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As captured February 6, 2025
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Pues bien; esta noche pasada, poco después que saludamos el +toque de las doce con una salva de doce taponazos del más legítimo +Roederer, en el precioso comedor rococó de ese sibarita de judío que se +llama Lowensteinger, la calva del doctor alzaba, aureolada de orgullo, +su gruñido orbe de marfil, sobre el cual, por un capricho de la luz, se +veían sobre el cristal de un espejo las llamas de dos bujías que +formaban, no sé cómo, algo así como los cuernos luminosos de Moisés. El +doctor enderezaba hacia mí sus grandes gestos y sus sabias palabras. Yo +había soltado de mis labios, casi siempre silenciosos, una frase banal +cualquiera. Por ejemplo, ésta: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!» La +mirada que el doctor me dirigió y la clase de sonrisa que decoró su boca +después de oir mi exclamación, confieso que hubiera turbado a +cualquiera. + +--Caballero--me dijo saboreando el champaña--; si yo no estuviese +completamente desilusionado de la juventud; si no supiese que todos los +que hoy empezáis a vivir estáis ya muertos, es decir, muertos del alma, +sin fe, sin entusiasmo, sin ideales, canosos por dentro; que no sois +sino máscaras de vida, nada más... sí, sino supiese eso, si viese en vos +algo más que un hombre joven de fin de siglo, os diría que esa frase que +acabáis de pronunciar: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!», tiene en +mí la respuesta más satisfactoria. + +--¡Doctor! + +--Sí, os repito que vuestro escepticismo me impide hablar, como hubiera +hecho en otra ocasión. + +--Creo--contesté con voz firme y serena--en Dios y su Iglesia. Creo en +los milagros. Creo en lo sobrenatural. + +--En ese caso, voy a contaros algo que os hará sonreir. Mi narración +espero que os hará pensar. + +En el comedor habíamos quedado cuatro convidados, a más de Mina, la hija +del dueño de casa: el periodista Riquet, el abate Pureau, recién enviado +por Hirch, el doctor y yo. A lo lejos oíamos en la alegría de los +salones la palabrería usual de la hora primera del año nuevo: _happy new +year! happy new year!_ ¡Feliz año nuevo! + +El doctor continuó: + +--¿Quién es el sabio que se atreve a decir esto es así? Nada se sabe. +_Ignoramus et ignorabimus._ ¿Quién conoce a punto fijo la noción del +tiempo? ¿Quién sabe con seguridad lo que es el espacio? Va la ciencia a +tanteo, caminando como una ciega, y juzga a veces que ha vencido cuando +logra advertir un vago reflejo de la luz verdadera. Nadie ha podido +desprender de su círculo uniforme la culebra simbólica. Desde el tres +veces más grande, el Hermes, hasta nuestros días, la mano humana ha +podido apenas alzar una línea del manto que cubre a la eterna Isis. +Nada ha logrado saberse con absoluta seguridad en las tres grandes +expresiones de la Naturaleza: hechos, leyes, principios. Yo que he +intentado profundizar en el inmenso campo del misterio, he perdido casi +todas mis ilusiones. + +Yo que he sido llamado sabio en Academias ilustres y libros voluminosos; +yo que he consagrado toda mi vida al estudio de la humanidad, sus +orígenes y sus fines; yo que he penetrado en la cábala, en el ocultismo +y en la teosofía, que he pasado del plan material del _sabio_ al plano +astral del _mágico_ y al plan espiritual del _mago_, que sé cómo obraba +Apolonio el Thianense y Paracelso, y que he ayudado en su laboratorio, +en nuestros días, al inglés Crookes; yo que ahondé en el Karma búdhico y +en el misticismo cristiano, y sé al mismo tiempo la ciencia desconocida +de los fakires y la teología de los sacerdotes romanos, yo os digo que +_no hemos visto los sabios ni un solo rayo de la luz suprema_, y que la +inmensidad y la eternidad del _misterio_ forman la única y pavorosa +verdad. + +Y dirigiéndose a mí: + +--¿Sabéis cuáles son los principios del hombre? Grupa, jiba, linga, +sharira, kama, rupa, manas, buddhi, atma, es decir: el cuerpo, la +fuerza vital, el cuerpo astral, el alma animal, el alma humana, la +fuerza espiritual y la esencia espiritual... + +Viendo a Minna poner una cara un tanto desolada, me atreví a interrumpir +al doctor: + +--Me parece que íbais a demostrarnos que el tiempo... + +--Y bien, dijo, puesto que no os placen las disertaciones por prólogo, +vamos al cuento que debo contaros, y es el siguiente: + +--Hace veintitrés años, conocí en Buenos Aires a la familia Revall, cuyo +fundador, un excelente caballero francés, ejerció un cargo consular en +tiempo de Rosas. Nuestras casas eran vecinas, era yo joven y entusiasta, +y las tres señoritas Revall hubieran podido hacer competencia a las tres +Gracias. Demás está decir que muy pocas chispas fueron necesarias para +encender una hoguera de amor... + +_Amooor_, pronunciaba el sabio obeso, con el pulgar de la diestra metido +en la bolsa del chaleco, y tamborileando sobre su potente abdomen con +los dedos ágiles y regordetes, y continuó: + +--Puedo confesar francamente que no tenía predilección por ninguna, y +que Luz, Josefina y Amelia ocupaban en mi corazón el mismo lugar. El +mismo, tal vez no; pues los dulces al par que ardientes ojos de Amelia, +su alegre y roja risa, su picardía infantil... diré que era ella mi +preferida. Era la menor; tenía doce años apenas, y yo ya había pasado de +los treinta. Por tal motivo, y por ser la chicuela de carácter travieso +y jovial, tratábala yo como niña que era, y entre las otras dos repartía +mis miradas incendiarias, mis suspiros, mis apretones de manos y hasta +mis serias promesas de matrimonio, en una, os lo confieso, atroz y +culpable bigamia de pasión. ¡Pero la chiquilla, Amelia!... Sucedía que, +cuando yo llegaba a la casa, era ella quien primero corría a recibirme, +llena de sonrisas y zalamerías: «¿Y mis bombones?» He aquí la pregunta +sacramental. Yo me sentaba regocijado, después de mis correctos saludos, +y colmaba las manos de la niña de ricos caramelos de rosas y de +deliciosas grajeas de chocolate, los cuales, ella, a plena boca, +saboreaba con una sonora música palatinal, lingual y dental. El por qué +de mi apego a aquella muchachita de vestido a media pierna y de ojos +lindos, no os lo podré explicar; pero es el caso que, cuando por causa +de mis estudios tuve que dejar Buenos Aires, fingí alguna emoción al +despedirme de Luz, que me miraba con anchos ojos doloridos y +sentimentales; dí un falso apretón de manos a Josefina, que tenía entre +los dientes, por no llorar, un pañuelo de batista, y en la frente de +Amelia incrusté un beso, el más puro y el más encendido, el más casto y +el más ardiente ¡qué sé yo! de todos los que he dado en mi vida. Y salí +en un barco para Calcuta, ni más ni menos que como vuestro querido y +admirado general Mansilla cuando se fué a Oriente, lleno de juventud y +de sonoras y flamantes esterlinas de oro. Iba yo, sediento ya de las +ciencias ocultas, a estudiar entre los mahatmas de la India lo que la +pobre ciencia occidental no puede enseñarnos todavía. La amistad +epistolar que mantenía con madama Blavatsky, habíame abierto ancho campo +en el país de los fakires, y más de un gurú, que conocía mi sed de +saber, se encontraba dispuesto a conducirme por buen camino a la fuente +sagrada de la verdad. Fuí ¡ay! en busca de la verdad, y si es cierto que +mis labios creyeron saciarse en sus frescas aguas diamantinas, mi sed no +se pudo aplacar. Busqué, busqué con tesón lo que mis ojos ansiaban +contemplar, el Keherpas de Zoroastro, el Kalep persa, el Kovei-Khan de +la filosofía india, el archoeno de Paracelso, el limbuz de Swedemborg; +oí la palabra de los monjes budhistas en medio de las florestas del +Thibet; estudié los diez sephiroth de la Kabala, desde el que simboliza +el espacio sin límites hasta el que, llamado Malkuth, encierra el +principio de la vida. Estudié el espíritu, el aire, el agua, el fuego, +la altura, la profundidad, el Oriente, el Occidente, el Norte y el +Mediodía; y llegué casi a comprender y aun a conocer íntimamente a +Satán, Lucifer, Ashtarot, Beelzebutt, Asmodeo, Belphegor, Mabema, +Lilith, Adrameleh y Baal. En mis ansias de comprensión; en mi insaciable +deseo de sabiduría; cuando juzgaba haber llegado al logro de mis +ambiciones, encontraba los signos de mi debilidad y las manifestaciones +de mi pobreza, y estas ideas. Dios, el espacio, el tiempo, formaban la +más impenetrable bruma delante de mis pupilas... Viajé por Asia, Africa, +Europa y América. Ayudé al coronel Olcot a fundar la rama teosófica de +Nueva York. Y a todo esto--recalcó de súbito el doctor, mirando +fijamente a la rubia Minna--¿sabéis lo que es la ciencia y la +inmortalidad de todo? ¡Un par de ojos azules... o negros! + + +II + +--¿Y el fin del cuento?--gimió dulcemente la señorita. + +El doctor, más serio que nunca, dijo: + +--Juro, señores, que lo que estoy refiriendo es de una absoluta verdad. +¿El fin del cuento? Hace apenas una semana he vuelto a la Argentina, +después de veintitrés años de ausencia. He vuelto gordo, bastante gordo, +y calvo como una rodilla; pero en mi corazón he mantenido ardiente el +fuego del amor, la vestal de los solterones. Y, por tanto, lo primero +que hice fué indagar el paradero de la familia Revall. «¡Los Revall--me +dijeron--las del caso de Amelia Revall!», y estas palabras acompañadas +con una especial sonrisa. Llegué a sospechar que la pobre Amelia, la +pobre chiquilla... Y buscando, buscando, di con la casa. Al entrar, fuí +recibido por un criado negro y viejo, que llevó mi tarjeta, y me hizo +pasar a una sala donde todo tenía un vago tinte de tristeza. En las +paredes, los espejos estaban cubiertos con velos de luto, y dos grandes +retratos, en los cuales reconocí a las dos hermanas mayores, se miraban +melancólicos y oscuros sobre el piano. A poco, Luz y Josefina: «¡Oh, +amigo mío, oh, amigo mío!» Nada más. Luego, una conversación llena de +reticencias y de timideces, de palabras entrecortadas y de sonrisas de +inteligencia tristes, muy tristes. Por todo lo que logré entender, vine +a quedar en que ambas no se habían casado. En cuanto a Amelia, no me +atreví a preguntar nada... Quizás mi pregunta llegaría a aquellos pobres +seres, como una amarga ironía, a recordar tal vez una irremediable +desgracia y una deshonra... En esto vi llegar saltando a una niñita, +cuyo cuerpo y rostro eran iguales en todo a los de mi pobre Amelia. Se +dirigió a mí, y con su misma voz exclamó: «¿Y mis bombones?». Yo no +hallé qué decir. + + +III + +Las dos hermanas se miraban pálidas, pálidas, y movían la cabeza +desoladamente... + +Mascullando una despedida y haciendo una zurda genuflexión, salí a la +calle, como perseguido por algún soplo extraño. Luego lo he sabido +todo. La niña que yo creía fruto de un amor culpable es Amelia, la misma +que yo dejé hace veintitrés años, la cual se ha quedado en la infancia, +ha contenido su carrera vital. Se ha detenido para ella el reloj del +Tiempo, en una hora señalada ¡quién sabe con qué designio del +desconocido Dios! + +El Doctor Z era en este momento todo calvo... + + + + +CUENTO DE PASCUA + +[imagen] + + Tenía un parecido tan exacto con + los retratos de María Antonieta... + + +I + +Una noche deliciosa en verdad... El «réveillon» en ese hotel lujoso y +elegante, donde tanta belleza y fealdad cosmopolita se junta, en la +competencia de las libras, los dólares, los rublos, los pesos y los +francos. Y con la alegría del champagne y la visión de blancores +rosados, de brillos, de gemas. La música luego, discreta, a lo lejos... + +No recuerdo bien quién fué el que me condujo a aquel grupo de damas, +donde florecían la yanqui, la italiana, la argentina... Y mi asombro +encantado ante aquella otra seductora y extraña mujer, que llevaba al +cuello, por todo adorno, un estrecho galón rojo... Luego, un diplomático +que lleva un nombre ilustre me presentó al joven alemán políglota, fino, +de un admirable don de palabra, que iba, de belleza en belleza, diciendo +las cosas agradables y ligeras que placen a las mundanas. + +--M. Wolfhart, me había dicho el ministro. Un hombre amenísimo. Conversé +largo rato con el alemán, que