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+The Project Gutenberg EBook of Genio y figura, by Juan Valera
+
+This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
+almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
+re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
+with this eBook or online at www.gutenberg.org
+
+
+Title: Genio y figura
+
+Author: Juan Valera
+
+Release Date: December 16, 2005 [EBook #17317]
+
+Language: Spanish
+
+Character set encoding: ISO-8859-1
+
+*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK GENIO Y FIGURA ***
+
+
+
+
+Produced by Chuck Greif
+
+
+
+
+Genio y figura
+
+Por
+
+Juan Valera
+
+Librería de Fernando Fé
+
+Madrid
+
+1897
+
+ _Medio de fonte leporum_
+ _Surgit amari aliquid, quod in ipsis floribus augat_.
+
+ (Lucretii. _De nat. rer._ _libr. IV_).
+
+
+
+
+-I-
+
+
+En tres distintas y muy apartadas épocas de mi vida, peregrinando yo
+por diversos países de Europa y América, o residiendo en las capitales,
+he tratado al vizconde de Goivo-Formoso, diplomático portugués, con
+quien he tenido amistad afectuosa y constante. En nuestras
+conversaciones, cuando estábamos en el mismo punto, y por cartas, cuando
+estábamos en punto distinto, discutíamos no poco, sosteniendo las más
+opuestas opiniones, lo cual, lejos de desatar los lazos de nuestra
+amistad, contribuía a estrecharlos, porque siempre teníamos qué
+decirnos, y nuestras conversaciones y disputas nos parecían animadas y
+amenas.
+
+Firme creyente yo en el libre albedrío, aseguraba que todo ser humano,
+ya por naturaleza, ya por gracia, que Dios le concede si de ella se hace
+merecedor, puede vencer las más perversas inclinaciones, domar el
+carácter más avieso y no incurrir ni en falta ni en pecado. El Vizconde,
+por el contrario, lo explicaba todo por el determinismo; aseguraba que
+toda persona era como Dios o el diablo la había hecho, y que no había
+poder en su alma para modificar su carácter y para que las acciones de
+su vida no fuesen sin excepción efecto lógico e inevitable de ese
+carácter mismo.
+
+Los ejemplos, en mi sentir, nada prueban. De ningún caso particular
+pueden inferirse reglas generales. Por esto creo yo que siempre es falsa
+o es vana cualquier moraleja que de una novela, de un cuento o de una
+historia se saca.
+
+Mi amigo quería sacarla de los sucesos de la vida de cierta dama que
+ambos hemos conocido y tratado con alguna intimidad, y quería probar su
+tesis y la verdad trascendente del refrán que dice: _genio y figura,
+hasta la sepultura_.
+
+Yo no quiero probar nada, y menos aún dejarme convencer; pero la vida,
+el carácter y los varios lances, acciones y pasiones de la persona que
+mi amigo ponía como muestra son tan curiosos y singulares, que me
+inspiran el deseo de relatarlos aquí, contándolos como quien cuenta un
+cuento.
+
+Voy, pues, a ver si los relato, y si consigo, no adoctrinar ni enseñar
+nada, sino divertir algunos momentos o interesar a quien me lea.
+
+
+
+
+-II-
+
+
+Hace ya muchos años, el vizconde y yo, jóvenes entonces ambos,
+vivíamos en la hermosa ciudad de Río de Janeiro, capital del Brasil, de
+la que estábamos encantados y se nos antojaba un paraíso, a pesar de
+ciertos inconvenientes, faltas y aun sobras.
+
+La fiebre amarilla, recién establecida en aquellas regiones, solía
+ensañarse con los forasteros.
+
+Las _baratas_, que así llaman allí a ciertas asquerosas cucarachas con
+alas, nos daban muchísimo asco, sobre todo en los instantes que preceden
+a la lluvia, porque dichos animalitos buscan refugio en las
+habitaciones, las invaden, cuajan el aire formando espesas nubes, se
+posan en los muebles, en las manos y en las caras y esparcen un olor
+empalagoso y algo nauseabundo.
+
+Otros inconvenientes y sobras había también por allí, aunque no hablo de
+ellos por no pecar de prolijo. Pero en cambio, ¡cuánta hermosura y
+cuánta magnificencia! El Bósforo de Tracia, el risueño golfo de Nápoles
+y la dilatada extensión del Tajo frente de Lisboa, son mezquinos, feos y
+pobres, comparados con la gran bahía de Río sembrada de islas
+fertilísimas siempre floridas y verdes, y cuyos árboles llegan y se
+inclinan hasta el mar y bañan los frondosos ramos en las ondas azules.
+Los bosques de naranjos y de limoneros, con fruto y con flor a la vez,
+embalsaman el aire. Los pintados pajarillos, las mariposas y las
+libélulas de resplandecientes colores esmaltan y alegran el ambiente
+diáfano. Por la noche, el cielo parece más hondo que en Europa, no negro
+sino azul, y todo él lleno de estrellas más luminosas y grandes que las
+que se ven en nuestro hemisferio.
+
+Confieso que es lástima que la vista de todo aquello no despierte en
+nuestra alma recuerdos históricos muy ricos de poesía, y que las
+montañas que circundan la bahía tengan nombres tan vulgares. No es allí,
+por ejemplo, como en Nápoles y en sus alrededores, donde cada piedra,
+cada escollo y cada gruta tiene su leyenda y evoca las sombras de uno o
+de muchos personajes históricos o míticos: Ulises, las Sirenas, Eneas,
+la Sibila de Cumas, los héroes de Roma, los sabios de la magna Grecia,
+Aníbal olvidándose de sus triunfos en las delicias de Capua, Alfonso de
+Aragón el Magnánimo haciendo renacer y florecer la antigua clásica
+cultura, todo esto acude a la mente del que vive en Nápoles y hasta se
+pone en consonancia con los nombres sonoros y nobles que conservan los
+sitios: el Posilipo, el Vómero, Capri, Ischia, Sorrento, el Vesubio,
+Capua, Pestum, Cumas, Amalfi y Salerno.
+
+En cambio, los nombres de los alrededores de Río no pueden ser más
+vulgares ni más vacíos de todo poético significado: la Sierra de los
+Órganos, el Corcobado, el Pan de Azúcar, Botafogo, las Larangeiras y la
+Tejuca.
+
+La falta, no obstante, de sonoridad y nobleza en los nombres, y de altos
+recuerdos históricos en los sitios, está más que compensada por la
+espléndida pompa y por la gala inmarcesible que la fértil naturaleza
+despliega allí y difunde por todos lados.
+
+Nuestro mayor recreo campestre era ir a caballo a la Tejuca, con la
+fresca, casi al anochecer. Pasábamos la noche en una buena fonda que
+allí había, donde nunca faltaba gente alegre que jugaba a los naipes y
+cenaba ya tarde. También se solía bailar cuando había mujeres.
+
+Aquel sitio era delicioso. El fresco y abundante caudal de agua
+cristalina que traía un riachuelo se lanzaba desde la altura de unos
+cuantos metros y formaba una cascada espumosa y resonante. Por todas
+partes había gran espesura de siempre verdes árboles; palmas, cocoteros,
+mangueras y enormes matas de bambúes. Innumerable multitud de
+luciérnagas o cocuyos volaban y bullían por donde quiera, durante la
+noche, e iluminaban con sus fugaces y fantásticos resplandores hasta lo
+más esquivo y umbrío de las enramadas.
+
+De las frecuentes expediciones a la Tejuca, ya volvíamos a altas horas
+de la noche, formando alegre cabalgata, ya volvíamos al rayar el alba.
+
+No se crea con todo, que las expediciones a la Tejuca eran el mayor
+encanto que Río tenía para nosotros. Había otro encanto mucho mayor, la
+casa de la Sra. de Figueredo, centro brillantísimo de la _high life_
+_fluminense_.
+
+La Sra. de Figueredo tendría entonces de veinticinco a treinta años: era
+una de las mujeres más hermosas, elegantes y amables que he conocido. Su
+marido, ya muy viejo, era quizá el más rico capitalista de todo el
+Brasil. Prendado de su mujer, gustaba de que luciese, y lejos de
+escatimar, prodigaba el dinero que dicho fin requería.
+
+Su vivienda era un hotel espacioso, amueblado con primor y con lujo, en
+el centro de un bello jardín, bastante dilatado para que por su
+extensión casi pudiera llamarse parque.
+
+Menos en las temporadas en que había teatro, la Sra. de Figueredo
+recibía todas las noches. Cuando había teatro recibía también, pero no
+siempre. Sus tertulias eran animadísimas y solían durar hasta después de
+la una. Bien podía afirmarse que empezaban a las siete, porque la Sra.
+de Figueredo rara vez dejaba de tener convidados a comer, agasajándolos
+con cuantas delicadezas gastronómicas puede inventar y condimentar un
+buen cocinero, sin freno ni tasa en el gasto. Pero lo que sobre todo
+hacía agradable aquella casa, era la misma Sra. de Figueredo, que unía a
+su elegancia, discreción y hermosura, el carácter más franco y
+regocijado. Del sitio en que ella se presentaba, salía huyendo la
+tristeza. En torno suyo y en su presencia, no había más que
+conversaciones apacibles o jocosas, risas y burlas inocentes, sin
+mordacidad ni grave perjuicio del prójimo. Natural era, pues, que el
+primer obsequio que, no bien llegase a Río, se podía hacer a un
+forastero, era presentarle a una dama tan hospitalaria y divertida.
+
+
+
+
+-III-
+
+
+En el tiempo de que voy hablando, aportó a Río, como secretario de
+la Legación de Su Majestad Británica, un inglesito joven y guapo;
+probablemente tendría ya cerca de treinta años, pero su rostro era muy
+aniñado y parecía de mucha menor edad. Era blanco, rubio, con ojos
+azules y con poquísima barba, que llevaba muy afeitada, salvo el
+bigotillo, tan suave, que parecía bozo y que era más rubio que el
+cabello. Era alto y esbelto, pero distaba no poco de ser un alfeñique.
+En realidad era fuerte y muy ágil y adiestrado en todos los ejercicios
+corporales. Tenía talento e instrucción, y hablaba bien francés, español
+e italiano, aunque todo con el acento de su tierra. Tenía modales
+finísimos, aire aristocrático y conversación muy amena cuando tomaba
+confianza, pues en general parecía tímido y vergonzoso, y a cada paso,
+por cualquier motivo y a veces sin aparente motivo, se ponía colorado
+como la grana.
+
+No está bien que se declare aquí el verdadero nombre de este inglesito.
+Para designarle le daré un nombre cualquiera. El apellido Maury es muy
+común. Hay Maurys en Francia, Inglaterra y España. Supongamos, pues, que
+nuestro inglesito se llamaba Juan Maury.
+
+El Vizconde y yo nos hicimos en seguida muy amigos suyos, y los tres
+íbamos juntos a todas partes. Claro está que una de las primeras a donde
+le llevamos fue a la tertulia de la Sra. de Figueredo, la cual le
+recibió con extremada afabilidad, y dejó conocer desde luego que el
+inglesito no le había parecido saco de paja. Él también, a pesar de ser
+muy reservado, como tomó con nosotros grandísima confianza, nos confesó
+que la Sra. de Figueredo era muy de su gusto, y se nos mostró
+curiosísimo de saber sus antecedentes; su vida y milagros, como si
+dijéramos. El Vizconde, que estaba bien informado de todo, y si no de
+todo, de mucho, le contó cuanto sabía, haciendo una relación, que vamos
+a reproducir aquí, poco más o menos como el Vizconde la hizo.
+
+
+
+
+-IV-
+
+
+Hace ya mucho tiempo que ciertas niñas españolas, y particularmente
+las andaluzas, acuden a la gran ciudad de Lisboa, en busca de mejor
+suerte. Los señoritos de por allí, los _janotas_, que es como si
+dijéramos los jóvenes elegantes, _dandies_ o _gomosos_ de Portugal, se
+pirran y despepitan por las tales niñas españolas. De ellas aprenden a
+hablar un castellano muy chusco y andaluzado: _flamenco_, como ahora se
+dice no sé porqué. Ignoro si persisten estas costumbres; pero sí diré
+que, hace veinte años, todavía el vocablo españolita era en Lisboa
+sinónimo de lo que por aquí pudiéramos llamar _hetera, suripanta_ o
+_moza de rumbo_. La afición decidida a las españolitas era entonces el
+más pronunciado síntoma y el más elocuente indicio de la posible unión
+ibérica.
+
+El Vizconde, al empezar su narración, sostenía sin rodeos ni disimulos
+que ocho años antes del momento en que hablaba, había conocido a la Sra.
+de Figueredo, soltera aún y figurando y descollando entre las
+españolitas de Lisboa.
+
+La llamaban Rafaela, y por sus altas prendas y rarísimas cualidades la
+apellidaban _la Generosa_.
+
+Rafaela apenas tenía entonces veinte abriles. Era gaditana, y hubiera
+podido decirse que se había traído a Lisboa todo el salero, la gracia y
+el garabato de Andalucía.
+
+--Yo la vi por vez primera, decía el Vizconde, en aquella plaza de toros.
+Al aparecer en un palco, con otras tres amigas, los cinco o seis mil
+espectadores que había en la plaza, clavaron la vista en Rafaela y
+rompieron en gritos de admiración y entusiasmo. Venía ella con vestido
+de seda muy ceñido, que revelaba todas las airosas curvas de su cuerpo
+juvenil, y en la graciosa cabeza, sobre el pelo negro como el azabache,
+llevaba claveles rojos y una mantilla blanca de rica blonda catalana.
+
+La función hacía tiempo que había empezado. Un diestro caballero en
+plaza sobre fogoso caballo, que hacía caracolear con pasmosa maestría,
+se aprestaba a poner un par de banderillas a un soberbio toro _puro_,
+que de esta suerte califican en Portugal los toros que nunca han sido
+lidiados.
+
+Pero todo se suspendió y durante uno o dos minutos, nadie prestó
+atención ni al diestro de las banderillas ni al toro _puro_ tampoco,
+distraída y embelesada la gente por la aparición de Rafaela la Generosa.
+En el brazo izquierdo llevaba ella un enorme pañolón de seda roja,
+cubierto de lindas flores prolijamente bordadas en el Imperio Celeste;
+y, según es uso en Lisboa, lo extendió como colgadura sobre el antepecho
+del palco. En otros muchos había colgaduras por el estilo, lo cual daba
+a la plaza apariencia vistosa y alegre, pero ningún pañolón era más
+bonito que el de Rafaela ni había sido extendido con mayor garbo y
+desenfado.
+
+Así recordaba el Vizconde este y otros muchos triunfos de Rafaela; pero
+no sin razón la llamaban la Generosa.
+
+Su magnanimidad y su desprendimiento eran tales que siempre los ingresos
+resultaban para ella muy inferiores a los gastos y el auge de su fortuna
+distaba muchísimo de corresponder a sus triunfos.
+
+Los _janotas_ que frecuentaban más a Rafaela, aseguraban que era toda
+ella corazón. De aquí que sus negocios económicos fuesen de mal en peor
+en Lisboa, donde llegó a tener mil desazones y apuros.
+
+En ellos la socorrió generosamente cierto caballero principal,
+entusiasta del arte y de la belleza, pero no bastante rico para ser muy
+dadivoso. Rafaela además tenía estrecha conciencia, y aunque parezca
+inverosímil en mujeres de su clase, no exigía ni pedía y hasta rehusaba
+las dádivas de sus buenos amigos cuando pensaba que eran superiores a
+sus medios y recursos.
+
+En esta situación, el caballero que tanto se interesaba por ella, formó
+un proyecto algo aventurado, pero que daba esperanzas de buen éxito.
+
+En su sentir, la hermosura corporal no era el único mérito de la
+muchacha. Aunque poco o nada cultivado, poseía además gran talento
+artístico, que aquel su protector tal vez exageraba deslumbrado por el
+cariño. Como quiera que fuese, él imaginaba que Rafaela tenía una voz
+dulce y simpática; que cantaba lindamente canciones andaluzas y que
+bailaba el fandango, el vito y el jaleo de Jerez por estilo admirable.
+No había aprendido ni la música ni la danza, pero la misma carencia de
+arte y de estudio prestaba a su baile y a su canto cierta originalidad
+espontánea, llena de singular hechizo.
+
+¿Porqué no había de ir Rafaela a un país remoto y presentarse allí no
+como aventurera sino como artista?
+
+El protector decidió, pues, que Rafaela fuese a Río de Janeiro a cantar
+y a bailar.
+
+Los brasileños son muy aficionados a la música, y asimismo muy músicos.
+Sus _modinhas_ y sus _londums_ merecen la fama de que gozan, por lo
+inspirados y graciosos, prestándoles singular carácter el elemento o
+fondo que en ellos se nota de la música de los negros. Grande es mi
+ignorancia del arte musical y temo incurrir en error; pero valiéndome de
+una comparación, he de decir lo que me parece.
+
+Figurémonos que hay en una pipa una solera de vino generoso, muy
+exquisito y rancio; que se reparte la solera entre tres vinicultores, y
+que cada uno de ellos aliña su vino y le da valor con el vino exquisito
+que en su parte de la solera le ha tocado. Los tres vinos tendrán
+distintas cualidades, pero habrá en los tres algo de común y de
+idéntico, precisamente en lo de más valer y en lo más sustancioso. Así
+encuentro yo que en las guajiras y en otros cantares y músicas de la
+isla de Cuba, en los de los _minstrels_ de los Estados Unidos y en los
+cantos y bailes populares del Brasil, hay un fondo idéntico que les da
+singular carácter, y que proviene de la inspiración musical de la raza
+camítica.
+
+Si Rafaela iba al Brasil y cantaba y bailaba allí con originalidad de
+muy distinto género, ya que el elemento o fondo primitivo de sus
+canciones o era indígena de nuestra Península o provenía acaso de Arabia
+o del Indostán por medio de los gitanos, Rafaela, sin duda, iba a pasmar
+agradablemente a los brasileños por la exótica extrañeza de sus cantos y
+de sus bailes.
+
+Aprobó la muchacha el plan que su protector le propuso. Este, aunque no
+sin fatiga y esfuerzo, le prestó dinero para el viaje y logró darle
+también una muy valiosa carta de recomendación, dirigida con el mayor
+empeño y ahínco y por persona de grande influjo al más rico capitalista
+de Río de Janeiro, que era el Sr. de Figueredo, a quien ya conocemos.
+
+El Sr. de Figueredo, sin embargo, era entonces un personaje muy distinto
+del que más tarde fue. Sin dejar de enriquecerse, acometiendo, movido
+por la codicia, las más atrevidas empresas, debía principalmente sus
+grandes bienes de fortuna a una economía tan severa que rayaba en lo
+sórdido, y al ejercicio de la usura prestando dinero sobre buenas
+hipotecas y a interés muy alto.
+
+Habitaba, se trataba y se vestía casi como un pordiosero, y exhalaba un
+millón de suspiros y daba cincuenta vueltas a un _cruzado_ antes de
+gastarle. Tales prendas y condiciones no eran las más apropósito para
+que en Río le quisiesen y le respetasen. El Sr. de Figueredo era más
+bien despreciado y aborrecido, y por lo tanto, el sujeto menos idóneo
+para patrocinar e introducir ante el público a una artista que aspirase
+a hacerse aplaudir.
+
+Consternado recibió la carta, porque debía favores a quien se la
+escribía, tenía obligación de complacerle y no se consideraba muy apto
+para tan difícil empeño.
+
+Rafaela era además tan mona, tan insinuante y tan dulce, que el Sr. de
+Figueredo, a pesar de lo arisco e invulnerable que había sido toda su
+vida, que por entonces contaba ya sesenta y cinco años de duración, se
+sintió muy propenso a favorecer a la muchacha en cuanto estuviera a su
+alcance. Así es que hizo muchas gestiones y consiguió que el periódico
+de mayor circulación de Río, _O Jornal do comercio_, anunciase con bombo
+y platillos la feliz llegada y próxima aparición en el teatro de la
+famosa artista española, y consiguió también que el empresario la oyese,
+la viese y la ajustase para dar un concierto con intermedios sabrosos de
+danza andaluza. Pronto llegó la noche de la función. El teatro estaba de
+bote en bote. El público había acudido, excitado por la curiosidad, mas
+no por la benevolencia. Al contrario, el odio y el desprecio que el Sr.
+de Figueredo inspiraba, tocaron como por carambola y se estrellaron
+contra la pobre Rafaela. La mayoría de los oyentes sostuvo que Rafaela
+desentonaba y daba feroces gallipavos, y las damas severas y virtuosas y
+los honrados padres de familia clamaron contra el escándalo, e hicieron
+que su pudor ofendido tocase a somatén. El resultado de todo fue una
+espantosa silba, acompañada de variados proyectiles, con los que en
+aquel fecundo suelo brinda Pomona. Sobre la pobre Rafaela cayó un
+diluvio de aguacates, tomates, naranjas, bananas, cambucás y mantecosas
+chirimoyas. Rafaela estaba dotada de un estoicismo, no sólo a prueba de
+fruta, sino a prueba de bomba. Sufrió con calma el descalabro y hasta lo
+tomó a risa, calificando de majaderos a los que suponían que cantaba mal
+y de hipócritas a los que censuraban sus evoluciones y meneos
+coreográficos.
+
+
+
+
+-V-
+
+
+Las burlas y los chistes con que Rafaela se vengaba de la silba,
+hacían mucha gracia al señor de Figueredo, quien se consideraba también
+vejado, lastimado, silbado y rechazado por la sociedad elegante de Río.
+Entendía además el señor de Figueredo que Rafaela cantaba como un
+_sabía_ o como un _gaturramo_, que son la calandria y el ruiseñor de por
+allí, y que en punto a danzar echaba la zancadilla a la propia
+Terpsícore. La silba, por consiguiente, de que Rafaela había sido
+víctima, parecía injusta al viejo usurero y motivada por el odio que a
+él le tenían, por donde imaginaba que debía consolar a Rafaela e
+indemnizarla del daño que le había causado.
+
+El oficio de darle consuelo le parecía gratísimo y en su modestia llegó
+a creer que él, y no ella, era el verdadero consolado.
+
+Cada día simpatizaba más con Rafaela. Se ponía melancólico cuando estaba
+lejos de ella. Y no bien despachaba los asuntos de su casa, se iba a
+acompañarla en la fonda donde ella vivía.
+
+Con rapidez extraordinaria tomó Rafaela sobre el viejo omnímodo
+ascendiente y le ejerció con discreción y provecho. El Sr. de Figueredo
+estaba en borrador, y Rafaela se propuso y consiguió ponerle en limpio,
+realizando en él una transfiguración de las más milagrosas.
+
+Ella misma sabía por experiencia lo que era y valía transfigurarse. No
+recordaba de dónde había salido ni cómo había crecido. En Cádiz, en el
+Puerto, en Sevilla y en otros lugares andaluces, había pasado su primera
+mocedad, tratándose con majos, contrabandistas, chalanes y otra gente
+menuda, sin picar al principio muy alto y sin elevarse sino muy rara vez
+hasta los señoritos. Así es, que en dicha primera mocedad, había sido
+algo descuidadilla. En Lisboa fue donde se aristocratizó, se encumbró, y
+con el trato de los _janotas_, acabó por asearse, pulirse, adobarse y
+llegar en el esmero con que cuidaba su persona hasta el refinamiento más
+exquisito.
+
+El desaliño y la suciedad de los sujetos que andaban cerca de ella, como
+ella era tan pulcra, le causaban repugnancia. Puso pues, en prensa su
+claro y apremiante entendimiento para insinuar el concepto y el apetito
+de la limpieza en la mente obscura y en la aletargada voluntad del Sr.
+de Figueredo. Con mil perífrasis sutiles y con diez mil ingeniosos
+rodeos le hizo conocer, sin decírselo, que era lo que vulgarmente
+llamamos un cochino, y logró hacer en él, con la magia de su persuasiva
+elocuencia, lo contrario de lo que hizo Circe en los compañeros de
+Ulises, a quienes dio la forma del mencionado paquidermo. Tanto habló de
+lo conveniente para la salud que eran los baños diarios, y el frotarse,
+fregarse y escamondarse con jabón y con un guante áspero, que infundió
+al Sr. de Figueredo la gana de hacer todas aquellas operaciones. Y las
+hizo, y ya parecía otro y tan remozado como si él no fuese él sino su
+hijo. Luego fue Rafaela a la _rua do Ouvidor_, donde están las mejores
+tiendas, y en la perfumería de moda, compró cepillos de dientes y pelo,
+polvos y loción vegetal para limpiárselos, y aguas olorosas, cosméticos,
+peines y otros utensilios de tocador. Este fue el primer regalo que hizo
+Rafaela a D. Joaquín, que tal era el nombre de pila del Sr. de
+Figueredo. Y bueno será advertir en este lugar, porque yo soy muy
+escrupuloso y no quiero apartarme un ápice de la verdad, que pongo el
+Don antes del Joaquín por acomodarme al uso y lenguaje de España, porque
+en Portugal, y más aún en el Brasil, son rarísimos los Dones y sólo le
+llevan los hombres de pocas familias. Cuando yo estuve en el Brasil, si
+no recuerdo mal, sólo habría media docena de Dones en todo el Imperio.
+Las señoras en cambio tienen todas, no sólo Don sino excelencia, y hasta
+la más humilde es la Excma. Sra. doña Fulana: prueba inequívoca de la
+extremada galantería de los portugueses.
+
+A pesar de lo dicho, se justifica el que yo llame _Don_ al Sr. de
+Figueredo, porque, como al fin se casó con Rafaela que era española, y
+esta dio en llamarle mi D. Joaquín, todos los amigos y conocidos, y
+llegó a tener enjambres de ellos, aunque le suprimieron el _mi_, le
+dejaron el _Don_, y él acabó por ser universalmente _donificado_. Pero
+no adelantemos los sucesos.
+
+
+
+
+-VI-
+
+
+Mucho se ha discutido, se discute y se discutirá, sobre si la amena
+literatura y otras artes del deleite, estéticas o bellas, deben o no ser
+docentes. Afirman muchos que basta con que sean decentes, sin procurar
+fuera de ellas fin alguno, y sin enseñar nada: pero es lo cierto, que la
+creación de la belleza, y su contemplación, una vez creada, elevan el
+alma de los hombres y los mejora, por donde casi siempre las bellas
+artes enseñan sin querer, y tienen eficacia para convertir en buenas y
+hasta en excelentes las almas que por su rudeza y por los fines vulgares
+a que antes se habían consagrado eran menos que medianas, ya que no
+malas. Algo de este influjo benéfico ejercieron en el espíritu de don
+Joaquín las bellas artes de Rafaela. No me atreveré yo a calificarlas de
+decentes por completo, pero no puede negarse que fueron docentes. Ella
+las ejerció con certero instinto, superior a toda reflexión y a todo
+cálculo. Procedió con lentitud prudentísima para que la transfiguración
+no chocase, ni sorprendiese en extremo, ni al público que había de
+verla, ni al transfigurado que en su propio ser había de realizarla.
+
+Escamondado ya interiormente D. Joaquín, Rafaela le obligó a que se
+afeitase casi de diario y a que se cortase bien las canas, que limpias,
+lustrosas y alisadas tomaron apariencia de venerables.
+
+A fin de que todas estas reformas fuesen persistentes y no efímeras,
+buscó Rafaela para su amigo, en vez del negro ignorante que antes le
+servía, un excelente ayuda de cámara, gallego desbastado, ágil y listo.
+
+Después, y siempre poquito a poco, fue modificando el traje de D.
+Joaquín, empezando por los pantalones, que, como se los pisaba por
+detrás, los tenía con flecos o pingajos, que solían rebozarse en el lodo
+de las calles. Después declaró Rafaela guerra a muerte a toda mancha o
+lamparón que sus ojos de lince descubrían en el traje de D. Joaquín,
+resultando de esta guerra la desaparición completa del antiguo
+vestuario, que apenas pudo servir ya para los negros desvalidos, y la
+adquisición de otro nuevo, hecho en Río con menos que mediana elegancia.
+Pero Rafaela era insaciable en su anhelo de perfección; y, deseosa de
+que D. Joaquín estuviese, no sólo aseado, sino _chic_, y como ella le
+decía, hablando en portugués, _muito tafulo_ o _casquilho_, hizo que le
+tomasen las medidas y escribió a París y Londres encargándole ropa, que
+no tardaron en enviarle. Como por los pantalones era por donde más había
+claudicado, mandó Rafaela que se los hiciese en adelante un famoso
+sastre especialista, _culottier_, que por entonces había en París, _rue
+de la Paix_, llamado Spiegelhalter. De los fracs y de las levitas se
+encargaron en competencia Cheuvreuil, en París, y Poole, en Londres. Las
+camisas, bien cortadas, sin bordados ni primores de mal gusto, pero
+también sin buches, vinieron de las mejores casas parisienses que a la
+sazón había, correspondientes a las de Charvet y Tremlett de ahora. Y
+por último, como Rafaela aspiraba a que todo estuviese en consonancia,
+hizo venir de París el calzado de D. Joaquín, encomendando al Hellstern
+o al Costa, que florecía en aquel momento histórico, que reforzase con
+clavitos los tacones y que pusiese los contrafuertes debidos, para que
+D. Joaquín perdiese la perversa maña de torcer y deformar, como solía,
+botines y zapatos.
+
+En resolución, y para no cansar más a mis lectores, diré que antes de
+cumplirse el año de conocerse y tratarse D. Joaquín y la bella Rafaela,
+él, con asombro general de sus compatriotas, parecía un hombre nuevo:
+era como la oruga, asquerosa y fea durante el período de nutrición y
+crecimiento, que por milagroso misterio de Amor, y para que se cumplan
+sus altos fines, transforma la mencionada deidad en brillante y pintada
+mariposa.
+
+
+
+
+-VII-
+
+
+Como aún me queda no sé qué escozor y desasosiego de no haber dado,
+a pesar de todo lo dicho, concepto cabal de la transfiguración visible y
+palpable que en D. Joaquín se había verificado, quiero hablar aquí de un
+solo perfil o toque, a fin de que por él se infiera, rastree y calcule
+el cambio radical de aquel hombre. Era algo miope y tenía además la
+vista un poco fatigada. Para remediar esta falta, usaba antiparras, que
+en el Brasil y en Portugal llaman _cangalhas_. Siempre las tenía
+prendidas en las orejas, y cuando no necesitaba de ellas para ver, se
+las apartaba de los ojos y se las levantaba apoyadas sobre la frente, lo
+cual no era nada bonito. Así es que Rafaela hizo que suprimiese las
+_cangalhas_ y que, en lugar de ellas, gastase monóculo. Todo, pues,
+contribuía a que tuviese el aspecto _fashionable_, atildado y digno de
+un antiguo diplomático jubilado.
+
+A su rara discreción y al entrañable afecto que había inspirado debió
+Rafaela los mencionados triunfos; pero los debió también a sus lisonjas,
+llenas de sinceridad y fundadas en fe _altruista_. Esto requiere
+explicación, y voy a darla.
+
+Seriamente no es lícito afirmar que Rafaela se enamorase de D. Joaquín;
+pero sí puede, y debe afirmarse, que le cobró grande amistad y le estimó
+en mucho, considerándole casi un genio para todo aquello que a la
+crematística se refiere. Y como se lo decía, dándole encarecidas
+alabanzas, le adulaba, le enamoraba y le animaba a la vez, todo sin el
+menor artificio. Así el imperio que sobre él había adquirido se hizo más
+firme y más completo.
+
+No se vaya a creer que presentamos aquí a Rafaela como un pozo de
+sabiduría. Su educación había sido descuidadísima, o mejor dicho,
+Rafaela no había recibido ninguna educación; pero naturalmente era muy
+lista. En sus ratos de ocio, había aprendido a leer y a escribir, aunque
+escribía sin reglas y apenas leía de corrido. Sólo había leído algunas
+novelas y los periódicos. Como tenía buen oído, excelente memoria y
+notable facundia, hablaba, sin embargo, la lengua castellana con primor
+y gracia, si bien con acento andaluz muy marcado. Y en Lisboa además,
+con el trato constante de la gente fina, se había soltado a hablar en
+portugués y hasta a chapurrear el francés un poquito. Pero lo que mejor
+adquirió, no en escuelas ni en academias, ni menos con lecturas asiduas,
+sino en la conversación y trato de personas de mérito, fue un temprano y
+pasmoso conocimiento de los hombres, de la vida social y de los asuntos
+que se llaman vulgarmente positivos. Para todo esto Rafaela tenía
+disposición maravillosa. Era una mujer de prendas naturales nada
+comunes.
+
+Comprendido así el carácter y el entendimiento de Rafaela, no parecerá
+inverosímil lo que tenemos que contar ahora y podremos contarlo en
+resumen rápido, sin entrar en pormenores.
+
+Luego que consiguió informarse con exactitud de lo que importaba todo el
+caudal de don Joaquín, concibió un plan económico muy hábil, e hizo que
+él le adoptase, cambiando enteramente su manera de vivir, como había
+cambiado la apariencia de su persona. Rafaela dividió en dos partes los
+cuantiosos bienes de D. Joaquín. A la parte más pequeña, aunque
+suficiente para el fin a que ella la destinaba, llamó capital triunfante
+y beatífico. Y a la otra parte, muchísimo mayor, llamó capital
+militante.
+
+El capital triunfante y beatífico estaba compuesto de predios rústicos y
+urbanos y de valores públicos muy seguros; todo ello, hasta donde cabe
+en la inestabilidad de los casos, al abrigo de los vaivenes, golpes y
+reveses de la fortuna.
+
+De la renta de dicho capital, que no había de ser ni alterado ni
+mermado, viviría D. Joaquín con grande esplendor y lujo, y cuanto
+sobrase, sin hacer ahorros mezquinos, se dedicaría a obras de caridad y
+a socorrer y a aupar a los parientes pobres y menesterosos, de quienes
+en manera alguna debe avergonzarse quien los tenga, si bien ha de
+procurar ponerlos en situación de poder alternar con ellos sin el
+disgusto que causa el alternar con gente zafia, hambrienta y mal
+vestida.
+
+Hecho esto, y asegurada ya una vida holgada, cómoda y generosa, D.
+Joaquín quedaba con un gran capital militante para no tenerle ocioso ni
+estarlo él, sino para emplearle y emplearse en empresas, no mezquinas y
+ruines, sino grandiosas, y tanto para él como para la nación a que él
+pertenecía, y aun para la sociedad entera bienhechoras o productivas.
+Hasta entonces D. Joaquín, según Rafaela le hizo notar y comprender, no
+había creado riqueza alguna: no había hecho más que dislocar la de los
+otros, absorbiéndola y acumulándola por medios ingeniosos, más o menos
+de acuerdo con la moral, pero que no infringían el menor precepto de los
+códigos.
+
+En esto se empeñó y consiguió Rafaela que D. Joaquín cambiase de método
+y conducta. En adelante no había él de ganar un solo _rei_ que
+presupusiese que otro le había perdido, sino que había de ser un _rei_
+nuevo, si añadido a su caudal, añadido también a todo el acervo de la
+riqueza de su nación y hasta del género humano.
+
+En ninguna región del mundo mejor que en el Brasil podía entonces
+conseguirse esta creación de la riqueza, aplicándose a tareas agrícolas,
+industriales, mercantiles y constructoras. El territorio dilatado y
+fertilísimo, la coexistencia en él de todos los climas y de las
+producciones más varias, la apenas explotada virtud productiva del suelo
+y del subsuelo, la carencia de vías de comunicación que convenía abrir,
+los ríos caudalosos de curso dilatadísimo que se podían navegar, y las
+risueñas y pomposas florestas vírgenes, bellísimas, pero inútiles al
+hombre, que convidaban a que su codicia y su trabajo las trocase en
+plantíos y sembrados ubérrimos, todo esto más que indicio era prueba
+evidente de que, si D. Joaquín consagraba su ingenio, su actividad y el
+capital ya acumulado a producir objetos provechosos a la generalidad de
+los seres de su especie, podría hacerse mucho más rico de lo que ya era,
+mereciendo, en vez de ser aborrecido, que sus conciudadanos le mirasen
+como a un bienhechor con gratitud y con respeto.
+
+No bien Rafaela trazó este plan, el obediente y sumiso Sr. de Figueredo
+le aceptó y empezó a realizarle.
+
+En la parte primera del plan había un punto que Rafaela no quiso tocar,
+ni menos señalar, no por hábil, sino por modesta y desprendida. Este
+punto le adivinó, le tocó y le señaló el propio D. Joaquín, impulsado
+por el afecto y por la admiración que Rafaela le infundía. Sin duda para
+animar y alegrar su magnífico hotel, necesitaba D. Joaquín de mujer
+propia y elegante que en él viviera. ¿Y quién había de hacer este papel
+y ejercer este cargo mejor que Rafaela? Es cierto que ella, aunque nos
+sea muy simpática y nos duela decirlo, era lo que ruda, cruel y
+groseramente se llama una perdida. Pero D. Joaquín nada tenía que perder
+tampoco en lo que toca a buen nombre y fama. No eran en esto dos
+nulidades o ceros cuya suma es siempre cero, sino dos cantidades
+negativas que se convierten en positivas al multiplicarse.
+
+Rafaela no empleó ni ardid, ni astucia, ni embustes, ni retrechería, ni
+ningún otro artificio de los que suelen emplear las mujeres para
+proveerse de un marido y sobre todo de un marido rico. Él fue quien
+solicitó y quien rogó para el casamiento. Ella consintió al cabo, porque
+le deseaba y le convenía, pero en todo puso y lució su lealtad, su
+franqueza y su desprendimiento. Y no fueron menos dignos de aplauso la
+moderación y el talento con que ella supo, ya que no evitar, amortiguar
+el escándalo y el ruido. Para que no hubiese la cencerrada moral de las
+hablillas, tomaron ambos, sin asesorarse con persona alguna, la
+resolución de casarse, y se casaron luego, al año de conocerse, sin
+boato ni fiestas y como si dijéramos a cencerros tapados.
+
+Rafaela fue desde la fonda a instalarse en la casa de su marido: en el
+hotel que ella le había hecho comprar y amueblar con el mejor gusto.
+Ella eligió para la servidumbre los criados blancos que más convenían, y
+los esclavos negros más hábiles y de mejor facha. El jefe de la cocina
+era gallego, como el ayuda de cámara del señor, pero tan diestro e
+inspirado artista como en las edades pretéritas pudo serlo Ruperto de
+Nola y como puede serlo en el día el más aventajado y brillante
+discípulo de Gouffé o del glorioso Antonio María Carême, más que
+_oficial_, príncipe _de boca_.
+
+El cocinero de los Sres. de Figueredo era cosmopolita en su arte,
+poseyendo el de la clásica cocina francesa y lo más selecto de la
+antigua y hoy degenerada cocina española. Se pintaba solo además para
+confeccionar guisos y _acepipes_ a la brasileña, y para preparar ciertas
+legumbres del país, como _palmito_ y _quinbombó_, haciendo deliciosos
+_quitutes_, según en Río de Janeiro se llaman.
+
+Con tales aprestos, D. Joaquín, mejorado de facha, empezó a ganar
+amigos; y Rafaela, bien vestida, mejor hablada, decorosa e insinuante,
+fue haciendo olvidar su vida pasada, se introdujo poco a poco entre la
+flor y la crema de la sociedad, abrió sus salones y convidó a su mesa a
+lo más encopetado y aristocrático de todo el Imperio: a los poetas, a
+los Ministros, a los oradores, a los diplomáticos y a los militares.
+
+
+
+
+-VIII-
+
+
+Todas las anteriores noticias sobre la Sra. de Figueredo y algunas
+otras que se omiten en obsequio de la brevedad, se las dio al inglesito
+mi amigo el Vizconde de Goivo-Formoso, cuyo conocimiento y amistad con
+Rafaela tenían ya fecha muy larga. La había conocido y tratado desde su
+primera humilde aparición en la gran ciudad de Lisboa, cuando ella no
+desdeñaba aún, sino que estimaba como el más delicado obsequio y regalo,
+que algún amigo generoso la llevase al _Retiro de Camoens_, taberna,
+_casa de pasto_ o figón muy frecuentado y celebrado, a comer los
+excelentes _petiscos_ que allí se hacían y a beber los deliciosos vinos
+de Colares y de Bucelas que allí se escanciaban.
+
+Enteramente cambiadas las cosas en el momento de que vamos hablando,
+Rafaela tenía toda la traza de una dama de muy alto copete, y, sin
+aparecer orgullosa y soberbia, mostraba cierta dulce majestad y
+aristocrático decoro.
+
+No frecuentaban mucho su casa ni su tertulia las señoronas del país;
+pero esto le importaba poco y nada hacía para conseguirlo. De lo que
+ella gustaba, era de reunir en torno suyo lo más selecto de los
+caballeros, y lo había conseguido. Sus salones parecían un club, que
+tenía a una mujer por presidenta, o regio alcázar donde figuraba ella
+como reina en día de besamanos. Las señoras, por lo general de medio
+pelo, que se allanaban a ir a la tertulia, no parecían sus iguales, sino
+las acompañantas y servidumbre de una princesa o las figurantas y
+coristas que rodean en el escenario a la encumbrada y aplaudida _prima
+donna_. Manifestó Juan Maury no pequeña curiosidad y deseo de enterarse
+de cuanto se traslucía y decía acerca de cierto punto un tanto
+escabroso. ¿Cuál había sido y cuál era la conducta de la señora de
+Figueredo desde que se casó hasta aquellos días? El Vizconde de
+Goivo-Formoso quiso indudablemente satisfacer con franqueza la
+curiosidad del joven inglés; pero, como hay cosas que no se ven a las
+claras y que suelen quedar en la penumbra o envueltas en más o menos
+densa nube de misterio, el Vizconde no atinó a poner en claro la
+certidumbre de los hechos, y se limitó a presentar hipótesis, no
+fundadas en pruebas fehacientes, sino en sospechas y en indicios vagos.
+
+Como quiera que ello sea, yo voy a dejar hablar al Vizconde. Oigamos lo
+que sobre este particular decía:
+
+--Rafaela es, a mi ver, una mezcla de extrañas cualidades. Las
+espontáneas, las que debe a la naturaleza inculta, sin modificación ni
+mejora, tienen cierta bondad radical. Sobre las que debe al arte hay que
+decir no poco, empezando por hacer una distinción.
+
+Por naturaleza Rafaela es leal, sincera y agradecida. Ni quiere mentir
+ni pagar los beneficios con ofensas. El afecto y la gratitud que muestra
+al Sr. de Figueredo, no pueden ser más verdaderos. Están además
+sancionados y como santificados por las creencias religiosas. Rafaela es
+católica ferviente. El anciano padre cura que la casó, el Padre García,
+español como ella, no sólo es su confesor, sino su consultor para los
+asuntos más arduos, en los seis años que lleva ya de matrimonio. Y a lo
+que parece, no sólo discurre Rafaela con este padre sobre los casos de
+moral y de conducta que en la vida práctica se presentan, sino que
+también se eleva a disquisiciones metafísicas sobre lo divino y lo
+eterno, pensando y hablando del cielo, de Dios, y del origen y fin de
+las cosas creadas con notable acierto, elevación y ortodoxia. El Padre,
+que es un excelente varón, y además instruido y discreto, la celebra
+mucho. Y hay que dar crédito a sus alabanzas, porque el hombre es
+desinteresado.
+
+Si todo el ser de Rafaela consistiese en lo dicho, Penélope, Lucrecia y
+cuantos modelos de perfectas casadas hubo después en el mundo hasta el
+día de hoy, quedarían eclipsados y por su virtud conyugal
+resplandecerían menos que Rafaela. Pero la mayor parte de los seres
+humanos, y Rafaela entra en esta cuenta, no son sólo de un modo sino de
+varios: se diría que no tienen un alma sola, sino dos almas con opuestas
+propensiones y hasta con principios, conceptos y doctrinas filosóficas,
+tal vez no aprendidas, sino nacidas en el alma, como en la tierra nacen
+los hongos, los cuales conceptos, propensiones y doctrinas, acaso malas,
+se insurreccionan contra las buenas y suelen dominarlos.
+
+Como yo soy ferviente admirador de Rafaela, no se ha de extrañar que vea
+y note cierta bondad ingénita hasta en aquella parte de su alma que la
+induce e impulsa hacia lo malo. Si ella peca, según se murmura, a pesar
+del honesto recato con que lo encubre, su pecado, en mi sentir, nace de
+ciertas virtudes originales, que no sé cómo demonios se tuercen y se
+ladean. Su generosidad y su piadosa misericordia son tan grandes que a
+veces no sabe decir que no a quien ella cree verdaderamente necesitado y
+a quien le pide con ahínco. Al mismo tiempo su comprensión de la
+hermosura es clara y sublime, y se combina con la caridad, y está en su
+mente unida en apretado lazo con la idea de un fin y de un propósito.
+Ella, a no dudarlo, debe ver y reconocer su gallardo cuerpo, y sobre
+todo ahora que se halla en la plenitud de su florecimiento, en el punto
+culminante de su esplendidez y de su gala, como el sol en el meridiano.
+Y de seguro que dice para sí, en misteriosos soliloquios: ¿Para qué
+sirve, para qué vale todo esto, si no lo comunico y si lo escondo?
+Cuando de mí depende la bienaventuranza de alguien, ¿cómo negarme a que
+sea bienaventurado? ¿Del chico mal que causo a mi D. Joaquín, sin que él
+lo sienta ni lo vea, no resulta un bien grandísimo para otros sujetos?
+¿Qué cosa sustancial, qué tesoro, qué joya quito yo a mi D. Joaquín para
+que un extraño la disfrute? ¿Por qué no regalar a quien lo merece y
+puede con lo que mi D. Joaquín ya no sabe ni puede regalarse?
+
+Tales son los execrables raciocinios que han de acudir en ocasiones a la
+mente de Rafaela, y que, corroborados por la compasión y la ternura,
+pueden haber dado al traste con todos sus propósitos de honestidad, en
+tal cual deplorable momento.
+
+Yo estoy segurísimo de que Rafaela se ha arrepentido después, ha llorado
+como una Magdalena, ha confesado su culpa, ha hecho penitencia y
+propósito de la enmienda; pero recelo que ha reincidido más tarde con
+lastimosa flaqueza.
+
+Ya que no para disculparla, para atenuar su falta y su responsabilidad
+moral deben valer el descuido de su vida pasada; el nunca conocido por
+ella vergonzoso temor de las niñas que se crían vigiladas por madres
+virtuosas; los ejemplos, siempre desaforados, que ha visto en torno
+suyo, en vez de verlos buenos, y hasta la carencia del orgullo señoril,
+que no podía perder, porque nunca le había tenido, y que sólo podía
+contrahacer para la generalidad de los hombres que le eran indiferentes,
+mas no para aquellos cuyo talento, gallardía o elegancia le
+entusiasmaban. Para estos no acertaba a ser arisca, y el escudo que
+ponía contra ellos delante de su corazón se derretía como la escarcha
+cuando se levanta el sol en el Oriente en las mañanas del mes de Mayo.
+
+Así disertaba el Vizconde con profundidad filosófica, elevándose a las
+causas sin determinar los efectos. Dejaba entrever, examinando las
+causas, cuál había podido ser la conducta de Rafaela, pero no declaraba
+cuál en realidad había sido. Esto me hace pensar que el método con que
+hasta ahora voy escribiendo esta narración, más que de novela, es propio
+de historia. Y como la historia, por falta de testigos, documentos
+justificativos y otras pruebas, quedaría en no pocas interioridades
+incompleta y obscura, voy en adelante a prescindir del método histórico
+y a seguir el método novelesco, penetrando, con el auxilio del numen que
+inspira a los novelistas, si logro que también me inspire, así en el
+alma de los personajes como en los más apartados sitios donde ellos
+viven, sin atenerme sólo a lo que el Vizconde o yo podríamos averiguar
+vulgar y humanamente.
+
+En lo sucesivo, además, yo me retiro de la escena, donde, como actor,
+nada tengo que hacer. De esta suerte podré contar con menos dificultades
+y tropiezos lo que hagan los otros. En cuanto a mi amigo el Vizconde, yo
+no le retiro, sino que le dejo en la escena, porque es uno de los
+principales actores.
+
+
+
+
+-IX-
+
+
+Todavía, antes de proseguir contando la vida y milagros de Rafaela,
+me incumbe hacer una aclaración. Voy a penetrar, no ya como mero
+historiador, sino como novelista, así en los más apartados rincones de
+la casa de Rafaela, como en el centro más recóndito de su alma; pero por
+ningún estilo quiero fingir nada, y sólo penetraré en las profundidades
+donde el novelista penetra, cuando lo que yo muestre en dichas
+profundidades sea tan lógica consecuencia de la verdad históricamente
+demostrada que no pueda menos de ser también la verdad. Y sobre aquello
+de que yo no esté seguro, sino dudoso, no imaginaré ni bordaré nada,
+dejándolo en cierta penumbra y como entre nubes.
+
+Es innegable que Rafaela pagaba a D. Joaquín la posición que le había
+dado. Por ella andaba él aseado, elegantemente vestido y empleado en
+negocios importantes que le daban honra y provecho. Ella le cuidaba, le
+mimaba, mostraba quererle, y, sin duda, le quería. Lograba que fuera de
+su casa olvidara o prescindiera el vulgo de los antecedentes de D.
+Joaquín, no le quisiera mal y casi le respetara. Y lo que es en casa,
+con sus mimos y con su dulzura, Rafaela le hacía dichoso, arrebolando y
+dorando con luz alegre los días de su vejez y colmándolos de
+satisfacción y de ventura.
+
+De las coqueterías de Rafaela no había nadie que no tuviese certidumbre;
+pero, si estas coqueterías no pasaban de cierto límite, más que ofender
+a D. Joaquín lisonjeaban su amor propio. Lo que es él, estaba convencido
+o se empeñaba en estar convencido de la fidelidad de Rafaela.
+
+Los maldicientes y murmuradores tenían sus hablillas, pero con
+certidumbre nada malo se dijo durante los tres primeros años del
+matrimonio de los Sres. de Figueredo. Sólo se propalaban vagas
+acusaciones.
+
+Don Joaquín, entre las diversas empresas que había acometido, contaba
+también la de agricultor en grande. No lejos de Petrópolis había
+comprado extensísimos terrenos y había formado en ellos una magnífica
+_fazenda_ de diversos plantíos y sembrados, donde empleaba para la
+dirección y los más delicados trabajos a bastantes colonos alemanes y
+para las faenas más rudas multitud de esclavos negros. En el sitio más
+pintoresco de la propiedad, al borde de un riachuelo de agua cristalina
+y cercada de ameno jardín, se parecía la _chácara_ o casa de campo, con
+vivienda muy cómoda para señores. Allí iba D. Joaquín a menudo, ya para
+inspeccionar la finca, ya para solazarse con algunos viejos amigos en el
+ejercicio de la caza, a lo que convidaba no corta porción de la tierra
+que poseía, inculta aún y formando risueña e intrincada floresta, en
+cuyo seno abundaban los pájaros y no pocos otros animales silvestres,
+como grandes lagartos y _tatúes_ o armadillos.
+
+Aquel bosque, aun sin el aliciente de la caza, era delicioso, tanto por
+los gigantescos árboles que le daban sombra y frescura, como por las
+olorosas y variadas flores que cubrían el suelo, por las orquídeas que
+crecían parásitas en los añosos troncos, y por las plantas enredaderas
+que, formando guirnaldas y festones, entrelazaban los árboles, haciendo
+a veces impenetrable la espesura, si un negro no caminaba delante con
+una hoz abriendo camino.
+
+Rafaela era poco campestre. Rara vez iba a la _chácara_. Y como D.
+Joaquín iba a menudo y pasaba en ella tres o cuatro días seguidos y en
+ocasiones hasta una semana, el vulgo malicioso murmuraba que, durante
+estas ausencias, Rafaela usaba y hasta abusaba de la libertad en que la
+dejaba su marido.
+
+Como quiera que ello fuese, al menos durante los tres primeros años,
+según ya queda dicho siempre fue de maravillar o la virtud de Rafaela o
+su prudencia sigilosa. A pesar de la jactancia de muchos hombres que
+gustan de hacer creer que son favorecidos, ninguna acusación terminante
+hubo contra Rafaela. D. Joaquín, atendidas sus circunstancias y las de
+su señora, podía pasar, por inverosímil milagro, como marido venturoso y
+respetadísimo.
+
+La primera sospecha que vino poco a poco a tomar cuerpo, adquiriendo
+visos y trazas de certidumbre, fue de inusitada y singular importancia.
+Se supuso que un egregio personaje, sin par en todo el imperio por su
+elevación, en noches en que Rafaela no recibía a sus tertulianos por
+tener jaqueca, penetraba en la casa de ella y permanecía allí no pocas
+horas.
+
+Hasta llegó a contarse una muy curiosa particularidad, que prueba cómo
+el vulgo lo atisba, lo huele y lo descubre todo.
+
+En las noches en que el personaje egregio penetraba o se suponía que
+penetraba con misterioso recato en casa de Rafaela, se cuenta que poco
+antes venía un sujeto de honrosa servidumbre trayendo en su coche dos
+tatarretes.
+
+¿Qué pensará el curioso lector que dichos tatarretes contenían? La gente
+lo declaraba como si lo hubiese visto y probado. En el uno había leche,
+y manteca de vacas en el otro. Es rareza inexplicable que en toda
+nuestra península ibérica, y probablemente en sus colonias hasta tiempos
+novísimos, apenas haya habido nunca vacas de leche ni con la leche de
+vacas se haya hecho manteca. Tal vez, hará cuatro o cinco siglos, la
+manteca de vacas se hacía en España y se llamaba _butiro_. Si la palabra
+cayó en desuso fue porque antes dejó de usarse la sustancia que con la
+palabra se significa. Apenas se comprende, pero es lo cierto, que cosa
+tan primitiva no se haya hecho nunca o haya dejado de hacerse en España
+durante cuatro o cinco siglos. Lejos de ser el _butiro_ una novedad,
+traída por el progreso humano, parece que ya las hijas de los primitivos
+arios, en las faldas del Parapamiso, ordeñaban las vacas y de su leche
+sacaban exquisita y fresca manteca, tomando ellas nombre de este mismo
+oficio o arte en que se empleaban, pues afirman los sabios etimólogos
+que la palabra hija, en el lenguaje de los vedas, equivale a la que
+ordeña las vacas y hace la manteca.
+
+Pero pongamos a un lado estas sabias disquisiciones y contentémonos con
+declarar que, allá por el tiempo en que ocurría lo que voy contando, era
+punto menos que imposible proveerse en el Brasil de leche de vacas y
+_butiro_ fresco para tomar el té, por donde, cuando un egregio personaje
+quería tomarle en compañía de alguna dama muy querida, enviaba él de
+antemano a la casa de ella la leche de vacas y la manteca.
+
+Supuesto lo que antecede, murmuraban unos y celebraban otros que,
+avergonzada Rafaela de no tener en su casa ni leche de vacas ni _butiro_
+fresco, había inducido a D. Joaquín a fundar una buena casa de vacas en
+la _chácara_ de Petrópolis, donde había ricos y abundantes pastos: un
+_capim_ exquisito. D. Joaquín hizo venir, de Inglaterra, de Holanda y de
+Suiza, vacas de leche de las mejores castas, y pronto tuvo _butiro_
+fresco en abundancia y crema deliciosa.
+
+
+
+
+-X-
+
+
+Harto notarán los que lean con atención este relato, que el más
+marcado rasgo del carácter de Rafaela era su propensión invencible a ser
+didáctica. Y no puede negarse que para educar y perfeccionar a cuantos
+seres la rodeaban poseía aptitud pasmosa. Ya hemos visto los milagros
+que obró en su D. Joaquín.
+
+En su confidenta, que las malas lenguas suponían su Enone, hizo también
+maravillas. Era una francesa que antes de entrar en su casa se había
+sustentado dando lecciones del propio idioma y del inglés, que sabía
+casi con igual perfección. Rafaela, que la había tomado primero por
+maestra, acabó por tomarla por acompañanta. La sentaba a su mesa, la
+llevaba consigo a misa, a tiendas y a paseo, ya a pie, ya en coche, y en
+sus tertulias le encomendaba que sirviese el té y que diese conversación
+a los tertulianos más fastidiosos y ordinarios.
+
+_Madame_ Duval, que así se llamaba la confidenta, por afirmar ella misma
+que era viuda de un Comandante francés de caballería, muerto
+heroicamente en Argelia matando moros, tenía cualidades excelentes, pero
+era remilgadísima y empalagosamente afectada, y empleaba al hablar tres
+o cuatro muletillas y frases sentimentales, que apenas se podían sufrir
+y pervertían y maleaban todas las virtudes y excelencias de la buena
+señora. Rafaela acertó a curarla de estos resabios, por tal arte, que, a
+los pocos meses de tener a _Madame_ Duval a su servicio, se había esta
+convertido en persona natural y sencilla, de trato franco y agradable,
+el cual ya como antes no se quebraba de puro fino.
+
+Tenía Rafaela la habilidad de insinuarse en los espíritus, de dominar
+las voluntades y de hacer eficaces sus amonestaciones educadoras sin
+ofender el amor propio de los educandos. De aquí que los criados de su
+casa, blancos y negros, la respetasen y la amasen, resultando todos más
+instruidos y hábiles a poco de entrar a servirla. El cocinero guisaba
+mejor. El cochero mulato era un verdadero automedonte, y sentado en el
+pescante del landó tenía la mejor facha: hubiera podido pasar por el
+cochero del Príncipe de Gales, untada la cara con tizne. El jardinero
+negro había llegado a saber casi tanta botánica como Spix y Martius,
+doctísimos investigadores de la Flora brasílica. Entre los mozos de
+caballeriza descollaba, cual hábil palafrenero, el ínclito y triunfador
+Trajano, negro _mina_ que tenía singularmente a su cuidado los dos
+hermosos caballos ingleses en que solía pasear la señora. El
+maestresala, que era asturiano, se había pulido tanto en su oficio, que
+hubiera podido escribir, en consonancia con los adelantos de la época
+presente, una _Arte cisoria_ más bonita que la de D. Enrique de Villena.
+Y por último, los otros criados de comedor, aunque eran negros, servían
+con primor en los banquetes, y todos se habían acostumbrado a llevar
+zapatos de continuo, y a no ir descalzos de pie y pierna, según la común
+usanza de entonces.
+
+El benéfico prurito de educar y de corregir que había en el alma de
+Rafaela, llegó a tener influjo hasta en su confesor y director
+espiritual el Padre García.
+
+Era este un venerable siervo de Dios, diserto y suave en sus coloquios,
+notable teólogo dogmático y severo moralista, cuyos consejos y
+advertencias valieron mucho a Rafaela, aunque a menudo, y muy a pesar
+suyo, no los seguía: culpa acaso del irresistible ímpetu de su
+apasionado carácter.
+
+Sólo deslustraba el indiscutible mérito del Padre García una inveterada
+y perversa maña, que desde la infancia había en él, y que le había
+valido entre sus condiscípulos del seminario el farmacéutico apodo de
+_Pildorillas_. Era prodigiosa la inagotable fecundidad del filón de
+donde el Padre García las sacaba y las fabricaba. Sus narices eran
+venero inexhausto. Eran como los encantados cubiletes del
+prestidigitador más aplaudido. En cuanto cabe en lo humano, daban una
+idea aproximada del milagro de pan y peces. ¡Pues bien: apenas parece
+creíble! Rafaela, con gracioso talento, con amistosa delicadeza, sin dar
+a conocer que notaba en el Padre aquel vicio y censurándole sólo en los
+otros, logró curarle de él radicalmente, y esto, hasta tal extremo de
+perfecta curación, que, según los informes que he podido adquirir, el
+Padre García en los muchos años, que para bien y provecho de las almas,
+ha vivido después, no ha fabricado una sola píldora siquiera.
+
+
+
+
+-XI-
+
+
+Mientras mejor dotado de brillantes cualidades entendía Rafaela que
+estaba un sujeto, y mientras mayores simpatías le inspiraba, mayor y más
+vehemente era en ella el deseo de corregir sus faltas, haciendo de él un
+dechado de perfección, hasta donde la perfección es dable a nuestra
+decaída humana naturaleza. Por esto me atrevo a asegurar que con nadie
+anheló más fervorosamente ejercer su eficaz magisterio que con el
+ilustre Pedro Lobo, Ayudante de campo de Juan Manuel Rosas, dictador de
+la República Argentina.
+
+En 1850, Pedro Lobo había venido a Río con el carácter oficial de
+Agregado militar a la Legación de su patria, si bien se susurraba que
+tenía instrucciones secretas del dictador, cuyo favorito era.
+
+La fama había precedido en Río a Pedro Lobo, refiriendo sus
+extraordinarias hazañas contra los indios del extremo Sur de la Pampa,
+más allá de Carmen de Patagones, y contra los unitarios refugiados en
+Montevideo, dando cuenta, con mil novelescos pormenores, de sus
+correrías por las más apartadas regiones de la misma Pampa, de los
+Andes, y de la Patagonia, y ensalzando sus raras prendas de carácter, su
+brío indómito y su agilidad y destreza en todos los ejercicios del
+cuerpo. Nadie desbravaba mejor que él el más fogoso potro no domado;
+nadie disparaba mejor las bolas ni detenía con el lazo, ya a los toros
+bravos, ya a los ligeros avestruces o ñandúes, ni nadie manejaba mejor
+el puñal y el machete, ni tenía tino más certero con la carabina.
+
+Mil lances extraños y no pocos actos de inaudito arrojo habían dado a
+Pedro Lobo fama de hábil y astuto capitán y de valeroso soldado,
+sirviendo, durante seis años, en la República Oriental del Uruguay, en
+favor de Rosas y a las órdenes de Oribe. Pedro Lobo se jactaba, y no sin
+fundamento, de haberse hallado en cien combates, y de haber sido el más
+rudo adversario de la valerosa legión italiana mandada por Garibaldi.
+
+Sabedor Juan Manuel Rosas de los grandes servicios y del raro mérito de
+Pedro Lobo, le llamó a su lado y le prestó toda su confianza.
+
+Era Pedro Lobo fanático de americanismo. Nunca fue Rosas tan lejos como
+él en su amor y en su entusiasmo por América y en su aborrecimiento de
+los europeos.
+
+Allá a su manera, no sabré decir si de su propio caletre, o de oídas, o
+por lecturas de algunos libros, Pedro Lobo había sacado o construido una
+singular filosofía de la historia. Según él era evidentísimo el progreso
+del linaje humano, viniendo a realizarle sucesivamente razas cada vez
+más nobles. Fue primero la raza negra: vino después la raza amarilla. Y
+cuando la raza amarilla alcanzó el término de su cultura y puso en
+práctica todo su ideal, apareció la raza blanca con su gloriosa historia
+de persas, babilonios y fenicios, griegos y romanos, y naciones
+cristianas, medioevales y modernas. Pero el fin de la civilización de
+Europa tocaba ya a su término. De su propio seno habían de surgir sus
+destructores: un proletariado inculto, hambriento, esclavo de la
+miseria, atormentado por el trabajo continuo, y ofendido por el
+desprecio, había de levantarse lleno de ira y acabar con todo. Las
+abultadas noticias de las recientes luchas revolucionarias, promovidas
+por el socialismo, corroboraban a Pedro Lobo en su opinión. Aquello era
+para él el principio del fin. La evolución total de la cultura europea
+vendría al cabo a terminar en espantosa tragedia; pero en América estaba
+el porvenir del mundo. Una nueva raza, la americana, debía ya mostrar en
+flor la aurora de más alta, sana, poderosa y duradera civilización, en
+aquel nuevo continente. La audaz empresa de Colón y la venida de los
+españoles habían retardado este florecimiento y aun puesto en peligro de
+que se secara o se destruyera la planta en que había de darse. Según
+Pedro Lobo, los españoles habían sido como venenoso reptil que trepa a
+lo alto de la roca donde el cóndor tiene su nido, y devora o mutila a
+los polluelos antes de que les crezcan las alas para enseñorearse del
+espacio sin límites, remontarse más allá de las nubes, y mirar el sol de
+hito en hito. Los españoles habían sido, cuando aportaron a América,
+como granizo destructor que cae en fértil suelo, al empezar la
+primavera, y rompe y destroza las yemas y los brotes de los árboles,
+impidiendo que se revistan de flores y verdura, y que den más tarde
+frutas sabrosas y dulces. En todas las tribus y lenguas que cubrían y
+animaban el Nuevo Mundo, en el Anahuac, en el Yucatán, en Guatemala, en
+la risueña meseta de los Andes, donde moraban los chibchas y en el resto
+de la América del Sur, sobre todo, entre los quichúas y los guaraníes,
+germinaba y estaba ya pronta a abrirse como flor hermosa una
+civilización original e indígena que los españoles arrancaron de cuajo,
+borrando sus huellas, aniquilando hasta su recuerdo, y, ora destruyendo
+la raza que iba a dar al mundo esa civilización llena de novedad
+inaudita, ora sumiendo en la abyección a esa raza por medio de la
+servidumbre, del oprobio, de rudos trabajos y de inhumanos castigos.
+
+Pedro Lobo tenía en sus venas mucha sangre india, pero también tenía en
+sus venas sangre española. La sangre india, sin embargo, se sublevaba
+furiosa contra todo cuanto había en él de español. Aún esperaba él el
+remedio de tantos males: que manase de nuevo con abundancia el represado
+manantial americano; que se regenerasen los pueblos del Nuevo Mundo, y
+que su comprimida superior cultura retoñase y apareciese espléndida
+antes de que desapareciese la civilización europea en medio de las
+convulsiones de un horroroso cataclismo.
+
+A veces columbraba Pedro Lobo, en visión profética, a toda Europa tan
+arruinada ya y tan desierta como contemplamos hoy el centro de Asia. Se
+figuraba a París, Londres y Viena, como contemplamos hoy los amontonados
+escombros de Nínive y de Babilonia. Lo que es de Madrid afirmaba que
+apenas quedaría rastro: sólo quedarían tal vez algunos cimientos del
+Palacio Real. Y como estos cimientos estarían tan solos, los hombres de
+las futuras edades imaginarían que había habitado en aquel alcázar un
+tirano anacoreta, un monarca misántropo y amigo de la soledad, que había
+ido a buscar para su vivienda un yermo inhospitable, feo y estéril.
+
+Después de trazar de tan linda manera el cuadro de la Europa del
+porvenir, Pedro Lobo pintaba en su imaginación una América
+resplandeciente y dichosa, con artes y ciencias superiores a las
+europeas, originalísimas y casi sin antecedentes. Y como ciudad
+principal, centro y cabeza de este nuevo mundo, ponía él a Buenos Aires,
+su patria, en cuya ingente plaza mayor se levantaría grandioso
+monumento, más alto que la más alta de las pirámides, a la memoria de
+Juan Manuel Rosas, precursor y fundador de la nueva era y tremendo
+nivelador y constructor del camino por donde el linaje humano en América
+había de subir a tamaña altura.
+
+El profeta filósofo, sustentador de las teorías que aquí se ponen en
+resumen, se hizo pronto uno de los más asiduos tertulianos de la señora
+de Figueredo.
+
+Apenas tendría él treinta y cinco años. A pesar de su odio a España,
+tenía más apariencias de español que de indio. Parecía un andaluz
+moreno, esbelto y gracioso, con un no sé qué de extraño que le
+diferenciaba y distinguía. Y a pesar de su odio contra la civilización
+europea y a pesar de su vida y hábitos de gaucho, se allanaba y se
+resignaba, con naturalidad y sin esfuerzo, a aparecer, en la vida y
+trato de las ciudades, como un caballero atildado, pulcro y bien
+vestido, ya de frac, ya de levita, a la última moda, con botas de
+charol, y por las noches con corbata blanca y guantes amarillos o lilas.
+Rafaela le encontraba muy fino, y lo que es el señor de Figueredo aún
+ponderaba más su finura.
+
+Con lo único que Rafaela no podía transigir era con el fanatismo
+anti-europeo y sobre todo anti-español de sus doctrinas históricas.
+
+Rafaela se empeñó, pues, en convertir a Pedro Lobo, haciendo de él una
+persona razonable.
+
+Este empeño no podía ser más natural ni más propio de las mujeres.
+¿Cuántas de ellas no han soñado con traer o han traído, ya herejes o
+paganos al gremio de la cristiandad, ya desaforados criminales a una
+vida penitente, y ya a la templanza, a la paz y a las costumbres
+morigeradas a hombres crapulosos, jugadores y pendencieros?
+
+La tentación de Rafaela era difícil de vencer. Rafaela se propuso hacer
+de Pedro Lobo otro hombre. Y para ello decidió emplear su buena maña y
+sus suaves rodeos; pero como Rafaela profesaba con ardor una filosofía
+de la historia totalmente contraria a la del gaucho y era además una
+española llena del más ardiente patriotismo, siempre le faltaban la
+paciencia y el disimulo para no impugnar con violenta furia los asertos
+del gaucho, que ella juzgaba intolerables errores y desaforadas
+blasfemias.
+
+De aquí que muy a menudo sus conversaciones con Pedro Lobo, más
+frecuentes cada día, fuesen una acalorada disputa.
+
+
+
+
+-XII-
+
+
+Soliviantado el espíritu de Rafaela por la contradicción, extremaba
+su doctrina casi tanto como extremaba la suya el gallardo gaucho. Según
+ella todos los pueblos y tribus del Nuevo Mundo habían degenerado y se
+habían depravado hasta tal punto, que jamás ellos solos hubieran podido
+salir del tenebroso abismo en que se habían sumido. Fue menester que
+vinieran los españoles y que para sacarlos de él les tendiesen la mano.
+Aunque tarde, llegaron a tiempo. Si hubieran llegado pocos años después,
+las semicivilizaciones que encontraron en Méjico, en Bogotá y en el
+vasto dominio de los Incas, hubieran ya desaparecido. Todo hubiera caído
+en el estado salvaje, y tal vez los sacrificios humanos, el canibalismo
+y las guerras constantes de unas tribus con otras hubieran barrido de
+sobre la faz de aquel inmenso continente la degradada especie humana.
+Los indios, por lo tanto, debían estar eternamente agradecidos a los
+españoles que los habían levantado de la abyección y que les habían
+devuelto el ser de criaturas racionales que casi habían perdido.
+
+Los razonamientos empleados por Rafaela para sostener su tesis excitaban
+la cólera de Pedro Lobo y hacían brotar de sus labios feroces discursos
+en contra.
+
+Solían verificarse tales controversias después de la comida, cuando
+Pedro Lobo estaba convidado a comer en casa de los Sres. de Figueredo.
+
+A menudo, arrullado por los gritos de los contendientes, el Anfitrión se
+quedaba dormido; pero cuando no se dormía, o bien cuando despertaba y
+veía a su mujer y a Pedro Lobo enfurecidos ambos y en la más encarnizada
+contienda, se apuraba y hasta se asustaba, porque era hombre conciliador
+y benigno; procuraba ponerlos en paz; y agarraba la mano de él y la mano
+de ella y los atraía para que se las diesen, aconsejándoles que echasen
+pelillos a la mar, para lo cual pronunciaba también su discurso,
+buscando y quizás hallando un juicioso término medio entre las dos
+opuestas doctrinas.
+
+--Confesemos--decía--que los españoles fueron unos heroicos desalmados, lo
+peor de cada casa, y que, cuando el descubrimiento y la conquista,
+hicieron infinidad de barbaridades; pero confesemos también que los
+indios en su mayor parte estaban empecatados y entregados a todos los
+diablos. Su ignorancia era tal que no sabían escribir ni leer, ni
+alumbrarse con un candil durante la noche, ni valerse de más bestias de
+carga que de ellos mismos, ni criar animales domésticos, ni ser pastores
+siquiera. En cambio se sacrificaban a millares a sus ídolos y estaban
+corroídos por la gangrena de los vicios más nefandos, y sobre todo por
+la afición de comerse unos a otros. Los españoles vinieron a remediar
+todo esto, y aunque trajeron inquisición, intolerancia religiosa, cruel
+codicia, malos tratamientos y trabajos forzados para los indios que se
+les _encomendaban_, todavía puede asegurarse que trajeron más bienes que
+males; animales de carga para que el indio no lo fuese, animales
+sabrosos para que el indio se los comiese en vez de comerse a otro
+indio, y otras muchísimas cosas, que sería prolijo enumerar, así para
+bienestar del cuerpo como para solaz y consuelo del alma. Y en cuanto a
+la ruina de Europa que mi amigo Lobo presiente, yo no la veo tan
+cercana. Por allá son listos y ya irán pasteleando y allanando
+dificultades, hasta que todos los hombres, a fuerza de máquinas,
+ingeniaturas y otras invenciones sutiles, coman mejor, vivan más
+cómodamente y luzcan trapitos de cristianar de diario. Esto no obsta
+para que progresemos también por aquí, sin que nuestra prosperidad nazca
+de la ruina del mundo viejo, sino que, al contrario, por allá y por acá
+prosperemos en competencia y nos amemos como hermanos. Así pues, hija
+mía, tú y el Sr. D. Pedro Lobo debéis empezar por dar el ejemplo, y tú
+como representante de Europa y singularmente de España, y él como si
+fuera el propio genio de América, lejos de pelearos y de maltrataros con
+insultantes recriminaciones, debéis formar estrecha alianza fraternal y
+ser clarísimo espejo de amistad y de concordia.
+
+Con tal discurso y con otros de la misma laya sosegaba D. Joaquín los
+ánimos exaltados de su gentil esposa y del fanático americano.
+
+Estos, en efecto, ya que no perpetua paz, tenían largos momentos y aun
+horas de tregua agradabilísima; se hablaban al oído sin disputarse
+cuando así hablaban; y solían salir juntos a caballo y dar deliciosos
+paseos, galopando y trotando por los fértiles y pintorescos alrededores
+de la ciudad, ya cuando se ponía el sol a la caída de la tarde, ya en
+noches apacibles de luna.
+
+Cierto egregio personaje no tuvo noticia de las disputas
+histórico-filosóficas, pero la tuvo pronto de las intimidades y de los
+paseos. En su dignidad, jamás quiso darse por entendido ni mostrarse
+quejoso, pero desistió por completo de acudir y aun de pedir nuevas
+citas, dado que las antiguas hubiesen sido realidad y no invención o
+fábula de desocupados maldicientes.
+
+
+
+
+-XIII-
+
+
+Aunque dicen que de la discusión sale la luz, fuerza es confesar
+aquí que no salió luz ninguna de la discusión constante que Rafaela y el
+gaucho tenían, y en la que a veces tomaban parte varios tertulianos de
+la casa, diputados, senadores, hombres políticos y poetas, que siempre
+en el Brasil los hubo eminentes, descollando entonces entre todos
+Magalhaens, Gonzálvez Díaz y Araujo Portoalegre, los cuales eran
+comensales de la casa, complaciéndose Rafaela en tratarlos y
+agasajarlos.
+
+Gustaba ella de lucir por todos estilos y de dar a sus salones cierto
+tinte de sabiduría y refinamiento aristocráticos.
+
+Había educado tan bien a D. Joaquín, espoleándole para aquellos trotes,
+que él había ido, en su carrera desenfrenada, más allá de la meta que
+ella le puso. De aquí algunos percances y desengaños, que aguaron algo
+el contento con que D. Joaquín vivía, pero que a Rafaela no le
+importaron un comino.
+
+D. Joaquín había prestado al gobierno Imperial muy notables servicios,
+en premio de los cuales, le habían dado la encomienda de la Rosa y hasta
+se habló de que acaso le darían un título, si bien el título no llegó
+nunca.
+
+Para no hacer ruido y para no dar qué decir, D. Joaquín pretendió con
+mucho disimulo, tentando antes el vado, que Rafaela fuese presentada a
+la emperatriz; pero la augusta señora no quiso recibirla, ya pensando en
+la vida que se decía que Rafaela había hecho en España y en Lisboa, ya
+recordando que en el gran teatro de Río la habían silbado cuando ella
+bailaba el vito o cantaba canciones del maestro Iradier, muy celebradas
+entonces.
+
+Ella rabió algo, riñó a D. Joaquín por haber andado en tales
+pretensiones sin consultarla antes, y, al fin, olvidó el desaire y se
+quedó tan fresca. ¿Qué necesidad tenía ella de emperatrices, cuando era
+en su casa la Emperatriz de la hermosura, de la discreción, de la
+elegancia y del buen tono: una princesa de Lieven o una _madame_
+Recamier de entretrópicos?
+
+D. Joaquín fue el que se sintió quemado del desaire, originándose de la
+quema ciertos humos nobiliarios, que antes nadie había notado en él y
+que aparecieron de repente.
+
+Hasta entonces D. Joaquín había sido despreocupadísimo, pero, con el
+boato y magnificencia de su casa, se desenvolvieron en su espíritu los
+instintos de nobleza, combinados con la afición a la poesía. En suma, D.
+Joaquín hizo saber a todos sus amigos que descendía nada menos que del
+heroico trovador Güesto Ansures, el cual machucó a un enjambre de moros
+con un ramo de higuera, por donde tomó el apellido de Figueredo, que D.
+Joaquín todavía llevaba.
+
+Aunque Rafaela lo repugnó, D. Joaquín no quiso ceder nunca: no la
+obedeció contra su costumbre, e hizo bordar en los tapices, reposteros y
+cortinas de su antecámara, y pintar en sus coches, el escudo de armas de
+los Figueredos, con las cinco hojas de higuera, en memoria de las cinco
+doncellas que Güesto Ansures había libertado, cuando las llevaban a la
+morería para pagar el feudo de ciento a que se obligó al rey Mauregato.
+
+A regañadientes aguantó Rafaela este capricho de su esposo, pero no pudo
+resistir a la tentación de reírse un poco de él. Y para ello aseguraba
+que, según el antiquísimo romance, que escribió Güesto Ansures, las
+doncellas que iban cautivas eran seis, y cinco nada más las hojas de
+higuera del escudo. Lo cual significaba que tres o cuatro de aquellos
+malditos moros pudieron escaparse, huyendo a uña de caballo del
+machucador ramo de higuera del ascendiente de don Joaquín, y se llevaron
+a Andalucía a una de las seis niñas gallegas, la cual vino a ser pronto
+la sultana favorita del Miramamolín. De esta sultana afirmaba Rafaela
+que descendía ella, de suerte que su nobleza era tal para cual y no
+menos antigua que la de su marido. En prueba de esto, si él tenía por
+apellido Figueredo, ella, a pesar de lo nebuloso y recóndito de su
+origen, había llegado a averiguar, por claros y evidentes indicios, que
+su estirpe, prosapia, abolengo y apellido era Benjumea, que equivale a
+Ben Humeya, apellido de los califas de Córdoba, estropeado y mal
+pronunciado por los ignorantes.
+
+Un argumento presentaba Rafaela a veces contra las pretensiones de D.
+Joaquín, pero éste refutaba victoriosamente el argumento. Decía Rafaela
+que no eran los Figueredos de Portugal, sino los Vargas Machucas de
+Castilla, los que machucaron a los moros y acabaron con el feudo de las
+cien doncellas. Y D. Joaquín contestaba que los Vargas Machucas, en
+efecto, descendían también de Güesto Ansures, si bien la rama principal
+y legítima era la de los Figueredos, mientras que los Vargas Machucas
+eran una rama secundaria, y en su sentir, bastarda, ya que, según D.
+Joaquín había oído explicar a una persona muy docta en la ciencia del
+blasón, a la que aplicaba como auxiliar la ciencia etimológica, Vargas o
+Bargas, que es como debiera escribirse, es una contracción de los
+vocablos _Barragana_ y _Barragania_. Por fortuna, ningún caballero que
+tuviese el apellido de Vargas asistió jamás a la tertulia de Rafaela, y
+D. Joaquín pudo sostener su tesis, poco lisonjera para los Vargas, sin
+promover el menor altercado.
+
+
+
+
+-XIV-
+
+
+Salva la discrepancia en que solían estar marido y mujer sobre este
+punto de la nobleza, don Joaquín se mostraba siempre en perfecto acuerdo
+con Rafaela, gustando de lo que ella gustaba, y ensalzando y aplaudiendo
+lo que ella ensalzaba y aplaudía.
+
+Pedro Lobo, pues, vino a ser el encanto de D. Joaquín, quien siempre
+quería tenerle en su casa, de suerte que, cuando Pedro Lobo, retenido
+por sus quehaceres, dejaba algún día de venir o retardaba su venida, D.
+Joaquín iba a buscarle y no paraba ni descansaba hasta que se le traía
+consigo. Todo esto daba ocasión a no pocos chistes, que cundían por la
+ciudad, pero que por fortuna jamás llegaban a los oídos de don Joaquín,
+víctima de ellos.
+
+Algo más de un año duró esta armonía y constante convivencia entre D.
+Joaquín, Rafaela y Pedro Lobo.
+
+No hubo de ser éste tan afortunado como en otras cosas en su secreta
+misión política. El Brasil, más enemigo cada día del dictador Rosas,
+conspiró contra su poder, hizo un tratado secreto con la República
+Oriental del Uruguay, se concertó con el general Justo José Urquiza,
+gobernador de Entreríos, y suministró toda clase de recursos para el
+levantamiento contra el tirano.
+
+El representante diplomático de Rosas en Río de Janeiro pidió entonces
+sus pasaportes. Y retirada la Legación argentina, Pedro Lobo se marchó
+con ella, volviendo a Buenos Aires, para dar al dictador auxilio de más
+valer como soldado que como agente secreto.
+
+Rafaela sintió la partida de Pedro Lobo, pero como su carácter era tan
+alegre, logró consolarse pronto. Pedro Lobo además no se dejaba
+convencer, y esto mortificaba a Rafaela, y como él tenía un carácter
+dominante y ella también le tenía, procurando avasallar y repugnando que
+la avasallasen, sus relaciones con el gaucho nada tuvieron de apacibles
+y no pocas veces la enojaban y desesperaban. El prurito de romper
+aquellas relaciones, que ella en el fondo de su alma calificaba de
+cadenas, estimulaba entonces su voluntad, pero, aunque era muy valerosa
+y apenas conocía el miedo, no se atrevía a intentar la ruptura. Puede,
+por lo tanto, conjeturarse que Rafaela vio con oculta satisfacción las
+circunstancias políticas que, si por una parte la privaban del agradable
+trato de una persona de tanto mérito como Pedro Lobo, la libertaban por
+otra, sin rebelión ni pendencias, de lo que se le figuraba en ocasiones
+que tenía traza de yugo y de servidumbre.
+
+Rafaela, aunque aparentó sentir, no sintió demasiado, por lo que ya
+queda dicho, la partida de Pedro Lobo. Quien la sintió con todo su
+corazón, y la lamentó y la lloró, fue D. Joaquín, que era muy tierno,
+pudiendo asegurarse que poseía el _don de lágrimas_.
+
+A poco de la partida del gaucho, ocurrió en Río cierta novedad, que, aun
+suponiendo a Rafaela muy melancólica, hubiera distraído sus melancolías.
+
+El Sr. Gregorio Machado era el más rico propietario de todo el Brasil,
+dueño de muchos fondos públicos y de acciones del Banco, de magníficas
+_fazendas_ en las provincias de San Pablo y Pernambuco y de florestas
+dilatadas, donde abundaban las maderas preciosas, en la interior
+provincia de Mato-Grosso. Centenares de esclavos cultivaban sus
+posesiones; y sus rentas y ganancias eran tres o cuatro veces mayores
+que las de D. Joaquín, con ser éste uno de los más acaudalados
+brasileños.
+
+Viudo el Sr. Machado, tenía un hijo, llamado Arturo, de veintiséis años
+de edad y muy lindo mozo.
+
+Arturo había estudiado leyes en la Universidad de San Pablo, donde las
+mujeres son guapísimas. En todo el Brasil alcanzan fama de seductoras y
+de que tienen misteriosas cualidades y encantados lazos con que saben
+cautivar a los hombres. De San Pablo han salido mujeres que, por su
+belleza y por otros atractivos, han llegado al pináculo de la fortuna.
+
+Arturito, que era muy enamorado, estudió poquísimo e hizo en San Pablo
+doscientos mil disparates. Su padre creyó prudente sacarle y le sacó de
+aquella Pafos del Brasil y le envió a Olinda, donde hay también escuela
+de Derecho. Allí, bien o mal, tomó la borla de doctor el joven Arturo.
+
+Ya doctorado, nada más natural que ir a Europa para acabar de
+civilizarse y conocer por experiencia hasta los más delicados perfiles y
+las más recientes conquistas del espíritu humano. Arturo fue, pues, a
+París, haciendo de París su residencia habitual y el centro de sus
+excursiones. Desde allí salió a recorrer con rapidez y por pocos meses
+la Alemania y la Italia, y desde allí fue a solazarse, durante los
+veranos, en Baden, Wiesbaden y Homburgo, donde había _treinta y
+cuarenta_ y ruleta, y donde asistía multitud de ninfas sabias y
+elegantes, más aptas que Egeria para adoctrinar, pulir y dar charol a
+los modernos Numas.
+
+No se descuidó Arturo, aprendió cuanto hay que aprender y supo
+aprovechar las lecciones que le dieron; pero las lecciones salieron
+extremadamente caras. A los dos años de haber estado Arturo en Europa,
+había ya gastado a su padre, perdiéndolo al juego o en obsequio de las
+ninfas, cerca de 400 millones o _contos_ de reis.
+
+No hay que asustarse ni considerar monstruosa la suma, porque los _reis_
+del Brasil son _fracos_, y cada uno vale la mitad de un _rei_ de
+Portugal o _rei gordo_. Arturo, por lo tanto, no gastó una enormidad;
+pero, como cada _conto de reis fracos_ equivale sobre poco más o menos a
+2.500 francos, siempre resultó que su gasto, a pesar de las grandes
+riquezas del Sr. Gregorio Machado, había sido excesivo, elevándose a un
+millón de francos en moneda francesa.
+
+El padre se hartó de enviar dinero, sitió por hambre a su hijo, y éste
+tuvo que volver a los patrios lares harto desconsolado y mohíno, pero
+convertido en el caballerete más elegante que había pisado el suelo del
+Brasil desde los tiempos de Pedro Cabral y de Diego Correa, apellidado
+_Carumurú_ y fundador de Bahía.
+
+Acostumbrado Arturito a las exquisiteces, primores y alambicadas quintas
+esencias de las mujeres de París, volvió muy desdeñoso, encontrando a
+sus compatriotas feas, zafias y mal vestidas. En ninguna de ellas
+descubría un átomo de _chic_. La misma princesa de los Tupinambas, la
+divina Paraguassú, heroína de la epopeya nacional, si hubiera resucitado
+y se le hubiera presentado, le hubiera parecido un adefesio.
+
+Cuando Rafaela se enteró de todas estas cosas, concibió el propósito de
+vindicar al Brasil de aquellos injustificados desdenes, volviendo por el
+honor de su patria adoptiva y probando a Arturito que todas las heteras
+parisinas no valían un pitoche comparadas con ella, y que ella las
+vencía en beldad, ingenio, sal y garabato.
+
+Acudió a reforzar su patriótico intento el prurito didáctico que había
+en su alma y que jamás la abandonaba. Se propuso mejorar la condición de
+aquel extraviado mancebo, hacerle aborrecer el desorden y el despilfarro
+absurdo, y hacerle amar el orden y la economía.
+
+Impulsada por tan benéficas miras, pronto atrajo Rafaela a su casa al
+joven Arturo; y pronto también logró que olvidase los devaneos de París
+y que reconociese que ella era por todos estilos más guapa que cuantas
+mujeres habían ido a cenar con él en el _Café Inglés_, en la _Maison
+Dorée_ o en los _kursaals_ que regocijaban y animaban, en aquellos días,
+las inmediaciones del Taunus y de la Selva Negra.
+
+
+
+
+-XV-
+
+
+El poder didáctico de Rafaela jamás realizó en nadie tan rápidas y
+provechosas mudanzas como en el ánimo y en todo el ser de Arturo
+Machado.
+
+Las _saudades_ que él tenía de París, y que le hacían fastidioso a él
+mismo y a las demás personas, se disiparon por completo. Arturito volvió
+a gustar de su patria como cuando era estudiante y no había vivido aún
+en el _corazón y en el cerebro del mundo_, como llama a París Víctor
+Hugo. Se hizo ordenado y económico y ni gastaba ni sabía en qué gastar
+su dinero. No pensaba ya en francachelas ni en vigilias tempestuosas. Y
+con su vida regular y morigerada recobró la salud, que nunca había sido
+muy fuerte y que habían estragado las excitaciones constantes de la
+existencia de calavera, para la cual no había nacido. Porque, si bien
+era lindo mozo, agraciado y simpático, tenía más de enclenque que de
+robusto. Era de genio manso, suave e inclinado a la quietud y a la paz.
+Y sólo el mal ejemplo, las perversas compañías y hasta la propia
+docilidad con que cedía él y dejaba que le guiasen habían sido causa de
+sus travesuras y derroches pasados. Para Rafaela, hecha ya esta
+conversión, se desvaneció por desgracia casi todo el atractivo de
+Arturito. Empezó a hallarle poco ameno, y después soso, y por último
+llegó a encontrarle empalagosísimo a causa de su dulzura.
+
+Entonces sentía Rafaela grandes veleidades de plantarle; pero, como era
+caritativa y estimaba además como gloriosa producción de su ingenio y de
+la energía de su voluntad todos los progresos y mejoras de un espíritu
+cultivado por ella, resistía a la tentación de plantar a Arturito. Allá
+en sus adentros se comparaba a la vara que sostiene en el aire a una
+planta rastrera a fin de que no caiga al suelo y se ensucie y pudra en
+el fango. Temía Rafaela que Arturito cayese si le dejaba ella, y por eso
+no le dejaba. A menudo solía lamentar que aquel muchacho hubiera sido
+tan dócil y se hubiera convertido tan pronto. Lo conforme a su gusto
+hubiera sido una educación más larga y difícil, así porque, durando la
+educación, también hubiera durado el prestigio que hacia Arturito la
+había atraído como porque la misma tardanza en educarse y en cambiar de
+condición hubiera sido garantía de lo seguro y firme del cambio.
+
+En estas cavilaciones hubiera persistido largo tiempo Rafaela sin
+atreverse a despedir a Arturito, a no ser porque ella tenía a veces
+crisis extrañas en el corazón y en la mente. Religioso fervor la
+dominaba. Iba a confesarse o tenía largos y piadosos coloquios con el
+Padre García, su director espiritual. Sus remordimientos de engañar a D.
+Joaquín no la mortificaban demasiado, pues, aunque ella repugnaba el
+engaño y nunca había engañado a nadie sino a D. Joaquín, todavía se
+figuraba ella que en realidad no había tal engaño. Nada disimuló ni
+ocultó al casarse, y su marido por lo tanto debió comprender desde luego
+a lo que había de atenerse. Ella le hizo confesión general anticipada.
+Fue como si de una vez le confesase y descubriese todas sus culpas,
+pasadas y futuras. ¿Para qué, pues, molerle y atormentarle
+confesándoselas después una a una según iban sobreviviendo? Esto no
+hubiera sido noble franqueza sino crueldad insensata. No era, pues, por
+D. Joaquín sino por ella misma por lo que el pecado le dolía. Le dolía
+el pecado porque en su anhelo de toda clase de perfección, para ella y
+para los otros, soñaba con una vida honrada y limpia.
+
+Por rara coincidencia, estos sueños de limpieza y de honradez acudían en
+tropel a su mente, y más amenudo que nunca, desde que empezó a visitarla
+Juan Maury.
+
+Sus facultades críticas y analíticas, sin poderlo remediar ella, se
+aplicaban a la comparación. Y comparando al joven inglés con Arturo,
+Arturo salía siempre muy mal parado. Arturo era de menos que mediana
+estatura y estrecho de hombros. El inglés alto, sin dejar de ser bien
+proporcionado, y ancho de espaldas, sin que la esbeltez y la elegancia
+le faltasen. Era el uno moreno pálido, casi cetrino, blanco y sonrosado
+el otro y rubio como las candelas. Y por último, en lo tocante a las
+prendas intelectuales y morales, al ingenio, al saber y a la energía de
+voluntad que en medio de su aparente timidez en el inglesito se notaba,
+la diferencia aparecía enorme en la mente escrutadora de Rafaela.
+
+Empezó, pues, a tener vergüenza del afecto que Arturito le había
+inspirado. La compasión hacia él fue disminuyéndose casi hasta
+desaparecer. Y el anhelo de elevarse hasta la virtud más sólida, de
+consagrarse fielmente a D. Joaquín y de ser modelo de casadas y señora
+muy respetable vino a ser la constante obsesión de su alma. Aunque ella
+era un lince para notar los defectos de las personas que trataba, no sé
+cómo se las compuso que no halló el menor defecto en el inglesito. Todo
+él le pareció una perfección. Y en vez de pensar en educarle para
+elevarle a su altura, pensó en educarse a sí misma para subir a la
+altura en que le veía colocado.
+
+Bullían todos estos pensamientos en la mente de Rafaela de modo harto
+confuso. Lejos de ella el imaginarse enamorada del inglesito. El
+propósito de enamorarle más lejos aún. Sólo meditaba entonces virtud,
+abnegación y toda clase de sublimidades.
+
+La única determinación firme que nacía de todo ello era la de despedir a
+Arturito, que ya le parecía insufrible.
+
+Pero Rafaela era la bondad misma y, antes de hacer la herida que
+consideraba indispensable hacer, preparaba bálsamos para curarla.
+
+Pensó en que el término dichoso, honesto y santo de la educación que a
+Arturito había dado, era casarle con la más linda señorita que hubiese
+en Río de Janeiro, cristiana y recatadamente educada, bonita y amable y
+de distinguida familia, en quien Arturito hallase una compañera digna y
+fiel y lograse dar a su padre el Sr. D. Gregorio algunos graciosos y
+queridísimos nietos, que fueran el hechizo y el consuelo de su cansada
+senectud.
+
+No acierto a encarecer cuánto se deleitó Rafaela al concebir este
+proyecto y el arte delicado y el impaciente afán con que trató de
+realizarle.
+
+Rafaela, que gustaba tanto de educar a los otros, no se había descuidado
+en aquellos últimos años, y singularmente desde que era gran señora, en
+formar su corazón y su espíritu, leyendo no pocos libros, sobre todo de
+novelas y poesías. Según vulgarmente se dice, se había hecho bastante
+_licurga_ o marisabidilla. Con el inglesito hablaba de artes, de
+religión, de historia y hasta de filosofía. Arturito estaba presente a
+estas conversaciones, que nada tenían de misteriosas, pero no entendía
+palabra y no tomaba parte en ellas.
