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If you are not located in the United States, you -will have to check the laws of the country where you are located before -using this eBook. - -Title: Tirano Banderas - Novela de tierra caliente - -Author: Ramón del Valle-Inclán - -Release Date: May 23, 2022 [eBook #68154] - -Language: Spanish - -Produced by: Ramón Pajares Box. (This file was produced from images - generously made available by Biblioteca Digital - Hispánica/Biblioteca Nacional de España.) - -*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK TIRANO BANDERAS *** - - -NOTA DE TRANSCRIPCIÓN - - * Las versalitas se han convertido a MAYÚSCULAS. - - * Los errores de imprenta han sido corregidos. - - * La ortografía del texto original ha sido modernizada de acuerdo con - las normas publicadas en 2010 por la Real Academia Española, aunque - respetando los localismos. - - * Las páginas en blanco han sido eliminadas. - - * Los capítulos han sido correctamente numerados, deshaciendo algunas - erratas de secuenciación. - - * Algunas rayas intrapárrafos han sido eliminadas, siguiendo el modelo - de las ediciones más recientes. - - * Se ha añadido un Índice al final del libro pese a que el original - impreso no lo incluye. - - - - - COSTE - CINCO - PESETAS - - - PEDIDOS AL AUTOR: 28, SANTA CATALINA, 28. -- MADRID - - - - - TIRANO - BANDERAS - NOVELA - DE TIERRA - CALIENTE - - - - -TIRANO BANDERAS - -NOVELA POR - -DON RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN - - - - -PRÓLOGO - - - - -PRÓLOGO - - -I - -Filomeno Cuevas, criollo ranchero, había dispuesto para aquella noche -armar a sus peonadas, con los fusiles ocultos en un manigual, y las -glebas de indios, en difusas líneas, avanzaban por los esteros de -Ticomaipú. Luna clara, nocturnos horizontes profundos de susurros y -ecos. - - -II - -Saliendo a Jarote Quemado con una tropilla de mayorales, arrendó su -montura el patrón y a la luz de una linterna pasó lista: - ---Manuel Romero. - ---¡Presente! - ---Acércate. No más que recomendarte precaución con ponerte briago. -La primera campanada de las doce será la señal. Llevas sobre ti la -responsabilidad de muchas vidas, y no te digo más. Dame la mano. - ---Mi jefesito en estas bolucas somos baqueanos. - -El patrón repasó el listín: - ---Benito San Juan. - ---¡Presente! - ---¿Chino Viejo te habrá puesto al tanto de tu consigna? - ---Chino Viejo no más me ha significado meterme con alguna caballada -por los rumbos de la feria y tirarlo todo patas al aire. Soltar -algún balazo y no dejar títere sano. La consigna no aparenta mayores -dificultades. - ---¡A las doce! - ---Con la primera campanada. Me acantonaré bajo el reloj de Catedral. - ---Hay que proceder de matute y hasta lo último aparentar ser pacíficos -feriantes. - ---Eso seremos. - ---A cumplir bien. Dame la mano. - -Y puesto el papel en el cono luminoso de la linterna, aplicó los ojos -el patrón: - ---Atilio Palmieri. - ---¡Presente! - -Atilio Palmieri era primo de la niña ranchera: Rubio, chaparro, -petulante. El ranchero se tiraba de las barbas caprinas: - ---Atilio, tengo para ti una misión muy comprometida. - ---Te lo agradezco, pariente. - ---Estudia el mejor modo de meter fuego en un convento de monjas, y a -toda la comunidad, en camisa, ponerla en la calle escandalizando. Esa -es tu misión. Si hallas alguna monja de tu gusto, cierra los ojos. A -la gente, que no se tome de la bebida. Hay que operar violento, con -la cabeza despejada. ¡Atilio, buena suerte! Procura desenvolver tu -actuación sobre los límites de media noche. - ---Conformo, Filomeno, que saldré avante. - ---Así lo espero: Zacarías San José. - ---¡Presente! - ---Para ti ninguna misión especial. A tus luces dejo lo que más -convenga. ¿Qué bolichada harías tú esta noche metiéndote, con algunos -hombres, por Santa Fe? ¿Cuál sería tu bolichada? - ---Con solamente otro compañero dispuesto, revoluciono la feria: Vuelco -la barraca de las Ceras y abro las jaulas. ¿Qué dice el patrón? ¿No se -armaría buena? Con cinco valientes pongo fuego a todos los abarrotes de -gachupines. Con veinticinco copo la guardia de los Mostenses. - ---¿No más que eso prometes? - ---Y muy confiado de darle una sangría a Tirano Banderas. Mi jefesito, -en este alforjín que cargo en el arzón van los restos de mi chamaco. -¡Me lo han devorado los chanchos en la ciénaga! No más cargando estos -restos, gané en los albures para feriar guaco, y tiré a un gachupín -la mangana y escapé ileso de la balasera de los gendarmes. Esta noche -saldré bien en todos los empeños. - ---Cruzado, toma la gente que precises y realiza ese lindo programa. Nos -vemos. Dame la mano. Y pasada esta noche sepulta esos restos. En la -guerra el ánimo y la inventiva son los mejores amuletos. Dame la mano. - ---¡Mi jefesito, estas ferias van a ser señaladas! - ---Eso espero: Crisanto Roa. - ---¡Presente! - -Era el último de la lista y sopló la linterna el patrón. Las peonadas -habían renovado su marcha bajo la luna. - - -III - -El Coronelito de la Gándara, desertado de las milicias federales, -discutía con chicanas y burlas los aprestos militares del ranchero: - ---¡Filomeno, no seas chivatón, y te pongas a saltar un tajo cuando te -faltan las zancas! Es una grave responsabilidad en la que incurres -llevando tus peonadas al sacrificio. ¡Te improvisas general y no puedes -entender un plano de batallas! Yo soy un científico, un diplomado en -la Escuela Militar. ¿La razón no te dice quién debe asumir el mando? -¿Puede ser tan ciego tu orgullo? ¿Tan atrevida tu ignorancia? - ---Domiciano, la guerra no se estudia en los libros. Todo reside en -haber nacido para ello. - ---¿Y tú te juzgas un predestinado para Napoleón? - ---¡Acaso! - ---¡Filomeno, no macanees! - ---Domiciano, convénceme con un plan de campaña, que aventaje al -discurrido por mí, y te cedo el mando. ¿Qué harías tú con doscientos -fusiles? - ---Aumentarlos hasta formar un ejército. - ---¿Cómo se logra eso? - ---Levantando levas por los poblados de la Sierra. En Tierra Caliente -cuenta con pocos amigos la revolución. - ---¿Ese sería tu plan? - ---En líneas generales. El tablero de la campaña debe ser la Sierra. -Los Llanos son para las grandes masas militares, pero las guerrillas -y demás tropas móviles, hallan su mejor aliado en la topografía -montañera. Eso es lo científico, y desde que hay guerras, la estructura -del terreno impone la maniobra. Doscientos fusiles, en la llanura están -siempre copados. - ---¿Tu consejo es remontarnos a la Sierra? - ---Ya lo he dicho. Buscar una fortaleza natural, que supla la exigüidad -de los combatientes. - ---¡Muy bueno! ¡Eso es lo científico, la doctrina de los tratadistas, la -enseñanza de las Escuelas!... Muy conforme. Pero yo no soy científico, -ni tratadista, ni pasé por la Academia de Cadetes. Tu plan de campaña -no me satisface, Domiciano. Yo, como has visto, intento para esta -noche un golpe sobre Santa Fe. De tiempo atrás vengo meditándolo, -y casualmente en la ría, atracado al muelle, hay un pailebote en -descarga. Transbordo mi gente, y la desembarco en la playa de Punta -Serpiente. Sorprendo a la guardia del castillo, armo a los presos, -sublevo a las tropas de la Ciudadela. Ya están ganados los sargentos. -Ese es mi plan, Domiciano. - ---¡Y te lo juegas todo en una baza! No eres un émulo de Fabio Máximo. -¿Qué retirada has estudiado? Olvidas que el buen militar nunca se -inmola imprudentemente y ataca con el previo conocimiento de sus líneas -de retirada. Esa es la más elemental táctica fabiana: En nuestras -pampas, el que lucha cediendo terreno, si es ágil en la maniobra, y -sabe manejar la tea petrolera, vence a los Aníbales y Napoleones. -Filomeno, la guerra de partidas que hacen los revolucionarios no puede -seguir otra táctica que la del romano frente al cartaginés. ¡He dicho! - ---¡Muy elocuente! - ---Eres un irresponsable que conduce un piño de hombres al matadero. - ---Audacia y Fortuna ganan las campañas, y no las matemáticas de las -Academias. ¿Cómo actuaron los héroes de nuestra Independencia? - ---Como apóstoles. Mitos populares, no grandes estrategas. Simón -Bolívar, el primero de todos, fue un general pésimo. La guerra es una -técnica científica y tú la conviertes en bolada de ruleta. - ---Así es. - ---Pues discurres como un insensato. - ---¡Posiblemente! No soy un científico, y estoy obligado a no guiarme -por otra norma que la corazonada. ¡Voy a Santa Fe, por la cabeza del -Generalito Banderas! - ---Más seguro que pierdas la tuya. - ---Allá lo veremos. Testigo el tiempo. - ---Intentas una operación sin refrendo táctico, una mera escaramuza -de bandolerismo, contraria a toda la teoría militar. Tu obligación -es la obediencia al Cuartel General del Ejército Revolucionario: Ser -merito grano de arena en la montaña, y te manifiestas con un acto de -indisciplina al operar independiente. Eres ambicioso y soberbio. No me -escuches. Haz lo que te parezca. Sacrifica a tus peonadas. Después del -sudor, les pides la sangre. ¡Muy bueno! - ---De todo tengo hecho mérito en la conciencia, y con tantas -responsabilidades y tantos cargos no cedo en mi idea. Es más fuerte la -corazonada. - ---La ambición de señalarte. - ---Domiciano, tú no puedes comprenderme. Yo quiero apagar la guerra con -un soplo, como quien apaga una vela. - ---¡Y si fracasas, difundir el desaliento en las filas de tus amigos, -ser un mal ejemplo! - ---O una emulación. - ---Después de cien años, para los niños de las Escuelas Nacionales. El -presente, todavía no es la historia, y tiene caminos más realistas. En -fin, tanto hablar seca la boca. Pásame tu cantimplora. - -Tras del trago, batió la yesca y encendió el chicote apagado, -esparciéndose la ceniza por el vientre rotundo de ídolo tibetano. - - -IV - -El patrón, con solo cincuenta hombres, caminó por marismas y manglares -hasta dar vista a un pailebote abordado para la descarga en el muelle -de un aserradero. Filomeno ordenó al piloto que pusiese velas al -viento para recalar en Punta Serpientes. El sarillo luminoso de un -faro giraba en el horizonte. Embarcada la gente, zarpó el pailebote -con silenciosa maniobra. Navegó la luna sobre la obra muerta de babor, -bella la mar, el barco marinero. Levantaba la proa surtidores de plata -y en la sombra del foque un negro juntaba rueda de oyentes: Declamaba -versos con lírico entusiasmo, fluente de ceceles. Repartidos en ranchos -los hombres de la partida, tiraban del naipe: Aceitosos farolillos -discernían los rumbos de juguetas por escotillones y sollados. Y en -la sombra del foque abría su lírico floripondio de ceceles el negro -catedrático: - - Navega velelo mío - Sin temol, - Que ni enemigo navío, - Ni tolmenta, ni bonanza, - A tolcel tu lumbo alcanza, - Ni a sujetal tu valol. - - - - -PRIMERA PARTE - -SINFONÍA DEL TRÓPICO - - - - -LIBRO PRIMERO - -ICONO DEL TIRANO - - -I - -Santa Fe de Tierra Firme --arenales, pitas, manglares, chumberas-- en -las cartas antiguas, Punta de las Serpientes. - - -II - -Sobre una loma, entre granados y palmas, mirando al vasto mar y al sol -poniente, encendía los azulejos de sus redondas cúpulas coloniales San -Martín de los Mostenses. En el campanario sin campanas levantaba el -brillo de su bayoneta un centinela. San Martín de los Mostenses, aquel -desmantelado convento de donde una lejana revolución había expulsado a -los frailes, era, por mudanzas del tiempo, Cuartel del Presidente Don -Santos Banderas --Tirano Banderas--. - - -III - -El Generalito acababa de llegar con algunos batallones de indios, -después de haber fusilado a los insurrectos de Zamalpoa: Inmóvil y -taciturno, agaritado de perfil en una remota ventana, atento al relevo -de guardias en la campa barcina del convento, parece una calavera con -antiparras negras y corbatín de clérigo. En el Perú había hecho la -guerra a los españoles, y de aquellas campañas veníale la costumbre de -rumiar la coca, por donde en las comisuras de los labios tenía siempre -una salivilla de verde veneno. Desde la remota ventana, agaritado en -una inmovilidad de corneja sagrada, está mirando las escuadras de -indios, soturnos en la cruel indiferencia del dolor y de la muerte. A -lo largo de la formación, chinitas y soldaderas haldeaban corretonas, -huroneando entre las medallas y las migas del faltriquero, la pitada -de tabaco y los cobres para el coime. Un globo de colores se quemaba -en la turquesa celeste, sobre la campa invadida por la sombra morada -del convento. Algunos soldados, indios comaltes de la selva, levantaban -los ojos. Santa Fe celebraba sus famosas ferias de Santos y Difuntos. -Tirano Banderas, en la remota ventana, era siempre el garabato de un -lechuzo. - - -IV - -Venía por el vasto zaguán frailero una escolta de soldados con la -bayoneta armada en los negros fusiles, y entre las filas un roto -greñudo, con la cara dando sangre. Al frente, sobre el flanco derecho, -fulminaba el charrasco del Mayor Abilio del Valle. El retinto garabato -del bigote, dábale fiero resalte al arregaño lobatón de los dientes que -sujetan el fiador del pavero con toquilla de plata: - ---¡Alto! - -Mirando a las ventanas del convento, formó la escuadra. Destacáronse -dos caporales, que, a modo de pretinas, llevaban cruzadas sobre el -pecho sendas pencas con argollones, y despojaron al reo del fementido -sabanil que le cubría las carnes: Sumiso y adoctrinado, con la espalda -corita al sol, entrose el cobrizo a un hoyo profundo de tres pies, -como disponen las Ordenanzas de Castigos Militares. Los dos caporales -apisonaron echando tierra, y quedó soterrado hasta los estremecidos -ijares: El torso desnudo, la greña, las manos con fierros, salían fuera -del hoyo colmados de negra expresión dramática: Metía el chivón de la -barba en el pecho, con furbo atisbo a los caporales que se desceñían -las pencas. Señaló el tambor un compás alterno y dio principio el -castigo del chicote, clásico en los cuarteles: - ---¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! - -El greñudo, sin un gemido, se arqueaba sobre las manos esposadas, -ocultos los hierros en la cavación del pecho: Le saltaban de los -costados ramos de sangre, y sujetándose al ritmo del tambor, solfeaban -los dos caporales: - ---¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve! - - -V - -Niño Santos se retiró de la ventana para recibir a una endomingada -diputación de la Colonia Española: El abarrotero, el empeñista, el -chulo del braguetazo, el patriota jactancioso, el doctor sin reválida, -el periodista hampón, el rico mal afamado, se inclinaban en hilera ante -la momia taciturna con la verde salivilla en el canto de los labios--. -Don Celestino Galindo, orondo, redondo, pedante, tomó la palabra, y con -aduladoras hipérboles, saludó al Glorioso Pacificador de Zamalpoa: - ---La Colonia Española eleva sus homenajes al benemérito patricio, raro -ejemplo de virtud y energía, que ha sabido restablecer el imperio del -orden, imponiendo un castigo ejemplar a la demagogia revolucionaria. -¡La Colonia Española, siempre noble y generosa, tiene una oración y -una lágrima para las víctimas de una ilusión funesta, de un virus -perturbador! Pero la Colonia Española no puede menos de reconocer que -en el inflexible cumplimiento de las leyes está la única salvaguardia -del orden y el florecimiento de la República. - -La fila de gachupines asintió con murmullos: Unos eran toscos, -encendidos y fuertes: Otros tenían la expresión cavilosa y hepática -de los tenderos viejos: Otros, enjoyados y panzudos, exudaban zurda -pedancia. A todos ponía un acento de familia el embarazo de las manos -con guantes. Tirano Banderas masculló estudiadas cláusulas de dómine: - ---Me congratula ver cómo los hermanos de raza aquí radicados, afirmando -su fe inquebrantable en los ideales de orden y progreso, responden a -la tradición de la Madre Patria. Me congratula mucho este apoyo moral -de la Colonia Hispana. Santos Banderas no tiene la ambición de mando -que le critican sus adversarios: Santos Banderas les garanta que el -día más feliz de su vida será cuando pueda retirarse y sumirse en la -oscuridad a labrar su predio, como Cincinato. Crean, amigos, que para -un viejo son fardel muy pesado las obligaciones de la Presidencia. El -gobernante, muchas veces precisa ahogar los sentimientos de su corazón, -porque el cumplimiento de la ley es la garantía de los ciudadanos -trabajadores y honrados: El gobernante, llegado el trance de firmar -una sentencia de pena capital, puede tener lágrimas en los ojos, pero -a su mano no le está permitido temblar. Esta tragedia del gobernante, -como les platicaba recién, es superior a las fuerzas de un viejo. Entre -amigos tan leales, puedo declarar mi flaqueza, y les garanto que el -corazón se me desgarraba al firmar los fusilamientos de Zamalpoa. ¡Tres -noches he pasado en vela! - ---¡Atiza! - -Se descompuso la ringla de gachupines. Los charolados pies juanetudos -cambiaron de loseta. Las manos, enguantadas y torponas, se removieron -indecisas, sin saber dónde posarse. En un tácito acuerdo, los -gachupines jugaron con las brasileñas leontinas de sus relojes. Acentuó -la momia: - ---¡Tres días con sus noches en ayuno y en vela! - ---¡Arrea! - -Era el que tan castizo apostillaba un vinatero montañés, chaparro y -negrote, con el pelo en erizo, y el cuello de toro desbordante sobre -la tirilla de celuloide: La voz fachendosa tenía la brutalidad -intempestiva de una claque de teatro. Tirano Banderas sacó la petaca y -ofreció a todos su picadura de Virginia: - ---Pues, como les platicaba, el corazón se destroza, y las -responsabilidades de la gobernación llegan a constituir una carga -demasiado pesada. Busquen al hombre que sostenga las finanzas, al -hombre que encauce las fuerzas vitales del país. La República, sin -duda, tiene personalidades que podrán regirla con más acierto que -este viejo valetudinario. Pónganse de acuerdo todos los elementos -representativos, así nacionales como extranjeros... - -Hablaba meciendo la cabeza de pergamino: La mirada, un misterio tras -las verdosas antiparras. Y la ringla de gachupines balanceaba un -murmullo, señalando su aduladora disidencia. Cacareó Don Celestino: - ---¡Los hombres providenciales no pueden ser reemplazados, sino por -hombres providenciales! - -La fila aplaudió, removiéndose en las losetas, como ganado inquieto por -la mosca. Tirano Banderas, con un gesto cuáquero, estrechó la mano del -pomposo gachupín: - ---Quédese, Don Celes, y echaremos un partido de ranita. - ---¡Muy complacido! - -Tirano Banderas, trasmudándose sobre su última palabra, hacía a los -otros gachupines un saludo frío y parco: - ---A ustedes, amigos, no quiero distraerles de sus ocupaciones. Me dejan -mandado. - - -VI - -Una mulata entrecana, descalza, temblona de pechos, aportó con el -refresco de limonada y chocolate, dilecto de frailes y corregidores, -cuando el virreinato. Con tintín de plata y cristales en las manos -prietas, miró la mucama al patroncito, dudosa, interrogante. Niño -Santos, con una mueca de la calavera, le indicó la mesilla de -campamento, que, en el vano de un arco, abría sus compases de araña. -La mulata obedeció haldeando: Sumisa, húmeda, lúbrica, se encogía y -deslizaba. Mojó los labios en la limonada Niño Santos: - ---Consecutivamente, desde hace cincuenta años, tomo este refresco, y me -prueba muy medicinal... Se lo recomiendo, Don Celes. - -Don Celes infló la botarga: - ---¡Cabal, es mi propio refresco! Tenemos los gustos parejos y me siento -orgulloso. ¡Cómo no! - -Tirano Banderas, con gesto huraño, esquivó el humo de la adulación, las -volutas enfáticas. Manchados de verde los cantos de la boca, se recogía -en su gesto soturno: - ---Amigo Don Celes, las revoluciones, para acabarlas de raíz, precisan -balas de plata. - -Reforzó campanudo el gachupín: - ---¡Balas que no llevan pólvora ni hacen estruendo! - -La momia acogió con una mueca enigmática: - ---Esas, amigo, que van calladas, son las mejores. En toda revolución -hay siempre dos momentos críticos: El de las ejecuciones fulminantes, -y el segundo momento, cuando convienen las balas de plata. Amigo -Don Celes, recién esas balas nos ganarían las mejores batallas. -Ahora la política es atraerse a los revolucionarios. Yo hago honor -a mis enemigos, y no se me oculta que cuentan con muchos elementos -simpatizantes en las vecinas Repúblicas. Entre los revolucionarios, hay -científicos que pueden con sus luces laborar en provecho de la Patria. -La inteligencia merece respeto. ¿No le parece, Don Celes? - -Don Celes asentía con el grasiento arrebol de una sonrisa: - ---En un todo de acuerdo. ¡Cómo no! - ---Pues para esos científicos quiero yo las balas de plata: Hay entre -ellos muy buenas cabezas que lucirían en cotejo con las eminencias del -Extranjero. En Europa, esos hombres pueden hacer estudios que aquí -nos orienten: Su puesto está en la Diplomacia... En los Congresos -Científicos... En las Comisiones que se crean para el Extranjero. - -Ponderó el ricacho: - ---¡Eso es hacer política sabia! - -Y susurró confidencial Generalito Banderas: - ---Don Celes, para esa política preciso un gordo amunicionamiento de -plata. ¿Qué dice el amigo? Séame leal, y que no salga de los dos -ninguna cosa de lo hablado. Le tomo por consejero, reconociendo lo -mucho que vale. - -Don Celes soplábase los bigotes escarchados de brillantina y aspiraba, -deleite de sibarita, las auras barberiles que derramaba en su ámbito. -Resplandecía como búdico vientre el cebollón de su calva, y esfumaba su -pensamiento un sueño de orientales mirajes: La contrata de vituallas -para el Ejército Libertador. Cortó el encanto Tirano Banderas: - ---Mucho lo medita, y hace bien, que el asunto tiene toda la importancia. - -Declamó el gachupín, con la mano sobre la botarga: - ---Mi fortuna, muy escasa siempre, y estos tiempos harto quebrantada, en -su corta medida está al servicio del Gobierno. Pobre es mi ayuda, pero -ella representa el fruto del trabajo honrado en esta tierra generosa, a -la cual amo como a una patria de elección. - -Generalito Banderas interrumpió con el ademán impaciente de apartarse -un tábano: - ---¿La Colonia Española no cubriría un empréstito? - ---La Colonia ha sufrido mucho estos tiempos. Sin embargo, teniendo en -cuenta sus vinculaciones con la República... - -El Generalito plegó la boca, reconcentrado en un pensamiento: - ---¿La Colonia Española comprende hasta dónde peligran sus intereses con -el ideario de la Revolución? Si lo comprende, trabájela usted en el -sentido indicado. El Gobierno solo cuenta con ella para el triunfo del -orden: El país está anarquizado por las malas propagandas. - -Inflose Don Celes: - ---El indio dueño de la tierra es una utopía de universitarios. - ---Conformes. Por eso le decía que a los científicos hay que darles -puestos fuera del país, adonde su talento no sea perjudicial para -la República. Don Celestino, es indispensable un amunicionamiento -de plata, y usted queda comisionado para todo lo referente. Véase -con el Secretario de Finanzas. No lo dilate. El Licenciadito tiene -estudiado el asunto y le pondrá al corriente: Discutan las garantías y -resuelvan violento, pues es de la mayor urgencia balear con plata a -los revolucionarios. ¡El extranjero acoge las calumnias que propalan -las Agencias! Hemos protestado por la vía diplomática para que sea -coaccionada la campaña de difamación, pero no basta. Amigo Don Celes, a -su bien tajada péñola le corresponde redactar un documento que, con las -firmas de los españoles preeminentes, sirva para ilustrar al Gobierno -de la Madre Patria. La Colonia debe señalar una orientación, hacerles -saber a los estadistas distraídos que el ideario revolucionario es el -peligro amarillo en América. La Revolución representa la ruina de los -estancieros españoles. Que lo sepan allá, que se capaciten. ¡Es muy -grave el momento, Don Celestino! Por rumores que me llegaron, tengo -noticia de cierta actuación que proyecta el Cuerpo Diplomático. Los -rumores son de una protesta por las ejecuciones de Zamalpoa. ¿Sabe -usted si esa protesta piensa suscribirla el Ministro de España? - -Al rico gachupín se le enrojeció la calva: - ---¡Sería una bofetada a la Colonia! - ---¿Y el Ministro de España, considera usted que sea sujeto para esas -bofetadas? - ---Es hombre apático... Hace lo que le cuesta menos trabajo. Hombre poco -claro. - ---¿No hace negocios? - ---Hace deudas, que no paga. ¿Quiere usted mayor negocio? Mira como un -destierro su radicación en la República. - ---¿Que se teme usted una pendejada? - ---Me la temo. - ---Pues hay que evitarla. - -El gachupín simuló una inspiración repentina, con palmada en la frente -panzona: - ---La Colonia puede actuar sobre el Ministro. - -Don Santos rasgó con una sonrisa su verde máscara indiana: - ---Eso se llama meter el tejo por la boca de la ranita. Conviene actuar -violento. Los españoles aquí radicados tienen intereses contrarios a -las utopías de la Diplomacia. Todas esas lucubraciones del protocolo -suponen un desconocimiento de las realidades americanas. La Humanidad, -para la política de estos países, es una entelequia con tres cabezas: -El criollo, el indio y el negro. Tres Humanidades. Otra política para -estos climas es pura macana. - -El gachupín, barroco y pomposo, le tendió la mano: - ---¡Mi admiración crece escuchándole! - ---No se dilate, Don Celes. Quiere decirse que se remite para mañana la -invitación que le hice. ¿A usted no le complace el juego de la ranita? -Es mi medicina para esparcir el ánimo, mi juego desde chamaco, y lo -practico todas las tardes. Muy saludable, no arruina como otros juegos. - -El ricacho se arrebolaba: - ---¡Asombroso cómo somos de gustos parejos! - ---Don Celes, hasta lueguito. - -Interrogó el gachupín: - ---¿Lueguito será mañana? - -Movió la cabeza Don Santos: - ---Si antes puede ser, antes. Yo no duermo. - -Encomió Don Celes: - ---¡Profesor de energía, como dicen en nuestro diario! - -El Tirano le despidió, ceremonioso, desbaratada la voz en una cucaña de -gallos. - - -VII - -Tirano Banderas, sumido en el hueco de la ventana, tenía siempre el -prestigio de un pájaro nocharniego: Desde aquella altura fisgaba la -campa donde seguían maniobrando algunos pelotones de indios, armados -con fusiles antiguos. La ciudad se encendía de reflejos sobre la marina -esmeralda. La brisa era fragante, plena de azahares y tamarindos. En -el cielo, remoto y desierto, subían globos de verbena, con cauda de -luces. Santa Fe celebraba sus ferias otoñales, tradición que venía del -tiempo de los virreyes españoles. Por la conga del convento, saltarín y -liviano, con morisquetas de lechuguino, rodaba el quitrí de Don Celes. -La ciudad, pueril ajedrezado de blancas y rosadas azoteas, tenía una -luminosa palpitación, acastillada en la curva del Puerto. La marina era -llena de cabrilleos, y en la desolación azul, toda azul, de la tarde, -encendían su roja llamarada las cornetas de los cuarteles. El quitrí -del gachupín saltaba como una araña negra, en el final solanero de -Cuesta Mostenses. - - -VIII - -Tirano Banderas, agaritado en la ventana, inmóvil y distante, -acrecentaba su prestigio de pájaro sagrado. Cuesta Mostenses flotaba -en la luminosidad del marino poniente, y un ciego cribado de viruelas -rasgaba el guitarrillo al pie de los nopales, que proyectaban sus -brazos como candelabros de Jerusalén. La voz del ciego desgarraba el -calino silencio: - - --Era Diego Pedernales - de noble generación, - pero las obligaciones - de su sangre no siguió. - - - - -LIBRO SEGUNDO - -EL MINISTRO DE ESPAÑA - - -I - -La Legación de España se albergó muchos años en un caserón con portada -de azulejos y salomónicos miradores de madera, vecino al recoleto -estanque francés, llamado por una galante tradición Espejillo de la -Virreina. El Barón de Benicarlés, Ministro Plenipotenciario de Su -Majestad Católica, también proyectaba un misterio galante y malsano, -como aquella virreina que se miraba en el espejo de su jardín, con un -ensueño de lujuria en la frente. El Excelentísimo Señor Don Mariano -Isabel Cristino Queralt y Roca de Togores, Barón de Benicarlés -y Maestrante de Ronda, tenía la voz de cotorrona y el pisar de -bailarín. Lucio, grandote, abobalicado, muy propicio al cuchicheo y al -chismorreo, rezumaba falsas melosidades: Le hacían rollas las manos -y el papo: Hablaba con nasales francesas y mecía bajo sus carnosos -párpados un frío ensueño de literatura perversa: Era un desvaído -figurón, snob literario, gustador de los cenáculos decadentes, con -rito y santoral de métrica francesa. La sombra de la ardiente virreina, -refugiada en el fondo del jardín, mirando la fiesta de amor sin -mujeres, lloró muchas veces, incomprensiva, celosa, tapándose la cara. - - -II - -Santos y Difuntos. En este tiempo, era luminosa y vibrante de -tabanquillos y tenderetes la Calzada de la Virreina. El quitrí del -gachupín, que rodaba haciendo morisquetas de petimetre, se detuvo ante -la Legación Española. Un chino encorvado, la espalda partida por la -coleta, regaba el zaguán. Don Celes subió la ancha escalera y cruzó una -galería con cuadros en penumbra, tallas, dorados y sedas: El gachupín -experimentaba un sofoco ampuloso, una sensación enfática de orgullo -y reverencia: Como collerones le resonaban en el pecho fanfarrias de -históricos nombres sonoros, y se mareaba igual que en un desfile de -cañones y banderas: Su jactancia, ilusa y patriótica, se revertía en -los escandidos compases de una música brillante y ramplona: Se detuvo -en el fondo de la galería. La puerta luminosa, silenciosa, franca -sobre el gran estrado desierto, amortiguó extrañamente al barroco -gachupín, y sus pensamientos se desbandaron en fuga, potros cerriles -rebotando las ancas. Se apagaron de repente todas las bengalas, y el -ricacho se advirtió pesaroso de verse en aquel trámite: Desasistido de -emoción, árido, tímido como si no tuviese dinero, penetró en el estrado -vacío, turbando la dorada simetría de espejos y consolas. - - -III - -El Barón de Benicarlés, con quimono de mandarín, en el fondo de otra -cámara, sobre un canapé, espulgaba meticulosamente a su faldero. Don -Celes llegó, mal recobrado el gesto de fachenda entre la calva panzona -y las patillas color de canela: Parecía que se le hubiese aflojado la -botarga: - ---Señor Ministro, si interrumpo, me retiro. - ---Pase usted, ilustre Don Celestino. - -El faldero dio un ladrido, y el carcamal diplomático, rasgando la boca, -le tiró de una oreja: - ---¡Calla, Merlín! Don Celes, tan contadas son sus visitas, que ya le -desconoce el Primer Secretario. - -El carcamal diplomático esparcía sobre la fatigada crasitud de sus -labios una sonrisa lenta y maligna, abobada y amable. Pero Don Celes -miraba a Merlín, y Merlín le enseñaba los dientes a Don Celes. El -Ministro de Su Majestad Católica, distraído, evanescente, ambiguo, -prolongaba la sonrisa con una elasticidad inverosímil, como las -diplomacias neutrales en año de guerras. Don Celes experimentaba una -angustia pueril entre la mueca del carcamal y el hocico aguzado del -faldero: Con su gesto adulador y pedante, lleno de pomposo afecto, se -inclinó hacia Merlín: - ---¿No quieres que seamos amigos? - -El faldero, con un ladrido, se recogió en las rodillas de su amo, -que adormilaba los ojos huevones, casi blancos, apenas desvanecidos -de azul, indiferentes como dos globos de cristal, consonantes con la -sonrisa sin término, de una deferencia maquillada y protocolaria. La -mano gorja y llena de hoyos, mano de odalisca, halagaba las sedas del -faldero: - ---¡Merlín, ten formalidad! - ---¡Me ha declarado la guerra! - -El Barón de Benicarlés, diluyendo el gesto de fatiga por toda su figura -crasa y fondona, se dejaba besuquear del faldero. Don Celes, rubicundo -entre las patillas de canela, poco a poco, iba inflando la botarga, -pero con una sombra de recelo, una íntima y remota cobardía de cómico -silbado. Bajo el besuqueo del falderillo, habló, confuso y nasal, el -figurón diplomático: - ---¿Por dónde se peregrina, Don Celeste? ¿Qué luminosa opinión me trae -usted de la Colonia Hispana? ¿No viene usted como Embajador?... Ya -tiene usted despejado el camino, ilustre Don Celes. - -Don Celes se arrugó con gesto amistoso, aquiescente, fatalista: La -frente panzona, la papada apoplética, la botarga retumbante, apenas -disimulaban la perplejidad del gachupín. Rio falsamente: - ---La tan mentada sagacidad diplomática se ha confirmado una vez más, -querido Barón. - -Ladró Merlín, y el carcamal le amenazó levantando un dedo: - ---No interrumpas, Merlín. Perdone usted la incorrección y continúe, -ilustre Don Celes. - -Don Celes, por levantarse los ánimos, hacía oración mental, -recapacitando los pagarés que tenía del Barón: Luchaba desesperado por -no desinflarse: Cerró los ojos: - ---La Colonia, por sus vinculaciones, no puede ser ajena a la política -del país: Aquí radica su colaboración y el fruto de sus esfuerzos. Yo, -por mis sentimientos pacifistas, por mis convicciones de liberalismo -bajo la gerencia de gobernantes serios, me hallo en una situación -ambigua, entre el ideario revolucionario y los procedimientos -sumarísimos del General Banderas. Pero casi me convence la colectividad -española, en cuanto a su actuación, porque la más sólida garantía del -orden es, todavía, Don Santos Banderas. ¡El triunfo revolucionario -traería el caos! - ---Las revoluciones, cuando triunfan, se hacen muy prudentes. - ---Pero hay un momento de crisis comercial: Los negocios se resienten, -oscilan las finanzas, el bandolerismo renace en los campos. - -Subrayó el Ministro: - ---No más que ahora, con la guerra civil. - ---¡La guerra civil! Los radicados de muchos años en el país, ya la -miramos como un mal endémico. Pero el ideario revolucionario es algo -más grave, porque altera los fundamentos sagrados de la propiedad. -El indio, dueño de la tierra, es una aberración demagógica, que no -puede prevalecer en cerebros bien organizados. La Colonia profesa -unánime este sentimiento: Yo quizá lo acoja con algunas reservas, pero, -hombre de realidades, entiendo que la actuación del capital español es -antagónica con el espíritu revolucionario. - -El Ministro de Su Majestad Católica se recostó en el canapé, -escondiendo en el hombro el hocico del faldero: - ---¿Don Celes, y es oficial ese ultimátum de la Colonia? - ---Señor Ministro, no es ultimátum. La Colonia pide solamente una -orientación. - ---¿La pide o la impone? - ---No habré sabido explicarme. Yo, como hombre de negocios, soy poco -dueño de los matices oratorios, y si he vertido algún concepto por -donde haya podido entenderse que ostento una representación oficiosa, -tengo especial interés en dejar rectificada plenamente esa suspicacia -del Señor Ministro. - -El Barón de Benicarlés, con una punta de ironía en el azul desvaído de -los ojos, y las manos de odalisca entre las sedas del faldero, diluía -un gesto displicente sobre la boca belfona, untada de fatiga viciosa: - ---Ilustre Don Celestino, usted es una de las personalidades -financieras, intelectuales y sociales más remarcables de la Colonia... -Sus opiniones, muy estimables... Sin embargo, usted no es todavía el -Ministro de España. ¡Una verdadera desgracia! Pero hay un medio para -que usted lo sea, y es solicitar por cable mi traslado a Europa. Yo -apoyaré la petición, y le venderé a usted mis muebles en almoneda. - -El ricacho se infló de vanidad ingeniosa: - ---¿Incluido Merlín para consejero? - -El figurón diplomático acogió la agudeza con un gesto frío y lacio, que -la borró: - ---Don Celes, aconseje usted a nuestros españoles que se abstengan -de actuar en la política del país, que se mantengan en una estricta -neutralidad, que no quebranten con sus intemperancias la actuación del -Cuerpo Diplomático. Perdone, ilustre amigo, que no le acoja más tiempo, -pues necesito vestirme para asistir a un cambio de impresiones en la -Legación inglesa. - -Y el desvaído carcamal, en la luz declinante de la cámara, -desenterraba un gesto chafado, de sangre orgullosa. - - -IV - -Don Celes, al cruzar el estrado, donde la alfombra apagaba el rumor de -los pasos, sintió más que nunca el terror de desinflarse. En el zaguán, -el chino rancio y coletudo, en una abstracción pueril y maniática, -seguía regando las baldosas. Don Celes experimentó todo el desprecio -del blanco por el amarillo: - ---¡Deja paso, y mira, no me manches el charol de las botas, gran -chingado! - -Andando en la punta de los pies, con mecimiento de doble suspensión la -botarga, llegó a la puerta y llamó al moreno del quitrí, que con otros -morenos y rotos, refrescaba bajo los laureles de un bochinche: Juego de -bolos y piano automático con platillos: - ---¡Vamos vivo, pendejo! - - -V - -Calzada de la Virreina tenía un luminoso bullicio de pregones, -guitarros, faroles y gallardetes. Santa Fe se regocijaba con un -vértigo encendido, con una calentura de luz y tinieblas: El -aguardiente y el facón del indio, la baraja y el baile lleno de -lujurias, encadenaban una sucesión de imágenes violentas y tumultuosas. -Sentíase la oscura y desolada palpitación de la vida sobre la fosa -abierta. Santa Fe, con una furia trágica y devoradora del tiempo, -escapaba del terrorífico sopor cotidiano, con el grito de sus ferias, -tumultuoso como un grito bélico. En la lumbrada del ocaso, sobre la -loma de granados y palmas, encendía los azulejos de sus redondas -cúpulas coloniales San Martín de los Mostenses. - - - - -LIBRO TERCERO - -EL JUEGO DE LA RANITA - - -I - -Tirano Banderas, terminado el despacho, salió por la arcada del -claustro bajo al jardín de los frailes. Le seguían compadritos y -edecanes: - ---¡Se acabó la obligación! Ahora, si les parece bien, mis amigos, vamos -a divertir honestamente este rabo de tarde, en el jueguito de la rana. - -Rancio y cumplimentero, invitaba para la trinca, sin perder el rostro -sus vinagres, y se pasaba por la calavera el pañuelo de hierbas, propio -de dómine o donado. - - -II - -El Jardín de los Frailes, geométrica ruina de cactus y laureles, gozaba -la vista del mar: Por las mornas tapias corrían amarillos lagartos: -En aquel paraje estaba el juego de la rana, ya crepuscular, recién -pintado de verde. El Tirano, todas las tardes esparcía su tedio en -este divertimiento: Pausado y prolijo, rumiando la coca, hacía sus -tiradas, y en los yerros, su boca rasgábase toda verde, con una mueca: -Se mostraba muy codicioso y atento a los lances del juego, sin ser -parte a distraerle las descargas de fusilería que levantaban cirrus de -humo a lo lejos, por la banda de la marina. Las sentencias de muerte -se cumplimentaban al ponerse el sol, y cada tarde era pasada por las -armas alguna cuerda de revolucionarios. Tirano Banderas, ajeno a la -fusilería, cruel y vesánico, afinaba el punto apretando la boca. Los -cirrus de humo volaban sobre el mar. - ---¡Rana! - -El tirano, siempre austero, vuelto a la trinca de compadres, desplegaba -el pañuelo de dómine, enjugándose el cráneo pelado: - ---¡Aprendan, y no se distraigan del juego con macanas! - -Un vaho pesado, calor y catinga, anunciaba la proximidad de la manigua, -donde el crepúsculo enciende, con las estrellas, los ojos de los -jaguares. - - -III - -Aquella india vieja, acurrucada en la sombra de un toldillo, con -el bochinche de limonada y aguardiente, se ha hispido, remilgada y -corretona bajo la seña del Tirano: - ---¡Horita, mi jefe! - -Doña Lupita cruza las manos enanas y orientales, apretándose al pecho -los cabos del rebocillo, tirado de priesa sobre la greña: Tenía esclava -la sonrisa y los ojos oblicuos de serpiente sabia: Los pies descalzos, -pulidos como las manos: Engañosa de mieles y lisonjas la plática: - ---¡Mándeme, no más, mi Generalito! - -Generalito Banderas doblaba el pañuelo, muy escrupuloso y espetado: - ---¿Se gana plata, Doña Lupita? - ---¡Mi jefecito, paciencia se gana! ¡Paciencia y trabajos, que es ganar -la Gloria Bendita! Viernes pasado compré un mecate para me ajorcar, y -un ángel se puso de por medio. ¡Mi jefecito, no di con una escarpia! - -Tirano Banderas, parsimonioso, rumiaba la coca, tembladera la quijada y -saltante la nuez: - ---¿Diga, mi vieja, y qué le sucedió al mecatito? - ---A la Santa de Lima amarrado se lo tengo, mi jefecito. - ---¿Qué le solicita, vieja? - ---Niño Santos, pues que su merced disfrute mil años de soberanía. - ---¡No me haga pendejo, Doña Lupita! ¿De qué año son las enchiladas? - ---¡Merito acaban de enfriarse, patroncito! - ---¿Qué otra cosa tiene en la mesilla? - ---Coquitos de agua. ¡La chicha muy superior, mi jefecito! Aguardiente -para el gauchaje. - ---Pregúntele, vieja, el gusto a los circunstantes, y sirva la convidada. - -Doña Lupita, torciendo la punta del rebocillo, interrogó al concurso -que acampaba en torno de la rana, adulador y medroso ante la momia del -Tirano: - ---¿Con qué gustan mis jefecitos de refrescarse? Les antepongo que -solamente tres copas tengo. Denantes, pasó un coronelito briago, que -todo me lo hizo cachizas, caminándose sin pagar el gasto. - -El Tirano formuló lacónico: - ---Denúncielo en forma, y se hará justicia. - -Doña Lupita jugó el rebocillo como una dama de teatro: - ---¡Mi Generalito, el memorialista no moja la pluma sin tocar por -delante su estipendio! - -Marcó un temblor la barbilla del Tirano: - ---Tampoco es razón. A mi sala de audiencias puede llegar el último -cholo de la República. Licenciado Sostenes Carrillo, queda a su cargo -instruir el proceso en averiguación del supuesto fregado... - - -IV - -Doña Lupita, corretona y haldeando, fue a sacar los cocos puestos bajo -una cobertera de palmitos en la tierra regada. El Tirano, sentado en el -poyo miradero de los frailes, esparcía el ánimo cargado de cuidados: -Sobre el bastón con borlas doctorales y puño de oro, cruzaba la cera -de las manos: En la barbilla, un temblor; en la boca verdosa, un gesto -ambiguo de risa, mofa y vinagre: - ---Tiene mucha letra la guaina, Señor Licenciado. - ---Patroncito, ha visto la chuela. - ---Muy ocurrente en las leperadas. ¡Puta madre! Va para el medio siglo -que la conozco, de cuando fui abanderado en el Séptimo Ligero: Era -nuestra rabona. - -Doña Lupita amusgaba la oreja, haldeando por el jacalito. El Licenciado -recayó con apremio chuflero: - ---¡No se suma mi vieja! - ---En boca cerrada no entran moscas, valedorcito. - ---No hay sello para una vuelta de mancuerda. - ---¡Santísimo Juez! - ---¿Qué jefe militar le arrugó el tenderete, mi vieja? - ---¡Me aprieta, niño, y me expone a una venganza! - ---No se atore y suelte el gallo. - ---No me sea mala reata, Señor Licenciado. - -El Señor Licenciado era feliz, rejoneando a la vieja por divertir la -hipocondría del Tirano. Doña Lupita, falsa y apenujada, trajo las -palmas con el fruto enracimado, y un tranchete para rebanarlo. El Mayor -Abilio del Valle, que se preciaba de haber cortado muchas cabezas, -pidió la gracia de meter el facón a los coquitos de agua: Lo hizo -con destreza mambís: Bélico y triunfador, ofrendó como el cráneo de -un cacique enemigo, el primer coquito al Tirano. La momia amarilla -desplegó las manos y tomó una mitad pulcramente: - ---Mayorcito, el concho que resta, esa vieja maulona que se lo beba. Si -hay ponzoña, que los dos reventemos. - -Doña Lupita, avizorada, tomó el concho, saludando y bebiendo: - ---Mi Generalito, no hay más que un firme acatamiento en esta cuera -vieja: ¡El Señor San Pedro y toda la celeste cofradía me sean testigos! - -Tirano Banderas, taciturno, recogido en el poyo, bajo la sombra de los -ramajes, era un negro garabato de lechuzo. Raro prestigio cobró de -pronto aquella sombra, y aquella voz de caña hueca, raro imperio: - ---Doña Lupita, si como dice me aprecia, declare el nombre del pendejo -briago que en tan poco se tiene. Luego luego, vos veréis, vieja, que -también la aprecia Santos Banderas. Dame la mano, vieja... - ---Taitita, dejá sos la bese. - -Tirano Banderas oyó, sin moverse, el nombre que temblando le secreteó -la vieja. Los compadritos, en torno de la rana, callaban amusgados, y a -hurto se hacían alguna seña. La momia indiana: - ---¡Chac, chac! - - -V - -Tirano Banderas, con paso de rata fisgona, seguido por los compadritos, -abandonó el juego de la rana: Al cruzar el claustro, un grupo de -uniformes que choteaba en el fondo, guardó repentino silencio. Al -pasar, la momia escrutó el grupo, y con un movimiento de cabeza, llamó -al Coronel-Licenciado López de Salamanca, Jefe de Policía: - ---¿A qué hora está anunciado el acto de las Juventudes Democráticas? - ---A las diez. - ---¿En el Circo Harris? - ---Eso rezan los carteles. - ---¿Quién he solicitado el permiso para el mitin? - ---Don Roque Cepeda. - ---¿No se le han puesto obstáculos? - ---Ninguno. - ---¿Se han cumplimentado fielmente mis instrucciones? - ---Tal creo... - ---La propaganda de ideales políticos, siempre que se realice dentro -de las leyes, es un derecho ciudadano y merece todos los respetos del -Gobierno. - -El Tirano torcía la boca con gesto maligno. El Jefe de Policía, -Coronel-Licenciado López de Salamanca, atendía con burlón desenfado: - ---Mi General, en caso de mitote, ¿habrá que suspender el acto? - ---El Reglamento de Orden Público le evacuará cumplidamente cualquier -duda. - -El Coronel-Licenciado asintió con zumba gazmoña: - ---Señor Presidente, la recta aplicación de las leyes será la norma de -mi conducta. - ---Y en todo caso, si usted procediese con exceso de celo, cosa siempre -laudable, no le costará gran sacrificio presentar la renuncia del -cargo. Sus servicios --al aceptarla-- sin duda que los tendría en -consideración el Gobierno. - -Recalcó el Coronel-Licenciado: - ---¿El Señor Presidente no tiene otra cosa que mandarme? - ---¿Ha proseguido las averiguaciones referentes al relajo y viciosas -costumbres del Honorable Cuerpo Diplomático? - ---Y hemos hecho algún descubrimiento sensacional. - ---En el despacho de esta noche tendrá a bien enterarme. - -El Coronel-Licenciado saludó: - ---¡A la orden, mi General! - -La momia indiana todavía le detuvo, exprimiendo su verde mueca: - ---Mi política es el respeto a la ley. Que los gendarmes garantan el -orden en Circo Harris. ¡Chac! ¡Chac! Las Juventudes Democráticas -ejemplarizan esta noche practicando un ejercicio ciudadano. - -Chanceó el Jefe de Policía: - ---Ciudadano y acrobático. - -El Tirano, ambiguo y solapado, plegó la boca con su mueca verde: - ---¡Pues, y quién sabe!... ¡Chac! ¡Chac! - - -VI - -Tirano Banderas caminó taciturno. Los compadres, callados como en -un entierro, formaban la escolta detrás. Se detuvo en la sombra del -convento, bajo el alerta del guaita, que en el campanario sin campanas -clavaba la luna con la bayoneta. Tirano Banderas estúvose mirando el -cielo de estrellas: Amaba la noche y los astros: El arcano de bellos -enigmas recogía el dolor de su alma tétrica: Sabía numerar el tiempo -por las constelaciones: Con la matemática luminosa de las estrellas -se maravillaba: La eternidad de las leyes siderales abría una coma -religiosa en su estoica crueldad indiana. Atravesó la puerta del -convento bajo el grito nocturno del guaita en la torre, y el retén, -abriendo filas, presentó armas. Tirano Banderas, receloso, al pasar, -escudriñaba el rostro oscuro de los soldados. - - - - -SEGUNDA PARTE - -BOLUCA Y MITOTE - - - - -LIBRO PRIMERO - -CUARZOS IBÉRICOS - - -I - -Amarillos y rojos mal entonados, colgaban los balcones del Casino -Español. En el filo luminoso de la terraza, petulante y tilingo, era el -quitrí de Don Celes. - - -II - ---¡Mueran los gachupines! - ---¡Mueran!... - -El Circo Harris, en el fondo del parque, perfilaba la cúpula diáfana -de sus lonas bajo el cielo verde de luceros. Apretábase la plebe -vocinglera frente a las puertas, en el guiño de los arcos voltaicos. -Parejas de caballería estaban de cantón en las bocacalles, y mezclados -entre los grupos, huroneaban los espías del Tirano. Aplausos y vítores -acogieron la aparición de los oradores: Venían en grupo, rodeados de -estudiantes con banderas: Saludaban agitando los sombreros, pálidos, -teatrales, heroicos. La marejada tumultuaria del gentío, bajo la -porra legisladora de los gendarmes, abría calle ante las puertas del -Circo. Las luces del interior daban a la cúpula de lona una diafanidad -morena. Sucesivos grupos con banderas y bengalas, aplausos y amotinados -clamores, a modo de reto, gritaban frente al Casino Cspañol: - ---¡Viva Don Roque Cepeda! - ---¡Viva el libertador del indio! - ---¡Vivaaa!... - ---¡Muera la tiranía! - ---¡Mueraaa!... - ---¡Mueran los gachupines! - ---¡Mueran!... - - -III - -El Casino Español --floripondios, doradas lámparas, rimbombantes -moldurones-- estallaba rubicundo y bronco, resonante de bravatas. La -Junta Directiva clausuraba una breve sesión, sin acta, con acuerdos -verbales y secretos. Por los salones, al sesgo de la farra valentona, -comenzaban solapados murmullos. Pronto corrió, sin recato, el complot -para salir en falange y deshacer el mitin a estacazos. La charanga -gachupina resoplaba un bramido patriota: Los calvos tresillistas -dejaban en el platillo las puestas: Los cerriles del dominó golpeaban -con las fichas y los boliches de gaseosa: Los del billar salían a los -balcones blandiendo los tacos. Algunas voces tartufas de empeñistas -y abarroteros reclamaban prudencia y una escolta de gendarmes para -garantía del orden. Luces y voces ponían una palpitación chula y -politiquera en aquellos salones decorados con la emulación ramplona de -los despachos ministeriales en la Madre Patria: De pronto la falange -gachupina acudió en tumulto a los balcones. Gritos y aplausos: - ---¡Viva España! - ---¡Viva el General Banderas! - ---¡Viva la raza latina! - ---¡Viva el General Presidente! - ---¡Viva Don Pelayo! - ---¡Viva el Pilar de Zaragoza! - ---¡Viva Don Isaac Peral! - ---¡Viva el comercio honrado! - ---¡Viva el Héroe de Zamalpoa! - -En la calle, una tropa de caballos acuchillaba a la plebe ensabanada y -negruzca, que huía sin sacar el facón del pecho. - - -IV - -Bajo la protección de los gendarmes, la gachupía balandrona se repartió -por las mesas de la terraza. Desafíos, jactancias, palmas. Don Celes -tascaba un largo veguero entre dos personajes de su prosapia: Míster -Contum, aventurero yanqui con negocios de minería, y un estanciero -español, señalado por su mucha riqueza, hombre de cortas luces, alavés -duro y fanático, con una supersticiosa devoción por el principio de -autoridad que aterroriza y sobresalta. Don Teodosio del Araco, ibérico -granítico, perpetuaba la tradición colonial del encomendero. Don -Celes peroraba con vacua egolatría de ricacho, puesto el hito de su -elocuencia en deslumbrar al mucamo que le servía el café. La calle se -abullangaba. La pelazón de indios hacía rueda en torno de las farolas -y retretas que anunciaban el mitin. Don Teodosio, con vinagre de -inquisidor, sentenció lacónico: - ---¡Vean, no más, qué mojiganga! - -Se arreboló de suficiencia Don Celes: - ---El Gobierno del General Banderas, con la autorización de esta -propaganda, atestigua su respeto por todas las opiniones políticas. -¡Es un acto que acrecienta su prestigio! El General Banderas no teme -la discusión, autoriza el debate: Sus palabras, al conceder el permiso -para el mitin de esta noche, merecen recordarse: “En la ley encontrarán -los ciudadanos el camino seguro para ejercitar pacíficamente sus -derechos.” ¡Convengamos que así solo habla un gran gobernante! Yo creo -que se harán históricas las palabras del Presidente. - -Apostilló lacónico Don Teodosio del Araco: - ---¡Lo merecen! - -Míster Contum consultó su reloj: - ---Estar mucho interesante oír los discursos. Así mañana estar bien -enterado mí. Nadie lo contar mí. Oírlo de las orejas. - -Don Celes arqueaba la figura con vacua suficiencia: - ---¡No vale la pena de soportar el sofoco de esa atmósfera viciada! - ---Mi interesarse por oír a Don Roque Cepeda. - -Y Don Teodosio acentuaba su rictus bilioso: - ---¡Un loco! ¡Un insensato! Parece mentira que hombre de su situación -financiera se junte con los rotos de la revolución, gente sin garantías. - -Don Celes insinuaba con irónica lástima: - ---Roque Cepeda es un idealista. - ---Pues que lo encierren. - ---Al contrario: Dejarle libre la propaganda. ¡Ya fracasará! - -Don Teodosio movía la cabeza, recomido de suspicacias: - ---Ustedes no controlan la inquietud que han llevado al indio del campo -las predicaciones de esos perturbados. El indio es naturalmente ruin, -jamás agradece los beneficios del patrón, aparenta humildad y esta -afilando el cuchillo: Solo anda derecho con el rebenque: Es más flojo, -trabaja menos y se emborracha más que el negro antillano. Yo he tenido -negros, y les garanto la superioridad del moreno sobre el indio de -estas Repúblicas del Mar Pacífico. - -Dictaminó Míster Contum, con humorismo fúnebre: - ---Si el indio no ser tan flojo, no vivir mucho demasiado seguros los -cueros blancos en este Paraíso de Punta Serpientes. - -Abanicándose con el jipi asentía Don Celes: - ---¡Indudable! Pero en ese postulado se contiene que el indio no es apto -para las funciones políticas. - -Don Teodosio se apasionaba: - ---Flojo y alcoholizado, necesita el fustazo del blanco, que le haga -trabajar, y servir a los fines de la sociedad. - -Tornó el yanqui de los negocios mineros: - ---Míster Araco, si puede estar una preocupación el peligro amarillo, -ser en estas Repúblicas. - -Don Celes infló la botarga patriótica, haciendo sonar todos los dijes -de la gran cadena que, tendida de bolsillo a bolsillo, le ceñía la -panza: - ---Estas Repúblicas, para no desviarse de la ruta civilizadora, volverán -los ojos a la Madre Patria. ¡Allí refulgen los históricos destinos de -veinte Naciones! - -Míster Contum alargó, con un gesto desdeñoso, su magro perfil de loro -rubio: - ---Si el criollaje perdura como dirigente, lo deberá a los barcos y a -los cañones de Norteamérica. - -El yanqui entornaba un ojo, mirándose la curva de la nariz. Y -la pelazón de indios seguía gritando en torno de las farolas que -anunciaban el mitin: - ---¡Muera el Tío Sam! - ---¡Mueran los gachupines! - ---¡Muera el gringo chingado! - - -V - -El Director de “El Criterio Español”, en un velador inmediato, sorbía -el refresco de piña, soda y kirsch que hizo famoso al cantinero del -Metropol Room. Don Celes, redondo y pedante, abanicándose con el jipi, -salió a los medios de la acera: - ---¡Mi felicitación por el editorial! En todo conforme con su tesis. - -El Director-Propietario de “El Criterio Español” tenía una pluma -hiperbólica, patriotera y ramplona, con fervientes devotos en la -gachupía de empeñistas y abarroteros. Don Nicolás Díaz del Rivero, -personaje cauteloso y bronco, disfrazaba su falsía con el rudo acento -del Ebro: En España habíase titulado carlista, hasta que estafó la caja -del 7.º de Navarra: En Ultramar exaltaba la causa de la Monarquía -Restaurada: Tenía dos grandes cruces, un título flamante de conde, un -banco sobre prendas, y ninguna de hombre honesto. Don Celes se acercó -confidencial, el jipi sobre la botarga, apartándose el veguero de la -boca y tendiendo el brazo con ademán aparatoso: - ---¿Y qué me dice de la representación de esta noche? ¿Leeremos la -reseña mañana? - ---Lo que permita el lápiz rojo. Pero, siéntese usted, Don Celes: Tengo -destacados mis sabuesos y no dejará de llegar alguno con noticias. -¡Ojalá no tengamos que lamentar esta noche alguna grave alteración -del orden! En estas propagandas revolucionarias, las pasiones se -desbordan... - -Don Celes arrastró una mecedora, y se apoltronó, siempre abanicándose -con el panameño: - ---Si ocurriese algún desbordamiento de la plebe, yo haría responsable a -Don Roque Cepeda. ¿Ha visto usted ese loco lindo? No le vendría mal una -temporada en Santa Mónica. - -El Director de “El Criterio Español” se inclinó, confidencial, apagando -la procelosa voz, cubriéndola con un gran gesto arcano: - ---Pudiera ser que ya le tuviesen armada la ratonera. ¿Qué impresiones -ha sacado usted de su visita al General? - ---Al General le inquieta la actitud del Cuerpo Diplomático. Tiene la -preocupación de no salirse de la legalidad, y eso, a mi ver, justifica -la autorización para el mitin... O quizás lo que usted indicaba recién. -¡Una ratonera!... - ---¿Y no le parece que sería un golpe de maestro? Pero acaso la -preocupación que usted ha observado en el Presidente... Aquí tenemos al -Vate Larrañaga. Acérquese, Vate... - - -VI - -El Vate Larrañaga era un joven flaco, lampiño, macilento, guedeja -romántica, chalina flotante, anillos en las manos enlutadas: Una -expresión dulce y novicia, de alma apasionada: Se acercó con tímido -saludo: - ---Mero mero, inició los discursos el Licenciado Sánchez Ocaña. - -Cortó el Director: - ---¿Tiene usted las notas? Hágame el favor. Yo las veré y las mandaré a -la imprenta. ¿Qué impresión en el público? - ---En la masa, un gran efecto. Alguna protesta en la cazuela, pero se -han impuesto los aplausos. El público es suyo. - -Don Celes contemplaba las estrellas, humeando el veguero: - ---¿Real y verdaderamente es un orador elocuente el Licenciado Sánchez -Ocaña? En lo poco que le tengo tratado, me ha parecido una medianía. - -El Vate sonrió tímidamente, esquivando su opinión. Don Nicolás Díaz -del Rivero pasaba el fulgor de sus quevedos sobre las cuartillas. El -Vate Larrañaga, encogido y silencioso, esperaba. El Director levantó la -cabeza: - ---Le falta a usted intención política. Nosotros no podemos decir que -el público premió con una ovación la presencia del Licenciado Sánchez -Ocaña. Puede usted escribir: Los aplausos oficiosos de algunos amigos -no lograron ocultar el fracaso de tan difusa pieza oratoria, que -tuvo de todo, menos de ciceroniana. Es una redacción de elemental -formulario. ¡Cada día es usted menos periodista! - -El Vate Larrañaga sonrió tímidamente: - ---¡Y temía haberme excedido en la censura! - -El Director repasaba las cuartillas: - ---Tuvo lugar, es un galicismo. - -Rectificó complaciente el Vate: - ---Tuvo verificativo. - ---No lo admite la Academia. - -Traía el viento un apagado oleaje de clamores y aplausos. Lamentó Don -Celes con hueca sonoridad: - ---La plebe en todas partes se alucina con metáforas. - -El Director-Propietario miró con gesto de reproche al sumiso noticiero: - ---¿Pero esos aplausos? ¿Sabe usted quién está en el uso de la palabra? - ---Posiblemente seguirá el Licenciado. - ---¿Y usted, qué hace aquí? Vuélvase y ayude al compañero. Vatecito, -oiga: Una idea que, si acertase a desenvolverla, le supondría un éxito -periodístico: Haga la reseña como si se tratase de una función de -circo, con loros amaestrados. Acentúe la soflama. Comience con la más -cumplida felicitación a la Empresa de los Hermanos Harris. - -Se infló Don Celes: - ---¡Ya apareció el periodista de raza! - -El Director declinó el elogio con arcano fruncimiento de cejas y labio: -Continuó dirigiéndose al macilento Vatecito: - ---¿Quién tiene de compañero? - ---Fray Mocho. - ---¡Que no se tome de bebida ese ganado! - -El Vate Larrañaga se encogió, inhibiéndose con su apagada sonrisa: - ---Hasta lueguito. - -Tornaba el vuelo de los aplausos. - - -VII - -Sobre el resplandor de las aceras, gritos de vendedores ambulantes: -Zig-zag de nubios limpiabotas: Bandejas tintineantes, que portan en -alto los mozos de los bares americanos: Vistosa ondulación de niñas -mulatas, con la vieja de rebocillo al flanco. Formas, sombras, luces -se multiplican trenzándose, promoviendo la caliginosa y alucinante -vibración oriental que resumen el opio y la marihuana. - - - - -LIBRO SEGUNDO - -EL CIRCO HARRIS - - -I - -El Circo Harris, entre ramajes y focos voltaicos, abría su parasol de -lona morena y diáfana. Parejas de gendarmes decoraban con rítmicos -paseos las iluminadas puertas, y los lacios bigotes y las mandíbulas -encuadradas por las carrilleras tenían el espavento de carátulas -chinas. Grupos populares se estacionaban con rumorosa impaciencia por -las avenidas del Parque: Allí el mayoral de poncho y machete, con el -criollo del jarano platero, y el pelado de sabanil y el indio serrano. -En el fondo, el diáfano parasol triangulaba sus candiles sobre el cielo -verde de luceros. - - -II - -El Vate Larrañaga, con revuelo de zopilote, negro y lacio, cruzó -las aceradas filas de gendarmes, y penetró bajo la cúpula de lona, -estremecida por las salvas de aplausos. Aún cantaba su aria de tenor el -Licenciado Sánchez Ocaña. El Vatecito, enjugándose la frente, deshecho -el lazo de la chalina, tomó asiento, a la vera de su colega Fray Mocho: -Un viejales con mugre de chupatintas, picado de viruelas y gran nariz -colgante, que acogió al compañero con una bocanada vinosa: - ---¡Es una pieza oratoria! - ---¿Tomaste vos notas? - ---¡Qué va! Es torrencial. - ---¡Y no acaba! - ---La tomó de muy largo. - - -III - -El orador desleía el boladillo en el vaso de agua: Cataba un sorbo: -Hacía engalle: Se tiraba de los almidonados puños: - ---Las antiguas colonias españolas, para volver a la ruta de su -destino histórico, habrán de escuchar las voces de las civilizaciones -originarias de América. Solo así dejaremos algún día de ser una colonia -espiritual del Viejo Continente. El Catolicismo y las corruptelas -jurídicas cimentan toda la obra civilizadora de la latinidad en nuestra -América. El Catolicismo y las corruptelas jurídicas, son grilletes -que nos mediatizan a una civilización en descrédito, egoísta y mendaz. -Pero si renegamos de esta abyección jurídico-religiosa, sea para forjar -un nuevo vínculo, donde revivan nuestras tradiciones de comunismo -milenario, en un futuro pleno de solidaridad humana, el futuro que -estremece con pánicos temblores de cataclismo el vientre del mundo. - -Apostilló una voz: - ---¡De tu madre! - -Se produjo súbito tumulto: Marejada, repelones, gritos y brazos por -alto. Los gendarmes sacaban a un cholo con la cabeza abierta de un -garrotazo. El Licenciado Sánchez Ocaña, un poco pálido, con afectación -teatral, sonreía removiendo la cucharilla en el vaso del agua. El -Vatecito murmuró palpitante, inclinándose al oído de Fray Mocho: - ---¡Quién tuviera una pluma independiente! El patrón quiere una crítica -despiadada... - -Fray Mocho sacó del pecho un botellín y se agachó besando el gollete: - ---¡Muy elocuente! - ---Es un oprobio tener vendida la conciencia. - ---¡Qué va! Vos no vendés la conciencia. Vendés la pluma, que no es lo -mismo. - ---¡Por cochinos treinta pesos! - ---Son los fríjoles. No hay que ser poeta. ¿Querés vos soplar? - ---¿Qué es ello? - ---¡Chicha! - ---No me apetece. - - -IV - -El orador sacaba los puños, lucía las mancuernas, se acercaba a las -luces del proscenio. Le acogió una salva de aplausos: Con saludo de -tenor remontose en su aria: - ---El criollaje conserva todos los privilegios, todas las premáticas de -las antiguas leyes coloniales. Los libertadores de la primera hora no -han podido destruirlas, y la raza indígena, como en los peores días -del virreinato, sufre la esclavitud de la Encomienda. Nuestra América -se ha independizado de la tutela hispánica, pero no de sus prejuicios, -que sellan con pacto de fariseos, Derecho y Catolicismo. No se ha -intentado la redención del indio, que escarnecido, indefenso, trabaja -en los latifundios y en las minas, bajo el látigo del capataz. Y esa -obligación redentora, debe ser nuestra fe revolucionaria, ideal de -justicia más fuerte que el sentimiento patriótico, porque es anhelo de -solidaridad humana. El Océano Pacífico, el mar de nuestros destinos -raciales, en sus más apartados parajes, congrega las mismas voces -de fraternidad y de protesta. Los pueblos amarillos se despiertan, -no para vengar agravios, sino para destruir la tiranía jurídica del -capitalismo, piedra angular de los caducos Estados Europeos. El Océano -Pacífico acompaña el ritmo de sus mareas con las voces unánimes de -las razas asiáticas y americanas, que en angustioso sueño de siglos -han gestado el ideal de una nueva conciencia, heñida con tales -obligaciones, con tales sacrificios, con tan arduo y místico combate, -que forzosamente se aparecerá delirio de brahamanes a la sórdida -civilización europea, mancillada con todas las concupiscencias y los -egoísmos de la propiedad individual. Los Estados Europeos, nacidos de -guerras y dolos, no sienten la vergüenza de su historia, no silencian -sus crímenes, no repugnan sus rapiñas sangrientas. Los Estados Europeos -llevan la deshonestidad hasta el alarde orgulloso de sus felonías, -hasta la jactancia de su cínica inmoralidad a través de los siglos. -Y esta degradación se la muestran como timbre de gloria a los coros -juveniles de sus escuelas. Frente a nuestros ideales, la crítica de -esos pueblos es la crítica del romano frente a la doctrina del Justo. -Aquel obeso patricio, encorvado sobre el vomitorio, razonaba con las -mismas bascas: Dueño de esclavos, defendía su propiedad: Manchado con -las heces de la gula y del hartazgo, estructuraba la vida social y el -goce de sus riquezas sobre el postulado de la servidumbre: Cuadrillas -de esclavos hacían la siega de la mies: Cuadrillas de esclavos bajaban -al fondo de la mina: Cuadrillas de esclavos remaban en el trirreme. La -agricultura, la explotación de los metales, el comercio del mar, no -podrían existir sin el esclavo, razonaba el patriciado de la antigua -Roma. Y el hierro del amo en la carne del esclavo se convertía en un -precepto ético, inherente al bien público y a la salud del Imperio. -Nosotros, más que revolucionarios políticos, más que hombres de una -patria limitada y tangible, somos catecúmenos de un credo religioso. -Iluminados por la luz de una nueva conciencia, nos reunimos en la -estrechez de este recinto, como los esclavos de las catacumbas, para -crear una Patria Universal. Queremos convertir el peñasco del mundo en -ara sidérea donde se celebre el culto de todas las cosas ordenadas por -el amor. El culto de la eterna armonía, que solo puede alcanzarse por -la igualdad entre los hombres. Demos a nuestras vidas el sentido fatal -y desinteresado de las vidas estelares, liguémonos a un fin único de -fraternidad, limpias las almas del egoísmo que engendra el tuyo y el -mío, superados los círculos de la avaricia y del robo. - - -V - -Nuevo tumulto. Una tropa de gachupines, jaquetona y cerril, gritaba en -la pista: - ---¡Atorrante! - ---¡Guarango! - ---¡Pelado! - ---¡Carente de plata! - ---¡Divorciado de la Ley! - ---¡Muera la turba revolucionaria! - -La gachupía enarbolaba gritos y garrotes al amparo de los gendarmes. -En concierto clandestino, alborotaban por la gradería los disfrazados -esbirros del Tirano. Arreciaba la escaramuza de mutuos dicterios: - ---¡Atorrantes! - ---¡Muera la tiranía! - ---¡Macaneadores! - ---¡Pelados! - ---¡Carentes de plata! - ---¡Divorciados de la Ley! - ---¡Macaneadores! - ---¡Anárquicos! - ---¡Viva Generalito Banderas! - ---¡Muera la turba revolucionaria! - -Las graderías de indios ensabanados se movían en oleadas: - ---¡Viva Don Roquito! - ---¡Viva el apóstol! - ---¡Muera la tiranía! - ---¡Muera el extranjero! - -Los gendarmes comenzaban a repartir sablazos. Cachizas de faroles, -gritos, manos en alto, caras ensangrentadas. Convulsión de luces -apagándose. Rotura de la pista en ángulos. Visión cubista del Circo -Harris. - - - - -LIBRO TERCERO - -LA OREJA DEL ZORRO - - -I - -Tirano Banderas, con olisca de rata fisgona, abandonó la rueda de -lisonjeros compadres y atravesó el claustro: Al Inspector de Policía, -Coronel Licenciado López de Salamanca, acabado de llegar, hizo seña con -la mano para que le siguiese. Por el locutorio adonde entraron todos, -cruzó la momia siempre fisgando, y pasó a la celda donde solía tratar -con sus agentes secretos. En la puerta, saludó con una cortesía de -viejo cuáquero: - ---Ilustre Don Celes, dispénseme no más un instante. Señor Inspector -pase a recibir órdenes. - - -II - -El Señor Inspector atravesó la estancia cambiando con unos y otros -guiños, mamolas y leperadas en voz baja. El General Banderas había -entrado en la recámara, estaba entrando, se hallaba de espaldas, podía -volverse, y todos se advertían presos en la acción de una guiñolada -dramática. El Coronel Licenciado López de Salamanca, Inspector de -Policía, pasaba poco de los treinta años: Era hombre agudo, con letras -universitarias y jocoso platicar: Nieto de encomenderos españoles, -arrastraba una herencia sentimental y absurda de orgullo y premáticas -de casta. De este heredado desprecio por el indio se nutre el mestizo -criollaje dueño de la tierra, cuerpo de nobleza llamado en aquellas -Repúblicas, Patriciado. El Coronel Inspector entró, recobrado en su -máscara de personaje: - ---A la orden, mi General. - -Tirano Randeras con un gesto le ordenó que dejase abierta la puerta. -Luego quedó en silencio. Luego habló con escandido temoso de cada -palabra: - ---Diga no más. ¿Se ha celebrado el mitote de las Juventudes? ¿Qué loros -hablaron? - ---Abrió los discursos el Licenciado Sánchez Ocaña. Muy revolucionario. - ---¿Con qué tópicos? Abrevie. - ---Redención del Indio. Comunismo precolombiano. Marsellesa del Mar -Pacífico. Fraternidad de las razas amarillas. ¡Macanas! - ---¿Qué otros loros? - ---No hubo espacio para más. Sobrevino la consecuente boluca de -gachupines y nacionales, dando lugar a la intervención de los gendarmes. - ---¿Se han hecho arrestos? - ---A Don Roque, y algún otro, los he mandado conducir a mi despacho, -para tenerlos asegurados de las iras populares. - ---Muy conveniente. Aun cuando antagonistas en ideas, son sujetos -ameritados y vidas que deben salvaguardarse. Si arreciase la ira -popular, deles alojamiento en Santa Mónica. No tema excederse. Mañana, -si conviniese, pasaría yo en persona a sacarlos de la prisión y a -satisfacerles con excusas personales y oficiales. Repito que no tema -excederse. ¿Y qué tenemos del Honorable Cuerpo Diplomático? ¿Rememora -el asunto que le tengo platicado, referente al Señor Ministro de -España? Muy conviene que nos aseguremos con prendas. - ---Esta misma tarde se ha realizado algún trabajo. - ---Obró diligente, y le felicito. Expóngame la situación. - ---Se le ha dado luneta de sombra al guarango andaluz, entre buja y -torero, al que dicen Currito Mi-Alma. - ---¿Qué filiación tiene ese personaje? - ---Es el niño bonito que entra y sale como perro faldero en la Legación -de España. La Prensa tiene hablado con cierto choteo. - -El Tirano se recogió con un gesto austero: - ---Esas murmuraciones no me son plato favorecido. Adelante. - ---Pues no más que a ese niño torero lo han detenido esta tarde por -hallarle culpado de escándalo público. Ofrecieron alguna duda sus -manifestaciones, y se procedió a un registro domiciliario. - ---Sobreentendido. Adelante. ¿Resultado del registro? - ---Tengo hecho inventario en esta hoja. - ---Acérquese al candil y lea. - -El Coronel Licenciado, comenzó a leer un poco gangoso, iniciando -someramente el tono de las viejas beatas: - ---Un paquete de cartas. Dos retratos con dedicatoria. Un bastón con -puño de oro y cifras. Una cigarrera con cifras y corona. Un collar, -dos brazaletes. Una peluca con rizos rubios, otra morena. Una caja -de lunares. Dos trajes de señora. Alguna ropa interior de seda, con -lazadas. - -Tirano Banderas recogido en un gesto cuáquero, fulminó su excomunión: - ---¡Aberraciones repugnantes! - - -III - -La ventana enrejada y abierta, daba sobre un fondo de arcadas lunarias. -Las sombras de los murciélagos agitaban con su triángulo negro la -blancura nocturna de la ruina. El Coronel Licenciado, lentamente, con -esa seriedad jovial que matiza los juegos de manos, se sacaba de los -diversos bolsillos joyas, retratos y cartas, poniéndolo todo en hilera, -sobre la mesa, a canto del Tirano: - ---Las cartas son especialmente interesantes. Un caso patológico. - ---Una sinvergüenzada. Señor Coronel, todo eso se archiva. La Madre -Patria merece mi mayor predilección, y por ese motivo tengo un interés -especial en que no se difame al Barón de Benicarlés: Usted va a -proceder diligente para que recobre su libertad el guarango. El Señor -Ministro de España, muy conveniente que conozca la ocurrencia. Pudiera -suceder que con solo eso, cayese en la cuenta del ridículo que hace -tocando un pífano en la mojiganga del Ministro inglés. ¿Qué noticias -tiene usted referentes a la reunión del Cuerpo Diplomático? - ---Que ha sido aplazada. - ---Sentiría que se comprometiese demasiado el Señor Ministro de España. - ---Ya rectificará, cuando el pollo le ponga al corriente. - -Tirano Banderas movió la cabeza, asintiendo: Tenía un reflejo de la -lámpara sobre el marfil de la calavera y en los vidrios redondos de las -antiparras: Miró su reloj, una cebolla de plata, y le dio cuerda con -dos llaves: - ---Don Celes nos iluminará en lo referente a la actitud del Señor -Ministro. ¿Sabe usted si ha podido entrevistarle? - ---Merito me platicaba del caso. - ---Señor Coronel, si no tiene cosa de mayor urgencia que comunicarme, -aplazaremos el despacho. Será bien conocer el particular de lo que nos -trae Don Celestino Galindo. Así tenga a bien decirle que pase, y usted -permanezca. - - -IV - -Don Celes Galindo, el ilustre gachupín, jugaba con el bastón y el -sombrero mirando a la puerta de la recámara: Su redondez pavona, en el -fondo mal alumbrado del vasto locutorio, tenía esa actitud petulante y -preocupada del cómico que, entre bastidores, espera su salida a escena. -Al Coronel-Licenciado, que asomaba y tendía la mirada, hizo reclamo, -agitando bastón y sombrero. Presentía su hora, y la transcendencia del -papelón le rebosaba. El Coronel-Licenciado levantó la voz, parando un -ojo burlón y compadre sobre los otros asistentes: - ---Mi Señor Don Celeste, si tiene el beneplácito. - -Entró Don Celeste y le acogió con su rancia ceremonia el Tirano: - ---Lamento la espera y le ruego muy encarecido que acepte mis -justificaciones. No me atribuya indiferencia por saber sus novedades: -¿Entrevistó al Ministro? ¿Platicaron? - -Don Celes hizo un amplio gesto de contrariedad: - ---He visto a Benicarlés: Hemos conferenciado sobre la política que -debe seguir en estas Repúblicas la Madre Patria: Hemos quedado -definitivamente distanciados. - -Comentó ceremoniosa la momia: - ---Siento el contratiempo, y mucho más si alguna culpa me afecta. - -Don Celes plegó el labio y entornó el párpado, significando que el -suceso carecía de importancia: - ---Para corroborar mis puntos de vista, he cambiado impresiones con -algunas personalidades relevantes de la Colonia. - ---Hábleme de su Excelencia el Señor Ministro de España. ¿Cuáles son -sus compromisos diplomáticos? ¿Por qué su actuación contraria a los -intereses españoles aquí radicados? ¿No comprende que la capacitación -del indígena es la ruina del estanciero? El estanciero se verá aquí con -los mismos problemas agrarios que deja planteados en el propio país, y -que sus estadistas no saben resolver. - -Don Celeste tuvo un gran gesto adulador y enfático: - ---Benicarlés no es hombre para presentarse con esa claridad y esa -transcendencia las cuestiones. - ---¿En qué argumentación sostiene su criterio? Eso estimaría saber. - ---No argumenta. - ---¿Cómo sustenta su opinión? - ---No la sustenta. - ---¿Algo dirá? - ---Su criterio es no desviarse en su actuación de las vistas que adopte -el Cuerpo Diplomático. Le hice toda suerte de objeciones, llegué a -significarle que se exponía a un serio conflicto con la Colonia. Que -acaso se jugaba la carrera. ¡Inútil! ¡Mis palabras han resbalado sobre -su indiferencia! ¡Jugaba con el faldero! ¡Me ha indignado! - -Tirano Banderas, interrumpió con su falso y escandido hablar -ceremonioso: - ---Don Celes, venciendo su repugnancia, aún tendrá usted que -entrevistarse con el Señor Ministro de España: Será conveniente que -usted insista sobre los mismos tópicos, con algunas indicaciones muy -especializadas. Acaso logre apartarle de la perniciosa influencia del -Representante Británico. El Señor Inspector de Policía tiene noticia -de que nuestras actuales dificultades obedecen a un complot de la -Sociedad Evangélica de Londres. ¿No es así, Señor Inspector? - ---¡Indudablemente! La Humanidad que invocan las milicias puritanas -es un ente de razón, una logomaquia. El laborantismo inglés, para -influenciar sobre los negocios de minas y finanzas, comienza -introduciendo la Biblia. - -Meció la cabeza Don Celes: - ---Ya estoy al cabo. - -La momia se inclinó con rígida mesura, sesgando la plática: - ---Un español ameritado no puede sustraer su actuación cuando se trata -de las buenas relaciones entre la República y la Patria Española. Hay a -más un feo enredo policíaco. El Señor Inspector tiene la palabra. - -El Señor Inspector, con aquel gesto de burla fúnebre, paró un ojo sobre -Don Celes: - ---Los principios humanitarios que invoca la diplomacia, acaso tengan -que supeditarse a las exigencias de la realidad palpitante. - -Rumió la momia: - ---Y en última instancia, los intereses de los españoles aquí radicados, -están en contra de la Humanidad. ¡No hay que fregarla! Los españoles -aquí radicados representan intereses contrarios. ¡Que lo entienda ese -Señor Ministro! ¡Que se capacite! Si le ve muy renuente, manifiéstele -que obra en los archivos policíacos un atestado por verdaderas orgías -romanas, donde un invertido simula el parto. Tiene la palabra el Señor -Inspector. - -Se consternó Don Celes: Y puso su rejón el Coronel-Licenciado: - ---En ese simulacro, parece haber sido comadrón el Señor Ministro de -España. - -Gemía Don Celes: - ---¡Estoy consternado! - -Tirano Banderas rasgó la boca con mueca desdeñosa: - ---Por veces nos llegan puros atorrantes representando a la Madre Patria. - -Suspiró Don Celes: - ---Veré al Barón. - ---Véale, y hágale entender que tenemos su crédito en las manos. El -Señor Ministro recapacitará lo que hace. Hágale presente un saludo muy -fino de Santos Banderas. - -El Tirano se inclinó, con aquel ademán mesurado y rígido de figura de -palo: - ---La Diplomacia gusta de los aplazamientos, y de esa primera reunión -no saldrá nada. En fin, veremos lo que nos trae el día de mañana. La -República puede perecer en una guerra, pero jamás se rendirá ante una -imposición de las Potencias Extranjeras. - - -V - -Tirano Banderas salió al claustro, y encorvado sobre una mesilla -de campaña, sin sentarse, firmó, con rápido rasgueo, los edictos y -sentencias que sacaba de un cartapacio el Secretario de Tribunales, -Licenciado Carrillo. Sobre la cal de los muros, daban sus espantos -malas pinturas de martirios, purgatorios, catafalcos y demonios verdes. -El Tirano, rubricado el último pliego, habló despacio, la mueca -dolorosa y verde en la rasgada boca indiana: - ---¡Chac-chac! Señor Licenciadito, estamos en deuda con la vieja -rabona del 7.