se empeñó que hablásemos castellano y, por +cierto, jamás he encontrado un extranjero de su nacionalidad que lo +hablase tan bien. Me refirió algo de sus viajes por España y la América +del Sur. Me habló de amigos comunes y de sus aficiones ocultistas. En +Buenos Aires había tratado a un gran poeta y a un mi antiguo compañero, +en una oficina pública, el excelente amigo Patricio... En Madrid... Al +poco rato teníamos las más cordiales relaciones. En la atmósfera de +elegancia del hotel llamó mi atención la señora que apareció un poco +tarde, y cuyo aspecto evocaba en mí algo de regio y de elegante a la +vez. Como yo hiciese notar a mi interlocutor mi admiración y mi +entusiasmo, Wolfhart me dijo por lo bajo, sonriendo de cierto modo: + +«¡Fíjese usted! ¡Una cabeza histórica! ¡Una cabeza histórica!» Me fijé +bien. Aquella mujer tenía por el perfil, por el peinado, si no con la +exageración de la época, muy semejante a las «coiffures à la Cléopâtre», +por el aire, por la manera y, sobre todo, después que me intrigara +tanto un galón rojo que llevaba por único adorno en el cuello, tenía, +digo, un parecido tan exacto con los retratos de la reina María +Antonieta, que por largo rato permanecí contemplándola en silencio. ¿En +realidad, era una cabeza histórica? Y tan histórica por la vecindad... A +dos pasos de allí, en la plaza de la Concordia... Sí, aquella cabeza que +se peinara a «la circasiana», «à la Belle Poule», «al casco inglés», «al +gorro de candor», «à la queue en flambeau d’amour», «à la chien +couchant», «à la Diane», a la tantas cosas más, aquella cabeza... + +Se sentó la dama a un extremo del hall, y la única persona con quien +hablara fué Wolfhart, y hablaron, según me pareció, en alemán. Los vinos +habían puesto en mi imaginación su movimiento de brumas de oro, y +alrededor de la figura de encanto y de misterio hice brotar un vuelo de +suposiciones exquisitas. La orquesta, con las oportunidades de la +casualidad, tocaba una pavana. Cabelleras empolvadas, «moscas asesinas», +trianones de realizados ensueños, galantería pomposa y libertinaje +encintado de poesía, tantas imágenes adorables, tanta gracia sutil o +pimentada, de página de memoria, de anécdotas, de correspondencia, de +pánfleto... Me venían al recuerdo versos de los más lindos escritos con +tales temas, versos de Montesquiou Fezensac, de Regnier, los preciosos +poemas italianos de Lucini... Y con la fantasía dispuesta, los cuentos +milagrosos, las materializaciones estudiadas por los sabios de los +libros arcanos, las posibilidades de la ciencia, que no son sino las +concesiones a un enigma cada día más hondo, a pesar de todo... La fácil +excitabilidad de mi cerebro estuvo pronto en acción. Y, cuando después +de salir de mis cogitaciones, pregunté al alemán el nombre de aquella +dama, y él me embrolló la respuesta, repitiendo tan sólo lo de lo +histórico de la cabeza, no quedé ciertamente satisfecho. No creí +correcto insistir; pero, como siguiendo en la charla yo felicitase a mi +flamante amigo por haber en Alemania tan admirables ejemplares de +hermosura, me dijo vagamente: «No es de Alemania, es de Austria». Era +una belleza «austriaca...» Y yo buscaba la distinta semejanza de detalle +con los retratos de Kucharsky, de Riotti, de Boizont, y hasta con las +figuras de cera de los sótanos del museo Grevin... + + +II + +--Es temprano aún me dijo Wolfhart, al dejarle en la puerta del hotel en +que habitaba. Pase usted un momento, charlaremos algo más antes de mi +partida. Mañana me voy de París, y quién sabe cuándo nos volveremos a +encontrar. Entre usted. Tomaremos, a la inglesa, un «whisky-and-soda» y +le mostraré algo interesante. Subimos a su cuarto por el ascensor. Un +«valet» nos hizo llevar el bebedizo británico, y el alemán sacó un +cartapacio lleno de viejos papeles. Había allí un retrato antiguo, +grabado en madera. + +--He aquí, me dijo, el retrato de un antecesor mío, Theobald Wolfhart, +profesor de la Universidad de Heidelberg. Este abuelo mío fué +posiblemente un poco brujo, pero de cierto, bastante sabio. Rehizo la +obra de Julius Obsequens sobre los prodigios, impresa por Aldo Manucio, +y publicó un libro famoso, el _Prodigiorum ac ostentorum chronicon_, un +infolio editado en Basilea, en 1557. Mi antepasado no lo publicó con su +nombre, sino bajo el pseudónimo de Conrad Lycosthenes. Theobald +Wolfhart era un filósofo sano de corazón, que, a mi entender, practicaba +la magia blanca. Su tiempo fué terrible, lleno de crímenes y desastres. +Aquel moralista empleó la revelación para combatir las crueldades y +perfidias, y expuso a las gentes, con ejemplos extraordinarios, cómo se +manifiestan las amenazas de lo invisible por medio de signos de espanto +y de incomprensibles fenómenos. Un ejemplo será la aparición del cometa +de 1557, que no duró sino un cuarto de hora, y que anunció sucesos +terribles. Signos en el cielo, desgracias en la tierra. Mi abuelo habla +de ese cometa que él vió en su infancia y que era enorme, de un color +sangriento, que en su extremidad se tornaba del color del azafrán. Vea +usted esta estampa que lo representa, y su explicación por Lycosthenes. +Vea usted los prodigios que vieron sus ojos. Arriba hay un brazo armado +de una colosal espada amenazante, tres estrellas brillan en la +extremidad, pero la que está en la punta es la mayor y más +resplandeciente. A los lados hay espadas y puñales, todo entre un +círculo de nubes, y entre esas armas hay unas cuantas cabezas de +hombres. Más tarde escribía sobre tales fantásticas maravillas Simon +Goulard, refiriéndose al cometa: «Le regard d’icelle donna telle +frayeur a plusieurs qu’aucuns en moururent; autres tombèrent malades». Y +Petrus Greusserus, discípulo de Lichtenberg--el astrólogo--dice un +autor, que, habiendo sometido el fenómeno terrible a las reglas de su +arte, sacó las consecuencias naturales, y tales fueron los pronósticos, +que los espíritus más juiciosos padecieron perturbación durante más de +medio siglo. Si Lycosthenes señala los desastres de Hungría y de Roma, +Simon Goulard habla de las terribles asolaciones de los turcos en tierra +húngara, el hambre en Suabia, Lombardía y Venecia, la guerra en Suiza, +el sitio de Viena de Austria, sequía en Inglaterra, desborde del Océano +en Holanda y Zelanda y un terremoto que duró ocho días en Portugal. +Lycosthenes sabía muchas cosas maravillosas. Los peregrinos que +retornaban de Oriente contaban visiones celestes. ¿No se vió en 1480 un +cometa en Arabia, de apariencia amenazante y con los atributos del +Tiempo y de la Muerte? A los fatales presagios sucedieron las +devastaciones de Corintia, la guerra en Polonia. Se aliaron Ladislao y +Matías el Huniada. Vea usted este rasgo de un comentador: «Las nubes +tienen sus flotas como el aire sus ejércitos»; pero Lycosthenes, que +vivía en el centro de Alemania, no se asienta sobre tal hecho. Dice que +en el año 114 de nuestra era, simulacros de navíos se vieron entre las +nubes. San Agobardo, obispo de Lyon, está más informado. Él sabe a +maravilla a qué región fantástica se dirigen esas ligeras naves. Van al +país de Magonia, y sólo por reserva el santo prelado no dice su +itinerario. Esos barcos iban dirigidos por los hechiceros llamados +_tempestarii_. Mucho más podría referirle, pero vamos a lo principal. Mi +antecesor llegó a descubrir que el cielo y toda la atmósfera que nos +envuelve están siempre llenos de esas visiones misteriosas, y con ayuda +de un su amigo alquimista llegó a fabricar un elixir que permite +percibir de ordinario lo que únicamente por excepción se presenta a la +mirada de los hombres. Yo he encontrado ese secreto, concluyó Wolfhart, +y aquí, agregó sonriendo, tiene usted el milagro en estas pastillas +comprimidas. ¿Un poquito más de whisky? + +No había duda de que el alemán era hombre de buen humor y aficionado, no +solamente al alcohol inglés, sino a todos los paraísos artificiales. +Así, me parecía ver en la caja de pastillas que me mostraba, algún +compuesto de opio o de cáñamo indiano. + +--Gracias--le dije--no he probado nunca, ni quiero probar el influjo de +la «droga sagrada». Ni hachis, ni el veneno de Quincey... + +--Ni una cosa ni otra. Es algo vigorizante, admirable hasta para los +menos nerviosos. + +Ante la insistencia y con el último sorbo de whisky, tomé la pastilla, y +me despedí. Ya en la calle, aunque hacía frío, noté que circulaba por +mis venas un calor agradable. Y olvidando la pastilla, pensé en el +efecto de las repetidas libaciones. Al llegar a la plaza de la +Concordia, por el lado de los Campos Elíseos, noté que no lejos de mí +caminaba una mujer. Me acerqué un tanto a ella y me asombré al verla a +aquellas horas, a pie y soberbiamente trajeada, sobre todo cuando a la +luz de un reverbero vi su gran hermosura y reconocí en ella a la dama +cuyo aspecto me intrigase en el «réveillon»: la que tenía por todo +adorno en el cuello blanquísimo un fino galón rojo, rojo como una +herida. Oí un lejano reloj dar unas horas. Oí la trompa de un automóvil. +Me sentía como poseído de extraña embriaguez. Y, apartando de mí toda +idea de suceso sobrenatural, avancé hacia la dama que había pasado ya el +obelisco y se dirigía del lado de las Tullerías. + +--«Madame, le dije, madame...» Había comenzado a caer como una vaga +bruma, llena de humedad y de frío, y el fulgor de las luces de la plaza +aparecía como diluído y fantasmal. La dama me miró al llegar a un punto +de la plaza; de pronto, me apareció como el escenario de un +cinematógrafo. Había como apariencias de muchas gentes en un ambiente +como el de los sueños, y yo no sabría decir la manera con que me sentí +como en una existencia a un propio tiempo real y cerebral... Alcé los +ojos y vi en el fondo opaco del cielo las mismas figuras que en la +estampa del libro de Lycosthenes, el brazo enorme, la espada enorme, +rodeados de cabezas. La dama, que me había mirado, tenía un aspecto +tristemente fatídico, y, cual por la obra de un ensalmo, había cambiado +de vestiduras, y estaba con una especie de fichu cuyas largas puntas le +caían por delante; en su cabeza ya no había el peinado a «la Cléopatre», +sino una pobre cofia bajo cuyos bordes se veían los cabellos +emblanquecidos. Y luego, cuando iba a acercarme más, percibí a un lado +como una carreta, y unas desdibujadas figuras de hombres con tricornios +y espadas y otras con picas. A otro lado un hombre a caballo, y luego +una especie de tablado... ¡Oh, Dios, naturalmente!: he aquí la +reproducción de lo «ya visto»... ¿En mí hay reflexión aún en este +instante? Sí, pero siento que lo invisible, entonces visible, me rodea. +Sí, es la guillotina. Y, tal en las pesadillas, como si sucediese, veo +desarrollarse--¿he hablado ya de cinematógrafo?