grande.</i></p> - -<p><i>Pusiéronle en las nubes y, cuando quiso aplicar su penetración, -erudición, experiencia y maravillosas dotes de<span class="pagenum" -id="Page_xv">p. xv</span> pensador á una obra honda de crítica moral, -ya nadie le entendió. Andaban á pájaros y no vieron al gran filósofo, -la cabeza baja, la mano en la mejilla. Hablaba como sabio á necios. El -gusto se desvahaba en nubes sin sustancia.</i></p> - -<p><i>Medio siglo después llegó el seudo-clasicismo de Francia con -su regla y compás, con su tijera, hecha á recortar los evónimos y -boneteros de los jardines de Versalles. Al cesto fueron de un golpe -cuantos libros se habían escrito y leído en España durante dos -centurias, por no compasarse con tan menguado compás y regla. Á vueltas -iban también los feos y raquíticos tomos de</i> El Criticón, <i>infamemente -salidos de las prensas de Huesca y que no había leído nadie.</i></p> - -<p><i>Pero en sonando que suene una vez la voz del ingenio, tarde -ó temprano recude de una ú otra parte. Esta vez recudió de -Alemania. Cristiano Enrico Postel en su epístola</i> De linguae -Hispanae difficultate, elegantia et utilitate, <i>llamaba á fines -del siglo</i> <span class="asc">XVII</span> <i>á Gracián “<span -xml:lang="la" lang="la">unicus</span>”, “<span xml:lang="la" -lang="la">summus</span>”, añadiendo: “<span xml:lang="la" -lang="la">Huius viri sunt libri, quibus in eo genere orbis terrarum -nil maius vidit. In stylo enim illo nemo tersior, in phrasibus nemo -uberior, in metaphoris nemo iudiciosior, in maiestate nemo sublimior, -in allusionibus nemo felicior.</span>” En Alemania cayó la semilla -de</i> El Criticón <i>como en tierra bien aparejada y dió sus frutos en -los grandes pensadores que la ilustraron. Ha tratado este asunto -Karl Borinski en su obra</i> Baltasar Gracian und die Hofliteratur in -Deutschland, <i>Halle 1894. Obra que además<span class="pagenum" -id="Page_xvi">p. xvi</span> dió pie al gran erudito italiano y -devotísimo de las cosas españolas Arturo Farinelli para escribir en -la</i> Revista crítica de historia y literatura españolas, portuguesas é -hispano-americanas <i>(año I, n. 2) un estudio crítico sobre Gracián, tan -acabado, que harto mejor partido fuera haberlo puesto aquí en lugar de -este malaliñado prólogo. Tomémosle al menos sus últimas palabras.</i></p> - -<p>“<i>No ha sido gloria pequeña de Gracián la de haber cautivado, en -el atormentadísimo siglo que ahora baja al sepulcro, el corazón y la -fantasía de Schopenhauer, el grande escudriñador pesimista de las -quimeras humanas. Ni Gracián siquiera, el jesuíta solitario, apartado -siempre de los torbellinos del mundo, destilando de su cerebro y de la -sabiduría de sus libros favoritos la ciencia de la vida, la ciencia del -hombre, que expuso con sagacidad deslumbradora en breves tratados y -en la alegoría verdaderamente inmortal de</i> El Criticón, <i>el moralista -agudo y amargo, convencido de la vanidad inmensa de todas las cosas -humanas, ni Gracián, digo, hubiera soñado, aun en los más halagadores -sueños, llegar á tal punto con sus doctrinas y fecundar, á la -distancia de dos siglos, la ciencia y la experiencia de otros geniales -pensadores.</i>”</p> - -<p>“<i>¿Puede llegar á más nuestra desdicha?, decía Feijóo en 1751. -Ó por mejor decir, ¿puede llegar á más nuestro oprobio, que el que -los mismos extranjeros nos den en rostro con la desestimación de -nuestros escogidos autores?</i>”—<i>Sí, había que responderle. La desdicha -de los españoles<span class="pagenum" id="Page_xvii">p. xvii</span> -del siglo</i> <span class="asc">XX</span> <i>llega más allá. Sin el -menor sonrojo han oído á los sabios alemanes é italianos, ingleses -y franceses echárselo en cara, se han encogido de hombros y no han -pensado en abrir</i> El Criticón, <i>de Gracián. Y hablo no de la plebe: -para la plebe no son las obras de los grandes pensadores. ¿Cuántas -personas cultas, cuántos literatos lo han leído? Cada uno de mis -lectores sabe de sí. ¡Qué extraño es nos vengan después con que no ha -habido pensamiento ni pensadores en España! No ha faltado quien ha -dicho sobre el particular la última palabra de la desidia española: -¡Rarezas de Schopenhauer! Así se ha respondido á la frase aquella -del famoso filósofo alemán, escribiendo á Keil en 1832: “Mi escritor -favorito es este filosófico Gracián. He leído todas sus obras. Su</i> -Criticón <i>es para mí uno de los mejores libros del mundo. De buena gana -lo traduciría, si hallara un editor para imprimirlo.”</i></p> - -<p><i>Las fuentes de donde bebió Gracián fueron tantas, que enzarzada -tarea echará sobre sí el que emprenda comentarlo. Hombre de variadísima -lectura, escudriñó en su lengua original los grandes pensadores griegos -y romanos, el enjambre de políticos y moralistas, que se dieron en -España durante los siglos</i> <span class="asc">XVI</span> <i>y</i> <span -class="asc">XVII</span> <i>y, sobre todo, los más famosos entre los -italianos. Aprovechóse de Platón, Aristóteles, Plutarco, Luciano, -Tácito, Marcial y Séneca, entre los clásicos; de Guevara, Fox Morcillo</i> -(Regni Regisque institutione, <i>1556</i>), <i>Ginés de Sepúlveda</i> (De -Regno et Regis officiis, <i>1571</i>), <i>Juan de Torres</i> (Filosofía moral -de prínci<span class="pagenum" id="Page_xviii">p. xviii</span>pes, -<i>1576</i>), <i>Alonso de Barros</i> (Filosofía cortesana moralizada, <i>1587</i>), -<i>C. de Bobadilla</i> (Política para corregidores y señores de vasallos -en tiempos de paz y de guerra, <i>1597</i>), <i>M. de Carvalho</i> (Espejos -de Príncipes y Ministros, <i>1598</i>), <i>Juan Márquez</i> (El Gobernador -cristiano, <i>1612</i>), <i>Juan de Salazar</i> (Política española, <i>1619</i>), -<i>Francisco de Barreda</i> (El mejor Príncipe Trajano Augusto, <i>1622</i>), -<i>Claudio Clemente</i> (Machiavellismus iugulatus, <i>1637</i>), <i>Diego Niseno</i> -(El gran padre de los creyentes Abrahan, El Político del cielo, -<i>1636-8</i>), <i>Mariana</i> (De Rege), <i>Agustín de Rojas</i> (Buen repúblico), -<i>José Micheli Márquez</i> (Deleite y amargura de las dos cortes, celestial -y terrena, <i>1642</i>), <i>Quevedo, Antonio López de Vega, Pedro Fernández de -Navarrete, Juan Eusebio Nieremberg, Vera y Zúñiga, Padilla Manrique</i> -(Idea de nobles y sus desempeños en aforismos, <i>1637-44</i>), <i>Antonio -Pérez</i> (Norte de príncipes, Aforismos), <i>Saavedra Fajardo, Alonso de -Ledesma, etc., etc., de entre los españoles; del Petrarca, Boscán, -Maquiavelo, Alciato, Giovio, Doni, Guicciardini, Bentivoglio, Birago, -Siri, y, sobre todo, de Malvezzi, Botero y Boccalini, entre los -italianos.</i></p> - -<p><i>Pero “el mejor libro del mundo es el mismo mundo”, decía el mismo -Gracián. Sus amigos Ustarroz, Lastanosa, Manuel de Salinas, llevábanle -libros, que nunca hartaban su sed de leer; empero el hondo conocimiento -del mundo, que supo pintar como nadie, los desengaños de la vida, la -infelicidad humana en los vaivenes de la fortuna y hasta en<span -class="pagenum" id="Page_xix">p. xix</span> sus más soterradas raíces, -los disparates de los hombres, el reinado de la injusticia señoreándolo -todo, la verdadera sabiduría, que desprecia los bienes aparentes y se -yergue armada de valor y ceñido el corazón de santa saña para pelear -oponiendo la</i> milicia <i>á la</i> malicia, <i>sin dejarse vencer á vista del -poder del mal, todo eso no lo aprendió Gracián en los libros, que en -los libros nadie lo aprendió; sino en las misiones á que á veces se -dedicó, en la soledad y apartamiento á tiempos de los hombres, en la -viva penetración de su poderosa inteligencia, en la nobleza y reciura -aragonesa de su corazón.</i></p> - -<p><i>Y en esto se parece á Nietzsche, más bien que á los grandes -pesimistas Spinoza, Leopardi, Schopenhauer y Hartmann, de cuya -filosofía dice con razón Farinelli ser la de Gracián el primer eslabón -de la cadena. No se abate ni se somete y rinde el fiero aragonés á la -resignación ni al quietismo, no quiere sufrir ni tolerar tan triste -destino; sino que salta colérico, afila sus armas y se lanza denodado -á la lucha de la vida, porque sabe que sólo el héroe, el esforzado -combatiente, alcanza la victoria.</i></p> - -<p><i>¿Cómo el hombre tiene que acometer á sus enemigos en la vida, -cuáles cualidades del ánimo y del entendimiento tiene que desarrollar -con preferencia, en cuál manera debe guiar su frágil navecilla en este -borrascoso mar para llegar seguro al puerto, al sosiego deseado, á la -quietud y al descanso? Tal es el problema, en cuya solución empeñó -Gracián su pluma, intentando formar el varón perfecto y aca<span -class="pagenum" id="Page_xx">p. xx</span>bado, que se levante sobre -el vulgo, discreto en el pensar, ingenioso en el decir, héroe en el -obrar.</i></p> - -<p><i>Si realismo es llevar al arte lo que hay de hecho en la realidad, -aunque tamizado por el cerebro del artista, Gracián nada tiene de -artista realista. No trae nada de fuera; lo saca de dentro, de su -poderosa imaginación. Todos son símbolos, virtudes, vicios, cualidades -personificadas, ya en personajes históricos, ya en puramente -fantásticos. Las escenas en que tercian estos personajes simbólicos no -son menos hijas de la fantasía de Gracián. Con todo es tal la preñez -de realidad y de vida, que en la cabeza de este filósofo y artista -soberano engendra personajes y escenas de pura fantasía, que bullen y -hablan como si fueran personas de carne y hueso, solo que condensan -los vicios, las virtudes, los conceptos abstractos, como no pudieran -condensarlos los personajes reales. Es artista, no de fuera adentro, -como los realistas; sino de dentro á fuera, como los verdaderos -filósofos.</i></p> - -<p><i>Pero para Platón lo únicamente real son las ideas, de las cuales -los hombres y las cosas son puras sombras, que de ellas participan -y por ellas son y viven, como viven y son las sombras por reflejar -los seres reales. Los personajes de Gracián no son otros que las -ideas platónicas y en este sentido más reales que los de los artistas -realistas. No son condensaciones teatrales, muñecos tiesos, movidos -siempre por resorte y torpe, esquinadamente, porque no parece han -salido de la condensación de las cualidades de los seres vi<span -class="pagenum" id="Page_xxi">p. xxi</span>vos en un seco concepto; -sino que metidos esos seres en la fragua del ingenio filosófico de -Gracián, han brotado de ella en su primitiva forma de ideas platónicas, -anteriores á la realidad.</i></p> - -<p><i>Este simbolismo lo aprendió Gracián, según me sospecho, en la</i> -Cárcel de Amor, <i>y, sobre todo, en</i> Guzmán de Alfarache, <i>donde hizo -alguna vez primoroso alarde del género Mateo Alemán. Por eso llamó -al escritor sevillano el escritor aragonés “el mejor y más clásico -español”.</i></p> - -<p><i>Es Gracián el continuador de Séneca, de Mateo Alemán y de Quevedo, -como satírico moralista; pero diferénciase de todos ellos por haber -buscado más en lo hondo, sacando como personajes de su obra las puras -ideas platónicas y dádoles con todo eso vida en un diálogo tan vivo -y real como el</i> Guzmán de Alfarache, <i>obra de filósofo realista de -fuera adentro. Tan variado y ligero es Gracián en su</i> Criticón, <i>como -en sus</i> Sueños <i>es Quevedo, tan sentencioso y dogmático como en sus</i> -Epístolas <i>Séneca. Gana á Séneca en lo ceñido, escultural y hondo de -los dictámenes, á Mateo Alemán en el mismo realismo al modo dicho, á -Quevedo en lo macizo, sistemático y escéptico de las doctrinas, á todos -tres en la profundidad filosófica.</i></p> - -<p><i>Óigase el juicio de Menéndez y Pelayo<a id="FNanchor_3" -href="#Footnote_3" class="fnanchor">[3]</a>: “Talento de estilista -de primer orden, maleado por la decadencia li<span class="pagenum" -id="Page_xxii">p. xxii</span>teraria, pero así y todo, el segundo de -aquel siglo en originalidad de invenciones fantástico-alegóricas, en -estro satírico, en alcance moral, en bizarría de expresiones nuevas -y pintorescas, en humorismo profundo y de ley, en vida y movimiento -y efervescencia continua, de imaginación tan varia, tan amena, tan -prolífica, sobre todo en su</i> Criticón, <i>que verdaderamente maravilla y -deslumbra, atando de pies y manos el juicio, sorprendido por las raras -ocurrencias y excentricidades del autor, que pudo no tener gusto, pero -que derrochó un caudal de ingenio como para ciento.”</i></p> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_3"><span class="label"><a -href="#FNanchor_3">[3]</a></span> <i>Ideas estéticas</i>, t. II, vol. II, p. -535.</p> - -</div> - -<p><i>Este juicio del maestro me parece atinado, si al llamarle el -segundo de su siglo miraba á Cervantes, como al primero de él; pero -no, si miraba á Quevedo. Tampoco admito lo del mal gusto ni las -excentricidades tratándose de</i> El Criticón, <i>aunque sí tratándose de -algunas otras de sus obras.</i></p> - -<p><i>Algo, muy poco, de la falsa bambolla, propia del tiempo, empaña -alguna que otra vez el mismo</i> Criticón; <i>pero fuera de esto, el estilo -es claro y transparente, como no suele serlo en sus obrillas menudas -de estilo puramente sentencioso, y el lenguaje tan castizo y rico en -modismos y rodeos castellanos como el de Cervantes, Mateo Alemán y -Quevedo.</i></p> - -<p><i>Cuanto á la profundidad de concepción de la obra total, á la fuerza -y amargor de la sátira de la sociedad, al escudriñamiento de las almas -y al conocimiento del mundo y de la vida, de lo cual nada dice Menéndez -y Pelayo, no<span class="pagenum" id="Page_xxiii">p. xxiii</span> sólo -es para mí</i> El Criticón <i>la obra más grande escrita en España, pero -acaso en el mundo entero.</i></p> - -<p><i>“Más obran quintas esencias, que fárragos”, decía Gracián, y -verdaderamente sus obras son quintas esencias. Gran artista de la -palabra, maestro del arte de hablar le creyeron sus contemporáneos, y -de hecho</i> El Criticón <i>es un raudal bullente y despeñado, que salta -de un solo chorro y corre por entre peñascales sin el menor tropiezo, -arrollándolo todo y cual si deslizase por un cauce de arena. Pero no -es raudal de retórico desfrenado, no es folla ni soniquete huero; -es raudal quintesenciado de acendradísimo oro, donde no huelga una -frase ni desdice un pensamiento de la más elevada filosofía. Cada</i> -Crisi <i>es un estudio acabado con maestría sin igual y las</i> Crisis -<i>van creciendo en importancia cada vez mayor, y el teatro de la vida -humana ensanchándose y las negras tintas, que sombrean las miserias -de los hombres ennegreciéndose y ensombreciéndose por momentos. Las -más profundas sentencias de los mayores pensadores han desaguado en</i> -El Criticón; <i>pero hánse revestido de una tan nueva y desusada forma, -hánse concentrado en un tan fuerte elixir, que están desconocidas y -nos muestran el poder de aquel asombroso cerebro, que como ningún -otro alcanzaba á alquitarar la expresión y dar espíritu á los -pensamientos.</i></p> - -<p><i>Era incapaz un tan hondo filósofo de aderezar una novela, por -filosófica que fuese, metiendo en una acción y en unos personajes -particulares la filosofía de la vida, como ella<span class="pagenum" -id="Page_xxiv">p. xxiv</span> verbeneaba en su cabeza; tuvo que vaciar -esa filosofía en símbolos condensados, en matrices de novelas, en un -cuadro fantasmagórico de tanto alcance, que puede servir de clave á -todas las novelas de hechos particulares, que artistas menos preñados -de pensamientos y de más vagar que este pensador, verdaderamente -volcánico, saben tomar de la realidad y describir despaciosamente.</i></p> - -<p><i>Torno á repetirlo: Baltasar Gracián es el más grande pensador de la -raza hispana y uno de los grandes pensadores de la humanidad. Leed</i> El -Criticón <i>y lo veréis.</i></p> - -<p class="firma"><i>JULIO CEJADOR.</i></p> - - - - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1"> - <hr class="chap" /> - <p><span class="pagenum" id="Page_1">p. 1</span></p> - <p class="centra fs200 g1 ws1">EL CRITICÓN</p> - <h2 class="nobreak peq ws1">PRIMERA PARTE</h2> - <p class="centra fs150 ws1">EN LA PRIMAVERA DE LA NIÑEZ<br /> Y EN - EL ESTÍO DE LA JUVENTUD</p> - <hr class="chap" /> -</div> - - -<div class="chapter pt3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_3">p. 3</span></p> - <p class="centra fs140 ws1">Á DON PABLO DE PARADA</p> - <p class="subh3c ws1">CABALLERO DE CRISTO, GENERAL DE LA ARTILLERÍA - Y GOBERNADOR DE TORTOSA</p> -</div> - -<p>Si mi pluma fuera tan biencortada como la espada de <abbr -title="Vuestra Señoría">V. S.</abbr> cortadora, aun pareciera escusable -la ambición del patrocinio; ya que no llegue á tanto, solicita una muy -valiente defensa. Nació con V. S. el valor en su patria Lisboa, creció -en el Brasil entre plausibles bravezas y ha campeado en Cataluña entre -célebres victorias.</p> - -<p>Rechazó V. S. al bravo Mariscal de la Mora en los asaltos, que dió -á Tarragona por el puesto de San Francisco, que V. S. con su tercio y -su valor tan bizarramente defendió. Desalojó después al que llamaban el -invencible Conde de Arcuhurt, sacándole de las trincheras sobre Lérida, -acometiendo con su regimiento de la Guarda el fuerte real, que ocupó -y defendió contra el general recelo. Y desta calidad pudiera referir -otras muchas facciones, aconsejadas primero de la prudencia militar de -V. S. y ejecutadas después de su gran valor. Emula dél la felicidad, -le asistió á V. S., siendo General de la flota, para que la condujese -á España con tanta prosperidad y riqueza. Y de aquí se ha ocasionado -aquella altercación entre los grandes Ministros, si es V. S. mejor para -las armadas de mar ó para las de tierra, siendo eminente en todas. Por -no hacer sospechosas estas verdades, aunque tan sabidas, con el afecto -de ami<span class="pagenum" id="Page_4">p. 4</span>go, quisiera hablar -por boca de algún enemigo; pero ninguno le hallo á V. S. Sólo uno que, -para desconocer obligaciones quiso afectarlo, no pudo. Pues él mismo -decía, ¡brava cosa!, que: “Quisiera decir mal deste hombre y no hallo -qué poder decir”.</p> - -<p>Pero lo que yo más celebro es que, siendo V. S. hombre tan sin -embeleco, se haya hecho lugar en la mayor estimación de nuestro -siglo.</p> - -<p>El cielo le prospere. <abbr title="Besa la mano">B. L. M.</abbr> de -V. S. su más apasionado</p> - -<p class="firma"><i>LORENZO GRACIÁN</i></p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_5">p. 5</span></p> - <p class="centra fs140 ws1">Á QUIEN LEYERE</p> -</div> - -<p>Esta Filosofía cortesana, el curso de tu vida en un discurso, -te presento hoy, lector juicioso, no malicioso. Y aunque el título -está ya provocando ceño, espero que todo entendido se ha de dar por -desentendido, no sintiendo mal de sí.</p> - -<p>He procurado juntar lo seco de la filosofía con lo entretenido de la -invención, lo picante de la sátira con lo dulce de la épica, por más -que el rígido Gracián lo censure, juguete de la traza en su más sutil -que provechosa Arte de ingenio. En cada uno de los autores de buen -genio he atendido á imitar lo que siempre me agradó, las alegorías de -Homero, las ficciones de Esopo, lo doctrinal de Séneca, lo juicioso de -Luciano, las descripciones de Apuleyo, las moralidades de Plutarco, -los empeños de Eliodoro, las suspensiones del Ariosto, las crisis del -Boquelino y las mordacidades de Barclayo. Si lo habré conseguido, -siquiera en sombras, tú lo has de juzgar.</p> - -<p>Comienzo por la hermosa naturaleza, paso á la primorosa arte y paro -en la útil moralidad. He dividido la obra en dos partes, treta de -discurrir lo penado, dejando siempre picado el gusto, no molido.</p> - -<p>Si esta primera te contentare, te ofrezco luego la segunda, ya -dibujada, ya colorida; pero no retocada y tanto más crítica, cuanto son -más juiciosas las otras dos edades de quienes se filosofa en ella.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1_1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_7">p. 7</span></p> - <h3 class="g1 ws1">CRISI PRIMERA</h3> - <p class="subh3c"><i>Náufrago Critilo, encuentra con Andrenio, que le - da prodigiosamente razón de sí.</i></p> -</div> - -<p>Ya entrambos mundos habían adorado el pie á su universal monarca -el católico Filipo. Era ya real corona suya la mayor vuelta, que el -sol gira por el uno y otro hemisferio. Brillante círculo, en cuyo -cristalino centro yace engastada una pequeña isla ó perla del mar ó -esmeralda de la tierra. Dióla nombre augusta emperatriz, para que ella -lo fuese de las islas, corona del océano. Sirve, pues, la isla de Santa -Elena en la escala del un mundo al otro, de descanso á la portátil -Europa y ha sido siempre venta franca, mantenida de la divina próvida -clemencia en medio de inmensos golfos á las católicas flotas del -oriente.</p> - -<p>Aquí, luchando con las olas, contrastando los vientos y más los -desaires de su fortuna, mal sostenido de una tabla, solicitaba puerto -un náufrago, monstruo de la naturaleza y de la suerte, cisne en lo ya -cano y más en lo canoro, que así exclamaba entre los fatales confines -de la vida y de la muerte: ¡Oh vida! - -<span class="sidenote"><i>Vida.</i></span> - -¡No habías de comenzar; pero, ya que comenzaste, no habías de acabar! -No hay cosa más deseada ni más frágil que tú eres y el que una vez -te pierde, tarde te recupera: desde hoy te estimaría como á perdida. -Madrastra se mostró la naturaleza con el hombre, pues lo que le quitó -de conocimiento al nacer, le restituye al morir: allí porque se -perciban los bienes que se reciben y aquí porque se sientan los males -que se conjuran.</p> - -<p>¡Oh tirano mil veces de todo el ser humano aquel primero,<span -class="pagenum" id="Page_8">p. 8</span> que con escandalosa temeridad -fió su vida en un frágil leño al inconstante elemento! Vestido -dicen que tuvo el pecho de aceros, mas yo digo que revestido de -hierros. En vano la superior atención separó las naciones con los -montes y los mares, si la audacia de los hombres halló puentes para -trasegar su malicia. Todo cuanto inventó la industria humana ha sido -perniciosamente fatal y en daño de sí misma. La pólvora es un horrible -estrago de las vidas, instrumento de su mayor ruina y una nave no es -otro, que un ataúd anticipado. Parecíale á la muerte teatro angosto de -sus tragedias la tierra y buscó modo cómo triunfar en los mares, para -que en todos elementos se muriese.</p> - -<p>¿Qué otra grada le queda á un desdichado para perecer, después que -pisa la tabla de un bajel, cadalso merecido de su atrevimiento? Con -razón censuraba el Catón, aun de sí mismo, entre las tres necedades -de su vida, el haberse embarcado por la mayor. ¡Oh suerte! ¡Oh cielo! -¡Oh fortuna! Aun creería que soy algo, pues así me persigues y, cuando -comienzas, no paras hasta que apuras. Válgame en esta ocasión el valer -nada, para repetir de eterno.</p> - -<p>De esta suerte hería los aires con suspiros, mientras azotaba las -aguas con los brazos, acompañando la industria con minerva. - -<span class="sidenote"><i>Grandes<br /> hombres.</i></span> - -Pareció ir sobrepujando el riesgo, que á los grandes hombres los -mismos peligros ó los temen ó los respetan. La muerte á veces recela -el emprenderlos y la fortuna los va guardando los aires. Perdonaron -los aspides á Alcides, las tempestades á César, los aceros á Alejandro -y las balas á Carlos V. ¡Mas ay!, que, como andan encadenadas las -desdichas, unas á otras se introducen y el acabarse una es de ordinario -el engendrarse otra mayor. Cuando creyó hallarse en el seguro regazo de -aquella madre común, volvió de nuevo á temer que, enfurecidas las olas, -le arrebataban para estrellarle en uno de aquellos escollos, duras -entrañas de su fortuna, Tántalo de la tierra, huyéndosele de entre las -manos, cuando más segura la creía: que un desdichado, no sólo no halla -agua en el mar, pero ni tierra en la tierra.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_9">p. 9</span>Fluctuando estaba entre -uno y otro elemento, equívoco entre la muerte y la vida, hecho víctima -de su fortuna, cuando un gallardo joven, ángel al parecer y mucho más -al obrar, alargó sus brazos para recogerle en ellos, amarras de un -secreto imán, si no de hierro, asegurándole la dicha con la vida. En -saltando en tierra, selló sus labios en el suelo, logrando seguridades -y fijó sus ojos en el cielo, rindiendo agradecimientos. Fuése luego -con los brazos abiertos para el restaurador de su vida, queriendo -desempeñarse en abrazos y en razones. No le respondió palabra el que le -obligó con las obras; sólo daba demostraciones de su gran gozo en lo -risueño y de su mucha admiración en lo atónito en el semblante. Repitió -abrazos y razones el agradecido náufrago, preguntándole de su salud y -fortuna y á nada respondía el asombrado isleño.</p> - -<p>Fuéle variando idiomas de algunos que sabía; mas en vano, pues, -desentendido de todo, se remitía á las extraordinarias acciones, no -cesando de mirarle y de admirarle, alternando extremos de espanto y de -alegría.</p> - -<p>Dudara con razón el más atento ser inculto parto de aquellas -selvas, si no desmintieran la sospecha lo inhabitado de la isla, lo -rubio y tendido de su cabello, lo perfilado de su rostro, que todo le -sobrescribía europeo. Del traje no se podían rastrear indicios, pues -era sola la librea de su inocencia.</p> - -<p>Discurrió más el discreto náufrago, si acaso viviría destituído de -aquellos dos criados del alma, el uno de traer y el otro de llevar -recados, el oir y el hablar. Desengañóle presto la experiencia, pues -al menor ruido prestaba atenciones prontas sobre el imitar con tanta -propiedad los bramidos de las fieras y los cantos de las aves, que -parecía entenderse mejor con los brutos, que con las personas: tanto -pueden la costumbre y la crianza. Entre aquellas bárbaras acciones -rayaba como en vislumbres la vivacidad de su espíritu, trabajando el -alma, por mostrarse: que donde no media el artificio, toda se pervierte -la naturaleza.</p> - -<p>Crecía en ambos á la par el deseo de saberse las fortunas y<span -class="pagenum" id="Page_10">p. 10</span> las vidas; pero advirtió el -entendido náufrago que la falta de un común idioma les tiranizaba esta -fruición. Es el hablar efecto grande de la racionalidad: que quien no -discurre, no conversa. - -<span class="sidenote"><i>Conversación.</i></span> - -Habla, dijo el filósofo, para que te conozca. Comunícase el alma -noblemente, produciendo conceptuosas imaginaciones de sí en la mente -del que oye, que es propiamente el conversar. No están presentes los -que no se tratan ni ausentes los que por escrito se comunican. Viven -los sabios varones ya pasados y nos hablan cada día en sus eternos -escritos, iluminando perennemente los venideros. Participa el hablar de -lo necesario y de lo gustoso. Que siempre atendió la sabia naturaleza -á hermanar ambas cosas en todas las funciones de la vida. Consíguense -con la conversación á lo gustoso y á lo presto las importantes -noticias y es el hablar atajo único para el saber. Hablando los sabios -engendran otros y por la conversación se conduce al ánimo la sabiduría -dulcemente.</p> - -<p>De aquí es que las personas no pueden estar sin algún idioma común -para la necesidad y para el gusto. Que aun dos niños, arrojados de -industria en una isla, se inventaron lenguaje para comunicarse y -entenderse. De suerte que es la noble conversación hija del discurso, -madre del saber, desahogo del alma, comercio de los corazones, vínculo -de la amistad, pasto del contento y ocupación de personas.</p> - -<p>Conociendo esto el advertido náufrago, emprendió luego el -enseñar á hablar al inculto joven y púdolo conseguir fácilmente, -favoreciéndole la docilidad y el deseo. Comenzó por los nombres de -ambos, proponiéndole el suyo, que era el de Critilo, imponiéndole á -él el de Andrenio, que llenaron bien el uno en lo juicioso y el otro -en lo humano. El deseo de sacar á luz tanto concepto por toda la vida -repasado y la curiosidad de saber tanta verdad ignorada picaban la -docilidad de Andrenio.</p> - -<p>Ya comenzaba á pronunciar, ya preguntaba y respondía. Probábase -á razonar, ayudándose de palabras y de acciones. Y tal vez lo que -comenzaba la lengua lo acababa de exprimir el ges<span class="pagenum" -id="Page_11">p. 11</span>to. Fuéle dando noticia de su vida á centones -y á remiendos, tanto más extraña, cuanto menos entendida. Y muchas -veces se achacaba al no acabar de percibir lo que no se acababa de -creer. Mas, cuando ya pudo hablar seguidamente y con igual copia de -palabras á la grandeza de sus sentimientos, obligado de las vivas -instancias de Critilo y ayudado de su industria, comenzó á satisfacerle -de esta suerte.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Conocimiento.</i></span> - -Yo, dijo, ni sé quién soy ni quién me ha dado el ser ni para qué me le -dió. ¡Qué de veces y sin voces me lo pregunté á mí mismo, tan necio -como curioso! Pues, si el preguntar comienza en el ignorar, mal pudiera -yo responderme. Argüíame tal vez para ver si empeñado me excedería á -mí mismo. Duplicábame aun no bien singular, por ver si, apartado de mi -ignorancia, podría dar alcance á mis deseos. Tú, Critilo, me preguntas -quién yo soy y yo deseo saberlo de ti. Tú eres el primer hombre, que -hasta hoy he visto y en ti me hallo retratado más al vivo, que en -los mudos cristales de una fuente, que muchas veces mi curiosidad -solicitaba y mi ignorancia aplaudía. Mas, si quieres saber el material -suceso de mi vida, yo te lo referiré, que es más prodigioso, que -prolijo.</p> - -<p>La vez primera, que me reconocí y pude hacer concepto de mí mismo, -me hallé encerrado dentro de las entrañas de aquel monte, que entre -los demás se descuella: que aun entre peñascos debe ser estimada la -eminencia. Allí me ministró el primer sustento una de éstas, que tú -llamas fieras y yo llamaba madre, creyendo siempre ser ella la que -me había parido y dado el ser que tengo: corrido lo refiero de mí -mismo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Niñez.</i></span> - -Muy propio es, dijo Critilo, de la ignorancia pueril el llamar á todos -los hombres padres y á todas las mujeres madres. Y al modo que tú hasta -una bestia tenías por tal, creyendo la maternidad en la beneficencia, -así el mundo en aquella su ignorante infancia á cualquier criatura su -bienhechora llamaba padre y aun le aclamaba Dios.</p> - -<p>Así yo, prosiguió Andrenio, creía madre la que me alimen<span -class="pagenum" id="Page_12">p. 12</span>taba fiera á sus pechos. Me -crié entre aquellos sus hijuelos, que yo tenía por hermanos, hecho -bruto entre los brutos, ya jugando y ya durmiendo. Dióme leche diversas -veces que parió, partiendo conmigo de la caza y de las frutas, que -para ellos traía. Á los principios no sentía tanto aquel penoso -encerramiento; antes con las interiores tinieblas del ánimo desmentía -las exteriores del cuerpo y con la falta de conocimiento disimulaba -la carencia de la luz, si bien algunas veces brujuleaba unas confusas -vislumbres, que dispensaba el cielo á tiempos por lo más alto de -aquella infausta caverna.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>La luz de<br /> la razón.</i></span> - -Pero, llegado á cierto término de creer y de vivir, me salteó de -repente un tan extraordinario ímpetu de conocimiento, un tan grande -golpe de luz y de advertencia, que revolviendo sobre mí, comencé á -reconocerme, haciendo una y otra reflexión sobre mi propio ser.</p> - -<p>¿Qué es esto?, decía, ¿soy ó no soy? Pero, pues vivo, pues conozco -y advierto, ser tengo. Mas si soy, ¿quién soy yo? ¿Quién me ha dado -este ser y para qué me lo ha dado? Para estar aquí metido: ¡grande -infelicidad sería! ¿Soy bruto como éstos? Pero no, que observo entre -ellos y entre mí palpables diferencias: ellos están vestidos de pieles, -yo desabrigado, menos favorecido de quien nos dió el ser.</p> - -<p>También experimento en mí todo el cuerpo muy de otra suerte -proporcionado, que en ellos: yo río y yo lloro, cuando ellos aúllan: -yo camino derecho, levantando el rostro hacia lo alto, cuando ellos -se mueven torcidos é inclinados hacia el suelo. Todas éstas son bien -conocidas diferencias y todas las observaba mi curiosidad y las -confería mi atención conmigo mismo.</p> - -<p>Crecía de cada día el deseo de salir de allí, el conato de ver y -saber, si en todos natural y grande, en mí como violentado, insufrible; -pero, lo que más me atormentaba era ver que aquellos brutos, mis -compañeros, con extraña ligereza trepaban por aquellas inhiestas -paredes, entrando y saliendo libremente, siempre que querían y que para -mí fuesen inaccesibles, sintiendo<span class="pagenum" id="Page_13">p. -13</span> con igual ponderación que aquel gran don de la libertad á mí -solo se me negase.</p> - -<p>Probé muchas veces á seguir aquellos brutos, arañando los peñascos, -que pudieran ablandarse con la sangre que de mis dedos corría. Valíame -también de los dientes; pero todo en vano y con daño, pues era cierto -el caer en aquel suelo, regado con mis lágrimas y teñido con mi sangre. -Á mis voces y á mis llantos acudían enternecidas las fieras, cargadas -de frutas y de caza, con que se templaba en algo mi sentimiento y me -desquitaba en parte de mis penas.</p> - -<p>¡Qué de soliloquios hacía tan interiores, que aun este alivio del -habla exterior me faltaba! ¡Qué de dificultades y dudas trababan -entre sí mi observación y mi curiosidad, que todas se resolvían en -admiraciones y en penas!</p> - -<p>Era para mí un repetido tormento el confuso ruido de estos mares, -cuyas olas más rompían en mi corazón, que en estas peñas. ¿Pues qué -diré, cuando sentía el horrísono fragor de los nublados y sus truenos? -Ellos se resolvían en lluvia; pero mis ojos en llanto. Lo que llegó ya -á ser ansia de reventar y agonía de morir era que á tiempos, aunque -para mí de tarde en tarde, percibía acá fuera unas voces como la tuya, -al comenzar con grande confusión y estruendo; pero después poco á poco -más distintas, que naturalmente me alborozaban ó se me quedaban muy -impresas en el ánimo.</p> - -<p>Bien advertía yo que eran muy diferentes de las de los brutos, que -de ordinario oía. Y el deseo de ver y de saber quién era el que las -formaba y no poder conseguirlo me traía á extremos de morir. Poco era -lo que unas y otras veces percibía; pero discurríalo tan mucho, como de -espacio.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Concierto de<br /> el Universo.</i></span> - -Una cosa puedo asegurarte, en que imaginé muchas veces y de mil modos, -lo que habría acá fuera, el modo, la disposición, la traza, el sitio, -la variedad y máquina de cosas, según lo que yo había concebido; jamás -di en el modo ni atiné con el orden, variedad y grandeza de esta gran -fábrica, que vemos y admiramos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_14">p. 14</span>¡Qué mucho, dijo -Critilo, pues, si aunque todos los entendimientos de los hombres, que -ha habido ni habrá, se juntaran antes á trazar esta gran máquina del -mundo y se les consultara cómo había de ser, jamás pudieran atinar á -disponerla! ¿Qué digo el universo? La más mínima flor, un mosquito, no -supieran formarlo. Sola la infinita sabiduría de aquel supremo Hacedor -pudo hallar el modo, el orden y el concierto de tan hermosa y perenne -variedad.</p> - -<p>Pero, díme, que deseo mucho saberlo de ti y oírtelo contar, ¿cómo -pudiste salir de aquella tu penosa cárcel, de aquella sepultura -anticipada de tu cueva? Y sobre todo, si es posible el exprimirlo, -¿cuál fué el sentimiento de tu admirado espíritu, aquella primera vez -que llegaste á descubrir, á ver, á gozar y admirar este plausible -teatro del universo?</p> - -<p>Aguarda, dijo Andrenio, que aquí es menester tomar aliento para -relación tan gustosa y peregrina.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1_2"> - <h3 class="g1 ws1">CRISI II</h3> - <p class="subh3c"><i>El gran teatro del universo.</i></p> -</div> - -<p>Luego que el supremo Artífice tuvo acabada esta gran fábrica del -mundo, dicen trató repartirla, alojando en sus estancias sus vivientes. -Convocólos todos, desde el elefante hasta el mosquito. Fuéles mostrando -los repartimientos y examinando á cada uno, cuál de ellos escogía para -su morada y vivienda. Respondió el elefante que él se contentaba con -una selva, el caballo con un prado, el águila con una de las regiones -del aire, la ballena con un golfo, el cisne con un estanque, el barbo -con un río y la rana con un charco.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>La ambición<br /> humana.</i></span> - -Llegó el último el primero, digo el hombre y, examinado de su gusto y -de su centro, dijo que él no se contentaba con me<span class="pagenum" -id="Page_15">p. 15</span>nos, que con todo el universo y aún le parecía -poco. Quedaron atónitos los circunstantes de tan exorbitante ambición; -aunque no faltó luego un lisonjero, que defendió nacer de la grandeza -de su ánimo.</p> - -<p>Pero la más astuta de todos: Eso no creeré yo, les dijo; sino que -procede de la ruindad de su cuerpo. Corta le parece la superficie de -la tierra y así penetra y mina sus entrañas en busca del oro y de la -plata, para satisfacer en algo su codicia. Ocupa y embaraza el aire con -lo empinado de sus edificios, dando algún desahogo á su soberbia. Surca -los mares y sonda sus más profundos senos, solicitando las perlas, -los ámbares y los corales, para adorno de su bizarro desvanecimiento. -Obliga todos los elementos á que le tributen cuanto abarcan, el aire -sus aves, el mar sus peces, la tierra sus cazas, el fuego la sazón, -para entretener, que no satisfacer su gula. ¡Y aún se queja de que todo -es poco! ¡Oh monstruosa codicia de los hombres!</p> - -<p>Tomó la mano el soberano Dueño y dijo: Mirad, advertid, sabed que al -hombre le he formado yo con mis manos para criado mío y señor vuestro -y como rey, que es, pretende señorearlo todo. Pero entiende, oh, -hombre, aquí hablando con él, que esto ha de ser con la mente, no con -el vientre; como persona, no como bestia. Señor has de ser de todas las -cosas criadas, pero no esclavo de ellas; que te sigan, no te arrastren. -Todo lo has de ocupar con el conocimiento tuyo y reconocimiento mío: -esto es, reconociendo en todas las maravillas criadas las perfecciones -divinas y pasando de las criaturas al Criador.</p> - -<p>Á este grande espectáculo de prodigios, si ordinario para nuestra -acostumbrada vulgaridad, extraordinario hoy para Andrenio, sale atónito -á lograrlo en contemplaciones, á aplaudirlo en pasmos y á referirlo de -esta suerte.</p> - -<p>Era el sueño, proseguía, el mismo vulgar refugio de mis penas, -especial alivio de mi soledad. Á él apelaba de mi continuo tormento y -á él estaba entregado una noche, aunque para mí<span class="pagenum" -id="Page_16">p. 16</span> siempre lo era, con más dulzura que otras, -presagio infalible de alguna infelicidad cercana.</p> - -<p>Y así fué, pues me lo interrumpió un extraordinario ruido, que -parecía salir de las más profundas entrañas de aquel monte. Conmovióse -todo él, temblando aquellas firmes paredes. Bramaba el furioso viento, -vomitando en tempestades por la boca de la gruta. Comenzaron á -desgajarse con horrible fragor aquellos duros peñascos y á caer con tan -espantoso estruendo, que parecía quererse venir á la nada toda aquella -gran máquina de peñas.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>La<br /> instabilidad.</i></span> - -Basta, dijo Critilo, que aun los montes no se libran de la mudanza, -expuestos al contraste de un terremoto y sujetos á la violencia de un -rayo, contrastando la común estabilidad su firmeza.</p> - -<p>Pero, si las mismas peñas temblaban ¿qué haría yo? prosiguió -Andrenio. Todas las partes de mi cuerpo parecieron quererse desencajar -también, que hasta el corazón dando saltos, no hice poco en detenerlo. -Fuéronme destituyendo los sentidos y halléme perdido de mí mismo, -muerto y aun sepultado entre peñas y entre penas.</p> - -<p>El tiempo, que duró aquel eclipse del alma, paréntesis de mi vida, -ni pude yo percibirlo ni de otro alguno saberlo. Al fin, ni sé cómo ni -sé cuándo, volví poco á poco á recobrarme de tan mortal deliquio. Abrí -los ojos á lo que comenzaba á abrir el día.</p> - -<p>Día claro, día grande, día felicísimo, el mejor de toda mi vida: -notélo bien con piedras y aun con peñascos. Reconocí luego quebrantada -mi penosa cárcel y fué tan indecible mi contento, que al punto comencé -á desenterrarme, para nacer de nuevo á todo un mundo, en una bien -patente ventana, que señoreaba todo aquel espacioso y alegrísimo -hemisferio.</p> - -<p>Fuí acercándome dudosamente á ella, violentando mis deseos; pero ya -asegurado, llegué á asomarme del todo á aquel rasgado balcón del ver -y del vivir. Tendí la vista aquella vez primera por este gran teatro -de tierra y cielo. Toda el alma, con extraño ímpetu, entre curiosidad -y alegría, acudió á los ojos,<span class="pagenum" id="Page_17">p. -17</span> dejando como destituídos los demás miembros, de suerte, -que estuve casi un día insensible, inmoble y como muerto, cuando más -vivo.</p> - -<p>Querer yo aquí exprimirte el intenso sentimiento de mi afecto, el -conato de mi mente y de mi espíritu, sería emprender cien imposibles -juntos; sólo te digo que aún me dura y durará siempre el espanto, la -admiración, la suspensión y el pasmo, que me ocuparon toda el alma.</p> - -<p>Bien lo creo, dijo Critilo, que, cuando los ojos ven lo que nunca -vieron, el corazón siente lo que nunca sintió.</p> - -<p>Miraba el cielo, miraba la tierra, miraba el mar y á todo junto, y -á cada cosa de por sí: y en cada objeto de éstos me transportaba, sin -acertar á salir de él, viendo, observando, advirtiendo, admirando, -discurriendo y lográndolo todo con insaciable fruición.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>La novedad.</i></span> - -¡Oh, lo que te envidio, exclamó Critilo, tanta felicidad no imaginada! -Privilegio único del primer hombre y tuyo llegar á ver con novedad y -con advertencia la grandeza, la hermosura, el concierto, la firmeza -y la variedad de esta gran máquina criada. Fáltanos la admiración -comúnmente á nosotros, porque falta la novedad y con ésta la -advertencia. Entramos todos en el mundo con los ojos del alma cerrados -y, cuando los abrimos al conocimiento y á la costumbre de ver las -cosas, por maravillosas que sean, no deja lugar á la admiración.</p> - -<p>Por esto los varones sabios se valieron siempre de la reflexión, -imaginando llegar de nuevo al mundo, reparando en sus prodigios, -que cada cosa lo es, admirando sus perfecciones y filosofando -artificiosamente.</p> - -<p>Á la manera, que el que paseando por un deliciosísimo jardín, pasó -divertido por sus calles, sin reparar en lo artificioso de sus plantas -ni en lo vario de sus flores, vuelve atrás, cuando lo advierte, y -comienza á gozar otra vez poco á poco y de una en una cada planta -y cada flor: así nos acontece á nosotros, que vamos pasando desde -el nacer al morir, sin reparar en la hermo<span class="pagenum" -id="Page_18">p. 18</span>sura y perfección de este universo; pero los -varones sabios vuelven atrás, renovando el gusto y contemplando cada -cosa con novedad, en el advertir, si no en el ver.</p> - -<p>La mayor ventaja mía, ponderaba Andrenio, fué llegar á gozar -este colmo de perfecciones á deseo y después de una privación tan -violenta.</p> - -<p>Felicidad fué tu prisión, dijo Critilo, pues llegaste por ella á -gozar todo el bien junto y deseado. Que, cuando las cosas son grandes y -á deseo, dos veces se logran. Los mayores prodigios, si son fáciles y -á todo querer, se envilecen: el uso libre hace perder el respeto á la -más relevante maravilla. Y en el mismo sol fué favor que se ausentase -de noche, para que fuese deseado á la mañana. ¡Qué concurso de afectos -sería el tuyo! ¡Qué tropel de sentimientos! ¡Qué ocupada andaría el -alma, repartiendo atenciones y dispensando afectos! Mucho fué no -reventar de admiración, de gozo y de conocimiento.</p> - -<p>Creo yo, respondió Andrenio, que ocupada el alma en ver y en -entender, no tuvo lugar de partirse y, atropellándose unos á otros los -objetos, al paso que la entretenían, la detenían.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Sol espejo<br /> divino.</i></span> - -Pero ya en esto los alegres mensajeros de este gran monarca de la luz, -que tú llamas sol, coronado augustamente de resplandores, ceñido de -la guarda de sus rayos, solicitaban mis ojos á rendirle veneraciones -de atención y de admiración. Comenzó á ostentarse por este gran trono -de cristalinas espumas y con una soberana callada majestad se fué -señoreando de todo el hemisferio, llenando todas las demás criaturas de -su esclarecida presencia. Aquí yo quedé absorto y totalmente enajenado -de mí mismo, puesto en él, émulo del águila más atenta.</p> - -<p>¡Oh, qué será, alzó aquí la voz Critilo, aquella inmortal y gloriosa -vista de aquel infinito sol divino, aquel llegar á ver su infinitamente -perfectísima hermosura! ¡Qué gozo, qué fruición, qué dicha, qué -felicidad, qué gloria!</p> - -<p>Crecía mi admiración, prosiguió Andrenio, al paso que mi -atención desmayaba, porque al que deseé distante, ya le temía<span -class="pagenum" id="Page_19">p. 19</span> cercano. Y aun observé que -á ningún otro prodigio se rindió la vista, sino á éste, confesándole -inaccesible y con razón solo.</p> - -<p>Es el sol, ponderó Critilo, la criatura, que más ostentosamente -retrata la majestuosa grandeza del Criador. Llámase sol, porque en -su presencia todas las demás lumbreras se retiran; él solo campea. -Está en medio de los celestes orbes, como en su centro, corazón del -lucimiento y manantial perenne de la luz. Es indefectible, siempre el -mismo, único en la belleza. Él hace que se vean todas las cosas y no -permite ser visto, celando su decoro y recatando su decencia. Influye y -concurre con las demás causas á dar el ser á todas las cosas, hasta el -hombre mismo. Es afectadamente comunicativo de su luz y de su alegría, -esparciéndose por todas partes y penetrando hasta las mismas entrañas -de la tierra. Todo lo baña, alegra é ilustra, fecunda é influye. Es -igual, pues nace para todos. Á nadie ha menester de sí abajo y todos le -reconocen dependencias. Él es al fin criatura de ostentación, el más -luciente espejo, en quien las divinas grandezas se representan.</p> - -<p>Todo el día, dijo Andrenio, empleé en él, contemplándole, ya en sí, -ya en los reflejos de las aguas, olvidado de mí mismo.</p> - -<p>Ahora no me espanto, ponderó Critilo, de lo que dijo aquel otro -filósofo, que había nacido para ver el sol. Dijo bien, aunque le -entendieron mal é hicieron burla de sus veras. Quiso decir este sabio -que en ese sol material contemplaba él aquel divino, realzadamente -filosofando que, si la sombra es tan esclarecida ¿cuál será la -verdadera luz de aquella infinita increada belleza?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>El cielo<br /> estrellado.</i></span> - -¡Mas ay!, dijo lamentándose Andrenio, que al uso de acá abajo, la -grandeza de mi contento se convirtió presto en un exceso de pesar, al -ver, digo al no verle. Trocóse la alegría del nacer en el horror del -morir, el trono de la mañana en el túmulo de la noche: sepultóse el sol -en las aguas y quedé yo anegado en otro mar de mi llanto. Creí no verle -más, con que quedé muriendo; pero volví presto á resucitar entre nuevas -admiracio<span class="pagenum" id="Page_20">p. 20</span>nes á un cielo -coronado de luminarias, haciendo fiesta á mi contento. Asegúrote que no -me fué menos agradable vista ésta; antes más entretenida, cuanto más -varia.</p> - -<p>¡Oh, gran saber de Dios!, dijo Critilo, que halló modo cómo hacer -hermosa la noche, que no es menos linda que el día. - -<span class="sidenote"><i>Noche serena.</i></span> - -Impropios nombres la dió la vulgar ignorancia, llamándola fea y -desaliñada; no habiendo cosa más brillante y serena. Injúrianla de -triste, siendo descanso del trabajo y alivio de nuestras fatigas. -Mejor la celebró uno de sabia, ya por lo que se calla, ya por lo que -se piensa en ella. Que no sin enseñanza fué celebrada la lechuza en la -discreta Atenas por símbolo del saber. No es tanto la noche para que -duerman los ignorantes, cuanto para que velen los sabios. Y si el día -ejecuta, la noche previene.</p> - -<p>En otra gran función y más á lo callado me hallaba muy hallado -con la noche, metido en aquel laberinto de las estrellas, unas -centellantes, otras lucientes. Íbalas registrando todas, notando su -mucha variedad en la grandeza, puestos, movimientos y colores, saliendo -unas y ocultándose otras.</p> - -<p>Ideando, dijo Critilo, las humanas, que todas caminan á ponerse.</p> - -<p>En lo que yo mucho reparé, dijo Andrenio, fué en su maravillosa -disposición. Porque, ya que el soberano Artífice hermoseó tanto esta -artesonada bóveda del mundo con tanto florón y estrellas, ¿por qué no -las dispuso, decía yo, con orden y concierto, de modo que entretejieran -vistosos lazos y formaran primorosas labores? No sé cómo me lo diga ni -cómo lo declare.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Estrellas,<br /> su variedad.</i></span> - -Ya te entiendo, acudió Critilo: quisieras tú que estuvieran dispuestas -en forma, ya de un artificioso recamado, ya de un vistoso jardín, ya de -un precioso joyel, repartidas con arte y correspondencia.</p> - -<p>Sí, sí, eso mismo. Porque á más de que campearan otro tanto -y fuera un espectáculo muy agradable á la vista, brillantísimo -artificio, destruía con eso del todo el divino Hacedor aquel ne<span -class="pagenum" id="Page_21">p. 21</span>cio escrúpulo de haberse hecho -acaso y declaraba de todo punto su divina Providencia.</p> - -<p>Reparas bien, dijo Critilo; pero advierte que la divina Sabiduría, -que las formó y las repartió de esta suerte, atendió á otra más -importante correspondencia, cual lo es de sus movimientos y aquel -templarse las influencias. Porque has de saber que no hay astro alguno -en el cielo, que no tenga su diferente propiedad: así como las yerbas y -las plantas de la tierra. Unas de las estrellas causan el calor y otras -el frío; unas secan, otras humedecen; y de esta suerte alternan otras -muchas influencias y con esa esencial correspondencia unas á otras se -corrigen y se templan. La otra disposición artificiosa, que tú dices, -fuera afectada y uniforme; quédese para los juguetes del arte y de la -humana niñería. De este modo se nos hace cada noche nuevo el cielo -y nunca enfada el mirarlo: cada uno proporciona las estrellas como -quiere. Á más de que en esta variedad natural y confusión grave parece -tanto más, que el vulgo las llama innumerables y con esto queda como -en enigma la suprema asistencia, si bien para los sabios muy clara y -entendida.</p> - -<p>Celebraba yo mucho aquella gran variedad de colores, dijo Andrenio: -unas campean blancas, otras encendidas, doradas y plateadas; sólo eché -menos el color verde, siendo el más agradable á la vista.</p> - -<p>Es muy terreno, dijo Critilo; quédanse las verduras para la tierra. -Acá son las esperanzas, allá la feliz posesión. Es contrario ese color -á los ardores celestes, por ser hijos de la humedad corruptible. ¿No -reparaste en aquella estrellita, que hace punto en la gran plana del -cielo, objeto de los imanes, blanco de sus saetas? Allí el compás -de nuestra atención fija la una punta y con la otra va midiendo los -círculos, que va dando en vueltas, aunque de ordinario, rodando nuestra -vida.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Luna, símbolo<br /> del hombre.</i></span> - -Confiésote que se me había pasado por pequeña, dijo Andrenio, á más -de que ocupó luego toda mi curiosidad aquella hermosa reina de las -estrellas, presidente de la noche, sustituta del<span class="pagenum" -id="Page_22">p. 22</span> sol y no menos admirable, ésa que tú llamas -luna. Causóme, si no menos gozo, mucha más admiración con sus uniformes -variedades, ya creciente, ya menguante y á poco rato llena.</p> - -<p>Es segunda presidente del tiempo, dijo Critilo: tiene á medias el -mando con el sol. Si él hace el día, ella la noche: si el sol cumple -los años, ella los meses; calienta el sol y seca de día la tierra, la -luna de noche la refresca y humedece; el sol gobierna los campos, la -luna rige los mares: de suerte que son las dos balanzas del tiempo. -Pero lo más digno de notarse es que, así como el sol es claro espejo -de Dios y de sus divinos atributos, la luna lo es del hombre y de sus -humanas imperfecciones: ya crece, ya mengua, ya nace, ya muere, ya -está en su lleno, ya en su nada, nunca permaneciendo en un estado. No -tiene luz de sí, participa la del sol, eclípsala la tierra, cuando -se le interpone. Muestra más sus manchas, cuando está más lucida. Es -la ínfima de los planetas en el puesto y en el ser. Puede más en la -tierra, que en el cielo. De modo que es mudable, defectuosa, manchada, -inferior, pobre, triste y todo se le origina de la vecindad con la -tierra.</p> - -<p>Toda esta noche y otras muchas, dijo Andrenio, pasé en tan gustoso -desvelo, haciendo tantos ojos como el cielo mismo, yo por mirarle y -él para ser visto. Mas ya los clarines de la aurora en cantos de las -aves comenzaron á hacer salva á la segunda salida del sol, tocando á -despejar estrellas y despertar flores. Volvió él á nacer y yo á vivir -con verle. Saludéle con afectos ya más tibios.</p> - -<p>Que aun el sol, dijo Critilo, á la segunda vez ya no espanta ni á la -tercera admira.</p> - -<p>Sentí menos viva la curiosidad, cuanto más despierta la hambre. Y -así, después de agradecidos aplausos, valiéndome de su luz, en que -conocí que era criatura y que como paje de luz me servía, traté de -descender á la tierra, obligándome la asistencia del cuerpo á faltar -al ánimo, abatiéndome de la más alta contemplación á tan materiales -empleos. Fuí bajando, digo humi<span class="pagenum" id="Page_23">p. -23</span>llándome, por aquella mal segura escala, que formaron las -mismas ruinas: que de otro modo fuera imposible, y ese favor más -reconocí al cielo. Pero, antes de estampar la primera huella en tierra, -me falta ya el aliento y aun la voz y así te ruego me socorras de -palabras, para poder exprimir la copia de mis sentimientos, que otra -vez te convido á nuevas admiraciones, aunque en maravillas terrenas.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1_3"> - <h3 class="g1 ws1">CRISI III</h3> - <p class="subh3c"><i>La hermosa naturaleza.</i></p> -</div> - -<p>Condición tiene de linda la varia naturaleza, pues quiere ser -atendida y celebrada. Imprimió para ello en nuestros ánimos una viva -propensión de escudriñar sus puntuales efectos. Ocupación pésima la -llamó el mayor sabio. Y de verdad lo es, cuando para en sola una inútil -curiosidad; menester es se realce á los divinos aplausos, alternados -con agradecimientos. Y, si la admiración es hija de la ignorancia, -también es madre del gusto.</p> - -<p>El no admirarse procede del saber en los menos; que en los más, del -no advertir. No hay mayor alabanza de un objeto que la admiración, -si calificada, que llega á ser lisonja, porque supone excesos de -perfección, por más que se retire á su silencio. Pero está muy -vulgarizada; que nos suspenden las cosas, no por grandes, sino por -nuevas. No se repara ya en los superiores empleos por conocidos: y así -andamos mendigando niñerías en la novedad, para acallar nuestra curiosa -solicitud con la extravagancia.</p> - -<p>Gran hechizo es el de la novedad, que como todo lo tenemos tan -visto, pagámonos de juguetes nuevos, así de la naturaleza, como -del arte, haciendo vulgares agravios á los antiguos prodigios por -conocidos. Lo que ayer fué un pasmo, hoy viene á<span class="pagenum" -id="Page_24">p. 24</span> ser desprecio, no porque haya perdido de su -perfección, sino de nuestra estimación; no porque se haya mudado, antes -porque no y porque no se nos hace de nuevo.</p> - -<p>Redimen esta civilidad del gusto los sabios con hacer reflexiones -nuevas sobre las reflexiones antiguas, renovando el gusto con la -admiración.</p> - -<p>Mas, si ahora nos admira un diamante, por lo extraordinario, -una perla peregrina ¿qué ventaja sería en Andrenio llegar á ver de -improviso un lucero, un astro, la luna, el sol mismo, todo el campo -matizado de flores y todo el cielo esmaltado de estrellas? Díganoslo él -mismo, que así proseguía su gustosa relación.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Fecundidad<br /> de la tierra.</i></span> - -En este centro de hermosas variedades, nunca de mí imaginado, me -hallé de repente, dando más pasos con el espíritu, que con el cuerpo, -moviendo más los ojos, que los pies. En todo reparaba como nunca visto -y todo lo aplaudía como tan perfecto. Con esta ventaja, que ayer, -cuando miraba al cielo, sólo empleaba la vista; mas aquí todos los -sentidos juntos y aun no eran bastantes, para tanta fruición. Quisiera -tener cien ojos y cien manos, para poder satisfacer curiosidades -del alma y no pudiera. Discurría embelesado, mirando tanta multitud -de criaturas, tan diferentes todas en propiedades y en esencias, en -la forma, en el color, en efectos y movimientos. Cogía una rosa, -contemplaba su belleza, percibía su fragancia, no hartándome de mirarla -y admirarla. Alargaba la otra mano á alguna fruta, empleando de más á -más el gusto: ventaja que llevan los frutos á flores. Halléme á poco -rato tan embarazado de cosas, que hube de dejar unas para lograr otras, -repitiendo aplausos y renovando gustos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Diversa<br /> multitud<br /> de criaturas.</i></span> - -Lo que yo mucho celebraba era el ver tanta multitud de criaturas con -tanta diferencia entre sí, tanta pluralidad con tan rara diversidad, -que ni una hoja de una planta ni una pluma de un pájaro se equivoca con -las de otra especie.</p> - -<p>Es que atendió, ponderó Critilo, aquel sabio Hacedor, no sólo -á la precisa necesidad del hombre, para quien todo esto se<span -class="pagenum" id="Page_25">p. 25</span> criaba, sino á la comodidad y -regalo, ostentándose en esto su infinita liberalidad, para obligarle á -él, que con la misma generosidad le sirva y le venere.</p> - -<p>Conocí luego, prosiguió Andrenio, muchas de aquellas frutas, por -haber traído mis brutos á la cueva; mas tuve especial gusto de ver cómo -nacen y se crían en sus ramas, cosas que jamás pude atinar, aunque -lo discurrí mucho. Burláronme otras no conocidas con su desazón y -acedía.</p> - -<p>Ése es otro bien admirable asunto de la divina Providencia, dijo -Critilo, pues previno que no todos los frutos se sazonasen juntos; sino -que se fuesen dando vez, según la variedad de los tiempos y necesidad -de los vivientes. Unos comienzan en la primavera, primicias más del -gusto, que del provecho, lisonjeando antes por lo temprano, que por -lo sazonado; sirven otros más frescos para aliviar el abrasado estío -y los secos, como más durables y calientes, para el estéril invierno. -Las hortalizas frescas templan los ardores del Julio y las calientes -confortan contra los rigores del Diciembre. De suerte que, acabado -un fruto, entra el otro, para que con comodidad puedan recogerse y -guardarse, entreteniendo todo el año con abundancia y con regalo. ¡Oh, -próvida bondad del Criador, y quién puede negar, aun en el secreto de -su necio corazón, tan atenta providencia!</p> - -<p>Hallábame, proseguía Andrenio, en medio de tan agradable laberinto -de prodigios en criaturas, gustosamente perdido, cuando más hallado, -sin saber dónde acudir. Dejábame llevar de mi libre curiosidad siempre -hambrienta. Cada empleo era para mí un pasmo, cada objeto una nueva -maravilla. Cogía esta y aquella flor, solicitada de su fragancia. -Lisonjeado de su belleza, no me hartaba de verlas y de olerlas, -descogiendo sus hojas y haciendo prolija anatomía de su artificiosa -composición. Y de aquí pasaba á aplaudir toda junta la belleza, que en -todo el universo resplandece. - -<span class="sidenote"><i>Utilidad con<br /> hermosura.</i></span> - -De modo, ponderaba yo, que si es hermosa una flor, mucho más todo -el prado; brillante y linda una estrella,<span class="pagenum" -id="Page_26">p. 26</span> pero más vistoso y lindo todo el cielo. -Porque ¿quién no admira, quién no celebra tanta hermosura junta con -tanto provecho?</p> - -<p>Tienes buen gusto, dijo Critilo; mas no seas tú uno de aquellos, -que frecuentan cada año las florestas, atentos no más que á recrear -los materiales sentidos, sin emplear el alma en la más sublime -contemplación. Realza el gusto á reconocer aquella beldad infinita de -el Criador, que en esta terrestre se representa, infiriendo que, si la -sombra es tal, ¿cuál será su causa y la realidad á quien sigue? Haz -el argumento de lo muerto á lo vivo y de lo pintado á lo verdadero. Y -advierte que, cual suele el primero artífice en la real fábrica de un -palacio, no sólo atender á su estabilidad y firmeza, á la comodidad -de la habitación; sino á la hermosura y á la elegante simetría, para -que le pueda gozar el más noble de los sentidos, que es la vista: así -aquel divino Arquitecto de esta gran casa del orbe, no sólo atendió á -su comodidad y firmeza; sino á su hermosa proporción. De aquí es que no -se contentó con que los árboles rindiesen solos frutos; sino también -flores. Júntese el provecho con las delicias. Fabriquen las abejas -sus dulces panales y para esto soliciten de una en una toda flor, -destílense las aguas saludables y odoríferas, que recreen el olfato y -conforten el corazón, tengan todos los sentidos su gozo y su empleo.</p> - -<p>¡Mas ay!, replicó Andrenio, que lo que me lisonjearon las flores -primero tan fragantes, me entristecieron después ya marchitas.</p> - -<p>Retrato, al fin, ponderó Critilo, de la humana fragilidad. Es la -hermosura agradable ostentación del comenzar. Nace el año entre las -flores de una alegre primavera, amanece el día entre los arreboles de -una risueña aurora: y comienza el hombre á vivir entre las risas de -la niñez y las lozanías de la juventud; mas todo viene á parar en la -tristeza de un marchitarse, en el horror de un ponerse y en la fealdad -de un morir, haciendo continuamente del ojo la inconstancia común al -desengaño especial.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_27">p. 27</span>Después de haber -solazado la vista deliciosamente, dijo Andrenio, en un tan extraño -concurso de beldades, no menos se recreó el oído con la agradable -armonía de las aves. - -<span class="sidenote"><i>Excelencias<br /> de las aves.</i></span> - -Íbame escuchando sus regalados cantos, sus quiebros, trinos, gorjeos, -fugas, pausas y melodía, con que hacían en sonora competencia bulla el -valle, brega la vega, trisca el risco y los bosques voces, saludando -lisonjeras siempre al sol que nace. Aquí noté, con no pequeña -admiración que á solas las aves concedió la naturaleza este privilegio -del cantar, alivio grande de la vida, pues no hallé bruto alguno de -los terrestres, con que los examiné uno á uno, que tuviese la voz -agradable; antes todos las forman, no sólo insuaves, pero positivamente -molestas y desapacibles. Debe de ser por lo que tienen de bestias.</p> - -<p>Es, que las aves, acudió Critilo, como moradoras del aire, son -más sutiles: no sólo le cortan con sus alas, sino que le animan con -sus picos. Y es en tanto grado esta sutileza alada, que ellas solas -llegan á remedar la voz humana, hablando como personas. Si ya no es -que digamos, realzando más este reparo, que á las aves, como vecinas -al cielo, se les pega, aunque materialmente, el entonar las alabanzas -divinas. Otra cosa quiero que observes y es que no se halla ave alguna, -que tenga el letífero veneno, como muchos de los animales y aquellos -más que andan arrastrando, cosidos con la tierra, que de ella sin duda -se les pega esta venenosa malicia, avisando al hombre se realce y se -retire de su propio cieno.</p> - -<p>Gusté mucho, ponderaba Andrenio, de verlas tan bizarras, tan -matizadas de vivos colores, con tan vistosa y vana plumajería.</p> - -<p>Y entre todas, añadió Critilo, así aves, como fieras, notarás -siempre que es más galán y más vistoso el macho que la hembra, apoyando -lo mismo en el hombre; por más que lo desmienta la femenil inclinación -y lo disimule la cortesía.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Subordinación<br /> de criaturas.</i></span> - -Lo que yo mucho admiraba y aún lo celebro, dijo Andrenio, es este -tan admirable concierto con que se mueve y se gobierna<span -class="pagenum" id="Page_28">p. 28</span> tanta y tan varia multitud -de criaturas, sin embarazarse unas á otras; antes bien dándose lugar y -ayudándose todas entre sí.</p> - -<p>Eso es, ponderó Critilo, otro prodigioso efecto de la infinita -sabiduría del Criador, con la cual dispuso todas las cosas en peso, con -número y medida. Porque, si bien se nota, cualquiera cosa criada tiene -su centro en orden al lugar, su duración en el tiempo y su fin especial -en el obrar y en el ser. Por eso verás que están subordinadas unas á -otras, conforme al grado de su perfección.</p> - -<p>De los elementos, que son los ínfimos en la naturaleza, se componen -los mixtos y entre éstos los inferiores sirven á los superiores. Esas -yerbas y esas plantas, que están en el más bajo grado de la vida, pues -sólo gozan la vegetativa, moviéndose y creciendo hasta un punto fijo -de su perfección en el durar y crecer, sin poder pasar de allí, éstas -sirven de alimento á los sensibles vivientes, que están en el segundo -orden de la vida, gozando de la sensible sobre la vegetante y son los -animales de la tierra, los peces del mar y las aves del aire. Ellos -pacen la yerba, pueblan los árboles, comen sus frutos, anidan en sus -ramas, se defienden entre sus troncos, se cubren con sus hojas y se -amparan con su toldo.</p> - -<p>Pero unos y otros, árboles y animales, se reducen á servir á otro -tercer grado de vivientes, mucho más perfectos y superiores, que sobre -el crecer y el sentir añaden el raciocinar, el discurrir y entender: -y éste es el hombre, que finalmente se ordena y se dirige para -Dios, conociéndole, amándole y sirviéndole. De esta suerte, con tan -maravillosa disposición y concierto, está todo ordenado, ayudándose las -unas criaturas á las otras, para su aumento y conservación.</p> - -<p>El agua necesita de la tierra que la sustente, la tierra del agua -que la fecunde, el aire se aumenta del agua y del aire se ceba y -alienta el fuego. Todo está así ponderado y compasado para la unión de -las partes y ellas en orden á la conservación de todo el universo.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_29">p. 29</span>Aquí son de -considerar también con especial y gustosa observación los raros -modos y los convenientes medios, de que proveyó á cada criatura -la suma Providencia, para el aumento y conservación de su ser y -con especialidad á los sensibles vivientes, como más importantes y -perfectos, dándole á cada uno su natural instinto para conocer el bien -y el mal, buscando el uno y evitando el otro, donde son más de admirar, -que de referir las exquisitas habilidades de los unos para engañar y de -los otros para escapar del engañoso peligro.</p> - -<p>Aunque todo para mí era una prodigiosa continua novedad, dijo -Andrenio, renové la admiración al esplayar el ánimo con la vista por -esos inmensos golfos. - -<span class="sidenote"><i>El mar.</i></span> - -Paréceme que, envidioso el mar de la tierra, haciéndose lenguas en sus -aguas, me acusaba de tardo y á las voces de sus olas me llamaba atento -á que emplease otra gran porción de mi curiosidad en su prodigiosa -grandeza. Cansado, pues, yo de caminar, que no de discurrir, sentéme -en una de estas más eminentes rocas, repitiendo tantos pasmos, cuantas -el mar olas. Ponderaba mucho aquella su maravillosa prisión, el ver en -un tan horrible y espantoso monstruo, reducido á orillas y sujeto al -blando freno de la menuda arena.</p> - -<p>¿Es posible, decía yo, que no haya otra muralla para defensa de un -tan fiero enemigo, sino el polvo?</p> - -<p>Aguarda, dijo Critilo: dos bravos elementos encarceló suavemente -fuerte la prevención divina, que, á estar sueltos, hubieran ya acabado -con la tierra y con todos sus pobladores. Encerró el mar dentro de los -límites de sus arenas y el fuego en los duros senos de los pedernales. -Allí está de tal modo encarcelado, que á dos golpes que le llamen, sale -pronto, sirve y, en no siendo menester, se retira ó se apaga; que, si -esto no fuera, no había mundo para dos días, pereciera todo ó sumergido -ó abrasado.</p> - -<p>No me podía saciar, dijo Andrenio, volviendo al agua, de mirar su -alegre transparencia, aquel su continuo movimiento, hidrópica la vista -de los líquidos cristales.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_30">p. 30</span>Dicen que los ojos, -ponderó Critilo, se componen de los dos humores aqueo y cristalino y -esa es la causa porque gustan tanto de mirar las aguas: de suerte, que -sin cansarse estará embebido un hombre todo un día viéndolas brollar, -caer y correr.</p> - -<p>Sobre todo, dijo Andrenio, cuando advertí que iban surcando sus -entrañas cristalinas tantos peces, tan diversos de las aves y de -las fieras, puedo decir con toda propiedad que quedó mi admiración -agotada.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Composición<br /> de oposiciones.</i></span> - -Aquí, sobre esta roca, á mis solas y á mi ignorancia, me estaba -contemplando esta harmonía tan plausible de todo el universo, -compuesta de una tan extraña contrariedad, que según -es grande, no parece había de poder mantenerse el mundo -un solo día. Esto me tenía suspenso. Porque ¿á quién no pasma -ver un concierto tan estraño, compuesto de oposiciones?</p> - -<p>Así es, respondió Critilo, que todo este universo se compone -de contrarios y se concierta de desconciertos. Uno contra -otro, exclamó el filósofo: no hay cosa que no tenga su contrario -con quien pelee, ya con victoria, ya con rendimiento. Todo es -hacer y padecer. Si hay acción, hay repasión. Los elementos, -que llevan la vanguardia, comienzan á batallar entre sí, siguiéndoles -los mistos, destruyéndose alternativamente. Los males acechan -á los bienes, hasta la desdicha la suerte. Unos tiempos son -contrarios á otros.</p> - -<p>Los mismos astros guerrean y se vencen y, aunque entre sí -no se dañan á fuer de príncipes, viene á parar su contienda en -daño de los sublunares vasallos. De lo natural pasa la oposición -á lo mortal, porque ¿qué hombre hay que no tenga su émulo? -¿Dónde irá uno que no guerree? En la edad se oponen los viejos -á los mozos; en la complexión, los flemáticos á los coléricos; -en el estado, los ricos á los pobres; en la región, los españoles á -los franceses: y así en todas las demás calidades los unos son -contra los otros. ¡Pero qué mucho, si dentro del mismo hombre, -de las puertas adentro de su terrena casa, está más encendida -esta discordia!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_31">p. 31</span></p> - -<p><span class="sidenote"><i>Contrariedad<br /> en el hombre.</i></span> - -¿Qué dices, un hombre contra sí mismo?</p> - -<p>Sí, que por lo que tiene de mundo, aunque pequeño, todo él se -compone de contrarios: los humores comienzan la pelea, según sus -parciales elementos; resiste el húmido radical al calor nativo, que á -la sorda va limando y á la larga consumiendo. La parte inferior está -siempre de ceño con la superior y á la razón se le atreve el apetito y -tal vez le atropella.</p> - -<p>El mismo inmortal espíritu no está exento de esta tan general -discordia, pues combaten entre sí y en él muy vivas las pasiones: -el temor las ha contra el valor, la tristeza contra la alegría. Ya -apetece, ya aborrece. La irascible se baraja con la concupiscible: ya -vence los vicios, ya triunfan las virtudes. Todo es arma y todo guerra. -De suerte que la vida del hombre no es otra, que una milicia sobre la -haz de la tierra.</p> - -<p>¡Mas, oh maravillosa, infinitamente sabia providencia de aquel gran -Moderador de todo lo criado, que con tan continua y varia contrariedad -de todas las criaturas entre sí, templa, mantiene y conserva toda esta -gran máquina del mundo!</p> - -<p>Ese portento de atención divina, dijo Andrenio, era lo que yo mucho -celebraba, viendo tanta mudanza, con tanta permanencia, que todas las -cosas se van acabando, todas ellas perecen; y el mundo siempre el -mismo, siempre permanece.</p> - -<p>Trazó las cosas de modo el supremo Artífice, dijo Critilo, que -ninguna se acabase, que no comenzase luego otra. De modo que de las -ruinas de la primera se levanta la segunda. Con esto verás que el mismo -fin es principio. La destrucción de una criatura es generación de la -otra. Cuando parece que se acaba todo, entonces comienza de nuevo. La -naturaleza se renueva, el mundo se remoza, la tierra se establece y el -divino gobierno es admirado y adorado.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Alternación<br /> de los tiempos.</i></span> - -Más adelante, dijo Andrenio, fuí observando, con no menor -reparo, la varia disposición de los tiempos, la alternación de los -días con las noches, de el invierno con el estío, mediando las -primaveras, porque no se pasase de un extremo á otro.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_32">p. 32</span></p> - -<p>Aquí sí que se declaró bien la divina asistencia, ponderó Critilo, -en disponer, no sólo los puestos, los centros de las cosas; sino -también los tiempos. Sirve el día para el trabajo y para el descanso la -noche. En el invierno arraigan las plantas, en la primavera florecen, -en el estío fructifican y en el otoño se sazonan y se logran. ¿Qué -diremos de la maravillosa invención de las lluvias?</p> - -<p>Eso admiré yo mucho, dijo Andrenio, ver descender el agua tan -repartida, con tanta suavidad y provecho y tan á sazón.</p> - -<p>Añadió Critilo: En los dos meses, que son llaves del año, el Octubre -para la sementera y el Mayo para la cogida. Pues la variedad de las -lunas no favorece menos á la abundancia de los frutos y á la salud de -los vivientes. Porque unas son frías, otras abrasadas, airosas, húmedas -y serenas, según los doce meses. Las aguas limpian y fecundan, los -vientos purifican y vivifican, la tierra establece donde se sustenten -los cuerpos, el aire flexible para que se muevan y diáfano para que -puedan verse. De suerte, que sola una Omnipotencia divina, una eterna -Providencia, una inmensa Bondad pudieran haber dispuesto una tan gran -máquina, nunca bastantemente admirada, alabada y aplaudida.</p> - -<p>Verdaderamente que así, prosiguió Andrenio, y así lo ponderaba yo, -aunque rudamente. Todos los días y las horas era mi gustoso empleo de -andarme de un puesto en otro, de una en otra eminencia, repitiendo -admiraciones y repasando discursos, volviendo á contemplar una y muchas -veces cada objeto, ya el cielo, ya la tierra, esos prados y esos mares, -con insaciable entretenimiento. Pero donde mi atención insistía era -en las trazas, con que la eterna Sabiduría supo ejecutar cosas tan -dificultosas con tan fácil y primoroso artificio. Gran traza suya -fué la firmeza de la tierra en el medio, como fundamento estable y -seguro.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Perennidad<br /> de los ríos.</i></span> - -De todo el edificio, ponderó Critilo, ni fué menor invención la de -los ríos, admirables por cierto en sus principios y fines. Aquéllos -con perennidad y éstos sin redundancia. La variedad de los vientos, -que se perciben y no se sabe de dónde nacen y<span class="pagenum" -id="Page_33">p. 33</span> acaban. - -<span class="sidenote"><i>Conveniencias<br /> de los montes.</i></span> - -La hermosura provechosa de los montes, firmes costillas del cuerpo, -muelle de la tierra, aumentando su hermosa variedad. En ellos se -recogen los tesoros de las nieves, se forjan los metales, se detienen -las nubes, se originan las fuentes, anidan las fieras, se empinan los -árboles para las naves y edificios y donde se guarecen las gentes de -las avenidas de los ríos, se fortalecen contra los enemigos y gozan de -salud y de vida.</p> - -<p>Todos estos prodigios, ¿quién sino una infinita Sabiduría pudiera -ejecutarlos? Así que con razón confiesan todos los sabios que, aunque -se juntaran todos los entendimientos criados y alambicaran sus -discursos, no pudieran enmendar la más mínima circunstancia ni un átomo -de la perfecta naturaleza. Y, si aquel otro rey, aplaudido de sabio, -porque conoció cuatro estrellas, tanto se estima en los príncipes al -saber, se arrojó á decir que, si él hubiera asistido al lado del divino -Hacedor, en la fábrica del universo, muchas cosas se hubieran dispuesto -de otro modo y otras mejorado: no fué tanto efecto de su saber, cuanto -defecto de su nación, que en este achaque del presumir, aun con el -mismo Dios no se modera.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Divinidad<br /> descifrada.</i></span> - -Aguarda, dijo Andrenio, óyeme esta última verdad, la más sublime de -cuantas he celebrado. Yo te confieso que, aunque reconocí y admiré -en esta portentosa fábrica del universo estos cuatro prodigios entre -muchos, tanta multitud de criaturas con tanta diferencia, tanta -hermosura con tanta utilidad, tanto concierto con tanta contrariedad, -tanta mudanza con tanta permanencia, portentos todos dignos de -aclamarse; con todo eso, lo que á mí me suspendió fué el conocer un -Criador de todo, tan manifiesto en sus criaturas y tan escondido en sí, -que, aunque todos sus divinos atributos se ostentan, su sabiduría en la -traza, su omnipotencia en la ejecución, su providencia en el gobierno, -su hermosura en la perfección, su inmensidad en la asistencia, su -bondad en la comunicación y así de todos los demás, que, así como -ninguno estuvo ocioso entonces, ninguno se esconde ahora; con todo eso -está tan oculto este gran Dios, que es conocido y<span class="pagenum" -id="Page_34">p. 34</span> no visto, escondido y manifiesto, tan lejos y -tan cerca. Es lo que me tiene fuera de mí y todo en él, conociéndole y -amándole.</p> - -<p>Es muy connatural, dijo Critilo, en el hombre la inclinación á su -Dios, como á su principio y su fin, ya amándole, ya conociéndole. No -se ha hallado nación, por bárbara que fuese, que no haya reconocido la -Divinidad, grande y eficaz argumento de su divina esencia y presencia. -Porque en la naturaleza no hay cosa de balde ni inclinación que se -frustre: si el imán busca el norte, sin duda que le hay donde se -quiete; si la planta al sol, el pez al agua, la piedra al centro y -el hombre á Dios, Dios hay, que es su norte, centro y sol, á quien -busque, en quien pare y á quien goce. Este gran Señor dió el ser á todo -lo criado; mas él de sí mismo le tiene. Y aun por eso es infinito en -todo género de perfección, que nadie le pudo limitar ni el ser ni el -lugar ni el tiempo. No se ve; pero se conoce y, como soberano príncipe, -estando retirado á su inaccesible incomprensibilidad, nos habla por -medio de sus criaturas.</p> - -<p>Así que con razón definió un filósofo este universo espejo grande -de Dios. Mi libro le llamaba el sabio indocto, donde en cifras de -criaturas estudió las divinas perfecciones. - -<span class="sidenote"><i>Universo<br /> definido.</i></span> - -Convite es, dijo Filón Hebreo, para todo buen gusto, donde el espíritu -se apacienta. Lira acordada le apodó Pitágoras, que con la melodía de -su gran concierto nos deleita y nos suspende. Pompa de la majestad -increada, Tertuliano, y armonía agradable de los divinos atributos, -Trismegisto.</p> - -<p>Éstos son, concluyó Andrenio, los rudimentos de mi vida, más -bien sentida que relatada: que siempre faltan palabras donde sobran -sentimientos. Lo que yo te ruego ahora es que, empeñado de mi -obediencia, satisfagas mi deseo, contándome quién eres, de dónde y -cómo aportaste á estas orillas por tan extraño rumbo. Díme si hay más -mundo y más personas. Infórmame de todo, que serás tan atendido, como -deseado.