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+This eBook, including all associated images, markup, improvements,
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+the "Copyright How-To" at https://www.gutenberg.org.
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-The Project Gutenberg eBook of Tirano Banderas, by Ramón del
-Valle-Inclán
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and
-most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms
-of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at
-www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you
-will have to check the laws of the country where you are located before
-using this eBook.
-
-Title: Tirano Banderas
- Novela de tierra caliente
-
-Author: Ramón del Valle-Inclán
-
-Release Date: May 23, 2022 [eBook #68154]
-
-Language: Spanish
-
-Produced by: Ramón Pajares Box. (This file was produced from images
- generously made available by Biblioteca Digital
- Hispánica/Biblioteca Nacional de España.)
-
-*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK TIRANO BANDERAS ***
-
-
-NOTA DE TRANSCRIPCIÓN
-
- * Las versalitas se han convertido a MAYÚSCULAS.
-
- * Los errores de imprenta han sido corregidos.
-
- * La ortografía del texto original ha sido modernizada de acuerdo con
- las normas publicadas en 2010 por la Real Academia Española, aunque
- respetando los localismos.
-
- * Las páginas en blanco han sido eliminadas.
-
- * Los capítulos han sido correctamente numerados, deshaciendo algunas
- erratas de secuenciación.
-
- * Algunas rayas intrapárrafos han sido eliminadas, siguiendo el modelo
- de las ediciones más recientes.
-
- * Se ha añadido un Índice al final del libro pese a que el original
- impreso no lo incluye.
-
-
-
-
- COSTE
- CINCO
- PESETAS
-
-
- PEDIDOS AL AUTOR: 28, SANTA CATALINA, 28. -- MADRID
-
-
-
-
- TIRANO
- BANDERAS
- NOVELA
- DE TIERRA
- CALIENTE
-
-
-
-
-TIRANO BANDERAS
-
-NOVELA POR
-
-DON RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN
-
-
-
-
-PRÓLOGO
-
-
-
-
-PRÓLOGO
-
-
-I
-
-Filomeno Cuevas, criollo ranchero, había dispuesto para aquella noche
-armar a sus peonadas, con los fusiles ocultos en un manigual, y las
-glebas de indios, en difusas líneas, avanzaban por los esteros de
-Ticomaipú. Luna clara, nocturnos horizontes profundos de susurros y
-ecos.
-
-
-II
-
-Saliendo a Jarote Quemado con una tropilla de mayorales, arrendó su
-montura el patrón y a la luz de una linterna pasó lista:
-
---Manuel Romero.
-
---¡Presente!
-
---Acércate. No más que recomendarte precaución con ponerte briago.
-La primera campanada de las doce será la señal. Llevas sobre ti la
-responsabilidad de muchas vidas, y no te digo más. Dame la mano.
-
---Mi jefesito en estas bolucas somos baqueanos.
-
-El patrón repasó el listín:
-
---Benito San Juan.
-
---¡Presente!
-
---¿Chino Viejo te habrá puesto al tanto de tu consigna?
-
---Chino Viejo no más me ha significado meterme con alguna caballada
-por los rumbos de la feria y tirarlo todo patas al aire. Soltar
-algún balazo y no dejar títere sano. La consigna no aparenta mayores
-dificultades.
-
---¡A las doce!
-
---Con la primera campanada. Me acantonaré bajo el reloj de Catedral.
-
---Hay que proceder de matute y hasta lo último aparentar ser pacíficos
-feriantes.
-
---Eso seremos.
-
---A cumplir bien. Dame la mano.
-
-Y puesto el papel en el cono luminoso de la linterna, aplicó los ojos
-el patrón:
-
---Atilio Palmieri.
-
---¡Presente!
-
-Atilio Palmieri era primo de la niña ranchera: Rubio, chaparro,
-petulante. El ranchero se tiraba de las barbas caprinas:
-
---Atilio, tengo para ti una misión muy comprometida.
-
---Te lo agradezco, pariente.
-
---Estudia el mejor modo de meter fuego en un convento de monjas, y a
-toda la comunidad, en camisa, ponerla en la calle escandalizando. Esa
-es tu misión. Si hallas alguna monja de tu gusto, cierra los ojos. A
-la gente, que no se tome de la bebida. Hay que operar violento, con
-la cabeza despejada. ¡Atilio, buena suerte! Procura desenvolver tu
-actuación sobre los límites de media noche.
-
---Conformo, Filomeno, que saldré avante.
-
---Así lo espero: Zacarías San José.
-
---¡Presente!
-
---Para ti ninguna misión especial. A tus luces dejo lo que más
-convenga. ¿Qué bolichada harías tú esta noche metiéndote, con algunos
-hombres, por Santa Fe? ¿Cuál sería tu bolichada?
-
---Con solamente otro compañero dispuesto, revoluciono la feria: Vuelco
-la barraca de las Ceras y abro las jaulas. ¿Qué dice el patrón? ¿No se
-armaría buena? Con cinco valientes pongo fuego a todos los abarrotes de
-gachupines. Con veinticinco copo la guardia de los Mostenses.
-
---¿No más que eso prometes?
-
---Y muy confiado de darle una sangría a Tirano Banderas. Mi jefesito,
-en este alforjín que cargo en el arzón van los restos de mi chamaco.
-¡Me lo han devorado los chanchos en la ciénaga! No más cargando estos
-restos, gané en los albures para feriar guaco, y tiré a un gachupín
-la mangana y escapé ileso de la balasera de los gendarmes. Esta noche
-saldré bien en todos los empeños.
-
---Cruzado, toma la gente que precises y realiza ese lindo programa. Nos
-vemos. Dame la mano. Y pasada esta noche sepulta esos restos. En la
-guerra el ánimo y la inventiva son los mejores amuletos. Dame la mano.
-
---¡Mi jefesito, estas ferias van a ser señaladas!
-
---Eso espero: Crisanto Roa.
-
---¡Presente!
-
-Era el último de la lista y sopló la linterna el patrón. Las peonadas
-habían renovado su marcha bajo la luna.
-
-
-III
-
-El Coronelito de la Gándara, desertado de las milicias federales,
-discutía con chicanas y burlas los aprestos militares del ranchero:
-
---¡Filomeno, no seas chivatón, y te pongas a saltar un tajo cuando te
-faltan las zancas! Es una grave responsabilidad en la que incurres
-llevando tus peonadas al sacrificio. ¡Te improvisas general y no puedes
-entender un plano de batallas! Yo soy un científico, un diplomado en
-la Escuela Militar. ¿La razón no te dice quién debe asumir el mando?
-¿Puede ser tan ciego tu orgullo? ¿Tan atrevida tu ignorancia?
-
---Domiciano, la guerra no se estudia en los libros. Todo reside en
-haber nacido para ello.
-
---¿Y tú te juzgas un predestinado para Napoleón?
-
---¡Acaso!
-
---¡Filomeno, no macanees!
-
---Domiciano, convénceme con un plan de campaña, que aventaje al
-discurrido por mí, y te cedo el mando. ¿Qué harías tú con doscientos
-fusiles?
-
---Aumentarlos hasta formar un ejército.
-
---¿Cómo se logra eso?
-
---Levantando levas por los poblados de la Sierra. En Tierra Caliente
-cuenta con pocos amigos la revolución.
-
---¿Ese sería tu plan?
-
---En líneas generales. El tablero de la campaña debe ser la Sierra.
-Los Llanos son para las grandes masas militares, pero las guerrillas
-y demás tropas móviles, hallan su mejor aliado en la topografía
-montañera. Eso es lo científico, y desde que hay guerras, la estructura
-del terreno impone la maniobra. Doscientos fusiles, en la llanura están
-siempre copados.
-
---¿Tu consejo es remontarnos a la Sierra?
-
---Ya lo he dicho. Buscar una fortaleza natural, que supla la exigüidad
-de los combatientes.
-
---¡Muy bueno! ¡Eso es lo científico, la doctrina de los tratadistas, la
-enseñanza de las Escuelas!... Muy conforme. Pero yo no soy científico,
-ni tratadista, ni pasé por la Academia de Cadetes. Tu plan de campaña
-no me satisface, Domiciano. Yo, como has visto, intento para esta
-noche un golpe sobre Santa Fe. De tiempo atrás vengo meditándolo,
-y casualmente en la ría, atracado al muelle, hay un pailebote en
-descarga. Transbordo mi gente, y la desembarco en la playa de Punta
-Serpiente. Sorprendo a la guardia del castillo, armo a los presos,
-sublevo a las tropas de la Ciudadela. Ya están ganados los sargentos.
-Ese es mi plan, Domiciano.
-
---¡Y te lo juegas todo en una baza! No eres un émulo de Fabio Máximo.
-¿Qué retirada has estudiado? Olvidas que el buen militar nunca se
-inmola imprudentemente y ataca con el previo conocimiento de sus líneas
-de retirada. Esa es la más elemental táctica fabiana: En nuestras
-pampas, el que lucha cediendo terreno, si es ágil en la maniobra, y
-sabe manejar la tea petrolera, vence a los Aníbales y Napoleones.
-Filomeno, la guerra de partidas que hacen los revolucionarios no puede
-seguir otra táctica que la del romano frente al cartaginés. ¡He dicho!
-
---¡Muy elocuente!
-
---Eres un irresponsable que conduce un piño de hombres al matadero.
-
---Audacia y Fortuna ganan las campañas, y no las matemáticas de las
-Academias. ¿Cómo actuaron los héroes de nuestra Independencia?
-
---Como apóstoles. Mitos populares, no grandes estrategas. Simón
-Bolívar, el primero de todos, fue un general pésimo. La guerra es una
-técnica científica y tú la conviertes en bolada de ruleta.
-
---Así es.
-
---Pues discurres como un insensato.
-
---¡Posiblemente! No soy un científico, y estoy obligado a no guiarme
-por otra norma que la corazonada. ¡Voy a Santa Fe, por la cabeza del
-Generalito Banderas!
-
---Más seguro que pierdas la tuya.
-
---Allá lo veremos. Testigo el tiempo.
-
---Intentas una operación sin refrendo táctico, una mera escaramuza
-de bandolerismo, contraria a toda la teoría militar. Tu obligación
-es la obediencia al Cuartel General del Ejército Revolucionario: Ser
-merito grano de arena en la montaña, y te manifiestas con un acto de
-indisciplina al operar independiente. Eres ambicioso y soberbio. No me
-escuches. Haz lo que te parezca. Sacrifica a tus peonadas. Después del
-sudor, les pides la sangre. ¡Muy bueno!
-
---De todo tengo hecho mérito en la conciencia, y con tantas
-responsabilidades y tantos cargos no cedo en mi idea. Es más fuerte la
-corazonada.
-
---La ambición de señalarte.
-
---Domiciano, tú no puedes comprenderme. Yo quiero apagar la guerra con
-un soplo, como quien apaga una vela.
-
---¡Y si fracasas, difundir el desaliento en las filas de tus amigos,
-ser un mal ejemplo!
-
---O una emulación.
-
---Después de cien años, para los niños de las Escuelas Nacionales. El
-presente, todavía no es la historia, y tiene caminos más realistas. En
-fin, tanto hablar seca la boca. Pásame tu cantimplora.
-
-Tras del trago, batió la yesca y encendió el chicote apagado,
-esparciéndose la ceniza por el vientre rotundo de ídolo tibetano.
-
-
-IV
-
-El patrón, con solo cincuenta hombres, caminó por marismas y manglares
-hasta dar vista a un pailebote abordado para la descarga en el muelle
-de un aserradero. Filomeno ordenó al piloto que pusiese velas al
-viento para recalar en Punta Serpientes. El sarillo luminoso de un
-faro giraba en el horizonte. Embarcada la gente, zarpó el pailebote
-con silenciosa maniobra. Navegó la luna sobre la obra muerta de babor,
-bella la mar, el barco marinero. Levantaba la proa surtidores de plata
-y en la sombra del foque un negro juntaba rueda de oyentes: Declamaba
-versos con lírico entusiasmo, fluente de ceceles. Repartidos en ranchos
-los hombres de la partida, tiraban del naipe: Aceitosos farolillos
-discernían los rumbos de juguetas por escotillones y sollados. Y en
-la sombra del foque abría su lírico floripondio de ceceles el negro
-catedrático:
-
- Navega velelo mío
- Sin temol,
- Que ni enemigo navío,
- Ni tolmenta, ni bonanza,
- A tolcel tu lumbo alcanza,
- Ni a sujetal tu valol.
-
-
-
-
-PRIMERA PARTE
-
-SINFONÍA DEL TRÓPICO
-
-
-
-
-LIBRO PRIMERO
-
-ICONO DEL TIRANO
-
-
-I
-
-Santa Fe de Tierra Firme --arenales, pitas, manglares, chumberas-- en
-las cartas antiguas, Punta de las Serpientes.
-
-
-II
-
-Sobre una loma, entre granados y palmas, mirando al vasto mar y al sol
-poniente, encendía los azulejos de sus redondas cúpulas coloniales San
-Martín de los Mostenses. En el campanario sin campanas levantaba el
-brillo de su bayoneta un centinela. San Martín de los Mostenses, aquel
-desmantelado convento de donde una lejana revolución había expulsado a
-los frailes, era, por mudanzas del tiempo, Cuartel del Presidente Don
-Santos Banderas --Tirano Banderas--.
-
-
-III
-
-El Generalito acababa de llegar con algunos batallones de indios,
-después de haber fusilado a los insurrectos de Zamalpoa: Inmóvil y
-taciturno, agaritado de perfil en una remota ventana, atento al relevo
-de guardias en la campa barcina del convento, parece una calavera con
-antiparras negras y corbatín de clérigo. En el Perú había hecho la
-guerra a los españoles, y de aquellas campañas veníale la costumbre de
-rumiar la coca, por donde en las comisuras de los labios tenía siempre
-una salivilla de verde veneno. Desde la remota ventana, agaritado en
-una inmovilidad de corneja sagrada, está mirando las escuadras de
-indios, soturnos en la cruel indiferencia del dolor y de la muerte. A
-lo largo de la formación, chinitas y soldaderas haldeaban corretonas,
-huroneando entre las medallas y las migas del faltriquero, la pitada
-de tabaco y los cobres para el coime. Un globo de colores se quemaba
-en la turquesa celeste, sobre la campa invadida por la sombra morada
-del convento. Algunos soldados, indios comaltes de la selva, levantaban
-los ojos. Santa Fe celebraba sus famosas ferias de Santos y Difuntos.
-Tirano Banderas, en la remota ventana, era siempre el garabato de un
-lechuzo.
-
-
-IV
-
-Venía por el vasto zaguán frailero una escolta de soldados con la
-bayoneta armada en los negros fusiles, y entre las filas un roto
-greñudo, con la cara dando sangre. Al frente, sobre el flanco derecho,
-fulminaba el charrasco del Mayor Abilio del Valle. El retinto garabato
-del bigote, dábale fiero resalte al arregaño lobatón de los dientes que
-sujetan el fiador del pavero con toquilla de plata:
-
---¡Alto!
-
-Mirando a las ventanas del convento, formó la escuadra. Destacáronse
-dos caporales, que, a modo de pretinas, llevaban cruzadas sobre el
-pecho sendas pencas con argollones, y despojaron al reo del fementido
-sabanil que le cubría las carnes: Sumiso y adoctrinado, con la espalda
-corita al sol, entrose el cobrizo a un hoyo profundo de tres pies,
-como disponen las Ordenanzas de Castigos Militares. Los dos caporales
-apisonaron echando tierra, y quedó soterrado hasta los estremecidos
-ijares: El torso desnudo, la greña, las manos con fierros, salían fuera
-del hoyo colmados de negra expresión dramática: Metía el chivón de la
-barba en el pecho, con furbo atisbo a los caporales que se desceñían
-las pencas. Señaló el tambor un compás alterno y dio principio el
-castigo del chicote, clásico en los cuarteles:
-
---¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!
-
-El greñudo, sin un gemido, se arqueaba sobre las manos esposadas,
-ocultos los hierros en la cavación del pecho: Le saltaban de los
-costados ramos de sangre, y sujetándose al ritmo del tambor, solfeaban
-los dos caporales:
-
---¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve!
-
-
-V
-
-Niño Santos se retiró de la ventana para recibir a una endomingada
-diputación de la Colonia Española: El abarrotero, el empeñista, el
-chulo del braguetazo, el patriota jactancioso, el doctor sin reválida,
-el periodista hampón, el rico mal afamado, se inclinaban en hilera ante
-la momia taciturna con la verde salivilla en el canto de los labios--.
-Don Celestino Galindo, orondo, redondo, pedante, tomó la palabra, y con
-aduladoras hipérboles, saludó al Glorioso Pacificador de Zamalpoa:
-
---La Colonia Española eleva sus homenajes al benemérito patricio, raro
-ejemplo de virtud y energía, que ha sabido restablecer el imperio del
-orden, imponiendo un castigo ejemplar a la demagogia revolucionaria.
-¡La Colonia Española, siempre noble y generosa, tiene una oración y
-una lágrima para las víctimas de una ilusión funesta, de un virus
-perturbador! Pero la Colonia Española no puede menos de reconocer que
-en el inflexible cumplimiento de las leyes está la única salvaguardia
-del orden y el florecimiento de la República.
-
-La fila de gachupines asintió con murmullos: Unos eran toscos,
-encendidos y fuertes: Otros tenían la expresión cavilosa y hepática
-de los tenderos viejos: Otros, enjoyados y panzudos, exudaban zurda
-pedancia. A todos ponía un acento de familia el embarazo de las manos
-con guantes. Tirano Banderas masculló estudiadas cláusulas de dómine:
-
---Me congratula ver cómo los hermanos de raza aquí radicados, afirmando
-su fe inquebrantable en los ideales de orden y progreso, responden a
-la tradición de la Madre Patria. Me congratula mucho este apoyo moral
-de la Colonia Hispana. Santos Banderas no tiene la ambición de mando
-que le critican sus adversarios: Santos Banderas les garanta que el
-día más feliz de su vida será cuando pueda retirarse y sumirse en la
-oscuridad a labrar su predio, como Cincinato. Crean, amigos, que para
-un viejo son fardel muy pesado las obligaciones de la Presidencia. El
-gobernante, muchas veces precisa ahogar los sentimientos de su corazón,
-porque el cumplimiento de la ley es la garantía de los ciudadanos
-trabajadores y honrados: El gobernante, llegado el trance de firmar
-una sentencia de pena capital, puede tener lágrimas en los ojos, pero
-a su mano no le está permitido temblar. Esta tragedia del gobernante,
-como les platicaba recién, es superior a las fuerzas de un viejo. Entre
-amigos tan leales, puedo declarar mi flaqueza, y les garanto que el
-corazón se me desgarraba al firmar los fusilamientos de Zamalpoa. ¡Tres
-noches he pasado en vela!
-
---¡Atiza!
-
-Se descompuso la ringla de gachupines. Los charolados pies juanetudos
-cambiaron de loseta. Las manos, enguantadas y torponas, se removieron
-indecisas, sin saber dónde posarse. En un tácito acuerdo, los
-gachupines jugaron con las brasileñas leontinas de sus relojes. Acentuó
-la momia:
-
---¡Tres días con sus noches en ayuno y en vela!
-
---¡Arrea!
-
-Era el que tan castizo apostillaba un vinatero montañés, chaparro y
-negrote, con el pelo en erizo, y el cuello de toro desbordante sobre
-la tirilla de celuloide: La voz fachendosa tenía la brutalidad
-intempestiva de una claque de teatro. Tirano Banderas sacó la petaca y
-ofreció a todos su picadura de Virginia:
-
---Pues, como les platicaba, el corazón se destroza, y las
-responsabilidades de la gobernación llegan a constituir una carga
-demasiado pesada. Busquen al hombre que sostenga las finanzas, al
-hombre que encauce las fuerzas vitales del país. La República, sin
-duda, tiene personalidades que podrán regirla con más acierto que
-este viejo valetudinario. Pónganse de acuerdo todos los elementos
-representativos, así nacionales como extranjeros...
-
-Hablaba meciendo la cabeza de pergamino: La mirada, un misterio tras
-las verdosas antiparras. Y la ringla de gachupines balanceaba un
-murmullo, señalando su aduladora disidencia. Cacareó Don Celestino:
-
---¡Los hombres providenciales no pueden ser reemplazados, sino por
-hombres providenciales!
-
-La fila aplaudió, removiéndose en las losetas, como ganado inquieto por
-la mosca. Tirano Banderas, con un gesto cuáquero, estrechó la mano del
-pomposo gachupín:
-
---Quédese, Don Celes, y echaremos un partido de ranita.
-
---¡Muy complacido!
-
-Tirano Banderas, trasmudándose sobre su última palabra, hacía a los
-otros gachupines un saludo frío y parco:
-
---A ustedes, amigos, no quiero distraerles de sus ocupaciones. Me dejan
-mandado.
-
-
-VI
-
-Una mulata entrecana, descalza, temblona de pechos, aportó con el
-refresco de limonada y chocolate, dilecto de frailes y corregidores,
-cuando el virreinato. Con tintín de plata y cristales en las manos
-prietas, miró la mucama al patroncito, dudosa, interrogante. Niño
-Santos, con una mueca de la calavera, le indicó la mesilla de
-campamento, que, en el vano de un arco, abría sus compases de araña.
-La mulata obedeció haldeando: Sumisa, húmeda, lúbrica, se encogía y
-deslizaba. Mojó los labios en la limonada Niño Santos:
-
---Consecutivamente, desde hace cincuenta años, tomo este refresco, y me
-prueba muy medicinal... Se lo recomiendo, Don Celes.
-
-Don Celes infló la botarga:
-
---¡Cabal, es mi propio refresco! Tenemos los gustos parejos y me siento
-orgulloso. ¡Cómo no!
-
-Tirano Banderas, con gesto huraño, esquivó el humo de la adulación, las
-volutas enfáticas. Manchados de verde los cantos de la boca, se recogía
-en su gesto soturno:
-
---Amigo Don Celes, las revoluciones, para acabarlas de raíz, precisan
-balas de plata.
-
-Reforzó campanudo el gachupín:
-
---¡Balas que no llevan pólvora ni hacen estruendo!
-
-La momia acogió con una mueca enigmática:
-
---Esas, amigo, que van calladas, son las mejores. En toda revolución
-hay siempre dos momentos críticos: El de las ejecuciones fulminantes,
-y el segundo momento, cuando convienen las balas de plata. Amigo
-Don Celes, recién esas balas nos ganarían las mejores batallas.
-Ahora la política es atraerse a los revolucionarios. Yo hago honor
-a mis enemigos, y no se me oculta que cuentan con muchos elementos
-simpatizantes en las vecinas Repúblicas. Entre los revolucionarios, hay
-científicos que pueden con sus luces laborar en provecho de la Patria.
-La inteligencia merece respeto. ¿No le parece, Don Celes?
-
-Don Celes asentía con el grasiento arrebol de una sonrisa:
-
---En un todo de acuerdo. ¡Cómo no!
-
---Pues para esos científicos quiero yo las balas de plata: Hay entre
-ellos muy buenas cabezas que lucirían en cotejo con las eminencias del
-Extranjero. En Europa, esos hombres pueden hacer estudios que aquí
-nos orienten: Su puesto está en la Diplomacia... En los Congresos
-Científicos... En las Comisiones que se crean para el Extranjero.
-
-Ponderó el ricacho:
-
---¡Eso es hacer política sabia!
-
-Y susurró confidencial Generalito Banderas:
-
---Don Celes, para esa política preciso un gordo amunicionamiento de
-plata. ¿Qué dice el amigo? Séame leal, y que no salga de los dos
-ninguna cosa de lo hablado. Le tomo por consejero, reconociendo lo
-mucho que vale.
-
-Don Celes soplábase los bigotes escarchados de brillantina y aspiraba,
-deleite de sibarita, las auras barberiles que derramaba en su ámbito.
-Resplandecía como búdico vientre el cebollón de su calva, y esfumaba su
-pensamiento un sueño de orientales mirajes: La contrata de vituallas
-para el Ejército Libertador. Cortó el encanto Tirano Banderas:
-
---Mucho lo medita, y hace bien, que el asunto tiene toda la importancia.
-
-Declamó el gachupín, con la mano sobre la botarga:
-
---Mi fortuna, muy escasa siempre, y estos tiempos harto quebrantada, en
-su corta medida está al servicio del Gobierno. Pobre es mi ayuda, pero
-ella representa el fruto del trabajo honrado en esta tierra generosa, a
-la cual amo como a una patria de elección.
-
-Generalito Banderas interrumpió con el ademán impaciente de apartarse
-un tábano:
-
---¿La Colonia Española no cubriría un empréstito?
-
---La Colonia ha sufrido mucho estos tiempos. Sin embargo, teniendo en
-cuenta sus vinculaciones con la República...
-
-El Generalito plegó la boca, reconcentrado en un pensamiento:
-
---¿La Colonia Española comprende hasta dónde peligran sus intereses con
-el ideario de la Revolución? Si lo comprende, trabájela usted en el
-sentido indicado. El Gobierno solo cuenta con ella para el triunfo del
-orden: El país está anarquizado por las malas propagandas.
-
-Inflose Don Celes:
-
---El indio dueño de la tierra es una utopía de universitarios.
-
---Conformes. Por eso le decía que a los científicos hay que darles
-puestos fuera del país, adonde su talento no sea perjudicial para
-la República. Don Celestino, es indispensable un amunicionamiento
-de plata, y usted queda comisionado para todo lo referente. Véase
-con el Secretario de Finanzas. No lo dilate. El Licenciadito tiene
-estudiado el asunto y le pondrá al corriente: Discutan las garantías y
-resuelvan violento, pues es de la mayor urgencia balear con plata a
-los revolucionarios. ¡El extranjero acoge las calumnias que propalan
-las Agencias! Hemos protestado por la vía diplomática para que sea
-coaccionada la campaña de difamación, pero no basta. Amigo Don Celes, a
-su bien tajada péñola le corresponde redactar un documento que, con las
-firmas de los españoles preeminentes, sirva para ilustrar al Gobierno
-de la Madre Patria. La Colonia debe señalar una orientación, hacerles
-saber a los estadistas distraídos que el ideario revolucionario es el
-peligro amarillo en América. La Revolución representa la ruina de los
-estancieros españoles. Que lo sepan allá, que se capaciten. ¡Es muy
-grave el momento, Don Celestino! Por rumores que me llegaron, tengo
-noticia de cierta actuación que proyecta el Cuerpo Diplomático. Los
-rumores son de una protesta por las ejecuciones de Zamalpoa. ¿Sabe
-usted si esa protesta piensa suscribirla el Ministro de España?
-
-Al rico gachupín se le enrojeció la calva:
-
---¡Sería una bofetada a la Colonia!
-
---¿Y el Ministro de España, considera usted que sea sujeto para esas
-bofetadas?
-
---Es hombre apático... Hace lo que le cuesta menos trabajo. Hombre poco
-claro.
-
---¿No hace negocios?
-
---Hace deudas, que no paga. ¿Quiere usted mayor negocio? Mira como un
-destierro su radicación en la República.
-
---¿Que se teme usted una pendejada?
-
---Me la temo.
-
---Pues hay que evitarla.
-
-El gachupín simuló una inspiración repentina, con palmada en la frente
-panzona:
-
---La Colonia puede actuar sobre el Ministro.
-
-Don Santos rasgó con una sonrisa su verde máscara indiana:
-
---Eso se llama meter el tejo por la boca de la ranita. Conviene actuar
-violento. Los españoles aquí radicados tienen intereses contrarios a
-las utopías de la Diplomacia. Todas esas lucubraciones del protocolo
-suponen un desconocimiento de las realidades americanas. La Humanidad,
-para la política de estos países, es una entelequia con tres cabezas:
-El criollo, el indio y el negro. Tres Humanidades. Otra política para
-estos climas es pura macana.
-
-El gachupín, barroco y pomposo, le tendió la mano:
-
---¡Mi admiración crece escuchándole!
-
---No se dilate, Don Celes. Quiere decirse que se remite para mañana la
-invitación que le hice. ¿A usted no le complace el juego de la ranita?
-Es mi medicina para esparcir el ánimo, mi juego desde chamaco, y lo
-practico todas las tardes. Muy saludable, no arruina como otros juegos.
-
-El ricacho se arrebolaba:
-
---¡Asombroso cómo somos de gustos parejos!
-
---Don Celes, hasta lueguito.
-
-Interrogó el gachupín:
-
---¿Lueguito será mañana?
-
-Movió la cabeza Don Santos:
-
---Si antes puede ser, antes. Yo no duermo.
-
-Encomió Don Celes:
-
---¡Profesor de energía, como dicen en nuestro diario!
-
-El Tirano le despidió, ceremonioso, desbaratada la voz en una cucaña de
-gallos.
-
-
-VII
-
-Tirano Banderas, sumido en el hueco de la ventana, tenía siempre el
-prestigio de un pájaro nocharniego: Desde aquella altura fisgaba la
-campa donde seguían maniobrando algunos pelotones de indios, armados
-con fusiles antiguos. La ciudad se encendía de reflejos sobre la marina
-esmeralda. La brisa era fragante, plena de azahares y tamarindos. En
-el cielo, remoto y desierto, subían globos de verbena, con cauda de
-luces. Santa Fe celebraba sus ferias otoñales, tradición que venía del
-tiempo de los virreyes españoles. Por la conga del convento, saltarín y
-liviano, con morisquetas de lechuguino, rodaba el quitrí de Don Celes.
-La ciudad, pueril ajedrezado de blancas y rosadas azoteas, tenía una
-luminosa palpitación, acastillada en la curva del Puerto. La marina era
-llena de cabrilleos, y en la desolación azul, toda azul, de la tarde,
-encendían su roja llamarada las cornetas de los cuarteles. El quitrí
-del gachupín saltaba como una araña negra, en el final solanero de
-Cuesta Mostenses.
-
-
-VIII
-
-Tirano Banderas, agaritado en la ventana, inmóvil y distante,
-acrecentaba su prestigio de pájaro sagrado. Cuesta Mostenses flotaba
-en la luminosidad del marino poniente, y un ciego cribado de viruelas
-rasgaba el guitarrillo al pie de los nopales, que proyectaban sus
-brazos como candelabros de Jerusalén. La voz del ciego desgarraba el
-calino silencio:
-
- --Era Diego Pedernales
- de noble generación,
- pero las obligaciones
- de su sangre no siguió.
-
-
-
-
-LIBRO SEGUNDO
-
-EL MINISTRO DE ESPAÑA
-
-
-I
-
-La Legación de España se albergó muchos años en un caserón con portada
-de azulejos y salomónicos miradores de madera, vecino al recoleto
-estanque francés, llamado por una galante tradición Espejillo de la
-Virreina. El Barón de Benicarlés, Ministro Plenipotenciario de Su
-Majestad Católica, también proyectaba un misterio galante y malsano,
-como aquella virreina que se miraba en el espejo de su jardín, con un
-ensueño de lujuria en la frente. El Excelentísimo Señor Don Mariano
-Isabel Cristino Queralt y Roca de Togores, Barón de Benicarlés
-y Maestrante de Ronda, tenía la voz de cotorrona y el pisar de
-bailarín. Lucio, grandote, abobalicado, muy propicio al cuchicheo y al
-chismorreo, rezumaba falsas melosidades: Le hacían rollas las manos
-y el papo: Hablaba con nasales francesas y mecía bajo sus carnosos
-párpados un frío ensueño de literatura perversa: Era un desvaído
-figurón, snob literario, gustador de los cenáculos decadentes, con
-rito y santoral de métrica francesa. La sombra de la ardiente virreina,
-refugiada en el fondo del jardín, mirando la fiesta de amor sin
-mujeres, lloró muchas veces, incomprensiva, celosa, tapándose la cara.
-
-
-II
-
-Santos y Difuntos. En este tiempo, era luminosa y vibrante de
-tabanquillos y tenderetes la Calzada de la Virreina. El quitrí del
-gachupín, que rodaba haciendo morisquetas de petimetre, se detuvo ante
-la Legación Española. Un chino encorvado, la espalda partida por la
-coleta, regaba el zaguán. Don Celes subió la ancha escalera y cruzó una
-galería con cuadros en penumbra, tallas, dorados y sedas: El gachupín
-experimentaba un sofoco ampuloso, una sensación enfática de orgullo
-y reverencia: Como collerones le resonaban en el pecho fanfarrias de
-históricos nombres sonoros, y se mareaba igual que en un desfile de
-cañones y banderas: Su jactancia, ilusa y patriótica, se revertía en
-los escandidos compases de una música brillante y ramplona: Se detuvo
-en el fondo de la galería. La puerta luminosa, silenciosa, franca
-sobre el gran estrado desierto, amortiguó extrañamente al barroco
-gachupín, y sus pensamientos se desbandaron en fuga, potros cerriles
-rebotando las ancas. Se apagaron de repente todas las bengalas, y el
-ricacho se advirtió pesaroso de verse en aquel trámite: Desasistido de
-emoción, árido, tímido como si no tuviese dinero, penetró en el estrado
-vacío, turbando la dorada simetría de espejos y consolas.
-
-
-III
-
-El Barón de Benicarlés, con quimono de mandarín, en el fondo de otra
-cámara, sobre un canapé, espulgaba meticulosamente a su faldero. Don
-Celes llegó, mal recobrado el gesto de fachenda entre la calva panzona
-y las patillas color de canela: Parecía que se le hubiese aflojado la
-botarga:
-
---Señor Ministro, si interrumpo, me retiro.
-
---Pase usted, ilustre Don Celestino.
-
-El faldero dio un ladrido, y el carcamal diplomático, rasgando la boca,
-le tiró de una oreja:
-
---¡Calla, Merlín! Don Celes, tan contadas son sus visitas, que ya le
-desconoce el Primer Secretario.
-
-El carcamal diplomático esparcía sobre la fatigada crasitud de sus
-labios una sonrisa lenta y maligna, abobada y amable. Pero Don Celes
-miraba a Merlín, y Merlín le enseñaba los dientes a Don Celes. El
-Ministro de Su Majestad Católica, distraído, evanescente, ambiguo,
-prolongaba la sonrisa con una elasticidad inverosímil, como las
-diplomacias neutrales en año de guerras. Don Celes experimentaba una
-angustia pueril entre la mueca del carcamal y el hocico aguzado del
-faldero: Con su gesto adulador y pedante, lleno de pomposo afecto, se
-inclinó hacia Merlín:
-
---¿No quieres que seamos amigos?
-
-El faldero, con un ladrido, se recogió en las rodillas de su amo,
-que adormilaba los ojos huevones, casi blancos, apenas desvanecidos
-de azul, indiferentes como dos globos de cristal, consonantes con la
-sonrisa sin término, de una deferencia maquillada y protocolaria. La
-mano gorja y llena de hoyos, mano de odalisca, halagaba las sedas del
-faldero:
-
---¡Merlín, ten formalidad!
-
---¡Me ha declarado la guerra!
-
-El Barón de Benicarlés, diluyendo el gesto de fatiga por toda su figura
-crasa y fondona, se dejaba besuquear del faldero. Don Celes, rubicundo
-entre las patillas de canela, poco a poco, iba inflando la botarga,
-pero con una sombra de recelo, una íntima y remota cobardía de cómico
-silbado. Bajo el besuqueo del falderillo, habló, confuso y nasal, el
-figurón diplomático:
-
---¿Por dónde se peregrina, Don Celeste? ¿Qué luminosa opinión me trae
-usted de la Colonia Hispana? ¿No viene usted como Embajador?... Ya
-tiene usted despejado el camino, ilustre Don Celes.
-
-Don Celes se arrugó con gesto amistoso, aquiescente, fatalista: La
-frente panzona, la papada apoplética, la botarga retumbante, apenas
-disimulaban la perplejidad del gachupín. Rio falsamente:
-
---La tan mentada sagacidad diplomática se ha confirmado una vez más,
-querido Barón.
-
-Ladró Merlín, y el carcamal le amenazó levantando un dedo:
-
---No interrumpas, Merlín. Perdone usted la incorrección y continúe,
-ilustre Don Celes.
-
-Don Celes, por levantarse los ánimos, hacía oración mental,
-recapacitando los pagarés que tenía del Barón: Luchaba desesperado por
-no desinflarse: Cerró los ojos:
-
---La Colonia, por sus vinculaciones, no puede ser ajena a la política
-del país: Aquí radica su colaboración y el fruto de sus esfuerzos. Yo,
-por mis sentimientos pacifistas, por mis convicciones de liberalismo
-bajo la gerencia de gobernantes serios, me hallo en una situación
-ambigua, entre el ideario revolucionario y los procedimientos
-sumarísimos del General Banderas. Pero casi me convence la colectividad
-española, en cuanto a su actuación, porque la más sólida garantía del
-orden es, todavía, Don Santos Banderas. ¡El triunfo revolucionario
-traería el caos!
-
---Las revoluciones, cuando triunfan, se hacen muy prudentes.
-
---Pero hay un momento de crisis comercial: Los negocios se resienten,
-oscilan las finanzas, el bandolerismo renace en los campos.
-
-Subrayó el Ministro:
-
---No más que ahora, con la guerra civil.
-
---¡La guerra civil! Los radicados de muchos años en el país, ya la
-miramos como un mal endémico. Pero el ideario revolucionario es algo
-más grave, porque altera los fundamentos sagrados de la propiedad.
-El indio, dueño de la tierra, es una aberración demagógica, que no
-puede prevalecer en cerebros bien organizados. La Colonia profesa
-unánime este sentimiento: Yo quizá lo acoja con algunas reservas, pero,
-hombre de realidades, entiendo que la actuación del capital español es
-antagónica con el espíritu revolucionario.
-
-El Ministro de Su Majestad Católica se recostó en el canapé,
-escondiendo en el hombro el hocico del faldero:
-
---¿Don Celes, y es oficial ese ultimátum de la Colonia?
-
---Señor Ministro, no es ultimátum. La Colonia pide solamente una
-orientación.
-
---¿La pide o la impone?
-
---No habré sabido explicarme. Yo, como hombre de negocios, soy poco
-dueño de los matices oratorios, y si he vertido algún concepto por
-donde haya podido entenderse que ostento una representación oficiosa,
-tengo especial interés en dejar rectificada plenamente esa suspicacia
-del Señor Ministro.
-
-El Barón de Benicarlés, con una punta de ironía en el azul desvaído de
-los ojos, y las manos de odalisca entre las sedas del faldero, diluía
-un gesto displicente sobre la boca belfona, untada de fatiga viciosa:
-
---Ilustre Don Celestino, usted es una de las personalidades
-financieras, intelectuales y sociales más remarcables de la Colonia...
-Sus opiniones, muy estimables... Sin embargo, usted no es todavía el
-Ministro de España. ¡Una verdadera desgracia! Pero hay un medio para
-que usted lo sea, y es solicitar por cable mi traslado a Europa. Yo
-apoyaré la petición, y le venderé a usted mis muebles en almoneda.
-
-El ricacho se infló de vanidad ingeniosa:
-
---¿Incluido Merlín para consejero?
-
-El figurón diplomático acogió la agudeza con un gesto frío y lacio, que
-la borró:
-
---Don Celes, aconseje usted a nuestros españoles que se abstengan
-de actuar en la política del país, que se mantengan en una estricta
-neutralidad, que no quebranten con sus intemperancias la actuación del
-Cuerpo Diplomático. Perdone, ilustre amigo, que no le acoja más tiempo,
-pues necesito vestirme para asistir a un cambio de impresiones en la
-Legación inglesa.
-
-Y el desvaído carcamal, en la luz declinante de la cámara,
-desenterraba un gesto chafado, de sangre orgullosa.
-
-
-IV
-
-Don Celes, al cruzar el estrado, donde la alfombra apagaba el rumor de
-los pasos, sintió más que nunca el terror de desinflarse. En el zaguán,
-el chino rancio y coletudo, en una abstracción pueril y maniática,
-seguía regando las baldosas. Don Celes experimentó todo el desprecio
-del blanco por el amarillo:
-
---¡Deja paso, y mira, no me manches el charol de las botas, gran
-chingado!
-
-Andando en la punta de los pies, con mecimiento de doble suspensión la
-botarga, llegó a la puerta y llamó al moreno del quitrí, que con otros
-morenos y rotos, refrescaba bajo los laureles de un bochinche: Juego de
-bolos y piano automático con platillos:
-
---¡Vamos vivo, pendejo!
-
-
-V
-
-Calzada de la Virreina tenía un luminoso bullicio de pregones,
-guitarros, faroles y gallardetes. Santa Fe se regocijaba con un
-vértigo encendido, con una calentura de luz y tinieblas: El
-aguardiente y el facón del indio, la baraja y el baile lleno de
-lujurias, encadenaban una sucesión de imágenes violentas y tumultuosas.
-Sentíase la oscura y desolada palpitación de la vida sobre la fosa
-abierta. Santa Fe, con una furia trágica y devoradora del tiempo,
-escapaba del terrorífico sopor cotidiano, con el grito de sus ferias,
-tumultuoso como un grito bélico. En la lumbrada del ocaso, sobre la
-loma de granados y palmas, encendía los azulejos de sus redondas
-cúpulas coloniales San Martín de los Mostenses.
-
-
-
-
-LIBRO TERCERO
-
-EL JUEGO DE LA RANITA
-
-
-I
-
-Tirano Banderas, terminado el despacho, salió por la arcada del
-claustro bajo al jardín de los frailes. Le seguían compadritos y
-edecanes:
-
---¡Se acabó la obligación! Ahora, si les parece bien, mis amigos, vamos
-a divertir honestamente este rabo de tarde, en el jueguito de la rana.
-
-Rancio y cumplimentero, invitaba para la trinca, sin perder el rostro
-sus vinagres, y se pasaba por la calavera el pañuelo de hierbas, propio
-de dómine o donado.
-
-
-II
-
-El Jardín de los Frailes, geométrica ruina de cactus y laureles, gozaba
-la vista del mar: Por las mornas tapias corrían amarillos lagartos:
-En aquel paraje estaba el juego de la rana, ya crepuscular, recién
-pintado de verde. El Tirano, todas las tardes esparcía su tedio en
-este divertimiento: Pausado y prolijo, rumiando la coca, hacía sus
-tiradas, y en los yerros, su boca rasgábase toda verde, con una mueca:
-Se mostraba muy codicioso y atento a los lances del juego, sin ser
-parte a distraerle las descargas de fusilería que levantaban cirrus de
-humo a lo lejos, por la banda de la marina. Las sentencias de muerte
-se cumplimentaban al ponerse el sol, y cada tarde era pasada por las
-armas alguna cuerda de revolucionarios. Tirano Banderas, ajeno a la
-fusilería, cruel y vesánico, afinaba el punto apretando la boca. Los
-cirrus de humo volaban sobre el mar.
-
---¡Rana!
-
-El tirano, siempre austero, vuelto a la trinca de compadres, desplegaba
-el pañuelo de dómine, enjugándose el cráneo pelado:
-
---¡Aprendan, y no se distraigan del juego con macanas!
-
-Un vaho pesado, calor y catinga, anunciaba la proximidad de la manigua,
-donde el crepúsculo enciende, con las estrellas, los ojos de los
-jaguares.
-
-
-III
-
-Aquella india vieja, acurrucada en la sombra de un toldillo, con
-el bochinche de limonada y aguardiente, se ha hispido, remilgada y
-corretona bajo la seña del Tirano:
-
---¡Horita, mi jefe!
-
-Doña Lupita cruza las manos enanas y orientales, apretándose al pecho
-los cabos del rebocillo, tirado de priesa sobre la greña: Tenía esclava
-la sonrisa y los ojos oblicuos de serpiente sabia: Los pies descalzos,
-pulidos como las manos: Engañosa de mieles y lisonjas la plática:
-
---¡Mándeme, no más, mi Generalito!
-
-Generalito Banderas doblaba el pañuelo, muy escrupuloso y espetado:
-
---¿Se gana plata, Doña Lupita?
-
---¡Mi jefecito, paciencia se gana! ¡Paciencia y trabajos, que es ganar
-la Gloria Bendita! Viernes pasado compré un mecate para me ajorcar, y
-un ángel se puso de por medio. ¡Mi jefecito, no di con una escarpia!
-
-Tirano Banderas, parsimonioso, rumiaba la coca, tembladera la quijada y
-saltante la nuez:
-
---¿Diga, mi vieja, y qué le sucedió al mecatito?
-
---A la Santa de Lima amarrado se lo tengo, mi jefecito.
-
---¿Qué le solicita, vieja?
-
---Niño Santos, pues que su merced disfrute mil años de soberanía.
-
---¡No me haga pendejo, Doña Lupita! ¿De qué año son las enchiladas?
-
---¡Merito acaban de enfriarse, patroncito!
-
---¿Qué otra cosa tiene en la mesilla?
-
---Coquitos de agua. ¡La chicha muy superior, mi jefecito! Aguardiente
-para el gauchaje.
-
---Pregúntele, vieja, el gusto a los circunstantes, y sirva la convidada.
-
-Doña Lupita, torciendo la punta del rebocillo, interrogó al concurso
-que acampaba en torno de la rana, adulador y medroso ante la momia del
-Tirano:
-
---¿Con qué gustan mis jefecitos de refrescarse? Les antepongo que
-solamente tres copas tengo. Denantes, pasó un coronelito briago, que
-todo me lo hizo cachizas, caminándose sin pagar el gasto.
-
-El Tirano formuló lacónico:
-
---Denúncielo en forma, y se hará justicia.
-
-Doña Lupita jugó el rebocillo como una dama de teatro:
-
---¡Mi Generalito, el memorialista no moja la pluma sin tocar por
-delante su estipendio!
-
-Marcó un temblor la barbilla del Tirano:
-
---Tampoco es razón. A mi sala de audiencias puede llegar el último
-cholo de la República. Licenciado Sostenes Carrillo, queda a su cargo
-instruir el proceso en averiguación del supuesto fregado...
-
-
-IV
-
-Doña Lupita, corretona y haldeando, fue a sacar los cocos puestos bajo
-una cobertera de palmitos en la tierra regada. El Tirano, sentado en el
-poyo miradero de los frailes, esparcía el ánimo cargado de cuidados:
-Sobre el bastón con borlas doctorales y puño de oro, cruzaba la cera
-de las manos: En la barbilla, un temblor; en la boca verdosa, un gesto
-ambiguo de risa, mofa y vinagre:
-
---Tiene mucha letra la guaina, Señor Licenciado.
-
---Patroncito, ha visto la chuela.
-
---Muy ocurrente en las leperadas. ¡Puta madre! Va para el medio siglo
-que la conozco, de cuando fui abanderado en el Séptimo Ligero: Era
-nuestra rabona.
-
-Doña Lupita amusgaba la oreja, haldeando por el jacalito. El Licenciado
-recayó con apremio chuflero:
-
---¡No se suma mi vieja!
-
---En boca cerrada no entran moscas, valedorcito.
-
---No hay sello para una vuelta de mancuerda.
-
---¡Santísimo Juez!
-
---¿Qué jefe militar le arrugó el tenderete, mi vieja?
-
---¡Me aprieta, niño, y me expone a una venganza!
-
---No se atore y suelte el gallo.
-
---No me sea mala reata, Señor Licenciado.
-
-El Señor Licenciado era feliz, rejoneando a la vieja por divertir la
-hipocondría del Tirano. Doña Lupita, falsa y apenujada, trajo las
-palmas con el fruto enracimado, y un tranchete para rebanarlo. El Mayor
-Abilio del Valle, que se preciaba de haber cortado muchas cabezas,
-pidió la gracia de meter el facón a los coquitos de agua: Lo hizo
-con destreza mambís: Bélico y triunfador, ofrendó como el cráneo de
-un cacique enemigo, el primer coquito al Tirano. La momia amarilla
-desplegó las manos y tomó una mitad pulcramente:
-
---Mayorcito, el concho que resta, esa vieja maulona que se lo beba. Si
-hay ponzoña, que los dos reventemos.
-
-Doña Lupita, avizorada, tomó el concho, saludando y bebiendo:
-
---Mi Generalito, no hay más que un firme acatamiento en esta cuera
-vieja: ¡El Señor San Pedro y toda la celeste cofradía me sean testigos!
-
-Tirano Banderas, taciturno, recogido en el poyo, bajo la sombra de los
-ramajes, era un negro garabato de lechuzo. Raro prestigio cobró de
-pronto aquella sombra, y aquella voz de caña hueca, raro imperio:
-
---Doña Lupita, si como dice me aprecia, declare el nombre del pendejo
-briago que en tan poco se tiene. Luego luego, vos veréis, vieja, que
-también la aprecia Santos Banderas. Dame la mano, vieja...
-
---Taitita, dejá sos la bese.
-
-Tirano Banderas oyó, sin moverse, el nombre que temblando le secreteó
-la vieja. Los compadritos, en torno de la rana, callaban amusgados, y a
-hurto se hacían alguna seña. La momia indiana:
-
---¡Chac, chac!
-
-
-V
-
-Tirano Banderas, con paso de rata fisgona, seguido por los compadritos,
-abandonó el juego de la rana: Al cruzar el claustro, un grupo de
-uniformes que choteaba en el fondo, guardó repentino silencio. Al
-pasar, la momia escrutó el grupo, y con un movimiento de cabeza, llamó
-al Coronel-Licenciado López de Salamanca, Jefe de Policía:
-
---¿A qué hora está anunciado el acto de las Juventudes Democráticas?
-
---A las diez.
-
---¿En el Circo Harris?
-
---Eso rezan los carteles.
-
---¿Quién he solicitado el permiso para el mitin?
-
---Don Roque Cepeda.
-
---¿No se le han puesto obstáculos?
-
---Ninguno.
-
---¿Se han cumplimentado fielmente mis instrucciones?
-
---Tal creo...
-
---La propaganda de ideales políticos, siempre que se realice dentro
-de las leyes, es un derecho ciudadano y merece todos los respetos del
-Gobierno.
-
-El Tirano torcía la boca con gesto maligno. El Jefe de Policía,
-Coronel-Licenciado López de Salamanca, atendía con burlón desenfado:
-
---Mi General, en caso de mitote, ¿habrá que suspender el acto?
-
---El Reglamento de Orden Público le evacuará cumplidamente cualquier
-duda.
-
-El Coronel-Licenciado asintió con zumba gazmoña:
-
---Señor Presidente, la recta aplicación de las leyes será la norma de
-mi conducta.
-
---Y en todo caso, si usted procediese con exceso de celo, cosa siempre
-laudable, no le costará gran sacrificio presentar la renuncia del
-cargo. Sus servicios --al aceptarla-- sin duda que los tendría en
-consideración el Gobierno.
-
-Recalcó el Coronel-Licenciado:
-
---¿El Señor Presidente no tiene otra cosa que mandarme?
-
---¿Ha proseguido las averiguaciones referentes al relajo y viciosas
-costumbres del Honorable Cuerpo Diplomático?
-
---Y hemos hecho algún descubrimiento sensacional.
-
---En el despacho de esta noche tendrá a bien enterarme.
-
-El Coronel-Licenciado saludó:
-
---¡A la orden, mi General!
-
-La momia indiana todavía le detuvo, exprimiendo su verde mueca:
-
---Mi política es el respeto a la ley. Que los gendarmes garantan el
-orden en Circo Harris. ¡Chac! ¡Chac! Las Juventudes Democráticas
-ejemplarizan esta noche practicando un ejercicio ciudadano.
-
-Chanceó el Jefe de Policía:
-
---Ciudadano y acrobático.
-
-El Tirano, ambiguo y solapado, plegó la boca con su mueca verde:
-
---¡Pues, y quién sabe!... ¡Chac! ¡Chac!
-
-
-VI
-
-Tirano Banderas caminó taciturno. Los compadres, callados como en
-un entierro, formaban la escolta detrás. Se detuvo en la sombra del
-convento, bajo el alerta del guaita, que en el campanario sin campanas
-clavaba la luna con la bayoneta. Tirano Banderas estúvose mirando el
-cielo de estrellas: Amaba la noche y los astros: El arcano de bellos
-enigmas recogía el dolor de su alma tétrica: Sabía numerar el tiempo
-por las constelaciones: Con la matemática luminosa de las estrellas
-se maravillaba: La eternidad de las leyes siderales abría una coma
-religiosa en su estoica crueldad indiana. Atravesó la puerta del
-convento bajo el grito nocturno del guaita en la torre, y el retén,
-abriendo filas, presentó armas. Tirano Banderas, receloso, al pasar,
-escudriñaba el rostro oscuro de los soldados.
-
-
-
-
-SEGUNDA PARTE
-
-BOLUCA Y MITOTE
-
-
-
-
-LIBRO PRIMERO
-
-CUARZOS IBÉRICOS
-
-
-I
-
-Amarillos y rojos mal entonados, colgaban los balcones del Casino
-Español. En el filo luminoso de la terraza, petulante y tilingo, era el
-quitrí de Don Celes.
-
-
-II
-
---¡Mueran los gachupines!
-
---¡Mueran!...
-
-El Circo Harris, en el fondo del parque, perfilaba la cúpula diáfana
-de sus lonas bajo el cielo verde de luceros. Apretábase la plebe
-vocinglera frente a las puertas, en el guiño de los arcos voltaicos.
-Parejas de caballería estaban de cantón en las bocacalles, y mezclados
-entre los grupos, huroneaban los espías del Tirano. Aplausos y vítores
-acogieron la aparición de los oradores: Venían en grupo, rodeados de
-estudiantes con banderas: Saludaban agitando los sombreros, pálidos,
-teatrales, heroicos. La marejada tumultuaria del gentío, bajo la
-porra legisladora de los gendarmes, abría calle ante las puertas del
-Circo. Las luces del interior daban a la cúpula de lona una diafanidad
-morena. Sucesivos grupos con banderas y bengalas, aplausos y amotinados
-clamores, a modo de reto, gritaban frente al Casino Cspañol:
-
---¡Viva Don Roque Cepeda!
-
---¡Viva el libertador del indio!
-
---¡Vivaaa!...
-
---¡Muera la tiranía!
-
---¡Mueraaa!...
-
---¡Mueran los gachupines!
-
---¡Mueran!...
-
-
-III
-
-El Casino Español --floripondios, doradas lámparas, rimbombantes
-moldurones-- estallaba rubicundo y bronco, resonante de bravatas. La
-Junta Directiva clausuraba una breve sesión, sin acta, con acuerdos
-verbales y secretos. Por los salones, al sesgo de la farra valentona,
-comenzaban solapados murmullos. Pronto corrió, sin recato, el complot
-para salir en falange y deshacer el mitin a estacazos. La charanga
-gachupina resoplaba un bramido patriota: Los calvos tresillistas
-dejaban en el platillo las puestas: Los cerriles del dominó golpeaban
-con las fichas y los boliches de gaseosa: Los del billar salían a los
-balcones blandiendo los tacos. Algunas voces tartufas de empeñistas
-y abarroteros reclamaban prudencia y una escolta de gendarmes para
-garantía del orden. Luces y voces ponían una palpitación chula y
-politiquera en aquellos salones decorados con la emulación ramplona de
-los despachos ministeriales en la Madre Patria: De pronto la falange
-gachupina acudió en tumulto a los balcones. Gritos y aplausos:
-
---¡Viva España!
-
---¡Viva el General Banderas!
-
---¡Viva la raza latina!
-
---¡Viva el General Presidente!
-
---¡Viva Don Pelayo!
-
---¡Viva el Pilar de Zaragoza!
-
---¡Viva Don Isaac Peral!
-
---¡Viva el comercio honrado!
-
---¡Viva el Héroe de Zamalpoa!
-
-En la calle, una tropa de caballos acuchillaba a la plebe ensabanada y
-negruzca, que huía sin sacar el facón del pecho.
-
-
-IV
-
-Bajo la protección de los gendarmes, la gachupía balandrona se repartió
-por las mesas de la terraza. Desafíos, jactancias, palmas. Don Celes
-tascaba un largo veguero entre dos personajes de su prosapia: Míster
-Contum, aventurero yanqui con negocios de minería, y un estanciero
-español, señalado por su mucha riqueza, hombre de cortas luces, alavés
-duro y fanático, con una supersticiosa devoción por el principio de
-autoridad que aterroriza y sobresalta. Don Teodosio del Araco, ibérico
-granítico, perpetuaba la tradición colonial del encomendero. Don
-Celes peroraba con vacua egolatría de ricacho, puesto el hito de su
-elocuencia en deslumbrar al mucamo que le servía el café. La calle se
-abullangaba. La pelazón de indios hacía rueda en torno de las farolas
-y retretas que anunciaban el mitin. Don Teodosio, con vinagre de
-inquisidor, sentenció lacónico:
-
---¡Vean, no más, qué mojiganga!
-
-Se arreboló de suficiencia Don Celes:
-
---El Gobierno del General Banderas, con la autorización de esta
-propaganda, atestigua su respeto por todas las opiniones políticas.
-¡Es un acto que acrecienta su prestigio! El General Banderas no teme
-la discusión, autoriza el debate: Sus palabras, al conceder el permiso
-para el mitin de esta noche, merecen recordarse: “En la ley encontrarán
-los ciudadanos el camino seguro para ejercitar pacíficamente sus
-derechos.” ¡Convengamos que así solo habla un gran gobernante! Yo creo
-que se harán históricas las palabras del Presidente.
-
-Apostilló lacónico Don Teodosio del Araco:
-
---¡Lo merecen!
-
-Míster Contum consultó su reloj:
-
---Estar mucho interesante oír los discursos. Así mañana estar bien
-enterado mí. Nadie lo contar mí. Oírlo de las orejas.
-
-Don Celes arqueaba la figura con vacua suficiencia:
-
---¡No vale la pena de soportar el sofoco de esa atmósfera viciada!
-
---Mi interesarse por oír a Don Roque Cepeda.
-
-Y Don Teodosio acentuaba su rictus bilioso:
-
---¡Un loco! ¡Un insensato! Parece mentira que hombre de su situación
-financiera se junte con los rotos de la revolución, gente sin garantías.
-
-Don Celes insinuaba con irónica lástima:
-
---Roque Cepeda es un idealista.
-
---Pues que lo encierren.
-
---Al contrario: Dejarle libre la propaganda. ¡Ya fracasará!
-
-Don Teodosio movía la cabeza, recomido de suspicacias:
-
---Ustedes no controlan la inquietud que han llevado al indio del campo
-las predicaciones de esos perturbados. El indio es naturalmente ruin,
-jamás agradece los beneficios del patrón, aparenta humildad y esta
-afilando el cuchillo: Solo anda derecho con el rebenque: Es más flojo,
-trabaja menos y se emborracha más que el negro antillano. Yo he tenido
-negros, y les garanto la superioridad del moreno sobre el indio de
-estas Repúblicas del Mar Pacífico.
-
-Dictaminó Míster Contum, con humorismo fúnebre:
-
---Si el indio no ser tan flojo, no vivir mucho demasiado seguros los
-cueros blancos en este Paraíso de Punta Serpientes.
-
-Abanicándose con el jipi asentía Don Celes:
-
---¡Indudable! Pero en ese postulado se contiene que el indio no es apto
-para las funciones políticas.
-
-Don Teodosio se apasionaba:
-
---Flojo y alcoholizado, necesita el fustazo del blanco, que le haga
-trabajar, y servir a los fines de la sociedad.
-
-Tornó el yanqui de los negocios mineros:
-
---Míster Araco, si puede estar una preocupación el peligro amarillo,
-ser en estas Repúblicas.
-
-Don Celes infló la botarga patriótica, haciendo sonar todos los dijes
-de la gran cadena que, tendida de bolsillo a bolsillo, le ceñía la
-panza:
-
---Estas Repúblicas, para no desviarse de la ruta civilizadora, volverán
-los ojos a la Madre Patria. ¡Allí refulgen los históricos destinos de
-veinte Naciones!
-
-Míster Contum alargó, con un gesto desdeñoso, su magro perfil de loro
-rubio:
-
---Si el criollaje perdura como dirigente, lo deberá a los barcos y a
-los cañones de Norteamérica.
-
-El yanqui entornaba un ojo, mirándose la curva de la nariz. Y
-la pelazón de indios seguía gritando en torno de las farolas que
-anunciaban el mitin:
-
---¡Muera el Tío Sam!
-
---¡Mueran los gachupines!
-
---¡Muera el gringo chingado!
-
-
-V
-
-El Director de “El Criterio Español”, en un velador inmediato, sorbía
-el refresco de piña, soda y kirsch que hizo famoso al cantinero del
-Metropol Room. Don Celes, redondo y pedante, abanicándose con el jipi,
-salió a los medios de la acera:
-
---¡Mi felicitación por el editorial! En todo conforme con su tesis.
-
-El Director-Propietario de “El Criterio Español” tenía una pluma
-hiperbólica, patriotera y ramplona, con fervientes devotos en la
-gachupía de empeñistas y abarroteros. Don Nicolás Díaz del Rivero,
-personaje cauteloso y bronco, disfrazaba su falsía con el rudo acento
-del Ebro: En España habíase titulado carlista, hasta que estafó la caja
-del 7.º de Navarra: En Ultramar exaltaba la causa de la Monarquía
-Restaurada: Tenía dos grandes cruces, un título flamante de conde, un
-banco sobre prendas, y ninguna de hombre honesto. Don Celes se acercó
-confidencial, el jipi sobre la botarga, apartándose el veguero de la
-boca y tendiendo el brazo con ademán aparatoso:
-
---¿Y qué me dice de la representación de esta noche? ¿Leeremos la
-reseña mañana?
-
---Lo que permita el lápiz rojo. Pero, siéntese usted, Don Celes: Tengo
-destacados mis sabuesos y no dejará de llegar alguno con noticias.
-¡Ojalá no tengamos que lamentar esta noche alguna grave alteración
-del orden! En estas propagandas revolucionarias, las pasiones se
-desbordan...
-
-Don Celes arrastró una mecedora, y se apoltronó, siempre abanicándose
-con el panameño:
-
---Si ocurriese algún desbordamiento de la plebe, yo haría responsable a
-Don Roque Cepeda. ¿Ha visto usted ese loco lindo? No le vendría mal una
-temporada en Santa Mónica.
-
-El Director de “El Criterio Español” se inclinó, confidencial, apagando
-la procelosa voz, cubriéndola con un gran gesto arcano:
-
---Pudiera ser que ya le tuviesen armada la ratonera. ¿Qué impresiones
-ha sacado usted de su visita al General?
-
---Al General le inquieta la actitud del Cuerpo Diplomático. Tiene la
-preocupación de no salirse de la legalidad, y eso, a mi ver, justifica
-la autorización para el mitin... O quizás lo que usted indicaba recién.
-¡Una ratonera!...
-
---¿Y no le parece que sería un golpe de maestro? Pero acaso la
-preocupación que usted ha observado en el Presidente... Aquí tenemos al
-Vate Larrañaga. Acérquese, Vate...
-
-
-VI
-
-El Vate Larrañaga era un joven flaco, lampiño, macilento, guedeja
-romántica, chalina flotante, anillos en las manos enlutadas: Una
-expresión dulce y novicia, de alma apasionada: Se acercó con tímido
-saludo:
-
---Mero mero, inició los discursos el Licenciado Sánchez Ocaña.
-
-Cortó el Director:
-
---¿Tiene usted las notas? Hágame el favor. Yo las veré y las mandaré a
-la imprenta. ¿Qué impresión en el público?
-
---En la masa, un gran efecto. Alguna protesta en la cazuela, pero se
-han impuesto los aplausos. El público es suyo.
-
-Don Celes contemplaba las estrellas, humeando el veguero:
-
---¿Real y verdaderamente es un orador elocuente el Licenciado Sánchez
-Ocaña? En lo poco que le tengo tratado, me ha parecido una medianía.
-
-El Vate sonrió tímidamente, esquivando su opinión. Don Nicolás Díaz
-del Rivero pasaba el fulgor de sus quevedos sobre las cuartillas. El
-Vate Larrañaga, encogido y silencioso, esperaba. El Director levantó la
-cabeza:
-
---Le falta a usted intención política. Nosotros no podemos decir que
-el público premió con una ovación la presencia del Licenciado Sánchez
-Ocaña. Puede usted escribir: Los aplausos oficiosos de algunos amigos
-no lograron ocultar el fracaso de tan difusa pieza oratoria, que
-tuvo de todo, menos de ciceroniana. Es una redacción de elemental
-formulario. ¡Cada día es usted menos periodista!
-
-El Vate Larrañaga sonrió tímidamente:
-
---¡Y temía haberme excedido en la censura!
-
-El Director repasaba las cuartillas:
-
---Tuvo lugar, es un galicismo.
-
-Rectificó complaciente el Vate:
-
---Tuvo verificativo.
-
---No lo admite la Academia.
-
-Traía el viento un apagado oleaje de clamores y aplausos. Lamentó Don
-Celes con hueca sonoridad:
-
---La plebe en todas partes se alucina con metáforas.
-
-El Director-Propietario miró con gesto de reproche al sumiso noticiero:
-
---¿Pero esos aplausos? ¿Sabe usted quién está en el uso de la palabra?
-
---Posiblemente seguirá el Licenciado.
-
---¿Y usted, qué hace aquí? Vuélvase y ayude al compañero. Vatecito,
-oiga: Una idea que, si acertase a desenvolverla, le supondría un éxito
-periodístico: Haga la reseña como si se tratase de una función de
-circo, con loros amaestrados. Acentúe la soflama. Comience con la más
-cumplida felicitación a la Empresa de los Hermanos Harris.
-
-Se infló Don Celes:
-
---¡Ya apareció el periodista de raza!
-
-El Director declinó el elogio con arcano fruncimiento de cejas y labio:
-Continuó dirigiéndose al macilento Vatecito:
-
---¿Quién tiene de compañero?
-
---Fray Mocho.
-
---¡Que no se tome de bebida ese ganado!
-
-El Vate Larrañaga se encogió, inhibiéndose con su apagada sonrisa:
-
---Hasta lueguito.
-
-Tornaba el vuelo de los aplausos.
-
-
-VII
-
-Sobre el resplandor de las aceras, gritos de vendedores ambulantes:
-Zig-zag de nubios limpiabotas: Bandejas tintineantes, que portan en
-alto los mozos de los bares americanos: Vistosa ondulación de niñas
-mulatas, con la vieja de rebocillo al flanco. Formas, sombras, luces
-se multiplican trenzándose, promoviendo la caliginosa y alucinante
-vibración oriental que resumen el opio y la marihuana.
-
-
-
-
-LIBRO SEGUNDO
-
-EL CIRCO HARRIS
-
-
-I
-
-El Circo Harris, entre ramajes y focos voltaicos, abría su parasol de
-lona morena y diáfana. Parejas de gendarmes decoraban con rítmicos
-paseos las iluminadas puertas, y los lacios bigotes y las mandíbulas
-encuadradas por las carrilleras tenían el espavento de carátulas
-chinas. Grupos populares se estacionaban con rumorosa impaciencia por
-las avenidas del Parque: Allí el mayoral de poncho y machete, con el
-criollo del jarano platero, y el pelado de sabanil y el indio serrano.
-En el fondo, el diáfano parasol triangulaba sus candiles sobre el cielo
-verde de luceros.
-
-
-II
-
-El Vate Larrañaga, con revuelo de zopilote, negro y lacio, cruzó
-las aceradas filas de gendarmes, y penetró bajo la cúpula de lona,
-estremecida por las salvas de aplausos. Aún cantaba su aria de tenor el
-Licenciado Sánchez Ocaña. El Vatecito, enjugándose la frente, deshecho
-el lazo de la chalina, tomó asiento, a la vera de su colega Fray Mocho:
-Un viejales con mugre de chupatintas, picado de viruelas y gran nariz
-colgante, que acogió al compañero con una bocanada vinosa:
-
---¡Es una pieza oratoria!
-
---¿Tomaste vos notas?
-
---¡Qué va! Es torrencial.
-
---¡Y no acaba!
-
---La tomó de muy largo.
-
-
-III
-
-El orador desleía el boladillo en el vaso de agua: Cataba un sorbo:
-Hacía engalle: Se tiraba de los almidonados puños:
-
---Las antiguas colonias españolas, para volver a la ruta de su
-destino histórico, habrán de escuchar las voces de las civilizaciones
-originarias de América. Solo así dejaremos algún día de ser una colonia
-espiritual del Viejo Continente. El Catolicismo y las corruptelas
-jurídicas cimentan toda la obra civilizadora de la latinidad en nuestra
-América. El Catolicismo y las corruptelas jurídicas, son grilletes
-que nos mediatizan a una civilización en descrédito, egoísta y mendaz.
-Pero si renegamos de esta abyección jurídico-religiosa, sea para forjar
-un nuevo vínculo, donde revivan nuestras tradiciones de comunismo
-milenario, en un futuro pleno de solidaridad humana, el futuro que
-estremece con pánicos temblores de cataclismo el vientre del mundo.
-
-Apostilló una voz:
-
---¡De tu madre!
-
-Se produjo súbito tumulto: Marejada, repelones, gritos y brazos por
-alto. Los gendarmes sacaban a un cholo con la cabeza abierta de un
-garrotazo. El Licenciado Sánchez Ocaña, un poco pálido, con afectación
-teatral, sonreía removiendo la cucharilla en el vaso del agua. El
-Vatecito murmuró palpitante, inclinándose al oído de Fray Mocho:
-
---¡Quién tuviera una pluma independiente! El patrón quiere una crítica
-despiadada...
-
-Fray Mocho sacó del pecho un botellín y se agachó besando el gollete:
-
---¡Muy elocuente!
-
---Es un oprobio tener vendida la conciencia.
-
---¡Qué va! Vos no vendés la conciencia. Vendés la pluma, que no es lo
-mismo.
-
---¡Por cochinos treinta pesos!
-
---Son los fríjoles. No hay que ser poeta. ¿Querés vos soplar?
-
---¿Qué es ello?
-
---¡Chicha!
-
---No me apetece.
-
-
-IV
-
-El orador sacaba los puños, lucía las mancuernas, se acercaba a las
-luces del proscenio. Le acogió una salva de aplausos: Con saludo de
-tenor remontose en su aria:
-
---El criollaje conserva todos los privilegios, todas las premáticas de
-las antiguas leyes coloniales. Los libertadores de la primera hora no
-han podido destruirlas, y la raza indígena, como en los peores días
-del virreinato, sufre la esclavitud de la Encomienda. Nuestra América
-se ha independizado de la tutela hispánica, pero no de sus prejuicios,
-que sellan con pacto de fariseos, Derecho y Catolicismo. No se ha
-intentado la redención del indio, que escarnecido, indefenso, trabaja
-en los latifundios y en las minas, bajo el látigo del capataz. Y esa
-obligación redentora, debe ser nuestra fe revolucionaria, ideal de
-justicia más fuerte que el sentimiento patriótico, porque es anhelo de
-solidaridad humana. El Océano Pacífico, el mar de nuestros destinos
-raciales, en sus más apartados parajes, congrega las mismas voces
-de fraternidad y de protesta. Los pueblos amarillos se despiertan,
-no para vengar agravios, sino para destruir la tiranía jurídica del
-capitalismo, piedra angular de los caducos Estados Europeos. El Océano
-Pacífico acompaña el ritmo de sus mareas con las voces unánimes de
-las razas asiáticas y americanas, que en angustioso sueño de siglos
-han gestado el ideal de una nueva conciencia, heñida con tales
-obligaciones, con tales sacrificios, con tan arduo y místico combate,
-que forzosamente se aparecerá delirio de brahamanes a la sórdida
-civilización europea, mancillada con todas las concupiscencias y los
-egoísmos de la propiedad individual. Los Estados Europeos, nacidos de
-guerras y dolos, no sienten la vergüenza de su historia, no silencian
-sus crímenes, no repugnan sus rapiñas sangrientas. Los Estados Europeos
-llevan la deshonestidad hasta el alarde orgulloso de sus felonías,
-hasta la jactancia de su cínica inmoralidad a través de los siglos.
-Y esta degradación se la muestran como timbre de gloria a los coros
-juveniles de sus escuelas. Frente a nuestros ideales, la crítica de
-esos pueblos es la crítica del romano frente a la doctrina del Justo.
-Aquel obeso patricio, encorvado sobre el vomitorio, razonaba con las
-mismas bascas: Dueño de esclavos, defendía su propiedad: Manchado con
-las heces de la gula y del hartazgo, estructuraba la vida social y el
-goce de sus riquezas sobre el postulado de la servidumbre: Cuadrillas
-de esclavos hacían la siega de la mies: Cuadrillas de esclavos bajaban
-al fondo de la mina: Cuadrillas de esclavos remaban en el trirreme. La
-agricultura, la explotación de los metales, el comercio del mar, no
-podrían existir sin el esclavo, razonaba el patriciado de la antigua
-Roma. Y el hierro del amo en la carne del esclavo se convertía en un
-precepto ético, inherente al bien público y a la salud del Imperio.
-Nosotros, más que revolucionarios políticos, más que hombres de una
-patria limitada y tangible, somos catecúmenos de un credo religioso.
-Iluminados por la luz de una nueva conciencia, nos reunimos en la
-estrechez de este recinto, como los esclavos de las catacumbas, para
-crear una Patria Universal. Queremos convertir el peñasco del mundo en
-ara sidérea donde se celebre el culto de todas las cosas ordenadas por
-el amor. El culto de la eterna armonía, que solo puede alcanzarse por
-la igualdad entre los hombres. Demos a nuestras vidas el sentido fatal
-y desinteresado de las vidas estelares, liguémonos a un fin único de
-fraternidad, limpias las almas del egoísmo que engendra el tuyo y el
-mío, superados los círculos de la avaricia y del robo.
-
-
-V
-
-Nuevo tumulto. Una tropa de gachupines, jaquetona y cerril, gritaba en
-la pista:
-
---¡Atorrante!
-
---¡Guarango!
-
---¡Pelado!
-
---¡Carente de plata!
-
---¡Divorciado de la Ley!
-
---¡Muera la turba revolucionaria!
-
-La gachupía enarbolaba gritos y garrotes al amparo de los gendarmes.
-En concierto clandestino, alborotaban por la gradería los disfrazados
-esbirros del Tirano. Arreciaba la escaramuza de mutuos dicterios:
-
---¡Atorrantes!
-
---¡Muera la tiranía!
-
---¡Macaneadores!
-
---¡Pelados!
-
---¡Carentes de plata!
-
---¡Divorciados de la Ley!
-
---¡Macaneadores!
-
---¡Anárquicos!
-
---¡Viva Generalito Banderas!
-
---¡Muera la turba revolucionaria!
-
-Las graderías de indios ensabanados se movían en oleadas:
-
---¡Viva Don Roquito!
-
---¡Viva el apóstol!
-
---¡Muera la tiranía!
-
---¡Muera el extranjero!
-
-Los gendarmes comenzaban a repartir sablazos. Cachizas de faroles,
-gritos, manos en alto, caras ensangrentadas. Convulsión de luces
-apagándose. Rotura de la pista en ángulos. Visión cubista del Circo
-Harris.
-
-
-
-
-LIBRO TERCERO
-
-LA OREJA DEL ZORRO
-
-
-I
-
-Tirano Banderas, con olisca de rata fisgona, abandonó la rueda de
-lisonjeros compadres y atravesó el claustro: Al Inspector de Policía,
-Coronel Licenciado López de Salamanca, acabado de llegar, hizo seña con
-la mano para que le siguiese. Por el locutorio adonde entraron todos,
-cruzó la momia siempre fisgando, y pasó a la celda donde solía tratar
-con sus agentes secretos. En la puerta, saludó con una cortesía de
-viejo cuáquero:
-
---Ilustre Don Celes, dispénseme no más un instante. Señor Inspector
-pase a recibir órdenes.
-
-
-II
-
-El Señor Inspector atravesó la estancia cambiando con unos y otros
-guiños, mamolas y leperadas en voz baja. El General Banderas había
-entrado en la recámara, estaba entrando, se hallaba de espaldas, podía
-volverse, y todos se advertían presos en la acción de una guiñolada
-dramática. El Coronel Licenciado López de Salamanca, Inspector de
-Policía, pasaba poco de los treinta años: Era hombre agudo, con letras
-universitarias y jocoso platicar: Nieto de encomenderos españoles,
-arrastraba una herencia sentimental y absurda de orgullo y premáticas
-de casta. De este heredado desprecio por el indio se nutre el mestizo
-criollaje dueño de la tierra, cuerpo de nobleza llamado en aquellas
-Repúblicas, Patriciado. El Coronel Inspector entró, recobrado en su
-máscara de personaje:
-
---A la orden, mi General.
-
-Tirano Randeras con un gesto le ordenó que dejase abierta la puerta.
-Luego quedó en silencio. Luego habló con escandido temoso de cada
-palabra:
-
---Diga no más. ¿Se ha celebrado el mitote de las Juventudes? ¿Qué loros
-hablaron?
-
---Abrió los discursos el Licenciado Sánchez Ocaña. Muy revolucionario.
-
---¿Con qué tópicos? Abrevie.
-
---Redención del Indio. Comunismo precolombiano. Marsellesa del Mar
-Pacífico. Fraternidad de las razas amarillas. ¡Macanas!
-
---¿Qué otros loros?
-
---No hubo espacio para más. Sobrevino la consecuente boluca de
-gachupines y nacionales, dando lugar a la intervención de los gendarmes.
-
---¿Se han hecho arrestos?
-
---A Don Roque, y algún otro, los he mandado conducir a mi despacho,
-para tenerlos asegurados de las iras populares.
-
---Muy conveniente. Aun cuando antagonistas en ideas, son sujetos
-ameritados y vidas que deben salvaguardarse. Si arreciase la ira
-popular, deles alojamiento en Santa Mónica. No tema excederse. Mañana,
-si conviniese, pasaría yo en persona a sacarlos de la prisión y a
-satisfacerles con excusas personales y oficiales. Repito que no tema
-excederse. ¿Y qué tenemos del Honorable Cuerpo Diplomático? ¿Rememora
-el asunto que le tengo platicado, referente al Señor Ministro de
-España? Muy conviene que nos aseguremos con prendas.
-
---Esta misma tarde se ha realizado algún trabajo.
-
---Obró diligente, y le felicito. Expóngame la situación.
-
---Se le ha dado luneta de sombra al guarango andaluz, entre buja y
-torero, al que dicen Currito Mi-Alma.
-
---¿Qué filiación tiene ese personaje?
-
---Es el niño bonito que entra y sale como perro faldero en la Legación
-de España. La Prensa tiene hablado con cierto choteo.
-
-El Tirano se recogió con un gesto austero:
-
---Esas murmuraciones no me son plato favorecido. Adelante.
-
---Pues no más que a ese niño torero lo han detenido esta tarde por
-hallarle culpado de escándalo público. Ofrecieron alguna duda sus
-manifestaciones, y se procedió a un registro domiciliario.
-
---Sobreentendido. Adelante. ¿Resultado del registro?
-
---Tengo hecho inventario en esta hoja.
-
---Acérquese al candil y lea.
-
-El Coronel Licenciado, comenzó a leer un poco gangoso, iniciando
-someramente el tono de las viejas beatas:
-
---Un paquete de cartas. Dos retratos con dedicatoria. Un bastón con
-puño de oro y cifras. Una cigarrera con cifras y corona. Un collar,
-dos brazaletes. Una peluca con rizos rubios, otra morena. Una caja
-de lunares. Dos trajes de señora. Alguna ropa interior de seda, con
-lazadas.
-
-Tirano Banderas recogido en un gesto cuáquero, fulminó su excomunión:
-
---¡Aberraciones repugnantes!
-
-
-III
-
-La ventana enrejada y abierta, daba sobre un fondo de arcadas lunarias.
-Las sombras de los murciélagos agitaban con su triángulo negro la
-blancura nocturna de la ruina. El Coronel Licenciado, lentamente, con
-esa seriedad jovial que matiza los juegos de manos, se sacaba de los
-diversos bolsillos joyas, retratos y cartas, poniéndolo todo en hilera,
-sobre la mesa, a canto del Tirano:
-
---Las cartas son especialmente interesantes. Un caso patológico.
-
---Una sinvergüenzada. Señor Coronel, todo eso se archiva. La Madre
-Patria merece mi mayor predilección, y por ese motivo tengo un interés
-especial en que no se difame al Barón de Benicarlés: Usted va a
-proceder diligente para que recobre su libertad el guarango. El Señor
-Ministro de España, muy conveniente que conozca la ocurrencia. Pudiera
-suceder que con solo eso, cayese en la cuenta del ridículo que hace
-tocando un pífano en la mojiganga del Ministro inglés. ¿Qué noticias
-tiene usted referentes a la reunión del Cuerpo Diplomático?
-
---Que ha sido aplazada.
-
---Sentiría que se comprometiese demasiado el Señor Ministro de España.
-
---Ya rectificará, cuando el pollo le ponga al corriente.
-
-Tirano Banderas movió la cabeza, asintiendo: Tenía un reflejo de la
-lámpara sobre el marfil de la calavera y en los vidrios redondos de las
-antiparras: Miró su reloj, una cebolla de plata, y le dio cuerda con
-dos llaves:
-
---Don Celes nos iluminará en lo referente a la actitud del Señor
-Ministro. ¿Sabe usted si ha podido entrevistarle?
-
---Merito me platicaba del caso.
-
---Señor Coronel, si no tiene cosa de mayor urgencia que comunicarme,
-aplazaremos el despacho. Será bien conocer el particular de lo que nos
-trae Don Celestino Galindo. Así tenga a bien decirle que pase, y usted
-permanezca.
-
-
-IV
-
-Don Celes Galindo, el ilustre gachupín, jugaba con el bastón y el
-sombrero mirando a la puerta de la recámara: Su redondez pavona, en el
-fondo mal alumbrado del vasto locutorio, tenía esa actitud petulante y
-preocupada del cómico que, entre bastidores, espera su salida a escena.
-Al Coronel-Licenciado, que asomaba y tendía la mirada, hizo reclamo,
-agitando bastón y sombrero. Presentía su hora, y la transcendencia del
-papelón le rebosaba. El Coronel-Licenciado levantó la voz, parando un
-ojo burlón y compadre sobre los otros asistentes:
-
---Mi Señor Don Celeste, si tiene el beneplácito.
-
-Entró Don Celeste y le acogió con su rancia ceremonia el Tirano:
-
---Lamento la espera y le ruego muy encarecido que acepte mis
-justificaciones. No me atribuya indiferencia por saber sus novedades:
-¿Entrevistó al Ministro? ¿Platicaron?
-
-Don Celes hizo un amplio gesto de contrariedad:
-
---He visto a Benicarlés: Hemos conferenciado sobre la política que
-debe seguir en estas Repúblicas la Madre Patria: Hemos quedado
-definitivamente distanciados.
-
-Comentó ceremoniosa la momia:
-
---Siento el contratiempo, y mucho más si alguna culpa me afecta.
-
-Don Celes plegó el labio y entornó el párpado, significando que el
-suceso carecía de importancia:
-
---Para corroborar mis puntos de vista, he cambiado impresiones con
-algunas personalidades relevantes de la Colonia.
-
---Hábleme de su Excelencia el Señor Ministro de España. ¿Cuáles son
-sus compromisos diplomáticos? ¿Por qué su actuación contraria a los
-intereses españoles aquí radicados? ¿No comprende que la capacitación
-del indígena es la ruina del estanciero? El estanciero se verá aquí con
-los mismos problemas agrarios que deja planteados en el propio país, y
-que sus estadistas no saben resolver.
-
-Don Celeste tuvo un gran gesto adulador y enfático:
-
---Benicarlés no es hombre para presentarse con esa claridad y esa
-transcendencia las cuestiones.
-
---¿En qué argumentación sostiene su criterio? Eso estimaría saber.
-
---No argumenta.
-
---¿Cómo sustenta su opinión?
-
---No la sustenta.
-
---¿Algo dirá?
-
---Su criterio es no desviarse en su actuación de las vistas que adopte
-el Cuerpo Diplomático. Le hice toda suerte de objeciones, llegué a
-significarle que se exponía a un serio conflicto con la Colonia. Que
-acaso se jugaba la carrera. ¡Inútil! ¡Mis palabras han resbalado sobre
-su indiferencia! ¡Jugaba con el faldero! ¡Me ha indignado!
-
-Tirano Banderas, interrumpió con su falso y escandido hablar
-ceremonioso:
-
---Don Celes, venciendo su repugnancia, aún tendrá usted que
-entrevistarse con el Señor Ministro de España: Será conveniente que
-usted insista sobre los mismos tópicos, con algunas indicaciones muy
-especializadas. Acaso logre apartarle de la perniciosa influencia del
-Representante Británico. El Señor Inspector de Policía tiene noticia
-de que nuestras actuales dificultades obedecen a un complot de la
-Sociedad Evangélica de Londres. ¿No es así, Señor Inspector?
-
---¡Indudablemente! La Humanidad que invocan las milicias puritanas
-es un ente de razón, una logomaquia. El laborantismo inglés, para
-influenciar sobre los negocios de minas y finanzas, comienza
-introduciendo la Biblia.
-
-Meció la cabeza Don Celes:
-
---Ya estoy al cabo.
-
-La momia se inclinó con rígida mesura, sesgando la plática:
-
---Un español ameritado no puede sustraer su actuación cuando se trata
-de las buenas relaciones entre la República y la Patria Española. Hay a
-más un feo enredo policíaco. El Señor Inspector tiene la palabra.
-
-El Señor Inspector, con aquel gesto de burla fúnebre, paró un ojo sobre
-Don Celes:
-
---Los principios humanitarios que invoca la diplomacia, acaso tengan
-que supeditarse a las exigencias de la realidad palpitante.
-
-Rumió la momia:
-
---Y en última instancia, los intereses de los españoles aquí radicados,
-están en contra de la Humanidad. ¡No hay que fregarla! Los españoles
-aquí radicados representan intereses contrarios. ¡Que lo entienda ese
-Señor Ministro! ¡Que se capacite! Si le ve muy renuente, manifiéstele
-que obra en los archivos policíacos un atestado por verdaderas orgías
-romanas, donde un invertido simula el parto. Tiene la palabra el Señor
-Inspector.
-
-Se consternó Don Celes: Y puso su rejón el Coronel-Licenciado:
-
---En ese simulacro, parece haber sido comadrón el Señor Ministro de
-España.
-
-Gemía Don Celes:
-
---¡Estoy consternado!
-
-Tirano Banderas rasgó la boca con mueca desdeñosa:
-
---Por veces nos llegan puros atorrantes representando a la Madre Patria.
-
-Suspiró Don Celes:
-
---Veré al Barón.
-
---Véale, y hágale entender que tenemos su crédito en las manos. El
-Señor Ministro recapacitará lo que hace. Hágale presente un saludo muy
-fino de Santos Banderas.
-
-El Tirano se inclinó, con aquel ademán mesurado y rígido de figura de
-palo:
-
---La Diplomacia gusta de los aplazamientos, y de esa primera reunión
-no saldrá nada. En fin, veremos lo que nos trae el día de mañana. La
-República puede perecer en una guerra, pero jamás se rendirá ante una
-imposición de las Potencias Extranjeras.
-
-
-V
-
-Tirano Banderas salió al claustro, y encorvado sobre una mesilla
-de campaña, sin sentarse, firmó, con rápido rasgueo, los edictos y
-sentencias que sacaba de un cartapacio el Secretario de Tribunales,
-Licenciado Carrillo. Sobre la cal de los muros, daban sus espantos
-malas pinturas de martirios, purgatorios, catafalcos y demonios verdes.
-El Tirano, rubricado el último pliego, habló despacio, la mueca
-dolorosa y verde en la rasgada boca indiana:
-
---¡Chac-chac! Señor Licenciadito, estamos en deuda con la vieja
-rabona del 7.º Ligero. Para rendirle justicia debidamente, se precisa
-chicotear a un Jefe del Ejército. ¡Punirlo como a un roto! ¡Y es un
-amigo de los más estimados! ¡El macaneador de mi compadre Domiciano de
-la Gándara! ¡Ese bucanero, que dentro de un rato me llamará déspota,
-con el ojo torcido al campo insurrecto! Chicotear a mi compadre es
-ponerle a caballo. Desamparar a la chola rabona, falsificar el designio
-que formulé al darle la mano, se llama sumirse, fregarse. ¿Licenciado,
-cuál es su consejo?
-
---Patroncito, es un nudo gordiano.
-
-Tirano Banderas, rasgada la boca por la verde mueca, se volvió al coro
-de comparsas:
-
---Ustedes, amigos, no se destierren: Arriéndense para dar su fallo.
-¿Han entendido lo que platicaba con el Señor Licenciado? Bien conocen a
-mi compadre. ¡Muy buena reata y todos le estimamos! Darle chicote como
-a un roto es enfurecerle y ponerle en el rancho de los revolucionarios.
-¿Se le pune, y deja libre y rencoroso? ¿Tirano Banderas --como dice el
-pueblo cabrón-- debe ser prudente o magnánimo? Piénsenlo, amigos, que
-su dictado me interesa. Constitúyanse en tribunal, y resuelvan el caso
-con arreglo a conciencia.
-
-Desplegando un catalejo de tres cuerpos reclinose en la arcada que
-se abría sobre el borroso diseño del jardín, y se absorbió en la
-contemplación del cielo.
-
-
-VI
-
-Los compadritos hacen rueda en el otro cabo, y apuntan distingos
-justipreciando aquel escrúpulo de conciencia que, como un hueso a los
-perros, les arrojaba Tirano Banderas. El Licenciado Carrillo se insinúa
-con la mueca de zorro propia del buen curial:
-
---¿Cuál será la idea del patrón?
-
-El Licenciado Nacho Veguillas, sesga la boca y saca los ojos remedando
-el canto de la rana:
-
---¡Cua! ¡Cua!
-
-Y le desprecia con un gesto, tirándose del pirulo chivón de la barba,
-el Mayor Abilio del Valle:
-
---¡No está el guitarrón para ser punteado!
-
---¡Mayorcito del Valle, hay que fregarse!
-
-El Licenciado Carrillo no salía de su tema:
-
---Preciso es adivinarle la idea al patrón, y dictaminar de acuerdo.
-
-Nacho Veguillas hacía el tonto mojiganguero:
-
---¡Cua! ¡Cua! Yo me guío por sus luces, Licenciadito.
-
-Murmuró el Mayor del Valle:
-
---Para acertarla, cada uno se ponga en el caso.
-
---¿Y puesto en el caso vos, Mayorcito?...
-
---¿Entre qué términos, Licenciado?
-
---Desmentirse con la vieja, o chicotear como a un roto al Coronelito de
-la Gándara.
-
-El Mayor Abilio del Valle, siempre a tirarse del pirulo chivón, retrucó
-soflamero:
-
---Tronar a Domiciano y después chicotearle, es mi consejo.
-
-El Licenciado Nacho Veguillas sufrió un acceso sentimental de pobre
-diablo:
-
---El patroncito acaso mire la relación de compadres, y pudiera la
-vinculación espiritual aplacar su rigorismo.
-
-El Licenciado Carrillo tendía la cola petulante:
-
---Mayorcito, de este nudo gordiano vos estate el Alejandro.
-
-Veguillas angustió la cara:
-
---¡Un escacho de botillería, no puede tener pena de muerte! Yo salvo mi
-responsabilidad. No quiero que se me aparezca el espectro de Domiciano.
-¿Vos conocés la obra que representó anoche Pepe Valero? “Fernando el
-Emplazado”. ¡Che! Es un caso de la Historia de España.
-
---Ya no pasan esos casos.
-
---Todos los días, Mayorcito.
-
---No los conozco.
-
---Permanecen inéditos, porque los emplazados no son testas coronadas.
-
---¿El mal de ojo? No creo en ello.
-
---Yo he conocido a un sujeto, que perdía siempre en el juego si no
-tenía en la mano el cigarro apagado.
-
-El Licenciado Carrillo aguzaba la sonrisa:
-
---Me permito llamarles al asunto. Sospecho que hay otra acusación
-contra el Coronel de la Gándara. Siempre ha sido poco de fiar ese amigo
-y andaba estos tiempos muy bruja, y acaso buscó remediarse de plata en
-la montonera revolucionaria.
-
-Se confundieron las voces en un susurro:
-
---No es un secreto que conspiraba.
-
---Pues le debe cuanto es al patroncito.
-
---Como todos nosotros.
-
---Soy el primero en reconocer esa deuda sagrada.
-
---Con menos que la vida, yo no le pago a Don Santos.
-
---Domiciano le ha correspondido con la más negra ingratitud.
-
-Puestos de acuerdo, ofreció la petaca el Mayor del Valle.
-
-
-VII
-
-El Tirano corría por el cielo el campo de su catalejo: Tenía blanca de
-luna la calavera:
-
---Cinco fechas para que sea visible el cometa que anuncian los
-astrónomos europeos. Acontecimiento celeste de que no tendríamos
-noticia a no ser por los sabios de fuera. Posiblemente, en los espacios
-sidéreos tampoco saben nada de nuestras revoluciones. Estamos parejos.
-Sin embargo, nuestro atraso científico es manifiesto. Licenciadito
-Veguillas, redactará usted un decreto para dotar con un buen telescopio
-a la Escuela Náutica y Astronómica.
-
-El Licenciadito Nacho Veguillas, finchándose en el pando compás de las
-zancas, sacó el pecho y tendió el brazo en arenga:
-
---¡Mirar por la cultura es hacer patria!
-
-El Tirano pagó la cordialidad avinada del pobre diablo con un gesto de
-calavera humorística, mientras volvía a recorrer con su anteojo el
-cielo nocturno. Los cocuyos encendían su danza de luces en la borrosa y
-lunaria geometría del jardín.
-
-
-VIII
-
-Tosca y esquiva, aguzados los ojos como montés alimaña, penetró, dando
-gritos, una mujer encamisada y pelona. Por la sala pasó un silencio, y
-los coloquios quedaron en el aire. Tirano Banderas, tras una espantada,
-se recobró batiendo el pie con ira y denuesto. Temerosos del castigo,
-se arrestaron la recamarera y el mucamo, que acudieron a la captura de
-la encamisada. Fulminó el Tirano:
-
---¡Chingada, guarda tenés de la niña! ¡Hi de tal, la tenés bien
-guardada!
-
-Las dos figuras parejas se recogían, susurrantes en el quicio de la
-puerta: Eran, sobre el hueco profundo de sombra, oscuros bultos de
-borroso realce. Tirano Banderas se acercó a la encamisada, que con
-el gesto obstinado de los locos, hundía las uñas en la greña y se
-agazapaba en un rincón aullando:
-
---Manolita, vos serés bien mandada. Andate no más para la recámara.
-
-Aquella pelona encamisada era la hija de Tirano Banderas: Joven,
-lozana, de pulido bronce, casi una niña, con la expresión inmóvil,
-sellaba un enigma cruel su máscara de ídolo: Huidiza y doblada, se
-recogió al amparo de la recamarera y el mucamo, arrestados en la
-puerta. Se la llevaron con amonestaciones, y en la oscuridad se
-perdieron. Tirano Banderas, con un monólogo tartajoso, comenzó a dar
-paseos: Al cabo, resolviéndose, hizo una cortesía de estantigua, y
-comenzó a subir la escalera.
-
---Al macaneador de mi compadre, será prudente arrestarlo esta noche,
-Mayor del Valle.