--la tragedia... Aunque +por no sé cual motivo no pude darme cuenta de los detalles, vi que la +dama me miró de nuevo, y bajo el fulgor color de azafrán que brotaba de +la visión celeste y profética, brazo, espadas, nubes y cabezas, vi cómo +caía, bajo el hacha mecánica, la cabeza de aquella que poco antes, en el +salón del hotel, me admirara con su encanto galante y real, con su aire +soberbio, con su cuello muy blanco, adornado con un único galón color de +sangre. + + +III + +¿Cuánto tiempo duró aquel misterioso espectáculo? No lo sabría decir, +puesto que ello fué bajo el imperio desconocido en que la ciencia anda a +tientas; el tiempo en que el ensueño no existe, y mil años, según +observaciones experimentales, pueden pasar en un segundo. Todo aquello +había desaparecido, y, dándome cuenta del lugar en donde me encontraba, +avancé siempre hacia el lado de las Tullerías. Avancé y me vi entre el +jardín, y no dejé de pensar rapidísimamente cómo era que las puertas +estaban aun abiertas. Siempre bajo la bruma pálida de aquellas nocturnas +horas, seguí adelante. Saldré, me dije, por la primera puerta del lado +de la calle Rivoli, que quizás esté también abierta... ¿Cómo no ha de +estar abierta?... ¿Pero era o no era aquel jardín el de las Tullerías? +Arboles, árboles de obscuros ramajes en medio del invierno... Tropecé al +dar un paso con algo semejante a una piedra, y me llené, en medio de mi +casi inconsciencia, de una sorpresa pavorosa, cuando escuché un ¡ay! +semejante a una queja, parecido a una palabra entrecortada y ahogada; +una voz que salía de aquello que mi pie había herido, y que era, no una +piedra, sino una cabeza. Y alzando hacia el cielo la mirada vi la faz de +la luna en el lugar en que antes la espada formidable, y allí estaban +las cabezas de la estampa de Lycosthenes. Y aquel jardín, que se +extendía vasto cual una selva, me llenó del encanto grave que había en +su recinto de prodigio. Y a través de velos de ahumado oro refulgía +tristemente en lo alto la cabeza de la luna. Después me sentí como en +una certeza de poema y de libro santo, y, como por un motivo +incoherente, resonaban en la caja de mi cerebro las palabras: «¡Ultima +hora! ¡Trípoli! ¡La toma de Pekín!» leídas en los diarios del día, +Conforme con mis anhelos de lo divino, experimentando una inexpresable +angustia, pensé: «¡Oh, Dios! ¡Oh, Señor! ¡Padre nuestro...!» + +Volví la vista y vi a un lado, en una claridad dulce y dorada, una forma +de lira, y sobre la lira una cabeza igual a la del Orfeo de Gustave +Moreau, del Luxemburgo. La faz expresaba pesadumbre, y alrededor había +como un movimiento de seres, de los que se llaman animados porque almas +se manifiestan por el movimiento, y de los que se llaman inanimados +porque su movimiento es íntimo y latente. Y oí que decía, según me ayuda +mi recuerdo, aquella cabeza: «¡Vendrá, vendrá el día de la concordia, y +la lira será entonces consagrada en la pacificación!» Y cerca de la +cabeza de Orfeo vi una rosa milagrosa, y una hierba marina, y que iba +avanzando hacia ellas una tortuga de oro. + +Pero oí un gran grito al otro lado. Y el grito, como el de un coro, de +muchas voces. Y a la luz que os he dicho, vi que quien gritaba era un +árbol, uno de los árboles coposos, lleno de cabezas por frutos, y pensé +que era el árbol de que habla el libro sagrado de los musulmanes. Oí +palabras en loor de la grandeza y omnipotencia de Alá. Y bajo el árbol +había sangre. + +Haciendo un esfuerzo, quise ya no avanzar, sino retroceder a la salida +del jardín, y vi que por todas partes salían murmullos, voces, palabras +de innumerables cabezas que se destacaban en la sombra como aureoladas, +o que surgían entre los troncos de los árboles. Como acontece en los +instantes dolorosos de algunas pesadillas, pensé que todo lo que me +pasaba era un sueño, para disminuir un tanto mi pavor. Y en tanto, pude +_reconocer_ una temerosa y abominable cabeza asida por la mano blanca de +un héroe, asida de su movible e infernal toisón de serpientes: la tantas +veces maldecida cabeza de Medusa. Y de un brazo, como de carne de oro de +mujer, pendía otra cabeza, una cabeza con barba ensortijada y oscura, y +era la cabeza del guerrero Holofernes. Y la cabeza de Juan el Bautista; +y luego, como viva, de una vida singular, la cabeza del Apostol que en +Roma hiciera brotar el agua de la tierra; y otra cabeza que Rodrigo Díaz +de Vivar arrojó, en la cena de la venganza, sobre la mesa de su padre. + +Y otras que eran la del rey Carlos de Inglaterra y la de la reina María +Estuardo... Y las cabezas aumentaban, en grupos, en amontonamientos +macabros, y por el espacio pasaban relentes de sangre y de sepulcro; y +eran las cabezas hirsutas de los dos mil halconeros de Bayaceto; y las +de las odaliscas degolladas en los palacios de los reyes y potentados +asiáticos; y las de los innumerables decapitados por su fe, por el odio, +por la ley de los hombres; las de los decapitados de las hordas +bárbaras, de las prisiones y de las torres reales, las de los +Gengiskanes, Abdulhamides y Behanzines... + +Dije para mí: ¡Oh, mal triunfante! ¿Siempre seguirás sobre la faz de la +tierra? ¿Y tú, París, cabeza del mundo, serás también cortada con hacha, +arrancada de tu cuerpo inmenso? + +Cual si hubiesen sido escuchadas mis interiores palabras, de un grupo en +que se veía la cabeza de Luis XVI, la cabeza de la princesa de Lamballe, +cabezas de nobles y cabezas de revolucionarios, cabezas de santos y +cabezas de asesinos, avanzó una figura episcopal que llevaba en sus +manos su cabeza, y la cabeza del mártir Dionisio, el de las Galias, +exclamó:--¡En verdad os digo, que Cristo ha de resucitar! + +Y al lado del apostólico decapitado vi a la dama del hall del hotel, a +la dama austriaca con el cuello desnudo; pero en el cual se veía como un +galón rojo, una herida purpúrea, y María Antonieta, dijo:--¡Cristo ha de +resucitar! Y la cabeza de Orfeo, la cabeza de Medusa, la cabeza de +Holofernes, la cabeza de Juan y la de Pablo, el árbol de cabezas, el +bosque de cabezas, la muchedumbre fabulosa de cabezas, en el hondo +grito, clamó: + +--«¡Cristo ha de resucitar! ¡Cristo ha de resucitar!...» + +--Nunca es bueno dormir inmediatamente después de comer--concluyó mi +buen amigo el doctor. + + + + +LA EXTRAÑA MUERTE DE FRAY PEDRO + +[imagen] + + Ilustrísimo señor, a Fray Pedro + lo henos encontrado muerto. + + +I + +Visitando el convento de una ciudad española, no ha mucho tiempo, el +amable religioso que nos servía de cicerone, al pasar por el cementerio, +me señaló una lápida, en que leí únicamente: _Hic iacet frater Petrus_. + +--Este--me dijo--fué uno de los vencidos por el diablo. + +--Por el viejo diablo que ya chochea--le dije. + +--No--me contestó--; por el demonio moderno que se escuda con la +Ciencia.--Y me narró el sucedido. + +Fray Pedro de la Pasión era un espíritu perturbado por el maligno +espíritu que infunde el ansia de saber. Flaco, anguloso nervioso, +pálido, dividía sus horas conventuales entre la oración, las disciplinas +y el laboratorio, que le era permitido por los bienes que atraía a la +comunidad. Había estudiado, desde muy joven, las ciencias ocultas. +Nombraba, con cierto énfasis, en las horas de conversación, a +Paracelsus, a Alberto el Grande; y admiraba profundamente a ese otro +fraile Schawartz, que nos hizo el diabólico favor de mezclar el salitre +con el azufre. + +Por la ciencia había llegado hasta penetrar en ciertas iniciaciones +astrológicas y quiromáticas; ella le desviaba de la contemplación y del +espíritu de la Escritura. En su alma se había anidado el mal de la +curiosidad, que perdían a nuestros primeros padres. La oración misma era +olvidada con frecuencia, cuando algún experimento le mantenía cauteloso +y febril. Como toda lectura le era concedida y tenía a su disposición la +rica biblioteca del convento, sus autores no fueron siempre los menos +equívocos. Así llegó hasta pretender probar sus facultades de zahorí, y +a poner a prueba los efectos de la magia blanca. No había duda de que +estaba en gran peligro su alma, a causa de su sed de saber y de su +olvido de que la ciencia constituye, en el principio, el alma de la +Serpiente que ha de ser la esencial potencia del Antecristo, y que para +el verdadero varón de fe, _initium sapientiæ est timor Domini_. + + +II + +¡Oh, ignorancia feliz, santa ignorancia! ¡Fray Pedro de la Pasión no +comprendía tu celeste virtud, que ha hecho ciertos a los Celestinos! +Huysmans se ha extendido sobre todo ello. Virtud que pone un celestial +nimbo a algunos mínimos, de Dios queridos, entre los esplendores +místicos y milagrosos de las hagiografías. + +Los doctores explican y comentan altamente, cómo ante los ojos del +Espíritu Santo las almas de amor son de mayor manera glorificadas que +las almas de entendimiento. Ernest Hello ha pintado, en los sublimes +_traux_ de sus Fisonomías de Santos, a esos beneméritos de la caridad, a +esos favorecidos de la humildad, a esos seres columbinos, simples y +blancos como los lirios, limpios de corazón, pobres de espíritu, +bienaventurados hermanos de los pajaritos del Señor, mirados con ojos +cariñosos y sororales por la puras estrellas del firmamento. Joris Karl, +el merecido beato, quizá más tarde consagrado, a pesar de la literatura, +en el maravilloso libro en que Durtal se convierte, viste de +resplandores paradiasíacos al lego guardapuercos que hace bajar a la +pocilga la admiración de los coros arcangélicos, y al aplauso de las +potestades de los cielos. Y Fray Pedro de la Pasión no comprendía eso... + +El, desde luego creía, creía con la fe de un indiscutible creyente. Mas +el ansia de saber le azuzaba el espíritu, le lanzaba a la averiguación +de secretos de la naturaleza y de la vida, a tal punto, que no se daba +cuenta de cómo esa sed de saber, ese deseo indominable de penetrar en lo +vedado y en lo arcano de universo era obra del pecado, y añagaza del +Bajísimo, para impedirle de esa manera su consagración absoluta a la +adoración del Eterno Padre. Y la última tentación sería fatal. + + +III + +Acaeció el caso no hace muchos años. Llegó a manos de Fray Pedro un +periódico en que se hablaba detalladamente de todos los progresos +realizados en radiografía, gracias al descubrimiento del alemán +Röentgen, quien llegara a encontrar el modo de fotografiar a través de +los cuerpos opacos. Supo lo que se comprendía en el tubo Crookes, de la +luz catódica, del rayo X. Vió el facsimil de una mano cuya anatomía se +transparentaba claramente, y la patente figura de objetos retratados +entre cajas y bultos bien cerrados. + +No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era un ansia +de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrílego que en ello se +contenía, punzaba sus anhelos... + +¿Cómo podría él encontrar un aparato como los aparatos de aquellos +sabios, y que le permitiera llevar a cabo un oculto pensamiento, en que +se mezclaban su teología y sus ciencias físicas...? ¿Cómo podría +realizar en su convento las mil cosas que se amontonaban en su enferma +imaginación? + +En las horas litúrgicas de los rezos y de los cánticos, notábanlo todos +los otros miembros de la comunidad, ya meditabundo, ya agitado como por +súbitos sobresaltos, ya con la faz encendida por repentina llama de +sangre, ya con la mirada como estática, fija en lo alto, o clavada en +la tierra. Y era la obra de la culpa que se afianzaba en el fondo de +aquel combatido pecho, el pecado bíblico de la curiosidad, el pecado +omnitranscendente de Adán, junto al árbol de la ciencia del Bien y del +Mal. Y era mucho más que una tempestad bajo un cráneo... Múltiples y +raras ideas se agolpaban en la mente del religioso, que no encontraba la +manera de adquirir los preciosos aparatos. ¡Cuánto de su vida no daría +él por ver los peregrinos instrumentos de los sabios nuevos en su pobre +laboratorio de fraile aficionado, y poder sacar _las anheladas pruebas_, +hacer los mágicos ensayos que abrirían una nueva era en la sabiduría y +en la convicción humanas... Él ofrecería más de lo que se ofreció a +Santo Tomás... Si se fotografiaba ya lo interior de nuestro cuerpo, bien +podría pronto el hombre llegar a descubrir visiblemente la naturaleza y +origen del alma; y, aplicando la ciencia a las cosas divinas, como +podría permitirlo el Espíritu Santo, ¿por qué no aprisionar en las +visiones de los éxtasis y en las manifestaciones de los espíritus +celestiales, sus formas exactas y verdaderas? + +¡Si en Lourdes hubiese habido un Kodak, durante el tiempo de las +visiones de Bernardetta! ¡Si en el momento en que Jesús, o su Santa +Madre, favorecen con su presencia corporal a señalados fieles, se +aplicase convenientemente la cámara obscura...! + +¡Oh, cómo se convencerían los impíos, cómo triunfaría la religión! Así +cavilaba, así se estrujaba el cerebro el pobre fraile, tentado por uno +de los más encarnizados príncipes de las tinieblas. + + +IV + +Y avino que, en uno de esos momentos, en uno de los instantes en que su +deseo era más vivo, en hora en que debía estar entregado a la disciplina +y a la oración, en su celda se presentó a su vista uno de los hermanos +de la comunidad, llevándole un envoltorio bajo el hábito. + +--Hermano, le dijo, os he oído decir que deseábais una de esas máquinas, +como esas con que los sabios están maravillando al mundo. Os la he +podido conseguir. Aquí la tenéis. + +Y depositando el envoltorio en manos del asombrado Fray Pedro, +desapareció, sin que éste tuviese tiempo de advertir que, debajo del +hábito, se habían mostrado, en el momento de la desaparición, dos patas +de chivo. + +Fray Pedro, desde el día del misterioso regalo, consagróse a sus +experimentos. Faltaba a maitines, no asistía a la Misa excusándose como +enfermo. El padre provincial solía amonestarle, y todos le veían pasar +extraño y misterioso y temían por la salud de su cuerpo y por la de su +alma. + +Y perseguía su idea dominante. Probó la máquina en sí mismo, en frutos, +llaves, dentro de libros y demás cosas usuales. Hasta que un día... + +O más bien una noche, el desventurado se atrevió, _por fin_, a realizar +su pensamiento. Dirigióse al templo, receloso, a pasos callados. Penetró +en la nave principal y se dirigió al altar en que, en el tabernáculo, se +hallaba expuesto el Santísimo Sacramento. Sacó el copón. Tomó una +sagrada forma. Salió veloz para su celda. + + +V + +Al día siguiente, en la celda de Fray Pedro, se hallaba el Sr. Arzobispo +delante del padre provincial. + +--Ilustrísimo señor, decía éste; a Fray Pedro le hemos encontrando +muerto. No andaba muy bien de la cabeza. Esos sus estudios creo que le +causaron daño. + +--¿Ha visto su reverencia esto?