º Ligero. Para rendirle justicia debidamente, se precisa -chicotear a un Jefe del Ejército. ¡Punirlo como a un roto! ¡Y es un -amigo de los más estimados! ¡El macaneador de mi compadre Domiciano de -la Gándara! ¡Ese bucanero, que dentro de un rato me llamará déspota, -con el ojo torcido al campo insurrecto! Chicotear a mi compadre es -ponerle a caballo. Desamparar a la chola rabona, falsificar el designio -que formulé al darle la mano, se llama sumirse, fregarse. ¿Licenciado, -cuál es su consejo? - ---Patroncito, es un nudo gordiano. - -Tirano Banderas, rasgada la boca por la verde mueca, se volvió al coro -de comparsas: - ---Ustedes, amigos, no se destierren: Arriéndense para dar su fallo. -¿Han entendido lo que platicaba con el Señor Licenciado? Bien conocen a -mi compadre. ¡Muy buena reata y todos le estimamos! Darle chicote como -a un roto es enfurecerle y ponerle en el rancho de los revolucionarios. -¿Se le pune, y deja libre y rencoroso? ¿Tirano Banderas --como dice el -pueblo cabrón-- debe ser prudente o magnánimo? Piénsenlo, amigos, que -su dictado me interesa. Constitúyanse en tribunal, y resuelvan el caso -con arreglo a conciencia. - -Desplegando un catalejo de tres cuerpos reclinose en la arcada que -se abría sobre el borroso diseño del jardín, y se absorbió en la -contemplación del cielo. - - -VI - -Los compadritos hacen rueda en el otro cabo, y apuntan distingos -justipreciando aquel escrúpulo de conciencia que, como un hueso a los -perros, les arrojaba Tirano Banderas. El Licenciado Carrillo se insinúa -con la mueca de zorro propia del buen curial: - ---¿Cuál será la idea del patrón? - -El Licenciado Nacho Veguillas, sesga la boca y saca los ojos remedando -el canto de la rana: - ---¡Cua! ¡Cua! - -Y le desprecia con un gesto, tirándose del pirulo chivón de la barba, -el Mayor Abilio del Valle: - ---¡No está el guitarrón para ser punteado! - ---¡Mayorcito del Valle, hay que fregarse! - -El Licenciado Carrillo no salía de su tema: - ---Preciso es adivinarle la idea al patrón, y dictaminar de acuerdo. - -Nacho Veguillas hacía el tonto mojiganguero: - ---¡Cua! ¡Cua! Yo me guío por sus luces, Licenciadito. - -Murmuró el Mayor del Valle: - ---Para acertarla, cada uno se ponga en el caso. - ---¿Y puesto en el caso vos, Mayorcito?... - ---¿Entre qué términos, Licenciado? - ---Desmentirse con la vieja, o chicotear como a un roto al Coronelito de -la Gándara. - -El Mayor Abilio del Valle, siempre a tirarse del pirulo chivón, retrucó -soflamero: - ---Tronar a Domiciano y después chicotearle, es mi consejo. - -El Licenciado Nacho Veguillas sufrió un acceso sentimental de pobre -diablo: - ---El patroncito acaso mire la relación de compadres, y pudiera la -vinculación espiritual aplacar su rigorismo. - -El Licenciado Carrillo tendía la cola petulante: - ---Mayorcito, de este nudo gordiano vos estate el Alejandro. - -Veguillas angustió la cara: - ---¡Un escacho de botillería, no puede tener pena de muerte! Yo salvo mi -responsabilidad. No quiero que se me aparezca el espectro de Domiciano. -¿Vos conocés la obra que representó anoche Pepe Valero? “Fernando el -Emplazado”. ¡Che! Es un caso de la Historia de España. - ---Ya no pasan esos casos. - ---Todos los días, Mayorcito. - ---No los conozco. - ---Permanecen inéditos, porque los emplazados no son testas coronadas. - ---¿El mal de ojo? No creo en ello. - ---Yo he conocido a un sujeto, que perdía siempre en el juego si no -tenía en la mano el cigarro apagado. - -El Licenciado Carrillo aguzaba la sonrisa: - ---Me permito llamarles al asunto. Sospecho que hay otra acusación -contra el Coronel de la Gándara. Siempre ha sido poco de fiar ese amigo -y andaba estos tiempos muy bruja, y acaso buscó remediarse de plata en -la montonera revolucionaria. - -Se confundieron las voces en un susurro: - ---No es un secreto que conspiraba. - ---Pues le debe cuanto es al patroncito. - ---Como todos nosotros. - ---Soy el primero en reconocer esa deuda sagrada. - ---Con menos que la vida, yo no le pago a Don Santos. - ---Domiciano le ha correspondido con la más negra ingratitud. - -Puestos de acuerdo, ofreció la petaca el Mayor del Valle. - - -VII - -El Tirano corría por el cielo el campo de su catalejo: Tenía blanca de -luna la calavera: - ---Cinco fechas para que sea visible el cometa que anuncian los -astrónomos europeos. Acontecimiento celeste de que no tendríamos -noticia a no ser por los sabios de fuera. Posiblemente, en los espacios -sidéreos tampoco saben nada de nuestras revoluciones. Estamos parejos. -Sin embargo, nuestro atraso científico es manifiesto. Licenciadito -Veguillas, redactará usted un decreto para dotar con un buen telescopio -a la Escuela Náutica y Astronómica. - -El Licenciadito Nacho Veguillas, finchándose en el pando compás de las -zancas, sacó el pecho y tendió el brazo en arenga: - ---¡Mirar por la cultura es hacer patria! - -El Tirano pagó la cordialidad avinada del pobre diablo con un gesto de -calavera humorística, mientras volvía a recorrer con su anteojo el -cielo nocturno. Los cocuyos encendían su danza de luces en la borrosa y -lunaria geometría del jardín. - - -VIII - -Tosca y esquiva, aguzados los ojos como montés alimaña, penetró, dando -gritos, una mujer encamisada y pelona. Por la sala pasó un silencio, y -los coloquios quedaron en el aire. Tirano Banderas, tras una espantada, -se recobró batiendo el pie con ira y denuesto. Temerosos del castigo, -se arrestaron la recamarera y el mucamo, que acudieron a la captura de -la encamisada. Fulminó el Tirano: - ---¡Chingada, guarda tenés de la niña! ¡Hi de tal, la tenés bien -guardada! - -Las dos figuras parejas se recogían, susurrantes en el quicio de la -puerta: Eran, sobre el hueco profundo de sombra, oscuros bultos de -borroso realce. Tirano Banderas se acercó a la encamisada, que con -el gesto obstinado de los locos, hundía las uñas en la greña y se -agazapaba en un rincón aullando: - ---Manolita, vos serés bien mandada. Andate no más para la recámara. - -Aquella pelona encamisada era la hija de Tirano Banderas: Joven, -lozana, de pulido bronce, casi una niña, con la expresión inmóvil, -sellaba un enigma cruel su máscara de ídolo: Huidiza y doblada, se -recogió al amparo de la recamarera y el mucamo, arrestados en la -puerta. Se la llevaron con amonestaciones, y en la oscuridad se -perdieron. Tirano Banderas, con un monólogo tartajoso, comenzó a dar -paseos: Al cabo, resolviéndose, hizo una cortesía de estantigua, y -comenzó a subir la escalera. - ---Al macaneador de mi compadre, será prudente arrestarlo esta noche, -Mayor del Valle. - - - - -TERCERA PARTE - -NOCHE DE FARRA - - - - -LIBRO PRIMERO - -LA RECÁMARA VERDE - - -I - -¡Famosas aquellas ferias de Santos y Difuntos! La Plaza de Armas, -Monotombo, Arquillo de Madres eran zoco de boliches y pulperías, -ruletas y naipes. Corre la chusma a los anuncios de toro candil en -los Portalitos de Penitentes: Corren las rondas de burlones apagando -las luminarias, al procuro de hacer más vistoso el candil del bulto -toreado. Quiebra el oscuro, en el vasto cielo, la luna chocarrera y -cacareante: Ahúman las candilejas de petróleo por las embocaduras de -tutilimundis, tinglados y barracas: Los ciegos de guitarrón cantan en -los corros de pelados: El criollaje ranchero --poncho, facón, jarano-- -se estaciona al ruedo de las mesas con tableros de azares y suertes -fulleras. Circula en racimos la plebe cobriza, greñuda, descalza, y por -las escalerillas de las iglesias, indios alfareros venden esquilones -de barro con círculos y palotes de pinturas estentóreas y dramáticas. -Beatas y chamacos mercan los fúnebres barros, de tañido tan triste que -recuerdan la tena y el caso del fraile peruano. A cada vuelta saltan -risas y bravatas. En los portalitos, por las pulperías de cholos y -lepes, la guitarra rasguea los corridos de milagros y ladrones: - - Era Diego Pedernales - de buena generación. - - -II - -El congal de Cucarachita encendía farolillos de colores en el azoguejo, -y luces de difuntos en la Recámara Verde. Son consorcios que aparejan -las ferias. Lupita la Romántica, con bata de lazos y el moño colgante, -suspiraba caída en el sueño magnético, bajo la mirada y los pasos del -Doctor Polaco: Alentaba rendida y vencida, con suspiros de erótico -tránsito: - ---¡Ay! - ---Responda la Señorita Médium. - ---¡Ay! Alumbrándose sube por una escalera muy grande... No puedo. Ya no -está... Se me ha desvanecido. - ---Siga usted hasta encontrarle, Señorita. - ---Entra por una puerta donde hay un centinela. - ---¿Habla con él? - ---Sí. Ahora no puedo verle. No puedo... ¡Ay! - ---Procure situarse, Señorita Médium. - ---No puedo. - ---Yo lo mando. - ---¡Ay! - ---Sitúese. ¿Qué ve en torno suyo? - ---¡Ay! Las estrellas grandes como lunas pasan corriendo por el cielo. - ---¿Ha dejado el plano terrestre? - ---No sé. - ---Sí lo sabe. Responda. ¿Dónde se sitúa? - ---¡Estoy muerta! - ---Voy a resucitarla, Señorita Médium. - -El farandul le puso en la frente la piedra de un anillo. Después fueron -los pases de manos y el soplar sobre los párpados de la daifa durmiente: - ---¡Ay!... - ---Señorita Médium, va usted a despertarse contenta y sin dolor de -cabeza. Muy despejada y contenta, sin ninguna impresión dolorosa. - -Hablaba de rutina, con el murmullo apacible del clérigo que reza su -misa diaria. Gritaba en el corredor la madrota, y en el azoguejo, -donde era el mitote de danza, aguardiente y parcheo, metía bulla el -Coronelito Domiciano de la Gándara. - - -III - -El Coronelito Domiciano de la Gándara templa el guitarrón: Camisa y -calzones, por aberturas coincidentes, muestran el vientre rotundo y -risueño de dios tibetano: En los pies desnudos arrastra chancletas, y -se toca con un jaranillo mambís, que al revirón descubre el rojo de un -pañuelo y la oreja con arete: El ojo guiñate, la mano en los trastes, -platica leperón con las manflotas en cabellos y bata escotada: Era -negrote, membrudo, rizoso, vestido con sudada guayabera y calzones -mamelucos, sujetos por un cincho con gran broche de plata: Los torpes -conceptos venustos celebra con risa saturnal y vinaria. Niño Domiciano -nunca estaba sin cuatro candiles, y como arrastraba su vida por -bochinches y congales, era propenso a las tremolinas y escandaloso al -final de las farras. Las niñas del pecado, desmadejadas y desdeñosas, -recogían el bulle-bulle en el vaivén de las mecedoras: El rojo de los -cigarros las señalaba en sus lugares. El Coronelito, dando el último -tiento a los trastes, escupe y rasguea cantando por burlas el corrido -que rueda estos tiempos, de Diego Pedernales. La sombra de la mano con -el reflejo de las tumbagas, pone rasgueo de luces en el rasgueo de la -guitarra: - - --Preso le llevan los guardias, - sobre caballo pelón, - que en los Ranchos de Valdivia - le tomaron a traición. - Celos de niña ranchera - hicieron la delación. - - -IV - -Tecleaba un piano hipocondríaco, en la sala que nombraban Sala de la -Recámara Verde. Como el mitote era en el patio, la sala agrandábase -alumbrada y vacía, con las rejas abiertas sobre el azoguejo y el -viento en las muselinas de los vidrios. El Ciego Velones --nombre de -burlas-- arañaba lívidas escalas, acompañando el canto a una chicuela -consumida, tristeza, desgarbo, fealdad de hospiciana. En el arrimo de -la reja, hacían duelo, por la contraria suerte en los albures, dos -peponas amulatadas: El barro melado de sus facciones se depuraba con -una dulzura de líneas y tintas, en el ébano de las cabezas pimpantes -de peines y moñetes, un drama oriental de lacres y verdes. El Ciego -Velones tecleaba el piano sin luces, un piano lechuzo que se pasaba -los días enfundado de bayeta negra. Cantaba la chicuela, tirante las -cuerdas del triste descote, inmóvil la cara de niña muerta, el fúnebre -resplandor de la bandejilla del petitorio sobre el pecho: - - --¡No me mates, traidora ilusión! - ¡Es tu imagen en mi pensamiento, - una hoguera de casta pasión! - -La voz lívida, en la lívida iluminación de la sala desierta, se -desgarraba en una altura inverosímil: - - --¡Una hoguera de casta pasión! - -Algunas parejas bailaban en el azoguejo, mecidas por el ritmo del -danzón: Perezosas y lánguidas, pasaban con las mejillas juntas por -delante de las rejas. El Coronelito, más bruja que un roto, acompañaba -con una cuerda en el guitarrón, la voz en un trémolo: - - --¡No me mates, traidora ilusión! - - -V - -La cortina abomba su raso verde en el arco de la recámara: Brilla en el -fondo, sobre el espejo, la pomposa cama del trato, y por veces todo se -tambalea en un guiño del altarete. Suspiraba Lupita: - ---¡Ánimas del Purgatorio! ¡No más, y qué sueño se me ha puesto! ¡La -cabeza se me parte! - -La tranquilizó el farandul: - ---Eso se pasa pronto. - ---¡Cuando yo vuelva a consentir que usted me enajene, van a tener pelos -las tortugas! - -El Doctor Polaco, desviando la plática, felicitó a la daifa con -ceremonia de farandul: - ---Es usted un caso muy interesante de metempsicosis. Yo no tendría -inconveniente en asegurarle a usted contrata para un teatro de Berlín. -Usted podría ser un caso de los más célebres. ¡Esta experiencia ha sido -muy interesante! - -La daifa se oprimía las sienes, metiendo los dedos con luces de -pedrería por los bandos endrinos del peinado: - ---¡Para toda la noche tengo ya jaqueca! - ---Una taza de café será lo bastante... Disuelve usted en la taza una -perla de éter, y se hallará prontamente tonificada, para poder intentar -otra experiencia. - ---¡Una y no más! - ---¿No se animaría usted a presentarse en público? Sometida a una -dirección inteligente, pronto tendría usted renombre para actuar en un -teatro de Nueva York. Yo le garanto a usted un tanto por ciento. Usted, -antes de un año, puede presentarse con diplomas de las más acreditadas -Academias de Europa. El Coronelito me ha tenido conversación de su -caso, pero muy lejano, que ofreciese tanto interés para la ciencia. -¡Muy lejano! Usted se debe al estudio de los iniciados en los misterios -del magnetismo. - ---¡Con una cartera llena de papel, aun no cegaba! ¡A pique de quedar -muerta en una experiencia! - ---Ese riesgo no existe cuando se procede científicamente. - ---La rubia que a usted acompañaba pasados tiempos, se corrió que había -muerto en un teatro. - ---¿Y que yo estaba preso? Esa calumnia es patente. Yo no estoy preso. - ---Habrá usted limado las rejas de la cárcel. - ---¿Me cree usted con poder para tanto? - ---¿No es usted brujo? - ---El estudio de los fenómenos magnéticos no puede ser calificado de -brujería. ¿Usted se encuentra libre ya del malestar cefálico? - ---Sí, parece que se me pasa. - -Gritaba en el corredor la madrota: - ---Lupita, que te solicitan. - ---¿Quién es? - ---Un amigo. ¡No pasmes! - ---¡Voy! De hallarme menos carente, esta noche la guardaba por devoción -de las Benditas. - ---Lupita, puede usted obtener un suceso público en un escenario. - ---¡Me da mucho miedo! - -Salió de la recámara con bulle-bulle de faldas, seguida del Doctor -Polaco. Aquel tuno nigromante, con una barraca en la feria, era muy -admirado en el congal de Cucarachita. - - - - -LIBRO SEGUNDO - -LUCES DE ÁNIMAS - - -I - - --En borrico de justicia - le sacan con un pregón, - hizo mamola al verdugo - al revestirle el jopón, - y al Cristo que le presentan, - una seña de masón. - -En la Recámara Verde, iluminada con altarete de luces aceiteras y -cerillos, atendía, apagando un cuchicheo, la pareja encuerada del -pecado. Llegaba el romance prendido al son de la guitarra. En el -altarete, las mariposas de aceite cuchicheaban y los amantes en el -cabezal. La daifa: - ---¡Era bien ruin! - -El coime: - ---¡Ateo! - ---En la noche de hoy, ese canto de verdugos y ajusticiados, parece más -negro que un catafalco. - ---¡Vida alegre, muerte triste! - ---¡Abrenuncio! ¡Qué voz de corneja sacaste! ¿Veguillas, tú, vista la -hora final, confesarías como cristiano? - ---¡Yo no niego la vida del alma! - ---¡Nachito, somos espíritu y materia! ¡Donde me ves con estas carnes, -pues una romántica! De no haber estado tan bruja, hubiera guardado este -día. ¡Pero es mucho el empeño con el ama! Nachito, ¿tú sabes de persona -viviente que no tenga sus muertos? Los hospicianos, y aun esos porque -no los conocen. Este aniversario merecía ser de los más guardados: -¡Trae muchos recuerdos! Tú, si fueses propiamente romántico, ahora -tenías un escrúpulo: Me pagabas el estipendio y te caminabas. - ---¿Y caminarme sin aflojar la plata? - ---También. ¡Yo soy muy romántica! Ya te digo que de no hallarme tan en -deuda con la madrota... - ---¿Quieres que yo te cancele el crédito? - ---Pon eso claro. - ---¿Si quieres que yo te pague la deuda? - ---No me veas chuela, Nachito. - ---¿Debes mucho? - ---¡Treinta Manfredos! ¡Me niega quince que le entregué por las Flores -de Mayo! ¡Como tú te hicieses cargo de la deuda y me pusieses en un -pupilaje, ibas a ver una fiel esclava! - ---¡Siento no ser negrero! - -La daifa quedose abstraída mirando las luces de sus falsos anillos. -Hacía memoria. Por la boca pintada corría un rezo: - ---Esta conversación, pasó otra vez de la misma manera: ¿Te acuerdas, -Veguillas? Pasó con iguales palabras y prosopopeyas. - ---Pudiera. - -La moza del pecado, entrándose en sí misma, quedó abismada, siempre los -ojos en las piedras de sus anillos. - - -II - -Percibíase embullangado el guitarro, el canto y la zarabanda de risas, -chapines y palmas con que jaleaban las del trato. Gritos, carrerillas y -cierre de puertas. Acezo y pisadas en el corredor. Los artejos y la voz -de la Taracena: - ---¡El cerrojo! Horita vos va con una copla Domiciano. El cerrojo, si -no lo tenéis corrido, que ya le entró la tema de escandalizar por las -recámaras. - -Siempre abismada en la fábula de sus manos, suspiró la romántica: - ---¡Domiciano toma la vida como la vida se merece! - ---¿Y el despertar? - ---¡Ave María! ¿Esta misma plática no la tuvimos hace un instante? -¿Veguillas, cuándo fueron aquellos pronósticos tuyos, del mal fin que -tendría el Coronelito de la Gándara? - -Gritó Veguillas: - ---¡Ese secreto jamás ha salido de mis labios! - ---¡Ya me haces dudar! ¡Patillas tomó tu figura en aquel momento, -Nachito! - ---Lupita, no seas visionaria. - -Venía por el corredor acreciéndose la bulla de copla y guitarra, -soflamas y palmas. Cantaba el valedor un aire de los llaneros: - - --Licenciadito Veguillas, - saca del brazo a tu dama - para beber una copa - a la salud de las ánimas. - ---¡Santísimo Dios! ¡Esta misma letra se ha cantado otra vez estando -como ahora acostados en la cama! - -Nacho Veguillas, entre humorístico y asustadizo, azotó las nalgas de la -moza, con gran estallo: - ---¡Lupita, que te pasas de romántica! - ---¡No me pongas en confusión, Veguillas! - ---Si me estás viendo chuela toda la noche. - -Tornaba la copla y el rasgueo, a la puerta de la recámara. Oscilaba el -altarete de luces y cruces. Susurró la del trato: - ---Nacho Veguillas, ¿llevas buena relación con el Coronel Gandarita? - ---¡Amigos entrañables! - ---¿Por qué no le das aviso para que se ponga en salvo? - ---¿Pues qué sabes tú? - ---¿No hablamos antes? - ---¡No! - ---¡Lo juras, Nachito! - ---¡Jurado! - ---¿Que nada hablamos? ¡Pues lo habrás tenido en el pensamiento! - -Nacho Veguillas, sacando los ojos a flor de la cara, saltó en el -alfombrín con las dos manos sobre las vergüenzas: - ---¡Lupita, tú tienes comercio con los espíritus! - ---¡Calla! - ---¡Responde! - ---¡Me confundes! ¿Dices que nada hemos hablado del fin que le espera al -Coronel de la Gándara? - -Batían en la puerta, y otra vez renovábase la bulla, con el tema de -copla y guitarro: - - --Levántate, valedor, - y vístete los calzones, - para jugarnos la plata - en los albures pelones. - -Abriose la puerta de un puntapié, y rascando el guitarrillo que apoya -en el vientre rotundo, apareció el Coronelito. Nacho Veguillas, con -alegre transporte de botarate, saltó de cucas, remedando el cantar de -la rana: - ---¡Cua! ¡Cua! - - -III - -El congal, con luminarias de verbena, juntaba en el patio mitote de -naipe, aguardiente y buñuelo. Tenía el naipe al salir un interés -fatigado: Menguaban las puestas, se encogían sobre el tapete, bajo -el reflejo amarillo del candil, al aire contrario del naipe. Viendo -el dinero tan receloso, para darle ánimo trajo aguardiente de caña y -chicha la Taracena. Nacho Veguillas, muy festejado, a medio vestir, -suelto el chaleco, un tirante por rabo, saltaba mimando el dúo del -sapo y la rana. La música clásica, que, cuando esparcía su ánimo -sombrío, gustaba de oír Tirano Banderas. Nachito, con una lágrima -de artista ambulante, recibía las felicitaciones, estrechaba las -manos, se tambaleaba en épicos abrazos. El Doctor Polaco, celoso de -aquellos triunfos, en un corro de niñas, disertaba, accionando con -el libro de los naipes abierto en abanico. Atentas las manflotas, -cerraban un círculo de ojeras y lazos, con meloso cuchicheo tropical. -La chamaca fúnebre pasaba la bandejilla del petitorio, estirando el -triste descote, mustia y resignada, horrible en su corpiño de muselinas -azules, lívidos lujos de hambre. Nachito la perseguía en cuclillas con -gran algazara: - ---¡Cua! ¡Cua! - - -IV - -Con las luces del alba la mustia pareja del ciego lechuzo y la chica -amortajada escurríase por el Arquillo de las Madres Portuguesas. Se -apagaban las luminarias. En los Portalitos quedaba un rezago de ferias: -El tiovivo daba su última vuelta en una gran boqueada de candilejas. El -ciego lechuzo, y la chica amortajada, llevan fosco rosmar, claveteado -entre las cuatro pisadas: - ---¡Tiempos más fregados no los he conocido! - -Habló la chica sin mudar el gesto de ultratumba: - ---¡Donde otras ferias! - -Sacudió la cabeza el lechuzo: - ---Cucarachita no renueva el mujerío y así no se sostiene un negocio. -¿Qué tal mujer la Panameña? ¿Tiene partido? - ---Poco partido tiene para ser nueva. ¡Está mochales! - ---¿Qué viene a ser eso? - ---¡Modo que tiene una chica que llaman la Malagueña! Con ello significa -los transtornos. - ---No tomes el hablar de esas mujeres. - -La amortajada puso los tristes ojos en una estrella: - ---¿Se me notaba que estuviese ronca? - ---No más que al atacar las primeras notas. La pasión de esta noche es -de una verdadera artista. Sin cariño de padre, creo que hubieses tenido -un triunfo en una sala de conciertos: “No me mates, traidora ilusión.” -¡Ahí has rayado muy alto! Hija mía, es preciso que cantes pronto en un -teatro, y me redimas de esta situación precaria. Yo puedo dirigir una -orquesta. - ---¿Ciego? - ---Operándome las cataratas. - ---¡Ay mi viejo, cómo soñamos! - ---¿No saldremos alguna vez de esta pesadumbre? - ---¡Quién sabe! - ---¿Dudas? - ---No digo nada. - ---Tú no conoces otra vida, y te conformas. - ---¡Vos tampoco la conocés, taitita! - ---La he visto en otros, y comprendo lo que sea. - ---Yo, puesta a envidiar, no envidiaría riquezas. - ---¿Pues qué envidiarías? - ---¡Ser pájaro! Cantar en una rama. - ---No sabes lo que hablas. - ---Ya hemos llegado. - -En el portal dormía el indio con su india, cubiertos los dos por una -frazada. La chica fúnebre y el ciego lechuzo pasaron perfilándose. El -esquilón de las monjas doblaba por las Ánimas. - - -V - -Nacho Veguillas también tenía el vino sentimental de boca babosa y ojos -tiernos. Ahora, con la cabeza sobre el regazo de la daifa, canta su -aria en la Recámara Verde: - ---¡Dame tu amor, lirio caído en el fango! - -Ensoñó la manflota: - ---¡Canela! ¡Y decís vos que no sos romántico! - ---¡Ángel puro de amor, que amor inspira! ¡Yo te sacaré del abismo y -redimiré tu alma virginal! ¡Taracena! ¡Taracena! - ---¡No armés escándalo, Nachito! Dejá vos al ama, que no está para tus -fregados. - -Y le ponía los anillos sobre la boca vinaria. Nachito se incorporó: - ---¡Taracena! ¡Yo pago el débito de esta azucena, caída en el barro vil -de tu comercio! - ---¡Callá! ¡No faltés! - -Nachito, llorona la alcuza de la nariz, se volvía a la niña del trato: - ---¡Calma mi sed de ideal, ángel que tienes rotas las alas! ¡Posa tu -mano en mi frente, que en un mar de lava ardiente mi cerebro siento -arder! - ---¿Cuándo fue que oí esas mismas músicas? ¡Nachito, aquí se dijeron -esas mismas palabras! - -Nachito se sintió celoso: - ---¡Algún cabrón! - ---O no se habrán dicho... Esta noche se me figura que ya pasó todo -cuanto pasa. ¡Son las Benditas!... ¡Es ilusión esta de que todo pasó, -antes de pasar! - ---¡Yo te llamaba en mis solitarios sueños! ¡El imán de tu mirada -penetra en mi! ¡Bésame, mujer! - ---Nachito, no seás sonso y dejame rezar este toque de Ánimas. - ---¡Bésame, Jarifa! ¡Bésame, impúdica, inocente! ¡Dame un ósculo casto y -virginal! ¡Caminaba solo por el desierto de la vida, y se me aparece un -oasis de amor, donde reposar la frente! - -Nachito sollozaba, y la del trato, para consolarle, le dio un beso -de folletín romántico, apretándole a la boca, el corazón de su boca -pintada: - ---¡Eres sonso! - - -VI - -Tembló el altarete de Ánimas: El aleteo de un reflejo desquició los -muros de la Recámara Verde: Se abrió la puerta y entró sin ceremonia el -Coronelito de la Gándara. Veguillas volvió la nariz de alcuza y puso el -ojo de carnero: - ---¡Domiciano, no profanes el idilio de dos almas! - ---Licenciadito, te recomiendo el amoniaco. Mírame a mí, limpio de -vapores. ¿Guadalupe, qué haces sin darle el agua bendita? - -El Coronelito de la Gándara, al pisar, infundía un temblor en la -luminaria de Ánimas: La fanfarria irreverente de sus espuelas plateras, -ponía al guiño del altarete un sinfónico fondo herético: Advertíase -señalada mudanza en la persona y arreo del Coronelito: Traía el calzón -recogido en botas jinetas, el cinto ajustado y el machete al flanco, -viva aún la rasura de la barba, y el mechón endrino de la frente, -peinado y brillante: - ---Veguillas, hermano, préstame veinte soles, que bien te pintó el -juego. Mañana te serán reintegrados. - ---¡Mañana! - -Nachito, tras la palabra que se desvanece en la verdosa penumbra, queda -suspenso sin cerrar la boca. Oíase el doble de una remota campana. Las -luces del altarete tenían un escalofrío aterrorizado. La manflota en -camisa rosa --morena prieta-- se santiguaba entre las cortinas. Y era -siempre sobre su tema el Coronelito de la Gándara: - ---Mañana. ¡Y si no, cuando me entierren! - -Nachito estalló en un sollozo: - ---Siempre va con nosotros la muerte. Domiciano, recobra el juicio, la -plata de nada te remedia. - -Por entre cortinas salía la daifa, abrochándose el corsé, los dos -pechos fuera, tirantes las medias, altas las ligas rosadas: - ---¡Domiciano, ponte en salvo! Este pendejo no te lo dice, pero él sabe -que estás en las listas de Tirano Banderas. - -El Coronelito aseguró los ojos sobre Veguillas. Y Veguillas, con los -brazos abiertos, gritó consternado: - ---¡Ángel funesto! ¡Sierpe biomagnética! Con tus besos embriagadores me -sorbiste el pensamiento. - -El Coronelito, de un salto estaba en la puerta, atento a mirar y -escuchar: Cerró, y corrida la aldaba, abierto el compás de las piernas, -tiró de machete: - ---Trae la palangana, Lupita. Vamos a ponerle una sangría a este -doctorcito de guagua. - -Se interpuso la daifa en corsé: - ---Ten juicio, Domiciano. Antes que con él toques, a mí me traspasas. -¿Qué pretendes? ¿Qué haces ya aquí sofregado? ¿Corres peligro? ¡Pues -ponte en salvo! - -Se tiró de los bigotes con sorna el Coronelito de la Gándara: - ---¿Quién me vende, Veguillas? ¿Qué me amenaza? Si horita mismo no lo -declaras, te doy pasaporte con las Benditas. ¡Luego, luego, ponlo todo -de manifiesto! - -Veguillas, arrimado a la pared, se metía los calzones, torcido y -compungido. Le temblaban las manos. Gimió turulato: - ---Hermano, te delata la vieja rabona que tiene su mesilla en el -jueguecito de la rana. ¡Esa te delata! - ---¡Puta madre! - ---Te ha perdido la mala costumbre de hacer cachizas, apenas te pones -trompeto. - ---¡Me ha de servir para un tambor esa cuera vieja! - ---Niño Santos le ha dado la mano con promesa de chicotearte. - -Apremiaba la daifa: - ---¡No pierdas tiempo, Domiciano! - ---¡Calla, Lupita! Este amigo entrañable, luego, luego, me va a decir -por qué tribunal estoy sentenciado. - -Gimió Veguillas: - ---¡Domiciano, no la chingues, que no eres súbdito extranjero! - - -VII - -El Coronelito relampagueaba el machete sobre las cabezas: La daifa, en -camisa rosa, apretaba los ojos y aspaba los brazos: Veguillas era todo -un temblor arrimado a la pared, en faldetas y con los calzones en la -mano: El Coronelito se los arrancó: - ---¡Me chingo en las bragas! ¿Cuál es mi sentencia? - -Nachito se encogía con la nariz de alcuza en el ombligo: - ---¡Hermano, no más me preguntes! Cada palabra es una bala... ¡Me estoy -suicidando! La sentencia que tú no cumplas vendrá sobre mi cabeza. - ---¿Cuál es mi sentencia? ¿Quién la ha dictado? - -Desesperábase la manflota, de rodillas ante las luces de Ánimas: - ---¡Ponte en salvo! ¡Si no lo haces, aquí mismo te prende el Mayorcito -del Valle! - -Nachito acabó de empavorizarse: - ---¡Mujer infausta! - -Se ovillaba cubriéndose hasta los pies con las faldetas de la camisa. -El Coronelito le suspendió por los pelos: Veguillas, con la camisa -sobre el ombligo, agitaba los brazos. Rugía el Coronelito: - ---¿El Mayor del Valle tiene la orden de arrestarme? Responde. - -Veguillas sacó la lengua: - ---¡Me he suicidado! - - - - -LIBRO TERCERO - -GUIÑOL DRAMÁTICO - - -I - -¡Fue como truco de melodrama! El Coronelito, en el instante de pisar -la calle, ha visto los fusiles de una patrulla, por el Arquillo de -las Portuguesas. El Mayor del Valle viene a prenderle. El peligro le -da un alerta violento en el pecho: Pronto y advertido se aplasta en -tierra y a gatas cruza la calle: Por la puerta que entreabre un indio -medio desnudo, lleno el pecho de escapularios, ya se mete. Veguillas le -sigue arrastrado en un círculo de fatalidades absurdas: El Coronelito, -acarrerado escalera arriba, se curva como el jinete sobre la montura. -Nachito, que hocica sobre los escalones, recibe en la frente el -resplandor de las espuelas. Bajo la claraboya del sotabanco, en la -primera puerta, está pulsando el Coronelito. Abre una mucama que tiene -la escoba: En un traspiés, espantada y aspada, ve a los dos fugitivos -meterse por el corredor: Prorrumpe en gritos, pero las luces de un -puñal que ciega los ojos, la lengua le enfrenan. - - -II - -Al final del corredor está la recámara de un estudiante. El joven, -pálido de lecturas, que medita sobre los libros abiertos, de codos en -la mesa. Humea la lámpara. La ventana está abierta sobre la última -estrella. El Coronelito, al entrar, pregunta y señala: - ---¿Adónde cae? - -El estudiante vuelve a la ventana su perfil lívido de sorpresa -dramática. El Coronelito, sin esperar otra respuesta, salta sobre el -alféizar, y grita con humor travieso: - ---¡Ándele, pendejo! - -Nachito se consterna: - ---¡Su madre! - ---¡Jip! - -El Coronelito, con una brama, echa el cuerpo fuera. Va por el aire. Cae -en un tejadillo. Quiebra muchas tejas. Escapa gateando. A Nachito que -asoma timorato la alcuza llorona, se le arruga completamente la cara: - ---¡Hay que ser gato! - - -III - -Y por las recámaras del congal fulgura su charrasco el Mayor del Valle: -Seguido de algunos soldados entra y sale, sonando las charras espuelas: -A su vera jaleando el nalgario, con ahogo y ponderaciones, zapato bajo -y una flor en la oreja, la madrota: - ---¡Patroncito, soy gaditana y no miento! ¡Mi palabra es la del Rey de -España! El Coronel Gandarita no hace un bostezo que dijo: ¡Me voy! -¡Visto y no visto! ¡Horitita! ¡Si no se tropezaron fue milagro! ¡Apenas -llevaría tres pasos, cuando ya estaban en la puerta los soldados! - ---¿No dijo adónde se caminaba? - ---¡Iba muy trueno! Si algún bochinche no le tienta, buscará la cama. - -El Mayor miró de través a la tía cherinola y llamó al sargento: - ---Vas a registrar la casa. Cucarachita, si te descubro el contrabando -te caen cien palos. - ---Niño, no me encontrarás nada. - -La madrota sonaba las llaves. El Mayor, contrariado, se mesaba la barba -chivona, y en la espera, haciendo piernas entrose por la Sala de la -Recámara Verde. El susto y el grito, la carrera furtiva, un rosario -de léperos textos concertaban toda la vida del congal, en la luz -cenicienta del alba. Lupita, taconeando, surgió en el arco de la verde -recámara, un lunar nuevo en la mejilla: Por el pintado corazón de la -boca, vertía el humo del cigarro: - ---¡Abilio, estás de mi gusto! - ---Me mandé mudar. - ---Oye, ¿y tú piensas que se oculta aquí Domiciano? ¡Poco faltó para que -le armases la ratonera! ¡Ahora, échale perros! - - -IV - -Y Nachito Veguillas aún exprime su gesto turulato frente a la ventana -del estudiante. El tiempo parece haber prolongado todas las acciones, -suspensas absurdamente en el ápice de un instante, estupefactas, -cristalizadas, nítidas, inverosímiles como sucede bajo la influencia -de la marihuana. El estudiante, entre sus libros, tras de la mesa, -despeinado, insomne, mira atónito: A Nachito tiene delante, abierta la -boca y las manos en las orejas: - ---¡Me he suicidado! - -El estudiante cada vez parece más muerto: - ---¿Usted es un fugado de Santa Mónica? - -Nachito se frota los ojos: - ---Viene a ser como un viceversa... Yo, amigo, de nadie escapo. Aquí me -estoy. Míreme usted, amigo. Yo no escapo... Escapa el culpado. No soy -más que un acompañante... Si me pregunta usted por qué tengo entrado -aquí, me será difícil responderle. ¿Acaso sé dónde me encuentro? Subí -por impulso ciego, en el arrebato de ese otro que usted ha visto. Mi -palabra le doy. Un caso que yo mismo no comprendo. ¡Biomagnetismo! - -El estudiante le mira perplejo sin descifrar el enredo de pesadilla -donde fulgura el rostro de aquel que escapó por la lívida ventana, -abierta toda la noche con la perseverancia de las cosas inertes, en -espera de que se cumpla aquella contingencia de melodrama. Nachito -solloza efusivo y cobarde: - ---Aquí estoy, noble joven. Solamente pido para serenarme, un trago de -agua. Todo es un sueño. - -En este registro, se le atora el gallo. Llega del corredor estrépito -de voces y armas. Empuñando el revólver cubre la puerta la figura del -Mayor Abilio del Valle. Detrás, soldados con fusiles: - ---¡Manos arriba! - - -V - -Por otra puerta una gigantona descalza, en enaguas y pañoleta: La greña -aleonada, ojos y cejas de tan intensos negros que, con ser muy morena -la cara, parecen en ella tiznes y lumbres: Una poderosa figura de vieja -bíblica: Sus brazos de acusados tendones, tenían un pathos barroco y -estatuario. Doña Rosita Pintado entró en una ráfaga de voces airadas, -gesto y ademán en trastorno: - ---¿Qué buscan en mi casa? ¿Es que piensan llevarse al chamaco? ¿Quién -lo manda? ¡Me llevan a mí! ¿Estas son leyes? - -Habló el Mayor del Valle: - ---No me vea chuela, Doña Rosita. El retoño tiene que venirse merito a -prestar declaración. Yo le garanto que cumplida esa diligencia, como se -halle sin culpa, acá vuelve el muchacho. No tema ninguna ojeriza. Esto -lo dimanan las circunstancias. El muchacho vuelve si está sin culpa, -yo se lo garanto. - -Miró a su madre el mozalbete y, con arisco ceño, le recomendó silencio. -La gigantona estremecida corrió para abrazarle, en desolado ademán los -brazos. La arrestó el hijo con gesto firme: - ---Mi vieja, cállese y no la friegue. Con bulla nada se alcanza. - -Clamó la madre: - ---¡Tú me matas, negro de Guinea! - ---¡Nada malo puede venirme! - -La gigantona se debatió, asombrada en una oscuridad de dudas y alarmas: - ---¡Mayorcito del Valle, dígame usted lo que pasa! - -Interrumpió el mozuelo: - ---Uno que entró perseguido, y se fugó por la ventana. - ---¿Tú qué le has dicho? - ---Ni tiempo tuve de verle la cara. - -Intervino el Mayor del Valle: - ---Con hacer esta declaración donde corresponde, todo queda terminado. - -Plegó los brazos la gigantona: - ---¿Y el que escapaba, se sabe quién era? - -Nachito sacó la voz entre nieblas alcohólicas: - ---¡El Coronel de la Gándara! - -Nachito, luciente de lágrimas, encogido entre dos soldados, resoplaba -con la alcuza llorona pingando la moca. Aturdida, en desconcierto, le -miró Doña Rosita: - ---¡Valedor! ¿También usted llora? - ---¡Me he suicidado! - -El Mayor del Valle levanta el charrasco y la escuadra se apronta, -sacando entre filas al estudiante y a Nachito. - - -VI - -Despeinadas y ojerosas atisbaban tras de la reja las pupilas de -Taracena. Se afanan por descubrir a los prisioneros, sombras taciturnas -entre la gris retícula de las bayonetas. El sacristán de las monjas -sacaba la cabeza por el arquillo del esquilón. Tocaban diana las -cornetas de fuertes y cuarteles. Tenía el mar caminos de sol. Los -indios, trajinantes nocturnos, entraban en la ciudad guiando recuas -de llamas cargadas de mercadería y frutos de los ranchos serranos: -El bravío del ganado recalentaba la neblina del alba. Despertábase -el Puerto con un son ambulatorio de esquilas, y la patrulla de -fusiles desaparecía con los dos prisioneros por el Arquillo de las -Portuguesas. En el congal, la madrota daba voces ordenando que las -pupilas se recogiesen a la perrera del sotabanco, y el coime, con una -flor en el pelo, trajinaba remudando la ropa de las camas del trato. -Lupita la Romántica, en camisa rosa, rezaba ante el retablo de luces en -la Recámara Verde. Murmuró el coime con un alfiler en los labios, al -mismo tiempo que estudiaba los recogidos de la colcha: - ---¡Aún no se me fue el sobresalto! - - - - -CUARTA PARTE - -AMULETO NIGROMANTE - - - - -LIBRO PRIMERO - -LA FUGA - - -I - -El Coronelito Domiciano de la Gándara, en aquel trance, se acordó de -un indio a quien tenía obligado con antiguos favores. Por Arquillo de -Madres, retardando el paso para no mover sospecha, salió al Campo del -Perulero. - - -II - -Zacarías San José, a causa de un chirlo que le rajaba la cara, era más -conocido por Zacarías el Cruzado: Tenía el chozo en un vasto charcal de -juncos y médanos, allí donde dicen Campo del Perulero: En los bordes -cenagosos picoteaban grandes cuervos, auras en los llanos andinos y -zopilotes en el Seno de México. Algunos caballos mordían la hierba a -lo largo de las acequias. Zacarías trabajaba el barro, estilizando -las fúnebres bichas de chiromayos y chiromecas. La vastedad de juncos -y médanos flotaba en nieblas de amanecida. Hozaban los marranos en -el cenagal, a espaldas del chozo, y el alfarero, sentado sobre los -talones, la chupalla en la cabeza, por todo vestido un camisote, -decoraba con prolijas pinturas jícaras y güejas. Taciturno bajo una -nube de moscas, miraba de largo en largo al bejucal donde había un -caballo muerto. El Cruzado no estaba libre de recelos: Aquel zopilote -que se había metido en el techado, azotándole con negro aleteo, era un -mal presagio. Otro signo funesto, las pinturas vertidas: El amarillo, -que presupone hieles, y el negro, que es cárcel, cuando no llama -muerte, juntaban sus regueros. Y recordó súbitamente que la chinita, -la noche pasada, al apagar la lumbre, tenía descubierta una salamandra -bajo el metate de las tortillas... El alfarero movía los pinceles -con lenta minucia, cautivo en un dual contradictorio de acciones y -pensamientos. - - -III - -La chinita, en el fondo del jacal, se mete la teta en el hipil, -desapartando de su lado al crío que berrea y se revuelca en tierra. -Acude a levantarle con una azotaina, y suspenso de una oreja le pone -fuera del techado. Se queda la chinita al canto del marido, atenta a -los trazos del pincel, que decora el barro de una güeja: - ---¡Zacarías, mucho callas! - ---Di no más. - ---No tengo un centavito. - ---Hoy coceré los barros. - ---¿Y en el en tanto? - -Zacarías repuso con una sonrisa atravesada: - ---¡No me friegues! Estas cuaresmas el ayunar está muy recomendado. - -Y quedó con el pincelillo suspenso en el aire, porque era sobre la -puerta del jacal el Coronelito Domiciano de la Gándara: Un dedo en los -labios. - - -IV - -El cholo, con leve carrerilla de pies descalzos, se junta al -Coronelito: Platican, alertados, en la vera de un maguey culebrón: - ---¿Zacarías, quieres ayudarme a salir de un mal paso? - ---¡Patroncito, bastantemente lo sabe! - ---La cabeza me huele a pólvora. Envidias son de mi compadre Santos -Banderas. ¿Tú quieres ayudarme? - ---¡No más que diga, y obedecerle! - ---¿Cómo proporcionarme un caballo? - ---Tres veredas hay, patroncito: Se compra, se pide a un amigo o se le -toma. - ---Sin plata no se compra. El amigo nos falta. ¿Y dónde descubres tú -un guaco para bolearle? Tengo sobre los pasos una punta de cabrones. -¡Verás no más! La idea que traía formada es que me subieses en canoa a -Potrero Negrete. - ---Pues a no dilatarlo, mi jefe. La canoa tengo en los bejucales. - ---Debo decirte que te juegas la respiración, Zacarías. - ---¡Para lo que dan por ella, patroncito! - - -V - -Husmea el perro en torno del maguey culebrón, y bajo la techumbre de -palmas engresca el crío, que pide la teta, puesto de pie, al flanco de -la madre. Zacarías aseñó a la mujer para que se llegase: - ---¡Me camino con el patrón! - -Apagó la voz la chinita: - ---¿Compromiso grande? - ---Esa pinta descubre. - ---Recuerda, si te dilatas, que no me dejas un centavo. - ---¡Y qué hacerle, chinita! Llevas a colgar alguna cosa. - ---¡Como no lleve la frazada del catre! - ---Empeñas el relojito. - ---¡Con el vidrio partido, no dan un boliviano! - -El Cruzado se descolgaba el cebollón de níquel, sujeto por una cadena -oxidada. Y antes que la chinita, adelantose a tomarlo el Coronel de la -Gándara: - ---¡Tan bruja estás, Zacarías! - -Suspiró la comadre: - ---¡Todo se lo lleva el naipe, mi jefecito! ¡Todo se lo lleva la ciega -ofuscación de este hombre! - ---¡Sí que no vale un boliviano! - -El Coronelito voltea el reloj por la cadena, y con risa jocunda lo -manda al cenagal, entre los marranos: - ---¡Qué valedor! - -La comadre aprobaba mansamente. Había velado el tiro con el propósito -de ir luego a catearlo. El Coronelito se quitó una sortija: - ---Con esto podrás remediarte. - -La chinita se echó por tierra, besando las manos al valedor. - - -VI - -El Cruzado se metía puertas adentro, para ponerse calzones y ceñirse el -cinto del pistolón y el machete. Le sigue la coima: - ---¡Pendejada que resultare fulero el anillo! - ---¡Pendejada y media! - -La chinita le muestra la mano, jugando las luces de la tumbaga: - ---¡Buenos brillos tiene! Puedo llegarme a un empeñito para tener -cercioro. - ---Si corres uno solo pudieran engañarte. - ---Correré varios. A ser de ley, no andará muy distante de valer cien -pesos. - ---Tú ve en la cuenta de que vale quinientos, o no vale tlaco. - ---¿Te parés lo lleve mero mero? - --- ¿Y si te dan cambiazo? - ---¡Que esperanza! - - -VII - -El Coronelito, sobre la puerta del jacal, atalayaba el Campo del -Perulero. - ---No te dilates, manís. - -Ya salía el cholo, con el crío en brazos y la chinita al flanco. -Suspira, esclava, la hembra: - ---¿Cuándo será la vuelta? - ---¡Pues, y quién sabe! Enciéndele una velita a la Guadalupe. - ---¡Le encenderé dos! - ---¡Está bueno! - -Besó al crío, refregándole los bigotes, y lo puso en brazos de la madre. - - -VIII - -El Coronelito y Zacarías caminaron por el borde de la gran acequia -hasta el Pozo del Soldado. Zacarías echó al agua un dornajo, atracado -en el légamo, y por la encubierta de altos bejucales y floridas lianas -remontaron la acequia. - - - - -LIBRO SEGUNDO - -LA TUMBAGA - -I - -EMPEÑITOS DE QUINTÍN PEREDA. -- La chinita se detuvo ante el -escaparate, luciente de arracadas, fistoles y mancuernas, guarnecido de -pistolas y puñales, colgado de ñandutís y zarapes: Se estuvo a mirar -un buen espacio: Cargaba al crío sobre la cadera, suspenso del rebozo, -como en hamaca: Con la mano barríase el sudor de la frente: Parejo -recogía y atusaba la greña: Se metió por la puerta con humilde salmodia: - ---¡Salucita, mi jefe! Pues aquí estamos, no más, para que el patroncito -se gane un buen premio. ¡Lo merece, que es muy valedor y muy cabal -gente! ¡Vea qué alhajita de mérito! - -Jugaba sobre el mostrador la mano prieta, sin sacarse el anillo. -Quintín Pereda, el honrado gachupín, declinó en las rodillas el -periódico que estaba leyendo y se puso las antiparras en la calva: - ---¿Qué se ofrece? - ---Su tasa. Es una tumbaga muy chulita. Mi jefecito, vea no más los -resplandores que tiene. - ---¡No querrás que te la precie puesta en el dedo! - ---¡Pues sí que el patroncito no es baqueano! - ---¡Hay que tocar el aro con el agua fuerte y calibrar la piedra! - -La chinita se quitó el anillo, y, con un mohín reverente, lo puso en -las uñas del gachupín: - ---Señor Peredita, usted me ordena. - -Agazapada al canto del mostrador, quedó atenta a la acción del usurero, -que, puesto en la luz, examinaba la sortija con una lente: - ---Creo conocer esta prenda. - -Se avizoró la chinita: - ---No soy su dueña. Vengo mandada de una familia que se ve en apuro. - -El empeñista tornaba al examen, modulando una risa de falso teclado: - ---Esta alhajita estuvo aquí otras veces. Tú la tienes de la uña, muy -posiblemente. - ---¡Mi jefecito, no me encuelgue tan mala fama! - -El usurero se bajaba los espejuelos de la calva, recalcando la risa de -Judas: - ---Los libros dirán a qué nombre estuvo otras veces pignorada. - -Tomó un cartapacio del estante y se puso a hojearlo. Era un viejales -maligno, que al hablar entreveraba insidias y mieles, con falsedades y -reservas. Había salido mocín de su tierra, y al rejo nativo juntaba las -suspicacias de su arte y la dulzaina criolla de los mameyes: Levantó la -cabeza y volvió a ponerse en la frente los espejuelos: - ---El Coronel Gandarita pignoró este solitario el pasado agosto... Lo -retiró el 7 de octubre. Te daré cinco soles. - -Salmodió la chinita, con una mano sobre la boca: - ---¿En cuánto estuvo? Eso mismo me dará el patroncito. - ---¡No te apendejes! Te daré cinco soles, por hacerte algún beneficio. A -bien ser, mi obligación era llamar horita a los gendarmes. - ---¡Qué chance! - ---Esta prenda no te pertenece. Yo, posiblemente, perderé los cinco -soles, y tendré que devolvérsela a su dueño, si formula una reclamación -judicial. Puedo fregarme por hacerte un servicio que no agradeces. Te -daré tres soles y con ellos tomas viento fresco. - ---¡Mi jefecito, usted me ve chuela! - -El empeñista se apoyó en el mostrador con sorna y recalma: - ---Puedo mandarte presa. - -La chinita se rebotó, mirándole aguda, con el crío sobre el anca y las -manos en la greña: - ---¡La Guadalupita me valga! Denantes le antepuse que no es mía la -prenda. Vengo mandada del Coronelito. - ---Tendrás que justificarlo. Recibe los tres soles y no te metas en la -galera. - ---Patroncito, vuélvame el anillo. - ---Ni lo sueñes. Te llevas los tres soles, y si hay engaño en mis -sospechas, que venga a cerrar trato el legítimo propietario. Esta -alhajita se queda aquí depositada. Mi casa es muy suficientemente -garante. Recoge la plata y camínate luego luego. - ---¡Señor Peredita, es un escarnio el que me hace! - ---¡Si debías ir a la galera! - ---Señor Peredita, no me denigre, que va equivocado. El Coronelito está -en un apuro y queda no más esperando la plata. Si recela hacer trato, -vuélvame la tumbaguita. Ándele, mi jefecito, y no me sea horita malo, -que siempre ha sido para mi muy buena reata. - ---No me sitúes en el caso de cumplir con la ley. Si te dilatas en -recoger la moneda y ponerte en la banqueta, llamo a los gendarmes. - -La chinita se revolvió amendigada y rebelde: - ---¡No desmentís el ser gachupín! - ---¡A mucha honra! Un gachupín no ampara el robo. - ---¡Pero lo ejerce! - ---¡Tú te buscas algo bueno! - ---¡Mala casta! - ---¡Voy a solfearte la cochina cuera! - ---De mala tierra venís, para tener conciencia. - ---¡No me toques a la patria, porque me ciego! - -El empeñista se agacha bajo el mostrador y se incorpora blandiendo un -rebenque. - - -II - -Metíase, vergonzante, por la puerta del honrado gachupín, la pareja -del ciego lechuzo y la niña mustia. La niña detuvo al ciego sobre la -cortinilla roja de la mampara vidriera. Musitó el padre: - ---¿Con quién es el pleito? - ---Una indita. - ---¡Hemos venido en mala sazón! - ---¡Pues y quién sabe! - ---Volveremos luego. - ---Y hallaríamos el mismo retablo. - ---Pues esperemos. - -El empeñista se adelantó, hablándoles: - ---Pasen ustedes. Supongo que traerán los atrasitos del piano. Son ya -tres plazos los que me adeudan. - -Murmuró el ciego: - ---Solita, explícale la situación y nuestros buenos deseos al Señor -Pereda. - -Suspiró, redicha, la mustia: - ---Nuestro deseo es cumplir y ponernos al corriente. - -Sonrió el gachupín con hieles judaicas: - ---El deseo no basta, y debe ser acompañado de los hechos. Están -ustedes muy atrasados. A mí me gusta atender las circunstancias de -mis clientes, aun contrariando mis intereses: Esa ha sido mi norma y -volverá a serlo, pero con la revolución, todos los negocios marchan -torcidos. ¡Son muy malas las circunstancias para poder relajar las -cláusulas del contrato! ¿Qué pensaban abonar horita? - -El ciego lechuzo torcía la cabeza sobre el hombro de la niña: - ---Explícale nuestras circunstancias, Solita. Procura ser elocuente. - -Murmuró, dolorosa, la chicuela: - ---No hemos podido reunir la plata. Deseábamos rogarle que esperase a la -segunda quincena. - ---¡Imposible, cholita! - ---¡Hasta la segunda quincena! - ---Me duele negarme. Pero hay que defenderse, niña, hay que defenderse. -Si no cumplen me veré en el dolor de retirarles el pianito. Acaso para -ustedes represente una tranquilidad quitarse la carguita de los plazos. -¡Todo hay que mirarlo! - -El ciego se torcía sobre la chicuela: - ---¿Y perderíamos lo entregado? - -Encareció con mieles el empeñista: - ---¡Naturalmente! Y aún me cargo yo con los transportes y el deterioro -que representa el uso. - -Murmuró, acobardado, el ciego: - ---Alargue usted el plazo a la segunda quincena, Señor Peredita. - -Tornó a su encarecimiento meloso el empeñista: - ---¡Imposible! ¡Me estoy arruinando con las complacencias! ¡Ya no puede -ser más! ¡He puesto fechos al corazón para no verme fregado en el -negocio! ¡Si no tengo nervio, entre todos me hunden en la pobreza! -Hasta mañanita puedo alargarles el plazo, más, no. Vean de arreglarse. -No pierdan aquí el tiempo. - -Suplicó la niña: - ---¡Señor Peredita, dilate su plazo a la segunda quincena! - ---¡Imposible, primorosita! ¡Qué más quisiera yo que poder complacerte! - ---¡No sea usted de su tierra, Señor Peredita! - ---Para mentar a mi tierra, límpiate la lengua contra un cardo. No -amolarla, hijita, que si no andáis con plumas, se lo debéis a España. - -El ciego se doblaba rencoroso, empujando a la niña para que le sacase -fuera: - ---España podrá valer mucho, pero las muestras que acá nos remite son -bien chingadas. - -El empeñista azotó el mostrador con el rebenque: - ---Merito pónganse en la banqueta. La madre patria y sus naturales -estamos muy por encima de los juicios que pueda emitir un roto -indocumentado. - -La mustia mozuela, con acelero, llevábase al padre por la manga: - ---Taitita, no hagas una cólera. - -El ciego golpeaba en el umbral con el hierro del bastón: - ---Este judío gachupín nos crucifica. ¡Te priva del pianito cuando -marchabas mejor en tus estudios! - - -III - -La otra chinita del crío al flanco, sale de un rincón de sombra, con -cautela de blandas pisadas: - ---¡Don Quintinito, no sea usted tan ruin! ¡Devuélvame la tumbaguita! - -De una mano requiere el tapado, de la otra hace señal a la mustia -pareja porque atienda y no se vaya. El empeñista azota el mostrador con -el rebenque: - ---¡Se me hace que vas a buscarte un compromiso, so pendeja! - ---¡Vuélvame la tumbaguita! - ---Tanicuanto regrese mi dependiente lo mandaré a entrevistarse con -el legítimo propietario. Ten un tantito de paciencia, hasta cuando -que haya sido evacuada la diligencia. Mi crédito debe serte muy -suficientemente garante. En el entanto, la alhajita queda aquí -depositada. Ponte, merito, en la banqueta y no me dejes aquí los piojos. - -La chinita acude al umbral y, alborotada, reclama a la mustia pareja, -que se ausenta con rezo de protestas y lástimas: - ---¡Oigan no más! Atiendan al tanto de cómo este hombre me despoja. - -El gachupín la llamó, revolviendo en el cajón de la plata: - ---No seas leperona. Toma cinco soles. - ---Guárdese la moneda y vuélvame la tumbaguita. - ---No me friegues. - ---Señor Peredita, usted no mide bien lo que hace. Usted se busca que -venga con reclamaciones mi gallo. ¡Don Quintinito, sépase usted que -tiene un espolón muy afilado! - -El empeñista apilaba en el mostrador los cinco soles: - ---Hay leyes, hay gendarmería, hay presidios y, en últimas resultas, hay -una bala: Pagaré mi multa y libertaré de un pícaro a la sociedad. - ---Patroncito, no le presuponga tan pendejo que se venga dando la cara. - ---Cholita, recoge la moneda. Si merito, hechas las investigaciones que -me exigen las leyes, hubiera lugar a darte más alguna cosa, no te será -negada. Recoge la moneda. Si tienes alguna papeletita al vencimiento, -me la traes luego luego, y procuraré de alargarte el plazo. - ---¡Patroncito, no me vea chuela! Usted me da la tasa. El Coronel -Gandarita se ha puesto impensadamente en viaje y deja algunas -obligacioncitas. No lo piense más y ponga en el mostrador el cabal. - ---¡Imposible, cholita! Te hago no más que el cincuenta por ciento -de diferencia. La tasa, puedes verlo en el libro, son nueve soles. -¡Recibes más del cincuenta! - ---Señor Peredita, no se coma usted los ceros. - ---Vistas las circunstancias, te daré los nueve soles. ¡Y no me pudras -la sangre! Si sale mentira tu cuento, me echo encima una denuncia del -legítimo propietario. - -Durante el rezo del honrado gachupín, la chinita arrebañaba del -mostrador las nueve monedas, hacía el recuento pasándolas de una mano -a otra, se las ataba en una punta del rebozo. Encorvándose, con el -chamaco sobre el flanco, se aleja, galguera: - ---¡Mi jefecito, usted condenará su alma! - ---¡País de ingratos! - -El empeñista colgó el rebenque de un clavo, pasó una escobilla por los -cartapacios comerciales y se dispuso al goce efusivo del periodiquín -que le mandaban de su villa asturiana. “El Eco Avilesino” colmaba -todas las ternuras patrióticas del honrado gachupín. Las noticias de -muertes, bodas y bautizos le recordaban de los chigres con músicas de -acordeón, de los velorios con ronda de anisete y castañas. Los edictos -judiciales, donde los predios rústicos son descritos con linderos y -sembradura, le embelesaban, dándole una sugestión del húmedo paisaje: -Arco iris, lluvias de invierno, sol en claras, quiebras de montes y -verdes mares. - - -IV - -Entró Melquíades, dependiente y sobrino del gachupín. Conducía una -punta de chamacos, que sonaban las pintadas esquilas de fúnebres -barros que se venden en la puerta de las iglesias por la fiesta de los -Difuntos. Melquíades era chaparrote, con la jeta tozuda del emigrante -que prospera y ahorra caudales. La tropa babieca, enfilada a canto del -mostrador, repica los barros: - ---¡Hijos míos! ¡Qué esperanza! ¡Idos a darle la murga a vuestra -mamasita! ¡Que os vista los trajes de diario! ¡Melquíades, no debiste -haberles relajado la moral, autorizándoles esta dilapidación de sus -centavitos! ¡Muy suficiente una campanita para los cuatro! Entre -hermanos bien avenidos, así se hace. Vayan a su mamá, que les mude los -trajecitos. - -Melquíades recadó la tropa, metiéndola por la escalerilla del piso alto: - ---Don Celes Galindo les ha regalado los esquilones. - ---¡Muy buena reata! Niños, a vuestra mamita, que os los guarde. -Representan un recuerdo y debéis conservarlos para el año que viene y -los sucesivos. ¡No sean rebeldes! - -Melquíades, al pie de la escalerilla, vigilaba que el hato infantil -subiese sin deterioro de los trajes nuevos. El arrastrarse por los -escalones quedábase para el atuendo de diario. Melquíades insistió, -ponderando la largueza de Don Celes: - ---Son los barros de más precio. Bajo Arquillo de Madres puso en fila -a los chamacos y les mandó elegir. Como pendejos, se fueron a los más -caros. Don Celes sacó la plata y pagó sin atenuante. Me ha recomendado -que usted no falte a la junta de notables en el Casino Español. - ---¡Los esquiloncitos! ¡Ya estoy pagando el primer rédito! Me nombrarán -de alguna comisión, tendré que abandonar por ratos el establecimiento, -posiblemente me veré incluido para contribuir... De tales reuniones -siempre sale una lista de suscripción. El Casino está pervirtiendo su -funcionamiento y el objetivo de sus estatutos. De centro recreativo se -ha vuelto un sacadineros. - ---¡Está revolucionada la Colonia! - ---¡Con razón! Desmonta el solitario de esa tumbaguita. Hay que -desfigurarla. - -Melquíades, sentado al pie del mostrador, buscaba en el cajón los -alicates. - ---“El Criterio” viene opuesto al cierre de cantinas que tramitan las -Representaciones Extranjeras. - ---¡Como que se vejan los intereses de muchos compatriotas! Los -expendios de bebidas están autorizados por las leyes, y pagan muy buena -matrícula. ¿Ha vertido alguna opinión Don Celestino? - ---Don Celes se guía por que todo el comercio de españoles se haga -solidario, y cierre en señal de protesta. Para eso es la junta de -notables en el Casino. - ---¡Qué esperanza! Esa opinión no puede prevalecer. Acudiré a la junta -y haré patente mi disentimiento. Es una orientación nociva para los -intereses de la Colonia. El comercio cumple funciones sociales en -todos los países, y los cierres, cuando la medida no es general, solo -ocasionan pérdida de clientes. El Ministro de España, si llegado el -caso, se conforma al cierre de los estipendios de bebidas, se hará, de -cierto, impopular con la Colonia. ¿Cómo respira Don Celestino? - ---No mentó el tópico del Ministro. - ---La junta de notables debía concretarse a fijar la actuación de ese -loco de verano. Necesita orientaciones, y si se niega a recibirlas, -aleccionarle, solicitando por cable la destitución. Para un fin tan -justificado yo me suscribiría con una cuota. - ---¡Y cualquiera! - ---¿Por qué no lo haces tú, so pendejo? - ---Ponga usted en mi cabeza el negocio, y verá si lo hago. - ---¡Siempre polémico, Melquíades! ¡Siempre polémico!... Pues un cable -resolvería la situación tan fregada del Ministro. ¡Un sodomita, -comentado en todos los círculos sociales, que horita tiene al crápula -en la cárcel! - ---Ya le han dado suelta. A quien merito se llevaban los gendarmes es a -la Cucaracha. ¡Menuda revolución va armando! - ---Esa gente escandalosa no debía estar documentada por el Consulado. -Cucarachita, con el trato tan inmoralísimo que sostiene, denigra el -buen nombre de la Madre Patria. - ---No le ha caído mal pleito a la tía Cucaracha. Parece complicada en -la evasión del Coronel Gandarita. - ---¿El Coronel Gandarita evadido? ¡Deja esa tumbaga! ¡Vaya un -compromiso! ¿Evadido de Santa Mónica? - ---¡Evadido cuando iban a prenderle esta madrugada en el congal de -Cucarachita! - ---¡Fugado! ¡La gran chivona me hizo pendejo! ¡Deja los alicantes! -¡Fugado! El Coronel Gandarita era un descalificado y tenía que verse -en este trance. ¡Vaya el viajecito que me pintó la chola fregada! -¡Melquíades, ese solitario ha pertenecido al Coronel Gandarita! ¡Un -lazo que a última hora me tira ese briago! ¡Me sacó nueve soles! - -Sonreía, cazurro, Melquíades: - ---¡Vale quinientos! - -Avinagrose el honrado gachupín: - ---¡Un cuerno! Perderé la plata, si no quiero verme chingado. Horita me -largo a denunciar el hecho en la Delegación de Policía. Posiblemente me -exigirán la presentación de la tumbaguita y hacer el depósito. - -Cabeceaba considerando el poco fundamento del mundo y sus prosperidades -y fortunas. - - -V - -El honrado gachupín, agachándose tras el mostrador, se muda las -pantuflas por botas nuevas. Luego echa las llaves a los cajones, y de -un clavo descuelga el jipi: - ---Voy a esa diligencia. - -Cazurreó Melquíades: - ---Cállese usted la boca, y quede achantado. - ---¡Y nos visitan los gendarmes antes de un rato! ¡Solamente cavilas -macanas! ¡Poco vales para un consejo en caso apurado, Melquíades! -La Policía andará sobreavisada, y no sería extraño que a la cabrona -mediadora ya le tuvieran la mano en la espalda. Puedo verme complicado, -si no denuncio el hecho y me atengo a las ordenanzas de Generalito -Banderas. ¿Te correrías tú el compromiso de no cumplimentarlas? Nueve -soles me cuesta operar confiado en la buena fe de los marchantes. Ahí -tienes lo que produce el negocio con todo de una práctica dilatada, -por solo no tener en el sótano la conciencia. Yo, a esa cholita, que -tan fullera me ha sido, pude darle no más tres soles, y le he puesto -nueve en la mano. Para sacar adelante este negocio hay que vivir muy -alertado y nunca obtendrás muchas prosperidades, sobrino. ¡En España -soñáis que, arañando, se encuentra moneda acuñada en estas Repúblicas! -Para evitarme complicaciones tendré que desprenderme de la tumbaguita y -perder los nueve soles. - -Melquíades adormilaba una sonrisa astuta de pueblerino asturiano: - ---Al formular la denuncia se puede acompañar una alhajita de menos tasa. - -El honrado gachupín se quedó mirando al sobrino. Súbita y consoladora -luz iluminaba el alma del viejales: - ---¡Una alhajita de menos tasa!... - - - - -LIBRO TERCERO - -EL CORONELITO - - -I - -Zacarías condujo la canoa por la encubierta de altos bejucales hasta la -laguna de Ticomaipú. Alegrábase la mañana con un trenzado de gozosas -algarabías --metales, cohetes, bateo--. La indiada celebraba la fiesta -de Todos los Santos. Repicaban las campanas. Zacarías metió los remos -a bordo e, hincando con el bichero, varó el esquife en la ciénaga, al -socaire de espinosos cactus que, a modo de cerca, limitaban un corral -de gallinas, pavos y marranos. Murmuró el cholo: - ---Estamos en lo de Niño Filomeno. - ---¡Bueno va! Asómate en descubierta. - ---Posiblemente, el patroncito estará divirtiéndose en la plaza. - ---Pues le buscas. - ---¿Y si teme comprometerse? - ---Es buena reata Filomeno. - ---¿Y si lo teme y manda arrestarme? - ---No habrá caso. - ---En lo pior de lo malo hay que ponerse, mi jefecito. Yo, de mi cuenta, -dispuesto me hallo para servirle, y cuanti que me pusieran en el cepo, -con callar boca y aguantar mancuerda, estaba cumplido. - -Choteó el Coronelito: - ---Tú escondes alguna idea luminosa. Descúbrela no más, y como ella sea -buena, no te llamaré pendejo. - -El cholo miraba por encima de la cerca: - ---Si Niño Filomeno está ausente, mi parecer es tunarle los caballos y -salir arreando. - ---¿Adónde? - ---Al campo insurrecto. - ---Necesito viático de plata. - -El Coronelito saltó en la riba fangosa, y a par del indio se puso a -mirar por encima del cercado. Descollaba entre palmas y cedros el -campanario de la iglesia con la bandera tricolor. Las tierras del -rancho, cuadriculadas por acequias y setos, se dilataban con varios -matices de verde y parcelas rojizas recién aradas. Piños vacunos pacían -a lo lejos. Algunos caballos mordían la hierba, divagando por el margen -de las acequias. Una canoa remontaba el canal: Se oía el golpe de los -remos: En la banca bogaba un indio de piocha canosa, gran sombrero -palmito y camisote de lienzo: En la popa venía sentado Niño Filomeno. -La canoa atracó al pie de una talanquera. El Coronelito salió al -encuentro del ranchero: - ---Mi viejo, he venido para desayunar en tu compañía. ¡Madrugas, mi -viejo! - -El ranchero le acogió con expresión suspicaz: - ---He dormido en la capital. Me había mudado con el aliciente de oír la -palabra de Don Roque Cepeda. - -Se abrazan y, en buenos compadres, alternativamente se suspenden en -alto. - - -II - -Caminando de par por una senda de limoneros y naranjos, dieron vista a -la casona del fundo: Tenía soportal de arcos encalados y un almagreño -encendía las baldosas del soladillo. Colgaban de la viguería del porche -muchas jaulas de pájaros, y la hamaca del patrón en la fresca penumbra. -Los muros eran vestidos de azules enredaderas. El Coronelito y Filomeno -descansaron en jinocales parejos, bajo la arcada, en la corriente de -la puerta, por fondo, una cortinilla de lilailos japoneses. Son los -jinocales unos asientos de bejuco y palma, obra de los indios llaneros. -Al de la piocha canosa ordenó el patrón que sacase aparejo de vianda -para el desayuno, y a la mucama, negra mandinga, que cebase el mate. -Tornó Chino Viejo con un magro tasajo de oveja, y en lengua cutumay -explicó que la niña ranchera y los chamacos estaban ausentes por -haberse ido a la fiesta de iglesia. Aprobó el patrón no más que con -el gesto, y brindó del tasajo al huésped. El Coronelito clavó media -costilla con un facón que sacó del cinto, y puesta la vianda en el -plato, levantó el caneco de la chicha. Reiteró el latigazo por tres -veces, y se animó consecutivamente: - ---¡Compadre, me veo en un fregado! - ---Tú dirás. - ---Merito se le ha puesto en la calva tronarme al chingado Banderas. -Albur pelón y naipe contrario, mi amigo, que dicen los Santos Padres. -Más bruja que un roto y huyente de la tiranía me tienes aquí, hermano. -Filomeno, me voy al campo insurrecto a luchar por la redención del -país, y tu ayuda vengo buscando, pues tampoco eres afecto a este -oprobio de Santos Banderas. ¿Quieres darme tu ayuda? - -El ranchero clavaba la aguda mirada endrina en el Coronelito de la -Gándara: - ---¡Te ves como mereces! El oprobio que ahora condenas dura quince años. -¿Qué has hecho en todo ese tiempo? La Patria nunca te acordó cuando -estabas en la gracia de Santos Banderas. Y muy posible que tampoco te -acuerde ahora y que vengas echado para sacarme una confidencia. Tirano -Banderas os hace a todos espías. - -Se alzó el Coronelito: - ---¡Filomeno, clávame un puñal, pero no me sumas en el lodo! El más ruin -tiene una hora de ser santo. Yo estoy en la mía, dispuesto a derramar -la última gota de sangre en holocausto por la redención de la Patria. - ---Si el pleito con que vienes es una macana, allá tú y tu conciencia, -Domiciano. Poco daño podrás hacerme, dispuesto como estoy para meter -fuego al rancho y ponerme en campaña con mis peones. Ya lo sabes. La -pasada noche estuve en el mitin, y he visto con mis ojos conducir -esposado, entre caballos, a Don Roque Cepeda. ¡He visto la pasión del -justo y el escarnio de los gendarmes! - -El Coronelito miraba al ranchero con ojos chispones: Inflábale los -rubicundos cachetes una amplia sonrisa de ídolo glotón, pancista y -borracho: - ---¡Filomeno, la seguridad ciudadana es puro relajo! Don Roque Cepeda -tarde verá el sol, si una orden le sume en Santa Mónica: Tiene las -simpatías populares, pero insuficientemente trabajados los cuarteles, y -con meros indios votantes no sacará triunfante su candidatura para la -Presidencia de la República. Yo hacía política revolucionaria y he sido -descubierto, y antes de ser tronado, me arranco la máscara. ¡Mi viejo, -vamos a pelearle juntos el gallo a Generalito Banderas! ¡Filomeno, mi -viejo, tú de milicias estás pelón, y te aprovecharán los consejos de un -científico! Te nombro mi ayudante. Filomeno, manda no más a la mucama -que te cosa los galones de capitán. - -Filomeno Cuevas sonreía: Era endrino y aguileño: Los dientes alobados, -retinto de mostacho y entrecejo: En la figura prócer, acerado y bien -dispuesto: - ---Domiciano, será un fregado que mi peonada no quiera reconocerte por -jefe, y se ofusque y cumpla la orden de tronarte. - -El Coronelito se atizó un trago y afligió la cara: - ---Filomeno, abusas de tus preeminencias y me estás viendo chuela. - -Replicó el otro con humor chancero: - ---Domiciano, reconozco tu mérito y te nombraré corneta, si sabes solfeo. - ---¡No me hagas pendejo, hermano! En mi situación, esas pullas son -ofensas mortales. A tu lado, en puesto inferior, no me verás nunca. -Digámonos adiós, Filomeno. Confío que no me negarás una montura y un -guía baqueano. Tampoco estará de más algún aprovisionamiento de plata. - -Filomeno Cuevas, amistoso, pero jugando siempre en los labios la -sonrisa soflamera, posó la mano en el hombro del Coronelito: - ---¡No te rajes, valedor! Aún falta que arengues a la peonada. Yo te -cedo el mando si te aclama por jefe. Y en todo caso, haremos juntos las -primeras marchas, hasta que se presente ocasión de zafarrancho. - -El Coronelito de la Gándara inflose, haciendo piernas, y socarroneó en -el tono del ranchero: - ---Manís, harto me favoreces para que te dispute una bola de indios: -A ti pertenece conducirlos a la matanza, pues eres el patrón y los -pagas con tu plata. No macanees y facilítame montura, que si aquí me -descubren vamos los dos a Santa Mónica. ¡Mira que tengo los sabuesos -sobre el rastro! - ---Si asoman el hocico, no faltará quien nos advierta. Sé la que me -juego conspirando, y no me dejaré tomar en la cama como una liebre. - -El Coronelito asintió con gesto placentero: - ---Eso quiere decir que se puede echar otro trago. Poner centinelas en -los pasos estratégicos es providencia de buen militar. ¡Te felicito, -Filomeno! - -Hablaba con el gollete de la cantimplora en la boca, tendido a la -bartola en el jinocal, rotunda la panza de dios tibetano. - - -III - -La casa vacía, las estancias en desierta penumbra se conmovieron -con alborozo de voces ligeras: Timbradas risas de infancias alegres -poblaron el vano de los corredores. La niña ranchera, iluminada con los -inciensos del misacantano, entraba quitándose los alfileres del manto, -en la dispersión de una tropa de chamacos. El Coronelito de la Gándara -roncaba en el jinocal, abierto de zancas, y un ritmo solemne de globo -terráqueo conmovía la báquica andorga. Cambió una mirada con el marido -la niña ranchera: - ---¿Y ese apóstol? - ---Aquí se ha venido buscando refugio. Por lo que cuenta, cayó en -desgracia y está en la lista de los impurificados. - ---¿Y vos cómo lo pasastes? ¡Me habés tenido en cuidado, toda la noche -esperando!... - -El ranchero calló ensombrecido, y la mirada endrina de empavonados -aceros mudaba sus duras luces a una luz amable: - ---¡Por ti y los chamacos no cumplo mis deberes de ciudadano, Laurita! -El último cholo que carga un fusil en el campo insurrecto, aventaja -en patriotismo a Filomeno Cuevas. ¡Yo he debido romper los lazos de -la familia y no satisfacerme con ser un mero simpatizante! Laurita, -por evitaros lloros, hoy el más último que milita en las filas -revolucionarias me hace pendejo a mis propios ojos. Laurita, yo -comercio y gano la plata, mientras otros se juegan vida y hacienda por -defender las libertades públicas. Esta noche he visto conducir entre -bayonetas a Don Roquito. Si ahora me rajo y no cargo un fusil, será -que no tengo sangre ni vergüenza. ¡He tomado mi resolución y no quiero -lágrimas, Laurita! - -Calló el ranchero, y súbitamente los ojos endrinos recobraron sus -timbres aguileños. La niña se recogía al pie de una columna con -el pañolito sobre las pestañas. El Coronelito abría los brazos y -bostezaba: Suspendido en nieblas alcohólicas, salía del sueño a una -realidad hilarante: Reparó en la dueña y se alzó a saludarla con alarde -jocundo, ciñendo laureles de Baco y de Marte. - - -IV - -Chino Viejo, por una talanquera, hacíale al patrón señas con la mano. -Dos caballos de brida asomaban las orejas. Cambiadas pocas palabras, -el ranchero y su mayoral montaron y salieron a los campos con medio -galope. - - - - -LIBRO CUARTO - -EL HONRADO GACHUPÍN - - -I - -Sin demorarse, el honrado gachupín acudió a la Delegación de Policía: -Guiado por el sesudo dictamen del sobrino, testimonió la denuncia con -un anillo de oro bajo y falsa pedrería, que, apurando la tasa, no valía -diez soles. El Coronel Licenciado López de Salamanca le felicitó por su -civismo: - ---Don Quintín, la colaboración tan espontánea que usted presta a la -investigación policial merece todos mis plácemes. Le felicito por su -meritoria conducta, no relajándose de venir a deponer en esta oficina, -aportando indicios muy interesantes. Va usted a tomarse la molestia de -puntualizar algunos extremos. ¿Conocía usted a la pueblera que se le -presentó con el anillo? Cualquier indicación referente a los rumbos por -donde mora podría ayudar mucho a la captura de la interfecta. Parece -indudable que el fugado se avistó con esa mujer cuando ya conocía la -orden de arresto. ¿Sospecha usted que haya ido derechamente en su -busca? - ---¡Posiblemente! - ---¿Desecha usted la conjetura de un encuentro fortuito? - ---¡Pues y quién sabe! - ---¿El rumbo por donde mora la chinita, usted lo conoce? - -El honrado gachupín quedó en falsa actitud de hacer memoria: - ---Me declaro ignorante. - - -II - -El honrado gachupín cavilaba, ladino, si podía sobrevenirle algún daño: -Temía enredar la madeja y descubrir el trueque de la prenda. El Coronel -Licenciado le miraba muy atento, la sonrisa suspicaz y burlona, el -gesto infalible de zahorí policial. El empeñista acobardose y, entre -sí, maldijo de Melquíades: - ---En el libro comercial se pone siempre alguna indicación: Lo -consultaré. No respondo de que mi dependiente haya cumplido esa -diligencia: Es un cabroncito poco práctico, recién arribado de la madre -patria. - -El jefe de Policía se apoyó en la mesa, inclinando el busto hacia el -honrado gachupín: - ---Lamentaría que se le originase un multazo por la negligencia del -dependiente. - -Disimuló su enojo el empeñista: - ---Señor Coronelito, supuesta la omisión, no faltarán medios de operar -con buen resultado a sus agentes. La chinita vive con un roto que -alguna vez visitó mi establecimiento, y por seguro que usted tiene su -filiación, pues no actuó siempre como ciudadano pacífico. Es uno de los -plateados que se acogieron a indulto tiempos atrás, cuando se pactó -con los jefes, reconociéndoles grados en el Ejército. Recién disimula -trabajando en su oficio de alfarero. - ---¿El nombre del sujeto, no lo sabe usted? - ---Acaso lo recuerde más tarde. - ---¿Las señas personales? - ---Una cicatriz en la cara. - ---¿No será Zacarías el Cruzado? - ---Temo dar un falso reseñamiento, pero me inclino sobre esa sospecha. - ---Señor Peredita, son muy valorizables sus aportaciones, y le felicito -nuevamente. Creo que estamos sobre los hilos. Puede usted retirarse, -Señor Pereda. - -Insinuó el gachupín: - ---¿La tumbaguita? - ---Hay que unirla al atestado. - ---¿Perderé los nueve soles? - ---¡Qué chance! Usted entabla recurso a la Corte de Justicia. Es el -trámite, pero indudablemente le será reconocido el derecho a ser -indemnizado. Entable usted recurso. ¡Señor Peredita, nos vemos! - -El Inspector de Policía tocó el timbre. Acudió un escribiente -deslucido, sudoso, arrugado el almidón del cuello, la chalina suelta, -la pluma en la oreja, salpicada de tinta la guayabera de dril con -manguitos negros. El Coronel Licenciado garrapateó un volante, le puso -sello y alargó el papel al escribiente: - ---Procédase violento a la captura de esa pareja, y que los agentes -vayan muy sobre cautela. Elíjalos usted de moral suficiente para -fajarse a balazos, e ilústrelos usted en cuanto al mal rejo de Zacarías -el Cruzado. Si hay disponible alguno que le conozca dele usted la -preferencia. En el casillero de sospechosos busque la ficha del pájaro. -Señor Peredita, nos vemos. ¡Muy meritoria su aportación! - -Le despidió con ribeteo de soflama. El honrado gachupín se retiró -cabizbajo, y su última mirada de can lastimero fue para la mesa donde -la sortija naufragaba irremisiblemente, bajo una ola de legajos. El -Inspector, puntualizadas sus instrucciones al escribiente, se asomaba a -una ventana rejona que caía sobre el patio. A poco, en formación y con -paso acelerado, salía una escuadra de gendarmes. El caporal, mestizo de -barba horquillada, era veterano de una partida bandoleresca años atrás -capitaneada por el Coronel Irineo Castañón, Pata de Palo. - - -III - -El caporal distribuyó su gente en parejas, sobre los aledaños del -chozo, en el Campo del Perulero: Con el pistolón montado, se asomó a la -puerta: - ---¡Zacarías, date preso! - -Repuso del adentro la voz azorada de la chinita: - ---¡Me ha dejado para siempre el raído! ¡Aquí no lo busques! ¡Tiene -horita otra querencia ese ganado! - -La sombra, amilanada tras la piedra del metate, arrastra el plañido y -disimula el bulto. La tropa de gendarmes se juntaba sobre la puerta, -con los pistolones apuntados al adentro. Ordenó el caporal: - ---Sal tú para fuera. - ---¿Qué me querés? - ---Ponerte una flor en el pelo. - -El caporal choteaba baladrón, por divertir y asegurar a su gente. Vino -del fondo la comadre, con el crío sobre el anca, la greña tendida por -el hombro, sumisa y descalza: - ---Podes catear todos los rincones. Se ha mudado ese atorrante, y no más -dejó que unos guaraches para que los herede el chamaco. - ---Comadrita, somos baqueanos y entendemos esa soflama. Usted, niña, ha -empeñado una tumbaguita perteneciente al Coronel de la Gándara. - ---Por purita casualidad se ha visto en mi mano. ¡Un hallazgo! - ---Va usted a comparecer en presencia de mi superior jerárquico, Coronel -López de Salamanca. Deposite usted esa criatura en tierra y marque el -paso. - ---¿La criatura ya podré llevármela? - ---La Dirección de Policía no es una Inclusa. - ---¿Y al cargo de quién voy a dejar el chamaco? - ---Se hará expediente para mandarlo a la Beneficencia. - -El crío, metiéndose a gatas por entre los gendarmes, huyó al cenagal. -Le gritó afanosa la madre: - ---¡Ruin, ven a mi lado! - -El caporal cruzó la puerta del chozo, encañonando la oscuridad: - ---¡Precaución! Si hay voluntarios para el registro, salgan al frente. -¡Precaución! Ese roto es capaz de tirotearnos. ¿Quién nos garanta que -no está oculto? ¡Date preso, Cruzado! No la chingues, que empeoras tu -situación. - -Rodeado de gendarmes, se metía en el chozo, siempre apuntando a los -rincones oscuros. - - -IV - -Practicado el registro, el caporal tornose afuera y puso esposas a la -chinita, que suspiraba en la puerta, recogida en burujo, con el fustán -echado por la cabeza. La levantó a empellones. El crío, en el pecinal, -lloraba rodeado del gruñido de los cerdos. La madre, empujada por los -gendarmes, volvía la cabeza con desgarradoras voces: - ---¡Ven! ¡No te asustes! ¡Ven! ¡Corre! - -El niño corría un momento, y tornaba a detenerse sobre el camino, -llamando a la madre. Un gendarme se volvió, haciéndole miedo, y quedó -suspenso, llorando y azotándose la cara. La madre le gritaba, ronca: - ---¡Ven! ¡Corre! - -Pero el niño no se movía. Detenido sobre la orilla de la acequia -sollozaba mirando crecer la distancia que le separaba de la madre. - - - - -LIBRO QUINTO - -EL RANCHERO - - -I - -Filomeno Cuevas y Chino Viejo arriendan los caballos en la puerta de un -jacal y se meten por el sombrizo. A poco, dispersos, van llegando otros -jinetes rancheros, platas en arneses y jaranos: Eran dueños de fundos -vecinos, y secretamente adictos a la causa revolucionaria: Habíales -dado el santo para la reunión Filomeno Cuevas. Aquellos compadres -ayudábanle en un alijo de armas para levantarse con las peonadas: Un -alijo que llevaba algunos días sepultado en Potrero Negrete. Entendía -Filomeno que apuraba sacarlo de aquel pago y aprovisionar de fusiles y -cananas a las glebas de indios. Poco a poco, con meditados espacios, -todavía fueron llegando capataces y mayorales, indios baqueanos y -boleadores de aquellos fundos. Filomeno Cuevas, con recalmas y chanzas, -escribía un listín de los reunidos y se proclamaba partidario de -echarse al campo, sin demorarlo. Secretamente, ya tenía determinado -para aquella noche armar a sus peones con los fusiles ocultos en el -manigual, pero disimulaba el propósito con astuta cautela. Enzarzada -polémica, alternativamente oponían sus alarmas los criollos rancheros. -Vista la resolución del compadre, se avinieron en ayudarle con -caballos, peones y plata, pero ello había de ser en el mayor sigilo, -para no condenarse con Tirano Banderas. Dositeo Velasco, que, por más -hacendado, había sido de primeras el menos propicio para aventurarse -en aquellos azares, con el café y la chicha, acabó enardeciéndose y -jurando bravatas contra el Tirano: - ---¡Chingado Banderitas, hemos de poner tus tajadas por los caminos de -la República! - -El café, la chicha y el condumio de tamales provocaba en el coro -revolucionario un humor parejo, y todos respiraron con las mismas -soflamas: Alegres y abullangados, jugaban del vocablo: Melosos y -corteses, salvaban con disculpas las leperadas: Compadritos, se hacían -mamolas de buenas amistades: - ---¡Valedorcito! - ---¡Mi viejo! - ---¡Nos vemos! - ---¡Nos vemos! - -Se arengaban con el último saludo, puestos en las sillas, revolviendo -los caballos, galopando dispersos por el vasto horizonte llanero. - - -II - -El sol de la mañana inundaba las siembras nacidas y las rojas parcelas -recién aradas, espesuras de chaparros y prodigiosos maniguares con los -toros tendidos en el carrero de sombra, despidiendo vaho. La Laguna -de Ticomaipú era, en su cerco de tolderías, un espejo de encendidos -haces. El patrón galopa, en su alegre tordillo, por el borde de una -acequia, y arrea detrás su cuartago el mayoral ranchero. Repiques y -cohetes alegran la cálida mañana. Una romería de canoas, engalanadas -con flámulas, ramajes y reposteros de flores, sube por los canales, con -fiesta de indios. Casi zozobraba la leve flotilla con tantos triunfos -de músicas y bailes: Una tropa cimarrona --caretas de cartón, bandas, -picas, rodelas-- ejecuta la danza de los matachines, bajo los palios de -la canoa capitana: Un tambor y un figle pautan los compases de piruetas -y mudanzas. Aparece a lo lejos la casona del fundo. Sobre el verde de -los oscuros naranjales promueven resplandores de azulejos, terradillos -y azoteas. Con la querencia del potrero, las monturas avivaban la -galopada. El patrón, arrendado en el camino mientras el mayoral corre -la talanquera, se levanta en los estribos para mirar bajo los arcos: -El Coronelito, tumbado en la hamaca, rasguea la guitarra y hace bailar -a los chamacos: Dos mucamas cobrizas, con camisotes descotados, ríen -y bromean tras de la reja cocineril con geranios sardineros. Filomeno -Cuevas caracolea el tordillo, avispándole el anca con la punta del -rebenque: De un bote penetra en el tapiado: - ---¡Bien punteada, mi amigo! Haces tú pendejo a Santos Vega. - ---Tú me ganas... ¿Y qué sucedió? Vas a dejarme capturar, mi viejo. ¿Qué -traes resuelto? - -El patrón, apeado de un salto, entrábase por la arcada, sonoras las -plateras espuelas y el zarape de un hombro colgándole: El recamado alón -del sombrero revestía de sombra el rostro aguileño, de caprinas barbas: - ---Domiciano, voy a darte una provisión de cincuenta bolívares, un -guía y un caballo, para que tomes vuelo. Enantes, con la mosca de -tus macanas, te hablé de remontarnos juntos. Mero, mero, he mudado de -pensamiento. Los cincuenta bolívares te serán entregados al pisar las -líneas revolucionarias. Irás sin armas, y el guía lleva la orden de -tronarte si le infundes la menor sospecha. Te recomiendo, mi viejo, que -no lo divulgues, porque es una orden secreta. - -El Coronelito se incorporó calmoso, apagando con la mano un lamento de -la guitarra. - ---¡Filomeno, deja la chuela! Harto sabes, hermano, que mi dignidad -no me permite suscribir esa capitulación denigrante. ¡Filomeno, no -esperaba ese trato! ¡De amigo, te has vuelto Cancerbero! - -Filomeno Cuevas, con garbosa cachaza, tiró en el jinocal zarape y -jarano: Luego sacó del calzón el majo pañuelo de seda y se enjugó la -frente, encendida y blanca entre mechones endrinos y tuestes de la cara: - ---¡Domiciano, vamos a no chingarla! Tú te avienes con lo que te dan y -no pones condiciones. - -El Coronelito abrió los brazos: - ---¡Filomeno, no late en tu pecho un corazón magnánimo! - -Tenía el pathos chispón de cuatro candiles, la verba sentimental y -heroica de los pagos tropicales. El patrón, sin dejar el chanceo, fue a -tenderse en la hamaca, y requirió la guitarra, templando: - ---¡Domiciano, voy a salvarte la vida! Aún fijamente no estoy convencido -de que la tengas en riesgo, y tomo mis precauciones: Si eres un espía, -ten por seguro que la vida te cuesta. Chino Viejo te pondrá salvo -en el campamento insurrecto, y allí verán lo que hacen de tu cuera. -Precisamente me urgía mandar un mensaje para aquella banda, y tú lo -llevarás con Chino Viejo. Pensaba que fueses corneta a mis órdenes, -pero las bolas han rodado contrariamente. - -El Coronelito se finchó con alarde de Marte: - ---Filomeno, me reconozco tu prisionero y no me rebajo a discutir -condiciones. Mi vida te pertenece, puedes tomarla si te causa molestia. -¡Enseñas buen ejemplo de hospitalidad a estos chamacos! Niños, no se -remonten: Vengan ustedes acá un rato y aprendan cómo se recibe al amigo -que llega sin recursos, buscando un refugio para que no lo truene el -Tirano. - -La tropa menuda hacía corro, los ingenuos ojos asustados con atento y -suspenso mirar. De pronto, la más mediana, que abría la rueda pomposa -de su faldellín entre dos grandotes atónitos, se alzó con lloros, -penetrando en el drama del Coronelito. Salió, acuciosa, la abuela, -una vieja de sangre italiana, renegrida, blanco el moñete, los ojos -carbones y el naso dantesco: - ---¿Cosa c’é, amore? - -El Coronelito ya tenía requerido a la niña, y refregándole las barbas, -la besaba: Erguíase rotundo, levantando a la llorosa en brazos, movida -la glotona figura con un escorzo tan desmesurado, que casi parodiaba -la gula de Saturno. Forcejea y acendra su lloro la niña por escaparse, -y la abuela se encrespa sobre el cortinillo japonés, con el rebozo mal -terciado. El Coronelito la rejonea con humor alcohólico. - ---¡No se acalore, mi viejita, que es nocivo para el bazo! - ---¡Ni me asustés vos a la bambina, mal tragediante! - ---Filomeno, corresponde con tu mamá política y explícale la ocurrencia: -La lección que recibes de tus vástagos, el ejemplo de este ángel. ¡No -te rajes y satisface a tu mamá! ¡Ten el valor de tus acciones! - - -III - -Acompasan con unánime coro los cinco chamacos. El Coronelito, en medio, -abierto de brazos y zancas, desconcierta con una mueca el mascarón -de la cara y ornea un sollozo, los fuelles del pecho inflando y -desinflando: - ---¡Tiernos capullos, estáis dando ejemplo de civismo a vuestros -progenitores! Niños, no olvidéis esta lección fundamental, cuando -os corresponda actuar en la vida. ¡Filomeno, estos tiernos vástagos -te acusarán, como un remordimiento, por la mala producción que has -tenido a mí referente! ¡Domiciano de la Gándara, un amigo entrañable, -no ha despertado el menor eco en tu corazón! Esperaba verse acogido -fraternalmente, y recibe peor trato que un prisionero de guerra. Ni se -le autorizan las armas, ni la palabra de honor le garanta. ¡Filomeno, -te portas con tu hermano chingadamente! - -El patrón, sin dejar de templar, con un gesto indicaba a la suegra que -se llevase a los chamacos. La vieja italiana, arrecaudó el hatillo y lo -metió por la puerta. Filomeno Cuevas cruzó las manos sobre los trastes, -agudos los ojos, y en el morado de la boca, una sonrisa recalmada: - ---Domiciano, te estás demorando no haciéndote orador parlamentario. -Cosecharías muchos aplausos. Yo lamento no tener bastante cabeza para -apreciar tu mérito, y mantengo todas las condiciones de mi ultimátum. - -Un indio ensabanado y greñudo, el rostro en la sombra alona de la -chupalla, se llegó al patrón, hablándole en voz baja. Filomeno llamó al -Coronelito: - ---¡Estamos fregados! Tenemos tropas federales por los rumbos del rancho. - -Escupió el Coronelito, torcida sobre el hombro la cara: - ---Me entregas, y te pones a bien con Banderitas. ¡Filomeno, te has -deshonrado! - ---¡No me chingues! Harto sabes que nunca me rajé para servir a un -amigo. Y de mis prevenciones es justificativo el favor que gozabas con -el Tirano. No más, ahora, visto el chance, la cabeza me juego si no te -salvo. - ---Dame una provisión de pesos y un caballo. - ---Ni pensar en tomar vuelo. - ---Véame yo en campo abierto y bien montado. - ---Estarás aquí hasta la noche. - ---¡No me niegues el caballo! - ---Te lo niego porque hago mérito de salvarte. Hasta la noche vas a -sumirte en un chiquero, donde no te descubrirá ni el Diablo. - -Tiraba del Coronelito y le metía en la penumbra del zaguán. - - -IV - -Por la arcada deslizábase otro indio, que traspasó el umbral de la -puerta santiguándose. Llegó al patrón, sutil y cauto, con pisadas -descalzas: - ---Hay leva. Poco faltó para que me laceasen. Merito el tambor está -tocando en el Campo de la Iglesia. - -Sonrió el ranchero, golpeando el hombro del compadre: - ---Por sí, por no, voy a enchiquerarte. - - - - -LIBRO SEXTO - -LA MANGANA - - -I - -Zacarías el Cruzado, luego de atracar el esquife en una maraña de -bejucos, se alzó sobre la barca, avizorando el chozo. La llanura de -esteros y médanos, cruzada de acequias y aleteos de aves acuáticas, -dilatábase con encendidas manchas de toros y caballadas, entre prados -y cañerlas. La cúpula del cielo recogía los ecos de la vida campañera -en su vasto y sonoro silencio. En la turquesa del día orfeonaban su -gruñido los marranos. Lloraba un perro, muy lastimero. Zacarías, -sobresaltado, le llamó con un silbido. Acudió el perro zozobrante, -bebiendo los vientos, sacudido con humana congoja: Levantado de manos -sobre el pecho del indio, hociquea lastimero y le prende del camisote, -sacándole fuera del esquife. El Cruzado monta el pistolón y camina -con sombrío recelo: Pasa ante el chozo abierto y mudo: Penetra en la -ciénaga: El perro le insta, sacudidas las orejas, el hocico al viento, -con desolado tumulto, estremecida la pelambre, lastimero el resuello: -Zacarías le va en seguimiento. Gruñen los marranos en el cenagal. Se -asustan las gallinas al amparo del maguey culebrón. El negro vuelo -de zopilotes que abate las alas sobre la pecina se remonta, asaltado -del perro. Zacarías llega: Horrorizado y torvo, levanta un despojo -sangriento. ¡Era cuanto encontraba de su chamaco! Los cerdos habían -devorado la cara y las manos del niño: Los zopilotes le habían sacado -el corazón del pecho. El indio se volvió al chozo: Encerró en un saco -aquellos restos, y con ellos a los pies, sentado a la puerta, se puso a -cavilar. De tan quieto, las moscas le cubrían y los lagartos tomaban el -sol a su vera. - - -II - -Zacarías se alzó con oscuro agüero: Fue al metate, volteó la piedra, -y descubrió un leve brillo de metales. La papeleta del empeño, en -cuatro dobleces, estaba debajo. Zacarías, sin mudar el gesto de su -máscara indiana, contó las nueve monedas, se guardó la plata en el -cinto y deletreó el papel: “Quintín Pereda. Préstamos. Compra-venta.” -Zacarías volvió al umbral, se puso el saco al hombro y tomó el rumbo -de la ciudad: A su arrimo, el perro doblaba rabo y cabeza. Zacarías, -por una calle de casas chatas, con azoteas y arrequives de colorines, -se metió en los ruidos y luces de la feria: Llegó a un tabladillo de -azares, y en el juego del parar apuntó las nueve monedas: Doblando la -puesta, ganó tres veces: Le azotó un pensamiento absurdo, otro agüero, -un agüero macabro: ¡El costal en el hombro le daba la suerte! Se fue, -seguido del perro, y entró en un bochinche: Allí se estuvo, con el saco -a los pies, bebiendo aguardiente. En una mesa cercana comía la pareja -del ciego y la chicuela. Entraba y salía gente, rotos y chinitas, -indios camperos, viejas que venían por el centavo de cominos para los -cocoles. Zacarías pidió un guiso de guajolote, y en su plato hizo -parte al perro: Luego tornó a beber, con la chupalla sobre la cara: -Trascendía, con helada consciencia, que aquellos despojos le aseguraban -de riesgo: Presumía que le buscaban para prenderle, y no le turbaba el -menor recelo, una seguridad cruel le enfriaba: Se puso el costal en el -hombro, y con el pie levantó al perro: - ---¡Porfirio, visitaremos al gachupín! - - -III - -Se detuvo y volvió a sentarse, avizorado por el cuchicheo de la pareja -lechuza: - ---¿No alargará su plazo el Señor Peredita? - ---¡Poco hay que esperar, mi viejo! - ---Sin el enojo con la chinita hubiera estado más contemplativo. - -Zacarías, con