</p> - -<p>Á la gran tragedia de su vida, que Critilo refirió á Andrenio, nos -convida la siguiente Crisi.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1_4"> - <p><span class="pagenum" id="Page_35">p. 35</span></p> - <h3 class="g1 ws1">CRISI IV</h3> - <p class="subh3c"><i>El despeñadero de la vida.</i></p> -</div> - -<p>Cuentan que el Amor fulminó quejas y exageró sentimientos delante de -la Fortuna, que esta vez no apeló como solía á su madre, desengañado de -su flaqueza.</p> - -<p>¿Qué tienes, ciego niño?, le dijo la Fortuna.</p> - -<p>Y él: ¡Qué bien viene eso con lo que yo pretendo!</p> - -<p>¿Con quién las has?</p> - -<p>Con todo el mundo.</p> - -<p>Mucho me pesa, que es mucho enemigo y, según eso, nadie tendrás de -tu parte.</p> - -<p>Tuviésete yo á ti, que eso me bastaría: así me lo enseña mi madre y -así me lo repite cada día.</p> - -<p>¿Y te vengas?</p> - -<p>Sí, de mozos y de viejos.</p> - -<p>Pues sepamos, ¿qué es el sentimiento?</p> - -<p>Tan grande como justo.</p> - -<p>¿Es acaso el prohijarte á un vil herrero, teniéndote por concebido, -nacido y criado entre hierros?</p> - -<p>No por cierto, que no me amarga la verdad.</p> - -<p>¿Tampoco será el llamarte hijo de tu madre?</p> - -<p>Menos; antes me glorío yo de eso, que ni yo sin ella ni ella sin mí -ni Venus sin Cupido ni Cupido sin Venus.</p> - -<p>Ya sé lo que es, dijo la Fortuna.</p> - -<p>¿Qué?</p> - -<p>Que sientes mucho el hacerte heredero de tu abuelo el mar en la -inconstancia y engaños.</p> - -<p>No por cierto, que éstas son niñerías.</p> - -<p>Pues si ellas son burlas, ¿qué serán las veras?</p> - -<p>Lo que á mí me irrita es que me levanten testimonios.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_36">p. 36</span></p> - -<p>Aguarda, que ya te entiendo: sin duda es aquello, que dicen, que -trocaste el arco con la muerte y que desde entonces no te llaman ya -Amor de amar; sino de morir, Amor á muerte: de modo que Amor y Muerte -todo es uno. Quitas la vida, robas hasta las entrañas, hurtas los -corazones, trasponiéndolos donde aman, más que donde animan.</p> - -<p>Todo eso es verdad.</p> - -<p>Pues si eso es verdad, ¿qué quedará para mentira?</p> - -<p>Ahí verás que no paran hasta sacarme los ojos, á pesar de mi -buena vista, que siempre la suelo tener buena; y, si no, díganlo mis -saetas: han dado en decir que soy ciego. ¿Hay tal testimonio? ¿Hay -tal disparate? Y me pintan muy vendado: no sólo los Alpes, que eso es -pintar como querer y los poetas, que por obligación mienten y por regla -fingen; pero que los sabios y los filósofos estén con esta vulgaridad, -no lo puedo sufrir. - -<span class="sidenote"><i>Pasión ciega.</i></span> - -¿Qué pasión hay, díme por tu vida, Fortuna amiga, que no ciegue? -¡Qué! El airado, cuando más furioso, ¿no está ciego de la cólera? ¿Al -codicioso no le ciega el interés? ¿El confiado no va á ciegas? ¿El -perezoso no duerme? ¿El desvanecido no es un topo para sus menguas? -¿El hipócrita no trae la viga en los ojos? El soberbio, el jugador, el -glotón, el bebedor y cuantos hay, ¿no se ciegan con pasiones? ¿Pues -por qué á mí, más que á los otros, me han de vendar los ojos, después -de sacármelos y querer que por antonomasia me entienda el ciego? Y -más siendo esto tan al contrario, que yo me engendro por la vista: -viendo crezco, del mirar me alimento y siempre querría estar viendo y -haciéndome ojos, como el águila al sol, hecho lince de la belleza. Éste -es mi sentimiento. ¿Qué te parece?</p> - -<p>¿Qué me parece?, respondió la Fortuna. Lo mismo me sucede á mí y -así consolémonos entrambos. Á más de que, mira, Amor, tú y los tuyos -tenéis una condición bien rara, por la cual con mucha razón y con toda -propiedad os llaman ciegos: y es que á todos los demás tenéis por -ciegos, creéis que no ven ni advierten ni saben, de modo que piensan -los enamorados<span class="pagenum" id="Page_37">p. 37</span> que -todos los demás tienen los ojos vendados. Ésta sin duda es la causa de -llamarte ciego, pagándote con la pena del talión.</p> - -<p>Quien quisiera ver esta filosofía, confirmada con la experiencia, -escuche esta agradable relación, que dedica Critilo á los floridos años -y más al escarmiento.</p> - -<p>Mándame revocar, dijo, un dolor, que es más para sentido, que para -dicho. Cuan gustosa ha sido para mí tu relación, tan penosa ha de ser -la mía. ¡Dichoso tú!, que te criaste entre las fieras, y ¡ay de mí!, -que entre los hombres, pues cada uno es un lobo para el otro, si ya no -es peor el ser hombre. Tú me has contado cómo viniste al mundo; yo te -diré cómo vengo de él y vengo tal, que aun yo mismo me desconozco; y -así no te diré quién soy, sino quién era. Dicen que nací en el mar y lo -creo, según es la inconstancia de mi fortuna.</p> - -<p>Al pronunciar esta palabra mar, puso los ojos en él y al mismo punto -se levantó á toda prisa.</p> - -<p>Estuvo un rato como suspenso, entre dudas de reconocer y no conocer; -mas luego, alzando la voz y señalando:</p> - -<p>¿No ves, Andrenio, dijo, no ves? Mira allá, acullá lejos. ¿Qué -ves?</p> - -<p>Veo, dijo éste, unas montañas que vuelan, cuatro alados monstruos -marinos, si no son nubes, que navegan.</p> - -<p>No son sino naves, dijo Critilo; aunque bien dijiste nubes, que -llueven oro en España.</p> - -<p>Estaba atónito Andrenio, mirándoselas venir, con tanto gusto como -deseo. Mas Critilo comenzó á suspirar, ahogándose entre penas.</p> - -<p>¿Qué es esto?, dijo Andrenio. ¿No es ésta la deseada flota que me -decías?</p> - -<p>Sí.</p> - -<p>¿No vienen allí hombres?</p> - -<p>También.</p> - -<p>¿Pues de qué te entristeces?</p> - -<p>Y aun por eso. Advierte, Andrenio, que ya estamos entre<span -class="pagenum" id="Page_38">p. 38</span> enemigos y ya es tiempo de -abrir los ojos: ya es menester vivir alerta. Procura de ir con cautela -en el ver, en el oir y mucho más en el hablar. Oye á todos y de ninguno -te fíes. Tendrás á todos por amigos; pero guardarte has de todos como -de enemigos.</p> - -<p>Estaba admirado Andrenio, oyendo estas razones, á su parecer tan sin -ella, y arguyóle de esta suerte:</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Humana<br /> fiereza.</i></span> - -¿Cómo es esto? Viviendo entre las fieras, no me preveniste de algún -riesgo ¿y ahora con tanta exageración me cautelas? No era mayor -el peligro entre los tigres y no temíamos ¿y ahora de los hombres -tiemblas?</p> - -<p>Sí, respondió con un gran suspiro Critilo: que, si los hombres no -son fieras es porque son más fieros: que de su crueldad aprendieron -muchas veces ellas. Nunca mayor peligro hemos tenido, que ahora que -estamos entre ellos. Y es tanta la verdad ésta, que hubo rey, que temió -y resguardó un favorecido suyo de sus cortesanos. ¡Qué hiciera de -villanos, más que de los hambrientos leones de un lago! Y así selló con -su real anillo la leonera, para asegurarle de los hombres, cuando le -dejaba entre las hambrientas fieras. Mira tú cuáles serán éstos. Verlos -has, experimentarlos has y dirásmelo algún día.</p> - -<p>Aguarda, dijo Andrenio. ¿No son todos como tú?</p> - -<p>Sí y no.</p> - -<p>¿Cómo puede ser eso?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Variedad<br /> de genios.</i></span> - -Porque cada uno es hijo de su madre y de su humor, casado con su -opinión: y así todos parecen diferentes, cada uno de su gesto y de -su gusto. Verás unos pigmeos en el ser y gigantes de soberbia. Verás -otros al contrario, en el cuerpo gigantes y en el alma enanos. Toparás -con vengativos, que la guardan toda la vida y la pegan aunque tarde, -hiriendo como el escorpión con la cola. Oirás ó huirás los habladores, -de ordinario necios, que dejan de cansar y muelen. Gustarás que unos -se ven, otros se oyen, se tocan y se gustan otros de los hombres de -burlas, que todo lo hacen cuenta, sin dar jamás en la cuen<span -class="pagenum" id="Page_39">p. 39</span>ta. Embarazarte han los -maníacos, que en todo se embarazan. ¿Qué dirás de los largos en todo, -dando siempre largas? Verás hombres más cortos que los mismos navarros, -corpulentos sin sustancia. Y finalmente hallarás muy pocos hombres que -lo sean; fieras sí y fieros también, horribles monstruos del mundo, que -no tienen más que el pellejo y todo lo demás borra y así son hombres -borrados.</p> - -<p>Pues díme, ¿con qué hacen tanto mal los hombres, si no les dió la -naturaleza armas, como á las fieras? Ellos no tienen garras como el -león, uñas como el tigre, trompas como el elefante, cuernos como el -toro, colmillos como el jabalí, dientes como el perro, boca como el -lobo. ¿Pues cómo dañan tanto?</p> - -<p>Y aun por eso, dijo Critilo, la próvida naturaleza privó á los -hombres de las armas naturales y como á gente sospechosa los desarmó: -no se fió de su malicia. Y si esto no hubiera prevenido, ¿qué fuera de -su crueldad? Ya hubieran acabado con todo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Armas del<br /> hombre.</i></span> - -Aunque no les faltan otras armas mucho más terribles y sangrientas -que ésas, porque tienen una lengua más afilada que las navajas de los -leones, con que desgarran las personas y despedazan las honras. Tienen -una mala intención, más torcida que los cuernos de un toro y que hiere -más á ciegas. Tienen unas entrañas más dañadas que las víboras, un -aliento venenoso más que el de los dragones, unos ojos envidiosos y -malévolos más que los del basilisco, unos dientes que clavan más que -los colmillos de un jabalí y que los dientes de un perro, unas narices -fisgonas, encubridoras de su irrisión, que exceden á las trompas de los -elefantes.</p> - -<p>De modo que sólo el hombre tiene juntas todas las armas ofensivas, -que se hallaren repartidas entre las fieras y así él ofende más que -todas. Y porque lo entiendas, advierte que entre los leones y los -tigres no había más de un peligro, que era perder esta vida material -y perecedera; pero entre los hombres hay muchos más y mayores, ya de -perder la honra, la paz, la hacienda, el contento, la felicidad, la -conciencia y aun el alma. ¡Qué<span class="pagenum" id="Page_40">p. -40</span> de engaños, qué de enredos, traiciones, hurtos, homicidios, -adulterios, envidias, injurias, detracciones y falsedades, que -experimentarás entre ellos! Todo lo cual no se halla ni se conoce entre -las fieras. Créeme que no hay lobo, no hay león, no hay tigre, no hay -basilisco, que llegue al hombre: á todos excede en fiereza.</p> - -<p>Y así dicen por cosa cierta y yo la creo que, habiendo condenado -en una república un insigne malhechor á cierto género de tormento -muy conforme á sus delitos, que fué sepultarle vivo en una profunda -hoya, llena de profundas sabandijas, dragones, tigres, serpientes y -basiliscos, tapando muy bien la boca, porque pereciese sin compasión -ni remedio. Acertó á pasar por allí un extranjero, bien ignorante -de tan atroz castigo y, sintiendo los lamentos de aquel desdichado, -fuése llegando compasivo y, movido de sus plegarias, fué apartando -la losa que cubría la cueva. Al mismo punto saltó fuera el tigre con -su acostumbrada ligereza y, cuando el temeroso pasajero creyó ser -despezado, vió que mansamente se le ponía á lamer las manos, que fué -más que besárselas. Saltó tras él la serpiente y, cuando la temió -enroscada entre sus pies, vió que los adoraba.</p> - -<p>Lo mismo hicieron todos los demás, rindiéndosele humildes y dándole -las gracias de haberles hecho una tan buena obra, como era librarles -de tan mala compañía, cual la de un hombre ruin. Y añadieron que, en -pago de tanto beneficio, le avisaban huyese luego, antes que el hombre -saliese, si no quería perecer allí á manos de su fiereza. Y al mismo -instante echaron todos ellos á huir, unos volando, otros corriendo.</p> - -<p>Estábase tan inmoble el pasajero, cuan espantado, cuando salió el -último el hombre, el cual concibiendo que su bienhechor - -<span class="sidenote"><i>Crueldad<br /> humana.</i></span> - -llevaría algún dinero, arremetió para él y quitóle la vida, para -robarle la hacienda: que éste fué el galardón del beneficio. Juzga tú -ahora ¿cuáles son los crueles, los hombres ó las fieras?</p> - -<p>Más admirado, más atónito estoy de oir esto, dijo Andrenio, que el -día que vi todo el mundo.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_41">p. 41</span></p> - -<p>Pues aún no haces concepto cómo es, ponderó Critilo, y ves cuán -malos son los hombres. Pues advierte que aún son peores las mujeres y -más de temer: ¡mira tú cuáles serán!</p> - -<p>¿Qué dices?</p> - -<p>La verdad.</p> - -<p>¿Pues qué serán?</p> - -<p>Son, por ahora, demonios; que después te diré más. Sobre todo te -encargo y aun te juramento que por ningún caso digas quién somos ni -cómo tú saliste á luz ni cómo yo llegué acá: que sería perder no menos -que tu libertad y yo la vida. Y, aunque hago agravio á tu fidelidad, -huélgome de no haberte acabado de contar mis desdichas, en esto sólo -dichosas, asegurando descuidos. Quede doblada la hoja, para la primera -ocasión: que no faltarán muchas en una navegación tan prolija.</p> - -<p>Ya en esto se percibían las voces de los navegantes y se divisaban -los rostros. Era grande la vocería de la chusma: que en todas partes -hay vulgo y más insolente donde hay más holgado. Amainaron velas, -echaron áncoras y comenzó la gente á saltar en tierra. Fué recíproco el -espanto de los que llegaban, de los que les recibían. Desmintiéronle -sus muchas preguntas con decir se habían quedado descuidados y -dormidos, cuando se hizo á la vela otra flota, conciliando compasión y -agasajo.</p> - -<p>Estuvieron allí detenidos algunos días cazando y refrescando y, -hecha ya agua y leña, se hicieron á la vela en otras tantas alas para -la deseada España.</p> - -<p>Embarcáronse juntos Critilo y Andrenio hasta en los corazones en una -gran carraca, asombro de los enemigos, contraste de los vientos y yugo -del océano. Fué la navegación tan peligrosa, cuan larga; pero servía de -alivio la narración de sus tragedias, que á ratos hurtados, prosiguió -Critilo de esta suerte:</p> - -<p>En medio de estos golfos nací, como te digo, entre riesgos y -tormentas. Fué la causa que mis padres, españoles ambos y principales, -se embarcaron para la India con un grande cargo, merced del gran -Filipo, que en todo el mundo manda y apremia.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_42">p. 42</span>Venía mi madre con -sospechas de traerme en sus entrañas: que comenzamos á ser faltas de -una vil materia. Declaróse luego el preñado bien penoso y cogióla el -parto en la misma navegación, entre el horror y la turbación de una -horrible tempestad, para que se doblase su tormento con la tormenta.</p> - -<p>Salí yo al mundo entre tantas aflicciones, presagio de mis -infelicidades. Tan temprano comenzó á jugar con mi vida la fortuna, -arrojándome de un cabo del mundo al otro. Aportamos á la rica y famosa -ciudad de Goa, corte del imperio católico en el Oriente, silla augusta -de sus virreyes, emporio universal de la India y de sus riquezas.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Juventud<br /> viciosa.</i></span> - -Aquí mi padre fué aprisa acaudalando fama y bienes, ayudado de su -industria y de su cargo. Mas yo, entre tanto bien, me criaba mal, como -rico y como único. Cuidaban más mis padres fuese hombre, que persona. -Pero castigó bien el gusto, que recibieron en mis niñeces, el pesar que -les di con mis mocedades. Porque fuí entrando de carrera por los verdes -prados de la juventud, tan sin freno de razón, cuan picado de los viles -deleites.</p> - -<p>Cebéme en el juego, perdiendo en un día lo que á mi padre le -había costado muchos de adquirir, despreciando ciento á ciento lo -que él recogió uno á uno. Pasé luego á la bizarría, rozando galas y -costumbres, engalanando el cuerpo lo que desnudaba el ánimo de los -verdaderos arreos, que son la virtud y el saber. Ayudábanme á gastar el -dinero y la conciencia malos y falsos amigos, lisonjeros, valientes, -terceros y entremetidos, viles sabandijas de las haciendas, polillas -de la honra y de la conciencia. Sentía esto mi padre, pronosticando el -malogro de su hijo y de su casa; mas yo de sus rigores apelaba á la -piadosa impertinencia de una madre, que, cuando más me amparaba, me -perdía.</p> - -<p>Pero donde acabó de perder mi padre las esperanzas y aun la vida -fué, cuando me vió enredado en el oscuro laberinto del amor. Puse -ciegamente los ojos en una dama, que, aunque no<span class="pagenum" -id="Page_43">p. 43</span>ble y con todas las demás prendas de la -naturaleza, de hermosa, discreta y de pocos años; pero las de la -fortuna, que son hoy las que más se estiman, comencé á idolatrar en -su gentileza, correspondiéndome ella con favores. Lo que sus padres -me deseaban yerno, los míos la aborrecían nuera. Buscaron modos y -medios para apartarme de aquella afición, que ellos llamaban perdición. -Trataron de darme otra esposa, más de su conveniencia, que de mi gusto; -mas yo, ciego á todo, enmudecía. No pensaba, no hablaba, no soñaba en -otra cosa que en Felisinda, que así se llamaba mi dama, llevando ya la -mitad de la felicidad en su nombre.</p> - -<p>Con estos y otros muchos pesares acabé con la vida de mi padre: -castigo ordinario de la paternal connivencia. Él perdió la vida y yo -amparo; aunque no lo sentí tanto como debía. - -<span class="sidenote"><i>Laberinto<br /> del amor.</i></span> - -Llorólo mi madre por entrambos con tal exceso, que en pocos días acabó -los suyos, cuando yo, más libre y menos triste, consoléme presto de -haber perdido padre, por poder lograr esposa, teniéndola por tan cierta -como deseada. Mas por atender á filiales respetos, hube de violentar mi -intento por algunos días, que á mí me parecieron siglos.</p> - -<p>En este breve ínterin de esposa, ¡oh, inconstancia de mi suerte!, -se barajaron de modo las materias, que la misma muerte, que pareció -haber facilitado mis deseos, los vino á dificultar más y aun los -puso en estado de imposibles. Fué el caso ó la desdicha que en este -breve tiempo murió también un hermano de mi dama, mozo, galán y único -mayorazgo de su casa, quedando Felisinda heredera de todo y fénix -á todas luces. Juntándose la hacienda y la hermosura, doblaron su -estimación, creció mucho en sólo un día y más su fama, adelantándose á -los mejores empleos de esta corte.</p> - -<p>Con un tan impensado incidente, alteráronse mucho las cosas, mudaron -de cara las materias; sola Felisinda no se trocó y, si lo fué, en -mayor fineza. Sus padres y sus deudos, aspirando á cosas mayores, -fueron los primeros, que se entibiaron en favo<span class="pagenum" -id="Page_44">p. 44</span>recer mi pretensión, que tanto habían antes -adelantado. Pasaron sus tibiezas á desvíos, encendiendo más con esto -recíprocas voluntades.</p> - -<p>Avisábame ella de cuanto se trataba, haciéndome de amante -secretario. Declaráronse luego otros competidores, tan poderosos como -muchos; pero amantes heridos más de las saetas, que les arrojaba la -aljaba de su dote, que el arco del amor. Con todo me daban cuidado: que -es todo temores el amor.</p> - -<p>El que acabó de apurarme fué un nuevo rival, que á más de ser mozo, -galán y rico, era sobrino del virrey, que allá es decir aparte numen -y ramo de divinidad. Porque allí el gustar un virrey es obligar y sus -pensamientos se ejecutan aun antes que se imaginen.</p> - -<p>Comenzó á declararse pretensor de mi dama, tan confiado, como -poderoso. Competíamos los dos al descubierto, asistidos cada uno, él -del poder y yo del amor. Parecióle á él y á los suyos que era menester -más diligencia para derribar mi pretensión tan arraigada como antigua, -y para esto dispusieron las materias, despertando á quien dormía. -Prometieron su favor é industria á unos contrarios míos, porque me -pusiesen pleito en lo más bienparado de mi hacienda, ya para torcer de -mi voluntad, ya para acobardar á los padres de Felisinda.</p> - -<p>Vime presto solo y enredado en dos dificultosos pleitos, del interés -y del amor, que era el que más me desvelaba. No fué bastante este -temor de la pérdida de mi hacienda para hacer volver un paso atrás mi -afición, que, como la palma, crecía más á más resistencia; pero lo que -en mí no pudo obró en los padres y deudos de mi dama que, poniendo los -ojos en mayores conveniencias del interés y del honor, trataron... Mas -¿cómo lo podré decir? No sé si acertaré; mejor será dejarlo.</p> - -<p>Instó Andrenio en que prosiguiese.</p> - -<p>Y él: ¡Eh! ¿Qué es morir? Pues resolvieron matarme, dando mi vida -á mi contrario, que lo era mi dama. Avisóme ella la misma noche -desde un balcón, como solía. Consultando y pi<span class="pagenum" -id="Page_45">p. 45</span>diéndome el remedio, derramó tantas lágrimas, -que encendieron en mi pecho un incendio, un volcán de desesperación y -de furia.</p> - -<p>Con esto al otro día, sin reparar en inconvenientes ni en riesgos de -honra y de vida, guiado de mi pasión ciega, ceñí, no un estoque, sino -un rayo penetrante del aljaba del amor, fraguado de celos y de aceros. -Salí en busca de mi contrario, remitiendo las palabras á las obras y -las lenguas á las manos. Desnudamos los estoques de la compasión y de -la vaina. Fuímonos el uno para el otro y á pocos lances le atravesé el -acero por medio del corazón, sacándole el amor con la vida. - -<span class="sidenote"><i>Fruto<br /> de los vicios.</i></span> - -Quedó él rendido y yo preso, porque al punto dió conmigo un enjambre de -ministros, unos picando en la ambición de complacer al virrey y los más -en la codicia de mis riquezas.</p> - -<p>Dieron luego conmigo en un calabozo, cargándome de hierros: que éste -fué el fruto de los míos. Llegó la triste nueva á oídos de sus padres y -mucho más á sus entrañas, deshaciéndose en lágrimas y voces. Gritaban -los parientes la venganza y los más templados, justicia. Fulminaba -el virrey una muerte en cada extremo. No se hablaba de otro: los más -condenándome, los menos defendiéndome y á todos pesaba de nuestra loca -desdicha; sola mi dama se alegró en toda la ciudad, celebrando mi valor -y estimando mi fineza.</p> - -<p>Comenzóse con gran rigor la causa; pero siempre por tela de juicio -y lo primero á título de secuestro. Dieron saco verdadero á mi casa, -cebándose la venganza en mis riquezas, como el irritado toro en la capa -del que escapó; solas pudieron librarse algunas joyas, por retiradas al -sagrado de un convento, donde me las guardaban.</p> - -<p>No se dió por contenta mi fortuna en perseguirme tan criminal; sino -que también civil me dió luego sentencia en contra en el pleito de la -hacienda. Perdí bienes, perdí amigos, que siempre corren parejas. Todo -esto fuera nada, si no me sacudiera el último revés, que fué acabarme -de todo punto. Aborrecidos<span class="pagenum" id="Page_46">p. -46</span> los padres de Felisinda de su desgracia, ecos ya de las mías, -habiendo perdido en un año hijo y yerno, determinaron dejar la India -y dar la vuelta á la corte, con esperanzas de gran puesto, por sus -servicios merecido y con favores del virrey facilitado convirtieron en -oro y plata sus haberes y en la primera flota, con toda su hacienda y -casa, se embarcaron para España, llevándoseme...</p> - -<p>Aquí interrumpieron las palabras los sollozos, ahogándose la voz en -el llanto.</p> - -<p>Lleváronseme dos prendas del alma de una vez, con que fué doblado -y mortal mi sentimiento: la una era Felisinda y otra más que llevaba -en sus entrañas, desdichada ya por ser mía. Hiciéronse á la vela y -aumentaban el viento mis suspiros, engolfados ellos y anegado yo en un -mar de llanto. Quedé en aquella cárcel eternizado en calabozos, pobre y -de todos, si no de mis enemigos, olvidado.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Amor<br /> despeñadero.</i></span> - -Cual suele el que se despeña un monte abajo ir sembrando despojos, -aquí deja el sombrero, allá la capa, en una parte los ojos y en otra -las narices, hasta perder la vida, quedando reventado en el profundo: -así yo, luego que deslicé en aquel despeñadero de marfil, tanto más -peligroso, cuanto más agradable, comencé á ir rodando y despeñándome de -unas desdichas en otras, dejando en cada tope, aquí la hacienda, allá -la honra, la salud, los padres, los amigos y mi libertad, quedando como -sepultado en una cárcel, abismo de desdichas.</p> - -<p>Mas no digo bien, pues lo que me acarreó de males la riqueza, me -restituyó en bienes la pobreza. Puédolo decir con verdad, pues que aquí -hallé la sabiduría, que hasta entonces no la había conocido; aquí el -desengaño, la experiencia y la salud de cuerpo y alma. Viéndome sin -amigos vivos, apelé á los muertos. - -<span class="sidenote"><i>Pobreza sabia.</i></span> - -Di en leer, comencé á saber y á ser persona, que hasta entonces no -había vivido la vida racional, sino la bestial. Fuí llenando el alma de -verdades y de prendas. Conseguí la sabiduría y con ella el bienobrar, -que ilustrado una vez el entendimiento,<span class="pagenum" -id="Page_47">p. 47</span> con facilidad endereza la ciega voluntad. Él -quedó rico de noticias y ella de virtudes.</p> - -<p>Bien es verdad que abrí los ojos, cuando no hubo ya que ver: que -así acontece de ordinario. Estudié las nobles artes y las sublimes -ciencias, entregándome con afición especial á la moral filosofía, pasto -del juicio, centro de la razón y vida de la cordura. Mejoré de amigos, -trocando un mozo liviano por un Catón severo y un necio por un Séneca. -Un rato escuchaba á Sócrates y otro al divino Platón. Con esto pasaba -con alivio y aun con gusto aquella sepultura de vivos, laberinto de mi -libertad.</p> - -<p>Pasaron años y virreyes y nunca pasaba el rigor de mis contrarios. -Entretenían mi causa, queriendo, ya que no podían conseguir otro -castigo, convertir la prisión en sepultura. Al cabo de un siglo de -padecer y sufrir, llegó orden de España, solicitado en secreto de mi -esposa, que remitiesen allá mi causa y mi persona.</p> - -<p>Púsolo en ejecución el nuevo virrey, menos contrario, si no más -favorable, en la primera flota. Entregáronme con título de preso á un -capitán de un navío, encargándole más el cuidado, que la asistencia. -Salí de la India el primer pobre; pero con tal contento, que los -peligros de la mar me parecieron lisonjas.</p> - -<p>Gané luego amigos: que con el saber se ganan los verdaderos. Entre -todos, el capitán de la nave de superior se me hizo confidente: favor -que yo estimé mucho, celebrando por verdadero aquel dicho común, que -con la mudanza del lugar se muda también de fortuna.</p> - -<p>Mas aquí has de admirar un prodigio del humano engaño, un extremo -de mal proceder; aquí la porfía de una contraria fortuna y á dónde -llegaron mis desdichas. Este capitán y caballero, obligado por todas -partes á bienproceder, maleado de la ambición, llevado del parentesco -con el virrey mi enemigo y sobornado, á lo que yo más creo, de la -codicia vil de mi plata y mis alhajas, reliquias de aquella antigua -grandeza (mas ¿á qué<span class="pagenum" id="Page_48">p. 48</span> no -incitará los humanos pechos la execrable sed del oro?), resolvióse á -ejecutar la más civil bajeza que se ha oído.</p> - -<p>Estando solos una noche en uno de los corredores de popa, gozando -de la conversación y marea, dió conmigo, tan descuidado como confiado, -en aquel profundo de abismos. Comenzó él mismo á dar voces, para hacer -desgracia la traición y aun llorarme, no arrojado, sino caído. Al ruido -y á las voces acudieron mis amigos, ansiosos por ayudarme, echando -cables y sogas; pero en vano, porque en un instante pasó mucho mar el -navío, que volaba, dejándome á mí luchando con las olas y con una dos -veces amarga muerte. Arrojáronme algunas tablas, por último remedio y -fué una de ellas sagrada áncora, que las mismas olas, lastimadas de -mi inocencia y desdicha, me la ofrecieron entre las manos. Asíla tan -agradecido, cuan desesperado y besándola la dije: ¡Oh, despojo último -de mi fortuna! Leve apoyo de mi vida, refugio de mi última esperanza: -¡serás siquiera un breve ínterin de mi muerte!</p> - -<p>Desconfiado de poder seguir el navío fugitivo, me dejé llevar de -las olas al albedrío de mi desesperada fortuna. Tirana ella una y mil -veces, aún no contenta de tenerme en tal punto de desdichas, echando -el resto á su fiereza, conjuró contra mí los elementos en una horrible -tormenta, para acabarme con toda solemnidad de desventuras. Ya me -arrojaban tan alto las olas, que tal vez temí quedar enganchado en -alguna de las puntas de la luna ó estrellado en aquel cielo. Hundíame -luego tan en el centro de los abismos, que llegué á temer más el -incendio, que el ahogo.</p> - -<p>¡Mas ay! que lo que yo lamentaba rigores, fueron favores: que á -veces llegan tan á los extremos los males, que pasan á ser dichas. -Dígolo porque la misma furia de la tempestad y corriente de las aguas -me arrojaron en pocas horas á vista de aquella pequeña isla, tu patria -y para mí gran cielo, que de otro modo fuera imposible poder llegar á -ella, quedando en medio de aquellos mares rendido de hambre y hartando -las marinas fieras. En<span class="pagenum" id="Page_49">p. 49</span> -el mal estuvo el bien. Aquí, ayudándome más el ánimo, que las fuerzas, -llegué á tomar puerto en esos brazos tuyos, que otra vez y otras mil -quiero enlazar, confirmando nuestra amistad en eterna.</p> - -<p>De esta suerte dió fin Critilo á su relación, abrazándose entrambos, -renovando aquella primera fruición y experimentando una secreta -simpatía de amor y de contento. Emplearon lo restante de su navegación -en provechosos ejercicios. - -<span class="sidenote"><i>Las nobles<br /> artes.</i></span> - -Porque á más de la agradable conversación, que toda era una -bienproseguida enseñanza, le dió noticias de todo el mundo y -conocimiento de aquellas artes, que más realzan el ánimo y le -enriquecen, como la gustosa historia, la cosmografía, la esfera, la -erudición y la que hace personas, la moral filosofía. En lo que puso -Andrenio especial estudio fué en aprender lenguas, la latina, eterna -tesorera de la sabiduría, la española, tan universal como su imperio, -la francesa erudita y la italiana elocuente, ya para lograr los muchos -tesoros que en ellas están escritos, ya para la necesidad de hablarlas -y entenderlas en su jornada del mundo.</p> - -<p>Era tanta la curiosidad de Andrenio, como su docilidad y así siempre -estaba confiriendo y preguntando de las provincias, repúblicas, reinos -y ciudades; de sus reyes, gobiernos y naciones; siempre informándose, -filosofando y discurriendo, con tanta fruición, como novedad, deseando -llegar á la perfección de noticias y de prendas. Con tan gustosa -ocupación no se sintieron las penalidades de un viaje tan penoso y al -tiempo acostumbrado aportaron á este nuevo mundo. En qué parte y lo que -en él les sucedió nos lo ofrece referir la Crisi siguiente.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1_5"> - <p><span class="pagenum" id="Page_50">p. 50</span></p> - <h3 class="g1 ws1">CRISI V</h3> - <p class="subh3c"><i>Entrada del mundo.</i></p> -</div> - -<p>Cauta, si no engañosa, procedió la naturaleza con el hombre al -introducirle en este mundo, pues trazó que entrase sin género alguno -de conocimiento, para deslumbrar todo reparo. Á escuras llega y aun á -ciegas, quien comienza á vivir, sin advertir que vive y sin saber qué -es vivir. Críase niño y tan rapaz, que, cuando llora, con cualquier -niñería le acalla y con cualquier juguete le contenta. Parece que le -introduce en un reino de felicidades y no es sino un cautiverio de -desdichas que, cuando llega á abrir los ojos del alma, dando en la -cuenta de su engaño, hállase empeñado sin remedio. Vese metido en el -lodo de que fué formado y ya ¿qué puede hacer, sino pisarlo, procurando -salir de él como mejor pudiere?</p> - -<p>Persuádome que, si no fuera con este universal ardid, ninguno -quisiera entrar en tan engañoso mundo y que pocos aceptaran la vida -después, si tuvieran estas noticias antes. Porque ¿quién, sabiéndolo, -quisiera meter el pie en un reino mentido y cárcel verdadera, á -padecer tan muchas como varias penalidades? En el cuerpo hambre, sed, -frío, calor, cansancio, desnudez, dolores, enfermedades y en el ánimo -engaños, persecuciones, envidias, desprecios, deshonras, ahogos, -tristezas, temores, iras; desesperaciones y salir al cabo condenado -á miserable muerte, con pérdida de todas las cosas, casa, hacienda, -bienes, dignidades, amigos, parientes, hermanos, padres y la misma -vida, cuando más amada.</p> - -<p>Bien supo la naturaleza lo que hizo y mal el hombre lo que aceptó. -Quien no te conoce ¡oh vivir! te estime; pero un desengañado tomara -antes haber sido trasladado de la cuna á la urna, del tálamo al túmulo. -Presagio común es de miserias el<span class="pagenum" id="Page_51">p. -51</span> llorar al nacer. Que, aunque el más dichoso cae de pies, -triste posesión toma y el clarín, con que este hombre rey entra en el -mundo, no es otro que su llanto: señal que su reinado todo ha de ser -de penas. Pero ¿cuál puede ser una vida, que comienza entre los gritos -de la madre, que la da, y los lloros del hijo, que la recibe? Por lo -menos, ya que le faltó el conocimiento, no el presagio de sus males, si -no los concibe, los adivina.</p> - -<p>Ya estamos en el mundo, dijo el sagaz Critilo al incauto Andrenio, -al saltar juntos en tierra. Pésame que entres en él con tanto -conocimiento, porque sé te ha de desagradar mucho. Todo cuanto obró -el supremo Artífice está tan acabado, que no se puede mejorar; mas -todo cuanto han añadido los hombres es imperfecto. Criólo Dios muy -concertado y el hombre lo ha confundido. Digo, lo que ha podido -alcanzar; que, aun donde no ha llegado con el poder, con la imaginación -ha pretendido trabucarlo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Mundo civil<br /> y natural.</i></span> - -Visto has hasta ahora las obras de la naturaleza y admirádolas -con razón; verás de hoy adelante las del artificio, que te han -de espantar. Contemplado has las obras de Dios; notarás las de -los hombres y verás la diferencia. ¡Oh cuán otro te ha de parecer -el mundo civil del natural y el humano del divino! Ve prevenido -en este punto, para que ni te admires de cuanto vieres -ni te desconsueles de cuanto experimentares.</p> - -<p>Comenzaron á discurrir por un camino tan trillado, como solo -y primero. Mas reparó Andrenio que ninguna de las humanas -huellas miraba hacia atrás; todas pasaban adelante: señal de que -ninguno volvía. Encontraron á poco rato una cosa bien donosa -y de harto gusto: era un ejército desconcertado de infantería, -un escuadrón de niños de diferentes estados y naciones, como -lo mostraban sus diferentes trajes. Todo era confusión y vocería.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Niñez inculta.</i></span> - -Íbalos primero recogiendo y después acaudillando una mujer bien rara, -de risueño aspecto, alegres ojos, dulces labios y palabras blandas, -piadosas manos y toda ella caricias, halagos y ca<span class="pagenum" -id="Page_52">p. 52</span>riños. Traía consigo muchas criadas de su -genio y de su empleo, para que los asistiesen y sirviesen y así -llevaban en brazos los pequeñuelos, otros de los andadores y á los -mayorcillos de la mano, procurando siempre pasar adelante.</p> - -<p>Era increíble el agasajo con que á todos acariciaba aquella -madre común, atendiendo á su gusto y regalo y para esto llevaba mil -invenciones de juguetes, con que entretenerlos.</p> - -<p>Había hecho también gran provisión de regalos y, en llorando alguno, -al punto acudía afectuosa, haciéndole fiestas y caricias, concediéndole -cuanto pedía, á trueque de que no llorase. Con especialidad cuidaba de -los que iban mejor vestidos, que parecían hijos de gente principal, -dejándolos salir con cuanto querían. Era tal el cariño y agasajo que -esta, al parecer ama piadosa, les hacía, que los mismos padres la -traían sus hijuelos y se los entregaban, fiándolos más de ella, que de -sí mismos.</p> - -<p>Mucho gustó Andrenio de ver tanta y tan donosa infantería, no -acabando de admirar y reconocer al hombre niño. Y tomando en sus brazos -uno en mantillas, decíale á Critilo:</p> - -<p>¡Es posible, que éste es el hombre! ¡Quién tal creyera! ¡Que este -casi insensible, - -<span class="sidenote"><i>Conde de<br /> Monterrey.</i></span> - -torpe é inútil viviente ha de venir á ser un hombre tan entendido á -veces, tan prudente y tan sagaz como un Catón, un Séneca, un Conde de -Monterrey!</p> - -<p>Todo es extremos el hombre, dijo Critilo. Ahí verás lo que cuesta el -ser persona. Los brutos luego lo saben ser, luego corren, luego saltan; -pero al hombre cuéstale mucho, porque es mucho.</p> - -<p>Lo que más me admira, ponderó Andrenio, es el indecible afecto de -esta rara mujer. ¡Qué madre como ella! ¿Puédese imaginar tal fineza? -De esta felicidad carecí yo, que me crié dentro de las entrañas de un -monte y entre fieras: allí lloraba hasta reventar, tendido en el duro -suelo, desnudo, hambriento y desamparado, ignorando estas caricias.</p> - -<p>No envidies, dijo Critilo, lo que no conoces ni llames felicidad, -hasta que veas en qué para. De estas cosas toparás muchas<span -class="pagenum" id="Page_53">p. 53</span> en el mundo, que no son lo -que parecen, sino muy al contrario. Ahora comienzas á vivir; irás -viviendo y viendo.</p> - -<p>Caminaban con todo este embarazo, sin parar ni un instante, -atravesando países; aunque sin hacer estación alguna y siempre cuesta -abajo, atendiendo mucho la que conducía el pigmeo escuadrón, á que -ninguno se cansase ni lo pasase mal. Dábales de comer una vez sola, que -era todo el día.</p> - -<p>Hallábanse al fin de aquel paraje, metidos en un valle profundísimo, -rodeado á una y otra banda de altísimos montes, que decían ser los -más altos puertos de este universal camino. Era noche y muy oscura, -con propiedad lóbrega. En medio de esta horrible profundidad, mandó -hacer alto aquella engañosa hembra y, mirando á una y otra parte, hizo -la señal usada, con que al mismo punto ¡oh maldad no imaginada! ¡oh -traición nunca oída! comenzaron á salir de entre aquellas breñas y por -las bocas de las grutas ejércitos de fieras, leones, tigres, osos, -lobos, serpientes y dragones, que arremetiendo de improviso, dieron en -aquella tierna manada de flacos y desarmados corderillos, haciendo un -horrible estrago y sangrienta carnicería. Porque arrastraban á unos, -despedazaban á otros, mataban, tragaban y devoraban cuantos podían.</p> - -<p>Monstruo había, que de un bocado se tragaba dos niños y, no bien -engullidos aquéllos, alargaba las garras á otros dos. Fiera había, -que estaba desmenuzando con los dientes el primero y despedazando con -las uñas el segundo, no dando treguas á su fiereza. Discurrían todas -por aquel lastimoso teatro, babeando sangre, teñidas las bocas y las -garras en ella. Cargaban muchas con dos y con tres de los más pequeños -y llevábanlos á sus cuevas, para que fuesen pasto de sus ya fieros -cachorrillos. Todo era confusión y fiereza: espectáculo verdaderamente -fatal y lastimero.</p> - -<p>Y era tal la candidez ó simplicidad de aquellos infantes tiernos, -que tenían por caricias el hacer presa en ellos y por fiesta el -despedazarlos, convidándolas ellos mismos risueños y provocándolas con -abrazos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_54">p. 54</span>Quedó atónito, -quedó aterrado Andrenio, viendo una tan horrible traición, una tan -impensada crueldad y, puesto en lugar seguro á diligencias de Critilo, -lamentándose decía:</p> - -<p>¡Oh, traidora! ¡oh, bárbara! ¡oh, sacrílega mujer, más fiera, que -las mismas fieras! ¿Es posible que en esto han parado tus caricias? -¿Para esto era tanto cuidado y asistencia? ¡Oh, inocentes corderillos, -qué temprano fuísteis víctima de la desdicha! ¡Qué presto llegásteis -al degüello! ¡Oh, mundo engañoso! ¿Y esto se usa en ti? ¿De estas -hazañas tienes? Yo he de vengar por mis propias manos una maldad tan -increíble.</p> - -<p>Diciendo y haciendo, arremetió furioso para despedazar con sus -dientes aquella cruel tirana; mas no la pudo hallar, que ya ella -con todas sus criadas habían dado vuelta, en busca de otros tantos -corderillos, para traerlos vendidos al matadero. De suerte que ni -aquéllos cesaban de traer ni éstas de despedazar ni de llorar Andrenio -tan irreparable daño.</p> - -<p>En medio de tan espantosa confusión y cruel matanza, amaneció de -la otra parte del valle, por lo más alto de los montes, con rumbos -de aurora, otra mujer y con razón otra, que tan cercada de luz, como -rodeada de criadas, desalada, cuando más volando, descendía á librar -tanto infante como perecía. Ostentó su rostro muy sereno y grave, -que de él y de la mucha pedrería de su recamado ropaje despedía tal -inundación de luces, que pudieron muy bien suplir y aun con ventajas la -ausencia del rey del día. Era hermosa por extremo y coronada por reina -entre todas aquellas beldades sus ministras.</p> - -<p>¡Oh, dicha rara! Al mismo punto que la descubrieron las encarnizadas -fieras, cesando de la matanza, se fueron retirando á todo huir y, -dando espantosos aullidos, se hundieron en sus cavernas. Llegó piadosa -ella y comenzó á recoger los pocos que habían quedado y aun ésos muy -malparados de araños y de heridas.</p> - -<p>Íbanlos buscando con gran solicitud aquellas hermosísimas doncellas -y aun sacaron muchos de las oscuras cuevas y de las mismas gargantas -de los monstruos, recogiendo y amparando<span class="pagenum" -id="Page_55">p. 55</span> cuantos pudieron. Y notó Andrenio que eran -éstos de los más pobres y de los menos asistidos de aquella maldita -hembra. De modo que en los más principales, como más lucidos, habían -hecho las fieras mayor riza.</p> - -<p>Cuando los tuvo todos juntos, sacólos á toda prisa de aquella tan -peligrosa estancia, guiándolos de la otra parte del valle, el monte -arriba, no parando hasta llegar á lo más alto, que es lo más seguro. -Desde allí se pusieron á ver y contemplar con la luz, que su gran -libertadora les comunicaba, el gran peligro en que habían estado y -hasta entonces no conocido.</p> - -<p>Teniéndolos ya en salvo, fué repartiendo preciosísimas piedras, una -á cada uno que, sobre otras virtudes contra cualquier riesgo, arrojaban -de sí una luz tan clara y apacible, que hacían de la noche día: y lo -que más se estimaba, era el ser indefectible. Fuélos encomendando á -algunos sabios varones, que los apadrinasen y guiasen siempre cuesta -arriba, hasta la gran ciudad del mundo.</p> - -<p>Ya en esto se oían otros tantos alaridos de otros tantos niños que, -acometidos en el funesto valle de las fieras, estaban pereciendo. Al -mismo punto aquella piadosa reina, con todas sus amazonas, marchó -volando á socorrerlos.</p> - -<p>Estaba atónito Andrenio de lo que había visto, parangonando tan -diferentes sucesos y en ellos la alternación de males y de bienes de -esta vida.</p> - -<p>¡Qué dos mujeres éstas tan contrarias!, decía. ¡Qué asuntos tan -diferentes! ¿No me dirás, Critilo, quién es aquella primera para -aborrecerla y quién esta segunda para celebrarla?</p> - -<p>¿Qué te parece, dijo, de esta primera entrada del mundo? ¿No es muy -conforme á él y á lo que yo te decía? Nota bien lo que acá se usa y, si -tal es el principio, díme ¿cuáles serán los progresos y sus fines? Para -que abras los ojos y vivas siempre alerta entre enemigos, saber deseas -quién es aquella primera y cruel mujer, que tú tanto aplaudías. Créeme -que ni el alabar ni el vituperar ha de ser hasta el fin.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_56">p. 56</span> - -<span class="sidenote"><i>Inclinación<br /> mal anticipada.</i></span> - -Sabrás que aquella primera tirana es nuestra mala inclinación, la -propensión al mal. Ésta es la que luego se apodera de un niño, previene -á la razón y se adelanta. Reina y triunfa en la niñez, tanto que -los propios padres, con el intenso amor que tienen á sus hijuelos, -condescienden con ellos y, porque no llore el rapaz, le conceden cuanto -quiere. Déjanle hacer su voluntad en todo y salir con la suya siempre -y así se cría vicioso, vengativo, colérico, glotón, terco, mentiroso, -desenvuelto, llorón, lleno de amor propio, de ignorancia, ayudando -de todas maneras á la natural, siniestra inclinación. Apoderándose -con esto de un muchacho, sus pasiones cobran fuerza con la paternal -connivencia, prevalece la depravada propensión al mal y ésta con sus -caricias trae un tierno infante al valle de las fieras, á ser presa de -los vicios y esclavo de sus pasiones.</p> - -<p>De modo que, cuando llega la razón, que es aquella otra reina de la -luz, madre del desengaño, con las virtudes sus compañeras, ya los halla -depravados, entregados á los vicios y muchos de ellos sin remedio. - -<span class="sidenote"><i>Aurora<br /> de la vida.</i></span> - -Cuéstale mucho sacarlos de las uñas de sus malas inclinaciones y halla -grande dificultad en encaminarlos á lo alto y seguro de la virtud. -Porque es llevarlos cuesta arriba. Perecen muchos y quedan hechos -oprobio de su vicio y más los más ricos, los hijos de señores y de -príncipes, en los cuales el criarse con más regalo es ocasión de más -vicio. Los que se crían con necesidad y tal vez entre los rigores de -una madrastra son los que mejor libran, como Hércules, y ahogan estas -serpientes de sus pasiones en la misma cuna.</p> - -<p>¿Qué piedra tan preciosa es esta, preguntó Andrenio, que nos ha -entregado á todos con tal recomendación?</p> - -<p>Has de saber, le respondió Critilo, que lo que fabulosamente -atribuyeron muchos á algunas piedras aquí se halla ser evidencia, -porque ésta es el verdadero carbunclo, que resplandece en medio de las -tinieblas, así de la ignorancia como del vicio. Éste es el diamante -finísimo, que entre los golpes del padecer y entre los incendios -del apetecer está más fuerte y brillante.<span class="pagenum" -id="Page_57">p. 57</span> Ésta es la piedra de toque que examina el -bien y el mal. Ésta la piedra imán, atenta al norte de la virtud. -Finalmente esta es la piedra de todas las virtudes, que los sabios -llaman el dictamen de la razón, el más fiel amigo que tenemos.</p> - -<p>Así iban confiriendo, cuando llegaron á aquella tan famosa -encrucijada, donde se divide el camino y se diferencia el vivir. -Estación célebre, por la dificultad que hay, no tanto de parte del -saber, cuanto del querer, sobre qué senda y á qué mano se ha de -echar.</p> - -<p>Vióse aquí Critilo en mayor duda porque, siendo la tradición común -ser dos los caminos, el plausible de la mano izquierda por lo fácil, -entretenido y cuesta abajo, y al contrario el de mano derecha áspero, -desapacible y cuesta arriba, halló con no poca admiración que eran tres -los caminos, dificultando más su elección.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Bivio humano.</i></span> - -¡Válgame el cielo!, decía, ¿no es éste aquel tan sabio bivio, donde el -mismo Hércules se halló perplejo sobre cuál de los dos caminos tomaría? -Miraba adelante y atrás, preguntándose á sí mismo. ¿No es ésta aquella -docta letra de Pitágoras, en que cifró toda la sabiduría, que hasta -aquí procede igual y después se divide en dos ramos, uno espacioso del -vicio y otro estrecho de la virtud? Pero con diversos fines, que el uno -va á parar en el castigo y el otro en la corona. Aguarda, decía. ¿Dónde -están aquellos dos aledaños de Epicteto: el <i>Abstine</i> en el camino del -deleite y el <i>Sustine</i> en el de la virtud? Basta que habemos llegado á -tiempos, que hasta los caminos reales se han mudado.</p> - -<p>¿Qué montón de piedras es aquél, preguntó Andrenio, que está en -medio de las sendas?</p> - -<p>Lleguémonos allá, dijo Critilo, que el índice del numen vial, -juntamente nos está llamando y dirigiendo. Éste es el misterioso montón -de Mercurio, en quien significaron los antiguos que la sabiduría es la -que ha de guiar y que por donde nos llama el cielo habemos de correr: -eso está voceando aquella mano.</p> - -<p>Pero el montón de piedras, ¿á qué propósito, replicó An<span -class="pagenum" id="Page_58">p. 58</span>drenio, extraño despojo del -camino, amontonando tropiezos?</p> - -<p>Estas piedras, respondió suspirando Critilo, las arrojan aquí los -viandantes, que en esto pagan la enseñanza: éste es el galardón que -se le da á todo maestro y entiendan los de la verdad y virtud que -hasta las piedras se han de levantar contra ellos. Acerquémonos á esta -columna, que ha de ser el oráculo en tanta perplejidad.</p> - -<p>Leyó Critilo el primer letrero, que con Horacio decía:</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Mediocridad<br /> de oro.</i></span> - -<i>Medio hay en las cosas, tú no vayas por los extremos.</i></p> - -<p>Estaba toda ella de alto á bajo labrada de relieve con extremado -artificio, compitiendo los primores materiales de la simetría con los -formales del ingenio. Leíanse muchos sentenciosos aforismos y campeaban -historias alusivas. Íbalas admirando Andrenio y comentándolas Critilo -con gustoso acierto.</p> - -<p>Allí vieron al temerario joven, montando en la carroza de luces y su -padre le decía:</p> - -<p>Ve por el medio y correrás seguro.</p> - -<p>Éste fué, declaró Critilo, un mozo que entró muy orgulloso en -un gobierno y, por no atender á la mediocridad prudente, como lo -aconsejaban sus ancianos, perdió los estribos de la razón y, tantos -vapores quiso levantar en tributos, que lo abrasó todo, perdiendo el -mundo y el mando.</p> - -<p>Seguíase Ícaro, desalado en caer, pasando de un extremo á otro, de -los fuegos á las aguas; por más que le voceaba Dédalo:</p> - -<p>¡Vuela por el medio!</p> - -<p>Éste fué otro arrojado, ponderaba Critilo, que, no contento con -saber lo que basta, que es lo conveniente, dió en sutilezas malfundadas -y, tanto quiso adelgazar, que le mintieron las plumas y dió con sus -quimeras en el mar de un común y amargo llanto: que va poco de penas á -penas.</p> - -<p>Aquél es el célebre Cleóbulo, que está escribiendo en tres cartas -consecutivas esta palabra sola: - -<span class="sidenote"><i>Modo.</i></span> - -<i>Modo</i>, al rey, que en otras tres le había pedido un consejo, digno de -su saber, para reinar con acierto.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_59">p. 59</span>Mira aquel otro de -los siete de Grecia, eternizado sabio por sola aquella sentencia: <i>Huye -en todo la demasía.</i> Porque siempre dañó más lo más que lo menos.</p> - -<p>Estaban de relieve todas las virtudes con plausibles empresas en -tarjetas y roleos. Comenzaban por orden, puesta cada una en medio de -sus dos viciosos extremos y en lo bajo la fortaleza, asegurando el -apoyo á las demás, recostada sobre el cojín de una columna, media entre -la temeridad y la cobardía. Procediendo así todas las otras, remataba -la prudencia, como reina, y en sus manos tenía una preciosa corona con -este lema: <i>Para el que ama la mediocridad de oro.</i></p> - -<p>Leíanse otras muchas inscripciones, que formaban lazos y servían -de definiciones al artificio y al ingenio. Coronaba toda esta máquina -elegante la felicidad muy serena, recodada en sus varones sabios y -valerosos, ladeada también de sus dos extremos, el llanto y la risa, -cuyos atlantes eran Heráclito y Demócrito, llorando siempre aquél y -éste riendo.</p> - -<p>Mucho gustó Andrenio de ver y de entender aquel maravilloso oráculo -de toda la vida. Mas ya en esto se había juntado mucha gente en pocas -personas, porque los más, sin consultar otro numen que su gusto, daban -por aquellos extremos, llevados de su antojo y su deleite.</p> - -<p>Llegó uno y sin informarse, muy á lo necio, echó por otro extremo, -bien diferente del que todos creyeron, que fué por el de presumido, con -que se perdió luego.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Vano.</i></span> - -Tras éste venía un vano, que tan mal y sin preguntar, pero con lindo -aire, tomó el camino más alto. Y como él estaba vacío de hueco y el -viento iba arreciando, vencióle presto y dió con él allí abajo, con -venganza de muchos, que, como iba tan alto, el subir y el caer fué á -vista y á risa de todo el mundo.</p> - -<p>Había un camino sembrado de abrojos y, cuando se persuadió Andrenio -que ninguno iría por él, vió que muchos se apasionaban - -<span class="sidenote"><i>Vengativos.</i></span> - -y había puñadas sobre cuál sería el primero. El carril de las bestias -era el más trillado. Y preguntándole á un hom<span class="pagenum" -id="Page_60">p. 60</span>bre, que lo parecía, cómo iba por allí, -respondió que por no irse solo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Glotones.</i></span> - -Junto á éste estaba otro camino muy breve y todos los que iban por -él hacían gran prevención de manjares y de regalos; mas no caminaban -mucho, que más son los que mueren de ahito, que de hambre.</p> - -<p>Pretendían algunos ir por el aire; pero desvanecíaseles la cabeza, -con que caían. Y éstos de ordinario no daban en cielo ni en tierra.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Lascivos.</i></span> - -Encarrilaban muchos por un paseo muy ameno y delicioso: íbanse de prado -en prado muy entretenidos y placenteros, saltando y bailando, cuando -á lo mejor caían rendidos, sudando y gritando, sin poder dar un paso, -haciendo malísimas caras, por haberlas hecho buenas.</p> - -<p>De un paso se quejaban todos que era muy peligroso, infestado -siempre de ladrones y, aunque lo sabían, echaban no pocos por él, -diciendo que ellos se entenderían con los otros y al cabo todos se -hacían ladrones, robándose unos á otros.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Avaros.</i></span> - -Preguntaban unos, con no poca admiración de Andrenio y gusto de -Critilo, por topar quien repasase y se informase: pedían cuál era -el camino de los perdidos. Creyeron que para huir de él y fué al -contrario, que, en sabiéndolo, tomaron por allí la derrota.</p> - -<p>¡Hay tal necedad!, dijo Andrenio, y viendo entre ellos algunos -personajes de harta importancia, preguntáronles cómo iban por allí y -respondieron que ellos no iban, sino que los llevaban.</p> - -<p>No era menos calificada la de otros, que todo el día andaban -alrededor, moliéndose y moliendo, sin pasar adelante ni llegar jamás al -centro.</p> - -<p>No hallaban el camino otros: todo se les iba en comenzar á caminar; -nunca acababan y luego paraban, no acertando á dar un paso, con las -manos en el seno y, si pudieran, aun metieran los pies: éstos jamás -llegaban al cabo con cosa.</p> - -<p>Dijo uno que él quería ir por donde ningún otro hubiese ca<span -class="pagenum" id="Page_61">p. 61</span>minado jamás. Nadie le pudo -encaminar. Tomó el de su capricho y presto se halló perdido.</p> - -<p>¿No adviertes, dijo Critilo, que casi todos toman el camino ajeno -y dan por el extremo contrario de lo que se pensaba? El necio da en -presumido y el sabio hace del que no sabe, el cobarde afecta el valor -y todo es tratar de armas y pistolas y el valiente las desdeña, el que -tiene da en no dar y el que no tiene desperdicia, la hermosa afecta -el desaliño y la fea revienta por parecer, el príncipe se humana y el -hombre bajo afecta divinidades, el elocuente calla y el ignorante se lo -quiere hablar todo, el diestro no osa obrar y el zurdo no para. Todos -al fin verás que van por extremos, errando el camino de la vida de -medio á medio.</p> - -<p>Echemos nosotros por el más seguro, aunque no tan plausible, que es -el de una prudente y feliz medianía, no tan dificultoso como el de los -extremos, por contenerse siempre en un buen medio.</p> - -<p>Pocos le quisieron seguir; más luego que se vieron encaminados, -sintieron una notable alegría interior y una grande satisfacción de -la conciencia. Advirtieron más, que aquellas preciosas piedras, ricas -prendas de la razón, comenzaron á resplandecer tanto, que cada una -parecía un brillante lucero, haciéndose lenguas en rayos y diciendo: -¡Éste es el camino de la verdad y la verdad de la vida!</p> - -<p>Al contrario todas las de aquellos, que siguieron sus antojos, -se vieron perder su luz, de modo, que parecieron quedar de todo -punto ofuscadas y ellos eclipsados: tan errado el dictamen, como el -camino.</p> - -<p>Viendo Andrenio que caminaban siempre cuesta arriba, dijo:</p> - -<p>Este camino, más parece que nos lleva al cielo, que al mundo.</p> - -<p>Así es, le respondió Critilo, porque son las sendas de la eternidad -y, aunque vamos metidos en nuestra tierra; pero muy superiores á ella, -señores de los otros y vecinos á las estrellas. Ellas nos guíen, que ya -estamos engolfados entre Escilas y Caribdis del mundo.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_62">p. 62</span>Esto dijo al entrar -en una de sus más célebres ciudades, gran Babilonia de España, emporio -de sus riquezas, teatro augusto de las letras y las armas, esfera de la -nobleza y gran plaza de la vida humana.</p> - -<p>Quedó espantado Andrenio de ver el mundo, que no le conocía, -mucho más admirado que allá, cuando salió á verlo de su cueva. ¿Pero -qué mucho, si allí lo miraba de lejos y aquí tan de cerca? Allí -contemplando, aquí experimentando. Que todas las cosas se hallan muy -trocadas, cuando tocadas. Lo que novedad le causó fué el no topar -hombre alguno; aunque los iban buscando con afectación en una ciudad -populosa y al sol de mediodía.</p> - -<p>¿Qué es esto?, decía Andrenio. ¿Dónde están estos hombres? ¿Qué se -han hecho? ¿No es la tierra su patria tan amada, el mundo su centro y -tan querido? ¿Pues cómo lo han desamparado? ¿Dónde habrán ido, que más -valgan?</p> - -<p>Iban por una y otra parte solícitamente buscándolos sin poder -descubrir uno tan sólo, hasta que...; pero cómo y dónde los hallaron -nos lo contará la otra Crisi.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1_6"> - <h3 class="g1 ws1">CRISI VI</h3> - <p class="subh3c"><i>Estado del siglo.</i></p> -</div> - -<p>Quien oye decir mundo concibe un compuesto de todo lo criado, muy -concertado y perfecto. Y con razón, pues toma el nombre de su misma -belleza. Mundo quiere decir lindo y limpio. Imagínase un palacio muy -bien trazado, al fin por la infinita Sabiduría, muy bien ejecutado por -la Omnipotencia, alhajado por la divina Bondad, para morada del rey -hombre, que como partícipe de razón, presida en él y le mantenga en -aquel primer concierto, en que su divino Hacedor le puso. De suerte -que<span class="pagenum" id="Page_63">p. 63</span> mundo no es otra -cosa que una casa hecha y derecha por el mismo Dios y para el hombre; -no hay otro modo cómo poder declarar su perfección.</p> - -<p>Así había de ser, como el mismo nombre lo blasona, su principio lo -afianza y su fin lo asegura; pero cuán al contrario sea esto y cuál -le haya parado el mismo hombre, cuánto desmienta el hecho al dicho, -pondérelo Critilo, que con Andrenio se hallaban ya en el mundo, aunque -no bien hallados en fe de tan personas.</p> - -<p>En busca iban de los hombres, sin poder descubrir uno, cuando -al cabo de rato y cansancio, toparon con medio, un medio hombre -y medio fiera. Holgóse tanto Critilo, cuanto se inmutó Andrenio, -preguntando:</p> - -<p>¿Qué monstruo es éste tan extraño?</p> - -<p>No temas, respondió Critilo, que éste es más hombre que los mismos, -éste es el maestro de los reyes y rey de los maestros, éste es el sabio -Quirón. ¡Oh, qué bien nos viene y cuán á la ocasión! pues él nos guiará -en esta primera entrada del mundo y nos enseñará á vivir: que importa -mucho á los principios.</p> - -<p>Fuése para él saludándole y correspondió el centauro con doblada -humanidad. Díjole cómo iban en busca de los hombres y que, después de -haber dado cien vueltas, no habían podido hallar uno tan sólo.</p> - -<p>No me espanto, dijo él, que no es este siglo de hombres, digo de -aquellos famosos de otros tiempos. ¿Qué? - -<span class="sidenote"><i>Estéril siglo.</i></span> - -¿Pensábais hallar ahora un don Alonso el Magnánimo en Italia, un Gran -Capitán en España, un Enrique IV en Francia, haciendo corona de su -espada y de sus guarniciones lises? Ya no hay tales héroes en el mundo -ni aun memoria de ellos.</p> - -<p>¿No se van haciendo?, replicó Andrenio.</p> - -<p>No llevan traza y para luego es tarde.</p> - -<p>Pues de verdad que ocasiones no han faltado.</p> - -<p>¿Cómo no se han hecho?, preguntó Critilo. ¿Por qué se han -deshecho?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_64">p. 64</span>Hay mucho que decir -en ese punto, ponderó Quirón. Unos lo quieren ser todo y al cabo son -menos que nada; valiera más no hubieran sido. Dicen también que corta -mucho la envidia con las tijerillas de Tomeras. Pero yo digo que ni -es eso ni esotro; sino que, mientras el vicio prevalezca, no campeará -la virtud y, sin ella, no puede haber grandeza heroica. Creedme que -esta Venus tiene arrinconadas á Belona y á Minerva en todas partes -y no trata ella, sino con viles herreros, que todo lo tiznan y todo -lo hierran. Al fin no nos cansemos, que él no es siglo de hombres -eminentes ni en las armas ni en las letras. Pero decidme ¿dónde los -habéis buscado?</p> - -<p>Y Critilo: ¿Dónde los habemos de buscar, sino en la tierra? ¿No es -ésta su patria y su centro?</p> - -<p>¡Qué bueno es eso!, dijo el centauro. ¡Mirad! ¿Cómo los habíais de -hallar? No los habéis de buscar ya en todo el mundo, que ya han mudado -del hito: nunca está quieto el hombre, con nada se contenta.</p> - -<p>Pues menos los hallaremos en el cielo, dijo Andrenio.</p> - -<p>Menos, que no están ya ni en el cielo ni en la tierra.</p> - -<p>¿Pues dónde los habemos de buscar?</p> - -<p>¿Dónde? En el aire.</p> - -<p>¿En el aire?</p> - -<p>Sí, que allí se han fabricado castillos en el aire, torres de -viento, donde están muy encastillados, sin querer salir de su -quimera.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Castillos<br /> en el aire.</i></span> - -Según eso, dijo Critilo, todas sus torres vendrán á serlo de confusión -y, por no ser Janos de prudencia, les picarán las cigüeñas manuales -señalándolos con el dedo y diciendo:</p> - -<p>¿Éste no es aquel hijo de aquel otro?</p> - -<p>De suerte, que con lo que ellos echaron á las espaldas los demás les -darán en el rostro.</p> - -<p>Otros muchos, prosiguió el Quirón, se han subido á las nubes. Y aun -hay quien, no levantándose del polvo, pretende tocar con la cabeza -en las estrellas. Paséanse no pocos por los<span class="pagenum" -id="Page_65">p. 65</span> espacios imaginarios, camaranchones de su -presunción; pero la mayor parte hallaréis acullá sobre el cuerno de la -luna y aun pretenden subir más alto, si pudieran.</p> - -<p>Tiene razón, voceó Andrenio. Acullá están, allá los veo y aun allí -andan empinándose, tropezando unos y cayendo otros, según las mudanzas -suyas y de aquel planeta, que ya les hace una cara y ya otra. Y aun -ellos también no cesan entre sí de armarse zancadillas, cayendo todos -con más daño que escarmiento.</p> - -<p>¡Hay tal locura!, repetía Critilo. ¿No es la tierra su lugar proprio -del hombre, su principio y su fin? ¿No les fuera mejor conservarse en -este medio y no querer encaramarse con tan evidente riesgo? ¡Hay tal -disparate!</p> - -<p>Sí lo es grande, dijo el semihombre, materia de harta lástima para -unos y de risa para otros, ver que el que ayer no se levantaba de -la tierra ya le parece poco un palacio, ya habla sobre el hombro el -que ayer llevaba la carga en él, el que nació entre malvas pide los -artesones de cedro, el desconocido de todos hoy desconoce á todos, el -hijo tiene el puntillo de los muchos que dió su padre. El que ayer -no tenía para pasteles, asquea el faisán, blasona de linajes; el de -conocido solar, el vos, es señoría. Todos pretenden subir y ponerse -sobre los cuernos de la luna, más peligrosos que los de un toro, -pues, estando fuera de su lugar, es forzoso dar abajo con ejemplar -infamia.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Fieras<br /> ciudadanas.</i></span> - -Fuélos guiando á la plaza mayor, donde hallaron paseándose gran -multitud de fieras y todas tan sueltas como libres, con tan notable -peligro de los incautos. Había leones, tigres, leopardos, lobos, -toros, panteras, muchas vulpejas. Ni faltaban sierpes, dragones y -basiliscos.</p> - -<p>¿Qué es esto?, dijo turbado Andrenio. ¿Dónde estamos? ¿Es esta -población humana ó selva ferina?</p> - -<p>No tienes que temer, que cautelarte sí, dijo el centauro.</p> - -<p>Sin duda que los pocos hombres que habían quedado se han retirado -á los montes, ponderó Critilo, por no ver lo que en el<span -class="pagenum" id="Page_66">p. 66</span> mundo pasa y que las fieras -se han venido á las ciudades y se han hecho cortesanas.</p> - -<p>Así es, respondió Quirón: el león de un poderoso, con quien no hay -poderse averiguar, el tigre de un matador, el lobo de un ricazo, la -vulpeja de un fingido, la víbora de una ramera: toda bestia y todo -bruto han ocupado las ciudades. Ésas rúan las calles, pasean las -plazas; y los verdaderos hombres de bien no osan parecer, viviendo -retirados dentro de los límites de su moderación y recato.</p> - -<p>¿No nos sentamos en aquel alto, dijo Andrenio, para poder ver, -cuando no gozar con seguridad y con señorío?</p> - -<p>Eso no, respondió Quirón: no está el mundo para tomarlo de -asiento.</p> - -<p>Pues arrimémonos aquí á una de estas columnas, dijo Critilo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>El rico<br /> más rico.</i></span> - -Tampoco: que todos son falsos los arrimos de esta tierra; vamos -paseando y pasando.</p> - -<p>Estaba muy desigual el suelo, porque á las puertas de los poderosos, -que son los ricos, había unos grandes montones que relucían mucho.</p> - -<p>¡Oh, qué de oro!, dijo Andrenio.</p> - -<p>Y el Quirón: Advierte que no lo es todo lo que reluce.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>El pobre<br /> más pobre.</i></span> - -Llegaron más cerca y conocieron que era basura dorada. Al contrario, -á las puertas de los pobres y desvalidos había unas tan profundas y -espantosas simas, que causaban horror á cuantos las miraban y así -ninguno se acercaba de mil leguas. Todos las miraban de lejos. Y es -lo bueno que todo el día sin cesar muchas y grandes bestias estaban -acarreando hediondo estiércol y lo echaban sobre el otro, amontonando -tierra sobre tierra.</p> - -<p>¡Cosa rara!, dijo Andrenio. Aun economía no hay. ¿No fuera mejor -echar toda esta tierra en aquellos grandes hoyos de los pobres, con que -se emparejara el suelo y quedara todo muy igual?</p> - -<p>Así había de ser, para bien ir, dijo Quirón. Pero ¿qué cosa va -bien en el mundo? Aquí veréis practicado aquel célebre imposible, -tan disputado de los filósofos, conviniendo todos en que<span -class="pagenum" id="Page_67">p. 67</span> no se puede dar vacío en la -naturaleza. He aquí, que en la humana esta gran monstruosidad cada día -sucede. No se da en el mundo á quien no tiene; sino á quien más tiene. -Á muchos se les quita la hacienda porque son pobres y se les adjudica -á otros porque la tienen. Pues las dádivas, no van sino adonde hay ni -se hacen los presentes á los ausentes. El oro dora la plata, ésta acude -al reclamo de otra: los ricos son los que heredan; que los pobres no -tienen parientes. El hambriento no halla un pedazo de pan y el ahito -está cada día convidado. El que una vez es pobre, siempre es pobre y de -esta suerte todo el mundo le hallaréis desigual.</p> - -<p>¿Pues por dónde iremos?, preguntó Andrenio.</p> - -<p>Echemos por el medio y pasaremos con menos embarazo y más -seguridad.</p> - -<p>Paréceme, dijo Critilo, que veo ya algunos hombres, por lo menos que -ellos lo piensan ser.</p> - -<p>Ésos lo serán menos, dijo Quirón: verlo has presto.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Necios<br /> ensalzados.</i></span> - -Asomaban ya por un cabo de la plaza ciertos personajes, que caminaban -tan graves con las cabezas hacia abajo por el suelo, poniéndose -del lodo y los pies para arriba, muy empinados, echando piernas al -aire, sin acertar á dar un paso, antes á cada uno caían. Y aunque se -maltrataron harto, porfiaban en querer ir de aquel modo, tan ridículo -como peligroso. Comenzó Andrenio á admirar y Critilo á reir.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Sabios<br /> abatidos.</i></span> - -Haced cuenta, dijo Quirón, que soñáis despiertos. ¡Oh, qué bien pintaba -el Bosco! Ahora entiendo su capricho. Cosas veréis increíbles. Advertid -que los que habían de ser cabezas por su prudencia y saber, ésos andan -por el suelo, despreciados, olvidados y abatidos; al contrario, los que -habían de ser pies por no saber las cosas ni entender las materias, -gente incapaz, sin ciencia ni experiencia, ésos mandan. Y así va el -mundo cual digan dueñas; ¡mejor fuera dueños! No hallaréis cosa con -cosa. Y á un mundo, que no tiene pies ni cabeza, de merced se le da el -de descabezado.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_68">p. 68</span></p> - -<p>No bien pasaron éstos, que todos pasan, cuando venían otros y eran -los más y que se preciaban de muy personas. Caminaban hacia atrás y á -este modo todas sus acciones las hacían al revés.</p> - -<p>¡Qué otro disparate!, dijo Andrenio. Si tales caprichos hay en el -mundo, llámese casa de orates hermanados.</p> - -<p>¿No nos puso, ponderó Critilo, la próvida naturaleza los ojos y los -pies hacia adelante para ver por dónde andamos y andar por donde vemos -con seguridad y firmeza? ¿Pues cómo éstos van por donde no ven y no -miran por dónde van?</p> - -<p>Advertid, dijo Quirón, que los más de los mortales, en vez de ir -adelante en la virtud, en la honra, en el saber, en la prudencia y en -todo, vuelven atrás: y así muy pocos son los que llegan á ser personas. - -<span class="sidenote"><i>Conde de<br /> Peñaranda.</i></span> - -Cual y cual, como un conde de Peñaranda. ¿No veis aquella mujer lo que -forceja, cejando en la vida? No querría pasar de los veinte ni aquella -otra de los treinta y, en llegando á un cero, se hunden allí, como en -trampa de los años, sin querer pasar adelante. ¡Aun mujeres no quieren -ser! ¡Siempre niñas! ¡Mas cómo estira de ellas aquel vejezuelo cojo! -¡Y la fuerza que tiene! ¿No veis cómo las arrastra llevándolas por los -cabellos? Con todos los de aquella otra se ha quedado en las manos: -todos se los ha arrancado. ¡Qué puñada le ha pegado á la otra! ¡No le -ha dejado diente! ¡Hasta las cejas las harta de años! ¡Oh, qué mala -cara le hacen todas!</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Mujeres.</i></span> - -Aguardad, mujeres, dijo Andrenio. ¿Dónde están? ¿Cuáles son? Que yo no -las distingo de los hombres.</p> - -<p>¿Tú no me dijiste, oh Critilo, que los hombres eran los fuertes y -las mujeres las flacas, ellos hablaban recio y ellas delicado, ellos -vestían calzón y capa y ellas basquiñas? Yo hallo que todo es al -contrario, porque ó todos son ya mujeres ó los hombres son los flacos y -afeminados. Ellas, las poderosas; ellos tragan saliva, sin osar hablar. -Y ellas hablan tan alto, que aun los sordos las oyen. Ellas mandan el -mundo y todos se les sujetan. ¡Tú me has engañado!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_69">p. 69</span>Tienes razón, aquí -suspirando Critilo: que ya los hombres son menos que mujeres. Más puede -una lagrimilla mujeril, que toda la sangre, que derramó el valor. Más -alcanza un favor de una mujer, que todos los méritos del saber. No hay -vivir con ellas ni sin ellas. Nunca más estimadas que hoy. Todo lo -pueden y todo lo pierden. Ni vale haberlas privado la atenta naturaleza -del decoro de la barba, ya para nota, ya por dar lugar á la vergüenza y -todo no basta.</p> - -<p>Según eso, dijo Andrenio, ¡el hombre no es el rey del mundo; sino el -esclavo de la mujer!</p> - -<p>Mirad, respondió el Quirón; él es el rey natural; sino que ha hecho -á la mujer su valido, - -<span class="sidenote"><i>Princesa<br /> de Rosano.<br /> Doña Elvira<br /> Ponce.</i></span> - -que es lo mismo que decir que ella lo puede todo. Con todo eso, para -que las conozcáis, aquellas son. Que, cuando más han menester el juicio -y el valor, entonces les falta más. Pero sean excepción de mujeres las -que son más que hombres: la gran princesa de Rosano y la excelentísima -señora marquesa de Valdueña.</p> - -<p>Más admiración les causó uno, que yendo á caballo en una vulpeja -caminaba hacia atrás, nunca seguido, sino torciendo y revolviendo á -todas partes. Y todos los del séquito, que no eran pocos, procedían del -mismo modo. Hasta un perro viejo, que de ordinario le acompañaba.</p> - -<p>¿Veis á éste?, advirtió Quirón. Pues yo os aseguro que no se mueve -de necio.</p> - -<p>Yo lo creo, dijo Critilo: que todos me parece van por extremos en el -mundo. ¿Quién es éste, dínos, que pica más en falso?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Caco político.</i></span> - -¿No habéis oído nunca nombrar el famoso Caco? Pues éste lo es de la -política: digo, un caos de la razón de estado. De este modo corren hoy -los estadistas, al revés de los demás. Así proceden en sus cosas. Para -desmentir toda atención ajena, para deslumbrar discursos, no querrían -que por las huellas les rastreasen. Sus fines señalan á una parte y dan -en otra. Publican uno y ejecutan otro. Para decir no dicen sí. Siempre -al contrario, cifrando en las encontradas señales su vencimiento.<span -class="pagenum" id="Page_70">p. 70</span> Para éstos es menester un -otro Hércules, que con la maña y la fuerza averigüe sus pisadas y -castigue sus enredos.</p> - -<p>Observó de buena nota Andrenio que los más hablaban á la boca y no -al oído y que los que escuchaban, no sólo no se ofendían de semejante -grosería, sino que antes bien gustaban tanto de ello, que abrían las -bocas de par en par, haciendo de los mismos labios orejas, hasta -destilárseles el gusto.</p> - -<p>¡Ay tal abuso!, dijo él mismo. Las palabras se oyen, que no se comen -ni se beben y éstos todo se tragan. Verdad es, que nacen en los labios; -pero mueren en el oído y se sepultan en el pecho: éstos parece que las -mascan y que se relamen con ellas.</p> - -<p>Gran señal, dijo Critilo, de poca verdad, pues no les amargan.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Lisonja valida.</i></span> - -¡Oh!, dijo Quirón, ¿no veis que ya se usa hablarle á cada uno al -sabor de su paladar? ¿No adviertes, oh Andrenio, aquel señor, cómo -se está saboreando con las lisonjas de azúcar? ¡Qué hartazgos se da -de adulación! Créeme que no oye, aunque lo parece, porque todo se lo -lleva el viento. Repara en aquel otro príncipe, ¡qué hace de engullir -mentiras! Todo se lo persuade. Mas hay una cosa: que en toda su vida -dejó de creer mentira alguna, con que escuchó tantas, ni creyó verdad, -aunque oyó tan pocas. Pues aquel otro necio desvanecido ¿de qué piensas -tú que está tan hinchado? ¡Eh!, que no es de sustancia; no es sino aire -y vanidad.</p> - -<p>Ésta debe de ser la causa, ponderó Critilo, que oyen tan pocas -verdades los que más deberían. Ellas amargan y, como ellos las escuchan -con el paladar, ó no se las dicen ó no tragan alguna y la que acierta á -pasar les hace tan mal estómago, que no la pueden digerir.</p> - -<p>Lo que les ofendió mucho fué el ver unos vilísimos esclavos de sí -mismos, arrastrando eslabonados hierros; las manos no con cuerdas -ni aun con esposas, atadas para toda acción buena y más para las -liberales; el cuello con la argolla de un continuo, aunque voluntario -ahogo; los pies con grillos, que no les dejaban dar un paso por -el camino de la fama, tan cargados de hie<span class="pagenum" -id="Page_71">p. 71</span>rros, cuan desnudos de aceros. Y con una nota -tan descarada, estaban muy entronizados, cortejados y aplaudidos, -mandando á hombres muy hombres, ingenuos y principales, gente toda de -noble condición. Éstos servían á aquéllos, obedeciéndolos en todo y aun -los llevaban en peso, poniendo el hombro á tan vil carga. Aquí ya dió -voces Andrenio, sin poderlo tolerar:</p> - -<p>¡Oh! ¡Quién pudiera llegar, decía, y barajar aquellas suertes! ¡Oh, -cómo derribara yo á puntillazos aquellas malempleadas sillas y las -trocara en lo que habían de ser y ellos también merecen!</p> - -<p>No grites, dijo Quirón, que nos perdemos.</p> - -<p>¿Qué importa, si todo va perdido?</p> - -<p>¿No ves tú que son éstos los poderosos, los que...?</p> - -<p>¿Éstos?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Esclavos<br /> mandan.</i></span> - -Sí, éstos, esclavos de sus apetitos, siervos de sus deleites, los -Tiberios, los Nerones, los Calígulas, Eliogábalos y Sardanápalos. Éstos -son los adorados. Y al contrario, los que son los verdaderos señores -de sí mismos, libres de toda maldad, éstos son los humillados. En -consecuencia de esto, mira aquellos muy sanos de corazón, tendidos en -el suelo y aquellos otros, tan malos, muy en pie. Los de buen color -en todas sus cosas, andan descaecidos; y aquellos, á quienes su mala -conciencia les ha robado el color, por lo que robaron, están empinados. -Los de buenas entrañas no se pueden tener ni conservar; y los que -las tienen dañadas, corren. Los que les huele mal el aliento, están -alentados; los cojos tienen pies y manos. Todos los ciegos tienen -palo. De suerte, que todos los buenos van por tierra y los malos andan -ensalzados.</p> - -<p>¡Oh, qué bueno va el mundo!, dijo Andrenio.</p> - -<p>Pero lo que les causó gran novedad y aun risa fué ver un ciego, que -no veía gota, aunque sí bebía muchas, con unos ojos más oscuros que la -misma vileza, con más nubes que un Mayo. Con toda esta ceguera, venía -hecho guía de muchos, que tenían la vista clara: él los guiaba ciego y -ellos le seguían mudos, pues en nada le repugnaban.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_72">p. 72</span>¡Ésta sí, exclamó -Andrenio, que es brava ceguera!</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Ciegos guían.</i></span> - -Y aun torpe también, dijo Critilo. Que un ciego guíe á otro gran -necedad es; pero ya vista y caer ambos en una profundidad de males. -Pero que un ciego de todas maneras quiera guiar á los que ven, ése es -disparate nunca oído.</p> - -<p>Yo, dijo Critilo, no me espanto que el ciego pretenda guiar á los -otros: que, como él no ve, piensa que todos los demás son ciegos y -que proceden del mismo modo á tientas y á tontas; mas ellos, que ven -y advierten el peligro común, que con todo eso le quieran seguir, -tropezando á cada punto y dando de ojos á cada paso, hasta despeñarse -en un abismo de infidelidades, ésa es una increíble necedad y una -monstruosa locura.</p> - -<p>Pues advertid, dijo Quirón, que éste es un error muy común, una -desesperación transcendental, necedad de cada día y mucho más de -nuestros tiempos. Los que menos saben tratan de enseñar á los otros. -Unos hombres embriagados intentan leer cátedra de verdades. De suerte -que habemos visto que un ciego de la torpe afición de una mujer tan -fea, cuan infame, llevó infinitas gentes tras sí, despeñándose todos -en un profundo de eterna calamidad. Y ésta no es la octava maravilla; -el octavo monstruo sí. Que el primer paso de la ignorancia es presumir -saber y muchos sabrían, si no pensasen que saben.</p> - -<p>Oyeron en esto un gran ruido, como de pendencia, en un rincón de la -plaza, entre diluvios del populacho. Era una mujer, origen siempre del -ruido. Muy fea; pero muy aliñada. ¡Mejor fuera prendida! Servíala de -adorno todo un mundo, cuando ella le descompone todo.</p> - -<p>Metía á voces su mal pleito y á gritos se formaba, cuando más se -deshacía. Habíalas contra una mujer, muy otra en todo y aun por eso su -contraria. Era ésta tan linda, cuan desaliñada; mas no descompuesta.</p> - -<p>Iba casi desnuda. Unos decían que por pobre, otros que por -hermosa. No respondía palabra: que ni osaba ni la oían. Todo<span -class="pagenum" id="Page_73">p. 73</span> el mundo la iba en contra, -no sólo el vulgo, sino los más principales y aun...; pero más vale -enmudecer con ella.</p> - -<p>Todos se conjuraron en perseguirla, pasando de las burlas á las -veras, de las voces á las manos. Comenzaron á maltratarla y cargó tanta -gente, que casi la ahogaban, sin haber persona, que osase ni quisiese -volver por ella.