--dijo su señoría ilustrísima, +mostrándole una revelada placa fotográfica que recogió del suelo, y en +la cual se hallaba, con los brazos desclavados y una dulce mirada en sus +divinos ojos, la imagen de Nuestro Señor Jesucristo. + + + + +[imagen: CRÓNICAS] + + + + +BAJO LAS LUCES DEL SOL NACIENTE + +[imagen] + + Los cerezos florecían, y entre sus ramas + alegres se divisaba un monte azul. + + +Era el país de oro y seda, y en el aire fino como de cristal volaban las +cigüeñas, y se esponjaban los crisantemos del biombo. Los cerezos +florecían, y entre sus ramas alegres se divisaba un monte azul. Una rana +de madera labrada era igual a las ranas del pantano. Sobre la laca negra +corría un arroyo dorado. Muñecas de carne, con la cabellera atravesada +por alfileres áureos, hacían reverencias sonrientes, y gestos menudos. +En las casas de papel, en la ignorancia feliz del pudor, se bañaban las +niñas. Cortesanas ingenuas servían el té en tacitas de Liliput. En los +«kimonos» historiados se envolvían cuerpos casi impúberes e +inocentemente venales. Se hablaba de un viejo llamado Hokusai, que se +llamaba a sí mismo «el loco del dibujo». Floreros raros se llenaban de +flores extrañas ante los budhas risueños. Nobles daimios hacían lucir al +sol curvos sables de largo puño. Los «netskes» y las máscaras +reproducían faces joviales o aterrorizadas, caras de brujas o +regordetas caras infantiles. Al amor de una naturaleza como de fantasía, +se vivía una vida casi de sueño. + +Artistas y artesanos realizaban labores extraordinarias, que llegaban a +las naciones lejanas como de imperios de cuento. Se educaba la sonrisa y +se inculcaba la afabilidad. Se conservaban con respeto las antiguas y +sagradas tradiciones en el dulce ambiente de una existencia sencilla. Se +desconocía el egoísmo y se practicaba la más perfecta y blanda cortesía. +Los preceptos del viejo Confucio ordenaban la severidad y la +imparcialidad a jueces ceremoniosos. Había un profundo concepto de la +justicia y de la virtud, un aspecto innato de la superioridad +jerárquica, y el superior era bondadoso, y sumiso y sagaz el inferior. +Bonzos sabios enseñaban la fuerza de las plegarias y la fe en las +potencias ocultas. La paciencia y la tenacidad eran virtudes comunes; +eran desconocidas, o raras, la doblez, la inquina, la traición. La +poesía se mezclaba a la vida cotidiana. El amable «saké» hacía cantar +más tiernamente a las «samisén». Se tenían para el huésped los más +amables «sayonaras». Se pasaban horas de miel y caricias, con sutiles +amorosas que tenían nombres de piedras ricas, de pájaros lindos, de +flores exquisitas. Gloriosos «samurayes» se vestían como grandes y +metálicos insectos. Viejos peregrinos sabían fábulas e historias +inauditas. Pintores únicos tomaban detalles de la naturaleza y de la +vida, de manera que detenían en un papel de seda el aletazo de una +carpa, el salto de un tigre o el vuelo de una garza. Campesinos +pacientes sembraban el arroz al abrigo de sus agudos sombreros de floja +paja. Se tenía el culto preciso de los antepasados y se sabía por seguro +que hay buenos dioses y perversos demonios. Shintoistas o budhistas, los +hombres cumplían con los preceptos de sus religiones, aceptaban los +consejos de sus sacerdotes, y al lado de las divinidades veneraban a los +héroes de la acción o del pensamiento. Se predicaba y se sostenía firme +el amor al país y la adhesión inmensa al Mikado. Había una idea tan +grande del honor, que el suicidio en casos especiales formaba parte de +las costumbres. Se tenía el temor de lo divino y desconocido, y se +saludaba la memoria de los abuelos. Se amaba como en ninguna parte a los +niños; como en ninguna parte se obedecía a la autoridad paternal, y ante +las vasijas de calada madera había siempre, en tibores de prodigiosa +porcelana, ramos floridos. El conjunto de principios que los letrados +infundían al pueblo, se reducía a pocas palabras. Decían: «Hay un Dios +superior. Tiene como atributos la inteligencia, el valor, el amor. Por +la unidad de su espíritu y de su energía vital fueron creados el dios +Takanu Musubi y la diosa Kanmi Musuti, que forman, con su padre, una +augusta Trinidad. De la unión de estos dos nacieron otros dioses, y, por +último, los divinos antecesores de la familia imperial y de la raza +humana: Yzanagi e Yzanami. El alma del hombre es, por tanto, origen +divino e inmortal. Su cuerpo fué creado también por la energía divina; +pero no contiene de ésta lo bastante para ser inmortal. El deber del +hombre es cultivar, primero, las tres virtudes divinas, después las +siete virtudes que de ellas se derivan: la lealtad al emperador, la +piedad filial, la castidad, la obediencia a los superiores, la +sinceridad en la amistad, la bondad y la misericordia. El camino de la +virtud es el de la felicidad. La ley de la causa y del efecto reina en +el mundo presente y en el mundo futuro. El mayor criminal puede merecer +el perdón, y aun el favor de Dios, si se arrepiente con sinceridad. A +cada uno se le tomarán en cuenta sus acciones, y por ellas será +recompensado o castigado en el mundo futuro». Los japoneses, pues, +estaban en completo estado de barbarie. + +En efecto, hace ya tiempo, el mundo intelectual conoció toda la barbarie +que revelaron los Goncourt a la curiosidad y al arte occidentales. Se +supo que maravillosos pinceles estaban dotados de desconocidos +prestigios. Una civilización contemporánea de Nabucodonosor se había +conservado a través de siglos e invasiones. Sabios y poetas, que +estudian los clásicos chinos, meditaban y enseñaban. Brotaban de los +hornos las ricas obras de los alfareros de Satzuna. Un misterio +legendario flotaba sobre la región nipona, tan extraña como las naciones +orientales en que se mueven las magias de Sheherazada. El pueblo que, +según la frase de Voltaire «jamás ha sido vencido», guardaba con +admiración religiosa el nombre y el recuerdo de sus héroes, de los +violentos caballeros y marinos que rechazaron a los enemigos mongoles y +libraron la integridad del territorio. + +Un sano y vigoroso feudalismo mantenía en lo alto la seguridad del +gobierno, y abajo la felicidad del pueblo. Los poetas escriben poemas +en que se cantan la fidelidad y el amor en flor eternamente. Las +danzarinas saben bailes de argumento, que regocijan discretamente a los +espectadores. Los fieles no faltan a las ceremonias de los templos, y +hay pompa hermosa y nobleza ritual. Lafcadio Hearn nos explica lo que es +el Shinthoismo. Shinto significa carácter en su sentido más elevado: +valor, cortesía, honor, y, sobre todo, lealtad. Shinto significa piedad +filial, amor al deber, voluntad siempre lista al abandono de la vida por +un principio, y sin preguntar el por qué. Está en la docilidad del niño, +en la dulzura de la mujer. Es también conservador, saludable freno a las +tendencias del espíritu nacional, fácilmente inclinado a dejar lo mejor +del pasado para precipitarse con ardor en las modernidades extranjeras. +Es una religión transmitida en una impulsión hereditaria hacia el bien, +en un puro instinto moral. Es, en una palabra, toda la vida emocional de +la raza: El alma del Japón. Así, el renunciamiento a la propia +satisfacción, hasta a la vida, por la común felicidad, el deber +cumplido, el sacrificio voluntario y cordial, eran características de +esos singulares salvajes. Y en su sacro libro del Kodjiki aprendían +ejemplos de tiempos remotos, como el siguiente: «El príncipe Mayoana, +de edad de siete años solamente, después de haber matado al asesino de +su padre, se había refugiado en casa del Gran Tsubura, y las +multiplicadas flechas semejaban un campo de cañas. El Gran Tsubura se +adelantó, y quitando sus armas de su cinto se prosternó ocho veces, y +dijo: «La princesa Kará, mi hija, que tú te has dignado llamar hace +poco, está a tus órdenes, y te ofrezco, además, cinco graneros de arroz. +Si humilde esclavo de tu grandeza, me presto a luchar hasta el fin, no +conservo la esperanza de vencer; al menos, puedo morir antes de +abandonar a un príncipe que ha puesto en mí su confianza al penetrar en +mi casa». Habiendo así hablado, volvió a tomar sus armas, y se lanzó de +nuevo en el combate. Mas las fuerzas le abandonaron, y había agotado ya +todas sus flechas. El Gran Tsubura dijo: «Ya no tenemos flechas, y +nuestras manos están heridas; no podemos ya combatir. ¿Qué nos resta que +hacer?» «No nos queda nada que hacer», respondió el príncipe. «Ahora, +quítame la vida.» Y el Gran Tsubura tomó su sable y quitó la vida al +príncipe. Luego, haciendo girar el arma contra sí mismo, hizo caer a sus +pies su propia cabeza.» + +Esas eran las lecturas de antaño, las que los ministros del culto +comentaban y las generaciones comprendían, infundiendo así cada día en +los corazones nuevos las antiguas virtudes. «La conciencia, dice Hearn, +llega a ser el solo guía, por la doctrina de la intuición, que no tiene +necesidad de decálogo o de código fijo que señale las obligaciones +morales. «Teólogo y filósofo, dice Motoonori, que todas las ideas +morales necesarias al hombre le son sugeridas por los dioses y son de la +misma naturaleza instintiva que las que le obligan a comer cuando tiene +hambre, y a beber cuando tiene sed. El, el sapiente Hirata: «Toda acción +humana es la obra de un dios.» Y de nuevo Motoonori: «Haber comprendido +que no hay ni camino que conocer, ni ruta que seguir, es seguramente +haber comprendido el camino de los dioses.» Y otra vez Hirata: «Si +tenéis deseos de practicar la verdadera virtud, aprended a tener temor +de lo invisible, cultivad vuestra conciencia, y no os apartéis nunca del +camino recto.» Y luego: «La devoción a la memoria de los antepasados es +el resorte de todas las virtudes. El que no olvida nunca sus deberes +para con ellos, no puede ser irrespetuoso con los dioses ni con sus +padres. Un hombre semejante está siempre fiel a su príncipe y a sus +amigos, bueno y dulce con su mujer y con sus hijos.» Así pensaba el +Japón viejo. Semejante atraso estaba oculto tras la puerta que, los +hombres colorados, fueron a abrir a cañonazos. + +Y a cañonazos se despertó a la vida y a la civilización de Occidente el +Japón viejo, y se convirtió en el Japón nuevo. + +«Hoy, dice sonriendo afiladamente el japonés Hayashi a un periodista +parisiense, hoy tenemos acorazados, tenemos torpedos, tenemos cañones. +¡Los mares de la China se enrojecieron con la sangre de nuestros +muertos, y con la sangre de los que nosotros matamos! Nuestros torpedos +revientan; nuestros shrapnells crepitan, nuestros cañones arrojan +obuses; morimos y hacemos morir; y vosotros, los europeos, decís que +hemos conquistado nuestro rango, ¡que nos hemos civilizado! Hemos tenido +artistas, pintores, escultores, pensadores. En el siglo XVI editábamos +en japonés las fábulas de Esopo. ¡Éramos entonces bárbaros!» + +¡Oh, sí! Hoy están los descendientes de los antiguos daimios +completamente civilizados. Al _jiu-jitsu_ nacional, han agregado los +conocimientos adquiridos en el Creusot y en Essen. Se les obligó a +aprender la ciencia de la guerra en establecimientos occidentales; se +les demostró que pasar la vida feliz, sin derramamientos de sangre, sin +soldados, sin militarismo, sin cañones Krupp, era el colmo de lo +salvaje. Se les enseñaron los caracteres occidentales para que pudieran +leer los diarios nacionalistas de Francia, los discursos de M. Jaurés, +las obras de Kipling; así supieron lo interesante del nacionalismo, lo +útil del socialismo, lo superior del imperialismo. Como son hábiles y +emprendedores, los nipones tuvieron pronto arsenales de ideas nuevas, +tuvieron nacionalistas, socialistas, imperialistas. Se dieron una +constitución. Se vistieron como se visten los hombres de Londres, que es +como se visten los hombres de todo el Occidente. Vieron claramente que +sonreir siempre es malo, ser afable es dañoso, ser piadoso es ridículo. +Se convencieron de que ser de presa es lo mejor sobre la superficie de +la tierra. Se militarizaron; se armaron, fueron excelentes discípulos de +los carniceros de los países cristianos. Destruyeron toda la poesía +posible, convirtieron a Madame Chrisantème en institutriz inglesa y en +enfermera. Se lanzaron al asesinato colectivo con un apetito +sobrehumano. Oku, Kuroko, Togo, entran en la categoría de semidioses. +Se trató de matar al mayor número de rusos posible. Se trató de volar +barcos, de «dinamitar» puentes, de arrasar batallones. Se va a la +conquista, al degüello, al odio. ¿En dónde está ese mundo de vagos +ensueños, ese mundo como lunas extra-terrestres, como astral, que admiré +en las escenas, en la maravillosa actriz Sada Yacco que era una +revelación de belleza exótica y peregrina? ¿En dónde están los antiguos +pintores Kakemonos, los antiguos Outamaros y Hokusais? ¿En dónde las +nobles creencias, los generosos ideales, la dulzura del carácter, las +genuflexiones, las pintorescas amorosas, el alma antes encantadora del +pasado Japón?... En la Mandchuria, la tierra se llenó de cadáveres... +Los mares chinos se enrojecieron de sangre. + +Se mira a los Estados Unidos con aire de desafío, con amor a la +guerra... + +La civilización ha triunfado... + + + + +MI DOMINGO DE RAMOS + +[imagen] + + Y veo en un país lejano + una vieja ciudad. + + +Mi pobre alma, con una alegría de convaleciente, se despierta este día, +domingo, sonríe a la luz del sol de Dios, se sacude como un ave húmeda +del rocío de la aurora, y, a pesar de que quiero contenerla: «¡Mira que +estás muy débil! ¡mira que casi no tienes alientos! animula, blandula, +vagula, ¿a dónde vas?» no me hace caso, ríe como una locuela de catorce +años, se va, bajo el esplendor matinal, al jardín de mi fantasía, al +huerto de mi mente, y vuelve con dos verdes y frescos ramos de palma, +alzando los brazos al cielo, en un divino ímpetu, como si quisiera +volar. + +--Animula, blandula, vagula, ¿a dónde vas? + +--¡Voy a Jerusalén!--me dice mi pobre alma. + +Y allá se va, camino de Jerusalén, sin bordón de peregrino, sin alforja +de caminante, sin sandalias de romero. Ella va a la fiesta, arrastrada +por su deseo, sin temor de las asperezas del viaje, sin miedo a los +abismos, a las fieras y a las víboras. + +Tal parece que fuese llevada por una ráfaga milagrosa, o sostenida por +el amoroso cuidado de cuatro alas angélicas. Ella no sabe hoy de las +tristezas, de las maldades y de las tinieblas de la vida. Deja la ciudad +de los infames publicanos, de los odiosos fariseos, de las pintadas y +ponzoñosas prostitutas. Ha sentido como el llamamiento de una sagrada +primavera, y se ha abierto fresca y virginal como una blanca rosa. Un +perfume celeste la baña, y ella a su vez exhala su perfume íntimo, su +ungüento de fe y de amor. Un sol de vida le pone en su debilidad, +fortaleza; en sus mejillas pálidas, una llama de niñez; en su frente, +tan combatida por el dolor, una refrescante guirnalda florida. ¿Que +vendrán las espinas después?... + +Ella no sabe eso. Hoy cree sólo en las flores y las palmas; hoy debe +asistir a la entrada triunfal del Rey Jesús. Armoniza sus más bellas +canciones de gloria, para repetirlas en honor de quien viene. Clamará +con el coro de los sencillos, con la lengua del pueblo que acompaña con +jubilosos hosannas al Príncipe del Triunfo. + +Se han borrado de su memoria las penas pasadas, no quiere poner su +pensamiento en los amargores futuros. Como en un inspirado paso, sigue +su ruta, y, tan ligera va, que el aire no la siente pasar. Las montañas +nada son para ella. Va sobre las cambroneras sin que sus pies desnudos +se hieran; los leones de la selva la miran con cariñosos ojos, y se +dicen: «He allí la pobre alma que va a Jerusalén, hoy, Domingo de +Ramos»; las tempestades se ciernen sobre su cabeza, pero ella es +invencible delante de las tempestades; el tórrido fuego de los desiertos +no marchita una sola de las flores de su corona; las palmas que lleva en +sus manos, con un gesto glorioso, están llenas de su primera frescura; +la alondra lírica y cristalina dícele: «Hermana, apresura el paso para +que llegues a tiempo». Y yo la sigo con ojos apasionados: «¡Sí, alma +mía, acude, no tardes, vuela a Jerusalén!». + +--«Yo soy tu infancia»--, me dice una voz entre tanto. Dícemelo una voz +encantadora que regocija y deleita mis potencias. + +Porque en lo íntimo de mi ser se despliega, como un inmenso e +incomparable lienzo azul, en que surge decorada por virtud maravillosa, +la estación de mi existencia en que los cielos eran propicios y la +tierra amable y buena como una nodriza. A mis narices viene un olor de +yerbas olvidadas, de flores que há tiempo no he vuelto a ver; a mis ojos +florece una aurora de visiones, que me atraen con una magia imperiosa; +a mis oídos llegan notas de lejanas armonías, que han dormido por largo +espacio de años bellas princesas del bosque de mi vida; mi tacto es +halagado por el roce de aires amigos, que acariciaron los bucles rubios +de mi infancia, y reconozco el troquel de que saltó mi primer +pensamiento, limpio y sonoro como una medalla argentina. + +Y veo, en un país lejano, una vieja ciudad de gentes sencillas, en donde +Jesucristo habría encontrado ejemplares de sus perfectos pescadores. +Sobre los techos de tejas arábigas de las casas bajas pasa un vuelo +vencedor en la mañana del Domingo de Ramos: la salutación y el +llamamiento que cantan las grandes campanas de la Catedral en que +duermen los huesos de los obispos españoles. El alba ha encontrado la +calle principal decorada de arcos de colores y alfombrada de alfombras +floridas; en esas alfombras, tosco artista ha dibujado aves simbólicas, +grecas, franjas y encajes, plantas y ramos de una caprichosa flora. La +policromía del suelo fórmanla tintes fuertes y vivos: maderas de las +selvas nativas, rosas para el rosal, hojas frescas para los verdes, y, +para el blanco maíz que el fuego reventó la noche anterior, cuando a +los granos trepitantes acompañaron alegres canciones. Las gentes han +madrugado, si no han pasado en vela la noche del sábado; han madrugado y +están vestidas de fiesta, aguardando la hora de la misa. Así, cuando ha +dado la señal el campanario, el desfile comienza: severas autoridades, +familias de pro, licenciados de largas levitas flotantes; la cruel +Mercedes, la dulce Narcisa, la rara Victoria, los elegantes y el pueblo +en su pintoresco atavío nacional. El sol que llega, todo de oro y +púrpura dominicales, tornazola los rebozos de seda de esas mujeres +morenas. Allá va el bachiller que lee a Voltaire y se confiesa una vez +al año, por la cuaresma, o antes si espera haber peligro de muerte: va a +la misa. Sobre aquella ciudad, feliz como una aldea, ciérnese todavía un +soplo del buen tiempo pasado. Es aún la edad de las virtudes primitivas, +de los intactos respetos y de la autoridad incontrastable de los +patriarcas. Para ir al templo preceden los cabellos blancos a los grupos +de fieles. Y la campana grande alegra a todos; todos los corazones +reciben el propio influjo; rige las voluntades un mismo ritmo de +impulsión. La campana grande es la lengua de la ciudad; ella despierta +reminiscencias de sucesos memorables, orgullos populares y orgullos +patricios. Cuando habla, creeríase que un espíritu supremo la inspira y +que anuncia, en su idioma de bronce, la piedad del cielo. + +Visión de los altares de llamas y pétalos. Son del potente órgano de +Pamplona; voces angelicales de los niños; clamores de los sochantres; un +velo de incienso envuelve y aroma la ancha nave: ese misterioso y +litúrgico perfume que tiene figura corporal, encarnado en su humo +fugitivo, es el ambiente en que pueden dejarse entrever, bajo las +cúpulas eclesiásticas, los seres puros del Paraíso. Y el cuerpo mismo, +al aspirarlo, mientras el alma se eleva con la plegaria, goza en una +como sagrada sensualidad. Visión del sacerdote: la simbólica del gesto; +el poder de las evocaciones divinas: la hostia, nieve sobre la pompa de +los oros y la gracia ascendente de los cirios, ¡Suena, suena, haz +estallar tu alma por tus tubos, órgano de Pamplona que toca el organista +de barba larga. + +Y he ahí que un niño meditabundo está arrodillado delante del +sacrificio. Id al Himalaya, y entre las más blancas nieves de la más +alta cumbre, buscad el copo que en sí contenga la blancura misma: esa +es su alma. Id al Sarón bíblico y, entre todos los lirios, escoged el +que escogería para entrar en el Paraíso la más pura de las +bienaventuradas: esa es su fe. Y ese niño, en medio de su oración y de +su contrición, siente un eco nuevo en lo secreto de su ser, eco que +responde a la inmortal anunciación de la Lira. + +¡Palmas! La procesión ha aparecido ya; hacia el azul del Señor dirigen +las alas las jaculatorias; las músicas tienden en los aires sus arcos de +harmonías; del campanario, como de un sacro y encantado palomar, +desbandadas de palomas, de palomas de oro, los himnos de las campanas se +ciernen sobre las gentes. Hosannas de los trombones y violines; hosannas +de las plantas; hosannas de los celestes violoncelos. Bajo la seda y el +oro de un palio pomposo como una casulla de gala, va Jesucristo sobre +una asna; el prefecto lleva la asna del fiador. Obra de desconocido e +ingenuo escultor de la escuela quiteña, Nuestro Señor está hermoso y +real sobre su cabalgadura. Sus atavíos son los de un arzobispo; lleva +magna capa sostenida por un paje eclesiástico; sus ojos dulces miran +como si mirasen lo infinito; su cabellera nazarena le cae en rizos sobre +los hombros; su mano derecha, detenida en un gesto hierático, bendice +al mundo. Así va, seguido de gran muchedumbre, sobre las alfombras +policromas y olorosas, bajo las arcadas de banderolas. Pendientes de los +arcos, veis curiosas cosas: frutas doradas, cestos de flores, pelicanos +con el pecho herido, garzas reales, águilas y palomas, monstruosos +caimanes, inauditas tarascas, serpientes y quimeras. + +El olor de la tierra húmeda únese a la exhalación perfumada de las +enormes flores de palmera, gruesos chorros de oro impregnado de fino +óleo aromoso, y cuyos granos son, para los naturales, a manera de +primitivos confetti. ¡Palmas! Por todas partes veréis la inclinación +gallarda de los ramos sonoros y frescos, imprimiendo al conjunto +extraño, como un concepto de belleza antigua y peregrina. Palmas llevan +los viejos; mujeres y niños hay coronados de palma. Y la procesión va +por la calle mayor, la calle Real, con una solemnidad llena de gozos y +fragancias. Y he allí que al llegar a un punto dado, bajo el más bello +arco de colores, hay una hermosa granada de plata que deja entrever +granos de oro. Y cuando el palio pasa debajo de ella, y el Señor del +Triunfo se detiene un instante, la bella fruta oriental se abre, como +reventada de sol y de savia, y de su seno vuelan, como un grupo de +mariposas que se pusiesen en libertad, hojas impresas que lleva el aire +sobre la muchedumbre, y que tienen, en honra de Jesucristo triunfante, +versos. ¡Versos! Sí, versos rimados malamente, sentidos buenamente; +logro inapreciable para la muchedumbre que acompaña al Nazareno, que, +con la diestra, en un gesto