la chupalla sobre la cara y el costal en las rodillas, -amusgaba la oreja. El ciego se había sacado del bolsillo un cartapacio -de papelotes y registraba entre ellos, como si tuviese vista en el luto -de las uñas: - ---Vuelve a leerme las condiciones del contrato. Alguna cláusula habrá -que nos favorezca. - -Alargábale a la chamaca una hoja con escrituras y sellos: - ---¡Taitita, cómo soñamos! El gachupín nos tiene puesto el dogal. - ---Repasa el contrato. - ---De memoria me lo sé. ¡Perdidos, mi viejo, como no hallemos modo de -ponernos al corriente! - ---¿A cuánto sube el devengo? - ---Siete pesos. - ---¡Qué tiempos tan contrarios! ¡Otras ferias siete pesos no suponían -ni tlaco! ¡La recaudación de una noche como la de ayer superaba esa -cantidad por lo menos tres veces! - ---¡Yo todos los tiempos que recuerdo son iguales! - ---Tú eres muy niña. - ---Ya seré vieja. - ---¿No te parece que insistamos con un ruego al Señor Peredita? -¡Acaso exponiéndole nuestros propósitos de que tú cantes lueguito en -conciertos!... ¿No te parece bien volver a verle? - ---¡Volvamos! - ---Lo dices sin esperanza. - ---Porque no la tengo. - ---¡Hija mía, no me das ningún consuelo! ¡El Señor Peredita también -tendrá corazón! - ---¡Es gachupín! - ---Entre los gachupines hay hombres de conciencia. - ---El Señor Peredita nos apretará el dogal, sin compasión. ¡Es muy ruin! - ---Reconoce que otras veces ha sido más deferente... Pero estaba muy -tomado de cólera con aquella chinita, y no debía fallarle razón cuando -la pusieron a la sombra. - ---¡Otra que paga culpas de Domiciano! - - -IV - -Zacarías se movió hacia la mustia pareja. El ciego, cerciorado de que -la niña no leía el papel, lo guardaba en el cartapacio de hule negro. -La cara del lechuzo tenía un gesto lacio, de cansina resignación. La -niña le alargaba su plato al perro de Zacarías. Insistió Velones: - ---¡Domiciano nos ha fregado! Sin Domiciano, Taracena estaría regentando -su negocio y podría habernos adelantado la plata, o salido garante. - ---Si no lo rehusaba. - ---¡Ay, hija, déjame un rajito de esperanza! Si me lo autorizases, -pediría una botella de chicha. ¡No me decepciones! La llevaremos a casa -y me inspiraré para terminar el vals que dedico a Generalito Banderas. - ---¡Taitita, querés vos poneros trompeto! - ---Hija, necesito consolarme. - -Zacarías levantó su botella y llenó los vasos de la niña y el ciego: - ---Jalate no más. La cabrona vida solo así se sobrelleva. ¿Qué se pasó -con la chinita? ¿Fue denunciada? - ---¡Qué chance! - ---¿Y la denuncia la hizo el gachupín chingado? - ---Para no comprometerse. - ---¡Está bueno! Al Señor Peredita dejátelo vos de mi mano. - -Cargó el saco y se caminó, con el perro a la vera, el alón de la -chupalla sobre la cara. - - -V - -El Cruzado se fue despacio, enhebrándose por la rueda de charros -y boyeros que, sin apearse de las monturas, bebían a la puerta -del bochinche: Inmóvil el gesto de su máscara verdina, huraño y -entenebrecido, con taladro doloroso en las sienes, metiose en las -grescas y voces del real, que juntaba la feria de caballos. Cedros y -palmas servían de apoyo a los tabanques de jaeces, facones y chamantos. -Se acercó a una vereda ancha y polvorienta, con carros tolderos y -meriendas: Jarochos jinetes lucían sus monturas en alardosas carreras, -terciaban apuestas, se mentían al procuro de engañarse en los tratos. -Zacarías, con los pies en el polvo, al arrimo de un cedro, calaba los -ojos sobre el ruano que corría un viejo jarocho. Tentándose el cinto de -las ganancias, hizo seña al campero: - ---¿Se vende el guaco? - ---Se vende. - ---¿En cuánto lo ponés, amigo? - ---Por muy bajo de su mérito. - ---¡Sin macanas! ¿Querés vos cincuenta bolivianos? - ---Por cada herradura. - -Insistió Zacarías con obstinada canturía: - ---Cincuenta bolivianos, si querés venderlo. - ---¡No es pagarlo, amigo! - ---Me estoy en lo hablado. - -Zacarías no mudaba de voz ni de gesto: Con la insistencia monótona de -la gota de agua, reiteraba su oferta. El jarocho revolvió la montura, -haciendo lucidas corvetas: - ---¡Se gobierna con un torzal! Mirale la boca y verés vos que no está -cerrado. - -Repitió Zacarías con su opaca canturía: - ---No más me conviene en cincuenta bolivianos. Sesenta con el aparejo. - -El jarocho se doblaba sobre el arzón sosegando al caballo con palmadas -en el cuello. Compadreó: - ---Setenta bolivianos, amigo, y de mi cuenta las copas. - ---Sesenta con la silla puesta, y me dejás la reata y las espuelas. - -Animose el campero, buscando avenencia: - ---¡Sesenta y cinco! ¡Y te llevas, manís, una alhaja! - -Zacarías posó el saco a los pies, se desató el cinto y, sentado en la -sombra del cedro, contó la plata sobre una punta del poncho. Nubes de -moscas ennegrecían el saco, manchado y viscoso de sangre. El perro, con -gesto legañoso, husmeaba en torno del caballo. Desmontó el jarocho. -Zacarías ató la plata en la punta del poncho y, demorándose para -cerrar el ajuste, reconoció los corvejones y la boca del guaco: Puesto -en silla cabalgó probándolo en cortas carreras, obligándole de la -brida con brusco arriende, como cuando se tira al toro la mangana. El -jarocho, en la linde de la polvorienta estrada, atendía al escaramuz, -sobre las cejas la visera de la mano. Zacarías se acercó, atemperando -la cabalgada: - ---Me cumple. - ---¡Una alhaja! - -Zacarías desató la punta del poncho, y en la palma del campero, moneda -a moneda, contó la plata: - ---¡Amigo, nos vemos! - ---¿No vos caminarés mero mero sin mojar el trato? - ---Mero mero, amigo. Me urge no dilatarme. - ---¡Vaya chance! - ---Tengo que restituirme a mi pago. Queda en palabra que trincaremos en -otra ocasión. ¡Nos vemos, amigo! - ---¡Nos vemos! Compadrito, cuidame vos del ruano. - -El real de la feria tenía una luminosa palpitación cromática. Por -los crepusculares caminos de tierra roja ondulaban recuas de llamas, -piños vacunos, tropas de jinetes con el sol poniente en los sombreros -bordados de plata. Zacarías se salió del tumulto, espoleando, y se -metió por Arquillo de Madres. - - -VI - -Zacarías el Cruzado se encubría con el alón de la chupalla: Una torva -resolución le asombraba el alma, un pensamiento solitario, insistente, -inseparable de aquel taladro dolorido que le hendía las sienes. -Y formulaba mentalmente su pensamiento, desdoblándolo con pueril -paralelismo: - ---¡Señor Peredita, corrés de mi cargo! ¡Corrés de mi cargo, Señor -Peredita! - -Cuando pasaba ante alguna iglesia se santiguaba. Los tutilimundis -encendían sus candilejas, y frente a una barraca de fieras sintió -estremecerse los flancos de la montura: El tigre, con venteo de carne -y de sangre, le rugía levantado tras los barrotes de la jaula, la -enfurecida cabeza asomada por los hierros, los ojos en lumbre, la cola -azotante: El Cruzado, advertido, puso espuelas para ganar distancia: -Sobre la fúnebre carga que sostenía en el arzón, había dejado caer -el poncho. El Cruzado se aletargaba en la insistencia monótona de su -pensamiento, desdoblándolo con obstinación mareante, acompasado por el -latido neurálgico de las sienes, sujeto a su ritmo de lanzadera: - ---¡Señor Peredita, corrés de mi cargo! ¡Corrés de mi cargo, Señor -Peredita! - -Las calles tenían un cromático dinamismo de pregones, guitarros, -faroles, gallardetes. En el marasmo caliginoso, adormecido de músicas, -acohetaban repentes de gritos, súbitas espantadas y tumultos. El -Cruzado esquivaba aquellos parajes de mitotes y pleitos. Ondulaba -bajo los faroles de colores la plebe cobriza, abierta en regueros, -remansada frente a bochinches y pulperías. Las figuras se unificaban en -una síntesis expresiva y monótona, enervadas en la crueldad cromática -de las baratijas fulleras. Los bailes, las músicas, las cuerdas de -farolillos, tenían una exasperación absurda, un enrabiamiento de -quimera alucinante. Zacarías, abismado en rencorosa y taciturna -tiniebla, sentía los aleteos del pensamiento, insistente, monótono, -trasmudando su pueril paralelismo: - ---¡Señor Peredita, corrés de mi cargo! ¡Corrés de mi cargo, Señor -Peredita! - - -VII - -Iluminaba la calle un farol con el rótulo de la tienda en los vidrios: -“Empeñitos de Don Quintín”. El tercer vidrio estaba rajado, y no -podía leerse. Las percalinas rojas y gualdas de la bandera española -decoraban la puerta: “Empeñitos de Don Quintín”. Dentro, una lámpara -con enagüillas verdes alumbraba el mostrador. El empeñista acariciaba -su gato, un maltés vejete y rubiales, que trascendía el absurdo de -parecerse a su dueño. El gato y el empeñista miraron a la puerta, -desdoblando el mismo gesto de alarma. El gato, arqueándose sobre -las rodillas del gachupín, posaba el terciopelo de sus guantes en -dos simétricos remiendos de tela nueva. El Señor Peredita llevaba -manguitos, tenía la pluma en la oreja y sobre la misma querencia el -seboso gorrete, que años pasados la niña bordó en el colegio: - ---¡Buenas noches, patrón! - -Zacarías el Cruzado --poncho y chupalla, botas de potro y espuelas--, -encorvándose sobre el borrén, adelantaba por la puerta medio caballo. -El honrado gachupín le miró con cicatera suspicacia: - ---¿Qué se ofrece? - ---Una palabrita. - ---Ata el guaco en la puerta. - ---No tiene doma, patrón. - -El Señor Peredita pasó fuera del mostrador. - ---¡Veamos qué conveniencia traes! - ---¡Conocernos, patrón! Es usted muy notorio por mis pagos. ¡Conocernos! -Solo a ese negocio he acudido a la feria, Señor Peredita. - ---Tú has jalado más de la cuenta y es una sinvergüenzada venir a faltar -a un hombre provecto. Camínate no más, antes que con una voz llame al -vigilante. - ---Señor Peredita, no se sobresalte. Tengo que recobrar una alhajita. - ---¿Traes el comprobante? - ---¡Véalo no más! - -El Cruzado, metiendo la montura en el portal, ponía sobre el mostrador -el saco manchado y mojado de sangre. Se espantó el gachupín: - ---¡Estás briago! Jaláis más de la cuenta, y luego venís a faltar en los -establecimientos. Toma el saquete y camínate, luego, luego. - -El Cruzado casi tocaba en la viguería con la cabeza: Le quedaba en -sombra la figura desde el pecho a la cara, en tanto que las manos y el -borrén de la silla destacaban bajo la luz del mostrador: - ---¿Señor Peredita, pues no habés pedido el comprobante? - ---¡No me friegues! - ---Abra usted el saco. - ---Camínate y déjame de tus macanas. - -El Cruzado fraseó con torva insistencia, apagada la voz en un silo de -cólera mansa: - ---Patrón, usted abre no más, y se entera. - ---Poco me importa. Chivo o marrano, con tu pan te lo comas. - -El gachupín se encogió viendo caérsele encima la sombra del Cruzado. - ---¡Señor Peredita, buscás abrir el saco con los dientes! - ---Roto, no me traigas un pleito de gaucho malo. Si deseas algún -servicio de mi parte, vuelves cuando te halles más despejado. - ---Patrón, mero mero liquidamos. ¿Recordás de la chinita que dejó una -tumbaga en nueve bolivianos? - -El honrado gachupín se aleló, capcioso: - ---No recuerdo. Tendría que repasar los libros. ¿Nueve bolivianos? No -valdría más. Las tasas de mi establecimiento son las más altas. - ---¡Quier decirse que aún los hay más ladrones! Pero no he venido sobre -ese tanto. Usted, patrón, ha presentado denuncia contra la chinita. - -Gritó el gachupín con guiño perlático: - ---¡No puedo recordar todas las operaciones! ¡Vete no más! ¡Vuelve -cuando te halles fresco! ¡Se verá si puede mejorarse la tasa! - ---Este asunto lo ultimamos luego luego. Patroncito, habés denunciado a -la chinita y vamos a explicarnos. - ---Vuelve cuando estés menos briago. - ---Patroncito, somos mortales, y a lo pior tenés la vida menos segura -que la luz de ese candil. ¿Patroncito, quién ha puesto a la chinita en -la galera? ¿No habés visto el ranchito vacío? ¡Ya lo verés! ¿No habés -abierto el saco? ¡Ándele, Señor Peredita, y no se dilate! - ---Tendrá que ser, pues eres un alcohólico obstinado. - -El honrado gachupín comenzó a desatar el saco: Tenía el viejales un -gesto indiferente. A la verdad, no le importaba que fuese chivo o -marrano lo que guardase. Se transmudó con una espantada al descubrir la -yerta y mordida cabeza del niño: - ---¡Un crimen! ¿Me buscas para la encubierta? ¡Vete y no me traigas mal -tercio! ¡Vete! ¡No diré nada! ¡So chingado, no me comprometas! ¿Qué -puedes ofrecerme? ¡Un puñado de plata! ¡So chingado, un hombre de mi -posición no se compromete por un puñado de plata! - -Habló Zacarías, remansada la voz en abismos de cólera: - ---Ese cuerpo es el de mi chamaco. La denuncia cabrona le puso a la -mamasita en la galera. ¡Me lo han dejado solo para que se lo comiesen -los chanchos! - ---Es absurdo que me vengas a mí con esa factura de cargos. ¡Un -espectáculo horrible! ¡Una desgracia! Quintín Pereda es ajeno a -ese resultado. Te devolveré la tumbaguita. No hago cuenta de los -bolivianos. ¡Quiere decirse que te beneficias con mi plata! Recoge -esos restos. Dales sepultura. Comprendo que, bebiendo, hayas buscado -consolarte. Vete. La tumbaguita pasas mañana a recogerla. Dale -sepultura sagrada a esos restos. - ---¡Don Quintinito cabrón, vas, vos acompañarme! - - -VIII - -El Cruzado, con súbita violencia, rebota la montura, y el lazo de la -reata cae sobre el cuello del espantado gachupín, que se desbarata -abriendo los brazos. Fue un dislocarse atorbellinado de las figuras, al -revolverse del guaco, un desgarre simultáneo. Zacarías, en alborotada -corveta, atropella y se mete por la calle, llevándose a rastras el -cuerpo del gachupín: Lostregan las herraduras y trompica el pelele, -ahorcado al extremo de la reata. El jinete, tendido sobre el borrén, -con las espuelas en los ijares del caballo, sentía en la tensa reata -el tirón del cuerpo que rebota en los guijarros. Y consuela su estoica -tristeza indiana Zacarías el Cruzado. - - - - -LIBRO SÉPTIMO - -NIGROMANCIA - - -I - -Están prontos los caballos para la fuga en el rancho de Ticomaipú. El -Coronelito de la Gándara cena con Niño Filomeno. Sobre los términos -de la colación, manda llamar a sus hijos el ranchero. Niña Laurita, -con reservada tristeza, sale a buscarlos, y acude, brincante, la -muchachada, sin atender a la madre, que asombra el gesto con un dedo en -los labios. El patrón también sentía cubierta su fortaleza con una nube -de duelo: Tenía los ojos en los manteles: No miraba ni a la mujer ni a -los hijos: Recobrándose, levantó la frente con austera entereza. - - -II - -Los chamacos, en el círculo de la lámpara, repentinamente mudos, -sentían el aura de una adivinación telepática: - ---Hijos, he trabajado para dejaros alguna hacienda y quitaros de los -caminos de la pobreza: Yo los he caminado, y no los quisiera para -ustedes. Hasta hoy esta ha sido la directriz de mi vida, y vean cómo -hoy he mudado de pensamiento. Mi padre no me dejó riqueza, pero me -dejó un nombre tan honrado como el primero, y esta herencia quiero yo -dejarles. Espero que ustedes la tendrán en mayor aprecio que todo el -oro del mundo, y si así no fuese, me ocasionarían un gran sonrojo. - -Se oyó el gemido de la niña ranchera: - ---¡Siempre nos dejas, Filomeno! - -El patrón, con el gesto apagó la pregunta. La rueda de sus hijos en -torno de la mesa tenía un brillo emocionado en los ojos, pero no -lloraba: - ---A vuestra mamasita pido que tenga ánimo para escuchar lo que me -falta. He creído hasta hoy que podía ser un buen ciudadano, trabajando -por acrecentarles la hacienda, sin sacrificar cosa ninguna al servicio -de la Patria. Pero hoy me acusa mi conciencia, y no quiero avergonzarme -mañana, ni que ustedes se avergüencen de su padre. - -Sollozó la niña ranchera: - ---¡Desde ya te pasas a la bola revolucionaria! - ---Con este compañero. - -El Coronelito de la Gándara se levantó, alardoso, tendiéndole los -brazos: - ---¡Eres un patricio espartano, y no me rajo! - -Suspiraba la ranchera: - ---¿Y si hallas la muerte, Filomeno? - ---Tú cuidarás de educar a los chamacos y de recordarles que su padre -murió por la Patria. - -La mujer presentía imágenes tumultuosas de la revolución. Muertes, -incendios, suplicios y, remota, como una divinidad implacable, la momia -del Tirano. - - -III - -Ante la reja nocturna, fragante de albahacón, refrenaba su parejeño -Zacarías el Cruzado: Apareciose en súbita galopada, sobresaltando la -nocharniega cadencia campañera: - ---¡Vuelo, vuelo, mi Coronelito! La chinita fue delatada. Ya la pagó el -fregado gachupín. ¡Vuelo, vuelo! - -Zacarías refrenaba el caballo, y la oscura expresión del semblante y el -sofoco de la voz metía, afanoso, por los hierros. En la sala, todas -las figuras se movieron unánimes hacia la reja. Interrogó el Coronelito: - ---¿Pues qué se pasó? - ---La tormentona más negra de mi vida. ¡De estrella pendeja fueron los -brillos de la tumbaguita! ¡Vuelo, vuelo, que traigo perro sobre los -rastros, mi Coronelito! - - -IV - -La niña ranchera abraza al marido, en el fondo de la sala, y lloriquea -la tropa de chamacos encandillándose a la falda de la madre. Hipando su -grito, irrumpe por una puerta la abuela carcamana: - ---¿Perché questa follia? Se il Filomeno trova fortuna nella rivoluzione -potrá diventar un Garibaldi. ¡Non mi spaventar i bambini! - -El Cruzado miraba por los hierros, la figura toda en sombra. El ojo -enorme del caballo recibía por veces una luz en el juego de las -siluetas que accionaban cortando el círculo del candil. Zacarías aún -terciaba sobre la silla el saco con el niño muerto. En la sala, el -grupo familiar rodeaba al patrón. La madre, uno por uno, levantaba a -los hijos, pasándoles a los brazos del padre. Consideró Zacarías, con -dejo apagado: - ---¡Son pidazos del corazón! - - -V - -Chino Viejo acercó los caballos, y los ecos de la galopada rodaron por -la nocturna campaña. Zacarías en el primer sofreno, al meterse por un -vado, apareó su montura con la del Coronelito: - ---¡Se chinga Banderitas! Tenemos un auxiliar muy grande. ¡Aquí va -conmigo! - -El Coronelito le miró, sospechándole borracho: - ---¿Qué dices, manís? - ---La reliquia de mi chamaco. Una carnicería que los chanchos me han -dejado. Va en este alforjín. - -El Coronel le tendió la mano: - ----Me ocasiona un verdadero sentimiento, Zacarías. ¿Y cómo no has dado -sepultura a esos restos? - ---A su hora. - ---No me parece bien. - ---Esta reliquia nos sirve de salvoconducto. - ---¡Es una creencia rutinaria! - ---¡Mi jefecito, que lo cuente el chingado gachupín! - ---¿Qué has hecho? - ---Guindarlo. No pedía menos satisfacción esta carnicería de mi chamaco. - ---Hay que darle sepultura. - ---Cuando estemos a salvo. - ---¡Y parecía muy vivo, el cabroncito! - ---¡Cuanti menos, para su padre! - - - - -QUINTA PARTE - -SANTA MÓNICA - - - - -LIBRO PRIMERO - -BOLETO DE SOMBRA - - -I - -El Fuerte de Santa Mónica, que en las luchas revolucionarias sirvió -tantas veces como prisión de reos políticos, tenía una pavorosa -leyenda de aguas empozoñadas, mazmorras con reptiles, cadenas, garfios -y cepos de tormento. Estas fábulas, que databan de la dominación -española, habían ganado mucho valimiento en la tiranía del General -Santos Banderas. Todas las tardes en el foso del baluarte, cuando las -cornetas tocaban fajina, era pasada por las armas alguna cuerda de -revolucionarios. Se fusilaba sin otro proceso que una orden secreta del -Tirano. - - -II - -Nachito y el estudiante traspasaron la poterna, entre la escolta de -soldados. El Alcaide los acogió sin otro trámite que el parte verbal -depuesto por un sargento, y enviado desde la cantina por el Mayor del -Valle. Al cruzar la poterna, los dos esposados alzaron la cabeza -para hundir una larga mirada en el azul remoto y luminoso del cielo. -El Alcaide de Santa Mónica, Coronel Irineo Castañón, aparece en las -relaciones de aquel tiempo como uno de los más crueles sicarios de la -Tiranía: Era un viejo sanguinario y potroso que fumaba en cachimba y -arrastraba una pata de palo. Con la bragueta desabrochada, jocoso y -cruel, dio entrada a los dos prisioneros: - ---¡Me felicito de recibir a una gente tan seleccionada! - -Nachito acogió el sarcasmo con falsa risa de dientes y quiso explicarse: - ---Se padece una ofuscación, mi Coronelito. - -El Coronel Irineo Castañón vaciaba la cachimba golpeando sobre la pata -de palo: - ---A mí en eso ninguna cosa me va. Los procesos, si hay lugar, los -instruye el Licenciadito Carballeda. Ahora, como aún se trata de una -simple detención, van a tener por suyo todo el recinto murado. - -Agradeció Nachito con otra sonrisa cumplimentera y acabó moqueando: - ---¡Es un puro sonambulismo este fregado! - -El Cabo de Vara, en el sombrizo de la puerta, hacía sonar la pretina de -sus llaves: Era mulato, muy escueto, con automatismo de fantoche: Se -cubría con un chafado kepis francés, llevaba pantalones colorados de -uniforme, y guayabera rabona muy sudada: Los zapatos de charol, viejos -y tilingos, traía picados en los juanetes. El Alcaide le advirtió -jovial: - ---Don Trini, a estos dos flautistas vea de suministrarles boleto de -preferencia. - ---No habrá queja. Si vienen provisorios se les dará luneta de muralla. - -Don Trini, cumplida la fórmula del cacheo, condujo a los presos por un -bovedizo con fusiles en armario: Al final, abrió una reja y los soltó -entre murallas: - ---Pueden pasearse a su gusto. - -Nachito, siempre cumplimentero y servil, rasgó la boca: - ---¡Muchísimas gracias, Don Trini! - -Don Trini, con absoluta indiferencia, batió la reja, haciendo rechinar -cerrojos y llaves: Gritó alejándose: - ---Hay cantina, si algo desean y quieren pagarlo. - - -III - -Nachito, suspirando, leía en el muro los grafitos carcelarios decorados -con fálicos trofeos. Tras de Nachito, el taciturno estudiante liaba -el cigarro: Tenía en los ojos una chispa burlona, y en la boca -prieta, color de moras, un rictus de compasión altanera. Esparcidos y -solitarios paseaban algunos presos. Se oía el hervidero de las olas, -como si estuviesen socavando el cimiento. Las ortigas lozaneaban en los -rincones sombríos, y en la azul transparencia aleteaba una bandada de -zopilotes, pájaros negros. Nachito, finchándose en el pando compás de -las zancas, miró con reproche al estudiante: - ---Ese mutismo es impropio para dar ánimos al compañero, y hasta puede -ser una falta de generosidad. ¿Cómo es su gracia, amigo? - ---Marco Aurelio. - ---¡Marquito, qué será de nosotros! - ---¡Pues, y quién sabe! - ---¡Esto impone! ¡Se oye el farollón de las olas!... Parece que estamos -en un barco. - -El Fuerte de Santa Mónica, castillote teatral con defensas del tiempo -de los virreyes, erguíase sobre los arrecifes de la costa, frente -al vasto mar ecuatorial, caliginoso, de ciclones y calmas. En la -barbacana, algunos morteros antiguos, roídos de lepra por el salitre, -se alineaban moteados con las camisas de los presos tendidas a secar: -Un viejo, sentado sobre el cantil frente al mar inmenso, ponía -remiendos a la frazada de su camastro. En el más erguido baluarte -cazaba lagartijas un gato, y pelotones de soldados hacían ejercicios en -Punta Serpiente. - - -IV - -Hilo de la muralla, la curva espumosa de las olas balanceaba una -ringla de cadáveres. Vientres inflados, livideces tumefactas. Algunos -prisioneros, con grito de motín, trepaban al baluarte. Las olas -mecían los cadáveres ciñéndolos al costado de la muralla, y el cielo -alto, llameante, cobijaba un astroso vuelo de zopilotes, en la cruel -indiferencia de su turquesa. El preso que ponía remiendos en la frazada -de su camastro quebró el hilo, y con la hebra en el bezo murmuró -leperón y sarcástico: - ---¡Los chingados tiburones ya se aburren de tanta carne revolucionaria, -y todavía no se satisface el cabrón Banderas! ¡Puta madre! - -El rostro de cordobán, burilado de arrugas, tenía un gesto estoico: La -rasura de la barba, crecida y cenicienta, daba a su natural adusto un -cierto aire funerario. Nachito y Marco Aurelio caminaron inciertos, -como viajeros extraviados: Nachito, si algún preso cruzaba por su vera, -apartábase solícito y abría paso con una sonrisa amistosa. Llegaron -al baluarte y se asomaron a mirar el mar alegre de luces mañaneras, -nigromántico con la fúnebre ringla balanceándose en las verdosas -espumas de la resaca. Entre los presos que coronaban el baluarte -acrecía la zaloma de motín con airados gestos y erguir de brazos. -Nachito se aleló de espanto: - ---¿Son náufragos? - -El viejo de la frazada le miró despreciándole: - ---Son los compañeros recién ultimados en Foso-Palmitos. - -Interrogó el estudiante: - ---¿No se les enterraba? - ---¡Qué va! Se les tiraba al mar. Pero visto cómo a los tiburones ya les -estomaga la carne revolucionaria, tendrán que darnos tierra a los que -estamos esperando vez. - -Tenía una risa rabiosa y amarga. Nachito cerró los ojos: - ---¿Es de muerte su sentencia, mi viejo? - ---¿Pues conoce otra penalidad más clemente el Tigre de Zamalpoa? ¡De -muerte! ¡Y no me arrugo ni me rajo! ¡Abajo el Tirano! - -Los prisioneros encaramados en el baluarte, hundían las miradas en -los disipados verdes que formaba la resaca entre los contrafuertes -de la muralla. El grupo tenía una frenética palpitación, una brama, -un clamoreo de denuestos. El Doctor Alfredo Sánchez Ocaña, poeta y -libelista, famoso tribuno revolucionario, se encrespó con el brazo -tendido en arenga, bajo la mirada retinta del centinela que paseaba en -la poterna con el fusil terciado: - ---¡Héroes de la libertad! ¡Mártires de la más noble causa! ¡Vuestros -nombres escritos con letras de oro, fulgirán en las páginas de nuestra -Historia! ¡Hermanos, los que van a morir os rinden un saludo, y os -presentan armas! - -Se arrancó el jipi con un gran gesto, y todos le imitaron. El centinela -amartilló el fusil: - ---¡Atrás! No hay orden para demorar en el baluarte. - -Le apostrofó el Doctor Sánchez Ocaña: - ---¡Vil esclavo! - -Una barca tripulada por carabineros de mar, arriando vela, maniobraba -para recoger los cadáveres. Embarcó siete. Y como los prisioneros en -creciente motín no desalojaban el baluarte, salió la guardia y sonaron -cornetas. - - -V - -Nachito, tomado de alferecía, se agarraba al brazo del estudiante: - ---¡Nos hemos fregado! - -El viejo de la manta le miró despacio, el belfo mecido por una risa de -cabrío: - ---No merita tanto atribulo esta vida pendeja. - -Nachito ahiló la voz en el hipo de un sollozo: - ---¡Muy triste morir inocente! ¡Me condenan las apariencias! - -Y el viejo, con burlona mueca de escarnio, seguía martillando: - ---¿No sos revolucionario? Pues sin merecerlo vas vos a tener el fin de -los hombres honrados. - -Nachito, relajándose en una congoja, tendía los ojos suplicantes al -preso, que, con el ceño fruncido y la manta tendida sobre las piernas, -se había puesto a estudiar la geometría de un remiendo. Nachito intentó -congraciarse la voluntad de aquel viejo de cordobán: El azar los reunía -bajo la higuera, en un rincón del patio: - ---Nunca he sido simpatizante con el ideario de la revolución y lo -deploro, comprendo que son ustedes héroes con un puesto en la Historia: -Mártires de la Idea. ¡Sabe, amigo, que habla muy lindo el Doctor -Sánchez Ocaña! - -Hízole coro el estudiante, con sombrío apasionamiento: - ---En el campo revolucionario militan las mejores cabezas de la -República. - -Aduló Nachito: - ---¡Las mejores! - -Y el viejo de la frazada, lentamente, mientras enhebra, desdeñoso y -arisco comentaba: - ---Pues, manifiestamente, para enterarse no hay cosa como visitar Santa -Mónica. A lo que se colige, el chamaco tampoco es revolucionario. - -Declaró Marco Aurelio con firmeza: - ---Y me arrepiento de no haberlo sido, y lo seré, si alguna vez me veo -fuera de estos muros. - -El viejo, anudando la hebra, reía con su risa de cabra: - ---De buenos propósitos está empedrado el Infierno. - -Marco Aurelio miró al viejo conspirador y juzgó tan cuerdas sus -palabras, que no sintió el ultraje: Le sonaban como algo lógico e -irremediable en aquella cárcel de reos políticos, orgullosos de morir. - - -VI - -El tumbo del mar batía la muralla, y el oboe de las olas cantaba el -triunfo de la muerte. Los pájaros negros hacían círculos en el remoto -azul, y sobre el losado del patio se pintaba la sombra fugitiva del -aleteo. Marco Aurelio sentía la humillación de su vivir, arremansado -en la falda materna, absurdo, inconsciente como las actitudes de esos -muñecos olvidados tras de los juegos: Como un oprobio remordíale -su indiferencia política. Aquellos muros, cárcel de exaltados -revolucionarios, le atribulaban y acrecían el sentimiento mezquino de -su vida, infantilizada entre ternuras familiares y estudios pedantes, -con premios en las aulas. Confuso atendía al viejo que entraba y sacaba -la aguja de lezna: - ---¿Venís vos a la sombra por incidencia justificada, o por espiar lo -que se conversa? Eso, amigo, es bueno ponerlo en claro. Recorra las -cuadras y vea si encuentra algún fiador. ¿No dice que es estudiante? -Pues aquí no faltan universitarios. Si quiere tener amigos en esta -mazmorra, busque modo de justificarse. Los revolucionarios platónicos -merecen poca confianza. - -El estudiante había palidecido intensamente. Nachito, con ojos de -perro, imploraba clemencia: - ---A mí también me tenía horrorizado Tirano Banderas: ¡Muy por demás -sanguinario! Pero no era fácil romper la cadena. Yo para volinas no -valgo, y ¿adónde iba que me recibiesen si soy inútil para ganarme -los fríjoles? El Generalito me daba un hueso que roer y se divertía -choteándome. En el fondo parecía apreciarme. ¿Qué está mal, que soy un -pendejo, que aquello era por demás, que tiene sus fueros la dignidad -humana? Corriente. Pero hay que reflexionar lo que es un hombre privado -del albedrío por ley de herencia. ¡Mi papá, un alcohólico! ¡Mi mamá, -con desvarío histérico! El Generalito, a pesar de sus escarnios, se -divertía oyéndome decir jangadas. No me faltaban envidiosos. ¡Y ahora -caer de tan alto! - -Marco Aurelio y el viejo conspirador oían callados y por veces se -miraban. Concluyó el viejo: - ---¡Hay sujetos más ruines que putas! - -Se ahogaba Nachito. - ---¡Todo acabó! El último escarnio supera la raya. Nunca llegó a tanto. -Divertirse fusilando a un desgraciado huérfano, es propio de Nerón. -Marquito, y usted amigo, yo les agradecería que luego me ultimasen. -Sufro demasiado. ¡Qué me vale vivir unas horas, si todo el gusto me lo -mata este chingado sobresalto! Conozco mi fin, tuve un aviso de las -ánimas. Porque en este fregado ilusorio andan las Benditas. Marquito, -dame cachete, indúltame de este suplicio nervioso. Hago renuncia de la -vida por anticipado. Vos, mi viejo, ¿qué hacés que no me sangrás con -esa lezna remendona? Mero mero, pasame las entretelas. Amigos, ¿qué -dicen? Si temen complicaciones, háganme el servicio de consolarme de -alguna manera. - - -VII - -El planto pusilánime y versátil de aquel badulaque aparejaba un -gesto ambiguo de compasión y desdén en la cara funeraria del viejo -conspirador y en la insomne palidez del estudiante. La mengua de aquel -bufón en desgracia tenía cierta solemnidad grotesca como los entierros -de mojiganga con que fina el antruejo. Los zopilotes abatían sus alas -tiñosas sobre la higuera. - - - - -LIBRO SEGUNDO - -EL NÚMERO TRES - - -I - -El calabozo número tres era una cuadra con altas luces enrejadas, -mal oliente de alcohol, sudor y tabaco. Colgaban en calle, a uno y -otro lateral, las hamacas de los presos, reos políticos en su mayor -cuento, sin que faltasen en aquel rancho el ladrón encanecido, ni el -idiota sanguinario, ni el rufo valiente, ni el hipócrita desalmado. -Por hacerles a los políticos más atribulada la cárcel, les befaba con -estas compañías el de la pata de palo, Coronel Irineo Castañón. La -luz polvorienta y alta de las rejas resbalaba por la cal sucia de los -muros, y la expresión macilenta de los encarcelados hallaba una suprema -valoración en aquella luz árida y desolada. El Doctor Sánchez Ocaña, -declamatorio, verboso, con el puño de la camisa fuera de la manga, -el brazo siempre en tribuno arrebato, engolaba elocuentes apóstrofes -contra la tiranía: - ---El funesto fénix del absolutismo colonial, renace de sus cenizas -aventadas a los cuatro vientos, concitando las sombras y los manes -de los augustos libertadores. Augustos, sí, y el ejemplo de sus vidas -debe servirnos de luminar en estas horas, que acaso son las últimas que -nos resta vivir. El mar devuelve a la tierra sus héroes, los voraces -monstruos de las azules minas se muestran más piadosos que el general -Santos Banderas... Nuestros ojos... - -Se interrumpía. Llegaba por el corredor la pata de palo. El alcaide -cruzó fumando en cachimba, y poco a poco extinguiose el alerta de su -paso cojitranco. - - -II - -Un preso, que leía tendido en su hamaca, sacó a luz, de nuevo, el libro -que había ocultado. De la hamaca vecina le interrogó la sombra de Don -Roque Cepeda: - ---¿Siempre con las Evasiones Célebres? - ---Hay que estudiar los clásicos. - ---¡Mucho le intriga esa lectura! ¿Sueña usted con evadirse? - ---Pues quién sabe. - ---¡Ya estaría bueno, podérsela jugar al Coronelito Pata de Palo! - -Cerró el libro con un suspiro el que leía: - ---No hay que pensarlo. Posiblemente a usted y a mí nos fusilan esta -tarde. - -Denegó con ardiente convicción Don Roque: - ---A usted, no sé... Pero yo estoy seguro de ver el triunfo de la -Revolución. Acaso más tarde me cueste la vida. Acaso. Se cumple siempre -el Destino. - ---Indudablemente. ¿Pero usted conoce su Destino? - ---Mi fin no está en Santa Mónica. Tengo encima el medio siglo, aún no -hice nada, he sido un soñador y forzosamente debo regenerarme actuando -en la vida del pueblo, y moriré después de haberle regenerado. - -Hablaba con esa luz fervorosa de los agonizantes, confortados por la fe -de una vida futura, cuando reciben la Eucaristía. Su cabeza tostada de -santo campesino erguíase sobre la almohada como en una resurrección, -y todo el bulto de su figura exprimíase bajo el sabanil como bajo un -sudario. El otro prisionero le miró con amistosa expresión de burla y -duda: - ---¡Quisiera tener su fe, Don Roque! Pero me temo que nos fusilen juntos -en Foso-Palmitos. - ---Mi destino es otro. Y usted déjese de cavilaciones lúgubres y siga -soñando con evadirse. - ---Somos muy opuestos. Usted, pasivamente, espera que una fuerza -desconocida le abra las rejas. Yo hago planes para fugarme y trabajo en -ello sin echar de la imaginación el presentimiento de mi fin próximo. A -lo más hondo esta idea me trabaja, y solamente, por no capitular, sigo -el acecho de una ocasión que no espero. - ---El Destino se vence si para combatirle sabemos reunir nuestras -fuerzas espirituales. En nosotros existen fuerzas latentes, -potencialidades que desconocemos. Para el estado de conciencia en que -usted se halla, yo le recomendaría otra lectura más espiritual que esas -Evasiones Célebres. Voy a procurarle El Sendero Teosófico: Le abrirá -horizontes desconocidos. - ---Recién le platicaba que somos muy opuestos. Las complejidades de sus -autores me dejan frío. Será que no tengo espíritu religioso. Eso debe -ser. Para mí todo acaba en Foso-Palmitos. - ---Pues reconociéndose tan carente de espíritu religioso, usted será -siempre un revolucionario muy mediocre. Hay que considerar la vida como -una simiente sagrada que se nos da para que la hagamos fructificar en -beneficio de todos los hombres. El revolucionario es un vidente. - ---Hasta ahí llego. - ---¿Y de quién recibimos esta existencia que tiene un sentido -determinado? ¿Quién la sella con esa obligación? ¿Podemos impunemente -traicionarla? ¿Concibe usted que no haya una sanción? - ---¿Después de la muerte? - ---Después de la muerte. - ---Esas preguntas, yo me abstengo de resolverlas. - ---Acaso porque no se las formula con bastante ahínco. - ---Acaso. - ---¿Y el enigma, tampoco le anonada? - ---Procuro olvidarlo. - ---¿Y puede? - ---He podido. - ---¿Y al presente? - ---La cárcel siempre es contagiosa... Y si continúa usted platicándome -como lo hace, acabará por hacerme rezar un Credo. - ---Si le enoja dejaré el tema. - ---Don Roque, sus enseñanzas no pueden serme sino muy gratas. Pero entre -flores tan doctas me ha puesto usted un rejón que aún me escuece. ¿Por -qué juzga que mi actuación revolucionaria será siempre mediocre? ¿Qué -relaciones establece usted entre la conciencia religiosa y los ideales -políticos? - ---¡Mi viejo, son la misma cosa! - ---¿La misma cosa? Podrá ser. Yo no lo veo. - ---Hágase usted más meditativo y comprenderá muchas verdades que solo -así le serán reveladas. - ---Cada persona es un mundo, y nosotros dos somos muy diversos. Don -Roque, usted vuela muy remontado, y yo camino por los suelos, pero -el calificativo que me ha puesto de mediocre revolucionario es una -ofuscación que usted padece. La religión es ajena a nuestras luchas -políticas. - ---A ninguno de nuestros actos puede ser ajena la intuición de -eternidad. Solamente los hombres que alumbran todos sus pasos con esa -antorcha logran el culto de la Historia. La intuición de eternidad -trascendida es la conciencia religiosa: Y en nuestro ideario, la piedra -angular, la redención del indio, es un sentimiento fundamentalmente -cristiano. - ---Libertad, Igualdad, Fraternidad, me parece que fueron los tópicos -de la Revolución Francesa. Don Roque, somos muy buenos amigos, pero -sin poder entendernos. ¿No predicó el ateísmo la Revolución Francesa? -Marat, Danton, Robespierre... - ---Espíritus profundamente religiosos, aun cuando lo ignorasen algunas -veces. - ---¡Santa ignorancia! Don Roque, concédame usted esa categoría para -sacarme el rejón que me ha puesto. - ---No me guarde rencor, se la concedo. - -Se dieron la mano, y par a par en las hamacas, quedaron un buen espacio -silenciosos. En el fondo de la cuadra, entre un grupo de prisioneros, -seguía perorando el Doctor Sánchez Ocaña. El gárrulo fluir de tropos -y metáforas resaltaba su frío amaneramiento en el ambiente pesado de -sudor, aguardiente y tabaco del calabozo número tres. - - -III - -Don Roque Cepeda convocaba en torno de su hamaca un grupo atento a -las lecciones de ilusionada esperanza que vertía con apagado murmullo -y clara sonrisa seráfica. Don Roque era profundamente religioso, con -una religión forjada de intuiciones místicas y máximas indostánicas: -Vivía en un pasmo ardiente, y su peregrinación por los caminos del -mundo se le aparecía colmada de obligaciones arcanas, ineludibles como -las órbitas estelares: Adepto de las doctrinas teosóficas, buscaba -en la íntima hondura de su conciencia un enlace con la conciencia -del Universo: La responsabilidad eterna de las acciones humanas le -asombraba con el vasto soplo de un aliento divino. Para Don Roque los -hombres eran ángeles desterrados: Reos de un crimen celeste indultaban -su culpa teologal por los caminos del tiempo, que son los caminos del -mundo. Las humanas vidas con todos sus pasos, con todas sus horas, -promovían resonancias eternas que sellaba la muerte con un círculo de -infinitas responsabilidades. Las almas, al despojarse de la envoltura -terrenal, actuaban su pasado mundano en límpida y hermética visión de -conciencias puras. Y este círculo de eterna contemplación --gozoso o -doloroso--era el fin inmóvil de los destinos humanos, y la redención -del ángel en destierro. La peregrinación por el limo de las formas, -sellaba un número sagrado. Cada vida, la más humilde, era creadora de -un mundo, y al pasar bajo el arco de la muerte, la conciencia cíclica -de esta creación se posesionaba del alma, y el alma, prisionera en -su centro, devenía contemplativa y extática. Don Roque era varón de -muy varias y desconcertantes lecturas, que por el sendero teosófico -lindaban con la cábala, el ocultismo y la filosofía alejandrina. Andaba -sobre los cincuenta años. Las cejas, muy negras, ponían un trazo de -austera energía bajo la frente ancha, pulida calva de santo románico. -El cuerpo mostraba la firme estructura del esqueleto, la fortaleza -dramática del olivo y de la vid. Su predicación revolucionaria tenía -una luz de sendero matinal y sagrado. - - - - -LIBRO TERCERO - -CARCELERAS - - -I - -Bajo la luz de una reja, hacían corro jugando a los naipes hasta ocho o -diez prisioneros. Chucho el Roto tiraba la carta: Era un bigardo famoso -por muchos robos cuatreros, plagios de ricos hacendados, asaltos de -diligencias, crímenes, desacatos, estropicios, majezas, amores y celos -sangrientos. Tiraba despacio: Tenía las manos enjutas, la mejilla con -la cicatriz de un tajo y una mella de tres dientes. En el juego de -albures, hacían rueda presos de muy distinta condición: Apuntaban en -el mismo naipe charros y doctores, guerrilleros y rondines. Nachito -Veguillas estaba presente: Aún no jugaba, pero ponía el ojo en la -pinta y con una mano en el bolso se tanteaba la plata. Vino una sota y -comentó, arrobándose: - ---¡No falla ninguna! - -Volviose y tributó una sonrisa al caviloso jugador vecino, que -permaneció indiferente: Era un espectro vestido con fláccido saco de -dril que le colgaba como de una escarpia. Nachito recaló su atención -a la baraja: Con súbito impulso sacó la mano con un puñado de soles, y -los echó sobre la pulgona frazada que en las cárceles hace las veces -del tapete verde: - ---Van diez soles en el pendejo monarca. - -Advirtió el Roto: - ---Ha doblado. - ---Mata la pinta. - ---¡Va! - -El Roto corrió la puerta y vino de patas el rey de bastos. Nachito, -ilusionado con la ganancia cobró y de lleno metiose en los albures. -Por veces se levantaba un borrascón de voces, disputando algún lance. -Nachito tenía siempre el santo de cara, y viéndole ganar el caviloso -espectro hepático le pagó la remota sonrisa dirigiéndole un gesto -fláccido de mala fortuna. Nachito, con una mirada, le entregó su -atribulado corazón: - ---En nuestra lamentosa situación, ganar o perder no hace diferencia. -Foso-Palmitos a todos iguala. - -El otro denegó con su gesto fláccido y amarillo de vejiga desinflándose: - ---Mientras hay vida, la plata es un factor muy importante. ¡Hay que -considerarlo así! - -Nachito suspiró: - ---¿A un reo de muerte qué consuelo puede darle la plata? - ---Cuando menos, este del juego para poder olvidarse... La plata, hasta -el último momento, es un factor indispensable. - ---¿Su sentencia también es de muerte, hermano? - ---¡Pues y quién sabe! - ---¿No se fusila a todos por igual? - ---¡Pues y quién sabe! - ---Me abre usted un rayo de luz. Voy a meter cincuenta soles en el -entrés. - -Nachito ganó la puesta, y el otro arrugó la cara con su gesto fláccido: - ---¿Y le sopla siempre la misma racha? - ---No me quejo. - ---¿Quiere que hagamos una fragata de cinco soles? Usted la gobierna -como le plazca. - ---Cinco golpes. - ---Como le plazca. - ---Vamos en la sota. - ---¿Le gusta esa carta? - ---Es el juego. - ---Quebrará. - ---Pues en ella vamos. - -El Roto tiraba lentamente, y corrida la pinta para que todos la viesen, -quedábase un momento con la mano en alto. Vino la sota. Nachito cobró, -y repartida en las dos manos la columna de soles, cuchicheó con el -amarillo compadre: - ---¿Qué le decía? - ---¡Parece que las ve! - ---Ahora nos toca en el siete. - ---¿Pues qué juego lleva? - ---Gusto y contragusto. Antes jugué la que me gustaba y ahora -corresponde el siete, que no me incita ni me dice nada. - ---Gusto y contra gusto llama usted a ese juego. ¡Lo desconocía! - ---Mero, mero, acabo de descubrirlo. - ---Ahora perdemos. - ---Mire el siete en puerta. - ---¡En los días de mi vida he visto suerte tan continuada! - ---Vamos al tercer golpe en el caballo. - ---¿Le gusta? - ---Le estoy agradecido. ¡Ya hemos ganado! - ---Debemos repartir. - ---Vamos a darle los cinco golpes. - ---Perdemos. - ---O ganamos. La carta del gusto es el cinco, nos corresponde la del -contragusto. - ---¡Juego chocante! Reserve la mitad, amigo. - ---No reservo nada. Ochenta soles lleva el tres. - ---No sale. - ---Alguna vez debe quebrar. - ---Retírese. - -Chucho el Roto, con un ojo en el naipe, medía la diferencia entre las -dos cartas del albur. Silbó despectivo: - ---Psss... Van igualadas. - -Posando la baraja sobre la manta, se enjugó la frente con un vistoso -pañuelo de seda. Percibiendo a los jugadores atentos, comenzó a tirar -con una mueca de sorna y la cara torcida bajo la cicatriz. Vino el tres -que jugaba Nachito. Palpitó a su lado el espectro: - ---¡Hemos ganado! - -Reclamó Nachito batiendo con los nudillos en la manta: - ---Ciento sesenta soles. - -Chucho el Roto, al pagarle le clavó los ojos, con mofa procaz: - ---Otro menos pendejo, con esa suerte, había desbancado. ¡Ni que un -ángel se las soplase a la oreja! - -Nachito, con gesto de bonachón asentimiento, apilaba el dinero y hacía -sus gracias. - ---¡Cua! ¡Cua! - -Y murmuraba desabrido un titulado Capitán Viguri: - ---¡Siempre la Virgen se le aparece a los pastores! - -Y Nachito, al mismo tiempo tenía en la oreja el soplo del hepático -espectro: - ---Debemos repartir. - -Denegó Nachito con un frunce triste en la boca: - ---Después del quinto golpe. - ---Es una imprudencia. - ---Si perdemos, por otro lado nos vendrá la compensación. ¿Quién sabe? -¡Hasta pudieran no fusilarnos! Si ganamos es que tenemos la contraria -en Foso-Palmitos. - ---Déjese, amigo, de macanas y no tiente la suerte. - ---Vamos con la sota. - ---Es una carta fregada. - ---Pues moriremos en ella. Amigo tallador, ciento sesenta soles en la -sota. - -Respondió el Roto: - ---¡Van! - -Se almibaró Nachito: - ---Muchas gracias. - -Y repuso el tahúr, con su mueca leperona: - ---¡Son las que me cuelgan! - -Volvió la baraja, y apareció la sota en puerta, con lo cual moviose un -murmullo entre los jugadores. Nachito estaba pálido y le temblaban las -manos: - ---Hubiera querido perder esta carta. ¡Ay, amigo, nos tiran la contraria -en Foso-Palmitos! - -Alentó el espectro con expresión mortecina: - ---Por ahora vamos cobrando. - ---Son ciento veintisiete soles por barba. - ---¡La puerta nos ha chingado! - ---Más debió chingarnos. En una situación tan lamentosa, es de muy mal -augurio ganar en el juego. - ---Pues déjele la plata al Roto. - ---No es precisamente la contraria. - ---¿Va usted a seguir jugando? - ---Hasta perder. Solo así podre tranquilizar mi ánimo. - ---Pues yo voy a tomar el aire. Muchas gracias por su ayuda y -reconózcame como un servidor: Bernardino Arias. - -Se alejó. Nachito, con las manos trémulas, apilaba la plata. Le llenaba -de terror angustioso el absurdo de aquel providencialismo maléfico, -que dándole tan obstinada ventura en el juego, le tenía decretada la -muerte. Sentíase bajo el poder de fuerzas invisibles, las advertía en -torno suyo, hostiles y burlonas. Cogió un puñado de dinero y lo puso -a la primera carta que salió. Deseaba ganar y perder. Cerró los ojos -para abrirlos en el mismo instante. Chucho el Roto volvía la baraja, -enseñaba la puerta, corría la pinta. Nachito se afligió. Ganaba otra -vez. Se disculpó con una sonrisa, sintiendo la mirada aviesa del -bandolero tahúr: - ---¡Posiblemente esta tarde voy a ser ultimado! - - -II - -Al otro rumbo del calabozo, algunos prisioneros escuchaban el -relato fluido de eses y eles, que hacía un soldado tuerto: Hablaba -monótonamente, sentado sobre los calcañares, y contaba la derrota de -las tropas revolucionarias en Curopaitito. Echados sobre el suelo, -atendían hasta cinco presos: - ---Pues de aquella, yo aún andaba incorporado a la partida de Doroteo -Rojas. Un servicio perro, sin soltar el fusil, siempre mojados. Y el -día más negro fue el siete de julio: Íbamos atravesando un pantano, -cuando empezó la balasera de los federales: No los habíamos visto -porque tiraban al resguardo de los huisaches que hay a una mano y otra, -y no más salimos de aquel pantano por la Gracia Bendita. Dende que -salimos, les contestamos con fuego muy duro, y nos tiroteamos un chico -rato, y otra vez, jala y jala y jala, por aquellos llanos que no se les -miraba fin... Y un solazo que hacía arder las arenas, y ahí vamos jala -y jala y jala y jala. Escapábamos a paso de coyote, embarrándonos en -la tierra, y los federales se nos venían detrás. Y no más zumbaban las -balas. Y nosotros jala y jala y jala. - -La voz del indio, fluida de eses y eles, se inmovilizaba sobre una -sola nota. El Doctor Atle, famoso orador de la secta revolucionaria -encarcelado desde hacía muchos meses, un hombre joven, la frente -pálida, la cabellera romántica, incorporado en su hamaca, guardaba -extraordinaria atención al relato. De tiempo en tiempo, escribía alguna -cosa en un cuaderno, y tornaba a escuchar. El indio se adormecía en su -monótono sonsonete: - ---Y jala y jala y jala. Todo el día caminamos al trote, hasta que -al meterse el sol divisamos un ranchito quemado, y corrimos para -agazaparnos. Pero no pudo ser. También nos echaron, y fuimos más -adelante y nos agarramos al hocico de una noria. Y ahí está otra vez -la balasera, pero fuerte y tupida como granizo. Y aquí caía una bala y -allá caía otra, y empezó a hervir la tierra. Los federales tenían ganas -de acabarnos, y nos baleaban muy fuerte, y al poco rato no más se oía -el esquitero, y el esquitero y el esquitero, como cuando mi vieja me -tostaba el maíz. El compañero que estaba junto a mí, no más se hacía -para un lado y para otro: Motivado que le dije: No las atorees, manís, -porque es peor. Hasta que le dieron un diablazo en la maceta, y allí -se quedó mirando a las estrellas. Y fuimos al amanecer al pie de una -sierra, donde no había ni agua ni maíz, ni cosa ninguna que comer. - -Calló el indio. Los presos que formaban el grupo seguían fumando sin -hacer ningún comentario al relato, parecía que no hubiesen escuchado. -El Doctor Atle repasaba el cuaderno de sus notas, y con el lápiz sobre -el labio interrogó al soldado: - ---¿Cómo te llamas? - ---Indalecio. - ---¿El apellido? - ---Santana. - ---¿De qué parte eres? - ---Nací en la Hacienda de Chamulpo. Allí nací, pero todavía chamaco, me -trasladaron con una reata de peones a los Llanos de Zamalpoa. Cuando -estalló la bola revolucionaria, desertamos todos los peones de las -minas de un judas gachupín, y nos fuimos con Doroteo. - -El Doctor Atle, aún trazó algunas líneas en su cuaderno, y luego -recostose en la hamaca con los ojos cerrados y el lápiz sobre la boca, -que sellaba un gesto amargo. - - -III - -Conforme adelantaba el día, los rayos del sol, metiéndose por las altas -rejas, sesgaban y triangulaban la cuadra del calabozo. En aquellas -horas, el vaho de tabaco y catinga era de una crasitud pegajosa. Los -más de los presos adormecían en sus hamacas, y al rebullirse alzaban -una nube de moscas, que volvía a posarse apenas el bulto quedaba -inerte. En corros silenciosos otros prisioneros se repartían por los -rumbos del calabozo, buscando los triángulos sin sol. Eran raras las -pláticas, tenues, con un matiz de conformidad para las adversidades de -la fortuna: Las almas presentían el fin de su peregrinación mundana, y -este torturado pensamiento de todas las horas revestíalas de estoica -serenidad. Las raras pláticas tenían un dejo de olvidada sonrisa, luz -humorística de candiles que se apagan faltos de aceite. El pensamiento -de la muerte había puesto en aquellos ojos, vueltos al mundo sobre el -recuerdo de sus vidas pasadas, una visión indulgente y melancólica. La -igualdad en el destino determinaba un igual acento en la diversidad de -rostros y expresiones. Sentíanse alejados en una orilla remota, y la -luz triangulada del calabozo realzaba en un módulo moderno y cubista la -actitud macilenta de las figuras. - - - - -SEXTA PARTE - -ALFAJORES Y VENENOS - - - - -LIBRO PRIMERO - -LECCIÓN DE LOYOLA - - -I - -El indio triste que divierte sus penas corriendo gallos, susurra por -bochinches y conventillos justicias, crueldades, poderes mágicos de -Niño Santos. El Dragón del Señor San Miguelito le descubría el misterio -de las conjuras, le adoctrinaba. ¡Eran compadres! ¡Tenían pacto! -¡Generalito Banderas se proclamaba inmune para las balas por una firma -de Satanás! Ante aquel poder tenebroso, invisible y en vela, la plebe -cobriza revivía un terror teológico, una fatalidad religiosa poblada de -espantos. - - -II - -En San Martín de los Mostenses era el relevo de guardias, y el fámulo -barbero enjabonaba la cara del Tirano. El Mayor del Valle, cuadrado -militarmente, inmovilizábase en la puerta de la recámara. El Tirano, -vuelto de espaldas, había oído el parte sin sorpresa, aparentando -hallarse noticioso: - ---Nuestro Licenciadito Veguillas es un alma cándida. ¡Está bueno el -fregado! Mayor del Valle, merece usted una condecoración. - -Era de mal agüero aquella sorna insidiosa. El Mayor presentía el -enconado rumiar de la boca: Instintivamente cambió una mirada con -los ayudantes, retirados en el fondo, dos lagartijos con brillantes -uniformes, cordones y plumeros. La estancia era una celda grande y -fresca, solada de un rojo polvoriento, con nidos de palomas en la -viguería. Tirano Banderas se volvió con la máscara enjabonada. El -Mayor permanecía en la puerta, cuadrado, con la mano en la sien: Había -querido animarse con cuatro copas para rendir el parte, y sentía -una irrealidad angustiosa: Las figuras, cargadas de enajenamiento, -indecisas, tenían una sensación embotada de irrealidad soñolienta. El -Tirano le miró en silencio, remejiendo la boca: Luego, con un gesto, -indicó al fámulo que continuase haciéndole la rasura. Don Cruz, el -fámulo, era un negro de alambre, amacacado y vejete, con el crespo -vellón griseante: Nacido en la esclavitud, tenía la mirada húmeda y -deprimida de los perros castigados. Con quiebros tilingos se movía en -torno del Tirano: - ---¿Cómo están las navajas, mi jefecito? - ---Para hacerle la barba a un muerto. - ---¡Pues son las inglesas! - ---Don Cruz, eso quiere decir que no están cumplidamente vaciadas. - ---Mi jefecito, el solazo de estas campañas le ha puesto la piel muy -delicada. - -El Mayor se inmovilizaba en el saludo militar. Niño Santos, mirando de -refilón el espejillo que tenía delante, veía proyectarse la puerta y -una parte de la estancia con perspectiva desconcertada: - ---Me aflige que se haya puesto fuera de ley el Coronel de la Gándara. -¡Siento de veras la pérdida del amigo, pues se arruina por su genio -atropellado! Me hubiera sido grato indultarle y la ha fregado nuestro -Licenciadito. Es un sentimental, que no puede ver lástimas, merecedor -de otra condecoración, una cruz pensionada. Mayor del Valle, pase -usted orden de comparecencia para interrogar a esa alma cándida. ¿Y el -chamaco estudiante por qué motivación ha sido preso? - -El Mayor del Valle, cuadrado en el umbral, procuró esclarecerlo: - ---Presenta malos informes, y le complica la ventana abierta. - -La voz tenía una modulación maquinal, desviada del instante, una tónica -opaca. Tirano Banderas remejía la boca: - ---Muy buena observación, visto que usted más tarde había de arrugarse -frente al tejado. ¿De que familia es el chamaco? - ---Hijo del difunto Doctor Rosales. - ---¿Y está suficientemente dilucidada su simpatía con el utopismo -revolucionario? Convendría pedir un informe al Negociado de Policía. -Cumplimente usted esa diligencia, Mayor del Valle. Teniente Morcillo, -usted encárguese de tramitar las órdenes oportunas para la pronta -captura del Coronel Domiciano de la Gándara. El Comandante de la Plaza -que disponga la urgente salida de fuerzas con el objetivo de batir toda -la zona. Hay que operar diligente. Al Coronelito, si hoy no lo cazamos, -mañana lo tenemos en el campo insurrecto. Teniente Valdivia, entérese -si hay mucha caravana para audiencia. - -Terminada la rasura de la barba, el fámulo tilingo le ayudaba a -revestirse el levitón de clérigo. Los ayudantes, con ritmo de autómatas -alemanes, habían girado, marcando la media vuelta, y salían por lados -opuestos, recogiéndose los sables, sonoras las espuelas: - ---¡Chac! ¡Chac! - -El Tirano, con el sol en la calavera, fisgaba por los vidrios de la -ventana. Sonaban las cornetas, y en la campa barcina, ante la puerta -del convento, una escolta de dragones revolvía los caballos en torno -del arqueológico landó, con atalaje de mulas, que usaba para las -visitas de ceremonia Niño Santos. - - -III - -Con su paso menudo de rata fisgona, asolapándose el levitón de clérigo, -salió al locutorio de audiencias Tirano Banderas: - ---¡Salutem plurimam! - -Doña Rosita Pintado, caído el rebozo, con dramática escuela, se arrojó -a las plantas del Tirano: - ---¡Generalito, no es justicia lo que se hace con mi chamaco! - -Avinagró el gesto la momia indiana: - ---Alce Doña Rosita, no es un tablado de comedia la audiencia del Primer -Magistrado de la Nación. Exponga su pleito con comedimiento. ¿Qué le -sucede al hijo del lamentado Doctor Rosales? ¡Aquel conspicuo patricio -hoy nos sería un auxiliar muy valioso para el sostenimiento del orden! -¡Doña Rosita, exponga su pleito! - ---¡Generalito, esta mañana se me llevaron preso al chamaco! - ---Doña Rosita, explíqueme las circunstancias de ese arresto. - ---El Mayor del Valle venía sobre los pasos de un fugado. - ---¿Usted le había dado acogimiento? - ---¡Ni lo menos! Por lo que entendí, era su compadre Domiciano. - ---¡Mi compadre Domiciano! ¿Doña Rosita, no querrá decir el Coronel -Domiciano de la Gándara? - ---¡Me tiraniza pidiéndome tan justa gramática! - ---El Primer Magistrado de un pueblo no tiene compadres, Doña Rosita. ¿Y -cómo en horas tan intempestivas la visita del Coronel de la Gándara? - ---¡Un centellón, no más, mi Generalito! Entró de la calle y salió por -la ventana sin explicarse. - ---¿Y a qué obedece haber elegido la casa de usted, Doña Rosita? - ---Mi Generalito, ¿y a qué obedece el sino que rige la vida? - ---Acorde con esa doctrina, espere el sino del chamaco, que nada podrá -sucederle fuera de esa ley natural. Mi Señora Doña Rosita, me deja muy -obligado. Me ha sido de una especial complacencia volver a verla y -memorizar tiempos antiguos, cuando la festejaba el lamentado Laurencio -Rosales. ¡Veo siempre en usted aquella cabalgadora del Ranchito de -Talapachi! Váyase muy consolada, que contra el sino de cada cual no -hay poder suficiente para modificarlo, en lo limitado de nuestras -voluntades. - ---¡Generalito, no me hablés encubierto! - ---Fíjese no más: El Coronel de la Gándara, hurtándose a la ley por una -ventana, tramita todas las incidencias de este pleito, y en modo alguno -podemos ya sustraernos a la actuación que nos deja pendiente. Mi Señora -Doña Rosita, convengamos que nuestra condición en el mundo es la de -niños rebeldes que caminasen con las manos atadas bajo el rebencazo -de los acontecimientos. ¿Por qué eligió la casa de usted el Coronel -Domiciano de la Gándara? Doña Rosita, excúseme que no pueda dilatar la -audiencia, pero lleve mis seguridades de que se proveerá en justicia. -¡Y en últimas resultas, siempre será el sino de las criaturas quien -sentencie el pleito! ¡Nos vemos! - -Se apartó hecho un rígido espeto, y con austera seña de la mano llamó -al ayudante cuadrado en la puerta: - ---Se dan por finalizadas las audiencias. Vamos a Santa Mónica. - - -IV - -La llama del sol encendía con destellos el arduo tenderete de azoteas, -encastillado sobre la curva del Puerto. El vasto mar ecuatorial, -caliginoso de tormentas y calmas, se inmovilizaba en llanuras de luz, -desde los muelles al confín remoto. Los muros de reductos y hornabaques -destacaban su ruda geometría castrense, como buldogs trascendidos a -expresión matemática. Una charanga, brillante y ramplona, divertía -al vulgo municipal en el kiosco de la Plaza de Armas. En la muda -desolación del cielo, abismado en el martirio de la luz, era como una -injuria la metálica estridencia. La pelazón de indios ensabanados, -arrendándose a las aceras y porches, o encumbrada por escalerillas de -iglesias y conventos, saludaba con una genuflexión el paso del Tirano. -Tuvo un gesto humorístico la momia enlevitada: - ---¡Chac! ¡Chac! ¡Tan humildes en la apariencia, y son ingobernables! -No está mal el razonamiento de los científicos, cuando nos dicen -que la originaria organización comunal del indígena se ha visto -fregada por el individualismo español, raíz de nuestro caudillaje. -El caudillaje criollo, la indiferencia del indígena, la crápula del -mestizo y la teocracia colonial son los tópicos con que nos denigran el -industrialismo yanqui y las monas de la diplomacia europea. Su negocio -está en hacerle la capa a los bucaneros de la revolución, para arruinar -nuestros valores y alzarse concesionarios de minas, ferrocarriles y -aduanas... ¡Vamos a pelearles el gallo sacando de la prisión con todos -los honores al futuro Presidente de la República! - -El Generalito rasgaba la boca con falsos teclados. Asentían con militar -tiesura los ayudantes. La escolta dragona, imperativa de brillos y -sones marciales, rodeaba el landó. Apartábanse las plebes al temor de -ser atropelladas, y repentinos espacios desiertos silenciaban la calle. -En el borde de la acera, el indio de sabanil y chupalla, greñudo y -genuflexo, saludaba con religiosas cruces. Se entusiasmaban con vítores -y palmas los billaristas asomados a la balconada del Casino Español. -La momia enlevitada respondía con cuáquera dignidad, alzándose la -chistera, y con el saludo militar los ayudantes. - - -V - -El Fuerte de Santa Mónica descollaba el dramón de su arquitectura en el -luminoso ribazo marino. Formaba el retén en la poterna. El Tirano no -movió una sola arruga de su máscara indiana para responder al saludo -del Coronel Irineo Castañón --Pata de Palo--. Inmovilizábase en un -gesto de duras aristas, como los ídolos tallados en obsidiana: - ---¿Qué calabozo ocupa Don Roque Cepeda? - ---El número 3. - ---¿Han sido tratados con toda la consideración que merecen tan ilustre -patricio y sus compañeros? El antagonismo político dentro de la -vigencia legal, merece todos los respetos del Poder Público. El rigor -de las leyes ha de ser aplicado a los insurgentes en armas. Aténgase a -estas instrucciones en lo sucesivo, vamos a vernos con el candidato de -las oposiciones para la Presidencia de la República. Coronel Castañón, -rompa marcha. - -El Coronel giró con la mano en la visera, y su remo de palo, con tieso -destaque, trazó la media vuelta en el aire: Puesto en marcha, al -tilingo de las llaves en pretina advirtió con marciales escandidos: - ---Don Trinidad, vos nos precedés. - -Corrió Don Trino con morisquetas quebradas por los juanetes. Rechinaron -cerrojos y gonces. Abierta la ferrona cancela, renovó el trote con -sones y compases del pretino llavero: Bailarín de alambre, relamía -gambetas sobre el lujo chafado de los charoles. El Coronel Irineo -Castañón, al frente de la comitiva, marcaba el paso. ¡Tac! ¡Tac! Por -bovedizos y galerías, apostillaba un eco el ritmo cojitranco de la pata -de palo: ¡Tac! ¡Tac! El Tirano, raposo y clerical, arrugaba la boca -entre sus ayudantes lagartijeros. Echó los bofes el Coronel Alcaide: - ---¡Calabozo número 3! - -Tirano Banderas, en el umbral, saludó, quitándose el sombrero, tendidos -los ojos para descubrir a Don Roque. Todo aquel mundo carcelario -estaba vuelto a la puerta, inmovilizado en muda zozobra. El Tirano -acostumbrada la vista a la media luz del calabozo, penetró por la -doble hilera de hamacas. Extremando su rancia ceremonia, señalaba un -deferente saludo al corro centrado por Don Roque Cepeda: - ---Mi Señor Don Roque, recién me entero de su detención en el -fuerte. ¡Lo he deplorado! Hágame el honor de considerarme ajeno a -esa molestia. Santos Banderas guarda todos los miramientos a un -repúblico tan ameritado, y nuestras diferencias ideológicas no son tan -irreductibles como usted parece presuponerlo, mi Señor Don Roque. -En todas las circunstancias usted representa para mí en el campo -político al adversario que, consciente de sus deberes ciudadanos, -acude a los comicios y riñe la batalla sin salirse fuera de la Carta -Constitucional. Notoriamente he procedido con el mayor rigor en las -sumarias instruidas a los aventureros que toman las armas y se colocan -fuera de las leyes. Para esos caudillos que no vacilan en provocar una -intervención extranjera, seré siempre inexorable, pero esta actuación -no excluye mi respeto y hasta mi complacencia para los que me presentan -batalla amparados en el derecho que les confieren las leyes. Don -Roque, en ese terreno deseo verle a usted, y comienzo por decirle que -reconozco plenamente su patriotismo, que me congratula la generosa -intención de su propaganda por tonificar de estímulos ciudadanos a la -raza indígena. Sobre este tópico aún hemos de conversar, pero horita -solo quiero expresarle mis excusas ante el lamentado error policial, -originándose que la ergástula del vicio y de la corrupción se vea -enaltecida por el varón justo de que nos habla el latino Horacio. - -Don Roque Cepeda, en la rueda taciturna de sus amigos incrédulos, se -iluminaba con una sonrisa de santo campesino, tenía un suave reflejo en -las bruñidas arrugas: - ---Señor General, perdóneme la franqueza. Oyéndole me parece escuchar a -la Serpiente del Génesis. - -Era de tan ingenua honradez la expresión de los ojos y el reflejo de la -sonrisa en las arrugas, que excusaban como acentos benévolos la censura -de las cláusulas. Tirano Banderas inmovilizaba las aristas de su verde -mueca: - ---Mi Señor Don Roque, no esperaba de su parte esa fineza. De la mía -propositaba ofrecerle una leal amistad y estrechar, su mano, pero visto -que usted no me juzga sincero, me limito a reiterarle mis excusas. - -Saludó con la castora y, apostillado por los dos ayudantes, se dirigió -a la puerta. - - -VI - -Entre la doble fila de hamacas saltó, llorón y grotesco, el Licenciado -Veguillas: - ---¡Cua! ¡Cua! - -La momia remejió la boca: - ---¡Macaneador! - ---¡Cua! ¡Cua! - ---No sea payaso. - ---¡Cua! ¡Cua! - ---Que no me divierte horita esa bufonada. - ---¡Cua! ¡Cua! - ---Tendré que apartarle con la punta de la bota. - ---¡Cua! ¡Cua! - -El Licenciadito, recogida la guayabera en el talle, terco, llorón, -saltaba en cuclillas, inflada la máscara, el ojo implorante: - ---¡Me sonroja verle! Sus delaciones no se redimen cantando la rana. - ---Mi Generalito es un viceversa magnético. - -Tirano Banderas, con la punta de la bota, le hizo rodar por delante del -centinela, que, pegado al quicio de la puerta, presentaba el arma: - ---Voy a regalarle un gorro de cascabeles. - ---¡Mi Generalito, para qué se molesta! - ---Se presentará con él a San Pedro. Ándele no más, le subo en mi -carruaje a los Mostenses. No quiero que se vaya al otro mundo -descontento de Santos Banderas. Me conversará durante el día, ya -que tan pronto dejaremos de comunicarnos. Posiblemente le alcanza -una sentencia de pena capital. ¿Licenciadito, por qué me ha sido -tan pendejo? ¿Quién le inspiró la divulgación de las resoluciones -presidenciales? ¿A qué móviles ha obedecido tan vituperable conducta? -¿Qué cómplices tiene? Hónreme montando en mi carruaje y tome luneta -a mi diestra. Todavía no ha recaído sentencia sobre su conducta y no -quiero prejuzgar su delincuencia. - - - - -LIBRO SEGUNDO - -FLAQUEZAS HUMANAS - - -I - -Don Mariano Isabel Cristino Queralt y Roca de Togores, Ministro -plenipotenciario de Su Majestad Católica en Santa Fe de Tierra Firme, -Barón de Benicarlés y Caballero Maestrante, condecorado con más -lilailos que borrico cañí, era a las doce del día en la cama, con -gorra de encajes y camisón de seda rosa. Merlín, el gozque faldero, le -lamía el colorete y adobaba el mascarón esparciéndole el afeite con la -espátula linguaria. Tenía en el hocico el faldero arrumacos, melindres -y mimos de maricuela. - - -II - -Sin anuncio del ayuda de cámara, entró, gambetero, Currito Mi-Alma. El -niño andaluz se detuvo en la puerta, marcó un redoble de las uñas en el -alón del cordobés, y con un papirote se lo puso terciado. En el mismo -compás levantaba el veguero al modo de caña sanluqueña, entonado, -ceceante, con el mejor estilo de la cátedra sevillana: - ---¡Gachó! ¿Te has pintado para la Semana de Pasión? Merlín te ha puesto -la propia jeta de un disciplinante. - -Su Excelencia se volvió, dando la espalda al niño marchoso: - ---¡Eres incorregible! Ayer, todo el día, sin dejarte ver el pelo. - ---Formula una reclamación diplomática. Horita salgo del estaribel, que -decimos los clásicos. - ---Deja la guasa, Curro. Estoy sumamente irritado. - ---La veri, Isabelita. - ---¡Eres incorregible! Habrás dado algún escándalo. - ---Ojerizas. He dormido en la delega, sobre un petate, y esto no es lo -más malo: La poli se ha hecho cargo de mi administración y de toda la -correspondencia. - -El Ministro de España se incorporó en las almohadas y al faldero, -suspendiéndole por las lanas del cuello, espatarró en la alfombra: - ---¿Qué dices? - -El Curro afligió la cara: - ---¡Isabelita, un sinapismo para puesto en el rabo! - ---¿Dónde tenías mis cartas? - ---En una valija con siete candados mecánicos. - ---¡Nos conocemos, Curro! Te vienes con ese infundio idiota para sacarme -dinero. - ---¡Que no es combina, Isabelita! - ---Curro, tú te pasas de sinvergüenza. - ---Isabelita, agradezco el requiebro, pero en esta corrida solo es -empresa el Licenciado López de Salamanca. - ---¡Currito, eres un canalla! - ---¡Que me coja un toro y me mate! - ---¡Esas cartas se queman! ¡Deben quemarse! ¡Es lo correcto! - ---Pero siempre se guardan. - ---¡Si anda en esto la mano del Presidente! ¡No quiero pensarlo! ¡Es una -situación muy difícil y muy complicada! - ---¿Me dirás que es la primera en que te ves? - ---¡No me exasperes! En las circunstancias actuales puede costarme la -pérdida de la carrera. - ---¡Acude al quite! - ---Estoy distanciado del Gobierno. - ---Pues te arrimas al morlaco y lo pasas de muleta. ¡Mi alma, que no -sabes tú hacer eso! - -El representante de Su Majestad Católica echó los pies fuera de la -cama, agarrándose la cabeza: - ---¡Si trasciende a los periódicos se me crea una situación imposible! -¡Cuando menos su silencio me cuesta un riñón y mitad del otro! - ---Dale changüí a Tirano Banderas. - -El Ministro de España se levantó apretando los puños: - ---¡No sé cómo no te araño! - ---Una duda muy meritoria. - ---¡Currito, eres un canalla! Todo esto son gaterías tuyas para sacarme -dinero, y me estás atormentando. - ---Isabelita, ¿ves estas cruces? Te hago juramento por lo más sagrado. - -El Barón repitió, temoso: - ---¡Eres un canalla! - ---Deja esa alicantina. Te lo juro por el escapulario que mi madre, -pobrecita, me puso al salir de la adorada España. - -El Curro se había conmovido con un eco sentimental de copla andaluza. -Su Excelencia apuntaba una llama irónica en el azulino horizonte de -sus ojos huevones: - ---Bueno, sírveme de azafata. - ---¡Sinvergonzona! - - -III - -El Representante de Su Majestad Católica, perfumado y acicalado, -acudió al salón donde hacía espera Don Celes. Un pesimismo sensual -y decadente, con lemas y apostillas literarias, retocaba, como otro -afeite, el perfil sicológico del carcamal diplomático, que en los posos -de su conciencia sublimaba resabios de amor, con laureles clásicos: -Frecuentemente, en el trato social, traslucía sus aberrantes gustos con -el libre cinismo de un elegante en el Lacio: Tenía siempre pronta una -burla de amables epigramas, para los jóvenes colegas incomprensivos, -sin fantasía y sin humanidades: Insinuante, con indiscreta confidencia, -se decía sacerdote de Hebe y de Ganimedes. Bajo esta apariencia de -frívolo cinismo, prosperaban alarde y engaño, porque nunca pudo -sacrificar a Hebe. El Barón de Benicarlés mimaba aquella postiza -afición flirteando entre las damas, con un vacuo cotorreo susurrante -de risas, reticencias e intimidades. Para las madamas era encantador -aquel pesimismo de casaca diplomática, aquellos giros disertantes y -parabólicos de los guantes londinenses, rozados de frases ingeniosas -diluidas en una sonrisa de oros odontálgicos. Aquellas agudezas eran -motivo de gorjeos entre las jamonas otoñales: El Mundo podía ofrecer -un hospedaje más confortable, ya que nos tomamos el trabajo de nacer. -Sería conveniente que hubiese menos tontos, que no doliesen las muelas, -que los banqueros cancelasen sus créditos. La edad de morir debía ser -una para todos, como la quinta militar. Son reformas sin espera, y con -relación a las técnicas actuales, está anticuado el Gran Arquitecto. -Hay industriales yanquis y alemanes que promoverían grandes mejoras en -el orden del mundo si estuviesen en el Consejo de Administración. El -Ministro de Su Majestad Católica tenía fama de espiritual en el corro -de las madamas, que le tentaban en vano poniéndole los ojos tiernos. - - -IV - ---¡Querido Celes! - -Al penetrar en el salón, con sonrisa belfona recataba la congoja del -ánimo, estarcido de suspicacias: ¡Don Celes! ¡Las cartas! ¡La mueca del -Tirano! Un circunflejo del pensamiento sellaba la tríada con intuición -momentánea, y el carcamal rememoraba su epistolario amoroso, y la -dolorosa inquietud de otro disgusto lejano, en una Corte de Europa. El -Ilustre Gachupín era en el estrado, con el jipi y los guantes sobre la -repisa de la botarga: Bombón y badulaque, tendida la mano, en el salir -de la penumbra dorada se detuvo fulminado por el ladrido del faldero -que, arisco y mimoso, sacaba el agudo flautín entre las zancas de Su -Excelencia: - ---No quiere reconocerme por amigo. - -Don Celes, como en un pésame, estrechó largamente la mano del carcamal, -que le animó con gesto de benévola indiferencia: - ---¡Querido Celes, trae usted cara de grandes sucesos! - ---Estoy, mi querido amigo, verdaderamente atribulado. - -El Barón de Benicarlés le interrogó con una mueca de suripanta: - ---¿Qué ocurre? - ---Querido Mariano, me causa una gran mortificación dar este paso. -Créamelo usted. Pero las críticas circunstancias por que atraviesan las -finanzas del país me obligan a recoger numerario. - -El Ministro de Su Majestad Católica, falso y declamatorio, estrechó las -manos del ilustre gachupín: - ---Celes, es usted el hombre más bueno del mundo. Estoy viendo lo que -usted sufre al pedirme su plata. Hoy se me ha revelado su gran corazón. -¿Sabe usted las últimas noticias de España? - ---¿Pero hubo paquete? - ---Me refiero al cable. - ---¿Hay cambio político? - ---El Posibilismo en Palacio. - ---¿De veras? No me sorprende. Eran mis noticias, pero los sucesos han -debido anticiparse. - ---Celes, usted será Ministro de Hacienda. Acuérdese usted de este -desterrado y venga un abrazo. - ---¡Querido Mariano! - ---¡Qué digna coronación de su vida, Celestino! - -Falso y confidencial, hizo sentar en el sofá al orondo ricacho, y, -sacando la cadera, cotorrón, tomó asiento a su lado. La botarga del -gachupín se inflaba complacida. Emilio le llamaría por cable. ¡La Madre -Patria! Se sintió con una conciencia difusa de nuevas obligaciones, una -respetabilidad adiposa de personaje. Experimentaba la extraña sensación -de que su sombra creciese desmesuradamente, mientras el cuerpo se -achicaba. Enternecíase. Le sonaban eufónicamente escandidas palabras ---Sacerdocio, Ponencia, Parlamento, Holocausto--. Y adoptaba un lema: -¡Todo por mi Patria! Aquella matrona entrada en carnes, corona, rodela -y estoque, le conmovía como dama de tablas que corta el verso en -la tramoya de candilejas, bambalinas y telones. Don Celes sentíase -revestido de sagradas ínfulas y desplegaba petulante la curva de su -destino con casaca bordada, como el pavo real la fábula de su cola. -Fatuas imágenes y suspicacias de negociante compendiaban sus larvados -arabescos en fugas colmadas de resonancias. El Ilustre Gachupín temía -la mengua de sus lucros, si trocaba la explotación de cholos y morenos -por el servicio de la Madre Patria: Se tocó el pecho y sacó la cartera: - ---Querido Mariano, real y verdaderamente, en las circunstancias por -que atraviesa este país, con la incertidumbre y poca fijeza de sus -finanzas, me representa un grave quebranto la radicación en España. -¡Usted me conoce, usted sabe todo lo que me violenta apremiarle, -usted, dándose cuenta de mi buena voluntad, no me creará una situación -embarazosa!... - -El Barón de Benicarlés, con apagada sonrisa, tiraba de las orejas a -Merlín: - ---¡Carísimo Celestino, pero si está usted haciendo mi rol! Sus -disculpas, todas sus palabras, las hago mías. No es a usted a quien -corresponde hablar así. ¡Carísimo Celestino, no me amenace usted con -la cartera, que me da más miedo que una pistola! Guárdesela para que -sigamos hablando. Tengo en venta una masía en Alicante. ¿Por qué no se -decide usted y me la compra? Sería un espléndido regalo para su amigo -el elocuente tribuno. Decídase usted, que se la doy barata. - -Don Celes Galindo entornaba los ojos, abierta una sonrisa de oráculo -entre las patillas de canela. - - -V - -El Ilustre Gachupín extravagaba por los más encumbrados limbos la -voluta del pensamiento: Investido de conciencia histórica, pomposo, -apesadumbrado, discernía como un deshonor rojo y gualda el epistolario -del Ministro de Su Majestad Católica al Currito de Sevilla. -¡Aberraciones! Y subitánea, en un silo de sombra taciturna, atisbó la -mueca de Tirano Banderas. ¡Aberraciones! El verde mohín trituraba las -letras. Y Don Celes, con mentales votos de hijo predilecto, ofrecía -el sonrojo de su calva panzona en holocausto de la Madre Patria. El -impulso de imponerle un parche en las vergüenzas le inundó generoso, -calde, con el pulso entusiasta de la onda sanguínea en los brindis y -aniversarios nacionales. La botarga del ricacho era una boya de ecos -magnánimos. El Barón, de media anqueta en el sofá, cristalizaba los -ambiguos caramelos de una sonrisa protocolaria. Don Celestino le tendió -la mano condolido, piadoso, tal como su lienzo en el Vía-Crucis la -María Verónica: - ---Yo he vivido mucho. Cuando se ha vivido mucho, se adquiere cierta -filosofía para considerar las acciones humanas. Usted me comprende, -querido Mariano. - ---Todavía no. - -El Barón de Benicarlés limitaba el azul horizonte de los ojos huevones, -entornando los párpados. Don Celes cambió toda la cara en un gran gesto -abismado y confidencial: - ---Ayer la policía, en mi opinión propasándose, ha efectuado la -detención de un súbdito español, y practicado un registro en sus -petacas... Ya digo, en mi opinión, extralimitándose. - -El carcamal diplomático asintió con melindre displicente: - ---Acabo de enterarme. Me ha visitado con ese mismo duelo Currito -Mi-Alma. - -El Ministro de Su Majestad Católica sonreía, y sobre la crasa rasura, -el colorete, abriéndose en grietas, tenía un sarcasmo de careta -chafada. Se consternó Don Celes: - ---Mariano, es asunto muy grave. Precisa que, puestos de acuerdo, lo -silenciemos. - ---¡Carísimo Celestino, es usted una virgen inocente! Todo eso carece de -importancia. - -En la liviana contracción de su máscara, el colorete seguía abriéndose, -con nuevas roturas. Don Celes acentuaba su gesto confidencial: - ---Querido Mariano, mi deber es prevenirle. Esas cartas están en poder -del General Banderas. Acaso violo un secreto político, pero usted, -su amistad, y la Patria... ¡Querido Mariano, no podemos, no debemos -olvidarnos de la Patria! Esas cartas actúan en poder del General -Banderas. - ---Me satisface la noticia. El Señor Presidente es bien seguro que sabrá -guardarlas. - -El Barón de Benicarlés acogíase en una actitud sibilina de hierofante -en sabias perversidades. Insistía Don Celes, un poco captado por aquel -tono: - ---Querido Mariano, ya he dicho que no juzgo de esas cartas, pero mi -deber es prevenirle. - ---Y se lo agradezco. Usted, ilustre amigo, se deja arrebatar de la -imaginación. Crea usted que esas cartas no tienen la más pequeña -importancia. - ---Me alegraría que así fuese. Pero temo un escándalo, querido Mariano. - ---¿Puede ser tanta la incultura de este medio social? Sería -perfectamente ridículo. - -Don Celes se avino, marcando con un gesto su avenencia: - ---Indudablemente, pero hay que silenciar el escándalo. - -El Barón de Benicarlés entornaba los ojos, relamido de desdenes: - ---¡Un devaneo! Ese Currito le confieso a usted que me ha tenido -interesado. ¿Usted le conoce? ¡Vale la pena! - -Hablaba con tan amable sonrisa, con un matiz británico de tan elegante -indiferencia, que el asombrado gachupín no tuvo ánimos para sacar del -fuelle los grandes gestos. Fallidos todos, murmuró, jugando con los -guantes: - ---No, no le conozco. Mariano, mi consejo es que debe usted tener amigo -al General. - ---¿Cree usted que no lo sea? - ---Creo que debe usted verle. - ---Eso, sí, no dejaré de hacerlo. - ---Mariano, hágalo usted, se lo ruego, en nombre de la Madre Patria. Por -ella, por la Colonia. Ya usted conoce sus componentes, gente inculta, -sin complicaciones, sin cultura. Si el cable comunica alguna novedad -política... - ---Le tendré a usted al corriente, y repito mi enhorabuena. Es usted un -grande hombre plutarquiano. Adiós, querido Celes. - ---Vea usted al Presidente. - ---Le veré esta tarde. - ---Con esa promesa me retiro satisfecho. - - -VI - -Currito Mi-Alma salió rompiendo cortinas y, por decirlo en su verba, -más postinero que un ocho: - ---¡Has estado pero que muy buena, Isabelita! - -El Barón de Benicarlés le detuvo con áulico aspaviento, la estampa -fondona y gallota, toda conmovida: - ---¡Me parece una inconveniencia ese espionaje! - ---¡Mírame este ojo! - ---Muy seriamente. - ---¡No seas panoli! - -Los cedros y los mirtos del jardín trascendían remansadas penumbras de -verdes acuarios a los estores del salón, apenas ondulados por la brisa -perfumada de nardos. El jardín de la virreina era una galante geometría -de fuentes y mirtos, estanques y ordenados senderos: Inmóviles -cláusulas de negros espejos pautaban los estanques, entre columnatas -de cipreses. El Ministro de Su Majestad Católica, con un destello de -orgullo en el azul porcelana de las pupilas, volvió la espalda al -rufo, y recluyéndose en el calino mirador colonial, se incrustaba el -monóculo bajo la ceja. Trepaban del jardín verdes de una enredadera, y -era detrás de los cristales toda la sombra verde del jardín. El Barón -de Benicarlés apoyó la frente en la vidriera: Elefantona, atildada, -britanizante, la figura dibujaba un gran gesto preocupado. El Curro y -Merlín, cada cual desde su esquina, le contemplaban sumido en la luz -acuaria del mirador, en la curva rotunda, labrada de olorosas maderas, -con una evocación de lacas orientales y borbónicas, de minué bailado -por visorreyes y Princesas Flor de Almendro. El Curro rompió el encanto -escupiendo, marchoso, por el colmillo: - ---Isabelita, prenda, así te despeines, o te subas el moño para menda -lo mismo que la Biblia del Padre Carulla. Isabelita, hay que mover los -pinreles y darse la lengua con Tirano Banderas. - ---¡Canalla! - ---Isabelita, evitémonos un solfeo. - - - - -LIBRO TERCERO - -LA NOTA - - -I - -El Excelentísimo Señor Ministro de España había pedido el coche para -las seis y media. El Barón de Benicarlés, perfumado, maquillado, -decorado, vestido con afeminada elegancia, dejó sobre una consola -el jipi, el junco y los guantes: Haciéndose lugar en el corsé con -un movimiento de cintura, volvió sobre sus pasos, y entró en la -recámara: Alzose una pernera, con mimo de no arrugarla, y se aplicó -una inyección de morfina. Estirando la zanca con leve cojera, volvió -a la consola y se puso, frente al espejo, el sombrero y los guantes. -Los ojos huevones, la boca fatigada, diseñaban en fluctuantes signos -los toboganes del pensamiento. Al calzarse los guantes, veía los -guantes amarillos de Don Celes. Y, de repente, otras imágenes saltaron -en su memoria, con abigarrada palpitación de sueltos toretes en un -redondel. Entre ángulos y roturas gramaticales, algunas palabras -se encadenaban con vigor epigráfico: “Desecho de tienta. Cría de -Guisando. ¡Graníticos!” Sobre este trampolín, un salto mortal, y el -pensamiento quedaba en una suspensión ingrávida, gaseado: “¡Don Celes! -¡Asno divertido! ¡Magnífico!” El pensamiento, diluyéndose en una vaga -emoción jocosa, se trasmudaba en sucesivas intuiciones plásticas de un -vigoroso grafismo mental, y una lógica absurda de sueño. Don Celes, -con albarda muy gaitera, hacía monadas en la pista de un circo. Era -realmente el orondo gachupín. ¡Qué toninada! Castelar le había hecho -creer que cuando gobernase lo llamaría para Ministro de Hacienda. - -El Barón se apartó de la consola, cruzó el estrado y la galería, -dio una orden a su ayuda de cámara, bajó la escalera. Le inundó el -tumulto luminoso del arroyo. El coche llegaba rozando el azoguejo. -El cochero inflaba la cara teniendo los caballos. El lacayo estaba -a la portezuela, inmovilizado en el saludo: Las imágenes tenían un -valor aislado y extático, un relieve lívido y cruel, bajo el celaje -de cirrus, dominado por media luna verde. El Ministro de España, -apoyando el pie en el estribo, diseñaba su pensamiento con claras -palabras mentales: “Si surge una fórmula, no puedo singularizarme, -cubrirme de ridículo por cuatro abarroteros. ¡Absurdo arrostrar el -entredicho del Cuerpo Diplomático! ¡Absurdo!” Rodaba el coche. El -Barón, maquinalmente, se llevó la mano al sombrero. Luego pensó: “Me -han saludado. ¿Quién era?” Con un esguince anguloso y oblicuo vio la -calle tumultuosa de luces y músicas. Banderas españolas decoraban -sobre pulperías y casas de empeño. Con otro esguince le acudió el -recuerdo de una fiesta avinatada y cerril, en el Casino Español. -Luego, por rápidos toboganes de sombra, descendía a un remanso de -la conciencia, donde gustaba la sensación refinada y tediosa de su -aislamiento. En aquella sima, números de una gramática rota y llena de -ángulos, volvían a inscribir los poliedros del pensamiento, volvían las -cláusulas acrobáticas encadenadas por ocultos nexos. “Que me destinen -al Centro de África. Donde no haya Colonia Española... ¡Vaya, Don -Celes! ¡Grotesco personaje!... ¡Qué idea la de Castelar!... Estuve poco -humano. Casi me pesa. Una broma pesada... Pero ese no venía sin los -pagarés. Estuvo bien haberle parado en seco. ¡Un quiebro oportuno! -Y la deuda debe de subir un pico... Es molesto. Es denigrante. Son -irrisorios los sueldos de la Carrera. Irrisorios los viáticos.” - - -II - -El coche, bamboleando, entraba por la Rinconada de Madres. Corrían -gallos. El espectáculo se proyectaba sobre un silencio tenso, cortado -por ráfagas de popular algazara. El Barón alzó el monóculo para mirar -a la plebe, y lo dejó caer. Con una proyección literaria, por un nexo -de contrarios, recordó su vida en las Cortes Europeas. Le acarició -un cefirillo de azahares. Rozaba el coche las tapias de un huerto de -monjas. El cielo tenía una luz verde, como algunos cielos del Veronés: -La luna, como en todas partes, un halo de versos italianos, ingleses y -franceses. Y el carcamal diplomático, sobre la reminiscencia pesimista -y sutil de su nostalgia, triangulaba difusos, confusos plurales -pensamientos. “¡Explicaciones! ¿Para qué? Cabezas de berroqueña.” Por -sucesivas derivaciones, en una teoría de imágenes, y palabras cargadas -de significación, como palabras cabalísticas, intuyó el ensueño de -un viaje por países exóticos. Recaló en su colección de marfiles. El -ídolo panzudo y risueño, que ríe con la panza desnuda, se parece a Don -Celes. Otra vez los poliedros del pensamiento se inscriben en palabras: -“Va a dolerme dejar el país. Me llevo muchos recuerdos. Amistades muy -gentiles. Me ha dado miel y acíbar. La vida, igual en todas partes... -Los hombres valen más que las mujeres. Sucede como en Lisboa. Entre -los jóvenes hay verdaderos Apolos... Es posible que me acompañe ya -siempre la nostalgia de estos climas tropicales. ¡Hay una palpitación -del desnudo!”