-
-
-
-
-TERCERA PARTE
-
-NOCHE DE FARRA
-
-
-
-
-LIBRO PRIMERO
-
-LA RECÁMARA VERDE
-
-
-I
-
-¡Famosas aquellas ferias de Santos y Difuntos! La Plaza de Armas,
-Monotombo, Arquillo de Madres eran zoco de boliches y pulperías,
-ruletas y naipes. Corre la chusma a los anuncios de toro candil en
-los Portalitos de Penitentes: Corren las rondas de burlones apagando
-las luminarias, al procuro de hacer más vistoso el candil del bulto
-toreado. Quiebra el oscuro, en el vasto cielo, la luna chocarrera y
-cacareante: Ahúman las candilejas de petróleo por las embocaduras de
-tutilimundis, tinglados y barracas: Los ciegos de guitarrón cantan en
-los corros de pelados: El criollaje ranchero --poncho, facón, jarano--
-se estaciona al ruedo de las mesas con tableros de azares y suertes
-fulleras. Circula en racimos la plebe cobriza, greñuda, descalza, y por
-las escalerillas de las iglesias, indios alfareros venden esquilones
-de barro con círculos y palotes de pinturas estentóreas y dramáticas.
-Beatas y chamacos mercan los fúnebres barros, de tañido tan triste que
-recuerdan la tena y el caso del fraile peruano. A cada vuelta saltan
-risas y bravatas. En los portalitos, por las pulperías de cholos y
-lepes, la guitarra rasguea los corridos de milagros y ladrones:
-
- Era Diego Pedernales
- de buena generación.
-
-
-II
-
-El congal de Cucarachita encendía farolillos de colores en el azoguejo,
-y luces de difuntos en la Recámara Verde. Son consorcios que aparejan
-las ferias. Lupita la Romántica, con bata de lazos y el moño colgante,
-suspiraba caída en el sueño magnético, bajo la mirada y los pasos del
-Doctor Polaco: Alentaba rendida y vencida, con suspiros de erótico
-tránsito:
-
---¡Ay!
-
---Responda la Señorita Médium.
-
---¡Ay! Alumbrándose sube por una escalera muy grande... No puedo. Ya no
-está... Se me ha desvanecido.
-
---Siga usted hasta encontrarle, Señorita.
-
---Entra por una puerta donde hay un centinela.
-
---¿Habla con él?
-
---Sí. Ahora no puedo verle. No puedo... ¡Ay!
-
---Procure situarse, Señorita Médium.
-
---No puedo.
-
---Yo lo mando.
-
---¡Ay!
-
---Sitúese. ¿Qué ve en torno suyo?
-
---¡Ay! Las estrellas grandes como lunas pasan corriendo por el cielo.
-
---¿Ha dejado el plano terrestre?
-
---No sé.
-
---Sí lo sabe. Responda. ¿Dónde se sitúa?
-
---¡Estoy muerta!
-
---Voy a resucitarla, Señorita Médium.
-
-El farandul le puso en la frente la piedra de un anillo. Después fueron
-los pases de manos y el soplar sobre los párpados de la daifa durmiente:
-
---¡Ay!...
-
---Señorita Médium, va usted a despertarse contenta y sin dolor de
-cabeza. Muy despejada y contenta, sin ninguna impresión dolorosa.
-
-Hablaba de rutina, con el murmullo apacible del clérigo que reza su
-misa diaria. Gritaba en el corredor la madrota, y en el azoguejo,
-donde era el mitote de danza, aguardiente y parcheo, metía bulla el
-Coronelito Domiciano de la Gándara.
-
-
-III
-
-El Coronelito Domiciano de la Gándara templa el guitarrón: Camisa y
-calzones, por aberturas coincidentes, muestran el vientre rotundo y
-risueño de dios tibetano: En los pies desnudos arrastra chancletas, y
-se toca con un jaranillo mambís, que al revirón descubre el rojo de un
-pañuelo y la oreja con arete: El ojo guiñate, la mano en los trastes,
-platica leperón con las manflotas en cabellos y bata escotada: Era
-negrote, membrudo, rizoso, vestido con sudada guayabera y calzones
-mamelucos, sujetos por un cincho con gran broche de plata: Los torpes
-conceptos venustos celebra con risa saturnal y vinaria. Niño Domiciano
-nunca estaba sin cuatro candiles, y como arrastraba su vida por
-bochinches y congales, era propenso a las tremolinas y escandaloso al
-final de las farras. Las niñas del pecado, desmadejadas y desdeñosas,
-recogían el bulle-bulle en el vaivén de las mecedoras: El rojo de los
-cigarros las señalaba en sus lugares. El Coronelito, dando el último
-tiento a los trastes, escupe y rasguea cantando por burlas el corrido
-que rueda estos tiempos, de Diego Pedernales. La sombra de la mano con
-el reflejo de las tumbagas, pone rasgueo de luces en el rasgueo de la
-guitarra:
-
- --Preso le llevan los guardias,
- sobre caballo pelón,
- que en los Ranchos de Valdivia
- le tomaron a traición.
- Celos de niña ranchera
- hicieron la delación.
-
-
-IV
-
-Tecleaba un piano hipocondríaco, en la sala que nombraban Sala de la
-Recámara Verde. Como el mitote era en el patio, la sala agrandábase
-alumbrada y vacía, con las rejas abiertas sobre el azoguejo y el
-viento en las muselinas de los vidrios. El Ciego Velones --nombre de
-burlas-- arañaba lívidas escalas, acompañando el canto a una chicuela
-consumida, tristeza, desgarbo, fealdad de hospiciana. En el arrimo de
-la reja, hacían duelo, por la contraria suerte en los albures, dos
-peponas amulatadas: El barro melado de sus facciones se depuraba con
-una dulzura de líneas y tintas, en el ébano de las cabezas pimpantes
-de peines y moñetes, un drama oriental de lacres y verdes. El Ciego
-Velones tecleaba el piano sin luces, un piano lechuzo que se pasaba
-los días enfundado de bayeta negra. Cantaba la chicuela, tirante las
-cuerdas del triste descote, inmóvil la cara de niña muerta, el fúnebre
-resplandor de la bandejilla del petitorio sobre el pecho:
-
- --¡No me mates, traidora ilusión!
- ¡Es tu imagen en mi pensamiento,
- una hoguera de casta pasión!
-
-La voz lívida, en la lívida iluminación de la sala desierta, se
-desgarraba en una altura inverosímil:
-
- --¡Una hoguera de casta pasión!
-
-Algunas parejas bailaban en el azoguejo, mecidas por el ritmo del
-danzón: Perezosas y lánguidas, pasaban con las mejillas juntas por
-delante de las rejas. El Coronelito, más bruja que un roto, acompañaba
-con una cuerda en el guitarrón, la voz en un trémolo:
-
- --¡No me mates, traidora ilusión!
-
-
-V
-
-La cortina abomba su raso verde en el arco de la recámara: Brilla en el
-fondo, sobre el espejo, la pomposa cama del trato, y por veces todo se
-tambalea en un guiño del altarete. Suspiraba Lupita:
-
---¡Ánimas del Purgatorio! ¡No más, y qué sueño se me ha puesto! ¡La
-cabeza se me parte!
-
-La tranquilizó el farandul:
-
---Eso se pasa pronto.
-
---¡Cuando yo vuelva a consentir que usted me enajene, van a tener pelos
-las tortugas!
-
-El Doctor Polaco, desviando la plática, felicitó a la daifa con
-ceremonia de farandul:
-
---Es usted un caso muy interesante de metempsicosis. Yo no tendría
-inconveniente en asegurarle a usted contrata para un teatro de Berlín.
-Usted podría ser un caso de los más célebres. ¡Esta experiencia ha sido
-muy interesante!
-
-La daifa se oprimía las sienes, metiendo los dedos con luces de
-pedrería por los bandos endrinos del peinado:
-
---¡Para toda la noche tengo ya jaqueca!
-
---Una taza de café será lo bastante... Disuelve usted en la taza una
-perla de éter, y se hallará prontamente tonificada, para poder intentar
-otra experiencia.
-
---¡Una y no más!
-
---¿No se animaría usted a presentarse en público? Sometida a una
-dirección inteligente, pronto tendría usted renombre para actuar en un
-teatro de Nueva York. Yo le garanto a usted un tanto por ciento. Usted,
-antes de un año, puede presentarse con diplomas de las más acreditadas
-Academias de Europa. El Coronelito me ha tenido conversación de su
-caso, pero muy lejano, que ofreciese tanto interés para la ciencia.
-¡Muy lejano! Usted se debe al estudio de los iniciados en los misterios
-del magnetismo.
-
---¡Con una cartera llena de papel, aun no cegaba! ¡A pique de quedar
-muerta en una experiencia!
-
---Ese riesgo no existe cuando se procede científicamente.
-
---La rubia que a usted acompañaba pasados tiempos, se corrió que había
-muerto en un teatro.
-
---¿Y que yo estaba preso? Esa calumnia es patente. Yo no estoy preso.
-
---Habrá usted limado las rejas de la cárcel.
-
---¿Me cree usted con poder para tanto?
-
---¿No es usted brujo?
-
---El estudio de los fenómenos magnéticos no puede ser calificado de
-brujería. ¿Usted se encuentra libre ya del malestar cefálico?
-
---Sí, parece que se me pasa.
-
-Gritaba en el corredor la madrota:
-
---Lupita, que te solicitan.
-
---¿Quién es?
-
---Un amigo. ¡No pasmes!
-
---¡Voy! De hallarme menos carente, esta noche la guardaba por devoción
-de las Benditas.
-
---Lupita, puede usted obtener un suceso público en un escenario.
-
---¡Me da mucho miedo!
-
-Salió de la recámara con bulle-bulle de faldas, seguida del Doctor
-Polaco. Aquel tuno nigromante, con una barraca en la feria, era muy
-admirado en el congal de Cucarachita.
-
-
-
-
-LIBRO SEGUNDO
-
-LUCES DE ÁNIMAS
-
-
-I
-
- --En borrico de justicia
- le sacan con un pregón,
- hizo mamola al verdugo
- al revestirle el jopón,
- y al Cristo que le presentan,
- una seña de masón.
-
-En la Recámara Verde, iluminada con altarete de luces aceiteras y
-cerillos, atendía, apagando un cuchicheo, la pareja encuerada del
-pecado. Llegaba el romance prendido al son de la guitarra. En el
-altarete, las mariposas de aceite cuchicheaban y los amantes en el
-cabezal. La daifa:
-
---¡Era bien ruin!
-
-El coime:
-
---¡Ateo!
-
---En la noche de hoy, ese canto de verdugos y ajusticiados, parece más
-negro que un catafalco.
-
---¡Vida alegre, muerte triste!
-
---¡Abrenuncio! ¡Qué voz de corneja sacaste! ¿Veguillas, tú, vista la
-hora final, confesarías como cristiano?
-
---¡Yo no niego la vida del alma!
-
---¡Nachito, somos espíritu y materia! ¡Donde me ves con estas carnes,
-pues una romántica! De no haber estado tan bruja, hubiera guardado este
-día. ¡Pero es mucho el empeño con el ama! Nachito, ¿tú sabes de persona
-viviente que no tenga sus muertos? Los hospicianos, y aun esos porque
-no los conocen. Este aniversario merecía ser de los más guardados:
-¡Trae muchos recuerdos! Tú, si fueses propiamente romántico, ahora
-tenías un escrúpulo: Me pagabas el estipendio y te caminabas.
-
---¿Y caminarme sin aflojar la plata?
-
---También. ¡Yo soy muy romántica! Ya te digo que de no hallarme tan en
-deuda con la madrota...
-
---¿Quieres que yo te cancele el crédito?
-
---Pon eso claro.
-
---¿Si quieres que yo te pague la deuda?
-
---No me veas chuela, Nachito.
-
---¿Debes mucho?
-
---¡Treinta Manfredos! ¡Me niega quince que le entregué por las Flores
-de Mayo! ¡Como tú te hicieses cargo de la deuda y me pusieses en un
-pupilaje, ibas a ver una fiel esclava!
-
---¡Siento no ser negrero!
-
-La daifa quedose abstraída mirando las luces de sus falsos anillos.
-Hacía memoria. Por la boca pintada corría un rezo:
-
---Esta conversación, pasó otra vez de la misma manera: ¿Te acuerdas,
-Veguillas? Pasó con iguales palabras y prosopopeyas.
-
---Pudiera.
-
-La moza del pecado, entrándose en sí misma, quedó abismada, siempre los
-ojos en las piedras de sus anillos.
-
-
-II
-
-Percibíase embullangado el guitarro, el canto y la zarabanda de risas,
-chapines y palmas con que jaleaban las del trato. Gritos, carrerillas y
-cierre de puertas. Acezo y pisadas en el corredor. Los artejos y la voz
-de la Taracena:
-
---¡El cerrojo! Horita vos va con una copla Domiciano. El cerrojo, si
-no lo tenéis corrido, que ya le entró la tema de escandalizar por las
-recámaras.
-
-Siempre abismada en la fábula de sus manos, suspiró la romántica:
-
---¡Domiciano toma la vida como la vida se merece!
-
---¿Y el despertar?
-
---¡Ave María! ¿Esta misma plática no la tuvimos hace un instante?
-¿Veguillas, cuándo fueron aquellos pronósticos tuyos, del mal fin que
-tendría el Coronelito de la Gándara?
-
-Gritó Veguillas:
-
---¡Ese secreto jamás ha salido de mis labios!
-
---¡Ya me haces dudar! ¡Patillas tomó tu figura en aquel momento,
-Nachito!
-
---Lupita, no seas visionaria.
-
-Venía por el corredor acreciéndose la bulla de copla y guitarra,
-soflamas y palmas. Cantaba el valedor un aire de los llaneros:
-
- --Licenciadito Veguillas,
- saca del brazo a tu dama
- para beber una copa
- a la salud de las ánimas.
-
---¡Santísimo Dios! ¡Esta misma letra se ha cantado otra vez estando
-como ahora acostados en la cama!
-
-Nacho Veguillas, entre humorístico y asustadizo, azotó las nalgas de la
-moza, con gran estallo:
-
---¡Lupita, que te pasas de romántica!
-
---¡No me pongas en confusión, Veguillas!
-
---Si me estás viendo chuela toda la noche.
-
-Tornaba la copla y el rasgueo, a la puerta de la recámara. Oscilaba el
-altarete de luces y cruces. Susurró la del trato:
-
---Nacho Veguillas, ¿llevas buena relación con el Coronel Gandarita?
-
---¡Amigos entrañables!
-
---¿Por qué no le das aviso para que se ponga en salvo?
-
---¿Pues qué sabes tú?
-
---¿No hablamos antes?
-
---¡No!
-
---¡Lo juras, Nachito!
-
---¡Jurado!
-
---¿Que nada hablamos? ¡Pues lo habrás tenido en el pensamiento!
-
-Nacho Veguillas, sacando los ojos a flor de la cara, saltó en el
-alfombrín con las dos manos sobre las vergüenzas:
-
---¡Lupita, tú tienes comercio con los espíritus!
-
---¡Calla!
-
---¡Responde!
-
---¡Me confundes! ¿Dices que nada hemos hablado del fin que le espera al
-Coronel de la Gándara?
-
-Batían en la puerta, y otra vez renovábase la bulla, con el tema de
-copla y guitarro:
-
- --Levántate, valedor,
- y vístete los calzones,
- para jugarnos la plata
- en los albures pelones.
-
-Abriose la puerta de un puntapié, y rascando el guitarrillo que apoya
-en el vientre rotundo, apareció el Coronelito. Nacho Veguillas, con
-alegre transporte de botarate, saltó de cucas, remedando el cantar de
-la rana:
-
---¡Cua! ¡Cua!
-
-
-III
-
-El congal, con luminarias de verbena, juntaba en el patio mitote de
-naipe, aguardiente y buñuelo. Tenía el naipe al salir un interés
-fatigado: Menguaban las puestas, se encogían sobre el tapete, bajo
-el reflejo amarillo del candil, al aire contrario del naipe. Viendo
-el dinero tan receloso, para darle ánimo trajo aguardiente de caña y
-chicha la Taracena. Nacho Veguillas, muy festejado, a medio vestir,
-suelto el chaleco, un tirante por rabo, saltaba mimando el dúo del
-sapo y la rana. La música clásica, que, cuando esparcía su ánimo
-sombrío, gustaba de oír Tirano Banderas. Nachito, con una lágrima
-de artista ambulante, recibía las felicitaciones, estrechaba las
-manos, se tambaleaba en épicos abrazos. El Doctor Polaco, celoso de
-aquellos triunfos, en un corro de niñas, disertaba, accionando con
-el libro de los naipes abierto en abanico. Atentas las manflotas,
-cerraban un círculo de ojeras y lazos, con meloso cuchicheo tropical.
-La chamaca fúnebre pasaba la bandejilla del petitorio, estirando el
-triste descote, mustia y resignada, horrible en su corpiño de muselinas
-azules, lívidos lujos de hambre. Nachito la perseguía en cuclillas con
-gran algazara:
-
---¡Cua! ¡Cua!
-
-
-IV
-
-Con las luces del alba la mustia pareja del ciego lechuzo y la chica
-amortajada escurríase por el Arquillo de las Madres Portuguesas. Se
-apagaban las luminarias. En los Portalitos quedaba un rezago de ferias:
-El tiovivo daba su última vuelta en una gran boqueada de candilejas. El
-ciego lechuzo, y la chica amortajada, llevan fosco rosmar, claveteado
-entre las cuatro pisadas:
-
---¡Tiempos más fregados no los he conocido!
-
-Habló la chica sin mudar el gesto de ultratumba:
-
---¡Donde otras ferias!
-
-Sacudió la cabeza el lechuzo:
-
---Cucarachita no renueva el mujerío y así no se sostiene un negocio.
-¿Qué tal mujer la Panameña? ¿Tiene partido?
-
---Poco partido tiene para ser nueva. ¡Está mochales!
-
---¿Qué viene a ser eso?
-
---¡Modo que tiene una chica que llaman la Malagueña! Con ello significa
-los transtornos.
-
---No tomes el hablar de esas mujeres.
-
-La amortajada puso los tristes ojos en una estrella:
-
---¿Se me notaba que estuviese ronca?
-
---No más que al atacar las primeras notas. La pasión de esta noche es
-de una verdadera artista. Sin cariño de padre, creo que hubieses tenido
-un triunfo en una sala de conciertos: “No me mates, traidora ilusión.”
-¡Ahí has rayado muy alto! Hija mía, es preciso que cantes pronto en un
-teatro, y me redimas de esta situación precaria. Yo puedo dirigir una
-orquesta.
-
---¿Ciego?
-
---Operándome las cataratas.
-
---¡Ay mi viejo, cómo soñamos!
-
---¿No saldremos alguna vez de esta pesadumbre?
-
---¡Quién sabe!
-
---¿Dudas?
-
---No digo nada.
-
---Tú no conoces otra vida, y te conformas.
-
---¡Vos tampoco la conocés, taitita!
-
---La he visto en otros, y comprendo lo que sea.
-
---Yo, puesta a envidiar, no envidiaría riquezas.
-
---¿Pues qué envidiarías?
-
---¡Ser pájaro! Cantar en una rama.
-
---No sabes lo que hablas.
-
---Ya hemos llegado.
-
-En el portal dormía el indio con su india, cubiertos los dos por una
-frazada. La chica fúnebre y el ciego lechuzo pasaron perfilándose. El
-esquilón de las monjas doblaba por las Ánimas.
-
-
-V
-
-Nacho Veguillas también tenía el vino sentimental de boca babosa y ojos
-tiernos. Ahora, con la cabeza sobre el regazo de la daifa, canta su
-aria en la Recámara Verde:
-
---¡Dame tu amor, lirio caído en el fango!
-
-Ensoñó la manflota:
-
---¡Canela! ¡Y decís vos que no sos romántico!
-
---¡Ángel puro de amor, que amor inspira! ¡Yo te sacaré del abismo y
-redimiré tu alma virginal! ¡Taracena! ¡Taracena!
-
---¡No armés escándalo, Nachito! Dejá vos al ama, que no está para tus
-fregados.
-
-Y le ponía los anillos sobre la boca vinaria. Nachito se incorporó:
-
---¡Taracena! ¡Yo pago el débito de esta azucena, caída en el barro vil
-de tu comercio!
-
---¡Callá! ¡No faltés!
-
-Nachito, llorona la alcuza de la nariz, se volvía a la niña del trato:
-
---¡Calma mi sed de ideal, ángel que tienes rotas las alas! ¡Posa tu
-mano en mi frente, que en un mar de lava ardiente mi cerebro siento
-arder!
-
---¿Cuándo fue que oí esas mismas músicas? ¡Nachito, aquí se dijeron
-esas mismas palabras!
-
-Nachito se sintió celoso:
-
---¡Algún cabrón!
-
---O no se habrán dicho... Esta noche se me figura que ya pasó todo
-cuanto pasa. ¡Son las Benditas!... ¡Es ilusión esta de que todo pasó,
-antes de pasar!
-
---¡Yo te llamaba en mis solitarios sueños! ¡El imán de tu mirada
-penetra en mi! ¡Bésame, mujer!
-
---Nachito, no seás sonso y dejame rezar este toque de Ánimas.
-
---¡Bésame, Jarifa! ¡Bésame, impúdica, inocente! ¡Dame un ósculo casto y
-virginal! ¡Caminaba solo por el desierto de la vida, y se me aparece un
-oasis de amor, donde reposar la frente!
-
-Nachito sollozaba, y la del trato, para consolarle, le dio un beso
-de folletín romántico, apretándole a la boca, el corazón de su boca
-pintada:
-
---¡Eres sonso!
-
-
-VI
-
-Tembló el altarete de Ánimas: El aleteo de un reflejo desquició los
-muros de la Recámara Verde: Se abrió la puerta y entró sin ceremonia el
-Coronelito de la Gándara. Veguillas volvió la nariz de alcuza y puso el
-ojo de carnero:
-
---¡Domiciano, no profanes el idilio de dos almas!
-
---Licenciadito, te recomiendo el amoniaco. Mírame a mí, limpio de
-vapores. ¿Guadalupe, qué haces sin darle el agua bendita?
-
-El Coronelito de la Gándara, al pisar, infundía un temblor en la
-luminaria de Ánimas: La fanfarria irreverente de sus espuelas plateras,
-ponía al guiño del altarete un sinfónico fondo herético: Advertíase
-señalada mudanza en la persona y arreo del Coronelito: Traía el calzón
-recogido en botas jinetas, el cinto ajustado y el machete al flanco,
-viva aún la rasura de la barba, y el mechón endrino de la frente,
-peinado y brillante:
-
---Veguillas, hermano, préstame veinte soles, que bien te pintó el
-juego. Mañana te serán reintegrados.
-
---¡Mañana!
-
-Nachito, tras la palabra que se desvanece en la verdosa penumbra, queda
-suspenso sin cerrar la boca. Oíase el doble de una remota campana. Las
-luces del altarete tenían un escalofrío aterrorizado. La manflota en
-camisa rosa --morena prieta-- se santiguaba entre las cortinas. Y era
-siempre sobre su tema el Coronelito de la Gándara:
-
---Mañana. ¡Y si no, cuando me entierren!
-
-Nachito estalló en un sollozo:
-
---Siempre va con nosotros la muerte. Domiciano, recobra el juicio, la
-plata de nada te remedia.
-
-Por entre cortinas salía la daifa, abrochándose el corsé, los dos
-pechos fuera, tirantes las medias, altas las ligas rosadas:
-
---¡Domiciano, ponte en salvo! Este pendejo no te lo dice, pero él sabe
-que estás en las listas de Tirano Banderas.
-
-El Coronelito aseguró los ojos sobre Veguillas. Y Veguillas, con los
-brazos abiertos, gritó consternado:
-
---¡Ángel funesto! ¡Sierpe biomagnética! Con tus besos embriagadores me
-sorbiste el pensamiento.
-
-El Coronelito, de un salto estaba en la puerta, atento a mirar y
-escuchar: Cerró, y corrida la aldaba, abierto el compás de las piernas,
-tiró de machete:
-
---Trae la palangana, Lupita. Vamos a ponerle una sangría a este
-doctorcito de guagua.
-
-Se interpuso la daifa en corsé:
-
---Ten juicio, Domiciano. Antes que con él toques, a mí me traspasas.
-¿Qué pretendes? ¿Qué haces ya aquí sofregado? ¿Corres peligro? ¡Pues
-ponte en salvo!
-
-Se tiró de los bigotes con sorna el Coronelito de la Gándara:
-
---¿Quién me vende, Veguillas? ¿Qué me amenaza? Si horita mismo no lo
-declaras, te doy pasaporte con las Benditas. ¡Luego, luego, ponlo todo
-de manifiesto!
-
-Veguillas, arrimado a la pared, se metía los calzones, torcido y
-compungido. Le temblaban las manos. Gimió turulato:
-
---Hermano, te delata la vieja rabona que tiene su mesilla en el
-jueguecito de la rana. ¡Esa te delata!
-
---¡Puta madre!
-
---Te ha perdido la mala costumbre de hacer cachizas, apenas te pones
-trompeto.
-
---¡Me ha de servir para un tambor esa cuera vieja!
-
---Niño Santos le ha dado la mano con promesa de chicotearte.
-
-Apremiaba la daifa:
-
---¡No pierdas tiempo, Domiciano!
-
---¡Calla, Lupita! Este amigo entrañable, luego, luego, me va a decir
-por qué tribunal estoy sentenciado.
-
-Gimió Veguillas:
-
---¡Domiciano, no la chingues, que no eres súbdito extranjero!
-
-
-VII
-
-El Coronelito relampagueaba el machete sobre las cabezas: La daifa, en
-camisa rosa, apretaba los ojos y aspaba los brazos: Veguillas era todo
-un temblor arrimado a la pared, en faldetas y con los calzones en la
-mano: El Coronelito se los arrancó:
-
---¡Me chingo en las bragas! ¿Cuál es mi sentencia?
-
-Nachito se encogía con la nariz de alcuza en el ombligo:
-
---¡Hermano, no más me preguntes! Cada palabra es una bala... ¡Me estoy
-suicidando! La sentencia que tú no cumplas vendrá sobre mi cabeza.
-
---¿Cuál es mi sentencia? ¿Quién la ha dictado?
-
-Desesperábase la manflota, de rodillas ante las luces de Ánimas:
-
---¡Ponte en salvo! ¡Si no lo haces, aquí mismo te prende el Mayorcito
-del Valle!
-
-Nachito acabó de empavorizarse:
-
---¡Mujer infausta!
-
-Se ovillaba cubriéndose hasta los pies con las faldetas de la camisa.
-El Coronelito le suspendió por los pelos: Veguillas, con la camisa
-sobre el ombligo, agitaba los brazos. Rugía el Coronelito:
-
---¿El Mayor del Valle tiene la orden de arrestarme? Responde.
-
-Veguillas sacó la lengua:
-
---¡Me he suicidado!
-
-
-
-
-LIBRO TERCERO
-
-GUIÑOL DRAMÁTICO
-
-
-I
-
-¡Fue como truco de melodrama! El Coronelito, en el instante de pisar
-la calle, ha visto los fusiles de una patrulla, por el Arquillo de
-las Portuguesas. El Mayor del Valle viene a prenderle. El peligro le
-da un alerta violento en el pecho: Pronto y advertido se aplasta en
-tierra y a gatas cruza la calle: Por la puerta que entreabre un indio
-medio desnudo, lleno el pecho de escapularios, ya se mete. Veguillas le
-sigue arrastrado en un círculo de fatalidades absurdas: El Coronelito,
-acarrerado escalera arriba, se curva como el jinete sobre la montura.
-Nachito, que hocica sobre los escalones, recibe en la frente el
-resplandor de las espuelas. Bajo la claraboya del sotabanco, en la
-primera puerta, está pulsando el Coronelito. Abre una mucama que tiene
-la escoba: En un traspiés, espantada y aspada, ve a los dos fugitivos
-meterse por el corredor: Prorrumpe en gritos, pero las luces de un
-puñal que ciega los ojos, la lengua le enfrenan.
-
-
-II
-
-Al final del corredor está la recámara de un estudiante. El joven,
-pálido de lecturas, que medita sobre los libros abiertos, de codos en
-la mesa. Humea la lámpara. La ventana está abierta sobre la última
-estrella. El Coronelito, al entrar, pregunta y señala:
-
---¿Adónde cae?
-
-El estudiante vuelve a la ventana su perfil lívido de sorpresa
-dramática. El Coronelito, sin esperar otra respuesta, salta sobre el
-alféizar, y grita con humor travieso:
-
---¡Ándele, pendejo!
-
-Nachito se consterna:
-
---¡Su madre!
-
---¡Jip!
-
-El Coronelito, con una brama, echa el cuerpo fuera. Va por el aire. Cae
-en un tejadillo. Quiebra muchas tejas. Escapa gateando. A Nachito que
-asoma timorato la alcuza llorona, se le arruga completamente la cara:
-
---¡Hay que ser gato!
-
-
-III
-
-Y por las recámaras del congal fulgura su charrasco el Mayor del Valle:
-Seguido de algunos soldados entra y sale, sonando las charras espuelas:
-A su vera jaleando el nalgario, con ahogo y ponderaciones, zapato bajo
-y una flor en la oreja, la madrota:
-
---¡Patroncito, soy gaditana y no miento! ¡Mi palabra es la del Rey de
-España! El Coronel Gandarita no hace un bostezo que dijo: ¡Me voy!
-¡Visto y no visto! ¡Horitita! ¡Si no se tropezaron fue milagro! ¡Apenas
-llevaría tres pasos, cuando ya estaban en la puerta los soldados!
-
---¿No dijo adónde se caminaba?
-
---¡Iba muy trueno! Si algún bochinche no le tienta, buscará la cama.
-
-El Mayor miró de través a la tía cherinola y llamó al sargento:
-
---Vas a registrar la casa. Cucarachita, si te descubro el contrabando
-te caen cien palos.
-
---Niño, no me encontrarás nada.
-
-La madrota sonaba las llaves. El Mayor, contrariado, se mesaba la barba
-chivona, y en la espera, haciendo piernas entrose por la Sala de la
-Recámara Verde. El susto y el grito, la carrera furtiva, un rosario
-de léperos textos concertaban toda la vida del congal, en la luz
-cenicienta del alba. Lupita, taconeando, surgió en el arco de la verde
-recámara, un lunar nuevo en la mejilla: Por el pintado corazón de la
-boca, vertía el humo del cigarro:
-
---¡Abilio, estás de mi gusto!
-
---Me mandé mudar.
-
---Oye, ¿y tú piensas que se oculta aquí Domiciano? ¡Poco faltó para que
-le armases la ratonera! ¡Ahora, échale perros!
-
-
-IV
-
-Y Nachito Veguillas aún exprime su gesto turulato frente a la ventana
-del estudiante. El tiempo parece haber prolongado todas las acciones,
-suspensas absurdamente en el ápice de un instante, estupefactas,
-cristalizadas, nítidas, inverosímiles como sucede bajo la influencia
-de la marihuana. El estudiante, entre sus libros, tras de la mesa,
-despeinado, insomne, mira atónito: A Nachito tiene delante, abierta la
-boca y las manos en las orejas:
-
---¡Me he suicidado!
-
-El estudiante cada vez parece más muerto:
-
---¿Usted es un fugado de Santa Mónica?
-
-Nachito se frota los ojos:
-
---Viene a ser como un viceversa... Yo, amigo, de nadie escapo. Aquí me
-estoy. Míreme usted, amigo. Yo no escapo... Escapa el culpado. No soy
-más que un acompañante... Si me pregunta usted por qué tengo entrado
-aquí, me será difícil responderle. ¿Acaso sé dónde me encuentro? Subí
-por impulso ciego, en el arrebato de ese otro que usted ha visto. Mi
-palabra le doy. Un caso que yo mismo no comprendo. ¡Biomagnetismo!
-
-El estudiante le mira perplejo sin descifrar el enredo de pesadilla
-donde fulgura el rostro de aquel que escapó por la lívida ventana,
-abierta toda la noche con la perseverancia de las cosas inertes, en
-espera de que se cumpla aquella contingencia de melodrama. Nachito
-solloza efusivo y cobarde:
-
---Aquí estoy, noble joven. Solamente pido para serenarme, un trago de
-agua. Todo es un sueño.
-
-En este registro, se le atora el gallo. Llega del corredor estrépito
-de voces y armas. Empuñando el revólver cubre la puerta la figura del
-Mayor Abilio del Valle. Detrás, soldados con fusiles:
-
---¡Manos arriba!
-
-
-V
-
-Por otra puerta una gigantona descalza, en enaguas y pañoleta: La greña
-aleonada, ojos y cejas de tan intensos negros que, con ser muy morena
-la cara, parecen en ella tiznes y lumbres: Una poderosa figura de vieja
-bíblica: Sus brazos de acusados tendones, tenían un pathos barroco y
-estatuario. Doña Rosita Pintado entró en una ráfaga de voces airadas,
-gesto y ademán en trastorno:
-
---¿Qué buscan en mi casa? ¿Es que piensan llevarse al chamaco? ¿Quién
-lo manda? ¡Me llevan a mí! ¿Estas son leyes?
-
-Habló el Mayor del Valle:
-
---No me vea chuela, Doña Rosita. El retoño tiene que venirse merito a
-prestar declaración. Yo le garanto que cumplida esa diligencia, como se
-halle sin culpa, acá vuelve el muchacho. No tema ninguna ojeriza. Esto
-lo dimanan las circunstancias. El muchacho vuelve si está sin culpa,
-yo se lo garanto.
-
-Miró a su madre el mozalbete y, con arisco ceño, le recomendó silencio.
-La gigantona estremecida corrió para abrazarle, en desolado ademán los
-brazos. La arrestó el hijo con gesto firme:
-
---Mi vieja, cállese y no la friegue. Con bulla nada se alcanza.
-
-Clamó la madre:
-
---¡Tú me matas, negro de Guinea!
-
---¡Nada malo puede venirme!
-
-La gigantona se debatió, asombrada en una oscuridad de dudas y alarmas:
-
---¡Mayorcito del Valle, dígame usted lo que pasa!
-
-Interrumpió el mozuelo:
-
---Uno que entró perseguido, y se fugó por la ventana.
-
---¿Tú qué le has dicho?
-
---Ni tiempo tuve de verle la cara.
-
-Intervino el Mayor del Valle:
-
---Con hacer esta declaración donde corresponde, todo queda terminado.
-
-Plegó los brazos la gigantona:
-
---¿Y el que escapaba, se sabe quién era?
-
-Nachito sacó la voz entre nieblas alcohólicas:
-
---¡El Coronel de la Gándara!
-
-Nachito, luciente de lágrimas, encogido entre dos soldados, resoplaba
-con la alcuza llorona pingando la moca. Aturdida, en desconcierto, le
-miró Doña Rosita:
-
---¡Valedor! ¿También usted llora?
-
---¡Me he suicidado!
-
-El Mayor del Valle levanta el charrasco y la escuadra se apronta,
-sacando entre filas al estudiante y a Nachito.
-
-
-VI
-
-Despeinadas y ojerosas atisbaban tras de la reja las pupilas de
-Taracena. Se afanan por descubrir a los prisioneros, sombras taciturnas
-entre la gris retícula de las bayonetas. El sacristán de las monjas
-sacaba la cabeza por el arquillo del esquilón. Tocaban diana las
-cornetas de fuertes y cuarteles. Tenía el mar caminos de sol. Los
-indios, trajinantes nocturnos, entraban en la ciudad guiando recuas
-de llamas cargadas de mercadería y frutos de los ranchos serranos:
-El bravío del ganado recalentaba la neblina del alba. Despertábase
-el Puerto con un son ambulatorio de esquilas, y la patrulla de
-fusiles desaparecía con los dos prisioneros por el Arquillo de las
-Portuguesas. En el congal, la madrota daba voces ordenando que las
-pupilas se recogiesen a la perrera del sotabanco, y el coime, con una
-flor en el pelo, trajinaba remudando la ropa de las camas del trato.
-Lupita la Romántica, en camisa rosa, rezaba ante el retablo de luces en
-la Recámara Verde. Murmuró el coime con un alfiler en los labios, al
-mismo tiempo que estudiaba los recogidos de la colcha:
-
---¡Aún no se me fue el sobresalto!
-
-
-
-
-CUARTA PARTE
-
-AMULETO NIGROMANTE
-
-
-
-
-LIBRO PRIMERO
-
-LA FUGA
-
-
-I
-
-El Coronelito Domiciano de la Gándara, en aquel trance, se acordó de
-un indio a quien tenía obligado con antiguos favores. Por Arquillo de
-Madres, retardando el paso para no mover sospecha, salió al Campo del
-Perulero.
-
-
-II
-
-Zacarías San José, a causa de un chirlo que le rajaba la cara, era más
-conocido por Zacarías el Cruzado: Tenía el chozo en un vasto charcal de
-juncos y médanos, allí donde dicen Campo del Perulero: En los bordes
-cenagosos picoteaban grandes cuervos, auras en los llanos andinos y
-zopilotes en el Seno de México. Algunos caballos mordían la hierba a
-lo largo de las acequias. Zacarías trabajaba el barro, estilizando
-las fúnebres bichas de chiromayos y chiromecas. La vastedad de juncos
-y médanos flotaba en nieblas de amanecida. Hozaban los marranos en
-el cenagal, a espaldas del chozo, y el alfarero, sentado sobre los
-talones, la chupalla en la cabeza, por todo vestido un camisote,
-decoraba con prolijas pinturas jícaras y güejas. Taciturno bajo una
-nube de moscas, miraba de largo en largo al bejucal donde había un
-caballo muerto. El Cruzado no estaba libre de recelos: Aquel zopilote
-que se había metido en el techado, azotándole con negro aleteo, era un
-mal presagio. Otro signo funesto, las pinturas vertidas: El amarillo,
-que presupone hieles, y el negro, que es cárcel, cuando no llama
-muerte, juntaban sus regueros. Y recordó súbitamente que la chinita,
-la noche pasada, al apagar la lumbre, tenía descubierta una salamandra
-bajo el metate de las tortillas... El alfarero movía los pinceles
-con lenta minucia, cautivo en un dual contradictorio de acciones y
-pensamientos.
-
-
-III
-
-La chinita, en el fondo del jacal, se mete la teta en el hipil,
-desapartando de su lado al crío que berrea y se revuelca en tierra.
-Acude a levantarle con una azotaina, y suspenso de una oreja le pone
-fuera del techado. Se queda la chinita al canto del marido, atenta a
-los trazos del pincel, que decora el barro de una güeja:
-
---¡Zacarías, mucho callas!
-
---Di no más.
-
---No tengo un centavito.
-
---Hoy coceré los barros.
-
---¿Y en el en tanto?
-
-Zacarías repuso con una sonrisa atravesada:
-
---¡No me friegues! Estas cuaresmas el ayunar está muy recomendado.
-
-Y quedó con el pincelillo suspenso en el aire, porque era sobre la
-puerta del jacal el Coronelito Domiciano de la Gándara: Un dedo en los
-labios.
-
-
-IV
-
-El cholo, con leve carrerilla de pies descalzos, se junta al
-Coronelito: Platican, alertados, en la vera de un maguey culebrón:
-
---¿Zacarías, quieres ayudarme a salir de un mal paso?
-
---¡Patroncito, bastantemente lo sabe!
-
---La cabeza me huele a pólvora. Envidias son de mi compadre Santos
-Banderas. ¿Tú quieres ayudarme?
-
---¡No más que diga, y obedecerle!
-
---¿Cómo proporcionarme un caballo?
-
---Tres veredas hay, patroncito: Se compra, se pide a un amigo o se le
-toma.
-
---Sin plata no se compra. El amigo nos falta. ¿Y dónde descubres tú
-un guaco para bolearle? Tengo sobre los pasos una punta de cabrones.
-¡Verás no más! La idea que traía formada es que me subieses en canoa a
-Potrero Negrete.
-
---Pues a no dilatarlo, mi jefe. La canoa tengo en los bejucales.
-
---Debo decirte que te juegas la respiración, Zacarías.
-
---¡Para lo que dan por ella, patroncito!
-
-
-V
-
-Husmea el perro en torno del maguey culebrón, y bajo la techumbre de
-palmas engresca el crío, que pide la teta, puesto de pie, al flanco de
-la madre. Zacarías aseñó a la mujer para que se llegase:
-
---¡Me camino con el patrón!
-
-Apagó la voz la chinita:
-
---¿Compromiso grande?
-
---Esa pinta descubre.
-
---Recuerda, si te dilatas, que no me dejas un centavo.
-
---¡Y qué hacerle, chinita! Llevas a colgar alguna cosa.
-
---¡Como no lleve la frazada del catre!
-
---Empeñas el relojito.
-
---¡Con el vidrio partido, no dan un boliviano!
-
-El Cruzado se descolgaba el cebollón de níquel, sujeto por una cadena
-oxidada. Y antes que la chinita, adelantose a tomarlo el Coronel de la
-Gándara:
-
---¡Tan bruja estás, Zacarías!
-
-Suspiró la comadre:
-
---¡Todo se lo lleva el naipe, mi jefecito! ¡Todo se lo lleva la ciega
-ofuscación de este hombre!
-
---¡Sí que no vale un boliviano!
-
-El Coronelito voltea el reloj por la cadena, y con risa jocunda lo
-manda al cenagal, entre los marranos:
-
---¡Qué valedor!
-
-La comadre aprobaba mansamente. Había velado el tiro con el propósito
-de ir luego a catearlo. El Coronelito se quitó una sortija:
-
---Con esto podrás remediarte.
-
-La chinita se echó por tierra, besando las manos al valedor.
-
-
-VI
-
-El Cruzado se metía puertas adentro, para ponerse calzones y ceñirse el
-cinto del pistolón y el machete. Le sigue la coima:
-
---¡Pendejada que resultare fulero el anillo!
-
---¡Pendejada y media!
-
-La chinita le muestra la mano, jugando las luces de la tumbaga:
-
---¡Buenos brillos tiene! Puedo llegarme a un empeñito para tener
-cercioro.
-
---Si corres uno solo pudieran engañarte.
-
---Correré varios. A ser de ley, no andará muy distante de valer cien
-pesos.
-
---Tú ve en la cuenta de que vale quinientos, o no vale tlaco.
-
---¿Te parés lo lleve mero mero?
-
--- ¿Y si te dan cambiazo?
-
---¡Que esperanza!
-
-
-VII
-
-El Coronelito, sobre la puerta del jacal, atalayaba el Campo del
-Perulero.
-
---No te dilates, manís.
-
-Ya salía el cholo, con el crío en brazos y la chinita al flanco.
-Suspira, esclava, la hembra:
-
---¿Cuándo será la vuelta?
-
---¡Pues, y quién sabe! Enciéndele una velita a la Guadalupe.
-
---¡Le encenderé dos!
-
---¡Está bueno!
-
-Besó al crío, refregándole los bigotes, y lo puso en brazos de la madre.
-
-
-VIII
-
-El Coronelito y Zacarías caminaron por el borde de la gran acequia
-hasta el Pozo del Soldado. Zacarías echó al agua un dornajo, atracado
-en el légamo, y por la encubierta de altos bejucales y floridas lianas
-remontaron la acequia.
-
-
-
-
-LIBRO SEGUNDO
-
-LA TUMBAGA
-
-I
-
-EMPEÑITOS DE QUINTÍN PEREDA. -- La chinita se detuvo ante el
-escaparate, luciente de arracadas, fistoles y mancuernas, guarnecido de
-pistolas y puñales, colgado de ñandutís y zarapes: Se estuvo a mirar
-un buen espacio: Cargaba al crío sobre la cadera, suspenso del rebozo,
-como en hamaca: Con la mano barríase el sudor de la frente: Parejo
-recogía y atusaba la greña: Se metió por la puerta con humilde salmodia:
-
---¡Salucita, mi jefe! Pues aquí estamos, no más, para que el patroncito
-se gane un buen premio. ¡Lo merece, que es muy valedor y muy cabal
-gente! ¡Vea qué alhajita de mérito!
-
-Jugaba sobre el mostrador la mano prieta, sin sacarse el anillo.
-Quintín Pereda, el honrado gachupín, declinó en las rodillas el
-periódico que estaba leyendo y se puso las antiparras en la calva:
-
---¿Qué se ofrece?
-
---Su tasa. Es una tumbaga muy chulita. Mi jefecito, vea no más los
-resplandores que tiene.
-
---¡No querrás que te la precie puesta en el dedo!
-
---¡Pues sí que el patroncito no es baqueano!
-
---¡Hay que tocar el aro con el agua fuerte y calibrar la piedra!
-
-La chinita se quitó el anillo, y, con un mohín reverente, lo puso en
-las uñas del gachupín:
-
---Señor Peredita, usted me ordena.
-
-Agazapada al canto del mostrador, quedó atenta a la acción del usurero,
-que, puesto en la luz, examinaba la sortija con una lente:
-
---Creo conocer esta prenda.
-
-Se avizoró la chinita:
-
---No soy su dueña. Vengo mandada de una familia que se ve en apuro.
-
-El empeñista tornaba al examen, modulando una risa de falso teclado:
-
---Esta alhajita estuvo aquí otras veces. Tú la tienes de la uña, muy
-posiblemente.
-
---¡Mi jefecito, no me encuelgue tan mala fama!
-
-El usurero se bajaba los espejuelos de la calva, recalcando la risa de
-Judas:
-
---Los libros dirán a qué nombre estuvo otras veces pignorada.
-
-Tomó un cartapacio del estante y se puso a hojearlo. Era un viejales
-maligno, que al hablar entreveraba insidias y mieles, con falsedades y
-reservas. Había salido mocín de su tierra, y al rejo nativo juntaba las
-suspicacias de su arte y la dulzaina criolla de los mameyes: Levantó la
-cabeza y volvió a ponerse en la frente los espejuelos:
-
---El Coronel Gandarita pignoró este solitario el pasado agosto... Lo
-retiró el 7 de octubre. Te daré cinco soles.
-
-Salmodió la chinita, con una mano sobre la boca:
-
---¿En cuánto estuvo? Eso mismo me dará el patroncito.
-
---¡No te apendejes! Te daré cinco soles, por hacerte algún beneficio. A
-bien ser, mi obligación era llamar horita a los gendarmes.
-
---¡Qué chance!
-
---Esta prenda no te pertenece. Yo, posiblemente, perderé los cinco
-soles, y tendré que devolvérsela a su dueño, si formula una reclamación
-judicial. Puedo fregarme por hacerte un servicio que no agradeces. Te
-daré tres soles y con ellos tomas viento fresco.
-
---¡Mi jefecito, usted me ve chuela!
-
-El empeñista se apoyó en el mostrador con sorna y recalma:
-
---Puedo mandarte presa.
-
-La chinita se rebotó, mirándole aguda, con el crío sobre el anca y las
-manos en la greña:
-
---¡La Guadalupita me valga! Denantes le antepuse que no es mía la
-prenda. Vengo mandada del Coronelito.
-
---Tendrás que justificarlo. Recibe los tres soles y no te metas en la
-galera.
-
---Patroncito, vuélvame el anillo.
-
---Ni lo sueñes. Te llevas los tres soles, y si hay engaño en mis
-sospechas, que venga a cerrar trato el legítimo propietario. Esta
-alhajita se queda aquí depositada. Mi casa es muy suficientemente
-garante. Recoge la plata y camínate luego luego.
-
---¡Señor Peredita, es un escarnio el que me hace!
-
---¡Si debías ir a la galera!
-
---Señor Peredita, no me denigre, que va equivocado. El Coronelito está
-en un apuro y queda no más esperando la plata. Si recela hacer trato,
-vuélvame la tumbaguita. Ándele, mi jefecito, y no me sea horita malo,
-que siempre ha sido para mi muy buena reata.
-
---No me sitúes en el caso de cumplir con la ley. Si te dilatas en
-recoger la moneda y ponerte en la banqueta, llamo a los gendarmes.
-
-La chinita se revolvió amendigada y rebelde:
-
---¡No desmentís el ser gachupín!
-
---¡A mucha honra! Un gachupín no ampara el robo.
-
---¡Pero lo ejerce!
-
---¡Tú te buscas algo bueno!
-
---¡Mala casta!
-
---¡Voy a solfearte la cochina cuera!
-
---De mala tierra venís, para tener conciencia.
-
---¡No me toques a la patria, porque me ciego!
-
-El empeñista se agacha bajo el mostrador y se incorpora blandiendo un
-rebenque.
-
-
-II
-
-Metíase, vergonzante, por la puerta del honrado gachupín, la pareja
-del ciego lechuzo y la niña mustia. La niña detuvo al ciego sobre la
-cortinilla roja de la mampara vidriera. Musitó el padre:
-
---¿Con quién es el pleito?
-
---Una indita.
-
---¡Hemos venido en mala sazón!
-
---¡Pues y quién sabe!
-
---Volveremos luego.
-
---Y hallaríamos el mismo retablo.
-
---Pues esperemos.
-
-El empeñista se adelantó, hablándoles:
-
---Pasen ustedes. Supongo que traerán los atrasitos del piano. Son ya
-tres plazos los que me adeudan.
-
-Murmuró el ciego:
-
---Solita, explícale la situación y nuestros buenos deseos al Señor
-Pereda.
-
-Suspiró, redicha, la mustia:
-
---Nuestro deseo es cumplir y ponernos al corriente.
-
-Sonrió el gachupín con hieles judaicas:
-
---El deseo no basta, y debe ser acompañado de los hechos. Están
-ustedes muy atrasados. A mí me gusta atender las circunstancias de
-mis clientes, aun contrariando mis intereses: Esa ha sido mi norma y
-volverá a serlo, pero con la revolución, todos los negocios marchan
-torcidos. ¡Son muy malas las circunstancias para poder relajar las
-cláusulas del contrato! ¿Qué pensaban abonar horita?
-
-El ciego lechuzo torcía la cabeza sobre el hombro de la niña:
-
---Explícale nuestras circunstancias, Solita. Procura ser elocuente.
-
-Murmuró, dolorosa, la chicuela:
-
---No hemos podido reunir la plata. Deseábamos rogarle que esperase a la
-segunda quincena.
-
---¡Imposible, cholita!
-
---¡Hasta la segunda quincena!
-
---Me duele negarme. Pero hay que defenderse, niña, hay que defenderse.
-Si no cumplen me veré en el dolor de retirarles el pianito. Acaso para
-ustedes represente una tranquilidad quitarse la carguita de los plazos.
-¡Todo hay que mirarlo!
-
-El ciego se torcía sobre la chicuela:
-
---¿Y perderíamos lo entregado?
-
-Encareció con mieles el empeñista:
-
---¡Naturalmente! Y aún me cargo yo con los transportes y el deterioro
-que representa el uso.
-
-Murmuró, acobardado, el ciego:
-
---Alargue usted el plazo a la segunda quincena, Señor Peredita.
-
-Tornó a su encarecimiento meloso el empeñista:
-
---¡Imposible! ¡Me estoy arruinando con las complacencias! ¡Ya no puede
-ser más! ¡He puesto fechos al corazón para no verme fregado en el
-negocio! ¡Si no tengo nervio, entre todos me hunden en la pobreza!
-Hasta mañanita puedo alargarles el plazo, más, no. Vean de arreglarse.
-No pierdan aquí el tiempo.
-
-Suplicó la niña:
-
---¡Señor Peredita, dilate su plazo a la segunda quincena!
-
---¡Imposible, primorosita! ¡Qué más quisiera yo que poder complacerte!
-
---¡No sea usted de su tierra, Señor Peredita!
-
---Para mentar a mi tierra, límpiate la lengua contra un cardo. No
-amolarla, hijita, que si no andáis con plumas, se lo debéis a España.
-
-El ciego se doblaba rencoroso, empujando a la niña para que le sacase
-fuera:
-
---España podrá valer mucho, pero las muestras que acá nos remite son
-bien chingadas.
-
-El empeñista azotó el mostrador con el rebenque:
-
---Merito pónganse en la banqueta. La madre patria y sus naturales
-estamos muy por encima de los juicios que pueda emitir un roto
-indocumentado.
-
-La mustia mozuela, con acelero, llevábase al padre por la manga:
-
---Taitita, no hagas una cólera.
-
-El ciego golpeaba en el umbral con el hierro del bastón:
-
---Este judío gachupín nos crucifica. ¡Te priva del pianito cuando
-marchabas mejor en tus estudios!
-
-
-III
-
-La otra chinita del crío al flanco, sale de un rincón de sombra, con
-cautela de blandas pisadas:
-
---¡Don Quintinito, no sea usted tan ruin! ¡Devuélvame la tumbaguita!
-
-De una mano requiere el tapado, de la otra hace señal a la mustia
-pareja porque atienda y no se vaya. El empeñista azota el mostrador con
-el rebenque:
-
---¡Se me hace que vas a buscarte un compromiso, so pendeja!
-
---¡Vuélvame la tumbaguita!
-
---Tanicuanto regrese mi dependiente lo mandaré a entrevistarse con
-el legítimo propietario. Ten un tantito de paciencia, hasta cuando
-que haya sido evacuada la diligencia. Mi crédito debe serte muy
-suficientemente garante. En el entanto, la alhajita queda aquí
-depositada. Ponte, merito, en la banqueta y no me dejes aquí los piojos.
-
-La chinita acude al umbral y, alborotada, reclama a la mustia pareja,
-que se ausenta con rezo de protestas y lástimas:
-
---¡Oigan no más! Atiendan al tanto de cómo este hombre me despoja.
-
-El gachupín la llamó, revolviendo en el cajón de la plata:
-
---No seas leperona. Toma cinco soles.
-
---Guárdese la moneda y vuélvame la tumbaguita.
-
---No me friegues.
-
---Señor Peredita, usted no mide bien lo que hace. Usted se busca que
-venga con reclamaciones mi gallo. ¡Don Quintinito, sépase usted que
-tiene un espolón muy afilado!
-
-El empeñista apilaba en el mostrador los cinco soles:
-
---Hay leyes, hay gendarmería, hay presidios y, en últimas resultas, hay
-una bala: Pagaré mi multa y libertaré de un pícaro a la sociedad.
-
---Patroncito, no le presuponga tan pendejo que se venga dando la cara.
-
---Cholita, recoge la moneda. Si merito, hechas las investigaciones que
-me exigen las leyes, hubiera lugar a darte más alguna cosa, no te será
-negada. Recoge la moneda. Si tienes alguna papeletita al vencimiento,
-me la traes luego luego, y procuraré de alargarte el plazo.
-
---¡Patroncito, no me vea chuela! Usted me da la tasa. El Coronel
-Gandarita se ha puesto impensadamente en viaje y deja algunas
-obligacioncitas. No lo piense más y ponga en el mostrador el cabal.
-
---¡Imposible, cholita! Te hago no más que el cincuenta por ciento
-de diferencia. La tasa, puedes verlo en el libro, son nueve soles.
-¡Recibes más del cincuenta!
-
---Señor Peredita, no se coma usted los ceros.
-
---Vistas las circunstancias, te daré los nueve soles. ¡Y no me pudras
-la sangre! Si sale mentira tu cuento, me echo encima una denuncia del
-legítimo propietario.
-
-Durante el rezo del honrado gachupín, la chinita arrebañaba del
-mostrador las nueve monedas, hacía el recuento pasándolas de una mano
-a otra, se las ataba en una punta del rebozo. Encorvándose, con el
-chamaco sobre el flanco, se aleja, galguera:
-
---¡Mi jefecito, usted condenará su alma!
-
---¡País de ingratos!
-
-El empeñista colgó el rebenque de un clavo, pasó una escobilla por los
-cartapacios comerciales y se dispuso al goce efusivo del periodiquín
-que le mandaban de su villa asturiana. “El Eco Avilesino” colmaba
-todas las ternuras patrióticas del honrado gachupín. Las noticias de
-muertes, bodas y bautizos le recordaban de los chigres con músicas de
-acordeón, de los velorios con ronda de anisete y castañas. Los edictos
-judiciales, donde los predios rústicos son descritos con linderos y
-sembradura, le embelesaban, dándole una sugestión del húmedo paisaje:
-Arco iris, lluvias de invierno, sol en claras, quiebras de montes y
-verdes mares.
-
-
-IV
-
-Entró Melquíades, dependiente y sobrino del gachupín. Conducía una
-punta de chamacos, que sonaban las pintadas esquilas de fúnebres
-barros que se venden en la puerta de las iglesias por la fiesta de los
-Difuntos. Melquíades era chaparrote, con la jeta tozuda del emigrante
-que prospera y ahorra caudales. La tropa babieca, enfilada a canto del
-mostrador, repica los barros:
-
---¡Hijos míos! ¡Qué esperanza! ¡Idos a darle la murga a vuestra
-mamasita! ¡Que os vista los trajes de diario! ¡Melquíades, no debiste
-haberles relajado la moral, autorizándoles esta dilapidación de sus
-centavitos! ¡Muy suficiente una campanita para los cuatro! Entre
-hermanos bien avenidos, así se hace. Vayan a su mamá, que les mude los
-trajecitos.
-
-Melquíades recadó la tropa, metiéndola por la escalerilla del piso alto:
-
---Don Celes Galindo les ha regalado los esquilones.
-
---¡Muy buena reata! Niños, a vuestra mamita, que os los guarde.
-Representan un recuerdo y debéis conservarlos para el año que viene y
-los sucesivos. ¡No sean rebeldes!
-
-Melquíades, al pie de la escalerilla, vigilaba que el hato infantil
-subiese sin deterioro de los trajes nuevos. El arrastrarse por los
-escalones quedábase para el atuendo de diario. Melquíades insistió,
-ponderando la largueza de Don Celes:
-
---Son los barros de más precio. Bajo Arquillo de Madres puso en fila
-a los chamacos y les mandó elegir. Como pendejos, se fueron a los más
-caros. Don Celes sacó la plata y pagó sin atenuante. Me ha recomendado
-que usted no falte a la junta de notables en el Casino Español.
-
---¡Los esquiloncitos! ¡Ya estoy pagando el primer rédito! Me nombrarán
-de alguna comisión, tendré que abandonar por ratos el establecimiento,
-posiblemente me veré incluido para contribuir... De tales reuniones
-siempre sale una lista de suscripción. El Casino está pervirtiendo su
-funcionamiento y el objetivo de sus estatutos. De centro recreativo se
-ha vuelto un sacadineros.
-
---¡Está revolucionada la Colonia!
-
---¡Con razón! Desmonta el solitario de esa tumbaguita. Hay que
-desfigurarla.
-
-Melquíades, sentado al pie del mostrador, buscaba en el cajón los
-alicates.
-
---“El Criterio” viene opuesto al cierre de cantinas que tramitan las
-Representaciones Extranjeras.
-
---¡Como que se vejan los intereses de muchos compatriotas! Los
-expendios de bebidas están autorizados por las leyes, y pagan muy buena
-matrícula. ¿Ha vertido alguna opinión Don Celestino?
-
---Don Celes se guía por que todo el comercio de españoles se haga
-solidario, y cierre en señal de protesta. Para eso es la junta de
-notables en el Casino.
-
---¡Qué esperanza! Esa opinión no puede prevalecer. Acudiré a la junta
-y haré patente mi disentimiento. Es una orientación nociva para los
-intereses de la Colonia. El comercio cumple funciones sociales en
-todos los países, y los cierres, cuando la medida no es general, solo
-ocasionan pérdida de clientes. El Ministro de España, si llegado el
-caso, se conforma al cierre de los estipendios de bebidas, se hará, de
-cierto, impopular con la Colonia. ¿Cómo respira Don Celestino?
-
---No mentó el tópico del Ministro.
-
---La junta de notables debía concretarse a fijar la actuación de ese
-loco de verano. Necesita orientaciones, y si se niega a recibirlas,
-aleccionarle, solicitando por cable la destitución. Para un fin tan
-justificado yo me suscribiría con una cuota.
-
---¡Y cualquiera!
-
---¿Por qué no lo haces tú, so pendejo?
-
---Ponga usted en mi cabeza el negocio, y verá si lo hago.
-
---¡Siempre polémico, Melquíades! ¡Siempre polémico!... Pues un cable
-resolvería la situación tan fregada del Ministro. ¡Un sodomita,
-comentado en todos los círculos sociales, que horita tiene al crápula
-en la cárcel!
-
---Ya le han dado suelta. A quien merito se llevaban los gendarmes es a
-la Cucaracha. ¡Menuda revolución va armando!
-
---Esa gente escandalosa no debía estar documentada por el Consulado.
-Cucarachita, con el trato tan inmoralísimo que sostiene, denigra el
-buen nombre de la Madre Patria.
-
---No le ha caído mal pleito a la tía Cucaracha. Parece complicada en
-la evasión del Coronel Gandarita.
-
---¿El Coronel Gandarita evadido? ¡Deja esa tumbaga! ¡Vaya un
-compromiso! ¿Evadido de Santa Mónica?
-
---¡Evadido cuando iban a prenderle esta madrugada en el congal de
-Cucarachita!
-
---¡Fugado! ¡La gran chivona me hizo pendejo! ¡Deja los alicantes!
-¡Fugado! El Coronel Gandarita era un descalificado y tenía que verse
-en este trance. ¡Vaya el viajecito que me pintó la chola fregada!
-¡Melquíades, ese solitario ha pertenecido al Coronel Gandarita! ¡Un
-lazo que a última hora me tira ese briago! ¡Me sacó nueve soles!
-
-Sonreía, cazurro, Melquíades:
-
---¡Vale quinientos!
-
-Avinagrose el honrado gachupín:
-
---¡Un cuerno! Perderé la plata, si no quiero verme chingado. Horita me
-largo a denunciar el hecho en la Delegación de Policía. Posiblemente me
-exigirán la presentación de la tumbaguita y hacer el depósito.
-
-Cabeceaba considerando el poco fundamento del mundo y sus prosperidades
-y fortunas.
-
-
-V
-
-El honrado gachupín, agachándose tras el mostrador, se muda las
-pantuflas por botas nuevas. Luego echa las llaves a los cajones, y de
-un clavo descuelga el jipi:
-
---Voy a esa diligencia.
-
-Cazurreó Melquíades:
-
---Cállese usted la boca, y quede achantado.
-
---¡Y nos visitan los gendarmes antes de un rato! ¡Solamente cavilas
-macanas! ¡Poco vales para un consejo en caso apurado, Melquíades!
-La Policía andará sobreavisada, y no sería extraño que a la cabrona
-mediadora ya le tuvieran la mano en la espalda. Puedo verme complicado,
-si no denuncio el hecho y me atengo a las ordenanzas de Generalito
-Banderas. ¿Te correrías tú el compromiso de no cumplimentarlas? Nueve
-soles me cuesta operar confiado en la buena fe de los marchantes. Ahí
-tienes lo que produce el negocio con todo de una práctica dilatada,
-por solo no tener en el sótano la conciencia. Yo, a esa cholita, que
-tan fullera me ha sido, pude darle no más tres soles, y le he puesto
-nueve en la mano. Para sacar adelante este negocio hay que vivir muy
-alertado y nunca obtendrás muchas prosperidades, sobrino. ¡En España
-soñáis que, arañando, se encuentra moneda acuñada en estas Repúblicas!
-Para evitarme complicaciones tendré que desprenderme de la tumbaguita y
-perder los nueve soles.
-
-Melquíades adormilaba una sonrisa astuta de pueblerino asturiano:
-
---Al formular la denuncia se puede acompañar una alhajita de menos tasa.
-
-El honrado gachupín se quedó mirando al sobrino. Súbita y consoladora
-luz iluminaba el alma del viejales:
-
---¡Una alhajita de menos tasa!...
-
-
-
-
-LIBRO TERCERO
-
-EL CORONELITO
-
-
-I
-
-Zacarías condujo la canoa por la encubierta de altos bejucales hasta la
-laguna de Ticomaipú. Alegrábase la mañana con un trenzado de gozosas
-algarabías --metales, cohetes, bateo--. La indiada celebraba la fiesta
-de Todos los Santos. Repicaban las campanas. Zacarías metió los remos
-a bordo e, hincando con el bichero, varó el esquife en la ciénaga, al
-socaire de espinosos cactus que, a modo de cerca, limitaban un corral
-de gallinas, pavos y marranos. Murmuró el cholo:
-
---Estamos en lo de Niño Filomeno.
-
---¡Bueno va! Asómate en descubierta.
-
---Posiblemente, el patroncito estará divirtiéndose en la plaza.
-
---Pues le buscas.
-
---¿Y si teme comprometerse?
-
---Es buena reata Filomeno.
-
---¿Y si lo teme y manda arrestarme?
-
---No habrá caso.
-
---En lo pior de lo malo hay que ponerse, mi jefecito. Yo, de mi cuenta,
-dispuesto me hallo para servirle, y cuanti que me pusieran en el cepo,
-con callar boca y aguantar mancuerda, estaba cumplido.
-
-Choteó el Coronelito:
-
---Tú escondes alguna idea luminosa. Descúbrela no más, y como ella sea
-buena, no te llamaré pendejo.
-
-El cholo miraba por encima de la cerca:
-
---Si Niño Filomeno está ausente, mi parecer es tunarle los caballos y
-salir arreando.
-
---¿Adónde?
-
---Al campo insurrecto.
-
---Necesito viático de plata.
-
-El Coronelito saltó en la riba fangosa, y a par del indio se puso a
-mirar por encima del cercado. Descollaba entre palmas y cedros el
-campanario de la iglesia con la bandera tricolor. Las tierras del
-rancho, cuadriculadas por acequias y setos, se dilataban con varios
-matices de verde y parcelas rojizas recién aradas. Piños vacunos pacían
-a lo lejos. Algunos caballos mordían la hierba, divagando por el margen
-de las acequias. Una canoa remontaba el canal: Se oía el golpe de los
-remos: En la banca bogaba un indio de piocha canosa, gran sombrero
-palmito y camisote de lienzo: En la popa venía sentado Niño Filomeno.
-La canoa atracó al pie de una talanquera. El Coronelito salió al
-encuentro del ranchero:
-
---Mi viejo, he venido para desayunar en tu compañía. ¡Madrugas, mi
-viejo!
-
-El ranchero le acogió con expresión suspicaz:
-
---He dormido en la capital. Me había mudado con el aliciente de oír la
-palabra de Don Roque Cepeda.
-
-Se abrazan y, en buenos compadres, alternativamente se suspenden en
-alto.
-
-
-II
-
-Caminando de par por una senda de limoneros y naranjos, dieron vista a
-la casona del fundo: Tenía soportal de arcos encalados y un almagreño
-encendía las baldosas del soladillo. Colgaban de la viguería del porche
-muchas jaulas de pájaros, y la hamaca del patrón en la fresca penumbra.
-Los muros eran vestidos de azules enredaderas. El Coronelito y Filomeno
-descansaron en jinocales parejos, bajo la arcada, en la corriente de
-la puerta, por fondo, una cortinilla de lilailos japoneses. Son los
-jinocales unos asientos de bejuco y palma, obra de los indios llaneros.
-Al de la piocha canosa ordenó el patrón que sacase aparejo de vianda
-para el desayuno, y a la mucama, negra mandinga, que cebase el mate.
-Tornó Chino Viejo con un magro tasajo de oveja, y en lengua cutumay
-explicó que la niña ranchera y los chamacos estaban ausentes por
-haberse ido a la fiesta de iglesia. Aprobó el patrón no más que con
-el gesto, y brindó del tasajo al huésped. El Coronelito clavó media
-costilla con un facón que sacó del cinto, y puesta la vianda en el
-plato, levantó el caneco de la chicha. Reiteró el latigazo por tres
-veces, y se animó consecutivamente:
-
---¡Compadre, me veo en un fregado!
-
---Tú dirás.
-
---Merito se le ha puesto en la calva tronarme al chingado Banderas.
-Albur pelón y naipe contrario, mi amigo, que dicen los Santos Padres.
-Más bruja que un roto y huyente de la tiranía me tienes aquí, hermano.
-Filomeno, me voy al campo insurrecto a luchar por la redención del
-país, y tu ayuda vengo buscando, pues tampoco eres afecto a este
-oprobio de Santos Banderas. ¿Quieres darme tu ayuda?
-
-El ranchero clavaba la aguda mirada endrina en el Coronelito de la
-Gándara:
-
---¡Te ves como mereces! El oprobio que ahora condenas dura quince años.
-¿Qué has hecho en todo ese tiempo? La Patria nunca te acordó cuando
-estabas en la gracia de Santos Banderas. Y muy posible que tampoco te
-acuerde ahora y que vengas echado para sacarme una confidencia. Tirano
-Banderas os hace a todos espías.
-
-Se alzó el Coronelito:
-
---¡Filomeno, clávame un puñal, pero no me sumas en el lodo! El más ruin
-tiene una hora de ser santo. Yo estoy en la mía, dispuesto a derramar
-la última gota de sangre en holocausto por la redención de la Patria.
-
---Si el pleito con que vienes es una macana, allá tú y tu conciencia,
-Domiciano. Poco daño podrás hacerme, dispuesto como estoy para meter
-fuego al rancho y ponerme en campaña con mis peones. Ya lo sabes. La
-pasada noche estuve en el mitin, y he visto con mis ojos conducir
-esposado, entre caballos, a Don Roque Cepeda. ¡He visto la pasión del
-justo y el escarnio de los gendarmes!
-
-El Coronelito miraba al ranchero con ojos chispones: Inflábale los
-rubicundos cachetes una amplia sonrisa de ídolo glotón, pancista y
-borracho:
-
---¡Filomeno, la seguridad ciudadana es puro relajo! Don Roque Cepeda
-tarde verá el sol, si una orden le sume en Santa Mónica: Tiene las
-simpatías populares, pero insuficientemente trabajados los cuarteles, y
-con meros indios votantes no sacará triunfante su candidatura para la
-Presidencia de la República. Yo hacía política revolucionaria y he sido
-descubierto, y antes de ser tronado, me arranco la máscara. ¡Mi viejo,
-vamos a pelearle juntos el gallo a Generalito Banderas! ¡Filomeno, mi
-viejo, tú de milicias estás pelón, y te aprovecharán los consejos de un
-científico! Te nombro mi ayudante. Filomeno, manda no más a la mucama
-que te cosa los galones de capitán.
-
-Filomeno Cuevas sonreía: Era endrino y aguileño: Los dientes alobados,
-retinto de mostacho y entrecejo: En la figura prócer, acerado y bien
-dispuesto:
-
---Domiciano, será un fregado que mi peonada no quiera reconocerte por
-jefe, y se ofusque y cumpla la orden de tronarte.
-
-El Coronelito se atizó un trago y afligió la cara:
-
---Filomeno, abusas de tus preeminencias y me estás viendo chuela.
-
-Replicó el otro con humor chancero:
-
---Domiciano, reconozco tu mérito y te nombraré corneta, si sabes solfeo.
-
---¡No me hagas pendejo, hermano! En mi situación, esas pullas son
-ofensas mortales. A tu lado, en puesto inferior, no me verás nunca.
-Digámonos adiós, Filomeno. Confío que no me negarás una montura y un
-guía baqueano. Tampoco estará de más algún aprovisionamiento de plata.
-
-Filomeno Cuevas, amistoso, pero jugando siempre en los labios la
-sonrisa soflamera, posó la mano en el hombro del Coronelito:
-
---¡No te rajes, valedor! Aún falta que arengues a la peonada. Yo te
-cedo el mando si te aclama por jefe. Y en todo caso, haremos juntos las
-primeras marchas, hasta que se presente ocasión de zafarrancho.
-
-El Coronelito de la Gándara inflose, haciendo piernas, y socarroneó en
-el tono del ranchero:
-
---Manís, harto me favoreces para que te dispute una bola de indios:
-A ti pertenece conducirlos a la matanza, pues eres el patrón y los
-pagas con tu plata. No macanees y facilítame montura, que si aquí me
-descubren vamos los dos a Santa Mónica. ¡Mira que tengo los sabuesos
-sobre el rastro!
-
---Si asoman el hocico, no faltará quien nos advierta. Sé la que me
-juego conspirando, y no me dejaré tomar en la cama como una liebre.
-
-El Coronelito asintió con gesto placentero:
-
---Eso quiere decir que se puede echar otro trago. Poner centinelas en
-los pasos estratégicos es providencia de buen militar. ¡Te felicito,
-Filomeno!
-
-Hablaba con el gollete de la cantimplora en la boca, tendido a la
-bartola en el jinocal, rotunda la panza de dios tibetano.
-
-
-III
-
-La casa vacía, las estancias en desierta penumbra se conmovieron
-con alborozo de voces ligeras: Timbradas risas de infancias alegres
-poblaron el vano de los corredores. La niña ranchera, iluminada con los
-inciensos del misacantano, entraba quitándose los alfileres del manto,
-en la dispersión de una tropa de chamacos. El Coronelito de la Gándara
-roncaba en el jinocal, abierto de zancas, y un ritmo solemne de globo
-terráqueo conmovía la báquica andorga. Cambió una mirada con el marido
-la niña ranchera:
-
---¿Y ese apóstol?
-
---Aquí se ha venido buscando refugio. Por lo que cuenta, cayó en
-desgracia y está en la lista de los impurificados.
-
---¿Y vos cómo lo pasastes? ¡Me habés tenido en cuidado, toda la noche
-esperando!...
-
-El ranchero calló ensombrecido, y la mirada endrina de empavonados
-aceros mudaba sus duras luces a una luz amable:
-
---¡Por ti y los chamacos no cumplo mis deberes de ciudadano, Laurita!
-El último cholo que carga un fusil en el campo insurrecto, aventaja
-en patriotismo a Filomeno Cuevas. ¡Yo he debido romper los lazos de
-la familia y no satisfacerme con ser un mero simpatizante! Laurita,
-por evitaros lloros, hoy el más último que milita en las filas
-revolucionarias me hace pendejo a mis propios ojos. Laurita, yo
-comercio y gano la plata, mientras otros se juegan vida y hacienda por
-defender las libertades públicas. Esta noche he visto conducir entre
-bayonetas a Don Roquito. Si ahora me rajo y no cargo un fusil, será
-que no tengo sangre ni vergüenza. ¡He tomado mi resolución y no quiero
-lágrimas, Laurita!
-
-Calló el ranchero, y súbitamente los ojos endrinos recobraron sus
-timbres aguileños. La niña se recogía al pie de una columna con
-el pañolito sobre las pestañas. El Coronelito abría los brazos y
-bostezaba: Suspendido en nieblas alcohólicas, salía del sueño a una
-realidad hilarante: Reparó en la dueña y se alzó a saludarla con alarde
-jocundo, ciñendo laureles de Baco y de Marte.
-
-
-IV
-
-Chino Viejo, por una talanquera, hacíale al patrón señas con la mano.
-Dos caballos de brida asomaban las orejas. Cambiadas pocas palabras,
-el ranchero y su mayoral montaron y salieron a los campos con medio
-galope.
-
-
-
-
-LIBRO CUARTO
-
-EL HONRADO GACHUPÍN
-
-
-I
-
-Sin demorarse, el honrado gachupín acudió a la Delegación de Policía:
-Guiado por el sesudo dictamen del sobrino, testimonió la denuncia con
-un anillo de oro bajo y falsa pedrería, que, apurando la tasa, no valía
-diez soles. El Coronel Licenciado López de Salamanca le felicitó por su
-civismo:
-
---Don Quintín, la colaboración tan espontánea que usted presta a la
-investigación policial merece todos mis plácemes. Le felicito por su
-meritoria conducta, no relajándose de venir a deponer en esta oficina,
-aportando indicios muy interesantes. Va usted a tomarse la molestia de
-puntualizar algunos extremos. ¿Conocía usted a la pueblera que se le
-presentó con el anillo? Cualquier indicación referente a los rumbos por
-donde mora podría ayudar mucho a la captura de la interfecta. Parece
-indudable que el fugado se avistó con esa mujer cuando ya conocía la
-orden de arresto. ¿Sospecha usted que haya ido derechamente en su
-busca?
-
---¡Posiblemente!
-
---¿Desecha usted la conjetura de un encuentro fortuito?
-
---¡Pues y quién sabe!
-
---¿El rumbo por donde mora la chinita, usted lo conoce?
-
-El honrado gachupín quedó en falsa actitud de hacer memoria:
-
---Me declaro ignorante.
-
-
-II
-
-El honrado gachupín cavilaba, ladino, si podía sobrevenirle algún daño:
-Temía enredar la madeja y descubrir el trueque de la prenda. El Coronel
-Licenciado le miraba muy atento, la sonrisa suspicaz y burlona, el
-gesto infalible de zahorí policial. El empeñista acobardose y, entre
-sí, maldijo de Melquíades:
-
---En el libro comercial se pone siempre alguna indicación: Lo
-consultaré. No respondo de que mi dependiente haya cumplido esa
-diligencia: Es un cabroncito poco práctico, recién arribado de la madre
-patria.
-
-El jefe de Policía se apoyó en la mesa, inclinando el busto hacia el
-honrado gachupín:
-
---Lamentaría que se le originase un multazo por la negligencia del
-dependiente.
-
-Disimuló su enojo el empeñista:
-
---Señor Coronelito, supuesta la omisión, no faltarán medios de operar
-con buen resultado a sus agentes. La chinita vive con un roto que
-alguna vez visitó mi establecimiento, y por seguro que usted tiene su
-filiación, pues no actuó siempre como ciudadano pacífico. Es uno de los
-plateados que se acogieron a indulto tiempos atrás, cuando se pactó
-con los jefes, reconociéndoles grados en el Ejército. Recién disimula
-trabajando en su oficio de alfarero.
-
---¿El nombre del sujeto, no lo sabe usted?
-
---Acaso lo recuerde más tarde.
-
---¿Las señas personales?
-
---Una cicatriz en la cara.
-
---¿No será Zacarías el Cruzado?
-
---Temo dar un falso reseñamiento, pero me inclino sobre esa sospecha.
-
---Señor Peredita, son muy valorizables sus aportaciones, y le felicito
-nuevamente. Creo que estamos sobre los hilos. Puede usted retirarse,
-Señor Pereda.
-
-Insinuó el gachupín:
-
---¿La tumbaguita?
-
---Hay que unirla al atestado.
-
---¿Perderé los nueve soles?
-
---¡Qué chance! Usted entabla recurso a la Corte de Justicia. Es el
-trámite, pero indudablemente le será reconocido el derecho a ser
-indemnizado. Entable usted recurso. ¡Señor Peredita, nos vemos!
-
-El Inspector de Policía tocó el timbre. Acudió un escribiente
-deslucido, sudoso, arrugado el almidón del cuello, la chalina suelta,
-la pluma en la oreja, salpicada de tinta la guayabera de dril con
-manguitos negros. El Coronel Licenciado garrapateó un volante, le puso
-sello y alargó el papel al escribiente:
-
---Procédase violento a la captura de esa pareja, y que los agentes
-vayan muy sobre cautela. Elíjalos usted de moral suficiente para
-fajarse a balazos, e ilústrelos usted en cuanto al mal rejo de Zacarías
-el Cruzado. Si hay disponible alguno que le conozca dele usted la
-preferencia. En el casillero de sospechosos busque la ficha del pájaro.
-Señor Peredita, nos vemos. ¡Muy meritoria su aportación!
-
-Le despidió con ribeteo de soflama. El honrado gachupín se retiró
-cabizbajo, y su última mirada de can lastimero fue para la mesa donde
-la sortija naufragaba irremisiblemente, bajo una ola de legajos. El
-Inspector, puntualizadas sus instrucciones al escribiente, se asomaba a
-una ventana rejona que caía sobre el patio. A poco, en formación y con
-paso acelerado, salía una escuadra de gendarmes. El caporal, mestizo de
-barba horquillada, era veterano de una partida bandoleresca años atrás
-capitaneada por el Coronel Irineo Castañón, Pata de Palo.
-
-
-III
-
-El caporal distribuyó su gente en parejas, sobre los aledaños del
-chozo, en el Campo del Perulero: Con el pistolón montado, se asomó a la
-puerta:
-
---¡Zacarías, date preso!
-
-Repuso del adentro la voz azorada de la chinita:
-
---¡Me ha dejado para siempre el raído! ¡Aquí no lo busques! ¡Tiene
-horita otra querencia ese ganado!
-
-La sombra, amilanada tras la piedra del metate, arrastra el plañido y
-disimula el bulto. La tropa de gendarmes se juntaba sobre la puerta,
-con los pistolones apuntados al adentro. Ordenó el caporal:
-
---Sal tú para fuera.
-
---¿Qué me querés?
-
---Ponerte una flor en el pelo.
-
-El caporal choteaba baladrón, por divertir y asegurar a su gente. Vino
-del fondo la comadre, con el crío sobre el anca, la greña tendida por
-el hombro, sumisa y descalza:
-
---Podes catear todos los rincones. Se ha mudado ese atorrante, y no más
-dejó que unos guaraches para que los herede el chamaco.
-
---Comadrita, somos baqueanos y entendemos esa soflama. Usted, niña, ha
-empeñado una tumbaguita perteneciente al Coronel de la Gándara.
-
---Por purita casualidad se ha visto en mi mano. ¡Un hallazgo!
-
---Va usted a comparecer en presencia de mi superior jerárquico, Coronel
-López de Salamanca. Deposite usted esa criatura en tierra y marque el
-paso.
-
---¿La criatura ya podré llevármela?
-
---La Dirección de Policía no es una Inclusa.
-
---¿Y al cargo de quién voy a dejar el chamaco?
-
---Se hará expediente para mandarlo a la Beneficencia.
-
-El crío, metiéndose a gatas por entre los gendarmes, huyó al cenagal.
-Le gritó afanosa la madre:
-
---¡Ruin, ven a mi lado!
-
-El caporal cruzó la puerta del chozo, encañonando la oscuridad:
-
---¡Precaución! Si hay voluntarios para el registro, salgan al frente.
-¡Precaución! Ese roto es capaz de tirotearnos. ¿Quién nos garanta que
-no está oculto? ¡Date preso, Cruzado! No la chingues, que empeoras tu
-situación.
-
-Rodeado de gendarmes, se metía en el chozo, siempre apuntando a los
-rincones oscuros.
-
-
-IV
-
-Practicado el registro, el caporal tornose afuera y puso esposas a la
-chinita, que suspiraba en la puerta, recogida en burujo, con el fustán
-echado por la cabeza. La levantó a empellones. El crío, en el pecinal,
-lloraba rodeado del gruñido de los cerdos. La madre, empujada por los
-gendarmes, volvía la cabeza con desgarradoras voces:
-
---¡Ven! ¡No te asustes! ¡Ven! ¡Corre!
-
-El niño corría un momento, y tornaba a detenerse sobre el camino,
-llamando a la madre. Un gendarme se volvió, haciéndole miedo, y quedó
-suspenso, llorando y azotándose la cara. La madre le gritaba, ronca:
-
---¡Ven! ¡Corre!
-
-Pero el niño no se movía. Detenido sobre la orilla de la acequia
-sollozaba mirando crecer la distancia que le separaba de la madre.
-
-
-
-
-LIBRO QUINTO
-
-EL RANCHERO
-
-
-I
-
-Filomeno Cuevas y Chino Viejo arriendan los caballos en la puerta de un
-jacal y se meten por el sombrizo. A poco, dispersos, van llegando otros
-jinetes rancheros, platas en arneses y jaranos: Eran dueños de fundos
-vecinos, y secretamente adictos a la causa revolucionaria: Habíales
-dado el santo para la reunión Filomeno Cuevas. Aquellos compadres
-ayudábanle en un alijo de armas para levantarse con las peonadas: Un
-alijo que llevaba algunos días sepultado en Potrero Negrete. Entendía
-Filomeno que apuraba sacarlo de aquel pago y aprovisionar de fusiles y
-cananas a las glebas de indios. Poco a poco, con meditados espacios,
-todavía fueron llegando capataces y mayorales, indios baqueanos y
-boleadores de aquellos fundos. Filomeno Cuevas, con recalmas y chanzas,
-escribía un listín de los reunidos y se proclamaba partidario de
-echarse al campo, sin demorarlo. Secretamente, ya tenía determinado
-para aquella noche armar a sus peones con los fusiles ocultos en el
-manigual, pero disimulaba el propósito con astuta cautela. Enzarzada
-polémica, alternativamente oponían sus alarmas los criollos rancheros.
-Vista la resolución del compadre, se avinieron en ayudarle con
-caballos, peones y plata, pero ello había de ser en el mayor sigilo,
-para no condenarse con Tirano Banderas. Dositeo Velasco, que, por más
-hacendado, había sido de primeras el menos propicio para aventurarse
-en aquellos azares, con el café y la chicha, acabó enardeciéndose y
-jurando bravatas contra el Tirano:
-
---¡Chingado Banderitas, hemos de poner tus tajadas por los caminos de
-la República!
-
-El café, la chicha y el condumio de tamales provocaba en el coro
-revolucionario un humor parejo, y todos respiraron con las mismas
-soflamas: Alegres y abullangados, jugaban del vocablo: Melosos y
-corteses, salvaban con disculpas las leperadas: Compadritos, se hacían
-mamolas de buenas amistades:
-
---¡Valedorcito!
-
---¡Mi viejo!
-
---¡Nos vemos!
-
---¡Nos vemos!
-
-Se arengaban con el último saludo, puestos en las sillas, revolviendo
-los caballos, galopando dispersos por el vasto horizonte llanero.
-
-
-II
-
-El sol de la mañana inundaba las siembras nacidas y las rojas parcelas
-recién aradas, espesuras de chaparros y prodigiosos maniguares con los
-toros tendidos en el carrero de sombra, despidiendo vaho. La Laguna
-de Ticomaipú era, en su cerco de tolderías, un espejo de encendidos
-haces. El patrón galopa, en su alegre tordillo, por el borde de una
-acequia, y arrea detrás su cuartago el mayoral ranchero. Repiques y
-cohetes alegran la cálida mañana. Una romería de canoas, engalanadas
-con flámulas, ramajes y reposteros de flores, sube por los canales, con
-fiesta de indios. Casi zozobraba la leve flotilla con tantos triunfos
-de músicas y bailes: Una tropa cimarrona --caretas de cartón, bandas,
-picas, rodelas-- ejecuta la danza de los matachines, bajo los palios de
-la canoa capitana: Un tambor y un figle pautan los compases de piruetas
-y mudanzas. Aparece a lo lejos la casona del fundo. Sobre el verde de
-los oscuros naranjales promueven resplandores de azulejos, terradillos
-y azoteas. Con la querencia del potrero, las monturas avivaban la
-galopada. El patrón, arrendado en el camino mientras el mayoral corre
-la talanquera, se levanta en los estribos para mirar bajo los arcos:
-El Coronelito, tumbado en la hamaca, rasguea la guitarra y hace bailar
-a los chamacos: Dos mucamas cobrizas, con camisotes descotados, ríen
-y bromean tras de la reja cocineril con geranios sardineros. Filomeno
-Cuevas caracolea el tordillo, avispándole el anca con la punta del
-rebenque: De un bote penetra en el tapiado:
-
---¡Bien punteada, mi amigo! Haces tú pendejo a Santos Vega.
-
---Tú me ganas... ¿Y qué sucedió? Vas a dejarme capturar, mi viejo. ¿Qué
-traes resuelto?
-
-El patrón, apeado de un salto, entrábase por la arcada, sonoras las
-plateras espuelas y el zarape de un hombro colgándole: El recamado alón
-del sombrero revestía de sombra el rostro aguileño, de caprinas barbas:
-
---Domiciano, voy a darte una provisión de cincuenta bolívares, un
-guía y un caballo, para que tomes vuelo. Enantes, con la mosca de
-tus macanas, te hablé de remontarnos juntos. Mero, mero, he mudado de
-pensamiento. Los cincuenta bolívares te serán entregados al pisar las
-líneas revolucionarias. Irás sin armas, y el guía lleva la orden de
-tronarte si le infundes la menor sospecha. Te recomiendo, mi viejo, que
-no lo divulgues, porque es una orden secreta.
-
-El Coronelito se incorporó calmoso, apagando con la mano un lamento de
-la guitarra.
-
---¡Filomeno, deja la chuela! Harto sabes, hermano, que mi dignidad
-no me permite suscribir esa capitulación denigrante. ¡Filomeno, no
-esperaba ese trato! ¡De amigo, te has vuelto Cancerbero!
-
-Filomeno Cuevas, con garbosa cachaza, tiró en el jinocal zarape y
-jarano: Luego sacó del calzón el majo pañuelo de seda y se enjugó la
-frente, encendida y blanca entre mechones endrinos y tuestes de la cara:
-
---¡Domiciano, vamos a no chingarla! Tú te avienes con lo que te dan y
-no pones condiciones.
-
-El Coronelito abrió los brazos:
-
---¡Filomeno, no late en tu pecho un corazón magnánimo!
-
-Tenía el pathos chispón de cuatro candiles, la verba sentimental y
-heroica de los pagos tropicales. El patrón, sin dejar el chanceo, fue a
-tenderse en la hamaca, y requirió la guitarra, templando:
-
---¡Domiciano, voy a salvarte la vida! Aún fijamente no estoy convencido
-de que la tengas en riesgo, y tomo mis precauciones: Si eres un espía,
-ten por seguro que la vida te cuesta. Chino Viejo te pondrá salvo
-en el campamento insurrecto, y allí verán lo que hacen de tu cuera.
-Precisamente me urgía mandar un mensaje para aquella banda, y tú lo
-llevarás con Chino Viejo. Pensaba que fueses corneta a mis órdenes,
-pero las bolas han rodado contrariamente.
-
-El Coronelito se finchó con alarde de Marte:
-
---Filomeno, me reconozco tu prisionero y no me rebajo a discutir
-condiciones. Mi vida te pertenece, puedes tomarla si te causa molestia.
-¡Enseñas buen ejemplo de hospitalidad a estos chamacos! Niños, no se
-remonten: Vengan ustedes acá un rato y aprendan cómo se recibe al amigo
-que llega sin recursos, buscando un refugio para que no lo truene el
-Tirano.
-
-La tropa menuda hacía corro, los ingenuos ojos asustados con atento y
-suspenso mirar. De pronto, la más mediana, que abría la rueda pomposa
-de su faldellín entre dos grandotes atónitos, se alzó con lloros,
-penetrando en el drama del Coronelito. Salió, acuciosa, la abuela,
-una vieja de sangre italiana, renegrida, blanco el moñete, los ojos
-carbones y el naso dantesco:
-
---¿Cosa c’é, amore?
-
-El Coronelito ya tenía requerido a la niña, y refregándole las barbas,
-la besaba: Erguíase rotundo, levantando a la llorosa en brazos, movida
-la glotona figura con un escorzo tan desmesurado, que casi parodiaba
-la gula de Saturno. Forcejea y acendra su lloro la niña por escaparse,
-y la abuela se encrespa sobre el cortinillo japonés, con el rebozo mal
-terciado. El Coronelito la rejonea con humor alcohólico.
-
---¡No se acalore, mi viejita, que es nocivo para el bazo!
-
---¡Ni me asustés vos a la bambina, mal tragediante!
-
---Filomeno, corresponde con tu mamá política y explícale la ocurrencia:
-La lección que recibes de tus vástagos, el ejemplo de este ángel. ¡No
-te rajes y satisface a tu mamá! ¡Ten el valor de tus acciones!
-
-
-III
-
-Acompasan con unánime coro los cinco chamacos. El Coronelito, en medio,
-abierto de brazos y zancas, desconcierta con una mueca el mascarón
-de la cara y ornea un sollozo, los fuelles del pecho inflando y
-desinflando:
-
---¡Tiernos capullos, estáis dando ejemplo de civismo a vuestros
-progenitores! Niños, no olvidéis esta lección fundamental, cuando
-os corresponda actuar en la vida. ¡Filomeno, estos tiernos vástagos
-te acusarán, como un remordimiento, por la mala producción que has
-tenido a mí referente! ¡Domiciano de la Gándara, un amigo entrañable,
-no ha despertado el menor eco en tu corazón! Esperaba verse acogido
-fraternalmente, y recibe peor trato que un prisionero de guerra. Ni se
-le autorizan las armas, ni la palabra de honor le garanta. ¡Filomeno,
-te portas con tu hermano chingadamente!
-
-El patrón, sin dejar de templar, con un gesto indicaba a la suegra que
-se llevase a los chamacos. La vieja italiana, arrecaudó el hatillo y lo
-metió por la puerta. Filomeno Cuevas cruzó las manos sobre los trastes,
-agudos los ojos, y en el morado de la boca, una sonrisa recalmada:
-
---Domiciano, te estás demorando no haciéndote orador parlamentario.
-Cosecharías muchos aplausos. Yo lamento no tener bastante cabeza para
-apreciar tu mérito, y mantengo todas las condiciones de mi ultimátum.
-
-Un indio ensabanado y greñudo, el rostro en la sombra alona de la
-chupalla, se llegó al patrón, hablándole en voz baja. Filomeno llamó al
-Coronelito:
-
---¡Estamos fregados! Tenemos tropas federales por los rumbos del rancho.
-
-Escupió el Coronelito, torcida sobre el hombro la cara:
-
---Me entregas, y te pones a bien con Banderitas. ¡Filomeno, te has
-deshonrado!
-
---¡No me chingues! Harto sabes que nunca me rajé para servir a un
-amigo. Y de mis prevenciones es justificativo el favor que gozabas con
-el Tirano. No más, ahora, visto el chance, la cabeza me juego si no te
-salvo.
-
---Dame una provisión de pesos y un caballo.
-
---Ni pensar en tomar vuelo.
-
---Véame yo en campo abierto y bien montado.
-
---Estarás aquí hasta la noche.
-
---¡No me niegues el caballo!
-
---Te lo niego porque hago mérito de salvarte. Hasta la noche vas a
-sumirte en un chiquero, donde no te descubrirá ni el Diablo.
-
-Tiraba del Coronelito y le metía en la penumbra del zaguán.
-
-
-IV
-
-Por la arcada deslizábase otro indio, que traspasó el umbral de la
-puerta santiguándose. Llegó al patrón, sutil y cauto, con pisadas
-descalzas:
-
---Hay leva. Poco faltó para que me laceasen. Merito el tambor está
-tocando en el Campo de la Iglesia.
-
-Sonrió el ranchero, golpeando el hombro del compadre:
-
---Por sí, por no, voy a enchiquerarte.