hierático, bendice al mundo. ¡Oh, potestades +de los cielos! ¡Vosotras podéis ver quién, cual si fuese un infante +real, siente como hecha de un oro divino su corona de palmas del Domingo +de Ramos! Es ese niño que ha llegado de la iglesia, y está cerca de la +anciana abuela de cabellos crespos y recogidos como una marquesa de +Boucher. + +Es ese niño meditabundo, triste en su alegría, como si estuviese +sintiendo ya la llegada de su Viernes Santo. ¡Es ese niño que ha rimado +los versos infantiles de la granada oriental, símbolo de su corazón, que +se abrirá para regar por ley infalible, sobre la tierra sus íntimas +armonías, los perfumes misteriosos de su sangre vital, la esencia de su +pobre alma, enferma desde entonces, de la recóndita y adorada enfermedad +del ensueño! + +Y aquella palma mística es para él un símbolo. Sus ojos pueriles miran +de pronto, como en un vago éxtasis, una figura, que cerca del Cristo +lleva una palma en la mano. Es una figura de maravilloso aspecto, +semejante a un arcángel, vestida de fortaleza y de luz; su frente +aureolada se destaca sobre el profundo y sacro azur; su diestra alza en +la mano una imperial palma de oro; su voz suena con harmonía intensa y +dominante, como la voz de un dios: «¡Yo soy, oh, niño, exclama, quien te +viene a hechizar y arrastrar para siempre en el triunfo del Domingo de +Ramos! He aquí la palabra simbólica: ¡Yo soy la Gloria! Yo vengo a +mostrarte el miraje de las soñadas Babilonias de plata, los sublimes +Eldorados, las Jerusalenes que han de atraer tu pensamiento y tu sér +todo, pues has nacido predestinado para desconocidos padecimientos, por +amor de las Visiones y la pasión de las Palmas!» + +Y el niño escucha aquellas palabras, sintiendo en su débil persona como +la insuflación de una vida nueva; y su pequeño corazón palpita en un +desconocido propósito de obrar y realizar cosas grandes. + +Más tarde, las palmas del domingo guárdanse en las casas de los +creyentes, como poderosos e invencibles talismanes. Queda junto a los +retablos antiguos, junto a los santo-cristos que guardaban los lechos +familiares, los ramos que el tiempo seca, y que las canículas doran y +tornan más sonoros y livianos. Cuando suenan los truenos y caen los +aguaceros diluviales bajo el cielo negro cebrado de relámpagos, fórmanse +de las palmas benditas del Domingo de Ramos coronas salvadoras. +Coronados de palmas, los habitantes de la ciudad feliz no temen las +amenazas de la tormenta. Y he aquí que el niño triste, precoz enamorado +de la Lira, sembró en el huerto de su corazón y en el jardín de su +suerte un ramo de aquellas frescas hojas, y el ramo, a pesar de crueles +inviernos, de ásperos huracanes, de voraces langostas, de hoces +afiladas, ha crecido y producido otros ramos nuevos. + +De allí ha cortado, en este día esplendoroso, sus dos palmas gallardas, +la pobre alma que hace su peregrinación a Jerusalén, como sostenida por +cuatro alas angélicas que enviara un bondadoso decreto del Padre de la +Esperanza. + +--«¡Vengo de Jerusalén»!, dice mi pobre psique. Y he aquí que miro en +sus ojos más luz, y en sus mejillas una pura y juvenil llama de sangre. +Vuelve reconfortada, para arrostrar las tinieblas y elementos que la +combaten en el habitáculo del debil y vibrante cuerpo. Pues es ella la +víctima ofrecida, por la ley suprema, a las fuerzas desconocidas que +ponen cerco a su frágil domicilio. En la bóveda del cráneo, son los +pensamientos y los sueños que nacen entre las marañas del cerebro; los +nervios que, como una cruel túnica, se extienden; las pasiones que se +desatan por las puertas de los sentidos; y el omnipotente y tentacular +pulpo del sexo cuya cueva obscura es el sepulcro. Después, las luchas +del Mundo y del Demonio encarnados en la Maldad ingénita y en la +Estupidez humana; los truenos de la vida, las rachas, los ventiscos de +las rudas horas amargas, de odiosa espuma; los relámpagos de la +concupiscencia; los rayos de la soberbia; las lívidas nubes de la +envidia; los aborrecimientos desconocidos; los granizos inmotivados; la +Mujer--_¡Misterium!_--con su arcana misión de pecado y de llanto; el +crimen; y, sobre todo, en el fondo de esa implacable tempestad, +guardianes de la vasta Puerta del Universo: obscuro, obscuro, el dolor; +pálida, pálida, la Muerte... + +¡Dame, alma de mi infancia, una hoja de tu palma bendita para coronar mi +frente! + + + + +HOMBRES Y PAJAROS + +[imagen: Al amor de la mañana, o cuando comienza la tarde, he aquí +lo que suele verse en los jardines de París...] + + +Al amor de la mañana, o cuando comienza la tarde, he aquí lo que suele +verse en los jardines de París, especialmente en las Tullerías y en el +Luxemburgo. Mientras al amparo de las alamedas saltan los niños o juegan +con sus aros y las nodrizas cuidan de sus bebés, y en los bancos hay +lectores de diarios, y más allá jugadores de «foot-ball», y paseantes +que flirtean, o estudiantes que estudian, o pintores que cazan paisajes, +y en las anchas filas de las fuentes, al ruido del chorro de agua, +minúsculos marinos echan sus barquitos de velas blancas y rojas, unas +cuantas personas cumplen con una obligación sentimental y graciosa que +se han impuesto: dar de comer a los pajaritos. Generalmente, los únicos +que aprovechan son los gorriones, los ágiles y libres gorriones de +París. Hay también las palomas, pero las palomas no son las que más +gozan de la prebenda. Parecen estar fuera de su centro, de lugares en +donde reinan solas, sin competencia ni reparto: la plaza de San Marcos +de Venecia, o las cercanías del palacio Pitti, en Florencia. Aquí, pues, +son los gorriones, pequeños e interesantes vagabundos, opuestos a la +vida normal de las abejas, por ejemplo, y que esperan por estudioso +biógrafo un Maeterlinck alegre. + +No lejos del Arco del Carrousel, en que la guerra y la Ley están +representadas, un grupo de gente de diversas condiciones y edades, forma +valla, mira en silencio. Un hombre de aspecto tranquilo y serio, cerca +del césped, sobre el que salta y vuela una inmensa bandada de gorriones, +saca de su bolsillo un pan y lo desmenuza. Luego, comienza a llamar: +¡Juliette!... Y una fina gorrioncita se desprende de la bandada +chilladora y saltante, y se va a colocar en la cabeza, en los hombros, +en la mano del hombre. «Louise, Jean, Friederic, Mimi, Toto, Mussette». + +Los pájaros libres del jardín, que entienden por sus nombres +respectivos, van todos a la voz que les llama. Y es un revoloteo +incesante alrededor del amigo que regala, y una fiesta a que, por otra +parte, están completamente acostumbrados. Unos cazan la miga al vuelo, +otros la toman en la mano, otros la recogen del suelo. + +El hombre les habla, les acaricia, les regaña. _Prends garde, +gourmand._ «Ten cuidado, glotón». «No seas atrevido, Robert». «Señorita, +así no se come»... «Insolentes, ahora vais a ver». Les trata con +naturalidad, con amistad, con confianza, con familiaridad. Todos ellos +le conocen, y él conoce a todos ellos, a pesar de tener todos igual +uniforme, y de no haber nada más semejante a un gorrión, como una gota +de agua a otra gota de agua. Y se ve que ese personaje, cuyo nombre +todos ignoran, tiene verdadero amor por sus pajaritos, y que no falta un +solo día, desde hace muchos años, a cumplir con su amable tarea, de +manera que, si faltase una sola vez, habría verdadera alarma entre el +mundo alado que puebla los ramajes de las Tullerías, y que si llegase a +faltar para siempre, los pobres animales estarían de duelo, a menos que +su alma en libertad fuese visible para ellos en la transparencia de los +aires. + +Mas, en verdad, una vez se ausentó, enfermo de la vista, y hubo duelo +entre los pájaros y gozo a su retorno. + +En el jardín del Luxemburgo, cerca del palacio, al lado de las galerías +del Odeón, muchas veces he encontrado a diferentes personas que dan de +comer a los pajaritos; pero, sobre todo, no dejo nunca de ver a un +viejecito, de aspecto venerable, de ropas modestas, que lleva en su +solapa la cinta de la Legión de Honor. ¿Qué sabio, qué poeta será? ¿O +qué filósofo anciano que venga con un espíritu semejante al de su +antepasado Descartes a admirar la mano de Dios, y a «conocer y +glorificar al obrero por la inspección de sus obras?» Otras veces, es un +caballero enorme, que se sienta en los bancos para llenar su obligación, +varón de gordura extraordinaria, que tiene una cabeza de niño +gigantesco. Los pájaros se le posan sobre el extensísimo pecho, sobre +los hombros de elefante, le revuelan por el magnífico vientre, y en +ramilletes temblorosos se le prenden de las manos regordetas, llenas de +bizcochos. No puedo de dejar de pensar: bueno, como todos los gordos. +Cerca de él una viejecita de luto, con un niño, reparte también su +ración. A veces conversa con los pájaros, a veces con el niño, a ambos +les habla con el mismo tono. Los animales conocen a todos, pero con el +anciano de la Legión de Honor hay mayores relaciones. Le siguen, cuando +les deja, a saltitos; se diría que le hablan en su idioma; se le sientan +en el veterano sombrero de copa; le llaman de lejos. El se vuelve; los +sonríe; parece que se despide hasta el día siguiente. + +Y nada es más suavemente impresionante, en la frescura de la mañana o en +la melancolía de la tarde. Acaba uno de leer los diarios, de ver la obra +del mal, del odio, la lucha de las pasiones, el hervor de los vicios. +Larga lista de crímenes, de escándalos, de injusticias. Los asesinatos, +las infamias, las intrigas, todo el endemoniado producto de una inmensa +ciudad de tres millones de habitantes. Va uno por los bulevares, y ve +pintada en la mayor parte de los rostros con que se encuentra, la +codicia, la ferocidad, la vanidad y la lujuria; habla uno con prójimos, +con conocidos, llenos de hieles, de ponzoñas, de vitriolos; encuentra +uno más allá, astucias, intrigas, rebajamientos, prostituciones, la caza +al _sou_, la caza al franco, la caza al luis, al billete, al cheque, los +aires de neurosis que soplan sobre las terrazas; los asesinos elegantes; +los espadachines cobardes; los ambiciosos; los _ratés_; la vergüenza de +abajo; los crímenes de arriba; Sodoma por una parte y Lesbos por otra; +lo artificial entronizado; las podredumbres cotidianas; la farsa +continua, la negación de Dios. Y hay aquí estas gentes que vienen a dar +de comer a los pajaritos... + +Sí, porque París tiene un vasto cuerpo; es un vasto cuerpo como el +cielo de Swedenborg, o el universo de Campanella. Tiene un organismo +propio, semejante a los astros de Bruno, _animali intellettuali_: tiene +una cabeza, unos brazos, un corazón, un vientre y un sexo; tiene sus +grandes pensamientos, sus grandes sentimientos, y sus buenas y malas +acciones, y sus bellos gestos y la banda gris del Sena que refleja los +diamantes celestes. + +Por el barrio en que habité está el cerebro, está la cabeza. Por algo, +en el _argot_ parisiense, _sorbonne_ quiere decir cabeza. Allí está el +órgano pensante, la juventud de las escuelas, las grises piedras que +vieron pasar a Abelardo, el hogar de la enseñanza. Unos cuantos +meditativos viejos, en sus encierros silenciosos, compulsan los +conocimientos del pasado, trabajan en la ciencia del presente, piensan +en el porvenir; un ejército de jóvenes se prepara a la obra de los +maestros. Es el Colegio de Francia, es el Instituto, la Escuela de +Medicina, todas las escuelas y laboratorios y en donde se forman y se +desarrollan los sabios, y aprenden a concretar sus sueños los artistas. +Es el Panteón, son los museos. + +Las cátedras de ese centro están en actividad. Profesores y alumnos +siguen por el camino comenzado desde hace siglos. Aquí se escucha el +ruido de la humanidad, se busca cómo penetrar el misterio de las cosas, +cómo mejorar la existencia; la filosofía investiga, induce, deduce; la +ciencia experimenta, analiza; se labora por el mejoramiento social, por +el perfeccionamiento individual. De las cátedras se extiende un continuo +río de ideas, de que benefician la industria, el comercio, la salud. Y +los ojos de París están también allí, en el Observatorio, escudriñando +la altura, fijos