. El coche rodaba. Portalitos de Jesús, Plaza de Armas, -Monotombo, Rinconada de Madres, tenían una luminosa palpitación de -talabartería, filigranas de plata, ruedas de facones, tableros de -suertes, vidrios en sartales. - - -III - -Frente a la Legación inglesa había un guiñol de mitote y puñales. El -coche llegaba rozando la acera. El cochero inflaba la cara reteniendo -los caballos. El lacayo estaba en la portezuela, inmovilizado en un -saludo. El Barón, al apearse, distinguió vagamente a una mujer con -rebocillo: Abría la negra tenaza de los brazos, acaso le requería. -Se borró la imagen. Acaso la vieja luchaba por llegar al coche. El -Barón, deteniéndose un momento en el estribo, esparcía los ojos sobre -la fiesta de la Rinconada. Entró en la Legación. Un momento creyó -que le llamaban, indudablemente le llamaban. Pero no pudo volver la -cabeza: Dos Ministros, dos oráculos del protocolo, le retenían con -un saludo, levantándose al mismo tiempo los sombreros: Estaban en el -primer peldaño de la escalera, bajo la araña destellante de luces, -ante el espejo que proyectaba las figuras con una geometría oblicua -y disparatada. El Barón de Benicarlés respondía quitándose a su vez -el sombrero, distraído, alejado el pensamiento. La vieja, los brazos -como tenazas bajo el rebocillo, iniciaba su imagen. Pasó también -perdido bajo el recuerdo el eco de su propio nombre, la voz que acaso -le llamaba. Maquinalmente sonrió a las dos figuras, en su espera bajo -la araña fulgurante. Cambiando cortesías y frases amables, subió la -escalera entre los Ministros de Chile y del Brasil. Murmuró engordando -las erres con una fuga de nasales amables y protocolarias: - ---Creo que nosotros estamos los primeros. - -Se miró los pies con la vaga inquietud de llevar recogida una pierna -del pantalón. Sentía la picadura de la morfina. Se le aflojaba una -liga. ¡Catastrófico! ¡Y el Ministro del Brasil se había puesto los -guantes amarillos de Don Celes! - - -IV - -El Decano del Cuerpo Diplomático --Sir Jonnes H. Scott, Ministro de la -Graciosa Majestad Británica-- exprimía sus escrúpulos puritanos en un -francés lacio, orquestado de haches aspiradas. Era pequeño y tripudo, -con un vientre jovial y una gran calva de patriarca: Tenía el rostro -encendido de bermejo cándido, y una punta de maliciosa suspicacia en el -azul de los ojos, aún matinales de juegos e infancias: - ---Inglaterra ha manifestado en diferentes actuaciones el disgusto con -que mira el incumplimiento de las más elementales Leyes de Guerra. -Inglaterra no puede asistir indiferente al fusilamiento de prisioneros, -hecho con violación de todas las normas y conciertos entre pueblos -civilizados. - -La Diplomacia Latino-Americana concertaba un aprobatorio murmullo, -amueblando el silencio cada vez que humedecía los labios en el refresco -de brandy-soda el Honorable Sir Jonnes H. Scott. El Ministro de -España, distraído en un flirt sentimental, paraba los ojos sobre el -Ministro del Ecuador, Doctor Aníbal Roncali --un criollo muy cargado de -electricidad, rizos prietos, ojos ardientes, figura gentil, con cierta -emoción fina y endrina de sombra chinesca--. El Ministro de Alemania, -Von Estrug, cambiaba en voz baja alguna interminable palabra tudesca -con el Conde Chrispi, Ministro de Austria. El Representante de Francia -engallaba la cabeza, con falsa atención, media cara en el reflejo del -monóculo. Se enjugaba los labios y proseguía el Honorable Sir Jonnes: - ---Un sentimiento cristiano de solidaridad humana nos ofrece a todos -el mismo cáliz para comulgar en una acción conjunta y recabar el -cumplimiento de la legislación internacional al respecto de las vidas y -canje de prisioneros. El Gobierno de la República, sin duda, no desoirá -las indicaciones del Cuerpo Diplomático. El Representante de Inglaterra -tiene trazada su norma de conducta, pero tiene al mismo tiempo un -particular interés en oír la opinión del Cuerpo Diplomático: Señores -Ministros, este es el objeto de la reunión. Les presento mis mejores -excusas, pero he creído un deber convocarles, como decano. - -La Diplomacia Latino-Americana prolongaba su blando rumor de eses -laudatorias, felicitando al Representante de Su Graciosa Majestad -Británica. El Ministro del Brasil, figura redonda, azabachada, -expresión asiática de mandarín o de bonzo, tomó la palabra, acordando -sus sentimientos a los del Honorable Sir Jonnes H. Scott. Accionaba -levantando los guantes en ovillejo. El Barón de Benicarlés sentía una -profunda contrariedad: El revuelo de los guantes amarillos le estorbaba -el flirteo: Dejó su asiento, y con una sonrisa mundana, se acercó al -Ministro Ecuatoriano: - ---El colega brasileño se ha venido con unas terribles lubas de canario. - -Explicó el Primer Secretario de la Legación Francesa, que actuaba de -Ministro: - ---Son crema. El último grito en la Corte de Saint James. - -El Barón de Benicarlés evocó con cierta irónica admiración el recuerdo -de Don Celes. El Ministro del Ecuador, que se había puesto en pie, -agitados los rizos de ébano, hablaba verboso. El Barón de Benicarlés, -gran observante del protocolo, tenía una sonrisa de sufrimiento y -simpatía ante aquella gesticulación y aquel raudal de metáforas. El -Doctor Aníbal Roncali proponía que los diplomáticos hispano-americanos -celebrasen una reunión previa bajo la presidencia del Ministro de -España: Las águilas jóvenes, que tendían las alas para el heroico -vuelo, agrupadas en torno del águila materna. La Diplomacia -Latino-Americana manifestó su conformidad con murmullos. El Barón de -Benicarlés se inclinó: Agradecía el honor en nombre de la Madre Patria. -Después, estrechando la mano prieta del ecuatoriano, entre sus manos -de odalisca, explicó dengoso, la cabeza sobre el hombro, un almíbar de -monja la sonrisa, un derretimiento de camastrón la mirada: - ---¡Querido colega, solo acepto viniendo usted a mi lado como Secretario! - -El Doctor Aníbal Roncali experimentó un vivo deseo de libertarse -la mano que insistentemente le retenía el Ministro de España: Se -inquietaba con una repugnancia asustadiza y pueril: Recordó de la vieja -pintada que le llamaba desde una esquina, cuando iba al Liceo. ¡Aquella -vieja terrible, insistente como un tema de gramática! Y el carcamal, -reteniéndole la mano, parecía que fuese a sepultarla en el pecho: -Hablaba ponderativo, extasiando los ojos con un cinismo turbador. El -Ministro Ecuatoriano hizo un esfuerzo y se soltó: - ---Un momento, Señor Ministro. Tengo que saludar a Sir Scott. - -El Barón de Benicarlés se enderezó, poniéndose el monóculo: - ---Me debe usted una palabra, querido colega. - -El Doctor Aníbal Roncali asintió, agitando los rizos, y se alejó -con una extraña sensación en la espalda, como si oyese el siseo de -aquella vieja pintada, cuando iba a las aulas del Liceo: Entró en el -corro, donde recibía felicitaciones el evangélico Plenipotenciario de -Inglaterra. El Barón, erguido, sintiéndose el corsé, ondulando las -caderas, se acercó al Embajador de Norteamérica. Y el flujo de acciones -extravagantes al núcleo que ofrecía incienso a la diplomacia británica, -atrajo al formidable Von Estrug, Representante del Imperio Alemán. -Satélite de su órbita, era el azafranado Conde Chrispi, Representante -del Imperio Austro-Húngaro. Habló confidencial el yanqui: - ---El Honorable Sir Jonnes Scott ha expresado elocuentemente los -sentimientos humanitarios que animan al Cuerpo Diplomático. -Indudablemente. ¿Pero puede ser justificativo para intervenir, -siquiera sea aconsejando, en la política interior de la República? La -República, sin duda, sufre una profunda conmoción revolucionaria, y la -represión ha de ser concordante. Nosotros presenciamos las ejecuciones, -sentimos el ruido de las descargas, nos tapamos los oídos, cerramos los -ojos, hablamos de aconsejar... Señores, somos harto sentimentales. El -Gobierno del General Banderas, responsable y con elementos suficientes -de juicio, estimará necesario todo el rigor. ¿Puede el Cuerpo -Diplomático aconsejar en estas circunstancias? - -El Ministro de Alemania, semita de casta, enriquecido en las regiones -bolivianas del caucho, asentía con impertinencia políglota, en español, -en inglés, en tudesco. El Conde Chrispi, severo y calvo, también -asentía, rozando con un francés muy puro su bigote de azafrán. El -Representante de Su Majestad Católica fluctuaba. Los tres diplomáticos, -el yanqui, el alemán, el austríaco, ensayando el terceto de su mutua -discrepancia, poníanle sobre los hilos una intriga, y experimentaba un -dolor sincero, reconociendo que en aquel mundo, su mundo, todas las -cábalas se hacían sin contar con el Ministro de España. El Honorable -Sir Jonnes H. Scott había vuelto a tomar la palabra: - ---Séame permitido rogar a mis amables colegas de querer ocupar sus -puestos. - -Los discretos conciliábulos se dispersaban. Los Señores Ministros, -al sentarse, inclinándose, hablándose en voz baja, producían un -apagado murmullo babélico. Sir Scott, con palabra escrupulosa de -conciencia puritana, volvía a ofrecer el cáliz colmado de sentimientos -humanitarios, al Honorable Cuerpo Diplomático. Tras prolija discusión -se redactó una nota. La firmaban veintisiete Naciones. Fue un acto -trascendental. El suceso, troquelado con el estilo epigráfico y -lacónico del cable, rodó por los grandes periódicos del mundo: -“Santa Fe de Tierra Firme. El Honorable Cuerpo Diplomático acordó la -presentación de una Nota al Gobierno de la República. La Nota, a la -cual se atribuye gran importancia, aconseja el cierre de los expendios -de bebidas y exige el refuerzo de guardias en las Legaciones y Bancos -Extranjeros.” - - - - -SÉPTIMA PARTE - -LA MUECA VERDE - - - - -LIBRO PRIMERO - -RECREOS DEL TIRANO - - -I - -Generalito Banderas metía el tejuelo por la boca de la rana. Doña -Lupita, muy peripuesta de anillos y collares, presidía el juego sentada -entre el anafre del café y el metate de las tortillas, bajo un rayado -parasol, en los círculos de un ruedo de colores: - ---¡Rana! - - -II - ---¡Cua! ¡Cua! - -Nachito, adulón y ramplón, asistía en la rueda de compadritos, por -maligna humorada del Tirano. La mueca verde remejía los venenos de una -befa aún soturna y larvada en los repliegues del ánimo: Diseñaba la -vírgula de un sarcasmo hipocondríaco: - ---Licenciado Veguillas, en la próxima tirada va usted a ser mi socio. -Procure mostrarse a la altura de su reputación, y no chingarla. ¡Ya -está usted como un bejuco temblando! ¡Pero qué flojo se ha vuelto, -valedor! Un vasito de limón le caerá muy bueno. Licenciadito, si -no serena los pulsos perderá su buena reputación. ¡No se arrugue, -Licenciado! El refresquito de limón es muy provechoso para los pasmos -del ánimo. Signifíquese, no más, con la vieja rabona, y brinde a los -amigos la convidada: Despídase rumboso y le rezaremos cuando estire el -zancajo. - -Nachito suspiraba meciéndose sobre el pando compás de las piernas, -rubicundo, inflada la carota de lágrimas: - ---¡La sílfide mundana me ha suicidado! - ---No divague. - ---¡Generalito, me condena un juego ilusorio de las Ánimas Benditas! -¡Apelo de mi martirio! ¡Una esperanza! ¡Una esperanza no más! En el -médano más desamparado da sus flores el rosal de la esperanza. No vive -el hombre sin esperanza. El pájaro tiene esperanza, y canta aunque la -rama cruja, porque sabe lo que son sus alas. El rayo de la aurora tiene -esperanza. ¡Mi Generalito, todos los seres se decoran con el verde -manto de la Deidad! ¡Canta su voz en todos los seres! ¡El rayo de su -mirada se sume hasta el fondo de las cárceles! ¡Consuela al sentenciado -en capilla! ¡Le ofrece la promesa de ser indultado por los Poderes -Públicos! - -Niño Santos extraía de su levitón el pañuelo de dómine y se lo pasaba -por la calavera: - ---¡Chac! ¡Chac! Una síntesis ha hecho muy elocuente, Licenciadito. -El Doctor Sánchez Ocaña le ha dado, sin duda, sus lecciones en Santa -Mónica. ¡Chac! ¡Chac! - -Hacían bulla los compadres, celebrando el rejo maligno del Tirano. - - -III - -Doña Lupita, achamizada, zalamera, servía en un rayo de sol el iris de -los refrescos. Niño Santos, alternativamente, ponía los labios en el -vidrio de limón y fisgaba a la comadreja, sartas de corales, mieles de -esclava, sonrisa de Oriente: - ---¡Chac! ¡Chac! Doña Lupita, me está pareciendo que tenés vos la nariz -de la Reina Cleopatra. Por mero la cachiza de cuatro copas, un puro -trastorno habéis vos traído a la República. Enredáis vos más que el -honorable Cuerpo Diplomático. ¿Cuántas copas os había quebrado el -Coronel de la Gándara? ¡Doña Lupita, por menos de un boliviano me -lo habéis puesto en la bola revolucionaria! No hacía más la nariz de -la Reina Faraona. Doña Lupita, la deuda de justicia que vos me habés -reclamado ha sido una madeja de circunstancias fatales: Es causa -primordial en la actuación rebelde del Coronel de la Gándara: Ha -puesto en Santa Mónica al chamaco de Doña Rosa Pintado: Cucarachita -la Taracena reclama contra la clausura de su lenocinio, y tenemos -pendiente una nota del Ministro de Su Majestad Católica. ¡Pueden -romperse las relaciones con la Madre Patria! ¡Y vos, mi vieja, ahí os -estás, sin la menor conturbación por tantas catástrofes! Finalmente, -cuatro copas de vuestra mesilla, un peso papel, menos que nada, me -han puesto en el trance de renunciar a los conciertos batracios del -Licenciadito Veguillas. - ---¡Cua! ¡Cua! - -Nachito, por congraciarse hostigaba la befa, mimando el canto y el -compás saltarín de la rana. Con cuáqueros vinagres le apostrofó el -Tirano: - ---No haga el bufón, Señor Licenciado. Estos buenos amigos que van -a juzgarle, no se dejarán influenciar por sus macanas: Espíritus -cultivados, el que menos ha visto funcionar los Parlamentos de la Vieja -Europa. - ---¡Juvenal y Quevedo! - -El ilustre gachupín se acariciaba las patillas de canela, rotunda la -botarga, inflado el papo de aduladores énfasis. Se santiguaba la vieja -rabona: - ---¡Virgen de mi Nombre, la jugó Patillas! - ---¡Pues hizo saque! - ---¡De salir siempre tan enredada la madeja del mundo, no se libraba ni -el más santo de verse en el Infierno! - ---Una buena sentencia, Doña Lupita. ¿Pero su alma no siente el -sobresalto de haber concitado el tumulto de tantas acciones, de tantos -vitales relámpagos? - ---¡Mi jefecito, no me asombre! - ---Doña Lupita, ¿no temblás vos ante el problema de nuestras eternas -responsabilidades? - ---¡Entre mí estoy rezando! - - -IV - -Recalaba sobre el camino la mirada Tirano Banderas: - ---¡Chac! ¡Chac! El que tenga de ustedes mejor vista, sírvase -documentarme y decirme qué tropa es aquella. ¿El jinete charro que -viene delante no es el ameritado Don Roque Cepeda? - -Don Roque, con una escolta de cuatro indios caballerangos, se detenía -al otro lado del seto, sobre el camino, al pie de la talanquera. La -frente tostada, el áureo sombrero en la mano, el potro cubierto de -platas, daban a la figura del jinete, en las luces del ocaso, un -prestigio de santoral románico. Tirano Banderas, con cuáquera mesura, -hacía la farsa del acogimiento: - ---¡Muy feliz de verle por estos pagos! A Santos Banderas le -correspondía la obligación de entrevistarle. ¿Mi Señor Don Roque, por -qué se ha molestado? Era este servidor quien estaba en el débito de -acudir a su casa y darle excusas con todo el Gobierno. A este propósito -ha sido el enviarle uno de mis ayudantes, suplicándole audiencia. -Y usted, no más, extremando la cortesía, que se molesta, cuando el -obligado era Santos Banderas. - -Abría los brazos con encomio amistoso el Tirano. Apeábase Don Roque. -Largas y confidenciales palabras tuvieron en el banco miradero de los -frailes, frente al recalmado mar ecuatorial, con caminos de sol sobre -el vasto incendio del poniente: - ---¡Chac! ¡Chac! Muy feliz de verle. - ---Señor Presidente, no he querido ausentarme para la campaña sin pasar -a visitarle. Al acto de cortesía se suma mi sentimiento de amor a la -República. He recibido la visita de su ayudante, Señor Presidente, -y recién la de mi antiguo compañero Lauro Méndez, Secretario de -Relaciones. He actuado en consecuencia de la plática que tuvimos, y de -la cual supongo enterado al Señor Presidente. - ---El Señor Secretario ha hecho mal si no le dijo que obedecía mis -indicaciones. Me gusta la franqueza. Amigo Don Roque, la independencia -nacional corre un momento de peligro, asaltada por todas las codicias -extranjeras. El Honorable Cuerpo Diplomático --una ladronera de -intereses coloniales-- nos combate de flanco con notas chicaneras que -divulga el cable. La Diplomacia tiene sus agencias de difamación, y -hoy las emplea contra la República de Santa Fe. El caucho, las minas, -el petróleo, despiertan las codicias del yanqui y del europeo. Preveo -horas de suprema angustia para todos los espíritus patriotas. Acaso -nos amenaza una intervención militar, y a fin de proponer a usted una -tregua solicitaba su audiencia. ¡Chac! ¡Chac! - -Repetía Don Roque: - ---¿Una tregua? - ---Una tregua hasta que se resuelva el conflicto internacional. Fije -usted sus condiciones. Yo comienzo por ofrecerle una amplia amnistía -para todos los presos políticos que no hayan hecho armas. - -Don Roque murmuró: - ---La amnistía es un acto de justicia que aplaudo sin reservas. ¿Pero -cuántos no han sido acusados injustamente de conspiración? - ---A todos alcanzará el indulto. - ---¿Y la propaganda electoral, será verdaderamente libre? ¿No se verá -coaccionada por los agentes políticos del Gobierno? - ---Libre y salvaguardada por las leyes. ¿Puedo decirle más? Deseo la -pacificación del país, y le brindo con ella. Santos Banderas no es el -ambicioso vulgar que motejan en los círculos disidentes. Yo solo amo -el bien de la República. El día más feliz de mi vida será aquel en -que, oscurecido, vuelva a mi predio, como Cincinato. En suma, usted, -sus amigos, recobran la libertad, el pleno ejercicio de sus derechos -civiles: Pero usted, hombre leal, espíritu patriota, trabajará por -derivar la revolución a los cauces de la legalidad. Entonces, si en -la lucha el pueblo le otorga sus sufragios, yo seré el primero en -acatar la voluntad soberana de la Nación. Don Roque, admiro su ideal -humanitario y siento el acíbar de no poder compartir tan consolador -optimismo. ¡Es mi tragedia de gobernante! Usted, criollo de la mejor -prosapia, reniega del criollismo. Yo en cambio, indio por las cuatro -ramas, descreo de las virtudes y capacidades de mi raza. Usted se me -representa como un iluminado, su fe en los destinos de la familia -indígena me rememora al Padre Las Casas. Quiere usted aventar las -sombras que han echado sobre el alma del indio trescientos años de -régimen colonial. ¡Admirable propósito! Que usted lo consiga es -el mayor deseo de Santos Banderas. Don Roque, pasadas las actuales -circunstancias, vénzame, aniquíleme, muéstreme con una victoria --que -seré el primero en celebrar-- todas las dormidas potencialidades de mi -raza. Su triunfo, apartada mi derrota ocasional, sería el triunfo de la -gravitación permanente del indio en los destinos de la Historia Patria. -Don Roque, active su propaganda, logre el milagro, dentro de las leyes, -y crea que seré el primero en celebrarlo. Don Roque, le agradezco que -me haya escuchado y le ruego que me puntualice sus objeciones con toda -franqueza. No quiero que ahora se comprometa con una palabra que acaso -luego no pudiera cumplir. Consulte a los conspicuos de su facción y -ofrézcales el ramo de oliva en nombre de Santos Banderas. - -Don Roque le miraba con honrada y apacible expresión, tan ingenua que -descubría las sospechas del ánimo: - ---¡Una tregua! - ---Una tregua. La unión sagrada. Don Roque, salvemos la independencia de -la Patria. - -Tirano Banderas abría los brazos con patético gesto. Llegaba, cortado -en ráfagas, el choteo de los compadritos, que en el fondo crepuscular -de la campa, se divertían con befas y chuelas al Licenciado Veguillas. - - -V - -Don Roque, trotando por el camino, saludaba de lejos con el pañuelo. -Niño Santos, asomado a la talanquera, respondía con la castora. Caballo -y jinete ya iban ocultos por los altos maizales, y aun sobresalía el -brazo con el blanco saludo del pañuelo: - ---¡Chac! ¡Chac! ¡Una paloma! - -La momia alargaba humorística el veneno de su mueca y miraba a la vieja -rabona, que en los círculos del ruedo, entre el anafre del café y el -metate de las tortillas, pasaba las cuentas del rosario, sobrecogida, -estremecida en el terror de una noche sagrada. Se alzó a una seña del -Tirano: - ---Mi Generalito, los enredos del mundo meten al más santo en las -calderas del Infierno. - ---Mi vieja, vos tendrás que amputar la nariz de Cleopatra. - ---Si con ello arreglase el mundo, ñata me quedaba esta noche mesma. - ---Un zafarrancho de cuatro copas en vuestra mesilla, ha sacado una -baza de Lucifer. ¡Vea, no más, a este filarmónico amigo en desgracia, -acusado de traición! ¡Posiblemente le caerá sentencia de muerte! - ---¿Y la culpa de mi tajamar? - ---Ese problema se lo habrán de proponer los futuros historiadores. -Licenciado Veguillas, despídase de la vieja rabona y otórguele su -perdón: Manifieste su ánimo generoso: Revístase la clámide, y asombre a -estos amigos que le ven chuela, con un gesto magnánimo. - ---¡Juvenal y Quevedo! - -La momia miró al gachupín con avinagrado sarcasmo: - ---Ilustre Don Telesforo, usted ocasionará que me saquen alguna chufla. -Ni Quevedo ni Juvenal: Santos Banderas: Una figura en el continente del -Sur. ¡Chac! ¡Chac! - - - - -LIBRO SEGUNDO - -LA TERRAZA DEL CLUB - - -I - -El Doctor Carlos Esparza, Ministro del Uruguay, oía con gesto burlón y -mundano las confidencias de su caro colega el Doctor Aníbal Roncali, -Ministro del Ecuador. Cenaban en el Círculo de Armas: - ---Me ha creado una situación enojosa el Barón de Benicarlés. Digá -vos, no más, que tengo muy brillantes ejecutorias de macho para temer -murmuraciones, pero no dejan de ser molestas esas actitudes del -Ministro de España. ¡Qué sonrisas! ¡Qué miradas, amigo! - ---¡Che! Una pasión. - -El Doctor Carlos Esparza, rubio, miope, elegante, se incrustaba en la -órbita el monóculo de concha rubia. El Doctor Aníbal Roncali le miró -entre quejoso y risueño: - ---Vos estás de chirigota. - -El Ministro del Uruguay se disculpó con un aspaviento burlón: - ---Aníbal, te veo próximo a dejar la capa entre las manos del Barón de -Benicarlés. ¡Y eso puede aparejar un conflicto diplomático, y hasta -una reclamación de la Madre Patria! - -El Ministro del Ecuador hizo un gesto de impaciencia, acentuado por el -revuelo de los rizos: - ---¡Sigue el choteo! - ---¿Qué pensás vos hacer? - ---No lo sé. - ---¿Sin duda no aceptar el puesto de secretario para colaborar en la -gran empresa que tan elocuentemente tenés vos expuesto esta noche? - ---Indudablemente. - ---¡Por una meticulosidad!... - ---No jugués vos del vocablo. - ---Sin juego. Repito que no te asiste razón suficiente para malograr una -aproximación de tan lindas esperanzas. El águila y los aguiluchos que -abren las juveniles alas para el heroico vuelo. ¡Has estado muy feliz! -¡Eres un gran lírico! - ---No me veás vos chuela, Doctorcito. - ---¡Lírico, sentimental, sensitivo, sensible, exclamaba el Cisne de -Nicaragua! Por eso no logras vos separar la actuación diplomática y el -flirt del Ministro de España. - ---Hablemos en serio, Doctorcito. ¿Qué opinión te merece la iniciativa -de Sir Jonnes? - ---Es un primer avance. - ---¿Y qué ulteriores consecuencias le asignás vos a la Nota? - ---¡Qui lo sá! La Nota puede ser precursora de otras Notas... Ello -depende de la actitud que adopte el Presidente. Sir Jonnes, tan -cordial, tan evangélico, solo persigue una indemnización de veinte -millones para la West Limited Company. Una vez más, el florido -ramillete de los sentimientos humanitarios esconde un áspid. - ---La Nota, indudablemente, es un sondeo. ¿Pero cómo opinas vos, -respecto a la actitud del General? ¿Acordará el Gobierno satisfacer la -indemnización? - ---Nuestra América sigue siendo, desgraciadamente, una Colonia -Europea... Pero el Gobierno de Santa Fe, en esta ocasión, posiblemente -no se dejará coaccionar: Sabe que el ideario de los revolucionarios -está en pugna con los monopolios de las Compañías. Tirano Banderas no -morirá de cornada diplomática. Se unen para sostenerlo los egoísmos -del criollaje, dueño de la tierra, y las finanzas extranjeras. El -Gobierno, llegado el caso, podría negar las indemnizaciones, seguro -de que los radicalismos revolucionarios, en ningún momento, merecerán -el apoyo de las Cancillerías. Cierto que la emancipación del indio -debemos enfocarla como un hecho fatal. No es cuerdo cerrar los ojos a -esa realidad. Pero reconocer la fatalidad de un hecho, no apareja su -inminencia. Fatal es la muerte, y toda nuestra vida se construye en un -esfuerzo para alejarla. El Cuerpo Diplomático actúa razonablemente, -defendiendo la existencia de los viejos organismos políticos que -declinan. Nosotros somos las muletas de esos valetudinarios crónicos, -valetudinarios como aquellos éticos antiguos, que no acababan de -morirse. - -La brisa ondulaba los estores y el azul telón de la marina se mostraba -en un lejos de sombras profundas, encendido de opalinos faros y luces -de masteleros. - - -II - -Humeando los tabacos salieron a la terraza los Ministros del Ecuador -y del Uruguay. El Ministro del Japón, Tu-Lag-Thi, al verlos, se -incorporó en su mecedora de bambú, con un saludo falso y amable, -de diplomacia oriental: Saboreaba el moka y tenía las gafas de oro -abiertas sobre un periódico inglés. Se acercaron los Ministros -Latino-Americanos. Zalemas, sonrisas, empaque farsero, cabezadas de -rigodón, apretones de mano, cháchara francesa. El criado, mulato -tilingo, atento a los movimientos de la diplomacia, arrastraba dos -mecedoras. El Doctor Roncali, agitando los rizos, se lanzó en un -arrebato oratorio, cantando la belleza de la noche, de la luna y del -mar. Tu-Lag-Thi, Ministro del Japón, atendía con su oscura mueca -premiosa, los labios como dos viras moradas recogidas sobre la albura -de los dientes, los ojos oblicuos, recelosos, malignos. El Doctor -Esparza insinuó, curioso de novelerías exóticas: - ---¡En el Japón, las noches deben ser admirables! - ---¡Oh!... ¡Ciertamente! ¡Y esta noche no está falta de cachet japonés! - -Tu-Lag-Thi tenía la voz flaca, de pianillos desvencijados, y una -movilidad rígida, de muñeco automático, un accionar esquinado, de -resorte, una vida interior de alambre en espiral: Sonreía con su mueca -amanerada y oscura: - ---Queridos colegas, anteriormente no he podido solicitar la opinión de -ustedes. ¿Qué importancia conceden ustedes a la Nota? - ---¡Es un primer paso!... - -El Doctor Esparza daba intención a sus palabras con una sonrisa -ambigua, llena de reservas. Insistió el Ministro del Japón: - ---Todos lo hemos entendido así. Indudablemente. Un primer paso. ¿Pero -cuáles serán los pasos sucesivos? ¿No se romperá el acuerdo del -Cuerpo Diplomático? ¿Adónde vamos? El Ministro inglés actúa bajo el -imperativo de sus sentimientos humanitarios, pero este generoso impulso -acaso se vea cohibido. Las Colonias Extranjeras, sin exclusión de -ninguna, representan intereses poco simpatizantes con el ideario de -la Revolución. La Colonia Española, tan numerosa, tan influyente, tan -vinculada con el criollaje en sus actividades, en sus sentimientos, en -su visión de los problemas sociales, es francamente hostil a la reforma -agraria, contenida en el Plan de Zamalpoa. En estos momentos --son mis -informes--proyecta un acto que sintetice y afirme sus afinidades con -el Gobierno de la República. ¿No ocurrirá que se vea desasistido en su -humanitaria actuación el Honorable Sir Scott? - -Guiñaba los ojos con miopía inteligente y maliciosa el Doctor Carlos -Esparza: - ---Querido colega, convengamos en que las relaciones diplomáticas no -pueden regirse por las claras normas del Evangelio. - -Tu-Lag-Thi repuso con flébiles maullidos: - ---El Japón supedita intereses de sus naturales, aquí radicados, -a los principios del Derecho de Gentes. Pero en el camino de las -confidencias, y aun de las indiscreciones, no he de ocultar mis -pesimismos respecto al apoyo moral que presten algunos colegas a los -laudables sentimientos del Ministro inglés. Como hombre de honor, no -puedo dar crédito a las insinuaciones y malicias de ciertos rotativos, -demasiado afectos al Gobierno de la República. ¡La West Company! -¡Aberrante! - -La truculenta palabra final se desgarró, transformada en un chifle -de eles y efes, entre la asiática y lipuda sonrisa de Tu-Lag-Thi. El -Doctor Aníbal Roncali se acariciaba el bigote, y a flor de labio, con -leve temblor, retocaba una frase sentimental. Se lanzó con aquel tic -nervioso que agitaba eréctiles, como rabos de lagartijas, los rizos de -su negra cabellera: - ---El Doctor Banderas no puede ordenar el cierre de los expendios de -bebidas. Si tal hiciese, sobrevendría un motín de la plebe. ¡Estas -ferias son las bacanales del cholo y del roto! - - -III - -Llegaban ecos de la verbena. Bailaban en ringla las cuerdas de -farolillos, a lo largo de la calle. Al final giraba la rueda de un -tiovivo. Su grito luminoso, histérico, estridente, hipnotizaba a los -gatos sobre el borde de los aleros. La calle tenía súbitos guiños, -concertados con el rumor y los ejercicios acrobáticos del viento en las -cuerdas de farolillos. A lo lejos, sobre la bruma de estrellas, calcaba -el negro perfil de su arquitectura, San Martín de los Mostenses. - - - - -LIBRO TERCERO - -PASO DE BUFONES - - -I - -Tirano Banderas, en la ventana, apuntaba su catalejo sobre la Ciudad de -Santa Fe: - ---¡Están de gusto las luminarias! ¡Pero que muy lindas, amigos! - -La rueda de compadres y valedores rodeaba el catalejo y la escalerilla -astrológica, con la mueca verde encaramada en el pináculo: - ---No puede negársele al pueblo pan y circo. ¡Están pero que muy lindas -las luminarias! - -De Santa Mónica, el viento del mar traía los opacos estampidos de una -fusilada: - ---¡El pueblo, libre de propagandas funestas, es bueno! ¡Y el rigor muy -saludable! - -La trinca de compadritos, abierta en círculo, tenía la atención -pendiente del Tirano. - - -II - -Tirano Banderas dejó su pináculo, y metiéndose en el círculo de -valedores y compadres, sacó de una oreja al Licenciado Veguillas: - ---Vamos a oír por última vez su concierto batracio. ¿Cómo tiene la -gola? ¿Quiere aclararse la voz con algún gargarismo? - -En torno, adulando la befa, reía la trinca, asustada, complaciente y -ramplona. Aleló Nachito: - ---¿Qué limpieza de notas se le puede pedir a un presunto cadáver? - ---Hace mal rehusando amansar con la música a sus jueces. Señores, -este amigo entrañable aparece como reo de traición, y de no haberse -descubierto su complicidad, pudo fregarles a todos ustedes. Recordarán -cómo en la noche de ayer, actuando en el seno de la confianza, les -declaré el propósito justiciero en que estaba con respecto a las -subversiones del Coronel Domiciano de la Gándara. Fuera de este -recinto han sido divulgadas las palabras que profirió en el seno -de la amistad Santos Banderas. Ustedes van a instruirme en cuanto -a la pena que corresponde a este divulgador de mis secretos. Han -sido citados los testigos de su defensa, y si lo autorizan, se les -hará comparecer y oirán sus descargos. Según tiene manifestado, una -mundana con sonambulismo le adivinó el pensamiento. Con antelación, -esta niña había estado sometida a los pases magnéticos de un cierto -Doctor Polaco. ¡Estamos en un folletín de Alejandro Dumas! Ese Doctor, -que magnetiza y desenvuelve la visión profética en las niñas de los -congales, es un descendiente venido a menos de José Bálsamo. ¿Se -recuerdan ustedes la novela? Un folletín muy interesante. ¡Lo estamos -viviendo! ¡El Licenciadito Veguillas, observen no más, émulo del genial -mulato! Merito va a decirnos adónde emigraba en compañía del rebelde -Coronel Domiciano de la Gándara. - -Hipaba Nachito: - ---Pues no más que salíamos platicando de un establecimiento. - ---¿Los dos briagos? - ---¡Patroncito, dimanante de las ferias, es una pura farra toda Santa -Fe! Pues no más aquel macaneador, tal como íbamos, da una espantada y -se mete por una puerta, que merito merito la abría un encamisado. Y en -el atolondro, yo metí detrás las orejas como un guanaco. - ---¿Puede manifestarnos el establecimiento donde se habían juntado para -la farra? - ---Mi Generalito, no me sonroje, que es un lugar muy profano para -nombrarlo en esta Sala de Audiencia. Ante su noble figura patricia, mi -cara se cubre de vergüenza. - ---Conteste a la pregunta. ¿En qué crápula se halló con el Coronel -de la Gándara y qué confidencias tuvieron en ese presunto lugar? -Licenciadito, usted conocía la orden de arresto, y con alguna palabra -pronunciada durante la embriaguez, puso en sospecha al fugado. - ---¿Mi lealtad de tantos años no me acredita? - ---Pudo ser un acto irreflexivo, pero el estado de alcoholismo no es -atenuante en el Tribunal de Santos Banderas. Usted es un briago que se -pasa las noches de farra en los lenocinios. Sepa que todos sus pasos -los conoce Santos Banderas. Le antepongo que solamente con la verdad -podrá desenojarme. Licenciadito, quiero tenderle una mano y sacarle de -la ciénaga donde cornea atorado, porque el delito de traición apareja -una penalidad muy severa en nuestros Códigos. - ---Señor Presidente, hay enredos en la vida que sobrecogen y hacen -cavilar, enredos que son una novela. La noche de autos he visitado a -una gatita que lee los pensamientos. - ---¿Y una gatita con tanta ciencia está en un lenocinio para que usted -la festeje? - ---Pues la pasada noche así sucedió en lo de Cucarachita. Quiero -declararlo todo y desahogar mi conciencia. Estábamos los dos pecando. -¡Noche de Difuntos era la de ayer, Generalito! Valedores, por mi honor -lo garanto, aquella morocha tenía un cirio bendito desvelándole los -misterios. ¡Leía los pensamientos! - ---Licenciadito, esas son quimeras alcohólicas, pues la pasada noche -se hallaba usted totalmente briago cuando entró con la chinita. Me -ha sido usted traidor, divulgando mis secretos en vitando comercio -con una mundana, y por primera providencia, para templar esa carne -tan ardorosa, le está indicado el cepo. Licenciadito, reléguese a un -rincón, arrodíllese y procure elevar el pensamiento al Ser Supremo. -Estos amigos dilectos van a juzgarle, y de sus deliberaciones puede -salirle una sentencia de muerte. Licenciadito, van a comparecer -los testigos que ha nominado en su defensa, y si le favorecen sus -declaraciones, será para mí de sumo beneplácito. Señor Coronel López -de Salamanca, luego luego, ejecute las diligencias para que acudan a -esclarecernos la niña mundana y el Doctor Polaco. - - -III - -El Coronel Licenciado López de Salamanca, arrestándose a un canto de la -puerta, hizo entrar al Doctor Polaco. Detrás, pisando de puntas, asomó -Lupita la Romántica. El Doctor Polaco, alto, patilludo, gran frente, -melena de sabio, vestía de fraque, con dos bandas al pecho y una -roseta en la solapa. Saludó con una curvatura pomposa y escenográfica, -colocándose la chistera bajo el brazo: - ---Presento mis homenajes al Supremo Dignatario de la República. -Michaelis Lugín, Doctor por la Universidad del Cairo, iniciado en la -Ciencia Secreta de los Brahmanes de Bengala. - ---¿Profesa usted las doctrinas de Allán Kardec? - ---Soy no más un modesto discípulo de Mesmer. El espiritismo -allankardiano es una corruptela pueril de la antigua nigromancia. Las -evocaciones de los muertos se hallan en los papiros egipcios y en los -ladrillos caldeos. La palabra con que son designados estos fenómenos -se forma de dos griegas. - ---¡Este Doctorcito se expresa muy doctoralmente! ¿Y gana la plata con -su título de Profeta del Cairo? - ---Señor Presidente, mi mérito, si alguno tengo, no está en ganar plata -y amontonar riquezas. He recibido la misión de difundir las Doctrinas -Teosóficas y preparar al pueblo para una próxima era de milagros. El -Nuevo Cristo arrastra su sombra por los caminos del Planeta. - ---¿Reconoce haber dormido a esta niña con pases magnéticos? - ---Reconozco haber realizado algunas experiencias. Es un sujeto muy -remarcable. - ---Puntualice cada una. - ---El Señor Presidente, si lo desea, puede ver el programa de mis -experiencias en los Coliseos y Centros Académicos de San Petersburgo, -Viena, Nápoles, Berlín, París, Londres, Lisboa, Río de Janeiro. -Últimamente se han discutido mis teorías sobre el karma y la sugestión -biomagnética en la gran Prensa de Chicago y Filadelfia. El Club -Habanero de la Estrella Teosófica me ha conferido el título de -Hermano Perfecto. La Emperatriz de Austria me honra frecuentemente -consultándome el sentido de sus sueños. Poseo secretos que no revelaré -jamás. El Presidente de la República Francesa y el Rey de Prusia -han querido sobornarme durante mi actuación en aquellas capitales. -¡Inútilmente! El Sendero Teosófico enseña el menosprecio de honores -y riquezas. Si se me autoriza, pondré mis álbumes de fotografías y -recortes a las órdenes del Señor Presidente. - ---¿Y cómo doctorándose en tan austeras doctrinas, y con tan alto grado -en la iniciación teosófica, corre la farra por los lenocinios? Sírvase -iluminarnos con su ciencia y justificar la aparente aberración de esa -conducta. - ---Permítame el Señor Presidente que solicite el testimonio de la -Señorita Médium. Señorita, venciendo el natural rubor, manifieste a -los señores si ha mediado concupiscencia. Señor Presidente, el interés -científico de las experiencias biomagnéticas, sin otras derivaciones, -ha sido norma de mi actuación. He visitado ese lugar porque me habían -hablado de esta Señorita. Deseaba conocerla y, si era posible, -trascender su vida a otro círculo más perfecto. ¿Señorita, no le -propuse a usted redimirla? - ---¿Pagarme la deuda? El que toda la noche no paró con esa sonsera fue -el Licenciado. - ---¡Señorita Guadalupe, recuerde usted que como un padre la he propuesto -acompañarme en la peregrinación por el Sendero! - ---¡Sacarme en los teatros! - ---Mostrar a los públicos incrédulos los ocultos poderes demiúrgicos -que duermen en el barro humano. Usted me ha rechazado, y he tenido que -retirarme con el dolor de mi fracaso. Señor Presidente, creo haber -disipado toda sospecha referente a la pureza de mis acciones. En -Europa, los más relevantes hombres de ciencia estudian estos casos. El -Mesmerismo tiene hoy su mayor desenvolvimiento en las Universidades de -Alemania. - ---Va usted a servirse repetir, punto por punto, las experiencias que la -pasada noche realizó con esa niña. - ---El Señor Presidente me tiene a sus órdenes. Repito que puedo -ofrecerle un programa selecto de experiencias similares. - ---Esa niña, en atención a su sexo, será primeramente interrogada. -El Licenciado Veguillas tiene manifestado como evidente que en -determinada circunstancia le fue sustraído el pensamiento por los -influjos magnéticos de la interfecta. - -La niña del trato bajaba los ojos a las falsas pedrerías de sus manos: - ---A tener esos poderes, no me vería esclava de un débito con la -Cucaracha. Licenciadito, vos lo sabés. - ---Lupita, para mí has sido una serpiente biomagnética. - ---¡Que así me acusés vos, con todito que os di el amoniaco! - ---Lupita, reconoce que estabas la noche pasada con un histerismo -magnético. Tú me leíste el pensamiento cuando alborotaba en el baile -aquel macaneador de Domiciano. Tú le diste el santo para que se volase. - ---¡Licenciado, si estaban los dos ustedes puritos briagos! Yo quise no -más verlos fuera de la recámara. - ---Lupita, en aquella hora tú me adivinaste lo que yo pensaba. Lupita, -tú tienes comercio con los espíritus. ¿Negarás que te has revelado -médium cuando te durmió el Doctor Polaco? - ---Efectivamente, esta Señorita es un caso muy remarcable de lucidez -magnética. Para que la distinguida concurrencia pueda apreciar mejor -los fenómenos, la Señorita Médium ocupará una silla en el centro, bajo -el lampadario. Señorita Médium, usted me hará el honor. - -La tomó de la mano y, ceremonioso, la sacó al centro de la sala. La -niña, muy honesta, con pisar de puntas y los ojos en tierra, apenas -apoyaba el teclado de las uñas suspendida en el guante blanco del -Doctor Polaco. - - -IV - ---¡Chac! ¡Chac! - -Tenía una verde senectud la mueca humorística de la momia indiana. -El Doctor Polaco sacó del fraque la vara mágica, forjada de siete -metales, y con ella tocó los párpados de Lupita: Finalizó con una gran -cortesía, saludando con la vara mágica. Entre suspiros, enajenose -la daifa. Veguillas, arrodillado en un rincón, esperaba el milagro: -Iba a resplandecer la luz de su inocencia: Lupita y el farandul le -apasionaban en aquel momento con un encanto de folletín sagrado: -Oscuramente, de aquellos misterios, esperaba volver a la gracia del -Tirano. Se estremeció. La mueca verde mordía la herrumbre del silencio: - ---¡Chac! ¡Chac! Va usted a servirse repetir, punto por punto, como creo -haberle indicado, las experiencias que la noche de ayer realizó con la -niña de autos. - ---Señor Presidente, tres formas adscritas al tiempo adopta la visión -telepática. Pasado, Actual, Futuro. Este triple fenómeno rara vez se -completa en un médium. Aparece disperso. En la Señorita Guadalupe, la -potencialidad telepática no alcanza fuera del círculo del Presente. -Pasado y Venidero son para ella puertas selladas. Y dentro del fenómeno -de su visión telepática, el ayer más próximo es un remoto pretérito. -Esta Señorita está imposibilitada, absolutamente, para repetir una -anterior experiencia. ¡Absolutamente! Esta Señorita es un médium -poco desenvuelto: ¡Un diamante sin lapidario! El Señor Presidente me -tiene a sus órdenes para ofrecerle un programa selecto de experiencia -similares, en lo posible. - -La acerba mueca llenaba de arrugas la máscara del Tirano: - ---Señor Doctor, no se raje para dar satisfacción al deseo que le tengo -manifestado. Quiero que una por una repita todas las experiencias de -anoche en el lenocinio. - ---Señor Presidente, solo puedo repetir experimentos parejos. La -Señorita Médium no logra la mirada retrospectiva. Es una vidente muy -limitada. Puede llegar a leer el pensamiento, presenciar un suceso -lejano, adivinar un número en el cual se sirva pensar el Señor -Presidente. - ---¿Y con tantos méritos de perro sabio se prostituye en una casa de -trato? - ---La gran neurosis histérica de la ciencia moderna podría explicarlo. -Señorita, el Señor Presidente se dignará elegir un número con el -pensamiento. Va usted a tomarle la mano y a decirlo en voz alta, que -todos lo oigamos. Voz alta y muy clara, Señorita Médium. - ---¡Siete! - ---Como siete puñales. - -Gimió en su destierro Nachito: - ---¡Con ese juego ilusorio me adivinaste ayer el pensamiento! - -Tirano Banderas se volvió, avinagrado y humorístico: - ---¿Por qué visita los malos lugares, mi viejo? - ---Patroncito, hasta en música está puesto que el hombre es frágil. - -El Tirano, recogiéndose en su gesto soturno clavó los ojos con suspicaz -insistencia en la pendejuela del trato. Desmayada en la silla, se le -soltaban los peines y el moño se le desbarata en una cobra negra. -Tirano Banderas se metió en la rueda de compadres: - ---De chamacos hemos visto estos milagros por dos reales. Tantos -diplomas, tantas bandas y tan poca suficiencia. Se me está usted -antojando un impostor, y voy a dar órdenes para que le afeiten en seco -la melena de sabio alemán. No tiene usted derecho a llevarla. - ---Señor Presidente, soy un extranjero acogido en su exilio bajo la -bandera de esta noble República. Enseño la verdad al pueblo, y le -aparto del positivismo materialista. Con mis cortas experiencias, -adquiere el proletariado la noción tangible de un mundo sobrenatural. -¡La vida del pueblo se ennoblece cuando se inclina sobre el abismo del -misterio! - ---Don Cruz, por lo lindo que platica le hará no más la rasura de media -cabeza. - -El Tirano remejía su mueca con avinagrado humorismo, mirando al fámulo -rapista, que le presentaba un bodrio peludo, suspendido en el prieto -racimo de los dedos. - ---¡Es peluca, patrón! - - -V - -La niña del trato se despertaba suspirante, salía a las fronteras del -mundo con lívido pasmo, y en el pináculo de la escalerilla, la momia -indiana apuntaba su catalejo sobre la ciudad. El guiño desorbitado de -las luminarias brizaba clamorosos tumultos de pólvoras, incendios y -campanas, con apremiantes toques de cornetas militares: - ---¡Chac! ¡Chac! ¡Zafarrancho tenemos! Don Cruz, andate a disponerme los -arreos militares. - -El guaita de la torre ha desclavado su bayoneta de la luna, y dispara -el fusil en la oscuridad poblada de alarmas. El Reloj de Catedral -difunde la rueda sonora de sus doce campanadas, y sobre la escalerilla -dicta órdenes el Tirano: - ---Mayor del Valle, tome usted algunos hombres, explore el campo y -observe por qué cuarteles se ha pronunciado el tiroteo. - -Cuando el Mayor del Valle salía por la puerta, entraba el fámulo, que, -abiertos los brazos, con pinturera morisqueta, portaba en bandeja el -uniforme, cruzado con la matona de su Generalito Banderas. Se han -dado de bruces, y rueda estruendosa la matona. El Tirano, chillón y -colérico, encismado, batió con el pie, haciendo temblar escalerilla y -catalejo. - ---¡Sofregados, ninguno la mueva! ¡Vaya un augurio! ¿Qué enigma descifra -usted, Señor Doctor Mágico? - -El farandul, con nitidez estática, vio la sala iluminada, el susto de -los rostros, la torva superstición del Tirano. Saludó: - ---En estas circunstancias, no me es posible formular un oráculo. - ---¿Y esta joven honesta, que otras veces ha mostrado tan buena vista, -no puede darnos referencia, en cuanto al tumulto de Santa Fe? Señor -Doctor, sírvase usted dormir e interrogar a la Señorita Médium. Yo paso -a vestirme el uniforme. ¡Que ninguno toque mi espada! - -Un levantado son de armas rodaba por los claustros luneros, retenes de -tropas acudían a redoblar las guardias. La morocha del trato suspira -bajo los pases magnéticos del pelón farandul, vuelto el blanco de los -ojos sobre el misterio: - ---¿Qué ve usted, señorita Médium? - - -VI - -El Reloj de Catedral enmudece. Aún quedan en el aire las doce -campanadas, y espantan la cresta los gallos de las veletas. Se -consultan sobre los tejados los gatos, y asoman por las guardillas -bultos en camisa. Se ha vuelto loco el esquilón de las Madres. Por el -Arquillo cornea una punta de toros y los cabestros en fuga tolondrean -la cencerra. Estampidos de pólvora. Militares toques de cornetas. Un -tropel de monjas pelonas y encamisadas acude con voces y devociones -a la profanada puerta del convento. Por remotos rumbos ráfagas de -tiroteos. Revueltos caballos. Tumultos con asustados clamores. -Contrarias mareas del gentío. Los tigres, escapados de sus jaulones, -rampan con encendidos ojos por los esquinales de las casas. Por un -terradillo blanco de luna, dos sombras fugitivas arrastran un piano -negro. A su espalda, la bocana del escotillón vierte borbotones de -humo entre lenguas rojas. Con las ropas incendiadas, las dos sombras, -cogidas de la mano, van en un correr por el brocal del terradillo, -se arrojan a la calle cogidas de la mano. Y la luna, puesta la venda -de una nube, juega con las estrellas a la gallina ciega, sobre la -revolucionada Santa Fe de Tierra Firme. - - -VII - -Lupita la Romántica suspira en el trance magnético, con el blanco de -los ojos siempre vuelto sobre el misterio. - - - - -EPÍLOGO - - - - -EPÍLOGO - - -I - ---¡Chac! ¡Chac! - -El Tirano, cauto, receloso, vigila las defensas, manda construir -faginas y parapetos, recorre baluartes y trincheras, dicta órdenes: - ---¡Chac! ¡Chac! - -Encorajinándose con el poco ánimo que mostraban las guerrillas, -jura castigos muy severos a los cobardes y traidores: Le contraría -fallarse de su primer propósito, que había sido caer sobre la ciudad -revolucionada y ejemplarizarla con un castigo sangriento. Rodeado de -sus ayudantes, con taciturno despecho, se retira del frente luego de -arengar a las compañías veteranas, de avanzada en el Campo de la Ranita: - ---¡Chac! ¡Chac! - - -II - -Antes del alba se vio cercado por las partidas revolucionarias y los -batallones sublevados en los cuarteles de Santa Fe. Para estudiar la -positura y maniobra de los asaltantes subió a la torre sin campanas: -El enemigo, en difusas líneas, por los caminos crepusculares, descubría -un buen orden militar: Aún no estrechaba el cerco, proveyendo a los -aproches con paralelas y trincheras. Advertido del peligro, extremaba -su mueca verde Tirano Banderas. Dos mujerucas raposas cavaban con las -manos en torno del indio soterrado hasta los ijares en la campa del -convento: - ---¡Ya me dan por caído esas comadritas! ¿Qué haces vos, centinela -pendejo? - -El centinela apuntó despacio: - ---Están mal puestas para enfilarlas. - ---¡Ponle al cabrón una bala y que se repartan la cuera! - -Disparó el centinela, y suscitose un tiroteo en toda la línea de -avanzadas. Las dos mujerucas quedaron caídas en rebujo, a los flancos -del indio, entre los humos de la pólvora, en el aterrorizado silencio -que sobrevino tras la ráfaga de plomo. Y el indio, con un agujero en -la cabeza, agita los brazos, despidiendo a las últimas estrellas. El -Generalito: - ---¡Chac! ¡Chac! - - -III - -En la primera acometida se desertaron los soldados de una avanzada, y -desde la torre fue visto del Tirano: - ---¡Puta madre! ¡Bien sabía yo que al tiempo de mayor necesidad, habíais -de rajaros! ¡Don Cruz, tú vas a salir profeta! - -Eran tales dichos porque el fámulo rapabarbas, le soplaba -frecuentemente en la oreja cuentos de traiciones. A todo esto no -dejaban de tirotearse las vanguardias, atentos los insurgentes a -estrechar el cerco para estorbar cualquier intento de salida por parte -de los sitiados. Habían dispuesto cañones en batería, pero antes -de abrir el fuego, salió de las filas, sobre un buen caballo, el -Coronelito de la Gándara. Y corriendo el campo a riesgo de su vida, -daba voces intimando la rendición. Injuriábale desde la torre el Tirano: - ---¡Bucanero cabrón, he de hacerte fusilar por la espalda! - -Sacando la cabeza sobre los soldados alineados al pie de la torre, les -dio orden de hacer fuego. Obedecieron, pero apuntando tan alto, que se -veía la intención de no causar bajas: - ---¡A las estrellas tiráis, hijos de la chingada! - -En esto, dando una arremetida más larga de lo que cuadraba a la -defensa, se pasó al campo enemigo el Mayor del Valle. Gritó el Tirano: - ---¡Solo cuervos he criado! - -Y dictando órdenes para que todas las tropas se encerrasen en el -convento, dejó la torre. Pidió al rapabarbas la lista de sospechosos, -y mandó colgar a quince, intentando con aquel escarmiento contener las -deserciones: - ---¡Piensa Dios que cuatro pendejos van a ponerme la ceniza en la -frente! ¡Pues engañado está conmigo! - -Hacía cuenta de resistir todo el día, y al amparo de la noche intentar -una salida. - - -IV - -Mediada la mañana, habían iniciado el fuego de cañón las partidas -rebeldes y en poco tiempo abrieron brecha para el asalto. Tirano -Banderas intentó cubrir el portillo, pero las tropas se le desertaban, -y tuvo que volver a encerrarse en sus cuarteles. Entonces, juzgándose -perdido, mirándose sin otra compañía que la del fámulo rapabarbas, se -quitó el cinto de las pistolas, y salivando venenosos verdes, se lo -entregó: - ---¡El Licenciadito concertista, será oportuno que nos acompañe en el -viaje a los infiernos! - -Sin alterar su paso de rata fisgona, subió a la recámara donde se -recluía la hija. Al abrir la puerta oyó las voces adementadas: - ---¡Hija mía, no habés vos servido para casada y gran señora, como -pensaba este pecador que horita se ve en el trance de quitarte la vida -que te dio hace veinte años! ¡No es justo quedés en el mundo para que -te gocen los enemigos de tu padre, y te baldonen llamándote hija del -chingado Banderas! - -Oyendo tal, suplicaban despavoridas las mucamas que tenían a la loca en -custodia. Tirano Banderas las golpeó en la cara: - ---¡So chingadas! Si os dejo con vida, es porque habés de amortajármela -como un ángel. - -Sacó del pecho un puñal, tomó a la hija de los cabellos para -asegurarla y cerró los ojos. Un memorial de los rebeldes dice que la -cosió con quince puñaladas. - - -V - -Tirano Banderas salió a la ventana, blandiendo el puñal, y cayó -acribillado. Su cabeza, befada por sentencia, estuvo tres días puesta -sobre un cadalso con hopas amarillas, en la Plaza de Armas: El mismo -auto mandaba hacer cuartos el tronco y repartirlos de frontera a -frontera, de mar a mar. Zamalpoa y Nueva Cartagena, Puerto Colorado y -Santa Rosa del Titipay, fueron las ciudades agraciadas. - - - - - ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO - EN LA IMPRENTA RIVADENEYRA - DE MADRID A XV DÍAS - DEL MES DE DICIEMBRE - DE MCMXXVI - AÑOS - - - - -LAUS DEO - - - - -ÍNDICE - - - Págs. - - PRÓLOGO 9 - - PRIMERA PARTE -- Sinfonía del Trópico 19 - Libro primero -- Icono del tirano 21 - Libro segundo -- El Ministro de España 39 - Libro tercero -- El juego de la ranita 49 - - SEGUNDA PARTE -- Boluca y mitote 61 - Libro primero -- Cuarzos ibéricos 63 - Libro segundo -- El Circo Harris 77 - Libro tercero -- La oreja del zorro 85 - - TERCERA PARTE -- Noche de farra 105 - Libro primero -- La recámara verde 107 - Libro segundo -- Luces de ánimas 117 - Libro tercero -- Guiñol dramático 133 - - CUARTA PARTE -- Amuleto nigromante 143 - Libro primero -- La fuga 145 - Libro segundo -- La tumbaga 153 - Libro tercero -- El Coronelito 173 - Libro cuarto -- El honrado gachupín 183 - Libro quinto -- El ranchero 191 - Libro sexto -- La mangana 201 - Libro séptimo -- Nigromancia 219 - - QUINTA PARTE -- Santa Mónica 225 - Libro primero -- Boleto de sombra 227 - Libro segundo -- El número tres 241 - Libro tercero -- Carceleras 251 - - SEXTA PARTE -- Alfajores y venenos 265 - Libro primero -- Lección de Loyola 267 - Libro segundo -- Flaquezas humanas 283 - Libro tercero -- La nota 301 - - SÉPTIMA PARTE -- La mueca verde 315 - Libro primero -- Recreos del tirano 317 - Libro segundo -- La terraza del club 329 - Libro tercero -- Paso de bufones 337 - - EPÍLOGO 355 - -*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK TIRANO BANDERAS *** - -Updated editions will replace the previous one--the old editions will -be renamed. - -Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright -law means that no one owns a United States copyright in these works, -so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the -United States without permission and without paying copyright -royalties. 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Hart was the originator of the Project -Gutenberg-tm concept of a library of electronic works that could be -freely shared with anyone. For forty years, he produced and -distributed Project Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of -volunteer support. - -Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed -editions, all of which are confirmed as not protected by copyright in -the U.S. unless a copyright notice is included. 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You may copy it, give it away or re-use it under the terms -of the Project Gutenberg License included with this eBook or online -at <a href="https://www.gutenberg.org">www.gutenberg.org</a>. 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(This file was produced from images generously made available by Biblioteca Digital Hispánica/Biblioteca Nacional de España.)</p> -<div style='margin-top:2em; margin-bottom:4em'>*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK <span lang='es' xml:lang='es'>TIRANO BANDERAS</span> ***</div> - -<div class="front"> - <hr class="full" /> - <p><a href="#ToC">Índice</a></p> - <h1 class="faux">Tirano Banderas</h1> -</div> - -<div class="transnote" id="tnote"> - <p class="tnotetit">Nota de transcripción</p> - <ul> - <li>Los errores de imprenta han sido corregidos.</li> - - <li>La ortografía del texto original ha sido modernizada de acuerdo con - las normas publicadas en 2010 por la Real Academia Española, aunque - respetando los localismos.</li> - - <li>Las páginas en blanco han sido eliminadas.</li> - - <li>Los capítulos han sido correctamente numerados, deshaciendo algunas - erratas de secuenciación.</li> - - <li>Algunas rayas intrapárrafos han sido eliminadas, siguiendo el modelo - de las ediciones más recientes.</li> - - <li>Se ha añadido un Índice al final del libro pese a que el original - impreso no lo incluye.</li> - </ul> -</div> - - -<div class="screenonly x-ebookmaker-drop"> - <hr class="chap" /> - <div class="figcenter"> - <img class="thin" - style="width: 24em; height: auto;" - src="images/cover.jpg" - alt="Cubierta del libro" /> - </div> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter pt6"> - <p><span class="pagenum" id="Page_1">p. 1</span></p> - <div class="caja"> - <p>COSTE<br/>CINCO<br/>PESETAS</p> - </div> - - <p class="sobre centra red">PEDIDOS AL AUTOR: 28, SANTA CATALINA, 28. — MADRID</p> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter"> - <p><span class="pagenum" id="Page_3">p. 3</span></p> - <div class="figcenter"> - <img class="thin" - src="images/i_0005.jpg" - style="width: 22em; height: auto;" - alt="Portada del libro"/> - <p class="caption">TIRANO<br/> - BANDERAS<br/> - NOVELA<br/> - DE TIERRA<br/> - CALIENTE</p> - </div> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="tit pt6"> - <p><span class="pagenum" id="Page_5">p. 5</span></p> - <p class="fs175 lh200 g0 ws1">TIRANO BANDERAS</p> - <p class="fs110 g3 ws2">NOVELA POR</p> - <p class="fs140 g2 ws1 mt05">DON RAMÓN DEL<br/> VALLE-INCLÁN</p> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch0"> - <p><span class="pagenum" id="Page_7">p. 7</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/i_0009.jpg" - style="width: 18em; height: auto;" - alt="Portadilla"/> - </div> - <h2 class="nobreak g2">PRÓLOGO</h2> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch0-1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_9">p. 9</span></p> - <h3 class="g3" >PRÓLOGO</h3> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Filomeno Cuevas, criollo ranchero, había dispuesto para aquella -noche armar a sus peonadas, con los fusiles ocultos en un manigual, y -las glebas de indios, en difusas líneas, avanzaban por los esteros de -Ticomaipú. Luna clara, nocturnos horizontes profundos de susurros y -ecos.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Saliendo a Jarote Quemado con una tropilla de mayorales, arrendó su -montura el patrón y a la luz de una linterna pasó lista:</p> - -<p>—Manuel Romero.</p> - -<p>—¡Presente!</p> - -<p>—Acércate. No más que recomendarte precaución con ponerte briago. -La primera campanada de las doce será la señal. Llevas sobre ti la -responsabilidad de muchas vidas, y no te digo más. Dame la mano.</p> - -<p>—Mi jefesito en estas bolucas somos baqueanos.</p> - -<p>El patrón repasó el listín:</p> - -<p>—Benito San Juan.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_10">p. 10</span>—¡Presente!</p> - -<p>—¿Chino Viejo te habrá puesto al tanto de tu consigna?</p> - -<p>—Chino Viejo no más me ha significado meterme con alguna caballada -por los rumbos de la feria y tirarlo todo patas al aire. Soltar -algún balazo y no dejar títere sano. La consigna no aparenta mayores -dificultades.</p> - -<p>—¡A las doce!</p> - -<p>—Con la primera campanada. Me acantonaré bajo el reloj de -Catedral.</p> - -<p>—Hay que proceder de matute y hasta lo último aparentar ser -pacíficos feriantes.</p> - -<p>—Eso seremos.</p> - -<p>—A cumplir bien. Dame la mano.</p> - -<p>Y puesto el papel en el cono luminoso de la linterna, aplicó los -ojos el patrón:</p> - -<p>—Atilio Palmieri.</p> - -<p>—¡Presente!</p> - -<p>Atilio Palmieri era primo de la niña ranchera: Rubio, chaparro, -petulante. El ranchero se tiraba de las barbas caprinas:</p> - -<p>—Atilio, tengo para ti una misión muy comprometida.</p> - -<p>—Te lo agradezco, pariente.</p> - -<p>—Estudia el mejor modo de meter fuego<span class="pagenum" -id="Page_11">p. 11</span> en un convento de monjas, y a toda la -comunidad, en camisa, ponerla en la calle escandalizando. Esa es tu -misión. Si hallas alguna monja de tu gusto, cierra los ojos. A la -gente, que no se tome de la bebida. Hay que operar violento, con -la cabeza despejada. ¡Atilio, buena suerte! Procura desenvolver tu -actuación sobre los límites de media noche.</p> - -<p>—Conformo, Filomeno, que saldré avante.</p> - -<p>—Así lo espero: Zacarías San José.</p> - -<p>—¡Presente!</p> - -<p>—Para ti ninguna misión especial. A tus luces dejo lo que más -convenga. ¿Qué bolichada harías tú esta noche metiéndote, con algunos -hombres, por Santa Fe? ¿Cuál sería tu bolichada?</p> - -<p>—Con solamente otro compañero dispuesto, revoluciono la feria: -Vuelco la barraca de las Ceras y abro las jaulas. ¿Qué dice el patrón? -¿No se armaría buena? Con cinco valientes pongo fuego a todos los -abarrotes de gachupines. Con veinticinco copo la guardia de los -Mostenses.</p> - -<p>—¿No más que eso prometes?</p> - -<p>—Y muy confiado de darle una sangría a Tirano Banderas. Mi jefesito, -en este alforjín<span class="pagenum" id="Page_12">p. 12</span> que -cargo en el arzón van los restos de mi chamaco. ¡Me lo han devorado -los chanchos en la ciénaga! No más cargando estos restos, gané en los -albures para feriar guaco, y tiré a un gachupín la mangana y escapé -ileso de la balasera de los gendarmes. Esta noche saldré bien en todos -los empeños.</p> - -<p>—Cruzado, toma la gente que precises y realiza ese lindo programa. -Nos vemos. Dame la mano. Y pasada esta noche sepulta esos restos. En -la guerra el ánimo y la inventiva son los mejores amuletos. Dame la -mano.</p> - -<p>—¡Mi jefesito, estas ferias van a ser señaladas!</p> - -<p>—Eso espero: Crisanto Roa.</p> - -<p>—¡Presente!</p> - -<p>Era el último de la lista y sopló la linterna el patrón. Las -peonadas habían renovado su marcha bajo la luna.</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>El Coronelito de la Gándara, desertado de las milicias federales, -discutía con chicanas y burlas los aprestos militares del ranchero:</p> - -<p>—¡Filomeno, no seas chivatón, y te pongas a saltar un tajo cuando -te faltan las zancas!<span class="pagenum" id="Page_13">p. 13</span> -Es una grave responsabilidad en la que incurres llevando tus peonadas -al sacrificio. ¡Te improvisas general y no puedes entender un plano de -batallas! Yo soy un científico, un diplomado en la Escuela Militar. ¿La -razón no te dice quién debe asumir el mando? ¿Puede ser tan ciego tu -orgullo? ¿Tan atrevida tu ignorancia?</p> - -<p>—Domiciano, la guerra no se estudia en los libros. Todo reside en -haber nacido para ello.</p> - -<p>—¿Y tú te juzgas un predestinado para Napoleón?</p> - -<p>—¡Acaso!</p> - -<p>—¡Filomeno, no macanees!</p> - -<p>—Domiciano, convénceme con un plan de campaña, que aventaje al -discurrido por mí, y te cedo el mando. ¿Qué harías tú con doscientos -fusiles?</p> - -<p>—Aumentarlos hasta formar un ejército.</p> - -<p>—¿Cómo se logra eso?</p> - -<p>—Levantando levas por los poblados de la Sierra. En Tierra Caliente -cuenta con pocos amigos la revolución.</p> - -<p>—¿Ese sería tu plan?</p> - -<p>—En líneas generales. El tablero de la campaña debe ser la Sierra. -Los Llanos son para<span class="pagenum" id="Page_14">p. 14</span> -las grandes masas militares, pero las guerrillas y demás tropas -móviles, hallan su mejor aliado en la topografía montañera. Eso es -lo científico, y desde que hay guerras, la estructura del terreno -impone la maniobra. Doscientos fusiles, en la llanura están siempre -copados.</p> - -<p>—¿Tu consejo es remontarnos a la Sierra?</p> - -<p>—Ya lo he dicho. Buscar una fortaleza natural, que supla la -exigüidad de los combatientes.</p> - -<p>—¡Muy bueno! ¡Eso es lo científico, la doctrina de los tratadistas, -la enseñanza de las Escuelas!... Muy conforme. Pero yo no soy -científico, ni tratadista, ni pasé por la Academia de Cadetes. Tu plan -de campaña no me satisface, Domiciano. Yo, como has visto, intento para -esta noche un golpe sobre Santa Fe. De tiempo atrás vengo meditándolo, -y casualmente en la ría, atracado al muelle, hay un pailebote en -descarga. Transbordo mi gente, y la desembarco en la playa de Punta -Serpiente. Sorprendo a la guardia del castillo, armo a los presos, -sublevo a las tropas de la Ciudadela. Ya están ganados los sargentos. -Ese es mi plan, Domiciano.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_15">p. 15</span>—¡Y te lo juegas -todo en una baza! No eres un émulo de Fabio Máximo. ¿Qué retirada has -estudiado? Olvidas que el buen militar nunca se inmola imprudentemente -y ataca con el previo conocimiento de sus líneas de retirada. Esa es -la más elemental táctica fabiana: En nuestras pampas, el que lucha -cediendo terreno, si es ágil en la maniobra, y sabe manejar la tea -petrolera, vence a los Aníbales y Napoleones. Filomeno, la guerra de -partidas que hacen los revolucionarios no puede seguir otra táctica que -la del romano frente al cartaginés. ¡He dicho!</p> - -<p>—¡Muy elocuente!</p> - -<p>—Eres un irresponsable que conduce un piño de hombres al -matadero.</p> - -<p>—Audacia y Fortuna ganan las campañas, y no las matemáticas de las -Academias. ¿Cómo actuaron los héroes de nuestra Independencia?</p> - -<p>—Como apóstoles. Mitos populares, no grandes estrategas. Simón -Bolívar, el primero de todos, fue un general pésimo. La guerra es una -técnica científica y tú la conviertes en bolada de ruleta.</p> - -<p>—Así es.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_16">p. 16</span>—Pues discurres como -un insensato.</p> - -<p>—¡Posiblemente! No soy un científico, y estoy obligado a no guiarme -por otra norma que la corazonada. ¡Voy a Santa Fe, por la cabeza del -Generalito Banderas!</p> - -<p>—Más seguro que pierdas la tuya.</p> - -<p>—Allá lo veremos. Testigo el tiempo.</p> - -<p>—Intentas una operación sin refrendo táctico, una mera escaramuza -de bandolerismo, contraria a toda la teoría militar. Tu obligación -es la obediencia al Cuartel General del Ejército Revolucionario: Ser -merito grano de arena en la montaña, y te manifiestas con un acto de -indisciplina al operar independiente. Eres ambicioso y soberbio. No me -escuches. Haz lo que te parezca. Sacrifica a tus peonadas. Después del -sudor, les pides la sangre. ¡Muy bueno!</p> - -<p>—De todo tengo hecho mérito en la conciencia, y con tantas -responsabilidades y tantos cargos no cedo en mi idea. Es más fuerte la -corazonada.</p> - -<p>—La ambición de señalarte.</p> - -<p>—Domiciano, tú no puedes comprenderme. Yo quiero apagar la guerra -con un soplo, como quien apaga una vela.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_17">p. 17</span>—¡Y si fracasas, -difundir el desaliento en las filas de tus amigos, ser un mal -ejemplo!</p> - -<p>—O una emulación.</p> - -<p>—Después de cien años, para los niños de las Escuelas Nacionales. El -presente, todavía no es la historia, y tiene caminos más realistas. En -fin, tanto hablar seca la boca. Pásame tu cantimplora.</p> - -<p>Tras del trago, batió la yesca y encendió el chicote apagado, -esparciéndose la ceniza por el vientre rotundo de ídolo tibetano.</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>El patrón, con solo cincuenta hombres, caminó por marismas y -manglares hasta dar vista a un pailebote abordado para la descarga en -el muelle de un aserradero. Filomeno ordenó al piloto que pusiese velas -al viento para recalar en Punta Serpientes. El sarillo luminoso de un -faro giraba en el horizonte. Embarcada la gente, zarpó el pailebote -con silenciosa maniobra. Navegó la luna sobre la obra muerta de babor, -bella la mar, el barco marinero. Levantaba la proa surtidores de plata -y en la sombra del foque un<span class="pagenum" id="Page_18">p. -18</span> negro juntaba rueda de oyentes: Declamaba versos con lírico -entusiasmo, fluente de ceceles. Repartidos en ranchos los hombres de la -partida, tiraban del naipe: Aceitosos farolillos discernían los rumbos -de juguetas por escotillones y sollados. Y en la sombra del foque abría -su lírico floripondio de ceceles el negro catedrático:</p> - -<div class="poetry-container"> -<div class="poetry"> - <div class="stanza"> - <div class="verse indent2">Navega velelo mío</div> - <div class="verse indent6">Sin temol,</div> - <div class="verse indent0">Que ni enemigo navío,</div> - <div class="verse indent0">Ni tolmenta, ni bonanza,</div> - <div class="verse indent0">A tolcel tu lumbo alcanza,</div> - <div class="verse indent0">Ni a sujetal tu valol.</div> - </div> -</div> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_19">p. 19</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/i_0021.jpg" - style="width: 18em; height: auto;" - alt="Portadilla"/> - </div> - <h2 class="nobreak g2 ws2">PRIMERA PARTE</h2> - <p class="subh2">SINFONÍA DEL TRÓPICO</p> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch1-1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_21">p. 21</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3> - <p class="subh3 g0">ICONO DEL TIRANO</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Santa Fe de Tierra Firme —arenales, pitas, manglares, chumberas— en -las cartas antiguas, Punta de las Serpientes.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Sobre una loma, entre granados y palmas, mirando al vasto mar y al -sol poniente, encendía los azulejos de sus redondas cúpulas coloniales -San Martín de los Mostenses. En el campanario sin campanas levantaba el -brillo de su bayoneta un centinela. San Martín de los Mostenses, aquel -desmantelado convento de donde una lejana revolución había expulsado a -los frailes, era, por mudanzas del tiempo, Cuartel del Presidente Don -Santos Banderas —Tirano Banderas—.</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>El Generalito acababa de llegar con algunos batallones de indios, -después de haber fusilado a los insurrectos de Zamalpoa: Inmóvil y -taciturno, agaritado de perfil en una remota<span class="pagenum" -id="Page_22">p. 22</span> ventana, atento al relevo de guardias en la -campa barcina del convento, parece una calavera con antiparras negras y -corbatín de clérigo. En el Perú había hecho la guerra a los españoles, -y de aquellas campañas veníale la costumbre de rumiar la coca, por -donde en las comisuras de los labios tenía siempre una salivilla de -verde veneno. Desde la remota ventana, agaritado en una inmovilidad -de corneja sagrada, está mirando las escuadras de indios, soturnos -en la cruel indiferencia del dolor y de la muerte. A lo largo de la -formación, chinitas y soldaderas haldeaban corretonas, huroneando -entre las medallas y las migas del faltriquero, la pitada de tabaco -y los cobres para el coime. Un globo de colores se quemaba en la -turquesa celeste, sobre la campa invadida por la sombra morada del -convento. Algunos soldados, indios comaltes de la selva, levantaban -los ojos. Santa Fe celebraba sus famosas ferias de Santos y Difuntos. -Tirano Banderas, en la remota ventana, era siempre el garabato de un -lechuzo.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_23">p. 23</span>IV</h4> - -<p>Venía por el vasto zaguán frailero una escolta de soldados con -la bayoneta armada en los negros fusiles, y entre las filas un roto -greñudo, con la cara dando sangre. Al frente, sobre el flanco derecho, -fulminaba el charrasco del Mayor Abilio del Valle. El retinto garabato -del bigote, dábale fiero resalte al arregaño lobatón de los dientes que -sujetan el fiador del pavero con toquilla de plata:</p> - -<p>—¡Alto!</p> - -<p>Mirando a las ventanas del convento, formó la escuadra. Destacáronse -dos caporales, que, a modo de pretinas, llevaban cruzadas sobre el -pecho sendas pencas con argollones, y despojaron al reo del fementido -sabanil que le cubría las carnes: Sumiso y adoctrinado, con la espalda -corita al sol, entrose el cobrizo a un hoyo profundo de tres pies, -como disponen las Ordenanzas de Castigos Militares. Los dos caporales -apisonaron echando tierra, y quedó soterrado hasta los estremecidos -ijares: El torso desnudo, la greña, las manos con fierros, salían -fuera del hoyo colmados de negra expresión<span class="pagenum" -id="Page_24">p. 24</span> dramática: Metía el chivón de la barba en el -pecho, con furbo atisbo a los caporales que se desceñían las pencas. -Señaló el tambor un compás alterno y dio principio el castigo del -chicote, clásico en los cuarteles:</p> - -<p>—¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!</p> - -<p>El greñudo, sin un gemido, se arqueaba sobre las manos esposadas, -ocultos los hierros en la cavación del pecho: Le saltaban de los -costados ramos de sangre, y sujetándose al ritmo del tambor, solfeaban -los dos caporales:</p> - -<p>—¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve!</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>Niño Santos se retiró de la ventana para recibir a una endomingada -diputación de la Colonia Española: El abarrotero, el empeñista, el -chulo del braguetazo, el patriota jactancioso, el doctor sin reválida, -el periodista hampón, el rico mal afamado, se inclinaban en hilera ante -la momia taciturna con la verde salivilla en el canto de los labios—. -Don Celestino Galindo, orondo, redondo, pedante, tomó la palabra, y con -aduladoras hipérboles,<span class="pagenum" id="Page_25">p. 25</span> -saludó al Glorioso Pacificador de Zamalpoa:</p> - -<p>—La Colonia Española eleva sus homenajes al benemérito patricio, -raro ejemplo de virtud y energía, que ha sabido restablecer el -imperio del orden, imponiendo un castigo ejemplar a la demagogia -revolucionaria. ¡La Colonia Española, siempre noble y generosa, tiene -una oración y una lágrima para las víctimas de una ilusión funesta, -de un virus perturbador! Pero la Colonia Española no puede menos de -reconocer que en el inflexible cumplimiento de las leyes está la única -salvaguardia del orden y el florecimiento de la República.</p> - -<p>La fila de gachupines asintió con murmullos: Unos eran toscos, -encendidos y fuertes: Otros tenían la expresión cavilosa y hepática -de los tenderos viejos: Otros, enjoyados y panzudos, exudaban zurda -pedancia. A todos ponía un acento de familia el embarazo de las -manos con guantes. Tirano Banderas masculló estudiadas cláusulas de -dómine:</p> - -<p>—Me congratula ver cómo los hermanos de raza aquí radicados, -afirmando su fe inquebrantable en los ideales de orden y progreso, -responden a la tradición de la Madre Patria.<span class="pagenum" -id="Page_26">p. 26</span> Me congratula mucho este apoyo moral de -la Colonia Hispana. Santos Banderas no tiene la ambición de mando -que le critican sus adversarios: Santos Banderas les garanta que el -día más feliz de su vida será cuando pueda retirarse y sumirse en la -oscuridad a labrar su predio, como Cincinato. Crean, amigos, que para -un viejo son fardel muy pesado las obligaciones de la Presidencia. El -gobernante, muchas veces precisa ahogar los sentimientos de su corazón, -porque el cumplimiento de la ley es la garantía de los ciudadanos -trabajadores y honrados: El gobernante, llegado el trance de firmar -una sentencia de pena capital, puede tener lágrimas en los ojos, pero -a su mano no le está permitido temblar. Esta tragedia del gobernante, -como les platicaba recién, es superior a las fuerzas de un viejo. Entre -amigos tan leales, puedo declarar mi flaqueza, y les garanto que el -corazón se me desgarraba al firmar los fusilamientos de Zamalpoa. ¡Tres -noches he pasado en vela!</p> - -<p>—¡Atiza!</p> - -<p>Se descompuso la ringla de gachupines. Los charolados pies -juanetudos cambiaron de loseta. Las manos, enguantadas y torponas, -se<span class="pagenum" id="Page_27">p. 27</span> removieron -indecisas, sin saber dónde posarse. En un tácito acuerdo, los -gachupines jugaron con las brasileñas leontinas de sus relojes. Acentuó -la momia:</p> - -<p>—¡Tres días con sus noches en ayuno y en vela!</p> - -<p>—¡Arrea!</p> - -<p>Era el que tan castizo apostillaba un vinatero montañés, chaparro -y negrote, con el pelo en erizo, y el cuello de toro desbordante -sobre la tirilla de celuloide: La voz fachendosa tenía la brutalidad -intempestiva de una claque de teatro. Tirano Banderas sacó la petaca y -ofreció a todos su picadura de Virginia:</p> - -<p>—Pues, como les platicaba, el corazón se destroza, y las -responsabilidades de la gobernación llegan a constituir una carga -demasiado pesada. Busquen al hombre que sostenga las finanzas, al -hombre que encauce las fuerzas vitales del país. La República, sin -duda, tiene personalidades que podrán regirla con más acierto que -este viejo valetudinario. Pónganse de acuerdo todos los elementos -representativos, así nacionales como extranjeros...</p> - -<p>Hablaba meciendo la cabeza de pergamino: La mirada, un misterio -tras las verdosas<span class="pagenum" id="Page_28">p. 28</span> -antiparras. Y la ringla de gachupines balanceaba un murmullo, señalando -su aduladora disidencia. Cacareó Don Celestino:</p> - -<p>—¡Los hombres providenciales no pueden ser reemplazados, sino por -hombres providenciales!</p> - -<p>La fila aplaudió, removiéndose en las losetas, como ganado inquieto -por la mosca. Tirano Banderas, con un gesto cuáquero, estrechó la mano -del pomposo gachupín:</p> - -<p>—Quédese, Don Celes, y echaremos un partido de ranita.</p> - -<p>—¡Muy complacido!</p> - -<p>Tirano Banderas, trasmudándose sobre su última palabra, hacía a los -otros gachupines un saludo frío y parco:</p> - -<p>—A ustedes, amigos, no quiero distraerles de sus ocupaciones. Me -dejan mandado.</p> - - -<h4>VI</h4> - -<p>Una mulata entrecana, descalza, temblona de pechos, aportó con el -refresco de limonada y chocolate, dilecto de frailes y corregidores, -cuando el virreinato. Con tintín de plata y cristales en las manos -prietas, miró la mucama<span class="pagenum" id="Page_29">p. 29</span> -al patroncito, dudosa, interrogante. Niño Santos, con una mueca de -la calavera, le indicó la mesilla de campamento, que, en el vano de -un arco, abría sus compases de araña. La mulata obedeció haldeando: -Sumisa, húmeda, lúbrica, se encogía y deslizaba. Mojó los labios en la -limonada Niño Santos:</p> - -<p>—Consecutivamente, desde hace cincuenta años, tomo este refresco, y -me prueba muy medicinal... Se lo recomiendo, Don Celes.</p> - -<p>Don Celes infló la botarga:</p> - -<p>—¡Cabal, es mi propio refresco! Tenemos los gustos parejos y me -siento orgulloso. ¡Cómo no!</p> - -<p>Tirano Banderas, con gesto huraño, esquivó el humo de la adulación, -las volutas enfáticas. Manchados de verde los cantos de la boca, se -recogía en su gesto soturno:</p> - -<p>—Amigo Don Celes, las revoluciones, para acabarlas de raíz, precisan -balas de plata.</p> - -<p>Reforzó campanudo el gachupín:</p> - -<p>—¡Balas que no llevan pólvora ni hacen estruendo!</p> - -<p>La momia acogió con una mueca enigmática:</p> - -<p>—Esas, amigo, que van calladas, son las<span class="pagenum" -id="Page_30">p. 30</span> mejores. En toda revolución hay siempre dos -momentos críticos: El de las ejecuciones fulminantes, y el segundo -momento, cuando convienen las balas de plata. Amigo Don Celes, recién -esas balas nos ganarían las mejores batallas. Ahora la política es -atraerse a los revolucionarios. Yo hago honor a mis enemigos, y no se -me oculta que cuentan con muchos elementos simpatizantes en las vecinas -Repúblicas. Entre los revolucionarios, hay científicos que pueden con -sus luces laborar en provecho de la Patria. La inteligencia merece -respeto. ¿No le parece, Don Celes?</p> - -<p>Don Celes asentía con el grasiento arrebol de una sonrisa:</p> - -<p>—En un todo de acuerdo. ¡Cómo no!</p> - -<p>—Pues para esos científicos quiero yo las balas de plata: Hay entre -ellos muy buenas cabezas que lucirían en cotejo con las eminencias del -Extranjero. En Europa, esos hombres pueden hacer estudios que aquí -nos orienten: Su puesto está en la Diplomacia... En los Congresos -Científicos... En las Comisiones que se crean para el Extranjero.</p> - -<p>Ponderó el ricacho:</p> - -<p>—¡Eso es hacer política sabia!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_31">p. 31</span>Y susurró -confidencial Generalito Banderas:</p> - -<p>—Don Celes, para esa política preciso un gordo amunicionamiento -de plata. ¿Qué dice el amigo? Séame leal, y que no salga de los dos -ninguna cosa de lo hablado. Le tomo por consejero, reconociendo lo -mucho que vale.</p> - -<p>Don Celes soplábase los bigotes escarchados de brillantina y -aspiraba, deleite de sibarita, las auras barberiles que derramaba en -su ámbito. Resplandecía como búdico vientre el cebollón de su calva, -y esfumaba su pensamiento un sueño de orientales mirajes: La contrata -de vituallas para el Ejército Libertador. Cortó el encanto Tirano -Banderas:</p> - -<p>—Mucho lo medita, y hace bien, que el asunto tiene toda la -importancia.</p> - -<p>Declamó el gachupín, con la mano sobre la botarga:</p> - -<p>—Mi fortuna, muy escasa siempre, y estos tiempos harto quebrantada, -en su corta medida está al servicio del Gobierno. Pobre es mi ayuda, -pero ella representa el fruto del trabajo honrado en esta tierra -generosa, a la cual amo como a una patria de elección.</p> - -<p>Generalito Banderas interrumpió con el ademán impaciente de -apartarse un tábano:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_32">p. 32</span>—¿La Colonia Española -no cubriría un empréstito?</p> - -<p>—La Colonia ha sufrido mucho estos tiempos. Sin embargo, teniendo en -cuenta sus vinculaciones con la República...</p> - -<p>El Generalito plegó la boca, reconcentrado en un pensamiento:</p> - -<p>—¿La Colonia Española comprende hasta dónde peligran sus intereses -con el ideario de la Revolución? Si lo comprende, trabájela usted en el -sentido indicado. El Gobierno solo cuenta con ella para el triunfo del -orden: El país está anarquizado por las malas propagandas.</p> - -<p>Inflose Don Celes:</p> - -<p>—El indio dueño de la tierra es una utopía de universitarios.</p> - -<p>—Conformes. Por eso le decía que a los científicos hay que darles -puestos fuera del país, adonde su talento no sea perjudicial para -la República. Don Celestino, es indispensable un amunicionamiento -de plata, y usted queda comisionado para todo lo referente. Véase -con el Secretario de Finanzas. No lo dilate. El Licenciadito tiene -estudiado el asunto y le pondrá al corriente: Discutan las garantías -y resuelvan<span class="pagenum" id="Page_33">p. 33</span> violento, -pues es de la mayor urgencia balear con plata a los revolucionarios. -¡El extranjero acoge las calumnias que propalan las Agencias! Hemos -protestado por la vía diplomática para que sea coaccionada la campaña -de difamación, pero no basta. Amigo Don Celes, a su bien tajada -péñola le corresponde redactar un documento que, con las firmas de -los españoles preeminentes, sirva para ilustrar al Gobierno de la -Madre Patria. La Colonia debe señalar una orientación, hacerles saber -a los estadistas distraídos que el ideario revolucionario es el -peligro amarillo en América. La Revolución representa la ruina de los -estancieros españoles. Que lo sepan allá, que se capaciten. ¡Es muy -grave el momento, Don Celestino! Por rumores que me llegaron, tengo -noticia de cierta actuación que proyecta el Cuerpo Diplomático. Los -rumores son de una protesta por las ejecuciones de Zamalpoa. ¿Sabe -usted si esa protesta piensa suscribirla el Ministro de España?