</p> - -<p>Aquí, naturalmente compasivo Andrenio, fué á ponérsele al lado; mas -detúvole el Quirón, diciendo:</p> - -<p>¿Qué haces? ¿Sabes con quién te tomas y por quién vuelves? ¿No -adviertes que te declaras contra la plausible Mentira, que es decir -contra todo el mundo y que te han de tener por loco? - -<span class="sidenote"><i>Mentira<br /> plausible.</i></span> - -Quisiéronla vengar los niños, con sólo decirla; mas, como flacos y -contra tantos y tan poderosos, no fué posible prevalecer, con lo cual -quedó de todo punto desamparada la hermosísima Verdad y poco á poco á -empellones la fueron todos echando tan lejos, que aun hoy no parece ni -se sabe dónde haya parado.</p> - -<p>Basta. ¿Qué? ¿No hay justicia en esta tierra?, decía Andrenio.</p> - -<p>¿Cómo no?, le replicó el Quirón; pues de verdad que hay hartos -ministros suyos. Justicia hay y no puede estar muy lejos, estando tan -cerca la Mentira.</p> - -<p>Asomó en esto un hombre de afecto agrio, rodeado de gente de juicio -y, así como le vió, se fué para él la Mentira á informarle con muchas -razones de la poca que tenía.</p> - -<p>Respondióla que luego firmara la sentencia en su favor á tener -plumas.</p> - -<p>Al mismo instante, ella le puso en las manos muchos alados pies, con -que volando, firmó el destierro de la Verdad, su enemiga, de todo el -mundo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Malos jueces.</i></span> - -¿Quién es aquel, preguntó Andrenio, que para andar derecho, lleva por -apoyo el tormento, en aquella flexible vara?</p> - -<p>Éste, respondió Quirón, es juez.</p> - -<p>Ya el nombre se equivoca con el vendedor del justo. ¡Notable cosa -que toca primero para oir después! ¿Qué significa espada desnuda, que -lleva delante, y para qué la lleva?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_74">p. 74</span>Ésa, dijo Quirón, es -la insignia de la dignidad y juntamente instrumento del castigo: con -ella corta la mala yerba del vicio.</p> - -<p>Más valiera arrancarla de cuajo, replicó Critilo. Peor es á veces -segar las maldades, porque luego vuelven á brotar con más pujanza y -nunca mueren del todo.</p> - -<p>Así había de ser, respondió Quirón; pero ya los mismos que habían de -acabar los males son los que los conservan, porque viven de ellos.</p> - -<p>Mandó luego ahorcar, sin más apelación, un mosquito y que lo -hiciesen cuartos, porque había caído el desdichado en la red de la -ley; pero á un elefante, que las había atropellado todas, sin perdonar -humanas ni divinas, le hizo una gran bonetada al pasar cargado de armas -prohibidas, bocas de fuego, buenas lanzas, ganzúas, chuzones y aun le -dijo que, aunque estaba de ronda, si era servido, le irían acompañando -todos sus ministros, hasta dejarle en su cueva.</p> - -<p>¡Qué paso éste para Andrenio! Y no paró aquí, sino que á otro -desventurado, que encogiéndose de hombros no osaba hablar alto, lo -mandó pasear.</p> - -<p>Y preguntando unos por qué le azotaban, respondían otros:</p> - -<p>Porque no tiene espaldas; que á tenerlas, él hombreara, como -aquellos que van allí cargados de ellas, con más cargas á más -cargos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>D. Pablo<br /> de Parada.</i></span> - -Desapareció el juez, cuando comenzó á llevarse los ojos y -los aplausos un valiente hombre, que pudiera competir con el -mismo Pablo de Parada. Venía armado de un temido peto, -conjugado por todos tiempos, números y personas. Traía dos -pistolas; pero muy dormidas en sus fundas, á lo descansado, -caballo desorejado y no por culpas suyas, dorado espadín en -sólo el nombre, hembra en los hechos, nunca desnuda por lo -recatada. Coronábase de plumas, avechucho de la bizarría, que -no del valor.</p> - -<p>¿Éste, preguntó Andrenio, es hombre ó es monstruo?</p> - -<p>Bien dudas, acudió Quirón, que algunas naciones la primera<span -class="pagenum" id="Page_75">p. 75</span> vez que le vieron le -imaginaron toda una cosa caballo y hombre. - -<span class="sidenote"><i>Soldados<br /> al uso.</i></span> - -Éste es soldado. Así lo estuviera en las costumbres, no anduviera tan -rota la conciencia.</p> - -<p>¿De qué sirven éstos en el mundo?</p> - -<p>¿De qué? Hacen guerra á los enemigos.</p> - -<p>¡No la hagan mayor á los amigos!</p> - -<p>Éstos nos defienden.</p> - -<p>¡Dios nos defienda de ellos!</p> - -<p>Éstos pelean, destrozan, matan y aniquilan nuestros contrarios.</p> - -<p>¿Cómo puede ser eso, si dicen que ellos mismos los conservan?</p> - -<p>Aguarda, yo digo lo que deberían hacer por oficio; pero está ya -el mundo tan depravado, que los mismos remediadores de los males -los causan en todo género de daños. Éstos, que habían de acabar las -guerras, las alargan. Su empleo es pelear: que no tienen otros juros -ni otra renta. Y, como acabada la guerra, quedarían sin oficio ni -beneficio, ellos popan al enemigo, porque papan de él. ¿Para qué han de -matar las centinelas al marqués de Pescara, si viven de él? ¡Que hasta -el atambor sabe estos primores! Y así veréis que la guerra, - -<span class="sidenote"><i>Marqués<br /> de Mortara.</i></span> - -que á lo más tirar estas nuestras barras pudiera durar un año, dura -doce y fuera eterna, si la felicidad y el valor no se hubieran juntado -hoy en un marqués de Mortara.</p> - -<p>Lo mismo sienten todos de aquel otro, que también viene á caballo, -para acabarlo todo. Éste tiene por asunto y aun obligación hacer de -los malos buenos; pero él obra tan al revés, que de los buenos hace -malos y de los malos peores. Éste trae guerra declarada contra la -vida y la muerte: enemigo de entrambas, porque querría á los hombres -ni mal muertos ni bien vivos; sino malos, que es un malísimo medio. -Para poder él comer, hace de modo, que los otros no coman. Él engorda, -cuando ellos enflaquecen. Mientras están entre sus manos, no pueden -comer, y, si escapan de ellas, que sucede pocas veces, no les<span -class="pagenum" id="Page_76">p. 76</span> queda qué comer. - -<span class="sidenote"><i>Médicos.</i></span> - -De suerte que éstos viven en gloria, cuando los demás en pena y así -peores son que los verdugos. Porque aquéllos ponen toda su industria en -no hacer penar y con lindo aire hacen que le falte al que pernea; pero -éstos todo su estudio ponen en que pene y viva muriendo el enfermo. Y -así aciertan los que les dan los males á destajo. Y es de advertir que -donde hay más doctores hay más dolores. Esto dice de ellos la ojeriza -común; pero engáñase en la venganza vulgar, porque yo tengo por cierto -que del médico nadie puede decir ni bien ni mal: no antes de ponerse -en sus manos, porque aún no tiene experiencia; no después, porque no -tiene ya vida. Pero advertid que no hablo del médico material, sino -de los morales, de los de la república y costumbres, que, en vez de -remediar los achaques é indisposiciones por obligación, ellos mismos -los conservan y aumentan, haciendo dependencia de lo que había de ser -remedio.</p> - -<p>¿Qué será, dijo Andrenio, que no vemos pasar ningún hombre de -bien?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Cardenal Sandoval.<br /> Conde<br /> de -Lemos.<br /> Señor<br /> archiduque<br /> Leopoldo.<br /> Señor D. -Luis<br /> de Haro.</i></span> - -Ésos, acudió Quirón, no pasan, porque eternamente duran: permanece -inmortal su fama. Hállanse pocos y éstos están muy retirados. Oímoslos -nombrar como al unicornio en la Arabia y al fénix en su Oriente. Con -todo, si queréis ver alguno, buscad un cardenal Sandoval en Toledo, un -conde de Lemos gobernando Aragón, un archiduque Leopoldo en Flandes. Y -si queréis ver la integridad, la rectitud, la verdad y todo lo bueno, -en uno, buscad un don Luis de Haro en el centro que merece.</p> - -<p>Estaban en la mayor fuga del ver y extrañar monstruosidades, cuando -Andrenio al hacer un grande extremo alzó los ojos y el grito al cielo, -como si le hicieran ver las estrellas.</p> - -<p>¿Qué es esto?, dijo. ¡Yo he perdido el tino de todo punto! ¡Qué -cosa es andar entre desatinados! Achaque de contagio: hasta el cielo -me parece que está trabucado y que el tiempo anda al revés. Pregunto, -señores, ¿es día ó es noche? Mas no lo metamos en pareceres, que será -confundirlo más.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_77">p. 77</span>Espera, dijo el -Quirón; que no está el mal en el cielo, sino en el suelo. Que no sólo -anda el mundo al revés, en orden al lugar; sino al tiempo. Ya los -hombres han dado en hacer del día noche y de la noche día. Ahora se -levanta aquél, cuando se había de acostar. Ahora sale de casa la otra -con la estrella de Venus y volverá, cuando se ría de ella la aurora. Y -es lo bueno que los que tan al revés viven - -<span class="sidenote"><i>El día noche.</i></span> - -dicen ser la gente más ilustre y la más lucida; mas no falta quien -afirma que, andando de noche como fieras, vivirán de día como -brutos.</p> - -<p>Esto ha sido, dijo Critilo, quedarnos á buenas noches y no me pesa, -porque no hay cosa de ver.</p> - -<p>¡Que á éste llamen mundo, ponderaba Andrenio! Hasta el nombre -miente.</p> - -<p>Calzósele al revés. Llámese inmundo y de todas maneras -disparatado.</p> - -<p>Algún día, replicó Quirón, bien le convenía su nombre. En verdad que -era definición, cuando Dios quería y lo dejó tan concertado.</p> - -<p>¿Pues de dónde le viene tal desorden?, preguntó Andrenio. ¿Quién le -trastornó de alto abajo, como hoy lo vemos?</p> - -<p>En eso hay mucho que decir, respondió Quirón. Harto lo censuran -los sabios y lo lloran los filósofos. Aseguran unos que la Fortuna, -como está ciega y aun loca, lo resuelve todo cada día, no dejando cosa -en su lugar ni tiempo. Otros dicen que, cuando cayó el lucero de la -mañana, aquel aciago día, dió tal golpe en el mundo, que le sacó de sus -quicios, trastornándole de alto abajo. Ni falta quien eche la culpa á -la mujer, llamándola el duende universal, que todo lo revuelve. - -<span class="sidenote"><i>Mundo<br /> trabucado.</i></span> - -Mas yo digo que donde hay hombres no hay que buscar otro achaque: uno -solo basta á desconcertar mil mundos y el no poderlo era lo que lloraba -el otro grande inquietador.</p> - -<p>Más digo: que, si no previniera la divina Sabiduría que no -pudieran llegar los hombres al primer móvil, ya estuviera todo -barajado y anduviera el mismo cielo al revés: un día saliera el<span -class="pagenum" id="Page_78">p. 78</span> sol por el poniente y -caminara al oriente y entonces fuera España cabeza del mundo, sin -contradicción alguna, que no hubiera quien viviera con ella.</p> - -<p>Y es cosa de notar que, siendo el hombre persona de razón, lo -primero que ejecuta es hacerla á ella esclava del apetito bestial. -De este principio se originan todas las demás monstruosidades. Todo -va al revés, en consecuencia de aquel desorden capital. La virtud es -perseguida, el vicio aplaudido, la verdad muda, la mentira trilingüe, -los sabios no tienen libros y los ignorantes librerías enteras. Los -libros están sin doctor y el doctor sin libros. La discreción del pobre -es necedad y la necedad del poderoso es celebrada. Los que habían de -dar vida matan. Los mozos se marchitan y los viejos reverdecen. El -derecho es tuerto y ha llegado el hombre á tal punto de desatino, que -no sabe cuál es su mano derecha, pues pone el bien á la izquierda. Lo -que más le importa echa á las espaldas, lleva la virtud en tres pies y, -en lugar de ir adelante, vuelve atrás.</p> - -<p>Pues si esto es así, como lo vemos, dijo Andrenio, ¿para qué me -has traído al mundo, oh Critilo? ¿No me estaba yo bien á mis solas? -Yo resuelvo volverme á la cueva de mi nada. ¡Alto!, huyamos de tan -insufrible confusión, sentina, que no mundo.</p> - -<p>Esto es lo que ya no se puede, respondió Critilo. ¡Oh cuántos -volvieran atrás, si pudieran! No quedaran personas en el mundo. -Advierte que vamos subiendo por la escalera de la vida y las gradas -de los días, que dejamos atrás, al mismo punto, que movemos el pie, -desaparecen. No hay por donde volver á bajar ni otro remedio, que pasar -adelante.</p> - -<p>¿Pues cómo hemos de poder vivir en un mundo como éste, porfiaba, -afligiéndose Andrenio, y más para mi condición, si no me mudo? Que no -puedo sufrir cosas malhechas. Yo habré de reventar sin duda.</p> - -<p>¡Eh!, que te harás á ello en cuatro días, dijo Quirón, y serás tal -como los otros.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_79">p. 79</span>¡Eso no! ¿Yo loco? -¿Yo necio? ¿Yo vulgar?</p> - -<p>Ven acá, dijo Critilo. ¿No podrás tú pasar por donde tantos sabios -pasaron, aunque sea tragando saliva?</p> - -<p>Debía estar de otra data el mundo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Conde<br /> de Castrillo.<br /> -Marqués<br /> de Grana.</i></span> - -El mismo fué siempre que es. Así le hallaron todos y así le dejaron. -Vive un entendedor conde de Castrillo y no revienta un entendido -marqués Carreto y pasa.</p> - -<p>¿Pues cómo hacen para poder vivir, siendo tan cuerdos?</p> - -<p>¿Cómo? Ver, oir y callar.</p> - -<p>Yo no diría de esa suerte; sino ver, oir y reventar.</p> - -<p>No dijera más Heráclito.</p> - -<p>Ahora díme, ¿nunca se ha tratado de adobar el mundo?</p> - -<p>Sí. Cada día lo tratan los necios.</p> - -<p>¿Por qué necios?</p> - -<p>Porque es tan imposible como concertar á Castilla y descomponer -á Aragón. ¿Quién podrá recabar que unos no tengan nepotes y otros -privados? Que los franceses no sean tiranos, los ingleses tan feos en -el alma, cuan hermosos en el cuerpo, los españoles soberbios y los -genoveses...</p> - -<p>No hay que tratar. Yo me vuelvo á mi cueva y á mis fieras, pues no -hay otro remedio.</p> - -<p>Yo te le he de dar, dijo el Quirón, tan feliz como verdadero, si me -escuchas en la Crisi siguiente.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1_7"> - <h3 class="g1 ws1">CRISI VII</h3> - <p class="subh3c"><i>La fuente de los engaños.</i></p> -</div> - -<p>Declararon todos los males al hombre por su enemigo común, no más -de por tener él razón. Estando ya para darle la batalla, dicen que -llegó al campo la Discordia, que venía, no del infierno como algunos -pensaron, ni de los pabellones militares<span class="pagenum" -id="Page_80">p. 80</span> como otros creyeron; sino de casa de la -hipócrita Ambición. En estando allí, hizo de las suyas.</p> - -<p>Movió una reñida competencia sobre quién había de llevar la -vanguardia, no queriendo ceder ningún vicio esta ventaja del valor -y del valer. Pretendía la Gula, por primera pasión del hombre, que -comienza á triunfar desde la cuna. La Lascivia llevábalo por valiente, -jactándose de la más poderosa pasión, refiriendo sus victorias y -favorecíanla muchos. La Codicia alegaba ser la raíz de todos los males. -La Soberbia blasonaba su nobleza, haciéndose oriunda del cielo y ser -el vicio más de hombres, cuando los demás son de bestias. La Ira lo -tomaba fuertemente. De esta suerte peleaban entre sí y todo paraba en -confusión.</p> - -<p>Tomó la mano la Malicia y hízoles una pesadamente grave arenga. -Encargóles sobre todo la unión, aquel ir encadenados todos y, tocando -el punto de la dificultad, les dijo:</p> - -<p>Esta bizarría del embestir, sabida cosa es que toca á mi hija -primogénita la Mentira. ¿Quién dudó jamás de eso? Ella es la autora de -toda maldad, fuente de todo vicio, madre del pecado, arpía que todo -lo inficiona, Fitón que todo lo anda, hidra de muchas cabezas, Proteo -de muchas formas, Centimano que á todas manos pelea, Caco que á todos -desmiente, progenitora al fin del engaño, aquel poderoso rey, que -abarca todo el mundo entre engañadores y engañados, unos de ignorancia -y otros de malicia.</p> - -<p>La Mentira, pues, con el Engaño embistan la incauta candidez del -hombre, cuando mozo y cuando niño, valiéndose de sus invenciones, -ardides, estratagemas, asechanzas, trazas, ficciones, embustes, -enredos, embelecos, dolos, marañas, ilusiones, trampas, fraudes, -falacias y todo género de italiano proceder: que de este modo, entrando -los demás vicios por su orden, sin duda que tarde ó temprano, á la -mocedad ó la vejez, se conseguirá la deseada victoria.</p> - -<p>Cuánta verdad sea ésta confírmelo lo que les sucedió á Critilo -y Andrenio, á poco rato que se habían despedido del sagaz<span -class="pagenum" id="Page_81">p. 81</span> Quirón. El cual, habiéndolos -sacado de aquel confuso Babel, registro de todo el mundo, é -introducídolos en el camino más derecho, volvióse á encaminar otros y -ellos pasaron adelante en el peregrino viaje de su vida.</p> - -<p>Iba muy consolado Andrenio con el único remedio que le dió para -poder vivir y fué que mirase siempre al mundo, no como ni por donde le -suelen mirar todos; - -<span class="sidenote"><i>Conde<br /> de Oñate.</i></span> - -sino por donde el buen entendedor conde de Oñate, esto es al contrario -de los demás, por la otra parte de lo que parece. Y con eso, como él -anda al revés, el que le mira por aquí, le ve al derecho, entendiendo -todas las cosas al contrario de lo que muestran.</p> - -<p>Cuando vieres un presumido de sabio, cree que es un necio. Ten -al rico por pobre de los verdaderos bienes. El que á todos manda es -esclavo común. El grande de cuerpo no es muy hombre; el grueso, tiene -poca sustancia. El que hace el sordo oye más de lo que querría. El -que mira lindamente es ciego ó cegará. El que huele mucho huele mal -á todos. El hablador no dice cosa. El que ríe regaña. El que murmura -se condena. El que come más come menos. El que se burla tal vez se -confiesa. El que dice mal de la mercadería la quiere. El que hace el -simple sabe más. Al que nada le falta él se falta á sí mismo. El avaro, -tanto le sirve lo que tiene, como lo que no tiene. El que gasta más -razones tiene menos. El más sabio suele ser menos entendido. Darse -buena vida es acabar. El que la ama la aborrece. El que te unta los -cascos, ése te los quiebra; el que te hace fiestas, te ayuda. La -necedad la hallarás de ordinario en los buenos pareceres. - -<span class="sidenote"><i>Saber discurrir.</i></span> - -El muy derecho es tuerto. El mucho bien hace mal. El que excusa pasos -da más. Por no perder un bocado se pierden ciento. El que gasta poco -gasta doblado. El que te hace llorar te quiere bien. Y al fin, lo que -uno afecta y quiere parecer, éso es menos.</p> - -<p>De esta suerte iban discurriendo, cuando interrumpió su filosofar -otro monstruo, aunque no lo extrañaron, porque en este mundo no se -topa sino una monstruosidad tras otra. Venía ha<span class="pagenum" -id="Page_82">p. 82</span>cia ellos una carroza, cosa bien rara -en camino tan dificultoso, aunque tan derecho; pero ella era tan -artificiosa y de tan enteras vueltas, que atropellaba toda dificultad. -Las pías, que la tiraban, más remendadas que pías, eran dos serpientes -y el cochero una vulpeja.</p> - -<p>Preguntó Critilo si era carroza de Venecia; pero disimuló el -cochero, haciendo del desentendido. Venía dentro un monstruo, digo, -muchos en uno, porque ya era blanco, ya negro, ya mozo, ya viejo, ya -pequeño, ya grande, ya hombre, ya mujer, ya persona, ya fiera, tanto, -que dijo Critilo si sería éste el celebrado Proteo.</p> - -<p>Luego que llegó á ellos, se apeó con más cortesías que un francés -novicio, primera especie de engaño. Y con más cumplimientos que una -despedida aragonesa, les dió la bienvenida, ofreciéndoles, de parte de -su gran dueño su palacio, donde descansasen algunos días del trabajo de -tan enfadoso camino.</p> - -<p>Agradecidos ambos á tan anticipado favor, le preguntaron ¿quién era -el tal señor, que sin conocerlo ni conocerlos, así los obligaba?</p> - -<p>Es, dijo, un gran príncipe, que, si bien su señorío se extiende por -toda la redondez de la tierra, aquí al principio del mundo, en esta -primera entrada de la vida tiene su metrópoli. Es un gran rey y con -toda propiedad monarca, pues tiene vasallos reyes, que son bien pocos -los que no le rinden parias. Su reino es muy florido, donde, á más de -que se premian las armas y se estiman las letras, - -<span class="sidenote"><i>Hacer parecer.</i></span> - -quien quisiere entender de raíz la política, el modo, el artificio, -curse esta corte: aquí le enseñarán el atajo para medrar y valer en el -mundo, el arte de ganar voluntades y tener amigos y sobre todo el hacer -parecer las cosas, que es el arte de las artes.</p> - -<p>Picado el gusto, picábanle los pies á Andrenio por ir allá. No veía -la hora de hallarse en una corte tan política. Y, obligado del agasajo, -estaba ya dentro de la carroza, dando la mano á Critilo y estirándole á -que entrase. Mas éste, como iba<span class="pagenum" id="Page_83">p. -83</span> con pies de oro, volvió á informarse cómo se nombraba aquel -príncipe. Que siendo tan grande, como decía, no podía dejar de tener -gran nombre.</p> - -<p>Muchos tiene, respondió el ministro, mudando á cada palabra su -semblante. Nombres y renombres tiene y, aunque en cada provincia el -suyo y para cada acción, pero el verdadero, el más propio, pocos le -saben, porque muy pocos llegan á verle y menos á conocerle. Es príncipe -de mucha autoridad; que no es de éstos de á docena en provincia. Guarda -gran recato; no se permite así vulgarmente. Que consiste su mayor -estimación en el retiro y en no ser descubierto. Al cabo de muchos años -llegan algunos á verle y eso por gran ventura; que otros ni en toda su -vida.</p> - -<p>Ya en esto les había sacado del camino derecho y metido en otro muy -intrincado y torcido. Cuando lo advirtió Critilo, comenzó á malearse; -pero ya no era fácil volver atrás y desenredarse, asegurándoles la guía -que aquél era el atajo de medrar, que le siguiesen, que él les ofrecía -sacarlos á lucimiento, y que advirtiesen que casi todos los pasajeros -echaban por allí.</p> - -<p>No es eso lo mejor, dijo Critilo; antes lo trivial le hace -sospechoso, y previno á Andrenio fuese muy sobre sí y doblase la -cautela.</p> - -<p>Llegaron ya á la gran fuente de la gran sed, tan nombrada, como -deseada de todos los fatigados viandantes. Famosa por su artificio, -injuria de Juanelo y célebre por la perennidad de sus líquidos -cristales. Estaba en medio de un gran campo y aun no bastante para la -mucha gente que concurría, solicitando alivio á tanta sed y fatiga. -Veíase en aquella ocasión tan coronada de sedientos pasajeros, que -parecía haberse juntado todo el mundo: que bien pocos de los mortales -faltaban. Brollaba el agua por siete caños en gran abundancia; aunque -no eran de oro, sino de hierro, circunstancia que la notó bien -Critilo. Y más cuando vió que, en vez de grifos y leones, eran sierpes -y eran canes. No había estanque donde el agua rebalsase, porque no -sobraba<span class="pagenum" id="Page_84">p. 84</span> gota, donde -se desperdiciaban tantas, asegurando todos, cuantos la gustaban, era -la más dulce que en su vida habían bebido. Y con este cebillo, sobre -el cansancio, no cesaban de brindarse, hidrópicos de dulzura. Para la -gente de cuenta, que siempre éstos son contados, había cálices de oro, -que una agradable ninfa, tabernera de Babilonia, con extremada cortesía -les ministraba y las más veces bailándoles el agua delante.</p> - -<p>Aquí Andrenio, tan apretado de la sed, cuan obligado del agasajo, -sin más reparo, se precipitó al agua. Poca pudo pasar, que le gritó -Critilo:</p> - -<p>¡Aguarda, espera! Mira primero si es agua.</p> - -<p>¿Pues qué ha de ser?, replicó él.</p> - -<p>Bien puede ser veneno, que aquí todo es de temer.</p> - -<p>Agua veo yo que es y muy clara y bien risueña.</p> - -<p>Esto, replicó Critilo, es lo peor: aun del agua clara ya no hay -que fiar, pues con todo ese claro proceder adultera las cosas, -representándolas mayores de lo que son y á veces más altas y otras -las esconde en el profundo: ya ríe, ya murmura, que no hiciera más un -áulico.</p> - -<p>Déjame siquiera enjuagar, replicó Andrenio: que estoy que -perezco.</p> - -<p>No hagas tal, que el enjuagar siempre fué reclamo de beber.</p> - -<p>¿Siquiera no podría bañarme estos ojos, limpiándome del polvo que me -ciega y del sudor que me ensucia?</p> - -<p>Ni aun eso. Créeme y remítete siempre á la experiencia, con -enseñanza tuya y riesgo ajeno. Nota el efecto que hará en éstos, -que ahora llegan. Míralos bien primero, antes que beban, y vuelve á -reconocerlos después de haber bebido.</p> - -<p>Llegaba en esto una gran tropa de pasajeros que, más sedientos -que atentos, se lanzaron al agua. Comenzaron á bañarse lo primero y -restregarse los ojos blandamente; pero ¡cosa rara é increíble! al mismo -punto que les tocó el agua en ellos, se les trocaron, de modo que, -siendo antes muy naturales y claros, se les volvieron de vidrio de -todos colores.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_85">p. 85</span> - -<span class="sidenote"><i>Satisfecho.</i></span> - -Á uno tan azules, que todo cuanto veía le parecía un cielo, que estaba -en gloria: éste era un gran necio, que vivía muy satisfecho de sus -cosas. Á otro se le volvieron cándidos, como la misma leche: todo -cuanto veía le parecía bueno, sin género alguno de malicia. De nadie -sospechaba mal y así todos le engañaban, todo lo abonaba y más si eran -cosas de sus amigos: hombre más sencillo que un polaco.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Malicioso.</i></span> - -Al contrario, á otro se le pusieron más amarillos que una hiel: ojos -de suegra y cuñada. En todo hallaba dolo y reparo, todo lo echaba á la -peor parte y, cuantos veía, juzgaba que eran malos y enfermos. Éste era -uno más malicioso que juicioso.</p> - -<p>Á otros se les volvían verdes, que todo se lo creían y esperaban -conseguir: ojos ambiciosos. Los amartelados cegaban de todo punto y -de ajenas legañas. Á muchos se les paraban sangrientos que parecían -calabreses.</p> - -<p>¡Cosa rara! que, aunque á algunos daba buena vista, veían bien y -miraban mal: debían ser envidiosos. No sólo se les alteraban los ojos -en orden á la calidad; sino á la cantidad y figura de los objetos y -de suerte que á unos todas las cosas les parecían grandes y más las -propias, á lo castellano; á otros todo les parecía poco, gente de -malcontentar.</p> - -<p>Había uno, que todas las cosas le parecían estar muy lejos, acullá -cien leguas, y más los peligros, la misma muerte. Éste era un incauto. -Al contrario, á otro le parecía, que todo lo tenía muy cerca y los -mismos imposibles muy á mano. Todo lo facilitaba: pretendiente había de -ser.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Confiado.</i></span> - -Notable vista era la que les comunicaba á muchos, que todo les parecía -reírseles y que todos les hacían fiestas y agasajos: condición de -niños. Estaba uno muy contento, porque en todo hallaba hermosura, -pareciéndole que veía ángeles: éste dijeron que era ó portugués ó nieto -de Macías.</p> - -<p>Hombre había, que en todo se veía á sí mismo: necio Antiferonte. Á -otro se le equivocó la vista de modo, que veía lo<span class="pagenum" -id="Page_86">p. 86</span> que no miraba: bizco de intención y de -voluntad torcida. Había ojos de amigos y ojos de enemigos muy -diferentes; ojos de madre, que los escarabajos le parecían perlas, -y ojos de madrastra, mirando siempre de mal ojo; ojos españoles, -verdinegros, y azules los franceses.</p> - -<p>Todos estos monstruosos efectos causó aquel venenoso licor en los -que se lavaron con él; que en otros, que llegaron á tomarle en la boca -y enjuagarse, ya obró más prodigiosas violencias, pues las lenguas, que -antes eran de carne sólida y sustancial, las trocó en otras de bien -extraordinarias materias. - -<span class="sidenote"><i>Lengua<br /> de seda.</i></span> - -Unas de fuego, que abrasaban el mundo y otras de aguachirle, muy á la -clara. Muchas de viento, que parecían fuelles en llenar las cabezas de -mentiras, de soplos y de lisonjas. Algunas, que habían sido de seda, -las volvía de bayeta y las de terciopelo en raso. Transformaba otras -en lenguas de burlas, nada sustanciales y las más de borra, que se -embarazaban mucho en decir lo que convenía. Á muchas mujeres las quitó -del todo las lenguas; pero no el habla, que antes hablaban más, cuanto -más deslenguadas.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Modos<br /> de hablar.</i></span> - -Comenzó uno á hablar muy alto.</p> - -<p>Éste, dijo Andrenio, español es.</p> - -<p>No es sino un presuntuoso, dijo Critilo: que los que habían de -hablar más quedo, hablan de ordinario más alto.</p> - -<p>Así es, dijo uno, con una voz afeminada, que parecía francés y no -era; sino un melindroso.</p> - -<p>Salióle al encuentro otro, que parecía hablar entre boca de noche y -todos creyeron era tudesco; mas él mismo dijo:</p> - -<p>No soy sino uno de éstos que, por hablar culto, hablo á oscuras.</p> - -<p>Ceceaba uno tanto, que hacía rechinar los dientes y todos -convinieron en que era andaluz ó gitano. Otros se escuchaban y eran -los que peor decían. Muy alborotado comenzó uno á inquietarlo todo y -á revolver el mundo, sin saber él mismo por qué; sólo dijo que era su -natural. Creyeron todos que era mallorquín; mas no era, sino un bárbaro -furioso.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_87">p. 87</span>Hablaba uno y nadie -le entendía: pasó plaza de vizcaíno; mas no lo era, sino uno que pedía. -Perdió de todo punto la habla un otro, procurando darse á entender por -señas y todos se reían de él.</p> - -<p>Éste, sin duda, dijo Critilo, quiere decir la verdad y no acierta ó -no se atreve.</p> - -<p>Hablaban otros muy ronco y con voz muy baja.</p> - -<p>Éstos, dijo, habían de ser del parlamento; pero no son sino del -consejo de sí mismos.</p> - -<p>Algunos hablaban gangoso; si bien no faltaba quien les entendía -la ganga, tartamudeando los que negaban, los que ni bien decían de -sí, ni bien de no. Muchos no hablaban seguido y muy pocos se mordían -la lengua. Pronunciaban algunos como botijas á lo enfadado y más á -lo enfadoso. Éstos entonado, aquéllos mirlado, especialmente cuando -querían engañar.</p> - -<p>Fué de modo, que ninguno quedó con su voz, ni buena ni verdadera. -No había hombre, que hablase llanamente, igual, consiguiente y sin -artificio; todos murmuraban, fingían, malsinaban, mentían, engañaban, -chismeaban, injuriaban, blasfemaban y ofendían.</p> - -<p>Desde aquí aseguran que á los franceses, que bebieron más que todos -y les brindaron los italianos, les quedó el no hablar como escriben, ni -el obrar lo que dicen: de modo, que es menester atenderles mucho á lo -que pronuncian y escriben, entendiéndolo todo al revés.</p> - -<p>Pero donde mostró su eficacia el licor pestilencial fué en aquellos -que bebieron dél. Porque al mismo punto que le tragaron, ¡cosa -lastimosa, pero cierta! todo el interior se les revolvió y mudó de -suerte, que no les quedó aquella sustancia verdadera, que antes tenían; -sino que quedaron llenos de aire, rebutidos de borra. Hombres de burla, -todo mentira y embeleco.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Hombres<br /> de ahora.</i></span> - -Los corazones se les volvieron de corcho, sin jugo de humanidad -ni valor de personas; las entrañas se les endurecieron<span -class="pagenum" id="Page_88">p. 88</span> más que de pedernales; los -sesos, de algodón, sin fondo de juicio; la sangre, agua, sin color ni -calor; el pecho, de cera, no ya de acero; los nervios, de estopa, sin -bríos; los pies, de plomo para lo bueno y de pluma para lo malo; las -manos, de pez, que todo se les pega; las lenguas, de borra; los ojos, -de papel. Y todos ellos engaño de engaños y todo vanidad.</p> - -<p>Al desdichado Andrenio una sola gota, que tragó, que las demás se -las hizo verter Critilo, le hizo tal operación, que quedó vacilando -siempre en la virtud.</p> - -<p>¿Qué te parece, le dijo Critilo? ¿Qué perennidad ésta de engaños? -¿Qué manantial de mentiras en el mundo? Mira que bueno hubieras -quedado, si hubieras bebido á hartar, como hacen los más. - -<span class="sidenote"><i>Duque<br /> de Osuna.<br /> Príncipe<br /> de -Condé.</i></span> - -¿Piensas tú que valen poco unos ojos claros, una lengua verdadera, -un hombre sustancial, un duque de Osuna, una persona que lo sea, un -príncipe de Condé? Créeme y estima el serlo, que es un prodigio de -fénix.</p> - -<p>¡Ay tal suceso!, decía Andrenio. ¿Quién tal creyera de una -agua tan mansa?</p> - -<p>Ésta es la peor.</p> - -<p>¿Cómo se llama esta fuente? preguntó á unos y á otros. Y ninguno -supo responderle.</p> - -<p>No tiene nombre, dijo el Proteo: que en no ser conocida consiste su -eficacia.</p> - -<p>Pues llámese, dijo Critilo, la fuente de los engaños, donde el que -una vez bebe, después todo se lo traga y todo lo trueca.</p> - -<p>Quisiera volver atrás Critilo; mas no pudo ni vino en ello Andrenio. - -<span class="sidenote"><i>Necio<br /> con todos.</i></span> - -Ya maleado, instando en pasar adelante el Proteo y diciendo: ¡Ea!, que -más vale ser necio con todos, que cuerdo á solas.</p> - -<p>Fuélos desviando, que no guiando, por unos prados amenos, donde -se estaba dando verdes la juventud. Caminaban á la fresca de árboles -frondosos, todos ellos descorazonados: gran señal de infructíferos. -Divisábase ya la gran ciudad, por los<span class="pagenum" -id="Page_89">p. 89</span> humos: vulgar señal de habitación humana, en -que todo se resuelve. Tenía extremada apariencia y mejor cuanto más de -lejos era. Era increíble el concurso, que de todas las provincias y á -todos tiempos acudían á aquel paradero de todos, levantando espesas -nubes de polvo, que quitaban la vista.</p> - -<p>Cuando llegaron á ella, hallaron que lo que parecía clara por fuera, -era confusa por dentro. Ninguna calle había derecha ni despejada: -modelo de laberintos y centro de minotauros. Fué á meter el pie el -arrojado Andrenio y dióle un grito Critilo:</p> - -<p>Abre los ojos primero, los interiores digo, y por que adviertas -donde entras, mira.</p> - -<p>Bajóse á tierra y, escarbando en ella, descubrió lazos y más lazos, -de mil maneras, hasta de hilos de oro y de rubios cabellos. De suerte -que todo el suelo estaba sembrado de trampas encubiertas.</p> - -<p>Nota, le dijo, dónde y cómo entras, considera á cada paso que dieres -dónde pones el pie y procura asentarlo. No te apartes un punto de mi -lado, si no quieres perderte. - -<span class="sidenote"><i>Regla de vivir.</i></span> - -Nada creas de cuanto te dijeren, nada concedas de cuanto te pidieren, -nada hagas de cuanto te mandaren. Y en fe de esta lección, echemos por -esta calle, que es la del callar y ver para vivir.</p> - -<p>Eran todas las casas de oficiales; no se veía un labrador: gente -que no sabe sentir. Vieron cruzar de una parte á otra muchos cuervos -domésticos y muy hallados con sus amos. Extrañólo Andrenio y aun lo -tuvo por mal agüero; mas díjole el Proteo:</p> - -<p>No te espantes, que destas malas aves dijo una muy aguda necedad -Pitágoras, prosiguiendo aquél su opinado disparate, de que Dios -castigaba los malos en muerte, trasladando sus almas á los cuerpos -de aquellos brutos, á quienes habían simbolizado en vida. Las de los -crueles metía á tigres, las de los soberbios á leones, las de los -deshonestos á jabalíes y así de todos. - -<span class="sidenote"><i>Oficiales.</i></span> - -Dijo, pues, que las almas de los oficiales, especialmente aquellos -que nos dejan en cueros, cuando nos visten, las daba á<span -class="pagenum" id="Page_90">p. 90</span> cuervos. Y, como siempre -habían mentido, diciendo ¡mañana, señor, estará acabado, para mañana -sin falta! ahora, prosiguiendo su misma canción, van repitiendo por -castigo y por costumbre aquel su <i>¡cras, cras!</i>, que nunca llega.</p> - -<p>En lo más interior ya de la ciudad vieron muchos y grandes palacios, -muy ostentosos y magníficos.</p> - -<p>Aquel primero, les dijeron antes de preguntarlo, es de Salomón. Allí -está embelesado entre más de trescientas mujeres, equivocándose entre -el cielo y el infierno.</p> - -<p>En aquella, que parece fortaleza y no es sino una casa bien flaca, -mora Hércules, hilando con Onfale la camisa ó mortaja de su fama.</p> - -<p>Acullá Sardanápalo, vestido de mujer y revestido de su flaqueza. -Más hacia acá Marco Antonio, el desdichado, por más que le diga la -buenaventura una gitana.</p> - -<p>En aquel arruinado alcázar no vive, sino que acaba, el godo Rodrigo, -desde cuyo tiempo quedaron fatales los condes para España. Aquella -otra, la mitad de oro y la mitad de lodo amasado con sangre humana, es -la casa áurea de Nerón, el extremado, comenzando por una prodigiosa -clemencia y acabando en una portentosa crueldad. Acullá hace ruido el -más cruel de los Pedros, que no sólo los dientes, pero todos los huesos -está crujiendo de rabia.</p> - -<p>Aquellos otros palacios se están fabricando ahora á toda priesa. No -se sabe aún para quién son; aunque muchos se lo sospechan. Lo cierto es -que se edifican para quien no edifica y estas obras son para los que no -las hacen.</p> - -<p>Este lado del mundo embarazan los engañados, les dijo uno vestido de -verde; aquel otro lo ocupan los engañadores. Aquéllos se ríen de éstos -y éstos de aquéllos, que al cabo del año ninguno queda deudor.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Engañados<br /> engañadores.</i></span> - -Mostró grandes ganas Andrenio de pasar de la otra banda y verlo -todo, no estando siempre entre los engañados; pero no topaban otro, -que tiendas de mercaderes y muy á oscuras.<span class="pagenum" -id="Page_91">p. 91</span> Unas vendían borra y más borra, para hacer -parecer, para suplir faltas, aun de las mismas personas. Otras, -cartones para hacer figuras.</p> - -<p>Había una llena de pieles de raposa y aseguraban eran más estimadas, -que las martas cebellinas. Creyéronlo, cuando vieron entrar y salir en -ella hombres famosos, como Temístocles y otros más modernos. Vestíanse -muchos de ellas, á falta de pieles de león, que no se hallaban; pero -los sagaces servíanse de ellas por aforro de los mismos armiños.</p> - -<p>Vieron en una tienda gran cantidad de anteojos para no ver ó para -que no viesen. Compraban muchos los señores, para los que los llevan -acuestas, con que los tienen quietos y enfrenados. Las casadas los -compraban, para que no se viesen sus antojos y hacer creer á los -maridos se les antojan las cosas. También había para engrandecer y para -multiplicar, de modo que había de viejos y de mozos, de hombres y de -mujeres y éstos eran los más caros.</p> - -<p>Toparon una tienda llena de corchos, para hacer personas y -realmente, aunque se empinaban con ellos y parecían más de lo que eran, -pero todo era poca sustancia. Lo que le contentó mucho á Andrenio fué -una guantería:</p> - -<p>¡Qué gran invención, dijo, ésta de los guantes! Para todo tiempo, -contra el calor y contra el frío, defienden del sol y del aire; aunque -no sea sino para dar qué hacer á algunos, que en todo el día no hacen -otro, que calzárselos y descalzárselos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Cazar<br /> con guantes.</i></span> - -Sobre todo, dijo Critilo, para que á poca costa echen buen olor las -personas; que de otra suerte cuesta mucho y tal vez un ojo de la -cara.</p> - -<p>¡Qué bien lo entendéis!, replicó el guantero. Si dijerais que sirven -ya para envainar las uñas, que no les puedan mirar á las manos, eso sí. -Ni falta quien se los calza para cazar.</p> - -<p>¿Cómo puede ser eso, dijo Critilo, si el mismo refrán lo -contradice?</p> - -<p>No hagáis caso de eso, señor mío, que ya hasta los refranes<span -class="pagenum" id="Page_92">p. 92</span> mienten ó los desmienten. Lo -que yo sé decir es que más monta ahora lo que se da para guantes, que -en otro tiempo para un vestido.</p> - -<p>Dadme acá uno solo, dijo Critilo, que yo quiero asentarlo.</p> - -<p>Después de haber pasado las calles de la Hipocresía, de la -Ostentación y Artificio, llegaron ya á la plaza Mayor, que era la de -palacio, porque estuviesen en su centro.</p> - -<p>Era espacioso y nada proporcionado ni estaba á escuadra; todo -ángulos y traveses, sin perspectiva ni igualdad. Todas sus puertas eran -falsas y ninguna patente. Muchas torres, más que en Babilonia y muy -airosas. Las ventanas verdes, color alegre, por lo que promete, y el -que más engaña.</p> - -<p>Aquí vivía ó aquí yacía aquel tan grande como escondido monarca, que -muy entretenido asistía estos días á unas fiestas, dedicadas á engañar -el pueblo, no dejándole lugar para discurrir en cosas mayores.</p> - -<p>Estaba el príncipe viéndolas bajo celosía, ceremonia inviolable y -más este día, que hubo unos juegos de mano, obra de gran sutileza, muy -de su gusto y genio: toda tropelía.</p> - -<p>Estaba la plaza hecha un gran corral del vulgo, enjambre de moscas -en el zumbido y en sentarse en la basura de las costumbres, engordando -con lo podrido y hediondo de las morales llagas.</p> - -<p>Á tan mecánico aplauso, subió en puesto superior, más descarado que -autorizado, cuales suelen ser todos los que sobresalen en las plazas, -un elocuentísimo embustero, que después de una bien paloteada arenga, -comenzó á hacer notables prestigios, maravillosas sutilezas, teniendo -toda aquella innumerable vulgaridad embobada.</p> - -<p>Entre otras burlas bien notables, les hacía abrir las bocas y -aseguraba les metía en ellas cosas muy dulces y confitadas. Y ellos -se lo tragaban. Pero luego les hacía echar cosas asquerosísimas, -inmundicias horribles, con gran desaire de ellos y risa<span -class="pagenum" id="Page_93">p. 93</span> de todos los circunstantes. -El mismo charlatán daba á entender que comía algodón muy blanco y fino; -mas luego, abriendo la boca, lanzaba por ella espeso humo, fuego y más -fuego, que aterraba. Tragaba otras veces papel y luego iba sacando -muchas cintas de seda, listones de resplandor: y todo era embeleco, -como se usa.</p> - -<p>Gustó mucho á Andrenio y comenzó á solemnizarlo.</p> - -<p>Basta, dijo Critilo; que tú también te pagas de las burlas, no -distinguiendo lo falso de lo verdadero.</p> - -<p>¿Quién piensas tú que es este valiente embustero? Éste es un falso -político, llamado el Maquiavelo, que quiere dar á beber sus falsos -aforismos á los ignorantes. - -<span class="sidenote"><i>Maquiavelistas.</i></span> - -¿No ves cómo ellos se los tragan, pareciéndoles muy plausibles y -verdaderos? Y bien examinados, no son otro que una confitada inmundicia -de vicios y de pecados. Razones, no de estado, sino de establo. Parece -que tiene candidez en sus labios, pureza en su lengua y arroja fuego -infernal, que abrasa las costumbres y quema las repúblicas. Aquéllas, -que parecen cintas de seda, son las políticas leyes, con que ata las -manos á la virtud y las suelta al vicio. Éste es el papel del libro -que publica y el que masca: todo falsedad y apariencia, con que tiene -embelesados á tantos y tontos. Créeme que aquí todo es engaño; mejor -sería desenredarnos presto de él.</p> - -<p>Mas Andrenio apelóse al entretenimiento del otro día, que lo -publicaron de mucho deporte.</p> - -<p>No bien amaneció, que allí aun el día nunca es claro, cuando se -vió ocupada toda la plaza de un gran concurso de gente, con que no -faltó quien dijo estaba de bote en bote vacía. La fiesta era una farsa -con muchas tramoyas y apariencias: célebre espectáculo en medio de -aquel gran teatro de todo el mundo. No faltó Andrenio de los primeros -para su gusto ni Critilo para su provecho. En vez de la música, -ensaladilla del gusto, se oyeron pucheros y, en lugar de los acordes -instrumentos y voces regaladas, se oyeron lloros y, al cabo de ellos, -si se acaban,<span class="pagenum" id="Page_94">p. 94</span> salió -un hombrecillo, digo que comenzaba á ser hombre. Conocióse luego ser -extranjero en lo desarrapado.</p> - -<p>Apenas se enjugó las lágrimas, cuando se adelantó á recibirle -un grande cortesano, haciéndose muy amigo, dándole la bienvenida. -Ofrecióle largamente cuanto pudiera el otro desear en tierra ajena y él -no cumplir en la propia, con tal sobra de palabras, que el extranjero -se prometió las obras. Convidóle lo primero á su casa, que se veía allí -á un lado, tan llena de tramoyas, cuan vacía de realidades. Comenzó á -franquearle riquezas en galas, que era de lo que él más necesitaba, -por venir desnudo; pero con tal artificio, que lo que con una mano le -daba, con la otra se lo quitaba, con increíble presteza. Calábase un -sombrero, coronado de diamantes, y prontamente arrojaban un anzuelo, -sin saber cómo ni por dónde y pescábanselo con sobrada cortesía. Lo -mismo hicieron de la capa, dejándole gentilhombre. Poníale delante -una riquísima joya; mas luego con gran destreza se la barajaba, -suponiéndole otra falsa, que era tirarle piedras. Estrenábale una gala -muy costosa y, en un cerrar y abrir de ojos, se convertía en una triste -mortaja, dejándole en blanco.</p> - -<p>Y todo esto con grande risa y entretenimiento de los presentes: que -todos gustan de ver el ajeno engaño, faltándoles el conocimiento para -el propio. Ni advertían que, mientras estaban embelesados, mirando lo -que al otro le pasaba, les saqueaban á ellos las faltriqueras y tal vez -las mismas capas. De suerte que al cabo, el mirado y los que miraban, -todos quedaban iguales, pues quedaban todos desnudos en la calle y aun -en la misma tierra.</p> - -<p>Salió en esto otro agasajador y, aunque más humano, hechura del -primero. Parecía del buen gusto y así le dijo tratase de emplearlo. -Mandó parar la mesa á quien nunca para. Sacaron muchos platos; aunque -los más comen sin plato. Arrastraron sillas y al punto que el convidado -fué á sentarse en una, que no debiera tomarlo tan de asiento, falseóle -á lo mejor y, al caer<span class="pagenum" id="Page_95">p. 95</span> -él, se levantó la risa en todo el teatro. Acudió compasiva una mujer y -por lo joven muy robusta y, ayudándole á levantar, le dijo se afirmase -en su rollizo brazo. Con esto pudo proseguir, si no hallara falsificada -la vianda.</p> - -<p>Porque al descoronar la empanada, hallaba sólo el eco y del pernil -el <i>nihil</i>. Las aves sólo tenían el nombre de perdigones, todo crudo y -sin sustancia. Al caer se quebró el salero, con que faltó la sazón y -el agüero no. El pan, que parecía de flor, era con piedras, que aún no -tenía salvados. - -<span class="sidenote"><i>Vida tragedia.</i></span> - -Las frutas de Sodoma, sin fruto. Sirviéronle la copa de todas maneras -penada, y tanto, que más fué papar viento que beber vino, que fué. En -vez de música, era la vaya que le daban.</p> - -<p>Á lo mejor del banquete, cansóse ó quiso cansarse el falso arrimo; -al fin, por lo femenil, flaco y falso. Dejóle caer y contó al revés -todas las gradas, hasta llegar á tierra y llenarse de lodo. Ninguno de -cuantos asistían se comidió á ayudarle. Miró él á todas partes, por -si alguno se compadecía y vió cerca un viejo cano. Rogóle que, pues -no era hombre de burlas, como lo prometía su madurez, quisiese darle -la mano. Respondióle que sí y aun le llevaría en hombros. Ejecutólo -oficioso; mas él se hacía cojo, cuando no volaba, y no menos falso que -los demás.</p> - -<p>Á pocos pasos tropezó en su misma muleta, con que cayó en una -encubierta trampa de flores y verduras, gran parte de la fiesta. Aquí -lo dejó caer, cogiéndole de vuelo la ropa, que le había quedado; allí -se hundió, donde nunca más fué visto ni oído, pereciendo su memoria con -sonido, pues se levantó la grita de todo aquel mecánico teatro. Hasta -Andrenio dando palmadas solemnizaba la burla de los unos y la necedad -del otro.</p> - -<p>Volvióse hacia Critilo y hallóle, que no sólo no reía, como los -demás; pero estaba sollozando.</p> - -<p>¿Qué tienes?, le dijo Andrenio. ¿Es posible que siempre has de ir -al revés de los demás? ¿Cuando los otros ríen, tú lloras y cuando todos -se huelgan, tú suspiras?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_96">p. 96</span>Así es, dijo él. Para -mí ésta no ha sido fiesta, sino duelo; tormento, que no deporte. Y si -tú llegases á entender lo que es esto, yo aseguro me acompañarías en el -llanto.</p> - -<p>¿Pues qué es esto, replicó Andrenio, sino un necio, que siendo -extranjero, se fía de todos y todos le engañan, dándole el pago que -merece su indiscreta facilidad?</p> - -<p>De eso, yo más quiero reir con Demócrito, que llorar con -Heráclito.</p> - -<p>Y díme, le replicó Critilo, ¿y si fueses tú ese de quien te ríes? -¿Qué dirías?</p> - -<p>¿Yo? ¿De qué suerte? ¿Cómo puedo ser él, si estoy aquí vivo y sano y -no tan necio?</p> - -<p>Ése es el mayor engaño, ponderó Critilo. Sabe, pues, que aquel -desdichado extranjero es el hombre de todos y todos somos él. Entra en -este teatro de tragedias llorando. Comiénzanle á cantar y encantar con -falsedades. Desnudo llega y desnudo sale, que nada saca, después de -haber servido á tan ruines amos.</p> - -<p>Recíbele aquel primer embustero, que es el mundo. Ofrécele mucho y -nada cumple. Dale lo que á otros quita, para volvérselo á tomar, con -tal presteza, que lo que con una mano le presenta, con la otra se lo -ausenta y todo para en nada. Aquel otro, que le convida á holgarse, -es el gusto, tan falso en sus deleites, cuan cierto en sus pesares. -Su comida es sin sustancia y su bebida venenos. Á lo mejor falta el -fundamento de la verdad y da con todo en tierra. Llega la salud, que, -cuando más se asegura, más le miente. Aquéllos, que le dan priesa, son -los males. Las penas le dan vaya y gritan los dolores: vil canalla toda -de la fortuna.</p> - -<p>Finalmente, aquel viejo, peor que todos, de malicia envejecida, es -el tiempo, que le da el traspié y le arroja en la sepultura, donde le -deja muerto, solo, desnudo y olvidado.</p> - -<p>De suerte que, si bien se nota, todo cuanto hay, se burla del -miserable hombre: el mundo le engaña, la vida le miente, la<span -class="pagenum" id="Page_97">p. 97</span> fortuna le burla, la salud -le falta, la edad se pasa, el mal le da priesa, el bien se le ausenta, -los años huyen, los contentos no llegan, el tiempo vuela, la vida se -acaba, la muerte le coge, la sepultura le traga, la tierra le cubre, la -pudrición le deshace, el olvido le aniquila y el que ayer fué hombre -hoy es polvo y mañana nada.</p> - -<p>Pero ¿hasta cuándo, perdidos, habemos de estar perdiendo el precioso -tiempo? Volvamos ya á nuestro camino derecho; que aquí, según veo, no -hay que aguardar sino un engaño tras otro engaño.</p> - -<p>Mas Andrenio, hechizado de la vanidad, había hallado gran cabida en -palacio. Entraba y salía en él, idolatrando en la fantástica grandeza -de un rey, sin nada de realidad. Estaba más embelesado, cuando más -embelecado. Vendíanle los favores, hasta la memoria, con que llegó á -prometerse una fortuna extraordinaria. Hacía vivas instancias por verle -y besarle los pies, que aun no tenía. Ofreciéronle que sí una tarde, -que sin llegar siempre lo fué.</p> - -<p>Volvió Critilo á proponer las conveniencias de su ida, ya -persuadiendo y ya rogando. Túvole finalmente, si no convencido, -enfadado, de tanto <i>¡sin falta!</i> con tantos. Llegaron ya á la puerta -de la ciudad, con resolución de dejarla; ¡mas oh desdicha continuada! -hallaron guardas en ella, que á nadie dejaban salir y á todos entrar. -Con esto hubieron de volver atrás, Critilo apesarado de su poca suerte -y Andrenio arrepentido de arrepentido. Volvió de nuevo á su necedad en -pretensiones. Iba y venía á palacio. Y aunque para cada día había su -excusa, nunca el cumplimiento ni el desengaño. No cesaba Critilo de -pensar en su remedio; pero el extraordinario modo como lo consiguió, -diremos adelante, entretanto se da noticia de las maravillas de la -celebrada Artemia.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1_8"> - <p><span class="pagenum" id="Page_98">p. 98</span></p> - <h3 class="g1 ws1">CRISI VIII</h3> - <p class="subh3c"><i>Las maravillas de Artemia.</i></p> -</div> - -<p>Buen ánimo contra la inconstante fortuna, buena naturaleza contra -la rigurosa ley, buen arte contra la imperfecta naturaleza y buen -entendimiento para todo. Es el arte complemento de la naturaleza y un -otro segundo ser, que por extremo la hermosea y aun pretende excederla -en sus obras. Préciase de haber añadido un otro mundo artificial -al primero. Suple de ordinario los descuidos de la naturaleza, -perfeccionándola en todo; que sin este socorro del artificio, quedara -inculta y grosera.</p> - -<p>Éste fué sin duda el empleo del hombre en el paraíso, cuando le -revistió el Criador la presidencia de todo el mundo y la asistencia en -aquél, para que lo cultivase: esto es, que con el arte lo aliñase y -puliese. De suerte que es el artificio gala de lo natural, realce de -su llaneza. Obra siempre milagros. Y si de un páramo puede hacer un -paraíso ¿qué no obrará en el ánimo, cuando las buenas artes emprenden -su cultura? Pruébelo la romana juventud y más de cerca nuestro -Andrenio, aunque por ahora tan ofuscado en aquella corte de confusiones -cuya libertad solicitaron los desvelos de Critilo con la felicidad que -veremos.</p> - -<p>Érase una gran reina, muy celebrada por sus prodigiosos hechos, -confinante con este primer rey y por el consiguiente tan contraria -suya, que de ordinario traían guerra declarada y muy sangrienta. -Llamábase aquélla, que no niega su nombre ni sus hechos, la sabia y -discreta Artemia, muy nombrada en todos siglos, por sus muchas y raras -maravillas. Si bien se hablaba de ella con gran variedad. - -<span class="sidenote"><i>Duque<br /> del Infantado.</i></span> - -Porque, aunque los entendidos sentían y entre ellos el primero el tan -valeroso, como discreto duque<span class="pagenum" id="Page_99">p. -99</span> del Infantado, de sus acciones, como quien ellos son y ella -merece; pero lo común era decir ser una valiente maga, una grande -hechicera; aunque más admirable que espantosa.</p> - -<p>Muy diferente de la otra Circe, pues no convertía los hombres en -bestias; sino al contrario, las fieras en hombres. No encantaba las -personas; antes las desencantaba: de los brutos hacía hombres de -razón.</p> - -<p>Y había quien aseguraba haber visto entrar en su casa un estólido -jumento y, dentro de cuatro días, salir hecho persona. De un topo -hacer un lince era fácil para ella. Convertía los cuervos en cándidas -palomas, que era ya más dificultoso, así como hacer parecer leones las -mismas liebres y águilas los tagarotes. De un buho hacía un jilguero. -Entregábanle un caballo y, cuando salía de sus manos, no le faltaba -sino hablar. Y aun dicen que realmente enseñaba á hablar á las bestias; -pero mucho mejor á callar, que no era poco recabarlo dellas.</p> - -<p>Daba vida á las estatuas y alma á las pinturas. Hacía de todo género -de figuras y figurillas, personas de sustancia. - -<span class="sidenote"><i>Hombres<br /> muy hombres.</i></span> - -Y lo que más admiraba: de los titibilicios, cascabeles y esquiroles -hacía hombres de asiento y muy de propósito y á los chisgarabises -infundía gravedad. De una personilla hacía un gigante y convertía las -monterías en madureces. De un hombre de burlas formaba un Catón severo. -Hacía medrar un enano en pocos días, que llegaba á ser un Tifeo.</p> - -<p>Los mismos títeres convertía en hombres sustanciales y de fondo, que -no hiciera más la misma prudencia. Los ciegos del todo transformaba en -Argos y hacía que los interesados no fuesen los postreros en saber las -cosas. Los dominguillos de borra, los hombrecillos de paja convertía en -hombres de veras. Á las víboras ponzoñosas, no sólo las quitaba todo el -veneno; pero hacía triaca muy saludable dellas.</p> - -<p>En las personas ejercitaba su saber y su poder con más admiración, -cuanto era mayor la dificultad. Porque á los más incapaces infundía -saber, que casi no ha dejado bobos en el mundo<span class="pagenum" -id="Page_100">p. 100</span> y, sí algunos maliciosos. Daba no sólo -memoria á los entronizados; pero entendimiento á los infelices. - -<span class="sidenote"><i>Duque de<br /> Alburquerque.</i></span> - -De un loco declarado hacía un Séneca y de un hijo de vecino, un gran -ministro; de un alfeñique, un capitán general, tan valiente como un -duque de Alburquerque; y de un osado mozo, un virrey excelentísimo -del mismo Nápoles; de un pigmeo un gigantón de las Indias. De unos -horribles monstruos hacía ángeles, cosa que estimaban mucho las -mujeres.</p> - -<p>Viéronla á veces de repente hacer de un páramo un pensil y que -prendían los árboles, donde no prendieran las varas mismas. Dondequiera -que ponía el pie formaba luego una corte y una ciudad tan culta, como -la misma Florencia. Ni le era imposible erigir una triunfante Roma. -Desta suerte y á esta traza contaban della, que no acababan, cosas tan -maravillosas como plausibles.</p> - -<p>Llegó esta noticia al no sordo Critilo, cuando más desahuciado -estaba. Informóse muy por menudo de quién era Artemia, dónde y cómo -reinaba y concibió al punto que en hablarla consistía su remedio. No -pudo recabar de Andrenio, ni con ruegos ni razones, que le siguiese. Y -así él, después de haber velado sobre el caso, trazó huirse y no tuvo -tanta dificultad, como imaginaba. Que en este orden de cosas el que -quiere, puede. Rompió con todo, que es el único medio y saltó por el -portillo de dar en la cuenta: aquél que todos cuantos abren los ojos -le hallan.</p> - -<p>Salió al fin tan dichoso, como contento. Y ya libre, metióse en -camino para la corte de la deseada Artemia, á consultarla el rescate de -su amigo, que llevaba más atravesado en su corazón, cuanto más dél se -apartaba. Encontró por el camino muchos, que también iban allá: unos -por curiosidad y otros por su provecho, que eran más cuerdos.</p> - -<p>Contaban todos cosas y casos portentosos. Que amansaba los leones y -que con dos palabras, que les decía, los tornaba humanos y sufridos. -Que desencantaba las serpientes y las hacía<span class="pagenum" -id="Page_101">p. 101</span> andar derechas. Tomaba de ojo á los -basiliscos, quitándoles las niñas porque no matasen, ni miradas ni -mirando: que todas eran cosas bien útiles y raras.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Matronas<br /> castas.</i></span> - -Todo eso es nada, dijo uno, con el prevalecer contra las mismas sirenas -y transformarlas en matronas. Aquel convertir en tórtolas las lobas. Y -lo más que se puede imaginar, que de una Venus bestial hizo una virgen -vestal.</p> - -<p>Eso es gran cosa, dijeron todos.</p> - -<p>Campeaba ya su artificioso palacio, muy superior á todo. Y con -estar en puesto tan eminente, hacía subir las aguas de los ríos á dar -la obediencia á su poderosa maña, con un raro artificio, ejemplar de -aquel otro del famoso artífice, que al mismo Tajo dió un corte de aguas -cristalinas. Estaba todo él coronado de flores en jardines, prodigios -también fragantes, porque las espinas eran rosas y las maravillas de -todo el año. Hasta los olmos daban peras y uvas los espinos; de los -más secos corchos sacaba jugo y aun néctar; y los peros, en Aragón tan -indigestos, aquí se nacían confitados. Oíanse en los estanques cantar -los cisnes en todo tiempo. Hízosele muy de nuevo á Critilo, porque en -otras partes de tal suerte enmudecen, que aun en la hora de la muerte, -aunque comúnmente se dice que cantan, ninguno se halla que los haya -oído.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Desengañados.</i></span> - -Es, le dijeron, que, como son tan cándidos, si cantan, ha de ser -la verdad y, como ésa es tan mal oída, han dado en el arbitrio de -enmudecer. Sólo en aquel trance, apretados de la conciencia ó porque -ya no tienen más que perder, cantan alguna verdad. Y de aquí se dijo -que tal predicador ó tal ministro hablaron claro: el secretario Fulano -desembuchó muchas verdades, el otro consejero descubrió su pecho, -estando todos para morir.</p> - -<p>Á la puerta estaba un león, que se había convertido en una mansísima -oveja y un tigre en un cordero. Por los balcones había muchas parleras, -digo aves, en conversación, manteniendo la tela los papagayos; aunque -los tordos se picaban de su <span class="pagenum" id="Page_102">p. -102</span>nombre. Los gatos y los alanos de su casa ya no arañaban -apretados ni mordían rabiosos; sino que, reconociendo leales su gran -dueño, besaban sus generosas plantas. Estábanlos aguardando á la puerta -muchas y bienaliñadas doncellas; aunque mecánicas y de escalera abajo. -Otras más nobles y liberales le subieron arriba y le ensalzaron á -la oficina, en que la discretísima Artemia, asistida de los varones -eminentes, - -<span class="sidenote"><i>Don Vicencio<br /> de Lastanosa.</i></span> - -señalándole á cada uno su puesto el grande apreciador de las -eminencias, don Vicencio de Lastanosa, estaba actualmente ocupada en -hacer personas de unos leños.</p> - -<p>Tenía un rostro muy compuesto, ojos penetrantes. Su hablar, aunque -muy medido, muy gustoso. Sobre todo tenía extremadas manos, que -daban vida á todo aquello en que las ponía. Todas sus facciones muy -delicadas, su talle muy airoso y bienproporcionado y, en una palabra, -toda ella de muy buen arte.</p> - -<p>Recibió con agradable bizarría á Critilo, celebrándole por muy de -su genio, sacándolo por la pinta. Y añadió que con razón se llamó el -rostro faz, porque él mismo está diciendo lo que hace y <i>facies</i> en -latín, lo que <i>facies</i>. Llegó Critilo á saludarla, logrando favores tan -agradables. Extrañó ella que un varón discreto viniese, no ya solo, mas -sí tanto.</p> - -<p>Que la conversación, decía, es de entendidos y ha de tener mucho de -gracia y de las gracias, ni más ni menos de tres.</p> - -<p>Aquí destilando el corazón en lágrimas Critilo: Otros tantos, -respondió, solemos ser un otro camarada, que dejo por dejado, y siempre -se nos junta otro tercero de la región donde llegamos, que tal vez -nos guía y tal nos pierde, como ahora, que por eso vengo á ti, ¡oh -gran remediadora de desdichas!, solicitando tu favor y tu poder, para -rescatar este otro yo, que queda malcautivo, sin saber de quién ni -cómo.</p> - -<p>Pues, si no sabes dónde le dejas ¿cómo le hemos de hallar?</p> - -<p>Aquí entran tus prodigios, replicó él. Mas de que ahí queda en -la corte juráralo yo, que ahí había de ser su perdición, de<span -class="pagenum" id="Page_103">p. 103</span> un rey famoso sin ser -nombrado, poderoso por lo universal y singular por lo desconocido.</p> - -<p>Tate, dijo ella. Ya estás entendido, que fué favor sustancial. Él -queda sin duda en la Babilonia, que no corte, de mi grande enemigo -Falimundo, porque ahí perece el mundo entero y todos acaban, porque no -acaban. Pero mejor ánimo en la peor fortuna: que no nos ha de faltar -ardid contra el engaño.</p> - -<p>Mandó llamar uno de sus mayores ministros, gran confidente suyo, -que acudió tan pronto, como voluntario. Parecía hombre de propósito -y aun ilustre por lo claro y verdadero. Á éste le confió la empresa, -informándole muy bien Critilo de lo pasado y Artemia de lo hacedero. -Entrególe juntamente un espejo de purísimo cristal, obra grande de uno -de los siete griegos, explicándole su manejo y eficacia.</p> - -<p>Y él empeñó su industria.</p> - -<p>Vistióse al uso de aquel país, con la misma librea, que los -criados de Falimundo, que era de muchos dobleces, pliegues, forros y -contraforros, senos, bolsillos, sobrepuestos, alforzas y capa para -todas las cosas. Desta suerte se partió pronto á cumplir el preciso -mandato.</p> - -<p>Quedó Critilo tan hallado como favorecido en la corte de Artemia, -muy entretenido y aun aprovechado, viéndola cada día obrar mayores -prodigios. Porque la vió convertir un villano zafio en un cortesano -galante, cosa que parecía imposible. - -<span class="sidenote"><i>Cortesanos.</i></span> - -De un montañés hizo un gentilhombre, que fué también gran primor -del arte. Y no menor hacer de un vizcaíno un elocuente secretario. -Convertía las capas de bayeta raídas en terciopelos y aun en felpas, un -manteo deslucido de un pobre estudiante en una púrpura eminente y una -gorra en una mitra. Los que servían en una parte hacía mandasen en otra -y tal vez el mundo todo. Pues de un zagal, que guardaba una piara, hizo -un pastor universal, obrando con más poder á mayor distancia. Porque -se le vió levantar un mozo de espuelas á Betlengabor y de un lacayo un -señor de la Tenza.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_104">p. 104</span>Y de tiempos -pasados contaban mayores cosas, pues la vieron transformar las -aguijadas en cetros y hacer un César de un escribano. Mejoraba los -rostros mismos, de modo que de la noche á la mañana se desconocían, -mudando los pareceres de malos en buenos y éstos en mejores. De hombres -muy livianos hacía hombres graves y de otros muy flacos, hombres de -mucha sustancia. Y era de modo que todos los defectos del cuerpo -suplía: hacía espaldas, era pies y manos para unos y daba ojos á otros, -dientes y cabellos. Y lo que es más, remendaba corazones, haciéndolos -de las mismas tripas, que todos eran milagros de su artificio.</p> - -<p>Pero lo que más admiró á Critilo fué verla coger entre las manos -un palo, un tronco é irle desbastando, hasta hacer dél un hombre que -hablaba, de modo, que se le podía escuchar. Discurría y valía al fin lo -que bastaba para ser persona.</p> - -<p>Pero dejémosle tan bienentretenido y sigamos un rato al prudente -anciano, que camina en busca de Andrenio á la corte del famoso rey -Falimundo.</p> - -<p>Duraban aún los juegos bacanales. Andaban las máscaras más validas, -que en la misma Barcelona. No hubo hombre ni mujer, que no saliese con -la suya y todas eran ajenas. Había de todos modos, no sólo de diablura, -pero de santidad y de virtud, con que engañaban á muchos simples, que -los sabios claramente les decían se las quitasen.</p> - -<p>Y es cosa notable, que todos tomaban las ajenas y aun contrarias. - -<span class="sidenote"><i>Hombres<br /> fingidos.</i></span> - -Porque la vulpeja salía con máscara de cordero, la serpiente de paloma, -el usurero de limosnero, la ramera de rezadora y siempre en romerías. -El adúltero de amigo del marido, la tercera de saludadora, el lobo -del que ayuna, el león de cordero, el gato con barba á lo romano, con -hechos de tal. El asno de león, mientras calla; el perro rabioso de -risa, por tener falda, y todos de burla y engaño.</p> - -<p>Comenzó el viejo á buscar á Andrenio por aquellas encrucijadas, -que no calles. Y, aunque llevaba las señas tan individua<span -class="pagenum" id="Page_105">p. 105</span>les, él estaba ya tan -trocado, que no le conociera el mismo Critilo, porque ya los ojos no -los tenía ni claros ni abiertos, como antes; sino muy oscuros y casi -ciegos. Que los ministros de Falimundo ponen toda su mira en quitarla. -Ya no hablaba con su voz, sino con la ajena; no oía bien y todo iba -á malandar. Que, si los hombres son otros de la noche á la mañana -¿qué sería en aquel centro de la mentira? Con todo, valiéndose de su -industria y por otras señales más seguras de la ocasión y del tiempo, -vino á tener lengua dél.</p> - -<p>Hallóle un día, perdiendo muchos en mirar cómo otros perdían sus -haciendas y aun las conciencias. Había un gran partido de pelota, -propio entretenimiento del mundo, y así se jugaba en su gran calle á -dos bandas muy contrarias. Porque los jugadores unos eran blancos y -otros negros, unos altos y otros bajos, éstos pobres, aquéllos ricos -y todos diestros, como quien no hace otro eternamente. Las pelotas -eran de viento, tan grandes como cabezas de hombres, que un pelotero -llenaba de viento, por ojos y por oídos, dejándolas tan huecas, como -hinchadas. Cogíalas el que las sacaba á la plaza y, diciendo que jugaba -con toda verdad, pues todo es burla y todo es juego, daba con la pelota -por aquellos aires, con más presteza, cuanto más impulso. Rebatíala -el otro, sin dejarla reposar un instante. Todos la sacudían de sí con -notable destreza, que en eso consistía su ganancia. Ya estaba tan alta, -que se perdía de vista; ya tan baja, que iba rodando por aquellos -suelos entre el lodo y la basura. Uno le daba por el pie y otro de -la mano; pero los más con unas que parecían lenguas y eran palas. Ya -andaba entre los de arriba, ya entre los de abajo, pareciendo grandes -altibajos.</p> - -<p>Gritaba uno que ganaba quince y era así, que á los quince años suele -ser la ganancia del vicio y la pérdida de la virtud. Otro decía treinta -y tenía por ganado el juego, cuando á tanta edad no se sabe. De este -modo la fueron peloteando, hasta que cayó en tierra reventada, donde la -pisaron, que en esto había de parar: y tan á su costa ganaron unos y se -entretenían todos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_106">p. 106</span>Éstas, dijo -Andrenio, volviéndose hacia quien le buscaba, parecen cabezas de -hombres.</p> - -<p>Y lo son, respondió el viejo, y una de ellas es la tuya. De hombres -digo descabezados, más llenas de viento, que de entendimiento, y otras -de borra, de enredos y mentiras. Rebútelas el mundo de su vanidad, -cógenlas aquellos de arriba, que son los contentos y felicidades -y arrójanla á los de abajo, que son sus contrarios los pesares y -calamidades, con todo género de mal. Ya está el hombre miserable entre -unos, ya entre otros, ya abatido, ya ensalzado. - -<span class="sidenote"><i>La vida, juego.</i></span> - -Todos le sacuden y le arrojan, hasta que, reventado, viene á parar -entre la azada y la pala, en el lodo y la hediondez de un sepulcro.</p> - -<p>¿Quién eres tú, que tanto ves? ¿Quién eres tú, que estás tan -ciego?</p> - -<p>Fuésele poco á poco introduciendo, ganóle la voluntad para ganarle -el entendimiento. Fuéle descubriendo Andrenio sus esperanzas y las -grandes promesas de valer. Vista la sazón, díjole el viejo:</p> - -<p>Ten por cierto que por este camino jamás llegarás á ver este rey, -cuanto menos hablarle. Dependes de su querer y él nunca querrá, que le -va el ser en no ser conocido. El medio, que sus ministros toman para -que no le veas, es cegarte: mira tú cuán poco miras. Hagamos una cosa. -¿Qué me darás y yo te lo mostraré esta misma tarde?</p> - -<p>¿Burlas de mí?, le dijo Andrenio.</p> - -<p>No, porque siempre estoy de veras. No quiero otra cosa de ti, sino -que le mires bien, cuando te lo mostrare.</p> - -<p>Eso es pedirme lo que deseo.</p> - -<p>Señalaron hora y acudieron puntuales, el uno como deseoso y el -otro verdadero. Y, cuando Andrenio creyó le llevaría á palacio y le -introduciría por el favor ó por el secreto, vió que le sacaba fuera, -apartándole más. Quiso volverse, pareciéndole mayor embuste éste que -todos los pasados. Detúvole el prudente, diciendo:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_107">p. 107</span>Advierte que lo -que no se puede ver cara á cara, se procura por indirecta. Subamos á -aquella eminencia, que levantados de tierra, yo sé que descubriremos -mucho.</p> - -<p>Subieron á lo alto, que caía enfrente de las mismas ventanas de -Falimundo.</p> - -<p>Estando aquí, dijo Andrenio, paréceme que veo mucho más que -antes.</p> - -<p>De que se holgó harto el compañero, porque en el ver y conocer -consistía su total remedio. Hacíase ojos Andrenio, mirando hacia -palacio, por ver si podía brujulear alguna realidad; mas en vano, -que estaban las ventanas unas con celosías muy espesas y otras con -vidrieras.</p> - -<p>No ha de ser dese modo, dijo el viejo; sino al contrario, volviendo -las espaldas, que las cosas del mundo todas se han de mirar al revés -para verlas al derecho.</p> - -<p>Sacó en esto el espejo del seno y, desenvolviéndole de un cendal, -púsole delante, encarándole muy bien á las ventanas contrarias de -palacio:</p> - -<p>Mira ahora, le dijo. Contempla bien y procura satisfacer tu -deseo.</p> - -<p>¡Cosa rara é inaudita! Comenzó á espantarse y á temer tanto -Andrenio, que casi desmayaba.</p> - -<p>¿Qué tienes? ¿Qué ves?, le preguntó el anciano.</p> - -<p>¿Qué he de ver? Lo que no quisiera ni creyera. Veo un monstruo, el -más horrible que vi en mi vida, porque no tiene pies ni cabeza. ¡Qué -cosa tan desproporcionada! No corresponde parte á parte ni dice uno -con otro en todo él. ¡Qué fieras manos tiene! Y cada una de su fiera, -ni bien carne ni pescado y todo lo parece. ¡Qué boca tan de lobo, -donde jamás se vió verdad! Es niñería la quimera en su cotejo. ¡Qué -agregado de monstruosidades! ¡Quita, quítamele de delante, que moriré -de espanto!</p> - -<p>Pero el prudente compañero le decía:</p> - -<p>Cúmpleme la palabra. Nota aquel rostro, que á la primera<span -class="pagenum" id="Page_108">p. 108</span> vista parece verdadero y -no es de hombre, sino de vulpeja. De medio arriba es serpiente. Tan -torcido tiene el cuerpo y sus entrañas tan revueltas, que basta á -revolverlas. El espinazo tiene de camello y hasta en la nariz tiene -corcova. El remate es de sirena y aun peor: tales son sus dejos. No -puede ir derecho. ¿No ves cómo tuerce el cuello? Anda acorvado y no -de bieninclinado. Las manos tiene gafas, los pies tuertos, la vista -atravesada. Y á todo esto habla en falsete, para no hablar ni proceder -bien en cosa alguna.</p> - -<p>¡Basta!, dijo Andrenio, que reviento.</p> - -<p>Y basta que á ti te sucede lo que á todos los otros, dijo el viejo, -que en viéndole una vez, tienen harto; nunca más le pueden ver. Eso es -lo que yo deseaba.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Engaño.</i></span> - -¿Quién es este monstruo coronado?, preguntó Andrenio. ¿Quién este -espantoso rey?</p> - -<p>Éste es, dijo el anciano, aquel tan nombrado y tan desconocido de -todos, aquel cuyo es todo el mundo por sola una cosa que le falta. -Éste es aquel que todos platican y le tratan y ninguno le querría en -su casa, sino en la ajena. Éste es aquel gran cazador, con una red tan -universal, que enreda todo el mundo. Éste es el señor de la mitad del -año primero y de la otra mitad después. Éste el poderoso entre los -necios, juez á quien tantos apelan, condenándose. Éste aquel príncipe -universal de todos, no sólo de hombres, pero de las aves, de los peces -y de las fieras. Éste es, finalmente, el tan famoso, el tan sonado, el -tan común Engaño.</p> - -<p>No hay más que aguardar, dijo Andrenio. Vámonos de aquí, que ya -estoy más lejos dél, cuanto más cerca.</p> - -<p>Aguarda, dijo el viejo, que quiero que conozcas toda su -parentela.</p> - -<p>Ladeó un poco el espejo y apareció una urca, más furiosa que la de -Orlando, una vieja más embelecadora que la de Sempronio.</p> - -<p>¿Quién es esta meguera?, preguntó Andrenio.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_109">p. 109</span> - -<span class="sidenote"><i>Mentira.</i></span> - -Ésta es su madre, la que lo manda y gobierna: ésta es la Mentira.</p> - -<p>¡Qué cosa tan vieja!</p> - -<p>Ha muchos años que nació.</p> - -<p>¡Qué cosa tan fea! Cuando se descubre, parece que cojea.</p> - -<p>Por eso la alcanzan luego.</p> - -<p>¡Qué de gente la acompaña!</p> - -<p>Todo el mundo.</p> - -<p>Y de buen porte.</p> - -<p>Ésos son los más llegados.</p> - -<p>¿Y aquellos dos enanos?</p> - -<p>El Sí y el No, que son sus meninos.</p> - -<p>¡Qué de promesas, qué de ofrecimientos, excusas, cumplimientos, -favores! Hasta las alabanzas le acompañan.</p> - -<p>Torció el espejo á un lado y á otro y, descubriendo mucha gente -honrada, aunque no de bien:</p> - -<p>Aquélla es la Ignorancia su abuela, la otra su esposa la Malicia, -la Necedad su hermana. Aquellos otros sus hijos y sus hijas, los -Males, las Desdichas, el Pesar, la Vergüenza, el Arrepentimiento, la -Perdición, la Confusión y el Desprecio. Todos aquellos, que le están al -lado, son sus hermanos y primos, el Embuste, el Embeleco y el Enredo, -grandes hijos deste siglo y desta era.</p> - -<p>¿Estás contento, Andrenio?, le preguntó el viejo.</p> - -<p>Contento no; pero desengañado sí. Vamos, que los instantes se me -hacen siglos. Una misma cosa me es dos veces tormento, primero deseada -y después aborrecida.</p> - -<p>Salieron ya por la puerta de la luz de aquel Babel del Engaño. Iba -Andrenio á medio gusto, que nunca llega á ser entero. Examinóle el -viejo de su nueva pena y respondióle:</p> - -<p>¿Qué quieres?</p> - -<p>Que aún no me he hallado todo.</p> - -<p>¿Qué te falta?</p> - -<p>La mitad.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_110">p. 110</span> - -<span class="sidenote"><i>Amigos.</i></span> - -¿Qué? ¿Algún camarada?</p> - -<p>Más.</p> - -<p>¿Algún hermano?</p> - -<p>Aun es poco.</p> - -<p>¿Tu padre?</p> - -<p>Por ahí, por ahí: un otro yo, que lo es un amigo verdadero.</p> - -<p>Tienes razón. Mucho has perdido, si un amigo perdiste: será bien -dificultoso hallar otro. Pero díme, ¿era discreto?</p> - -<p>Sí y mucho.</p> - -<p>Pues no se habrá perdido para sí. ¿No supiste qué se hizo?</p> - -<p>Díjome iba á la corte de una reina tan sabia, como grande, llamada -Artemia.</p> - -<p>Si era entendido, como dices, yo lo creo, allá habrá aportado. -Consuélate, que allá vamos también, que quien te sacó del Engaño, -¿dónde te ha de llevar, sino al Saber? Digo á la corte de tan discreta -reina.</p> - -<p>¿Quién es esta gran mujer y tan señora, nombrada en todas partes?, -preguntó Andrenio.</p> - -<p>Y el anciano: Con razón la llamas señora, que no hay señorío sin -saber. Comenzando por su nobilísima prosapia, dícense della cosas -grandes. Aseguran unos que desciende del mismo cielo y que salió del -cerebro Soberano. Otros dicen ser hija del Tiempo y de la Observación, -hermana de la Experiencia. Ni falta quien por otro extremo porfía que -es hija de la Necesidad, nieta del Vientre. Pero yo sé bien que es -parto del Entendimiento.</p> - -<p>Vivió antiguamente, que no es niña, sino muy grande en todo, como -tan favorecida de las monarquías, en sus mayores cortes. Comenzó -en los asirios, pasó á los egipcios y caldeos, fué muy estimada en -Atenas, gran teatro de la Grecia, en Corinto y en Lacedemonia. Pasó -después á Roma con el imperio, donde en competencia del valor, la -laurearon, cediendo los arneses á las togas. Los godos, gente inculta, -la comenzaron á despreciar, desterrándola de todo su distrito. Apuróla -y aun<span class="pagenum" id="Page_111">p. 111</span> pretendió -acabar con ella la bárbara morisma y húbose de acoger á la famosa -tetrarquía de Carlo Magno, donde estuvo muy acreditada. Mas hoy, á -la fama de la mayor, la más dilatada y poderosa monarquía española, -que ocupa entrambos mundos, se ha mudado á este augusto centro de su -estimación.</p> - -<p>¿Cómo no habita en su famosa corte, aplaudida de todas las naciones -de tan universal imperio, venerada de sus cultos cortesanos; y no -aquí en medio de la intolerable villanía?, replicó Andrenio. Que si -son dichosos los que habitan las ciudades, más lo serán ellos, cuanto -mayores ellas.</p> - -<p>Porque quiere probarlo todo, respondió el anciano. Íbale muy mal en -las cortes, donde tiene más enemigos, cuanto mayores vicios. Vivió ya -entre los cortesanos, donde experimentó tan á su costa - -<span class="sidenote"><i>Vida de corte.</i></span> - -las persecuciones de la infelicidad y de la malicia, la falta de -verdad, la sobra de embeleco y aun averiguó que había allá más necedad, -cuanto más presumida. Muchas veces la he oído decir que, si allí hay -más cultura, aquí más bondad; si allí más puestos, aquí más lugar; allí -empleos, aquí tiempo; allí se pasa, aquí se logra; y que esto es vivir -y aquello acabar.</p> - -<p>Con todo eso, replicó Andrenio, yo más quisiera haberlas con -bellacos, que con tontos. Malo es todo; pero de verdad que la necedad -es intolerable y más para entendidos. Perdóneme la sabia Artemia.</p> - -<p>Relumbraba ya su alcázar, cielo equivocado, bordado todo de -inscripciones y coronado de vítores. Fueron bien recibidos, con -agradecimiento el viejo y Andrenio con abrazos, asegurándole certezas, -quien no le regateaba permisiones.</p> - -<p>Aquí, en honra de sus dos huéspedes, obró Artemia sus más célebres -prodigios y, no sólo en los otros, sino en ellos mismos y más en -Andrenio, que necesitaba de sus realces. Vióse muy persona en poco -tiempo y muy instruído para adelante. Que, si un buen consejo es -bastante para hacer dichosa toda la vida, ¿qué obrarían en él -tantos y tan importantes? Comunicáronla su<span class="pagenum" -id="Page_112">p. 112</span> vida y su fortuna, noticia de superior -gusto para ella, por lo raro. Alternó curiosa muchas preguntas á -Andrenio, haciéndole repetir una y muchas veces aquella su primera -admiración, cuando salió á ver el mundo, la novedad que le causó este -gran teatro del universo.