+
+Así mientras duraban estos coloquios, como después al retraerlos a la
+memoria, Rafaela lo veía todo tan pulcro, tan acicalado y tan moralmente
+pulido y lustroso, que se desesperaba de sus amistosas relaciones con
+Arturito como si fuesen fea mancha en medio de tanto resplandor, nitidez
+y aseo. En suma, no había ya remedio; era menester borrar aquella
+mancha, pero sin rasgar la tela; era menester dar a Arturito su
+pasaporte, pero en forma de cucurucho repleto de delicadísimos confites.
+
+
+
+
+-XVI-
+
+
+Llegó por fin el día prefijado por Rafaela para tomar la cruel
+resolución, inevitable ya según su atormentada conciencia, de decir al
+pobre Arturito: hasta aquí llegó, no sigamos adelante.
+
+D. Joaquín se había ido a la _chácara_ por una semana en compañía de
+tres o cuatro amigos.
+
+Rafaela no recibía a sus tertulianos, pretextando frecuentes jaquecas,
+única enfermedad que solía alterar levemente su salud envidiable.
+
+En las noches de jaqueca muchos tertulianos acrecentaban el mal de
+Rafaela, pero la visita de uno sólo podía aliviarla.
+
+Arturito acudió, pues, aquella noche, esperando tener la satisfacción de
+dar el alivio mencionado. Como de costumbre, el portero negro que
+guardaba la puerta de la verja de hierro que rodeaba el jardín, le dio
+paso franco sin sonar la campana, porque estaba industriado y al
+corriente de todo y sabía bien su oficio.
+
+_Madame_ Duval, que aún sabía mejor el suyo y que tenía ojos de lince y
+oído de liebre, se hallaba atisbando a la hora convenida, abrió la
+puerta y, sin hacer ruido, introdujo al joven brasileño en el
+confortable y primoroso _boudoir_ de su señora.
+
+Lo primero que notó Arturito, con desagradable sorpresa, aunque parezca
+extraño y nada compasivo, fue que la Sra. de Figueredo debía de estar
+aquella noche muy poco atormentada por la jaqueca, porque en vez de
+hallarla en vaporoso _deshabillé_, de bata, peinada muy al descuido y
+recostada o casi tendida en su _chaise-longue_, la encontró bastante
+atildada y compuesta, con traje casi de ceremonia, y sentada en un
+sillón, como si fuese a recibir una visita de mucho cumplido.
+
+El recibimiento correspondió al traje y aumentó la sorpresa y el
+disgusto del joven visitante.
+
+Rafaela le alargó, sin duda, cariñosamente la mano, si bien con cierta
+tibia y lánguida indiferencia. Y luego, como él se acercase mucho, ella
+le rechazó con suave dignidad y casi le obligó a que se sentase en una
+silla frente de ella.
+
+Después de algunas frases que entre ambos mediaron, Arturito empezó a
+dar sentidas quejas de recibimiento tan frío. Ella entonces, con el
+incontrastable imperio que tenía sobre él, le cortó la palabra, y sobre
+poco más o menos, pronunció las siguientes, que casi podemos calificar
+de discurso:
+
+--Días ha, mi querido Arturito, que tengo la conciencia muy escrupulosa y
+atribulada. Es infame mi modo de proceder con D. Joaquín. Indigno pago
+estoy dando a sus grandes beneficios, a su entrañable afecto, a la
+sublime confianza que en mí tiene. Dios podrá perdonarme porque es todo
+misericordia; mi marido es tan bueno que también me perdonaría si
+supiese lo que pasa, aunque sería muy capaz de morirse de pena: yo soy
+quien no me perdono, quien necesita romper este lazo criminal que nos
+une, si he de vivir en paz y si no he de seguir aumentando las causas de
+mi remordimiento y de mi vergüenza. Todo se lo he confesado al Padre
+García, mi confesor, que es un santo, severo consigo mismo y con sus
+prójimos indulgente. Pero, a pesar de su indulgencia, se resiste a darme
+la absolución si no me aparto para siempre del mal camino. Es, pues,
+necesario que nuestras relaciones concluyan.
+
+Al llegar a este punto, Arturito se puso tan enternecido que las
+lágrimas asomaron a sus ojos. Rafaela lo notó y siguió hablando con
+mayor dulzura:
+
+--Ten valor, hijo mío. Acaso no me expresé bien, o tú no me entendiste.
+Yo no quiero dejar de ser tu amiga. Tú tienes y tendrás siempre
+preferente lugar en mi corazón. Te he querido, te quiero y te querré
+toda mi vida. Huérfano tú desde la infancia, no has gozado del afecto
+puro y santo de una madre. Yo te ofrezco hoy un amor que debe
+purificarse y adquirir la apariencia, si no el ser de amor maternal. No
+le desdeñes con perversión soberbia, seducido por amor vicioso y lleno
+de liviandades. Hoy que te amo yo con amistad inmaculada, entiendo que
+te amo más que te he amado nunca y no hago sino pensar en tu dicha.
+Considera que tu padre es ya muy anciano, que pronto acaso tendrá que
+rendir el inevitable tributo que a la naturaleza rendimos todos, y que
+te dejará dueño de un nombre respetadísimo en este país y de cuantiosos
+bienes de fortuna. ¡Cuánto se alegraría tu padre de ver, en vida,
+asegurada en más extenso porvenir su sucesión y en contemplar y
+acariciar a los legítimos y preciosos nietos que tú puedes y debes
+darle!
+
+Aquí se enterneció más Arturito y pasó de las lágrimas a los sollozos.
+Rafaela, algo conmovida y muy piadosa, se levantó de su asiento, se
+llegó a él y le dio para animarle tres o cuatro blandos cogotacitos con
+la blanca y linda mano. Volvió luego a sentarse lejos de él y con grave
+autoridad le informó de que andaba buscándole novia y aun le citó los
+nombres y le habló de las condiciones de tres o cuatro muchachas de la
+ciudad en quienes ella había puesto ya la mira.
+
+--Tú eres muy buena, muy buena, decía Arturito; pero es inútil el trabajo
+que estás tomando. Yo no quiero casarme. Yo sólo me casaría contigo.
+
+--Sí... hombre del diablo--exclamó Rafaela riendo--. ¿Qué crimen meditas?
+¿Quieres matar a mi excelente D. Joaquín?
+
+--Guárdeme Dios de semejante pecado--contestó Arturito--; pero si él
+buenamente se muriera....
+
+--No pienses ni digas tan abominable desatino. Es horroroso desear la
+muerte de alguien, y más aún la de una persona que tanto te quiere.
+
+En efecto, D. Joaquín, según su constante modo de ser, había concebido
+por Arturito la amistad más entrañable. Bien había querido al gaucho
+Pedro Lobo, pero a Arturito le quería mil veces más, por lo manso y
+apacible que era, por paisano y hasta por hijo del Sr. Gregorio, con
+quien tenía, desde hacía muchos años, estrechos lazos de amistoso
+compañerismo.
+
+Conoció Arturito que no debía desear la muerte de D. Joaquín y se
+compungió del improvisado deseo que había asaltado su corazón en un
+instante de descuido.
+
+Entonces apeló a otros medios para disuadir a Rafaela de la ruptura. Le
+dijo que ella le sostenía y guiaba por la senda de orden y de conducta
+juiciosa que él había emprendido, y que, no bien ella le dejase,
+descarrilaría él de nuevo, y sólo Dios o el diablo sabía en qué
+infernales abismos podría él hundirse.
+
+A esto replicó Rafaela, que pecar era detestable medio de prevenir el
+pecado; le aseguró que velaría sobre él para que no se extraviase, y
+reiterándole repetidas veces la seguridad y la promesa de que aún le
+amaba con la amistad más pura, y de que seguiría amándole siempre, se
+quejó de dolor de cabeza, dijo que necesitaba estar sola y hasta le
+empujó con maternal familiaridad para que se largase, llamando a
+_Madame_ Duval, a fin de que le acompañara hasta la misma puerta del
+hotel. Arturito tuvo que irse muy triste y desolado.
+
+No se le ocurrió, ni por un momento, dudar de la sinceridad de Rafaela
+ni de su reciente empeño de volverse santa. A todos los hombres nos
+ciega algo la vanidad y no acertamos a ver, en ocasiones, al rival que
+aparece, ni a descubrir en él mayor mérito que en nosotros, ni más
+seductores recursos. Y por otra parte, los diálogos entre Rafaela y Juan
+Maury, que Arturito había oído, y que versaban sobre historia,
+metafísica y otros objetos profundos, apartaban del pensamiento de
+Arturito toda sospecha de que los interlocutores pudieran enamorarse. Lo
+que es él ni con las mujeres de San Pablo, ni con las de Olinda, ni por
+último, con las ninfas que había tratado en París, se había engolfado
+nunca en tales honduras y discreteos. En París, dígase lo que se diga,
+no abundan las Aspasias. Al menos él no las había encontrado, o bien
+ellas, considerándole profano, le habían ocultado su retórica y su
+filosofía, guardándolas para los Pericles y los Sócrates, y luciendo, a
+lo más, su ingenio en _calembours_ más o menos desvergonzados y burdos.
+
+Dicho sea en honor de la verdad y en alabanza de Rafaela, su sinceridad
+en todo aquello era completísima. Rafaela creía en la propia contrición,
+en su horror al pecado y en su firme propósito de la enmienda que la
+movían a despedir a Arturito. Lejos, muy lejos de ella la idea de que
+Juan Maury diese o pudiese dar el menor impulso para aquel acto.
+
+Si algún cálculo extraño a la contrición y al arrepentimiento era parte
+en la resolución que Rafaela había tomado, este cálculo la honraba,
+demostrando que era prudente y buena.
+
+La noche en que Rafaela despidió a Arturito, era el 5 de Febrero de
+1852. Rafaela acababa de saber, con no pequeño sobresalto, que el
+dictador Juan Manuel Rosas, al frente de sus parciales, había presentado
+la batalla en Monte Casero a los coligados que habían acudido para
+despojarle de la dictadura. La derrota del dictador había sido completa.
+Disfrazado de gaucho, se había refugiado en el barco de vapor inglés
+_Locusta_ y navegaba ya con rumbo a Inglaterra.
+
+Rafaela tenía claro presentimiento de que si Pedro Lobo no había muerto
+en la pelea, no habría querido ni podido permanecer en territorio
+argentino y también se habría expatriado. Estaba además segura de su
+poderoso atractivo y de que él no se iría a Europa sin pasar por Río y
+sin venir a verla. Le creía apasionado, celoso y tal vez enterado de
+todo, porque nunca falta gente chismosa que se deleite en dar ciertas
+noticias. Derrotado y huido de su patria, Pedro Lobo debía de estar más
+feroz que nunca, y Rafaela temía, sino ponía en salvo a Arturito,
+apartándole de sí, que ocurriese a éste un lastimoso percance. Su
+propósito, perseverando en su plan de enmienda y santificación, era
+despedir también a Pedro Lobo, pero, por lo mismo, tenía mayor empeño en
+despedir antes a Arturo, para que ni remotamente imaginase el otro que
+aquel infeliz muchacho era causa de su despedida.
+
+
+
+
+-XVII-
+
+
+Rafaela no se había engañado. Dos días después de haber despedido
+a Arturito, supo que Pedro Lobo acababa de desembarcar en Río de Janeiro
+y que pretendía venir a verla.
+
+Ausente D. Joaquín y víctima Rafaela de jaquecas continuas, Rafaela no
+recibía entonces ni salía de su casa.
+
+Pedro Lobo buscó en la calle a _Madame_ Duval, le habló, y le pidió y
+casi le exigió que le diese una cita con su señora.
+
+_Madame_ Duval se excusó como pudo, pero, cediendo a la terca
+insistencia del gaucho, tuvo que encargarse de una carta que éste le dio
+para Rafaela. Ella la recibió y la leyó con hondo disgusto, y, si no
+tuvo miedo, fue porque de nada le tenía.
+
+Era, sin embargo, prudente y rehuía comprometerse escribiendo. No tenía
+gana tampoco de recibir al gaucho para despedirle y para tener con él
+una escena violenta y acaso trágica.
+
+Se valió, pues, de _Madame_ Duval como mensajera. La instruyó
+detenidamente en todo cuanto había de decir: en la resolución que había
+tomado de seguir nueva vida, en sus remordimientos y en su firme
+propósito de no reanudar con él las pasadas relaciones y de no recibirle
+en secreto.
+
+Bramó de ira el gaucho al recibir el mensaje, pero disimuló la ira y
+hasta aparentó cierta conformidad, meditando y proyectando una venganza.
+
+Aunque no dijo a _Madame_ Duval que lo sabía, Pedro Lobo era sabedor de
+la ventura del joven Arturo. No habían faltado amigos oficiosos que le
+escribiesen a Buenos Aires informándole de cuanto se sabía o se presumía
+como evidente.
+
+Arturito supo también la llegada de Pedro Lobo no bien éste llegó. Y si
+hemos de decir la verdad, allá en el fondo de su alma pacífica y
+humilde, se alegró entonces de que le hubiese despedido Rafaela. Así se
+creyó libre y exento de tener un lance con el gaucho, que alcanzaba fama
+de brutal y grosero.
+
+Entre tanto, a fin de mostrar a Rafaela que por ella sólo había sido
+ordenada y juiciosa su vida; a fin de hacerle notar que se consolaba de
+su desdén volviendo a sus antiguas travesuras y locos deportes; y a fin
+acaso de que el mismo Pedro Lobo comprendiese que nada tenía él que ver
+con Rafaela, y que Rafaela no le importaba nada, decidió y concertó con
+los más alegres jóvenes de Río una regocijada partida de campo para el
+día siguiente, o mejor diremos para la siguiente noche. Era entonces el
+mes de Febrero, el más caluroso del año en aquellos climas, y sólo de
+noche podía disfrutarse algún fresco.
+
+Estaba ya preparado un _pick-nick_ en la Tejuca. Cuantos amigos
+quisiesen, podían ir inscribiéndose para ello en el casino y pagando
+después su cuota. Sólo las damas irían convidadas y sin pagar. Arturito
+había formado lista de ellas y dispuesto que las hubiese de todas
+procedencias y de todos colores: desde la alemana Catalina, apellidada
+por su cándida y sonrosada tez y por su dulce y buena pasta el _Merengue
+de fresa_, hasta lo que llaman en el Brasil café con leche más o menos
+cargado y café puro; esto es, que había tres o cuatro mulatas convidadas
+a la función y una negra gentilísima a quien llamaban la Venus de
+bronce. No faltarían tampoco dos garridas mozas, importación de las
+Islas Canarias, y algunas nacidas en las márgenes del Piratininga,
+fecundas en hermosas mujeres, una de las cuales descollaba por su
+aptitud y habilidad para cantar las _modinhas_ más chuscas y amorosas.
+
+La cena había de ser espléndida, y como el fondín de la Tejuca era pobre
+y se prestaba mal al esplendor, y aun al regalo, se discurrió llevar de
+Río algunos platos fiambres, el _champagne_ y otros buenos vinos, y a un
+hábil mozo de comedor que lo ordenase y dirigiese todo. Nadie más
+apropósito para esto que un esclavo negro de Arturo Machado, que fue el
+elegido. Según costumbre brasileña o por rara inclinación que allí
+había, los negros, cuando se bautizaban, sobre todo si se bautizaban
+adultos, y no eran criollos sino traídos de África, solían tomar nombres
+pomposos de héroes, emperadores y príncipes de la clásica antigüedad
+greco-latina. No ha de extrañarse, pues, que el maestresala que había de
+ir a la Tejuca se llamase Octaviano. Era alto y fornido, y, aunque tenía
+ya más de cincuenta años, parecía joven. Procedía este negro de un
+territorio del interior del África, cercano aunque independiente de las
+posesiones portuguesas. Y la gente afirmaba que en su país no era un
+cualquiera. Hasta que le cautivaron y le trajeron al Brasil, siendo él
+de edad de dieciséis años, se había criado con mucho mimo y cercado de
+profundo respeto, pues era hijo nada menos que del rey de los _Bundas_.
+Sobre esta particularidad el lector podrá creer lo que quiera. Yo
+refiero lo que se decía sin detenerme en averiguaciones. Sólo añadiré
+que el aire majestuoso y digno de Octaviano inducía a cuantos le miraban
+a no tener por fabulosa su regia estirpe. Resignado estoicamente a su
+ineluctable servidumbre, aprendió pronto cuanto le enseñaron, porque
+tenía mucho despejo. Y como era tan hábil y bien mandado, el látigo o
+chicote jamás hirió sus espaldas. Ni era conveniente para él tan rudo y
+degradante castigo. Si incurría en falta, la menor reprensión bastaba.
+Él la sufría con modesta paciencia y luego se corregía. Mas si por acaso
+la reprensión era injusta, en sus ojos relampagueaba el coraje, y el
+reprensor, con cierta consideración temerosa, medía el alcance de sus
+palabras y dulcificaba y mitigaba su acritud y dureza. Aun sin notar en
+sus ojos el citado relámpago, se conocía cuando estaba enojado por un
+muy raro y singular aviso. Octaviano, que era limpísimo en su persona y
+que vendía salud, jamás olía mal, ni aun en la fuga de las mayores
+faenas; pero no bien se irritaba, era como si se abriese de súbito un
+pomo de concentrados aromas, esparciéndose en el aire la fragancia. La
+_catinga_, represada y latente en los largos períodos de placidez, se
+alborotaba y se desbordaba entonces, brotando por todos los poros y
+trascendiendo a muchos metros de distancia, como los proyectiles de una
+ametralladora.
+
+Hacemos aquí tan particular y detenida mención de Octaviano por lo mucho
+que amaba a Arturito, de quien había tenido especial cuidado y con quien
+había jugado cuando niño, llevándole a paseo y a la escuela, y
+acompañándole luego cuando fue a estudiar a las Universidades de San
+Pablo y de Olinda. Arturito no llevó a París a Octaviano por no llamar
+la atención. Y no porque Octaviano fuese negro, sino por la singularidad
+de ciertos indelebles adornos que le distinguían, y que sin duda le
+hicieron y trajo de su país como señales de su categoría principesca.
+Ello es, que desde la punta de la nariz, subiendo por el caballete,
+atravesando el entrecejo y por medio de la frente hasta el nacimiento de
+sus cabellos crespos, tenía como una ristra de burujoncillos que
+parecían repulgos de empanada, y en las negras y relucientes mejillas
+llevaba un laberinto de incisiones, formando caprichosos dibujos, que
+sólo Dios sabe si serían expresión simbólica de la Teogonía y de la
+Cosmogonía de su tierra. Para averiguarlo, acaso no hubiera sido
+suficiente que sabios profundísimos empleasen más tiempo en estudiar su
+cara que Juan Francisco Champollion en estudiar la piedra de Roseta o
+que León de Rosny en estudiar los enmarañados códices cortesiano y
+troano.
+
+Así se preparó la fiesta, que prometía ser notabilísima por todo; hasta
+por la singularidad del maestresala.
+
+
+
+
+-XVIII-
+
+
+Todo el tiempo de la larga residencia de Pedro Lobo en Río,
+Arturito había estado en París y no había tenido ocasión de conocer y de
+tratar al gaucho. Esto no ofrecía, sin embargo, el menor inconveniente
+para que el gaucho fuese a la fiesta. Era un _pick-nick_ donde Arturito
+no figuraba importando más que cualquiera de los otros jóvenes
+brasileños y extranjeros que habían de ser de la partida, y a quienes el
+gaucho conocía y trataba. Deseoso de asistir a la fiesta y aun excitado
+a asistir por los ruegos de dichos jóvenes y con el fin de divertirse y
+de distraer sus penas, Pedro Lobo fue como uno de tantos.
+
+Por lo pronto, sólo pensó en el placer que aquello podría traerle, y no
+formó proyecto alguno de armar escándalo y camorra. Llegó a la Tejuca a
+caballo, con tres o cuatro de los que eran más amigos suyos, y se hizo
+presentar a Arturito del modo más correcto. Arturito le acogió con la
+debida cortesía.
+
+No pasó por las mientes de nadie que pudiera sobrevenir un lance entre
+ambos.
+
+Al anochecer, llegaron en un ómnibus las niñas, figurando como la
+capitana el Merengue de fresa.
+
+Todos la aclamaron reina de la función, así por su calidad de
+extranjera, como por ser la más hermosa, y, sin duda, la de más
+encumbrada jerarquía entre las de su oficio. Casi, casi, era una
+señorita. Vivía con su papá, que tenía no poco de respetable, que se
+ganaba la vida componiendo relojes, y que era fervoroso cristiano,
+aunque protestante, leyendo mucho la Biblia en sus horas de asueto. Ni
+se le podía acusar de excitación, connivencia o tolerancia en las
+transgresiones de su hija. Se oponía a ellas, pero como nada lograba con
+oponerse, acababa por aguantarlas, si bien con hondo dolor, para cuyo
+alivio apelaba a la bebida, de suerte que el ver al relojero alemán un
+tanto cuanto tomado del aguardiente, era indicio infalible de que
+Catalina no estaba en casa y andaba corriendo aventuras. Porque eso sí,
+ella respetaba la casa paterna y jamás allí las tenía, como no fuese con
+mil sigilosas precauciones y a furto del severo autor de su existencia.
+
+Catalina, al acudir a fiesta tan numerosa y estruendosa, daba un paso
+atrevido e inusitado, y atropellaba un poco su decoro, y, si no su
+buena, su mediana fama: todo por devoción a Arturito, cuya munificencia
+la encantaba y seducía.
+
+Hasta la una de la noche, aunque la animación y la alegría fueron
+grandes, bien se puede afirmar que en la reunión apenas hubo el menor
+incidente digno de censura. Al contrario, todo fue estético, artístico y
+literario. Las piratininganas recitaron lindamente sentidos versos de la
+Marilia de Dirceo; las muchachas de Canarias cantaron seguidillas y
+coplas de fandango; cantaron _londums_ las mulatas; la negra bailó con
+gran primor y salero, y entonó, por último, Catalina tan afinada y
+primorosamente varias canciones alemanas, que por unanimidad confirmaron
+todos su nombramiento de reina de la fiesta. Llegó la hora de cenar, y
+Catalina, como tal reina, dio el brazo a Pedro Lobo para ir al salón del
+banquete. Ella iba a presidirle, y, por extranjero y persona de más
+cumplimiento y ceremonia, sentó a su derecha a Pedro Lobo, mas no sin
+decir a Arturito que al otro lado suyo tomase asiento en la mesa. Él no
+dejó de tomarle, y todos cenaron con apetito y regocijo. Hubo platos a
+la francesa, varios _quitutes_ brasileños, y Jerez, Madera, _Champagne_
+y Oporto en abundancia.
+
+De resultas de las frecuentes libaciones, hirvió la sangre, se
+acaloraron las cabezas, las dulces pláticas se convirtieron en confusión
+y bullicio, y el banquete empezó a tener carácter de orgía. Podría
+decirse, si la mitología clásica no hubiera pasado de moda, que un
+enjambre de cupidillos menores revoloteaba, cerniéndose sobre la mesa,
+disparaba flechas sutiles e invisibles y desasosegaba y punzaba con
+ellas a los galanes y a las damas.
+
+No por eso se alteraba la paz. Todos se arreglaban, acoplaban y
+componían. Nadie se sentía desairado ni se mostraba descontento.
+
+Tal era la situación general; pero había dos sujetos, que acaso habían
+bebido más que los otros, que estaban más acalorados y que empezaron a
+mirarse con malos ojos por aspirar a lo mismo.
+
+Pedro Lobo y Arturito se empeñaron ambos en querer Merengue de fresa.
+
+La conciliadora y benigna alemana tenía dulzura para los dos;
+alternativamente se inclinaba a un lado y a otro y procuraba contener y
+complacer a ambos. Pero por más que hizo, no logró que ninguno de ellos
+aceptase la simultaneidad ni el turno pacífico.
+
+El juego terminó mal. Las cañas se volvieron lanzas. Pedro Lobo vio en
+aquella rivalidad, si no motivo, ocasión y pretexto para vengarse de
+otra rivalidad que infinitamente más le dolía. De súbito, pues, y cuando
+todos los concurrentes menos lo preveían, lanzó el gaucho varios feroces
+reniegos, se levantó de la mesa, agarró del brazo a Catalina e intentó
+llevársela consigo a tirones y poco menos que arrastrando. Llena de
+susto y lastimada por la violencia, la muchacha dio chillidos. Acudió
+Arturito a defenderla, pero el gaucho, más fuerte y más decidido, le dio
+un empellón y le apartó de sí bastante maltrecho. Todavía se lanzó sobre
+Arturito, decidido a darle de golpes; pero unas manos poderosas que
+parecían dos garras le asieron por ambos brazos, le zarandearon y
+sacudieron como si fuera un pelele y le derribaron por tierra con
+desprecio. Era el negro Octaviano que intervenía briosamente en defensa
+de su señor. Animado Arturito con aquel auxilio y enojado por los
+insultos y por la afrenta que Pedro Lobo le había hecho, prorrumpió en
+injurias contra él, le llamó satélite del sanguinario tirano Rosas y le
+calificó de derrotado y forajido. Los señores jóvenes que allí había
+consiguieron, no sin grande esfuerzo, separar a Octaviano de su
+intervención en la contienda e interponerse entre los dos principales
+contendientes, reteniendo sus manos y refrenando sus lenguas.
+
+Completamente se acibaró el contento que allí reinaba. Antes de que
+amaneciese se expidieron en el ómnibus el Merengue de fresa y las demás
+niñas. Algunos caballeros se eclipsaron también. Contra Octaviano hubo
+una verdadera conjura, y medio por persuasión, medio por violencia, le
+encerraron en un cuarto para evitar que escandalizara, tratando de
+inculcar en su mente que por mucho que se sintiese, era ya ineludible un
+encuentro muy serio entre Pedro Lobo y su amo. A Pedro Lobo no le
+faltaron dos testigos. Con otros dos que nombró Arturito concertaron un
+lance, el cual, por hallarse muy embravecidos los dos contrarios, no
+podía menos de ser serio.
+
+Arturito no sabía manejar el sable, ni esgrimir la espada, ni tirar a la
+pistola. Era menester procurar para él la menor desventaja posible,
+equilibrando las fuerzas y buscando iguales probabilidades de triunfo.
+
+Se hallaron dos pistolas de arzón que, muy cargadas, habían de levantar
+mucho y enviar la bala harto lejos del punto de mira.
+
+Se concertó que los combatientes se colocasen a cuarenta y cinco pasos
+de distancia. Al dar una palmada podrían marchar ambos, el uno contra el
+otro, hasta que sólo quince pasos los separasen. Durante la marcha cada
+uno podía tirar cuando quisiera.
+
+No bien fue de día claro, combatientes y padrinos fueron a un sitio
+apartado y esquivo, a más de dos kilómetros de la fonda, a una pradera
+sin árboles, en medio del bosque. Todo se hizo allí como estaba
+concertado. Arturito, sostenido por el pundonor, disimulaba su
+abatimiento: conocía que el duelo era inevitable, sopena de quedar para
+siempre humillado, pero presentía el desenlace más triste.
+
+El gaucho estaba muy sobre sí, ansioso de satisfacer su rabia y
+confiando en su destreza en las armas.
+
+Ambos ya en el sitio y con la pistola en la mano, marcharon el uno
+contra el otro. Inseguro Arturito de su puntería, no quiso disparar
+hasta llegar a la raya que se le había marcado. El gaucho, más seguro,
+disparó al dar el quinto paso. Todos los testigos tenían el
+convencimiento, la casi seguridad de que, no sólo el tiro de Arturito,
+sino también el del gaucho, tan malas y tan cargadas estaban las
+pistolas, iban a perderse en el aire. Esperaban que terminase el lance
+en reconciliación, y ya que no en almuerzo, porque la cena estaba
+reciente y no tenían gana, en otra nueva cena aquella noche en el mejor
+restaurante de Río de Janeiro.
+
+Pero el hombre propone, y no siempre Dios sino el diablo dispone. Nadie
+imaginó, por bien que en su sentir el gaucho tirase, que lo que ocurrió
+fue el resultado de su tino. Lo que ocurrió fue el resultado de la
+fatalidad más deplorable. La bala que disparó el gaucho penetró por la
+sien derecha en la cabeza del pobre joven y le dejó muerto en el acto.
+
+Grande fue el pasmo y profunda la lástima de todos los cómplices en
+aquel horror. El mismo Pedro Lobo, disipada de pronto su cólera, se
+sintió afligido.
+
+El caso, de común acuerdo, se ocultó o se disimuló para con el público.
+La fiebre amarilla hacía entonces muchas víctimas en Río. En la Tejuca
+no atacaba nunca aquella enfermedad, pero si alguien la traía a la
+Tejuca desde Río, la muerte era inevitable y rápida.
+
+Para el público se supuso que Arturito había muerto en la Tejuca de la
+fiebre amarilla.
+
+
+
+
+-XIX-
+
+
+Rafaela tuvo pronta y exacta noticia de cuanto había ocurrido, y su
+dolor fue muy hondo. Ella tendría sus defectos, pero no se puede negar
+que era leal y verídica, y que abominaba del embuste. Lo que había dicho
+a Arturito cuando le despidió era la verdad misma. Al dejar de quererle,
+como amante, había seguido queriéndole como si fuera su hijo: como
+criatura de su espíritu, ya que le había iluminado y mejorado. De aquí
+que la función de la Tejuca, triste prueba de la recaída del joven,
+abandonado por ella, bastó para afligirla; pero lo que la desoló, por no
+ofrecer ya remedio ni esperanza, fue la muerte violenta tan estúpida y
+brutalmente motivada.
+
+Rafaela, distando mucho de ser merengue de fresa, sin tener nada de
+empalagoso sino de brioso, atesoraba en el centro de su corazón un
+inexhausto manantial de cariño. No por reflexión ni por estudiadas
+teorías, sino por ciego e indomable instinto, era la mujer filántropa.
+El Padre García se lo había dicho muchas veces: ¡Ay, hija mía, sí tú
+amases a Dios la mitad siquiera que a los hombres, no estarías ya en la
+tierra, sino en el cielo, en el ardiente coro de los más enamorados
+serafines que coronan cual nimbo luminoso el trono del Altísimo! Lo
+conveniente, añadía el Padre en otra ocasión, es que tu filantropía se
+trueque en caridad cristiana: que ames a Dios sobre todas las cosas.
+Considera lo encaramada y elevada que estás ya en el amor, y calcula, si
+puedes, hasta dónde te encumbrarías en cuanto pusieses sobre todo ello
+tu amor divino.
+
+Por desgracia, esta deseada y aconsejada superposición no había llegado
+a verificarse, aunque Rafaela a menudo la apetecía.
+
+Indudablemente, sin ninguna intención y sin oculto propósito, sin
+descubrir ni reconocer ella como causa de su cambio la impresión que
+Juan Maury le había hecho, y creyéndose impulsada por las amonestaciones
+y piadosos discursos del Padre García, no sólo había despedido a
+Arturito, sino que también se propuso no volver a recibir al gaucho y
+romper para siempre con él, aunque bien notaba, con cierto sentimiento
+entre lisonjero y penoso, que la segunda venida del gaucho a Río había
+sido por ella.
+
+Y como ella jamás desechaba la gratitud ni la amistad, aunque desechase
+el amor, todavía, al despedir resueltamente al gaucho por medio de
+_Madame_ Duval, conservaba por él estimación y afecto. Sólo cuando supo
+la tragedia de la Tejuca, obra sin duda del injustificado rencor de
+Pedro Lobo, su amistad y su estimación hacia él se trocaron en
+aborrecimiento.
+
+La insistencia pertinaz que mostró Pedro Lobo en volver a verla,
+exacerbó este odio, agotó su paciencia y le hizo perder los estribos.
+
+Ella no recibía entonces, ni salía de casa; pero _Madame_ Duval era
+perseguida y detenida por Pedro Lobo, y ora por su medio, ora
+imprudentemente, valiéndose de un criado cualquiera, Pedro Lobo la
+inquietaba y la atormentaba con cartas pidiéndole, casi exigiéndole una
+cita.
+
+A las cuatro primeras cartas, dos al día, nada contestó Rafaela. A la
+quinta, en la mañana del día tercero, Rafaela se puso fuera de sí,
+perdió toda su circunspección, desechó recelos, resolvió arrostrar
+cualquier peligro que sobreviniese y contestó al gaucho, sin rasgar el
+papel, aunque bien pudiera decirse, citando el antiguo romance, que le
+escribió:
+
+_Con tanta cólera y rabia_,
+_que donde pone la pluma_
+_el delgado papel rasga_.
+
+La carta de Rafaela era como sigue:
+
+«Sr. D. Pedro Lobo: Ni usted tiene, ni yo he dado a usted el menor
+derecho para lo que hace, inquietándome, afligiéndome y desesperándome.
+Jamás prometí ni exigí a usted que me prometiera fidelidad ni
+constancia. No hay lazo que nos ate ni obligación que nos encadene.
+Libre es usted y yo también lo soy de querer a quien se nos antoje. Con
+plena libertad, aun después de haber arrojado de mi alma, por motivos de
+que no tengo que darle cuenta, todo tierno afecto hacia usted, le
+consagraba yo aún estimación amistosa. Esta se ha perdido también por la
+tremenda culpa de usted cometida hace pocos días. Ya ni amor, ni
+amistad, ni estimación le tengo. No diré que le odio, porque no odio a
+nadie, y si le odiase haría de usted excepción honrosa. Me es usted
+indiferente, pero me aburren y me atacan los nervios sus persecuciones.
+Váyase usted de Río y déjeme en paz. Como no gusto de frases pomposas,
+cuyo contenido pudiera alguien poner en duda, no me meto en decir que
+soy una dama y que usted es un caballero: diré sólo que soy una buena
+mujer, aunque pecadora, y que espero que sea usted un hombre bueno para
+mí y que como tal se conduzca. Con dicha esperanza escribo esta carta, y
+confío en que no me comprometerá usted abusando de ella; mas aunque
+desconfiase, de nada tendría miedo. Podría usted causarme el mayor daño
+y me sería menos insufrible que su empeño de reanudar relaciones. Rotas
+están para siempre y nada temo por mí. Temo por usted y le aconsejo que
+se vaya cuanto antes a Europa. Por nada del mundo quisiera yo más
+tragedia. Yo no soy vengativa, pero hay personas que lo son. Guárdese
+usted de ellas, y póngase en salvo.»
+
+Así terminaba la carta, firmada sólo con la inicial R.
+
+_Madame_ Duval la llevó a la fonda donde el gaucho vivía, y estuvo
+presente a su lectura.
+
+No bien acabó de leer, Pedro Lobo dijo furioso:
+
+--Me insulta y hasta se atreve a amenazarme. Sin duda tiene nuevo galán y
+con él es con quien me amenaza. Yo me río. Morirá a mis manos como
+Arturito ha muerto.
+
+--Sosiéguese usted--dijo _Madame_ Duval con mucho reposo--. No es amenaza
+sino aviso lo que da mi señora. Ella dista mucho de tener nuevo galán.
+Créame usted. Hablo sinceramente. Mi señora se ha entrado por la
+devoción y lleva camino de ser una santa.
+
+--¿Pues entonces quién es la persona de quien dice que debo salvarme? Yo
+no quiero salvarme de nadie. La buscaré y nos veremos las caras.
+
+--No se exalte usted, señor Pedro Lobo--replicó la dueña--. No hay motivo
+ni posibilidad de que usted tenga nuevo lance. El aviso de mi señora se
+funda....
+
+--¿En qué se funda?
+
+--Tal vez en que ha irritado usted a un hombre rico y poderoso
+arrebatándole su único hijo, a quien idolatraba.
+
+--¿Cree Rafaela acaso que el viejo Machado es capaz de pagar sicarios
+para que me asesinen?
+
+--Muy lejos está de creerlo, pero tal vez haya quien, sin esperar ni
+recibir salarios, ponga a usted asechanzas y atente contra su vida.
+
+--¿Y quién puede ser ese guapo?
+
+--Pues bien, señor Pedro Lobo, voy a decírselo a usted para su gobierno.
+No digo que sea, pero puede ser el negro Octaviano. Acusarle sería
+inútil y hasta peligroso porque se pondría cierto lance en conocimiento
+de la justicia y porque no hay prueba alguna contra Octaviano. Yo sólo
+sé que él es rencoroso y fuerte, que sabe disimular sus propósitos y que
+amaba en extremo a su niño, como él llamaba al señorito Arturo. El brío
+del tal negro es para aterrar a cualquiera. Todos los otros negros le
+reconocen como el más diestro y pujante en la _carnerada_.
+
+--¿Y qué diantre de _carnerada_ es esa?--preguntó Pedro Lobo riendo,
+aunque preocupado y un tanto cuanto con la risa del conejo.
+
+--La _carnerada_--contestó _Madame_ Duval--, es un raro arte de esgrima que
+los negros aprenden y ejercen. Como tienen la cabeza más dura que
+hierro, hacen de ella un arma y llegan a dar topetadas feroces y a veces
+mortales. A menudo, ni la ley puede castigarlos por este crimen, porque
+una fiebre o un delirio, que también se llama _carnerada_, se apodera de
+ellos, les quita la responsabilidad y el juicio y los impulsa a correr
+frenéticos por las calles y a chocar con el primero que más a propósito
+se les antoja, dándole a veces tan tremendo golpe en el pecho, que le
+causa la muerte. Ni mi señora ni yo podemos saber de fijo que Octaviano
+quiera emplear en usted la _carnerada_; pero todo es posible, y tenga
+usted entendido que Octaviano no es solamente audaz, sino también
+precavido y astuto, por lo cual, si se propone _topar_ contra usted, no
+le bastaría fiar en su destreza, aunque es mucho lo que en ella fía, y
+de seguro que habrá juramentado a varios de sus amigos y discípulos en
+el arte, para que si él malogra la empresa, ellos la terminen.
+
+Al oír esta relación, Pedro Lobo no pudo aguantar más, montó en cólera y
+dijo a la dueña:
+
+--Ea, basta ya, doña Duval o doña Marisápalos, y no pretenda burlarse de
+mí e intimidarme con mentiras o con ridiculeces. Pronto, largo de aquí,
+si no quiere usted que me olvide de que es mujer y... vieja.
+
+Lo de vieja dolió en extremo a _Madame_ Duval, porque se consideraba
+joven y casi lo era. Aún no había cumplido cuarenta años; gozaba de muy
+buena salud; si bien algo chata, no tenía mal ver, y estaba rolliza y
+sonrosada, y con la tez tersa y jugosa.
+
+Al llamarla vieja, Pedro Lobo procedía con injusticia notoria y con
+falta bestial de galantería, pero, como estaba tan enojado, algo debemos
+perdonarle.
+
+Lo que es _Madame_ Duval no le perdonó nada. Tuvo, sí, miedo de su furia
+y puso pies en polvorosa. Sin embargo, al llegar a la puerta de la sala,
+y antes de apresurar el paso y aun de echar a correr, no pudo resistir a
+la tentación de imitar a los partos y de disparar huyendo la más
+emponzoñada flecha.
+
+--Señor valiente--dijo--. No disimule usted su miedo con la cólera. El caso
+es grave. No morirá usted de cornada de burro, pero puede morir de
+topetada de negro. Esté sobre aviso.
+
+Pedro Lobo quedó bramando de coraje. Hallaba ridículo que le amenazasen
+con la _carnerada_, y más ridículo aún que él la temiese. Pedro Lobo, no
+obstante, la temía, aunque trataba de disipar el temor y de ocultarle a
+su propia conciencia.
+
+Harto sabía él que lo de la fiebre o delirio de la _carnerada_ no era
+fábula. Por otra parte ¿qué adelantaba con seguir en Río? La carta de
+Rafaela era feroz, pero él desistía de vengarse de ella villanamente. Y
+pretender o exigir de nuevo reconciliación, ya con súplicas, ya con
+intimidaciones, estaba convencido de que era inútil.
+
+En Río, además, donde el Sr. Gregorio Machado era bastante querido, casi
+toda la gente de la sociedad miraba al gaucho con disgusto mal
+disimulado como a matador de un mozo que en medio de todos sus extravíos
+siempre había sido dulce y afable.
+
+Pedro Lobo revolvió mil cosas en su mente, formó mil desatinados
+proyectos: hasta pensó en ir de mano armada a buscar a Octaviano,
+adelantándose a matarle antes de que él le matara; pero al cabo, después
+de muchos desvaríos, prevaleció la determinación más juiciosa; y, cuatro
+días después de la conversación que tuvo con _Madame_ Duval, Pedro Lobo
+se embarcó en un vapor inglés que iba a Southampton y libró de su odiada
+presencia a Rafaela, a _Madame_ Duval, al señor Gregorio Machado, a
+Octaviano, y a casi toda la sociedad _fluminense_.
+
+
+
+
+-XX-
+
+
+Grosero y pesimista es el refrán que dice: el muerto al hoyo y el
+vivo al bollo. El refrán, con todo, tiene por desgracia mucho de verdad.
+A los siete u ocho días de muerto Arturito y a los tres o cuatro de ido
+Pedro Lobo, nadie se acordaba ya de Arturito, salvo su padre, Octaviano,
+Rafaela y el Sr. D. Joaquín, que le amaba y le lloraba como a su mejor
+amigo. Porque D. Joaquín, cual fruto almibarado y sabroso con cáscara
+amarga, no bien quedó despojado por el amor y el arte de su mujer de la
+cáscara de usurero en que durante muchos años se había parapetado y
+escondido, apareció como el ser más tierno y angelical entre todos los
+seres humanos.
+
+En Río se seguía la vida de costumbre, si bien muchos caballeros y la
+elegante juventud dorada echaban de menos la tertulia de Rafaela, la
+cual andaba retraída y triste, y no recibía.
+
+Muchos jóvenes de la buena sociedad acudían con frecuencia al casino
+como único recurso. Nuestros amigos, o por lo menos conocidos ya del
+lector, el vizconde de Goivoformoso y Juan Maury, eran de los que allí
+más acudían.
+
+Hubo, a la sazón, un incidente que tiene trazas de insignificante, pero
+del cual importa dar cuenta ahora, porque contribuye algo a la claridad
+y al proceso de esta historia, quizás más verdadera que divertida.
+
+En sus ademanes, en su conversación, en su modo de vestir, de
+presentarse y hasta de andar, era tan sencillo Juan Maury y carecía
+tanto de afectación y estudio, o los disimulaba tan bien, que las
+personas ordinarias no caían en la cuenta de su aristocrática y natural
+distinción, y sólo las personas que, si no tenían la misma distinción,
+eran dignas y capaces de tenerla, comprendían y estimaban en todos sus
+quilates la del inglesito: pero ni a unas ni a otras personas
+deslumbraba él ni hería o lastimaba con elegancias de relumbrón. Era
+todo lo contrario de lo que había sido Arturito al volver de París. La
+ropa, los dijes y los primores de Arturito habían excitado la admiración
+y la envidia. Su _dandinismo_ había hecho estruendosa irrupción en la
+mente de sus maravillados compatriotas, mientras que el _dandinismo_ de
+Juan Maury, casi a despecho de su poseedor, sólo se insinuaba con suave
+lentitud en el espíritu de la gente más delicada. Evidentemente, Juan
+Maury ni tenía en Río, ni hubiera tenido en parte alguna, el menor
+propósito de llamar la atención, y menos que por nada por adornos o
+perfiles que pueden comprarse en una tienda. Pero aún era muchacho y
+solía tener caprichos casi infantiles. Por uno, pues, había llamado la
+atención a pesar suyo. Nadie había reparado en que sus fracs y sus
+levitas tenían corte más elegante, ni que en todo lo demás de su traje
+había el sello de la perfección que cabe en lo humano; pero el bastón
+que llevaba de diario excitó la admiración e hizo el encanto de todos,
+porque entonces era objeto de altísima novedad, y de invención tan
+reciente, que tal vez no se contaría aún por todo el mundo media docena
+de semejantes bastones, los cuales, con el andar del tiempo, se han
+emplebeyecido y divulgado tanto, que ya nadie los lleva, a no ser algún
+cursi frenético y atrasado de moda.
+
+El bastón de Juan Maury era un bambú como cualquiera otro. Por donde
+descollaba y pasmaba, era por el puño, hecho de marfil en forma de
+cabeza semi-humana, semi-perruna, bastante bien tallada. Los ojos eran
+de vidrio, imitando los naturales, y muy luminosos. La parte que
+figuraba el pelo estaba teñida de negro; en las mejillas había un tinte
+sonrosado, y en la boca vivísimo color rojo. Se tocaba un resorte o
+botoncito, y la figura entonces bajaba y subía los párpados, abría mucho
+la boca y sacaba y enseñaba una lengua muy larga y puntiaguda.
+
+Las muecas de la cabeza esculpida, al moverse por medio del resorte de
+la manera ya indicada, divirtieron mucho a los jóvenes brasileños, y no
+pocos se apresuraron a ser presentados a Juan Maury para que les
+enseñara el bastón, cuyo éxito fue tan grande que le pidieron las señas
+de la ciudad y de la tienda donde le había comprado, y pidieron una
+buena remesa de ellos para Río.
+
+Mucho distaba aún de llegar la remesa, cuando, en aquellos mismos días
+del lance entre Arturito y el gaucho, notó la gente que Juan Maury no
+llevaba ya el bastón. Le preguntaron por su paradero y él contestó que
+no sabía. El bastón se le había perdido. No había quedado rastro de él.
+Era como si la tierra se le hubiese tragado.
+
+Tres puntos fueron los que en aquellos días se tocaron en las
+conversaciones en que la política o la literatura no entraban por nada.
+La muerte de Arturito y la pérdida del bastón, aunque pronto empezaron a
+olvidarse ambas cosas, y por último la aparición de la famosa contralto
+Rosina Stolz, que iba a estrenarse en el teatro principal, en la
+Semíramis de Rossini, donde ella era admirable, como actriz y como
+cantora, haciendo el papel de Arsaces.
+
+Los filarmónicos, que en los ensayos la habían oído, estaban
+entusiasmados y referían maravillas, lo cual acrecentaba la envidiable
+fama que la había precedido antes de llegar de Europa y estimulaba en
+todas las personas de buen gusto la curiosidad y el anhelo de verla y de
+oírla.
+
+Daba mayor interés a la aparición de la Stolz en el teatro de Río, el
+que se había formado un terrible partido contra ella, impulsado por el
+sentimiento patriótico. Y no porque nadie imaginase que podía existir
+rivalidad entre las _modinhas_ del país y la música de los grandes
+maestros italianos, ni entre las indígenas y populares cantoras y una
+_diva_ tan eminente y tan aplaudida en los principales teatros europeos.
+Todo era por culpa de un desaforado crítico francés, que no ha dejado de
+tener imitadores más tarde. Anticipándose a Julio Lemaître, que publicó
+un artículo en los periódicos dando consejos a Sara Bernhardt cuando fue
+a América, el referido crítico había dado y publicado también consejos a
+la Stolz antes de que se embarcase en un puerto de Europa para ir a la
+conquista del Nuevo Mundo.
+
+Muy de veras me aflige no conservar el artículo de los consejos
+dirigidos a la Stolz para poder copiar aquí un trocito; pero como Julio
+Lemaître, en caso parecido, si no idéntico, vino a decir lo propio,
+pondré aquí algo de lo que dijo:
+
+«Vais--le dijo, yo supongo que dirigiéndose a la Stolz--, a mostraros a
+hombres de poco arte y de menos literatura, que os comprenderán mal, que
+os mirarán con el asombro que se mira una ternera de cinco patas, que
+verán en vos un ser extravagante y estruendoso, y no la artista
+infinitamente seductora; y que no reconocerán vuestro talento sino
+porque les costará caro el oíros».
+
+Para remachar el clavo con que el crítico hería el orgullo de la América
+latina, como ahora se dice, había en el artículo algunas amonestaciones
+a la artista, a fin de que no se dejase enternecer por las ardientes
+adoraciones de los entusiastas americanos, a quienes el articulista
+calificaba de sensuales y de candorosos, y que, inflamados de amor,
+irían a ponerse de hinojos ante ella.
+
+Este arranque de la _outrecuidance_ parisina enojó en extremo a los
+brasileños más patriotas, faltando poco para que no le produjese a la
+Stolz el amargo fruto de una silba. Por fortuna la filarmonía pudo más
+en esta ocasión que el patriotismo vidrioso, y la Stolz fue aplaudida
+frenéticamente, y llevada a su casa en triunfo, con música, antorchas y
+faroles encendidos. Hubo, no obstante, algún poeta satírico y
+avinagrado, que se vengó en la Stolz de la insolencia del crítico
+francés, y todavía conservo yo en la memoria algo de una graciosísima
+sátira que le compuso, donde después de afirmar que la artista era un
+desecho del viejo mundo y ella también vieja, justifica irónicamente los
+aplausos que le han dado con razones y comparaciones como las contenidas
+en los siguientes versos:
+
+_Um velho poema de capa extragada_
+_Nao perde por isso o interno valor_,
+_E a veces de baixo da pranta pisada_
+_Descóbrense ainda vestigios da flor_.
+
+Pero no adelantemos los sucesos; prescindamos de este episodio que
+apenas tiene relación con nuestra historia, y volvamos a la noche en que
+Rosina Stolz apareció en el teatro de Río por vez primera.
+
+
+
+
+-XXI-
+
+
+Rafaela, que era generosa de todo, lo era también de aplausos y de
+alabanzas. Por nada del mundo hubiera gustado de que silbasen a la Stolz
+como la habían silbado a ella, a no tener a la mano otro D. Joaquín para
+consolarla de la silba. Rafaela quiso, pues, que la Stolz triunfase, y
+se propuso contribuir a su triunfo. Y como Rafaela además era
+aficionadísima a la música, no se resignó a dejar de oír a tan egregia
+cantarina. De aquí que saliese del retraimiento en que por la pena de la
+reciente muerte de Arturito se encontraba y apareciese en su palco, en
+el teatro, la primera noche en que la Stolz cantó en la _Semíramis_. Don
+Joaquín fue también, aunque estaba tan apesadumbrado como si hubiese
+perdido un hijo.
+
+En el entreacto, el vizconde de Goivoformoso y Juan Maury, que estaban
+en butacas contiguas, subieron juntos a visitar a Rafaela.
+
+Muy impresionado estaba el vizconde, así por el canto como por la acción
+y la mímica de la Stolz, pero casi le borró aquella impresión una
+sorpresa que D. Joaquín, sin pensarlo ni quererlo, acertó a dar a él, y
+también a Juan Maury y a Rafaela.
+
+No sabemos cómo se habló de Arturito y se lamentó su muerte. Don Joaquín
+se conmovió, hizo tres o cuatro pucheritos y se le saltaron las
+lágrimas.
+
+--Toda mi vida--exclamó--, conservaré como recuerdo una prenda suya, que,
+sin duda, _Madame_ Duval llevó a la alcoba de mi mujer, donde yo la
+encontré hace dos o tres días. Esta es la prenda.
+
+Y levantando la mano del puño del bastón en que la tenía apoyada, dejó
+ver la cabecita de marfil que ya hemos descrito. Y llorando todavía por
+el difunto, tocó el resorte y movió la cabecita para que bajase y
+subiese los párpados, abriese la boca y sacase la lengua, luciendo sus
+habilidades. Al ver aquello, el vizconde se sonrió con malicia mirando a
+Juan Maury; éste se puso rojo como la grana, y Rafaela, sin poder
+reprimirse, empezó a reír a carcajadas. Don Joaquín hubo de imaginar que
+a Rafaela le hacían mucha gracia las muecas de aquel muñeco, y le movió
+más, poniéndosele delante. Rafaela rió entonces con carcajadas más
+sonoras, y, para no llamar la atención del público, se retiró al fondo
+del palco. Allí siguió la risa, y siguió, hasta que D. Joaquín, que
+había cesado ya de mover el resorte, acabó por alarmarse. También se
+alarmaron Juan Maury y el vizconde, únicos allí presentes. La risa, por
+caso extraño, se convirtió en ataque de nervios. Fue menester que
+Rafaela se retirase a su casa a media función, sin contribuir al triunfo
+de la famosa cantarina y sin presenciarle.
+
+Sólo el vizconde, testigo de aquella escena, pudo comprender sus causas
+y explicar su significado.
+
+Don Joaquín no volvió a servirse del bastón, porque Rafaela le dijo que
+el verle le hacía daño.
+
+En efecto; Rafaela era una criatura muy singular. Al principio halló
+chistosa la equivocación de su marido y se rió de todas veras, con
+placer semejante al que produce la representación de un grotesco
+sainete; pero la tenaz persistencia de la escultura en sus muecas y
+visajes le produjo un efecto muy raro. Del mismo modo que al restregar
+un fósforo se hace brotar la llama, se diría que aquella figura, con sus
+persistentes y fantásticos movimientos, le restregó las telas del
+cerebro, y barriendo de allí las imágenes ridículas, hizo aparecer el
+cuadro vivo de tristes sucesos a que ella había dado ocasión, cuando no
+causa, y la no menos viva representación de la deplorable facilidad con
+que ella, casi sin saber cómo, había abandonado, en un momento de
+alucinación, los sinceros propósitos y los excelentes planes que le
+había hecho concebir el Padre García. Tal vez en la misma noche en que
+Arturito y el gaucho reñían un duelo a muerte, ella con el inglesito se
+había olvidado de todo. El puño del bastón, con su monstruosa y
+semi-humana figura, de repente se trocó en un espectro para ella; en un
+espectro que acudía a atormentarla con burlas espantosas.
+
+La señora de Figueredo, con todo, no se ahogaba en poca agua ni se
+asustaba por cualquier niñería. El ahogo y el susto pasaron pronto.
+Todas las cosas volvieron al ser que tenían.
+
+El inglesito llegó a ser íntimo en casa de Rafaela. Don Joaquín concibió
+por él mucho más cariño que el que tuvo al gaucho, y casi estamos por
+afirmar que un poco más que el que tuvo a Arturito. Hasta la propia
+_Madame_ Duval le cobró mayor amistad, le consideró más que a nadie y le
+miró como si fuese el señorito hijo de la casa, hablándole siempre en
+inglés y dándole el tratamiento de Master John.
+
+Pasado este incidente, advertido sólo por el vizconde de Goivoformoso y
+por los tres actores principales, empezó y transcurrió una época
+brillantísima para el hotel de los señores de Figueredo y famosa en los
+anales de la _high life_ fluminense. Banquetes, animadas tertulias,
+bailes, lucidas cabalgatas y hasta giras de campo se sucedían con corta
+interrupción. El inglesito no faltaba jamás en estas diversiones. Y
+Rafaela, como el sol en el meridiano, resplandecía por su hermosura y
+elegancia y parecía dichosa. Lo que es D. Joaquín no se mostraba menos
+elegante ni menos satisfecho, aunque sí harto menos bonito, y dejando
+notar en la flojedad de sus piernas y en el temblor de sus manos que lo
+que llaman vulgarmente el _bajón_ iba llegando para él, y que así para
+él como para los demás mortales, no pasan en balde los años.
+
+
+
+
+-XXII-
+
+
+Pronto pasó uno más, cuando ocurrió algo que, si bien hubiera
+debido preverse, fue muy doloroso para Rafaela. Juan Maury, trasladado
+por su gobierno con ascenso a una Legación de Europa, tuvo que abandonar
+a Río de Janeiro. Rafaela sintió sin duda grandísimo pesar, pero no le
+faltó energía para disimularle, y a los ojos del público apareció
+impasible y serena, así en los días que precedieron a la partida de Juan
+Maury como después de su partida.
+
+Lo que pasó, durante aquellos días, en el corazón de Rafaela, no lo supo
+más que una persona. Rafaela no se lo podía ni se lo quería decir a
+_Madame_ Duval, por juzgar sobrado sublime su secreto para hacer
+partícipe de él a tan vulgar personaje. Ni podía ni quería tampoco
+confesarle al Padre García, por considerar su secreto profano y por no
+ver en él culpa acompañada de arrepentimiento.
+
+Rafaela, no obstante, sentía la necesidad de desahogar con alguien su
+corazón, hablando de sus penas. Y como su único, constante y muy íntimo
+amigo en la ciudad era el Vizconde de Goivoformoso, a quien trataba
+desde que ella había llegado a Lisboa, Rafaela reconoció que sólo el
+Vizconde era su posible confidente, y habló con él de todo, si bien con
+mayor seriedad, con el mismo desenfado y con la misma franqueza que
+empleaba para hablar con él cuando, hacía ya más de diez años, él y ella
+iban a merendar o a cenar juntos en el _Retiro de Camoens_.
+
+Después de la ida de Juan Maury, Rafaela, a fin de evitar las hablillas
+y para que no se burlasen de ella afectando compadecerla como a mujer
+abandonada, siguió recibiendo por las noches y procurando que su
+tertulia no estuviese menos concurrida ni menos alegre que antes.
+
+Las expediciones campestres de D. Joaquín a la _chácara_ y las
+frecuentes jaquecas de que ella padecía, eran recursos de que no se
+había desprendido ni quería desprenderse. De estos recursos se valió
+entonces, no en pro del amor, sino en pro de una antigua y constante
+amistad, de la que esperaba consuelo y alivio en sus penas. Deseosa de
+hablar reposadamente con el Vizconde, le citó para una noche en que no
+recibía a los demás tertulianos, y tuvo con él el coloquio que vamos a
+reproducir aquí.
+
+Después de los amistosos saludos de costumbre, con la inveterada
+familiaridad de siempre, y tuteando al Vizconde como solía, Rafaela le
+dijo:
+
+--Tú eres mi mejor amigo, lleno para mí de amabilidad y de indulgencia. A
+solas contigo, no sé disimular: todo lo confieso: pienso alto. No me lo
+agradezcas. Yo soy quien debe mostrarte su gratitud. Si yo no pudiera
+decir a alguien lo que siento, si no te tuviera a ti para decirlo, creo
+que mi corazón estallaría como una bomba.
+
+--Pues, hija mía, di cuanto se te ocurra, que pronto estoy a escucharte y
+a consolarte si puedo.
+
+--De sobra--replicó ella--sabes mis relaciones con Juan Maury. Lo que no
+sabes es lo que ha habido de singular y de nuevo en estas relaciones.
+Otros hombres me han inspirado simpatías más o menos vehementes. Por
+ellos he sentido lo que se llama amistad. A caer en sus brazos me ha
+impulsado no sé qué extraña misericordia, no sé qué endiablada
+generosidad, que califico de perversa, y no sé qué vanidosa estimación
+de mi propia hermosura. He sido como engreído artista que anhela mostrar
+la linda joya que ha cincelado al que juzga delicado conocedor y buen
+perito. He sido como el poeta que, por más esfuerzos que hace, no sabe
+resistir a la tentación de recitar sus versos a quien juzga persona de
+gusto exquisito, capaz de estimar y de tasar el valor de ellos y los
+quilates de perfección y de belleza que contienen. Esta soberbia mía y
+el benigno afán de conceder yo venturas, sin pena para mí, sino tal vez
+con deleite, han sido la causa de no pocos extravíos y ligerezas que
+deploro. La gente me calificará de mujer galante y enamorada. Pero, si
+bien se mira, yo no he conocido el amor, como este no sea una
+combinación de amistad, aprecio, deseo de agradar y de embelesar, y
+empeño vanidoso en mostrar a quien se aprecia y a quien se profesa
+cierto cariño, todo el valer, toda la lozanía y toda la potencia
+deleitable y beatífica de la propia persona. Pero esto no es el
+verdadero amor. Si no fuese por los versos y las novelas que he leído,
+yo no tendría de él ni noticia ni presentimiento. En mi alma ha habido
+predilección no pocas veces. Tú, por ejemplo, y no quiero lisonjearte,
+has sido uno de mis predilectos. Lo que no ha habido en mi alma ha sido
+el amor perfectísimo de que nos habla la poesía. Mi alma ha tenido sus
+predilectos. Nunca ha llegado a tener al amado: al único, al verdadero y
+legítimo esposo; al que exclusivamente y para siempre se rinde la
+voluntad y se entrega y se abandona la vida. Sin él no se concibe goce.
+Las aspiraciones todas del espíritu, la fe en el mérito y excelencia de
+un ser extraño, el ansia de inefables placeres, todo, según dicen, se
+pone y se busca en el amado, el cual sólo podría tener rival en Dios, si
+lográsemos mortificar y aniquilar nuestro cuerpo y convertirnos en
+espíritu puro. Para la mujer amante no tiene, pues, ni puede tener en la
+tierra, rival el amado. Yo no había llegado ni me consideraba capaz de
+llegar a tan gentil idolatría. Sólo he entrevisto y columbrado así la
+capacidad de sentirla como el hechizo que debe de haber en ella, desde
+que fui de Juan Maury. Pero él, bondadoso, agradecido, con notable
+afecto hacia mí, porque yo no puedo ni quiero quejarme de su tibieza ni
+de su egoísmo, siempre me consideró como a una buena mujer, aunque harto
+ligera, y ese amor verdadero, ese apretado lazo de unión completa e
+indisoluble entre dos corazones humanos, jamás imaginó que pudiera
+enlazar su corazón con el mío. Yo entiendo que esto no llega a
+conseguirse jamás con súplicas y excitaciones de una parte. En ambas,
+para que prevalezca, ha de nacer de un modo espontáneo. Además, yo soy
+orgullosa y detesto la ficción y la mentira, aunque la piedad las
+motive. De aquí que al amor ideal, al amor exclusivo y único, que iba a
+brotar en mi alma, por primera vez y como flor tardía, le corté yo las
+alas antes de que remontase el vuelo. Juan Maury se ha ido. Yo no le
+censuro. Ha hecho bien. Ni él podía darme ni yo podía exigirle amor
+constante y para siempre. Deploro el amor ahogado antes de nacer, mas no
+el que ya vivía y ha muerto. Hasta en mi propia alma había obstáculos
+invencibles contra el nacimiento del amor, obstáculos que hubieran
+combatido contra él para darle muerte apenas nacido. La amistad que me
+inspira Joaquín Figueredo, mi gratitud hacia él, la estimación que le
+tengo, al ver en él un conjunto de nobles prendas, oculto y sepultado
+antes bajo las ruines condiciones de su sórdida existencia primera, y
+que yo he descubierto después, así para mí como para la generalidad de
+los hombres, todo esto no ha podido vencer la inclinación viciosa de mi
+naturaleza, la vehemencia de mis pasiones y la licencia y el desenfreno
+en que me he criado. Inútiles han sido mis propósitos de serle fiel;
+pero, me parece que no puede haber fuerza en el mundo que me impulse a
+serle inconstante, a abandonarle, a causarle inmenso dolor dejándole ver
+con claridad mi desvío, siendo con él cruelmente ingrata. Tengo por
+cierto que si mi amor hubiera nacido y se hubiera manifestado con la
+mayor vehemencia y si Juan Maury hubiera participado de él por completo,
+todavía hubiera yo preferido morir a dejar solo a Joaquín Figueredo, sin
+los cuidados y la ternura que hoy más que nunca necesita y que yo le
+dedico. Por esta consideración, casi me alegro de que Juan Maury me haya
+dejado y se haya ido muy lejos. Más vale que amor no nazca que no que
+muera en terrible lucha con una obligación que juzgo sagrada. Acaso
+halles tú harto alambicado y sutil lo que estoy diciendo, pero digo lo
+que siento aunque te parezca inverosímil. Hoy, perdido para mí Juan
+Maury y demostrada mi imposibilidad de amor, queda cual único fin de mi
+vida el propósito de hacer feliz a Figueredo, de mirar por su salud y
+bienestar, de endulzar y de prolongar su vida hasta donde sea posible,
+y, si le sobrevivo, de cerrar piadosamente sus ojos y de llorar su
+muerte.
+
+El Vizconde oyó con placer este en su sentir bello discurso, y le oyó
+también con asombro, porque apenas había hablado íntimamente con Rafaela
+desde que, en la aurora de la vida de ella y de él, tuvieron ambos
+frecuentes y encantadores coloquios en el famoso figón de Lisboa,
+llamado _Retiro de Camoens_.
+
+En extremo se pasmó el Vizconde del extraordinario progreso del espíritu
+de Rafaela en agudeza y en profundidad, y de su corazón en elevaciones
+morales. Él pensó, no obstante, que estas elevaciones, la gratitud de
+Rafaela y su reconocido deber de hacer dichoso a D. Joaquín, no se
+habían opuesto hasta entonces, ni se opondrían en lo futuro, a ciertos
+dulces, misteriosos y fugaces abandonos. Pensó también que Rafaela
+estaba afligidísima porque no había podido nacer en ella el amor puro. Y
+pensó, por último, que para consolación de tantas cuitas, y vista y
+declarada la imposibilidad del amor puro, aún podría servir el mixto,
+tal como Rafaela le entendía y le había descrito, o sea la combinación
+de la amistad, del aprecio, del anhelo de lucir generosidad y gallardía
+y de la sed del deleite.
+
+Rafaela estaba bellísima: incomparablemente más bella que allá en
+Lisboa, en la plaza de toros o en el _Retiro de Camoens_. Entonces era
+diamante en bruto: ahora diamante pulimentado y primorosamente engarzado
+en cerco de oro. Entonces era como planta silvestre de flor menuda y
+desabrido fruto, y ahora como planta cultivada con el mayor esmero, rica
+en flores odorantes y pomposas y en los frutos más exquisitos y
+sazonados.
+
+Hechas estas reflexiones, que asaltaron con rapidez y en tumulto la
+mente del Vizconde, y movido además por el deseo, por el cariño y hasta
+por la obligación en que se creía de ofrecer consuelo, a fin de no pasar
+por descortés y por sandio, el Vizconde recordó con viveza las antiguas
+intimidades y mostró con mayor viveza aún el prurito de renovarlas. Pero
+se llevó chasco y se quedó frío.
+
+Rafaela, sin menguar en nada su amistad hacia el Vizconde, y sin
+descomponerse con violencia y con enojo, le rechazó de modo tan resuelto
+y tan firme, que se disiparon las ilusiones que él se había forjado y
+reconoció que sólo con amistad podía consolar a Rafaela y ella quería
+ser consolada por él.
+
+El Vizconde tuvo el buen gusto de acomodarse a las circunstancias e hizo
+bien el papel de confidente y amigo. Así el coloquio duró aún más de una
+hora. Rafaela volvió a hablar de su pena, de su aspiración no cumplida
+de amor verdadero y de la desesperanza que de este amor tenía,
+celebrando y llorando a la vez por ello la partida de Juan Maury.
+Declaró por último su firme propósito de consagrarse en adelante a la
+amistad sólo; a la amistad sin combinaciones y llena de limpieza. Para
+esto, para que fuese su íntimo amigo, había citado al Vizconde. El otro
+amigo predilecto, cuya vida, mejorada por ella, quería seguir endulzando
+hasta que llegase a su fin e iluminándola con luz hechicera, era el
+señor de Figueredo.
+
+Terminadas todas estas revelaciones y apasionados discreteos, Rafaela
+tocó la campanilla, vino _Madame_ Duval y sirvió el té con bizcochos,
+pastas y tostadas, y ya con excelente crema de las vacas que había en la
+_chácara_ de Petrópolis.
+
+El Vizconde tuvo que irse después por donde había venido, con el
+contento de que se hubiese reanudado y estrechado tan dulce amistad, y
+con la melancolía de que fuese ya otra su forma, harto más sutil,
+depurada y etérea que en lo antiguo.
+
+
+
+
+-XXIII-
+
+
+Nada, durante los dos o tres meses que se siguieron pudo notar la
+persona más lince ni propalar la más maldiciente, que en la conducta de
+Rafaela contradijese los propósitos expresados por ella en su coloquio
+con el Vizconde. Se diría, por el contrario, que ella se extremaba en
+realizarlos. Sus mimos, sus cuidados hacia D. Joaquín eran incesantes.
+Entonces aún no había ferrocarril hasta Petrópolis. D. Joaquín, que
+había envejecido, aunque gustaba de ir allí, se fatigaba mucho y Rafaela
+se opuso a que fuese. Si iba alguna vez, Rafaela le acompañaba y
+compartía con él la fatiga. Jamás se quejaba ya de jaqueca, ni enviaba
+al campo a D. Joaquín cuando estaba jaquecosa. Casi siempre, sin
+jaqueca, y aun cuando por acaso la padeciese, se complacía en tener a D.
+Joaquín a su lado. Y al mismo tiempo no se mostraba ni triste ni más
+seria que en lo pasado; su buen humor y su alegría eran como siempre.
+Sus concurridas tertulias se hicieron diarias y sin interrupción. Nadie
+hubiera podido declarar con fundamento que la partida de Juan Maury
+había modificado el ser de Rafaela.
+
+Su amistad hacia el Vizconde siguió tan fina y tan estrecha como en el
+coloquio, pero sin que el coloquio se repitiese. Ella seguía hablando
+con el Vizconde, si bien delante de todos y sin dar que sospechar. Su
+conversación amistosa la consolaba y la deleitaba.
+
+No tardó Rafaela en perder también este consuelo y este deleite.
+
+El Vizconde tuvo que irse a Berlín a ocupar otro puesto diplomático.
+
+Sufrió Rafaela con calma la nueva contrariedad, y aún siguió, durante
+algunas semanas, el mismo género de vida.
+
+De repente, y sin que nadie pudiera atribuirlo a otra causa que a una
+enfermedad, Rafaela dejó de recibir, se retiró y se aisló. Nadie la veía
+ni en visitas, ni en paseos, ni en teatros.
+
+Este eclipse, aunque largo, terminó al fin, cuando pasaron otros cuatro
+o cinco meses.
+
+Rafaela reapareció entonces, lozana, bella y refulgente como un astro, y
+volvió a ser, durante más de un año, el delicioso centro de las
+elegancias de Río.
+
+Quien enfermó después fue el pobre D. Joaquín. D. Joaquín enfermó muy de
+veras y de la última enfermedad, que fue larga y penosa. En ella le
+atendió, le veló y le cuidó Rafaela como la más santa, más fiel, más
+devota y más apasionada de las mujeres. Hubo tal sinceridad, abnegación
+y fervor en ella, que hasta las personas más incrédulas y mal pensadas
+la miraron como modelo de cariñosas enfermeras. D. Joaquín exhaló en la
+hermosa cara de ella el último suspiro, y ella con la dulzura de su
+mirada mitigó el terror que infunde el ángel de la muerte, y en la
+herida con que mata derramó el bálsamo de sus lágrimas.
+
+Rafaela, por bondad y por orgullo, era generosa y desprendida. En
+aquella ocasión lo fue de suerte que dejó maravillados a todos los
+brasileños. Pudo disponer y dispuso de la última voluntad de D. Joaquín
+como de la suya propia. Todo D. Joaquín era suyo.
+
+Ella, no obstante, en vez de quedarse con el inmenso caudal de D.
+Joaquín, se enorgulleció y hasta cierto punto se consoló con repartirle
+en legados a todos los parientes pobres de él, que eran muchos, y a
+varios establecimientos de beneficencia del imperio. A casi todos los
+esclavos, en recompensa de sus servicios, les concedió libertad. Sólo
+guardó consigo, aunque también beneficiados por el testamento de D.
+Joaquín, a _Madame_ Duval, a dos doncellas, y a tres negros de los más
+fieles, hechos también libertos.
+
+La gente profana decía, entre admiración y broma, que jamás había habido
+en el mundo aventurera más rumbosa, ni más bizarra y espléndida mujer
+galante.
+
+Claro está que la esplendidez de Rafaela no llegó hasta el necio extremo
+de quedar ella a pedir limosna o en estrechez tal que la obligase a
+vivir muy en desacuerdo con la magnificencia de que, durante años, había
+gozado. Rafaela conservó para sí una pequeña parte, en fondos
+extranjeros, del gran capital de su difunto marido; conservó lo bastante
+para que le produjese de setenta a ochenta mil francos de renta, con los
+que decidió irse de Río y venir a vivir en Europa.
+
+Así lo hizo, a los pocos meses de viuda.
+
+De los posteriores sucesos de su vida, por espacio de mucho tiempo, ni
+tenemos noticias circunstanciadas ni nos convendría darlas aquí aunque
+las tuviésemos.
+
+Sólo veinte años después por medio del Vizconde de Goivoformoso, he
+vuelto yo a saber de Rafaela, reanudándose su historia en lo más
+esencial con lo que contaré en adelante.
+
+
+
+
+-XXIV-
+
+
+Entre no echar de menos a una persona y olvidarla por completo hay
+una enorme distancia. Si el Vizconde de Goivoformoso hubiera seguido
+siempre en Río de Janeiro, todo en torno de él, no sólo le hubiera
+recordado a Rafaela, si no le hubiera hecho desear su presencia y
+lamentar la falta de su trato y de su vista. Pero el Vizconde anduvo
+peregrinando por muy diversos y distantes países, viendo objetos nuevos,
+penetrando en el seno de muy diversas sociedades, hablando y oyendo
+hablar lenguas distintas y corriendo no pocas y variadas aventuras.
+Estuvo en Constantinopla, en Roma, en San Petersburgo, en Berlín y en
+Viena; y, aunque la nación a quien servía, así por su posición
+geográfica, como por la decadencia a que ha venido, no se mezclaba
+activamente en los grandes sucesos, él, por afición natural y también
+por su oficio, tuvo que enterarse circunstanciadamente de todos y
+mirarlos con interés. Ocurrieron casos extraordinarios que no pudieron
+menos de cautivar su atención poderosamente. Acabaron muchas dinastías,
+se hundieron muchos tronos; Italia logró al fin su unidad, en balde
+deseada durante trece o catorce siglos; se deshizo la confederación
+germánica; Austria perdió la hegemonía; Prusia, vencedora, se puso al
+frente de casi todos los pueblos germánicos; y por último, en tremenda
+lucha con Francia, Prusia la venció y la desmembró, apoderándose de
+algunas de sus hermosas ciudades y de parte de su fértil territorio y
+obligándola, desde su misma capital, de que se había apoderado, a pagar
+suma enormísima por su rescate.
+
+La vida del Vizconde, que permaneció soltero, fue, a su modo, y aunque
+por estilo apacible, no menos rica de acontecimientos que la del mundo.
+No faltaron en ella lances de honor y fortuna que no nos incumbe relatar
+aquí. Baste saber que, durante veinte años, sobre pocos más o menos,
+pues no creo que importe mucho una gran exactitud cronológica, el
+Vizconde no volvió a ver en parte alguna a Rafaela, y ésta, si bien
+siguió presente en su memoria, fue como imagen aérea y algo confusa,
+velada como entre nubes de vagos recuerdos y de agradables antiguas
+emociones.
+
+En los primeros días del año 1873, el Vizconde de Goivoformoso vino a
+París a pasar una larga temporada.
+
+Vencida Francia, despojada de ricas provincias, desquiciado el primer
+imperio entre anárquicas convulsiones, y cruelmente multada ella,
+todavía se repuso o más bien no tuvo necesidad de reponerse, porque no
+decayó, permaneciendo robusta y firme en medio de tantos males y
+conservando su poder y su riqueza gracias a la constancia y a la energía
+de sus hijos. La fertilidad de su suelo y más aún el talento de los que
+en él nacen y viven para todas las artes que hermosean, hechizan o
+consuelan la vida humana, su industria y su comercio, su fecunda
+habilidad para producir objetos de lujo y de regalo y su virtud
+económica para crear riqueza y para conservarla, todo esto concurrió a
+que Francia siguiese siendo, si no la primera en poderío material, la
+más querida, la más admirada, la más respetada, y fuera de Inglaterra,
+la más rica nación de Europa. Francia siguió dando la moda, enseñando la
+elegancia y siendo escuela y centro de toda cortesía. La más brillante
+antorcha de la moderna cultura se diría que siguió ardiendo en París y
+que desde allí iluminaba al mundo y atraía amorosamente a las almas.
+Sabios, poetas, dramaturgos y novelistas hay, sin duda, en otras
+naciones, pero los que más se leen, se celebran y se admiran en todas
+son los franceses. Apenas hay doctrina flamante, buena o mala, ni
+filosofía, ni sistema político, social o religioso, ni corriente que
+arrebate y lleve por nuevo camino las creaciones de la literatura y del
+arte que no nazca en Francia o que desde Francia no sea difundida y
+divulgada por todo el mundo. El francés sigue siendo, por donde quiera,
+la lengua diplomática y el idioma universal de los refinados y de los
+ilustrados. Las gentes de otros países de Europa, y más aún las de
+América, si tienen medios para ello, acuden a París, como las mariposas
+acuden a la luz, cegadas por su brillo. Allí creen las mujeres que,
+sobre las prendas que en el suelo natal debieron a la naturaleza, van a
+adquirir otras prendas artísticas y en cierto modo sobrenaturales, con
+las cuales, cuando vuelvan a su tierra, pasmarán a sus compatriotas,
+matando de amor a los hombres y de envidia a las mujeres. Los mancebos,
+que van allí desde apartadas regiones, imaginan que van a probar
+alambicadísimos deleites, ignorados y apenas columbrados en sueños en
+los lugares de donde vienen, y que van a trocar su primitiva rudeza en
+tan raro y gentil atildamiento que parecerán otros, y que, al salir del
+baño de París, resplandecerán como seres punto menos que divinos; y los
+hombres inclinados a las ciencias, a las letras o a las artes, entienden
+que en París van a dar a su educación los últimos y más delicados toques
+y van a hacerse dignos y capaces de la gloria, difundiéndola desde allí,
+si es que la consiguen, con mayor facilidad y prontitud que desde su
+misma patria o desde cualquier otro punto del planeta.
+
+No es de extrañar, en atención a lo expuesto, que los aspirantes a
+_high-life_, en todos sentidos, vayan en peregrinación a París como van
+a la Meca los musulmanes. Las mujeres van a comprarse dijes, afeites y
+mudas, a vestirse con Worth y a aprender a saludar, a andar y moverse
+con suprema distinción y según el último estilo; los seres humanos de
+ambos sexos, que presumen de discreción, van allí a adquirir desenfado y
+soltura fina y a ejercitarse en lo que llaman la _causerie_, o dígase en
+cierto linaje de amenísima y sutilísima charla, que, según afirman los
+franceses, y casi todos los que no son franceses creen, sólo en Francia
+y en francés es posible; y los jóvenes, por último, que sienten arder en
+su cabeza, ora el volcán de la inspiración poética o artística, ora el
+fuego sagrado y creador de las especulaciones filosóficas o de las
+ciencias experimentales, van a París a iniciarse en ellas, a inspirarse,
+a saturarse bien de civilización, ya frecuentando la Sorbona, ya
+asistiendo a los teatros, ya paseándose por los _boulevards_, ya
+conversando con las _heteras_, como Sócrates, Alcibíades y Pericles
+conversaban con Aspasia.
+
+Claro está que estos peregrinos de la cultura procuran visitar y tratar
+a los ídolos a quienes mayor devoción consagran. Para el que se precia
+en su país de hidalgo y linajudo, ¿qué mayor triunfo que introducirse en
+algunas casas y en el seno de algunas ilustres familias del _Faubourg
+Saint Germain_? Para el novicio o recluta de la sabiduría, ¿qué honra
+más superfina y disparatada que la de ser presentado y bien recibido,
+por ejemplo, en el año 1873 a que nos referimos, por el sabio Ernesto
+Renan o por el espiritualista Caro, almibarado filósofo y maestro de
+filosofía para las damas? ¿Y qué mayor encanto en el mismo año de 1873
+que el de hablar con Víctor Hugo o con Flaubert que aún vivían? Si el
+que era presentado a ellos componía versos, pongamos por caso, impresos
+o manuscritos podía llevárselos al ídolo, el cual tal vez tenía la
+dignación de aparentar que los leía y que los entendía, aunque no los
+leyese ni los entendiese. Y si por dicha llegaba a celebrarlos con
+olímpica benevolencia, el poeta peregrino se llenaba de entusiasmo, de
+fe y de aliento para atreverse a mayores cosas y ser en su tierra
+trasunto, arrendajo, o copia en menor escala, guardando siempre la
+proporción debida, de aquel a modo de numen tutelar de que había
+acertado a proveerse. Pero, ¿qué mucho si hasta menos altas facultades y
+virtudes, cuando están en potencia, se actúan, se acicalan, se templan,
+se bruñen y se aguzan en París como la espada en la oficina del armero?
+
+En París, no sólo el entendimiento, la imaginación y la sensibilidad, no
+sólo los sentidos estéticos, o sea la vista y el oído, sino también los
+otros tres sentidos, se educan y se perfeccionan.
+
+El olfato se adiestra para atinar con los perfumes distinguidos y para
+no confundirlos con los que sahúman o aromatizan a la gente ordinaria;
+el tacto adquiere perspicacia asombrosa para reconocer y disfrutar lo
+suave, aterciopelado, tibio y madoroso; y el paladar, por último, deja
+de estar embotado por los groseros guisotes patrios, se limpia y se
+despeja y llega a penetrarse de cuantos deliciosos sabores dan a sus
+guisos los más inspirados cocineros del mundo.
+
+De lo exterior y somero de todas estas cosas goza el peregrino que llega
+a París con dinero bastante; mas para entrar bien en París, para
+naturalizarse allí de veras, y no en los bajos y obscuros círculos, sino
+en los más eminentes y luminosos, el dinero no basta. Se necesita además
+saber muy bien la lengua, poseer notables prendas de entendimiento o de
+carácter, tener alguna habilidad rara que pueda manifestarse fácilmente,
+estar dotado de cierta desenvoltura y atrevimiento, y sobre todo, caer
+en gracia, lo cual suele depender, más que del mérito, de la suerte. Si
+esta elevada naturalización no se consigue, el que va a París no goza en
+París sino de lo que se paga; se queda aislado o desnivelado, sin llegar
+a vencer la prevención, si a veces algo justificada, siempre fatua, de
+que él es un ser retrasado en la marcha ascendente de la humanidad hacia
+las regiones de la luz: un individuo de una casta o nacionalidad
+inferior, y un bárbaro en suma. Verdad es, que siempre que un feliz
+mortal, viniendo de tierras extrañas, logra vencer la prevención
+susodicha, su triunfo es completísimo, su propia calidad de exótico le
+da mayor precio, y los más encumbrados parisienses le ponen sobre el
+pedestal en que ellos mismos están o se creen colocados. Así sucedió,
+por ejemplo, con el célebre Enrique Heine, y así sucedía en el año a que
+nos referimos con el famoso novelista ruso Ivan Turgueneff.
+
+Harto difícil y muy raro es el mencionado triunfo; de suerte que la
+mayoría de los extranjeros que van a París, sobre todo si son
+portugueses, españoles o hispano-americanos, a fin de gozar en París de
+algo más que de aquello que se paga, forman sociedad aparte, y son como
+una colonia, y están como en un teatro, cuyas magníficas decoraciones
+son la gran ciudad de las orillas del Sena, pero entre cuyos personajes
+apenas hay un francés de cierta importancia, a no ser alguno que por
+curiosidad cruce el escenario de pasada y tome parte en la acción sin
+premeditarlo y casualmente.
+
+Claro está que el Vizconde de Goivoformoso, aunque sólo fuera por su
+posición diplomática, podía aspirar a más honda penetración en París y a
+trato más íntimo con las varias aristocracias indígenas; pero, como
+recién llegado, empezó por visitar y frecuentar los círculos
+hispano-americano, español, portugués y brasileño.
+
+La acaudalada señora de Pinto, rica propietaria de Bahía de Todos los
+Santos, que hacía cuatro años vivía en París con gran lujo, no bien se
+informó de la llegada del Vizconde, a quien había conocido en Río, le
+escribió un billetito, convidándole a los tés musicales y a veces
+danzantes que tenía todos los viernes, y donde la mayor de sus hijas,
+que eran dos, y ambas bonitas, mostraba su habilidad y hechizaba con su
+voz melodiosa, cantando alternativamente, ya las _modinhas_ de su país,
+ya las canciones más sentimentales y melancólicas de Alemania, Italia y
+Francia.
+
+El Vizconde de Goivoformoso aceptó gustosísimo aquella amable
+invitación, y casi puede decirse que la primera tertulia a que asistió,
+después de su llegada, fue a un té en casa de la mencionada dama
+brasileña.
+
+
+
+
+-XXV-
+
+
+Vivía la señora de Pinto en una de las mejores calles que cortan
+perpendicularmente la calle de la Universidad: en la parte menos
+bulliciosa de las dos en que la ciudad está dividida por el Sena. La
+casa de la dama brasileña era nueva y tenía hermoso aspecto. La señora
+de Pinto habitaba en un piso principal, cómodo y espacioso.
+
+Ella tenía buen gusto y había amueblado su estancia, valiéndose de los
+mejores tapiceros, con muebles elegantes y hasta lujosos, pero sin
+relumbrón alguno. Nadie hubiera podido criticar sus salones por lo
+chillón y lo dorado de los adornos, pero hubiera habido en ellos algo de
+trivial y sin carácter propio, si la mencionada dama, o por reflexión o
+por instinto, no hubiera acudido a ponerles un sello de originalidad
+peregrina, un tinte marcado de distinción semi-aristocrática,
+semi-americana. Había en la antesala tapices y reposteros, donde se
+veían bordados los complicadísimos escudos de la gloriosa e histórica
+familia de los Pintos; y en el centro, frente a la puerta de entrada,
+resplandecía, en gran cuadro al óleo, al parecer antiguo, la reverenda
+imagen de Fernán-Méndez, tan célebre por sus estupendas peregrinaciones,
+y uno de los más brillantes antepasados de que aquella familia se
+jactaba. Y como si fueran reliquias de los mil curiosos objetos que
+Fernán-Méndez Pinto hubo sin duda de traer cuando volvió a Europa, se
+admiraban en aquella antesala broqueles, armaduras, lanzas y sables
+chinos, japoneses e indostaníes, combinado todo en las panoplias con
+flechas y cuchillos de pedernal de los tupinambas, de los tupíes y de
+otras tribus guerreras del imperio brasílico. En dos salas contiguas
+apenas había nada de exótico, pero sí muchos primorcitos y antiguallas
+de porcelana, bronce y plata, estatuetas, esmaltes y vasos colocados en
+rinconeras, anaqueles y repisas, o ya sobre los mismos muebles, ya
+custodiados en _vitrinas_ de prolija talla y gracioso dibujo. El salón
+de baile era de la más sencilla elegancia, estilo Luis XVI; sin más
+adornos que grandes espejos. Los marcos y demás ornamentación, aljabas,
+palomitas, lazos y flores, todo de madera charolada o más bien esmaltada
+de blanco con filetes azules. En los ricos aparadores del comedor y en
+sus armarios de roble esculpido, había mucha plata labrada, y en las
+paredes se veía suspendida multitud de platos de diversas épocas y
+procedencias, muestras escogidas del arte cerámica.
+
+La señora de Pinto, por último, había echado el resto en su _boudoir_ y
+marcádole más hondamente con el sello de su originalidad brasileña.
+Allí, sobre un fondo de muebles cómodos y bonitos, de lo más perfecto y
+refinado que en París se construye, había en urnas de cristal lindos
+pajaritos disecados, mariposas e insectos de vivísimos colores; pájaros
+vivos en doradas jaulas, y lozanas plantas de entre trópicos criadas en
+invernáculo con atinado esmero.
+
+Todas estas preciosidades y otras muchas que aquí no se ponen para que
+no parezca inventario este escrito, no evitaban que los maldicientes,
+los descontentadizos y los muy preciados de pertenecer a la flor y nata
+de la _high-life_ o de la _smart-set_, calificasen de _interlopes_ y de
+_rastaquouères_, tanto la escena que acabamos de presentar, como las
+personas que en ella aparecían.
+
+Contribuían no poco a que se formase este mal juicio las dos señoritas
+de la casa, cuyo prurito de señalarse entre las demás mujeres y de
+llamar la atención era harto extremado. No se contentaban con ser
+elegantes y con andar bien vestidas como las mujeres parisienses, sino
+que gustaban de añadir a las galas europeas, rasgos y perfiles del
+remoto país en que habían nacido y de otras apartadas regiones.
+
+La noche de la tertulia a que asistió por primera vez el Vizconde de
+Goivoformoso, la mayor de las señoritas de Pinto, que se llamaba Julia,
+tenía un collar de brillantes coleópteros, cuyos élitros, heridos por la
+luz de lámparas y bujías, lanzaban deslumbradores y tornasolados
+reflejos; y la segunda, que se llamaba Flora, llevaba zarcillos y collar
+de uñas de tigre, muy lustrosas y acicaladas, engarzadas en oro. Atado
+además de sutilísima cadenilla, pendiente de un brazalete, llevaba esta
+señorita, para colmo de distinción caprichosa y rara, un magnífico
+escarabajo vivo, que se le paseaba por el brazo, el talle y la desnuda
+garganta y cuyo refulgente color verde oscuro le hacía parecer animada
+esmeralda.
+
+La mamá nada tenía de extraño en su tocado y vestido. En sus modales, si
+por algo pecaba, era por sobra de naturalidad y franqueza. La señora de
+Pinto, con relación a los remilgos afectados y a las ceremonias de
+París, era por demás llanota y campechana. Como ya frisaba en sesenta
+años, aunque se conservaba muy bien, no tenía para qué reportarse, ni se
+reportaba y refrenaba en sus manifestaciones de cariño; de modo que
+recibió al Vizconde materialmente con los brazos abiertos. Sus salones
+estaban ya llenos de gente, pero no impidió esto que el Vizconde fuese
+por ella abrazado y casi besado. Ella decía que era como una hermana
+que, después de largos años de ausencia, vuelve a ver a su hermano; pero
+él entendía que la suposición hubiera estado mejor hecha figurando ella
+como madre y él como hijo. La verdad era, que si bien el Vizconde tenía
+más de cincuenta años, estaba tan bien, que parecía un muchacho, un buen
+mozo, atildado, gallardo y fino.
+
+
+
+
+-XXVI-
+
+
+Creyendo la señora de Pinto cumplir con un deber y deseosa además
+de presentar al Vizconde a los más notables personajes de su tertulia,
+se apoyo en su brazo y recorrió con él los salones. La concurrencia era
+verdaderamente cosmopolita, y, al parecer, de lo más selecto y
+encopetado. Verdad es que la señora de Pinto no nombraba sino a las
+personas que más notables le parecían, y sólo a las archinotables
+presentaba al Vizconde. Había allí cuatro príncipes rusos y dos o tres
+griegos, varios marqueses italianos, un miembro del Parlamento inglés,
+un célebre poeta rumano, algunos señores polacos y seis o siete condes
+de Alemania y de Austria, todos _hof-fähig_, o dígase capaces de asistir
+en la corte, con dieciséis cuarteles cabales, y sin el menor menoscabo
+ni deterioro en ninguno de ellos. Las esposas, hijas o hermanas de todo
+aquel señorío masculino daban a los salones gracia, hermosura y
+lucimiento.
+
+Había allí también literatos franceses, aunque de quinto o sexto orden,
+o de aquellos cuya celebridad y gloria estaban aún en ciernes o en
+capullo, sin acabar de florecer y de abrirse a la clara luz del día;
+periodistas de varios partidos y media docena de banqueros o aprendices
+de banqueros, unos israelitas y otros católicos.
+
+No se habla aquí de los españoles, portugueses y americanos, porque
+estos eran muchos y formaban la gran mayoría de tan híbrida asamblea.
+
+Entre los varios sujetos a quienes la señora de Pinto presentó al
+Vizconde, ninguno llamó más su atención, atrajo más su curiosidad ni le
+inspiró mayor simpatía que un caballero gascón, llamado el Barón de
+Castel-Bourdac. Sin ver en ello el menor rasgo de caricatura, y sin
+poner ironía en el tono o en el giro de la frase, podíase afirmar de
+este Barón, tanto a primera vista, como después de hablarle y tratarle,
+que en su porte, en sus modales, en su conversación y en su traza, era
+todo un gentil hombre: un caballero muy distinguido. Algo había en él de
+ridículo, pero estaba tan hondo y bien disimulado, que era menester
+penetrar mucho para que se descubriese. Tenía él cerca de setenta años,
+pero no estaba ni muy grueso ni muy flaco, era ágil y esbelto, no se
+pintaba la cara ni se teñía la barba ni el pelo, cuya limpia blancura
+despedía resplandor argentino. Su traje, sin nada que se contrapusiese a
+la ancianidad de la persona, era sencillo y elegante. Nada de dijes.
+Sólo botoncillos de nácar cerraban la bien planchada pechera. El lazo de
+la corbata blanca estaba improvisado sin artificio. El chaleco era
+negro.
+
+Pasaba el Barón por persona de conversación amenísima. Sus chistes eran
+repentinos, frescos y no recalentados ni preparados en casa. Todo el
+mundo sabía que era pobre, y él distaba infinito de ocultarlo, aunque
+nunca se lamentaba de su pobreza. No adulaba a nadie, pero no hablaba
+mal de nadie tampoco. Estaba lleno de ingénita benignidad y de natural
+indulgencia. Era gracioso y hacía reír con sus ocurrencias, sin poderlo
+remediar: de la manera más espontánea, sin chocarrerías ni bufonadas, y
+sin que ni remotamente se descubriera en él el propósito de ganarse por
+aquel mérito las voluntades y de adquirir reputación y valimiento.
+
+Lo más censurable que en él había, estaba fundado en el consorcio
+estrecho, en la combinación fecunda de su imaginación y de su memoria.
+Se diría que recordaba cuanto inventaba y que inventaba cuanto
+recordaba. Siempre que contaba algo, lo soñado y lo vivido eran como si
+fuesen idénticos, apareciendo él de resultas, no embustero, sino poeta.
+Pero en sus cuentos, ora fuesen ficción, ora historia verdadera, nada
+había nunca en perjuicio del prójimo, y a veces había mucho de verdad,
+aunque exagerada y bordada. Las telas de su cerebro eran como mapa
+confuso, donde estaban muy borrosos los límites entre lo real y lo
+ideal, lo fantástico y lo positivo.
+
+De todos modos, era innegable y notorio que el Barón había poseído
+bastantes bienes de fortuna que en su mocedad había disipado; que hacía
+treinta o cuarenta años había figurado como joven muy gallardo e
+interesante, conquistador de no pocos corazones femeninos, y que por su
+nacimiento y familia bien se podía jactar de ser muy ilustre. Él
+ponderaba y encarecía sus perdidas riquezas, sus antiguas conquistas, lo
+glorioso de su cuna y su clarísima prosapia. Sin duda, él elevaba todo
+esto a la cuarta o a la quinta potencia, pero tenía por raíz exacta la
+verdad, y nadie lo desconocía.
+
+Puestos ya en comunicación el Barón y el Vizconde, la señora de Pinto
+dijo a éste:
+
+--Ahora voy a dar a usted una muy agradable sorpresa; voy a llevarle a la
+presencia de la que por su beldad, discreción y elegancia, es reina de
+estos salones y lo sería de cualesquiera otros en que se hallase.