</p> - -<p>Al rico gachupín se le enrojeció la calva:</p> - -<p>—¡Sería una bofetada a la Colonia!</p> - -<p>—¿Y el Ministro de España, considera usted que sea sujeto para esas -bofetadas?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_34">p. 34</span>—Es hombre apático... -Hace lo que le cuesta menos trabajo. Hombre poco claro.</p> - -<p>—¿No hace negocios?</p> - -<p>—Hace deudas, que no paga. ¿Quiere usted mayor negocio? Mira como un -destierro su radicación en la República.</p> - -<p>—¿Que se teme usted una pendejada?</p> - -<p>—Me la temo.</p> - -<p>—Pues hay que evitarla.</p> - -<p>El gachupín simuló una inspiración repentina, con palmada en la -frente panzona:</p> - -<p>—La Colonia puede actuar sobre el Ministro.</p> - -<p>Don Santos rasgó con una sonrisa su verde máscara indiana:</p> - -<p>—Eso se llama meter el tejo por la boca de la ranita. Conviene -actuar violento. Los españoles aquí radicados tienen intereses -contrarios a las utopías de la Diplomacia. Todas esas lucubraciones -del protocolo suponen un desconocimiento de las realidades americanas. -La Humanidad, para la política de estos países, es una entelequia con -tres cabezas: El criollo, el indio y el negro. Tres Humanidades. Otra -política para estos climas es pura macana.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_35">p. 35</span>El gachupín, barroco -y pomposo, le tendió la mano:</p> - -<p>—¡Mi admiración crece escuchándole!</p> - -<p>—No se dilate, Don Celes. Quiere decirse que se remite para mañana -la invitación que le hice. ¿A usted no le complace el juego de la -ranita? Es mi medicina para esparcir el ánimo, mi juego desde chamaco, -y lo practico todas las tardes. Muy saludable, no arruina como otros -juegos.</p> - -<p>El ricacho se arrebolaba:</p> - -<p>—¡Asombroso cómo somos de gustos parejos!</p> - -<p>—Don Celes, hasta lueguito.</p> - -<p>Interrogó el gachupín:</p> - -<p>—¿Lueguito será mañana?</p> - -<p>Movió la cabeza Don Santos:</p> - -<p>—Si antes puede ser, antes. Yo no duermo.</p> - -<p>Encomió Don Celes:</p> - -<p>—¡Profesor de energía, como dicen en nuestro diario!</p> - -<p>El Tirano le despidió, ceremonioso, desbaratada la voz en una cucaña -de gallos.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_36">p. 36</span>VII</h4> - -<p>Tirano Banderas, sumido en el hueco de la ventana, tenía siempre el -prestigio de un pájaro nocharniego: Desde aquella altura fisgaba la -campa donde seguían maniobrando algunos pelotones de indios, armados -con fusiles antiguos. La ciudad se encendía de reflejos sobre la marina -esmeralda. La brisa era fragante, plena de azahares y tamarindos. En -el cielo, remoto y desierto, subían globos de verbena, con cauda de -luces. Santa Fe celebraba sus ferias otoñales, tradición que venía del -tiempo de los virreyes españoles. Por la conga del convento, saltarín y -liviano, con morisquetas de lechuguino, rodaba el quitrí de Don Celes. -La ciudad, pueril ajedrezado de blancas y rosadas azoteas, tenía una -luminosa palpitación, acastillada en la curva del Puerto. La marina era -llena de cabrilleos, y en la desolación azul, toda azul, de la tarde, -encendían su roja llamarada las cornetas de los cuarteles. El quitrí -del gachupín saltaba como una araña negra, en el final solanero de -Cuesta Mostenses.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_37">p. 37</span>VIII</h4> - -<p>Tirano Banderas, agaritado en la ventana, inmóvil y distante, -acrecentaba su prestigio de pájaro sagrado. Cuesta Mostenses flotaba -en la luminosidad del marino poniente, y un ciego cribado de viruelas -rasgaba el guitarrillo al pie de los nopales, que proyectaban sus -brazos como candelabros de Jerusalén. La voz del ciego desgarraba el -calino silencio:</p> - -<div class="poetry-container"> -<div class="poetry"> - <div class="stanza"> - </div> - <div class="stanza"> - <div class="verse indent2">—Era Diego Pedernales</div> - <div class="verse indent0">de noble generación,</div> - <div class="verse indent0">pero las obligaciones</div> - <div class="verse indent0">de su sangre no siguió.</div> - </div> -</div> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch1-2"> - <p><span class="pagenum" id="Page_39">p. 39</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3> - <p class="subh3 g0">EL MINISTRO DE ESPAÑA</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>La Legación de España se albergó muchos años en un caserón con -portada de azulejos y salomónicos miradores de madera, vecino al -recoleto estanque francés, llamado por una galante tradición Espejillo -de la Virreina. El Barón de Benicarlés, Ministro Plenipotenciario -de Su Majestad Católica, también proyectaba un misterio galante y -malsano, como aquella virreina que se miraba en el espejo de su -jardín, con un ensueño de lujuria en la frente. El Excelentísimo -Señor Don Mariano Isabel Cristino Queralt y Roca de Togores, Barón de -Benicarlés y Maestrante de Ronda, tenía la voz de cotorrona y el pisar -de bailarín. Lucio, grandote, abobalicado, muy propicio al cuchicheo y -al chismorreo, rezumaba falsas melosidades: Le hacían rollas las manos -y el papo: Hablaba con nasales francesas y mecía bajo sus carnosos -párpados un frío ensueño de literatura perversa: Era un desvaído -figurón, snob literario, gustador de los cenáculos decadentes,<span -class="pagenum" id="Page_40">p. 40</span> con rito y santoral de -métrica francesa. La sombra de la ardiente virreina, refugiada en el -fondo del jardín, mirando la fiesta de amor sin mujeres, lloró muchas -veces, incomprensiva, celosa, tapándose la cara.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Santos y Difuntos. En este tiempo, era luminosa y vibrante de -tabanquillos y tenderetes la Calzada de la Virreina. El quitrí del -gachupín, que rodaba haciendo morisquetas de petimetre, se detuvo -ante la Legación Española. Un chino encorvado, la espalda partida -por la coleta, regaba el zaguán. Don Celes subió la ancha escalera y -cruzó una galería con cuadros en penumbra, tallas, dorados y sedas: -El gachupín experimentaba un sofoco ampuloso, una sensación enfática -de orgullo y reverencia: Como collerones le resonaban en el pecho -fanfarrias de históricos nombres sonoros, y se mareaba igual que en un -desfile de cañones y banderas: Su jactancia, ilusa y patriótica, se -revertía en los escandidos compases de una música brillante y ramplona: -Se detuvo en el fondo de la galería. La puerta<span class="pagenum" -id="Page_41">p. 41</span> luminosa, silenciosa, franca sobre el gran -estrado desierto, amortiguó extrañamente al barroco gachupín, y sus -pensamientos se desbandaron en fuga, potros cerriles rebotando las -ancas. Se apagaron de repente todas las bengalas, y el ricacho se -advirtió pesaroso de verse en aquel trámite: Desasistido de emoción, -árido, tímido como si no tuviese dinero, penetró en el estrado vacío, -turbando la dorada simetría de espejos y consolas.</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>El Barón de Benicarlés, con quimono de mandarín, en el fondo de otra -cámara, sobre un canapé, espulgaba meticulosamente a su faldero. Don -Celes llegó, mal recobrado el gesto de fachenda entre la calva panzona -y las patillas color de canela: Parecía que se le hubiese aflojado la -botarga:</p> - -<p>—Señor Ministro, si interrumpo, me retiro.</p> - -<p>—Pase usted, ilustre Don Celestino.</p> - -<p>El faldero dio un ladrido, y el carcamal diplomático, rasgando la -boca, le tiró de una oreja:</p> - -<p>—¡Calla, Merlín! Don Celes, tan contadas<span class="pagenum" -id="Page_42">p. 42</span> son sus visitas, que ya le desconoce el -Primer Secretario.</p> - -<p>El carcamal diplomático esparcía sobre la fatigada crasitud de sus -labios una sonrisa lenta y maligna, abobada y amable. Pero Don Celes -miraba a Merlín, y Merlín le enseñaba los dientes a Don Celes. El -Ministro de Su Majestad Católica, distraído, evanescente, ambiguo, -prolongaba la sonrisa con una elasticidad inverosímil, como las -diplomacias neutrales en año de guerras. Don Celes experimentaba una -angustia pueril entre la mueca del carcamal y el hocico aguzado del -faldero: Con su gesto adulador y pedante, lleno de pomposo afecto, se -inclinó hacia Merlín:</p> - -<p>—¿No quieres que seamos amigos?</p> - -<p>El faldero, con un ladrido, se recogió en las rodillas de su amo, -que adormilaba los ojos huevones, casi blancos, apenas desvanecidos -de azul, indiferentes como dos globos de cristal, consonantes con la -sonrisa sin término, de una deferencia maquillada y protocolaria. La -mano gorja y llena de hoyos, mano de odalisca, halagaba las sedas del -faldero:</p> - -<p>—¡Merlín, ten formalidad!</p> - -<p>—¡Me ha declarado la guerra!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_43">p. 43</span>El Barón de -Benicarlés, diluyendo el gesto de fatiga por toda su figura crasa y -fondona, se dejaba besuquear del faldero. Don Celes, rubicundo entre -las patillas de canela, poco a poco, iba inflando la botarga, pero con -una sombra de recelo, una íntima y remota cobardía de cómico silbado. -Bajo el besuqueo del falderillo, habló, confuso y nasal, el figurón -diplomático:</p> - -<p>—¿Por dónde se peregrina, Don Celeste? ¿Qué luminosa opinión me trae -usted de la Colonia Hispana? ¿No viene usted como Embajador?... Ya -tiene usted despejado el camino, ilustre Don Celes.</p> - -<p>Don Celes se arrugó con gesto amistoso, aquiescente, fatalista: La -frente panzona, la papada apoplética, la botarga retumbante, apenas -disimulaban la perplejidad del gachupín. Rio falsamente:</p> - -<p>—La tan mentada sagacidad diplomática se ha confirmado una vez más, -querido Barón.</p> - -<p>Ladró Merlín, y el carcamal le amenazó levantando un dedo:</p> - -<p>—No interrumpas, Merlín. Perdone usted la incorrección y continúe, -ilustre Don Celes.</p> - -<p>Don Celes, por levantarse los ánimos, hacía<span class="pagenum" -id="Page_44">p. 44</span> oración mental, recapacitando los pagarés -que tenía del Barón: Luchaba desesperado por no desinflarse: Cerró los -ojos:</p> - -<p>—La Colonia, por sus vinculaciones, no puede ser ajena a la -política del país: Aquí radica su colaboración y el fruto de sus -esfuerzos. Yo, por mis sentimientos pacifistas, por mis convicciones -de liberalismo bajo la gerencia de gobernantes serios, me hallo en una -situación ambigua, entre el ideario revolucionario y los procedimientos -sumarísimos del General Banderas. Pero casi me convence la colectividad -española, en cuanto a su actuación, porque la más sólida garantía del -orden es, todavía, Don Santos Banderas. ¡El triunfo revolucionario -traería el caos!</p> - -<p>—Las revoluciones, cuando triunfan, se hacen muy prudentes.</p> - -<p>—Pero hay un momento de crisis comercial: Los negocios se resienten, -oscilan las finanzas, el bandolerismo renace en los campos.</p> - -<p>Subrayó el Ministro:</p> - -<p>—No más que ahora, con la guerra civil.</p> - -<p>—¡La guerra civil! Los radicados de muchos años en el país, ya la -miramos como un mal endémico. Pero el ideario revolucionario<span -class="pagenum" id="Page_45">p. 45</span> es algo más grave, porque -altera los fundamentos sagrados de la propiedad. El indio, dueño de -la tierra, es una aberración demagógica, que no puede prevalecer en -cerebros bien organizados. La Colonia profesa unánime este sentimiento: -Yo quizá lo acoja con algunas reservas, pero, hombre de realidades, -entiendo que la actuación del capital español es antagónica con el -espíritu revolucionario.</p> - -<p>El Ministro de Su Majestad Católica se recostó en el canapé, -escondiendo en el hombro el hocico del faldero:</p> - -<p>—¿Don Celes, y es oficial ese ultimátum de la Colonia?</p> - -<p>—Señor Ministro, no es ultimátum. La Colonia pide solamente una -orientación.</p> - -<p>—¿La pide o la impone?</p> - -<p>—No habré sabido explicarme. Yo, como hombre de negocios, soy poco -dueño de los matices oratorios, y si he vertido algún concepto por -donde haya podido entenderse que ostento una representación oficiosa, -tengo especial interés en dejar rectificada plenamente esa suspicacia -del Señor Ministro.</p> - -<p>El Barón de Benicarlés, con una punta de ironía en el azul desvaído -de los ojos, y las<span class="pagenum" id="Page_46">p. 46</span> -manos de odalisca entre las sedas del faldero, diluía un gesto -displicente sobre la boca belfona, untada de fatiga viciosa:</p> - -<p>—Ilustre Don Celestino, usted es una de las personalidades -financieras, intelectuales y sociales más remarcables de la Colonia... -Sus opiniones, muy estimables... Sin embargo, usted no es todavía el -Ministro de España. ¡Una verdadera desgracia! Pero hay un medio para -que usted lo sea, y es solicitar por cable mi traslado a Europa. Yo -apoyaré la petición, y le venderé a usted mis muebles en almoneda.</p> - -<p>El ricacho se infló de vanidad ingeniosa:</p> - -<p>—¿Incluido Merlín para consejero?</p> - -<p>El figurón diplomático acogió la agudeza con un gesto frío y lacio, -que la borró:</p> - -<p>—Don Celes, aconseje usted a nuestros españoles que se abstengan -de actuar en la política del país, que se mantengan en una estricta -neutralidad, que no quebranten con sus intemperancias la actuación del -Cuerpo Diplomático. Perdone, ilustre amigo, que no le acoja más tiempo, -pues necesito vestirme para asistir a un cambio de impresiones en la -Legación inglesa.</p> - -<p>Y el desvaído carcamal, en la luz declinante<span class="pagenum" -id="Page_47">p. 47</span> de la cámara, desenterraba un gesto chafado, -de sangre orgullosa.</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>Don Celes, al cruzar el estrado, donde la alfombra apagaba el -rumor de los pasos, sintió más que nunca el terror de desinflarse. En -el zaguán, el chino rancio y coletudo, en una abstracción pueril y -maniática, seguía regando las baldosas. Don Celes experimentó todo el -desprecio del blanco por el amarillo:</p> - -<p>—¡Deja paso, y mira, no me manches el charol de las botas, gran -chingado!</p> - -<p>Andando en la punta de los pies, con mecimiento de doble suspensión -la botarga, llegó a la puerta y llamó al moreno del quitrí, que con -otros morenos y rotos, refrescaba bajo los laureles de un bochinche: -Juego de bolos y piano automático con platillos:</p> - -<p>—¡Vamos vivo, pendejo!</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>Calzada de la Virreina tenía un luminoso bullicio de pregones, -guitarros, faroles y gallardetes. Santa Fe se regocijaba con un -vértigo<span class="pagenum" id="Page_48">p. 48</span> encendido, -con una calentura de luz y tinieblas: El aguardiente y el facón del -indio, la baraja y el baile lleno de lujurias, encadenaban una sucesión -de imágenes violentas y tumultuosas. Sentíase la oscura y desolada -palpitación de la vida sobre la fosa abierta. Santa Fe, con una furia -trágica y devoradora del tiempo, escapaba del terrorífico sopor -cotidiano, con el grito de sus ferias, tumultuoso como un grito bélico. -En la lumbrada del ocaso, sobre la loma de granados y palmas, encendía -los azulejos de sus redondas cúpulas coloniales San Martín de los -Mostenses.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch1-3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_49">p. 49</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3> - <p class="subh3 g0">EL JUEGO DE LA RANITA</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Tirano Banderas, terminado el despacho, salió por la arcada del -claustro bajo al jardín de los frailes. Le seguían compadritos y -edecanes:</p> - -<p>—¡Se acabó la obligación! Ahora, si les parece bien, mis amigos, -vamos a divertir honestamente este rabo de tarde, en el jueguito de la -rana.</p> - -<p>Rancio y cumplimentero, invitaba para la trinca, sin perder el -rostro sus vinagres, y se pasaba por la calavera el pañuelo de hierbas, -propio de dómine o donado.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>El Jardín de los Frailes, geométrica ruina de cactus y laureles, -gozaba la vista del mar: Por las mornas tapias corrían amarillos -lagartos: En aquel paraje estaba el juego de la rana, ya crepuscular, -recién pintado de verde. El Tirano, todas las tardes esparcía su tedio -en este divertimiento: Pausado y<span class="pagenum" id="Page_50">p. -50</span> prolijo, rumiando la coca, hacía sus tiradas, y en los -yerros, su boca rasgábase toda verde, con una mueca: Se mostraba muy -codicioso y atento a los lances del juego, sin ser parte a distraerle -las descargas de fusilería que levantaban cirrus de humo a lo lejos, -por la banda de la marina. Las sentencias de muerte se cumplimentaban -al ponerse el sol, y cada tarde era pasada por las armas alguna cuerda -de revolucionarios. Tirano Banderas, ajeno a la fusilería, cruel y -vesánico, afinaba el punto apretando la boca. Los cirrus de humo -volaban sobre el mar.</p> - -<p>—¡Rana!</p> - -<p>El tirano, siempre austero, vuelto a la trinca de compadres, -desplegaba el pañuelo de dómine, enjugándose el cráneo pelado:</p> - -<p>—¡Aprendan, y no se distraigan del juego con macanas!</p> - -<p>Un vaho pesado, calor y catinga, anunciaba la proximidad de la -manigua, donde el crepúsculo enciende, con las estrellas, los ojos de -los jaguares.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_51">p. 51</span>III</h4> - -<p>Aquella india vieja, acurrucada en la sombra de un toldillo, con -el bochinche de limonada y aguardiente, se ha hispido, remilgada y -corretona bajo la seña del Tirano:</p> - -<p>—¡Horita, mi jefe!</p> - -<p>Doña Lupita cruza las manos enanas y orientales, apretándose al -pecho los cabos del rebocillo, tirado de priesa sobre la greña: Tenía -esclava la sonrisa y los ojos oblicuos de serpiente sabia: Los pies -descalzos, pulidos como las manos: Engañosa de mieles y lisonjas la -plática:</p> - -<p>—¡Mándeme, no más, mi Generalito!</p> - -<p>Generalito Banderas doblaba el pañuelo, muy escrupuloso y -espetado:</p> - -<p>—¿Se gana plata, Doña Lupita?</p> - -<p>—¡Mi jefecito, paciencia se gana! ¡Paciencia y trabajos, que es -ganar la Gloria Bendita! Viernes pasado compré un mecate para me -ajorcar, y un ángel se puso de por medio. ¡Mi jefecito, no di con una -escarpia!</p> - -<p>Tirano Banderas, parsimonioso, rumiaba la coca, tembladera la -quijada y saltante la nuez:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_52">p. 52</span>—¿Diga, mi vieja, y -qué le sucedió al mecatito?</p> - -<p>—A la Santa de Lima amarrado se lo tengo, mi jefecito.</p> - -<p>—¿Qué le solicita, vieja?</p> - -<p>—Niño Santos, pues que su merced disfrute mil años de soberanía.</p> - -<p>—¡No me haga pendejo, Doña Lupita! ¿De qué año son las -enchiladas?</p> - -<p>—¡Merito acaban de enfriarse, patroncito!</p> - -<p>—¿Qué otra cosa tiene en la mesilla?</p> - -<p>—Coquitos de agua. ¡La chicha muy superior, mi jefecito! Aguardiente -para el gauchaje.</p> - -<p>—Pregúntele, vieja, el gusto a los circunstantes, y sirva la -convidada.</p> - -<p>Doña Lupita, torciendo la punta del rebocillo, interrogó al concurso -que acampaba en torno de la rana, adulador y medroso ante la momia del -Tirano:</p> - -<p>—¿Con qué gustan mis jefecitos de refrescarse? Les antepongo que -solamente tres copas tengo. Denantes, pasó un coronelito briago, que -todo me lo hizo cachizas, caminándose sin pagar el gasto.</p> - -<p>El Tirano formuló lacónico:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_53">p. 53</span>—Denúncielo en forma, -y se hará justicia.</p> - -<p>Doña Lupita jugó el rebocillo como una dama de teatro:</p> - -<p>—¡Mi Generalito, el memorialista no moja la pluma sin tocar por -delante su estipendio!</p> - -<p>Marcó un temblor la barbilla del Tirano:</p> - -<p>—Tampoco es razón. A mi sala de audiencias puede llegar el último -cholo de la República. Licenciado Sostenes Carrillo, queda a su cargo -instruir el proceso en averiguación del supuesto fregado...</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>Doña Lupita, corretona y haldeando, fue a sacar los cocos puestos -bajo una cobertera de palmitos en la tierra regada. El Tirano, sentado -en el poyo miradero de los frailes, esparcía el ánimo cargado de -cuidados: Sobre el bastón con borlas doctorales y puño de oro, cruzaba -la cera de las manos: En la barbilla, un temblor; en la boca verdosa, -un gesto ambiguo de risa, mofa y vinagre:</p> - -<p>—Tiene mucha letra la guaina, Señor Licenciado.</p> - -<p>—Patroncito, ha visto la chuela.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_54">p. 54</span>—Muy ocurrente en -las leperadas. ¡Puta madre! Va para el medio siglo que la conozco, de -cuando fui abanderado en el Séptimo Ligero: Era nuestra rabona.</p> - -<p>Doña Lupita amusgaba la oreja, haldeando por el jacalito. El -Licenciado recayó con apremio chuflero:</p> - -<p>—¡No se suma mi vieja!</p> - -<p>—En boca cerrada no entran moscas, valedorcito.</p> - -<p>—No hay sello para una vuelta de mancuerda.</p> - -<p>—¡Santísimo Juez!</p> - -<p>—¿Qué jefe militar le arrugó el tenderete, mi vieja?</p> - -<p>—¡Me aprieta, niño, y me expone a una venganza!</p> - -<p>—No se atore y suelte el gallo.</p> - -<p>—No me sea mala reata, Señor Licenciado.</p> - -<p>El Señor Licenciado era feliz, rejoneando a la vieja por divertir -la hipocondría del Tirano. Doña Lupita, falsa y apenujada, trajo las -palmas con el fruto enracimado, y un tranchete para rebanarlo. El Mayor -Abilio del Valle, que se preciaba de haber cortado muchas cabezas, -pidió la gracia de meter el facón<span class="pagenum" id="Page_55">p. -55</span> a los coquitos de agua: Lo hizo con destreza mambís: Bélico -y triunfador, ofrendó como el cráneo de un cacique enemigo, el primer -coquito al Tirano. La momia amarilla desplegó las manos y tomó una -mitad pulcramente:</p> - -<p>—Mayorcito, el concho que resta, esa vieja maulona que se lo beba. -Si hay ponzoña, que los dos reventemos.</p> - -<p>Doña Lupita, avizorada, tomó el concho, saludando y bebiendo:</p> - -<p>—Mi Generalito, no hay más que un firme acatamiento en esta -cuera vieja: ¡El Señor San Pedro y toda la celeste cofradía me sean -testigos!</p> - -<p>Tirano Banderas, taciturno, recogido en el poyo, bajo la sombra de -los ramajes, era un negro garabato de lechuzo. Raro prestigio cobró de -pronto aquella sombra, y aquella voz de caña hueca, raro imperio:</p> - -<p>—Doña Lupita, si como dice me aprecia, declare el nombre del pendejo -briago que en tan poco se tiene. Luego luego, vos veréis, vieja, que -también la aprecia Santos Banderas. Dame la mano, vieja...</p> - -<p>—Taitita, dejá sos la bese.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_56">p. 56</span>Tirano Banderas -oyó, sin moverse, el nombre que temblando le secreteó la vieja. Los -compadritos, en torno de la rana, callaban amusgados, y a hurto se -hacían alguna seña. La momia indiana:</p> - -<p>—¡Chac, chac!</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>Tirano Banderas, con paso de rata fisgona, seguido por los -compadritos, abandonó el juego de la rana: Al cruzar el claustro, un -grupo de uniformes que choteaba en el fondo, guardó repentino silencio. -Al pasar, la momia escrutó el grupo, y con un movimiento de cabeza, -llamó al Coronel-Licenciado López de Salamanca, Jefe de Policía:</p> - -<p>—¿A qué hora está anunciado el acto de las Juventudes -Democráticas?</p> - -<p>—A las diez.</p> - -<p>—¿En el Circo Harris?</p> - -<p>—Eso rezan los carteles.</p> - -<p>—¿Quién he solicitado el permiso para el mitin?</p> - -<p>—Don Roque Cepeda.</p> - -<p>—¿No se le han puesto obstáculos?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_57">p. 57</span>—Ninguno.</p> - -<p>—¿Se han cumplimentado fielmente mis instrucciones?</p> - -<p>—Tal creo...</p> - -<p>—La propaganda de ideales políticos, siempre que se realice dentro -de las leyes, es un derecho ciudadano y merece todos los respetos del -Gobierno.</p> - -<p>El Tirano torcía la boca con gesto maligno. El Jefe de Policía, -Coronel-Licenciado López de Salamanca, atendía con burlón desenfado:</p> - -<p>—Mi General, en caso de mitote, ¿habrá que suspender el acto?</p> - -<p>—El Reglamento de Orden Público le evacuará cumplidamente cualquier -duda.</p> - -<p>El Coronel-Licenciado asintió con zumba gazmoña:</p> - -<p>—Señor Presidente, la recta aplicación de las leyes será la norma de -mi conducta.</p> - -<p>—Y en todo caso, si usted procediese con exceso de celo, cosa -siempre laudable, no le costará gran sacrificio presentar la renuncia -del cargo. Sus servicios —al aceptarla— sin duda que los tendría en -consideración el Gobierno.</p> - -<p>Recalcó el Coronel-Licenciado:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_58">p. 58</span>—¿El Señor Presidente -no tiene otra cosa que mandarme?</p> - -<p>—¿Ha proseguido las averiguaciones referentes al relajo y viciosas -costumbres del Honorable Cuerpo Diplomático?</p> - -<p>—Y hemos hecho algún descubrimiento sensacional.</p> - -<p>—En el despacho de esta noche tendrá a bien enterarme.</p> - -<p>El Coronel-Licenciado saludó:</p> - -<p>—¡A la orden, mi General!</p> - -<p>La momia indiana todavía le detuvo, exprimiendo su verde mueca:</p> - -<p>—Mi política es el respeto a la ley. Que los gendarmes garantan -el orden en Circo Harris. ¡Chac! ¡Chac! Las Juventudes Democráticas -ejemplarizan esta noche practicando un ejercicio ciudadano.</p> - -<p>Chanceó el Jefe de Policía:</p> - -<p>—Ciudadano y acrobático.</p> - -<p>El Tirano, ambiguo y solapado, plegó la boca con su mueca verde:</p> - -<p>—¡Pues, y quién sabe!... ¡Chac! ¡Chac!</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_59">p. 59</span>VI</h4> - -<p>Tirano Banderas caminó taciturno. Los compadres, callados como en -un entierro, formaban la escolta detrás. Se detuvo en la sombra del -convento, bajo el alerta del guaita, que en el campanario sin campanas -clavaba la luna con la bayoneta. Tirano Banderas estúvose mirando el -cielo de estrellas: Amaba la noche y los astros: El arcano de bellos -enigmas recogía el dolor de su alma tétrica: Sabía numerar el tiempo -por las constelaciones: Con la matemática luminosa de las estrellas -se maravillaba: La eternidad de las leyes siderales abría una coma -religiosa en su estoica crueldad indiana. Atravesó la puerta del -convento bajo el grito nocturno del guaita en la torre, y el retén, -abriendo filas, presentó armas. Tirano Banderas, receloso, al pasar, -escudriñaba el rostro oscuro de los soldados.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch2"> - <p><span class="pagenum" id="Page_61">p. 61</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/i_0063.jpg" - style="width: 18em; height: auto;" - alt="Portadilla"/> - </div> - <h2 class="nobreak g2 ws2">SEGUNDA PARTE</h2> - <p class="subh2 g0">BOLUCA Y MITOTE</p> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch2-1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_63">p. 63</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3> - <p class="subh3 g0">CUARZOS IBÉRICOS</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Amarillos y rojos mal entonados, colgaban los balcones del Casino -Español. En el filo luminoso de la terraza, petulante y tilingo, era el -quitrí de Don Celes.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>—¡Mueran los gachupines!</p> - -<p>—¡Mueran!...</p> - -<p>El Circo Harris, en el fondo del parque, perfilaba la cúpula diáfana -de sus lonas bajo el cielo verde de luceros. Apretábase la plebe -vocinglera frente a las puertas, en el guiño de los arcos voltaicos. -Parejas de caballería estaban de cantón en las bocacalles, y mezclados -entre los grupos, huroneaban los espías del Tirano. Aplausos y vítores -acogieron la aparición de los oradores: Venían en grupo, rodeados de -estudiantes con banderas: Saludaban agitando los sombreros, pálidos, -teatrales, heroicos. La marejada tumultuaria del gentío, bajo la -porra legisladora de los gendarmes, abría<span class="pagenum" -id="Page_64">p. 64</span> calle ante las puertas del Circo. Las luces -del interior daban a la cúpula de lona una diafanidad morena. Sucesivos -grupos con banderas y bengalas, aplausos y amotinados clamores, a modo -de reto, gritaban frente al Casino Cspañol:</p> - -<p>—¡Viva Don Roque Cepeda!</p> - -<p>—¡Viva el libertador del indio!</p> - -<p>—¡Vivaaa!...</p> - -<p>—¡Muera la tiranía!</p> - -<p>—¡Mueraaa!...</p> - -<p>—¡Mueran los gachupines!</p> - -<p>—¡Mueran!...</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>El Casino Español —floripondios, doradas lámparas, rimbombantes -moldurones— estallaba rubicundo y bronco, resonante de bravatas. La -Junta Directiva clausuraba una breve sesión, sin acta, con acuerdos -verbales y secretos. Por los salones, al sesgo de la farra valentona, -comenzaban solapados murmullos. Pronto corrió, sin recato, el complot -para salir en falange y deshacer el mitin a estacazos. La charanga -gachupina resoplaba un bramido<span class="pagenum" id="Page_65">p. -65</span> patriota: Los calvos tresillistas dejaban en el platillo -las puestas: Los cerriles del dominó golpeaban con las fichas y los -boliches de gaseosa: Los del billar salían a los balcones blandiendo -los tacos. Algunas voces tartufas de empeñistas y abarroteros -reclamaban prudencia y una escolta de gendarmes para garantía del -orden. Luces y voces ponían una palpitación chula y politiquera en -aquellos salones decorados con la emulación ramplona de los despachos -ministeriales en la Madre Patria: De pronto la falange gachupina acudió -en tumulto a los balcones. Gritos y aplausos:</p> - -<p>—¡Viva España!</p> - -<p>—¡Viva el General Banderas!</p> - -<p>—¡Viva la raza latina!</p> - -<p>—¡Viva el General Presidente!</p> - -<p>—¡Viva Don Pelayo!</p> - -<p>—¡Viva el Pilar de Zaragoza!</p> - -<p>—¡Viva Don Isaac Peral!</p> - -<p>—¡Viva el comercio honrado!</p> - -<p>—¡Viva el Héroe de Zamalpoa!</p> - -<p>En la calle, una tropa de caballos acuchillaba a la plebe ensabanada -y negruzca, que huía sin sacar el facón del pecho.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_66">p. 66</span>IV</h4> - -<p>Bajo la protección de los gendarmes, la gachupía balandrona se -repartió por las mesas de la terraza. Desafíos, jactancias, palmas. Don -Celes tascaba un largo veguero entre dos personajes de su prosapia: -Míster Contum, aventurero yanqui con negocios de minería, y un -estanciero español, señalado por su mucha riqueza, hombre de cortas -luces, alavés duro y fanático, con una supersticiosa devoción por -el principio de autoridad que aterroriza y sobresalta. Don Teodosio -del Araco, ibérico granítico, perpetuaba la tradición colonial del -encomendero. Don Celes peroraba con vacua egolatría de ricacho, puesto -el hito de su elocuencia en deslumbrar al mucamo que le servía el café. -La calle se abullangaba. La pelazón de indios hacía rueda en torno -de las farolas y retretas que anunciaban el mitin. Don Teodosio, con -vinagre de inquisidor, sentenció lacónico:</p> - -<p>—¡Vean, no más, qué mojiganga!</p> - -<p>Se arreboló de suficiencia Don Celes:</p> - -<p>—El Gobierno del General Banderas, con<span class="pagenum" -id="Page_67">p. 67</span> la autorización de esta propaganda, -atestigua su respeto por todas las opiniones políticas. ¡Es un acto -que acrecienta su prestigio! El General Banderas no teme la discusión, -autoriza el debate: Sus palabras, al conceder el permiso para el -mitin de esta noche, merecen recordarse: “En la ley encontrarán los -ciudadanos el camino seguro para ejercitar pacíficamente sus derechos.” -¡Convengamos que así solo habla un gran gobernante! Yo creo que se -harán históricas las palabras del Presidente.</p> - -<p>Apostilló lacónico Don Teodosio del Araco:</p> - -<p>—¡Lo merecen!</p> - -<p>Míster Contum consultó su reloj:</p> - -<p>—Estar mucho interesante oír los discursos. Así mañana estar bien -enterado mí. Nadie lo contar mí. Oírlo de las orejas.</p> - -<p>Don Celes arqueaba la figura con vacua suficiencia:</p> - -<p>—¡No vale la pena de soportar el sofoco de esa atmósfera viciada!</p> - -<p>—Mi interesarse por oír a Don Roque Cepeda.</p> - -<p>Y Don Teodosio acentuaba su rictus bilioso:</p> - -<p>—¡Un loco! ¡Un insensato! Parece mentira<span class="pagenum" -id="Page_68">p. 68</span> que hombre de su situación financiera se -junte con los rotos de la revolución, gente sin garantías.</p> - -<p>Don Celes insinuaba con irónica lástima:</p> - -<p>—Roque Cepeda es un idealista.</p> - -<p>—Pues que lo encierren.</p> - -<p>—Al contrario: Dejarle libre la propaganda. ¡Ya fracasará!</p> - -<p>Don Teodosio movía la cabeza, recomido de suspicacias:</p> - -<p>—Ustedes no controlan la inquietud que han llevado al indio del -campo las predicaciones de esos perturbados. El indio es naturalmente -ruin, jamás agradece los beneficios del patrón, aparenta humildad y -esta afilando el cuchillo: Solo anda derecho con el rebenque: Es más -flojo, trabaja menos y se emborracha más que el negro antillano. Yo he -tenido negros, y les garanto la superioridad del moreno sobre el indio -de estas Repúblicas del Mar Pacífico.</p> - -<p>Dictaminó Míster Contum, con humorismo fúnebre:</p> - -<p>—Si el indio no ser tan flojo, no vivir mucho demasiado seguros los -cueros blancos en este Paraíso de Punta Serpientes.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_69">p. 69</span>Abanicándose con el -jipi asentía Don Celes:</p> - -<p>—¡Indudable! Pero en ese postulado se contiene que el indio no es -apto para las funciones políticas.</p> - -<p>Don Teodosio se apasionaba:</p> - -<p>—Flojo y alcoholizado, necesita el fustazo del blanco, que le haga -trabajar, y servir a los fines de la sociedad.</p> - -<p>Tornó el yanqui de los negocios mineros:</p> - -<p>—Míster Araco, si puede estar una preocupación el peligro amarillo, -ser en estas Repúblicas.</p> - -<p>Don Celes infló la botarga patriótica, haciendo sonar todos los -dijes de la gran cadena que, tendida de bolsillo a bolsillo, le ceñía -la panza:</p> - -<p>—Estas Repúblicas, para no desviarse de la ruta civilizadora, -volverán los ojos a la Madre Patria. ¡Allí refulgen los históricos -destinos de veinte Naciones!</p> - -<p>Míster Contum alargó, con un gesto desdeñoso, su magro perfil de -loro rubio:</p> - -<p>—Si el criollaje perdura como dirigente, lo deberá a los barcos y a -los cañones de Norteamérica.</p> - -<p>El yanqui entornaba un ojo, mirándose la<span class="pagenum" -id="Page_70">p. 70</span> curva de la nariz. Y la pelazón de indios -seguía gritando en torno de las farolas que anunciaban el mitin:</p> - -<p>—¡Muera el Tío Sam!</p> - -<p>—¡Mueran los gachupines!</p> - -<p>—¡Muera el gringo chingado!</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>El Director de “El Criterio Español”, en un velador inmediato, -sorbía el refresco de piña, soda y kirsch que hizo famoso al cantinero -del Metropol Room. Don Celes, redondo y pedante, abanicándose con el -jipi, salió a los medios de la acera:</p> - -<p>—¡Mi felicitación por el editorial! En todo conforme con su -tesis.</p> - -<p>El Director-Propietario de “El Criterio Español” tenía una pluma -hiperbólica, patriotera y ramplona, con fervientes devotos en la -gachupía de empeñistas y abarroteros. Don Nicolás Díaz del Rivero, -personaje cauteloso y bronco, disfrazaba su falsía con el rudo acento -del Ebro: En España habíase titulado carlista, hasta que estafó la -caja del 7.º de Navarra: En Ultramar exaltaba la causa de la<span -class="pagenum" id="Page_71">p. 71</span> Monarquía Restaurada: Tenía -dos grandes cruces, un título flamante de conde, un banco sobre -prendas, y ninguna de hombre honesto. Don Celes se acercó confidencial, -el jipi sobre la botarga, apartándose el veguero de la boca y tendiendo -el brazo con ademán aparatoso:</p> - -<p>—¿Y qué me dice de la representación de esta noche? ¿Leeremos la -reseña mañana?</p> - -<p>—Lo que permita el lápiz rojo. Pero, siéntese usted, Don Celes: -Tengo destacados mis sabuesos y no dejará de llegar alguno con -noticias. ¡Ojalá no tengamos que lamentar esta noche alguna grave -alteración del orden! En estas propagandas revolucionarias, las -pasiones se desbordan...</p> - -<p>Don Celes arrastró una mecedora, y se apoltronó, siempre -abanicándose con el panameño:</p> - -<p>—Si ocurriese algún desbordamiento de la plebe, yo haría responsable -a Don Roque Cepeda. ¿Ha visto usted ese loco lindo? No le vendría mal -una temporada en Santa Mónica.</p> - -<p>El Director de “El Criterio Español” se inclinó, confidencial, -apagando la procelosa<span class="pagenum" id="Page_72">p. 72</span> -voz, cubriéndola con un gran gesto arcano:</p> - -<p>—Pudiera ser que ya le tuviesen armada la ratonera. ¿Qué impresiones -ha sacado usted de su visita al General?</p> - -<p>—Al General le inquieta la actitud del Cuerpo Diplomático. Tiene la -preocupación de no salirse de la legalidad, y eso, a mi ver, justifica -la autorización para el mitin... O quizás lo que usted indicaba recién. -¡Una ratonera!...</p> - -<p>—¿Y no le parece que sería un golpe de maestro? Pero acaso la -preocupación que usted ha observado en el Presidente... Aquí tenemos al -Vate Larrañaga. Acérquese, Vate...</p> - - -<h4>VI</h4> - -<p>El Vate Larrañaga era un joven flaco, lampiño, macilento, guedeja -romántica, chalina flotante, anillos en las manos enlutadas: Una -expresión dulce y novicia, de alma apasionada: Se acercó con tímido -saludo:</p> - -<p>—Mero mero, inició los discursos el Licenciado Sánchez Ocaña.</p> - -<p>Cortó el Director:</p> - -<p>—¿Tiene usted las notas? Hágame el favor.<span class="pagenum" -id="Page_73">p. 73</span> Yo las veré y las mandaré a la imprenta. ¿Qué -impresión en el público?</p> - -<p>—En la masa, un gran efecto. Alguna protesta en la cazuela, pero se -han impuesto los aplausos. El público es suyo.</p> - -<p>Don Celes contemplaba las estrellas, humeando el veguero:</p> - -<p>—¿Real y verdaderamente es un orador elocuente el Licenciado Sánchez -Ocaña? En lo poco que le tengo tratado, me ha parecido una medianía.</p> - -<p>El Vate sonrió tímidamente, esquivando su opinión. Don Nicolás Díaz -del Rivero pasaba el fulgor de sus quevedos sobre las cuartillas. El -Vate Larrañaga, encogido y silencioso, esperaba. El Director levantó la -cabeza:</p> - -<p>—Le falta a usted intención política. Nosotros no podemos decir -que el público premió con una ovación la presencia del Licenciado -Sánchez Ocaña. Puede usted escribir: Los aplausos oficiosos de algunos -amigos no lograron ocultar el fracaso de tan difusa pieza oratoria, -que tuvo de todo, menos de ciceroniana. Es una redacción de elemental -formulario. ¡Cada día es usted menos periodista!</p> - -<p>El Vate Larrañaga sonrió tímidamente:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_74">p. 74</span>—¡Y temía haberme -excedido en la censura!</p> - -<p>El Director repasaba las cuartillas:</p> - -<p>—Tuvo lugar, es un galicismo.</p> - -<p>Rectificó complaciente el Vate:</p> - -<p>—Tuvo verificativo.</p> - -<p>—No lo admite la Academia.</p> - -<p>Traía el viento un apagado oleaje de clamores y aplausos. Lamentó -Don Celes con hueca sonoridad:</p> - -<p>—La plebe en todas partes se alucina con metáforas.</p> - -<p>El Director-Propietario miró con gesto de reproche al sumiso -noticiero:</p> - -<p>—¿Pero esos aplausos? ¿Sabe usted quién está en el uso de la -palabra?</p> - -<p>—Posiblemente seguirá el Licenciado.</p> - -<p>—¿Y usted, qué hace aquí? Vuélvase y ayude al compañero. Vatecito, -oiga: Una idea que, si acertase a desenvolverla, le supondría un éxito -periodístico: Haga la reseña como si se tratase de una función de -circo, con loros amaestrados. Acentúe la soflama. Comience con la más -cumplida felicitación a la Empresa de los Hermanos Harris.</p> - -<p>Se infló Don Celes:</p> - -<p>—¡Ya apareció el periodista de raza!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_75">p. 75</span>El Director -declinó el elogio con arcano fruncimiento de cejas y labio: Continuó -dirigiéndose al macilento Vatecito:</p> - -<p>—¿Quién tiene de compañero?</p> - -<p>—Fray Mocho.</p> - -<p>—¡Que no se tome de bebida ese ganado!</p> - -<p>El Vate Larrañaga se encogió, inhibiéndose con su apagada -sonrisa:</p> - -<p>—Hasta lueguito.</p> - -<p>Tornaba el vuelo de los aplausos.</p> - - -<h4>VII</h4> - -<p>Sobre el resplandor de las aceras, gritos de vendedores ambulantes: -Zig-zag de nubios limpiabotas: Bandejas tintineantes, que portan en -alto los mozos de los bares americanos: Vistosa ondulación de niñas -mulatas, con la vieja de rebocillo al flanco. Formas, sombras, luces -se multiplican trenzándose, promoviendo la caliginosa y alucinante -vibración oriental que resumen el opio y la marihuana.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch2-2"> - <p><span class="pagenum" id="Page_77">p. 77</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3> - <p class="subh3 g0">EL CIRCO HARRIS</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>El Circo Harris, entre ramajes y focos voltaicos, abría su parasol -de lona morena y diáfana. Parejas de gendarmes decoraban con rítmicos -paseos las iluminadas puertas, y los lacios bigotes y las mandíbulas -encuadradas por las carrilleras tenían el espavento de carátulas -chinas. Grupos populares se estacionaban con rumorosa impaciencia por -las avenidas del Parque: Allí el mayoral de poncho y machete, con el -criollo del jarano platero, y el pelado de sabanil y el indio serrano. -En el fondo, el diáfano parasol triangulaba sus candiles sobre el cielo -verde de luceros.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>El Vate Larrañaga, con revuelo de zopilote, negro y lacio, cruzó -las aceradas filas de gendarmes, y penetró bajo la cúpula de lona, -estremecida por las salvas de aplausos. Aún cantaba su aria de tenor -el Licenciado Sánchez<span class="pagenum" id="Page_78">p. 78</span> -Ocaña. El Vatecito, enjugándose la frente, deshecho el lazo de la -chalina, tomó asiento, a la vera de su colega Fray Mocho: Un viejales -con mugre de chupatintas, picado de viruelas y gran nariz colgante, que -acogió al compañero con una bocanada vinosa:</p> - -<p>—¡Es una pieza oratoria!</p> - -<p>—¿Tomaste vos notas?</p> - -<p>—¡Qué va! Es torrencial.</p> - -<p>—¡Y no acaba!</p> - -<p>—La tomó de muy largo.</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>El orador desleía el boladillo en el vaso de agua: Cataba un sorbo: -Hacía engalle: Se tiraba de los almidonados puños:</p> - -<p>—Las antiguas colonias españolas, para volver a la ruta de su -destino histórico, habrán de escuchar las voces de las civilizaciones -originarias de América. Solo así dejaremos algún día de ser una colonia -espiritual del Viejo Continente. El Catolicismo y las corruptelas -jurídicas cimentan toda la obra civilizadora de la latinidad en -nuestra América. El Catolicismo y las corruptelas jurídicas, son -grilletes<span class="pagenum" id="Page_79">p. 79</span> que nos -mediatizan a una civilización en descrédito, egoísta y mendaz. Pero -si renegamos de esta abyección jurídico-religiosa, sea para forjar -un nuevo vínculo, donde revivan nuestras tradiciones de comunismo -milenario, en un futuro pleno de solidaridad humana, el futuro que -estremece con pánicos temblores de cataclismo el vientre del mundo.</p> - -<p>Apostilló una voz:</p> - -<p>—¡De tu madre!</p> - -<p>Se produjo súbito tumulto: Marejada, repelones, gritos y brazos por -alto. Los gendarmes sacaban a un cholo con la cabeza abierta de un -garrotazo. El Licenciado Sánchez Ocaña, un poco pálido, con afectación -teatral, sonreía removiendo la cucharilla en el vaso del agua. El -Vatecito murmuró palpitante, inclinándose al oído de Fray Mocho:</p> - -<p>—¡Quién tuviera una pluma independiente! El patrón quiere una -crítica despiadada...</p> - -<p>Fray Mocho sacó del pecho un botellín y se agachó besando el -gollete:</p> - -<p>—¡Muy elocuente!</p> - -<p>—Es un oprobio tener vendida la conciencia.</p> - -<p>—¡Qué va! Vos no vendés la conciencia. Vendés la pluma, que no es lo -mismo.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_80">p. 80</span>—¡Por cochinos -treinta pesos!</p> - -<p>—Son los fríjoles. No hay que ser poeta. ¿Querés vos soplar?</p> - -<p>—¿Qué es ello?</p> - -<p>—¡Chicha!</p> - -<p>—No me apetece.</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>El orador sacaba los puños, lucía las mancuernas, se acercaba a las -luces del proscenio. Le acogió una salva de aplausos: Con saludo de -tenor remontose en su aria:</p> - -<p>—El criollaje conserva todos los privilegios, todas las premáticas -de las antiguas leyes coloniales. Los libertadores de la primera hora -no han podido destruirlas, y la raza indígena, como en los peores -días del virreinato, sufre la esclavitud de la Encomienda. Nuestra -América se ha independizado de la tutela hispánica, pero no de sus -prejuicios, que sellan con pacto de fariseos, Derecho y Catolicismo. -No se ha intentado la redención del indio, que escarnecido, indefenso, -trabaja en los latifundios y en las minas, bajo el látigo del capataz. -Y esa obligación redentora, debe ser nuestra<span class="pagenum" -id="Page_81">p. 81</span> fe revolucionaria, ideal de justicia más -fuerte que el sentimiento patriótico, porque es anhelo de solidaridad -humana. El Océano Pacífico, el mar de nuestros destinos raciales, en -sus más apartados parajes, congrega las mismas voces de fraternidad -y de protesta. Los pueblos amarillos se despiertan, no para vengar -agravios, sino para destruir la tiranía jurídica del capitalismo, -piedra angular de los caducos Estados Europeos. El Océano Pacífico -acompaña el ritmo de sus mareas con las voces unánimes de las razas -asiáticas y americanas, que en angustioso sueño de siglos han gestado -el ideal de una nueva conciencia, heñida con tales obligaciones, con -tales sacrificios, con tan arduo y místico combate, que forzosamente -se aparecerá delirio de brahamanes a la sórdida civilización -europea, mancillada con todas las concupiscencias y los egoísmos de -la propiedad individual. Los Estados Europeos, nacidos de guerras -y dolos, no sienten la vergüenza de su historia, no silencian sus -crímenes, no repugnan sus rapiñas sangrientas. Los Estados Europeos -llevan la deshonestidad hasta el alarde orgulloso de sus felonías, -hasta la jactancia de su cínica<span class="pagenum" id="Page_82">p. -82</span> inmoralidad a través de los siglos. Y esta degradación se la -muestran como timbre de gloria a los coros juveniles de sus escuelas. -Frente a nuestros ideales, la crítica de esos pueblos es la crítica -del romano frente a la doctrina del Justo. Aquel obeso patricio, -encorvado sobre el vomitorio, razonaba con las mismas bascas: Dueño -de esclavos, defendía su propiedad: Manchado con las heces de la gula -y del hartazgo, estructuraba la vida social y el goce de sus riquezas -sobre el postulado de la servidumbre: Cuadrillas de esclavos hacían -la siega de la mies: Cuadrillas de esclavos bajaban al fondo de la -mina: Cuadrillas de esclavos remaban en el trirreme. La agricultura, -la explotación de los metales, el comercio del mar, no podrían existir -sin el esclavo, razonaba el patriciado de la antigua Roma. Y el hierro -del amo en la carne del esclavo se convertía en un precepto ético, -inherente al bien público y a la salud del Imperio. Nosotros, más que -revolucionarios políticos, más que hombres de una patria limitada y -tangible, somos catecúmenos de un credo religioso. Iluminados por la -luz de una nueva conciencia, nos reunimos en la estrechez de<span -class="pagenum" id="Page_83">p. 83</span> este recinto, como los -esclavos de las catacumbas, para crear una Patria Universal. Queremos -convertir el peñasco del mundo en ara sidérea donde se celebre el -culto de todas las cosas ordenadas por el amor. El culto de la eterna -armonía, que solo puede alcanzarse por la igualdad entre los hombres. -Demos a nuestras vidas el sentido fatal y desinteresado de las vidas -estelares, liguémonos a un fin único de fraternidad, limpias las almas -del egoísmo que engendra el tuyo y el mío, superados los círculos de la -avaricia y del robo.</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>Nuevo tumulto. Una tropa de gachupines, jaquetona y cerril, gritaba -en la pista:</p> - -<p>—¡Atorrante!</p> - -<p>—¡Guarango!</p> - -<p>—¡Pelado!</p> - -<p>—¡Carente de plata!</p> - -<p>—¡Divorciado de la Ley!</p> - -<p>—¡Muera la turba revolucionaria!</p> - -<p>La gachupía enarbolaba gritos y garrotes al amparo de los -gendarmes. En concierto clandestino, alborotaban por la gradería los -disfrazados<span class="pagenum" id="Page_84">p. 84</span> esbirros -del Tirano. Arreciaba la escaramuza de mutuos dicterios:</p> - -<p>—¡Atorrantes!</p> - -<p>—¡Muera la tiranía!</p> - -<p>—¡Macaneadores!</p> - -<p>—¡Pelados!</p> - -<p>—¡Carentes de plata!</p> - -<p>—¡Divorciados de la Ley!</p> - -<p>—¡Macaneadores!</p> - -<p>—¡Anárquicos!</p> - -<p>—¡Viva Generalito Banderas!</p> - -<p>—¡Muera la turba revolucionaria!</p> - -<p>Las graderías de indios ensabanados se movían en oleadas:</p> - -<p>—¡Viva Don Roquito!</p> - -<p>—¡Viva el apóstol!</p> - -<p>—¡Muera la tiranía!</p> - -<p>—¡Muera el extranjero!</p> - -<p>Los gendarmes comenzaban a repartir sablazos. Cachizas de faroles, -gritos, manos en alto, caras ensangrentadas. Convulsión de luces -apagándose. Rotura de la pista en ángulos. Visión cubista del Circo -Harris.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch2-3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_85">p. 85</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3> - <p class="subh3 g0">LA OREJA DEL ZORRO</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Tirano Banderas, con olisca de rata fisgona, abandonó la rueda de -lisonjeros compadres y atravesó el claustro: Al Inspector de Policía, -Coronel Licenciado López de Salamanca, acabado de llegar, hizo seña con -la mano para que le siguiese. Por el locutorio adonde entraron todos, -cruzó la momia siempre fisgando, y pasó a la celda donde solía tratar -con sus agentes secretos. En la puerta, saludó con una cortesía de -viejo cuáquero:</p> - -<p>—Ilustre Don Celes, dispénseme no más un instante. Señor Inspector -pase a recibir órdenes.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>El Señor Inspector atravesó la estancia cambiando con unos y otros -guiños, mamolas y leperadas en voz baja. El General Banderas había -entrado en la recámara, estaba entrando, se hallaba de espaldas, -podía volverse, y todos se advertían presos en la acción de una -guiñolada<span class="pagenum" id="Page_86">p. 86</span> dramática. -El Coronel Licenciado López de Salamanca, Inspector de Policía, pasaba -poco de los treinta años: Era hombre agudo, con letras universitarias -y jocoso platicar: Nieto de encomenderos españoles, arrastraba una -herencia sentimental y absurda de orgullo y premáticas de casta. De -este heredado desprecio por el indio se nutre el mestizo criollaje -dueño de la tierra, cuerpo de nobleza llamado en aquellas Repúblicas, -Patriciado. El Coronel Inspector entró, recobrado en su máscara de -personaje:</p> - -<p>—A la orden, mi General.</p> - -<p>Tirano Randeras con un gesto le ordenó que dejase abierta la puerta. -Luego quedó en silencio. Luego habló con escandido temoso de cada -palabra:</p> - -<p>—Diga no más. ¿Se ha celebrado el mitote de las Juventudes? ¿Qué -loros hablaron?</p> - -<p>—Abrió los discursos el Licenciado Sánchez Ocaña. Muy -revolucionario.</p> - -<p>—¿Con qué tópicos? Abrevie.</p> - -<p>—Redención del Indio. Comunismo precolombiano. Marsellesa del Mar -Pacífico. Fraternidad de las razas amarillas. ¡Macanas!</p> - -<p>—¿Qué otros loros?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_87">p. 87</span>—No hubo espacio para -más. Sobrevino la consecuente boluca de gachupines y nacionales, dando -lugar a la intervención de los gendarmes.</p> - -<p>—¿Se han hecho arrestos?</p> - -<p>—A Don Roque, y algún otro, los he mandado conducir a mi despacho, -para tenerlos asegurados de las iras populares.</p> - -<p>—Muy conveniente. Aun cuando antagonistas en ideas, son sujetos -ameritados y vidas que deben salvaguardarse. Si arreciase la ira -popular, deles alojamiento en Santa Mónica. No tema excederse. Mañana, -si conviniese, pasaría yo en persona a sacarlos de la prisión y a -satisfacerles con excusas personales y oficiales. Repito que no tema -excederse. ¿Y qué tenemos del Honorable Cuerpo Diplomático? ¿Rememora -el asunto que le tengo platicado, referente al Señor Ministro de -España? Muy conviene que nos aseguremos con prendas.</p> - -<p>—Esta misma tarde se ha realizado algún trabajo.</p> - -<p>—Obró diligente, y le felicito. Expóngame la situación.</p> - -<p>—Se le ha dado luneta de sombra al guarango<span class="pagenum" -id="Page_88">p. 88</span> andaluz, entre buja y torero, al que dicen -Currito Mi-Alma.</p> - -<p>—¿Qué filiación tiene ese personaje?</p> - -<p>—Es el niño bonito que entra y sale como perro faldero en la -Legación de España. La Prensa tiene hablado con cierto choteo.</p> - -<p>El Tirano se recogió con un gesto austero:</p> - -<p>—Esas murmuraciones no me son plato favorecido. Adelante.</p> - -<p>—Pues no más que a ese niño torero lo han detenido esta tarde por -hallarle culpado de escándalo público. Ofrecieron alguna duda sus -manifestaciones, y se procedió a un registro domiciliario.</p> - -<p>—Sobreentendido. Adelante. ¿Resultado del registro?</p> - -<p>—Tengo hecho inventario en esta hoja.</p> - -<p>—Acérquese al candil y lea.</p> - -<p>El Coronel Licenciado, comenzó a leer un poco gangoso, iniciando -someramente el tono de las viejas beatas:</p> - -<p>—Un paquete de cartas. Dos retratos con dedicatoria. Un bastón con -puño de oro y cifras. Una cigarrera con cifras y corona. Un collar, -dos brazaletes. Una peluca con rizos rubios, otra morena. Una caja de -lunares. Dos<span class="pagenum" id="Page_89">p. 89</span> trajes de -señora. Alguna ropa interior de seda, con lazadas.</p> - -<p>Tirano Banderas recogido en un gesto cuáquero, fulminó su -excomunión:</p> - -<p>—¡Aberraciones repugnantes!</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>La ventana enrejada y abierta, daba sobre un fondo de arcadas -lunarias. Las sombras de los murciélagos agitaban con su triángulo -negro la blancura nocturna de la ruina. El Coronel Licenciado, -lentamente, con esa seriedad jovial que matiza los juegos de manos, se -sacaba de los diversos bolsillos joyas, retratos y cartas, poniéndolo -todo en hilera, sobre la mesa, a canto del Tirano:</p> - -<p>—Las cartas son especialmente interesantes. Un caso patológico.</p> - -<p>—Una sinvergüenzada. Señor Coronel, todo eso se archiva. La Madre -Patria merece mi mayor predilección, y por ese motivo tengo un -interés especial en que no se difame al Barón de Benicarlés: Usted -va a proceder diligente para que recobre su libertad el guarango. -El Señor Ministro de España, muy conveniente<span class="pagenum" -id="Page_90">p. 90</span> que conozca la ocurrencia. Pudiera suceder -que con solo eso, cayese en la cuenta del ridículo que hace tocando un -pífano en la mojiganga del Ministro inglés. ¿Qué noticias tiene usted -referentes a la reunión del Cuerpo Diplomático?</p> - -<p>—Que ha sido aplazada.</p> - -<p>—Sentiría que se comprometiese demasiado el Señor Ministro de -España.</p> - -<p>—Ya rectificará, cuando el pollo le ponga al corriente.</p> - -<p>Tirano Banderas movió la cabeza, asintiendo: Tenía un reflejo de la -lámpara sobre el marfil de la calavera y en los vidrios redondos de las -antiparras: Miró su reloj, una cebolla de plata, y le dio cuerda con -dos llaves:</p> - -<p>—Don Celes nos iluminará en lo referente a la actitud del Señor -Ministro. ¿Sabe usted si ha podido entrevistarle?</p> - -<p>—Merito me platicaba del caso.</p> - -<p>—Señor Coronel, si no tiene cosa de mayor urgencia que comunicarme, -aplazaremos el despacho. Será bien conocer el particular de lo que nos -trae Don Celestino Galindo. Así tenga a bien decirle que pase, y usted -permanezca.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_91">p. 91</span>IV</h4> - -<p>Don Celes Galindo, el ilustre gachupín, jugaba con el bastón y el -sombrero mirando a la puerta de la recámara: Su redondez pavona, en el -fondo mal alumbrado del vasto locutorio, tenía esa actitud petulante y -preocupada del cómico que, entre bastidores, espera su salida a escena. -Al Coronel-Licenciado, que asomaba y tendía la mirada, hizo reclamo, -agitando bastón y sombrero. Presentía su hora, y la transcendencia del -papelón le rebosaba. El Coronel-Licenciado levantó la voz, parando un -ojo burlón y compadre sobre los otros asistentes:</p> - -<p>—Mi Señor Don Celeste, si tiene el beneplácito.</p> - -<p>Entró Don Celeste y le acogió con su rancia ceremonia el Tirano:</p> - -<p>—Lamento la espera y le ruego muy encarecido que acepte mis -justificaciones. No me atribuya indiferencia por saber sus novedades: -¿Entrevistó al Ministro? ¿Platicaron?</p> - -<p>Don Celes hizo un amplio gesto de contrariedad:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_92">p. 92</span>—He visto a -Benicarlés: Hemos conferenciado sobre la política que debe seguir -en estas Repúblicas la Madre Patria: Hemos quedado definitivamente -distanciados.</p> - -<p>Comentó ceremoniosa la momia:</p> - -<p>—Siento el contratiempo, y mucho más si alguna culpa me afecta.</p> - -<p>Don Celes plegó el labio y entornó el párpado, significando que el -suceso carecía de importancia:</p> - -<p>—Para corroborar mis puntos de vista, he cambiado impresiones con -algunas personalidades relevantes de la Colonia.</p> - -<p>—Hábleme de su Excelencia el Señor Ministro de España. ¿Cuáles son -sus compromisos diplomáticos? ¿Por qué su actuación contraria a los -intereses españoles aquí radicados? ¿No comprende que la capacitación -del indígena es la ruina del estanciero? El estanciero se verá aquí con -los mismos problemas agrarios que deja planteados en el propio país, y -que sus estadistas no saben resolver.</p> - -<p>Don Celeste tuvo un gran gesto adulador y enfático:</p> - -<p>—Benicarlés no es hombre para presentarse<span class="pagenum" -id="Page_93">p. 93</span> con esa claridad y esa transcendencia las -cuestiones.</p> - -<p>—¿En qué argumentación sostiene su criterio? Eso estimaría saber.</p> - -<p>—No argumenta.</p> - -<p>—¿Cómo sustenta su opinión?</p> - -<p>—No la sustenta.</p> - -<p>—¿Algo dirá?</p> - -<p>—Su criterio es no desviarse en su actuación de las vistas que -adopte el Cuerpo Diplomático. Le hice toda suerte de objeciones, llegué -a significarle que se exponía a un serio conflicto con la Colonia. Que -acaso se jugaba la carrera. ¡Inútil! ¡Mis palabras han resbalado sobre -su indiferencia! ¡Jugaba con el faldero! ¡Me ha indignado!</p> - -<p>Tirano Banderas, interrumpió con su falso y escandido hablar -ceremonioso:</p> - -<p>—Don Celes, venciendo su repugnancia, aún tendrá usted que -entrevistarse con el Señor Ministro de España: Será conveniente que -usted insista sobre los mismos tópicos, con algunas indicaciones muy -especializadas. Acaso logre apartarle de la perniciosa influencia del -Representante Británico. El Señor Inspector de Policía tiene noticia de -que nuestras<span class="pagenum" id="Page_94">p. 94</span> actuales -dificultades obedecen a un complot de la Sociedad Evangélica de -Londres. ¿No es así, Señor Inspector?</p> - -<p>—¡Indudablemente! La Humanidad que invocan las milicias puritanas -es un ente de razón, una logomaquia. El laborantismo inglés, para -influenciar sobre los negocios de minas y finanzas, comienza -introduciendo la Biblia.</p> - -<p>Meció la cabeza Don Celes:</p> - -<p>—Ya estoy al cabo.</p> - -<p>La momia se inclinó con rígida mesura, sesgando la plática:</p> - -<p>—Un español ameritado no puede sustraer su actuación cuando se trata -de las buenas relaciones entre la República y la Patria Española. Hay a -más un feo enredo policíaco. El Señor Inspector tiene la palabra.</p> - -<p>El Señor Inspector, con aquel gesto de burla fúnebre, paró un ojo -sobre Don Celes:</p> - -<p>—Los principios humanitarios que invoca la diplomacia, acaso tengan -que supeditarse a las exigencias de la realidad palpitante.</p> - -<p>Rumió la momia:</p> - -<p>—Y en última instancia, los intereses de los españoles aquí -radicados, están en contra de<span class="pagenum" id="Page_95">p. -95</span> la Humanidad. ¡No hay que fregarla! Los españoles aquí -radicados representan intereses contrarios. ¡Que lo entienda ese Señor -Ministro! ¡Que se capacite! Si le ve muy renuente, manifiéstele que -obra en los archivos policíacos un atestado por verdaderas orgías -romanas, donde un invertido simula el parto. Tiene la palabra el Señor -Inspector.</p> - -<p>Se consternó Don Celes: Y puso su rejón el Coronel-Licenciado:</p> - -<p>—En ese simulacro, parece haber sido comadrón el Señor Ministro de -España.</p> - -<p>Gemía Don Celes:</p> - -<p>—¡Estoy consternado!</p> - -<p>Tirano Banderas rasgó la boca con mueca desdeñosa:</p> - -<p>—Por veces nos llegan puros atorrantes representando a la Madre -Patria.</p> - -<p>Suspiró Don Celes:</p> - -<p>—Veré al Barón.</p> - -<p>—Véale, y hágale entender que tenemos su crédito en las manos. El -Señor Ministro recapacitará lo que hace. Hágale presente un saludo muy -fino de Santos Banderas.</p> - -<p>El Tirano se inclinó, con aquel ademán mesurado y rígido de figura -de palo:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_96">p. 96</span>—La Diplomacia gusta -de los aplazamientos, y de esa primera reunión no saldrá nada. En fin, -veremos lo que nos trae el día de mañana. La República puede perecer en -una guerra, pero jamás se rendirá ante una imposición de las Potencias -Extranjeras.</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>Tirano Banderas salió al claustro, y encorvado sobre una mesilla -de campaña, sin sentarse, firmó, con rápido rasgueo, los edictos y -sentencias que sacaba de un cartapacio el Secretario de Tribunales, -Licenciado Carrillo. Sobre la cal de los muros, daban sus espantos -malas pinturas de martirios, purgatorios, catafalcos y demonios verdes. -El Tirano, rubricado el último pliego, habló despacio, la mueca -dolorosa y verde en la rasgada boca indiana:</p> - -<p>—¡Chac-chac! Señor Licenciadito, estamos en deuda con la vieja -rabona del 7.º Ligero. Para rendirle justicia debidamente, se -precisa chicotear a un Jefe del Ejército. ¡Punirlo como a un roto! -¡Y es un amigo de los más estimados! ¡El macaneador de mi compadre -Domiciano<span class="pagenum" id="Page_97">p. 97</span> de la -Gándara! ¡Ese bucanero, que dentro de un rato me llamará déspota, con -el ojo torcido al campo insurrecto! Chicotear a mi compadre es ponerle -a caballo. Desamparar a la chola rabona, falsificar el designio que -formulé al darle la mano, se llama sumirse, fregarse. ¿Licenciado, cuál -es su consejo?</p> - -<p>—Patroncito, es un nudo gordiano.</p> - -<p>Tirano Banderas, rasgada la boca por la verde mueca, se volvió al -coro de comparsas:</p> - -<p>—Ustedes, amigos, no se destierren: Arriéndense para dar su fallo. -¿Han entendido lo que platicaba con el Señor Licenciado? Bien conocen a -mi compadre. ¡Muy buena reata y todos le estimamos! Darle chicote como -a un roto es enfurecerle y ponerle en el rancho de los revolucionarios. -¿Se le pune, y deja libre y rencoroso? ¿Tirano Banderas —como dice el -pueblo cabrón— debe ser prudente o magnánimo? Piénsenlo, amigos, que su -dictado me interesa. Constitúyanse en tribunal, y resuelvan el caso con -arreglo a conciencia.</p> - -<p>Desplegando un catalejo de tres cuerpos reclinose en la arcada -que se abría sobre el borroso diseño del jardín, y se absorbió en la -contemplación del cielo.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_98">p. 98</span>VI</h4> - -<p>Los compadritos hacen rueda en el otro cabo, y apuntan distingos -justipreciando aquel escrúpulo de conciencia que, como un hueso a los -perros, les arrojaba Tirano Banderas. El Licenciado Carrillo se insinúa -con la mueca de zorro propia del buen curial:</p> - -<p>—¿Cuál será la idea del patrón?</p> - -<p>El Licenciado Nacho Veguillas, sesga la boca y saca los ojos -remedando el canto de la rana:</p> - -<p>—¡Cua! ¡Cua!</p> - -<p>Y le desprecia con un gesto, tirándose del pirulo chivón de la -barba, el Mayor Abilio del Valle:</p> - -<p>—¡No está el guitarrón para ser punteado!</p> - -<p>—¡Mayorcito del Valle, hay que fregarse!</p> - -<p>El Licenciado Carrillo no salía de su tema:</p> - -<p>—Preciso es adivinarle la idea al patrón, y dictaminar de -acuerdo.</p> - -<p>Nacho Veguillas hacía el tonto mojiganguero:</p> - -<p>—¡Cua! ¡Cua! Yo me guío por sus luces, Licenciadito.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_99">p. 99</span>Murmuró el Mayor del -Valle:</p> - -<p>—Para acertarla, cada uno se ponga en el caso.</p> - -<p>—¿Y puesto en el caso vos, Mayorcito?...</p> - -<p>—¿Entre qué términos, Licenciado?</p> - -<p>—Desmentirse con la vieja, o chicotear como a un roto al Coronelito -de la Gándara.</p> - -<p>El Mayor Abilio del Valle, siempre a tirarse del pirulo chivón, -retrucó soflamero:</p> - -<p>—Tronar a Domiciano y después chicotearle, es mi consejo.</p> - -<p>El Licenciado Nacho Veguillas sufrió un acceso sentimental de pobre -diablo:</p> - -<p>—El patroncito acaso mire la relación de compadres, y pudiera la -vinculación espiritual aplacar su rigorismo.</p> - -<p>El Licenciado Carrillo tendía la cola petulante:</p> - -<p>—Mayorcito, de este nudo gordiano vos estate el Alejandro.</p> - -<p>Veguillas angustió la cara:</p> - -<p>—¡Un escacho de botillería, no puede tener pena de muerte! Yo -salvo mi responsabilidad. No quiero que se me aparezca el espectro de -Domiciano. ¿Vos conocés la obra que representó anoche Pepe Valero? -“Fernando el Emplazado”.<span class="pagenum" id="Page_100">p. -100</span> ¡Che! Es un caso de la Historia de España.</p> - -<p>—Ya no pasan esos casos.</p> - -<p>—Todos los días, Mayorcito.</p> - -<p>—No los conozco.</p> - -<p>—Permanecen inéditos, porque los emplazados no son testas -coronadas.</p> - -<p>—¿El mal de ojo? No creo en ello.</p> - -<p>—Yo he conocido a un sujeto, que perdía siempre en el juego si no -tenía en la mano el cigarro apagado.</p> - -<p>El Licenciado Carrillo aguzaba la sonrisa:</p> - -<p>—Me permito llamarles al asunto. Sospecho que hay otra acusación -contra el Coronel de la Gándara. Siempre ha sido poco de fiar ese amigo -y andaba estos tiempos muy bruja, y acaso buscó remediarse de plata en -la montonera revolucionaria.</p> - -<p>Se confundieron las voces en un susurro:</p> - -<p>—No es un secreto que conspiraba.</p> - -<p>—Pues le debe cuanto es al patroncito.</p> - -<p>—Como todos nosotros.</p> - -<p>—Soy el primero en reconocer esa deuda sagrada.</p> - -<p>—Con menos que la vida, yo no le pago a Don Santos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_101">p. 101</span>—Domiciano le ha -correspondido con la más negra ingratitud.</p> - -<p>Puestos de acuerdo, ofreció la petaca el Mayor del Valle.</p> - - -<h4>VII</h4> - -<p>El Tirano corría por el cielo el campo de su catalejo: Tenía blanca -de luna la calavera:</p> - -<p>—Cinco fechas para que sea visible el cometa que anuncian los -astrónomos europeos. Acontecimiento celeste de que no tendríamos -noticia a no ser por los sabios de fuera. Posiblemente, en los espacios -sidéreos tampoco saben nada de nuestras revoluciones. Estamos parejos. -Sin embargo, nuestro atraso científico es manifiesto. Licenciadito -Veguillas, redactará usted un decreto para dotar con un buen telescopio -a la Escuela Náutica y Astronómica.</p> - -<p>El Licenciadito Nacho Veguillas, finchándose en el pando compás de -las zancas, sacó el pecho y tendió el brazo en arenga:</p> - -<p>—¡Mirar por la cultura es hacer patria!</p> - -<p>El Tirano pagó la cordialidad avinada del pobre diablo con un -gesto de calavera humorística, mientras volvía a recorrer con su -anteojo<span class="pagenum" id="Page_102">p. 102</span> el cielo -nocturno. Los cocuyos encendían su danza de luces en la borrosa y -lunaria geometría del jardín.</p> - - -<h4>VIII</h4> - -<p>Tosca y esquiva, aguzados los ojos como montés alimaña, penetró, -dando gritos, una mujer encamisada y pelona. Por la sala pasó un -silencio, y los coloquios quedaron en el aire. Tirano Banderas, tras -una espantada, se recobró batiendo el pie con ira y denuesto. Temerosos -del castigo, se arrestaron la recamarera y el mucamo, que acudieron a -la captura de la encamisada. Fulminó el Tirano:</p> - -<p>—¡Chingada, guarda tenés de la niña! ¡Hi de tal, la tenés bien -guardada!</p> - -<p>Las dos figuras parejas se recogían, susurrantes en el quicio de -la puerta: Eran, sobre el hueco profundo de sombra, oscuros bultos de -borroso realce. Tirano Banderas se acercó a la encamisada, que con -el gesto obstinado de los locos, hundía las uñas en la greña y se -agazapaba en un rincón aullando:</p> - -<p>—Manolita, vos serés bien mandada. Andate no más para la -recámara.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_103">p. 103</span>Aquella pelona -encamisada era la hija de Tirano Banderas: Joven, lozana, de pulido -bronce, casi una niña, con la expresión inmóvil, sellaba un enigma -cruel su máscara de ídolo: Huidiza y doblada, se recogió al amparo de -la recamarera y el mucamo, arrestados en la puerta. Se la llevaron con -amonestaciones, y en la oscuridad se perdieron. Tirano Banderas, con un -monólogo tartajoso, comenzó a dar paseos: Al cabo, resolviéndose, hizo -una cortesía de estantigua, y comenzó a subir la escalera.</p> - -<p>—Al macaneador de mi compadre, será prudente arrestarlo esta noche, -Mayor del Valle.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_105">p. 105</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/i_0107.jpg" - style="width: 18em; height: auto;" - alt="Portadilla"/> - </div> - <h2 class="nobreak g2 ws2">TERCERA PARTE</h2> - <p class="subh2 g1">NOCHE DE FARRA</p> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch3-1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_107">p. 107</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3> - <p class="subh3 g0">LA RECÁMARA VERDE</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>¡Famosas aquellas ferias de Santos y Difuntos! La Plaza de Armas, -Monotombo, Arquillo de Madres eran zoco de boliches y pulperías, -ruletas y naipes. Corre la chusma a los anuncios de toro candil en -los Portalitos de Penitentes: Corren las rondas de burlones apagando -las luminarias, al procuro de hacer más vistoso el candil del bulto -toreado. Quiebra el oscuro, en el vasto cielo, la luna chocarrera y -cacareante: Ahúman las candilejas de petróleo por las embocaduras de -tutilimundis, tinglados y barracas: Los ciegos de guitarrón cantan en -los corros de pelados: El criollaje ranchero —poncho, facón, jarano— -se estaciona al ruedo de las mesas con tableros de azares y suertes -fulleras. Circula en racimos la plebe cobriza, greñuda, descalza, y por -las escalerillas de las iglesias, indios alfareros venden esquilones -de barro con círculos y palotes de pinturas estentóreas y dramáticas. -Beatas y chamacos mercan los fúnebres barros, de tañido tan triste -que recuerdan la tena y el<span class="pagenum" id="Page_108">p. -108</span> caso del fraile peruano. A cada vuelta saltan risas y -bravatas. En los portalitos, por las pulperías de cholos y lepes, la -guitarra rasguea los corridos de milagros y ladrones:</p> - -<div class="poetry-container"> -<div class="poetry"> - <div class="stanza"> - <div class="verse indent2">Era Diego Pedernales</div> - <div class="verse indent0">de buena generación.</div> - </div> -</div> -</div> - - -<h4>II</h4> - -<p>El congal de Cucarachita encendía farolillos de colores en el -azoguejo, y luces de difuntos en la Recámara Verde. Son consorcios que -aparejan las ferias. Lupita la Romántica, con bata de lazos y el moño -colgante, suspiraba caída en el sueño magnético, bajo la mirada y los -pasos del Doctor Polaco: Alentaba rendida y vencida, con suspiros de -erótico tránsito:</p> - -<p>—¡Ay!</p> - -<p>—Responda la Señorita Médium.</p> - -<p>—¡Ay! Alumbrándose sube por una escalera muy grande... No puedo. Ya -no está... Se me ha desvanecido.</p> - -<p>—Siga usted hasta encontrarle, Señorita.</p> - -<p>—Entra por una puerta donde hay un centinela.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_109">p. 109</span>—¿Habla con él?</p> - -<p>—Sí. Ahora no puedo verle. No puedo... ¡Ay!</p> - -<p>—Procure situarse, Señorita Médium.</p> - -<p>—No puedo.</p> - -<p>—Yo lo mando.</p> - -<p>—¡Ay!</p> - -<p>—Sitúese. ¿Qué ve en torno suyo?</p> - -<p>—¡Ay! Las estrellas grandes como lunas pasan corriendo por el -cielo.</p> - -<p>—¿Ha dejado el plano terrestre?</p> - -<p>—No sé.</p> - -<p>—Sí lo sabe. Responda. ¿Dónde se sitúa?</p> - -<p>—¡Estoy muerta!</p> - -<p>—Voy a resucitarla, Señorita Médium.</p> - -<p>El farandul le puso en la frente la piedra de un anillo. Después -fueron los pases de manos y el soplar sobre los párpados de la daifa -durmiente:</p> - -<p>—¡Ay!...</p> - -<p>—Señorita Médium, va usted a despertarse contenta y sin dolor de -cabeza. Muy despejada y contenta, sin ninguna impresión dolorosa.</p> - -<p>Hablaba de rutina, con el murmullo apacible del clérigo que reza -su misa diaria. Gritaba en el corredor la madrota, y en el azoguejo, -donde era el mitote de danza, aguardiente<span class="pagenum" -id="Page_110">p. 110</span> y parcheo, metía bulla el Coronelito -Domiciano de la Gándara.</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>El Coronelito Domiciano de la Gándara templa el guitarrón: Camisa -y calzones, por aberturas coincidentes, muestran el vientre rotundo y -risueño de dios tibetano: En los pies desnudos arrastra chancletas, y -se toca con un jaranillo mambís, que al revirón descubre el rojo de un -pañuelo y la oreja con arete: El ojo guiñate, la mano en los trastes, -platica leperón con las manflotas en cabellos y bata escotada: Era -negrote, membrudo, rizoso, vestido con sudada guayabera y calzones -mamelucos, sujetos por un cincho con gran broche de plata: Los torpes -conceptos venustos celebra con risa saturnal y vinaria. Niño Domiciano -nunca estaba sin cuatro candiles, y como arrastraba su vida por -bochinches y congales, era propenso a las tremolinas y escandaloso al -final de las farras. Las niñas del pecado, desmadejadas y desdeñosas, -recogían el bulle-bulle en el vaivén de las mecedoras: El rojo de -los cigarros las señalaba en sus lugares. El Coronelito, dando el -último tiento a los trastes, escupe y rasguea<span class="pagenum" -id="Page_111">p. 111</span> cantando por burlas el corrido que rueda -estos tiempos, de Diego Pedernales. La sombra de la mano con el reflejo -de las tumbagas, pone rasgueo de luces en el rasgueo de la guitarra:</p> - -<div class="poetry-container"> -<div class="poetry"> - <div class="stanza"> - <div class="verse indent2">—Preso le llevan los guardias,</div> - <div class="verse indent0">sobre caballo pelón,</div> - <div class="verse indent0">que en los Ranchos de Valdivia</div> - <div class="verse indent0">le tomaron a traición.</div> - <div class="verse indent0">Celos de niña ranchera</div> - <div class="verse indent0">hicieron la delación.</div> - </div> -</div> -</div> - - -<h4>IV</h4> - -<p>Tecleaba un piano hipocondríaco, en la sala que nombraban Sala de -la Recámara Verde. Como el mitote era en el patio, la sala agrandábase -alumbrada y vacía, con las rejas abiertas sobre el azoguejo y el viento -en las muselinas de los vidrios. El Ciego Velones —nombre de burlas— -arañaba lívidas escalas, acompañando el canto a una chicuela consumida, -tristeza, desgarbo, fealdad de hospiciana. En el arrimo de la reja, -hacían duelo, por la contraria suerte en los albures, dos peponas -amulatadas: El barro melado de sus facciones se depuraba con una -dulzura de líneas y tintas, en el ébano de las cabezas pimpantes<span -class="pagenum" id="Page_112">p. 112</span> de peines y moñetes, un -drama oriental de lacres y verdes. El Ciego Velones tecleaba el piano -sin luces, un piano lechuzo que se pasaba los días enfundado de bayeta -negra. Cantaba la chicuela, tirante las cuerdas del triste descote, -inmóvil la cara de niña muerta, el fúnebre resplandor de la bandejilla -del petitorio sobre el pecho:</p> - -<div class="poetry-container"> -<div class="poetry"> - <div class="stanza"> - <div class="verse indent0">—¡No me mates, traidora ilusión!</div> - <div class="verse indent0">¡Es tu imagen en mi pensamiento,</div> - <div class="verse indent0">una hoguera de casta pasión!</div> - </div> -</div> -</div> - -<p class="mt1">La voz lívida, en la lívida iluminación de la sala -desierta, se desgarraba en una altura inverosímil:</p> - -<div class="poetry-container"> -<div class="poetry"> - <div class="stanza"> - <div class="verse indent0">—¡Una hoguera de casta pasión!</div> - </div> -</div> -</div> - -<p class="mt1">Algunas parejas bailaban en el azoguejo, mecidas por -el ritmo del danzón: Perezosas y lánguidas, pasaban con las mejillas -juntas por delante de las rejas. El Coronelito, más bruja que un roto, -acompañaba con una cuerda en el guitarrón, la voz en un trémolo:</p> - -<div class="poetry-container"> -<div class="poetry"> - <div class="stanza"> - <div class="verse indent0">—¡No me mates, traidora ilusión!</div> - </div> -</div> -</div> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_113">p. 113</span>V</h4> - -<p>La cortina abomba su raso verde en el arco de la recámara: Brilla en -el fondo, sobre el espejo, la pomposa cama del trato, y por veces todo -se tambalea en un guiño del altarete. Suspiraba Lupita:</p> - -<p>—¡Ánimas del Purgatorio! ¡No más, y qué sueño se me ha puesto! ¡La -cabeza se me parte!</p> - -<p>La tranquilizó el farandul:</p> - -<p>—Eso se pasa pronto.</p> - -<p>—¡Cuando yo vuelva a consentir que usted me enajene, van a tener -pelos las tortugas!</p> - -<p>El Doctor Polaco, desviando la plática, felicitó a la daifa con -ceremonia de farandul:</p> - -<p>—Es usted un caso muy interesante de metempsicosis. Yo no tendría -inconveniente en asegurarle a usted contrata para un teatro de Berlín. -Usted podría ser un caso de los más célebres. ¡Esta experiencia ha sido -muy interesante!</p> - -<p>La daifa se oprimía las sienes, metiendo los dedos con luces de -pedrería por los bandos endrinos del peinado:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_114">p. 114</span>—¡Para toda la -noche tengo ya jaqueca!</p> - -<p>—Una taza de café será lo bastante... Disuelve usted en la taza una -perla de éter, y se hallará prontamente tonificada, para poder intentar -otra experiencia.</p> - -<p>—¡Una y no más!</p> - -<p>—¿No se animaría usted a presentarse en público? Sometida a una -dirección inteligente, pronto tendría usted renombre para actuar en un -teatro de Nueva York. Yo le garanto a usted un tanto por ciento. Usted, -antes de un año, puede presentarse con diplomas de las más acreditadas -Academias de Europa. El Coronelito me ha tenido conversación de su -caso, pero muy lejano, que ofreciese tanto interés para la ciencia. -¡Muy lejano! Usted se debe al estudio de los iniciados en los misterios -del magnetismo.</p> - -<p>—¡Con una cartera llena de papel, aun no cegaba! ¡A pique de quedar -muerta en una experiencia!</p> - -<p>—Ese riesgo no existe cuando se procede científicamente.</p> - -<p>—La rubia que a usted acompañaba pasados tiempos, se corrió que -había muerto en un teatro.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_115">p. 115</span>—¿Y que yo estaba -preso? Esa calumnia es patente. Yo no estoy preso.</p> - -<p>—Habrá usted limado las rejas de la cárcel.</p> - -<p>—¿Me cree usted con poder para tanto?</p> - -<p>—¿No es usted brujo?</p> - -<p>—El estudio de los fenómenos magnéticos no puede ser calificado de -brujería. ¿Usted se encuentra libre ya del malestar cefálico?</p> - -<p>—Sí, parece que se me pasa.</p> - -<p>Gritaba en el corredor la madrota:</p> - -<p>—Lupita, que te solicitan.</p> - -<p>—¿Quién es?</p> - -<p>—Un amigo. ¡No pasmes!</p> - -<p>—¡Voy! De hallarme menos carente, esta noche la guardaba por -devoción de las Benditas.</p> - -<p>—Lupita, puede usted obtener un suceso público en un escenario.</p> - -<p>—¡Me da mucho miedo!</p> - -<p>Salió de la recámara con bulle-bulle de faldas, seguida del Doctor -Polaco. Aquel tuno nigromante, con una barraca en la feria, era muy -admirado en el congal de Cucarachita.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch3-2"> - <p><span class="pagenum" id="Page_117">p. 117</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3> - <p class="subh3 g0">LUCES DE ÁNIMAS</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<div class="poetry-container"> -<div class="poetry"> - <div class="stanza"> - <div class="verse indent2">—En borrico de justicia</div> - <div class="verse indent0">le sacan con un pregón,</div> - <div class="verse indent0">hizo mamola al verdugo</div> - <div class="verse indent0">al revestirle el jopón,</div> - <div class="verse indent0">y al Cristo que le presentan,</div> - <div class="verse indent0">una seña de masón.</div> - </div> -</div> -</div> - -<p class="mt1">En la Recámara Verde, iluminada con altarete de luces -aceiteras y cerillos, atendía, apagando un cuchicheo, la pareja -encuerada del pecado. Llegaba el romance prendido al son de la -guitarra. En el altarete, las mariposas de aceite cuchicheaban y los -amantes en el cabezal. La daifa:</p> - -<p>—¡Era bien ruin!</p> - -<p>El coime:</p> - -<p>—¡Ateo!</p> - -<p>—En la noche de hoy, ese canto de verdugos y ajusticiados, parece -más negro que un catafalco.</p> - -<p>—¡Vida alegre, muerte triste!</p> - -<p>—¡Abrenuncio! ¡Qué voz de corneja sacaste! ¿Veguillas, tú, vista la -hora final, confesarías como cristiano?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_118">p. 118</span>—¡Yo no niego la -vida del alma!</p> - -<p>—¡Nachito, somos espíritu y materia! ¡Donde me ves con estas carnes, -pues una romántica! De no haber estado tan bruja, hubiera guardado este -día. ¡Pero es mucho el empeño con el ama! Nachito, ¿tú sabes de persona -viviente que no tenga sus muertos? Los hospicianos, y aun esos porque -no los conocen. Este aniversario merecía ser de los más guardados: -¡Trae muchos recuerdos! Tú, si fueses propiamente romántico, ahora -tenías un escrúpulo: Me pagabas el estipendio y te caminabas.</p> - -<p>—¿Y caminarme sin aflojar la plata?</p> - -<p>—También. ¡Yo soy muy romántica! Ya te digo que de no hallarme tan -en deuda con la madrota...</p> - -<p>—¿Quieres que yo te cancele el crédito?</p> - -<p>—Pon eso claro.</p> - -<p>—¿Si quieres que yo te pague la deuda?</p> - -<p>—No me veas chuela, Nachito.</p> - -<p>—¿Debes mucho?</p> - -<p>—¡Treinta Manfredos! ¡Me niega quince que le entregué por las Flores -de Mayo! ¡Como tú te hicieses cargo de la deuda y me pusieses en un -pupilaje, ibas a ver una fiel esclava!</p> - -<p>—¡Siento no ser negrero!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_119">p. 119</span>La daifa quedose -abstraída mirando las luces de sus falsos anillos. Hacía memoria. Por -la boca pintada corría un rezo:</p> - -<p>—Esta conversación, pasó otra vez de la misma manera: ¿Te acuerdas, -Veguillas? Pasó con iguales palabras y prosopopeyas.</p> - -<p>—Pudiera.</p> - -<p>La moza del pecado, entrándose en sí misma, quedó abismada, siempre -los ojos en las piedras de sus anillos.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Percibíase embullangado el guitarro, el canto y la zarabanda de -risas, chapines y palmas con que jaleaban las del trato. Gritos, -carrerillas y cierre de puertas. Acezo y pisadas en el corredor. Los -artejos y la voz de la Taracena:</p> - -<p>—¡El cerrojo! Horita vos va con una copla Domiciano. El cerrojo, si -no lo tenéis corrido, que ya le entró la tema de escandalizar por las -recámaras.</p> - -<p>Siempre abismada en la fábula de sus manos, suspiró la romántica:</p> - -<p>—¡Domiciano toma la vida como la vida se merece!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_120">p. 120</span>—¿Y el -despertar?</p> - -<p>—¡Ave María! ¿Esta misma plática no la tuvimos hace un instante? -¿Veguillas, cuándo fueron aquellos pronósticos tuyos, del mal fin que -tendría el Coronelito de la Gándara?</p> - -<p>Gritó Veguillas:</p> - -<p>—¡Ese secreto jamás ha salido de mis labios!</p> - -<p>—¡Ya me haces dudar! ¡Patillas tomó tu figura en aquel momento, -Nachito!</p> - -<p>—Lupita, no seas visionaria.</p> - -<p>Venía por el corredor acreciéndose la bulla de copla y guitarra, -soflamas y palmas. Cantaba el valedor un aire de los llaneros:</p> - -<div class="poetry-container"> -<div class="poetry"> - <div class="stanza"> - <div class="verse indent2">—Licenciadito Veguillas,</div> - <div class="verse indent0">saca del brazo a tu dama</div> - <div class="verse indent0">para beber una copa</div> - <div class="verse indent0">a la salud de las ánimas.</div> - </div> -</div> -</div> - -<p class="mt1">—¡Santísimo Dios! ¡Esta misma letra se ha cantado otra -vez estando como ahora acostados en la cama!</p> - -<p>Nacho Veguillas, entre humorístico y asustadizo, azotó las nalgas de -la moza, con gran estallo:</p> - -<p>—¡Lupita, que te pasas de romántica!