</p> - -<p>Una cosa deseo mucho oirte, le dijo á Andrenio, y es entre tantas -maravillas criadas, como viste, entre tantos prodigios como admiraste, -¿cuál fué el que más te satisfizo?</p> - -<p>Lo que respondió Andrenio nos lo dirá la otra Crisi.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1_9"> - <h3 class="g1 ws1">CRISI IX</h3> - <p class="subh3c"><i>Moral anatomía del hombre.</i></p> -</div> - -<p>Eternizaron con letras de oro los antiguos en las paredes de Delfos -y mucho más con caracteres de estimación en los ánimos de los sabios -aquel célebre sentimiento de Biante: <i>Conócete á ti mismo</i>. Ninguna de -todas las cosas criadas yerra su fin, sino el hombre.</p> - -<p>Él solo desatina, ocasionándole este achaque la misma nobleza -de su albedrío. Y quien comienza ignorándose mal podrá conocer las -demás cosas. ¿Pero de qué sirve conocerlo todo, si á sí mismo no se -conoce? Tantas veces degenera en esclavo de sus esclavos, cuantas -se rinde á los vicios. No hay salteadora esfinge, que así oprima la -viandante, digo viviente, como la ignorancia de sí, que en muchos se -condena estupidez, pues ni aun saben que no saben ni advierten que no -advierten. Desta común necedad padeció excepción Andrenio, cuando así -respondió á la curiosa Artemia:</p> - -<p>Entre tanta maravilla como vi, entre tanto empleo como aquel día -logré, el que más me satisfizo, dígolo con recelo, pero con<span -class="pagenum" id="Page_113">p. 113</span> verdad, fuí yo mismo, que -cuanto más me reconocía, más me admiraba.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>El mayor<br /> prodigio.</i></span> - -Eso era lo que yo deseaba oirte, aplaudió Artemia, y así lo ponderó el -augustísimo de los ingenios, cuando dijo que entre todas las maravillas -criadas para el hombre el mismo hombre fué la mayor de todas. Así -también lo generaliza el príncipe de los filósofos en su tan asentada -máxima, que siempre es más aquello, por quien otro es tal. De modo -que, si para el hombre fueron criadas tan preciosas las piedras, tan -hermosas las flores y tan brillantes las estrellas, mucho más lo es el -mismo hombre, para quien fueron destinadas.</p> - -<p>Él es la criatura más noble de cuantas vemos, monarca en este gran -palacio del mundo, con posesión de la tierra y con expectativa del -cielo, criado de Dios, por Dios y para Dios.</p> - -<p>Á los principios, prosiguió Andrenio, rudamente me reconocía; pero, -cuando pude verme á toda luz y por extraña suerte acabé de contemplarme -en los reflejos de una fuente, cuando advertí era yo mismo el que -creí otro, no podré explicarte la admiración y gusto que allí tuve: -remirábame, no tanto necio, cuanto contemplativo. Lo primero que -observé fué esta disposición de todo el cuerpo, tan derecha, sin que -tuerza á un lado ni á otro.</p> - -<p>Fué el hombre, dijo Artemia, criado para el cielo y así crece hacia -allá y en esa material rectitud del cuerpo está simbolizada la del -ánimo con tal correspondencia, que al que le faltó por desgracia la -primera, sucede con mayor faltarle la segunda.</p> - -<p>Es así, dijo Critilo: dondequiera que hallamos corvada la -disposición, recelamos también torcida la intención.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Corcovados.</i></span> - -En descubriendo ensenadas en el cuerpo, tememos haya dobleces en el -ánimo. El otro, á quien se le anubló alguno de los ojos, también suele -cegarse de pasión. Y lo que es digno de más reparo, - -<span class="sidenote"><i>Tuertos.</i></span> - -que no los tenemos lástima como á los ciegos; sino recelo de que no -miran derecho. Los cojos suelen tropezar en el camino de la virtud -y aun echarse á rodar, cojeando la voluntad<span class="pagenum" -id="Page_114">p. 114</span> en los afectos. Faltan los mancos en la -perfección de las obras, en hacer bien á los demás. Pero la razón en -los varones sabios corrige todos estos pronósticos siniestros.</p> - -<p>La cabeza, dijo Andrenio, llamo yo, no sé si me engaño, alcázar del -alma, corte de sus potencias.</p> - -<p>Tienes razón, confirmó Artemia, que así como Dios, aunque asiste en -todas partes, pero con especialidad en el cielo, donde se permite su -grandeza, - -<span class="sidenote"><i>Cabeza cielo.</i></span> - -así el alma se ostenta en este puesto superior, retrato de los celestes -orbes. Quien quisiere verla, búsquela en los ojos; quien oirla, en -la boca; y quien hablarla, en los oídos. Está la cabeza en el más -eminente lugar, ya por autoridad, ya por oficio, por que mejor perciba -y mande.</p> - -<p>Y aquí he notado yo con especial atención, dijo Critilo, que, aunque -las partes de esta gran república del cuerpo son tantas, que solos los -huesos llenan los días del año y esta numerosidad con tal armonía, -que no hay número que no se emplee en ellas, como digamos cinco son -los sentidos, cuatro los humores, tres las potencias, dos los ojos; -todas vienen á reducirse á la unidad de una cabeza, retrato de aquel -primer móvil divino, á quien viene á reducirse por sus gradas toda esta -universal dependencia.</p> - -<p>Ocupa el entendimiento, dijo Artemia, el más puro y sublime retrete, -que aun en lo material fué aventajado, como mayorazgo de las potencias, -rey y señor de las acciones de la vida, que allí se remonta, alcanza, -penetra, sutiliza, discurre, atiende y entiende. Estableció su trono en -una ilesa candidez, librea propria del alma, estrañando toda oscuridad -en el concepto y toda mancha en el afecto, masa suave y flexible, -apoyando dotes de docilidad, moderación y prudencia. La memoria atiende -á lo pasado y así se hizo tan atrás, cuanto el entendimiento adelante. -No pierde de vista lo que fué y, porque echamos comúnmente atrás lo que -más nos importa, previno este descuido, haciendo Jano á todo cuerdo.</p> - -<p>Los cabellos me parecieron más para el ornato, que para la -necesidad, ponderó Andrenio.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_115">p. 115</span>Son raíces deste -humano árbol, dijo Artemia: arráiganle en el cielo y llévanle allá de -un cabello. Allí han de estar sus cuidados y de allá ha de recibir el -sustancial sustento. Son librea de las edades, por lo que tienen de -adorno, variando con los colores los afectos. Es la frente cielo del -ánimo, ya encapotado, ya sereno, plaza de los sentimientos. Allí salen -á la vergüenza los delitos, sobran las faltas y placéanse las pasiones. -En lo estirado la ira, en lo caído la tristeza, en lo pálido el temor, -en lo rojo la vergüenza, la doblez en las arrugas y la candidez en lo -terso, la desvergüenza en lo liso y la capacidad en lo espacioso.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Ojos,<br /> miembros<br /> divinos.</i></span> - -Pero los que á mí, dijo Andrenio, más me llenaron en esta artificiosa -fábrica del hombre, fueron los ojos.</p> - -<p>¿Sabes, dijo Critilo, cómo los llamó aquel grande restaurador de la -salud, entretenedor de la vida, indagador de la naturaleza, Galeno?</p> - -<p>¿Cómo?</p> - -<p>Miembros divinos. Que fué bien dicho. Porque, si bien se nota, ellos -se revisten de una majestuosa divinidad, que infunde veneración. Obran -con una cierta universalidad, que parece omnipotencia, produciendo en -el alma todas cuantas cosas hay en imágenes y especies. Asisten en -todas partes remedando inmensidad, señoreando en un instante todo el -hemisferio.</p> - -<p>Con todo, reparé yo mucho en una cosa, dijo Andrenio, y es que, -aunque todo lo ven, no se ven á sí mismos ni aun las vigas que suelen -estar en ellos: condición propia de necios, ver todo lo que pasa en las -casas ajenas, ciegos para las proprias. Y no fuera poca conveniencia -que el hombre se mirara á sí mismo, ya para que se temiera y moderara -sus pasiones, ya para que reparara sus fealdades.</p> - -<p>Gran cosa fuera, dijo Artemia, que el colérico viera su horrible -ceño y se espantara de sí mismo, que un melindroso y un adamado vieran -sus afeminados gestillos y se corriera el altivo con todos los demás -necios. Pero atendió la cauta naturaleza á<span class="pagenum" -id="Page_116">p. 116</span> evitar mayores inconvenientes en verse. -Temióle necio, no se enamorara de sí aun el más monstruo y todo ocupado -en verse, ninguna otra cosa mirara. Basta que se mire á las manos, -antes que le miren otros. Remire sus obras, que es preciso, y atienda á -sus acciones, que sean tan muchas, como perfectas. Mírese también á los -pies, hollando su vanidad, y sepa dónde los pone y dónde los tiene. Vea -en qué pasos anda, que eso es tener ojos.</p> - -<p>Así es, replicó Andrenio; mas para tanto ver poco parecen dos ojos y -ésos tan juntos. De una alhaja tan preciosa lleno había de estar todo -este animado palacio. Pero, ya que hayan de ser dos no más, pudiéranse -repartir y que uno estuviera delante para ver lo que viene y el otro -atrás, para lo que queda. Con eso nunca perdieran de vista todas las -cosas.</p> - -<p>Y algunos, respondió Critilo, arguyeron á la naturaleza de tan -imaginario descuido y aun fingieron un hombre, á su parecer muy -perfecto, con la vista duplicada y no servía sino de ser hombre de dos -caras, doblado más que duplicado. Yo, si hubiera de añadir ojos, antes -los pusiera á los lados encima de los oídos y muy abiertos, para que -viera quién se le pone al lado, quién se le entremete á amigo. Y con -eso no perecieran tantos de aquel mortal achaque del costado. Viera -el hombre con quién habla, con quién se ladea, que es uno de los más -importantes puntos de la vida y vale más estar solo, que malaconsejado. -Pero advierte que dos ojos bien empleados bastante son para todo. -Ellos miran derechamente lo que viene cara á cara y de reojo lo que á -traición. Al atento bástale una ojeada para descubrir cuanto hay. Y aun -por eso fueron formados los ojos en esferas, que es la figura más apta -para el ejercicio de ver; no cuadrada, no haya rincones, no se esconda -lo que más importa que se vea. Bien están en la cara, porque el hombre -siempre ha de mirar adelante y á lo alto. Y, si hubiera otros en el -cerebro, fuera ocasión de que al levantar los unos al cielo, abatiera -los otros á la tierra con cisma de afectos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_117">p. 117</span>Otra maravilla he -observado en ellos, dijo Andrenio, que es el llorar y me parece andan -muy necios. Porque ¿qué remedia los males el llorarlos? No sirve, sino -de aumentar penas. El reirse de todo el mundo, aquel no dársele cosa de -cuanto hay, éso sí que es saber vivir.</p> - -<p>¡Ah! Que como los ojos, dijo Artemia, son los que ven los males -y tantos, ellos son los que los lloran. Siempre verás que quien no -siente no se siente; mas quien añade sabiduría, añade tristeza. Esa -vulgaridad del reir, quédese para la necia boca, que es la que mucho -yerra. Son los ojos puertas fieles por donde entra la verdad y anduvo -tan atentamente escrupulosa la naturaleza, que para no dividirlos, -no se contentó con juntarlos en un puesto; sino que los hermanó en -el ejercicio. No permite que vea el uno sin el otro, para que sean -verídicos contestes. Miren juntos una misma cosa, no vea blanco el uno -y negro el otro. Sean tan parecidos en el color, en el tamaño y en -todo, que se equivoquen entre sí y desmientan la pluralidad.</p> - -<p>Al fin, dijo Critilo, los ojos son en el cuerpo lo que las dos -lumbreras en el cielo y el entendimiento en el alma. Ellos suplen todos -los demás sentidos y todos juntos no bastan á suplir su falta. No sólo -ven; sino que escuchan, hablan, vocean, preguntan, responden, riñen, -espantan, aficionan, agasajan, ahuyentan, atraen y ponderan y todo lo -obran. Y lo que es más de notar, que nunca se cansan de ver, como ni -los entendidos de saber, que son los ojos de la república.</p> - -<p>Notablemente anduvo próvida la naturaleza, dijo Andrenio, en señalar -su lugar á cada sentido, más ó menos eminente, según su excelencia. -Á los más nobles mejoró en los primeros puestos y puso á vista los -sublimes ejercicios de la vida; al contrario los indecentes y viles, -aunque necesarios, los desterró á los más ocultos lugares, apartándolos -de la vista.</p> - -<p>Mostróse, dijo Critilo, gran celadora de la honestidad y decoro, que -aun los femeniles pechos los puso en puestos que pudiesen alimentar los -hijos con decencia.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_118">p. 118</span>Después de los -ojos, señaló en segundo lugar á los oídos, dijo Andrenio, y me parece -muy bien que le tengan tan eminente; pero aquello de estar al lado te -confieso me hizo disonancia y parece fué facilitar la entrada á la -mentira. Que, así como la verdad viene siempre cara á cara, ella á -traición ingiérese de lado. ¿No estuvieran mejor bajo los ojos y éstos -examinaran primero lo que se oye, negando la entrada á tanto engaño?</p> - -<p>¡Qué bien lo entiendes!, dijo Artemia. Lo que menos convenía era -que los ojos estuvieran con los oídos. Tengo por cierto que no quedara -verdad en el mundo. Antes, si yo los hubiera de disponer de otro modo, -los retirara cien dedos de la vista ó los pusiera atrás en el cerebro, -de modo, que oyera un hombre lo que detrás dél se dice, que aquello -es lo verdadero. ¡Qué buena anduviera la justicia, si ella viera la -belleza que se excusa, la riqueza que se defiende, la nobleza que -ruega, la autoridad que intercede y las demás calidades de los que -hablan! Sea ciega, que eso es lo que conviene. Bien están los oídos -en un medio; no adelante, porque no oigan antes con antes; ni detrás, -porque no perciban tarde.</p> - -<p>Otra cosa dificulté yo mucho, replicó Andrenio, y es que, así como -los ojos tienen aquella tan importante cortina de los párpados, que -verdaderamente está muy en su lugar para negarse, cuando no quieren ser -vistos ó cuando no gustan de ver muchas cosas, que no son para vistas: -¿por qué los oídos, no han de tener también otra compuerta y ésa muy -sólida, muy doble y ajustada, para no oir la mitad de lo que se habla? -Con esto excusaríase un hombre oir necedades y ahorraría pesadumbres, -único preservativo de la vida. Aquí yo no puedo dejar de condenar de -descuidada la naturaleza y más, cuando vemos que la lengua la recluyó -entre una y otra muralla con razón, porque una fiera bien es que esté -entre verjas de dientes y puertas tan ajustadas de los labios. Sepamos -¿por qué los ojos y la boca han de llevar esta ventaja á los oídos y -más estando tan expuestos al engaño?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_119">p. 119</span>Por ningún caso -convenía, dijo Artemia, que se le cerrase jamás la puerta al oir. Es la -de la enseñanza: siempre ha de estar patente. Y no sólo se contentó la -atenta naturaleza con quitar esa compuerta, que tú dices; pero negó al -hombre, entre todos los oyentes, el ejercicio de abatir y levantar las -orejas. Él sólo las tiene inmobles, siempre alerta. Que aun le pareció -inconveniente aquella poca detención, que en aguzarlas se tuviera. Á -todas horas dan audiencia. Aun cuando se retira el alma á su quietud, -entonces es más conveniente que velen estas centinelas. Y si no ¿quién -avisara de los peligros? Durmiera el alma á lo poltrón. ¿Quién bastará -á despertarlas? Esta diferencia hay entre el ver y entre el oir, que -los ojos buscan las cosas como y cuando quieren; mas al oído ellas le -buscan. Los objetos del ver permanecen. Puédense ver, si no ahora, -después. Pero los del oir van de priesa y la ocasión es calva.</p> - -<p>Bien está dos veces encerrada la lengua y dos veces abiertos los -oídos. Porque el oir ha de ser al doble que el hablar. Bien veo yo -que la mitad y aun las tres partes de las cosas, que se oyen, son -impertinentes y aun dañosas; mas para eso hay un gran remedio, que es -hacer el sordo, que se puede y es el mejor de ellos: esto es, hacer -orejas de cuerdo, que es la mayor ganancia. Á más de que hay algunas -razones tan sin ella, que no bastan párpados y entonces es menester -tapiar los oídos con ambas manos: que, pues suelen ayudar á oir, -ayuden también á ensordecer. Préstenos su sagacidad la serpiente, que, -cosiendo el un oído con la tierra, tapa el otro con el fin, dando á -todo buena salida.</p> - -<p>Esto no se me puede negar, instó Andrenio, que estuviera muy bien -un rastrillo en cada oído, como en guarda y con eso no entraran -tan libremente tantos y tan grandes enemigos, silbos de venenosas -serpientes, cantos de engañosas sirenas, lisonjas, chismes, cizañas y -discordias, con otros semejantes monstruos escuchados.</p> - -<p>Tienes razón en eso, dijo Artemia, y para eso formó la na<span -class="pagenum" id="Page_120">p. 120</span>turaleza las orejas, como -coladeros de las palabras, embudos del saber. Y si lo notas, ya previno -de antemano ese inconveniente, disponiendo este órgano en forma de -laberinto, tan caracoleado, con tantas vueltas y revueltas, que parecen -rastrillos y traveses de fortaleza, para que deste modo entren coladas -las palabras, purificadas las razones y haya tiempo de discernir la -verdad de la mentira.</p> - -<p>Luego hay su campanilla muy sonora, donde resuenen las voces y se -juzgue por el sonido si son faltas ó son falsas. ¿No has notado también -que dió la naturaleza, despedida por el oído, aquel licor amargo de -la cólera? ¿Pensarás tú á lo vulgar que fué esto para impedir el paso -á algunas sabandijas, que topando con aquella amargura pegajosa se -detengan y perezcan? Pues advierte que mucho más pretendió con eso, más -alto fin tuvo. Contra otras más perniciosas previno aquella defensa. -Topen las palabras blandas de la Circe con aquella amargura del -recatado disgusto, deténganse allí los dulces engaños del lisonjero, -hallen el desabrimiento de la cordura con que se empleen.</p> - -<p>Y, aunque á muchos se les habían de gastar los oídos de oir dulce, -ponderó Critilo, previno aquel antídoto de amargura. Finalmente, dos -son los oídos, para que pueda el sabio guardar el uno virgen para la -otra parte; haya primera y segunda información y procure que, si se -adelantó á ocupar la una oreja la mentira, se conserve la otra intacta -para la verdad, que suele ser la postrera.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Narices<br /> sagaces.</i></span> - -No parece, dijo Andrenio, tan útil el olfato, cuanto deleitable. Más -es para el gusto, que para el provecho. Y siendo así, ¿por qué ha de -ocupar el tercer puesto tan á la vista, aventajándose á otros, que son -más importantes?</p> - -<p>¡Oh, replicó Artemia, que es el sentido de la sagacidad! Y aun por -eso las narices crecen por toda la vida. Coincide con el respirar, -que es tan necesario como eso. Discierne el buen olor del malo y -percibe que la buena fama es el aliento del<span class="pagenum" -id="Page_121">p. 121</span> ánimo. Daña mucho un aire corrupto: -infecciona las entrañas. Huele, pues, atenta la sagacidad de una legua -la fragancia ó la hediondez de las costumbres, porque no se apeste el -alma. Y aun por eso está en lugar tan eminente. Es guía del ciego, -gusto que le avisa del manjar gastado y hace la salva en lo que ha de -comer. Goza de la fragancia de las flores y recrea el cerebro con la -suavidad que despiden las virtudes, las hazañas y las glorias. Conoce -los varones principales y los nobles, no en el olor material del ámbar, -sino en el de sus prendas y excelentes hechos, obligados á echar mejor -olor de sí, que los plebeyos.</p> - -<p>En gran manera anduvo próvida la naturaleza, dijo Andrenio, en dar á -cada potencia dos empleos, uno más principal y otro menos, penetrando -oficios, para no multiplicar instrumentos. Desta suerte formó con -tal disposición las narices, que se pudiesen despedir por ellas con -decencia las superfluidades de la cabeza.</p> - -<p>Eso es en los niños, dijo Critilo; que en los ya varones más se -purgan los excesos de las pasiones del ánimo y así sale por ellas el -viento de la vanidad, el desvanecimiento, que suele causar vahídos -peligrosos y en algunos llega á trastornar el juicio. Desahógase -también el corazón y evapóranse los humos de la fogosidad con mucha -espera. Y tal vez á su sombra se suele disimular la más picante risa. -Ayudan mucho á la proporción del rostro y, por poco que se desmanden, -afean mucho. Son como manecilla del reloj del alma, que señalan el -temple de la condición. Las leoninas denotan el valor, las aguileñas la -generosidad, las prolongadas la mansedumbre, las sutiles la sabiduría y -las gruesas la necedad.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Boca necia.</i></span> - -Después del ver, del oir y del oler, dicho se estaba, ponderó Andrenio, -que se había de seguir el hablar poco. Paréceme que es la boca la -puerta principal desta casa del alma. Por las demás entran los objetos, -mas por esta sale ella misma y se manifiesta en sus razones.</p> - -<p>Así es, dijo Artemia, que en esta artificiosa fachada del hu<span -class="pagenum" id="Page_122">p. 122</span>mano rostro, dividida en sus -tres órdenes iguales, la boca es la puerta de la persona real y por eso -tan asistida de la guarda de los dientes y coronada del varonil decoro. -Aquí asiste lo mejor y lo peor del hombre, que es la lengua. Llámase -así por estar ligada al corazón.</p> - -<p>Lo que yo no acabo de entender, dijo Andrenio, es que á propósito -juntó en una misma oficina la sabia naturaleza el comer con el hablar. -¿Qué tiene que ver el un ejercicio con el otro? La una es ocupación -baja y que se halla en los brutos; la otra es sublime y de solas las -personas. Á más que de ahí se originan inconvenientes notables. El -primero, que la lengua hable según el sabor que se le pega, ya dulce, -ya amargo, agrio ó picante. Queda muy material de la comida: ya se -roza, ya tropieza, habla grueso, se equivoca, se vulgariza y se relaja. -¿No estuviera mejor sola ella, hecha oráculo del espíritu?</p> - -<p>Aguarda, dijo Critilo, que dificultas bien y casi me haces reparar; -mas con todo eso, apelando á la suma Providencia, que rige la -naturaleza, una gran conveniencia hallo yo en que el gusto coincida -con el hablar, para que desta suerte examine las palabras, antes que -las pronuncie. Másquelas tal vez, pruébelas si son sustanciales. Y, si -advierte que pueden amargar, endúlcelas también. Sepa á qué sabe un no -y qué estómago le hará al otro. Confítelo con el buen modo. Ocúpese la -lengua en comer y aun, si pudiera, en otros muchos empleos, para que no -toda se emplease en el hablar. - -<span class="sidenote"><i>Manos<br /> diligentes.</i></span> - -Siguen á las palabras las obras en los brazos y en las manos. Se ha de -obrar lo que se dice y mucho más. Que, si el hablar ha de ser á una -lengua, el obrar ha de ser á dos manos.</p> - -<p>¿Por qué se llaman así, preguntó Andrenio, que, según tú me has -enseñado, vienen del verbo latino <i>maneo</i>, que significa quietud, -siendo tan al contrario, que ellas nunca han de parar?</p> - -<p>Llamáronlas así, respondió Critilo, no porque hayan de estar -quietas; sino porque sus obras han de permanecer ó porque<span -class="pagenum" id="Page_123">p. 123</span> de ellas ha de emanar todo -el bien. Ellas manan del corazón, como ramas cargadas de frutos, de -famosos hechos, de hazañas inmortales. De sus palmas nacen los frutos -victoriosos. Manantiales son del sudor precioso de los héroes y de -la tinta eterna de los sabios. ¿No admiras, no ponderas aquella tan -acomodada y artificiosa composición suya? Que, como fueron formadas -para ministras y esclavas de los otros miembros, están hechas de -suerte, que para todo sirven ellas. Ayudando á oir, son sustitutos -de la lengua. Dan vida con la acción á las palabras. Son de la boca, -ministrando la comida y al olfato las flores. Hacen toldo á los -ojos, para que vean, hasta ayudar á discurrir: que hay hombres, que -tienen los ingenios en las manos, de modo que todo pasa por ellas. -Defienden, limpian, visten, curan, componen, llaman y tal vez rascando -lisonjean.</p> - -<p>Y porque todos estos empleos, dijo Artemia, vayan ajustados á la -razón, depositó en ellas la sagaz naturaleza la cuenta, el peso y la -medida. En sus diez dedos está el principio y fundamento del número. -Todas las naciones cuentan hasta diez y de allí suben multiplicando. -Las medidas todas están en sus dedos, palmo, codo y brazada. Hasta el -peso está seguro en la fidelidad de su tiento, sospesando y tanteando. -Toda esta puntualidad fué menester para avisar al hombre que obre -siempre con cuenta y razón, con peso y con medida. Y realzando más la -consideración, advierte que en ese número de diez se incluye también el -de los preceptos divinos, por que los lleve el hombre entre las manos. -Ellas ponen en ejecución los aciertos del alma, encierran en sí la -suerte de cada uno, no escrita en aquellas vulgares rayas, ejecutada sí -en sus obras. Enseñan también escribiendo y emplea en esto la diestra -sus tres dedos principales, concurriendo cada uno con una especial -calidad. Da la fortaleza el primero y el índice la enseñanza. Ajusta -el medio, correspondiendo al corazón, para que resplandezcan en los -escritos el valor, la sutileza y la verdad. Siendo, pues, las manos las -que echan el sello á la virtud, no es de maravillar que, entre<span -class="pagenum" id="Page_124">p. 124</span> todas las demás partes del -cuerpo, á ella se les haga cortesía, correspondiendo con estimación, -sellando en ella los labios, para agradecer y solicitar el bien.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Pies firmes.</i></span> - -Y porque de pies á cabeza contemplamos el hombre tan misterioso, no -es menos de observar su movimiento. Son los pies basa de su firmeza, -sobre quienes asientan dos columnas. Huellan la tierra, despreciándola -y tocando de ella no más de lo preciso para sostener el cuerpo. Van -caminando y midiendo su fin. Pisan llano y seguro.</p> - -<p>Bien veo yo y aun admiro, dijo Andrenio, la solidez con que atendió -á afirmar el cuerpo la naturaleza, que en nada se descuida. Y para que -no cayese, hacia adelante, donde se arroja, puso toda la planta. Y por -que no peligrase á un lado ni á otro le apuntaló con ambos pies. Pero -no me puedes negar que se descuidó en asegurarle hacia atrás, siendo -más peligrosa esta caída, por no poder acudir las manos á exponerse al -riesgo con su ordinaria fineza. Remediárase esto con haber igualado el -pie, de modo, que quedara tanto atrás, como adelante y se aumentaba la -proporción.</p> - -<p>No mientes tal cosa, replicó Artemia, que fuera darle ocasión -al hombre para no ir adelante en lo bueno. Sin eso hay tantos que -se retiran de la virtud; ¿qué fuera, si tuviera apoyo en la misma -naturaleza?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Corazón puro.</i></span> - -Éste es el hombre por la corteza; que aquella maravillosa composición -interior, la armonía de sus potencias, la proporción de sus virtudes, -la consonancia de sus afectos y pasiones, ésa quédese para la gran -filosofía. Con todo quiero que conozcas y admires aquella principal -parte del hombre, fundamento de todas las demás y fuente de la vida, el -corazón.</p> - -<p>¿Corazón?, replicó Andrenio, ¿qué cosa es y dónde está?</p> - -<p>Es, respondió Artemia, el rey de todos los demás miembros y por -eso está en medio del cuerpo, como en centro muy conservado, sin -permitirse ni aun á los ojos. Llámase así de la palabra latina <i>Cura</i>, -que significa cuidado, que el que rige y man<span class="pagenum" -id="Page_125">p. 125</span>da siempre fué centro dellos. Tiene también -dos empleos: el primero ser fuente de la vida, ministrando valor en los -espíritus á las demás partes; pero el más principal es el amar, siendo -oficina del querer.</p> - -<p>Ahora digo, ponderó Critilo, que con razón se llama corazón, que -exprime el cuidadoso. Por eso está siempre abrasándose como fénix.</p> - -<p>Su lugar es en el medio, prosiguió Artemia, porque ha de estar -en un medio el querer. Todo ha de ser con razón; no por extremos. -Su forma es en punta hacia la tierra, porque no se roce con ella; -sólo la apunte, bástele un indivisible. Al contrario, hacia el cielo -está muy espacioso, porque de allá reciba el bien, que él sólo puede -llenarle. Tiene alas, no tanto para que le refresquen, cuanto para -que le realcen. Su color es encendido, gala de la caridad. Críale -mejor sangre, para que con el valor se califique la nobleza. Nunca -es traidor; necio sí, pues previene antes las desdichas, que las -felicidades. Pero lo que más es de estimar en él, que no engendra -excrementos, como las otras partes del cuerpo, porque nació con -obligaciones de limpieza y mucho más en lo formal del vivir. Con esto -está aspirando siempre á lo más sublime y perfecto.</p> - -<p>Desta suerte fué la sabia Artemia filosofando y ellos aplaudiendo; -pero dejémoslos aquí tan bienempleados, mientras ponderamos los -extremos que hizo el engañoso y ya engañado Falimundo.</p> - -<p>Picado en lo vivo, de que le hubiesen sacado del laberinto de sus -enredos, con tanta pérdida de reputación al perdido Andrenio y algunos -otros tan ciegos como él, con tal ardid, de tan mala consecuencia -para lo venidero, trató de la venganza y con exceso. Echó mano de la -Envidia, gran asesino de buenos y aun mejores, sujeto muy á propósito -para cualquier ruindad, que siempre anda entre ruines. Comunicóla su -sentimiento, exageró el daño y dióla orden fuese sembrando cizaña -en malicias por toda aquella dilatada villanía. No le fué muy -dificultoso,<span class="pagenum" id="Page_126">p. 126</span> porque -aseguran ha siglos que la Vulgaridad maliciosa vive y reina entre -villanos, desde aquella ocasión en que las dos hermanas, la Lisonja -y Malicia, dejando los patrios lares de su nada, las sacó á volar su -madre la ruin Intención, con ambiciones de valer en el mundo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Lisonja.<br /> Malicia.</i></span> - -La Lisonja, dicen, fué á las cortes, aunque no muy derecha, y que lo -acertó para sí, errándolo para todos. Porque allí se fué introduciendo -tanto, que en pocas horas, no ya días, se levantó con la privanza -universal. La Malicia, aunque procuró introducirse, no probó bien ni -fué bien vista ni oída. No osaba hablar, que era reventar para ella. -Andaba sin libertad y así trató de buscarla. Conoció que no era la -corte para ella. Tomóse la honra para mejor quitarla y desterróse -voluntariamente. Dió por otro extremo, que fué meterse á villana. Y -salióle tan bien, que al punto se vió adorada de toda la verídica -necedad. Allí triunfa porque allí habla; discurre, aunque á lo zonzo -y pega valientes mazadas de necedades, que ella llama verdades. Llegó -esto á tanto exceso de crédito y afecto que, porque no se la hurtasen -ó matasen, trazaron los villanos meterla dentro de sus entrañas donde -la hallan siempre los que menos querrían. En tan buena sazón llegó la -Envidia y comenzó á sembrar su veneno.</p> - -<p>Iba dejándose caer recelos en varillas contra Artemia. Decía que -era otra Circe, si no peor, cuanto más encubierta con capa de hacer -bien. Que había destruído la naturaleza, quitándola en su llaneza -su verdadera solidez y con la afectación aquella natural belleza. -Ponderaba que se había querido alzar á mayores, arrinconando á la otra -y usurpándola el mayorazgo de primera. Advertid que, después que esta -fingida reina se ha introducido en el mundo, no hay verdad; todo está -adulterado y fingido. Nada es lo que parece, porque su proceder es la -mitad del año con arte y engaño y la otra parte con engaño y arte. De -aquí es que los hombres no son ya los que solían, hechos al buen tiempo -y á lo antiguo, que fué siempre lo mejor. Ya no hay niños, porque no -hay candidez.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_127">p. 127</span>¿Qué se hicieron -aquellos buenos hombres, con aquellos sayos de la inocencia, aquella -gente de bien? Ya se han acabado aquellos viejos machuchos, tan sólidos -y verdaderos. El sí era sí y el no era no. Ahora todo al contrario, no -toparéis sino hombrecillos maliciosos y bulliciosos, todo embeleco y -fingimiento y ellos dicen que es artificio. Y el que más tiene desto, -vale más. Ése se hace lugar en todas partes, medra en armas y aun en -letras. Con esto ya no hay niños. Más malicia alcanza hoy uno de siete -años, que antes uno de setenta.</p> - -<p>¿Pues las mujeres? De pies á cabeza una mentira continuada, aliño -de cornejas, todo ajeno y el engaño proprio. Tiene esta mentida -reina arruinadas las repúblicas, destruídas las casas, acabadas las -haciendas, porque se gasta el doble en los trajes de las personas y en -el adorno de las casas. Con lo que hoy se viste una mujer se vestía -antes todo un pueblo. Hasta en el comer nos ha perdido con tanta -variedad de manjares y sainetes, que antes todo iba á lo natural y á lo -llano. Dice que nos ha hecho personas; yo digo que nos ha deshecho. No -es vivir con tanto embeleco ni es ser hombre el ser fingido. Todas sus -trazas son mentiras y todo su artificio es engaño.</p> - -<p>Incitó tanto los ánimos de aquel vulgacho, que en un día se -amotinaron todos y dando voces sin entenderse ni entender, fueron á -cercarle el palacio, voceando: Muera la hechicera. Y aun intentaron -pegarla fuego por todas partes. Aquí conoció la sabia reina cuán su -enemiga es la Villanía. Convocó sus valedores. Halló que los poderosos -ya habían faltado; mas, no faltándose á sí misma, trazó vencer con la -maña tanta fuerza. El raro modo con que triunfó de tan vil canalla, el -bienejecutado ardid con que se libró de aquel ejército villano, léelo -en la Crisi siguiente.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1_10"> - <p><span class="pagenum" id="Page_128">p. 128</span></p> - <h3 class="g1 ws1">CRISI X</h3> - <p class="subh3c"><i>El mal paso del salteo.</i></p> -</div> - -<p>Vulgar desorden es entre los hombres hacer fines de los medios y de -los medios hacer fines. Lo que ha de ser de paso toman de asiento y del -camino hacen descanso. Comienzan por donde han de acabar y acaban por -el principio. Introdujo la sabia y próvida naturaleza el deleite, para -que fuese medio de las operaciones de la vida, alivio instrumental de -sus más enfadosas funciones, que fué un grande arbitrio para facilitar -lo más penoso del vivir.</p> - -<p>Pero aquí es donde el hombre más se desbarata, pues más bruto que -las bestias, degenerando de sí mismo, hace fin del deleite y de la vida -hace medio para el gusto. No come ya para vivir, sino que vive para -comer; no descansa para trabajar, sino que no trabaja para dormir; -no pretende la propagación de su especie, sino la de su lujuria; no -estudia para saberse, sino para desconocerse; ni habla por necesidad, -sino por el gusto de la murmuración. De suerte, que no gusta de vivir, -sino que vive de gustar. De aquí es que todos los vicios han hecho -su caudillo al deleite: él es el muñidor de los apetitos, precursor -de los antojos, adalid de las pasiones y el que trae arrastrados los -hombres, tirándole á cada uno su deleite. Atienda, pues, el varón -sabio á enmendar tan general desconcierto. Y para que estudie en el -ajeno engaño, oiga lo que le sucedió al sagaz Critilo y al incauto -Andrenio.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Castigos<br /> de necios.</i></span> - -¿Hasta cuándo, oh canalla inculta, habéis de abusar de mis atenciones?, -dijo enojada Artemia, más constante, cuando más arriesgada. ¿Hasta -cuándo ha de burlarse de mi saber vuestra barbaridad? ¿Hasta dónde ha -de llegar en despeñarse vuestra ignorante audacia? Júroos que, pues me -llamáis encantadora y<span class="pagenum" id="Page_129">p. 129</span> -maga, que esta misma tarde, en castigo de vuestra necedad, he de hacer -un conjuro tan poderoso, que el mismo sol me vengue, retirando sus -lucientes rayos: que no hay mayor castigo que dejaros á oscuras en la -ceguera de vuestra vulgaridad.</p> - -<p>Tratólos como ellos merecían y conocióse bien. Que con la gente -vil obra más el rigor, que la bizarría, pues quedaron tan aterrados, -cuan persuadidos de su mágica potencia y, ya helados, no trataron de -pegar fuego al palacio, como lo intentaban. Acabaron de perderse de -ánimo, cuando vieron que realmente el mismo sol comenzó á negar su -luz, eclipsándose por puntos y temiendo no se conjurase también contra -ellos la tierra en terremotos. Que á veces todos los elementos suelen -mancomunarse contra el perseguido. Dieron todos á huir desalentados, -achaque ordinario de motines que, si con furor se levantan, con pánico -terror se desvanecen. Corrían á oscuras, tropezando unos con otros, -como desdichados.</p> - -<p>Tuvo con esto tiempo de salir la sabia Artemia con toda su culta -familia y, lo que más ella estimó, fué poder escapar de aquel bárbaro -incendio los tesoros de la observancia curiosa, que ella tanto estima y -guarda en libros, papeles, dibujos, tablas, modelos y en instrumentos -varios. Fuéronla cotejando y asistiendo nuestros dos viandantes Critilo -y Andrenio. Iba éste espantado de un portento semejante, teniendo por -averiguado que se extendía su mágico poder hasta las estrellas y que el -mismo sol la obedecía. Mirábala con más veneración y dobló el aplauso. -Pero desengañóle Critilo, diciendo cómo el eclipse del sol había sido -efecto natural de las celestes vueltas, contingente en aquella sazón, -previsto de Artemia, por las noticias astronómicas y que se valió dél -en la ocasión, haciendo artificio lo que era natural efecto.</p> - -<p>Discurrióse mucho dónde irían á parar, consultando Artemia con sus -sabios, resuelta á no entrar más en villa alguna y así lo cumple hasta -hoy. Propusiéronse varios puestos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Lisboa.</i></span> - -Inclinábase mucho ella á la dos veces buena Lisboa, no tan<span -class="pagenum" id="Page_130">p. 130</span>to por ser la mayor -población de España, uno de los tres emporios de la Europa, que si á -otras ciudades se les reparten los renombres, ella los tiene juntos, -hidalga, rica, sana y abundante, cuanto porque jamás se halló portugués -necio, en prueba de que fué su fundador el sagaz Ulises. Mas retardóla -mucho, no su fantástica nacionalidad, sino su confusión, tan contraria -á sus quietas especulaciones.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Madrid.</i></span> - -Tirábala después la coronada Madrid, centro de la monarquía, donde -concurre todo lo bueno en eminencias; pero desagradábala otro tanto -malo, causándola asco, no la inmundicia de sus calles, sino de los -corazones. Aquel nunca haber podido perder los resabios de villa y el -ser una Babilonia de naciones no bien alojadas.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Sevilla.</i></span> - -De Sevilla no había que tratar, por estar apoderada della la vil -ganancia, su gran contraria, estómago indigesto de la plata, cuyos -moradores ni bien son blancos ni bien negros, donde se habla mucho y se -obra poco, achaque de toda Andalucía.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Granada.</i></span> - -Á Granada también la hizo la cruz y á Córdoba un calvario. De Salamanca -se dijeron leyes, donde no tanto se trata de hacer personas, cuanto -letrados, plaza de armas contra las haciendas.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Zaragoza.</i></span> - -La abundante Zaragoza, cabeza de Aragón, madre de insignes reyes, basa -de la mayor columna y columna de la fe católica en santuarios y hermosa -de edificios, poblada de buenos, así como todo Aragón de gente sin -embeleco, parecíale muy bien; pero echaba mucho menos la grandeza de -los corazones y espantábala aquel proseguir en la primera necedad.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Valencia.</i></span> - -Agradábala mucho la alegre, florida y noble Valencia, llena de todo lo -que no es sustancia; pero temióse que con la misma facilidad con que la -recibirían hoy la echarían mañana. - -<span class="sidenote"><i>Barcelona.</i></span> - -Barcelona, aunque rica cuando Dios quería, escala de Italia, paradero -del oro, regida de sabios, entre tanta barbaridad no la juzgó por -segura, porque siempre se ha de caminar por ella con la barba sobre el -hombro.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_131">p. 131</span>León y Burgos -estaban muy á la montaña, entre más miseria, que pobreza. Santiago, -cosa de Galicia. - -<span class="sidenote"><i>Valladolid.</i></span> - -Valladolid la pareció muy bien y estuvo determinada de ir allá, -porque juzgó se hallaría la verdad en medio de aquella llaneza; pero -arrepintióse porque, habiendo sido corte, huele aún á lo que fué y está -muy á lo de campos. - -<span class="sidenote"><i>Pamplona.</i></span> - -De Pamplona no se hizo mención, por tener más de corta que de corte y, -como es un punto, toda es puntos y puntillos Navarra.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Toledo.</i></span> - -Al fin fué preferida la imperial Toledo, á voto de la católica reina, -cuando decía que nunca se hallaba necia, sino en esta oficina de -personas, taller de la discreción, escuela del bienhablar, toda corte, -ciudad toda y más después que la esponja de Madrid le ha chupado las -heces, donde, aunque entre, pero no duerme la Villanía. En otras partes -tienen el ingenio en las manos, aquí en el pico. Si bien censuraron -algunos que sin fondo y que se conocen pocos ingenios toledanos de -profundidad y de sustancia; con todo estuvo firme Artemia, diciendo:</p> - -<p>¡Ea! que más dice aquí una mujer en una palabra, que en Atenas un -filósofo en todo un libro. Vamos á este centro, no tanto material, -cuanto formal de España.</p> - -<p>Fuése encaminando allá con toda su cultura. Siguiéronla Critilo y -Andrenio, con no poco provecho suyo, hasta aquel puesto donde se parte -el camino para Madrid. Comunicáronla aquí su precisa conveniencia -de ir á la corte en busca de Felisinda, redimiendo su licencia á -precio de agradecimientos. Concedióselos Artemia en bien importantes -instrucciones, diciéndoles:</p> - -<p>Pues os es preciso el ir allá, que no conviene de otra suerte, -atended mucho á no errar el camino, porque hay muchos que llevan -allá.</p> - -<p>Según eso no nos podemos perder, replicó Andrenio.</p> - -<p>Antes sí y aun por eso, que en el mismo camino real se perdieron -no pocos y así no vais por el vulgar de ver, que es el de la necedad, -ni por el de la pretensión, que es muy largo é interminable. El del -litigio es muy costoso á más de ser prolijo.<span class="pagenum" -id="Page_132">p. 132</span> El de la soberbia es desconocido y allí de -nadie se hace caso y de todos casa. - -<span class="sidenote"><i>Entradas<br /> de la corte.</i></span> - -El del interés es de pocos y esos estranjeros. El de la necesidad es -peligroso, que hay gran multitud de halcones en alcándaras de varas. -El del gusto está tan sucio, que pasa de barros y llega el lodo á las -narices, de modo que en él se anda apenas. El del vivir va de priesa -y llégase presto al fin. Por el del servir es morir, por el del comer -nunca se llega. El de la virtud no se halla y aun se duda. Sólo queda -el de la urgencia mientras durare. Y creedme que allí ni bien se vive -ni bien se muere.</p> - -<p>Atended también por dónde entráis, que va no poco en esto. Porque -los más entran por Santa Bárbara y los menos por la calle de Toledo. -Algunos refinos por la puente. Entran otros y otras por la Puerta del -Sol y paran en Antón Martín. Pocos por Lavapiés y muchos por untamanos. -Y lo ordinario es no entrar por las puertas, que hay pocas y ésas -cerradas; sino entreteniéndose. Con esto se dividieron: la sabia -Artemia al trono de su estimación y nuestros dos viandantes para el -laberinto en la corte.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Salteo<br /> universal.</i></span> - -Iban celebrando en agradable conferencia las muchas y excelentes -prendas de la discreta Artemia, muy fundados en repetir los prodigios -que habían visto, ponderando su felicidad en haberla tratado, la -utilidad que habían conseguido. En esta conversación iban muy metidos, -cuando sin advertirlo dieron en el riesgo de todos, uno de los peores -pasos de la vida. Vieron que allí cerca había mucha gente detenida, así -hombres, como mujeres, todos maniatados, sin osar rebullirse, viéndose -despojar de sus bienes.</p> - -<p>Perdidos somos, dijo Critilo. Aguarda, que habemos dado en uñas de -salteadores, que los suele haber crueles en estos curiales caminos. -Aquí están robando sin duda y, aun si con eso se contentasen, ventura -sería en la desdicha; pero suelen ser tan desalmados, que quitan las -vidas y llegan á desollar los rostros á los pasajeros, dejándolos del -todo desconocidos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_133">p. 133</span>Quedó helado -Andrenio, anticipándose el temor á robarle el color y aun el aliento. -Cuando ya pudo hablar:</p> - -<p>¿Qué hacemos, dijo, que no huímos? Escondámonos, que no nos vean.</p> - -<p>Ya es tarde á lo de Frigia, que es lo necio, respondió Critilo, que -nos han descubierto y nos vocean.</p> - -<p>Con esto pasaron adelante, á meterse ellos mismos en la trampa de -su libertad y en el lazo de su cuello. Miraron á una y otra banda y -vieron una infinidad de pasajeros de todo porte, nobles, plebeyos, -ricos, pobres, que ni perdonaban á las mujeres, toda gente moza, y -todos amarrados á los troncos de sí mismos. Aquí suspirando Critilo y -gimiendo Andrenio, fueron mirando por todo aquel horrible espectáculo -quiénes eran los crueles salteadores, que no podían atinar con ellos. -Miraban á unos y á otros y todos los hallaban enlazados. ¿Pues quién -ata? En viendo alguno de mal gesto, que eran los más, sospechaban -dél.</p> - -<p>¿Si será este, dijo Andrenio, que mira atravesado, que así tiene el -alma?</p> - -<p>Todo se puede creer de un mirar equívoco, respondió Critilo; pero -más temo yo de aquel tuerto. - -<span class="sidenote"><i>Mal gesto,<br /> mal hecho.</i></span> - -Que nunca suelen hacer éstos cosa á derechas, á juicio de la reina -católica y era grande. Guárdate de aquel muchos labios y mala labia, -que nos hace hocico siempre. Pues aquel otro de las narices remachadas, -tan cruel como iracundo y, si de color de membrillo, cómitre -amulatado...</p> - -<p>No será sino aquel del ojo remellado, que tiene andado mucho para -verdugo.</p> - -<p>¿Y qué le falta á aquel encapotado, que mira hosco, amenazando á -todos de tempestad?</p> - -<p>Oyeron uno, que ceceaba y dijeron:</p> - -<p>Éste es sin duda, que á todos va avisando con su ¡ce, ce! á que se -guarden dél. Pero no, sino aquel que habla aspirando, que parece que se -traga los hombres, cuando alienta.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_134">p. 134</span>Oyeron á uno hablar -gangoso y dieron á huir, entendiéndole la ganga por valiente de Baco -y Venus. Toparon con otro peor, que hablaba tan ronco, que sólo se -entendía con los jarros. En hablando alguno alterado, presumían dél y, -si en catalán, con evidencia. De esta suerte fueron reconociendo á unos -y otros y á todos los veían rendidos; ninguno delincuente.</p> - -<p>¿Qué es esto?, decían. ¿Dónde están los robadores de tantos robados, -pues aquí no hay de aquellos, que hurtan á repique de tijera, ni los -que nos dejan en cueros, cuando nos calzan, los que nos despluman -con plumas, los que se descomiden cuando miden ni los que pesan tan -pesados?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Hurto común.</i></span> - -¿Quién embiste aquí, quién pide prestado, quién cobra, quién ejecuta? -Nadie encubre, nadie lisonjea, no hay ministros, no hay de la pluma. -Pues ¿quién roba? ¿Dónde están los tiranos de tanta libertad?</p> - -<p>Esto decía Critilo, cuando respondió una gallarda hembra, entre -mujer y entre ángel:</p> - -<p>Ya voy. Aguardaos, mientras acabo de atar estos dos presumidos, que -llegaron antes.</p> - -<p>Era, como digo, una bellísima mujer, nada villana y toda cortesana. -Hacía buena cara á todos y muy malas obras. Su frente era más rasa que -serena. No miraba de mal ojo y á todos hacía dél. Las narices tenía -blancas, señal de que no se le subía el humo á ellas. Sus mejillas -eran rosas sin espinas. Ni mostraba los dientes, sino otros tantos -aljófares, al reirse de todos. Tan agradable, que era ocioso el atar, -pues con sola su vista cautivaba. Su lengua era sin duda de azúcar, -porque sus palabras eran de néctar. Y las dos manos hacían un blanco -de los afectos y, con tenerlas tan buenas, á nadie daba buena mano ni -de mano. Y, aunque tenía brazo fuerte, de ordinario lo daba á torcer, -equivocando el abrazar con el enlazar. De suerte que de ningún modo -parecía salteadora quien tan buen parecer tenía. No estaba sola, -antes muy asistida de un escuadrón volante de amazonas, igualmente -agradables, gustosas y entretenidas, que<span class="pagenum" -id="Page_135">p. 135</span> no cesaban de atar á unos y á otros, -ejecutando lo que su capitana les mandaba.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Todos locos.</i></span> - -Era de reparar que á cada uno le aprisionaban con las mismas ataduras -que él quería y muchos se las traían consigo y las prevenían para que -los atasen. Así que á unos aprisionaban con cadenas de oro, que era -una fuerte atadura; á otros con esposas de diamantes, que era mayor. -Ataron á muchos con guirnaldas de flores y otros pedían que con rosas, -imaginando era más coronarles las frentes y las manos. Vieron uno, que -le ataron con un cabello rubio y delicado y, aunque él se burlaba al -principio, conoció después era más fuerte que una maroma. Á las mujeres -de ordinario las ataban, no con cuerdas, sino con hilos de perlas, -sartas de corales, listones de resplandor, que parecían algo y valían -nada.</p> - -<p>Á los valientes, al mismo Bernardo le aprisionaron, después de -muchas bravatas, con una banda, quedando él muy ufano. Y lo que más -admiró fué que á otros sus camaradas los atraillaron con plumajes y fué -una prisión muy segura.</p> - -<p>Ciertos grandes personajes pretendieron los atasen con unos -cordoncillos, de que pendían veneras, llaves y eslabones y porfiaban -hasta reventar. Había grillos de oro para unos y de hierro para otros y -todos quedaban igualmente contentos y aprisionados.</p> - -<p>Lo que más admiró fué que, faltando lazos con que maniatar á -tantos, los enlazaban con brazos de mujeres y muy flacas á hombres muy -robustos. Al mismo Hércules con un hilo delgado y muy al uso y á Sansón -con unos cabellos, que le cortaron de su cabeza.</p> - -<p>Querían ligar á uno con una cadena de oro, que él mismo traía, y les -rogó no hiciesen tal, sino con una soga de esparto crudo, extremo raro -de avaricia. - -<span class="sidenote"><i>Avaros.</i></span> - -Á otro camarada déste le apretaron las manos con los cerraderos de -su bolsa y aseguraron era de hierro. Añudaron á uno con su propio -cuello, que era de cigüeña, á otro con un estómago de avestruz. Hasta -con<span class="pagenum" id="Page_136">p. 136</span> sartas de salados -sabrosos eslabones ataban algunos y gustaban tanto de su prisión, que -se chupaban los dedos. Salían otros de juicio, de contento, de verse -atados por las frentes con laureles y con hiedras. Pero ¿qué mucho, si -otros se volvieron locos en tocando las cuerdas?</p> - -<p>Desta suerte iban aprisionando aquellas agradables salteadoras á -cuantos pasaban por aquel camino de todos, echando lazos á unos á los -pies, á otros al cuello. Atábanles las manos, vendábanles los ojos y -llevábanlos atados, tirándoles del corazón.</p> - -<p>Con todo eso había una muy desagradable entre todas, que cuantos -ataba, se mordían las manos y despedazaban las carnes hasta roerse las -entrañas. Atormentábalos á éstos con lo que otros se holgaban y de la -ajena gloria hacían infierno. Otra había bizarramente furiosa, que -apretaba los cordeles hasta sacar sangre y ellos gustaban tanto desto, -que se la bebían unos á otros. Y es lo bueno que, después de haber -maniatado á tantos, aseguraban ellas que no habían atado persona.</p> - -<p>Llegaron ya á querer hacer lo mismo de Critilo y de Andrenio. -Preguntáronles con qué género de atadura querían ser maniatados. -Andrenio, como mozo, resolvióse presto y pidió le atasen con flores, -pareciéndole sería más guirnalda que lazo. Mas Critilo, viendo que no -podía pasar por otro, dijo que le atasen á él con cintas de libros, -que pareció bien extraordinaria atadura; pero al fin lo era y así se -ejecutó.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Venta<br /> del mundo.</i></span> - -Mandó luego tocar á marchar aquella dulce tirana. Y aunque parecía -que los llevaban á todos arrastrando de unas cadenillas asidas á los -corazones; pero de verdad ellos se iban, que no era menester tirarlos -mucho. Volaban algunos, llevados del viento, casi todos con buen aire, -deslizándose muchos, tropezando los más y despeñándose todos.</p> - -<p>Halláronse presto á las puertas de uno, que ni bien era palacio ni -bien cueva. Y los que mejor lo entendían dijeron era venta, porque nada -se da de balde y todo es de paso.</p> - -<p>Estaba fabricada de unas piedras tan atractivas, que traían<span -class="pagenum" id="Page_137">p. 137</span> así las manos y los pies, -los ojos, las lenguas y los corazones, como si fueran de hierro. Con -lo cual se conoció eran imanes del gusto, trabadas con una unión tan -fuerte, que les venía de perlas. Era sin duda la agradable posada, tan -centro del gusto, cuan páramo del provecho y un agregado de cuantas -delicias se pueden imaginar. Dejaba muy atrás la casa de oro de Nerón, -con que quiso dorar los yerros de sus aceros. Oscurecía tanto el -palacio de Heliogábalo, que lo dejó á malas noches y el mismo alcázar -de Sardanápalo parecía una zahurda de sus inmundicias. Había á la -puerta un gran letrero, que decía:</p> - -<p><i>El bien deleitable, útil y honesto.</i></p> - -<p>Reparó Critilo y dijo:</p> - -<p>Este letrero está al revés.</p> - -<p>¿Cómo al revés?, replicó Andrenio; yo al derecho le leo.</p> - -<p>Sí, que había de decir al contrario: el bien honesto, útil y -deleitable.</p> - -<p>No me pongo en eso; lo que sé decir es que ella es la casa más -deliciosa que hasta hoy he visto. ¡Qué buen gusto tuvo el que la -hizo!</p> - -<p>Tenía en la fachada siete columnas que, aunque parecía -desproporción, no era sino emulación de la que erigió la sabiduría. - -<span class="sidenote"><i>Estancias<br /> de los vicios.</i></span> - -Éstas daban entrada á otras siete estancias y habitaciones de otros -tantos príncipes, de quienes era agente la bella salteadora. Y así -todos cuantos cautivaba con sumo gusto los iba remitiendo allá, á -elección de los mismos prisioneros.</p> - -<p>Entraban muchos por el cuarto del oro y llamábase así, porque estaba -todo enladrillado de tejos de oro y barras de plata, las paredes de -piedras preciosas. Costaba mucho de subir y al cabo era gusto con -piedras. El más eminente y superior á todos era el más arriesgado; y no -obstante eso, la gente más grave quería subir á él. El más bajo era el -más gustoso, tanto que tenía las paredes comidas, que decían eran de -azúcar sus piedras, la argamasa mezclada con exquisitos vinos y el yeso -tan cocido, que era un bizcocho.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_138">p. 138</span>Muchos gustaban de -entrar en éste y se preciaban ser gente de buen gusto.</p> - -<p>Al contrario, había otro que campeaba rojo, empedrado de puñales, -las paredes de acero, sus puertas eran bocas de fuego y sus ventanas -troneras, los pasamanos de las escaleras eran pasadores y de los -techos, en vez de florones, pendían montantes. Y con todo eso, no -faltaban algunos, que se alojaban en él, tan á costa de su sangre.</p> - -<p>Otro se veía de color azul, cuya hermosura consistía en deslucir los -demás y desdorar ajenas perfecciones. Adornábase su arquitectura de -canes, grifos y dentellones. Su materia eran dientes, no de elefante, -sino de víboras. Y aunque por fuera tenía muy buena vista; pero por -dentro aseguraban tenía roídas las entrañas de las paredes. Mordíanse -por entrar en él unos á otros.</p> - -<p>El más cómodo de todos era el más llano y, aunque no había en todo -él escalera que subir, estaba lleno de mesillas, alhajado de sillas y -todas poltronas. Parecía casa de la China, sin ningún alto. Su materia -era de conchas de tortuga. Todo el mundo se acomodaba en él, tomándolo -muy de asiento.</p> - -<p>Con esto iban tan poco á poco y él era tan largo, que nunca llegaban -al cabo, con ser todo paraderos.</p> - -<p>El más hermoso era el verde, estancia de la primavera, donde -campeaba la belleza. Llamábase el de las flores y todo era flor en él, -hasta la valentía y la de la edad ni faltaba la del berro. Había muchos -Narcisos, alternados con las violetas. Coronábanse todos en entrando -de rosas, que bien presto se marchitaban, quedando las espinas. Y aun -todas sus flores paraban en zarzas y sus verduras en palo. Con todo era -una estancia muy requerida, donde todos los que entraban se divertían -harto.</p> - -<p>Obligábanlos á Critilo y Andrenio á entrar en alguna de aquellas -estancias, la que más fuese de su gusto. Éste, como tan lozano y en la -flor de su vida, encaminóse á la de las flores, diciendo á Critilo:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_139">p. 139</span>Entra tú por -donde gustares, que al cabo de la jornada todos vendremos á un mismo -paradero.</p> - -<p>Instábanle á Critilo que escogiese, cuando dijo:</p> - -<p>Yo nunca voy por donde los demás, sino al revés. No me excuso de -entrar, pero ha de ser por donde ninguno entra.</p> - -<p>¿Cómo puede ser eso, le replicaron, si no hay puerta por donde no -entren muchos cada instante?</p> - -<p>Reíanse otros de su singularidad y preguntaban:</p> - -<p>¿Qué hombre es éste, hecho al revés de todos?</p> - -<p>Y aun por eso pienso serlo, respondió él. Yo he de entrar por donde -los otros salen, haciendo entrada de la salida. Nunca pongo mira en los -principios, sino en los fines.</p> - -<p>Dió la vuelta á la casa y ella la dió tal, que no la conocía, pues -toda aquella grandeza de la fachada se había trocado en vileza, la -hermosura en fealdad y el agrado en horror y tal, que parecía por esta -parte, no fachada, sino echada, amenazando por instantes su ruina. No -sólo no atraían las piedras á los huéspedes, sino que se iban tras -ellos sacudiéndoles, que hasta las del suelo se levantaban contra -ellos. No se veían jardines por esta acera tan azar, campo sí de -espinas y de malezas.</p> - -<p>Advirtió Critilo, con no poco espanto suyo, que todos cuantos veía -entrar antes riendo, ahora salían llorando. Y es bien de notar cómo -salían. Arrojaban á unos por las ventanas, que correspondían al cuarto -de los jardines y daban en aquellas espinas tal golpe, que se les -clavaban por todas las coyunturas, quedando llenos de dolores, tan -agudos, que estando en un infierno, levantaban el grito hasta el cielo. -Los que habían subido más altos daban mayor caída. Uno déstos cayó de -lo más alto de palacio, con tanta fruición de los demás, como pena -suya, que todos estaban aguardando cuándo caería. Quedó tan maltratado, -que no fué más persona ni pudo hacer del hombre.</p> - -<p>Bien merece, decían todos los de dentro y fuera, tanto mal, quien á -nadie hizo bien.</p> - -<p>El que causó gran lástima fué uno, que tuvo más de luna,<span -class="pagenum" id="Page_140">p. 140</span> que de estrella. Éste al -caer se clavó un cuchillo por la garganta, escribiendo con su sangre -el escarmiento sin segundo. Vió Critilo, que por la ventana, antes del -oro y ya del lodo, despeñaban á muchos desnudos y tan abrumados, que -parecían haberles molido las espaldas con saquillos de arenas de oro. -Otros por las ventanas de la cocina caían en cueros. Y todos daban de -vientre en aquel suelo, abominando tales crudezas. Sólo uno vió salir -por la puerta y, admirado Critilo únicamente, se fué para él, dándole -la singular enhorabuena. Al saludarle reparó que quería conocerle.</p> - -<p>¡Válgame el cielo!, decía. ¿Dónde he visto yo este hombre? Pues yo -le he visto y no me acuerdo.</p> - -<p>¿No es Critilo?, preguntó él.</p> - -<p>Sí, ¿y tú quién eres?</p> - -<p>¿No te acuerdas que estuvimos juntos en casa de la sabia Artemia?</p> - -<p>Ya doy en la cuenta. ¿Tú eres aquel de <i>Omnia mea mecum porto</i>?</p> - -<p>El mismo y aun eso me ha librado deste encanto.</p> - -<p>¿Cómo pudiste escapar una vez dentro?</p> - -<p>Fácilmente, respondió. Y con la misma facilidad te desataré á ti, si -quieres. ¿Ves todos aquellos ciegos nudos, que echa la voluntad con un -sí? Pues todos los vuelve á deshacer con un no. Todo está en que ella -quiera.</p> - -<p>Quiso Critilo y así se vió luego libre de libros.</p> - -<p>Mas díme, oh Critilo, ¿y tú cómo no entraste en este común -cautiverio?</p> - -<p>Porque siguiendo otro consejo de la misma Artemia, no puse el pie en -el principio, hasta tocar con las manos el fin.</p> - -<p>¡Oh dichoso hombre! Pero mal dije hombre, que no eres sino -entendido.</p> - -<p>¿Qué se hizo aquel tu compañero más mozo y menos cauto?</p> - -<p>Ahora te quería preguntar dél si le viste allá dentro, que<span -class="pagenum" id="Page_141">p. 141</span> sin freno de razón se -abalanzó allá y temo que como tal será arrojado.</p> - -<p>¿Por qué puerta entró?</p> - -<p>Por la del gusto.</p> - -<p>Es la peor de todas. Saldrá tarde. Echarle ha el tiempo consumido de -todas maneras.</p> - -<p>¿No habría algún medio para su remedio?, replicó Critilo.</p> - -<p>Sólo uno y ése, aunque fácil, dificultoso.</p> - -<p>¿Cómo es eso?</p> - -<p>Queriendo. Que haga como yo. Que no aguarde á que le echen; sino -tomándose la honra y más el provecho, salir él. Que será por la puerta, -despenado; y no por las ventanas, despeñado.</p> - -<p>Una cosa te quisiera suplicar y no me atrevo, porque parece más -necedad, que favor.</p> - -<p>¿Qué es?</p> - -<p>Que, pues tienes ya tomado el tino á la casa, volvieses á entrar y -como sabio lo desengañases y librases.</p> - -<p>No será de provecho, porque, aunque le halle y le hable, no me dará -crédito sin el afecto. Mejor se moverá por ti. Y pues te ves obligado, -que te pedirán la palabra, mejor es que tú entres y le saques.</p> - -<p>Bien entraría, dijo Critilo, aunque lo siento. Pero temo que, como -me falta la experiencia, me he de cansar en balde y no lo podré hallar, -corriendo riesgo de ahogarnos todos. Hagamos una cosa: vamos los dos -juntos, que bien es menester la industria doblada. Tú, como noticioso -me guiarás, y yo, como amigo le convenceré y saldremos todos con -victoria.</p> - -<p>Parecióle bien el ardid. Fueron á ejecutarlo; mas la guarda, que la -hay á la salida, teniendo por sospechoso al sabio, le detuvo.</p> - -<p>Aquél sí, dijo señalando á Critilo. Que tengo orden de que entre y -que le inste.</p> - -<p>Mas él, volviendo atrás, se retiró con el sabio al reconsejo.<span -class="pagenum" id="Page_142">p. 142</span> Fuése informando de las -entradas y salidas de la casa, de sus vueltas y revueltas y ya muy -determinado iba á entrar, cuando de medio camino volvió atrás y dijo al -sabio:</p> - -<p>Una cosa se me ha ofrecido y es que troquemos de vestidos ambos. -Toma el mío, conocido de Andrenio, que será recomendación y así -disfrazado podrás desmentir la guarda entre dos luces; quedaré yo con -el tuyo, ayudando al disimulo y aguardando por instantes siglos.</p> - -<p>No le desagradó al sabio la invención. Vistióse á lo de Critilo, con -que pudo entrar rogado.</p> - -<p>Quedóse este viendo caer unos y otros, que no paraban un punto por -aquellos despeñaderos del dejo. - -<span class="sidenote"><i>Despeñadero<br /> de los vicios.</i></span> - -Vió un pródigo, que lo despeñaban mujeres por el ventanaje de las rosas -en las espinas. Y como venía en carnes el desdichado, maltratóse mucho. -Hízose las narices, cuando más se las deshizo. Comenzó á hablar gangoso -y duróle toda la vida, diciendo todos los que le oían:</p> - -<p>¡No es cosa rara, que éste hable con las narices, por no tenerlas! -Justo castigo es de sus imprudentes mocedades.</p> - -<p>Fué tal el asco, que éste y todos los de su séquito tuvieron de su -misma inmundicia, que no paraban de escupir al vil deleite, en venganza -y por remedio; que hubiera sido mejor antes.</p> - -<p>Los que rodaban por las espaldas del descanso, tardaban en el mismo -caer; pero mucho más en el levantarse, que de pereza aun no vivían. -Gente muy para nada; sólo sirven para hacer número y gastar los -víveres. Nada hacen con buen aire y en él se paraban al caer, apoyando -mórulas á Cenón; pero una vez caídos, siempre quedaban por tierra. -Daban fieros gritos los que rodaban por el cuarto de las armas, que -parecía el de los locos.</p> - -<p>Venían muy maltratados y eran tales los golpes que daban y recibían, -que escupían luego sangre de sus valientes pechos, vomitando la que -habían bebido antes á sus enemigos: que es bravo quebradero de cabeza -una venganza.</p> - -<p>Solos los del cuarto del veneno se estaban á la mira, holgán<span -class="pagenum" id="Page_143">p. 143</span>dose de lo que los demás se -lamentaban. Y había hombres déstos que, porque se quebrase el otro un -brazo y se sacase un ojo, perdía él los dos. Reían de lo que los otros -lloraban y lloraban de lo que reían. Y era cosa rara que los que á la -entrada enflaquecieron, engordaban á la salida, gustando mucho de hacer -aplauso de desdichas y campanear ajenas desventuras.</p> - -<p>Estaba Critilo mirando aquel malparadero de todos. Al cabo de un -día, de siglos, vió asomar á Andrenio á la ventana de las flores en -espinas. Asustóse mucho, temiendo su despeño. No le osaba llamar, por -no descubrirse; pero con acciones acordaba el desengaño. Cómo bajó y -por dónde adelante lo diremos.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1_11"> - <h3 class="g1 ws1">CRISI XI</h3> - <p class="subh3c"><i>El golfo cortesano.</i></p> -</div> - -<p>Visto un león, están vistos todos y vista una oveja, todas; pero -visto un hombre, no está visto sino uno y aun ése no bien conocido. -Todos los tigres son crueles, las palomas sencillas y cada hombre de su -naturaleza diferente. Las generosas águilas siempre engendran águilas -generosas; mas los hombres famosos no siempre engendran hijos grandes, -como ni los pequeños pequeños. Cada uno tiene su gusto y su gesto: que -no se vive con solo un parecer.</p> - -<p>Proveyó la sagaz naturaleza de diversos rostros, para que fuesen los -hombres conocidos; sus dichos y sus hechos no se equivocasen los buenos -con los ruines; los varones se distinguiesen de las hembras y nadie -pretendiese solapar sus maldades con el semblante ajeno. Gastan algunos -mucho estudio en averiguar las propiedades de las yerbas; ¿cuánto más -importaría conocer las de los hombres, con quien se ha de vivir ó -morir?</p> - -<p>Y no son todos hombres los que vemos, que hay horribles<span -class="pagenum" id="Page_144">p. 144</span> monstruos y aun -acroceraumnios en los golfos de las grandes poblaciones, sabios sin -obras, viejos sin prudencia, mozos sin sujeción, mujeres sin vergüenza, -ricos sin misericordia, pobres sin humildad, señores sin nobleza, -pueblos sin apremio, méritos sin premio, hombres sin humanidad, -personas sin sustancia. Esto ponderaba el sabio á vista de la corte, -después de haber rescatado á Andrenio con un tan ejemplar arbitrio.</p> - -<p>Cuando Critilo le aguardaba á la puerta libre, le atendió á la -ventana empeñado en el común despeño. Mas consolóse con que nadie -le impelía; antes, quitándose la guirnalda de la frente, la fué -destejiendo y, atando unas ramas con otras, hizo soga, por la cual se -guindó y sin daño alguno se halló en tierra por gran felicidad. Al -mismo tiempo asomó por la puerta el Sabio, doblándole á Critilo el -contento; pero sin detenerse ni aun para abrazarse, picaron, como tan -picados. Sólo Andrenio, volviendo la cabeza á la ventana, dijo:</p> - -<p>Quede ahí pendiente ese lazo, escala ya de mi libertad, despojo -eternizado del desengaño.</p> - -<p>Tomaron su derrota para la corte, á dar, decía el sabio, de -Caribdis en Escila. Acompañóles hasta la puerta, llevado de la dulce -conversación, el mejor viático del camino de la vida.</p> - -<p>¿Qué cosa y qué casa ha sido ésta?, decía Critilo. Contadme lo que -en ella os ha pasado.</p> - -<p>Tomó la mano el Sabio á cortesía de Andrenio y dijo:</p> - -<p>Sabed, que aquella engañosa casa, al fin venta del mundo, por la -parte que se entra en ella es del gusto y por la que se sale del gasto. -Aquella agradable salteadora es la famosa Volusia, - -<span class="sidenote"><i>Tiranía<br /> del deleite.</i></span> - -á quien llamamos nosotros delectación y los latinos <i>voluptas</i>, gran -muñidora de los vicios, que á cada uno de los mortales le lleva -arrastrado su deleite. Ésta los cautiva, los aloja ó los aleja, unos en -el cuarto más alto de la soberbia, otros en el más bajo de la desidia; -pero ninguno en el medio, que en los vicios no le hay. Todos entran, -como visteis, cantando y <span class="pagenum" id="Page_145">p. -145</span>después salen sollozando; si no son los envidiosos, que -proceden al revés. El remedio para no despeñarse al fin es caer en la -cuenta al principio: gran consejo de la sabia Artemia, que á mí me -valió harto para salir bien.</p> - -<p>Y á mí mejor para no entrar, replicó Critilo: que yo con más gusto -voy á la casa del llanto, que de la risa, porque sé que las fiestas del -contento fueron siempre vísperas del pesar. Créeme, Andrenio, que quien -comienza por los gustos, acaba con los pesares.</p> - -<p>Basta que este nuestro camino, dijo él, todo está lleno de trampas -encubiertas, que no sin causa estaba el engaño á la entrada. ¡Oh casa -de locos! ¡Y cómo lo es quien hace de ti caso! ¡Oh encanto de cantos -imanes, que al principio atraen y á la postre despeñan!</p> - -<p>Dios os libre, ponderaba el Sabio, de todo lo que comienza por -el contento. Nunca os paguéis de los principios fáciles; atended -siempre á los fines dificultosos y al contrario. La razón desto supe -yo en aquella venta de Volusia, en este sueño que os ha de hacer -despertar.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Juguetes<br /> de la fortuna.</i></span> - -Contáronme tenía dos hijos la Fortuna, muy diferentes en todo: pues el -mayor era tan agradablemente lindo, cuanto el segundo desapaciblemente -feo. Eran sus condiciones y propiedades muy conformes á sus caras, -como suele acontecer. Hízoles su madre dos vaquerillos con la misma -atención. Al primero de una rica tela, que tejió la primavera, sembrada -de rosas y de claveles y entre flor y flor alternó una G, tantas como -flores, sirviendo de ingeniosas cifras, en que unos leían gracioso, -otros galán, gustoso, gallardo, grato y grande; aforrado en cándidos -armiños, todo gala, todo gusto, gallardía y gracia. Vistió al segundo -muy de otro genio, pues de un bocací funesto, recamado de espinas y -entre ellas otras tantas efes, donde cada uno leía lo que no quisiera, -feo, fiero, furioso, falto y falso, todo horror, todo fiereza.</p> - -<p>Salían de casa de su madre á la plaza ó á la escuela y al pri<span -class="pagenum" id="Page_146">p. 146</span>mero en todo todos cuantos -le veían le llamaban. Abríanle las puertas de sus corazones. Todo -el mundo se iba tras él, teniéndose por dichosos los que le podían -ver, cuanto más haber. El otro desvalido no hallaba puerta abierta y -así andaba á sombra de tejados. Todos huían dél. Si quería entrar en -alguna casa, dábanle con la puerta en los ojos y, si porfiaba, muchos -golpes, con lo cual no hallaba dónde parar. Vivía ó moría, quien tan -triste llegó á no poderse sufrir él á sí mismo. Y así tomó por partido -despeñarse, para despenarse, escogiendo antes morir para vivir que -vivir para morir.</p> - -<p>Mas como la discreción es pasto de la melancolía, pensó una traza, -que siempre valió más que la fuerza. Conociendo cuán poderoso es el -engaño y los prodigios que obra cada día, determinó ir en busca suya -una noche, que hasta la luz y él se aborrecían.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Casa del<br /> Engaño.</i></span> - -Comenzó á buscarle; mas no le podía descubrir. En mil partes le decían -estaría y en ninguna le topaba. Persuadióse le hallaría en casa de los -engañadores y así fué primero á la del Tiempo. Éste le dijo que no; que -antes él procuraba desengañar á todos, sino que le creen tarde. Pasó á -la del Mundo, tenido por embustero y respondióle que por ningún caso; -que él á nadie engaña, aunque lo desea, que los mismos hombres son los -que se engañan á sí mismos, se ciegan y se quieren engañar. Fué á la -misma Mentira, que la halló en todas partes. Díjola á quién buscaba y -respondióle ella:</p> - -<p>¡Anda necio! ¿Cómo tengo yo de decir verdad?</p> - -<p>¿Según eso, la Verdad me lo dirá?, dijo él; pero ¿dónde la hallaré? -Más dificultoso será eso: que si al Engaño no le puedo descubrir en -todo el mundo, ¿cuánto menos la Verdad?</p> - -<p>Fuése á casa de la Hipocresía, teniendo por cierto estaría allí; -mas ésta le engañó con el mismo Engaño. Porque torciendo el cuello á -par de la intención, encogiéndose de hombros, frunciendo los labios, -arqueando las cejas, levantando los ojos al cielo, que todo un hombre -ocupa con la voz muy mirlada, le<span class="pagenum" id="Page_147">p. -147</span> aseguró no conocía tal personaje ni le había hablado en su -vida, cuando estaba amancebada con él.</p> - -<p>Partió á casa de la Adulación, que era un palacio y ésta le dijo:</p> - -<p>Yo, aunque miento, no engaño, porque echo las mentiras tan grandes -y tan claras, que el más simple las conocerá. Bien saben ellos que yo -miento; pero dicen que con todo eso se huelgan y me pagan.</p> - -<p>¿Qué, es posible, se lamentaba, que esté el mundo lleno de engaños y -que yo no le halle? ¡Parece ésta pesquisa de Aragón! Sin duda estará en -algún casamiento: ¡vamos allá!</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Casamiento<br /> con eco.</i></span> - -Preguntó al marido, preguntó á la mujer y respondiéronle ambos habían -sido tantas y tan recíprocas de una y otra parte las mentiras, que -ninguno podía quejarse de ser el engañado.</p> - -<p>¿Si estaría en casa de los mercaderes, entre mohatras paliadas y -desnudos acreedores?</p> - -<p>Respondiéronle que no, porque no hay engaño, donde ya se sabe que -le hay. Lo mismo dijeron los oficiales: que fué de tienda en tienda, -asegurándole en todas que al que ya lo sabe y quiere, no se le hace -agravio. Estaba desesperado, sin saber ya dónde ir.</p> - -<p>Pues yo le he de buscar, dijo; aunque sea en casa del diablo.</p> - -<p>Fuése allá, que era una Génova, digo una Ginebra. Mas éste se enojó -fieramente y, dando voces endiabladas, decía:</p> - -<p>¿Yo engaño? ¿Yo engaño? ¡Qué bueno es eso para mí!; antes yo hablo -claro á todo el mundo. Yo no prometo cielos; sino infiernos acá y allá -fuegos, que no paraísos. Y con todo eso, los más me siguen y hacen mi -voluntad.</p> - -<p>¿Pues en qué está el engaño?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Engañador,<br /> engañado.</i></span> - -Conoció decía esta vez la verdad y quitósele delante. Echó por otro -rumbo, determinó ir á buscarle á casa de los engañados, los buenos -hombres, los crédulos y cándidos, gente toda fácil de engañar. -Mas todos ellos le dijeron que por ningún<span class="pagenum" -id="Page_148">p. 148</span> caso estaba allí; sino en casa de los -engañadores, que aquéllos son los verdaderos necios, porque el que -engaña á otro siempre se engaña y daña más á sí mismo.</p> - -<p>¿Qué es esto?, decía. Los engañadores me dicen que los engañados se -lo llevaron; éstos me responden que aquéllos se quedan con él. Yo creo -que unos y otros le tienen en su casa y ninguno se lo piensa.</p> - -<p>Yendo desta suerte, le topó á él la Sabiduría, que no él á ella y, -como sabedora de todo, le dijo:</p> - -<p>Perdido, ¿qué buscas? ¿Otro que á ti mismo? ¿No ves tú que el Engaño -no le halla quien le busca y que, en descubriéndole, ya no es él? Ve á -casa de algunos de aquellos, que se engañan á sí mismos, que allí no -puede faltar.</p> - -<p>Entró en casa de un confiado, de un presumido, de un avaro, de un -envidioso y hallóle muy disimulado con afeites de verdad. Comunicóle -sus desdichas y consultóle su remedio. Miróselo el Engaño muy bien, -cuanto peor, y díjole:</p> - -<p>Tú eres el mal, que tu mala catadura te lo dice. Tú eres la maldad, -más fea aún de lo que pareces. Pero ten buen ánimo, que no faltará -diligencia ni inteligencia. Huélgome se ofrezcan ocasiones como ésta -para que luzca mi poder. ¡Oh, qué par haremos ambos! Anímate, que si el -primer paso en la medicina es conocer la raíz del mal, yo la descubro -en tu dolencia, como si la tocase con las manos.</p> - -<p>Yo conozco muy bien los hombres; aunque ellos no me conocen á mí. -Yo sé bien de qué pie cojea su mala voluntad. Y advierte que no te -aborrecen á ti por ser malo. No por cierto; sino porque lo pareces, por -ese mal vestido que tú llevas. Esos abrojos son los que les lastiman; -que, si tú fueras cubierto de flores, yo sé te quisieran. Pero déjame -hacer, que yo barajaré las cosas de modo que tú seas el adorado de todo -el mundo y tu hermano aborrecido. Ya la tengo pensada, que no será la -primera ni la última.</p> - -<p>Asiéndole de la mano, se fueron pareados á casa de la For<span -class="pagenum" id="Page_149">p. 149</span>tuna. Saludóla con todo el -cumplimiento que él suele y encandilóla tan bien, que fué menester -poco para una ciega. Ofreciósele por mozo de guía, representándole su -necesidad y las muchas conveniencias. Abonóle el hijuelo de fiel y de -entendido, pues sabe muchos puntos más que el diablo su discípulo. -Sobre todo, que no quería otra paga, sino sus venturas. Y no se -engañaba, que no hay renta, como la puerta falsa de la ambición. -Calidades eran todas muy á cuento, si no muy á propósito, para mozo de -ciego, y así le admitió la Fortuna en su casa, que es todo el mundo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Mozo de la<br /> Fortuna.</i></span> - -Comenzó al mismo instante á revolverlo todo, sin dejar cosa en su lugar -ni aun tiempo. Guíala siempre al revés. Si ella quiere ir á casa de -un virtuoso, él la lleva á la de un malo y otro peor. Cuando había de -correr, la detiene y, cuando había de ir con tiento, vuela. Barájale -las acciones, trueca todo cuanto da. El bien que ella quería dar al -sabio, hace lo dé al ignorante; el favor que va á hacer al valiente, lo -encamina al cobarde. Equivócale las manos cada punto, para que reparta -las felicidades y desdichas, en quien no las merece. Incítala á que -esgrima el palo sin sazón y á tontas y á ciegas la hace sacudir palos -de ciego en los buenos y virtuosos. Pega un revés de pobreza al hombre -más entendido y da la mano á un embustero, que por eso están hoy tan -validos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Don Baltasar<br /> de Zúñiga.</i></span> - -¡Qué de golpes la ha hecho errar! Acabó de uno con un don Baltasar -de Zúñiga, cuando había de comenzar á vivir. Acabó con un duque del -Infantado, un marqués de Aitona y otros semejantes, cuando más era -menester. Dió un revés de pobreza á un don Luis de Góngora, á un -Agustín de Barbosa y otros hombres eminentes, cuando debiera hacerlos -muchas mercedes. Erró el golpe también y escusábase el bellacón, -diciendo:</p> - -<p>Vinieran éstos en tiempo de un León X, de un rey Francisco de -Francia, que éste no es su siglo.</p> - -<p>¡Qué disfavores no hizo á un marqués de Torrecuso! Y jactábase -dello, diciendo:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_150">p. 150</span>¿Qué hiciéramos sin -guerra? Ya estuviera olvidada.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Don Martín<br /> de Aragón.