+
+--¿Y por qué ha de ser eso una sorpresa?--preguntó el Vizconde.
+
+--Es una sorpresa--replicó la señora de Pinto--, porque la dama de que
+hablo es una antigua, íntima y constante amiga de usted, a quien tiene
+usted muy olvidada.
+
+Y sin más explicaciones, llevó al Vizconde al _boudoir_, donde no habían
+entrado aún.
+
+Cercada allí de seis o siete caballeros y en muy animada conversación,
+había una dama, en cuyo traje y adornos nada se notaba de llamativo ni
+de extraordinario, pero en quien todo sujeto inteligente y perito en
+cosas del gran mundo hubiera notado en seguida valer superior a cuanto
+en torno tenía. Hubiera podido imaginarse que era un ser de más fina y
+noble naturaleza, como caído de las nubes, en medio de aquella sociedad
+de distinción más aparente que real.
+
+La dama llevaba un traje de seda negra. En su blanca garganta lucía un
+magnífico collar de gruesas y redondas perlas. Y perlas adornaban
+también sus negrísimos cabellos. Su edad, nadie hubiera acertado a
+determinarla. Parecía no tener edad, como las diosas o como las
+inmortales obras del arte. En sus expresivos y negros ojos ardía la
+llama de perdurable primavera y en sus mejillas tersas, sin el menor
+afeite, florecían las rosas de juventud sana, inmarcesible y sin
+término. Grande era la serena majestad que se notaba en sus movimientos
+y en los gestos y expresión de su cara, aunque hablaba y reía con la
+mayor animación, naturalidad y desenfado, no dejando traslucir, ni por
+un leve instante, el afán de excitar la admiración y de obtener el
+encomio. Ella parecía como olvidada de sí misma, deleitándose en hablar
+sin oírse y sin pensar en el efecto que su figura corporal, su voz y su
+palabra producirían.
+
+Inmenso fue el asombro del Vizconde cuando reconoció en aquella dama a
+su excelente amiga Rafaela la generosa, bellísima como en el _Retiro de
+Camoens_, elegantísima y no menos bella que en Río de Janeiro, pero
+perfeccionada, refinada y elevada a un grado supremo de cultura, gracias
+a los muchos años que en la sabia escuela de París había cursado. Si
+vale y cabe la comparación, Rafaela se asemejaba, en lo vivo y en lo
+natural, a la obra maestra de un arte exquisito que con el tiempo gana y
+se mejora: a pasmosa e inspirada pintura, a la que presta suavidad
+apacible y aterciopelado realce la pátina del tiempo.
+
+No bien la Sra. de Pinto presentó o mejor diremos _representó_ al
+Vizconde a la Sra. de Figueredo, ésta le recibió con efusión vivísima y
+con la alegría franca y cordial de quien vuelve a ver, después de cerca
+de veinte años de ausencia, a un bueno y cariñoso amigo.
+
+No tuvo, sin embargo, Rafaela, a quien pronto dejaron sola con el
+Vizconde los que antes la rodeaban, ni una sola palabra de queja por el
+olvido y por la indiferencia que al parecer él había tenido para con
+ella.
+
+Rafaela pasó con rapidez deslizándose sobre toda la serie de años que
+ella y el Vizconde habían estado sin verse.
+
+Habló con él como habló Fray Luis de León con sus discípulos después de
+salir de la cárcel. Rafaela dijo también: _decíamos ayer_; esto es,
+habló con el Vizconde como si reanudase con él la conversación de la
+víspera. Si algo se aludió al tiempo pasado, fue para afirmar él, con
+admiración y con insistencia, que ese tiempo no había pasado por ella
+sino para mejorarla, o que al menos, durante todo ese tiempo, ella había
+estado como las encantadas princesas de los cuentos de hadas, sin que el
+tiempo, al pasar, las toque con sus alas, ni las ofenda, ni las huelle.
+El tiempo las deja en el mismo ser que tienen, ya que al empezar el
+encantamiento y al ponerse en ellas no les preste algo de sobrenatural y
+divino. Con la obligada y casi indispensable modestia, que en ocasiones
+tales se usa, Rafaela trató de probar que había envejecido; pero al
+cabo, tal vez porque no lo creía, o tal vez para evitar enojosas
+discusiones, convino en que estaba tan bien o mejor que nunca. Después,
+ella y el Vizconde charlaron muy largo rato y ambos volvieron a sentirse
+tan amigos como veinte años antes en Río de Janeiro, y como cerca de
+treinta años antes en Lisboa.
+
+
+
+
+-XXVII-
+
+
+Muy lisonjeado estaba el Vizconde al notar el contento y la
+satisfacción que al volver a verle y al hablar con él sentía la señora
+de Figueredo; pero el Vizconde no era presumido ni fatuo, sino razonable
+y juicioso. Como todos los que lo son, receló que, si abusaba de la
+ventaja de reanudar aquellas relaciones amistosas después de tanto
+tiempo, prolongando mucho el coloquio, no era difícil que en el alma de
+Rafaela se desbaratase o se disipase el hechizo de la novedad y que el
+gusto se convirtiese en enfado. Quien tiene en rico vaso un licor
+exquisito, no le apura de un sorbo, sino que le contempla, le paladea y
+poco a poco le va bebiendo. En suma, el Vizconde no quiso apurar hasta
+las heces el deleite de hablar aquella noche con Rafaela, exponiéndose a
+cansarla y a hartarla con la mera conversación, aburriendo, marchitando
+y hasta secando, en el alma de ella, el deseo que tal vez pudiera nacer
+de que la conversación dejase de ser término y llegase a ser medio y
+camino para mayores y más dulces intimidades. Rafaela, en verdad, hacía
+involuntariamente que las deseara el Vizconde, porque estaba más guapa y
+más interesante que nunca.
+
+Hechas en lo interior de su espíritu todas estas consideraciones y
+forjando mil propósitos vagos, el Vizconde, después de preguntar a
+Rafaela las señas de su casa, insinuó la pretensión de no ir sólo a
+dejarle tarjeta, sino de hallar a Rafaela y de ser recibido.
+
+Rafaela le contestó que ella vivía más desordenadamente que nunca; que
+para recibir a sus amigos no había fijado ni día ni hora; pero que a él,
+por excepción, le recibiría cuando a ella le fuese posible y él fuese a
+verla.
+
+Todo esto, por virtud de un arte o de un instinto que suelen tener las
+mujeres, quedó indeciso y como flotando en el aire, sin que el Vizconde,
+que no quería tampoco tocar por lo insistente en pesado, lograse
+conseguir una cita, sin calificarla de cita: una cita implícita,
+disimulada y vergonzante, que era lo que él ansiaba.
+
+Algo le contuvo también cierta ligera sonrisa burlona, que imaginó dos o
+tres veces ver pasar como un relámpago sobre el rostro de Rafaela, la
+cual harto bien sabía él que nunca había gustado de disimulos y rodeos,
+sino de prometer, conceder o negar, por estilo franco, sin el menor
+rebozo en la promesa. El Vizconde, además, no osaba pedir nada y nada
+pedía. ¿Con qué título, con qué motivo, había de pedir algo? ¿Era afecto
+renaciente, era liviano capricho, qué era lo que en aquel momento
+agitaba su corazón? Él mismo lo ignoraba. Sólo notaba, en el fondo de su
+alma, repentinos anhelos de deleite y una resucitada admiración, más
+vehemente que nunca, hacia aquella extraña mujer que sobre la lozana y
+alegre condición natural de la moza de Lisboa y sobre la graciosa
+pomposidad de la señora hacendada de entretrópicos, había logrado poner
+todos los perfiles, realces y filigranas de la parisiense más curtida y
+docta en el arte de los amores. El Vizconde, al menos, imaginaba todo
+esto, aunque nosotros no podamos asegurar que era real y exacto lo que
+imaginaba. Lo cierto es, que, en aquella noche, habló de todo con
+Rafaela: de teatros, de música, de libros recién publicados, de política
+y hasta de filosofía, pero no se atrevió o no halló ocasión oportuna
+para decirle, de sopetón y muy por lo serio, que de nuevo la amaba. Se
+limitó, pues, a echarle piropos, si bien con sobriedad, por miedo de
+hacerla reír, o lo que es peor, de fastidiarla. Así llegó la hora en que
+Rafaela tenía costumbre de retirarse. El Barón de Castell-Bourdac, su
+reconocido _cavaliere servente_, vino en su busca, le dio el brazo, y se
+fue con ella, sin duda en el mismo coche, acompañándola hasta su casa,
+antes de retirarse a la suya.
+
+
+
+
+-XXVIII-
+
+
+Al día siguiente el Vizconde fue a visitar a Rafaela, que vivía
+en el primer piso de una magnífica casa, no lejos del Arco de la
+Estrella, en calle y barrio nuevos y elegantes. Rafaela no estaba en
+casa o no recibía. El Vizconde volvió casi de diario, pero siempre en
+balde.
+
+Así transcurrió, no sin grande impaciencia del Vizconde, una semana
+entera, y llegó otro viernes, día en que la señora de Pinto tenía su
+tertulia.
+
+El Vizconde acudió tan temprano, que sólo encontró a la señora y
+señoritas de la casa y a tres o cuatro amigos íntimos que habían estado
+a comer con ellas. Tuvo, pues, ocasión de ir pasando revista, según
+entraban, a todas las personas que fueron a la tertulia aquella noche.
+
+Rafaela no aparecía y el Vizconde casi había perdido la esperanza de que
+apareciese, cuando al fin la anunció en voz alta un criado, diciendo
+desde la antesala:
+
+--La señora de Figueredo y el Barón de Castell-Bourdac.
+
+Se diría que el Barón era el indispensable complemento de Rafaela.
+
+El Vizconde la saludó al entrar y cruzó con ella algunas palabras; pero
+acertó a contenerse durante más de una hora, para que ella se cansase de
+charlar con sus admiradores y amigos y de recibir adoraciones, y espió
+la ocasión propicia en que ella estaba menos rodeada, a fin de osear
+fácilmente a los interlocutores enojosos y poder hablar con ella sin que
+nadie interviniese en la conversación ni le molestase.
+
+Harto difícil era esto, pero al cabo lo consiguió. Creyó notar además,
+con íntima alegría, que para conseguirlo, si el amor propio no le
+alucinaba, Rafaela había puesto mucho de su parte, haciendo que
+desmayase la conversación, no dando cuerda a los que hablaban con ella y
+disimulando poco su fastidio.
+
+En suma, el Vizconde pudo hablar con Rafaela en medio de aquel bullicio,
+como si estuviesen ambos a solas.
+
+Aunque pequemos de entrometidos, acerquémonos al sofá del _boudoir_ en
+que ambos están sentados y oigamos algo de lo que dicen. Sin duda habían
+hablado ya de muchas cosas, cuando Rafaela prosiguió diciendo:
+
+--Ahora soy independiente y libre como el aire. Alguna compensación ha de
+tener lo melancólico de mi aislamiento. Ni el deber, ni la gratitud, ni
+el amor me enlazan hoy, por manera singular, fuerte y exclusiva, con
+ningún ser humano. Esta paz y este sosiego de que gozo fomentan mi
+egoísmo, y cada día se acrecienta más mi temor de perder ese sosiego y
+esa paz que me son tan gratos y tan caros en medio de la agitación y del
+tumulto de esta ciudad populosa. ¿Por qué pretende usted privarme de mi
+tranquilidad y despertar mi corazón que se reposa y está como dormido?
+Desecharé la modestia y convendré con usted en que el tiempo no ha hecho
+estragos en mi ser corporal.
+
+--Está usted más hermosa, más interesante, más lozana que
+nunca,--interrumpió el Vizconde.
+
+--Sea así,--replicó ella--. Muy lisonjeada me siento de que usted lo crea y
+muy inclinada a creer y muy satisfecha de creer que usted no se engaña;
+pero si el cuerpo permanece como si hubiera vivido encantado o como si
+no hubiera vivido, el alma mía ha envejecido de una manera horrible. Se
+me figura que mi alma vive, piensa, padece y ama desde hace miles de
+años. Mi alma está fatigadísima. Déjela usted que se repose. No me la
+inquiete. Seamos buenos amigos, mejores amigos que nunca; pero nada más.
+
+--Hoy menos que nunca puedo yo resignarme a no ser más que buen amigo de
+usted. Esa necesidad de reposo que usted me dice que siente me parece
+fingida. Cuando el cuerpo, que es mortal, está brioso y floreciente
+¿cómo quiere usted que crea yo que el alma está fatigada? A veces
+sospecho que tiene usted otros amores. Comprendo entonces que usted no
+me ame; pero si no tiene usted otros amores, ámeme a mí y sean estos los
+últimos amores de usted y míos. Busca usted el reposo, pero el reposo no
+se halla en la negación del amor. El reposo y la dicha no están en que
+el alma ame sin objeto, o en que combata para vencer un amor naciente, o
+en que muerto en ella el amor de todo lo visible y asequible, se forje
+para satisfacción de su amor siempre vivo un objeto ideal, que jamás se
+realiza en la tierra. Mi alma también se siente como la de usted triste
+y fatigada; mas por eso mismo, y conociendo que la soledad no disiparía
+su tristeza ni aliviaría su fatiga, quiere el dulce apoyo de una
+compañera, no para lanzarse con ella en busca de violentas emociones,
+sino para hallar en ella la paz que le falta y el bien y el regalo que
+sólo pueden calmar la sed que siente de inefables venturas.
+
+--Muy sutil y poético está usted esta noche--dijo Rafaela sonriendo--. Y lo
+peor es que está usted muy razonador y dialéctico; y vamos, empiezo a
+tener miedo de que usted me convenza. Para huir del peligro me decido a
+poner término a este coloquio. Déme usted el brazo.
+
+Rafaela se levantó del sofá, tomó el brazo del Vizconde, recorrió las
+salas y fue saludando y hablando a multitud de personas.
+
+El Vizconde, a pesar de tantos saludos y conversaciones diversas, no
+dejaba de insistir en su pretensión. De vez en cuando, en los
+intermedios, esto es, siempre que Rafaela dejaba de hablar a una persona
+para ir a hablar con otra, el Vizconde, con palabras rápidas, dichas
+casi al oído de ella, le rogaba que le amase. Ella parecía no oír o no
+entender y no le daba respuesta.
+
+Llegó por último la hora de partir, sin que Rafaela cediese, sin que al
+menos diese esperanza.
+
+Vio Rafaela al Barón de Castell-Bourdac y le encargó que fuese a buscar
+su abrigo. Se despidió luego de la Sra. de Pinto, y, siempre del brazo
+del Vizconde, se dirigió a la antesala.
+
+Aquella noche había en la tertulia mucha gente, y el Barón tardó
+bastante en volver con el abrigo, a pesar de lo habilidoso que era para
+tales menesteres. Las súplicas del Vizconde fueron entonces más
+fervorosas y reiteradas. Rafaela se quedó un momento pensativa y como
+vacilante. Al fin dijo al Vizconde en voz muy baja:
+
+--Sea; usted lo quiere y el diablo lo quiere también.
+
+--¿Y cuándo?--dijo con ansia el Vizconde.
+
+--Dentro de doce días, el 20 de este mes--contestó ella--, hasta entonces
+ni nos hablaremos ni nos veremos.
+
+--¿Y por qué tan largo plazo?--exclamó él.
+
+--Porque quiero--dijo ella--imitar con usted lo que hizo Ninon de Lenclos
+con el abate Gedoyn.
+
+--¿Y qué hizo Ninon con el abate?
+
+--Aguardó para hacerle dichoso y le hizo dichoso el día de su cumpleaños.
+Trazas tiene de fábula, pero afirman las historias que Ninon cumplió
+ochenta aquel día. Mucho disto yo de ser tan anciana, pero el 20 de este
+mes cumpliré los cincuenta. Quiero que al terminar el primer medio siglo
+de mi vida, la cual no sé si tema o espere yo que dure todo un siglo,
+empiecen mis más serios, constantes y últimos amores. No me engañe
+usted, Vizconde; ¿quiere usted como yo que estos últimos amores nuestros
+sean serios y constantes?
+
+--No me basta con desear que sean para toda la vida; quiero que sean
+inmortales.
+
+--Pues a fin de entrar solemnemente, y como en nueva era, en la
+inmortalidad de esos amores, vaya usted a mi casa el 20, a las cinco de
+la tarde. Estaré sola.
+
+En esto volvía ya el Barón de Castell-Bourdac, muy diligente y
+apresurado, con el abrigo de Rafaela. Trató de disculpar su tardanza,
+puso el abrigo a la dama, le dio el brazo, bajó con ella la escalera y
+sin duda la acompañó en coche a su casa.
+
+El Vizconde apenas se dignó reparar en esta intimidad de Rafaela y del
+Barón, a quien había calificado de tan simpático como inofensivo.
+
+Refrenando con dificultad su impaciencia, el Vizconde sintió pasar los
+días con lentitud hasta que llegó el 20 al cabo.
+
+Aún no habían dado las diez de la mañana, cuando le trajeron un grueso
+pliego cerrado y sellado. Rompió el sobre y halló dentro un precioso
+librito, encuadernado con buen gusto y esmero en cuero de Rusia, al cual
+estaban asidos tres _No me olvides_ y un trébol de cuatro hojas, en oro
+esmaltado. Un broche de oro, esmaltado también, cerraba el librito.
+Separadamente había un papel, donde el Vizconde leyó estas palabras:
+
+--Antes de que vengas a verme y antes de que tu alma llegue a unirse en
+estrecho lazo con la mía, quiero que la conozcas bien y que penetres en
+los abismos que en ella hay.
+
+Hasta el día en que te fuiste de Río, nadie mejor que tú conoce mi vida.
+Después han sobrevenido en ella sucesos que profundamente la modifican.
+Ni para confiarlos, ni para decir las penas y los sentimientos que estos
+sucesos han causado en mi alma, he encontrado un amigo a propósito hasta
+que hará cerca de veinte días te encontré en casa de la señora de Pinto.
+Mi alegría fue grande al verte de nuevo. No pensé aún en que por amor
+iba a volver a ser tuya, pero pensé en nuestra antigua amistad y me
+propuse renovarla, estrecharla y hacerla ya más constante y sin
+interrupciones. Pensé también confiarme en ti y desahogar mi corazón
+diciéndote todos mis disgustos y mis dolores todos. Con este intento,
+sin orden, según las ideas y los recuerdos acudían a mi mente, me puse a
+escribirlos con precipitación en el libro que te remito adjunto.
+Escritos están ya, léelos y queda así apercibido para que no te
+sorprenda lo más extraordinario ni lo más raro.
+
+Lleno el Vizconde de curiosa ansiedad, después de leer esta advertencia,
+abrió el libro, le leyó y vio que decía de esta suerte:
+
+
+
+
+Confidencias
+
+
+Mucho de lo que voy a escribir ha de parecerte singular y raro, pero
+apenas hay en ello otra rareza que la sinceridad con que yo lo digo.
+Como poseedora de un maravilloso instrumento óptico, escudriñaré cuanto
+se oculta en los más hondos senos de mi alma y te lo contaré todo. Lo
+contaré en resumen para no cansarte ni cansarme.
+
+No quiero ponderar aquí la devoción, la dulzura y el incesante desvelo
+con que cuidé de mi D. Joaquín durante su larga enfermedad hasta el día
+de su muerte. Piadosamente cerré sus ojos, y no por carencia de dolor,
+sino por vigor y constancia de ánimo, quise y pude amortajarle.
+
+Te aseguro que lamenté y lloré mi viudez con no menor abundancia de
+lágrimas que las que vertería la más fiel y enamorada de las esposas a
+quien se le muriese, en la flor de la juventud, su idolatrado y gentil
+marido. No se afligió más que yo Artemisa con la muerte de Mausolo, ni
+Victoria Colonna con la del Marqués de Pescara, ni la propia Venus con
+la de Adonis. Y esto se explica muy bien. Las mencionadas señoras
+perdían algo de muy querido, perdían su encanto, sus delicias, pero, al
+cabo, no perdían nada que fuese como el propio ser de ellas mismas. Yo
+sí que le perdía, porque mi D. Joaquín, tal como le había yo
+transformado y mejorado, era primorosa producción y criatura de mi
+ingenio. Para afligirse como yo hubiera sido menester que, con los
+respectivos amados, perdiesen la Colonna sus canciones y sonetos,
+Artemisa su famoso y monumental sepulcro, y Venus el cinto donde están
+en germen sus virtudes y milagros.
+
+El espíritu no es extenso, y por consiguiente no tiene lados, pero yo me
+le represento con lados para comprenderle mejor. Así es, que, cuando
+miraba yo mi espíritu por el lado de mi profundo dolor de viuda, veía
+lúgubre y tristísima noche; pero, al mismo tiempo, por el lado
+contrario, empezaba a clarear, como cuando por el Oriente nace el alba,
+y hasta pensaba oír yo el leve susurro del viento matutino y allá más
+lejos el melodioso canto de los pájaros. Será contradictorio, pero nada
+más natural que las contradicciones. Había dado yo cima al cumplimiento
+de un penoso deber y podía reposarme: había acabado la obligación que
+contraje y había acabado también, aunque dorada y fácil, la servidumbre
+en que yo había vivido. Me sentía de nuevo en plena libertad y esto me
+alegraba. El susurro del viento, el canto melodioso de los pájaros y la
+luz de la aurora, eran la vida del porvenir que venía a consolarme, a
+desvanecer mi tristeza y a convidarme a nuevos goces.
+
+Yo me hallaba, además, satisfecha y hasta engreída de mi conducta, lo
+cual basta y sobra para aliviar y calmar todo dolor por grande que sea.
+Pude lícita y honradamente ser millonaria y no quise. Con pasmosa
+generosidad repartí entre parientes, amigos y paisanos los cuantiosos
+bienes de mi marido. Sólo guardé para mí, relativamente, una pequeñísima
+parte: menos, mucho menos de lo ganado durante la sociedad conyugal:
+mucho menos de lo que por derecho me pertenecía. Mi estupenda
+generosidad tenía pasmados a todos los brasileños. No había quien no me
+celebrase y aplaudiese. Buena ocasión me pareció esta para responder al
+aplauso con un finísimo saludo de despedida y buscar otros horizontes,
+otras escenas y otras gentes, según correspondía a la vida nueva que iba
+a empezar para mí.
+
+En efecto, no bien embarqué en Río, levó anclas el barco de vapor y
+empezó a andar, dejando un surco de espuma, si por una parte la vista de
+la ciudad y de la fértil y risueña costa que iba desvaneciéndose, y el
+recuerdo de las personas queridas, hicieron brotar de mis ojos algunas
+lágrimas, por otra parte sentí que se me ensanchaba el pecho, que surgía
+para mí como una nueva juventud, y hasta imaginé que el fresco
+vientecillo que corría, húmedo y salado, agitaba mis recuerdos tristes,
+como si fuesen las hojas secas de un árbol, y los arrojaba en el surco
+que la nave iba formando, a fin de que en el árbol, libre de aquel peso
+enojoso, brotasen con premura nuevas hojas y nuevas flores.
+
+En resolución (¿y para qué te lo he de negar?), antes de salir de la
+bahía de Río de Janeiro me sentí y me reconocí yo, en el centro de mi
+ser, como la viuda más sentimental y llorosa, y más regocijada y alegre
+al mismo tiempo, que sin dificultad puede concebirse, pero que con gran
+dificultad suele confesarse.
+
+La navegación, que duró dieciocho días, no pudo ser más próspera. Nos
+detuvimos y desembarcamos en Bahía de Todos los Santos, antigua capital
+del Imperio, y en la hermosa ciudad de Pernambuco. Al abandonar luego
+las costas de América, tal vez para siempre, sentí nueva aunque dulce
+melancolía. Era al ponerse el sol entre nubes de carmín y de oro. El
+cielo despejado parecía sobre nuestras cabezas y todo alrededor bóveda
+de zafiro limpio y claro. Y la risueña costa iba alejándose, esfumándose
+en el aire, y, por último, sepultando sus cocoteros, sus palmas y toda
+la pomposa lozanía de sus ricos campos y de su perenne verdura en áureo
+piélago de líquidos rubíes, que tal era el aspecto del mar al sepultarse
+también el sol en el ocaso.
+
+Durante ocho días no vimos después sino mar y cielo. En mal sitio
+aportamos al antiguo mundo. Aportamos a la fea y desolada isla de San
+Vicente de Cabo Verde. Fuimos luego a Tenerife y, como quien saluda a su
+patria después de larga ausencia, saludé desde lejos el majestuoso pico
+de Teide. En Tenerife no pudimos desembarcar por precaución sanitaria.
+Ni desembarcamos tampoco, aunque nos detuvimos en Funchal un día entero.
+Cuando de allí nos alejamos, toda la hermosa isla de Madera, con su
+montaña cubierta hasta la cima de pomposos árboles, me parecía rico y
+gracioso canastillo de flores, que los Genios del mar sacaban al aire
+claro, al más diáfano ambiente, desde el fresco seno de las azules
+ondas.
+
+En fin, para que no te rías y para que no pienses que pretendo lucir mi
+estilo poético, te diré que llegué a Lisboa.
+
+Durante la navegación, sin embargo, tuve una aventura harto notable. Y
+como este escrito tiene trazas de confesión general, no me parece bien
+que se quede en el tintero, y voy a contártelo aquí aunque me exponga a
+tu reprobación y a tu censura.
+
+Venían muchos pasajeros a bordo, pero tan vulgares todos que no merecen
+que yo te los describa aquí, ni aunque quisiera podría describirlos
+porque los he olvidado por completo. Sólo había uno que excitó mi
+curiosidad y me inspiró interés y simpatía. Extraño personaje de los que
+no se usan ni se ven con frecuencia en el mundo. Aunque iba aseado y
+vestido a la europea, yo me lo representé, no bien supe su nombre y su
+origen, como si fuera el propio Adán que acababa de ser echado por
+segunda vez del Paraíso. Y no era quien le echaba un querubín con espada
+de fuego, sino su tío el doctor López.
+
+Para no tenerte más largo tiempo suspenso te diré sin más preámbulos que
+el tal personaje se llamaba Pepito Domínguez, joven paraguayo, que
+acababa de cumplir dieciocho abriles, y a quien el mencionado doctor,
+Presidente de la República, enviaba de Secretario de la Legación ubicua
+que ya tenía en todas las capitales de Europa y de la que su hijo, el
+segundo doctor López, era jefe.
+
+Sabido es que, imitando a su antecesor el doctor Francia, como éste
+había imitado a su vez a los padres jesuitas, el doctor López había
+tenido a toda la población del Paraguay separada del mundo y apartada
+del trato humano a fin de que conservase su dichosa y primitiva
+inocencia. Y llegó a tal punto el aislamiento, que se cuenta que un
+sabio francés, llamado Bonpland, que entró por allí a herborizar, fue
+detenido por fuerza y tuvo que residir en el Paraguay muchos años. En
+virtud de este modo de gobierno, dicen que los paraguayos fueron
+felices, y como su tierra es hermosa y fértil, imaginaron vivir en el
+paraíso, con celestial candor y envidiable ignorancia de las cosas
+terrenales. Poco a poco se fue relajando aquella clausura en que vivía
+toda la nación. El doctor López consintió en que fuesen a su capital
+varios Cónsules extranjeros. Y el más ladino de todos, que era el
+_yankee_, hizo allí papel semejante al de la serpiente en el primitivo
+Paraíso, induciendo a la mujer del doctor López, y por medio de ella al
+mismo doctor, a quebrantar la clausura y a ponerse al habla y en
+relación con el resto del humano linaje. Así lo decretó el doctor López,
+y de resultas y como corolario de su decreto, envió a su hijo con cartas
+credenciales para todos los Soberanos de Europa, proponiéndose celebrar
+con ellos sendos tratados de paz, alianza, navegación y comercio. Y no
+contento el doctor López con esta novedad, resolvió a los seis meses
+enviar cerca de su hijo, para secretario de la Legación, a su ya
+nombrado sobrino Pepito Domínguez.
+
+Acertado fue el nombramiento. Ni los más maldicientes hubieran podido
+calificarle de acto de nepotismo. El flamante secretario podría muy bien
+figurar en Europa como exquisita muestra de lo mejor que produce el
+cruzamiento de las razas. La sangre guaraní corría por sus venas
+mezclada con la sangre española. Y esta mezcla o combinación había
+tenido un resultado excelente. El mozo era por su traza un andalucito
+muy agraciado, si bien con un no sé qué de peregrino, que borraba de su
+fisonomía, de su ademán y de sus movimientos toda huella de vulgaridad,
+dándole distinción y atrayendo hacia él las miradas curiosas de cuantos
+sujetos gustan de lo que no se tiene a todo pasto ni se encuentra al
+revolver de una esquina.
+
+Pepito Domínguez parecía, además, naturalmente listo: dotado de rápida y
+clara comprensión y muy expedito para todo. Las esperanzas del doctor
+López no eran infundadas. El Cónsul _yankee_ le había hecho comprender o
+creer que, por culpa de aquella clausura y de aquella incomunicación en
+que los paraguayos habían vivido, todos ellos se habían quedado, salvo
+la moral y el dogma de Cristo, que conocían aunque de un modo burdo, en
+inmenso atraso con relación a lo restante de la humanidad; y que todo
+cuanto esta había descubierto, inventado, experimentado, fabricado y
+averiguado durante ocho mil o nueve mil años, era para los paraguayos
+asunto desconocido, arcano tenebroso, libro de siete sellos.--Menester es
+ilustrarse, pensaba ya el doctor López: menester es alcanzar con rapidez
+la civilización de Europa; dar un brinco audaz y saltar de este solo
+brinco los nueve mil años que de la civilización nos separan. Y nadie
+más a propósito que Pepito Domínguez para tan arriesgada empresa. El
+muchacho es tan ágil que, en un santiamén, en menos que se persigna un
+cura loco, va a enterarse de cuanto ocurre por esos mundos, y va a
+aprender a escape y sin la menor fatiga todo lo substancial de lo que a
+fuerza de seculares cavilaciones han llegado nuestros prójimos a poner
+en claro.
+
+Esto o algo por el estilo había pensado el doctor López, y con esta
+misión, a más de la misión diplomática, enviaba a Europa a Pepito
+Domínguez. Su inteligencia era, sin duda, tabla rasa, pero tabla
+bruñida, tersa y maravillosamente adecuada para que los conceptos se
+grabasen en ella con prontitud, se ordenasen allí sin confusión y
+distintamente y persistiesen luego como indelebles signos, sin borrarse
+ni alterarse nunca. La vanidad y el afecto de tío movían al doctor López
+a pensar así de su sobrino D. Pepito. Y lo que es él no tenía menos
+favorable opinión de sí propio; pero el candor y la ignorancia hacían
+amable y chistoso su presumido atrevimiento. La petulancia infantil de
+D. Pepito era encantadora.
+
+Yo, que hablé con él desde el primer día que ambos estuvimos juntos y
+nos vimos a bordo, hallaba en la susodicha petulancia irresistible
+hechizo.
+
+De sobra conoces tú, mi querido Vizconde, la propensión didáctica que he
+tenido siempre. Aquel chico que tan confiada y valerosamente se proponía
+aprender y saber como por ensalmo, que aspiraba a poner la atrevida mano
+en el árbol de la ciencia, coger su fruto, que había tardado noventa
+siglos en madurar, estrujarle en la pujante prensa de su entendimiento,
+alambicar el zumo y bebérsele luego de un trago sin temor de embriaguez
+ni de trastorno, te confieso que me divirtió mucho y que despertó y
+estimuló en mí la antigua manía didáctica que siempre he tenido.
+¿Porqué, me decía yo, no he de hacer con este muchacho el papel de
+Minerva o de Sabiduría personificada? ¿No podía yo darle a beber en
+mágico cáliz la sublimada quinta esencia de todo lo sabido hasta ahora?
+
+Difícil de vencer era mi tentación. El mal disimulado asombro con que D.
+Pepito me miraba hacía mi tentación más fuerte. D. Pepito veía en mí el
+sobrenatural y más complicado producto de esa civilización de noventa
+siglos de que él quería apoderarse. Yo era para él como resumen y
+compendio de todas las ciencias, artes e industrias. Algo como
+enciclopedia viva. Entendió D. Pepito que si llegaba a entenderme y a
+saberme a mí, todo lo entendería y lo sabría. Y persuadido de esto, él
+me lo explicaba a su manera, y yo me sentía muy lisonjeada cuando él me
+lo explicaba. Sus explicaciones eran por lo común en castellano, pero de
+vez en cuando se empeñaba él en dármelas en guaraní. Yo no comprendía
+palabra, y él, entonces, quería enseñarme su lengua, asegurándome que
+para tratar de no pocos asuntos y sobre todo para el amor era mil veces
+más expresiva y eficaz que el habla de Castilla. Para complacerle le
+solía yo pedir que me dijese algo en guaraní y hasta que me enseñase a
+contestarle. Él entonces me decía:
+
+--_Nde cuñá porá. Che-r-ayhub-i_, esto es: tú eres mujer bonita. Ámame.
+
+Adiestrada luego por él en la pronunciación, casi me obligaba a decir y
+yo decía riendo:
+
+--_Nde-hayhú_, o sea: te amo.
+
+Él en seguida se ponía contentísimo, me miraba con unos ojos muy dulces
+y con un mirar muy intenso y fijo, y aseguraba que toda su ventura se
+cifraba en ser mi _o-hayhú-bae_, o, como si dijéramos, mi amante. Con
+esto me reía yo mucho más: me reía como una loca: y, para excitarle más
+por la contradicción, añadía:
+
+--Hijo mío, todo eso está muy bien: tus vocablos guaraníes son musicales
+y sonoros, pero yo no veo por dónde han de ser más expresivos ni más
+eficaces que los correspondientes vocablos castellanos.
+
+D. Pepito entonces procuraba realzar y fortificar la eficacia de sus
+vocablos; y en su entusiasmo filológico, sin maliciosa premeditación,
+apelaba a la mímica.
+
+--Modérese usted, tenía yo que decirle, y advierta que con ese auxilio no
+hay idioma que no sea tan eficaz y expresivo como el guaraní. Con ese
+auxilio hasta sin hablar se expresa cualquiera con primor, claridad y
+eficacia. Lo malo está en que yo no acepto ese lenguaje auxiliar, y
+menos aún en esta ocasión y en este sitio.
+
+Estábamos sentados sobre cubierta y rodeados de multitud de pasajeros.
+Anhelaba yo mostrarme severa y grave, pero apenas me lo consentía la
+risa que me retozaba en el cuerpo, porque D. Pepito ponía una cara
+cómicamente triste, y que por cierto no me parecía mal. En fin, yo
+vencía los estorbos que a mi severidad se oponían, me mostraba entonada
+y digna y conseguía que el joven se arredrase y estuviese respetuoso.
+
+Reportado ya y muy compungido, suspiraba él y decía en guaraní:
+
+--_Che rací-hayhub-guasú_.
+
+--¿Qué significa ese a modo de gruñido que usted exhala?--le preguntaba
+yo.
+
+Y él me contestaba con tono lastimero:
+
+--Pues significa: estoy enfermo de amor grande. De la voluntad de usted
+depende que yo me muera o me cure.
+
+Muy extremoso me parecía el dilema que don Pepito me ponía. Algo, no
+obstante, podía tener de cierto. Siempre fui compasiva y el tal dilema
+me atribulaba. Calamitoso hubiera sido que don Pepito se hubiera muerto
+en vez de volver al Paraguay, al cabo de dos o tres años, con todo lo
+esencial de la civilización, puesto en cifra y bien estampado en el
+meollo.
+
+Pasaban días, el barco iba adelantando, y, si no recuerdo mal, estábamos
+ya cerca de las Islas Canarias.
+
+Bueno es que advierta yo aquí, para que mi erudición no te sorprenda,
+que mi prurito de enseñar ha estimulado mucho mi prurito de estudiar y
+de saber, desde que en el _Retiro de Camoens_ nos conocimos y tratamos
+íntimamente. No te maraville, pues, que yo me muestre en algunas
+ocasiones algo erudita.
+
+A D. Pepito, que quería enseñarme el guaraní ¿cómo no había yo en pago
+de enseñarle un poco de lo que sabía?
+
+De aquí que, cuando él no me hablaba de su amor, y a menudo para
+distraerle e impedir que me hablase, solía yo darle lecciones y contarle
+historias. Estas, por antiguas y sabidas que fuesen, siempre eran nuevas
+para él. ¿Qué mayor deleite para mí que esta ignorancia suya, que
+prestaba a cuanto yo le decía el aliciente de lo inaudito y la magia de
+lo no sabido, ni siquiera soñado?
+
+No puedes figurarte cuánto me complací yo refiriendo y cuánto se deleitó
+D. Pepito oyéndome referir, a vista de las Canarias, todo lo que
+aconteció a Rinaldo en los jardines de Armida y el regalo, la elegancia
+y el cariño con que en ellos le recibió y le agasajó aquella voluptuosa
+maga.
+
+Con tales pláticas no es de maravillar que cada día fuese yo cobrando
+más afición a D. Pepito.
+
+Pero no fue esto lo más escabroso ni lo más ocasionado a deslices. Lo
+peor fue que allá en mis adentros discurrí yo de esta suerte, cuando
+íbamos llegando ya a la isla de Madera:
+
+--Las historias que yo cuento y las doctrinas que expongo a D. Pepito son
+desatados fragmentos, hojas rotas arrancadas de un libro sin orden y sin
+método, carecen de conjunto, no tienen unidad, ni principio, ni fin, ni
+objeto. Al pobre muchacho, en vez de servirle de algo cuanto yo le digo,
+va a armarle en la cabeza una confusa maraña, un enredo, un caos
+inextricable. ¿No sería más natural y más conveniente ser su maestra por
+estilo sintético? Ariadna, que no poseía plano del Laberinto, no se
+empeñó en manifestar a Teseo sus reconditeces y revueltas, con lo cual
+le hubiera calentado el cerebro sin la menor ventaja, sino que le dio el
+hilo para que se guiase por él y saliese airoso de aquella aventura,
+diciéndole probablemente: Dios te la depare buena. Y yo he leído, no
+recuerdo bien en qué libro tan docto como ameno, que el joven Anacarsis,
+el cual era escita, o como si dijéramos un paraguayo de las edades
+clásicas, cuando quiso iniciarse en los misterios de Ceres eleusina,
+acudió a una sacerdotisa tan avisada como discreta, de las que dependían
+del hierofante principal, y esta sacerdotisa se guardó muy bien de
+perder su tiempo tratando de comunicarle punto por punto las ocultas
+doctrinas de los iniciados, sino sencillamente le abrió de par en par la
+puerta del camino que iba al santuario y le dio la antorcha luminosa y
+ardiente que hasta él había de conducirle. Estas parábolas o símbolos se
+presentaban a mi mente y me tenían obsesa, vacilante, casi rendida.
+
+Ya te he dicho que D. Pepito era guapo. Y por la mañana, cuando antes
+del almuerzo, estando yo sobre cubierta, le veía venir hacia mí, se me
+ocurría, ya que era el joven Teseo que acudía a pedirme el hilo, ya que
+era el joven Anacarsis que requería la antorcha para penetrar en las
+profundidades y descubrir los misterios.
+
+La verdad sea dicha: mi alma anhelaba entonces prestarle la antorcha y
+darle el hilo.
+
+Y este anhelo subía de punto al notar yo o al imaginar que notaba que D.
+Pepito estaba pálido y triste. Y yo me ponía triste también, pero no
+pálida, sino encendida como la grana, y sintiendo traidora compasión y
+suave quebranto. Llegaba él luego cerca de mí, se sentaba a mi lado, y
+aproximando su boca a mi oído, decía en voz bajita, dulce y suplicante:
+
+--_Che rací-hayhub-guasú_, o sea estoy enfermo de amor grande.
+
+Al cabo, me faltaron las fuerzas para defenderme. Cité a D. Pepito, en
+el obscuro silencio de la noche, y él vino a mí y yo le di el remedio
+que apetecía.
+
+Aquello fue para él una revelación, antes ni en sueños presentida. El
+pasmo, el embeleso, la sorpresa inefable y beatífica que todo, todo,
+todo le causaba, inundaron mi alma de satisfacción y de orgullo. Yo fui
+mil y mil veces más dichosa de su dicha que de la mía. Se me figuró que
+le abría con llave de oro las puertas del Edén; que amasaba yo entre mis
+manos el árbol de la ciencia y el árbol de la vida y sacaba de ambos un
+filtro poderoso, que, vertido sobre el corazón de aquel muchacho, le
+magnificaba y ensalzaba, y que vertido sobre su cabeza llenaba su mente
+de alegría y de una luz riquísima penetrando todos los arcanos.
+
+Al siguiente día llegamos al puerto de Lisboa, término de mi viaje. D.
+Pepito continuó el suyo hasta Inglaterra. Gran ventura fue ésta para mí.
+No hubo tiempo para desengaño, cansancio ni hastío.
+
+Dejé el barco de vapor y salté en tierra, como quien sale a escape del
+teatro, donde ha visto una _féerie_, un precioso baile de hadas, antes
+de que se disipe la ilusión escénica y no se vean sino los oropeles, la
+ruda maquinaria, los telones y bambalinas y los comparsas y figurantes
+untados de colorete, que la han promovido.
+
+Entonces me afligió separarme de D. Pepito. Más tarde, he pensado a
+veces, ¿estuvo en la realidad toda aquella poesía o brotó de mi alma,
+exuberante a la sazón de represada y viciosa lozanía, y de ocios y
+ensueños de mi por largo tiempo no empleada ternura?
+
+No lo supe ni lo sé. Me place seguir dudando. Y a fin de que no termine
+la duda, he procurado no informarme jamás ni saber el paradero del joven
+paraguayo, como si hubiera sido un ser peregrino que estuvo algunos
+instantes en nuestro planeta, y en seguida se desvaneció para siempre.
+
+ * * * * *
+
+Quise detenerme y me detuve en Lisboa, porque yo tenía _saudades_ de
+Lisboa. Aunque tan otra de la que me fui, ansiaba ver a los antiguos
+amigos, y singularmente al que me proporcionó recursos para ir al Brasil
+y me dio las cartas de recomendación para Figueredo, que causaron el
+cambio de mi fortuna.
+
+Los más de estos antiguos amigos se me mostraron muy amables. Con
+algunos estuve yo amabilísima.
+
+Todo, no obstante, había variado con el transcurso del tiempo, a pesar
+de la lentitud y reposo con que en Portugal todo camina.
+
+Los regocijados _janotas_ que habían formado mi sociedad, se hallaban
+convertidos en personajes muy serios. Unos eran Pares, diputados otros,
+y no faltaban entre ellos altos funcionarios y hasta Ministros cesantes
+o militantes. Los más eran padres de familia, con señora encopetada y
+con prole.
+
+Ni ellos ni yo queríamos, debíamos ni podíamos volver a la vida pasada,
+salvo el hacer resurgir del seno de lo que fue, y por evocación mágica,
+una fugaz apariencia que, no bien se dejaba columbrar, mostraba
+marchitas y ajadas las lindas galas que en el recuerdo había conservado.
+Se asemejaba a brillante mariposa custodiada muchos años bajo un fanal,
+y que se deshace y convierte en ceniza, no bien se levanta el fanal y
+una ligera ráfaga de viento toca en ella y la mueve.
+
+No podía yo tampoco, en Lisboa menos que en parte alguna, porque en
+Lisboa era muy conocida, intentar, sin peligro de desdenes y de
+sofiones, penetrar en lo que se llama la buena sociedad y hacer bien el
+papel de la señora viuda de Figueredo.
+
+La melancolía se apoderó de mi espíritu. Para distraerla, siguiendo mis
+aficiones didácticas, me entretuve en hacer cerca de _Madame_ Duval el
+papel de _cicerone_. _Madame_ Duval seguía a mi servicio y jamás se
+había detenido en las orillas del Tajo. Yo gocé inocentemente en hacerle
+ver y admirar todas sus bellezas; las espléndidas vistas que desde la
+Patriarcal quemada se admiran; la plaza del Rocío y las anchas calles
+paralelas que después del terremoto hizo construir Pombal; el espléndido
+Terreiro do Pazo; la soberbia anchura con que frente de él se dilata el
+Tajo, como para recibir todas las escuadras del mundo; el risueño camino
+que va por su orilla derecha, llena de quintas, palacios y graciosos
+jardines, hasta la desembocadura, cerca de Pazo de Arcos; y sobre todo,
+el admirable templo de Belén, con sus esbeltos y aéreos pilares,
+exquisita muestra de la original arquitectura _manuelina_ y digno
+monumento de la más noble hazaña de los portugueses, cuando, en edades
+para nosotros más dichosas, competimos en descubrir y recorrer el mundo
+y en dilatar por mares y por tierras remotas o ignoradas la civilización
+de Europa y la fe de Cristo.
+
+Mi papel de _cicerone_ me agradaba y divertía. Hice, pues, algunas
+pequeñas excursiones con _Madame_ Duval. La llevé a Cintra, a Colares, a
+Cascaes y a Mafra.
+
+En Cintra, aun viniendo como veníamos del Brasil, nos extasiamos
+contemplando la fertilidad y hermosura de aquellas montañas, con sus
+bosques floridos de magnolias y de camelias. El castillo reedificado por
+el rey D. Fernando, o, mejor dicho, creado por él con estupenda
+inspiración artística, me pareció más encantador que nunca, y procuré,
+aunque lo conseguí sólo a medias, infundir en el alma de _Madame_ Duval
+una admiración igual a la mía. Ella prefería a todo, recordándolos con
+entusiasmo, los jardines de _Mabille_ y la _Closerie des Lilas_, donde
+había bailado el _cancán_ en sus verdes años, muy por lo alto, y siendo
+a veces frenéticamente aplaudida.
+
+Nunca pude fijar la cronología de estos triunfos de _Madame_ Duval, y
+saber a punto fijo si los alcanzó de soltera, o ya de casada, mientras
+su marido combatía en Argel, o si le valieron como consuelo y desahogo
+después de viuda. En fin, _Madame_ Duval gustó también de Cintra, aunque
+no tanto como yo y como Lord Byron.
+
+Es inexplicable el sentimiento que llaman patriotismo. Sábete, Vizconde,
+si ya no lo sabes, que mi madre se llamaba la Pascuala, celebradísima
+como única en el cante gitano y en bailar el vito. Siendo yo muy niña
+todavía, me dejó huérfana y menesterosa. Bien sabe el diablo cómo
+después me he criado y he crecido. Nada debo a España. No recuerdo haber
+dejado por allí una sola deuda de gratitud. ¿Qué me va ni qué me viene
+con la decadencia o con la prosperidad de esa patria, donde sólo tuve de
+balde, o sea sin ganarlo yo, el aire que respiré, y obscuridad y
+desprecio? Y sin embargo no acierto a ponderarte lo muy patriota que
+soy. No lo son más las Duquesas y las Princesas que en Madrid viven y a
+quienes tantos respetan y adulan.
+
+Digo todo esto, porque en Lisboa se recrudeció mi patriotismo. ¡Qué gran
+Capital para nuestra gran nación, señora de dos mundos, hubiera sido
+aquella ciudad espléndida y hermosa, si D. Felipe el Prudente hubiera
+sido D. Felipe el Previsor y hubiera tenido más elevadas miras!
+
+Pero ya basta. No nos engolfemos en cosas que no son ahora del caso. A
+pesar de todos sus esplendores, Lisboa se me caía encima. A las dos
+semanas de estar allí, abandoné a Lisboa.
+
+Viajaba yo con no pequeño acompañamiento. Además de la Duval, que era y
+sigue siendo mi dama de compañía, estaba conmigo y está aún mi
+_mucamba_, o sea mi primera doncella, mulata muy ágil, llamada
+Petronila, que me peina con primor y buen gusto, que cose y borda y
+tiene otras mil habilidades; una segunda doncella, dos fieles criados
+negros, y por último, la mujer que cuidaba y alimentaba a mi tesoro.
+
+Aquí conviene que te imponga yo de algo, en extremo importante para mí,
+y que tal vez ignores.
+
+Mi alma ha sentido no pocas veces inclinación amistosa, compasión,
+aprecio y cariño a los seres humanos; pero lo desaforado y suelto de los
+primeros años de mi vida ha impedido acaso que llegue yo a amar a un
+solo hombre con aquel amor exclusivo, persistente y celoso, con que
+deben amar y aman las mujeres honestas criadas con recato. He tenido
+muchos amoríos y casi no me atrevo a decir que he tenido amor. Una vez
+sola en mi vida me parece que entreví, que columbré a lo lejos la
+celestial aparición del verdadero amor, que benigno me sonreía y que
+ansiaba penetrar en mi alma, llenarla de su divina beatitud y
+purificarla e iluminarla.
+
+Fue esto cuando tuve relaciones con Juan Maury. Tú estabas en Río y
+debes acordarte de todo.
+
+Contra Juan Maury no tengo yo la menor queja. Era un cumplido caballero.
+Me quiso todo lo que podía quererme. Me respetó todo lo que podía
+respetarme. Me atendió, me obsequió, me consideró como atiende, obsequia
+y considera el galán más delicado a la más noble dama. Pero hubiera sido
+absurdo que hubiese tratado yo de inspirar a Juan Maury más hondos
+sentimientos y más apasionado afecto que los de la amistad y la
+galantería. Yo misma tuve miedo de sentir hacia él verdadero amor.
+
+Yo casi me atrevo a afirmar que no he engañado a D. Joaquín. Para evitar
+el medio engaño en que le tenía, hubiera sido menester hacerle infeliz
+con revelaciones feroces y con el más amargo de los desengaños. El amor
+mío, si hubiese llegado a ser hacia Juan Maury exclusivo y profundo,
+hubiera tenido que romper dolorosamente el lazo que a mi bienhechor y
+protector me ligaba; hubiera sido para D. Joaquín horrible infortunio:
+todo el bien, todo el contento y el reposo y toda la superior serenidad
+hasta donde había yo logrado elevar su espíritu, hubieran venido a
+desvanecerse o a hundirse en negro abismo. Por otra parte, aunque yo
+debo ser humilde, y aunque lo soy, soy también muy orgullosa en cierto
+sentido. Es el orgullo que nace de mi propia humildad. Si por la vileza
+de mi origen, si por el ruin desorden de mi primera vida no merezco ni
+soy digna de ciertas cosas, me repugna reclamarlas, solicitarlas de
+nadie y hasta insinuarme para que se me concedan por favor ya que para
+ellas no tengo el menor derecho.
+
+De aquí que yo, más bien que mostrar a Juan Maury toda la vehemencia y
+la elevación de mi afecto, traté de disimularlas. Quise aparecer y
+aparecí a sus ojos como la más fina y complaciente de las amigas, como
+bastante capaz de entender y de apreciar el valer y las excelentes
+prendas de toda su persona y como no indigna de obtener su amistad y su
+aprecio; pero todo, sin llegar a ser y sin mostrarme siquiera
+profundamente enamorada, y sin propender a infundirle de mí otro
+concepto que el de una mujer alegre, fácil y galante.
+
+Si el verdadero amor, si el hijo divino de la Venus del cielo revoloteó
+cerca de mí en aquellos días, yo huí de él por indigna y le ahuyenté por
+peligroso.
+
+Juan Maury se fue de Río y me abandonó sin gran pena. Nada más natural.
+No le culpo. Sólo me lisonjea y me contenta el figurarme que él ha de
+guardar dulce recuerdo de las dulces horas que pasó conmigo; de nuestros
+íntimos coloquios y de nuestra ternura.
+
+Fue tal la ligereza de aquellas efímeras relaciones, que ni yo le rogué
+que me escribiese ni él me ha escrito. De estas relaciones, sin embargo,
+me dejó él una prenda preciosa. Suya era, pero era mía más que suya; y
+yo apenas la sentí en mi seno, me propuse con firme resolución que no
+fuese sino mía.
+
+Hasta donde alcanza mi memoria, desde que tengo uso de razón, en el
+libre abandono de los años primeros de mi vida, no me remuerde la
+conciencia de hurto, de estafa, ni de engaño o embuste para medrar.
+Escudriñando yo hasta los más obscuros rincones de mi vida pasada, no
+encuentro en ellos ni asomo de ruin bellaquería. Esto me consuela. De
+ciertos pecados, en que con frecuencia he incurrido, después de
+absolverme el confesor, me he absuelto yo también. De aquellos otros,
+tal es el inflexible y recto tribunal de mi conciencia, jamás me hubiera
+absuelto yo aun después de recibir la absolución en el confesonario.
+Espantoso torcedor hubieran sido para mí, humillándome y abatiéndome.
+Faltas, pues, en que yo no había incurrido cuando desamparada y
+menesterosa, no habían de ser cometidas por mí cuando ya estaba próspera
+y rica.
+
+Por otro lado, lo que era mío, lo que yo esperaba y yo me figuraba ya
+que iba a ser un primor, un asombro de gracia y de belleza, por nada del
+mundo quería yo atribuírselo en parte a alguien de quien no era. ¿Y qué
+aliciente había para el engaño? Usurpar para el fruto de mis entrañas la
+hacienda que no le pertenecía y además un nombre cualquiera. ¿Quién sabe
+si un nombre ilustre y glorioso, si un título histórico me hubieran
+seducido y me hubieran hecho faltar? ¿Pero cómo había de seducirme que
+lo que iba a nacer se apellidase Figueredo a secas, a pesar de la
+supuesta descendencia de Güesto Ansures de que yo misma me había
+burlado?
+
+Con persistente disimulo, con firme y enérgica voluntad, con raras
+precauciones e incesante recato, sin dejarme ver de nadie y fingiéndome
+enferma, dejé pasar los meses.
+
+Llegó la hora y sólo _Madame_ Duval, mi _mucamba_ y el médico, de
+quienes tuve que valerme y me valí, exigiendo el mayor sigilo, supieron
+que fui madre.
+
+Mi hija, a quien di por nombre Lucía, se crió lejos de mí, aunque yo
+velaba sobre ella e iba a verla a menudo.
+
+Muerto D. Joaquín, procuré no poner en ridículo su memoria, dejando
+conocer en Río que tenía yo una niña de cerca de dos años. Casi de
+oculto hice que se embarcara y me la traje conmigo cuando vine para
+Europa.
+
+Quisiera yo escribir a escape estas confidencias: no contarte sino lo
+más esencial: pero tal vez dejo correr la pluma y tal vez divago.
+
+Lo que yo principalmente quiero que comprendas, es que en mi espíritu
+hay como dos focos distintos de actividad, de donde brotan dos
+corrientes también harto distintas, si bien la una y la otra están
+alegremente iluminadas por la luz clarísima con que yo veo y entiendo
+todo lo creado. Jamás se me ha ocurrido hallar mal lo hecho por la madre
+naturaleza, ni echar la culpa a la sociedad mal organizada de ningún
+caso adverso que me haya ocurrido, ni de ninguna contrariedad o percance
+angustioso en que yo me haya encontrado. Y no quejándome yo ni de la
+naturaleza, ni del orden social tal como los hombres han ido
+disponiéndole, muchísimo menos puedo quejarme de la divina providencia,
+que acato, adoro y bendigo. Apenas hay objeto que no vea yo de color de
+rosa, y siempre que se ennegrece, me culpo a mí y a nadie culpo. Como
+soy muy indulgente para con los otros, no es tan de censurar que lo sea
+también para conmigo misma. Por eso me dejo llevar de mis generosos
+afectos, harto poco en consonancia con una moral rígida, y de mi
+inclinación irresistible a lucir las prendas de que me dotó el cielo y a
+dar con ellas a los seres que me son caros ventura y deleite. Hay en mí
+asimismo un tenaz empeño de progreso, de adelanto en el camino de la
+perfección. Y tanto lo que creo realizado en mí, cuanto lo que en mí no
+está realizado ni puede realizarse nunca, anhelo yo con vehemencia
+ponerlo y realizarlo en un ser predilecto, en quien brillen, a par de
+cuanto hay en mí de que puedo con razón ufanarme, todas las excelencias
+y virtudes de que carezco y que no son pocas. Por esto, desde que nació
+mi hija, desde que por primera vez la vi y presentí que iba a ser
+hermosa, me propuse y ansié que su hermosura eclipsase la mía, que en
+discreción, elegancia y saber me aventajase, y que estuviese exenta de
+todos los defectos y manchas que en mí hay. Me propuse criarla con
+esmerado desvelo para que fuese tan casta y tan pura como bella, y para
+que no columbrase sólo el verdadero y exclusivo amor, hijo del cielo,
+sino para que fuese capaz de poseerle, de gozarle y de recibirle en su
+alma inmaculada como en su propio y consagrado templo.
+
+Y para que veas lo extraño y contradictorio de mi condición, o más bien
+lo extraño y contradictorio de la decaída condición humana, mi alma, que
+tan altos propósitos tuvo y que a tan alta misión quiso consagrarse, se
+dejaba arrastrar de sus regocijados ímpetus, de su perversión bondadosa
+y de su liviandad inveterada, hasta el extremo de buscar y de forjar
+aventuras como la que te conté ya del paraguayo y como varias otras que
+he tenido después y sobre las cuales prefiero callarme.
+
+ * * * * *
+
+No pude refrenar mi deseo de volver a mi patria. Desde Lisboa fui a
+Sevilla y a Cádiz.
+
+Mi antiguo confesor, el Padre García, había hecho algunos ahorros y
+había heredado también a un hermano suyo que se había enriquecido. Harto
+el Padre de rodar por el mundo, vivía retirado en el lugar de su
+nacimiento, no lejos de Sevilla. Le anuncié mi llegada y él vino a
+verme.
+
+Para descargo de mi conciencia, en este punto muy escrupulosa, quise,
+viéndome rica y convertida en toda una señorona, no desdeñar a mis
+parientes, si los tenía, y hasta favorecerlos y socorrerlos si se
+hallaban en la abyección y en la miseria. El Padre García me sirvió en
+esto muy bien. Buscó con tino y diligencia a mis parientes, y no los
+halló sino dudosos y muy lejanos. Yo había sido la única hija de la
+Pascuala.
+
+En Río de Janeiro, no recuerdo bien con qué tramoya, suplió D. Joaquín
+la falta de mi fe de bautismo, que para nuestro casamiento se requería.
+Hasta que el Padre García me la sacó, jamás había tenido yo ni visto
+semejante documento.
+
+Considerando yo que mis parientes más seguros habían de estar en los
+hospicios, en las inclusas y en los conventos de mujeres recogidas, di
+al Padre García pródigamente todos mis ahorros para que en aquellas
+santas casas los repartiera. Él cumplió mi encargo y me trajo los
+recibos que conservo aún, donde constan las donaciones de una dama
+brasileña, cuyo nombre se calla.
+
+A decir verdad, a pesar de todo mi patriotismo y de mi amistad hacia el
+Padre García, me repugnaba permanecer en España. Dicen algunos autores
+que las mujeres como yo suelen tener _nostalgia del fango_. No sé qué
+quieren decir con esto; pero si es lo que yo entiendo, declaro que no he
+tenido jamás semejante nostalgia. Al contrario, yo recordaba bien todos
+los sitios, y al pasar por algunos se me encendía la cara de vergüenza.
+Por fortuna, estaba yo tan encumbrada y en posición tan diferente de la
+que allí tuve, que nadie me reconoció ni reconocí a nadie. Hice en mi
+patria el papel de peregrina misteriosa.
+
+Fuera del Padre García, con nadie quise tratar. Después de separarme de
+él, estuve en Granada, Córdoba, Madrid, Toledo, Burgos y otros puntos,
+visitando los monumentos en compañía de _Madame_ Duval, que detestaba
+las antiguallas y suspiraba por los _boulevards_ de París. Allí fui por
+último, y pronto me instalé comprando muebles y poniendo casa.
+
+He vivido desde entonces con comodidad y hasta con lujo, pero sin el
+menor empeño de llamar la atención ni de brillar, y con tanto arreglo y
+economía que, a pesar de no pocos gastos extraordinarios y de viajes de
+recreo que he hecho por Alemania y por Italia, he doblado mi capital y
+mi renta. Hoy casi puedo asegurar que soy rica.
+
+ * * * * *
+
+Mi vida de París ha sido alegre, desenfadada y modesta. Expondré aquí,
+en pocas palabras, cómo concierto yo la modestia con la alegría y el
+desenfado. Mi modestia ha consistido en no desear ni aspirar a hacerme
+conocida, celebrada y famosa. Más he huido que buscado que nadie me
+señale con el dedo, que la atención pública se fije en mí, y que la
+gloria infame de que algunas mujeres gozan, gloria que yo me jacto de
+poder adquirir fácilmente, me circunde con sus resplandores. En vez de
+mostrarme, puedo afirmar que me he ocultado.
+
+Como la soledad me entristece, he ido a reuniones y tertulias, pero
+nunca he pretendido salir de la colonia ibero-americana. Y aun dentro de
+esta colonia no he sido asidua en el trato ni he intimado mucho, sobre
+todo con mujeres. Hasta que mi hija llegó a tener ocho años, como apenas
+exigía otro cuidado que el de su corporal desarrollo, cuidado harto leve
+porque mi hija se ha criado con excelente salud, ora pensando yo en
+distraerme, ora anhelando hacerme apta para contribuir a su educación,
+he leído muchísimo y casi sin sentir me he convertido en marisabidilla.
+
+Soy franca admiradora de la literatura francesa. Me parece esta nación
+fecundísima en ingenios de toda clase. Yo los admiro y quiero seguir
+admirándolos sin tropiezo. Acaso te parezca extravagante modo de
+discurrir, mas es lo cierto que, a fin de no tropezar y conseguir que la
+tal admiración salga rodando por el suelo, me he abstenido de buscar la
+sociedad literaria parisina. Al conocer los libros, he conocido lo más
+noble, depurado y selecto de cada autor. ¿Para qué conocer lo restante?
+He recelado desilusionarme al conocerlo. ¿Quién me asegura que los
+escritores franceses no sean presumidos y fatuos? ¿Qué necesidad tengo
+yo de extremar mis amabilidades y de hacer esfuerzos para insinuar en la
+mente de esos señores que no soy una salvaje, que estoy al nivel de
+ellos, que comprendo sus profundidades y sutilezas, y que, aun
+suponiendo que en España, en Portugal y en el Brasil esté la gente muy
+atrasada y hasta sea de casta inferior, yo, por excepción fenomenal y
+monstruosa, he podido elevarme hasta hombrearme con ellos?
+
+Ahora comprenderás en qué sentido digo yo que mi vida en París ha sido
+modesta. En cuanto a su desenfado y a su alegría, no es menester que
+entre yo en pormenores para que tú lo comprendas. El cielo, el infierno,
+la naturaleza, un poder sobrenatural, lo que tú quieras o supongas, no
+parece sino que me ha dotado de imperecedera lozanía de cuerpo y de alma
+y de una bondad y de una ternura inagotables y prontas, pero que han
+hallado siempre obstáculos insuperables para el verdadero y definitivo
+amor, y se han quedado en mitad del camino.
+
+ * * * * *
+
+Voy a contarte una curiosa aventura, que, si bien tiene mucho de
+ridículo, no puedo ni debo pasar en silencio, porque sus consecuencias
+fueron serias para mí y han influido bastante en los ulteriores sucesos
+de mi vida. De esta aventura hace ya mucho tiempo, pero la tengo tan
+presente como si ayer hubiera sido.
+
+El Barón de Castell-Bourdac es el personaje más inverosímil y complejo
+de cuantos he conocido. Sus excentricidades mueven a risa, sus chistes,
+sus exageraciones y sus embustes involuntarios nos divierten a par que
+rebajan el concepto que de él formamos; pero cuantos le conocen y tratan
+y penetran bien en el fondo de su alma, no pueden menos de quererle y de
+estimarle. La fantasía del Barón ha bordado su vida sencilla y honrada,
+desfigurándola con falsos adornos. Sobre la historia ha venido a
+sobreponerse la leyenda: pero aunque por la leyenda aparezca el Barón
+como personaje cómico, por la historia es siempre digno de respeto. No
+pretendamos tasar y aquilatar con exactitud lo egregio y lo rancio de su
+nobleza. Él cree, y esto me basta, que es nobilísimo. Apenas hubo
+Cruzada en que un Castell-Bourdac no figurase. La importancia de los
+Castell-Bourdac ha sido grande desde entonces hasta la caída del antiguo
+régimen en 1789. La revolución los arruinó. Y desde entonces hasta ahora
+la inflexible energía de sus opiniones legitimistas ha impedido que
+salgan de la obscuridad. Ni durante la Restauración intervinieron en
+nada, porque hallaron a Luis XVIII y a Carlos X sobrado transigentes con
+las ideas nuevas.
+
+Aunque el Barón de Castell-Bourdac, restablecida en gran parte la
+hacienda de su casa, poseyó por entonces bastantes bienes de fortuna,
+que hubieran podido servirle de sostén y aun de resorte para su
+elevación en la política, por desgracia e no quiso mezclarse en nada, y
+no acertó a emplear mejor su actividad que en disipar alegremente sus
+bienes y volver a quedarse pobre.
+
+Desde el año de treinta en adelante, fue imposible que el Barón pusiese
+mano en los negocios públicos. Si él hubiera querido ceder, humillarse,
+renegar hasta cierto punto de las creencias y de la misión de sus
+antepasados, hubiera sido Diputado, Senador, Embajador, Ministro y
+cuanto le hubiera dado la gana; él al menos así lo creía; pero como el
+Barón no había querido ceder ni renegar, había tenido que limitarse y
+resignarse a ser un caballero, si bien encopetado, viviendo de sus
+rentas, que eran cortísimas.
+
+En este punto de la situación económica, ya no entra por nada la
+fantasía del Barón. La pura verdad acude en su abono y le concede justa
+alabanza.
+
+El Barón es un prodigio de arreglo y de economía. No disimula su
+pobreza, pero tampoco la deplora. En los círculos más elegantes se
+presenta siempre con el decoro propio de su clase. No juega, ni bebe.
+Por no tener vicio alguno, no fuma, y también porque el fumar le parece
+plebeyo, apestoso, impropio de un Castell-Bourdac y en plena disonancia
+con el ideal del atildado y noble cortesano del antiguo régimen tal como
+él se le representa.
+
+El Barón no debe nada a nadie y nadie puede jactarse de que él le haya
+pedido dinero prestado.
+
+Cada día come en una casa distinta. Es muy buscado y está convidado a
+las mejores mesas, así por su divertida conversación, como por su
+extraordinaria fama de hondo conocedor y perito en todas las artes del
+deleite. El Barón pasa por el _gourmet_ más delicado que hoy vive,
+paladea y olfatea en Francia. No es rico para pagar unos convites con
+otros, ni es zafio tampoco para pagarlos de otra manera sin el menor
+disimulo; pero, quizás sin pensarlo, paga los obsequios que recibe y no
+hay quien le tilde de _pique-assiette_ o de parásito. Los cumpleaños,
+las bodas y otras festividades le ofrecen ocasión, que él aprovecha, de
+pagar cumplidamente cuantos obsequios recibe. En suma, y en mi opinión,
+que creo fundada, el Barón es un modelo de cortesanía. Sólo han podido
+los maldicientes echarle en cara un defecto, del que, a mi ver, se ha
+corregido. El defecto, si lo es, consiste en su extremada galantería,
+muy en desacuerdo para muchos con la edad provecta a que ha llegado.
+Conceden sus críticos censores que él, en su juventud, hizo brillantes
+conquistas y cautivó no pocos corazones indómitos y soberbios, pero
+añaden que hace ya más de veinte años que debe el Barón recogerse a buen
+vivir y reposarse sobre sus laureles.
+
+Mucho disto yo de seguir semejante parecer. Desde que conocí al Barón,
+trece o catorce años ha, he opinado lo contrario. Hay belleza, elegancia
+y distinción para todas las edades, con tal de que no falten la salud y
+el aseo. Y como el Barón está saludable y es aseado y pulcro, yo le
+hallé y le hallo siempre muy agradable persona y además un hermoso
+viejo. Por otra parte, como el alma humana es inmortal, no hay vejez que
+valga contra ella, mientras no se destruyan o deterioren en extremo los
+aparatos y órganos que la ponen en relación con el mundo y le sirven de
+medio para pensar y sentir y para expresar lo que piensa y siente
+mientras en el cuerpo está encerrada. Sea como sea, y a fin de que no
+digas que me quiebro de sutil, prescindiré de más aclaraciones, y te
+diré con llaneza que el Barón se prendó de mí y me hizo muy respetuosa y
+finamente la corte.
+
+Yo me lisonjeo de no haber tenido jamás ciertos defectos que se
+atribuyen, así a los que llaman en Francia _parvenus_ como a los que en
+España llaman cursis. Sin duda a la aparición en mí de estos defectos se
+ha opuesto el orgullo. No he anhelado ni buscado para darme tono el
+trato y la amistad de personas encumbradas por nacimiento, educación y
+riqueza. Naturalmente me he encontrado yo y me encuentro tan distinguida
+como si hubiera nacido en la púrpura y no me hubiera echado al mundo la
+Pascuala, sabe Dios en qué zahurda. No podía yo esperar, por
+consiguiente, que el influjo o el arrimo de sujetos aristocráticos
+viniese a prestarme como un reflejo de su valer. Creía yo y creo tener
+luz propia, digámoslo así, y que no la necesito prestada. No sé si
+aplaudirás o censurarás esta vanidad mía. Yo te confieso que la tengo
+para confesarte además que el Barón me aduló esta vanidad, sin artificio
+y por manera irresistible. El Barón procuraba demostrarme con evidencia,
+empleando para ello muy elocuentes palabras, que yo, sobre ser hermosa,
+poseía tal majestad en el gesto, en los modales y en todo, que más
+parecía una princesa o una emperatriz que una perdida plebeya, puesta
+casualmente en zancos por su enlace con un ricacho usurero.
+
+El arte y el ingenio con que el Barón iba insinuando en mi alma estas
+lisonjas me tenían cada vez más hechizada. El Barón me comprende bien,
+pensaba yo, y cuando tan bien me comprende señal es, y prueba es
+clarísima, de la elevación y de la agudeza de su entendimiento. Así
+infundió el Barón en mi pecho la amistad más acendrada hacia él.
+
+Hízose mi _cavaliere servente_, y yo me deleitaba y hasta me
+enorgullecía de que me acompañara y me sirviera.
+
+Con modesta timidez, que de su ancianidad se originaba, el Barón empezó
+con suavísimo tiento y cautela a mostrarse enamorado de mí, pero sin
+persistir en sus manifestaciones para no cansarme, refrenando su
+vehemencia para evitar mi enojo, y haciéndolas, cuando las hacía, como
+por un arranque involuntario y muy a despecho suyo.
+
+¿Quieres creer que con tal proceder el Barón me enterneció, y cautivó en
+cierto modo mi espíritu? Mi estimación y mi amistad se las tenía ya
+ganadas por completo. Después, poco a poco y al compás que él iba siendo
+más atrevido y más explícito, fueron despertándose en mí aquellas ideas,
+pasiones o inclinaciones, pues no sé cómo las llame, que siempre, a
+pesar del freno religioso y a falta del freno del orgullo y del decoro
+en este particular, han hecho de mí lo que rudamente podemos llamar una
+mujer liviana, o más bien han impedido que yo no quiera, ni pueda, ni
+logre nunca desechar de mí la liviandad primitiva. Consideré al Barón
+herido, y tuve piedad de él y pensé en el bálsamo que podía curarle. Mi
+generosa piedad fue aguijoneada por algo a modo de remordimientos. Me di
+a cavilar que con mis favores amistosos, aunque concedidos sin malicia,
+con mi dulce abandono cuando le tenía a mi lado, con el mal disimulado
+placer con que yo oía sus requiebros, y hasta con mi reír y burlar
+cuando me hablaba de su cariño, había sido yo una desalmada coqueta, que
+había robado la tranquilidad de aquel señor excelente y había levantado
+en el mar pacífico de su ya fatigado corazón la más deshecha borrasca.
+Casi o sin casi, me creí en la ineludible obligación de apaciguarla para
+descargo de mi conciencia. En fin, y sin más preámbulos, en una tarde de
+invierno, a las cinco, hora en que suele tomarse el té, cité al Barón,
+como recientemente te tengo citado a ti, para que viniese a tomarle
+conmigo a solas. Mis jaquecas un tanto cuanto imaginarias han persistido
+siempre. Aquella tarde para todos tuve jaqueca menos para el Barón. Este
+acudió a la hora justa, lleno de gratitud, contento y ufanía. Parecía
+remozado por virtud de una poción mágica o por hechizos del amor. Entró,
+me saludó y se llegó a mí con la gracia, desenfado y ligereza de un
+pollo o _gomoso_, no de nuestro siglo decadente, sino de otras edades
+caballerescas en que fueron los hombres de temple más recio y más fino.
+Yo, con el pretexto de la jaqueca, estaba en el más cuidadoso y esmerado
+_négligé_. Mi vestidura era una elegantísima bata de flexible seda.
+
+Pocas mujeres pueden hacer lo que yo hice entonces y puedo hacer y hago
+todavía. Cuando el corsé me enoja no le llevo, y nada, absolutamente
+nada, se humilla falto de sostén y baja de su sitio: todo permanece
+firme como el mármol y el bronce. Perdona que entre en estas
+menudencias. Mi presunción tiene alguna disculpa por lo no comunes que
+son las cualidades de que me jacto. Importa además consignar esta
+circunstancia de mi _toilette_ para que se entienda lo que ocurrió en
+seguida.
+
+No estaría bien que yo paso a paso te lo refiriese todo. Baste decir que
+pronto noté, en medio de las vivas muestras de cariño que el Barón
+quería darme, no sé qué disgusto, no sé qué penoso rubor en su cara.
+Creí entender lo que aquello significaba y me apesadumbré por él. En
+esto se abrió un poco mi bata y hubo de descubrirse mi garganta: no
+mucho más que lo que en un baile o en una recepción de etiqueta se deja
+ver al público. El sonrojo y la turbación de mi amigo subieron entonces
+de punto. Pero ¡qué imaginación tan poderosa y tan socorrida la suya!
+
+Por dicha llevaba yo, pendiente del cuello en una cadenita de oro muy
+sutil, una pequeña medalla de plata, representando la Virgen de Araceli,
+patrona de la ciudad de Lucena.
+
+Fijó el Barón la vista en la medalla y la tomó entre sus dedos, para
+examinarla mejor.
+
+--¿De dónde procede esta medalla?--preguntó con curiosidad tal, que
+parecía embargar su espíritu y distraerle de los otros objetos.
+
+--Es el único recuerdo que conservo de mi madre, contesté yo, como era la
+verdad.
+
+--¿Y cómo se llamaba tu madre?
+
+--Pascuala, le dije.
+
+--¡Oh inescrutables designios del cielo!, exclamó el Barón, arrancando de
+su pecho un hondo suspiro que se diría que le desahogaba.
+
+--¿Qué pasa?--pregunté yo imaginando que el Barón iba a desmayarse.
+
+--Esa medalla, dijo el Barón, se la di yo a tu madre cuando estuve en
+Andalucía hace cuarenta y pico de años. Entonces... fuimos muy amigos...
+¿no me comprendes?
+
+Me entró al oír esta pregunta tan feroz gana de reír, que a duras penas
+pude contenerme, temerosa de que el Barón se ofendiera.
+
+--¡Ah!, sí, te comprendo, dije al cabo, y di rienda suelta a mi alegría,
+riendo ya sin temor.
+
+--¡Hija del alma!--dijo el Barón con tan profundo acento y con tantas
+apariencias de estar convencido, que sin duda empezó desde aquel punto a
+dar por cierto y por evidente lo que de improviso había imaginado. Ello
+es que ambos salimos muy agradablemente de aquel a modo de apuro,
+trocándose de súbito nuestra amistad y nuestro conato de amor anacrónico
+en el santo y puro afecto de un padre y de una hija.
+
+--¡Padre mío!--dije yo y eché al Barón los brazos al cuello.
+
+Después de esta dulcísima expansión, llamé a _Madame_ Duval para que nos
+hiciese compañía. Con el debido sigilo le revelé nuestro parentesco, de
+que ella se maravilló y holgó mucho. Luego charlamos los tres a
+cántaros. Con lo ameno de la conversación se nos olvidó tomar el té y
+llegó la hora de la comida.
+
+La imprevista anagnórisis, como el Barón la llamaba, fue solemnizada con
+un exquisito _petit diner fin_ en que se lució mi cocinera, _cordon
+bleu_ de primera fuerza, y brindamos los tres a la persistencia del
+santo lazo recién descubierto y reanudado, primero con _Chateau Iquem_,
+y a los postres con tintilla de Rota, mi casi paisana. No hubo
+_champagne_, porque ni el Barón ni yo gustamos de ese vino, con algún
+pesar de _Madame_ Duval, que gusta de él más que de nada.
+
+Mi pobrecita hija Lucía, que apenas contaba entonces siete años,
+inocente como un ángel, luminosa, bella y serena como el lucero del
+alba, fue la cuarta persona que estuvo en la mesa y comió con nosotros.
+Con ojos algo espantados y sin comprender nada, se alegró de hallarse
+repentinamente con un abuelito, y más aun cuando el Barón, que es bueno
+e ingenioso y muy a propósito para divertir a los niños, le contó tres o
+cuatro cuentos fantásticos e infantiles, y le hizo varios juegos de
+prestidigitación con no escasa maestría.
+
+Admirable es el encadenamiento de las cosas, y cómo de ciertas causas
+nacen a veces los efectos más imprevistos. ¿Quién hubiera podido
+imaginar que del descubrimiento de mi padre y de su aparición algo
+cómica, habían de resultar tan serias modificaciones y hasta cambios en
+la dirección de mi vida? Sin embargo, así aconteció. Lo que para salir
+de su atolladero inventó de súbito el Barón y yo acepté con risa,
+hallándolo disparatadamente gracioso, él y yo lo fuimos tomando más por
+lo serio cada día, y por virtud de nuestra voluntad atamos nuestras
+almas con lazo tan limpio y tan fuerte como si él fuese en realidad mi
+padre y yo su hija.
+
+De esta ficción, que apenas ya me lo parecía, brotó en mi espíritu un
+sentimiento jamás experimentado por mí: algo de más fervoroso que la
+amistad; algo en que no entraba por nada el vehemente anhelo de los
+sentidos y algo que no era tampoco eso que llaman amor platónico y puro.
+Este sentimiento llegó a ser más puro y más grave que el amor platónico.
+Olvidada yo de que nacía de una mentira, le vi nacer en mí con sorpresa
+y deleite, y le cuidé con esmero para que creciese y floreciese.
+
+Yo no niego ni afirmo la existencia de lo que llaman amor platónico;
+pero, si existe, hallo en él, mientras vivimos esta vida mortal y
+tenemos el alma en el cuerpo, y cuando son los que se aman mujer y
+hombre, un no sé qué de incompleto y aun de monstruoso.
+
+No es, en verdad, amor, ni merece tan santo nombre, lo que yo he sentido
+y conocido desde la bajeza impura en que nací hasta el día de hoy. Sólo
+es amor, cumplido y entero, el que yo columbré remotamente entre los
+brazos de Juan Maury, y que por mi indignidad o por mi desgracia no pude
+alcanzar nunca.
+
+Del amor cumplido y entero, exclusivo y honrado desistí desde entonces,
+considerándole para mí imposible.
+
+El lazo afectuoso que hace años al Barón me une, no es amor ni amistad,
+porque es más apretado lazo que el que ata a los amigos, y porque es más
+espiritual y cae menos bajo el influjo de los sentidos que el amor más
+platónico y más puro.
+
+Yo he leído y aprendido mucho en estos últimos años. Pocos escritos me
+han encantado más, como divino ensueño poético, que las últimas áureas
+páginas del libro de Baltasar Castiglione, titulado _El Cortesano_. Allí
+explica el ingenioso, sutil y elocuente Pedro Bembo cómo se complace y
+cuánto goza el amante en la contemplación de la mujer amada, viéndola,
+oyéndola y hasta mereciendo de ella ciertos delicados e inocentes
+favores, entre los cuales pone el de abandonar por largo rato en las
+manos de él las manos de ella, y hasta el de dar y recibir, con mero
+contentamiento espiritual y sin sensualidad alguna, besos en la boca, a
+fin de que allí acudan las almas y se unan y compenetren, como cuentan
+que le sucedió a Platón con su amiga, que hubo de ser la linda
+Arqueanasa.
+
+Sin duda que esto es muy bonito, pero no veo yo cómo ha de ser el medio
+para encumbrarse a la contemplación, primero de la belleza universal,
+donde se encierran y cifran todas las bellezas individuales, y después a
+la eterna y perenne fuente de la belleza creada e increada, en cuyas
+llamas arda nuestro espíritu como ardió Alcides en la cumbre del monte
+Oeta, y por cuyo fuego seamos arrebatados al empíreo como Enoch y Elías.
+
+Repito que todo esto me parece muy bien para leído en el libro que he
+citado, pero no en la práctica. Por eso doy gracias al cielo de que el
+Barón haya inventado tan a tiempo su paternidad. Dios me preserve de que
+él, por la contemplación estática de mi hermosura, y de que yo,
+prodigándole los referidos favores, aspiremos también a remontarnos al
+empíreo. Más fácil sería resbalar por este camino y caer en inmundicia,
+que subir, purificados y gloriosos, como el solitario del Carmelo, en el
+ardiente carro.
+
+En suma, lo excelente que tuvieron mis relaciones con el Barón desde que
+se convirtió en mi padre, fue lo neutral, lo apacible, lo manso y lo sin
+sexo ni siquiera platónico, con que se señalaron. El Barón casi dejó de
+admirarme como hermosa, a fin de quererme, de atenderme y de servirme
+como buena.
+
+ * * * * *
+
+No soy yo alegre y regocijada por mera y espontánea energía de mi
+espíritu. Lo he sido y lo soy también porque me impongo, porque me
+decreto la alegría. Las cosas no pueden estar mejor de lo que están. Me
+parecería ingratitud para con Dios, si yo me quejase. Desde lo más hondo
+de la abyección impura he logrado elevarme a una esfera brillante y
+relativamente limpia. Soy rica, libre, respetada, a pesar de mis
+extravíos, y considerada y atendida en cierta sociedad, que tendrá sus
+máculas, pero a la que algún respeto se concede. Claro está que yo,
+aspirando siempre a lo más perfecto, ora supongo que hay, ora si no hay,
+gustaría de que hubiese, una sociedad más escogida, elegante y honrada,
+un círculo de gente más selecta, dentro del cual fuese yo digna de
+colocarme. Pero jamás me conformaría yo a ser recibida en ese círculo
+por indulgente piedad; a que ese círculo descendiese de su nivel para
+recibirme, a que entendiesen los que viven en él que con su trato me
+purificaban o me realzaban. Para esto prefiero estar donde estoy, y aun
+me resignaría a estar mucho más abajo.
+
+Completa es, por lo tanto, mi conformidad con mi posición y con mi
+suerte.
+
+Tengo además grandes motivos de satisfacción y contento. Mi salud es
+inmejorable y mi mocedad se diría que no acaba. ¿Para qué he de fingir
+modestia contigo? Me encuentro ahora más bella, más lozana, que cuando
+nos veíamos en el _Retiro de Camoens_. Imagíname entonces como mata de
+azalea sin flor aún y toda verde, e imagíname ahora como la misma planta
+con toda la pompa y las galas de sus abiertas flores.
+
+Aduladora es mi _mucamba_, que sigue siempre llamándome su niña; pero no
+creo que me adula cuando salgo del baño y me enjuga y me mira con
+agradable pasmo, y suele decirme:
+
+--¡Ay, niña, niña!, cada día estás más hermosa. ¡Bienaventurado el que
+así te vea!
+
+Lo que es yo me miro también con complacencia en grandes y opuestos
+espejos y me siento en perfecta consonancia con el parecer de Petronila.
+
+Te lo confesaré todo: cuando Petronila me deja sola, incurro en una
+puerilidad que no sé decidir si es inocente o viciosa. Sólo sé que es
+acto meramente contemplativo; que es desinteresada admiración de la
+belleza; No es grosería sensual, sino platonismo estético lo que hago.
+Imito a Narciso; y sobre el haz fría del espejo aplico los labios y beso
+mi imagen. Esto sí que es platonismo, me digo entonces. Esto es el amor
+de la hermosura por la hermosura: la expresión del cariño y del afecto
+hacia lo que Dios hizo manifestada en un beso candoroso que en el vano e
+incorpóreo reflejo se estampa.
+
+Ya ves tú que te hablo hasta de mi sencilla fatuidad y que te declaro
+todas mis venturas. Bien es que sepas también lo que durante mucho
+tiempo he procurado ocultarme a mí misma, lo que yo veo distintamente
+con susto y con pena y lo que me duele confesarte.
+
+Como si de un lago tranquilo surgiese de repente un monstruo, como si en
+una pradera cubierta de olorosas hierbas y flores viese yo bullir, por
+bajo de ellas, multitud de escorpiones y de víboras, así, en medio de
+mis alegrías y placeres, surge a menudo, desde hace tiempo y desde lo
+más intrínseco de mi ser, un desconsuelo, una melancolía, una amargura
+que me esfuerzo por ahogar o remediar y no lo consigo.
+
+No es hastío: yo no estoy ni fatigada ni hastiada. No es desilusión: las
+ilusiones, si alguna vez las he tenido, jamás me han contentado con su
+falacia y antes he celebrado que deplorado el perderlas. La causa de mi
+mal es mi ambición trascendente; mi empeño de ir en busca de un ideal
+para mí inasequible; el vano propósito de borrar de mi ser las
+indelebles manchas, con cuyo germen al menos nací manchada. Este mal,
+que en mí no tiene cura ni remedio, quise curarle y remediarle yo en
+otro ser amado, que me pertenece, que ha nacido de mis entrañas.
+
+Mi propósito de educar altamente a mi hija fue corroborándose cada vez
+más. De él hice el más noble fin de mi vida. Lucía, si mi deseo se
+realizaba, había de ser limpio dechado de castidad, de pureza y de
+cuantas excelencias y virtudes pueden sublimar y glorificar a un alma
+humana en esta baja tierra.
+
+Preví un peligro, preví para mí el más enorme de los infortunios, pero
+arrostré el peligro con valor porque sobre todo prevalecía mi afán de
+que ella fuese perfecta, inmaculada, tan hermosa como yo de cuerpo y mil
+y mil veces más hermosa de alma; conseguido esto, me sentía yo con
+fortaleza bastante para sufrir que ella, desde la elevación moral en que
+iba a verse, tuviera harto involuntariamente que despreciarme y que
+avergonzarse de mí. Movida yo por esta pasión, tuve por principal empleo
+hasta que Lucía cumplió doce años, el cultivar su corazón y su mente con
+el más activo desvelo. Yo misma, ocultándole con recato cuidadoso cuanto
+yo pensaba y sabía de malo, la instruí en todo lo bueno y santo que mi
+alma había conservado o aprendido.
+
+Mi fe religiosa, profunda en mi mocedad y consuelo en mi abyección de
+entonces, o había sido combatida por dudas o se había bastardeado,
+combinándose con ideas filosóficas que tal vez quebrantaban su entereza
+con el pretexto de ensanchar un estrecho molde donde imaginaban que su
+grandeza no tenía cabida. Así es que busqué y hallé a un virtuoso e
+ilustrado sacerdote que completase la educación moral y religiosa de
+Lucía sin inficionarla con los elementos heterodoxos con que mi fe se
+había pervertido.
+
+No acierto a ponderarte el miedo que tenía yo de que Lucía descubriese
+mi indignidad; el recato con que viví para que no comprendiese ella o
+para que tardase en comprender mis faltas y pecados, y cuánto vigilé
+para que ningún pensamiento impuro penetrase en la mente de ella; y, lo
+que es imposible cuando un ser humano es inteligente, para perpetuar en
+su espíritu la ignorancia de lo malo y de lo vicioso.
+
+Recelando yo que esta ignorancia de Lucía se disipase y que ella abriese
+los ojos y me viese tal como soy, no me sosegué hasta que, haciendo un
+inmenso sacrificio en separarme de ella, la hice entrar, desde poco
+después que cumplió doce años, en el convento del Sagrado Corazón de
+Jesús, donde permaneció hasta los diecisiete.
+
+ * * * * *
+
+Muchas veces salía mi hija del convento y venía a pasar algunos días
+conmigo. Con más frecuencia iba yo al convento a visitarla y a hablar
+con ella.
+
+Mi amor y mi vanidad de madre estaban cada día más lisonjeados. Lucía
+iba creciendo en hermosura y en natural elegancia. Algo había en ella de
+parecido a mí, pero se parecía mucho más a su padre. No envidiosa sino
+encantada notaba yo que había en todo su ser corporal algo de más
+aristocrático que en el mío. Era además blanca y rubia, mientras que yo
+soy pelinegra y trigueña. Mis ojos son verdi-oscuros; los suyos azules
+como el cielo. Yo soy alta y esbelta: ella es más esbelta y más alta que
+yo, aunque igualmente bien proporcionada. Para que comprendas bien la
+diferencia que hay entre nosotras, te diré, aunque peque yo de
+presumida, que mi estampa retrae al pensamiento la de una diosa del
+gentilismo, y la suya la de una _madonna_ de antes de Rafael.
+
+Las caricias y las alabanzas, que yo le prodigaba, eran siempre
+tiernamente recibidas y pagadas por ella. Había, sin embargo, entre
+nosotras no poco que limitaba la expansión. No me atrevía yo a hablarle
+de ciertos puntos. Le decía que era su madre, pero no le decía de qué
+suerte era su madre, como deseando que lo ignorara. Y salvo en lo
+indiferente y en las relaciones entre ella y yo desde que nació ella,
+ponía yo en toda mi vida, cuando con ella hablaba, un sigilo harto
+embarazoso.
+
+Intenciones tuve a veces de confesarme con ella: de decirle mis faltas
+para que ella las perdonase. Pero pronto un orgullo, en mi sentir bien
+entendido, me hacía desechar aquella tentación. Era preferible que ella
+supiese por otras personas quién yo era y no que lo supiese por mí
+misma. Yo no me podría resistir al deseo de justificarme o al menos de
+disculparme; y de aquí podrían originarse dos casos que igualmente me
+horrorizaban. O bien que, al disculparme yo, ella aceptase como buena y
+como plausible mi disculpa, y entonces la elevación de su moralidad se
+relajaría, siendo yo su maestra y su iniciadora en liviandades; o bien
+que ella, con severo criterio, allá en el centro de su alma y aunque no
+me lo dijese, rechazara mis disculpas, y tal vez sospechara, a pesar
+suyo, que yo le daba lecciones infames, y que, acaso sin querer, pero
+arrastrada por mis instintos perversos, ansiaba rebajarla a mi nivel,
+aunque sólo fuese para que ella mejor me amase.
+
+Tales cavilaciones fueron la causa de mi silencio.
+
+Por mi desdicha, es absurdo imaginar que una virgen, una santa, una
+criatura inmaculada y purísima, si no es tonta, permanezca siempre a
+obscuras y con los ojos del alma completamente cerrados para todo cuanto
+hay en el mundo que no es honesto. La honestidad, la castidad y hasta la
+inocencia más columbina, consisten en abominar de lo malo y no en
+ignorarlo del todo, como si no existiera. Lucía, pues, austera, virtuosa
+y sin ningún pensamiento feo, y sin ninguna imagen impura que enturbiase
+el claro espejo de su conciencia, reflejándose en él, no pudo menos de
+saber al cabo y supo del mal, y fue conociendo poco a poco todo cuanto
+de este mal en mí había. Callándome siempre, pero con mirada
+escrutadora, procuraba yo, con curiosidad irresistible, penetrar en el
+centro de su alma, y ver el progreso que iba haciendo allí el
+conocimiento del mal y los estragos y la ruina que este conocimiento
+hacía en el buen concepto que ella de mí tenía formado. Grandísimo pesar
+me causaba lo que acabo de querer explicarte. El amor maternal, no
+obstante, y casi tanto como el amor maternal uno a modo de orgullo de
+artista que se deleita en su obra, siempre me impidieron desear, en el
+juicio de Lucía, la menor indulgencia que implicase relajación o
+quebranto en la ley por cuya virtud su espíritu había de dictar un
+fallo.
+
+Ya se entiende que todo esto lo veía o lo creía ver yo como si mi mirada
+penetrase en los más abismados pensamientos de mi hija. Lo que es ella,
+nunca dejaba de mostrarse tan cariñosa conmigo como con ella yo, y tan
+respetuosa como la hija más cristianamente educada.
+
+Después de nuestros deberes para con Dios, los mandamientos de su ley
+ordenan que respetemos y honremos a nuestros padres. ¿Cómo hubiera
+podido Lucía faltar nunca en lo más mínimo a este mandamiento? Ella,
+además, me amaba y me ama, porque ha nacido de mis entrañas y porque es
+mi sangre y porque recuerda y agradece mis mimos, mi ternura, el esmero
+con que la he criado, y hasta esa misma elevación moral y religiosa a
+que he procurado elevarla, quedándome yo tan lejos y tan por bajo de
+ella.
+
+ * * * * *
+
+Jamás he tenido la tentación de destruir mi obra; de hacer que Lucía
+baje hasta mí desde la altura en que la he puesto. Pero, a veces me
+pregunto: ¿no fue delirio ponerla en esa altura?
+
+A este propósito recordaba yo ciertas palabras de una dama andaluza que
+conocí un verano en Biarritz cuando Lucía no contaba aún sino ocho años
+de edad. Tenía esta dama una hija de la misma edad que Lucía. Las niñas
+se conocieron y jugaron juntas en el _Port Vieux_. Y por esto, y por ser
+españolas ambas madres, y por lo franco y fácil del trato en los lugares
+de baños, trabé yo cierta amistad con la madre de la niña, que se
+llamaba la señora de Benítez. Su marido, D. Ambrosio, era un personaje
+político de cuarta o quinta magnitud, si bien con esperanzas más o menos
+fundadas de llegar a serlo de primera, ya que poseía notable desenfado,
+gran facilidad de palabra y otras brillantes prendas. Por lo pronto, D.
+Ambrosio estaba como parado, por no decir extraviado en su carrera. O
+por haberse comprometido en conjuraciones y pronunciamientos, o sin
+necesidad y sólo para contraer méritos y darse tono, gemía en la
+emigración. Verdad es que no era muy lastimero el gemido, porque cuando
+los suyos estuvieron en el poder, le habían enviado a Cuba de vista de
+una Aduana o no sé bien con qué otro empleo en Hacienda. Al año y medio
+cayó su partido y le dejaron cesante, pero él no se había dormido ni
+descuidado y había aprovechado tan bien el tiempo, que pudo volver y
+volvió, con no despreciables ahorros. Así podía esperar y esperaba sin
+sobrada angustia la vuelta al poder de su partido, para que le hiciese
+Director general, Ministro y quién sabe si Conde. Sus esperanzas eran
+grandes. Su mujer era quien no se las prometía tan felices. La señora de
+Benítez tenía un carácter apocado y siempre pronosticaba males y no
+bienes. Ella era lo contrario de D. Ambrosio, que veía el porvenir de
+color de rosa y que soñaba con todos los refinamientos y primores del
+lujo y de la distinción suprema. La señora de Benítez, a pesar de lo
+tétrica que era en el pronosticar, tenía mil excelentes cualidades.