-
-
-
-
-LIBRO SEXTO
-
-LA MANGANA
-
-
-I
-
-Zacarías el Cruzado, luego de atracar el esquife en una maraña de
-bejucos, se alzó sobre la barca, avizorando el chozo. La llanura de
-esteros y médanos, cruzada de acequias y aleteos de aves acuáticas,
-dilatábase con encendidas manchas de toros y caballadas, entre prados
-y cañerlas. La cúpula del cielo recogía los ecos de la vida campañera
-en su vasto y sonoro silencio. En la turquesa del día orfeonaban su
-gruñido los marranos. Lloraba un perro, muy lastimero. Zacarías,
-sobresaltado, le llamó con un silbido. Acudió el perro zozobrante,
-bebiendo los vientos, sacudido con humana congoja: Levantado de manos
-sobre el pecho del indio, hociquea lastimero y le prende del camisote,
-sacándole fuera del esquife. El Cruzado monta el pistolón y camina
-con sombrío recelo: Pasa ante el chozo abierto y mudo: Penetra en la
-ciénaga: El perro le insta, sacudidas las orejas, el hocico al viento,
-con desolado tumulto, estremecida la pelambre, lastimero el resuello:
-Zacarías le va en seguimiento. Gruñen los marranos en el cenagal. Se
-asustan las gallinas al amparo del maguey culebrón. El negro vuelo
-de zopilotes que abate las alas sobre la pecina se remonta, asaltado
-del perro. Zacarías llega: Horrorizado y torvo, levanta un despojo
-sangriento. ¡Era cuanto encontraba de su chamaco! Los cerdos habían
-devorado la cara y las manos del niño: Los zopilotes le habían sacado
-el corazón del pecho. El indio se volvió al chozo: Encerró en un saco
-aquellos restos, y con ellos a los pies, sentado a la puerta, se puso a
-cavilar. De tan quieto, las moscas le cubrían y los lagartos tomaban el
-sol a su vera.
-
-
-II
-
-Zacarías se alzó con oscuro agüero: Fue al metate, volteó la piedra,
-y descubrió un leve brillo de metales. La papeleta del empeño, en
-cuatro dobleces, estaba debajo. Zacarías, sin mudar el gesto de su
-máscara indiana, contó las nueve monedas, se guardó la plata en el
-cinto y deletreó el papel: “Quintín Pereda. Préstamos. Compra-venta.”
-Zacarías volvió al umbral, se puso el saco al hombro y tomó el rumbo
-de la ciudad: A su arrimo, el perro doblaba rabo y cabeza. Zacarías,
-por una calle de casas chatas, con azoteas y arrequives de colorines,
-se metió en los ruidos y luces de la feria: Llegó a un tabladillo de
-azares, y en el juego del parar apuntó las nueve monedas: Doblando la
-puesta, ganó tres veces: Le azotó un pensamiento absurdo, otro agüero,
-un agüero macabro: ¡El costal en el hombro le daba la suerte! Se fue,
-seguido del perro, y entró en un bochinche: Allí se estuvo, con el saco
-a los pies, bebiendo aguardiente. En una mesa cercana comía la pareja
-del ciego y la chicuela. Entraba y salía gente, rotos y chinitas,
-indios camperos, viejas que venían por el centavo de cominos para los
-cocoles. Zacarías pidió un guiso de guajolote, y en su plato hizo
-parte al perro: Luego tornó a beber, con la chupalla sobre la cara:
-Trascendía, con helada consciencia, que aquellos despojos le aseguraban
-de riesgo: Presumía que le buscaban para prenderle, y no le turbaba el
-menor recelo, una seguridad cruel le enfriaba: Se puso el costal en el
-hombro, y con el pie levantó al perro:
-
---¡Porfirio, visitaremos al gachupín!
-
-
-III
-
-Se detuvo y volvió a sentarse, avizorado por el cuchicheo de la pareja
-lechuza:
-
---¿No alargará su plazo el Señor Peredita?
-
---¡Poco hay que esperar, mi viejo!
-
---Sin el enojo con la chinita hubiera estado más contemplativo.
-
-Zacarías, con la chupalla sobre la cara y el costal en las rodillas,
-amusgaba la oreja. El ciego se había sacado del bolsillo un cartapacio
-de papelotes y registraba entre ellos, como si tuviese vista en el luto
-de las uñas:
-
---Vuelve a leerme las condiciones del contrato. Alguna cláusula habrá
-que nos favorezca.
-
-Alargábale a la chamaca una hoja con escrituras y sellos:
-
---¡Taitita, cómo soñamos! El gachupín nos tiene puesto el dogal.
-
---Repasa el contrato.
-
---De memoria me lo sé. ¡Perdidos, mi viejo, como no hallemos modo de
-ponernos al corriente!
-
---¿A cuánto sube el devengo?
-
---Siete pesos.
-
---¡Qué tiempos tan contrarios! ¡Otras ferias siete pesos no suponían
-ni tlaco! ¡La recaudación de una noche como la de ayer superaba esa
-cantidad por lo menos tres veces!
-
---¡Yo todos los tiempos que recuerdo son iguales!
-
---Tú eres muy niña.
-
---Ya seré vieja.
-
---¿No te parece que insistamos con un ruego al Señor Peredita?
-¡Acaso exponiéndole nuestros propósitos de que tú cantes lueguito en
-conciertos!... ¿No te parece bien volver a verle?
-
---¡Volvamos!
-
---Lo dices sin esperanza.
-
---Porque no la tengo.
-
---¡Hija mía, no me das ningún consuelo! ¡El Señor Peredita también
-tendrá corazón!
-
---¡Es gachupín!
-
---Entre los gachupines hay hombres de conciencia.
-
---El Señor Peredita nos apretará el dogal, sin compasión. ¡Es muy ruin!
-
---Reconoce que otras veces ha sido más deferente... Pero estaba muy
-tomado de cólera con aquella chinita, y no debía fallarle razón cuando
-la pusieron a la sombra.
-
---¡Otra que paga culpas de Domiciano!
-
-
-IV
-
-Zacarías se movió hacia la mustia pareja. El ciego, cerciorado de que
-la niña no leía el papel, lo guardaba en el cartapacio de hule negro.
-La cara del lechuzo tenía un gesto lacio, de cansina resignación. La
-niña le alargaba su plato al perro de Zacarías. Insistió Velones:
-
---¡Domiciano nos ha fregado! Sin Domiciano, Taracena estaría regentando
-su negocio y podría habernos adelantado la plata, o salido garante.
-
---Si no lo rehusaba.
-
---¡Ay, hija, déjame un rajito de esperanza! Si me lo autorizases,
-pediría una botella de chicha. ¡No me decepciones! La llevaremos a casa
-y me inspiraré para terminar el vals que dedico a Generalito Banderas.
-
---¡Taitita, querés vos poneros trompeto!
-
---Hija, necesito consolarme.
-
-Zacarías levantó su botella y llenó los vasos de la niña y el ciego:
-
---Jalate no más. La cabrona vida solo así se sobrelleva. ¿Qué se pasó
-con la chinita? ¿Fue denunciada?
-
---¡Qué chance!
-
---¿Y la denuncia la hizo el gachupín chingado?
-
---Para no comprometerse.
-
---¡Está bueno! Al Señor Peredita dejátelo vos de mi mano.
-
-Cargó el saco y se caminó, con el perro a la vera, el alón de la
-chupalla sobre la cara.
-
-
-V
-
-El Cruzado se fue despacio, enhebrándose por la rueda de charros
-y boyeros que, sin apearse de las monturas, bebían a la puerta
-del bochinche: Inmóvil el gesto de su máscara verdina, huraño y
-entenebrecido, con taladro doloroso en las sienes, metiose en las
-grescas y voces del real, que juntaba la feria de caballos. Cedros y
-palmas servían de apoyo a los tabanques de jaeces, facones y chamantos.
-Se acercó a una vereda ancha y polvorienta, con carros tolderos y
-meriendas: Jarochos jinetes lucían sus monturas en alardosas carreras,
-terciaban apuestas, se mentían al procuro de engañarse en los tratos.
-Zacarías, con los pies en el polvo, al arrimo de un cedro, calaba los
-ojos sobre el ruano que corría un viejo jarocho. Tentándose el cinto de
-las ganancias, hizo seña al campero:
-
---¿Se vende el guaco?
-
---Se vende.
-
---¿En cuánto lo ponés, amigo?
-
---Por muy bajo de su mérito.
-
---¡Sin macanas! ¿Querés vos cincuenta bolivianos?
-
---Por cada herradura.
-
-Insistió Zacarías con obstinada canturía:
-
---Cincuenta bolivianos, si querés venderlo.
-
---¡No es pagarlo, amigo!
-
---Me estoy en lo hablado.
-
-Zacarías no mudaba de voz ni de gesto: Con la insistencia monótona de
-la gota de agua, reiteraba su oferta. El jarocho revolvió la montura,
-haciendo lucidas corvetas:
-
---¡Se gobierna con un torzal! Mirale la boca y verés vos que no está
-cerrado.
-
-Repitió Zacarías con su opaca canturía:
-
---No más me conviene en cincuenta bolivianos. Sesenta con el aparejo.
-
-El jarocho se doblaba sobre el arzón sosegando al caballo con palmadas
-en el cuello. Compadreó:
-
---Setenta bolivianos, amigo, y de mi cuenta las copas.
-
---Sesenta con la silla puesta, y me dejás la reata y las espuelas.
-
-Animose el campero, buscando avenencia:
-
---¡Sesenta y cinco! ¡Y te llevas, manís, una alhaja!
-
-Zacarías posó el saco a los pies, se desató el cinto y, sentado en la
-sombra del cedro, contó la plata sobre una punta del poncho. Nubes de
-moscas ennegrecían el saco, manchado y viscoso de sangre. El perro, con
-gesto legañoso, husmeaba en torno del caballo. Desmontó el jarocho.
-Zacarías ató la plata en la punta del poncho y, demorándose para
-cerrar el ajuste, reconoció los corvejones y la boca del guaco: Puesto
-en silla cabalgó probándolo en cortas carreras, obligándole de la
-brida con brusco arriende, como cuando se tira al toro la mangana. El
-jarocho, en la linde de la polvorienta estrada, atendía al escaramuz,
-sobre las cejas la visera de la mano. Zacarías se acercó, atemperando
-la cabalgada:
-
---Me cumple.
-
---¡Una alhaja!
-
-Zacarías desató la punta del poncho, y en la palma del campero, moneda
-a moneda, contó la plata:
-
---¡Amigo, nos vemos!
-
---¿No vos caminarés mero mero sin mojar el trato?
-
---Mero mero, amigo. Me urge no dilatarme.
-
---¡Vaya chance!
-
---Tengo que restituirme a mi pago. Queda en palabra que trincaremos en
-otra ocasión. ¡Nos vemos, amigo!
-
---¡Nos vemos! Compadrito, cuidame vos del ruano.
-
-El real de la feria tenía una luminosa palpitación cromática. Por
-los crepusculares caminos de tierra roja ondulaban recuas de llamas,
-piños vacunos, tropas de jinetes con el sol poniente en los sombreros
-bordados de plata. Zacarías se salió del tumulto, espoleando, y se
-metió por Arquillo de Madres.
-
-
-VI
-
-Zacarías el Cruzado se encubría con el alón de la chupalla: Una torva
-resolución le asombraba el alma, un pensamiento solitario, insistente,
-inseparable de aquel taladro dolorido que le hendía las sienes.
-Y formulaba mentalmente su pensamiento, desdoblándolo con pueril
-paralelismo:
-
---¡Señor Peredita, corrés de mi cargo! ¡Corrés de mi cargo, Señor
-Peredita!
-
-Cuando pasaba ante alguna iglesia se santiguaba. Los tutilimundis
-encendían sus candilejas, y frente a una barraca de fieras sintió
-estremecerse los flancos de la montura: El tigre, con venteo de carne
-y de sangre, le rugía levantado tras los barrotes de la jaula, la
-enfurecida cabeza asomada por los hierros, los ojos en lumbre, la cola
-azotante: El Cruzado, advertido, puso espuelas para ganar distancia:
-Sobre la fúnebre carga que sostenía en el arzón, había dejado caer
-el poncho. El Cruzado se aletargaba en la insistencia monótona de su
-pensamiento, desdoblándolo con obstinación mareante, acompasado por el
-latido neurálgico de las sienes, sujeto a su ritmo de lanzadera:
-
---¡Señor Peredita, corrés de mi cargo! ¡Corrés de mi cargo, Señor
-Peredita!
-
-Las calles tenían un cromático dinamismo de pregones, guitarros,
-faroles, gallardetes. En el marasmo caliginoso, adormecido de músicas,
-acohetaban repentes de gritos, súbitas espantadas y tumultos. El
-Cruzado esquivaba aquellos parajes de mitotes y pleitos. Ondulaba
-bajo los faroles de colores la plebe cobriza, abierta en regueros,
-remansada frente a bochinches y pulperías. Las figuras se unificaban en
-una síntesis expresiva y monótona, enervadas en la crueldad cromática
-de las baratijas fulleras. Los bailes, las músicas, las cuerdas de
-farolillos, tenían una exasperación absurda, un enrabiamiento de
-quimera alucinante. Zacarías, abismado en rencorosa y taciturna
-tiniebla, sentía los aleteos del pensamiento, insistente, monótono,
-trasmudando su pueril paralelismo:
-
---¡Señor Peredita, corrés de mi cargo! ¡Corrés de mi cargo, Señor
-Peredita!
-
-
-VII
-
-Iluminaba la calle un farol con el rótulo de la tienda en los vidrios:
-“Empeñitos de Don Quintín”. El tercer vidrio estaba rajado, y no
-podía leerse. Las percalinas rojas y gualdas de la bandera española
-decoraban la puerta: “Empeñitos de Don Quintín”. Dentro, una lámpara
-con enagüillas verdes alumbraba el mostrador. El empeñista acariciaba
-su gato, un maltés vejete y rubiales, que trascendía el absurdo de
-parecerse a su dueño. El gato y el empeñista miraron a la puerta,
-desdoblando el mismo gesto de alarma. El gato, arqueándose sobre
-las rodillas del gachupín, posaba el terciopelo de sus guantes en
-dos simétricos remiendos de tela nueva. El Señor Peredita llevaba
-manguitos, tenía la pluma en la oreja y sobre la misma querencia el
-seboso gorrete, que años pasados la niña bordó en el colegio:
-
---¡Buenas noches, patrón!
-
-Zacarías el Cruzado --poncho y chupalla, botas de potro y espuelas--,
-encorvándose sobre el borrén, adelantaba por la puerta medio caballo.
-El honrado gachupín le miró con cicatera suspicacia:
-
---¿Qué se ofrece?
-
---Una palabrita.
-
---Ata el guaco en la puerta.
-
---No tiene doma, patrón.
-
-El Señor Peredita pasó fuera del mostrador.
-
---¡Veamos qué conveniencia traes!
-
---¡Conocernos, patrón! Es usted muy notorio por mis pagos. ¡Conocernos!
-Solo a ese negocio he acudido a la feria, Señor Peredita.
-
---Tú has jalado más de la cuenta y es una sinvergüenzada venir a faltar
-a un hombre provecto. Camínate no más, antes que con una voz llame al
-vigilante.
-
---Señor Peredita, no se sobresalte. Tengo que recobrar una alhajita.
-
---¿Traes el comprobante?
-
---¡Véalo no más!
-
-El Cruzado, metiendo la montura en el portal, ponía sobre el mostrador
-el saco manchado y mojado de sangre. Se espantó el gachupín:
-
---¡Estás briago! Jaláis más de la cuenta, y luego venís a faltar en los
-establecimientos. Toma el saquete y camínate, luego, luego.
-
-El Cruzado casi tocaba en la viguería con la cabeza: Le quedaba en
-sombra la figura desde el pecho a la cara, en tanto que las manos y el
-borrén de la silla destacaban bajo la luz del mostrador:
-
---¿Señor Peredita, pues no habés pedido el comprobante?
-
---¡No me friegues!
-
---Abra usted el saco.
-
---Camínate y déjame de tus macanas.
-
-El Cruzado fraseó con torva insistencia, apagada la voz en un silo de
-cólera mansa:
-
---Patrón, usted abre no más, y se entera.
-
---Poco me importa. Chivo o marrano, con tu pan te lo comas.
-
-El gachupín se encogió viendo caérsele encima la sombra del Cruzado.
-
---¡Señor Peredita, buscás abrir el saco con los dientes!
-
---Roto, no me traigas un pleito de gaucho malo. Si deseas algún
-servicio de mi parte, vuelves cuando te halles más despejado.
-
---Patrón, mero mero liquidamos. ¿Recordás de la chinita que dejó una
-tumbaga en nueve bolivianos?
-
-El honrado gachupín se aleló, capcioso:
-
---No recuerdo. Tendría que repasar los libros. ¿Nueve bolivianos? No
-valdría más. Las tasas de mi establecimiento son las más altas.
-
---¡Quier decirse que aún los hay más ladrones! Pero no he venido sobre
-ese tanto. Usted, patrón, ha presentado denuncia contra la chinita.
-
-Gritó el gachupín con guiño perlático:
-
---¡No puedo recordar todas las operaciones! ¡Vete no más! ¡Vuelve
-cuando te halles fresco! ¡Se verá si puede mejorarse la tasa!
-
---Este asunto lo ultimamos luego luego. Patroncito, habés denunciado a
-la chinita y vamos a explicarnos.
-
---Vuelve cuando estés menos briago.
-
---Patroncito, somos mortales, y a lo pior tenés la vida menos segura
-que la luz de ese candil. ¿Patroncito, quién ha puesto a la chinita en
-la galera? ¿No habés visto el ranchito vacío? ¡Ya lo verés! ¿No habés
-abierto el saco? ¡Ándele, Señor Peredita, y no se dilate!
-
---Tendrá que ser, pues eres un alcohólico obstinado.
-
-El honrado gachupín comenzó a desatar el saco: Tenía el viejales un
-gesto indiferente. A la verdad, no le importaba que fuese chivo o
-marrano lo que guardase. Se transmudó con una espantada al descubrir la
-yerta y mordida cabeza del niño:
-
---¡Un crimen! ¿Me buscas para la encubierta? ¡Vete y no me traigas mal
-tercio! ¡Vete! ¡No diré nada! ¡So chingado, no me comprometas! ¿Qué
-puedes ofrecerme? ¡Un puñado de plata! ¡So chingado, un hombre de mi
-posición no se compromete por un puñado de plata!
-
-Habló Zacarías, remansada la voz en abismos de cólera:
-
---Ese cuerpo es el de mi chamaco. La denuncia cabrona le puso a la
-mamasita en la galera. ¡Me lo han dejado solo para que se lo comiesen
-los chanchos!
-
---Es absurdo que me vengas a mí con esa factura de cargos. ¡Un
-espectáculo horrible! ¡Una desgracia! Quintín Pereda es ajeno a
-ese resultado. Te devolveré la tumbaguita. No hago cuenta de los
-bolivianos. ¡Quiere decirse que te beneficias con mi plata! Recoge
-esos restos. Dales sepultura. Comprendo que, bebiendo, hayas buscado
-consolarte. Vete. La tumbaguita pasas mañana a recogerla. Dale
-sepultura sagrada a esos restos.
-
---¡Don Quintinito cabrón, vas, vos acompañarme!
-
-
-VIII
-
-El Cruzado, con súbita violencia, rebota la montura, y el lazo de la
-reata cae sobre el cuello del espantado gachupín, que se desbarata
-abriendo los brazos. Fue un dislocarse atorbellinado de las figuras, al
-revolverse del guaco, un desgarre simultáneo. Zacarías, en alborotada
-corveta, atropella y se mete por la calle, llevándose a rastras el
-cuerpo del gachupín: Lostregan las herraduras y trompica el pelele,
-ahorcado al extremo de la reata. El jinete, tendido sobre el borrén,
-con las espuelas en los ijares del caballo, sentía en la tensa reata
-el tirón del cuerpo que rebota en los guijarros. Y consuela su estoica
-tristeza indiana Zacarías el Cruzado.
-
-
-
-
-LIBRO SÉPTIMO
-
-NIGROMANCIA
-
-
-I
-
-Están prontos los caballos para la fuga en el rancho de Ticomaipú. El
-Coronelito de la Gándara cena con Niño Filomeno. Sobre los términos
-de la colación, manda llamar a sus hijos el ranchero. Niña Laurita,
-con reservada tristeza, sale a buscarlos, y acude, brincante, la
-muchachada, sin atender a la madre, que asombra el gesto con un dedo en
-los labios. El patrón también sentía cubierta su fortaleza con una nube
-de duelo: Tenía los ojos en los manteles: No miraba ni a la mujer ni a
-los hijos: Recobrándose, levantó la frente con austera entereza.
-
-
-II
-
-Los chamacos, en el círculo de la lámpara, repentinamente mudos,
-sentían el aura de una adivinación telepática:
-
---Hijos, he trabajado para dejaros alguna hacienda y quitaros de los
-caminos de la pobreza: Yo los he caminado, y no los quisiera para
-ustedes. Hasta hoy esta ha sido la directriz de mi vida, y vean cómo
-hoy he mudado de pensamiento. Mi padre no me dejó riqueza, pero me
-dejó un nombre tan honrado como el primero, y esta herencia quiero yo
-dejarles. Espero que ustedes la tendrán en mayor aprecio que todo el
-oro del mundo, y si así no fuese, me ocasionarían un gran sonrojo.
-
-Se oyó el gemido de la niña ranchera:
-
---¡Siempre nos dejas, Filomeno!
-
-El patrón, con el gesto apagó la pregunta. La rueda de sus hijos en
-torno de la mesa tenía un brillo emocionado en los ojos, pero no
-lloraba:
-
---A vuestra mamasita pido que tenga ánimo para escuchar lo que me
-falta. He creído hasta hoy que podía ser un buen ciudadano, trabajando
-por acrecentarles la hacienda, sin sacrificar cosa ninguna al servicio
-de la Patria. Pero hoy me acusa mi conciencia, y no quiero avergonzarme
-mañana, ni que ustedes se avergüencen de su padre.
-
-Sollozó la niña ranchera:
-
---¡Desde ya te pasas a la bola revolucionaria!
-
---Con este compañero.
-
-El Coronelito de la Gándara se levantó, alardoso, tendiéndole los
-brazos:
-
---¡Eres un patricio espartano, y no me rajo!
-
-Suspiraba la ranchera:
-
---¿Y si hallas la muerte, Filomeno?
-
---Tú cuidarás de educar a los chamacos y de recordarles que su padre
-murió por la Patria.
-
-La mujer presentía imágenes tumultuosas de la revolución. Muertes,
-incendios, suplicios y, remota, como una divinidad implacable, la momia
-del Tirano.
-
-
-III
-
-Ante la reja nocturna, fragante de albahacón, refrenaba su parejeño
-Zacarías el Cruzado: Apareciose en súbita galopada, sobresaltando la
-nocharniega cadencia campañera:
-
---¡Vuelo, vuelo, mi Coronelito! La chinita fue delatada. Ya la pagó el
-fregado gachupín. ¡Vuelo, vuelo!
-
-Zacarías refrenaba el caballo, y la oscura expresión del semblante y el
-sofoco de la voz metía, afanoso, por los hierros. En la sala, todas
-las figuras se movieron unánimes hacia la reja. Interrogó el Coronelito:
-
---¿Pues qué se pasó?
-
---La tormentona más negra de mi vida. ¡De estrella pendeja fueron los
-brillos de la tumbaguita! ¡Vuelo, vuelo, que traigo perro sobre los
-rastros, mi Coronelito!
-
-
-IV
-
-La niña ranchera abraza al marido, en el fondo de la sala, y lloriquea
-la tropa de chamacos encandillándose a la falda de la madre. Hipando su
-grito, irrumpe por una puerta la abuela carcamana:
-
---¿Perché questa follia? Se il Filomeno trova fortuna nella rivoluzione
-potrá diventar un Garibaldi. ¡Non mi spaventar i bambini!
-
-El Cruzado miraba por los hierros, la figura toda en sombra. El ojo
-enorme del caballo recibía por veces una luz en el juego de las
-siluetas que accionaban cortando el círculo del candil. Zacarías aún
-terciaba sobre la silla el saco con el niño muerto. En la sala, el
-grupo familiar rodeaba al patrón. La madre, uno por uno, levantaba a
-los hijos, pasándoles a los brazos del padre. Consideró Zacarías, con
-dejo apagado:
-
---¡Son pidazos del corazón!
-
-
-V
-
-Chino Viejo acercó los caballos, y los ecos de la galopada rodaron por
-la nocturna campaña. Zacarías en el primer sofreno, al meterse por un
-vado, apareó su montura con la del Coronelito:
-
---¡Se chinga Banderitas! Tenemos un auxiliar muy grande. ¡Aquí va
-conmigo!
-
-El Coronelito le miró, sospechándole borracho:
-
---¿Qué dices, manís?
-
---La reliquia de mi chamaco. Una carnicería que los chanchos me han
-dejado. Va en este alforjín.
-
-El Coronel le tendió la mano:
-
----Me ocasiona un verdadero sentimiento, Zacarías. ¿Y cómo no has dado
-sepultura a esos restos?
-
---A su hora.
-
---No me parece bien.
-
---Esta reliquia nos sirve de salvoconducto.
-
---¡Es una creencia rutinaria!
-
---¡Mi jefecito, que lo cuente el chingado gachupín!
-
---¿Qué has hecho?
-
---Guindarlo. No pedía menos satisfacción esta carnicería de mi chamaco.
-
---Hay que darle sepultura.
-
---Cuando estemos a salvo.
-
---¡Y parecía muy vivo, el cabroncito!
-
---¡Cuanti menos, para su padre!
-
-
-
-
-QUINTA PARTE
-
-SANTA MÓNICA
-
-
-
-
-LIBRO PRIMERO
-
-BOLETO DE SOMBRA
-
-
-I
-
-El Fuerte de Santa Mónica, que en las luchas revolucionarias sirvió
-tantas veces como prisión de reos políticos, tenía una pavorosa
-leyenda de aguas empozoñadas, mazmorras con reptiles, cadenas, garfios
-y cepos de tormento. Estas fábulas, que databan de la dominación
-española, habían ganado mucho valimiento en la tiranía del General
-Santos Banderas. Todas las tardes en el foso del baluarte, cuando las
-cornetas tocaban fajina, era pasada por las armas alguna cuerda de
-revolucionarios. Se fusilaba sin otro proceso que una orden secreta del
-Tirano.
-
-
-II
-
-Nachito y el estudiante traspasaron la poterna, entre la escolta de
-soldados. El Alcaide los acogió sin otro trámite que el parte verbal
-depuesto por un sargento, y enviado desde la cantina por el Mayor del
-Valle. Al cruzar la poterna, los dos esposados alzaron la cabeza
-para hundir una larga mirada en el azul remoto y luminoso del cielo.
-El Alcaide de Santa Mónica, Coronel Irineo Castañón, aparece en las
-relaciones de aquel tiempo como uno de los más crueles sicarios de la
-Tiranía: Era un viejo sanguinario y potroso que fumaba en cachimba y
-arrastraba una pata de palo. Con la bragueta desabrochada, jocoso y
-cruel, dio entrada a los dos prisioneros:
-
---¡Me felicito de recibir a una gente tan seleccionada!
-
-Nachito acogió el sarcasmo con falsa risa de dientes y quiso explicarse:
-
---Se padece una ofuscación, mi Coronelito.
-
-El Coronel Irineo Castañón vaciaba la cachimba golpeando sobre la pata
-de palo:
-
---A mí en eso ninguna cosa me va. Los procesos, si hay lugar, los
-instruye el Licenciadito Carballeda. Ahora, como aún se trata de una
-simple detención, van a tener por suyo todo el recinto murado.
-
-Agradeció Nachito con otra sonrisa cumplimentera y acabó moqueando:
-
---¡Es un puro sonambulismo este fregado!
-
-El Cabo de Vara, en el sombrizo de la puerta, hacía sonar la pretina de
-sus llaves: Era mulato, muy escueto, con automatismo de fantoche: Se
-cubría con un chafado kepis francés, llevaba pantalones colorados de
-uniforme, y guayabera rabona muy sudada: Los zapatos de charol, viejos
-y tilingos, traía picados en los juanetes. El Alcaide le advirtió
-jovial:
-
---Don Trini, a estos dos flautistas vea de suministrarles boleto de
-preferencia.
-
---No habrá queja. Si vienen provisorios se les dará luneta de muralla.
-
-Don Trini, cumplida la fórmula del cacheo, condujo a los presos por un
-bovedizo con fusiles en armario: Al final, abrió una reja y los soltó
-entre murallas:
-
---Pueden pasearse a su gusto.
-
-Nachito, siempre cumplimentero y servil, rasgó la boca:
-
---¡Muchísimas gracias, Don Trini!
-
-Don Trini, con absoluta indiferencia, batió la reja, haciendo rechinar
-cerrojos y llaves: Gritó alejándose:
-
---Hay cantina, si algo desean y quieren pagarlo.
-
-
-III
-
-Nachito, suspirando, leía en el muro los grafitos carcelarios decorados
-con fálicos trofeos. Tras de Nachito, el taciturno estudiante liaba
-el cigarro: Tenía en los ojos una chispa burlona, y en la boca
-prieta, color de moras, un rictus de compasión altanera. Esparcidos y
-solitarios paseaban algunos presos. Se oía el hervidero de las olas,
-como si estuviesen socavando el cimiento. Las ortigas lozaneaban en los
-rincones sombríos, y en la azul transparencia aleteaba una bandada de
-zopilotes, pájaros negros. Nachito, finchándose en el pando compás de
-las zancas, miró con reproche al estudiante:
-
---Ese mutismo es impropio para dar ánimos al compañero, y hasta puede
-ser una falta de generosidad. ¿Cómo es su gracia, amigo?
-
---Marco Aurelio.
-
---¡Marquito, qué será de nosotros!
-
---¡Pues, y quién sabe!
-
---¡Esto impone! ¡Se oye el farollón de las olas!... Parece que estamos
-en un barco.
-
-El Fuerte de Santa Mónica, castillote teatral con defensas del tiempo
-de los virreyes, erguíase sobre los arrecifes de la costa, frente
-al vasto mar ecuatorial, caliginoso, de ciclones y calmas. En la
-barbacana, algunos morteros antiguos, roídos de lepra por el salitre,
-se alineaban moteados con las camisas de los presos tendidas a secar:
-Un viejo, sentado sobre el cantil frente al mar inmenso, ponía
-remiendos a la frazada de su camastro. En el más erguido baluarte
-cazaba lagartijas un gato, y pelotones de soldados hacían ejercicios en
-Punta Serpiente.
-
-
-IV
-
-Hilo de la muralla, la curva espumosa de las olas balanceaba una
-ringla de cadáveres. Vientres inflados, livideces tumefactas. Algunos
-prisioneros, con grito de motín, trepaban al baluarte. Las olas
-mecían los cadáveres ciñéndolos al costado de la muralla, y el cielo
-alto, llameante, cobijaba un astroso vuelo de zopilotes, en la cruel
-indiferencia de su turquesa. El preso que ponía remiendos en la frazada
-de su camastro quebró el hilo, y con la hebra en el bezo murmuró
-leperón y sarcástico:
-
---¡Los chingados tiburones ya se aburren de tanta carne revolucionaria,
-y todavía no se satisface el cabrón Banderas! ¡Puta madre!
-
-El rostro de cordobán, burilado de arrugas, tenía un gesto estoico: La
-rasura de la barba, crecida y cenicienta, daba a su natural adusto un
-cierto aire funerario. Nachito y Marco Aurelio caminaron inciertos,
-como viajeros extraviados: Nachito, si algún preso cruzaba por su vera,
-apartábase solícito y abría paso con una sonrisa amistosa. Llegaron
-al baluarte y se asomaron a mirar el mar alegre de luces mañaneras,
-nigromántico con la fúnebre ringla balanceándose en las verdosas
-espumas de la resaca. Entre los presos que coronaban el baluarte
-acrecía la zaloma de motín con airados gestos y erguir de brazos.
-Nachito se aleló de espanto:
-
---¿Son náufragos?
-
-El viejo de la frazada le miró despreciándole:
-
---Son los compañeros recién ultimados en Foso-Palmitos.
-
-Interrogó el estudiante:
-
---¿No se les enterraba?
-
---¡Qué va! Se les tiraba al mar. Pero visto cómo a los tiburones ya les
-estomaga la carne revolucionaria, tendrán que darnos tierra a los que
-estamos esperando vez.
-
-Tenía una risa rabiosa y amarga. Nachito cerró los ojos:
-
---¿Es de muerte su sentencia, mi viejo?
-
---¿Pues conoce otra penalidad más clemente el Tigre de Zamalpoa? ¡De
-muerte! ¡Y no me arrugo ni me rajo! ¡Abajo el Tirano!
-
-Los prisioneros encaramados en el baluarte, hundían las miradas en
-los disipados verdes que formaba la resaca entre los contrafuertes
-de la muralla. El grupo tenía una frenética palpitación, una brama,
-un clamoreo de denuestos. El Doctor Alfredo Sánchez Ocaña, poeta y
-libelista, famoso tribuno revolucionario, se encrespó con el brazo
-tendido en arenga, bajo la mirada retinta del centinela que paseaba en
-la poterna con el fusil terciado:
-
---¡Héroes de la libertad! ¡Mártires de la más noble causa! ¡Vuestros
-nombres escritos con letras de oro, fulgirán en las páginas de nuestra
-Historia! ¡Hermanos, los que van a morir os rinden un saludo, y os
-presentan armas!
-
-Se arrancó el jipi con un gran gesto, y todos le imitaron. El centinela
-amartilló el fusil:
-
---¡Atrás! No hay orden para demorar en el baluarte.
-
-Le apostrofó el Doctor Sánchez Ocaña:
-
---¡Vil esclavo!
-
-Una barca tripulada por carabineros de mar, arriando vela, maniobraba
-para recoger los cadáveres. Embarcó siete. Y como los prisioneros en
-creciente motín no desalojaban el baluarte, salió la guardia y sonaron
-cornetas.
-
-
-V
-
-Nachito, tomado de alferecía, se agarraba al brazo del estudiante:
-
---¡Nos hemos fregado!
-
-El viejo de la manta le miró despacio, el belfo mecido por una risa de
-cabrío:
-
---No merita tanto atribulo esta vida pendeja.
-
-Nachito ahiló la voz en el hipo de un sollozo:
-
---¡Muy triste morir inocente! ¡Me condenan las apariencias!
-
-Y el viejo, con burlona mueca de escarnio, seguía martillando:
-
---¿No sos revolucionario? Pues sin merecerlo vas vos a tener el fin de
-los hombres honrados.
-
-Nachito, relajándose en una congoja, tendía los ojos suplicantes al
-preso, que, con el ceño fruncido y la manta tendida sobre las piernas,
-se había puesto a estudiar la geometría de un remiendo. Nachito intentó
-congraciarse la voluntad de aquel viejo de cordobán: El azar los reunía
-bajo la higuera, en un rincón del patio:
-
---Nunca he sido simpatizante con el ideario de la revolución y lo
-deploro, comprendo que son ustedes héroes con un puesto en la Historia:
-Mártires de la Idea. ¡Sabe, amigo, que habla muy lindo el Doctor
-Sánchez Ocaña!
-
-Hízole coro el estudiante, con sombrío apasionamiento:
-
---En el campo revolucionario militan las mejores cabezas de la
-República.
-
-Aduló Nachito:
-
---¡Las mejores!
-
-Y el viejo de la frazada, lentamente, mientras enhebra, desdeñoso y
-arisco comentaba:
-
---Pues, manifiestamente, para enterarse no hay cosa como visitar Santa
-Mónica. A lo que se colige, el chamaco tampoco es revolucionario.
-
-Declaró Marco Aurelio con firmeza:
-
---Y me arrepiento de no haberlo sido, y lo seré, si alguna vez me veo
-fuera de estos muros.
-
-El viejo, anudando la hebra, reía con su risa de cabra:
-
---De buenos propósitos está empedrado el Infierno.
-
-Marco Aurelio miró al viejo conspirador y juzgó tan cuerdas sus
-palabras, que no sintió el ultraje: Le sonaban como algo lógico e
-irremediable en aquella cárcel de reos políticos, orgullosos de morir.
-
-
-VI
-
-El tumbo del mar batía la muralla, y el oboe de las olas cantaba el
-triunfo de la muerte. Los pájaros negros hacían círculos en el remoto
-azul, y sobre el losado del patio se pintaba la sombra fugitiva del
-aleteo. Marco Aurelio sentía la humillación de su vivir, arremansado
-en la falda materna, absurdo, inconsciente como las actitudes de esos
-muñecos olvidados tras de los juegos: Como un oprobio remordíale
-su indiferencia política. Aquellos muros, cárcel de exaltados
-revolucionarios, le atribulaban y acrecían el sentimiento mezquino de
-su vida, infantilizada entre ternuras familiares y estudios pedantes,
-con premios en las aulas. Confuso atendía al viejo que entraba y sacaba
-la aguja de lezna:
-
---¿Venís vos a la sombra por incidencia justificada, o por espiar lo
-que se conversa? Eso, amigo, es bueno ponerlo en claro. Recorra las
-cuadras y vea si encuentra algún fiador. ¿No dice que es estudiante?
-Pues aquí no faltan universitarios. Si quiere tener amigos en esta
-mazmorra, busque modo de justificarse. Los revolucionarios platónicos
-merecen poca confianza.
-
-El estudiante había palidecido intensamente. Nachito, con ojos de
-perro, imploraba clemencia:
-
---A mí también me tenía horrorizado Tirano Banderas: ¡Muy por demás
-sanguinario! Pero no era fácil romper la cadena. Yo para volinas no
-valgo, y ¿adónde iba que me recibiesen si soy inútil para ganarme
-los fríjoles? El Generalito me daba un hueso que roer y se divertía
-choteándome. En el fondo parecía apreciarme. ¿Qué está mal, que soy un
-pendejo, que aquello era por demás, que tiene sus fueros la dignidad
-humana? Corriente. Pero hay que reflexionar lo que es un hombre privado
-del albedrío por ley de herencia. ¡Mi papá, un alcohólico! ¡Mi mamá,
-con desvarío histérico! El Generalito, a pesar de sus escarnios, se
-divertía oyéndome decir jangadas. No me faltaban envidiosos. ¡Y ahora
-caer de tan alto!
-
-Marco Aurelio y el viejo conspirador oían callados y por veces se
-miraban. Concluyó el viejo:
-
---¡Hay sujetos más ruines que putas!
-
-Se ahogaba Nachito.
-
---¡Todo acabó! El último escarnio supera la raya. Nunca llegó a tanto.
-Divertirse fusilando a un desgraciado huérfano, es propio de Nerón.
-Marquito, y usted amigo, yo les agradecería que luego me ultimasen.
-Sufro demasiado. ¡Qué me vale vivir unas horas, si todo el gusto me lo
-mata este chingado sobresalto! Conozco mi fin, tuve un aviso de las
-ánimas. Porque en este fregado ilusorio andan las Benditas. Marquito,
-dame cachete, indúltame de este suplicio nervioso. Hago renuncia de la
-vida por anticipado. Vos, mi viejo, ¿qué hacés que no me sangrás con
-esa lezna remendona? Mero mero, pasame las entretelas. Amigos, ¿qué
-dicen? Si temen complicaciones, háganme el servicio de consolarme de
-alguna manera.
-
-
-VII
-
-El planto pusilánime y versátil de aquel badulaque aparejaba un
-gesto ambiguo de compasión y desdén en la cara funeraria del viejo
-conspirador y en la insomne palidez del estudiante. La mengua de aquel
-bufón en desgracia tenía cierta solemnidad grotesca como los entierros
-de mojiganga con que fina el antruejo. Los zopilotes abatían sus alas
-tiñosas sobre la higuera.
-
-
-
-
-LIBRO SEGUNDO
-
-EL NÚMERO TRES
-
-
-I
-
-El calabozo número tres era una cuadra con altas luces enrejadas,
-mal oliente de alcohol, sudor y tabaco. Colgaban en calle, a uno y
-otro lateral, las hamacas de los presos, reos políticos en su mayor
-cuento, sin que faltasen en aquel rancho el ladrón encanecido, ni el
-idiota sanguinario, ni el rufo valiente, ni el hipócrita desalmado.
-Por hacerles a los políticos más atribulada la cárcel, les befaba con
-estas compañías el de la pata de palo, Coronel Irineo Castañón. La
-luz polvorienta y alta de las rejas resbalaba por la cal sucia de los
-muros, y la expresión macilenta de los encarcelados hallaba una suprema
-valoración en aquella luz árida y desolada. El Doctor Sánchez Ocaña,
-declamatorio, verboso, con el puño de la camisa fuera de la manga,
-el brazo siempre en tribuno arrebato, engolaba elocuentes apóstrofes
-contra la tiranía:
-
---El funesto fénix del absolutismo colonial, renace de sus cenizas
-aventadas a los cuatro vientos, concitando las sombras y los manes
-de los augustos libertadores. Augustos, sí, y el ejemplo de sus vidas
-debe servirnos de luminar en estas horas, que acaso son las últimas que
-nos resta vivir. El mar devuelve a la tierra sus héroes, los voraces
-monstruos de las azules minas se muestran más piadosos que el general
-Santos Banderas... Nuestros ojos...
-
-Se interrumpía. Llegaba por el corredor la pata de palo. El alcaide
-cruzó fumando en cachimba, y poco a poco extinguiose el alerta de su
-paso cojitranco.
-
-
-II
-
-Un preso, que leía tendido en su hamaca, sacó a luz, de nuevo, el libro
-que había ocultado. De la hamaca vecina le interrogó la sombra de Don
-Roque Cepeda:
-
---¿Siempre con las Evasiones Célebres?
-
---Hay que estudiar los clásicos.
-
---¡Mucho le intriga esa lectura! ¿Sueña usted con evadirse?
-
---Pues quién sabe.
-
---¡Ya estaría bueno, podérsela jugar al Coronelito Pata de Palo!
-
-Cerró el libro con un suspiro el que leía:
-
---No hay que pensarlo. Posiblemente a usted y a mí nos fusilan esta
-tarde.
-
-Denegó con ardiente convicción Don Roque:
-
---A usted, no sé... Pero yo estoy seguro de ver el triunfo de la
-Revolución. Acaso más tarde me cueste la vida. Acaso. Se cumple siempre
-el Destino.
-
---Indudablemente. ¿Pero usted conoce su Destino?
-
---Mi fin no está en Santa Mónica. Tengo encima el medio siglo, aún no
-hice nada, he sido un soñador y forzosamente debo regenerarme actuando
-en la vida del pueblo, y moriré después de haberle regenerado.
-
-Hablaba con esa luz fervorosa de los agonizantes, confortados por la fe
-de una vida futura, cuando reciben la Eucaristía. Su cabeza tostada de
-santo campesino erguíase sobre la almohada como en una resurrección,
-y todo el bulto de su figura exprimíase bajo el sabanil como bajo un
-sudario. El otro prisionero le miró con amistosa expresión de burla y
-duda:
-
---¡Quisiera tener su fe, Don Roque! Pero me temo que nos fusilen juntos
-en Foso-Palmitos.
-
---Mi destino es otro. Y usted déjese de cavilaciones lúgubres y siga
-soñando con evadirse.
-
---Somos muy opuestos. Usted, pasivamente, espera que una fuerza
-desconocida le abra las rejas. Yo hago planes para fugarme y trabajo en
-ello sin echar de la imaginación el presentimiento de mi fin próximo. A
-lo más hondo esta idea me trabaja, y solamente, por no capitular, sigo
-el acecho de una ocasión que no espero.
-
---El Destino se vence si para combatirle sabemos reunir nuestras
-fuerzas espirituales. En nosotros existen fuerzas latentes,
-potencialidades que desconocemos. Para el estado de conciencia en que
-usted se halla, yo le recomendaría otra lectura más espiritual que esas
-Evasiones Célebres. Voy a procurarle El Sendero Teosófico: Le abrirá
-horizontes desconocidos.
-
---Recién le platicaba que somos muy opuestos. Las complejidades de sus
-autores me dejan frío. Será que no tengo espíritu religioso. Eso debe
-ser. Para mí todo acaba en Foso-Palmitos.
-
---Pues reconociéndose tan carente de espíritu religioso, usted será
-siempre un revolucionario muy mediocre. Hay que considerar la vida como
-una simiente sagrada que se nos da para que la hagamos fructificar en
-beneficio de todos los hombres. El revolucionario es un vidente.
-
---Hasta ahí llego.
-
---¿Y de quién recibimos esta existencia que tiene un sentido
-determinado? ¿Quién la sella con esa obligación? ¿Podemos impunemente
-traicionarla? ¿Concibe usted que no haya una sanción?
-
---¿Después de la muerte?
-
---Después de la muerte.
-
---Esas preguntas, yo me abstengo de resolverlas.
-
---Acaso porque no se las formula con bastante ahínco.
-
---Acaso.
-
---¿Y el enigma, tampoco le anonada?
-
---Procuro olvidarlo.
-
---¿Y puede?
-
---He podido.
-
---¿Y al presente?
-
---La cárcel siempre es contagiosa... Y si continúa usted platicándome
-como lo hace, acabará por hacerme rezar un Credo.
-
---Si le enoja dejaré el tema.
-
---Don Roque, sus enseñanzas no pueden serme sino muy gratas. Pero entre
-flores tan doctas me ha puesto usted un rejón que aún me escuece. ¿Por
-qué juzga que mi actuación revolucionaria será siempre mediocre? ¿Qué
-relaciones establece usted entre la conciencia religiosa y los ideales
-políticos?
-
---¡Mi viejo, son la misma cosa!
-
---¿La misma cosa? Podrá ser. Yo no lo veo.
-
---Hágase usted más meditativo y comprenderá muchas verdades que solo
-así le serán reveladas.
-
---Cada persona es un mundo, y nosotros dos somos muy diversos. Don
-Roque, usted vuela muy remontado, y yo camino por los suelos, pero
-el calificativo que me ha puesto de mediocre revolucionario es una
-ofuscación que usted padece. La religión es ajena a nuestras luchas
-políticas.
-
---A ninguno de nuestros actos puede ser ajena la intuición de
-eternidad. Solamente los hombres que alumbran todos sus pasos con esa
-antorcha logran el culto de la Historia. La intuición de eternidad
-trascendida es la conciencia religiosa: Y en nuestro ideario, la piedra
-angular, la redención del indio, es un sentimiento fundamentalmente
-cristiano.
-
---Libertad, Igualdad, Fraternidad, me parece que fueron los tópicos
-de la Revolución Francesa. Don Roque, somos muy buenos amigos, pero
-sin poder entendernos. ¿No predicó el ateísmo la Revolución Francesa?
-Marat, Danton, Robespierre...
-
---Espíritus profundamente religiosos, aun cuando lo ignorasen algunas
-veces.
-
---¡Santa ignorancia! Don Roque, concédame usted esa categoría para
-sacarme el rejón que me ha puesto.
-
---No me guarde rencor, se la concedo.
-
-Se dieron la mano, y par a par en las hamacas, quedaron un buen espacio
-silenciosos. En el fondo de la cuadra, entre un grupo de prisioneros,
-seguía perorando el Doctor Sánchez Ocaña. El gárrulo fluir de tropos
-y metáforas resaltaba su frío amaneramiento en el ambiente pesado de
-sudor, aguardiente y tabaco del calabozo número tres.
-
-
-III
-
-Don Roque Cepeda convocaba en torno de su hamaca un grupo atento a
-las lecciones de ilusionada esperanza que vertía con apagado murmullo
-y clara sonrisa seráfica. Don Roque era profundamente religioso, con
-una religión forjada de intuiciones místicas y máximas indostánicas:
-Vivía en un pasmo ardiente, y su peregrinación por los caminos del
-mundo se le aparecía colmada de obligaciones arcanas, ineludibles como
-las órbitas estelares: Adepto de las doctrinas teosóficas, buscaba
-en la íntima hondura de su conciencia un enlace con la conciencia
-del Universo: La responsabilidad eterna de las acciones humanas le
-asombraba con el vasto soplo de un aliento divino. Para Don Roque los
-hombres eran ángeles desterrados: Reos de un crimen celeste indultaban
-su culpa teologal por los caminos del tiempo, que son los caminos del
-mundo. Las humanas vidas con todos sus pasos, con todas sus horas,
-promovían resonancias eternas que sellaba la muerte con un círculo de
-infinitas responsabilidades. Las almas, al despojarse de la envoltura
-terrenal, actuaban su pasado mundano en límpida y hermética visión de
-conciencias puras. Y este círculo de eterna contemplación --gozoso o
-doloroso--era el fin inmóvil de los destinos humanos, y la redención
-del ángel en destierro. La peregrinación por el limo de las formas,
-sellaba un número sagrado. Cada vida, la más humilde, era creadora de
-un mundo, y al pasar bajo el arco de la muerte, la conciencia cíclica
-de esta creación se posesionaba del alma, y el alma, prisionera en
-su centro, devenía contemplativa y extática. Don Roque era varón de
-muy varias y desconcertantes lecturas, que por el sendero teosófico
-lindaban con la cábala, el ocultismo y la filosofía alejandrina. Andaba
-sobre los cincuenta años. Las cejas, muy negras, ponían un trazo de
-austera energía bajo la frente ancha, pulida calva de santo románico.
-El cuerpo mostraba la firme estructura del esqueleto, la fortaleza
-dramática del olivo y de la vid. Su predicación revolucionaria tenía
-una luz de sendero matinal y sagrado.
-
-
-
-
-LIBRO TERCERO
-
-CARCELERAS
-
-
-I
-
-Bajo la luz de una reja, hacían corro jugando a los naipes hasta ocho o
-diez prisioneros. Chucho el Roto tiraba la carta: Era un bigardo famoso
-por muchos robos cuatreros, plagios de ricos hacendados, asaltos de
-diligencias, crímenes, desacatos, estropicios, majezas, amores y celos
-sangrientos. Tiraba despacio: Tenía las manos enjutas, la mejilla con
-la cicatriz de un tajo y una mella de tres dientes. En el juego de
-albures, hacían rueda presos de muy distinta condición: Apuntaban en
-el mismo naipe charros y doctores, guerrilleros y rondines. Nachito
-Veguillas estaba presente: Aún no jugaba, pero ponía el ojo en la
-pinta y con una mano en el bolso se tanteaba la plata. Vino una sota y
-comentó, arrobándose:
-
---¡No falla ninguna!
-
-Volviose y tributó una sonrisa al caviloso jugador vecino, que
-permaneció indiferente: Era un espectro vestido con fláccido saco de
-dril que le colgaba como de una escarpia. Nachito recaló su atención
-a la baraja: Con súbito impulso sacó la mano con un puñado de soles, y
-los echó sobre la pulgona frazada que en las cárceles hace las veces
-del tapete verde:
-
---Van diez soles en el pendejo monarca.
-
-Advirtió el Roto:
-
---Ha doblado.
-
---Mata la pinta.
-
---¡Va!
-
-El Roto corrió la puerta y vino de patas el rey de bastos. Nachito,
-ilusionado con la ganancia cobró y de lleno metiose en los albures.
-Por veces se levantaba un borrascón de voces, disputando algún lance.
-Nachito tenía siempre el santo de cara, y viéndole ganar el caviloso
-espectro hepático le pagó la remota sonrisa dirigiéndole un gesto
-fláccido de mala fortuna. Nachito, con una mirada, le entregó su
-atribulado corazón:
-
---En nuestra lamentosa situación, ganar o perder no hace diferencia.
-Foso-Palmitos a todos iguala.
-
-El otro denegó con su gesto fláccido y amarillo de vejiga desinflándose:
-
---Mientras hay vida, la plata es un factor muy importante. ¡Hay que
-considerarlo así!
-
-Nachito suspiró:
-
---¿A un reo de muerte qué consuelo puede darle la plata?
-
---Cuando menos, este del juego para poder olvidarse... La plata, hasta
-el último momento, es un factor indispensable.
-
---¿Su sentencia también es de muerte, hermano?
-
---¡Pues y quién sabe!
-
---¿No se fusila a todos por igual?
-
---¡Pues y quién sabe!
-
---Me abre usted un rayo de luz. Voy a meter cincuenta soles en el
-entrés.
-
-Nachito ganó la puesta, y el otro arrugó la cara con su gesto fláccido:
-
---¿Y le sopla siempre la misma racha?
-
---No me quejo.
-
---¿Quiere que hagamos una fragata de cinco soles? Usted la gobierna
-como le plazca.
-
---Cinco golpes.
-
---Como le plazca.
-
---Vamos en la sota.
-
---¿Le gusta esa carta?
-
---Es el juego.
-
---Quebrará.
-
---Pues en ella vamos.
-
-El Roto tiraba lentamente, y corrida la pinta para que todos la viesen,
-quedábase un momento con la mano en alto. Vino la sota. Nachito cobró,
-y repartida en las dos manos la columna de soles, cuchicheó con el
-amarillo compadre:
-
---¿Qué le decía?
-
---¡Parece que las ve!
-
---Ahora nos toca en el siete.
-
---¿Pues qué juego lleva?
-
---Gusto y contragusto. Antes jugué la que me gustaba y ahora
-corresponde el siete, que no me incita ni me dice nada.
-
---Gusto y contra gusto llama usted a ese juego. ¡Lo desconocía!
-
---Mero, mero, acabo de descubrirlo.
-
---Ahora perdemos.
-
---Mire el siete en puerta.
-
---¡En los días de mi vida he visto suerte tan continuada!
-
---Vamos al tercer golpe en el caballo.
-
---¿Le gusta?
-
---Le estoy agradecido. ¡Ya hemos ganado!
-
---Debemos repartir.
-
---Vamos a darle los cinco golpes.
-
---Perdemos.
-
---O ganamos. La carta del gusto es el cinco, nos corresponde la del
-contragusto.
-
---¡Juego chocante! Reserve la mitad, amigo.
-
---No reservo nada. Ochenta soles lleva el tres.
-
---No sale.
-
---Alguna vez debe quebrar.
-
---Retírese.
-
-Chucho el Roto, con un ojo en el naipe, medía la diferencia entre las
-dos cartas del albur. Silbó despectivo:
-
---Psss... Van igualadas.
-
-Posando la baraja sobre la manta, se enjugó la frente con un vistoso
-pañuelo de seda. Percibiendo a los jugadores atentos, comenzó a tirar
-con una mueca de sorna y la cara torcida bajo la cicatriz. Vino el tres
-que jugaba Nachito. Palpitó a su lado el espectro:
-
---¡Hemos ganado!
-
-Reclamó Nachito batiendo con los nudillos en la manta:
-
---Ciento sesenta soles.
-
-Chucho el Roto, al pagarle le clavó los ojos, con mofa procaz:
-
---Otro menos pendejo, con esa suerte, había desbancado. ¡Ni que un
-ángel se las soplase a la oreja!
-
-Nachito, con gesto de bonachón asentimiento, apilaba el dinero y hacía
-sus gracias.
-
---¡Cua! ¡Cua!
-
-Y murmuraba desabrido un titulado Capitán Viguri:
-
---¡Siempre la Virgen se le aparece a los pastores!
-
-Y Nachito, al mismo tiempo tenía en la oreja el soplo del hepático
-espectro:
-
---Debemos repartir.
-
-Denegó Nachito con un frunce triste en la boca:
-
---Después del quinto golpe.
-
---Es una imprudencia.
-
---Si perdemos, por otro lado nos vendrá la compensación. ¿Quién sabe?
-¡Hasta pudieran no fusilarnos! Si ganamos es que tenemos la contraria
-en Foso-Palmitos.
-
---Déjese, amigo, de macanas y no tiente la suerte.
-
---Vamos con la sota.
-
---Es una carta fregada.
-
---Pues moriremos en ella. Amigo tallador, ciento sesenta soles en la
-sota.
-
-Respondió el Roto:
-
---¡Van!
-
-Se almibaró Nachito:
-
---Muchas gracias.
-
-Y repuso el tahúr, con su mueca leperona:
-
---¡Son las que me cuelgan!
-
-Volvió la baraja, y apareció la sota en puerta, con lo cual moviose un
-murmullo entre los jugadores. Nachito estaba pálido y le temblaban las
-manos:
-
---Hubiera querido perder esta carta. ¡Ay, amigo, nos tiran la contraria
-en Foso-Palmitos!
-
-Alentó el espectro con expresión mortecina:
-
---Por ahora vamos cobrando.
-
---Son ciento veintisiete soles por barba.
-
---¡La puerta nos ha chingado!
-
---Más debió chingarnos. En una situación tan lamentosa, es de muy mal
-augurio ganar en el juego.
-
---Pues déjele la plata al Roto.
-
---No es precisamente la contraria.
-
---¿Va usted a seguir jugando?
-
---Hasta perder. Solo así podre tranquilizar mi ánimo.
-
---Pues yo voy a tomar el aire. Muchas gracias por su ayuda y
-reconózcame como un servidor: Bernardino Arias.
-
-Se alejó. Nachito, con las manos trémulas, apilaba la plata. Le llenaba
-de terror angustioso el absurdo de aquel providencialismo maléfico,
-que dándole tan obstinada ventura en el juego, le tenía decretada la
-muerte. Sentíase bajo el poder de fuerzas invisibles, las advertía en
-torno suyo, hostiles y burlonas. Cogió un puñado de dinero y lo puso
-a la primera carta que salió. Deseaba ganar y perder. Cerró los ojos
-para abrirlos en el mismo instante. Chucho el Roto volvía la baraja,
-enseñaba la puerta, corría la pinta. Nachito se afligió. Ganaba otra
-vez. Se disculpó con una sonrisa, sintiendo la mirada aviesa del
-bandolero tahúr:
-
---¡Posiblemente esta tarde voy a ser ultimado!
-
-
-II
-
-Al otro rumbo del calabozo, algunos prisioneros escuchaban el
-relato fluido de eses y eles, que hacía un soldado tuerto: Hablaba
-monótonamente, sentado sobre los calcañares, y contaba la derrota de
-las tropas revolucionarias en Curopaitito. Echados sobre el suelo,
-atendían hasta cinco presos:
-
---Pues de aquella, yo aún andaba incorporado a la partida de Doroteo
-Rojas. Un servicio perro, sin soltar el fusil, siempre mojados. Y el
-día más negro fue el siete de julio: Íbamos atravesando un pantano,
-cuando empezó la balasera de los federales: No los habíamos visto
-porque tiraban al resguardo de los huisaches que hay a una mano y otra,
-y no más salimos de aquel pantano por la Gracia Bendita. Dende que
-salimos, les contestamos con fuego muy duro, y nos tiroteamos un chico
-rato, y otra vez, jala y jala y jala, por aquellos llanos que no se les
-miraba fin... Y un solazo que hacía arder las arenas, y ahí vamos jala
-y jala y jala y jala. Escapábamos a paso de coyote, embarrándonos en
-la tierra, y los federales se nos venían detrás. Y no más zumbaban las
-balas. Y nosotros jala y jala y jala.
-
-La voz del indio, fluida de eses y eles, se inmovilizaba sobre una
-sola nota. El Doctor Atle, famoso orador de la secta revolucionaria
-encarcelado desde hacía muchos meses, un hombre joven, la frente
-pálida, la cabellera romántica, incorporado en su hamaca, guardaba
-extraordinaria atención al relato. De tiempo en tiempo, escribía alguna
-cosa en un cuaderno, y tornaba a escuchar. El indio se adormecía en su
-monótono sonsonete:
-
---Y jala y jala y jala. Todo el día caminamos al trote, hasta que
-al meterse el sol divisamos un ranchito quemado, y corrimos para
-agazaparnos. Pero no pudo ser. También nos echaron, y fuimos más
-adelante y nos agarramos al hocico de una noria. Y ahí está otra vez
-la balasera, pero fuerte y tupida como granizo. Y aquí caía una bala y
-allá caía otra, y empezó a hervir la tierra. Los federales tenían ganas
-de acabarnos, y nos baleaban muy fuerte, y al poco rato no más se oía
-el esquitero, y el esquitero y el esquitero, como cuando mi vieja me
-tostaba el maíz. El compañero que estaba junto a mí, no más se hacía
-para un lado y para otro: Motivado que le dije: No las atorees, manís,
-porque es peor. Hasta que le dieron un diablazo en la maceta, y allí
-se quedó mirando a las estrellas. Y fuimos al amanecer al pie de una
-sierra, donde no había ni agua ni maíz, ni cosa ninguna que comer.
-
-Calló el indio. Los presos que formaban el grupo seguían fumando sin
-hacer ningún comentario al relato, parecía que no hubiesen escuchado.
-El Doctor Atle repasaba el cuaderno de sus notas, y con el lápiz sobre
-el labio interrogó al soldado:
-
---¿Cómo te llamas?
-
---Indalecio.
-
---¿El apellido?
-
---Santana.
-
---¿De qué parte eres?
-
---Nací en la Hacienda de Chamulpo. Allí nací, pero todavía chamaco, me
-trasladaron con una reata de peones a los Llanos de Zamalpoa. Cuando
-estalló la bola revolucionaria, desertamos todos los peones de las
-minas de un judas gachupín, y nos fuimos con Doroteo.
-
-El Doctor Atle, aún trazó algunas líneas en su cuaderno, y luego
-recostose en la hamaca con los ojos cerrados y el lápiz sobre la boca,
-que sellaba un gesto amargo.
-
-
-III
-
-Conforme adelantaba el día, los rayos del sol, metiéndose por las altas
-rejas, sesgaban y triangulaban la cuadra del calabozo. En aquellas
-horas, el vaho de tabaco y catinga era de una crasitud pegajosa. Los
-más de los presos adormecían en sus hamacas, y al rebullirse alzaban
-una nube de moscas, que volvía a posarse apenas el bulto quedaba
-inerte. En corros silenciosos otros prisioneros se repartían por los
-rumbos del calabozo, buscando los triángulos sin sol. Eran raras las
-pláticas, tenues, con un matiz de conformidad para las adversidades de
-la fortuna: Las almas presentían el fin de su peregrinación mundana, y
-este torturado pensamiento de todas las horas revestíalas de estoica
-serenidad. Las raras pláticas tenían un dejo de olvidada sonrisa, luz
-humorística de candiles que se apagan faltos de aceite. El pensamiento
-de la muerte había puesto en aquellos ojos, vueltos al mundo sobre el
-recuerdo de sus vidas pasadas, una visión indulgente y melancólica. La
-igualdad en el destino determinaba un igual acento en la diversidad de
-rostros y expresiones. Sentíanse alejados en una orilla remota, y la
-luz triangulada del calabozo realzaba en un módulo moderno y cubista la
-actitud macilenta de las figuras.
-
-
-
-
-SEXTA PARTE
-
-ALFAJORES Y VENENOS
-
-
-
-
-LIBRO PRIMERO
-
-LECCIÓN DE LOYOLA
-
-
-I
-
-El indio triste que divierte sus penas corriendo gallos, susurra por
-bochinches y conventillos justicias, crueldades, poderes mágicos de
-Niño Santos. El Dragón del Señor San Miguelito le descubría el misterio
-de las conjuras, le adoctrinaba. ¡Eran compadres! ¡Tenían pacto!
-¡Generalito Banderas se proclamaba inmune para las balas por una firma
-de Satanás! Ante aquel poder tenebroso, invisible y en vela, la plebe
-cobriza revivía un terror teológico, una fatalidad religiosa poblada de
-espantos.
-
-
-II
-
-En San Martín de los Mostenses era el relevo de guardias, y el fámulo
-barbero enjabonaba la cara del Tirano. El Mayor del Valle, cuadrado
-militarmente, inmovilizábase en la puerta de la recámara. El Tirano,
-vuelto de espaldas, había oído el parte sin sorpresa, aparentando
-hallarse noticioso:
-
---Nuestro Licenciadito Veguillas es un alma cándida. ¡Está bueno el
-fregado! Mayor del Valle, merece usted una condecoración.
-
-Era de mal agüero aquella sorna insidiosa. El Mayor presentía el
-enconado rumiar de la boca: Instintivamente cambió una mirada con
-los ayudantes, retirados en el fondo, dos lagartijos con brillantes
-uniformes, cordones y plumeros. La estancia era una celda grande y
-fresca, solada de un rojo polvoriento, con nidos de palomas en la
-viguería. Tirano Banderas se volvió con la máscara enjabonada. El
-Mayor permanecía en la puerta, cuadrado, con la mano en la sien: Había
-querido animarse con cuatro copas para rendir el parte, y sentía
-una irrealidad angustiosa: Las figuras, cargadas de enajenamiento,
-indecisas, tenían una sensación embotada de irrealidad soñolienta. El
-Tirano le miró en silencio, remejiendo la boca: Luego, con un gesto,
-indicó al fámulo que continuase haciéndole la rasura. Don Cruz, el
-fámulo, era un negro de alambre, amacacado y vejete, con el crespo
-vellón griseante: Nacido en la esclavitud, tenía la mirada húmeda y
-deprimida de los perros castigados. Con quiebros tilingos se movía en
-torno del Tirano:
-
---¿Cómo están las navajas, mi jefecito?
-
---Para hacerle la barba a un muerto.
-
---¡Pues son las inglesas!
-
---Don Cruz, eso quiere decir que no están cumplidamente vaciadas.
-
---Mi jefecito, el solazo de estas campañas le ha puesto la piel muy
-delicada.
-
-El Mayor se inmovilizaba en el saludo militar. Niño Santos, mirando de
-refilón el espejillo que tenía delante, veía proyectarse la puerta y
-una parte de la estancia con perspectiva desconcertada:
-
---Me aflige que se haya puesto fuera de ley el Coronel de la Gándara.
-¡Siento de veras la pérdida del amigo, pues se arruina por su genio
-atropellado! Me hubiera sido grato indultarle y la ha fregado nuestro
-Licenciadito. Es un sentimental, que no puede ver lástimas, merecedor
-de otra condecoración, una cruz pensionada. Mayor del Valle, pase
-usted orden de comparecencia para interrogar a esa alma cándida. ¿Y el
-chamaco estudiante por qué motivación ha sido preso?
-
-El Mayor del Valle, cuadrado en el umbral, procuró esclarecerlo:
-
---Presenta malos informes, y le complica la ventana abierta.
-
-La voz tenía una modulación maquinal, desviada del instante, una tónica
-opaca. Tirano Banderas remejía la boca:
-
---Muy buena observación, visto que usted más tarde había de arrugarse
-frente al tejado. ¿De que familia es el chamaco?
-
---Hijo del difunto Doctor Rosales.
-
---¿Y está suficientemente dilucidada su simpatía con el utopismo
-revolucionario? Convendría pedir un informe al Negociado de Policía.
-Cumplimente usted esa diligencia, Mayor del Valle. Teniente Morcillo,
-usted encárguese de tramitar las órdenes oportunas para la pronta
-captura del Coronel Domiciano de la Gándara. El Comandante de la Plaza
-que disponga la urgente salida de fuerzas con el objetivo de batir toda
-la zona. Hay que operar diligente. Al Coronelito, si hoy no lo cazamos,
-mañana lo tenemos en el campo insurrecto. Teniente Valdivia, entérese
-si hay mucha caravana para audiencia.
-
-Terminada la rasura de la barba, el fámulo tilingo le ayudaba a
-revestirse el levitón de clérigo. Los ayudantes, con ritmo de autómatas
-alemanes, habían girado, marcando la media vuelta, y salían por lados
-opuestos, recogiéndose los sables, sonoras las espuelas:
-
---¡Chac! ¡Chac!
-
-El Tirano, con el sol en la calavera, fisgaba por los vidrios de la
-ventana. Sonaban las cornetas, y en la campa barcina, ante la puerta
-del convento, una escolta de dragones revolvía los caballos en torno
-del arqueológico landó, con atalaje de mulas, que usaba para las
-visitas de ceremonia Niño Santos.
-
-
-III
-
-Con su paso menudo de rata fisgona, asolapándose el levitón de clérigo,
-salió al locutorio de audiencias Tirano Banderas:
-
---¡Salutem plurimam!
-
-Doña Rosita Pintado, caído el rebozo, con dramática escuela, se arrojó
-a las plantas del Tirano:
-
---¡Generalito, no es justicia lo que se hace con mi chamaco!
-
-Avinagró el gesto la momia indiana:
-
---Alce Doña Rosita, no es un tablado de comedia la audiencia del Primer
-Magistrado de la Nación. Exponga su pleito con comedimiento. ¿Qué le
-sucede al hijo del lamentado Doctor Rosales? ¡Aquel conspicuo patricio
-hoy nos sería un auxiliar muy valioso para el sostenimiento del orden!
-¡Doña Rosita, exponga su pleito!
-
---¡Generalito, esta mañana se me llevaron preso al chamaco!
-
---Doña Rosita, explíqueme las circunstancias de ese arresto.
-
---El Mayor del Valle venía sobre los pasos de un fugado.
-
---¿Usted le había dado acogimiento?
-
---¡Ni lo menos! Por lo que entendí, era su compadre Domiciano.
-
---¡Mi compadre Domiciano! ¿Doña Rosita, no querrá decir el Coronel
-Domiciano de la Gándara?
-
---¡Me tiraniza pidiéndome tan justa gramática!
-
---El Primer Magistrado de un pueblo no tiene compadres, Doña Rosita. ¿Y
-cómo en horas tan intempestivas la visita del Coronel de la Gándara?
-
---¡Un centellón, no más, mi Generalito! Entró de la calle y salió por
-la ventana sin explicarse.
-
---¿Y a qué obedece haber elegido la casa de usted, Doña Rosita?
-
---Mi Generalito, ¿y a qué obedece el sino que rige la vida?
-
---Acorde con esa doctrina, espere el sino del chamaco, que nada podrá
-sucederle fuera de esa ley natural. Mi Señora Doña Rosita, me deja muy
-obligado. Me ha sido de una especial complacencia volver a verla y
-memorizar tiempos antiguos, cuando la festejaba el lamentado Laurencio
-Rosales. ¡Veo siempre en usted aquella cabalgadora del Ranchito de
-Talapachi! Váyase muy consolada, que contra el sino de cada cual no
-hay poder suficiente para modificarlo, en lo limitado de nuestras
-voluntades.
-
---¡Generalito, no me hablés encubierto!
-
---Fíjese no más: El Coronel de la Gándara, hurtándose a la ley por una
-ventana, tramita todas las incidencias de este pleito, y en modo alguno
-podemos ya sustraernos a la actuación que nos deja pendiente. Mi Señora
-Doña Rosita, convengamos que nuestra condición en el mundo es la de
-niños rebeldes que caminasen con las manos atadas bajo el rebencazo
-de los acontecimientos. ¿Por qué eligió la casa de usted el Coronel
-Domiciano de la Gándara? Doña Rosita, excúseme que no pueda dilatar la
-audiencia, pero lleve mis seguridades de que se proveerá en justicia.
-¡Y en últimas resultas, siempre será el sino de las criaturas quien
-sentencie el pleito! ¡Nos vemos!
-
-Se apartó hecho un rígido espeto, y con austera seña de la mano llamó
-al ayudante cuadrado en la puerta:
-
---Se dan por finalizadas las audiencias. Vamos a Santa Mónica.
-
-
-IV
-
-La llama del sol encendía con destellos el arduo tenderete de azoteas,
-encastillado sobre la curva del Puerto. El vasto mar ecuatorial,
-caliginoso de tormentas y calmas, se inmovilizaba en llanuras de luz,
-desde los muelles al confín remoto. Los muros de reductos y hornabaques
-destacaban su ruda geometría castrense, como buldogs trascendidos a
-expresión matemática. Una charanga, brillante y ramplona, divertía
-al vulgo municipal en el kiosco de la Plaza de Armas. En la muda
-desolación del cielo, abismado en el martirio de la luz, era como una
-injuria la metálica estridencia. La pelazón de indios ensabanados,
-arrendándose a las aceras y porches, o encumbrada por escalerillas de
-iglesias y conventos, saludaba con una genuflexión el paso del Tirano.
-Tuvo un gesto humorístico la momia enlevitada:
-
---¡Chac! ¡Chac! ¡Tan humildes en la apariencia, y son ingobernables!
-No está mal el razonamiento de los científicos, cuando nos dicen
-que la originaria organización comunal del indígena se ha visto
-fregada por el individualismo español, raíz de nuestro caudillaje.
-El caudillaje criollo, la indiferencia del indígena, la crápula del
-mestizo y la teocracia colonial son los tópicos con que nos denigran el
-industrialismo yanqui y las monas de la diplomacia europea. Su negocio
-está en hacerle la capa a los bucaneros de la revolución, para arruinar
-nuestros valores y alzarse concesionarios de minas, ferrocarriles y
-aduanas... ¡Vamos a pelearles el gallo sacando de la prisión con todos
-los honores al futuro Presidente de la República!
-
-El Generalito rasgaba la boca con falsos teclados. Asentían con militar
-tiesura los ayudantes. La escolta dragona, imperativa de brillos y
-sones marciales, rodeaba el landó. Apartábanse las plebes al temor de
-ser atropelladas, y repentinos espacios desiertos silenciaban la calle.
-En el borde de la acera, el indio de sabanil y chupalla, greñudo y
-genuflexo, saludaba con religiosas cruces. Se entusiasmaban con vítores
-y palmas los billaristas asomados a la balconada del Casino Español.
-La momia enlevitada respondía con cuáquera dignidad, alzándose la
-chistera, y con el saludo militar los ayudantes.
-
-
-V
-
-El Fuerte de Santa Mónica descollaba el dramón de su arquitectura en el
-luminoso ribazo marino. Formaba el retén en la poterna. El Tirano no
-movió una sola arruga de su máscara indiana para responder al saludo
-del Coronel Irineo Castañón --Pata de Palo--. Inmovilizábase en un
-gesto de duras aristas, como los ídolos tallados en obsidiana:
-
---¿Qué calabozo ocupa Don Roque Cepeda?
-
---El número 3.
-
---¿Han sido tratados con toda la consideración que merecen tan ilustre
-patricio y sus compañeros? El antagonismo político dentro de la
-vigencia legal, merece todos los respetos del Poder Público. El rigor
-de las leyes ha de ser aplicado a los insurgentes en armas. Aténgase a
-estas instrucciones en lo sucesivo, vamos a vernos con el candidato de
-las oposiciones para la Presidencia de la República. Coronel Castañón,
-rompa marcha.
-
-El Coronel giró con la mano en la visera, y su remo de palo, con tieso
-destaque, trazó la media vuelta en el aire: Puesto en marcha, al
-tilingo de las llaves en pretina advirtió con marciales escandidos:
-
---Don Trinidad, vos nos precedés.
-
-Corrió Don Trino con morisquetas quebradas por los juanetes. Rechinaron
-cerrojos y gonces. Abierta la ferrona cancela, renovó el trote con
-sones y compases del pretino llavero: Bailarín de alambre, relamía
-gambetas sobre el lujo chafado de los charoles. El Coronel Irineo
-Castañón, al frente de la comitiva, marcaba el paso. ¡Tac! ¡Tac! Por
-bovedizos y galerías, apostillaba un eco el ritmo cojitranco de la pata
-de palo: ¡Tac! ¡Tac! El Tirano, raposo y clerical, arrugaba la boca
-entre sus ayudantes lagartijeros. Echó los bofes el Coronel Alcaide:
-
---¡Calabozo número 3!
-
-Tirano Banderas, en el umbral, saludó, quitándose el sombrero, tendidos
-los ojos para descubrir a Don Roque. Todo aquel mundo carcelario
-estaba vuelto a la puerta, inmovilizado en muda zozobra. El Tirano
-acostumbrada la vista a la media luz del calabozo, penetró por la
-doble hilera de hamacas. Extremando su rancia ceremonia, señalaba un
-deferente saludo al corro centrado por Don Roque Cepeda:
-
---Mi Señor Don Roque, recién me entero de su detención en el
-fuerte. ¡Lo he deplorado! Hágame el honor de considerarme ajeno a
-esa molestia. Santos Banderas guarda todos los miramientos a un
-repúblico tan ameritado, y nuestras diferencias ideológicas no son tan
-irreductibles como usted parece presuponerlo, mi Señor Don Roque.
-En todas las circunstancias usted representa para mí en el campo
-político al adversario que, consciente de sus deberes ciudadanos,
-acude a los comicios y riñe la batalla sin salirse fuera de la Carta
-Constitucional. Notoriamente he procedido con el mayor rigor en las
-sumarias instruidas a los aventureros que toman las armas y se colocan
-fuera de las leyes. Para esos caudillos que no vacilan en provocar una
-intervención extranjera, seré siempre inexorable, pero esta actuación
-no excluye mi respeto y hasta mi complacencia para los que me presentan
-batalla amparados en el derecho que les confieren las leyes. Don
-Roque, en ese terreno deseo verle a usted, y comienzo por decirle que
-reconozco plenamente su patriotismo, que me congratula la generosa
-intención de su propaganda por tonificar de estímulos ciudadanos a la
-raza indígena. Sobre este tópico aún hemos de conversar, pero horita
-solo quiero expresarle mis excusas ante el lamentado error policial,
-originándose que la ergástula del vicio y de la corrupción se vea
-enaltecida por el varón justo de que nos habla el latino Horacio.
-
-Don Roque Cepeda, en la rueda taciturna de sus amigos incrédulos, se
-iluminaba con una sonrisa de santo campesino, tenía un suave reflejo en
-las bruñidas arrugas:
-
---Señor General, perdóneme la franqueza. Oyéndole me parece escuchar a
-la Serpiente del Génesis.
-
-Era de tan ingenua honradez la expresión de los ojos y el reflejo de la
-sonrisa en las arrugas, que excusaban como acentos benévolos la censura
-de las cláusulas. Tirano Banderas inmovilizaba las aristas de su verde
-mueca:
-
---Mi Señor Don Roque, no esperaba de su parte esa fineza. De la mía
-propositaba ofrecerle una leal amistad y estrechar, su mano, pero visto
-que usted no me juzga sincero, me limito a reiterarle mis excusas.
-
-Saludó con la castora y, apostillado por los dos ayudantes, se dirigió
-a la puerta.
-
-
-VI
-
-Entre la doble fila de hamacas saltó, llorón y grotesco, el Licenciado
-Veguillas:
-
---¡Cua! ¡Cua!
-
-La momia remejió la boca:
-
---¡Macaneador!
-
---¡Cua! ¡Cua!
-
---No sea payaso.
-
---¡Cua! ¡Cua!
-
---Que no me divierte horita esa bufonada.
-
---¡Cua! ¡Cua!
-
---Tendré que apartarle con la punta de la bota.
-
---¡Cua! ¡Cua!
-
-El Licenciadito, recogida la guayabera en el talle, terco, llorón,
-saltaba en cuclillas, inflada la máscara, el ojo implorante:
-
---¡Me sonroja verle! Sus delaciones no se redimen cantando la rana.
-
---Mi Generalito es un viceversa magnético.
-
-Tirano Banderas, con la punta de la bota, le hizo rodar por delante del
-centinela, que, pegado al quicio de la puerta, presentaba el arma:
-
---Voy a regalarle un gorro de cascabeles.
-
---¡Mi Generalito, para qué se molesta!
-
---Se presentará con él a San Pedro. Ándele no más, le subo en mi
-carruaje a los Mostenses. No quiero que se vaya al otro mundo
-descontento de Santos Banderas. Me conversará durante el día, ya
-que tan pronto dejaremos de comunicarnos. Posiblemente le alcanza
-una sentencia de pena capital. ¿Licenciadito, por qué me ha sido
-tan pendejo? ¿Quién le inspiró la divulgación de las resoluciones
-presidenciales? ¿A qué móviles ha obedecido tan vituperable conducta?
-¿Qué cómplices tiene? Hónreme montando en mi carruaje y tome luneta
-a mi diestra. Todavía no ha recaído sentencia sobre su conducta y no
-quiero prejuzgar su delincuencia.
-
-
-
-
-LIBRO SEGUNDO
-
-FLAQUEZAS HUMANAS
-
-
-I
-
-Don Mariano Isabel Cristino Queralt y Roca de Togores, Ministro
-plenipotenciario de Su Majestad Católica en Santa Fe de Tierra Firme,
-Barón de Benicarlés y Caballero Maestrante, condecorado con más
-lilailos que borrico cañí, era a las doce del día en la cama, con
-gorra de encajes y camisón de seda rosa. Merlín, el gozque faldero, le
-lamía el colorete y adobaba el mascarón esparciéndole el afeite con la
-espátula linguaria. Tenía en el hocico el faldero arrumacos, melindres
-y mimos de maricuela.
-
-
-II
-
-Sin anuncio del ayuda de cámara, entró, gambetero, Currito Mi-Alma. El
-niño andaluz se detuvo en la puerta, marcó un redoble de las uñas en el
-alón del cordobés, y con un papirote se lo puso terciado. En el mismo
-compás levantaba el veguero al modo de caña sanluqueña, entonado,
-ceceante, con el mejor estilo de la cátedra sevillana:
-
---¡Gachó! ¿Te has pintado para la Semana de Pasión? Merlín te ha puesto
-la propia jeta de un disciplinante.
-
-Su Excelencia se volvió, dando la espalda al niño marchoso:
-
---¡Eres incorregible! Ayer, todo el día, sin dejarte ver el pelo.
-
---Formula una reclamación diplomática. Horita salgo del estaribel, que
-decimos los clásicos.
-
---Deja la guasa, Curro. Estoy sumamente irritado.
-
---La veri, Isabelita.
-
---¡Eres incorregible! Habrás dado algún escándalo.
-
---Ojerizas. He dormido en la delega, sobre un petate, y esto no es lo
-más malo: La poli se ha hecho cargo de mi administración y de toda la
-correspondencia.
-
-El Ministro de España se incorporó en las almohadas y al faldero,
-suspendiéndole por las lanas del cuello, espatarró en la alfombra:
-
---¿Qué dices?
-
-El Curro afligió la cara:
-
---¡Isabelita, un sinapismo para puesto en el rabo!
-
---¿Dónde tenías mis cartas?
-
---En una valija con siete candados mecánicos.
-
---¡Nos conocemos, Curro! Te vienes con ese infundio idiota para sacarme
-dinero.
-
---¡Que no es combina, Isabelita!
-
---Curro, tú te pasas de sinvergüenza.
-
---Isabelita, agradezco el requiebro, pero en esta corrida solo es
-empresa el Licenciado López de Salamanca.
-
---¡Currito, eres un canalla!
-
---¡Que me coja un toro y me mate!
-
---¡Esas cartas se queman! ¡Deben quemarse! ¡Es lo correcto!
-
---Pero siempre se guardan.
-
---¡Si anda en esto la mano del Presidente! ¡No quiero pensarlo! ¡Es una
-situación muy difícil y muy complicada!
-
---¿Me dirás que es la primera en que te ves?
-
---¡No me exasperes! En las circunstancias actuales puede costarme la
-pérdida de la carrera.
-
---¡Acude al quite!
-
---Estoy distanciado del Gobierno.
-
---Pues te arrimas al morlaco y lo pasas de muleta. ¡Mi alma, que no
-sabes tú hacer eso!
-
-El representante de Su Majestad Católica echó los pies fuera de la
-cama, agarrándose la cabeza:
-
---¡Si trasciende a los periódicos se me crea una situación imposible!
-¡Cuando menos su silencio me cuesta un riñón y mitad del otro!
-
---Dale changüí a Tirano Banderas.
-
-El Ministro de España se levantó apretando los puños:
-
---¡No sé cómo no te araño!
-
---Una duda muy meritoria.
-
---¡Currito, eres un canalla! Todo esto son gaterías tuyas para sacarme
-dinero, y me estás atormentando.
-
---Isabelita, ¿ves estas cruces? Te hago juramento por lo más sagrado.
-
-El Barón repitió, temoso:
-
---¡Eres un canalla!
-
---Deja esa alicantina. Te lo juro por el escapulario que mi madre,
-pobrecita, me puso al salir de la adorada España.
-
-El Curro se había conmovido con un eco sentimental de copla andaluza.
-Su Excelencia apuntaba una llama irónica en el azulino horizonte de
-sus ojos huevones:
-
---Bueno, sírveme de azafata.
-
---¡Sinvergonzona!
-
-
-III
-
-El Representante de Su Majestad Católica, perfumado y acicalado,
-acudió al salón donde hacía espera Don Celes. Un pesimismo sensual
-y decadente, con lemas y apostillas literarias, retocaba, como otro
-afeite, el perfil sicológico del carcamal diplomático, que en los posos
-de su conciencia sublimaba resabios de amor, con laureles clásicos:
-Frecuentemente, en el trato social, traslucía sus aberrantes gustos con
-el libre cinismo de un elegante en el Lacio: Tenía siempre pronta una
-burla de amables epigramas, para los jóvenes colegas incomprensivos,
-sin fantasía y sin humanidades: Insinuante, con indiscreta confidencia,
-se decía sacerdote de Hebe y de Ganimedes. Bajo esta apariencia de
-frívolo cinismo, prosperaban alarde y engaño, porque nunca pudo
-sacrificar a Hebe. El Barón de Benicarlés mimaba aquella postiza
-afición flirteando entre las damas, con un vacuo cotorreo susurrante
-de risas, reticencias e intimidades. Para las madamas era encantador
-aquel pesimismo de casaca diplomática, aquellos giros disertantes y
-parabólicos de los guantes londinenses, rozados de frases ingeniosas
-diluidas en una sonrisa de oros odontálgicos. Aquellas agudezas eran
-motivo de gorjeos entre las jamonas otoñales: El Mundo podía ofrecer
-un hospedaje más confortable, ya que nos tomamos el trabajo de nacer.
-Sería conveniente que hubiese menos tontos, que no doliesen las muelas,
-que los banqueros cancelasen sus créditos. La edad de morir debía ser
-una para todos, como la quinta militar. Son reformas sin espera, y con
-relación a las técnicas actuales, está anticuado el Gran Arquitecto.
-Hay industriales yanquis y alemanes que promoverían grandes mejoras en
-el orden del mundo si estuviesen en el Consejo de Administración. El
-Ministro de Su Majestad Católica tenía fama de espiritual en el corro
-de las madamas, que le tentaban en vano poniéndole los ojos tiernos.
-
-
-IV
-
---¡Querido Celes!
-
-Al penetrar en el salón, con sonrisa belfona recataba la congoja del
-ánimo, estarcido de suspicacias: ¡Don Celes! ¡Las cartas! ¡La mueca del
-Tirano! Un circunflejo del pensamiento sellaba la tríada con intuición
-momentánea, y el carcamal rememoraba su epistolario amoroso, y la
-dolorosa inquietud de otro disgusto lejano, en una Corte de Europa. El
-Ilustre Gachupín era en el estrado, con el jipi y los guantes sobre la
-repisa de la botarga: Bombón y badulaque, tendida la mano, en el salir
-de la penumbra dorada se detuvo fulminado por el ladrido del faldero
-que, arisco y mimoso, sacaba el agudo flautín entre las zancas de Su
-Excelencia:
-
---No quiere reconocerme por amigo.
-
-Don Celes, como en un pésame, estrechó largamente la mano del carcamal,
-que le animó con gesto de benévola indiferencia:
-
---¡Querido Celes, trae usted cara de grandes sucesos!
-
---Estoy, mi querido amigo, verdaderamente atribulado.
-
-El Barón de Benicarlés le interrogó con una mueca de suripanta:
-
---¿Qué ocurre?
-
---Querido Mariano, me causa una gran mortificación dar este paso.
-Créamelo usted. Pero las críticas circunstancias por que atraviesan las
-finanzas del país me obligan a recoger numerario.
-
-El Ministro de Su Majestad Católica, falso y declamatorio, estrechó las
-manos del ilustre gachupín:
-
---Celes, es usted el hombre más bueno del mundo. Estoy viendo lo que
-usted sufre al pedirme su plata. Hoy se me ha revelado su gran corazón.
-¿Sabe usted las últimas noticias de España?
-
---¿Pero hubo paquete?
-
---Me refiero al cable.
-
---¿Hay cambio político?
-
---El Posibilismo en Palacio.
-
---¿De veras? No me sorprende. Eran mis noticias, pero los sucesos han
-debido anticiparse.
-
---Celes, usted será Ministro de Hacienda. Acuérdese usted de este
-desterrado y venga un abrazo.
-
---¡Querido Mariano!
-
---¡Qué digna coronación de su vida, Celestino!
-
-Falso y confidencial, hizo sentar en el sofá al orondo ricacho, y,
-sacando la cadera, cotorrón, tomó asiento a su lado. La botarga del
-gachupín se inflaba complacida. Emilio le llamaría por cable. ¡La Madre
-Patria! Se sintió con una conciencia difusa de nuevas obligaciones, una
-respetabilidad adiposa de personaje. Experimentaba la extraña sensación
-de que su sombra creciese desmesuradamente, mientras el cuerpo se
-achicaba. Enternecíase. Le sonaban eufónicamente escandidas palabras
---Sacerdocio, Ponencia, Parlamento, Holocausto--. Y adoptaba un lema:
-¡Todo por mi Patria! Aquella matrona entrada en carnes, corona, rodela
-y estoque, le conmovía como dama de tablas que corta el verso en
-la tramoya de candilejas, bambalinas y telones. Don Celes sentíase
-revestido de sagradas ínfulas y desplegaba petulante la curva de su
-destino con casaca bordada, como el pavo real la fábula de su cola.
-Fatuas imágenes y suspicacias de negociante compendiaban sus larvados
-arabescos en fugas colmadas de resonancias. El Ilustre Gachupín temía
-la mengua de sus lucros, si trocaba la explotación de cholos y morenos
-por el servicio de la Madre Patria: Se tocó el pecho y sacó la cartera:
-
---Querido Mariano, real y verdaderamente, en las circunstancias por
-que atraviesa este país, con la incertidumbre y poca fijeza de sus
-finanzas, me representa un grave quebranto la radicación en España.
-¡Usted me conoce, usted sabe todo lo que me violenta apremiarle,
-usted, dándose cuenta de mi buena voluntad, no me creará una situación
-embarazosa!...
-
-El Barón de Benicarlés, con apagada sonrisa, tiraba de las orejas a
-Merlín:
-
---¡Carísimo Celestino, pero si está usted haciendo mi rol! Sus
-disculpas, todas sus palabras, las hago mías. No es a usted a quien
-corresponde hablar así. ¡Carísimo Celestino, no me amenace usted con
-la cartera, que me da más miedo que una pistola! Guárdesela para que
-sigamos hablando. Tengo en venta una masía en Alicante. ¿Por qué no se
-decide usted y me la compra? Sería un espléndido regalo para su amigo
-el elocuente tribuno. Decídase usted, que se la doy barata.
-
-Don Celes Galindo entornaba los ojos, abierta una sonrisa de oráculo
-entre las patillas de canela.
-
-
-V
-
-El Ilustre Gachupín extravagaba por los más encumbrados limbos la
-voluta del pensamiento: Investido de conciencia histórica, pomposo,
-apesadumbrado, discernía como un deshonor rojo y gualda el epistolario
-del Ministro de Su Majestad Católica al Currito de Sevilla.
-¡Aberraciones! Y subitánea, en un silo de sombra taciturna, atisbó la
-mueca de Tirano Banderas. ¡Aberraciones! El verde mohín trituraba las
-letras. Y Don Celes, con mentales votos de hijo predilecto, ofrecía
-el sonrojo de su calva panzona en holocausto de la Madre Patria. El
-impulso de imponerle un parche en las vergüenzas le inundó generoso,
-calde, con el pulso entusiasta de la onda sanguínea en los brindis y
-aniversarios nacionales. La botarga del ricacho era una boya de ecos
-magnánimos. El Barón, de media anqueta en el sofá, cristalizaba los
-ambiguos caramelos de una sonrisa protocolaria. Don Celestino le tendió
-la mano condolido, piadoso, tal como su lienzo en el Vía-Crucis la
-María Verónica:
-
---Yo he vivido mucho. Cuando se ha vivido mucho, se adquiere cierta
-filosofía para considerar las acciones humanas. Usted me comprende,
-querido Mariano.
-
---Todavía no.
-
-El Barón de Benicarlés limitaba el azul horizonte de los ojos huevones,
-entornando los párpados. Don Celes cambió toda la cara en un gran gesto
-abismado y confidencial:
-
---Ayer la policía, en mi opinión propasándose, ha efectuado la
-detención de un súbdito español, y practicado un registro en sus
-petacas... Ya digo, en mi opinión, extralimitándose.
-
-El carcamal diplomático asintió con melindre displicente:
-
---Acabo de enterarme. Me ha visitado con ese mismo duelo Currito
-Mi-Alma.
-
-El Ministro de Su Majestad Católica sonreía, y sobre la crasa rasura,
-el colorete, abriéndose en grietas, tenía un sarcasmo de careta
-chafada. Se consternó Don Celes:
-
---Mariano, es asunto muy grave. Precisa que, puestos de acuerdo, lo
-silenciemos.
-
---¡Carísimo Celestino, es usted una virgen inocente! Todo eso carece de
-importancia.
-
-En la liviana contracción de su máscara, el colorete seguía abriéndose,
-con nuevas roturas. Don Celes acentuaba su gesto confidencial:
-
---Querido Mariano, mi deber es prevenirle. Esas cartas están en poder
-del General Banderas. Acaso violo un secreto político, pero usted,
-su amistad, y la Patria... ¡Querido Mariano, no podemos, no debemos
-olvidarnos de la Patria! Esas cartas actúan en poder del General
-Banderas.
-
---Me satisface la noticia. El Señor Presidente es bien seguro que sabrá
-guardarlas.
-
-El Barón de Benicarlés acogíase en una actitud sibilina de hierofante
-en sabias perversidades. Insistía Don Celes, un poco captado por aquel
-tono:
-
---Querido Mariano, ya he dicho que no juzgo de esas cartas, pero mi
-deber es prevenirle.
-
---Y se lo agradezco. Usted, ilustre amigo, se deja arrebatar de la
-imaginación. Crea usted que esas cartas no tienen la más pequeña
-importancia.
-
---Me alegraría que así fuese. Pero temo un escándalo, querido Mariano.
-
---¿Puede ser tanta la incultura de este medio social? Sería
-perfectamente ridículo.
-
-Don Celes se avino, marcando con un gesto su avenencia:
-
---Indudablemente, pero hay que silenciar el escándalo.
-
-El Barón de Benicarlés entornaba los ojos, relamido de desdenes:
-
---¡Un devaneo! Ese Currito le confieso a usted que me ha tenido
-interesado. ¿Usted le conoce? ¡Vale la pena!
-
-Hablaba con tan amable sonrisa, con un matiz británico de tan elegante
-indiferencia, que el asombrado gachupín no tuvo ánimos para sacar del
-fuelle los grandes gestos. Fallidos todos, murmuró, jugando con los
-guantes:
-
---No, no le conozco. Mariano, mi consejo es que debe usted tener amigo
-al General.
-
---¿Cree usted que no lo sea?
-
---Creo que debe usted verle.
-
---Eso, sí, no dejaré de hacerlo.
-
---Mariano, hágalo usted, se lo ruego, en nombre de la Madre Patria. Por
-ella, por la Colonia. Ya usted conoce sus componentes, gente inculta,
-sin complicaciones, sin cultura. Si el cable comunica alguna novedad
-política...
-
---Le tendré a usted al corriente, y repito mi enhorabuena. Es usted un
-grande hombre plutarquiano. Adiós, querido Celes.
-
---Vea usted al Presidente.
-
---Le veré esta tarde.
-
---Con esa promesa me retiro satisfecho.
-
-
-VI
-
-Currito Mi-Alma salió rompiendo cortinas y, por decirlo en su verba,
-más postinero que un ocho:
-
---¡Has estado pero que muy buena, Isabelita!
-
-El Barón de Benicarlés le detuvo con áulico aspaviento, la estampa
-fondona y gallota, toda conmovida:
-
---¡Me parece una inconveniencia ese espionaje!
-
---¡Mírame este ojo!
-
---Muy seriamente.