</i></span> - -También fué errar el golpe darle un balazo á don Martín de Aragón, -conociéndose bien presto su falta.</p> - -<p>Iba á dar la Fortuna un capelo á un Azpilqueta Navarro, que hubiera -honrado el Sacro Colegio; mas pególa en la mano un tal golpazo, que -lo echó en tierra, acudiendo á recogerlo un clerizonte. Y riéndose el -picarón, decía:</p> - -<p>¡Eh! que no pudiéramos vivir con estos tales. Bástales su fama. -Éstos otros sí, que lo reciben humildes y lo pagan agradecidos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>España.</i></span> - -Fué á dar á la monarquía de España muchas felicidades, por verla tan -católica, como había hecho siempre, dándole las Indias y otros muchos -reinos y victorias y el belitre la dió tal encontrón, que saltaron -acullá á Francia, con espanto de todo el mundo. Él se escusaba con -decir que se había acabado ya la semilla de los cuerdos en España y de -los temerarios en Francia. - -<span class="sidenote"><i>Venecia.</i></span> - -Y por desmentir el odio, que le acumulaba ya su malicia, dió algunas -victorias á la república de Venecia contra el poder otomano y sola sin -Liga, cosa que ha admirado al mundo, escusándose con el tiempo, - -<span class="sidenote"><i>Casa otomana.</i></span> - -que se cansa ya de llevar á cuestas la felicidad otomana, más á fuerza, -que de industria.</p> - -<p>Desta suerte fué barajando todas las cosas y casos, tanto, que -así las dichas como las desdichas se hallaban en los que menos las -merecían.</p> - -<p>Llegando ya á ejecutar su primer intento, observó allá á la noche, -cuando la Fortuna desnudaba sus dos hijos, que de nadie los fiaba, -donde ponía los vestidos de cada uno, que eso siempre era con cuidado, -en diferentes puestos, porque no se confundiesen. Acudió, pues, el -Engaño y, sin ser sentido, trocó los vestidos, mudó los del bien al -puesto del mal y los del mal al del bien. Á la mañana la Fortuna, tan -descuidada como ciega, vistió á la Virtud el vaquerillo de las espinas, -sin más reparar. Y al contrario, el de las flores púsoselo al Vicio, -con que quedó éste muy galán. Y ¡él que se ayudó con afeites del -Engaño!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_151">p. 151</span>No había quien -lo conociese. Todos se iban tras él. Metíanle en sus casas, creyendo -llevaban el Bien. Algunos lo advirtieron á costa de la experiencia y -dijéronlo á los otros. Pocos lo creyeron y, como le veían tan agradable -y florido, prosiguieron en su engaño.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Principios<br /> del vicio.</i></span> - -Desde aquel día la Virtud y la Maldad andan trocadas y todo el mundo -engañado ó engañándose: los que abrazan la maldad por aquel cebillo -del deleite, hállanse después burlados, dan tarde en la cuenta y dicen -arrepentidos: No está aquí el verdadero bien, éste es el mal de los -males. ¿Luego errado habemos el camino? - -<span class="sidenote"><i>Fines<br /> de la virtud.</i></span> - -Al contrario, los que desengañados apechugan con la -virtud, aunque al principio les parece áspera y sembrada de espinas, -pero al fin hallan el verdadero contento y alégranse de tener tanto -bien en sus conciencias.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Cargos cargas.</i></span> - -¡Qué florida le parece á éste la hermosura y qué lastimado queda -después con mil achaques! ¡Qué lozana al otro la mocedad!; ¡pero cuán -presto se marchita! ¡Qué plausible se le representa al ambicioso la -dignidad! Vestido viene el cargo de estimación; ¡mas qué pesado le -halla después, que le abruma so la carga! ¡Qué gustosa imagina el -sanguinario la venganza! ¡Cómo se relame en la sangre del enemigo! -Y después, si le dejan, toda la vida anda basqueando lo que los -agraviados no pueden digerir. Hasta el agua hurtada es más sabrosa. -Chupa la sangre del pobrecillo el ricazo de rapiña; mas después ¡con -qué violencia la trueca al restituirla! Dígalo la madre del milano.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Gota grita.</i></span> - -Traga el glotón exquisitos manjares, saboréase con los preciosos vinos -y después, ¡cómo lo grita en la gota! No pierde el deshonesto coyuntura -en su bestial deleite y págalo con dolor de todas las de su flaco -cuerpo. Abraza espinas en riquezas el avaro, pues no le dejan morir y, -sin poderlas gozar, deja en ellas lastimado el corazón.</p> - -<p>Todos éstos pensaron traer á su casa el Bien, vestido del gusto; -y de verdad, que no es sino el Mal solapado; no el contento, sino el -tormento, también merecido de su engaño. Pero<span class="pagenum" -id="Page_152">p. 152</span> al contrario, ¡qué dificultosa y cuesta -arriba se le hace al otro la virtud!, y después, ¡qué satisfacción la -de la buena conciencia! ¡Qué horror el de la abstinencia y en ella -consiste la salud del cuerpo y alma! Intolerable se le representa la -continencia y en ella se halla el contento verdadero, la vida, la salud -y la libertad.</p> - -<p>El que se contenta con una medianía, tranquilo vive. El manso -de corazón, posee la tierra. Desabrido se le propone el perdón del -enemigo; pero ¡qué paz se le sigue y qué honra se consigue! ¡Qué frutos -tan dulces se cogen de la raíz amarga de la mortificación! Melancólico -parece el silencio; mas al sabio nunca le pesó de haber callado.</p> - -<p>De suerte que desde entonces la Virtud anda vestida de espinas por -fuera y de flores por dentro. Al contrario del Vicio. Conozcámoslos y -abracémonos con aquélla, á pesar del engaño tan común cuan vulgar.</p> - -<p>Á vistas estaba ya de la corte y mirando Andrenio á Madrid con -fruición grande preguntóle el Sabio:</p> - -<p>¿Qué ves en cuanto miras?</p> - -<p>Veo, dijo él, una real madre de tantas naciones, una corona de dos -mundos, un centro de tantos reinos, un joyel de entrambas Indias, un -nido del mismo fénix y una esfera del sol católico, coronado de prendas -en rayos y de blasones en luces.</p> - -<p>Pues yo veo, dijo Critilo, una Babilonia de confusiones, una Lutecia -de inmundicias, una Roma de mutaciones, un Palermo de volcanes, una -Constantinopla de nieblas, un Londres de pestilencias y un Argel de -cautiverios.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Madrid madre,<br /> madrastra.</i></span> - -Yo veo, dijo el Sabio, á Madrid, madre de todo lo bueno, mirada por una -parte, y madrastra por la otra. Que así como á la corte acuden todas -las perfecciones del mundo, mucho más todos los vicios, pues los que -vienen á ella nunca traen lo bueno, sino lo malo de sus patrias. Aquí -yo no entro, aunque se diga que me volví del puente Milvio.</p> - -<p>Y con esto despidióse. Fueron entrando Critilo y Andrenio,<span -class="pagenum" id="Page_153">p. 153</span> como instruídos, por la -espaciosa calle de Toledo. Toparon luego una de aquellas tiendas donde -se feria el saber. Encaminóse Critilo á ella y pidió al librero si -tendría un <i>Ovillo de oro</i> que venderle. No le entendió, que leer los -libros por los títulos no hace entendidos. Pero sí un otro, que allí -estaba de asiento, graduado cortesano por años y suficiencia:</p> - -<p>¡Eh!, que no piden, le dijo, sino una aguja de marear en este golfo -de Circe.</p> - -<p>Menos lo entiendo ahora, respondió el librero. Aquí no se vende oro -ni plata; sino libros, que son mucho más preciosos.</p> - -<p>Esto, pues, buscamos, dijo Critilo, y entre ellos alguno, que nos dé -avisos para no perdernos en este laberinto cortesano.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Libros libres.</i></span> - -De suerte, señores, que ¿ahora llegáis nuevos? Pues aquí os tengo este -librillo, no tomo sino átomo; pero que os guiará al norte de la misma -felicidad.</p> - -<p>Ésa buscamos.</p> - -<p>Aquí la tenéis. Á éste le he visto yo hacer prodigios, porque es -arte de ser personas y de tratar con ellas.</p> - -<p>Tomóle Critilo. Leyó el título que decía:</p> - -<p><i>El Galateo Cortesano.</i></p> - -<p>¿Qué vale?, preguntó.</p> - -<p>Señor, respondió el librero, no tiene precio. Mucho le vale al que -le lleva. Estos libros no los vendemos; sino que los empeñamos por un -par de reales, que no hay bastante oro ni plata para apreciarlos.</p> - -<p>Oyendo esto el cortesano, dió una tan descompuesta risada, que causó -no poca admiración á Critilo y mucho enfado al librero, y preguntóle la -causa.</p> - -<p>Porque es digno de risa lo que decís, respondió él, y cuanto este -libro enseña.</p> - -<p>Ya veo yo, dijo el librero, que <i>El Galateo</i> no es más que la -cartilla del arte de ser personas y que no enseña más del a, b, -c; pero no se puede negar que sea un brinquiño de oro, tan <span -class="pagenum" id="Page_154">p. 154</span>plausible como importante. Y -aunque pequeño, hace grandes hombres, pues enseña á serlo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Galateo<br /> al revés.</i></span> - -Lo que menos hace es eso, replicó el cortesano. Este libro, dijo -tomándole en las manos, aún valdría algo, si se practicase todo al -revés de lo que enseña. En aquel buen tiempo, cuando los hombres lo -eran, digo buenos hombres, fueran admirables estas reglas; pero ahora -en los tiempos que alcanzamos no valen cosa. Todas las lecciones, que -aquí encarga, eran del tiempo de las ballestas; mas ahora, que es el de -las gafas, creedme que no aprovechan. Y para que os desengañéis, oid -esta de las primeras.</p> - -<p>Dice, pues, que el discreto cortesano, cuando esté hablando con -alguno, no le mire al rostro y mucho menos de hito en hito, como si -viese misterios en los ojos.</p> - -<p>Mirad qué buena regla ésta para estos tiempos, cuando no están -ya las lenguas asidas al corazón. ¿Pues dónde le ha de mirar? ¿Al -pecho?</p> - -<p>Eso fuera, si tuviera en él la ventanilla, que deseaba Momo.</p> - -<p>Si, aun mirándole á la cara que hace, al semblante que muda, no -puede el más atento sacar traslado del interior, ¿qué sería, si no le -mirase?</p> - -<p>Mírele y remírele y de hito en hito y aun plegue á Dios que dé en -el hito de la intención y crea que ve misterios. Léale el alma en el -semblante. Note si muda colores, si arquea las cejas. Brujuléele el -corazón. Esta regla, como digo, quédese para aquella cortesía del buen -tiempo, si ya no la entiende algún discreto por activa, procurando -conseguir aquella inestimable felicidad de no tener que mirar á otro á -la cara.</p> - -<p>Oid esta otra, que me da gran gusto siempre que la leo. Pondera el -autor que es una bárbara asquerosidad, después de haberse sonado las -narices, ponerse á mirar en el lienzo la inmundicia, como si echasen -perlas ó diamantes del cerebro.</p> - -<p>Pues esa, señor mío, dijo Critilo, es una advertencia tan cortesana, -cuan precisa, si ya no prolija; mas para la necedad nunca sobran -avisos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_155">p. 155</span>No, replicó el -cortesano: no lo entendéis. Perdóneme el autor y enseñe todo lo -contrario. Diga, que sí, que miren todos y vean lo que son en lo que -echan. Advierta el otro presumido de bachiller y conózcase que es -un rapaz mocoso, que aún no discurre ni sabe su mano derecha: no se -desvanezca. Entienda el otro, que se estima de nasudo y de sagaz, que -no son sentencias ni sutilezas las que piensa; sino crasicies, que -destila del alambique de su nariz aguileña. Persuádase la otra linda -que no es tan ángel como la mienten ni es ámbar lo que alienta; sino -que es un albañal afeitado. Desengáñese Alejandro que no es hijo de -Júpiter; sino de la pudrición y nieto de la nada. - -<span class="sidenote"><i>Sonado<br /> mocoso.</i></span> - -Entienda todo divino que es muy humano y todo desvanecido que, por más -viento que tenga en la cabeza y por más humo, todo viene á resolverse -en asco y, cuando más sonado, más mocoso. ¡Eh!, conozcamos todos y -entendamos que somos unos sacos de hediondez: cuando niños, mocos; -cuando viejos, flemas; y cuando hombres, apostemas.</p> - -<p>Esta otra, que se sigue, es totalmente superflua. Dice que por -ningún caso el cortesano, estando con otros, se saque la cera de los -oídos ni la esté retorciendo con los dedos, como quien hace fideos. -Pregunto, señores: ¿quién hay que pueda hacer esto? ¿Á quién han dejado -ya cera en los oídos unos y otras, aquéllos y éstas; cuanto menos, que -sobre para hacer fideos? Mas sin cera está la era. Lo que él había de -encargar es que no nos la sacasen tanto embestidor, tanta harpía, tanto -agarrador, tanto escribano y otros que callo.</p> - -<p>Pero con la que yo estoy muy mal, es con aquella otra, que enseña -que es grande vulgaridad, estando en un corrillo ó conversación, sacar -las tijerillas del estuche y ponerse muy de propósito á cortar las -uñas. Ésta la tengo por muy perniciosa doctrina, porque á más de que -ellos se tienen buen cuidado de no cortárselas ni aun en secreto, -cuanto menos en público, fuera mejor que mandara se las cortaran -delante de todo el mundo, - -<span class="sidenote"><i>Señor<br /> almirante.</i></span> - -como hizo el almirante en Nápoles, pues todo él está escanda<span -class="pagenum" id="Page_156">p. 156</span>lizado de ver algunos -cuán largas las tienen. ¡Sí!, ¡sí señor! Saquen tijeras, aunque sean -de tundir; mas no de trasquilar. Y córtense estas uñas de rapiña y -atúsenlas hasta las mismas manos, cuando las tienen tan largas.</p> - -<p>Algunos hombres hay caritativos, que suelen acudir á los hospitales -á cortarles las uñas á los pobres enfermos. ¡Gran caridad es por -cierto! Pero no fuera malo ir á las casas de los ricos y cortarles -aquellas uñas gavilanes, con que se hicieron hidalgos de rapiña y -desnudaron á estos pobrecitos y los pusieron por puertas y aun los -echaron en el hospital.</p> - -<p>Tampoco tenía que encargar aquello de quitar el sombrero con tiempo. -¡Gran liberalidad de cortesía es ésta! No sólo quitan ya el sombrero, -sino la capa y la ropilla, hasta la camisa, hasta el pellejo, pues -desuellan al más hombre de bien y dicen que le hacen mucha cortesía. -Guardan otros tanto esta regla, que se entran de gorra en todas sus -partes. Á esta traza os aseguro que no hay regla con regla.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Cortesía<br /> engaño.</i></span> - -Ésta, que leo aquí, es sin duda contra toda buena moralidad. Yo no sé -cómo no la han prohibido. Dice que, cuando uno se pasea, no vaya con -cuidado á no pisar las rayas ni atienda á poner el pie en medio, sino -donde cayere.</p> - -<p>¿No digo yo? ¡En lugar de aconsejar al cortesano que atienda mucho á -no pisar la raya de la razón ni pasarla, que esté muy á la raya de la -ley de Dios, que lo contrario es quemarse, y que no pase los límites de -su estado, que por eso tantos han caído, que no pise la raya, sino el -espacio, que eso es compasarse y medirse, que no alargue más el brazo -ni el pie de lo que puede! Todo esto le aconsejaría yo: que mire dónde -pone el pie y cómo lo asienta, vea dónde entra y dónde sale, pise firme -siempre en el medio y no vaya por extremos, que son peligrosos en todo, -y eso es andar bien.</p> - -<p>¡Señor, que no vaya hablando consigo, que es necedad!</p> - -<p>¿Pues con quién mejor puede hablar, que consigo mismo? ¿Qué -amigo más fiel? Háblese á sí y dígase la verdad, que nin<span -class="pagenum" id="Page_157">p. 157</span>gún otro se la dirá. -Pregúntese y oiga lo que dice su conciencia, aconséjese bien, dé y tome -consigo y crea que todos los demás le engañan y que ningún otro le -guardará secreto, ni aun la camisa al rey don Pedro.</p> - -<p>¡Que no pegue de golpes hablando, que es aporrear alma y cuerpo!</p> - -<p>Dice bien, si el otro escucha; ¿pero si hace el sordo y á veces á lo -que más importa? ¡Pues qué, si duerme! Menester es despertarle. Y hay -algunos, que aun á mazadas no les entran las cosas ni se hacen capaces -de la razón. ¿Qué ha de hacer un hombre, si no le entienden ni le -atienden? Por fuerza ha de haber mazos en el hablar, ya que los hay en -el entender.</p> - -<p>¡Que no hable recio ni muy alto, que desdice de la gravedad!</p> - -<p>¡Según con quien habla! Crea que no son buenas palabras de seda para -orejas de buriel.</p> - -<p>¡Pues qué otra ésta! Que no haga acciones con las manos, cuando -habla, ni bracee, que parece que nada, ni saque el índice, que parece -que pesca.</p> - -<p>No fuera malo aquí distinguir de los que las tienen malas á los que -buenas. Y las que se precian dellas, toman aquí el cielo con las manos. -Con licencia deste autor, yo diría lo contrario, que haga y diga, no -sea todo palabras, haya acción y ejecución también. Hable de veras. Si -tiene buena mano, póngala en todo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Dichos<br /> y hechos.</i></span> - -Así como tiene algunas reglas superfluas, otras tiene muy frías, como -lo es ésta: que no se acerque mucho, cuando hablare, ni salpique, que -verdaderamente algunos poco atentos en esto, deberían avisar antes de -abrir la boca y decir: ¡agua va!, para que se apartasen los oyentes -ó se vistiesen los albornoces, porque de ordinario éstos hablan sin -escampar.</p> - -<p>Yo, señores, por más dañoso tengo el echar fuego por la boca, que -agua, y más son los que arrojan llamas de malignidad, de murmuración, -de cizaña, de torpeza y de escándalo. Harto peor es echar espumajos, -sin decir primero: ¡cólera va!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_158">p. 158</span>Reprehenda el -vomitar veneno, que ya niñería es el escupir. Poco mal puede hacer una -rociada de perdigones. Dios nos libre de la bala rasa de la injuria, de -la jara de una barrilla, de la bomba de una traición, de las picas en -picones y de la artillería del artificio maldiciente.</p> - -<p>También hay algunas muy ridículas, como aquella otra que, cuando -hablare con alguno, no le esté pasando la mano por el pecho ni -madurando los botones de la ropilla, hasta hacerlos caer á puro -retorcerlos.</p> - -<p>¡Eh, que sí; déjelos tomar el pulso en el pecho y dar un tiento al -corazón! Déjelos examinar si palpita. Tienten también si tienen almilla -en los botones, que hay hombres, que aun allí no la tienen. Tírenle de -la manga al que se desmanda y de la faldilla al que se estira, porque -no salga de sí.</p> - -<p>Ésta, que se sigue, en ninguna república se practica ni aun en la de -Venecia. Era del tiempo antiguo. ¡Que no coma á dos carrillos, que es -una grande fealdad!</p> - -<p>Veis aquí una lección, que las más lindas la practican menos; antes -dicen que están más hermosas de la otra suerte y se les luce más.</p> - -<p>Que no ría mucho ni muy alto, dando grandes risadas.</p> - -<p>¡Ay tantas y tales monstruosidades en el mundo, que no basta ya reir -debajo la nariz, aunque frescamente á su sombra!</p> - -<p>Va otra semejante: que no coma con la boca cerrada. Por cierto, sí. -¡Qué buena regla ésta para este tiempo, cuando andan tantos á la sopa! -Aun dese modo no está seguro el bocado, que nos lo quitan de la misma -boca; ¿qué sería á boca abierta? No habría menester más el otro, que -come y bebe de cortesía. Á más de que en ninguna ocasión importa tanto -tenerla cerrada y con candados, que cuando se come y se bebe. - -<span class="sidenote"><i>Marqués<br /> de Espínola.</i></span> - -Así lo observó el célebre marqués de Espínola, cuando le convidó á su -mesa el atento Henrico.</p> - -<p>Y para ser nimio y menudo de todas maneras, encarga ahora -que su cortesano de ningún modo regüelde: que, aunque es <span -class="pagenum" id="Page_159">p. 159</span>salud, es grosería. Créame -y déjelos que echen fuera el viento, de que están ahitos y más llenos, -cuando más vacíos. ¡Ojalá acabaran de despedir de una vez todo el -que tienen en aquellas cabezas! Que tengo para mí que por eso al que -estornuda le ayuda Dios á echar el viento de su vanidad y le damos la -norabuena. Conozcan en la hediondez del aliento cómo se gasta el aire, -cuando no está en su lugar.</p> - -<p>Sólo un consejo me contentó mucho de <i>El Galateo</i> y me pareció -muy sustancial, para que se verifique aquel dicho común, que no hay -libro sin algo bueno. Encarga, pues, por capital precepto y como el -fundamento de toda su obra cortesana, que el galante <i>Galateo</i> procure -tener los bienes de fortuna, para vivir con lucimiento, que sobre esta -basa de oro le han de levantar la estatua de cortesía y discreción, -galantería, despejo y todas las demás prendas de varón culto y -perfecto; y advierta que, si fuere pobre, jamás será ni entendido -ni cortés ni galante ni gustoso. Y esto es lo que yo siento de <i>El -Galateo.</i></p> - -<p>Pues si ése no os contenta, dijo el librero, porque no instruye sino -en la cortesía material, no da más de una capa de personas, una corteza -de hombres, aquí está la juiciosa y grave instrucción del prudente -Juan de Vega á su hijo, cuando le enviaba á la corte. Realzó esa misma -instrucción, - -<span class="sidenote"><i>Conde de<br /> Portalegre.</i></span> - -que no la comentó muy á lo señor y portugués, que es cuanto decir se -puede, el conde de Portalegre en semejante ocasión de enviar otro hijo -á la corte.</p> - -<p>Es grande obra, dijo el cortesano, y sobrado grande, pues es sólo -para grandes personajes; y yo no tengo por buen oficial al que quiere -calzar á un enano el zapato de un gigante.</p> - -<p>Creedme que no hay otro libro ni arte más á propósito, que parece la -escribió viendo lo que en Madrid pasa.</p> - -<p>Ya sé que me tendréis por paradojista y aun estoico, pero más -importa la verdad. Digo que el libro, que habéis de buscar y leerlo -de cabo á cabo, es la célebre Ulisiada de Homero. ¡Aguardad! No -os admiréis hasta que me declare. ¿Qué pensáis? ¿Que el peligroso -golfo,<span class="pagenum" id="Page_160">p. 160</span> que él -describe, es aquel de Sicilia, y que las sirenas están acullá en -aquellas Sirtes con sus caras de mujeres y sus colas de pescados, la -Circe encantadora en su isla y el soberano Cíclope en su cueva? Sabed -que el peligroso mar es la corte con la Escila de sus engaños y la -Caribdis de sus mentiras.</p> - -<p>¿Veis esas mujeres, que pasan tan prendidas de libres y tan -compuestas de disolutas? Pues ésas son las verdaderas sirenas y falsas -hembras, con sus fines monstruosos y amargos dejos. Ni basta que el -cauto Ulises se tape los oídos; es menester que se ate al firme mástil -de la virtud y encamine la proa del saber al puerto de la seguridad, -huyendo de sus encantos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Circes lindas.</i></span> - -Hay encantadoras Circes, que á muchos, que entraron hombres, los -han convertido en brutos. ¿Qué diré de tantos Cíclopes, tan necios -como arrogantes, con solo un ojo, puesta la mira en su gusto y -presunción?</p> - -<p>Este libro os digo que repaséis, que él os ha de encaminar, para que -como Ulises escapéis de tanto escollo como os espera y tanto monstruo -como os amenaza.</p> - -<p>Tomaron su consejo y fueron entrando en la corte, experimentando -al pie de la letra lo que el cortesano les había prevenido y Ulises -enseñado. No encontraron pariente ni amigo ni conocido, por lo pobre. -No podían descubrir su deseada Felisinda.</p> - -<p>Viéndose, pues, tan solos y tan desfavorecidos, determinó Critilo -probar la virtud de ciertas piedras orientales muy preciosas, que -había escapado de sus naufragios. Sobre todo quiso hacer experiencia -de un finísimo diamante, por ver si vencía tan grandes dificultades -su firmeza, y una rica esmeralda, si conciliaba las voluntades, como -escriben los filósofos. Sacólas á luz, mostrólas y al mismo punto -obraron maravillosos efectos, porque comenzaron á ganar amigos. Todos -se les hacían parientes y aun había quien decía eran de la mejor sangre -de España, galanes, entendidos y discretos.</p> - -<p>Fué tal el ruido que hizo un diamante, que se les cayó en un<span -class="pagenum" id="Page_161">p. 161</span> empeño de algunos -centenares, que se oyó por todo Madrid. Con que los embistieron -enjambres de amigos, de conocidos y de parientes, más primos que un -rey, más sobrinos que un papa. Pero el caso más agradablemente raro -fué el que le sucedió á Andrenio, desde la calle Mayor á palacio. -Llegóse á él un pajecillo, galán de librea y libre de desenfado, -que desenvainando una hoja en un billete, le dejó tan cortado, que -no acertó á descartarse Andrenio. Antes, brujuleándole, descubrió -una prima su servidora en la firma. Dábale la bienvenida á la corte -y muchas quejas de que, siendo tan proprio, se hubiese portado tan -extraño. Suplicábale se dejase ver, que allí estaba aquel paje para que -le guiase y le sirviese. Quedó atónito Andrenio, oyendo el reclamo de -su prima, cuando él no creyera tener madre y, llevado más de su curioso -deseo, que del ajeno agasajo, asistido del pajecillo, tomó el rumbo -para la casa. Lo que aquí vió en maravillas y le sucedió en portentos -dirá la siguiente Crisi.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1_12"> - <h3 class="g1 ws1">CRISI XII</h3> - <p class="subh3c"><i>Los encantos de Falsirena.</i></p> -</div> - -<p>Fué Salomón el más sabio de los hombres y fué el hombre á quien más -engañaron las mujeres. Y con haber sido el que más las amó, fué el que -más mal dijo dellas. Argumento de cuán gran mal es el del hombre la -mujer mala y su mayor enemigo. Más fuerte es que el vino, más poderosa -que el rey y que compite con la verdad, siendo toda mentira. Más vale -la maldad del varón, que el bien de la mujer, dijo quien más bien dijo, -porque menos mal te hará un hombre que te persiga, que una mujer que te -siga.</p> - -<p>Mas no es un enemigo sólo; sino todos en uno, que todos han hecho -plaza de armas en ella. De carne se compone, para<span class="pagenum" -id="Page_162">p. 162</span> descomponerle. El mundo la viste, que para -poder vencerle á él, se hizo mundo della. Y la que el mundo se viste, -del demonio se reviste en sus engañosas caricias.</p> - -<p>Gerión de los enemigos, triplicado lazo de la libertad, que -difícilmente se rompe. De aquí sin duda procedió el apellidarse todos -los males hembras, las furias, las parcas, las sirenas y las harpías, -que todo lo es una mujer mala.</p> - -<p>Hácenle guerra al hombre diferentes tentaciones, en sus edades -diferentes, unas en la mocedad y otras en la vejez; pero la mujer en -todas. Nunca está seguro dellas ni mozo ni varón ni viejo ni sabio ni -valiente ni aun santo. Siempre está tocando al arma este enemigo común -y tan casero, que los mismos criados del alma la ayudan, los ojos -franquean la entrada á su belleza, los oídos escuchan su dulzura, las -manos la atraen, los labios la pronuncian, la lengua la vocea, los pies -la buscan, el pecho la suspira y el corazón la abraza. Si es hermosa, -es buscada; si fea, ella busca. - -<span class="sidenote"><i>Trono de la<br /> necedad.</i></span> - -Y si el cielo no hubiera prevenido que la hermosura de ordinario fuera -trono de la necedad, no quedara hombre á vida, que la libertad lo es. -¡Oh, cómo le previno el escarmentado Critilo al engañado Andrenio! Mas -¡qué poco le aprovechó!</p> - -<p>Partió ciego á buscar luz á la casa de los incendios. No consultó á -Critilo, temiéndole severo. Y así solo y malguiado de un pajecillo, que -suelen ser las pajuelas de encender el amoroso fuego, caminó un gran -rato, torciendo calles y doblando esquinas.</p> - -<p>Mi señora, decía el rapaz, la honestísima Falsirena vive muy fuera -del mundo, ajena del bullicio cortesano, ya por natural recato, -haciendo desierto de la corte, ya por poder gozar de la campaña en sus -alegres jardines.</p> - -<p>Llegaron á una casa, que en la apariencia aún no prometía comodidad, -cuanto menos magnificencia, estrañándolo harto Andrenio. Mas luego que -fué entrando, parecióle haber topado el mismo alcázar de la aurora. -Porque tenía las entradas bue<span class="pagenum" id="Page_163">p. -163</span>nas á un patio muy desahogado, teatro capaz de maravillosas -apariencias. Y aun toda la casa era harto desenfadada. En vez de firmes -atlantes en columnas, coronaban el atrio hermosas ninfas por la materia -y por el arte raras, asegurando sobre sus delicados hombros firmeza á -un cielo, alternado de serafines; pero sin estrellas.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Amor llorando<br /> quema.</i></span> - -Señoreaba el centro una agradable fuente, equívoca de aguas y fuegos, -pues era Cupidillo, que cortejado de las Gracias, ministrándole arpones -todas ellas, estaba flechando cristales abrasadores, ya llamas y ya -linfas. Íbanse despeñando por aquellos nevados tazones de alabastro, -deslizándose siempre y huyendo de los que le seguían y murmurando -después de los mismos que lisonjearon antes.</p> - -<p>Donde acababa el patio, comenzaba un Chipre tan verde, que pudiera -darlo el más buen gusto; si bien todas sus plantas eran más lozanas que -fructíferas, todo flor y nada fruto. Coronábase de flores, vistosamente -odoríferas, parando todo en espirar humos fragantes. El vulgo de las -aves le recibió con salvas de armonía; si ya no fué darle la vaya, -silbándole á porfía el Céfiro y Fabonio, que él lo tuvo todo por -donaire.</p> - -<p>Era el jardín con toda propiedad un pensil, pues á cuantos le -lograban, suspendía. Fuése acercando Andrenio al mejor centro de su -amenidad, donde estaba la primavera deshilando copos en jazmines, digo -la vana Venus de este Chipre, que nunca hay Chipre sin Venus.</p> - -<p>Salió Falsirena á recibirle, hecha un sol muerto de risa y, formando -de sus brazos la media luna, le puso entre las puntas de su cielo. -Mezcló favores con quejas, repitiendo algunas veces:</p> - -<p>¡Oh primo mío sin segundo! ¡Oh, señor Andrenio! Seáis tan bienvenido -como deseado.</p> - -<p>Mas, ¿cómo? decía mudando á cada palabra su afecto, ensartando -perlas hilo á hilo y mentiras en cadena, ¿cómo os lo ha permitido el -corazón, que estando aquí esta casa tan vuestra,<span class="pagenum" -id="Page_164">p. 164</span> os hayáis desterrado á una posada, siquiera -por las obligaciones de parentesco, cuando no por la conveniencia -de regalo? Viéndoos estoy y no lo creo: ¡Qué retrato tan al vivo de -vuestra hermosa madre! ¡Á fe que no la desmentís en cosa! ¡No me harto -de miraros! ¿De qué estáis tan encogido? ¡Al fin como tan fresco -cortesano!</p> - -<p>Señora, respondió, yo os confieso que estoy turbadamente admirado de -oiros decir que seáis mi prima, cuando yo ignoro madre, desconociendo á -quien tanto me ha desconocido. Yo no sé que tenga pariente alguno: tan -hijo soy de la nada. Mirad bien no os hayáis equivocado con algún otro -más dichoso.</p> - -<p>¡Que no, dijo, señor Andrenio! No por cierto. Muy bien os conozco y -sé quién sois y cómo nacisteis en una isla en medio de los mares. Muy -bien sé que vuestra madre es mi tía y señora. ¡Ah, qué linda era! Y -aunque por eso tan poco venturosa. ¡Oh, qué gran mujer y qué discreta! - -<span class="sidenote"><i>Violencias<br /> del amor.</i></span> - -¿Pero qué Dánae escapó de un engaño? ¿Qué Elena de una fuga? ¿Qué -Lucrecia de una violencia? ¿Y qué Europa de un robo? Viniendo, pues, -Felisinda, que éste es su dichoso nombre...</p> - -<p>Aquí Andrenio se conmovió entrañablemente, oyendo nombrar por madre -suya la repetida esposa de Critilo. Notólo luego Falsirena y porfió en -saber la causa.</p> - -<p>Porque he oído hartas veces ese nombre, dijo Andrenio.</p> - -<p>Y ella:</p> - -<p>Ahí veréis que no os miento en cuanto digo. Estaba, pues, Felisinda -casada en secreto con un tan discreto cuan amante caballero, que -quedaba preso en Goa; si bien en su corazón le traía y á vos por -prenda suya en sus entrañas. Ejecutáronla los dolores del parto en una -isla, debiendo al cielo dobladas providencias, con que pudo salvar su -crédito, no fiándolo ni de sus mismas criadas, enemigas mayores de su -secreto. Sola, pues, aunque tan asistida de su valor y su honra, os -echó á luz y, cuando os arrojó de sus entrañas al suelo, más blando -que ellas, allí, malenvuelto entre unas martas, que le servían á<span -class="pagenum" id="Page_165">p. 165</span> ella de galán abrigo, os -encomendó en la cuna de la yerba al piadoso cielo, que no se hizo -sordo, pues os proveyó de ama en una fiera, que no fué la primera vez -ni será la última que sustituyeron maternas ausencias. ¡Oh, cómo me lo -contaba ella muchas veces y con más lágrimas que palabras me ponderaba -su sentimiento! ¡Lo que se ha de alegrar cuando os vea! Ahora os -restituirá las caricias en abrazos, que allí os negó, violentada de su -honor.</p> - -<p>Estaba atónito Andrenio, escuchando el suceso de su vida y, careando -tan individuales circunstancias con las noticias que él tenía, -reventando en lágrimas de ternura, comenzó á destilar el corazón en -líquidos pedazos por los ojos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Lágrimas<br /> quebrantan<br /> -peñas.</i></span> - -Dejemos, dijo ella, dejemos tristezas ya pasadas, no vuelvan en llanto -á moler el corazón. Subamos arriba, veréis mi pobre y ya dichoso -albergue. ¡Hola!, prevenid dulces, que nunca faltan en esta casa.</p> - -<p>Fueron subiendo por unas gradas de pórfidos, ya pérfidos, que al -bajar serían <i>á gatas</i>, á la esfera del sol en lo brillante y de la -luna en lo vario. Registraron muchas cuadras, muy desenfadadas todas, -tan artesonados los techos, que remedando cielos, hicieron á tantos -ver, á su despecho, las estrellas. Había viviendas para todos tiempos, -sino para el pasado, y todas eran muy buenas piezas, repitiendo -ella:</p> - -<p>Todo es tan vuestro como mío.</p> - -<p>Mientras duró la dulcísima merienda, le cantaron gracias y le -encantaron Circes.</p> - -<p>En todo caso habéis de quedar aquí, dijo la prima; aunque tan á -costa de vuestro gusto. Dispóngase luego el traeros la ropa, que, -aunque aquí no os hará falta, pero basta ser vuestra. No tenéis que -salir para ello, que mis criados con una señal la cobrarán y pagarán lo -que se debiere.</p> - -<p>Será preciso, replicó Andrenio, que yo vaya, porque habéis de saber -que no soy solo y que la merced que me hacéis ha de ser doblada. Daré -razón á Critilo mi padre.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_166">p. 166</span>¿Cómo es eso de -padre?, dijo asustada Falsirena.</p> - -<p>Y él: Llamo padre á quien me hizo obras de tal y tengo por cierto, -según vuestras noticias, que es mi padre verdadero, porque es el esposo -de Felisinda, aquel caballero que en Goa quedó preso.</p> - -<p>¿Eso más?, dijo Falsirena. Id luego al punto y volved al mismo con -Critilo y traed la ropa en todo caso. Mirad, primo, que no comeré un -solo bocado ni reposaré un instante hasta volver á veros.</p> - -<p>Partió Andrenio, seguido del mismo pajecillo, de la espía y del -recuerdo. Halló á Critilo ya cuidadoso. Fuése á echar á sus pies, -besándole apretadamente las manos, repitiendo muchas veces:</p> - -<p>¡Oh padre!, ¡oh señor mío! que ya el corazón me lo decía.</p> - -<p>¿Qué novedad es ésta?, replicó Critilo.</p> - -<p>Que no es nuevo en mí, respondió, el teneros por padre, que la misma -sangre me lo estaba voceando en las venas. Sabed, señor, que vos sois -quien me ha engendrado y después hecho persona. Mi madre es vuestra -esposa Felisinda. Que todo me lo ha contado una prima mía, hija de una -hermana de mi madre, que ahora vengo de verla.</p> - -<p>¿Cómo es eso de prima?, preguntó Critilo. Ese nombre de prima no me -suena bien.</p> - -<p>Sí hará, porque es muy cuerda. Venid, señor, á su casa, que allí -volveremos á oir esta novedad siempre gustosa.</p> - -<p>Estaba suspenso Critilo entre el oir tan individuales circunstancias -y el temer tantos engaños en la corte. Pero, como es fácil creer lo -que se desea, dejóse convencer á título de informarse y así se fueron -juntos á casa de Falsirena.</p> - -<p>Parecía ya otra, siempre mejorada y, aunque ahora muy á lo grave y -autorizado pero siempre con apariencias de un cielo.</p> - -<p>Seáis muy bienllegado, dijo ella, señor Critilo, á esta vuestra -casa, que sólo ignorarla os ha podido escusar de no haberla honrado -antes. Ya os habrá referido mi primo las obligaciones recíprocas de -nuestro parentesco y cómo su madre y vuestra<span class="pagenum" -id="Page_167">p. 167</span> esposa, la hermosa Felisinda, era mi tía y -mi señora y mucho más amiga, que parienta. Harto sentí yo su falta y -aun la lloro.</p> - -<p>Aquí sobresaltado Critilo:</p> - -<p>¿Pues cómo?, dijo. ¿Es muerta?</p> - -<p>No señor, respondió, no tanto mal; basta la ausencia. Sus padres -se murieron y aun de pena de ver que nunca quiso elegir esposo entre -ciento que la competían. Quedó á la sombra y tutela de aquel gran -príncipe, que hoy asiste en Alemania, embajador del Católico. Allá -pasó con la marquesa, como parienta y encomendada, donde sé que vive -y muy contenta, ¡así Dios nos la vuelva, como espero! Quedé yo aquí -con mi madre, hermana suya y, aunque solas, muy acomodadas de honra y -hacienda. Mas, como no vienen solas las desdichas de cobardes, faltóme -también mi madre, sin duda del sentimiento de su ausencia. Asístenme -los parientes y á todo el mundo debo harto. Es la virtud mi empleo, -procuro conservar la honra heredada: que deben más unas personas que -otras á sus antepasados. Ésta, señores, es mi casa, de hoy adelante -vuestra, para toda la vida y ¡sea la de Néstor! Ahora quiero que veáis -lo mejor de mis galerías y suelos, conduciendo hasta desembarcar en un -puerto de rosas y de claveles.</p> - -<p>Aquí les fué mostrando en valientes tablas, obra de prodigiosos -pinceles, todo el suceso de su vida y sus tragedias, con no poco -espanto de ambos, correspondiendo á extremos del arte con extremos de -admiración.</p> - -<p>No ya sólo Andrenio, pero el mismo Critilo quedó vencido de su -agasajo y convencido de su información. Después de alternar disculpas -con agradecimientos, trató traer su ropa y entre ella algunas piedras -muy preciosas, ruinas ya de aquella su rica casa. Hizo alarde dellas y, -como fruta de damas, brindó con todas las de su buen gusto á Falsirena. -Aquí ella, aunque las celebró mucho, mandó sacar otras tantas y muy á -lo bizarro dijo que las gozase todas. Replicó Critilo fuese servida de -guardarlas y ella lo cumplió bien.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_168">p. 168</span>Suspiraba Critilo -por su deseada Felisinda y así un día sobre mesa propuso su jornada -para Alemania, donde estaba. Mas Andrenio, cautivo de la afición de su -prima, divirtió la plática, porque disgustaba mucho el hacer ausencia. -Ella más á lo sagaz, habiendo alabado la resolución, puso largas á -título de conveniencia. Mas ofrecióse luego ocasión y sazón de ir -sirviendo á la gran fénix de España, que iba á coronarse de águila del -imperio.</p> - -<p>No tuvo escusa Andrenio y, entretanto que disponía la partida, -propuso Falsirena el preciso lance de ir á ver - -<span class="sidenote"><i>Escorial.<br /> Aranjuez.</i></span> - -aquellos dos milagros del mundo, el Escorial del arte y el Aranjuez de -la naturaleza, paralelos del sol de Austria, según gustos y tiempos. -Pero estaba tan ciego de su pasión Andrenio, que no le quedaba vista -para ver otro, aunque fuesen prodigios. Hacía instancias Falsirena. -Y Critilo, aunque fuese solo en pagar á la curiosidad una tan justa -deuda, que después ejecuta el tormento de no haber visto lo que -todos celebran y aun la propia imaginación castiga toda la vida, -representando por lo mejor aquello que se dejó de ver, partióse solo -para admirar por muchos.</p> - -<p>Halló aquel gran templo de Salomón católico, asombro del hebreo, no -sólo satisfacción á lo concebido, sino pasmo en el exceso. Allí vió -la ostentación de un real poder, un triunfo de la piedad católica, -un desempeño de la arquitectura, pompa de la curiosidad, ya antigua, -ya moderna, el último esfuerzo de las artes y donde la grandeza, la -riqueza y la magnificencia llegaron de una vez á echar el resto.</p> - -<p>De aquí pasó á Aranjuez, estancia perpetua de la primavera, patria -de Flora, retiro de su amenidad en todos los meses del año, guardajoyas -de las flores y centro de las delicias á todo gusto, y contento. Dejó -en ambas maravillas empeñada la admiración para toda la vida.</p> - -<p>Volvió á Madrid muy satisfecho de prodigios. Fuése á hospedar á -casa de Falsirena; pero hallóla más cerrada que un tesoro y más sorda -que un desierto. Repitió aldabadas al impa<span class="pagenum" -id="Page_169">p. 169</span>ciente criado, resonando el eco cada una en -el corazón de Critilo. Enfadados los vecinos, le dijeron:</p> - -<p>No se canse ni nos muela, que ahí nadie vive, todos mueren.</p> - -<p>Asustado Critilo, replicó:</p> - -<p>¿No vive aquí una señora principal, que pocos días ha dejé yo sana y -buena?</p> - -<p>Eso de buena, dijo uno riéndose, perdonadme que no lo crea.</p> - -<p>Ni señora, añadió otro, quien toda su vida gasta en mocedades.</p> - -<p>Ni aun mujer, dijo el tercero, quien es una harpía; si ya no es la -peor mujer destos tiempos.</p> - -<p>No acababa de persuadirse Critilo lo que no deseaba. Volvió á -instar:</p> - -<p>¿Señores, no vive aquí Falsirena?</p> - -<p>Llegóse en esto uno y dijóle:</p> - -<p>No os canséis ni recibáis enfado. Es verdad que ha vivido ahí -algunos días una Circe en el zurcir y una Sirena en el encantar, causa -de tantas tempestades, tormentos y tormentas, porque á más de ser ruin, -aseguran que es una famosa hechicera, una célebre encantadora, pues -convierte los hombres en bestias.</p> - -<p>¿Y no los transforma en asnos de oro?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Vicios<br /> transforman.</i></span> - -No, sino de su necedad y pobreza. Por esa corte andan á millares -convertidos, después de divertidos, en todo género de brutos. Lo que -yo sé decir es que en pocos días, que aquí ha estado, he visto entrar -muchos hombres y no he visto salir uno tan sólo, que lo fuese. Y por -lo que esta Sirena tiene de pescado, les pesca á todos el dinero, las -joyas, los vestidos, la libertad y la honra. Y para no ser descubierta, -se muda cada día, no la condición ni las costumbres, sino de casas. De -un cabo de la villa salta al otro, con lo cual es imposible hallarla de -tan perdida. Tiene otra igual astucia la brújula, con que se rige en -este golfo de sus enredos, y es que, en llegando un forastero rico, al -punto se informa de quién es, de dónde y á qué viene, procurando saber -lo más íntimo. Estudia el nombre, averigúale<span class="pagenum" -id="Page_170">p. 170</span> la parentela. Con esto, á unos se les -miente prima, á otros sobrina y á todos por un cabo ó por otro -parienta. Muda tantos nombres, como puestos. En una parte es Cecilia, -por lo Escila, en otra Serena por lo Sirena, Inés porque ya no es, -Teresa por lo traviesa, Tomasa por lo que toma y Quiteria por lo que -quita. Con estas artes los pierde á todos y ella gana y ella reina.</p> - -<p>No acababa de satisfacerse Critilo y, deseando entrar en la casa, -preguntó, si estaría á mano la llave.</p> - -<p>Sí, dijo uno, yo la tengo encomendada, por si llegan á verla. Abrió -y al punto que entraron dijo Critilo:</p> - -<p>Señores, que no es ésta la casa ó yo estoy ciego, porque la otra era -un palacio por lo encantado.</p> - -<p>Tenéis razón, que los más son de esa suerte. Aquí no hay jardines, -no; sino montones de moral basura. Las fuentes son albañales y los -salones zahurdas. ¿Os ha pescado algo esta sirena? ¡Decidnos la -verdad!</p> - -<p>Sí y mucho, joyas, perlas y diamantes; pero lo que más siento es -haber perdido un amigo.</p> - -<p>No se habrá perdido para ella; sino para sí mismo. Habrálo -transformado en bestia, con que andará por esta corte vendido.</p> - -<p>¡Oh, Andrenio mío!, dijo suspirando. ¿Dónde estarás? ¿Dónde te podré -hallar? ¿En qué habrás parado?</p> - -<p>Buscóle por toda la casa, que fué paso de risa para los otros y para -él llanto. Y, despidiéndose dellos, tomó la derrota para su antigua -posada.</p> - -<p>Dió mil vueltas á la corte, preguntando á unos y á otros y nadie -le supo dar razón, que de bien pocos se da en ella. Perdía el juicio, -alambicándole en pensar trazas, cómo descubrirle. Resolvió al cabo -volver á consultar á Artemia.</p> - -<p>Salió de Madrid, como se suele, pobre, engañado, arrepentido y -melancólico. Á poco trecho, que hubo andado, encontró con un hombre, - -<span class="sidenote"><i>Sexto sentido.</i></span> - -bien diferente de los que dejaba. Era un nuevo<span class="pagenum" -id="Page_171">p. 171</span> prodigio, porque tenía seis sentidos, uno -más de lo ordinario. Hízole harta novedad á Critilo.</p> - -<p>Porque hombres con menos de cinco ya los había visto y muchos; pero -con más, ninguno. Unos sin ojos, que no ven las cosas más claras, -siempre á ciegas y á tientaparedes; y con todo eso nunca paran, sin -saber por dónde van. Otros, que no oyen palabra, todo aire, ruido, -lisonja, vanidad y mentira. Muchos que no huelen poco ni mucho y menos -lo que pasa en sus casas, con que arroja harto mal olor á todo el mundo -y de lejos huelen lo que no les importa. Éstos no perciben el olor de -la buena fama ni quieren ver ni oler sus contrarios y, teniendo narices -para el negro humo de la honrilla, no las tienen para la fragancia de -la virtud.</p> - -<p>También había encontrado no pocos sin género alguno de gusto, -perdido para todo lo bueno, sin arrostrar jamás á cosa de sustancia. -Hombres desabridos en su trato, enfadados y enfadosos. Otros de mal -gusto, siempre aniñado, escogiendo lo peor en todo. Y aun otros muy -de su gusto y nada del ajeno. Otra cosa aseguraba más notable, que -había topado hombres, si así pueden nombrarse, que no tenían tacto y -menos en las manos, donde más suele prevalecer, y así proceden sin -tiento en todas sus cosas, aun las más importantes. Éstos de ordinario -todo lo yerran aprisa, porque no tocan las cosas con las manos ni las -experimentan.</p> - -<p>Éste de Critilo era todo al contrario, que, á más de los cinco -sentidos, muy despiertos, tenía otro sexto, mejor que todos, que -aviva mucho los demás y aun hace discurrir y hallar las cosas por -recónditas que estén. Halla trazas, inventa modos, da remedios, enseña -á hablar, hace correr y aun volar y adivinar lo por venir: y era la -necesidad. ¡Cosa bien rara! ¡Que la falta de los objetos sea sobra de -inteligencia! Es ingeniosa inventiva, cauta, activa, perspicaz y un -sentido de sentidos. En reconociéndole, dijo Critilo:</p> - -<p>¡Oh, cómo nos podemos juntar ambos! Huélgome de haberte<span -class="pagenum" id="Page_172">p. 172</span> topado, que, aunque todo -me suele venir mal, esta vez estoy de día. Contóle su tragedia en la -corte.</p> - -<p>Eso creeré yo muy bien, dijo Egenio, que éste era su nombre y -definición. Y aunque yo iba á la gran feria del mundo, publicada en los -confines de la juventud y edad varonil, á aquel gran puerto de la vida; -con todo, por servirte, vamos á la corte, que te aseguro de poner todos -mis seis sentidos en buscarle y que, hombre ó bestia, que será lo más -seguro, le hemos de descubrir.</p> - -<p>Entraron con toda atención buscándole, lo primero en aquellos -cómicos corrales, vulgares plazas, patios y mentideros. - -<span class="sidenote"><i>Señores.</i></span> - -Encontraron luego unas grandes acémilas, atadas unas á otras, siguiendo -la que venía detrás las mismas huellas de la que iba delante, -sucediéndola en todo, muy cargadas de oro y plata, pero gimiendo bajo -la carga, cubiertas con reposteros bordados de oro y seda y aun algunas -de brocados. Tremolaban en las testeras muchas plumas, que hasta las -bestias se honraban con ellas. Movían gran ruido de pretales.</p> - -<p>¿Si sería alguna destas?, dijo Critilo.</p> - -<p>De ningún modo, respondió Egenio: éstos son, digo eran, grandes -hombres, gente de cargo y de carga. Y aunque los ves tan bizarros, en -quitándoles aquellos ricos jaeces, parecen llenos de feísimas llagas de -sus grandes vicios, que los cubría aquella argentada brillantez.</p> - -<p>¡Aguarda! ¿Si sería alguno destos otros, que van arrastrando -carretas gruñidoras por lo villanas?</p> - -<p>Tampoco. Ésos tienen los ojos bajo las puntas y por eso sufren -tanto.</p> - -<p>Allí parece que nos ha llamado un papagayo. ¿Si sería él?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Habladores.</i></span> - -No lo creas. Ése será algún lisonjero, que jamás dijo lo que sentía. -Algún político destos que tienen uno en el pico y otro en el corazón. -Algún hablador, que repite lo que le dijeron, destos que hacen del -hombre y no lo son. Todos se visten de verde, esperando el premio de -sus mentiras y lo consiguen de verdad.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_173">p. 173</span>¿Tampoco será aquel -compuesto mojigato, que esconde uñas y ostenta barbas?</p> - -<p>Déstos hay muchos, dijo Egenio, que cazan á lo beato: no sólo cogen -lo mal alzado, sino lo más guardado. - -<span class="sidenote"><i>Maldicientes.</i></span> - -Pero no juzguemos tan temerariamente, digamos que son gente de -pluma.</p> - -<p>¿Y aquel perro viejo, que está allí ladrando?</p> - -<p>Aquél es un mal vecino, algún maldiciente, un émulo, un -malintencionado, un melancólico, uno de los que pasan de los -sesenta.</p> - -<p>Sé que no sería aquel jimio, que nos está haciendo gestos en aquel -balcón.</p> - -<p>¡Oh gran hipócrita, que quiere parecer hombre de bien y no lo es! -Algún hazañero, que suelen hacer mucho del hombre y son nada. El -maestro de cuentos, licenciado de chiste, que como siempre están de -burlas, nunca son hombres de veras, gente toda ésta de chanza y de poca -sustancia.</p> - -<p>¿Qué tal sería, que estuviese entre los leones y tigres del -Retiro?</p> - -<p>Dúdolo, que aquélla toda es gente de arbitrios y ejecuciones.</p> - -<p>¿Ni entre los cisnes de los estanques?</p> - -<p>Tampoco, que ésos son secretarios y consejeros, que, en cantando -bien, acaban.</p> - -<p>Allí veo un animal inmundo, que pródigamente se está volcando en la -hediondez de un asquerosísimo cenagal y él piensa que son flores.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Deshonestos.</i></span> - -Si alguno había de ser, era ése, respondió Egenio, que estos torpes y -lascivos, anegados en la inmundicia de sus viles deleites, causan asco -á cuantos hay y ellos tienen el cieno por cielo y, oliendo mal á todo -el mundo, no advierten, antes tienen la hediondez por fragancia y el -más sucio albañal por paraíso. Déjamelo reconocer de lejos. Ahora digo -que no es él, sino un ricazo, que con su muerte ha de dar un buen día á -los herederos y gusanos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_174">p. 174</span>¿Qué es posible, se -lamentaba Critilo, que no le podamos hallar entre tantos brutos como -vemos, entre tanta bestia como topamos?</p> - -<p>Ni arrastrando el coche de la ramera ni llevando en andas al que -es más grande que él ni acuestas al más pesado ni al que va dentro de -litera en mal latín y tan fuera della en buen romance ni acarreando -inmundicia de costumbres.</p> - -<p>¿Qué es posible que tanto desfiguren un hombre estas cortesanas -Circes? ¿Que así puedan dementar los hijos, haciendo perder el juicio -á sus padres? ¿Que no se contenten con despojarlos de los arreos del -cuerpo; sino de los del ánimo, quitándoles el mismo ser de personas? -Y díme, Egenio amigo, cuando le hallásemos hecho un bruto, ¿cómo lo -podríamos restituir á su primer ser de hombre?</p> - -<p>Ya que le topásemos, respondió. Que eso no sería muy dificultoso. -Muchos han vuelto en sí perfectamente; - -<span class="sidenote"><i>Apuleyo.</i></span> - -aunque á otros siempre les queda algún resabio de lo que fueron. -Apuleyo estuvo peor que todos y con la rosa del silencio curó.</p> - -<p>¡Gran remedio de necios! Si ya no es que, rumiados los materiales -gustos y considerada su vileza, desengañan mucho al que los masca.</p> - -<p>Los camaradas de Ulises estaban rematadas fieras y, comiendo las -raíces amargas del árbol de la virtud, cogieron el dulce fruto de ser -personas. Daríamosle á comer algunas hojas del árbol de Minerva, - -<span class="sidenote"><i>Duque<br /> de Orleans.</i></span> - -que se halla muy estimado en los jardines del culto y erudito duque de -Orleans. Y si no, las del moral prudente, que yo sé que presto volvería -en sí y sería muy hombre.</p> - -<p>Habían dado cien vueltas con más fatiga, que fruto, cuando dijo -Egenio:</p> - -<p>¿Sabes qué he pensado? Que vamos á la casa donde se perdió, que -entre aquel estiércol habemos de hallar esta joya perdida.</p> - -<p>Fueron allá, entraron y buscaron.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_175">p. 175</span>¡Eh!, que es tiempo -perdido, decía Critilo. Que ya yo le busqué por toda ella.</p> - -<p>Aguarda, dijo Egenio. Déjame aplicar mi sexto sentido, que es único -remedio contra este sexto achaque.</p> - -<p>Advirtió, que de un gran montón de suciedad lasciva salía un humo -muy espeso.</p> - -<p>Aquí, dijo, fuego hay.</p> - -<p>Y apartando toda aquella inmundicia moral, apareció una puerta de -una horrible cueva. Abriéronla no sin dificultad y divisaron dentro á -la confusa vislumbre de un infernal fuego muchos desalmados cuerpos, -tendidos por aquellos suelos. Había mozos galanes de tan corto seso, -cuan largo cabello. Hombres de letras; pero necios. Hasta viejos ricos -tenían los ojos abiertos; mas no veían. Otros los tenían vendados con -malpiadosos lienzos. En los más no se percibía otro que algún suspiro. -Todos estaban dementados y adormecidos y tan desnudos, que aun una -sábana no les había dejado siquiera para mortaja.</p> - -<p>Yacía en medio Andrenio, tan trocado, que el mismo Critilo, su -padre, le desconocía. Arrojóse sobre él llorando y voceándole; pero -nada oía. Apretábale la mano; mas no le hallaba ni pulso ni brío. -Advirtió entre tanto Egenio que aquella confusa luz no era de antorcha, -sino de una mano, que de la misma pared nacía, blanca y fresca, -adornada de hilos de perlas, que costaron lágrimas á muchos, coronados -los dedos de diamantes muy finos, á precio de falsedades. Ardían los -dedos como candelas; aunque no tanto daban luz, cuanto fuego que -abrasaba las entrañas.</p> - -<p>¿Qué mano de ahorcado es ésta?, dijo Critilo.</p> - -<p>No es sino del verdugo, respondió Egenio, pues ahoga y mata.</p> - -<p>Removióla un poco y al mismo punto comenzaron á rebullir ellos.</p> - -<p>Mientras ésta ardiere, no despertarán.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_176">p. 176</span> - -<span class="sidenote"><i>Alquitrán<br /> de amor.</i></span> - -Probóse á apagarla, alentando fuertemente; mas no pudo, que éste es el -fuego de alquitrán, que con viento de amorosos suspiros y con agua de -lágrimas más se aviva. El remedio fué echar polvo y poner tierra en -medio. Con esto se estinguió aquel fuego más que infernal y al punto -despertaron los que dormían valientemente, digo aquellos que por ser -hijos de Marte son hermanos de Cupido. Los ancianos muy corridos, -diciendo:</p> - -<p>¡Basta! Que este vil fuego de la torpeza no perdona ni verde ni -seco.</p> - -<p>Los sabios, execrando su necedad, decían:</p> - -<p>¡Que Paris afrente á Palas! Era mozo, é ignorante. Pero ¡los -entendidos! Ésa es doblada demencia.</p> - -<p>Andrenio entre los Benjamines de Venus malherido, atravesado el -corazón de medio á medio, en reconociendo á Critilo se fué para él.</p> - -<p>¿Qué te parece?, le dijo éste. ¡Cuál te ha puesto una mala hembra! -Sin hacienda, sin salud, sin honra y sin conciencia te ha dejado. Ahora -conocerás lo que es.</p> - -<p>Aquí todos á porfía comenzaron á execrarla. Uno la llamaba Escila -de marfil, otro Caribdis de esmeralda, peste afeitada, veneno en -néctar.</p> - -<p>Donde hay juncos, decía uno, hay agua; donde humo, fuego y donde -mujeres, demonios.</p> - -<p>¿Cuál es mayor mal que una mujer, decía un viejo, sino dos, porque -es doblado?</p> - -<p>Basta que no tiene ingenio, sino para mal, decía Critilo. Pero -Andrenio:</p> - -<p>Callad, les dijo, que con todo el mal, que me han causado, confieso -que no las puedo aborrecer ni aun olvidar. Y os aseguro que de todo -cuanto en el mundo he visto, oro, plata, perlas, piedras, palacios, -edificios, jardines, flores, aves, astros, luna y el sol mismo, lo que -más me ha contentado es la mujer.</p> - -<p>¡Alto!, dijo Egenio. Vamos de aquí, que ésta es la locura<span -class="pagenum" id="Page_177">p. 177</span> sin cura y el mal, que yo -tengo que decir de la mujer mala, es mucho. Doblemos la hoja para el -camino.</p> - -<p>Salieron todos á la luz de dar en la cuenta, desconocidos de los -otros, pero conocidos de sí. Encaminóse cada uno al templo de su -escarmiento á dar gracias al noble desengaño, colgando en sus paredes -los despojos del naufragio y las cadenas de su cautiverio.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_1_13"> - <h3 class="g1 ws1">CRISI XIII</h3> - <p class="subh3c"><i>La feria de todo el mundo.</i></p> -</div> - -<p>Contaban los antiguos que, cuando Dios crió al hombre, encarceló -todos los males en una profunda cueva acullá lejos y aun quieren decir -que en una de las Islas Fortunadas, de donde tomaron su apellido. Allí -encerró las culpas y las penas, los vicios y los castigos, la guerra, -la hambre, la peste, la infamia, la tristeza, los dolores, hasta la -misma muerte. Encadenados todos entre sí y no fiando de tan horrible -canalla, echó puertas de diamante con sus candados de acero. Entregó -la llave al albedrío del hombre, para que estuviese más asegurado de -sus enemigos y advirtiese que, si él no les abría, no podrían salir -eternamente.</p> - -<p>Dejó, al contrario, libres por el mundo todos los bienes, las -virtudes, los premios, las felicidades y contentos, la paz, la honra, -la salud, la riqueza y la misma vida. Vivía con esto el hombre -felicísimo.</p> - -<p>Pero duróle poco esta dicha. Que la mujer, llevada de su curiosa -ligereza, no podía sosegar, hasta ver lo que había dentro de la fatal -caverna. Cogióle un día, bien aciago para ella y para todos, el corazón -al hombre y después la llave. Y sin más pensarlo, que la mujer primero -ejecuta y después piensa, se fué resuelta á abrirla.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_178">p. 178</span>Al poner la llave -aseguran se estremeció el universo. Corrió el cerrojo y al instante -salieron de tropel todos los males, apoderándose á porfía de toda la -redondez de la tierra.</p> - -<p>La Soberbia, como primera en todo lo malo, cogió la delantera. - -<span class="sidenote"><i>España.</i></span> - -Topó con España, primera provincia de la Europa. Parecióla tan de su -genio, que se perpetuó en ella. Allí vive y allí reina con todos sus -aliados, la estimación propia, el desprecio ajeno, el querer mandarlo -todo y servir á nadie, hacer del don Diego y vengo de los godos, el -lucir, el campear, el alabarse, el hablar mucho, alto y hueco, la -gravedad, el fausto, el brío, con todo género de presunción: y todo -esto desde el noble hasta el más plebeyo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Francia.</i></span> - -La Codicia, que la venía á los alcances, hallando desocupada la -Francia, se apoderó de toda ella, desde la Gascuña hasta la Picardía. -Distribuyó su humilde familia por todas partes: la miseria, el -abatimiento de ánimo, la poquedad, el ser esclavos de todas las demás -naciones, aplicándose á los más viles oficios, el alquilarse por un vil -interés, la mercancía laboriosa, el andar desnudos y descalzos con los -zapatos bajo el brazo, el ir todo barato con tanta multitud, finalmente -el cometer cualquier bajeza por el dinero. Si bien dicen que la -Fortuna, compadecida, para realzar tanta vileza, introdujo su nobleza; -pero tan bizarra, que hacen dos extremos sin medio.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Italia.</i></span> - -El Engaño trascendió toda la Italia, echando hondas raíces en los -italianos pechos: en Nápoles hablando y en Génova tratando. En toda -aquella provincia está muy valida, con toda su parentela, la mentira, -el embuste y el enredo, las invenciones, trazas, tramoyas: y todo ello -dicen es política y tener brava testa.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>África.</i></span> - -La Ira echó por otro rumbo. Pasó al África y á sus islas adyacentes, -gustando vivir entre alarbes y entre fieras.</p> - -<p>La Gula, con su hermana la Embriaguez, asegura la preciosa Margarita -de Valois - -<span class="sidenote"><i>Alemania.</i></span> - -se sorbió toda la Alemania alta y baja, gustando y gastando en -banquetes los días y las noches, las <span class="pagenum" -id="Page_179">p. 179</span>haciendas y las conciencias. Aunque algunos -no se han emborrachado sino una sola vez; pero les ha durado toda la -vida. Devoran en la guerra las provincias, abastecen los campos. Y aun -por eso formaba el emperador Carlos V de los alemanes el vientre de su -ejército.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Inglaterra.</i></span> - -La Inconstancia aportó á la Inglaterra, la Simplicidad á Polonia, la -Infidelidad á Grecia, la Barbaridad á Turquía, la Astucia á Moscovia, -la Atrocidad á Suecia, la Injusticia á la Tartaria, las Delicias á la -Persia, la Cobardía á la China, la Temeridad al Japón. La Pereza aun -esta vez llegó tarde y, hallándolo todo embarazado, hubo de pasar á la -América á morar entre los indios.</p> - -<p>La Lujuria, la nombrada, la famosa, la gentil pieza, como tan grande -y tan poderosa, pareciéndola corta una sola provincia, se extendió por -todo el mundo, ocupándolo de cabo á cabo. Concertóse con los demás -vicios, aviniéndose tanto con ellos, que en todas partes está tan -valida, que no es fácil averiguar en cuál más. Todo lo llena y todo lo -inficiona.</p> - -<p>Pero como la mujer fué la primera con quien embistieron los males, -todos hicieron presa en ella, quedando rebutida de malicia de pies á -cabeza.</p> - -<p>Esto les contaba Egenio á sus dos camaradas, cuando, habiéndolos -sacado de la corte por la puerta de la luz, que es el sol mismo, -les conducía á la gran feria del mundo, publicada para aquel grande -emporio, que divide los amenos prados de la juventud de las ásperas -montañas de la edad varonil y donde de una y otra parte acudían ríos -de gente, unos á comprar y otros á vender y otros á estarse á la mira, -como más cuerdos.</p> - -<p>Entraron ya por aquella gran plaza de la conveniencia, emporio -universal de gustos y de empleos, alabando unos lo que abominan otros. -Así como asomaron por una de sus muchas entradas, acudieron á ellos dos -corredores de oreja, - -<span class="sidenote"><i>Interés.</i></span> - -que dijeron ser filósofos, el uno de la una banda y el otro de la otra, -que todo está dividido en pareceres. Díjoles Sócrates, así se llamaba -el primero:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_180">p. 180</span>Venid á esta -parte de la feria y hallaréis todo lo que hace al propósito para ser -personas. Mas Simónides, que así se llamaba el contrario, les dijo:</p> - -<p>Dos estancias hay en el mundo, la una de la honra y la otra del -provecho. Aquélla yo siempre la he hallado llena de viento y humo y -vacía de todo lo demás; esta otra llena de oro y plata. Aquí hallaréis -el dinero, que es un compendio de todas las cosas. Según esto, ved á -quién habéis de seguir.</p> - -<p>Quedaron perplejos, altercando á qué mano echarían. Dividiéronse en -pareceres, así como en afectos, cuando llegó un hombre, que lo parecía, -aunque traía un tejo de oro en las manos y llegándose á ellos, les -fué asiendo de las suyas y refregándolas en el oro, reconociéndola -después.</p> - -<p>¿Qué pretende este hombre?, dijo Andrenio.</p> - -<p>Yo soy, respondió, el contraste de las personas, el quilatador de su -fineza.</p> - -<p>¿Pues qué es de la piedra de toque?</p> - -<p>Ésta es, dijo señalando el oro.</p> - -<p>¿Quién tal vió?, replicó Andrenio. Antes el oro es el que se toca y -se examina en la piedra Lidia.</p> - -<p>Así es; pero la piedra de toque de los mismos hombres es el oro. -Á los que se les pega á las manos, no son hombres verdaderos; sino -falsos. Y así al juez, que le hallamos las manos untadas, luego le -condenamos de oidor á tocador. El prelado, que atesora los cincuenta -mil pesos de renta, por bien que lo hable, no será él boca de oro; sino -bolsa de oro. El cabo con cabos bordados y mucha plumajería, - -<span class="sidenote"><i>Don Claudio<br /> San Mauricio.</i></span> - -señal que despluma á los soldados y no los socorre, como el valiente -borgoñón don Claudio San Mauricio. El caballero, que rubrica su -ejecutoria con sangre de pobres en usuras, de verdad que no es hidalgo. -La otra, que sale muy bizarra, cuando el marido anda deslucido, muy -mal parece. Y en una palabra, todos aquellos, que yo hallo que no son -limpios de manos, digo que no son hombres de bien. Y así tú, á quien -se te ha pegado el oro, dejando el rastro en<span class="pagenum" -id="Page_181">p. 181</span> ellas, dijo á Andrenio, cree que no lo -eres: echa por la otra banda. Pero éste, señalando á Critilo, que no se -le ha pegado ni queda señalado con el dedo, éste persona es: eche por -la banda de la entereza.</p> - -<p>Antes, replicó Critilo, para que él lo sea también, importará me -siga.</p> - -<p>Comenzaron á discurrir por aquellas ricas tiendas de la mano -derecha. Leyeron un letrero, que decía:</p> - -<p>Aquí se vende lo mejor y lo peor.</p> - -<p>Entraron dentro y hallaron se vendían lenguas para callar, las -mejores para mordérselas y que se pegaban al paladar. Un poco más -adelante estaba un hombre, tan lejos de pregonar su mercadería, que por -ademanes intimaba el silencio.</p> - -<p>¿Qué vende éste?, dijo Andrenio.</p> - -<p>Y él al punto puso el dedo índice en la boca.</p> - -<p>Pues deste modo, ¿cómo sabremos lo que vendes?</p> - -<p>Sin duda, dijo Egenio, que vende el callar.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Secreto.</i></span> - -Mercadería es bien rara y bien importante, dijo Critilo. Yo creí -que se había acabado en el mundo. Ésta la deben traer de Venecia, -especialmente el secreto, que acá no se coge. ¿Y quién le gasta?</p> - -<p>Eso estase dicho, respondió Andrenio: los anacoretas, los monjes, -porque ellos saben lo que vale y aprovecha.</p> - -<p>Pues yo creo, dijo Critilo, que los más que lo usan no son los -buenos; sino los malos. Los deshonestos callan, las adúlteras -disimulan, los asesinos punto en boca, los ladrones entran con zapato -de fieltro y así todos los malhechores.</p> - -<p>Ni aun ésos, replicó Egenio; que está ya el mundo tan rematado, que -los que habían de callar, hablan más y hacen gala de sus ruindades. -Veréis el otro, que funda su caballería en bellaquería, que no le -agrada la torpeza, si no es descarada. El acuchillador se precia de que -sus valentías den en rostro. El lindo, que se hable de sus cabellos. La -otra, que se descuida<span class="pagenum" id="Page_182">p. 182</span> -de sus obligaciones y sólo cuida de su <i>cara cara</i>, ostenta las galas -cuando más la descomponen. El mal ladrón pretende cruz. Y el otro pide -el título, que sea sobreescrito de sus bajezas. Deste modo todos los -ruines son los más ruidosos.</p> - -<p>Pues, señores, ¿quién compra?</p> - -<p>El que apaña piedras, el que hace y no dice, el que hace su negocio -y Harpocrato, á quien nadie reprende.</p> - -<p>Sepamos el precio, dijo Critilo: que querría comprar cantidad, que -no sé si lo hallaremos en otra parte.</p> - -<p>El precio del silencio, les respondieron, es silencio también.</p> - -<p>¿Cómo puede ser eso, si lo que se vende es callar? ¿La paga cómo ha -de ser?</p> - -<p>Callar.</p> - -<p>Muy bien. Que buen callar se paga con otro. Éste calla, porque aquél -calle y todos dicen callar y callemos.</p> - -<p>Pasaron á una botica, cuyo letrero decía:</p> - -<p>Aquí se vende una quinta esencia de salud.</p> - -<p>¡Gran cosa!, dijo Critilo.</p> - -<p>Quiso saber qué era y dijéronle que la saliva del enemigo.</p> - -<p>Ésa, dijo Andrenio, llámola yo quinta esencia del veneno, más letal -que el de los basiliscos. Más quisiera que me escupiera un sapo, que me -picara un escorpión, que me mordiese una víbora. ¿Saliva del enemigo? -¿Quién tal oyó? ¡Si dijera del amigo fiel y verdadero! Ésa sí que es -remedio único de males.</p> - -<p>¡Eh!, que no lo entendéis, dijo Egenio. Harto más mal hace la -lisonja de los amigos, aquella pasión con que todo lo hacen bueno, -aquel afecto con que todo lo disimulan, hasta dar con un amigo enfermo -en sus culpas, en la sepultura de su perdición. Creedme que el varón -sabio más se aprovecha del licor amargo del enemigo bien alambicado, -pues con él saca las manchas de su honra y los borrones de su fama. -Aquel temor de que no lo sepan los émulos, que no se huelguen, hace á -muchos contenerse á la raya de la razón.</p> - -<p>Llamáronlos de otra tienda á gran prisa, que se acababa la<span -class="pagenum" id="Page_183">p. 183</span> mercancía y era verdad, -porque era la ocasión. Y pidiendo el valor, dijeron:</p> - -<p>Ahora va de balde; pero después no se hallará un solo cabello por un -ojo de la cara y menos la que más importa.</p> - -<p>Gritaba otro: Daos prisa á comprar, que mientras más tardáis, más -perdéis y no podréis recuperarlo por ningún precio. Éste redimía -tiempo.</p> - -<p>Aquí, decía otro, se da también de balde lo que vale mucho.</p> - -<p>¿Y qué es?</p> - -<p>El escarmiento.</p> - -<p>¡Gran cosa! ¿Y qué cuesta?</p> - -<p>Los necios le compran á su costa; los sabios á la ajena.</p> - -<p>¿Dónde se vende la experiencia?, preguntó Critilo. Que también vale -mucho.</p> - -<p>Y señaláronle acullá lejos en la botica de los años.</p> - -<p>¿Y la amistad?, preguntó Andrenio.</p> - -<p>Ésa, señor, no se compra; aunque muchos la venden. Que los amigos -comprados no lo son y valen poco.</p> - -<p>Con letras de oro, decía en una:</p> - -<p>Aquí se vende todo y sin precio.</p> - -<p>Aquí entro yo, dijo Critilo.</p> - -<p>Hallaron tan pobre al vendedor, que estaba desnudo y toda la tienda -desierta: no se veía cosa en ella.</p> - -<p>¿Cómo dice esto con el letrero?</p> - -<p>Muy bien, respondió el mercader.</p> - -<p>¿Pues qué vendéis?</p> - -<p>Todo cuanto hay en el mundo.</p> - -<p>¿Y sin precio?</p> - -<p>Sí, porque con desprecio, despreciando cuanto hay, seréis señor de -todo; y al contrario, el que estima las cosas no es señor dellas; sino -ellas dél. Aquí el que da se queda con la cosa dada y le vale mucho, y -los que la reciben quedan muy pagados con ella.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Cortesía.</i></span> - -Averiguaron era la cortesía y el honrar á todo el mundo.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_184">p. 184</span>Aquí se vende, -preguntaba uno, lo que es proprio, no lo ajeno.</p> - -<p>¿Qué mucho es eso?, dijo Andrenio.</p> - -<p>Sí es. Que muchos os venderán la diligencia que no hacen, el favor -que no pueden y, aunque pudieran, no lo hicieran.</p> - -<p>Fuéronse encaminando á una tienda, donde con gran cuidado los -mercaderes los hicieron retirar y con cuantos llegaban hacían lo -mismo.</p> - -<p>¿Ó vendéis, ó no?, dijo Andrenio. Nunca tal se ha visto, que el -mismo mercader desvíe los compradores de su tienda. ¿Qué pretendéis con -eso?</p> - -<p>Gritáronles otra vez que se apartasen y que comprasen de lejos.</p> - -<p>¿Pues qué vendéis aquí? Ó es engaño ó es veneno.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Estimación.</i></span> - -Ni uno ni otro; antes la cosa más estimada de cuantas hay, pues es la -misma estimación, que, en rozándose, se pierde. La familiaridad la -gasta y la mucha conversación la envilece.</p> - -<p>Según eso, dijo Critilo, la honra de lejos. Ningún profeta en su -patria. Y si las mismas estrellas vivieran entre nosotros, á dos días -perdieran su lucimiento. Por eso los pasados son estimados de los -presentes y los presentes de los venideros.</p> - -<p>Aquélla es una rica joyería, dijo Egenio. Vamos allá. Feriaremos -algunas piedras preciosas, que ya en ellas solas se hallan las virtudes -y la fineza.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Duque de<br /> Villahermosa.</i></span> - -Entraron y hallaron en ella al discretísimo duque de Villahermosa, que -estaba actualmente pidiendo al lapidario le sacase algunas de las más -finas y de más estimación.</p> - -<p>Dijo que sí, que tenía algunas bien preciosas.</p> - -<p>Y cuando aguardaban todos algún cajón del Oriente, los diamantes al -tope, las esmeraldas, que alegran por lo que prometen y todas por lo -que dan, sacó un pedazo de azabache tan negro y tan melancólico, como -él es, diciendo:</p> - -<p>Ésta, señor excelentísimo, es la piedra más digna de estimación -de cuantas hay. Ésta la de mayor valor. Aquí echó la na<span -class="pagenum" id="Page_185">p. 185</span>turaleza el resto, aquí el -sol, los astros y los elementos se unieron en influir fineza.</p> - -<p>Quedaron admirados de oir tales exageraciones nuestros feriantes; -pero callaban donde el discreto duque estaba y él les dijo:</p> - -<p>Señores, ¿qué es esto? ¿Éste no es un pedazo de azabache? ¿Pues qué -pretende este lapidario con esto? ¿Tiénenos por indios?</p> - -<p>Ésta, volvió á decir el mercader, es más preciosa que el oro, más -provechosa que los rubíes, más brillante que el carbunclo. ¿Qué tienen -que ver con ella las margaritas? Ésta es la piedra de las piedras.</p> - -<p>Aquí, no pudiéndolo ya sufrir el de Villahermosa, le dijo:</p> - -<p>Señor mío, ¿éste no es un trozo de azabache?</p> - -<p>Sí señor, respondió él.</p> - -<p>¿Pues para qué tan exorbitantes encarecimientos? ¿De qué sirve -esta piedra en el mundo? ¿Qué virtudes la han hallado hasta hoy? Ella -no vale para alegrar la vista como las brillantes y transparentes ni -aprovecha para la salud, porque no alegra como la esmeralda ni conforta -como el diamante ni purifica como el zafir. No es contraveneno como la -bezoar ni facilita el parto como la del águila ni quita dolor alguno. -¿Pues de qué sirve, sino para hacer juguetes de niños?</p> - -<p>¡Oh, señor!, dijo el lapidario, perdone vuecencia: que no es sino -para hombres y muy hombres, porque es la piedra filosofal, que enseña -la mayor sabiduría y en una palabra muestra á vivir, que es lo que más -importa.</p> - -<p>¿De qué modo?</p> - -<p>Echando una higa á todo el mundo y no dándosele nada de cuanto hay. -No perdiendo el comer ni el sueño, no siendo tontos. Y eso es vivir -como un rey, que es lo que aún no se sabe.</p> - -<p>Dádmela acá, dijo el duque, que la he de vincular en mi casa.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_186">p. 186</span>Aquí se vende, -gritaba otro, un remedio único para cuantos males hay.</p> - -<p>Acudía tanta gente, que no cabían de pies; aunque sí de cabezas. -Llegó impaciente Andrenio y pidió le diesen de la mercadería presto.</p> - -<p>Sí señor, le respondieron, que se conoce bien la habéis menester. -Tened paciencia.</p> - -<p>Volvió de allí á poco á instar le diesen lo que pedía.</p> - -<p>¿Pues, señor, le dijo el mercader, ya no se os ha dado?</p> - -<p>¿Cómo dado?</p> - -<p>Sí, que yo lo he visto por mis ojos, dijo otro.</p> - -<p>Enfurecíase Andrenio negando.</p> - -<p>Dice verdad; aunque no tiene razón, respondió el mercader: que, -aunque se le han dado, él no la ha tomado. Tened espera.</p> - -<p>Iba cargando la gente y el amo les dijo:</p> - -<p>Señores, servíos despejar y dar lugar á los que vienen, pues ya -tenéis recado.</p> - -<p>¿Qué es esto?, replicó Andrenio. ¿Os burláis de nosotros? ¡Qué linda -flema por cierto! Dadnos lo que pedimos y nos iremos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Sufrir.</i></span> - -Señor mío, dijo el mercader, andad con Dios, que ya os han -dado recado y aun dos veces.</p> - -<p>¿Á mí?</p> - -<p>Sí, á vos.</p> - -<p>No me han dicho sino que tuviese paciencia.</p> - -<p>¡Oh, qué lindo!, dijo el mercader, dando una gran risada. Pues, -señor mío, esa es la preciosa mercadería. Ésa es la que prestamos y -ésa es el remedio único para cuantos males hay. Y quien no la tuviere, -desde el rey hasta el roque, váyase del mundo. Tanto valí, cuanto -sufrí.</p> - -<p>Aquí lo que se vende, decía otro, no hay bastante oro ni plata en el -mundo para comprarlo.</p> - -<p>¿Pues quién feriará?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_187">p. 187</span>Quien no la pierda, -respondieron.</p> - -<p>¿Y qué cosa es?</p> - -<p>La libertad.</p> - -<p>Gran cosa, aquello de no depender de voluntad ajena y más de un -necio, de un modorro. Que no hay tormento como la imposición de hombres -sobre las cabezas.</p> - -<p>Entró un feriante en una tienda y díjole al mercader le vendiese sus -orejas. Riéronlo mucho todos; sino Egenio, que dijo:</p> - -<p>Es lo primero, que se ha de comprar. No hay mercadería más -importante. Y pues habemos feriado lenguas para no hablar, compremos -aquí orejas para no oir y unas espaldas de ganapán ó molinero.</p> - -<p>Hasta el mismo vender hallaron se feriaba, porque saber uno vender -sus cosas vale mucho, que ya no se estima por lo que son, sino por -lo que parecen. Los más de los hombres ven y oyen con ojos y oídos -prestados: viven de información de ajeno gusto y juicio.</p> - -<p>Repararon mucho en que todos los famosos hombres del mundo, el mismo -Alejandro en persona, que lo era, - -<span class="sidenote"><i>Señor<br /> don Juan<br /> de Austria.</i></span> - -dos Césares, Julio y Augusto y otros deste porte y de los modernos el -invicto señor don Juan de Austria, frecuentaban mucho una botica en que -no había letrero.</p> - -<p>Llevólos á ella su mucha curiosidad. Preguntaron á unos y á otros -qué era lo que allí se vendía y nadie lo confesaba. Creció más su -deseo. Advirtieron que los sabios y entendidos eran los mercaderes.</p> - -<p>Aquí gran misterio hay, dijo Critilo.</p> - -<p>Llegóse á uno y muy en secreto le preguntó qué era lo que allí se -vendía.</p> - -<p>Respondióle: No se vende; sino que se da por gran precio.</p> - -<p>¿Qué cosa es?</p> - -<p>Aquel inestimable licor, que hace inmortales á los hombres, y -entre tantos millares como ha habido y habrá los hace conoci<span -class="pagenum" id="Page_188">p. 188</span>dos, quedando los demás -sepultados en el perpetuo olvido, como si nunca hubiera habido tales -hombres en el mundo.</p> - -<p>¡Preciosísima cosa!, exclamaron todos. ¡Oh qué buen gusto tuvieron -Francisco I de Francia, Matías Corvino y otros! Decidnos, señor, ¿no -habrá para nosotros siquiera una gota?</p> - -<p>Sí la habrá, con que deis otra.</p> - -<p>¿Otra, de qué?</p> - -<p>De sudor propio, que, tanto cuanto uno suda y trabaja, tanto se le -da de fama y de inmortalidad.</p> - -<p>Pudo bien Critilo feriarla y así les dieron una redomilla de aquel -eterno licor. Miróla con curiosidad y, cuando creyó sería alguna -confección de estrellas ó alguna quinta esencia del lucimiento del sol -y de trozos de cielo alambicados, halló era una poca tinta mezclada con -aceite. Quiso arrojarla; pero Egenio le dijo:</p> - -<p>No hagas tal y advierte que el aceite de las vigilias de los -estudiosos y la tinta de los escritores, juntándose con el sudor de los -héroes y tal vez con la sangre de las heridas, fabrican la inmortalidad -de su fama. Desta suerte la tinta de Homero hizo inmortal á Aquiles, la -de Virgilio á Augusto, la propia á César, la de Horacio á Mecenas, la -de Jovio al Gran Capitán, la de Pedro Mateo á Enrique IV de Francia.</p> - -<p>¿Pues cómo todos no procuran una excelencia como ésta?</p> - -<p>Porque no todos tienen esa dicha ni ese conocimiento.</p> - -<p>Vendía Tales Milesio obras sin palabras y decía que los hechos son -varones y las palabras hembras.</p> - -<p>Horacio carecía especialmente de ignorancia y aseguraba ser la -sabiduría primera.</p> - -<p>Pitaco, aquel otro sabio de la Grecia, andaba poniendo precios -á todos y muy moderados, igualando las balanzas, y en todas partes -encargaba su <i>Ne quid nimis</i>.</p> - -<p>Estaban muchos leyendo un gran letrero en una tienda, que decía:</p> - -<p>Aquí se vende el bien á mal precio.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_189">p. 189</span>Pero entraban -pocos.</p> - -<p>No os espantéis, Egenio, que es mercadería poco estimada en el -mundo.</p> - -<p>Entren los sabios, decía el mercader, que vuelven bien por mal y -negocian con eso cuanto quieren.