+Desde que, siendo estudiante D. Ambrosio y ella hija de la pupilera en
+cuya casa D. Ambrosio se hospedaba, ambos se amaron y se casaron, había
+sido fiel, sufrida y hacendosa compañera de aquel hombre, gobernando la
+casa y cuidando de todo con ordenada economía y dando a D. Ambrosio, sin
+molestarle ni ofender su orgullo, los más juiciosos consejos. Ella se
+esforzaba, sobre todo, en esfumar los ensueños de grandeza de su marido,
+y en procurar que éste no viniese a ser un Faetonte del _chic_, y
+acabase por caer despeñado.
+
+En el invierno que siguió al verano y al otoño en que los conocí,
+vinieron a París ambos esposos a pasar una corta temporada. A ellos y a
+su niña los obsequié cuanto pude. Un día en que estaban los tres
+comiendo a mi mesa, mi cocinera estuvo inspirada. Don Ambrosio, que era
+francote a pesar de su vanidad, se entusiasmó con todos los platos que
+se sirvieron, y singularmente con un _chaud-froid_ de _ortolans_, que en
+realidad fue una obra maestra. Mas ¡oh, desgracia!, la niña del Sr.
+Benítez comió muy poco de todo. Lo que es el _chaud-froid_, por culpa de
+la gelatina que le envolvía y por lo frío que estaba, le dio mucho asco
+y no consintió en llevársele a la boca. Don Ambrosio perdió con esto los
+estribos; no acertó a contenerse y deploró en mi presencia con acerbas
+frases la ingénita ordinariez de su hija, que no gustaba sino de
+alboronía, chanfaina, pepitoria y sobrehúsa de bacalao. Herido con esto
+el orgullo maternal de la señora de Benítez, habló con elocuencia y
+refutó el parecer de su marido, diciéndole para concluir:
+
+--Pues debieras dar gracias a Dios y no lamentarte de que sea así tu
+hija, porque tal vez se quede para vestir santos, o bien se case con
+algún pobretón que, en vez de darle a comer pajaritos sin hueso y
+rellenos de trufas, tenga que alimentarla, y gracias, con esos guisotes
+que tú desdeñas, aunque con ellos te has alimentado y bien robusto te
+has criado.
+
+Ya comprenderás tú de qué manera aplicaba yo este caso a Lucía y a mí.
+Y, sin embargo, aunque me parecía atinado y juicioso lo que con relación
+al refinamiento material decía la señora de Benítez, yo seguía
+hallándolo vil y grosero aplicado al refinamiento del alma. Lo que es en
+esto persistía yo y me aferraba en ser más exquisita que D. Ambrosio.
+
+ * * * * *
+
+Mi entendimiento vacila, cambia y duda mucho. Suele mirar las cosas por
+diversos lados, y según el lado por donde las mira, las ve con aspecto
+distinto.
+
+Me inclino a creer que a todo el mundo le sucede lo mismo. La diferencia
+está en que yo lo confieso, y son raras las personas que lo confiesan.
+
+Digo esto porque hasta en los momentos de mi mayor entusiasmo por la
+sublimidad moral y religiosa de Lucía, asaltaban mi mente no pocas
+consideraciones que propendían a echar por tierra el entusiasmo
+mencionado.
+
+Siempre me figuraba yo como legítimo y bueno el andamio, la escala, la a
+modo de Torre de Babel que el alma construye a veces para encaramarse
+por ella y subir al cielo de su ideal más alto; pero importa que esta
+torre, andamio o lo que sea se construya sobre firme y sólido cimiento
+de sentido común. De lo contrario, es casi seguro que cuando ya esté muy
+alta la torre y nos complazcamos y ufanemos en contemplarla, se cuartee
+por culpa de la base y acabe por hundirse lastimosamente en el ancho
+foso de tontería que la rodea.
+
+Así pensaba yo y así me atormentaba al penetrar cada vez más en la mente
+de Lucía y al recelar que en la dirección que yo había dado al vuelo de
+su espíritu, había acaso falta de tino. Pues qué, ¿no podía ella ser
+todo lo santa que quisiese sin avergonzarse de mí, aunque fuese de un
+modo involuntario? ¿Si ella se hubiese criado en el abandono en que yo
+me crié, hubiera sido más que yo virtuosa y honrada?
+
+En el abismo de mi alma ocultaba yo mis cavilaciones. No hallaba
+términos con que declarárselas a Lucía, ni con qué darle al menos leve
+indicio de ellas. Ignoro hasta qué hondura penetraría Lucía en mi
+conciencia y leería lo que allí pasaba. Lo que sé es que yo leía en la
+conciencia de ella como en un libro abierto, donde las sanas doctrinas
+del ilustrado sacerdote que la había educado, y las no menos sanas de
+las benditas madres del convento habían venido a combinarse con los
+rumores del mundo y con las malévolas insinuaciones de las compañeras de
+colegio a quienes la envidia movía, y habían formado un amargo conjunto
+que menoscababa el respeto y que acibaraba y aun emponzoñaba el amor de
+la hija a la madre.
+
+Sin duda en la mente de Lucía había llegado a formarse un concepto de mí
+harto peor que el merecido. Ella hubo de creerse hija de un padre hasta
+de mí misma ignorado.
+
+No creas tú por lo que aquí manifiesto que Lucía me mostrase el menor
+desvío. Antes era cada vez para mí más entrañablemente afectuosa. Por
+gratitud, por deber y por natural inclinación Lucía me amaba.
+
+Modelo de cristiana humildad para con Dios, Lucía era tan orgullosa o
+más orgullosa que yo en sus relaciones con el prójimo, salvo que mi
+vileza primitiva había cortado las alas de mi orgullo y su orgullo tenía
+alas, aunque estaba herido por mi culpa y por mi vergüenza.
+
+Una tristeza dulce y al parecer sin causa se pintaba en su rostro desde
+que salió del convento. La llevé a paseos y tertulias, la vestí y la
+adorné con los más elegantes trajes de moda, y procuré distraerla y
+alegrarla, pero todo fue en balde. Ella me confesó al cabo que tenía la
+más decidida vocación de abandonar el mundo y de entrar en el claustro.
+Inútiles fueron todas mis amonestaciones en contra; inútil la pintura
+que reiteradamente le hice de un porvenir brillante, honrado y tan
+dichoso y tan digno cuanto en este bajo mundo es posible. ¿Por qué no
+había ella de inspirar a un hombre y de sentir por un hombre que la
+mereciese el único y persistente amor que al pie de los altares se
+purifica y que un sacramento religioso ennoblece y ensalza?
+
+Todo por mi parte fue empeño vano. Lucía persistió en no ser esposa sino
+de Cristo, y fue tan resuelto su propósito que no pude atajar los
+primeros pasos que quiso dar para lograrle, y, harto a despecho mío,
+hube de consentir en que se volviese al convento.
+
+ * * * * *
+
+Sobre lo que tengo que contarte ahora, voy a pasar con rapidez como
+sobre ascuas. Aun así me quemará la sangre el recordarlo.
+
+Por amor, por devoción a mi hija, concebí un proyecto tan sentimental
+como descabellado. A fin de realizarle me expuse a la más dura de las
+humillaciones.
+
+Mi efímero amante, el joven Secretario de la Legación inglesa en Río de
+Janeiro, no era ya Master John, era _Sir_ John. Se había transformado en
+un señor respetabilísimo de cuyas circunstancias había yo tomado exactos
+informes. Era un personaje rico, notable e influyente en la política de
+su patria.
+
+Bien podía afirmarse que dominaba fuera de su casa y que dentro de ella
+estaba dominado. Trece años hacía que había contraído matrimonio con una
+noble _Lady_, bella, muy aristocrática y tan dotada de virtudes como de
+soberbia. Juan Maury tenía de esta mujer tres hijos legítimos; y, según
+me contaron, si a ellos los amaba como padre, a ella la obedecía y la
+acataba como rendido adorador a una diosa.
+
+Allá en mis adentros, allá en lo más hondo y oculto de mi corazón, aún
+descubría yo rastros del verdadero amor que, por única vez en mi vida y
+evocado por Juan Maury, había pasado por mi alma, tocándola con sus alas
+e iluminándola toda. Juan Maury nunca lo supo, ni lo presumió siquiera.
+Durante el corto tiempo que me poseyó me tuvo por una mujer galante: muy
+agradable, muy divertida, y nada más. Para él aquellos nuestros amores
+no fueron más que amoríos.
+
+¿Cómo pues me atreví a considerar posible que Juan Maury, dieciocho o
+diecinueve años después, había de llegar a saber que había tenido de mí
+una hija y había de estar tan seguro de ello que se allanase a
+reconocerla?
+
+Sin embargo, fue tan grande mi deseo de que mi hija supiese quién era su
+padre y de que él declarase que lo era, que yo vencí mi repugnancia,
+humillé mi soberbia y acudí a Juan Maury con mi pretensión. Le escribí
+varias cartas a las que no se dignó contestar, y yo sufrí y devoré su
+desprecio. Apelé entonces al confesor de mi hija, le puse en el secreto
+de todo y le di la comisión de ir a Inglaterra, de buscar a Juan Maury,
+de hablar con él, de reiterarle mi pretensión y de exponerle mis planes.
+
+Mi hija era suya, y yo lo juraba por lo más sagrado. No necesitaba de la
+hacienda de él. Yo era bastante rica y estaba dispuesta a dar desde
+luego más de la mitad de la mía y el resto a mi muerte. Yo me conformaba
+asimismo con renegar de mi maternidad o con ocultarla, para que Juan
+Maury buscase y fingiese, para su hija, al reconocerla por tal, más
+decorosa madre que yo, y no casada sino soltera. Yo me comprometía, si
+era necesario, a no volver a ver a mi hija para no contaminarla con mi
+contacto. A ella, si Juan Maury no quería tenerla en su casa, la podría
+tener bajo la custodia y autoridad de una ilustre y anciana parienta
+suya, viuda y sin hijos, y de quien sabía yo que le amaba en extremo. De
+la virtud, de la limpieza y santidad de costumbres y del recato de Lucía
+fácil era que pudiese informarse Juan Maury. De su hermosura, de su
+distinción y de su talento, él mismo podía juzgar, viniendo a visitarla
+en el convento en que ella estaba. Tal vez (en mi concepto casi de
+seguro) notaría él viéndola, por los rasgos de su fisonomía y por todo
+su aspecto, que era ella de su casta y de su sangre. ¿Qué recelo, qué
+temor podía impedir a Juan Maury confesar a su mujer una culpa suya
+cometida cuatro o cinco años antes de su casamiento, e impetrar su
+beneplácito para expiar en parte dicha culpa reconociendo por hija y
+dando su nombre a la que de la culpa había nacido? Ni los bienes de
+fortuna de Juan Maury sufrirían con esto menoscabo, porque Lucía era
+rica de por sí y nunca le sería gravosa.
+
+Pero Juan Maury era más egoísta de lo que yo había imaginado. Era además
+tan gurrumino que tenía más miedo de su mujer que de una espada desnuda;
+y _Lady_ Maury era quizás la más severa, la más entonada, la más en sus
+puntos y la más enemiga de lo escandaloso e incorrecto de cuantas
+_Ladies_ vestían y calzaban a la sazón en todo el Reino Unido de la Gran
+Bretaña.
+
+Por otra parte, yo soy muy imparcial, y cuando hay disculpa, la hallo
+aunque sea contra mí. Mi pretensión pecaba de extemporánea, era harto
+sospechosa y carecía de documentos fehacientes en que fundarse.
+
+Mi orgullo maternal y mi altivo menosprecio de las consideraciones y
+respetos sociales, en época en que estaba yo más sobre mí y muy
+engreída, me habían inducido a ser imprevisora y a no desear ni buscar
+con oportunidad mayor el reconocimiento de mi hija por quien
+evidentemente era su padre.
+
+Mi empeño fue ya tardío. A fuerza de gestiones mi embajador clérigo
+consiguió ver en secreto a Juan Maury y exponerle el objeto de su
+embajada; pero Juan Maury, lleno de desconfianza, le despidió sin
+hacerle caso.
+
+Todavía, con humillante terquedad, persistí yo en mis ruegos y escribí
+varias cartas a mi antiguo y descastado amante. El único resultado que
+obtuve fue infundir en su ánimo un miserable terror de que su _Lady_
+sorprendiese mi correspondencia a medias y pusiese el grito en el cielo.
+Para salvarse de tamaña calamidad, Juan Maury me envió como mensajero a
+un hombre de negocios de toda su confianza, quien, más que a convenir en
+nada, vino a imponerme silencio. Aunque era inglés y no hablaba la
+lengua francesa muy de corrido, yo no he visto ni oído nunca a nadie más
+fresco, circunspecto y reposado en su hablar, ni que acertase a decir
+mayores crudezas y enormidades, sin descomponerse y sin manifestar en la
+forma y combinación de sus palabras nada de _shocking_ ni de feo.
+Traducido lo que me dijo en rudas frases era como sigue: que si Juan
+Maury, que había sido guapo y muy querido de las damas, tuviese que
+aceptar un hijo por cada uno de los extravíos o ligerezas de su primera
+juventud, se expondría a poder formar un batallón con su prole; que sus
+relaciones conmigo habían sido de lo más ligeras, sin compromiso
+ninguno, y de duración muy corta; y que él no tenía ningún motivo
+justificado para afirmar con pleno convencimiento que durante dichas
+relaciones había sido el único, porque entonces había también un marido
+legítimo, y había además dos rivales que con grave escándalo y por celos
+riñeron en desafío, resultando muerto uno de ellos. En suma, el
+mensajero inglés me amonestó para que abandonase mi empeño absurdo, del
+cual sólo podría originarse la perturbación de la paz doméstica en el
+seno de una honrada y nobilísima familia.
+
+No he de negarte aquí que el discurso de aquel mensajero inglés me
+revolvió ferozmente la bilis: estuvo a punto de restaurar en mí las
+bizarrías de mis verdes años y mis arrestos de chula. En mis manos,
+cuidadas ahora con el esmero de las manos de una princesa, sentí bullir
+la comezón y el prurito de hartar a aquel inglés de bofetadas y de
+arañazos. Pero su corrección, su calma y su serenidad impasible me
+contuvieron y lo aguanté todo. Lo que sí hice fue derribar con ira y
+hasta con asco el ídolo de Juan Maury del altar que misteriosamente le
+había yo erigido en el templo de mis recuerdos. Y aunque mis manos
+permanecieron ociosas e inertes, no le sucedió lo mismo a mi lengua. La
+esgrimí como puñal buido. Si no calenté bien con mis manos la cara del
+inglés, con la lengua le calenté las orejas. En contestación de lo que
+él insinuó acerca del nombre ilustre que anhelaba yo dar a mi hija,
+llegué a decir al inglés que ya prefería yo hacerla hija de un zapatero
+remendón a que fuese hija de su amo. En suma, yo me desahogué de veras y
+despedí al inglés con cajas destempladas.
+
+Para siempre deseché la esperanza y abandoné el propósito de que mi hija
+tuviera padre en la tierra. Casi creí juiciosa la idea extravagante del
+sansimoniano Padre Enfantín de no conceder sino madres a los seres
+humanos y de suponerles un padre ideal para que imitasen mejor a Cristo.
+
+No era Lucía de este parecer. No poco traslució de los pasos que había
+yo dado y del mal éxito que habían tenido. Su amargura hubo de ser
+grande. La opinión que de mí tenía hubo también de malearse mucho. No
+dejó por eso de mostrarme sino que extremó más que antes su cariño y su
+respeto hacia mí; pero cada día ponderó más lo decidido y lo invencible
+de su vocación.
+
+En balde fueron mis razonamientos y mis súplicas para que Lucía
+desistiera. Al fin tuve que ceder y que consentir.
+
+Hace ya más de un año que Lucía tomó el velo y se encerró para siempre
+en el claustro.
+
+Nada diría yo si creyese su determinación enteramente nacida de fervor
+religioso; pero yo me atormentaba y aún me atormento sospechando que la
+desesperada soberbia de mi hija y la lucha interior entre el respetuoso
+cariño que me tenía y me debía y el pésimo concepto que de mí formaba,
+la habían llevado a sacrificarse.
+
+Aun así la grandeza del sacrificio la ennoblecía a mis ojos. Por orgullo
+había desdeñado la riqueza, las galas, los deleites y los triunfos que a
+pesar de la impureza de su origen, hubiera ella podido lograr en el
+mundo.
+
+Sin embargo, yo cavilo mucho y de vez en cuando hago suposiciones y
+consideraciones que rebajan el mérito de Lucía y con las cuales también
+me culpo y miro mi desgracia como natural resultado de mi imprudente
+necedad. Me comparo entonces a cierto aprendiz de mago de una antigua
+leyenda, que se propuso evocar y llamar a sí a un ser etéreo, a una
+sílfide, a una diosa beatificante, y equivocó las fórmulas, los
+procedimientos y los conjuros, y suscitó un vestiglo que cayó sobre él,
+le derribó por tierra y le pisoteó el cuerpo y el alma.
+
+Mi propensión a reír y a burlar, aunque sea a costa mía, me induce en
+ocasiones a ver este asunto por el lado cómico, pero no sazono el acerbo
+chiste con sal y pimienta, sino con hiel y vinagre. La cualidad de
+_snob_, me digo, puede encumbrarse a un grado heroico. Para probarlo
+acude a mi memoria lo que ocurrió a mis amigas la señora y las señoritas
+de Pinto. Vinieron a París, desde la provincia brasílica de Minas
+Geraes, tres sobrinos de la madre, primos hermanos de las hijas. Se
+habían enriquecido cultivando una magnífica _fazenda_, pero eran
+ordinarios y medio salvajes y chapurreaban el francés por detestable
+estilo. Llevaban, además, en el rostro el indeleble signo de su plebeyo
+e híbrido origen. Estaba patente en ellos la mezcla de la sangre europea
+con la del _caboclo_ y aun con la del negro. No puedes figurarte la
+consternación que produjo en las de Pinto la llegada de estos señores.
+Para colmo de horror acertaron ellos a presentarse en casa de las de
+Pinto una tarde en que dichas señoras tenían un _five o'clock tea_, más
+subido de punto que nunca por lo aristocrático. Allí estaban el Barón de
+Castell-Bourdac, quien casi o sin casi es del _Faubourg_; dos príncipes
+rusos, descendiente uno de Gengiskan y otro de un compañero de Rurik;
+tres marqueses italianos; y una condesa polaca, de la clarísima estirpe
+de los Jaguelones. También estaba yo, aunque plebeya, considerada como
+muy elegante. ¿Qué hubiera sido del crédito de las de Pinto si llegan a
+entrar en la sala aquellos salvajes, tuteándolas y abrazándolas como a
+primas? Por fortuna ellas acudieron a tiempo de evitar la catástrofe.
+Los Pintos exóticos fueron introducidos y enchiquerados en un salón
+vacío. ¡Pero cuánto sobresalto, cuánta angustia, divinos cielos!
+Aquellas señoras iban y venían por turno de un salón a otro para dar
+conversación a los inoportunos y descomunales parientes. A mí no
+pudieron menos de ponerme en el secreto y también me enviaron con
+disimulo a darles un poco de conversación.
+
+En suma, para qué cansarte: las angustias y los apuros de las señoras de
+Pinto fueron inefables e innumerables durante cerca de dos meses que
+permanecieron sus parientes en la capital de Francia. Por dicha se
+marearon estos de oír tanto ruido como hay en estas calles de París, de
+estropear la lengua de Voltaire y de que nadie les hiciera caso sino los
+que les sacaban el dinero. Se largaron, pues, no sé dónde, y las de
+Pinto respiraron. Segura estoy de que si no llegan a irse, atribuladas y
+compungidas las de Pinto por una perpetua y abominable obsesión, las
+tres abandonan el mundo y se meten monjas.
+
+Valiéndome del recuerdo de este lance como término de comparación,
+pugnaba yo por achicar en mi pensamiento la mística heroicidad y el
+desprendimiento de Lucía; pero mi obstinado amor hacia ella y mi juicio
+favorable a sus nobles prendas la amparaban contra la ridiculez que mi
+despecho quería lanzar sobre ella. Sólo conseguía yo mortificarme más y
+desesperarme.
+
+A pesar de lo apacible y alegre de mi carácter durante toda mi vida,
+empecé a sentir entonces, con enojosa persistencia, odio y desprecio
+hacia mí misma y hacia la gente que me rodeaba y miedo de verme tan
+sola, sin haber obtenido nunca sino fugaces amistades y sin contar con
+persona alguna en quien poner mi confianza y mi profundo y verdadero
+afecto. Apenas tenía yo más amigos que el Barón; y yo no desconocía, por
+más que estimase su fidelidad perruna y su devoción hacia mí, cuánto
+había de cómico en todo ello. Las ganas de morir asediaron mi espíritu
+con la contemplación de tales miserias.
+
+ * * * * *
+
+Para distraer mis penas, para aturdirme, me lancé entonces al mundo con
+mayor ímpetu y frenesí que nunca. Te confieso que llegué a sentir
+veleidades de conquistar cierta extraña clase de nombradía; de echar mi
+modestia a un lado y de obtener palma y corona en el certamen de la
+hermosura. No fue el sentido moral quien detuvo mis arranques e impidió
+que cayese yo en aquel precipicio: fue mi soberano desdén hacia el
+juicio y la estimación de los hombres. Parodiando en mi pensamiento una
+sentencia evangélica, me decía yo que para cebar a los cerdos bastan
+afrecho y bellotas, y que es lástima arrojar perlas en la pocilga.
+
+Con todo, otro sentir menos soberbio y de purificante delicadeza agitó
+por entonces mi pecho. Imaginé posible todavía, cuando no el amor
+verdadero, fiel, único y sin mancha que pudiese unir mi ser con el de un
+hombre, un apacible y amoroso afecto que, sin poseer ya la vehemencia
+del amor juvenil, tuviese su limpieza, su persistente duración y su
+fidelidad exclusiva. ¿Pero dónde hallar este amigo, este amante, este
+esposo con quien yo aún atrevidamente soñaba? ¿Cómo podría yo
+desprenderme de lo pasado para ser digna de ser suya? Y si de lo pasado
+no me desprendía, ¿cómo enredarle en mi imaginado lazo sin rebajarle
+hasta mi nivel y sin hundirle en la abyección en que yo estaba?
+
+Mis alambicados pensamientos y el ensueño ideal que repentinamente,
+tarde y fuera de sazón, movían y embriagaban mi alma, la llenaban de
+desesperanza y de anhelo de muerte, aunque yo seguía hallando hermoso el
+mundo, y rico en encantos, en curiosos misterios y en amena variedad de
+casos el espléndido tejido de la vida humana.
+
+ * * * * *
+
+Deseo hacerte comprender las vacilaciones de mi espíritu, y de qué
+suerte, con incesantes alternativas, paso de la tranquilidad apacible al
+dolor desesperado. Nunca engañé, ni ofendí, ni robé, ni herí a nadie. En
+nada de esto pequé ni tengo de qué arrepentirme. En ocasiones, la fe
+perdida renace en mí. Recuerdo y reconozco como mortales muchos pecados
+míos, pero confiando en la infinita misericordia de Dios, creo que me
+los perdona. Siento la contrición y yo misma me absuelvo. El
+remordimiento ya no me atosiga, pero hay un sentir poco cristiano, hay
+en mi ser un cruelísimo orgullo, que, más que todo remordimiento,
+atormenta y mata. La humillación y la vileza de mis primeros años se
+representan en mi memoria y me cubren de oprobio. No hay penitencia, ni
+conjuro, ni sacramento, ni palabra mágica, diabólica o divina, que borre
+ciertas manchas indelebles. La vergüenza que inspiro a mi hija se vuelve
+contra mí. La misma consideración de mi riqueza, de mi material
+bienestar, de mi salud y de mi elegancia, se contrapone al estado de mi
+espíritu y me impulsa a contemplarle con mayor espanto y repugnancia. Mi
+cuerpo está sano y hermoso, pero mi alma, cuando caen los recuerdos
+sobre ella, está como Job en el muladar. Imposible apartar de ella y
+raer la ponzoña de sus úlceras, a no despojarla de una de sus
+principales potencias, a no privarla para siempre de la memoria.
+
+ * * * * *
+
+Tal era el estado de mi alma cuando, después de tanto tiempo, volví a
+verte en casa de las de Pinto. Te lo digo sin lisonja: me pareciste muy
+bien. Tu presencia y tu conversación me confirmaron en la idea que he
+tenido siempre de que el hombre de naturaleza sana y robusta, si el
+vicio no le deprava, va creciendo en valer y como completándose hasta
+llegar a la edad de cincuenta años, que es sobre poco más o menos la que
+tú debes de tener ahora. Hay en su aspecto, en su ademán y en todo él
+una majestad y un brío reposado que están muy por cima de la
+intranquilidad y de la petulante inconsistencia de la primera juventud.
+En fin, ¿para qué buscar aquí los motivos? Bástete saber que te encontré
+muy de mi gusto, y que aquella noche volví a casa harto imaginativa y
+soñadora.
+
+Después, a solas conmigo, se apacentó mi espíritu en los lejanos
+recuerdos que desde Lisboa guardaba yo de ti, profundamente sepultados,
+bajo otra multitud de recuerdos, allá en los abismos de mi memoria. Y no
+contenta yo con exhumar recuerdos tan distantes, me complací en
+combinarlos, empleando para ello un arte sibarítica, con las recientes
+impresiones que de ti había recibido. Entonces los traviesos y
+regocijados amores que en mi seno dormían se despertaron en tumulto y se
+pusieron a tocar diana, como si saliese para ellos la aurora de un nuevo
+día, con cuyo anuncio querían levantar y alborozar mis sentidos y
+potencias.
+
+En mi pensamiento ya no podía yo estar más rendida ni ser de nuevo más
+tuya. Pensé o imaginé, no obstante, multitud de cosas que vinieron a
+complicar aquel sentir sencillo y alegre. Anhelaba yo y buscaba desde
+hacía tiempo formar o estrechar vínculos de amistad con alguien que me
+comprendiese y en quien yo pudiese poner toda mi confianza y desahogar
+mi pecho. También para este oficio te elegí en seguida, e impaciente y
+deseosa de que le ejercieras, empecé aquella misma noche a escribir
+estas _confidencias_ que pronto leerás.
+
+Al mismo tiempo, brotó en mi mente otra aspiración, otro propósito,
+apenas hasta entonces concebido por mí, que mucho me turbaba y me
+inquietaba. No aspiré ya al logro de fugaces deleites. Forjé un raro y
+para mí inverosímil cuento de amores; la unión apacible y duradera de
+dos voluntades humanas; algo de muy semejante a la historia de Filemón y
+Baucis.
+
+Por desgracia, la concepción de este último propósito cayó con violencia
+sobre los propósitos anteriores, y pugnó por desbaratarlos.
+
+No; aunque tú lo quisieras, aunque movido tú por amor vehementísimo, que
+yo con todas las energías de mi alma lograse inspirarte, te humillaras
+hasta el extremo de convertir el rápido capricho y el pasajero enlace en
+persistente unión, y aunque te complacieras en ser mi constante y único
+compañero y en consagrarme tu vida, yo no podría ni debería aceptar el
+sacrificio, y aunque lo aceptara, no se conseguiría mi objeto. Al
+hacerte tú mío, completamente y para siempre mío, perderías el valer, el
+encanto y el mérito que me lleva a desearte como mío para siempre.
+
+Harto comprenderás por lo que te indico los encontrados anhelos que
+combaten dentro de mi alma. No has de extrañar, pues, que en medio de
+esta lucha, brote de lo hondo y como de la raíz de mi existencia, en mí
+que amo tanto el mundo y la vida, la imagen de la muerte, rica de
+hermosura y de poderosos atractivos, y trayendo en su mano paz y reposo.
+
+A menudo, independientemente del renovado y repentino afecto que me
+inspiras y de las otras consideraciones que dejo expuestas, me aflijo y
+me mortifico haciendo lamentables pronósticos. Yo, según has podido
+entrever y pronto es probable que veas, he empleado tal fuerza de
+voluntad y me he esmerado con tal sabiduría en cuidarme, que si mis ojos
+y el amor propio no me engañan, estoy como el sol que culmina en el
+meridiano; estoy, como nunca, lozana y bella. Pero esto mismo aumenta mi
+terror de una pronta caída. Me espanta descender con precipitación del
+único pedestal que me sostiene. ¿Qué será de mí cuando sea yo vieja y
+fea? ¿Qué me quedará de respetable y de digno y de simpático cuando
+vengan la vejez y las enfermedades y poco a poco me vayan destruyendo y
+matando? Hasta la distinción, hasta la traza de mujer elegante y hasta
+el señorío majestuoso que muchas personas hallan hoy y celebran en mí,
+todo me abandonará para siempre. Ya lo he notado yo con espanto en no
+pocas mujeres de mi laya que han envejecido. Su aristocrática distinción
+era formal y somera; no procedía de lo íntimo y de lo esencial, sino de
+la forma exterior y de los atavíos que la engalanaban. Para mujeres
+tales, la vejez no llega sola, sino que viene acompañada de la vileza y
+de la ruindad en que nacieron y en que vivieron hasta envolverse en el
+alucinador artificio de que al fin la vejez las desnuda. Pensando en
+todo esto me amedrenta la vejez, de tal suerte, que deseo morir antes.
+
+ * * * * *
+
+Vas a tenerme por presa de un delirio. No importa. Es menester que lo
+sepas, y te lo contaré todo. Se acerca el día en que has de venir a esta
+casa; en que he de cumplirte lo ofrecido. A menudo lo deseo, más todavía
+que puedes tú desearlo. Y sin condición, sin promesa, sin seguridad de
+que dure mi dicha, me propongo gozar de ella con tan reconcentrada
+intensidad, que encierre y cifre yo siglos y siglos en pocas horas.
+
+Y con todo, aquí no puedo menos de hacerte la confesión que me
+apesadumbra por el temor de que te lastime.
+
+Tienes un rival que se interpone entre tú y yo, y quiere y manda que yo
+no te cumpla lo ofrecido. Pretende guardarme para sí; que a ti te
+desdeñe y que sea yo para él solo. De subidísimo precio son las joyas y
+dones con que él me brinda y trata de ganarme la voluntad. Con un beso
+suyo se jacta de infiltrar en mis venas llama sutil que las purifique.
+Su abrazo será para mí como crisol candente en que mi ser se funda, y en
+que el metal de que está forjado deseche las escorias y salga limpio
+como el oro. Así seré digna de él, y él me hará suya para siempre. El
+entregarme a él con rendido y confiado abandono será la efusión de todo
+mi ser en lo infinito. Él me traerá completa hartura para mis anhelos de
+deleite, bálsamo para mis dolores, y eterno olvido para todas mis penas.
+Cuando pose él su mano sobre mi frente, borrará de allí el signo o la
+mancha que me desdora. En su regazo me dormiré en largo sueño que
+disipará y ahuyentará de mí para siempre todos los recuerdos vergonzosos
+de cuantas vilezas y ruindades me atormentan hoy. Prodigiosa es la
+hermosura de este rival que me solicita en tu daño. Su poder es inmenso.
+
+Imaginan las gentes que el Amor y la Muerte son hermanos. Yo me inclino
+ya a creer que el Genio de la muerte es el amor mismo. Morir es el
+supremo acto de amor que puede hacer toda criatura. La que se rinde y
+entrega enamorada a otra criatura mortal como ella, da su vida y su ser,
+pero limitadamente, con egoísmo, con abnegación fugitiva, recobrándose
+pronto y casi sin perderse ni por un instante. Pero el consorcio con el
+Genio de la muerte, que es el mismo amor, es eterno e indisoluble.
+
+La sustancia individual apenas tiene ya valer ni significado. Lo penetra
+y lo lleva todo, se diluye por la amplitud inmensa del éter y se
+prolonga en lo pasado y en lo venidero por el tiempo sin término que con
+la eternidad se confunde.
+
+Ya ves tú cuán seductor es el rival que tienes, rival que me persigue y
+a quien no quisiera yo dar los miserables restos de que la cansada vejez
+no me despoje; divinidad en cuyas aras no quisiera yo hacer ruin
+libación, vertiendo las heces del cáliz de mi vida, sino derramarle
+allí, generosa y hasta pródiga, cuando aún está lleno hasta la orla del
+filtro ardiente de pasiones y anhelos.
+
+ * * * * *
+
+Es más de media noche. Ha empezado el día de mi cumpleaños. Hoy vendrás
+a verme y yo debo recibirte.
+
+El empeño contra ti de tu rival prosigue con ímpetu. Mi egoísta amor de
+la vida, el terror que infunden lo desconocido, lo inmenso y lo obscuro
+que hay más allá, y todas mis aficiones a los materiales regalos y
+dulzuras, luchan en favor tuyo y me encadenan y tratan de retenerme
+cautiva para ti. Y por otra parte, mi imposible propósito de amor
+verdadero y único en la tierra, de purificación de culpas y de olvido de
+afrentas, me arrebata y pugna por echarme en brazos de la muerte. Hoy,
+como hace ya muchos años, no repruebo yo ni censuro las obras divinas
+que en torno mío resplandecen y cuya imagen se graba en mi alma. Todo,
+sin duda, está ordenado, perfecto, hermoso hoy como antes y como
+siempre. No exhalo la menor queja. En mí hay admiración y
+agradecimiento. La providencia, la fortuna, lo que quiera que sea, me ha
+mimado y me ha acariciado en vez de herirme. ¿Qué habrá sido de cuantas
+en Cádiz y en Sevilla fueron las compañeras de mi primera mocedad?
+Muchas habrán muerto; otras gemirán aún despreciadas y miserables en el
+hospital o en la reclusión de las delincuentes o de las arrepentidas, y
+otras se revolcarán en el lodo de las más hondas y negras capas
+sociales. ¡Cuántas gracias no me incumbe dar al cielo por la excepcional
+elevación en que estoy! Nada de protesta por parte mía ni de acusación
+contra él. Hasta el resultado de la santa educación que he dado a mi
+hija y que me ha valido que ella, sin poderlo remediar, de mí se
+avergüence, me parece natural y justo. Si me voy, pues, del haz de la
+tierra, no será por ira ni por enojo contra el cielo, será por el ansia
+impaciente de buscar y de hallar el amor que en la tierra no hallo.
+
+Años ha que esta sed de amor supremo acude a mi alma y me excita a
+buscarle fuera de la vida que hoy vivo. Pero antes había un fuerte lazo
+que a esta vida me ligaba, y ahora está desatado. Lucía me abandonó para
+unirse con su esposo eterno. ¿Por qué no he de volar yo también a unirme
+con mi eterno esposo?
+
+ * * * * *
+
+Mil veces antes de ahora han surgido en mi alma pensamientos y deseos de
+muerte. En otro tiempo, la fe viva los sofocaba. Hoy, muerta la fe, aún
+combate contra esos deseos y contra esos pensamientos mi natural
+discurso. Sin duda, me digo, existe una inteligencia soberana, presente
+en todo y que todo lo ordena y encamina a fin alto y dichoso. Don suyo
+es mi vida. Mi vida, hasta en medio de su vileza y de su
+insignificancia, tiene un objeto y concurre al orden natural de las
+cosas y al término y al desenlace de todas ellas prescritos en el plan
+divino. Despojarme yo de la vida sería rechazar con sacrílega soberbia
+el don que el cielo me ha otorgado: sería infringir monstruosamente la
+ley eterna y romper el orden natural con la energía de mi voluntad
+rebelde. No me disculpa el ansia de llegar al bien supremo. No debo ir a
+él violentamente: debo aguardar a que me llame. Soy impura, pero no es
+mi sangre, son mis lágrimas las que deben limpiar las impurezas de mi
+pecado. Hago mal en temer la vejez, la fealdad y las enfermedades que
+han de sobrevenirme. Hago mal en temer el abandono y el aislamiento en
+que voy a encontrarme y el desprecio con que me mirarán cuantos seres
+humanos me rodeen. De la soledad y del abismo de abyección en que yo
+caiga, mi alma podrá levantarse hermosa y feliz si la resignación la
+purifica. Así, y no en virtud de un acto de feroz violencia, podré
+elevarme hasta lo infinito a que aspiro.
+
+De esta suerte discurro yo por momentos, pero no tardo en burlarme de mi
+discurso y en imaginarle nacido de mi cobardía: del mísero egoísmo, del
+ruin apego a todo mi ser material, que me hace preferir su pausada
+decadencia en medio del desdén y del olvido de mis semejantes a su
+desaparición rápida y completa, que me lance de súbito en otro mundo
+mejor y perdurable y más amplia vida.
+
+ * * * * *
+
+Tiempo ha que adquirí, a costa de mucho oro, la poción libertadora.
+Contenida está en este lindísimo pomo que pongo sobre mi bufete. El
+sabio que me la vendió aseguraba que, sin dolor ninguno, en medio de un
+sueño delicioso, para con suavidad el movimiento del corazón y en las
+arterias y en las venas cuaja la sangre. La poción está compuesta de
+láudano y del jugo calmante de varias flores y plantas. Tal vez hay en
+la poción el refinado zumo de aquella hierba que gustó Glauco y le
+convirtió en Dios.
+
+Aún estoy vacilante, pero por momentos creo oír lejana música y voces
+suaves que desde una región desconocida y llena de misterios me llaman,
+me atraen y promueven en mí embriaguez y furor y apetito de ir a unirme
+con ellas.
+
+Adiós. Me pesan los párpados y van a cerrarse mis ojos. Aún persisto en
+la indecisión; no sé si beberé del pomo y mis ojos quedarán cerrados
+para siempre.
+
+De todos modos, hoy, antes de las diez, recibirás y leerás este libro.
+
+
+
+
+Conclusión
+
+
+El Vizconde de Goivoformoso le leyó en efecto, sintiendo sucesivamente
+dudas, sorpresa, susto e indecible angustia. Tenía por Rafaela cuanta
+estimación, cuanta amistad y cuanto cariño puede tener un gentil
+caballero por una mujer fácil y alegre, aunque por otra parte de corazón
+noble y leal y de muy buena pasta. Esperaba terminar una aventura
+amorosa, gratísima, bastante sentimental para que no fuese grosera, y lo
+menos trágica y lúgubre de cuantas aventuras puede haber en el mundo.
+Así es que el Vizconde pensó, primero, que Rafaela quería embromarle con
+todo aquello, aunque la broma era harto pesada. Imaginó luego que
+Rafaela se había vuelto loca: que los desdenes místicos de su hija
+habían perturbado su razón. Tal vez pensó también que la asidua lectura
+de libros malos e impíos había arrancado del alma de Rafaela las
+creencias cristianas que fueron su consuelo y la había inducido a tan
+horrendas abominaciones. En extremo le pasmó el deseo concebido y
+formulado por Rafaela de poner término y corona a la larga serie de sus
+livianos amores con un amor puro, fiel y constante. No quiso el Vizconde
+perder la esperanza. Aun aceptando como sinceramente sentido todo lo
+escrito por Rafaela, notó su indecisión hasta lo último, y se complació
+en suponer que el amor de la vida y del mundo había triunfado al fin, y
+que Rafaela le aguardaba, viva, lozana y amorosa. Dada esta suposición,
+él se prometía quitarle de la cabeza los romanticismos funestos y los
+ideales absurdos.
+
+--Dicen--exclamaba atribulado el Vizconde--que nuestro siglo carece de
+ideal. Las personas que presumen de poéticas y delicadas deploran mucho
+esta carencia. ¿Puede imaginarse mayor majadería? Al contrario: en
+nuestro siglo hay plaga de ideales. Son una epidemia, casi estoy por
+llamarlos una epizootia, causa de mil infortunios, guerras, revoluciones
+y muertes.
+
+Todo esto y mucho más lo discurría el Vizconde, sin sosiego, casi
+temblando de emoción, tomando a escape el sombrero, bajando
+precipitadamente las escaleras y entrando en el primer _fiacre_ que vio
+pasar para que le llevase a todo correr, y mucho antes de la hora
+convenida, en casa de la Sra. de Figueredo.
+
+Todavía en el camino, aunque le hizo el caballo a todo correr, pugnó el
+Vizconde por fortalecer su espíritu y por creer que lo que había leído
+no podía tener mal resultado y era sólo conjunto de burlas o de
+declamaciones, inventado por Rafaela para lucirse y hacer gala de las
+muchísimas cosas que había aprendido durante su larga estancia en París
+y de lo acicalado y agudo que había llegado a ponerse su ingenio.
+
+--Me va a recibir con risa. Va a soltar una sonora carcajada al ver mi
+inquietud. Es evidente... ella me ha enviado el libro para que yo acuda
+a la cita algunas horas antes... impaciente de verme... deseosa de que
+pasemos todo el día en amor y compaña.
+
+Fueron, no obstante, inútiles todos estos discursos del Vizconde. No
+consiguió tranquilizarse. Subió de dos en dos los escalones de la casa
+de Rafaela, y brincándole aceleradamente el corazón en el pecho, llamó a
+la puerta.
+
+El Barón de Castell-Bourdac, que acababa de llegar, fue quien le abrió.
+El espanto y el dolor estaban pintados en su cara.
+
+--Rafaela ha muerto, dijo, y lloró como un niño.
+
+Grande fue también la pena y el horror del Vizconde.
+
+_Madame_ Duval y la _mucamba_ estaban en la alcoba de la muerta, y ésta
+yacía tendida en la cama, pálida, inmóvil y hermosa. La última sonrisa
+plegaba aún suavemente sus labios. Sus ojos estaban cerrados, como si
+los tuviese así para ver interiormente con el espíritu prodigios y
+visiones de más altas esferas.
+
+ * * * * *
+
+Aquella extraña mujer había premeditado el suicidio desde mucho tiempo
+antes. Todo lo había dejado bien dispuesto, sin olvidar pormenores.
+Lucía quedaba por principal heredera, pero había cuantiosos legados para
+varios establecimientos de beneficencia en Andalucía, para _madame_
+Duval, la _mucamba_ y los demás criados.
+
+Al Barón, para no ofenderle y segura de que daría a los pobres lo que
+ella le dejase y no querría conservándolo pasar por interesado, nada le
+dejó sino la autorización de tomar de sus prendas y joyas todo cuanto
+quisiese como recuerdo. El Barón se limitó a tomar la sutil cadenita de
+oro y la medalla de la Virgen de Araceli, patrona de la ciudad de
+Lucena, que en su imaginación creadora le había pertenecido cincuenta
+años antes, cuando la hermosa Rafaela fue concebida.
+
+No acierto a ponderar el profundísimo dolor, la tristeza y el asombro
+que este trágico suceso produjo en el ánimo de mi buen amigo el Vizconde
+de Goivoformoso, que, más bien que como hombre maduro, como apasionado y
+vehemente mancebo había esperado y soñado en los regocijos y deleites de
+aquel día.
+
+Rafaela, además del testamento, había dejado instrucciones hasta sobre
+su entierro y sepultura, que el Barón y el Vizconde religiosamente
+cumplieron.
+
+El entierro fue modesto, como la señora de Figueredo lo había
+determinado. La enterraron en el cementerio del _Père_ Lachaise. Sobre
+la losa se grabó este epitafio que ella misma había escrito:
+
+_Aquí yace Rafaela la generosa, a quien Dios perdone por lo mucho que ha
+amado_.
+
+FIN
+
+
+
+
+
+End of the Project Gutenberg EBook of Genio y figura, by Juan Valera
+
+*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK GENIO Y FIGURA ***
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+Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
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+including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
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+Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
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+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at https://www.pglaf.org.
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+Foundation
+
+The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
+501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
+state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
+Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
+number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
+https://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
+permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
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+business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
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+ Dr. Gregory B. Newby
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+Literary Archive Foundation
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+Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
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+array of equipment including outdated equipment. Many small donations
+($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
+status with the IRS.
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+The Foundation is committed to complying with the laws regulating
+charities and charitable donations in all 50 states of the United
+States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
+considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
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+Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic
+works.
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+concept of a library of electronic works that could be freely shared
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+
+The Project Gutenberg EBook of Genio y figura, by Juan Valera
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+This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
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+Title: Genio y figura
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+Author: Juan Valera
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+Release Date: December 16, 2005 [EBook #17317]
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+Language: Spanish
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+Character set encoding: ISO-8859-1
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+*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK GENIO Y FIGURA ***
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+Produced by Chuck Greif
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+Character set for HTML: ISO-8859-1
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+</pre>
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+<hr style="width: 65%;" />
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+<h1><big>Genio y figura</big></h1>
+
+<h2>Por</h2>
+
+<h1>Juan Valera</h1>
+<hr style="width: 65%;" />
+<h3>Librer&iacute;a de Fernando F&eacute;</h3>
+<h3>Madrid</h3>
+<h3>1897</h3>
+<hr style="width: 65%;" />
+<h3>Cap&iacute;tulos:</h3>
+<table summary="capitulos"><tr><td>
+<a href="#I"><b>-I-,</b></a>
+<a href="#II"><b>-II-,</b></a>
+<a href="#III"><b>-III-,</b></a>
+<a href="#IV"><b>-IV-,</b></a>
+<a href="#V"><b>-V-,</b></a>
+<a href="#VI"><b>-VI-,</b></a>
+<a href="#VII"><b>-VII-,</b></a>
+<a href="#VIII"><b>-VIII-,</b></a>
+<a href="#IX"><b>-IX-,</b></a>
+<a href="#X"><b>-X-,</b></a>
+<a href="#XI"><b>-XI-,</b></a>
+<a href="#XII"><b>-XII-,</b></a>
+<a href="#XIII"><b>-XIII-,</b></a>
+<a href="#XIV"><b>-XIV-,</b></a>
+<a href="#XV"><b>-XV-,</b></a>
+<a href="#XVI"><b>-XVI-,</b></a>
+<a href="#XVII"><b>-XVII-,</b></a>
+<a href="#XVIII"><b>-XVIII-,</b></a>
+<a href="#XIX"><b>-XIX-,</b></a>
+<a href="#XX"><b>-XX-,</b></a>
+<a href="#XXI"><b>-XXI-,</b></a>
+<a href="#XXII"><b>-XXII-,</b></a>
+<a href="#XXIII"><b>-XXIII-,</b></a>
+<a href="#XXIV"><b>-XXIV-,</b></a>
+<a href="#XXV"><b>-XXV-,</b></a>
+<a href="#XXVI"><b>-XXVI-,</b></a>
+<a href="#XXVII"><b>-XXVII-,</b></a>
+<a href="#XXVIII"><b>-XXVIII-,</b></a>
+<a href="#Confidencias"><b>Confidencias,</b></a>
+<a href="#Conclusion"><b>Conclusi&oacute;n.</b></a></td></tr>
+</table>
+
+<p class="derecha">
+<i>Medio de fonte leporum</i><br />
+<i>Surgit amari aliquid, quod in ipsis floribus augat</i>.<br />
+<br />
+(Lucretii. <i>De nat. rer.</i> <i>libr. IV</i>).<br />
+</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="I" id="I"></a>-I-</h2>
+
+
+<p>En tres distintas y muy apartadas &eacute;pocas de mi vida, peregrinando yo
+por diversos pa&iacute;ses de Europa y Am&eacute;rica, o residiendo en las capitales,
+he tratado al vizconde de Goivo-Formoso, diplom&aacute;tico portugu&eacute;s, con
+quien he tenido amistad afectuosa y constante. En nuestras
+conversaciones, cuando est&aacute;bamos en el mismo punto, y por cartas, cuando
+est&aacute;bamos en punto distinto, discut&iacute;amos no poco, sosteniendo las m&aacute;s
+opuestas opiniones, lo cual, lejos de desatar los lazos de nuestra
+amistad, contribu&iacute;a a estrecharlos, porque siempre ten&iacute;amos qu&eacute;
+decirnos, y nuestras conversaciones y disputas nos parec&iacute;an animadas y
+amenas.</p>
+
+<p>Firme creyente yo en el libre albedr&iacute;o, aseguraba que todo ser humano,
+ya por naturaleza, ya por gracia, que Dios le concede si de ella se hace
+merecedor, puede vencer las m&aacute;s perversas inclinaciones, domar el
+car&aacute;cter m&aacute;s avieso y no incurrir ni en falta ni en pecado. El Vizconde,
+por el contrario, lo explicaba todo por el determinismo; aseguraba que
+toda persona era como Dios o el diablo la hab&iacute;a hecho, y que no hab&iacute;a
+poder en su alma para modificar su car&aacute;cter y para que las acciones de
+su vida no fuesen sin excepci&oacute;n efecto l&oacute;gico e inevitable de ese
+car&aacute;cter mismo.</p>
+
+<p>Los ejemplos, en mi sentir, nada prueban. De ning&uacute;n caso particular
+pueden inferirse reglas generales. Por esto creo yo que siempre es falsa
+o es vana cualquier moraleja que de una novela, de un cuento o de una
+historia se saca.</p>
+
+<p>Mi amigo quer&iacute;a sacarla de los sucesos de la vida de cierta dama que
+ambos hemos conocido y tratado con alguna intimidad, y quer&iacute;a probar su
+tesis y la verdad trascendente del refr&aacute;n que dice: <i>genio y figura,
+hasta la sepultura</i>.</p>
+
+<p>Yo no quiero probar nada, y menos a&uacute;n dejarme convencer; pero la vida,
+el car&aacute;cter y los varios lances, acciones y pasiones de la persona que
+mi amigo pon&iacute;a como muestra son tan curiosos y singulares, que me
+inspiran el deseo de relatarlos aqu&iacute;, cont&aacute;ndolos como quien cuenta un
+cuento.</p>
+
+<p>Voy, pues, a ver si los relato, y si consigo, no adoctrinar ni ense&ntilde;ar
+nada, sino divertir algunos momentos o interesar a quien me lea.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="II" id="II"></a>-II-</h2>
+
+
+<p>Hace ya muchos a&ntilde;os, el vizconde y yo, j&oacute;venes entonces ambos,
+viv&iacute;amos en la hermosa ciudad de R&iacute;o de Janeiro, capital del Brasil, de
+la que est&aacute;bamos encantados y se nos antojaba un para&iacute;so, a pesar de
+ciertos inconvenientes, faltas y aun sobras.</p>
+
+<p>La fiebre amarilla, reci&eacute;n establecida en aquellas regiones, sol&iacute;a
+ensa&ntilde;arse con los forasteros.</p>
+
+<p>Las <i>baratas</i>, que as&iacute; llaman all&iacute; a ciertas asquerosas cucarachas con
+alas, nos daban much&iacute;simo asco, sobre todo en los instantes que preceden
+a la lluvia, porque dichos animalitos buscan refugio en las
+habitaciones, las invaden, cuajan el aire formando espesas nubes, se
+posan en los muebles, en las manos y en las caras y esparcen un olor
+empalagoso y algo nauseabundo.</p>
+
+<p>Otros inconvenientes y sobras hab&iacute;a tambi&eacute;n por all&iacute;, aunque no hablo de
+ellos por no pecar de prolijo. Pero en cambio, &iexcl;cu&aacute;nta hermosura y
+cu&aacute;nta magnificencia! El B&oacute;sforo de Tracia, el risue&ntilde;o golfo de N&aacute;poles
+y la dilatada extensi&oacute;n del Tajo frente de Lisboa, son mezquinos, feos y
+pobres, comparados con la gran bah&iacute;a de R&iacute;o sembrada de islas
+fertil&iacute;simas siempre floridas y verdes, y cuyos &aacute;rboles llegan y se
+inclinan hasta el mar y ba&ntilde;an los frondosos ramos en las ondas azules.
+Los bosques de naranjos y de limoneros, con fruto y con flor a la vez,
+embalsaman el aire. Los pintados pajarillos, las mariposas y las
+lib&eacute;lulas de resplandecientes colores esmaltan y alegran el ambiente
+di&aacute;fano. Por la noche, el cielo parece m&aacute;s hondo que en Europa, no negro
+sino azul, y todo &eacute;l lleno de estrellas m&aacute;s luminosas y grandes que las
+que se ven en nuestro hemisferio.</p>
+
+<p>Confieso que es l&aacute;stima que la vista de todo aquello no despierte en
+nuestra alma recuerdos hist&oacute;ricos muy ricos de poes&iacute;a, y que las
+monta&ntilde;as que circundan la bah&iacute;a tengan nombres tan vulgares. No es all&iacute;,
+por ejemplo, como en N&aacute;poles y en sus alrededores, donde cada piedra,
+cada escollo y cada gruta tiene su leyenda y evoca las sombras de uno o
+de muchos personajes hist&oacute;ricos o m&iacute;ticos: Ulises, las Sirenas, Eneas,
+la Sibila de Cumas, los h&eacute;roes de Roma, los sabios de la magna Grecia,
+An&iacute;bal olvid&aacute;ndose de sus triunfos en las delicias de Capua, Alfonso de
+Arag&oacute;n el Magn&aacute;nimo haciendo renacer y florecer la antigua cl&aacute;sica
+cultura, todo esto acude a la mente del que vive en N&aacute;poles y hasta se
+pone en consonancia con los nombres sonoros y nobles que conservan los
+sitios: el Posilipo, el V&oacute;mero, Capri, Ischia, Sorrento, el Vesubio,
+Capua, Pestum, Cumas, Amalfi y Salerno.</p>
+
+<p>En cambio, los nombres de los alrededores de R&iacute;o no pueden ser m&aacute;s
+vulgares ni m&aacute;s vac&iacute;os de todo po&eacute;tico significado: la Sierra de los
+&Oacute;rganos, el Corcobado, el Pan de Az&uacute;car, Botafogo, las Larangeiras y la
+Tejuca.</p>
+
+<p>La falta, no obstante, de sonoridad y nobleza en los nombres, y de altos
+recuerdos hist&oacute;ricos en los sitios, est&aacute; m&aacute;s que compensada por la
+espl&eacute;ndida pompa y por la gala inmarcesible que la f&eacute;rtil naturaleza
+despliega all&iacute; y difunde por todos lados.</p>
+
+<p>Nuestro mayor recreo campestre era ir a caballo a la Tejuca, con la
+fresca, casi al anochecer. Pas&aacute;bamos la noche en una buena fonda que
+all&iacute; hab&iacute;a, donde nunca faltaba gente alegre que jugaba a los naipes y
+cenaba ya tarde. Tambi&eacute;n se sol&iacute;a bailar cuando hab&iacute;a mujeres.</p>
+
+<p>Aquel sitio era delicioso. El fresco y abundante caudal de agua
+cristalina que tra&iacute;a un riachuelo se lanzaba desde la altura de unos
+cuantos metros y formaba una cascada espumosa y resonante. Por todas
+partes hab&iacute;a gran espesura de siempre verdes &aacute;rboles; palmas, cocoteros,
+mangueras y enormes matas de bamb&uacute;es. Innumerable multitud de
+luci&eacute;rnagas o cocuyos volaban y bull&iacute;an por donde quiera, durante la
+noche, e iluminaban con sus fugaces y fant&aacute;sticos resplandores hasta lo
+m&aacute;s esquivo y umbr&iacute;o de las enramadas.</p>
+
+<p>De las frecuentes expediciones a la Tejuca, ya volv&iacute;amos a altas horas
+de la noche, formando alegre cabalgata, ya volv&iacute;amos al rayar el alba.</p>
+
+<p>No se crea con todo, que las expediciones a la Tejuca eran el mayor
+encanto que R&iacute;o ten&iacute;a para nosotros. Hab&iacute;a otro encanto mucho mayor, la
+casa de la Sra. de Figueredo, centro brillant&iacute;simo de la <i>high life</i>
+<i>fluminense</i>.</p>
+
+<p>La Sra. de Figueredo tendr&iacute;a entonces de veinticinco a treinta a&ntilde;os: era
+una de las mujeres m&aacute;s hermosas, elegantes y amables que he conocido. Su
+marido, ya muy viejo, era quiz&aacute; el m&aacute;s rico capitalista de todo el
+Brasil. Prendado de su mujer, gustaba de que luciese, y lejos de
+escatimar, prodigaba el dinero que dicho fin requer&iacute;a.</p>
+
+<p>Su vivienda era un hotel espacioso, amueblado con primor y con lujo, en
+el centro de un bello jard&iacute;n, bastante dilatado para que por su
+extensi&oacute;n casi pudiera llamarse parque.</p>
+
+<p>Menos en las temporadas en que hab&iacute;a teatro, la Sra. de Figueredo
+recib&iacute;a todas las noches. Cuando hab&iacute;a teatro recib&iacute;a tambi&eacute;n, pero no
+siempre. Sus tertulias eran animad&iacute;simas y sol&iacute;an durar hasta despu&eacute;s de
+la una. Bien pod&iacute;a afirmarse que empezaban a las siete, porque la Sra.
+de Figueredo rara vez dejaba de tener convidados a comer, agasaj&aacute;ndolos
+con cuantas delicadezas gastron&oacute;micas puede inventar y condimentar un
+buen cocinero, sin freno ni tasa en el gasto. Pero lo que sobre todo
+hac&iacute;a agradable aquella casa, era la misma Sra. de Figueredo, que un&iacute;a a
+su elegancia, discreci&oacute;n y hermosura, el car&aacute;cter m&aacute;s franco y
+regocijado. Del sitio en que ella se presentaba, sal&iacute;a huyendo la
+tristeza. En torno suyo y en su presencia, no hab&iacute;a m&aacute;s que
+conversaciones apacibles o jocosas, risas y burlas inocentes, sin
+mordacidad ni grave perjuicio del pr&oacute;jimo. Natural era, pues, que el
+primer obsequio que, no bien llegase a R&iacute;o, se pod&iacute;a hacer a un
+forastero, era presentarle a una dama tan hospitalaria y divertida.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="III" id="III"></a>-III-</h2>
+
+
+<p>En el tiempo de que voy hablando, aport&oacute; a R&iacute;o, como secretario de
+la Legaci&oacute;n de Su Majestad Brit&aacute;nica, un inglesito joven y guapo;
+probablemente tendr&iacute;a ya cerca de treinta a&ntilde;os, pero su rostro era muy
+ani&ntilde;ado y parec&iacute;a de mucha menor edad. Era blanco, rubio, con ojos
+azules y con poqu&iacute;sima barba, que llevaba muy afeitada, salvo el
+bigotillo, tan suave, que parec&iacute;a bozo y que era m&aacute;s rubio que el
+cabello. Era alto y esbelto, pero distaba no poco de ser un alfe&ntilde;ique.
+En realidad era fuerte y muy &aacute;gil y adiestrado en todos los ejercicios
+corporales. Ten&iacute;a talento e instrucci&oacute;n, y hablaba bien franc&eacute;s, espa&ntilde;ol
+e italiano, aunque todo con el acento de su tierra. Ten&iacute;a modales
+fin&iacute;simos, aire aristocr&aacute;tico y conversaci&oacute;n muy amena cuando tomaba
+confianza, pues en general parec&iacute;a t&iacute;mido y vergonzoso, y a cada paso,
+por cualquier motivo y a veces sin aparente motivo, se pon&iacute;a colorado
+como la grana.</p>
+
+<p>No est&aacute; bien que se declare aqu&iacute; el verdadero nombre de este inglesito.
+Para designarle le dar&eacute; un nombre cualquiera. El apellido Maury es muy
+com&uacute;n. Hay Maurys en Francia, Inglaterra y Espa&ntilde;a. Supongamos, pues, que
+nuestro inglesito se llamaba Juan Maury.</p>
+
+<p>El Vizconde y yo nos hicimos en seguida muy amigos suyos, y los tres
+&iacute;bamos juntos a todas partes. Claro est&aacute; que una de las primeras a donde
+le llevamos fue a la tertulia de la Sra. de Figueredo, la cual le
+recibi&oacute; con extremada afabilidad, y dej&oacute; conocer desde luego que el
+inglesito no le hab&iacute;a parecido saco de paja. &Eacute;l tambi&eacute;n, a pesar de ser
+muy reservado, como tom&oacute; con nosotros grand&iacute;sima confianza, nos confes&oacute;
+que la Sra. de Figueredo era muy de su gusto, y se nos mostr&oacute;
+curios&iacute;simo de saber sus antecedentes; su vida y milagros, como si
+dij&eacute;ramos. El Vizconde, que estaba bien informado de todo, y si no de
+todo, de mucho, le cont&oacute; cuanto sab&iacute;a, haciendo una relaci&oacute;n, que vamos
+a reproducir aqu&iacute;, poco m&aacute;s o menos como el Vizconde la hizo.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="IV" id="IV"></a>-IV-</h2>
+
+
+<p>Hace ya mucho tiempo que ciertas ni&ntilde;as espa&ntilde;olas, y particularmente
+las andaluzas, acuden a la gran ciudad de Lisboa, en busca de mejor
+suerte. Los se&ntilde;oritos de por all&iacute;, los <i>janotas</i>, que es como si
+dij&eacute;ramos los j&oacute;venes elegantes, <i>dandies</i> o <i>gomosos</i> de Portugal, se
+pirran y despepitan por las tales ni&ntilde;as espa&ntilde;olas. De ellas aprenden a
+hablar un castellano muy chusco y andaluzado: <i>flamenco</i>, como ahora se
+dice no s&eacute; porqu&eacute;. Ignoro si persisten estas costumbres; pero s&iacute; dir&eacute;
+que, hace veinte a&ntilde;os, todav&iacute;a el vocablo espa&ntilde;olita era en Lisboa
+sin&oacute;nimo de lo que por aqu&iacute; pudi&eacute;ramos llamar <i>hetera, suripanta</i> o
+<i>moza de rumbo</i>. La afici&oacute;n decidida a las espa&ntilde;olitas era entonces el
+m&aacute;s pronunciado s&iacute;ntoma y el m&aacute;s elocuente indicio de la posible uni&oacute;n
+ib&eacute;rica.</p>
+
+<p>El Vizconde, al empezar su narraci&oacute;n, sosten&iacute;a sin rodeos ni disimulos
+que ocho a&ntilde;os antes del momento en que hablaba, hab&iacute;a conocido a la Sra.
+de Figueredo, soltera a&uacute;n y figurando y descollando entre las
+espa&ntilde;olitas de Lisboa.</p>
+
+<p>La llamaban Rafaela, y por sus altas prendas y rar&iacute;simas cualidades la
+apellidaban <i>la Generosa</i>.</p>
+
+<p>Rafaela apenas ten&iacute;a entonces veinte abriles. Era gaditana, y hubiera
+podido decirse que se hab&iacute;a tra&iacute;do a Lisboa todo el salero, la gracia y
+el garabato de Andaluc&iacute;a.</p>
+
+<p>&mdash;Yo la vi por vez primera, dec&iacute;a el Vizconde, en aquella plaza de toros.
+Al aparecer en un palco, con otras tres amigas, los cinco o seis mil
+espectadores que hab&iacute;a en la plaza, clavaron la vista en Rafaela y
+rompieron en gritos de admiraci&oacute;n y entusiasmo. Ven&iacute;a ella con vestido
+de seda muy ce&ntilde;ido, que revelaba todas las airosas curvas de su cuerpo
+juvenil, y en la graciosa cabeza, sobre el pelo negro como el azabache,
+llevaba claveles rojos y una mantilla blanca de rica blonda catalana.</p>
+
+<p>La funci&oacute;n hac&iacute;a tiempo que hab&iacute;a empezado. Un diestro caballero en
+plaza sobre fogoso caballo, que hac&iacute;a caracolear con pasmosa maestr&iacute;a,
+se aprestaba a poner un par de banderillas a un soberbio toro <i>puro</i>,
+que de esta suerte califican en Portugal los toros que nunca han sido
+lidiados.</p>
+
+<p>Pero todo se suspendi&oacute; y durante uno o dos minutos, nadie prest&oacute;
+atenci&oacute;n ni al diestro de las banderillas ni al toro <i>puro</i> tampoco,
+distra&iacute;da y embelesada la gente por la aparici&oacute;n de Rafaela la Generosa.
+En el brazo izquierdo llevaba ella un enorme pa&ntilde;ol&oacute;n de seda roja,
+cubierto de lindas flores prolijamente bordadas en el Imperio Celeste;
+y, seg&uacute;n es uso en Lisboa, lo extendi&oacute; como colgadura sobre el antepecho
+del palco. En otros muchos hab&iacute;a colgaduras por el estilo, lo cual daba
+a la plaza apariencia vistosa y alegre, pero ning&uacute;n pa&ntilde;ol&oacute;n era m&aacute;s
+bonito que el de Rafaela ni hab&iacute;a sido extendido con mayor garbo y
+desenfado.</p>
+
+<p>As&iacute; recordaba el Vizconde este y otros muchos triunfos de Rafaela; pero
+no sin raz&oacute;n la llamaban la Generosa.</p>
+
+<p>Su magnanimidad y su desprendimiento eran tales que siempre los ingresos
+resultaban para ella muy inferiores a los gastos y el auge de su fortuna
+distaba much&iacute;simo de corresponder a sus triunfos.</p>
+
+<p>Los <i>janotas</i> que frecuentaban m&aacute;s a Rafaela, aseguraban que era toda
+ella coraz&oacute;n. De aqu&iacute; que sus negocios econ&oacute;micos fuesen de mal en peor
+en Lisboa, donde lleg&oacute; a tener mil desazones y apuros.</p>
+
+<p>En ellos la socorri&oacute; generosamente cierto caballero principal,
+entusiasta del arte y de la belleza, pero no bastante rico para ser muy
+dadivoso. Rafaela adem&aacute;s ten&iacute;a estrecha conciencia, y aunque parezca
+inveros&iacute;mil en mujeres de su clase, no exig&iacute;a ni ped&iacute;a y hasta rehusaba
+las d&aacute;divas de sus buenos amigos cuando pensaba que eran superiores a
+sus medios y recursos.</p>
+
+<p>En esta situaci&oacute;n, el caballero que tanto se interesaba por ella, form&oacute;
+un proyecto algo aventurado, pero que daba esperanzas de buen &eacute;xito.</p>
+
+<p>En su sentir, la hermosura corporal no era el &uacute;nico m&eacute;rito de la
+muchacha. Aunque poco o nada cultivado, pose&iacute;a adem&aacute;s gran talento
+art&iacute;stico, que aquel su protector tal vez exageraba deslumbrado por el
+cari&ntilde;o. Como quiera que fuese, &eacute;l imaginaba que Rafaela ten&iacute;a una voz
+dulce y simp&aacute;tica; que cantaba lindamente canciones andaluzas y que
+bailaba el fandango, el vito y el jaleo de Jerez por estilo admirable.
+No hab&iacute;a aprendido ni la m&uacute;sica ni la danza, pero la misma carencia de
+arte y de estudio prestaba a su baile y a su canto cierta originalidad
+espont&aacute;nea, llena de singular hechizo.</p>
+
+<p>&iquest;Porqu&eacute; no hab&iacute;a de ir Rafaela a un pa&iacute;s remoto y presentarse all&iacute; no
+como aventurera sino como artista?</p>
+
+<p>El protector decidi&oacute;, pues, que Rafaela fuese a R&iacute;o de Janeiro a cantar
+y a bailar.</p>
+
+<p>Los brasile&ntilde;os son muy aficionados a la m&uacute;sica, y asimismo muy m&uacute;sicos.
+Sus <i>modinhas</i> y sus <i>londums</i> merecen la fama de que gozan, por lo
+inspirados y graciosos, prest&aacute;ndoles singular car&aacute;cter el elemento o
+fondo que en ellos se nota de la m&uacute;sica de los negros. Grande es mi
+ignorancia del arte musical y temo incurrir en error; pero vali&eacute;ndome de
+una comparaci&oacute;n, he de decir lo que me parece.</p>
+
+<p>Figur&eacute;monos que hay en una pipa una solera de vino generoso, muy
+exquisito y rancio; que se reparte la solera entre tres vinicultores, y
+que cada uno de ellos ali&ntilde;a su vino y le da valor con el vino exquisito
+que en su parte de la solera le ha tocado. Los tres vinos tendr&aacute;n
+distintas cualidades, pero habr&aacute; en los tres algo de com&uacute;n y de
+id&eacute;ntico, precisamente en lo de m&aacute;s valer y en lo m&aacute;s sustancioso. As&iacute;
+encuentro yo que en las guajiras y en otros cantares y m&uacute;sicas de la
+isla de Cuba, en los de los <i>minstrels</i> de los Estados Unidos y en los
+cantos y bailes populares del Brasil, hay un fondo id&eacute;ntico que les da
+singular car&aacute;cter, y que proviene de la inspiraci&oacute;n musical de la raza
+cam&iacute;tica.</p>
+
+<p>Si Rafaela iba al Brasil y cantaba y bailaba all&iacute; con originalidad de
+muy distinto g&eacute;nero, ya que el elemento o fondo primitivo de sus
+canciones o era ind&iacute;gena de nuestra Pen&iacute;nsula o proven&iacute;a acaso de Arabia
+o del Indost&aacute;n por medio de los gitanos, Rafaela, sin duda, iba a pasmar
+agradablemente a los brasile&ntilde;os por la ex&oacute;tica extra&ntilde;eza de sus cantos y
+de sus bailes.</p>
+
+<p>Aprob&oacute; la muchacha el plan que su protector le propuso. Este, aunque no
+sin fatiga y esfuerzo, le prest&oacute; dinero para el viaje y logr&oacute; darle
+tambi&eacute;n una muy valiosa carta de recomendaci&oacute;n, dirigida con el mayor
+empe&ntilde;o y ah&iacute;nco y por persona de grande influjo al m&aacute;s rico capitalista
+de R&iacute;o de Janeiro, que era el Sr. de Figueredo, a quien ya conocemos.</p>
+
+<p>El Sr. de Figueredo, sin embargo, era entonces un personaje muy distinto
+del que m&aacute;s tarde fue. Sin dejar de enriquecerse, acometiendo, movido
+por la codicia, las m&aacute;s atrevidas empresas, deb&iacute;a principalmente sus
+grandes bienes de fortuna a una econom&iacute;a tan severa que rayaba en lo
+s&oacute;rdido, y al ejercicio de la usura prestando dinero sobre buenas
+hipotecas y a inter&eacute;s muy alto.</p>
+
+<p>Habitaba, se trataba y se vest&iacute;a casi como un pordiosero, y exhalaba un
+mill&oacute;n de suspiros y daba cincuenta vueltas a un <i>cruzado</i> antes de
+gastarle. Tales prendas y condiciones no eran las m&aacute;s aprop&oacute;sito para
+que en R&iacute;o le quisiesen y le respetasen. El Sr. de Figueredo era m&aacute;s
+bien despreciado y aborrecido, y por lo tanto, el sujeto menos id&oacute;neo
+para patrocinar e introducir ante el p&uacute;blico a una artista que aspirase
+a hacerse aplaudir.</p>
+
+<p>Consternado recibi&oacute; la carta, porque deb&iacute;a favores a quien se la
+escrib&iacute;a, ten&iacute;a obligaci&oacute;n de complacerle y no se consideraba muy apto
+para tan dif&iacute;cil empe&ntilde;o.</p>
+
+<p>Rafaela era adem&aacute;s tan mona, tan insinuante y tan dulce, que el Sr. de
+Figueredo, a pesar de lo arisco e invulnerable que hab&iacute;a sido toda su
+vida, que por entonces contaba ya sesenta y cinco a&ntilde;os de duraci&oacute;n, se
+sinti&oacute; muy propenso a favorecer a la muchacha en cuanto estuviera a su
+alcance. As&iacute; es que hizo muchas gestiones y consigui&oacute; que el peri&oacute;dico
+de mayor circulaci&oacute;n de R&iacute;o, <i>O Jornal do comercio</i>, anunciase con bombo
+y platillos la feliz llegada y pr&oacute;xima aparici&oacute;n en el teatro de la
+famosa artista espa&ntilde;ola, y consigui&oacute; tambi&eacute;n que el empresario la oyese,
+la viese y la ajustase para dar un concierto con intermedios sabrosos de
+danza andaluza. Pronto lleg&oacute; la noche de la funci&oacute;n. El teatro estaba de
+bote en bote. El p&uacute;blico hab&iacute;a acudido, excitado por la curiosidad, mas
+no por la benevolencia. Al contrario, el odio y el desprecio que el Sr.
+de Figueredo inspiraba, tocaron como por carambola y se estrellaron
+contra la pobre Rafaela. La mayor&iacute;a de los oyentes sostuvo que Rafaela
+desentonaba y daba feroces gallipavos, y las damas severas y virtuosas y
+los honrados padres de familia clamaron contra el esc&aacute;ndalo, e hicieron
+que su pudor ofendido tocase a somat&eacute;n. El resultado de todo fue una
+espantosa silba, acompa&ntilde;ada de variados proyectiles, con los que en
+aquel fecundo suelo brinda Pomona. Sobre la pobre Rafaela cay&oacute; un
+diluvio de aguacates, tomates, naranjas, bananas, cambuc&aacute;s y mantecosas
+chirimoyas. Rafaela estaba dotada de un estoicismo, no s&oacute;lo a prueba de
+fruta, sino a prueba de bomba. Sufri&oacute; con calma el descalabro y hasta lo
+tom&oacute; a risa, calificando de majaderos a los que supon&iacute;an que cantaba mal
+y de hip&oacute;critas a los que censuraban sus evoluciones y meneos
+coreogr&aacute;ficos.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="V" id="V"></a>-V-</h2>
+
+
+<p>Las burlas y los chistes con que Rafaela se vengaba de la silba,
+hac&iacute;an mucha gracia al se&ntilde;or de Figueredo, quien se consideraba tambi&eacute;n
+vejado, lastimado, silbado y rechazado por la sociedad elegante de R&iacute;o.
+Entend&iacute;a adem&aacute;s el se&ntilde;or de Figueredo que Rafaela cantaba como un
+<i>sab&iacute;a</i> o como un <i>gaturramo</i>, que son la calandria y el ruise&ntilde;or de por
+all&iacute;, y que en punto a danzar echaba la zancadilla a la propia
+Terps&iacute;core. La silba, por consiguiente, de que Rafaela hab&iacute;a sido
+v&iacute;ctima, parec&iacute;a injusta al viejo usurero y motivada por el odio que a
+&eacute;l le ten&iacute;an, por donde imaginaba que deb&iacute;a consolar a Rafaela e
+indemnizarla del da&ntilde;o que le hab&iacute;a causado.</p>
+
+<p>El oficio de darle consuelo le parec&iacute;a grat&iacute;simo y en su modestia lleg&oacute;
+a creer que &eacute;l, y no ella, era el verdadero consolado.</p>
+
+<p>Cada d&iacute;a simpatizaba m&aacute;s con Rafaela. Se pon&iacute;a melanc&oacute;lico cuando estaba
+lejos de ella. Y no bien despachaba los asuntos de su casa, se iba a
+acompa&ntilde;arla en la fonda donde ella viv&iacute;a.</p>
+
+<p>Con rapidez extraordinaria tom&oacute; Rafaela sobre el viejo omn&iacute;modo
+ascendiente y le ejerci&oacute; con discreci&oacute;n y provecho. El Sr. de Figueredo
+estaba en borrador, y Rafaela se propuso y consigui&oacute; ponerle en limpio,
+realizando en &eacute;l una transfiguraci&oacute;n de las m&aacute;s milagrosas.</p>
+
+<p>Ella misma sab&iacute;a por experiencia lo que era y val&iacute;a transfigurarse. No
+recordaba de d&oacute;nde hab&iacute;a salido ni c&oacute;mo hab&iacute;a crecido. En C&aacute;diz, en el
+Puerto, en Sevilla y en otros lugares andaluces, hab&iacute;a pasado su primera
+mocedad, trat&aacute;ndose con majos, contrabandistas, chalanes y otra gente
+menuda, sin picar al principio muy alto y sin elevarse sino muy rara vez
+hasta los se&ntilde;oritos. As&iacute; es, que en dicha primera mocedad, hab&iacute;a sido
+algo descuidadilla. En Lisboa fue donde se aristocratiz&oacute;, se encumbr&oacute;, y
+con el trato de los <i>janotas</i>, acab&oacute; por asearse, pulirse, adobarse y
+llegar en el esmero con que cuidaba su persona hasta el refinamiento m&aacute;s
+exquisito.</p>
+
+<p>El desali&ntilde;o y la suciedad de los sujetos que andaban cerca de ella, como
+ella era tan pulcra, le causaban repugnancia. Puso pues, en prensa su
+claro y apremiante entendimiento para insinuar el concepto y el apetito
+de la limpieza en la mente obscura y en la aletargada voluntad del Sr.
+de Figueredo. Con mil per&iacute;frasis sutiles y con diez mil ingeniosos
+rodeos le hizo conocer, sin dec&iacute;rselo, que era lo que vulgarmente
+llamamos un cochino, y logr&oacute; hacer en &eacute;l, con la magia de su persuasiva
+elocuencia, lo contrario de lo que hizo Circe en los compa&ntilde;eros de
+Ulises, a quienes dio la forma del mencionado paquidermo. Tanto habl&oacute; de
+lo conveniente para la salud que eran los ba&ntilde;os diarios, y el frotarse,
+fregarse y escamondarse con jab&oacute;n y con un guante &aacute;spero, que infundi&oacute;
+al Sr. de Figueredo la gana de hacer todas aquellas operaciones. Y las
+hizo, y ya parec&iacute;a otro y tan remozado como si &eacute;l no fuese &eacute;l sino su
+hijo. Luego fue Rafaela a la <i>rua do Ouvidor</i>, donde est&aacute;n las mejores
+tiendas, y en la perfumer&iacute;a de moda, compr&oacute; cepillos de dientes y pelo,
+polvos y loci&oacute;n vegetal para limpi&aacute;rselos, y aguas olorosas, cosm&eacute;ticos,
+peines y otros utensilios de tocador. Este fue el primer regalo que hizo
+Rafaela a D. Joaqu&iacute;n, que tal era el nombre de pila del Sr. de
+Figueredo. Y bueno ser&aacute; advertir en este lugar, porque yo soy muy
+escrupuloso y no quiero apartarme un &aacute;pice de la verdad, que pongo el
+Don antes del Joaqu&iacute;n por acomodarme al uso y lenguaje de Espa&ntilde;a, porque
+en Portugal, y m&aacute;s a&uacute;n en el Brasil, son rar&iacute;simos los Dones y s&oacute;lo le
+llevan los hombres de pocas familias. Cuando yo estuve en el Brasil, si
+no recuerdo mal, s&oacute;lo habr&iacute;a media docena de Dones en todo el Imperio.
+Las se&ntilde;oras en cambio tienen todas, no s&oacute;lo Don sino excelencia, y hasta
+la m&aacute;s humilde es la Excma. Sra. do&ntilde;a Fulana: prueba inequ&iacute;voca de la
+extremada galanter&iacute;a de los portugueses.</p>
+
+<p>A pesar de lo dicho, se justifica el que yo llame <i>Don</i> al Sr. de
+Figueredo, porque, como al fin se cas&oacute; con Rafaela que era espa&ntilde;ola, y
+esta dio en llamarle mi D. Joaqu&iacute;n, todos los amigos y conocidos, y
+lleg&oacute; a tener enjambres de ellos, aunque le suprimieron el <i>mi</i>, le
+dejaron el <i>Don</i>, y &eacute;l acab&oacute; por ser universalmente <i>donificado</i>. Pero
+no adelantemos los sucesos.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="VI" id="VI"></a>-VI-</h2>
+
+
+<p>Mucho se ha discutido, se discute y se discutir&aacute;, sobre si la amena
+literatura y otras artes del deleite, est&eacute;ticas o bellas, deben o no ser
+docentes. Afirman muchos que basta con que sean decentes, sin procurar
+fuera de ellas fin alguno, y sin ense&ntilde;ar nada: pero es lo cierto, que la
+creaci&oacute;n de la belleza, y su contemplaci&oacute;n, una vez creada, elevan el
+alma de los hombres y los mejora, por donde casi siempre las bellas
+artes ense&ntilde;an sin querer, y tienen eficacia para convertir en buenas y
+hasta en excelentes las almas que por su rudeza y por los fines vulgares
+a que antes se hab&iacute;an consagrado eran menos que medianas, ya que no
+malas. Algo de este influjo ben&eacute;fico ejercieron en el esp&iacute;ritu de don
+Joaqu&iacute;n las bellas artes de Rafaela. No me atrever&eacute; yo a calificarlas de
+decentes por completo, pero no puede negarse que fueron docentes. Ella
+las ejerci&oacute; con certero instinto, superior a toda reflexi&oacute;n y a todo
+c&aacute;lculo. Procedi&oacute; con lentitud prudent&iacute;sima para que la transfiguraci&oacute;n
+no chocase, ni sorprendiese en extremo, ni al p&uacute;blico que hab&iacute;a de
+verla, ni al transfigurado que en su propio ser hab&iacute;a de realizarla.</p>
+
+<p>Escamondado ya interiormente D. Joaqu&iacute;n, Rafaela le oblig&oacute; a que se
+afeitase casi de diario y a que se cortase bien las canas, que limpias,
+lustrosas y alisadas tomaron apariencia de venerables.</p>
+
+<p>A fin de que todas estas reformas fuesen persistentes y no ef&iacute;meras,
+busc&oacute; Rafaela para su amigo, en vez del negro ignorante que antes le
+serv&iacute;a, un excelente ayuda de c&aacute;mara, gallego desbastado, &aacute;gil y listo.</p>
+
+<p>Despu&eacute;s, y siempre poquito a poco, fue modificando el traje de D.
+Joaqu&iacute;n, empezando por los pantalones, que, como se los pisaba por
+detr&aacute;s, los ten&iacute;a con flecos o pingajos, que sol&iacute;an rebozarse en el lodo
+de las calles. Despu&eacute;s declar&oacute; Rafaela guerra a muerte a toda mancha o
+lampar&oacute;n que sus ojos de lince descubr&iacute;an en el traje de D. Joaqu&iacute;n,
+resultando de esta guerra la desaparici&oacute;n completa del antiguo
+vestuario, que apenas pudo servir ya para los negros desvalidos, y la
+adquisici&oacute;n de otro nuevo, hecho en R&iacute;o con menos que mediana elegancia.
+Pero Rafaela era insaciable en su anhelo de perfecci&oacute;n; y, deseosa de
+que D. Joaqu&iacute;n estuviese, no s&oacute;lo aseado, sino <i>chic</i>, y como ella le
+dec&iacute;a, hablando en portugu&eacute;s, <i>muito tafulo</i> o <i>casquilho</i>, hizo que le
+tomasen las medidas y escribi&oacute; a Par&iacute;s y Londres encarg&aacute;ndole ropa, que
+no tardaron en enviarle. Como por los pantalones era por donde m&aacute;s hab&iacute;a
+claudicado, mand&oacute; Rafaela que se los hiciese en adelante un famoso
+sastre especialista, <i>culottier</i>, que por entonces hab&iacute;a en Par&iacute;s, <i>rue
+de la Paix</i>, llamado Spiegelhalter. De los fracs y de las levitas se
+encargaron en competencia Cheuvreuil, en Par&iacute;s, y Poole, en Londres. Las
+camisas, bien cortadas, sin bordados ni primores de mal gusto, pero
+tambi&eacute;n sin buches, vinieron de las mejores casas parisienses que a la
+saz&oacute;n hab&iacute;a, correspondientes a las de Charvet y Tremlett de ahora. Y
+por &uacute;ltimo, como Rafaela aspiraba a que todo estuviese en consonancia,
+hizo venir de Par&iacute;s el calzado de D. Joaqu&iacute;n, encomendando al Hellstern
+o al Costa, que florec&iacute;a en aquel momento hist&oacute;rico, que reforzase con
+clavitos los tacones y que pusiese los contrafuertes debidos, para que
+D. Joaqu&iacute;n perdiese la perversa ma&ntilde;a de torcer y deformar, como sol&iacute;a,
+botines y zapatos.</p>
+
+<p>En resoluci&oacute;n, y para no cansar m&aacute;s a mis lectores, dir&eacute; que antes de
+cumplirse el a&ntilde;o de conocerse y tratarse D. Joaqu&iacute;n y la bella Rafaela,
+&eacute;l, con asombro general de sus compatriotas, parec&iacute;a un hombre nuevo:
+era como la oruga, asquerosa y fea durante el per&iacute;odo de nutrici&oacute;n y
+crecimiento, que por milagroso misterio de Amor, y para que se cumplan
+sus altos fines, transforma la mencionada deidad en brillante y pintada
+mariposa.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="VII" id="VII"></a>-VII-</h2>
+
+
+<p>Como a&uacute;n me queda no s&eacute; qu&eacute; escozor y desasosiego de no haber dado,
+a pesar de todo lo dicho, concepto cabal de la transfiguraci&oacute;n visible y
+palpable que en D. Joaqu&iacute;n se hab&iacute;a verificado, quiero hablar aqu&iacute; de un
+solo perfil o toque, a fin de que por &eacute;l se infiera, rastree y calcule
+el cambio radical de aquel hombre. Era algo miope y ten&iacute;a adem&aacute;s la
+vista un poco fatigada. Para remediar esta falta, usaba antiparras, que
+en el Brasil y en Portugal llaman <i>cangalhas</i>. Siempre las ten&iacute;a
+prendidas en las orejas, y cuando no necesitaba de ellas para ver, se
+las apartaba de los ojos y se las levantaba apoyadas sobre la frente, lo
+cual no era nada bonito. As&iacute; es que Rafaela hizo que suprimiese las
+<i>cangalhas</i> y que, en lugar de ellas, gastase mon&oacute;culo. Todo, pues,
+contribu&iacute;a a que tuviese el aspecto <i>fashionable</i>, atildado y digno de
+un antiguo diplom&aacute;tico jubilado.</p>
+
+<p>A su rara discreci&oacute;n y al entra&ntilde;able afecto que hab&iacute;a inspirado debi&oacute;
+Rafaela los mencionados triunfos; pero los debi&oacute; tambi&eacute;n a sus lisonjas,
+llenas de sinceridad y fundadas en fe <i>altruista</i>. Esto requiere
+explicaci&oacute;n, y voy a darla.</p>
+
+<p>Seriamente no es l&iacute;cito afirmar que Rafaela se enamorase de D. Joaqu&iacute;n;
+pero s&iacute; puede, y debe afirmarse, que le cobr&oacute; grande amistad y le estim&oacute;
+en mucho, consider&aacute;ndole casi un genio para todo aquello que a la
+cremat&iacute;stica se refiere. Y como se lo dec&iacute;a, d&aacute;ndole encarecidas
+alabanzas, le adulaba, le enamoraba y le animaba a la vez, todo sin el
+menor artificio. As&iacute; el imperio que sobre &eacute;l hab&iacute;a adquirido se hizo m&aacute;s
+firme y m&aacute;s completo.</p>
+
+<p>No se vaya a creer que presentamos aqu&iacute; a Rafaela como un pozo de
+sabidur&iacute;a. Su educaci&oacute;n hab&iacute;a sido descuidad&iacute;sima, o mejor dicho,
+Rafaela no hab&iacute;a recibido ninguna educaci&oacute;n; pero naturalmente era muy
+lista. En sus ratos de ocio, hab&iacute;a aprendido a leer y a escribir, aunque
+escrib&iacute;a sin reglas y apenas le&iacute;a de corrido. S&oacute;lo hab&iacute;a le&iacute;do algunas
+novelas y los peri&oacute;dicos. Como ten&iacute;a buen o&iacute;do, excelente memoria y
+notable facundia, hablaba, sin embargo, la lengua castellana con primor
+y gracia, si bien con acento andaluz muy marcado. Y en Lisboa adem&aacute;s,
+con el trato constante de la gente fina, se hab&iacute;a soltado a hablar en
+portugu&eacute;s y hasta a chapurrear el franc&eacute;s un poquito. Pero lo que mejor
+adquiri&oacute;, no en escuelas ni en academias, ni menos con lecturas asiduas,
+sino en la conversaci&oacute;n y trato de personas de m&eacute;rito, fue un temprano y
+pasmoso conocimiento de los hombres, de la vida social y de los asuntos
+que se llaman vulgarmente positivos. Para todo esto Rafaela ten&iacute;a
+disposici&oacute;n maravillosa. Era una mujer de prendas naturales nada
+comunes.</p>
+
+<p>Comprendido as&iacute; el car&aacute;cter y el entendimiento de Rafaela, no parecer&aacute;
+inveros&iacute;mil lo que tenemos que contar ahora y podremos contarlo en
+resumen r&aacute;pido, sin entrar en pormenores.</p>
+
+<p>Luego que consigui&oacute; informarse con exactitud de lo que importaba todo el
+caudal de don Joaqu&iacute;n, concibi&oacute; un plan econ&oacute;mico muy h&aacute;bil, e hizo que
+&eacute;l le adoptase, cambiando enteramente su manera de vivir, como hab&iacute;a
+cambiado la apariencia de su persona. Rafaela dividi&oacute; en dos partes los
+cuantiosos bienes de D. Joaqu&iacute;n. A la parte m&aacute;s peque&ntilde;a, aunque
+suficiente para el fin a que ella la destinaba, llam&oacute; capital triunfante
+y beat&iacute;fico. Y a la otra parte, much&iacute;simo mayor, llam&oacute; capital
+militante.</p>
+
+<p>El capital triunfante y beat&iacute;fico estaba compuesto de predios r&uacute;sticos y
+urbanos y de valores p&uacute;blicos muy seguros; todo ello, hasta donde cabe
+en la inestabilidad de los casos, al abrigo de los vaivenes, golpes y
+reveses de la fortuna.</p>
+
+<p>De la renta de dicho capital, que no hab&iacute;a de ser ni alterado ni
+mermado, vivir&iacute;a D. Joaqu&iacute;n con grande esplendor y lujo, y cuanto
+sobrase, sin hacer ahorros mezquinos, se dedicar&iacute;a a obras de caridad y
+a socorrer y a aupar a los parientes pobres y menesterosos, de quienes
+en manera alguna debe avergonzarse quien los tenga, si bien ha de
+procurar ponerlos en situaci&oacute;n de poder alternar con ellos sin el
+disgusto que causa el alternar con gente zafia, hambrienta y mal
+vestida.</p>
+
+<p>Hecho esto, y asegurada ya una vida holgada, c&oacute;moda y generosa, D.
+Joaqu&iacute;n quedaba con un gran capital militante para no tenerle ocioso ni
+estarlo &eacute;l, sino para emplearle y emplearse en empresas, no mezquinas y
+ruines, sino grandiosas, y tanto para &eacute;l como para la naci&oacute;n a que &eacute;l
+pertenec&iacute;a, y aun para la sociedad entera bienhechoras o productivas.
+Hasta entonces D. Joaqu&iacute;n, seg&uacute;n Rafaela le hizo notar y comprender, no
+hab&iacute;a creado riqueza alguna: no hab&iacute;a hecho m&aacute;s que dislocar la de los
+otros, absorbi&eacute;ndola y acumul&aacute;ndola por medios ingeniosos, m&aacute;s o menos
+de acuerdo con la moral, pero que no infring&iacute;an el menor precepto de los
+c&oacute;digos.</p>
+
+<p>En esto se empe&ntilde;&oacute; y consigui&oacute; Rafaela que D. Joaqu&iacute;n cambiase de m&eacute;todo
+y conducta. En adelante no hab&iacute;a &eacute;l de ganar un solo <i>rei</i> que
+presupusiese que otro le hab&iacute;a perdido, sino que hab&iacute;a de ser un <i>rei</i>
+nuevo, si a&ntilde;adido a su caudal, a&ntilde;adido tambi&eacute;n a todo el acervo de la
+riqueza de su naci&oacute;n y hasta del g&eacute;nero humano.</p>
+
+<p>En ninguna regi&oacute;n del mundo mejor que en el Brasil pod&iacute;a entonces
+conseguirse esta creaci&oacute;n de la riqueza, aplic&aacute;ndose a tareas agr&iacute;colas,
+industriales, mercantiles y constructoras. El territorio dilatado y
+fertil&iacute;simo, la coexistencia en &eacute;l de todos los climas y de las
+producciones m&aacute;s varias, la apenas explotada virtud productiva del suelo
+y del subsuelo, la carencia de v&iacute;as de comunicaci&oacute;n que conven&iacute;a abrir,
+los r&iacute;os caudalosos de curso dilatad&iacute;simo que se pod&iacute;an navegar, y las
+risue&ntilde;as y pomposas florestas v&iacute;rgenes, bell&iacute;simas, pero in&uacute;tiles al
+hombre, que convidaban a que su codicia y su trabajo las trocase en
+plant&iacute;os y sembrados ub&eacute;rrimos, todo esto m&aacute;s que indicio era prueba
+evidente de que, si D. Joaqu&iacute;n consagraba su ingenio, su actividad y el
+capital ya acumulado a producir objetos provechosos a la generalidad de
+los seres de su especie, podr&iacute;a hacerse mucho m&aacute;s rico de lo que ya era,
+mereciendo, en vez de ser aborrecido, que sus conciudadanos le mirasen
+como a un bienhechor con gratitud y con respeto.</p>
+
+<p>No bien Rafaela traz&oacute; este plan, el obediente y sumiso Sr. de Figueredo
+le acept&oacute; y empez&oacute; a realizarle.</p>
+
+<p>En la parte primera del plan hab&iacute;a un punto que Rafaela no quiso tocar,
+ni menos se&ntilde;alar, no por h&aacute;bil, sino por modesta y desprendida. Este
+punto le adivin&oacute;, le toc&oacute; y le se&ntilde;al&oacute; el propio D. Joaqu&iacute;n, impulsado
+por el afecto y por la admiraci&oacute;n que Rafaela le infund&iacute;a. Sin duda para
+animar y alegrar su magn&iacute;fico hotel, necesitaba D. Joaqu&iacute;n de mujer
+propia y elegante que en &eacute;l viviera. &iquest;Y qui&eacute;n hab&iacute;a de hacer este papel
+y ejercer este cargo mejor que Rafaela? Es cierto que ella, aunque nos
+sea muy simp&aacute;tica y nos duela decirlo, era lo que ruda, cruel y
+groseramente se llama una perdida. Pero D. Joaqu&iacute;n nada ten&iacute;a que perder
+tampoco en lo que toca a buen nombre y fama. No eran en esto dos
+nulidades o ceros cuya suma es siempre cero, sino dos cantidades
+negativas que se convierten en positivas al multiplicarse.</p>
+
+<p>Rafaela no emple&oacute; ni ardid, ni astucia, ni embustes, ni retrecher&iacute;a, ni
+ning&uacute;n otro artificio de los que suelen emplear las mujeres para
+proveerse de un marido y sobre todo de un marido rico. &Eacute;l fue quien
+solicit&oacute; y quien rog&oacute; para el casamiento. Ella consinti&oacute; al cabo, porque
+le deseaba y le conven&iacute;a, pero en todo puso y luci&oacute; su lealtad, su
+franqueza y su desprendimiento. Y no fueron menos dignos de aplauso la
+moderaci&oacute;n y el talento con que ella supo, ya que no evitar, amortiguar
+el esc&aacute;ndalo y el ruido. Para que no hubiese la cencerrada moral de las
+hablillas, tomaron ambos, sin asesorarse con persona alguna, la
+resoluci&oacute;n de casarse, y se casaron luego, al a&ntilde;o de conocerse, sin
+boato ni fiestas y como si dij&eacute;ramos a cencerros tapados.</p>
+
+<p>Rafaela fue desde la fonda a instalarse en la casa de su marido: en el
+hotel que ella le hab&iacute;a hecho comprar y amueblar con el mejor gusto.