-
---¡No seas panoli!
-
-Los cedros y los mirtos del jardín trascendían remansadas penumbras de
-verdes acuarios a los estores del salón, apenas ondulados por la brisa
-perfumada de nardos. El jardín de la virreina era una galante geometría
-de fuentes y mirtos, estanques y ordenados senderos: Inmóviles
-cláusulas de negros espejos pautaban los estanques, entre columnatas
-de cipreses. El Ministro de Su Majestad Católica, con un destello de
-orgullo en el azul porcelana de las pupilas, volvió la espalda al
-rufo, y recluyéndose en el calino mirador colonial, se incrustaba el
-monóculo bajo la ceja. Trepaban del jardín verdes de una enredadera, y
-era detrás de los cristales toda la sombra verde del jardín. El Barón
-de Benicarlés apoyó la frente en la vidriera: Elefantona, atildada,
-britanizante, la figura dibujaba un gran gesto preocupado. El Curro y
-Merlín, cada cual desde su esquina, le contemplaban sumido en la luz
-acuaria del mirador, en la curva rotunda, labrada de olorosas maderas,
-con una evocación de lacas orientales y borbónicas, de minué bailado
-por visorreyes y Princesas Flor de Almendro. El Curro rompió el encanto
-escupiendo, marchoso, por el colmillo:
-
---Isabelita, prenda, así te despeines, o te subas el moño para menda
-lo mismo que la Biblia del Padre Carulla. Isabelita, hay que mover los
-pinreles y darse la lengua con Tirano Banderas.
-
---¡Canalla!
-
---Isabelita, evitémonos un solfeo.
-
-
-
-
-LIBRO TERCERO
-
-LA NOTA
-
-
-I
-
-El Excelentísimo Señor Ministro de España había pedido el coche para
-las seis y media. El Barón de Benicarlés, perfumado, maquillado,
-decorado, vestido con afeminada elegancia, dejó sobre una consola
-el jipi, el junco y los guantes: Haciéndose lugar en el corsé con
-un movimiento de cintura, volvió sobre sus pasos, y entró en la
-recámara: Alzose una pernera, con mimo de no arrugarla, y se aplicó
-una inyección de morfina. Estirando la zanca con leve cojera, volvió
-a la consola y se puso, frente al espejo, el sombrero y los guantes.
-Los ojos huevones, la boca fatigada, diseñaban en fluctuantes signos
-los toboganes del pensamiento. Al calzarse los guantes, veía los
-guantes amarillos de Don Celes. Y, de repente, otras imágenes saltaron
-en su memoria, con abigarrada palpitación de sueltos toretes en un
-redondel. Entre ángulos y roturas gramaticales, algunas palabras
-se encadenaban con vigor epigráfico: “Desecho de tienta. Cría de
-Guisando. ¡Graníticos!” Sobre este trampolín, un salto mortal, y el
-pensamiento quedaba en una suspensión ingrávida, gaseado: “¡Don Celes!
-¡Asno divertido! ¡Magnífico!” El pensamiento, diluyéndose en una vaga
-emoción jocosa, se trasmudaba en sucesivas intuiciones plásticas de un
-vigoroso grafismo mental, y una lógica absurda de sueño. Don Celes,
-con albarda muy gaitera, hacía monadas en la pista de un circo. Era
-realmente el orondo gachupín. ¡Qué toninada! Castelar le había hecho
-creer que cuando gobernase lo llamaría para Ministro de Hacienda.
-
-El Barón se apartó de la consola, cruzó el estrado y la galería,
-dio una orden a su ayuda de cámara, bajó la escalera. Le inundó el
-tumulto luminoso del arroyo. El coche llegaba rozando el azoguejo.
-El cochero inflaba la cara teniendo los caballos. El lacayo estaba
-a la portezuela, inmovilizado en el saludo: Las imágenes tenían un
-valor aislado y extático, un relieve lívido y cruel, bajo el celaje
-de cirrus, dominado por media luna verde. El Ministro de España,
-apoyando el pie en el estribo, diseñaba su pensamiento con claras
-palabras mentales: “Si surge una fórmula, no puedo singularizarme,
-cubrirme de ridículo por cuatro abarroteros. ¡Absurdo arrostrar el
-entredicho del Cuerpo Diplomático! ¡Absurdo!” Rodaba el coche. El
-Barón, maquinalmente, se llevó la mano al sombrero. Luego pensó: “Me
-han saludado. ¿Quién era?” Con un esguince anguloso y oblicuo vio la
-calle tumultuosa de luces y músicas. Banderas españolas decoraban
-sobre pulperías y casas de empeño. Con otro esguince le acudió el
-recuerdo de una fiesta avinatada y cerril, en el Casino Español.
-Luego, por rápidos toboganes de sombra, descendía a un remanso de
-la conciencia, donde gustaba la sensación refinada y tediosa de su
-aislamiento. En aquella sima, números de una gramática rota y llena de
-ángulos, volvían a inscribir los poliedros del pensamiento, volvían las
-cláusulas acrobáticas encadenadas por ocultos nexos. “Que me destinen
-al Centro de África. Donde no haya Colonia Española... ¡Vaya, Don
-Celes! ¡Grotesco personaje!... ¡Qué idea la de Castelar!... Estuve poco
-humano. Casi me pesa. Una broma pesada... Pero ese no venía sin los
-pagarés. Estuvo bien haberle parado en seco. ¡Un quiebro oportuno!
-Y la deuda debe de subir un pico... Es molesto. Es denigrante. Son
-irrisorios los sueldos de la Carrera. Irrisorios los viáticos.”
-
-
-II
-
-El coche, bamboleando, entraba por la Rinconada de Madres. Corrían
-gallos. El espectáculo se proyectaba sobre un silencio tenso, cortado
-por ráfagas de popular algazara. El Barón alzó el monóculo para mirar
-a la plebe, y lo dejó caer. Con una proyección literaria, por un nexo
-de contrarios, recordó su vida en las Cortes Europeas. Le acarició
-un cefirillo de azahares. Rozaba el coche las tapias de un huerto de
-monjas. El cielo tenía una luz verde, como algunos cielos del Veronés:
-La luna, como en todas partes, un halo de versos italianos, ingleses y
-franceses. Y el carcamal diplomático, sobre la reminiscencia pesimista
-y sutil de su nostalgia, triangulaba difusos, confusos plurales
-pensamientos. “¡Explicaciones! ¿Para qué? Cabezas de berroqueña.” Por
-sucesivas derivaciones, en una teoría de imágenes, y palabras cargadas
-de significación, como palabras cabalísticas, intuyó el ensueño de
-un viaje por países exóticos. Recaló en su colección de marfiles. El
-ídolo panzudo y risueño, que ríe con la panza desnuda, se parece a Don
-Celes. Otra vez los poliedros del pensamiento se inscriben en palabras:
-“Va a dolerme dejar el país. Me llevo muchos recuerdos. Amistades muy
-gentiles. Me ha dado miel y acíbar. La vida, igual en todas partes...
-Los hombres valen más que las mujeres. Sucede como en Lisboa. Entre
-los jóvenes hay verdaderos Apolos... Es posible que me acompañe ya
-siempre la nostalgia de estos climas tropicales. ¡Hay una palpitación
-del desnudo!”. El coche rodaba. Portalitos de Jesús, Plaza de Armas,
-Monotombo, Rinconada de Madres, tenían una luminosa palpitación de
-talabartería, filigranas de plata, ruedas de facones, tableros de
-suertes, vidrios en sartales.
-
-
-III
-
-Frente a la Legación inglesa había un guiñol de mitote y puñales. El
-coche llegaba rozando la acera. El cochero inflaba la cara reteniendo
-los caballos. El lacayo estaba en la portezuela, inmovilizado en un
-saludo. El Barón, al apearse, distinguió vagamente a una mujer con
-rebocillo: Abría la negra tenaza de los brazos, acaso le requería.
-Se borró la imagen. Acaso la vieja luchaba por llegar al coche. El
-Barón, deteniéndose un momento en el estribo, esparcía los ojos sobre
-la fiesta de la Rinconada. Entró en la Legación. Un momento creyó
-que le llamaban, indudablemente le llamaban. Pero no pudo volver la
-cabeza: Dos Ministros, dos oráculos del protocolo, le retenían con
-un saludo, levantándose al mismo tiempo los sombreros: Estaban en el
-primer peldaño de la escalera, bajo la araña destellante de luces,
-ante el espejo que proyectaba las figuras con una geometría oblicua
-y disparatada. El Barón de Benicarlés respondía quitándose a su vez
-el sombrero, distraído, alejado el pensamiento. La vieja, los brazos
-como tenazas bajo el rebocillo, iniciaba su imagen. Pasó también
-perdido bajo el recuerdo el eco de su propio nombre, la voz que acaso
-le llamaba. Maquinalmente sonrió a las dos figuras, en su espera bajo
-la araña fulgurante. Cambiando cortesías y frases amables, subió la
-escalera entre los Ministros de Chile y del Brasil. Murmuró engordando
-las erres con una fuga de nasales amables y protocolarias:
-
---Creo que nosotros estamos los primeros.
-
-Se miró los pies con la vaga inquietud de llevar recogida una pierna
-del pantalón. Sentía la picadura de la morfina. Se le aflojaba una
-liga. ¡Catastrófico! ¡Y el Ministro del Brasil se había puesto los
-guantes amarillos de Don Celes!
-
-
-IV
-
-El Decano del Cuerpo Diplomático --Sir Jonnes H. Scott, Ministro de la
-Graciosa Majestad Británica-- exprimía sus escrúpulos puritanos en un
-francés lacio, orquestado de haches aspiradas. Era pequeño y tripudo,
-con un vientre jovial y una gran calva de patriarca: Tenía el rostro
-encendido de bermejo cándido, y una punta de maliciosa suspicacia en el
-azul de los ojos, aún matinales de juegos e infancias:
-
---Inglaterra ha manifestado en diferentes actuaciones el disgusto con
-que mira el incumplimiento de las más elementales Leyes de Guerra.
-Inglaterra no puede asistir indiferente al fusilamiento de prisioneros,
-hecho con violación de todas las normas y conciertos entre pueblos
-civilizados.
-
-La Diplomacia Latino-Americana concertaba un aprobatorio murmullo,
-amueblando el silencio cada vez que humedecía los labios en el refresco
-de brandy-soda el Honorable Sir Jonnes H. Scott. El Ministro de
-España, distraído en un flirt sentimental, paraba los ojos sobre el
-Ministro del Ecuador, Doctor Aníbal Roncali --un criollo muy cargado de
-electricidad, rizos prietos, ojos ardientes, figura gentil, con cierta
-emoción fina y endrina de sombra chinesca--. El Ministro de Alemania,
-Von Estrug, cambiaba en voz baja alguna interminable palabra tudesca
-con el Conde Chrispi, Ministro de Austria. El Representante de Francia
-engallaba la cabeza, con falsa atención, media cara en el reflejo del
-monóculo. Se enjugaba los labios y proseguía el Honorable Sir Jonnes:
-
---Un sentimiento cristiano de solidaridad humana nos ofrece a todos
-el mismo cáliz para comulgar en una acción conjunta y recabar el
-cumplimiento de la legislación internacional al respecto de las vidas y
-canje de prisioneros. El Gobierno de la República, sin duda, no desoirá
-las indicaciones del Cuerpo Diplomático. El Representante de Inglaterra
-tiene trazada su norma de conducta, pero tiene al mismo tiempo un
-particular interés en oír la opinión del Cuerpo Diplomático: Señores
-Ministros, este es el objeto de la reunión. Les presento mis mejores
-excusas, pero he creído un deber convocarles, como decano.
-
-La Diplomacia Latino-Americana prolongaba su blando rumor de eses
-laudatorias, felicitando al Representante de Su Graciosa Majestad
-Británica. El Ministro del Brasil, figura redonda, azabachada,
-expresión asiática de mandarín o de bonzo, tomó la palabra, acordando
-sus sentimientos a los del Honorable Sir Jonnes H. Scott. Accionaba
-levantando los guantes en ovillejo. El Barón de Benicarlés sentía una
-profunda contrariedad: El revuelo de los guantes amarillos le estorbaba
-el flirteo: Dejó su asiento, y con una sonrisa mundana, se acercó al
-Ministro Ecuatoriano:
-
---El colega brasileño se ha venido con unas terribles lubas de canario.
-
-Explicó el Primer Secretario de la Legación Francesa, que actuaba de
-Ministro:
-
---Son crema. El último grito en la Corte de Saint James.
-
-El Barón de Benicarlés evocó con cierta irónica admiración el recuerdo
-de Don Celes. El Ministro del Ecuador, que se había puesto en pie,
-agitados los rizos de ébano, hablaba verboso. El Barón de Benicarlés,
-gran observante del protocolo, tenía una sonrisa de sufrimiento y
-simpatía ante aquella gesticulación y aquel raudal de metáforas. El
-Doctor Aníbal Roncali proponía que los diplomáticos hispano-americanos
-celebrasen una reunión previa bajo la presidencia del Ministro de
-España: Las águilas jóvenes, que tendían las alas para el heroico
-vuelo, agrupadas en torno del águila materna. La Diplomacia
-Latino-Americana manifestó su conformidad con murmullos. El Barón de
-Benicarlés se inclinó: Agradecía el honor en nombre de la Madre Patria.
-Después, estrechando la mano prieta del ecuatoriano, entre sus manos
-de odalisca, explicó dengoso, la cabeza sobre el hombro, un almíbar de
-monja la sonrisa, un derretimiento de camastrón la mirada:
-
---¡Querido colega, solo acepto viniendo usted a mi lado como Secretario!
-
-El Doctor Aníbal Roncali experimentó un vivo deseo de libertarse
-la mano que insistentemente le retenía el Ministro de España: Se
-inquietaba con una repugnancia asustadiza y pueril: Recordó de la vieja
-pintada que le llamaba desde una esquina, cuando iba al Liceo. ¡Aquella
-vieja terrible, insistente como un tema de gramática! Y el carcamal,
-reteniéndole la mano, parecía que fuese a sepultarla en el pecho:
-Hablaba ponderativo, extasiando los ojos con un cinismo turbador. El
-Ministro Ecuatoriano hizo un esfuerzo y se soltó:
-
---Un momento, Señor Ministro. Tengo que saludar a Sir Scott.
-
-El Barón de Benicarlés se enderezó, poniéndose el monóculo:
-
---Me debe usted una palabra, querido colega.
-
-El Doctor Aníbal Roncali asintió, agitando los rizos, y se alejó
-con una extraña sensación en la espalda, como si oyese el siseo de
-aquella vieja pintada, cuando iba a las aulas del Liceo: Entró en el
-corro, donde recibía felicitaciones el evangélico Plenipotenciario de
-Inglaterra. El Barón, erguido, sintiéndose el corsé, ondulando las
-caderas, se acercó al Embajador de Norteamérica. Y el flujo de acciones
-extravagantes al núcleo que ofrecía incienso a la diplomacia británica,
-atrajo al formidable Von Estrug, Representante del Imperio Alemán.
-Satélite de su órbita, era el azafranado Conde Chrispi, Representante
-del Imperio Austro-Húngaro. Habló confidencial el yanqui:
-
---El Honorable Sir Jonnes Scott ha expresado elocuentemente los
-sentimientos humanitarios que animan al Cuerpo Diplomático.
-Indudablemente. ¿Pero puede ser justificativo para intervenir,
-siquiera sea aconsejando, en la política interior de la República? La
-República, sin duda, sufre una profunda conmoción revolucionaria, y la
-represión ha de ser concordante. Nosotros presenciamos las ejecuciones,
-sentimos el ruido de las descargas, nos tapamos los oídos, cerramos los
-ojos, hablamos de aconsejar... Señores, somos harto sentimentales. El
-Gobierno del General Banderas, responsable y con elementos suficientes
-de juicio, estimará necesario todo el rigor. ¿Puede el Cuerpo
-Diplomático aconsejar en estas circunstancias?
-
-El Ministro de Alemania, semita de casta, enriquecido en las regiones
-bolivianas del caucho, asentía con impertinencia políglota, en español,
-en inglés, en tudesco. El Conde Chrispi, severo y calvo, también
-asentía, rozando con un francés muy puro su bigote de azafrán. El
-Representante de Su Majestad Católica fluctuaba. Los tres diplomáticos,
-el yanqui, el alemán, el austríaco, ensayando el terceto de su mutua
-discrepancia, poníanle sobre los hilos una intriga, y experimentaba un
-dolor sincero, reconociendo que en aquel mundo, su mundo, todas las
-cábalas se hacían sin contar con el Ministro de España. El Honorable
-Sir Jonnes H. Scott había vuelto a tomar la palabra:
-
---Séame permitido rogar a mis amables colegas de querer ocupar sus
-puestos.
-
-Los discretos conciliábulos se dispersaban. Los Señores Ministros,
-al sentarse, inclinándose, hablándose en voz baja, producían un
-apagado murmullo babélico. Sir Scott, con palabra escrupulosa de
-conciencia puritana, volvía a ofrecer el cáliz colmado de sentimientos
-humanitarios, al Honorable Cuerpo Diplomático. Tras prolija discusión
-se redactó una nota. La firmaban veintisiete Naciones. Fue un acto
-trascendental. El suceso, troquelado con el estilo epigráfico y
-lacónico del cable, rodó por los grandes periódicos del mundo:
-“Santa Fe de Tierra Firme. El Honorable Cuerpo Diplomático acordó la
-presentación de una Nota al Gobierno de la República. La Nota, a la
-cual se atribuye gran importancia, aconseja el cierre de los expendios
-de bebidas y exige el refuerzo de guardias en las Legaciones y Bancos
-Extranjeros.”
-
-
-
-
-SÉPTIMA PARTE
-
-LA MUECA VERDE
-
-
-
-
-LIBRO PRIMERO
-
-RECREOS DEL TIRANO
-
-
-I
-
-Generalito Banderas metía el tejuelo por la boca de la rana. Doña
-Lupita, muy peripuesta de anillos y collares, presidía el juego sentada
-entre el anafre del café y el metate de las tortillas, bajo un rayado
-parasol, en los círculos de un ruedo de colores:
-
---¡Rana!
-
-
-II
-
---¡Cua! ¡Cua!
-
-Nachito, adulón y ramplón, asistía en la rueda de compadritos, por
-maligna humorada del Tirano. La mueca verde remejía los venenos de una
-befa aún soturna y larvada en los repliegues del ánimo: Diseñaba la
-vírgula de un sarcasmo hipocondríaco:
-
---Licenciado Veguillas, en la próxima tirada va usted a ser mi socio.
-Procure mostrarse a la altura de su reputación, y no chingarla. ¡Ya
-está usted como un bejuco temblando! ¡Pero qué flojo se ha vuelto,
-valedor! Un vasito de limón le caerá muy bueno. Licenciadito, si
-no serena los pulsos perderá su buena reputación. ¡No se arrugue,
-Licenciado! El refresquito de limón es muy provechoso para los pasmos
-del ánimo. Signifíquese, no más, con la vieja rabona, y brinde a los
-amigos la convidada: Despídase rumboso y le rezaremos cuando estire el
-zancajo.
-
-Nachito suspiraba meciéndose sobre el pando compás de las piernas,
-rubicundo, inflada la carota de lágrimas:
-
---¡La sílfide mundana me ha suicidado!
-
---No divague.
-
---¡Generalito, me condena un juego ilusorio de las Ánimas Benditas!
-¡Apelo de mi martirio! ¡Una esperanza! ¡Una esperanza no más! En el
-médano más desamparado da sus flores el rosal de la esperanza. No vive
-el hombre sin esperanza. El pájaro tiene esperanza, y canta aunque la
-rama cruja, porque sabe lo que son sus alas. El rayo de la aurora tiene
-esperanza. ¡Mi Generalito, todos los seres se decoran con el verde
-manto de la Deidad! ¡Canta su voz en todos los seres! ¡El rayo de su
-mirada se sume hasta el fondo de las cárceles! ¡Consuela al sentenciado
-en capilla! ¡Le ofrece la promesa de ser indultado por los Poderes
-Públicos!
-
-Niño Santos extraía de su levitón el pañuelo de dómine y se lo pasaba
-por la calavera:
-
---¡Chac! ¡Chac! Una síntesis ha hecho muy elocuente, Licenciadito.
-El Doctor Sánchez Ocaña le ha dado, sin duda, sus lecciones en Santa
-Mónica. ¡Chac! ¡Chac!
-
-Hacían bulla los compadres, celebrando el rejo maligno del Tirano.
-
-
-III
-
-Doña Lupita, achamizada, zalamera, servía en un rayo de sol el iris de
-los refrescos. Niño Santos, alternativamente, ponía los labios en el
-vidrio de limón y fisgaba a la comadreja, sartas de corales, mieles de
-esclava, sonrisa de Oriente:
-
---¡Chac! ¡Chac! Doña Lupita, me está pareciendo que tenés vos la nariz
-de la Reina Cleopatra. Por mero la cachiza de cuatro copas, un puro
-trastorno habéis vos traído a la República. Enredáis vos más que el
-honorable Cuerpo Diplomático. ¿Cuántas copas os había quebrado el
-Coronel de la Gándara? ¡Doña Lupita, por menos de un boliviano me
-lo habéis puesto en la bola revolucionaria! No hacía más la nariz de
-la Reina Faraona. Doña Lupita, la deuda de justicia que vos me habés
-reclamado ha sido una madeja de circunstancias fatales: Es causa
-primordial en la actuación rebelde del Coronel de la Gándara: Ha
-puesto en Santa Mónica al chamaco de Doña Rosa Pintado: Cucarachita
-la Taracena reclama contra la clausura de su lenocinio, y tenemos
-pendiente una nota del Ministro de Su Majestad Católica. ¡Pueden
-romperse las relaciones con la Madre Patria! ¡Y vos, mi vieja, ahí os
-estás, sin la menor conturbación por tantas catástrofes! Finalmente,
-cuatro copas de vuestra mesilla, un peso papel, menos que nada, me
-han puesto en el trance de renunciar a los conciertos batracios del
-Licenciadito Veguillas.
-
---¡Cua! ¡Cua!
-
-Nachito, por congraciarse hostigaba la befa, mimando el canto y el
-compás saltarín de la rana. Con cuáqueros vinagres le apostrofó el
-Tirano:
-
---No haga el bufón, Señor Licenciado. Estos buenos amigos que van
-a juzgarle, no se dejarán influenciar por sus macanas: Espíritus
-cultivados, el que menos ha visto funcionar los Parlamentos de la Vieja
-Europa.
-
---¡Juvenal y Quevedo!
-
-El ilustre gachupín se acariciaba las patillas de canela, rotunda la
-botarga, inflado el papo de aduladores énfasis. Se santiguaba la vieja
-rabona:
-
---¡Virgen de mi Nombre, la jugó Patillas!
-
---¡Pues hizo saque!
-
---¡De salir siempre tan enredada la madeja del mundo, no se libraba ni
-el más santo de verse en el Infierno!
-
---Una buena sentencia, Doña Lupita. ¿Pero su alma no siente el
-sobresalto de haber concitado el tumulto de tantas acciones, de tantos
-vitales relámpagos?
-
---¡Mi jefecito, no me asombre!
-
---Doña Lupita, ¿no temblás vos ante el problema de nuestras eternas
-responsabilidades?
-
---¡Entre mí estoy rezando!
-
-
-IV
-
-Recalaba sobre el camino la mirada Tirano Banderas:
-
---¡Chac! ¡Chac! El que tenga de ustedes mejor vista, sírvase
-documentarme y decirme qué tropa es aquella. ¿El jinete charro que
-viene delante no es el ameritado Don Roque Cepeda?
-
-Don Roque, con una escolta de cuatro indios caballerangos, se detenía
-al otro lado del seto, sobre el camino, al pie de la talanquera. La
-frente tostada, el áureo sombrero en la mano, el potro cubierto de
-platas, daban a la figura del jinete, en las luces del ocaso, un
-prestigio de santoral románico. Tirano Banderas, con cuáquera mesura,
-hacía la farsa del acogimiento:
-
---¡Muy feliz de verle por estos pagos! A Santos Banderas le
-correspondía la obligación de entrevistarle. ¿Mi Señor Don Roque, por
-qué se ha molestado? Era este servidor quien estaba en el débito de
-acudir a su casa y darle excusas con todo el Gobierno. A este propósito
-ha sido el enviarle uno de mis ayudantes, suplicándole audiencia.
-Y usted, no más, extremando la cortesía, que se molesta, cuando el
-obligado era Santos Banderas.
-
-Abría los brazos con encomio amistoso el Tirano. Apeábase Don Roque.
-Largas y confidenciales palabras tuvieron en el banco miradero de los
-frailes, frente al recalmado mar ecuatorial, con caminos de sol sobre
-el vasto incendio del poniente:
-
---¡Chac! ¡Chac! Muy feliz de verle.
-
---Señor Presidente, no he querido ausentarme para la campaña sin pasar
-a visitarle. Al acto de cortesía se suma mi sentimiento de amor a la
-República. He recibido la visita de su ayudante, Señor Presidente,
-y recién la de mi antiguo compañero Lauro Méndez, Secretario de
-Relaciones. He actuado en consecuencia de la plática que tuvimos, y de
-la cual supongo enterado al Señor Presidente.
-
---El Señor Secretario ha hecho mal si no le dijo que obedecía mis
-indicaciones. Me gusta la franqueza. Amigo Don Roque, la independencia
-nacional corre un momento de peligro, asaltada por todas las codicias
-extranjeras. El Honorable Cuerpo Diplomático --una ladronera de
-intereses coloniales-- nos combate de flanco con notas chicaneras que
-divulga el cable. La Diplomacia tiene sus agencias de difamación, y
-hoy las emplea contra la República de Santa Fe. El caucho, las minas,
-el petróleo, despiertan las codicias del yanqui y del europeo. Preveo
-horas de suprema angustia para todos los espíritus patriotas. Acaso
-nos amenaza una intervención militar, y a fin de proponer a usted una
-tregua solicitaba su audiencia. ¡Chac! ¡Chac!
-
-Repetía Don Roque:
-
---¿Una tregua?
-
---Una tregua hasta que se resuelva el conflicto internacional. Fije
-usted sus condiciones. Yo comienzo por ofrecerle una amplia amnistía
-para todos los presos políticos que no hayan hecho armas.
-
-Don Roque murmuró:
-
---La amnistía es un acto de justicia que aplaudo sin reservas. ¿Pero
-cuántos no han sido acusados injustamente de conspiración?
-
---A todos alcanzará el indulto.
-
---¿Y la propaganda electoral, será verdaderamente libre? ¿No se verá
-coaccionada por los agentes políticos del Gobierno?
-
---Libre y salvaguardada por las leyes. ¿Puedo decirle más? Deseo la
-pacificación del país, y le brindo con ella. Santos Banderas no es el
-ambicioso vulgar que motejan en los círculos disidentes. Yo solo amo
-el bien de la República. El día más feliz de mi vida será aquel en
-que, oscurecido, vuelva a mi predio, como Cincinato. En suma, usted,
-sus amigos, recobran la libertad, el pleno ejercicio de sus derechos
-civiles: Pero usted, hombre leal, espíritu patriota, trabajará por
-derivar la revolución a los cauces de la legalidad. Entonces, si en
-la lucha el pueblo le otorga sus sufragios, yo seré el primero en
-acatar la voluntad soberana de la Nación. Don Roque, admiro su ideal
-humanitario y siento el acíbar de no poder compartir tan consolador
-optimismo. ¡Es mi tragedia de gobernante! Usted, criollo de la mejor
-prosapia, reniega del criollismo. Yo en cambio, indio por las cuatro
-ramas, descreo de las virtudes y capacidades de mi raza. Usted se me
-representa como un iluminado, su fe en los destinos de la familia
-indígena me rememora al Padre Las Casas. Quiere usted aventar las
-sombras que han echado sobre el alma del indio trescientos años de
-régimen colonial. ¡Admirable propósito! Que usted lo consiga es
-el mayor deseo de Santos Banderas. Don Roque, pasadas las actuales
-circunstancias, vénzame, aniquíleme, muéstreme con una victoria --que
-seré el primero en celebrar-- todas las dormidas potencialidades de mi
-raza. Su triunfo, apartada mi derrota ocasional, sería el triunfo de la
-gravitación permanente del indio en los destinos de la Historia Patria.
-Don Roque, active su propaganda, logre el milagro, dentro de las leyes,
-y crea que seré el primero en celebrarlo. Don Roque, le agradezco que
-me haya escuchado y le ruego que me puntualice sus objeciones con toda
-franqueza. No quiero que ahora se comprometa con una palabra que acaso
-luego no pudiera cumplir. Consulte a los conspicuos de su facción y
-ofrézcales el ramo de oliva en nombre de Santos Banderas.
-
-Don Roque le miraba con honrada y apacible expresión, tan ingenua que
-descubría las sospechas del ánimo:
-
---¡Una tregua!
-
---Una tregua. La unión sagrada. Don Roque, salvemos la independencia de
-la Patria.
-
-Tirano Banderas abría los brazos con patético gesto. Llegaba, cortado
-en ráfagas, el choteo de los compadritos, que en el fondo crepuscular
-de la campa, se divertían con befas y chuelas al Licenciado Veguillas.
-
-
-V
-
-Don Roque, trotando por el camino, saludaba de lejos con el pañuelo.
-Niño Santos, asomado a la talanquera, respondía con la castora. Caballo
-y jinete ya iban ocultos por los altos maizales, y aun sobresalía el
-brazo con el blanco saludo del pañuelo:
-
---¡Chac! ¡Chac! ¡Una paloma!
-
-La momia alargaba humorística el veneno de su mueca y miraba a la vieja
-rabona, que en los círculos del ruedo, entre el anafre del café y el
-metate de las tortillas, pasaba las cuentas del rosario, sobrecogida,
-estremecida en el terror de una noche sagrada. Se alzó a una seña del
-Tirano:
-
---Mi Generalito, los enredos del mundo meten al más santo en las
-calderas del Infierno.
-
---Mi vieja, vos tendrás que amputar la nariz de Cleopatra.
-
---Si con ello arreglase el mundo, ñata me quedaba esta noche mesma.
-
---Un zafarrancho de cuatro copas en vuestra mesilla, ha sacado una
-baza de Lucifer. ¡Vea, no más, a este filarmónico amigo en desgracia,
-acusado de traición! ¡Posiblemente le caerá sentencia de muerte!
-
---¿Y la culpa de mi tajamar?
-
---Ese problema se lo habrán de proponer los futuros historiadores.
-Licenciado Veguillas, despídase de la vieja rabona y otórguele su
-perdón: Manifieste su ánimo generoso: Revístase la clámide, y asombre a
-estos amigos que le ven chuela, con un gesto magnánimo.
-
---¡Juvenal y Quevedo!
-
-La momia miró al gachupín con avinagrado sarcasmo:
-
---Ilustre Don Telesforo, usted ocasionará que me saquen alguna chufla.
-Ni Quevedo ni Juvenal: Santos Banderas: Una figura en el continente del
-Sur. ¡Chac! ¡Chac!
-
-
-
-
-LIBRO SEGUNDO
-
-LA TERRAZA DEL CLUB
-
-
-I
-
-El Doctor Carlos Esparza, Ministro del Uruguay, oía con gesto burlón y
-mundano las confidencias de su caro colega el Doctor Aníbal Roncali,
-Ministro del Ecuador. Cenaban en el Círculo de Armas:
-
---Me ha creado una situación enojosa el Barón de Benicarlés. Digá
-vos, no más, que tengo muy brillantes ejecutorias de macho para temer
-murmuraciones, pero no dejan de ser molestas esas actitudes del
-Ministro de España. ¡Qué sonrisas! ¡Qué miradas, amigo!
-
---¡Che! Una pasión.
-
-El Doctor Carlos Esparza, rubio, miope, elegante, se incrustaba en la
-órbita el monóculo de concha rubia. El Doctor Aníbal Roncali le miró
-entre quejoso y risueño:
-
---Vos estás de chirigota.
-
-El Ministro del Uruguay se disculpó con un aspaviento burlón:
-
---Aníbal, te veo próximo a dejar la capa entre las manos del Barón de
-Benicarlés. ¡Y eso puede aparejar un conflicto diplomático, y hasta
-una reclamación de la Madre Patria!
-
-El Ministro del Ecuador hizo un gesto de impaciencia, acentuado por el
-revuelo de los rizos:
-
---¡Sigue el choteo!
-
---¿Qué pensás vos hacer?
-
---No lo sé.
-
---¿Sin duda no aceptar el puesto de secretario para colaborar en la
-gran empresa que tan elocuentemente tenés vos expuesto esta noche?
-
---Indudablemente.
-
---¡Por una meticulosidad!...
-
---No jugués vos del vocablo.
-
---Sin juego. Repito que no te asiste razón suficiente para malograr una
-aproximación de tan lindas esperanzas. El águila y los aguiluchos que
-abren las juveniles alas para el heroico vuelo. ¡Has estado muy feliz!
-¡Eres un gran lírico!
-
---No me veás vos chuela, Doctorcito.
-
---¡Lírico, sentimental, sensitivo, sensible, exclamaba el Cisne de
-Nicaragua! Por eso no logras vos separar la actuación diplomática y el
-flirt del Ministro de España.
-
---Hablemos en serio, Doctorcito. ¿Qué opinión te merece la iniciativa
-de Sir Jonnes?
-
---Es un primer avance.
-
---¿Y qué ulteriores consecuencias le asignás vos a la Nota?
-
---¡Qui lo sá! La Nota puede ser precursora de otras Notas... Ello
-depende de la actitud que adopte el Presidente. Sir Jonnes, tan
-cordial, tan evangélico, solo persigue una indemnización de veinte
-millones para la West Limited Company. Una vez más, el florido
-ramillete de los sentimientos humanitarios esconde un áspid.
-
---La Nota, indudablemente, es un sondeo. ¿Pero cómo opinas vos,
-respecto a la actitud del General? ¿Acordará el Gobierno satisfacer la
-indemnización?
-
---Nuestra América sigue siendo, desgraciadamente, una Colonia
-Europea... Pero el Gobierno de Santa Fe, en esta ocasión, posiblemente
-no se dejará coaccionar: Sabe que el ideario de los revolucionarios
-está en pugna con los monopolios de las Compañías. Tirano Banderas no
-morirá de cornada diplomática. Se unen para sostenerlo los egoísmos
-del criollaje, dueño de la tierra, y las finanzas extranjeras. El
-Gobierno, llegado el caso, podría negar las indemnizaciones, seguro
-de que los radicalismos revolucionarios, en ningún momento, merecerán
-el apoyo de las Cancillerías. Cierto que la emancipación del indio
-debemos enfocarla como un hecho fatal. No es cuerdo cerrar los ojos a
-esa realidad. Pero reconocer la fatalidad de un hecho, no apareja su
-inminencia. Fatal es la muerte, y toda nuestra vida se construye en un
-esfuerzo para alejarla. El Cuerpo Diplomático actúa razonablemente,
-defendiendo la existencia de los viejos organismos políticos que
-declinan. Nosotros somos las muletas de esos valetudinarios crónicos,
-valetudinarios como aquellos éticos antiguos, que no acababan de
-morirse.
-
-La brisa ondulaba los estores y el azul telón de la marina se mostraba
-en un lejos de sombras profundas, encendido de opalinos faros y luces
-de masteleros.
-
-
-II
-
-Humeando los tabacos salieron a la terraza los Ministros del Ecuador
-y del Uruguay. El Ministro del Japón, Tu-Lag-Thi, al verlos, se
-incorporó en su mecedora de bambú, con un saludo falso y amable,
-de diplomacia oriental: Saboreaba el moka y tenía las gafas de oro
-abiertas sobre un periódico inglés. Se acercaron los Ministros
-Latino-Americanos. Zalemas, sonrisas, empaque farsero, cabezadas de
-rigodón, apretones de mano, cháchara francesa. El criado, mulato
-tilingo, atento a los movimientos de la diplomacia, arrastraba dos
-mecedoras. El Doctor Roncali, agitando los rizos, se lanzó en un
-arrebato oratorio, cantando la belleza de la noche, de la luna y del
-mar. Tu-Lag-Thi, Ministro del Japón, atendía con su oscura mueca
-premiosa, los labios como dos viras moradas recogidas sobre la albura
-de los dientes, los ojos oblicuos, recelosos, malignos. El Doctor
-Esparza insinuó, curioso de novelerías exóticas:
-
---¡En el Japón, las noches deben ser admirables!
-
---¡Oh!... ¡Ciertamente! ¡Y esta noche no está falta de cachet japonés!
-
-Tu-Lag-Thi tenía la voz flaca, de pianillos desvencijados, y una
-movilidad rígida, de muñeco automático, un accionar esquinado, de
-resorte, una vida interior de alambre en espiral: Sonreía con su mueca
-amanerada y oscura:
-
---Queridos colegas, anteriormente no he podido solicitar la opinión de
-ustedes. ¿Qué importancia conceden ustedes a la Nota?
-
---¡Es un primer paso!...
-
-El Doctor Esparza daba intención a sus palabras con una sonrisa
-ambigua, llena de reservas. Insistió el Ministro del Japón:
-
---Todos lo hemos entendido así. Indudablemente. Un primer paso. ¿Pero
-cuáles serán los pasos sucesivos? ¿No se romperá el acuerdo del
-Cuerpo Diplomático? ¿Adónde vamos? El Ministro inglés actúa bajo el
-imperativo de sus sentimientos humanitarios, pero este generoso impulso
-acaso se vea cohibido. Las Colonias Extranjeras, sin exclusión de
-ninguna, representan intereses poco simpatizantes con el ideario de
-la Revolución. La Colonia Española, tan numerosa, tan influyente, tan
-vinculada con el criollaje en sus actividades, en sus sentimientos, en
-su visión de los problemas sociales, es francamente hostil a la reforma
-agraria, contenida en el Plan de Zamalpoa. En estos momentos --son mis
-informes--proyecta un acto que sintetice y afirme sus afinidades con
-el Gobierno de la República. ¿No ocurrirá que se vea desasistido en su
-humanitaria actuación el Honorable Sir Scott?
-
-Guiñaba los ojos con miopía inteligente y maliciosa el Doctor Carlos
-Esparza:
-
---Querido colega, convengamos en que las relaciones diplomáticas no
-pueden regirse por las claras normas del Evangelio.
-
-Tu-Lag-Thi repuso con flébiles maullidos:
-
---El Japón supedita intereses de sus naturales, aquí radicados,
-a los principios del Derecho de Gentes. Pero en el camino de las
-confidencias, y aun de las indiscreciones, no he de ocultar mis
-pesimismos respecto al apoyo moral que presten algunos colegas a los
-laudables sentimientos del Ministro inglés. Como hombre de honor, no
-puedo dar crédito a las insinuaciones y malicias de ciertos rotativos,
-demasiado afectos al Gobierno de la República. ¡La West Company!
-¡Aberrante!
-
-La truculenta palabra final se desgarró, transformada en un chifle
-de eles y efes, entre la asiática y lipuda sonrisa de Tu-Lag-Thi. El
-Doctor Aníbal Roncali se acariciaba el bigote, y a flor de labio, con
-leve temblor, retocaba una frase sentimental. Se lanzó con aquel tic
-nervioso que agitaba eréctiles, como rabos de lagartijas, los rizos de
-su negra cabellera:
-
---El Doctor Banderas no puede ordenar el cierre de los expendios de
-bebidas. Si tal hiciese, sobrevendría un motín de la plebe. ¡Estas
-ferias son las bacanales del cholo y del roto!
-
-
-III
-
-Llegaban ecos de la verbena. Bailaban en ringla las cuerdas de
-farolillos, a lo largo de la calle. Al final giraba la rueda de un
-tiovivo. Su grito luminoso, histérico, estridente, hipnotizaba a los
-gatos sobre el borde de los aleros. La calle tenía súbitos guiños,
-concertados con el rumor y los ejercicios acrobáticos del viento en las
-cuerdas de farolillos. A lo lejos, sobre la bruma de estrellas, calcaba
-el negro perfil de su arquitectura, San Martín de los Mostenses.
-
-
-
-
-LIBRO TERCERO
-
-PASO DE BUFONES
-
-
-I
-
-Tirano Banderas, en la ventana, apuntaba su catalejo sobre la Ciudad de
-Santa Fe:
-
---¡Están de gusto las luminarias! ¡Pero que muy lindas, amigos!
-
-La rueda de compadres y valedores rodeaba el catalejo y la escalerilla
-astrológica, con la mueca verde encaramada en el pináculo:
-
---No puede negársele al pueblo pan y circo. ¡Están pero que muy lindas
-las luminarias!
-
-De Santa Mónica, el viento del mar traía los opacos estampidos de una
-fusilada:
-
---¡El pueblo, libre de propagandas funestas, es bueno! ¡Y el rigor muy
-saludable!
-
-La trinca de compadritos, abierta en círculo, tenía la atención
-pendiente del Tirano.
-
-
-II
-
-Tirano Banderas dejó su pináculo, y metiéndose en el círculo de
-valedores y compadres, sacó de una oreja al Licenciado Veguillas:
-
---Vamos a oír por última vez su concierto batracio. ¿Cómo tiene la
-gola? ¿Quiere aclararse la voz con algún gargarismo?
-
-En torno, adulando la befa, reía la trinca, asustada, complaciente y
-ramplona. Aleló Nachito:
-
---¿Qué limpieza de notas se le puede pedir a un presunto cadáver?
-
---Hace mal rehusando amansar con la música a sus jueces. Señores,
-este amigo entrañable aparece como reo de traición, y de no haberse
-descubierto su complicidad, pudo fregarles a todos ustedes. Recordarán
-cómo en la noche de ayer, actuando en el seno de la confianza, les
-declaré el propósito justiciero en que estaba con respecto a las
-subversiones del Coronel Domiciano de la Gándara. Fuera de este
-recinto han sido divulgadas las palabras que profirió en el seno
-de la amistad Santos Banderas. Ustedes van a instruirme en cuanto
-a la pena que corresponde a este divulgador de mis secretos. Han
-sido citados los testigos de su defensa, y si lo autorizan, se les
-hará comparecer y oirán sus descargos. Según tiene manifestado, una
-mundana con sonambulismo le adivinó el pensamiento. Con antelación,
-esta niña había estado sometida a los pases magnéticos de un cierto
-Doctor Polaco. ¡Estamos en un folletín de Alejandro Dumas! Ese Doctor,
-que magnetiza y desenvuelve la visión profética en las niñas de los
-congales, es un descendiente venido a menos de José Bálsamo. ¿Se
-recuerdan ustedes la novela? Un folletín muy interesante. ¡Lo estamos
-viviendo! ¡El Licenciadito Veguillas, observen no más, émulo del genial
-mulato! Merito va a decirnos adónde emigraba en compañía del rebelde
-Coronel Domiciano de la Gándara.
-
-Hipaba Nachito:
-
---Pues no más que salíamos platicando de un establecimiento.
-
---¿Los dos briagos?
-
---¡Patroncito, dimanante de las ferias, es una pura farra toda Santa
-Fe! Pues no más aquel macaneador, tal como íbamos, da una espantada y
-se mete por una puerta, que merito merito la abría un encamisado. Y en
-el atolondro, yo metí detrás las orejas como un guanaco.
-
---¿Puede manifestarnos el establecimiento donde se habían juntado para
-la farra?
-
---Mi Generalito, no me sonroje, que es un lugar muy profano para
-nombrarlo en esta Sala de Audiencia. Ante su noble figura patricia, mi
-cara se cubre de vergüenza.
-
---Conteste a la pregunta. ¿En qué crápula se halló con el Coronel
-de la Gándara y qué confidencias tuvieron en ese presunto lugar?
-Licenciadito, usted conocía la orden de arresto, y con alguna palabra
-pronunciada durante la embriaguez, puso en sospecha al fugado.
-
---¿Mi lealtad de tantos años no me acredita?
-
---Pudo ser un acto irreflexivo, pero el estado de alcoholismo no es
-atenuante en el Tribunal de Santos Banderas. Usted es un briago que se
-pasa las noches de farra en los lenocinios. Sepa que todos sus pasos
-los conoce Santos Banderas. Le antepongo que solamente con la verdad
-podrá desenojarme. Licenciadito, quiero tenderle una mano y sacarle de
-la ciénaga donde cornea atorado, porque el delito de traición apareja
-una penalidad muy severa en nuestros Códigos.
-
---Señor Presidente, hay enredos en la vida que sobrecogen y hacen
-cavilar, enredos que son una novela. La noche de autos he visitado a
-una gatita que lee los pensamientos.
-
---¿Y una gatita con tanta ciencia está en un lenocinio para que usted
-la festeje?
-
---Pues la pasada noche así sucedió en lo de Cucarachita. Quiero
-declararlo todo y desahogar mi conciencia. Estábamos los dos pecando.
-¡Noche de Difuntos era la de ayer, Generalito! Valedores, por mi honor
-lo garanto, aquella morocha tenía un cirio bendito desvelándole los
-misterios. ¡Leía los pensamientos!
-
---Licenciadito, esas son quimeras alcohólicas, pues la pasada noche
-se hallaba usted totalmente briago cuando entró con la chinita. Me
-ha sido usted traidor, divulgando mis secretos en vitando comercio
-con una mundana, y por primera providencia, para templar esa carne
-tan ardorosa, le está indicado el cepo. Licenciadito, reléguese a un
-rincón, arrodíllese y procure elevar el pensamiento al Ser Supremo.
-Estos amigos dilectos van a juzgarle, y de sus deliberaciones puede
-salirle una sentencia de muerte. Licenciadito, van a comparecer
-los testigos que ha nominado en su defensa, y si le favorecen sus
-declaraciones, será para mí de sumo beneplácito. Señor Coronel López
-de Salamanca, luego luego, ejecute las diligencias para que acudan a
-esclarecernos la niña mundana y el Doctor Polaco.
-
-
-III
-
-El Coronel Licenciado López de Salamanca, arrestándose a un canto de la
-puerta, hizo entrar al Doctor Polaco. Detrás, pisando de puntas, asomó
-Lupita la Romántica. El Doctor Polaco, alto, patilludo, gran frente,
-melena de sabio, vestía de fraque, con dos bandas al pecho y una
-roseta en la solapa. Saludó con una curvatura pomposa y escenográfica,
-colocándose la chistera bajo el brazo:
-
---Presento mis homenajes al Supremo Dignatario de la República.
-Michaelis Lugín, Doctor por la Universidad del Cairo, iniciado en la
-Ciencia Secreta de los Brahmanes de Bengala.
-
---¿Profesa usted las doctrinas de Allán Kardec?
-
---Soy no más un modesto discípulo de Mesmer. El espiritismo
-allankardiano es una corruptela pueril de la antigua nigromancia. Las
-evocaciones de los muertos se hallan en los papiros egipcios y en los
-ladrillos caldeos. La palabra con que son designados estos fenómenos
-se forma de dos griegas.
-
---¡Este Doctorcito se expresa muy doctoralmente! ¿Y gana la plata con
-su título de Profeta del Cairo?
-
---Señor Presidente, mi mérito, si alguno tengo, no está en ganar plata
-y amontonar riquezas. He recibido la misión de difundir las Doctrinas
-Teosóficas y preparar al pueblo para una próxima era de milagros. El
-Nuevo Cristo arrastra su sombra por los caminos del Planeta.
-
---¿Reconoce haber dormido a esta niña con pases magnéticos?
-
---Reconozco haber realizado algunas experiencias. Es un sujeto muy
-remarcable.
-
---Puntualice cada una.
-
---El Señor Presidente, si lo desea, puede ver el programa de mis
-experiencias en los Coliseos y Centros Académicos de San Petersburgo,
-Viena, Nápoles, Berlín, París, Londres, Lisboa, Río de Janeiro.
-Últimamente se han discutido mis teorías sobre el karma y la sugestión
-biomagnética en la gran Prensa de Chicago y Filadelfia. El Club
-Habanero de la Estrella Teosófica me ha conferido el título de
-Hermano Perfecto. La Emperatriz de Austria me honra frecuentemente
-consultándome el sentido de sus sueños. Poseo secretos que no revelaré
-jamás. El Presidente de la República Francesa y el Rey de Prusia
-han querido sobornarme durante mi actuación en aquellas capitales.
-¡Inútilmente! El Sendero Teosófico enseña el menosprecio de honores
-y riquezas. Si se me autoriza, pondré mis álbumes de fotografías y
-recortes a las órdenes del Señor Presidente.
-
---¿Y cómo doctorándose en tan austeras doctrinas, y con tan alto grado
-en la iniciación teosófica, corre la farra por los lenocinios? Sírvase
-iluminarnos con su ciencia y justificar la aparente aberración de esa
-conducta.
-
---Permítame el Señor Presidente que solicite el testimonio de la
-Señorita Médium. Señorita, venciendo el natural rubor, manifieste a
-los señores si ha mediado concupiscencia. Señor Presidente, el interés
-científico de las experiencias biomagnéticas, sin otras derivaciones,
-ha sido norma de mi actuación. He visitado ese lugar porque me habían
-hablado de esta Señorita. Deseaba conocerla y, si era posible,
-trascender su vida a otro círculo más perfecto. ¿Señorita, no le
-propuse a usted redimirla?
-
---¿Pagarme la deuda? El que toda la noche no paró con esa sonsera fue
-el Licenciado.
-
---¡Señorita Guadalupe, recuerde usted que como un padre la he propuesto
-acompañarme en la peregrinación por el Sendero!
-
---¡Sacarme en los teatros!
-
---Mostrar a los públicos incrédulos los ocultos poderes demiúrgicos
-que duermen en el barro humano. Usted me ha rechazado, y he tenido que
-retirarme con el dolor de mi fracaso. Señor Presidente, creo haber
-disipado toda sospecha referente a la pureza de mis acciones. En
-Europa, los más relevantes hombres de ciencia estudian estos casos. El
-Mesmerismo tiene hoy su mayor desenvolvimiento en las Universidades de
-Alemania.
-
---Va usted a servirse repetir, punto por punto, las experiencias que la
-pasada noche realizó con esa niña.
-
---El Señor Presidente me tiene a sus órdenes. Repito que puedo
-ofrecerle un programa selecto de experiencias similares.
-
---Esa niña, en atención a su sexo, será primeramente interrogada.
-El Licenciado Veguillas tiene manifestado como evidente que en
-determinada circunstancia le fue sustraído el pensamiento por los
-influjos magnéticos de la interfecta.
-
-La niña del trato bajaba los ojos a las falsas pedrerías de sus manos:
-
---A tener esos poderes, no me vería esclava de un débito con la
-Cucaracha. Licenciadito, vos lo sabés.
-
---Lupita, para mí has sido una serpiente biomagnética.
-
---¡Que así me acusés vos, con todito que os di el amoniaco!
-
---Lupita, reconoce que estabas la noche pasada con un histerismo
-magnético. Tú me leíste el pensamiento cuando alborotaba en el baile
-aquel macaneador de Domiciano. Tú le diste el santo para que se volase.
-
---¡Licenciado, si estaban los dos ustedes puritos briagos! Yo quise no
-más verlos fuera de la recámara.
-
---Lupita, en aquella hora tú me adivinaste lo que yo pensaba. Lupita,
-tú tienes comercio con los espíritus. ¿Negarás que te has revelado
-médium cuando te durmió el Doctor Polaco?
-
---Efectivamente, esta Señorita es un caso muy remarcable de lucidez
-magnética. Para que la distinguida concurrencia pueda apreciar mejor
-los fenómenos, la Señorita Médium ocupará una silla en el centro, bajo
-el lampadario. Señorita Médium, usted me hará el honor.
-
-La tomó de la mano y, ceremonioso, la sacó al centro de la sala. La
-niña, muy honesta, con pisar de puntas y los ojos en tierra, apenas
-apoyaba el teclado de las uñas suspendida en el guante blanco del
-Doctor Polaco.
-
-
-IV
-
---¡Chac! ¡Chac!
-
-Tenía una verde senectud la mueca humorística de la momia indiana.
-El Doctor Polaco sacó del fraque la vara mágica, forjada de siete
-metales, y con ella tocó los párpados de Lupita: Finalizó con una gran
-cortesía, saludando con la vara mágica. Entre suspiros, enajenose
-la daifa. Veguillas, arrodillado en un rincón, esperaba el milagro:
-Iba a resplandecer la luz de su inocencia: Lupita y el farandul le
-apasionaban en aquel momento con un encanto de folletín sagrado:
-Oscuramente, de aquellos misterios, esperaba volver a la gracia del
-Tirano. Se estremeció. La mueca verde mordía la herrumbre del silencio:
-
---¡Chac! ¡Chac! Va usted a servirse repetir, punto por punto, como creo
-haberle indicado, las experiencias que la noche de ayer realizó con la
-niña de autos.
-
---Señor Presidente, tres formas adscritas al tiempo adopta la visión
-telepática. Pasado, Actual, Futuro. Este triple fenómeno rara vez se
-completa en un médium. Aparece disperso. En la Señorita Guadalupe, la
-potencialidad telepática no alcanza fuera del círculo del Presente.
-Pasado y Venidero son para ella puertas selladas. Y dentro del fenómeno
-de su visión telepática, el ayer más próximo es un remoto pretérito.
-Esta Señorita está imposibilitada, absolutamente, para repetir una
-anterior experiencia. ¡Absolutamente! Esta Señorita es un médium
-poco desenvuelto: ¡Un diamante sin lapidario! El Señor Presidente me
-tiene a sus órdenes para ofrecerle un programa selecto de experiencia
-similares, en lo posible.
-
-La acerba mueca llenaba de arrugas la máscara del Tirano:
-
---Señor Doctor, no se raje para dar satisfacción al deseo que le tengo
-manifestado. Quiero que una por una repita todas las experiencias de
-anoche en el lenocinio.
-
---Señor Presidente, solo puedo repetir experimentos parejos. La
-Señorita Médium no logra la mirada retrospectiva. Es una vidente muy
-limitada. Puede llegar a leer el pensamiento, presenciar un suceso
-lejano, adivinar un número en el cual se sirva pensar el Señor
-Presidente.
-
---¿Y con tantos méritos de perro sabio se prostituye en una casa de
-trato?
-
---La gran neurosis histérica de la ciencia moderna podría explicarlo.
-Señorita, el Señor Presidente se dignará elegir un número con el
-pensamiento. Va usted a tomarle la mano y a decirlo en voz alta, que
-todos lo oigamos. Voz alta y muy clara, Señorita Médium.
-
---¡Siete!
-
---Como siete puñales.
-
-Gimió en su destierro Nachito:
-
---¡Con ese juego ilusorio me adivinaste ayer el pensamiento!
-
-Tirano Banderas se volvió, avinagrado y humorístico:
-
---¿Por qué visita los malos lugares, mi viejo?
-
---Patroncito, hasta en música está puesto que el hombre es frágil.
-
-El Tirano, recogiéndose en su gesto soturno clavó los ojos con suspicaz
-insistencia en la pendejuela del trato. Desmayada en la silla, se le
-soltaban los peines y el moño se le desbarata en una cobra negra.
-Tirano Banderas se metió en la rueda de compadres:
-
---De chamacos hemos visto estos milagros por dos reales. Tantos
-diplomas, tantas bandas y tan poca suficiencia. Se me está usted
-antojando un impostor, y voy a dar órdenes para que le afeiten en seco
-la melena de sabio alemán. No tiene usted derecho a llevarla.
-
---Señor Presidente, soy un extranjero acogido en su exilio bajo la
-bandera de esta noble República. Enseño la verdad al pueblo, y le
-aparto del positivismo materialista. Con mis cortas experiencias,
-adquiere el proletariado la noción tangible de un mundo sobrenatural.
-¡La vida del pueblo se ennoblece cuando se inclina sobre el abismo del
-misterio!
-
---Don Cruz, por lo lindo que platica le hará no más la rasura de media
-cabeza.
-
-El Tirano remejía su mueca con avinagrado humorismo, mirando al fámulo
-rapista, que le presentaba un bodrio peludo, suspendido en el prieto
-racimo de los dedos.
-
---¡Es peluca, patrón!
-
-
-V
-
-La niña del trato se despertaba suspirante, salía a las fronteras del
-mundo con lívido pasmo, y en el pináculo de la escalerilla, la momia
-indiana apuntaba su catalejo sobre la ciudad. El guiño desorbitado de
-las luminarias brizaba clamorosos tumultos de pólvoras, incendios y
-campanas, con apremiantes toques de cornetas militares:
-
---¡Chac! ¡Chac! ¡Zafarrancho tenemos! Don Cruz, andate a disponerme los
-arreos militares.
-
-El guaita de la torre ha desclavado su bayoneta de la luna, y dispara
-el fusil en la oscuridad poblada de alarmas. El Reloj de Catedral
-difunde la rueda sonora de sus doce campanadas, y sobre la escalerilla
-dicta órdenes el Tirano:
-
---Mayor del Valle, tome usted algunos hombres, explore el campo y
-observe por qué cuarteles se ha pronunciado el tiroteo.
-
-Cuando el Mayor del Valle salía por la puerta, entraba el fámulo, que,
-abiertos los brazos, con pinturera morisqueta, portaba en bandeja el
-uniforme, cruzado con la matona de su Generalito Banderas. Se han
-dado de bruces, y rueda estruendosa la matona. El Tirano, chillón y
-colérico, encismado, batió con el pie, haciendo temblar escalerilla y
-catalejo.
-
---¡Sofregados, ninguno la mueva! ¡Vaya un augurio! ¿Qué enigma descifra
-usted, Señor Doctor Mágico?
-
-El farandul, con nitidez estática, vio la sala iluminada, el susto de
-los rostros, la torva superstición del Tirano. Saludó:
-
---En estas circunstancias, no me es posible formular un oráculo.
-
---¿Y esta joven honesta, que otras veces ha mostrado tan buena vista,
-no puede darnos referencia, en cuanto al tumulto de Santa Fe? Señor
-Doctor, sírvase usted dormir e interrogar a la Señorita Médium. Yo paso
-a vestirme el uniforme. ¡Que ninguno toque mi espada!
-
-Un levantado son de armas rodaba por los claustros luneros, retenes de
-tropas acudían a redoblar las guardias. La morocha del trato suspira
-bajo los pases magnéticos del pelón farandul, vuelto el blanco de los
-ojos sobre el misterio:
-
---¿Qué ve usted, señorita Médium?
-
-
-VI
-
-El Reloj de Catedral enmudece. Aún quedan en el aire las doce
-campanadas, y espantan la cresta los gallos de las veletas. Se
-consultan sobre los tejados los gatos, y asoman por las guardillas
-bultos en camisa. Se ha vuelto loco el esquilón de las Madres. Por el
-Arquillo cornea una punta de toros y los cabestros en fuga tolondrean
-la cencerra. Estampidos de pólvora. Militares toques de cornetas. Un
-tropel de monjas pelonas y encamisadas acude con voces y devociones
-a la profanada puerta del convento. Por remotos rumbos ráfagas de
-tiroteos. Revueltos caballos. Tumultos con asustados clamores.
-Contrarias mareas del gentío. Los tigres, escapados de sus jaulones,
-rampan con encendidos ojos por los esquinales de las casas. Por un
-terradillo blanco de luna, dos sombras fugitivas arrastran un piano
-negro. A su espalda, la bocana del escotillón vierte borbotones de
-humo entre lenguas rojas. Con las ropas incendiadas, las dos sombras,
-cogidas de la mano, van en un correr por el brocal del terradillo,
-se arrojan a la calle cogidas de la mano. Y la luna, puesta la venda
-de una nube, juega con las estrellas a la gallina ciega, sobre la
-revolucionada Santa Fe de Tierra Firme.
-
-
-VII
-
-Lupita la Romántica suspira en el trance magnético, con el blanco de
-los ojos siempre vuelto sobre el misterio.
-
-
-
-
-EPÍLOGO
-
-
-
-
-EPÍLOGO
-
-
-I
-
---¡Chac! ¡Chac!
-
-El Tirano, cauto, receloso, vigila las defensas, manda construir
-faginas y parapetos, recorre baluartes y trincheras, dicta órdenes:
-
---¡Chac! ¡Chac!
-
-Encorajinándose con el poco ánimo que mostraban las guerrillas,
-jura castigos muy severos a los cobardes y traidores: Le contraría
-fallarse de su primer propósito, que había sido caer sobre la ciudad
-revolucionada y ejemplarizarla con un castigo sangriento. Rodeado de
-sus ayudantes, con taciturno despecho, se retira del frente luego de
-arengar a las compañías veteranas, de avanzada en el Campo de la Ranita:
-
---¡Chac! ¡Chac!
-
-
-II
-
-Antes del alba se vio cercado por las partidas revolucionarias y los
-batallones sublevados en los cuarteles de Santa Fe. Para estudiar la
-positura y maniobra de los asaltantes subió a la torre sin campanas:
-El enemigo, en difusas líneas, por los caminos crepusculares, descubría
-un buen orden militar: Aún no estrechaba el cerco, proveyendo a los
-aproches con paralelas y trincheras. Advertido del peligro, extremaba
-su mueca verde Tirano Banderas. Dos mujerucas raposas cavaban con las
-manos en torno del indio soterrado hasta los ijares en la campa del
-convento:
-
---¡Ya me dan por caído esas comadritas! ¿Qué haces vos, centinela
-pendejo?
-
-El centinela apuntó despacio:
-
---Están mal puestas para enfilarlas.
-
---¡Ponle al cabrón una bala y que se repartan la cuera!
-
-Disparó el centinela, y suscitose un tiroteo en toda la línea de
-avanzadas. Las dos mujerucas quedaron caídas en rebujo, a los flancos
-del indio, entre los humos de la pólvora, en el aterrorizado silencio
-que sobrevino tras la ráfaga de plomo. Y el indio, con un agujero en
-la cabeza, agita los brazos, despidiendo a las últimas estrellas. El
-Generalito:
-
---¡Chac! ¡Chac!
-
-
-III
-
-En la primera acometida se desertaron los soldados de una avanzada, y
-desde la torre fue visto del Tirano:
-
---¡Puta madre! ¡Bien sabía yo que al tiempo de mayor necesidad, habíais
-de rajaros! ¡Don Cruz, tú vas a salir profeta!
-
-Eran tales dichos porque el fámulo rapabarbas, le soplaba
-frecuentemente en la oreja cuentos de traiciones. A todo esto no
-dejaban de tirotearse las vanguardias, atentos los insurgentes a
-estrechar el cerco para estorbar cualquier intento de salida por parte
-de los sitiados. Habían dispuesto cañones en batería, pero antes
-de abrir el fuego, salió de las filas, sobre un buen caballo, el
-Coronelito de la Gándara. Y corriendo el campo a riesgo de su vida,
-daba voces intimando la rendición. Injuriábale desde la torre el Tirano:
-
---¡Bucanero cabrón, he de hacerte fusilar por la espalda!
-
-Sacando la cabeza sobre los soldados alineados al pie de la torre, les
-dio orden de hacer fuego. Obedecieron, pero apuntando tan alto, que se
-veía la intención de no causar bajas:
-
---¡A las estrellas tiráis, hijos de la chingada!
-
-En esto, dando una arremetida más larga de lo que cuadraba a la
-defensa, se pasó al campo enemigo el Mayor del Valle. Gritó el Tirano:
-
---¡Solo cuervos he criado!
-
-Y dictando órdenes para que todas las tropas se encerrasen en el
-convento, dejó la torre. Pidió al rapabarbas la lista de sospechosos,
-y mandó colgar a quince, intentando con aquel escarmiento contener las
-deserciones:
-
---¡Piensa Dios que cuatro pendejos van a ponerme la ceniza en la
-frente! ¡Pues engañado está conmigo!
-
-Hacía cuenta de resistir todo el día, y al amparo de la noche intentar
-una salida.
-
-
-IV
-
-Mediada la mañana, habían iniciado el fuego de cañón las partidas
-rebeldes y en poco tiempo abrieron brecha para el asalto. Tirano
-Banderas intentó cubrir el portillo, pero las tropas se le desertaban,
-y tuvo que volver a encerrarse en sus cuarteles. Entonces, juzgándose
-perdido, mirándose sin otra compañía que la del fámulo rapabarbas, se
-quitó el cinto de las pistolas, y salivando venenosos verdes, se lo
-entregó:
-
---¡El Licenciadito concertista, será oportuno que nos acompañe en el
-viaje a los infiernos!
-
-Sin alterar su paso de rata fisgona, subió a la recámara donde se
-recluía la hija. Al abrir la puerta oyó las voces adementadas:
-
---¡Hija mía, no habés vos servido para casada y gran señora, como
-pensaba este pecador que horita se ve en el trance de quitarte la vida
-que te dio hace veinte años! ¡No es justo quedés en el mundo para que
-te gocen los enemigos de tu padre, y te baldonen llamándote hija del
-chingado Banderas!
-
-Oyendo tal, suplicaban despavoridas las mucamas que tenían a la loca en
-custodia. Tirano Banderas las golpeó en la cara:
-
---¡So chingadas! Si os dejo con vida, es porque habés de amortajármela
-como un ángel.
-
-Sacó del pecho un puñal, tomó a la hija de los cabellos para
-asegurarla y cerró los ojos. Un memorial de los rebeldes dice que la
-cosió con quince puñaladas.
-
-
-V
-
-Tirano Banderas salió a la ventana, blandiendo el puñal, y cayó
-acribillado. Su cabeza, befada por sentencia, estuvo tres días puesta
-sobre un cadalso con hopas amarillas, en la Plaza de Armas: El mismo
-auto mandaba hacer cuartos el tronco y repartirlos de frontera a
-frontera, de mar a mar. Zamalpoa y Nueva Cartagena, Puerto Colorado y
-Santa Rosa del Titipay, fueron las ciudades agraciadas.
-
-
-
-
- ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO
- EN LA IMPRENTA RIVADENEYRA
- DE MADRID A XV DÍAS
- DEL MES DE DICIEMBRE
- DE MCMXXVI
- AÑOS
-
-
-
-
-LAUS DEO
-
-
-
-
-ÍNDICE
-
-
- Págs.
-
- PRÓLOGO 9
-
- PRIMERA PARTE -- Sinfonía del Trópico 19
- Libro primero -- Icono del tirano 21
- Libro segundo -- El Ministro de España 39
- Libro tercero -- El juego de la ranita 49
-
- SEGUNDA PARTE -- Boluca y mitote 61
- Libro primero -- Cuarzos ibéricos 63
- Libro segundo -- El Circo Harris 77
- Libro tercero -- La oreja del zorro 85
-
- TERCERA PARTE -- Noche de farra 105
- Libro primero -- La recámara verde 107
- Libro segundo -- Luces de ánimas 117
- Libro tercero -- Guiñol dramático 133
-
- CUARTA PARTE -- Amuleto nigromante 143
- Libro primero -- La fuga 145
- Libro segundo -- La tumbaga 153
- Libro tercero -- El Coronelito 173
- Libro cuarto -- El honrado gachupín 183
- Libro quinto -- El ranchero 191
- Libro sexto -- La mangana 201
- Libro séptimo -- Nigromancia 219
-
- QUINTA PARTE -- Santa Mónica 225
- Libro primero -- Boleto de sombra 227
- Libro segundo -- El número tres 241
- Libro tercero -- Carceleras 251
-
- SEXTA PARTE -- Alfajores y venenos 265
- Libro primero -- Lección de Loyola 267
- Libro segundo -- Flaquezas humanas 283
- Libro tercero -- La nota 301
-
- SÉPTIMA PARTE -- La mueca verde 315
- Libro primero -- Recreos del tirano 317
- Libro segundo -- La terraza del club 329
- Libro tercero -- Paso de bufones 337
-
- EPÍLOGO 355
-
-*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK TIRANO BANDERAS ***
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@@ -1,9518 +0,0 @@
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- Tirano Banderas, by Ramón del Valle-Inclán—A Project Gutenberg eBook
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-</head>
-
-<body class="formato">
-<div lang='en' xml:lang='en'>
-<p style='text-align:center; font-size:1.2em; font-weight:bold'>The Project Gutenberg eBook of <span lang='es' xml:lang='es'>Tirano Banderas</span>, by Ramón del Valle-Inclán</p>
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and
-most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms
-of the Project Gutenberg License included with this eBook or online
-at <a href="https://www.gutenberg.org">www.gutenberg.org</a>. If you
-are not located in the United States, you will have to check the laws of the
-country where you are located before using this eBook.
-</div>
-</div>
-
-<p style='display:block; margin-top:1em; margin-bottom:0; margin-left:2em; text-indent:-2em'>Title: <span lang='es' xml:lang='es'>Tirano Banderas</span></p>
-<p style='display:block; margin-left:2em; text-indent:0; margin-top:0; margin-bottom:1em;'><span lang='es' xml:lang='es'>Novela de tierra caliente</span></p>
-<p style='display:block; margin-top:1em; margin-bottom:0; margin-left:2em; text-indent:-2em'>Author: Ramón del Valle-Inclán</p>
-<p style='display:block; text-indent:0; margin:1em 0'>Release Date: May 23, 2022 [eBook #68154]</p>
-<p style='display:block; text-indent:0; margin:1em 0'>Language: Spanish</p>
- <p style='display:block; margin-top:1em; margin-bottom:0; margin-left:2em; text-indent:-2em; text-align:left'>Produced by: Ramón Pajares Box. (This file was produced from images generously made available by Biblioteca Digital Hispánica/Biblioteca Nacional de España.)</p>
-<div style='margin-top:2em; margin-bottom:4em'>*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK <span lang='es' xml:lang='es'>TIRANO BANDERAS</span> ***</div>
-
-<div class="front">
- <hr class="full" />
- <p><a href="#ToC">Índice</a></p>
- <h1 class="faux">Tirano Banderas</h1>
-</div>
-
-<div class="transnote" id="tnote">
- <p class="tnotetit">Nota de transcripción</p>
- <ul>
- <li>Los errores de imprenta han sido corregidos.</li>
-
- <li>La ortografía del texto original ha sido modernizada de acuerdo con
- las normas publicadas en 2010 por la Real Academia Española, aunque
- respetando los localismos.</li>
-
- <li>Las páginas en blanco han sido eliminadas.</li>
-
- <li>Los capítulos han sido correctamente numerados, deshaciendo algunas
- erratas de secuenciación.</li>
-
- <li>Algunas rayas intrapárrafos han sido eliminadas, siguiendo el modelo
- de las ediciones más recientes.</li>
-
- <li>Se ha añadido un Índice al final del libro pese a que el original
- impreso no lo incluye.</li>
- </ul>
-</div>
-
-
-<div class="screenonly x-ebookmaker-drop">
- <hr class="chap" />
- <div class="figcenter">
- <img class="thin"
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- </div>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter pt6">
- <p><span class="pagenum" id="Page_1">p. 1</span></p>
- <div class="caja">
- <p>COSTE<br/>CINCO<br/>PESETAS</p>
- </div>
-
- <p class="sobre centra red">PEDIDOS AL AUTOR: 28, SANTA CATALINA, 28. — MADRID</p>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter">
- <p><span class="pagenum" id="Page_3">p. 3</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img class="thin"
- src="images/i_0005.jpg"
- style="width: 22em; height: auto;"
- alt="Portada del libro"/>
- <p class="caption">TIRANO<br/>
- BANDERAS<br/>
- NOVELA<br/>
- DE TIERRA<br/>
- CALIENTE</p>
- </div>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="tit pt6">
- <p><span class="pagenum" id="Page_5">p. 5</span></p>
- <p class="fs175 lh200 g0 ws1">TIRANO BANDERAS</p>
- <p class="fs110 g3 ws2">NOVELA POR</p>
- <p class="fs140 g2 ws1 mt05">DON RAMÓN DEL<br/> VALLE-INCLÁN</p>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch0">
- <p><span class="pagenum" id="Page_7">p. 7</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/i_0009.jpg"
- style="width: 18em; height: auto;"
- alt="Portadilla"/>
- </div>
- <h2 class="nobreak g2">PRÓLOGO</h2>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch0-1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_9">p. 9</span></p>
- <h3 class="g3" >PRÓLOGO</h3>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Filomeno Cuevas, criollo ranchero, había dispuesto para aquella
-noche armar a sus peonadas, con los fusiles ocultos en un manigual, y
-las glebas de indios, en difusas líneas, avanzaban por los esteros de
-Ticomaipú. Luna clara, nocturnos horizontes profundos de susurros y
-ecos.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Saliendo a Jarote Quemado con una tropilla de mayorales, arrendó su
-montura el patrón y a la luz de una linterna pasó lista:</p>
-
-<p>—Manuel Romero.</p>
-
-<p>—¡Presente!</p>
-
-<p>—Acércate. No más que recomendarte precaución con ponerte briago.
-La primera campanada de las doce será la señal. Llevas sobre ti la
-responsabilidad de muchas vidas, y no te digo más. Dame la mano.</p>
-
-<p>—Mi jefesito en estas bolucas somos baqueanos.</p>
-
-<p>El patrón repasó el listín:</p>
-
-<p>—Benito San Juan.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_10">p. 10</span>—¡Presente!</p>
-
-<p>—¿Chino Viejo te habrá puesto al tanto de tu consigna?</p>
-
-<p>—Chino Viejo no más me ha significado meterme con alguna caballada
-por los rumbos de la feria y tirarlo todo patas al aire. Soltar
-algún balazo y no dejar títere sano. La consigna no aparenta mayores
-dificultades.</p>
-
-<p>—¡A las doce!</p>
-
-<p>—Con la primera campanada. Me acantonaré bajo el reloj de
-Catedral.</p>
-
-<p>—Hay que proceder de matute y hasta lo último aparentar ser
-pacíficos feriantes.</p>
-
-<p>—Eso seremos.</p>
-
-<p>—A cumplir bien. Dame la mano.</p>
-
-<p>Y puesto el papel en el cono luminoso de la linterna, aplicó los
-ojos el patrón:</p>
-
-<p>—Atilio Palmieri.</p>
-
-<p>—¡Presente!</p>
-
-<p>Atilio Palmieri era primo de la niña ranchera: Rubio, chaparro,
-petulante. El ranchero se tiraba de las barbas caprinas:</p>
-
-<p>—Atilio, tengo para ti una misión muy comprometida.</p>
-
-<p>—Te lo agradezco, pariente.</p>
-
-<p>—Estudia el mejor modo de meter fuego<span class="pagenum"
-id="Page_11">p. 11</span> en un convento de monjas, y a toda la
-comunidad, en camisa, ponerla en la calle escandalizando. Esa es tu
-misión. Si hallas alguna monja de tu gusto, cierra los ojos. A la
-gente, que no se tome de la bebida. Hay que operar violento, con
-la cabeza despejada. ¡Atilio, buena suerte! Procura desenvolver tu
-actuación sobre los límites de media noche.</p>
-
-<p>—Conformo, Filomeno, que saldré avante.</p>
-
-<p>—Así lo espero: Zacarías San José.</p>
-
-<p>—¡Presente!</p>
-
-<p>—Para ti ninguna misión especial. A tus luces dejo lo que más
-convenga. ¿Qué bolichada harías tú esta noche metiéndote, con algunos
-hombres, por Santa Fe? ¿Cuál sería tu bolichada?</p>
-
-<p>—Con solamente otro compañero dispuesto, revoluciono la feria:
-Vuelco la barraca de las Ceras y abro las jaulas. ¿Qué dice el patrón?
-¿No se armaría buena? Con cinco valientes pongo fuego a todos los
-abarrotes de gachupines. Con veinticinco copo la guardia de los
-Mostenses.</p>
-
-<p>—¿No más que eso prometes?</p>
-
-<p>—Y muy confiado de darle una sangría a Tirano Banderas. Mi jefesito,
-en este alforjín<span class="pagenum" id="Page_12">p. 12</span> que
-cargo en el arzón van los restos de mi chamaco. ¡Me lo han devorado
-los chanchos en la ciénaga! No más cargando estos restos, gané en los
-albures para feriar guaco, y tiré a un gachupín la mangana y escapé
-ileso de la balasera de los gendarmes. Esta noche saldré bien en todos
-los empeños.</p>
-
-<p>—Cruzado, toma la gente que precises y realiza ese lindo programa.
-Nos vemos. Dame la mano. Y pasada esta noche sepulta esos restos. En
-la guerra el ánimo y la inventiva son los mejores amuletos. Dame la
-mano.</p>
-
-<p>—¡Mi jefesito, estas ferias van a ser señaladas!</p>
-
-<p>—Eso espero: Crisanto Roa.</p>
-
-<p>—¡Presente!</p>
-
-<p>Era el último de la lista y sopló la linterna el patrón. Las
-peonadas habían renovado su marcha bajo la luna.</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>El Coronelito de la Gándara, desertado de las milicias federales,
-discutía con chicanas y burlas los aprestos militares del ranchero:</p>
-
-<p>—¡Filomeno, no seas chivatón, y te pongas a saltar un tajo cuando
-te faltan las zancas!<span class="pagenum" id="Page_13">p. 13</span>
-Es una grave responsabilidad en la que incurres llevando tus peonadas
-al sacrificio. ¡Te improvisas general y no puedes entender un plano de
-batallas! Yo soy un científico, un diplomado en la Escuela Militar. ¿La
-razón no te dice quién debe asumir el mando? ¿Puede ser tan ciego tu
-orgullo? ¿Tan atrevida tu ignorancia?</p>
-
-<p>—Domiciano, la guerra no se estudia en los libros. Todo reside en
-haber nacido para ello.</p>
-
-<p>—¿Y tú te juzgas un predestinado para Napoleón?</p>
-
-<p>—¡Acaso!</p>
-
-<p>—¡Filomeno, no macanees!</p>
-
-<p>—Domiciano, convénceme con un plan de campaña, que aventaje al
-discurrido por mí, y te cedo el mando. ¿Qué harías tú con doscientos
-fusiles?</p>
-
-<p>—Aumentarlos hasta formar un ejército.</p>
-
-<p>—¿Cómo se logra eso?</p>
-
-<p>—Levantando levas por los poblados de la Sierra. En Tierra Caliente
-cuenta con pocos amigos la revolución.</p>
-
-<p>—¿Ese sería tu plan?</p>
-
-<p>—En líneas generales. El tablero de la campaña debe ser la Sierra.
-Los Llanos son para<span class="pagenum" id="Page_14">p. 14</span>
-las grandes masas militares, pero las guerrillas y demás tropas
-móviles, hallan su mejor aliado en la topografía montañera. Eso es
-lo científico, y desde que hay guerras, la estructura del terreno
-impone la maniobra. Doscientos fusiles, en la llanura están siempre
-copados.</p>
-
-<p>—¿Tu consejo es remontarnos a la Sierra?</p>
-
-<p>—Ya lo he dicho. Buscar una fortaleza natural, que supla la
-exigüidad de los combatientes.</p>
-
-<p>—¡Muy bueno! ¡Eso es lo científico, la doctrina de los tratadistas,
-la enseñanza de las Escuelas!... Muy conforme. Pero yo no soy
-científico, ni tratadista, ni pasé por la Academia de Cadetes. Tu plan
-de campaña no me satisface, Domiciano. Yo, como has visto, intento para
-esta noche un golpe sobre Santa Fe. De tiempo atrás vengo meditándolo,
-y casualmente en la ría, atracado al muelle, hay un pailebote en
-descarga. Transbordo mi gente, y la desembarco en la playa de Punta
-Serpiente. Sorprendo a la guardia del castillo, armo a los presos,
-sublevo a las tropas de la Ciudadela. Ya están ganados los sargentos.
-Ese es mi plan, Domiciano.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_15">p. 15</span>—¡Y te lo juegas
-todo en una baza! No eres un émulo de Fabio Máximo. ¿Qué retirada has
-estudiado? Olvidas que el buen militar nunca se inmola imprudentemente
-y ataca con el previo conocimiento de sus líneas de retirada. Esa es
-la más elemental táctica fabiana: En nuestras pampas, el que lucha
-cediendo terreno, si es ágil en la maniobra, y sabe manejar la tea
-petrolera, vence a los Aníbales y Napoleones. Filomeno, la guerra de
-partidas que hacen los revolucionarios no puede seguir otra táctica que
-la del romano frente al cartaginés. ¡He dicho!</p>
-
-<p>—¡Muy elocuente!</p>
-
-<p>—Eres un irresponsable que conduce un piño de hombres al
-matadero.</p>
-
-<p>—Audacia y Fortuna ganan las campañas, y no las matemáticas de las
-Academias. ¿Cómo actuaron los héroes de nuestra Independencia?</p>
-
-<p>—Como apóstoles. Mitos populares, no grandes estrategas. Simón
-Bolívar, el primero de todos, fue un general pésimo. La guerra es una
-técnica científica y tú la conviertes en bolada de ruleta.</p>
-
-<p>—Así es.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_16">p. 16</span>—Pues discurres como
-un insensato.</p>
-
-<p>—¡Posiblemente! No soy un científico, y estoy obligado a no guiarme
-por otra norma que la corazonada. ¡Voy a Santa Fe, por la cabeza del
-Generalito Banderas!</p>
-
-<p>—Más seguro que pierdas la tuya.</p>
-
-<p>—Allá lo veremos. Testigo el tiempo.</p>
-
-<p>—Intentas una operación sin refrendo táctico, una mera escaramuza
-de bandolerismo, contraria a toda la teoría militar. Tu obligación
-es la obediencia al Cuartel General del Ejército Revolucionario: Ser
-merito grano de arena en la montaña, y te manifiestas con un acto de
-indisciplina al operar independiente. Eres ambicioso y soberbio. No me
-escuches. Haz lo que te parezca. Sacrifica a tus peonadas. Después del
-sudor, les pides la sangre. ¡Muy bueno!</p>
-
-<p>—De todo tengo hecho mérito en la conciencia, y con tantas
-responsabilidades y tantos cargos no cedo en mi idea. Es más fuerte la
-corazonada.</p>
-
-<p>—La ambición de señalarte.</p>
-
-<p>—Domiciano, tú no puedes comprenderme. Yo quiero apagar la guerra
-con un soplo, como quien apaga una vela.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_17">p. 17</span>—¡Y si fracasas,
-difundir el desaliento en las filas de tus amigos, ser un mal
-ejemplo!</p>
-
-<p>—O una emulación.</p>
-
-<p>—Después de cien años, para los niños de las Escuelas Nacionales. El
-presente, todavía no es la historia, y tiene caminos más realistas. En
-fin, tanto hablar seca la boca. Pásame tu cantimplora.</p>
-
-<p>Tras del trago, batió la yesca y encendió el chicote apagado,
-esparciéndose la ceniza por el vientre rotundo de ídolo tibetano.</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>El patrón, con solo cincuenta hombres, caminó por marismas y
-manglares hasta dar vista a un pailebote abordado para la descarga en
-el muelle de un aserradero. Filomeno ordenó al piloto que pusiese velas
-al viento para recalar en Punta Serpientes. El sarillo luminoso de un
-faro giraba en el horizonte. Embarcada la gente, zarpó el pailebote
-con silenciosa maniobra. Navegó la luna sobre la obra muerta de babor,
-bella la mar, el barco marinero. Levantaba la proa surtidores de plata
-y en la sombra del foque un<span class="pagenum" id="Page_18">p.
-18</span> negro juntaba rueda de oyentes: Declamaba versos con lírico
-entusiasmo, fluente de ceceles. Repartidos en ranchos los hombres de la
-partida, tiraban del naipe: Aceitosos farolillos discernían los rumbos
-de juguetas por escotillones y sollados. Y en la sombra del foque abría
-su lírico floripondio de ceceles el negro catedrático:</p>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
- <div class="stanza">
- <div class="verse indent2">Navega velelo mío</div>
- <div class="verse indent6">Sin temol,</div>
- <div class="verse indent0">Que ni enemigo navío,</div>
- <div class="verse indent0">Ni tolmenta, ni bonanza,</div>
- <div class="verse indent0">A tolcel tu lumbo alcanza,</div>
- <div class="verse indent0">Ni a sujetal tu valol.</div>
- </div>
-</div>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_19">p. 19</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/i_0021.jpg"
- style="width: 18em; height: auto;"
- alt="Portadilla"/>
- </div>
- <h2 class="nobreak g2 ws2">PRIMERA PARTE</h2>
- <p class="subh2">SINFONÍA DEL TRÓPICO</p>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch1-1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_21">p. 21</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3>
- <p class="subh3 g0">ICONO DEL TIRANO</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Santa Fe de Tierra Firme —arenales, pitas, manglares, chumberas— en
-las cartas antiguas, Punta de las Serpientes.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Sobre una loma, entre granados y palmas, mirando al vasto mar y al
-sol poniente, encendía los azulejos de sus redondas cúpulas coloniales
-San Martín de los Mostenses. En el campanario sin campanas levantaba el
-brillo de su bayoneta un centinela. San Martín de los Mostenses, aquel
-desmantelado convento de donde una lejana revolución había expulsado a
-los frailes, era, por mudanzas del tiempo, Cuartel del Presidente Don
-Santos Banderas —Tirano Banderas—.</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>El Generalito acababa de llegar con algunos batallones de indios,
-después de haber fusilado a los insurrectos de Zamalpoa: Inmóvil y
-taciturno, agaritado de perfil en una remota<span class="pagenum"
-id="Page_22">p. 22</span> ventana, atento al relevo de guardias en la
-campa barcina del convento, parece una calavera con antiparras negras y
-corbatín de clérigo. En el Perú había hecho la guerra a los españoles,
-y de aquellas campañas veníale la costumbre de rumiar la coca, por
-donde en las comisuras de los labios tenía siempre una salivilla de
-verde veneno. Desde la remota ventana, agaritado en una inmovilidad
-de corneja sagrada, está mirando las escuadras de indios, soturnos
-en la cruel indiferencia del dolor y de la muerte. A lo largo de la
-formación, chinitas y soldaderas haldeaban corretonas, huroneando
-entre las medallas y las migas del faltriquero, la pitada de tabaco
-y los cobres para el coime. Un globo de colores se quemaba en la
-turquesa celeste, sobre la campa invadida por la sombra morada del
-convento. Algunos soldados, indios comaltes de la selva, levantaban
-los ojos. Santa Fe celebraba sus famosas ferias de Santos y Difuntos.
-Tirano Banderas, en la remota ventana, era siempre el garabato de un
-lechuzo.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_23">p. 23</span>IV</h4>
-
-<p>Venía por el vasto zaguán frailero una escolta de soldados con
-la bayoneta armada en los negros fusiles, y entre las filas un roto
-greñudo, con la cara dando sangre. Al frente, sobre el flanco derecho,
-fulminaba el charrasco del Mayor Abilio del Valle. El retinto garabato
-del bigote, dábale fiero resalte al arregaño lobatón de los dientes que
-sujetan el fiador del pavero con toquilla de plata:</p>
-
-<p>—¡Alto!</p>
-
-<p>Mirando a las ventanas del convento, formó la escuadra. Destacáronse
-dos caporales, que, a modo de pretinas, llevaban cruzadas sobre el
-pecho sendas pencas con argollones, y despojaron al reo del fementido
-sabanil que le cubría las carnes: Sumiso y adoctrinado, con la espalda
-corita al sol, entrose el cobrizo a un hoyo profundo de tres pies,
-como disponen las Ordenanzas de Castigos Militares. Los dos caporales
-apisonaron echando tierra, y quedó soterrado hasta los estremecidos
-ijares: El torso desnudo, la greña, las manos con fierros, salían
-fuera del hoyo colmados de negra expresión<span class="pagenum"
-id="Page_24">p. 24</span> dramática: Metía el chivón de la barba en el
-pecho, con furbo atisbo a los caporales que se desceñían las pencas.
-Señaló el tambor un compás alterno y dio principio el castigo del
-chicote, clásico en los cuarteles:</p>
-
-<p>—¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!</p>
-
-<p>El greñudo, sin un gemido, se arqueaba sobre las manos esposadas,
-ocultos los hierros en la cavación del pecho: Le saltaban de los
-costados ramos de sangre, y sujetándose al ritmo del tambor, solfeaban
-los dos caporales:</p>
-
-<p>—¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve!</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>Niño Santos se retiró de la ventana para recibir a una endomingada
-diputación de la Colonia Española: El abarrotero, el empeñista, el
-chulo del braguetazo, el patriota jactancioso, el doctor sin reválida,
-el periodista hampón, el rico mal afamado, se inclinaban en hilera ante
-la momia taciturna con la verde salivilla en el canto de los labios—.
-Don Celestino Galindo, orondo, redondo, pedante, tomó la palabra, y con
-aduladoras hipérboles,<span class="pagenum" id="Page_25">p. 25</span>
-saludó al Glorioso Pacificador de Zamalpoa:</p>
-
-<p>—La Colonia Española eleva sus homenajes al benemérito patricio,
-raro ejemplo de virtud y energía, que ha sabido restablecer el
-imperio del orden, imponiendo un castigo ejemplar a la demagogia
-revolucionaria. ¡La Colonia Española, siempre noble y generosa, tiene
-una oración y una lágrima para las víctimas de una ilusión funesta,
-de un virus perturbador! Pero la Colonia Española no puede menos de
-reconocer que en el inflexible cumplimiento de las leyes está la única
-salvaguardia del orden y el florecimiento de la República.</p>
-
-<p>La fila de gachupines asintió con murmullos: Unos eran toscos,
-encendidos y fuertes: Otros tenían la expresión cavilosa y hepática
-de los tenderos viejos: Otros, enjoyados y panzudos, exudaban zurda
-pedancia. A todos ponía un acento de familia el embarazo de las
-manos con guantes. Tirano Banderas masculló estudiadas cláusulas de
-dómine:</p>
-
-<p>—Me congratula ver cómo los hermanos de raza aquí radicados,
-afirmando su fe inquebrantable en los ideales de orden y progreso,
-responden a la tradición de la Madre Patria.<span class="pagenum"
-id="Page_26">p. 26</span> Me congratula mucho este apoyo moral de
-la Colonia Hispana. Santos Banderas no tiene la ambición de mando
-que le critican sus adversarios: Santos Banderas les garanta que el
-día más feliz de su vida será cuando pueda retirarse y sumirse en la
-oscuridad a labrar su predio, como Cincinato. Crean, amigos, que para
-un viejo son fardel muy pesado las obligaciones de la Presidencia. El
-gobernante, muchas veces precisa ahogar los sentimientos de su corazón,
-porque el cumplimiento de la ley es la garantía de los ciudadanos
-trabajadores y honrados: El gobernante, llegado el trance de firmar
-una sentencia de pena capital, puede tener lágrimas en los ojos, pero
-a su mano no le está permitido temblar. Esta tragedia del gobernante,
-como les platicaba recién, es superior a las fuerzas de un viejo. Entre
-amigos tan leales, puedo declarar mi flaqueza, y les garanto que el
-corazón se me desgarraba al firmar los fusilamientos de Zamalpoa. ¡Tres
-noches he pasado en vela!</p>
-
-<p>—¡Atiza!</p>
-
-<p>Se descompuso la ringla de gachupines. Los charolados pies
-juanetudos cambiaron de loseta. Las manos, enguantadas y torponas,
-se<span class="pagenum" id="Page_27">p. 27</span> removieron
-indecisas, sin saber dónde posarse. En un tácito acuerdo, los
-gachupines jugaron con las brasileñas leontinas de sus relojes. Acentuó
-la momia:</p>
-
-<p>—¡Tres días con sus noches en ayuno y en vela!</p>
-
-<p>—¡Arrea!</p>
-
-<p>Era el que tan castizo apostillaba un vinatero montañés, chaparro
-y negrote, con el pelo en erizo, y el cuello de toro desbordante
-sobre la tirilla de celuloide: La voz fachendosa tenía la brutalidad
-intempestiva de una claque de teatro. Tirano Banderas sacó la petaca y
-ofreció a todos su picadura de Virginia:</p>
-
-<p>—Pues, como les platicaba, el corazón se destroza, y las
-responsabilidades de la gobernación llegan a constituir una carga
-demasiado pesada. Busquen al hombre que sostenga las finanzas, al
-hombre que encauce las fuerzas vitales del país. La República, sin
-duda, tiene personalidades que podrán regirla con más acierto que
-este viejo valetudinario. Pónganse de acuerdo todos los elementos
-representativos, así nacionales como extranjeros...</p>
-
-<p>Hablaba meciendo la cabeza de pergamino: La mirada, un misterio
-tras las verdosas<span class="pagenum" id="Page_28">p. 28</span>
-antiparras. Y la ringla de gachupines balanceaba un murmullo, señalando
-su aduladora disidencia. Cacareó Don Celestino:</p>
-
-<p>—¡Los hombres providenciales no pueden ser reemplazados, sino por
-hombres providenciales!</p>
-
-<p>La fila aplaudió, removiéndose en las losetas, como ganado inquieto
-por la mosca. Tirano Banderas, con un gesto cuáquero, estrechó la mano
-del pomposo gachupín:</p>
-
-<p>—Quédese, Don Celes, y echaremos un partido de ranita.</p>
-
-<p>—¡Muy complacido!</p>
-
-<p>Tirano Banderas, trasmudándose sobre su última palabra, hacía a los
-otros gachupines un saludo frío y parco:</p>
-
-<p>—A ustedes, amigos, no quiero distraerles de sus ocupaciones. Me
-dejan mandado.</p>
-
-
-<h4>VI</h4>
-
-<p>Una mulata entrecana, descalza, temblona de pechos, aportó con el
-refresco de limonada y chocolate, dilecto de frailes y corregidores,
-cuando el virreinato. Con tintín de plata y cristales en las manos
-prietas, miró la mucama<span class="pagenum" id="Page_29">p. 29</span>
-al patroncito, dudosa, interrogante. Niño Santos, con una mueca de
-la calavera, le indicó la mesilla de campamento, que, en el vano de
-un arco, abría sus compases de araña. La mulata obedeció haldeando:
-Sumisa, húmeda, lúbrica, se encogía y deslizaba. Mojó los labios en la
-limonada Niño Santos:</p>
-
-<p>—Consecutivamente, desde hace cincuenta años, tomo este refresco, y
-me prueba muy medicinal... Se lo recomiendo, Don Celes.</p>
-
-<p>Don Celes infló la botarga:</p>
-
-<p>—¡Cabal, es mi propio refresco! Tenemos los gustos parejos y me
-siento orgulloso. ¡Cómo no!</p>
-
-<p>Tirano Banderas, con gesto huraño, esquivó el humo de la adulación,
-las volutas enfáticas. Manchados de verde los cantos de la boca, se
-recogía en su gesto soturno:</p>
-
-<p>—Amigo Don Celes, las revoluciones, para acabarlas de raíz, precisan
-balas de plata.</p>
-
-<p>Reforzó campanudo el gachupín:</p>
-
-<p>—¡Balas que no llevan pólvora ni hacen estruendo!</p>
-
-<p>La momia acogió con una mueca enigmática:</p>
-
-<p>—Esas, amigo, que van calladas, son las<span class="pagenum"
-id="Page_30">p. 30</span> mejores. En toda revolución hay siempre dos
-momentos críticos: El de las ejecuciones fulminantes, y el segundo
-momento, cuando convienen las balas de plata. Amigo Don Celes, recién
-esas balas nos ganarían las mejores batallas. Ahora la política es
-atraerse a los revolucionarios. Yo hago honor a mis enemigos, y no se
-me oculta que cuentan con muchos elementos simpatizantes en las vecinas
-Repúblicas. Entre los revolucionarios, hay científicos que pueden con
-sus luces laborar en provecho de la Patria. La inteligencia merece
-respeto. ¿No le parece, Don Celes?</p>
-
-<p>Don Celes asentía con el grasiento arrebol de una sonrisa:</p>
-
-<p>—En un todo de acuerdo. ¡Cómo no!</p>
-
-<p>—Pues para esos científicos quiero yo las balas de plata: Hay entre
-ellos muy buenas cabezas que lucirían en cotejo con las eminencias del
-Extranjero. En Europa, esos hombres pueden hacer estudios que aquí
-nos orienten: Su puesto está en la Diplomacia... En los Congresos
-Científicos... En las Comisiones que se crean para el Extranjero.</p>
-
-<p>Ponderó el ricacho:</p>
-
-<p>—¡Eso es hacer política sabia!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_31">p. 31</span>Y susurró
-confidencial Generalito Banderas:</p>
-
-<p>—Don Celes, para esa política preciso un gordo amunicionamiento
-de plata. ¿Qué dice el amigo? Séame leal, y que no salga de los dos
-ninguna cosa de lo hablado. Le tomo por consejero, reconociendo lo
-mucho que vale.</p>
-
-<p>Don Celes soplábase los bigotes escarchados de brillantina y
-aspiraba, deleite de sibarita, las auras barberiles que derramaba en
-su ámbito. Resplandecía como búdico vientre el cebollón de su calva,
-y esfumaba su pensamiento un sueño de orientales mirajes: La contrata
-de vituallas para el Ejército Libertador. Cortó el encanto Tirano
-Banderas:</p>
-
-<p>—Mucho lo medita, y hace bien, que el asunto tiene toda la
-importancia.</p>
-
-<p>Declamó el gachupín, con la mano sobre la botarga:</p>
-
-<p>—Mi fortuna, muy escasa siempre, y estos tiempos harto quebrantada,
-en su corta medida está al servicio del Gobierno. Pobre es mi ayuda,
-pero ella representa el fruto del trabajo honrado en esta tierra
-generosa, a la cual amo como a una patria de elección.</p>
-
-<p>Generalito Banderas interrumpió con el ademán impaciente de
-apartarse un tábano:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_32">p. 32</span>—¿La Colonia Española
-no cubriría un empréstito?</p>
-
-<p>—La Colonia ha sufrido mucho estos tiempos. Sin embargo, teniendo en
-cuenta sus vinculaciones con la República...</p>
-
-<p>El Generalito plegó la boca, reconcentrado en un pensamiento:</p>
-
-<p>—¿La Colonia Española comprende hasta dónde peligran sus intereses
-con el ideario de la Revolución? Si lo comprende, trabájela usted en el
-sentido indicado. El Gobierno solo cuenta con ella para el triunfo del
-orden: El país está anarquizado por las malas propagandas.</p>
-
-<p>Inflose Don Celes:</p>
-
-<p>—El indio dueño de la tierra es una utopía de universitarios.</p>
-
-<p>—Conformes. Por eso le decía que a los científicos hay que darles
-puestos fuera del país, adonde su talento no sea perjudicial para
-la República. Don Celestino, es indispensable un amunicionamiento
-de plata, y usted queda comisionado para todo lo referente. Véase
-con el Secretario de Finanzas. No lo dilate. El Licenciadito tiene
-estudiado el asunto y le pondrá al corriente: Discutan las garantías
-y resuelvan<span class="pagenum" id="Page_33">p. 33</span> violento,
-pues es de la mayor urgencia balear con plata a los revolucionarios.