</p> - -<p>Aquí hoy no se fía, decía otro, ni aun del mayor amigo, porque -mañana será enemigo.</p> - -<p>Ni se porfía, decía otro.</p> - -<p>Y aquí entraban poquísimos valencianos, como ni en las del -secreto.</p> - -<p>Había al fin una tienda común, donde de todas las demás acudían -á saber el valor y la estimación de todas las cosas. Y el modo de -apreciarlas era bien raro, porque era hacerlas piezas, arrojarlas en -un pozo, quemarlas y al fin perderlas. Y esto hacían aun de las más -preciosas, como la salud, la hacienda, la honra y, en una palabra, -cuanto vale.</p> - -<p>¿Esto es dar valor?, dijo Andrenio.</p> - -<p>Señor, sí, le respondieron: que hasta que se pierden las cosas, no -se conoce lo que valen.</p> - -<p>Pasaron ya á la otra acera de la gran feria de la vida humana, á -instancia de Andrenio y despechos de Critilo; pero muchas veces los -sabios yerran, para que no revienten los necios. Había también muchas -tiendas, pero muy diferentes, correspondiendo en emulación una de esta -parte á la de la otra. Y así decía en la primera un letrero:</p> - -<p>Aquí se vende el que compra.</p> - -<p>Primera necedad, dijo Critilo.</p> - -<p>¡No sea maldad!, replicó Egenio.</p> - -<p>Iba ya á entrar Andrenio y detúvole, diciendo:</p> - -<p>¿Adónde caminas, que vas vendido?</p> - -<p>Miraron de lejos y vieron cómo se vendían unos á otros, hasta los -mayores amigos.</p> - -<p>Decía en otra:</p> - -<p>Aquí se vende lo que se da.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_190">p. 190</span>Unos decían eran -mercedes; otros, que presentes destos tiempos.</p> - -<p>Sin duda, dijo Andrenio, que aquí se da tarde, que es tanto como no -dar.</p> - -<p>No será, sino que se pide lo que se da, replicó Critilo: que es muy -caro lo que cuesta la vergüenza de pedir y mucho más el exponerse á un -no quiero.</p> - -<p>Pero Egenio averiguó eran dádivas del villano mundo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Hacienda.</i></span> - -¡Oh, qué mala mercadería!, gritaba uno á una puerta.</p> - -<p>Y con todo eso no cesaban de entrar á porfía y los que salían todos -decían:</p> - -<p>¡Oh, maldita hacienda! Si no la tenéis, causa deseo; si la tenéis, -cuidado; si la perdéis, tristeza.</p> - -<p>Pero advirtieron había otra botica llena de redomas vacías, cajas -desiertas, y con todo eso muy embarazada de gente y de ruido. Á este -reclamo acudió luego Andrenio.</p> - -<p>Preguntó qué se vendía allí, porque no se veía cosa, y -respondiéronle que viento, aire y aun menos.</p> - -<p>¿Y hay quien lo compre?</p> - -<p>Y quien gasta en ello todas sus rentas. Aquella caja está llena de -lisonjas, que se pagan muy bien. En aquella redoma hay palabras, que -se estiman mucho. Aquel bote es de favores, de que se pagan no pocos. -Aquella arca grande está rellena de mentiras, que se despachan harto -mejor que las verdades y más las que se pueden mantener por tres días y -en tiempo de guerra, dice el italiano, bugia como terra.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Todo aire.</i></span> - -¡Hay tal cosa!, ponderaba Critilo. ¡Que haya quien compre el aire y se -pague dél!</p> - -<p>¿Deso os espantáis?, le dijeron. ¿Pues en el mundo qué hay sino -viento? El mismo hombre, quitadle el aire y veréis lo que queda. Aun -menos que aire se vende aquí y muy bien se paga.</p> - -<p>Vieron que actualmente estaba un boquirrubio dando muchas y muy -ricas joyas, galas y regalos, que siempre andan juntos, á un demonio -de una fea, por quien andaba perdido. Y<span class="pagenum" -id="Page_191">p. 191</span> preguntando qué le agradaba en ella -respondió, que el airecillo.</p> - -<p>De modo, señor mío, dijo Critilo, ¿que aún no llega á ser aire y -enciende tanto fuego?</p> - -<p>Estaba otro dando largos ducados, porque le matasen un contrario.</p> - -<p>¿Señor, qué os ha hecho?</p> - -<p>No ha llegado á tanto; hame dicho de suerte, que por una -palabrilla...</p> - -<p>¿Y era afrentosa?</p> - -<p>No, pero el airecillo con que lo dijo me ofendió mucho.</p> - -<p>De modo, que aún no llega á ser aire lo que os cuesta tan caro á vos -y á él.</p> - -<p>Gastaba un gran príncipe sus rentas en truhanes y bufones y decía -que gustaba mucho de sus gracias y donaires.</p> - -<p>Desta suerte se vendían tan caros puntillos de honra, el modillo, el -airecillo y el donaire.</p> - -<p>Pero lo que les espantó mucho fué ver una mujer tan fiera, que -pasaba plaza de furia infernal, de harpía en arañar á cuantos llegaban -á su tienda y gritaba:</p> - -<p>¿Quién compra? ¿Quién compra pesares, quebraderos de cabeza, -quitasueños, rejalgares, malas comidas y peores cenas?</p> - -<p>Entraban ejércitos enteros y era lo malo que, haciendo alarde, -salían pasando crujía y los que vivos, - -<span class="sidenote"><i>Marqués<br /> del Borro.</i></span> - -que eran bien pocos, salían corriendo sangre, más acribillados de -heridas que un marqués del Borro. Y con verlos, no cesaban de entrar -los que de nuevo venían.</p> - -<p>Estábase Critilo espantado, mirando tal atrocidad y díjole -Egenio:</p> - -<p>Sabe que cuantos males hay le ponen algún cebillo al hombre para -pescarle: la codicia oro, la lujuria deleites, la soberbia honras, -la gula comidas, la pereza descansos; sólo la ira no da sino golpes, -heridas y muertes y con todo eso tantos y tontos la compran tan -cara.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_192">p. 192</span>Pregonaba uno: Aquí -se venden esposas.</p> - -<p>Llegaban unos y otros, preguntando si eran de hierro ó mujeres.</p> - -<p>Todo es uno, que todas son prisiones.</p> - -<p>¿Y el precio?</p> - -<p>De balde y aun menos.</p> - -<p>¿Cómo puede ser menos?</p> - -<p>Sí, pues se paga porque las lleven.</p> - -<p>Sospechosa mercadería: ¿mujeres y pregonadas?, ponderó uno. Ésa -no llevaré yo: la mujer, ni vista ni conocida; pero también será -desconocida.</p> - -<p>Llegó uno y pidió la más hermosa. Diéronsela á precio de gran dolor -de cabeza y añadió el casamentero:</p> - -<p>El primer día os parecerá bien á vos; todos los demás á los -otros.</p> - -<p>Escarmentando otro, pidió la más fea.</p> - -<p>Vos la pagaréis con un continuo enfado.</p> - -<p>Convidábanle á un mozo que tomase esposa y respondió:</p> - -<p>Aún es temprano.</p> - -<p>Y un viejo: Ya es tarde.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Discreción.</i></span> - -Otro, que se picaba de discreción, pidió una que fuese entendida. -Buscáronle una feísima, toda huesos y que todos le hablaban.</p> - -<p>Venga una, señor mío, que sea muy igual en todo, dijo un -cuerdo: porque la mujer, me aseguran, es la otra mitad del -hombre y que realmente antes eran una misma cosa entrambos; -mas que Dios los separó, porque no se acordaban de su divina -Providencia. Y que esta es la causa de aquella tan vehemente -propensión, que tiene el hombre á la mujer, buscando su otra -mitad.</p> - -<p>Casi tiene razón, dijeron; pero es cosa dificultosa hallarle á cada -uno su otra mitad. Todas andan barajadas comúnmente. La del colérico -damos al flemático, la del triste al alegre, la del hermoso al feo -y tal vez la del mozo de veinte años al ca<span class="pagenum" -id="Page_193">p. 193</span>duco de setenta: ocasión de que los más -vienen arrepentidos.</p> - -<p>Pues eso, señor casamentero, dijo Critilo, no tiene disculpa, que -bien conocida es la desigualdad de quince años á setenta.</p> - -<p>¿Qué queréis? Ellos se ciegan y lo quieren así.</p> - -<p>Pero ellas ¿cómo pasan por eso?</p> - -<p>Es, señor, que son niñas y desean ser mujeres y, si ellos caducan, -ellas niñean. El mal es que, en no teniendo mocos, no gustan de -gargajos. Mas eso no tiene remedio. Tomad ésta, conforme la deseáis.</p> - -<p>Miróla y halló que en todo era dos ó tres puntos más corta: en la -edad, en la calidad, en la riqueza, en todo. Y reclamando no era tan -ajustada como deseaba:</p> - -<p>Llevadla, dijo, que con el tiempo vendrá á ajustarse, que de otra -manera pasaría y sería mucho peor. Y tened cuidado de no darla todo lo -necesario, porque en teniéndolo, querrá lo superfluo.</p> - -<p>Fué alabado mucho uno, que diciéndole viese una, que había de ser su -mujer, respondió que él no se casaba por los ojos, sino por los oídos. -Y así llevó en dote la buena fama.</p> - -<p>Convidáronlos á la casa del buen gusto, donde había convitón.</p> - -<p>¿Será casa de gula?, dijo Andrenio.</p> - -<p>Sí será, respondió Critilo; pero los que entran parecen comedores y -los que salen comidos.</p> - -<p>Vieron cosas raras: había sentado un gran señor, rodeado de -gentileshombres enanos, entrometidos, truhanes, valientes y lisonjeros, -que parecía el arca de las sabandijas. - -<span class="sidenote"><i>Príncipes.</i></span> - -Comió bien; pero echáronle la cuenta muy larga, porque dijeron comía -cien mil ducados de renta. Él sin réplica, pasaba por ello. Reparó -Critilo y dijo:</p> - -<p>¿Cómo puede ser esto? No ha comido la centésima parte de lo que -dicen.</p> - -<p>Es verdad, dijo Egenio, que no los come; sino éstos que le van -alrededor.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_194">p. 194</span>Pues, según eso, -no digan que tiene el duque cien mil de renta, sino mil y los demás de -dolor de cabeza.</p> - -<p>Había bravos papasales, otros que papaban viento y decían que -engordaban; pero al cabo todo paraba en aire. Todo se lo tragaban -algunos y otros todo se lo bebían. Muchos tragaban saliva y los más -mordían cebolla y al cabo todos los que comían quedaban comidos hasta -de los gusanos.</p> - -<p>En todas estas tiendas no feriaron cosa de provecho; sí en las otras -de mano derecha, preciosos bienes, verdades de finísisimos quilates -y sobre todo á sí mismos. Que el sabio consigo y Dios, tiene lo que -basta.</p> - -<p>Desta suerte salieron de la feria, hablando cómo les había ido en -ella. Egenio ya otro, porque rico trató de volver á su alojamiento, que -en esta vida no hay casa propia. Critilo y Andrenio se encaminaron á -pasar los puertos de la edad varonil en Aragón, de quien decía aquel su -famoso rey que, en naciendo, fué destinado para dar tantos Santiagos -y para ser conquistador de tantos reinos, comparando las naciones de -España á las edades y que los aragoneses eran los varones.</p> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_2"> - <hr class="chap" /> - <p><span class="pagenum" id="Page_195">p. 195</span></p> - <p class="centra fs200 g1 ws1">EL CRITICÓN</p> - <h2 class="nobreak peq ws1">SEGUNDA PARTE</h2> - <p class="centra fs150 ws1">JUICIOSA CORTESANA FILOSOFÍA<br /> EN - EL OTOÑO DE LA VARONIL EDAD</p> - <hr class="chap" /> -</div> - - -<div class="chapter pt3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_197">p. 197</span></p> - <p class="centra fs90 ws1">AL SERENÍSIMO SEÑOR</p> - <p class="centra fs140 g1 ws1">DON JUAN DE AUSTRIA</p> -</div> - -<p>Serenísimo Señor:</p> - -<p>Arco vistoso y bienvisto el que tantas tempestades serena, brillante -rayo del planeta cuarto y rayo ardiente de la guerra. Hoy en emulación -de las aceradas hojas de Belona, siempre augustas, siempre victoriosas, -en la hercúlea mano de V. A. llegan á tan florecientes plantas estas -de Minerva, prometiéndose eternidades de seguridad á sombra de tan -inmortal plausible lucimiento. De hojas á hojas va la competencia y -no estraña, pues con igual felicidad suelen alternarse las fatigas de -Palas valiente y las delicias de Palas estudiosa, y más en un César -novel, gloria de Austria y blasón de España. La edad, Señor varonil, -maldelineada en estos borrones, bienideada en los aciertos de la -anciana juventud de V. A., vincula su patrocinio en quien toda la -Monarquía Católica, su desempeño, inaugurando que quien, cuando había -de ser joven, es tanto hombre, cuando llegue á ser hombre, será un -jayán del valor, un héroe de la virtud y un fénix de la fama.</p> - -<div class="firma"> - <p class="centra"><span class="smcap">B. L. P. de V. A.</span></p> - <p class="centra"><i>LORENZO GRACIÁN.</i></p> -</div> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_2_1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_199">p. 199</span></p> - <h3 class="g1 ws1">CRISI PRIMERA</h3> - <p class="subh3c"><i>Reforma universal.</i></p> -</div> - -<p>Renuncia el hombre inclinaciones de siete en siete años: ¡cuánto -más alternará genios en cada una de sus cuatro edades! Comienza á -medio vivir quien poco ó nada percibe. Ociosas pasan las potencias en -la niñez, aun las vulgares; que las nobles sepultadas yacen en una -puerilidad insensible, punto menos que bruto, aumentándose con las -plantas y vegetándose con las flores.</p> - -<p>Pero llega el tiempo en que también el alma sale de mantillas: -ejerce ya la vida sensitiva, entra en la jovial juventud, que de allí -tomó apellido. ¡Qué sensual! ¡Qué delicioso! No atiende sino á holgarse -el que nada entiende. No vaca al noble ingenio; sino al delicioso -genio. Sigue sus gustos, cuando tan malo le tiene.</p> - -<p>Llega al fin, pues, siempre tarde á la vida racional y muy de -hombre: ya discurre y se desvela. - -<span class="sidenote"><i>Empleos<br /> varoniles.</i></span> - -Y porque se reconoce hombre, trata de ser persona. Estima el ser -estimado, anhela al valer, abraza la virtud, logra la amistad, solicita -el saber, atesora noticias y atiende á todo sublime empleo.</p> - -<p>Acertadamente discurría quien comparaba el vivir del hombre al -correr del agua, cuando todos morimos y como ella nos vamos deslizando. -Es la niñez fuente risueña. Nace entre menudas arenas, que de los -polvos de la nada se hacen los lodos del cuerpo. Sale tan clara como -sencilla. Ríe lo que no murmu<span class="pagenum" id="Page_200">p. -200</span>ra, bulle entre campanillas de viento, arrúllase entre -pucheros y cíñese de verduras que la fajan.</p> - -<p>Precipítase ya la mocedad en un impetuoso torrente, corre, salta, se -arroja y despeña, tropezando con las guijas, rifando con las flores. Va -echando espumas, se enturbia y se enfurece.</p> - -<p>Sosiégase ya río en la varonil edad. Va pasando tan callado, cuan -profundo, caudalosamente vagaroso. Todo es fondos, sin ruido. Dilátase -espaciosamente grave, fertiliza los campos, fortalece las ciudades, -enriquece las provincias y de todas maneras aprovecha.</p> - -<p>¡Mas ay! que al cabo viene á parar en el amargo mal de la vejez, -abismo de achaques, sin que le falte una gota. Allí pierden los ricos -sus bríos, su nombre y su dulzura. Va á orza el carcomido bajel, -haciendo agua por cien partes y á cada instante zozobrando entre -borrascas tan deshechas, que le deshacen, hasta dar al través con dolor -y con dolores en el abismo de un sepulcro, quedando encallado en el -perpetuo olvido.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Aragón,<br /> buena España.</i></span> - -Hallábanse ya nuestros dos peregrinos del vivir, Critilo y Andrenio, -en Aragón, que los estranjeros llaman la buena España, empeñados en el -mayor reventón de la vida. Acababan de pasar sin sentir, cuando con -mayor sentimiento, los alegres prados de la juventud, lo ameno de sus -verduras, lo florido de sus lozanías y, subiendo la trabajosa cuesta -de la edad varonil, llena de asperezas, si no malezas, emprendían una -montaña de dificultades.</p> - -<p>Hacíasele muy cuesta arriba á Andrenio, como á todos los que suben -á la virtud, que nunca hubo altura sin cuesta. Iba afanando y aun -sudando. Animábale Critilo con prudentes recuerdos y consolábale en -aquella esterilidad de flores con la gran copia de frutos, de que se -veían cargados los árboles. Pues tenían más que hojas, contando las -de los libros. Subían tan altos, que les pareció señoreaban cuanto -contiene el mundo, muy superiores á todo.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_201">p. 201</span>¿Qué te parece -desta nueva región?, dijo Critilo. ¿No percibes qué aires estos tan -puros?</p> - -<p>Así es, respondió Andrenio. Paréceme que ya llevamos otros aires. -¡Qué buen puesto éste para tomar aliento y asiento! Que ya es tiempo de -tenerle.</p> - -<p>Pusiéronse á contemplar lo que habían caminado hasta hoy.</p> - -<p>¿No atiendes qué de verduras dejamos atrás, tan pisadas, como -pasadas? ¡Cuán bajo y cuán vil parece todo lo que habemos andado hasta -aquí! Todo es niñería, respecto de la gran provincia que emprendemos. -¡Qué humildes y qué bajas se reconocen todas las cosas pasadas! ¡Qué -profundidad tan notable se advierte de aquí allá! Despeño sería querer -volver á ellas. ¡Qué pasos tan sin provecho, cuantos habemos dado hasta -hoy!</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Argos moral.</i></span> - -Esto estaban filosofando, cuando descubrieron un hombre, muy otro de -cuantos habían topado hasta aquí, pues se estaba haciendo ojos para -notarlos, que ya poco es ver. Fuése acercando y ellos advirtiendo que -realmente venía todo rebutido de ojos de pies á cabeza y todos suyos y -muy despiertos.</p> - -<p>¡Qué gran mirón es éste!, dijo Andrenio.</p> - -<p>No; sino prodigio de atenciones, respondió Critilo. Si él es hombre, -no destos tiempos; y, si lo es, no es marido ni aun pastor ni trae -cetro ni cayado. ¿Mas si sería Argos? Pero no, que ése fué del tiempo -antiguo y ya no se usan semejantes desvelos.</p> - -<p>Antes sí, respondió el mismo: que estamos en tiempos, que es -menester abrir el ojo y aun no basta; sino andar con cien ojos. Nunca -fueron menester más atenciones, que cuando hay tantas intenciones: que -ya ninguno obra de primera. Y advertid que de aquí adelante ha de ser -el andar despabilados, que hasta ahora todos habéis vivido á ciegas y -aun á dormidas.</p> - -<p>Dínos por tu vida, tú que ves por ciento y vives por otros tantos, -¿guardas aún bellezas?</p> - -<p>¡Qué vulgaridad tan rancia!, respondió él. ¿Y quién me mete -á mí en imposibles? Antes me guardo yo dellas y guardo á otros -bienentendidos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_202">p. 202</span>Estaba atónito -Andrenio, haciéndose ojos también ó en desquite ó en imitación.</p> - -<p>Y reparando en ellos Argos, le dijo:</p> - -<p>¿Ves ó miras? Que no todos miran lo que ven.</p> - -<p>Estoy, respondió, pensando de qué te pueden servir tantos ojos. -Porque en la cara están en su lugar, para ver lo que pasa, y aun en el -cerebro, para ver lo que pasó; ¿pero en los hombros á qué propósito?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Ojo á la carga<br /> y al cargo.</i></span> - -¡Qué bien lo entiendes!, dijo Argos. Éstos son más importantes, los que -más estimaba don Fadrique de Toledo.</p> - -<p>¿Pues para qué valen?</p> - -<p>Para mirar un hombre la carga que se echa á cuestas y más si se casa -ó se arrasa, al aceptar el cargo y entrar en el empleo. Ahí es el ver -y tantear la carga, mirando y remirando, midiéndola con sus fuerzas, -viendo lo que pueden sus hombros. Que el que no es un Atlante ¿para -qué se ha de meter á sostener las estrellas? Y el otro, que no es un -Hércules, ¿para qué se entremete á sustituto del peso de un mundo? Él -dará con todo en tierra.</p> - -<p>¡Oh, si todos los mortales tuviesen destos ojos! Yo sé que no se -echarían tan á carga cerrada las obligaciones, que después no pueden -cumplir. Y así andan toda la vida gimiendo con la carga incomportable: -el uno de un matrimonio, sin patrimonio; el otro del demasiado punto, -sin coma; éste con el empeño en que se desempeña y aquél con el honor, -que es horror. Estos ojos humerales abro yo primero muy bien, antes de -echarme la carga á cuestas; que el abrirlos después no sirve sino para -la desesperación ó para el llanto.</p> - -<p>¡Oh, cómo tomaría yo otros dos, dijo Critilo, no sólo para no cargar -de obligaciones, pero ni aun encargarme de cosa alguna, que abrume la -vida y haga sudar la conciencia!</p> - -<p>Yo confieso, que tienes razón, dijo Andrenio, y que están bien los -ojos en los hombros, pues todo hombre nació para la carga. - -<span class="sidenote"><i>Ojo al arrimo.</i></span> - -<span class="pagenum" id="Page_203">p. 203</span>Pero díme: esos, -que llevas en las espaldas ¿para qué pueden ser buenos? Si ellas de -ordinario están arrimadas ¿de qué sirven?</p> - -<p>Y aun por eso, respondió Argos: para que miren bien dónde se -arriman. ¿No sabes tú que casi todos los arrimos del mundo son falsos, -chimeneas tras tapiz, que hasta los parientes falsean y se halla -peligro en los mismos hermanos? Maldito el hombre, que confía en otro, -y sea quien fuere. ¿Qué digo amigos y hermanos? De los mismos hijos -no hay que asegurarse y necio del padre, que en vida se despoja. No -decía del todo mal quien decía que vale más tener que dejar en muerte -á los enemigos, que pedir en vida á los amigos. Ni aun en los mismos -padres hay que confiar, que algunos han echado dado falso á los hijos y -¡cuántas madres hoy venden las hijas!</p> - -<p>Hay gran cogida de falsos amigos y poca acogida en ellos. Ni hay -otra amistad, que dependencia. Á lo mejor falsean y dejan á un hombre -en el lugar, en que ellos le metieron. ¿Qué importa que el otro os haga -espaldas en el delito, si no os hace cuello después en el degüello?</p> - -<p>Buen remedio, dijo Critilo, no arrimarse á cabo alguno, estarse -solo, vivir á lo filósofo y á lo feliz.</p> - -<p>Rióse Argos y dijo:</p> - -<p>Si un hombre no busca algún arrimo, todos le dejarán estar y no -vivir. Ningunos más arrimados hoy que los que no se arriman. Aunque sea -un gigante en méritos, le echarán á un rincón. - -<span class="sidenote"><i>Don Miguel<br /> de Escartín.</i></span> - -Así puede ser más benemérito que nuestro obispo de -Barbastro, más hombre de bien que el mismo patriarca, más -valiente que Domingo de Eguía, más docto que el cardenal de -Lugo: nadie se acordará dél. Y aun por eso, toda conclusión -se arrima á buen poste y todo jubileo á buena esquina. Creedme -que importan mucho estas atenciones respaldares.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Ojo político.</i></span> - -Ésos sean los mismos, dijo Andrenio, y no los de las rodillas. Desde -ahora los renuncio allí. ¿Y para qué, sino para cegarse con el polvo y -quedar estrujados en el suelo?</p> - -<p>¡Qué mal lo discurres!, respondió Argos. Ésos son hoy los<span -class="pagenum" id="Page_204">p. 204</span> prácticos. Porque más -político es mirar un hombre á quién se dobla, á quién hinca la rodilla, -qué numen adora, quién ha de hacer el milagro. Que hay imágenes viejas, -de adoración pasada, que no se les hace ya fiesta, figura del descarte, -barajadas de la fortuna. Estos ojos son para brujulear quién triunfa, -para hacerse hombre, ver quién vale y ha de valer.</p> - -<p>De verdad, que no me desagradan, dijo Critilo, y que en las cortes -me dicen se estiman harto. Por no tener yo otros como ellos, voy -siempre rodando. Esta mi entereza me pierde.</p> - -<p>Una cosa no me puedes negar, replicó Andrenio: que los ojos en las -espinillas no sirven sino para lastimarse. Señor, en los pies están en -su lugar, para ver un hombre dónde los tiene, dónde entra y sale, en -qué pasos anda; pero en las piernas ¿para qué?</p> - -<p>¡Oh, sí! Para no echarlas ni hacerlas con el poderoso, con el -superior. Atienda el sagaz con quién se toma, mire con quién las ha -y, en reconociéndole la cuesta, no parta peras con él, cuanto menos -piedras. Si éstos hubiera tenido aquel hijo del polvo, no se hubiera -metido entre los brazos de Hércules, nunca hubiera luchado con él. -Ni los rebeldes titanes se hubieran atrevido á descomponerse con -el Júpiter de España. Que estas necias temillas tienen abrumados á -muchos.</p> - -<p>Prométoos que para poder vivir es menester armarse un hombre de -pies á cabeza, no de ojetes, sino de ojazos, muy despiertos. Ojos en -las orejas para descubrir tanta falsedad y mentira. Ojos en las manos -para ver lo que da y mucho más lo que toma. Ojos en los brazos para no -abarcar mucho y apretar poco. Ojos en la misma lengua para mirar muchas -veces lo que ha de decir uno. Ojos en el pecho para ver en qué lo ha -de tener. Ojos en el corazón, atendiendo á quién le tira ó le hace -tiro. Ojos en los mismos ojos para mirar cómo miran. Ojos y más ojos y -reojos, procurando ser Elmirante en un siglo tan Adelantado.</p> - -<p>¿Qué hará, ponderaba Critilo, quien no tiene sino dos y ésos<span -class="pagenum" id="Page_205">p. 205</span> nunca bien abiertos, - -<span class="sidenote"><i>Hércules<br /> de Austria.</i></span> - -llenos de legañas y mirando aniñadamente con dos niñas? ¿No nos -venderías, que ya nadie da, si no es el señor don Juan de Austria, un -par désos, que te sobran?</p> - -<p>¿Qué es sobrar?, dijo Argos. De mirar nunca hay harto. Á más de que -no hay precio para ellos; sólo uno y ese es un ojo de la cara.</p> - -<p>¿Pues qué ganaría yo en eso?, replicó Critilo.</p> - -<p>Mucho, respondió Argos. El mirar con ojos ajenos, que es una gran -ventaja; sin pasión y sin engaño, que es el verdadero mirar. Pero -vamos, que yo os ofrezco que, antes que nos dividamos, habéis de lograr -otros tantos como yo. Que también se pegan, como el entendimiento, -cuando se trata con quien le tiene.</p> - -<p>¿Dónde nos quieres llevar?, preguntó Critilo, ¿y qué haces aquí, en -esta plaga del mundo, que todo él se compone de plagas?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Puerto<br /> y puerta<br /> de la -vida.</i></span> - -Soy guarda, respondió, en este puerto de la vida, tan dificultoso, cuan -realzado: pues comenzándole todos á pasar mozos, se hallan al cabo -hombres. Aunque no lo sienten tanto como las hembras, con que de mozas, -que antes eran, se hallan después dueñas; mas ellas reniegan de tanta -autoridad. Y ya que no tienen remedio, buscan consuelo en negar. Y es -tal su pertinacia, que estarán muchas canas de la otra parte y porfían -que comienzan ahora á vivir. Pero callemos, que lo han hecho crimen de -descortesía y dicen: más querríamos nos desañasen, que desengañasen.</p> - -<p>¿De modo, dijo Critilo, que eres guarda de hombres?</p> - -<p>Sí y muy hombres: de los viandantes. Porque ninguno pase mercaderías -de contrabando de la una provincia á la otra. Hay muchas cosas -prohibidas, que no se pueden pasar de la juventud á la virilidad. -Permítense en aquélla y en ésta están vedadas so graves penas. Á más de -ser toda mala mercadería y perdida por ser mala hacienda. Cuéstales á -algunos muy cara la niñería. Porque hay pena de infamia y tal vez de la -vida, especialmente<span class="pagenum" id="Page_206">p. 206</span> -si pasan deleites y mocedades. - -<span class="sidenote"><i>Costumbres de<br /> contrabando.</i></span> - -Para obviar este daño tan pernicioso al género humano, hay guardas -muy atentas, que corren todos estos parajes, cogiendo los que andan -descaminados. Yo soy sobre todos y así os aviso que miréis bien si -lleváis alguna cosa, que no sea muy de hombres, y la depongáis. Porque, -como digo, á más de ser cosa perdida, quedaréis afrentados, cuando -seáis reconocidos. Y advertid que, por más escondida que la llevéis, os -la han de hallar. Que del mismo corazón redundará luego á la boca y los -colores al rostro.</p> - -<p>Demudóse Andrenio. Mas Critilo, por desmentir indicios, mudó de -plática y dijo:</p> - -<p>En verdad, que no es tan áspera la subida, como habíamos concebido. -Siempre se adelanta la imaginación á la realidad. ¡Qué sazonados están -todos estos frutos!</p> - -<p>Sí, respondió Argos: que aquí todo es madurez. No tienen aquella -acedía de la juventud, aquel desabrimiento de la ignorancia, lo insulso -de su conversación, lo crudo de su mal gusto. - -<span class="sidenote"><i>Hombre<br /> en su punto.</i></span> - -Aquí ya están en su punto, ni tan pasados como en la vejez ni tan -crudos como en la mocedad; sino en un buen medio.</p> - -<p>Topaban muchos descansos, con sus asientos bajo de frondosos morales -muy copados, cuyas hojas, según decía Argos, hacen sombra saludable y -de gran virtud para las cabezas, quitándoles á muchos el dolor della. -Y aseguraban haberlos plantado algunos célebres sabios, para alivio en -el cansado viaje de la vida. Pero lo más importante era que á trechos -hallaban algún refresco de saber, confortativos de valor, que se decía -haberlos fundado allí á costa de su sudor algunos varones singulares, -dotándolos de renta de doctrina. Y así en una parte les brindaron -quintas esencias de Séneca, en otras divinidades de Platón, néctares -de Epicuro y ambrosías de Demócrito y de otros muchos autores sacros -y profanos, con que cobraban, no sólo aliento, pero mucho ser de -personas, adelantándose á todos los demás.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Aduana<br /> de vida.</i></span> - -Al sublime centro habían llegado de aquellas eminencias, cuando -descubrieron una gran casa labrada, más de provecho,<span -class="pagenum" id="Page_207">p. 207</span> que de artificio. Y, -aunque muy capaz, nada suntuosa. De profundos cimientos, asegurando -con firmes estribos las fuertes paredes. Mas no por eso se empinaba -ni poblaba el aire de castillos ni de torres. No brillaban chapiteles -ni andaban rodando las giraldas. Todo era á lo macizo, de piedras -sólidas y cuadradas, muy á machamartillo. Y aunque tenía muchas vistas -con ventanas y claraboyas á todas luces; pero no tenía reja alguna ni -balcón. Porque entre hierros, aunque dorados, se suelen forjar los -mayores y aun ablandarse los pechos más de bronce.</p> - -<p>El sitio era muy esento, señoreando cuanto hay á todas partes y -participando de todas luces, que ninguna aborrece. Lo que más la -ilustraba eran dos puertas grandes y siempre patentes: la una al -oriente de donde se viene y la otra al ocaso donde se va. Y aunque -ésta parecía falsa, era la más verdadera y la principal. Por aquélla -entraban todos y por ésta salían algunos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Transformaciones<br /> de la edad.</i></span> - -Causóles aquí estraña admiración ver cuán mudados salían los pasajeros -y cuán otros de lo que entraban, pues totalmente salían diferentes -de sí mismos. Así lo confesó uno á la que le decía: Yo soy aquélla, -respondiéndole: Yo no soy aquél.</p> - -<p>Los que entraban risueños, salían muy pensativos; los alegres, -melancólicos; ninguno se reía. Todo era autoridad. Y así los -muy ligeros antes, ahora procedían graves; los bulliciosos, pausados; -los flacos, que en cada ocasión daban de ojos, ahora en -la cuenta; pisando firme los que antes de pie quebrado; los livianos, -muy sustanciales. Estaba atónito Andrenio, viendo tal -novedad y tan impensada mudanza.</p> - -<p>Aguarda, dijo: aquel que sale hecho un Catón ¿no era poco -ha un chisgaravís?</p> - -<p>El mismo.</p> - -<p>¡Hay tal transformación!</p> - -<p>¿No veis aquel, que entraba saltando y bailando á la francesa, cómo -sale muy tétrico y muy grave á la española? Pues aquel otro sencillo -¿notáis qué doblado y qué cauto se muestra?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_208">p. 208</span>Aquí, dijo -Andrenio, alguna Circe habita, que así transforma las gentes. ¿Qué -tienen que ver con éstas todas las metamorfosis, que celebra Ovidio? -Mirad aquel, que entró hecho un Claudio emperador, cuál sale hecho un -Ulises. - -<span class="sidenote"><i>Madurez varonil.</i></span> - -Todos se movían antes con ligera facilidad, y ahora proceden con maduro -juicio. Hasta el color sacan, no sólo alterado, pero mudado.</p> - -<p>Y realmente era así, porque vieron entrar un boquirrubio y salió -luego barbinegro. Los colorados, pálidos; convertidas las rosas en -retamas. Y en una palabra, todos trocados de pies á cabeza, pues ya no -movían ésta con ligereza á un lado ni á otro; sino que la tenían tan -quieta, que parecía haberles echado á cada uno una libra de plomo en -ella. Los ojos altaneros, muy mesurados. Asentaban el pie, no jugando -del brazo. La capa sobre los hombros muy á lo chapado.</p> - -<p>No es posible sino que aquí hay algún encanto, repetía Andrenio. -Aquí algún misterio hay. ¿Ó esos hombres se han casado, según salen -pensativos?</p> - -<p>¿Qué mayor encanto, dijo Argos, que treinta años á cuestas? Ésta es -la transformación de la edad. Advertid que en tan poca distancia, como -hay de la una puerta á la otra, hay treinta leguas de diferencia, no -menos, que de ser mozo á ser hombre. Éste es el pasadizo de la juventud -á la varonil edad.</p> - -<p>En aquella primera puerta dejan la locura, la liviandad, la -ligereza, la facilidad, la inquietud, la risa, la desatención, el -descuido con la mocedad. Y en esta otra cobran el seso, la gravedad, la -severidad, el sosiego, la pausa, la espera, la atención y los cuidados -con la virilidad.</p> - -<p>Y así veréis que aquel, que hablaba de taravilla, ahora tan espacio, -que parece que da audiencia. Pues aquel otro, que le iba chapeando -el seso, mirad qué chapado sale. El otro con sus cascos de corcho -qué sustancial se muestra. ¿No atendéis á aquel tan medido en sus -acciones, tan comedido en sus palabras? Éste era aquel casquilucio. -Tened cuenta cuál entra aquel con sus pies de pluma; veréis luego cuál -saldrá con pies de<span class="pagenum" id="Page_209">p. 209</span> -plomo. ¿No veis cuántos valencianos entran y qué de aragoneses salen? -Al fin, todos muy otros de sí mismos, cuando más vuelven en sí. Su -andar pausado, su hablar grave, su mirar compuesto y que compone, y su -proceder concertado, que cada uno parece un Chumacero.</p> - -<p>Dábales ya prisa Argos que entrasen y ellos:</p> - -<p>Dínos primero ¿qué casa es ésta tan cara?</p> - -<p>Ésta es, respondió, la aduana general de las edades. Aquí comparecen -todos los pasajeros de la vida y aquí manifiestan la mercadería que -pasan, averíguase de dónde vienen y dónde van á parar.</p> - -<p>Entraron dentro y hallaron un areópago, porque era presidente el -Juicio, un gran sujeto, asistiéndole el Consejo muy hombre, el Modo muy -bienhablado, el Tiempo de grande autoridad, el Cierto de mucha cuenta, -el Valor muy ejecutivo y así otros grandes personajes. Tenía delante un -libro abierto de cuenta y razón, cosa que se hizo muy nueva á Andrenio, -como á todos los de su edad y que pasan á ser gente de veras. - -<span class="sidenote"><i>Examen<br /> de personas.</i></span> - -Llegaron á tiempo que actualmente estaban examinando á unos viandantes -de qué tierra venían.</p> - -<p>Con razón, dijo Critilo, porque della venimos y á ella volvemos.</p> - -<p>Sí, dijo otro, que sabiendo dónde venimos, sabremos mejor dónde -vamos.</p> - -<p>Muchos no atinaban á responder: que los más no daban razón de sí -mismos. Y así, preguntándole á uno dónde caminaba, respondió que adonde -le llevaba el tiempo, sin cuidarse más que de pasar y hacer tiempo.</p> - -<p>Vos le hacéis y él os deshace, dijo el presidente.</p> - -<p>Y remitióle á la reforma de los que hacen número en el mundo.</p> - -<p>Respondió otro que él pasaba adelante, por no poder volver atrás.</p> - -<p>Los más decían que porque los habían echado, con harto do<span -class="pagenum" id="Page_210">p. 210</span>lor de su corazón, de los -floridos países de su mocedad; que, si eso no fuera, toda la vida -se estuvieran con gusto, dándose verdes de mocedades. Y á éstos los -remitieron á la reforma de aniñados.</p> - -<p>Estábase lamentando un príncipe de verse así tan adelante y á -su antecedente tan atrás. Porque hasta entonces, divertido con los -pasatiempos de la mocedad, no había pensado en ser algo; pero, aquellos -ya acabados, le daba gran pena ver que le sobraban años y le faltaban -empleos. Remitiéronle á la reforma de la espera, si no quería reinar -por falto, que era despeñarse.</p> - -<p>En busca de la honra dijeron algunos que iban, muchos tras el -interés y muy pocos los que á ser personas; aunque fueron oídos de -todos con aplauso y de Critilo con observación.</p> - -<p>Llegaron en esto las guardas con una gran tropa de pasajeros, que -los habían cogido descaminados. Mandaron fuesen luego reconocidos -por la Atención y el Recato y que les escudriñasen cuanto llevaban. -Topáronle al primero no sé qué libros y algunos muy metidos en los -senos.</p> - -<p>Leyeron los títulos y dijeron ser todos prohibidos por el Juicio, -contra las pragmáticas de la prudente Gravedad, pues eran de novelas y -comedias.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Reforma<br /> de libros.</i></span> - -Condenáronlos á la reforma de los que sueñan despiertos. Y los libros -mandaron se les quitasen á hombres que lo son y se relajasen á los -pajes y doncellas de labor. Y generalmente todo género de poesía en -lengua vulgar, especialmente burlesca y amorosa, letrillas, jácaras, -entremeses, follaje de primavera, se entregaron á los pisaverdes.</p> - -<p>Lo que más admiró á todos fué que la misma Gravedad en persona -ordenó seriamente que de treinta años arriba ninguno leyese ni recitase -coplas ajenas, mucho menos propias ó como suyas, so pena de ser -tenidos por ligeros, desatentos ó versificantes. Lo que es leer algún -poeta sentencioso, heroico, moral y aun satírico, en verso grave, se -les permitió á algunos de mejor gusto, que autoridad, y esto en sus -retretes, sin testigos, ha<span class="pagenum" id="Page_211">p. -211</span>ciendo el descomido de tales niñerías; pero allá á -escondidas, chupándose los dedos. El que quedó muy corrido fué uno, á -quien le hallaron un libro de caballerías.</p> - -<p>Trasto viejo, dijo la Atención, de alguna barbería.</p> - -<p>Afeáronsele mucho y le constriñeron lo restituyese á los escuderos -y boticarios. Mas los autores de semejantes disparates, á locos -estampados.</p> - -<p>Replicaron algunos que para pasar el tiempo se les diese facultad -de leer las obras de algunos otros autores, que habían escrito contra -estos primeros, burlándose de su quimérico trabajo, y respondióles la -Cordura que de ningún modo, porque era dar de lodo en el cieno y había -sido querer sacar del mundo una necedad con otra mayor.</p> - -<p>En lugar de tanto libro inútil, ¡Dios se lo perdone al inventor de -la estampa!, ripio de tiendas y ocupación de legos, les entregaron -algunos Sénecas, Plutarcos, Epictetos y otros, que supieron hermanar la -utilidad con la dulzura.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Polilla<br /> del tiempo.</i></span> - -Acusaron éstos á otros, que no menos ociosos y más perniciosos, se -habían jugado el sol y quedado á la luna, diciendo que para pasar el -tiempo. Como si él no los pasase á ellos y como si el perderlo fuera -pasarlo.</p> - -<p>De hecho le hallaron á uno una baraja. Mandaron al punto quemar -las cartas, por el peligro del contagio, sabiendo que barajas -ocasionan barajas y de todas maneras empeños, barajando la atención, -la reputación, la modestia, la gravedad y tal vez la alma. Mas al que -se los hallaron, con todos los tahures, hasta los cuartos, que es la -cuarta generación, les barajaron las haciendas, las casas, la honra, el -sosiego para toda la vida.</p> - -<p>En medio desta suspensión y silencio se le oyó silbar á uno, cosa -que escandalizó mucho á todos los circunstantes y más á los españoles. -Y averiguada la desatención, hallaron había sido un francés y le -condenaron á nunca estar entre personas.</p> - -<p>Más les ofendió un sonsonete, como de guitarra, instrumento<span -class="pagenum" id="Page_212">p. 212</span> vedado so graves penas -de la Cordura. Y así refieren que dijo el Juicio, en sintiendo las -cuerdas:</p> - -<p>¿Qué locura es ésta? ¿Estamos entre hombres ó entre barberos?</p> - -<p>Hízose averiguación de quién la tañía y hallaron era un portugués. Y -cuando creyeron todos le mandarían dar un trato de cuerda, oyeron que -le rogaban, que á los tales se les ruega, tañese algún son moderno y -lo acompañase con alguna tonadilla. Con harta dificultad lo recabaron -y con mayor después que cesase. Gustaron mucho, aun los más serios -ministros de la reforma humana. Y generalmente se les mandó á todos -los que pasan de mozos á hombres que de allí adelante ninguno tañese -instrumento ni cantase; pero que bien podían oir tañer y cantar, que es -más gusto y más decoro.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Enamorado,<br /> mozo ó loco.</i></span> - -Iban con tanto rigor en esto de reconocer los humanos pasajeros, que -llegaron las guardas á desnudar algunos de los sospechosos. Cogiéronle -á uno un retrato de una dama, ahorcado de un dogal de nácar. Quedó él -tan perdido, cuan escandalizados todos los cuerdos. Que aun de mirar -el retrato no se dignaron; sino lo que bastó para dudar cuál era la -pintada, ésta ó aquélla.</p> - -<p>Reparó una de las guardas y dijo:</p> - -<p>Éste ya yo le he quitado á otro y no ha muchos días.</p> - -<p>Mandáronle sacar y hallaron una docena dellos.</p> - -<p>Basta, dijo el presidente: que una loca hace ciento. Recójanlos como -moneda falsa, doblones de muchas caras.</p> - -<p>Y á él le intimaron que ó menos barbas ó menos figurerías y que esto -de trillar la calle, dar vueltas, comer hierro, apuntalar esquinas, -deshollinar balcones, lo dejasen para los Adonis boquirrubios.</p> - -<p>El que causó mucha risa fué uno, que llegó con un ramo en la mano -y, averiguando que no era médico ni valenciano, sino pisaverde, le -atropelló la Atención, diciéndole era ramo de locura, tablilla de -mesón, vacío de seso.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_213">p. 213</span>Vieron uno, que -no miraba á los otros y sin ser tosco tenía fijos los ojos en el -sombrero.</p> - -<p>Pues no será de corrido, dijo la Sagacidad.</p> - -<p>Y en sospechas de liviandad, llegaron á reconocerle y le hallaron -un espejillo, clavado en la copa del sombrero y por cosa cierta -averiguaron era primo loco, sucesor de Narciso.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Traje, corteza<br /> del ánimo.</i></span> - -No se admiraron tanto déstos, cuanto de un otro, que repetía para Catón -en la severidad y aun se emperdigaba para repúblico. Miráronle de pies -á cabeza y brujuleáronle una faldilla de un jubón verde, color muy -malvisto de la Autoridad.</p> - -<p>¡Oh! qué bien merecía otro, votaron todos. Pero por no escandalizar -el populacho, muy á lo callado le remitieron al nuncio de Toledo, que -le absolviese de juicio.</p> - -<p>Á otro, que debajo una sotanilla negra traía un calzón acuchillado, -le condenaron á que terciase la falda, prendiéndola de la pretina, para -que todo el mundo viese su desgarro.</p> - -<p>Intimaron á otros seriamente que en adelante ninguno llevase -arremangada la falda del sombrero á la copa; si no es yendo á caballo, -cuando ninguno es cuerdo. Ni de canto el sombrero á un lado de la -cabeza, dejando desabrigado el seso del otro. Que no se vayan mirando á -sí mismos ni por sombra, so pena de malvistos. Ni los pies, que no es -bien pavonearse. Plumas y cintas de colores se les vedaron; si no á los -soldados visoños, mientras van ó vuelven de la campaña. Que todos los -anillos se entregasen á los médicos y abades; á éstos, porque entierran -los que aquellos destierran.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Librea<br /> del hombre.</i></span> - -Pasaron ya los ministros de aquella gran aduana del tiempo á la -reforma general de todos cuantos pasan de pajes de la juventud á -gentileshombres de la virilidad. Y lo primero, que se ejecutó, fué -desnudarles á todos la librea de la mocedad, el pelo rubio y dorado -y cubrirles de pelo negro, luto en lo melancólico y lo largo, pues, -cerrando las sienes, llega á ser pelo en pecho.</p> - -<p>Ordenáronles seriamente que nunca más peinasen pelo rubio<span -class="pagenum" id="Page_214">p. 214</span> y menos hacia la boca y los -labios, color profano y malvisto en adelante, vedándoles todo género de -bozo y de guedejas rizadas, para escusar las risadas de los cuerdos.</p> - -<p>Toda color material, que no la formal, les prohibieron, no -permitiéndoles aun el volverse colorados; sino pálidos, en señal de sus -cuidados. Convirtiéronles las rosas de las mejillas en espinas de la -barba.</p> - -<p>De suerte, que de pies á cabeza los reformaban. Echábanles á todos -un candado en la boca, un ojo en cada mano y otra cara janual, pierna -de grulla, pie de buey, oreja de gato, ojo de lince, espalda de -camello, nariz de rinoceronte y de culebra el pellejo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Gusto<br /> reformador.</i></span> - -Hasta el material gusto les reformaba, ordenándoles que en adelante -no mostrasen apetecer las cosas dulces, so pena de niños; sino las -picantes y agrias y algunas saladas. Y, porque á uno le hallaron unos -confites, le fué intimado se pusiese el babador, siempre que los -hubiese de comer. Y así todos se guardaban de trocar el cardo por las -pasas y todos comían la ensalada.</p> - -<p>Cogieron á otro comiendo unas cerezas y volvióse de su color. -Saltáronle á la cara, mandáronle que las trocase en guindas. De modo, -que aquí no está vedada la pimienta; antes se estima más que el azúcar, -mercadería muy acreditada, que algunos hasta en el entendimiento la -usan y más si se junta con la naranja.</p> - -<p>La sal también está muy valida y hay quien la come á puñados; pero -sin lo útil no entra en provecho. Salan muchos los cuerpos de sus -obras, porque nunca se corrompan, ni hay tales aromas para embalsamar -libros, libres de los gusanos roedores, como los picantes y las -sales.</p> - -<p>Están tan desacreditados los dulces, que aun la misma Panegiri de -Plinio á cuatro bocados enfada. Ni hay hartazgo de zanahorias, como -unos cuantos sonetos del Petrarca y otros tantos de Boscán. Que aun á -Tito Livio hay quien le llama<span class="pagenum" id="Page_215">p. -215</span> tocino gordo y de nuestro Zurita no falta quien luego se -empalaga.</p> - -<p>Tenga yo gusto y voto; no siempre viva del ajeno. Que los más en el -mundo gustan de lo que ven gustar á otros. Alaban lo que oyeron alabar -y, si les preguntáis en qué está lo bueno de lo que celebran, no saben -decirlo. De modo que viven por otros y se guían por entendimiento -ajeno. Tenga, pues, juicio propio y tendrá voto en su censura.</p> - -<p>Guste de tratar con hombres, que no todos los que lo parecen, lo -son. Razone más que hable. Converse con los varones noticiosos y podrá -tal vez contar algunos chistes, encaminando á la gustosa enseñanza; -pero con tal moderación, que no sea tenido por masecuentos, el -licenciado del chiste y truhán de balde. Podrá tal vez, acompañado de -sí mismo, pasearse, pensando, no hablando.</p> - -<p>Sea hombre de museo; aunque ciña espada. Y tenga delecto con los -libros, que son amigos manuales. No embuta de borra los estantes, -que no está bien un pícaro al lado de un noble ingenio. Y si ha de -preferir, sean los juiciosos á los ingeniosos. Muestre ser persona en -todo, en sus dichos y en sus hechos, procediendo con gravedad apacible, -hablando con madurez tratable, obrando con entereza cortés, viviendo -con atención en todo y preciándose más de tener buena testa, que talle. -Advierta que el proporcional Euclides dió el punto á los niños, á -los muchachos la línea, á los mozos la superficie y á los varones la -profundidad y el centro.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Leyes<br /> de cordura.</i></span> - -Éste fué el arancel de preceptos de ser hombres, la tarifa de la -estimación, los estatutos de ser personas, que en voz ni muy alta ni -muy caída les leyó la Atención á instancia del Juicio.</p> - -<p>Después Argos con un extraordinario licor, alambicado de ojos -de águilas y de linces, de corazones grandes y de cerebros, les -dió un baño tan eficaz, que á más de fortalecer mucho, haciéndolos -más impenetrables por la cordura, que un Roldán por el encanto, al -mismo punto se les fueron abriendo muchos y va<span class="pagenum" -id="Page_216">p. 216</span>rios ojos por todo el cuerpo, de cabeza á -pies, que habían estado ciegos con las legañas de la niñez y con las -inadvertidas pasiones de la mocedad, y todos ellos tan perspicaces y -tan despiertos, que ya nada se les pasaba por alto; todo lo advertían y -lo notaban.</p> - -<p>Con esto les dieron licencia de pasar adelante á ser personas y -fueron saliendo todos de sí mismos lo primero, para más volver en sí. -Fuélos, no guiando, que de aquí adelante ni se llama médico ni se busca -guía, sino conduciéndolos Argos á lo más alto de aquel puerto, puerta -ya de otro mundo, donde hicieron alto para lograr la mayor vista, que -se topa en el viaje de toda la vida. Los muchos y maravillosos objetos, -que desde aquí vieron, todos ellos grandes y plausibles, referirá la -siguiente Crisi.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_2_2"> - <h3 class="g1 ws1">CRISI II</h3> - <p class="subh3c"><i>Los prodigios de Salastano.</i></p> -</div> - -<p>Tres soles, digo tres Gracias, en fe de su belleza, discreción y -garbo, contaba un cortesano verídico, ya prodigio, intentaron entrar -en el palacio de un gran príncipe y aun de todos. Coronaba la primera, -brillantemente gallarda, de fragantes flores rubias trenzas y recamaba -su verde ropaje de líquidos aljófares, tan risueña, que alegraba un -mundo entero. Pero, en injuria de su gran belleza, la cerraron tan -anticipadamente las puertas y ventanas que, aunque se probó á entrar -por cien partes, no pudo. Que, teniéndola por entremetida, hasta los -más sutiles resquicios la habían entredicho, y así hubo de pasar -adelante, convirtiendo su risa en llanto.</p> - -<p>Fuése acercando la segunda, tan hermosa cuan discreta y, -chanceándose con la primera á lo Zapata, la decía:</p> - -<p>Anda tú, que no tienes arte ni la conoces. Verás cómo yo, en fe de -mi buen modo, tengo de hallar entrada.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_217">p. 217</span>Comenzó á -introducirse, buscando medios é inventando trazas; pero ninguna salía, -pues al mismo punto que brujuleaban su buena cara, todos se la hacían -muy mala. Y ya no solas las puertas y ventanas la cerraban; pero aun -los ojos por no verla y los oídos por no sentirla.</p> - -<p>¡Eh! que no tenéis dicha, dijo la tercera, agradablemente linda. -Atended cómo yo por la puerta del favor me introduzco en palacio, que -ya no se entra por otra.</p> - -<p>Fuése entremetiendo con mucho agrado. Mas, aunque á los principios -halló cabida, fué engañosa y de apariencia y al cabo hubo de retirarse -mucho más desairada.</p> - -<p>Estaban tripuladas todas tres, ponderando, como se usa, sus muchos -méritos y su poca dicha, cuando llevado de su curiosidad el cortesano, -se fué acercando lisonjero y, habiéndolas celebrado, significó su deseo -de saber quiénes eran. Lo que es el palacio bien conocido lo tenían, -como tan pateado.</p> - -<p>Yo soy, dijo la primera, la que voy dando á todos los buenos días; -mas ellos se los toman malos y los dan peores. Yo, la que hago abrir -los ojos y á todo hombre que recuerde. Yo, la deseada de los enfermos -y temida de los malos, la madre de la vividora alegría. Yo, aquella -tan decantada esposa de Titón, que en este punto dejó el camarín de -nácar.</p> - -<p>Pues, señora Aurora, dijo el cortesano, ahora no me espanto de -que no tengáis cabida en los palacios, donde no hay hora de oro, con -ser todas tan pesadas. Ahí no hay mañana; todo es tarde. Díganlo las -esperanzas. Y con ser así, nada es hoy; todo mañana. Así que no os -canséis, que allí nunca amanece, aun para vos, por tan clara.</p> - -<p>Volvióse á la segunda, que ya decía:</p> - -<p>¿Nunca oiste nombrar aquella buena madre de un mal hijo? Pues yo -soy y él es odio. Yo, la que, siendo tan buena, todos me quieren -mal: cuando niños me babean y, como no les entro de los dientes -adentro, me escupen cuando grandes. Tan escla<span class="pagenum" -id="Page_218">p. 218</span>recida soy como la misma luz. Que, si no -miente Luciano, hija soy, no ya del tiempo, sino del mismo Dios.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>La hija<br /> del tiempo.</i></span> - -Pues, señora mía, dijo el cortesano, si vos sois la Verdad -¿cómo pretendéis imposibles? ¿Vos en los palacios? Ni de mil -leguas. ¿De qué pensáis que sirven tanta afilada cuchilla? Que -no aseguran tanto de traiciones, no por cierto, cuanto de... de... -Bien podéis por ahora y aun para siempre desistir de la empresa.</p> - -<p>Ya en esto la tercera, dulcísimamente linda, robando corazones, -dijo:</p> - -<p>Aquélla soy, sin quien no hay felicidad en el mundo y con -quien toda infelicidad se pasa. En las demás dichas de la vida se -hallan muy divididas las ventajas del bien; pero en mí todas concurren, -la honra, el gusto y el provecho. No tengo lugar, sino -entre los buenos; que entre los malos, como dice Séneca, ni soy -verdadera ni constante. Denomínome del Amor. Y así, á mí -no me han de buscar en el vientre; sino en el corazón, centro -de la benevolencia.</p> - -<p>Ahora digo que eres la Amistad, aclamó el cortesano, tan -dulce tú, cuan amarga la Verdad. Pero, aunque lisonjera, no te -conocen los príncipes. Que sus amigos todos son del rey y ninguno -de Alejandro: así lo decía él mismo. Tú haces de dos uno -y es imposible poder ajustar el Amor á la Majestad.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Majestad,<br /> sin amistad.</i></span> - -Paréceme, mis señoras, que todas tres podéis pasar adelante: tú, -Aurora, á los trabajadores; tú, Amistad, á los semejantes, y tú, -Verdad, yo no sé adonde.</p> - -<p>Este crítico suceso les iba contando el noticioso Argos á nuestros -dos peregrinos del mundo y les aseguró habérselo oído ponderar al mismo -cortesano.</p> - -<p>Aquí en este puesto, decía, que por eso me he acordado.</p> - -<p>Hallábanse ya en lo más eminente de aquel puerto de la varonil -edad, corona de la vida, tan superior, que pudieron señorear desde -allí toda la humana: espectáculo tan importante, cuan agradable. -Porque descubrían países nunca andados, re<span class="pagenum" -id="Page_219">p. 219</span>giones nunca vistas, como la del Valor y del -Saber, las dos grandes provincias de la Virtud y la Honra, los países -del Tener y del Poder, con el dilatado reino de la Fortuna y del Mando. -Estancias todas muy de hombres y que á Andrenio se le hicieron bien -estrañas.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>La mejor vista.</i></span> - -Mucho les valieron aquí sus cien ojos, que todos los emplearon. Vieron -ya muchas personas, que es la mejor vista de cuantas hay. Perdóneme hoy -la belleza; pero ¡cosa rara! que lo que á unos parecía blanco, á otros -negro. Tal es la variedad de los juicios y gustos. Ni hay anteojos de -colores, que así alteren los objetos, como los afectos.</p> - -<p>Veamos de una cuanto hay, decía Critilo. Que todo se ha de ver y en -lo más raro reparar.</p> - -<p>Y comenzando por lo más lejos, que como digo, se descubría, no sólo -desde un cabo del mundo al otro, pero desde el primer siglo hasta -éste:</p> - -<p>¿Qué insanos edificios son aquellos, hablando con la propiedad -Mariana, que acullá lejos, apenas se divisan y á glorias campean?</p> - -<p>Aquéllas, respondió Argos, que de todo daba razón en desengaños, son -las siete maravillas del orbe.</p> - -<p>¿Aquéllas, replicó Andrenio, maravillas? ¿Cómo es posible? ¿Una -estatua, que se ve entre ellas pudo serlo?</p> - -<p>¡Oh! sí, que fué coloso de un sol.</p> - -<p>Aunque sea el sol mismo, si es una estatua, á mí no me maravilla.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>El sol que nace.</i></span> - -No fué tan estatua, que no fuese una bien política atención, adorando -el sol que sale y levantando estatua al poder que amanece.</p> - -<p>Desde ahora la venero. Aquel otro parece sepulcro. También es -maravilla y bien estraña. ¿Cómo puede, siendo sepultura de un -mortal?</p> - -<p>¡Oh!, que fué de mármoles y jaspes.</p> - -<p>Aunque fuera del mismo panteón.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_220">p. 220</span>¿No veis que lo -erigió una mujer á su marido?</p> - -<p>¡Oh qué bueno! Á trueque de enterrarle, no digo yo de pórfidos, -pero de diamantes, de perlas, si no lágrimas, habría mujer, que le -construyese pira.</p> - -<p>Sí, pero aquello de ser mausoleo, que dice permanece sola, -convertida en tortilla, creedme que fué un prodigio de fe.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Maravillas<br /> modernas.</i></span> - -¡Eh!, dejemos maravillas, que caducan, dijo Andrenio. ¿No hay alguna -moderna? ¿No hace ya milagros el mundo?</p> - -<p>Sin duda que sí, como dicen que van degenerando los hombres y -siendo más pequeños, cuanto más va. De suerte, que cada siglo merman -un dedo y á este paso vendrán á parar en títeres y figurillas, que -ya poco les falta á algunos. Sospecho que también los corazones se -les van achicando y así se halla tanta falta de aquellos grandes -sujetos, que conquistaban mundos, que fundaban ciudades, dándolas sus -nombres, que era su real <i>faciebat</i>. Ya no hay Rómulos ni Alejandros ni -Constantinos.</p> - -<p>También se hallan algunas maravillas flamantes, respondió Argos; -sino que, como se miran de cerca, no parecen.</p> - -<p>Antes habían de verse más, que cuanto más de cerca se miran las -cosas, mucho mayores parecen.</p> - -<p>¡Oh! no, dijo Argos: que la vista de la estimación es muy diferente -de la de los ojos en esto del aprecio.</p> - -<p>Con todo eso, atención á aquellas sublimes agujas, que campean en la -gran cabeza del orbe.</p> - -<p>Aguarda, dijo Critilo: aquella tan señalada es la cabeza del -mundo.</p> - -<p>¿Cómo puede ser, si está entre pies de Europa, á pierna tendida de -Italia, por medio del Mediterráneo y Nápoles su pie?</p> - -<p>Ésa que te parece á ti andar entre pies de la tierra, es el cielo, -la coronada cabeza del mundo y muy señora de todo él, - -<span class="sidenote"><i>Roma.</i></span> - -la sacra y triunfante Roma, por su valor, sabiduría, grandeza, mando y -religión, corte de personas, oficina de hombres, pues restituyéndolos -á todo el mundo, todas las demás ciudades la son colonias de -policía. Aquellos empinados obeliscos, que en<span class="pagenum" -id="Page_221">p. 221</span> sus plazas majestuosamente se ostentan, son -plausibles maravillas modernas. Y advertid una cosa, que con ser tan -gigantes, aun no llegan con mucho á la superioridad de prendas de sus -santísimos dueños.</p> - -<p>Ahora ¿no me dirás una verdad? ¿Qué pretendieron estos sacros héroes -con estas agujas tan excelsas? Que aquí algún misterio apuntan, digno -de su piadosa grandeza.</p> - -<p>¡Oh, sí!, respondió Argos. Lo que pretendieron fué coser la tierra -con el cielo, empresa que pareció imposible á los mismos Césares y -éstos la consiguieron.</p> - -<p>¿Qué estás mirando tú con tan juicioso reparo?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Venecia.</i></span> - -Miro, dijo Andrenio, que en cada provincia hay que notar. Aquel -murciégalo de ciudades, anfibia corte, que ni bien está en el mar ni -bien en tierra y siempre á dos vertientes.</p> - -<p>¡Oh, qué política!, exclamó Argos, que tan de sus principios le -viene, tan fundamentalmente comienza. Y deste su raro modo de estar -celebraba el bravo duque de Osuna la razón de su estado. Aquélla es la -nombrada canal, con que aun el mismo mar saben traer acanalado á su -conveniencia.</p> - -<p>¿No hay maravillas en España?, dijo Critilo, volviendo la mira á su -centro. ¿Qué ciudad es aquella, que tan en punta parece que amenaza al -cielo?</p> - -<p>Será Toledo, que á fianzas de sus discreciones, aspira á taladrar -las estrellas, si bien ahora no la tiene.</p> - -<p>¿Qué edificio tan raro es aquel, que desde el Tajo sube escalando su -alcázar, encaramando cristales?</p> - -<p>Ése es el tan celebrado artificio de Juanelo, una de las maravillas -modernas.</p> - -<p>No sé yo por qué, replicó Andrenio, si, al uso de las cosas muy -artificiosas, tuvo más de gasto que de provecho.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Cardenal<br /> Tribulcio.</i></span> - -No discurría así, dijo Argos, cuando lo vió el eminente discreto -cardenal Tribulcio, pues dijo que no había habido en el mundo artificio -de más utilidad.</p> - -<p>¿Cómo pudo decir eso quien tan al acaso discurría?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_222">p. 222</span>Ahí veréis, dijo -Argos. Enseñando á traer el agua á su molino desde sus principios, -haciendo venir de un cauce en otro al palacio del católico monarca el -mismo río de la Plata, las pesquerías de las perlas, el uno y otro mar, -con la inmensa riqueza de ambas Indias.</p> - -<p>¿Qué palacio será aquel, preguntó Critilo, que entre todos los de la -Francia se corona de flores de oro?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Palacio del rey<br /> de Francia.</i></span> - -Gran casa y gran cosa, respondió Argos. Ése es el trono real, ése la -más brillante esfera, ése el primer palacio del rey cristianísimo, en -su gran corte de París, y se llama el Lobero.</p> - -<p>¿El Lobero? ¡Qué nombre tan poco cortesano! ¡Qué sonsonete tan de -grosería! Por cualquier parte que le busquéis la denominación, suena -poco y nada bien. Llamárase el jardín de los más fragantes lilios, el -quinto cielo de tanto cristianísimo Marte, la popa de los soplos de la -fortuna; pero ¡el Lobero! No es nombre decente á tanta majestad.</p> - -<p>¡Eh!, que no lo entendéis, dijo Argos. Creedme que dice más de lo -que suena y que encierra gran profundidad. Llámase el Lobero, y no voy -con vuestra malicia, porque ahí se les ha armado siempre la trampa á -los rebeldes lobos con piel de ovejas, digo aquellas horribles fieras -hugonotas.</p> - -<p>¡Oh, qué brillante alcázar aquel otro!, dijo Andrenio, corona de -los demás edificios, fuente del lucimiento, comunicándoles á todos las -luces de su permanente esplendor. ¿Si sería del augusto Ferdinando -III, aquel gran César, que está hoy esparciendo por todo el orbe el -resplandor de sus ejemplos? - -<span class="sidenote"><i>Rey de Polonia.</i></span> - -También podría ser de aquel tan valerosamente religioso monarca, Juan -Casimiro de Polonia, victorioso, primero de sí mismo y triunfante -después de tanto monstruo rebelde. ¡Oh, qué claridad de alcázar y qué -rayos está esparciendo á todas partes! Merece serlo del mismo sol.</p> - -<p>Y lo es, respondió Argos. Digo, de aquella sola reina entre cuantas -hay, la inmortal Virtelia. Mas por allí habéis de encaminaros para bien -ir.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_223">p. 223</span>Yo allá voy desde -luego, dijo Critilo.</p> - -<p>Y allí veréis, añadió Argos, que, aunque es tan majestuoso y -brillante, aun no es digno epiciclo de tanta belleza.</p> - -<p>Estando en esta divertida fruición de grandezas, vieron venir hacia -sí cierta maravilla corriente. Era un criado pronto. Y lo que más les -admiró fué que decía bien de su amo. Preguntó en llegando cuál era el -Argos verdadero, cuando todos por industria lo parecían.</p> - -<p>¿Qué me quieres?, respondió el mismo.</p> - -<p>Á ti me envía un caballero, cuyo nombre, ya fama, es Salastano, cuya -casa es un teatro de prodigios, - -<span class="sidenote"><i>Maravillas<br /> de la fortuna.</i></span> - -cuyo discreto empleo es lograr todas las maravillas, no sólo de la -naturaleza y arte, pero más las de la Fama, no olvidando las de la -Fortuna. Y con tener hoy atesoradas todas las plausibles, así antiguas -como modernas, nada le satisface, hasta tener alguno de tus muchos -ojos, para la admiración y para la enseñanza.</p> - -<p>Toma éste de mi mano, dijo Argos, y llévaselo depositado en este -cofrecillo de cristal - -<span class="sidenote"><i>Mano ocular.</i></span> - -y dirásle que lo emplee en tocar con ocular mano todas las cosas, antes -de creerlas.</p> - -<p>Partíase tan diligente, como gustoso, cuando dijo Andrenio:</p> - -<p>Aguarda, que me ha salteado una curiosa pasión de ver esa casa de -Salastano y lograr tanto prodigio.</p> - -<p>Y á mí, de procurar su amistad, añadió Critilo, ventajosa felicidad -de la vida.</p> - -<p>Id, confirmó Argos, y en tan buen hora, que no os pesará en toda la -vida.</p> - -<p>Fué el viaje peregrino, oyéndole referir cosas bien raras.</p> - -<p>Sólo las que yo le he diligenciado, decía, pudieran admirar al mismo -Plinio, á Gesnero y Aldobrando. Y dejando los materiales portentos -de la naturaleza, allí veréis en fieles retratos todas las personas -insignes de los siglos, así hombres como mujeres, que de verdad las -hay; los sabios y los valerosos, los césares y las emperatrices, no ya -en oro, que ésa es curiosidad ordinaria, sino en piedras preciosas y en -camafeos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_224">p. 224</span>Ésa, dijo Critilo, -con vuestra licencia, la tengo por una diligencia inútil. Porque yo más -querría ver retratados sus relevantes espíritus, que el material gesto, -que comúnmente en los grandes hombres carece de belleza.</p> - -<p>Uno y otro lograréis en caracteres de sus hazañas, en libros de -su doctrina y en sus retratos también. Que suele decir mi amo que, -después de la noticia de los ánimos, es parte del gusto ver el gesto, -que de ordinario suele corresponder con los hechos. Y si por ver un -hombre eminente, un duque de Alba, los entendidos, un Lope de Vega los -vulgares, caminaban muchas leguas, apreciando las eminencias, aquí se -caminan siglos.</p> - -<p>Primor fué siempre de acertada política, ponderó Critilo, eternizar -los varones insignes en estatuas, en sellos y en medallas, ya para -ideas á los venideros, ya para premio á los pasados: véase que fueron -hombres y que no son imposibles sus ejemplos.</p> - -<p>Al fin, dijo el criado, háselos entregado la antigüedad á mi -amo. Que ya que no los pudo eternizar en sí mismos, se consuela de -conservarlos en imágenes. - -<span class="sidenote"><i>Cadenillas<br /> de Hércules.</i></span> - -Pero las que muchos celebran y las miran y aun llegan á tocarlas con -las manos son las mismas cadenillas de Hércules, que, procediéndole á -él de la lengua, aprisionaban á los demás de los oídos. Y quieren decir -las hubo de Antonio Pérez.</p> - -<p>Ésa es una gran curiosidad, ponderó Andrenio, garabato para llevarse -el mundo tras sí.</p> - -<p>¡Oh, gran gracia la de las gentes!</p> - -<p>¿Y de qué son?, preguntó Critilo. Porque de hierro cierto es que no -serán.</p> - -<p>En el sonido parecen de plata y en la estimación de perlas de una -muy cortesana elocuencia.</p> - -<p>Á este modo les fué refiriendo raras curiosidades, cuando -descubrieron desde un puesto bien elevado, en el centro de un gran -llano, una ciudad siempre victoriosa.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Huesca<br /> victoriosa.</i></span> - -Aquel ostentoso edificio con rumbos de palacio, dijo, es la<span -class="pagenum" id="Page_225">p. 225</span> noble casa de Salastano y -éstos, que ya gozamos, sus jardines.</p> - -<p>Fuélos introduciendo por un tan delicioso cuan dilatado parque, que -coronaban frondosas plantas de Alcides, prometiéndole en sus hojas, -por símbolos de los días, eternidades de fama. Comenzaron á registrar -fragantes maravillas. Toparon luego con el mismo laberinto de azares, -cárcel del secreto, amenazando riesgos al que le halla y evidencias al -que le descubre.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Culto jardín.</i></span> - -Más adelante se veía un estanque, gran espejo del cielo, surcado de -canoros cisnes y aislado en medio dél un florido peñón, ya culto -Pindo.</p> - -<p>Paseábase la vista por aquellas calles entapizadas de rosas y -mosquetas, alfombradas de amaranto, la yerba de los héroes, cuya -propiedad es inmortalizarlos. Admiraron el lotos, planta también -ilustre, que de raíces amargas de la virtud rinde los sabrosos frutos -del honor.</p> - -<p>Gozaron flores á toda variedad y todas raras, unas para la vista, -otras para el olfato y otras hermosamente fragantes, acordando -misteriosas transformaciones.</p> - -<p>No registraban cosa, que no fuese rara. Hasta las sabandijas, tan -comunes en otras huertas, aquí eran extraordinarias, porque estaban los -camaleones en alcándaras de laureles, dándose hartazgos de vanidad. -Volaban sin parar las efímeras, traídas del Bósforo, con sus cuatro -alas, solicitando la comodidad para siglos, no habiendo de vivir sino -un día, - -<span class="sidenote"><i>Símbolo<br /> de la codicia.</i></span> - -viva imagen de la necia codicia. Aquí se oían cantar y las más veces -gemir las pintadas avecillas del paraíso, con picos de marfil; pero sin -pies, porque no le han de hacer en cosa terrena. Sintieron un ruido, -como de campanilla y al mismo instante huyó el criado, voceándoles su -riesgo al ver el venenoso ceraste, que él mismo cecea, para que todo -entendido huya de su lascivo aliento.</p> - -<p>Entraron con esto dentro de la casa, donde parecía haber -desembarcado la de Noé, teatro de prodigios tan á sazón, que estaba -actualmente el discreto Salastano haciendo ostentación de maravillas á -la curiosidad de ciertos caballeros, de los mu<span class="pagenum" -id="Page_226">p. 226</span>chos que frecuentan sus camarines. -Hallábase allí don Juan de Balboa, teniente de maese de campo general, -y don Alonso de Mercado, capitán de corazas españolas, ambos muy -bienhablados, tan alumnos de Minerva como de Belona, con otros de su -discreción bizarra. - -<span class="sidenote"><i>Suspiros<br /> de Heráclito.</i></span> - -Tenía uno en la mano, celebrando con lindo gusto, una redomilla llena -de las lágrimas y suspiros de aquel filósofo llorón, que más abría los -ojos para llorar, que para ver, cuando de todo se lamentaba.</p> - -<p>¿Qué hiciera éste, si hubiera alcanzado estos nuestros tiempos?, -ponderaba don Francisco de Araujo, capitán también de corazas, basta -decir portugués para galante y entendido. Si él hubiera visto lo -que nosotros pasado, tal fatalidad de sucesos y tal conjuración de -monstruosidades, sin duda que hubiera llenado cien redomas ó se hubiera -podrido de todo punto.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Carcajadas<br /> de Demócrito.</i></span> - -Yo, dijo Balboa, más estimara un otro frasquillo de las carcajadas de -aquel otro socarrón, su antípoda, que de todo se reía.</p> - -<p>Ése, señor mío, de la risa, respondió Salastano, yo la gasto y el -otro le guardo.</p> - -<p>¡Oh, cómo llegamos á buen punto!, dijo el criado, presentándoles el -nuevo ocular portento, para que se desengañe Critilo, que no acaba de -creer haya en el mundo muchas de las cosas raras, que ha de ver esta -tarde. Suplícote, señor, me desempeñes á excesos.</p> - -<p>¿Pues en qué dudáis?, dijo Salastano, después de haber hecho la -salva á su venida. ¿Qué os puede ya parecer imposible, viendo lo que -pasa? ¿Qué queda ya que dudar en los ensanches de la fortuna, que ya -los prodigios de la naturaleza y arte no suponen?</p> - -<p>Yo os confieso, dijo Critilo, que he tenido siempre por un ingenioso -embeleco el basilisco y no soy tan solo, que sea necio. Porque aquello -de matar en viendo parece una exageración repugnante, en que el hecho -está desmintiendo el testigo de vista.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_227">p. 227</span>¿En eso ponéis -duda?, replicó Salastano. Pues advertid que ese no lo tengo por -prodigio; sino por un mal cotidiano. Pluguiera al cielo no fuera tanta -verdad.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Domésticos<br /> basiliscos.</i></span> - -Y si no, decidme; ¿un médico, en viendo un enfermo, no le mata? ¿Qué -veneno como el de su tinta en un récipe? ¿Qué basilisco más criminal y -pagado, que un Hermócrates, que aun soñando mató á Andrágoras? Dígoos -que dejan atrás á los mismos basiliscos, pues aquéllos, poniéndoles un -cristal delante, ellos se matan á sí mismo; y éstos, poniéndoles un -vidrio, que trajeron de un enfermo, con sólo mirarle le echan en la -sepultura, estando cien leguas distante.</p> - -<p>Déjenme ver el proceso, dice el abogado: quiero ver el testamento, -veamos papeles.</p> - -<p>Y tal es el ver, que acaba con la hacienda y con la sustancia del -desdichado litigante, que en sólo haber ido á él ya fué malaconsejado. -¿Pues qué? un príncipe, con decir: yo lo veré ¿no deja consumido á -un pretendiente? ¿No es basilisco mortal una belleza? Si la miráis, -mal; y, si ella os mira, peor. ¿Con cuántos ha acabado aquel vulgar -<i>veremos</i>, el pesado <i>veámonos</i>, el prolijo <i>verse ha</i> y el necio <i>ya -lo tengo visto</i>? ¿Y todo, <i>malmirado</i>, no mata? Creedme, señores, que -está el mundo lleno de basiliscos del ver y aun del no ver, por no ver -y no mirar. Así estuvieran todos como éste.</p> - -<p>Y mostróles uno embalsamado.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Basiliscos ciegos.</i></span> - -Yo también, prosiguió Andrenio, siempre he tenido por un encarecimiento -ingenioso el unicornio, aquello de que, en bañando él su punta, al -punto purifica las emponzoñadas aguas: está bien inventado, mas no -experimentado.</p> - -<p>Más dificultoso es eso, respondió Salastano. Porque hacer bien más -raro es en el mundo que hacer mal, más usado el matar que el dar vida; -con todo veneramos algunos de esos prodigios salutíferos, que con la -eficacia de su buen celo han ahuyentado los pestilenciales venenos y -purificado las aguas populosas.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Católicos<br /> unicornios.</i></span> - -Y si no decidme: aquel nuestro inmortal héroe, el rey cató<span -class="pagenum" id="Page_228">p. 228</span>lico don Fernando, ¿no -purificó á España de moros y de judíos, siendo hoy el reino más -católico, que reconoce la Iglesia? El rey don Felipe el Dichoso, por -ser bueno, ¿no purgó otra vez á España del veneno de los moriscos en -nuestros días?</p> - -<p>¿No fueron éstos salutíferos unicornios? Bien es verdad que en otras -provincias no se hallan así frecuentes ni tan eficaces como en ésta. -Que si eso fuera, no hubiera ya ateismos donde yo sé ni herejías donde -yo callo, cismas, gentilismos, perfidias, sodomías y otros mil géneros -de monstruosidades.</p> - -<p>¡Oh, señor Salastano, replicó Critilo, que ya hemos visto algunos -déstos en otras partes, que han procurado con cristianísimo valor -debelar las oficinas del veneno, rebelde á Dios y al rey, donde se -habían hecho fuertes estas ponzoñosas sabandijas!</p> - -<p>Yo lo confieso, dijo Salastano; pero temo no fuese más por razón de -estado, digo, no tanto por ser rebeldes al cielo, cuanto á la tierra. -Y si no, decidme ¿á qué otros reinos estraños los desterraron? ¿Qué -Áfricas poblaron de herejes, como Filipo de moriscos? ¿Qué tributos á -millones perdieron, como Fernando? ¿Qué Ginebras han arrasado? ¿Qué -Moravias despoblado, como hoy día el piadoso Ferdinando?</p> - -<p>No os canséis, que esa pureza de fe, ponderó Balboa, sin consentir -mezcla, sin sufrir un átomo de veneno infiel, creedme que es felicidad -de los estados de la casa de España y de Austria, debida á sus -coronados unicornios.</p> - -<p>Á cuyo real ejemplo, prosiguió Salastano, vemos sus cristianos -generales y virreyes limpiar las provincias, que gobiernan, y los -ejércitos que conducen, del veneno de los vicios. - -<span class="sidenote"><i>Don Álvaro<br /> de Sande.<br />Don Gonzalo<br -/> de Córdoba.<br />Conde<br /> de Oropesa.</i></span> - -Don Álvaro de Sande, tan religioso como valiente ¿no desterró los -juramentos de la católica milicia, condenándolos á infamia? Don Gonzalo -de Córdoba ¿no purificó los ejércitos de insultos y de torpezas? El -duque de Alburquerque en Cataluña y el conde de Oropesa en Valencia -¿no libraron aquellos dos reinos, siendo justicieros presidentes, del -veneno sanguinario y bandolero?<span class="pagenum" id="Page_229">p. -229</span> - -<span class="sidenote"><i>Conde<br /> de Lemos.</i></span> - -¿Qué tósigos de vicios no ha ahuyentado deste nuestro reino de Aragón -con su ejemplo y con su celo el inmortal conde de Lemos?</p> - -<p>Llegaos á este camarín, que os quiero franquear los muchos -preservativos y contravenenos, que yo guardo. En este rico vaso de -unicornio han brindado la pureza de la fe los católicos reyes de -España. Estas arracadas, también de unicornio, traía la señora reina -doña Isabel, para guardar el oído de la ponzoña de las informaciones -malévolas. Con este anillo confortaba su invicto corazón el emperador -Carlos V. - -<span class="sidenote"><i>Reinas<br /> de España.</i></span> - -En esta caja, confeccionada de aromas, llegaos y percibid su fragancia, -han conservado siempre el buen nombre de su honestidad y recato las -señoras reinas de España.</p> - -<p>Fuéles mostrando otras muchas piezas muy preciosas, haciendo la -prueba y confesando todos su virtud eficaz.</p> - -<p>¿Qué dos puñales son aquellos, que están en el suelo, preguntó -Araujo, que, aunque van por tierra, no carecen de misterios?</p> - -<p>Ésos fueron, respondió Salastano, los puñales de ambos brutos, -dándoles del pie, sin quererlos tocar con su leal mano. Éste, dijo, fué -de Junio y este otro de Marco.</p> - -<p>Con razón los tenéis en tan despreciable lugar, que no merecen otro -las traiciones y más contra su rey y señor; aunque sea el monstruo -Tarquinado.</p> - -<p>Decís bien, respondió Salastano; pero no es esa la razón principal -por que los he arrojado en el suelo.</p> - -<p>¿Pues cuál será?</p> - -<p>Porque ya no admiran. En otro tiempo, por singulares, se podían -guardar. Mas ya no suponen, no espantan ya; antes son niñería, después -que un cuchillo infame en la mano de un verdugo, mandado de la -malajustada justicia, llegó á la real garganta. Pero no me atrevo yo -á referir lo que ellos á ejecutar. Erízanse los cabellos á cuantos lo -oyeron, oyen y oirán, único, no ejemplar, sino monstruo. Sólo digo que -ya los Brutos se han quedado muy atrás.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_230">p. 230</span> - -<span class="sidenote"><i>Monstruosidad<br /> de la herejía.</i></span> - -Algunas cosas tenéis aquí, señor Salastano, que no merecen estar entre -las demás, dijo Critilo. Mucha desigualdad hay. Porque ¿de qué sirve -aquel retorcido caracol, que allí tenéis? Una alhaja tan vil, que anda -ya en bocas de villanos, para recoger bestias. ¡Eh!, sacadle de allí, -que no vale un caracol.</p> - -<p>Aquí, suspirando Salastano, dijo: ¡Oh, tiempos! ¡oh, costumbres! -Este mismo, ahora tan profanado, en aquel dorado siglo resonaba por -todo el orbe en la boca de Tritón, pregonando las hazañas, llamando á -ser personas y convocando los hombres á ser héroes.</p> - -<p>Mas si eso os parece civil reparo, quiero mostraros el prodigio, -que yo más estimo. Hoy habéis de ver los bizarrísimos airones, los -encrespados penachos del mismo fénix.</p> - -<p>Aquí, sonriéndose todos: ¿Qué otro ingenioso imposible es ese?, -dijeron.</p> - -<p>Pero Salastano: Ya sé que muchos lo niegan y los más lo dudan y que -no lo habéis de creer; mas yo quedaré satisfecho con mi verdad. Yo -también á los principios dudé y más que en nuestro siglo lo hubiese. -Con esta curiosidad no perdoné ni á diligencia ni á dinero. Y como éste -da alcance á cuanto hay y aun á los mismos imposibles, haciendo reales -los entes de razón, hallé que verdaderamente las hay y las ha habido. -Bien que raras y una sola en cada siglo.</p> - -<p>Y si no, decidme: ¿cuántos Alejandros Magnos ha habido en el mundo? -¿Cuántos Julios en tantos Agostos? ¿Qué Teodosios? ¿Qué Trajanos? En -cada familia, si bien lo censuráis, no hallaréis sino un fénix. Y si -no, pregunto: ¿Cuántos don Hernandos de Toledo ha habido, duques de -Alba? ¿Cuántos Anas de Memoransi? ¿Cuántos Álvaros Bazanes, marqueses -de Santa Cruz? Un solo marqués del Valle admiramos; un Gran Capitán, -duque de Sesa, aplaudimos; un Basco de Gama y un Alburquerque -celebramos. - -<span class="sidenote"><i>Fénix<br /> de la fama.</i></span> - -Hasta de un nombre no oiréis dos famosos. Sólo un don Manuel, rey de -Portugal; un solo Carlos V y un Francisco I de Francia.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_231">p. 231</span>En cada linaje no -suele haber sino un hombre docto, un valiente y un rico y éste yo lo -creo, porque las riquezas no envejecen. En cada siglo no se ha conocido -sino un orador perfecto, confiesa el mismo Tulio. Y un filósofo, un -gran poeta, un solo fénix ha habido en muchas provincias, como un -Carlos en Borgoña, Castrioto en Chipre, Cosme en Florencia y don -Alfonso el Magnánimo en Nápoles. Y aunque este nuestro siglo ha sido -tan pobre de eminencias en la realidad, con todo eso, quiero ostentar -las plumas de algunos inmortales fénix. Ésta es.