+Ella eligi&oacute; para la servidumbre los criados blancos que m&aacute;s conven&iacute;an, y
+los esclavos negros m&aacute;s h&aacute;biles y de mejor facha. El jefe de la cocina
+era gallego, como el ayuda de c&aacute;mara del se&ntilde;or, pero tan diestro e
+inspirado artista como en las edades pret&eacute;ritas pudo serlo Ruperto de
+Nola y como puede serlo en el d&iacute;a el m&aacute;s aventajado y brillante
+disc&iacute;pulo de Gouff&eacute; o del glorioso Antonio Mar&iacute;a Car&ecirc;me, m&aacute;s que
+<i>oficial</i>, pr&iacute;ncipe <i>de boca</i>.</p>
+
+<p>El cocinero de los Sres. de Figueredo era cosmopolita en su arte,
+poseyendo el de la cl&aacute;sica cocina francesa y lo m&aacute;s selecto de la
+antigua y hoy degenerada cocina espa&ntilde;ola. Se pintaba solo adem&aacute;s para
+confeccionar guisos y <i>acepipes</i> a la brasile&ntilde;a, y para preparar ciertas
+legumbres del pa&iacute;s, como <i>palmito</i> y <i>quinbomb&oacute;</i>, haciendo deliciosos
+<i>quitutes</i>, seg&uacute;n en R&iacute;o de Janeiro se llaman.</p>
+
+<p>Con tales aprestos, D. Joaqu&iacute;n, mejorado de facha, empez&oacute; a ganar
+amigos; y Rafaela, bien vestida, mejor hablada, decorosa e insinuante,
+fue haciendo olvidar su vida pasada, se introdujo poco a poco entre la
+flor y la crema de la sociedad, abri&oacute; sus salones y convid&oacute; a su mesa a
+lo m&aacute;s encopetado y aristocr&aacute;tico de todo el Imperio: a los poetas, a
+los Ministros, a los oradores, a los diplom&aacute;ticos y a los militares.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="VIII" id="VIII"></a>-VIII-</h2>
+
+
+<p>Todas las anteriores noticias sobre la Sra. de Figueredo y algunas
+otras que se omiten en obsequio de la brevedad, se las dio al inglesito
+mi amigo el Vizconde de Goivo-Formoso, cuyo conocimiento y amistad con
+Rafaela ten&iacute;an ya fecha muy larga. La hab&iacute;a conocido y tratado desde su
+primera humilde aparici&oacute;n en la gran ciudad de Lisboa, cuando ella no
+desde&ntilde;aba a&uacute;n, sino que estimaba como el m&aacute;s delicado obsequio y regalo,
+que alg&uacute;n amigo generoso la llevase al <i>Retiro de Camoens</i>, taberna,
+<i>casa de pasto</i> o fig&oacute;n muy frecuentado y celebrado, a comer los
+excelentes <i>petiscos</i> que all&iacute; se hac&iacute;an y a beber los deliciosos vinos
+de Colares y de Bucelas que all&iacute; se escanciaban.</p>
+
+<p>Enteramente cambiadas las cosas en el momento de que vamos hablando,
+Rafaela ten&iacute;a toda la traza de una dama de muy alto copete, y, sin
+aparecer orgullosa y soberbia, mostraba cierta dulce majestad y
+aristocr&aacute;tico decoro.</p>
+
+<p>No frecuentaban mucho su casa ni su tertulia las se&ntilde;oronas del pa&iacute;s;
+pero esto le importaba poco y nada hac&iacute;a para conseguirlo. De lo que
+ella gustaba, era de reunir en torno suyo lo m&aacute;s selecto de los
+caballeros, y lo hab&iacute;a conseguido. Sus salones parec&iacute;an un club, que
+ten&iacute;a a una mujer por presidenta, o regio alc&aacute;zar donde figuraba ella
+como reina en d&iacute;a de besamanos. Las se&ntilde;oras, por lo general de medio
+pelo, que se allanaban a ir a la tertulia, no parec&iacute;an sus iguales, sino
+las acompa&ntilde;antas y servidumbre de una princesa o las figurantas y
+coristas que rodean en el escenario a la encumbrada y aplaudida <i>prima
+donna</i>. Manifest&oacute; Juan Maury no peque&ntilde;a curiosidad y deseo de enterarse
+de cuanto se trasluc&iacute;a y dec&iacute;a acerca de cierto punto un tanto
+escabroso. &iquest;Cu&aacute;l hab&iacute;a sido y cu&aacute;l era la conducta de la se&ntilde;ora de
+Figueredo desde que se cas&oacute; hasta aquellos d&iacute;as? El Vizconde de
+Goivo-Formoso quiso indudablemente satisfacer con franqueza la
+curiosidad del joven ingl&eacute;s; pero, como hay cosas que no se ven a las
+claras y que suelen quedar en la penumbra o envueltas en m&aacute;s o menos
+densa nube de misterio, el Vizconde no atin&oacute; a poner en claro la
+certidumbre de los hechos, y se limit&oacute; a presentar hip&oacute;tesis, no
+fundadas en pruebas fehacientes, sino en sospechas y en indicios vagos.</p>
+
+<p>Como quiera que ello sea, yo voy a dejar hablar al Vizconde. Oigamos lo
+que sobre este particular dec&iacute;a:</p>
+
+<p>&mdash;Rafaela es, a mi ver, una mezcla de extra&ntilde;as cualidades. Las
+espont&aacute;neas, las que debe a la naturaleza inculta, sin modificaci&oacute;n ni
+mejora, tienen cierta bondad radical. Sobre las que debe al arte hay que
+decir no poco, empezando por hacer una distinci&oacute;n.</p>
+
+<p>Por naturaleza Rafaela es leal, sincera y agradecida. Ni quiere mentir
+ni pagar los beneficios con ofensas. El afecto y la gratitud que muestra
+al Sr. de Figueredo, no pueden ser m&aacute;s verdaderos. Est&aacute;n adem&aacute;s
+sancionados y como santificados por las creencias religiosas. Rafaela es
+cat&oacute;lica ferviente. El anciano padre cura que la cas&oacute;, el Padre Garc&iacute;a,
+espa&ntilde;ol como ella, no s&oacute;lo es su confesor, sino su consultor para los
+asuntos m&aacute;s arduos, en los seis a&ntilde;os que lleva ya de matrimonio. Y a lo
+que parece, no s&oacute;lo discurre Rafaela con este padre sobre los casos de
+moral y de conducta que en la vida pr&aacute;ctica se presentan, sino que
+tambi&eacute;n se eleva a disquisiciones metaf&iacute;sicas sobre lo divino y lo
+eterno, pensando y hablando del cielo, de Dios, y del origen y fin de
+las cosas creadas con notable acierto, elevaci&oacute;n y ortodoxia. El Padre,
+que es un excelente var&oacute;n, y adem&aacute;s instruido y discreto, la celebra
+mucho. Y hay que dar cr&eacute;dito a sus alabanzas, porque el hombre es
+desinteresado.</p>
+
+<p>Si todo el ser de Rafaela consistiese en lo dicho, Pen&eacute;lope, Lucrecia y
+cuantos modelos de perfectas casadas hubo despu&eacute;s en el mundo hasta el
+d&iacute;a de hoy, quedar&iacute;an eclipsados y por su virtud conyugal
+resplandecer&iacute;an menos que Rafaela. Pero la mayor parte de los seres
+humanos, y Rafaela entra en esta cuenta, no son s&oacute;lo de un modo sino de
+varios: se dir&iacute;a que no tienen un alma sola, sino dos almas con opuestas
+propensiones y hasta con principios, conceptos y doctrinas filos&oacute;ficas,
+tal vez no aprendidas, sino nacidas en el alma, como en la tierra nacen
+los hongos, los cuales conceptos, propensiones y doctrinas, acaso malas,
+se insurreccionan contra las buenas y suelen dominarlos.</p>
+
+<p>Como yo soy ferviente admirador de Rafaela, no se ha de extra&ntilde;ar que vea
+y note cierta bondad ing&eacute;nita hasta en aquella parte de su alma que la
+induce e impulsa hacia lo malo. Si ella peca, seg&uacute;n se murmura, a pesar
+del honesto recato con que lo encubre, su pecado, en mi sentir, nace de
+ciertas virtudes originales, que no s&eacute; c&oacute;mo demonios se tuercen y se
+ladean. Su generosidad y su piadosa misericordia son tan grandes que a
+veces no sabe decir que no a quien ella cree verdaderamente necesitado y
+a quien le pide con ah&iacute;nco. Al mismo tiempo su comprensi&oacute;n de la
+hermosura es clara y sublime, y se combina con la caridad, y est&aacute; en su
+mente unida en apretado lazo con la idea de un fin y de un prop&oacute;sito.
+Ella, a no dudarlo, debe ver y reconocer su gallardo cuerpo, y sobre
+todo ahora que se halla en la plenitud de su florecimiento, en el punto
+culminante de su esplendidez y de su gala, como el sol en el meridiano.
+Y de seguro que dice para s&iacute;, en misteriosos soliloquios: &iquest;Para qu&eacute;
+sirve, para qu&eacute; vale todo esto, si no lo comunico y si lo escondo?
+Cuando de m&iacute; depende la bienaventuranza de alguien, &iquest;c&oacute;mo negarme a que
+sea bienaventurado? &iquest;Del chico mal que causo a mi D. Joaqu&iacute;n, sin que &eacute;l
+lo sienta ni lo vea, no resulta un bien grand&iacute;simo para otros sujetos?
+&iquest;Qu&eacute; cosa sustancial, qu&eacute; tesoro, qu&eacute; joya quito yo a mi D. Joaqu&iacute;n para
+que un extra&ntilde;o la disfrute? &iquest;Por qu&eacute; no regalar a quien lo merece y
+puede con lo que mi D. Joaqu&iacute;n ya no sabe ni puede regalarse?</p>
+
+<p>Tales son los execrables raciocinios que han de acudir en ocasiones a la
+mente de Rafaela, y que, corroborados por la compasi&oacute;n y la ternura,
+pueden haber dado al traste con todos sus prop&oacute;sitos de honestidad, en
+tal cual deplorable momento.</p>
+
+<p>Yo estoy segur&iacute;simo de que Rafaela se ha arrepentido despu&eacute;s, ha llorado
+como una Magdalena, ha confesado su culpa, ha hecho penitencia y
+prop&oacute;sito de la enmienda; pero recelo que ha reincidido m&aacute;s tarde con
+lastimosa flaqueza.</p>
+
+<p>Ya que no para disculparla, para atenuar su falta y su responsabilidad
+moral deben valer el descuido de su vida pasada; el nunca conocido por
+ella vergonzoso temor de las ni&ntilde;as que se cr&iacute;an vigiladas por madres
+virtuosas; los ejemplos, siempre desaforados, que ha visto en torno
+suyo, en vez de verlos buenos, y hasta la carencia del orgullo se&ntilde;oril,
+que no pod&iacute;a perder, porque nunca le hab&iacute;a tenido, y que s&oacute;lo pod&iacute;a
+contrahacer para la generalidad de los hombres que le eran indiferentes,
+mas no para aquellos cuyo talento, gallard&iacute;a o elegancia le
+entusiasmaban. Para estos no acertaba a ser arisca, y el escudo que
+pon&iacute;a contra ellos delante de su coraz&oacute;n se derret&iacute;a como la escarcha
+cuando se levanta el sol en el Oriente en las ma&ntilde;anas del mes de Mayo.</p>
+
+<p>As&iacute; disertaba el Vizconde con profundidad filos&oacute;fica, elev&aacute;ndose a las
+causas sin determinar los efectos. Dejaba entrever, examinando las
+causas, cu&aacute;l hab&iacute;a podido ser la conducta de Rafaela, pero no declaraba
+cu&aacute;l en realidad hab&iacute;a sido. Esto me hace pensar que el m&eacute;todo con que
+hasta ahora voy escribiendo esta narraci&oacute;n, m&aacute;s que de novela, es propio
+de historia. Y como la historia, por falta de testigos, documentos
+justificativos y otras pruebas, quedar&iacute;a en no pocas interioridades
+incompleta y obscura, voy en adelante a prescindir del m&eacute;todo hist&oacute;rico
+y a seguir el m&eacute;todo novelesco, penetrando, con el auxilio del numen que
+inspira a los novelistas, si logro que tambi&eacute;n me inspire, as&iacute; en el
+alma de los personajes como en los m&aacute;s apartados sitios donde ellos
+viven, sin atenerme s&oacute;lo a lo que el Vizconde o yo podr&iacute;amos averiguar
+vulgar y humanamente.</p>
+
+<p>En lo sucesivo, adem&aacute;s, yo me retiro de la escena, donde, como actor,
+nada tengo que hacer. De esta suerte podr&eacute; contar con menos dificultades
+y tropiezos lo que hagan los otros. En cuanto a mi amigo el Vizconde, yo
+no le retiro, sino que le dejo en la escena, porque es uno de los
+principales actores.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="IX" id="IX"></a>-IX-</h2>
+
+
+<p>Todav&iacute;a, antes de proseguir contando la vida y milagros de Rafaela,
+me incumbe hacer una aclaraci&oacute;n. Voy a penetrar, no ya como mero
+historiador, sino como novelista, as&iacute; en los m&aacute;s apartados rincones de
+la casa de Rafaela, como en el centro m&aacute;s rec&oacute;ndito de su alma; pero por
+ning&uacute;n estilo quiero fingir nada, y s&oacute;lo penetrar&eacute; en las profundidades
+donde el novelista penetra, cuando lo que yo muestre en dichas
+profundidades sea tan l&oacute;gica consecuencia de la verdad hist&oacute;ricamente
+demostrada que no pueda menos de ser tambi&eacute;n la verdad. Y sobre aquello
+de que yo no est&eacute; seguro, sino dudoso, no imaginar&eacute; ni bordar&eacute; nada,
+dej&aacute;ndolo en cierta penumbra y como entre nubes.</p>
+
+<p>Es innegable que Rafaela pagaba a D. Joaqu&iacute;n la posici&oacute;n que le hab&iacute;a
+dado. Por ella andaba &eacute;l aseado, elegantemente vestido y empleado en
+negocios importantes que le daban honra y provecho. Ella le cuidaba, le
+mimaba, mostraba quererle, y, sin duda, le quer&iacute;a. Lograba que fuera de
+su casa olvidara o prescindiera el vulgo de los antecedentes de D.
+Joaqu&iacute;n, no le quisiera mal y casi le respetara. Y lo que es en casa,
+con sus mimos y con su dulzura, Rafaela le hac&iacute;a dichoso, arrebolando y
+dorando con luz alegre los d&iacute;as de su vejez y colm&aacute;ndolos de
+satisfacci&oacute;n y de ventura.</p>
+
+<p>De las coqueter&iacute;as de Rafaela no hab&iacute;a nadie que no tuviese certidumbre;
+pero, si estas coqueter&iacute;as no pasaban de cierto l&iacute;mite, m&aacute;s que ofender
+a D. Joaqu&iacute;n lisonjeaban su amor propio. Lo que es &eacute;l, estaba convencido
+o se empe&ntilde;aba en estar convencido de la fidelidad de Rafaela.</p>
+
+<p>Los maldicientes y murmuradores ten&iacute;an sus hablillas, pero con
+certidumbre nada malo se dijo durante los tres primeros a&ntilde;os del
+matrimonio de los Sres. de Figueredo. S&oacute;lo se propalaban vagas
+acusaciones.</p>
+
+<p>Don Joaqu&iacute;n, entre las diversas empresas que hab&iacute;a acometido, contaba
+tambi&eacute;n la de agricultor en grande. No lejos de Petr&oacute;polis hab&iacute;a
+comprado extens&iacute;simos terrenos y hab&iacute;a formado en ellos una magn&iacute;fica
+<i>fazenda</i> de diversos plant&iacute;os y sembrados, donde empleaba para la
+direcci&oacute;n y los m&aacute;s delicados trabajos a bastantes colonos alemanes y
+para las faenas m&aacute;s rudas multitud de esclavos negros. En el sitio m&aacute;s
+pintoresco de la propiedad, al borde de un riachuelo de agua cristalina
+y cercada de ameno jard&iacute;n, se parec&iacute;a la <i>ch&aacute;cara</i> o casa de campo, con
+vivienda muy c&oacute;moda para se&ntilde;ores. All&iacute; iba D. Joaqu&iacute;n a menudo, ya para
+inspeccionar la finca, ya para solazarse con algunos viejos amigos en el
+ejercicio de la caza, a lo que convidaba no corta porci&oacute;n de la tierra
+que pose&iacute;a, inculta a&uacute;n y formando risue&ntilde;a e intrincada floresta, en
+cuyo seno abundaban los p&aacute;jaros y no pocos otros animales silvestres,
+como grandes lagartos y <i>tat&uacute;es</i> o armadillos.</p>
+
+<p>Aquel bosque, aun sin el aliciente de la caza, era delicioso, tanto por
+los gigantescos &aacute;rboles que le daban sombra y frescura, como por las
+olorosas y variadas flores que cubr&iacute;an el suelo, por las orqu&iacute;deas que
+crec&iacute;an par&aacute;sitas en los a&ntilde;osos troncos, y por las plantas enredaderas
+que, formando guirnaldas y festones, entrelazaban los &aacute;rboles, haciendo
+a veces impenetrable la espesura, si un negro no caminaba delante con
+una hoz abriendo camino.</p>
+
+<p>Rafaela era poco campestre. Rara vez iba a la <i>ch&aacute;cara</i>. Y como D.
+Joaqu&iacute;n iba a menudo y pasaba en ella tres o cuatro d&iacute;as seguidos y en
+ocasiones hasta una semana, el vulgo malicioso murmuraba que, durante
+estas ausencias, Rafaela usaba y hasta abusaba de la libertad en que la
+dejaba su marido.</p>
+
+<p>Como quiera que ello fuese, al menos durante los tres primeros a&ntilde;os,
+seg&uacute;n ya queda dicho siempre fue de maravillar o la virtud de Rafaela o
+su prudencia sigilosa. A pesar de la jactancia de muchos hombres que
+gustan de hacer creer que son favorecidos, ninguna acusaci&oacute;n terminante
+hubo contra Rafaela. D. Joaqu&iacute;n, atendidas sus circunstancias y las de
+su se&ntilde;ora, pod&iacute;a pasar, por inveros&iacute;mil milagro, como marido venturoso y
+respetad&iacute;simo.</p>
+
+<p>La primera sospecha que vino poco a poco a tomar cuerpo, adquiriendo
+visos y trazas de certidumbre, fue de inusitada y singular importancia.
+Se supuso que un egregio personaje, sin par en todo el imperio por su
+elevaci&oacute;n, en noches en que Rafaela no recib&iacute;a a sus tertulianos por
+tener jaqueca, penetraba en la casa de ella y permanec&iacute;a all&iacute; no pocas
+horas.</p>
+
+<p>Hasta lleg&oacute; a contarse una muy curiosa particularidad, que prueba c&oacute;mo
+el vulgo lo atisba, lo huele y lo descubre todo.</p>
+
+<p>En las noches en que el personaje egregio penetraba o se supon&iacute;a que
+penetraba con misterioso recato en casa de Rafaela, se cuenta que poco
+antes ven&iacute;a un sujeto de honrosa servidumbre trayendo en su coche dos
+tatarretes.</p>
+
+<p>&iquest;Qu&eacute; pensar&aacute; el curioso lector que dichos tatarretes conten&iacute;an? La gente
+lo declaraba como si lo hubiese visto y probado. En el uno hab&iacute;a leche,
+y manteca de vacas en el otro. Es rareza inexplicable que en toda
+nuestra pen&iacute;nsula ib&eacute;rica, y probablemente en sus colonias hasta tiempos
+nov&iacute;simos, apenas haya habido nunca vacas de leche ni con la leche de
+vacas se haya hecho manteca. Tal vez, har&aacute; cuatro o cinco siglos, la
+manteca de vacas se hac&iacute;a en Espa&ntilde;a y se llamaba <i>butiro</i>. Si la palabra
+cay&oacute; en desuso fue porque antes dej&oacute; de usarse la sustancia que con la
+palabra se significa. Apenas se comprende, pero es lo cierto, que cosa
+tan primitiva no se haya hecho nunca o haya dejado de hacerse en Espa&ntilde;a
+durante cuatro o cinco siglos. Lejos de ser el <i>butiro</i> una novedad,
+tra&iacute;da por el progreso humano, parece que ya las hijas de los primitivos
+arios, en las faldas del Parapamiso, orde&ntilde;aban las vacas y de su leche
+sacaban exquisita y fresca manteca, tomando ellas nombre de este mismo
+oficio o arte en que se empleaban, pues afirman los sabios etim&oacute;logos
+que la palabra hija, en el lenguaje de los vedas, equivale a la que
+orde&ntilde;a las vacas y hace la manteca.</p>
+
+<p>Pero pongamos a un lado estas sabias disquisiciones y content&eacute;monos con
+declarar que, all&aacute; por el tiempo en que ocurr&iacute;a lo que voy contando, era
+punto menos que imposible proveerse en el Brasil de leche de vacas y
+<i>butiro</i> fresco para tomar el t&eacute;, por donde, cuando un egregio personaje
+quer&iacute;a tomarle en compa&ntilde;&iacute;a de alguna dama muy querida, enviaba &eacute;l de
+antemano a la casa de ella la leche de vacas y la manteca.</p>
+
+<p>Supuesto lo que antecede, murmuraban unos y celebraban otros que,
+avergonzada Rafaela de no tener en su casa ni leche de vacas ni <i>butiro</i>
+fresco, hab&iacute;a inducido a D. Joaqu&iacute;n a fundar una buena casa de vacas en
+la <i>ch&aacute;cara</i> de Petr&oacute;polis, donde hab&iacute;a ricos y abundantes pastos: un
+<i>capim</i> exquisito. D. Joaqu&iacute;n hizo venir, de Inglaterra, de Holanda y de
+Suiza, vacas de leche de las mejores castas, y pronto tuvo <i>butiro</i>
+fresco en abundancia y crema deliciosa.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="X" id="X"></a>-X-</h2>
+
+
+<p>Harto notar&aacute;n los que lean con atenci&oacute;n este relato, que el m&aacute;s
+marcado rasgo del car&aacute;cter de Rafaela era su propensi&oacute;n invencible a ser
+did&aacute;ctica. Y no puede negarse que para educar y perfeccionar a cuantos
+seres la rodeaban pose&iacute;a aptitud pasmosa. Ya hemos visto los milagros
+que obr&oacute; en su D. Joaqu&iacute;n.</p>
+
+<p>En su confidenta, que las malas lenguas supon&iacute;an su Enone, hizo tambi&eacute;n
+maravillas. Era una francesa que antes de entrar en su casa se hab&iacute;a
+sustentado dando lecciones del propio idioma y del ingl&eacute;s, que sab&iacute;a
+casi con igual perfecci&oacute;n. Rafaela, que la hab&iacute;a tomado primero por
+maestra, acab&oacute; por tomarla por acompa&ntilde;anta. La sentaba a su mesa, la
+llevaba consigo a misa, a tiendas y a paseo, ya a pie, ya en coche, y en
+sus tertulias le encomendaba que sirviese el t&eacute; y que diese conversaci&oacute;n
+a los tertulianos m&aacute;s fastidiosos y ordinarios.</p>
+
+<p><i>Madame</i> Duval, que as&iacute; se llamaba la confidenta, por afirmar ella misma
+que era viuda de un Comandante franc&eacute;s de caballer&iacute;a, muerto
+heroicamente en Argelia matando moros, ten&iacute;a cualidades excelentes, pero
+era remilgad&iacute;sima y empalagosamente afectada, y empleaba al hablar tres
+o cuatro muletillas y frases sentimentales, que apenas se pod&iacute;an sufrir
+y pervert&iacute;an y maleaban todas las virtudes y excelencias de la buena
+se&ntilde;ora. Rafaela acert&oacute; a curarla de estos resabios, por tal arte, que, a
+los pocos meses de tener a <i>Madame</i> Duval a su servicio, se hab&iacute;a esta
+convertido en persona natural y sencilla, de trato franco y agradable,
+el cual ya como antes no se quebraba de puro fino.</p>
+
+<p>Ten&iacute;a Rafaela la habilidad de insinuarse en los esp&iacute;ritus, de dominar
+las voluntades y de hacer eficaces sus amonestaciones educadoras sin
+ofender el amor propio de los educandos. De aqu&iacute; que los criados de su
+casa, blancos y negros, la respetasen y la amasen, resultando todos m&aacute;s
+instruidos y h&aacute;biles a poco de entrar a servirla. El cocinero guisaba
+mejor. El cochero mulato era un verdadero automedonte, y sentado en el
+pescante del land&oacute; ten&iacute;a la mejor facha: hubiera podido pasar por el
+cochero del Pr&iacute;ncipe de Gales, untada la cara con tizne. El jardinero
+negro hab&iacute;a llegado a saber casi tanta bot&aacute;nica como Spix y Martius,
+doct&iacute;simos investigadores de la Flora bras&iacute;lica. Entre los mozos de
+caballeriza descollaba, cual h&aacute;bil palafrenero, el &iacute;nclito y triunfador
+Trajano, negro <i>mina</i> que ten&iacute;a singularmente a su cuidado los dos
+hermosos caballos ingleses en que sol&iacute;a pasear la se&ntilde;ora. El
+maestresala, que era asturiano, se hab&iacute;a pulido tanto en su oficio, que
+hubiera podido escribir, en consonancia con los adelantos de la &eacute;poca
+presente, una <i>Arte cisoria</i> m&aacute;s bonita que la de D. Enrique de Villena.
+Y por &uacute;ltimo, los otros criados de comedor, aunque eran negros, serv&iacute;an
+con primor en los banquetes, y todos se hab&iacute;an acostumbrado a llevar
+zapatos de continuo, y a no ir descalzos de pie y pierna, seg&uacute;n la com&uacute;n
+usanza de entonces.</p>
+
+<p>El ben&eacute;fico prurito de educar y de corregir que hab&iacute;a en el alma de
+Rafaela, lleg&oacute; a tener influjo hasta en su confesor y director
+espiritual el Padre Garc&iacute;a.</p>
+
+<p>Era este un venerable siervo de Dios, diserto y suave en sus coloquios,
+notable te&oacute;logo dogm&aacute;tico y severo moralista, cuyos consejos y
+advertencias valieron mucho a Rafaela, aunque a menudo, y muy a pesar
+suyo, no los segu&iacute;a: culpa acaso del irresistible &iacute;mpetu de su
+apasionado car&aacute;cter.</p>
+
+<p>S&oacute;lo deslustraba el indiscutible m&eacute;rito del Padre Garc&iacute;a una inveterada
+y perversa ma&ntilde;a, que desde la infancia hab&iacute;a en &eacute;l, y que le hab&iacute;a
+valido entre sus condisc&iacute;pulos del seminario el farmac&eacute;utico apodo de
+<i>Pildorillas</i>. Era prodigiosa la inagotable fecundidad del fil&oacute;n de
+donde el Padre Garc&iacute;a las sacaba y las fabricaba. Sus narices eran
+venero inexhausto. Eran como los encantados cubiletes del
+prestidigitador m&aacute;s aplaudido. En cuanto cabe en lo humano, daban una
+idea aproximada del milagro de pan y peces. &iexcl;Pues bien: apenas parece
+cre&iacute;ble! Rafaela, con gracioso talento, con amistosa delicadeza, sin dar
+a conocer que notaba en el Padre aquel vicio y censur&aacute;ndole s&oacute;lo en los
+otros, logr&oacute; curarle de &eacute;l radicalmente, y esto, hasta tal extremo de
+perfecta curaci&oacute;n, que, seg&uacute;n los informes que he podido adquirir, el
+Padre Garc&iacute;a en los muchos a&ntilde;os, que para bien y provecho de las almas,
+ha vivido despu&eacute;s, no ha fabricado una sola p&iacute;ldora siquiera.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XI" id="XI"></a>-XI-</h2>
+
+
+<p>Mientras mejor dotado de brillantes cualidades entend&iacute;a Rafaela que
+estaba un sujeto, y mientras mayores simpat&iacute;as le inspiraba, mayor y m&aacute;s
+vehemente era en ella el deseo de corregir sus faltas, haciendo de &eacute;l un
+dechado de perfecci&oacute;n, hasta donde la perfecci&oacute;n es dable a nuestra
+deca&iacute;da humana naturaleza. Por esto me atrevo a asegurar que con nadie
+anhel&oacute; m&aacute;s fervorosamente ejercer su eficaz magisterio que con el
+ilustre Pedro Lobo, Ayudante de campo de Juan Manuel Rosas, dictador de
+la Rep&uacute;blica Argentina.</p>
+
+<p>En 1850, Pedro Lobo hab&iacute;a venido a R&iacute;o con el car&aacute;cter oficial de
+Agregado militar a la Legaci&oacute;n de su patria, si bien se susurraba que
+ten&iacute;a instrucciones secretas del dictador, cuyo favorito era.</p>
+
+<p>La fama hab&iacute;a precedido en R&iacute;o a Pedro Lobo, refiriendo sus
+extraordinarias haza&ntilde;as contra los indios del extremo Sur de la Pampa,
+m&aacute;s all&aacute; de Carmen de Patagones, y contra los unitarios refugiados en
+Montevideo, dando cuenta, con mil novelescos pormenores, de sus
+correr&iacute;as por las m&aacute;s apartadas regiones de la misma Pampa, de los
+Andes, y de la Patagonia, y ensalzando sus raras prendas de car&aacute;cter, su
+br&iacute;o ind&oacute;mito y su agilidad y destreza en todos los ejercicios del
+cuerpo. Nadie desbravaba mejor que &eacute;l el m&aacute;s fogoso potro no domado;
+nadie disparaba mejor las bolas ni deten&iacute;a con el lazo, ya a los toros
+bravos, ya a los ligeros avestruces o &ntilde;and&uacute;es, ni nadie manejaba mejor
+el pu&ntilde;al y el machete, ni ten&iacute;a tino m&aacute;s certero con la carabina.</p>
+
+<p>Mil lances extra&ntilde;os y no pocos actos de inaudito arrojo hab&iacute;an dado a
+Pedro Lobo fama de h&aacute;bil y astuto capit&aacute;n y de valeroso soldado,
+sirviendo, durante seis a&ntilde;os, en la Rep&uacute;blica Oriental del Uruguay, en
+favor de Rosas y a las &oacute;rdenes de Oribe. Pedro Lobo se jactaba, y no sin
+fundamento, de haberse hallado en cien combates, y de haber sido el m&aacute;s
+rudo adversario de la valerosa legi&oacute;n italiana mandada por Garibaldi.</p>
+
+<p>Sabedor Juan Manuel Rosas de los grandes servicios y del raro m&eacute;rito de
+Pedro Lobo, le llam&oacute; a su lado y le prest&oacute; toda su confianza.</p>
+
+<p>Era Pedro Lobo fan&aacute;tico de americanismo. Nunca fue Rosas tan lejos como
+&eacute;l en su amor y en su entusiasmo por Am&eacute;rica y en su aborrecimiento de
+los europeos.</p>
+
+<p>All&aacute; a su manera, no sabr&eacute; decir si de su propio caletre, o de o&iacute;das, o
+por lecturas de algunos libros, Pedro Lobo hab&iacute;a sacado o construido una
+singular filosof&iacute;a de la historia. Seg&uacute;n &eacute;l era evident&iacute;simo el progreso
+del linaje humano, viniendo a realizarle sucesivamente razas cada vez
+m&aacute;s nobles. Fue primero la raza negra: vino despu&eacute;s la raza amarilla. Y
+cuando la raza amarilla alcanz&oacute; el t&eacute;rmino de su cultura y puso en
+pr&aacute;ctica todo su ideal, apareci&oacute; la raza blanca con su gloriosa historia
+de persas, babilonios y fenicios, griegos y romanos, y naciones
+cristianas, medioevales y modernas. Pero el fin de la civilizaci&oacute;n de
+Europa tocaba ya a su t&eacute;rmino. De su propio seno hab&iacute;an de surgir sus
+destructores: un proletariado inculto, hambriento, esclavo de la
+miseria, atormentado por el trabajo continuo, y ofendido por el
+desprecio, hab&iacute;a de levantarse lleno de ira y acabar con todo. Las
+abultadas noticias de las recientes luchas revolucionarias, promovidas
+por el socialismo, corroboraban a Pedro Lobo en su opini&oacute;n. Aquello era
+para &eacute;l el principio del fin. La evoluci&oacute;n total de la cultura europea
+vendr&iacute;a al cabo a terminar en espantosa tragedia; pero en Am&eacute;rica estaba
+el porvenir del mundo. Una nueva raza, la americana, deb&iacute;a ya mostrar en
+flor la aurora de m&aacute;s alta, sana, poderosa y duradera civilizaci&oacute;n, en
+aquel nuevo continente. La audaz empresa de Col&oacute;n y la venida de los
+espa&ntilde;oles hab&iacute;an retardado este florecimiento y aun puesto en peligro de
+que se secara o se destruyera la planta en que hab&iacute;a de darse. Seg&uacute;n
+Pedro Lobo, los espa&ntilde;oles hab&iacute;an sido como venenoso reptil que trepa a
+lo alto de la roca donde el c&oacute;ndor tiene su nido, y devora o mutila a
+los polluelos antes de que les crezcan las alas para ense&ntilde;orearse del
+espacio sin l&iacute;mites, remontarse m&aacute;s all&aacute; de las nubes, y mirar el sol de
+hito en hito. Los espa&ntilde;oles hab&iacute;an sido, cuando aportaron a Am&eacute;rica,
+como granizo destructor que cae en f&eacute;rtil suelo, al empezar la
+primavera, y rompe y destroza las yemas y los brotes de los &aacute;rboles,
+impidiendo que se revistan de flores y verdura, y que den m&aacute;s tarde
+frutas sabrosas y dulces. En todas las tribus y lenguas que cubr&iacute;an y
+animaban el Nuevo Mundo, en el Anahuac, en el Yucat&aacute;n, en Guatemala, en
+la risue&ntilde;a meseta de los Andes, donde moraban los chibchas y en el resto
+de la Am&eacute;rica del Sur, sobre todo, entre los quich&uacute;as y los guaran&iacute;es,
+germinaba y estaba ya pronta a abrirse como flor hermosa una
+civilizaci&oacute;n original e ind&iacute;gena que los espa&ntilde;oles arrancaron de cuajo,
+borrando sus huellas, aniquilando hasta su recuerdo, y, ora destruyendo
+la raza que iba a dar al mundo esa civilizaci&oacute;n llena de novedad
+inaudita, ora sumiendo en la abyecci&oacute;n a esa raza por medio de la
+servidumbre, del oprobio, de rudos trabajos y de inhumanos castigos.</p>
+
+<p>Pedro Lobo ten&iacute;a en sus venas mucha sangre india, pero tambi&eacute;n ten&iacute;a en
+sus venas sangre espa&ntilde;ola. La sangre india, sin embargo, se sublevaba
+furiosa contra todo cuanto hab&iacute;a en &eacute;l de espa&ntilde;ol. A&uacute;n esperaba &eacute;l el
+remedio de tantos males: que manase de nuevo con abundancia el represado
+manantial americano; que se regenerasen los pueblos del Nuevo Mundo, y
+que su comprimida superior cultura reto&ntilde;ase y apareciese espl&eacute;ndida
+antes de que desapareciese la civilizaci&oacute;n europea en medio de las
+convulsiones de un horroroso cataclismo.</p>
+
+<p>A veces columbraba Pedro Lobo, en visi&oacute;n prof&eacute;tica, a toda Europa tan
+arruinada ya y tan desierta como contemplamos hoy el centro de Asia. Se
+figuraba a Par&iacute;s, Londres y Viena, como contemplamos hoy los amontonados
+escombros de N&iacute;nive y de Babilonia. Lo que es de Madrid afirmaba que
+apenas quedar&iacute;a rastro: s&oacute;lo quedar&iacute;an tal vez algunos cimientos del
+Palacio Real. Y como estos cimientos estar&iacute;an tan solos, los hombres de
+las futuras edades imaginar&iacute;an que hab&iacute;a habitado en aquel alc&aacute;zar un
+tirano anacoreta, un monarca mis&aacute;ntropo y amigo de la soledad, que hab&iacute;a
+ido a buscar para su vivienda un yermo inhospitable, feo y est&eacute;ril.</p>
+
+<p>Despu&eacute;s de trazar de tan linda manera el cuadro de la Europa del
+porvenir, Pedro Lobo pintaba en su imaginaci&oacute;n una Am&eacute;rica
+resplandeciente y dichosa, con artes y ciencias superiores a las
+europeas, original&iacute;simas y casi sin antecedentes. Y como ciudad
+principal, centro y cabeza de este nuevo mundo, pon&iacute;a &eacute;l a Buenos Aires,
+su patria, en cuya ingente plaza mayor se levantar&iacute;a grandioso
+monumento, m&aacute;s alto que la m&aacute;s alta de las pir&aacute;mides, a la memoria de
+Juan Manuel Rosas, precursor y fundador de la nueva era y tremendo
+nivelador y constructor del camino por donde el linaje humano en Am&eacute;rica
+hab&iacute;a de subir a tama&ntilde;a altura.</p>
+
+<p>El profeta fil&oacute;sofo, sustentador de las teor&iacute;as que aqu&iacute; se ponen en
+resumen, se hizo pronto uno de los m&aacute;s asiduos tertulianos de la se&ntilde;ora
+de Figueredo.</p>
+
+<p>Apenas tendr&iacute;a &eacute;l treinta y cinco a&ntilde;os. A pesar de su odio a Espa&ntilde;a,
+ten&iacute;a m&aacute;s apariencias de espa&ntilde;ol que de indio. Parec&iacute;a un andaluz
+moreno, esbelto y gracioso, con un no s&eacute; qu&eacute; de extra&ntilde;o que le
+diferenciaba y distingu&iacute;a. Y a pesar de su odio contra la civilizaci&oacute;n
+europea y a pesar de su vida y h&aacute;bitos de gaucho, se allanaba y se
+resignaba, con naturalidad y sin esfuerzo, a aparecer, en la vida y
+trato de las ciudades, como un caballero atildado, pulcro y bien
+vestido, ya de frac, ya de levita, a la &uacute;ltima moda, con botas de
+charol, y por las noches con corbata blanca y guantes amarillos o lilas.
+Rafaela le encontraba muy fino, y lo que es el se&ntilde;or de Figueredo a&uacute;n
+ponderaba m&aacute;s su finura.</p>
+
+<p>Con lo &uacute;nico que Rafaela no pod&iacute;a transigir era con el fanatismo
+anti-europeo y sobre todo anti-espa&ntilde;ol de sus doctrinas hist&oacute;ricas.</p>
+
+<p>Rafaela se empe&ntilde;&oacute;, pues, en convertir a Pedro Lobo, haciendo de &eacute;l una
+persona razonable.</p>
+
+<p>Este empe&ntilde;o no pod&iacute;a ser m&aacute;s natural ni m&aacute;s propio de las mujeres.
+&iquest;Cu&aacute;ntas de ellas no han so&ntilde;ado con traer o han tra&iacute;do, ya herejes o
+paganos al gremio de la cristiandad, ya desaforados criminales a una
+vida penitente, y ya a la templanza, a la paz y a las costumbres
+morigeradas a hombres crapulosos, jugadores y pendencieros?</p>
+
+<p>La tentaci&oacute;n de Rafaela era dif&iacute;cil de vencer. Rafaela se propuso hacer
+de Pedro Lobo otro hombre. Y para ello decidi&oacute; emplear su buena ma&ntilde;a y
+sus suaves rodeos; pero como Rafaela profesaba con ardor una filosof&iacute;a
+de la historia totalmente contraria a la del gaucho y era adem&aacute;s una
+espa&ntilde;ola llena del m&aacute;s ardiente patriotismo, siempre le faltaban la
+paciencia y el disimulo para no impugnar con violenta furia los asertos
+del gaucho, que ella juzgaba intolerables errores y desaforadas
+blasfemias.</p>
+
+<p>De aqu&iacute; que muy a menudo sus conversaciones con Pedro Lobo, m&aacute;s
+frecuentes cada d&iacute;a, fuesen una acalorada disputa.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XII" id="XII"></a>-XII-</h2>
+
+
+<p>Soliviantado el esp&iacute;ritu de Rafaela por la contradicci&oacute;n, extremaba
+su doctrina casi tanto como extremaba la suya el gallardo gaucho. Seg&uacute;n
+ella todos los pueblos y tribus del Nuevo Mundo hab&iacute;an degenerado y se
+hab&iacute;an depravado hasta tal punto, que jam&aacute;s ellos solos hubieran podido
+salir del tenebroso abismo en que se hab&iacute;an sumido. Fue menester que
+vinieran los espa&ntilde;oles y que para sacarlos de &eacute;l les tendiesen la mano.
+Aunque tarde, llegaron a tiempo. Si hubieran llegado pocos a&ntilde;os despu&eacute;s,
+las semicivilizaciones que encontraron en M&eacute;jico, en Bogot&aacute; y en el
+vasto dominio de los Incas, hubieran ya desaparecido. Todo hubiera ca&iacute;do
+en el estado salvaje, y tal vez los sacrificios humanos, el canibalismo
+y las guerras constantes de unas tribus con otras hubieran barrido de
+sobre la faz de aquel inmenso continente la degradada especie humana.
+Los indios, por lo tanto, deb&iacute;an estar eternamente agradecidos a los
+espa&ntilde;oles que los hab&iacute;an levantado de la abyecci&oacute;n y que les hab&iacute;an
+devuelto el ser de criaturas racionales que casi hab&iacute;an perdido.</p>
+
+<p>Los razonamientos empleados por Rafaela para sostener su tesis excitaban
+la c&oacute;lera de Pedro Lobo y hac&iacute;an brotar de sus labios feroces discursos
+en contra.</p>
+
+<p>Sol&iacute;an verificarse tales controversias despu&eacute;s de la comida, cuando
+Pedro Lobo estaba convidado a comer en casa de los Sres. de Figueredo.</p>
+
+<p>A menudo, arrullado por los gritos de los contendientes, el Anfitri&oacute;n se
+quedaba dormido; pero cuando no se dorm&iacute;a, o bien cuando despertaba y
+ve&iacute;a a su mujer y a Pedro Lobo enfurecidos ambos y en la m&aacute;s encarnizada
+contienda, se apuraba y hasta se asustaba, porque era hombre conciliador
+y benigno; procuraba ponerlos en paz; y agarraba la mano de &eacute;l y la mano
+de ella y los atra&iacute;a para que se las diesen, aconsej&aacute;ndoles que echasen
+pelillos a la mar, para lo cual pronunciaba tambi&eacute;n su discurso,
+buscando y quiz&aacute;s hallando un juicioso t&eacute;rmino medio entre las dos
+opuestas doctrinas.</p>
+
+<p>&mdash;Confesemos&mdash;dec&iacute;a&mdash;que los espa&ntilde;oles fueron unos heroicos desalmados, lo
+peor de cada casa, y que, cuando el descubrimiento y la conquista,
+hicieron infinidad de barbaridades; pero confesemos tambi&eacute;n que los
+indios en su mayor parte estaban empecatados y entregados a todos los
+diablos. Su ignorancia era tal que no sab&iacute;an escribir ni leer, ni
+alumbrarse con un candil durante la noche, ni valerse de m&aacute;s bestias de
+carga que de ellos mismos, ni criar animales dom&eacute;sticos, ni ser pastores
+siquiera. En cambio se sacrificaban a millares a sus &iacute;dolos y estaban
+corro&iacute;dos por la gangrena de los vicios m&aacute;s nefandos, y sobre todo por
+la afici&oacute;n de comerse unos a otros. Los espa&ntilde;oles vinieron a remediar
+todo esto, y aunque trajeron inquisici&oacute;n, intolerancia religiosa, cruel
+codicia, malos tratamientos y trabajos forzados para los indios que se
+les <i>encomendaban</i>, todav&iacute;a puede asegurarse que trajeron m&aacute;s bienes que
+males; animales de carga para que el indio no lo fuese, animales
+sabrosos para que el indio se los comiese en vez de comerse a otro
+indio, y otras much&iacute;simas cosas, que ser&iacute;a prolijo enumerar, as&iacute; para
+bienestar del cuerpo como para solaz y consuelo del alma. Y en cuanto a
+la ruina de Europa que mi amigo Lobo presiente, yo no la veo tan
+cercana. Por all&aacute; son listos y ya ir&aacute;n pasteleando y allanando
+dificultades, hasta que todos los hombres, a fuerza de m&aacute;quinas,
+ingeniaturas y otras invenciones sutiles, coman mejor, vivan m&aacute;s
+c&oacute;modamente y luzcan trapitos de cristianar de diario. Esto no obsta
+para que progresemos tambi&eacute;n por aqu&iacute;, sin que nuestra prosperidad nazca
+de la ruina del mundo viejo, sino que, al contrario, por all&aacute; y por ac&aacute;
+prosperemos en competencia y nos amemos como hermanos. As&iacute; pues, hija
+m&iacute;a, t&uacute; y el Sr. D. Pedro Lobo deb&eacute;is empezar por dar el ejemplo, y t&uacute;
+como representante de Europa y singularmente de Espa&ntilde;a, y &eacute;l como si
+fuera el propio genio de Am&eacute;rica, lejos de pelearos y de maltrataros con
+insultantes recriminaciones, deb&eacute;is formar estrecha alianza fraternal y
+ser clar&iacute;simo espejo de amistad y de concordia.</p>
+
+<p>Con tal discurso y con otros de la misma laya sosegaba D. Joaqu&iacute;n los
+&aacute;nimos exaltados de su gentil esposa y del fan&aacute;tico americano.</p>
+
+<p>Estos, en efecto, ya que no perpetua paz, ten&iacute;an largos momentos y aun
+horas de tregua agradabil&iacute;sima; se hablaban al o&iacute;do sin disputarse
+cuando as&iacute; hablaban; y sol&iacute;an salir juntos a caballo y dar deliciosos
+paseos, galopando y trotando por los f&eacute;rtiles y pintorescos alrededores
+de la ciudad, ya cuando se pon&iacute;a el sol a la ca&iacute;da de la tarde, ya en
+noches apacibles de luna.</p>
+
+<p>Cierto egregio personaje no tuvo noticia de las disputas
+hist&oacute;rico-filos&oacute;ficas, pero la tuvo pronto de las intimidades y de los
+paseos. En su dignidad, jam&aacute;s quiso darse por entendido ni mostrarse
+quejoso, pero desisti&oacute; por completo de acudir y aun de pedir nuevas
+citas, dado que las antiguas hubiesen sido realidad y no invenci&oacute;n o
+f&aacute;bula de desocupados maldicientes.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XIII" id="XIII"></a>-XIII-</h2>
+
+
+<p>Aunque dicen que de la discusi&oacute;n sale la luz, fuerza es confesar
+aqu&iacute; que no sali&oacute; luz ninguna de la discusi&oacute;n constante que Rafaela y el
+gaucho ten&iacute;an, y en la que a veces tomaban parte varios tertulianos de
+la casa, diputados, senadores, hombres pol&iacute;ticos y poetas, que siempre
+en el Brasil los hubo eminentes, descollando entonces entre todos
+Magalhaens, Gonz&aacute;lvez D&iacute;az y Araujo Portoalegre, los cuales eran
+comensales de la casa, complaci&eacute;ndose Rafaela en tratarlos y
+agasajarlos.</p>
+
+<p>Gustaba ella de lucir por todos estilos y de dar a sus salones cierto
+tinte de sabidur&iacute;a y refinamiento aristocr&aacute;ticos.</p>
+
+<p>Hab&iacute;a educado tan bien a D. Joaqu&iacute;n, espole&aacute;ndole para aquellos trotes,
+que &eacute;l hab&iacute;a ido, en su carrera desenfrenada, m&aacute;s all&aacute; de la meta que
+ella le puso. De aqu&iacute; algunos percances y desenga&ntilde;os, que aguaron algo
+el contento con que D. Joaqu&iacute;n viv&iacute;a, pero que a Rafaela no le
+importaron un comino.</p>
+
+<p>D. Joaqu&iacute;n hab&iacute;a prestado al gobierno Imperial muy notables servicios,
+en premio de los cuales, le hab&iacute;an dado la encomienda de la Rosa y hasta
+se habl&oacute; de que acaso le dar&iacute;an un t&iacute;tulo, si bien el t&iacute;tulo no lleg&oacute;
+nunca.</p>
+
+<p>Para no hacer ruido y para no dar qu&eacute; decir, D. Joaqu&iacute;n pretendi&oacute; con
+mucho disimulo, tentando antes el vado, que Rafaela fuese presentada a
+la emperatriz; pero la augusta se&ntilde;ora no quiso recibirla, ya pensando en
+la vida que se dec&iacute;a que Rafaela hab&iacute;a hecho en Espa&ntilde;a y en Lisboa, ya
+recordando que en el gran teatro de R&iacute;o la hab&iacute;an silbado cuando ella
+bailaba el vito o cantaba canciones del maestro Iradier, muy celebradas
+entonces.</p>
+
+<p>Ella rabi&oacute; algo, ri&ntilde;&oacute; a D. Joaqu&iacute;n por haber andado en tales
+pretensiones sin consultarla antes, y, al fin, olvid&oacute; el desaire y se
+qued&oacute; tan fresca. &iquest;Qu&eacute; necesidad ten&iacute;a ella de emperatrices, cuando era
+en su casa la Emperatriz de la hermosura, de la discreci&oacute;n, de la
+elegancia y del buen tono: una princesa de Lieven o una <i>madame</i>
+Recamier de entretr&oacute;picos?</p>
+
+<p>D. Joaqu&iacute;n fue el que se sinti&oacute; quemado del desaire, origin&aacute;ndose de la
+quema ciertos humos nobiliarios, que antes nadie hab&iacute;a notado en &eacute;l y
+que aparecieron de repente.</p>
+
+<p>Hasta entonces D. Joaqu&iacute;n hab&iacute;a sido despreocupad&iacute;simo, pero, con el
+boato y magnificencia de su casa, se desenvolvieron en su esp&iacute;ritu los
+instintos de nobleza, combinados con la afici&oacute;n a la poes&iacute;a. En suma, D.
+Joaqu&iacute;n hizo saber a todos sus amigos que descend&iacute;a nada menos que del
+heroico trovador G&uuml;esto Ansures, el cual machuc&oacute; a un enjambre de moros
+con un ramo de higuera, por donde tom&oacute; el apellido de Figueredo, que D.
+Joaqu&iacute;n todav&iacute;a llevaba.</p>
+
+<p>Aunque Rafaela lo repugn&oacute;, D. Joaqu&iacute;n no quiso ceder nunca: no la
+obedeci&oacute; contra su costumbre, e hizo bordar en los tapices, reposteros y
+cortinas de su antec&aacute;mara, y pintar en sus coches, el escudo de armas de
+los Figueredos, con las cinco hojas de higuera, en memoria de las cinco
+doncellas que G&uuml;esto Ansures hab&iacute;a libertado, cuando las llevaban a la
+morer&iacute;a para pagar el feudo de ciento a que se oblig&oacute; al rey Mauregato.</p>
+
+<p>A rega&ntilde;adientes aguant&oacute; Rafaela este capricho de su esposo, pero no pudo
+resistir a la tentaci&oacute;n de re&iacute;rse un poco de &eacute;l. Y para ello aseguraba
+que, seg&uacute;n el antiqu&iacute;simo romance, que escribi&oacute; G&uuml;esto Ansures, las
+doncellas que iban cautivas eran seis, y cinco nada m&aacute;s las hojas de
+higuera del escudo. Lo cual significaba que tres o cuatro de aquellos
+malditos moros pudieron escaparse, huyendo a u&ntilde;a de caballo del
+machucador ramo de higuera del ascendiente de don Joaqu&iacute;n, y se llevaron
+a Andaluc&iacute;a a una de las seis ni&ntilde;as gallegas, la cual vino a ser pronto
+la sultana favorita del Miramamol&iacute;n. De esta sultana afirmaba Rafaela
+que descend&iacute;a ella, de suerte que su nobleza era tal para cual y no
+menos antigua que la de su marido. En prueba de esto, si &eacute;l ten&iacute;a por
+apellido Figueredo, ella, a pesar de lo nebuloso y rec&oacute;ndito de su
+origen, hab&iacute;a llegado a averiguar, por claros y evidentes indicios, que
+su estirpe, prosapia, abolengo y apellido era Benjumea, que equivale a
+Ben Humeya, apellido de los califas de C&oacute;rdoba, estropeado y mal
+pronunciado por los ignorantes.</p>
+
+<p>Un argumento presentaba Rafaela a veces contra las pretensiones de D.
+Joaqu&iacute;n, pero &eacute;ste refutaba victoriosamente el argumento. Dec&iacute;a Rafaela
+que no eran los Figueredos de Portugal, sino los Vargas Machucas de
+Castilla, los que machucaron a los moros y acabaron con el feudo de las
+cien doncellas. Y D. Joaqu&iacute;n contestaba que los Vargas Machucas, en
+efecto, descend&iacute;an tambi&eacute;n de G&uuml;esto Ansures, si bien la rama principal
+y leg&iacute;tima era la de los Figueredos, mientras que los Vargas Machucas
+eran una rama secundaria, y en su sentir, bastarda, ya que, seg&uacute;n D.
+Joaqu&iacute;n hab&iacute;a o&iacute;do explicar a una persona muy docta en la ciencia del
+blas&oacute;n, a la que aplicaba como auxiliar la ciencia etimol&oacute;gica, Vargas o
+Bargas, que es como debiera escribirse, es una contracci&oacute;n de los
+vocablos <i>Barragana</i> y <i>Barragania</i>. Por fortuna, ning&uacute;n caballero que
+tuviese el apellido de Vargas asisti&oacute; jam&aacute;s a la tertulia de Rafaela, y
+D. Joaqu&iacute;n pudo sostener su tesis, poco lisonjera para los Vargas, sin
+promover el menor altercado.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XIV" id="XIV"></a>-XIV-</h2>
+
+
+<p>Salva la discrepancia en que sol&iacute;an estar marido y mujer sobre este
+punto de la nobleza, don Joaqu&iacute;n se mostraba siempre en perfecto acuerdo
+con Rafaela, gustando de lo que ella gustaba, y ensalzando y aplaudiendo
+lo que ella ensalzaba y aplaud&iacute;a.</p>
+
+<p>Pedro Lobo, pues, vino a ser el encanto de D. Joaqu&iacute;n, quien siempre
+quer&iacute;a tenerle en su casa, de suerte que, cuando Pedro Lobo, retenido
+por sus quehaceres, dejaba alg&uacute;n d&iacute;a de venir o retardaba su venida, D.
+Joaqu&iacute;n iba a buscarle y no paraba ni descansaba hasta que se le tra&iacute;a
+consigo. Todo esto daba ocasi&oacute;n a no pocos chistes, que cund&iacute;an por la
+ciudad, pero que por fortuna jam&aacute;s llegaban a los o&iacute;dos de don Joaqu&iacute;n,
+v&iacute;ctima de ellos.</p>
+
+<p>Algo m&aacute;s de un a&ntilde;o dur&oacute; esta armon&iacute;a y constante convivencia entre D.
+Joaqu&iacute;n, Rafaela y Pedro Lobo.</p>
+
+<p>No hubo de ser &eacute;ste tan afortunado como en otras cosas en su secreta
+misi&oacute;n pol&iacute;tica. El Brasil, m&aacute;s enemigo cada d&iacute;a del dictador Rosas,
+conspir&oacute; contra su poder, hizo un tratado secreto con la Rep&uacute;blica
+Oriental del Uruguay, se concert&oacute; con el general Justo Jos&eacute; Urquiza,
+gobernador de Entrer&iacute;os, y suministr&oacute; toda clase de recursos para el
+levantamiento contra el tirano.</p>
+
+<p>El representante diplom&aacute;tico de Rosas en R&iacute;o de Janeiro pidi&oacute; entonces
+sus pasaportes. Y retirada la Legaci&oacute;n argentina, Pedro Lobo se march&oacute;
+con ella, volviendo a Buenos Aires, para dar al dictador auxilio de m&aacute;s
+valer como soldado que como agente secreto.</p>
+
+<p>Rafaela sinti&oacute; la partida de Pedro Lobo, pero como su car&aacute;cter era tan
+alegre, logr&oacute; consolarse pronto. Pedro Lobo adem&aacute;s no se dejaba
+convencer, y esto mortificaba a Rafaela, y como &eacute;l ten&iacute;a un car&aacute;cter
+dominante y ella tambi&eacute;n le ten&iacute;a, procurando avasallar y repugnando que
+la avasallasen, sus relaciones con el gaucho nada tuvieron de apacibles
+y no pocas veces la enojaban y desesperaban. El prurito de romper
+aquellas relaciones, que ella en el fondo de su alma calificaba de
+cadenas, estimulaba entonces su voluntad, pero, aunque era muy valerosa
+y apenas conoc&iacute;a el miedo, no se atrev&iacute;a a intentar la ruptura. Puede,
+por lo tanto, conjeturarse que Rafaela vio con oculta satisfacci&oacute;n las
+circunstancias pol&iacute;ticas que, si por una parte la privaban del agradable
+trato de una persona de tanto m&eacute;rito como Pedro Lobo, la libertaban por
+otra, sin rebeli&oacute;n ni pendencias, de lo que se le figuraba en ocasiones
+que ten&iacute;a traza de yugo y de servidumbre.</p>
+
+<p>Rafaela, aunque aparent&oacute; sentir, no sinti&oacute; demasiado, por lo que ya
+queda dicho, la partida de Pedro Lobo. Quien la sinti&oacute; con todo su
+coraz&oacute;n, y la lament&oacute; y la llor&oacute;, fue D. Joaqu&iacute;n, que era muy tierno,
+pudiendo asegurarse que pose&iacute;a el <i>don de l&aacute;grimas</i>.</p>
+
+<p>A poco de la partida del gaucho, ocurri&oacute; en R&iacute;o cierta novedad, que, aun
+suponiendo a Rafaela muy melanc&oacute;lica, hubiera distra&iacute;do sus melancol&iacute;as.</p>
+
+<p>El Sr. Gregorio Machado era el m&aacute;s rico propietario de todo el Brasil,
+due&ntilde;o de muchos fondos p&uacute;blicos y de acciones del Banco, de magn&iacute;ficas
+<i>fazendas</i> en las provincias de San Pablo y Pernambuco y de florestas
+dilatadas, donde abundaban las maderas preciosas, en la interior
+provincia de Mato-Grosso. Centenares de esclavos cultivaban sus
+posesiones; y sus rentas y ganancias eran tres o cuatro veces mayores
+que las de D. Joaqu&iacute;n, con ser &eacute;ste uno de los m&aacute;s acaudalados
+brasile&ntilde;os.</p>
+
+<p>Viudo el Sr. Machado, ten&iacute;a un hijo, llamado Arturo, de veintis&eacute;is a&ntilde;os
+de edad y muy lindo mozo.</p>
+
+<p>Arturo hab&iacute;a estudiado leyes en la Universidad de San Pablo, donde las
+mujeres son guap&iacute;simas. En todo el Brasil alcanzan fama de seductoras y
+de que tienen misteriosas cualidades y encantados lazos con que saben
+cautivar a los hombres. De San Pablo han salido mujeres que, por su
+belleza y por otros atractivos, han llegado al pin&aacute;culo de la fortuna.</p>
+
+<p>Arturito, que era muy enamorado, estudi&oacute; poqu&iacute;simo e hizo en San Pablo
+doscientos mil disparates. Su padre crey&oacute; prudente sacarle y le sac&oacute; de
+aquella Pafos del Brasil y le envi&oacute; a Olinda, donde hay tambi&eacute;n escuela
+de Derecho. All&iacute;, bien o mal, tom&oacute; la borla de doctor el joven Arturo.</p>
+
+<p>Ya doctorado, nada m&aacute;s natural que ir a Europa para acabar de
+civilizarse y conocer por experiencia hasta los m&aacute;s delicados perfiles y
+las m&aacute;s recientes conquistas del esp&iacute;ritu humano. Arturo fue, pues, a
+Par&iacute;s, haciendo de Par&iacute;s su residencia habitual y el centro de sus
+excursiones. Desde all&iacute; sali&oacute; a recorrer con rapidez y por pocos meses
+la Alemania y la Italia, y desde all&iacute; fue a solazarse, durante los
+veranos, en Baden, Wiesbaden y Homburgo, donde hab&iacute;a <i>treinta y
+cuarenta</i> y ruleta, y donde asist&iacute;a multitud de ninfas sabias y
+elegantes, m&aacute;s aptas que Egeria para adoctrinar, pulir y dar charol a
+los modernos Numas.</p>
+
+<p>No se descuid&oacute; Arturo, aprendi&oacute; cuanto hay que aprender y supo
+aprovechar las lecciones que le dieron; pero las lecciones salieron
+extremadamente caras. A los dos a&ntilde;os de haber estado Arturo en Europa,
+hab&iacute;a ya gastado a su padre, perdi&eacute;ndolo al juego o en obsequio de las
+ninfas, cerca de 400 millones o <i>contos</i> de reis.</p>
+
+<p>No hay que asustarse ni considerar monstruosa la suma, porque los <i>reis</i>
+del Brasil son <i>fracos</i>, y cada uno vale la mitad de un <i>rei</i> de
+Portugal o <i>rei gordo</i>. Arturo, por lo tanto, no gast&oacute; una enormidad;
+pero, como cada <i>conto de reis fracos</i> equivale sobre poco m&aacute;s o menos a
+2.500 francos, siempre result&oacute; que su gasto, a pesar de las grandes
+riquezas del Sr. Gregorio Machado, hab&iacute;a sido excesivo, elev&aacute;ndose a un
+mill&oacute;n de francos en moneda francesa.</p>
+
+<p>El padre se hart&oacute; de enviar dinero, siti&oacute; por hambre a su hijo, y &eacute;ste
+tuvo que volver a los patrios lares harto desconsolado y moh&iacute;no, pero
+convertido en el caballerete m&aacute;s elegante que hab&iacute;a pisado el suelo del
+Brasil desde los tiempos de Pedro Cabral y de Diego Correa, apellidado
+<i>Carumur&uacute;</i> y fundador de Bah&iacute;a.</p>
+
+<p>Acostumbrado Arturito a las exquisiteces, primores y alambicadas quintas
+esencias de las mujeres de Par&iacute;s, volvi&oacute; muy desde&ntilde;oso, encontrando a
+sus compatriotas feas, zafias y mal vestidas. En ninguna de ellas
+descubr&iacute;a un &aacute;tomo de <i>chic</i>. La misma princesa de los Tupinambas, la
+divina Paraguass&uacute;, hero&iacute;na de la epopeya nacional, si hubiera resucitado
+y se le hubiera presentado, le hubiera parecido un adefesio.</p>
+
+<p>Cuando Rafaela se enter&oacute; de todas estas cosas, concibi&oacute; el prop&oacute;sito de
+vindicar al Brasil de aquellos injustificados desdenes, volviendo por el
+honor de su patria adoptiva y probando a Arturito que todas las heteras
+parisinas no val&iacute;an un pitoche comparadas con ella, y que ella las
+venc&iacute;a en beldad, ingenio, sal y garabato.</p>
+
+<p>Acudi&oacute; a reforzar su patri&oacute;tico intento el prurito did&aacute;ctico que hab&iacute;a
+en su alma y que jam&aacute;s la abandonaba. Se propuso mejorar la condici&oacute;n de
+aquel extraviado mancebo, hacerle aborrecer el desorden y el despilfarro
+absurdo, y hacerle amar el orden y la econom&iacute;a.</p>
+
+<p>Impulsada por tan ben&eacute;ficas miras, pronto atrajo Rafaela a su casa al
+joven Arturo; y pronto tambi&eacute;n logr&oacute; que olvidase los devaneos de Par&iacute;s
+y que reconociese que ella era por todos estilos m&aacute;s guapa que cuantas
+mujeres hab&iacute;an ido a cenar con &eacute;l en el <i>Caf&eacute; Ingl&eacute;s</i>, en la <i>Maison
+Dor&eacute;e</i> o en los <i>kursaals</i> que regocijaban y animaban, en aquellos d&iacute;as,
+las inmediaciones del Taunus y de la Selva Negra.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XV" id="XV"></a>-XV-</h2>
+
+
+<p>El poder did&aacute;ctico de Rafaela jam&aacute;s realiz&oacute; en nadie tan r&aacute;pidas y
+provechosas mudanzas como en el &aacute;nimo y en todo el ser de Arturo
+Machado.</p>
+
+<p>Las <i>saudades</i> que &eacute;l ten&iacute;a de Par&iacute;s, y que le hac&iacute;an fastidioso a &eacute;l
+mismo y a las dem&aacute;s personas, se disiparon por completo. Arturito volvi&oacute;
+a gustar de su patria como cuando era estudiante y no hab&iacute;a vivido a&uacute;n
+en el <i>coraz&oacute;n y en el cerebro del mundo</i>, como llama a Par&iacute;s V&iacute;ctor
+Hugo. Se hizo ordenado y econ&oacute;mico y ni gastaba ni sab&iacute;a en qu&eacute; gastar
+su dinero. No pensaba ya en francachelas ni en vigilias tempestuosas. Y
+con su vida regular y morigerada recobr&oacute; la salud, que nunca hab&iacute;a sido
+muy fuerte y que hab&iacute;an estragado las excitaciones constantes de la
+existencia de calavera, para la cual no hab&iacute;a nacido. Porque, si bien
+era lindo mozo, agraciado y simp&aacute;tico, ten&iacute;a m&aacute;s de enclenque que de
+robusto. Era de genio manso, suave e inclinado a la quietud y a la paz.
+Y s&oacute;lo el mal ejemplo, las perversas compa&ntilde;&iacute;as y hasta la propia
+docilidad con que ced&iacute;a &eacute;l y dejaba que le guiasen hab&iacute;an sido causa de
+sus travesuras y derroches pasados. Para Rafaela, hecha ya esta
+conversi&oacute;n, se desvaneci&oacute; por desgracia casi todo el atractivo de
+Arturito. Empez&oacute; a hallarle poco ameno, y despu&eacute;s soso, y por &uacute;ltimo
+lleg&oacute; a encontrarle empalagos&iacute;simo a causa de su dulzura.</p>
+
+<p>Entonces sent&iacute;a Rafaela grandes veleidades de plantarle; pero, como era
+caritativa y estimaba adem&aacute;s como gloriosa producci&oacute;n de su ingenio y de
+la energ&iacute;a de su voluntad todos los progresos y mejoras de un esp&iacute;ritu
+cultivado por ella, resist&iacute;a a la tentaci&oacute;n de plantar a Arturito. All&aacute;
+en sus adentros se comparaba a la vara que sostiene en el aire a una
+planta rastrera a fin de que no caiga al suelo y se ensucie y pudra en
+el fango. Tem&iacute;a Rafaela que Arturito cayese si le dejaba ella, y por eso
+no le dejaba. A menudo sol&iacute;a lamentar que aquel muchacho hubiera sido
+tan d&oacute;cil y se hubiera convertido tan pronto. Lo conforme a su gusto
+hubiera sido una educaci&oacute;n m&aacute;s larga y dif&iacute;cil, as&iacute; porque, durando la
+educaci&oacute;n, tambi&eacute;n hubiera durado el prestigio que hacia Arturito la
+hab&iacute;a atra&iacute;do como porque la misma tardanza en educarse y en cambiar de
+condici&oacute;n hubiera sido garant&iacute;a de lo seguro y firme del cambio.</p>
+
+<p>En estas cavilaciones hubiera persistido largo tiempo Rafaela sin
+atreverse a despedir a Arturito, a no ser porque ella ten&iacute;a a veces
+crisis extra&ntilde;as en el coraz&oacute;n y en la mente. Religioso fervor la
+dominaba. Iba a confesarse o ten&iacute;a largos y piadosos coloquios con el
+Padre Garc&iacute;a, su director espiritual. Sus remordimientos de enga&ntilde;ar a D.
+Joaqu&iacute;n no la mortificaban demasiado, pues, aunque ella repugnaba el
+enga&ntilde;o y nunca hab&iacute;a enga&ntilde;ado a nadie sino a D. Joaqu&iacute;n, todav&iacute;a se
+figuraba ella que en realidad no hab&iacute;a tal enga&ntilde;o. Nada disimul&oacute; ni
+ocult&oacute; al casarse, y su marido por lo tanto debi&oacute; comprender desde luego
+a lo que hab&iacute;a de atenerse. Ella le hizo confesi&oacute;n general anticipada.
+Fue como si de una vez le confesase y descubriese todas sus culpas,
+pasadas y futuras. &iquest;Para qu&eacute;, pues, molerle y atormentarle
+confes&aacute;ndoselas despu&eacute;s una a una seg&uacute;n iban sobreviviendo? Esto no
+hubiera sido noble franqueza sino crueldad insensata. No era, pues, por
+D. Joaqu&iacute;n sino por ella misma por lo que el pecado le dol&iacute;a. Le dol&iacute;a
+el pecado porque en su anhelo de toda clase de perfecci&oacute;n, para ella y
+para los otros, so&ntilde;aba con una vida honrada y limpia.</p>
+
+<p>Por rara coincidencia, estos sue&ntilde;os de limpieza y de honradez acud&iacute;an en
+tropel a su mente, y m&aacute;s amenudo que nunca, desde que empez&oacute; a visitarla
+Juan Maury.</p>
+
+<p>Sus facultades cr&iacute;ticas y anal&iacute;ticas, sin poderlo remediar ella, se
+aplicaban a la comparaci&oacute;n. Y comparando al joven ingl&eacute;s con Arturo,
+Arturo sal&iacute;a siempre muy mal parado. Arturo era de menos que mediana
+estatura y estrecho de hombros. El ingl&eacute;s alto, sin dejar de ser bien
+proporcionado, y ancho de espaldas, sin que la esbeltez y la elegancia
+le faltasen. Era el uno moreno p&aacute;lido, casi cetrino, blanco y sonrosado
+el otro y rubio como las candelas. Y por &uacute;ltimo, en lo tocante a las
+prendas intelectuales y morales, al ingenio, al saber y a la energ&iacute;a de
+voluntad que en medio de su aparente timidez en el inglesito se notaba,
+la diferencia aparec&iacute;a enorme en la mente escrutadora de Rafaela.</p>
+
+<p>Empez&oacute;, pues, a tener verg&uuml;enza del afecto que Arturito le hab&iacute;a
+inspirado. La compasi&oacute;n hacia &eacute;l fue disminuy&eacute;ndose casi hasta
+desaparecer. Y el anhelo de elevarse hasta la virtud m&aacute;s s&oacute;lida, de
+consagrarse fielmente a D. Joaqu&iacute;n y de ser modelo de casadas y se&ntilde;ora
+muy respetable vino a ser la constante obsesi&oacute;n de su alma. Aunque ella
+era un lince para notar los defectos de las personas que trataba, no s&eacute;
+c&oacute;mo se las compuso que no hall&oacute; el menor defecto en el inglesito. Todo
+&eacute;l le pareci&oacute; una perfecci&oacute;n. Y en vez de pensar en educarle para
+elevarle a su altura, pens&oacute; en educarse a s&iacute; misma para subir a la
+altura en que le ve&iacute;a colocado.</p>
+
+<p>Bull&iacute;an todos estos pensamientos en la mente de Rafaela de modo harto
+confuso. Lejos de ella el imaginarse enamorada del inglesito. El
+prop&oacute;sito de enamorarle m&aacute;s lejos a&uacute;n. S&oacute;lo meditaba entonces virtud,
+abnegaci&oacute;n y toda clase de sublimidades.</p>
+
+<p>La &uacute;nica determinaci&oacute;n firme que nac&iacute;a de todo ello era la de despedir a
+Arturito, que ya le parec&iacute;a insufrible.</p>
+
+<p>Pero Rafaela era la bondad misma y, antes de hacer la herida que
+consideraba indispensable hacer, preparaba b&aacute;lsamos para curarla.</p>
+
+<p>Pens&oacute; en que el t&eacute;rmino dichoso, honesto y santo de la educaci&oacute;n que a
+Arturito hab&iacute;a dado, era casarle con la m&aacute;s linda se&ntilde;orita que hubiese
+en R&iacute;o de Janeiro, cristiana y recatadamente educada, bonita y amable y
+de distinguida familia, en quien Arturito hallase una compa&ntilde;era digna y
+fiel y lograse dar a su padre el Sr. D. Gregorio algunos graciosos y
+querid&iacute;simos nietos, que fueran el hechizo y el consuelo de su cansada
+senectud.</p>
+
+<p>No acierto a encarecer cu&aacute;nto se deleit&oacute; Rafaela al concebir este
+proyecto y el arte delicado y el impaciente af&aacute;n con que trat&oacute; de
+realizarle.</p>
+
+<p>Rafaela, que gustaba tanto de educar a los otros, no se hab&iacute;a descuidado
+en aquellos &uacute;ltimos a&ntilde;os, y singularmente desde que era gran se&ntilde;ora, en
+formar su coraz&oacute;n y su esp&iacute;ritu, leyendo no pocos libros, sobre todo de
+novelas y poes&iacute;as. Seg&uacute;n vulgarmente se dice, se hab&iacute;a hecho bastante
+<i>licurga</i> o marisabidilla. Con el inglesito hablaba de artes, de
+religi&oacute;n, de historia y hasta de filosof&iacute;a. Arturito estaba presente a
+estas conversaciones, que nada ten&iacute;an de misteriosas, pero no entend&iacute;a
+palabra y no tomaba parte en ellas.</p>
+
+<p>As&iacute; mientras duraban estos coloquios, como despu&eacute;s al retraerlos a la
+memoria, Rafaela lo ve&iacute;a todo tan pulcro, tan acicalado y tan moralmente
+pulido y lustroso, que se desesperaba de sus amistosas relaciones con
+Arturito como si fuesen fea mancha en medio de tanto resplandor, nitidez
+y aseo. En suma, no hab&iacute;a ya remedio; era menester borrar aquella
+mancha, pero sin rasgar la tela; era menester dar a Arturito su
+pasaporte, pero en forma de cucurucho repleto de delicad&iacute;simos confites.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XVI" id="XVI"></a>-XVI-</h2>
+
+
+<p>Lleg&oacute; por fin el d&iacute;a prefijado por Rafaela para tomar la cruel
+resoluci&oacute;n, inevitable ya seg&uacute;n su atormentada conciencia, de decir al
+pobre Arturito: hasta aqu&iacute; lleg&oacute;, no sigamos adelante.</p>
+
+<p>D. Joaqu&iacute;n se hab&iacute;a ido a la <i>ch&aacute;cara</i> por una semana en compa&ntilde;&iacute;a de
+tres o cuatro amigos.</p>
+
+<p>Rafaela no recib&iacute;a a sus tertulianos, pretextando frecuentes jaquecas,
+&uacute;nica enfermedad que sol&iacute;a alterar levemente su salud envidiable.</p>
+
+<p>En las noches de jaqueca muchos tertulianos acrecentaban el mal de
+Rafaela, pero la visita de uno s&oacute;lo pod&iacute;a aliviarla.</p>
+
+<p>Arturito acudi&oacute;, pues, aquella noche, esperando tener la satisfacci&oacute;n de
+dar el alivio mencionado. Como de costumbre, el portero negro que
+guardaba la puerta de la verja de hierro que rodeaba el jard&iacute;n, le dio
+paso franco sin sonar la campana, porque estaba industriado y al
+corriente de todo y sab&iacute;a bien su oficio.</p>
+
+<p><i>Madame</i> Duval, que a&uacute;n sab&iacute;a mejor el suyo y que ten&iacute;a ojos de lince y
+o&iacute;do de liebre, se hallaba atisbando a la hora convenida, abri&oacute; la
+puerta y, sin hacer ruido, introdujo al joven brasile&ntilde;o en el
+confortable y primoroso <i>boudoir</i> de su se&ntilde;ora.</p>
+
+<p>Lo primero que not&oacute; Arturito, con desagradable sorpresa, aunque parezca
+extra&ntilde;o y nada compasivo, fue que la Sra. de Figueredo deb&iacute;a de estar
+aquella noche muy poco atormentada por la jaqueca, porque en vez de
+hallarla en vaporoso <i>deshabill&eacute;</i>, de bata, peinada muy al descuido y
+recostada o casi tendida en su <i>chaise-longue</i>, la encontr&oacute; bastante
+atildada y compuesta, con traje casi de ceremonia, y sentada en un
+sill&oacute;n, como si fuese a recibir una visita de mucho cumplido.</p>
+
+<p>El recibimiento correspondi&oacute; al traje y aument&oacute; la sorpresa y el
+disgusto del joven visitante.</p>
+
+<p>Rafaela le alarg&oacute;, sin duda, cari&ntilde;osamente la mano, si bien con cierta
+tibia y l&aacute;nguida indiferencia. Y luego, como &eacute;l se acercase mucho, ella
+le rechaz&oacute; con suave dignidad y casi le oblig&oacute; a que se sentase en una
+silla frente de ella.</p>
+
+<p>Despu&eacute;s de algunas frases que entre ambos mediaron, Arturito empez&oacute; a
+dar sentidas quejas de recibimiento tan fr&iacute;o. Ella entonces, con el
+incontrastable imperio que ten&iacute;a sobre &eacute;l, le cort&oacute; la palabra, y sobre
+poco m&aacute;s o menos, pronunci&oacute; las siguientes, que casi podemos calificar
+de discurso:</p>
+
+<p>&mdash;D&iacute;as ha, mi querido Arturito, que tengo la conciencia muy escrupulosa y
+atribulada. Es infame mi modo de proceder con D. Joaqu&iacute;n. Indigno pago
+estoy dando a sus grandes beneficios, a su entra&ntilde;able afecto, a la
+sublime confianza que en m&iacute; tiene. Dios podr&aacute; perdonarme porque es todo
+misericordia; mi marido es tan bueno que tambi&eacute;n me perdonar&iacute;a si
+supiese lo que pasa, aunque ser&iacute;a muy capaz de morirse de pena: yo soy
+quien no me perdono, quien necesita romper este lazo criminal que nos
+une, si he de vivir en paz y si no he de seguir aumentando las causas de
+mi remordimiento y de mi verg&uuml;enza. Todo se lo he confesado al Padre
+Garc&iacute;a, mi confesor, que es un santo, severo consigo mismo y con sus
+pr&oacute;jimos indulgente. Pero, a pesar de su indulgencia, se resiste a darme
+la absoluci&oacute;n si no me aparto para siempre del mal camino. Es, pues,
+necesario que nuestras relaciones concluyan.</p>
+
+<p>Al llegar a este punto, Arturito se puso tan enternecido que las
+l&aacute;grimas asomaron a sus ojos. Rafaela lo not&oacute; y sigui&oacute; hablando con
+mayor dulzura:</p>
+
+<p>&mdash;Ten valor, hijo m&iacute;o. Acaso no me expres&eacute; bien, o t&uacute; no me entendiste.
+Yo no quiero dejar de ser tu amiga. T&uacute; tienes y tendr&aacute;s siempre
+preferente lugar en mi coraz&oacute;n. Te he querido, te quiero y te querr&eacute;
+toda mi vida. Hu&eacute;rfano t&uacute; desde la infancia, no has gozado del afecto
+puro y santo de una madre. Yo te ofrezco hoy un amor que debe
+purificarse y adquirir la apariencia, si no el ser de amor maternal. No
+le desde&ntilde;es con perversi&oacute;n soberbia, seducido por amor vicioso y lleno
+de liviandades. Hoy que te amo yo con amistad inmaculada, entiendo que
+te amo m&aacute;s que te he amado nunca y no hago sino pensar en tu dicha.
+Considera que tu padre es ya muy anciano, que pronto acaso tendr&aacute; que
+rendir el inevitable tributo que a la naturaleza rendimos todos, y que
+te dejar&aacute; due&ntilde;o de un nombre respetad&iacute;simo en este pa&iacute;s y de cuantiosos
+bienes de fortuna. &iexcl;Cu&aacute;nto se alegrar&iacute;a tu padre de ver, en vida,
+asegurada en m&aacute;s extenso porvenir su sucesi&oacute;n y en contemplar y
+acariciar a los leg&iacute;timos y preciosos nietos que t&uacute; puedes y debes
+darle!</p>
+
+<p>Aqu&iacute; se enterneci&oacute; m&aacute;s Arturito y pas&oacute; de las l&aacute;grimas a los sollozos.
+Rafaela, algo conmovida y muy piadosa, se levant&oacute; de su asiento, se
+lleg&oacute; a &eacute;l y le dio para animarle tres o cuatro blandos cogotacitos con
+la blanca y linda mano. Volvi&oacute; luego a sentarse lejos de &eacute;l y con grave
+autoridad le inform&oacute; de que andaba busc&aacute;ndole novia y aun le cit&oacute; los
+nombres y le habl&oacute; de las condiciones de tres o cuatro muchachas de la
+ciudad en quienes ella hab&iacute;a puesto ya la mira.</p>
+
+<p>&mdash;T&uacute; eres muy buena, muy buena, dec&iacute;a Arturito; pero es in&uacute;til el trabajo
+que est&aacute;s tomando. Yo no quiero casarme. Yo s&oacute;lo me casar&iacute;a contigo.</p>
+
+<p>&mdash;S&iacute;... hombre del diablo&mdash;exclam&oacute; Rafaela riendo&mdash;. &iquest;Qu&eacute; crimen meditas?
+&iquest;Quieres matar a mi excelente D. Joaqu&iacute;n?</p>
+
+<p>&mdash;Gu&aacute;rdeme Dios de semejante pecado&mdash;contest&oacute; Arturito&mdash;; pero si &eacute;l
+buenamente se muriera....</p>
+
+<p>&mdash;No pienses ni digas tan abominable desatino. Es horroroso desear la
+muerte de alguien, y m&aacute;s a&uacute;n la de una persona que tanto te quiere.</p>
+
+<p>En efecto, D. Joaqu&iacute;n, seg&uacute;n su constante modo de ser, hab&iacute;a concebido
+por Arturito la amistad m&aacute;s entra&ntilde;able. Bien hab&iacute;a querido al gaucho
+Pedro Lobo, pero a Arturito le quer&iacute;a mil veces m&aacute;s, por lo manso y
+apacible que era, por paisano y hasta por hijo del Sr. Gregorio, con
+quien ten&iacute;a, desde hac&iacute;a muchos a&ntilde;os, estrechos lazos de amistoso
+compa&ntilde;erismo.</p>
+
+<p>Conoci&oacute; Arturito que no deb&iacute;a desear la muerte de D. Joaqu&iacute;n y se
+compungi&oacute; del improvisado deseo que hab&iacute;a asaltado su coraz&oacute;n en un
+instante de descuido.</p>
+
+<p>Entonces apel&oacute; a otros medios para disuadir a Rafaela de la ruptura. Le
+dijo que ella le sosten&iacute;a y guiaba por la senda de orden y de conducta
+juiciosa que &eacute;l hab&iacute;a emprendido, y que, no bien ella le dejase,
+descarrilar&iacute;a &eacute;l de nuevo, y s&oacute;lo Dios o el diablo sab&iacute;a en qu&eacute;
+infernales abismos podr&iacute;a &eacute;l hundirse.</p>
+
+<p>A esto replic&oacute; Rafaela, que pecar era detestable medio de prevenir el
+pecado; le asegur&oacute; que velar&iacute;a sobre &eacute;l para que no se extraviase, y
+reiter&aacute;ndole repetidas veces la seguridad y la promesa de que a&uacute;n le
+amaba con la amistad m&aacute;s pura, y de que seguir&iacute;a am&aacute;ndole siempre, se
+quej&oacute; de dolor de cabeza, dijo que necesitaba estar sola y hasta le
+empuj&oacute; con maternal familiaridad para que se largase, llamando a
+<i>Madame</i> Duval, a fin de que le acompa&ntilde;ara hasta la misma puerta del
+hotel. Arturito tuvo que irse muy triste y desolado.</p>
+
+<p>No se le ocurri&oacute;, ni por un momento, dudar de la sinceridad de Rafaela
+ni de su reciente empe&ntilde;o de volverse santa. A todos los hombres nos
+ciega algo la vanidad y no acertamos a ver, en ocasiones, al rival que
+aparece, ni a descubrir en &eacute;l mayor m&eacute;rito que en nosotros, ni m&aacute;s
+seductores recursos. Y por otra parte, los di&aacute;logos entre Rafaela y Juan
+Maury, que Arturito hab&iacute;a o&iacute;do, y que versaban sobre historia,
+metaf&iacute;sica y otros objetos profundos, apartaban del pensamiento de
+Arturito toda sospecha de que los interlocutores pudieran enamorarse. Lo
+que es &eacute;l ni con las mujeres de San Pablo, ni con las de Olinda, ni por
+&uacute;ltimo, con las ninfas que hab&iacute;a tratado en Par&iacute;s, se hab&iacute;a engolfado
+nunca en tales honduras y discreteos. En Par&iacute;s, d&iacute;gase lo que se diga,
+no abundan las Aspasias. Al menos &eacute;l no las hab&iacute;a encontrado, o bien
+ellas, consider&aacute;ndole profano, le hab&iacute;an ocultado su ret&oacute;rica y su
+filosof&iacute;a, guard&aacute;ndolas para los Pericles y los S&oacute;crates, y luciendo, a
+lo m&aacute;s, su ingenio en <i>calembours</i> m&aacute;s o menos desvergonzados y burdos.</p>
+
+<p>Dicho sea en honor de la verdad y en alabanza de Rafaela, su sinceridad
+en todo aquello era complet&iacute;sima. Rafaela cre&iacute;a en la propia contrici&oacute;n,
+en su horror al pecado y en su firme prop&oacute;sito de la enmienda que la
+mov&iacute;an a despedir a Arturito. Lejos, muy lejos de ella la idea de que
+Juan Maury diese o pudiese dar el menor impulso para aquel acto.</p>
+
+<p>Si alg&uacute;n c&aacute;lculo extra&ntilde;o a la contrici&oacute;n y al arrepentimiento era parte
+en la resoluci&oacute;n que Rafaela hab&iacute;a tomado, este c&aacute;lculo la honraba,
+demostrando que era prudente y buena.</p>
+
+<p>La noche en que Rafaela despidi&oacute; a Arturito, era el 5 de Febrero de
+1852. Rafaela acababa de saber, con no peque&ntilde;o sobresalto, que el
+dictador Juan Manuel Rosas, al frente de sus parciales, hab&iacute;a presentado
+la batalla en Monte Casero a los coligados que hab&iacute;an acudido para
+despojarle de la dictadura. La derrota del dictador hab&iacute;a sido completa.
+Disfrazado de gaucho, se hab&iacute;a refugiado en el barco de vapor ingl&eacute;s
+<i>Locusta</i> y navegaba ya con rumbo a Inglaterra.</p>
+
+<p>Rafaela ten&iacute;a claro presentimiento de que si Pedro Lobo no hab&iacute;a muerto
+en la pelea, no habr&iacute;a querido ni podido permanecer en territorio
+argentino y tambi&eacute;n se habr&iacute;a expatriado. Estaba adem&aacute;s segura de su
+poderoso atractivo y de que &eacute;l no se ir&iacute;a a Europa sin pasar por R&iacute;o y
+sin venir a verla. Le cre&iacute;a apasionado, celoso y tal vez enterado de
+todo, porque nunca falta gente chismosa que se deleite en dar ciertas
+noticias. Derrotado y huido de su patria, Pedro Lobo deb&iacute;a de estar m&aacute;s
+feroz que nunca, y Rafaela tem&iacute;a, sino pon&iacute;a en salvo a Arturito,
+apart&aacute;ndole de s&iacute;, que ocurriese a &eacute;ste un lastimoso percance. Su
+prop&oacute;sito, perseverando en su plan de enmienda y santificaci&oacute;n, era
+despedir tambi&eacute;n a Pedro Lobo, pero, por lo mismo, ten&iacute;a mayor empe&ntilde;o en
+despedir antes a Arturo, para que ni remotamente imaginase el otro que
+aquel infeliz muchacho era causa de su despedida.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XVII" id="XVII"></a>-XVII-</h2>
+
+
+<p>Rafaela no se hab&iacute;a enga&ntilde;ado. Dos d&iacute;as despu&eacute;s de haber despedido
+a Arturito, supo que Pedro Lobo acababa de desembarcar en R&iacute;o de Janeiro
+y que pretend&iacute;a venir a verla.</p>
+
+<p>Ausente D. Joaqu&iacute;n y v&iacute;ctima Rafaela de jaquecas continuas, Rafaela no
+recib&iacute;a entonces ni sal&iacute;a de su casa.</p>
+
+<p>Pedro Lobo busc&oacute; en la calle a <i>Madame</i> Duval, le habl&oacute;, y le pidi&oacute; y
+casi le exigi&oacute; que le diese una cita con su se&ntilde;ora.</p>
+
+<p><i>Madame</i> Duval se excus&oacute; como pudo, pero, cediendo a la terca
+insistencia del gaucho, tuvo que encargarse de una carta que &eacute;ste le dio
+para Rafaela. Ella la recibi&oacute; y la ley&oacute; con hondo disgusto, y, si no
+tuvo miedo, fue porque de nada le ten&iacute;a.</p>
+
+<p>Era, sin embargo, prudente y rehu&iacute;a comprometerse escribiendo. No ten&iacute;a
+gana tampoco de recibir al gaucho para despedirle y para tener con &eacute;l
+una escena violenta y acaso tr&aacute;gica.</p>
+
+<p>Se vali&oacute;, pues, de <i>Madame</i> Duval como mensajera. La instruy&oacute;
+detenidamente en todo cuanto hab&iacute;a de decir: en la resoluci&oacute;n que hab&iacute;a
+tomado de seguir nueva vida, en sus remordimientos y en su firme
+prop&oacute;sito de no reanudar con &eacute;l las pasadas relaciones y de no recibirle
+en secreto.</p>
+
+<p>Bram&oacute; de ira el gaucho al recibir el mensaje, pero disimul&oacute; la ira y
+hasta aparent&oacute; cierta conformidad, meditando y proyectando una venganza.</p>
+
+<p>Aunque no dijo a <i>Madame</i> Duval que lo sab&iacute;a, Pedro Lobo era sabedor de
+la ventura del joven Arturo. No hab&iacute;an faltado amigos oficiosos que le
+escribiesen a Buenos Aires inform&aacute;ndole de cuanto se sab&iacute;a o se presum&iacute;a
+como evidente.</p>
+
+<p>Arturito supo tambi&eacute;n la llegada de Pedro Lobo no bien &eacute;ste lleg&oacute;. Y si
+hemos de decir la verdad, all&aacute; en el fondo de su alma pac&iacute;fica y
+humilde, se alegr&oacute; entonces de que le hubiese despedido Rafaela. As&iacute; se
+crey&oacute; libre y exento de tener un lance con el gaucho, que alcanzaba fama
+de brutal y grosero.</p>
+
+<p>Entre tanto, a fin de mostrar a Rafaela que por ella s&oacute;lo hab&iacute;a sido
+ordenada y juiciosa su vida; a fin de hacerle notar que se consolaba de
+su desd&eacute;n volviendo a sus antiguas travesuras y locos deportes; y a fin
+acaso de que el mismo Pedro Lobo comprendiese que nada ten&iacute;a &eacute;l que ver
+con Rafaela, y que Rafaela no le importaba nada, decidi&oacute; y concert&oacute; con
+los m&aacute;s alegres j&oacute;venes de R&iacute;o una regocijada partida de campo para el
+d&iacute;a siguiente, o mejor diremos para la siguiente noche. Era entonces el
+mes de Febrero, el m&aacute;s caluroso del a&ntilde;o en aquellos climas, y s&oacute;lo de
+noche pod&iacute;a disfrutarse alg&uacute;n fresco.</p>
+
+<p>Estaba ya preparado un <i>pick-nick</i> en la Tejuca. Cuantos amigos
+quisiesen, pod&iacute;an ir inscribi&eacute;ndose para ello en el casino y pagando
+despu&eacute;s su cuota. S&oacute;lo las damas ir&iacute;an convidadas y sin pagar. Arturito
+hab&iacute;a formado lista de ellas y dispuesto que las hubiese de todas
+procedencias y de todos colores: desde la alemana Catalina, apellidada
+por su c&aacute;ndida y sonrosada tez y por su dulce y buena pasta el <i>Merengue
+de fresa</i>, hasta lo que llaman en el Brasil caf&eacute; con leche m&aacute;s o menos
+cargado y caf&eacute; puro; esto es, que hab&iacute;a tres o cuatro mulatas convidadas
+a la funci&oacute;n y una negra gentil&iacute;sima a quien llamaban la Venus de
+bronce. No faltar&iacute;an tampoco dos garridas mozas, importaci&oacute;n de las
+Islas Canarias, y algunas nacidas en las m&aacute;rgenes del Piratininga,
+fecundas en hermosas mujeres, una de las cuales descollaba por su
+aptitud y habilidad para cantar las <i>modinhas</i> m&aacute;s chuscas y amorosas.</p>
+
+<p>La cena hab&iacute;a de ser espl&eacute;ndida, y como el fond&iacute;n de la Tejuca era pobre
+y se prestaba mal al esplendor, y aun al regalo, se discurri&oacute; llevar de
+R&iacute;o algunos platos fiambres, el <i>champagne</i> y otros buenos vinos, y a un
+h&aacute;bil mozo de comedor que lo ordenase y dirigiese todo. Nadie m&aacute;s
+aprop&oacute;sito para esto que un esclavo negro de Arturo Machado, que fue el
+elegido. Seg&uacute;n costumbre brasile&ntilde;a o por rara inclinaci&oacute;n que all&iacute;
+hab&iacute;a, los negros, cuando se bautizaban, sobre todo si se bautizaban
+adultos, y no eran criollos sino tra&iacute;dos de &Aacute;frica, sol&iacute;an tomar nombres
+pomposos de h&eacute;roes, emperadores y pr&iacute;ncipes de la cl&aacute;sica antig&uuml;edad
+greco-latina. No ha de extra&ntilde;arse, pues, que el maestresala que hab&iacute;a de
+ir a la Tejuca se llamase Octaviano. Era alto y fornido, y, aunque ten&iacute;a
+ya m&aacute;s de cincuenta a&ntilde;os, parec&iacute;a joven. Proced&iacute;a este negro de un
+territorio del interior del &Aacute;frica, cercano aunque independiente de las
+posesiones portuguesas. Y la gente afirmaba que en su pa&iacute;s no era un
+cualquiera. Hasta que le cautivaron y le trajeron al Brasil, siendo &eacute;l
+de edad de diecis&eacute;is a&ntilde;os, se hab&iacute;a criado con mucho mimo y cercado de
+profundo respeto, pues era hijo nada menos que del rey de los <i>Bundas</i>.