-¡El extranjero acoge las calumnias que propalan las Agencias! Hemos
-protestado por la vía diplomática para que sea coaccionada la campaña
-de difamación, pero no basta. Amigo Don Celes, a su bien tajada
-péñola le corresponde redactar un documento que, con las firmas de
-los españoles preeminentes, sirva para ilustrar al Gobierno de la
-Madre Patria. La Colonia debe señalar una orientación, hacerles saber
-a los estadistas distraídos que el ideario revolucionario es el
-peligro amarillo en América. La Revolución representa la ruina de los
-estancieros españoles. Que lo sepan allá, que se capaciten. ¡Es muy
-grave el momento, Don Celestino! Por rumores que me llegaron, tengo
-noticia de cierta actuación que proyecta el Cuerpo Diplomático. Los
-rumores son de una protesta por las ejecuciones de Zamalpoa. ¿Sabe
-usted si esa protesta piensa suscribirla el Ministro de España?</p>
-
-<p>Al rico gachupín se le enrojeció la calva:</p>
-
-<p>—¡Sería una bofetada a la Colonia!</p>
-
-<p>—¿Y el Ministro de España, considera usted que sea sujeto para esas
-bofetadas?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_34">p. 34</span>—Es hombre apático...
-Hace lo que le cuesta menos trabajo. Hombre poco claro.</p>
-
-<p>—¿No hace negocios?</p>
-
-<p>—Hace deudas, que no paga. ¿Quiere usted mayor negocio? Mira como un
-destierro su radicación en la República.</p>
-
-<p>—¿Que se teme usted una pendejada?</p>
-
-<p>—Me la temo.</p>
-
-<p>—Pues hay que evitarla.</p>
-
-<p>El gachupín simuló una inspiración repentina, con palmada en la
-frente panzona:</p>
-
-<p>—La Colonia puede actuar sobre el Ministro.</p>
-
-<p>Don Santos rasgó con una sonrisa su verde máscara indiana:</p>
-
-<p>—Eso se llama meter el tejo por la boca de la ranita. Conviene
-actuar violento. Los españoles aquí radicados tienen intereses
-contrarios a las utopías de la Diplomacia. Todas esas lucubraciones
-del protocolo suponen un desconocimiento de las realidades americanas.
-La Humanidad, para la política de estos países, es una entelequia con
-tres cabezas: El criollo, el indio y el negro. Tres Humanidades. Otra
-política para estos climas es pura macana.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_35">p. 35</span>El gachupín, barroco
-y pomposo, le tendió la mano:</p>
-
-<p>—¡Mi admiración crece escuchándole!</p>
-
-<p>—No se dilate, Don Celes. Quiere decirse que se remite para mañana
-la invitación que le hice. ¿A usted no le complace el juego de la
-ranita? Es mi medicina para esparcir el ánimo, mi juego desde chamaco,
-y lo practico todas las tardes. Muy saludable, no arruina como otros
-juegos.</p>
-
-<p>El ricacho se arrebolaba:</p>
-
-<p>—¡Asombroso cómo somos de gustos parejos!</p>
-
-<p>—Don Celes, hasta lueguito.</p>
-
-<p>Interrogó el gachupín:</p>
-
-<p>—¿Lueguito será mañana?</p>
-
-<p>Movió la cabeza Don Santos:</p>
-
-<p>—Si antes puede ser, antes. Yo no duermo.</p>
-
-<p>Encomió Don Celes:</p>
-
-<p>—¡Profesor de energía, como dicen en nuestro diario!</p>
-
-<p>El Tirano le despidió, ceremonioso, desbaratada la voz en una cucaña
-de gallos.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_36">p. 36</span>VII</h4>
-
-<p>Tirano Banderas, sumido en el hueco de la ventana, tenía siempre el
-prestigio de un pájaro nocharniego: Desde aquella altura fisgaba la
-campa donde seguían maniobrando algunos pelotones de indios, armados
-con fusiles antiguos. La ciudad se encendía de reflejos sobre la marina
-esmeralda. La brisa era fragante, plena de azahares y tamarindos. En
-el cielo, remoto y desierto, subían globos de verbena, con cauda de
-luces. Santa Fe celebraba sus ferias otoñales, tradición que venía del
-tiempo de los virreyes españoles. Por la conga del convento, saltarín y
-liviano, con morisquetas de lechuguino, rodaba el quitrí de Don Celes.
-La ciudad, pueril ajedrezado de blancas y rosadas azoteas, tenía una
-luminosa palpitación, acastillada en la curva del Puerto. La marina era
-llena de cabrilleos, y en la desolación azul, toda azul, de la tarde,
-encendían su roja llamarada las cornetas de los cuarteles. El quitrí
-del gachupín saltaba como una araña negra, en el final solanero de
-Cuesta Mostenses.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_37">p. 37</span>VIII</h4>
-
-<p>Tirano Banderas, agaritado en la ventana, inmóvil y distante,
-acrecentaba su prestigio de pájaro sagrado. Cuesta Mostenses flotaba
-en la luminosidad del marino poniente, y un ciego cribado de viruelas
-rasgaba el guitarrillo al pie de los nopales, que proyectaban sus
-brazos como candelabros de Jerusalén. La voz del ciego desgarraba el
-calino silencio:</p>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
- <div class="stanza">
- </div>
- <div class="stanza">
- <div class="verse indent2">—Era Diego Pedernales</div>
- <div class="verse indent0">de noble generación,</div>
- <div class="verse indent0">pero las obligaciones</div>
- <div class="verse indent0">de su sangre no siguió.</div>
- </div>
-</div>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch1-2">
- <p><span class="pagenum" id="Page_39">p. 39</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3>
- <p class="subh3 g0">EL MINISTRO DE ESPAÑA</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>La Legación de España se albergó muchos años en un caserón con
-portada de azulejos y salomónicos miradores de madera, vecino al
-recoleto estanque francés, llamado por una galante tradición Espejillo
-de la Virreina. El Barón de Benicarlés, Ministro Plenipotenciario
-de Su Majestad Católica, también proyectaba un misterio galante y
-malsano, como aquella virreina que se miraba en el espejo de su
-jardín, con un ensueño de lujuria en la frente. El Excelentísimo
-Señor Don Mariano Isabel Cristino Queralt y Roca de Togores, Barón de
-Benicarlés y Maestrante de Ronda, tenía la voz de cotorrona y el pisar
-de bailarín. Lucio, grandote, abobalicado, muy propicio al cuchicheo y
-al chismorreo, rezumaba falsas melosidades: Le hacían rollas las manos
-y el papo: Hablaba con nasales francesas y mecía bajo sus carnosos
-párpados un frío ensueño de literatura perversa: Era un desvaído
-figurón, snob literario, gustador de los cenáculos decadentes,<span
-class="pagenum" id="Page_40">p. 40</span> con rito y santoral de
-métrica francesa. La sombra de la ardiente virreina, refugiada en el
-fondo del jardín, mirando la fiesta de amor sin mujeres, lloró muchas
-veces, incomprensiva, celosa, tapándose la cara.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Santos y Difuntos. En este tiempo, era luminosa y vibrante de
-tabanquillos y tenderetes la Calzada de la Virreina. El quitrí del
-gachupín, que rodaba haciendo morisquetas de petimetre, se detuvo
-ante la Legación Española. Un chino encorvado, la espalda partida
-por la coleta, regaba el zaguán. Don Celes subió la ancha escalera y
-cruzó una galería con cuadros en penumbra, tallas, dorados y sedas:
-El gachupín experimentaba un sofoco ampuloso, una sensación enfática
-de orgullo y reverencia: Como collerones le resonaban en el pecho
-fanfarrias de históricos nombres sonoros, y se mareaba igual que en un
-desfile de cañones y banderas: Su jactancia, ilusa y patriótica, se
-revertía en los escandidos compases de una música brillante y ramplona:
-Se detuvo en el fondo de la galería. La puerta<span class="pagenum"
-id="Page_41">p. 41</span> luminosa, silenciosa, franca sobre el gran
-estrado desierto, amortiguó extrañamente al barroco gachupín, y sus
-pensamientos se desbandaron en fuga, potros cerriles rebotando las
-ancas. Se apagaron de repente todas las bengalas, y el ricacho se
-advirtió pesaroso de verse en aquel trámite: Desasistido de emoción,
-árido, tímido como si no tuviese dinero, penetró en el estrado vacío,
-turbando la dorada simetría de espejos y consolas.</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>El Barón de Benicarlés, con quimono de mandarín, en el fondo de otra
-cámara, sobre un canapé, espulgaba meticulosamente a su faldero. Don
-Celes llegó, mal recobrado el gesto de fachenda entre la calva panzona
-y las patillas color de canela: Parecía que se le hubiese aflojado la
-botarga:</p>
-
-<p>—Señor Ministro, si interrumpo, me retiro.</p>
-
-<p>—Pase usted, ilustre Don Celestino.</p>
-
-<p>El faldero dio un ladrido, y el carcamal diplomático, rasgando la
-boca, le tiró de una oreja:</p>
-
-<p>—¡Calla, Merlín! Don Celes, tan contadas<span class="pagenum"
-id="Page_42">p. 42</span> son sus visitas, que ya le desconoce el
-Primer Secretario.</p>
-
-<p>El carcamal diplomático esparcía sobre la fatigada crasitud de sus
-labios una sonrisa lenta y maligna, abobada y amable. Pero Don Celes
-miraba a Merlín, y Merlín le enseñaba los dientes a Don Celes. El
-Ministro de Su Majestad Católica, distraído, evanescente, ambiguo,
-prolongaba la sonrisa con una elasticidad inverosímil, como las
-diplomacias neutrales en año de guerras. Don Celes experimentaba una
-angustia pueril entre la mueca del carcamal y el hocico aguzado del
-faldero: Con su gesto adulador y pedante, lleno de pomposo afecto, se
-inclinó hacia Merlín:</p>
-
-<p>—¿No quieres que seamos amigos?</p>
-
-<p>El faldero, con un ladrido, se recogió en las rodillas de su amo,
-que adormilaba los ojos huevones, casi blancos, apenas desvanecidos
-de azul, indiferentes como dos globos de cristal, consonantes con la
-sonrisa sin término, de una deferencia maquillada y protocolaria. La
-mano gorja y llena de hoyos, mano de odalisca, halagaba las sedas del
-faldero:</p>
-
-<p>—¡Merlín, ten formalidad!</p>
-
-<p>—¡Me ha declarado la guerra!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_43">p. 43</span>El Barón de
-Benicarlés, diluyendo el gesto de fatiga por toda su figura crasa y
-fondona, se dejaba besuquear del faldero. Don Celes, rubicundo entre
-las patillas de canela, poco a poco, iba inflando la botarga, pero con
-una sombra de recelo, una íntima y remota cobardía de cómico silbado.
-Bajo el besuqueo del falderillo, habló, confuso y nasal, el figurón
-diplomático:</p>
-
-<p>—¿Por dónde se peregrina, Don Celeste? ¿Qué luminosa opinión me trae
-usted de la Colonia Hispana? ¿No viene usted como Embajador?... Ya
-tiene usted despejado el camino, ilustre Don Celes.</p>
-
-<p>Don Celes se arrugó con gesto amistoso, aquiescente, fatalista: La
-frente panzona, la papada apoplética, la botarga retumbante, apenas
-disimulaban la perplejidad del gachupín. Rio falsamente:</p>
-
-<p>—La tan mentada sagacidad diplomática se ha confirmado una vez más,
-querido Barón.</p>
-
-<p>Ladró Merlín, y el carcamal le amenazó levantando un dedo:</p>
-
-<p>—No interrumpas, Merlín. Perdone usted la incorrección y continúe,
-ilustre Don Celes.</p>
-
-<p>Don Celes, por levantarse los ánimos, hacía<span class="pagenum"
-id="Page_44">p. 44</span> oración mental, recapacitando los pagarés
-que tenía del Barón: Luchaba desesperado por no desinflarse: Cerró los
-ojos:</p>
-
-<p>—La Colonia, por sus vinculaciones, no puede ser ajena a la
-política del país: Aquí radica su colaboración y el fruto de sus
-esfuerzos. Yo, por mis sentimientos pacifistas, por mis convicciones
-de liberalismo bajo la gerencia de gobernantes serios, me hallo en una
-situación ambigua, entre el ideario revolucionario y los procedimientos
-sumarísimos del General Banderas. Pero casi me convence la colectividad
-española, en cuanto a su actuación, porque la más sólida garantía del
-orden es, todavía, Don Santos Banderas. ¡El triunfo revolucionario
-traería el caos!</p>
-
-<p>—Las revoluciones, cuando triunfan, se hacen muy prudentes.</p>
-
-<p>—Pero hay un momento de crisis comercial: Los negocios se resienten,
-oscilan las finanzas, el bandolerismo renace en los campos.</p>
-
-<p>Subrayó el Ministro:</p>
-
-<p>—No más que ahora, con la guerra civil.</p>
-
-<p>—¡La guerra civil! Los radicados de muchos años en el país, ya la
-miramos como un mal endémico. Pero el ideario revolucionario<span
-class="pagenum" id="Page_45">p. 45</span> es algo más grave, porque
-altera los fundamentos sagrados de la propiedad. El indio, dueño de
-la tierra, es una aberración demagógica, que no puede prevalecer en
-cerebros bien organizados. La Colonia profesa unánime este sentimiento:
-Yo quizá lo acoja con algunas reservas, pero, hombre de realidades,
-entiendo que la actuación del capital español es antagónica con el
-espíritu revolucionario.</p>
-
-<p>El Ministro de Su Majestad Católica se recostó en el canapé,
-escondiendo en el hombro el hocico del faldero:</p>
-
-<p>—¿Don Celes, y es oficial ese ultimátum de la Colonia?</p>
-
-<p>—Señor Ministro, no es ultimátum. La Colonia pide solamente una
-orientación.</p>
-
-<p>—¿La pide o la impone?</p>
-
-<p>—No habré sabido explicarme. Yo, como hombre de negocios, soy poco
-dueño de los matices oratorios, y si he vertido algún concepto por
-donde haya podido entenderse que ostento una representación oficiosa,
-tengo especial interés en dejar rectificada plenamente esa suspicacia
-del Señor Ministro.</p>
-
-<p>El Barón de Benicarlés, con una punta de ironía en el azul desvaído
-de los ojos, y las<span class="pagenum" id="Page_46">p. 46</span>
-manos de odalisca entre las sedas del faldero, diluía un gesto
-displicente sobre la boca belfona, untada de fatiga viciosa:</p>
-
-<p>—Ilustre Don Celestino, usted es una de las personalidades
-financieras, intelectuales y sociales más remarcables de la Colonia...
-Sus opiniones, muy estimables... Sin embargo, usted no es todavía el
-Ministro de España. ¡Una verdadera desgracia! Pero hay un medio para
-que usted lo sea, y es solicitar por cable mi traslado a Europa. Yo
-apoyaré la petición, y le venderé a usted mis muebles en almoneda.</p>
-
-<p>El ricacho se infló de vanidad ingeniosa:</p>
-
-<p>—¿Incluido Merlín para consejero?</p>
-
-<p>El figurón diplomático acogió la agudeza con un gesto frío y lacio,
-que la borró:</p>
-
-<p>—Don Celes, aconseje usted a nuestros españoles que se abstengan
-de actuar en la política del país, que se mantengan en una estricta
-neutralidad, que no quebranten con sus intemperancias la actuación del
-Cuerpo Diplomático. Perdone, ilustre amigo, que no le acoja más tiempo,
-pues necesito vestirme para asistir a un cambio de impresiones en la
-Legación inglesa.</p>
-
-<p>Y el desvaído carcamal, en la luz declinante<span class="pagenum"
-id="Page_47">p. 47</span> de la cámara, desenterraba un gesto chafado,
-de sangre orgullosa.</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>Don Celes, al cruzar el estrado, donde la alfombra apagaba el
-rumor de los pasos, sintió más que nunca el terror de desinflarse. En
-el zaguán, el chino rancio y coletudo, en una abstracción pueril y
-maniática, seguía regando las baldosas. Don Celes experimentó todo el
-desprecio del blanco por el amarillo:</p>
-
-<p>—¡Deja paso, y mira, no me manches el charol de las botas, gran
-chingado!</p>
-
-<p>Andando en la punta de los pies, con mecimiento de doble suspensión
-la botarga, llegó a la puerta y llamó al moreno del quitrí, que con
-otros morenos y rotos, refrescaba bajo los laureles de un bochinche:
-Juego de bolos y piano automático con platillos:</p>
-
-<p>—¡Vamos vivo, pendejo!</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>Calzada de la Virreina tenía un luminoso bullicio de pregones,
-guitarros, faroles y gallardetes. Santa Fe se regocijaba con un
-vértigo<span class="pagenum" id="Page_48">p. 48</span> encendido,
-con una calentura de luz y tinieblas: El aguardiente y el facón del
-indio, la baraja y el baile lleno de lujurias, encadenaban una sucesión
-de imágenes violentas y tumultuosas. Sentíase la oscura y desolada
-palpitación de la vida sobre la fosa abierta. Santa Fe, con una furia
-trágica y devoradora del tiempo, escapaba del terrorífico sopor
-cotidiano, con el grito de sus ferias, tumultuoso como un grito bélico.
-En la lumbrada del ocaso, sobre la loma de granados y palmas, encendía
-los azulejos de sus redondas cúpulas coloniales San Martín de los
-Mostenses.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch1-3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_49">p. 49</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3>
- <p class="subh3 g0">EL JUEGO DE LA RANITA</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Tirano Banderas, terminado el despacho, salió por la arcada del
-claustro bajo al jardín de los frailes. Le seguían compadritos y
-edecanes:</p>
-
-<p>—¡Se acabó la obligación! Ahora, si les parece bien, mis amigos,
-vamos a divertir honestamente este rabo de tarde, en el jueguito de la
-rana.</p>
-
-<p>Rancio y cumplimentero, invitaba para la trinca, sin perder el
-rostro sus vinagres, y se pasaba por la calavera el pañuelo de hierbas,
-propio de dómine o donado.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>El Jardín de los Frailes, geométrica ruina de cactus y laureles,
-gozaba la vista del mar: Por las mornas tapias corrían amarillos
-lagartos: En aquel paraje estaba el juego de la rana, ya crepuscular,
-recién pintado de verde. El Tirano, todas las tardes esparcía su tedio
-en este divertimiento: Pausado y<span class="pagenum" id="Page_50">p.
-50</span> prolijo, rumiando la coca, hacía sus tiradas, y en los
-yerros, su boca rasgábase toda verde, con una mueca: Se mostraba muy
-codicioso y atento a los lances del juego, sin ser parte a distraerle
-las descargas de fusilería que levantaban cirrus de humo a lo lejos,
-por la banda de la marina. Las sentencias de muerte se cumplimentaban
-al ponerse el sol, y cada tarde era pasada por las armas alguna cuerda
-de revolucionarios. Tirano Banderas, ajeno a la fusilería, cruel y
-vesánico, afinaba el punto apretando la boca. Los cirrus de humo
-volaban sobre el mar.</p>
-
-<p>—¡Rana!</p>
-
-<p>El tirano, siempre austero, vuelto a la trinca de compadres,
-desplegaba el pañuelo de dómine, enjugándose el cráneo pelado:</p>
-
-<p>—¡Aprendan, y no se distraigan del juego con macanas!</p>
-
-<p>Un vaho pesado, calor y catinga, anunciaba la proximidad de la
-manigua, donde el crepúsculo enciende, con las estrellas, los ojos de
-los jaguares.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_51">p. 51</span>III</h4>
-
-<p>Aquella india vieja, acurrucada en la sombra de un toldillo, con
-el bochinche de limonada y aguardiente, se ha hispido, remilgada y
-corretona bajo la seña del Tirano:</p>
-
-<p>—¡Horita, mi jefe!</p>
-
-<p>Doña Lupita cruza las manos enanas y orientales, apretándose al
-pecho los cabos del rebocillo, tirado de priesa sobre la greña: Tenía
-esclava la sonrisa y los ojos oblicuos de serpiente sabia: Los pies
-descalzos, pulidos como las manos: Engañosa de mieles y lisonjas la
-plática:</p>
-
-<p>—¡Mándeme, no más, mi Generalito!</p>
-
-<p>Generalito Banderas doblaba el pañuelo, muy escrupuloso y
-espetado:</p>
-
-<p>—¿Se gana plata, Doña Lupita?</p>
-
-<p>—¡Mi jefecito, paciencia se gana! ¡Paciencia y trabajos, que es
-ganar la Gloria Bendita! Viernes pasado compré un mecate para me
-ajorcar, y un ángel se puso de por medio. ¡Mi jefecito, no di con una
-escarpia!</p>
-
-<p>Tirano Banderas, parsimonioso, rumiaba la coca, tembladera la
-quijada y saltante la nuez:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_52">p. 52</span>—¿Diga, mi vieja, y
-qué le sucedió al mecatito?</p>
-
-<p>—A la Santa de Lima amarrado se lo tengo, mi jefecito.</p>
-
-<p>—¿Qué le solicita, vieja?</p>
-
-<p>—Niño Santos, pues que su merced disfrute mil años de soberanía.</p>
-
-<p>—¡No me haga pendejo, Doña Lupita! ¿De qué año son las
-enchiladas?</p>
-
-<p>—¡Merito acaban de enfriarse, patroncito!</p>
-
-<p>—¿Qué otra cosa tiene en la mesilla?</p>
-
-<p>—Coquitos de agua. ¡La chicha muy superior, mi jefecito! Aguardiente
-para el gauchaje.</p>
-
-<p>—Pregúntele, vieja, el gusto a los circunstantes, y sirva la
-convidada.</p>
-
-<p>Doña Lupita, torciendo la punta del rebocillo, interrogó al concurso
-que acampaba en torno de la rana, adulador y medroso ante la momia del
-Tirano:</p>
-
-<p>—¿Con qué gustan mis jefecitos de refrescarse? Les antepongo que
-solamente tres copas tengo. Denantes, pasó un coronelito briago, que
-todo me lo hizo cachizas, caminándose sin pagar el gasto.</p>
-
-<p>El Tirano formuló lacónico:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_53">p. 53</span>—Denúncielo en forma,
-y se hará justicia.</p>
-
-<p>Doña Lupita jugó el rebocillo como una dama de teatro:</p>
-
-<p>—¡Mi Generalito, el memorialista no moja la pluma sin tocar por
-delante su estipendio!</p>
-
-<p>Marcó un temblor la barbilla del Tirano:</p>
-
-<p>—Tampoco es razón. A mi sala de audiencias puede llegar el último
-cholo de la República. Licenciado Sostenes Carrillo, queda a su cargo
-instruir el proceso en averiguación del supuesto fregado...</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>Doña Lupita, corretona y haldeando, fue a sacar los cocos puestos
-bajo una cobertera de palmitos en la tierra regada. El Tirano, sentado
-en el poyo miradero de los frailes, esparcía el ánimo cargado de
-cuidados: Sobre el bastón con borlas doctorales y puño de oro, cruzaba
-la cera de las manos: En la barbilla, un temblor; en la boca verdosa,
-un gesto ambiguo de risa, mofa y vinagre:</p>
-
-<p>—Tiene mucha letra la guaina, Señor Licenciado.</p>
-
-<p>—Patroncito, ha visto la chuela.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_54">p. 54</span>—Muy ocurrente en
-las leperadas. ¡Puta madre! Va para el medio siglo que la conozco, de
-cuando fui abanderado en el Séptimo Ligero: Era nuestra rabona.</p>
-
-<p>Doña Lupita amusgaba la oreja, haldeando por el jacalito. El
-Licenciado recayó con apremio chuflero:</p>
-
-<p>—¡No se suma mi vieja!</p>
-
-<p>—En boca cerrada no entran moscas, valedorcito.</p>
-
-<p>—No hay sello para una vuelta de mancuerda.</p>
-
-<p>—¡Santísimo Juez!</p>
-
-<p>—¿Qué jefe militar le arrugó el tenderete, mi vieja?</p>
-
-<p>—¡Me aprieta, niño, y me expone a una venganza!</p>
-
-<p>—No se atore y suelte el gallo.</p>
-
-<p>—No me sea mala reata, Señor Licenciado.</p>
-
-<p>El Señor Licenciado era feliz, rejoneando a la vieja por divertir
-la hipocondría del Tirano. Doña Lupita, falsa y apenujada, trajo las
-palmas con el fruto enracimado, y un tranchete para rebanarlo. El Mayor
-Abilio del Valle, que se preciaba de haber cortado muchas cabezas,
-pidió la gracia de meter el facón<span class="pagenum" id="Page_55">p.
-55</span> a los coquitos de agua: Lo hizo con destreza mambís: Bélico
-y triunfador, ofrendó como el cráneo de un cacique enemigo, el primer
-coquito al Tirano. La momia amarilla desplegó las manos y tomó una
-mitad pulcramente:</p>
-
-<p>—Mayorcito, el concho que resta, esa vieja maulona que se lo beba.
-Si hay ponzoña, que los dos reventemos.</p>
-
-<p>Doña Lupita, avizorada, tomó el concho, saludando y bebiendo:</p>
-
-<p>—Mi Generalito, no hay más que un firme acatamiento en esta
-cuera vieja: ¡El Señor San Pedro y toda la celeste cofradía me sean
-testigos!</p>
-
-<p>Tirano Banderas, taciturno, recogido en el poyo, bajo la sombra de
-los ramajes, era un negro garabato de lechuzo. Raro prestigio cobró de
-pronto aquella sombra, y aquella voz de caña hueca, raro imperio:</p>
-
-<p>—Doña Lupita, si como dice me aprecia, declare el nombre del pendejo
-briago que en tan poco se tiene. Luego luego, vos veréis, vieja, que
-también la aprecia Santos Banderas. Dame la mano, vieja...</p>
-
-<p>—Taitita, dejá sos la bese.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_56">p. 56</span>Tirano Banderas
-oyó, sin moverse, el nombre que temblando le secreteó la vieja. Los
-compadritos, en torno de la rana, callaban amusgados, y a hurto se
-hacían alguna seña. La momia indiana:</p>
-
-<p>—¡Chac, chac!</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>Tirano Banderas, con paso de rata fisgona, seguido por los
-compadritos, abandonó el juego de la rana: Al cruzar el claustro, un
-grupo de uniformes que choteaba en el fondo, guardó repentino silencio.
-Al pasar, la momia escrutó el grupo, y con un movimiento de cabeza,
-llamó al Coronel-Licenciado López de Salamanca, Jefe de Policía:</p>
-
-<p>—¿A qué hora está anunciado el acto de las Juventudes
-Democráticas?</p>
-
-<p>—A las diez.</p>
-
-<p>—¿En el Circo Harris?</p>
-
-<p>—Eso rezan los carteles.</p>
-
-<p>—¿Quién he solicitado el permiso para el mitin?</p>
-
-<p>—Don Roque Cepeda.</p>
-
-<p>—¿No se le han puesto obstáculos?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_57">p. 57</span>—Ninguno.</p>
-
-<p>—¿Se han cumplimentado fielmente mis instrucciones?</p>
-
-<p>—Tal creo...</p>
-
-<p>—La propaganda de ideales políticos, siempre que se realice dentro
-de las leyes, es un derecho ciudadano y merece todos los respetos del
-Gobierno.</p>
-
-<p>El Tirano torcía la boca con gesto maligno. El Jefe de Policía,
-Coronel-Licenciado López de Salamanca, atendía con burlón desenfado:</p>
-
-<p>—Mi General, en caso de mitote, ¿habrá que suspender el acto?</p>
-
-<p>—El Reglamento de Orden Público le evacuará cumplidamente cualquier
-duda.</p>
-
-<p>El Coronel-Licenciado asintió con zumba gazmoña:</p>
-
-<p>—Señor Presidente, la recta aplicación de las leyes será la norma de
-mi conducta.</p>
-
-<p>—Y en todo caso, si usted procediese con exceso de celo, cosa
-siempre laudable, no le costará gran sacrificio presentar la renuncia
-del cargo. Sus servicios —al aceptarla— sin duda que los tendría en
-consideración el Gobierno.</p>
-
-<p>Recalcó el Coronel-Licenciado:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_58">p. 58</span>—¿El Señor Presidente
-no tiene otra cosa que mandarme?</p>
-
-<p>—¿Ha proseguido las averiguaciones referentes al relajo y viciosas
-costumbres del Honorable Cuerpo Diplomático?</p>
-
-<p>—Y hemos hecho algún descubrimiento sensacional.</p>
-
-<p>—En el despacho de esta noche tendrá a bien enterarme.</p>
-
-<p>El Coronel-Licenciado saludó:</p>
-
-<p>—¡A la orden, mi General!</p>
-
-<p>La momia indiana todavía le detuvo, exprimiendo su verde mueca:</p>
-
-<p>—Mi política es el respeto a la ley. Que los gendarmes garantan
-el orden en Circo Harris. ¡Chac! ¡Chac! Las Juventudes Democráticas
-ejemplarizan esta noche practicando un ejercicio ciudadano.</p>
-
-<p>Chanceó el Jefe de Policía:</p>
-
-<p>—Ciudadano y acrobático.</p>
-
-<p>El Tirano, ambiguo y solapado, plegó la boca con su mueca verde:</p>
-
-<p>—¡Pues, y quién sabe!... ¡Chac! ¡Chac!</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_59">p. 59</span>VI</h4>
-
-<p>Tirano Banderas caminó taciturno. Los compadres, callados como en
-un entierro, formaban la escolta detrás. Se detuvo en la sombra del
-convento, bajo el alerta del guaita, que en el campanario sin campanas
-clavaba la luna con la bayoneta. Tirano Banderas estúvose mirando el
-cielo de estrellas: Amaba la noche y los astros: El arcano de bellos
-enigmas recogía el dolor de su alma tétrica: Sabía numerar el tiempo
-por las constelaciones: Con la matemática luminosa de las estrellas
-se maravillaba: La eternidad de las leyes siderales abría una coma
-religiosa en su estoica crueldad indiana. Atravesó la puerta del
-convento bajo el grito nocturno del guaita en la torre, y el retén,
-abriendo filas, presentó armas. Tirano Banderas, receloso, al pasar,
-escudriñaba el rostro oscuro de los soldados.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch2">
- <p><span class="pagenum" id="Page_61">p. 61</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/i_0063.jpg"
- style="width: 18em; height: auto;"
- alt="Portadilla"/>
- </div>
- <h2 class="nobreak g2 ws2">SEGUNDA PARTE</h2>
- <p class="subh2 g0">BOLUCA Y MITOTE</p>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch2-1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_63">p. 63</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3>
- <p class="subh3 g0">CUARZOS IBÉRICOS</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Amarillos y rojos mal entonados, colgaban los balcones del Casino
-Español. En el filo luminoso de la terraza, petulante y tilingo, era el
-quitrí de Don Celes.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>—¡Mueran los gachupines!</p>
-
-<p>—¡Mueran!...</p>
-
-<p>El Circo Harris, en el fondo del parque, perfilaba la cúpula diáfana
-de sus lonas bajo el cielo verde de luceros. Apretábase la plebe
-vocinglera frente a las puertas, en el guiño de los arcos voltaicos.
-Parejas de caballería estaban de cantón en las bocacalles, y mezclados
-entre los grupos, huroneaban los espías del Tirano. Aplausos y vítores
-acogieron la aparición de los oradores: Venían en grupo, rodeados de
-estudiantes con banderas: Saludaban agitando los sombreros, pálidos,
-teatrales, heroicos. La marejada tumultuaria del gentío, bajo la
-porra legisladora de los gendarmes, abría<span class="pagenum"
-id="Page_64">p. 64</span> calle ante las puertas del Circo. Las luces
-del interior daban a la cúpula de lona una diafanidad morena. Sucesivos
-grupos con banderas y bengalas, aplausos y amotinados clamores, a modo
-de reto, gritaban frente al Casino Cspañol:</p>
-
-<p>—¡Viva Don Roque Cepeda!</p>
-
-<p>—¡Viva el libertador del indio!</p>
-
-<p>—¡Vivaaa!...</p>
-
-<p>—¡Muera la tiranía!</p>
-
-<p>—¡Mueraaa!...</p>
-
-<p>—¡Mueran los gachupines!</p>
-
-<p>—¡Mueran!...</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>El Casino Español —floripondios, doradas lámparas, rimbombantes
-moldurones— estallaba rubicundo y bronco, resonante de bravatas. La
-Junta Directiva clausuraba una breve sesión, sin acta, con acuerdos
-verbales y secretos. Por los salones, al sesgo de la farra valentona,
-comenzaban solapados murmullos. Pronto corrió, sin recato, el complot
-para salir en falange y deshacer el mitin a estacazos. La charanga
-gachupina resoplaba un bramido<span class="pagenum" id="Page_65">p.
-65</span> patriota: Los calvos tresillistas dejaban en el platillo
-las puestas: Los cerriles del dominó golpeaban con las fichas y los
-boliches de gaseosa: Los del billar salían a los balcones blandiendo
-los tacos. Algunas voces tartufas de empeñistas y abarroteros
-reclamaban prudencia y una escolta de gendarmes para garantía del
-orden. Luces y voces ponían una palpitación chula y politiquera en
-aquellos salones decorados con la emulación ramplona de los despachos
-ministeriales en la Madre Patria: De pronto la falange gachupina acudió
-en tumulto a los balcones. Gritos y aplausos:</p>
-
-<p>—¡Viva España!</p>
-
-<p>—¡Viva el General Banderas!</p>
-
-<p>—¡Viva la raza latina!</p>
-
-<p>—¡Viva el General Presidente!</p>
-
-<p>—¡Viva Don Pelayo!</p>
-
-<p>—¡Viva el Pilar de Zaragoza!</p>
-
-<p>—¡Viva Don Isaac Peral!</p>
-
-<p>—¡Viva el comercio honrado!</p>
-
-<p>—¡Viva el Héroe de Zamalpoa!</p>
-
-<p>En la calle, una tropa de caballos acuchillaba a la plebe ensabanada
-y negruzca, que huía sin sacar el facón del pecho.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_66">p. 66</span>IV</h4>
-
-<p>Bajo la protección de los gendarmes, la gachupía balandrona se
-repartió por las mesas de la terraza. Desafíos, jactancias, palmas. Don
-Celes tascaba un largo veguero entre dos personajes de su prosapia:
-Míster Contum, aventurero yanqui con negocios de minería, y un
-estanciero español, señalado por su mucha riqueza, hombre de cortas
-luces, alavés duro y fanático, con una supersticiosa devoción por
-el principio de autoridad que aterroriza y sobresalta. Don Teodosio
-del Araco, ibérico granítico, perpetuaba la tradición colonial del
-encomendero. Don Celes peroraba con vacua egolatría de ricacho, puesto
-el hito de su elocuencia en deslumbrar al mucamo que le servía el café.
-La calle se abullangaba. La pelazón de indios hacía rueda en torno
-de las farolas y retretas que anunciaban el mitin. Don Teodosio, con
-vinagre de inquisidor, sentenció lacónico:</p>
-
-<p>—¡Vean, no más, qué mojiganga!</p>
-
-<p>Se arreboló de suficiencia Don Celes:</p>
-
-<p>—El Gobierno del General Banderas, con<span class="pagenum"
-id="Page_67">p. 67</span> la autorización de esta propaganda,
-atestigua su respeto por todas las opiniones políticas. ¡Es un acto
-que acrecienta su prestigio! El General Banderas no teme la discusión,
-autoriza el debate: Sus palabras, al conceder el permiso para el
-mitin de esta noche, merecen recordarse: “En la ley encontrarán los
-ciudadanos el camino seguro para ejercitar pacíficamente sus derechos.”
-¡Convengamos que así solo habla un gran gobernante! Yo creo que se
-harán históricas las palabras del Presidente.</p>
-
-<p>Apostilló lacónico Don Teodosio del Araco:</p>
-
-<p>—¡Lo merecen!</p>
-
-<p>Míster Contum consultó su reloj:</p>
-
-<p>—Estar mucho interesante oír los discursos. Así mañana estar bien
-enterado mí. Nadie lo contar mí. Oírlo de las orejas.</p>
-
-<p>Don Celes arqueaba la figura con vacua suficiencia:</p>
-
-<p>—¡No vale la pena de soportar el sofoco de esa atmósfera viciada!</p>
-
-<p>—Mi interesarse por oír a Don Roque Cepeda.</p>
-
-<p>Y Don Teodosio acentuaba su rictus bilioso:</p>
-
-<p>—¡Un loco! ¡Un insensato! Parece mentira<span class="pagenum"
-id="Page_68">p. 68</span> que hombre de su situación financiera se
-junte con los rotos de la revolución, gente sin garantías.</p>
-
-<p>Don Celes insinuaba con irónica lástima:</p>
-
-<p>—Roque Cepeda es un idealista.</p>
-
-<p>—Pues que lo encierren.</p>
-
-<p>—Al contrario: Dejarle libre la propaganda. ¡Ya fracasará!</p>
-
-<p>Don Teodosio movía la cabeza, recomido de suspicacias:</p>
-
-<p>—Ustedes no controlan la inquietud que han llevado al indio del
-campo las predicaciones de esos perturbados. El indio es naturalmente
-ruin, jamás agradece los beneficios del patrón, aparenta humildad y
-esta afilando el cuchillo: Solo anda derecho con el rebenque: Es más
-flojo, trabaja menos y se emborracha más que el negro antillano. Yo he
-tenido negros, y les garanto la superioridad del moreno sobre el indio
-de estas Repúblicas del Mar Pacífico.</p>
-
-<p>Dictaminó Míster Contum, con humorismo fúnebre:</p>
-
-<p>—Si el indio no ser tan flojo, no vivir mucho demasiado seguros los
-cueros blancos en este Paraíso de Punta Serpientes.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_69">p. 69</span>Abanicándose con el
-jipi asentía Don Celes:</p>
-
-<p>—¡Indudable! Pero en ese postulado se contiene que el indio no es
-apto para las funciones políticas.</p>
-
-<p>Don Teodosio se apasionaba:</p>
-
-<p>—Flojo y alcoholizado, necesita el fustazo del blanco, que le haga
-trabajar, y servir a los fines de la sociedad.</p>
-
-<p>Tornó el yanqui de los negocios mineros:</p>
-
-<p>—Míster Araco, si puede estar una preocupación el peligro amarillo,
-ser en estas Repúblicas.</p>
-
-<p>Don Celes infló la botarga patriótica, haciendo sonar todos los
-dijes de la gran cadena que, tendida de bolsillo a bolsillo, le ceñía
-la panza:</p>
-
-<p>—Estas Repúblicas, para no desviarse de la ruta civilizadora,
-volverán los ojos a la Madre Patria. ¡Allí refulgen los históricos
-destinos de veinte Naciones!</p>
-
-<p>Míster Contum alargó, con un gesto desdeñoso, su magro perfil de
-loro rubio:</p>
-
-<p>—Si el criollaje perdura como dirigente, lo deberá a los barcos y a
-los cañones de Norteamérica.</p>
-
-<p>El yanqui entornaba un ojo, mirándose la<span class="pagenum"
-id="Page_70">p. 70</span> curva de la nariz. Y la pelazón de indios
-seguía gritando en torno de las farolas que anunciaban el mitin:</p>
-
-<p>—¡Muera el Tío Sam!</p>
-
-<p>—¡Mueran los gachupines!</p>
-
-<p>—¡Muera el gringo chingado!</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>El Director de “El Criterio Español”, en un velador inmediato,
-sorbía el refresco de piña, soda y kirsch que hizo famoso al cantinero
-del Metropol Room. Don Celes, redondo y pedante, abanicándose con el
-jipi, salió a los medios de la acera:</p>
-
-<p>—¡Mi felicitación por el editorial! En todo conforme con su
-tesis.</p>
-
-<p>El Director-Propietario de “El Criterio Español” tenía una pluma
-hiperbólica, patriotera y ramplona, con fervientes devotos en la
-gachupía de empeñistas y abarroteros. Don Nicolás Díaz del Rivero,
-personaje cauteloso y bronco, disfrazaba su falsía con el rudo acento
-del Ebro: En España habíase titulado carlista, hasta que estafó la
-caja del 7.º de Navarra: En Ultramar exaltaba la causa de la<span
-class="pagenum" id="Page_71">p. 71</span> Monarquía Restaurada: Tenía
-dos grandes cruces, un título flamante de conde, un banco sobre
-prendas, y ninguna de hombre honesto. Don Celes se acercó confidencial,
-el jipi sobre la botarga, apartándose el veguero de la boca y tendiendo
-el brazo con ademán aparatoso:</p>
-
-<p>—¿Y qué me dice de la representación de esta noche? ¿Leeremos la
-reseña mañana?</p>
-
-<p>—Lo que permita el lápiz rojo. Pero, siéntese usted, Don Celes:
-Tengo destacados mis sabuesos y no dejará de llegar alguno con
-noticias. ¡Ojalá no tengamos que lamentar esta noche alguna grave
-alteración del orden! En estas propagandas revolucionarias, las
-pasiones se desbordan...</p>
-
-<p>Don Celes arrastró una mecedora, y se apoltronó, siempre
-abanicándose con el panameño:</p>
-
-<p>—Si ocurriese algún desbordamiento de la plebe, yo haría responsable
-a Don Roque Cepeda. ¿Ha visto usted ese loco lindo? No le vendría mal
-una temporada en Santa Mónica.</p>
-
-<p>El Director de “El Criterio Español” se inclinó, confidencial,
-apagando la procelosa<span class="pagenum" id="Page_72">p. 72</span>
-voz, cubriéndola con un gran gesto arcano:</p>
-
-<p>—Pudiera ser que ya le tuviesen armada la ratonera. ¿Qué impresiones
-ha sacado usted de su visita al General?</p>
-
-<p>—Al General le inquieta la actitud del Cuerpo Diplomático. Tiene la
-preocupación de no salirse de la legalidad, y eso, a mi ver, justifica
-la autorización para el mitin... O quizás lo que usted indicaba recién.
-¡Una ratonera!...</p>
-
-<p>—¿Y no le parece que sería un golpe de maestro? Pero acaso la
-preocupación que usted ha observado en el Presidente... Aquí tenemos al
-Vate Larrañaga. Acérquese, Vate...</p>
-
-
-<h4>VI</h4>
-
-<p>El Vate Larrañaga era un joven flaco, lampiño, macilento, guedeja
-romántica, chalina flotante, anillos en las manos enlutadas: Una
-expresión dulce y novicia, de alma apasionada: Se acercó con tímido
-saludo:</p>
-
-<p>—Mero mero, inició los discursos el Licenciado Sánchez Ocaña.</p>
-
-<p>Cortó el Director:</p>
-
-<p>—¿Tiene usted las notas? Hágame el favor.<span class="pagenum"
-id="Page_73">p. 73</span> Yo las veré y las mandaré a la imprenta. ¿Qué
-impresión en el público?</p>
-
-<p>—En la masa, un gran efecto. Alguna protesta en la cazuela, pero se
-han impuesto los aplausos. El público es suyo.</p>
-
-<p>Don Celes contemplaba las estrellas, humeando el veguero:</p>
-
-<p>—¿Real y verdaderamente es un orador elocuente el Licenciado Sánchez
-Ocaña? En lo poco que le tengo tratado, me ha parecido una medianía.</p>
-
-<p>El Vate sonrió tímidamente, esquivando su opinión. Don Nicolás Díaz
-del Rivero pasaba el fulgor de sus quevedos sobre las cuartillas. El
-Vate Larrañaga, encogido y silencioso, esperaba. El Director levantó la
-cabeza:</p>
-
-<p>—Le falta a usted intención política. Nosotros no podemos decir
-que el público premió con una ovación la presencia del Licenciado
-Sánchez Ocaña. Puede usted escribir: Los aplausos oficiosos de algunos
-amigos no lograron ocultar el fracaso de tan difusa pieza oratoria,
-que tuvo de todo, menos de ciceroniana. Es una redacción de elemental
-formulario. ¡Cada día es usted menos periodista!</p>
-
-<p>El Vate Larrañaga sonrió tímidamente:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_74">p. 74</span>—¡Y temía haberme
-excedido en la censura!</p>
-
-<p>El Director repasaba las cuartillas:</p>
-
-<p>—Tuvo lugar, es un galicismo.</p>
-
-<p>Rectificó complaciente el Vate:</p>
-
-<p>—Tuvo verificativo.</p>
-
-<p>—No lo admite la Academia.</p>
-
-<p>Traía el viento un apagado oleaje de clamores y aplausos. Lamentó
-Don Celes con hueca sonoridad:</p>
-
-<p>—La plebe en todas partes se alucina con metáforas.</p>
-
-<p>El Director-Propietario miró con gesto de reproche al sumiso
-noticiero:</p>
-
-<p>—¿Pero esos aplausos? ¿Sabe usted quién está en el uso de la
-palabra?</p>
-
-<p>—Posiblemente seguirá el Licenciado.</p>
-
-<p>—¿Y usted, qué hace aquí? Vuélvase y ayude al compañero. Vatecito,
-oiga: Una idea que, si acertase a desenvolverla, le supondría un éxito
-periodístico: Haga la reseña como si se tratase de una función de
-circo, con loros amaestrados. Acentúe la soflama. Comience con la más
-cumplida felicitación a la Empresa de los Hermanos Harris.</p>
-
-<p>Se infló Don Celes:</p>
-
-<p>—¡Ya apareció el periodista de raza!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_75">p. 75</span>El Director
-declinó el elogio con arcano fruncimiento de cejas y labio: Continuó
-dirigiéndose al macilento Vatecito:</p>
-
-<p>—¿Quién tiene de compañero?</p>
-
-<p>—Fray Mocho.</p>
-
-<p>—¡Que no se tome de bebida ese ganado!</p>
-
-<p>El Vate Larrañaga se encogió, inhibiéndose con su apagada
-sonrisa:</p>
-
-<p>—Hasta lueguito.</p>
-
-<p>Tornaba el vuelo de los aplausos.</p>
-
-
-<h4>VII</h4>
-
-<p>Sobre el resplandor de las aceras, gritos de vendedores ambulantes:
-Zig-zag de nubios limpiabotas: Bandejas tintineantes, que portan en
-alto los mozos de los bares americanos: Vistosa ondulación de niñas
-mulatas, con la vieja de rebocillo al flanco. Formas, sombras, luces
-se multiplican trenzándose, promoviendo la caliginosa y alucinante
-vibración oriental que resumen el opio y la marihuana.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch2-2">
- <p><span class="pagenum" id="Page_77">p. 77</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3>
- <p class="subh3 g0">EL CIRCO HARRIS</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>El Circo Harris, entre ramajes y focos voltaicos, abría su parasol
-de lona morena y diáfana. Parejas de gendarmes decoraban con rítmicos
-paseos las iluminadas puertas, y los lacios bigotes y las mandíbulas
-encuadradas por las carrilleras tenían el espavento de carátulas
-chinas. Grupos populares se estacionaban con rumorosa impaciencia por
-las avenidas del Parque: Allí el mayoral de poncho y machete, con el
-criollo del jarano platero, y el pelado de sabanil y el indio serrano.
-En el fondo, el diáfano parasol triangulaba sus candiles sobre el cielo
-verde de luceros.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>El Vate Larrañaga, con revuelo de zopilote, negro y lacio, cruzó
-las aceradas filas de gendarmes, y penetró bajo la cúpula de lona,
-estremecida por las salvas de aplausos. Aún cantaba su aria de tenor
-el Licenciado Sánchez<span class="pagenum" id="Page_78">p. 78</span>
-Ocaña. El Vatecito, enjugándose la frente, deshecho el lazo de la
-chalina, tomó asiento, a la vera de su colega Fray Mocho: Un viejales
-con mugre de chupatintas, picado de viruelas y gran nariz colgante, que
-acogió al compañero con una bocanada vinosa:</p>
-
-<p>—¡Es una pieza oratoria!</p>
-
-<p>—¿Tomaste vos notas?</p>
-
-<p>—¡Qué va! Es torrencial.</p>
-
-<p>—¡Y no acaba!</p>
-
-<p>—La tomó de muy largo.</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>El orador desleía el boladillo en el vaso de agua: Cataba un sorbo:
-Hacía engalle: Se tiraba de los almidonados puños:</p>
-
-<p>—Las antiguas colonias españolas, para volver a la ruta de su
-destino histórico, habrán de escuchar las voces de las civilizaciones
-originarias de América. Solo así dejaremos algún día de ser una colonia
-espiritual del Viejo Continente. El Catolicismo y las corruptelas
-jurídicas cimentan toda la obra civilizadora de la latinidad en
-nuestra América. El Catolicismo y las corruptelas jurídicas, son
-grilletes<span class="pagenum" id="Page_79">p. 79</span> que nos
-mediatizan a una civilización en descrédito, egoísta y mendaz. Pero
-si renegamos de esta abyección jurídico-religiosa, sea para forjar
-un nuevo vínculo, donde revivan nuestras tradiciones de comunismo
-milenario, en un futuro pleno de solidaridad humana, el futuro que
-estremece con pánicos temblores de cataclismo el vientre del mundo.</p>
-
-<p>Apostilló una voz:</p>
-
-<p>—¡De tu madre!</p>
-
-<p>Se produjo súbito tumulto: Marejada, repelones, gritos y brazos por
-alto. Los gendarmes sacaban a un cholo con la cabeza abierta de un
-garrotazo. El Licenciado Sánchez Ocaña, un poco pálido, con afectación
-teatral, sonreía removiendo la cucharilla en el vaso del agua. El
-Vatecito murmuró palpitante, inclinándose al oído de Fray Mocho:</p>
-
-<p>—¡Quién tuviera una pluma independiente! El patrón quiere una
-crítica despiadada...</p>
-
-<p>Fray Mocho sacó del pecho un botellín y se agachó besando el
-gollete:</p>
-
-<p>—¡Muy elocuente!</p>
-
-<p>—Es un oprobio tener vendida la conciencia.</p>
-
-<p>—¡Qué va! Vos no vendés la conciencia. Vendés la pluma, que no es lo
-mismo.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_80">p. 80</span>—¡Por cochinos
-treinta pesos!</p>
-
-<p>—Son los fríjoles. No hay que ser poeta. ¿Querés vos soplar?</p>
-
-<p>—¿Qué es ello?</p>
-
-<p>—¡Chicha!</p>
-
-<p>—No me apetece.</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>El orador sacaba los puños, lucía las mancuernas, se acercaba a las
-luces del proscenio. Le acogió una salva de aplausos: Con saludo de
-tenor remontose en su aria:</p>
-
-<p>—El criollaje conserva todos los privilegios, todas las premáticas
-de las antiguas leyes coloniales. Los libertadores de la primera hora
-no han podido destruirlas, y la raza indígena, como en los peores
-días del virreinato, sufre la esclavitud de la Encomienda. Nuestra
-América se ha independizado de la tutela hispánica, pero no de sus
-prejuicios, que sellan con pacto de fariseos, Derecho y Catolicismo.
-No se ha intentado la redención del indio, que escarnecido, indefenso,
-trabaja en los latifundios y en las minas, bajo el látigo del capataz.
-Y esa obligación redentora, debe ser nuestra<span class="pagenum"
-id="Page_81">p. 81</span> fe revolucionaria, ideal de justicia más
-fuerte que el sentimiento patriótico, porque es anhelo de solidaridad
-humana. El Océano Pacífico, el mar de nuestros destinos raciales, en
-sus más apartados parajes, congrega las mismas voces de fraternidad
-y de protesta. Los pueblos amarillos se despiertan, no para vengar
-agravios, sino para destruir la tiranía jurídica del capitalismo,
-piedra angular de los caducos Estados Europeos. El Océano Pacífico
-acompaña el ritmo de sus mareas con las voces unánimes de las razas
-asiáticas y americanas, que en angustioso sueño de siglos han gestado
-el ideal de una nueva conciencia, heñida con tales obligaciones, con
-tales sacrificios, con tan arduo y místico combate, que forzosamente
-se aparecerá delirio de brahamanes a la sórdida civilización
-europea, mancillada con todas las concupiscencias y los egoísmos de
-la propiedad individual. Los Estados Europeos, nacidos de guerras
-y dolos, no sienten la vergüenza de su historia, no silencian sus
-crímenes, no repugnan sus rapiñas sangrientas. Los Estados Europeos
-llevan la deshonestidad hasta el alarde orgulloso de sus felonías,
-hasta la jactancia de su cínica<span class="pagenum" id="Page_82">p.
-82</span> inmoralidad a través de los siglos. Y esta degradación se la
-muestran como timbre de gloria a los coros juveniles de sus escuelas.
-Frente a nuestros ideales, la crítica de esos pueblos es la crítica
-del romano frente a la doctrina del Justo. Aquel obeso patricio,
-encorvado sobre el vomitorio, razonaba con las mismas bascas: Dueño
-de esclavos, defendía su propiedad: Manchado con las heces de la gula
-y del hartazgo, estructuraba la vida social y el goce de sus riquezas
-sobre el postulado de la servidumbre: Cuadrillas de esclavos hacían
-la siega de la mies: Cuadrillas de esclavos bajaban al fondo de la
-mina: Cuadrillas de esclavos remaban en el trirreme. La agricultura,
-la explotación de los metales, el comercio del mar, no podrían existir
-sin el esclavo, razonaba el patriciado de la antigua Roma. Y el hierro
-del amo en la carne del esclavo se convertía en un precepto ético,
-inherente al bien público y a la salud del Imperio. Nosotros, más que
-revolucionarios políticos, más que hombres de una patria limitada y
-tangible, somos catecúmenos de un credo religioso. Iluminados por la
-luz de una nueva conciencia, nos reunimos en la estrechez de<span
-class="pagenum" id="Page_83">p. 83</span> este recinto, como los
-esclavos de las catacumbas, para crear una Patria Universal. Queremos
-convertir el peñasco del mundo en ara sidérea donde se celebre el
-culto de todas las cosas ordenadas por el amor. El culto de la eterna
-armonía, que solo puede alcanzarse por la igualdad entre los hombres.
-Demos a nuestras vidas el sentido fatal y desinteresado de las vidas
-estelares, liguémonos a un fin único de fraternidad, limpias las almas
-del egoísmo que engendra el tuyo y el mío, superados los círculos de la
-avaricia y del robo.</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>Nuevo tumulto. Una tropa de gachupines, jaquetona y cerril, gritaba
-en la pista:</p>
-
-<p>—¡Atorrante!</p>
-
-<p>—¡Guarango!</p>
-
-<p>—¡Pelado!</p>
-
-<p>—¡Carente de plata!</p>
-
-<p>—¡Divorciado de la Ley!</p>
-
-<p>—¡Muera la turba revolucionaria!</p>
-
-<p>La gachupía enarbolaba gritos y garrotes al amparo de los
-gendarmes. En concierto clandestino, alborotaban por la gradería los
-disfrazados<span class="pagenum" id="Page_84">p. 84</span> esbirros
-del Tirano. Arreciaba la escaramuza de mutuos dicterios:</p>
-
-<p>—¡Atorrantes!</p>
-
-<p>—¡Muera la tiranía!</p>
-
-<p>—¡Macaneadores!</p>
-
-<p>—¡Pelados!</p>
-
-<p>—¡Carentes de plata!</p>
-
-<p>—¡Divorciados de la Ley!</p>
-
-<p>—¡Macaneadores!</p>
-
-<p>—¡Anárquicos!</p>
-
-<p>—¡Viva Generalito Banderas!</p>
-
-<p>—¡Muera la turba revolucionaria!</p>
-
-<p>Las graderías de indios ensabanados se movían en oleadas:</p>
-
-<p>—¡Viva Don Roquito!</p>
-
-<p>—¡Viva el apóstol!</p>
-
-<p>—¡Muera la tiranía!</p>
-
-<p>—¡Muera el extranjero!</p>
-
-<p>Los gendarmes comenzaban a repartir sablazos. Cachizas de faroles,
-gritos, manos en alto, caras ensangrentadas. Convulsión de luces
-apagándose. Rotura de la pista en ángulos. Visión cubista del Circo
-Harris.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch2-3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_85">p. 85</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3>
- <p class="subh3 g0">LA OREJA DEL ZORRO</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Tirano Banderas, con olisca de rata fisgona, abandonó la rueda de
-lisonjeros compadres y atravesó el claustro: Al Inspector de Policía,
-Coronel Licenciado López de Salamanca, acabado de llegar, hizo seña con
-la mano para que le siguiese. Por el locutorio adonde entraron todos,
-cruzó la momia siempre fisgando, y pasó a la celda donde solía tratar
-con sus agentes secretos. En la puerta, saludó con una cortesía de
-viejo cuáquero:</p>
-
-<p>—Ilustre Don Celes, dispénseme no más un instante. Señor Inspector
-pase a recibir órdenes.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>El Señor Inspector atravesó la estancia cambiando con unos y otros
-guiños, mamolas y leperadas en voz baja. El General Banderas había
-entrado en la recámara, estaba entrando, se hallaba de espaldas,
-podía volverse, y todos se advertían presos en la acción de una
-guiñolada<span class="pagenum" id="Page_86">p. 86</span> dramática.
-El Coronel Licenciado López de Salamanca, Inspector de Policía, pasaba
-poco de los treinta años: Era hombre agudo, con letras universitarias
-y jocoso platicar: Nieto de encomenderos españoles, arrastraba una
-herencia sentimental y absurda de orgullo y premáticas de casta. De
-este heredado desprecio por el indio se nutre el mestizo criollaje
-dueño de la tierra, cuerpo de nobleza llamado en aquellas Repúblicas,
-Patriciado. El Coronel Inspector entró, recobrado en su máscara de
-personaje:</p>
-
-<p>—A la orden, mi General.</p>
-
-<p>Tirano Randeras con un gesto le ordenó que dejase abierta la puerta.
-Luego quedó en silencio. Luego habló con escandido temoso de cada
-palabra:</p>
-
-<p>—Diga no más. ¿Se ha celebrado el mitote de las Juventudes? ¿Qué
-loros hablaron?</p>
-
-<p>—Abrió los discursos el Licenciado Sánchez Ocaña. Muy
-revolucionario.</p>
-
-<p>—¿Con qué tópicos? Abrevie.</p>
-
-<p>—Redención del Indio. Comunismo precolombiano. Marsellesa del Mar
-Pacífico. Fraternidad de las razas amarillas. ¡Macanas!</p>
-
-<p>—¿Qué otros loros?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_87">p. 87</span>—No hubo espacio para
-más. Sobrevino la consecuente boluca de gachupines y nacionales, dando
-lugar a la intervención de los gendarmes.</p>
-
-<p>—¿Se han hecho arrestos?</p>
-
-<p>—A Don Roque, y algún otro, los he mandado conducir a mi despacho,
-para tenerlos asegurados de las iras populares.</p>
-
-<p>—Muy conveniente. Aun cuando antagonistas en ideas, son sujetos
-ameritados y vidas que deben salvaguardarse. Si arreciase la ira
-popular, deles alojamiento en Santa Mónica. No tema excederse. Mañana,
-si conviniese, pasaría yo en persona a sacarlos de la prisión y a
-satisfacerles con excusas personales y oficiales. Repito que no tema
-excederse. ¿Y qué tenemos del Honorable Cuerpo Diplomático? ¿Rememora
-el asunto que le tengo platicado, referente al Señor Ministro de
-España? Muy conviene que nos aseguremos con prendas.</p>
-
-<p>—Esta misma tarde se ha realizado algún trabajo.</p>
-
-<p>—Obró diligente, y le felicito. Expóngame la situación.</p>
-
-<p>—Se le ha dado luneta de sombra al guarango<span class="pagenum"
-id="Page_88">p. 88</span> andaluz, entre buja y torero, al que dicen
-Currito Mi-Alma.</p>
-
-<p>—¿Qué filiación tiene ese personaje?</p>
-
-<p>—Es el niño bonito que entra y sale como perro faldero en la
-Legación de España. La Prensa tiene hablado con cierto choteo.</p>
-
-<p>El Tirano se recogió con un gesto austero:</p>
-
-<p>—Esas murmuraciones no me son plato favorecido. Adelante.</p>
-
-<p>—Pues no más que a ese niño torero lo han detenido esta tarde por
-hallarle culpado de escándalo público. Ofrecieron alguna duda sus
-manifestaciones, y se procedió a un registro domiciliario.</p>
-
-<p>—Sobreentendido. Adelante. ¿Resultado del registro?</p>
-
-<p>—Tengo hecho inventario en esta hoja.</p>
-
-<p>—Acérquese al candil y lea.</p>
-
-<p>El Coronel Licenciado, comenzó a leer un poco gangoso, iniciando
-someramente el tono de las viejas beatas:</p>
-
-<p>—Un paquete de cartas. Dos retratos con dedicatoria. Un bastón con
-puño de oro y cifras. Una cigarrera con cifras y corona. Un collar,
-dos brazaletes. Una peluca con rizos rubios, otra morena. Una caja de
-lunares. Dos<span class="pagenum" id="Page_89">p. 89</span> trajes de
-señora. Alguna ropa interior de seda, con lazadas.</p>
-
-<p>Tirano Banderas recogido en un gesto cuáquero, fulminó su
-excomunión:</p>
-
-<p>—¡Aberraciones repugnantes!</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>La ventana enrejada y abierta, daba sobre un fondo de arcadas
-lunarias. Las sombras de los murciélagos agitaban con su triángulo
-negro la blancura nocturna de la ruina. El Coronel Licenciado,
-lentamente, con esa seriedad jovial que matiza los juegos de manos, se
-sacaba de los diversos bolsillos joyas, retratos y cartas, poniéndolo
-todo en hilera, sobre la mesa, a canto del Tirano:</p>
-
-<p>—Las cartas son especialmente interesantes. Un caso patológico.</p>
-
-<p>—Una sinvergüenzada. Señor Coronel, todo eso se archiva. La Madre
-Patria merece mi mayor predilección, y por ese motivo tengo un
-interés especial en que no se difame al Barón de Benicarlés: Usted
-va a proceder diligente para que recobre su libertad el guarango.
-El Señor Ministro de España, muy conveniente<span class="pagenum"
-id="Page_90">p. 90</span> que conozca la ocurrencia. Pudiera suceder
-que con solo eso, cayese en la cuenta del ridículo que hace tocando un
-pífano en la mojiganga del Ministro inglés. ¿Qué noticias tiene usted
-referentes a la reunión del Cuerpo Diplomático?</p>
-
-<p>—Que ha sido aplazada.</p>
-
-<p>—Sentiría que se comprometiese demasiado el Señor Ministro de
-España.</p>
-
-<p>—Ya rectificará, cuando el pollo le ponga al corriente.</p>
-
-<p>Tirano Banderas movió la cabeza, asintiendo: Tenía un reflejo de la
-lámpara sobre el marfil de la calavera y en los vidrios redondos de las
-antiparras: Miró su reloj, una cebolla de plata, y le dio cuerda con
-dos llaves:</p>
-
-<p>—Don Celes nos iluminará en lo referente a la actitud del Señor
-Ministro. ¿Sabe usted si ha podido entrevistarle?</p>
-
-<p>—Merito me platicaba del caso.</p>
-
-<p>—Señor Coronel, si no tiene cosa de mayor urgencia que comunicarme,
-aplazaremos el despacho. Será bien conocer el particular de lo que nos
-trae Don Celestino Galindo. Así tenga a bien decirle que pase, y usted
-permanezca.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_91">p. 91</span>IV</h4>
-
-<p>Don Celes Galindo, el ilustre gachupín, jugaba con el bastón y el
-sombrero mirando a la puerta de la recámara: Su redondez pavona, en el
-fondo mal alumbrado del vasto locutorio, tenía esa actitud petulante y
-preocupada del cómico que, entre bastidores, espera su salida a escena.
-Al Coronel-Licenciado, que asomaba y tendía la mirada, hizo reclamo,
-agitando bastón y sombrero. Presentía su hora, y la transcendencia del
-papelón le rebosaba. El Coronel-Licenciado levantó la voz, parando un
-ojo burlón y compadre sobre los otros asistentes:</p>
-
-<p>—Mi Señor Don Celeste, si tiene el beneplácito.</p>
-
-<p>Entró Don Celeste y le acogió con su rancia ceremonia el Tirano:</p>
-
-<p>—Lamento la espera y le ruego muy encarecido que acepte mis
-justificaciones. No me atribuya indiferencia por saber sus novedades:
-¿Entrevistó al Ministro? ¿Platicaron?</p>
-
-<p>Don Celes hizo un amplio gesto de contrariedad:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_92">p. 92</span>—He visto a
-Benicarlés: Hemos conferenciado sobre la política que debe seguir
-en estas Repúblicas la Madre Patria: Hemos quedado definitivamente
-distanciados.</p>
-
-<p>Comentó ceremoniosa la momia:</p>
-
-<p>—Siento el contratiempo, y mucho más si alguna culpa me afecta.</p>
-
-<p>Don Celes plegó el labio y entornó el párpado, significando que el
-suceso carecía de importancia:</p>
-
-<p>—Para corroborar mis puntos de vista, he cambiado impresiones con
-algunas personalidades relevantes de la Colonia.</p>
-
-<p>—Hábleme de su Excelencia el Señor Ministro de España. ¿Cuáles son
-sus compromisos diplomáticos? ¿Por qué su actuación contraria a los
-intereses españoles aquí radicados? ¿No comprende que la capacitación
-del indígena es la ruina del estanciero? El estanciero se verá aquí con
-los mismos problemas agrarios que deja planteados en el propio país, y
-que sus estadistas no saben resolver.</p>
-
-<p>Don Celeste tuvo un gran gesto adulador y enfático:</p>
-
-<p>—Benicarlés no es hombre para presentarse<span class="pagenum"
-id="Page_93">p. 93</span> con esa claridad y esa transcendencia las
-cuestiones.</p>
-
-<p>—¿En qué argumentación sostiene su criterio? Eso estimaría saber.</p>
-
-<p>—No argumenta.</p>
-
-<p>—¿Cómo sustenta su opinión?</p>
-
-<p>—No la sustenta.</p>
-
-<p>—¿Algo dirá?</p>
-
-<p>—Su criterio es no desviarse en su actuación de las vistas que
-adopte el Cuerpo Diplomático. Le hice toda suerte de objeciones, llegué
-a significarle que se exponía a un serio conflicto con la Colonia. Que
-acaso se jugaba la carrera. ¡Inútil! ¡Mis palabras han resbalado sobre
-su indiferencia! ¡Jugaba con el faldero! ¡Me ha indignado!</p>
-
-<p>Tirano Banderas, interrumpió con su falso y escandido hablar
-ceremonioso:</p>
-
-<p>—Don Celes, venciendo su repugnancia, aún tendrá usted que
-entrevistarse con el Señor Ministro de España: Será conveniente que
-usted insista sobre los mismos tópicos, con algunas indicaciones muy
-especializadas. Acaso logre apartarle de la perniciosa influencia del
-Representante Británico. El Señor Inspector de Policía tiene noticia de
-que nuestras<span class="pagenum" id="Page_94">p. 94</span> actuales
-dificultades obedecen a un complot de la Sociedad Evangélica de
-Londres. ¿No es así, Señor Inspector?</p>
-
-<p>—¡Indudablemente! La Humanidad que invocan las milicias puritanas
-es un ente de razón, una logomaquia. El laborantismo inglés, para
-influenciar sobre los negocios de minas y finanzas, comienza
-introduciendo la Biblia.</p>
-
-<p>Meció la cabeza Don Celes:</p>
-
-<p>—Ya estoy al cabo.</p>
-
-<p>La momia se inclinó con rígida mesura, sesgando la plática:</p>
-
-<p>—Un español ameritado no puede sustraer su actuación cuando se trata
-de las buenas relaciones entre la República y la Patria Española. Hay a
-más un feo enredo policíaco. El Señor Inspector tiene la palabra.</p>
-
-<p>El Señor Inspector, con aquel gesto de burla fúnebre, paró un ojo
-sobre Don Celes:</p>
-
-<p>—Los principios humanitarios que invoca la diplomacia, acaso tengan
-que supeditarse a las exigencias de la realidad palpitante.</p>
-
-<p>Rumió la momia:</p>
-
-<p>—Y en última instancia, los intereses de los españoles aquí
-radicados, están en contra de<span class="pagenum" id="Page_95">p.
-95</span> la Humanidad. ¡No hay que fregarla! Los españoles aquí
-radicados representan intereses contrarios. ¡Que lo entienda ese Señor
-Ministro! ¡Que se capacite! Si le ve muy renuente, manifiéstele que
-obra en los archivos policíacos un atestado por verdaderas orgías
-romanas, donde un invertido simula el parto. Tiene la palabra el Señor
-Inspector.</p>
-
-<p>Se consternó Don Celes: Y puso su rejón el Coronel-Licenciado:</p>
-
-<p>—En ese simulacro, parece haber sido comadrón el Señor Ministro de
-España.</p>
-
-<p>Gemía Don Celes:</p>
-
-<p>—¡Estoy consternado!</p>
-
-<p>Tirano Banderas rasgó la boca con mueca desdeñosa:</p>
-
-<p>—Por veces nos llegan puros atorrantes representando a la Madre
-Patria.</p>
-
-<p>Suspiró Don Celes:</p>
-
-<p>—Veré al Barón.</p>
-
-<p>—Véale, y hágale entender que tenemos su crédito en las manos. El
-Señor Ministro recapacitará lo que hace. Hágale presente un saludo muy
-fino de Santos Banderas.</p>
-
-<p>El Tirano se inclinó, con aquel ademán mesurado y rígido de figura
-de palo:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_96">p. 96</span>—La Diplomacia gusta
-de los aplazamientos, y de esa primera reunión no saldrá nada. En fin,
-veremos lo que nos trae el día de mañana. La República puede perecer en
-una guerra, pero jamás se rendirá ante una imposición de las Potencias
-Extranjeras.</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>Tirano Banderas salió al claustro, y encorvado sobre una mesilla
-de campaña, sin sentarse, firmó, con rápido rasgueo, los edictos y
-sentencias que sacaba de un cartapacio el Secretario de Tribunales,
-Licenciado Carrillo. Sobre la cal de los muros, daban sus espantos
-malas pinturas de martirios, purgatorios, catafalcos y demonios verdes.
-El Tirano, rubricado el último pliego, habló despacio, la mueca
-dolorosa y verde en la rasgada boca indiana:</p>
-
-<p>—¡Chac-chac! Señor Licenciadito, estamos en deuda con la vieja
-rabona del 7.º Ligero. Para rendirle justicia debidamente, se
-precisa chicotear a un Jefe del Ejército. ¡Punirlo como a un roto!
-¡Y es un amigo de los más estimados! ¡El macaneador de mi compadre
-Domiciano<span class="pagenum" id="Page_97">p. 97</span> de la
-Gándara! ¡Ese bucanero, que dentro de un rato me llamará déspota, con
-el ojo torcido al campo insurrecto! Chicotear a mi compadre es ponerle
-a caballo. Desamparar a la chola rabona, falsificar el designio que
-formulé al darle la mano, se llama sumirse, fregarse. ¿Licenciado, cuál
-es su consejo?</p>
-
-<p>—Patroncito, es un nudo gordiano.</p>
-
-<p>Tirano Banderas, rasgada la boca por la verde mueca, se volvió al
-coro de comparsas:</p>
-
-<p>—Ustedes, amigos, no se destierren: Arriéndense para dar su fallo.
-¿Han entendido lo que platicaba con el Señor Licenciado? Bien conocen a
-mi compadre. ¡Muy buena reata y todos le estimamos! Darle chicote como
-a un roto es enfurecerle y ponerle en el rancho de los revolucionarios.
-¿Se le pune, y deja libre y rencoroso? ¿Tirano Banderas —como dice el
-pueblo cabrón— debe ser prudente o magnánimo? Piénsenlo, amigos, que su
-dictado me interesa. Constitúyanse en tribunal, y resuelvan el caso con
-arreglo a conciencia.</p>
-
-<p>Desplegando un catalejo de tres cuerpos reclinose en la arcada
-que se abría sobre el borroso diseño del jardín, y se absorbió en la
-contemplación del cielo.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_98">p. 98</span>VI</h4>
-
-<p>Los compadritos hacen rueda en el otro cabo, y apuntan distingos
-justipreciando aquel escrúpulo de conciencia que, como un hueso a los
-perros, les arrojaba Tirano Banderas. El Licenciado Carrillo se insinúa
-con la mueca de zorro propia del buen curial:</p>
-
-<p>—¿Cuál será la idea del patrón?</p>
-
-<p>El Licenciado Nacho Veguillas, sesga la boca y saca los ojos
-remedando el canto de la rana:</p>
-
-<p>—¡Cua! ¡Cua!</p>
-
-<p>Y le desprecia con un gesto, tirándose del pirulo chivón de la
-barba, el Mayor Abilio del Valle:</p>
-
-<p>—¡No está el guitarrón para ser punteado!</p>
-
-<p>—¡Mayorcito del Valle, hay que fregarse!</p>
-
-<p>El Licenciado Carrillo no salía de su tema:</p>
-
-<p>—Preciso es adivinarle la idea al patrón, y dictaminar de
-acuerdo.</p>
-
-<p>Nacho Veguillas hacía el tonto mojiganguero:</p>
-
-<p>—¡Cua! ¡Cua! Yo me guío por sus luces, Licenciadito.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_99">p. 99</span>Murmuró el Mayor del
-Valle:</p>
-
-<p>—Para acertarla, cada uno se ponga en el caso.</p>
-
-<p>—¿Y puesto en el caso vos, Mayorcito?...</p>
-
-<p>—¿Entre qué términos, Licenciado?</p>
-
-<p>—Desmentirse con la vieja, o chicotear como a un roto al Coronelito
-de la Gándara.</p>
-
-<p>El Mayor Abilio del Valle, siempre a tirarse del pirulo chivón,
-retrucó soflamero:</p>
-
-<p>—Tronar a Domiciano y después chicotearle, es mi consejo.</p>
-
-<p>El Licenciado Nacho Veguillas sufrió un acceso sentimental de pobre
-diablo:</p>
-
-<p>—El patroncito acaso mire la relación de compadres, y pudiera la
-vinculación espiritual aplacar su rigorismo.</p>
-
-<p>El Licenciado Carrillo tendía la cola petulante:</p>
-
-<p>—Mayorcito, de este nudo gordiano vos estate el Alejandro.</p>
-
-<p>Veguillas angustió la cara:</p>
-
-<p>—¡Un escacho de botillería, no puede tener pena de muerte! Yo
-salvo mi responsabilidad. No quiero que se me aparezca el espectro de
-Domiciano. ¿Vos conocés la obra que representó anoche Pepe Valero?
-“Fernando el Emplazado”.<span class="pagenum" id="Page_100">p.
-100</span> ¡Che! Es un caso de la Historia de España.</p>
-
-<p>—Ya no pasan esos casos.</p>
-
-<p>—Todos los días, Mayorcito.</p>
-
-<p>—No los conozco.</p>
-
-<p>—Permanecen inéditos, porque los emplazados no son testas
-coronadas.</p>
-
-<p>—¿El mal de ojo? No creo en ello.</p>
-
-<p>—Yo he conocido a un sujeto, que perdía siempre en el juego si no
-tenía en la mano el cigarro apagado.</p>
-
-<p>El Licenciado Carrillo aguzaba la sonrisa:</p>
-
-<p>—Me permito llamarles al asunto. Sospecho que hay otra acusación
-contra el Coronel de la Gándara. Siempre ha sido poco de fiar ese amigo
-y andaba estos tiempos muy bruja, y acaso buscó remediarse de plata en
-la montonera revolucionaria.</p>
-
-<p>Se confundieron las voces en un susurro:</p>
-
-<p>—No es un secreto que conspiraba.</p>
-
-<p>—Pues le debe cuanto es al patroncito.</p>
-
-<p>—Como todos nosotros.</p>
-
-<p>—Soy el primero en reconocer esa deuda sagrada.</p>
-
-<p>—Con menos que la vida, yo no le pago a Don Santos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_101">p. 101</span>—Domiciano le ha
-correspondido con la más negra ingratitud.</p>
-
-<p>Puestos de acuerdo, ofreció la petaca el Mayor del Valle.</p>
-
-
-<h4>VII</h4>
-
-<p>El Tirano corría por el cielo el campo de su catalejo: Tenía blanca
-de luna la calavera:</p>
-
-<p>—Cinco fechas para que sea visible el cometa que anuncian los
-astrónomos europeos. Acontecimiento celeste de que no tendríamos
-noticia a no ser por los sabios de fuera. Posiblemente, en los espacios
-sidéreos tampoco saben nada de nuestras revoluciones. Estamos parejos.
-Sin embargo, nuestro atraso científico es manifiesto. Licenciadito
-Veguillas, redactará usted un decreto para dotar con un buen telescopio
-a la Escuela Náutica y Astronómica.</p>
-
-<p>El Licenciadito Nacho Veguillas, finchándose en el pando compás de
-las zancas, sacó el pecho y tendió el brazo en arenga:</p>
-
-<p>—¡Mirar por la cultura es hacer patria!</p>
-
-<p>El Tirano pagó la cordialidad avinada del pobre diablo con un
-gesto de calavera humorística, mientras volvía a recorrer con su
-anteojo<span class="pagenum" id="Page_102">p. 102</span> el cielo
-nocturno. Los cocuyos encendían su danza de luces en la borrosa y
-lunaria geometría del jardín.</p>
-
-
-<h4>VIII</h4>
-
-<p>Tosca y esquiva, aguzados los ojos como montés alimaña, penetró,
-dando gritos, una mujer encamisada y pelona. Por la sala pasó un
-silencio, y los coloquios quedaron en el aire. Tirano Banderas, tras
-una espantada, se recobró batiendo el pie con ira y denuesto. Temerosos
-del castigo, se arrestaron la recamarera y el mucamo, que acudieron a
-la captura de la encamisada. Fulminó el Tirano:</p>
-
-<p>—¡Chingada, guarda tenés de la niña! ¡Hi de tal, la tenés bien
-guardada!</p>
-
-<p>Las dos figuras parejas se recogían, susurrantes en el quicio de
-la puerta: Eran, sobre el hueco profundo de sombra, oscuros bultos de
-borroso realce. Tirano Banderas se acercó a la encamisada, que con
-el gesto obstinado de los locos, hundía las uñas en la greña y se
-agazapaba en un rincón aullando:</p>
-
-<p>—Manolita, vos serés bien mandada. Andate no más para la
-recámara.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_103">p. 103</span>Aquella pelona
-encamisada era la hija de Tirano Banderas: Joven, lozana, de pulido
-bronce, casi una niña, con la expresión inmóvil, sellaba un enigma
-cruel su máscara de ídolo: Huidiza y doblada, se recogió al amparo de
-la recamarera y el mucamo, arrestados en la puerta. Se la llevaron con
-amonestaciones, y en la oscuridad se perdieron. Tirano Banderas, con un
-monólogo tartajoso, comenzó a dar paseos: Al cabo, resolviéndose, hizo
-una cortesía de estantigua, y comenzó a subir la escalera.</p>
-
-<p>—Al macaneador de mi compadre, será prudente arrestarlo esta noche,
-Mayor del Valle.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_105">p. 105</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/i_0107.jpg"
- style="width: 18em; height: auto;"
- alt="Portadilla"/>
- </div>
- <h2 class="nobreak g2 ws2">TERCERA PARTE</h2>
- <p class="subh2 g1">NOCHE DE FARRA</p>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch3-1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_107">p. 107</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3>
- <p class="subh3 g0">LA RECÁMARA VERDE</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>¡Famosas aquellas ferias de Santos y Difuntos! La Plaza de Armas,
-Monotombo, Arquillo de Madres eran zoco de boliches y pulperías,
-ruletas y naipes. Corre la chusma a los anuncios de toro candil en
-los Portalitos de Penitentes: Corren las rondas de burlones apagando
-las luminarias, al procuro de hacer más vistoso el candil del bulto
-toreado. Quiebra el oscuro, en el vasto cielo, la luna chocarrera y
-cacareante: Ahúman las candilejas de petróleo por las embocaduras de
-tutilimundis, tinglados y barracas: Los ciegos de guitarrón cantan en
-los corros de pelados: El criollaje ranchero —poncho, facón, jarano—
-se estaciona al ruedo de las mesas con tableros de azares y suertes
-fulleras. Circula en racimos la plebe cobriza, greñuda, descalza, y por
-las escalerillas de las iglesias, indios alfareros venden esquilones
-de barro con círculos y palotes de pinturas estentóreas y dramáticas.
-Beatas y chamacos mercan los fúnebres barros, de tañido tan triste
-que recuerdan la tena y el<span class="pagenum" id="Page_108">p.
-108</span> caso del fraile peruano. A cada vuelta saltan risas y
-bravatas. En los portalitos, por las pulperías de cholos y lepes, la
-guitarra rasguea los corridos de milagros y ladrones:</p>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
- <div class="stanza">
- <div class="verse indent2">Era Diego Pedernales</div>
- <div class="verse indent0">de buena generación.</div>
- </div>
-</div>
-</div>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>El congal de Cucarachita encendía farolillos de colores en el
-azoguejo, y luces de difuntos en la Recámara Verde. Son consorcios que
-aparejan las ferias. Lupita la Romántica, con bata de lazos y el moño
-colgante, suspiraba caída en el sueño magnético, bajo la mirada y los
-pasos del Doctor Polaco: Alentaba rendida y vencida, con suspiros de
-erótico tránsito:</p>
-
-<p>—¡Ay!</p>
-
-<p>—Responda la Señorita Médium.</p>
-
-<p>—¡Ay! Alumbrándose sube por una escalera muy grande... No puedo. Ya
-no está... Se me ha desvanecido.</p>
-
-<p>—Siga usted hasta encontrarle, Señorita.</p>
-
-<p>—Entra por una puerta donde hay un centinela.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_109">p. 109</span>—¿Habla con él?</p>
-
-<p>—Sí. Ahora no puedo verle. No puedo... ¡Ay!</p>
-
-<p>—Procure situarse, Señorita Médium.</p>
-
-<p>—No puedo.</p>
-
-<p>—Yo lo mando.</p>
-
-<p>—¡Ay!</p>
-
-<p>—Sitúese. ¿Qué ve en torno suyo?</p>
-
-<p>—¡Ay! Las estrellas grandes como lunas pasan corriendo por el
-cielo.</p>
-
-<p>—¿Ha dejado el plano terrestre?</p>
-
-<p>—No sé.</p>
-
-<p>—Sí lo sabe. Responda. ¿Dónde se sitúa?</p>
-
-<p>—¡Estoy muerta!</p>
-
-<p>—Voy a resucitarla, Señorita Médium.</p>
-
-<p>El farandul le puso en la frente la piedra de un anillo. Después
-fueron los pases de manos y el soplar sobre los párpados de la daifa
-durmiente:</p>
-
-<p>—¡Ay!...</p>
-
-<p>—Señorita Médium, va usted a despertarse contenta y sin dolor de
-cabeza. Muy despejada y contenta, sin ninguna impresión dolorosa.</p>
-
-<p>Hablaba de rutina, con el murmullo apacible del clérigo que reza
-su misa diaria. Gritaba en el corredor la madrota, y en el azoguejo,
-donde era el mitote de danza, aguardiente<span class="pagenum"
-id="Page_110">p. 110</span> y parcheo, metía bulla el Coronelito
-Domiciano de la Gándara.</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>El Coronelito Domiciano de la Gándara templa el guitarrón: Camisa
-y calzones, por aberturas coincidentes, muestran el vientre rotundo y
-risueño de dios tibetano: En los pies desnudos arrastra chancletas, y
-se toca con un jaranillo mambís, que al revirón descubre el rojo de un
-pañuelo y la oreja con arete: El ojo guiñate, la mano en los trastes,
-platica leperón con las manflotas en cabellos y bata escotada: Era
-negrote, membrudo, rizoso, vestido con sudada guayabera y calzones
-mamelucos, sujetos por un cincho con gran broche de plata: Los torpes
-conceptos venustos celebra con risa saturnal y vinaria. Niño Domiciano
-nunca estaba sin cuatro candiles, y como arrastraba su vida por
-bochinches y congales, era propenso a las tremolinas y escandaloso al
-final de las farras. Las niñas del pecado, desmadejadas y desdeñosas,
-recogían el bulle-bulle en el vaivén de las mecedoras: El rojo de
-los cigarros las señalaba en sus lugares. El Coronelito, dando el
-último tiento a los trastes, escupe y rasguea<span class="pagenum"
-id="Page_111">p. 111</span> cantando por burlas el corrido que rueda
-estos tiempos, de Diego Pedernales. La sombra de la mano con el reflejo
-de las tumbagas, pone rasgueo de luces en el rasgueo de la guitarra:</p>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
- <div class="stanza">
- <div class="verse indent2">—Preso le llevan los guardias,</div>
- <div class="verse indent0">sobre caballo pelón,</div>
- <div class="verse indent0">que en los Ranchos de Valdivia</div>
- <div class="verse indent0">le tomaron a traición.</div>
- <div class="verse indent0">Celos de niña ranchera</div>
- <div class="verse indent0">hicieron la delación.</div>
- </div>
-</div>
-</div>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>Tecleaba un piano hipocondríaco, en la sala que nombraban Sala de
-la Recámara Verde. Como el mitote era en el patio, la sala agrandábase
-alumbrada y vacía, con las rejas abiertas sobre el azoguejo y el viento
-en las muselinas de los vidrios. El Ciego Velones —nombre de burlas—
-arañaba lívidas escalas, acompañando el canto a una chicuela consumida,
-tristeza, desgarbo, fealdad de hospiciana. En el arrimo de la reja,
-hacían duelo, por la contraria suerte en los albures, dos peponas
-amulatadas: El barro melado de sus facciones se depuraba con una
-dulzura de líneas y tintas, en el ébano de las cabezas pimpantes<span
-class="pagenum" id="Page_112">p. 112</span> de peines y moñetes, un
-drama oriental de lacres y verdes. El Ciego Velones tecleaba el piano
-sin luces, un piano lechuzo que se pasaba los días enfundado de bayeta
-negra. Cantaba la chicuela, tirante las cuerdas del triste descote,
-inmóvil la cara de niña muerta, el fúnebre resplandor de la bandejilla
-del petitorio sobre el pecho:</p>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
- <div class="stanza">
- <div class="verse indent0">—¡No me mates, traidora ilusión!</div>
- <div class="verse indent0">¡Es tu imagen en mi pensamiento,</div>
- <div class="verse indent0">una hoguera de casta pasión!</div>
- </div>
-</div>
-</div>
-
-<p class="mt1">La voz lívida, en la lívida iluminación de la sala
-desierta, se desgarraba en una altura inverosímil:</p>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
- <div class="stanza">
- <div class="verse indent0">—¡Una hoguera de casta pasión!</div>
- </div>
-</div>
-</div>
-
-<p class="mt1">Algunas parejas bailaban en el azoguejo, mecidas por
-el ritmo del danzón: Perezosas y lánguidas, pasaban con las mejillas
-juntas por delante de las rejas. El Coronelito, más bruja que un roto,
-acompañaba con una cuerda en el guitarrón, la voz en un trémolo:</p>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
- <div class="stanza">
- <div class="verse indent0">—¡No me mates, traidora ilusión!</div>
- </div>
-</div>
-</div>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_113">p. 113</span>V</h4>
-
-<p>La cortina abomba su raso verde en el arco de la recámara: Brilla en
-el fondo, sobre el espejo, la pomposa cama del trato, y por veces todo
-se tambalea en un guiño del altarete. Suspiraba Lupita:</p>
-
-<p>—¡Ánimas del Purgatorio! ¡No más, y qué sueño se me ha puesto! ¡La
-cabeza se me parte!</p>
-
-<p>La tranquilizó el farandul:</p>
-
-<p>—Eso se pasa pronto.</p>
-
-<p>—¡Cuando yo vuelva a consentir que usted me enajene, van a tener
-pelos las tortugas!</p>
-
-<p>El Doctor Polaco, desviando la plática, felicitó a la daifa con
-ceremonia de farandul:</p>
-
-<p>—Es usted un caso muy interesante de metempsicosis. Yo no tendría
-inconveniente en asegurarle a usted contrata para un teatro de Berlín.
-Usted podría ser un caso de los más célebres. ¡Esta experiencia ha sido
-muy interesante!</p>
-
-<p>La daifa se oprimía las sienes, metiendo los dedos con luces de
-pedrería por los bandos endrinos del peinado:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_114">p. 114</span>—¡Para toda la
-noche tengo ya jaqueca!</p>
-
-<p>—Una taza de café será lo bastante... Disuelve usted en la taza una
-perla de éter, y se hallará prontamente tonificada, para poder intentar
-otra experiencia.</p>
-
-<p>—¡Una y no más!</p>
-
-<p>—¿No se animaría usted a presentarse en público? Sometida a una
-dirección inteligente, pronto tendría usted renombre para actuar en un
-teatro de Nueva York. Yo le garanto a usted un tanto por ciento. Usted,
-antes de un año, puede presentarse con diplomas de las más acreditadas
-Academias de Europa. El Coronelito me ha tenido conversación de su
-caso, pero muy lejano, que ofreciese tanto interés para la ciencia.