</p> - -<p>Y sacó una, bellísimamente coronada, la pluma de la fama de la -reina nuestra señora doña Isabel de Borbón, que siempre lo han sido -las Isabeles en España, con excepción de la singularidad. Con esta -otra voló á la esfera de la inmortalidad la más preciosa y más fecunda -Margarita. - -<span class="sidenote"><i>Marqués Espínola.<br /> Don Felipe<br /> de -Silva.</i></span> - -Con éstas coronaban sus celadas el marqués Espínola, Galaso, -Picolomini, don Felipe de Silva y hoy el de Mortara. Con estas otras -escribieron Baronio, Belarmino, Barbosa, Lugo y Diana y con ésta el -marqués Virgilio Malveci.</p> - -<p>Confesaron todos la enterísima verdad y convirtieron sus -incredulidades en aplausos.</p> - -<p>Todo eso está bien, replicó Critilo; sola una cosa yo no puedo -acabar de creer, aunque muchos la afirman.</p> - -<p>¿Y qué es?, preguntó Salastano. No hay que tratar, que yo la he de -conceder.</p> - -<p>¡Eh! que no es posible, no os canséis, que no lleva camino.</p> - -<p>¿Es acaso aquel pescadillo tan vil y tan sin jugo, sin sabor y sin -ser, que en fe de su flaqueza ha detenido tantas veces los navíos de -alto bordo, las mismas capitanas reales, que iban viento en popa al -puerto de su fama? Porque ése aquí le tengo yo acecinado.</p> - -<p>No es, sino aquel prodigio de la mentira, aquel superlativo -embeleco, aquel mayor imposible: el pelícano. Yo confieso que hay -basilisco, yo creo el unicornio, yo celebro el fénix, yo paso por todo; -pero el pelícano no le puedo tragar.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_232">p. 232</span>¿Pues en qué -reparáis? ¿Por ventura en el picarse el pecho, alimentando con sus -entrañas los polluelos?</p> - -<p>No por cierto: ya yo veo que es padre y que el amor obra tales -excesos.</p> - -<p>¿Dudáis acaso en que ahogados de la envidia los resucite?</p> - -<p>Menos: que, si la sangre hierve, obra milagros.</p> - -<p>¿Pues en qué reparáis?</p> - -<p>Yo os lo diré. En que haya en el mundo quien no sea entremetido, que -se halle uno, que no guste de hablar, que no mienta, no murmure, no -enrede, que viva sin embeleco: eso yo no lo he de creer.</p> - -<p>Pues advertid que ese pájaro solitario en nuestros días lo vimos en -el Retiro entre otras aladas maravillas.</p> - -<p>Si eso es así, dijo Critilo, él dejó de ser ermitaño y se puso á -entremetido.</p> - -<p>¿Qué arma tan extraordinaria es aquélla?, preguntó como tan soldado -don Alonso.</p> - -<p>Estorea, respondió Salastano, y fué de la reina de las amazonas, -trofeos de Hércules con el balteo, que pudo entrar en docena.</p> - -<p>¿Y es preciso, replicó Mercado, creer que hubo amazonas?</p> - -<p>No sólo que las hubo; sino que las hay de hecho y en hechos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Serenísima<br /> reina de Francia.</i></span> - -¿No lo es hoy la serenísima señora doña Ana de Austria, florida reina -de Francia? Así como lo fueron siempre todas las señoras infantas de -España, que coronaron de felicidades y de sucesión aquel reino. ¿Qué -es, sino una valerosa amazona la esclarecida reina polona, Belona, digo -cristiana, siempre al lado de su valeroso Marte en las campañas? - -<span class="sidenote"><i>Duquesa<br /> de Cardona.</i></span> - -Y la excelentísima duquesa de Cardona ¿no se portó muy como tal, -encarcelada, donde había sido virreina? Pero venerando y no olvidando -tantos plausibles prodigios, quiero que veáis otro género dellos, -tenidos por increíbles.</p> - -<p>Y al mismo punto les fué mostrando con el dedo un hombre<span -class="pagenum" id="Page_233">p. 233</span> de bien en estos tiempos, -un oidor sin manos; pero con palmas. Y lo que más es, su mujer. Un -grande de España desempeñado, un príncipe en esta era dichoso, una -reina fea, un príncipe oyendo verdades, un letrado pobre, un poeta -rico, una persona real, que murió sin que se dijese que de veneno, un -español humilde, un francés grave y quieto, un alemán aguado. Y juró -Balboa era el varón de Sabac. Un privado no murmurado, un príncipe -cristiano en paz, un docto premiado, una viuda de Zaragoza flaca, un -necio descontento, un casamiento sin mentiras, un indiano liberal, una -mujer sin enredo, uno de Calatayud en el limbo, un portugués necio, -un real de á ocho en Castilla, Francia pacífica, el septentrión sin -herejes, el mar constante, la tierra igual y el mundo mundo.</p> - -<p>En medio desta folla de maravillas entró un otro criado, que -en aquel punto llegaba de muy lejos, y recibióle Salastano con -extraordinarias demostraciones de gusto.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>El mayor<br /> prodigio.</i></span> - -Seas tan bienllegado como esperado. ¿Hallaste, díme, aquel portento tan -dudado?</p> - -<p>Señor, sí.</p> - -<p>¿Y tú le viste?</p> - -<p>Y le hablé.</p> - -<p>¡Que tal preciosidad se halla en la tierra! ¡Que es verdad! Ahora -digo, señores, que es nada cuanto habéis visto. Ciegue el basilisco, -retírese el fénix, enmudezca el pelícano.</p> - -<p>Estaban tan atónitos, cuan atentos los discretos huéspedes, oyendo -tales exageraciones, muy deseosos de saber cuál fuese el objeto de tan -grande aplauso.</p> - -<p>Dínos presto lo que viste, instó Salastano. No nos atormentes con -suspensiones.</p> - -<p>Oid, señores, comenzó el criado, la más portentosa maravilla de -cuantas habéis visto ni oído.</p> - -<p>Pero lo que él les refirió diremos fielmente, después de haber -contado lo que le pasó á la Fortuna con los Bragados y Comados.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_2_3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_234">p. 234</span></p> - <h3 class="g1 ws1">CRISI III</h3> - <p class="subh3c"><i>La cárcel de oro y calabozos de plata.</i></p> -</div> - -<p>Cuentan, y yo lo creo, que una vez entre otras tumultuaron los -franceses y con la ligereza, que suelen, se presentaron delante de la -Fortuna, tragando saliva y vomitando saña.</p> - -<p>¿Qué murmuráis de mí?, dijo ella misma. ¿Que me he vuelto española? -Sed vosotros cuerdos, que nunca para mi rueda. Por eso lo es. Ni á -vosotros os para cosa en las manos; todo se os rueda dellas. Será, sin -duda, algún antojo y, por lo envidioso, de larga vista, de la felicidad -de España.</p> - -<p>¡Oh, madrastra nuestra, respondieron ellos, y madre de los -españoles! ¡Cómo te sangras en salud! - -<span class="sidenote"><i>Loores<br /> de Francia.</i></span> - -¿Es posible que, siendo la Francia la flor de los reinos, por haber -florecido siempre en todo lo bueno, desde el primer siglo hasta hoy, -coronada de reyes santos, sabios y valerosos, silla un tiempo de los -romanos pontífices, trono de la tetrarquía, teatro de las verdaderas -hazañas, escuela de la sabiduría, engaste de la nobleza y centro -de toda virtud, méritos todos dignos de los primeros favores y de -inmortales premios, es posible que, dejándonos á nosotros con las -flores, les des á los españoles los frutos? ¿Qué mucho hagamos extremos -de sentimiento contigo, si tú con ellos haces excesos de favor?</p> - -<p>Dísteles las unas y las otras Indias, cuando á nosotros una Florida -en el nombre, que en la realidad es muy seca. Y como, cuando tú -comienzas á perseguir á unos y favorecer á otros, no paras hasta que -apuras, has llegado á verificar con ellos los que antes se tenían por -entes de quimera, haciendo prácticos los mismos imposibles, como son -ríos de plata, montes de oro, golfos de perlas, bosques de aromas, -islas de ámbares. Y, sobre<span class="pagenum" id="Page_235">p. -235</span> todo, los has hecho señores de aquella verdadera cucaña, -donde los ríos son de miel, los peñascos de azúcar, los terrones de -bizcocho. Y con tantos y tan sabrosos dulces dicen que es el Brasil un -paraíso confitado. Todo para ellos y nada para nosotros. ¿Cómo se puede -tolerar?</p> - -<p>¿No digo yo, exclamó la Fortuna, que vosotros sois unos ingratos -sobre necios? ¿Cómo, que no os he dado las Indias? ¿Eso podéis negar -con verdad? Indias os he dado y bien baratas y aun de mogollón, como -dicen, pues sin costaros nada.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Indias<br /> de Francia.</i></span> - -Y si no, decidme: ¿Qué Indias para Francia, como la misma España? Venid -acá: lo que los españoles ejecutan con los indios ¿no lo desquitáis -vosotros con los españoles? Si ellos los engañan con espejillos, -cascabeles y alfileres, sacándoles con cuentas los tesoros sin cuento, -vosotros con lo mismo, con peines, con estuchitos y con trompas de -París ¿no les volvéis á chupar á los españoles toda la plata y todo el -oro y esto sin gastos de flotas, sin disparar una bala, sin derramar -una gota de sangre, sin labrar minas, sin penetrar abismos, sin -despoblar vuestros reinos, sin atravesar mares?</p> - -<p>Andá y acabá de conocer esta certísima verdad y estimadme -este favor. Creedme que los españoles son vuestros indios y tan -desinteresados, que con sus flotas os traen á vuestras casas la plata -ya acendrada y ya acuñada, quedándose ellos con el vellón y bien -trasquilados.</p> - -<p>No pudieron negar esta verdad tan clara; con todo eso no parecían -quedar satisfechos, antes andaban murmurando allá entre dientes.</p> - -<p>¿Qué es eso?, dijo la Fortuna. Hablad claro, acabad, decía.</p> - -<p>Quisiéramos, madama, que ese favor fuera cumplido y que, así como -nos has dado el provecho, nos dieses también la honra, para que no -trajésemos á casa la plata, sirviendo á los españoles con la vileza que -sabemos y la esclavitud que callamos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>El bien<br /> repartido.</i></span> - -¡Oh, qué lindo!, alzó la voz la Fortuna. ¡Bueno por mi vida! -Monsieures, honra y doblones no caben en un saco. ¿No<span -class="pagenum" id="Page_236">p. 236</span> sabéis que allá, cuando -se repartieron los bienes á los españoles, les cupo la honra, á los -franceses el provecho, á los ingleses el gusto y á los italianos el -mando?</p> - -<p>Cuán incurable sea esta hidropesía del oro intenta ponderar esta -Crisi, después de haberse desempeñado de aquel plausible portento, que -el criado de Salastano con gran gusto de todos refirió desta suerte:</p> - -<p>Partí, señor, en virtud de tu precepto, en busca de aquel raro -prodigio, el amigo verdadero. Fuí preguntando por él á unos y á otros -y todos me respondían con más risa, que palabras. Á unos se les hacía -nuevo, á otros inaudito y á todos imposible.</p> - -<p>Amigo fiel y verdadero ¿cómo ha de ser y en este tiempo y en este -país?</p> - -<p>Más lo estrañaban que el fénix.</p> - -<p>Amigos de la mesa, del coche, de la comedia, de la merienda, de -la huelga, del paseo, el día de la boda, en la privanza y en la -prosperidad, me respondió Timón, el de Luciano, de ésos bien hallaréis -hartos. Y más, cuando más hartos. Que á la hora del comer son sabañones -y á la del ayudar son callos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Amigo, uno;<br /> enemigo,<br /> -ninguno.</i></span> - -Amigos, mientras me duró el valimiento, bien tenía yo, dijo un caído: -no tenían número por muchos ni ahora por ninguno.</p> - -<p>Pasé adelante y díjome un discreto:</p> - -<p>¿Cómo es eso? ¿De modo, que buscáis un otro yo? Ese misterio sólo en -el cielo se halla.</p> - -<p>Yo he visto cerca de cien vendimias, me respondió uno, y diría -verdad, porque parecía del buen tiempo, y, aunque toda la vida he -buscado un amigo verdadero, no he podido hallar sino medio y ése á -prueba.</p> - -<p>Allá en tiempo, que rabiaban los reyes, digo, cuando se enojaban, oí -contar, dijo una vieja, de un cierto Pilades y Orestes, una cosa como -ésa; pero á fe, hijo, que yo siempre lo he tenido más por conseja, que -por consejo.</p> - -<p>No os canséis en eso, me juró y votó un soldado español. Porque yo -he rodeado y aun rodado todo el mundo y siem<span class="pagenum" -id="Page_237">p. 237</span>pre por tierra de mi rey y, aunque he visto -cosas bien raras, como los gigantes en la tierra del fuego, los pigmeos -en el aire, las amazonas en el agua de su río, los que no tienen -cabeza, que son muchos, y los de sólo un ojo y ése en el estómago, los -de un solo pie á lo grullo, sirviéndoles de tejado, los sátiros y los -faunos, batuecos y chichimecos, sabandijas todas, que caben en la gran -monarquía española, yo no he topado ese gran prodigio, que ahora oigo. -Sólo dejé de ver la isla Atlántida por incógnita. Podría ser que allí -estuviese, como otras cien mil cosas buenas, que no se hallan.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Naciones<br /> de España.</i></span> - -Que no está tan lejos como eso, le dije; antes me aseguran le he de -hallar dentro de España.</p> - -<p>Eso no creeré yo, replicó un crítico. Porque primeramente él no -estará donde clavan el clavo por la cabeza, nunca cediendo al ajeno -dictamen, aun del más acertado amigo. Menos donde de cuatro partes las -cinco son palabras y amistad es obras y obras son amores. Pues donde -no se dejan falar, sino por servirles farautes, tampoco: que aun de sí -mismos no se dignan aquellos señores fidalgos. En tierra corta, donde -todo es poca cosa, yo lo dudo. Y hablemos quedo, no nos oigan, que -harán punto desto mismo. Pues donde todo se va en flor sin fruto, es -cosa de risa y allí todos los hidalgos, aunque muchos, corren á lo de -Guadalajara.</p> - -<p>¿Y en Cataluña? señor mío, repliqué yo.</p> - -<p>Ahí aún podría ser: que los catalanes saben ser amigos de sus -amigos.</p> - -<p>También son malos para enemigos.</p> - -<p>Bien se ve: piénsanlo mucho antes de comenzar una amistad; pero, una -vez confirmada, hasta las aras.</p> - -<p>¿Cómo puede ser eso, instó un forastero, si allí se hereda la -enemistad y llega más allá del caducar la venganza, siendo fruta de la -tierra la bandolina?</p> - -<p>Y aun por eso, respondió: que quien no tiene enemigos tampoco suele -tener amigos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_238">p. 238</span>Con estas noticias -me fuí empeñando la Cataluña adentro. Corríla toda, que bien poco -me faltaba, cuando me sentí atraer el corazón de los imanes de una -agradable estancia, antigua casa; pero no caduca. Fuíme entrando por -ella, como Pedro por la suya, y notando á toda observación cuanto -veía: que de las alhajas de una casa se colige el genio de su dueño. -No encontré en toda ella ni con niños ni con mujeres. Hombres sí y -mucho, aunque no muchos, que á prueba me introdujeron allá. Criados -pocos: que de los enemigos, los menos. Estaban cubiertas las paredes -de retratos, en memoria de los ausentes, alternados con unos grandes -espejos. Y ninguno de cristal, por escusar toda quiebra; de acero si -y de plata, tan tersos y tan claros, como fieles. Todas las ventanas -con sus cortinillas, no tanto defensivo contra el calor, cuanto contra -las moscas, que aquí no se toleran ni enfadosos ni entremetidos. -Penetramos al corazón de la casa, al último retrete, donde estaba un -prodigio triplicado, un hombre compuesto de tres. Digo tres que hacían -uno. Porque tenía tres cabezas, seis brazos y seis pies. Luego que me -brujuleó, me dijo:</p> - -<p>¿Búscasme á mí ó á ti mismo? ¿Vienes al uso de todos, que es -buscarse á sí mismos, cuando más parece que buscan un amigo? Y si no se -advierte antes, se experimenta después, que no los trae otro, que su -provecho ó su honra ó su deleite.</p> - -<p>¿Quién eres tú, le dije, para saber si te busco, aunque por lo raro -ya podría?</p> - -<p>Yo soy, me respondió, el de tres uno: aquel otro yo, idea de la -amistad, norma de cómo han de ser los amigos. - -<span class="sidenote"><i>Gerión moral.</i></span> - -Yo soy el tan nombrado Gerión. Tres somos y un solo corazón tenemos. -Que el que tiene amigos buenos y verdaderos, tantos entendimientos -logra. Sabe por muchos, obra por todos, conoce y discurre con los -entendimientos de todos. Ve por tantos ojos, oye por tantos oídos, -obra por tantas manos y diligencia con tantos pies. Tantos pasos da -en su conveniencia, como dan todos los otros. Mas entre todos, sólo -un querer tenemos: que la <span class="pagenum" id="Page_239">p. -239</span>amistad es un alma en muchos cuerpos. El que no tiene amigos -no tiene pies ni manos. Manco vive, á ciegas camina. Y ¡ay del solo! -Que, si cayere, no tendrá quien le ayude á levantar.</p> - -<p>Luego que le oí, exclamé: ¡Oh, gran prodigio de la amistad -verdadera, aquella gran felicidad de la vida, empleo digno de la edad -varonil, ventaja única del ya hombre! Á ti te busco, criado soy de -quien te estima, cuan bien te conoce y hoy solicita tu correspondencia, -porque dice que sin amigos del genio y del ingenio no vive un entendido -ni se logran las felicidades. Que hasta el saber es nada, si los demás -no saben que tú sabes.</p> - -<p>Ahora digo, me respondió el Gerión, que es bueno para amigo -Salastano. Buen gusto tiene en tenerlos, que lo demás es envidiarse los -bienes con necia infelicidad.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Duque<br /> de Nochera.</i></span> - -¡Oh qué bien decía aquel grande amigo de sus amigos y que también lo -sabía ser, el duque de Nochera!:</p> - -<p>No me habéis de preguntar qué quiero comer hoy; sino con quién: que -del convivir se llamó convite.</p> - -<p>Desta suerte fué celebrando las excelencias de la amistad y á lo -último:</p> - -<p>Quiero, dijo, que registres mis tesoros, que para los amigos siempre -están patentes y aun ellos son los mayores.</p> - -<p>Mostróme lo primero la granada de Darío, ponderando que los tesoros -del sabio no son los rubíes ni los zafiros; sino los Zopiros.</p> - -<p>Mira bien esta sortija, que el amigo ha de venir como anillo en -dedo: ni tan apretado, que lastime, ni tan holgado, que no ajuste con -riesgo de perderse. Atiende mucho á este diamante, no falso, sí al -tope, cuando conviene, y aun haciendo punta, otras veces cuadrado y en -almohada del consejo, con muchos fondos y quilates de fineza tan firme, -que ni en el yunque quiebra, expuesto á los golpes de la fortuna, ni -con las llamas de la cólera salta ni con el ungüento de la lisonja ni -del soborno se ablanda; sólo el veneno de la sospecha le puede hacer -mella.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Veneno<br /> de la amistad.</i></span> - -Fué haciendo erudito alarde de preciosísimos símbolos de la<span -class="pagenum" id="Page_240">p. 240</span> amistad. Á lo último sacó -un pomito de olor, que despedía una fragancia muy confortante y, cuando -yo creí ser alguna quinta esencia de ámbar, realzado del almizcle, me -dijo:</p> - -<p>No es sino de un rancio néctar de un vino, aunque viejo, más -jubilante, que jubilado. Bueno para amigo, que conforte el corazón, que -le alivie y que le alegre y juntamente sane las morales llagas.</p> - -<p>Entregóme, al despedirme, esta lámina preciosa, con este su retrato, -dedicado á la amigable fineza.</p> - -<p>Miráronle todos con admiración y aun repararon en que aquellos -rostros eran sus verdaderos retratos, ocasión de quedar declarada y -confirmada la amistad entre todos, muy á la enseñanza del Gerión. -¡Feliz empleo de la varonil edad! Despidiéronse ya, sin partirse, los -soldados para sus alojamientos, que en esta vida no hay cosa propia; -nuestros dos peregrinos del mundo, no pudiendo hacer alto en el viaje -del vivir, salieron á proseguirle por la Francia.</p> - -<p>Vencieron las asperezas del hipócrita Pirineo, desmentidor de -su nombre á tanta nieve, donde muy temprano el invierno tiende sus -blancas sábanas y se acuesta. Admiraron con observación aquellas -gigantes murallas, con que la atenta naturaleza afectó dividir -estas dos primeras provincias de la Europa, á España de la Francia, -fortificando la una contra la otra, con murallas de rigores, dejándolas -tan distantes en lo político, cuando tan confinantes en lo material. Y -ahora conocieron con cuánto fundamento de verdad aquel otro cosmógrafo -había delineado en un mapa estas dos provincias, en los dos extremos -del orbe. Caso bien reído de todos: de unos, por no entendido, y de -otros, por aplaudido.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Franceses,<br /> antípodas<br /> de -España.</i></span> - -Al mismo punto que metieron el pie en Francia, conocieron sensiblemente -la diferencia en todo, en el temple, clima, aire, cielo y tierra; pero -mucho más la total oposición de sus moradores, en genios, ingenios, -costumbres, inclinaciones naturales, lengua y trajes.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_241">p. 241</span>¿Qué te ha parecido -de España?, dijo Andrenio.</p> - -<p>Murmuremos un rato della, aquí donde no nos oyen.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Censura<br /> de España.</i></span> - -Y aunque nos oyeran, ponderó Critilo, son tan galantes los españoles, -que no hicieran crimen de nuestra civilidad. No son tan sospechosos -como los franceses; más generosos corazones tienen.</p> - -<p>Pues díme, ¿qué concepto has hecho de España?</p> - -<p>No malo.</p> - -<p>¿Luego bueno?</p> - -<p>Tampoco.</p> - -<p>¿Según eso, ni bueno ni malo?</p> - -<p>No digo eso.</p> - -<p>¿Pues qué?</p> - -<p>Agridulce.</p> - -<p>¿No te parece muy seca y que de ahí les viene á los españoles -aquella su sequedad de condición y melancólica gravedad?</p> - -<p>Sí; pero también es sazonada en sus frutos y todas sus cosas son muy -sustanciales. De tres cosas dicen se han de guardar mucho en ella y más -los estranjeros.</p> - -<p>¿De tres solas? ¿Y qué son?</p> - -<p>De sus vinos, que dementan; de sus soles, que abrasan; y de sus -femeniles lunas, que enloquecen.</p> - -<p>¿No te parece, que es muy montuosa y aun por eso poco fértil?</p> - -<p>Así es; pero muy sana y templada. Que, si fuera llana, los veranos -fuera inhabitable.</p> - -<p>Está muy despoblada.</p> - -<p>También vale una della por ciento de otras naciones.</p> - -<p>Es poco amena.</p> - -<p>No la faltan vegas muy deliciosas.</p> - -<p>Está aislada entre ambos mares.</p> - -<p>También está defendida y coronada de capaces puertos y muy regalada -de pescados.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_242">p. 242</span>Parece que está muy -apartada del comercio de las demás provincias y al cabo del mundo.</p> - -<p>Aún había de estarlo más, pues todos la buscan y la chupan lo mejor -que tiene: sus generosos vinos Inglaterra, sus finas lanas Holanda, su -vidrio Venecia, su azafrán Alemania, sus sedas Nápoles, sus azúcares -Génova, sus caballos Francia y sus patacones todo el mundo.</p> - -<p>Díme, y de sus naturales, ¿qué juicio has hecho?</p> - -<p>Ahí hay más que decir: que tienen tales virtudes, como si no -tuviesen vicios, y tienen tales vicios, como si no tuviesen tan -relevantes virtudes.</p> - -<p>No me puedes negar que son los españoles muy bizarros.</p> - -<p>Sí; pero de ahí les nace el ser altivos. Son muy juiciosos; no tan -ingeniosos. Son valientes; pero tardos. Son leones; mas con cuartana. -Muy generosos y aun perdidos. Parcos en el comer y sobrios en el beber; -pero superfluos en el vestir. Abrazan todos los estranjeros; pero no -estiman los propios. No son muy crecidos de cuerpo; pero de grande -ánimo. Son poco apasionados por su patria y trasplantados son mejores. -Son muy llegados á la razón; pero arrimados á su dictamen. No son muy -devotos; pero tenaces de su religión y absolutamente es la primer -nación de Europa odiada por tan envidiada.</p> - -<p>Más dijeran, si no les interrumpiera su vulgar murmuración un otro -pasajero, que con serlo y tan de priesa, tomaba muy de veras el vivir. -Veníase encaminando hacia ellos y Critilo dijo:</p> - -<p>Éste es el primer francés que topamos. Notemos bien su genio, su -hablar y su proceder, para saber cómo nos habemos de portar con los -otros.</p> - -<p>¿Pues qué, visto uno, estarán vistos todos?</p> - -<p>Sí, que hay genio común en las naciones y más en ésta. Y la primera -treta del trato es no vivir en Roma á lo húngaro, como algunos, que en -todas partes viven al revés.</p> - -<p>La primera pregunta que el francés les hizo, aun antes de -saludarlos, viendo que iban de España, fué si había llegado la -flota.<span class="pagenum" id="Page_243">p. 243</span> Respondiéronle -que sí y muy rica. Y cuando creyeron se había de desazonar mucho con -la nueva, fué tan al contrario, que comenzó á dar saltos de placer, -haciéndose son á sí mismo. Admirado Andrenio, le preguntó.</p> - -<p>¿Pues deso te alegras tú, siendo francés?</p> - -<p>Y él: ¿Por qué no, cuando las más remotas naciones la festejan?</p> - -<p>¿Pues de qué provecho le es á Francia que enriquezca España y se le -aumente su potencia?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Efectos<br /> de la flota.</i></span> - -¡Oh qué bueno está eso! dijo el monsiur. ¿No sabéis vosotros que un -año, que no vino la flota por cierto incidente, no le pudieron hacer -guerra al Rey Católico ninguno de sus enemigos? Y ahora frescamente, -cuando se ha alterado algo la plata del Perú, ¿no se han turbado todos -los príncipes de la Europa y todos sus reinos con ellos? Creedme que -los españoles brindan flotas de oro y plata á la sed de todo el mundo. -Y pues venís de España, muchos doblones traeréis.</p> - -<p>No por cierto, respondió Critilo: de lo que menos habemos -cuidado.</p> - -<p>¡Pobres de vosotros, qué perdidos venís!, exclamó el francés. Basta -que aún no sabéis vivir con ir tan adelante, que hay muchos, que aun -á la vejez no han comenzado á vivir. ¿No sabéis, que el hombre da -principio á la vida por el deleite cuando mozo, pasa al provecho ya -hombre, y acaba viejo por la honra?</p> - -<p>Venimos, le dijeron, en busca de una reina, que si por gran dicha -nuestra la topamos, nos han asegurado que con ella hallaremos cuanto -bien se puede desear. Y aun decía uno que todos los bienes le habían -entrado á la par con ella.</p> - -<p>¿Cómo decís que se nombra?</p> - -<p>Sí, que bien nombrada es: la plausible Sofisbella.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>La sabiduría.</i></span> - -Ya sé quién decís. Ésa en otro tiempo bien estimada era en todo el -mundo, por su mucha discreción y prendas; mas ya por pobre no hay quien -haga caso ni casa della. En viéndola sin dote, sin oro y plata, muchos -la tienen por necia y todos por<span class="pagenum" id="Page_244">p. -244</span> infeliz. Es cosa de cuento todo lo que no es de cuenta. -Entendedme una cosa, que no hay otro saber como el tener y el que -tiene es sabio, es galán, valiente, noble, discreto y poderoso, es -príncipe, es rey y será cuanto él quisiere. Lástima me hacéis de veros -tan hombres y tan poco personas. Ahora venid conmigo. Echaremos por el -atajo del valer, que aún tendréis remedio.</p> - -<p>¿Dónde nos piensas llevar?</p> - -<p>Donde halléis hombres, lo que mozos despreciasteis. ¡Cómo se echa de -ver que no sabéis vosotros en qué siglo vivís! Vamos andando, que yo os -lo diré. Y preguntó:</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Qué siglo este.</i></span> - -¿En cuál pensáis vivir, en el del oro ó en el de lodo?</p> - -<p>Yo diría, respondió Critilo, que en el de hierro. Con tantos, todo -anda errado en el mundo y todo al revés, si ya no es el de bronce, que -es peor con tanto cañón y bombarda. Todo ardiendo en guerras: no se oye -otro que sitios, asaltos, batallas, degüellos, que hasta las mismas -entrañas parece se han vuelto de bronce.</p> - -<p>No faltará quien diga, respondió Andrenio, que es el siglo de cobre -y no de pague; mas yo digo que el de lodo, cuando todo lo veo puesto -dél: tanta inmundicia de costumbres, todo lo bueno por tierra. La -virtud dió en el suelo con su letrero: ¡Aquí yace! La basura á caballo, -los muladares dorados y, al cabo al cabo, todo hombre es barro.</p> - -<p>No decís cosa, replicó el francés. Asegúroos que no es sino el siglo -de oro.</p> - -<p>Mira quien tal creyera.</p> - -<p>Sólo el oro es el estimado, el buscado, el adorado y querido. No -se hace caso de otro, todo va á parar en él y por él y así dice bien, -cuando más mal, aquel público maldiciente: <i>tuti tiramo à questo -diavolo di argento</i>.</p> - -<p>Relucía ya y de muy lejos uno como palacio grande; pero no -magnífico, y tan lindo como un oro. Reparó luego Andrenio y dijo:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_245">p. 245</span>¡Qué rica cosa y -casa! Parece una ascua de oro: así luce y así quema.</p> - -<p>¿Qué mucho, si lo es?, respondió el monsiur, bailando de -contento.</p> - -<p>Que como al dar llaman ellos bailar, siempre andan bailando.</p> - -<p>¿Todo el palacio es de oro?, preguntó Critilo.</p> - -<p>Todo, desde el fundamento hasta el tejado, por dentro y fuera. Y -cuanto hay en él todo es oro y todo plata.</p> - -<p>Muy sospechoso se me hace, dijo Critilo: que la riqueza es gran -comadre del vicio y aun se dice vive mal con él. ¿Pero de dónde han -podido juntar tanto oro y tanta plata? Que parece imposible.</p> - -<p>¿Cómo de dónde? Pues, si España no hubiera tenido los desaguaderos -de Flandes, las sangrías de Italia, los sumideros de Francia, las -sanguijuelas de Génova, ¿no estuvieran hoy todas sus ciudades -enladrilladas de oro y muradas de plata? ¿Qué duda hay en eso? Á más de -que el poderoso dueño, que en este palacio mora, tiene tal virtud, no -sé yo si dada del cielo ó tomada de la tierra, que todo cuanto toca, si -con la mano izquierda, la convierte en plata, y, si con la derecha, en -oro.</p> - -<p>¡Eh!, monsiur, dijo Critilo, que ésa fué una novela tan antigua -como necia de cierto rey, llamado Midas, tan sin medida ni tasa en su -codicia, que al cabo, como suelen todos los ricos, murió de hambre, -siendo su enfermedad de ahito.</p> - -<p>¡Cómo, que es fábula!, dijo el francés. No es sino verdad tan -cierta, como practicada hoy en el mundo. - -<span class="sidenote"><i>Midas al uso.</i></span> - -¿Pues qué, es nuevo convertir un hombre en oro cuanto toca? Con una -palmada, que da un letrado en un Bártulo, cuyo eco resuena allá en el -bartolomico del pleiteante, ¿no hace saltar los ciento y los doscientos -al punto y no de la dificultad? Advertid que jamás da palmada en vacío -y, aunque estudia en Baldo, no es de balde su ciencia.</p> - -<p>Un médico, pulsando ¿no se hace él de oro y á los otros de tierra? -¿Hay vara de virtudes como la del alguacil y la pluma del<span -class="pagenum" id="Page_246">p. 246</span> escribano y más de un -secretario, que por encantado que esté el tesoro, por más guardado, lo -sacan bajo tierra? ¿Las vanas Venus de la belleza, cuando más tocadas -y prendidas, no convierten en oro la inmundicia de su torpeza? Hombre -hay, que con sola una pulgada que da, convierte en el oro más pesado el -hierro más pesado. Al tocar de las cajas ¿no anda la milicia más á la -rebatiña, que al rebato? Las pulgadas del mercader, ¿no convierten en -oro la seda y la holanda?</p> - -<p>Creedme, que hay muchos Midas en el mundo: así los llama él, cuando -más desmedidos andan, que todo se ha de entender al contrario. El -interés es el rey de los vicios, á quien todos sirven y le obedecen. -Y así, no os admiréis que yo diga que el príncipe, que allí vive, -convierte en oro cuanto toca. Y una de las causas, porque yo voy allá, -es para que me toque también y me haga de oro.</p> - -<p>Monsiur, instó Andrenio, ¿cómo puede vivir dese modo?</p> - -<p>Muy bien.</p> - -<p>Pues díme, ¿no se le convierte en oro el manjar, así como le -toca?</p> - -<p>Buen remedio: calzarse unos buenos guantes, que muchos hoy comen -dellos y con ellos.</p> - -<p>Sí; pero, en llegando á la boca el manjar, en comenzándole á mascar, -¿no se le ha de volver todo oro, sin poderlo tragar?</p> - -<p>¡Oh, qué mal discurres!, dijo el francés. Ese melindre fué allá en -otro tiempo; no se embarazan tanto ya las gentes. - -<span class="sidenote"><i>Oro potable.</i></span> - -Ya se ha hallado traza cómo hacer el oro potable y comestible, ya -dél se confeccionan bebidas, que confortan el corazón y alegran -grandemente. Ni falta quien ha inventado el hacer caldo de doblones -y dicen es tan sustancial, que basta á resucitar un muerto; que eso -de alargar la vida es niñería. Demás de que hoy viven millares de -miserables de no querer comer. Todo lo que no comen ni beben ni visten -dicen que lo convierten en oro. Ahorran, porque no se aforran. Mátanse -de hambre á sí y á sus familias y de matarse viven.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_247">p. 247</span>Con esto se fueron -acercando y descubrieron á las puertas muchas guardas que, á más -de estar armadas todas con espaldares castellanos contra los petos -gallegos, eran tan inexorables, que no dejaban llegar á ninguno ni de -cien leguas. Y si alguno porfiaba en querer entrar, arrojábanle un no, -salido de una cara de hierro, que no hay bala que así atraviese y deje -sin habla al más osado.</p> - -<p>¿Cómo haremos para entrar, dijo Andrenio: que cada guarda de éstas -parece un Nerón sincopado y aun más cruel?</p> - -<p>No os embarace eso, dijo el francés: que esta guarda sólo es guarda -de la juventud. No dejan entrar los mozos.</p> - -<p>Y así era, que por ningún caso los dejaban entrar en la hacienda. -Á todos se les vinculaban, hasta ser hombres; pero de treinta años -arriba las franqueaban á todo hombre, si ya no fuese algún jugador, -descuidado, gastador ó castellano, gente toda de la cofradía del hijo -pródigo. Mas á los viejos, á los franceses y catalanes, puerta franca y -aun les convidaban con el manejo. Con esto, viéndolos ya tan hombres y -tan á la francesa, sin dificultad alguna los dejaron pasar. - -<span class="sidenote"><i>Puertas<br /> del interés.</i></span> - -Pero luego hubo otro tope y mayor, que á más de ser las puertas de -bronce y más duras que las entrañas de un rico, de un cómitre, de una -madrastra, de un genovés, que es más que todo, estaban cerradas y muy -atrancadas con barras catalanas y candados vizcaínos. Y aunque llegaban -unos y otros á llamar, nadie respondía ni á propósito mucho menos -correspondía.</p> - -<p>Mira, decía uno, que soy tu pariente.</p> - -<p>Y respondía el de adentro:</p> - -<p>Más quiero mis dientes, que mis parientes. Cuando yo era pobre, -no tenía parientes ni conocidos, que quien no tiene sangre, no tiene -consanguíneos, y ahora me nacen como hongos y se pegan como lapa.</p> - -<p>¿No me conoces, que soy tu amigo?, gritaba otro.</p> - -<p>Y respondíanle:</p> - -<p>En tiempo de higos, higas.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_248">p. 248</span>Con mucha cortesía -rogaba un gentilhombre y respondía un villano: Ahora, que tengo, todos -me dicen: Norabuena estéis Pedro.</p> - -<p>¿Pues á tu padre?, decía un viejo.</p> - -<p>Y el hijo respondía:</p> - -<p>En esta casa no se tiene ley con nadie.</p> - -<p>Al contrario, rogaba á su padre un hijo le dejase entrar y él -respondía:</p> - -<p>Eso no, mientras yo viva.</p> - -<p>Ninguno se ahorraba con el otro, ni hermanos con hermanos, ni -padres con hijos: ¿pues qué sería suegras con nueras? Oyendo esto, -desconfiaron de todo punto de poder entrar. Trataban de tomarse la -honra, si no el provecho, cuando el francés les dijo:</p> - -<p>¡Qué presto desmayáis! ¿No entraron los que están dentro? Pues no -nos faltará traza á nosotros. Dinero no falte y trampa adelante.</p> - -<p>Mostróles una valiente maza, que estaba pendiente de una dorada -cencerra:</p> - -<p>Miradla bien, dijo: que en ella consiste nuestro remedio. ¿Cúya -pensáis que es?</p> - -<p>Si fuera de hierro y con sus puntas aceradas, dijo Critilo, aun -creyera yo era la clava de Hércules.</p> - -<p>¿Cómo de Hércules?, dijo el francés. Fué juguete aquélla, fué un -melindre, respecto désta y todo cuanto el ahijado de Juno obró con ella -fué niñería.</p> - -<p>¿Cómo hablas así, monsiur, de una tan famosa y tan celebrada -clava?</p> - -<p>Dígote que no valió un clavo, respecto désta, ni supo Hércules lo -que se hizo ni supo vivir ni entendió el modo de hacer la guerra.</p> - -<p>¿Cómo no, si con aquella triunfó de todos los monstruos del mundo, -con ser tantos?</p> - -<p>Pues con ésta se vencen los mismos imposibles. Creedme que<span -class="pagenum" id="Page_249">p. 249</span> es mucho más ejecutiva y -sería nunca acabar querer yo relataros los portentos de dificultades, -que se han allanado con ésta.</p> - -<p>Será encantada, dijo Andrenio, no es posible otra cosa. Obra grande -de algún poderoso nigromántico.</p> - -<p>Que no está encantada, dijo el francés, aunque sí hechiza á todos. -Más os digo, que aquélla sólo en la diestra de Hércules valía algo; mas -ésta en cualquier mano, aunque sea en la de un enano, de una mujer, de -un niño, obra prodigios.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Poder del oro.</i></span> - -¡Eh, monsiur, dijo Andrenio! No tanto encarecimiento. ¿Cómo puede ser -eso?</p> - -<p>¿Cómo? Yo os lo diré. Porque es toda ella de oro macizo, aquel -poderoso metal, que todo lo riñe y todo lo rinde. ¿Qué pensáis -vosotros, que los reyes hacen la guerra con el bronce de las bombardas, -con el hierro de los mosquetes y con el plomo de las balas? No, por -cierto, sino con <i>dinari y dinari e piu dinari</i>. Mal año para la tizona -del Cid y para la encantada de Roldán, respecto de una maza preñada de -doblones. Y porque lo veáis, aguardad.</p> - -<p>Descolgóla y pegó con ella en las puertas un ligerísimo golpecillo; -pero tan eficaz, que al punto se abrieron de par en par, quedando -atónitos ambos peregrinos y blasonando el monsiur, aunque fueran las de -la torre de Dánae. Pero son de Dame, que es más.</p> - -<p>Cuando todo estuvo llano, ya no lo estaba la voluntad de Critilo; -antes dudaba mucho el entrar, porque dudaba el poder salir. - -<span class="sidenote"><i>Reclamo de oro.</i></span> - -Hallaba, como prudente, grandes dificultades; mas al ruido del dinero, -que oyó contar, que por eso se llamó moneda, <i>a monendo</i>, porque todo -lo persuade y recaba y á todos convence, se dejó vencer. Atrájole el -reclamo del oro y de la plata. Que no hay armonía de Orfeo, que así -arrebate.</p> - -<p>En estando dentro, se volvieron á cerrar las puertas, con otros -tantos cerrojos de diamante. Mas, ¡oh espectáculo tan raro como -increíble! Donde creyeron hallar un palacio, centro de libertades, -hallaron una cárcel, llena de prisiones, pues á cuan<span -class="pagenum" id="Page_250">p. 250</span>tos entraban los -aherrojaban. Y es lo bueno que á título de hacerles muchos favores.</p> - -<p>Estaban persuadiendo á una hermosa mujer, que la enriquecían y -engalanaban y echábanla al cuello una cadena de una esclavitud de por -vida y aun por muerte, la argolla de un rico collar, las esposas de -unos preciosos brazaletes, que paran en horcas, el apretador de sus -obligaciones, el esmaltado lazo de un nudo ciego, la gargantilla de un -ahogo. Ello fué casa y miento y cárcel verdadera.</p> - -<p>Echáronle á un cortesano unos pesados grillos de oro, que no -le dejaban mover y persuadíanle que podía cuanto quería. Los que -imaginaron salones eran calabozos poblados de cautivos voluntarios y -todos ellos cargados de prisiones, argollas y cadenas de oro; pero -todos tan contentos como engañados. Toparon entre otros un cierto -sujeto rodeado de gatos, poniendo toda su fruición en oirlos mayar.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Monstruosa<br /> codicia.</i></span> - -¡Hay tan mal gusto en el mundo, como el tuyo!, dijo Andrenio. ¿No -fueran mejores algunos pajarillos enjaulados, que con sus dulces -cantos, te aliviaran las prisiones? ¿Pero gatos y vivos y que gustes de -oir sus enfadosos maídos, que á todos los demás atormentan?</p> - -<p>Quita, que no lo entiendes, respondió él: para mí es la más regalada -música de cuantas hay, éstas las voces más dulces y más suaves del -mundo. ¿Qué tienen que ver los gorjeos del pintado jilguerillo, -los quiebros del canario, las melodías del dulce ruiseñor, con los -maullidos de un gato? Cada vez, que los oigo, se regocija mi corazón -y se alboroza mi espíritu. Mal año para Orfeo y su lira, para el -gustoso Correa y su destreza. ¿Qué tiene que ver toda la armonía de los -instrumentos músicos con el maído de mis gatos?</p> - -<p>Si fueran muertos, replicó Andrenio, aun me tentara; ¿pero vivos?</p> - -<p>Sí, vivos y después muertos. Y vuelvo á decir que no hay más -regalada voz en cuantas hay.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_251">p. 251</span>Pues dínos: ¿Qué -hallas de suavidad en ella?</p> - -<p>¿Qué? Aquel decir <i>mío</i>, <i>mío</i> y todo es <i>mío</i> y siempre <i>mío</i> y -nada para vos: esa es la voz más dulce para mí de cuantos hay.</p> - -<p>Hallaron cosas á este tono bien notables. Mostráronles algunos y aun -los más, que se decía no tener corazones ni entrañas, no sólo para con -los otros; pero ni aun para consigo mismos. Y con todo eso vivían.</p> - -<p>¿Cómo se sabe, preguntó Andrenio, que estén descorazonados?</p> - -<p>Muy bien, le respondieron: en no dar fruto alguno. Á más de que, -buscándoseles á algunos, se les han hallado enterrados en sepulcros de -oro y amortajados en sus talegos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Muerte<br /> del avaro.</i></span> - -¡Desdichada suerte!, exclamó Critilo, la de un avaro, que nadie se -alegra con su vida ni se entristece en su muerte. Todos bailan en ella -al son de las campanas. La viuda rica con un ojo llora y con el otro -repica. La hija, desmintiendo sus ojos hechos fuentes, dice <i>río</i> de -las lágrimas que <i>lloro</i>. El hijo porque hereda, el pariente porque -se va acercando á la herencia, el criado por la manda y por lo que se -desmanda, el médico por su paga y no por su pago, el sacristán porque -dobla, el mercader porque vende sus bayetas, el oficial porque las -cose, el pobre porque las arrastra. ¡Miserable suerte la del miserable! -Mal, si vive, y peor, si muere.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Rico hombre.</i></span> - -En un gran salón vieron un grande personaje. Quedaron espantados de -cosa tan nueva y tan estraña en semejante puesto.</p> - -<p>¿Qué hace aquí este señor?, preguntó Critilo á uno de sus enemigos, -no escusados.</p> - -<p>Y él: ¿Qué? Adorar.</p> - -<p>¿Pues qué, es gentil?</p> - -<p>Lo que menos tiene es de gentil y de hombre.</p> - -<p>¿Pues qué adora?</p> - -<p>Dora y adora una arca.</p> - -<p>¿Qué? ¿Es judío?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_252">p. 252</span>En la condición ya -podría; pero en la sangre no: que es muy noble, de los ricos hombres de -España.</p> - -<p>Y con todo eso, ¿no es hidalgo?</p> - -<p>Antes, porque no lo es, es hombre rico.</p> - -<p>¿Qué arca es ésta que adora?</p> - -<p>La de su testamento.</p> - -<p>¿Y es de oro?</p> - -<p>Dentro sí; mas por fuera de hierro, pues no sabe qué ni por qué ni -para qué ni para quién.</p> - -<p>Aquí vieron ejecutada aquella exagerada crueldad, que cuentan de -las víboras, cómo la hembra al concebir corta la cabeza al macho y -después los hijuelos vengan la muerte de su padre, agujerándola el -vientre y rasgándola las entrañas por salir y campear, cuando vieron -que la mujer, por quedar rica y desahogada, ahoga al marido. Luego el -heredero, pareciéndole vive sobrado la madre y él no vive sobrado, -la mata á pesares. Á él, por heredarle, su otro hermano segundo le -despacha. De suerte, que unos á otros, como víboras crueles, se -emponzoñan y se matan. El hijo procura la muerte del padre y de la -madre, pareciéndole que viven mucho y que él se hará <i>senior</i>, antes de -llegar á ser señor. - -<span class="sidenote"><i>Morir de mal<br /> de hijo.</i></span> - -El padre teme al hijo y, cuando todos festejan el nacimiento del -heredero, él enluta su corazón, temiéndole como á su más cercano -enemigo; pero el abuelo se alegra y dice:</p> - -<p>Seáis bien venido, ¡oh enemigo de mi enemigo!</p> - -<p>Fuéles materia de risa, entre las muchas de pena, lo que le -aconteció á uno de estos guardadores. Que un ladrón de otro ladrón, -que hay ladrones de ladrones, con tal sutileza le engañó, que le -persuadió se robase á sí mismo: de modo, que le ayudó á quitarse cuanto -tenía. Él mismo llevó á cuestas toda la ropa, el oro y plata de su -casa, transportándola y escondiéndola donde jamás la vió ni la gozó. -Lamentábase después, doblando el sentimiento, de ver que él había sido -el ladrón de sí mismo, el robador y el robado.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_253">p. 253</span> - -<span class="sidenote"><i>Avaro<br /> ladrón de sí.</i></span> - -¡Oh lo que puede el interés!, ponderaba Critilo. Que le persuada á un -desdichado que él se robe, que esconda su dinero, que atesore para -ingratos, jugadores y perdidos; y que él ni coma ni beba ni vista ni -duerma ni descanse ni goce de su hacienda ni de su vida. Ladrón de sí -mismo, merece muy bien los cientos contados al revés y que le destierre -el discreto Horacio á par de un Tántalo necio.</p> - -<p>Habían dado una vuelta entera á todo aquel palacio de calabozos, -sin haber podido descubrir el coronado necio de su dueño, cuando á lo -último, imaginándole en algún salón dorado, ocupando rico trono á toda -majestad, vestido de brocados rozagantes, con su ropón imperial, le -hallaron muy al contrario, metido en el más estrecho calabozo, que aun -luz no gastaba, por no gastarla ni aun de día, por no ser visto para -dar ni prestar. Con todo, brujulearon su mala catadura, cara de pocos -amigos y menos parientes, aborreciendo por igual deudos y deudas.</p> - -<p>La barba crecidamente descompuesta, que aun el regalo de quitársela -se envidiaba. Mostraba unas grandes orejas de rico trasnochado, siendo -tan horrible en su aspecto. Nada se ayudaba con el vestido, que de -viejo, la mitad era ido y la otra se iba aborreciendo todo lo que -cuesta. Estaba solo quien de nadie se fiaba y todos le dejaban estar, -rodeado de gatos, con almas de doblones, propias de desalmados, que -aun muertos no olvidan las mañas del agarro. Parecía en lo crudo un -Radamanto.</p> - -<p>Así como entraron, con que á nadie puede ver, fué á abrazarlos, -que los quisiera de oro; mas ellos, temiendo tanta preciosidad, se -retiraron, buscando ya por dónde salir de aquella dorada cárcel, - -<span class="sidenote"><i>Infierno<br /> de plata.</i></span> - -palacio de Plutón, que toda casa de avaro es infierno en lo penoso y -limbo en lo necio.</p> - -<p>Con este deseo, apelándose al desengaño de todo vicio, en especial -de la tiranía codiciosa, buscaban á toda priesa por dónde escapar; -mas, como en casa del desdichado se tropieza en los azares, yendo -en fuga, cayeron en una disimulada trampa,<span class="pagenum" -id="Page_254">p. 254</span> cubierta con las limaduras de oro de -la misma cadena, tan apretado lazo, que cuanto más forcejeaban por -librarse, más le anudaban. Lamentaba Critilo su inconsiderada ceguera. -Suspiraba Andrenio su malvendida libertad. Cómo la consiguieron contará -la otra Crisi.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_2_4"> - <h3 class="g1 ws1">CRISI IV</h3> - <p class="subh3c"><i>El museo del discreto.</i></p> -</div> - -<p>Solicitaba un entendido, por todo un ciudadano emporio y aun dicen -corte, una casa, que fuese de personas; mas en vano. Porque, aunque -entró en muchas curioso, de todas salió desagradado, por hallarlas, -cuanto más llenas de ricas alhajas, tanto más vacías de las preciosas -virtudes. Guióle ya su dicha á entrar en una y aun única. Y al punto, -volviéndose á sus discretos les dijo:</p> - -<p>Ya estamos entre personas: esta casa huele á hombres.</p> - -<p>¿En qué lo conoces? le preguntaron.</p> - -<p>Y él: ¿no veis aquellos vestigios de discreción?</p> - -<p>Y mostróles algunos libros, que estaban á mano:</p> - -<p>Éstas, ponderaba, son las preciosas alhajas de los entendidos. ¿Qué -jardín del Abril, qué Aranjuez del Mayo, como una librería selecta? -¿Qué convite más delicioso para el gusto de un discreto, como un culto -museo, donde se recrea el entendimiento, se enriquece la memoria, se -alimenta la voluntad, se dilata el corazón y el espíritu se satisface? - -<span class="sidenote"><i>Fullería<br /> discreta.</i></span> - -No hay lisonja, no hay fullería para un ingenio, como un libro nuevo -cada día.</p> - -<p>Las pirámides de Egipto ya acabaron, las torres de Babilonia -cayeron, el romano coliseo pereció, los palacios dorados de Nerón -caducaron, todos los milagros del mundo desaparecieron y solos -permanecen los inmortales escritos de los sabios, que entonces -florecieron, y los insignes varones, que celebraron.<span -class="pagenum" id="Page_255">p. 255</span> ¡Oh, gran gusto el de leer! -Empleo de personas que, si no las halla, las hace. Poco vale la riqueza -sin la sabiduría y de ordinario andan reñidas. Los que más tienen -menos saben y los que más saben menos tienen. Que siempre conduce la -ignorancia borregos con bellocino de oro.</p> - -<p>Esto les estaba ponderando, ya para consuelo, ya para enseñanza, á -los dos presos en la cárcel del interés, en el brete de su codicia, -un hombre y aun más. Pues en vez de brazos, batía alas, tan volantes, -que se remontaba á las estrellas y en un instante se hallaba donde -quería. Fué cosa notable que, cuando á otros en llegando los amarraba -fuertemente, sin dejarles libertad ni para dar un paso, cargándoles de -grillos y de cadenas, á éste, al punto que llegó, le jubilaron de una, -que al pie arrastraba y le apesgaba de modo, que no le permitía echar -un vuelo. Admirado Andrenio, le dijo:</p> - -<p>Hombre ó prodigio, ¿quién eres?</p> - -<p>Y él prontamente: Ayer nada, hoy poco más y mañana menos.</p> - -<p>¿Cómo menos?</p> - -<p>Sí: que á veces más valiera no haber sido.</p> - -<p>¿De dónde vienes?</p> - -<p>De la nada.</p> - -<p>¿Y dónde vas?</p> - -<p>Al todo.</p> - -<p>¿Cómo vienes tan solo?</p> - -<p>Aun la mitad me sobra.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Deseoso<br /> de saber.</i></span> - -Ahora digo que eres sabio.</p> - -<p>Sabio, no; deseoso de saber, sí.</p> - -<p>¿Pues con qué ocasión viniste acá?</p> - -<p>Vine á tomar el vuelo: que pudiendo levantarme á las más altas -regiones en alas de mi ingenio, la envidiosa pobreza me tenía -abatido.</p> - -<p>Según eso, ¿no piensas en quedarte aquí?</p> - -<p>De ningún modo: que no se permuta bien un adarme de li<span -class="pagenum" id="Page_256">p. 256</span>bertad por todo el oro del -mundo; antes, en tomando lo preciso de lo precioso, volaré.</p> - -<p>¿Y podrás?</p> - -<p>Siempre que quiera.</p> - -<p>¿Podríasnos librar á nosotros?</p> - -<p>Todo es que queráis.</p> - -<p>¿Pues no habíamos de querer?</p> - -<p>No sé: que es tal el encanto de los mortales, que están con gusto -en sus cárceles y muy hallados, cuando más perdidos. Ésta, con -ser un encanto, es la que más aprisionados les tiene, porque más -apasionados.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Mundo<br /> encantado.</i></span> - -¿Cómo es eso de encanto?, dijo Andrenio. ¿Pues no es éste, que vemos, -tesoro verdadero?</p> - -<p>De ningún modo; sino fantástico.</p> - -<p>Éste que reluce, ¿no es oro?</p> - -<p>Dígole lodo.</p> - -<p>¿Y tanta riqueza?</p> - -<p>Vileza.</p> - -<p>Éstos ¿no son montones de reales?</p> - -<p>No hay una realidad en todos ellos.</p> - -<p>Pues éstos, que tocamos, ¿no son doblones?</p> - -<p>Sí, en lo doblado.</p> - -<p>¿Y tanto aparador?</p> - -<p>No es, sino parador, pues al cabo para en nada. Y porque os -desengañéis que todo esto es apariencia, advertid que, en boqueando -cualquiera, el más rico, el más poderoso, en nombrando cielo, en -diciendo: ¡Dios mío, valedme!, al mismo punto desaparece todo y se -convierte en carbones y aun cenizas.</p> - -<p>Así fué. Que, en diciendo uno Jesús, dando la última boqueada, se -desvaneció toda su pompa, como si fuera sueño. Tanto que, despertando -los varones de las riquezas y mirándose á las manos, las hallaron -vacías. Todo paró en sombra y en asombro y fué un espectáculo bien -horrible ver que, los que antes eran estimados por reyes, ahora fueron -reídos. - -<span class="sidenote"><i>La muerte<br /> de blanco.</i></span> - -<span class="pagenum" id="Page_257">p. 257</span>Los monarcas, -arrastrando púrpuras, las reinas y las damas rozando galas, los señores -recamados, todos se quedaron en blanco. Y por no haber dado en él. No -ya ocupaban tronos de marfil; sino tumbas de luto. De sus joyas sólo -quedó el eco en hoyas y sepulcros.</p> - -<p>Las sedas y damascos fueron ascos. Las piedras finas se trocaron -en losas frías, las sartas de perlas en lágrimas. Los cabellos tan -rizados, ya erizados. Los olores, hedores; los perfumes, humos. Todo -aquel encanto paró en canto y en responso y los ecos de la vida, en -huecos de la muerte. Las alegrías fueron pésames, porque no les pesa -más la herencia á los que quedan. Y toda aquella máquina de viento en -un cerrar y abrir de ojos se resolvió en nada.</p> - -<p>Quedaron nuestros dos peregrinos más vivos, cuando más muertos. -Pues desengañados, preguntáronle á su remediador alado dónde estaban. -Y él les dijo que muy hallados, pues en sí mismos. Propúsoles si le -querían seguir al palacio de la discreta Sofisbella, donde él iba y -donde hallarían la perfecta libertad. Ellos, que no deseaban otra -cosa, le rogaron que, pues había sido su libertador, les fuese guía. -Preguntáronle si conocía aquella sabia reina.</p> - -<p>Luego que me vi con alas, respondió, y vamos caminando, determiné -ser suyo. Son pocos los que la buscan y menos los que la hallan. -Discurrí por todas las más célebres Universidades sin poder -descubrirla. Que, aunque muchos son sabios en latín, suelen ser grandes -necios en romance. Pasé por las casas de algunos, que el vulgo llama -letrados; pero, como me veían sin dinero, decíanme leyes. - -<span class="sidenote"><i>Fénix sabia.</i></span> - -Hablé con muchos tenidos por sabios; mas entre muchos doctores no hallé -un docto. Finalmente conocí que iba perdido y me desengañé. Que de -sabiduría y de bondad no hay sino la mitad de la mitad y aun de todo lo -bueno.</p> - -<p>Mas, como voy volando por todas partes, he descubierto un -palacio, fabricado de cristales, bañado de resplandores, cam<span -class="pagenum" id="Page_258">p. 258</span>biando luces. Si en alguna -estancia se ha de hallar esta gran reina, ha de ser en este centro, -porque ya acabó la docta Atenas y pereció la culta Corinto.</p> - -<p>Oyóse en esto una confusa vocería, vulgar aplauso de una insolente -turba, que asomaba. Pararon al punto y repararon en un chabacano -monstruo, que venía atrancando sendas, seguido de innumerable turba. -¡Estraña catadura! La primera mitad de hombre y la otra de serpiente. -De modo, que de medio arriba miraba al cielo y de medio abajo iba -arrastrando por tierra. Conocióle luego el varón alado y previno á -sus camaradas le dejasen pasar, sin hacer caso ni preguntar cosa. Mas -Andrenio no pudo contenerse, que no preguntase á uno del gran séquito -quién era aquel serpihombre.</p> - -<p>¿Quién ha de ser, le respondió, sino quien sabe más que las -culebras? Éste es el sabio de todos, el milagro del vulgo y éste es el -pozo de ciencia.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Bachillería<br /> del mundo,<br /> necedad del cielo.</i></span> - -Tú te engañas y le engañas, replicó el alado: que no es sino uno, que -sabe al uso del mundo. Que todo su saber es estulticia del cielo. Éste -es de aquellos, que saben para todos y no para sí, pues siempre andan -arrastrados. Éste es el que habla más y sabe menos. Y éste es el necio, -que sabe todas las cosas malsabidas.</p> - -<p>¿Y dónde os lleva?, preguntó Andrenio.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Sabios<br /> de fortuna.</i></span> - -¿Dónde? Á ser sabios de fortuna.</p> - -<p>Estrañó mucho el término y replicóle:</p> - -<p>¿Qué cosa es ser sabio de ventura?</p> - -<p>Uno, que sin haber estudiado, es tenido por docto, sin cansarse -es sabio, sin haberse quemado las cejas trae barba autorizada, sin -haber sacudido el polvo á los libros levanta polvaredas, sin haberse -desvelado es muy lucido, sin haberse trasnochado ni madrugado ha -cobrado buena fama. Al fin él es un oráculo del vulgo y que todos han -dado en decir que sabe sin saberlo. ¿Nunca has oído decir: ventura te -dé Dios, hijo? Pues éste es el mismo y nosotros lo pensamos también -ser.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_259">p. 259</span>Mucho le contentó -á Andrenio aquello de saber sin estudiar, letras sin sangre, fama sin -sudor, atajo sin trabajo, valer de balde. Y traído del gran séquito, -que el plausible sabio arrastraba, hasta de carrozas, literas y -caballos, ceceándole todos y brindándole con el descanso, volviéndose á -sus compañeros les dijo:</p> - -<p>¡Amigos, vivir un poco más y saber un poco menos!</p> - -<p>Y metióse entre sus tropas, que al punto desaparecieron.</p> - -<p>¡Basta!, dijo el varón alado al atónito Critilo. Que el verdadero -saber es de pocos. Consuélate, que más presto le hallarás tú á él, que -él á ti, con que tú serás el hallado y él el perdido.</p> - -<p>Quisiera ir en busca suya Critilo; mas viendo ya brillar el gran -palacio, que buscaban, olvidado aun de sí mismo y sin poder apartar los -ojos dél, caminó allá embelesado. Campeaba, sin poder esconderse, en -una clarísima eminencia, señoreando cuanto hay. - -<span class="sidenote"><i>Palacio del<br /> entendimiento.</i></span> - -Era su arquitectura extremo del artificio y de la belleza, engolfado en -luces y á todas ellas, que para recibirlas bien, á más de ser diáfanas -sus paredes y toda su materia transparente, tenía muchas claraboyas, -balcones rasgados y ventanas patentes. Todo era luz y todo claridad. -Cuando llegaron cerca, vieron algunos hombres, que lo eran, que -estaban como adobando y besando sus paredes; pero, mirándolo mejor, -advirtieron que las lamían y, sacando algunas cortezas, las mascaban y -se paladeaban con ellas.</p> - -<p>¿De qué provecho puede ser eso?, dijo Critilo.</p> - -<p>Y uno dellos: Por lo menos es de sumo gusto.</p> - -<p>Y convidóle con un terrón limpio y transparente que, en llegándole á -la boca, conoció era sal y muy sabrosa y, los que imaginaron cristales, -no lo eran, sino sales gustosísimas.</p> - -<p>Estaba la puerta siempre patente, con que no entraban sino personas -y ésas bien raras. Vestíanla hiedras y coronábanla laureles, con muchas -inscripciones ingeniosas por toda la majestuosa fachada. Entraron -dentro y admiraron un espacioso patio muy á lo señor, coronado de -columnas tan firmes y tan<span class="pagenum" id="Page_260">p. -260</span> eternas, que les aseguró el varón alado podían sustentar el -mundo y algunas dellas el cielo, siendo cada una un non plus ultra de -su siglo.</p> - -<p>Percibieron luego una armonía tan dulce, que tiranizaba, no sólo -los ánimos, pero las mismas cosas inanimadas, atrayendo á sí los -peñascos y las fieras. Dudaron si sería su autor el mismo Orfeo y con -esa curiosidad fueron entrando por un majestuoso salón muy capaz, en -quien los copos de la nieve en marfiles y las ascuas de oro en piñas -maravillosamente se atemperaban para construir su belleza.</p> - -<p>Aquí los recibieron y aun cortejaron el buen gusto y el buen -genio y, con el agrado que suelen, los condujeron á la agradable -presencia de un sol humano, que parecía mujer divina. Estaba animando -un tan suave plectro, que les aseguraron, no sólo hacía inmortales -los vicios, pero que daba vida á los muertos, componía los ánimos, -sosegaba los espíritus, aunque tal vez los encendía en el furor bélico, -que no hiciera más el mismo Homero. Llegaron ya á saludarla entre -las fruiciones de verla; pero más de oirla. Y ella, en honra de sus -peregrinos huéspedes, hizo alarde de armonía. - -<span class="sidenote"><i>Nicho<br /> de la poesía.</i></span> - -Estaba rodeada de varios instrumentos, todos ellos muy sonoros. Mas, -suspendiendo los antiguos, aunque tan suaves, fué echando mano de -los modernos. El primero, que pulsó, fué una culta cítara, haciendo -extremada armonía; aunque la percibían pocos, que no era para muchos. -Con todo, notaron en ella una desproporción harto considerable que, -aunque sus cuerdas eran de oro finísimo y muy sutiles, la materia de -que se componía, debiendo ser de un marfil terso, de un ébano bruñido, -era de haya y aun más común. Advirtió el reparo la conceptuosa ninfa y -con un regalado suspiro, les dijo:</p> - -<p>Si en este culto plectro cordobés hubiera correspondido la moral -enseñanza á la heroica composición, los asuntos graves á la cultura -de su estilo, la materia y bizarría del verso á la sutileza de sus -conceptos, no digo yo de marfil, pero de un finísimo diamante merecía -formarse su concha.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_261">p. 261</span>Tomó ya un italiano -rabel, tan dulce, que al pasar el arco pareció suspender la misma -armonía de los cielos, si bien para ser pastoril y tan Fido, pareció -sobradamente conceptuoso. Tenía muy á mano dos laúdes, tan igualmente -acordes, que parecían hermanos.</p> - -<p>Éstos, dijo, son graves por lo aragoneses. Puédelos oir el más -severo Catón sin nota de liviandad. En el metro tercero son los -primeros del mundo; pero en el cuarto, ni aun quintos.</p> - -<p>Vieron una arquicítara de extremada composición, de maravillosa -traza. Y aunque estaba bajo de otra; pero en el material artificio ni -ésta la cedía ni aquélla en la invención la excedía. Y así dijo el alma -de los instrumentos:</p> - -<p>Si el Ariosto hubiera atendido á las morales alegorías, como Homero, -de verdad que no le fuera inferior.</p> - -<p>Resonaba mucho y embarazaba á muchos un instrumento, que unieron -cáñamo y cera. Parecía órgano por lo desigual y era compuesto de las -cañas de Siringa, cogidas en la más fértil vega. Llenábanse de viento -popular; mas con todo este aplauso, no les satisfizo y dijo entonces la -poética Belleza.</p> - -<p>Pues sabed que éste, en aquel tiempo desaliñado, fué bien oído y -llenó, por lo plausible, todos los teatros de España.</p> - -<p>Descolgó una vihuela tan de marfil, que afrentaba la misma nieve; -pero tan fría, que al punto se le helaron los dedos y hubo de dejarla, -diciendo:</p> - -<p>En estas rimas del Petrarca se ven unidos dos extremos, que son su -mucha frialdad con el amoroso fuego.</p> - -<p>Colgóla junto á otras dos, muy sus semejantes, de quienes dijo:</p> - -<p>Éstas más se suspenden, que suspenden.</p> - -<p>Y en secreto confesóles eran del Dante Aligero y del español Boscán. -Pero entre tan graves plectros, vieron unas tejuelas picariles, de que -se escandalizaron mucho.</p> - -<p>No las estrañéis, les dijo: que son muy donosas. Con éstas espantaba -sus dolores Marica en el hospital.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_262">p. 262</span>Tañó con indecible -melodía unas folías á una lira conceptuosa, que todos celebraron mucho -y con razón:</p> - -<p>Bástale, dijo, ser plectro portugués, tiernamente regalado, que él -mismo se está diciendo el que amo es.</p> - -<p>Gustaron no poco de ver una gaita y aun ella la animó con lindo -gusto; aunque descompuso algo de su gran belleza y dijo:</p> - -<p>Pues de verdad que fué de una musa princesa, á cuyo son solía bailar -Gila en la noche de aquel santo.</p> - -<p>Grande asco les causó ver una tiorba italiana, llena de suciedad y -que frescamente parecía haber caído en algún cieno y, sin osarla tocar, -cuanto menos tañer, la recatada ninfa, dijo:</p> - -<p>Lástima es que este culto plectro del Marino haya dado en tanta -inmundicia lasciva.</p> - -<p>Estaba un laúd real artificiosamente fabricado en un puesto oscuro; -con todo, despedía gran resplandor de sí y de muchas piedras preciosas, -de que estaba todo él esmaltado:</p> - -<p>Éste, ponderó, solía hacer un tan regalado son, que los mismos reyes -se dignaban de escucharle. Y aunque no ha salido á luz en estampa, luce -tanto, que dél se puede decir:</p> - -<p>¡El alba es que sale!</p> - -<p>Allí vieron un culto instrumento, coronado del mismo laurel de -Apolo; aunque algunos no lo creían. Oyeron una muy gustosa zampoña; -mas, por tener cáncer la musa que la tocaba, á cada concepto se le -equivocaban las voces. Hacíase bien de sentir una lira, aunque mediana, -mas en lo satírico, superior, y dábase á entender latinizando. Otro -oyeron de feliz arte; mas dudaron si su prosa era verso y si su verso -prosa. Vieron en un rincón muchos otros instrumentos, que con ser -nuevos y acabados de hacer, estaban ya acabados y cubiertos de polvo. -Admirado Critilo dijo:</p> - -<p>¿Por qué, oh gran reina del Parnaso, éstos tan presto los -arrimas?</p> - -<p>Y ella: Porque rimas, todos se arriman á ellas, como más<span -class="pagenum" id="Page_263">p. 263</span> fáciles; pocos imitan á -Homero y á Virgilio en los graves y heroicos poemas.</p> - -<p>Para mí tengo, dijo Critilo, que Horacio los perdió, cuando más los -quiso ganar, desanimándolos con sus rigorosos preceptos.</p> - -<p>Aun no es eso, respondió la gloria de los cisnes: que son tan -romancistas algunos, que no entienden el arte; sino que para las obras -grandes son menester ingenios agigantados. Aquí está el Tasso, que -es un otro Virgilio cristiano y tanto, que siempre se desempeña con -ángeles y con milagros.</p> - -<p>Había un vacío en buen lugar y, notándolo Critilo, dijo:</p> - -<p>De aquí algún gran plectro han robado.</p> - -<p>No será eso; sino que estará destinado para algún moderno.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Don Francisco<br /> de Sayas.</i></span> - -¿Si sería, dijo Critilo, uno que yo conozco y estimo por bueno, no por -ser mi amigo, antes mi amigo por ser bueno?</p> - -<p>No pudieron detenerse más, porque la edad les daba prisa, y así -hubieron de dejar esta primera estancia de un tan culto Parnaso y, en -lo fragante, Paraíso.</p> - -<p>Llamóles el Tiempo á un otro salón más dilatado, pues no se le veía -fin. Introdújoles en él la Memoria y aquí hallaron otra bien extremada -ninfa, que tenía la mitad del rostro arrugado muy de vieja y la otra -mitad fresco muy de joven. - -<span class="sidenote"><i>Historiadores.</i></span> - -Estaba mirando á dos haces á lo presente y á lo pasado; que lo porvenir -remitíalo á la providencia. En viéndola, dijo Critilo:</p> - -<p>Ésta es la gustosa Historia.</p> - -<p>Mas el varón alado: No es sino la maestra de la vida, la vida de la -fama, la fama de la verdad y la verdad de los hechos.</p> - -<p>Estaba rodeada de varones y mujeres, señalados unos por insignes y -otros por ruines, grandes y pequeños, valerosos y cobardes, políticos -y temerarios, sabios é ignorantes, héroes y viles, gigantes y enanos, -sin olvidar ningún extremo. Tenía en la mano algunas plumas, no muchas, -pero tan prodigiosas, que con una sola, que entregó á uno, le hizo -volar y remontarse<span class="pagenum" id="Page_264">p. 264</span> -hasta los dos coluros. No sólo daba vida con el licor que destilaba; -sino que eternizaba, no dejando envejecer jamás los famosos hechos. -Íbalas repartiendo con notable atención, porque á ninguno daba la que -él quería, y esto á petición de la Verdad y de la Entereza.</p> - -<p>Y así notaron que llegó un personaje, ofreciendo por una gran suma -de dinero: y no sólo no se la concedió; sino que le cargó la mano, -diciéndole que estos libros para ser buenos han de ser libres ni se -vuela á la eternidad en plumas alquiladas.</p> - -<p>Replicaron otros se la diese, que antes sería para más ignominia -suya.</p> - -<p>Eso no, respondió la eterna Historia: no conviene. Porque, aunque -ahora sería reída, de aquí á cien años será creída. Con esta misma -atención á ninguno daba pluma, que no fuese después de cincuenta años -de muerto, y á todo muerto, pluma viva. Con lo cual ni Tiberio el -astuto ni Nerón el inhumano pudieron escaparse de lo de Cornelio de -Tácito.</p> - -<p>Fué á sacar una buena, para que un escritor grande escribiese de -un gran príncipe y, porque la vió algo que untada de oro, la arrojó -con desaire, con que había escrito aquella misma otras cosas harto -plausiblemente y dijo:</p> - -<p>Creedme que toda pluma de oro escribe yerros.</p> - -<p>Solicitaba un otro á grandes diligencias, alguna, que escribiese -bien dél. Informóse la ninfa si era benemérito.</p> - -<p>Averiguó que no.</p> - -<p>Replicó él que para serlo no se la quiso conceder; aunque alabó -su honrado deseo, diciéndole que las palabras ajenas no pueden hacer -insignes los hombres; sino sus hechos propios bien ejecutados primero y -bien escritos después.</p> - -<p>Al contrario, un otro famoso varón pidió le mejorase, porque la que -le había dado era llana y sencilla y consolóle con que sus grandes -hechos campeaban más en aquel mal estilo, que los de otros no tales -entre mucha elocuencia.</p> - -<p>Quejáronse algunos célebres modernos de que sus inmortales<span -class="pagenum" id="Page_265">p. 265</span> hechos se pasaban en -silencio, habiendo habido elogios plausibles del Jovio para otros no -tan esclarecidos.</p> - -<p>Aquí se enojó mucho la noticiosa ninfa y con grande impaciencia -dijo:</p> - -<p>Si vosotros los despreciáis, los perseguís y tal vez los encarceláis -á mis dilectísimos escritores, no haciendo caso dellos, ¿cómo queréis -que os celebren? La pluma, príncipes míos, no ha de ser apreciada; pero -sí preciada.</p> - -<p>Daban en rostro las demás naciones á la española en no haberse -hallado en ella una pluma latina, que con satisfacción la ilustrase.</p> - -<p>Respondía que los españoles más atendían á manejar la espada que -la pluma, á obrar las hazañas que á placearlas y que aquello de tanto -cacarearlas más parecía de gallinas.</p> - -<p>No le valió; antes la arguyeron de poco política y muy bárbara, -poniéndola por ejemplo los romanos, que en todo florecieron y un César -cabal pluma y espada rige.</p> - -<p>Oyendo esto y viéndose señora del mundo, determinó llegar á pedir -pluma. Juzgó la reina de los tiempos tenía razón; mas reparó en cuál -la daría, que la desempeñase bien después de tanto silencio. Y aunque -tiene por ley general no dar jamás á ninguna provincia algún escritor -natural, so pena de no ser creído, con todo, viéndola tan odiada de -todas las demás naciones, se resolvió en darla una pluma propia.</p> - -<p>Comenzaron luego á murmurarlo las demás naciones y á mostrar -sentimiento; mas la verdadera ninfa las procuró quietar, diciendo:</p> - -<p>Dejad, que el Mariana, aunque es español de cuatro cuartos, si bien -algunos lo han afectado dudar; pero él es tan tétrico y escribirá con -tanto rigor, que los mismos españoles han de ser los que queden menos -contentos de su entereza.</p> - -<p>Esto no le fiaron á la Francia y así entregó la pluma de sus -últimos sucesos y de sus reyes á un italiano. Y no contenta aún con -esto, le mandó salir de aquel reino y que se fuese á Italia á<span -class="pagenum" id="Page_266">p. 266</span> escribir libremente y así -ha historiado tan acertadamente Henrico Catarino, que ha oscurecido al -Guicciardino y aun causado recelo á Tácito.</p> - -<p>Con esto cada uno llevaba la que menos pensaba y quisiera. Las -que parecían de unas aves, eran de otras, como la que pasó plaza del -Conestagio en la unión de Portugal con Castilla, que bien mirada se -halló no ser suya, sino del conde de Portalegre, para deslumbrar la más -atenta prudencia.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Don José<br /> Pellicer.</i></span> - -Pidió uno las del fénix para escribir della y encargósele seriamente -no las gastase, sino en las de la fama. La que se conoció con toda -realidad ser de fénix fué la de aquella princesa, excepción de la -hermosura, no ya necia, aunque sí desgraciada, la inestimable Margarita -de Valois, á quien y al César solos se les permitió escribir con -acierto de sí mismos.</p> - -<p>Pidió un príncipe soldado una pluma, la más bien cortada de todas. -Por el mismo caso se la dió sin cortar, diciéndole:</p> - -<p>Vuestra misma espada le ha de dar el corte: que si ella cortare -bien, la pluma escribirá mejor.</p> - -<p>Otro gran príncipe y aun monarca pretendió la mejor de todas, -por lo menos la más plausible, porque él quería inmortalizarse con -ella. Y viendo que realmente la merecía, escogió entre todas y dióle -una entresacada de las alas de un cuervo. No quedó contento; antes -murmuraba que, cuando pensó le daría la de algún águila real, que -levantase el vuelo hasta el sol, le daba aquella tan infausta.</p> - -<p>¡Eh, señor, que no lo entendéis!, dijo la Historia: éstas, que son -de cuervo en el picar, en el adivinar las intenciones, en desentrañar -los más profundos secretos, ésta del Comines es la más plausible de -todas.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>El doctor<br /> Juan Francisco<br /> Andrés.</i></span> - -Trataba un gran personaje de mandar quemar una destas. Desengañáronle -no lo intentase, porque son como las del fénix, que en el fuego -se eternizan y, en prohibiéndolas, vuelan por todo el mundo. La -que celebró mucho y por eso la dió á Aragón fué una cortada de un -jirasol.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_267">p. 267</span>Ésta, dijo, siempre -mirará á los rayos de la verdad.</p> - -<p>Admiráronse mucho de ver que, habiendo tanta copia de historiadores -modernos, no tenía sus plumas la inmortal ninfa en su mano ni la -ostentaba, sino cual y cual, la de Pedro Mateo, del Santoro, Babia, -del conde de la Roca, Fuenmayor y otros; mas desengañáronse, cuando -advirtieron eran de simplicísimas palomas, sin la hiel de Tácito, -sin la sal de Curcio, sin el picante de Suetonio, sin la atención de -Justino, sin la mordacidad del Platina.</p> - -<p>Que no todas las naciones, decía la gran reina de la verdad, tienen -numen para la historia. Aquéllos por ligeros fingen, estos otros, -porque llanos, descaecen y así las más destas plumas modernas son -chabacanas, insulsas y en nada eminentes. Veréis muchas maneras de -historiadores, unos gramaticales, que no atienden sino al vocablo y á -la colocación de las palabras, olvidándose del alma de la historia. -Otros cuestionarios: todo se les va en disputar y averiguar puntos y -tiempos. Hay anticuarios, gaceteros y relacioneros: todos materiales y -mecánicos, sin fondo de juicio ni altanería de ingenio.</p> - -<p>Topó una pluma de caña dulce destilando néctar y al punto la sacudió -de sí, diciendo:</p> - -<p>Éstas no tanto eternizan las hazañas, cuanto confitan los -desaciertos.</p> - -<p>Aborrecía sumamente toda pluma teñida, tenida por apasionada, -inclinándose siempre, ya al lado del odio, ya de la afición. Fué á -sacar una y dijo:</p> - -<p>Ésta ya ha salido otra vez, ya la di á otro primero y, si mal no -me acuerdo, fué á Illescas, á quien le traslada capítulos enteros el -Sandoval. Basta, que yo me he equivocado.</p> - -<p>Mucho se detuvieron aquí y aun se estuvieron: tan entretenida es la -mansión de la Historia.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Buenas letras.</i></span> - -Pasaron ya cortejados del Ingenio por la de la Humanidad. Lograron -muchas y fragantes flores, delicias de la agudeza, que aquí asistía -tan aliñada cuan hermosa, leyéndolas en latín Erasmo, <span -class="pagenum" id="Page_268">p. 268</span>el Evorense y otros, y -escogiéndolas en romance, las florestas españolas, las facecias -italianas, las recreaciones del Guicciardino, hechos y dichos modernos -del Botero, de solo Rufo seiscientas flores, los gustosos Palmirenos, -las librerías del Doni, sentencias, dichos y hechos de varios elogios, -teatros, plazas, silvas, oficinas, jeroglíficos, empresas, geniales, -polianteas y fárragos.</p> - -<p>No fué menos de admirar la ninfa anticuaria, de más curiosidad -que sutileza. Tenía por estancia un erario enriquecido de estatuas, -piedras, incripciones, sellos, monedas, medallas, insignias, urnas, -barros, láminas, con todos los libros, que tratan de esta noticiosa -antigüedad, tan acreditada con los eruditos diálogos de don Antonio -Agustín, ilustrada de los Golcios - -<span class="sidenote"><i>Anticuarios</i>.</span> - -y últimamente enriquecida con las noticias de las monedas antiguas -españolas de Lastanosa.</p> - -<p>Al lado déste hallaron otro tan embarazado de materialidades, que -á la primera vista creyeron sería algún obrador mecánico; mas, cuando -vieron globos celestes y terrestres, esferas, astrolabios, brújulas, -dioptras, cilindros, compases y pantómetras, - -<span class="sidenote"><i>Matemáticas.</i></span> - -conocieron ser los desvanes del entendimiento y el taller de las -matemáticas, sirviendo de alma muchos libros de todas estas artes y aun -de las vulgares. Pero de la noble pintura y arquitectura había tratados -superiores.</p> - -<p>Fueron registrando todos estos nichos de paso, lo que basta para no -ignorar. - -<span class="sidenote"><i>Filosofía<br /> natural.</i></span> - -Así como el de la indagadora natural filosofía, levantando mil -testimonios á la naturaleza. Servían de estantes á sus curiosos -tratados los cuatro elementos y en cada uno los libros, que tratan -de sus pobladores, como de las aves, peces, brutos, plantas, flores, -piedras preciosas, minerales y en el fuego de sus meteoros, fenómenos -y de la artillería. Pero enfadados de tan desabrida materialidad, los -sacó de allí el Juicio, para meterlos en sí.</p> - -<p>Veneraron ya una semideidad en lo grave y lo sereno, que en la -más profunda estancia y más compuesta estaba, entresacan<span -class="pagenum" id="Page_269">p. 269</span>do las saludables hojas de -algunas plantas, para confeccionar medidas y destilar quintas esencias -con que curar el ánimo y en que conocieron luego era la Moral Filosofía. - -<span class="sidenote"><i>Filósofos<br /> morales.</i></span> - -Cortejáronla de propósito y ella les dió asiento entre sus venerables -sujetos. Sacó en primer lugar unas hojas, que parecían del díctamo, -gran contraveneno, y mostró estimarlas mucho, si bien á algunos les -parecieron algo secas y aun frías, de más provecho que gusto; pero -de verdad muy eficaces. Y aseguró haberlas cogido por su mano de los -huertos de Séneca. En un plato, que pudo ser fuente de doctrina, puso -otras, diciendo:</p> - -<p>Éstas, aunque más desabridas, son divinas.</p> - -<p>Allí vieron el ruibarbo de Epicteto y otras purgativas de todo -exceso de humor, para aliviar el ánimo.</p> - -<p>Para apetito y regalo hizo una ensalada de los diálogos de Luciano, -tan sabrosa, que á los más desconocidos les abrió el gusto, no sólo de -comer, pero de rumiar los grandes preceptos de la prudencia.</p> - -<p>Después déstos echó mano de unas hojas muy comunes; mas ella -las comenzó á celebrar con exageraciones. Estaban admirados los -circunstantes, cuando las habían tenido más por pasto de bestias, que -de personas.</p> - -<p>No tenéis razón, dijo: que en estas fábulas de Esopo hablan las -bestias, para que entiendan los hombres.</p> - -<p>Y haciendo una guirnalda, se coronó con ellas. Para sacar una quinta -esencia general recogió todas las de Alciato, sin desechar una y, -aunque las vió imitadas en algunos; pero eran contrahechas y sin la -eficaz virtud de la moralidad ingeniosa.</p> - -<p>De los Morales de Plutarco se valía para comunes remedios: -echaban gran fragancia todo género de apostemas y sentencias; pero, -no haciéndose mucho caso de sus recopiladores, mandó fuesen algunos -dellos premiados con estimación, por haberles ayudado mucho y aun, como -Lucinas, haberles dado forma de una aguda donosidad.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_270">p. 270</span>Topó unas grandes -hojazas, muy extendidas, no de mucha eficacia y así dijo:</p> - -<p>Éstas del Petrarca, Justo Lipsio y otros, si tuvieran tanto de -intensión como tienen de cantidad, no hubiera precio bastante para -ellas.</p> - -<p>Acertó á sacar unas de tal calidad, que al mismo punto los -circunstantes las apetecieron y unos las mascaban, otros las molían y -estaban todo el día sin parar, aplicando el polvo á las narices.</p> - -<p>Basta, dijo: que estas hojas de Quevedo son como las del tabaco, de -más vicio que provecho, más para reir que aprovechar.