+Sobre esta particularidad el lector podr&aacute; creer lo que quiera. Yo
+refiero lo que se dec&iacute;a sin detenerme en averiguaciones. S&oacute;lo a&ntilde;adir&eacute;
+que el aire majestuoso y digno de Octaviano induc&iacute;a a cuantos le miraban
+a no tener por fabulosa su regia estirpe. Resignado estoicamente a su
+ineluctable servidumbre, aprendi&oacute; pronto cuanto le ense&ntilde;aron, porque
+ten&iacute;a mucho despejo. Y como era tan h&aacute;bil y bien mandado, el l&aacute;tigo o
+chicote jam&aacute;s hiri&oacute; sus espaldas. Ni era conveniente para &eacute;l tan rudo y
+degradante castigo. Si incurr&iacute;a en falta, la menor reprensi&oacute;n bastaba.
+&Eacute;l la sufr&iacute;a con modesta paciencia y luego se correg&iacute;a. Mas si por acaso
+la reprensi&oacute;n era injusta, en sus ojos relampagueaba el coraje, y el
+reprensor, con cierta consideraci&oacute;n temerosa, med&iacute;a el alcance de sus
+palabras y dulcificaba y mitigaba su acritud y dureza. Aun sin notar en
+sus ojos el citado rel&aacute;mpago, se conoc&iacute;a cuando estaba enojado por un
+muy raro y singular aviso. Octaviano, que era limp&iacute;simo en su persona y
+que vend&iacute;a salud, jam&aacute;s ol&iacute;a mal, ni aun en la fuga de las mayores
+faenas; pero no bien se irritaba, era como si se abriese de s&uacute;bito un
+pomo de concentrados aromas, esparci&eacute;ndose en el aire la fragancia. La
+<i>catinga</i>, represada y latente en los largos per&iacute;odos de placidez, se
+alborotaba y se desbordaba entonces, brotando por todos los poros y
+trascendiendo a muchos metros de distancia, como los proyectiles de una
+ametralladora.</p>
+
+<p>Hacemos aqu&iacute; tan particular y detenida menci&oacute;n de Octaviano por lo mucho
+que amaba a Arturito, de quien hab&iacute;a tenido especial cuidado y con quien
+hab&iacute;a jugado cuando ni&ntilde;o, llev&aacute;ndole a paseo y a la escuela, y
+acompa&ntilde;&aacute;ndole luego cuando fue a estudiar a las Universidades de San
+Pablo y de Olinda. Arturito no llev&oacute; a Par&iacute;s a Octaviano por no llamar
+la atenci&oacute;n. Y no porque Octaviano fuese negro, sino por la singularidad
+de ciertos indelebles adornos que le distingu&iacute;an, y que sin duda le
+hicieron y trajo de su pa&iacute;s como se&ntilde;ales de su categor&iacute;a principesca.
+Ello es, que desde la punta de la nariz, subiendo por el caballete,
+atravesando el entrecejo y por medio de la frente hasta el nacimiento de
+sus cabellos crespos, ten&iacute;a como una ristra de burujoncillos que
+parec&iacute;an repulgos de empanada, y en las negras y relucientes mejillas
+llevaba un laberinto de incisiones, formando caprichosos dibujos, que
+s&oacute;lo Dios sabe si ser&iacute;an expresi&oacute;n simb&oacute;lica de la Teogon&iacute;a y de la
+Cosmogon&iacute;a de su tierra. Para averiguarlo, acaso no hubiera sido
+suficiente que sabios profund&iacute;simos empleasen m&aacute;s tiempo en estudiar su
+cara que Juan Francisco Champollion en estudiar la piedra de Roseta o
+que Le&oacute;n de Rosny en estudiar los enmara&ntilde;ados c&oacute;dices cortesiano y
+troano.</p>
+
+<p>As&iacute; se prepar&oacute; la fiesta, que promet&iacute;a ser notabil&iacute;sima por todo; hasta
+por la singularidad del maestresala.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XVIII" id="XVIII"></a>-XVIII-</h2>
+
+
+<p>Todo el tiempo de la larga residencia de Pedro Lobo en R&iacute;o,
+Arturito hab&iacute;a estado en Par&iacute;s y no hab&iacute;a tenido ocasi&oacute;n de conocer y de
+tratar al gaucho. Esto no ofrec&iacute;a, sin embargo, el menor inconveniente
+para que el gaucho fuese a la fiesta. Era un <i>pick-nick</i> donde Arturito
+no figuraba importando m&aacute;s que cualquiera de los otros j&oacute;venes
+brasile&ntilde;os y extranjeros que hab&iacute;an de ser de la partida, y a quienes el
+gaucho conoc&iacute;a y trataba. Deseoso de asistir a la fiesta y aun excitado
+a asistir por los ruegos de dichos j&oacute;venes y con el fin de divertirse y
+de distraer sus penas, Pedro Lobo fue como uno de tantos.</p>
+
+<p>Por lo pronto, s&oacute;lo pens&oacute; en el placer que aquello podr&iacute;a traerle, y no
+form&oacute; proyecto alguno de armar esc&aacute;ndalo y camorra. Lleg&oacute; a la Tejuca a
+caballo, con tres o cuatro de los que eran m&aacute;s amigos suyos, y se hizo
+presentar a Arturito del modo m&aacute;s correcto. Arturito le acogi&oacute; con la
+debida cortes&iacute;a.</p>
+
+<p>No pas&oacute; por las mientes de nadie que pudiera sobrevenir un lance entre
+ambos.</p>
+
+<p>Al anochecer, llegaron en un &oacute;mnibus las ni&ntilde;as, figurando como la
+capitana el Merengue de fresa.</p>
+
+<p>Todos la aclamaron reina de la funci&oacute;n, as&iacute; por su calidad de
+extranjera, como por ser la m&aacute;s hermosa, y, sin duda, la de m&aacute;s
+encumbrada jerarqu&iacute;a entre las de su oficio. Casi, casi, era una
+se&ntilde;orita. Viv&iacute;a con su pap&aacute;, que ten&iacute;a no poco de respetable, que se
+ganaba la vida componiendo relojes, y que era fervoroso cristiano,
+aunque protestante, leyendo mucho la Biblia en sus horas de asueto. Ni
+se le pod&iacute;a acusar de excitaci&oacute;n, connivencia o tolerancia en las
+transgresiones de su hija. Se opon&iacute;a a ellas, pero como nada lograba con
+oponerse, acababa por aguantarlas, si bien con hondo dolor, para cuyo
+alivio apelaba a la bebida, de suerte que el ver al relojero alem&aacute;n un
+tanto cuanto tomado del aguardiente, era indicio infalible de que
+Catalina no estaba en casa y andaba corriendo aventuras. Porque eso s&iacute;,
+ella respetaba la casa paterna y jam&aacute;s all&iacute; las ten&iacute;a, como no fuese con
+mil sigilosas precauciones y a furto del severo autor de su existencia.</p>
+
+<p>Catalina, al acudir a fiesta tan numerosa y estruendosa, daba un paso
+atrevido e inusitado, y atropellaba un poco su decoro, y, si no su
+buena, su mediana fama: todo por devoci&oacute;n a Arturito, cuya munificencia
+la encantaba y seduc&iacute;a.</p>
+
+<p>Hasta la una de la noche, aunque la animaci&oacute;n y la alegr&iacute;a fueron
+grandes, bien se puede afirmar que en la reuni&oacute;n apenas hubo el menor
+incidente digno de censura. Al contrario, todo fue est&eacute;tico, art&iacute;stico y
+literario. Las piratininganas recitaron lindamente sentidos versos de la
+Marilia de Dirceo; las muchachas de Canarias cantaron seguidillas y
+coplas de fandango; cantaron <i>londums</i> las mulatas; la negra bail&oacute; con
+gran primor y salero, y enton&oacute;, por &uacute;ltimo, Catalina tan afinada y
+primorosamente varias canciones alemanas, que por unanimidad confirmaron
+todos su nombramiento de reina de la fiesta. Lleg&oacute; la hora de cenar, y
+Catalina, como tal reina, dio el brazo a Pedro Lobo para ir al sal&oacute;n del
+banquete. Ella iba a presidirle, y, por extranjero y persona de m&aacute;s
+cumplimiento y ceremonia, sent&oacute; a su derecha a Pedro Lobo, mas no sin
+decir a Arturito que al otro lado suyo tomase asiento en la mesa. &Eacute;l no
+dej&oacute; de tomarle, y todos cenaron con apetito y regocijo. Hubo platos a
+la francesa, varios <i>quitutes</i> brasile&ntilde;os, y Jerez, Madera, <i>Champagne</i>
+y Oporto en abundancia.</p>
+
+<p>De resultas de las frecuentes libaciones, hirvi&oacute; la sangre, se
+acaloraron las cabezas, las dulces pl&aacute;ticas se convirtieron en confusi&oacute;n
+y bullicio, y el banquete empez&oacute; a tener car&aacute;cter de org&iacute;a. Podr&iacute;a
+decirse, si la mitolog&iacute;a cl&aacute;sica no hubiera pasado de moda, que un
+enjambre de cupidillos menores revoloteaba, cerni&eacute;ndose sobre la mesa,
+disparaba flechas sutiles e invisibles y desasosegaba y punzaba con
+ellas a los galanes y a las damas.</p>
+
+<p>No por eso se alteraba la paz. Todos se arreglaban, acoplaban y
+compon&iacute;an. Nadie se sent&iacute;a desairado ni se mostraba descontento.</p>
+
+<p>Tal era la situaci&oacute;n general; pero hab&iacute;a dos sujetos, que acaso hab&iacute;an
+bebido m&aacute;s que los otros, que estaban m&aacute;s acalorados y que empezaron a
+mirarse con malos ojos por aspirar a lo mismo.</p>
+
+<p>Pedro Lobo y Arturito se empe&ntilde;aron ambos en querer Merengue de fresa.</p>
+
+<p>La conciliadora y benigna alemana ten&iacute;a dulzura para los dos;
+alternativamente se inclinaba a un lado y a otro y procuraba contener y
+complacer a ambos. Pero por m&aacute;s que hizo, no logr&oacute; que ninguno de ellos
+aceptase la simultaneidad ni el turno pac&iacute;fico.</p>
+
+<p>El juego termin&oacute; mal. Las ca&ntilde;as se volvieron lanzas. Pedro Lobo vio en
+aquella rivalidad, si no motivo, ocasi&oacute;n y pretexto para vengarse de
+otra rivalidad que infinitamente m&aacute;s le dol&iacute;a. De s&uacute;bito, pues, y cuando
+todos los concurrentes menos lo preve&iacute;an, lanz&oacute; el gaucho varios feroces
+reniegos, se levant&oacute; de la mesa, agarr&oacute; del brazo a Catalina e intent&oacute;
+llev&aacute;rsela consigo a tirones y poco menos que arrastrando. Llena de
+susto y lastimada por la violencia, la muchacha dio chillidos. Acudi&oacute;
+Arturito a defenderla, pero el gaucho, m&aacute;s fuerte y m&aacute;s decidido, le dio
+un empell&oacute;n y le apart&oacute; de s&iacute; bastante maltrecho. Todav&iacute;a se lanz&oacute; sobre
+Arturito, decidido a darle de golpes; pero unas manos poderosas que
+parec&iacute;an dos garras le asieron por ambos brazos, le zarandearon y
+sacudieron como si fuera un pelele y le derribaron por tierra con
+desprecio. Era el negro Octaviano que interven&iacute;a briosamente en defensa
+de su se&ntilde;or. Animado Arturito con aquel auxilio y enojado por los
+insultos y por la afrenta que Pedro Lobo le hab&iacute;a hecho, prorrumpi&oacute; en
+injurias contra &eacute;l, le llam&oacute; sat&eacute;lite del sanguinario tirano Rosas y le
+calific&oacute; de derrotado y forajido. Los se&ntilde;ores j&oacute;venes que all&iacute; hab&iacute;a
+consiguieron, no sin grande esfuerzo, separar a Octaviano de su
+intervenci&oacute;n en la contienda e interponerse entre los dos principales
+contendientes, reteniendo sus manos y refrenando sus lenguas.</p>
+
+<p>Completamente se acibar&oacute; el contento que all&iacute; reinaba. Antes de que
+amaneciese se expidieron en el &oacute;mnibus el Merengue de fresa y las dem&aacute;s
+ni&ntilde;as. Algunos caballeros se eclipsaron tambi&eacute;n. Contra Octaviano hubo
+una verdadera conjura, y medio por persuasi&oacute;n, medio por violencia, le
+encerraron en un cuarto para evitar que escandalizara, tratando de
+inculcar en su mente que por mucho que se sintiese, era ya ineludible un
+encuentro muy serio entre Pedro Lobo y su amo. A Pedro Lobo no le
+faltaron dos testigos. Con otros dos que nombr&oacute; Arturito concertaron un
+lance, el cual, por hallarse muy embravecidos los dos contrarios, no
+pod&iacute;a menos de ser serio.</p>
+
+<p>Arturito no sab&iacute;a manejar el sable, ni esgrimir la espada, ni tirar a la
+pistola. Era menester procurar para &eacute;l la menor desventaja posible,
+equilibrando las fuerzas y buscando iguales probabilidades de triunfo.</p>
+
+<p>Se hallaron dos pistolas de arz&oacute;n que, muy cargadas, hab&iacute;an de levantar
+mucho y enviar la bala harto lejos del punto de mira.</p>
+
+<p>Se concert&oacute; que los combatientes se colocasen a cuarenta y cinco pasos
+de distancia. Al dar una palmada podr&iacute;an marchar ambos, el uno contra el
+otro, hasta que s&oacute;lo quince pasos los separasen. Durante la marcha cada
+uno pod&iacute;a tirar cuando quisiera.</p>
+
+<p>No bien fue de d&iacute;a claro, combatientes y padrinos fueron a un sitio
+apartado y esquivo, a m&aacute;s de dos kil&oacute;metros de la fonda, a una pradera
+sin &aacute;rboles, en medio del bosque. Todo se hizo all&iacute; como estaba
+concertado. Arturito, sostenido por el pundonor, disimulaba su
+abatimiento: conoc&iacute;a que el duelo era inevitable, sopena de quedar para
+siempre humillado, pero present&iacute;a el desenlace m&aacute;s triste.</p>
+
+<p>El gaucho estaba muy sobre s&iacute;, ansioso de satisfacer su rabia y
+confiando en su destreza en las armas.</p>
+
+<p>Ambos ya en el sitio y con la pistola en la mano, marcharon el uno
+contra el otro. Inseguro Arturito de su punter&iacute;a, no quiso disparar
+hasta llegar a la raya que se le hab&iacute;a marcado. El gaucho, m&aacute;s seguro,
+dispar&oacute; al dar el quinto paso. Todos los testigos ten&iacute;an el
+convencimiento, la casi seguridad de que, no s&oacute;lo el tiro de Arturito,
+sino tambi&eacute;n el del gaucho, tan malas y tan cargadas estaban las
+pistolas, iban a perderse en el aire. Esperaban que terminase el lance
+en reconciliaci&oacute;n, y ya que no en almuerzo, porque la cena estaba
+reciente y no ten&iacute;an gana, en otra nueva cena aquella noche en el mejor
+restaurante de R&iacute;o de Janeiro.</p>
+
+<p>Pero el hombre propone, y no siempre Dios sino el diablo dispone. Nadie
+imagin&oacute;, por bien que en su sentir el gaucho tirase, que lo que ocurri&oacute;
+fue el resultado de su tino. Lo que ocurri&oacute; fue el resultado de la
+fatalidad m&aacute;s deplorable. La bala que dispar&oacute; el gaucho penetr&oacute; por la
+sien derecha en la cabeza del pobre joven y le dej&oacute; muerto en el acto.</p>
+
+<p>Grande fue el pasmo y profunda la l&aacute;stima de todos los c&oacute;mplices en
+aquel horror. El mismo Pedro Lobo, disipada de pronto su c&oacute;lera, se
+sinti&oacute; afligido.</p>
+
+<p>El caso, de com&uacute;n acuerdo, se ocult&oacute; o se disimul&oacute; para con el p&uacute;blico.
+La fiebre amarilla hac&iacute;a entonces muchas v&iacute;ctimas en R&iacute;o. En la Tejuca
+no atacaba nunca aquella enfermedad, pero si alguien la tra&iacute;a a la
+Tejuca desde R&iacute;o, la muerte era inevitable y r&aacute;pida.</p>
+
+<p>Para el p&uacute;blico se supuso que Arturito hab&iacute;a muerto en la Tejuca de la
+fiebre amarilla.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XIX" id="XIX"></a>-XIX-</h2>
+
+
+<p>Rafaela tuvo pronta y exacta noticia de cuanto hab&iacute;a ocurrido, y su
+dolor fue muy hondo. Ella tendr&iacute;a sus defectos, pero no se puede negar
+que era leal y ver&iacute;dica, y que abominaba del embuste. Lo que hab&iacute;a dicho
+a Arturito cuando le despidi&oacute; era la verdad misma. Al dejar de quererle,
+como amante, hab&iacute;a seguido queri&eacute;ndole como si fuera su hijo: como
+criatura de su esp&iacute;ritu, ya que le hab&iacute;a iluminado y mejorado. De aqu&iacute;
+que la funci&oacute;n de la Tejuca, triste prueba de la reca&iacute;da del joven,
+abandonado por ella, bast&oacute; para afligirla; pero lo que la desol&oacute;, por no
+ofrecer ya remedio ni esperanza, fue la muerte violenta tan est&uacute;pida y
+brutalmente motivada.</p>
+
+<p>Rafaela, distando mucho de ser merengue de fresa, sin tener nada de
+empalagoso sino de brioso, atesoraba en el centro de su coraz&oacute;n un
+inexhausto manantial de cari&ntilde;o. No por reflexi&oacute;n ni por estudiadas
+teor&iacute;as, sino por ciego e indomable instinto, era la mujer fil&aacute;ntropa.
+El Padre Garc&iacute;a se lo hab&iacute;a dicho muchas veces: &iexcl;Ay, hija m&iacute;a, s&iacute; t&uacute;
+amases a Dios la mitad siquiera que a los hombres, no estar&iacute;as ya en la
+tierra, sino en el cielo, en el ardiente coro de los m&aacute;s enamorados
+serafines que coronan cual nimbo luminoso el trono del Alt&iacute;simo! Lo
+conveniente, a&ntilde;ad&iacute;a el Padre en otra ocasi&oacute;n, es que tu filantrop&iacute;a se
+trueque en caridad cristiana: que ames a Dios sobre todas las cosas.
+Considera lo encaramada y elevada que est&aacute;s ya en el amor, y calcula, si
+puedes, hasta d&oacute;nde te encumbrar&iacute;as en cuanto pusieses sobre todo ello
+tu amor divino.</p>
+
+<p>Por desgracia, esta deseada y aconsejada superposici&oacute;n no hab&iacute;a llegado
+a verificarse, aunque Rafaela a menudo la apetec&iacute;a.</p>
+
+<p>Indudablemente, sin ninguna intenci&oacute;n y sin oculto prop&oacute;sito, sin
+descubrir ni reconocer ella como causa de su cambio la impresi&oacute;n que
+Juan Maury le hab&iacute;a hecho, y crey&eacute;ndose impulsada por las amonestaciones
+y piadosos discursos del Padre Garc&iacute;a, no s&oacute;lo hab&iacute;a despedido a
+Arturito, sino que tambi&eacute;n se propuso no volver a recibir al gaucho y
+romper para siempre con &eacute;l, aunque bien notaba, con cierto sentimiento
+entre lisonjero y penoso, que la segunda venida del gaucho a R&iacute;o hab&iacute;a
+sido por ella.</p>
+
+<p>Y como ella jam&aacute;s desechaba la gratitud ni la amistad, aunque desechase
+el amor, todav&iacute;a, al despedir resueltamente al gaucho por medio de
+<i>Madame</i> Duval, conservaba por &eacute;l estimaci&oacute;n y afecto. S&oacute;lo cuando supo
+la tragedia de la Tejuca, obra sin duda del injustificado rencor de
+Pedro Lobo, su amistad y su estimaci&oacute;n hacia &eacute;l se trocaron en
+aborrecimiento.</p>
+
+<p>La insistencia pertinaz que mostr&oacute; Pedro Lobo en volver a verla,
+exacerb&oacute; este odio, agot&oacute; su paciencia y le hizo perder los estribos.</p>
+
+<p>Ella no recib&iacute;a entonces, ni sal&iacute;a de casa; pero <i>Madame</i> Duval era
+perseguida y detenida por Pedro Lobo, y ora por su medio, ora
+imprudentemente, vali&eacute;ndose de un criado cualquiera, Pedro Lobo la
+inquietaba y la atormentaba con cartas pidi&eacute;ndole, casi exigi&eacute;ndole una
+cita.</p>
+
+<p>A las cuatro primeras cartas, dos al d&iacute;a, nada contest&oacute; Rafaela. A la
+quinta, en la ma&ntilde;ana del d&iacute;a tercero, Rafaela se puso fuera de s&iacute;,
+perdi&oacute; toda su circunspecci&oacute;n, desech&oacute; recelos, resolvi&oacute; arrostrar
+cualquier peligro que sobreviniese y contest&oacute; al gaucho, sin rasgar el
+papel, aunque bien pudiera decirse, citando el antiguo romance, que le
+escribi&oacute;:</p>
+
+<p class="noindent">
+<span style="margin-left: 6em;"><i>Con tanta c&oacute;lera y rabia</i>,</span><br />
+<span style="margin-left: 6em;"><i>que donde pone la pluma</i></span><br />
+<span style="margin-left: 6em;"><i>el delgado papel rasga</i>.</span><br />
+</p>
+
+<p>La carta de Rafaela era como sigue:</p>
+
+<p>&laquo;Sr. D. Pedro Lobo: Ni usted tiene, ni yo he dado a usted el menor
+derecho para lo que hace, inquiet&aacute;ndome, afligi&eacute;ndome y desesper&aacute;ndome.
+Jam&aacute;s promet&iacute; ni exig&iacute; a usted que me prometiera fidelidad ni
+constancia. No hay lazo que nos ate ni obligaci&oacute;n que nos encadene.
+Libre es usted y yo tambi&eacute;n lo soy de querer a quien se nos antoje. Con
+plena libertad, aun despu&eacute;s de haber arrojado de mi alma, por motivos de
+que no tengo que darle cuenta, todo tierno afecto hacia usted, le
+consagraba yo a&uacute;n estimaci&oacute;n amistosa. Esta se ha perdido tambi&eacute;n por la
+tremenda culpa de usted cometida hace pocos d&iacute;as. Ya ni amor, ni
+amistad, ni estimaci&oacute;n le tengo. No dir&eacute; que le odio, porque no odio a
+nadie, y si le odiase har&iacute;a de usted excepci&oacute;n honrosa. Me es usted
+indiferente, pero me aburren y me atacan los nervios sus persecuciones.
+V&aacute;yase usted de R&iacute;o y d&eacute;jeme en paz. Como no gusto de frases pomposas,
+cuyo contenido pudiera alguien poner en duda, no me meto en decir que
+soy una dama y que usted es un caballero: dir&eacute; s&oacute;lo que soy una buena
+mujer, aunque pecadora, y que espero que sea usted un hombre bueno para
+m&iacute; y que como tal se conduzca. Con dicha esperanza escribo esta carta, y
+conf&iacute;o en que no me comprometer&aacute; usted abusando de ella; mas aunque
+desconfiase, de nada tendr&iacute;a miedo. Podr&iacute;a usted causarme el mayor da&ntilde;o
+y me ser&iacute;a menos insufrible que su empe&ntilde;o de reanudar relaciones. Rotas
+est&aacute;n para siempre y nada temo por m&iacute;. Temo por usted y le aconsejo que
+se vaya cuanto antes a Europa. Por nada del mundo quisiera yo m&aacute;s
+tragedia. Yo no soy vengativa, pero hay personas que lo son. Gu&aacute;rdese
+usted de ellas, y p&oacute;ngase en salvo.&raquo;</p>
+
+<p>As&iacute; terminaba la carta, firmada s&oacute;lo con la inicial R.</p>
+
+<p><i>Madame</i> Duval la llev&oacute; a la fonda donde el gaucho viv&iacute;a, y estuvo
+presente a su lectura.</p>
+
+<p>No bien acab&oacute; de leer, Pedro Lobo dijo furioso:</p>
+
+<p>&mdash;Me insulta y hasta se atreve a amenazarme. Sin duda tiene nuevo gal&aacute;n y
+con &eacute;l es con quien me amenaza. Yo me r&iacute;o. Morir&aacute; a mis manos como
+Arturito ha muerto.</p>
+
+<p>&mdash;Sosi&eacute;guese usted&mdash;dijo <i>Madame</i> Duval con mucho reposo&mdash;. No es amenaza
+sino aviso lo que da mi se&ntilde;ora. Ella dista mucho de tener nuevo gal&aacute;n.
+Cr&eacute;ame usted. Hablo sinceramente. Mi se&ntilde;ora se ha entrado por la
+devoci&oacute;n y lleva camino de ser una santa.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Pues entonces qui&eacute;n es la persona de quien dice que debo salvarme? Yo
+no quiero salvarme de nadie. La buscar&eacute; y nos veremos las caras.</p>
+
+<p>&mdash;No se exalte usted, se&ntilde;or Pedro Lobo&mdash;replic&oacute; la due&ntilde;a&mdash;. No hay motivo
+ni posibilidad de que usted tenga nuevo lance. El aviso de mi se&ntilde;ora se
+funda....</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;En qu&eacute; se funda?</p>
+
+<p>&mdash;Tal vez en que ha irritado usted a un hombre rico y poderoso
+arrebat&aacute;ndole su &uacute;nico hijo, a quien idolatraba.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Cree Rafaela acaso que el viejo Machado es capaz de pagar sicarios
+para que me asesinen?</p>
+
+<p>&mdash;Muy lejos est&aacute; de creerlo, pero tal vez haya quien, sin esperar ni
+recibir salarios, ponga a usted asechanzas y atente contra su vida.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y qui&eacute;n puede ser ese guapo?</p>
+
+<p>&mdash;Pues bien, se&ntilde;or Pedro Lobo, voy a dec&iacute;rselo a usted para su gobierno.
+No digo que sea, pero puede ser el negro Octaviano. Acusarle ser&iacute;a
+in&uacute;til y hasta peligroso porque se pondr&iacute;a cierto lance en conocimiento
+de la justicia y porque no hay prueba alguna contra Octaviano. Yo s&oacute;lo
+s&eacute; que &eacute;l es rencoroso y fuerte, que sabe disimular sus prop&oacute;sitos y que
+amaba en extremo a su ni&ntilde;o, como &eacute;l llamaba al se&ntilde;orito Arturo. El br&iacute;o
+del tal negro es para aterrar a cualquiera. Todos los otros negros le
+reconocen como el m&aacute;s diestro y pujante en la <i>carnerada</i>.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y qu&eacute; diantre de <i>carnerada</i> es esa?&mdash;pregunt&oacute; Pedro Lobo riendo,
+aunque preocupado y un tanto cuanto con la risa del conejo.</p>
+
+<p>&mdash;La <i>carnerada</i>&mdash;contest&oacute; <i>Madame</i> Duval&mdash;, es un raro arte de esgrima que
+los negros aprenden y ejercen. Como tienen la cabeza m&aacute;s dura que
+hierro, hacen de ella un arma y llegan a dar topetadas feroces y a veces
+mortales. A menudo, ni la ley puede castigarlos por este crimen, porque
+una fiebre o un delirio, que tambi&eacute;n se llama <i>carnerada</i>, se apodera de
+ellos, les quita la responsabilidad y el juicio y los impulsa a correr
+fren&eacute;ticos por las calles y a chocar con el primero que m&aacute;s a prop&oacute;sito
+se les antoja, d&aacute;ndole a veces tan tremendo golpe en el pecho, que le
+causa la muerte. Ni mi se&ntilde;ora ni yo podemos saber de fijo que Octaviano
+quiera emplear en usted la <i>carnerada</i>; pero todo es posible, y tenga
+usted entendido que Octaviano no es solamente audaz, sino tambi&eacute;n
+precavido y astuto, por lo cual, si se propone <i>topar</i> contra usted, no
+le bastar&iacute;a fiar en su destreza, aunque es mucho lo que en ella f&iacute;a, y
+de seguro que habr&aacute; juramentado a varios de sus amigos y disc&iacute;pulos en
+el arte, para que si &eacute;l malogra la empresa, ellos la terminen.</p>
+
+<p>Al o&iacute;r esta relaci&oacute;n, Pedro Lobo no pudo aguantar m&aacute;s, mont&oacute; en c&oacute;lera y
+dijo a la due&ntilde;a:</p>
+
+<p>&mdash;Ea, basta ya, do&ntilde;a Duval o do&ntilde;a Maris&aacute;palos, y no pretenda burlarse de
+m&iacute; e intimidarme con mentiras o con ridiculeces. Pronto, largo de aqu&iacute;,
+si no quiere usted que me olvide de que es mujer y... vieja.</p>
+
+<p>Lo de vieja doli&oacute; en extremo a <i>Madame</i> Duval, porque se consideraba
+joven y casi lo era. A&uacute;n no hab&iacute;a cumplido cuarenta a&ntilde;os; gozaba de muy
+buena salud; si bien algo chata, no ten&iacute;a mal ver, y estaba rolliza y
+sonrosada, y con la tez tersa y jugosa.</p>
+
+<p>Al llamarla vieja, Pedro Lobo proced&iacute;a con injusticia notoria y con
+falta bestial de galanter&iacute;a, pero, como estaba tan enojado, algo debemos
+perdonarle.</p>
+
+<p>Lo que es <i>Madame</i> Duval no le perdon&oacute; nada. Tuvo, s&iacute;, miedo de su furia
+y puso pies en polvorosa. Sin embargo, al llegar a la puerta de la sala,
+y antes de apresurar el paso y aun de echar a correr, no pudo resistir a
+la tentaci&oacute;n de imitar a los partos y de disparar huyendo la m&aacute;s
+emponzo&ntilde;ada flecha.</p>
+
+<p>&mdash;Se&ntilde;or valiente&mdash;dijo&mdash;. No disimule usted su miedo con la c&oacute;lera. El caso
+es grave. No morir&aacute; usted de cornada de burro, pero puede morir de
+topetada de negro. Est&eacute; sobre aviso.</p>
+
+<p>Pedro Lobo qued&oacute; bramando de coraje. Hallaba rid&iacute;culo que le amenazasen
+con la <i>carnerada</i>, y m&aacute;s rid&iacute;culo a&uacute;n que &eacute;l la temiese. Pedro Lobo, no
+obstante, la tem&iacute;a, aunque trataba de disipar el temor y de ocultarle a
+su propia conciencia.</p>
+
+<p>Harto sab&iacute;a &eacute;l que lo de la fiebre o delirio de la <i>carnerada</i> no era
+f&aacute;bula. Por otra parte &iquest;qu&eacute; adelantaba con seguir en R&iacute;o? La carta de
+Rafaela era feroz, pero &eacute;l desist&iacute;a de vengarse de ella villanamente. Y
+pretender o exigir de nuevo reconciliaci&oacute;n, ya con s&uacute;plicas, ya con
+intimidaciones, estaba convencido de que era in&uacute;til.</p>
+
+<p>En R&iacute;o, adem&aacute;s, donde el Sr. Gregorio Machado era bastante querido, casi
+toda la gente de la sociedad miraba al gaucho con disgusto mal
+disimulado como a matador de un mozo que en medio de todos sus extrav&iacute;os
+siempre hab&iacute;a sido dulce y afable.</p>
+
+<p>Pedro Lobo revolvi&oacute; mil cosas en su mente, form&oacute; mil desatinados
+proyectos: hasta pens&oacute; en ir de mano armada a buscar a Octaviano,
+adelant&aacute;ndose a matarle antes de que &eacute;l le matara; pero al cabo, despu&eacute;s
+de muchos desvar&iacute;os, prevaleci&oacute; la determinaci&oacute;n m&aacute;s juiciosa; y, cuatro
+d&iacute;as despu&eacute;s de la conversaci&oacute;n que tuvo con <i>Madame</i> Duval, Pedro Lobo
+se embarc&oacute; en un vapor ingl&eacute;s que iba a Southampton y libr&oacute; de su odiada
+presencia a Rafaela, a <i>Madame</i> Duval, al se&ntilde;or Gregorio Machado, a
+Octaviano, y a casi toda la sociedad <i>fluminense</i>.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XX" id="XX"></a>-XX-</h2>
+
+
+<p>Grosero y pesimista es el refr&aacute;n que dice: el muerto al hoyo y el
+vivo al bollo. El refr&aacute;n, con todo, tiene por desgracia mucho de verdad.
+A los siete u ocho d&iacute;as de muerto Arturito y a los tres o cuatro de ido
+Pedro Lobo, nadie se acordaba ya de Arturito, salvo su padre, Octaviano,
+Rafaela y el Sr. D. Joaqu&iacute;n, que le amaba y le lloraba como a su mejor
+amigo. Porque D. Joaqu&iacute;n, cual fruto almibarado y sabroso con c&aacute;scara
+amarga, no bien qued&oacute; despojado por el amor y el arte de su mujer de la
+c&aacute;scara de usurero en que durante muchos a&ntilde;os se hab&iacute;a parapetado y
+escondido, apareci&oacute; como el ser m&aacute;s tierno y angelical entre todos los
+seres humanos.</p>
+
+<p>En R&iacute;o se segu&iacute;a la vida de costumbre, si bien muchos caballeros y la
+elegante juventud dorada echaban de menos la tertulia de Rafaela, la
+cual andaba retra&iacute;da y triste, y no recib&iacute;a.</p>
+
+<p>Muchos j&oacute;venes de la buena sociedad acud&iacute;an con frecuencia al casino
+como &uacute;nico recurso. Nuestros amigos, o por lo menos conocidos ya del
+lector, el vizconde de Goivoformoso y Juan Maury, eran de los que all&iacute;
+m&aacute;s acud&iacute;an.</p>
+
+<p>Hubo, a la saz&oacute;n, un incidente que tiene trazas de insignificante, pero
+del cual importa dar cuenta ahora, porque contribuye algo a la claridad
+y al proceso de esta historia, quiz&aacute;s m&aacute;s verdadera que divertida.</p>
+
+<p>En sus ademanes, en su conversaci&oacute;n, en su modo de vestir, de
+presentarse y hasta de andar, era tan sencillo Juan Maury y carec&iacute;a
+tanto de afectaci&oacute;n y estudio, o los disimulaba tan bien, que las
+personas ordinarias no ca&iacute;an en la cuenta de su aristocr&aacute;tica y natural
+distinci&oacute;n, y s&oacute;lo las personas que, si no ten&iacute;an la misma distinci&oacute;n,
+eran dignas y capaces de tenerla, comprend&iacute;an y estimaban en todos sus
+quilates la del inglesito: pero ni a unas ni a otras personas
+deslumbraba &eacute;l ni her&iacute;a o lastimaba con elegancias de relumbr&oacute;n. Era
+todo lo contrario de lo que hab&iacute;a sido Arturito al volver de Par&iacute;s. La
+ropa, los dijes y los primores de Arturito hab&iacute;an excitado la admiraci&oacute;n
+y la envidia. Su <i>dandinismo</i> hab&iacute;a hecho estruendosa irrupci&oacute;n en la
+mente de sus maravillados compatriotas, mientras que el <i>dandinismo</i> de
+Juan Maury, casi a despecho de su poseedor, s&oacute;lo se insinuaba con suave
+lentitud en el esp&iacute;ritu de la gente m&aacute;s delicada. Evidentemente, Juan
+Maury ni ten&iacute;a en R&iacute;o, ni hubiera tenido en parte alguna, el menor
+prop&oacute;sito de llamar la atenci&oacute;n, y menos que por nada por adornos o
+perfiles que pueden comprarse en una tienda. Pero a&uacute;n era muchacho y
+sol&iacute;a tener caprichos casi infantiles. Por uno, pues, hab&iacute;a llamado la
+atenci&oacute;n a pesar suyo. Nadie hab&iacute;a reparado en que sus fracs y sus
+levitas ten&iacute;an corte m&aacute;s elegante, ni que en todo lo dem&aacute;s de su traje
+hab&iacute;a el sello de la perfecci&oacute;n que cabe en lo humano; pero el bast&oacute;n
+que llevaba de diario excit&oacute; la admiraci&oacute;n e hizo el encanto de todos,
+porque entonces era objeto de alt&iacute;sima novedad, y de invenci&oacute;n tan
+reciente, que tal vez no se contar&iacute;a a&uacute;n por todo el mundo media docena
+de semejantes bastones, los cuales, con el andar del tiempo, se han
+emplebeyecido y divulgado tanto, que ya nadie los lleva, a no ser alg&uacute;n
+cursi fren&eacute;tico y atrasado de moda.</p>
+
+<p>El bast&oacute;n de Juan Maury era un bamb&uacute; como cualquiera otro. Por donde
+descollaba y pasmaba, era por el pu&ntilde;o, hecho de marfil en forma de
+cabeza semi-humana, semi-perruna, bastante bien tallada. Los ojos eran
+de vidrio, imitando los naturales, y muy luminosos. La parte que
+figuraba el pelo estaba te&ntilde;ida de negro; en las mejillas hab&iacute;a un tinte
+sonrosado, y en la boca viv&iacute;simo color rojo. Se tocaba un resorte o
+botoncito, y la figura entonces bajaba y sub&iacute;a los p&aacute;rpados, abr&iacute;a mucho
+la boca y sacaba y ense&ntilde;aba una lengua muy larga y puntiaguda.</p>
+
+<p>Las muecas de la cabeza esculpida, al moverse por medio del resorte de
+la manera ya indicada, divirtieron mucho a los j&oacute;venes brasile&ntilde;os, y no
+pocos se apresuraron a ser presentados a Juan Maury para que les
+ense&ntilde;ara el bast&oacute;n, cuyo &eacute;xito fue tan grande que le pidieron las se&ntilde;as
+de la ciudad y de la tienda donde le hab&iacute;a comprado, y pidieron una
+buena remesa de ellos para R&iacute;o.</p>
+
+<p>Mucho distaba a&uacute;n de llegar la remesa, cuando, en aquellos mismos d&iacute;as
+del lance entre Arturito y el gaucho, not&oacute; la gente que Juan Maury no
+llevaba ya el bast&oacute;n. Le preguntaron por su paradero y &eacute;l contest&oacute; que
+no sab&iacute;a. El bast&oacute;n se le hab&iacute;a perdido. No hab&iacute;a quedado rastro de &eacute;l.
+Era como si la tierra se le hubiese tragado.</p>
+
+<p>Tres puntos fueron los que en aquellos d&iacute;as se tocaron en las
+conversaciones en que la pol&iacute;tica o la literatura no entraban por nada.
+La muerte de Arturito y la p&eacute;rdida del bast&oacute;n, aunque pronto empezaron a
+olvidarse ambas cosas, y por &uacute;ltimo la aparici&oacute;n de la famosa contralto
+Rosina Stolz, que iba a estrenarse en el teatro principal, en la
+Sem&iacute;ramis de Rossini, donde ella era admirable, como actriz y como
+cantora, haciendo el papel de Arsaces.</p>
+
+<p>Los filarm&oacute;nicos, que en los ensayos la hab&iacute;an o&iacute;do, estaban
+entusiasmados y refer&iacute;an maravillas, lo cual acrecentaba la envidiable
+fama que la hab&iacute;a precedido antes de llegar de Europa y estimulaba en
+todas las personas de buen gusto la curiosidad y el anhelo de verla y de
+o&iacute;rla.</p>
+
+<p>Daba mayor inter&eacute;s a la aparici&oacute;n de la Stolz en el teatro de R&iacute;o, el
+que se hab&iacute;a formado un terrible partido contra ella, impulsado por el
+sentimiento patri&oacute;tico. Y no porque nadie imaginase que pod&iacute;a existir
+rivalidad entre las <i>modinhas</i> del pa&iacute;s y la m&uacute;sica de los grandes
+maestros italianos, ni entre las ind&iacute;genas y populares cantoras y una
+<i>diva</i> tan eminente y tan aplaudida en los principales teatros europeos.
+Todo era por culpa de un desaforado cr&iacute;tico franc&eacute;s, que no ha dejado de
+tener imitadores m&aacute;s tarde. Anticip&aacute;ndose a Julio Lema&icirc;tre, que public&oacute;
+un art&iacute;culo en los peri&oacute;dicos dando consejos a Sara Bernhardt cuando fue
+a Am&eacute;rica, el referido cr&iacute;tico hab&iacute;a dado y publicado tambi&eacute;n consejos a
+la Stolz antes de que se embarcase en un puerto de Europa para ir a la
+conquista del Nuevo Mundo.</p>
+
+<p>Muy de veras me aflige no conservar el art&iacute;culo de los consejos
+dirigidos a la Stolz para poder copiar aqu&iacute; un trocito; pero como Julio
+Lema&icirc;tre, en caso parecido, si no id&eacute;ntico, vino a decir lo propio,
+pondr&eacute; aqu&iacute; algo de lo que dijo:</p>
+
+<p>&laquo;Vais&mdash;le dijo, yo supongo que dirigi&eacute;ndose a la Stolz&mdash;, a mostraros a
+hombres de poco arte y de menos literatura, que os comprender&aacute;n mal, que
+os mirar&aacute;n con el asombro que se mira una ternera de cinco patas, que
+ver&aacute;n en vos un ser extravagante y estruendoso, y no la artista
+infinitamente seductora; y que no reconocer&aacute;n vuestro talento sino
+porque les costar&aacute; caro el o&iacute;ros&raquo;.</p>
+
+<p>Para remachar el clavo con que el cr&iacute;tico her&iacute;a el orgullo de la Am&eacute;rica
+latina, como ahora se dice, hab&iacute;a en el art&iacute;culo algunas amonestaciones
+a la artista, a fin de que no se dejase enternecer por las ardientes
+adoraciones de los entusiastas americanos, a quienes el articulista
+calificaba de sensuales y de candorosos, y que, inflamados de amor,
+ir&iacute;an a ponerse de hinojos ante ella.</p>
+
+<p>Este arranque de la <i>outrecuidance</i> parisina enoj&oacute; en extremo a los
+brasile&ntilde;os m&aacute;s patriotas, faltando poco para que no le produjese a la
+Stolz el amargo fruto de una silba. Por fortuna la filarmon&iacute;a pudo m&aacute;s
+en esta ocasi&oacute;n que el patriotismo vidrioso, y la Stolz fue aplaudida
+fren&eacute;ticamente, y llevada a su casa en triunfo, con m&uacute;sica, antorchas y
+faroles encendidos. Hubo, no obstante, alg&uacute;n poeta sat&iacute;rico y
+avinagrado, que se veng&oacute; en la Stolz de la insolencia del cr&iacute;tico
+franc&eacute;s, y todav&iacute;a conservo yo en la memoria algo de una gracios&iacute;sima
+s&aacute;tira que le compuso, donde despu&eacute;s de afirmar que la artista era un
+desecho del viejo mundo y ella tambi&eacute;n vieja, justifica ir&oacute;nicamente los
+aplausos que le han dado con razones y comparaciones como las contenidas
+en los siguientes versos:</p>
+
+<p class="noindent">
+<span style="margin-left: 6em;"><i>Um velho poema de capa extragada</i></span><br />
+<span style="margin-left: 6em;"><i>Nao perde por isso o interno valor</i></span>,<br />
+<span style="margin-left: 6em;"><i>E a veces de baixo da pranta pisada</i></span><br />
+<span style="margin-left: 6em;"><i>Desc&oacute;brense ainda vestigios da flor</i>.</span><br />
+</p>
+
+<p>Pero no adelantemos los sucesos; prescindamos de este episodio que
+apenas tiene relaci&oacute;n con nuestra historia, y volvamos a la noche en que
+Rosina Stolz apareci&oacute; en el teatro de R&iacute;o por vez primera.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XXI" id="XXI"></a>-XXI-</h2>
+
+
+<p>Rafaela, que era generosa de todo, lo era tambi&eacute;n de aplausos y de
+alabanzas. Por nada del mundo hubiera gustado de que silbasen a la Stolz
+como la hab&iacute;an silbado a ella, a no tener a la mano otro D. Joaqu&iacute;n para
+consolarla de la silba. Rafaela quiso, pues, que la Stolz triunfase, y
+se propuso contribuir a su triunfo. Y como Rafaela adem&aacute;s era
+aficionad&iacute;sima a la m&uacute;sica, no se resign&oacute; a dejar de o&iacute;r a tan egregia
+cantarina. De aqu&iacute; que saliese del retraimiento en que por la pena de la
+reciente muerte de Arturito se encontraba y apareciese en su palco, en
+el teatro, la primera noche en que la Stolz cant&oacute; en la <i>Sem&iacute;ramis</i>. Don
+Joaqu&iacute;n fue tambi&eacute;n, aunque estaba tan apesadumbrado como si hubiese
+perdido un hijo.</p>
+
+<p>En el entreacto, el vizconde de Goivoformoso y Juan Maury, que estaban
+en butacas contiguas, subieron juntos a visitar a Rafaela.</p>
+
+<p>Muy impresionado estaba el vizconde, as&iacute; por el canto como por la acci&oacute;n
+y la m&iacute;mica de la Stolz, pero casi le borr&oacute; aquella impresi&oacute;n una
+sorpresa que D. Joaqu&iacute;n, sin pensarlo ni quererlo, acert&oacute; a dar a &eacute;l, y
+tambi&eacute;n a Juan Maury y a Rafaela.</p>
+
+<p>No sabemos c&oacute;mo se habl&oacute; de Arturito y se lament&oacute; su muerte. Don Joaqu&iacute;n
+se conmovi&oacute;, hizo tres o cuatro pucheritos y se le saltaron las
+l&aacute;grimas.</p>
+
+<p>&mdash;Toda mi vida&mdash;exclam&oacute;&mdash;, conservar&eacute; como recuerdo una prenda suya, que,
+sin duda, <i>Madame</i> Duval llev&oacute; a la alcoba de mi mujer, donde yo la
+encontr&eacute; hace dos o tres d&iacute;as. Esta es la prenda.</p>
+
+<p>Y levantando la mano del pu&ntilde;o del bast&oacute;n en que la ten&iacute;a apoyada, dej&oacute;
+ver la cabecita de marfil que ya hemos descrito. Y llorando todav&iacute;a por
+el difunto, toc&oacute; el resorte y movi&oacute; la cabecita para que bajase y
+subiese los p&aacute;rpados, abriese la boca y sacase la lengua, luciendo sus
+habilidades. Al ver aquello, el vizconde se sonri&oacute; con malicia mirando a
+Juan Maury; &eacute;ste se puso rojo como la grana, y Rafaela, sin poder
+reprimirse, empez&oacute; a re&iacute;r a carcajadas. Don Joaqu&iacute;n hubo de imaginar que
+a Rafaela le hac&iacute;an mucha gracia las muecas de aquel mu&ntilde;eco, y le movi&oacute;
+m&aacute;s, poni&eacute;ndosele delante. Rafaela ri&oacute; entonces con carcajadas m&aacute;s
+sonoras, y, para no llamar la atenci&oacute;n del p&uacute;blico, se retir&oacute; al fondo
+del palco. All&iacute; sigui&oacute; la risa, y sigui&oacute;, hasta que D. Joaqu&iacute;n, que
+hab&iacute;a cesado ya de mover el resorte, acab&oacute; por alarmarse. Tambi&eacute;n se
+alarmaron Juan Maury y el vizconde, &uacute;nicos all&iacute; presentes. La risa, por
+caso extra&ntilde;o, se convirti&oacute; en ataque de nervios. Fue menester que
+Rafaela se retirase a su casa a media funci&oacute;n, sin contribuir al triunfo
+de la famosa cantarina y sin presenciarle.</p>
+
+<p>S&oacute;lo el vizconde, testigo de aquella escena, pudo comprender sus causas
+y explicar su significado.</p>
+
+<p>Don Joaqu&iacute;n no volvi&oacute; a servirse del bast&oacute;n, porque Rafaela le dijo que
+el verle le hac&iacute;a da&ntilde;o.</p>
+
+<p>En efecto; Rafaela era una criatura muy singular. Al principio hall&oacute;
+chistosa la equivocaci&oacute;n de su marido y se ri&oacute; de todas veras, con
+placer semejante al que produce la representaci&oacute;n de un grotesco
+sainete; pero la tenaz persistencia de la escultura en sus muecas y
+visajes le produjo un efecto muy raro. Del mismo modo que al restregar
+un f&oacute;sforo se hace brotar la llama, se dir&iacute;a que aquella figura, con sus
+persistentes y fant&aacute;sticos movimientos, le restreg&oacute; las telas del
+cerebro, y barriendo de all&iacute; las im&aacute;genes rid&iacute;culas, hizo aparecer el
+cuadro vivo de tristes sucesos a que ella hab&iacute;a dado ocasi&oacute;n, cuando no
+causa, y la no menos viva representaci&oacute;n de la deplorable facilidad con
+que ella, casi sin saber c&oacute;mo, hab&iacute;a abandonado, en un momento de
+alucinaci&oacute;n, los sinceros prop&oacute;sitos y los excelentes planes que le
+hab&iacute;a hecho concebir el Padre Garc&iacute;a. Tal vez en la misma noche en que
+Arturito y el gaucho re&ntilde;&iacute;an un duelo a muerte, ella con el inglesito se
+hab&iacute;a olvidado de todo. El pu&ntilde;o del bast&oacute;n, con su monstruosa y
+semi-humana figura, de repente se troc&oacute; en un espectro para ella; en un
+espectro que acud&iacute;a a atormentarla con burlas espantosas.</p>
+
+<p>La se&ntilde;ora de Figueredo, con todo, no se ahogaba en poca agua ni se
+asustaba por cualquier ni&ntilde;er&iacute;a. El ahogo y el susto pasaron pronto.
+Todas las cosas volvieron al ser que ten&iacute;an.</p>
+
+<p>El inglesito lleg&oacute; a ser &iacute;ntimo en casa de Rafaela. Don Joaqu&iacute;n concibi&oacute;
+por &eacute;l mucho m&aacute;s cari&ntilde;o que el que tuvo al gaucho, y casi estamos por
+afirmar que un poco m&aacute;s que el que tuvo a Arturito. Hasta la propia
+<i>Madame</i> Duval le cobr&oacute; mayor amistad, le consider&oacute; m&aacute;s que a nadie y le
+mir&oacute; como si fuese el se&ntilde;orito hijo de la casa, habl&aacute;ndole siempre en
+ingl&eacute;s y d&aacute;ndole el tratamiento de Master John.</p>
+
+<p>Pasado este incidente, advertido s&oacute;lo por el vizconde de Goivoformoso y
+por los tres actores principales, empez&oacute; y transcurri&oacute; una &eacute;poca
+brillant&iacute;sima para el hotel de los se&ntilde;ores de Figueredo y famosa en los
+anales de la <i>high life</i> fluminense. Banquetes, animadas tertulias,
+bailes, lucidas cabalgatas y hasta giras de campo se suced&iacute;an con corta
+interrupci&oacute;n. El inglesito no faltaba jam&aacute;s en estas diversiones. Y
+Rafaela, como el sol en el meridiano, resplandec&iacute;a por su hermosura y
+elegancia y parec&iacute;a dichosa. Lo que es D. Joaqu&iacute;n no se mostraba menos
+elegante ni menos satisfecho, aunque s&iacute; harto menos bonito, y dejando
+notar en la flojedad de sus piernas y en el temblor de sus manos que lo
+que llaman vulgarmente el <i>baj&oacute;n</i> iba llegando para &eacute;l, y que as&iacute; para
+&eacute;l como para los dem&aacute;s mortales, no pasan en balde los a&ntilde;os.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XXII" id="XXII"></a>-XXII-</h2>
+
+
+<p>Pronto pas&oacute; uno m&aacute;s, cuando ocurri&oacute; algo que, si bien hubiera
+debido preverse, fue muy doloroso para Rafaela. Juan Maury, trasladado
+por su gobierno con ascenso a una Legaci&oacute;n de Europa, tuvo que abandonar
+a R&iacute;o de Janeiro. Rafaela sinti&oacute; sin duda grand&iacute;simo pesar, pero no le
+falt&oacute; energ&iacute;a para disimularle, y a los ojos del p&uacute;blico apareci&oacute;
+impasible y serena, as&iacute; en los d&iacute;as que precedieron a la partida de Juan
+Maury como despu&eacute;s de su partida.</p>
+
+<p>Lo que pas&oacute;, durante aquellos d&iacute;as, en el coraz&oacute;n de Rafaela, no lo supo
+m&aacute;s que una persona. Rafaela no se lo pod&iacute;a ni se lo quer&iacute;a decir a
+<i>Madame</i> Duval, por juzgar sobrado sublime su secreto para hacer
+part&iacute;cipe de &eacute;l a tan vulgar personaje. Ni pod&iacute;a ni quer&iacute;a tampoco
+confesarle al Padre Garc&iacute;a, por considerar su secreto profano y por no
+ver en &eacute;l culpa acompa&ntilde;ada de arrepentimiento.</p>
+
+<p>Rafaela, no obstante, sent&iacute;a la necesidad de desahogar con alguien su
+coraz&oacute;n, hablando de sus penas. Y como su &uacute;nico, constante y muy &iacute;ntimo
+amigo en la ciudad era el Vizconde de Goivoformoso, a quien trataba
+desde que ella hab&iacute;a llegado a Lisboa, Rafaela reconoci&oacute; que s&oacute;lo el
+Vizconde era su posible confidente, y habl&oacute; con &eacute;l de todo, si bien con
+mayor seriedad, con el mismo desenfado y con la misma franqueza que
+empleaba para hablar con &eacute;l cuando, hac&iacute;a ya m&aacute;s de diez a&ntilde;os, &eacute;l y ella
+iban a merendar o a cenar juntos en el <i>Retiro de Camoens</i>.</p>
+
+<p>Despu&eacute;s de la ida de Juan Maury, Rafaela, a fin de evitar las hablillas
+y para que no se burlasen de ella afectando compadecerla como a mujer
+abandonada, sigui&oacute; recibiendo por las noches y procurando que su
+tertulia no estuviese menos concurrida ni menos alegre que antes.</p>
+
+<p>Las expediciones campestres de D. Joaqu&iacute;n a la <i>ch&aacute;cara</i> y las
+frecuentes jaquecas de que ella padec&iacute;a, eran recursos de que no se
+hab&iacute;a desprendido ni quer&iacute;a desprenderse. De estos recursos se vali&oacute;
+entonces, no en pro del amor, sino en pro de una antigua y constante
+amistad, de la que esperaba consuelo y alivio en sus penas. Deseosa de
+hablar reposadamente con el Vizconde, le cit&oacute; para una noche en que no
+recib&iacute;a a los dem&aacute;s tertulianos, y tuvo con &eacute;l el coloquio que vamos a
+reproducir aqu&iacute;.</p>
+
+<p>Despu&eacute;s de los amistosos saludos de costumbre, con la inveterada
+familiaridad de siempre, y tuteando al Vizconde como sol&iacute;a, Rafaela le
+dijo:</p>
+
+<p>&mdash;T&uacute; eres mi mejor amigo, lleno para m&iacute; de amabilidad y de indulgencia. A
+solas contigo, no s&eacute; disimular: todo lo confieso: pienso alto. No me lo
+agradezcas. Yo soy quien debe mostrarte su gratitud. Si yo no pudiera
+decir a alguien lo que siento, si no te tuviera a ti para decirlo, creo
+que mi coraz&oacute;n estallar&iacute;a como una bomba.</p>
+
+<p>&mdash;Pues, hija m&iacute;a, di cuanto se te ocurra, que pronto estoy a escucharte y
+a consolarte si puedo.</p>
+
+<p>&mdash;De sobra&mdash;replic&oacute; ella&mdash;sabes mis relaciones con Juan Maury. Lo que no
+sabes es lo que ha habido de singular y de nuevo en estas relaciones.
+Otros hombres me han inspirado simpat&iacute;as m&aacute;s o menos vehementes. Por
+ellos he sentido lo que se llama amistad. A caer en sus brazos me ha
+impulsado no s&eacute; qu&eacute; extra&ntilde;a misericordia, no s&eacute; qu&eacute; endiablada
+generosidad, que califico de perversa, y no s&eacute; qu&eacute; vanidosa estimaci&oacute;n
+de mi propia hermosura. He sido como engre&iacute;do artista que anhela mostrar
+la linda joya que ha cincelado al que juzga delicado conocedor y buen
+perito. He sido como el poeta que, por m&aacute;s esfuerzos que hace, no sabe
+resistir a la tentaci&oacute;n de recitar sus versos a quien juzga persona de
+gusto exquisito, capaz de estimar y de tasar el valor de ellos y los
+quilates de perfecci&oacute;n y de belleza que contienen. Esta soberbia m&iacute;a y
+el benigno af&aacute;n de conceder yo venturas, sin pena para m&iacute;, sino tal vez
+con deleite, han sido la causa de no pocos extrav&iacute;os y ligerezas que
+deploro. La gente me calificar&aacute; de mujer galante y enamorada. Pero, si
+bien se mira, yo no he conocido el amor, como este no sea una
+combinaci&oacute;n de amistad, aprecio, deseo de agradar y de embelesar, y
+empe&ntilde;o vanidoso en mostrar a quien se aprecia y a quien se profesa
+cierto cari&ntilde;o, todo el valer, toda la lozan&iacute;a y toda la potencia
+deleitable y beat&iacute;fica de la propia persona. Pero esto no es el
+verdadero amor. Si no fuese por los versos y las novelas que he le&iacute;do,
+yo no tendr&iacute;a de &eacute;l ni noticia ni presentimiento. En mi alma ha habido
+predilecci&oacute;n no pocas veces. T&uacute;, por ejemplo, y no quiero lisonjearte,
+has sido uno de mis predilectos. Lo que no ha habido en mi alma ha sido
+el amor perfect&iacute;simo de que nos habla la poes&iacute;a. Mi alma ha tenido sus
+predilectos. Nunca ha llegado a tener al amado: al &uacute;nico, al verdadero y
+leg&iacute;timo esposo; al que exclusivamente y para siempre se rinde la
+voluntad y se entrega y se abandona la vida. Sin &eacute;l no se concibe goce.
+Las aspiraciones todas del esp&iacute;ritu, la fe en el m&eacute;rito y excelencia de
+un ser extra&ntilde;o, el ansia de inefables placeres, todo, seg&uacute;n dicen, se
+pone y se busca en el amado, el cual s&oacute;lo podr&iacute;a tener rival en Dios, si
+logr&aacute;semos mortificar y aniquilar nuestro cuerpo y convertirnos en
+esp&iacute;ritu puro. Para la mujer amante no tiene, pues, ni puede tener en la
+tierra, rival el amado. Yo no hab&iacute;a llegado ni me consideraba capaz de
+llegar a tan gentil idolatr&iacute;a. S&oacute;lo he entrevisto y columbrado as&iacute; la
+capacidad de sentirla como el hechizo que debe de haber en ella, desde
+que fui de Juan Maury. Pero &eacute;l, bondadoso, agradecido, con notable
+afecto hacia m&iacute;, porque yo no puedo ni quiero quejarme de su tibieza ni
+de su ego&iacute;smo, siempre me consider&oacute; como a una buena mujer, aunque harto
+ligera, y ese amor verdadero, ese apretado lazo de uni&oacute;n completa e
+indisoluble entre dos corazones humanos, jam&aacute;s imagin&oacute; que pudiera
+enlazar su coraz&oacute;n con el m&iacute;o. Yo entiendo que esto no llega a
+conseguirse jam&aacute;s con s&uacute;plicas y excitaciones de una parte. En ambas,
+para que prevalezca, ha de nacer de un modo espont&aacute;neo. Adem&aacute;s, yo soy
+orgullosa y detesto la ficci&oacute;n y la mentira, aunque la piedad las
+motive. De aqu&iacute; que al amor ideal, al amor exclusivo y &uacute;nico, que iba a
+brotar en mi alma, por primera vez y como flor tard&iacute;a, le cort&eacute; yo las
+alas antes de que remontase el vuelo. Juan Maury se ha ido. Yo no le
+censuro. Ha hecho bien. Ni &eacute;l pod&iacute;a darme ni yo pod&iacute;a exigirle amor
+constante y para siempre. Deploro el amor ahogado antes de nacer, mas no
+el que ya viv&iacute;a y ha muerto. Hasta en mi propia alma hab&iacute;a obst&aacute;culos
+invencibles contra el nacimiento del amor, obst&aacute;culos que hubieran
+combatido contra &eacute;l para darle muerte apenas nacido. La amistad que me
+inspira Joaqu&iacute;n Figueredo, mi gratitud hacia &eacute;l, la estimaci&oacute;n que le
+tengo, al ver en &eacute;l un conjunto de nobles prendas, oculto y sepultado
+antes bajo las ruines condiciones de su s&oacute;rdida existencia primera, y
+que yo he descubierto despu&eacute;s, as&iacute; para m&iacute; como para la generalidad de
+los hombres, todo esto no ha podido vencer la inclinaci&oacute;n viciosa de mi
+naturaleza, la vehemencia de mis pasiones y la licencia y el desenfreno
+en que me he criado. In&uacute;tiles han sido mis prop&oacute;sitos de serle fiel;
+pero, me parece que no puede haber fuerza en el mundo que me impulse a
+serle inconstante, a abandonarle, a causarle inmenso dolor dej&aacute;ndole ver
+con claridad mi desv&iacute;o, siendo con &eacute;l cruelmente ingrata. Tengo por
+cierto que si mi amor hubiera nacido y se hubiera manifestado con la
+mayor vehemencia y si Juan Maury hubiera participado de &eacute;l por completo,
+todav&iacute;a hubiera yo preferido morir a dejar solo a Joaqu&iacute;n Figueredo, sin
+los cuidados y la ternura que hoy m&aacute;s que nunca necesita y que yo le
+dedico. Por esta consideraci&oacute;n, casi me alegro de que Juan Maury me haya
+dejado y se haya ido muy lejos. M&aacute;s vale que amor no nazca que no que
+muera en terrible lucha con una obligaci&oacute;n que juzgo sagrada. Acaso
+halles t&uacute; harto alambicado y sutil lo que estoy diciendo, pero digo lo
+que siento aunque te parezca inveros&iacute;mil. Hoy, perdido para m&iacute; Juan
+Maury y demostrada mi imposibilidad de amor, queda cual &uacute;nico fin de mi
+vida el prop&oacute;sito de hacer feliz a Figueredo, de mirar por su salud y
+bienestar, de endulzar y de prolongar su vida hasta donde sea posible,
+y, si le sobrevivo, de cerrar piadosamente sus ojos y de llorar su
+muerte.</p>
+
+<p>El Vizconde oy&oacute; con placer este en su sentir bello discurso, y le oy&oacute;
+tambi&eacute;n con asombro, porque apenas hab&iacute;a hablado &iacute;ntimamente con Rafaela
+desde que, en la aurora de la vida de ella y de &eacute;l, tuvieron ambos
+frecuentes y encantadores coloquios en el famoso fig&oacute;n de Lisboa,
+llamado <i>Retiro de Camoens</i>.</p>
+
+<p>En extremo se pasm&oacute; el Vizconde del extraordinario progreso del esp&iacute;ritu
+de Rafaela en agudeza y en profundidad, y de su coraz&oacute;n en elevaciones
+morales. &Eacute;l pens&oacute;, no obstante, que estas elevaciones, la gratitud de
+Rafaela y su reconocido deber de hacer dichoso a D. Joaqu&iacute;n, no se
+hab&iacute;an opuesto hasta entonces, ni se opondr&iacute;an en lo futuro, a ciertos
+dulces, misteriosos y fugaces abandonos. Pens&oacute; tambi&eacute;n que Rafaela
+estaba afligid&iacute;sima porque no hab&iacute;a podido nacer en ella el amor puro. Y
+pens&oacute;, por &uacute;ltimo, que para consolaci&oacute;n de tantas cuitas, y vista y
+declarada la imposibilidad del amor puro, a&uacute;n podr&iacute;a servir el mixto,
+tal como Rafaela le entend&iacute;a y le hab&iacute;a descrito, o sea la combinaci&oacute;n
+de la amistad, del aprecio, del anhelo de lucir generosidad y gallard&iacute;a
+y de la sed del deleite.</p>
+
+<p>Rafaela estaba bell&iacute;sima: incomparablemente m&aacute;s bella que all&aacute; en
+Lisboa, en la plaza de toros o en el <i>Retiro de Camoens</i>. Entonces era
+diamante en bruto: ahora diamante pulimentado y primorosamente engarzado
+en cerco de oro. Entonces era como planta silvestre de flor menuda y
+desabrido fruto, y ahora como planta cultivada con el mayor esmero, rica
+en flores odorantes y pomposas y en los frutos m&aacute;s exquisitos y
+sazonados.</p>
+
+<p>Hechas estas reflexiones, que asaltaron con rapidez y en tumulto la
+mente del Vizconde, y movido adem&aacute;s por el deseo, por el cari&ntilde;o y hasta
+por la obligaci&oacute;n en que se cre&iacute;a de ofrecer consuelo, a fin de no pasar
+por descort&eacute;s y por sandio, el Vizconde record&oacute; con viveza las antiguas
+intimidades y mostr&oacute; con mayor viveza a&uacute;n el prurito de renovarlas. Pero
+se llev&oacute; chasco y se qued&oacute; fr&iacute;o.</p>
+
+<p>Rafaela, sin menguar en nada su amistad hacia el Vizconde, y sin
+descomponerse con violencia y con enojo, le rechaz&oacute; de modo tan resuelto
+y tan firme, que se disiparon las ilusiones que &eacute;l se hab&iacute;a forjado y
+reconoci&oacute; que s&oacute;lo con amistad pod&iacute;a consolar a Rafaela y ella quer&iacute;a
+ser consolada por &eacute;l.</p>
+
+<p>El Vizconde tuvo el buen gusto de acomodarse a las circunstancias e hizo
+bien el papel de confidente y amigo. As&iacute; el coloquio dur&oacute; a&uacute;n m&aacute;s de una
+hora. Rafaela volvi&oacute; a hablar de su pena, de su aspiraci&oacute;n no cumplida
+de amor verdadero y de la desesperanza que de este amor ten&iacute;a,
+celebrando y llorando a la vez por ello la partida de Juan Maury.
+Declar&oacute; por &uacute;ltimo su firme prop&oacute;sito de consagrarse en adelante a la
+amistad s&oacute;lo; a la amistad sin combinaciones y llena de limpieza. Para
+esto, para que fuese su &iacute;ntimo amigo, hab&iacute;a citado al Vizconde. El otro
+amigo predilecto, cuya vida, mejorada por ella, quer&iacute;a seguir endulzando
+hasta que llegase a su fin e ilumin&aacute;ndola con luz hechicera, era el
+se&ntilde;or de Figueredo.</p>
+
+<p>Terminadas todas estas revelaciones y apasionados discreteos, Rafaela
+toc&oacute; la campanilla, vino <i>Madame</i> Duval y sirvi&oacute; el t&eacute; con bizcochos,
+pastas y tostadas, y ya con excelente crema de las vacas que hab&iacute;a en la
+<i>ch&aacute;cara</i> de Petr&oacute;polis.</p>
+
+<p>El Vizconde tuvo que irse despu&eacute;s por donde hab&iacute;a venido, con el
+contento de que se hubiese reanudado y estrechado tan dulce amistad, y
+con la melancol&iacute;a de que fuese ya otra su forma, harto m&aacute;s sutil,
+depurada y et&eacute;rea que en lo antiguo.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XXIII" id="XXIII"></a>-XXIII-</h2>
+
+
+<p>Nada, durante los dos o tres meses que se siguieron pudo notar la
+persona m&aacute;s lince ni propalar la m&aacute;s maldiciente, que en la conducta de
+Rafaela contradijese los prop&oacute;sitos expresados por ella en su coloquio
+con el Vizconde. Se dir&iacute;a, por el contrario, que ella se extremaba en
+realizarlos. Sus mimos, sus cuidados hacia D. Joaqu&iacute;n eran incesantes.
+Entonces a&uacute;n no hab&iacute;a ferrocarril hasta Petr&oacute;polis. D. Joaqu&iacute;n, que
+hab&iacute;a envejecido, aunque gustaba de ir all&iacute;, se fatigaba mucho y Rafaela
+se opuso a que fuese. Si iba alguna vez, Rafaela le acompa&ntilde;aba y
+compart&iacute;a con &eacute;l la fatiga. Jam&aacute;s se quejaba ya de jaqueca, ni enviaba
+al campo a D. Joaqu&iacute;n cuando estaba jaquecosa. Casi siempre, sin
+jaqueca, y aun cuando por acaso la padeciese, se complac&iacute;a en tener a D.
+Joaqu&iacute;n a su lado. Y al mismo tiempo no se mostraba ni triste ni m&aacute;s
+seria que en lo pasado; su buen humor y su alegr&iacute;a eran como siempre.
+Sus concurridas tertulias se hicieron diarias y sin interrupci&oacute;n. Nadie
+hubiera podido declarar con fundamento que la partida de Juan Maury
+hab&iacute;a modificado el ser de Rafaela.</p>
+
+<p>Su amistad hacia el Vizconde sigui&oacute; tan fina y tan estrecha como en el
+coloquio, pero sin que el coloquio se repitiese. Ella segu&iacute;a hablando
+con el Vizconde, si bien delante de todos y sin dar que sospechar. Su
+conversaci&oacute;n amistosa la consolaba y la deleitaba.</p>
+
+<p>No tard&oacute; Rafaela en perder tambi&eacute;n este consuelo y este deleite.</p>
+
+<p>El Vizconde tuvo que irse a Berl&iacute;n a ocupar otro puesto diplom&aacute;tico.</p>
+
+<p>Sufri&oacute; Rafaela con calma la nueva contrariedad, y a&uacute;n sigui&oacute;, durante
+algunas semanas, el mismo g&eacute;nero de vida.</p>
+
+<p>De repente, y sin que nadie pudiera atribuirlo a otra causa que a una
+enfermedad, Rafaela dej&oacute; de recibir, se retir&oacute; y se aisl&oacute;. Nadie la ve&iacute;a
+ni en visitas, ni en paseos, ni en teatros.</p>
+
+<p>Este eclipse, aunque largo, termin&oacute; al fin, cuando pasaron otros cuatro
+o cinco meses.</p>
+
+<p>Rafaela reapareci&oacute; entonces, lozana, bella y refulgente como un astro, y
+volvi&oacute; a ser, durante m&aacute;s de un a&ntilde;o, el delicioso centro de las
+elegancias de R&iacute;o.</p>
+
+<p>Quien enferm&oacute; despu&eacute;s fue el pobre D. Joaqu&iacute;n. D. Joaqu&iacute;n enferm&oacute; muy de
+veras y de la &uacute;ltima enfermedad, que fue larga y penosa. En ella le
+atendi&oacute;, le vel&oacute; y le cuid&oacute; Rafaela como la m&aacute;s santa, m&aacute;s fiel, m&aacute;s
+devota y m&aacute;s apasionada de las mujeres. Hubo tal sinceridad, abnegaci&oacute;n
+y fervor en ella, que hasta las personas m&aacute;s incr&eacute;dulas y mal pensadas
+la miraron como modelo de cari&ntilde;osas enfermeras. D. Joaqu&iacute;n exhal&oacute; en la
+hermosa cara de ella el &uacute;ltimo suspiro, y ella con la dulzura de su
+mirada mitig&oacute; el terror que infunde el &aacute;ngel de la muerte, y en la
+herida con que mata derram&oacute; el b&aacute;lsamo de sus l&aacute;grimas.</p>
+
+<p>Rafaela, por bondad y por orgullo, era generosa y desprendida. En
+aquella ocasi&oacute;n lo fue de suerte que dej&oacute; maravillados a todos los
+brasile&ntilde;os. Pudo disponer y dispuso de la &uacute;ltima voluntad de D. Joaqu&iacute;n
+como de la suya propia. Todo D. Joaqu&iacute;n era suyo.</p>
+
+<p>Ella, no obstante, en vez de quedarse con el inmenso caudal de D.
+Joaqu&iacute;n, se enorgulleci&oacute; y hasta cierto punto se consol&oacute; con repartirle
+en legados a todos los parientes pobres de &eacute;l, que eran muchos, y a
+varios establecimientos de beneficencia del imperio. A casi todos los
+esclavos, en recompensa de sus servicios, les concedi&oacute; libertad. S&oacute;lo
+guard&oacute; consigo, aunque tambi&eacute;n beneficiados por el testamento de D.
+Joaqu&iacute;n, a <i>Madame</i> Duval, a dos doncellas, y a tres negros de los m&aacute;s
+fieles, hechos tambi&eacute;n libertos.</p>
+
+<p>La gente profana dec&iacute;a, entre admiraci&oacute;n y broma, que jam&aacute;s hab&iacute;a habido
+en el mundo aventurera m&aacute;s rumbosa, ni m&aacute;s bizarra y espl&eacute;ndida mujer
+galante.</p>
+
+<p>Claro est&aacute; que la esplendidez de Rafaela no lleg&oacute; hasta el necio extremo
+de quedar ella a pedir limosna o en estrechez tal que la obligase a
+vivir muy en desacuerdo con la magnificencia de que, durante a&ntilde;os, hab&iacute;a
+gozado. Rafaela conserv&oacute; para s&iacute; una peque&ntilde;a parte, en fondos
+extranjeros, del gran capital de su difunto marido; conserv&oacute; lo bastante
+para que le produjese de setenta a ochenta mil francos de renta, con los
+que decidi&oacute; irse de R&iacute;o y venir a vivir en Europa.</p>
+
+<p>As&iacute; lo hizo, a los pocos meses de viuda.</p>
+
+<p>De los posteriores sucesos de su vida, por espacio de mucho tiempo, ni
+tenemos noticias circunstanciadas ni nos convendr&iacute;a darlas aqu&iacute; aunque
+las tuvi&eacute;semos.</p>
+
+<p>S&oacute;lo veinte a&ntilde;os despu&eacute;s por medio del Vizconde de Goivoformoso, he
+vuelto yo a saber de Rafaela, reanud&aacute;ndose su historia en lo m&aacute;s
+esencial con lo que contar&eacute; en adelante.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XXIV" id="XXIV"></a>-XXIV-</h2>
+
+
+<p>Entre no echar de menos a una persona y olvidarla por completo hay
+una enorme distancia. Si el Vizconde de Goivoformoso hubiera seguido
+siempre en R&iacute;o de Janeiro, todo en torno de &eacute;l, no s&oacute;lo le hubiera
+recordado a Rafaela, si no le hubiera hecho desear su presencia y
+lamentar la falta de su trato y de su vista. Pero el Vizconde anduvo
+peregrinando por muy diversos y distantes pa&iacute;ses, viendo objetos nuevos,
+penetrando en el seno de muy diversas sociedades, hablando y oyendo
+hablar lenguas distintas y corriendo no pocas y variadas aventuras.
+Estuvo en Constantinopla, en Roma, en San Petersburgo, en Berl&iacute;n y en
+Viena; y, aunque la naci&oacute;n a quien serv&iacute;a, as&iacute; por su posici&oacute;n
+geogr&aacute;fica, como por la decadencia a que ha venido, no se mezclaba
+activamente en los grandes sucesos, &eacute;l, por afici&oacute;n natural y tambi&eacute;n
+por su oficio, tuvo que enterarse circunstanciadamente de todos y
+mirarlos con inter&eacute;s. Ocurrieron casos extraordinarios que no pudieron
+menos de cautivar su atenci&oacute;n poderosamente. Acabaron muchas dinast&iacute;as,
+se hundieron muchos tronos; Italia logr&oacute; al fin su unidad, en balde
+deseada durante trece o catorce siglos; se deshizo la confederaci&oacute;n
+germ&aacute;nica; Austria perdi&oacute; la hegemon&iacute;a; Prusia, vencedora, se puso al
+frente de casi todos los pueblos germ&aacute;nicos; y por &uacute;ltimo, en tremenda
+lucha con Francia, Prusia la venci&oacute; y la desmembr&oacute;, apoder&aacute;ndose de
+algunas de sus hermosas ciudades y de parte de su f&eacute;rtil territorio y
+oblig&aacute;ndola, desde su misma capital, de que se hab&iacute;a apoderado, a pagar
+suma enorm&iacute;sima por su rescate.</p>
+
+<p>La vida del Vizconde, que permaneci&oacute; soltero, fue, a su modo, y aunque
+por estilo apacible, no menos rica de acontecimientos que la del mundo.
+No faltaron en ella lances de honor y fortuna que no nos incumbe relatar
+aqu&iacute;. Baste saber que, durante veinte a&ntilde;os, sobre pocos m&aacute;s o menos,
+pues no creo que importe mucho una gran exactitud cronol&oacute;gica, el
+Vizconde no volvi&oacute; a ver en parte alguna a Rafaela, y &eacute;sta, si bien
+sigui&oacute; presente en su memoria, fue como imagen a&eacute;rea y algo confusa,
+velada como entre nubes de vagos recuerdos y de agradables antiguas
+emociones.</p>
+
+<p>En los primeros d&iacute;as del a&ntilde;o 1873, el Vizconde de Goivoformoso vino a
+Par&iacute;s a pasar una larga temporada.</p>
+
+<p>Vencida Francia, despojada de ricas provincias, desquiciado el primer
+imperio entre an&aacute;rquicas convulsiones, y cruelmente multada ella,
+todav&iacute;a se repuso o m&aacute;s bien no tuvo necesidad de reponerse, porque no
+decay&oacute;, permaneciendo robusta y firme en medio de tantos males y
+conservando su poder y su riqueza gracias a la constancia y a la energ&iacute;a
+de sus hijos. La fertilidad de su suelo y m&aacute;s a&uacute;n el talento de los que
+en &eacute;l nacen y viven para todas las artes que hermosean, hechizan o
+consuelan la vida humana, su industria y su comercio, su fecunda
+habilidad para producir objetos de lujo y de regalo y su virtud
+econ&oacute;mica para crear riqueza y para conservarla, todo esto concurri&oacute; a
+que Francia siguiese siendo, si no la primera en poder&iacute;o material, la
+m&aacute;s querida, la m&aacute;s admirada, la m&aacute;s respetada, y fuera de Inglaterra,
+la m&aacute;s rica naci&oacute;n de Europa. Francia sigui&oacute; dando la moda, ense&ntilde;ando la
+elegancia y siendo escuela y centro de toda cortes&iacute;a. La m&aacute;s brillante
+antorcha de la moderna cultura se dir&iacute;a que sigui&oacute; ardiendo en Par&iacute;s y
+que desde all&iacute; iluminaba al mundo y atra&iacute;a amorosamente a las almas.
+Sabios, poetas, dramaturgos y novelistas hay, sin duda, en otras
+naciones, pero los que m&aacute;s se leen, se celebran y se admiran en todas
+son los franceses. Apenas hay doctrina flamante, buena o mala, ni
+filosof&iacute;a, ni sistema pol&iacute;tico, social o religioso, ni corriente que
+arrebate y lleve por nuevo camino las creaciones de la literatura y del
+arte que no nazca en Francia o que desde Francia no sea difundida y
+divulgada por todo el mundo. El franc&eacute;s sigue siendo, por donde quiera,
+la lengua diplom&aacute;tica y el idioma universal de los refinados y de los
+ilustrados. Las gentes de otros pa&iacute;ses de Europa, y m&aacute;s a&uacute;n las de
+Am&eacute;rica, si tienen medios para ello, acuden a Par&iacute;s, como las mariposas
+acuden a la luz, cegadas por su brillo. All&iacute; creen las mujeres que,
+sobre las prendas que en el suelo natal debieron a la naturaleza, van a
+adquirir otras prendas art&iacute;sticas y en cierto modo sobrenaturales, con
+las cuales, cuando vuelvan a su tierra, pasmar&aacute;n a sus compatriotas,
+matando de amor a los hombres y de envidia a las mujeres. Los mancebos,
+que van all&iacute; desde apartadas regiones, imaginan que van a probar
+alambicad&iacute;simos deleites, ignorados y apenas columbrados en sue&ntilde;os en
+los lugares de donde vienen, y que van a trocar su primitiva rudeza en
+tan raro y gentil atildamiento que parecer&aacute;n otros, y que, al salir del
+ba&ntilde;o de Par&iacute;s, resplandecer&aacute;n como seres punto menos que divinos; y los
+hombres inclinados a las ciencias, a las letras o a las artes, entienden
+que en Par&iacute;s van a dar a su educaci&oacute;n los &uacute;ltimos y m&aacute;s delicados toques
+y van a hacerse dignos y capaces de la gloria, difundi&eacute;ndola desde all&iacute;,
+si es que la consiguen, con mayor facilidad y prontitud que desde su
+misma patria o desde cualquier otro punto del planeta.</p>
+
+<p>No es de extra&ntilde;ar, en atenci&oacute;n a lo expuesto, que los aspirantes a
+<i>high-life</i>, en todos sentidos, vayan en peregrinaci&oacute;n a Par&iacute;s como van
+a la Meca los musulmanes. Las mujeres van a comprarse dijes, afeites y
+mudas, a vestirse con Worth y a aprender a saludar, a andar y moverse
+con suprema distinci&oacute;n y seg&uacute;n el &uacute;ltimo estilo; los seres humanos de
+ambos sexos, que presumen de discreci&oacute;n, van all&iacute; a adquirir desenfado y
+soltura fina y a ejercitarse en lo que llaman la <i>causerie</i>, o d&iacute;gase en
+cierto linaje de amen&iacute;sima y sutil&iacute;sima charla, que, seg&uacute;n afirman los
+franceses, y casi todos los que no son franceses creen, s&oacute;lo en Francia
+y en franc&eacute;s es posible; y los j&oacute;venes, por &uacute;ltimo, que sienten arder en
+su cabeza, ora el volc&aacute;n de la inspiraci&oacute;n po&eacute;tica o art&iacute;stica, ora el
+fuego sagrado y creador de las especulaciones filos&oacute;ficas o de las
+ciencias experimentales, van a Par&iacute;s a iniciarse en ellas, a inspirarse,
+a saturarse bien de civilizaci&oacute;n, ya frecuentando la Sorbona, ya
+asistiendo a los teatros, ya pase&aacute;ndose por los <i>boulevards</i>, ya
+conversando con las <i>heteras</i>, como S&oacute;crates, Alcib&iacute;ades y Pericles
+conversaban con Aspasia.</p>
+
+<p>Claro est&aacute; que estos peregrinos de la cultura procuran visitar y tratar
+a los &iacute;dolos a quienes mayor devoci&oacute;n consagran. Para el que se precia
+en su pa&iacute;s de hidalgo y linajudo, &iquest;qu&eacute; mayor triunfo que introducirse en
+algunas casas y en el seno de algunas ilustres familias del <i>Faubourg
+Saint Germain</i>? Para el novicio o recluta de la sabidur&iacute;a, &iquest;qu&eacute; honra
+m&aacute;s superfina y disparatada que la de ser presentado y bien recibido,
+por ejemplo, en el a&ntilde;o 1873 a que nos referimos, por el sabio Ernesto
+Renan o por el espiritualista Caro, almibarado fil&oacute;sofo y maestro de
+filosof&iacute;a para las damas? &iquest;Y qu&eacute; mayor encanto en el mismo a&ntilde;o de 1873
+que el de hablar con V&iacute;ctor Hugo o con Flaubert que a&uacute;n viv&iacute;an? Si el
+que era presentado a ellos compon&iacute;a versos, pongamos por caso, impresos
+o manuscritos pod&iacute;a llev&aacute;rselos al &iacute;dolo, el cual tal vez ten&iacute;a la
+dignaci&oacute;n de aparentar que los le&iacute;a y que los entend&iacute;a, aunque no los
+leyese ni los entendiese. Y si por dicha llegaba a celebrarlos con
+ol&iacute;mpica benevolencia, el poeta peregrino se llenaba de entusiasmo, de
+fe y de aliento para atreverse a mayores cosas y ser en su tierra
+trasunto, arrendajo, o copia en menor escala, guardando siempre la
+proporci&oacute;n debida, de aquel a modo de numen tutelar de que hab&iacute;a
+acertado a proveerse. Pero, &iquest;qu&eacute; mucho si hasta menos altas facultades y
+virtudes, cuando est&aacute;n en potencia, se act&uacute;an, se acicalan, se templan,
+se bru&ntilde;en y se aguzan en Par&iacute;s como la espada en la oficina del armero?</p>
+
+<p>En Par&iacute;s, no s&oacute;lo el entendimiento, la imaginaci&oacute;n y la sensibilidad, no
+s&oacute;lo los sentidos est&eacute;ticos, o sea la vista y el o&iacute;do, sino tambi&eacute;n los
+otros tres sentidos, se educan y se perfeccionan.</p>
+
+<p>El olfato se adiestra para atinar con los perfumes distinguidos y para
+no confundirlos con los que sah&uacute;man o aromatizan a la gente ordinaria;
+el tacto adquiere perspicacia asombrosa para reconocer y disfrutar lo
+suave, aterciopelado, tibio y madoroso; y el paladar, por &uacute;ltimo, deja
+de estar embotado por los groseros guisotes patrios, se limpia y se
+despeja y llega a penetrarse de cuantos deliciosos sabores dan a sus
+guisos los m&aacute;s inspirados cocineros del mundo.</p>
+
+<p>De lo exterior y somero de todas estas cosas goza el peregrino que llega
+a Par&iacute;s con dinero bastante; mas para entrar bien en Par&iacute;s, para
+naturalizarse all&iacute; de veras, y no en los bajos y obscuros c&iacute;rculos, sino
+en los m&aacute;s eminentes y luminosos, el dinero no basta. Se necesita adem&aacute;s
+saber muy bien la lengua, poseer notables prendas de entendimiento o de
+car&aacute;cter, tener alguna habilidad rara que pueda manifestarse f&aacute;cilmente,
+estar dotado de cierta desenvoltura y atrevimiento, y sobre todo, caer
+en gracia, lo cual suele depender, m&aacute;s que del m&eacute;rito, de la suerte. Si
+esta elevada naturalizaci&oacute;n no se consigue, el que va a Par&iacute;s no goza en
+Par&iacute;s sino de lo que se paga; se queda aislado o desnivelado, sin llegar
+a vencer la prevenci&oacute;n, si a veces algo justificada, siempre fatua, de
+que &eacute;l es un ser retrasado en la marcha ascendente de la humanidad hacia
+las regiones de la luz: un individuo de una casta o nacionalidad
+inferior, y un b&aacute;rbaro en suma. Verdad es, que siempre que un feliz
+mortal, viniendo de tierras extra&ntilde;as, logra vencer la prevenci&oacute;n
+susodicha, su triunfo es complet&iacute;simo, su propia calidad de ex&oacute;tico le
+da mayor precio, y los m&aacute;s encumbrados parisienses le ponen sobre el
+pedestal en que ellos mismos est&aacute;n o se creen colocados. As&iacute; sucedi&oacute;,
+por ejemplo, con el c&eacute;lebre Enrique Heine, y as&iacute; suced&iacute;a en el a&ntilde;o a que
+nos referimos con el famoso novelista ruso Ivan Turgueneff.</p>
+
+<p>Harto dif&iacute;cil y muy raro es el mencionado triunfo; de suerte que la
+mayor&iacute;a de los extranjeros que van a Par&iacute;s, sobre todo si son
+portugueses, espa&ntilde;oles o hispano-americanos, a fin de gozar en Par&iacute;s de
+algo m&aacute;s que de aquello que se paga, forman sociedad aparte, y son como
+una colonia, y est&aacute;n como en un teatro, cuyas magn&iacute;ficas decoraciones
+son la gran ciudad de las orillas del Sena, pero entre cuyos personajes
+apenas hay un franc&eacute;s de cierta importancia, a no ser alguno que por
+curiosidad cruce el escenario de pasada y tome parte en la acci&oacute;n sin
+premeditarlo y casualmente.</p>
+
+<p>Claro est&aacute; que el Vizconde de Goivoformoso, aunque s&oacute;lo fuera por su
+posici&oacute;n diplom&aacute;tica, pod&iacute;a aspirar a m&aacute;s honda penetraci&oacute;n en Par&iacute;s y a
+trato m&aacute;s &iacute;ntimo con las varias aristocracias ind&iacute;genas; pero, como
+reci&eacute;n llegado, empez&oacute; por visitar y frecuentar los c&iacute;rculos
+hispano-americano, espa&ntilde;ol, portugu&eacute;s y brasile&ntilde;o.</p>
+
+<p>La acaudalada se&ntilde;ora de Pinto, rica propietaria de Bah&iacute;a de Todos los
+Santos, que hac&iacute;a cuatro a&ntilde;os viv&iacute;a en Par&iacute;s con gran lujo, no bien se
+inform&oacute; de la llegada del Vizconde, a quien hab&iacute;a conocido en R&iacute;o, le
+escribi&oacute; un billetito, convid&aacute;ndole a los t&eacute;s musicales y a veces
+danzantes que ten&iacute;a todos los viernes, y donde la mayor de sus hijas,
+que eran dos, y ambas bonitas, mostraba su habilidad y hechizaba con su
+voz melodiosa, cantando alternativamente, ya las <i>modinhas</i> de su pa&iacute;s,
+ya las canciones m&aacute;s sentimentales y melanc&oacute;licas de Alemania, Italia y
+Francia.</p>
+
+<p>El Vizconde de Goivoformoso acept&oacute; gustos&iacute;simo aquella amable
+invitaci&oacute;n, y casi puede decirse que la primera tertulia a que asisti&oacute;,
+despu&eacute;s de su llegada, fue a un t&eacute; en casa de la mencionada dama
+brasile&ntilde;a.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XXV" id="XXV"></a>-XXV-</h2>
+
+
+<p>Viv&iacute;a la se&ntilde;ora de Pinto en una de las mejores calles que cortan
+perpendicularmente la calle de la Universidad: en la parte menos
+bulliciosa de las dos en que la ciudad est&aacute; dividida por el Sena. La
+casa de la dama brasile&ntilde;a era nueva y ten&iacute;a hermoso aspecto. La se&ntilde;ora
+de Pinto habitaba en un piso principal, c&oacute;modo y espacioso.</p>
+
+<p>Ella ten&iacute;a buen gusto y hab&iacute;a amueblado su estancia, vali&eacute;ndose de los
+mejores tapiceros, con muebles elegantes y hasta lujosos, pero sin
+relumbr&oacute;n alguno. Nadie hubiera podido criticar sus salones por lo
+chill&oacute;n y lo dorado de los adornos, pero hubiera habido en ellos algo de
+trivial y sin car&aacute;cter propio, si la mencionada dama, o por reflexi&oacute;n o
+por instinto, no hubiera acudido a ponerles un sello de originalidad
+peregrina, un tinte marcado de distinci&oacute;n semi-aristocr&aacute;tica,
+semi-americana. Hab&iacute;a en la antesala tapices y reposteros, donde se
+ve&iacute;an bordados los complicad&iacute;simos escudos de la gloriosa e hist&oacute;rica
+familia de los Pintos; y en el centro, frente a la puerta de entrada,
+resplandec&iacute;a, en gran cuadro al &oacute;leo, al parecer antiguo, la reverenda
+imagen de Fern&aacute;n-M&eacute;ndez, tan c&eacute;lebre por sus estupendas peregrinaciones,
+y uno de los m&aacute;s brillantes antepasados de que aquella familia se
+jactaba. Y como si fueran reliquias de los mil curiosos objetos que
+Fern&aacute;n-M&eacute;ndez Pinto hubo sin duda de traer cuando volvi&oacute; a Europa, se
+admiraban en aquella antesala broqueles, armaduras, lanzas y sables
+chinos, japoneses e indostan&iacute;es, combinado todo en las panoplias con
+flechas y cuchillos de pedernal de los tupinambas, de los tup&iacute;es y de
+otras tribus guerreras del imperio bras&iacute;lico. En dos salas contiguas
+apenas hab&iacute;a nada de ex&oacute;tico, pero s&iacute; muchos primorcitos y antiguallas
+de porcelana, bronce y plata, estatuetas, esmaltes y vasos colocados en
+rinconeras, anaqueles y repisas, o ya sobre los mismos muebles, ya
+custodiados en <i>vitrinas</i> de prolija talla y gracioso dibujo. El sal&oacute;n
+de baile era de la m&aacute;s sencilla elegancia, estilo Luis XVI; sin m&aacute;s
+adornos que grandes espejos. Los marcos y dem&aacute;s ornamentaci&oacute;n, aljabas,
+palomitas, lazos y flores, todo de madera charolada o m&aacute;s bien esmaltada
+de blanco con filetes azules. En los ricos aparadores del comedor y en
+sus armarios de roble esculpido, hab&iacute;a mucha plata labrada, y en las
+paredes se ve&iacute;a suspendida multitud de platos de diversas &eacute;pocas y
+procedencias, muestras escogidas del arte cer&aacute;mica.</p>
+
+<p>La se&ntilde;ora de Pinto, por &uacute;ltimo, hab&iacute;a echado el resto en su <i>boudoir</i> y
+marc&aacute;dole m&aacute;s hondamente con el sello de su originalidad brasile&ntilde;a.