-¡Muy lejano! Usted se debe al estudio de los iniciados en los misterios
-del magnetismo.</p>
-
-<p>—¡Con una cartera llena de papel, aun no cegaba! ¡A pique de quedar
-muerta en una experiencia!</p>
-
-<p>—Ese riesgo no existe cuando se procede científicamente.</p>
-
-<p>—La rubia que a usted acompañaba pasados tiempos, se corrió que
-había muerto en un teatro.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_115">p. 115</span>—¿Y que yo estaba
-preso? Esa calumnia es patente. Yo no estoy preso.</p>
-
-<p>—Habrá usted limado las rejas de la cárcel.</p>
-
-<p>—¿Me cree usted con poder para tanto?</p>
-
-<p>—¿No es usted brujo?</p>
-
-<p>—El estudio de los fenómenos magnéticos no puede ser calificado de
-brujería. ¿Usted se encuentra libre ya del malestar cefálico?</p>
-
-<p>—Sí, parece que se me pasa.</p>
-
-<p>Gritaba en el corredor la madrota:</p>
-
-<p>—Lupita, que te solicitan.</p>
-
-<p>—¿Quién es?</p>
-
-<p>—Un amigo. ¡No pasmes!</p>
-
-<p>—¡Voy! De hallarme menos carente, esta noche la guardaba por
-devoción de las Benditas.</p>
-
-<p>—Lupita, puede usted obtener un suceso público en un escenario.</p>
-
-<p>—¡Me da mucho miedo!</p>
-
-<p>Salió de la recámara con bulle-bulle de faldas, seguida del Doctor
-Polaco. Aquel tuno nigromante, con una barraca en la feria, era muy
-admirado en el congal de Cucarachita.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch3-2">
- <p><span class="pagenum" id="Page_117">p. 117</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3>
- <p class="subh3 g0">LUCES DE ÁNIMAS</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
- <div class="stanza">
- <div class="verse indent2">—En borrico de justicia</div>
- <div class="verse indent0">le sacan con un pregón,</div>
- <div class="verse indent0">hizo mamola al verdugo</div>
- <div class="verse indent0">al revestirle el jopón,</div>
- <div class="verse indent0">y al Cristo que le presentan,</div>
- <div class="verse indent0">una seña de masón.</div>
- </div>
-</div>
-</div>
-
-<p class="mt1">En la Recámara Verde, iluminada con altarete de luces
-aceiteras y cerillos, atendía, apagando un cuchicheo, la pareja
-encuerada del pecado. Llegaba el romance prendido al son de la
-guitarra. En el altarete, las mariposas de aceite cuchicheaban y los
-amantes en el cabezal. La daifa:</p>
-
-<p>—¡Era bien ruin!</p>
-
-<p>El coime:</p>
-
-<p>—¡Ateo!</p>
-
-<p>—En la noche de hoy, ese canto de verdugos y ajusticiados, parece
-más negro que un catafalco.</p>
-
-<p>—¡Vida alegre, muerte triste!</p>
-
-<p>—¡Abrenuncio! ¡Qué voz de corneja sacaste! ¿Veguillas, tú, vista la
-hora final, confesarías como cristiano?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_118">p. 118</span>—¡Yo no niego la
-vida del alma!</p>
-
-<p>—¡Nachito, somos espíritu y materia! ¡Donde me ves con estas carnes,
-pues una romántica! De no haber estado tan bruja, hubiera guardado este
-día. ¡Pero es mucho el empeño con el ama! Nachito, ¿tú sabes de persona
-viviente que no tenga sus muertos? Los hospicianos, y aun esos porque
-no los conocen. Este aniversario merecía ser de los más guardados:
-¡Trae muchos recuerdos! Tú, si fueses propiamente romántico, ahora
-tenías un escrúpulo: Me pagabas el estipendio y te caminabas.</p>
-
-<p>—¿Y caminarme sin aflojar la plata?</p>
-
-<p>—También. ¡Yo soy muy romántica! Ya te digo que de no hallarme tan
-en deuda con la madrota...</p>
-
-<p>—¿Quieres que yo te cancele el crédito?</p>
-
-<p>—Pon eso claro.</p>
-
-<p>—¿Si quieres que yo te pague la deuda?</p>
-
-<p>—No me veas chuela, Nachito.</p>
-
-<p>—¿Debes mucho?</p>
-
-<p>—¡Treinta Manfredos! ¡Me niega quince que le entregué por las Flores
-de Mayo! ¡Como tú te hicieses cargo de la deuda y me pusieses en un
-pupilaje, ibas a ver una fiel esclava!</p>
-
-<p>—¡Siento no ser negrero!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_119">p. 119</span>La daifa quedose
-abstraída mirando las luces de sus falsos anillos. Hacía memoria. Por
-la boca pintada corría un rezo:</p>
-
-<p>—Esta conversación, pasó otra vez de la misma manera: ¿Te acuerdas,
-Veguillas? Pasó con iguales palabras y prosopopeyas.</p>
-
-<p>—Pudiera.</p>
-
-<p>La moza del pecado, entrándose en sí misma, quedó abismada, siempre
-los ojos en las piedras de sus anillos.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Percibíase embullangado el guitarro, el canto y la zarabanda de
-risas, chapines y palmas con que jaleaban las del trato. Gritos,
-carrerillas y cierre de puertas. Acezo y pisadas en el corredor. Los
-artejos y la voz de la Taracena:</p>
-
-<p>—¡El cerrojo! Horita vos va con una copla Domiciano. El cerrojo, si
-no lo tenéis corrido, que ya le entró la tema de escandalizar por las
-recámaras.</p>
-
-<p>Siempre abismada en la fábula de sus manos, suspiró la romántica:</p>
-
-<p>—¡Domiciano toma la vida como la vida se merece!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_120">p. 120</span>—¿Y el
-despertar?</p>
-
-<p>—¡Ave María! ¿Esta misma plática no la tuvimos hace un instante?
-¿Veguillas, cuándo fueron aquellos pronósticos tuyos, del mal fin que
-tendría el Coronelito de la Gándara?</p>
-
-<p>Gritó Veguillas:</p>
-
-<p>—¡Ese secreto jamás ha salido de mis labios!</p>
-
-<p>—¡Ya me haces dudar! ¡Patillas tomó tu figura en aquel momento,
-Nachito!</p>
-
-<p>—Lupita, no seas visionaria.</p>
-
-<p>Venía por el corredor acreciéndose la bulla de copla y guitarra,
-soflamas y palmas. Cantaba el valedor un aire de los llaneros:</p>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
- <div class="stanza">
- <div class="verse indent2">—Licenciadito Veguillas,</div>
- <div class="verse indent0">saca del brazo a tu dama</div>
- <div class="verse indent0">para beber una copa</div>
- <div class="verse indent0">a la salud de las ánimas.</div>
- </div>
-</div>
-</div>
-
-<p class="mt1">—¡Santísimo Dios! ¡Esta misma letra se ha cantado otra
-vez estando como ahora acostados en la cama!</p>
-
-<p>Nacho Veguillas, entre humorístico y asustadizo, azotó las nalgas de
-la moza, con gran estallo:</p>
-
-<p>—¡Lupita, que te pasas de romántica!</p>
-
-<p>—¡No me pongas en confusión, Veguillas!</p>
-
-<p>—Si me estás viendo chuela toda la noche.</p>
-
-<p>Tornaba la copla y el rasgueo, a la puerta de<span class="pagenum"
-id="Page_121">p. 121</span> la recámara. Oscilaba el altarete de luces
-y cruces. Susurró la del trato:</p>
-
-<p>—Nacho Veguillas, ¿llevas buena relación con el Coronel
-Gandarita?</p>
-
-<p>—¡Amigos entrañables!</p>
-
-<p>—¿Por qué no le das aviso para que se ponga en salvo?</p>
-
-<p>—¿Pues qué sabes tú?</p>
-
-<p>—¿No hablamos antes?</p>
-
-<p>—¡No!</p>
-
-<p>—¡Lo juras, Nachito!</p>
-
-<p>—¡Jurado!</p>
-
-<p>—¿Que nada hablamos? ¡Pues lo habrás tenido en el pensamiento!</p>
-
-<p>Nacho Veguillas, sacando los ojos a flor de la cara, saltó en el
-alfombrín con las dos manos sobre las vergüenzas:</p>
-
-<p>—¡Lupita, tú tienes comercio con los espíritus!</p>
-
-<p>—¡Calla!</p>
-
-<p>—¡Responde!</p>
-
-<p>—¡Me confundes! ¿Dices que nada hemos hablado del fin que le espera
-al Coronel de la Gándara?</p>
-
-<p>Batían en la puerta, y otra vez renovábase la bulla, con el tema de
-copla y guitarro:</p>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
- <div class="stanza">
- <div class="verse indent2"><span class="pagenum" id="Page_122">p. 122</span>—Levántate, valedor,</div>
- <div class="verse indent0">y vístete los calzones,</div>
- <div class="verse indent0">para jugarnos la plata</div>
- <div class="verse indent0">en los albures pelones.</div>
- </div>
-</div>
-</div>
-
-<p class="mt1">Abriose la puerta de un puntapié, y rascando el
-guitarrillo que apoya en el vientre rotundo, apareció el Coronelito.
-Nacho Veguillas, con alegre transporte de botarate, saltó de cucas,
-remedando el cantar de la rana:</p>
-
-<p>—¡Cua! ¡Cua!</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>El congal, con luminarias de verbena, juntaba en el patio mitote
-de naipe, aguardiente y buñuelo. Tenía el naipe al salir un interés
-fatigado: Menguaban las puestas, se encogían sobre el tapete, bajo
-el reflejo amarillo del candil, al aire contrario del naipe. Viendo
-el dinero tan receloso, para darle ánimo trajo aguardiente de caña y
-chicha la Taracena. Nacho Veguillas, muy festejado, a medio vestir,
-suelto el chaleco, un tirante por rabo, saltaba mimando el dúo del sapo
-y la rana. La música clásica, que, cuando esparcía su ánimo sombrío,
-gustaba de oír Tirano Banderas. Nachito, con una lágrima de artista
-ambulante,<span class="pagenum" id="Page_123">p. 123</span> recibía
-las felicitaciones, estrechaba las manos, se tambaleaba en épicos
-abrazos. El Doctor Polaco, celoso de aquellos triunfos, en un corro
-de niñas, disertaba, accionando con el libro de los naipes abierto en
-abanico. Atentas las manflotas, cerraban un círculo de ojeras y lazos,
-con meloso cuchicheo tropical. La chamaca fúnebre pasaba la bandejilla
-del petitorio, estirando el triste descote, mustia y resignada,
-horrible en su corpiño de muselinas azules, lívidos lujos de hambre.
-Nachito la perseguía en cuclillas con gran algazara:</p>
-
-<p>—¡Cua! ¡Cua!</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>Con las luces del alba la mustia pareja del ciego lechuzo y la chica
-amortajada escurríase por el Arquillo de las Madres Portuguesas. Se
-apagaban las luminarias. En los Portalitos quedaba un rezago de ferias:
-El tiovivo daba su última vuelta en una gran boqueada de candilejas. El
-ciego lechuzo, y la chica amortajada, llevan fosco rosmar, claveteado
-entre las cuatro pisadas:</p>
-
-<p>—¡Tiempos más fregados no los he conocido!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_124">p. 124</span>Habló la chica sin
-mudar el gesto de ultratumba:</p>
-
-<p>—¡Donde otras ferias!</p>
-
-<p>Sacudió la cabeza el lechuzo:</p>
-
-<p>—Cucarachita no renueva el mujerío y así no se sostiene un negocio.
-¿Qué tal mujer la Panameña? ¿Tiene partido?</p>
-
-<p>—Poco partido tiene para ser nueva. ¡Está mochales!</p>
-
-<p>—¿Qué viene a ser eso?</p>
-
-<p>—¡Modo que tiene una chica que llaman la Malagueña! Con ello
-significa los transtornos.</p>
-
-<p>—No tomes el hablar de esas mujeres.</p>
-
-<p>La amortajada puso los tristes ojos en una estrella:</p>
-
-<p>—¿Se me notaba que estuviese ronca?</p>
-
-<p>—No más que al atacar las primeras notas. La pasión de esta noche es
-de una verdadera artista. Sin cariño de padre, creo que hubieses tenido
-un triunfo en una sala de conciertos: “No me mates, traidora ilusión.”
-¡Ahí has rayado muy alto! Hija mía, es preciso que cantes pronto en un
-teatro, y me redimas de esta situación precaria. Yo puedo dirigir una
-orquesta.</p>
-
-<p>—¿Ciego?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_125">p. 125</span>—Operándome las
-cataratas.</p>
-
-<p>—¡Ay mi viejo, cómo soñamos!</p>
-
-<p>—¿No saldremos alguna vez de esta pesadumbre?</p>
-
-<p>—¡Quién sabe!</p>
-
-<p>—¿Dudas?</p>
-
-<p>—No digo nada.</p>
-
-<p>—Tú no conoces otra vida, y te conformas.</p>
-
-<p>—¡Vos tampoco la conocés, taitita!</p>
-
-<p>—La he visto en otros, y comprendo lo que sea.</p>
-
-<p>—Yo, puesta a envidiar, no envidiaría riquezas.</p>
-
-<p>—¿Pues qué envidiarías?</p>
-
-<p>—¡Ser pájaro! Cantar en una rama.</p>
-
-<p>—No sabes lo que hablas.</p>
-
-<p>—Ya hemos llegado.</p>
-
-<p>En el portal dormía el indio con su india, cubiertos los dos por una
-frazada. La chica fúnebre y el ciego lechuzo pasaron perfilándose. El
-esquilón de las monjas doblaba por las Ánimas.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_126">p. 126</span>V</h4>
-
-<p>Nacho Veguillas también tenía el vino sentimental de boca babosa y
-ojos tiernos. Ahora, con la cabeza sobre el regazo de la daifa, canta
-su aria en la Recámara Verde:</p>
-
-<p>—¡Dame tu amor, lirio caído en el fango!</p>
-
-<p>Ensoñó la manflota:</p>
-
-<p>—¡Canela! ¡Y decís vos que no sos romántico!</p>
-
-<p>—¡Ángel puro de amor, que amor inspira! ¡Yo te sacaré del abismo y
-redimiré tu alma virginal! ¡Taracena! ¡Taracena!</p>
-
-<p>—¡No armés escándalo, Nachito! Dejá vos al ama, que no está para tus
-fregados.</p>
-
-<p>Y le ponía los anillos sobre la boca vinaria. Nachito se
-incorporó:</p>
-
-<p>—¡Taracena! ¡Yo pago el débito de esta azucena, caída en el barro
-vil de tu comercio!</p>
-
-<p>—¡Callá! ¡No faltés!</p>
-
-<p>Nachito, llorona la alcuza de la nariz, se volvía a la niña del
-trato:</p>
-
-<p>—¡Calma mi sed de ideal, ángel que tienes rotas las alas! ¡Posa tu
-mano en mi frente, que en un mar de lava ardiente mi cerebro siento
-arder!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_127">p. 127</span>—¿Cuándo fue que oí
-esas mismas músicas? ¡Nachito, aquí se dijeron esas mismas palabras!</p>
-
-<p>Nachito se sintió celoso:</p>
-
-<p>—¡Algún cabrón!</p>
-
-<p>—O no se habrán dicho... Esta noche se me figura que ya pasó todo
-cuanto pasa. ¡Son las Benditas!... ¡Es ilusión esta de que todo pasó,
-antes de pasar!</p>
-
-<p>—¡Yo te llamaba en mis solitarios sueños! ¡El imán de tu mirada
-penetra en mi! ¡Bésame, mujer!</p>
-
-<p>—Nachito, no seás sonso y dejame rezar este toque de Ánimas.</p>
-
-<p>—¡Bésame, Jarifa! ¡Bésame, impúdica, inocente! ¡Dame un ósculo casto
-y virginal! ¡Caminaba solo por el desierto de la vida, y se me aparece
-un oasis de amor, donde reposar la frente!</p>
-
-<p>Nachito sollozaba, y la del trato, para consolarle, le dio un beso
-de folletín romántico, apretándole a la boca, el corazón de su boca
-pintada:</p>
-
-<p>—¡Eres sonso!</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_128">p. 128</span>VI</h4>
-
-<p>Tembló el altarete de Ánimas: El aleteo de un reflejo desquició los
-muros de la Recámara Verde: Se abrió la puerta y entró sin ceremonia el
-Coronelito de la Gándara. Veguillas volvió la nariz de alcuza y puso el
-ojo de carnero:</p>
-
-<p>—¡Domiciano, no profanes el idilio de dos almas!</p>
-
-<p>—Licenciadito, te recomiendo el amoniaco. Mírame a mí, limpio de
-vapores. ¿Guadalupe, qué haces sin darle el agua bendita?</p>
-
-<p>El Coronelito de la Gándara, al pisar, infundía un temblor en la
-luminaria de Ánimas: La fanfarria irreverente de sus espuelas plateras,
-ponía al guiño del altarete un sinfónico fondo herético: Advertíase
-señalada mudanza en la persona y arreo del Coronelito: Traía el calzón
-recogido en botas jinetas, el cinto ajustado y el machete al flanco,
-viva aún la rasura de la barba, y el mechón endrino de la frente,
-peinado y brillante:</p>
-
-<p>—Veguillas, hermano, préstame veinte soles, que bien te pintó el
-juego. Mañana te serán reintegrados.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_129">p. 129</span>—¡Mañana!</p>
-
-<p>Nachito, tras la palabra que se desvanece en la verdosa penumbra,
-queda suspenso sin cerrar la boca. Oíase el doble de una remota
-campana. Las luces del altarete tenían un escalofrío aterrorizado.
-La manflota en camisa rosa —morena prieta— se santiguaba entre las
-cortinas. Y era siempre sobre su tema el Coronelito de la Gándara:</p>
-
-<p>—Mañana. ¡Y si no, cuando me entierren!</p>
-
-<p>Nachito estalló en un sollozo:</p>
-
-<p>—Siempre va con nosotros la muerte. Domiciano, recobra el juicio, la
-plata de nada te remedia.</p>
-
-<p>Por entre cortinas salía la daifa, abrochándose el corsé, los dos
-pechos fuera, tirantes las medias, altas las ligas rosadas:</p>
-
-<p>—¡Domiciano, ponte en salvo! Este pendejo no te lo dice, pero él
-sabe que estás en las listas de Tirano Banderas.</p>
-
-<p>El Coronelito aseguró los ojos sobre Veguillas. Y Veguillas, con los
-brazos abiertos, gritó consternado:</p>
-
-<p>—¡Ángel funesto! ¡Sierpe biomagnética! Con tus besos embriagadores
-me sorbiste el pensamiento.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_130">p. 130</span>El Coronelito,
-de un salto estaba en la puerta, atento a mirar y escuchar: Cerró,
-y corrida la aldaba, abierto el compás de las piernas, tiró de
-machete:</p>
-
-<p>—Trae la palangana, Lupita. Vamos a ponerle una sangría a este
-doctorcito de guagua.</p>
-
-<p>Se interpuso la daifa en corsé:</p>
-
-<p>—Ten juicio, Domiciano. Antes que con él toques, a mí me traspasas.
-¿Qué pretendes? ¿Qué haces ya aquí sofregado? ¿Corres peligro? ¡Pues
-ponte en salvo!</p>
-
-<p>Se tiró de los bigotes con sorna el Coronelito de la Gándara:</p>
-
-<p>—¿Quién me vende, Veguillas? ¿Qué me amenaza? Si horita mismo no lo
-declaras, te doy pasaporte con las Benditas. ¡Luego, luego, ponlo todo
-de manifiesto!</p>
-
-<p>Veguillas, arrimado a la pared, se metía los calzones, torcido y
-compungido. Le temblaban las manos. Gimió turulato:</p>
-
-<p>—Hermano, te delata la vieja rabona que tiene su mesilla en el
-jueguecito de la rana. ¡Esa te delata!</p>
-
-<p>—¡Puta madre!</p>
-
-<p>—Te ha perdido la mala costumbre de hacer cachizas, apenas te pones
-trompeto.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_131">p. 131</span>—¡Me ha de servir
-para un tambor esa cuera vieja!</p>
-
-<p>—Niño Santos le ha dado la mano con promesa de chicotearte.</p>
-
-<p>Apremiaba la daifa:</p>
-
-<p>—¡No pierdas tiempo, Domiciano!</p>
-
-<p>—¡Calla, Lupita! Este amigo entrañable, luego, luego, me va a decir
-por qué tribunal estoy sentenciado.</p>
-
-<p>Gimió Veguillas:</p>
-
-<p>—¡Domiciano, no la chingues, que no eres súbdito extranjero!</p>
-
-
-<h4>VII</h4>
-
-<p>El Coronelito relampagueaba el machete sobre las cabezas: La daifa,
-en camisa rosa, apretaba los ojos y aspaba los brazos: Veguillas era
-todo un temblor arrimado a la pared, en faldetas y con los calzones en
-la mano: El Coronelito se los arrancó:</p>
-
-<p>—¡Me chingo en las bragas! ¿Cuál es mi sentencia?</p>
-
-<p>Nachito se encogía con la nariz de alcuza en el ombligo:</p>
-
-<p>—¡Hermano, no más me preguntes! Cada<span class="pagenum"
-id="Page_132">p. 132</span> palabra es una bala... ¡Me estoy
-suicidando! La sentencia que tú no cumplas vendrá sobre mi cabeza.</p>
-
-<p>—¿Cuál es mi sentencia? ¿Quién la ha dictado?</p>
-
-<p>Desesperábase la manflota, de rodillas ante las luces de Ánimas:</p>
-
-<p>—¡Ponte en salvo! ¡Si no lo haces, aquí mismo te prende el Mayorcito
-del Valle!</p>
-
-<p>Nachito acabó de empavorizarse:</p>
-
-<p>—¡Mujer infausta!</p>
-
-<p>Se ovillaba cubriéndose hasta los pies con las faldetas de la
-camisa. El Coronelito le suspendió por los pelos: Veguillas, con la
-camisa sobre el ombligo, agitaba los brazos. Rugía el Coronelito:</p>
-
-<p>—¿El Mayor del Valle tiene la orden de arrestarme? Responde.</p>
-
-<p>Veguillas sacó la lengua:</p>
-
-<p>—¡Me he suicidado!</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch3-3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_133">p. 133</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3>
- <p class="subh3 g0">GUIÑOL DRAMÁTICO</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>¡Fue como truco de melodrama! El Coronelito, en el instante de pisar
-la calle, ha visto los fusiles de una patrulla, por el Arquillo de
-las Portuguesas. El Mayor del Valle viene a prenderle. El peligro le
-da un alerta violento en el pecho: Pronto y advertido se aplasta en
-tierra y a gatas cruza la calle: Por la puerta que entreabre un indio
-medio desnudo, lleno el pecho de escapularios, ya se mete. Veguillas le
-sigue arrastrado en un círculo de fatalidades absurdas: El Coronelito,
-acarrerado escalera arriba, se curva como el jinete sobre la montura.
-Nachito, que hocica sobre los escalones, recibe en la frente el
-resplandor de las espuelas. Bajo la claraboya del sotabanco, en la
-primera puerta, está pulsando el Coronelito. Abre una mucama que tiene
-la escoba: En un traspiés, espantada y aspada, ve a los dos fugitivos
-meterse por el corredor: Prorrumpe en gritos, pero las luces de un
-puñal que ciega los ojos, la lengua le enfrenan.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_134">p. 134</span>II</h4>
-
-<p>Al final del corredor está la recámara de un estudiante. El joven,
-pálido de lecturas, que medita sobre los libros abiertos, de codos en
-la mesa. Humea la lámpara. La ventana está abierta sobre la última
-estrella. El Coronelito, al entrar, pregunta y señala:</p>
-
-<p>—¿Adónde cae?</p>
-
-<p>El estudiante vuelve a la ventana su perfil lívido de sorpresa
-dramática. El Coronelito, sin esperar otra respuesta, salta sobre el
-alféizar, y grita con humor travieso:</p>
-
-<p>—¡Ándele, pendejo!</p>
-
-<p>Nachito se consterna:</p>
-
-<p>—¡Su madre!</p>
-
-<p>—¡Jip!</p>
-
-<p>El Coronelito, con una brama, echa el cuerpo fuera. Va por el aire.
-Cae en un tejadillo. Quiebra muchas tejas. Escapa gateando. A Nachito
-que asoma timorato la alcuza llorona, se le arruga completamente la
-cara:</p>
-
-<p>—¡Hay que ser gato!</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_135">p. 135</span>III</h4>
-
-<p>Y por las recámaras del congal fulgura su charrasco el Mayor del
-Valle: Seguido de algunos soldados entra y sale, sonando las charras
-espuelas: A su vera jaleando el nalgario, con ahogo y ponderaciones,
-zapato bajo y una flor en la oreja, la madrota:</p>
-
-<p>—¡Patroncito, soy gaditana y no miento! ¡Mi palabra es la del Rey
-de España! El Coronel Gandarita no hace un bostezo que dijo: ¡Me voy!
-¡Visto y no visto! ¡Horitita! ¡Si no se tropezaron fue milagro! ¡Apenas
-llevaría tres pasos, cuando ya estaban en la puerta los soldados!</p>
-
-<p>—¿No dijo adónde se caminaba?</p>
-
-<p>—¡Iba muy trueno! Si algún bochinche no le tienta, buscará la
-cama.</p>
-
-<p>El Mayor miró de través a la tía cherinola y llamó al sargento:</p>
-
-<p>—Vas a registrar la casa. Cucarachita, si te descubro el contrabando
-te caen cien palos.</p>
-
-<p>—Niño, no me encontrarás nada.</p>
-
-<p>La madrota sonaba las llaves. El Mayor, contrariado, se mesaba la
-barba chivona, y<span class="pagenum" id="Page_136">p. 136</span> en
-la espera, haciendo piernas entrose por la Sala de la Recámara Verde.
-El susto y el grito, la carrera furtiva, un rosario de léperos textos
-concertaban toda la vida del congal, en la luz cenicienta del alba.
-Lupita, taconeando, surgió en el arco de la verde recámara, un lunar
-nuevo en la mejilla: Por el pintado corazón de la boca, vertía el humo
-del cigarro:</p>
-
-<p>—¡Abilio, estás de mi gusto!</p>
-
-<p>—Me mandé mudar.</p>
-
-<p>—Oye, ¿y tú piensas que se oculta aquí Domiciano? ¡Poco faltó para
-que le armases la ratonera! ¡Ahora, échale perros!</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>Y Nachito Veguillas aún exprime su gesto turulato frente a la
-ventana del estudiante. El tiempo parece haber prolongado todas
-las acciones, suspensas absurdamente en el ápice de un instante,
-estupefactas, cristalizadas, nítidas, inverosímiles como sucede bajo la
-influencia de la marihuana. El estudiante, entre sus libros, tras de
-la mesa, despeinado, insomne,<span class="pagenum" id="Page_137">p.
-137</span> mira atónito: A Nachito tiene delante, abierta la boca y las
-manos en las orejas:</p>
-
-<p>—¡Me he suicidado!</p>
-
-<p>El estudiante cada vez parece más muerto:</p>
-
-<p>—¿Usted es un fugado de Santa Mónica?</p>
-
-<p>Nachito se frota los ojos:</p>
-
-<p>—Viene a ser como un viceversa... Yo, amigo, de nadie escapo. Aquí
-me estoy. Míreme usted, amigo. Yo no escapo... Escapa el culpado.
-No soy más que un acompañante... Si me pregunta usted por qué tengo
-entrado aquí, me será difícil responderle. ¿Acaso sé dónde me
-encuentro? Subí por impulso ciego, en el arrebato de ese otro que
-usted ha visto. Mi palabra le doy. Un caso que yo mismo no comprendo.
-¡Biomagnetismo!</p>
-
-<p>El estudiante le mira perplejo sin descifrar el enredo de pesadilla
-donde fulgura el rostro de aquel que escapó por la lívida ventana,
-abierta toda la noche con la perseverancia de las cosas inertes, en
-espera de que se cumpla aquella contingencia de melodrama. Nachito
-solloza efusivo y cobarde:</p>
-
-<p>—Aquí estoy, noble joven. Solamente pido para serenarme, un trago de
-agua. Todo es un sueño.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_138">p. 138</span>En este registro,
-se le atora el gallo. Llega del corredor estrépito de voces y armas.
-Empuñando el revólver cubre la puerta la figura del Mayor Abilio del
-Valle. Detrás, soldados con fusiles:</p>
-
-<p>—¡Manos arriba!</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>Por otra puerta una gigantona descalza, en enaguas y pañoleta: La
-greña aleonada, ojos y cejas de tan intensos negros que, con ser muy
-morena la cara, parecen en ella tiznes y lumbres: Una poderosa figura
-de vieja bíblica: Sus brazos de acusados tendones, tenían un pathos
-barroco y estatuario. Doña Rosita Pintado entró en una ráfaga de voces
-airadas, gesto y ademán en trastorno:</p>
-
-<p>—¿Qué buscan en mi casa? ¿Es que piensan llevarse al chamaco? ¿Quién
-lo manda? ¡Me llevan a mí! ¿Estas son leyes?</p>
-
-<p>Habló el Mayor del Valle:</p>
-
-<p>—No me vea chuela, Doña Rosita. El retoño tiene que venirse merito
-a prestar declaración. Yo le garanto que cumplida esa diligencia, como
-se halle sin culpa, acá vuelve el muchacho. No tema ninguna ojeriza.
-Esto lo<span class="pagenum" id="Page_139">p. 139</span> dimanan
-las circunstancias. El muchacho vuelve si está sin culpa, yo se lo
-garanto.</p>
-
-<p>Miró a su madre el mozalbete y, con arisco ceño, le recomendó
-silencio. La gigantona estremecida corrió para abrazarle, en desolado
-ademán los brazos. La arrestó el hijo con gesto firme:</p>
-
-<p>—Mi vieja, cállese y no la friegue. Con bulla nada se alcanza.</p>
-
-<p>Clamó la madre:</p>
-
-<p>—¡Tú me matas, negro de Guinea!</p>
-
-<p>—¡Nada malo puede venirme!</p>
-
-<p>La gigantona se debatió, asombrada en una oscuridad de dudas y
-alarmas:</p>
-
-<p>—¡Mayorcito del Valle, dígame usted lo que pasa!</p>
-
-<p>Interrumpió el mozuelo:</p>
-
-<p>—Uno que entró perseguido, y se fugó por la ventana.</p>
-
-<p>—¿Tú qué le has dicho?</p>
-
-<p>—Ni tiempo tuve de verle la cara.</p>
-
-<p>Intervino el Mayor del Valle:</p>
-
-<p>—Con hacer esta declaración donde corresponde, todo queda
-terminado.</p>
-
-<p>Plegó los brazos la gigantona:</p>
-
-<p>—¿Y el que escapaba, se sabe quién era?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_140">p. 140</span>Nachito sacó la voz
-entre nieblas alcohólicas:</p>
-
-<p>—¡El Coronel de la Gándara!</p>
-
-<p>Nachito, luciente de lágrimas, encogido entre dos soldados,
-resoplaba con la alcuza llorona pingando la moca. Aturdida, en
-desconcierto, le miró Doña Rosita:</p>
-
-<p>—¡Valedor! ¿También usted llora?</p>
-
-<p>—¡Me he suicidado!</p>
-
-<p>El Mayor del Valle levanta el charrasco y la escuadra se apronta,
-sacando entre filas al estudiante y a Nachito.</p>
-
-
-<h4>VI</h4>
-
-<p>Despeinadas y ojerosas atisbaban tras de la reja las pupilas de
-Taracena. Se afanan por descubrir a los prisioneros, sombras taciturnas
-entre la gris retícula de las bayonetas. El sacristán de las monjas
-sacaba la cabeza por el arquillo del esquilón. Tocaban diana las
-cornetas de fuertes y cuarteles. Tenía el mar caminos de sol. Los
-indios, trajinantes nocturnos, entraban en la ciudad guiando recuas
-de llamas cargadas de mercadería y frutos de los ranchos serranos: El
-bravío del ganado<span class="pagenum" id="Page_141">p. 141</span>
-recalentaba la neblina del alba. Despertábase el Puerto con un son
-ambulatorio de esquilas, y la patrulla de fusiles desaparecía con los
-dos prisioneros por el Arquillo de las Portuguesas. En el congal, la
-madrota daba voces ordenando que las pupilas se recogiesen a la perrera
-del sotabanco, y el coime, con una flor en el pelo, trajinaba remudando
-la ropa de las camas del trato. Lupita la Romántica, en camisa rosa,
-rezaba ante el retablo de luces en la Recámara Verde. Murmuró el
-coime con un alfiler en los labios, al mismo tiempo que estudiaba los
-recogidos de la colcha:</p>
-
-<p>—¡Aún no se me fue el sobresalto!</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch4">
- <p><span class="pagenum" id="Page_143">p. 143</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/i_0145.jpg"
- style="width: 18em; height: auto;"
- alt="Portadilla"/>
- </div>
- <h2 class="nobreak g3 ws2">CUARTA PARTE</h2>
- <p class="subh2 g1">AMULETO NIGROMANTE</p>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch4-1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_145">p. 145</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3>
- <p class="subh3 g1">LA FUGA</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>El Coronelito Domiciano de la Gándara, en aquel trance, se acordó de
-un indio a quien tenía obligado con antiguos favores. Por Arquillo de
-Madres, retardando el paso para no mover sospecha, salió al Campo del
-Perulero.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Zacarías San José, a causa de un chirlo que le rajaba la cara,
-era más conocido por Zacarías el Cruzado: Tenía el chozo en un vasto
-charcal de juncos y médanos, allí donde dicen Campo del Perulero:
-En los bordes cenagosos picoteaban grandes cuervos, auras en los
-llanos andinos y zopilotes en el Seno de México. Algunos caballos
-mordían la hierba a lo largo de las acequias. Zacarías trabajaba el
-barro, estilizando las fúnebres bichas de chiromayos y chiromecas. La
-vastedad de juncos y médanos flotaba en nieblas de amanecida. Hozaban
-los marranos en el cenagal,<span class="pagenum" id="Page_146">p.
-146</span> a espaldas del chozo, y el alfarero, sentado sobre los
-talones, la chupalla en la cabeza, por todo vestido un camisote,
-decoraba con prolijas pinturas jícaras y güejas. Taciturno bajo una
-nube de moscas, miraba de largo en largo al bejucal donde había un
-caballo muerto. El Cruzado no estaba libre de recelos: Aquel zopilote
-que se había metido en el techado, azotándole con negro aleteo, era un
-mal presagio. Otro signo funesto, las pinturas vertidas: El amarillo,
-que presupone hieles, y el negro, que es cárcel, cuando no llama
-muerte, juntaban sus regueros. Y recordó súbitamente que la chinita,
-la noche pasada, al apagar la lumbre, tenía descubierta una salamandra
-bajo el metate de las tortillas... El alfarero movía los pinceles
-con lenta minucia, cautivo en un dual contradictorio de acciones y
-pensamientos.</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>La chinita, en el fondo del jacal, se mete la teta en el hipil,
-desapartando de su lado al crío que berrea y se revuelca en tierra.
-Acude a levantarle con una azotaina, y suspenso<span class="pagenum"
-id="Page_147">p. 147</span> de una oreja le pone fuera del techado. Se
-queda la chinita al canto del marido, atenta a los trazos del pincel,
-que decora el barro de una güeja:</p>
-
-<p>—¡Zacarías, mucho callas!</p>
-
-<p>—Di no más.</p>
-
-<p>—No tengo un centavito.</p>
-
-<p>—Hoy coceré los barros.</p>
-
-<p>—¿Y en el en tanto?</p>
-
-<p>Zacarías repuso con una sonrisa atravesada:</p>
-
-<p>—¡No me friegues! Estas cuaresmas el ayunar está muy recomendado.</p>
-
-<p>Y quedó con el pincelillo suspenso en el aire, porque era sobre la
-puerta del jacal el Coronelito Domiciano de la Gándara: Un dedo en los
-labios.</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>El cholo, con leve carrerilla de pies descalzos, se junta al
-Coronelito: Platican, alertados, en la vera de un maguey culebrón:</p>
-
-<p>—¿Zacarías, quieres ayudarme a salir de un mal paso?</p>
-
-<p>—¡Patroncito, bastantemente lo sabe!</p>
-
-<p>—La cabeza me huele a pólvora. Envidias<span class="pagenum"
-id="Page_148">p. 148</span> son de mi compadre Santos Banderas. ¿Tú
-quieres ayudarme?</p>
-
-<p>—¡No más que diga, y obedecerle!</p>
-
-<p>—¿Cómo proporcionarme un caballo?</p>
-
-<p>—Tres veredas hay, patroncito: Se compra, se pide a un amigo o se le
-toma.</p>
-
-<p>—Sin plata no se compra. El amigo nos falta. ¿Y dónde descubres tú
-un guaco para bolearle? Tengo sobre los pasos una punta de cabrones.
-¡Verás no más! La idea que traía formada es que me subieses en canoa a
-Potrero Negrete.</p>
-
-<p>—Pues a no dilatarlo, mi jefe. La canoa tengo en los bejucales.</p>
-
-<p>—Debo decirte que te juegas la respiración, Zacarías.</p>
-
-<p>—¡Para lo que dan por ella, patroncito!</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>Husmea el perro en torno del maguey culebrón, y bajo la techumbre de
-palmas engresca el crío, que pide la teta, puesto de pie, al flanco de
-la madre. Zacarías aseñó a la mujer para que se llegase:</p>
-
-<p>—¡Me camino con el patrón!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_149">p. 149</span>Apagó la voz la
-chinita:</p>
-
-<p>—¿Compromiso grande?</p>
-
-<p>—Esa pinta descubre.</p>
-
-<p>—Recuerda, si te dilatas, que no me dejas un centavo.</p>
-
-<p>—¡Y qué hacerle, chinita! Llevas a colgar alguna cosa.</p>
-
-<p>—¡Como no lleve la frazada del catre!</p>
-
-<p>—Empeñas el relojito.</p>
-
-<p>—¡Con el vidrio partido, no dan un boliviano!</p>
-
-<p>El Cruzado se descolgaba el cebollón de níquel, sujeto por una
-cadena oxidada. Y antes que la chinita, adelantose a tomarlo el Coronel
-de la Gándara:</p>
-
-<p>—¡Tan bruja estás, Zacarías!</p>
-
-<p>Suspiró la comadre:</p>
-
-<p>—¡Todo se lo lleva el naipe, mi jefecito! ¡Todo se lo lleva la ciega
-ofuscación de este hombre!</p>
-
-<p>—¡Sí que no vale un boliviano!</p>
-
-<p>El Coronelito voltea el reloj por la cadena, y con risa jocunda lo
-manda al cenagal, entre los marranos:</p>
-
-<p>—¡Qué valedor!</p>
-
-<p>La comadre aprobaba mansamente. Había<span class="pagenum"
-id="Page_150">p. 150</span> velado el tiro con el propósito de ir luego
-a catearlo. El Coronelito se quitó una sortija:</p>
-
-<p>—Con esto podrás remediarte.</p>
-
-<p>La chinita se echó por tierra, besando las manos al valedor.</p>
-
-
-<h4>VI</h4>
-
-<p>El Cruzado se metía puertas adentro, para ponerse calzones y ceñirse
-el cinto del pistolón y el machete. Le sigue la coima:</p>
-
-<p>—¡Pendejada que resultare fulero el anillo!</p>
-
-<p>—¡Pendejada y media!</p>
-
-<p>La chinita le muestra la mano, jugando las luces de la tumbaga:</p>
-
-<p>—¡Buenos brillos tiene! Puedo llegarme a un empeñito para tener
-cercioro.</p>
-
-<p>—Si corres uno solo pudieran engañarte.</p>
-
-<p>—Correré varios. A ser de ley, no andará muy distante de valer cien
-pesos.</p>
-
-<p>—Tú ve en la cuenta de que vale quinientos, o no vale tlaco.</p>
-
-<p>—¿Te parés lo lleve mero mero?</p>
-
-<p>— ¿Y si te dan cambiazo?</p>
-
-<p>—¡Que esperanza!</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_151">p. 151</span>VII</h4>
-
-<p>El Coronelito, sobre la puerta del jacal, atalayaba el Campo del
-Perulero.</p>
-
-<p>—No te dilates, manís.</p>
-
-<p>Ya salía el cholo, con el crío en brazos y la chinita al flanco.
-Suspira, esclava, la hembra:</p>
-
-<p>—¿Cuándo será la vuelta?</p>
-
-<p>—¡Pues, y quién sabe! Enciéndele una velita a la Guadalupe.</p>
-
-<p>—¡Le encenderé dos!</p>
-
-<p>—¡Está bueno!</p>
-
-<p>Besó al crío, refregándole los bigotes, y lo puso en brazos de la
-madre.</p>
-
-
-<h4>VIII</h4>
-
-<p>El Coronelito y Zacarías caminaron por el borde de la gran acequia
-hasta el Pozo del Soldado. Zacarías echó al agua un dornajo, atracado
-en el légamo, y por la encubierta de altos bejucales y floridas lianas
-remontaron la acequia.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch4-2">
- <p><span class="pagenum" id="Page_153">p. 153</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3>
- <p class="subh3 g2">LA TUMBAGA</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p><span class="sc">Empeñitos de Quintín Pereda</span>. — La chinita
-se detuvo ante el escaparate, luciente de arracadas, fistoles y
-mancuernas, guarnecido de pistolas y puñales, colgado de ñandutís y
-zarapes: Se estuvo a mirar un buen espacio: Cargaba al crío sobre la
-cadera, suspenso del rebozo, como en hamaca: Con la mano barríase el
-sudor de la frente: Parejo recogía y atusaba la greña: Se metió por la
-puerta con humilde salmodia:</p>
-
-<p>—¡Salucita, mi jefe! Pues aquí estamos, no más, para que el
-patroncito se gane un buen premio. ¡Lo merece, que es muy valedor y muy
-cabal gente! ¡Vea qué alhajita de mérito!</p>
-
-<p>Jugaba sobre el mostrador la mano prieta, sin sacarse el anillo.
-Quintín Pereda, el honrado gachupín, declinó en las rodillas el
-periódico que estaba leyendo y se puso las antiparras en la calva:</p>
-
-<p>—¿Qué se ofrece?</p>
-
-<p>—Su tasa. Es una tumbaga muy chulita. Mi<span class="pagenum"
-id="Page_154">p. 154</span> jefecito, vea no más los resplandores que
-tiene.</p>
-
-<p>—¡No querrás que te la precie puesta en el dedo!</p>
-
-<p>—¡Pues sí que el patroncito no es baqueano!</p>
-
-<p>—¡Hay que tocar el aro con el agua fuerte y calibrar la piedra!</p>
-
-<p>La chinita se quitó el anillo, y, con un mohín reverente, lo puso en
-las uñas del gachupín:</p>
-
-<p>—Señor Peredita, usted me ordena.</p>
-
-<p>Agazapada al canto del mostrador, quedó atenta a la acción del
-usurero, que, puesto en la luz, examinaba la sortija con una lente:</p>
-
-<p>—Creo conocer esta prenda.</p>
-
-<p>Se avizoró la chinita:</p>
-
-<p>—No soy su dueña. Vengo mandada de una familia que se ve en
-apuro.</p>
-
-<p>El empeñista tornaba al examen, modulando una risa de falso
-teclado:</p>
-
-<p>—Esta alhajita estuvo aquí otras veces. Tú la tienes de la uña, muy
-posiblemente.</p>
-
-<p>—¡Mi jefecito, no me encuelgue tan mala fama!</p>
-
-<p>El usurero se bajaba los espejuelos de la calva, recalcando la risa
-de Judas:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_155">p. 155</span>—Los libros dirán a
-qué nombre estuvo otras veces pignorada.</p>
-
-<p>Tomó un cartapacio del estante y se puso a hojearlo. Era un viejales
-maligno, que al hablar entreveraba insidias y mieles, con falsedades y
-reservas. Había salido mocín de su tierra, y al rejo nativo juntaba las
-suspicacias de su arte y la dulzaina criolla de los mameyes: Levantó la
-cabeza y volvió a ponerse en la frente los espejuelos:</p>
-
-<p>—El Coronel Gandarita pignoró este solitario el pasado agosto... Lo
-retiró el 7 de octubre. Te daré cinco soles.</p>
-
-<p>Salmodió la chinita, con una mano sobre la boca:</p>
-
-<p>—¿En cuánto estuvo? Eso mismo me dará el patroncito.</p>
-
-<p>—¡No te apendejes! Te daré cinco soles, por hacerte algún beneficio.
-A bien ser, mi obligación era llamar horita a los gendarmes.</p>
-
-<p>—¡Qué chance!</p>
-
-<p>—Esta prenda no te pertenece. Yo, posiblemente, perderé los cinco
-soles, y tendré que devolvérsela a su dueño, si formula una reclamación
-judicial. Puedo fregarme por hacerte un servicio que no agradeces. Te
-daré<span class="pagenum" id="Page_156">p. 156</span> tres soles y con
-ellos tomas viento fresco.</p>
-
-<p>—¡Mi jefecito, usted me ve chuela!</p>
-
-<p>El empeñista se apoyó en el mostrador con sorna y recalma:</p>
-
-<p>—Puedo mandarte presa.</p>
-
-<p>La chinita se rebotó, mirándole aguda, con el crío sobre el anca y
-las manos en la greña:</p>
-
-<p>—¡La Guadalupita me valga! Denantes le antepuse que no es mía la
-prenda. Vengo mandada del Coronelito.</p>
-
-<p>—Tendrás que justificarlo. Recibe los tres soles y no te metas en la
-galera.</p>
-
-<p>—Patroncito, vuélvame el anillo.</p>
-
-<p>—Ni lo sueñes. Te llevas los tres soles, y si hay engaño en mis
-sospechas, que venga a cerrar trato el legítimo propietario. Esta
-alhajita se queda aquí depositada. Mi casa es muy suficientemente
-garante. Recoge la plata y camínate luego luego.</p>
-
-<p>—¡Señor Peredita, es un escarnio el que me hace!</p>
-
-<p>—¡Si debías ir a la galera!</p>
-
-<p>—Señor Peredita, no me denigre, que va equivocado. El Coronelito
-está en un apuro y queda no más esperando la plata. Si recela
-hacer trato, vuélvame la tumbaguita. Ándele,<span class="pagenum"
-id="Page_157">p. 157</span> mi jefecito, y no me sea horita malo, que
-siempre ha sido para mi muy buena reata.</p>
-
-<p>—No me sitúes en el caso de cumplir con la ley. Si te dilatas en
-recoger la moneda y ponerte en la banqueta, llamo a los gendarmes.</p>
-
-<p>La chinita se revolvió amendigada y rebelde:</p>
-
-<p>—¡No desmentís el ser gachupín!</p>
-
-<p>—¡A mucha honra! Un gachupín no ampara el robo.</p>
-
-<p>—¡Pero lo ejerce!</p>
-
-<p>—¡Tú te buscas algo bueno!</p>
-
-<p>—¡Mala casta!</p>
-
-<p>—¡Voy a solfearte la cochina cuera!</p>
-
-<p>—De mala tierra venís, para tener conciencia.</p>
-
-<p>—¡No me toques a la patria, porque me ciego!</p>
-
-<p>El empeñista se agacha bajo el mostrador y se incorpora blandiendo
-un rebenque.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Metíase, vergonzante, por la puerta del honrado gachupín, la pareja
-del ciego lechuzo y la niña mustia. La niña detuvo al ciego sobre<span
-class="pagenum" id="Page_158">p. 158</span> la cortinilla roja de la
-mampara vidriera. Musitó el padre:</p>
-
-<p>—¿Con quién es el pleito?</p>
-
-<p>—Una indita.</p>
-
-<p>—¡Hemos venido en mala sazón!</p>
-
-<p>—¡Pues y quién sabe!</p>
-
-<p>—Volveremos luego.</p>
-
-<p>—Y hallaríamos el mismo retablo.</p>
-
-<p>—Pues esperemos.</p>
-
-<p>El empeñista se adelantó, hablándoles:</p>
-
-<p>—Pasen ustedes. Supongo que traerán los atrasitos del piano. Son ya
-tres plazos los que me adeudan.</p>
-
-<p>Murmuró el ciego:</p>
-
-<p>—Solita, explícale la situación y nuestros buenos deseos al Señor
-Pereda.</p>
-
-<p>Suspiró, redicha, la mustia:</p>
-
-<p>—Nuestro deseo es cumplir y ponernos al corriente.</p>
-
-<p>Sonrió el gachupín con hieles judaicas:</p>
-
-<p>—El deseo no basta, y debe ser acompañado de los hechos. Están
-ustedes muy atrasados. A mí me gusta atender las circunstancias de
-mis clientes, aun contrariando mis intereses: Esa ha sido mi norma
-y volverá a serlo, pero con la revolución, todos los negocios<span
-class="pagenum" id="Page_159">p. 159</span> marchan torcidos. ¡Son muy
-malas las circunstancias para poder relajar las cláusulas del contrato!
-¿Qué pensaban abonar horita?</p>
-
-<p>El ciego lechuzo torcía la cabeza sobre el hombro de la niña:</p>
-
-<p>—Explícale nuestras circunstancias, Solita. Procura ser
-elocuente.</p>
-
-<p>Murmuró, dolorosa, la chicuela:</p>
-
-<p>—No hemos podido reunir la plata. Deseábamos rogarle que esperase a
-la segunda quincena.</p>
-
-<p>—¡Imposible, cholita!</p>
-
-<p>—¡Hasta la segunda quincena!</p>
-
-<p>—Me duele negarme. Pero hay que defenderse, niña, hay que
-defenderse. Si no cumplen me veré en el dolor de retirarles el pianito.
-Acaso para ustedes represente una tranquilidad quitarse la carguita de
-los plazos. ¡Todo hay que mirarlo!</p>
-
-<p>El ciego se torcía sobre la chicuela:</p>
-
-<p>—¿Y perderíamos lo entregado?</p>
-
-<p>Encareció con mieles el empeñista:</p>
-
-<p>—¡Naturalmente! Y aún me cargo yo con los transportes y el deterioro
-que representa el uso.</p>
-
-<p>Murmuró, acobardado, el ciego:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_160">p. 160</span>—Alargue usted el
-plazo a la segunda quincena, Señor Peredita.</p>
-
-<p>Tornó a su encarecimiento meloso el empeñista:</p>
-
-<p>—¡Imposible! ¡Me estoy arruinando con las complacencias! ¡Ya no
-puede ser más! ¡He puesto fechos al corazón para no verme fregado en
-el negocio! ¡Si no tengo nervio, entre todos me hunden en la pobreza!
-Hasta mañanita puedo alargarles el plazo, más, no. Vean de arreglarse.
-No pierdan aquí el tiempo.</p>
-
-<p>Suplicó la niña:</p>
-
-<p>—¡Señor Peredita, dilate su plazo a la segunda quincena!</p>
-
-<p>—¡Imposible, primorosita! ¡Qué más quisiera yo que poder
-complacerte!</p>
-
-<p>—¡No sea usted de su tierra, Señor Peredita!</p>
-
-<p>—Para mentar a mi tierra, límpiate la lengua contra un cardo.
-No amolarla, hijita, que si no andáis con plumas, se lo debéis a
-España.</p>
-
-<p>El ciego se doblaba rencoroso, empujando a la niña para que le
-sacase fuera:</p>
-
-<p>—España podrá valer mucho, pero las muestras que acá nos remite son
-bien chingadas.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_161">p. 161</span>El empeñista azotó
-el mostrador con el rebenque:</p>
-
-<p>—Merito pónganse en la banqueta. La madre patria y sus naturales
-estamos muy por encima de los juicios que pueda emitir un roto
-indocumentado.</p>
-
-<p>La mustia mozuela, con acelero, llevábase al padre por la manga:</p>
-
-<p>—Taitita, no hagas una cólera.</p>
-
-<p>El ciego golpeaba en el umbral con el hierro del bastón:</p>
-
-<p>—Este judío gachupín nos crucifica. ¡Te priva del pianito cuando
-marchabas mejor en tus estudios!</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>La otra chinita del crío al flanco, sale de un rincón de sombra, con
-cautela de blandas pisadas:</p>
-
-<p>—¡Don Quintinito, no sea usted tan ruin! ¡Devuélvame la
-tumbaguita!</p>
-
-<p>De una mano requiere el tapado, de la otra hace señal a la mustia
-pareja porque atienda y no se vaya. El empeñista azota el mostrador con
-el rebenque:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_162">p. 162</span>—¡Se me hace que
-vas a buscarte un compromiso, so pendeja!</p>
-
-<p>—¡Vuélvame la tumbaguita!</p>
-
-<p>—Tanicuanto regrese mi dependiente lo mandaré a entrevistarse
-con el legítimo propietario. Ten un tantito de paciencia, hasta
-cuando que haya sido evacuada la diligencia. Mi crédito debe serte
-muy suficientemente garante. En el entanto, la alhajita queda aquí
-depositada. Ponte, merito, en la banqueta y no me dejes aquí los
-piojos.</p>
-
-<p>La chinita acude al umbral y, alborotada, reclama a la mustia
-pareja, que se ausenta con rezo de protestas y lástimas:</p>
-
-<p>—¡Oigan no más! Atiendan al tanto de cómo este hombre me despoja.</p>
-
-<p>El gachupín la llamó, revolviendo en el cajón de la plata:</p>
-
-<p>—No seas leperona. Toma cinco soles.</p>
-
-<p>—Guárdese la moneda y vuélvame la tumbaguita.</p>
-
-<p>—No me friegues.</p>
-
-<p>—Señor Peredita, usted no mide bien lo que hace. Usted se busca que
-venga con reclamaciones mi gallo. ¡Don Quintinito, sépase usted que
-tiene un espolón muy afilado!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_163">p. 163</span>El empeñista
-apilaba en el mostrador los cinco soles:</p>
-
-<p>—Hay leyes, hay gendarmería, hay presidios y, en últimas resultas,
-hay una bala: Pagaré mi multa y libertaré de un pícaro a la
-sociedad.</p>
-
-<p>—Patroncito, no le presuponga tan pendejo que se venga dando la
-cara.</p>
-
-<p>—Cholita, recoge la moneda. Si merito, hechas las investigaciones
-que me exigen las leyes, hubiera lugar a darte más alguna cosa, no
-te será negada. Recoge la moneda. Si tienes alguna papeletita al
-vencimiento, me la traes luego luego, y procuraré de alargarte el
-plazo.</p>
-
-<p>—¡Patroncito, no me vea chuela! Usted me da la tasa. El Coronel
-Gandarita se ha puesto impensadamente en viaje y deja algunas
-obligacioncitas. No lo piense más y ponga en el mostrador el cabal.</p>
-
-<p>—¡Imposible, cholita! Te hago no más que el cincuenta por ciento
-de diferencia. La tasa, puedes verlo en el libro, son nueve soles.
-¡Recibes más del cincuenta!</p>
-
-<p>—Señor Peredita, no se coma usted los ceros.</p>
-
-<p>—Vistas las circunstancias, te daré los nueve<span class="pagenum"
-id="Page_164">p. 164</span> soles. ¡Y no me pudras la sangre! Si
-sale mentira tu cuento, me echo encima una denuncia del legítimo
-propietario.</p>
-
-<p>Durante el rezo del honrado gachupín, la chinita arrebañaba del
-mostrador las nueve monedas, hacía el recuento pasándolas de una mano
-a otra, se las ataba en una punta del rebozo. Encorvándose, con el
-chamaco sobre el flanco, se aleja, galguera:</p>
-
-<p>—¡Mi jefecito, usted condenará su alma!</p>
-
-<p>—¡País de ingratos!</p>
-
-<p>El empeñista colgó el rebenque de un clavo, pasó una escobilla
-por los cartapacios comerciales y se dispuso al goce efusivo del
-periodiquín que le mandaban de su villa asturiana. “El Eco Avilesino”
-colmaba todas las ternuras patrióticas del honrado gachupín. Las
-noticias de muertes, bodas y bautizos le recordaban de los chigres con
-músicas de acordeón, de los velorios con ronda de anisete y castañas.
-Los edictos judiciales, donde los predios rústicos son descritos con
-linderos y sembradura, le embelesaban, dándole una sugestión del húmedo
-paisaje: Arco iris, lluvias de invierno, sol en claras, quiebras de
-montes y verdes mares.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_165">p. 165</span>IV</h4>
-
-<p>Entró Melquíades, dependiente y sobrino del gachupín. Conducía
-una punta de chamacos, que sonaban las pintadas esquilas de fúnebres
-barros que se venden en la puerta de las iglesias por la fiesta de los
-Difuntos. Melquíades era chaparrote, con la jeta tozuda del emigrante
-que prospera y ahorra caudales. La tropa babieca, enfilada a canto del
-mostrador, repica los barros:</p>
-
-<p>—¡Hijos míos! ¡Qué esperanza! ¡Idos a darle la murga a vuestra
-mamasita! ¡Que os vista los trajes de diario! ¡Melquíades, no debiste
-haberles relajado la moral, autorizándoles esta dilapidación de sus
-centavitos! ¡Muy suficiente una campanita para los cuatro! Entre
-hermanos bien avenidos, así se hace. Vayan a su mamá, que les mude los
-trajecitos.</p>
-
-<p>Melquíades recadó la tropa, metiéndola por la escalerilla del piso
-alto:</p>
-
-<p>—Don Celes Galindo les ha regalado los esquilones.</p>
-
-<p>—¡Muy buena reata! Niños, a vuestra mamita, que os los guarde.
-Representan un recuerdo<span class="pagenum" id="Page_166">p.
-166</span> y debéis conservarlos para el año que viene y los sucesivos.
-¡No sean rebeldes!</p>
-
-<p>Melquíades, al pie de la escalerilla, vigilaba que el hato infantil
-subiese sin deterioro de los trajes nuevos. El arrastrarse por los
-escalones quedábase para el atuendo de diario. Melquíades insistió,
-ponderando la largueza de Don Celes:</p>
-
-<p>—Son los barros de más precio. Bajo Arquillo de Madres puso en fila
-a los chamacos y les mandó elegir. Como pendejos, se fueron a los más
-caros. Don Celes sacó la plata y pagó sin atenuante. Me ha recomendado
-que usted no falte a la junta de notables en el Casino Español.</p>
-
-<p>—¡Los esquiloncitos! ¡Ya estoy pagando el primer rédito! Me
-nombrarán de alguna comisión, tendré que abandonar por ratos el
-establecimiento, posiblemente me veré incluido para contribuir... De
-tales reuniones siempre sale una lista de suscripción. El Casino está
-pervirtiendo su funcionamiento y el objetivo de sus estatutos. De
-centro recreativo se ha vuelto un sacadineros.</p>
-
-<p>—¡Está revolucionada la Colonia!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_167">p. 167</span>—¡Con razón!
-Desmonta el solitario de esa tumbaguita. Hay que desfigurarla.</p>
-
-<p>Melquíades, sentado al pie del mostrador, buscaba en el cajón los
-alicates.</p>
-
-<p>—“El Criterio” viene opuesto al cierre de cantinas que tramitan las
-Representaciones Extranjeras.</p>
-
-<p>—¡Como que se vejan los intereses de muchos compatriotas! Los
-expendios de bebidas están autorizados por las leyes, y pagan muy buena
-matrícula. ¿Ha vertido alguna opinión Don Celestino?</p>
-
-<p>—Don Celes se guía por que todo el comercio de españoles se haga
-solidario, y cierre en señal de protesta. Para eso es la junta de
-notables en el Casino.</p>
-
-<p>—¡Qué esperanza! Esa opinión no puede prevalecer. Acudiré a la
-junta y haré patente mi disentimiento. Es una orientación nociva para
-los intereses de la Colonia. El comercio cumple funciones sociales en
-todos los países, y los cierres, cuando la medida no es general, solo
-ocasionan pérdida de clientes. El Ministro de España, si llegado el
-caso, se conforma al cierre de los estipendios de<span class="pagenum"
-id="Page_168">p. 168</span> bebidas, se hará, de cierto, impopular con
-la Colonia. ¿Cómo respira Don Celestino?</p>
-
-<p>—No mentó el tópico del Ministro.</p>
-
-<p>—La junta de notables debía concretarse a fijar la actuación de ese
-loco de verano. Necesita orientaciones, y si se niega a recibirlas,
-aleccionarle, solicitando por cable la destitución. Para un fin tan
-justificado yo me suscribiría con una cuota.</p>
-
-<p>—¡Y cualquiera!</p>
-
-<p>—¿Por qué no lo haces tú, so pendejo?</p>
-
-<p>—Ponga usted en mi cabeza el negocio, y verá si lo hago.</p>
-
-<p>—¡Siempre polémico, Melquíades! ¡Siempre polémico!... Pues un
-cable resolvería la situación tan fregada del Ministro. ¡Un sodomita,
-comentado en todos los círculos sociales, que horita tiene al crápula
-en la cárcel!</p>
-
-<p>—Ya le han dado suelta. A quien merito se llevaban los gendarmes es
-a la Cucaracha. ¡Menuda revolución va armando!</p>
-
-<p>—Esa gente escandalosa no debía estar documentada por el Consulado.
-Cucarachita, con el trato tan inmoralísimo que sostiene, denigra el
-buen nombre de la Madre Patria.</p>
-
-<p>—No le ha caído mal pleito a la tía Cucaracha.<span class="pagenum"
-id="Page_169">p. 169</span> Parece complicada en la evasión del Coronel
-Gandarita.</p>
-
-<p>—¿El Coronel Gandarita evadido? ¡Deja esa tumbaga! ¡Vaya un
-compromiso! ¿Evadido de Santa Mónica?</p>
-
-<p>—¡Evadido cuando iban a prenderle esta madrugada en el congal de
-Cucarachita!</p>
-
-<p>—¡Fugado! ¡La gran chivona me hizo pendejo! ¡Deja los alicantes!
-¡Fugado! El Coronel Gandarita era un descalificado y tenía que verse
-en este trance. ¡Vaya el viajecito que me pintó la chola fregada!
-¡Melquíades, ese solitario ha pertenecido al Coronel Gandarita! ¡Un
-lazo que a última hora me tira ese briago! ¡Me sacó nueve soles!</p>
-
-<p>Sonreía, cazurro, Melquíades:</p>
-
-<p>—¡Vale quinientos!</p>
-
-<p>Avinagrose el honrado gachupín:</p>
-
-<p>—¡Un cuerno! Perderé la plata, si no quiero verme chingado. Horita
-me largo a denunciar el hecho en la Delegación de Policía. Posiblemente
-me exigirán la presentación de la tumbaguita y hacer el depósito.</p>
-
-<p>Cabeceaba considerando el poco fundamento del mundo y sus
-prosperidades y fortunas.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_170">p. 170</span>V</h4>
-
-<p>El honrado gachupín, agachándose tras el mostrador, se muda las
-pantuflas por botas nuevas. Luego echa las llaves a los cajones, y de
-un clavo descuelga el jipi:</p>
-
-<p>—Voy a esa diligencia.</p>
-
-<p>Cazurreó Melquíades:</p>
-
-<p>—Cállese usted la boca, y quede achantado.</p>
-
-<p>—¡Y nos visitan los gendarmes antes de un rato! ¡Solamente cavilas
-macanas! ¡Poco vales para un consejo en caso apurado, Melquíades!
-La Policía andará sobreavisada, y no sería extraño que a la cabrona
-mediadora ya le tuvieran la mano en la espalda. Puedo verme complicado,
-si no denuncio el hecho y me atengo a las ordenanzas de Generalito
-Banderas. ¿Te correrías tú el compromiso de no cumplimentarlas? Nueve
-soles me cuesta operar confiado en la buena fe de los marchantes. Ahí
-tienes lo que produce el negocio con todo de una práctica dilatada,
-por solo no tener en el sótano la conciencia. Yo, a esa cholita,
-que tan fullera me ha sido, pude darle no más tres soles, y le he
-puesto nueve en la<span class="pagenum" id="Page_171">p. 171</span>
-mano. Para sacar adelante este negocio hay que vivir muy alertado
-y nunca obtendrás muchas prosperidades, sobrino. ¡En España soñáis
-que, arañando, se encuentra moneda acuñada en estas Repúblicas! Para
-evitarme complicaciones tendré que desprenderme de la tumbaguita y
-perder los nueve soles.</p>
-
-<p>Melquíades adormilaba una sonrisa astuta de pueblerino asturiano:</p>
-
-<p>—Al formular la denuncia se puede acompañar una alhajita de menos
-tasa.</p>
-
-<p>El honrado gachupín se quedó mirando al sobrino. Súbita y
-consoladora luz iluminaba el alma del viejales:</p>
-
-<p>—¡Una alhajita de menos tasa!...</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch4-3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_173">p. 173</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3>
- <p class="subh3 g1">EL CORONELITO</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Zacarías condujo la canoa por la encubierta de altos bejucales hasta
-la laguna de Ticomaipú. Alegrábase la mañana con un trenzado de gozosas
-algarabías —metales, cohetes, bateo—. La indiada celebraba la fiesta
-de Todos los Santos. Repicaban las campanas. Zacarías metió los remos
-a bordo e, hincando con el bichero, varó el esquife en la ciénaga, al
-socaire de espinosos cactus que, a modo de cerca, limitaban un corral
-de gallinas, pavos y marranos. Murmuró el cholo:</p>
-
-<p>—Estamos en lo de Niño Filomeno.</p>
-
-<p>—¡Bueno va! Asómate en descubierta.</p>
-
-<p>—Posiblemente, el patroncito estará divirtiéndose en la plaza.</p>
-
-<p>—Pues le buscas.</p>
-
-<p>—¿Y si teme comprometerse?</p>
-
-<p>—Es buena reata Filomeno.</p>
-
-<p>—¿Y si lo teme y manda arrestarme?</p>
-
-<p>—No habrá caso.</p>
-
-<p>—En lo pior de lo malo hay que ponerse, mi jefecito. Yo, de mi
-cuenta, dispuesto me<span class="pagenum" id="Page_174">p. 174</span>
-hallo para servirle, y cuanti que me pusieran en el cepo, con callar
-boca y aguantar mancuerda, estaba cumplido.</p>
-
-<p>Choteó el Coronelito:</p>
-
-<p>—Tú escondes alguna idea luminosa. Descúbrela no más, y como ella
-sea buena, no te llamaré pendejo.</p>
-
-<p>El cholo miraba por encima de la cerca:</p>
-
-<p>—Si Niño Filomeno está ausente, mi parecer es tunarle los caballos y
-salir arreando.</p>
-
-<p>—¿Adónde?</p>
-
-<p>—Al campo insurrecto.</p>
-
-<p>—Necesito viático de plata.</p>
-
-<p>El Coronelito saltó en la riba fangosa, y a par del indio se puso
-a mirar por encima del cercado. Descollaba entre palmas y cedros el
-campanario de la iglesia con la bandera tricolor. Las tierras del
-rancho, cuadriculadas por acequias y setos, se dilataban con varios
-matices de verde y parcelas rojizas recién aradas. Piños vacunos pacían
-a lo lejos. Algunos caballos mordían la hierba, divagando por el margen
-de las acequias. Una canoa remontaba el canal: Se oía el golpe de los
-remos: En la banca bogaba un indio de piocha canosa, gran sombrero
-palmito y camisote de lienzo:<span class="pagenum" id="Page_175">p.
-175</span> En la popa venía sentado Niño Filomeno. La canoa atracó
-al pie de una talanquera. El Coronelito salió al encuentro del
-ranchero:</p>
-
-<p>—Mi viejo, he venido para desayunar en tu compañía. ¡Madrugas, mi
-viejo!</p>
-
-<p>El ranchero le acogió con expresión suspicaz:</p>
-
-<p>—He dormido en la capital. Me había mudado con el aliciente de oír
-la palabra de Don Roque Cepeda.</p>
-
-<p>Se abrazan y, en buenos compadres, alternativamente se suspenden en
-alto.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Caminando de par por una senda de limoneros y naranjos, dieron vista
-a la casona del fundo: Tenía soportal de arcos encalados y un almagreño
-encendía las baldosas del soladillo. Colgaban de la viguería del porche
-muchas jaulas de pájaros, y la hamaca del patrón en la fresca penumbra.
-Los muros eran vestidos de azules enredaderas. El Coronelito y Filomeno
-descansaron en jinocales parejos, bajo la arcada, en la corriente de
-la puerta, por fondo, una cortinilla de lilailos japoneses.<span
-class="pagenum" id="Page_176">p. 176</span> Son los jinocales unos
-asientos de bejuco y palma, obra de los indios llaneros. Al de la
-piocha canosa ordenó el patrón que sacase aparejo de vianda para el
-desayuno, y a la mucama, negra mandinga, que cebase el mate. Tornó
-Chino Viejo con un magro tasajo de oveja, y en lengua cutumay explicó
-que la niña ranchera y los chamacos estaban ausentes por haberse ido
-a la fiesta de iglesia. Aprobó el patrón no más que con el gesto, y
-brindó del tasajo al huésped. El Coronelito clavó media costilla con
-un facón que sacó del cinto, y puesta la vianda en el plato, levantó
-el caneco de la chicha. Reiteró el latigazo por tres veces, y se animó
-consecutivamente:</p>
-
-<p>—¡Compadre, me veo en un fregado!</p>
-
-<p>—Tú dirás.</p>
-
-<p>—Merito se le ha puesto en la calva tronarme al chingado Banderas.
-Albur pelón y naipe contrario, mi amigo, que dicen los Santos Padres.
-Más bruja que un roto y huyente de la tiranía me tienes aquí, hermano.
-Filomeno, me voy al campo insurrecto a luchar por la redención del
-país, y tu ayuda vengo buscando, pues tampoco eres afecto a este
-oprobio de<span class="pagenum" id="Page_177">p. 177</span> Santos
-Banderas. ¿Quieres darme tu ayuda?</p>
-
-<p>El ranchero clavaba la aguda mirada endrina en el Coronelito de la
-Gándara:</p>
-
-<p>—¡Te ves como mereces! El oprobio que ahora condenas dura quince
-años. ¿Qué has hecho en todo ese tiempo? La Patria nunca te acordó
-cuando estabas en la gracia de Santos Banderas. Y muy posible que
-tampoco te acuerde ahora y que vengas echado para sacarme una
-confidencia. Tirano Banderas os hace a todos espías.</p>
-
-<p>Se alzó el Coronelito:</p>
-
-<p>—¡Filomeno, clávame un puñal, pero no me sumas en el lodo! El más
-ruin tiene una hora de ser santo. Yo estoy en la mía, dispuesto a
-derramar la última gota de sangre en holocausto por la redención de la
-Patria.</p>
-
-<p>—Si el pleito con que vienes es una macana, allá tú y tu conciencia,
-Domiciano. Poco daño podrás hacerme, dispuesto como estoy para meter
-fuego al rancho y ponerme en campaña con mis peones. Ya lo sabes. La
-pasada noche estuve en el mitin, y he visto con mis ojos conducir
-esposado, entre caballos, a Don Roque Cepeda. ¡He visto la pasión del
-justo y el escarnio de los gendarmes!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_178">p. 178</span>El Coronelito
-miraba al ranchero con ojos chispones: Inflábale los rubicundos
-cachetes una amplia sonrisa de ídolo glotón, pancista y borracho:</p>
-
-<p>—¡Filomeno, la seguridad ciudadana es puro relajo! Don Roque Cepeda
-tarde verá el sol, si una orden le sume en Santa Mónica: Tiene las
-simpatías populares, pero insuficientemente trabajados los cuarteles, y
-con meros indios votantes no sacará triunfante su candidatura para la
-Presidencia de la República. Yo hacía política revolucionaria y he sido
-descubierto, y antes de ser tronado, me arranco la máscara. ¡Mi viejo,
-vamos a pelearle juntos el gallo a Generalito Banderas! ¡Filomeno, mi
-viejo, tú de milicias estás pelón, y te aprovecharán los consejos de un
-científico! Te nombro mi ayudante. Filomeno, manda no más a la mucama
-que te cosa los galones de capitán.</p>
-
-<p>Filomeno Cuevas sonreía: Era endrino y aguileño: Los dientes
-alobados, retinto de mostacho y entrecejo: En la figura prócer, acerado
-y bien dispuesto:</p>
-
-<p>—Domiciano, será un fregado que mi peonada no quiera reconocerte por
-jefe, y se ofusque y cumpla la orden de tronarte.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_179">p. 179</span>El Coronelito se
-atizó un trago y afligió la cara:</p>
-
-<p>—Filomeno, abusas de tus preeminencias y me estás viendo chuela.</p>
-
-<p>Replicó el otro con humor chancero:</p>
-
-<p>—Domiciano, reconozco tu mérito y te nombraré corneta, si sabes
-solfeo.</p>
-
-<p>—¡No me hagas pendejo, hermano! En mi situación, esas pullas son
-ofensas mortales. A tu lado, en puesto inferior, no me verás nunca.
-Digámonos adiós, Filomeno. Confío que no me negarás una montura y
-un guía baqueano. Tampoco estará de más algún aprovisionamiento de
-plata.</p>
-
-<p>Filomeno Cuevas, amistoso, pero jugando siempre en los labios la
-sonrisa soflamera, posó la mano en el hombro del Coronelito:</p>
-
-<p>—¡No te rajes, valedor! Aún falta que arengues a la peonada. Yo te
-cedo el mando si te aclama por jefe. Y en todo caso, haremos juntos las
-primeras marchas, hasta que se presente ocasión de zafarrancho.</p>
-
-<p>El Coronelito de la Gándara inflose, haciendo piernas, y socarroneó
-en el tono del ranchero:</p>
-
-<p>—Manís, harto me favoreces para que te dispute<span class="pagenum"
-id="Page_180">p. 180</span> una bola de indios: A ti pertenece
-conducirlos a la matanza, pues eres el patrón y los pagas con tu plata.
-No macanees y facilítame montura, que si aquí me descubren vamos los
-dos a Santa Mónica. ¡Mira que tengo los sabuesos sobre el rastro!</p>
-
-<p>—Si asoman el hocico, no faltará quien nos advierta. Sé la que me
-juego conspirando, y no me dejaré tomar en la cama como una liebre.</p>
-
-<p>El Coronelito asintió con gesto placentero:</p>
-
-<p>—Eso quiere decir que se puede echar otro trago. Poner centinelas en
-los pasos estratégicos es providencia de buen militar. ¡Te felicito,
-Filomeno!</p>
-
-<p>Hablaba con el gollete de la cantimplora en la boca, tendido a la
-bartola en el jinocal, rotunda la panza de dios tibetano.</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>La casa vacía, las estancias en desierta penumbra se conmovieron
-con alborozo de voces ligeras: Timbradas risas de infancias alegres
-poblaron el vano de los corredores. La niña ranchera, iluminada con
-los inciensos<span class="pagenum" id="Page_181">p. 181</span>
-del misacantano, entraba quitándose los alfileres del manto, en la
-dispersión de una tropa de chamacos. El Coronelito de la Gándara
-roncaba en el jinocal, abierto de zancas, y un ritmo solemne de globo
-terráqueo conmovía la báquica andorga. Cambió una mirada con el marido
-la niña ranchera:</p>
-
-<p>—¿Y ese apóstol?</p>
-
-<p>—Aquí se ha venido buscando refugio. Por lo que cuenta, cayó en
-desgracia y está en la lista de los impurificados.</p>
-
-<p>—¿Y vos cómo lo pasastes? ¡Me habés tenido en cuidado, toda la noche
-esperando!...</p>
-
-<p>El ranchero calló ensombrecido, y la mirada endrina de empavonados
-aceros mudaba sus duras luces a una luz amable:</p>
-
-<p>—¡Por ti y los chamacos no cumplo mis deberes de ciudadano,
-Laurita! El último cholo que carga un fusil en el campo insurrecto,
-aventaja en patriotismo a Filomeno Cuevas. ¡Yo he debido romper los
-lazos de la familia y no satisfacerme con ser un mero simpatizante!
-Laurita, por evitaros lloros, hoy el más último que milita en las
-filas revolucionarias me hace pendejo a mis propios ojos. Laurita,
-yo comercio y gano la plata, mientras otros<span class="pagenum"
-id="Page_182">p. 182</span> se juegan vida y hacienda por defender las
-libertades públicas. Esta noche he visto conducir entre bayonetas a
-Don Roquito. Si ahora me rajo y no cargo un fusil, será que no tengo
-sangre ni vergüenza. ¡He tomado mi resolución y no quiero lágrimas,
-Laurita!</p>
-
-<p>Calló el ranchero, y súbitamente los ojos endrinos recobraron
-sus timbres aguileños. La niña se recogía al pie de una columna con
-el pañolito sobre las pestañas. El Coronelito abría los brazos y
-bostezaba: Suspendido en nieblas alcohólicas, salía del sueño a una
-realidad hilarante: Reparó en la dueña y se alzó a saludarla con alarde
-jocundo, ciñendo laureles de Baco y de Marte.</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>Chino Viejo, por una talanquera, hacíale al patrón señas con la
-mano. Dos caballos de brida asomaban las orejas. Cambiadas pocas
-palabras, el ranchero y su mayoral montaron y salieron a los campos con
-medio galope.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch4-4">
- <p><span class="pagenum" id="Page_183">p. 183</span></p>
- <h3 class="g3">LIBRO CUARTO</h3>
- <p class="subh3 g0">EL HONRADO GACHUPÍN</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Sin demorarse, el honrado gachupín acudió a la Delegación de
-Policía: Guiado por el sesudo dictamen del sobrino, testimonió la
-denuncia con un anillo de oro bajo y falsa pedrería, que, apurando la
-tasa, no valía diez soles. El Coronel Licenciado López de Salamanca le
-felicitó por su civismo:</p>
-
-<p>—Don Quintín, la colaboración tan espontánea que usted presta a la
-investigación policial merece todos mis plácemes. Le felicito por su
-meritoria conducta, no relajándose de venir a deponer en esta oficina,
-aportando indicios muy interesantes. Va usted a tomarse la molestia de
-puntualizar algunos extremos. ¿Conocía usted a la pueblera que se le
-presentó con el anillo? Cualquier indicación referente a los rumbos por
-donde mora podría ayudar mucho a la captura de la interfecta. Parece
-indudable que el fugado se avistó con esa mujer cuando ya conocía la
-orden de arresto. ¿Sospecha usted que haya ido derechamente en su
-busca?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_184">p. 184</span>—¡Posiblemente!</p>
-
-<p>—¿Desecha usted la conjetura de un encuentro fortuito?</p>
-
-<p>—¡Pues y quién sabe!</p>
-
-<p>—¿El rumbo por donde mora la chinita, usted lo conoce?</p>
-
-<p>El honrado gachupín quedó en falsa actitud de hacer memoria:</p>
-
-<p>—Me declaro ignorante.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>El honrado gachupín cavilaba, ladino, si podía sobrevenirle algún
-daño: Temía enredar la madeja y descubrir el trueque de la prenda. El
-Coronel Licenciado le miraba muy atento, la sonrisa suspicaz y burlona,
-el gesto infalible de zahorí policial. El empeñista acobardose y, entre
-sí, maldijo de Melquíades:</p>
-
-<p>—En el libro comercial se pone siempre alguna indicación: Lo
-consultaré. No respondo de que mi dependiente haya cumplido esa
-diligencia: Es un cabroncito poco práctico, recién arribado de la madre
-patria.</p>
-
-<p>El jefe de Policía se apoyó en la mesa, inclinando el busto hacia el
-honrado gachupín:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_185">p. 185</span>—Lamentaría que se
-le originase un multazo por la negligencia del dependiente.</p>
-
-<p>Disimuló su enojo el empeñista:</p>
-
-<p>—Señor Coronelito, supuesta la omisión, no faltarán medios de operar
-con buen resultado a sus agentes. La chinita vive con un roto que
-alguna vez visitó mi establecimiento, y por seguro que usted tiene su
-filiación, pues no actuó siempre como ciudadano pacífico. Es uno de los
-plateados que se acogieron a indulto tiempos atrás, cuando se pactó
-con los jefes, reconociéndoles grados en el Ejército. Recién disimula
-trabajando en su oficio de alfarero.</p>
-
-<p>—¿El nombre del sujeto, no lo sabe usted?</p>
-
-<p>—Acaso lo recuerde más tarde.</p>
-
-<p>—¿Las señas personales?</p>
-
-<p>—Una cicatriz en la cara.</p>
-
-<p>—¿No será Zacarías el Cruzado?</p>
-
-<p>—Temo dar un falso reseñamiento, pero me inclino sobre esa
-sospecha.</p>
-
-<p>—Señor Peredita, son muy valorizables sus aportaciones, y le
-felicito nuevamente. Creo que estamos sobre los hilos. Puede usted
-retirarse, Señor Pereda.</p>
-
-<p>Insinuó el gachupín:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_186">p. 186</span>—¿La tumbaguita?</p>
-
-<p>—Hay que unirla al atestado.</p>
-
-<p>—¿Perderé los nueve soles?</p>
-
-<p>—¡Qué chance! Usted entabla recurso a la Corte de Justicia. Es
-el trámite, pero indudablemente le será reconocido el derecho a ser
-indemnizado. Entable usted recurso. ¡Señor Peredita, nos vemos!</p>
-
-<p>El Inspector de Policía tocó el timbre. Acudió un escribiente
-deslucido, sudoso, arrugado el almidón del cuello, la chalina suelta,
-la pluma en la oreja, salpicada de tinta la guayabera de dril con
-manguitos negros. El Coronel Licenciado garrapateó un volante, le puso
-sello y alargó el papel al escribiente:</p>
-
-<p>—Procédase violento a la captura de esa pareja, y que los agentes
-vayan muy sobre cautela. Elíjalos usted de moral suficiente para
-fajarse a balazos, e ilústrelos usted en cuanto al mal rejo de Zacarías
-el Cruzado. Si hay disponible alguno que le conozca dele usted la
-preferencia. En el casillero de sospechosos busque la ficha del pájaro.
-Señor Peredita, nos vemos. ¡Muy meritoria su aportación!</p>
-
-<p>Le despidió con ribeteo de soflama. El honrado gachupín se retiró
-cabizbajo, y su última<span class="pagenum" id="Page_187">p.
-187</span> mirada de can lastimero fue para la mesa donde la sortija
-naufragaba irremisiblemente, bajo una ola de legajos. El Inspector,
-puntualizadas sus instrucciones al escribiente, se asomaba a una
-ventana rejona que caía sobre el patio. A poco, en formación y con paso
-acelerado, salía una escuadra de gendarmes. El caporal, mestizo de
-barba horquillada, era veterano de una partida bandoleresca años atrás
-capitaneada por el Coronel Irineo Castañón, Pata de Palo.</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>El caporal distribuyó su gente en parejas, sobre los aledaños del
-chozo, en el Campo del Perulero: Con el pistolón montado, se asomó a la
-puerta:</p>
-
-<p>—¡Zacarías, date preso!</p>
-
-<p>Repuso del adentro la voz azorada de la chinita:</p>
-
-<p>—¡Me ha dejado para siempre el raído! ¡Aquí no lo busques! ¡Tiene
-horita otra querencia ese ganado!</p>
-
-<p>La sombra, amilanada tras la piedra del metate, arrastra el plañido
-y disimula el bulto.<span class="pagenum" id="Page_188">p. 188</span>
-La tropa de gendarmes se juntaba sobre la puerta, con los pistolones
-apuntados al adentro. Ordenó el caporal:</p>
-
-<p>—Sal tú para fuera.</p>
-
-<p>—¿Qué me querés?</p>
-
-<p>—Ponerte una flor en el pelo.</p>
-
-<p>El caporal choteaba baladrón, por divertir y asegurar a su gente.
-Vino del fondo la comadre, con el crío sobre el anca, la greña tendida
-por el hombro, sumisa y descalza:</p>
-
-<p>—Podes catear todos los rincones. Se ha mudado ese atorrante, y no
-más dejó que unos guaraches para que los herede el chamaco.</p>
-
-<p>—Comadrita, somos baqueanos y entendemos esa soflama. Usted, niña,
-ha empeñado una tumbaguita perteneciente al Coronel de la Gándara.</p>
-
-<p>—Por purita casualidad se ha visto en mi mano. ¡Un hallazgo!</p>
-
-<p>—Va usted a comparecer en presencia de mi superior jerárquico,
-Coronel López de Salamanca. Deposite usted esa criatura en tierra y
-marque el paso.</p>
-
-<p>—¿La criatura ya podré llevármela?</p>
-
-<p>—La Dirección de Policía no es una Inclusa.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_189">p. 189</span>—¿Y al cargo de
-quién voy a dejar el chamaco?</p>
-
-<p>—Se hará expediente para mandarlo a la Beneficencia.</p>
-
-<p>El crío, metiéndose a gatas por entre los gendarmes, huyó al
-cenagal. Le gritó afanosa la madre:</p>
-
-<p>—¡Ruin, ven a mi lado!</p>
-
-<p>El caporal cruzó la puerta del chozo, encañonando la oscuridad:</p>
-
-<p>—¡Precaución! Si hay voluntarios para el registro, salgan al frente.
-¡Precaución! Ese roto es capaz de tirotearnos. ¿Quién nos garanta que
-no está oculto? ¡Date preso, Cruzado! No la chingues, que empeoras tu
-situación.</p>
-
-<p>Rodeado de gendarmes, se metía en el chozo, siempre apuntando a los
-rincones oscuros.</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>Practicado el registro, el caporal tornose afuera y puso esposas
-a la chinita, que suspiraba en la puerta, recogida en burujo, con el
-fustán echado por la cabeza. La levantó a empellones. El crío, en
-el pecinal, lloraba rodeado<span class="pagenum" id="Page_190">p.
-190</span> del gruñido de los cerdos. La madre, empujada por los
-gendarmes, volvía la cabeza con desgarradoras voces:</p>
-
-<p>—¡Ven! ¡No te asustes! ¡Ven! ¡Corre!</p>
-
-<p>El niño corría un momento, y tornaba a detenerse sobre el camino,
-llamando a la madre. Un gendarme se volvió, haciéndole miedo, y quedó
-suspenso, llorando y azotándose la cara. La madre le gritaba, ronca:</p>
-
-<p>—¡Ven! ¡Corre!</p>
-
-<p>Pero el niño no se movía. Detenido sobre la orilla de la acequia
-sollozaba mirando crecer la distancia que le separaba de la madre.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch4-5">
- <p><span class="pagenum" id="Page_191">p. 191</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO QUINTO</h3>
- <p class="subh3 g1">EL RANCHERO</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Filomeno Cuevas y Chino Viejo arriendan los caballos en la puerta de
-un jacal y se meten por el sombrizo. A poco, dispersos, van llegando
-otros jinetes rancheros, platas en arneses y jaranos: Eran dueños de
-fundos vecinos, y secretamente adictos a la causa revolucionaria:
-Habíales dado el santo para la reunión Filomeno Cuevas. Aquellos
-compadres ayudábanle en un alijo de armas para levantarse con las
-peonadas: Un alijo que llevaba algunos días sepultado en Potrero
-Negrete. Entendía Filomeno que apuraba sacarlo de aquel pago y
-aprovisionar de fusiles y cananas a las glebas de indios. Poco a poco,
-con meditados espacios, todavía fueron llegando capataces y mayorales,
-indios baqueanos y boleadores de aquellos fundos. Filomeno Cuevas, con
-recalmas y chanzas, escribía un listín de los reunidos y se proclamaba
-partidario de echarse al campo, sin demorarlo. Secretamente, ya tenía
-determinado para aquella noche armar a sus peones con los fusiles<span
-class="pagenum" id="Page_192">p. 192</span> ocultos en el manigual,
-pero disimulaba el propósito con astuta cautela. Enzarzada polémica,
-alternativamente oponían sus alarmas los criollos rancheros. Vista la
-resolución del compadre, se avinieron en ayudarle con caballos, peones
-y plata, pero ello había de ser en el mayor sigilo, para no condenarse
-con Tirano Banderas. Dositeo Velasco, que, por más hacendado, había
-sido de primeras el menos propicio para aventurarse en aquellos azares,
-con el café y la chicha, acabó enardeciéndose y jurando bravatas contra
-el Tirano:</p>
-
-<p>—¡Chingado Banderitas, hemos de poner tus tajadas por los caminos de
-la República!</p>
-
-<p>El café, la chicha y el condumio de tamales provocaba en el coro
-revolucionario un humor parejo, y todos respiraron con las mismas
-soflamas: Alegres y abullangados, jugaban del vocablo: Melosos y
-corteses, salvaban con disculpas las leperadas: Compadritos, se hacían
-mamolas de buenas amistades:</p>
-
-<p>—¡Valedorcito!</p>
-
-<p>—¡Mi viejo!</p>
-
-<p>—¡Nos vemos!</p>
-
-<p>—¡Nos vemos!</p>
-
-<p>Se arengaban con el último saludo, puestos<span class="pagenum"
-id="Page_193">p. 193</span> en las sillas, revolviendo los caballos,
-galopando dispersos por el vasto horizonte llanero.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>El sol de la mañana inundaba las siembras nacidas y las rojas
-parcelas recién aradas, espesuras de chaparros y prodigiosos maniguares
-con los toros tendidos en el carrero de sombra, despidiendo vaho.
-La Laguna de Ticomaipú era, en su cerco de tolderías, un espejo de
-encendidos haces. El patrón galopa, en su alegre tordillo, por el
-borde de una acequia, y arrea detrás su cuartago el mayoral ranchero.
-Repiques y cohetes alegran la cálida mañana. Una romería de canoas,
-engalanadas con flámulas, ramajes y reposteros de flores, sube por los
-canales, con fiesta de indios. Casi zozobraba la leve flotilla con
-tantos triunfos de músicas y bailes: Una tropa cimarrona —caretas de
-cartón, bandas, picas, rodelas— ejecuta la danza de los matachines,
-bajo los palios de la canoa capitana: Un tambor y un figle pautan los
-compases de piruetas y mudanzas. Aparece a lo lejos la casona del
-fundo. Sobre el verde de los oscuros naranjales<span class="pagenum"
-id="Page_194">p. 194</span> promueven resplandores de azulejos,
-terradillos y azoteas. Con la querencia del potrero, las monturas
-avivaban la galopada. El patrón, arrendado en el camino mientras el
-mayoral corre la talanquera, se levanta en los estribos para mirar bajo
-los arcos: El Coronelito, tumbado en la hamaca, rasguea la guitarra
-y hace bailar a los chamacos: Dos mucamas cobrizas, con camisotes
-descotados, ríen y bromean tras de la reja cocineril con geranios
-sardineros. Filomeno Cuevas caracolea el tordillo, avispándole el anca
-con la punta del rebenque: De un bote penetra en el tapiado:</p>
-
-<p>—¡Bien punteada, mi amigo! Haces tú pendejo a Santos Vega.</p>
-
-<p>—Tú me ganas... ¿Y qué sucedió? Vas a dejarme capturar, mi viejo.
-¿Qué traes resuelto?</p>
-
-<p>El patrón, apeado de un salto, entrábase por la arcada, sonoras las
-plateras espuelas y el zarape de un hombro colgándole: El recamado
-alón del sombrero revestía de sombra el rostro aguileño, de caprinas
-barbas:</p>
-
-<p>—Domiciano, voy a darte una provisión de cincuenta bolívares, un
-guía y un caballo, para que tomes vuelo. Enantes, con la mosca<span
-class="pagenum" id="Page_195">p. 195</span> de tus macanas, te hablé de
-remontarnos juntos. Mero, mero, he mudado de pensamiento. Los cincuenta
-bolívares te serán entregados al pisar las líneas revolucionarias. Irás
-sin armas, y el guía lleva la orden de tronarte si le infundes la menor
-sospecha. Te recomiendo, mi viejo, que no lo divulgues, porque es una
-orden secreta.</p>
-
-<p>El Coronelito se incorporó calmoso, apagando con la mano un lamento
-de la guitarra.</p>
-
-<p>—¡Filomeno, deja la chuela! Harto sabes, hermano, que mi dignidad
-no me permite suscribir esa capitulación denigrante. ¡Filomeno, no
-esperaba ese trato! ¡De amigo, te has vuelto Cancerbero!</p>
-
-<p>Filomeno Cuevas, con garbosa cachaza, tiró en el jinocal zarape y
-jarano: Luego sacó del calzón el majo pañuelo de seda y se enjugó la
-frente, encendida y blanca entre mechones endrinos y tuestes de la
-cara:</p>
-
-<p>—¡Domiciano, vamos a no chingarla! Tú te avienes con lo que te dan y
-no pones condiciones.</p>
-
-<p>El Coronelito abrió los brazos:</p>
-
-<p>—¡Filomeno, no late en tu pecho un corazón magnánimo!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_196">p. 196</span>Tenía el pathos
-chispón de cuatro candiles, la verba sentimental y heroica de los pagos
-tropicales. El patrón, sin dejar el chanceo, fue a tenderse en la
-hamaca, y requirió la guitarra, templando:</p>
-
-<p>—¡Domiciano, voy a salvarte la vida! Aún fijamente no estoy
-convencido de que la tengas en riesgo, y tomo mis precauciones: Si eres
-un espía, ten por seguro que la vida te cuesta. Chino Viejo te pondrá
-salvo en el campamento insurrecto, y allí verán lo que hacen de tu
-cuera. Precisamente me urgía mandar un mensaje para aquella banda, y tú
-lo llevarás con Chino Viejo. Pensaba que fueses corneta a mis órdenes,
-pero las bolas han rodado contrariamente.</p>
-
-<p>El Coronelito se finchó con alarde de Marte:</p>
-
-<p>—Filomeno, me reconozco tu prisionero y no me rebajo a discutir
-condiciones. Mi vida te pertenece, puedes tomarla si te causa molestia.
-¡Enseñas buen ejemplo de hospitalidad a estos chamacos! Niños, no se
-remonten: Vengan ustedes acá un rato y aprendan cómo se recibe al amigo
-que llega sin recursos, buscando un refugio para que no lo truene el
-Tirano.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_197">p. 197</span>La tropa menuda
-hacía corro, los ingenuos ojos asustados con atento y suspenso mirar.
-De pronto, la más mediana, que abría la rueda pomposa de su faldellín
-entre dos grandotes atónitos, se alzó con lloros, penetrando en el
-drama del Coronelito. Salió, acuciosa, la abuela, una vieja de sangre
-italiana, renegrida, blanco el moñete, los ojos carbones y el naso
-dantesco:</p>
-
-<p>—¿Cosa c’é, amore?</p>
-
-<p>El Coronelito ya tenía requerido a la niña, y refregándole las
-barbas, la besaba: Erguíase rotundo, levantando a la llorosa en brazos,
-movida la glotona figura con un escorzo tan desmesurado, que casi
-parodiaba la gula de Saturno. Forcejea y acendra su lloro la niña por
-escaparse, y la abuela se encrespa sobre el cortinillo japonés, con el
-rebozo mal terciado. El Coronelito la rejonea con humor alcohólico.</p>
-
-<p>—¡No se acalore, mi viejita, que es nocivo para el bazo!</p>
-
-<p>—¡Ni me asustés vos a la bambina, mal tragediante!</p>
-
-<p>—Filomeno, corresponde con tu mamá política y explícale la
-ocurrencia: La lección que<span class="pagenum" id="Page_198">p.
-198</span> recibes de tus vástagos, el ejemplo de este ángel. ¡No te
-rajes y satisface a tu mamá! ¡Ten el valor de tus acciones!</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>Acompasan con unánime coro los cinco chamacos. El Coronelito, en
-medio, abierto de brazos y zancas, desconcierta con una mueca el
-mascarón de la cara y ornea un sollozo, los fuelles del pecho inflando
-y desinflando:</p>
-
-<p>—¡Tiernos capullos, estáis dando ejemplo de civismo a vuestros
-progenitores! Niños, no olvidéis esta lección fundamental, cuando
-os corresponda actuar en la vida. ¡Filomeno, estos tiernos vástagos
-te acusarán, como un remordimiento, por la mala producción que has
-tenido a mí referente! ¡Domiciano de la Gándara, un amigo entrañable,
-no ha despertado el menor eco en tu corazón! Esperaba verse acogido
-fraternalmente, y recibe peor trato que un prisionero de guerra. Ni se
-le autorizan las armas, ni la palabra de honor le garanta. ¡Filomeno,
-te portas con tu hermano chingadamente!</p>
-
-<p>El patrón, sin dejar de templar, con un<span class="pagenum"
-id="Page_199">p. 199</span> gesto indicaba a la suegra que se llevase a
-los chamacos. La vieja italiana, arrecaudó el hatillo y lo metió por la
-puerta. Filomeno Cuevas cruzó las manos sobre los trastes, agudos los
-ojos, y en el morado de la boca, una sonrisa recalmada:</p>
-
-<p>—Domiciano, te estás demorando no haciéndote orador parlamentario.