en los astros. + +A un lado y otro se extienden los brazos. Es el París que trabaja, las +extremidades llenas de fábricas, cuajadas de usinas de telares, de +chimeneas. Por allí, constantemente, bullen las muchedumbres de obreros +que forman la vitalidad productora: los obreros que saben leer y luchar, +los trabajadores que salen de sus labores y van a las universidades +populares a comunicar con sus hermanos intelectuales, ya en el faubourg +Saint-Antoine, ya en Montreuil-sous-Bois, en Grenelle, o en +Boulogne-Billancourt, de un punto a otro, de Asnières a Charenton, de +Vincennes a Puteaux, a Levallois, a Courbevoie. Pues los brazos de París +manejan alternativamente herramientas y libros, antorchas e ideas. Son +brazos robustos e inteligentes, y también terribles. + +El inmenso vientre y el sexo están en el centro, en ese trecho en que +los grandes bulevares juntan todos los apetitos, deseos y vicios +nacionales y extranjeros, desde la Magdalena hasta la Plaza de la +República y los alrededores de la Opera. Allí se come bien y se peca +mejor. La riqueza y el lujo hacen su exhibición, la gula encuentra cien +dorados refugios en que saciar sus más exquisitos caprichos, y el amor +fácil halla el suntuoso y babilónico prostíbulo ambulante que ha dado a +esta capital, digna de superior renombre, el de ser el lugar de cita y +el casino de las naciones. + +Y el corazón de París late por todas partes, y riega su sangre por todo +el resto del magnífico cuerpo. Ese corazón anima a las individualidades +silenciosas y discretas que hacen el bien callado a los hospicios y +lugares de asilo, a los conventos en que sin engaño se reza y se +sostiene, como dice Huysmans el de la Oblación, el pararrayo. Cuando ese +corazón quiere hablar se llama _Severine_, como se llamaba Luisa Michel. +El hace ir sin pompa a las viejas caritativas a llevar pan y carbón a +sus pobres; él sostiene a las infinitas muchachas honestas que, +viviendo con el lupanar a la vista, prefieren ir a la fábrica para dar +de comer a la madre inválida o al hermanito enfermo; él se revela, por +fin, en los que se ahogan por salvar suicidas, en el médico que va a ver +el infeliz y le deja con la receta el dinero para pagarla, en las nobles +cooperativas, y hasta en el cochero viejo que se mata porque se le murió +el caballo, que era su antiguo compañero. ¡El buen París! ¿Quién dice +que tan solamente hay aquí muñequitas de carne, y hombres con profesión +de pez? Que venga a ver los talleres llenos, las iglesias, las +universidades populares, y... a los hombres que dan de comer a los +pajaritos. + +No hay que reir mucho de Margot si llora por el melodrama, y si viejas +solteronas se enamoran de sus gatos. No hay que buscar el lado cómico de +las Sociedades protectoras de animales. No debe ser ridiculizado ningún +sentimiento de origen noble. Y el cariño hacia la naturaleza--paisajes, +animales, flores o aguas--y las simpatías por las manifestaciones +amables de ella, proclamarán siempre su origen generoso. Sin anonadar +nuestra personalidad humana en la ataraxia de Zenón o la apatía +epicúrea, tengamos la pasión del universo, la tendencia a nuestra +unidad. Así como nada conforta tanto como la presencia de los bosques o +la contemplación del Océano, nada suaviza más las asperezas del espíritu +que la visión de una rosa en su tallo, o un pájaro sin trabas ni jaula, +que salta y vuela por donde quiera, y canta sin inquietudes bajo el +cielo. Quizás la luminosa alegría que nada podrá destruir en el alma de +esta Galia feliz, viene de su simbólica alondra, maestra de libertad, +amante de claridad, ebria de frescor y de canto matutino. Tengamos el +amor de las rosas y de los pájaros, de las mariposas, de las abejas. Es +un medio de comunicación con lo Universal, con la divinidad. +Maeterlinck, en el libro admirable que conocéis, ha oído la iniciada voz +de Virgilio: + + _Ese apibus partem divinæ mentis et hansitus._ + _Athereos dixere: Deum manque ire per omnes._ + _Terrasque tractusque maris, extumque profundum._ + +Nada más conmovedor que la petición que, hace algún tiempo, dirigieron +al Congreso belga los miembros de un instituto de ciegos. + +Sabido es que en ambas partes a los pájaros cantores, para que canten +mejor, les sacan los ojos, sin duda acordándose del divino Melesígenes, +que también supo ser armonioso sin los suyos... + +En Bélgica hacen lo mismo, y esos ciegos del instituto han intercedido +por los ojos de los pajaritos. + +Yo sé que hay gentes que sonríen de todas esas cosas, que hallan todo +sentimentalismo fuera de moda, y que juzgan nefelibatas a los que no se +levantan todos los días con el único propósito de aumentar sus rentas +por la buena o por la mala. Yo sé que hay muchas gentes que retorcerían +con gusto el pescuezo a todos los cisnes del Caistro, y enviarían una +buena perdigonada a los ruiseñores de las melodiosas florestas. Yo sé +que en filosofía priva mucho actualmente la ferocidad, el egoísmo, la +crueldad. Pero esos son nietzschistas furiosos y danzantes, ante los +cuales iría yo a dar un abrazo al hombre que da de comer a los +pajaritos... + + + + +PRIMAVERA APOLINEA + +[imagen: Una copiosa cabellera. Unos ojos de ensueño y de +voluntad, juventud, mucha juventud: un poeta.] + + +I + +Una copiosa cabellera. Unos ojos de ensueño y de voluntad. Juventud, +mucha juventud: un poeta. Habla: + +--Yo nací del otro lado del Océano, en la tierra de las pampas y del +gran río. Desde mi pubertad me sentí Abel; un Abel resuelto a vivir toda +mi vida y a desarmar a Caín de su quijada de asno. Afligí a mis padres, +puesto que muy temprano vieron en mí el signo de la lira. Se me rodeó de +guarismos en el ambiente de las transaciones, y salté la valla. De todo +el himno de la patria sólo quedó en mi espíritu, cantando, un verso: +¡Libertad! ¡libertad! ¡libertad! Y me sentí desde luego libre por mi +íntima volición. + +Y conocí a un hermano mayor, a un compañero, que tendiéndome la diestra +me señaló un vasto campo para las luchas y para los clamores, me inició +en el sentimiento de la solidaridad humana, aquel joven bello y +atrevido de vida trágica y de versos fuertes. Mi bohemia se mezcló a +las agitaciones proletarias, y aun adolescente, me juzgué determinado a +rojas campañas y protestas. Fraseé cosas locamente audaces y rimé +sonoras imposibilidades. Mi alma, anhelante de ejercicios y actividades, +fluctuó en su primavera sobre el suburbio. No sabía yo bien adonde iba, +sino adonde me llamaban lejanos clarines. Me imbuí en el misterio de la +naturaleza, y el destino de las muchedumbres, enigma fué para mí, tema y +obsesión. Ardí de orgullo. Consideréme en la solidaridad humana, +vibrantemente personal. Nada me fué extraño, y mi yo invadía el +universo, sin otro bagaje que el que mi caja craneana portaba de +ensueños y de ideas. + +Mi espíritu era un jardín. Mis ambiciones eran libertad humana, alas +divinas. Y, como no encontraba campana mejor que la que levantaba el +alma de los desheredados, de los humildes, de los trabajadores, me fuí a +buscar a Cristos por los mesones de los barrios bajos y por los +pesebres. Creí--aurora irreflexiva--en la fuerza del odio, sin +comprender toda la inutilidad de la violencia. No acaricié el +instrumento de mis cantos, sino que le apreté contra mi corazón con una +como furia desmedida. Comprendía que yo había nacido para ser una vasta +comunidad sedienta de justicia, buscadora de inauditas bienaventuranzas. +Mi derrotero iba siempre hacia el azul. Para todo el comprimido río de +mis ideas juveniles no hallé mejor salida que el cauce de las +sensaciones y las cataratas de las palabras. Mi rebeldía iba coronada de +flores. No tenía más compañeros que los que veía dispuestos a las luchas +nobles y los buenos combates. Yo creí ver pasar «el gran rebaño». Yo lo +soñé una noche cavernosa que evocaba apariciones de muertas humanidades, +mientras pensaba, apartado de los hombres como un condor solitario +adormecido en la grandeza de las peladas cumbres, con la visión +desesperante de una colmena humana miserable que recortábase en la +blanca sábana de nieve como un borrón en una página alba. Al fin, hálito +cristiano me inspiró en aquella hora y la estrofa que otras veces +abofeteara a los oídos, se retorció en un gesto de insultador. + +Amé la grandilocuencia, pues sabía que los profetas hablaban en tropos a +los pueblos y los poetas y las pitonisas en enigmas a las edades. +Buscaba en veces la oscuridad. Me preocupaba a todas horas la +interrogación de lo fatal. Oía hablar al hierro. Mi primer amor no fué +de rosas soñadas, sino de carne viva. Me amacicé desde muy temprano a +los golpes de la existencia. Fuí a acariciar el pecho de la miseria. Y +surgió el amor. ¿Romántico? Hasta donde dorara la pasión la más sublime +de las realidades, representada en una adolescente rosa femenina. Todo, +es verdad, estaba dorado por la felicidad, hasta la tristeza y la +penuria de los que fuesen favoritos de mi lástima. Mis ideales de +venturanza humana no se aminoraron, sin embargo; mas se dulcificaron a +pesar de mis impulsos y proclamas de brega, por la virtud de una alma y +de una boca de mujer. Vida, sangre y alma busco y encuentro en la mujer +de mis dilecciones. Mas no por eso olvidé el sufrimiento de los que +consideraba mis hermanos de abajo, cuyas primeras angustias fuí a buscar +hasta las pretéritas y cíclicas tradiciones de la India. Mi carácter se +encabritaba en veces, + + ¡bravo potro salvaje + que no ha sentido espuelas de jinete! + +No pude nunca comprender el rebajamiento de las voluntades, las +villanías y miserias que manchan en ocasiones las más finas perlas. En +ocasiones huía de la ciudad y hallaba en la inmensidad pampeana vuelos +de poemas que se confundían con ansias íntimas. El ritmo universal se +confundía con mi propio ritmo, con el correr de mi sangre y el hacer de +mis versos. De retorno a la urbe, hablaba a las muchedumbres. Vivía cara +a cara con la pobreza, pero en un ambiente de libertad, de libertad y de +amor. Con el vigor de la primera edad, con mi tesoro de ilusiones y de +ensueños, no pude evitar momentos de delirio, de desaliento, de +vacilaciones. Consagréme caballero de la rebeldía, pero sintiendo +siempre las dificultades de todo tiempo. Llegué a comprender las +fatalidades, de la injusticia, y mi simpatía fué a los grandes caídos, +Satán, Caín, Judas. Encontré por fin estrecha mi tierra con ser tan +ancha y larga, y vi más allá del mar el porvenir. Solicité los éxodos y +ambicioné la vida heroica. El Océano fué una nueva revelación para mis +alas mentales. El amor mismo fué animador de mis designios de conquista. +En el viejo continente proseguí en mis anhelos libertarios. Tomé parte +en luchas populares, vi el incendio, la profanación; oí los alaridos de +la Bestia policéfala y creí en el mejoramiento de la humanidad por el +sacrificio y por el escarmiento. Revivían en mi mente las antiguas +leyendas de mi tierra americana y las autóctonas divinidades de los +pasados tiempos reaparecían en mis prosas combativas y en mis estrofas +amplias y sonantes. «La historia del viejo ombú despertó el alma de las +tres razas que dormían en mí». Y el viento de Europa, el soplo árido, al +mover mis largos cabellos, me infundió un nuevo y desconocido aliento. + +Y luego fué como un despertar, como una nueva visión de vida. Comprendí +la inutilidad de la violencia y el rebajamiento de la democracia. +Comprendí que hay una ley fatal que rige nuestras vidas, instantáneas en +la eternidad. Supe, más que nunca, que nuestra redención del sufrir +humano está solamente en el amor. Que el pozo del existir debe ser +nuestra virtud del paraíso. Que el poema de nuestra simiente o de +nuestro cerebro es un producto sagrado. Que el misterio está en todos, +y, sobre todo, en nosotros mismos y que puede ser de sombra y de +claridad. Y que el sol, la fruta y la rosa, el diamante y el ruiseñor se +tienen con amar. + + +II + +Así habló el bizarro poeta de larga cabellera, en una hora armoniosa en +que la tarde diluía sus complacencias dulces en un aire de oro. El +cuarto era modesto; el antiguo libertario