+All&iacute;, sobre un fondo de muebles c&oacute;modos y bonitos, de lo m&aacute;s perfecto y
+refinado que en Par&iacute;s se construye, hab&iacute;a en urnas de cristal lindos
+pajaritos disecados, mariposas e insectos de viv&iacute;simos colores; p&aacute;jaros
+vivos en doradas jaulas, y lozanas plantas de entre tr&oacute;picos criadas en
+invern&aacute;culo con atinado esmero.</p>
+
+<p>Todas estas preciosidades y otras muchas que aqu&iacute; no se ponen para que
+no parezca inventario este escrito, no evitaban que los maldicientes,
+los descontentadizos y los muy preciados de pertenecer a la flor y nata
+de la <i>high-life</i> o de la <i>smart-set</i>, calificasen de <i>interlopes</i> y de
+<i>rastaquou&egrave;res</i>, tanto la escena que acabamos de presentar, como las
+personas que en ella aparec&iacute;an.</p>
+
+<p>Contribu&iacute;an no poco a que se formase este mal juicio las dos se&ntilde;oritas
+de la casa, cuyo prurito de se&ntilde;alarse entre las dem&aacute;s mujeres y de
+llamar la atenci&oacute;n era harto extremado. No se contentaban con ser
+elegantes y con andar bien vestidas como las mujeres parisienses, sino
+que gustaban de a&ntilde;adir a las galas europeas, rasgos y perfiles del
+remoto pa&iacute;s en que hab&iacute;an nacido y de otras apartadas regiones.</p>
+
+<p>La noche de la tertulia a que asisti&oacute; por primera vez el Vizconde de
+Goivoformoso, la mayor de las se&ntilde;oritas de Pinto, que se llamaba Julia,
+ten&iacute;a un collar de brillantes cole&oacute;pteros, cuyos &eacute;litros, heridos por la
+luz de l&aacute;mparas y buj&iacute;as, lanzaban deslumbradores y tornasolados
+reflejos; y la segunda, que se llamaba Flora, llevaba zarcillos y collar
+de u&ntilde;as de tigre, muy lustrosas y acicaladas, engarzadas en oro. Atado
+adem&aacute;s de sutil&iacute;sima cadenilla, pendiente de un brazalete, llevaba esta
+se&ntilde;orita, para colmo de distinci&oacute;n caprichosa y rara, un magn&iacute;fico
+escarabajo vivo, que se le paseaba por el brazo, el talle y la desnuda
+garganta y cuyo refulgente color verde oscuro le hac&iacute;a parecer animada
+esmeralda.</p>
+
+<p>La mam&aacute; nada ten&iacute;a de extra&ntilde;o en su tocado y vestido. En sus modales, si
+por algo pecaba, era por sobra de naturalidad y franqueza. La se&ntilde;ora de
+Pinto, con relaci&oacute;n a los remilgos afectados y a las ceremonias de
+Par&iacute;s, era por dem&aacute;s llanota y campechana. Como ya frisaba en sesenta
+a&ntilde;os, aunque se conservaba muy bien, no ten&iacute;a para qu&eacute; reportarse, ni se
+reportaba y refrenaba en sus manifestaciones de cari&ntilde;o; de modo que
+recibi&oacute; al Vizconde materialmente con los brazos abiertos. Sus salones
+estaban ya llenos de gente, pero no impidi&oacute; esto que el Vizconde fuese
+por ella abrazado y casi besado. Ella dec&iacute;a que era como una hermana
+que, despu&eacute;s de largos a&ntilde;os de ausencia, vuelve a ver a su hermano; pero
+&eacute;l entend&iacute;a que la suposici&oacute;n hubiera estado mejor hecha figurando ella
+como madre y &eacute;l como hijo. La verdad era, que si bien el Vizconde ten&iacute;a
+m&aacute;s de cincuenta a&ntilde;os, estaba tan bien, que parec&iacute;a un muchacho, un buen
+mozo, atildado, gallardo y fino.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XXVI" id="XXVI"></a>-XXVI-</h2>
+
+
+<p>Creyendo la se&ntilde;ora de Pinto cumplir con un deber y deseosa adem&aacute;s
+de presentar al Vizconde a los m&aacute;s notables personajes de su tertulia,
+se apoyo en su brazo y recorri&oacute; con &eacute;l los salones. La concurrencia era
+verdaderamente cosmopolita, y, al parecer, de lo m&aacute;s selecto y
+encopetado. Verdad es que la se&ntilde;ora de Pinto no nombraba sino a las
+personas que m&aacute;s notables le parec&iacute;an, y s&oacute;lo a las archinotables
+presentaba al Vizconde. Hab&iacute;a all&iacute; cuatro pr&iacute;ncipes rusos y dos o tres
+griegos, varios marqueses italianos, un miembro del Parlamento ingl&eacute;s,
+un c&eacute;lebre poeta rumano, algunos se&ntilde;ores polacos y seis o siete condes
+de Alemania y de Austria, todos <i>hof-f&auml;hig</i>, o d&iacute;gase capaces de asistir
+en la corte, con diecis&eacute;is cuarteles cabales, y sin el menor menoscabo
+ni deterioro en ninguno de ellos. Las esposas, hijas o hermanas de todo
+aquel se&ntilde;or&iacute;o masculino daban a los salones gracia, hermosura y
+lucimiento.</p>
+
+<p>Hab&iacute;a all&iacute; tambi&eacute;n literatos franceses, aunque de quinto o sexto orden,
+o de aquellos cuya celebridad y gloria estaban a&uacute;n en ciernes o en
+capullo, sin acabar de florecer y de abrirse a la clara luz del d&iacute;a;
+periodistas de varios partidos y media docena de banqueros o aprendices
+de banqueros, unos israelitas y otros cat&oacute;licos.</p>
+
+<p>No se habla aqu&iacute; de los espa&ntilde;oles, portugueses y americanos, porque
+estos eran muchos y formaban la gran mayor&iacute;a de tan h&iacute;brida asamblea.</p>
+
+<p>Entre los varios sujetos a quienes la se&ntilde;ora de Pinto present&oacute; al
+Vizconde, ninguno llam&oacute; m&aacute;s su atenci&oacute;n, atrajo m&aacute;s su curiosidad ni le
+inspir&oacute; mayor simpat&iacute;a que un caballero gasc&oacute;n, llamado el Bar&oacute;n de
+Castel-Bourdac. Sin ver en ello el menor rasgo de caricatura, y sin
+poner iron&iacute;a en el tono o en el giro de la frase, pod&iacute;ase afirmar de
+este Bar&oacute;n, tanto a primera vista, como despu&eacute;s de hablarle y tratarle,
+que en su porte, en sus modales, en su conversaci&oacute;n y en su traza, era
+todo un gentil hombre: un caballero muy distinguido. Algo hab&iacute;a en &eacute;l de
+rid&iacute;culo, pero estaba tan hondo y bien disimulado, que era menester
+penetrar mucho para que se descubriese. Ten&iacute;a &eacute;l cerca de setenta a&ntilde;os,
+pero no estaba ni muy grueso ni muy flaco, era &aacute;gil y esbelto, no se
+pintaba la cara ni se te&ntilde;&iacute;a la barba ni el pelo, cuya limpia blancura
+desped&iacute;a resplandor argentino. Su traje, sin nada que se contrapusiese a
+la ancianidad de la persona, era sencillo y elegante. Nada de dijes.
+S&oacute;lo botoncillos de n&aacute;car cerraban la bien planchada pechera. El lazo de
+la corbata blanca estaba improvisado sin artificio. El chaleco era
+negro.</p>
+
+<p>Pasaba el Bar&oacute;n por persona de conversaci&oacute;n amen&iacute;sima. Sus chistes eran
+repentinos, frescos y no recalentados ni preparados en casa. Todo el
+mundo sab&iacute;a que era pobre, y &eacute;l distaba infinito de ocultarlo, aunque
+nunca se lamentaba de su pobreza. No adulaba a nadie, pero no hablaba
+mal de nadie tampoco. Estaba lleno de ing&eacute;nita benignidad y de natural
+indulgencia. Era gracioso y hac&iacute;a re&iacute;r con sus ocurrencias, sin poderlo
+remediar: de la manera m&aacute;s espont&aacute;nea, sin chocarrer&iacute;as ni bufonadas, y
+sin que ni remotamente se descubriera en &eacute;l el prop&oacute;sito de ganarse por
+aquel m&eacute;rito las voluntades y de adquirir reputaci&oacute;n y valimiento.</p>
+
+<p>Lo m&aacute;s censurable que en &eacute;l hab&iacute;a, estaba fundado en el consorcio
+estrecho, en la combinaci&oacute;n fecunda de su imaginaci&oacute;n y de su memoria.
+Se dir&iacute;a que recordaba cuanto inventaba y que inventaba cuanto
+recordaba. Siempre que contaba algo, lo so&ntilde;ado y lo vivido eran como si
+fuesen id&eacute;nticos, apareciendo &eacute;l de resultas, no embustero, sino poeta.
+Pero en sus cuentos, ora fuesen ficci&oacute;n, ora historia verdadera, nada
+hab&iacute;a nunca en perjuicio del pr&oacute;jimo, y a veces hab&iacute;a mucho de verdad,
+aunque exagerada y bordada. Las telas de su cerebro eran como mapa
+confuso, donde estaban muy borrosos los l&iacute;mites entre lo real y lo
+ideal, lo fant&aacute;stico y lo positivo.</p>
+
+<p>De todos modos, era innegable y notorio que el Bar&oacute;n hab&iacute;a pose&iacute;do
+bastantes bienes de fortuna que en su mocedad hab&iacute;a disipado; que hac&iacute;a
+treinta o cuarenta a&ntilde;os hab&iacute;a figurado como joven muy gallardo e
+interesante, conquistador de no pocos corazones femeninos, y que por su
+nacimiento y familia bien se pod&iacute;a jactar de ser muy ilustre. &Eacute;l
+ponderaba y encarec&iacute;a sus perdidas riquezas, sus antiguas conquistas, lo
+glorioso de su cuna y su clar&iacute;sima prosapia. Sin duda, &eacute;l elevaba todo
+esto a la cuarta o a la quinta potencia, pero ten&iacute;a por ra&iacute;z exacta la
+verdad, y nadie lo desconoc&iacute;a.</p>
+
+<p>Puestos ya en comunicaci&oacute;n el Bar&oacute;n y el Vizconde, la se&ntilde;ora de Pinto
+dijo a &eacute;ste:</p>
+
+<p>&mdash;Ahora voy a dar a usted una muy agradable sorpresa; voy a llevarle a la
+presencia de la que por su beldad, discreci&oacute;n y elegancia, es reina de
+estos salones y lo ser&iacute;a de cualesquiera otros en que se hallase.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y por qu&eacute; ha de ser eso una sorpresa?&mdash;pregunt&oacute; el Vizconde.</p>
+
+<p>&mdash;Es una sorpresa&mdash;replic&oacute; la se&ntilde;ora de Pinto&mdash;, porque la dama de que
+hablo es una antigua, &iacute;ntima y constante amiga de usted, a quien tiene
+usted muy olvidada.</p>
+
+<p>Y sin m&aacute;s explicaciones, llev&oacute; al Vizconde al <i>boudoir</i>, donde no hab&iacute;an
+entrado a&uacute;n.</p>
+
+<p>Cercada all&iacute; de seis o siete caballeros y en muy animada conversaci&oacute;n,
+hab&iacute;a una dama, en cuyo traje y adornos nada se notaba de llamativo ni
+de extraordinario, pero en quien todo sujeto inteligente y perito en
+cosas del gran mundo hubiera notado en seguida valer superior a cuanto
+en torno ten&iacute;a. Hubiera podido imaginarse que era un ser de m&aacute;s fina y
+noble naturaleza, como ca&iacute;do de las nubes, en medio de aquella sociedad
+de distinci&oacute;n m&aacute;s aparente que real.</p>
+
+<p>La dama llevaba un traje de seda negra. En su blanca garganta luc&iacute;a un
+magn&iacute;fico collar de gruesas y redondas perlas. Y perlas adornaban
+tambi&eacute;n sus negr&iacute;simos cabellos. Su edad, nadie hubiera acertado a
+determinarla. Parec&iacute;a no tener edad, como las diosas o como las
+inmortales obras del arte. En sus expresivos y negros ojos ard&iacute;a la
+llama de perdurable primavera y en sus mejillas tersas, sin el menor
+afeite, florec&iacute;an las rosas de juventud sana, inmarcesible y sin
+t&eacute;rmino. Grande era la serena majestad que se notaba en sus movimientos
+y en los gestos y expresi&oacute;n de su cara, aunque hablaba y re&iacute;a con la
+mayor animaci&oacute;n, naturalidad y desenfado, no dejando traslucir, ni por
+un leve instante, el af&aacute;n de excitar la admiraci&oacute;n y de obtener el
+encomio. Ella parec&iacute;a como olvidada de s&iacute; misma, deleit&aacute;ndose en hablar
+sin o&iacute;rse y sin pensar en el efecto que su figura corporal, su voz y su
+palabra producir&iacute;an.</p>
+
+<p>Inmenso fue el asombro del Vizconde cuando reconoci&oacute; en aquella dama a
+su excelente amiga Rafaela la generosa, bell&iacute;sima como en el <i>Retiro de
+Camoens</i>, elegant&iacute;sima y no menos bella que en R&iacute;o de Janeiro, pero
+perfeccionada, refinada y elevada a un grado supremo de cultura, gracias
+a los muchos a&ntilde;os que en la sabia escuela de Par&iacute;s hab&iacute;a cursado. Si
+vale y cabe la comparaci&oacute;n, Rafaela se asemejaba, en lo vivo y en lo
+natural, a la obra maestra de un arte exquisito que con el tiempo gana y
+se mejora: a pasmosa e inspirada pintura, a la que presta suavidad
+apacible y aterciopelado realce la p&aacute;tina del tiempo.</p>
+
+<p>No bien la Sra. de Pinto present&oacute; o mejor diremos <i>represent&oacute;</i> al
+Vizconde a la Sra. de Figueredo, &eacute;sta le recibi&oacute; con efusi&oacute;n viv&iacute;sima y
+con la alegr&iacute;a franca y cordial de quien vuelve a ver, despu&eacute;s de cerca
+de veinte a&ntilde;os de ausencia, a un bueno y cari&ntilde;oso amigo.</p>
+
+<p>No tuvo, sin embargo, Rafaela, a quien pronto dejaron sola con el
+Vizconde los que antes la rodeaban, ni una sola palabra de queja por el
+olvido y por la indiferencia que al parecer &eacute;l hab&iacute;a tenido para con
+ella.</p>
+
+<p>Rafaela pas&oacute; con rapidez desliz&aacute;ndose sobre toda la serie de a&ntilde;os que
+ella y el Vizconde hab&iacute;an estado sin verse.</p>
+
+<p>Habl&oacute; con &eacute;l como habl&oacute; Fray Luis de Le&oacute;n con sus disc&iacute;pulos despu&eacute;s de
+salir de la c&aacute;rcel. Rafaela dijo tambi&eacute;n: <i>dec&iacute;amos ayer</i>; esto es,
+habl&oacute; con el Vizconde como si reanudase con &eacute;l la conversaci&oacute;n de la
+v&iacute;spera. Si algo se aludi&oacute; al tiempo pasado, fue para afirmar &eacute;l, con
+admiraci&oacute;n y con insistencia, que ese tiempo no hab&iacute;a pasado por ella
+sino para mejorarla, o que al menos, durante todo ese tiempo, ella hab&iacute;a
+estado como las encantadas princesas de los cuentos de hadas, sin que el
+tiempo, al pasar, las toque con sus alas, ni las ofenda, ni las huelle.
+El tiempo las deja en el mismo ser que tienen, ya que al empezar el
+encantamiento y al ponerse en ellas no les preste algo de sobrenatural y
+divino. Con la obligada y casi indispensable modestia, que en ocasiones
+tales se usa, Rafaela trat&oacute; de probar que hab&iacute;a envejecido; pero al
+cabo, tal vez porque no lo cre&iacute;a, o tal vez para evitar enojosas
+discusiones, convino en que estaba tan bien o mejor que nunca. Despu&eacute;s,
+ella y el Vizconde charlaron muy largo rato y ambos volvieron a sentirse
+tan amigos como veinte a&ntilde;os antes en R&iacute;o de Janeiro, y como cerca de
+treinta a&ntilde;os antes en Lisboa.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XXVII" id="XXVII"></a>-XXVII-</h2>
+
+
+<p>Muy lisonjeado estaba el Vizconde al notar el contento y la
+satisfacci&oacute;n que al volver a verle y al hablar con &eacute;l sent&iacute;a la se&ntilde;ora
+de Figueredo; pero el Vizconde no era presumido ni fatuo, sino razonable
+y juicioso. Como todos los que lo son, recel&oacute; que, si abusaba de la
+ventaja de reanudar aquellas relaciones amistosas despu&eacute;s de tanto
+tiempo, prolongando mucho el coloquio, no era dif&iacute;cil que en el alma de
+Rafaela se desbaratase o se disipase el hechizo de la novedad y que el
+gusto se convirtiese en enfado. Quien tiene en rico vaso un licor
+exquisito, no le apura de un sorbo, sino que le contempla, le paladea y
+poco a poco le va bebiendo. En suma, el Vizconde no quiso apurar hasta
+las heces el deleite de hablar aquella noche con Rafaela, exponi&eacute;ndose a
+cansarla y a hartarla con la mera conversaci&oacute;n, aburriendo, marchitando
+y hasta secando, en el alma de ella, el deseo que tal vez pudiera nacer
+de que la conversaci&oacute;n dejase de ser t&eacute;rmino y llegase a ser medio y
+camino para mayores y m&aacute;s dulces intimidades. Rafaela, en verdad, hac&iacute;a
+involuntariamente que las deseara el Vizconde, porque estaba m&aacute;s guapa y
+m&aacute;s interesante que nunca.</p>
+
+<p>Hechas en lo interior de su esp&iacute;ritu todas estas consideraciones y
+forjando mil prop&oacute;sitos vagos, el Vizconde, despu&eacute;s de preguntar a
+Rafaela las se&ntilde;as de su casa, insinu&oacute; la pretensi&oacute;n de no ir s&oacute;lo a
+dejarle tarjeta, sino de hallar a Rafaela y de ser recibido.</p>
+
+<p>Rafaela le contest&oacute; que ella viv&iacute;a m&aacute;s desordenadamente que nunca; que
+para recibir a sus amigos no hab&iacute;a fijado ni d&iacute;a ni hora; pero que a &eacute;l,
+por excepci&oacute;n, le recibir&iacute;a cuando a ella le fuese posible y &eacute;l fuese a
+verla.</p>
+
+<p>Todo esto, por virtud de un arte o de un instinto que suelen tener las
+mujeres, qued&oacute; indeciso y como flotando en el aire, sin que el Vizconde,
+que no quer&iacute;a tampoco tocar por lo insistente en pesado, lograse
+conseguir una cita, sin calificarla de cita: una cita impl&iacute;cita,
+disimulada y vergonzante, que era lo que &eacute;l ansiaba.</p>
+
+<p>Algo le contuvo tambi&eacute;n cierta ligera sonrisa burlona, que imagin&oacute; dos o
+tres veces ver pasar como un rel&aacute;mpago sobre el rostro de Rafaela, la
+cual harto bien sab&iacute;a &eacute;l que nunca hab&iacute;a gustado de disimulos y rodeos,
+sino de prometer, conceder o negar, por estilo franco, sin el menor
+rebozo en la promesa. El Vizconde, adem&aacute;s, no osaba pedir nada y nada
+ped&iacute;a. &iquest;Con qu&eacute; t&iacute;tulo, con qu&eacute; motivo, hab&iacute;a de pedir algo? &iquest;Era afecto
+renaciente, era liviano capricho, qu&eacute; era lo que en aquel momento
+agitaba su coraz&oacute;n? &Eacute;l mismo lo ignoraba. S&oacute;lo notaba, en el fondo de su
+alma, repentinos anhelos de deleite y una resucitada admiraci&oacute;n, m&aacute;s
+vehemente que nunca, hacia aquella extra&ntilde;a mujer que sobre la lozana y
+alegre condici&oacute;n natural de la moza de Lisboa y sobre la graciosa
+pomposidad de la se&ntilde;ora hacendada de entretr&oacute;picos, hab&iacute;a logrado poner
+todos los perfiles, realces y filigranas de la parisiense m&aacute;s curtida y
+docta en el arte de los amores. El Vizconde, al menos, imaginaba todo
+esto, aunque nosotros no podamos asegurar que era real y exacto lo que
+imaginaba. Lo cierto es, que, en aquella noche, habl&oacute; de todo con
+Rafaela: de teatros, de m&uacute;sica, de libros reci&eacute;n publicados, de pol&iacute;tica
+y hasta de filosof&iacute;a, pero no se atrevi&oacute; o no hall&oacute; ocasi&oacute;n oportuna
+para decirle, de sopet&oacute;n y muy por lo serio, que de nuevo la amaba. Se
+limit&oacute;, pues, a echarle piropos, si bien con sobriedad, por miedo de
+hacerla re&iacute;r, o lo que es peor, de fastidiarla. As&iacute; lleg&oacute; la hora en que
+Rafaela ten&iacute;a costumbre de retirarse. El Bar&oacute;n de Castell-Bourdac, su
+reconocido <i>cavaliere servente</i>, vino en su busca, le dio el brazo, y se
+fue con ella, sin duda en el mismo coche, acompa&ntilde;&aacute;ndola hasta su casa,
+antes de retirarse a la suya.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="XXVIII" id="XXVIII"></a>-XXVIII-</h2>
+
+
+<p>Al d&iacute;a siguiente el Vizconde fue a visitar a Rafaela, que viv&iacute;a
+en el primer piso de una magn&iacute;fica casa, no lejos del Arco de la
+Estrella, en calle y barrio nuevos y elegantes. Rafaela no estaba en
+casa o no recib&iacute;a. El Vizconde volvi&oacute; casi de diario, pero siempre en
+balde.</p>
+
+<p>As&iacute; transcurri&oacute;, no sin grande impaciencia del Vizconde, una semana
+entera, y lleg&oacute; otro viernes, d&iacute;a en que la se&ntilde;ora de Pinto ten&iacute;a su
+tertulia.</p>
+
+<p>El Vizconde acudi&oacute; tan temprano, que s&oacute;lo encontr&oacute; a la se&ntilde;ora y
+se&ntilde;oritas de la casa y a tres o cuatro amigos &iacute;ntimos que hab&iacute;an estado
+a comer con ellas. Tuvo, pues, ocasi&oacute;n de ir pasando revista, seg&uacute;n
+entraban, a todas las personas que fueron a la tertulia aquella noche.</p>
+
+<p>Rafaela no aparec&iacute;a y el Vizconde casi hab&iacute;a perdido la esperanza de que
+apareciese, cuando al fin la anunci&oacute; en voz alta un criado, diciendo
+desde la antesala:</p>
+
+<p>&mdash;La se&ntilde;ora de Figueredo y el Bar&oacute;n de Castell-Bourdac.</p>
+
+<p>Se dir&iacute;a que el Bar&oacute;n era el indispensable complemento de Rafaela.</p>
+
+<p>El Vizconde la salud&oacute; al entrar y cruz&oacute; con ella algunas palabras; pero
+acert&oacute; a contenerse durante m&aacute;s de una hora, para que ella se cansase de
+charlar con sus admiradores y amigos y de recibir adoraciones, y espi&oacute;
+la ocasi&oacute;n propicia en que ella estaba menos rodeada, a fin de osear
+f&aacute;cilmente a los interlocutores enojosos y poder hablar con ella sin que
+nadie interviniese en la conversaci&oacute;n ni le molestase.</p>
+
+<p>Harto dif&iacute;cil era esto, pero al cabo lo consigui&oacute;. Crey&oacute; notar adem&aacute;s,
+con &iacute;ntima alegr&iacute;a, que para conseguirlo, si el amor propio no le
+alucinaba, Rafaela hab&iacute;a puesto mucho de su parte, haciendo que
+desmayase la conversaci&oacute;n, no dando cuerda a los que hablaban con ella y
+disimulando poco su fastidio.</p>
+
+<p>En suma, el Vizconde pudo hablar con Rafaela en medio de aquel bullicio,
+como si estuviesen ambos a solas.</p>
+
+<p>Aunque pequemos de entrometidos, acerqu&eacute;monos al sof&aacute; del <i>boudoir</i> en
+que ambos est&aacute;n sentados y oigamos algo de lo que dicen. Sin duda hab&iacute;an
+hablado ya de muchas cosas, cuando Rafaela prosigui&oacute; diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;Ahora soy independiente y libre como el aire. Alguna compensaci&oacute;n ha de
+tener lo melanc&oacute;lico de mi aislamiento. Ni el deber, ni la gratitud, ni
+el amor me enlazan hoy, por manera singular, fuerte y exclusiva, con
+ning&uacute;n ser humano. Esta paz y este sosiego de que gozo fomentan mi
+ego&iacute;smo, y cada d&iacute;a se acrecienta m&aacute;s mi temor de perder ese sosiego y
+esa paz que me son tan gratos y tan caros en medio de la agitaci&oacute;n y del
+tumulto de esta ciudad populosa. &iquest;Por qu&eacute; pretende usted privarme de mi
+tranquilidad y despertar mi coraz&oacute;n que se reposa y est&aacute; como dormido?
+Desechar&eacute; la modestia y convendr&eacute; con usted en que el tiempo no ha hecho
+estragos en mi ser corporal.</p>
+
+<p>&mdash;Est&aacute; usted m&aacute;s hermosa, m&aacute;s interesante, m&aacute;s lozana que
+nunca,&mdash;interrumpi&oacute; el Vizconde.</p>
+
+<p>&mdash;Sea as&iacute;,&mdash;replic&oacute; ella&mdash;. Muy lisonjeada me siento de que usted lo crea y
+muy inclinada a creer y muy satisfecha de creer que usted no se enga&ntilde;a;
+pero si el cuerpo permanece como si hubiera vivido encantado o como si
+no hubiera vivido, el alma m&iacute;a ha envejecido de una manera horrible. Se
+me figura que mi alma vive, piensa, padece y ama desde hace miles de
+a&ntilde;os. Mi alma est&aacute; fatigad&iacute;sima. D&eacute;jela usted que se repose. No me la
+inquiete. Seamos buenos amigos, mejores amigos que nunca; pero nada m&aacute;s.</p>
+
+<p>&mdash;Hoy menos que nunca puedo yo resignarme a no ser m&aacute;s que buen amigo de
+usted. Esa necesidad de reposo que usted me dice que siente me parece
+fingida. Cuando el cuerpo, que es mortal, est&aacute; brioso y floreciente
+&iquest;c&oacute;mo quiere usted que crea yo que el alma est&aacute; fatigada? A veces
+sospecho que tiene usted otros amores. Comprendo entonces que usted no
+me ame; pero si no tiene usted otros amores, &aacute;meme a m&iacute; y sean estos los
+&uacute;ltimos amores de usted y m&iacute;os. Busca usted el reposo, pero el reposo no
+se halla en la negaci&oacute;n del amor. El reposo y la dicha no est&aacute;n en que
+el alma ame sin objeto, o en que combata para vencer un amor naciente, o
+en que muerto en ella el amor de todo lo visible y asequible, se forje
+para satisfacci&oacute;n de su amor siempre vivo un objeto ideal, que jam&aacute;s se
+realiza en la tierra. Mi alma tambi&eacute;n se siente como la de usted triste
+y fatigada; mas por eso mismo, y conociendo que la soledad no disipar&iacute;a
+su tristeza ni aliviar&iacute;a su fatiga, quiere el dulce apoyo de una
+compa&ntilde;era, no para lanzarse con ella en busca de violentas emociones,
+sino para hallar en ella la paz que le falta y el bien y el regalo que
+s&oacute;lo pueden calmar la sed que siente de inefables venturas.</p>
+
+<p>&mdash;Muy sutil y po&eacute;tico est&aacute; usted esta noche&mdash;dijo Rafaela sonriendo&mdash;. Y lo
+peor es que est&aacute; usted muy razonador y dial&eacute;ctico; y vamos, empiezo a
+tener miedo de que usted me convenza. Para huir del peligro me decido a
+poner t&eacute;rmino a este coloquio. D&eacute;me usted el brazo.</p>
+
+<p>Rafaela se levant&oacute; del sof&aacute;, tom&oacute; el brazo del Vizconde, recorri&oacute; las
+salas y fue saludando y hablando a multitud de personas.</p>
+
+<p>El Vizconde, a pesar de tantos saludos y conversaciones diversas, no
+dejaba de insistir en su pretensi&oacute;n. De vez en cuando, en los
+intermedios, esto es, siempre que Rafaela dejaba de hablar a una persona
+para ir a hablar con otra, el Vizconde, con palabras r&aacute;pidas, dichas
+casi al o&iacute;do de ella, le rogaba que le amase. Ella parec&iacute;a no o&iacute;r o no
+entender y no le daba respuesta.</p>
+
+<p>Lleg&oacute; por &uacute;ltimo la hora de partir, sin que Rafaela cediese, sin que al
+menos diese esperanza.</p>
+
+<p>Vio Rafaela al Bar&oacute;n de Castell-Bourdac y le encarg&oacute; que fuese a buscar
+su abrigo. Se despidi&oacute; luego de la Sra. de Pinto, y, siempre del brazo
+del Vizconde, se dirigi&oacute; a la antesala.</p>
+
+<p>Aquella noche hab&iacute;a en la tertulia mucha gente, y el Bar&oacute;n tard&oacute;
+bastante en volver con el abrigo, a pesar de lo habilidoso que era para
+tales menesteres. Las s&uacute;plicas del Vizconde fueron entonces m&aacute;s
+fervorosas y reiteradas. Rafaela se qued&oacute; un momento pensativa y como
+vacilante. Al fin dijo al Vizconde en voz muy baja:</p>
+
+<p>&mdash;Sea; usted lo quiere y el diablo lo quiere tambi&eacute;n.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y cu&aacute;ndo?&mdash;dijo con ansia el Vizconde.</p>
+
+<p>&mdash;Dentro de doce d&iacute;as, el 20 de este mes&mdash;contest&oacute; ella&mdash;, hasta entonces
+ni nos hablaremos ni nos veremos.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y por qu&eacute; tan largo plazo?&mdash;exclam&oacute; &eacute;l.</p>
+
+<p>&mdash;Porque quiero&mdash;dijo ella&mdash;imitar con usted lo que hizo Ninon de Lenclos
+con el abate Gedoyn.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y qu&eacute; hizo Ninon con el abate?</p>
+
+<p>&mdash;Aguard&oacute; para hacerle dichoso y le hizo dichoso el d&iacute;a de su cumplea&ntilde;os.
+Trazas tiene de f&aacute;bula, pero afirman las historias que Ninon cumpli&oacute;
+ochenta aquel d&iacute;a. Mucho disto yo de ser tan anciana, pero el 20 de este
+mes cumplir&eacute; los cincuenta. Quiero que al terminar el primer medio siglo
+de mi vida, la cual no s&eacute; si tema o espere yo que dure todo un siglo,
+empiecen mis m&aacute;s serios, constantes y &uacute;ltimos amores. No me enga&ntilde;e
+usted, Vizconde; &iquest;quiere usted como yo que estos &uacute;ltimos amores nuestros
+sean serios y constantes?</p>
+
+<p>&mdash;No me basta con desear que sean para toda la vida; quiero que sean
+inmortales.</p>
+
+<p>&mdash;Pues a fin de entrar solemnemente, y como en nueva era, en la
+inmortalidad de esos amores, vaya usted a mi casa el 20, a las cinco de
+la tarde. Estar&eacute; sola.</p>
+
+<p>En esto volv&iacute;a ya el Bar&oacute;n de Castell-Bourdac, muy diligente y
+apresurado, con el abrigo de Rafaela. Trat&oacute; de disculpar su tardanza,
+puso el abrigo a la dama, le dio el brazo, baj&oacute; con ella la escalera y
+sin duda la acompa&ntilde;&oacute; en coche a su casa.</p>
+
+<p>El Vizconde apenas se dign&oacute; reparar en esta intimidad de Rafaela y del
+Bar&oacute;n, a quien hab&iacute;a calificado de tan simp&aacute;tico como inofensivo.</p>
+
+<p>Refrenando con dificultad su impaciencia, el Vizconde sinti&oacute; pasar los
+d&iacute;as con lentitud hasta que lleg&oacute; el 20 al cabo.</p>
+
+<p>A&uacute;n no hab&iacute;an dado las diez de la ma&ntilde;ana, cuando le trajeron un grueso
+pliego cerrado y sellado. Rompi&oacute; el sobre y hall&oacute; dentro un precioso
+librito, encuadernado con buen gusto y esmero en cuero de Rusia, al cual
+estaban asidos tres <i>No me olvides</i> y un tr&eacute;bol de cuatro hojas, en oro
+esmaltado. Un broche de oro, esmaltado tambi&eacute;n, cerraba el librito.
+Separadamente hab&iacute;a un papel, donde el Vizconde ley&oacute; estas palabras:</p>
+
+<p>&mdash;Antes de que vengas a verme y antes de que tu alma llegue a unirse en
+estrecho lazo con la m&iacute;a, quiero que la conozcas bien y que penetres en
+los abismos que en ella hay.</p>
+
+<p>Hasta el d&iacute;a en que te fuiste de R&iacute;o, nadie mejor que t&uacute; conoce mi vida.
+Despu&eacute;s han sobrevenido en ella sucesos que profundamente la modifican.
+Ni para confiarlos, ni para decir las penas y los sentimientos que estos
+sucesos han causado en mi alma, he encontrado un amigo a prop&oacute;sito hasta
+que har&aacute; cerca de veinte d&iacute;as te encontr&eacute; en casa de la se&ntilde;ora de Pinto.
+Mi alegr&iacute;a fue grande al verte de nuevo. No pens&eacute; a&uacute;n en que por amor
+iba a volver a ser tuya, pero pens&eacute; en nuestra antigua amistad y me
+propuse renovarla, estrecharla y hacerla ya m&aacute;s constante y sin
+interrupciones. Pens&eacute; tambi&eacute;n confiarme en ti y desahogar mi coraz&oacute;n
+dici&eacute;ndote todos mis disgustos y mis dolores todos. Con este intento,
+sin orden, seg&uacute;n las ideas y los recuerdos acud&iacute;an a mi mente, me puse a
+escribirlos con precipitaci&oacute;n en el libro que te remito adjunto.
+Escritos est&aacute;n ya, l&eacute;elos y queda as&iacute; apercibido para que no te
+sorprenda lo m&aacute;s extraordinario ni lo m&aacute;s raro.</p>
+
+<p>Lleno el Vizconde de curiosa ansiedad, despu&eacute;s de leer esta advertencia,
+abri&oacute; el libro, le ley&oacute; y vio que dec&iacute;a de esta suerte:</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="Confidencias" id="Confidencias"></a>Confidencias</h2>
+
+
+<p>Mucho de lo que voy a escribir ha de parecerte singular y raro, pero
+apenas hay en ello otra rareza que la sinceridad con que yo lo digo.
+Como poseedora de un maravilloso instrumento &oacute;ptico, escudri&ntilde;ar&eacute; cuanto
+se oculta en los m&aacute;s hondos senos de mi alma y te lo contar&eacute; todo. Lo
+contar&eacute; en resumen para no cansarte ni cansarme.</p>
+
+<p>No quiero ponderar aqu&iacute; la devoci&oacute;n, la dulzura y el incesante desvelo
+con que cuid&eacute; de mi D. Joaqu&iacute;n durante su larga enfermedad hasta el d&iacute;a
+de su muerte. Piadosamente cerr&eacute; sus ojos, y no por carencia de dolor,
+sino por vigor y constancia de &aacute;nimo, quise y pude amortajarle.</p>
+
+<p>Te aseguro que lament&eacute; y llor&eacute; mi viudez con no menor abundancia de
+l&aacute;grimas que las que verter&iacute;a la m&aacute;s fiel y enamorada de las esposas a
+quien se le muriese, en la flor de la juventud, su idolatrado y gentil
+marido. No se afligi&oacute; m&aacute;s que yo Artemisa con la muerte de Mausolo, ni
+Victoria Colonna con la del Marqu&eacute;s de Pescara, ni la propia Venus con
+la de Adonis. Y esto se explica muy bien. Las mencionadas se&ntilde;oras
+perd&iacute;an algo de muy querido, perd&iacute;an su encanto, sus delicias, pero, al
+cabo, no perd&iacute;an nada que fuese como el propio ser de ellas mismas. Yo
+s&iacute; que le perd&iacute;a, porque mi D. Joaqu&iacute;n, tal como le hab&iacute;a yo
+transformado y mejorado, era primorosa producci&oacute;n y criatura de mi
+ingenio. Para afligirse como yo hubiera sido menester que, con los
+respectivos amados, perdiesen la Colonna sus canciones y sonetos,
+Artemisa su famoso y monumental sepulcro, y Venus el cinto donde est&aacute;n
+en germen sus virtudes y milagros.</p>
+
+<p>El esp&iacute;ritu no es extenso, y por consiguiente no tiene lados, pero yo me
+le represento con lados para comprenderle mejor. As&iacute; es, que, cuando
+miraba yo mi esp&iacute;ritu por el lado de mi profundo dolor de viuda, ve&iacute;a
+l&uacute;gubre y trist&iacute;sima noche; pero, al mismo tiempo, por el lado
+contrario, empezaba a clarear, como cuando por el Oriente nace el alba,
+y hasta pensaba o&iacute;r yo el leve susurro del viento matutino y all&aacute; m&aacute;s
+lejos el melodioso canto de los p&aacute;jaros. Ser&aacute; contradictorio, pero nada
+m&aacute;s natural que las contradicciones. Hab&iacute;a dado yo cima al cumplimiento
+de un penoso deber y pod&iacute;a reposarme: hab&iacute;a acabado la obligaci&oacute;n que
+contraje y hab&iacute;a acabado tambi&eacute;n, aunque dorada y f&aacute;cil, la servidumbre
+en que yo hab&iacute;a vivido. Me sent&iacute;a de nuevo en plena libertad y esto me
+alegraba. El susurro del viento, el canto melodioso de los p&aacute;jaros y la
+luz de la aurora, eran la vida del porvenir que ven&iacute;a a consolarme, a
+desvanecer mi tristeza y a convidarme a nuevos goces.</p>
+
+<p>Yo me hallaba, adem&aacute;s, satisfecha y hasta engre&iacute;da de mi conducta, lo
+cual basta y sobra para aliviar y calmar todo dolor por grande que sea.
+Pude l&iacute;cita y honradamente ser millonaria y no quise. Con pasmosa
+generosidad repart&iacute; entre parientes, amigos y paisanos los cuantiosos
+bienes de mi marido. S&oacute;lo guard&eacute; para m&iacute;, relativamente, una peque&ntilde;&iacute;sima
+parte: menos, mucho menos de lo ganado durante la sociedad conyugal:
+mucho menos de lo que por derecho me pertenec&iacute;a. Mi estupenda
+generosidad ten&iacute;a pasmados a todos los brasile&ntilde;os. No hab&iacute;a quien no me
+celebrase y aplaudiese. Buena ocasi&oacute;n me pareci&oacute; esta para responder al
+aplauso con un fin&iacute;simo saludo de despedida y buscar otros horizontes,
+otras escenas y otras gentes, seg&uacute;n correspond&iacute;a a la vida nueva que iba
+a empezar para m&iacute;.</p>
+
+<p>En efecto, no bien embarqu&eacute; en R&iacute;o, lev&oacute; anclas el barco de vapor y
+empez&oacute; a andar, dejando un surco de espuma, si por una parte la vista de
+la ciudad y de la f&eacute;rtil y risue&ntilde;a costa que iba desvaneci&eacute;ndose, y el
+recuerdo de las personas queridas, hicieron brotar de mis ojos algunas
+l&aacute;grimas, por otra parte sent&iacute; que se me ensanchaba el pecho, que surg&iacute;a
+para m&iacute; como una nueva juventud, y hasta imagin&eacute; que el fresco
+vientecillo que corr&iacute;a, h&uacute;medo y salado, agitaba mis recuerdos tristes,
+como si fuesen las hojas secas de un &aacute;rbol, y los arrojaba en el surco
+que la nave iba formando, a fin de que en el &aacute;rbol, libre de aquel peso
+enojoso, brotasen con premura nuevas hojas y nuevas flores.</p>
+
+<p>En resoluci&oacute;n (&iquest;y para qu&eacute; te lo he de negar?), antes de salir de la
+bah&iacute;a de R&iacute;o de Janeiro me sent&iacute; y me reconoc&iacute; yo, en el centro de mi
+ser, como la viuda m&aacute;s sentimental y llorosa, y m&aacute;s regocijada y alegre
+al mismo tiempo, que sin dificultad puede concebirse, pero que con gran
+dificultad suele confesarse.</p>
+
+<p>La navegaci&oacute;n, que dur&oacute; dieciocho d&iacute;as, no pudo ser m&aacute;s pr&oacute;spera. Nos
+detuvimos y desembarcamos en Bah&iacute;a de Todos los Santos, antigua capital
+del Imperio, y en la hermosa ciudad de Pernambuco. Al abandonar luego
+las costas de Am&eacute;rica, tal vez para siempre, sent&iacute; nueva aunque dulce
+melancol&iacute;a. Era al ponerse el sol entre nubes de carm&iacute;n y de oro. El
+cielo despejado parec&iacute;a sobre nuestras cabezas y todo alrededor b&oacute;veda
+de zafiro limpio y claro. Y la risue&ntilde;a costa iba alej&aacute;ndose, esfum&aacute;ndose
+en el aire, y, por &uacute;ltimo, sepultando sus cocoteros, sus palmas y toda
+la pomposa lozan&iacute;a de sus ricos campos y de su perenne verdura en &aacute;ureo
+pi&eacute;lago de l&iacute;quidos rub&iacute;es, que tal era el aspecto del mar al sepultarse
+tambi&eacute;n el sol en el ocaso.</p>
+
+<p>Durante ocho d&iacute;as no vimos despu&eacute;s sino mar y cielo. En mal sitio
+aportamos al antiguo mundo. Aportamos a la fea y desolada isla de San
+Vicente de Cabo Verde. Fuimos luego a Tenerife y, como quien saluda a su
+patria despu&eacute;s de larga ausencia, salud&eacute; desde lejos el majestuoso pico
+de Teide. En Tenerife no pudimos desembarcar por precauci&oacute;n sanitaria.
+Ni desembarcamos tampoco, aunque nos detuvimos en Funchal un d&iacute;a entero.
+Cuando de all&iacute; nos alejamos, toda la hermosa isla de Madera, con su
+monta&ntilde;a cubierta hasta la cima de pomposos &aacute;rboles, me parec&iacute;a rico y
+gracioso canastillo de flores, que los Genios del mar sacaban al aire
+claro, al m&aacute;s di&aacute;fano ambiente, desde el fresco seno de las azules
+ondas.</p>
+
+<p>En fin, para que no te r&iacute;as y para que no pienses que pretendo lucir mi
+estilo po&eacute;tico, te dir&eacute; que llegu&eacute; a Lisboa.</p>
+
+<p>Durante la navegaci&oacute;n, sin embargo, tuve una aventura harto notable. Y
+como este escrito tiene trazas de confesi&oacute;n general, no me parece bien
+que se quede en el tintero, y voy a cont&aacute;rtelo aqu&iacute; aunque me exponga a
+tu reprobaci&oacute;n y a tu censura.</p>
+
+<p>Ven&iacute;an muchos pasajeros a bordo, pero tan vulgares todos que no merecen
+que yo te los describa aqu&iacute;, ni aunque quisiera podr&iacute;a describirlos
+porque los he olvidado por completo. S&oacute;lo hab&iacute;a uno que excit&oacute; mi
+curiosidad y me inspir&oacute; inter&eacute;s y simpat&iacute;a. Extra&ntilde;o personaje de los que
+no se usan ni se ven con frecuencia en el mundo. Aunque iba aseado y
+vestido a la europea, yo me lo represent&eacute;, no bien supe su nombre y su
+origen, como si fuera el propio Ad&aacute;n que acababa de ser echado por
+segunda vez del Para&iacute;so. Y no era quien le echaba un querub&iacute;n con espada
+de fuego, sino su t&iacute;o el doctor L&oacute;pez.</p>
+
+<p>Para no tenerte m&aacute;s largo tiempo suspenso te dir&eacute; sin m&aacute;s pre&aacute;mbulos que
+el tal personaje se llamaba Pepito Dom&iacute;nguez, joven paraguayo, que
+acababa de cumplir dieciocho abriles, y a quien el mencionado doctor,
+Presidente de la Rep&uacute;blica, enviaba de Secretario de la Legaci&oacute;n ubicua
+que ya ten&iacute;a en todas las capitales de Europa y de la que su hijo, el
+segundo doctor L&oacute;pez, era jefe.</p>
+
+<p>Sabido es que, imitando a su antecesor el doctor Francia, como &eacute;ste
+hab&iacute;a imitado a su vez a los padres jesuitas, el doctor L&oacute;pez hab&iacute;a
+tenido a toda la poblaci&oacute;n del Paraguay separada del mundo y apartada
+del trato humano a fin de que conservase su dichosa y primitiva
+inocencia. Y lleg&oacute; a tal punto el aislamiento, que se cuenta que un
+sabio franc&eacute;s, llamado Bonpland, que entr&oacute; por all&iacute; a herborizar, fue
+detenido por fuerza y tuvo que residir en el Paraguay muchos a&ntilde;os. En
+virtud de este modo de gobierno, dicen que los paraguayos fueron
+felices, y como su tierra es hermosa y f&eacute;rtil, imaginaron vivir en el
+para&iacute;so, con celestial candor y envidiable ignorancia de las cosas
+terrenales. Poco a poco se fue relajando aquella clausura en que viv&iacute;a
+toda la naci&oacute;n. El doctor L&oacute;pez consinti&oacute; en que fuesen a su capital
+varios C&oacute;nsules extranjeros. Y el m&aacute;s ladino de todos, que era el
+<i>yankee</i>, hizo all&iacute; papel semejante al de la serpiente en el primitivo
+Para&iacute;so, induciendo a la mujer del doctor L&oacute;pez, y por medio de ella al
+mismo doctor, a quebrantar la clausura y a ponerse al habla y en
+relaci&oacute;n con el resto del humano linaje. As&iacute; lo decret&oacute; el doctor L&oacute;pez,
+y de resultas y como corolario de su decreto, envi&oacute; a su hijo con cartas
+credenciales para todos los Soberanos de Europa, proponi&eacute;ndose celebrar
+con ellos sendos tratados de paz, alianza, navegaci&oacute;n y comercio. Y no
+contento el doctor L&oacute;pez con esta novedad, resolvi&oacute; a los seis meses
+enviar cerca de su hijo, para secretario de la Legaci&oacute;n, a su ya
+nombrado sobrino Pepito Dom&iacute;nguez.</p>
+
+<p>Acertado fue el nombramiento. Ni los m&aacute;s maldicientes hubieran podido
+calificarle de acto de nepotismo. El flamante secretario podr&iacute;a muy bien
+figurar en Europa como exquisita muestra de lo mejor que produce el
+cruzamiento de las razas. La sangre guaran&iacute; corr&iacute;a por sus venas
+mezclada con la sangre espa&ntilde;ola. Y esta mezcla o combinaci&oacute;n hab&iacute;a
+tenido un resultado excelente. El mozo era por su traza un andalucito
+muy agraciado, si bien con un no s&eacute; qu&eacute; de peregrino, que borraba de su
+fisonom&iacute;a, de su adem&aacute;n y de sus movimientos toda huella de vulgaridad,
+d&aacute;ndole distinci&oacute;n y atrayendo hacia &eacute;l las miradas curiosas de cuantos
+sujetos gustan de lo que no se tiene a todo pasto ni se encuentra al
+revolver de una esquina.</p>
+
+<p>Pepito Dom&iacute;nguez parec&iacute;a, adem&aacute;s, naturalmente listo: dotado de r&aacute;pida y
+clara comprensi&oacute;n y muy expedito para todo. Las esperanzas del doctor
+L&oacute;pez no eran infundadas. El C&oacute;nsul <i>yankee</i> le hab&iacute;a hecho comprender o
+creer que, por culpa de aquella clausura y de aquella incomunicaci&oacute;n en
+que los paraguayos hab&iacute;an vivido, todos ellos se hab&iacute;an quedado, salvo
+la moral y el dogma de Cristo, que conoc&iacute;an aunque de un modo burdo, en
+inmenso atraso con relaci&oacute;n a lo restante de la humanidad; y que todo
+cuanto esta hab&iacute;a descubierto, inventado, experimentado, fabricado y
+averiguado durante ocho mil o nueve mil a&ntilde;os, era para los paraguayos
+asunto desconocido, arcano tenebroso, libro de siete sellos.&mdash;Menester es
+ilustrarse, pensaba ya el doctor L&oacute;pez: menester es alcanzar con rapidez
+la civilizaci&oacute;n de Europa; dar un brinco audaz y saltar de este solo
+brinco los nueve mil a&ntilde;os que de la civilizaci&oacute;n nos separan. Y nadie
+m&aacute;s a prop&oacute;sito que Pepito Dom&iacute;nguez para tan arriesgada empresa. El
+muchacho es tan &aacute;gil que, en un santiam&eacute;n, en menos que se persigna un
+cura loco, va a enterarse de cuanto ocurre por esos mundos, y va a
+aprender a escape y sin la menor fatiga todo lo substancial de lo que a
+fuerza de seculares cavilaciones han llegado nuestros pr&oacute;jimos a poner
+en claro.</p>
+
+<p>Esto o algo por el estilo hab&iacute;a pensado el doctor L&oacute;pez, y con esta
+misi&oacute;n, a m&aacute;s de la misi&oacute;n diplom&aacute;tica, enviaba a Europa a Pepito
+Dom&iacute;nguez. Su inteligencia era, sin duda, tabla rasa, pero tabla
+bru&ntilde;ida, tersa y maravillosamente adecuada para que los conceptos se
+grabasen en ella con prontitud, se ordenasen all&iacute; sin confusi&oacute;n y
+distintamente y persistiesen luego como indelebles signos, sin borrarse
+ni alterarse nunca. La vanidad y el afecto de t&iacute;o mov&iacute;an al doctor L&oacute;pez
+a pensar as&iacute; de su sobrino D. Pepito. Y lo que es &eacute;l no ten&iacute;a menos
+favorable opini&oacute;n de s&iacute; propio; pero el candor y la ignorancia hac&iacute;an
+amable y chistoso su presumido atrevimiento. La petulancia infantil de
+D. Pepito era encantadora.</p>
+
+<p>Yo, que habl&eacute; con &eacute;l desde el primer d&iacute;a que ambos estuvimos juntos y
+nos vimos a bordo, hallaba en la susodicha petulancia irresistible
+hechizo.</p>
+
+<p>De sobra conoces t&uacute;, mi querido Vizconde, la propensi&oacute;n did&aacute;ctica que he
+tenido siempre. Aquel chico que tan confiada y valerosamente se propon&iacute;a
+aprender y saber como por ensalmo, que aspiraba a poner la atrevida mano
+en el &aacute;rbol de la ciencia, coger su fruto, que hab&iacute;a tardado noventa
+siglos en madurar, estrujarle en la pujante prensa de su entendimiento,
+alambicar el zumo y beb&eacute;rsele luego de un trago sin temor de embriaguez
+ni de trastorno, te confieso que me divirti&oacute; mucho y que despert&oacute; y
+estimul&oacute; en m&iacute; la antigua man&iacute;a did&aacute;ctica que siempre he tenido.
+&iquest;Porqu&eacute;, me dec&iacute;a yo, no he de hacer con este muchacho el papel de
+Minerva o de Sabidur&iacute;a personificada? &iquest;No pod&iacute;a yo darle a beber en
+m&aacute;gico c&aacute;liz la sublimada quinta esencia de todo lo sabido hasta ahora?</p>
+
+<p>Dif&iacute;cil de vencer era mi tentaci&oacute;n. El mal disimulado asombro con que D.
+Pepito me miraba hac&iacute;a mi tentaci&oacute;n m&aacute;s fuerte. D. Pepito ve&iacute;a en m&iacute; el
+sobrenatural y m&aacute;s complicado producto de esa civilizaci&oacute;n de noventa
+siglos de que &eacute;l quer&iacute;a apoderarse. Yo era para &eacute;l como resumen y
+compendio de todas las ciencias, artes e industrias. Algo como
+enciclopedia viva. Entendi&oacute; D. Pepito que si llegaba a entenderme y a
+saberme a m&iacute;, todo lo entender&iacute;a y lo sabr&iacute;a. Y persuadido de esto, &eacute;l
+me lo explicaba a su manera, y yo me sent&iacute;a muy lisonjeada cuando &eacute;l me
+lo explicaba. Sus explicaciones eran por lo com&uacute;n en castellano, pero de
+vez en cuando se empe&ntilde;aba &eacute;l en d&aacute;rmelas en guaran&iacute;. Yo no comprend&iacute;a
+palabra, y &eacute;l, entonces, quer&iacute;a ense&ntilde;arme su lengua, asegur&aacute;ndome que
+para tratar de no pocos asuntos y sobre todo para el amor era mil veces
+m&aacute;s expresiva y eficaz que el habla de Castilla. Para complacerle le
+sol&iacute;a yo pedir que me dijese algo en guaran&iacute; y hasta que me ense&ntilde;ase a
+contestarle. &Eacute;l entonces me dec&iacute;a:</p>
+
+<p>&mdash;<i>Nde cu&ntilde;&aacute; por&aacute;. Che-r-ayhub-i</i>, esto es: t&uacute; eres mujer bonita. &Aacute;mame.</p>
+
+<p>Adiestrada luego por &eacute;l en la pronunciaci&oacute;n, casi me obligaba a decir y
+yo dec&iacute;a riendo:</p>
+
+<p>&mdash;<i>Nde-hayh&uacute;</i>, o sea: te amo.</p>
+
+<p>&Eacute;l en seguida se pon&iacute;a content&iacute;simo, me miraba con unos ojos muy dulces
+y con un mirar muy intenso y fijo, y aseguraba que toda su ventura se
+cifraba en ser mi <i>o-hayh&uacute;-bae</i>, o, como si dij&eacute;ramos, mi amante. Con
+esto me re&iacute;a yo mucho m&aacute;s: me re&iacute;a como una loca: y, para excitarle m&aacute;s
+por la contradicci&oacute;n, a&ntilde;ad&iacute;a:</p>
+
+<p>&mdash;Hijo m&iacute;o, todo eso est&aacute; muy bien: tus vocablos guaran&iacute;es son musicales
+y sonoros, pero yo no veo por d&oacute;nde han de ser m&aacute;s expresivos ni m&aacute;s
+eficaces que los correspondientes vocablos castellanos.</p>
+
+<p>D. Pepito entonces procuraba realzar y fortificar la eficacia de sus
+vocablos; y en su entusiasmo filol&oacute;gico, sin maliciosa premeditaci&oacute;n,
+apelaba a la m&iacute;mica.</p>
+
+<p>&mdash;Mod&eacute;rese usted, ten&iacute;a yo que decirle, y advierta que con ese auxilio no
+hay idioma que no sea tan eficaz y expresivo como el guaran&iacute;. Con ese
+auxilio hasta sin hablar se expresa cualquiera con primor, claridad y
+eficacia. Lo malo est&aacute; en que yo no acepto ese lenguaje auxiliar, y
+menos a&uacute;n en esta ocasi&oacute;n y en este sitio.</p>
+
+<p>Est&aacute;bamos sentados sobre cubierta y rodeados de multitud de pasajeros.
+Anhelaba yo mostrarme severa y grave, pero apenas me lo consent&iacute;a la
+risa que me retozaba en el cuerpo, porque D. Pepito pon&iacute;a una cara
+c&oacute;micamente triste, y que por cierto no me parec&iacute;a mal. En fin, yo
+venc&iacute;a los estorbos que a mi severidad se opon&iacute;an, me mostraba entonada
+y digna y consegu&iacute;a que el joven se arredrase y estuviese respetuoso.</p>
+
+<p>Reportado ya y muy compungido, suspiraba &eacute;l y dec&iacute;a en guaran&iacute;:</p>
+
+<p>&mdash;<i>Che rac&iacute;-hayhub-guas&uacute;</i>.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; significa ese a modo de gru&ntilde;ido que usted exhala?&mdash;le preguntaba
+yo.</p>
+
+<p>Y &eacute;l me contestaba con tono lastimero:</p>
+
+<p>&mdash;Pues significa: estoy enfermo de amor grande. De la voluntad de usted
+depende que yo me muera o me cure.</p>
+
+<p>Muy extremoso me parec&iacute;a el dilema que don Pepito me pon&iacute;a. Algo, no
+obstante, pod&iacute;a tener de cierto. Siempre fui compasiva y el tal dilema
+me atribulaba. Calamitoso hubiera sido que don Pepito se hubiera muerto
+en vez de volver al Paraguay, al cabo de dos o tres a&ntilde;os, con todo lo
+esencial de la civilizaci&oacute;n, puesto en cifra y bien estampado en el
+meollo.</p>
+
+<p>Pasaban d&iacute;as, el barco iba adelantando, y, si no recuerdo mal, est&aacute;bamos
+ya cerca de las Islas Canarias.</p>
+
+<p>Bueno es que advierta yo aqu&iacute;, para que mi erudici&oacute;n no te sorprenda,
+que mi prurito de ense&ntilde;ar ha estimulado mucho mi prurito de estudiar y
+de saber, desde que en el <i>Retiro de Camoens</i> nos conocimos y tratamos
+&iacute;ntimamente. No te maraville, pues, que yo me muestre en algunas
+ocasiones algo erudita.</p>
+
+<p>A D. Pepito, que quer&iacute;a ense&ntilde;arme el guaran&iacute; &iquest;c&oacute;mo no hab&iacute;a yo en pago
+de ense&ntilde;arle un poco de lo que sab&iacute;a?</p>
+
+<p>De aqu&iacute; que, cuando &eacute;l no me hablaba de su amor, y a menudo para
+distraerle e impedir que me hablase, sol&iacute;a yo darle lecciones y contarle
+historias. Estas, por antiguas y sabidas que fuesen, siempre eran nuevas
+para &eacute;l. &iquest;Qu&eacute; mayor deleite para m&iacute; que esta ignorancia suya, que
+prestaba a cuanto yo le dec&iacute;a el aliciente de lo inaudito y la magia de
+lo no sabido, ni siquiera so&ntilde;ado?</p>
+
+<p>No puedes figurarte cu&aacute;nto me complac&iacute; yo refiriendo y cu&aacute;nto se deleit&oacute;
+D. Pepito oy&eacute;ndome referir, a vista de las Canarias, todo lo que
+aconteci&oacute; a Rinaldo en los jardines de Armida y el regalo, la elegancia
+y el cari&ntilde;o con que en ellos le recibi&oacute; y le agasaj&oacute; aquella voluptuosa
+maga.</p>
+
+<p>Con tales pl&aacute;ticas no es de maravillar que cada d&iacute;a fuese yo cobrando
+m&aacute;s afici&oacute;n a D. Pepito.</p>
+
+<p>Pero no fue esto lo m&aacute;s escabroso ni lo m&aacute;s ocasionado a deslices. Lo
+peor fue que all&aacute; en mis adentros discurr&iacute; yo de esta suerte, cuando
+&iacute;bamos llegando ya a la isla de Madera:</p>
+
+<p>&mdash;Las historias que yo cuento y las doctrinas que expongo a D. Pepito son
+desatados fragmentos, hojas rotas arrancadas de un libro sin orden y sin
+m&eacute;todo, carecen de conjunto, no tienen unidad, ni principio, ni fin, ni
+objeto. Al pobre muchacho, en vez de servirle de algo cuanto yo le digo,
+va a armarle en la cabeza una confusa mara&ntilde;a, un enredo, un caos
+inextricable. &iquest;No ser&iacute;a m&aacute;s natural y m&aacute;s conveniente ser su maestra por
+estilo sint&eacute;tico? Ariadna, que no pose&iacute;a plano del Laberinto, no se
+empe&ntilde;&oacute; en manifestar a Teseo sus reconditeces y revueltas, con lo cual
+le hubiera calentado el cerebro sin la menor ventaja, sino que le dio el
+hilo para que se guiase por &eacute;l y saliese airoso de aquella aventura,
+dici&eacute;ndole probablemente: Dios te la depare buena. Y yo he le&iacute;do, no
+recuerdo bien en qu&eacute; libro tan docto como ameno, que el joven Anacarsis,
+el cual era escita, o como si dij&eacute;ramos un paraguayo de las edades
+cl&aacute;sicas, cuando quiso iniciarse en los misterios de Ceres eleusina,
+acudi&oacute; a una sacerdotisa tan avisada como discreta, de las que depend&iacute;an
+del hierofante principal, y esta sacerdotisa se guard&oacute; muy bien de
+perder su tiempo tratando de comunicarle punto por punto las ocultas
+doctrinas de los iniciados, sino sencillamente le abri&oacute; de par en par la
+puerta del camino que iba al santuario y le dio la antorcha luminosa y
+ardiente que hasta &eacute;l hab&iacute;a de conducirle. Estas par&aacute;bolas o s&iacute;mbolos se
+presentaban a mi mente y me ten&iacute;an obsesa, vacilante, casi rendida.</p>
+
+<p>Ya te he dicho que D. Pepito era guapo. Y por la ma&ntilde;ana, cuando antes
+del almuerzo, estando yo sobre cubierta, le ve&iacute;a venir hacia m&iacute;, se me
+ocurr&iacute;a, ya que era el joven Teseo que acud&iacute;a a pedirme el hilo, ya que
+era el joven Anacarsis que requer&iacute;a la antorcha para penetrar en las
+profundidades y descubrir los misterios.</p>
+
+<p>La verdad sea dicha: mi alma anhelaba entonces prestarle la antorcha y
+darle el hilo.</p>
+
+<p>Y este anhelo sub&iacute;a de punto al notar yo o al imaginar que notaba que D.
+Pepito estaba p&aacute;lido y triste. Y yo me pon&iacute;a triste tambi&eacute;n, pero no
+p&aacute;lida, sino encendida como la grana, y sintiendo traidora compasi&oacute;n y
+suave quebranto. Llegaba &eacute;l luego cerca de m&iacute;, se sentaba a mi lado, y
+aproximando su boca a mi o&iacute;do, dec&iacute;a en voz bajita, dulce y suplicante:</p>
+
+<p>&mdash;<i>Che rac&iacute;-hayhub-guas&uacute;</i>, o sea estoy enfermo de amor grande.</p>
+
+<p>Al cabo, me faltaron las fuerzas para defenderme. Cit&eacute; a D. Pepito, en
+el obscuro silencio de la noche, y &eacute;l vino a m&iacute; y yo le di el remedio
+que apetec&iacute;a.</p>
+
+<p>Aquello fue para &eacute;l una revelaci&oacute;n, antes ni en sue&ntilde;os presentida. El
+pasmo, el embeleso, la sorpresa inefable y beat&iacute;fica que todo, todo,
+todo le causaba, inundaron mi alma de satisfacci&oacute;n y de orgullo. Yo fui
+mil y mil veces m&aacute;s dichosa de su dicha que de la m&iacute;a. Se me figur&oacute; que
+le abr&iacute;a con llave de oro las puertas del Ed&eacute;n; que amasaba yo entre mis
+manos el &aacute;rbol de la ciencia y el &aacute;rbol de la vida y sacaba de ambos un
+filtro poderoso, que, vertido sobre el coraz&oacute;n de aquel muchacho, le
+magnificaba y ensalzaba, y que vertido sobre su cabeza llenaba su mente
+de alegr&iacute;a y de una luz riqu&iacute;sima penetrando todos los arcanos.</p>
+
+<p>Al siguiente d&iacute;a llegamos al puerto de Lisboa, t&eacute;rmino de mi viaje. D.
+Pepito continu&oacute; el suyo hasta Inglaterra. Gran ventura fue &eacute;sta para m&iacute;.
+No hubo tiempo para desenga&ntilde;o, cansancio ni hast&iacute;o.</p>
+
+<p>Dej&eacute; el barco de vapor y salt&eacute; en tierra, como quien sale a escape del
+teatro, donde ha visto una <i>f&eacute;erie</i>, un precioso baile de hadas, antes
+de que se disipe la ilusi&oacute;n esc&eacute;nica y no se vean sino los oropeles, la
+ruda maquinaria, los telones y bambalinas y los comparsas y figurantes
+untados de colorete, que la han promovido.</p>
+
+<p>Entonces me afligi&oacute; separarme de D. Pepito. M&aacute;s tarde, he pensado a
+veces, &iquest;estuvo en la realidad toda aquella poes&iacute;a o brot&oacute; de mi alma,
+exuberante a la saz&oacute;n de represada y viciosa lozan&iacute;a, y de ocios y
+ensue&ntilde;os de mi por largo tiempo no empleada ternura?</p>
+
+<p>No lo supe ni lo s&eacute;. Me place seguir dudando. Y a fin de que no termine
+la duda, he procurado no informarme jam&aacute;s ni saber el paradero del joven
+paraguayo, como si hubiera sido un ser peregrino que estuvo algunos
+instantes en nuestro planeta, y en seguida se desvaneci&oacute; para siempre.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Quise detenerme y me detuve en Lisboa, porque yo ten&iacute;a <i>saudades</i> de
+Lisboa. Aunque tan otra de la que me fui, ansiaba ver a los antiguos
+amigos, y singularmente al que me proporcion&oacute; recursos para ir al Brasil
+y me dio las cartas de recomendaci&oacute;n para Figueredo, que causaron el
+cambio de mi fortuna.</p>
+
+<p>Los m&aacute;s de estos antiguos amigos se me mostraron muy amables. Con
+algunos estuve yo amabil&iacute;sima.</p>
+
+<p>Todo, no obstante, hab&iacute;a variado con el transcurso del tiempo, a pesar
+de la lentitud y reposo con que en Portugal todo camina.</p>
+
+<p>Los regocijados <i>janotas</i> que hab&iacute;an formado mi sociedad, se hallaban
+convertidos en personajes muy serios. Unos eran Pares, diputados otros,
+y no faltaban entre ellos altos funcionarios y hasta Ministros cesantes
+o militantes. Los m&aacute;s eran padres de familia, con se&ntilde;ora encopetada y
+con prole.</p>
+
+<p>Ni ellos ni yo quer&iacute;amos, deb&iacute;amos ni pod&iacute;amos volver a la vida pasada,
+salvo el hacer resurgir del seno de lo que fue, y por evocaci&oacute;n m&aacute;gica,
+una fugaz apariencia que, no bien se dejaba columbrar, mostraba
+marchitas y ajadas las lindas galas que en el recuerdo hab&iacute;a conservado.
+Se asemejaba a brillante mariposa custodiada muchos a&ntilde;os bajo un fanal,
+y que se deshace y convierte en ceniza, no bien se levanta el fanal y
+una ligera r&aacute;faga de viento toca en ella y la mueve.</p>
+
+<p>No pod&iacute;a yo tampoco, en Lisboa menos que en parte alguna, porque en
+Lisboa era muy conocida, intentar, sin peligro de desdenes y de
+sofiones, penetrar en lo que se llama la buena sociedad y hacer bien el
+papel de la se&ntilde;ora viuda de Figueredo.</p>
+
+<p>La melancol&iacute;a se apoder&oacute; de mi esp&iacute;ritu. Para distraerla, siguiendo mis
+aficiones did&aacute;cticas, me entretuve en hacer cerca de <i>Madame</i> Duval el
+papel de <i>cicerone</i>. <i>Madame</i> Duval segu&iacute;a a mi servicio y jam&aacute;s se
+hab&iacute;a detenido en las orillas del Tajo. Yo goc&eacute; inocentemente en hacerle
+ver y admirar todas sus bellezas; las espl&eacute;ndidas vistas que desde la
+Patriarcal quemada se admiran; la plaza del Roc&iacute;o y las anchas calles
+paralelas que despu&eacute;s del terremoto hizo construir Pombal; el espl&eacute;ndido
+Terreiro do Pazo; la soberbia anchura con que frente de &eacute;l se dilata el
+Tajo, como para recibir todas las escuadras del mundo; el risue&ntilde;o camino
+que va por su orilla derecha, llena de quintas, palacios y graciosos
+jardines, hasta la desembocadura, cerca de Pazo de Arcos; y sobre todo,
+el admirable templo de Bel&eacute;n, con sus esbeltos y a&eacute;reos pilares,
+exquisita muestra de la original arquitectura <i>manuelina</i> y digno
+monumento de la m&aacute;s noble haza&ntilde;a de los portugueses, cuando, en edades
+para nosotros m&aacute;s dichosas, competimos en descubrir y recorrer el mundo
+y en dilatar por mares y por tierras remotas o ignoradas la civilizaci&oacute;n
+de Europa y la fe de Cristo.</p>
+
+<p>Mi papel de <i>cicerone</i> me agradaba y divert&iacute;a. Hice, pues, algunas
+peque&ntilde;as excursiones con <i>Madame</i> Duval. La llev&eacute; a Cintra, a Colares, a
+Cascaes y a Mafra.</p>
+
+<p>En Cintra, aun viniendo como ven&iacute;amos del Brasil, nos extasiamos
+contemplando la fertilidad y hermosura de aquellas monta&ntilde;as, con sus
+bosques floridos de magnolias y de camelias. El castillo reedificado por
+el rey D. Fernando, o, mejor dicho, creado por &eacute;l con estupenda
+inspiraci&oacute;n art&iacute;stica, me pareci&oacute; m&aacute;s encantador que nunca, y procur&eacute;,
+aunque lo consegu&iacute; s&oacute;lo a medias, infundir en el alma de <i>Madame</i> Duval
+una admiraci&oacute;n igual a la m&iacute;a. Ella prefer&iacute;a a todo, record&aacute;ndolos con
+entusiasmo, los jardines de <i>Mabille</i> y la <i>Closerie des Lilas</i>, donde
+hab&iacute;a bailado el <i>canc&aacute;n</i> en sus verdes a&ntilde;os, muy por lo alto, y siendo
+a veces fren&eacute;ticamente aplaudida.</p>
+
+<p>Nunca pude fijar la cronolog&iacute;a de estos triunfos de <i>Madame</i> Duval, y
+saber a punto fijo si los alcanz&oacute; de soltera, o ya de casada, mientras
+su marido combat&iacute;a en Argel, o si le valieron como consuelo y desahogo
+despu&eacute;s de viuda. En fin, <i>Madame</i> Duval gust&oacute; tambi&eacute;n de Cintra, aunque
+no tanto como yo y como Lord Byron.</p>
+
+<p>Es inexplicable el sentimiento que llaman patriotismo. S&aacute;bete, Vizconde,
+si ya no lo sabes, que mi madre se llamaba la Pascuala, celebrad&iacute;sima
+como &uacute;nica en el cante gitano y en bailar el vito. Siendo yo muy ni&ntilde;a
+todav&iacute;a, me dej&oacute; hu&eacute;rfana y menesterosa. Bien sabe el diablo c&oacute;mo
+despu&eacute;s me he criado y he crecido. Nada debo a Espa&ntilde;a. No recuerdo haber
+dejado por all&iacute; una sola deuda de gratitud. &iquest;Qu&eacute; me va ni qu&eacute; me viene
+con la decadencia o con la prosperidad de esa patria, donde s&oacute;lo tuve de
+balde, o sea sin ganarlo yo, el aire que respir&eacute;, y obscuridad y
+desprecio? Y sin embargo no acierto a ponderarte lo muy patriota que
+soy. No lo son m&aacute;s las Duquesas y las Princesas que en Madrid viven y a
+quienes tantos respetan y adulan.</p>
+
+<p>Digo todo esto, porque en Lisboa se recrudeci&oacute; mi patriotismo. &iexcl;Qu&eacute; gran
+Capital para nuestra gran naci&oacute;n, se&ntilde;ora de dos mundos, hubiera sido
+aquella ciudad espl&eacute;ndida y hermosa, si D. Felipe el Prudente hubiera
+sido D. Felipe el Previsor y hubiera tenido m&aacute;s elevadas miras!</p>
+
+<p>Pero ya basta. No nos engolfemos en cosas que no son ahora del caso. A
+pesar de todos sus esplendores, Lisboa se me ca&iacute;a encima. A las dos
+semanas de estar all&iacute;, abandon&eacute; a Lisboa.</p>
+
+<p>Viajaba yo con no peque&ntilde;o acompa&ntilde;amiento. Adem&aacute;s de la Duval, que era y
+sigue siendo mi dama de compa&ntilde;&iacute;a, estaba conmigo y est&aacute; a&uacute;n mi
+<i>mucamba</i>, o sea mi primera doncella, mulata muy &aacute;gil, llamada
+Petronila, que me peina con primor y buen gusto, que cose y borda y
+tiene otras mil habilidades; una segunda doncella, dos fieles criados
+negros, y por &uacute;ltimo, la mujer que cuidaba y alimentaba a mi tesoro.</p>
+
+<p>Aqu&iacute; conviene que te imponga yo de algo, en extremo importante para m&iacute;,
+y que tal vez ignores.</p>
+
+<p>Mi alma ha sentido no pocas veces inclinaci&oacute;n amistosa, compasi&oacute;n,
+aprecio y cari&ntilde;o a los seres humanos; pero lo desaforado y suelto de los
+primeros a&ntilde;os de mi vida ha impedido acaso que llegue yo a amar a un
+solo hombre con aquel amor exclusivo, persistente y celoso, con que
+deben amar y aman las mujeres honestas criadas con recato. He tenido
+muchos amor&iacute;os y casi no me atrevo a decir que he tenido amor. Una vez
+sola en mi vida me parece que entrev&iacute;, que columbr&eacute; a lo lejos la
+celestial aparici&oacute;n del verdadero amor, que benigno me sonre&iacute;a y que
+ansiaba penetrar en mi alma, llenarla de su divina beatitud y
+purificarla e iluminarla.</p>
+
+<p>Fue esto cuando tuve relaciones con Juan Maury. T&uacute; estabas en R&iacute;o y
+debes acordarte de todo.</p>
+
+<p>Contra Juan Maury no tengo yo la menor queja. Era un cumplido caballero.
+Me quiso todo lo que pod&iacute;a quererme. Me respet&oacute; todo lo que pod&iacute;a
+respetarme. Me atendi&oacute;, me obsequi&oacute;, me consider&oacute; como atiende, obsequia
+y considera el gal&aacute;n m&aacute;s delicado a la m&aacute;s noble dama. Pero hubiera sido
+absurdo que hubiese tratado yo de inspirar a Juan Maury m&aacute;s hondos
+sentimientos y m&aacute;s apasionado afecto que los de la amistad y la
+galanter&iacute;a. Yo misma tuve miedo de sentir hacia &eacute;l verdadero amor.</p>
+
+<p>Yo casi me atrevo a afirmar que no he enga&ntilde;ado a D. Joaqu&iacute;n. Para evitar
+el medio enga&ntilde;o en que le ten&iacute;a, hubiera sido menester hacerle infeliz
+con revelaciones feroces y con el m&aacute;s amargo de los desenga&ntilde;os. El amor
+m&iacute;o, si hubiese llegado a ser hacia Juan Maury exclusivo y profundo,
+hubiera tenido que romper dolorosamente el lazo que a mi bienhechor y
+protector me ligaba; hubiera sido para D. Joaqu&iacute;n horrible infortunio:
+todo el bien, todo el contento y el reposo y toda la superior serenidad
+hasta donde hab&iacute;a yo logrado elevar su esp&iacute;ritu, hubieran venido a
+desvanecerse o a hundirse en negro abismo. Por otra parte, aunque yo
+debo ser humilde, y aunque lo soy, soy tambi&eacute;n muy orgullosa en cierto
+sentido. Es el orgullo que nace de mi propia humildad. Si por la vileza
+de mi origen, si por el ruin desorden de mi primera vida no merezco ni
+soy digna de ciertas cosas, me repugna reclamarlas, solicitarlas de
+nadie y hasta insinuarme para que se me concedan por favor ya que para
+ellas no tengo el menor derecho.</p>
+
+<p>De aqu&iacute; que yo, m&aacute;s bien que mostrar a Juan Maury toda la vehemencia y
+la elevaci&oacute;n de mi afecto, trat&eacute; de disimularlas. Quise aparecer y
+aparec&iacute; a sus ojos como la m&aacute;s fina y complaciente de las amigas, como
+bastante capaz de entender y de apreciar el valer y las excelentes
+prendas de toda su persona y como no indigna de obtener su amistad y su
+aprecio; pero todo, sin llegar a ser y sin mostrarme siquiera
+profundamente enamorada, y sin propender a infundirle de m&iacute; otro
+concepto que el de una mujer alegre, f&aacute;cil y galante.</p>
+
+<p>Si el verdadero amor, si el hijo divino de la Venus del cielo revolote&oacute;
+cerca de m&iacute; en aquellos d&iacute;as, yo hu&iacute; de &eacute;l por indigna y le ahuyent&eacute; por
+peligroso.</p>
+
+<p>Juan Maury se fue de R&iacute;o y me abandon&oacute; sin gran pena. Nada m&aacute;s natural.
+No le culpo. S&oacute;lo me lisonjea y me contenta el figurarme que &eacute;l ha de
+guardar dulce recuerdo de las dulces horas que pas&oacute; conmigo; de nuestros
+&iacute;ntimos coloquios y de nuestra ternura.</p>
+
+<p>Fue tal la ligereza de aquellas ef&iacute;meras relaciones, que ni yo le rogu&eacute;
+que me escribiese ni &eacute;l me ha escrito. De estas relaciones, sin embargo,
+me dej&oacute; &eacute;l una prenda preciosa. Suya era, pero era m&iacute;a m&aacute;s que suya; y
+yo apenas la sent&iacute; en mi seno, me propuse con firme resoluci&oacute;n que no
+fuese sino m&iacute;a.</p>
+
+<p>Hasta donde alcanza mi memoria, desde que tengo uso de raz&oacute;n, en el
+libre abandono de los a&ntilde;os primeros de mi vida, no me remuerde la
+conciencia de hurto, de estafa, ni de enga&ntilde;o o embuste para medrar.
+Escudri&ntilde;ando yo hasta los m&aacute;s obscuros rincones de mi vida pasada, no
+encuentro en ellos ni asomo de ruin bellaquer&iacute;a. Esto me consuela. De
+ciertos pecados, en que con frecuencia he incurrido, despu&eacute;s de
+absolverme el confesor, me he absuelto yo tambi&eacute;n. De aquellos otros,
+tal es el inflexible y recto tribunal de mi conciencia, jam&aacute;s me hubiera
+absuelto yo aun despu&eacute;s de recibir la absoluci&oacute;n en el confesonario.
+Espantoso torcedor hubieran sido para m&iacute;, humill&aacute;ndome y abati&eacute;ndome.
+Faltas, pues, en que yo no hab&iacute;a incurrido cuando desamparada y
+menesterosa, no hab&iacute;an de ser cometidas por m&iacute; cuando ya estaba pr&oacute;spera
+y rica.</p>
+
+<p>Por otro lado, lo que era m&iacute;o, lo que yo esperaba y yo me figuraba ya
+que iba a ser un primor, un asombro de gracia y de belleza, por nada del
+mundo quer&iacute;a yo atribu&iacute;rselo en parte a alguien de quien no era. &iquest;Y qu&eacute;
+aliciente hab&iacute;a para el enga&ntilde;o? Usurpar para el fruto de mis entra&ntilde;as la
+hacienda que no le pertenec&iacute;a y adem&aacute;s un nombre cualquiera. &iquest;Qui&eacute;n sabe
+si un nombre ilustre y glorioso, si un t&iacute;tulo hist&oacute;rico me hubieran
+seducido y me hubieran hecho faltar? &iquest;Pero c&oacute;mo hab&iacute;a de seducirme que
+lo que iba a nacer se apellidase Figueredo a secas, a pesar de la
+supuesta descendencia de G&uuml;esto Ansures de que yo misma me hab&iacute;a
+burlado?</p>
+
+<p>Con persistente disimulo, con firme y en&eacute;rgica voluntad, con raras
+precauciones e incesante recato, sin dejarme ver de nadie y fingi&eacute;ndome
+enferma, dej&eacute; pasar los meses.</p>
+
+<p>Lleg&oacute; la hora y s&oacute;lo <i>Madame</i> Duval, mi <i>mucamba</i> y el m&eacute;dico, de
+quienes tuve que valerme y me val&iacute;, exigiendo el mayor sigilo, supieron
+que fui madre.</p>
+
+<p>Mi hija, a quien di por nombre Luc&iacute;a, se cri&oacute; lejos de m&iacute;, aunque yo
+velaba sobre ella e iba a verla a menudo.</p>
+
+<p>Muerto D. Joaqu&iacute;n, procur&eacute; no poner en rid&iacute;culo su memoria, dejando
+conocer en R&iacute;o que ten&iacute;a yo una ni&ntilde;a de cerca de dos a&ntilde;os. Casi de
+oculto hice que se embarcara y me la traje conmigo cuando vine para
+Europa.</p>
+
+<p>Quisiera yo escribir a escape estas confidencias: no contarte sino lo
+m&aacute;s esencial: pero tal vez dejo correr la pluma y tal vez divago.</p>
+
+<p>Lo que yo principalmente quiero que comprendas, es que en mi esp&iacute;ritu
+hay como dos focos distintos de actividad, de donde brotan dos
+corrientes tambi&eacute;n harto distintas, si bien la una y la otra est&aacute;n
+alegremente iluminadas por la luz clar&iacute;sima con que yo veo y entiendo
+todo lo creado. Jam&aacute;s se me ha ocurrido hallar mal lo hecho por la madre
+naturaleza, ni echar la culpa a la sociedad mal organizada de ning&uacute;n
+caso adverso que me haya ocurrido, ni de ninguna contrariedad o percance
+angustioso en que yo me haya encontrado. Y no quej&aacute;ndome yo ni de la
+naturaleza, ni del orden social tal como los hombres han ido
+disponi&eacute;ndole, much&iacute;simo menos puedo quejarme de la divina providencia,
+que acato, adoro y bendigo. Apenas hay objeto que no vea yo de color de
+rosa, y siempre que se ennegrece, me culpo a m&iacute; y a nadie culpo. Como
+soy muy indulgente para con los otros, no es tan de censurar que lo sea
+tambi&eacute;n para conmigo misma. Por eso me dejo llevar de mis generosos
+afectos, harto poco en consonancia con una moral r&iacute;gida, y de mi
+inclinaci&oacute;n irresistible a lucir las prendas de que me dot&oacute; el cielo y a
+dar con ellas a los seres que me son caros ventura y deleite. Hay en m&iacute;
+asimismo un tenaz empe&ntilde;o de progreso, de adelanto en el camino de la
+perfecci&oacute;n. Y tanto lo que creo realizado en m&iacute;, cuanto lo que en m&iacute; no
+est&aacute; realizado ni puede realizarse nunca, anhelo yo con vehemencia
+ponerlo y realizarlo en un ser predilecto, en quien brillen, a par de
+cuanto hay en m&iacute; de que puedo con raz&oacute;n ufanarme, todas las excelencias
+y virtudes de que carezco y que no son pocas. Por esto, desde que naci&oacute;
+mi hija, desde que por primera vez la vi y present&iacute; que iba a ser
+hermosa, me propuse y ansi&eacute; que su hermosura eclipsase la m&iacute;a, que en
+discreci&oacute;n, elegancia y saber me aventajase, y que estuviese exenta de
+todos los defectos y manchas que en m&iacute; hay. Me propuse criarla con
+esmerado desvelo para que fuese tan casta y tan pura como bella, y para
+que no columbrase s&oacute;lo el verdadero y exclusivo amor, hijo del cielo,
+sino para que fuese capaz de poseerle, de gozarle y de recibirle en su
+alma inmaculada como en su propio y consagrado templo.</p>
+
+<p>Y para que veas lo extra&ntilde;o y contradictorio de mi condici&oacute;n, o m&aacute;s bien
+lo extra&ntilde;o y contradictorio de la deca&iacute;da condici&oacute;n humana, mi alma, que
+tan altos prop&oacute;sitos tuvo y que a tan alta misi&oacute;n quiso consagrarse, se
+dejaba arrastrar de sus regocijados &iacute;mpetus, de su perversi&oacute;n bondadosa
+y de su liviandad inveterada, hasta el extremo de buscar y de forjar
+aventuras como la que te cont&eacute; ya del paraguayo y como varias otras que
+he tenido despu&eacute;s y sobre las cuales prefiero callarme.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>No pude refrenar mi deseo de volver a mi patria. Desde Lisboa fui a
+Sevilla y a C&aacute;diz.</p>
+
+<p>Mi antiguo confesor, el Padre Garc&iacute;a, hab&iacute;a hecho algunos ahorros y
+hab&iacute;a heredado tambi&eacute;n a un hermano suyo que se hab&iacute;a enriquecido. Harto
+el Padre de rodar por el mundo, viv&iacute;a retirado en el lugar de su
+nacimiento, no lejos de Sevilla. Le anunci&eacute; mi llegada y &eacute;l vino a
+verme.</p>
+
+<p>Para descargo de mi conciencia, en este punto muy escrupulosa, quise,
+vi&eacute;ndome rica y convertida en toda una se&ntilde;orona, no desde&ntilde;ar a mis
+parientes, si los ten&iacute;a, y hasta favorecerlos y socorrerlos si se
+hallaban en la abyecci&oacute;n y en la miseria. El Padre Garc&iacute;a me sirvi&oacute; en
+esto muy bien. Busc&oacute; con tino y diligencia a mis parientes, y no los
+hall&oacute; sino dudosos y muy lejanos. Yo hab&iacute;a sido la &uacute;nica hija de la
+Pascuala.</p>
+
+<p>En R&iacute;o de Janeiro, no recuerdo bien con qu&eacute; tramoya, supli&oacute; D. Joaqu&iacute;n
+la falta de mi fe de bautismo, que para nuestro casamiento se requer&iacute;a.
+Hasta que el Padre Garc&iacute;a me la sac&oacute;, jam&aacute;s hab&iacute;a tenido yo ni visto
+semejante documento.</p>
+
+<p>Considerando yo que mis parientes m&aacute;s seguros hab&iacute;an de estar en los
+hospicios, en las inclusas y en los conventos de mujeres recogidas, di
+al Padre Garc&iacute;a pr&oacute;digamente todos mis ahorros para que en aquellas
+santas casas los repartiera. &Eacute;l cumpli&oacute; mi encargo y me trajo los
+recibos que conservo a&uacute;n, donde constan las donaciones de una dama
+brasile&ntilde;a, cuyo nombre se calla.</p>
+
+<p>A decir verdad, a pesar de todo mi patriotismo y de mi amistad hacia el
+Padre Garc&iacute;a, me repugnaba permanecer en Espa&ntilde;a. Dicen algunos autores
+que las mujeres como yo suelen tener <i>nostalgia del fango</i>. No s&eacute; qu&eacute;
+quieren decir con esto; pero si es lo que yo entiendo, declaro que no he
+tenido jam&aacute;s semejante nostalgia. Al contrario, yo recordaba bien todos
+los sitios, y al pasar por algunos se me encend&iacute;a la cara de verg&uuml;enza.
+Por fortuna, estaba yo tan encumbrada y en posici&oacute;n tan diferente de la
+que all&iacute; tuve, que nadie me reconoci&oacute; ni reconoc&iacute; a nadie. Hice en mi
+patria el papel de peregrina misteriosa.</p>
+
+<p>Fuera del Padre Garc&iacute;a, con nadie quise tratar. Despu&eacute;s de separarme de
+&eacute;l, estuve en Granada, C&oacute;rdoba, Madrid, Toledo, Burgos y otros puntos,
+visitando los monumentos en compa&ntilde;&iacute;a de <i>Madame</i> Duval, que detestaba
+las antiguallas y suspiraba por los <i>boulevards</i> de Par&iacute;s. All&iacute; fui por
+&uacute;ltimo, y pronto me instal&eacute; comprando muebles y poniendo casa.</p>
+
+<p>He vivido desde entonces con comodidad y hasta con lujo, pero sin el
+menor empe&ntilde;o de llamar la atenci&oacute;n ni de brillar, y con tanto arreglo y
+econom&iacute;a que, a pesar de no pocos gastos extraordinarios y de viajes de
+recreo que he hecho por Alemania y por Italia, he doblado mi capital y
+mi renta. Hoy casi puedo asegurar que soy rica.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Mi vida de Par&iacute;s ha sido alegre, desenfadada y modesta. Expondr&eacute; aqu&iacute;,
+en pocas palabras, c&oacute;mo concierto yo la modestia con la alegr&iacute;a y el
+desenfado. Mi modestia ha consistido en no desear ni aspirar a hacerme
+conocida, celebrada y famosa. M&aacute;s he huido que buscado que nadie me
+se&ntilde;ale con el dedo, que la atenci&oacute;n p&uacute;blica se fije en m&iacute;, y que la
+gloria infame de que algunas mujeres gozan, gloria que yo me jacto de
+poder adquirir f&aacute;cilmente, me circunde con sus resplandores. En vez de
+mostrarme, puedo afirmar que me he ocultado.</p>
+
+<p>Como la soledad me entristece, he ido a reuniones y tertulias, pero
+nunca he pretendido salir de la colonia ibero-americana. Y aun dentro de
+esta colonia no he sido asidua en el trato ni he intimado mucho, sobre
+todo con mujeres. Hasta que mi hija lleg&oacute; a tener ocho a&ntilde;os, como apenas
+exig&iacute;a otro cuidado que el de su corporal desarrollo, cuidado harto leve
+porque mi hija se ha criado con excelente salud, ora pensando yo en
+distraerme, ora anhelando hacerme apta para contribuir a su educaci&oacute;n,
+he le&iacute;do much&iacute;simo y casi sin sentir me he convertido en marisabidilla.</p>
+
+<p>Soy franca admiradora de la literatura francesa. Me parece esta naci&oacute;n
+fecund&iacute;sima en ingenios de toda clase. Yo los admiro y quiero seguir
+admir&aacute;ndolos sin tropiezo. Acaso te parezca extravagante modo de
+discurrir, mas es lo cierto que, a fin de no tropezar y conseguir que la
+tal admiraci&oacute;n salga rodando por el suelo, me he abstenido de buscar la
+sociedad literaria parisina. Al conocer los libros, he conocido lo m&aacute;s
+noble, depurado y selecto de cada autor. &iquest;Para qu&eacute; conocer lo restante?
+He recelado desilusionarme al conocerlo. &iquest;Qui&eacute;n me asegura que los
+escritores franceses no sean presumidos y fatuos? &iquest;Qu&eacute; necesidad tengo
+yo de extremar mis amabilidades y de hacer esfuerzos para insinuar en la
+mente de esos se&ntilde;ores que no soy una salvaje, que estoy al nivel de
+ellos, que comprendo sus profundidades y sutilezas, y que, aun
+suponiendo que en Espa&ntilde;a, en Portugal y en el Brasil est&eacute; la gente muy
+atrasada y hasta sea de casta inferior, yo, por excepci&oacute;n fenomenal y
+monstruosa, he podido elevarme hasta hombrearme con ellos?</p>
+
+<p>Ahora comprender&aacute;s en qu&eacute; sentido digo yo que mi vida en Par&iacute;s ha sido
+modesta. En cuanto a su desenfado y a su alegr&iacute;a, no es menester que
+entre yo en pormenores para que t&uacute; lo comprendas. El cielo, el infierno,
+la naturaleza, un poder sobrenatural, lo que t&uacute; quieras o supongas, no
+parece sino que me ha dotado de imperecedera lozan&iacute;a de cuerpo y de alma
+y de una bondad y de una ternura inagotables y prontas, pero que han
+hallado siempre obst&aacute;culos insuperables para el verdadero y definitivo
+amor, y se han quedado en mitad del camino.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Voy a contarte una curiosa aventura, que, si bien tiene mucho de
+rid&iacute;culo, no puedo ni debo pasar en silencio, porque sus consecuencias
+fueron serias para m&iacute; y han influido bastante en los ulteriores sucesos
+de mi vida. De esta aventura hace ya mucho tiempo, pero la tengo tan
+presente como si ayer hubiera sido.</p>
+
+<p>El Bar&oacute;n de Castell-Bourdac es el personaje m&aacute;s inveros&iacute;mil y complejo
+de cuantos he conocido. Sus excentricidades mueven a risa, sus chistes,
+sus exageraciones y sus embustes involuntarios nos divierten a par que
+rebajan el concepto que de &eacute;l formamos; pero cuantos le conocen y tratan
+y penetran bien en el fondo de su alma, no pueden menos de quererle y de
+estimarle. La fantas&iacute;a del Bar&oacute;n ha bordado su vida sencilla y honrada,
+desfigur&aacute;ndola con falsos adornos. Sobre la historia ha venido a
+sobreponerse la leyenda: pero aunque por la leyenda aparezca el Bar&oacute;n
+como personaje c&oacute;mico, por la historia es siempre digno de respeto. No
+pretendamos tasar y aquilatar con exactitud lo egregio y lo rancio de su
+nobleza. &Eacute;l cree, y esto me basta, que es nobil&iacute;simo. Apenas hubo
+Cruzada en que un Castell-Bourdac no figurase. La importancia de los
+Castell-Bourdac ha sido grande desde entonces hasta la ca&iacute;da del antiguo
+r&eacute;gimen en 1789. La revoluci&oacute;n los arruin&oacute;. Y desde entonces hasta ahora
+la inflexible energ&iacute;a de sus opiniones legitimistas ha impedido que
+salgan de la obscuridad. Ni durante la Restauraci&oacute;n intervinieron en
+nada, porque hallaron a Luis XVIII y a Carlos X sobrado transigentes con
+las ideas nuevas.</p>
+
+<p>Aunque el Bar&oacute;n de Castell-Bourdac, restablecida en gran parte la
+hacienda de su casa, posey&oacute; por entonces bastantes bienes de fortuna,
+que hubieran podido servirle de sost&eacute;n y aun de resorte para su
+elevaci&oacute;n en la pol&iacute;tica, por desgracia e no quiso mezclarse en nada, y
+no acert&oacute; a emplear mejor su actividad que en disipar alegremente sus
+bienes y volver a quedarse pobre.</p>
+
+<p>Desde el a&ntilde;o de treinta en adelante, fue imposible que el Bar&oacute;n pusiese
+mano en los negocios p&uacute;blicos. Si &eacute;l hubiera querido ceder, humillarse,
+renegar hasta cierto punto de las creencias y de la misi&oacute;n de sus
+antepasados, hubiera sido Diputado, Senador, Embajador, Ministro y
+cuanto le hubiera dado la gana; &eacute;l al menos as&iacute; lo cre&iacute;a; pero como el
+Bar&oacute;n no hab&iacute;a querido ceder ni renegar, hab&iacute;a tenido que limitarse y
+resignarse a ser un caballero, si bien encopetado, viviendo de sus
+rentas, que eran cort&iacute;simas.</p>
+
+<p>En este punto de la situaci&oacute;n econ&oacute;mica, ya no entra por nada la
+fantas&iacute;a del Bar&oacute;n. La pura verdad acude en su abono y le concede justa
+alabanza.</p>
+
+<p>El Bar&oacute;n es un prodigio de arreglo y de econom&iacute;a. No disimula su
+pobreza, pero tampoco la deplora. En los c&iacute;rculos m&aacute;s elegantes se
+presenta siempre con el decoro propio de su clase. No juega, ni bebe.