-Cosecharías muchos aplausos. Yo lamento no tener bastante cabeza
-para apreciar tu mérito, y mantengo todas las condiciones de mi
-ultimátum.</p>
-
-<p>Un indio ensabanado y greñudo, el rostro en la sombra alona de la
-chupalla, se llegó al patrón, hablándole en voz baja. Filomeno llamó al
-Coronelito:</p>
-
-<p>—¡Estamos fregados! Tenemos tropas federales por los rumbos del
-rancho.</p>
-
-<p>Escupió el Coronelito, torcida sobre el hombro la cara:</p>
-
-<p>—Me entregas, y te pones a bien con Banderitas. ¡Filomeno, te has
-deshonrado!</p>
-
-<p>—¡No me chingues! Harto sabes que nunca me rajé para servir a un
-amigo. Y de mis prevenciones es justificativo el favor que gozabas con
-el Tirano. No más, ahora, visto el chance, la cabeza me juego si no te
-salvo.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_200">p. 200</span>—Dame una provisión
-de pesos y un caballo.</p>
-
-<p>—Ni pensar en tomar vuelo.</p>
-
-<p>—Véame yo en campo abierto y bien montado.</p>
-
-<p>—Estarás aquí hasta la noche.</p>
-
-<p>—¡No me niegues el caballo!</p>
-
-<p>—Te lo niego porque hago mérito de salvarte. Hasta la noche vas a
-sumirte en un chiquero, donde no te descubrirá ni el Diablo.</p>
-
-<p>Tiraba del Coronelito y le metía en la penumbra del zaguán.</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>Por la arcada deslizábase otro indio, que traspasó el umbral de
-la puerta santiguándose. Llegó al patrón, sutil y cauto, con pisadas
-descalzas:</p>
-
-<p>—Hay leva. Poco faltó para que me laceasen. Merito el tambor está
-tocando en el Campo de la Iglesia.</p>
-
-<p>Sonrió el ranchero, golpeando el hombro del compadre:</p>
-
-<p>—Por sí, por no, voy a enchiquerarte.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch4-6">
- <p><span class="pagenum" id="Page_201">p. 201</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO SEXTO</h3>
- <p class="subh3 g2">LA MANGANA</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Zacarías el Cruzado, luego de atracar el esquife en una maraña de
-bejucos, se alzó sobre la barca, avizorando el chozo. La llanura de
-esteros y médanos, cruzada de acequias y aleteos de aves acuáticas,
-dilatábase con encendidas manchas de toros y caballadas, entre prados
-y cañerlas. La cúpula del cielo recogía los ecos de la vida campañera
-en su vasto y sonoro silencio. En la turquesa del día orfeonaban su
-gruñido los marranos. Lloraba un perro, muy lastimero. Zacarías,
-sobresaltado, le llamó con un silbido. Acudió el perro zozobrante,
-bebiendo los vientos, sacudido con humana congoja: Levantado de manos
-sobre el pecho del indio, hociquea lastimero y le prende del camisote,
-sacándole fuera del esquife. El Cruzado monta el pistolón y camina
-con sombrío recelo: Pasa ante el chozo abierto y mudo: Penetra en
-la ciénaga: El perro le insta, sacudidas las orejas, el hocico al
-viento, con desolado tumulto, estremecida la pelambre, lastimero el
-resuello:<span class="pagenum" id="Page_202">p. 202</span> Zacarías le
-va en seguimiento. Gruñen los marranos en el cenagal. Se asustan las
-gallinas al amparo del maguey culebrón. El negro vuelo de zopilotes
-que abate las alas sobre la pecina se remonta, asaltado del perro.
-Zacarías llega: Horrorizado y torvo, levanta un despojo sangriento.
-¡Era cuanto encontraba de su chamaco! Los cerdos habían devorado la
-cara y las manos del niño: Los zopilotes le habían sacado el corazón
-del pecho. El indio se volvió al chozo: Encerró en un saco aquellos
-restos, y con ellos a los pies, sentado a la puerta, se puso a cavilar.
-De tan quieto, las moscas le cubrían y los lagartos tomaban el sol a su
-vera.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Zacarías se alzó con oscuro agüero: Fue al metate, volteó la piedra,
-y descubrió un leve brillo de metales. La papeleta del empeño, en
-cuatro dobleces, estaba debajo. Zacarías, sin mudar el gesto de su
-máscara indiana, contó las nueve monedas, se guardó la plata en el
-cinto y deletreó el papel: “Quintín Pereda. Préstamos. Compra-venta.”
-Zacarías volvió al umbral, se puso el saco al hombro y tomó el<span
-class="pagenum" id="Page_203">p. 203</span> rumbo de la ciudad: A su
-arrimo, el perro doblaba rabo y cabeza. Zacarías, por una calle de
-casas chatas, con azoteas y arrequives de colorines, se metió en los
-ruidos y luces de la feria: Llegó a un tabladillo de azares, y en el
-juego del parar apuntó las nueve monedas: Doblando la puesta, ganó
-tres veces: Le azotó un pensamiento absurdo, otro agüero, un agüero
-macabro: ¡El costal en el hombro le daba la suerte! Se fue, seguido del
-perro, y entró en un bochinche: Allí se estuvo, con el saco a los pies,
-bebiendo aguardiente. En una mesa cercana comía la pareja del ciego y
-la chicuela. Entraba y salía gente, rotos y chinitas, indios camperos,
-viejas que venían por el centavo de cominos para los cocoles. Zacarías
-pidió un guiso de guajolote, y en su plato hizo parte al perro: Luego
-tornó a beber, con la chupalla sobre la cara: Trascendía, con helada
-consciencia, que aquellos despojos le aseguraban de riesgo: Presumía
-que le buscaban para prenderle, y no le turbaba el menor recelo, una
-seguridad cruel le enfriaba: Se puso el costal en el hombro, y con el
-pie levantó al perro:</p>
-
-<p>—¡Porfirio, visitaremos al gachupín!</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_204">p. 204</span>III</h4>
-
-<p>Se detuvo y volvió a sentarse, avizorado por el cuchicheo de la
-pareja lechuza:</p>
-
-<p>—¿No alargará su plazo el Señor Peredita?</p>
-
-<p>—¡Poco hay que esperar, mi viejo!</p>
-
-<p>—Sin el enojo con la chinita hubiera estado más contemplativo.</p>
-
-<p>Zacarías, con la chupalla sobre la cara y el costal en las rodillas,
-amusgaba la oreja. El ciego se había sacado del bolsillo un cartapacio
-de papelotes y registraba entre ellos, como si tuviese vista en el luto
-de las uñas:</p>
-
-<p>—Vuelve a leerme las condiciones del contrato. Alguna cláusula habrá
-que nos favorezca.</p>
-
-<p>Alargábale a la chamaca una hoja con escrituras y sellos:</p>
-
-<p>—¡Taitita, cómo soñamos! El gachupín nos tiene puesto el dogal.</p>
-
-<p>—Repasa el contrato.</p>
-
-<p>—De memoria me lo sé. ¡Perdidos, mi viejo, como no hallemos modo de
-ponernos al corriente!</p>
-
-<p>—¿A cuánto sube el devengo?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_205">p. 205</span>—Siete pesos.</p>
-
-<p>—¡Qué tiempos tan contrarios! ¡Otras ferias siete pesos no suponían
-ni tlaco! ¡La recaudación de una noche como la de ayer superaba esa
-cantidad por lo menos tres veces!</p>
-
-<p>—¡Yo todos los tiempos que recuerdo son iguales!</p>
-
-<p>—Tú eres muy niña.</p>
-
-<p>—Ya seré vieja.</p>
-
-<p>—¿No te parece que insistamos con un ruego al Señor Peredita?
-¡Acaso exponiéndole nuestros propósitos de que tú cantes lueguito en
-conciertos!... ¿No te parece bien volver a verle?</p>
-
-<p>—¡Volvamos!</p>
-
-<p>—Lo dices sin esperanza.</p>
-
-<p>—Porque no la tengo.</p>
-
-<p>—¡Hija mía, no me das ningún consuelo! ¡El Señor Peredita también
-tendrá corazón!</p>
-
-<p>—¡Es gachupín!</p>
-
-<p>—Entre los gachupines hay hombres de conciencia.</p>
-
-<p>—El Señor Peredita nos apretará el dogal, sin compasión. ¡Es muy
-ruin!</p>
-
-<p>—Reconoce que otras veces ha sido más deferente... Pero estaba muy
-tomado de cólera<span class="pagenum" id="Page_206">p. 206</span> con
-aquella chinita, y no debía fallarle razón cuando la pusieron a la
-sombra.</p>
-
-<p>—¡Otra que paga culpas de Domiciano!</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>Zacarías se movió hacia la mustia pareja. El ciego, cerciorado
-de que la niña no leía el papel, lo guardaba en el cartapacio de
-hule negro. La cara del lechuzo tenía un gesto lacio, de cansina
-resignación. La niña le alargaba su plato al perro de Zacarías.
-Insistió Velones:</p>
-
-<p>—¡Domiciano nos ha fregado! Sin Domiciano, Taracena estaría
-regentando su negocio y podría habernos adelantado la plata, o salido
-garante.</p>
-
-<p>—Si no lo rehusaba.</p>
-
-<p>—¡Ay, hija, déjame un rajito de esperanza! Si me lo autorizases,
-pediría una botella de chicha. ¡No me decepciones! La llevaremos a
-casa y me inspiraré para terminar el vals que dedico a Generalito
-Banderas.</p>
-
-<p>—¡Taitita, querés vos poneros trompeto!</p>
-
-<p>—Hija, necesito consolarme.</p>
-
-<p>Zacarías levantó su botella y llenó los vasos de la niña y el
-ciego:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_207">p. 207</span>—Jalate no más. La
-cabrona vida solo así se sobrelleva. ¿Qué se pasó con la chinita? ¿Fue
-denunciada?</p>
-
-<p>—¡Qué chance!</p>
-
-<p>—¿Y la denuncia la hizo el gachupín chingado?</p>
-
-<p>—Para no comprometerse.</p>
-
-<p>—¡Está bueno! Al Señor Peredita dejátelo vos de mi mano.</p>
-
-<p>Cargó el saco y se caminó, con el perro a la vera, el alón de la
-chupalla sobre la cara.</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>El Cruzado se fue despacio, enhebrándose por la rueda de charros
-y boyeros que, sin apearse de las monturas, bebían a la puerta
-del bochinche: Inmóvil el gesto de su máscara verdina, huraño y
-entenebrecido, con taladro doloroso en las sienes, metiose en las
-grescas y voces del real, que juntaba la feria de caballos. Cedros y
-palmas servían de apoyo a los tabanques de jaeces, facones y chamantos.
-Se acercó a una vereda ancha y polvorienta, con carros tolderos y
-meriendas: Jarochos jinetes lucían sus monturas en alardosas<span
-class="pagenum" id="Page_208">p. 208</span> carreras, terciaban
-apuestas, se mentían al procuro de engañarse en los tratos. Zacarías,
-con los pies en el polvo, al arrimo de un cedro, calaba los ojos sobre
-el ruano que corría un viejo jarocho. Tentándose el cinto de las
-ganancias, hizo seña al campero:</p>
-
-<p>—¿Se vende el guaco?</p>
-
-<p>—Se vende.</p>
-
-<p>—¿En cuánto lo ponés, amigo?</p>
-
-<p>—Por muy bajo de su mérito.</p>
-
-<p>—¡Sin macanas! ¿Querés vos cincuenta bolivianos?</p>
-
-<p>—Por cada herradura.</p>
-
-<p>Insistió Zacarías con obstinada canturía:</p>
-
-<p>—Cincuenta bolivianos, si querés venderlo.</p>
-
-<p>—¡No es pagarlo, amigo!</p>
-
-<p>—Me estoy en lo hablado.</p>
-
-<p>Zacarías no mudaba de voz ni de gesto: Con la insistencia monótona
-de la gota de agua, reiteraba su oferta. El jarocho revolvió la
-montura, haciendo lucidas corvetas:</p>
-
-<p>—¡Se gobierna con un torzal! Mirale la boca y verés vos que no está
-cerrado.</p>
-
-<p>Repitió Zacarías con su opaca canturía:</p>
-
-<p>—No más me conviene en cincuenta bolivianos. Sesenta con el
-aparejo.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_209">p. 209</span>El jarocho se
-doblaba sobre el arzón sosegando al caballo con palmadas en el cuello.
-Compadreó:</p>
-
-<p>—Setenta bolivianos, amigo, y de mi cuenta las copas.</p>
-
-<p>—Sesenta con la silla puesta, y me dejás la reata y las espuelas.</p>
-
-<p>Animose el campero, buscando avenencia:</p>
-
-<p>—¡Sesenta y cinco! ¡Y te llevas, manís, una alhaja!</p>
-
-<p>Zacarías posó el saco a los pies, se desató el cinto y, sentado en
-la sombra del cedro, contó la plata sobre una punta del poncho. Nubes
-de moscas ennegrecían el saco, manchado y viscoso de sangre. El perro,
-con gesto legañoso, husmeaba en torno del caballo. Desmontó el jarocho.
-Zacarías ató la plata en la punta del poncho y, demorándose para
-cerrar el ajuste, reconoció los corvejones y la boca del guaco: Puesto
-en silla cabalgó probándolo en cortas carreras, obligándole de la
-brida con brusco arriende, como cuando se tira al toro la mangana. El
-jarocho, en la linde de la polvorienta estrada, atendía al escaramuz,
-sobre las cejas la visera de la mano. Zacarías se acercó, atemperando
-la cabalgada:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_210">p. 210</span>—Me cumple.</p>
-
-<p>—¡Una alhaja!</p>
-
-<p>Zacarías desató la punta del poncho, y en la palma del campero,
-moneda a moneda, contó la plata:</p>
-
-<p>—¡Amigo, nos vemos!</p>
-
-<p>—¿No vos caminarés mero mero sin mojar el trato?</p>
-
-<p>—Mero mero, amigo. Me urge no dilatarme.</p>
-
-<p>—¡Vaya chance!</p>
-
-<p>—Tengo que restituirme a mi pago. Queda en palabra que trincaremos
-en otra ocasión. ¡Nos vemos, amigo!</p>
-
-<p>—¡Nos vemos! Compadrito, cuidame vos del ruano.</p>
-
-<p>El real de la feria tenía una luminosa palpitación cromática. Por
-los crepusculares caminos de tierra roja ondulaban recuas de llamas,
-piños vacunos, tropas de jinetes con el sol poniente en los sombreros
-bordados de plata. Zacarías se salió del tumulto, espoleando, y se
-metió por Arquillo de Madres.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_211">p. 211</span>VI</h4>
-
-<p>Zacarías el Cruzado se encubría con el alón de la chupalla: Una
-torva resolución le asombraba el alma, un pensamiento solitario,
-insistente, inseparable de aquel taladro dolorido que le hendía las
-sienes. Y formulaba mentalmente su pensamiento, desdoblándolo con
-pueril paralelismo:</p>
-
-<p>—¡Señor Peredita, corrés de mi cargo! ¡Corrés de mi cargo, Señor
-Peredita!</p>
-
-<p>Cuando pasaba ante alguna iglesia se santiguaba. Los tutilimundis
-encendían sus candilejas, y frente a una barraca de fieras sintió
-estremecerse los flancos de la montura: El tigre, con venteo de carne
-y de sangre, le rugía levantado tras los barrotes de la jaula, la
-enfurecida cabeza asomada por los hierros, los ojos en lumbre, la cola
-azotante: El Cruzado, advertido, puso espuelas para ganar distancia:
-Sobre la fúnebre carga que sostenía en el arzón, había dejado caer
-el poncho. El Cruzado se aletargaba en la insistencia monótona de su
-pensamiento, desdoblándolo con obstinación mareante, acompasado<span
-class="pagenum" id="Page_212">p. 212</span> por el latido neurálgico de
-las sienes, sujeto a su ritmo de lanzadera:</p>
-
-<p>—¡Señor Peredita, corrés de mi cargo! ¡Corrés de mi cargo, Señor
-Peredita!</p>
-
-<p>Las calles tenían un cromático dinamismo de pregones, guitarros,
-faroles, gallardetes. En el marasmo caliginoso, adormecido de músicas,
-acohetaban repentes de gritos, súbitas espantadas y tumultos. El
-Cruzado esquivaba aquellos parajes de mitotes y pleitos. Ondulaba
-bajo los faroles de colores la plebe cobriza, abierta en regueros,
-remansada frente a bochinches y pulperías. Las figuras se unificaban en
-una síntesis expresiva y monótona, enervadas en la crueldad cromática
-de las baratijas fulleras. Los bailes, las músicas, las cuerdas de
-farolillos, tenían una exasperación absurda, un enrabiamiento de
-quimera alucinante. Zacarías, abismado en rencorosa y taciturna
-tiniebla, sentía los aleteos del pensamiento, insistente, monótono,
-trasmudando su pueril paralelismo:</p>
-
-<p>—¡Señor Peredita, corrés de mi cargo! ¡Corrés de mi cargo, Señor
-Peredita!</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_213">p. 213</span>VII</h4>
-
-<p>Iluminaba la calle un farol con el rótulo de la tienda en los
-vidrios: “Empeñitos de Don Quintín”. El tercer vidrio estaba rajado,
-y no podía leerse. Las percalinas rojas y gualdas de la bandera
-española decoraban la puerta: “Empeñitos de Don Quintín”. Dentro, una
-lámpara con enagüillas verdes alumbraba el mostrador. El empeñista
-acariciaba su gato, un maltés vejete y rubiales, que trascendía el
-absurdo de parecerse a su dueño. El gato y el empeñista miraron a la
-puerta, desdoblando el mismo gesto de alarma. El gato, arqueándose
-sobre las rodillas del gachupín, posaba el terciopelo de sus guantes
-en dos simétricos remiendos de tela nueva. El Señor Peredita llevaba
-manguitos, tenía la pluma en la oreja y sobre la misma querencia el
-seboso gorrete, que años pasados la niña bordó en el colegio:</p>
-
-<p>—¡Buenas noches, patrón!</p>
-
-<p>Zacarías el Cruzado —poncho y chupalla, botas de potro y espuelas—,
-encorvándose sobre el borrén, adelantaba por la puerta<span
-class="pagenum" id="Page_214">p. 214</span> medio caballo. El honrado
-gachupín le miró con cicatera suspicacia:</p>
-
-<p>—¿Qué se ofrece?</p>
-
-<p>—Una palabrita.</p>
-
-<p>—Ata el guaco en la puerta.</p>
-
-<p>—No tiene doma, patrón.</p>
-
-<p>El Señor Peredita pasó fuera del mostrador.</p>
-
-<p>—¡Veamos qué conveniencia traes!</p>
-
-<p>—¡Conocernos, patrón! Es usted muy notorio por mis pagos.
-¡Conocernos! Solo a ese negocio he acudido a la feria, Señor
-Peredita.</p>
-
-<p>—Tú has jalado más de la cuenta y es una sinvergüenzada venir a
-faltar a un hombre provecto. Camínate no más, antes que con una voz
-llame al vigilante.</p>
-
-<p>—Señor Peredita, no se sobresalte. Tengo que recobrar una
-alhajita.</p>
-
-<p>—¿Traes el comprobante?</p>
-
-<p>—¡Véalo no más!</p>
-
-<p>El Cruzado, metiendo la montura en el portal, ponía sobre el
-mostrador el saco manchado y mojado de sangre. Se espantó el
-gachupín:</p>
-
-<p>—¡Estás briago! Jaláis más de la cuenta, y luego venís a faltar en
-los establecimientos.<span class="pagenum" id="Page_215">p. 215</span>
-Toma el saquete y camínate, luego, luego.</p>
-
-<p>El Cruzado casi tocaba en la viguería con la cabeza: Le quedaba en
-sombra la figura desde el pecho a la cara, en tanto que las manos y el
-borrén de la silla destacaban bajo la luz del mostrador:</p>
-
-<p>—¿Señor Peredita, pues no habés pedido el comprobante?</p>
-
-<p>—¡No me friegues!</p>
-
-<p>—Abra usted el saco.</p>
-
-<p>—Camínate y déjame de tus macanas.</p>
-
-<p>El Cruzado fraseó con torva insistencia, apagada la voz en un silo
-de cólera mansa:</p>
-
-<p>—Patrón, usted abre no más, y se entera.</p>
-
-<p>—Poco me importa. Chivo o marrano, con tu pan te lo comas.</p>
-
-<p>El gachupín se encogió viendo caérsele encima la sombra del
-Cruzado.</p>
-
-<p>—¡Señor Peredita, buscás abrir el saco con los dientes!</p>
-
-<p>—Roto, no me traigas un pleito de gaucho malo. Si deseas algún
-servicio de mi parte, vuelves cuando te halles más despejado.</p>
-
-<p>—Patrón, mero mero liquidamos. ¿Recordás de la chinita que dejó una
-tumbaga en nueve bolivianos?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_216">p. 216</span>El honrado gachupín
-se aleló, capcioso:</p>
-
-<p>—No recuerdo. Tendría que repasar los libros. ¿Nueve bolivianos? No
-valdría más. Las tasas de mi establecimiento son las más altas.</p>
-
-<p>—¡Quier decirse que aún los hay más ladrones! Pero no he venido
-sobre ese tanto. Usted, patrón, ha presentado denuncia contra la
-chinita.</p>
-
-<p>Gritó el gachupín con guiño perlático:</p>
-
-<p>—¡No puedo recordar todas las operaciones! ¡Vete no más! ¡Vuelve
-cuando te halles fresco! ¡Se verá si puede mejorarse la tasa!</p>
-
-<p>—Este asunto lo ultimamos luego luego. Patroncito, habés denunciado
-a la chinita y vamos a explicarnos.</p>
-
-<p>—Vuelve cuando estés menos briago.</p>
-
-<p>—Patroncito, somos mortales, y a lo pior tenés la vida menos segura
-que la luz de ese candil. ¿Patroncito, quién ha puesto a la chinita en
-la galera? ¿No habés visto el ranchito vacío? ¡Ya lo verés! ¿No habés
-abierto el saco? ¡Ándele, Señor Peredita, y no se dilate!</p>
-
-<p>—Tendrá que ser, pues eres un alcohólico obstinado.</p>
-
-<p>El honrado gachupín comenzó a desatar el<span class="pagenum"
-id="Page_217">p. 217</span> saco: Tenía el viejales un gesto
-indiferente. A la verdad, no le importaba que fuese chivo o marrano lo
-que guardase. Se transmudó con una espantada al descubrir la yerta y
-mordida cabeza del niño:</p>
-
-<p>—¡Un crimen! ¿Me buscas para la encubierta? ¡Vete y no me traigas
-mal tercio! ¡Vete! ¡No diré nada! ¡So chingado, no me comprometas! ¿Qué
-puedes ofrecerme? ¡Un puñado de plata! ¡So chingado, un hombre de mi
-posición no se compromete por un puñado de plata!</p>
-
-<p>Habló Zacarías, remansada la voz en abismos de cólera:</p>
-
-<p>—Ese cuerpo es el de mi chamaco. La denuncia cabrona le puso a la
-mamasita en la galera. ¡Me lo han dejado solo para que se lo comiesen
-los chanchos!</p>
-
-<p>—Es absurdo que me vengas a mí con esa factura de cargos. ¡Un
-espectáculo horrible! ¡Una desgracia! Quintín Pereda es ajeno a
-ese resultado. Te devolveré la tumbaguita. No hago cuenta de los
-bolivianos. ¡Quiere decirse que te beneficias con mi plata! Recoge
-esos restos. Dales sepultura. Comprendo que, bebiendo, hayas buscado
-consolarte. Vete. La<span class="pagenum" id="Page_218">p. 218</span>
-tumbaguita pasas mañana a recogerla. Dale sepultura sagrada a esos
-restos.</p>
-
-<p>—¡Don Quintinito cabrón, vas, vos acompañarme!</p>
-
-
-<h4>VIII</h4>
-
-<p>El Cruzado, con súbita violencia, rebota la montura, y el lazo de
-la reata cae sobre el cuello del espantado gachupín, que se desbarata
-abriendo los brazos. Fue un dislocarse atorbellinado de las figuras, al
-revolverse del guaco, un desgarre simultáneo. Zacarías, en alborotada
-corveta, atropella y se mete por la calle, llevándose a rastras el
-cuerpo del gachupín: Lostregan las herraduras y trompica el pelele,
-ahorcado al extremo de la reata. El jinete, tendido sobre el borrén,
-con las espuelas en los ijares del caballo, sentía en la tensa reata
-el tirón del cuerpo que rebota en los guijarros. Y consuela su estoica
-tristeza indiana Zacarías el Cruzado.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch4-7">
- <p><span class="pagenum" id="Page_219">p. 219</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO SÉPTIMO</h3>
- <p class="subh3 g2">NIGROMANCIA</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Están prontos los caballos para la fuga en el rancho de Ticomaipú.
-El Coronelito de la Gándara cena con Niño Filomeno. Sobre los términos
-de la colación, manda llamar a sus hijos el ranchero. Niña Laurita,
-con reservada tristeza, sale a buscarlos, y acude, brincante, la
-muchachada, sin atender a la madre, que asombra el gesto con un dedo en
-los labios. El patrón también sentía cubierta su fortaleza con una nube
-de duelo: Tenía los ojos en los manteles: No miraba ni a la mujer ni a
-los hijos: Recobrándose, levantó la frente con austera entereza.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Los chamacos, en el círculo de la lámpara, repentinamente mudos,
-sentían el aura de una adivinación telepática:</p>
-
-<p>—Hijos, he trabajado para dejaros alguna hacienda y quitaros de los
-caminos de la pobreza: Yo los he caminado, y no los quisiera<span
-class="pagenum" id="Page_220">p. 220</span> para ustedes. Hasta hoy
-esta ha sido la directriz de mi vida, y vean cómo hoy he mudado de
-pensamiento. Mi padre no me dejó riqueza, pero me dejó un nombre tan
-honrado como el primero, y esta herencia quiero yo dejarles. Espero que
-ustedes la tendrán en mayor aprecio que todo el oro del mundo, y si así
-no fuese, me ocasionarían un gran sonrojo.</p>
-
-<p>Se oyó el gemido de la niña ranchera:</p>
-
-<p>—¡Siempre nos dejas, Filomeno!</p>
-
-<p>El patrón, con el gesto apagó la pregunta. La rueda de sus hijos
-en torno de la mesa tenía un brillo emocionado en los ojos, pero no
-lloraba:</p>
-
-<p>—A vuestra mamasita pido que tenga ánimo para escuchar lo que me
-falta. He creído hasta hoy que podía ser un buen ciudadano, trabajando
-por acrecentarles la hacienda, sin sacrificar cosa ninguna al servicio
-de la Patria. Pero hoy me acusa mi conciencia, y no quiero avergonzarme
-mañana, ni que ustedes se avergüencen de su padre.</p>
-
-<p>Sollozó la niña ranchera:</p>
-
-<p>—¡Desde ya te pasas a la bola revolucionaria!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_221">p. 221</span>—Con este
-compañero.</p>
-
-<p>El Coronelito de la Gándara se levantó, alardoso, tendiéndole los
-brazos:</p>
-
-<p>—¡Eres un patricio espartano, y no me rajo!</p>
-
-<p>Suspiraba la ranchera:</p>
-
-<p>—¿Y si hallas la muerte, Filomeno?</p>
-
-<p>—Tú cuidarás de educar a los chamacos y de recordarles que su padre
-murió por la Patria.</p>
-
-<p>La mujer presentía imágenes tumultuosas de la revolución. Muertes,
-incendios, suplicios y, remota, como una divinidad implacable, la momia
-del Tirano.</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>Ante la reja nocturna, fragante de albahacón, refrenaba su parejeño
-Zacarías el Cruzado: Apareciose en súbita galopada, sobresaltando la
-nocharniega cadencia campañera:</p>
-
-<p>—¡Vuelo, vuelo, mi Coronelito! La chinita fue delatada. Ya la pagó
-el fregado gachupín. ¡Vuelo, vuelo!</p>
-
-<p>Zacarías refrenaba el caballo, y la oscura expresión del semblante y
-el sofoco de la voz metía, afanoso, por los hierros. En la sala,<span
-class="pagenum" id="Page_222">p. 222</span> todas las figuras se
-movieron unánimes hacia la reja. Interrogó el Coronelito:</p>
-
-<p>—¿Pues qué se pasó?</p>
-
-<p>—La tormentona más negra de mi vida. ¡De estrella pendeja fueron los
-brillos de la tumbaguita! ¡Vuelo, vuelo, que traigo perro sobre los
-rastros, mi Coronelito!</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>La niña ranchera abraza al marido, en el fondo de la sala, y
-lloriquea la tropa de chamacos encandillándose a la falda de la madre.
-Hipando su grito, irrumpe por una puerta la abuela carcamana:</p>
-
-<p>—¿Perché questa follia? Se il Filomeno trova fortuna nella
-rivoluzione potrá diventar un Garibaldi. ¡Non mi spaventar i
-bambini!</p>
-
-<p>El Cruzado miraba por los hierros, la figura toda en sombra. El
-ojo enorme del caballo recibía por veces una luz en el juego de las
-siluetas que accionaban cortando el círculo del candil. Zacarías aún
-terciaba sobre la silla el saco con el niño muerto. En la sala, el
-grupo familiar rodeaba al patrón. La madre, uno por uno, levantaba a
-los hijos, pasándoles<span class="pagenum" id="Page_223">p. 223</span>
-a los brazos del padre. Consideró Zacarías, con dejo apagado:</p>
-
-<p>—¡Son pidazos del corazón!</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>Chino Viejo acercó los caballos, y los ecos de la galopada rodaron
-por la nocturna campaña. Zacarías en el primer sofreno, al meterse por
-un vado, apareó su montura con la del Coronelito:</p>
-
-<p>—¡Se chinga Banderitas! Tenemos un auxiliar muy grande. ¡Aquí va
-conmigo!</p>
-
-<p>El Coronelito le miró, sospechándole borracho:</p>
-
-<p>—¿Qué dices, manís?</p>
-
-<p>—La reliquia de mi chamaco. Una carnicería que los chanchos me han
-dejado. Va en este alforjín.</p>
-
-<p>El Coronel le tendió la mano:</p>
-
-<p>—-Me ocasiona un verdadero sentimiento, Zacarías. ¿Y cómo no has
-dado sepultura a esos restos?</p>
-
-<p>—A su hora.</p>
-
-<p>—No me parece bien.</p>
-
-<p>—Esta reliquia nos sirve de salvoconducto.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_224">p. 224</span>—¡Es una creencia
-rutinaria!</p>
-
-<p>—¡Mi jefecito, que lo cuente el chingado gachupín!</p>
-
-<p>—¿Qué has hecho?</p>
-
-<p>—Guindarlo. No pedía menos satisfacción esta carnicería de mi
-chamaco.</p>
-
-<p>—Hay que darle sepultura.</p>
-
-<p>—Cuando estemos a salvo.</p>
-
-<p>—¡Y parecía muy vivo, el cabroncito!</p>
-
-<p>—¡Cuanti menos, para su padre!</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch5">
- <p><span class="pagenum" id="Page_225">p. 225</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/i_0227.jpg"
- style="width: 18em; height: auto;"
- alt="Portadilla"/>
- </div>
- <h2 class="nobreak g2 ws2">QUINTA PARTE</h2>
- <p class="subh2 g1">SANTA MÓNICA</p>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch5-1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_227">p. 227</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3>
- <p class="subh3 g0">BOLETO DE SOMBRA</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>El Fuerte de Santa Mónica, que en las luchas revolucionarias sirvió
-tantas veces como prisión de reos políticos, tenía una pavorosa
-leyenda de aguas empozoñadas, mazmorras con reptiles, cadenas, garfios
-y cepos de tormento. Estas fábulas, que databan de la dominación
-española, habían ganado mucho valimiento en la tiranía del General
-Santos Banderas. Todas las tardes en el foso del baluarte, cuando las
-cornetas tocaban fajina, era pasada por las armas alguna cuerda de
-revolucionarios. Se fusilaba sin otro proceso que una orden secreta del
-Tirano.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Nachito y el estudiante traspasaron la poterna, entre la escolta de
-soldados. El Alcaide los acogió sin otro trámite que el parte verbal
-depuesto por un sargento, y enviado desde la cantina por el Mayor del
-Valle. Al cruzar<span class="pagenum" id="Page_228">p. 228</span> la
-poterna, los dos esposados alzaron la cabeza para hundir una larga
-mirada en el azul remoto y luminoso del cielo. El Alcaide de Santa
-Mónica, Coronel Irineo Castañón, aparece en las relaciones de aquel
-tiempo como uno de los más crueles sicarios de la Tiranía: Era un viejo
-sanguinario y potroso que fumaba en cachimba y arrastraba una pata de
-palo. Con la bragueta desabrochada, jocoso y cruel, dio entrada a los
-dos prisioneros:</p>
-
-<p>—¡Me felicito de recibir a una gente tan seleccionada!</p>
-
-<p>Nachito acogió el sarcasmo con falsa risa de dientes y quiso
-explicarse:</p>
-
-<p>—Se padece una ofuscación, mi Coronelito.</p>
-
-<p>El Coronel Irineo Castañón vaciaba la cachimba golpeando sobre la
-pata de palo:</p>
-
-<p>—A mí en eso ninguna cosa me va. Los procesos, si hay lugar, los
-instruye el Licenciadito Carballeda. Ahora, como aún se trata de una
-simple detención, van a tener por suyo todo el recinto murado.</p>
-
-<p>Agradeció Nachito con otra sonrisa cumplimentera y acabó
-moqueando:</p>
-
-<p>—¡Es un puro sonambulismo este fregado!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_229">p. 229</span>El Cabo de Vara,
-en el sombrizo de la puerta, hacía sonar la pretina de sus llaves:
-Era mulato, muy escueto, con automatismo de fantoche: Se cubría con
-un chafado kepis francés, llevaba pantalones colorados de uniforme, y
-guayabera rabona muy sudada: Los zapatos de charol, viejos y tilingos,
-traía picados en los juanetes. El Alcaide le advirtió jovial:</p>
-
-<p>—Don Trini, a estos dos flautistas vea de suministrarles boleto de
-preferencia.</p>
-
-<p>—No habrá queja. Si vienen provisorios se les dará luneta de
-muralla.</p>
-
-<p>Don Trini, cumplida la fórmula del cacheo, condujo a los presos por
-un bovedizo con fusiles en armario: Al final, abrió una reja y los
-soltó entre murallas:</p>
-
-<p>—Pueden pasearse a su gusto.</p>
-
-<p>Nachito, siempre cumplimentero y servil, rasgó la boca:</p>
-
-<p>—¡Muchísimas gracias, Don Trini!</p>
-
-<p>Don Trini, con absoluta indiferencia, batió la reja, haciendo
-rechinar cerrojos y llaves: Gritó alejándose:</p>
-
-<p>—Hay cantina, si algo desean y quieren pagarlo.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_230">p. 230</span>III</h4>
-
-<p>Nachito, suspirando, leía en el muro los grafitos carcelarios
-decorados con fálicos trofeos. Tras de Nachito, el taciturno estudiante
-liaba el cigarro: Tenía en los ojos una chispa burlona, y en la boca
-prieta, color de moras, un rictus de compasión altanera. Esparcidos y
-solitarios paseaban algunos presos. Se oía el hervidero de las olas,
-como si estuviesen socavando el cimiento. Las ortigas lozaneaban en los
-rincones sombríos, y en la azul transparencia aleteaba una bandada de
-zopilotes, pájaros negros. Nachito, finchándose en el pando compás de
-las zancas, miró con reproche al estudiante:</p>
-
-<p>—Ese mutismo es impropio para dar ánimos al compañero, y hasta puede
-ser una falta de generosidad. ¿Cómo es su gracia, amigo?</p>
-
-<p>—Marco Aurelio.</p>
-
-<p>—¡Marquito, qué será de nosotros!</p>
-
-<p>—¡Pues, y quién sabe!</p>
-
-<p>—¡Esto impone! ¡Se oye el farollón de las olas!... Parece que
-estamos en un barco.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_231">p. 231</span>El Fuerte de
-Santa Mónica, castillote teatral con defensas del tiempo de los
-virreyes, erguíase sobre los arrecifes de la costa, frente al vasto
-mar ecuatorial, caliginoso, de ciclones y calmas. En la barbacana,
-algunos morteros antiguos, roídos de lepra por el salitre, se alineaban
-moteados con las camisas de los presos tendidas a secar: Un viejo,
-sentado sobre el cantil frente al mar inmenso, ponía remiendos a la
-frazada de su camastro. En el más erguido baluarte cazaba lagartijas un
-gato, y pelotones de soldados hacían ejercicios en Punta Serpiente.</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>Hilo de la muralla, la curva espumosa de las olas balanceaba
-una ringla de cadáveres. Vientres inflados, livideces tumefactas.
-Algunos prisioneros, con grito de motín, trepaban al baluarte. Las
-olas mecían los cadáveres ciñéndolos al costado de la muralla, y el
-cielo alto, llameante, cobijaba un astroso vuelo de zopilotes, en la
-cruel indiferencia de su turquesa. El preso que ponía remiendos en la
-frazada de su camastro quebró<span class="pagenum" id="Page_232">p.
-232</span> el hilo, y con la hebra en el bezo murmuró leperón y
-sarcástico:</p>
-
-<p>—¡Los chingados tiburones ya se aburren de tanta carne
-revolucionaria, y todavía no se satisface el cabrón Banderas! ¡Puta
-madre!</p>
-
-<p>El rostro de cordobán, burilado de arrugas, tenía un gesto estoico:
-La rasura de la barba, crecida y cenicienta, daba a su natural adusto
-un cierto aire funerario. Nachito y Marco Aurelio caminaron inciertos,
-como viajeros extraviados: Nachito, si algún preso cruzaba por su vera,
-apartábase solícito y abría paso con una sonrisa amistosa. Llegaron
-al baluarte y se asomaron a mirar el mar alegre de luces mañaneras,
-nigromántico con la fúnebre ringla balanceándose en las verdosas
-espumas de la resaca. Entre los presos que coronaban el baluarte
-acrecía la zaloma de motín con airados gestos y erguir de brazos.
-Nachito se aleló de espanto:</p>
-
-<p>—¿Son náufragos?</p>
-
-<p>El viejo de la frazada le miró despreciándole:</p>
-
-<p>—Son los compañeros recién ultimados en Foso-Palmitos.</p>
-
-<p>Interrogó el estudiante:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_233">p. 233</span>—¿No se les
-enterraba?</p>
-
-<p>—¡Qué va! Se les tiraba al mar. Pero visto cómo a los tiburones ya
-les estomaga la carne revolucionaria, tendrán que darnos tierra a los
-que estamos esperando vez.</p>
-
-<p>Tenía una risa rabiosa y amarga. Nachito cerró los ojos:</p>
-
-<p>—¿Es de muerte su sentencia, mi viejo?</p>
-
-<p>—¿Pues conoce otra penalidad más clemente el Tigre de Zamalpoa? ¡De
-muerte! ¡Y no me arrugo ni me rajo! ¡Abajo el Tirano!</p>
-
-<p>Los prisioneros encaramados en el baluarte, hundían las miradas en
-los disipados verdes que formaba la resaca entre los contrafuertes
-de la muralla. El grupo tenía una frenética palpitación, una brama,
-un clamoreo de denuestos. El Doctor Alfredo Sánchez Ocaña, poeta y
-libelista, famoso tribuno revolucionario, se encrespó con el brazo
-tendido en arenga, bajo la mirada retinta del centinela que paseaba en
-la poterna con el fusil terciado:</p>
-
-<p>—¡Héroes de la libertad! ¡Mártires de la más noble causa! ¡Vuestros
-nombres escritos con letras de oro, fulgirán en las páginas de<span
-class="pagenum" id="Page_234">p. 234</span> nuestra Historia!
-¡Hermanos, los que van a morir os rinden un saludo, y os presentan
-armas!</p>
-
-<p>Se arrancó el jipi con un gran gesto, y todos le imitaron. El
-centinela amartilló el fusil:</p>
-
-<p>—¡Atrás! No hay orden para demorar en el baluarte.</p>
-
-<p>Le apostrofó el Doctor Sánchez Ocaña:</p>
-
-<p>—¡Vil esclavo!</p>
-
-<p>Una barca tripulada por carabineros de mar, arriando vela,
-maniobraba para recoger los cadáveres. Embarcó siete. Y como los
-prisioneros en creciente motín no desalojaban el baluarte, salió la
-guardia y sonaron cornetas.</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>Nachito, tomado de alferecía, se agarraba al brazo del
-estudiante:</p>
-
-<p>—¡Nos hemos fregado!</p>
-
-<p>El viejo de la manta le miró despacio, el belfo mecido por una risa
-de cabrío:</p>
-
-<p>—No merita tanto atribulo esta vida pendeja.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_235">p. 235</span>Nachito ahiló la
-voz en el hipo de un sollozo:</p>
-
-<p>—¡Muy triste morir inocente! ¡Me condenan las apariencias!</p>
-
-<p>Y el viejo, con burlona mueca de escarnio, seguía martillando:</p>
-
-<p>—¿No sos revolucionario? Pues sin merecerlo vas vos a tener el fin
-de los hombres honrados.</p>
-
-<p>Nachito, relajándose en una congoja, tendía los ojos suplicantes al
-preso, que, con el ceño fruncido y la manta tendida sobre las piernas,
-se había puesto a estudiar la geometría de un remiendo. Nachito intentó
-congraciarse la voluntad de aquel viejo de cordobán: El azar los reunía
-bajo la higuera, en un rincón del patio:</p>
-
-<p>—Nunca he sido simpatizante con el ideario de la revolución y lo
-deploro, comprendo que son ustedes héroes con un puesto en la Historia:
-Mártires de la Idea. ¡Sabe, amigo, que habla muy lindo el Doctor
-Sánchez Ocaña!</p>
-
-<p>Hízole coro el estudiante, con sombrío apasionamiento:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_236">p. 236</span>—En el campo
-revolucionario militan las mejores cabezas de la República.</p>
-
-<p>Aduló Nachito:</p>
-
-<p>—¡Las mejores!</p>
-
-<p>Y el viejo de la frazada, lentamente, mientras enhebra, desdeñoso y
-arisco comentaba:</p>
-
-<p>—Pues, manifiestamente, para enterarse no hay cosa como
-visitar Santa Mónica. A lo que se colige, el chamaco tampoco es
-revolucionario.</p>
-
-<p>Declaró Marco Aurelio con firmeza:</p>
-
-<p>—Y me arrepiento de no haberlo sido, y lo seré, si alguna vez me veo
-fuera de estos muros.</p>
-
-<p>El viejo, anudando la hebra, reía con su risa de cabra:</p>
-
-<p>—De buenos propósitos está empedrado el Infierno.</p>
-
-<p>Marco Aurelio miró al viejo conspirador y juzgó tan cuerdas sus
-palabras, que no sintió el ultraje: Le sonaban como algo lógico e
-irremediable en aquella cárcel de reos políticos, orgullosos de
-morir.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_237">p. 237</span>VI</h4>
-
-<p>El tumbo del mar batía la muralla, y el oboe de las olas cantaba el
-triunfo de la muerte. Los pájaros negros hacían círculos en el remoto
-azul, y sobre el losado del patio se pintaba la sombra fugitiva del
-aleteo. Marco Aurelio sentía la humillación de su vivir, arremansado
-en la falda materna, absurdo, inconsciente como las actitudes de esos
-muñecos olvidados tras de los juegos: Como un oprobio remordíale
-su indiferencia política. Aquellos muros, cárcel de exaltados
-revolucionarios, le atribulaban y acrecían el sentimiento mezquino de
-su vida, infantilizada entre ternuras familiares y estudios pedantes,
-con premios en las aulas. Confuso atendía al viejo que entraba y sacaba
-la aguja de lezna:</p>
-
-<p>—¿Venís vos a la sombra por incidencia justificada, o por espiar lo
-que se conversa? Eso, amigo, es bueno ponerlo en claro. Recorra las
-cuadras y vea si encuentra algún fiador. ¿No dice que es estudiante?
-Pues aquí no faltan universitarios. Si quiere tener amigos en
-esta mazmorra, busque modo de justificarse.<span class="pagenum"
-id="Page_238">p. 238</span> Los revolucionarios platónicos merecen poca
-confianza.</p>
-
-<p>El estudiante había palidecido intensamente. Nachito, con ojos de
-perro, imploraba clemencia:</p>
-
-<p>—A mí también me tenía horrorizado Tirano Banderas: ¡Muy por demás
-sanguinario! Pero no era fácil romper la cadena. Yo para volinas no
-valgo, y ¿adónde iba que me recibiesen si soy inútil para ganarme
-los fríjoles? El Generalito me daba un hueso que roer y se divertía
-choteándome. En el fondo parecía apreciarme. ¿Qué está mal, que soy un
-pendejo, que aquello era por demás, que tiene sus fueros la dignidad
-humana? Corriente. Pero hay que reflexionar lo que es un hombre privado
-del albedrío por ley de herencia. ¡Mi papá, un alcohólico! ¡Mi mamá,
-con desvarío histérico! El Generalito, a pesar de sus escarnios, se
-divertía oyéndome decir jangadas. No me faltaban envidiosos. ¡Y ahora
-caer de tan alto!</p>
-
-<p>Marco Aurelio y el viejo conspirador oían callados y por veces se
-miraban. Concluyó el viejo:</p>
-
-<p>—¡Hay sujetos más ruines que putas!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_239">p. 239</span>Se ahogaba
-Nachito.</p>
-
-<p>—¡Todo acabó! El último escarnio supera la raya. Nunca llegó a
-tanto. Divertirse fusilando a un desgraciado huérfano, es propio
-de Nerón. Marquito, y usted amigo, yo les agradecería que luego me
-ultimasen. Sufro demasiado. ¡Qué me vale vivir unas horas, si todo
-el gusto me lo mata este chingado sobresalto! Conozco mi fin, tuve
-un aviso de las ánimas. Porque en este fregado ilusorio andan las
-Benditas. Marquito, dame cachete, indúltame de este suplicio nervioso.
-Hago renuncia de la vida por anticipado. Vos, mi viejo, ¿qué hacés
-que no me sangrás con esa lezna remendona? Mero mero, pasame las
-entretelas. Amigos, ¿qué dicen? Si temen complicaciones, háganme el
-servicio de consolarme de alguna manera.</p>
-
-
-<h4>VII</h4>
-
-<p>El planto pusilánime y versátil de aquel badulaque aparejaba
-un gesto ambiguo de compasión y desdén en la cara funeraria del
-viejo conspirador y en la insomne palidez del<span class="pagenum"
-id="Page_240">p. 240</span> estudiante. La mengua de aquel bufón en
-desgracia tenía cierta solemnidad grotesca como los entierros de
-mojiganga con que fina el antruejo. Los zopilotes abatían sus alas
-tiñosas sobre la higuera.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch5-2">
- <p><span class="pagenum" id="Page_241">p. 241</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3>
- <p class="subh3 g1">EL NÚMERO TRES</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>El calabozo número tres era una cuadra con altas luces enrejadas,
-mal oliente de alcohol, sudor y tabaco. Colgaban en calle, a uno y
-otro lateral, las hamacas de los presos, reos políticos en su mayor
-cuento, sin que faltasen en aquel rancho el ladrón encanecido, ni el
-idiota sanguinario, ni el rufo valiente, ni el hipócrita desalmado.
-Por hacerles a los políticos más atribulada la cárcel, les befaba con
-estas compañías el de la pata de palo, Coronel Irineo Castañón. La
-luz polvorienta y alta de las rejas resbalaba por la cal sucia de los
-muros, y la expresión macilenta de los encarcelados hallaba una suprema
-valoración en aquella luz árida y desolada. El Doctor Sánchez Ocaña,
-declamatorio, verboso, con el puño de la camisa fuera de la manga,
-el brazo siempre en tribuno arrebato, engolaba elocuentes apóstrofes
-contra la tiranía:</p>
-
-<p>—El funesto fénix del absolutismo colonial, renace de sus cenizas
-aventadas a los cuatro<span class="pagenum" id="Page_242">p.
-242</span> vientos, concitando las sombras y los manes de los augustos
-libertadores. Augustos, sí, y el ejemplo de sus vidas debe servirnos de
-luminar en estas horas, que acaso son las últimas que nos resta vivir.
-El mar devuelve a la tierra sus héroes, los voraces monstruos de las
-azules minas se muestran más piadosos que el general Santos Banderas...
-Nuestros ojos...</p>
-
-<p>Se interrumpía. Llegaba por el corredor la pata de palo. El alcaide
-cruzó fumando en cachimba, y poco a poco extinguiose el alerta de su
-paso cojitranco.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Un preso, que leía tendido en su hamaca, sacó a luz, de nuevo, el
-libro que había ocultado. De la hamaca vecina le interrogó la sombra de
-Don Roque Cepeda:</p>
-
-<p>—¿Siempre con las Evasiones Célebres?</p>
-
-<p>—Hay que estudiar los clásicos.</p>
-
-<p>—¡Mucho le intriga esa lectura! ¿Sueña usted con evadirse?</p>
-
-<p>—Pues quién sabe.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_243">p. 243</span>—¡Ya estaría bueno,
-podérsela jugar al Coronelito Pata de Palo!</p>
-
-<p>Cerró el libro con un suspiro el que leía:</p>
-
-<p>—No hay que pensarlo. Posiblemente a usted y a mí nos fusilan esta
-tarde.</p>
-
-<p>Denegó con ardiente convicción Don Roque:</p>
-
-<p>—A usted, no sé... Pero yo estoy seguro de ver el triunfo de la
-Revolución. Acaso más tarde me cueste la vida. Acaso. Se cumple siempre
-el Destino.</p>
-
-<p>—Indudablemente. ¿Pero usted conoce su Destino?</p>
-
-<p>—Mi fin no está en Santa Mónica. Tengo encima el medio siglo, aún no
-hice nada, he sido un soñador y forzosamente debo regenerarme actuando
-en la vida del pueblo, y moriré después de haberle regenerado.</p>
-
-<p>Hablaba con esa luz fervorosa de los agonizantes, confortados por la
-fe de una vida futura, cuando reciben la Eucaristía. Su cabeza tostada
-de santo campesino erguíase sobre la almohada como en una resurrección,
-y todo el bulto de su figura exprimíase bajo el sabanil como bajo un
-sudario. El otro prisionero le miró con amistosa expresión de burla y
-duda:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_244">p. 244</span>—¡Quisiera tener su
-fe, Don Roque! Pero me temo que nos fusilen juntos en Foso-Palmitos.</p>
-
-<p>—Mi destino es otro. Y usted déjese de cavilaciones lúgubres y siga
-soñando con evadirse.</p>
-
-<p>—Somos muy opuestos. Usted, pasivamente, espera que una fuerza
-desconocida le abra las rejas. Yo hago planes para fugarme y trabajo en
-ello sin echar de la imaginación el presentimiento de mi fin próximo. A
-lo más hondo esta idea me trabaja, y solamente, por no capitular, sigo
-el acecho de una ocasión que no espero.</p>
-
-<p>—El Destino se vence si para combatirle sabemos reunir nuestras
-fuerzas espirituales. En nosotros existen fuerzas latentes,
-potencialidades que desconocemos. Para el estado de conciencia en que
-usted se halla, yo le recomendaría otra lectura más espiritual que esas
-Evasiones Célebres. Voy a procurarle El Sendero Teosófico: Le abrirá
-horizontes desconocidos.</p>
-
-<p>—Recién le platicaba que somos muy opuestos. Las complejidades
-de sus autores me dejan frío. Será que no tengo espíritu<span
-class="pagenum" id="Page_245">p. 245</span> religioso. Eso debe ser.
-Para mí todo acaba en Foso-Palmitos.</p>
-
-<p>—Pues reconociéndose tan carente de espíritu religioso, usted será
-siempre un revolucionario muy mediocre. Hay que considerar la vida como
-una simiente sagrada que se nos da para que la hagamos fructificar en
-beneficio de todos los hombres. El revolucionario es un vidente.</p>
-
-<p>—Hasta ahí llego.</p>
-
-<p>—¿Y de quién recibimos esta existencia que tiene un sentido
-determinado? ¿Quién la sella con esa obligación? ¿Podemos impunemente
-traicionarla? ¿Concibe usted que no haya una sanción?</p>
-
-<p>—¿Después de la muerte?</p>
-
-<p>—Después de la muerte.</p>
-
-<p>—Esas preguntas, yo me abstengo de resolverlas.</p>
-
-<p>—Acaso porque no se las formula con bastante ahínco.</p>
-
-<p>—Acaso.</p>
-
-<p>—¿Y el enigma, tampoco le anonada?</p>
-
-<p>—Procuro olvidarlo.</p>
-
-<p>—¿Y puede?</p>
-
-<p>—He podido.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_246">p. 246</span>—¿Y al presente?</p>
-
-<p>—La cárcel siempre es contagiosa... Y si continúa usted platicándome
-como lo hace, acabará por hacerme rezar un Credo.</p>
-
-<p>—Si le enoja dejaré el tema.</p>
-
-<p>—Don Roque, sus enseñanzas no pueden serme sino muy gratas. Pero
-entre flores tan doctas me ha puesto usted un rejón que aún me escuece.
-¿Por qué juzga que mi actuación revolucionaria será siempre mediocre?
-¿Qué relaciones establece usted entre la conciencia religiosa y los
-ideales políticos?</p>
-
-<p>—¡Mi viejo, son la misma cosa!</p>
-
-<p>—¿La misma cosa? Podrá ser. Yo no lo veo.</p>
-
-<p>—Hágase usted más meditativo y comprenderá muchas verdades que solo
-así le serán reveladas.</p>
-
-<p>—Cada persona es un mundo, y nosotros dos somos muy diversos. Don
-Roque, usted vuela muy remontado, y yo camino por los suelos, pero
-el calificativo que me ha puesto de mediocre revolucionario es una
-ofuscación que usted padece. La religión es ajena a nuestras luchas
-políticas.</p>
-
-<p>—A ninguno de nuestros actos puede ser ajena la intuición de
-eternidad. Solamente los<span class="pagenum" id="Page_247">p.
-247</span> hombres que alumbran todos sus pasos con esa antorcha logran
-el culto de la Historia. La intuición de eternidad trascendida es la
-conciencia religiosa: Y en nuestro ideario, la piedra angular, la
-redención del indio, es un sentimiento fundamentalmente cristiano.</p>
-
-<p>—Libertad, Igualdad, Fraternidad, me parece que fueron los tópicos
-de la Revolución Francesa. Don Roque, somos muy buenos amigos, pero
-sin poder entendernos. ¿No predicó el ateísmo la Revolución Francesa?
-Marat, Danton, Robespierre...</p>
-
-<p>—Espíritus profundamente religiosos, aun cuando lo ignorasen algunas
-veces.</p>
-
-<p>—¡Santa ignorancia! Don Roque, concédame usted esa categoría para
-sacarme el rejón que me ha puesto.</p>
-
-<p>—No me guarde rencor, se la concedo.</p>
-
-<p>Se dieron la mano, y par a par en las hamacas, quedaron un buen
-espacio silenciosos. En el fondo de la cuadra, entre un grupo de
-prisioneros, seguía perorando el Doctor Sánchez Ocaña. El gárrulo fluir
-de tropos y metáforas resaltaba su frío amaneramiento en el ambiente
-pesado de sudor, aguardiente y tabaco del calabozo número tres.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_248">p. 248</span>III</h4>
-
-<p>Don Roque Cepeda convocaba en torno de su hamaca un grupo atento a
-las lecciones de ilusionada esperanza que vertía con apagado murmullo
-y clara sonrisa seráfica. Don Roque era profundamente religioso, con
-una religión forjada de intuiciones místicas y máximas indostánicas:
-Vivía en un pasmo ardiente, y su peregrinación por los caminos del
-mundo se le aparecía colmada de obligaciones arcanas, ineludibles como
-las órbitas estelares: Adepto de las doctrinas teosóficas, buscaba
-en la íntima hondura de su conciencia un enlace con la conciencia
-del Universo: La responsabilidad eterna de las acciones humanas le
-asombraba con el vasto soplo de un aliento divino. Para Don Roque los
-hombres eran ángeles desterrados: Reos de un crimen celeste indultaban
-su culpa teologal por los caminos del tiempo, que son los caminos del
-mundo. Las humanas vidas con todos sus pasos, con todas sus horas,
-promovían resonancias eternas que sellaba la muerte con un círculo
-de infinitas responsabilidades. Las almas,<span class="pagenum"
-id="Page_249">p. 249</span> al despojarse de la envoltura terrenal,
-actuaban su pasado mundano en límpida y hermética visión de conciencias
-puras. Y este círculo de eterna contemplación —gozoso o doloroso—
-era el fin inmóvil de los destinos humanos, y la redención del ángel
-en destierro. La peregrinación por el limo de las formas, sellaba un
-número sagrado. Cada vida, la más humilde, era creadora de un mundo,
-y al pasar bajo el arco de la muerte, la conciencia cíclica de esta
-creación se posesionaba del alma, y el alma, prisionera en su centro,
-devenía contemplativa y extática. Don Roque era varón de muy varias y
-desconcertantes lecturas, que por el sendero teosófico lindaban con
-la cábala, el ocultismo y la filosofía alejandrina. Andaba sobre los
-cincuenta años. Las cejas, muy negras, ponían un trazo de austera
-energía bajo la frente ancha, pulida calva de santo románico. El cuerpo
-mostraba la firme estructura del esqueleto, la fortaleza dramática
-del olivo y de la vid. Su predicación revolucionaria tenía una luz de
-sendero matinal y sagrado.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch5-3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_251">p. 251</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3>
- <p class="subh3 g2">CARCELERAS</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Bajo la luz de una reja, hacían corro jugando a los naipes hasta
-ocho o diez prisioneros. Chucho el Roto tiraba la carta: Era un bigardo
-famoso por muchos robos cuatreros, plagios de ricos hacendados, asaltos
-de diligencias, crímenes, desacatos, estropicios, majezas, amores y
-celos sangrientos. Tiraba despacio: Tenía las manos enjutas, la mejilla
-con la cicatriz de un tajo y una mella de tres dientes. En el juego de
-albures, hacían rueda presos de muy distinta condición: Apuntaban en
-el mismo naipe charros y doctores, guerrilleros y rondines. Nachito
-Veguillas estaba presente: Aún no jugaba, pero ponía el ojo en la
-pinta y con una mano en el bolso se tanteaba la plata. Vino una sota y
-comentó, arrobándose:</p>
-
-<p>—¡No falla ninguna!</p>
-
-<p>Volviose y tributó una sonrisa al caviloso jugador vecino, que
-permaneció indiferente: Era un espectro vestido con fláccido saco de
-dril que le colgaba como de una escarpia. Nachito<span class="pagenum"
-id="Page_252">p. 252</span> recaló su atención a la baraja: Con súbito
-impulso sacó la mano con un puñado de soles, y los echó sobre la
-pulgona frazada que en las cárceles hace las veces del tapete verde:</p>
-
-<p>—Van diez soles en el pendejo monarca.</p>
-
-<p>Advirtió el Roto:</p>
-
-<p>—Ha doblado.</p>
-
-<p>—Mata la pinta.</p>
-
-<p>—¡Va!</p>
-
-<p>El Roto corrió la puerta y vino de patas el rey de bastos. Nachito,
-ilusionado con la ganancia cobró y de lleno metiose en los albures.
-Por veces se levantaba un borrascón de voces, disputando algún lance.
-Nachito tenía siempre el santo de cara, y viéndole ganar el caviloso
-espectro hepático le pagó la remota sonrisa dirigiéndole un gesto
-fláccido de mala fortuna. Nachito, con una mirada, le entregó su
-atribulado corazón:</p>
-
-<p>—En nuestra lamentosa situación, ganar o perder no hace diferencia.
-Foso-Palmitos a todos iguala.</p>
-
-<p>El otro denegó con su gesto fláccido y amarillo de vejiga
-desinflándose:</p>
-
-<p>—Mientras hay vida, la plata es un factor<span class="pagenum"
-id="Page_253">p. 253</span> muy importante. ¡Hay que considerarlo
-así!</p>
-
-<p>Nachito suspiró:</p>
-
-<p>—¿A un reo de muerte qué consuelo puede darle la plata?</p>
-
-<p>—Cuando menos, este del juego para poder olvidarse... La plata,
-hasta el último momento, es un factor indispensable.</p>
-
-<p>—¿Su sentencia también es de muerte, hermano?</p>
-
-<p>—¡Pues y quién sabe!</p>
-
-<p>—¿No se fusila a todos por igual?</p>
-
-<p>—¡Pues y quién sabe!</p>
-
-<p>—Me abre usted un rayo de luz. Voy a meter cincuenta soles en el
-entrés.</p>
-
-<p>Nachito ganó la puesta, y el otro arrugó la cara con su gesto
-fláccido:</p>
-
-<p>—¿Y le sopla siempre la misma racha?</p>
-
-<p>—No me quejo.</p>
-
-<p>—¿Quiere que hagamos una fragata de cinco soles? Usted la gobierna
-como le plazca.</p>
-
-<p>—Cinco golpes.</p>
-
-<p>—Como le plazca.</p>
-
-<p>—Vamos en la sota.</p>
-
-<p>—¿Le gusta esa carta?</p>
-
-<p>—Es el juego.</p>
-
-<p>—Quebrará.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_254">p. 254</span>—Pues en ella vamos.</p>
-
-<p>El Roto tiraba lentamente, y corrida la pinta para que todos la
-viesen, quedábase un momento con la mano en alto. Vino la sota. Nachito
-cobró, y repartida en las dos manos la columna de soles, cuchicheó con
-el amarillo compadre:</p>
-
-<p>—¿Qué le decía?</p>
-
-<p>—¡Parece que las ve!</p>
-
-<p>—Ahora nos toca en el siete.</p>
-
-<p>—¿Pues qué juego lleva?</p>
-
-<p>—Gusto y contragusto. Antes jugué la que me gustaba y ahora
-corresponde el siete, que no me incita ni me dice nada.</p>
-
-<p>—Gusto y contra gusto llama usted a ese juego. ¡Lo desconocía!</p>
-
-<p>—Mero, mero, acabo de descubrirlo.</p>
-
-<p>—Ahora perdemos.</p>
-
-<p>—Mire el siete en puerta.</p>
-
-<p>—¡En los días de mi vida he visto suerte tan continuada!</p>
-
-<p>—Vamos al tercer golpe en el caballo.</p>
-
-<p>—¿Le gusta?</p>
-
-<p>—Le estoy agradecido. ¡Ya hemos ganado!</p>
-
-<p>—Debemos repartir.</p>
-
-<p>—Vamos a darle los cinco golpes.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_255">p. 255</span>—Perdemos.</p>
-
-<p>—O ganamos. La carta del gusto es el cinco, nos corresponde la del
-contragusto.</p>
-
-<p>—¡Juego chocante! Reserve la mitad, amigo.</p>
-
-<p>—No reservo nada. Ochenta soles lleva el tres.</p>
-
-<p>—No sale.</p>
-
-<p>—Alguna vez debe quebrar.</p>
-
-<p>—Retírese.</p>
-
-<p>Chucho el Roto, con un ojo en el naipe, medía la diferencia entre
-las dos cartas del albur. Silbó despectivo:</p>
-
-<p>—Psss... Van igualadas.</p>
-
-<p>Posando la baraja sobre la manta, se enjugó la frente con un vistoso
-pañuelo de seda. Percibiendo a los jugadores atentos, comenzó a tirar
-con una mueca de sorna y la cara torcida bajo la cicatriz. Vino el tres
-que jugaba Nachito. Palpitó a su lado el espectro:</p>
-
-<p>—¡Hemos ganado!</p>
-
-<p>Reclamó Nachito batiendo con los nudillos en la manta:</p>
-
-<p>—Ciento sesenta soles.</p>
-
-<p>Chucho el Roto, al pagarle le clavó los ojos, con mofa procaz:</p>
-
-<p>—Otro menos pendejo, con esa suerte, había<span class="pagenum"
-id="Page_256">p. 256</span> desbancado. ¡Ni que un ángel se las soplase
-a la oreja!</p>
-
-<p>Nachito, con gesto de bonachón asentimiento, apilaba el dinero y
-hacía sus gracias.</p>
-
-<p>—¡Cua! ¡Cua!</p>
-
-<p>Y murmuraba desabrido un titulado Capitán Viguri:</p>
-
-<p>—¡Siempre la Virgen se le aparece a los pastores!</p>
-
-<p>Y Nachito, al mismo tiempo tenía en la oreja el soplo del hepático
-espectro:</p>
-
-<p>—Debemos repartir.</p>
-
-<p>Denegó Nachito con un frunce triste en la boca:</p>
-
-<p>—Después del quinto golpe.</p>
-
-<p>—Es una imprudencia.</p>
-
-<p>—Si perdemos, por otro lado nos vendrá la compensación. ¿Quién sabe?
-¡Hasta pudieran no fusilarnos! Si ganamos es que tenemos la contraria
-en Foso-Palmitos.</p>
-
-<p>—Déjese, amigo, de macanas y no tiente la suerte.</p>
-
-<p>—Vamos con la sota.</p>
-
-<p>—Es una carta fregada.</p>
-
-<p>—Pues moriremos en ella. Amigo tallador, ciento sesenta soles en la
-sota.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_257">p. 257</span>Respondió el
-Roto:</p>
-
-<p>—¡Van!</p>
-
-<p>Se almibaró Nachito:</p>
-
-<p>—Muchas gracias.</p>
-
-<p>Y repuso el tahúr, con su mueca leperona:</p>
-
-<p>—¡Son las que me cuelgan!</p>
-
-<p>Volvió la baraja, y apareció la sota en puerta, con lo cual moviose
-un murmullo entre los jugadores. Nachito estaba pálido y le temblaban
-las manos:</p>
-
-<p>—Hubiera querido perder esta carta. ¡Ay, amigo, nos tiran la
-contraria en Foso-Palmitos!</p>
-
-<p>Alentó el espectro con expresión mortecina:</p>
-
-<p>—Por ahora vamos cobrando.</p>
-
-<p>—Son ciento veintisiete soles por barba.</p>
-
-<p>—¡La puerta nos ha chingado!</p>
-
-<p>—Más debió chingarnos. En una situación tan lamentosa, es de muy mal
-augurio ganar en el juego.</p>
-
-<p>—Pues déjele la plata al Roto.</p>
-
-<p>—No es precisamente la contraria.</p>
-
-<p>—¿Va usted a seguir jugando?</p>
-
-<p>—Hasta perder. Solo así podre tranquilizar mi ánimo.</p>
-
-<p>—Pues yo voy a tomar el aire. Muchas gracias<span class="pagenum"
-id="Page_258">p. 258</span> por su ayuda y reconózcame como un
-servidor: Bernardino Arias.</p>
-
-<p>Se alejó. Nachito, con las manos trémulas, apilaba la plata. Le
-llenaba de terror angustioso el absurdo de aquel providencialismo
-maléfico, que dándole tan obstinada ventura en el juego, le tenía
-decretada la muerte. Sentíase bajo el poder de fuerzas invisibles, las
-advertía en torno suyo, hostiles y burlonas. Cogió un puñado de dinero
-y lo puso a la primera carta que salió. Deseaba ganar y perder. Cerró
-los ojos para abrirlos en el mismo instante. Chucho el Roto volvía la
-baraja, enseñaba la puerta, corría la pinta. Nachito se afligió. Ganaba
-otra vez. Se disculpó con una sonrisa, sintiendo la mirada aviesa del
-bandolero tahúr:</p>
-
-<p>—¡Posiblemente esta tarde voy a ser ultimado!</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Al otro rumbo del calabozo, algunos prisioneros escuchaban el
-relato fluido de eses y eles, que hacía un soldado tuerto: Hablaba
-monótonamente, sentado sobre los calcañares, y contaba la derrota de
-las tropas revolucionarias<span class="pagenum" id="Page_259">p.
-259</span> en Curopaitito. Echados sobre el suelo, atendían hasta cinco
-presos:</p>
-
-<p>—Pues de aquella, yo aún andaba incorporado a la partida de Doroteo
-Rojas. Un servicio perro, sin soltar el fusil, siempre mojados. Y el
-día más negro fue el siete de julio: Íbamos atravesando un pantano,
-cuando empezó la balasera de los federales: No los habíamos visto
-porque tiraban al resguardo de los huisaches que hay a una mano y otra,
-y no más salimos de aquel pantano por la Gracia Bendita. Dende que
-salimos, les contestamos con fuego muy duro, y nos tiroteamos un chico
-rato, y otra vez, jala y jala y jala, por aquellos llanos que no se les
-miraba fin... Y un solazo que hacía arder las arenas, y ahí vamos jala
-y jala y jala y jala. Escapábamos a paso de coyote, embarrándonos en
-la tierra, y los federales se nos venían detrás. Y no más zumbaban las
-balas. Y nosotros jala y jala y jala.</p>
-
-<p>La voz del indio, fluida de eses y eles, se inmovilizaba sobre una
-sola nota. El Doctor Atle, famoso orador de la secta revolucionaria
-encarcelado desde hacía muchos meses, un hombre joven, la frente
-pálida, la cabellera<span class="pagenum" id="Page_260">p. 260</span>
-romántica, incorporado en su hamaca, guardaba extraordinaria atención
-al relato. De tiempo en tiempo, escribía alguna cosa en un cuaderno, y
-tornaba a escuchar. El indio se adormecía en su monótono sonsonete:</p>
-
-<p>—Y jala y jala y jala. Todo el día caminamos al trote, hasta que
-al meterse el sol divisamos un ranchito quemado, y corrimos para
-agazaparnos. Pero no pudo ser. También nos echaron, y fuimos más
-adelante y nos agarramos al hocico de una noria. Y ahí está otra vez
-la balasera, pero fuerte y tupida como granizo. Y aquí caía una bala y
-allá caía otra, y empezó a hervir la tierra. Los federales tenían ganas
-de acabarnos, y nos baleaban muy fuerte, y al poco rato no más se oía
-el esquitero, y el esquitero y el esquitero, como cuando mi vieja me
-tostaba el maíz. El compañero que estaba junto a mí, no más se hacía
-para un lado y para otro: Motivado que le dije: No las atorees, manís,
-porque es peor. Hasta que le dieron un diablazo en la maceta, y allí
-se quedó mirando a las estrellas. Y fuimos al amanecer al pie de una
-sierra, donde no había ni agua ni maíz, ni cosa ninguna que comer.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_261">p. 261</span>Calló el indio.
-Los presos que formaban el grupo seguían fumando sin hacer ningún
-comentario al relato, parecía que no hubiesen escuchado. El Doctor
-Atle repasaba el cuaderno de sus notas, y con el lápiz sobre el labio
-interrogó al soldado:</p>
-
-<p>—¿Cómo te llamas?</p>
-
-<p>—Indalecio.</p>
-
-<p>—¿El apellido?</p>
-
-<p>—Santana.</p>
-
-<p>—¿De qué parte eres?</p>
-
-<p>—Nací en la Hacienda de Chamulpo. Allí nací, pero todavía chamaco,
-me trasladaron con una reata de peones a los Llanos de Zamalpoa. Cuando
-estalló la bola revolucionaria, desertamos todos los peones de las
-minas de un judas gachupín, y nos fuimos con Doroteo.</p>
-
-<p>El Doctor Atle, aún trazó algunas líneas en su cuaderno, y luego
-recostose en la hamaca con los ojos cerrados y el lápiz sobre la boca,
-que sellaba un gesto amargo.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_262">p. 262</span>III</h4>
-
-<p>Conforme adelantaba el día, los rayos del sol, metiéndose por
-las altas rejas, sesgaban y triangulaban la cuadra del calabozo.
-En aquellas horas, el vaho de tabaco y catinga era de una crasitud
-pegajosa. Los más de los presos adormecían en sus hamacas, y al
-rebullirse alzaban una nube de moscas, que volvía a posarse apenas
-el bulto quedaba inerte. En corros silenciosos otros prisioneros se
-repartían por los rumbos del calabozo, buscando los triángulos sin
-sol. Eran raras las pláticas, tenues, con un matiz de conformidad
-para las adversidades de la fortuna: Las almas presentían el fin de
-su peregrinación mundana, y este torturado pensamiento de todas las
-horas revestíalas de estoica serenidad. Las raras pláticas tenían un
-dejo de olvidada sonrisa, luz humorística de candiles que se apagan
-faltos de aceite. El pensamiento de la muerte había puesto en aquellos
-ojos, vueltos al mundo sobre el recuerdo de sus vidas pasadas, una
-visión indulgente y melancólica. La igualdad en el destino determinaba
-un<span class="pagenum" id="Page_263">p. 263</span> igual acento en la
-diversidad de rostros y expresiones. Sentíanse alejados en una orilla
-remota, y la luz triangulada del calabozo realzaba en un módulo moderno
-y cubista la actitud macilenta de las figuras.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch6">
- <p><span class="pagenum" id="Page_265">p. 265</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/i_0267.jpg"
- style="width: 18em; height: auto;"
- alt="Portadilla"/>
- </div>
- <h2 class="nobreak g3 ws2">SEXTA PARTE</h2>
- <p class="subh2">ALFAJORES Y VENENOS</p>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch6-1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_267">p. 267</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3>
- <p class="subh3">LECCIÓN DE LOYOLA</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>El indio triste que divierte sus penas corriendo gallos, susurra por
-bochinches y conventillos justicias, crueldades, poderes mágicos de
-Niño Santos. El Dragón del Señor San Miguelito le descubría el misterio
-de las conjuras, le adoctrinaba. ¡Eran compadres! ¡Tenían pacto!
-¡Generalito Banderas se proclamaba inmune para las balas por una firma
-de Satanás! Ante aquel poder tenebroso, invisible y en vela, la plebe
-cobriza revivía un terror teológico, una fatalidad religiosa poblada de
-espantos.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>En San Martín de los Mostenses era el relevo de guardias, y el
-fámulo barbero enjabonaba la cara del Tirano. El Mayor del Valle,
-cuadrado militarmente, inmovilizábase en la puerta de la recámara. El
-Tirano, vuelto de<span class="pagenum" id="Page_268">p. 268</span>
-espaldas, había oído el parte sin sorpresa, aparentando hallarse
-noticioso:</p>
-
-<p>—Nuestro Licenciadito Veguillas es un alma cándida. ¡Está bueno el
-fregado! Mayor del Valle, merece usted una condecoración.</p>
-
-<p>Era de mal agüero aquella sorna insidiosa. El Mayor presentía el
-enconado rumiar de la boca: Instintivamente cambió una mirada con
-los ayudantes, retirados en el fondo, dos lagartijos con brillantes
-uniformes, cordones y plumeros. La estancia era una celda grande y
-fresca, solada de un rojo polvoriento, con nidos de palomas en la
-viguería. Tirano Banderas se volvió con la máscara enjabonada. El
-Mayor permanecía en la puerta, cuadrado, con la mano en la sien: Había
-querido animarse con cuatro copas para rendir el parte, y sentía
-una irrealidad angustiosa: Las figuras, cargadas de enajenamiento,
-indecisas, tenían una sensación embotada de irrealidad soñolienta. El
-Tirano le miró en silencio, remejiendo la boca: Luego, con un gesto,
-indicó al fámulo que continuase haciéndole la rasura. Don Cruz, el
-fámulo, era un negro de alambre, amacacado y vejete, con el crespo
-vellón griseante: Nacido en la esclavitud, tenía<span class="pagenum"
-id="Page_269">p. 269</span> la mirada húmeda y deprimida de los perros
-castigados. Con quiebros tilingos se movía en torno del Tirano:</p>
-
-<p>—¿Cómo están las navajas, mi jefecito?</p>
-
-<p>—Para hacerle la barba a un muerto.</p>
-
-<p>—¡Pues son las inglesas!</p>
-
-<p>—Don Cruz, eso quiere decir que no están cumplidamente vaciadas.</p>
-
-<p>—Mi jefecito, el solazo de estas campañas le ha puesto la piel muy
-delicada.</p>
-
-<p>El Mayor se inmovilizaba en el saludo militar. Niño Santos, mirando
-de refilón el espejillo que tenía delante, veía proyectarse la puerta y
-una parte de la estancia con perspectiva desconcertada:</p>
-
-<p>—Me aflige que se haya puesto fuera de ley el Coronel de la Gándara.
-¡Siento de veras la pérdida del amigo, pues se arruina por su genio
-atropellado! Me hubiera sido grato indultarle y la ha fregado nuestro
-Licenciadito. Es un sentimental, que no puede ver lástimas, merecedor
-de otra condecoración, una cruz pensionada. Mayor del Valle, pase
-usted orden de comparecencia para interrogar a esa alma cándida. ¿Y el
-chamaco estudiante por qué motivación ha sido preso?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_270">p. 270</span>El Mayor del Valle,
-cuadrado en el umbral, procuró esclarecerlo:</p>
-
-<p>—Presenta malos informes, y le complica la ventana abierta.</p>
-
-<p>La voz tenía una modulación maquinal, desviada del instante, una
-tónica opaca. Tirano Banderas remejía la boca:</p>
-
-<p>—Muy buena observación, visto que usted más tarde había de arrugarse
-frente al tejado. ¿De que familia es el chamaco?</p>
-
-<p>—Hijo del difunto Doctor Rosales.</p>
-
-<p>—¿Y está suficientemente dilucidada su simpatía con el utopismo
-revolucionario? Convendría pedir un informe al Negociado de Policía.
-Cumplimente usted esa diligencia, Mayor del Valle. Teniente Morcillo,
-usted encárguese de tramitar las órdenes oportunas para la pronta
-captura del Coronel Domiciano de la Gándara. El Comandante de la Plaza
-que disponga la urgente salida de fuerzas con el objetivo de batir toda
-la zona. Hay que operar diligente. Al Coronelito, si hoy no lo cazamos,
-mañana lo tenemos en el campo insurrecto. Teniente Valdivia, entérese
-si hay mucha caravana para audiencia.</p>
-
-<p>Terminada la rasura de la barba, el fámulo<span class="pagenum"
-id="Page_271">p. 271</span> tilingo le ayudaba a revestirse el
-levitón de clérigo. Los ayudantes, con ritmo de autómatas alemanes,
-habían girado, marcando la media vuelta, y salían por lados opuestos,
-recogiéndose los sables, sonoras las espuelas:</p>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac!</p>
-
-<p>El Tirano, con el sol en la calavera, fisgaba por los vidrios de la
-ventana. Sonaban las cornetas, y en la campa barcina, ante la puerta
-del convento, una escolta de dragones revolvía los caballos en torno
-del arqueológico landó, con atalaje de mulas, que usaba para las
-visitas de ceremonia Niño Santos.</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>Con su paso menudo de rata fisgona, asolapándose el levitón de
-clérigo, salió al locutorio de audiencias Tirano Banderas:</p>
-
-<p>—¡Salutem plurimam!</p>
-
-<p>Doña Rosita Pintado, caído el rebozo, con dramática escuela, se
-arrojó a las plantas del Tirano:</p>
-
-<p>—¡Generalito, no es justicia lo que se hace con mi chamaco!</p>
-
-<p>Avinagró el gesto la momia indiana:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_272">p. 272</span>—Alce Doña Rosita,
-no es un tablado de comedia la audiencia del Primer Magistrado de la
-Nación. Exponga su pleito con comedimiento. ¿Qué le sucede al hijo del
-lamentado Doctor Rosales? ¡Aquel conspicuo patricio hoy nos sería un
-auxiliar muy valioso para el sostenimiento del orden! ¡Doña Rosita,
-exponga su pleito!</p>
-
-<p>—¡Generalito, esta mañana se me llevaron preso al chamaco!</p>
-
-<p>—Doña Rosita, explíqueme las circunstancias de ese arresto.</p>
-
-<p>—El Mayor del Valle venía sobre los pasos de un fugado.</p>
-
-<p>—¿Usted le había dado acogimiento?</p>
-
-<p>—¡Ni lo menos! Por lo que entendí, era su compadre Domiciano.</p>
-
-<p>—¡Mi compadre Domiciano! ¿Doña Rosita, no querrá decir el Coronel
-Domiciano de la Gándara?</p>
-
-<p>—¡Me tiraniza pidiéndome tan justa gramática!</p>
-
-<p>—El Primer Magistrado de un pueblo no tiene compadres, Doña Rosita.
-¿Y cómo en horas tan intempestivas la visita del Coronel de la
-Gándara?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_273">p. 273</span>—¡Un centellón,
-no más, mi Generalito! Entró de la calle y salió por la ventana sin
-explicarse.</p>
-
-<p>—¿Y a qué obedece haber elegido la casa de usted, Doña Rosita?</p>
-
-<p>—Mi Generalito, ¿y a qué obedece el sino que rige la vida?</p>
-
-<p>—Acorde con esa doctrina, espere el sino del chamaco, que nada podrá
-sucederle fuera de esa ley natural. Mi Señora Doña Rosita, me deja muy
-obligado. Me ha sido de una especial complacencia volver a verla y
-memorizar tiempos antiguos, cuando la festejaba el lamentado Laurencio
-Rosales. ¡Veo siempre en usted aquella cabalgadora del Ranchito de
-Talapachi! Váyase muy consolada, que contra el sino de cada cual no
-hay poder suficiente para modificarlo, en lo limitado de nuestras
-voluntades.</p>
-
-<p>—¡Generalito, no me hablés encubierto!</p>
-
-<p>—Fíjese no más: El Coronel de la Gándara, hurtándose a la ley por
-una ventana, tramita todas las incidencias de este pleito, y en modo
-alguno podemos ya sustraernos a la actuación que nos deja pendiente.
-Mi Señora Doña Rosita, convengamos que nuestra condición<span
-class="pagenum" id="Page_274">p. 274</span> en el mundo es la de niños
-rebeldes que caminasen con las manos atadas bajo el rebencazo de los
-acontecimientos. ¿Por qué eligió la casa de usted el Coronel Domiciano
-de la Gándara? Doña Rosita, excúseme que no pueda dilatar la audiencia,
-pero lleve mis seguridades de que se proveerá en justicia. ¡Y en
-últimas resultas, siempre será el sino de las criaturas quien sentencie
-el pleito! ¡Nos vemos!</p>
-
-<p>Se apartó hecho un rígido espeto, y con austera seña de la mano
-llamó al ayudante cuadrado en la puerta:</p>
-
-<p>—Se dan por finalizadas las audiencias. Vamos a Santa Mónica.</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>La llama del sol encendía con destellos el arduo tenderete de
-azoteas, encastillado sobre la curva del Puerto. El vasto mar
-ecuatorial, caliginoso de tormentas y calmas, se inmovilizaba en
-llanuras de luz, desde los muelles al confín remoto. Los muros de
-reductos y hornabaques destacaban su ruda geometría castrense, como
-buldogs trascendidos<span class="pagenum" id="Page_275">p. 275</span>
-a expresión matemática. Una charanga, brillante y ramplona, divertía
-al vulgo municipal en el kiosco de la Plaza de Armas. En la muda
-desolación del cielo, abismado en el martirio de la luz, era como una
-injuria la metálica estridencia. La pelazón de indios ensabanados,
-arrendándose a las aceras y porches, o encumbrada por escalerillas de
-iglesias y conventos, saludaba con una genuflexión el paso del Tirano.
-Tuvo un gesto humorístico la momia enlevitada:</p>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac! ¡Tan humildes en la apariencia, y son ingobernables!
-No está mal el razonamiento de los científicos, cuando nos dicen
-que la originaria organización comunal del indígena se ha visto
-fregada por el individualismo español, raíz de nuestro caudillaje.
-El caudillaje criollo, la indiferencia del indígena, la crápula del
-mestizo y la teocracia colonial son los tópicos con que nos denigran el
-industrialismo yanqui y las monas de la diplomacia europea. Su negocio
-está en hacerle la capa a los bucaneros de la revolución, para arruinar
-nuestros valores y alzarse concesionarios de minas, ferrocarriles y
-aduanas... ¡Vamos a pelearles el gallo sacando de<span class="pagenum"
-id="Page_276">p. 276</span> la prisión con todos los honores al futuro
-Presidente de la República!</p>
-
-<p>El Generalito rasgaba la boca con falsos teclados. Asentían con
-militar tiesura los ayudantes. La escolta dragona, imperativa de
-brillos y sones marciales, rodeaba el landó. Apartábanse las plebes al
-temor de ser atropelladas, y repentinos espacios desiertos silenciaban
-la calle. En el borde de la acera, el indio de sabanil y chupalla,
-greñudo y genuflexo, saludaba con religiosas cruces. Se entusiasmaban
-con vítores y palmas los billaristas asomados a la balconada del Casino
-Español. La momia enlevitada respondía con cuáquera dignidad, alzándose
-la chistera, y con el saludo militar los ayudantes.</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>El Fuerte de Santa Mónica descollaba el dramón de su arquitectura en
-el luminoso ribazo marino. Formaba el retén en la poterna. El Tirano no
-movió una sola arruga de su máscara indiana para responder al saludo
-del Coronel Irineo Castañón —Pata de Palo—.<span class="pagenum"
-id="Page_277">p. 277</span> Inmovilizábase en un gesto de duras
-aristas, como los ídolos tallados en obsidiana:</p>
-
-<p>—¿Qué calabozo ocupa Don Roque Cepeda?</p>
-
-<p>—El número 3.</p>
-
-<p>—¿Han sido tratados con toda la consideración que merecen tan
-ilustre patricio y sus compañeros? El antagonismo político dentro de la
-vigencia legal, merece todos los respetos del Poder Público. El rigor
-de las leyes ha de ser aplicado a los insurgentes en armas. Aténgase a
-estas instrucciones en lo sucesivo, vamos a vernos con el candidato de
-las oposiciones para la Presidencia de la República. Coronel Castañón,
-rompa marcha.</p>
-
-<p>El Coronel giró con la mano en la visera, y su remo de palo, con
-tieso destaque, trazó la media vuelta en el aire: Puesto en marcha, al
-tilingo de las llaves en pretina advirtió con marciales escandidos:</p>
-
-<p>—Don Trinidad, vos nos precedés.</p>
-
-<p>Corrió Don Trino con morisquetas quebradas por los juanetes.
-Rechinaron cerrojos y gonces. Abierta la ferrona cancela, renovó el
-trote con sones y compases del pretino llavero: Bailarín de alambre,
-relamía gambetas<span class="pagenum" id="Page_278">p. 278</span>
-sobre el lujo chafado de los charoles. El Coronel Irineo Castañón, al
-frente de la comitiva, marcaba el paso. ¡Tac! ¡Tac! Por bovedizos y
-galerías, apostillaba un eco el ritmo cojitranco de la pata de palo:
-¡Tac! ¡Tac! El Tirano, raposo y clerical, arrugaba la boca entre sus
-ayudantes lagartijeros. Echó los bofes el Coronel Alcaide:</p>
-
-<p>—¡Calabozo número 3!</p>
-
-<p>Tirano Banderas, en el umbral, saludó, quitándose el sombrero,
-tendidos los ojos para descubrir a Don Roque. Todo aquel mundo
-carcelario estaba vuelto a la puerta, inmovilizado en muda zozobra. El
-Tirano acostumbrada la vista a la media luz del calabozo, penetró por
-la doble hilera de hamacas. Extremando su rancia ceremonia, señalaba un
-deferente saludo al corro centrado por Don Roque Cepeda:</p>
-
-<p>—Mi Señor Don Roque, recién me entero de su detención en el fuerte.
-¡Lo he deplorado! Hágame el honor de considerarme ajeno a esa molestia.
-Santos Banderas guarda todos los miramientos a un repúblico tan
-ameritado, y nuestras diferencias ideológicas no son tan irreductibles
-como usted parece presuponerlo,<span class="pagenum" id="Page_279">p.
-279</span> mi Señor Don Roque. En todas las circunstancias usted
-representa para mí en el campo político al adversario que, consciente
-de sus deberes ciudadanos, acude a los comicios y riñe la batalla sin
-salirse fuera de la Carta Constitucional. Notoriamente he procedido
-con el mayor rigor en las sumarias instruidas a los aventureros que
-toman las armas y se colocan fuera de las leyes. Para esos caudillos
-que no vacilan en provocar una intervención extranjera, seré siempre
-inexorable, pero esta actuación no excluye mi respeto y hasta mi
-complacencia para los que me presentan batalla amparados en el derecho
-que les confieren las leyes. Don Roque, en ese terreno deseo verle a
-usted, y comienzo por decirle que reconozco plenamente su patriotismo,
-que me congratula la generosa intención de su propaganda por tonificar
-de estímulos ciudadanos a la raza indígena. Sobre este tópico aún hemos
-de conversar, pero horita solo quiero expresarle mis excusas ante el
-lamentado error policial, originándose que la ergástula del vicio y de
-la corrupción se vea enaltecida por el varón justo de que nos habla el
-latino Horacio.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_280">p. 280</span>Don Roque Cepeda,
-en la rueda taciturna de sus amigos incrédulos, se iluminaba con una
-sonrisa de santo campesino, tenía un suave reflejo en las bruñidas
-arrugas:</p>
-
-<p>—Señor General, perdóneme la franqueza. Oyéndole me parece escuchar
-a la Serpiente del Génesis.</p>
-
-<p>Era de tan ingenua honradez la expresión de los ojos y el reflejo
-de la sonrisa en las arrugas, que excusaban como acentos benévolos la
-censura de las cláusulas. Tirano Banderas inmovilizaba las aristas de
-su verde mueca:</p>
-
-<p>—Mi Señor Don Roque, no esperaba de su parte esa fineza. De la mía
-propositaba ofrecerle una leal amistad y estrechar, su mano, pero visto
-que usted no me juzga sincero, me limito a reiterarle mis excusas.</p>
-
-<p>Saludó con la castora y, apostillado por los dos ayudantes, se
-dirigió a la puerta.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_281">p. 281</span>VI</h4>
-
-<p>Entre la doble fila de hamacas saltó, llorón y grotesco, el
-Licenciado Veguillas:</p>
-
-<p>—¡Cua! ¡Cua!</p>
-
-<p>La momia remejió la boca:</p>
-
-<p>—¡Macaneador!</p>
-
-<p>—¡Cua! ¡Cua!</p>
-
-<p>—No sea payaso.</p>
-
-<p>—¡Cua! ¡Cua!</p>
-
-<p>—Que no me divierte horita esa bufonada.</p>
-
-<p>—¡Cua! ¡Cua!</p>
-
-<p>—Tendré que apartarle con la punta de la bota.</p>
-
-<p>—¡Cua! ¡Cua!</p>
-
-<p>El Licenciadito, recogida la guayabera en el talle, terco, llorón,
-saltaba en cuclillas, inflada la máscara, el ojo implorante:</p>
-
-<p>—¡Me sonroja verle! Sus delaciones no se redimen cantando la
-rana.</p>
-
-<p>—Mi Generalito es un viceversa magnético.</p>
-
-<p>Tirano Banderas, con la punta de la bota, le hizo rodar por delante
-del centinela, que, pegado al quicio de la puerta, presentaba el
-arma:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_282">p. 282</span>—Voy a regalarle un
-gorro de cascabeles.</p>
-
-<p>—¡Mi Generalito, para qué se molesta!</p>
-
-<p>—Se presentará con él a San Pedro. Ándele no más, le subo en
-mi carruaje a los Mostenses. No quiero que se vaya al otro mundo
-descontento de Santos Banderas. Me conversará durante el día, ya
-que tan pronto dejaremos de comunicarnos. Posiblemente le alcanza
-una sentencia de pena capital. ¿Licenciadito, por qué me ha sido
-tan pendejo? ¿Quién le inspiró la divulgación de las resoluciones
-presidenciales? ¿A qué móviles ha obedecido tan vituperable conducta?
-¿Qué cómplices tiene? Hónreme montando en mi carruaje y tome luneta
-a mi diestra. Todavía no ha recaído sentencia sobre su conducta y no
-quiero prejuzgar su delincuencia.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch6-2">
- <p><span class="pagenum" id="Page_283">p. 283</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3>
- <p class="subh3 g0">FLAQUEZAS HUMANAS</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Don Mariano Isabel Cristino Queralt y Roca de Togores, Ministro
-plenipotenciario de Su Majestad Católica en Santa Fe de Tierra Firme,
-Barón de Benicarlés y Caballero Maestrante, condecorado con más
-lilailos que borrico cañí, era a las doce del día en la cama, con
-gorra de encajes y camisón de seda rosa. Merlín, el gozque faldero, le
-lamía el colorete y adobaba el mascarón esparciéndole el afeite con la
-espátula linguaria. Tenía en el hocico el faldero arrumacos, melindres
-y mimos de maricuela.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Sin anuncio del ayuda de cámara, entró, gambetero, Currito Mi-Alma.
-El niño andaluz se detuvo en la puerta, marcó un redoble de las uñas
-en el alón del cordobés, y con un papirote se lo puso terciado. En el
-mismo compás levantaba el veguero al modo de caña<span class="pagenum"
-id="Page_284">p. 284</span> sanluqueña, entonado, ceceante, con el
-mejor estilo de la cátedra sevillana:</p>
-
-<p>—¡Gachó! ¿Te has pintado para la Semana de Pasión? Merlín te ha
-puesto la propia jeta de un disciplinante.</p>
-
-<p>Su Excelencia se volvió, dando la espalda al niño marchoso:</p>
-
-<p>—¡Eres incorregible! Ayer, todo el día, sin dejarte ver el pelo.</p>
-
-<p>—Formula una reclamación diplomática. Horita salgo del estaribel,
-que decimos los clásicos.</p>
-
-<p>—Deja la guasa, Curro. Estoy sumamente irritado.</p>
-
-<p>—La veri, Isabelita.</p>
-
-<p>—¡Eres incorregible! Habrás dado algún escándalo.</p>
-
-<p>—Ojerizas. He dormido en la delega, sobre un petate, y esto no es lo
-más malo: La poli se ha hecho cargo de mi administración y de toda la
-correspondencia.</p>
-
-<p>El Ministro de España se incorporó en las almohadas y al faldero,
-suspendiéndole por las lanas del cuello, espatarró en la alfombra:</p>
-
-<p>—¿Qué dices?</p>
-
-<p>El Curro afligió la cara:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_285">p. 285</span>—¡Isabelita, un
-sinapismo para puesto en el rabo!</p>
-
-<p>—¿Dónde tenías mis cartas?</p>
-
-<p>—En una valija con siete candados mecánicos.</p>
-
-<p>—¡Nos conocemos, Curro! Te vienes con ese infundio idiota para
-sacarme dinero.</p>
-
-<p>—¡Que no es combina, Isabelita!</p>
-
-<p>—Curro, tú te pasas de sinvergüenza.</p>
-
-<p>—Isabelita, agradezco el requiebro, pero en esta corrida solo es
-empresa el Licenciado López de Salamanca.</p>
-
-<p>—¡Currito, eres un canalla!</p>
-
-<p>—¡Que me coja un toro y me mate!</p>
-
-<p>—¡Esas cartas se queman! ¡Deben quemarse! ¡Es lo correcto!</p>
-
-<p>—Pero siempre se guardan.</p>
-
-<p>—¡Si anda en esto la mano del Presidente! ¡No quiero pensarlo! ¡Es
-una situación muy difícil y muy complicada!</p>
-
-<p>—¿Me dirás que es la primera en que te ves?</p>
-
-<p>—¡No me exasperes! En las circunstancias actuales puede costarme la
-pérdida de la carrera.</p>
-
-<p>—¡Acude al quite!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_286">p. 286</span>—Estoy distanciado
-del Gobierno.</p>
-
-<p>—Pues te arrimas al morlaco y lo pasas de muleta. ¡Mi alma, que no
-sabes tú hacer eso!</p>
-
-<p>El representante de Su Majestad Católica echó los pies fuera de la
-cama, agarrándose la cabeza:</p>
-
-<p>—¡Si trasciende a los periódicos se me crea una situación imposible!