</p> - -<p>—¡No me pongas en confusión, Veguillas!</p> - -<p>—Si me estás viendo chuela toda la noche.</p> - -<p>Tornaba la copla y el rasgueo, a la puerta de<span class="pagenum" -id="Page_121">p. 121</span> la recámara. Oscilaba el altarete de luces -y cruces. Susurró la del trato:</p> - -<p>—Nacho Veguillas, ¿llevas buena relación con el Coronel -Gandarita?</p> - -<p>—¡Amigos entrañables!</p> - -<p>—¿Por qué no le das aviso para que se ponga en salvo?</p> - -<p>—¿Pues qué sabes tú?</p> - -<p>—¿No hablamos antes?</p> - -<p>—¡No!</p> - -<p>—¡Lo juras, Nachito!</p> - -<p>—¡Jurado!</p> - -<p>—¿Que nada hablamos? ¡Pues lo habrás tenido en el pensamiento!</p> - -<p>Nacho Veguillas, sacando los ojos a flor de la cara, saltó en el -alfombrín con las dos manos sobre las vergüenzas:</p> - -<p>—¡Lupita, tú tienes comercio con los espíritus!</p> - -<p>—¡Calla!</p> - -<p>—¡Responde!</p> - -<p>—¡Me confundes! ¿Dices que nada hemos hablado del fin que le espera -al Coronel de la Gándara?</p> - -<p>Batían en la puerta, y otra vez renovábase la bulla, con el tema de -copla y guitarro:</p> - -<div class="poetry-container"> -<div class="poetry"> - <div class="stanza"> - <div class="verse indent2"><span class="pagenum" id="Page_122">p. 122</span>—Levántate, valedor,</div> - <div class="verse indent0">y vístete los calzones,</div> - <div class="verse indent0">para jugarnos la plata</div> - <div class="verse indent0">en los albures pelones.</div> - </div> -</div> -</div> - -<p class="mt1">Abriose la puerta de un puntapié, y rascando el -guitarrillo que apoya en el vientre rotundo, apareció el Coronelito. -Nacho Veguillas, con alegre transporte de botarate, saltó de cucas, -remedando el cantar de la rana:</p> - -<p>—¡Cua! ¡Cua!</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>El congal, con luminarias de verbena, juntaba en el patio mitote -de naipe, aguardiente y buñuelo. Tenía el naipe al salir un interés -fatigado: Menguaban las puestas, se encogían sobre el tapete, bajo -el reflejo amarillo del candil, al aire contrario del naipe. Viendo -el dinero tan receloso, para darle ánimo trajo aguardiente de caña y -chicha la Taracena. Nacho Veguillas, muy festejado, a medio vestir, -suelto el chaleco, un tirante por rabo, saltaba mimando el dúo del sapo -y la rana. La música clásica, que, cuando esparcía su ánimo sombrío, -gustaba de oír Tirano Banderas. Nachito, con una lágrima de artista -ambulante,<span class="pagenum" id="Page_123">p. 123</span> recibía -las felicitaciones, estrechaba las manos, se tambaleaba en épicos -abrazos. El Doctor Polaco, celoso de aquellos triunfos, en un corro -de niñas, disertaba, accionando con el libro de los naipes abierto en -abanico. Atentas las manflotas, cerraban un círculo de ojeras y lazos, -con meloso cuchicheo tropical. La chamaca fúnebre pasaba la bandejilla -del petitorio, estirando el triste descote, mustia y resignada, -horrible en su corpiño de muselinas azules, lívidos lujos de hambre. -Nachito la perseguía en cuclillas con gran algazara:</p> - -<p>—¡Cua! ¡Cua!</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>Con las luces del alba la mustia pareja del ciego lechuzo y la chica -amortajada escurríase por el Arquillo de las Madres Portuguesas. Se -apagaban las luminarias. En los Portalitos quedaba un rezago de ferias: -El tiovivo daba su última vuelta en una gran boqueada de candilejas. El -ciego lechuzo, y la chica amortajada, llevan fosco rosmar, claveteado -entre las cuatro pisadas:</p> - -<p>—¡Tiempos más fregados no los he conocido!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_124">p. 124</span>Habló la chica sin -mudar el gesto de ultratumba:</p> - -<p>—¡Donde otras ferias!</p> - -<p>Sacudió la cabeza el lechuzo:</p> - -<p>—Cucarachita no renueva el mujerío y así no se sostiene un negocio. -¿Qué tal mujer la Panameña? ¿Tiene partido?</p> - -<p>—Poco partido tiene para ser nueva. ¡Está mochales!</p> - -<p>—¿Qué viene a ser eso?</p> - -<p>—¡Modo que tiene una chica que llaman la Malagueña! Con ello -significa los transtornos.</p> - -<p>—No tomes el hablar de esas mujeres.</p> - -<p>La amortajada puso los tristes ojos en una estrella:</p> - -<p>—¿Se me notaba que estuviese ronca?</p> - -<p>—No más que al atacar las primeras notas. La pasión de esta noche es -de una verdadera artista. Sin cariño de padre, creo que hubieses tenido -un triunfo en una sala de conciertos: “No me mates, traidora ilusión.” -¡Ahí has rayado muy alto! Hija mía, es preciso que cantes pronto en un -teatro, y me redimas de esta situación precaria. Yo puedo dirigir una -orquesta.</p> - -<p>—¿Ciego?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_125">p. 125</span>—Operándome las -cataratas.</p> - -<p>—¡Ay mi viejo, cómo soñamos!</p> - -<p>—¿No saldremos alguna vez de esta pesadumbre?</p> - -<p>—¡Quién sabe!</p> - -<p>—¿Dudas?</p> - -<p>—No digo nada.</p> - -<p>—Tú no conoces otra vida, y te conformas.</p> - -<p>—¡Vos tampoco la conocés, taitita!</p> - -<p>—La he visto en otros, y comprendo lo que sea.</p> - -<p>—Yo, puesta a envidiar, no envidiaría riquezas.</p> - -<p>—¿Pues qué envidiarías?</p> - -<p>—¡Ser pájaro! Cantar en una rama.</p> - -<p>—No sabes lo que hablas.</p> - -<p>—Ya hemos llegado.</p> - -<p>En el portal dormía el indio con su india, cubiertos los dos por una -frazada. La chica fúnebre y el ciego lechuzo pasaron perfilándose. El -esquilón de las monjas doblaba por las Ánimas.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_126">p. 126</span>V</h4> - -<p>Nacho Veguillas también tenía el vino sentimental de boca babosa y -ojos tiernos. Ahora, con la cabeza sobre el regazo de la daifa, canta -su aria en la Recámara Verde:</p> - -<p>—¡Dame tu amor, lirio caído en el fango!</p> - -<p>Ensoñó la manflota:</p> - -<p>—¡Canela! ¡Y decís vos que no sos romántico!</p> - -<p>—¡Ángel puro de amor, que amor inspira! ¡Yo te sacaré del abismo y -redimiré tu alma virginal! ¡Taracena! ¡Taracena!</p> - -<p>—¡No armés escándalo, Nachito! Dejá vos al ama, que no está para tus -fregados.</p> - -<p>Y le ponía los anillos sobre la boca vinaria. Nachito se -incorporó:</p> - -<p>—¡Taracena! ¡Yo pago el débito de esta azucena, caída en el barro -vil de tu comercio!</p> - -<p>—¡Callá! ¡No faltés!</p> - -<p>Nachito, llorona la alcuza de la nariz, se volvía a la niña del -trato:</p> - -<p>—¡Calma mi sed de ideal, ángel que tienes rotas las alas! ¡Posa tu -mano en mi frente, que en un mar de lava ardiente mi cerebro siento -arder!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_127">p. 127</span>—¿Cuándo fue que oí -esas mismas músicas? ¡Nachito, aquí se dijeron esas mismas palabras!</p> - -<p>Nachito se sintió celoso:</p> - -<p>—¡Algún cabrón!</p> - -<p>—O no se habrán dicho... Esta noche se me figura que ya pasó todo -cuanto pasa. ¡Son las Benditas!... ¡Es ilusión esta de que todo pasó, -antes de pasar!</p> - -<p>—¡Yo te llamaba en mis solitarios sueños! ¡El imán de tu mirada -penetra en mi! ¡Bésame, mujer!</p> - -<p>—Nachito, no seás sonso y dejame rezar este toque de Ánimas.</p> - -<p>—¡Bésame, Jarifa! ¡Bésame, impúdica, inocente! ¡Dame un ósculo casto -y virginal! ¡Caminaba solo por el desierto de la vida, y se me aparece -un oasis de amor, donde reposar la frente!</p> - -<p>Nachito sollozaba, y la del trato, para consolarle, le dio un beso -de folletín romántico, apretándole a la boca, el corazón de su boca -pintada:</p> - -<p>—¡Eres sonso!</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_128">p. 128</span>VI</h4> - -<p>Tembló el altarete de Ánimas: El aleteo de un reflejo desquició los -muros de la Recámara Verde: Se abrió la puerta y entró sin ceremonia el -Coronelito de la Gándara. Veguillas volvió la nariz de alcuza y puso el -ojo de carnero:</p> - -<p>—¡Domiciano, no profanes el idilio de dos almas!</p> - -<p>—Licenciadito, te recomiendo el amoniaco. Mírame a mí, limpio de -vapores. ¿Guadalupe, qué haces sin darle el agua bendita?</p> - -<p>El Coronelito de la Gándara, al pisar, infundía un temblor en la -luminaria de Ánimas: La fanfarria irreverente de sus espuelas plateras, -ponía al guiño del altarete un sinfónico fondo herético: Advertíase -señalada mudanza en la persona y arreo del Coronelito: Traía el calzón -recogido en botas jinetas, el cinto ajustado y el machete al flanco, -viva aún la rasura de la barba, y el mechón endrino de la frente, -peinado y brillante:</p> - -<p>—Veguillas, hermano, préstame veinte soles, que bien te pintó el -juego. Mañana te serán reintegrados.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_129">p. 129</span>—¡Mañana!</p> - -<p>Nachito, tras la palabra que se desvanece en la verdosa penumbra, -queda suspenso sin cerrar la boca. Oíase el doble de una remota -campana. Las luces del altarete tenían un escalofrío aterrorizado. -La manflota en camisa rosa —morena prieta— se santiguaba entre las -cortinas. Y era siempre sobre su tema el Coronelito de la Gándara:</p> - -<p>—Mañana. ¡Y si no, cuando me entierren!</p> - -<p>Nachito estalló en un sollozo:</p> - -<p>—Siempre va con nosotros la muerte. Domiciano, recobra el juicio, la -plata de nada te remedia.</p> - -<p>Por entre cortinas salía la daifa, abrochándose el corsé, los dos -pechos fuera, tirantes las medias, altas las ligas rosadas:</p> - -<p>—¡Domiciano, ponte en salvo! Este pendejo no te lo dice, pero él -sabe que estás en las listas de Tirano Banderas.</p> - -<p>El Coronelito aseguró los ojos sobre Veguillas. Y Veguillas, con los -brazos abiertos, gritó consternado:</p> - -<p>—¡Ángel funesto! ¡Sierpe biomagnética! Con tus besos embriagadores -me sorbiste el pensamiento.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_130">p. 130</span>El Coronelito, -de un salto estaba en la puerta, atento a mirar y escuchar: Cerró, -y corrida la aldaba, abierto el compás de las piernas, tiró de -machete:</p> - -<p>—Trae la palangana, Lupita. Vamos a ponerle una sangría a este -doctorcito de guagua.</p> - -<p>Se interpuso la daifa en corsé:</p> - -<p>—Ten juicio, Domiciano. Antes que con él toques, a mí me traspasas. -¿Qué pretendes? ¿Qué haces ya aquí sofregado? ¿Corres peligro? ¡Pues -ponte en salvo!</p> - -<p>Se tiró de los bigotes con sorna el Coronelito de la Gándara:</p> - -<p>—¿Quién me vende, Veguillas? ¿Qué me amenaza? Si horita mismo no lo -declaras, te doy pasaporte con las Benditas. ¡Luego, luego, ponlo todo -de manifiesto!</p> - -<p>Veguillas, arrimado a la pared, se metía los calzones, torcido y -compungido. Le temblaban las manos. Gimió turulato:</p> - -<p>—Hermano, te delata la vieja rabona que tiene su mesilla en el -jueguecito de la rana. ¡Esa te delata!</p> - -<p>—¡Puta madre!</p> - -<p>—Te ha perdido la mala costumbre de hacer cachizas, apenas te pones -trompeto.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_131">p. 131</span>—¡Me ha de servir -para un tambor esa cuera vieja!</p> - -<p>—Niño Santos le ha dado la mano con promesa de chicotearte.</p> - -<p>Apremiaba la daifa:</p> - -<p>—¡No pierdas tiempo, Domiciano!</p> - -<p>—¡Calla, Lupita! Este amigo entrañable, luego, luego, me va a decir -por qué tribunal estoy sentenciado.</p> - -<p>Gimió Veguillas:</p> - -<p>—¡Domiciano, no la chingues, que no eres súbdito extranjero!</p> - - -<h4>VII</h4> - -<p>El Coronelito relampagueaba el machete sobre las cabezas: La daifa, -en camisa rosa, apretaba los ojos y aspaba los brazos: Veguillas era -todo un temblor arrimado a la pared, en faldetas y con los calzones en -la mano: El Coronelito se los arrancó:</p> - -<p>—¡Me chingo en las bragas! ¿Cuál es mi sentencia?</p> - -<p>Nachito se encogía con la nariz de alcuza en el ombligo:</p> - -<p>—¡Hermano, no más me preguntes! Cada<span class="pagenum" -id="Page_132">p. 132</span> palabra es una bala... ¡Me estoy -suicidando! La sentencia que tú no cumplas vendrá sobre mi cabeza.</p> - -<p>—¿Cuál es mi sentencia? ¿Quién la ha dictado?</p> - -<p>Desesperábase la manflota, de rodillas ante las luces de Ánimas:</p> - -<p>—¡Ponte en salvo! ¡Si no lo haces, aquí mismo te prende el Mayorcito -del Valle!</p> - -<p>Nachito acabó de empavorizarse:</p> - -<p>—¡Mujer infausta!</p> - -<p>Se ovillaba cubriéndose hasta los pies con las faldetas de la -camisa. El Coronelito le suspendió por los pelos: Veguillas, con la -camisa sobre el ombligo, agitaba los brazos. Rugía el Coronelito:</p> - -<p>—¿El Mayor del Valle tiene la orden de arrestarme? Responde.</p> - -<p>Veguillas sacó la lengua:</p> - -<p>—¡Me he suicidado!</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch3-3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_133">p. 133</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3> - <p class="subh3 g0">GUIÑOL DRAMÁTICO</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>¡Fue como truco de melodrama! El Coronelito, en el instante de pisar -la calle, ha visto los fusiles de una patrulla, por el Arquillo de -las Portuguesas. El Mayor del Valle viene a prenderle. El peligro le -da un alerta violento en el pecho: Pronto y advertido se aplasta en -tierra y a gatas cruza la calle: Por la puerta que entreabre un indio -medio desnudo, lleno el pecho de escapularios, ya se mete. Veguillas le -sigue arrastrado en un círculo de fatalidades absurdas: El Coronelito, -acarrerado escalera arriba, se curva como el jinete sobre la montura. -Nachito, que hocica sobre los escalones, recibe en la frente el -resplandor de las espuelas. Bajo la claraboya del sotabanco, en la -primera puerta, está pulsando el Coronelito. Abre una mucama que tiene -la escoba: En un traspiés, espantada y aspada, ve a los dos fugitivos -meterse por el corredor: Prorrumpe en gritos, pero las luces de un -puñal que ciega los ojos, la lengua le enfrenan.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_134">p. 134</span>II</h4> - -<p>Al final del corredor está la recámara de un estudiante. El joven, -pálido de lecturas, que medita sobre los libros abiertos, de codos en -la mesa. Humea la lámpara. La ventana está abierta sobre la última -estrella. El Coronelito, al entrar, pregunta y señala:</p> - -<p>—¿Adónde cae?</p> - -<p>El estudiante vuelve a la ventana su perfil lívido de sorpresa -dramática. El Coronelito, sin esperar otra respuesta, salta sobre el -alféizar, y grita con humor travieso:</p> - -<p>—¡Ándele, pendejo!</p> - -<p>Nachito se consterna:</p> - -<p>—¡Su madre!</p> - -<p>—¡Jip!</p> - -<p>El Coronelito, con una brama, echa el cuerpo fuera. Va por el aire. -Cae en un tejadillo. Quiebra muchas tejas. Escapa gateando. A Nachito -que asoma timorato la alcuza llorona, se le arruga completamente la -cara:</p> - -<p>—¡Hay que ser gato!</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_135">p. 135</span>III</h4> - -<p>Y por las recámaras del congal fulgura su charrasco el Mayor del -Valle: Seguido de algunos soldados entra y sale, sonando las charras -espuelas: A su vera jaleando el nalgario, con ahogo y ponderaciones, -zapato bajo y una flor en la oreja, la madrota:</p> - -<p>—¡Patroncito, soy gaditana y no miento! ¡Mi palabra es la del Rey -de España! El Coronel Gandarita no hace un bostezo que dijo: ¡Me voy! -¡Visto y no visto! ¡Horitita! ¡Si no se tropezaron fue milagro! ¡Apenas -llevaría tres pasos, cuando ya estaban en la puerta los soldados!</p> - -<p>—¿No dijo adónde se caminaba?</p> - -<p>—¡Iba muy trueno! Si algún bochinche no le tienta, buscará la -cama.</p> - -<p>El Mayor miró de través a la tía cherinola y llamó al sargento:</p> - -<p>—Vas a registrar la casa. Cucarachita, si te descubro el contrabando -te caen cien palos.</p> - -<p>—Niño, no me encontrarás nada.</p> - -<p>La madrota sonaba las llaves. El Mayor, contrariado, se mesaba la -barba chivona, y<span class="pagenum" id="Page_136">p. 136</span> en -la espera, haciendo piernas entrose por la Sala de la Recámara Verde. -El susto y el grito, la carrera furtiva, un rosario de léperos textos -concertaban toda la vida del congal, en la luz cenicienta del alba. -Lupita, taconeando, surgió en el arco de la verde recámara, un lunar -nuevo en la mejilla: Por el pintado corazón de la boca, vertía el humo -del cigarro:</p> - -<p>—¡Abilio, estás de mi gusto!</p> - -<p>—Me mandé mudar.</p> - -<p>—Oye, ¿y tú piensas que se oculta aquí Domiciano? ¡Poco faltó para -que le armases la ratonera! ¡Ahora, échale perros!</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>Y Nachito Veguillas aún exprime su gesto turulato frente a la -ventana del estudiante. El tiempo parece haber prolongado todas -las acciones, suspensas absurdamente en el ápice de un instante, -estupefactas, cristalizadas, nítidas, inverosímiles como sucede bajo la -influencia de la marihuana. El estudiante, entre sus libros, tras de -la mesa, despeinado, insomne,<span class="pagenum" id="Page_137">p. -137</span> mira atónito: A Nachito tiene delante, abierta la boca y las -manos en las orejas:</p> - -<p>—¡Me he suicidado!</p> - -<p>El estudiante cada vez parece más muerto:</p> - -<p>—¿Usted es un fugado de Santa Mónica?</p> - -<p>Nachito se frota los ojos:</p> - -<p>—Viene a ser como un viceversa... Yo, amigo, de nadie escapo. Aquí -me estoy. Míreme usted, amigo. Yo no escapo... Escapa el culpado. -No soy más que un acompañante... Si me pregunta usted por qué tengo -entrado aquí, me será difícil responderle. ¿Acaso sé dónde me -encuentro? Subí por impulso ciego, en el arrebato de ese otro que -usted ha visto. Mi palabra le doy. Un caso que yo mismo no comprendo. -¡Biomagnetismo!</p> - -<p>El estudiante le mira perplejo sin descifrar el enredo de pesadilla -donde fulgura el rostro de aquel que escapó por la lívida ventana, -abierta toda la noche con la perseverancia de las cosas inertes, en -espera de que se cumpla aquella contingencia de melodrama. Nachito -solloza efusivo y cobarde:</p> - -<p>—Aquí estoy, noble joven. Solamente pido para serenarme, un trago de -agua. Todo es un sueño.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_138">p. 138</span>En este registro, -se le atora el gallo. Llega del corredor estrépito de voces y armas. -Empuñando el revólver cubre la puerta la figura del Mayor Abilio del -Valle. Detrás, soldados con fusiles:</p> - -<p>—¡Manos arriba!</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>Por otra puerta una gigantona descalza, en enaguas y pañoleta: La -greña aleonada, ojos y cejas de tan intensos negros que, con ser muy -morena la cara, parecen en ella tiznes y lumbres: Una poderosa figura -de vieja bíblica: Sus brazos de acusados tendones, tenían un pathos -barroco y estatuario. Doña Rosita Pintado entró en una ráfaga de voces -airadas, gesto y ademán en trastorno:</p> - -<p>—¿Qué buscan en mi casa? ¿Es que piensan llevarse al chamaco? ¿Quién -lo manda? ¡Me llevan a mí! ¿Estas son leyes?</p> - -<p>Habló el Mayor del Valle:</p> - -<p>—No me vea chuela, Doña Rosita. El retoño tiene que venirse merito -a prestar declaración. Yo le garanto que cumplida esa diligencia, como -se halle sin culpa, acá vuelve el muchacho. No tema ninguna ojeriza. -Esto lo<span class="pagenum" id="Page_139">p. 139</span> dimanan -las circunstancias. El muchacho vuelve si está sin culpa, yo se lo -garanto.</p> - -<p>Miró a su madre el mozalbete y, con arisco ceño, le recomendó -silencio. La gigantona estremecida corrió para abrazarle, en desolado -ademán los brazos. La arrestó el hijo con gesto firme:</p> - -<p>—Mi vieja, cállese y no la friegue. Con bulla nada se alcanza.</p> - -<p>Clamó la madre:</p> - -<p>—¡Tú me matas, negro de Guinea!</p> - -<p>—¡Nada malo puede venirme!</p> - -<p>La gigantona se debatió, asombrada en una oscuridad de dudas y -alarmas:</p> - -<p>—¡Mayorcito del Valle, dígame usted lo que pasa!</p> - -<p>Interrumpió el mozuelo:</p> - -<p>—Uno que entró perseguido, y se fugó por la ventana.</p> - -<p>—¿Tú qué le has dicho?</p> - -<p>—Ni tiempo tuve de verle la cara.</p> - -<p>Intervino el Mayor del Valle:</p> - -<p>—Con hacer esta declaración donde corresponde, todo queda -terminado.</p> - -<p>Plegó los brazos la gigantona:</p> - -<p>—¿Y el que escapaba, se sabe quién era?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_140">p. 140</span>Nachito sacó la voz -entre nieblas alcohólicas:</p> - -<p>—¡El Coronel de la Gándara!</p> - -<p>Nachito, luciente de lágrimas, encogido entre dos soldados, -resoplaba con la alcuza llorona pingando la moca. Aturdida, en -desconcierto, le miró Doña Rosita:</p> - -<p>—¡Valedor! ¿También usted llora?</p> - -<p>—¡Me he suicidado!</p> - -<p>El Mayor del Valle levanta el charrasco y la escuadra se apronta, -sacando entre filas al estudiante y a Nachito.</p> - - -<h4>VI</h4> - -<p>Despeinadas y ojerosas atisbaban tras de la reja las pupilas de -Taracena. Se afanan por descubrir a los prisioneros, sombras taciturnas -entre la gris retícula de las bayonetas. El sacristán de las monjas -sacaba la cabeza por el arquillo del esquilón. Tocaban diana las -cornetas de fuertes y cuarteles. Tenía el mar caminos de sol. Los -indios, trajinantes nocturnos, entraban en la ciudad guiando recuas -de llamas cargadas de mercadería y frutos de los ranchos serranos: El -bravío del ganado<span class="pagenum" id="Page_141">p. 141</span> -recalentaba la neblina del alba. Despertábase el Puerto con un son -ambulatorio de esquilas, y la patrulla de fusiles desaparecía con los -dos prisioneros por el Arquillo de las Portuguesas. En el congal, la -madrota daba voces ordenando que las pupilas se recogiesen a la perrera -del sotabanco, y el coime, con una flor en el pelo, trajinaba remudando -la ropa de las camas del trato. Lupita la Romántica, en camisa rosa, -rezaba ante el retablo de luces en la Recámara Verde. Murmuró el -coime con un alfiler en los labios, al mismo tiempo que estudiaba los -recogidos de la colcha:</p> - -<p>—¡Aún no se me fue el sobresalto!</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch4"> - <p><span class="pagenum" id="Page_143">p. 143</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/i_0145.jpg" - style="width: 18em; height: auto;" - alt="Portadilla"/> - </div> - <h2 class="nobreak g3 ws2">CUARTA PARTE</h2> - <p class="subh2 g1">AMULETO NIGROMANTE</p> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch4-1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_145">p. 145</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3> - <p class="subh3 g1">LA FUGA</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>El Coronelito Domiciano de la Gándara, en aquel trance, se acordó de -un indio a quien tenía obligado con antiguos favores. Por Arquillo de -Madres, retardando el paso para no mover sospecha, salió al Campo del -Perulero.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Zacarías San José, a causa de un chirlo que le rajaba la cara, -era más conocido por Zacarías el Cruzado: Tenía el chozo en un vasto -charcal de juncos y médanos, allí donde dicen Campo del Perulero: -En los bordes cenagosos picoteaban grandes cuervos, auras en los -llanos andinos y zopilotes en el Seno de México. Algunos caballos -mordían la hierba a lo largo de las acequias. Zacarías trabajaba el -barro, estilizando las fúnebres bichas de chiromayos y chiromecas. La -vastedad de juncos y médanos flotaba en nieblas de amanecida. Hozaban -los marranos en el cenagal,<span class="pagenum" id="Page_146">p. -146</span> a espaldas del chozo, y el alfarero, sentado sobre los -talones, la chupalla en la cabeza, por todo vestido un camisote, -decoraba con prolijas pinturas jícaras y güejas. Taciturno bajo una -nube de moscas, miraba de largo en largo al bejucal donde había un -caballo muerto. El Cruzado no estaba libre de recelos: Aquel zopilote -que se había metido en el techado, azotándole con negro aleteo, era un -mal presagio. Otro signo funesto, las pinturas vertidas: El amarillo, -que presupone hieles, y el negro, que es cárcel, cuando no llama -muerte, juntaban sus regueros. Y recordó súbitamente que la chinita, -la noche pasada, al apagar la lumbre, tenía descubierta una salamandra -bajo el metate de las tortillas... El alfarero movía los pinceles -con lenta minucia, cautivo en un dual contradictorio de acciones y -pensamientos.</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>La chinita, en el fondo del jacal, se mete la teta en el hipil, -desapartando de su lado al crío que berrea y se revuelca en tierra. -Acude a levantarle con una azotaina, y suspenso<span class="pagenum" -id="Page_147">p. 147</span> de una oreja le pone fuera del techado. Se -queda la chinita al canto del marido, atenta a los trazos del pincel, -que decora el barro de una güeja:</p> - -<p>—¡Zacarías, mucho callas!</p> - -<p>—Di no más.</p> - -<p>—No tengo un centavito.</p> - -<p>—Hoy coceré los barros.</p> - -<p>—¿Y en el en tanto?</p> - -<p>Zacarías repuso con una sonrisa atravesada:</p> - -<p>—¡No me friegues! Estas cuaresmas el ayunar está muy recomendado.</p> - -<p>Y quedó con el pincelillo suspenso en el aire, porque era sobre la -puerta del jacal el Coronelito Domiciano de la Gándara: Un dedo en los -labios.</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>El cholo, con leve carrerilla de pies descalzos, se junta al -Coronelito: Platican, alertados, en la vera de un maguey culebrón:</p> - -<p>—¿Zacarías, quieres ayudarme a salir de un mal paso?</p> - -<p>—¡Patroncito, bastantemente lo sabe!</p> - -<p>—La cabeza me huele a pólvora. Envidias<span class="pagenum" -id="Page_148">p. 148</span> son de mi compadre Santos Banderas. ¿Tú -quieres ayudarme?</p> - -<p>—¡No más que diga, y obedecerle!</p> - -<p>—¿Cómo proporcionarme un caballo?</p> - -<p>—Tres veredas hay, patroncito: Se compra, se pide a un amigo o se le -toma.</p> - -<p>—Sin plata no se compra. El amigo nos falta. ¿Y dónde descubres tú -un guaco para bolearle? Tengo sobre los pasos una punta de cabrones. -¡Verás no más! La idea que traía formada es que me subieses en canoa a -Potrero Negrete.</p> - -<p>—Pues a no dilatarlo, mi jefe. La canoa tengo en los bejucales.</p> - -<p>—Debo decirte que te juegas la respiración, Zacarías.</p> - -<p>—¡Para lo que dan por ella, patroncito!</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>Husmea el perro en torno del maguey culebrón, y bajo la techumbre de -palmas engresca el crío, que pide la teta, puesto de pie, al flanco de -la madre. Zacarías aseñó a la mujer para que se llegase:</p> - -<p>—¡Me camino con el patrón!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_149">p. 149</span>Apagó la voz la -chinita:</p> - -<p>—¿Compromiso grande?</p> - -<p>—Esa pinta descubre.</p> - -<p>—Recuerda, si te dilatas, que no me dejas un centavo.</p> - -<p>—¡Y qué hacerle, chinita! Llevas a colgar alguna cosa.</p> - -<p>—¡Como no lleve la frazada del catre!</p> - -<p>—Empeñas el relojito.</p> - -<p>—¡Con el vidrio partido, no dan un boliviano!</p> - -<p>El Cruzado se descolgaba el cebollón de níquel, sujeto por una -cadena oxidada. Y antes que la chinita, adelantose a tomarlo el Coronel -de la Gándara:</p> - -<p>—¡Tan bruja estás, Zacarías!</p> - -<p>Suspiró la comadre:</p> - -<p>—¡Todo se lo lleva el naipe, mi jefecito! ¡Todo se lo lleva la ciega -ofuscación de este hombre!</p> - -<p>—¡Sí que no vale un boliviano!</p> - -<p>El Coronelito voltea el reloj por la cadena, y con risa jocunda lo -manda al cenagal, entre los marranos:</p> - -<p>—¡Qué valedor!</p> - -<p>La comadre aprobaba mansamente. Había<span class="pagenum" -id="Page_150">p. 150</span> velado el tiro con el propósito de ir luego -a catearlo. El Coronelito se quitó una sortija:</p> - -<p>—Con esto podrás remediarte.</p> - -<p>La chinita se echó por tierra, besando las manos al valedor.</p> - - -<h4>VI</h4> - -<p>El Cruzado se metía puertas adentro, para ponerse calzones y ceñirse -el cinto del pistolón y el machete. Le sigue la coima:</p> - -<p>—¡Pendejada que resultare fulero el anillo!</p> - -<p>—¡Pendejada y media!</p> - -<p>La chinita le muestra la mano, jugando las luces de la tumbaga:</p> - -<p>—¡Buenos brillos tiene! Puedo llegarme a un empeñito para tener -cercioro.</p> - -<p>—Si corres uno solo pudieran engañarte.</p> - -<p>—Correré varios. A ser de ley, no andará muy distante de valer cien -pesos.</p> - -<p>—Tú ve en la cuenta de que vale quinientos, o no vale tlaco.</p> - -<p>—¿Te parés lo lleve mero mero?</p> - -<p>— ¿Y si te dan cambiazo?</p> - -<p>—¡Que esperanza!</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_151">p. 151</span>VII</h4> - -<p>El Coronelito, sobre la puerta del jacal, atalayaba el Campo del -Perulero.</p> - -<p>—No te dilates, manís.</p> - -<p>Ya salía el cholo, con el crío en brazos y la chinita al flanco. -Suspira, esclava, la hembra:</p> - -<p>—¿Cuándo será la vuelta?</p> - -<p>—¡Pues, y quién sabe! Enciéndele una velita a la Guadalupe.</p> - -<p>—¡Le encenderé dos!</p> - -<p>—¡Está bueno!</p> - -<p>Besó al crío, refregándole los bigotes, y lo puso en brazos de la -madre.</p> - - -<h4>VIII</h4> - -<p>El Coronelito y Zacarías caminaron por el borde de la gran acequia -hasta el Pozo del Soldado. Zacarías echó al agua un dornajo, atracado -en el légamo, y por la encubierta de altos bejucales y floridas lianas -remontaron la acequia.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch4-2"> - <p><span class="pagenum" id="Page_153">p. 153</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3> - <p class="subh3 g2">LA TUMBAGA</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p><span class="sc">Empeñitos de Quintín Pereda</span>. — La chinita -se detuvo ante el escaparate, luciente de arracadas, fistoles y -mancuernas, guarnecido de pistolas y puñales, colgado de ñandutís y -zarapes: Se estuvo a mirar un buen espacio: Cargaba al crío sobre la -cadera, suspenso del rebozo, como en hamaca: Con la mano barríase el -sudor de la frente: Parejo recogía y atusaba la greña: Se metió por la -puerta con humilde salmodia:</p> - -<p>—¡Salucita, mi jefe! Pues aquí estamos, no más, para que el -patroncito se gane un buen premio. ¡Lo merece, que es muy valedor y muy -cabal gente! ¡Vea qué alhajita de mérito!</p> - -<p>Jugaba sobre el mostrador la mano prieta, sin sacarse el anillo. -Quintín Pereda, el honrado gachupín, declinó en las rodillas el -periódico que estaba leyendo y se puso las antiparras en la calva:</p> - -<p>—¿Qué se ofrece?</p> - -<p>—Su tasa. Es una tumbaga muy chulita. Mi<span class="pagenum" -id="Page_154">p. 154</span> jefecito, vea no más los resplandores que -tiene.</p> - -<p>—¡No querrás que te la precie puesta en el dedo!</p> - -<p>—¡Pues sí que el patroncito no es baqueano!</p> - -<p>—¡Hay que tocar el aro con el agua fuerte y calibrar la piedra!</p> - -<p>La chinita se quitó el anillo, y, con un mohín reverente, lo puso en -las uñas del gachupín:</p> - -<p>—Señor Peredita, usted me ordena.</p> - -<p>Agazapada al canto del mostrador, quedó atenta a la acción del -usurero, que, puesto en la luz, examinaba la sortija con una lente:</p> - -<p>—Creo conocer esta prenda.</p> - -<p>Se avizoró la chinita:</p> - -<p>—No soy su dueña. Vengo mandada de una familia que se ve en -apuro.</p> - -<p>El empeñista tornaba al examen, modulando una risa de falso -teclado:</p> - -<p>—Esta alhajita estuvo aquí otras veces. Tú la tienes de la uña, muy -posiblemente.</p> - -<p>—¡Mi jefecito, no me encuelgue tan mala fama!</p> - -<p>El usurero se bajaba los espejuelos de la calva, recalcando la risa -de Judas:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_155">p. 155</span>—Los libros dirán a -qué nombre estuvo otras veces pignorada.</p> - -<p>Tomó un cartapacio del estante y se puso a hojearlo. Era un viejales -maligno, que al hablar entreveraba insidias y mieles, con falsedades y -reservas. Había salido mocín de su tierra, y al rejo nativo juntaba las -suspicacias de su arte y la dulzaina criolla de los mameyes: Levantó la -cabeza y volvió a ponerse en la frente los espejuelos:</p> - -<p>—El Coronel Gandarita pignoró este solitario el pasado agosto... Lo -retiró el 7 de octubre. Te daré cinco soles.</p> - -<p>Salmodió la chinita, con una mano sobre la boca:</p> - -<p>—¿En cuánto estuvo? Eso mismo me dará el patroncito.</p> - -<p>—¡No te apendejes! Te daré cinco soles, por hacerte algún beneficio. -A bien ser, mi obligación era llamar horita a los gendarmes.</p> - -<p>—¡Qué chance!</p> - -<p>—Esta prenda no te pertenece. Yo, posiblemente, perderé los cinco -soles, y tendré que devolvérsela a su dueño, si formula una reclamación -judicial. Puedo fregarme por hacerte un servicio que no agradeces. Te -daré<span class="pagenum" id="Page_156">p. 156</span> tres soles y con -ellos tomas viento fresco.</p> - -<p>—¡Mi jefecito, usted me ve chuela!</p> - -<p>El empeñista se apoyó en el mostrador con sorna y recalma:</p> - -<p>—Puedo mandarte presa.</p> - -<p>La chinita se rebotó, mirándole aguda, con el crío sobre el anca y -las manos en la greña:</p> - -<p>—¡La Guadalupita me valga! Denantes le antepuse que no es mía la -prenda. Vengo mandada del Coronelito.</p> - -<p>—Tendrás que justificarlo. Recibe los tres soles y no te metas en la -galera.</p> - -<p>—Patroncito, vuélvame el anillo.</p> - -<p>—Ni lo sueñes. Te llevas los tres soles, y si hay engaño en mis -sospechas, que venga a cerrar trato el legítimo propietario. Esta -alhajita se queda aquí depositada. Mi casa es muy suficientemente -garante. Recoge la plata y camínate luego luego.</p> - -<p>—¡Señor Peredita, es un escarnio el que me hace!</p> - -<p>—¡Si debías ir a la galera!</p> - -<p>—Señor Peredita, no me denigre, que va equivocado. El Coronelito -está en un apuro y queda no más esperando la plata. Si recela -hacer trato, vuélvame la tumbaguita. Ándele,<span class="pagenum" -id="Page_157">p. 157</span> mi jefecito, y no me sea horita malo, que -siempre ha sido para mi muy buena reata.</p> - -<p>—No me sitúes en el caso de cumplir con la ley. Si te dilatas en -recoger la moneda y ponerte en la banqueta, llamo a los gendarmes.</p> - -<p>La chinita se revolvió amendigada y rebelde:</p> - -<p>—¡No desmentís el ser gachupín!</p> - -<p>—¡A mucha honra! Un gachupín no ampara el robo.</p> - -<p>—¡Pero lo ejerce!</p> - -<p>—¡Tú te buscas algo bueno!</p> - -<p>—¡Mala casta!</p> - -<p>—¡Voy a solfearte la cochina cuera!</p> - -<p>—De mala tierra venís, para tener conciencia.</p> - -<p>—¡No me toques a la patria, porque me ciego!</p> - -<p>El empeñista se agacha bajo el mostrador y se incorpora blandiendo -un rebenque.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Metíase, vergonzante, por la puerta del honrado gachupín, la pareja -del ciego lechuzo y la niña mustia. La niña detuvo al ciego sobre<span -class="pagenum" id="Page_158">p. 158</span> la cortinilla roja de la -mampara vidriera. Musitó el padre:</p> - -<p>—¿Con quién es el pleito?</p> - -<p>—Una indita.</p> - -<p>—¡Hemos venido en mala sazón!</p> - -<p>—¡Pues y quién sabe!</p> - -<p>—Volveremos luego.</p> - -<p>—Y hallaríamos el mismo retablo.</p> - -<p>—Pues esperemos.</p> - -<p>El empeñista se adelantó, hablándoles:</p> - -<p>—Pasen ustedes. Supongo que traerán los atrasitos del piano. Son ya -tres plazos los que me adeudan.</p> - -<p>Murmuró el ciego:</p> - -<p>—Solita, explícale la situación y nuestros buenos deseos al Señor -Pereda.</p> - -<p>Suspiró, redicha, la mustia:</p> - -<p>—Nuestro deseo es cumplir y ponernos al corriente.</p> - -<p>Sonrió el gachupín con hieles judaicas:</p> - -<p>—El deseo no basta, y debe ser acompañado de los hechos. Están -ustedes muy atrasados. A mí me gusta atender las circunstancias de -mis clientes, aun contrariando mis intereses: Esa ha sido mi norma -y volverá a serlo, pero con la revolución, todos los negocios<span -class="pagenum" id="Page_159">p. 159</span> marchan torcidos. ¡Son muy -malas las circunstancias para poder relajar las cláusulas del contrato! -¿Qué pensaban abonar horita?</p> - -<p>El ciego lechuzo torcía la cabeza sobre el hombro de la niña:</p> - -<p>—Explícale nuestras circunstancias, Solita. Procura ser -elocuente.</p> - -<p>Murmuró, dolorosa, la chicuela:</p> - -<p>—No hemos podido reunir la plata. Deseábamos rogarle que esperase a -la segunda quincena.</p> - -<p>—¡Imposible, cholita!</p> - -<p>—¡Hasta la segunda quincena!</p> - -<p>—Me duele negarme. Pero hay que defenderse, niña, hay que -defenderse. Si no cumplen me veré en el dolor de retirarles el pianito. -Acaso para ustedes represente una tranquilidad quitarse la carguita de -los plazos. ¡Todo hay que mirarlo!</p> - -<p>El ciego se torcía sobre la chicuela:</p> - -<p>—¿Y perderíamos lo entregado?</p> - -<p>Encareció con mieles el empeñista:</p> - -<p>—¡Naturalmente! Y aún me cargo yo con los transportes y el deterioro -que representa el uso.</p> - -<p>Murmuró, acobardado, el ciego:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_160">p. 160</span>—Alargue usted el -plazo a la segunda quincena, Señor Peredita.</p> - -<p>Tornó a su encarecimiento meloso el empeñista:</p> - -<p>—¡Imposible! ¡Me estoy arruinando con las complacencias! ¡Ya no -puede ser más! ¡He puesto fechos al corazón para no verme fregado en -el negocio! ¡Si no tengo nervio, entre todos me hunden en la pobreza! -Hasta mañanita puedo alargarles el plazo, más, no. Vean de arreglarse. -No pierdan aquí el tiempo.</p> - -<p>Suplicó la niña:</p> - -<p>—¡Señor Peredita, dilate su plazo a la segunda quincena!</p> - -<p>—¡Imposible, primorosita! ¡Qué más quisiera yo que poder -complacerte!</p> - -<p>—¡No sea usted de su tierra, Señor Peredita!</p> - -<p>—Para mentar a mi tierra, límpiate la lengua contra un cardo. -No amolarla, hijita, que si no andáis con plumas, se lo debéis a -España.</p> - -<p>El ciego se doblaba rencoroso, empujando a la niña para que le -sacase fuera:</p> - -<p>—España podrá valer mucho, pero las muestras que acá nos remite son -bien chingadas.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_161">p. 161</span>El empeñista azotó -el mostrador con el rebenque:</p> - -<p>—Merito pónganse en la banqueta. La madre patria y sus naturales -estamos muy por encima de los juicios que pueda emitir un roto -indocumentado.</p> - -<p>La mustia mozuela, con acelero, llevábase al padre por la manga:</p> - -<p>—Taitita, no hagas una cólera.</p> - -<p>El ciego golpeaba en el umbral con el hierro del bastón:</p> - -<p>—Este judío gachupín nos crucifica. ¡Te priva del pianito cuando -marchabas mejor en tus estudios!</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>La otra chinita del crío al flanco, sale de un rincón de sombra, con -cautela de blandas pisadas:</p> - -<p>—¡Don Quintinito, no sea usted tan ruin! ¡Devuélvame la -tumbaguita!</p> - -<p>De una mano requiere el tapado, de la otra hace señal a la mustia -pareja porque atienda y no se vaya. El empeñista azota el mostrador con -el rebenque:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_162">p. 162</span>—¡Se me hace que -vas a buscarte un compromiso, so pendeja!</p> - -<p>—¡Vuélvame la tumbaguita!</p> - -<p>—Tanicuanto regrese mi dependiente lo mandaré a entrevistarse -con el legítimo propietario. Ten un tantito de paciencia, hasta -cuando que haya sido evacuada la diligencia. Mi crédito debe serte -muy suficientemente garante. En el entanto, la alhajita queda aquí -depositada. Ponte, merito, en la banqueta y no me dejes aquí los -piojos.</p> - -<p>La chinita acude al umbral y, alborotada, reclama a la mustia -pareja, que se ausenta con rezo de protestas y lástimas:</p> - -<p>—¡Oigan no más! Atiendan al tanto de cómo este hombre me despoja.</p> - -<p>El gachupín la llamó, revolviendo en el cajón de la plata:</p> - -<p>—No seas leperona. Toma cinco soles.</p> - -<p>—Guárdese la moneda y vuélvame la tumbaguita.</p> - -<p>—No me friegues.</p> - -<p>—Señor Peredita, usted no mide bien lo que hace. Usted se busca que -venga con reclamaciones mi gallo. ¡Don Quintinito, sépase usted que -tiene un espolón muy afilado!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_163">p. 163</span>El empeñista -apilaba en el mostrador los cinco soles:</p> - -<p>—Hay leyes, hay gendarmería, hay presidios y, en últimas resultas, -hay una bala: Pagaré mi multa y libertaré de un pícaro a la -sociedad.</p> - -<p>—Patroncito, no le presuponga tan pendejo que se venga dando la -cara.</p> - -<p>—Cholita, recoge la moneda. Si merito, hechas las investigaciones -que me exigen las leyes, hubiera lugar a darte más alguna cosa, no -te será negada. Recoge la moneda. Si tienes alguna papeletita al -vencimiento, me la traes luego luego, y procuraré de alargarte el -plazo.</p> - -<p>—¡Patroncito, no me vea chuela! Usted me da la tasa. El Coronel -Gandarita se ha puesto impensadamente en viaje y deja algunas -obligacioncitas. No lo piense más y ponga en el mostrador el cabal.</p> - -<p>—¡Imposible, cholita! Te hago no más que el cincuenta por ciento -de diferencia. La tasa, puedes verlo en el libro, son nueve soles. -¡Recibes más del cincuenta!</p> - -<p>—Señor Peredita, no se coma usted los ceros.</p> - -<p>—Vistas las circunstancias, te daré los nueve<span class="pagenum" -id="Page_164">p. 164</span> soles. ¡Y no me pudras la sangre! Si -sale mentira tu cuento, me echo encima una denuncia del legítimo -propietario.</p> - -<p>Durante el rezo del honrado gachupín, la chinita arrebañaba del -mostrador las nueve monedas, hacía el recuento pasándolas de una mano -a otra, se las ataba en una punta del rebozo. Encorvándose, con el -chamaco sobre el flanco, se aleja, galguera:</p> - -<p>—¡Mi jefecito, usted condenará su alma!</p> - -<p>—¡País de ingratos!</p> - -<p>El empeñista colgó el rebenque de un clavo, pasó una escobilla -por los cartapacios comerciales y se dispuso al goce efusivo del -periodiquín que le mandaban de su villa asturiana. “El Eco Avilesino” -colmaba todas las ternuras patrióticas del honrado gachupín. Las -noticias de muertes, bodas y bautizos le recordaban de los chigres con -músicas de acordeón, de los velorios con ronda de anisete y castañas. -Los edictos judiciales, donde los predios rústicos son descritos con -linderos y sembradura, le embelesaban, dándole una sugestión del húmedo -paisaje: Arco iris, lluvias de invierno, sol en claras, quiebras de -montes y verdes mares.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_165">p. 165</span>IV</h4> - -<p>Entró Melquíades, dependiente y sobrino del gachupín. Conducía -una punta de chamacos, que sonaban las pintadas esquilas de fúnebres -barros que se venden en la puerta de las iglesias por la fiesta de los -Difuntos. Melquíades era chaparrote, con la jeta tozuda del emigrante -que prospera y ahorra caudales. La tropa babieca, enfilada a canto del -mostrador, repica los barros:</p> - -<p>—¡Hijos míos! ¡Qué esperanza! ¡Idos a darle la murga a vuestra -mamasita! ¡Que os vista los trajes de diario! ¡Melquíades, no debiste -haberles relajado la moral, autorizándoles esta dilapidación de sus -centavitos! ¡Muy suficiente una campanita para los cuatro! Entre -hermanos bien avenidos, así se hace. Vayan a su mamá, que les mude los -trajecitos.</p> - -<p>Melquíades recadó la tropa, metiéndola por la escalerilla del piso -alto:</p> - -<p>—Don Celes Galindo les ha regalado los esquilones.</p> - -<p>—¡Muy buena reata! Niños, a vuestra mamita, que os los guarde. -Representan un recuerdo<span class="pagenum" id="Page_166">p. -166</span> y debéis conservarlos para el año que viene y los sucesivos. -¡No sean rebeldes!</p> - -<p>Melquíades, al pie de la escalerilla, vigilaba que el hato infantil -subiese sin deterioro de los trajes nuevos. El arrastrarse por los -escalones quedábase para el atuendo de diario. Melquíades insistió, -ponderando la largueza de Don Celes:</p> - -<p>—Son los barros de más precio. Bajo Arquillo de Madres puso en fila -a los chamacos y les mandó elegir. Como pendejos, se fueron a los más -caros. Don Celes sacó la plata y pagó sin atenuante. Me ha recomendado -que usted no falte a la junta de notables en el Casino Español.</p> - -<p>—¡Los esquiloncitos! ¡Ya estoy pagando el primer rédito! Me -nombrarán de alguna comisión, tendré que abandonar por ratos el -establecimiento, posiblemente me veré incluido para contribuir... De -tales reuniones siempre sale una lista de suscripción. El Casino está -pervirtiendo su funcionamiento y el objetivo de sus estatutos. De -centro recreativo se ha vuelto un sacadineros.</p> - -<p>—¡Está revolucionada la Colonia!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_167">p. 167</span>—¡Con razón! -Desmonta el solitario de esa tumbaguita. Hay que desfigurarla.</p> - -<p>Melquíades, sentado al pie del mostrador, buscaba en el cajón los -alicates.</p> - -<p>—“El Criterio” viene opuesto al cierre de cantinas que tramitan las -Representaciones Extranjeras.</p> - -<p>—¡Como que se vejan los intereses de muchos compatriotas! Los -expendios de bebidas están autorizados por las leyes, y pagan muy buena -matrícula. ¿Ha vertido alguna opinión Don Celestino?</p> - -<p>—Don Celes se guía por que todo el comercio de españoles se haga -solidario, y cierre en señal de protesta. Para eso es la junta de -notables en el Casino.</p> - -<p>—¡Qué esperanza! Esa opinión no puede prevalecer. Acudiré a la -junta y haré patente mi disentimiento. Es una orientación nociva para -los intereses de la Colonia. El comercio cumple funciones sociales en -todos los países, y los cierres, cuando la medida no es general, solo -ocasionan pérdida de clientes. El Ministro de España, si llegado el -caso, se conforma al cierre de los estipendios de<span class="pagenum" -id="Page_168">p. 168</span> bebidas, se hará, de cierto, impopular con -la Colonia. ¿Cómo respira Don Celestino?</p> - -<p>—No mentó el tópico del Ministro.</p> - -<p>—La junta de notables debía concretarse a fijar la actuación de ese -loco de verano. Necesita orientaciones, y si se niega a recibirlas, -aleccionarle, solicitando por cable la destitución. Para un fin tan -justificado yo me suscribiría con una cuota.</p> - -<p>—¡Y cualquiera!</p> - -<p>—¿Por qué no lo haces tú, so pendejo?</p> - -<p>—Ponga usted en mi cabeza el negocio, y verá si lo hago.</p> - -<p>—¡Siempre polémico, Melquíades! ¡Siempre polémico!... Pues un -cable resolvería la situación tan fregada del Ministro. ¡Un sodomita, -comentado en todos los círculos sociales, que horita tiene al crápula -en la cárcel!</p> - -<p>—Ya le han dado suelta. A quien merito se llevaban los gendarmes es -a la Cucaracha. ¡Menuda revolución va armando!</p> - -<p>—Esa gente escandalosa no debía estar documentada por el Consulado. -Cucarachita, con el trato tan inmoralísimo que sostiene, denigra el -buen nombre de la Madre Patria.</p> - -<p>—No le ha caído mal pleito a la tía Cucaracha.<span class="pagenum" -id="Page_169">p. 169</span> Parece complicada en la evasión del Coronel -Gandarita.</p> - -<p>—¿El Coronel Gandarita evadido? ¡Deja esa tumbaga! ¡Vaya un -compromiso! ¿Evadido de Santa Mónica?</p> - -<p>—¡Evadido cuando iban a prenderle esta madrugada en el congal de -Cucarachita!</p> - -<p>—¡Fugado! ¡La gran chivona me hizo pendejo! ¡Deja los alicantes! -¡Fugado! El Coronel Gandarita era un descalificado y tenía que verse -en este trance. ¡Vaya el viajecito que me pintó la chola fregada! -¡Melquíades, ese solitario ha pertenecido al Coronel Gandarita! ¡Un -lazo que a última hora me tira ese briago! ¡Me sacó nueve soles!</p> - -<p>Sonreía, cazurro, Melquíades:</p> - -<p>—¡Vale quinientos!</p> - -<p>Avinagrose el honrado gachupín:</p> - -<p>—¡Un cuerno! Perderé la plata, si no quiero verme chingado. Horita -me largo a denunciar el hecho en la Delegación de Policía. Posiblemente -me exigirán la presentación de la tumbaguita y hacer el depósito.</p> - -<p>Cabeceaba considerando el poco fundamento del mundo y sus -prosperidades y fortunas.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_170">p. 170</span>V</h4> - -<p>El honrado gachupín, agachándose tras el mostrador, se muda las -pantuflas por botas nuevas. Luego echa las llaves a los cajones, y de -un clavo descuelga el jipi:</p> - -<p>—Voy a esa diligencia.</p> - -<p>Cazurreó Melquíades:</p> - -<p>—Cállese usted la boca, y quede achantado.</p> - -<p>—¡Y nos visitan los gendarmes antes de un rato! ¡Solamente cavilas -macanas! ¡Poco vales para un consejo en caso apurado, Melquíades! -La Policía andará sobreavisada, y no sería extraño que a la cabrona -mediadora ya le tuvieran la mano en la espalda. Puedo verme complicado, -si no denuncio el hecho y me atengo a las ordenanzas de Generalito -Banderas. ¿Te correrías tú el compromiso de no cumplimentarlas? Nueve -soles me cuesta operar confiado en la buena fe de los marchantes. Ahí -tienes lo que produce el negocio con todo de una práctica dilatada, -por solo no tener en el sótano la conciencia. Yo, a esa cholita, -que tan fullera me ha sido, pude darle no más tres soles, y le he -puesto nueve en la<span class="pagenum" id="Page_171">p. 171</span> -mano. Para sacar adelante este negocio hay que vivir muy alertado -y nunca obtendrás muchas prosperidades, sobrino. ¡En España soñáis -que, arañando, se encuentra moneda acuñada en estas Repúblicas! Para -evitarme complicaciones tendré que desprenderme de la tumbaguita y -perder los nueve soles.</p> - -<p>Melquíades adormilaba una sonrisa astuta de pueblerino asturiano:</p> - -<p>—Al formular la denuncia se puede acompañar una alhajita de menos -tasa.</p> - -<p>El honrado gachupín se quedó mirando al sobrino. Súbita y -consoladora luz iluminaba el alma del viejales:</p> - -<p>—¡Una alhajita de menos tasa!...</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch4-3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_173">p. 173</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3> - <p class="subh3 g1">EL CORONELITO</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Zacarías condujo la canoa por la encubierta de altos bejucales hasta -la laguna de Ticomaipú. Alegrábase la mañana con un trenzado de gozosas -algarabías —metales, cohetes, bateo—. La indiada celebraba la fiesta -de Todos los Santos. Repicaban las campanas. Zacarías metió los remos -a bordo e, hincando con el bichero, varó el esquife en la ciénaga, al -socaire de espinosos cactus que, a modo de cerca, limitaban un corral -de gallinas, pavos y marranos. Murmuró el cholo:</p> - -<p>—Estamos en lo de Niño Filomeno.</p> - -<p>—¡Bueno va! Asómate en descubierta.</p> - -<p>—Posiblemente, el patroncito estará divirtiéndose en la plaza.</p> - -<p>—Pues le buscas.</p> - -<p>—¿Y si teme comprometerse?</p> - -<p>—Es buena reata Filomeno.</p> - -<p>—¿Y si lo teme y manda arrestarme?</p> - -<p>—No habrá caso.</p> - -<p>—En lo pior de lo malo hay que ponerse, mi jefecito. Yo, de mi -cuenta, dispuesto me<span class="pagenum" id="Page_174">p. 174</span> -hallo para servirle, y cuanti que me pusieran en el cepo, con callar -boca y aguantar mancuerda, estaba cumplido.</p> - -<p>Choteó el Coronelito:</p> - -<p>—Tú escondes alguna idea luminosa. Descúbrela no más, y como ella -sea buena, no te llamaré pendejo.</p> - -<p>El cholo miraba por encima de la cerca:</p> - -<p>—Si Niño Filomeno está ausente, mi parecer es tunarle los caballos y -salir arreando.</p> - -<p>—¿Adónde?</p> - -<p>—Al campo insurrecto.</p> - -<p>—Necesito viático de plata.</p> - -<p>El Coronelito saltó en la riba fangosa, y a par del indio se puso -a mirar por encima del cercado. Descollaba entre palmas y cedros el -campanario de la iglesia con la bandera tricolor. Las tierras del -rancho, cuadriculadas por acequias y setos, se dilataban con varios -matices de verde y parcelas rojizas recién aradas. Piños vacunos pacían -a lo lejos. Algunos caballos mordían la hierba, divagando por el margen -de las acequias. Una canoa remontaba el canal: Se oía el golpe de los -remos: En la banca bogaba un indio de piocha canosa, gran sombrero -palmito y camisote de lienzo:<span class="pagenum" id="Page_175">p. -175</span> En la popa venía sentado Niño Filomeno. La canoa atracó -al pie de una talanquera. El Coronelito salió al encuentro del -ranchero:</p> - -<p>—Mi viejo, he venido para desayunar en tu compañía. ¡Madrugas, mi -viejo!</p> - -<p>El ranchero le acogió con expresión suspicaz:</p> - -<p>—He dormido en la capital. Me había mudado con el aliciente de oír -la palabra de Don Roque Cepeda.</p> - -<p>Se abrazan y, en buenos compadres, alternativamente se suspenden en -alto.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Caminando de par por una senda de limoneros y naranjos, dieron vista -a la casona del fundo: Tenía soportal de arcos encalados y un almagreño -encendía las baldosas del soladillo. Colgaban de la viguería del porche -muchas jaulas de pájaros, y la hamaca del patrón en la fresca penumbra. -Los muros eran vestidos de azules enredaderas. El Coronelito y Filomeno -descansaron en jinocales parejos, bajo la arcada, en la corriente de -la puerta, por fondo, una cortinilla de lilailos japoneses.<span -class="pagenum" id="Page_176">p. 176</span> Son los jinocales unos -asientos de bejuco y palma, obra de los indios llaneros. Al de la -piocha canosa ordenó el patrón que sacase aparejo de vianda para el -desayuno, y a la mucama, negra mandinga, que cebase el mate. Tornó -Chino Viejo con un magro tasajo de oveja, y en lengua cutumay explicó -que la niña ranchera y los chamacos estaban ausentes por haberse ido -a la fiesta de iglesia. Aprobó el patrón no más que con el gesto, y -brindó del tasajo al huésped. El Coronelito clavó media costilla con -un facón que sacó del cinto, y puesta la vianda en el plato, levantó -el caneco de la chicha. Reiteró el latigazo por tres veces, y se animó -consecutivamente:</p> - -<p>—¡Compadre, me veo en un fregado!</p> - -<p>—Tú dirás.</p> - -<p>—Merito se le ha puesto en la calva tronarme al chingado Banderas. -Albur pelón y naipe contrario, mi amigo, que dicen los Santos Padres. -Más bruja que un roto y huyente de la tiranía me tienes aquí, hermano. -Filomeno, me voy al campo insurrecto a luchar por la redención del -país, y tu ayuda vengo buscando, pues tampoco eres afecto a este -oprobio de<span class="pagenum" id="Page_177">p. 177</span> Santos -Banderas. ¿Quieres darme tu ayuda?</p> - -<p>El ranchero clavaba la aguda mirada endrina en el Coronelito de la -Gándara:</p> - -<p>—¡Te ves como mereces! El oprobio que ahora condenas dura quince -años. ¿Qué has hecho en todo ese tiempo? La Patria nunca te acordó -cuando estabas en la gracia de Santos Banderas. Y muy posible que -tampoco te acuerde ahora y que vengas echado para sacarme una -confidencia. Tirano Banderas os hace a todos espías.</p> - -<p>Se alzó el Coronelito:</p> - -<p>—¡Filomeno, clávame un puñal, pero no me sumas en el lodo! El más -ruin tiene una hora de ser santo. Yo estoy en la mía, dispuesto a -derramar la última gota de sangre en holocausto por la redención de la -Patria.</p> - -<p>—Si el pleito con que vienes es una macana, allá tú y tu conciencia, -Domiciano. Poco daño podrás hacerme, dispuesto como estoy para meter -fuego al rancho y ponerme en campaña con mis peones. Ya lo sabes. La -pasada noche estuve en el mitin, y he visto con mis ojos conducir -esposado, entre caballos, a Don Roque Cepeda. ¡He visto la pasión del -justo y el escarnio de los gendarmes!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_178">p. 178</span>El Coronelito -miraba al ranchero con ojos chispones: Inflábale los rubicundos -cachetes una amplia sonrisa de ídolo glotón, pancista y borracho:</p> - -<p>—¡Filomeno, la seguridad ciudadana es puro relajo! Don Roque Cepeda -tarde verá el sol, si una orden le sume en Santa Mónica: Tiene las -simpatías populares, pero insuficientemente trabajados los cuarteles, y -con meros indios votantes no sacará triunfante su candidatura para la -Presidencia de la República. Yo hacía política revolucionaria y he sido -descubierto, y antes de ser tronado, me arranco la máscara. ¡Mi viejo, -vamos a pelearle juntos el gallo a Generalito Banderas! ¡Filomeno, mi -viejo, tú de milicias estás pelón, y te aprovecharán los consejos de un -científico! Te nombro mi ayudante. Filomeno, manda no más a la mucama -que te cosa los galones de capitán.</p> - -<p>Filomeno Cuevas sonreía: Era endrino y aguileño: Los dientes -alobados, retinto de mostacho y entrecejo: En la figura prócer, acerado -y bien dispuesto:</p> - -<p>—Domiciano, será un fregado que mi peonada no quiera reconocerte por -jefe, y se ofusque y cumpla la orden de tronarte.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_179">p. 179</span>El Coronelito se -atizó un trago y afligió la cara:</p> - -<p>—Filomeno, abusas de tus preeminencias y me estás viendo chuela.</p> - -<p>Replicó el otro con humor chancero:</p> - -<p>—Domiciano, reconozco tu mérito y te nombraré corneta, si sabes -solfeo.</p> - -<p>—¡No me hagas pendejo, hermano! En mi situación, esas pullas son -ofensas mortales. A tu lado, en puesto inferior, no me verás nunca. -Digámonos adiós, Filomeno. Confío que no me negarás una montura y -un guía baqueano. Tampoco estará de más algún aprovisionamiento de -plata.</p> - -<p>Filomeno Cuevas, amistoso, pero jugando siempre en los labios la -sonrisa soflamera, posó la mano en el hombro del Coronelito:</p> - -<p>—¡No te rajes, valedor! Aún falta que arengues a la peonada. Yo te -cedo el mando si te aclama por jefe. Y en todo caso, haremos juntos las -primeras marchas, hasta que se presente ocasión de zafarrancho.</p> - -<p>El Coronelito de la Gándara inflose, haciendo piernas, y socarroneó -en el tono del ranchero:</p> - -<p>—Manís, harto me favoreces para que te dispute<span class="pagenum" -id="Page_180">p. 180</span> una bola de indios: A ti pertenece -conducirlos a la matanza, pues eres el patrón y los pagas con tu plata. -No macanees y facilítame montura, que si aquí me descubren vamos los -dos a Santa Mónica. ¡Mira que tengo los sabuesos sobre el rastro!</p> - -<p>—Si asoman el hocico, no faltará quien nos advierta. Sé la que me -juego conspirando, y no me dejaré tomar en la cama como una liebre.</p> - -<p>El Coronelito asintió con gesto placentero:</p> - -<p>—Eso quiere decir que se puede echar otro trago. Poner centinelas en -los pasos estratégicos es providencia de buen militar. ¡Te felicito, -Filomeno!</p> - -<p>Hablaba con el gollete de la cantimplora en la boca, tendido a la -bartola en el jinocal, rotunda la panza de dios tibetano.</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>La casa vacía, las estancias en desierta penumbra se conmovieron -con alborozo de voces ligeras: Timbradas risas de infancias alegres -poblaron el vano de los corredores. La niña ranchera, iluminada con -los inciensos<span class="pagenum" id="Page_181">p. 181</span> -del misacantano, entraba quitándose los alfileres del manto, en la -dispersión de una tropa de chamacos. El Coronelito de la Gándara -roncaba en el jinocal, abierto de zancas, y un ritmo solemne de globo -terráqueo conmovía la báquica andorga. Cambió una mirada con el marido -la niña ranchera:</p> - -<p>—¿Y ese apóstol?</p> - -<p>—Aquí se ha venido buscando refugio. Por lo que cuenta, cayó en -desgracia y está en la lista de los impurificados.</p> - -<p>—¿Y vos cómo lo pasastes? ¡Me habés tenido en cuidado, toda la noche -esperando!...</p> - -<p>El ranchero calló ensombrecido, y la mirada endrina de empavonados -aceros mudaba sus duras luces a una luz amable:</p> - -<p>—¡Por ti y los chamacos no cumplo mis deberes de ciudadano, -Laurita! El último cholo que carga un fusil en el campo insurrecto, -aventaja en patriotismo a Filomeno Cuevas. ¡Yo he debido romper los -lazos de la familia y no satisfacerme con ser un mero simpatizante! -Laurita, por evitaros lloros, hoy el más último que milita en las -filas revolucionarias me hace pendejo a mis propios ojos. Laurita, -yo comercio y gano la plata, mientras otros<span class="pagenum" -id="Page_182">p. 182</span> se juegan vida y hacienda por defender las -libertades públicas. Esta noche he visto conducir entre bayonetas a -Don Roquito. Si ahora me rajo y no cargo un fusil, será que no tengo -sangre ni vergüenza. ¡He tomado mi resolución y no quiero lágrimas, -Laurita!</p> - -<p>Calló el ranchero, y súbitamente los ojos endrinos recobraron -sus timbres aguileños. La niña se recogía al pie de una columna con -el pañolito sobre las pestañas. El Coronelito abría los brazos y -bostezaba: Suspendido en nieblas alcohólicas, salía del sueño a una -realidad hilarante: Reparó en la dueña y se alzó a saludarla con alarde -jocundo, ciñendo laureles de Baco y de Marte.</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>Chino Viejo, por una talanquera, hacíale al patrón señas con la -mano. Dos caballos de brida asomaban las orejas. Cambiadas pocas -palabras, el ranchero y su mayoral montaron y salieron a los campos con -medio galope.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch4-4"> - <p><span class="pagenum" id="Page_183">p. 183</span></p> - <h3 class="g3">LIBRO CUARTO</h3> - <p class="subh3 g0">EL HONRADO GACHUPÍN</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Sin demorarse, el honrado gachupín acudió a la Delegación de -Policía: Guiado por el sesudo dictamen del sobrino, testimonió la -denuncia con un anillo de oro bajo y falsa pedrería, que, apurando la -tasa, no valía diez soles. El Coronel Licenciado López de Salamanca le -felicitó por su civismo:</p> - -<p>—Don Quintín, la colaboración tan espontánea que usted presta a la -investigación policial merece todos mis plácemes. Le felicito por su -meritoria conducta, no relajándose de venir a deponer en esta oficina, -aportando indicios muy interesantes. Va usted a tomarse la molestia de -puntualizar algunos extremos. ¿Conocía usted a la pueblera que se le -presentó con el anillo? Cualquier indicación referente a los rumbos por -donde mora podría ayudar mucho a la captura de la interfecta. Parece -indudable que el fugado se avistó con esa mujer cuando ya conocía la -orden de arresto. ¿Sospecha usted que haya ido derechamente en su -busca?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_184">p. 184</span>—¡Posiblemente!</p> - -<p>—¿Desecha usted la conjetura de un encuentro fortuito?</p> - -<p>—¡Pues y quién sabe!</p> - -<p>—¿El rumbo por donde mora la chinita, usted lo conoce?</p> - -<p>El honrado gachupín quedó en falsa actitud de hacer memoria:</p> - -<p>—Me declaro ignorante.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>El honrado gachupín cavilaba, ladino, si podía sobrevenirle algún -daño: Temía enredar la madeja y descubrir el trueque de la prenda. El -Coronel Licenciado le miraba muy atento, la sonrisa suspicaz y burlona, -el gesto infalible de zahorí policial. El empeñista acobardose y, entre -sí, maldijo de Melquíades:</p> - -<p>—En el libro comercial se pone siempre alguna indicación: Lo -consultaré. No respondo de que mi dependiente haya cumplido esa -diligencia: Es un cabroncito poco práctico, recién arribado de la madre -patria.</p> - -<p>El jefe de Policía se apoyó en la mesa, inclinando el busto hacia el -honrado gachupín:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_185">p. 185</span>—Lamentaría que se -le originase un multazo por la negligencia del dependiente.</p> - -<p>Disimuló su enojo el empeñista:</p> - -<p>—Señor Coronelito, supuesta la omisión, no faltarán medios de operar -con buen resultado a sus agentes. La chinita vive con un roto que -alguna vez visitó mi establecimiento, y por seguro que usted tiene su -filiación, pues no actuó siempre como ciudadano pacífico. Es uno de los -plateados que se acogieron a indulto tiempos atrás, cuando se pactó -con los jefes, reconociéndoles grados en el Ejército. Recién disimula -trabajando en su oficio de alfarero.</p> - -<p>—¿El nombre del sujeto, no lo sabe usted?</p> - -<p>—Acaso lo recuerde más tarde.</p> - -<p>—¿Las señas personales?</p> - -<p>—Una cicatriz en la cara.</p> - -<p>—¿No será Zacarías el Cruzado?</p> - -<p>—Temo dar un falso reseñamiento, pero me inclino sobre esa -sospecha.</p> - -<p>—Señor Peredita, son muy valorizables sus aportaciones, y le -felicito nuevamente. Creo que estamos sobre los hilos. Puede usted -retirarse, Señor Pereda.</p> - -<p>Insinuó el gachupín:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_186">p. 186</span>—¿La tumbaguita?</p> - -<p>—Hay que unirla al atestado.</p> - -<p>—¿Perderé los nueve soles?</p> - -<p>—¡Qué chance! Usted entabla recurso a la Corte de Justicia. Es -el trámite, pero indudablemente le será reconocido el derecho a ser -indemnizado. Entable usted recurso. ¡Señor Peredita, nos vemos!</p> - -<p>El Inspector de Policía tocó el timbre. Acudió un escribiente -deslucido, sudoso, arrugado el almidón del cuello, la chalina suelta, -la pluma en la oreja, salpicada de tinta la guayabera de dril con -manguitos negros. El Coronel Licenciado garrapateó un volante, le puso -sello y alargó el papel al escribiente:</p> - -<p>—Procédase violento a la captura de esa pareja, y que los agentes -vayan muy sobre cautela. Elíjalos usted de moral suficiente para -fajarse a balazos, e ilústrelos usted en cuanto al mal rejo de Zacarías -el Cruzado. Si hay disponible alguno que le conozca dele usted la -preferencia. En el casillero de sospechosos busque la ficha del pájaro. -Señor Peredita, nos vemos. ¡Muy meritoria su aportación!</p> - -<p>Le despidió con ribeteo de soflama. El honrado gachupín se retiró -cabizbajo, y su última<span class="pagenum" id="Page_187">p. -187</span> mirada de can lastimero fue para la mesa donde la sortija -naufragaba irremisiblemente, bajo una ola de legajos. El Inspector, -puntualizadas sus instrucciones al escribiente, se asomaba a una -ventana rejona que caía sobre el patio. A poco, en formación y con paso -acelerado, salía una escuadra de gendarmes. El caporal, mestizo de -barba horquillada, era veterano de una partida bandoleresca años atrás -capitaneada por el Coronel Irineo Castañón, Pata de Palo.</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>El caporal distribuyó su gente en parejas, sobre los aledaños del -chozo, en el Campo del Perulero: Con el pistolón montado, se asomó a la -puerta:</p> - -<p>—¡Zacarías, date preso!</p> - -<p>Repuso del adentro la voz azorada de la chinita:</p> - -<p>—¡Me ha dejado para siempre el raído! ¡Aquí no lo busques! ¡Tiene -horita otra querencia ese ganado!</p> - -<p>La sombra, amilanada tras la piedra del metate, arrastra el plañido -y disimula el bulto.<span class="pagenum" id="Page_188">p. 188</span> -La tropa de gendarmes se juntaba sobre la puerta, con los pistolones -apuntados al adentro. Ordenó el caporal:</p> - -<p>—Sal tú para fuera.</p> - -<p>—¿Qué me querés?</p> - -<p>—Ponerte una flor en el pelo.</p> - -<p>El caporal choteaba baladrón, por divertir y asegurar a su gente. -Vino del fondo la comadre, con el crío sobre el anca, la greña tendida -por el hombro, sumisa y descalza:</p> - -<p>—Podes catear todos los rincones. Se ha mudado ese atorrante, y no -más dejó que unos guaraches para que los herede el chamaco.</p> - -<p>—Comadrita, somos baqueanos y entendemos esa soflama. Usted, niña, -ha empeñado una tumbaguita perteneciente al Coronel de la Gándara.</p> - -<p>—Por purita casualidad se ha visto en mi mano. ¡Un hallazgo!</p> - -<p>—Va usted a comparecer en presencia de mi superior jerárquico, -Coronel López de Salamanca. Deposite usted esa criatura en tierra y -marque el paso.</p> - -<p>—¿La criatura ya podré llevármela?</p> - -<p>—La Dirección de Policía no es una Inclusa.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_189">p. 189</span>—¿Y al cargo de -quién voy a dejar el chamaco?</p> - -<p>—Se hará expediente para mandarlo a la Beneficencia.</p> - -<p>El crío, metiéndose a gatas por entre los gendarmes, huyó al -cenagal. Le gritó afanosa la madre:</p> - -<p>—¡Ruin, ven a mi lado!</p> - -<p>El caporal cruzó la puerta del chozo, encañonando la oscuridad:</p> - -<p>—¡Precaución! Si hay voluntarios para el registro, salgan al frente. -¡Precaución! Ese roto es capaz de tirotearnos. ¿Quién nos garanta que -no está oculto? ¡Date preso, Cruzado! No la chingues, que empeoras tu -situación.</p> - -<p>Rodeado de gendarmes, se metía en el chozo, siempre apuntando a los -rincones oscuros.</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>Practicado el registro, el caporal tornose afuera y puso esposas -a la chinita, que suspiraba en la puerta, recogida en burujo, con el -fustán echado por la cabeza. La levantó a empellones. El crío, en -el pecinal, lloraba rodeado<span class="pagenum" id="Page_190">p. -190</span> del gruñido de los cerdos. La madre, empujada por los -gendarmes, volvía la cabeza con desgarradoras voces:</p> - -<p>—¡Ven! ¡No te asustes! ¡Ven! ¡Corre!</p> - -<p>El niño corría un momento, y tornaba a detenerse sobre el camino, -llamando a la madre. Un gendarme se volvió, haciéndole miedo, y quedó -suspenso, llorando y azotándose la cara. La madre le gritaba, ronca:</p> - -<p>—¡Ven! ¡Corre!</p> - -<p>Pero el niño no se movía. Detenido sobre la orilla de la acequia -sollozaba mirando crecer la distancia que le separaba de la madre.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch4-5"> - <p><span class="pagenum" id="Page_191">p. 191</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO QUINTO</h3> - <p class="subh3 g1">EL RANCHERO</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Filomeno Cuevas y Chino Viejo arriendan los caballos en la puerta de -un jacal y se meten por el sombrizo. A poco, dispersos, van llegando -otros jinetes rancheros, platas en arneses y jaranos: Eran dueños de -fundos vecinos, y secretamente adictos a la causa revolucionaria: -Habíales dado el santo para la reunión Filomeno Cuevas. Aquellos -compadres ayudábanle en un alijo de armas para levantarse con las -peonadas: Un alijo que llevaba algunos días sepultado en Potrero -Negrete. Entendía Filomeno que apuraba sacarlo de aquel pago y -aprovisionar de fusiles y cananas a las glebas de indios. Poco a poco, -con meditados espacios, todavía fueron llegando capataces y mayorales, -indios baqueanos y boleadores de aquellos fundos. Filomeno Cuevas, con -recalmas y chanzas, escribía un listín de los reunidos y se proclamaba -partidario de echarse al campo, sin demorarlo. Secretamente, ya tenía -determinado para aquella noche armar a sus peones con los fusiles<span -class="pagenum" id="Page_192">p. 192</span> ocultos en el manigual, -pero disimulaba el propósito con astuta cautela. Enzarzada polémica, -alternativamente oponían sus alarmas los criollos rancheros. Vista la -resolución del compadre, se avinieron en ayudarle con caballos, peones -y plata, pero ello había de ser en el mayor sigilo, para no condenarse -con Tirano Banderas. Dositeo Velasco, que, por más hacendado, había -sido de primeras el menos propicio para aventurarse en aquellos azares, -con el café y la chicha, acabó enardeciéndose y jurando bravatas contra -el Tirano:</p> - -<p>—¡Chingado Banderitas, hemos de poner tus tajadas por los caminos de -la República!</p> - -<p>El café, la chicha y el condumio de tamales provocaba en el coro -revolucionario un humor parejo, y todos respiraron con las mismas -soflamas: Alegres y abullangados, jugaban del vocablo: Melosos y -corteses, salvaban con disculpas las leperadas: Compadritos, se hacían -mamolas de buenas amistades:</p> - -<p>—¡Valedorcito!</p> - -<p>—¡Mi viejo!</p> - -<p>—¡Nos vemos!</p> - -<p>—¡Nos vemos!</p> - -<p>Se arengaban con el último saludo, puestos<span class="pagenum" -id="Page_193">p. 193</span> en las sillas, revolviendo los caballos, -galopando dispersos por el vasto horizonte llanero.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>El sol de la mañana inundaba las siembras nacidas y las rojas -parcelas recién aradas, espesuras de chaparros y prodigiosos maniguares -con los toros tendidos en el carrero de sombra, despidiendo vaho. -La Laguna de Ticomaipú era, en su cerco de tolderías, un espejo de -encendidos haces. El patrón galopa, en su alegre tordillo, por el -borde de una acequia, y arrea detrás su cuartago el mayoral ranchero. -Repiques y cohetes alegran la cálida mañana. Una romería de canoas, -engalanadas con flámulas, ramajes y reposteros de flores, sube por los -canales, con fiesta de indios. Casi zozobraba la leve flotilla con -tantos triunfos de músicas y bailes: Una tropa cimarrona —caretas de -cartón, bandas, picas, rodelas— ejecuta la danza de los matachines, -bajo los palios de la canoa capitana: Un tambor y un figle pautan los -compases de piruetas y mudanzas. Aparece a lo lejos la casona del -fundo. Sobre el verde de los oscuros naranjales<span class="pagenum" -id="Page_194">p. 194</span> promueven resplandores de azulejos, -terradillos y azoteas. Con la querencia del potrero, las monturas -avivaban la galopada. El patrón, arrendado en el camino mientras el -mayoral corre la talanquera, se levanta en los estribos para mirar bajo -los arcos: El Coronelito, tumbado en la hamaca, rasguea la guitarra -y hace bailar a los chamacos: Dos mucamas cobrizas, con camisotes -descotados, ríen y bromean tras de la reja cocineril con geranios -sardineros. Filomeno Cuevas caracolea el tordillo, avispándole el anca -con la punta del rebenque: De un bote penetra en el tapiado:</p> - -<p>—¡Bien punteada, mi amigo! Haces tú pendejo a Santos Vega.</p> - -<p>—Tú me ganas... ¿Y qué sucedió? Vas a dejarme capturar, mi viejo. -¿Qué traes resuelto?</p> - -<p>El patrón, apeado de un salto, entrábase por la arcada, sonoras las -plateras espuelas y el zarape de un hombro colgándole: El recamado -alón del sombrero revestía de sombra el rostro aguileño, de caprinas -barbas:</p> - -<p>—Domiciano, voy a darte una provisión de cincuenta bolívares, un -guía y un caballo, para que tomes vuelo. Enantes, con la mosca<span -class="pagenum" id="Page_195">p. 195</span> de tus macanas, te hablé de -remontarnos juntos. Mero, mero, he mudado de pensamiento. Los cincuenta -bolívares te serán entregados al pisar las líneas revolucionarias. Irás -sin armas, y el guía lleva la orden de tronarte si le infundes la menor -sospecha. Te recomiendo, mi viejo, que no lo divulgues, porque es una -orden secreta.</p> - -<p>El Coronelito se incorporó calmoso, apagando con la mano un lamento -de la guitarra.</p> - -<p>—¡Filomeno, deja la chuela! Harto sabes, hermano, que mi dignidad -no me permite suscribir esa capitulación denigrante. ¡Filomeno, no -esperaba ese trato! ¡De amigo, te has vuelto Cancerbero!</p> - -<p>Filomeno Cuevas, con garbosa cachaza, tiró en el jinocal zarape y -jarano: Luego sacó del calzón el majo pañuelo de seda y se enjugó la -frente, encendida y blanca entre mechones endrinos y tuestes de la -cara:</p> - -<p>—¡Domiciano, vamos a no chingarla! Tú te avienes con lo que te dan y -no pones condiciones.</p> - -<p>El Coronelito abrió los brazos:</p> - -<p>—¡Filomeno, no late en tu pecho un corazón magnánimo!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_196">p. 196</span>Tenía el pathos -chispón de cuatro candiles, la verba sentimental y heroica de los pagos -tropicales. El patrón, sin dejar el chanceo, fue a tenderse en la -hamaca, y requirió la guitarra, templando:</p> - -<p>—¡Domiciano, voy a salvarte la vida! Aún fijamente no estoy -convencido de que la tengas en riesgo, y tomo mis precauciones: Si eres -un espía, ten por seguro que la vida te cuesta. Chino Viejo te pondrá -salvo en el campamento insurrecto, y allí verán lo que hacen de tu -cuera. Precisamente me urgía mandar un mensaje para aquella banda, y tú -lo llevarás con Chino Viejo. Pensaba que fueses corneta a mis órdenes, -pero las bolas han rodado contrariamente.</p> - -<p>El Coronelito se finchó con alarde de Marte:</p> - -<p>—Filomeno, me reconozco tu prisionero y no me rebajo a discutir -condiciones. Mi vida te pertenece, puedes tomarla si te causa molestia. -¡Enseñas buen ejemplo de hospitalidad a estos chamacos! Niños, no se -remonten: Vengan ustedes acá un rato y aprendan cómo se recibe al amigo -que llega sin recursos, buscando un refugio para que no lo truene el -Tirano.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_197">p. 197</span>La tropa menuda -hacía corro, los ingenuos ojos asustados con atento y suspenso mirar. -De pronto, la más mediana, que abría la rueda pomposa de su faldellín -entre dos grandotes atónitos, se alzó con lloros, penetrando en el -drama del Coronelito. Salió, acuciosa, la abuela, una vieja de sangre -italiana, renegrida, blanco el moñete, los ojos carbones y el naso -dantesco:</p> - -<p>—¿Cosa c’é, amore?</p> - -<p>El Coronelito ya tenía requerido a la niña, y refregándole las -barbas, la besaba: Erguíase rotundo, levantando a la llorosa en brazos, -movida la glotona figura con un escorzo tan desmesurado, que casi -parodiaba la gula de Saturno. Forcejea y acendra su lloro la niña por -escaparse, y la abuela se encrespa sobre el cortinillo japonés, con el -rebozo mal terciado. El Coronelito la rejonea con humor alcohólico.</p> - -<p>—¡No se acalore, mi viejita, que es nocivo para el bazo!</p> - -<p>—¡Ni me asustés vos a la bambina, mal tragediante!</p> - -<p>—Filomeno, corresponde con tu mamá política y explícale la -ocurrencia: La lección que<span class="pagenum" id="Page_198">p. -198</span> recibes de tus vástagos, el ejemplo de este ángel. ¡No te -rajes y satisface a tu mamá! ¡Ten el valor de tus acciones!</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>Acompasan con unánime coro los cinco chamacos. El Coronelito, en -medio, abierto de brazos y zancas, desconcierta con una mueca el -mascarón de la cara y ornea un sollozo, los fuelles del pecho inflando -y desinflando:</p> - -<p>—¡Tiernos capullos, estáis dando ejemplo de civismo a vuestros -progenitores! Niños, no olvidéis esta lección fundamental, cuando -os corresponda actuar en la vida. ¡Filomeno, estos tiernos vástagos -te acusarán, como un remordimiento, por la mala producción que has -tenido a mí referente! ¡Domiciano de la Gándara, un amigo entrañable, -no ha despertado el menor eco en tu corazón! Esperaba verse acogido -fraternalmente, y recibe peor trato que un prisionero de guerra. Ni se -le autorizan las armas, ni la palabra de honor le garanta. ¡Filomeno, -te portas con tu hermano chingadamente!</p> - -<p>El patrón, sin dejar de templar, con un<span class="pagenum" -id="Page_199">p. 199</span> gesto indicaba a la suegra que se llevase a -los chamacos. La vieja italiana, arrecaudó el hatillo y lo metió por la -puerta. Filomeno Cuevas cruzó las manos sobre los trastes, agudos los -ojos, y en el morado de la boca, una sonrisa recalmada:</p> - -<p>—Domiciano, te estás demorando no haciéndote orador parlamentario. -Cosecharías muchos aplausos. Yo lamento no tener bastante cabeza -para apreciar tu mérito, y mantengo todas las condiciones de mi -ultimátum.</p> - -<p>Un indio ensabanado y greñudo, el rostro en la sombra alona de la -chupalla, se llegó al patrón, hablándole en voz baja. Filomeno llamó al -Coronelito:</p> - -<p>—¡Estamos fregados! Tenemos tropas federales por los rumbos del -rancho.</p> - -<p>Escupió el Coronelito, torcida sobre el hombro la cara:</p> - -<p>—Me entregas, y te pones a bien con Banderitas. ¡Filomeno, te has -deshonrado!</p> - -<p>—¡No me chingues! Harto sabes que nunca me rajé para servir a un -amigo. Y de mis prevenciones es justificativo el favor que gozabas con -el Tirano. No más, ahora, visto el chance, la cabeza me juego si no te -salvo.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_200">p. 200</span>—Dame una provisión -de pesos y un caballo.</p> - -<p>—Ni pensar en tomar vuelo.</p> - -<p>—Véame yo en campo abierto y bien montado.</p> - -<p>—Estarás aquí hasta la noche.</p> - -<p>—¡No me niegues el caballo!</p> - -<p>—Te lo niego porque hago mérito de salvarte. Hasta la noche vas a -sumirte en un chiquero, donde no te descubrirá ni el Diablo.</p> - -<p>Tiraba del Coronelito y le metía en la penumbra del zaguán.</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>Por la arcada deslizábase otro indio, que traspasó el umbral de -la puerta santiguándose. Llegó al patrón, sutil y cauto, con pisadas -descalzas:</p> - -<p>—Hay leva. Poco faltó para que me laceasen. Merito el tambor está -tocando en el Campo de la Iglesia.</p> - -<p>Sonrió el ranchero, golpeando el hombro del compadre:</p> - -<p>—Por sí, por no, voy a enchiquerarte.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch4-6"> - <p><span class="pagenum" id="Page_201">p. 201</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO SEXTO</h3> - <p class="subh3 g2">LA MANGANA</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Zacarías el Cruzado, luego de atracar el esquife en una maraña de -bejucos, se alzó sobre la barca, avizorando el chozo. La llanura de -esteros y médanos, cruzada de acequias y aleteos de aves acuáticas, -dilatábase con encendidas manchas de toros y caballadas, entre prados -y cañerlas. La cúpula del cielo recogía los ecos de la vida campañera -en su vasto y sonoro silencio. En la turquesa del día orfeonaban su -gruñido los marranos. Lloraba un perro, muy lastimero. Zacarías, -sobresaltado, le llamó con un silbido. Acudió el perro zozobrante, -bebiendo los vientos, sacudido con humana congoja: Levantado de manos -sobre el pecho del indio, hociquea lastimero y le prende del camisote, -sacándole fuera del esquife. El Cruzado monta el pistolón y camina -con sombrío recelo: Pasa ante el chozo abierto y mudo: Penetra en -la ciénaga: El perro le insta, sacudidas las orejas, el hocico al -viento, con desolado tumulto, estremecida la pelambre, lastimero el -resuello:<span class="pagenum" id="Page_202">p. 202</span> Zacarías le -va en seguimiento. Gruñen los marranos en el cenagal. Se asustan las -gallinas al amparo del maguey culebrón. El negro vuelo de zopilotes -que abate las alas sobre la pecina se remonta, asaltado del perro. -Zacarías llega: Horrorizado y torvo, levanta un despojo sangriento. -¡Era cuanto encontraba de su chamaco! Los cerdos habían devorado la -cara y las manos del niño: Los zopilotes le habían sacado el corazón -del pecho. El indio se volvió al chozo: Encerró en un saco aquellos -restos, y con ellos a los pies, sentado a la puerta, se puso a cavilar. -De tan quieto, las moscas le cubrían y los lagartos tomaban el sol a su -vera.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Zacarías se alzó con oscuro agüero: Fue al metate, volteó la piedra, -y descubrió un leve brillo de metales. La papeleta del empeño, en -cuatro dobleces, estaba debajo. Zacarías, sin mudar el gesto de su -máscara indiana, contó las nueve monedas, se guardó la plata en el -cinto y deletreó el papel: “Quintín Pereda. Préstamos. Compra-venta.” -Zacarías volvió al umbral, se puso el saco al hombro y tomó el<span -class="pagenum" id="Page_203">p. 203</span> rumbo de la ciudad: A su -arrimo, el perro doblaba rabo y cabeza. Zacarías, por una calle de -casas chatas, con azoteas y arrequives de colorines, se metió en los -ruidos y luces de la feria: Llegó a un tabladillo de azares, y en el -juego del parar apuntó las nueve monedas: Doblando la puesta, ganó -tres veces: Le azotó un pensamiento absurdo, otro agüero, un agüero -macabro: ¡El costal en el hombro le daba la suerte! Se fue, seguido del -perro, y entró en un bochinche: Allí se estuvo, con el saco a los pies, -bebiendo aguardiente. En una mesa cercana comía la pareja del ciego y -la chicuela. Entraba y salía gente, rotos y chinitas, indios camperos, -viejas que venían por el centavo de cominos para los cocoles. Zacarías -pidió un guiso de guajolote, y en su plato hizo parte al perro: Luego -tornó a beber, con la chupalla sobre la cara: Trascendía, con helada -consciencia, que aquellos despojos le aseguraban de riesgo: Presumía -que le buscaban para prenderle, y no le turbaba el menor recelo, una -seguridad cruel le enfriaba: Se puso el costal en el hombro, y con el -pie levantó al perro:</p> - -<p>—¡Porfirio, visitaremos al gachupín!</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_204">p. 204</span>III</h4> - -<p>Se detuvo y volvió a sentarse, avizorado por el cuchicheo de la -pareja lechuza:</p> - -<p>—¿No alargará su plazo el Señor Peredita?</p> - -<p>—¡Poco hay que esperar, mi viejo!</p> - -<p>—Sin el enojo con la chinita hubiera estado más contemplativo.</p> - -<p>Zacarías, con la chupalla sobre la cara y el costal en las rodillas, -amusgaba la oreja. El ciego se había sacado del bolsillo un cartapacio -de papelotes y registraba entre ellos, como si tuviese vista en el luto -de las uñas:</p> - -<p>—Vuelve a leerme las condiciones del contrato. Alguna cláusula habrá -que nos favorezca.</p> - -<p>Alargábale a la chamaca una hoja con escrituras y sellos:</p> - -<p>—¡Taitita, cómo soñamos! El gachupín nos tiene puesto el dogal.</p> - -<p>—Repasa el contrato.</p> - -<p>—De memoria me lo sé. ¡Perdidos, mi viejo, como no hallemos modo de -ponernos al corriente!</p> - -<p>—¿A cuánto sube el devengo?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_205">p. 205</span>—Siete pesos.</p> - -<p>—¡Qué tiempos tan contrarios! ¡Otras ferias siete pesos no suponían -ni tlaco! ¡La recaudación de una noche como la de ayer superaba esa -cantidad por lo menos tres veces!</p> - -<p>—¡Yo todos los tiempos que recuerdo son iguales!</p> - -<p>—Tú eres muy niña.</p> - -<p>—Ya seré vieja.</p> - -<p>—¿No te parece que insistamos con un ruego al Señor Peredita? -¡Acaso exponiéndole nuestros propósitos de que tú cantes lueguito en -conciertos!... ¿No te parece bien volver a verle?</p> - -<p>—¡Volvamos!</p> - -<p>—Lo dices sin esperanza.</p> - -<p>—Porque no la tengo.</p> - -<p>—¡Hija mía, no me das ningún consuelo! ¡El Señor Peredita también -tendrá corazón!</p> - -<p>—¡Es gachupín!</p> - -<p>—Entre los gachupines hay hombres de conciencia.</p> - -<p>—El Señor Peredita nos apretará el dogal, sin compasión. ¡Es muy -ruin!