+Por no tener vicio alguno, no fuma, y tambi&eacute;n porque el fumar le parece
+plebeyo, apestoso, impropio de un Castell-Bourdac y en plena disonancia
+con el ideal del atildado y noble cortesano del antiguo r&eacute;gimen tal como
+&eacute;l se le representa.</p>
+
+<p>El Bar&oacute;n no debe nada a nadie y nadie puede jactarse de que &eacute;l le haya
+pedido dinero prestado.</p>
+
+<p>Cada d&iacute;a come en una casa distinta. Es muy buscado y est&aacute; convidado a
+las mejores mesas, as&iacute; por su divertida conversaci&oacute;n, como por su
+extraordinaria fama de hondo conocedor y perito en todas las artes del
+deleite. El Bar&oacute;n pasa por el <i>gourmet</i> m&aacute;s delicado que hoy vive,
+paladea y olfatea en Francia. No es rico para pagar unos convites con
+otros, ni es zafio tampoco para pagarlos de otra manera sin el menor
+disimulo; pero, quiz&aacute;s sin pensarlo, paga los obsequios que recibe y no
+hay quien le tilde de <i>pique-assiette</i> o de par&aacute;sito. Los cumplea&ntilde;os,
+las bodas y otras festividades le ofrecen ocasi&oacute;n, que &eacute;l aprovecha, de
+pagar cumplidamente cuantos obsequios recibe. En suma, y en mi opini&oacute;n,
+que creo fundada, el Bar&oacute;n es un modelo de cortesan&iacute;a. S&oacute;lo han podido
+los maldicientes echarle en cara un defecto, del que, a mi ver, se ha
+corregido. El defecto, si lo es, consiste en su extremada galanter&iacute;a,
+muy en desacuerdo para muchos con la edad provecta a que ha llegado.
+Conceden sus cr&iacute;ticos censores que &eacute;l, en su juventud, hizo brillantes
+conquistas y cautiv&oacute; no pocos corazones ind&oacute;mitos y soberbios, pero
+a&ntilde;aden que hace ya m&aacute;s de veinte a&ntilde;os que debe el Bar&oacute;n recogerse a buen
+vivir y reposarse sobre sus laureles.</p>
+
+<p>Mucho disto yo de seguir semejante parecer. Desde que conoc&iacute; al Bar&oacute;n,
+trece o catorce a&ntilde;os ha, he opinado lo contrario. Hay belleza, elegancia
+y distinci&oacute;n para todas las edades, con tal de que no falten la salud y
+el aseo. Y como el Bar&oacute;n est&aacute; saludable y es aseado y pulcro, yo le
+hall&eacute; y le hallo siempre muy agradable persona y adem&aacute;s un hermoso
+viejo. Por otra parte, como el alma humana es inmortal, no hay vejez que
+valga contra ella, mientras no se destruyan o deterioren en extremo los
+aparatos y &oacute;rganos que la ponen en relaci&oacute;n con el mundo y le sirven de
+medio para pensar y sentir y para expresar lo que piensa y siente
+mientras en el cuerpo est&aacute; encerrada. Sea como sea, y a fin de que no
+digas que me quiebro de sutil, prescindir&eacute; de m&aacute;s aclaraciones, y te
+dir&eacute; con llaneza que el Bar&oacute;n se prend&oacute; de m&iacute; y me hizo muy respetuosa y
+finamente la corte.</p>
+
+<p>Yo me lisonjeo de no haber tenido jam&aacute;s ciertos defectos que se
+atribuyen, as&iacute; a los que llaman en Francia <i>parvenus</i> como a los que en
+Espa&ntilde;a llaman cursis. Sin duda a la aparici&oacute;n en m&iacute; de estos defectos se
+ha opuesto el orgullo. No he anhelado ni buscado para darme tono el
+trato y la amistad de personas encumbradas por nacimiento, educaci&oacute;n y
+riqueza. Naturalmente me he encontrado yo y me encuentro tan distinguida
+como si hubiera nacido en la p&uacute;rpura y no me hubiera echado al mundo la
+Pascuala, sabe Dios en qu&eacute; zahurda. No pod&iacute;a yo esperar, por
+consiguiente, que el influjo o el arrimo de sujetos aristocr&aacute;ticos
+viniese a prestarme como un reflejo de su valer. Cre&iacute;a yo y creo tener
+luz propia, dig&aacute;moslo as&iacute;, y que no la necesito prestada. No s&eacute; si
+aplaudir&aacute;s o censurar&aacute;s esta vanidad m&iacute;a. Yo te confieso que la tengo
+para confesarte adem&aacute;s que el Bar&oacute;n me adul&oacute; esta vanidad, sin artificio
+y por manera irresistible. El Bar&oacute;n procuraba demostrarme con evidencia,
+empleando para ello muy elocuentes palabras, que yo, sobre ser hermosa,
+pose&iacute;a tal majestad en el gesto, en los modales y en todo, que m&aacute;s
+parec&iacute;a una princesa o una emperatriz que una perdida plebeya, puesta
+casualmente en zancos por su enlace con un ricacho usurero.</p>
+
+<p>El arte y el ingenio con que el Bar&oacute;n iba insinuando en mi alma estas
+lisonjas me ten&iacute;an cada vez m&aacute;s hechizada. El Bar&oacute;n me comprende bien,
+pensaba yo, y cuando tan bien me comprende se&ntilde;al es, y prueba es
+clar&iacute;sima, de la elevaci&oacute;n y de la agudeza de su entendimiento. As&iacute;
+infundi&oacute; el Bar&oacute;n en mi pecho la amistad m&aacute;s acendrada hacia &eacute;l.</p>
+
+<p>H&iacute;zose mi <i>cavaliere servente</i>, y yo me deleitaba y hasta me
+enorgullec&iacute;a de que me acompa&ntilde;ara y me sirviera.</p>
+
+<p>Con modesta timidez, que de su ancianidad se originaba, el Bar&oacute;n empez&oacute;
+con suav&iacute;simo tiento y cautela a mostrarse enamorado de m&iacute;, pero sin
+persistir en sus manifestaciones para no cansarme, refrenando su
+vehemencia para evitar mi enojo, y haci&eacute;ndolas, cuando las hac&iacute;a, como
+por un arranque involuntario y muy a despecho suyo.</p>
+
+<p>&iquest;Quieres creer que con tal proceder el Bar&oacute;n me enterneci&oacute;, y cautiv&oacute; en
+cierto modo mi esp&iacute;ritu? Mi estimaci&oacute;n y mi amistad se las ten&iacute;a ya
+ganadas por completo. Despu&eacute;s, poco a poco y al comp&aacute;s que &eacute;l iba siendo
+m&aacute;s atrevido y m&aacute;s expl&iacute;cito, fueron despert&aacute;ndose en m&iacute; aquellas ideas,
+pasiones o inclinaciones, pues no s&eacute; c&oacute;mo las llame, que siempre, a
+pesar del freno religioso y a falta del freno del orgullo y del decoro
+en este particular, han hecho de m&iacute; lo que rudamente podemos llamar una
+mujer liviana, o m&aacute;s bien han impedido que yo no quiera, ni pueda, ni
+logre nunca desechar de m&iacute; la liviandad primitiva. Consider&eacute; al Bar&oacute;n
+herido, y tuve piedad de &eacute;l y pens&eacute; en el b&aacute;lsamo que pod&iacute;a curarle. Mi
+generosa piedad fue aguijoneada por algo a modo de remordimientos. Me di
+a cavilar que con mis favores amistosos, aunque concedidos sin malicia,
+con mi dulce abandono cuando le ten&iacute;a a mi lado, con el mal disimulado
+placer con que yo o&iacute;a sus requiebros, y hasta con mi re&iacute;r y burlar
+cuando me hablaba de su cari&ntilde;o, hab&iacute;a sido yo una desalmada coqueta, que
+hab&iacute;a robado la tranquilidad de aquel se&ntilde;or excelente y hab&iacute;a levantado
+en el mar pac&iacute;fico de su ya fatigado coraz&oacute;n la m&aacute;s deshecha borrasca.
+Casi o sin casi, me cre&iacute; en la ineludible obligaci&oacute;n de apaciguarla para
+descargo de mi conciencia. En fin, y sin m&aacute;s pre&aacute;mbulos, en una tarde de
+invierno, a las cinco, hora en que suele tomarse el t&eacute;, cit&eacute; al Bar&oacute;n,
+como recientemente te tengo citado a ti, para que viniese a tomarle
+conmigo a solas. Mis jaquecas un tanto cuanto imaginarias han persistido
+siempre. Aquella tarde para todos tuve jaqueca menos para el Bar&oacute;n. Este
+acudi&oacute; a la hora justa, lleno de gratitud, contento y ufan&iacute;a. Parec&iacute;a
+remozado por virtud de una poci&oacute;n m&aacute;gica o por hechizos del amor. Entr&oacute;,
+me salud&oacute; y se lleg&oacute; a m&iacute; con la gracia, desenfado y ligereza de un
+pollo o <i>gomoso</i>, no de nuestro siglo decadente, sino de otras edades
+caballerescas en que fueron los hombres de temple m&aacute;s recio y m&aacute;s fino.
+Yo, con el pretexto de la jaqueca, estaba en el m&aacute;s cuidadoso y esmerado
+<i>n&eacute;glig&eacute;</i>. Mi vestidura era una elegant&iacute;sima bata de flexible seda.</p>
+
+<p>Pocas mujeres pueden hacer lo que yo hice entonces y puedo hacer y hago
+todav&iacute;a. Cuando el cors&eacute; me enoja no le llevo, y nada, absolutamente
+nada, se humilla falto de sost&eacute;n y baja de su sitio: todo permanece
+firme como el m&aacute;rmol y el bronce. Perdona que entre en estas
+menudencias. Mi presunci&oacute;n tiene alguna disculpa por lo no comunes que
+son las cualidades de que me jacto. Importa adem&aacute;s consignar esta
+circunstancia de mi <i>toilette</i> para que se entienda lo que ocurri&oacute; en
+seguida.</p>
+
+<p>No estar&iacute;a bien que yo paso a paso te lo refiriese todo. Baste decir que
+pronto not&eacute;, en medio de las vivas muestras de cari&ntilde;o que el Bar&oacute;n
+quer&iacute;a darme, no s&eacute; qu&eacute; disgusto, no s&eacute; qu&eacute; penoso rubor en su cara.
+Cre&iacute; entender lo que aquello significaba y me apesadumbr&eacute; por &eacute;l. En
+esto se abri&oacute; un poco mi bata y hubo de descubrirse mi garganta: no
+mucho m&aacute;s que lo que en un baile o en una recepci&oacute;n de etiqueta se deja
+ver al p&uacute;blico. El sonrojo y la turbaci&oacute;n de mi amigo subieron entonces
+de punto. Pero &iexcl;qu&eacute; imaginaci&oacute;n tan poderosa y tan socorrida la suya!</p>
+
+<p>Por dicha llevaba yo, pendiente del cuello en una cadenita de oro muy
+sutil, una peque&ntilde;a medalla de plata, representando la Virgen de Araceli,
+patrona de la ciudad de Lucena.</p>
+
+<p>Fij&oacute; el Bar&oacute;n la vista en la medalla y la tom&oacute; entre sus dedos, para
+examinarla mejor.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;De d&oacute;nde procede esta medalla?&mdash;pregunt&oacute; con curiosidad tal, que
+parec&iacute;a embargar su esp&iacute;ritu y distraerle de los otros objetos.</p>
+
+<p>&mdash;Es el &uacute;nico recuerdo que conservo de mi madre, contest&eacute; yo, como era la
+verdad.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y c&oacute;mo se llamaba tu madre?</p>
+
+<p>&mdash;Pascuala, le dije.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Oh inescrutables designios del cielo!, exclam&oacute; el Bar&oacute;n, arrancando de
+su pecho un hondo suspiro que se dir&iacute;a que le desahogaba.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; pasa?&mdash;pregunt&eacute; yo imaginando que el Bar&oacute;n iba a desmayarse.</p>
+
+<p>&mdash;Esa medalla, dijo el Bar&oacute;n, se la di yo a tu madre cuando estuve en
+Andaluc&iacute;a hace cuarenta y pico de a&ntilde;os. Entonces... fuimos muy amigos...
+&iquest;no me comprendes?</p>
+
+<p>Me entr&oacute; al o&iacute;r esta pregunta tan feroz gana de re&iacute;r, que a duras penas
+pude contenerme, temerosa de que el Bar&oacute;n se ofendiera.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Ah!, s&iacute;, te comprendo, dije al cabo, y di rienda suelta a mi alegr&iacute;a,
+riendo ya sin temor.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Hija del alma!&mdash;dijo el Bar&oacute;n con tan profundo acento y con tantas
+apariencias de estar convencido, que sin duda empez&oacute; desde aquel punto a
+dar por cierto y por evidente lo que de improviso hab&iacute;a imaginado. Ello
+es que ambos salimos muy agradablemente de aquel a modo de apuro,
+troc&aacute;ndose de s&uacute;bito nuestra amistad y nuestro conato de amor anacr&oacute;nico
+en el santo y puro afecto de un padre y de una hija.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Padre m&iacute;o!&mdash;dije yo y ech&eacute; al Bar&oacute;n los brazos al cuello.</p>
+
+<p>Despu&eacute;s de esta dulc&iacute;sima expansi&oacute;n, llam&eacute; a <i>Madame</i> Duval para que nos
+hiciese compa&ntilde;&iacute;a. Con el debido sigilo le revel&eacute; nuestro parentesco, de
+que ella se maravill&oacute; y holg&oacute; mucho. Luego charlamos los tres a
+c&aacute;ntaros. Con lo ameno de la conversaci&oacute;n se nos olvid&oacute; tomar el t&eacute; y
+lleg&oacute; la hora de la comida.</p>
+
+<p>La imprevista anagn&oacute;risis, como el Bar&oacute;n la llamaba, fue solemnizada con
+un exquisito <i>petit diner fin</i> en que se luci&oacute; mi cocinera, <i>cordon
+bleu</i> de primera fuerza, y brindamos los tres a la persistencia del
+santo lazo reci&eacute;n descubierto y reanudado, primero con <i>Chateau Iquem</i>,
+y a los postres con tintilla de Rota, mi casi paisana. No hubo
+<i>champagne</i>, porque ni el Bar&oacute;n ni yo gustamos de ese vino, con alg&uacute;n
+pesar de <i>Madame</i> Duval, que gusta de &eacute;l m&aacute;s que de nada.</p>
+
+<p>Mi pobrecita hija Luc&iacute;a, que apenas contaba entonces siete a&ntilde;os,
+inocente como un &aacute;ngel, luminosa, bella y serena como el lucero del
+alba, fue la cuarta persona que estuvo en la mesa y comi&oacute; con nosotros.
+Con ojos algo espantados y sin comprender nada, se alegr&oacute; de hallarse
+repentinamente con un abuelito, y m&aacute;s aun cuando el Bar&oacute;n, que es bueno
+e ingenioso y muy a prop&oacute;sito para divertir a los ni&ntilde;os, le cont&oacute; tres o
+cuatro cuentos fant&aacute;sticos e infantiles, y le hizo varios juegos de
+prestidigitaci&oacute;n con no escasa maestr&iacute;a.</p>
+
+<p>Admirable es el encadenamiento de las cosas, y c&oacute;mo de ciertas causas
+nacen a veces los efectos m&aacute;s imprevistos. &iquest;Qui&eacute;n hubiera podido
+imaginar que del descubrimiento de mi padre y de su aparici&oacute;n algo
+c&oacute;mica, hab&iacute;an de resultar tan serias modificaciones y hasta cambios en
+la direcci&oacute;n de mi vida? Sin embargo, as&iacute; aconteci&oacute;. Lo que para salir
+de su atolladero invent&oacute; de s&uacute;bito el Bar&oacute;n y yo acept&eacute; con risa,
+hall&aacute;ndolo disparatadamente gracioso, &eacute;l y yo lo fuimos tomando m&aacute;s por
+lo serio cada d&iacute;a, y por virtud de nuestra voluntad atamos nuestras
+almas con lazo tan limpio y tan fuerte como si &eacute;l fuese en realidad mi
+padre y yo su hija.</p>
+
+<p>De esta ficci&oacute;n, que apenas ya me lo parec&iacute;a, brot&oacute; en mi esp&iacute;ritu un
+sentimiento jam&aacute;s experimentado por m&iacute;: algo de m&aacute;s fervoroso que la
+amistad; algo en que no entraba por nada el vehemente anhelo de los
+sentidos y algo que no era tampoco eso que llaman amor plat&oacute;nico y puro.
+Este sentimiento lleg&oacute; a ser m&aacute;s puro y m&aacute;s grave que el amor plat&oacute;nico.
+Olvidada yo de que nac&iacute;a de una mentira, le vi nacer en m&iacute; con sorpresa
+y deleite, y le cuid&eacute; con esmero para que creciese y floreciese.</p>
+
+<p>Yo no niego ni afirmo la existencia de lo que llaman amor plat&oacute;nico;
+pero, si existe, hallo en &eacute;l, mientras vivimos esta vida mortal y
+tenemos el alma en el cuerpo, y cuando son los que se aman mujer y
+hombre, un no s&eacute; qu&eacute; de incompleto y aun de monstruoso.</p>
+
+<p>No es, en verdad, amor, ni merece tan santo nombre, lo que yo he sentido
+y conocido desde la bajeza impura en que nac&iacute; hasta el d&iacute;a de hoy. S&oacute;lo
+es amor, cumplido y entero, el que yo columbr&eacute; remotamente entre los
+brazos de Juan Maury, y que por mi indignidad o por mi desgracia no pude
+alcanzar nunca.</p>
+
+<p>Del amor cumplido y entero, exclusivo y honrado desist&iacute; desde entonces,
+consider&aacute;ndole para m&iacute; imposible.</p>
+
+<p>El lazo afectuoso que hace a&ntilde;os al Bar&oacute;n me une, no es amor ni amistad,
+porque es m&aacute;s apretado lazo que el que ata a los amigos, y porque es m&aacute;s
+espiritual y cae menos bajo el influjo de los sentidos que el amor m&aacute;s
+plat&oacute;nico y m&aacute;s puro.</p>
+
+<p>Yo he le&iacute;do y aprendido mucho en estos &uacute;ltimos a&ntilde;os. Pocos escritos me
+han encantado m&aacute;s, como divino ensue&ntilde;o po&eacute;tico, que las &uacute;ltimas &aacute;ureas
+p&aacute;ginas del libro de Baltasar Castiglione, titulado <i>El Cortesano</i>. All&iacute;
+explica el ingenioso, sutil y elocuente Pedro Bembo c&oacute;mo se complace y
+cu&aacute;nto goza el amante en la contemplaci&oacute;n de la mujer amada, vi&eacute;ndola,
+oy&eacute;ndola y hasta mereciendo de ella ciertos delicados e inocentes
+favores, entre los cuales pone el de abandonar por largo rato en las
+manos de &eacute;l las manos de ella, y hasta el de dar y recibir, con mero
+contentamiento espiritual y sin sensualidad alguna, besos en la boca, a
+fin de que all&iacute; acudan las almas y se unan y compenetren, como cuentan
+que le sucedi&oacute; a Plat&oacute;n con su amiga, que hubo de ser la linda
+Arqueanasa.</p>
+
+<p>Sin duda que esto es muy bonito, pero no veo yo c&oacute;mo ha de ser el medio
+para encumbrarse a la contemplaci&oacute;n, primero de la belleza universal,
+donde se encierran y cifran todas las bellezas individuales, y despu&eacute;s a
+la eterna y perenne fuente de la belleza creada e increada, en cuyas
+llamas arda nuestro esp&iacute;ritu como ardi&oacute; Alcides en la cumbre del monte
+Oeta, y por cuyo fuego seamos arrebatados al emp&iacute;reo como Enoch y El&iacute;as.</p>
+
+<p>Repito que todo esto me parece muy bien para le&iacute;do en el libro que he
+citado, pero no en la pr&aacute;ctica. Por eso doy gracias al cielo de que el
+Bar&oacute;n haya inventado tan a tiempo su paternidad. Dios me preserve de que
+&eacute;l, por la contemplaci&oacute;n est&aacute;tica de mi hermosura, y de que yo,
+prodig&aacute;ndole los referidos favores, aspiremos tambi&eacute;n a remontarnos al
+emp&iacute;reo. M&aacute;s f&aacute;cil ser&iacute;a resbalar por este camino y caer en inmundicia,
+que subir, purificados y gloriosos, como el solitario del Carmelo, en el
+ardiente carro.</p>
+
+<p>En suma, lo excelente que tuvieron mis relaciones con el Bar&oacute;n desde que
+se convirti&oacute; en mi padre, fue lo neutral, lo apacible, lo manso y lo sin
+sexo ni siquiera plat&oacute;nico, con que se se&ntilde;alaron. El Bar&oacute;n casi dej&oacute; de
+admirarme como hermosa, a fin de quererme, de atenderme y de servirme
+como buena.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>No soy yo alegre y regocijada por mera y espont&aacute;nea energ&iacute;a de mi
+esp&iacute;ritu. Lo he sido y lo soy tambi&eacute;n porque me impongo, porque me
+decreto la alegr&iacute;a. Las cosas no pueden estar mejor de lo que est&aacute;n. Me
+parecer&iacute;a ingratitud para con Dios, si yo me quejase. Desde lo m&aacute;s hondo
+de la abyecci&oacute;n impura he logrado elevarme a una esfera brillante y
+relativamente limpia. Soy rica, libre, respetada, a pesar de mis
+extrav&iacute;os, y considerada y atendida en cierta sociedad, que tendr&aacute; sus
+m&aacute;culas, pero a la que alg&uacute;n respeto se concede. Claro est&aacute; que yo,
+aspirando siempre a lo m&aacute;s perfecto, ora supongo que hay, ora si no hay,
+gustar&iacute;a de que hubiese, una sociedad m&aacute;s escogida, elegante y honrada,
+un c&iacute;rculo de gente m&aacute;s selecta, dentro del cual fuese yo digna de
+colocarme. Pero jam&aacute;s me conformar&iacute;a yo a ser recibida en ese c&iacute;rculo
+por indulgente piedad; a que ese c&iacute;rculo descendiese de su nivel para
+recibirme, a que entendiesen los que viven en &eacute;l que con su trato me
+purificaban o me realzaban. Para esto prefiero estar donde estoy, y aun
+me resignar&iacute;a a estar mucho m&aacute;s abajo.</p>
+
+<p>Completa es, por lo tanto, mi conformidad con mi posici&oacute;n y con mi
+suerte.</p>
+
+<p>Tengo adem&aacute;s grandes motivos de satisfacci&oacute;n y contento. Mi salud es
+inmejorable y mi mocedad se dir&iacute;a que no acaba. &iquest;Para qu&eacute; he de fingir
+modestia contigo? Me encuentro ahora m&aacute;s bella, m&aacute;s lozana, que cuando
+nos ve&iacute;amos en el <i>Retiro de Camoens</i>. Imag&iacute;name entonces como mata de
+azalea sin flor a&uacute;n y toda verde, e imag&iacute;name ahora como la misma planta
+con toda la pompa y las galas de sus abiertas flores.</p>
+
+<p>Aduladora es mi <i>mucamba</i>, que sigue siempre llam&aacute;ndome su ni&ntilde;a; pero no
+creo que me adula cuando salgo del ba&ntilde;o y me enjuga y me mira con
+agradable pasmo, y suele decirme:</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Ay, ni&ntilde;a, ni&ntilde;a!, cada d&iacute;a est&aacute;s m&aacute;s hermosa. &iexcl;Bienaventurado el que
+as&iacute; te vea!</p>
+
+<p>Lo que es yo me miro tambi&eacute;n con complacencia en grandes y opuestos
+espejos y me siento en perfecta consonancia con el parecer de Petronila.</p>
+
+<p>Te lo confesar&eacute; todo: cuando Petronila me deja sola, incurro en una
+puerilidad que no s&eacute; decidir si es inocente o viciosa. S&oacute;lo s&eacute; que es
+acto meramente contemplativo; que es desinteresada admiraci&oacute;n de la
+belleza; No es groser&iacute;a sensual, sino platonismo est&eacute;tico lo que hago.
+Imito a Narciso; y sobre el haz fr&iacute;a del espejo aplico los labios y beso
+mi imagen. Esto s&iacute; que es platonismo, me digo entonces. Esto es el amor
+de la hermosura por la hermosura: la expresi&oacute;n del cari&ntilde;o y del afecto
+hacia lo que Dios hizo manifestada en un beso candoroso que en el vano e
+incorp&oacute;reo reflejo se estampa.</p>
+
+<p>Ya ves t&uacute; que te hablo hasta de mi sencilla fatuidad y que te declaro
+todas mis venturas. Bien es que sepas tambi&eacute;n lo que durante mucho
+tiempo he procurado ocultarme a m&iacute; misma, lo que yo veo distintamente
+con susto y con pena y lo que me duele confesarte.</p>
+
+<p>Como si de un lago tranquilo surgiese de repente un monstruo, como si en
+una pradera cubierta de olorosas hierbas y flores viese yo bullir, por
+bajo de ellas, multitud de escorpiones y de v&iacute;boras, as&iacute;, en medio de
+mis alegr&iacute;as y placeres, surge a menudo, desde hace tiempo y desde lo
+m&aacute;s intr&iacute;nseco de mi ser, un desconsuelo, una melancol&iacute;a, una amargura
+que me esfuerzo por ahogar o remediar y no lo consigo.</p>
+
+<p>No es hast&iacute;o: yo no estoy ni fatigada ni hastiada. No es desilusi&oacute;n: las
+ilusiones, si alguna vez las he tenido, jam&aacute;s me han contentado con su
+falacia y antes he celebrado que deplorado el perderlas. La causa de mi
+mal es mi ambici&oacute;n trascendente; mi empe&ntilde;o de ir en busca de un ideal
+para m&iacute; inasequible; el vano prop&oacute;sito de borrar de mi ser las
+indelebles manchas, con cuyo germen al menos nac&iacute; manchada. Este mal,
+que en m&iacute; no tiene cura ni remedio, quise curarle y remediarle yo en
+otro ser amado, que me pertenece, que ha nacido de mis entra&ntilde;as.</p>
+
+<p>Mi prop&oacute;sito de educar altamente a mi hija fue corrobor&aacute;ndose cada vez
+m&aacute;s. De &eacute;l hice el m&aacute;s noble fin de mi vida. Luc&iacute;a, si mi deseo se
+realizaba, hab&iacute;a de ser limpio dechado de castidad, de pureza y de
+cuantas excelencias y virtudes pueden sublimar y glorificar a un alma
+humana en esta baja tierra.</p>
+
+<p>Prev&iacute; un peligro, prev&iacute; para m&iacute; el m&aacute;s enorme de los infortunios, pero
+arrostr&eacute; el peligro con valor porque sobre todo prevalec&iacute;a mi af&aacute;n de
+que ella fuese perfecta, inmaculada, tan hermosa como yo de cuerpo y mil
+y mil veces m&aacute;s hermosa de alma; conseguido esto, me sent&iacute;a yo con
+fortaleza bastante para sufrir que ella, desde la elevaci&oacute;n moral en que
+iba a verse, tuviera harto involuntariamente que despreciarme y que
+avergonzarse de m&iacute;. Movida yo por esta pasi&oacute;n, tuve por principal empleo
+hasta que Luc&iacute;a cumpli&oacute; doce a&ntilde;os, el cultivar su coraz&oacute;n y su mente con
+el m&aacute;s activo desvelo. Yo misma, ocult&aacute;ndole con recato cuidadoso cuanto
+yo pensaba y sab&iacute;a de malo, la instru&iacute; en todo lo bueno y santo que mi
+alma hab&iacute;a conservado o aprendido.</p>
+
+<p>Mi fe religiosa, profunda en mi mocedad y consuelo en mi abyecci&oacute;n de
+entonces, o hab&iacute;a sido combatida por dudas o se hab&iacute;a bastardeado,
+combin&aacute;ndose con ideas filos&oacute;ficas que tal vez quebrantaban su entereza
+con el pretexto de ensanchar un estrecho molde donde imaginaban que su
+grandeza no ten&iacute;a cabida. As&iacute; es que busqu&eacute; y hall&eacute; a un virtuoso e
+ilustrado sacerdote que completase la educaci&oacute;n moral y religiosa de
+Luc&iacute;a sin inficionarla con los elementos heterodoxos con que mi fe se
+hab&iacute;a pervertido.</p>
+
+<p>No acierto a ponderarte el miedo que ten&iacute;a yo de que Luc&iacute;a descubriese
+mi indignidad; el recato con que viv&iacute; para que no comprendiese ella o
+para que tardase en comprender mis faltas y pecados, y cu&aacute;nto vigil&eacute;
+para que ning&uacute;n pensamiento impuro penetrase en la mente de ella; y, lo
+que es imposible cuando un ser humano es inteligente, para perpetuar en
+su esp&iacute;ritu la ignorancia de lo malo y de lo vicioso.</p>
+
+<p>Recelando yo que esta ignorancia de Luc&iacute;a se disipase y que ella abriese
+los ojos y me viese tal como soy, no me sosegu&eacute; hasta que, haciendo un
+inmenso sacrificio en separarme de ella, la hice entrar, desde poco
+despu&eacute;s que cumpli&oacute; doce a&ntilde;os, en el convento del Sagrado Coraz&oacute;n de
+Jes&uacute;s, donde permaneci&oacute; hasta los diecisiete.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Muchas veces sal&iacute;a mi hija del convento y ven&iacute;a a pasar algunos d&iacute;as
+conmigo. Con m&aacute;s frecuencia iba yo al convento a visitarla y a hablar
+con ella.</p>
+
+<p>Mi amor y mi vanidad de madre estaban cada d&iacute;a m&aacute;s lisonjeados. Luc&iacute;a
+iba creciendo en hermosura y en natural elegancia. Algo hab&iacute;a en ella de
+parecido a m&iacute;, pero se parec&iacute;a mucho m&aacute;s a su padre. No envidiosa sino
+encantada notaba yo que hab&iacute;a en todo su ser corporal algo de m&aacute;s
+aristocr&aacute;tico que en el m&iacute;o. Era adem&aacute;s blanca y rubia, mientras que yo
+soy pelinegra y trigue&ntilde;a. Mis ojos son verdi-oscuros; los suyos azules
+como el cielo. Yo soy alta y esbelta: ella es m&aacute;s esbelta y m&aacute;s alta que
+yo, aunque igualmente bien proporcionada. Para que comprendas bien la
+diferencia que hay entre nosotras, te dir&eacute;, aunque peque yo de
+presumida, que mi estampa retrae al pensamiento la de una diosa del
+gentilismo, y la suya la de una <i>madonna</i> de antes de Rafael.</p>
+
+<p>Las caricias y las alabanzas, que yo le prodigaba, eran siempre
+tiernamente recibidas y pagadas por ella. Hab&iacute;a, sin embargo, entre
+nosotras no poco que limitaba la expansi&oacute;n. No me atrev&iacute;a yo a hablarle
+de ciertos puntos. Le dec&iacute;a que era su madre, pero no le dec&iacute;a de qu&eacute;
+suerte era su madre, como deseando que lo ignorara. Y salvo en lo
+indiferente y en las relaciones entre ella y yo desde que naci&oacute; ella,
+pon&iacute;a yo en toda mi vida, cuando con ella hablaba, un sigilo harto
+embarazoso.</p>
+
+<p>Intenciones tuve a veces de confesarme con ella: de decirle mis faltas
+para que ella las perdonase. Pero pronto un orgullo, en mi sentir bien
+entendido, me hac&iacute;a desechar aquella tentaci&oacute;n. Era preferible que ella
+supiese por otras personas qui&eacute;n yo era y no que lo supiese por m&iacute;
+misma. Yo no me podr&iacute;a resistir al deseo de justificarme o al menos de
+disculparme; y de aqu&iacute; podr&iacute;an originarse dos casos que igualmente me
+horrorizaban. O bien que, al disculparme yo, ella aceptase como buena y
+como plausible mi disculpa, y entonces la elevaci&oacute;n de su moralidad se
+relajar&iacute;a, siendo yo su maestra y su iniciadora en liviandades; o bien
+que ella, con severo criterio, all&aacute; en el centro de su alma y aunque no
+me lo dijese, rechazara mis disculpas, y tal vez sospechara, a pesar
+suyo, que yo le daba lecciones infames, y que, acaso sin querer, pero
+arrastrada por mis instintos perversos, ansiaba rebajarla a mi nivel,
+aunque s&oacute;lo fuese para que ella mejor me amase.</p>
+
+<p>Tales cavilaciones fueron la causa de mi silencio.</p>
+
+<p>Por mi desdicha, es absurdo imaginar que una virgen, una santa, una
+criatura inmaculada y pur&iacute;sima, si no es tonta, permanezca siempre a
+obscuras y con los ojos del alma completamente cerrados para todo cuanto
+hay en el mundo que no es honesto. La honestidad, la castidad y hasta la
+inocencia m&aacute;s columbina, consisten en abominar de lo malo y no en
+ignorarlo del todo, como si no existiera. Luc&iacute;a, pues, austera, virtuosa
+y sin ning&uacute;n pensamiento feo, y sin ninguna imagen impura que enturbiase
+el claro espejo de su conciencia, reflej&aacute;ndose en &eacute;l, no pudo menos de
+saber al cabo y supo del mal, y fue conociendo poco a poco todo cuanto
+de este mal en m&iacute; hab&iacute;a. Call&aacute;ndome siempre, pero con mirada
+escrutadora, procuraba yo, con curiosidad irresistible, penetrar en el
+centro de su alma, y ver el progreso que iba haciendo all&iacute; el
+conocimiento del mal y los estragos y la ruina que este conocimiento
+hac&iacute;a en el buen concepto que ella de m&iacute; ten&iacute;a formado. Grand&iacute;simo pesar
+me causaba lo que acabo de querer explicarte. El amor maternal, no
+obstante, y casi tanto como el amor maternal uno a modo de orgullo de
+artista que se deleita en su obra, siempre me impidieron desear, en el
+juicio de Luc&iacute;a, la menor indulgencia que implicase relajaci&oacute;n o
+quebranto en la ley por cuya virtud su esp&iacute;ritu hab&iacute;a de dictar un
+fallo.</p>
+
+<p>Ya se entiende que todo esto lo ve&iacute;a o lo cre&iacute;a ver yo como si mi mirada
+penetrase en los m&aacute;s abismados pensamientos de mi hija. Lo que es ella,
+nunca dejaba de mostrarse tan cari&ntilde;osa conmigo como con ella yo, y tan
+respetuosa como la hija m&aacute;s cristianamente educada.</p>
+
+<p>Despu&eacute;s de nuestros deberes para con Dios, los mandamientos de su ley
+ordenan que respetemos y honremos a nuestros padres. &iquest;C&oacute;mo hubiera
+podido Luc&iacute;a faltar nunca en lo m&aacute;s m&iacute;nimo a este mandamiento? Ella,
+adem&aacute;s, me amaba y me ama, porque ha nacido de mis entra&ntilde;as y porque es
+mi sangre y porque recuerda y agradece mis mimos, mi ternura, el esmero
+con que la he criado, y hasta esa misma elevaci&oacute;n moral y religiosa a
+que he procurado elevarla, qued&aacute;ndome yo tan lejos y tan por bajo de
+ella.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Jam&aacute;s he tenido la tentaci&oacute;n de destruir mi obra; de hacer que Luc&iacute;a
+baje hasta m&iacute; desde la altura en que la he puesto. Pero, a veces me
+pregunto: &iquest;no fue delirio ponerla en esa altura?</p>
+
+<p>A este prop&oacute;sito recordaba yo ciertas palabras de una dama andaluza que
+conoc&iacute; un verano en Biarritz cuando Luc&iacute;a no contaba a&uacute;n sino ocho a&ntilde;os
+de edad. Ten&iacute;a esta dama una hija de la misma edad que Luc&iacute;a. Las ni&ntilde;as
+se conocieron y jugaron juntas en el <i>Port Vieux</i>. Y por esto, y por ser
+espa&ntilde;olas ambas madres, y por lo franco y f&aacute;cil del trato en los lugares
+de ba&ntilde;os, trab&eacute; yo cierta amistad con la madre de la ni&ntilde;a, que se
+llamaba la se&ntilde;ora de Ben&iacute;tez. Su marido, D. Ambrosio, era un personaje
+pol&iacute;tico de cuarta o quinta magnitud, si bien con esperanzas m&aacute;s o menos
+fundadas de llegar a serlo de primera, ya que pose&iacute;a notable desenfado,
+gran facilidad de palabra y otras brillantes prendas. Por lo pronto, D.
+Ambrosio estaba como parado, por no decir extraviado en su carrera. O
+por haberse comprometido en conjuraciones y pronunciamientos, o sin
+necesidad y s&oacute;lo para contraer m&eacute;ritos y darse tono, gem&iacute;a en la
+emigraci&oacute;n. Verdad es que no era muy lastimero el gemido, porque cuando
+los suyos estuvieron en el poder, le hab&iacute;an enviado a Cuba de vista de
+una Aduana o no s&eacute; bien con qu&eacute; otro empleo en Hacienda. Al a&ntilde;o y medio
+cay&oacute; su partido y le dejaron cesante, pero &eacute;l no se hab&iacute;a dormido ni
+descuidado y hab&iacute;a aprovechado tan bien el tiempo, que pudo volver y
+volvi&oacute;, con no despreciables ahorros. As&iacute; pod&iacute;a esperar y esperaba sin
+sobrada angustia la vuelta al poder de su partido, para que le hiciese
+Director general, Ministro y qui&eacute;n sabe si Conde. Sus esperanzas eran
+grandes. Su mujer era quien no se las promet&iacute;a tan felices. La se&ntilde;ora de
+Ben&iacute;tez ten&iacute;a un car&aacute;cter apocado y siempre pronosticaba males y no
+bienes. Ella era lo contrario de D. Ambrosio, que ve&iacute;a el porvenir de
+color de rosa y que so&ntilde;aba con todos los refinamientos y primores del
+lujo y de la distinci&oacute;n suprema. La se&ntilde;ora de Ben&iacute;tez, a pesar de lo
+t&eacute;trica que era en el pronosticar, ten&iacute;a mil excelentes cualidades.
+Desde que, siendo estudiante D. Ambrosio y ella hija de la pupilera en
+cuya casa D. Ambrosio se hospedaba, ambos se amaron y se casaron, hab&iacute;a
+sido fiel, sufrida y hacendosa compa&ntilde;era de aquel hombre, gobernando la
+casa y cuidando de todo con ordenada econom&iacute;a y dando a D. Ambrosio, sin
+molestarle ni ofender su orgullo, los m&aacute;s juiciosos consejos. Ella se
+esforzaba, sobre todo, en esfumar los ensue&ntilde;os de grandeza de su marido,
+y en procurar que &eacute;ste no viniese a ser un Faetonte del <i>chic</i>, y
+acabase por caer despe&ntilde;ado.</p>
+
+<p>En el invierno que sigui&oacute; al verano y al oto&ntilde;o en que los conoc&iacute;,
+vinieron a Par&iacute;s ambos esposos a pasar una corta temporada. A ellos y a
+su ni&ntilde;a los obsequi&eacute; cuanto pude. Un d&iacute;a en que estaban los tres
+comiendo a mi mesa, mi cocinera estuvo inspirada. Don Ambrosio, que era
+francote a pesar de su vanidad, se entusiasm&oacute; con todos los platos que
+se sirvieron, y singularmente con un <i>chaud-froid</i> de <i>ortolans</i>, que en
+realidad fue una obra maestra. Mas &iexcl;oh, desgracia!, la ni&ntilde;a del Sr.
+Ben&iacute;tez comi&oacute; muy poco de todo. Lo que es el <i>chaud-froid</i>, por culpa de
+la gelatina que le envolv&iacute;a y por lo fr&iacute;o que estaba, le dio mucho asco
+y no consinti&oacute; en llev&aacute;rsele a la boca. Don Ambrosio perdi&oacute; con esto los
+estribos; no acert&oacute; a contenerse y deplor&oacute; en mi presencia con acerbas
+frases la ing&eacute;nita ordinariez de su hija, que no gustaba sino de
+alboron&iacute;a, chanfaina, pepitoria y sobreh&uacute;sa de bacalao. Herido con esto
+el orgullo maternal de la se&ntilde;ora de Ben&iacute;tez, habl&oacute; con elocuencia y
+refut&oacute; el parecer de su marido, dici&eacute;ndole para concluir:</p>
+
+<p>&mdash;Pues debieras dar gracias a Dios y no lamentarte de que sea as&iacute; tu
+hija, porque tal vez se quede para vestir santos, o bien se case con
+alg&uacute;n pobret&oacute;n que, en vez de darle a comer pajaritos sin hueso y
+rellenos de trufas, tenga que alimentarla, y gracias, con esos guisotes
+que t&uacute; desde&ntilde;as, aunque con ellos te has alimentado y bien robusto te
+has criado.</p>
+
+<p>Ya comprender&aacute;s t&uacute; de qu&eacute; manera aplicaba yo este caso a Luc&iacute;a y a m&iacute;.
+Y, sin embargo, aunque me parec&iacute;a atinado y juicioso lo que con relaci&oacute;n
+al refinamiento material dec&iacute;a la se&ntilde;ora de Ben&iacute;tez, yo segu&iacute;a
+hall&aacute;ndolo vil y grosero aplicado al refinamiento del alma. Lo que es en
+esto persist&iacute;a yo y me aferraba en ser m&aacute;s exquisita que D. Ambrosio.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Mi entendimiento vacila, cambia y duda mucho. Suele mirar las cosas por
+diversos lados, y seg&uacute;n el lado por donde las mira, las ve con aspecto
+distinto.</p>
+
+<p>Me inclino a creer que a todo el mundo le sucede lo mismo. La diferencia
+est&aacute; en que yo lo confieso, y son raras las personas que lo confiesan.</p>
+
+<p>Digo esto porque hasta en los momentos de mi mayor entusiasmo por la
+sublimidad moral y religiosa de Luc&iacute;a, asaltaban mi mente no pocas
+consideraciones que propend&iacute;an a echar por tierra el entusiasmo
+mencionado.</p>
+
+<p>Siempre me figuraba yo como leg&iacute;timo y bueno el andamio, la escala, la a
+modo de Torre de Babel que el alma construye a veces para encaramarse
+por ella y subir al cielo de su ideal m&aacute;s alto; pero importa que esta
+torre, andamio o lo que sea se construya sobre firme y s&oacute;lido cimiento
+de sentido com&uacute;n. De lo contrario, es casi seguro que cuando ya est&eacute; muy
+alta la torre y nos complazcamos y ufanemos en contemplarla, se cuartee
+por culpa de la base y acabe por hundirse lastimosamente en el ancho
+foso de tonter&iacute;a que la rodea.</p>
+
+<p>As&iacute; pensaba yo y as&iacute; me atormentaba al penetrar cada vez m&aacute;s en la mente
+de Luc&iacute;a y al recelar que en la direcci&oacute;n que yo hab&iacute;a dado al vuelo de
+su esp&iacute;ritu, hab&iacute;a acaso falta de tino. Pues qu&eacute;, &iquest;no pod&iacute;a ella ser
+todo lo santa que quisiese sin avergonzarse de m&iacute;, aunque fuese de un
+modo involuntario? &iquest;Si ella se hubiese criado en el abandono en que yo
+me cri&eacute;, hubiera sido m&aacute;s que yo virtuosa y honrada?</p>
+
+<p>En el abismo de mi alma ocultaba yo mis cavilaciones. No hallaba
+t&eacute;rminos con que declar&aacute;rselas a Luc&iacute;a, ni con qu&eacute; darle al menos leve
+indicio de ellas. Ignoro hasta qu&eacute; hondura penetrar&iacute;a Luc&iacute;a en mi
+conciencia y leer&iacute;a lo que all&iacute; pasaba. Lo que s&eacute; es que yo le&iacute;a en la
+conciencia de ella como en un libro abierto, donde las sanas doctrinas
+del ilustrado sacerdote que la hab&iacute;a educado, y las no menos sanas de
+las benditas madres del convento hab&iacute;an venido a combinarse con los
+rumores del mundo y con las mal&eacute;volas insinuaciones de las compa&ntilde;eras de
+colegio a quienes la envidia mov&iacute;a, y hab&iacute;an formado un amargo conjunto
+que menoscababa el respeto y que acibaraba y aun emponzo&ntilde;aba el amor de
+la hija a la madre.</p>
+
+<p>Sin duda en la mente de Luc&iacute;a hab&iacute;a llegado a formarse un concepto de m&iacute;
+harto peor que el merecido. Ella hubo de creerse hija de un padre hasta
+de m&iacute; misma ignorado.</p>
+
+<p>No creas t&uacute; por lo que aqu&iacute; manifiesto que Luc&iacute;a me mostrase el menor
+desv&iacute;o. Antes era cada vez para m&iacute; m&aacute;s entra&ntilde;ablemente afectuosa. Por
+gratitud, por deber y por natural inclinaci&oacute;n Luc&iacute;a me amaba.</p>
+
+<p>Modelo de cristiana humildad para con Dios, Luc&iacute;a era tan orgullosa o
+m&aacute;s orgullosa que yo en sus relaciones con el pr&oacute;jimo, salvo que mi
+vileza primitiva hab&iacute;a cortado las alas de mi orgullo y su orgullo ten&iacute;a
+alas, aunque estaba herido por mi culpa y por mi verg&uuml;enza.</p>
+
+<p>Una tristeza dulce y al parecer sin causa se pintaba en su rostro desde
+que sali&oacute; del convento. La llev&eacute; a paseos y tertulias, la vest&iacute; y la
+adorn&eacute; con los m&aacute;s elegantes trajes de moda, y procur&eacute; distraerla y
+alegrarla, pero todo fue en balde. Ella me confes&oacute; al cabo que ten&iacute;a la
+m&aacute;s decidida vocaci&oacute;n de abandonar el mundo y de entrar en el claustro.
+In&uacute;tiles fueron todas mis amonestaciones en contra; in&uacute;til la pintura
+que reiteradamente le hice de un porvenir brillante, honrado y tan
+dichoso y tan digno cuanto en este bajo mundo es posible. &iquest;Por qu&eacute; no
+hab&iacute;a ella de inspirar a un hombre y de sentir por un hombre que la
+mereciese el &uacute;nico y persistente amor que al pie de los altares se
+purifica y que un sacramento religioso ennoblece y ensalza?</p>
+
+<p>Todo por mi parte fue empe&ntilde;o vano. Luc&iacute;a persisti&oacute; en no ser esposa sino
+de Cristo, y fue tan resuelto su prop&oacute;sito que no pude atajar los
+primeros pasos que quiso dar para lograrle, y, harto a despecho m&iacute;o,
+hube de consentir en que se volviese al convento.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Sobre lo que tengo que contarte ahora, voy a pasar con rapidez como
+sobre ascuas. Aun as&iacute; me quemar&aacute; la sangre el recordarlo.</p>
+
+<p>Por amor, por devoci&oacute;n a mi hija, conceb&iacute; un proyecto tan sentimental
+como descabellado. A fin de realizarle me expuse a la m&aacute;s dura de las
+humillaciones.</p>
+
+<p>Mi ef&iacute;mero amante, el joven Secretario de la Legaci&oacute;n inglesa en R&iacute;o de
+Janeiro, no era ya Master John, era <i>Sir</i> John. Se hab&iacute;a transformado en
+un se&ntilde;or respetabil&iacute;simo de cuyas circunstancias hab&iacute;a yo tomado exactos
+informes. Era un personaje rico, notable e influyente en la pol&iacute;tica de
+su patria.</p>
+
+<p>Bien pod&iacute;a afirmarse que dominaba fuera de su casa y que dentro de ella
+estaba dominado. Trece a&ntilde;os hac&iacute;a que hab&iacute;a contra&iacute;do matrimonio con una
+noble <i>Lady</i>, bella, muy aristocr&aacute;tica y tan dotada de virtudes como de
+soberbia. Juan Maury ten&iacute;a de esta mujer tres hijos leg&iacute;timos; y, seg&uacute;n
+me contaron, si a ellos los amaba como padre, a ella la obedec&iacute;a y la
+acataba como rendido adorador a una diosa.</p>
+
+<p>All&aacute; en mis adentros, all&aacute; en lo m&aacute;s hondo y oculto de mi coraz&oacute;n, a&uacute;n
+descubr&iacute;a yo rastros del verdadero amor que, por &uacute;nica vez en mi vida y
+evocado por Juan Maury, hab&iacute;a pasado por mi alma, toc&aacute;ndola con sus alas
+e ilumin&aacute;ndola toda. Juan Maury nunca lo supo, ni lo presumi&oacute; siquiera.
+Durante el corto tiempo que me posey&oacute; me tuvo por una mujer galante: muy
+agradable, muy divertida, y nada m&aacute;s. Para &eacute;l aquellos nuestros amores
+no fueron m&aacute;s que amor&iacute;os.</p>
+
+<p>&iquest;C&oacute;mo pues me atrev&iacute; a considerar posible que Juan Maury, dieciocho o
+diecinueve a&ntilde;os despu&eacute;s, hab&iacute;a de llegar a saber que hab&iacute;a tenido de m&iacute;
+una hija y hab&iacute;a de estar tan seguro de ello que se allanase a
+reconocerla?</p>
+
+<p>Sin embargo, fue tan grande mi deseo de que mi hija supiese qui&eacute;n era su
+padre y de que &eacute;l declarase que lo era, que yo venc&iacute; mi repugnancia,
+humill&eacute; mi soberbia y acud&iacute; a Juan Maury con mi pretensi&oacute;n. Le escrib&iacute;
+varias cartas a las que no se dign&oacute; contestar, y yo sufr&iacute; y devor&eacute; su
+desprecio. Apel&eacute; entonces al confesor de mi hija, le puse en el secreto
+de todo y le di la comisi&oacute;n de ir a Inglaterra, de buscar a Juan Maury,
+de hablar con &eacute;l, de reiterarle mi pretensi&oacute;n y de exponerle mis planes.</p>
+
+<p>Mi hija era suya, y yo lo juraba por lo m&aacute;s sagrado. No necesitaba de la
+hacienda de &eacute;l. Yo era bastante rica y estaba dispuesta a dar desde
+luego m&aacute;s de la mitad de la m&iacute;a y el resto a mi muerte. Yo me conformaba
+asimismo con renegar de mi maternidad o con ocultarla, para que Juan
+Maury buscase y fingiese, para su hija, al reconocerla por tal, m&aacute;s
+decorosa madre que yo, y no casada sino soltera. Yo me compromet&iacute;a, si
+era necesario, a no volver a ver a mi hija para no contaminarla con mi
+contacto. A ella, si Juan Maury no quer&iacute;a tenerla en su casa, la podr&iacute;a
+tener bajo la custodia y autoridad de una ilustre y anciana parienta
+suya, viuda y sin hijos, y de quien sab&iacute;a yo que le amaba en extremo. De
+la virtud, de la limpieza y santidad de costumbres y del recato de Luc&iacute;a
+f&aacute;cil era que pudiese informarse Juan Maury. De su hermosura, de su
+distinci&oacute;n y de su talento, &eacute;l mismo pod&iacute;a juzgar, viniendo a visitarla
+en el convento en que ella estaba. Tal vez (en mi concepto casi de
+seguro) notar&iacute;a &eacute;l vi&eacute;ndola, por los rasgos de su fisonom&iacute;a y por todo
+su aspecto, que era ella de su casta y de su sangre. &iquest;Qu&eacute; recelo, qu&eacute;
+temor pod&iacute;a impedir a Juan Maury confesar a su mujer una culpa suya
+cometida cuatro o cinco a&ntilde;os antes de su casamiento, e impetrar su
+benepl&aacute;cito para expiar en parte dicha culpa reconociendo por hija y
+dando su nombre a la que de la culpa hab&iacute;a nacido? Ni los bienes de
+fortuna de Juan Maury sufrir&iacute;an con esto menoscabo, porque Luc&iacute;a era
+rica de por s&iacute; y nunca le ser&iacute;a gravosa.</p>
+
+<p>Pero Juan Maury era m&aacute;s ego&iacute;sta de lo que yo hab&iacute;a imaginado. Era adem&aacute;s
+tan gurrumino que ten&iacute;a m&aacute;s miedo de su mujer que de una espada desnuda;
+y <i>Lady</i> Maury era quiz&aacute;s la m&aacute;s severa, la m&aacute;s entonada, la m&aacute;s en sus
+puntos y la m&aacute;s enemiga de lo escandaloso e incorrecto de cuantas
+<i>Ladies</i> vest&iacute;an y calzaban a la saz&oacute;n en todo el Reino Unido de la Gran
+Breta&ntilde;a.</p>
+
+<p>Por otra parte, yo soy muy imparcial, y cuando hay disculpa, la hallo
+aunque sea contra m&iacute;. Mi pretensi&oacute;n pecaba de extempor&aacute;nea, era harto
+sospechosa y carec&iacute;a de documentos fehacientes en que fundarse.</p>
+
+<p>Mi orgullo maternal y mi altivo menosprecio de las consideraciones y
+respetos sociales, en &eacute;poca en que estaba yo m&aacute;s sobre m&iacute; y muy
+engre&iacute;da, me hab&iacute;an inducido a ser imprevisora y a no desear ni buscar
+con oportunidad mayor el reconocimiento de mi hija por quien
+evidentemente era su padre.</p>
+
+<p>Mi empe&ntilde;o fue ya tard&iacute;o. A fuerza de gestiones mi embajador cl&eacute;rigo
+consigui&oacute; ver en secreto a Juan Maury y exponerle el objeto de su
+embajada; pero Juan Maury, lleno de desconfianza, le despidi&oacute; sin
+hacerle caso.</p>
+
+<p>Todav&iacute;a, con humillante terquedad, persist&iacute; yo en mis ruegos y escrib&iacute;
+varias cartas a mi antiguo y descastado amante. El &uacute;nico resultado que
+obtuve fue infundir en su &aacute;nimo un miserable terror de que su <i>Lady</i>
+sorprendiese mi correspondencia a medias y pusiese el grito en el cielo.
+Para salvarse de tama&ntilde;a calamidad, Juan Maury me envi&oacute; como mensajero a
+un hombre de negocios de toda su confianza, quien, m&aacute;s que a convenir en
+nada, vino a imponerme silencio. Aunque era ingl&eacute;s y no hablaba la
+lengua francesa muy de corrido, yo no he visto ni o&iacute;do nunca a nadie m&aacute;s
+fresco, circunspecto y reposado en su hablar, ni que acertase a decir
+mayores crudezas y enormidades, sin descomponerse y sin manifestar en la
+forma y combinaci&oacute;n de sus palabras nada de <i>shocking</i> ni de feo.
+Traducido lo que me dijo en rudas frases era como sigue: que si Juan
+Maury, que hab&iacute;a sido guapo y muy querido de las damas, tuviese que
+aceptar un hijo por cada uno de los extrav&iacute;os o ligerezas de su primera
+juventud, se expondr&iacute;a a poder formar un batall&oacute;n con su prole; que sus
+relaciones conmigo hab&iacute;an sido de lo m&aacute;s ligeras, sin compromiso
+ninguno, y de duraci&oacute;n muy corta; y que &eacute;l no ten&iacute;a ning&uacute;n motivo
+justificado para afirmar con pleno convencimiento que durante dichas
+relaciones hab&iacute;a sido el &uacute;nico, porque entonces hab&iacute;a tambi&eacute;n un marido
+leg&iacute;timo, y hab&iacute;a adem&aacute;s dos rivales que con grave esc&aacute;ndalo y por celos
+ri&ntilde;eron en desaf&iacute;o, resultando muerto uno de ellos. En suma, el
+mensajero ingl&eacute;s me amonest&oacute; para que abandonase mi empe&ntilde;o absurdo, del
+cual s&oacute;lo podr&iacute;a originarse la perturbaci&oacute;n de la paz dom&eacute;stica en el
+seno de una honrada y nobil&iacute;sima familia.</p>
+
+<p>No he de negarte aqu&iacute; que el discurso de aquel mensajero ingl&eacute;s me
+revolvi&oacute; ferozmente la bilis: estuvo a punto de restaurar en m&iacute; las
+bizarr&iacute;as de mis verdes a&ntilde;os y mis arrestos de chula. En mis manos,
+cuidadas ahora con el esmero de las manos de una princesa, sent&iacute; bullir
+la comez&oacute;n y el prurito de hartar a aquel ingl&eacute;s de bofetadas y de
+ara&ntilde;azos. Pero su correcci&oacute;n, su calma y su serenidad impasible me
+contuvieron y lo aguant&eacute; todo. Lo que s&iacute; hice fue derribar con ira y
+hasta con asco el &iacute;dolo de Juan Maury del altar que misteriosamente le
+hab&iacute;a yo erigido en el templo de mis recuerdos. Y aunque mis manos
+permanecieron ociosas e inertes, no le sucedi&oacute; lo mismo a mi lengua. La
+esgrim&iacute; como pu&ntilde;al buido. Si no calent&eacute; bien con mis manos la cara del
+ingl&eacute;s, con la lengua le calent&eacute; las orejas. En contestaci&oacute;n de lo que
+&eacute;l insinu&oacute; acerca del nombre ilustre que anhelaba yo dar a mi hija,
+llegu&eacute; a decir al ingl&eacute;s que ya prefer&iacute;a yo hacerla hija de un zapatero
+remend&oacute;n a que fuese hija de su amo. En suma, yo me desahogu&eacute; de veras y
+desped&iacute; al ingl&eacute;s con cajas destempladas.</p>
+
+<p>Para siempre desech&eacute; la esperanza y abandon&eacute; el prop&oacute;sito de que mi hija
+tuviera padre en la tierra. Casi cre&iacute; juiciosa la idea extravagante del
+sansimoniano Padre Enfant&iacute;n de no conceder sino madres a los seres
+humanos y de suponerles un padre ideal para que imitasen mejor a Cristo.</p>
+
+<p>No era Luc&iacute;a de este parecer. No poco trasluci&oacute; de los pasos que hab&iacute;a
+yo dado y del mal &eacute;xito que hab&iacute;an tenido. Su amargura hubo de ser
+grande. La opini&oacute;n que de m&iacute; ten&iacute;a hubo tambi&eacute;n de malearse mucho. No
+dej&oacute; por eso de mostrarme sino que extrem&oacute; m&aacute;s que antes su cari&ntilde;o y su
+respeto hacia m&iacute;; pero cada d&iacute;a ponder&oacute; m&aacute;s lo decidido y lo invencible
+de su vocaci&oacute;n.</p>
+
+<p>En balde fueron mis razonamientos y mis s&uacute;plicas para que Luc&iacute;a
+desistiera. Al fin tuve que ceder y que consentir.</p>
+
+<p>Hace ya m&aacute;s de un a&ntilde;o que Luc&iacute;a tom&oacute; el velo y se encerr&oacute; para siempre
+en el claustro.</p>
+
+<p>Nada dir&iacute;a yo si creyese su determinaci&oacute;n enteramente nacida de fervor
+religioso; pero yo me atormentaba y a&uacute;n me atormento sospechando que la
+desesperada soberbia de mi hija y la lucha interior entre el respetuoso
+cari&ntilde;o que me ten&iacute;a y me deb&iacute;a y el p&eacute;simo concepto que de m&iacute; formaba,
+la hab&iacute;an llevado a sacrificarse.</p>
+
+<p>Aun as&iacute; la grandeza del sacrificio la ennoblec&iacute;a a mis ojos. Por orgullo
+hab&iacute;a desde&ntilde;ado la riqueza, las galas, los deleites y los triunfos que a
+pesar de la impureza de su origen, hubiera ella podido lograr en el
+mundo.</p>
+
+<p>Sin embargo, yo cavilo mucho y de vez en cuando hago suposiciones y
+consideraciones que rebajan el m&eacute;rito de Luc&iacute;a y con las cuales tambi&eacute;n
+me culpo y miro mi desgracia como natural resultado de mi imprudente
+necedad. Me comparo entonces a cierto aprendiz de mago de una antigua
+leyenda, que se propuso evocar y llamar a s&iacute; a un ser et&eacute;reo, a una
+s&iacute;lfide, a una diosa beatificante, y equivoc&oacute; las f&oacute;rmulas, los
+procedimientos y los conjuros, y suscit&oacute; un vestiglo que cay&oacute; sobre &eacute;l,
+le derrib&oacute; por tierra y le pisote&oacute; el cuerpo y el alma.</p>
+
+<p>Mi propensi&oacute;n a re&iacute;r y a burlar, aunque sea a costa m&iacute;a, me induce en
+ocasiones a ver este asunto por el lado c&oacute;mico, pero no sazono el acerbo
+chiste con sal y pimienta, sino con hiel y vinagre. La cualidad de
+<i>snob</i>, me digo, puede encumbrarse a un grado heroico. Para probarlo
+acude a mi memoria lo que ocurri&oacute; a mis amigas la se&ntilde;ora y las se&ntilde;oritas
+de Pinto. Vinieron a Par&iacute;s, desde la provincia bras&iacute;lica de Minas
+Geraes, tres sobrinos de la madre, primos hermanos de las hijas. Se
+hab&iacute;an enriquecido cultivando una magn&iacute;fica <i>fazenda</i>, pero eran
+ordinarios y medio salvajes y chapurreaban el franc&eacute;s por detestable
+estilo. Llevaban, adem&aacute;s, en el rostro el indeleble signo de su plebeyo
+e h&iacute;brido origen. Estaba patente en ellos la mezcla de la sangre europea
+con la del <i>caboclo</i> y aun con la del negro. No puedes figurarte la
+consternaci&oacute;n que produjo en las de Pinto la llegada de estos se&ntilde;ores.
+Para colmo de horror acertaron ellos a presentarse en casa de las de
+Pinto una tarde en que dichas se&ntilde;oras ten&iacute;an un <i>five o'clock tea</i>, m&aacute;s
+subido de punto que nunca por lo aristocr&aacute;tico. All&iacute; estaban el Bar&oacute;n de
+Castell-Bourdac, quien casi o sin casi es del <i>Faubourg</i>; dos pr&iacute;ncipes
+rusos, descendiente uno de Gengiskan y otro de un compa&ntilde;ero de Rurik;
+tres marqueses italianos; y una condesa polaca, de la clar&iacute;sima estirpe
+de los Jaguelones. Tambi&eacute;n estaba yo, aunque plebeya, considerada como
+muy elegante. &iquest;Qu&eacute; hubiera sido del cr&eacute;dito de las de Pinto si llegan a
+entrar en la sala aquellos salvajes, tute&aacute;ndolas y abraz&aacute;ndolas como a
+primas? Por fortuna ellas acudieron a tiempo de evitar la cat&aacute;strofe.
+Los Pintos ex&oacute;ticos fueron introducidos y enchiquerados en un sal&oacute;n
+vac&iacute;o. &iexcl;Pero cu&aacute;nto sobresalto, cu&aacute;nta angustia, divinos cielos!
+Aquellas se&ntilde;oras iban y ven&iacute;an por turno de un sal&oacute;n a otro para dar
+conversaci&oacute;n a los inoportunos y descomunales parientes. A m&iacute; no
+pudieron menos de ponerme en el secreto y tambi&eacute;n me enviaron con
+disimulo a darles un poco de conversaci&oacute;n.</p>
+
+<p>En suma, para qu&eacute; cansarte: las angustias y los apuros de las se&ntilde;oras de
+Pinto fueron inefables e innumerables durante cerca de dos meses que
+permanecieron sus parientes en la capital de Francia. Por dicha se
+marearon estos de o&iacute;r tanto ruido como hay en estas calles de Par&iacute;s, de
+estropear la lengua de Voltaire y de que nadie les hiciera caso sino los
+que les sacaban el dinero. Se largaron, pues, no s&eacute; d&oacute;nde, y las de
+Pinto respiraron. Segura estoy de que si no llegan a irse, atribuladas y
+compungidas las de Pinto por una perpetua y abominable obsesi&oacute;n, las
+tres abandonan el mundo y se meten monjas.</p>
+
+<p>Vali&eacute;ndome del recuerdo de este lance como t&eacute;rmino de comparaci&oacute;n,
+pugnaba yo por achicar en mi pensamiento la m&iacute;stica heroicidad y el
+desprendimiento de Luc&iacute;a; pero mi obstinado amor hacia ella y mi juicio
+favorable a sus nobles prendas la amparaban contra la ridiculez que mi
+despecho quer&iacute;a lanzar sobre ella. S&oacute;lo consegu&iacute;a yo mortificarme m&aacute;s y
+desesperarme.</p>
+
+<p>A pesar de lo apacible y alegre de mi car&aacute;cter durante toda mi vida,
+empec&eacute; a sentir entonces, con enojosa persistencia, odio y desprecio
+hacia m&iacute; misma y hacia la gente que me rodeaba y miedo de verme tan
+sola, sin haber obtenido nunca sino fugaces amistades y sin contar con
+persona alguna en quien poner mi confianza y mi profundo y verdadero
+afecto. Apenas ten&iacute;a yo m&aacute;s amigos que el Bar&oacute;n; y yo no desconoc&iacute;a, por
+m&aacute;s que estimase su fidelidad perruna y su devoci&oacute;n hacia m&iacute;, cu&aacute;nto
+hab&iacute;a de c&oacute;mico en todo ello. Las ganas de morir asediaron mi esp&iacute;ritu
+con la contemplaci&oacute;n de tales miserias.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Para distraer mis penas, para aturdirme, me lanc&eacute; entonces al mundo con
+mayor &iacute;mpetu y frenes&iacute; que nunca. Te confieso que llegu&eacute; a sentir
+veleidades de conquistar cierta extra&ntilde;a clase de nombrad&iacute;a; de echar mi
+modestia a un lado y de obtener palma y corona en el certamen de la
+hermosura. No fue el sentido moral quien detuvo mis arranques e impidi&oacute;
+que cayese yo en aquel precipicio: fue mi soberano desd&eacute;n hacia el
+juicio y la estimaci&oacute;n de los hombres. Parodiando en mi pensamiento una
+sentencia evang&eacute;lica, me dec&iacute;a yo que para cebar a los cerdos bastan
+afrecho y bellotas, y que es l&aacute;stima arrojar perlas en la pocilga.</p>
+
+<p>Con todo, otro sentir menos soberbio y de purificante delicadeza agit&oacute;
+por entonces mi pecho. Imagin&eacute; posible todav&iacute;a, cuando no el amor
+verdadero, fiel, &uacute;nico y sin mancha que pudiese unir mi ser con el de un
+hombre, un apacible y amoroso afecto que, sin poseer ya la vehemencia
+del amor juvenil, tuviese su limpieza, su persistente duraci&oacute;n y su
+fidelidad exclusiva. &iquest;Pero d&oacute;nde hallar este amigo, este amante, este
+esposo con quien yo a&uacute;n atrevidamente so&ntilde;aba? &iquest;C&oacute;mo podr&iacute;a yo
+desprenderme de lo pasado para ser digna de ser suya? Y si de lo pasado
+no me desprend&iacute;a, &iquest;c&oacute;mo enredarle en mi imaginado lazo sin rebajarle
+hasta mi nivel y sin hundirle en la abyecci&oacute;n en que yo estaba?</p>
+
+<p>Mis alambicados pensamientos y el ensue&ntilde;o ideal que repentinamente,
+tarde y fuera de saz&oacute;n, mov&iacute;an y embriagaban mi alma, la llenaban de
+desesperanza y de anhelo de muerte, aunque yo segu&iacute;a hallando hermoso el
+mundo, y rico en encantos, en curiosos misterios y en amena variedad de
+casos el espl&eacute;ndido tejido de la vida humana.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Deseo hacerte comprender las vacilaciones de mi esp&iacute;ritu, y de qu&eacute;
+suerte, con incesantes alternativas, paso de la tranquilidad apacible al
+dolor desesperado. Nunca enga&ntilde;&eacute;, ni ofend&iacute;, ni rob&eacute;, ni her&iacute; a nadie. En
+nada de esto pequ&eacute; ni tengo de qu&eacute; arrepentirme. En ocasiones, la fe
+perdida renace en m&iacute;. Recuerdo y reconozco como mortales muchos pecados
+m&iacute;os, pero confiando en la infinita misericordia de Dios, creo que me
+los perdona. Siento la contrici&oacute;n y yo misma me absuelvo. El
+remordimiento ya no me atosiga, pero hay un sentir poco cristiano, hay
+en mi ser un cruel&iacute;simo orgullo, que, m&aacute;s que todo remordimiento,
+atormenta y mata. La humillaci&oacute;n y la vileza de mis primeros a&ntilde;os se
+representan en mi memoria y me cubren de oprobio. No hay penitencia, ni
+conjuro, ni sacramento, ni palabra m&aacute;gica, diab&oacute;lica o divina, que borre
+ciertas manchas indelebles. La verg&uuml;enza que inspiro a mi hija se vuelve
+contra m&iacute;. La misma consideraci&oacute;n de mi riqueza, de mi material
+bienestar, de mi salud y de mi elegancia, se contrapone al estado de mi
+esp&iacute;ritu y me impulsa a contemplarle con mayor espanto y repugnancia. Mi
+cuerpo est&aacute; sano y hermoso, pero mi alma, cuando caen los recuerdos
+sobre ella, est&aacute; como Job en el muladar. Imposible apartar de ella y
+raer la ponzo&ntilde;a de sus &uacute;lceras, a no despojarla de una de sus
+principales potencias, a no privarla para siempre de la memoria.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Tal era el estado de mi alma cuando, despu&eacute;s de tanto tiempo, volv&iacute; a
+verte en casa de las de Pinto. Te lo digo sin lisonja: me pareciste muy
+bien. Tu presencia y tu conversaci&oacute;n me confirmaron en la idea que he
+tenido siempre de que el hombre de naturaleza sana y robusta, si el
+vicio no le deprava, va creciendo en valer y como complet&aacute;ndose hasta
+llegar a la edad de cincuenta a&ntilde;os, que es sobre poco m&aacute;s o menos la que
+t&uacute; debes de tener ahora. Hay en su aspecto, en su adem&aacute;n y en todo &eacute;l
+una majestad y un br&iacute;o reposado que est&aacute;n muy por cima de la
+intranquilidad y de la petulante inconsistencia de la primera juventud.
+En fin, &iquest;para qu&eacute; buscar aqu&iacute; los motivos? B&aacute;stete saber que te encontr&eacute;
+muy de mi gusto, y que aquella noche volv&iacute; a casa harto imaginativa y
+so&ntilde;adora.</p>
+
+<p>Despu&eacute;s, a solas conmigo, se apacent&oacute; mi esp&iacute;ritu en los lejanos
+recuerdos que desde Lisboa guardaba yo de ti, profundamente sepultados,
+bajo otra multitud de recuerdos, all&aacute; en los abismos de mi memoria. Y no
+contenta yo con exhumar recuerdos tan distantes, me complac&iacute; en
+combinarlos, empleando para ello un arte sibar&iacute;tica, con las recientes
+impresiones que de ti hab&iacute;a recibido. Entonces los traviesos y
+regocijados amores que en mi seno dorm&iacute;an se despertaron en tumulto y se
+pusieron a tocar diana, como si saliese para ellos la aurora de un nuevo
+d&iacute;a, con cuyo anuncio quer&iacute;an levantar y alborozar mis sentidos y
+potencias.</p>
+
+<p>En mi pensamiento ya no pod&iacute;a yo estar m&aacute;s rendida ni ser de nuevo m&aacute;s
+tuya. Pens&eacute; o imagin&eacute;, no obstante, multitud de cosas que vinieron a
+complicar aquel sentir sencillo y alegre. Anhelaba yo y buscaba desde
+hac&iacute;a tiempo formar o estrechar v&iacute;nculos de amistad con alguien que me
+comprendiese y en quien yo pudiese poner toda mi confianza y desahogar
+mi pecho. Tambi&eacute;n para este oficio te eleg&iacute; en seguida, e impaciente y
+deseosa de que le ejercieras, empec&eacute; aquella misma noche a escribir
+estas <i>confidencias</i> que pronto leer&aacute;s.</p>
+
+<p>Al mismo tiempo, brot&oacute; en mi mente otra aspiraci&oacute;n, otro prop&oacute;sito,
+apenas hasta entonces concebido por m&iacute;, que mucho me turbaba y me
+inquietaba. No aspir&eacute; ya al logro de fugaces deleites. Forj&eacute; un raro y
+para m&iacute; inveros&iacute;mil cuento de amores; la uni&oacute;n apacible y duradera de
+dos voluntades humanas; algo de muy semejante a la historia de Filem&oacute;n y
+Baucis.</p>
+
+<p>Por desgracia, la concepci&oacute;n de este &uacute;ltimo prop&oacute;sito cay&oacute; con violencia
+sobre los prop&oacute;sitos anteriores, y pugn&oacute; por desbaratarlos.</p>
+
+<p>No; aunque t&uacute; lo quisieras, aunque movido t&uacute; por amor vehement&iacute;simo, que
+yo con todas las energ&iacute;as de mi alma lograse inspirarte, te humillaras
+hasta el extremo de convertir el r&aacute;pido capricho y el pasajero enlace en
+persistente uni&oacute;n, y aunque te complacieras en ser mi constante y &uacute;nico
+compa&ntilde;ero y en consagrarme tu vida, yo no podr&iacute;a ni deber&iacute;a aceptar el
+sacrificio, y aunque lo aceptara, no se conseguir&iacute;a mi objeto. Al
+hacerte t&uacute; m&iacute;o, completamente y para siempre m&iacute;o, perder&iacute;as el valer, el
+encanto y el m&eacute;rito que me lleva a desearte como m&iacute;o para siempre.</p>
+
+<p>Harto comprender&aacute;s por lo que te indico los encontrados anhelos que
+combaten dentro de mi alma. No has de extra&ntilde;ar, pues, que en medio de
+esta lucha, brote de lo hondo y como de la ra&iacute;z de mi existencia, en m&iacute;
+que amo tanto el mundo y la vida, la imagen de la muerte, rica de
+hermosura y de poderosos atractivos, y trayendo en su mano paz y reposo.</p>
+
+<p>A menudo, independientemente del renovado y repentino afecto que me
+inspiras y de las otras consideraciones que dejo expuestas, me aflijo y
+me mortifico haciendo lamentables pron&oacute;sticos. Yo, seg&uacute;n has podido
+entrever y pronto es probable que veas, he empleado tal fuerza de
+voluntad y me he esmerado con tal sabidur&iacute;a en cuidarme, que si mis ojos
+y el amor propio no me enga&ntilde;an, estoy como el sol que culmina en el
+meridiano; estoy, como nunca, lozana y bella. Pero esto mismo aumenta mi
+terror de una pronta ca&iacute;da. Me espanta descender con precipitaci&oacute;n del
+&uacute;nico pedestal que me sostiene. &iquest;Qu&eacute; ser&aacute; de m&iacute; cuando sea yo vieja y
+fea? &iquest;Qu&eacute; me quedar&aacute; de respetable y de digno y de simp&aacute;tico cuando
+vengan la vejez y las enfermedades y poco a poco me vayan destruyendo y
+matando? Hasta la distinci&oacute;n, hasta la traza de mujer elegante y hasta
+el se&ntilde;or&iacute;o majestuoso que muchas personas hallan hoy y celebran en m&iacute;,
+todo me abandonar&aacute; para siempre. Ya lo he notado yo con espanto en no
+pocas mujeres de mi laya que han envejecido. Su aristocr&aacute;tica distinci&oacute;n
+era formal y somera; no proced&iacute;a de lo &iacute;ntimo y de lo esencial, sino de
+la forma exterior y de los atav&iacute;os que la engalanaban. Para mujeres
+tales, la vejez no llega sola, sino que viene acompa&ntilde;ada de la vileza y
+de la ruindad en que nacieron y en que vivieron hasta envolverse en el
+alucinador artificio de que al fin la vejez las desnuda. Pensando en
+todo esto me amedrenta la vejez, de tal suerte, que deseo morir antes.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Vas a tenerme por presa de un delirio. No importa. Es menester que lo
+sepas, y te lo contar&eacute; todo. Se acerca el d&iacute;a en que has de venir a esta
+casa; en que he de cumplirte lo ofrecido. A menudo lo deseo, m&aacute;s todav&iacute;a
+que puedes t&uacute; desearlo. Y sin condici&oacute;n, sin promesa, sin seguridad de
+que dure mi dicha, me propongo gozar de ella con tan reconcentrada
+intensidad, que encierre y cifre yo siglos y siglos en pocas horas.</p>
+
+<p>Y con todo, aqu&iacute; no puedo menos de hacerte la confesi&oacute;n que me
+apesadumbra por el temor de que te lastime.</p>
+
+<p>Tienes un rival que se interpone entre t&uacute; y yo, y quiere y manda que yo
+no te cumpla lo ofrecido. Pretende guardarme para s&iacute;; que a ti te
+desde&ntilde;e y que sea yo para &eacute;l solo. De subid&iacute;simo precio son las joyas y
+dones con que &eacute;l me brinda y trata de ganarme la voluntad. Con un beso
+suyo se jacta de infiltrar en mis venas llama sutil que las purifique.
+Su abrazo ser&aacute; para m&iacute; como crisol candente en que mi ser se funda, y en
+que el metal de que est&aacute; forjado deseche las escorias y salga limpio
+como el oro. As&iacute; ser&eacute; digna de &eacute;l, y &eacute;l me har&aacute; suya para siempre. El
+entregarme a &eacute;l con rendido y confiado abandono ser&aacute; la efusi&oacute;n de todo
+mi ser en lo infinito. &Eacute;l me traer&aacute; completa hartura para mis anhelos de
+deleite, b&aacute;lsamo para mis dolores, y eterno olvido para todas mis penas.
+Cuando pose &eacute;l su mano sobre mi frente, borrar&aacute; de all&iacute; el signo o la
+mancha que me desdora. En su regazo me dormir&eacute; en largo sue&ntilde;o que
+disipar&aacute; y ahuyentar&aacute; de m&iacute; para siempre todos los recuerdos vergonzosos
+de cuantas vilezas y ruindades me atormentan hoy. Prodigiosa es la
+hermosura de este rival que me solicita en tu da&ntilde;o. Su poder es inmenso.</p>
+
+<p>Imaginan las gentes que el Amor y la Muerte son hermanos. Yo me inclino
+ya a creer que el Genio de la muerte es el amor mismo. Morir es el
+supremo acto de amor que puede hacer toda criatura. La que se rinde y
+entrega enamorada a otra criatura mortal como ella, da su vida y su ser,
+pero limitadamente, con ego&iacute;smo, con abnegaci&oacute;n fugitiva, recobr&aacute;ndose
+pronto y casi sin perderse ni por un instante. Pero el consorcio con el
+Genio de la muerte, que es el mismo amor, es eterno e indisoluble.</p>
+
+<p>La sustancia individual apenas tiene ya valer ni significado. Lo penetra
+y lo lleva todo, se diluye por la amplitud inmensa del &eacute;ter y se
+prolonga en lo pasado y en lo venidero por el tiempo sin t&eacute;rmino que con
+la eternidad se confunde.</p>
+
+<p>Ya ves t&uacute; cu&aacute;n seductor es el rival que tienes, rival que me persigue y
+a quien no quisiera yo dar los miserables restos de que la cansada vejez
+no me despoje; divinidad en cuyas aras no quisiera yo hacer ruin
+libaci&oacute;n, vertiendo las heces del c&aacute;liz de mi vida, sino derramarle
+all&iacute;, generosa y hasta pr&oacute;diga, cuando a&uacute;n est&aacute; lleno hasta la orla del
+filtro ardiente de pasiones y anhelos.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Es m&aacute;s de media noche. Ha empezado el d&iacute;a de mi cumplea&ntilde;os. Hoy vendr&aacute;s
+a verme y yo debo recibirte.</p>
+
+<p>El empe&ntilde;o contra ti de tu rival prosigue con &iacute;mpetu. Mi ego&iacute;sta amor de
+la vida, el terror que infunden lo desconocido, lo inmenso y lo obscuro
+que hay m&aacute;s all&aacute;, y todas mis aficiones a los materiales regalos y
+dulzuras, luchan en favor tuyo y me encadenan y tratan de retenerme
+cautiva para ti. Y por otra parte, mi imposible prop&oacute;sito de amor
+verdadero y &uacute;nico en la tierra, de purificaci&oacute;n de culpas y de olvido de
+afrentas, me arrebata y pugna por echarme en brazos de la muerte. Hoy,
+como hace ya muchos a&ntilde;os, no repruebo yo ni censuro las obras divinas
+que en torno m&iacute;o resplandecen y cuya imagen se graba en mi alma. Todo,
+sin duda, est&aacute; ordenado, perfecto, hermoso hoy como antes y como
+siempre. No exhalo la menor queja. En m&iacute; hay admiraci&oacute;n y
+agradecimiento. La providencia, la fortuna, lo que quiera que sea, me ha
+mimado y me ha acariciado en vez de herirme. &iquest;Qu&eacute; habr&aacute; sido de cuantas
+en C&aacute;diz y en Sevilla fueron las compa&ntilde;eras de mi primera mocedad?
+Muchas habr&aacute;n muerto; otras gemir&aacute;n a&uacute;n despreciadas y miserables en el
+hospital o en la reclusi&oacute;n de las delincuentes o de las arrepentidas, y
+otras se revolcar&aacute;n en el lodo de las m&aacute;s hondas y negras capas
+sociales. &iexcl;Cu&aacute;ntas gracias no me incumbe dar al cielo por la excepcional
+elevaci&oacute;n en que estoy! Nada de protesta por parte m&iacute;a ni de acusaci&oacute;n
+contra &eacute;l. Hasta el resultado de la santa educaci&oacute;n que he dado a mi
+hija y que me ha valido que ella, sin poderlo remediar, de m&iacute; se
+averg&uuml;ence, me parece natural y justo. Si me voy, pues, del haz de la
+tierra, no ser&aacute; por ira ni por enojo contra el cielo, ser&aacute; por el ansia
+impaciente de buscar y de hallar el amor que en la tierra no hallo.</p>
+
+<p>A&ntilde;os ha que esta sed de amor supremo acude a mi alma y me excita a
+buscarle fuera de la vida que hoy vivo. Pero antes hab&iacute;a un fuerte lazo
+que a esta vida me ligaba, y ahora est&aacute; desatado. Luc&iacute;a me abandon&oacute; para
+unirse con su esposo eterno. &iquest;Por qu&eacute; no he de volar yo tambi&eacute;n a unirme
+con mi eterno esposo?</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Mil veces antes de ahora han surgido en mi alma pensamientos y deseos de
+muerte. En otro tiempo, la fe viva los sofocaba. Hoy, muerta la fe, a&uacute;n
+combate contra esos deseos y contra esos pensamientos mi natural
+discurso. Sin duda, me digo, existe una inteligencia soberana, presente
+en todo y que todo lo ordena y encamina a fin alto y dichoso. Don suyo
+es mi vida. Mi vida, hasta en medio de su vileza y de su
+insignificancia, tiene un objeto y concurre al orden natural de las
+cosas y al t&eacute;rmino y al desenlace de todas ellas prescritos en el plan
+divino. Despojarme yo de la vida ser&iacute;a rechazar con sacr&iacute;lega soberbia
+el don que el cielo me ha otorgado: ser&iacute;a infringir monstruosamente la
+ley eterna y romper el orden natural con la energ&iacute;a de mi voluntad
+rebelde. No me disculpa el ansia de llegar al bien supremo. No debo ir a
+&eacute;l violentamente: debo aguardar a que me llame. Soy impura, pero no es
+mi sangre, son mis l&aacute;grimas las que deben limpiar las impurezas de mi
+pecado. Hago mal en temer la vejez, la fealdad y las enfermedades que
+han de sobrevenirme. Hago mal en temer el abandono y el aislamiento en
+que voy a encontrarme y el desprecio con que me mirar&aacute;n cuantos seres
+humanos me rodeen. De la soledad y del abismo de abyecci&oacute;n en que yo
+caiga, mi alma podr&aacute; levantarse hermosa y feliz si la resignaci&oacute;n la
+purifica. As&iacute;, y no en virtud de un acto de feroz violencia, podr&eacute;
+elevarme hasta lo infinito a que aspiro.</p>
+
+<p>De esta suerte discurro yo por momentos, pero no tardo en burlarme de mi
+discurso y en imaginarle nacido de mi cobard&iacute;a: del m&iacute;sero ego&iacute;smo, del
+ruin apego a todo mi ser material, que me hace preferir su pausada
+decadencia en medio del desd&eacute;n y del olvido de mis semejantes a su
+desaparici&oacute;n r&aacute;pida y completa, que me lance de s&uacute;bito en otro mundo
+mejor y perdurable y m&aacute;s amplia vida.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Tiempo ha que adquir&iacute;, a costa de mucho oro, la poci&oacute;n libertadora.
+Contenida est&aacute; en este lind&iacute;simo pomo que pongo sobre mi bufete. El
+sabio que me la vendi&oacute; aseguraba que, sin dolor ninguno, en medio de un
+sue&ntilde;o delicioso, para con suavidad el movimiento del coraz&oacute;n y en las
+arterias y en las venas cuaja la sangre. La poci&oacute;n est&aacute; compuesta de
+l&aacute;udano y del jugo calmante de varias flores y plantas. Tal vez hay en
+la poci&oacute;n el refinado zumo de aquella hierba que gust&oacute; Glauco y le
+convirti&oacute; en Dios.</p>
+
+<p>A&uacute;n estoy vacilante, pero por momentos creo o&iacute;r lejana m&uacute;sica y voces
+suaves que desde una regi&oacute;n desconocida y llena de misterios me llaman,
+me atraen y promueven en m&iacute; embriaguez y furor y apetito de ir a unirme
+con ellas.</p>
+
+<p>Adi&oacute;s. Me pesan los p&aacute;rpados y van a cerrarse mis ojos. A&uacute;n persisto en
+la indecisi&oacute;n; no s&eacute; si beber&eacute; del pomo y mis ojos quedar&aacute;n cerrados
+para siempre.</p>
+
+<p>De todos modos, hoy, antes de las diez, recibir&aacute;s y leer&aacute;s este libro.</p>
+
+
+
+<hr style="width: 65%;" />
+<h2><a name="Conclusion" id="Conclusion"></a>Conclusi&oacute;n</h2>
+
+
+<p>El Vizconde de Goivoformoso le ley&oacute; en efecto, sintiendo sucesivamente
+dudas, sorpresa, susto e indecible angustia. Ten&iacute;a por Rafaela cuanta
+estimaci&oacute;n, cuanta amistad y cuanto cari&ntilde;o puede tener un gentil
+caballero por una mujer f&aacute;cil y alegre, aunque por otra parte de coraz&oacute;n
+noble y leal y de muy buena pasta. Esperaba terminar una aventura
+amorosa, grat&iacute;sima, bastante sentimental para que no fuese grosera, y lo
+menos tr&aacute;gica y l&uacute;gubre de cuantas aventuras puede haber en el mundo.
+As&iacute; es que el Vizconde pens&oacute;, primero, que Rafaela quer&iacute;a embromarle con
+todo aquello, aunque la broma era harto pesada. Imagin&oacute; luego que
+Rafaela se hab&iacute;a vuelto loca: que los desdenes m&iacute;sticos de su hija
+hab&iacute;an perturbado su raz&oacute;n. Tal vez pens&oacute; tambi&eacute;n que la asidua lectura
+de libros malos e imp&iacute;os hab&iacute;a arrancado del alma de Rafaela las
+creencias cristianas que fueron su consuelo y la hab&iacute;a inducido a tan
+horrendas abominaciones. En extremo le pasm&oacute; el deseo concebido y
+formulado por Rafaela de poner t&eacute;rmino y corona a la larga serie de sus
+livianos amores con un amor puro, fiel y constante. No quiso el Vizconde
+perder la esperanza. Aun aceptando como sinceramente sentido todo lo
+escrito por Rafaela, not&oacute; su indecisi&oacute;n hasta lo &uacute;ltimo, y se complaci&oacute;
+en suponer que el amor de la vida y del mundo hab&iacute;a triunfado al fin, y
+que Rafaela le aguardaba, viva, lozana y amorosa. Dada esta suposici&oacute;n,
+&eacute;l se promet&iacute;a quitarle de la cabeza los romanticismos funestos y los
+ideales absurdos.</p>
+
+<p>&mdash;Dicen&mdash;exclamaba atribulado el Vizconde&mdash;que nuestro siglo carece de
+ideal. Las personas que presumen de po&eacute;ticas y delicadas deploran mucho
+esta carencia. &iquest;Puede imaginarse mayor majader&iacute;a? Al contrario: en
+nuestro siglo hay plaga de ideales. Son una epidemia, casi estoy por
+llamarlos una epizootia, causa de mil infortunios, guerras, revoluciones
+y muertes.</p>
+
+<p>Todo esto y mucho m&aacute;s lo discurr&iacute;a el Vizconde, sin sosiego, casi
+temblando de emoci&oacute;n, tomando a escape el sombrero, bajando
+precipitadamente las escaleras y entrando en el primer <i>fiacre</i> que vio
+pasar para que le llevase a todo correr, y mucho antes de la hora
+convenida, en casa de la Sra. de Figueredo.</p>
+
+<p>Todav&iacute;a en el camino, aunque le hizo el caballo a todo correr, pugn&oacute; el
+Vizconde por fortalecer su esp&iacute;ritu y por creer que lo que hab&iacute;a le&iacute;do
+no pod&iacute;a tener mal resultado y era s&oacute;lo conjunto de burlas o de
+declamaciones, inventado por Rafaela para lucirse y hacer gala de las
+much&iacute;simas cosas que hab&iacute;a aprendido durante su larga estancia en Par&iacute;s
+y de lo acicalado y agudo que hab&iacute;a llegado a ponerse su ingenio.</p>
+
+<p>&mdash;Me va a recibir con risa. Va a soltar una sonora carcajada al ver mi
+inquietud. Es evidente... ella me ha enviado el libro para que yo acuda
+a la cita algunas horas antes... impaciente de verme... deseosa de que
+pasemos todo el d&iacute;a en amor y compa&ntilde;a.</p>
+
+<p>Fueron, no obstante, in&uacute;tiles todos estos discursos del Vizconde. No
+consigui&oacute; tranquilizarse. Subi&oacute; de dos en dos los escalones de la casa
+de Rafaela, y brinc&aacute;ndole aceleradamente el coraz&oacute;n en el pecho, llam&oacute; a
+la puerta.</p>
+
+<p>El Bar&oacute;n de Castell-Bourdac, que acababa de llegar, fue quien le abri&oacute;.
+El espanto y el dolor estaban pintados en su cara.</p>
+
+<p>&mdash;Rafaela ha muerto, dijo, y llor&oacute; como un ni&ntilde;o.</p>
+
+<p>Grande fue tambi&eacute;n la pena y el horror del Vizconde.</p>
+
+<p><i>Madame</i> Duval y la <i>mucamba</i> estaban en la alcoba de la muerta, y &eacute;sta
+yac&iacute;a tendida en la cama, p&aacute;lida, inm&oacute;vil y hermosa. La &uacute;ltima sonrisa
+plegaba a&uacute;n suavemente sus labios. Sus ojos estaban cerrados, como si
+los tuviese as&iacute; para ver interiormente con el esp&iacute;ritu prodigios y
+visiones de m&aacute;s altas esferas.</p>
+
+<hr style="width: 65%;" />
+
+<p>Aquella extra&ntilde;a mujer hab&iacute;a premeditado el suicidio desde mucho tiempo
+antes. Todo lo hab&iacute;a dejado bien dispuesto, sin olvidar pormenores.
+Luc&iacute;a quedaba por principal heredera, pero hab&iacute;a cuantiosos legados para
+varios establecimientos de beneficencia en Andaluc&iacute;a, para <i>madame</i>
+Duval, la <i>mucamba</i> y los dem&aacute;s criados.</p>
+
+<p>Al Bar&oacute;n, para no ofenderle y segura de que dar&iacute;a a los pobres lo que
+ella le dejase y no querr&iacute;a conserv&aacute;ndolo pasar por interesado, nada le
+dej&oacute; sino la autorizaci&oacute;n de tomar de sus prendas y joyas todo cuanto
+quisiese como recuerdo. El Bar&oacute;n se limit&oacute; a tomar la sutil cadenita de
+oro y la medalla de la Virgen de Araceli, patrona de la ciudad de
+Lucena, que en su imaginaci&oacute;n creadora le hab&iacute;a pertenecido cincuenta
+a&ntilde;os antes, cuando la hermosa Rafaela fue concebida.</p>
+
+<p>No acierto a ponderar el profund&iacute;simo dolor, la tristeza y el asombro
+que este tr&aacute;gico suceso produjo en el &aacute;nimo de mi buen amigo el Vizconde
+de Goivoformoso, que, m&aacute;s bien que como hombre maduro, como apasionado y
+vehemente mancebo hab&iacute;a esperado y so&ntilde;ado en los regocijos y deleites de
+aquel d&iacute;a.</p>
+
+<p>Rafaela, adem&aacute;s del testamento, hab&iacute;a dejado instrucciones hasta sobre
+su entierro y sepultura, que el Bar&oacute;n y el Vizconde religiosamente
+cumplieron.</p>
+
+<p>El entierro fue modesto, como la se&ntilde;ora de Figueredo lo hab&iacute;a
+determinado. La enterraron en el cementerio del <i>P&egrave;re</i> Lachaise. Sobre
+la losa se grab&oacute; este epitafio que ella misma hab&iacute;a escrito:</p>
+
+<p><i>Aqu&iacute; yace Rafaela la generosa, a quien Dios perdone por lo mucho que ha
+amado</i>.</p>
+
+<h3>FIN</h3>
+<hr style="width: 65%;" />
+
+
+
+
+
+
+
+
+<pre>
+
+
+
+
+
+End of the Project Gutenberg EBook of Genio y figura, by Juan Valera
+
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+
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+Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
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+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at https://www.pglaf.org.
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+
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+
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