-¡Cuando menos su silencio me cuesta un riñón y mitad del otro!</p>
-
-<p>—Dale changüí a Tirano Banderas.</p>
-
-<p>El Ministro de España se levantó apretando los puños:</p>
-
-<p>—¡No sé cómo no te araño!</p>
-
-<p>—Una duda muy meritoria.</p>
-
-<p>—¡Currito, eres un canalla! Todo esto son gaterías tuyas para
-sacarme dinero, y me estás atormentando.</p>
-
-<p>—Isabelita, ¿ves estas cruces? Te hago juramento por lo más
-sagrado.</p>
-
-<p>El Barón repitió, temoso:</p>
-
-<p>—¡Eres un canalla!</p>
-
-<p>—Deja esa alicantina. Te lo juro por el escapulario que mi madre,
-pobrecita, me puso al salir de la adorada España.</p>
-
-<p>El Curro se había conmovido con un eco sentimental de copla
-andaluza. Su Excelencia<span class="pagenum" id="Page_287">p.
-287</span> apuntaba una llama irónica en el azulino horizonte de sus
-ojos huevones:</p>
-
-<p>—Bueno, sírveme de azafata.</p>
-
-<p>—¡Sinvergonzona!</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>El Representante de Su Majestad Católica, perfumado y acicalado,
-acudió al salón donde hacía espera Don Celes. Un pesimismo sensual
-y decadente, con lemas y apostillas literarias, retocaba, como otro
-afeite, el perfil sicológico del carcamal diplomático, que en los
-posos de su conciencia sublimaba resabios de amor, con laureles
-clásicos: Frecuentemente, en el trato social, traslucía sus aberrantes
-gustos con el libre cinismo de un elegante en el Lacio: Tenía siempre
-pronta una burla de amables epigramas, para los jóvenes colegas
-incomprensivos, sin fantasía y sin humanidades: Insinuante, con
-indiscreta confidencia, se decía sacerdote de Hebe y de Ganimedes.
-Bajo esta apariencia de frívolo cinismo, prosperaban alarde y engaño,
-porque nunca pudo sacrificar a Hebe. El Barón de Benicarlés mimaba
-aquella postiza afición flirteando entre<span class="pagenum"
-id="Page_288">p. 288</span> las damas, con un vacuo cotorreo susurrante
-de risas, reticencias e intimidades. Para las madamas era encantador
-aquel pesimismo de casaca diplomática, aquellos giros disertantes y
-parabólicos de los guantes londinenses, rozados de frases ingeniosas
-diluidas en una sonrisa de oros odontálgicos. Aquellas agudezas eran
-motivo de gorjeos entre las jamonas otoñales: El Mundo podía ofrecer
-un hospedaje más confortable, ya que nos tomamos el trabajo de nacer.
-Sería conveniente que hubiese menos tontos, que no doliesen las muelas,
-que los banqueros cancelasen sus créditos. La edad de morir debía ser
-una para todos, como la quinta militar. Son reformas sin espera, y con
-relación a las técnicas actuales, está anticuado el Gran Arquitecto.
-Hay industriales yanquis y alemanes que promoverían grandes mejoras
-en el orden del mundo si estuviesen en el Consejo de Administración.
-El Ministro de Su Majestad Católica tenía fama de espiritual en el
-corro de las madamas, que le tentaban en vano poniéndole los ojos
-tiernos.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_289">p. 289</span>IV</h4>
-
-<p>—¡Querido Celes!</p>
-
-<p>Al penetrar en el salón, con sonrisa belfona recataba la congoja del
-ánimo, estarcido de suspicacias: ¡Don Celes! ¡Las cartas! ¡La mueca del
-Tirano! Un circunflejo del pensamiento sellaba la tríada con intuición
-momentánea, y el carcamal rememoraba su epistolario amoroso, y la
-dolorosa inquietud de otro disgusto lejano, en una Corte de Europa. El
-Ilustre Gachupín era en el estrado, con el jipi y los guantes sobre la
-repisa de la botarga: Bombón y badulaque, tendida la mano, en el salir
-de la penumbra dorada se detuvo fulminado por el ladrido del faldero
-que, arisco y mimoso, sacaba el agudo flautín entre las zancas de Su
-Excelencia:</p>
-
-<p>—No quiere reconocerme por amigo.</p>
-
-<p>Don Celes, como en un pésame, estrechó largamente la mano del
-carcamal, que le animó con gesto de benévola indiferencia:</p>
-
-<p>—¡Querido Celes, trae usted cara de grandes sucesos!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_290">p. 290</span>—Estoy, mi querido
-amigo, verdaderamente atribulado.</p>
-
-<p>El Barón de Benicarlés le interrogó con una mueca de suripanta:</p>
-
-<p>—¿Qué ocurre?</p>
-
-<p>—Querido Mariano, me causa una gran mortificación dar este paso.
-Créamelo usted. Pero las críticas circunstancias por que atraviesan las
-finanzas del país me obligan a recoger numerario.</p>
-
-<p>El Ministro de Su Majestad Católica, falso y declamatorio, estrechó
-las manos del ilustre gachupín:</p>
-
-<p>—Celes, es usted el hombre más bueno del mundo. Estoy viendo lo que
-usted sufre al pedirme su plata. Hoy se me ha revelado su gran corazón.
-¿Sabe usted las últimas noticias de España?</p>
-
-<p>—¿Pero hubo paquete?</p>
-
-<p>—Me refiero al cable.</p>
-
-<p>—¿Hay cambio político?</p>
-
-<p>—El Posibilismo en Palacio.</p>
-
-<p>—¿De veras? No me sorprende. Eran mis noticias, pero los sucesos han
-debido anticiparse.</p>
-
-<p>—Celes, usted será Ministro de Hacienda.<span class="pagenum"
-id="Page_291">p. 291</span> Acuérdese usted de este desterrado y venga
-un abrazo.</p>
-
-<p>—¡Querido Mariano!</p>
-
-<p>—¡Qué digna coronación de su vida, Celestino!</p>
-
-<p>Falso y confidencial, hizo sentar en el sofá al orondo ricacho, y,
-sacando la cadera, cotorrón, tomó asiento a su lado. La botarga del
-gachupín se inflaba complacida. Emilio le llamaría por cable. ¡La Madre
-Patria! Se sintió con una conciencia difusa de nuevas obligaciones,
-una respetabilidad adiposa de personaje. Experimentaba la extraña
-sensación de que su sombra creciese desmesuradamente, mientras el
-cuerpo se achicaba. Enternecíase. Le sonaban eufónicamente escandidas
-palabras —Sacerdocio, Ponencia, Parlamento, Holocausto—. Y adoptaba un
-lema: ¡Todo por mi Patria! Aquella matrona entrada en carnes, corona,
-rodela y estoque, le conmovía como dama de tablas que corta el verso
-en la tramoya de candilejas, bambalinas y telones. Don Celes sentíase
-revestido de sagradas ínfulas y desplegaba petulante la curva de su
-destino con casaca bordada, como el pavo real la fábula de su cola.
-Fatuas<span class="pagenum" id="Page_292">p. 292</span> imágenes y
-suspicacias de negociante compendiaban sus larvados arabescos en fugas
-colmadas de resonancias. El Ilustre Gachupín temía la mengua de sus
-lucros, si trocaba la explotación de cholos y morenos por el servicio
-de la Madre Patria: Se tocó el pecho y sacó la cartera:</p>
-
-<p>—Querido Mariano, real y verdaderamente, en las circunstancias por
-que atraviesa este país, con la incertidumbre y poca fijeza de sus
-finanzas, me representa un grave quebranto la radicación en España.
-¡Usted me conoce, usted sabe todo lo que me violenta apremiarle,
-usted, dándose cuenta de mi buena voluntad, no me creará una situación
-embarazosa!...</p>
-
-<p>El Barón de Benicarlés, con apagada sonrisa, tiraba de las orejas a
-Merlín:</p>
-
-<p>—¡Carísimo Celestino, pero si está usted haciendo mi rol! Sus
-disculpas, todas sus palabras, las hago mías. No es a usted a quien
-corresponde hablar así. ¡Carísimo Celestino, no me amenace usted con
-la cartera, que me da más miedo que una pistola! Guárdesela para que
-sigamos hablando. Tengo en venta una masía en Alicante. ¿Por qué no se
-decide<span class="pagenum" id="Page_293">p. 293</span> usted y me la
-compra? Sería un espléndido regalo para su amigo el elocuente tribuno.
-Decídase usted, que se la doy barata.</p>
-
-<p>Don Celes Galindo entornaba los ojos, abierta una sonrisa de oráculo
-entre las patillas de canela.</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>El Ilustre Gachupín extravagaba por los más encumbrados limbos
-la voluta del pensamiento: Investido de conciencia histórica,
-pomposo, apesadumbrado, discernía como un deshonor rojo y gualda el
-epistolario del Ministro de Su Majestad Católica al Currito de Sevilla.
-¡Aberraciones! Y subitánea, en un silo de sombra taciturna, atisbó la
-mueca de Tirano Banderas. ¡Aberraciones! El verde mohín trituraba las
-letras. Y Don Celes, con mentales votos de hijo predilecto, ofrecía
-el sonrojo de su calva panzona en holocausto de la Madre Patria. El
-impulso de imponerle un parche en las vergüenzas le inundó generoso,
-calde, con el pulso entusiasta de la onda sanguínea en los brindis
-y aniversarios nacionales.<span class="pagenum" id="Page_294">p.
-294</span> La botarga del ricacho era una boya de ecos magnánimos. El
-Barón, de media anqueta en el sofá, cristalizaba los ambiguos caramelos
-de una sonrisa protocolaria. Don Celestino le tendió la mano condolido,
-piadoso, tal como su lienzo en el Vía-Crucis la María Verónica:</p>
-
-<p>—Yo he vivido mucho. Cuando se ha vivido mucho, se adquiere cierta
-filosofía para considerar las acciones humanas. Usted me comprende,
-querido Mariano.</p>
-
-<p>—Todavía no.</p>
-
-<p>El Barón de Benicarlés limitaba el azul horizonte de los ojos
-huevones, entornando los párpados. Don Celes cambió toda la cara en un
-gran gesto abismado y confidencial:</p>
-
-<p>—Ayer la policía, en mi opinión propasándose, ha efectuado la
-detención de un súbdito español, y practicado un registro en sus
-petacas... Ya digo, en mi opinión, extralimitándose.</p>
-
-<p>El carcamal diplomático asintió con melindre displicente:</p>
-
-<p>—Acabo de enterarme. Me ha visitado con ese mismo duelo Currito
-Mi-Alma.</p>
-
-<p>El Ministro de Su Majestad Católica sonreía,<span class="pagenum"
-id="Page_295">p. 295</span> y sobre la crasa rasura, el colorete,
-abriéndose en grietas, tenía un sarcasmo de careta chafada. Se
-consternó Don Celes:</p>
-
-<p>—Mariano, es asunto muy grave. Precisa que, puestos de acuerdo, lo
-silenciemos.</p>
-
-<p>—¡Carísimo Celestino, es usted una virgen inocente! Todo eso carece
-de importancia.</p>
-
-<p>En la liviana contracción de su máscara, el colorete seguía
-abriéndose, con nuevas roturas. Don Celes acentuaba su gesto
-confidencial:</p>
-
-<p>—Querido Mariano, mi deber es prevenirle. Esas cartas están en poder
-del General Banderas. Acaso violo un secreto político, pero usted,
-su amistad, y la Patria... ¡Querido Mariano, no podemos, no debemos
-olvidarnos de la Patria! Esas cartas actúan en poder del General
-Banderas.</p>
-
-<p>—Me satisface la noticia. El Señor Presidente es bien seguro que
-sabrá guardarlas.</p>
-
-<p>El Barón de Benicarlés acogíase en una actitud sibilina de
-hierofante en sabias perversidades. Insistía Don Celes, un poco captado
-por aquel tono:</p>
-
-<p>—Querido Mariano, ya he dicho que no juzgo de esas cartas, pero mi
-deber es prevenirle.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_296">p. 296</span>—Y se lo agradezco.
-Usted, ilustre amigo, se deja arrebatar de la imaginación. Crea usted
-que esas cartas no tienen la más pequeña importancia.</p>
-
-<p>—Me alegraría que así fuese. Pero temo un escándalo, querido
-Mariano.</p>
-
-<p>—¿Puede ser tanta la incultura de este medio social? Sería
-perfectamente ridículo.</p>
-
-<p>Don Celes se avino, marcando con un gesto su avenencia:</p>
-
-<p>—Indudablemente, pero hay que silenciar el escándalo.</p>
-
-<p>El Barón de Benicarlés entornaba los ojos, relamido de desdenes:</p>
-
-<p>—¡Un devaneo! Ese Currito le confieso a usted que me ha tenido
-interesado. ¿Usted le conoce? ¡Vale la pena!</p>
-
-<p>Hablaba con tan amable sonrisa, con un matiz británico de tan
-elegante indiferencia, que el asombrado gachupín no tuvo ánimos para
-sacar del fuelle los grandes gestos. Fallidos todos, murmuró, jugando
-con los guantes:</p>
-
-<p>—No, no le conozco. Mariano, mi consejo es que debe usted tener
-amigo al General.</p>
-
-<p>—¿Cree usted que no lo sea?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_297">p. 297</span>—Creo que debe
-usted verle.</p>
-
-<p>—Eso, sí, no dejaré de hacerlo.</p>
-
-<p>—Mariano, hágalo usted, se lo ruego, en nombre de la Madre Patria.
-Por ella, por la Colonia. Ya usted conoce sus componentes, gente
-inculta, sin complicaciones, sin cultura. Si el cable comunica alguna
-novedad política...</p>
-
-<p>—Le tendré a usted al corriente, y repito mi enhorabuena. Es usted
-un grande hombre plutarquiano. Adiós, querido Celes.</p>
-
-<p>—Vea usted al Presidente.</p>
-
-<p>—Le veré esta tarde.</p>
-
-<p>—Con esa promesa me retiro satisfecho.</p>
-
-
-<h4>VI</h4>
-
-<p>Currito Mi-Alma salió rompiendo cortinas y, por decirlo en su verba,
-más postinero que un ocho:</p>
-
-<p>—¡Has estado pero que muy buena, Isabelita!</p>
-
-<p>El Barón de Benicarlés le detuvo con áulico aspaviento, la estampa
-fondona y gallota, toda conmovida:</p>
-
-<p>—¡Me parece una inconveniencia ese espionaje!</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_298">p. 298</span>—¡Mírame este
-ojo!</p>
-
-<p>—Muy seriamente.</p>
-
-<p>—¡No seas panoli!</p>
-
-<p>Los cedros y los mirtos del jardín trascendían remansadas penumbras
-de verdes acuarios a los estores del salón, apenas ondulados por la
-brisa perfumada de nardos. El jardín de la virreina era una galante
-geometría de fuentes y mirtos, estanques y ordenados senderos:
-Inmóviles cláusulas de negros espejos pautaban los estanques, entre
-columnatas de cipreses. El Ministro de Su Majestad Católica, con un
-destello de orgullo en el azul porcelana de las pupilas, volvió la
-espalda al rufo, y recluyéndose en el calino mirador colonial, se
-incrustaba el monóculo bajo la ceja. Trepaban del jardín verdes de
-una enredadera, y era detrás de los cristales toda la sombra verde
-del jardín. El Barón de Benicarlés apoyó la frente en la vidriera:
-Elefantona, atildada, britanizante, la figura dibujaba un gran
-gesto preocupado. El Curro y Merlín, cada cual desde su esquina,
-le contemplaban sumido en la luz acuaria del mirador, en la curva
-rotunda, labrada de olorosas maderas, con una evocación de lacas<span
-class="pagenum" id="Page_299">p. 299</span> orientales y borbónicas,
-de minué bailado por visorreyes y Princesas Flor de Almendro. El Curro
-rompió el encanto escupiendo, marchoso, por el colmillo:</p>
-
-<p>—Isabelita, prenda, así te despeines, o te subas el moño para menda
-lo mismo que la Biblia del Padre Carulla. Isabelita, hay que mover los
-pinreles y darse la lengua con Tirano Banderas.</p>
-
-<p>—¡Canalla!</p>
-
-<p>—Isabelita, evitémonos un solfeo.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch6-3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_301">p. 301</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3>
- <p class="subh3 g2">LA NOTA</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>El Excelentísimo Señor Ministro de España había pedido el coche
-para las seis y media. El Barón de Benicarlés, perfumado, maquillado,
-decorado, vestido con afeminada elegancia, dejó sobre una consola
-el jipi, el junco y los guantes: Haciéndose lugar en el corsé con
-un movimiento de cintura, volvió sobre sus pasos, y entró en la
-recámara: Alzose una pernera, con mimo de no arrugarla, y se aplicó
-una inyección de morfina. Estirando la zanca con leve cojera, volvió a
-la consola y se puso, frente al espejo, el sombrero y los guantes. Los
-ojos huevones, la boca fatigada, diseñaban en fluctuantes signos los
-toboganes del pensamiento. Al calzarse los guantes, veía los guantes
-amarillos de Don Celes. Y, de repente, otras imágenes saltaron en su
-memoria, con abigarrada palpitación de sueltos toretes en un redondel.
-Entre ángulos y roturas gramaticales, algunas palabras se encadenaban
-con vigor epigráfico:<span class="pagenum" id="Page_302">p. 302</span>
-“Desecho de tienta. Cría de Guisando. ¡Graníticos!” Sobre este
-trampolín, un salto mortal, y el pensamiento quedaba en una suspensión
-ingrávida, gaseado: “¡Don Celes! ¡Asno divertido! ¡Magnífico!” El
-pensamiento, diluyéndose en una vaga emoción jocosa, se trasmudaba en
-sucesivas intuiciones plásticas de un vigoroso grafismo mental, y una
-lógica absurda de sueño. Don Celes, con albarda muy gaitera, hacía
-monadas en la pista de un circo. Era realmente el orondo gachupín.
-¡Qué toninada! Castelar le había hecho creer que cuando gobernase lo
-llamaría para Ministro de Hacienda.</p>
-
-<p>El Barón se apartó de la consola, cruzó el estrado y la galería,
-dio una orden a su ayuda de cámara, bajó la escalera. Le inundó el
-tumulto luminoso del arroyo. El coche llegaba rozando el azoguejo.
-El cochero inflaba la cara teniendo los caballos. El lacayo estaba
-a la portezuela, inmovilizado en el saludo: Las imágenes tenían un
-valor aislado y extático, un relieve lívido y cruel, bajo el celaje
-de cirrus, dominado por media luna verde. El Ministro de España,
-apoyando el pie en el estribo, diseñaba su pensamiento con<span
-class="pagenum" id="Page_303">p. 303</span> claras palabras mentales:
-“Si surge una fórmula, no puedo singularizarme, cubrirme de ridículo
-por cuatro abarroteros. ¡Absurdo arrostrar el entredicho del Cuerpo
-Diplomático! ¡Absurdo!” Rodaba el coche. El Barón, maquinalmente, se
-llevó la mano al sombrero. Luego pensó: “Me han saludado. ¿Quién era?”
-Con un esguince anguloso y oblicuo vio la calle tumultuosa de luces
-y músicas. Banderas españolas decoraban sobre pulperías y casas de
-empeño. Con otro esguince le acudió el recuerdo de una fiesta avinatada
-y cerril, en el Casino Español. Luego, por rápidos toboganes de sombra,
-descendía a un remanso de la conciencia, donde gustaba la sensación
-refinada y tediosa de su aislamiento. En aquella sima, números de una
-gramática rota y llena de ángulos, volvían a inscribir los poliedros
-del pensamiento, volvían las cláusulas acrobáticas encadenadas por
-ocultos nexos. “Que me destinen al Centro de África. Donde no haya
-Colonia Española... ¡Vaya, Don Celes! ¡Grotesco personaje!... ¡Qué
-idea la de Castelar!... Estuve poco humano. Casi me pesa. Una broma
-pesada... Pero ese no venía sin los pagarés. Estuvo bien<span
-class="pagenum" id="Page_304">p. 304</span> haberle parado en seco. ¡Un
-quiebro oportuno! Y la deuda debe de subir un pico... Es molesto. Es
-denigrante. Son irrisorios los sueldos de la Carrera. Irrisorios los
-viáticos.”</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>El coche, bamboleando, entraba por la Rinconada de Madres. Corrían
-gallos. El espectáculo se proyectaba sobre un silencio tenso, cortado
-por ráfagas de popular algazara. El Barón alzó el monóculo para
-mirar a la plebe, y lo dejó caer. Con una proyección literaria,
-por un nexo de contrarios, recordó su vida en las Cortes Europeas.
-Le acarició un cefirillo de azahares. Rozaba el coche las tapias
-de un huerto de monjas. El cielo tenía una luz verde, como algunos
-cielos del Veronés: La luna, como en todas partes, un halo de versos
-italianos, ingleses y franceses. Y el carcamal diplomático, sobre la
-reminiscencia pesimista y sutil de su nostalgia, triangulaba difusos,
-confusos plurales pensamientos. “¡Explicaciones! ¿Para qué? Cabezas
-de berroqueña.” Por sucesivas derivaciones, en<span class="pagenum"
-id="Page_305">p. 305</span> una teoría de imágenes, y palabras cargadas
-de significación, como palabras cabalísticas, intuyó el ensueño de
-un viaje por países exóticos. Recaló en su colección de marfiles. El
-ídolo panzudo y risueño, que ríe con la panza desnuda, se parece a Don
-Celes. Otra vez los poliedros del pensamiento se inscriben en palabras:
-“Va a dolerme dejar el país. Me llevo muchos recuerdos. Amistades muy
-gentiles. Me ha dado miel y acíbar. La vida, igual en todas partes...
-Los hombres valen más que las mujeres. Sucede como en Lisboa. Entre
-los jóvenes hay verdaderos Apolos... Es posible que me acompañe ya
-siempre la nostalgia de estos climas tropicales. ¡Hay una palpitación
-del desnudo!”. El coche rodaba. Portalitos de Jesús, Plaza de Armas,
-Monotombo, Rinconada de Madres, tenían una luminosa palpitación de
-talabartería, filigranas de plata, ruedas de facones, tableros de
-suertes, vidrios en sartales.</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_306">p. 306</span>III</h4>
-
-<p>Frente a la Legación inglesa había un guiñol de mitote y puñales. El
-coche llegaba rozando la acera. El cochero inflaba la cara reteniendo
-los caballos. El lacayo estaba en la portezuela, inmovilizado en un
-saludo. El Barón, al apearse, distinguió vagamente a una mujer con
-rebocillo: Abría la negra tenaza de los brazos, acaso le requería.
-Se borró la imagen. Acaso la vieja luchaba por llegar al coche. El
-Barón, deteniéndose un momento en el estribo, esparcía los ojos sobre
-la fiesta de la Rinconada. Entró en la Legación. Un momento creyó
-que le llamaban, indudablemente le llamaban. Pero no pudo volver la
-cabeza: Dos Ministros, dos oráculos del protocolo, le retenían con
-un saludo, levantándose al mismo tiempo los sombreros: Estaban en el
-primer peldaño de la escalera, bajo la araña destellante de luces,
-ante el espejo que proyectaba las figuras con una geometría oblicua y
-disparatada. El Barón de Benicarlés respondía quitándose a su<span
-class="pagenum" id="Page_307">p. 307</span> vez el sombrero, distraído,
-alejado el pensamiento. La vieja, los brazos como tenazas bajo el
-rebocillo, iniciaba su imagen. Pasó también perdido bajo el recuerdo
-el eco de su propio nombre, la voz que acaso le llamaba. Maquinalmente
-sonrió a las dos figuras, en su espera bajo la araña fulgurante.
-Cambiando cortesías y frases amables, subió la escalera entre los
-Ministros de Chile y del Brasil. Murmuró engordando las erres con una
-fuga de nasales amables y protocolarias:</p>
-
-<p>—Creo que nosotros estamos los primeros.</p>
-
-<p>Se miró los pies con la vaga inquietud de llevar recogida una pierna
-del pantalón. Sentía la picadura de la morfina. Se le aflojaba una
-liga. ¡Catastrófico! ¡Y el Ministro del Brasil se había puesto los
-guantes amarillos de Don Celes!</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>El Decano del Cuerpo Diplomático —Sir Jonnes H. Scott, Ministro de
-la Graciosa Majestad Británica— exprimía sus escrúpulos puritanos en un
-francés lacio, orquestado de haches aspiradas. Era pequeño y tripudo,
-con<span class="pagenum" id="Page_308">p. 308</span> un vientre jovial
-y una gran calva de patriarca: Tenía el rostro encendido de bermejo
-cándido, y una punta de maliciosa suspicacia en el azul de los ojos,
-aún matinales de juegos e infancias:</p>
-
-<p>—Inglaterra ha manifestado en diferentes actuaciones el disgusto
-con que mira el incumplimiento de las más elementales Leyes de Guerra.
-Inglaterra no puede asistir indiferente al fusilamiento de prisioneros,
-hecho con violación de todas las normas y conciertos entre pueblos
-civilizados.</p>
-
-<p>La Diplomacia Latino-Americana concertaba un aprobatorio murmullo,
-amueblando el silencio cada vez que humedecía los labios en el refresco
-de brandy-soda el Honorable Sir Jonnes H. Scott. El Ministro de
-España, distraído en un flirt sentimental, paraba los ojos sobre el
-Ministro del Ecuador, Doctor Aníbal Roncali —un criollo muy cargado de
-electricidad, rizos prietos, ojos ardientes, figura gentil, con cierta
-emoción fina y endrina de sombra chinesca—. El Ministro de Alemania,
-Von Estrug, cambiaba en voz baja alguna interminable palabra tudesca
-con el Conde Chrispi, Ministro de Austria. El Representante<span
-class="pagenum" id="Page_309">p. 309</span> de Francia engallaba la
-cabeza, con falsa atención, media cara en el reflejo del monóculo. Se
-enjugaba los labios y proseguía el Honorable Sir Jonnes:</p>
-
-<p>—Un sentimiento cristiano de solidaridad humana nos ofrece a todos
-el mismo cáliz para comulgar en una acción conjunta y recabar el
-cumplimiento de la legislación internacional al respecto de las vidas y
-canje de prisioneros. El Gobierno de la República, sin duda, no desoirá
-las indicaciones del Cuerpo Diplomático. El Representante de Inglaterra
-tiene trazada su norma de conducta, pero tiene al mismo tiempo un
-particular interés en oír la opinión del Cuerpo Diplomático: Señores
-Ministros, este es el objeto de la reunión. Les presento mis mejores
-excusas, pero he creído un deber convocarles, como decano.</p>
-
-<p>La Diplomacia Latino-Americana prolongaba su blando rumor de eses
-laudatorias, felicitando al Representante de Su Graciosa Majestad
-Británica. El Ministro del Brasil, figura redonda, azabachada,
-expresión asiática de mandarín o de bonzo, tomó la palabra,
-acordando sus sentimientos a los del Honorable<span class="pagenum"
-id="Page_310">p. 310</span> Sir Jonnes H. Scott. Accionaba levantando
-los guantes en ovillejo. El Barón de Benicarlés sentía una profunda
-contrariedad: El revuelo de los guantes amarillos le estorbaba el
-flirteo: Dejó su asiento, y con una sonrisa mundana, se acercó al
-Ministro Ecuatoriano:</p>
-
-<p>—El colega brasileño se ha venido con unas terribles lubas de
-canario.</p>
-
-<p>Explicó el Primer Secretario de la Legación Francesa, que actuaba de
-Ministro:</p>
-
-<p>—Son crema. El último grito en la Corte de Saint James.</p>
-
-<p>El Barón de Benicarlés evocó con cierta irónica admiración el
-recuerdo de Don Celes. El Ministro del Ecuador, que se había puesto
-en pie, agitados los rizos de ébano, hablaba verboso. El Barón de
-Benicarlés, gran observante del protocolo, tenía una sonrisa de
-sufrimiento y simpatía ante aquella gesticulación y aquel raudal de
-metáforas. El Doctor Aníbal Roncali proponía que los diplomáticos
-hispano-americanos celebrasen una reunión previa bajo la presidencia
-del Ministro de España: Las águilas jóvenes, que tendían las alas para
-el heroico vuelo, agrupadas en<span class="pagenum" id="Page_311">p.
-311</span> torno del águila materna. La Diplomacia Latino-Americana
-manifestó su conformidad con murmullos. El Barón de Benicarlés se
-inclinó: Agradecía el honor en nombre de la Madre Patria. Después,
-estrechando la mano prieta del ecuatoriano, entre sus manos de
-odalisca, explicó dengoso, la cabeza sobre el hombro, un almíbar de
-monja la sonrisa, un derretimiento de camastrón la mirada:</p>
-
-<p>—¡Querido colega, solo acepto viniendo usted a mi lado como
-Secretario!</p>
-
-<p>El Doctor Aníbal Roncali experimentó un vivo deseo de libertarse
-la mano que insistentemente le retenía el Ministro de España: Se
-inquietaba con una repugnancia asustadiza y pueril: Recordó de la vieja
-pintada que le llamaba desde una esquina, cuando iba al Liceo. ¡Aquella
-vieja terrible, insistente como un tema de gramática! Y el carcamal,
-reteniéndole la mano, parecía que fuese a sepultarla en el pecho:
-Hablaba ponderativo, extasiando los ojos con un cinismo turbador. El
-Ministro Ecuatoriano hizo un esfuerzo y se soltó:</p>
-
-<p>—Un momento, Señor Ministro. Tengo que saludar a Sir Scott.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_312">p. 312</span>El Barón de
-Benicarlés se enderezó, poniéndose el monóculo:</p>
-
-<p>—Me debe usted una palabra, querido colega.</p>
-
-<p>El Doctor Aníbal Roncali asintió, agitando los rizos, y se alejó
-con una extraña sensación en la espalda, como si oyese el siseo de
-aquella vieja pintada, cuando iba a las aulas del Liceo: Entró en el
-corro, donde recibía felicitaciones el evangélico Plenipotenciario de
-Inglaterra. El Barón, erguido, sintiéndose el corsé, ondulando las
-caderas, se acercó al Embajador de Norteamérica. Y el flujo de acciones
-extravagantes al núcleo que ofrecía incienso a la diplomacia británica,
-atrajo al formidable Von Estrug, Representante del Imperio Alemán.
-Satélite de su órbita, era el azafranado Conde Chrispi, Representante
-del Imperio Austro-Húngaro. Habló confidencial el yanqui:</p>
-
-<p>—El Honorable Sir Jonnes Scott ha expresado elocuentemente
-los sentimientos humanitarios que animan al Cuerpo Diplomático.
-Indudablemente. ¿Pero puede ser justificativo para intervenir, siquiera
-sea aconsejando, en la política interior de la República? La<span
-class="pagenum" id="Page_313">p. 313</span> República, sin duda,
-sufre una profunda conmoción revolucionaria, y la represión ha de ser
-concordante. Nosotros presenciamos las ejecuciones, sentimos el ruido
-de las descargas, nos tapamos los oídos, cerramos los ojos, hablamos
-de aconsejar... Señores, somos harto sentimentales. El Gobierno del
-General Banderas, responsable y con elementos suficientes de juicio,
-estimará necesario todo el rigor. ¿Puede el Cuerpo Diplomático
-aconsejar en estas circunstancias?</p>
-
-<p>El Ministro de Alemania, semita de casta, enriquecido en las
-regiones bolivianas del caucho, asentía con impertinencia políglota,
-en español, en inglés, en tudesco. El Conde Chrispi, severo y
-calvo, también asentía, rozando con un francés muy puro su bigote
-de azafrán. El Representante de Su Majestad Católica fluctuaba. Los
-tres diplomáticos, el yanqui, el alemán, el austríaco, ensayando el
-terceto de su mutua discrepancia, poníanle sobre los hilos una intriga,
-y experimentaba un dolor sincero, reconociendo que en aquel mundo,
-su mundo, todas las cábalas se hacían sin contar con el Ministro de
-España. El Honorable Sir Jonnes H. Scott había vuelto a tomar la
-palabra:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_314">p. 314</span>—Séame permitido
-rogar a mis amables colegas de querer ocupar sus puestos.</p>
-
-<p>Los discretos conciliábulos se dispersaban. Los Señores Ministros,
-al sentarse, inclinándose, hablándose en voz baja, producían un
-apagado murmullo babélico. Sir Scott, con palabra escrupulosa de
-conciencia puritana, volvía a ofrecer el cáliz colmado de sentimientos
-humanitarios, al Honorable Cuerpo Diplomático. Tras prolija discusión
-se redactó una nota. La firmaban veintisiete Naciones. Fue un acto
-trascendental. El suceso, troquelado con el estilo epigráfico y
-lacónico del cable, rodó por los grandes periódicos del mundo:
-“Santa Fe de Tierra Firme. El Honorable Cuerpo Diplomático acordó la
-presentación de una Nota al Gobierno de la República. La Nota, a la
-cual se atribuye gran importancia, aconseja el cierre de los expendios
-de bebidas y exige el refuerzo de guardias en las Legaciones y Bancos
-Extranjeros.”</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch7">
- <p><span class="pagenum" id="Page_315">p. 315</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/i_0317.jpg"
- style="width: 18em; height: auto;"
- alt="Portadilla"/>
- </div>
- <h2 class="nobreak g2 ws2">SÉPTIMA PARTE</h2>
- <p class="subh2 g1">LA MUECA VERDE</p>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch7-1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_317">p. 317</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3>
- <p class="subh3">RECREOS DEL TIRANO</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Generalito Banderas metía el tejuelo por la boca de la rana. Doña
-Lupita, muy peripuesta de anillos y collares, presidía el juego sentada
-entre el anafre del café y el metate de las tortillas, bajo un rayado
-parasol, en los círculos de un ruedo de colores:</p>
-
-<p>—¡Rana!</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>—¡Cua! ¡Cua!</p>
-
-<p>Nachito, adulón y ramplón, asistía en la rueda de compadritos, por
-maligna humorada del Tirano. La mueca verde remejía los venenos de una
-befa aún soturna y larvada en los repliegues del ánimo: Diseñaba la
-vírgula de un sarcasmo hipocondríaco:</p>
-
-<p>—Licenciado Veguillas, en la próxima tirada va usted a ser mi socio.
-Procure mostrarse a la altura de su reputación, y no chingarla. ¡Ya
-está usted como un bejuco temblando! ¡Pero qué flojo se ha vuelto,
-valedor!<span class="pagenum" id="Page_318">p. 318</span> Un vasito
-de limón le caerá muy bueno. Licenciadito, si no serena los pulsos
-perderá su buena reputación. ¡No se arrugue, Licenciado! El refresquito
-de limón es muy provechoso para los pasmos del ánimo. Signifíquese, no
-más, con la vieja rabona, y brinde a los amigos la convidada: Despídase
-rumboso y le rezaremos cuando estire el zancajo.</p>
-
-<p>Nachito suspiraba meciéndose sobre el pando compás de las piernas,
-rubicundo, inflada la carota de lágrimas:</p>
-
-<p>—¡La sílfide mundana me ha suicidado!</p>
-
-<p>—No divague.</p>
-
-<p>—¡Generalito, me condena un juego ilusorio de las Ánimas Benditas!
-¡Apelo de mi martirio! ¡Una esperanza! ¡Una esperanza no más! En el
-médano más desamparado da sus flores el rosal de la esperanza. No vive
-el hombre sin esperanza. El pájaro tiene esperanza, y canta aunque la
-rama cruja, porque sabe lo que son sus alas. El rayo de la aurora tiene
-esperanza. ¡Mi Generalito, todos los seres se decoran con el verde
-manto de la Deidad! ¡Canta su voz en todos los seres! ¡El rayo de su
-mirada se sume hasta el fondo de las cárceles! ¡Consuela al sentenciado
-en capilla! ¡Le<span class="pagenum" id="Page_319">p. 319</span>
-ofrece la promesa de ser indultado por los Poderes Públicos!</p>
-
-<p>Niño Santos extraía de su levitón el pañuelo de dómine y se lo
-pasaba por la calavera:</p>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac! Una síntesis ha hecho muy elocuente, Licenciadito.
-El Doctor Sánchez Ocaña le ha dado, sin duda, sus lecciones en Santa
-Mónica. ¡Chac! ¡Chac!</p>
-
-<p>Hacían bulla los compadres, celebrando el rejo maligno del
-Tirano.</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>Doña Lupita, achamizada, zalamera, servía en un rayo de sol el iris
-de los refrescos. Niño Santos, alternativamente, ponía los labios en el
-vidrio de limón y fisgaba a la comadreja, sartas de corales, mieles de
-esclava, sonrisa de Oriente:</p>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac! Doña Lupita, me está pareciendo que tenés vos la
-nariz de la Reina Cleopatra. Por mero la cachiza de cuatro copas, un
-puro trastorno habéis vos traído a la República. Enredáis vos más que
-el honorable Cuerpo Diplomático. ¿Cuántas copas os había quebrado
-el Coronel de la Gándara?<span class="pagenum" id="Page_320">p.
-320</span> ¡Doña Lupita, por menos de un boliviano me lo habéis puesto
-en la bola revolucionaria! No hacía más la nariz de la Reina Faraona.
-Doña Lupita, la deuda de justicia que vos me habés reclamado ha sido
-una madeja de circunstancias fatales: Es causa primordial en la
-actuación rebelde del Coronel de la Gándara: Ha puesto en Santa Mónica
-al chamaco de Doña Rosa Pintado: Cucarachita la Taracena reclama contra
-la clausura de su lenocinio, y tenemos pendiente una nota del Ministro
-de Su Majestad Católica. ¡Pueden romperse las relaciones con la Madre
-Patria! ¡Y vos, mi vieja, ahí os estás, sin la menor conturbación por
-tantas catástrofes! Finalmente, cuatro copas de vuestra mesilla, un
-peso papel, menos que nada, me han puesto en el trance de renunciar a
-los conciertos batracios del Licenciadito Veguillas.</p>
-
-<p>—¡Cua! ¡Cua!</p>
-
-<p>Nachito, por congraciarse hostigaba la befa, mimando el canto y el
-compás saltarín de la rana. Con cuáqueros vinagres le apostrofó el
-Tirano:</p>
-
-<p>—No haga el bufón, Señor Licenciado. Estos buenos amigos que van
-a juzgarle, no se dejarán<span class="pagenum" id="Page_321">p.
-321</span> influenciar por sus macanas: Espíritus cultivados, el que
-menos ha visto funcionar los Parlamentos de la Vieja Europa.</p>
-
-<p>—¡Juvenal y Quevedo!</p>
-
-<p>El ilustre gachupín se acariciaba las patillas de canela, rotunda la
-botarga, inflado el papo de aduladores énfasis. Se santiguaba la vieja
-rabona:</p>
-
-<p>—¡Virgen de mi Nombre, la jugó Patillas!</p>
-
-<p>—¡Pues hizo saque!</p>
-
-<p>—¡De salir siempre tan enredada la madeja del mundo, no se libraba
-ni el más santo de verse en el Infierno!</p>
-
-<p>—Una buena sentencia, Doña Lupita. ¿Pero su alma no siente el
-sobresalto de haber concitado el tumulto de tantas acciones, de tantos
-vitales relámpagos?</p>
-
-<p>—¡Mi jefecito, no me asombre!</p>
-
-<p>—Doña Lupita, ¿no temblás vos ante el problema de nuestras eternas
-responsabilidades?</p>
-
-<p>—¡Entre mí estoy rezando!</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_322">p. 322</span>IV</h4>
-
-<p>Recalaba sobre el camino la mirada Tirano Banderas:</p>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac! El que tenga de ustedes mejor vista, sírvase
-documentarme y decirme qué tropa es aquella. ¿El jinete charro que
-viene delante no es el ameritado Don Roque Cepeda?</p>
-
-<p>Don Roque, con una escolta de cuatro indios caballerangos,
-se detenía al otro lado del seto, sobre el camino, al pie de la
-talanquera. La frente tostada, el áureo sombrero en la mano, el potro
-cubierto de platas, daban a la figura del jinete, en las luces del
-ocaso, un prestigio de santoral románico. Tirano Banderas, con cuáquera
-mesura, hacía la farsa del acogimiento:</p>
-
-<p>—¡Muy feliz de verle por estos pagos! A Santos Banderas le
-correspondía la obligación de entrevistarle. ¿Mi Señor Don Roque, por
-qué se ha molestado? Era este servidor quien estaba en el débito de
-acudir a su casa y darle excusas con todo el Gobierno. A este propósito
-ha sido el enviarle uno de mis ayudantes,<span class="pagenum"
-id="Page_323">p. 323</span> suplicándole audiencia. Y usted, no más,
-extremando la cortesía, que se molesta, cuando el obligado era Santos
-Banderas.</p>
-
-<p>Abría los brazos con encomio amistoso el Tirano. Apeábase Don Roque.
-Largas y confidenciales palabras tuvieron en el banco miradero de los
-frailes, frente al recalmado mar ecuatorial, con caminos de sol sobre
-el vasto incendio del poniente:</p>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac! Muy feliz de verle.</p>
-
-<p>—Señor Presidente, no he querido ausentarme para la campaña sin
-pasar a visitarle. Al acto de cortesía se suma mi sentimiento de amor a
-la República. He recibido la visita de su ayudante, Señor Presidente,
-y recién la de mi antiguo compañero Lauro Méndez, Secretario de
-Relaciones. He actuado en consecuencia de la plática que tuvimos, y de
-la cual supongo enterado al Señor Presidente.</p>
-
-<p>—El Señor Secretario ha hecho mal si no le dijo que obedecía
-mis indicaciones. Me gusta la franqueza. Amigo Don Roque, la
-independencia nacional corre un momento de peligro, asaltada por
-todas las codicias extranjeras. El Honorable Cuerpo Diplomático —una
-ladronera de intereses coloniales— nos combate<span class="pagenum"
-id="Page_324">p. 324</span> de flanco con notas chicaneras que divulga
-el cable. La Diplomacia tiene sus agencias de difamación, y hoy las
-emplea contra la República de Santa Fe. El caucho, las minas, el
-petróleo, despiertan las codicias del yanqui y del europeo. Preveo
-horas de suprema angustia para todos los espíritus patriotas. Acaso
-nos amenaza una intervención militar, y a fin de proponer a usted una
-tregua solicitaba su audiencia. ¡Chac! ¡Chac!</p>
-
-<p>Repetía Don Roque:</p>
-
-<p>—¿Una tregua?</p>
-
-<p>—Una tregua hasta que se resuelva el conflicto internacional. Fije
-usted sus condiciones. Yo comienzo por ofrecerle una amplia amnistía
-para todos los presos políticos que no hayan hecho armas.</p>
-
-<p>Don Roque murmuró:</p>
-
-<p>—La amnistía es un acto de justicia que aplaudo sin reservas. ¿Pero
-cuántos no han sido acusados injustamente de conspiración?</p>
-
-<p>—A todos alcanzará el indulto.</p>
-
-<p>—¿Y la propaganda electoral, será verdaderamente libre? ¿No se verá
-coaccionada por los agentes políticos del Gobierno?</p>
-
-<p>—Libre y salvaguardada por las leyes.<span class="pagenum"
-id="Page_325">p. 325</span> ¿Puedo decirle más? Deseo la pacificación
-del país, y le brindo con ella. Santos Banderas no es el ambicioso
-vulgar que motejan en los círculos disidentes. Yo solo amo el bien
-de la República. El día más feliz de mi vida será aquel en que,
-oscurecido, vuelva a mi predio, como Cincinato. En suma, usted, sus
-amigos, recobran la libertad, el pleno ejercicio de sus derechos
-civiles: Pero usted, hombre leal, espíritu patriota, trabajará por
-derivar la revolución a los cauces de la legalidad. Entonces, si en
-la lucha el pueblo le otorga sus sufragios, yo seré el primero en
-acatar la voluntad soberana de la Nación. Don Roque, admiro su ideal
-humanitario y siento el acíbar de no poder compartir tan consolador
-optimismo. ¡Es mi tragedia de gobernante! Usted, criollo de la mejor
-prosapia, reniega del criollismo. Yo en cambio, indio por las cuatro
-ramas, descreo de las virtudes y capacidades de mi raza. Usted se me
-representa como un iluminado, su fe en los destinos de la familia
-indígena me rememora al Padre Las Casas. Quiere usted aventar las
-sombras que han echado sobre el alma del indio trescientos años
-de régimen colonial. ¡Admirable propósito!<span class="pagenum"
-id="Page_326">p. 326</span> Que usted lo consiga es el mayor deseo
-de Santos Banderas. Don Roque, pasadas las actuales circunstancias,
-vénzame, aniquíleme, muéstreme con una victoria —que seré el primero en
-celebrar— todas las dormidas potencialidades de mi raza. Su triunfo,
-apartada mi derrota ocasional, sería el triunfo de la gravitación
-permanente del indio en los destinos de la Historia Patria. Don Roque,
-active su propaganda, logre el milagro, dentro de las leyes, y crea
-que seré el primero en celebrarlo. Don Roque, le agradezco que me
-haya escuchado y le ruego que me puntualice sus objeciones con toda
-franqueza. No quiero que ahora se comprometa con una palabra que acaso
-luego no pudiera cumplir. Consulte a los conspicuos de su facción y
-ofrézcales el ramo de oliva en nombre de Santos Banderas.</p>
-
-<p>Don Roque le miraba con honrada y apacible expresión, tan ingenua
-que descubría las sospechas del ánimo:</p>
-
-<p>—¡Una tregua!</p>
-
-<p>—Una tregua. La unión sagrada. Don Roque, salvemos la independencia
-de la Patria.</p>
-
-<p>Tirano Banderas abría los brazos con patético gesto. Llegaba,
-cortado en ráfagas, el<span class="pagenum" id="Page_327">p.
-327</span> choteo de los compadritos, que en el fondo crepuscular de la
-campa, se divertían con befas y chuelas al Licenciado Veguillas.</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>Don Roque, trotando por el camino, saludaba de lejos con el pañuelo.
-Niño Santos, asomado a la talanquera, respondía con la castora. Caballo
-y jinete ya iban ocultos por los altos maizales, y aun sobresalía el
-brazo con el blanco saludo del pañuelo:</p>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac! ¡Una paloma!</p>
-
-<p>La momia alargaba humorística el veneno de su mueca y miraba a
-la vieja rabona, que en los círculos del ruedo, entre el anafre del
-café y el metate de las tortillas, pasaba las cuentas del rosario,
-sobrecogida, estremecida en el terror de una noche sagrada. Se alzó a
-una seña del Tirano:</p>
-
-<p>—Mi Generalito, los enredos del mundo meten al más santo en las
-calderas del Infierno.</p>
-
-<p>—Mi vieja, vos tendrás que amputar la nariz de Cleopatra.</p>
-
-<p>—Si con ello arreglase el mundo, ñata me quedaba esta noche
-mesma.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_328">p. 328</span>—Un zafarrancho de
-cuatro copas en vuestra mesilla, ha sacado una baza de Lucifer. ¡Vea,
-no más, a este filarmónico amigo en desgracia, acusado de traición!
-¡Posiblemente le caerá sentencia de muerte!</p>
-
-<p>—¿Y la culpa de mi tajamar?</p>
-
-<p>—Ese problema se lo habrán de proponer los futuros historiadores.
-Licenciado Veguillas, despídase de la vieja rabona y otórguele su
-perdón: Manifieste su ánimo generoso: Revístase la clámide, y asombre a
-estos amigos que le ven chuela, con un gesto magnánimo.</p>
-
-<p>—¡Juvenal y Quevedo!</p>
-
-<p>La momia miró al gachupín con avinagrado sarcasmo:</p>
-
-<p>—Ilustre Don Telesforo, usted ocasionará que me saquen alguna
-chufla. Ni Quevedo ni Juvenal: Santos Banderas: Una figura en el
-continente del Sur. ¡Chac! ¡Chac!</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch7-2">
- <p><span class="pagenum" id="Page_329">p. 329</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3>
- <p class="subh3">LA TERRAZA DEL CLUB</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>El Doctor Carlos Esparza, Ministro del Uruguay, oía con gesto burlón
-y mundano las confidencias de su caro colega el Doctor Aníbal Roncali,
-Ministro del Ecuador. Cenaban en el Círculo de Armas:</p>
-
-<p>—Me ha creado una situación enojosa el Barón de Benicarlés. Digá
-vos, no más, que tengo muy brillantes ejecutorias de macho para temer
-murmuraciones, pero no dejan de ser molestas esas actitudes del
-Ministro de España. ¡Qué sonrisas! ¡Qué miradas, amigo!</p>
-
-<p>—¡Che! Una pasión.</p>
-
-<p>El Doctor Carlos Esparza, rubio, miope, elegante, se incrustaba en
-la órbita el monóculo de concha rubia. El Doctor Aníbal Roncali le miró
-entre quejoso y risueño:</p>
-
-<p>—Vos estás de chirigota.</p>
-
-<p>El Ministro del Uruguay se disculpó con un aspaviento burlón:</p>
-
-<p>—Aníbal, te veo próximo a dejar la capa entre las manos del Barón de
-Benicarlés. ¡Y<span class="pagenum" id="Page_330">p. 330</span> eso
-puede aparejar un conflicto diplomático, y hasta una reclamación de la
-Madre Patria!</p>
-
-<p>El Ministro del Ecuador hizo un gesto de impaciencia, acentuado por
-el revuelo de los rizos:</p>
-
-<p>—¡Sigue el choteo!</p>
-
-<p>—¿Qué pensás vos hacer?</p>
-
-<p>—No lo sé.</p>
-
-<p>—¿Sin duda no aceptar el puesto de secretario para colaborar en la
-gran empresa que tan elocuentemente tenés vos expuesto esta noche?</p>
-
-<p>—Indudablemente.</p>
-
-<p>—¡Por una meticulosidad!...</p>
-
-<p>—No jugués vos del vocablo.</p>
-
-<p>—Sin juego. Repito que no te asiste razón suficiente para malograr
-una aproximación de tan lindas esperanzas. El águila y los aguiluchos
-que abren las juveniles alas para el heroico vuelo. ¡Has estado muy
-feliz! ¡Eres un gran lírico!</p>
-
-<p>—No me veás vos chuela, Doctorcito.</p>
-
-<p>—¡Lírico, sentimental, sensitivo, sensible, exclamaba el Cisne de
-Nicaragua! Por eso no logras vos separar la actuación diplomática y el
-flirt del Ministro de España.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_331">p. 331</span>—Hablemos en serio,
-Doctorcito. ¿Qué opinión te merece la iniciativa de Sir Jonnes?</p>
-
-<p>—Es un primer avance.</p>
-
-<p>—¿Y qué ulteriores consecuencias le asignás vos a la Nota?</p>
-
-<p>—¡Qui lo sá! La Nota puede ser precursora de otras Notas... Ello
-depende de la actitud que adopte el Presidente. Sir Jonnes, tan
-cordial, tan evangélico, solo persigue una indemnización de veinte
-millones para la West Limited Company. Una vez más, el florido
-ramillete de los sentimientos humanitarios esconde un áspid.</p>
-
-<p>—La Nota, indudablemente, es un sondeo. ¿Pero cómo opinas vos,
-respecto a la actitud del General? ¿Acordará el Gobierno satisfacer la
-indemnización?</p>
-
-<p>—Nuestra América sigue siendo, desgraciadamente, una Colonia
-Europea... Pero el Gobierno de Santa Fe, en esta ocasión, posiblemente
-no se dejará coaccionar: Sabe que el ideario de los revolucionarios
-está en pugna con los monopolios de las Compañías. Tirano Banderas no
-morirá de cornada diplomática. Se unen para sostenerlo los egoísmos
-del criollaje, dueño de la tierra, y las finanzas extranjeras.<span
-class="pagenum" id="Page_332">p. 332</span> El Gobierno, llegado el
-caso, podría negar las indemnizaciones, seguro de que los radicalismos
-revolucionarios, en ningún momento, merecerán el apoyo de las
-Cancillerías. Cierto que la emancipación del indio debemos enfocarla
-como un hecho fatal. No es cuerdo cerrar los ojos a esa realidad. Pero
-reconocer la fatalidad de un hecho, no apareja su inminencia. Fatal
-es la muerte, y toda nuestra vida se construye en un esfuerzo para
-alejarla. El Cuerpo Diplomático actúa razonablemente, defendiendo la
-existencia de los viejos organismos políticos que declinan. Nosotros
-somos las muletas de esos valetudinarios crónicos, valetudinarios como
-aquellos éticos antiguos, que no acababan de morirse.</p>
-
-<p>La brisa ondulaba los estores y el azul telón de la marina se
-mostraba en un lejos de sombras profundas, encendido de opalinos faros
-y luces de masteleros.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Humeando los tabacos salieron a la terraza los Ministros del Ecuador
-y del Uruguay. El Ministro del Japón, Tu-Lag-Thi, al verlos, se<span
-class="pagenum" id="Page_333">p. 333</span> incorporó en su mecedora de
-bambú, con un saludo falso y amable, de diplomacia oriental: Saboreaba
-el moka y tenía las gafas de oro abiertas sobre un periódico inglés. Se
-acercaron los Ministros Latino-Americanos. Zalemas, sonrisas, empaque
-farsero, cabezadas de rigodón, apretones de mano, cháchara francesa.
-El criado, mulato tilingo, atento a los movimientos de la diplomacia,
-arrastraba dos mecedoras. El Doctor Roncali, agitando los rizos, se
-lanzó en un arrebato oratorio, cantando la belleza de la noche, de la
-luna y del mar. Tu-Lag-Thi, Ministro del Japón, atendía con su oscura
-mueca premiosa, los labios como dos viras moradas recogidas sobre la
-albura de los dientes, los ojos oblicuos, recelosos, malignos. El
-Doctor Esparza insinuó, curioso de novelerías exóticas:</p>
-
-<p>—¡En el Japón, las noches deben ser admirables!</p>
-
-<p>—¡Oh!... ¡Ciertamente! ¡Y esta noche no está falta de cachet
-japonés!</p>
-
-<p>Tu-Lag-Thi tenía la voz flaca, de pianillos desvencijados, y una
-movilidad rígida, de muñeco automático, un accionar esquinado, de
-resorte, una vida interior de alambre en espiral:<span class="pagenum"
-id="Page_334">p. 334</span> Sonreía con su mueca amanerada y oscura:</p>
-
-<p>—Queridos colegas, anteriormente no he podido solicitar la opinión
-de ustedes. ¿Qué importancia conceden ustedes a la Nota?</p>
-
-<p>—¡Es un primer paso!...</p>
-
-<p>El Doctor Esparza daba intención a sus palabras con una sonrisa
-ambigua, llena de reservas. Insistió el Ministro del Japón:</p>
-
-<p>—Todos lo hemos entendido así. Indudablemente. Un primer paso.
-¿Pero cuáles serán los pasos sucesivos? ¿No se romperá el acuerdo del
-Cuerpo Diplomático? ¿Adónde vamos? El Ministro inglés actúa bajo el
-imperativo de sus sentimientos humanitarios, pero este generoso impulso
-acaso se vea cohibido. Las Colonias Extranjeras, sin exclusión de
-ninguna, representan intereses poco simpatizantes con el ideario de
-la Revolución. La Colonia Española, tan numerosa, tan influyente, tan
-vinculada con el criollaje en sus actividades, en sus sentimientos, en
-su visión de los problemas sociales, es francamente hostil a la reforma
-agraria, contenida en el Plan de Zamalpoa. En estos momentos —son mis
-informes— proyecta un acto que sintetice y afirme<span class="pagenum"
-id="Page_335">p. 335</span> sus afinidades con el Gobierno de la
-República. ¿No ocurrirá que se vea desasistido en su humanitaria
-actuación el Honorable Sir Scott?</p>
-
-<p>Guiñaba los ojos con miopía inteligente y maliciosa el Doctor Carlos
-Esparza:</p>
-
-<p>—Querido colega, convengamos en que las relaciones diplomáticas no
-pueden regirse por las claras normas del Evangelio.</p>
-
-<p>Tu-Lag-Thi repuso con flébiles maullidos:</p>
-
-<p>—El Japón supedita intereses de sus naturales, aquí radicados,
-a los principios del Derecho de Gentes. Pero en el camino de las
-confidencias, y aun de las indiscreciones, no he de ocultar mis
-pesimismos respecto al apoyo moral que presten algunos colegas a los
-laudables sentimientos del Ministro inglés. Como hombre de honor, no
-puedo dar crédito a las insinuaciones y malicias de ciertos rotativos,
-demasiado afectos al Gobierno de la República. ¡La West Company!
-¡Aberrante!</p>
-
-<p>La truculenta palabra final se desgarró, transformada en un chifle
-de eles y efes, entre la asiática y lipuda sonrisa de Tu-Lag-Thi. El
-Doctor Aníbal Roncali se acariciaba el bigote, y a flor de labio,
-con leve temblor, retocaba una frase sentimental. Se lanzó con<span
-class="pagenum" id="Page_336">p. 336</span> aquel tic nervioso que
-agitaba eréctiles, como rabos de lagartijas, los rizos de su negra
-cabellera:</p>
-
-<p>—El Doctor Banderas no puede ordenar el cierre de los expendios de
-bebidas. Si tal hiciese, sobrevendría un motín de la plebe. ¡Estas
-ferias son las bacanales del cholo y del roto!</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>Llegaban ecos de la verbena. Bailaban en ringla las cuerdas de
-farolillos, a lo largo de la calle. Al final giraba la rueda de un
-tiovivo. Su grito luminoso, histérico, estridente, hipnotizaba a los
-gatos sobre el borde de los aleros. La calle tenía súbitos guiños,
-concertados con el rumor y los ejercicios acrobáticos del viento en las
-cuerdas de farolillos. A lo lejos, sobre la bruma de estrellas, calcaba
-el negro perfil de su arquitectura, San Martín de los Mostenses.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch7-3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_337">p. 337</span></p>
- <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3>
- <p class="subh3">PASO DE BUFONES</p>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>Tirano Banderas, en la ventana, apuntaba su catalejo sobre la Ciudad
-de Santa Fe:</p>
-
-<p>—¡Están de gusto las luminarias! ¡Pero que muy lindas, amigos!</p>
-
-<p>La rueda de compadres y valedores rodeaba el catalejo y la
-escalerilla astrológica, con la mueca verde encaramada en el
-pináculo:</p>
-
-<p>—No puede negársele al pueblo pan y circo. ¡Están pero que muy
-lindas las luminarias!</p>
-
-<p>De Santa Mónica, el viento del mar traía los opacos estampidos de
-una fusilada:</p>
-
-<p>—¡El pueblo, libre de propagandas funestas, es bueno! ¡Y el rigor
-muy saludable!</p>
-
-<p>La trinca de compadritos, abierta en círculo, tenía la atención
-pendiente del Tirano.</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Tirano Banderas dejó su pináculo, y metiéndose en el círculo de
-valedores y compadres, sacó de una oreja al Licenciado Veguillas:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_338">p. 338</span>—Vamos a oír
-por última vez su concierto batracio. ¿Cómo tiene la gola? ¿Quiere
-aclararse la voz con algún gargarismo?</p>
-
-<p>En torno, adulando la befa, reía la trinca, asustada, complaciente y
-ramplona. Aleló Nachito:</p>
-
-<p>—¿Qué limpieza de notas se le puede pedir a un presunto cadáver?</p>
-
-<p>—Hace mal rehusando amansar con la música a sus jueces. Señores,
-este amigo entrañable aparece como reo de traición, y de no haberse
-descubierto su complicidad, pudo fregarles a todos ustedes. Recordarán
-cómo en la noche de ayer, actuando en el seno de la confianza, les
-declaré el propósito justiciero en que estaba con respecto a las
-subversiones del Coronel Domiciano de la Gándara. Fuera de este
-recinto han sido divulgadas las palabras que profirió en el seno de
-la amistad Santos Banderas. Ustedes van a instruirme en cuanto a la
-pena que corresponde a este divulgador de mis secretos. Han sido
-citados los testigos de su defensa, y si lo autorizan, se les hará
-comparecer y oirán sus descargos. Según tiene manifestado, una mundana
-con sonambulismo le adivinó el pensamiento. Con<span class="pagenum"
-id="Page_339">p. 339</span> antelación, esta niña había estado sometida
-a los pases magnéticos de un cierto Doctor Polaco. ¡Estamos en un
-folletín de Alejandro Dumas! Ese Doctor, que magnetiza y desenvuelve
-la visión profética en las niñas de los congales, es un descendiente
-venido a menos de José Bálsamo. ¿Se recuerdan ustedes la novela? Un
-folletín muy interesante. ¡Lo estamos viviendo! ¡El Licenciadito
-Veguillas, observen no más, émulo del genial mulato! Merito va a
-decirnos adónde emigraba en compañía del rebelde Coronel Domiciano de
-la Gándara.</p>
-
-<p>Hipaba Nachito:</p>
-
-<p>—Pues no más que salíamos platicando de un establecimiento.</p>
-
-<p>—¿Los dos briagos?</p>
-
-<p>—¡Patroncito, dimanante de las ferias, es una pura farra toda Santa
-Fe! Pues no más aquel macaneador, tal como íbamos, da una espantada y
-se mete por una puerta, que merito merito la abría un encamisado. Y en
-el atolondro, yo metí detrás las orejas como un guanaco.</p>
-
-<p>—¿Puede manifestarnos el establecimiento donde se habían juntado
-para la farra?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_340">p. 340</span>—Mi Generalito,
-no me sonroje, que es un lugar muy profano para nombrarlo en esta
-Sala de Audiencia. Ante su noble figura patricia, mi cara se cubre de
-vergüenza.</p>
-
-<p>—Conteste a la pregunta. ¿En qué crápula se halló con el Coronel
-de la Gándara y qué confidencias tuvieron en ese presunto lugar?
-Licenciadito, usted conocía la orden de arresto, y con alguna palabra
-pronunciada durante la embriaguez, puso en sospecha al fugado.</p>
-
-<p>—¿Mi lealtad de tantos años no me acredita?</p>
-
-<p>—Pudo ser un acto irreflexivo, pero el estado de alcoholismo no es
-atenuante en el Tribunal de Santos Banderas. Usted es un briago que se
-pasa las noches de farra en los lenocinios. Sepa que todos sus pasos
-los conoce Santos Banderas. Le antepongo que solamente con la verdad
-podrá desenojarme. Licenciadito, quiero tenderle una mano y sacarle de
-la ciénaga donde cornea atorado, porque el delito de traición apareja
-una penalidad muy severa en nuestros Códigos.</p>
-
-<p>—Señor Presidente, hay enredos en la vida que sobrecogen y hacen
-cavilar, enredos que son una novela. La noche de autos he visitado a
-una gatita que lee los pensamientos.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_341">p. 341</span>—¿Y una gatita con
-tanta ciencia está en un lenocinio para que usted la festeje?</p>
-
-<p>—Pues la pasada noche así sucedió en lo de Cucarachita. Quiero
-declararlo todo y desahogar mi conciencia. Estábamos los dos pecando.
-¡Noche de Difuntos era la de ayer, Generalito! Valedores, por mi honor
-lo garanto, aquella morocha tenía un cirio bendito desvelándole los
-misterios. ¡Leía los pensamientos!</p>
-
-<p>—Licenciadito, esas son quimeras alcohólicas, pues la pasada noche
-se hallaba usted totalmente briago cuando entró con la chinita. Me
-ha sido usted traidor, divulgando mis secretos en vitando comercio
-con una mundana, y por primera providencia, para templar esa carne
-tan ardorosa, le está indicado el cepo. Licenciadito, reléguese a un
-rincón, arrodíllese y procure elevar el pensamiento al Ser Supremo.
-Estos amigos dilectos van a juzgarle, y de sus deliberaciones puede
-salirle una sentencia de muerte. Licenciadito, van a comparecer
-los testigos que ha nominado en su defensa, y si le favorecen sus
-declaraciones, será para mí de sumo beneplácito. Señor Coronel
-López de Salamanca, luego luego, ejecute las<span class="pagenum"
-id="Page_342">p. 342</span> diligencias para que acudan a esclarecernos
-la niña mundana y el Doctor Polaco.</p>
-
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>El Coronel Licenciado López de Salamanca, arrestándose a un canto
-de la puerta, hizo entrar al Doctor Polaco. Detrás, pisando de
-puntas, asomó Lupita la Romántica. El Doctor Polaco, alto, patilludo,
-gran frente, melena de sabio, vestía de fraque, con dos bandas al
-pecho y una roseta en la solapa. Saludó con una curvatura pomposa y
-escenográfica, colocándose la chistera bajo el brazo:</p>
-
-<p>—Presento mis homenajes al Supremo Dignatario de la República.
-Michaelis Lugín, Doctor por la Universidad del Cairo, iniciado en la
-Ciencia Secreta de los Brahmanes de Bengala.</p>
-
-<p>—¿Profesa usted las doctrinas de Allán Kardec?</p>
-
-<p>—Soy no más un modesto discípulo de Mesmer. El espiritismo
-allankardiano es una corruptela pueril de la antigua nigromancia. Las
-evocaciones de los muertos se hallan en los papiros egipcios y en los
-ladrillos caldeos.<span class="pagenum" id="Page_343">p. 343</span>
-La palabra con que son designados estos fenómenos se forma de dos
-griegas.</p>
-
-<p>—¡Este Doctorcito se expresa muy doctoralmente! ¿Y gana la plata con
-su título de Profeta del Cairo?</p>
-
-<p>—Señor Presidente, mi mérito, si alguno tengo, no está en ganar
-plata y amontonar riquezas. He recibido la misión de difundir las
-Doctrinas Teosóficas y preparar al pueblo para una próxima era de
-milagros. El Nuevo Cristo arrastra su sombra por los caminos del
-Planeta.</p>
-
-<p>—¿Reconoce haber dormido a esta niña con pases magnéticos?</p>
-
-<p>—Reconozco haber realizado algunas experiencias. Es un sujeto muy
-remarcable.</p>
-
-<p>—Puntualice cada una.</p>
-
-<p>—El Señor Presidente, si lo desea, puede ver el programa de mis
-experiencias en los Coliseos y Centros Académicos de San Petersburgo,
-Viena, Nápoles, Berlín, París, Londres, Lisboa, Río de Janeiro.
-Últimamente se han discutido mis teorías sobre el karma y la sugestión
-biomagnética en la gran Prensa de Chicago y Filadelfia. El Club
-Habanero de la Estrella Teosófica me ha conferido el título de<span
-class="pagenum" id="Page_344">p. 344</span> Hermano Perfecto. La
-Emperatriz de Austria me honra frecuentemente consultándome el sentido
-de sus sueños. Poseo secretos que no revelaré jamás. El Presidente de
-la República Francesa y el Rey de Prusia han querido sobornarme durante
-mi actuación en aquellas capitales. ¡Inútilmente! El Sendero Teosófico
-enseña el menosprecio de honores y riquezas. Si se me autoriza,
-pondré mis álbumes de fotografías y recortes a las órdenes del Señor
-Presidente.</p>
-
-<p>—¿Y cómo doctorándose en tan austeras doctrinas, y con tan alto
-grado en la iniciación teosófica, corre la farra por los lenocinios?
-Sírvase iluminarnos con su ciencia y justificar la aparente aberración
-de esa conducta.</p>
-
-<p>—Permítame el Señor Presidente que solicite el testimonio de la
-Señorita Médium. Señorita, venciendo el natural rubor, manifieste
-a los señores si ha mediado concupiscencia. Señor Presidente, el
-interés científico de las experiencias biomagnéticas, sin otras
-derivaciones, ha sido norma de mi actuación. He visitado ese lugar
-porque me habían hablado de esta Señorita. Deseaba conocerla y, si era
-posible, trascender su vida a otro círculo más<span class="pagenum"
-id="Page_345">p. 345</span> perfecto. ¿Señorita, no le propuse a usted
-redimirla?</p>
-
-<p>—¿Pagarme la deuda? El que toda la noche no paró con esa sonsera fue
-el Licenciado.</p>
-
-<p>—¡Señorita Guadalupe, recuerde usted que como un padre la he
-propuesto acompañarme en la peregrinación por el Sendero!</p>
-
-<p>—¡Sacarme en los teatros!</p>
-
-<p>—Mostrar a los públicos incrédulos los ocultos poderes demiúrgicos
-que duermen en el barro humano. Usted me ha rechazado, y he tenido que
-retirarme con el dolor de mi fracaso. Señor Presidente, creo haber
-disipado toda sospecha referente a la pureza de mis acciones. En
-Europa, los más relevantes hombres de ciencia estudian estos casos. El
-Mesmerismo tiene hoy su mayor desenvolvimiento en las Universidades de
-Alemania.</p>
-
-<p>—Va usted a servirse repetir, punto por punto, las experiencias que
-la pasada noche realizó con esa niña.</p>
-
-<p>—El Señor Presidente me tiene a sus órdenes. Repito que puedo
-ofrecerle un programa selecto de experiencias similares.</p>
-
-<p>—Esa niña, en atención a su sexo, será primeramente interrogada. El
-Licenciado Veguillas<span class="pagenum" id="Page_346">p. 346</span>
-tiene manifestado como evidente que en determinada circunstancia
-le fue sustraído el pensamiento por los influjos magnéticos de la
-interfecta.</p>
-
-<p>La niña del trato bajaba los ojos a las falsas pedrerías de sus
-manos:</p>
-
-<p>—A tener esos poderes, no me vería esclava de un débito con la
-Cucaracha. Licenciadito, vos lo sabés.</p>
-
-<p>—Lupita, para mí has sido una serpiente biomagnética.</p>
-
-<p>—¡Que así me acusés vos, con todito que os di el amoniaco!</p>
-
-<p>—Lupita, reconoce que estabas la noche pasada con un histerismo
-magnético. Tú me leíste el pensamiento cuando alborotaba en el baile
-aquel macaneador de Domiciano. Tú le diste el santo para que se
-volase.</p>
-
-<p>—¡Licenciado, si estaban los dos ustedes puritos briagos! Yo quise
-no más verlos fuera de la recámara.</p>
-
-<p>—Lupita, en aquella hora tú me adivinaste lo que yo pensaba. Lupita,
-tú tienes comercio con los espíritus. ¿Negarás que te has revelado
-médium cuando te durmió el Doctor Polaco?</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_347">p. 347</span>—Efectivamente,
-esta Señorita es un caso muy remarcable de lucidez magnética. Para que
-la distinguida concurrencia pueda apreciar mejor los fenómenos, la
-Señorita Médium ocupará una silla en el centro, bajo el lampadario.
-Señorita Médium, usted me hará el honor.</p>
-
-<p>La tomó de la mano y, ceremonioso, la sacó al centro de la sala. La
-niña, muy honesta, con pisar de puntas y los ojos en tierra, apenas
-apoyaba el teclado de las uñas suspendida en el guante blanco del
-Doctor Polaco.</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac!</p>
-
-<p>Tenía una verde senectud la mueca humorística de la momia indiana.
-El Doctor Polaco sacó del fraque la vara mágica, forjada de siete
-metales, y con ella tocó los párpados de Lupita: Finalizó con
-una gran cortesía, saludando con la vara mágica. Entre suspiros,
-enajenose la daifa. Veguillas, arrodillado en un rincón, esperaba
-el milagro: Iba a resplandecer la luz de su inocencia: Lupita y el
-farandul le apasionaban en aquel momento con un<span class="pagenum"
-id="Page_348">p. 348</span> encanto de folletín sagrado: Oscuramente,
-de aquellos misterios, esperaba volver a la gracia del Tirano. Se
-estremeció. La mueca verde mordía la herrumbre del silencio:</p>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac! Va usted a servirse repetir, punto por punto, como
-creo haberle indicado, las experiencias que la noche de ayer realizó
-con la niña de autos.</p>
-
-<p>—Señor Presidente, tres formas adscritas al tiempo adopta la visión
-telepática. Pasado, Actual, Futuro. Este triple fenómeno rara vez se
-completa en un médium. Aparece disperso. En la Señorita Guadalupe, la
-potencialidad telepática no alcanza fuera del círculo del Presente.
-Pasado y Venidero son para ella puertas selladas. Y dentro del fenómeno
-de su visión telepática, el ayer más próximo es un remoto pretérito.
-Esta Señorita está imposibilitada, absolutamente, para repetir una
-anterior experiencia. ¡Absolutamente! Esta Señorita es un médium
-poco desenvuelto: ¡Un diamante sin lapidario! El Señor Presidente me
-tiene a sus órdenes para ofrecerle un programa selecto de experiencia
-similares, en lo posible.</p>
-
-<p>La acerba mueca llenaba de arrugas la máscara del Tirano:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_349">p. 349</span>—Señor Doctor,
-no se raje para dar satisfacción al deseo que le tengo manifestado.
-Quiero que una por una repita todas las experiencias de anoche en el
-lenocinio.</p>
-
-<p>—Señor Presidente, solo puedo repetir experimentos parejos. La
-Señorita Médium no logra la mirada retrospectiva. Es una vidente muy
-limitada. Puede llegar a leer el pensamiento, presenciar un suceso
-lejano, adivinar un número en el cual se sirva pensar el Señor
-Presidente.</p>
-
-<p>—¿Y con tantos méritos de perro sabio se prostituye en una casa de
-trato?</p>
-
-<p>—La gran neurosis histérica de la ciencia moderna podría explicarlo.
-Señorita, el Señor Presidente se dignará elegir un número con el
-pensamiento. Va usted a tomarle la mano y a decirlo en voz alta, que
-todos lo oigamos. Voz alta y muy clara, Señorita Médium.</p>
-
-<p>—¡Siete!</p>
-
-<p>—Como siete puñales.</p>
-
-<p>Gimió en su destierro Nachito:</p>
-
-<p>—¡Con ese juego ilusorio me adivinaste ayer el pensamiento!</p>
-
-<p>Tirano Banderas se volvió, avinagrado y humorístico:</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_350">p. 350</span>—¿Por qué visita
-los malos lugares, mi viejo?</p>
-
-<p>—Patroncito, hasta en música está puesto que el hombre es frágil.</p>
-
-<p>El Tirano, recogiéndose en su gesto soturno clavó los ojos con
-suspicaz insistencia en la pendejuela del trato. Desmayada en la silla,
-se le soltaban los peines y el moño se le desbarata en una cobra negra.
-Tirano Banderas se metió en la rueda de compadres:</p>
-
-<p>—De chamacos hemos visto estos milagros por dos reales. Tantos
-diplomas, tantas bandas y tan poca suficiencia. Se me está usted
-antojando un impostor, y voy a dar órdenes para que le afeiten en seco
-la melena de sabio alemán. No tiene usted derecho a llevarla.</p>
-
-<p>—Señor Presidente, soy un extranjero acogido en su exilio bajo la
-bandera de esta noble República. Enseño la verdad al pueblo, y le
-aparto del positivismo materialista. Con mis cortas experiencias,
-adquiere el proletariado la noción tangible de un mundo sobrenatural.
-¡La vida del pueblo se ennoblece cuando se inclina sobre el abismo del
-misterio!</p>
-
-<p>—Don Cruz, por lo lindo que platica le hará no más la rasura de
-media cabeza.</p>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_351">p. 351</span>El Tirano remejía
-su mueca con avinagrado humorismo, mirando al fámulo rapista, que le
-presentaba un bodrio peludo, suspendido en el prieto racimo de los
-dedos.</p>
-
-<p>—¡Es peluca, patrón!</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>La niña del trato se despertaba suspirante, salía a las fronteras
-del mundo con lívido pasmo, y en el pináculo de la escalerilla,
-la momia indiana apuntaba su catalejo sobre la ciudad. El guiño
-desorbitado de las luminarias brizaba clamorosos tumultos de pólvoras,
-incendios y campanas, con apremiantes toques de cornetas militares:</p>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac! ¡Zafarrancho tenemos! Don Cruz, andate a disponerme
-los arreos militares.</p>
-
-<p>El guaita de la torre ha desclavado su bayoneta de la luna, y
-dispara el fusil en la oscuridad poblada de alarmas. El Reloj de
-Catedral difunde la rueda sonora de sus doce campanadas, y sobre la
-escalerilla dicta órdenes el Tirano:</p>
-
-<p>—Mayor del Valle, tome usted algunos hombres,<span class="pagenum"
-id="Page_352">p. 352</span> explore el campo y observe por qué
-cuarteles se ha pronunciado el tiroteo.</p>
-
-<p>Cuando el Mayor del Valle salía por la puerta, entraba el fámulo,
-que, abiertos los brazos, con pinturera morisqueta, portaba en bandeja
-el uniforme, cruzado con la matona de su Generalito Banderas. Se han
-dado de bruces, y rueda estruendosa la matona. El Tirano, chillón y
-colérico, encismado, batió con el pie, haciendo temblar escalerilla y
-catalejo.</p>
-
-<p>—¡Sofregados, ninguno la mueva! ¡Vaya un augurio! ¿Qué enigma
-descifra usted, Señor Doctor Mágico?</p>
-
-<p>El farandul, con nitidez estática, vio la sala iluminada, el susto
-de los rostros, la torva superstición del Tirano. Saludó:</p>
-
-<p>—En estas circunstancias, no me es posible formular un oráculo.</p>
-
-<p>—¿Y esta joven honesta, que otras veces ha mostrado tan buena vista,
-no puede darnos referencia, en cuanto al tumulto de Santa Fe? Señor
-Doctor, sírvase usted dormir e interrogar a la Señorita Médium. Yo paso
-a vestirme el uniforme. ¡Que ninguno toque mi espada!</p>
-
-<p>Un levantado son de armas rodaba por los<span class="pagenum"
-id="Page_353">p. 353</span> claustros luneros, retenes de tropas
-acudían a redoblar las guardias. La morocha del trato suspira bajo los
-pases magnéticos del pelón farandul, vuelto el blanco de los ojos sobre
-el misterio:</p>
-
-<p>—¿Qué ve usted, señorita Médium?</p>
-
-
-<h4>VI</h4>
-
-<p>El Reloj de Catedral enmudece. Aún quedan en el aire las doce
-campanadas, y espantan la cresta los gallos de las veletas. Se
-consultan sobre los tejados los gatos, y asoman por las guardillas
-bultos en camisa. Se ha vuelto loco el esquilón de las Madres. Por el
-Arquillo cornea una punta de toros y los cabestros en fuga tolondrean
-la cencerra. Estampidos de pólvora. Militares toques de cornetas. Un
-tropel de monjas pelonas y encamisadas acude con voces y devociones
-a la profanada puerta del convento. Por remotos rumbos ráfagas de
-tiroteos. Revueltos caballos. Tumultos con asustados clamores.
-Contrarias mareas del gentío. Los tigres, escapados de sus jaulones,
-rampan con encendidos ojos por<span class="pagenum" id="Page_354">p.
-354</span> los esquinales de las casas. Por un terradillo blanco de
-luna, dos sombras fugitivas arrastran un piano negro. A su espalda, la
-bocana del escotillón vierte borbotones de humo entre lenguas rojas.
-Con las ropas incendiadas, las dos sombras, cogidas de la mano, van en
-un correr por el brocal del terradillo, se arrojan a la calle cogidas
-de la mano. Y la luna, puesta la venda de una nube, juega con las
-estrellas a la gallina ciega, sobre la revolucionada Santa Fe de Tierra
-Firme.</p>
-
-
-<h4>VII</h4>
-
-<p>Lupita la Romántica suspira en el trance magnético, con el blanco de
-los ojos siempre vuelto sobre el misterio.</p>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch8">
- <p><span class="pagenum" id="Page_355">p. 355</span></p>
- <div class="figcenter">
- <img src="images/i_0357.jpg"
- style="width: 18em; height: auto;"
- alt="Portadilla"/>
- </div>
- <h2 class="nobreak g2">EPÍLOGO</h2>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch8-1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_357">p. 357</span></p>
- <h3 class="g3">EPÍLOGO</h3>
-</div>
-
-
-<h4>I</h4>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac!</p>
-
-<p>El Tirano, cauto, receloso, vigila las defensas, manda construir
-faginas y parapetos, recorre baluartes y trincheras, dicta órdenes:</p>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac!</p>
-
-<p>Encorajinándose con el poco ánimo que mostraban las guerrillas,
-jura castigos muy severos a los cobardes y traidores: Le contraría
-fallarse de su primer propósito, que había sido caer sobre la ciudad
-revolucionada y ejemplarizarla con un castigo sangriento. Rodeado de
-sus ayudantes, con taciturno despecho, se retira del frente luego
-de arengar a las compañías veteranas, de avanzada en el Campo de la
-Ranita:</p>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac!</p>
-
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Antes del alba se vio cercado por las partidas revolucionarias y
-los batallones sublevados en los cuarteles de Santa Fe. Para estudiar
-la positura y maniobra de los asaltantes<span class="pagenum"
-id="Page_358">p. 358</span> subió a la torre sin campanas: El enemigo,
-en difusas líneas, por los caminos crepusculares, descubría un buen
-orden militar: Aún no estrechaba el cerco, proveyendo a los aproches
-con paralelas y trincheras. Advertido del peligro, extremaba su mueca
-verde Tirano Banderas. Dos mujerucas raposas cavaban con las manos en
-torno del indio soterrado hasta los ijares en la campa del convento:</p>
-
-<p>—¡Ya me dan por caído esas comadritas! ¿Qué haces vos, centinela
-pendejo?</p>
-
-<p>El centinela apuntó despacio:</p>
-
-<p>—Están mal puestas para enfilarlas.</p>
-
-<p>—¡Ponle al cabrón una bala y que se repartan la cuera!</p>
-
-<p>Disparó el centinela, y suscitose un tiroteo en toda la línea de
-avanzadas. Las dos mujerucas quedaron caídas en rebujo, a los flancos
-del indio, entre los humos de la pólvora, en el aterrorizado silencio
-que sobrevino tras la ráfaga de plomo. Y el indio, con un agujero en
-la cabeza, agita los brazos, despidiendo a las últimas estrellas. El
-Generalito:</p>
-
-<p>—¡Chac! ¡Chac!</p>
-
-
-<h4><span class="pagenum" id="Page_359">p. 359</span>III</h4>
-
-<p>En la primera acometida se desertaron los soldados de una avanzada,
-y desde la torre fue visto del Tirano:</p>
-
-<p>—¡Puta madre! ¡Bien sabía yo que al tiempo de mayor necesidad,
-habíais de rajaros! ¡Don Cruz, tú vas a salir profeta!</p>
-
-<p>Eran tales dichos porque el fámulo rapabarbas, le soplaba
-frecuentemente en la oreja cuentos de traiciones. A todo esto no
-dejaban de tirotearse las vanguardias, atentos los insurgentes a
-estrechar el cerco para estorbar cualquier intento de salida por parte
-de los sitiados. Habían dispuesto cañones en batería, pero antes
-de abrir el fuego, salió de las filas, sobre un buen caballo, el
-Coronelito de la Gándara. Y corriendo el campo a riesgo de su vida,
-daba voces intimando la rendición. Injuriábale desde la torre el
-Tirano:</p>
-
-<p>—¡Bucanero cabrón, he de hacerte fusilar por la espalda!</p>
-
-<p>Sacando la cabeza sobre los soldados alineados al pie de la torre,
-les dio orden de hacer fuego. Obedecieron, pero apuntando tan<span
-class="pagenum" id="Page_360">p. 360</span> alto, que se veía la
-intención de no causar bajas:</p>
-
-<p>—¡A las estrellas tiráis, hijos de la chingada!</p>
-
-<p>En esto, dando una arremetida más larga de lo que cuadraba a
-la defensa, se pasó al campo enemigo el Mayor del Valle. Gritó el
-Tirano:</p>
-
-<p>—¡Solo cuervos he criado!</p>
-
-<p>Y dictando órdenes para que todas las tropas se encerrasen en el
-convento, dejó la torre. Pidió al rapabarbas la lista de sospechosos,
-y mandó colgar a quince, intentando con aquel escarmiento contener las
-deserciones:</p>
-
-<p>—¡Piensa Dios que cuatro pendejos van a ponerme la ceniza en la
-frente! ¡Pues engañado está conmigo!</p>
-
-<p>Hacía cuenta de resistir todo el día, y al amparo de la noche
-intentar una salida.</p>
-
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>Mediada la mañana, habían iniciado el fuego de cañón las partidas
-rebeldes y en poco tiempo abrieron brecha para el asalto. Tirano
-Banderas intentó cubrir el portillo, pero<span class="pagenum"
-id="Page_361">p. 361</span> las tropas se le desertaban, y tuvo que
-volver a encerrarse en sus cuarteles. Entonces, juzgándose perdido,
-mirándose sin otra compañía que la del fámulo rapabarbas, se quitó el
-cinto de las pistolas, y salivando venenosos verdes, se lo entregó:</p>
-
-<p>—¡El Licenciadito concertista, será oportuno que nos acompañe en el
-viaje a los infiernos!</p>
-
-<p>Sin alterar su paso de rata fisgona, subió a la recámara donde se
-recluía la hija. Al abrir la puerta oyó las voces adementadas:</p>
-
-<p>—¡Hija mía, no habés vos servido para casada y gran señora, como
-pensaba este pecador que horita se ve en el trance de quitarte la vida
-que te dio hace veinte años! ¡No es justo quedés en el mundo para que
-te gocen los enemigos de tu padre, y te baldonen llamándote hija del
-chingado Banderas!</p>
-
-<p>Oyendo tal, suplicaban despavoridas las mucamas que tenían a la loca
-en custodia. Tirano Banderas las golpeó en la cara:</p>
-
-<p>—¡So chingadas! Si os dejo con vida, es porque habés de
-amortajármela como un ángel.</p>
-
-<p>Sacó del pecho un puñal, tomó a la hija<span class="pagenum"
-id="Page_362">p. 362</span> de los cabellos para asegurarla y cerró
-los ojos. Un memorial de los rebeldes dice que la cosió con quince
-puñaladas.</p>
-
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>Tirano Banderas salió a la ventana, blandiendo el puñal, y cayó
-acribillado. Su cabeza, befada por sentencia, estuvo tres días puesta
-sobre un cadalso con hopas amarillas, en la Plaza de Armas: El mismo
-auto mandaba hacer cuartos el tronco y repartirlos de frontera a
-frontera, de mar a mar. Zamalpoa y Nueva Cartagena, Puerto Colorado
-y Santa Rosa del Titipay, fueron las ciudades agraciadas.
-<img src="images/i_cruz.jpg"
- style="width: 1em; height: auto;"
- alt="Cruz"/></p>
-
-
-<div class="chapter pt6">
- <hr class="chap"/>
- <p><span class="pagenum" id="Page_363">p. 363</span></p>
- <p class="centra smaller lh150 g2 ws1">
- ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO<br/>
- EN LA IMPRENTA RIVADENEYRA<br/>
- DE MADRID A XV DÍAS<br/>
- DEL MES DE DICIEMBRE<br/>
- DE MCMXXVI<br/>
- AÑOS<br/>
- </p>
- <hr class="chap"/>
-</div>
-
-
-<div class="chapter">
- <div class="figcenter">
- <img class="thin"
- src="images/i_0372.jpg"
- style="width: 22em; height: auto;"
- alt="Contraportada del libro"/>
- <p class="caption">LAUS DEO</p>
- </div>
-</div>
-
-<hr class="chap x-ebookmaker-drop" />
-
-
-<div class="chapter" id="ToC">
- <h2 class="nobreak g2">ÍNDICE</h2>
-</div>
-
-<table class="toc">
- <tr>
- <td colspan="3">&#160;</td>
- <td class="tdrb bb">Págs.</td>
- </tr>
- <tr>
- <td colspan="3" class="tdl sc"><a href="#Ch0-1">Prólogo</a></td>
- <td class="tdrb">9</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch1">Primera parte</a></td>
- <td class="tdc pt05">—</td>
- <td class="tdl pt05">Sinfonía del Trópico</td>
- <td class="tdrb pt05">19</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch1-1">Libro primero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">Icono del tirano</td>
- <td class="tdrb">21</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch1-2">Libro segundo</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">El Ministro de España</td>
- <td class="tdrb">39</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch1-3">Libro tercero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">El juego de la ranita</td>
- <td class="tdrb">49</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch2">Segunda parte</a></td>
- <td class="tdc pt05">—</td>
- <td class="tdl pt05">Boluca y mitote</td>
- <td class="tdrb pt05">61</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch2-1">Libro primero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">Cuarzos ibéricos</td>
- <td class="tdrb">63</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch2-2">Libro segundo</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">El Circo Harris</td>
- <td class="tdrb">77</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch2-3">Libro tercero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">La oreja del zorro</td>
- <td class="tdrb">85</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch3">Tercera parte</a></td>
- <td class="tdc pt05">—</td>
- <td class="tdl pt05">Noche de farra</td>
- <td class="tdrb pt05">105</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch3-1">Libro primero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">La recámara verde</td>
- <td class="tdrb">107</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch3-2">Libro segundo</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">Luces de ánimas</td>
- <td class="tdrb">117</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch3-3">Libro tercero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">Guiñol dramático</td>
- <td class="tdrb">133</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch4">Cuarta parte</a></td>
- <td class="tdc pt05">—</td>
- <td class="tdl pt05">Amuleto nigromante</td>
- <td class="tdrb pt05">143</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch4-1">Libro primero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">La fuga</td>
- <td class="tdrb">145</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch4-2">Libro segundo</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">La tumbaga</td>
- <td class="tdrb">153</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch4-3">Libro tercero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">El Coronelito</td>
- <td class="tdrb">173</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch4-4">Libro cuarto</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">El honrado gachupín</td>
- <td class="tdrb">183</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch4-5">Libro quinto</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">El ranchero</td>
- <td class="tdrb">191</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch4-6">Libro sexto</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">La mangana</td>
- <td class="tdrb">201</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch4-7">Libro séptimo</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">Nigromancia</td>
- <td class="tdrb">219</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch5">Quinta parte</a></td>
- <td class="tdc pt05">—</td>
- <td class="tdl pt05">Santa Mónica</td>
- <td class="tdrb pt05">225</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch5-1">Libro primero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">Boleto de sombra</td>
- <td class="tdrb">227</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch5-2">Libro segundo</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">El número tres</td>
- <td class="tdrb">241</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch5-3">Libro tercero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">Carceleras</td>
- <td class="tdrb">251</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch6">Sexta parte</a></td>
- <td class="tdc pt05">—</td>
- <td class="tdl pt05">Alfajores y venenos</td>
- <td class="tdrb pt05">265</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch6-1">Libro primero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">Lección de Loyola</td>
- <td class="tdrb">267</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch6-2">Libro segundo</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">Flaquezas humanas</td>
- <td class="tdrb">283</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch6-3">Libro tercero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">La nota</td>
- <td class="tdrb">301</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch7">Séptima parte</a></td>
- <td class="tdc pt05">—</td>
- <td class="tdl pt05">La mueca verde</td>
- <td class="tdrb pt05">315</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch7-1">Libro primero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">Recreos del tirano</td>
- <td class="tdrb">317</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch7-2">Libro segundo</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">La terraza del club</td>
- <td class="tdrb">329</td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdhh"><a href="#Ch7-3">Libro tercero</a></td>
- <td class="tdc">—</td>
- <td class="tdl">Paso de bufones</td>
- <td class="tdrb">337</td>
- </tr>
- <tr>
- <td colspan="3" class="tdl sc pt05"><a href="#Ch8-1">Epílogo</a></td>
- <td class="tdrb pt05">355</td>
- </tr>
-</table>
-
-<hr class="chap" />
-
-
-<hr class="full" />
-
-<div lang='en' xml:lang='en'>
-<div style='display:block; margin-top:4em'>*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK <span lang='es' xml:lang='es'>TIRANO BANDERAS</span> ***</div>
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-</div>
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-<div style='display:block; font-size:1.1em; margin:1em 0; font-weight:bold'>
-Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg&#8482;
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-Project Gutenberg&#8482; is synonymous with the free distribution of
-electronic works in formats readable by the widest variety of
-computers including obsolete, old, middle-aged and new computers. It
-exists because of the efforts of hundreds of volunteers and donations
-from people in all walks of life.
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-Volunteers and financial support to provide volunteers with the
-assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg&#8482;&#8217;s
-goals and ensuring that the Project Gutenberg&#8482; collection will
-remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
-Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
-and permanent future for Project Gutenberg&#8482; and future
-generations. To learn more about the Project Gutenberg Literary
-Archive Foundation and how your efforts and donations can help, see
-Sections 3 and 4 and the Foundation information page at www.gutenberg.org.
-</div>
-
-<div style='display:block; font-size:1.1em; margin:1em 0; font-weight:bold'>
-Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non-profit
-501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
-state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
-Revenue Service. The Foundation&#8217;s EIN or federal tax identification
-number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg Literary
-Archive Foundation are tax deductible to the full extent permitted by
-U.S. federal laws and your state&#8217;s laws.
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-The Foundation&#8217;s business office is located at 809 North 1500 West,
-Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up
-to date contact information can be found at the Foundation&#8217;s website
-and official page at www.gutenberg.org/contact
-</div>
-
-<div style='display:block; font-size:1.1em; margin:1em 0; font-weight:bold'>
-Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-Project Gutenberg&#8482; depends upon and cannot survive without widespread
-public support and donations to carry out its mission of
-increasing the number of public domain and licensed works that can be
-freely distributed in machine-readable form accessible by the widest
-array of equipment including outdated equipment. Many small donations
-($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
-status with the IRS.
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-The Foundation is committed to complying with the laws regulating
-charities and charitable donations in all 50 states of the United
-States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
-considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
-with these requirements. We do not solicit donations in locations
-where we have not received written confirmation of compliance. To SEND
-DONATIONS or determine the status of compliance for any particular state
-visit <a href="https://www.gutenberg.org/donate/">www.gutenberg.org/donate</a>.
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-While we cannot and do not solicit contributions from states where we
-have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
-against accepting unsolicited donations from donors in such states who
-approach us with offers to donate.
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-International donations are gratefully accepted, but we cannot make
-any statements concerning tax treatment of donations received from
-outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-Please check the Project Gutenberg web pages for current donation
-methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
-ways including checks, online payments and credit card donations. To
-donate, please visit: www.gutenberg.org/donate
-</div>
-
-<div style='display:block; font-size:1.1em; margin:1em 0; font-weight:bold'>
-Section 5. General Information About Project Gutenberg&#8482; electronic works
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-Professor Michael S. Hart was the originator of the Project
-Gutenberg&#8482; concept of a library of electronic works that could be
-freely shared with anyone. For forty years, he produced and
-distributed Project Gutenberg&#8482; eBooks with only a loose network of
-volunteer support.
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-Project Gutenberg&#8482; eBooks are often created from several printed
-editions, all of which are confirmed as not protected by copyright in
-the U.S. unless a copyright notice is included. Thus, we do not
-necessarily keep eBooks in compliance with any particular paper
-edition.
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-Most people start at our website which has the main PG search
-facility: <a href="https://www.gutenberg.org">www.gutenberg.org</a>.
-</div>
-
-<div style='display:block; margin:1em 0'>
-This website includes information about Project Gutenberg&#8482;,
-including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
-Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to
-subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.
-</div>
-
-</div>
-</div>
-</body>
-</html>
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