</p> - -<p>—Reconoce que otras veces ha sido más deferente... Pero estaba muy -tomado de cólera<span class="pagenum" id="Page_206">p. 206</span> con -aquella chinita, y no debía fallarle razón cuando la pusieron a la -sombra.</p> - -<p>—¡Otra que paga culpas de Domiciano!</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>Zacarías se movió hacia la mustia pareja. El ciego, cerciorado -de que la niña no leía el papel, lo guardaba en el cartapacio de -hule negro. La cara del lechuzo tenía un gesto lacio, de cansina -resignación. La niña le alargaba su plato al perro de Zacarías. -Insistió Velones:</p> - -<p>—¡Domiciano nos ha fregado! Sin Domiciano, Taracena estaría -regentando su negocio y podría habernos adelantado la plata, o salido -garante.</p> - -<p>—Si no lo rehusaba.</p> - -<p>—¡Ay, hija, déjame un rajito de esperanza! Si me lo autorizases, -pediría una botella de chicha. ¡No me decepciones! La llevaremos a -casa y me inspiraré para terminar el vals que dedico a Generalito -Banderas.</p> - -<p>—¡Taitita, querés vos poneros trompeto!</p> - -<p>—Hija, necesito consolarme.</p> - -<p>Zacarías levantó su botella y llenó los vasos de la niña y el -ciego:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_207">p. 207</span>—Jalate no más. La -cabrona vida solo así se sobrelleva. ¿Qué se pasó con la chinita? ¿Fue -denunciada?</p> - -<p>—¡Qué chance!</p> - -<p>—¿Y la denuncia la hizo el gachupín chingado?</p> - -<p>—Para no comprometerse.</p> - -<p>—¡Está bueno! Al Señor Peredita dejátelo vos de mi mano.</p> - -<p>Cargó el saco y se caminó, con el perro a la vera, el alón de la -chupalla sobre la cara.</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>El Cruzado se fue despacio, enhebrándose por la rueda de charros -y boyeros que, sin apearse de las monturas, bebían a la puerta -del bochinche: Inmóvil el gesto de su máscara verdina, huraño y -entenebrecido, con taladro doloroso en las sienes, metiose en las -grescas y voces del real, que juntaba la feria de caballos. Cedros y -palmas servían de apoyo a los tabanques de jaeces, facones y chamantos. -Se acercó a una vereda ancha y polvorienta, con carros tolderos y -meriendas: Jarochos jinetes lucían sus monturas en alardosas<span -class="pagenum" id="Page_208">p. 208</span> carreras, terciaban -apuestas, se mentían al procuro de engañarse en los tratos. Zacarías, -con los pies en el polvo, al arrimo de un cedro, calaba los ojos sobre -el ruano que corría un viejo jarocho. Tentándose el cinto de las -ganancias, hizo seña al campero:</p> - -<p>—¿Se vende el guaco?</p> - -<p>—Se vende.</p> - -<p>—¿En cuánto lo ponés, amigo?</p> - -<p>—Por muy bajo de su mérito.</p> - -<p>—¡Sin macanas! ¿Querés vos cincuenta bolivianos?</p> - -<p>—Por cada herradura.</p> - -<p>Insistió Zacarías con obstinada canturía:</p> - -<p>—Cincuenta bolivianos, si querés venderlo.</p> - -<p>—¡No es pagarlo, amigo!</p> - -<p>—Me estoy en lo hablado.</p> - -<p>Zacarías no mudaba de voz ni de gesto: Con la insistencia monótona -de la gota de agua, reiteraba su oferta. El jarocho revolvió la -montura, haciendo lucidas corvetas:</p> - -<p>—¡Se gobierna con un torzal! Mirale la boca y verés vos que no está -cerrado.</p> - -<p>Repitió Zacarías con su opaca canturía:</p> - -<p>—No más me conviene en cincuenta bolivianos. Sesenta con el -aparejo.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_209">p. 209</span>El jarocho se -doblaba sobre el arzón sosegando al caballo con palmadas en el cuello. -Compadreó:</p> - -<p>—Setenta bolivianos, amigo, y de mi cuenta las copas.</p> - -<p>—Sesenta con la silla puesta, y me dejás la reata y las espuelas.</p> - -<p>Animose el campero, buscando avenencia:</p> - -<p>—¡Sesenta y cinco! ¡Y te llevas, manís, una alhaja!</p> - -<p>Zacarías posó el saco a los pies, se desató el cinto y, sentado en -la sombra del cedro, contó la plata sobre una punta del poncho. Nubes -de moscas ennegrecían el saco, manchado y viscoso de sangre. El perro, -con gesto legañoso, husmeaba en torno del caballo. Desmontó el jarocho. -Zacarías ató la plata en la punta del poncho y, demorándose para -cerrar el ajuste, reconoció los corvejones y la boca del guaco: Puesto -en silla cabalgó probándolo en cortas carreras, obligándole de la -brida con brusco arriende, como cuando se tira al toro la mangana. El -jarocho, en la linde de la polvorienta estrada, atendía al escaramuz, -sobre las cejas la visera de la mano. Zacarías se acercó, atemperando -la cabalgada:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_210">p. 210</span>—Me cumple.</p> - -<p>—¡Una alhaja!</p> - -<p>Zacarías desató la punta del poncho, y en la palma del campero, -moneda a moneda, contó la plata:</p> - -<p>—¡Amigo, nos vemos!</p> - -<p>—¿No vos caminarés mero mero sin mojar el trato?</p> - -<p>—Mero mero, amigo. Me urge no dilatarme.</p> - -<p>—¡Vaya chance!</p> - -<p>—Tengo que restituirme a mi pago. Queda en palabra que trincaremos -en otra ocasión. ¡Nos vemos, amigo!</p> - -<p>—¡Nos vemos! Compadrito, cuidame vos del ruano.</p> - -<p>El real de la feria tenía una luminosa palpitación cromática. Por -los crepusculares caminos de tierra roja ondulaban recuas de llamas, -piños vacunos, tropas de jinetes con el sol poniente en los sombreros -bordados de plata. Zacarías se salió del tumulto, espoleando, y se -metió por Arquillo de Madres.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_211">p. 211</span>VI</h4> - -<p>Zacarías el Cruzado se encubría con el alón de la chupalla: Una -torva resolución le asombraba el alma, un pensamiento solitario, -insistente, inseparable de aquel taladro dolorido que le hendía las -sienes. Y formulaba mentalmente su pensamiento, desdoblándolo con -pueril paralelismo:</p> - -<p>—¡Señor Peredita, corrés de mi cargo! ¡Corrés de mi cargo, Señor -Peredita!</p> - -<p>Cuando pasaba ante alguna iglesia se santiguaba. Los tutilimundis -encendían sus candilejas, y frente a una barraca de fieras sintió -estremecerse los flancos de la montura: El tigre, con venteo de carne -y de sangre, le rugía levantado tras los barrotes de la jaula, la -enfurecida cabeza asomada por los hierros, los ojos en lumbre, la cola -azotante: El Cruzado, advertido, puso espuelas para ganar distancia: -Sobre la fúnebre carga que sostenía en el arzón, había dejado caer -el poncho. El Cruzado se aletargaba en la insistencia monótona de su -pensamiento, desdoblándolo con obstinación mareante, acompasado<span -class="pagenum" id="Page_212">p. 212</span> por el latido neurálgico de -las sienes, sujeto a su ritmo de lanzadera:</p> - -<p>—¡Señor Peredita, corrés de mi cargo! ¡Corrés de mi cargo, Señor -Peredita!</p> - -<p>Las calles tenían un cromático dinamismo de pregones, guitarros, -faroles, gallardetes. En el marasmo caliginoso, adormecido de músicas, -acohetaban repentes de gritos, súbitas espantadas y tumultos. El -Cruzado esquivaba aquellos parajes de mitotes y pleitos. Ondulaba -bajo los faroles de colores la plebe cobriza, abierta en regueros, -remansada frente a bochinches y pulperías. Las figuras se unificaban en -una síntesis expresiva y monótona, enervadas en la crueldad cromática -de las baratijas fulleras. Los bailes, las músicas, las cuerdas de -farolillos, tenían una exasperación absurda, un enrabiamiento de -quimera alucinante. Zacarías, abismado en rencorosa y taciturna -tiniebla, sentía los aleteos del pensamiento, insistente, monótono, -trasmudando su pueril paralelismo:</p> - -<p>—¡Señor Peredita, corrés de mi cargo! ¡Corrés de mi cargo, Señor -Peredita!</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_213">p. 213</span>VII</h4> - -<p>Iluminaba la calle un farol con el rótulo de la tienda en los -vidrios: “Empeñitos de Don Quintín”. El tercer vidrio estaba rajado, -y no podía leerse. Las percalinas rojas y gualdas de la bandera -española decoraban la puerta: “Empeñitos de Don Quintín”. Dentro, una -lámpara con enagüillas verdes alumbraba el mostrador. El empeñista -acariciaba su gato, un maltés vejete y rubiales, que trascendía el -absurdo de parecerse a su dueño. El gato y el empeñista miraron a la -puerta, desdoblando el mismo gesto de alarma. El gato, arqueándose -sobre las rodillas del gachupín, posaba el terciopelo de sus guantes -en dos simétricos remiendos de tela nueva. El Señor Peredita llevaba -manguitos, tenía la pluma en la oreja y sobre la misma querencia el -seboso gorrete, que años pasados la niña bordó en el colegio:</p> - -<p>—¡Buenas noches, patrón!</p> - -<p>Zacarías el Cruzado —poncho y chupalla, botas de potro y espuelas—, -encorvándose sobre el borrén, adelantaba por la puerta<span -class="pagenum" id="Page_214">p. 214</span> medio caballo. El honrado -gachupín le miró con cicatera suspicacia:</p> - -<p>—¿Qué se ofrece?</p> - -<p>—Una palabrita.</p> - -<p>—Ata el guaco en la puerta.</p> - -<p>—No tiene doma, patrón.</p> - -<p>El Señor Peredita pasó fuera del mostrador.</p> - -<p>—¡Veamos qué conveniencia traes!</p> - -<p>—¡Conocernos, patrón! Es usted muy notorio por mis pagos. -¡Conocernos! Solo a ese negocio he acudido a la feria, Señor -Peredita.</p> - -<p>—Tú has jalado más de la cuenta y es una sinvergüenzada venir a -faltar a un hombre provecto. Camínate no más, antes que con una voz -llame al vigilante.</p> - -<p>—Señor Peredita, no se sobresalte. Tengo que recobrar una -alhajita.</p> - -<p>—¿Traes el comprobante?</p> - -<p>—¡Véalo no más!</p> - -<p>El Cruzado, metiendo la montura en el portal, ponía sobre el -mostrador el saco manchado y mojado de sangre. Se espantó el -gachupín:</p> - -<p>—¡Estás briago! Jaláis más de la cuenta, y luego venís a faltar en -los establecimientos.<span class="pagenum" id="Page_215">p. 215</span> -Toma el saquete y camínate, luego, luego.</p> - -<p>El Cruzado casi tocaba en la viguería con la cabeza: Le quedaba en -sombra la figura desde el pecho a la cara, en tanto que las manos y el -borrén de la silla destacaban bajo la luz del mostrador:</p> - -<p>—¿Señor Peredita, pues no habés pedido el comprobante?</p> - -<p>—¡No me friegues!</p> - -<p>—Abra usted el saco.</p> - -<p>—Camínate y déjame de tus macanas.</p> - -<p>El Cruzado fraseó con torva insistencia, apagada la voz en un silo -de cólera mansa:</p> - -<p>—Patrón, usted abre no más, y se entera.</p> - -<p>—Poco me importa. Chivo o marrano, con tu pan te lo comas.</p> - -<p>El gachupín se encogió viendo caérsele encima la sombra del -Cruzado.</p> - -<p>—¡Señor Peredita, buscás abrir el saco con los dientes!</p> - -<p>—Roto, no me traigas un pleito de gaucho malo. Si deseas algún -servicio de mi parte, vuelves cuando te halles más despejado.</p> - -<p>—Patrón, mero mero liquidamos. ¿Recordás de la chinita que dejó una -tumbaga en nueve bolivianos?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_216">p. 216</span>El honrado gachupín -se aleló, capcioso:</p> - -<p>—No recuerdo. Tendría que repasar los libros. ¿Nueve bolivianos? No -valdría más. Las tasas de mi establecimiento son las más altas.</p> - -<p>—¡Quier decirse que aún los hay más ladrones! Pero no he venido -sobre ese tanto. Usted, patrón, ha presentado denuncia contra la -chinita.</p> - -<p>Gritó el gachupín con guiño perlático:</p> - -<p>—¡No puedo recordar todas las operaciones! ¡Vete no más! ¡Vuelve -cuando te halles fresco! ¡Se verá si puede mejorarse la tasa!</p> - -<p>—Este asunto lo ultimamos luego luego. Patroncito, habés denunciado -a la chinita y vamos a explicarnos.</p> - -<p>—Vuelve cuando estés menos briago.</p> - -<p>—Patroncito, somos mortales, y a lo pior tenés la vida menos segura -que la luz de ese candil. ¿Patroncito, quién ha puesto a la chinita en -la galera? ¿No habés visto el ranchito vacío? ¡Ya lo verés! ¿No habés -abierto el saco? ¡Ándele, Señor Peredita, y no se dilate!</p> - -<p>—Tendrá que ser, pues eres un alcohólico obstinado.</p> - -<p>El honrado gachupín comenzó a desatar el<span class="pagenum" -id="Page_217">p. 217</span> saco: Tenía el viejales un gesto -indiferente. A la verdad, no le importaba que fuese chivo o marrano lo -que guardase. Se transmudó con una espantada al descubrir la yerta y -mordida cabeza del niño:</p> - -<p>—¡Un crimen! ¿Me buscas para la encubierta? ¡Vete y no me traigas -mal tercio! ¡Vete! ¡No diré nada! ¡So chingado, no me comprometas! ¿Qué -puedes ofrecerme? ¡Un puñado de plata! ¡So chingado, un hombre de mi -posición no se compromete por un puñado de plata!</p> - -<p>Habló Zacarías, remansada la voz en abismos de cólera:</p> - -<p>—Ese cuerpo es el de mi chamaco. La denuncia cabrona le puso a la -mamasita en la galera. ¡Me lo han dejado solo para que se lo comiesen -los chanchos!</p> - -<p>—Es absurdo que me vengas a mí con esa factura de cargos. ¡Un -espectáculo horrible! ¡Una desgracia! Quintín Pereda es ajeno a -ese resultado. Te devolveré la tumbaguita. No hago cuenta de los -bolivianos. ¡Quiere decirse que te beneficias con mi plata! Recoge -esos restos. Dales sepultura. Comprendo que, bebiendo, hayas buscado -consolarte. Vete. La<span class="pagenum" id="Page_218">p. 218</span> -tumbaguita pasas mañana a recogerla. Dale sepultura sagrada a esos -restos.</p> - -<p>—¡Don Quintinito cabrón, vas, vos acompañarme!</p> - - -<h4>VIII</h4> - -<p>El Cruzado, con súbita violencia, rebota la montura, y el lazo de -la reata cae sobre el cuello del espantado gachupín, que se desbarata -abriendo los brazos. Fue un dislocarse atorbellinado de las figuras, al -revolverse del guaco, un desgarre simultáneo. Zacarías, en alborotada -corveta, atropella y se mete por la calle, llevándose a rastras el -cuerpo del gachupín: Lostregan las herraduras y trompica el pelele, -ahorcado al extremo de la reata. El jinete, tendido sobre el borrén, -con las espuelas en los ijares del caballo, sentía en la tensa reata -el tirón del cuerpo que rebota en los guijarros. Y consuela su estoica -tristeza indiana Zacarías el Cruzado.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch4-7"> - <p><span class="pagenum" id="Page_219">p. 219</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO SÉPTIMO</h3> - <p class="subh3 g2">NIGROMANCIA</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Están prontos los caballos para la fuga en el rancho de Ticomaipú. -El Coronelito de la Gándara cena con Niño Filomeno. Sobre los términos -de la colación, manda llamar a sus hijos el ranchero. Niña Laurita, -con reservada tristeza, sale a buscarlos, y acude, brincante, la -muchachada, sin atender a la madre, que asombra el gesto con un dedo en -los labios. El patrón también sentía cubierta su fortaleza con una nube -de duelo: Tenía los ojos en los manteles: No miraba ni a la mujer ni a -los hijos: Recobrándose, levantó la frente con austera entereza.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Los chamacos, en el círculo de la lámpara, repentinamente mudos, -sentían el aura de una adivinación telepática:</p> - -<p>—Hijos, he trabajado para dejaros alguna hacienda y quitaros de los -caminos de la pobreza: Yo los he caminado, y no los quisiera<span -class="pagenum" id="Page_220">p. 220</span> para ustedes. Hasta hoy -esta ha sido la directriz de mi vida, y vean cómo hoy he mudado de -pensamiento. Mi padre no me dejó riqueza, pero me dejó un nombre tan -honrado como el primero, y esta herencia quiero yo dejarles. Espero que -ustedes la tendrán en mayor aprecio que todo el oro del mundo, y si así -no fuese, me ocasionarían un gran sonrojo.</p> - -<p>Se oyó el gemido de la niña ranchera:</p> - -<p>—¡Siempre nos dejas, Filomeno!</p> - -<p>El patrón, con el gesto apagó la pregunta. La rueda de sus hijos -en torno de la mesa tenía un brillo emocionado en los ojos, pero no -lloraba:</p> - -<p>—A vuestra mamasita pido que tenga ánimo para escuchar lo que me -falta. He creído hasta hoy que podía ser un buen ciudadano, trabajando -por acrecentarles la hacienda, sin sacrificar cosa ninguna al servicio -de la Patria. Pero hoy me acusa mi conciencia, y no quiero avergonzarme -mañana, ni que ustedes se avergüencen de su padre.</p> - -<p>Sollozó la niña ranchera:</p> - -<p>—¡Desde ya te pasas a la bola revolucionaria!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_221">p. 221</span>—Con este -compañero.</p> - -<p>El Coronelito de la Gándara se levantó, alardoso, tendiéndole los -brazos:</p> - -<p>—¡Eres un patricio espartano, y no me rajo!</p> - -<p>Suspiraba la ranchera:</p> - -<p>—¿Y si hallas la muerte, Filomeno?</p> - -<p>—Tú cuidarás de educar a los chamacos y de recordarles que su padre -murió por la Patria.</p> - -<p>La mujer presentía imágenes tumultuosas de la revolución. Muertes, -incendios, suplicios y, remota, como una divinidad implacable, la momia -del Tirano.</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>Ante la reja nocturna, fragante de albahacón, refrenaba su parejeño -Zacarías el Cruzado: Apareciose en súbita galopada, sobresaltando la -nocharniega cadencia campañera:</p> - -<p>—¡Vuelo, vuelo, mi Coronelito! La chinita fue delatada. Ya la pagó -el fregado gachupín. ¡Vuelo, vuelo!</p> - -<p>Zacarías refrenaba el caballo, y la oscura expresión del semblante y -el sofoco de la voz metía, afanoso, por los hierros. En la sala,<span -class="pagenum" id="Page_222">p. 222</span> todas las figuras se -movieron unánimes hacia la reja. Interrogó el Coronelito:</p> - -<p>—¿Pues qué se pasó?</p> - -<p>—La tormentona más negra de mi vida. ¡De estrella pendeja fueron los -brillos de la tumbaguita! ¡Vuelo, vuelo, que traigo perro sobre los -rastros, mi Coronelito!</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>La niña ranchera abraza al marido, en el fondo de la sala, y -lloriquea la tropa de chamacos encandillándose a la falda de la madre. -Hipando su grito, irrumpe por una puerta la abuela carcamana:</p> - -<p>—¿Perché questa follia? Se il Filomeno trova fortuna nella -rivoluzione potrá diventar un Garibaldi. ¡Non mi spaventar i -bambini!</p> - -<p>El Cruzado miraba por los hierros, la figura toda en sombra. El -ojo enorme del caballo recibía por veces una luz en el juego de las -siluetas que accionaban cortando el círculo del candil. Zacarías aún -terciaba sobre la silla el saco con el niño muerto. En la sala, el -grupo familiar rodeaba al patrón. La madre, uno por uno, levantaba a -los hijos, pasándoles<span class="pagenum" id="Page_223">p. 223</span> -a los brazos del padre. Consideró Zacarías, con dejo apagado:</p> - -<p>—¡Son pidazos del corazón!</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>Chino Viejo acercó los caballos, y los ecos de la galopada rodaron -por la nocturna campaña. Zacarías en el primer sofreno, al meterse por -un vado, apareó su montura con la del Coronelito:</p> - -<p>—¡Se chinga Banderitas! Tenemos un auxiliar muy grande. ¡Aquí va -conmigo!</p> - -<p>El Coronelito le miró, sospechándole borracho:</p> - -<p>—¿Qué dices, manís?</p> - -<p>—La reliquia de mi chamaco. Una carnicería que los chanchos me han -dejado. Va en este alforjín.</p> - -<p>El Coronel le tendió la mano:</p> - -<p>—-Me ocasiona un verdadero sentimiento, Zacarías. ¿Y cómo no has -dado sepultura a esos restos?</p> - -<p>—A su hora.</p> - -<p>—No me parece bien.</p> - -<p>—Esta reliquia nos sirve de salvoconducto.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_224">p. 224</span>—¡Es una creencia -rutinaria!</p> - -<p>—¡Mi jefecito, que lo cuente el chingado gachupín!</p> - -<p>—¿Qué has hecho?</p> - -<p>—Guindarlo. No pedía menos satisfacción esta carnicería de mi -chamaco.</p> - -<p>—Hay que darle sepultura.</p> - -<p>—Cuando estemos a salvo.</p> - -<p>—¡Y parecía muy vivo, el cabroncito!</p> - -<p>—¡Cuanti menos, para su padre!</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch5"> - <p><span class="pagenum" id="Page_225">p. 225</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/i_0227.jpg" - style="width: 18em; height: auto;" - alt="Portadilla"/> - </div> - <h2 class="nobreak g2 ws2">QUINTA PARTE</h2> - <p class="subh2 g1">SANTA MÓNICA</p> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch5-1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_227">p. 227</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3> - <p class="subh3 g0">BOLETO DE SOMBRA</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>El Fuerte de Santa Mónica, que en las luchas revolucionarias sirvió -tantas veces como prisión de reos políticos, tenía una pavorosa -leyenda de aguas empozoñadas, mazmorras con reptiles, cadenas, garfios -y cepos de tormento. Estas fábulas, que databan de la dominación -española, habían ganado mucho valimiento en la tiranía del General -Santos Banderas. Todas las tardes en el foso del baluarte, cuando las -cornetas tocaban fajina, era pasada por las armas alguna cuerda de -revolucionarios. Se fusilaba sin otro proceso que una orden secreta del -Tirano.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Nachito y el estudiante traspasaron la poterna, entre la escolta de -soldados. El Alcaide los acogió sin otro trámite que el parte verbal -depuesto por un sargento, y enviado desde la cantina por el Mayor del -Valle. Al cruzar<span class="pagenum" id="Page_228">p. 228</span> la -poterna, los dos esposados alzaron la cabeza para hundir una larga -mirada en el azul remoto y luminoso del cielo. El Alcaide de Santa -Mónica, Coronel Irineo Castañón, aparece en las relaciones de aquel -tiempo como uno de los más crueles sicarios de la Tiranía: Era un viejo -sanguinario y potroso que fumaba en cachimba y arrastraba una pata de -palo. Con la bragueta desabrochada, jocoso y cruel, dio entrada a los -dos prisioneros:</p> - -<p>—¡Me felicito de recibir a una gente tan seleccionada!</p> - -<p>Nachito acogió el sarcasmo con falsa risa de dientes y quiso -explicarse:</p> - -<p>—Se padece una ofuscación, mi Coronelito.</p> - -<p>El Coronel Irineo Castañón vaciaba la cachimba golpeando sobre la -pata de palo:</p> - -<p>—A mí en eso ninguna cosa me va. Los procesos, si hay lugar, los -instruye el Licenciadito Carballeda. Ahora, como aún se trata de una -simple detención, van a tener por suyo todo el recinto murado.</p> - -<p>Agradeció Nachito con otra sonrisa cumplimentera y acabó -moqueando:</p> - -<p>—¡Es un puro sonambulismo este fregado!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_229">p. 229</span>El Cabo de Vara, -en el sombrizo de la puerta, hacía sonar la pretina de sus llaves: -Era mulato, muy escueto, con automatismo de fantoche: Se cubría con -un chafado kepis francés, llevaba pantalones colorados de uniforme, y -guayabera rabona muy sudada: Los zapatos de charol, viejos y tilingos, -traía picados en los juanetes. El Alcaide le advirtió jovial:</p> - -<p>—Don Trini, a estos dos flautistas vea de suministrarles boleto de -preferencia.</p> - -<p>—No habrá queja. Si vienen provisorios se les dará luneta de -muralla.</p> - -<p>Don Trini, cumplida la fórmula del cacheo, condujo a los presos por -un bovedizo con fusiles en armario: Al final, abrió una reja y los -soltó entre murallas:</p> - -<p>—Pueden pasearse a su gusto.</p> - -<p>Nachito, siempre cumplimentero y servil, rasgó la boca:</p> - -<p>—¡Muchísimas gracias, Don Trini!</p> - -<p>Don Trini, con absoluta indiferencia, batió la reja, haciendo -rechinar cerrojos y llaves: Gritó alejándose:</p> - -<p>—Hay cantina, si algo desean y quieren pagarlo.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_230">p. 230</span>III</h4> - -<p>Nachito, suspirando, leía en el muro los grafitos carcelarios -decorados con fálicos trofeos. Tras de Nachito, el taciturno estudiante -liaba el cigarro: Tenía en los ojos una chispa burlona, y en la boca -prieta, color de moras, un rictus de compasión altanera. Esparcidos y -solitarios paseaban algunos presos. Se oía el hervidero de las olas, -como si estuviesen socavando el cimiento. Las ortigas lozaneaban en los -rincones sombríos, y en la azul transparencia aleteaba una bandada de -zopilotes, pájaros negros. Nachito, finchándose en el pando compás de -las zancas, miró con reproche al estudiante:</p> - -<p>—Ese mutismo es impropio para dar ánimos al compañero, y hasta puede -ser una falta de generosidad. ¿Cómo es su gracia, amigo?</p> - -<p>—Marco Aurelio.</p> - -<p>—¡Marquito, qué será de nosotros!</p> - -<p>—¡Pues, y quién sabe!</p> - -<p>—¡Esto impone! ¡Se oye el farollón de las olas!... Parece que -estamos en un barco.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_231">p. 231</span>El Fuerte de -Santa Mónica, castillote teatral con defensas del tiempo de los -virreyes, erguíase sobre los arrecifes de la costa, frente al vasto -mar ecuatorial, caliginoso, de ciclones y calmas. En la barbacana, -algunos morteros antiguos, roídos de lepra por el salitre, se alineaban -moteados con las camisas de los presos tendidas a secar: Un viejo, -sentado sobre el cantil frente al mar inmenso, ponía remiendos a la -frazada de su camastro. En el más erguido baluarte cazaba lagartijas un -gato, y pelotones de soldados hacían ejercicios en Punta Serpiente.</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>Hilo de la muralla, la curva espumosa de las olas balanceaba -una ringla de cadáveres. Vientres inflados, livideces tumefactas. -Algunos prisioneros, con grito de motín, trepaban al baluarte. Las -olas mecían los cadáveres ciñéndolos al costado de la muralla, y el -cielo alto, llameante, cobijaba un astroso vuelo de zopilotes, en la -cruel indiferencia de su turquesa. El preso que ponía remiendos en la -frazada de su camastro quebró<span class="pagenum" id="Page_232">p. -232</span> el hilo, y con la hebra en el bezo murmuró leperón y -sarcástico:</p> - -<p>—¡Los chingados tiburones ya se aburren de tanta carne -revolucionaria, y todavía no se satisface el cabrón Banderas! ¡Puta -madre!</p> - -<p>El rostro de cordobán, burilado de arrugas, tenía un gesto estoico: -La rasura de la barba, crecida y cenicienta, daba a su natural adusto -un cierto aire funerario. Nachito y Marco Aurelio caminaron inciertos, -como viajeros extraviados: Nachito, si algún preso cruzaba por su vera, -apartábase solícito y abría paso con una sonrisa amistosa. Llegaron -al baluarte y se asomaron a mirar el mar alegre de luces mañaneras, -nigromántico con la fúnebre ringla balanceándose en las verdosas -espumas de la resaca. Entre los presos que coronaban el baluarte -acrecía la zaloma de motín con airados gestos y erguir de brazos. -Nachito se aleló de espanto:</p> - -<p>—¿Son náufragos?</p> - -<p>El viejo de la frazada le miró despreciándole:</p> - -<p>—Son los compañeros recién ultimados en Foso-Palmitos.</p> - -<p>Interrogó el estudiante:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_233">p. 233</span>—¿No se les -enterraba?</p> - -<p>—¡Qué va! Se les tiraba al mar. Pero visto cómo a los tiburones ya -les estomaga la carne revolucionaria, tendrán que darnos tierra a los -que estamos esperando vez.</p> - -<p>Tenía una risa rabiosa y amarga. Nachito cerró los ojos:</p> - -<p>—¿Es de muerte su sentencia, mi viejo?</p> - -<p>—¿Pues conoce otra penalidad más clemente el Tigre de Zamalpoa? ¡De -muerte! ¡Y no me arrugo ni me rajo! ¡Abajo el Tirano!</p> - -<p>Los prisioneros encaramados en el baluarte, hundían las miradas en -los disipados verdes que formaba la resaca entre los contrafuertes -de la muralla. El grupo tenía una frenética palpitación, una brama, -un clamoreo de denuestos. El Doctor Alfredo Sánchez Ocaña, poeta y -libelista, famoso tribuno revolucionario, se encrespó con el brazo -tendido en arenga, bajo la mirada retinta del centinela que paseaba en -la poterna con el fusil terciado:</p> - -<p>—¡Héroes de la libertad! ¡Mártires de la más noble causa! ¡Vuestros -nombres escritos con letras de oro, fulgirán en las páginas de<span -class="pagenum" id="Page_234">p. 234</span> nuestra Historia! -¡Hermanos, los que van a morir os rinden un saludo, y os presentan -armas!</p> - -<p>Se arrancó el jipi con un gran gesto, y todos le imitaron. El -centinela amartilló el fusil:</p> - -<p>—¡Atrás! No hay orden para demorar en el baluarte.</p> - -<p>Le apostrofó el Doctor Sánchez Ocaña:</p> - -<p>—¡Vil esclavo!</p> - -<p>Una barca tripulada por carabineros de mar, arriando vela, -maniobraba para recoger los cadáveres. Embarcó siete. Y como los -prisioneros en creciente motín no desalojaban el baluarte, salió la -guardia y sonaron cornetas.</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>Nachito, tomado de alferecía, se agarraba al brazo del -estudiante:</p> - -<p>—¡Nos hemos fregado!</p> - -<p>El viejo de la manta le miró despacio, el belfo mecido por una risa -de cabrío:</p> - -<p>—No merita tanto atribulo esta vida pendeja.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_235">p. 235</span>Nachito ahiló la -voz en el hipo de un sollozo:</p> - -<p>—¡Muy triste morir inocente! ¡Me condenan las apariencias!</p> - -<p>Y el viejo, con burlona mueca de escarnio, seguía martillando:</p> - -<p>—¿No sos revolucionario? Pues sin merecerlo vas vos a tener el fin -de los hombres honrados.</p> - -<p>Nachito, relajándose en una congoja, tendía los ojos suplicantes al -preso, que, con el ceño fruncido y la manta tendida sobre las piernas, -se había puesto a estudiar la geometría de un remiendo. Nachito intentó -congraciarse la voluntad de aquel viejo de cordobán: El azar los reunía -bajo la higuera, en un rincón del patio:</p> - -<p>—Nunca he sido simpatizante con el ideario de la revolución y lo -deploro, comprendo que son ustedes héroes con un puesto en la Historia: -Mártires de la Idea. ¡Sabe, amigo, que habla muy lindo el Doctor -Sánchez Ocaña!</p> - -<p>Hízole coro el estudiante, con sombrío apasionamiento:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_236">p. 236</span>—En el campo -revolucionario militan las mejores cabezas de la República.</p> - -<p>Aduló Nachito:</p> - -<p>—¡Las mejores!</p> - -<p>Y el viejo de la frazada, lentamente, mientras enhebra, desdeñoso y -arisco comentaba:</p> - -<p>—Pues, manifiestamente, para enterarse no hay cosa como -visitar Santa Mónica. A lo que se colige, el chamaco tampoco es -revolucionario.</p> - -<p>Declaró Marco Aurelio con firmeza:</p> - -<p>—Y me arrepiento de no haberlo sido, y lo seré, si alguna vez me veo -fuera de estos muros.</p> - -<p>El viejo, anudando la hebra, reía con su risa de cabra:</p> - -<p>—De buenos propósitos está empedrado el Infierno.</p> - -<p>Marco Aurelio miró al viejo conspirador y juzgó tan cuerdas sus -palabras, que no sintió el ultraje: Le sonaban como algo lógico e -irremediable en aquella cárcel de reos políticos, orgullosos de -morir.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_237">p. 237</span>VI</h4> - -<p>El tumbo del mar batía la muralla, y el oboe de las olas cantaba el -triunfo de la muerte. Los pájaros negros hacían círculos en el remoto -azul, y sobre el losado del patio se pintaba la sombra fugitiva del -aleteo. Marco Aurelio sentía la humillación de su vivir, arremansado -en la falda materna, absurdo, inconsciente como las actitudes de esos -muñecos olvidados tras de los juegos: Como un oprobio remordíale -su indiferencia política. Aquellos muros, cárcel de exaltados -revolucionarios, le atribulaban y acrecían el sentimiento mezquino de -su vida, infantilizada entre ternuras familiares y estudios pedantes, -con premios en las aulas. Confuso atendía al viejo que entraba y sacaba -la aguja de lezna:</p> - -<p>—¿Venís vos a la sombra por incidencia justificada, o por espiar lo -que se conversa? Eso, amigo, es bueno ponerlo en claro. Recorra las -cuadras y vea si encuentra algún fiador. ¿No dice que es estudiante? -Pues aquí no faltan universitarios. Si quiere tener amigos en -esta mazmorra, busque modo de justificarse.<span class="pagenum" -id="Page_238">p. 238</span> Los revolucionarios platónicos merecen poca -confianza.</p> - -<p>El estudiante había palidecido intensamente. Nachito, con ojos de -perro, imploraba clemencia:</p> - -<p>—A mí también me tenía horrorizado Tirano Banderas: ¡Muy por demás -sanguinario! Pero no era fácil romper la cadena. Yo para volinas no -valgo, y ¿adónde iba que me recibiesen si soy inútil para ganarme -los fríjoles? El Generalito me daba un hueso que roer y se divertía -choteándome. En el fondo parecía apreciarme. ¿Qué está mal, que soy un -pendejo, que aquello era por demás, que tiene sus fueros la dignidad -humana? Corriente. Pero hay que reflexionar lo que es un hombre privado -del albedrío por ley de herencia. ¡Mi papá, un alcohólico! ¡Mi mamá, -con desvarío histérico! El Generalito, a pesar de sus escarnios, se -divertía oyéndome decir jangadas. No me faltaban envidiosos. ¡Y ahora -caer de tan alto!</p> - -<p>Marco Aurelio y el viejo conspirador oían callados y por veces se -miraban. Concluyó el viejo:</p> - -<p>—¡Hay sujetos más ruines que putas!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_239">p. 239</span>Se ahogaba -Nachito.</p> - -<p>—¡Todo acabó! El último escarnio supera la raya. Nunca llegó a -tanto. Divertirse fusilando a un desgraciado huérfano, es propio -de Nerón. Marquito, y usted amigo, yo les agradecería que luego me -ultimasen. Sufro demasiado. ¡Qué me vale vivir unas horas, si todo -el gusto me lo mata este chingado sobresalto! Conozco mi fin, tuve -un aviso de las ánimas. Porque en este fregado ilusorio andan las -Benditas. Marquito, dame cachete, indúltame de este suplicio nervioso. -Hago renuncia de la vida por anticipado. Vos, mi viejo, ¿qué hacés -que no me sangrás con esa lezna remendona? Mero mero, pasame las -entretelas. Amigos, ¿qué dicen? Si temen complicaciones, háganme el -servicio de consolarme de alguna manera.</p> - - -<h4>VII</h4> - -<p>El planto pusilánime y versátil de aquel badulaque aparejaba -un gesto ambiguo de compasión y desdén en la cara funeraria del -viejo conspirador y en la insomne palidez del<span class="pagenum" -id="Page_240">p. 240</span> estudiante. La mengua de aquel bufón en -desgracia tenía cierta solemnidad grotesca como los entierros de -mojiganga con que fina el antruejo. Los zopilotes abatían sus alas -tiñosas sobre la higuera.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch5-2"> - <p><span class="pagenum" id="Page_241">p. 241</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3> - <p class="subh3 g1">EL NÚMERO TRES</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>El calabozo número tres era una cuadra con altas luces enrejadas, -mal oliente de alcohol, sudor y tabaco. Colgaban en calle, a uno y -otro lateral, las hamacas de los presos, reos políticos en su mayor -cuento, sin que faltasen en aquel rancho el ladrón encanecido, ni el -idiota sanguinario, ni el rufo valiente, ni el hipócrita desalmado. -Por hacerles a los políticos más atribulada la cárcel, les befaba con -estas compañías el de la pata de palo, Coronel Irineo Castañón. La -luz polvorienta y alta de las rejas resbalaba por la cal sucia de los -muros, y la expresión macilenta de los encarcelados hallaba una suprema -valoración en aquella luz árida y desolada. El Doctor Sánchez Ocaña, -declamatorio, verboso, con el puño de la camisa fuera de la manga, -el brazo siempre en tribuno arrebato, engolaba elocuentes apóstrofes -contra la tiranía:</p> - -<p>—El funesto fénix del absolutismo colonial, renace de sus cenizas -aventadas a los cuatro<span class="pagenum" id="Page_242">p. -242</span> vientos, concitando las sombras y los manes de los augustos -libertadores. Augustos, sí, y el ejemplo de sus vidas debe servirnos de -luminar en estas horas, que acaso son las últimas que nos resta vivir. -El mar devuelve a la tierra sus héroes, los voraces monstruos de las -azules minas se muestran más piadosos que el general Santos Banderas... -Nuestros ojos...</p> - -<p>Se interrumpía. Llegaba por el corredor la pata de palo. El alcaide -cruzó fumando en cachimba, y poco a poco extinguiose el alerta de su -paso cojitranco.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Un preso, que leía tendido en su hamaca, sacó a luz, de nuevo, el -libro que había ocultado. De la hamaca vecina le interrogó la sombra de -Don Roque Cepeda:</p> - -<p>—¿Siempre con las Evasiones Célebres?</p> - -<p>—Hay que estudiar los clásicos.</p> - -<p>—¡Mucho le intriga esa lectura! ¿Sueña usted con evadirse?</p> - -<p>—Pues quién sabe.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_243">p. 243</span>—¡Ya estaría bueno, -podérsela jugar al Coronelito Pata de Palo!</p> - -<p>Cerró el libro con un suspiro el que leía:</p> - -<p>—No hay que pensarlo. Posiblemente a usted y a mí nos fusilan esta -tarde.</p> - -<p>Denegó con ardiente convicción Don Roque:</p> - -<p>—A usted, no sé... Pero yo estoy seguro de ver el triunfo de la -Revolución. Acaso más tarde me cueste la vida. Acaso. Se cumple siempre -el Destino.</p> - -<p>—Indudablemente. ¿Pero usted conoce su Destino?</p> - -<p>—Mi fin no está en Santa Mónica. Tengo encima el medio siglo, aún no -hice nada, he sido un soñador y forzosamente debo regenerarme actuando -en la vida del pueblo, y moriré después de haberle regenerado.</p> - -<p>Hablaba con esa luz fervorosa de los agonizantes, confortados por la -fe de una vida futura, cuando reciben la Eucaristía. Su cabeza tostada -de santo campesino erguíase sobre la almohada como en una resurrección, -y todo el bulto de su figura exprimíase bajo el sabanil como bajo un -sudario. El otro prisionero le miró con amistosa expresión de burla y -duda:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_244">p. 244</span>—¡Quisiera tener su -fe, Don Roque! Pero me temo que nos fusilen juntos en Foso-Palmitos.</p> - -<p>—Mi destino es otro. Y usted déjese de cavilaciones lúgubres y siga -soñando con evadirse.</p> - -<p>—Somos muy opuestos. Usted, pasivamente, espera que una fuerza -desconocida le abra las rejas. Yo hago planes para fugarme y trabajo en -ello sin echar de la imaginación el presentimiento de mi fin próximo. A -lo más hondo esta idea me trabaja, y solamente, por no capitular, sigo -el acecho de una ocasión que no espero.</p> - -<p>—El Destino se vence si para combatirle sabemos reunir nuestras -fuerzas espirituales. En nosotros existen fuerzas latentes, -potencialidades que desconocemos. Para el estado de conciencia en que -usted se halla, yo le recomendaría otra lectura más espiritual que esas -Evasiones Célebres. Voy a procurarle El Sendero Teosófico: Le abrirá -horizontes desconocidos.</p> - -<p>—Recién le platicaba que somos muy opuestos. Las complejidades -de sus autores me dejan frío. Será que no tengo espíritu<span -class="pagenum" id="Page_245">p. 245</span> religioso. Eso debe ser. -Para mí todo acaba en Foso-Palmitos.</p> - -<p>—Pues reconociéndose tan carente de espíritu religioso, usted será -siempre un revolucionario muy mediocre. Hay que considerar la vida como -una simiente sagrada que se nos da para que la hagamos fructificar en -beneficio de todos los hombres. El revolucionario es un vidente.</p> - -<p>—Hasta ahí llego.</p> - -<p>—¿Y de quién recibimos esta existencia que tiene un sentido -determinado? ¿Quién la sella con esa obligación? ¿Podemos impunemente -traicionarla? ¿Concibe usted que no haya una sanción?</p> - -<p>—¿Después de la muerte?</p> - -<p>—Después de la muerte.</p> - -<p>—Esas preguntas, yo me abstengo de resolverlas.</p> - -<p>—Acaso porque no se las formula con bastante ahínco.</p> - -<p>—Acaso.</p> - -<p>—¿Y el enigma, tampoco le anonada?</p> - -<p>—Procuro olvidarlo.</p> - -<p>—¿Y puede?</p> - -<p>—He podido.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_246">p. 246</span>—¿Y al presente?</p> - -<p>—La cárcel siempre es contagiosa... Y si continúa usted platicándome -como lo hace, acabará por hacerme rezar un Credo.</p> - -<p>—Si le enoja dejaré el tema.</p> - -<p>—Don Roque, sus enseñanzas no pueden serme sino muy gratas. Pero -entre flores tan doctas me ha puesto usted un rejón que aún me escuece. -¿Por qué juzga que mi actuación revolucionaria será siempre mediocre? -¿Qué relaciones establece usted entre la conciencia religiosa y los -ideales políticos?</p> - -<p>—¡Mi viejo, son la misma cosa!</p> - -<p>—¿La misma cosa? Podrá ser. Yo no lo veo.</p> - -<p>—Hágase usted más meditativo y comprenderá muchas verdades que solo -así le serán reveladas.</p> - -<p>—Cada persona es un mundo, y nosotros dos somos muy diversos. Don -Roque, usted vuela muy remontado, y yo camino por los suelos, pero -el calificativo que me ha puesto de mediocre revolucionario es una -ofuscación que usted padece. La religión es ajena a nuestras luchas -políticas.</p> - -<p>—A ninguno de nuestros actos puede ser ajena la intuición de -eternidad. Solamente los<span class="pagenum" id="Page_247">p. -247</span> hombres que alumbran todos sus pasos con esa antorcha logran -el culto de la Historia. La intuición de eternidad trascendida es la -conciencia religiosa: Y en nuestro ideario, la piedra angular, la -redención del indio, es un sentimiento fundamentalmente cristiano.</p> - -<p>—Libertad, Igualdad, Fraternidad, me parece que fueron los tópicos -de la Revolución Francesa. Don Roque, somos muy buenos amigos, pero -sin poder entendernos. ¿No predicó el ateísmo la Revolución Francesa? -Marat, Danton, Robespierre...</p> - -<p>—Espíritus profundamente religiosos, aun cuando lo ignorasen algunas -veces.</p> - -<p>—¡Santa ignorancia! Don Roque, concédame usted esa categoría para -sacarme el rejón que me ha puesto.</p> - -<p>—No me guarde rencor, se la concedo.</p> - -<p>Se dieron la mano, y par a par en las hamacas, quedaron un buen -espacio silenciosos. En el fondo de la cuadra, entre un grupo de -prisioneros, seguía perorando el Doctor Sánchez Ocaña. El gárrulo fluir -de tropos y metáforas resaltaba su frío amaneramiento en el ambiente -pesado de sudor, aguardiente y tabaco del calabozo número tres.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_248">p. 248</span>III</h4> - -<p>Don Roque Cepeda convocaba en torno de su hamaca un grupo atento a -las lecciones de ilusionada esperanza que vertía con apagado murmullo -y clara sonrisa seráfica. Don Roque era profundamente religioso, con -una religión forjada de intuiciones místicas y máximas indostánicas: -Vivía en un pasmo ardiente, y su peregrinación por los caminos del -mundo se le aparecía colmada de obligaciones arcanas, ineludibles como -las órbitas estelares: Adepto de las doctrinas teosóficas, buscaba -en la íntima hondura de su conciencia un enlace con la conciencia -del Universo: La responsabilidad eterna de las acciones humanas le -asombraba con el vasto soplo de un aliento divino. Para Don Roque los -hombres eran ángeles desterrados: Reos de un crimen celeste indultaban -su culpa teologal por los caminos del tiempo, que son los caminos del -mundo. Las humanas vidas con todos sus pasos, con todas sus horas, -promovían resonancias eternas que sellaba la muerte con un círculo -de infinitas responsabilidades. Las almas,<span class="pagenum" -id="Page_249">p. 249</span> al despojarse de la envoltura terrenal, -actuaban su pasado mundano en límpida y hermética visión de conciencias -puras. Y este círculo de eterna contemplación —gozoso o doloroso— -era el fin inmóvil de los destinos humanos, y la redención del ángel -en destierro. La peregrinación por el limo de las formas, sellaba un -número sagrado. Cada vida, la más humilde, era creadora de un mundo, -y al pasar bajo el arco de la muerte, la conciencia cíclica de esta -creación se posesionaba del alma, y el alma, prisionera en su centro, -devenía contemplativa y extática. Don Roque era varón de muy varias y -desconcertantes lecturas, que por el sendero teosófico lindaban con -la cábala, el ocultismo y la filosofía alejandrina. Andaba sobre los -cincuenta años. Las cejas, muy negras, ponían un trazo de austera -energía bajo la frente ancha, pulida calva de santo románico. El cuerpo -mostraba la firme estructura del esqueleto, la fortaleza dramática -del olivo y de la vid. Su predicación revolucionaria tenía una luz de -sendero matinal y sagrado.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch5-3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_251">p. 251</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3> - <p class="subh3 g2">CARCELERAS</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Bajo la luz de una reja, hacían corro jugando a los naipes hasta -ocho o diez prisioneros. Chucho el Roto tiraba la carta: Era un bigardo -famoso por muchos robos cuatreros, plagios de ricos hacendados, asaltos -de diligencias, crímenes, desacatos, estropicios, majezas, amores y -celos sangrientos. Tiraba despacio: Tenía las manos enjutas, la mejilla -con la cicatriz de un tajo y una mella de tres dientes. En el juego de -albures, hacían rueda presos de muy distinta condición: Apuntaban en -el mismo naipe charros y doctores, guerrilleros y rondines. Nachito -Veguillas estaba presente: Aún no jugaba, pero ponía el ojo en la -pinta y con una mano en el bolso se tanteaba la plata. Vino una sota y -comentó, arrobándose:</p> - -<p>—¡No falla ninguna!</p> - -<p>Volviose y tributó una sonrisa al caviloso jugador vecino, que -permaneció indiferente: Era un espectro vestido con fláccido saco de -dril que le colgaba como de una escarpia. Nachito<span class="pagenum" -id="Page_252">p. 252</span> recaló su atención a la baraja: Con súbito -impulso sacó la mano con un puñado de soles, y los echó sobre la -pulgona frazada que en las cárceles hace las veces del tapete verde:</p> - -<p>—Van diez soles en el pendejo monarca.</p> - -<p>Advirtió el Roto:</p> - -<p>—Ha doblado.</p> - -<p>—Mata la pinta.</p> - -<p>—¡Va!</p> - -<p>El Roto corrió la puerta y vino de patas el rey de bastos. Nachito, -ilusionado con la ganancia cobró y de lleno metiose en los albures. -Por veces se levantaba un borrascón de voces, disputando algún lance. -Nachito tenía siempre el santo de cara, y viéndole ganar el caviloso -espectro hepático le pagó la remota sonrisa dirigiéndole un gesto -fláccido de mala fortuna. Nachito, con una mirada, le entregó su -atribulado corazón:</p> - -<p>—En nuestra lamentosa situación, ganar o perder no hace diferencia. -Foso-Palmitos a todos iguala.</p> - -<p>El otro denegó con su gesto fláccido y amarillo de vejiga -desinflándose:</p> - -<p>—Mientras hay vida, la plata es un factor<span class="pagenum" -id="Page_253">p. 253</span> muy importante. ¡Hay que considerarlo -así!</p> - -<p>Nachito suspiró:</p> - -<p>—¿A un reo de muerte qué consuelo puede darle la plata?</p> - -<p>—Cuando menos, este del juego para poder olvidarse... La plata, -hasta el último momento, es un factor indispensable.</p> - -<p>—¿Su sentencia también es de muerte, hermano?</p> - -<p>—¡Pues y quién sabe!</p> - -<p>—¿No se fusila a todos por igual?</p> - -<p>—¡Pues y quién sabe!</p> - -<p>—Me abre usted un rayo de luz. Voy a meter cincuenta soles en el -entrés.</p> - -<p>Nachito ganó la puesta, y el otro arrugó la cara con su gesto -fláccido:</p> - -<p>—¿Y le sopla siempre la misma racha?</p> - -<p>—No me quejo.</p> - -<p>—¿Quiere que hagamos una fragata de cinco soles? Usted la gobierna -como le plazca.</p> - -<p>—Cinco golpes.</p> - -<p>—Como le plazca.</p> - -<p>—Vamos en la sota.</p> - -<p>—¿Le gusta esa carta?</p> - -<p>—Es el juego.</p> - -<p>—Quebrará.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_254">p. 254</span>—Pues en ella vamos.</p> - -<p>El Roto tiraba lentamente, y corrida la pinta para que todos la -viesen, quedábase un momento con la mano en alto. Vino la sota. Nachito -cobró, y repartida en las dos manos la columna de soles, cuchicheó con -el amarillo compadre:</p> - -<p>—¿Qué le decía?</p> - -<p>—¡Parece que las ve!</p> - -<p>—Ahora nos toca en el siete.</p> - -<p>—¿Pues qué juego lleva?</p> - -<p>—Gusto y contragusto. Antes jugué la que me gustaba y ahora -corresponde el siete, que no me incita ni me dice nada.</p> - -<p>—Gusto y contra gusto llama usted a ese juego. ¡Lo desconocía!</p> - -<p>—Mero, mero, acabo de descubrirlo.</p> - -<p>—Ahora perdemos.</p> - -<p>—Mire el siete en puerta.</p> - -<p>—¡En los días de mi vida he visto suerte tan continuada!</p> - -<p>—Vamos al tercer golpe en el caballo.</p> - -<p>—¿Le gusta?</p> - -<p>—Le estoy agradecido. ¡Ya hemos ganado!</p> - -<p>—Debemos repartir.</p> - -<p>—Vamos a darle los cinco golpes.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_255">p. 255</span>—Perdemos.</p> - -<p>—O ganamos. La carta del gusto es el cinco, nos corresponde la del -contragusto.</p> - -<p>—¡Juego chocante! Reserve la mitad, amigo.</p> - -<p>—No reservo nada. Ochenta soles lleva el tres.</p> - -<p>—No sale.</p> - -<p>—Alguna vez debe quebrar.</p> - -<p>—Retírese.</p> - -<p>Chucho el Roto, con un ojo en el naipe, medía la diferencia entre -las dos cartas del albur. Silbó despectivo:</p> - -<p>—Psss... Van igualadas.</p> - -<p>Posando la baraja sobre la manta, se enjugó la frente con un vistoso -pañuelo de seda. Percibiendo a los jugadores atentos, comenzó a tirar -con una mueca de sorna y la cara torcida bajo la cicatriz. Vino el tres -que jugaba Nachito. Palpitó a su lado el espectro:</p> - -<p>—¡Hemos ganado!</p> - -<p>Reclamó Nachito batiendo con los nudillos en la manta:</p> - -<p>—Ciento sesenta soles.</p> - -<p>Chucho el Roto, al pagarle le clavó los ojos, con mofa procaz:</p> - -<p>—Otro menos pendejo, con esa suerte, había<span class="pagenum" -id="Page_256">p. 256</span> desbancado. ¡Ni que un ángel se las soplase -a la oreja!</p> - -<p>Nachito, con gesto de bonachón asentimiento, apilaba el dinero y -hacía sus gracias.</p> - -<p>—¡Cua! ¡Cua!</p> - -<p>Y murmuraba desabrido un titulado Capitán Viguri:</p> - -<p>—¡Siempre la Virgen se le aparece a los pastores!</p> - -<p>Y Nachito, al mismo tiempo tenía en la oreja el soplo del hepático -espectro:</p> - -<p>—Debemos repartir.</p> - -<p>Denegó Nachito con un frunce triste en la boca:</p> - -<p>—Después del quinto golpe.</p> - -<p>—Es una imprudencia.</p> - -<p>—Si perdemos, por otro lado nos vendrá la compensación. ¿Quién sabe? -¡Hasta pudieran no fusilarnos! Si ganamos es que tenemos la contraria -en Foso-Palmitos.</p> - -<p>—Déjese, amigo, de macanas y no tiente la suerte.</p> - -<p>—Vamos con la sota.</p> - -<p>—Es una carta fregada.</p> - -<p>—Pues moriremos en ella. Amigo tallador, ciento sesenta soles en la -sota.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_257">p. 257</span>Respondió el -Roto:</p> - -<p>—¡Van!</p> - -<p>Se almibaró Nachito:</p> - -<p>—Muchas gracias.</p> - -<p>Y repuso el tahúr, con su mueca leperona:</p> - -<p>—¡Son las que me cuelgan!</p> - -<p>Volvió la baraja, y apareció la sota en puerta, con lo cual moviose -un murmullo entre los jugadores. Nachito estaba pálido y le temblaban -las manos:</p> - -<p>—Hubiera querido perder esta carta. ¡Ay, amigo, nos tiran la -contraria en Foso-Palmitos!</p> - -<p>Alentó el espectro con expresión mortecina:</p> - -<p>—Por ahora vamos cobrando.</p> - -<p>—Son ciento veintisiete soles por barba.</p> - -<p>—¡La puerta nos ha chingado!</p> - -<p>—Más debió chingarnos. En una situación tan lamentosa, es de muy mal -augurio ganar en el juego.</p> - -<p>—Pues déjele la plata al Roto.</p> - -<p>—No es precisamente la contraria.</p> - -<p>—¿Va usted a seguir jugando?</p> - -<p>—Hasta perder. Solo así podre tranquilizar mi ánimo.</p> - -<p>—Pues yo voy a tomar el aire. Muchas gracias<span class="pagenum" -id="Page_258">p. 258</span> por su ayuda y reconózcame como un -servidor: Bernardino Arias.</p> - -<p>Se alejó. Nachito, con las manos trémulas, apilaba la plata. Le -llenaba de terror angustioso el absurdo de aquel providencialismo -maléfico, que dándole tan obstinada ventura en el juego, le tenía -decretada la muerte. Sentíase bajo el poder de fuerzas invisibles, las -advertía en torno suyo, hostiles y burlonas. Cogió un puñado de dinero -y lo puso a la primera carta que salió. Deseaba ganar y perder. Cerró -los ojos para abrirlos en el mismo instante. Chucho el Roto volvía la -baraja, enseñaba la puerta, corría la pinta. Nachito se afligió. Ganaba -otra vez. Se disculpó con una sonrisa, sintiendo la mirada aviesa del -bandolero tahúr:</p> - -<p>—¡Posiblemente esta tarde voy a ser ultimado!</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Al otro rumbo del calabozo, algunos prisioneros escuchaban el -relato fluido de eses y eles, que hacía un soldado tuerto: Hablaba -monótonamente, sentado sobre los calcañares, y contaba la derrota de -las tropas revolucionarias<span class="pagenum" id="Page_259">p. -259</span> en Curopaitito. Echados sobre el suelo, atendían hasta cinco -presos:</p> - -<p>—Pues de aquella, yo aún andaba incorporado a la partida de Doroteo -Rojas. Un servicio perro, sin soltar el fusil, siempre mojados. Y el -día más negro fue el siete de julio: Íbamos atravesando un pantano, -cuando empezó la balasera de los federales: No los habíamos visto -porque tiraban al resguardo de los huisaches que hay a una mano y otra, -y no más salimos de aquel pantano por la Gracia Bendita. Dende que -salimos, les contestamos con fuego muy duro, y nos tiroteamos un chico -rato, y otra vez, jala y jala y jala, por aquellos llanos que no se les -miraba fin... Y un solazo que hacía arder las arenas, y ahí vamos jala -y jala y jala y jala. Escapábamos a paso de coyote, embarrándonos en -la tierra, y los federales se nos venían detrás. Y no más zumbaban las -balas. Y nosotros jala y jala y jala.</p> - -<p>La voz del indio, fluida de eses y eles, se inmovilizaba sobre una -sola nota. El Doctor Atle, famoso orador de la secta revolucionaria -encarcelado desde hacía muchos meses, un hombre joven, la frente -pálida, la cabellera<span class="pagenum" id="Page_260">p. 260</span> -romántica, incorporado en su hamaca, guardaba extraordinaria atención -al relato. De tiempo en tiempo, escribía alguna cosa en un cuaderno, y -tornaba a escuchar. El indio se adormecía en su monótono sonsonete:</p> - -<p>—Y jala y jala y jala. Todo el día caminamos al trote, hasta que -al meterse el sol divisamos un ranchito quemado, y corrimos para -agazaparnos. Pero no pudo ser. También nos echaron, y fuimos más -adelante y nos agarramos al hocico de una noria. Y ahí está otra vez -la balasera, pero fuerte y tupida como granizo. Y aquí caía una bala y -allá caía otra, y empezó a hervir la tierra. Los federales tenían ganas -de acabarnos, y nos baleaban muy fuerte, y al poco rato no más se oía -el esquitero, y el esquitero y el esquitero, como cuando mi vieja me -tostaba el maíz. El compañero que estaba junto a mí, no más se hacía -para un lado y para otro: Motivado que le dije: No las atorees, manís, -porque es peor. Hasta que le dieron un diablazo en la maceta, y allí -se quedó mirando a las estrellas. Y fuimos al amanecer al pie de una -sierra, donde no había ni agua ni maíz, ni cosa ninguna que comer.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_261">p. 261</span>Calló el indio. -Los presos que formaban el grupo seguían fumando sin hacer ningún -comentario al relato, parecía que no hubiesen escuchado. El Doctor -Atle repasaba el cuaderno de sus notas, y con el lápiz sobre el labio -interrogó al soldado:</p> - -<p>—¿Cómo te llamas?</p> - -<p>—Indalecio.</p> - -<p>—¿El apellido?</p> - -<p>—Santana.</p> - -<p>—¿De qué parte eres?</p> - -<p>—Nací en la Hacienda de Chamulpo. Allí nací, pero todavía chamaco, -me trasladaron con una reata de peones a los Llanos de Zamalpoa. Cuando -estalló la bola revolucionaria, desertamos todos los peones de las -minas de un judas gachupín, y nos fuimos con Doroteo.</p> - -<p>El Doctor Atle, aún trazó algunas líneas en su cuaderno, y luego -recostose en la hamaca con los ojos cerrados y el lápiz sobre la boca, -que sellaba un gesto amargo.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_262">p. 262</span>III</h4> - -<p>Conforme adelantaba el día, los rayos del sol, metiéndose por -las altas rejas, sesgaban y triangulaban la cuadra del calabozo. -En aquellas horas, el vaho de tabaco y catinga era de una crasitud -pegajosa. Los más de los presos adormecían en sus hamacas, y al -rebullirse alzaban una nube de moscas, que volvía a posarse apenas -el bulto quedaba inerte. En corros silenciosos otros prisioneros se -repartían por los rumbos del calabozo, buscando los triángulos sin -sol. Eran raras las pláticas, tenues, con un matiz de conformidad -para las adversidades de la fortuna: Las almas presentían el fin de -su peregrinación mundana, y este torturado pensamiento de todas las -horas revestíalas de estoica serenidad. Las raras pláticas tenían un -dejo de olvidada sonrisa, luz humorística de candiles que se apagan -faltos de aceite. El pensamiento de la muerte había puesto en aquellos -ojos, vueltos al mundo sobre el recuerdo de sus vidas pasadas, una -visión indulgente y melancólica. La igualdad en el destino determinaba -un<span class="pagenum" id="Page_263">p. 263</span> igual acento en la -diversidad de rostros y expresiones. Sentíanse alejados en una orilla -remota, y la luz triangulada del calabozo realzaba en un módulo moderno -y cubista la actitud macilenta de las figuras.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch6"> - <p><span class="pagenum" id="Page_265">p. 265</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/i_0267.jpg" - style="width: 18em; height: auto;" - alt="Portadilla"/> - </div> - <h2 class="nobreak g3 ws2">SEXTA PARTE</h2> - <p class="subh2">ALFAJORES Y VENENOS</p> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch6-1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_267">p. 267</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3> - <p class="subh3">LECCIÓN DE LOYOLA</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>El indio triste que divierte sus penas corriendo gallos, susurra por -bochinches y conventillos justicias, crueldades, poderes mágicos de -Niño Santos. El Dragón del Señor San Miguelito le descubría el misterio -de las conjuras, le adoctrinaba. ¡Eran compadres! ¡Tenían pacto! -¡Generalito Banderas se proclamaba inmune para las balas por una firma -de Satanás! Ante aquel poder tenebroso, invisible y en vela, la plebe -cobriza revivía un terror teológico, una fatalidad religiosa poblada de -espantos.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>En San Martín de los Mostenses era el relevo de guardias, y el -fámulo barbero enjabonaba la cara del Tirano. El Mayor del Valle, -cuadrado militarmente, inmovilizábase en la puerta de la recámara. El -Tirano, vuelto de<span class="pagenum" id="Page_268">p. 268</span> -espaldas, había oído el parte sin sorpresa, aparentando hallarse -noticioso:</p> - -<p>—Nuestro Licenciadito Veguillas es un alma cándida. ¡Está bueno el -fregado! Mayor del Valle, merece usted una condecoración.</p> - -<p>Era de mal agüero aquella sorna insidiosa. El Mayor presentía el -enconado rumiar de la boca: Instintivamente cambió una mirada con -los ayudantes, retirados en el fondo, dos lagartijos con brillantes -uniformes, cordones y plumeros. La estancia era una celda grande y -fresca, solada de un rojo polvoriento, con nidos de palomas en la -viguería. Tirano Banderas se volvió con la máscara enjabonada. El -Mayor permanecía en la puerta, cuadrado, con la mano en la sien: Había -querido animarse con cuatro copas para rendir el parte, y sentía -una irrealidad angustiosa: Las figuras, cargadas de enajenamiento, -indecisas, tenían una sensación embotada de irrealidad soñolienta. El -Tirano le miró en silencio, remejiendo la boca: Luego, con un gesto, -indicó al fámulo que continuase haciéndole la rasura. Don Cruz, el -fámulo, era un negro de alambre, amacacado y vejete, con el crespo -vellón griseante: Nacido en la esclavitud, tenía<span class="pagenum" -id="Page_269">p. 269</span> la mirada húmeda y deprimida de los perros -castigados. Con quiebros tilingos se movía en torno del Tirano:</p> - -<p>—¿Cómo están las navajas, mi jefecito?</p> - -<p>—Para hacerle la barba a un muerto.</p> - -<p>—¡Pues son las inglesas!</p> - -<p>—Don Cruz, eso quiere decir que no están cumplidamente vaciadas.</p> - -<p>—Mi jefecito, el solazo de estas campañas le ha puesto la piel muy -delicada.</p> - -<p>El Mayor se inmovilizaba en el saludo militar. Niño Santos, mirando -de refilón el espejillo que tenía delante, veía proyectarse la puerta y -una parte de la estancia con perspectiva desconcertada:</p> - -<p>—Me aflige que se haya puesto fuera de ley el Coronel de la Gándara. -¡Siento de veras la pérdida del amigo, pues se arruina por su genio -atropellado! Me hubiera sido grato indultarle y la ha fregado nuestro -Licenciadito. Es un sentimental, que no puede ver lástimas, merecedor -de otra condecoración, una cruz pensionada. Mayor del Valle, pase -usted orden de comparecencia para interrogar a esa alma cándida. ¿Y el -chamaco estudiante por qué motivación ha sido preso?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_270">p. 270</span>El Mayor del Valle, -cuadrado en el umbral, procuró esclarecerlo:</p> - -<p>—Presenta malos informes, y le complica la ventana abierta.</p> - -<p>La voz tenía una modulación maquinal, desviada del instante, una -tónica opaca. Tirano Banderas remejía la boca:</p> - -<p>—Muy buena observación, visto que usted más tarde había de arrugarse -frente al tejado. ¿De que familia es el chamaco?</p> - -<p>—Hijo del difunto Doctor Rosales.</p> - -<p>—¿Y está suficientemente dilucidada su simpatía con el utopismo -revolucionario? Convendría pedir un informe al Negociado de Policía. -Cumplimente usted esa diligencia, Mayor del Valle. Teniente Morcillo, -usted encárguese de tramitar las órdenes oportunas para la pronta -captura del Coronel Domiciano de la Gándara. El Comandante de la Plaza -que disponga la urgente salida de fuerzas con el objetivo de batir toda -la zona. Hay que operar diligente. Al Coronelito, si hoy no lo cazamos, -mañana lo tenemos en el campo insurrecto. Teniente Valdivia, entérese -si hay mucha caravana para audiencia.</p> - -<p>Terminada la rasura de la barba, el fámulo<span class="pagenum" -id="Page_271">p. 271</span> tilingo le ayudaba a revestirse el -levitón de clérigo. Los ayudantes, con ritmo de autómatas alemanes, -habían girado, marcando la media vuelta, y salían por lados opuestos, -recogiéndose los sables, sonoras las espuelas:</p> - -<p>—¡Chac! ¡Chac!</p> - -<p>El Tirano, con el sol en la calavera, fisgaba por los vidrios de la -ventana. Sonaban las cornetas, y en la campa barcina, ante la puerta -del convento, una escolta de dragones revolvía los caballos en torno -del arqueológico landó, con atalaje de mulas, que usaba para las -visitas de ceremonia Niño Santos.</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>Con su paso menudo de rata fisgona, asolapándose el levitón de -clérigo, salió al locutorio de audiencias Tirano Banderas:</p> - -<p>—¡Salutem plurimam!</p> - -<p>Doña Rosita Pintado, caído el rebozo, con dramática escuela, se -arrojó a las plantas del Tirano:</p> - -<p>—¡Generalito, no es justicia lo que se hace con mi chamaco!</p> - -<p>Avinagró el gesto la momia indiana:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_272">p. 272</span>—Alce Doña Rosita, -no es un tablado de comedia la audiencia del Primer Magistrado de la -Nación. Exponga su pleito con comedimiento. ¿Qué le sucede al hijo del -lamentado Doctor Rosales? ¡Aquel conspicuo patricio hoy nos sería un -auxiliar muy valioso para el sostenimiento del orden! ¡Doña Rosita, -exponga su pleito!</p> - -<p>—¡Generalito, esta mañana se me llevaron preso al chamaco!</p> - -<p>—Doña Rosita, explíqueme las circunstancias de ese arresto.</p> - -<p>—El Mayor del Valle venía sobre los pasos de un fugado.</p> - -<p>—¿Usted le había dado acogimiento?</p> - -<p>—¡Ni lo menos! Por lo que entendí, era su compadre Domiciano.</p> - -<p>—¡Mi compadre Domiciano! ¿Doña Rosita, no querrá decir el Coronel -Domiciano de la Gándara?</p> - -<p>—¡Me tiraniza pidiéndome tan justa gramática!</p> - -<p>—El Primer Magistrado de un pueblo no tiene compadres, Doña Rosita. -¿Y cómo en horas tan intempestivas la visita del Coronel de la -Gándara?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_273">p. 273</span>—¡Un centellón, -no más, mi Generalito! Entró de la calle y salió por la ventana sin -explicarse.</p> - -<p>—¿Y a qué obedece haber elegido la casa de usted, Doña Rosita?</p> - -<p>—Mi Generalito, ¿y a qué obedece el sino que rige la vida?</p> - -<p>—Acorde con esa doctrina, espere el sino del chamaco, que nada podrá -sucederle fuera de esa ley natural. Mi Señora Doña Rosita, me deja muy -obligado. Me ha sido de una especial complacencia volver a verla y -memorizar tiempos antiguos, cuando la festejaba el lamentado Laurencio -Rosales. ¡Veo siempre en usted aquella cabalgadora del Ranchito de -Talapachi! Váyase muy consolada, que contra el sino de cada cual no -hay poder suficiente para modificarlo, en lo limitado de nuestras -voluntades.</p> - -<p>—¡Generalito, no me hablés encubierto!</p> - -<p>—Fíjese no más: El Coronel de la Gándara, hurtándose a la ley por -una ventana, tramita todas las incidencias de este pleito, y en modo -alguno podemos ya sustraernos a la actuación que nos deja pendiente. -Mi Señora Doña Rosita, convengamos que nuestra condición<span -class="pagenum" id="Page_274">p. 274</span> en el mundo es la de niños -rebeldes que caminasen con las manos atadas bajo el rebencazo de los -acontecimientos. ¿Por qué eligió la casa de usted el Coronel Domiciano -de la Gándara? Doña Rosita, excúseme que no pueda dilatar la audiencia, -pero lleve mis seguridades de que se proveerá en justicia. ¡Y en -últimas resultas, siempre será el sino de las criaturas quien sentencie -el pleito! ¡Nos vemos!</p> - -<p>Se apartó hecho un rígido espeto, y con austera seña de la mano -llamó al ayudante cuadrado en la puerta:</p> - -<p>—Se dan por finalizadas las audiencias. Vamos a Santa Mónica.</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>La llama del sol encendía con destellos el arduo tenderete de -azoteas, encastillado sobre la curva del Puerto. El vasto mar -ecuatorial, caliginoso de tormentas y calmas, se inmovilizaba en -llanuras de luz, desde los muelles al confín remoto. Los muros de -reductos y hornabaques destacaban su ruda geometría castrense, como -buldogs trascendidos<span class="pagenum" id="Page_275">p. 275</span> -a expresión matemática. Una charanga, brillante y ramplona, divertía -al vulgo municipal en el kiosco de la Plaza de Armas. En la muda -desolación del cielo, abismado en el martirio de la luz, era como una -injuria la metálica estridencia. La pelazón de indios ensabanados, -arrendándose a las aceras y porches, o encumbrada por escalerillas de -iglesias y conventos, saludaba con una genuflexión el paso del Tirano. -Tuvo un gesto humorístico la momia enlevitada:</p> - -<p>—¡Chac! ¡Chac! ¡Tan humildes en la apariencia, y son ingobernables! -No está mal el razonamiento de los científicos, cuando nos dicen -que la originaria organización comunal del indígena se ha visto -fregada por el individualismo español, raíz de nuestro caudillaje. -El caudillaje criollo, la indiferencia del indígena, la crápula del -mestizo y la teocracia colonial son los tópicos con que nos denigran el -industrialismo yanqui y las monas de la diplomacia europea. Su negocio -está en hacerle la capa a los bucaneros de la revolución, para arruinar -nuestros valores y alzarse concesionarios de minas, ferrocarriles y -aduanas... ¡Vamos a pelearles el gallo sacando de<span class="pagenum" -id="Page_276">p. 276</span> la prisión con todos los honores al futuro -Presidente de la República!</p> - -<p>El Generalito rasgaba la boca con falsos teclados. Asentían con -militar tiesura los ayudantes. La escolta dragona, imperativa de -brillos y sones marciales, rodeaba el landó. Apartábanse las plebes al -temor de ser atropelladas, y repentinos espacios desiertos silenciaban -la calle. En el borde de la acera, el indio de sabanil y chupalla, -greñudo y genuflexo, saludaba con religiosas cruces. Se entusiasmaban -con vítores y palmas los billaristas asomados a la balconada del Casino -Español. La momia enlevitada respondía con cuáquera dignidad, alzándose -la chistera, y con el saludo militar los ayudantes.</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>El Fuerte de Santa Mónica descollaba el dramón de su arquitectura en -el luminoso ribazo marino. Formaba el retén en la poterna. El Tirano no -movió una sola arruga de su máscara indiana para responder al saludo -del Coronel Irineo Castañón —Pata de Palo—.<span class="pagenum" -id="Page_277">p. 277</span> Inmovilizábase en un gesto de duras -aristas, como los ídolos tallados en obsidiana:</p> - -<p>—¿Qué calabozo ocupa Don Roque Cepeda?</p> - -<p>—El número 3.</p> - -<p>—¿Han sido tratados con toda la consideración que merecen tan -ilustre patricio y sus compañeros? El antagonismo político dentro de la -vigencia legal, merece todos los respetos del Poder Público. El rigor -de las leyes ha de ser aplicado a los insurgentes en armas. Aténgase a -estas instrucciones en lo sucesivo, vamos a vernos con el candidato de -las oposiciones para la Presidencia de la República. Coronel Castañón, -rompa marcha.</p> - -<p>El Coronel giró con la mano en la visera, y su remo de palo, con -tieso destaque, trazó la media vuelta en el aire: Puesto en marcha, al -tilingo de las llaves en pretina advirtió con marciales escandidos:</p> - -<p>—Don Trinidad, vos nos precedés.</p> - -<p>Corrió Don Trino con morisquetas quebradas por los juanetes. -Rechinaron cerrojos y gonces. Abierta la ferrona cancela, renovó el -trote con sones y compases del pretino llavero: Bailarín de alambre, -relamía gambetas<span class="pagenum" id="Page_278">p. 278</span> -sobre el lujo chafado de los charoles. El Coronel Irineo Castañón, al -frente de la comitiva, marcaba el paso. ¡Tac! ¡Tac! Por bovedizos y -galerías, apostillaba un eco el ritmo cojitranco de la pata de palo: -¡Tac! ¡Tac! El Tirano, raposo y clerical, arrugaba la boca entre sus -ayudantes lagartijeros. Echó los bofes el Coronel Alcaide:</p> - -<p>—¡Calabozo número 3!</p> - -<p>Tirano Banderas, en el umbral, saludó, quitándose el sombrero, -tendidos los ojos para descubrir a Don Roque. Todo aquel mundo -carcelario estaba vuelto a la puerta, inmovilizado en muda zozobra. El -Tirano acostumbrada la vista a la media luz del calabozo, penetró por -la doble hilera de hamacas. Extremando su rancia ceremonia, señalaba un -deferente saludo al corro centrado por Don Roque Cepeda:</p> - -<p>—Mi Señor Don Roque, recién me entero de su detención en el fuerte. -¡Lo he deplorado! Hágame el honor de considerarme ajeno a esa molestia. -Santos Banderas guarda todos los miramientos a un repúblico tan -ameritado, y nuestras diferencias ideológicas no son tan irreductibles -como usted parece presuponerlo,<span class="pagenum" id="Page_279">p. -279</span> mi Señor Don Roque. En todas las circunstancias usted -representa para mí en el campo político al adversario que, consciente -de sus deberes ciudadanos, acude a los comicios y riñe la batalla sin -salirse fuera de la Carta Constitucional. Notoriamente he procedido -con el mayor rigor en las sumarias instruidas a los aventureros que -toman las armas y se colocan fuera de las leyes. Para esos caudillos -que no vacilan en provocar una intervención extranjera, seré siempre -inexorable, pero esta actuación no excluye mi respeto y hasta mi -complacencia para los que me presentan batalla amparados en el derecho -que les confieren las leyes. Don Roque, en ese terreno deseo verle a -usted, y comienzo por decirle que reconozco plenamente su patriotismo, -que me congratula la generosa intención de su propaganda por tonificar -de estímulos ciudadanos a la raza indígena. Sobre este tópico aún hemos -de conversar, pero horita solo quiero expresarle mis excusas ante el -lamentado error policial, originándose que la ergástula del vicio y de -la corrupción se vea enaltecida por el varón justo de que nos habla el -latino Horacio.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_280">p. 280</span>Don Roque Cepeda, -en la rueda taciturna de sus amigos incrédulos, se iluminaba con una -sonrisa de santo campesino, tenía un suave reflejo en las bruñidas -arrugas:</p> - -<p>—Señor General, perdóneme la franqueza. Oyéndole me parece escuchar -a la Serpiente del Génesis.</p> - -<p>Era de tan ingenua honradez la expresión de los ojos y el reflejo -de la sonrisa en las arrugas, que excusaban como acentos benévolos la -censura de las cláusulas. Tirano Banderas inmovilizaba las aristas de -su verde mueca:</p> - -<p>—Mi Señor Don Roque, no esperaba de su parte esa fineza. De la mía -propositaba ofrecerle una leal amistad y estrechar, su mano, pero visto -que usted no me juzga sincero, me limito a reiterarle mis excusas.</p> - -<p>Saludó con la castora y, apostillado por los dos ayudantes, se -dirigió a la puerta.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_281">p. 281</span>VI</h4> - -<p>Entre la doble fila de hamacas saltó, llorón y grotesco, el -Licenciado Veguillas:</p> - -<p>—¡Cua! ¡Cua!</p> - -<p>La momia remejió la boca:</p> - -<p>—¡Macaneador!</p> - -<p>—¡Cua! ¡Cua!</p> - -<p>—No sea payaso.</p> - -<p>—¡Cua! ¡Cua!</p> - -<p>—Que no me divierte horita esa bufonada.</p> - -<p>—¡Cua! ¡Cua!</p> - -<p>—Tendré que apartarle con la punta de la bota.</p> - -<p>—¡Cua! ¡Cua!</p> - -<p>El Licenciadito, recogida la guayabera en el talle, terco, llorón, -saltaba en cuclillas, inflada la máscara, el ojo implorante:</p> - -<p>—¡Me sonroja verle! Sus delaciones no se redimen cantando la -rana.</p> - -<p>—Mi Generalito es un viceversa magnético.</p> - -<p>Tirano Banderas, con la punta de la bota, le hizo rodar por delante -del centinela, que, pegado al quicio de la puerta, presentaba el -arma:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_282">p. 282</span>—Voy a regalarle un -gorro de cascabeles.</p> - -<p>—¡Mi Generalito, para qué se molesta!</p> - -<p>—Se presentará con él a San Pedro. Ándele no más, le subo en -mi carruaje a los Mostenses. No quiero que se vaya al otro mundo -descontento de Santos Banderas. Me conversará durante el día, ya -que tan pronto dejaremos de comunicarnos. Posiblemente le alcanza -una sentencia de pena capital. ¿Licenciadito, por qué me ha sido -tan pendejo? ¿Quién le inspiró la divulgación de las resoluciones -presidenciales? ¿A qué móviles ha obedecido tan vituperable conducta? -¿Qué cómplices tiene? Hónreme montando en mi carruaje y tome luneta -a mi diestra. Todavía no ha recaído sentencia sobre su conducta y no -quiero prejuzgar su delincuencia.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch6-2"> - <p><span class="pagenum" id="Page_283">p. 283</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3> - <p class="subh3 g0">FLAQUEZAS HUMANAS</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Don Mariano Isabel Cristino Queralt y Roca de Togores, Ministro -plenipotenciario de Su Majestad Católica en Santa Fe de Tierra Firme, -Barón de Benicarlés y Caballero Maestrante, condecorado con más -lilailos que borrico cañí, era a las doce del día en la cama, con -gorra de encajes y camisón de seda rosa. Merlín, el gozque faldero, le -lamía el colorete y adobaba el mascarón esparciéndole el afeite con la -espátula linguaria. Tenía en el hocico el faldero arrumacos, melindres -y mimos de maricuela.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Sin anuncio del ayuda de cámara, entró, gambetero, Currito Mi-Alma. -El niño andaluz se detuvo en la puerta, marcó un redoble de las uñas -en el alón del cordobés, y con un papirote se lo puso terciado. En el -mismo compás levantaba el veguero al modo de caña<span class="pagenum" -id="Page_284">p. 284</span> sanluqueña, entonado, ceceante, con el -mejor estilo de la cátedra sevillana:</p> - -<p>—¡Gachó! ¿Te has pintado para la Semana de Pasión? Merlín te ha -puesto la propia jeta de un disciplinante.</p> - -<p>Su Excelencia se volvió, dando la espalda al niño marchoso:</p> - -<p>—¡Eres incorregible! Ayer, todo el día, sin dejarte ver el pelo.</p> - -<p>—Formula una reclamación diplomática. Horita salgo del estaribel, -que decimos los clásicos.</p> - -<p>—Deja la guasa, Curro. Estoy sumamente irritado.</p> - -<p>—La veri, Isabelita.</p> - -<p>—¡Eres incorregible! Habrás dado algún escándalo.</p> - -<p>—Ojerizas. He dormido en la delega, sobre un petate, y esto no es lo -más malo: La poli se ha hecho cargo de mi administración y de toda la -correspondencia.</p> - -<p>El Ministro de España se incorporó en las almohadas y al faldero, -suspendiéndole por las lanas del cuello, espatarró en la alfombra:</p> - -<p>—¿Qué dices?</p> - -<p>El Curro afligió la cara:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_285">p. 285</span>—¡Isabelita, un -sinapismo para puesto en el rabo!</p> - -<p>—¿Dónde tenías mis cartas?</p> - -<p>—En una valija con siete candados mecánicos.</p> - -<p>—¡Nos conocemos, Curro! Te vienes con ese infundio idiota para -sacarme dinero.</p> - -<p>—¡Que no es combina, Isabelita!</p> - -<p>—Curro, tú te pasas de sinvergüenza.</p> - -<p>—Isabelita, agradezco el requiebro, pero en esta corrida solo es -empresa el Licenciado López de Salamanca.</p> - -<p>—¡Currito, eres un canalla!</p> - -<p>—¡Que me coja un toro y me mate!</p> - -<p>—¡Esas cartas se queman! ¡Deben quemarse! ¡Es lo correcto!</p> - -<p>—Pero siempre se guardan.</p> - -<p>—¡Si anda en esto la mano del Presidente! ¡No quiero pensarlo! ¡Es -una situación muy difícil y muy complicada!</p> - -<p>—¿Me dirás que es la primera en que te ves?</p> - -<p>—¡No me exasperes! En las circunstancias actuales puede costarme la -pérdida de la carrera.</p> - -<p>—¡Acude al quite!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_286">p. 286</span>—Estoy distanciado -del Gobierno.</p> - -<p>—Pues te arrimas al morlaco y lo pasas de muleta. ¡Mi alma, que no -sabes tú hacer eso!</p> - -<p>El representante de Su Majestad Católica echó los pies fuera de la -cama, agarrándose la cabeza:</p> - -<p>—¡Si trasciende a los periódicos se me crea una situación imposible! -¡Cuando menos su silencio me cuesta un riñón y mitad del otro!</p> - -<p>—Dale changüí a Tirano Banderas.</p> - -<p>El Ministro de España se levantó apretando los puños:</p> - -<p>—¡No sé cómo no te araño!</p> - -<p>—Una duda muy meritoria.</p> - -<p>—¡Currito, eres un canalla! Todo esto son gaterías tuyas para -sacarme dinero, y me estás atormentando.</p> - -<p>—Isabelita, ¿ves estas cruces? Te hago juramento por lo más -sagrado.</p> - -<p>El Barón repitió, temoso:</p> - -<p>—¡Eres un canalla!</p> - -<p>—Deja esa alicantina. Te lo juro por el escapulario que mi madre, -pobrecita, me puso al salir de la adorada España.</p> - -<p>El Curro se había conmovido con un eco sentimental de copla -andaluza. Su Excelencia<span class="pagenum" id="Page_287">p. -287</span> apuntaba una llama irónica en el azulino horizonte de sus -ojos huevones:</p> - -<p>—Bueno, sírveme de azafata.</p> - -<p>—¡Sinvergonzona!</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>El Representante de Su Majestad Católica, perfumado y acicalado, -acudió al salón donde hacía espera Don Celes. Un pesimismo sensual -y decadente, con lemas y apostillas literarias, retocaba, como otro -afeite, el perfil sicológico del carcamal diplomático, que en los -posos de su conciencia sublimaba resabios de amor, con laureles -clásicos: Frecuentemente, en el trato social, traslucía sus aberrantes -gustos con el libre cinismo de un elegante en el Lacio: Tenía siempre -pronta una burla de amables epigramas, para los jóvenes colegas -incomprensivos, sin fantasía y sin humanidades: Insinuante, con -indiscreta confidencia, se decía sacerdote de Hebe y de Ganimedes. -Bajo esta apariencia de frívolo cinismo, prosperaban alarde y engaño, -porque nunca pudo sacrificar a Hebe. El Barón de Benicarlés mimaba -aquella postiza afición flirteando entre<span class="pagenum" -id="Page_288">p. 288</span> las damas, con un vacuo cotorreo susurrante -de risas, reticencias e intimidades. Para las madamas era encantador -aquel pesimismo de casaca diplomática, aquellos giros disertantes y -parabólicos de los guantes londinenses, rozados de frases ingeniosas -diluidas en una sonrisa de oros odontálgicos. Aquellas agudezas eran -motivo de gorjeos entre las jamonas otoñales: El Mundo podía ofrecer -un hospedaje más confortable, ya que nos tomamos el trabajo de nacer. -Sería conveniente que hubiese menos tontos, que no doliesen las muelas, -que los banqueros cancelasen sus créditos. La edad de morir debía ser -una para todos, como la quinta militar. Son reformas sin espera, y con -relación a las técnicas actuales, está anticuado el Gran Arquitecto. -Hay industriales yanquis y alemanes que promoverían grandes mejoras -en el orden del mundo si estuviesen en el Consejo de Administración. -El Ministro de Su Majestad Católica tenía fama de espiritual en el -corro de las madamas, que le tentaban en vano poniéndole los ojos -tiernos.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_289">p. 289</span>IV</h4> - -<p>—¡Querido Celes!</p> - -<p>Al penetrar en el salón, con sonrisa belfona recataba la congoja del -ánimo, estarcido de suspicacias: ¡Don Celes! ¡Las cartas! ¡La mueca del -Tirano! Un circunflejo del pensamiento sellaba la tríada con intuición -momentánea, y el carcamal rememoraba su epistolario amoroso, y la -dolorosa inquietud de otro disgusto lejano, en una Corte de Europa. El -Ilustre Gachupín era en el estrado, con el jipi y los guantes sobre la -repisa de la botarga: Bombón y badulaque, tendida la mano, en el salir -de la penumbra dorada se detuvo fulminado por el ladrido del faldero -que, arisco y mimoso, sacaba el agudo flautín entre las zancas de Su -Excelencia:</p> - -<p>—No quiere reconocerme por amigo.</p> - -<p>Don Celes, como en un pésame, estrechó largamente la mano del -carcamal, que le animó con gesto de benévola indiferencia:</p> - -<p>—¡Querido Celes, trae usted cara de grandes sucesos!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_290">p. 290</span>—Estoy, mi querido -amigo, verdaderamente atribulado.</p> - -<p>El Barón de Benicarlés le interrogó con una mueca de suripanta:</p> - -<p>—¿Qué ocurre?</p> - -<p>—Querido Mariano, me causa una gran mortificación dar este paso. -Créamelo usted. Pero las críticas circunstancias por que atraviesan las -finanzas del país me obligan a recoger numerario.</p> - -<p>El Ministro de Su Majestad Católica, falso y declamatorio, estrechó -las manos del ilustre gachupín:</p> - -<p>—Celes, es usted el hombre más bueno del mundo. Estoy viendo lo que -usted sufre al pedirme su plata. Hoy se me ha revelado su gran corazón. -¿Sabe usted las últimas noticias de España?</p> - -<p>—¿Pero hubo paquete?</p> - -<p>—Me refiero al cable.</p> - -<p>—¿Hay cambio político?</p> - -<p>—El Posibilismo en Palacio.</p> - -<p>—¿De veras? No me sorprende. Eran mis noticias, pero los sucesos han -debido anticiparse.</p> - -<p>—Celes, usted será Ministro de Hacienda.<span class="pagenum" -id="Page_291">p. 291</span> Acuérdese usted de este desterrado y venga -un abrazo.</p> - -<p>—¡Querido Mariano!</p> - -<p>—¡Qué digna coronación de su vida, Celestino!</p> - -<p>Falso y confidencial, hizo sentar en el sofá al orondo ricacho, y, -sacando la cadera, cotorrón, tomó asiento a su lado. La botarga del -gachupín se inflaba complacida. Emilio le llamaría por cable. ¡La Madre -Patria! Se sintió con una conciencia difusa de nuevas obligaciones, -una respetabilidad adiposa de personaje. Experimentaba la extraña -sensación de que su sombra creciese desmesuradamente, mientras el -cuerpo se achicaba. Enternecíase. Le sonaban eufónicamente escandidas -palabras —Sacerdocio, Ponencia, Parlamento, Holocausto—. Y adoptaba un -lema: ¡Todo por mi Patria! Aquella matrona entrada en carnes, corona, -rodela y estoque, le conmovía como dama de tablas que corta el verso -en la tramoya de candilejas, bambalinas y telones. Don Celes sentíase -revestido de sagradas ínfulas y desplegaba petulante la curva de su -destino con casaca bordada, como el pavo real la fábula de su cola. -Fatuas<span class="pagenum" id="Page_292">p. 292</span> imágenes y -suspicacias de negociante compendiaban sus larvados arabescos en fugas -colmadas de resonancias. El Ilustre Gachupín temía la mengua de sus -lucros, si trocaba la explotación de cholos y morenos por el servicio -de la Madre Patria: Se tocó el pecho y sacó la cartera:</p> - -<p>—Querido Mariano, real y verdaderamente, en las circunstancias por -que atraviesa este país, con la incertidumbre y poca fijeza de sus -finanzas, me representa un grave quebranto la radicación en España. -¡Usted me conoce, usted sabe todo lo que me violenta apremiarle, -usted, dándose cuenta de mi buena voluntad, no me creará una situación -embarazosa!...</p> - -<p>El Barón de Benicarlés, con apagada sonrisa, tiraba de las orejas a -Merlín:</p> - -<p>—¡Carísimo Celestino, pero si está usted haciendo mi rol! Sus -disculpas, todas sus palabras, las hago mías. No es a usted a quien -corresponde hablar así. ¡Carísimo Celestino, no me amenace usted con -la cartera, que me da más miedo que una pistola! Guárdesela para que -sigamos hablando. Tengo en venta una masía en Alicante. ¿Por qué no se -decide<span class="pagenum" id="Page_293">p. 293</span> usted y me la -compra? Sería un espléndido regalo para su amigo el elocuente tribuno. -Decídase usted, que se la doy barata.</p> - -<p>Don Celes Galindo entornaba los ojos, abierta una sonrisa de oráculo -entre las patillas de canela.