</p> - -<p>De la Celestina y otros tales, aunque ingeniosos, comparó sus hojas -á las del perejil, para poder pasar sin asco la carnal grosería.</p> - -<p>Éstas otras, aunque vulgares, son picantes y tal señor hay, que -gasta su renta en ellas. Éstas de Barclayo y otros son como las de la -mostaza, que, aunque irritan las narices, dan gusto con su picante.</p> - -<p>Al contrario, otras muy dulces, así en el estilo, como en los -sentimientos, las remitió, más para paladear niños y mujeres, que para -pasto de hombres.</p> - -<p>Las empresas del Jovio puso entre las olorosas y fragantes, que -con su buen olor recrean el cerebro. Ostentó mucho unas hojas, aunque -malaliñadas y tan feas, que les causaron horror; mas la prudente ninfa -dijo:</p> - -<p>No se ha de atender al estilo del infante don Manuel; sino á la -extremada moralidad y al artificio con que enseña.</p> - -<p>Por buen dejo sacó una alcarchofa y con lindo gusto la fué -deshojando y dijo:</p> - -<p>Estos raguallos del Boquelino, son muy apetitosos; pero de toda una -hoja sólo se come el cabo con su sal y su vinagre.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Políticas.</i></span> - -Muy gustosos y muy cebados se hallaban aquí, sin tratar de dejar -jamás estancia tan de hombres. Sola la Conveniencia pudo<span -class="pagenum" id="Page_271">p. 271</span> arrancarlos, que á la -puerta de un otro gran salón y muy su semejante, aunque más majestuoso, -los estaba convidando y decía:</p> - -<p>Aquí es donde habéis de hallar la sabiduría más importante: la que -enseña á saber vivir.</p> - -<p>Entraron por razón de estado y hallaron una coronada ninfa, que -parecía atender más á la comodidad, que á la hermosura, porque decía -ser bien ajeno y aun se le oyó decir tal vez:</p> - -<p>Dadme grosura y os daré hermosura.</p> - -<p>Á lo que se conocía, que todo su cuidado lo ponía en estar bien -acomodada; mas, aunque muy disimulada y de rebozo, la conoció Critilo y -dijo:</p> - -<p>Ésta, sin más ver, es la Política.</p> - -<p>¡Qué presto la has conocido! No suele ella darse á entender tan -fácilmente.</p> - -<p>Era su ocupación, que no hay sabiduría ociosa, fabricar coronas, -unas de nuevo, otras de remiendo, y perfeccionábalas mucho. Había de -todas materias y formas: de plata, de oro y de cobre, de palo, de -roble, de frutos y de flores. Y todas las estaba repartiendo con mucha -atención y razón.</p> - -<p>Ostentó la primera muy artificiosa, sin defecto alguno ni quiebra; -pero más para vista, que platicada. Y dijeron todos era la república de -Platón, nada á propósito para tiempos de tanta malicia.</p> - -<p>Al contrario, vieron otras dos, aunque de oro; pero muy -descompuestas y de tan mal arte, aunque buena apariencia, que al punto -las arrojó en el suelo y las pisó, diciendo:</p> - -<p>Este príncipe del maquiavelismo y esta república del Bodino no -pueden parecer entre gentes. No se llamen de razón, pues son tan -contrarias á ella. Y advertid cuánto denotan ambas políticas la ruindad -destos tiempos, la malignidad destos siglos y cuán acabado está el -mundo.</p> - -<p>La de Aristóteles fué una buena vieja.</p> - -<p>Á un príncipe, tan católico como prudente, encomendó una toda -embutida de perlas y de piedras preciosas: era la razón<span -class="pagenum" id="Page_272">p. 272</span> de estado de Juan Botero. -Estimóla mucho y se le lució bien.</p> - -<p>Aquí vieron una cosa harto estraña: que, habiendo salido á luz una -otra muy perfecta y labrada, conforme á las verdaderas reglas de la -política cristiana, alabándola todos con mucho fundamento, llegó un -gran personaje, mostrando grandes ganas de haberla á su mano. Trató -de comprar todos los ejemplares y dió cuanto le pidieron por ellos. -Y cuando todos creían nacía de estimación, para presentársela á su -príncipe, fué tan al revés, que, porque no llegase á sus manos, mandó -hacer un gran fuego y quemar todos los ejemplares, esparciendo al aire -sus cenizas.</p> - -<p>Mas, aunque fué en secreto, llegó á noticia de la atenta ninfa, que -como tan política, se las entiende á todo el mundo, y al punto mandó -al mismo autor la volviese á estampar, sin que faltase una tilde, -y repartióla por toda Europa, con estimación universal, cuidando -que no volviesen ningún ejemplar á manos de aquel político, contra -política.</p> - -<p>Sacó del seno una caja tan preciosa, como odorífera. Y rogándole -todos la abriese y les mostrase lo que contenía, dijo:</p> - -<p>Es una riquísima joya. Ésta no sale á luz; aunque da tanta. Son las -instrucciones que dió la experiencia de Carlos V á la gran capacidad de -su prudente hijo.</p> - -<p>Estaba allí apartada una, que aspiraba á eterna, más en la cantidad, -que en la calidad. Obra de tomo. Nadie se atrevía á emprenderla.</p> - -<p>Sin duda, dijo Critilo, que es la de Bobadilla, que todos cansados, -la dejan descansar.</p> - -<p>Ésta otra, aunque pequeña, sí que es preciosa, dijo la sagaz ninfa. -No tiene otra falta esta política, sino de autor autorizado.</p> - -<p>Estaban hacinadas muchas coronas, unas sobre otras, que en el poco -aliño se conoció su poca estimación. Reconociéronlas y hallaron estaban -huecas, sin rastro de sustancia.</p> - -<p>Éstas, dijo, son las repúblicas del mundo, que no dan razón,<span -class="pagenum" id="Page_273">p. 273</span> más que de las cosas -superficiales de cada reino. No desentrañan lo recóndito; conténtanse -con la corteza.</p> - -<p>Conocieron el Galateo y otros sus semejantes y, pareciéndoles no era -este su lugar, ella porfió que sí, pues pertenecía á la política de -cada uno, á la razón especial de ser personas.</p> - -<p>Lograron muchas maneras de instrucciones de hombres grandes á sus -hijos, varios aforismos políticos, sacados del Tácito y de otros sus -secuaces; si bien había muchos por el suelo y dijo:</p> - -<p>Éstos son varios discursos de arbitrios en quimeras, que todos son -aire y vienen á dar en tierra.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Libros<br /> espirituales.</i></span> - -Coronaba todas estas mansiones eternas uno, no ya camarín, sino -sagrario, inmortal centro del espíritu, donde presidía el arte de las -artes, la que enseña la divina política, y estaba repartiendo estrellas -en libros santos, tratados devotos, obras ascéticas y espirituales.</p> - -<p>Éste, dijo el varón alado, advierte que no tanto es estante de -libros, cuanto Atlante de un cielo.</p> - -<p>Aquí exclamó Critilo: ¡Oh, fruición del entendimiento! ¡Oh, tesoro -de la memoria, realce de la voluntad, satisfacción del alma, paraíso de -la vida! Gusten unos de jardines, hagan otros banquetes, sigan éstos -la caza, cébense aquéllos en el juego, rocen galas, traten de amores, -atesoren riquezas con todo género de gustos y de pasatiempos; que para -mí no hay gusto como el leer ni centro como una selecta librería.</p> - -<p>Hizo señal de leva el varón alado, mas Critilo:</p> - -<p>Eso no, dijo, sin ver primero en persona la hermosa Sofisbella, -que un tal cielo como éste no puede dejar de tener por dueño al mismo -sol. Suplícote, oh conductor alado, quieras introducirme ante su -divina presencia. Que ya me la imagino idea de beldades, ejemplar de -perfecciones. Ya me parece que admiro la serenidad de su frente, la -perspicacia de sus ojos, la sutileza de sus cabellos, la dulzura de sus -labios, la fragancia de su aliento, lo divino de su mirar, lo humano de -su reir, el<span class="pagenum" id="Page_274">p. 274</span> acierto -con que discurre, la discreción con que conversa, la sublimidad de su -talle, el decoro de su persona, la gravedad de su trato, la majestad -de su presencia. Ea, acaba, ¿en qué te detienes? que cada instante que -tardas, se me vuelve eternidades de pena.</p> - -<p>Cómo se desempeñó el varón alado, cómo logró Critilo su dicha, -veremos, después de dar noticia de lo que le aconteció á Andrenio, en -la gran plaza del vulgo.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_2_5"> - <h3 class="g1 ws1">CRISI V</h3> - <p class="subh3c"><i>Plaza del populacho y corral del vulgo.</i></p> -</div> - -<p>Estábase la Fortuna, según cuentan, bajo su soberano dosel, más -asistida de sus cortesanos, que asistiéndoles, cuando llegaron dos -pretendientes de dicha á solicitar sus favores. Suplicó el primero le -hiciese dichoso entre personas, que le diese cabida con los varones -sabios y prudentes. Miráronse unos á otros los curiales y dijeron:</p> - -<p>Éste se alzará con el mundo.</p> - -<p>Mas la Fortuna, con semblante mesurado y aun triste, le otorgó la -gracia pretendida.</p> - -<p>Llegó el segundo y pidió, al contrario, que le hiciese venturoso -con todos los ignorantes y necios. Riéronlo mucho los del cortejo, -solemnizando gustosamente una petición tan estraña. Mas la Fortuna, con -rostro muy agradable, le concedió la suplicada merced.</p> - -<p>Partiéronse ya entrambos tan contentos, como agradecidos, abundando -cada uno en su sentir. Mas los áulicos, como siempre están contemplando -el rostro de su príncipe y brujuleándole los afectos, notaron mucho -aquel tan extravagante cambiar semblantes de su reina. Reparó también -ella en su reparo y muy galante les dijo:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_275">p. 275</span>¿Cuál destos -dos, pensáis vosotros, oh cortesanos míos, que ha sido el entendido? -¿Creeréis, que el primero? Pues sabed que os engañáis de medio á medio. -Sabed que fué un necio. No supo lo que pidió. Nada valdrá en el mundo. -¡Este segundo sí que supo negociar! Éste se alzará con todo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Necedad valida.</i></span> - -Admiráronse mucho y con razón, oyendo tan paradojo sentir; mas -desempeñóse ella, diciendo:</p> - -<p>Mirad: los sabios son pocos, no hay cuatro en una ciudad. ¿Qué digo -cuatro? Ni dos en todo un reino. Los ignorantes son los muchos, los -necios son los infinitos. Y así el que los tuviere á ellos de su parte, -ése será señor de un mundo entero.</p> - -<p>Sin duda que estos dos fueron Critilo y Andrenio, cuando éste, -guiado del Cécrope, fué á ser necio con todos. Era increíble el -séquito, que arrastraba, el que todo lo presume y todo lo ignora. -Entraron ya en la plaza mayor del universo; pero nada capaz. Llena de -gentes; pero sin persona, á dicho de un sabio, que con la antorcha en -la mano al mediodía iba buscando un hombre, que lo fuese y no había -podido hallar uno entero: todos lo eran á medias.</p> - -<p>Porque el que tenía cabeza de hombre, tenía cola de serpiente y las -mujeres de pescado. Al contrario, el que tenía pies, no tenía cabeza. -Allí vieron muchos Acteones, que, luego que cegaron, se convirtieron -en ciervos. Tenían otros cabezas de camellos, gente de cargo y de -carga. Muchos, de bueyes en lo pesado, que no en lo seguro. No pocos, -de lobos, siempre en la fábula del pueblo. Pero los más, de estólidos -jumentos, muy á lo simple malicioso.</p> - -<p>¡Rara cosa, dijo Andrenio, que ninguno tiene cabeza de serpiente ni -de elefante ni aun de vulpeja!</p> - -<p>No, amigo, dijo el Filósofo: que aun en ser bestias no alcanzan esa -ventaja.</p> - -<p>Todos eran hombres á remiendos y así cuál tenía garra de león y -cuál de oso en pie. Hablaba uno por boca de ganso y otro murmuraba -con hocico de puerco. Éste tenía pies de cabra<span class="pagenum" -id="Page_276">p. 276</span> y aquél orejas de Midas. Algunos tenían -ojos de lechuza y los más de topo. Risa de perro, quien yo sé, -mostrando entonces los dientes.</p> - -<p>Estaban divididos en varios corrillos, hablando, que no razonando, -y así oyeron en uno que estaban peleando. Á toda furia ponían sitio á -Barcelona y la tomaban en cuatro días por ataques, sin perder dinero -ni gente. Pasaban á Perpiñán, mientras duraban las guerras civiles -de Francia. Restauraban toda España. Marchaban á Flandes, que no -había para dos días. Daban la vuelta á Francia, dividíanla en cuatro -potentados, contrarios entre sí, como los elementos. Y finalmente -venían á parar en ganar la Casa Santa.</p> - -<p>¿Quién son éstos, preguntó Andrenio, que tan bizarramente pelean? -¿Si estaría aquí el bravo Picolomini? ¿Es por ventura aquél el conde de -Fuensaldaña y aquél otro Totavila?</p> - -<p>Ninguno déstos es soldado, respondió el Sabio, ni han visto jamás la -guerra. ¿No ves tú que son cuatro villanos de una aldea? Sólo aquél, -que habla más que todos juntos, es el que lee las cartas, el que -compone los razonamientos, el que le va á los alcances al cura, digo: -el barbero.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>El vulgo<br /> en corrillos.</i></span> - -Impaciente Andrenio, dijo: Pues si éstos no saben otro que estripar -terrones, ¿por qué tratan de allanar reinos y conquistar provincias?</p> - -<p>¡Eh!, dijo el Cécrope: que aquí todo se sabe.</p> - -<p>No digas se sabe, replicó el Sabio; sino que todo se habla.</p> - -<p>Toparon en otro, que estaban gobernando el mundo. Uno daba -arbitrios, otro publicaba pragmáticas, adelantaban los comercios y -reformaban los gastos.</p> - -<p>Éstos, dijo Andrenio, serán del parlamento; no pueden ser otros, -según hablan.</p> - -<p>Lo que menos tienen, dijo el Sabio, es de consejo; toda es -gente que, habiendo perdido sus casas, tratan de restaurar las -repúblicas.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_277">p. 277</span>¡Oh, vil canalla!, -exclamó Andrenio. ¿Y de dónde les vino á éstos meterse á gobernar?</p> - -<p>Ahí verás, respondió el Serpihombre, que aquí todos dan su voto.</p> - -<p>Y aun su cuero, replicó el Sabio.</p> - -<p>Y acercándose á un herrador:</p> - -<p>Advertid, le dijo, que vuestro oficio es herrar bestias: dad alguna -en el clavo.</p> - -<p>Y á un zapatero lo metió en un zapato, pues le mandó no saliese -dél.</p> - -<p>Más adelante estaban otros altercando de linajes, cuál sangre era -la mejor de España, si el otro era gran soldado, de más ventura que -valor y que toda su dicha había consistido en no haber tenido enemigo. -Ni perdonaban á los mismos príncipes, definiendo y calificándolos si -tenían más vicios de hombres, que prendas de reyes. De modo que todo lo -llevaban por un rasero.</p> - -<p>¿Qué te parece?, dijo el Cécrope. ¿Pudieran discurrir mejor los -siete sabios de Grecia? Pues advierte que todos son mecánicos y los más -sastres.</p> - -<p>Eso creeré yo: que de sastres siempre hay muchos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Murmuración<br /> mecánica.</i></span> - -Y Andrenio: ¿Pues quién los mete á ellos en esos puntos?</p> - -<p>¡Oh! que es su oficio tomar la medida á cada uno y cortarle el -vestido. Y aun todos en el mundo son ya sastres en descoser vidas -ajenas y dar cuchilladas en la más rica tela de la fama.</p> - -<p>Aunque era tan ordinario aquí el ruido y tan común la vocería, -sintieron que hablaban más alto allí cerca, en una ni bien casa ni mal -zahurda, aunque muy enramada: que, en habiendo riego, hay ramos.</p> - -<p>¿Qué estancia ó qué estanque es éste?, preguntó Andrenio.</p> - -<p>Y el Cécrope, agestándose de misterio:</p> - -<p>Éste es, dijo, el Areópago. Aquí se tiene el consejo de estado de -todo el mundo.</p> - -<p>Bueno irá él, si por aquí se gobierna. Ésta más parece taberna.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_278">p. 278</span>Sí lo es, respondió -el Sabio: que, como se les suben los humos á las cabezas, todos dan en -quererlo ser.</p> - -<p>Por lo menos, replicó el Cécrope, no pueden dejar de dar en el -blanco.</p> - -<p>Y aun en el tinto, respondió el Sabio.</p> - -<p>Pues de verdad, volvió á instar, que han salido de aquí hombres bien -famosos y que dieron harto que decir de sí.</p> - -<p>¿Quiénes fueron éstos?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Cabezas<br /> de motines.</i></span> - -¿Cómo quiénes? ¿Pues no salió de aquí el tundidor de Segovia, -el cardador de Valencia, el segador de Barcelona y el carnicero -de Nápoles, que todos salieron á ser cabezas y fueron bien -descabezados?</p> - -<p>Escucharon un poco y oyeron que unos en español, otros en francés, -en irlandés algunos, y todos en tudesco, estaban disputando cuál era -más poderoso de sus reyes, cuál tenía más rentas, qué gente podían -meter en campo, quién tenía más estados, brindándose á la salud dellos -y á su gusto.</p> - -<p>De aquí, sin duda, dijo Andrenio, salen tantos, como andan rodando -por esa gran vulgaridad, dando su voto en todo. Yo creí procedía de -estar tan acabados los hombres, que andaban ya en cueros; mas ahora veo -que todos los cueros andan en ellos.</p> - -<p>Así es, ponderó el Sabio. No verás á otro por ahí, sino pellejos -rebutidos de poca sustancia. Mira aquél, cuanto más hinchado más vacío. -Aquel otro está lleno de vinagre á lo ministro. Aquellos botillos -pequeños son de agua de azahar, que con poco tienen harto: luego se -llenan. Aquéllos, muchos son de vino y por eso en tierra. Aquellos -otros, los que, en siendo de voto, son de bota. Muchos están embutidos -de paja, que la merecen. Colgados otros, por ser de hombres fieros, -que hasta del pellejo de un bárbaro están acullá haciendo un tambor, -para espantar, muerto, sus contrarios: tan allá resuena la fiereza -déstos.</p> - -<p>De la mucha canalla, que de adentro redundaba, se descomponían -por allí cerca muchos otros corrillos y en todos estaban<span -class="pagenum" id="Page_279">p. 279</span> murmurando del gobierno, y -esto siempre y en todos los reinos, aun en el siglo de oro y de la paz. -Era cosa ridícula oir los soldados tratar de los consejos, dar prisa al -despacho, reformar los cohechos, residenciar los oidores, visitar los -tribunales. Al contrario los letrados, era cosa graciosa verlos pelear, -manejar las armas, dar asaltos y tomar plazas. El labrador, hablando de -los tratos y contratos, el mercader de la agricultura, el estudiante de -los ejércitos y el soldado de las escuelas, - -<span class="sidenote"><i>Necios<br /> barajados.</i></span> - -el seglar ponderando las obligaciones del eclesiástico y el -eclesiástico las desatenciones del seglar. Barajados los estados, -metiéndose los del uno en el otro, saltando cada uno de su corro y -hablando todos de lo que menos entienden.</p> - -<p>Estaban unos viejos diciendo mucho mal de los tiempos presentes y -mucho bien de los pasados, exagerando la insolencia de los mozos, la -libertad de las mujeres, el estrago de las costumbres y la perdición de -todo.</p> - -<p>Yo, menos entiendo el mundo, decía éste, cuanto más va.</p> - -<p>Y yo lo desconozco del todo, decía aquél, otro mundo es éste del que -nosotros hallamos.</p> - -<p>Llegóse en esto el Sabio y díjoles volviesen la mira atrás y viesen -otros tantos viejos, que estaban diciendo mucho más mal del tiempo que -ellos tanto alababan. Y detrás de aquéllos otros y otros, encadenándose -hasta el primer viejo su vulgaridad.</p> - -<p>Media docena de hombres muy autorizados, con más barbas que dientes, -mucho ocio y poca renta, estaban en otro corro allí cerca tratando de -desempeñar las casas de los señores y restituirlas á aquel su antiguo -lustre.</p> - -<p>¡Qué casa, decía uno, la del duque del Infantado, cuando se hospedó -en ella el rey de Francia prisionero, y lo que Francisco la celebró!</p> - -<p>¿Pues qué la debía, dijo otro, la del marqués de Villena, cuando -hacía y deshacía?</p> - -<p>¿Y la del almirante, en tiempo de los Reyes Católicos, púdose -imaginar mayor grandeza?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_280">p. 280</span>¿Quién son éstos?, -preguntó Andrenio.</p> - -<p>Éstos, respondió el hombre sierpe, son hombres de honor en los -palacios, llámanse gentileshombres ó escuderos.</p> - -<p>Y en buen romance, dijo el Sabio, son gente que, después de haber -perdido la hacienda, están perdiendo el tiempo y los que, habiendo -sido la polilla de sus casas, vienen á ser la honra de las ajenas. Que -siempre verás que los que no supieron para sí quieren saber para los -otros.</p> - -<p>Nunca pensé ver, ponderaba Andrenio, tanto necidiscreto junto y aquí -veo de todos estados y condiciones, hasta legos.</p> - -<p>¡Oh! sí, dijo el Sabio: que en todas partes hay vulgo y, por tildada -que sea una comunidad, hay ignorantes en ella, que quieren hablar de -todo y se meten á juzgar de las cosas, sin tener punto de juicio.</p> - -<p>Pero lo que estrañó mucho á Andrenio fué ver entre tales heces de la -república, en medio de aquella sentina vulgar, algunos hombres lucidos -y que se decía eran grandes personajes.</p> - -<p>¿Qué hacen aquí éstos? Señor, que se hallen aquí más esportilleros -que en Madrid, más aguadores que en Toledo, más gorrones que en -Salamanca, más pescadores que en Valencia, más segadores que en -Barcelona, más palenquines que en Sevilla, más cavadores que en -Zaragoza, más mochileros que en Milán: ¡no me espanta! ¡Pero gente de -porte, el caballero, el título, el señor! No sé qué diga.</p> - -<p>¿Qué piensas tú, dijo el Sabio, que, en yendo uno en litera, ya por -eso es sabio? ¿En yendo bien vestido, es entendido? Tan vulgares hay -algunos y tan ignorantes, como sus mismos lacayos. Y advierte que, -aunque sea un príncipe, en no sabiendo las cosas y queriéndose meter á -hablar dellas, á dar su voto en lo que no sabe ni tiene, al punto se -declara hombre vulgar y plebeyo. - -<span class="sidenote"><i>Vulgo definido.</i></span> - -Porque el vulgo no es otra cosa, que una sinagoga de ignorantes -presumidos y que hablan más de las cosas, cuanto menos las -entienden.</p> - -<p>Volvieron los rostros á uno, que estaba diciendo:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_281">p. 281</span>Si yo fuera rey... -(y era un mochilero).</p> - -<p>Y si yo fuera papa..., decía un gorrón.</p> - -<p>¿Qué habíais de hacer vos, si fuerais rey? ¿Qué?</p> - -<p>Lo primero, me había de teñir los bigotes á la española, luego me -había de enojar y ¡voto!...</p> - -<p>No, no juréis, que todos éstos que echan votos huelen á cueros.</p> - -<p>Digo que había de hacer colgar media docena. Yo sé que oliera la -casa á hombre y que mirarían algunos cómo perdían las victorias y los -ejércitos, cómo entregaban las fortalezas al enemigo. No me había de -llevar encomienda quien no fuese soldado y de reputación, pues para -ellos se instituyeron. Y no déstos de las plumicas; sino un sargento -mayor Soto, un Monroy y un Pedro Estélez, que se han hallado en cien -batallas y en mil sitios. ¡Qué virreyes, qué generales hiciera yo! ¡Qué -ministros! Todos habían de ser Oñates y Caracenas. ¡Qué embajadores, -que no hiciera!</p> - -<p>Oh, ¡no me viera yo un mes papa!, decía el estudiante. Yo sé que -de otra manera irían las cosas. No se había de proveer dignidad ni -prebenda, sino por oposición. Todo por méritos. Yo examinara quién -venía con más letras que favores, quién traía quemadas las cejas.</p> - -<p>Abrióse en esto la portería de un convento y metiéronse á la -sopa.</p> - -<p>Topaban varias y desvariadas oficinas por toda aquella gran plaza -mecánica. Los pasteleros hacían valientes empanadas de perro. Ni -faltaban aquí tantas moscas, como allá mosquitos. Los caldereros -siempre tenían calderas que adobar. Los olleros alabando lo quebrado. -Los zapateros á todo hombre, buscándole horma de su zapato, y los -barberos haciendo las barbas.</p> - -<p>¿Es posible, dijo Andrenio, que entre tanta botica mecánica no -topemos una de medicinas?</p> - -<p>Basta, que hay hartas barberías, dijo el Cécrope.</p> - -<p>Y hartos en ellas, respondió el Sabio. Que, como bárba<span -class="pagenum" id="Page_282">p. 282</span>ros, hablan de todo. Mas lo -que ellos saben ¿quién lo ignora?</p> - -<p>Con todo eso, dijo Andrenio, en una vulgaridad tan común es mucho -que no haya un médico, que recete. Por lo menos no había de faltar á la -murmuración civil.</p> - -<p>No hacen falta, replicó el Sabio.</p> - -<p>¿Cómo no?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Necedad<br /> incurable.</i></span> - -Porque, aunque todos los males tienen remedio, hasta la misma locura -tiene cura en Zaragoza ó en Toledo y en cien partes. Pero la necedad no -la tiene ni ha habido jamás hombre que curase de tonto.</p> - -<p>Con todo eso, veis allí unos, que lo parecen.</p> - -<p>Venían dándose á las furias de que todos se les entremeten en su -oficio y quieren curar á todos con un remedio. Y eso sería nada, -si algunos no se metiesen á quererles dar doctrina á ellos mismos, -disputando con el médico los jarabes y las sangrías.</p> - -<p>¡Eh!, decían: déjense matar sin hablar palabra.</p> - -<p>Pero los herreros llevaban brava herrería y aun todos parecían -caldereros. Enfadados los sastres, les dijeron que callasen y dejasen -oir, si no entender. Sobre esto armaron una pendencia, aunque no -nueva en tales puestos. Tratáronse muy mal; pero no se maltrataron. Y -dijéronles los herreros á los sastres, después de encomios solemnes:</p> - -<p>¡Quitad de ahí, que sois gente sin Dios!</p> - -<p>¿Cómo sin Dios?, replicaron ellos enfurecidos. Si dijérades sin -conciencia, pase; pero sin Dios ¿qué quiere decir eso?</p> - -<p>Sí, repitieron los herreros, que no tenéis un dios sastre, como -nosotros un herrero y, cuando todos le tienen, los taberneros á Baco, -aunque anda en celos con Tetis, los mercaderes á Mercurio, de quien -tomaron las trampas con el nombre, los panaderos á Ceres, los soldados -á Marte, los boticarios á Esculapio, ¡mirad qué tales sois vosotros, -que ningún Dios os quiere!</p> - -<p>Andad de ahí, respondieron los sastres. Que sois unos gentiles.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_283">p. 283</span>Vosotros sí lo -sois, que á todos queréis hacer gentileshombres.</p> - -<p>Llegó en esto el Sabio y metió paz, consolando á los sastres con -que, ya que no tenían Dios, todos los daban al diablo.</p> - -<p>¡Prodigiosa cosa, dijo Andrenio, que con meter tanto ruido, no -tengan habla!</p> - -<p>¿Cómo que no?, replicó el Cécrope; antes jamás cesan de hablar ni -tienen otro que palabras.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Hablillas.</i></span> - -Pues yo, replicó Andrenio, no he percibido aún habla, que lo sea.</p> - -<p>Tienen razón, dijo el Sabio: que todas son hablillas y todas -falsas.</p> - -<p>Corrían actualmente algunas bien desatinadas. Que habían de caerse -muertos muchos cierto día y lo señalaban y hubo quien murió de espanto -dos días antes. Que había de venir un terremoto y habían de quedar -todas las casas por tierra. Pues ver lo que se iba extendiendo un -disparate déstos y los muchos que se lo tragaban y bebían lo que -contaban unos á otros. Y si algún cuerdo reparaba, se enfurecían, sin -saber de dónde ni cómo nacía. Resucitaba cada año un desatino, sin -saber bastante el desengaño fresco corriendo grasa. Y era de advertir -que las cosas importantes y verdaderas luego se les olvidaban y un -disparate lo iban heredando de abuelas á nietas y de tías á sobrinas, -haciéndose eterno por tradición.</p> - -<p>No sólo no tienen habla, añadió Andrenio; pero ni voz.</p> - -<p>¿Cómo que no?, replicó el Cécrope. Voz tiene el pueblo y aun dicen -que su voz es la de Dios.</p> - -<p>Sí, del dios Baco, respondió el Sabio y, si no, escuchadla un poco y -oiréis todos los imposibles, no sólo imaginados, pero aplaudidos. Oid -aquel español, lo que está contando del Cid, cómo de una puñada derribó -una torre y de un soplo un gigante. Atended aquel otro francés, lo que -refiere, y con qué credulidad, del Roldán y cómo de un tajo rebanó -caballo y caballero armados. Pues yo os aseguro que el portugués no se -olvide tan presto de la pala de la victoriosa Forneira.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_284">p. 284</span>Pretendió entrar -en la bestial plaza un gran filósofo y poner tienda de ser personas, -feriando algunas verdades bien importantes, aforismos convenientes; -pero jamás pudo introducirse ni despachó una tan sola verdad ni el más -mínimo desengaño, con que se hubo de retirar. - -<span class="sidenote"><i>Ídolos<br /> del vulgo.</i></span> - -Al contrario, llegó un embustero, sembrando cien mil desatinos, -vendiendo pronósticos llenos de disparates, como que se había de perder -España otra vez, que había acabado ya la casa Otomana; leía profecías -de moros y de Nostradamus y al punto se llenó la tienda de gente y -comenzó á despachar sus embustes con tanto crédito, que no se hablaba -de otro, y con tal aseveración, como si fueran evidencias. De modo que -aquí más supone un adivino que Séneca, un embustero que un sabio.</p> - -<p>Vieron en esto un monstrimujer con tanto séquito, que muchos de -los pasados y los más de los presentes la cortejaban y todos con las -bocas abiertas escuchándola. Era tan gruesa y tan asquerosa, que por -dondequiera que pasaba, dejaba el aire tan espeso, que le podían -cortar. Revolvióle las entrañas al Sabio, comenzó á dar arcadas.</p> - -<p>¡Qué cosa tan sucia!, dijo Andrenio. ¿Y quién es ésta?</p> - -<p>Ésta es, dijo el Cécrope, la Minerva desta Atenas.</p> - -<p>Ésta la invencible y aun la crasa, dijo el Filósofo. Ella puede ser -Minerva; mas á fe, que es pingüe. Y quien tanto engorda, ¿quién puede -ser sino la ignorante satisfacción? Veamos dónde va á parar.</p> - -<p>Pasó de las vendedoras á sentarse en el banco del Cid.</p> - -<p>Aquélla, dijo el Cécrope, es la Sapiencia de tanto lego. Allí están -graduando á todos y calificando los méritos de cada uno. - -<span class="sidenote"><i>Calificación<br /> vulgar.</i></span> - -Allí se dice el que sabe y el que no sabe, si el argumento fué grande, -si el sermón docto, si tan bien discurrido como razonado, si el -discurso fué cabal, si magistral la lección.</p> - -<p>¿Y quién son los que juzgan?, preguntó Andrenio, ¿los que dan el -grado?</p> - -<p>¿Quiénes han de ser, sino un ignorante y otro mayor? Uno,<span -class="pagenum" id="Page_285">p. 285</span> que ni ha estudiado ni -visto libro en su vida, cuando mucho una Silva de Varia Lección y el -que más más, un Para Todos.</p> - -<p>¡Oh!, dijo el Cécrope. ¿No veis que éstos son los más plausibles -personajes del mundo? Todos son bachilleres. Aquel que veis allí muy -grave, es el que en la corte anda diciendo chistes, hace cuento de -todo, muerde sin sal cuanto hay, saca sátiras, vomita pasquines: el -duende de los corrillos. Aquel otro es el que todo lo sabía ya, nada -le cuentan de nuevo: saca gacetas y se escribe con todo el mundo y, no -cabiendo en todo él, se entromete en cualquier parte. Aquel licenciado -es el que en las Universidades cobra las patentes, hace coplas, -mantiene los corrillos, soborna votos, habla por todos y, en habiendo -conclusiones, ni es visto ni oído. Aquel soldado nunca falta en las -campañas, habla de Flandes, hallóse en el sitio de Ostende, conoció al -duque de Alba, acude á la tienda del general, el demonio del mediodía, -mantiene la conversación, cobra el primero y el día de la pelea se hace -invisible.</p> - -<p>Paréceme que todos ellos son zánganos del mundo, ponderó Andrenio. -¿Y éstos son los que gradúan de valientes y de sabios?</p> - -<p>Y es de modo, respondió el Cécrope, que el que ellos una vez dan por -docto ése lo es, sepa ó no sepa. Ellos hacen teólogos y predicadores, -buenos médicos y grandes letrados y bastan á desacreditar un príncipe. -Dígalo el rey don Pedro. ¿Mas qué? Si el barbero del lugar no quiere, -nada valdrá el sermón más docto ni será tenido por orador el mismo -Tulio. Á éstos están esperando que hablen los demás, sin osar decir -blanco ni negro, hasta que éstos se declaran y al punto gritan:</p> - -<p>¡Grande hombre!, ¡grande sujeto!</p> - -<p>Y dan en alabar á uno, sin saber de qué ni para qué. Celebran lo -que menos entienden y vituperan lo que no conocen, sin más entender ni -saber. Por eso el buen político suele echar buen cencerro, que guíe el -vulgo adonde él quiere.</p> - -<p>¿Y hay, preguntó Andrenio, quien se paga de tan vulgar aplauso?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_286">p. 286</span>¿Cómo si hay?, -respondió el Sabio. ¡Y muchos, hombres vulgares, chabacanos, amigos -de la popularidad y que la solicitan con milagrones, que llamamos -pasmasimples y espantavillanos! Obras gruesas y plausibles. Porque aquí -no tienen lugar los primores ni los realces.</p> - -<p>Páganse mucho otros de la gracia de las gentes, del favor del -populacho; pero no hay que fiar en su gracia, que hay gran distancia de -sus lenguas á sus manos. ¡Qué fué verlos bravear ayer en un motín en -Sevilla y enmudecer hoy en un castigo! ¿Qué se hicieron las manos de -aquellas lenguas y las obras de aquellas palabras? Son sus ímpetus como -los del viento que, cuando más furioso, calma.</p> - -<p>Entraron con unos, que estaban durmiendo y no apriesa, como -encargaba el otro á su criado. No movían pie ni mano. - -<span class="sidenote"><i>Aplauso necio.</i></span> - -Y era tal la vulgaridad, que los despiertos soñaban lo que los otros -dormían, imaginando que hacían grandes cosas. Y era de modo, que no -corría otro en toda la plaza; sino que estaban peleando y triunfando -de los enemigos. Dormía uno á pierna tendida y decían ellos estaba -desvelándose, estudiando noche y día y quemándose las cejas. Desta -suerte publicaban que eran los mayores hombres del mundo y gente de -gran gobierno.</p> - -<p>¿Cómo es esto?, dijo Andrenio. ¡Hay tamaña vulgaridad!</p> - -<p>Mira, dijo el Sabio: aquí, si dan en alabar á uno, si una vez -cobra buena fama, aunque se eche después á dormir, él ha de ser un -gran hombre. Aunque ensarte después cien mil disparates, dicen que -son sutilezas y que es la primera cosa del mundo. Todo es que den en -celebrarle.</p> - -<p>Y, por el contrario, á otros, que estarán muy despiertos, haciendo -cosas grandes, dicen que duermen y que nada valen. ¿Sabes tú lo que -le sucedió aquí al mismo Apolo con su divina lira? Que, desafiándole -á tañer un zafio gañán con una pastoril zampoña, nunca quiso el culto -numen salir, aunque se lo rogaron las musas. Y el selvajazo le zahería -su temor y se jactaba de la victoria. No hubo remedio. No más, que -porque había de<span class="pagenum" id="Page_287">p. 287</span> ser - -<span class="sidenote"><i>Juicio sin él.</i></span> - -su juez el vulgacho, no queriendo arriesgar su gran reputación á -un juicio tan sin él. Y por no haber querido hacer otro tanto, fué -condenada la dulcísima Filomena en competencia del jumento. Y aun -la Rosa dicen estuvo á pique de ser vencida de la Adelfa, que desde -entonces por su indigno atrevimiento quedó letal á los suyos. Ni el -pavón se atrevió á competir de belleza con el cuervo ni el diamante -con el guijarro ni el mismo sol con el escarabajo, con tener tan -asegurado su partido, por no sujetarse á la censura de un vulgo tan -desatinado.</p> - -<p>Mala señal, decía un discreto, cuando mis cosas agradan á todos. Que -lo muy bueno es de pocos y el que agrada al vulgo, por consiguiente, ha -de desagradar á los pocos, que son los entendidos.</p> - -<p>Asomó en esto por la plaza, haciéndola, un raro ente. Todos le -recibieron con plausible novedad. Seguíale la turba, diciendo:</p> - -<p>Ahora en este punto llega del Jordán. Más tiene ya de cuatrocientos -años.</p> - -<p>Mucho es, decía uno, que no le acompañen ejércitos de mujeres, -cuando va á desarrugarse.</p> - -<p>¡Oh no!, decía otro. ¿No veis que va en secreto? Pues, si eso no -fuera, ¿qué fuera?</p> - -<p>¿Por lo menos no se pudiera traer por acá una botija de aquella -agua, que yo sé que vendiera cada gota á doblón de oro?</p> - -<p>No tiene él necesidad de dineros, pues cada vez que echa mano á -la bolsa, topa un patacón. ¡Qué otra felicidad ésa! No sé yo cuál me -escogiera de las dos.</p> - -<p>¿Quién es éste? preguntó Andrenio.</p> - -<p>Y el Sabio: Éste es Juan de para siempre, que Juan había de ser.</p> - -<p>Vertían destas donosillas vulgaridades y todas muy creídas, -levantando mil testimonios á la naturaleza y aun á la misma -posibilidad. Sobre todo estaban muy acreditados los duendes. Había pase -dellos, como de hechizadas. No había palacio viejo donde no hubiese dos -por lo menos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_288">p. 288</span>Unos los veían -vestidos de verde, otros de colorado y los más de amarillo. Y todos -eran tamañicos y tal vez con su capuchito, inquietando las casas. Y -nunca se aparecían á las viejas, porque no dicen bien trasgos con -trasgos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Varias<br /> vulgaridades.</i></span> - -No moría mercader, que no fuese rodeado de monas y de micos.</p> - -<p>Había brujas tantas como viejas y todas las malcontentas -endiabladas.</p> - -<p>Tesoros encantados y escondidos, sin cuenta y con cuento, cavando -muchos tontos por hallarlos. Minas de oro y de plata, riquísimas; pero -tapiadas, hasta que se acaben las Indias, las cuevas de Salamanca y de -Toledo. ¡Mal año para quien se atreviera á dudarlas!</p> - -<p>Mas de aquí á un instante se conmovió toda aquella acorralada -necedad, sin saber cómo ni por qué, por ser tan ordinario como fácil. -Alborótase un vulgo y más si es tan crédulo como el de Valencia, -tan bárbaro como el de Barcelona, tan necio como el de Valladolid, -tan libre como el de Zaragoza, tan novelero como el de Toledo, tan -insolente como el de Lisboa, tan hablador como el de Sevilla, tan sucio -como el de Madrid, tan vocinglero como el de Salamanca, tan embustero -como el de Córdoba y tan vil como el de Granada.</p> - -<p>Fué el caso que asomó por una de sus entradas, no la principal, -donde todas son comunes, un monstruo, aunque raro, muy vulgar. No tenía -cabeza y tenía lengua, sin brazos y con hombros para la carga. No -tenía pecho, con llevar tantos; ni mano en cosa alguna; dedos sí, para -señalar. Era su cuerpo en todo disforme. Y, como no tenía ojos, daba -grandes caídas. Era furioso en acometer y luego se acobardaba. Hízose -en un instante señor de la plaza, llenándola toda de tan horrible -oscuridad, que no vieron más el sol de la verdad.</p> - -<p>¿Qué horrible aborto es éste, preguntó Andrenio, que así lo ha -eclipsado todo?</p> - -<p>Éste es, respondió el Sabio, el hijo primogénito de la Ignoran<span -class="pagenum" id="Page_289">p. 289</span>cia, el padre de la mentira, -hermano de la necedad, casado con su malicia: éste es el tan nombrado -Vulgacho.</p> - -<p>Al decir esto descolgó el rey de los Cécropes de la cinta un -retorcido caracol, que hurtó á un Fauno, y alentándolo de vanidad, - -<span class="sidenote"><i>Terror loco.</i></span> - -fué tal su ruido y tan grande el horror que les causó, que agitados -todos de un terror fanático, dieron á huir por cosa que no montaba -un caracol. No fué posible ponerlos en razón ni detenerlos, que no -se desgalgasen muchos por las ventanas y balcones, más á ciegas que -pudieran en la plaza de Madrid. Huían los soldados gritando:</p> - -<p>Que nos cortan, que nos cortan.</p> - -<p>Comenzaron algunos á herirse y á matarse más bárbaramente, que -gentílicos bacanales. Fuéle forzoso á Andrenio retirarse á toda fuga, -tan arrepentido como desengañado. Echaba mucho menos á Critilo; pero -valióle la asistencia de aquel Sabio y la luz, que la antorcha de su -saber le comunicaba. Dónde fué á parar dirá la Crisi siguiente.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_2_6"> - <h3 class="g1 ws1">CRISI VI</h3> - <p class="subh3c"><i>Cargos y descargos de la Fortuna.</i></p> -</div> - -<p>Comparecieron ante el divino trono de luceros el hombre y la -mujer á pedir nuevas mercedes, que á Dios y al rey, pedir y volver. -Solicitaban su perfección, de manos de quien habían recibido -el ser. - -<span class="sidenote"><i>El saber<br /> del hombre.</i></span> - -Habló allí el hombre en primer lugar y pidió como -quien era, porque, viéndose cabeza, suplicó le fuese otorgada la -inestimable prenda de la sabiduría. Pareció bien su petición y -decretósele luego la merced, con tal que pagase en agradecimientos -la media anata. Llegó ya la mujer y, atendiendo á que, -si no es cabeza, tampoco es pies, sino la cara y suplicó con mucho -agrado al Hacedor divino que la dotase en belleza.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_290">p. 290</span> - -<span class="sidenote"><i>La hermosura<br /> de la mujer.</i></span> - -Hecha la gracia, dijo el gran Padre celestial, serás hermosa; pero con -la pensión de tu flaqueza.</p> - -<p>Partiéronse muy contentos de la divina presencia, que de ella -nadie sale descontento, estimando el hombre por su mayor prenda el -entendimiento y la mujer la hermosura, él la testa y ella el rostro. -Llegó esto á oídos de la Fortuna y dicen cuestionó agravios, dando -quejas de que no hubiesen hecho caso de la Ventura.</p> - -<p>¿Es posible, decía con profundo sentimiento, que nunca haya él oído -decir: Ventura te dé Dios, hijo; ni ella, ventura de fea? Dejadles -y veremos qué hará él con su sabiduría y ella con su lindeza, si no -tienen ventura. Sepa, sabio él y linda ella, que de hoy adelante me -han de tener por contraria: desde aquí me declaro contra el Saber y la -Belleza. Yo les he de malograr sus prendas: ni él será dichoso ni ella -venturosa.</p> - -<p>Desde este día aseguran que los sabios y entendidos quedaron -desgraciados: todo les sale mal, todo se les despinta; los necios son -los venturosos, los ignorantes favorecidos y premiados. Desde entonces -se dijo: Ventura de fea. Poco vale el saber, el tener, los amigos y -cuanto hay, si no tiene un hombre dicha, y poco le importa ser un sol á -la que no tiene estrella.</p> - -<p>Esto le ponderaba un enano al melancólico Critilo, desengañándole de -su porfía en querer ver en persona la misma Sofisbella, empeño en que -le había puesto el varón alado. El cual, sin poderle satisfacer, se le -había desaparecido.</p> - -<p>Créeme, decía el enano, que todo pasa en imagen y aun en imaginación -en esta vida: hasta esa casa del saber, toda ella es apariencia. ¿Qué? -¿Pensabas tú ver y tocar con las manos la misma Sabiduría? - -<span class="sidenote"><i>Fuga de Astrea.</i></span> - -Muchos años ha que se huyó al cielo con las demás virtudes en -aquella fuga general de Astrea. No han quedado en el mundo sino unos -borrones della en estos escritos, que aquí se eternizan. Bien es -verdad que solía estar metida en las profundas mentes de sus sabios; -mas ya aun ésos acabaron. No hay otro saber, sino el que se halla -en los inmortales caracteres de los libros. Ahí la has de buscar y -aprender.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_291">p. 291</span>¿Quién, pues, fué, -preguntó Critilo, el hombre de tan bizarro gusto, que juntó tanto -precioso libro y tan selecto? ¿Cúyo es un tan erudito museo?</p> - -<p>Si estuviéramos en Aragón, dijo el Pigmeo, yo creyera ser del -duque de Villahermosa don Fernando. Si en París, del erudito duque de -Orleans. Si en Madrid, del gran Filipo. Y si en Constantinopla, del -discreto Osman, conservado entre cristales. Mas, como digo, ven conmigo -en busca de la Ventura, que sin ella ni vale el saber ni el tener y -todas las prendas se malogran.</p> - -<p>Quisiera hallar primero, replicó Critilo, aquel mi camarada, que te -he dicho, que echó por la vereda de la Necedad.</p> - -<p>Si por ahí fué, ponderó el enano, sin duda estará ya en casa de la -Dicha: que antes llegan ésos que los sabios. Ten por cierto que le -hallaremos en aventajado puesto.</p> - -<p>¿Y sabes tú el camino de la Dicha?, preguntó Critilo.</p> - -<p>Ahí consiste la mayor dificultad, que una vez puesto en él, nos -llevará al colmo de toda felicidad.</p> - -<p>Con todo, paréceme que es éste, en lo desigual. Demás que me dieron -por señas esas hiedras, que arrimadas se empinan y entremetidas -crecen.</p> - -<p>Llegó en esto un soldado muy de leva, que es gente que vive apriesa -y preguntó si iba bien para la Ventura.</p> - -<p>¿Cuál buscáis, dijo el enano: la falsa ó la verdadera?</p> - -<p>¿Pues qué, hay Ventura falsa? Nunca tal oí.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Ventura<br /> hipócrita.</i></span> - -¡Y cómo si la hay! ¡Ventura hipócrita! Antes es la que hoy más corre. -Tiénese por dichoso uno en ser rico y es de ordinario un desventurado. -Cuenta el otro por gran dicha el haber escapado en mil insultos de las -manos de la justicia y es ése su mayor castigo.</p> - -<p>Un ángel fué para mí aquel hombre, dice éste: y no fué sino un -demonio, que le perdió.</p> - -<p>Tiene aquél por gran suerte el no haber padecido jamás ni un revés -de fortuna y no es sino un bofetón, de que no le ha tenido por hombre -el cielo para fiarle un acto de valor.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_292">p. 292</span>Tal dice: Dios -me vino á ver. Y no fué, sino el mismo Satanás en sus logros. Cuenta -el otro por gran felicidad el no haber estado en su vida indispuesto -y hubiera sido su único remedio, para sanar en el ánimo. Alábase el -lascivo de haber sido siempre venturoso con mujeres y ésa es su mayor -desventura. Estima la otra desvanecida por su mayor dicha su buena -gracia y ésa fué su mayor desgracia. Así que los más de los mortales -yerran en este punto, teniendo por felicidad la desdicha. Que errando -los principios, todas salen falsas las consecuencias.</p> - -<p>Entremetióseles un pretendiente (¡qué otro trato éste del -enfado!), y al punto comenzó á quejarse y murmurar y un estudiante á -contradecirle. Que todos cuantos piensan saber algo dan en espíritu de -contradicción. Pasaron de una en otra á burlarse del enano.</p> - -<p>Y tú, dijo el estudiante, ¿qué vas á buscar?</p> - -<p>Voy, dijo, á ser gigante.</p> - -<p>¡Bravo aliento! Pero, ¿cómo podrá ser eso?</p> - -<p>Muy bien, como quisiere mi señora la Fortuna. Que, si ella favorece, -los pigmeos son gigantes. Y si no, los gigantes son pigmeos. Otros más -ruines que yo están hoy bien encaramados. Que no hay prendas que tengan -ni hay sabiduría ni ignorancia ni valor ni cobardía ni hermosura ni -fealdad; sino ventura ó desdicha. Tener lunar ó estrella. Todo es risa -lo demás. Al fin, ella se dará maña, cómo yo sea grande ó lo parezca: -que todo es uno.</p> - -<p>Voto á tal, dijo el soldado, que quiera ó no, ella habrá de hacer la -razón.</p> - -<p>No tan alto, señor soldado, dijo el estudiante: ¡más bajo!</p> - -<p>Éste es mi bajo y mucho más he de alzar la voz, aunque sea en la -sala de D. Fernando Ruiz de Contreras. Peor es acobardarse con la -Fortuna. Sino mostrarla dientes, que sólo se burla con los sufridos. Y -así veréis que unos morlonazos, cuatro bellacones atrevidos se salen -con cuanto quieren y se burlan de todo el mundo. Ellos son los felices; -que de los hombres de bien<span class="pagenum" id="Page_293">p. -293</span> no hay quien se acuerde. Juro y voto que hemos de andar á -mojicones y que ha de hacerme favor, aunque reviente.</p> - -<p>No sé yo cómo será eso, replicó el licenciado: que la Fortuna no -hay entenderla. Tiene bravos reveses. Á otros más estirados he oído -ponderar que no hay tomarla el tino.</p> - -<p>Yo, por lo menos, dijo el cortesano, de mis zalamerías pienso -valerme y mil veces hacerla el buz.</p> - -<p>Buz de arca, dijo el soldado, ha de ser el mío. ¿Yo besarla la mano? -Si me hiciese merced, eso bien; y si no, lo dicho, dicho.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Fortuna ciega.</i></span> - -Ya me parece que me la veo, decía el enano, y que ella no me ve á mí, -por ser pequeño. Que sólo son visibles los bienvistos.</p> - -<p>Menos me verá á mí, dijo el estudiante, por ser pobre. Que á los -deslucidos nadie los puede ver, aunque les salten al rostro los -colores.</p> - -<p>¿Cómo os ha de ver, dijo el cortesano, si es ciega?</p> - -<p>¿Eso más?, ponderó Critilo. ¿De cuándo acá ha cegado?</p> - -<p>No corre otra en la corte.</p> - -<p>¿Pues cómo podrá repartir los bienes?</p> - -<p>¿Cómo? Á ciegas.</p> - -<p>Así es, dijo el estudiante, y así la vió un sabio entronizada en un -árbol muy copudo, de cuyas ramas, en vez de frutos, pendían coronas, -tiaras, capelos, mitras, bastones, hábitos, borlas y otros mil géneros -de insignias, alternados con cuchillos, dogales, remos, grillos y -corozas. Estaban bajo el árbol confundidos hombres y brutos, un sabio -y un jumento, un lobo y un cordero, una sierpe y una paloma. Sacudía -ella á ciegas, esgrimiendo su palo, dé donde diere y Dios te la depare -buena. Caía sobre la cabeza de uno una corona y sobre el cuello del -otro un cuchillo, sin más averiguar que la suerte. Y las más veces se -encontraban, pues daba en manos de uno un bastón, que estuviera mejor -un remo. Á un docto le caía una mitra allá en Cerdeña ó acá en Jaca y á -un idiota bien cerca, todo á ciegas.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_294">p. 294</span>Y aun á locas, -añadió el estudiante.</p> - -<p>¿Cómo es eso?, replicó Critilo.</p> - -<p>Todos lo dicen, que ha enloquecido, y se conoce, pues no va cosa con -concierto.</p> - -<p>¿Y de qué enloqueció?</p> - -<p>Cuéntanse varias cosas. La más constante opinión es que la malicia -la ha dado un brebaje y, á título de descansarla, se le ha alzado con -el mando y así da á sus favorecidos cuanto quiere: á los ladrones las -riquezas, á los soberbios las honras, á los ambiciosos las dignidades, -á los menguados las dichas, á las necias la hermosura, á los cobardes -las victorias, á los ignorantes los aplausos y á los embusteros todo. -El más ruin jabalí se come la mejor bellota y así no van ya por méritos -los premios ni por culpas los castigos. Unos yerran y otros los -murmuran. Al fin, todo va á locas, como digo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Amiga<br /> de ruines.</i></span> - -¿Y por qué no á malas también, añadió el soldado, pues la hacen fama de -ruin, amiga de los jóvenes, siempre favoreciéndolos y contraria de los -varones ancianos y maduros, madrastra de los buenos, envidiosa con los -sabios, tirana con los insignes, cruel con los afligidos, inconstante -con todos?</p> - -<p>¿Es posible, ponderó Critilo, que de tantos azares se compone? ¿Y -con todo eso la vamos á buscar desde que nacimos? ¿Y más ciegos y más -locos nos vamos tras ella?</p> - -<p>Ya en esto se descubría un extravagante palacio, que por una parte -parecía edificio y por la otra, ruina. Torres de viento sobre arena, -soberbia máquina sin fundamentos. Y de todo el que imaginaron edificio -no había sino la escalera, que en esta gran casa de la Fortuna no hay -otro que subir y caer. Las gradas parecían de vidrio, más quebradizas -cuanto más dobles y todas llenas de deslizaderos. No había barandillas -para tenerse; riesgos sí para rodar.</p> - -<p>El primer escalón era más dificultoso de subir que una montaña; pero -una vez puestos en él, las demás gradas eran facilísimas. Al contrario -sucedía en las de la otra banda para bajar,<span class="pagenum" -id="Page_295">p. 295</span> procediendo con tal correspondencia que, -así como comenzaba uno á subir por esta parte, al punto caía otro por -la otra, aunque más apriesa.</p> - -<p>Llegaron, cuando actualmente rodaba uno con aplauso universal. -Porque, al punto que comenzó á caer, soltó de las manos la gran presa, -que había hecho de oficios y represa de beneficios. Cargos, dignidades, -riquezas, encomiendas, títulos, todo iba rodando allí abajo. Daba -aquí un bote una encomienda y saltaba acullá á manos de un enemigo -suyo. Agarraba otro de vuelo el oficio y todos andaban á la rebatiña, -haciendo grande fiesta al trabajo ajeno. Mas así se usa. Solemnizólo -mucho Critilo y riéronlo todos, diciendo:</p> - -<p>¡Qué bravo chasco de la Fortuna!</p> - -<p>¡Pues, si hubierais visto rodar á Alejandro el Magno, aquel verle -soltar un mundo entero y saltar tantas coronas, reinos y provincias, -como nueces cuesta abajo y coja quien pudiere! Asegúroos, que fué una -Babilonia.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Definición<br /> del favor.</i></span> - -Acercóse Critilo á la primer grada con sus camaradas, donde estaba toda -la dificultad del subir. Porque aquí asistía el Favor, primer ministro -de la Fortuna y muy su confidente. Éste alargaba la mano á quien se -le antojaba, para ayudarle á subir y esto sin más atendencia, que su -gusto, que debía ser muy malo. Pues por maravilla daba la mano á ningún -bueno, á ninguno que lo mereciese; siempre escogía lo peor.</p> - -<p>En viendo un ignorante, le llamaba y dejaba mil sabios. Y aunque -todo el mundo le murmuraba, nada se le daba. Que de sus temeridades -tenía hechos callos en el <i>qué dirán</i>. De una legua acechaba un -embustero y á los hombres de sustancia y de entereza no los podía -ver, porque le parecía le notaban sus locuras y abominaban de sus -quimeras.</p> - -<p>Pues á un adulador, á un mentiroso, no ya la mano, entrambos brazos -le echaba. Y para los hombres de veras y de su palabra era un topo. -Que jamás topó con un hombre de verdad; siempre echaba mano de tales -como él. Perdíase naturalmente<span class="pagenum" id="Page_296">p. -296</span> por los hombres de tronera, entregándolos cuanto hay y -así todo lo confundían. Había millares de hombres por aquel suelo, -aguardando los favoreciese; pero él, en viendo un entendido, un varón -de prendas, decía:</p> - -<p>Hete allá, puto, ¡quién á tal le ayudase! Es muy hombre: no -conviene. Sujeto, al fin, de bravo capricho.</p> - -<p>Era de modo, que acababa con todos los hombres eminentes en -gobierno, en armas, en letras, en grandeza y en nobleza, que había -muchos y muy á propósito. Pero ¿qué mucho, si descubrieron que estaba -ciego de todas pasiones y andaba á ciegas, topando con las paredes del -mundo y acabando con todo él?</p> - -<p>Ésta, como digo, era la escala para subir á lo alto. No tenía -remedio Critilo por desconocido ni el cortesano por conocido ni el -estudiante ni el soldado por merecerlo; sólo el enano tuvo ventura, -porque se le hizo pariente y así luego estuvo arriba. Apurábase el -soldado de ver que los gallinas volaban y el estudiante, de que los -bestias corrían.</p> - -<p>Estando en esta dificultad, asomóse acullá en lo más alto Andrenio, -que por lo vulgar había subido tan arriba y estaba muy adelantado -en el valer. Conoció á Critilo, que no fué poco desde tan alto y de -donde muchos desconocieron á sus padres é hijos; mas fué llamada de -la sangre. Dióle luego la mano y levantóle y entre los dos pudieron -ayudar á subir los demás. Iban trepando por aquellas gradas con harta -facilidad de una en otra, ganada la primera, de un cargo en otro y de -un premio en muchos.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Escala<br /> de la fortuna.</i></span> - -Notaron una cosa bien advertida, estando á media escalera, y fué que -todos, cuantos miraban de la parte de arriba y que subían delante, les -parecían grandes hombres, unos gigantes, y gritaban:</p> - -<p>¡Qué gran rey el pasado! ¡Qué capitán aquel que fué! ¡Qué sabio el -que murió!</p> - -<p>Y al revés, todos cuantos venían atrás les parecían poca cosa y unos -enanos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_297">p. 297</span>¡Qué cosa es, dijo -Critilo, ir un hombre delante! ¡Aquello de ser primero ó venir detrás! -Todos los pasados nos parece que fueron grandes hombres y todos los -presentes y los que vienen nos parecen nada. Que hay gran diferencia en -el mirar á uno como superior ó inferior desde abajo.</p> - -<p>Llegaron ya á la última grada, donde estaba la Fortuna. Pero, ¡oh -cosa rara! ¡oh prodigio nunca creído y de que quedaron atónitos y aun -pasmados! Digo, cuando vieron una reina totalmente diversa de lo que -habían concebido y muy otra de lo que todo el mundo publicaba. Porque -no sólo no era ciega, como se decía; pero tenía una cara de cielo al -mediodía, con unos ojos más perspicaces que un águila, más penetrantes -que un lince. Su semblante, aunque grave, muy sereno, sin ceños de -madrastra. Y toda ella muy compuesta.</p> - -<p>No estaba sentada, porque siempre estaba de leva y en continuo -movimiento. Calzaba ruedecillas por chapines. Su vestir era la mitad -de luto y la otra mitad de gala. Miráronla y miráronse unos á otros, -encogiéndose de hombros y arqueando las cejas, admirados de tal novedad -y aun dudaron si era ella.</p> - -<p>¿Pues quién había de ser?, respondió la Equidad, que la asistía con -unas balanzas en la mano.</p> - -<p>Oyólo la misma Fortuna, que ya había notado de reojo los ademanes de -su espanto, y con voz harto agradable les dijo:</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Audaces<br /> afortunados.</i></span> - -Llegaos acá. Decid, ¿de qué os habéis turbado? No reparéis en decir la -verdad, que yo gusto mucho de los audaces.</p> - -<p>Estaban todos tan mudos, como encogidos. Sólo el soldado con -valentía en el desahogo y desahogo en el hablar, alzando la voz de -modo, que pudo oirle todo el mundo, dijo:</p> - -<p>Gran señora de los favores, reina poderosa de las dichas, yo te -he de decir hoy las verdades. Todo el mundo de cabo á cabo, desde la -corona á la abarca, está murmurando de ti y de tus procederes. Yo te -hablo claro, que los príncipes nunca estáis al cabo de las nuevas, -siempre ajenos de lo que se dice.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_298">p. 298</span>Ya sé que todos se -quejan de mí, dijo ella misma; pero ¿de qué y por qué? ¿Qué es lo que -dicen?</p> - -<p>Mas ¿qué no dicen? respondió el soldado. Al fin yo comienzo con tu -licencia, si no con tu agrado. Dicen lo primero que eres ciega. Lo -segundo que eres loca. Lo tercero necia. Lo cuarto...</p> - -<p>Aguarda, aguarda, basta, vete poco á poco, dijo: que hoy quiero dar -satisfacción al universo. Protesto lo primero que soy hija de buenos, -pues vengo de Dios y de su divina Providencia y tan obediente á sus -órdenes, - -<span class="sidenote"><i>Fortuna<br /> sin hijos.</i></span> - -que no se mueve una hoja de un árbol ni una paja del suelo sin su -sabiduría y dirección. Hijos es verdad que no los tengo. Porque no se -heredan ni las dichas ni las desdichas.</p> - -<p>El mayor cargo, que me hacen los mortales y el que yo más siento, -es decir que favorezco á los ruines. Que aquello de ser ciega seréis -vosotros testigos. Pues yo digo que ellos son los malos y de ruines -procederes, que dan las cosas á otros tales como ellos. El ricazo -da su hacienda al asesino, al valentón, al truhán, los ciento y -los doscientos á la ramera y traerá desnuda al ángel de una hija y -el serafín de una virtuosa consorte. En esto emplean sus grandes -rentas.</p> - -<p>Los poderosos dan los cargos y se apasionan por los que menos los -merecen y positivamente los desmerecen. Favorecen al ignorante, premian -al adulador, ayudan al embustero, siempre adelantando los peores; y del -más merecedor ni memoria, cuanto menos voluntad. El padre se apasiona -por el peor hijo y la madre, por la hija más loca, el príncipe por el -ministro más temerario, el maestro por el discípulo incapaz, el pastor -por la oveja sarnosa, el prelado por el súbdito relajado, el capitán -por el soldado más cobarde.</p> - -<p>Y si no, mirad cuando gobiernan hombres de entereza y de virtud, -como ahora, si son estimados los buenos, si son premiados los -sabios.</p> - -<p>Escoge el otro por amigo al enemigo de su honra y por con<span -class="pagenum" id="Page_299">p. 299</span>fidente al más ruin. Con ése -se acompaña, ése que le gasta la hacienda.</p> - -<p>Creedme que en los mismos hombres está el mal. Ellos son los malos y -los peores, ellos ensalzan el vicio y desprecian la virtud. Que no hay -cosa hoy más aborrecida.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Manos<br /> de la fortuna.</i></span> - -Favorezcan ellos los hombres de bien, que yo no deseo otro. ¿Veis aquí -mis manos? Miradlas, reconocedlas, que no son mías. Ésta es de un -príncipe eclesiástico y esta otra de un seglar. Con éstas reparto los -bienes, con éstas hago mercedes, con éstas dispenso las felicidades. -Ved á quién dan estas manos, á quién adelantan, á quién elevan. Que yo -siempre doy las cosas por manos de los mismos hombres ni tengo otras. Y -para que veáis cuánta verdad es ésta:</p> - -<p>¡Hola!, ¡hola!, llamadme aquí luego el Dinero, venga la Honra, los -Cargos, Premios y Felicidades, venga acá cuanto vale y se estima en el -mundo, comparezcan aquí todos cuantos se nombran bienes míos.</p> - -<p>Concurrieron luego todos y comenzó á alborotarlos cuerdamente.</p> - -<p>Venid acá, decía, ruin canalla, gente baja y soez, que vosotros, -infames, me tenéis sin honra. Di, tú, bellaco, di, tú, dinero, - -<span class="sidenote"><i>El dinero<br /> residenciado.</i></span> - -¿por qué estás reñido con los hombres de bien? ¿Por qué no vas á casa -de los buenos y virtuosos? ¿Es posible que me digan que siempre andas -con gente ruin, haciéndote camarada con los peores del mundo, y me -aseguran que nunca sales de sus casas? ¿Esto se puede tolerar?</p> - -<p>Señora, respondió el Dinero, primeramente, todos los ruines, como -son rufianes, farsantes, espadachines y rameras, jamás tienen un real -ni para en su poder. Y si los buenos tampoco le tienen, no tengo yo la -culpa.</p> - -<p>¿Pues quién la tiene?</p> - -<p>Ellos mismos.</p> - -<p>¿Ellos? ¿De qué suerte?</p> - -<p>Porque no me saben buscar. Ellos no roban, no trampean,<span -class="pagenum" id="Page_300">p. 300</span> no mienten, no estafan, no -se dejan cohechar, no desuellan al pobre, no chupan la sangre ajena, no -viven de embeleco, no adulan, no son terceros, no engañan: ¿cómo han de -enriquecer, si no me buscan?</p> - -<p>¿Qué, es menester buscarle? Váyase él, pues corre tanto, á sus casas -mismas y ruégueles y sírvales.</p> - -<p>Señora, ya voy tal vez ó por premio ó por herencia y no me saben -guardar. Luego me echan puerta afuera, - -<span class="sidenote"><i>Don Diego<br /> Antonio Francés.</i></span> - -haciendo limosnas, remediando necesidades, más que el arcipreste de -Daroca. Pagan luego lo que deben, prestan, son caritativos, no saben -hacer una ruindad y así luego me echan puerta afuera.</p> - -<p>No es echarte á rodar; sino subirte bien alto, hasta el cielo. Y tú, -Honra, ¿qué respondes?</p> - -<p>Lo mismo. Que los buenos no son ambiciosos, no pretenden, no se -alaban, no se entremeten; antes se humillan, se retiran del bullicio, -no multiplican cartas, no se presentan y así ni me saben buscar ni á -ellos los buscan.</p> - -<p>¿Y tú, Hermosura?</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Belleza argüída.</i></span> - -Que tengo muchos enemigos. Todos me persiguen, cuando más me siguen. -Quiérenme para el mundo; nadie para el cielo. Siempre ando entre locas -y necias. Las vanas me placean, me sacan á vistas; las cuerdas me -encierran, me esconden, no se dejan ver y así siempre me topan con -gente ruin á tontas y á locas.</p> - -<p>Habla tú, Ventura.</p> - -<p>Yo, señora, siempre voy con los mozos, porque los viejos no -son atrevidos. Los prudentes, como piensan mucho, hallan grandes -dificultades; los locos son arrojados, los temerarios no reparan, los -desesperados no tienen qué perder. ¿Qué quieres tú que diga?</p> - -<p>¿No veis, exclamó la Fortuna, lo que pasa?</p> - -<p>Conocieron todos la verdad y valióle.</p> - -<p>Sólo el soldado volvió á replicar y dijo:</p> - -<p>Muchas cosas hay, que no dependen de los hombres; sino<span -class="pagenum" id="Page_301">p. 301</span> que tú absolutamente las -dispensas, las repartes como quieres y se quejan que con notable -desigualdad. Al fin, yo no sé cómo se es, que todos viven descontentos: -las discretas porque las hiciste feas, las hermosas porque necias, los -ricos porque ignorantes, los sabios porque pobres, los poderosos sin -salud, los sanos sin hacienda, los hacendados sin hijos, los pobres -cargados dellos, los valientes porque desdichados, los dichosos viven -poco, los desdichados son eternos. Así que á nadie tienes contento. No -hay ventura cumplida ni contento puro; todos son aguados.</p> - -<p>Hasta la misma naturaleza se queja ó se escusa con que en todo te le -opones. Siempre andáis las dos de punta, que tenéis escandalizado el -mundo. Si la una echa por un cabo, la otra por el otro. - -<span class="sidenote"><i>Fama, fortuna<br /> y naturaleza<br /> -reñidas.</i></span> - -Por el mismo caso que la naturaleza favorece á uno, tú le persigues; -si ella da prendas, tú las desluces y las malogras. Pues vemos -infinitos perdidos por esto, grandes ingenios sin ventura, valentías -prodigiosas sin aplauso, un Gran Capitán retirado, un rey Francisco de -Francia preso, un Enrico IV muerto á puñaladas, un Marqués del Valle -pleiteando, un rey don Sebastián vencido, un Belisario ciego, un Duque -de Alba encarcelado, un don Lope de Hozes abrasado, un Infante Cardenal -antecogido, un príncipe don Baltasar, sol de España, eclipsado. Dígoos -que traéis revuelto el mundo.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Contrapesos<br /> de las felicidades.</i></span> - -Basta, dijo la Fortuna: que lo que más me habían de estimar los hombres -eso me calumnian. ¡Hola!, Equidad, vengan las balanzas.</p> - -<p>¿Veislas? ¿veislas? Pues sabed que no doy cosa, que no la pese y -contrapese primero, igualando muy bien estas balanzas. Venid acá, -necios, inconsiderados, si todo lo diera á los sabios, ¿qué hicierais -vosotros? ¿Habíais de quedar destituídos de todo? ¿Qué había de hacer -una mujer, si fuera necia, fea y desdichada? ¿Desesperarse? ¿Y quién se -pudiera averiguar con una hermosa, si fuera venturosa y entendida? Y si -no, hagamos una cosa.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_302">p. 302</span>Traigan acá todas -mis dádivas, vengan las lindas: si tan desgraciadas son, truequen con -las feas. Vengan los discretos: si tan descontentos viven, truequen con -los ricos necios, que todo no se puede tener.</p> - -<p>Fué luego pesando sus dádivas y disfavores, coronas, cetros, tiaras, -riquezas, oro, plata, dignidades y venturas. Y fué tal el contrapeso de -cuidados á las honras, de dolores á los gustos, de descréditos á los -vicios, de achaques á los deleites, de pensiones á las dignidades, de -ocupaciones á los cargos, de desvelos á las riquezas, de trabajos á la -salud, de crudezas al regalo, de riesgo á la valentía, de desdoros á la -hermosura, de pobreza á las letras, que cada uno decía:</p> - -<p>¡Démonos por buenos!</p> - -<p>Estas dos balanzas, proseguía la Fortuna, somos la naturaleza y yo, -que igualamos la sangre. Si ella se inclina á la una parte, yo á la -otra; si ella favorece al sabio, yo al necio; si ella á la hermosa, yo -á la fea. Siempre al contrario, contrapesando los bienes.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Fortuna<br /> justiciera.</i></span> - -Todo está bien, replicó el soldado; pero ¿por qué no has de ser -constante en una cosa y no andar variando cada día? ¿Para qué es buena -tanta mudanza?</p> - -<p>¿Qué más quisieran los dichosos?, respondió la Fortuna. ¡Bueno por -cierto! ¿Que siempre gozasen unos mismos los bienes y que nunca les -llegase su vez á los desdichados? Deso me guardaré yo muy bien.</p> - -<p>¡Hola!, Tiempo, ande la rueda, dé una vuelta y otra vuelta y nunca -pare. Abátanse los soberbios y sean ensalzados los humildes. Vayan á -veces. Sepan unos qué cosa es padecer y los otros gozar. Pues, si aun -con saber esto y llamarme la mudable, no se dan por entendidos los -poderosos, los entronizados, ninguno se acuerda de mañana, despreciando -los inferiores, atropellando los desvalidos, ¿qué hicieran, si ellos -supieran que no había de haber mudanza?</p> - -<p>¡Hola!, Tiempo, ande la rueda. Si aun deste modo son in<span -class="pagenum" id="Page_303">p. 303</span>tolerables los ricos, -los mandones, ¿qué fuera, si se aseguraran, echando un clavo á su -felicidad? Éste sí que fuera yerro.</p> - -<p>¡Hola!, Tiempo, ande la rueda y desengáñese todo el mundo, que nada -permanece, sino la virtud.</p> - -<p>No tuvo más que replicar el soldado; antes volviéndose al -estudiante, le dijo:</p> - -<p>Pues vosotros, los bachilleres, sois los que más satirizáis la -Fortuna, ¿cómo calláis ahora? Decid algo, que en las ocasiones es el -tiempo de hablar.</p> - -<p>Confesó él que no lo era; sólo venía á pretender un beneficio -bobo.</p> - -<p>Mas la Fortuna: Ya sé, dijo, que los sabios son los que hablan más -mal de mí y en eso muestran serlo.</p> - -<p>Escandalizáronse todos mucho de oir esto.</p> - -<p>Y ella: Yo me desempeñaré. No es porque ellos así lo sientan, sino -porque lo sienta el vulgo, para tener á raya los soberbios. Yo soy -el coco de los poderosos. Conmigo les hacen miedo. Teman los ricos, -tiemblen los afortunados, escarmienten los validos, enfrénense todos. -Una cosa os quiero confesar y es que los verdaderos sabios, que son -los prudentes y virtuosos, son muy superiores á las estrellas. Bien -es verdad que tengo cuidado no engorden, porque no duerman. Que el -enjaulado jilguero, en teniendo que comer, no canta. Y porque veáis que -ellos saben ser dichosos:</p> - -<p>¡Hola!, arrastrad aquella mesa.</p> - -<p>Era redonda y capaz de todos los siglos. En medio della se -ostentaban muchas venturas, en bienes, digo cetros, tiaras, coronas, -mitras, bastones, varas, laureles, púrpuras, capelos, toisones, -hábitos, borlas, oro, plata, joyas y todas sobre un riquísimo tapete. - -<span class="sidenote"><i>Mesa<br /> de la fortuna.</i></span> - -Mandó luego llamar todos los pretendientes de ventura, que fueron todos -los vivientes, que ¿quién hay que no desee? Coronaron la gran mesa y, -teniéndolos así juntos, les dijo:</p> - -<p>Mortales, todos estos bienes son para vosotros. ¡Alto!, dis<span -class="pagenum" id="Page_304">p. 304</span>poneos para conseguirlos, -que yo nada quiero repartir, por no teneros quejosos. Cada uno escoja -lo que quisiere y coja lo que pudiere.</p> - -<p>Hizo señal de agarrar y al punto comenzaron todos á porfía á alargar -los brazos y estirarse, para alcanzar cada uno lo que deseaba; pero -ninguno podía conseguirlo. - -<span class="sidenote"><i>Don Diego<br /> Jerónimo Sala.</i></span> - -Estaba ya uno muy cerca de alcanzar una mitra; aunque no la merecía -tanto como un vicario general y sea el doctor Sala. Anduvo porfiando -toda la vida tras ella; mas nunca la pudo asir y murió con aquel buen -deseo.</p> - -<p>Daba saltos un otro por una llave dorada y, aunque se fatigó y -fatigó á otros, como tenía dientes, se le defendía.</p> - -<p>Empinábanse algunos al rojo; al cabo se quedaban en blanco.</p> - -<p>Anhelaba otro y aun sudaba tras un bastón; mas vino una bala y -derribóle, cuando le iba á empuñar.</p> - -<p>Cogían unos la carrera muy de atrás y á veces por rodeos é -indirectas. Daban valientes saltos por alcanzar alguna cosa y -quedábanse burlados.</p> - -<p>Andaba cierto personaje, aunque á lo disimulado, por alcanzar una -corona. Cansábase de ser príncipe de retén; mas quedóse con estas -esperanzas.</p> - -<p>Llegó un bravo gigantón, un castillo de huesos, que ya está dicho de -carne, no se dignó de mirar á los demás, burlándose de todos.</p> - -<p>Éste sí, dijeron, que se ha de alzar con todo y más que tiene cien -garras.</p> - -<p>Alzó el brazo, que fué izar una entena. Hizo temblar todos los -bienes de la Fortuna; mas, aunque le alargó mucho y le estiró cuanto -pudo y casi casi llegó á rozarse con una corona, no la pudo asir, de -que quedó hostigadísimo, maldiciendo y blasfemando su fortuna.</p> - -<p>Probábanse ya por una parte y ya por otra, porfiaban, anhelaban y al -cabo todos se rendían.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_305">p. 305</span>¿No hay algún -sabio?, gritó la Fortuna. Venga un entendido y pruébese.</p> - -<p><span class="sidenote"><i>Sabio señor<br /> de todo.</i></span> - -Salió al punto un hombre muy pequeño de cuerpo: que los largos, raras -veces fueron sabios. Riéronse todos en viéndole y decían:</p> - -<p>¿Cómo ha de conseguir un enano lo que tantos gigantes no han -podido?</p> - -<p>Mas él, sin hacer del hacendado, sin correr ni correrse, sin matarse -ni matar, con linda maña, asiendo del tapete, lo fué tirando hacia sí y -trayendo con él todos los bienes juntos.</p> - -<p>Aquí alzaron todos el aplauso y la Fortuna dijo:</p> - -<p>Ahora veréis el triunfo del saber.</p> - -<p>Hallóse en un punto con todos los bienes en su mano, señor de todos -ellos. Fuélos tanteando y, habiéndolos sospesado, ni tomó la corona ni -la tiara ni el capelo ni la mitra; sino una medianía, teniéndola por -única felicidad.</p> - -<p>Viendo esto el soldado, llegóse á él y rogóle le alcanzase un bastón -de aquéllos y el cortesano un oficio.</p> - -<p>Preguntóle si quería ser ayuda de cámara. Y él dijo:</p> - -<p>De cámara no; de mesa sí.</p> - -<p>Mas no se halló tal plaza, que era muerta.</p> - -<p>Dábale una tenencia de la guarda. Tampoco la aceptó, por ser oficio -de coscorrones, de más ruido que provecho.</p> - -<p>Toma, pues, esta llave capona.</p> - -<p>¿Y cómo comeré yo sin dientes? No te canses en buscarme oficio en -palacio, que todo es ser mozo; búscame un gobierno allá en Indias y -mejor cuanto más lejos.</p> - -<p>Al estudiante le alcanzó su beneficio. Para Critilo y Andrenio un -espejo de desengaños.</p> - -<p>Mas ya en esto tocaron á despejar, el Tiempo con su muleta, la -Muerte con su guadaña, el Olvido con su pala, la Mudanza dando -temerarios empellones, el Disfavor puntapiés, la Venganza mojicones.</p> - -<p>Comenzaron á rodar unos y otros por una y otra parte. Que<span -class="pagenum" id="Page_306">p. 306</span> para el caer no había sino -una grada y ésa deslizadero; todo lo demás era un despeño.</p> - -<p>Cómo salieron deste común riesgo nuestros dos peregrinos de la -vida, que lo mejor del correr es el parar bien y lo más dificultoso -de la ventura es el buen dejo, ése será el principio de la Crisi -siguiente.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter" id="ToC"> - <p><span class="pagenum" id="Page_307">p. 307</span></p> - <h2 class="nobreak g2">TABLA</h2> -</div> - -<table class="toc" summary="Tabla de contenidos"> - <tr> - <th colspan="2"> </th> - <th class="tdru"><small>Páginas</small></th> - </tr> - <tr> - <td colspan="2" class="tdlh"><a href="#Ch_0"><span class="smcap">Prólogo</span></a></td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_0"><span class="asc">VII</span></a></td> - </tr> - <tr> - <td colspan="3" class="tdcu g2 ws1 pt1"><a href="#Ch_1">PRIMERA PARTE</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu pt1"><a href="#Ch_1_1"><span class="smcap">Crisi</span> I</a>.—</td> - <td class="tdlh pt1">Náufrago Critilo, encuentra con Andrenio, que le da - prodigiosamente razón de sí.</td> - <td class="tdrb pt1"><a href="#Ch_1_1">7</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_2"><span class="smcap">Crisi</span> II</a>.—</td> - <td class="tdlh">El gran teatro del universo.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_2">14</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_3"><span class="smcap">Crisi</span> III</a>.—</td> - <td class="tdlh">La hermosa naturaleza.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_3">23</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_4"><span class="smcap">Crisi</span> IV</a>.—</td> - <td class="tdlh">El despeñadero de la vida.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_4">35</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_5"><span class="smcap">Crisi</span> V</a>.—</td> - <td class="tdlh">Entrada del mundo.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_5">50</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_6"><span class="smcap">Crisi</span> VI</a>.—</td> - <td class="tdlh">Estado del siglo.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_6">62</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_7"><span class="smcap">Crisi</span> VII</a>.—</td> - <td class="tdlh">La fuente de los engaños.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_7">79</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_8"><span class="smcap">Crisi</span> VIII</a>.—</td> - <td class="tdlh">Las maravillas de Artemia.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_8">98</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_9"><span class="smcap">Crisi</span> IX</a>.—</td> - <td class="tdlh">Moral anatomía del hombre.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_9">112</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_10"><span class="smcap">Crisi</span> X</a>.—</td> - <td class="tdlh">El mal paso del salteo.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_10">128</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_11"><span class="smcap">Crisi</span> XI</a>.—</td> - <td class="tdlh">El golfo cortesano.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_11">143</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_12"><span class="smcap">Crisi</span> XII</a>.—</td> - <td class="tdlh">Los encantos de Falsirena.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_12">161</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_1_13"><span class="smcap">Crisi</span> XIII</a>.—</td> - <td class="tdlh">La feria de todo el mundo.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_1_13">177</a></td> - </tr> - <tr> - <td colspan="3" class="tdcu g2 ws1 pt1"><span class="pagenum" id="Page_308">p. - 308</span><a href="#Ch_2">SEGUNDA PARTE</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu pt1"><a href="#Ch_2_1"><span class="smcap">Crisi</span> I</a>.—</td> - <td class="tdlh pt1">Reforma universal.</td> - <td class="tdrb pt1"><a href="#Ch_2_1">199</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_2_2"><span class="smcap">Crisi</span> II</a>.—</td> - <td class="tdlh">Los prodigios de Salastano.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_2_2">216</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_2_3"><span class="smcap">Crisi</span> III</a>.—</td> - <td class="tdlh">La cárcel de oro y calabozos de plata.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_2_3">234</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_2_4"><span class="smcap">Crisi</span> IV</a>.—</td> - <td class="tdlh">El museo del discreto.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_2_4">254</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_2_5"><span class="smcap">Crisi</span> V</a>.—</td> - <td class="tdlh">Plaza del populacho y corral del vulgo.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_2_5">274</a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlu"><a href="#Ch_2_6"><span class="smcap">Crisi</span> VI</a>.—</td> - <td class="tdlh">Cargos y descargos de la Fortuna.</td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_2_6">289</a></td> - </tr> -</table> - - - -<div class="chapter pt6"> - <hr class="chap" /> - <p><span class="pagenum" id="Page_309">p. 309</span></p> - <p class="centra lh150 ws1"><i>Acabóse de imprimir esta edición<br /> - de “El Criticón” en la<br /> - imprenta “Renacimiento”<br /> - el día 25 de<br /> - Abril del año<br /> - MCMXIII</i></p> - <hr class="chap" /> -</div> - - -<div class="chapter pt3"> -<div class="transnote" id="tnote"> - <p class="tnotetit">Nota de transcripción</p> - <ul> - <li>Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar.</li> - - <li>Se ha respetado la ortografía del original impreso, que difiere - algo de la actual, normalizándola a la grafía de mayor frecuencia.</li> - - <li>Se han añadido tildes a las mayúsculas que las necesitan.</li> - - <li>Las páginas en blanco han sido eliminadas.</li> - - <li>Las notas a pie de página han sido renumeradas.</li> - - <li>Las notas al margen aparecen colocadas siempre en el lado - derecho del texto.</li> - </ul> -</div> -</div> - - -<hr class="full" /> - - - - - - - - -<pre> - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of El criticón (tomo 1 de 2), by -Baltasar Gracián y Morales - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL CRITICÓN (TOMO 1 DE 2) *** - 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Email contact links and up to -date contact information can be found at the Foundation's web site and -official page at www.gutenberg.org/contact - -For additional contact information: - - Dr. Gregory B. Newby - Chief Executive and Director - gbnewby@pglaf.org - -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide -spread public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. - -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. 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