</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>El Ilustre Gachupín extravagaba por los más encumbrados limbos -la voluta del pensamiento: Investido de conciencia histórica, -pomposo, apesadumbrado, discernía como un deshonor rojo y gualda el -epistolario del Ministro de Su Majestad Católica al Currito de Sevilla. -¡Aberraciones! Y subitánea, en un silo de sombra taciturna, atisbó la -mueca de Tirano Banderas. ¡Aberraciones! El verde mohín trituraba las -letras. Y Don Celes, con mentales votos de hijo predilecto, ofrecía -el sonrojo de su calva panzona en holocausto de la Madre Patria. El -impulso de imponerle un parche en las vergüenzas le inundó generoso, -calde, con el pulso entusiasta de la onda sanguínea en los brindis -y aniversarios nacionales.<span class="pagenum" id="Page_294">p. -294</span> La botarga del ricacho era una boya de ecos magnánimos. El -Barón, de media anqueta en el sofá, cristalizaba los ambiguos caramelos -de una sonrisa protocolaria. Don Celestino le tendió la mano condolido, -piadoso, tal como su lienzo en el Vía-Crucis la María Verónica:</p> - -<p>—Yo he vivido mucho. Cuando se ha vivido mucho, se adquiere cierta -filosofía para considerar las acciones humanas. Usted me comprende, -querido Mariano.</p> - -<p>—Todavía no.</p> - -<p>El Barón de Benicarlés limitaba el azul horizonte de los ojos -huevones, entornando los párpados. Don Celes cambió toda la cara en un -gran gesto abismado y confidencial:</p> - -<p>—Ayer la policía, en mi opinión propasándose, ha efectuado la -detención de un súbdito español, y practicado un registro en sus -petacas... Ya digo, en mi opinión, extralimitándose.</p> - -<p>El carcamal diplomático asintió con melindre displicente:</p> - -<p>—Acabo de enterarme. Me ha visitado con ese mismo duelo Currito -Mi-Alma.</p> - -<p>El Ministro de Su Majestad Católica sonreía,<span class="pagenum" -id="Page_295">p. 295</span> y sobre la crasa rasura, el colorete, -abriéndose en grietas, tenía un sarcasmo de careta chafada. Se -consternó Don Celes:</p> - -<p>—Mariano, es asunto muy grave. Precisa que, puestos de acuerdo, lo -silenciemos.</p> - -<p>—¡Carísimo Celestino, es usted una virgen inocente! Todo eso carece -de importancia.</p> - -<p>En la liviana contracción de su máscara, el colorete seguía -abriéndose, con nuevas roturas. Don Celes acentuaba su gesto -confidencial:</p> - -<p>—Querido Mariano, mi deber es prevenirle. Esas cartas están en poder -del General Banderas. Acaso violo un secreto político, pero usted, -su amistad, y la Patria... ¡Querido Mariano, no podemos, no debemos -olvidarnos de la Patria! Esas cartas actúan en poder del General -Banderas.</p> - -<p>—Me satisface la noticia. El Señor Presidente es bien seguro que -sabrá guardarlas.</p> - -<p>El Barón de Benicarlés acogíase en una actitud sibilina de -hierofante en sabias perversidades. Insistía Don Celes, un poco captado -por aquel tono:</p> - -<p>—Querido Mariano, ya he dicho que no juzgo de esas cartas, pero mi -deber es prevenirle.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_296">p. 296</span>—Y se lo agradezco. -Usted, ilustre amigo, se deja arrebatar de la imaginación. Crea usted -que esas cartas no tienen la más pequeña importancia.</p> - -<p>—Me alegraría que así fuese. Pero temo un escándalo, querido -Mariano.</p> - -<p>—¿Puede ser tanta la incultura de este medio social? Sería -perfectamente ridículo.</p> - -<p>Don Celes se avino, marcando con un gesto su avenencia:</p> - -<p>—Indudablemente, pero hay que silenciar el escándalo.</p> - -<p>El Barón de Benicarlés entornaba los ojos, relamido de desdenes:</p> - -<p>—¡Un devaneo! Ese Currito le confieso a usted que me ha tenido -interesado. ¿Usted le conoce? ¡Vale la pena!</p> - -<p>Hablaba con tan amable sonrisa, con un matiz británico de tan -elegante indiferencia, que el asombrado gachupín no tuvo ánimos para -sacar del fuelle los grandes gestos. Fallidos todos, murmuró, jugando -con los guantes:</p> - -<p>—No, no le conozco. Mariano, mi consejo es que debe usted tener -amigo al General.</p> - -<p>—¿Cree usted que no lo sea?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_297">p. 297</span>—Creo que debe -usted verle.</p> - -<p>—Eso, sí, no dejaré de hacerlo.</p> - -<p>—Mariano, hágalo usted, se lo ruego, en nombre de la Madre Patria. -Por ella, por la Colonia. Ya usted conoce sus componentes, gente -inculta, sin complicaciones, sin cultura. Si el cable comunica alguna -novedad política...</p> - -<p>—Le tendré a usted al corriente, y repito mi enhorabuena. Es usted -un grande hombre plutarquiano. Adiós, querido Celes.</p> - -<p>—Vea usted al Presidente.</p> - -<p>—Le veré esta tarde.</p> - -<p>—Con esa promesa me retiro satisfecho.</p> - - -<h4>VI</h4> - -<p>Currito Mi-Alma salió rompiendo cortinas y, por decirlo en su verba, -más postinero que un ocho:</p> - -<p>—¡Has estado pero que muy buena, Isabelita!</p> - -<p>El Barón de Benicarlés le detuvo con áulico aspaviento, la estampa -fondona y gallota, toda conmovida:</p> - -<p>—¡Me parece una inconveniencia ese espionaje!</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_298">p. 298</span>—¡Mírame este -ojo!</p> - -<p>—Muy seriamente.</p> - -<p>—¡No seas panoli!</p> - -<p>Los cedros y los mirtos del jardín trascendían remansadas penumbras -de verdes acuarios a los estores del salón, apenas ondulados por la -brisa perfumada de nardos. El jardín de la virreina era una galante -geometría de fuentes y mirtos, estanques y ordenados senderos: -Inmóviles cláusulas de negros espejos pautaban los estanques, entre -columnatas de cipreses. El Ministro de Su Majestad Católica, con un -destello de orgullo en el azul porcelana de las pupilas, volvió la -espalda al rufo, y recluyéndose en el calino mirador colonial, se -incrustaba el monóculo bajo la ceja. Trepaban del jardín verdes de -una enredadera, y era detrás de los cristales toda la sombra verde -del jardín. El Barón de Benicarlés apoyó la frente en la vidriera: -Elefantona, atildada, britanizante, la figura dibujaba un gran -gesto preocupado. El Curro y Merlín, cada cual desde su esquina, -le contemplaban sumido en la luz acuaria del mirador, en la curva -rotunda, labrada de olorosas maderas, con una evocación de lacas<span -class="pagenum" id="Page_299">p. 299</span> orientales y borbónicas, -de minué bailado por visorreyes y Princesas Flor de Almendro. El Curro -rompió el encanto escupiendo, marchoso, por el colmillo:</p> - -<p>—Isabelita, prenda, así te despeines, o te subas el moño para menda -lo mismo que la Biblia del Padre Carulla. Isabelita, hay que mover los -pinreles y darse la lengua con Tirano Banderas.</p> - -<p>—¡Canalla!</p> - -<p>—Isabelita, evitémonos un solfeo.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch6-3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_301">p. 301</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3> - <p class="subh3 g2">LA NOTA</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>El Excelentísimo Señor Ministro de España había pedido el coche -para las seis y media. El Barón de Benicarlés, perfumado, maquillado, -decorado, vestido con afeminada elegancia, dejó sobre una consola -el jipi, el junco y los guantes: Haciéndose lugar en el corsé con -un movimiento de cintura, volvió sobre sus pasos, y entró en la -recámara: Alzose una pernera, con mimo de no arrugarla, y se aplicó -una inyección de morfina. Estirando la zanca con leve cojera, volvió a -la consola y se puso, frente al espejo, el sombrero y los guantes. Los -ojos huevones, la boca fatigada, diseñaban en fluctuantes signos los -toboganes del pensamiento. Al calzarse los guantes, veía los guantes -amarillos de Don Celes. Y, de repente, otras imágenes saltaron en su -memoria, con abigarrada palpitación de sueltos toretes en un redondel. -Entre ángulos y roturas gramaticales, algunas palabras se encadenaban -con vigor epigráfico:<span class="pagenum" id="Page_302">p. 302</span> -“Desecho de tienta. Cría de Guisando. ¡Graníticos!” Sobre este -trampolín, un salto mortal, y el pensamiento quedaba en una suspensión -ingrávida, gaseado: “¡Don Celes! ¡Asno divertido! ¡Magnífico!” El -pensamiento, diluyéndose en una vaga emoción jocosa, se trasmudaba en -sucesivas intuiciones plásticas de un vigoroso grafismo mental, y una -lógica absurda de sueño. Don Celes, con albarda muy gaitera, hacía -monadas en la pista de un circo. Era realmente el orondo gachupín. -¡Qué toninada! Castelar le había hecho creer que cuando gobernase lo -llamaría para Ministro de Hacienda.</p> - -<p>El Barón se apartó de la consola, cruzó el estrado y la galería, -dio una orden a su ayuda de cámara, bajó la escalera. Le inundó el -tumulto luminoso del arroyo. El coche llegaba rozando el azoguejo. -El cochero inflaba la cara teniendo los caballos. El lacayo estaba -a la portezuela, inmovilizado en el saludo: Las imágenes tenían un -valor aislado y extático, un relieve lívido y cruel, bajo el celaje -de cirrus, dominado por media luna verde. El Ministro de España, -apoyando el pie en el estribo, diseñaba su pensamiento con<span -class="pagenum" id="Page_303">p. 303</span> claras palabras mentales: -“Si surge una fórmula, no puedo singularizarme, cubrirme de ridículo -por cuatro abarroteros. ¡Absurdo arrostrar el entredicho del Cuerpo -Diplomático! ¡Absurdo!” Rodaba el coche. El Barón, maquinalmente, se -llevó la mano al sombrero. Luego pensó: “Me han saludado. ¿Quién era?” -Con un esguince anguloso y oblicuo vio la calle tumultuosa de luces -y músicas. Banderas españolas decoraban sobre pulperías y casas de -empeño. Con otro esguince le acudió el recuerdo de una fiesta avinatada -y cerril, en el Casino Español. Luego, por rápidos toboganes de sombra, -descendía a un remanso de la conciencia, donde gustaba la sensación -refinada y tediosa de su aislamiento. En aquella sima, números de una -gramática rota y llena de ángulos, volvían a inscribir los poliedros -del pensamiento, volvían las cláusulas acrobáticas encadenadas por -ocultos nexos. “Que me destinen al Centro de África. Donde no haya -Colonia Española... ¡Vaya, Don Celes! ¡Grotesco personaje!... ¡Qué -idea la de Castelar!... Estuve poco humano. Casi me pesa. Una broma -pesada... Pero ese no venía sin los pagarés. Estuvo bien<span -class="pagenum" id="Page_304">p. 304</span> haberle parado en seco. ¡Un -quiebro oportuno! Y la deuda debe de subir un pico... Es molesto. Es -denigrante. Son irrisorios los sueldos de la Carrera. Irrisorios los -viáticos.”</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>El coche, bamboleando, entraba por la Rinconada de Madres. Corrían -gallos. El espectáculo se proyectaba sobre un silencio tenso, cortado -por ráfagas de popular algazara. El Barón alzó el monóculo para -mirar a la plebe, y lo dejó caer. Con una proyección literaria, -por un nexo de contrarios, recordó su vida en las Cortes Europeas. -Le acarició un cefirillo de azahares. Rozaba el coche las tapias -de un huerto de monjas. El cielo tenía una luz verde, como algunos -cielos del Veronés: La luna, como en todas partes, un halo de versos -italianos, ingleses y franceses. Y el carcamal diplomático, sobre la -reminiscencia pesimista y sutil de su nostalgia, triangulaba difusos, -confusos plurales pensamientos. “¡Explicaciones! ¿Para qué? Cabezas -de berroqueña.” Por sucesivas derivaciones, en<span class="pagenum" -id="Page_305">p. 305</span> una teoría de imágenes, y palabras cargadas -de significación, como palabras cabalísticas, intuyó el ensueño de -un viaje por países exóticos. Recaló en su colección de marfiles. El -ídolo panzudo y risueño, que ríe con la panza desnuda, se parece a Don -Celes. Otra vez los poliedros del pensamiento se inscriben en palabras: -“Va a dolerme dejar el país. Me llevo muchos recuerdos. Amistades muy -gentiles. Me ha dado miel y acíbar. La vida, igual en todas partes... -Los hombres valen más que las mujeres. Sucede como en Lisboa. Entre -los jóvenes hay verdaderos Apolos... Es posible que me acompañe ya -siempre la nostalgia de estos climas tropicales. ¡Hay una palpitación -del desnudo!”. El coche rodaba. Portalitos de Jesús, Plaza de Armas, -Monotombo, Rinconada de Madres, tenían una luminosa palpitación de -talabartería, filigranas de plata, ruedas de facones, tableros de -suertes, vidrios en sartales.</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_306">p. 306</span>III</h4> - -<p>Frente a la Legación inglesa había un guiñol de mitote y puñales. El -coche llegaba rozando la acera. El cochero inflaba la cara reteniendo -los caballos. El lacayo estaba en la portezuela, inmovilizado en un -saludo. El Barón, al apearse, distinguió vagamente a una mujer con -rebocillo: Abría la negra tenaza de los brazos, acaso le requería. -Se borró la imagen. Acaso la vieja luchaba por llegar al coche. El -Barón, deteniéndose un momento en el estribo, esparcía los ojos sobre -la fiesta de la Rinconada. Entró en la Legación. Un momento creyó -que le llamaban, indudablemente le llamaban. Pero no pudo volver la -cabeza: Dos Ministros, dos oráculos del protocolo, le retenían con -un saludo, levantándose al mismo tiempo los sombreros: Estaban en el -primer peldaño de la escalera, bajo la araña destellante de luces, -ante el espejo que proyectaba las figuras con una geometría oblicua y -disparatada. El Barón de Benicarlés respondía quitándose a su<span -class="pagenum" id="Page_307">p. 307</span> vez el sombrero, distraído, -alejado el pensamiento. La vieja, los brazos como tenazas bajo el -rebocillo, iniciaba su imagen. Pasó también perdido bajo el recuerdo -el eco de su propio nombre, la voz que acaso le llamaba. Maquinalmente -sonrió a las dos figuras, en su espera bajo la araña fulgurante. -Cambiando cortesías y frases amables, subió la escalera entre los -Ministros de Chile y del Brasil. Murmuró engordando las erres con una -fuga de nasales amables y protocolarias:</p> - -<p>—Creo que nosotros estamos los primeros.</p> - -<p>Se miró los pies con la vaga inquietud de llevar recogida una pierna -del pantalón. Sentía la picadura de la morfina. Se le aflojaba una -liga. ¡Catastrófico! ¡Y el Ministro del Brasil se había puesto los -guantes amarillos de Don Celes!</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>El Decano del Cuerpo Diplomático —Sir Jonnes H. Scott, Ministro de -la Graciosa Majestad Británica— exprimía sus escrúpulos puritanos en un -francés lacio, orquestado de haches aspiradas. Era pequeño y tripudo, -con<span class="pagenum" id="Page_308">p. 308</span> un vientre jovial -y una gran calva de patriarca: Tenía el rostro encendido de bermejo -cándido, y una punta de maliciosa suspicacia en el azul de los ojos, -aún matinales de juegos e infancias:</p> - -<p>—Inglaterra ha manifestado en diferentes actuaciones el disgusto -con que mira el incumplimiento de las más elementales Leyes de Guerra. -Inglaterra no puede asistir indiferente al fusilamiento de prisioneros, -hecho con violación de todas las normas y conciertos entre pueblos -civilizados.</p> - -<p>La Diplomacia Latino-Americana concertaba un aprobatorio murmullo, -amueblando el silencio cada vez que humedecía los labios en el refresco -de brandy-soda el Honorable Sir Jonnes H. Scott. El Ministro de -España, distraído en un flirt sentimental, paraba los ojos sobre el -Ministro del Ecuador, Doctor Aníbal Roncali —un criollo muy cargado de -electricidad, rizos prietos, ojos ardientes, figura gentil, con cierta -emoción fina y endrina de sombra chinesca—. El Ministro de Alemania, -Von Estrug, cambiaba en voz baja alguna interminable palabra tudesca -con el Conde Chrispi, Ministro de Austria. El Representante<span -class="pagenum" id="Page_309">p. 309</span> de Francia engallaba la -cabeza, con falsa atención, media cara en el reflejo del monóculo. Se -enjugaba los labios y proseguía el Honorable Sir Jonnes:</p> - -<p>—Un sentimiento cristiano de solidaridad humana nos ofrece a todos -el mismo cáliz para comulgar en una acción conjunta y recabar el -cumplimiento de la legislación internacional al respecto de las vidas y -canje de prisioneros. El Gobierno de la República, sin duda, no desoirá -las indicaciones del Cuerpo Diplomático. El Representante de Inglaterra -tiene trazada su norma de conducta, pero tiene al mismo tiempo un -particular interés en oír la opinión del Cuerpo Diplomático: Señores -Ministros, este es el objeto de la reunión. Les presento mis mejores -excusas, pero he creído un deber convocarles, como decano.</p> - -<p>La Diplomacia Latino-Americana prolongaba su blando rumor de eses -laudatorias, felicitando al Representante de Su Graciosa Majestad -Británica. El Ministro del Brasil, figura redonda, azabachada, -expresión asiática de mandarín o de bonzo, tomó la palabra, -acordando sus sentimientos a los del Honorable<span class="pagenum" -id="Page_310">p. 310</span> Sir Jonnes H. Scott. Accionaba levantando -los guantes en ovillejo. El Barón de Benicarlés sentía una profunda -contrariedad: El revuelo de los guantes amarillos le estorbaba el -flirteo: Dejó su asiento, y con una sonrisa mundana, se acercó al -Ministro Ecuatoriano:</p> - -<p>—El colega brasileño se ha venido con unas terribles lubas de -canario.</p> - -<p>Explicó el Primer Secretario de la Legación Francesa, que actuaba de -Ministro:</p> - -<p>—Son crema. El último grito en la Corte de Saint James.</p> - -<p>El Barón de Benicarlés evocó con cierta irónica admiración el -recuerdo de Don Celes. El Ministro del Ecuador, que se había puesto -en pie, agitados los rizos de ébano, hablaba verboso. El Barón de -Benicarlés, gran observante del protocolo, tenía una sonrisa de -sufrimiento y simpatía ante aquella gesticulación y aquel raudal de -metáforas. El Doctor Aníbal Roncali proponía que los diplomáticos -hispano-americanos celebrasen una reunión previa bajo la presidencia -del Ministro de España: Las águilas jóvenes, que tendían las alas para -el heroico vuelo, agrupadas en<span class="pagenum" id="Page_311">p. -311</span> torno del águila materna. La Diplomacia Latino-Americana -manifestó su conformidad con murmullos. El Barón de Benicarlés se -inclinó: Agradecía el honor en nombre de la Madre Patria. Después, -estrechando la mano prieta del ecuatoriano, entre sus manos de -odalisca, explicó dengoso, la cabeza sobre el hombro, un almíbar de -monja la sonrisa, un derretimiento de camastrón la mirada:</p> - -<p>—¡Querido colega, solo acepto viniendo usted a mi lado como -Secretario!</p> - -<p>El Doctor Aníbal Roncali experimentó un vivo deseo de libertarse -la mano que insistentemente le retenía el Ministro de España: Se -inquietaba con una repugnancia asustadiza y pueril: Recordó de la vieja -pintada que le llamaba desde una esquina, cuando iba al Liceo. ¡Aquella -vieja terrible, insistente como un tema de gramática! Y el carcamal, -reteniéndole la mano, parecía que fuese a sepultarla en el pecho: -Hablaba ponderativo, extasiando los ojos con un cinismo turbador. El -Ministro Ecuatoriano hizo un esfuerzo y se soltó:</p> - -<p>—Un momento, Señor Ministro. Tengo que saludar a Sir Scott.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_312">p. 312</span>El Barón de -Benicarlés se enderezó, poniéndose el monóculo:</p> - -<p>—Me debe usted una palabra, querido colega.</p> - -<p>El Doctor Aníbal Roncali asintió, agitando los rizos, y se alejó -con una extraña sensación en la espalda, como si oyese el siseo de -aquella vieja pintada, cuando iba a las aulas del Liceo: Entró en el -corro, donde recibía felicitaciones el evangélico Plenipotenciario de -Inglaterra. El Barón, erguido, sintiéndose el corsé, ondulando las -caderas, se acercó al Embajador de Norteamérica. Y el flujo de acciones -extravagantes al núcleo que ofrecía incienso a la diplomacia británica, -atrajo al formidable Von Estrug, Representante del Imperio Alemán. -Satélite de su órbita, era el azafranado Conde Chrispi, Representante -del Imperio Austro-Húngaro. Habló confidencial el yanqui:</p> - -<p>—El Honorable Sir Jonnes Scott ha expresado elocuentemente -los sentimientos humanitarios que animan al Cuerpo Diplomático. -Indudablemente. ¿Pero puede ser justificativo para intervenir, siquiera -sea aconsejando, en la política interior de la República? La<span -class="pagenum" id="Page_313">p. 313</span> República, sin duda, -sufre una profunda conmoción revolucionaria, y la represión ha de ser -concordante. Nosotros presenciamos las ejecuciones, sentimos el ruido -de las descargas, nos tapamos los oídos, cerramos los ojos, hablamos -de aconsejar... Señores, somos harto sentimentales. El Gobierno del -General Banderas, responsable y con elementos suficientes de juicio, -estimará necesario todo el rigor. ¿Puede el Cuerpo Diplomático -aconsejar en estas circunstancias?</p> - -<p>El Ministro de Alemania, semita de casta, enriquecido en las -regiones bolivianas del caucho, asentía con impertinencia políglota, -en español, en inglés, en tudesco. El Conde Chrispi, severo y -calvo, también asentía, rozando con un francés muy puro su bigote -de azafrán. El Representante de Su Majestad Católica fluctuaba. Los -tres diplomáticos, el yanqui, el alemán, el austríaco, ensayando el -terceto de su mutua discrepancia, poníanle sobre los hilos una intriga, -y experimentaba un dolor sincero, reconociendo que en aquel mundo, -su mundo, todas las cábalas se hacían sin contar con el Ministro de -España. El Honorable Sir Jonnes H. Scott había vuelto a tomar la -palabra:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_314">p. 314</span>—Séame permitido -rogar a mis amables colegas de querer ocupar sus puestos.</p> - -<p>Los discretos conciliábulos se dispersaban. Los Señores Ministros, -al sentarse, inclinándose, hablándose en voz baja, producían un -apagado murmullo babélico. Sir Scott, con palabra escrupulosa de -conciencia puritana, volvía a ofrecer el cáliz colmado de sentimientos -humanitarios, al Honorable Cuerpo Diplomático. Tras prolija discusión -se redactó una nota. La firmaban veintisiete Naciones. Fue un acto -trascendental. El suceso, troquelado con el estilo epigráfico y -lacónico del cable, rodó por los grandes periódicos del mundo: -“Santa Fe de Tierra Firme. El Honorable Cuerpo Diplomático acordó la -presentación de una Nota al Gobierno de la República. La Nota, a la -cual se atribuye gran importancia, aconseja el cierre de los expendios -de bebidas y exige el refuerzo de guardias en las Legaciones y Bancos -Extranjeros.”</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch7"> - <p><span class="pagenum" id="Page_315">p. 315</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/i_0317.jpg" - style="width: 18em; height: auto;" - alt="Portadilla"/> - </div> - <h2 class="nobreak g2 ws2">SÉPTIMA PARTE</h2> - <p class="subh2 g1">LA MUECA VERDE</p> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch7-1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_317">p. 317</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO PRIMERO</h3> - <p class="subh3">RECREOS DEL TIRANO</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Generalito Banderas metía el tejuelo por la boca de la rana. Doña -Lupita, muy peripuesta de anillos y collares, presidía el juego sentada -entre el anafre del café y el metate de las tortillas, bajo un rayado -parasol, en los círculos de un ruedo de colores:</p> - -<p>—¡Rana!</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>—¡Cua! ¡Cua!</p> - -<p>Nachito, adulón y ramplón, asistía en la rueda de compadritos, por -maligna humorada del Tirano. La mueca verde remejía los venenos de una -befa aún soturna y larvada en los repliegues del ánimo: Diseñaba la -vírgula de un sarcasmo hipocondríaco:</p> - -<p>—Licenciado Veguillas, en la próxima tirada va usted a ser mi socio. -Procure mostrarse a la altura de su reputación, y no chingarla. ¡Ya -está usted como un bejuco temblando! ¡Pero qué flojo se ha vuelto, -valedor!<span class="pagenum" id="Page_318">p. 318</span> Un vasito -de limón le caerá muy bueno. Licenciadito, si no serena los pulsos -perderá su buena reputación. ¡No se arrugue, Licenciado! El refresquito -de limón es muy provechoso para los pasmos del ánimo. Signifíquese, no -más, con la vieja rabona, y brinde a los amigos la convidada: Despídase -rumboso y le rezaremos cuando estire el zancajo.</p> - -<p>Nachito suspiraba meciéndose sobre el pando compás de las piernas, -rubicundo, inflada la carota de lágrimas:</p> - -<p>—¡La sílfide mundana me ha suicidado!</p> - -<p>—No divague.</p> - -<p>—¡Generalito, me condena un juego ilusorio de las Ánimas Benditas! -¡Apelo de mi martirio! ¡Una esperanza! ¡Una esperanza no más! En el -médano más desamparado da sus flores el rosal de la esperanza. No vive -el hombre sin esperanza. El pájaro tiene esperanza, y canta aunque la -rama cruja, porque sabe lo que son sus alas. El rayo de la aurora tiene -esperanza. ¡Mi Generalito, todos los seres se decoran con el verde -manto de la Deidad! ¡Canta su voz en todos los seres! ¡El rayo de su -mirada se sume hasta el fondo de las cárceles! ¡Consuela al sentenciado -en capilla! ¡Le<span class="pagenum" id="Page_319">p. 319</span> -ofrece la promesa de ser indultado por los Poderes Públicos!</p> - -<p>Niño Santos extraía de su levitón el pañuelo de dómine y se lo -pasaba por la calavera:</p> - -<p>—¡Chac! ¡Chac! Una síntesis ha hecho muy elocuente, Licenciadito. -El Doctor Sánchez Ocaña le ha dado, sin duda, sus lecciones en Santa -Mónica. ¡Chac! ¡Chac!</p> - -<p>Hacían bulla los compadres, celebrando el rejo maligno del -Tirano.</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>Doña Lupita, achamizada, zalamera, servía en un rayo de sol el iris -de los refrescos. Niño Santos, alternativamente, ponía los labios en el -vidrio de limón y fisgaba a la comadreja, sartas de corales, mieles de -esclava, sonrisa de Oriente:</p> - -<p>—¡Chac! ¡Chac! Doña Lupita, me está pareciendo que tenés vos la -nariz de la Reina Cleopatra. Por mero la cachiza de cuatro copas, un -puro trastorno habéis vos traído a la República. Enredáis vos más que -el honorable Cuerpo Diplomático. ¿Cuántas copas os había quebrado -el Coronel de la Gándara?<span class="pagenum" id="Page_320">p. -320</span> ¡Doña Lupita, por menos de un boliviano me lo habéis puesto -en la bola revolucionaria! No hacía más la nariz de la Reina Faraona. -Doña Lupita, la deuda de justicia que vos me habés reclamado ha sido -una madeja de circunstancias fatales: Es causa primordial en la -actuación rebelde del Coronel de la Gándara: Ha puesto en Santa Mónica -al chamaco de Doña Rosa Pintado: Cucarachita la Taracena reclama contra -la clausura de su lenocinio, y tenemos pendiente una nota del Ministro -de Su Majestad Católica. ¡Pueden romperse las relaciones con la Madre -Patria! ¡Y vos, mi vieja, ahí os estás, sin la menor conturbación por -tantas catástrofes! Finalmente, cuatro copas de vuestra mesilla, un -peso papel, menos que nada, me han puesto en el trance de renunciar a -los conciertos batracios del Licenciadito Veguillas.</p> - -<p>—¡Cua! ¡Cua!</p> - -<p>Nachito, por congraciarse hostigaba la befa, mimando el canto y el -compás saltarín de la rana. Con cuáqueros vinagres le apostrofó el -Tirano:</p> - -<p>—No haga el bufón, Señor Licenciado. Estos buenos amigos que van -a juzgarle, no se dejarán<span class="pagenum" id="Page_321">p. -321</span> influenciar por sus macanas: Espíritus cultivados, el que -menos ha visto funcionar los Parlamentos de la Vieja Europa.</p> - -<p>—¡Juvenal y Quevedo!</p> - -<p>El ilustre gachupín se acariciaba las patillas de canela, rotunda la -botarga, inflado el papo de aduladores énfasis. Se santiguaba la vieja -rabona:</p> - -<p>—¡Virgen de mi Nombre, la jugó Patillas!</p> - -<p>—¡Pues hizo saque!</p> - -<p>—¡De salir siempre tan enredada la madeja del mundo, no se libraba -ni el más santo de verse en el Infierno!</p> - -<p>—Una buena sentencia, Doña Lupita. ¿Pero su alma no siente el -sobresalto de haber concitado el tumulto de tantas acciones, de tantos -vitales relámpagos?</p> - -<p>—¡Mi jefecito, no me asombre!</p> - -<p>—Doña Lupita, ¿no temblás vos ante el problema de nuestras eternas -responsabilidades?</p> - -<p>—¡Entre mí estoy rezando!</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_322">p. 322</span>IV</h4> - -<p>Recalaba sobre el camino la mirada Tirano Banderas:</p> - -<p>—¡Chac! ¡Chac! El que tenga de ustedes mejor vista, sírvase -documentarme y decirme qué tropa es aquella. ¿El jinete charro que -viene delante no es el ameritado Don Roque Cepeda?</p> - -<p>Don Roque, con una escolta de cuatro indios caballerangos, -se detenía al otro lado del seto, sobre el camino, al pie de la -talanquera. La frente tostada, el áureo sombrero en la mano, el potro -cubierto de platas, daban a la figura del jinete, en las luces del -ocaso, un prestigio de santoral románico. Tirano Banderas, con cuáquera -mesura, hacía la farsa del acogimiento:</p> - -<p>—¡Muy feliz de verle por estos pagos! A Santos Banderas le -correspondía la obligación de entrevistarle. ¿Mi Señor Don Roque, por -qué se ha molestado? Era este servidor quien estaba en el débito de -acudir a su casa y darle excusas con todo el Gobierno. A este propósito -ha sido el enviarle uno de mis ayudantes,<span class="pagenum" -id="Page_323">p. 323</span> suplicándole audiencia. Y usted, no más, -extremando la cortesía, que se molesta, cuando el obligado era Santos -Banderas.</p> - -<p>Abría los brazos con encomio amistoso el Tirano. Apeábase Don Roque. -Largas y confidenciales palabras tuvieron en el banco miradero de los -frailes, frente al recalmado mar ecuatorial, con caminos de sol sobre -el vasto incendio del poniente:</p> - -<p>—¡Chac! ¡Chac! Muy feliz de verle.</p> - -<p>—Señor Presidente, no he querido ausentarme para la campaña sin -pasar a visitarle. Al acto de cortesía se suma mi sentimiento de amor a -la República. He recibido la visita de su ayudante, Señor Presidente, -y recién la de mi antiguo compañero Lauro Méndez, Secretario de -Relaciones. He actuado en consecuencia de la plática que tuvimos, y de -la cual supongo enterado al Señor Presidente.</p> - -<p>—El Señor Secretario ha hecho mal si no le dijo que obedecía -mis indicaciones. Me gusta la franqueza. Amigo Don Roque, la -independencia nacional corre un momento de peligro, asaltada por -todas las codicias extranjeras. El Honorable Cuerpo Diplomático —una -ladronera de intereses coloniales— nos combate<span class="pagenum" -id="Page_324">p. 324</span> de flanco con notas chicaneras que divulga -el cable. La Diplomacia tiene sus agencias de difamación, y hoy las -emplea contra la República de Santa Fe. El caucho, las minas, el -petróleo, despiertan las codicias del yanqui y del europeo. Preveo -horas de suprema angustia para todos los espíritus patriotas. Acaso -nos amenaza una intervención militar, y a fin de proponer a usted una -tregua solicitaba su audiencia. ¡Chac! ¡Chac!</p> - -<p>Repetía Don Roque:</p> - -<p>—¿Una tregua?</p> - -<p>—Una tregua hasta que se resuelva el conflicto internacional. Fije -usted sus condiciones. Yo comienzo por ofrecerle una amplia amnistía -para todos los presos políticos que no hayan hecho armas.</p> - -<p>Don Roque murmuró:</p> - -<p>—La amnistía es un acto de justicia que aplaudo sin reservas. ¿Pero -cuántos no han sido acusados injustamente de conspiración?</p> - -<p>—A todos alcanzará el indulto.</p> - -<p>—¿Y la propaganda electoral, será verdaderamente libre? ¿No se verá -coaccionada por los agentes políticos del Gobierno?</p> - -<p>—Libre y salvaguardada por las leyes.<span class="pagenum" -id="Page_325">p. 325</span> ¿Puedo decirle más? Deseo la pacificación -del país, y le brindo con ella. Santos Banderas no es el ambicioso -vulgar que motejan en los círculos disidentes. Yo solo amo el bien -de la República. El día más feliz de mi vida será aquel en que, -oscurecido, vuelva a mi predio, como Cincinato. En suma, usted, sus -amigos, recobran la libertad, el pleno ejercicio de sus derechos -civiles: Pero usted, hombre leal, espíritu patriota, trabajará por -derivar la revolución a los cauces de la legalidad. Entonces, si en -la lucha el pueblo le otorga sus sufragios, yo seré el primero en -acatar la voluntad soberana de la Nación. Don Roque, admiro su ideal -humanitario y siento el acíbar de no poder compartir tan consolador -optimismo. ¡Es mi tragedia de gobernante! Usted, criollo de la mejor -prosapia, reniega del criollismo. Yo en cambio, indio por las cuatro -ramas, descreo de las virtudes y capacidades de mi raza. Usted se me -representa como un iluminado, su fe en los destinos de la familia -indígena me rememora al Padre Las Casas. Quiere usted aventar las -sombras que han echado sobre el alma del indio trescientos años -de régimen colonial. ¡Admirable propósito!<span class="pagenum" -id="Page_326">p. 326</span> Que usted lo consiga es el mayor deseo -de Santos Banderas. Don Roque, pasadas las actuales circunstancias, -vénzame, aniquíleme, muéstreme con una victoria —que seré el primero en -celebrar— todas las dormidas potencialidades de mi raza. Su triunfo, -apartada mi derrota ocasional, sería el triunfo de la gravitación -permanente del indio en los destinos de la Historia Patria. Don Roque, -active su propaganda, logre el milagro, dentro de las leyes, y crea -que seré el primero en celebrarlo. Don Roque, le agradezco que me -haya escuchado y le ruego que me puntualice sus objeciones con toda -franqueza. No quiero que ahora se comprometa con una palabra que acaso -luego no pudiera cumplir. Consulte a los conspicuos de su facción y -ofrézcales el ramo de oliva en nombre de Santos Banderas.</p> - -<p>Don Roque le miraba con honrada y apacible expresión, tan ingenua -que descubría las sospechas del ánimo:</p> - -<p>—¡Una tregua!</p> - -<p>—Una tregua. La unión sagrada. Don Roque, salvemos la independencia -de la Patria.</p> - -<p>Tirano Banderas abría los brazos con patético gesto. Llegaba, -cortado en ráfagas, el<span class="pagenum" id="Page_327">p. -327</span> choteo de los compadritos, que en el fondo crepuscular de la -campa, se divertían con befas y chuelas al Licenciado Veguillas.</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>Don Roque, trotando por el camino, saludaba de lejos con el pañuelo. -Niño Santos, asomado a la talanquera, respondía con la castora. Caballo -y jinete ya iban ocultos por los altos maizales, y aun sobresalía el -brazo con el blanco saludo del pañuelo:</p> - -<p>—¡Chac! ¡Chac! ¡Una paloma!</p> - -<p>La momia alargaba humorística el veneno de su mueca y miraba a -la vieja rabona, que en los círculos del ruedo, entre el anafre del -café y el metate de las tortillas, pasaba las cuentas del rosario, -sobrecogida, estremecida en el terror de una noche sagrada. Se alzó a -una seña del Tirano:</p> - -<p>—Mi Generalito, los enredos del mundo meten al más santo en las -calderas del Infierno.</p> - -<p>—Mi vieja, vos tendrás que amputar la nariz de Cleopatra.</p> - -<p>—Si con ello arreglase el mundo, ñata me quedaba esta noche -mesma.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_328">p. 328</span>—Un zafarrancho de -cuatro copas en vuestra mesilla, ha sacado una baza de Lucifer. ¡Vea, -no más, a este filarmónico amigo en desgracia, acusado de traición! -¡Posiblemente le caerá sentencia de muerte!</p> - -<p>—¿Y la culpa de mi tajamar?</p> - -<p>—Ese problema se lo habrán de proponer los futuros historiadores. -Licenciado Veguillas, despídase de la vieja rabona y otórguele su -perdón: Manifieste su ánimo generoso: Revístase la clámide, y asombre a -estos amigos que le ven chuela, con un gesto magnánimo.</p> - -<p>—¡Juvenal y Quevedo!</p> - -<p>La momia miró al gachupín con avinagrado sarcasmo:</p> - -<p>—Ilustre Don Telesforo, usted ocasionará que me saquen alguna -chufla. Ni Quevedo ni Juvenal: Santos Banderas: Una figura en el -continente del Sur. ¡Chac! ¡Chac!</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch7-2"> - <p><span class="pagenum" id="Page_329">p. 329</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO SEGUNDO</h3> - <p class="subh3">LA TERRAZA DEL CLUB</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>El Doctor Carlos Esparza, Ministro del Uruguay, oía con gesto burlón -y mundano las confidencias de su caro colega el Doctor Aníbal Roncali, -Ministro del Ecuador. Cenaban en el Círculo de Armas:</p> - -<p>—Me ha creado una situación enojosa el Barón de Benicarlés. Digá -vos, no más, que tengo muy brillantes ejecutorias de macho para temer -murmuraciones, pero no dejan de ser molestas esas actitudes del -Ministro de España. ¡Qué sonrisas! ¡Qué miradas, amigo!</p> - -<p>—¡Che! Una pasión.</p> - -<p>El Doctor Carlos Esparza, rubio, miope, elegante, se incrustaba en -la órbita el monóculo de concha rubia. El Doctor Aníbal Roncali le miró -entre quejoso y risueño:</p> - -<p>—Vos estás de chirigota.</p> - -<p>El Ministro del Uruguay se disculpó con un aspaviento burlón:</p> - -<p>—Aníbal, te veo próximo a dejar la capa entre las manos del Barón de -Benicarlés. ¡Y<span class="pagenum" id="Page_330">p. 330</span> eso -puede aparejar un conflicto diplomático, y hasta una reclamación de la -Madre Patria!</p> - -<p>El Ministro del Ecuador hizo un gesto de impaciencia, acentuado por -el revuelo de los rizos:</p> - -<p>—¡Sigue el choteo!</p> - -<p>—¿Qué pensás vos hacer?</p> - -<p>—No lo sé.</p> - -<p>—¿Sin duda no aceptar el puesto de secretario para colaborar en la -gran empresa que tan elocuentemente tenés vos expuesto esta noche?</p> - -<p>—Indudablemente.</p> - -<p>—¡Por una meticulosidad!...</p> - -<p>—No jugués vos del vocablo.</p> - -<p>—Sin juego. Repito que no te asiste razón suficiente para malograr -una aproximación de tan lindas esperanzas. El águila y los aguiluchos -que abren las juveniles alas para el heroico vuelo. ¡Has estado muy -feliz! ¡Eres un gran lírico!</p> - -<p>—No me veás vos chuela, Doctorcito.</p> - -<p>—¡Lírico, sentimental, sensitivo, sensible, exclamaba el Cisne de -Nicaragua! Por eso no logras vos separar la actuación diplomática y el -flirt del Ministro de España.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_331">p. 331</span>—Hablemos en serio, -Doctorcito. ¿Qué opinión te merece la iniciativa de Sir Jonnes?</p> - -<p>—Es un primer avance.</p> - -<p>—¿Y qué ulteriores consecuencias le asignás vos a la Nota?</p> - -<p>—¡Qui lo sá! La Nota puede ser precursora de otras Notas... Ello -depende de la actitud que adopte el Presidente. Sir Jonnes, tan -cordial, tan evangélico, solo persigue una indemnización de veinte -millones para la West Limited Company. Una vez más, el florido -ramillete de los sentimientos humanitarios esconde un áspid.</p> - -<p>—La Nota, indudablemente, es un sondeo. ¿Pero cómo opinas vos, -respecto a la actitud del General? ¿Acordará el Gobierno satisfacer la -indemnización?</p> - -<p>—Nuestra América sigue siendo, desgraciadamente, una Colonia -Europea... Pero el Gobierno de Santa Fe, en esta ocasión, posiblemente -no se dejará coaccionar: Sabe que el ideario de los revolucionarios -está en pugna con los monopolios de las Compañías. Tirano Banderas no -morirá de cornada diplomática. Se unen para sostenerlo los egoísmos -del criollaje, dueño de la tierra, y las finanzas extranjeras.<span -class="pagenum" id="Page_332">p. 332</span> El Gobierno, llegado el -caso, podría negar las indemnizaciones, seguro de que los radicalismos -revolucionarios, en ningún momento, merecerán el apoyo de las -Cancillerías. Cierto que la emancipación del indio debemos enfocarla -como un hecho fatal. No es cuerdo cerrar los ojos a esa realidad. Pero -reconocer la fatalidad de un hecho, no apareja su inminencia. Fatal -es la muerte, y toda nuestra vida se construye en un esfuerzo para -alejarla. El Cuerpo Diplomático actúa razonablemente, defendiendo la -existencia de los viejos organismos políticos que declinan. Nosotros -somos las muletas de esos valetudinarios crónicos, valetudinarios como -aquellos éticos antiguos, que no acababan de morirse.</p> - -<p>La brisa ondulaba los estores y el azul telón de la marina se -mostraba en un lejos de sombras profundas, encendido de opalinos faros -y luces de masteleros.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Humeando los tabacos salieron a la terraza los Ministros del Ecuador -y del Uruguay. El Ministro del Japón, Tu-Lag-Thi, al verlos, se<span -class="pagenum" id="Page_333">p. 333</span> incorporó en su mecedora de -bambú, con un saludo falso y amable, de diplomacia oriental: Saboreaba -el moka y tenía las gafas de oro abiertas sobre un periódico inglés. Se -acercaron los Ministros Latino-Americanos. Zalemas, sonrisas, empaque -farsero, cabezadas de rigodón, apretones de mano, cháchara francesa. -El criado, mulato tilingo, atento a los movimientos de la diplomacia, -arrastraba dos mecedoras. El Doctor Roncali, agitando los rizos, se -lanzó en un arrebato oratorio, cantando la belleza de la noche, de la -luna y del mar. Tu-Lag-Thi, Ministro del Japón, atendía con su oscura -mueca premiosa, los labios como dos viras moradas recogidas sobre la -albura de los dientes, los ojos oblicuos, recelosos, malignos. El -Doctor Esparza insinuó, curioso de novelerías exóticas:</p> - -<p>—¡En el Japón, las noches deben ser admirables!</p> - -<p>—¡Oh!... ¡Ciertamente! ¡Y esta noche no está falta de cachet -japonés!</p> - -<p>Tu-Lag-Thi tenía la voz flaca, de pianillos desvencijados, y una -movilidad rígida, de muñeco automático, un accionar esquinado, de -resorte, una vida interior de alambre en espiral:<span class="pagenum" -id="Page_334">p. 334</span> Sonreía con su mueca amanerada y oscura:</p> - -<p>—Queridos colegas, anteriormente no he podido solicitar la opinión -de ustedes. ¿Qué importancia conceden ustedes a la Nota?</p> - -<p>—¡Es un primer paso!...</p> - -<p>El Doctor Esparza daba intención a sus palabras con una sonrisa -ambigua, llena de reservas. Insistió el Ministro del Japón:</p> - -<p>—Todos lo hemos entendido así. Indudablemente. Un primer paso. -¿Pero cuáles serán los pasos sucesivos? ¿No se romperá el acuerdo del -Cuerpo Diplomático? ¿Adónde vamos? El Ministro inglés actúa bajo el -imperativo de sus sentimientos humanitarios, pero este generoso impulso -acaso se vea cohibido. Las Colonias Extranjeras, sin exclusión de -ninguna, representan intereses poco simpatizantes con el ideario de -la Revolución. La Colonia Española, tan numerosa, tan influyente, tan -vinculada con el criollaje en sus actividades, en sus sentimientos, en -su visión de los problemas sociales, es francamente hostil a la reforma -agraria, contenida en el Plan de Zamalpoa. En estos momentos —son mis -informes— proyecta un acto que sintetice y afirme<span class="pagenum" -id="Page_335">p. 335</span> sus afinidades con el Gobierno de la -República. ¿No ocurrirá que se vea desasistido en su humanitaria -actuación el Honorable Sir Scott?</p> - -<p>Guiñaba los ojos con miopía inteligente y maliciosa el Doctor Carlos -Esparza:</p> - -<p>—Querido colega, convengamos en que las relaciones diplomáticas no -pueden regirse por las claras normas del Evangelio.</p> - -<p>Tu-Lag-Thi repuso con flébiles maullidos:</p> - -<p>—El Japón supedita intereses de sus naturales, aquí radicados, -a los principios del Derecho de Gentes. Pero en el camino de las -confidencias, y aun de las indiscreciones, no he de ocultar mis -pesimismos respecto al apoyo moral que presten algunos colegas a los -laudables sentimientos del Ministro inglés. Como hombre de honor, no -puedo dar crédito a las insinuaciones y malicias de ciertos rotativos, -demasiado afectos al Gobierno de la República. ¡La West Company! -¡Aberrante!</p> - -<p>La truculenta palabra final se desgarró, transformada en un chifle -de eles y efes, entre la asiática y lipuda sonrisa de Tu-Lag-Thi. El -Doctor Aníbal Roncali se acariciaba el bigote, y a flor de labio, -con leve temblor, retocaba una frase sentimental. Se lanzó con<span -class="pagenum" id="Page_336">p. 336</span> aquel tic nervioso que -agitaba eréctiles, como rabos de lagartijas, los rizos de su negra -cabellera:</p> - -<p>—El Doctor Banderas no puede ordenar el cierre de los expendios de -bebidas. Si tal hiciese, sobrevendría un motín de la plebe. ¡Estas -ferias son las bacanales del cholo y del roto!</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>Llegaban ecos de la verbena. Bailaban en ringla las cuerdas de -farolillos, a lo largo de la calle. Al final giraba la rueda de un -tiovivo. Su grito luminoso, histérico, estridente, hipnotizaba a los -gatos sobre el borde de los aleros. La calle tenía súbitos guiños, -concertados con el rumor y los ejercicios acrobáticos del viento en las -cuerdas de farolillos. A lo lejos, sobre la bruma de estrellas, calcaba -el negro perfil de su arquitectura, San Martín de los Mostenses.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch7-3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_337">p. 337</span></p> - <h3 class="g2">LIBRO TERCERO</h3> - <p class="subh3">PASO DE BUFONES</p> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>Tirano Banderas, en la ventana, apuntaba su catalejo sobre la Ciudad -de Santa Fe:</p> - -<p>—¡Están de gusto las luminarias! ¡Pero que muy lindas, amigos!</p> - -<p>La rueda de compadres y valedores rodeaba el catalejo y la -escalerilla astrológica, con la mueca verde encaramada en el -pináculo:</p> - -<p>—No puede negársele al pueblo pan y circo. ¡Están pero que muy -lindas las luminarias!</p> - -<p>De Santa Mónica, el viento del mar traía los opacos estampidos de -una fusilada:</p> - -<p>—¡El pueblo, libre de propagandas funestas, es bueno! ¡Y el rigor -muy saludable!</p> - -<p>La trinca de compadritos, abierta en círculo, tenía la atención -pendiente del Tirano.</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Tirano Banderas dejó su pináculo, y metiéndose en el círculo de -valedores y compadres, sacó de una oreja al Licenciado Veguillas:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_338">p. 338</span>—Vamos a oír -por última vez su concierto batracio. ¿Cómo tiene la gola? ¿Quiere -aclararse la voz con algún gargarismo?</p> - -<p>En torno, adulando la befa, reía la trinca, asustada, complaciente y -ramplona. Aleló Nachito:</p> - -<p>—¿Qué limpieza de notas se le puede pedir a un presunto cadáver?</p> - -<p>—Hace mal rehusando amansar con la música a sus jueces. Señores, -este amigo entrañable aparece como reo de traición, y de no haberse -descubierto su complicidad, pudo fregarles a todos ustedes. Recordarán -cómo en la noche de ayer, actuando en el seno de la confianza, les -declaré el propósito justiciero en que estaba con respecto a las -subversiones del Coronel Domiciano de la Gándara. Fuera de este -recinto han sido divulgadas las palabras que profirió en el seno de -la amistad Santos Banderas. Ustedes van a instruirme en cuanto a la -pena que corresponde a este divulgador de mis secretos. Han sido -citados los testigos de su defensa, y si lo autorizan, se les hará -comparecer y oirán sus descargos. Según tiene manifestado, una mundana -con sonambulismo le adivinó el pensamiento. Con<span class="pagenum" -id="Page_339">p. 339</span> antelación, esta niña había estado sometida -a los pases magnéticos de un cierto Doctor Polaco. ¡Estamos en un -folletín de Alejandro Dumas! Ese Doctor, que magnetiza y desenvuelve -la visión profética en las niñas de los congales, es un descendiente -venido a menos de José Bálsamo. ¿Se recuerdan ustedes la novela? Un -folletín muy interesante. ¡Lo estamos viviendo! ¡El Licenciadito -Veguillas, observen no más, émulo del genial mulato! Merito va a -decirnos adónde emigraba en compañía del rebelde Coronel Domiciano de -la Gándara.</p> - -<p>Hipaba Nachito:</p> - -<p>—Pues no más que salíamos platicando de un establecimiento.</p> - -<p>—¿Los dos briagos?</p> - -<p>—¡Patroncito, dimanante de las ferias, es una pura farra toda Santa -Fe! Pues no más aquel macaneador, tal como íbamos, da una espantada y -se mete por una puerta, que merito merito la abría un encamisado. Y en -el atolondro, yo metí detrás las orejas como un guanaco.</p> - -<p>—¿Puede manifestarnos el establecimiento donde se habían juntado -para la farra?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_340">p. 340</span>—Mi Generalito, -no me sonroje, que es un lugar muy profano para nombrarlo en esta -Sala de Audiencia. Ante su noble figura patricia, mi cara se cubre de -vergüenza.</p> - -<p>—Conteste a la pregunta. ¿En qué crápula se halló con el Coronel -de la Gándara y qué confidencias tuvieron en ese presunto lugar? -Licenciadito, usted conocía la orden de arresto, y con alguna palabra -pronunciada durante la embriaguez, puso en sospecha al fugado.</p> - -<p>—¿Mi lealtad de tantos años no me acredita?</p> - -<p>—Pudo ser un acto irreflexivo, pero el estado de alcoholismo no es -atenuante en el Tribunal de Santos Banderas. Usted es un briago que se -pasa las noches de farra en los lenocinios. Sepa que todos sus pasos -los conoce Santos Banderas. Le antepongo que solamente con la verdad -podrá desenojarme. Licenciadito, quiero tenderle una mano y sacarle de -la ciénaga donde cornea atorado, porque el delito de traición apareja -una penalidad muy severa en nuestros Códigos.</p> - -<p>—Señor Presidente, hay enredos en la vida que sobrecogen y hacen -cavilar, enredos que son una novela. La noche de autos he visitado a -una gatita que lee los pensamientos.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_341">p. 341</span>—¿Y una gatita con -tanta ciencia está en un lenocinio para que usted la festeje?</p> - -<p>—Pues la pasada noche así sucedió en lo de Cucarachita. Quiero -declararlo todo y desahogar mi conciencia. Estábamos los dos pecando. -¡Noche de Difuntos era la de ayer, Generalito! Valedores, por mi honor -lo garanto, aquella morocha tenía un cirio bendito desvelándole los -misterios. ¡Leía los pensamientos!</p> - -<p>—Licenciadito, esas son quimeras alcohólicas, pues la pasada noche -se hallaba usted totalmente briago cuando entró con la chinita. Me -ha sido usted traidor, divulgando mis secretos en vitando comercio -con una mundana, y por primera providencia, para templar esa carne -tan ardorosa, le está indicado el cepo. Licenciadito, reléguese a un -rincón, arrodíllese y procure elevar el pensamiento al Ser Supremo. -Estos amigos dilectos van a juzgarle, y de sus deliberaciones puede -salirle una sentencia de muerte. Licenciadito, van a comparecer -los testigos que ha nominado en su defensa, y si le favorecen sus -declaraciones, será para mí de sumo beneplácito. Señor Coronel -López de Salamanca, luego luego, ejecute las<span class="pagenum" -id="Page_342">p. 342</span> diligencias para que acudan a esclarecernos -la niña mundana y el Doctor Polaco.</p> - - -<h4>III</h4> - -<p>El Coronel Licenciado López de Salamanca, arrestándose a un canto -de la puerta, hizo entrar al Doctor Polaco. Detrás, pisando de -puntas, asomó Lupita la Romántica. El Doctor Polaco, alto, patilludo, -gran frente, melena de sabio, vestía de fraque, con dos bandas al -pecho y una roseta en la solapa. Saludó con una curvatura pomposa y -escenográfica, colocándose la chistera bajo el brazo:</p> - -<p>—Presento mis homenajes al Supremo Dignatario de la República. -Michaelis Lugín, Doctor por la Universidad del Cairo, iniciado en la -Ciencia Secreta de los Brahmanes de Bengala.</p> - -<p>—¿Profesa usted las doctrinas de Allán Kardec?</p> - -<p>—Soy no más un modesto discípulo de Mesmer. El espiritismo -allankardiano es una corruptela pueril de la antigua nigromancia. Las -evocaciones de los muertos se hallan en los papiros egipcios y en los -ladrillos caldeos.<span class="pagenum" id="Page_343">p. 343</span> -La palabra con que son designados estos fenómenos se forma de dos -griegas.</p> - -<p>—¡Este Doctorcito se expresa muy doctoralmente! ¿Y gana la plata con -su título de Profeta del Cairo?</p> - -<p>—Señor Presidente, mi mérito, si alguno tengo, no está en ganar -plata y amontonar riquezas. He recibido la misión de difundir las -Doctrinas Teosóficas y preparar al pueblo para una próxima era de -milagros. El Nuevo Cristo arrastra su sombra por los caminos del -Planeta.</p> - -<p>—¿Reconoce haber dormido a esta niña con pases magnéticos?</p> - -<p>—Reconozco haber realizado algunas experiencias. Es un sujeto muy -remarcable.</p> - -<p>—Puntualice cada una.</p> - -<p>—El Señor Presidente, si lo desea, puede ver el programa de mis -experiencias en los Coliseos y Centros Académicos de San Petersburgo, -Viena, Nápoles, Berlín, París, Londres, Lisboa, Río de Janeiro. -Últimamente se han discutido mis teorías sobre el karma y la sugestión -biomagnética en la gran Prensa de Chicago y Filadelfia. El Club -Habanero de la Estrella Teosófica me ha conferido el título de<span -class="pagenum" id="Page_344">p. 344</span> Hermano Perfecto. La -Emperatriz de Austria me honra frecuentemente consultándome el sentido -de sus sueños. Poseo secretos que no revelaré jamás. El Presidente de -la República Francesa y el Rey de Prusia han querido sobornarme durante -mi actuación en aquellas capitales. ¡Inútilmente! El Sendero Teosófico -enseña el menosprecio de honores y riquezas. Si se me autoriza, -pondré mis álbumes de fotografías y recortes a las órdenes del Señor -Presidente.</p> - -<p>—¿Y cómo doctorándose en tan austeras doctrinas, y con tan alto -grado en la iniciación teosófica, corre la farra por los lenocinios? -Sírvase iluminarnos con su ciencia y justificar la aparente aberración -de esa conducta.</p> - -<p>—Permítame el Señor Presidente que solicite el testimonio de la -Señorita Médium. Señorita, venciendo el natural rubor, manifieste -a los señores si ha mediado concupiscencia. Señor Presidente, el -interés científico de las experiencias biomagnéticas, sin otras -derivaciones, ha sido norma de mi actuación. He visitado ese lugar -porque me habían hablado de esta Señorita. Deseaba conocerla y, si era -posible, trascender su vida a otro círculo más<span class="pagenum" -id="Page_345">p. 345</span> perfecto. ¿Señorita, no le propuse a usted -redimirla?</p> - -<p>—¿Pagarme la deuda? El que toda la noche no paró con esa sonsera fue -el Licenciado.</p> - -<p>—¡Señorita Guadalupe, recuerde usted que como un padre la he -propuesto acompañarme en la peregrinación por el Sendero!</p> - -<p>—¡Sacarme en los teatros!</p> - -<p>—Mostrar a los públicos incrédulos los ocultos poderes demiúrgicos -que duermen en el barro humano. Usted me ha rechazado, y he tenido que -retirarme con el dolor de mi fracaso. Señor Presidente, creo haber -disipado toda sospecha referente a la pureza de mis acciones. En -Europa, los más relevantes hombres de ciencia estudian estos casos. El -Mesmerismo tiene hoy su mayor desenvolvimiento en las Universidades de -Alemania.</p> - -<p>—Va usted a servirse repetir, punto por punto, las experiencias que -la pasada noche realizó con esa niña.</p> - -<p>—El Señor Presidente me tiene a sus órdenes. Repito que puedo -ofrecerle un programa selecto de experiencias similares.</p> - -<p>—Esa niña, en atención a su sexo, será primeramente interrogada. El -Licenciado Veguillas<span class="pagenum" id="Page_346">p. 346</span> -tiene manifestado como evidente que en determinada circunstancia -le fue sustraído el pensamiento por los influjos magnéticos de la -interfecta.</p> - -<p>La niña del trato bajaba los ojos a las falsas pedrerías de sus -manos:</p> - -<p>—A tener esos poderes, no me vería esclava de un débito con la -Cucaracha. Licenciadito, vos lo sabés.</p> - -<p>—Lupita, para mí has sido una serpiente biomagnética.</p> - -<p>—¡Que así me acusés vos, con todito que os di el amoniaco!</p> - -<p>—Lupita, reconoce que estabas la noche pasada con un histerismo -magnético. Tú me leíste el pensamiento cuando alborotaba en el baile -aquel macaneador de Domiciano. Tú le diste el santo para que se -volase.</p> - -<p>—¡Licenciado, si estaban los dos ustedes puritos briagos! Yo quise -no más verlos fuera de la recámara.</p> - -<p>—Lupita, en aquella hora tú me adivinaste lo que yo pensaba. Lupita, -tú tienes comercio con los espíritus. ¿Negarás que te has revelado -médium cuando te durmió el Doctor Polaco?</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_347">p. 347</span>—Efectivamente, -esta Señorita es un caso muy remarcable de lucidez magnética. Para que -la distinguida concurrencia pueda apreciar mejor los fenómenos, la -Señorita Médium ocupará una silla en el centro, bajo el lampadario. -Señorita Médium, usted me hará el honor.</p> - -<p>La tomó de la mano y, ceremonioso, la sacó al centro de la sala. La -niña, muy honesta, con pisar de puntas y los ojos en tierra, apenas -apoyaba el teclado de las uñas suspendida en el guante blanco del -Doctor Polaco.</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>—¡Chac! ¡Chac!</p> - -<p>Tenía una verde senectud la mueca humorística de la momia indiana. -El Doctor Polaco sacó del fraque la vara mágica, forjada de siete -metales, y con ella tocó los párpados de Lupita: Finalizó con -una gran cortesía, saludando con la vara mágica. Entre suspiros, -enajenose la daifa. Veguillas, arrodillado en un rincón, esperaba -el milagro: Iba a resplandecer la luz de su inocencia: Lupita y el -farandul le apasionaban en aquel momento con un<span class="pagenum" -id="Page_348">p. 348</span> encanto de folletín sagrado: Oscuramente, -de aquellos misterios, esperaba volver a la gracia del Tirano. Se -estremeció. La mueca verde mordía la herrumbre del silencio:</p> - -<p>—¡Chac! ¡Chac! Va usted a servirse repetir, punto por punto, como -creo haberle indicado, las experiencias que la noche de ayer realizó -con la niña de autos.</p> - -<p>—Señor Presidente, tres formas adscritas al tiempo adopta la visión -telepática. Pasado, Actual, Futuro. Este triple fenómeno rara vez se -completa en un médium. Aparece disperso. En la Señorita Guadalupe, la -potencialidad telepática no alcanza fuera del círculo del Presente. -Pasado y Venidero son para ella puertas selladas. Y dentro del fenómeno -de su visión telepática, el ayer más próximo es un remoto pretérito. -Esta Señorita está imposibilitada, absolutamente, para repetir una -anterior experiencia. ¡Absolutamente! Esta Señorita es un médium -poco desenvuelto: ¡Un diamante sin lapidario! El Señor Presidente me -tiene a sus órdenes para ofrecerle un programa selecto de experiencia -similares, en lo posible.</p> - -<p>La acerba mueca llenaba de arrugas la máscara del Tirano:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_349">p. 349</span>—Señor Doctor, -no se raje para dar satisfacción al deseo que le tengo manifestado. -Quiero que una por una repita todas las experiencias de anoche en el -lenocinio.</p> - -<p>—Señor Presidente, solo puedo repetir experimentos parejos. La -Señorita Médium no logra la mirada retrospectiva. Es una vidente muy -limitada. Puede llegar a leer el pensamiento, presenciar un suceso -lejano, adivinar un número en el cual se sirva pensar el Señor -Presidente.</p> - -<p>—¿Y con tantos méritos de perro sabio se prostituye en una casa de -trato?</p> - -<p>—La gran neurosis histérica de la ciencia moderna podría explicarlo. -Señorita, el Señor Presidente se dignará elegir un número con el -pensamiento. Va usted a tomarle la mano y a decirlo en voz alta, que -todos lo oigamos. Voz alta y muy clara, Señorita Médium.</p> - -<p>—¡Siete!</p> - -<p>—Como siete puñales.</p> - -<p>Gimió en su destierro Nachito:</p> - -<p>—¡Con ese juego ilusorio me adivinaste ayer el pensamiento!</p> - -<p>Tirano Banderas se volvió, avinagrado y humorístico:</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_350">p. 350</span>—¿Por qué visita -los malos lugares, mi viejo?</p> - -<p>—Patroncito, hasta en música está puesto que el hombre es frágil.</p> - -<p>El Tirano, recogiéndose en su gesto soturno clavó los ojos con -suspicaz insistencia en la pendejuela del trato. Desmayada en la silla, -se le soltaban los peines y el moño se le desbarata en una cobra negra. -Tirano Banderas se metió en la rueda de compadres:</p> - -<p>—De chamacos hemos visto estos milagros por dos reales. Tantos -diplomas, tantas bandas y tan poca suficiencia. Se me está usted -antojando un impostor, y voy a dar órdenes para que le afeiten en seco -la melena de sabio alemán. No tiene usted derecho a llevarla.</p> - -<p>—Señor Presidente, soy un extranjero acogido en su exilio bajo la -bandera de esta noble República. Enseño la verdad al pueblo, y le -aparto del positivismo materialista. Con mis cortas experiencias, -adquiere el proletariado la noción tangible de un mundo sobrenatural. -¡La vida del pueblo se ennoblece cuando se inclina sobre el abismo del -misterio!</p> - -<p>—Don Cruz, por lo lindo que platica le hará no más la rasura de -media cabeza.</p> - -<p><span class="pagenum" id="Page_351">p. 351</span>El Tirano remejía -su mueca con avinagrado humorismo, mirando al fámulo rapista, que le -presentaba un bodrio peludo, suspendido en el prieto racimo de los -dedos.</p> - -<p>—¡Es peluca, patrón!</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>La niña del trato se despertaba suspirante, salía a las fronteras -del mundo con lívido pasmo, y en el pináculo de la escalerilla, -la momia indiana apuntaba su catalejo sobre la ciudad. El guiño -desorbitado de las luminarias brizaba clamorosos tumultos de pólvoras, -incendios y campanas, con apremiantes toques de cornetas militares:</p> - -<p>—¡Chac! ¡Chac! ¡Zafarrancho tenemos! Don Cruz, andate a disponerme -los arreos militares.</p> - -<p>El guaita de la torre ha desclavado su bayoneta de la luna, y -dispara el fusil en la oscuridad poblada de alarmas. El Reloj de -Catedral difunde la rueda sonora de sus doce campanadas, y sobre la -escalerilla dicta órdenes el Tirano:</p> - -<p>—Mayor del Valle, tome usted algunos hombres,<span class="pagenum" -id="Page_352">p. 352</span> explore el campo y observe por qué -cuarteles se ha pronunciado el tiroteo.</p> - -<p>Cuando el Mayor del Valle salía por la puerta, entraba el fámulo, -que, abiertos los brazos, con pinturera morisqueta, portaba en bandeja -el uniforme, cruzado con la matona de su Generalito Banderas. Se han -dado de bruces, y rueda estruendosa la matona. El Tirano, chillón y -colérico, encismado, batió con el pie, haciendo temblar escalerilla y -catalejo.</p> - -<p>—¡Sofregados, ninguno la mueva! ¡Vaya un augurio! ¿Qué enigma -descifra usted, Señor Doctor Mágico?</p> - -<p>El farandul, con nitidez estática, vio la sala iluminada, el susto -de los rostros, la torva superstición del Tirano. Saludó:</p> - -<p>—En estas circunstancias, no me es posible formular un oráculo.</p> - -<p>—¿Y esta joven honesta, que otras veces ha mostrado tan buena vista, -no puede darnos referencia, en cuanto al tumulto de Santa Fe? Señor -Doctor, sírvase usted dormir e interrogar a la Señorita Médium. Yo paso -a vestirme el uniforme. ¡Que ninguno toque mi espada!</p> - -<p>Un levantado son de armas rodaba por los<span class="pagenum" -id="Page_353">p. 353</span> claustros luneros, retenes de tropas -acudían a redoblar las guardias. La morocha del trato suspira bajo los -pases magnéticos del pelón farandul, vuelto el blanco de los ojos sobre -el misterio:</p> - -<p>—¿Qué ve usted, señorita Médium?</p> - - -<h4>VI</h4> - -<p>El Reloj de Catedral enmudece. Aún quedan en el aire las doce -campanadas, y espantan la cresta los gallos de las veletas. Se -consultan sobre los tejados los gatos, y asoman por las guardillas -bultos en camisa. Se ha vuelto loco el esquilón de las Madres. Por el -Arquillo cornea una punta de toros y los cabestros en fuga tolondrean -la cencerra. Estampidos de pólvora. Militares toques de cornetas. Un -tropel de monjas pelonas y encamisadas acude con voces y devociones -a la profanada puerta del convento. Por remotos rumbos ráfagas de -tiroteos. Revueltos caballos. Tumultos con asustados clamores. -Contrarias mareas del gentío. Los tigres, escapados de sus jaulones, -rampan con encendidos ojos por<span class="pagenum" id="Page_354">p. -354</span> los esquinales de las casas. Por un terradillo blanco de -luna, dos sombras fugitivas arrastran un piano negro. A su espalda, la -bocana del escotillón vierte borbotones de humo entre lenguas rojas. -Con las ropas incendiadas, las dos sombras, cogidas de la mano, van en -un correr por el brocal del terradillo, se arrojan a la calle cogidas -de la mano. Y la luna, puesta la venda de una nube, juega con las -estrellas a la gallina ciega, sobre la revolucionada Santa Fe de Tierra -Firme.</p> - - -<h4>VII</h4> - -<p>Lupita la Romántica suspira en el trance magnético, con el blanco de -los ojos siempre vuelto sobre el misterio.</p> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch8"> - <p><span class="pagenum" id="Page_355">p. 355</span></p> - <div class="figcenter"> - <img src="images/i_0357.jpg" - style="width: 18em; height: auto;" - alt="Portadilla"/> - </div> - <h2 class="nobreak g2">EPÍLOGO</h2> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="Ch8-1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_357">p. 357</span></p> - <h3 class="g3">EPÍLOGO</h3> -</div> - - -<h4>I</h4> - -<p>—¡Chac! ¡Chac!</p> - -<p>El Tirano, cauto, receloso, vigila las defensas, manda construir -faginas y parapetos, recorre baluartes y trincheras, dicta órdenes:</p> - -<p>—¡Chac! ¡Chac!</p> - -<p>Encorajinándose con el poco ánimo que mostraban las guerrillas, -jura castigos muy severos a los cobardes y traidores: Le contraría -fallarse de su primer propósito, que había sido caer sobre la ciudad -revolucionada y ejemplarizarla con un castigo sangriento. Rodeado de -sus ayudantes, con taciturno despecho, se retira del frente luego -de arengar a las compañías veteranas, de avanzada en el Campo de la -Ranita:</p> - -<p>—¡Chac! ¡Chac!</p> - - -<h4>II</h4> - -<p>Antes del alba se vio cercado por las partidas revolucionarias y -los batallones sublevados en los cuarteles de Santa Fe. Para estudiar -la positura y maniobra de los asaltantes<span class="pagenum" -id="Page_358">p. 358</span> subió a la torre sin campanas: El enemigo, -en difusas líneas, por los caminos crepusculares, descubría un buen -orden militar: Aún no estrechaba el cerco, proveyendo a los aproches -con paralelas y trincheras. Advertido del peligro, extremaba su mueca -verde Tirano Banderas. Dos mujerucas raposas cavaban con las manos en -torno del indio soterrado hasta los ijares en la campa del convento:</p> - -<p>—¡Ya me dan por caído esas comadritas! ¿Qué haces vos, centinela -pendejo?</p> - -<p>El centinela apuntó despacio:</p> - -<p>—Están mal puestas para enfilarlas.</p> - -<p>—¡Ponle al cabrón una bala y que se repartan la cuera!</p> - -<p>Disparó el centinela, y suscitose un tiroteo en toda la línea de -avanzadas. Las dos mujerucas quedaron caídas en rebujo, a los flancos -del indio, entre los humos de la pólvora, en el aterrorizado silencio -que sobrevino tras la ráfaga de plomo. Y el indio, con un agujero en -la cabeza, agita los brazos, despidiendo a las últimas estrellas. El -Generalito:</p> - -<p>—¡Chac! ¡Chac!</p> - - -<h4><span class="pagenum" id="Page_359">p. 359</span>III</h4> - -<p>En la primera acometida se desertaron los soldados de una avanzada, -y desde la torre fue visto del Tirano:</p> - -<p>—¡Puta madre! ¡Bien sabía yo que al tiempo de mayor necesidad, -habíais de rajaros! ¡Don Cruz, tú vas a salir profeta!</p> - -<p>Eran tales dichos porque el fámulo rapabarbas, le soplaba -frecuentemente en la oreja cuentos de traiciones. A todo esto no -dejaban de tirotearse las vanguardias, atentos los insurgentes a -estrechar el cerco para estorbar cualquier intento de salida por parte -de los sitiados. Habían dispuesto cañones en batería, pero antes -de abrir el fuego, salió de las filas, sobre un buen caballo, el -Coronelito de la Gándara. Y corriendo el campo a riesgo de su vida, -daba voces intimando la rendición. Injuriábale desde la torre el -Tirano:</p> - -<p>—¡Bucanero cabrón, he de hacerte fusilar por la espalda!</p> - -<p>Sacando la cabeza sobre los soldados alineados al pie de la torre, -les dio orden de hacer fuego. Obedecieron, pero apuntando tan<span -class="pagenum" id="Page_360">p. 360</span> alto, que se veía la -intención de no causar bajas:</p> - -<p>—¡A las estrellas tiráis, hijos de la chingada!</p> - -<p>En esto, dando una arremetida más larga de lo que cuadraba a -la defensa, se pasó al campo enemigo el Mayor del Valle. Gritó el -Tirano:</p> - -<p>—¡Solo cuervos he criado!</p> - -<p>Y dictando órdenes para que todas las tropas se encerrasen en el -convento, dejó la torre. Pidió al rapabarbas la lista de sospechosos, -y mandó colgar a quince, intentando con aquel escarmiento contener las -deserciones:</p> - -<p>—¡Piensa Dios que cuatro pendejos van a ponerme la ceniza en la -frente! ¡Pues engañado está conmigo!</p> - -<p>Hacía cuenta de resistir todo el día, y al amparo de la noche -intentar una salida.</p> - - -<h4>IV</h4> - -<p>Mediada la mañana, habían iniciado el fuego de cañón las partidas -rebeldes y en poco tiempo abrieron brecha para el asalto. Tirano -Banderas intentó cubrir el portillo, pero<span class="pagenum" -id="Page_361">p. 361</span> las tropas se le desertaban, y tuvo que -volver a encerrarse en sus cuarteles. Entonces, juzgándose perdido, -mirándose sin otra compañía que la del fámulo rapabarbas, se quitó el -cinto de las pistolas, y salivando venenosos verdes, se lo entregó:</p> - -<p>—¡El Licenciadito concertista, será oportuno que nos acompañe en el -viaje a los infiernos!</p> - -<p>Sin alterar su paso de rata fisgona, subió a la recámara donde se -recluía la hija. Al abrir la puerta oyó las voces adementadas:</p> - -<p>—¡Hija mía, no habés vos servido para casada y gran señora, como -pensaba este pecador que horita se ve en el trance de quitarte la vida -que te dio hace veinte años! ¡No es justo quedés en el mundo para que -te gocen los enemigos de tu padre, y te baldonen llamándote hija del -chingado Banderas!</p> - -<p>Oyendo tal, suplicaban despavoridas las mucamas que tenían a la loca -en custodia. Tirano Banderas las golpeó en la cara:</p> - -<p>—¡So chingadas! Si os dejo con vida, es porque habés de -amortajármela como un ángel.</p> - -<p>Sacó del pecho un puñal, tomó a la hija<span class="pagenum" -id="Page_362">p. 362</span> de los cabellos para asegurarla y cerró -los ojos. Un memorial de los rebeldes dice que la cosió con quince -puñaladas.</p> - - -<h4>V</h4> - -<p>Tirano Banderas salió a la ventana, blandiendo el puñal, y cayó -acribillado. Su cabeza, befada por sentencia, estuvo tres días puesta -sobre un cadalso con hopas amarillas, en la Plaza de Armas: El mismo -auto mandaba hacer cuartos el tronco y repartirlos de frontera a -frontera, de mar a mar. Zamalpoa y Nueva Cartagena, Puerto Colorado -y Santa Rosa del Titipay, fueron las ciudades agraciadas. -<img src="images/i_cruz.jpg" - style="width: 1em; height: auto;" - alt="Cruz"/></p> - - -<div class="chapter pt6"> - <hr class="chap"/> - <p><span class="pagenum" id="Page_363">p. 363</span></p> - <p class="centra smaller lh150 g2 ws1"> - ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO<br/> - EN LA IMPRENTA RIVADENEYRA<br/> - DE MADRID A XV DÍAS<br/> - DEL MES DE DICIEMBRE<br/> - DE MCMXXVI<br/> - AÑOS<br/> - </p> - <hr class="chap"/> -</div> - - -<div class="chapter"> - <div class="figcenter"> - <img class="thin" - src="images/i_0372.jpg" - style="width: 22em; height: auto;" - alt="Contraportada del libro"/> - <p class="caption">LAUS DEO</p> - </div> -</div> - -<hr class="chap x-ebookmaker-drop" /> - - -<div class="chapter" id="ToC"> - <h2 class="nobreak g2">ÍNDICE</h2> -</div> - -<table class="toc"> - <tr> - <td colspan="3"> </td> - <td class="tdrb bb">Págs.</td> - </tr> - <tr> - <td colspan="3" class="tdl sc"><a href="#Ch0-1">Prólogo</a></td> - <td class="tdrb">9</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch1">Primera parte</a></td> - <td class="tdc pt05">—</td> - <td class="tdl pt05">Sinfonía del Trópico</td> - <td class="tdrb pt05">19</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch1-1">Libro primero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">Icono del tirano</td> - <td class="tdrb">21</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch1-2">Libro segundo</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">El Ministro de España</td> - <td class="tdrb">39</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch1-3">Libro tercero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">El juego de la ranita</td> - <td class="tdrb">49</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch2">Segunda parte</a></td> - <td class="tdc pt05">—</td> - <td class="tdl pt05">Boluca y mitote</td> - <td class="tdrb pt05">61</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch2-1">Libro primero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">Cuarzos ibéricos</td> - <td class="tdrb">63</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch2-2">Libro segundo</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">El Circo Harris</td> - <td class="tdrb">77</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch2-3">Libro tercero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">La oreja del zorro</td> - <td class="tdrb">85</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch3">Tercera parte</a></td> - <td class="tdc pt05">—</td> - <td class="tdl pt05">Noche de farra</td> - <td class="tdrb pt05">105</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch3-1">Libro primero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">La recámara verde</td> - <td class="tdrb">107</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch3-2">Libro segundo</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">Luces de ánimas</td> - <td class="tdrb">117</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch3-3">Libro tercero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">Guiñol dramático</td> - <td class="tdrb">133</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch4">Cuarta parte</a></td> - <td class="tdc pt05">—</td> - <td class="tdl pt05">Amuleto nigromante</td> - <td class="tdrb pt05">143</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch4-1">Libro primero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">La fuga</td> - <td class="tdrb">145</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch4-2">Libro segundo</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">La tumbaga</td> - <td class="tdrb">153</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch4-3">Libro tercero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">El Coronelito</td> - <td class="tdrb">173</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch4-4">Libro cuarto</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">El honrado gachupín</td> - <td class="tdrb">183</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch4-5">Libro quinto</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">El ranchero</td> - <td class="tdrb">191</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch4-6">Libro sexto</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">La mangana</td> - <td class="tdrb">201</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch4-7">Libro séptimo</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">Nigromancia</td> - <td class="tdrb">219</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch5">Quinta parte</a></td> - <td class="tdc pt05">—</td> - <td class="tdl pt05">Santa Mónica</td> - <td class="tdrb pt05">225</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch5-1">Libro primero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">Boleto de sombra</td> - <td class="tdrb">227</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch5-2">Libro segundo</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">El número tres</td> - <td class="tdrb">241</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch5-3">Libro tercero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">Carceleras</td> - <td class="tdrb">251</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch6">Sexta parte</a></td> - <td class="tdc pt05">—</td> - <td class="tdl pt05">Alfajores y venenos</td> - <td class="tdrb pt05">265</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch6-1">Libro primero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">Lección de Loyola</td> - <td class="tdrb">267</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch6-2">Libro segundo</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">Flaquezas humanas</td> - <td class="tdrb">283</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch6-3">Libro tercero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">La nota</td> - <td class="tdrb">301</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdl sc pt05"><a href="#Ch7">Séptima parte</a></td> - <td class="tdc pt05">—</td> - <td class="tdl pt05">La mueca verde</td> - <td class="tdrb pt05">315</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch7-1">Libro primero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">Recreos del tirano</td> - <td class="tdrb">317</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch7-2">Libro segundo</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">La terraza del club</td> - <td class="tdrb">329</td> - </tr> - <tr> - <td class="tdhh"><a href="#Ch7-3">Libro tercero</a></td> - <td class="tdc">—</td> - <td class="tdl">Paso de bufones</td> - <td class="tdrb">337</td> - </tr> - <tr> - <td colspan="3" class="tdl sc pt05"><a href="#Ch8-1">Epílogo</a></td> - <td class="tdrb pt05">355</td> - </tr> -</table> - -<hr class="chap" /> - - -<hr class="full" /> - -<div lang='en' xml:lang='en'> -<div style='display:block; margin-top:4em'>*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK <span lang='es' xml:lang='es'>TIRANO BANDERAS</span> ***</div> -<div style='text-align:left'> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Updated editions will replace the previous one—the old editions will -be renamed. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright -law means that no one owns a United States copyright in these works, -so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United -States without permission and without paying copyright -royalties. 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Redistribution is subject to the trademark -license, especially commercial redistribution. -</div> - -<div style='margin-top:1em; font-size:1.1em; text-align:center'>START: FULL LICENSE</div> -<div style='text-align:center;font-size:0.9em'>THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE</div> -<div style='text-align:center;font-size:0.9em'>PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -To protect the Project Gutenberg™ mission of promoting the free -distribution of electronic works, by using or distributing this work -(or any other work associated in any way with the phrase “Project -Gutenberg”), you agree to comply with all the terms of the Full -Project Gutenberg™ License available with this file or online at -www.gutenberg.org/license. -</div> - -<div style='display:block; font-size:1.1em; margin:1em 0; font-weight:bold'> -Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg™ electronic works -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg™ -electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to -and accept all the terms of this license and intellectual property -(trademark/copyright) agreement. If you do not agree to abide by all -the terms of this agreement, you must cease using and return or -destroy all copies of Project Gutenberg™ electronic works in your -possession. If you paid a fee for obtaining a copy of or access to a -Project Gutenberg™ electronic work and you do not agree to be bound -by the terms of this agreement, you may obtain a refund from the person -or entity to whom you paid the fee as set forth in paragraph 1.E.8. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -1.B. “Project Gutenberg” is a registered trademark. 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Information about the Mission of Project Gutenberg™ -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Project Gutenberg™ is synonymous with the free distribution of -electronic works in formats readable by the widest variety of -computers including obsolete, old, middle-aged and new computers. It -exists because of the efforts of hundreds of volunteers and donations -from people in all walks of life. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Volunteers and financial support to provide volunteers with the -assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg™’s -goals and ensuring that the Project Gutenberg™ collection will -remain freely available for generations to come. In 2001, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure -and permanent future for Project Gutenberg™ and future -generations. To learn more about the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation and how your efforts and donations can help, see -Sections 3 and 4 and the Foundation information page at www.gutenberg.org. -</div> - -<div style='display:block; font-size:1.1em; margin:1em 0; font-weight:bold'> -Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non-profit -501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the -state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal -Revenue Service. The Foundation’s EIN or federal tax identification -number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation are tax deductible to the full extent permitted by -U.S. federal laws and your state’s laws. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -The Foundation’s business office is located at 809 North 1500 West, -Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up -to date contact information can be found at the Foundation’s website -and official page at www.gutenberg.org/contact -</div> - -<div style='display:block; font-size:1.1em; margin:1em 0; font-weight:bold'> -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Project Gutenberg™ depends upon and cannot survive without widespread -public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine-readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. Compliance requirements are not uniform and it takes a -considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up -with these requirements. 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Thus, we do not -necessarily keep eBooks in compliance with any particular paper -edition. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -Most people start at our website which has the main PG search -facility: <a href="https://www.gutenberg.org">www.gutenberg.org</a>. -</div> - -<div style='display:block; margin:1em 0'> -This website includes information about Project Gutenberg™, -including how to make donations to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to -subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks. -</div> - -</div> -</div> -</body> -</html> diff --git a/old/68154-h/images/cover.jpg b/old/68154-h/images/cover.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 9c49fa4..0000000 --- a/old/68154-h/images/cover.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/68154-h/images/i_0005.jpg b/old/68154-h/images/i_0005.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 67373df..0000000 --- a/old/68154-h/images/i_0005.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/68154-h/images/i_0009.jpg b/old/68154-h/images/i_0009.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 8a583df..0000000 --- a/old/68154-h/images/i_0009.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/68154-h/images/i_0021.jpg b/old/68154-h/images/i_0021.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 04143e3..0000000 --- a/old/68154-h/images/i_0021.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/68154-h/images/i_0063.jpg b/old/68154-h/images/i_0063.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index b1c900b..0000000 --- a/old/68154-h/images/i_0063.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/68154-h/images/i_0107.jpg b/old/68154-h/images/i_0107.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index aa30fd0..0000000 --- a/old/68154-h/images/i_0107.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/68154-h/images/i_0145.jpg b/old/68154-h/images/i_0145.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 6756617..0000000 --- a/old/68154-h/images/i_0145.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/68154-h/images/i_0227.jpg b/old/68154-h/images/i_0227.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 3966d70..0000000 --- a/old/68154-h/images/i_0227.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/68154-h/images/i_0267.jpg b/old/68154-h/images/i_0267.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 07c4f1f..0000000 --- a/old/68154-h/images/i_0267.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/68154-h/images/i_0317.jpg b/old/68154-h/images/i_0317.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 559c5f2..0000000 --- a/old/68154-h/images/i_0317.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/68154-h/images/i_0357.jpg b/old/68154-h/images/i_0357.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 87c38f0..0000000 --- a/old/68154-h/images/i_0357.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/68154-h/images/i_0372.jpg b/old/68154-h/images/i_0372.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index d20fcc1..0000000 --- a/old/68154-h/images/i_0372.jpg +++ /dev/null diff --git a/old/68154-h/images/i_cruz.jpg b/old/68154-h/images/i_cruz.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 212c9c7..0000000 --- a/old/68154-h/images/i_cruz.jpg +++ /dev/null |