revelaba sus aristocracias de +artista, con el orgullo de su talento, con su amada, condesa auténtica, +y con una Juventud llena de futuro más auténtica aún. + +Y salimos al hervor de París. + + + + +VISIONES PASADAS + +[imagen: Una vaga tristeza flota en la costa extensa y +solitaria...] + + +LA MAREA + +Una vaga tristeza flota en la costa extensa y solitaria, cuando baja la +marea. El agua de la bahía panameña se retira a largo trecho. Los +muelles aparecen alzados sobre sus cien flacas piernas de madera. La +playa está cubierta de un lodo betuminoso y salino, donde resaltan +piedras deslavadas y aglomeradas conchas de ostras. + +Las embarcaciones, quietas, echadas sobre un costado, o con las quillas +hundidas en el fango, parece que aguardan la creciente que ha de +sacarlas de la parálisis. A lo lejos, un cayuco negro semeja un largo y +raro carapacho; sobre una gran canoa está, recogida y apretada entre +cuerdas, la gavia. Agrupados como una quieta banda de cetáceos rojos y +oscuros, dormitan los grandes lanchones. Un marinero ronca en su +chalupa. Las balandras ágiles aguardan la hora del viento. + +Los boteros «chumecas» arreglan sus botes y sus pangaschatas. A la +orilla del mar, los pantalones arremangados sobre la rodilla, apoyado +en un remo, un chileno robusto canta entre dientes una zamacueca. +Empieza a oirse el apagado y suave rumor del agua que viene. Suena el +aire a la sordina. + +La primera barca que ha recibido la caricia de la ola, cabecea, se +despierta, vuelve a agitarse, curada de la nostalgia del movimiento. De +allá, de donde vienen los chinos pescadores, sale, al viento la vela +radiada, un junco ligero. Cual si se viniese desenrollando una enorme +tela gris, avanza la marea, trayendo a la playa su ruido de espumas y +sus convulsivas agitaciones. + +El vagido del mar aumenta, y se oye semejante al paso de un río en la +floresta. Es un vagido continuado, en un tono opaco, tan solamente +cambiado por el desgarramiento sedoso y cristalino de la ola que se +deshace. + +¡Canta en voz baja, pon tu órgano a la sordina, oh, buen viento de la +tarde! Canta para el marino que partirá para un largo viaje, cuando +alegre el agua azul la armoniosa visión de un blanco vuelo de goletas. +Canta para el pescador que tenderá la red; canta para el remero negro, +risueño y de grandes gestos elásticos; canta para el chino que va a +pescar, todavía con la divina modorra de su poderoso y sutil opio. Y +canta, mientras la marea sube, para los viajeros, para los errantes, +para los pensativos, para los que van sin rumbo fijo, tendidas las +velas, por el mar de la vida, tan áspero, tan profundo, tan amargo como +el inmenso y misterioso océano. + + +A UNA BOGOTANA (Pasillo en prosa.) + +El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals. Vea +usted cómo aquellos dos enamorados pueden llevar el compás, en medio de +la más ardiente conversación. El dice que los lindos ojos de una mujer +valen por todos los astros, y los lindos labios por todas las rosas. +Como ella quiere demostrar lo contrario, le mira con los bellísimos ojos +suyos, le sonríe con sus inefables labios, que son en un todo iguales a +aquellos con que la señorita de Abril dió el primer beso al caballero de +Mayo. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals. + +¡Oh, sí, sí! La fuerza de una pasión es mayor, infinitas veces, que el +empuje de ese enorme y poderoso Tequendama. ¿Usted conoce la catarata? + +Dicen que sus aguas saltan de un clima a otro. Que allá abajo hay palmas +y flores; que arriba, en la roca que conoció la espada de Bolívar, hace +frío. ¡Qué delicia estar allá abajo, señora, dos que se quieren! La +soberana armonía de la naturaleza pondría un palio augusto y soberbio al +idilio. Al ruido del salto no se oirían los besos. ¡Idilio solitario y +magnífico! ¿Sabe usted, señora, que tengo deseos de que se casen dos +amables solteros al comenzar a florecer los naranjos? Efraim Isaacs con +Edda Pombo. ¡Qué envidiable pareja! ¿Está usted agitada? El pasillo, +señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals. + + * * * * * + +En cuanto las heridas alas de mi Pegaso me lo permitan, heridas, ¡ay, +por dolores hondos y flechas implacables!--iré, señora, a la Vía Láctea, +a cortar un lirio de los jardines que cuidan las vírgenes del paraíso. +Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa, en Sirio un clavel, +y en la + +[imagen: Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa...] + +enfermiza y pálida Selene una adelfa. El ramo se lo daré a una suave y +pura mujer que todavía no haya amado. La rosa y el clavel la ofrecerán +su perfume despertador de ansias secretas. El lirio será comparable a su +alma cándida y casta. En la adelfa pondré el diamante de una lágrima, +para que sea ella ofrenda de mi desesperanza. Bien se conversa al compás +de esta blanda música. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un +lento y rosado vals. + + * * * * * + +Conque ¿se va? ¡Feliz, muy feliz viaje! Así sucede en la vida. El alba, +que abre los ojos de una diana de liras, dura un momento; dichoso el +monje que oyó, por largos siglos, cantar al ruiseñor de la leyenda, +¡Adiós, golondrina, adiós paloma! Pero ¿quiere hacerme un dulce favor? +Cuando llegue usted a su gigantesco Tequendama, deshoje, a mi memoria, +la flor que lleva en su corpiño, y arrójela en las locas espumas que +allá abajo, sobre las rosas, junto a las palmas, hacen temblar sus +iris... El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado +vals. + + +LA VIRGEN NEGRA (Havre). + +En Normandía de Francia, yendo del Havre a Orcher, se encuentra un +pueblecito coronado por una bella estatua de la Virgen. Llaman a este +divino icono «La Virgen Negra». ¡Quién rimase latín de himnos y +secuencias para hallar una cuenta de oro que agregar al rosario precioso +de la Letanía! La Virgen está en bronce, en un lugar alto; domina el mar +y el campo. + +El zócalo de su estatua está vestido de verdura por una fresca invasión +de enredaderas. La Virgen Negra es patrona de los marineros. Desde su +trono de piedra muestra su niño Jesús al mar; y por ella, muchos hijos +de pescadores ven llegar a la casa pobre, después de las tempestades, +blancas barcas chorreando agua salada. + +_¡María Stella!_ La estrella del mar tiene al Dios hijo en los brazos. +¡Orgullosa con su delfín, franceses! Esa reina de la Francia celeste, en +su maternidad, es la que libra de los vientos y de las rocas vuestras +barcas, y la que hace madurar vuestras uvas, que dan la + +[imagen: En Normandía de Francia, yendo del Havre a Orcher, se +encuentra un pueblecito coronado por una bella estatua de la Virgen.] + +sangre y las danzas. Vosotros, campesinos de Orcher, marineros del +Havre, sabéis hacer su fiesta con el canto de los campanarios, los +cirios nuevos y las ofrendas florales. + +Ella, que es estrella de la mañana, es también el faro, la estrella de +la noche. Cuando el sol se va queda su sol sublime. _¡Stella +Vespertina!_ Encarnada en el más duro de los metales, ha puesto en él su +enternecimiento y su gracia. Así esa gran Virgen, formidable en su +bronce, tiene el propio encanto, la misma humildad materna de las +vírgenes delicadas de los lienzos y de las místicas esculturas +policromas que están en los templos. De todas las manos que a ella se +tienden bajo la tormenta, ¿cuál es la que no halla apoyo? Tú, que te +hundes, no tienes en tus labios sino palabras de blasfemia y de +desesperanza... + +El milagro existe. El milagro lo cuentan pescadores canosos, domadores +de vientos. El que no cree en el milagro, no ha rogado nunca en una +inmensa desgracia, no ha tenido jamás el momento de pedir llorando, con +el alma, un algo de su piedad y de su dulzura a la madre María. Ella +tiene siempre la sonrisa en sus místicos labios. Ella tiene a cada +instante el gesto de salvación, la mirada de aliento, lo que apacigua a +Behemot, y lo que detiene a Leviathan. + +Su hermosa cabeza imperial y maternal se mueve entoldada por un zodiaco +de virtudes. La ola enorme del mar que ella tiene a sus pies, no hace su +obra brutal si ella la mira. Cada bruma le reza, cada espuma le canta. +El vago y fugitivo iris tiene siempre, para que ella pase, listo su +puente. Las gaviotas vuelan alrededor de la media luna que ella pisa. + +«Madre María--dice la golondrina--, ya volví de la tierra de Africa.» + +«Madre María--dice la anciana abuela--, ¿nada malo ha pasado al +grumete?» + +«Madre María--dice una mariposa blanca--, la niña rubia que aguarda al +novio, te está tejiendo una guirnalda de rosas rojas.» + +Y en el campo cercano, más allá de las «villas», donde los árboles se +ven recortados como los encajes, está el hombre rural, que ama su fuerte +buey y su caballo normando. + +El ruega también a la Virgen Negra de Harfleur por la cosecha, por la +felicidad de la campiña, por la flor y el fruto. Ella, la madre, escucha +asimismo la plegaria del cultor. + +Quizá tuviere alguna pequeñita predilección por las gentes de mar, +porque... ¡pasan por tantos peligros! ¡van tan lejos! ¡son tan bravos y +serenos, y cantan tan alegres canciones! Mas no, ella es la misma para +todos. + +Bajo su manto de oscuro metal se agrupan todas las oraciones. ¿Son +muchas? El manto crece, se agranda, se agiganta. ¿Son más? Crecen tanto +como si fuese el mismo cielo azul, constelado de gemas siderales. Allí +cabe todo lo creado. Allí encuentra abrigo la plegaria de la humanidad, +y el Angelus que reza cada crepúsculo de la tarde, el alma del mundo. + + + + +LOS MISERABLES + +[imagen] + + Viejos de largas barbas canas; hombres + fuertes; hombres jóvenes. + + + + +LOS MISERABLES + + _Los «gueux» franceses, los + «tramps» yankis, los «atorrantes» + argentinos._ + + +El «Gueux». + +Quien haya visto en ciertos paseos, en la _banlieue_, o bajo arboledas +_hantées_, como dice el pequeño poema de Baudelaire, la figura +grotescamente miserable de ciertos desheredados de la suerte, de ciertos +malditos de la vida, de ciertos parias del arroyo, ¿no ha sentido al +mismo tiempo la repugnancia y la lástima? + +Harapientos, con fragmentos de zapatos, sombreros de todas las formas +imaginables, sucios y abollados; con las caras abotagadas y las narices +rojas de alcohol; viejos, de largas barbas canas; hombres fuertes: +hombres jóvenes, bajo el viento, bajo el sol, bajo la noche, pueblan sus +lugares preferidos. + +¿Dónde viven? No tienen lugar fijo, o se amontonan en ocultas covachas, +o vagan noctámbulos, para dormir a pleno sol en un paseo público, junto +a una estación de ferrocarril o en las gradas de un edificio. + +La miseria es tan antigua como el hombre. En el cielo fabuloso de la +Grecia se conocía ya la mendicidad. Aro o Areo fué un pordiosero del +país de Itaca. El zaparrastroso pretendió nada menos que casarse con +Penélope, y Ulises, su noble rival, se deshizo de él de un puñetazo. + +Las manifestaciones de la miseria son las que han cambiado con los +tiempos y las costumbres. + +El _gueux_ de la Francia de hoy no es el mismo de la época de Villón. +Especiales causas políticas y sociales engendraron aquellos _vendangeurs +de costé_, aquellos temibles mendigos y rateros que adoptaron por +patrono, cosa curiosa en verdad, al rey David: «David, le roy, seige +prophète». + +Víctor Hugo ha reconstruído, en su admirable _Notre Dame_, la célebre +Corte de los Milagros. Villón, en sus _Testamentos_, ha dejado una +pintura vivísima de la canalla de su tiempo. El frecuentó los más +ocultos rincones de la miseria, y, como dice J. de Marthold: «Il sait le +nom de tous les malandrins, orphelins, et claque-patins, celui de toutes +les filles et de tous les mauvais lieux; _item_ connaît-il celui de +tous les représentants de l’autorité et de la loi, mouchards, soldats du +guet, geôliers, geôlières même, greffiers, auditeurs, procureurs, +lieurenant criminel, bourreau, celui de tous les corps de garde, de tous +les cachots et tous les gibets.» + +Tan les conocía, que estuvo a punto de ser entregado al Monsieur de +París, de entonces, como el mismo Gringoire. + +La diferencia que se puede notar entre los miserables de antaño y los de +nuestra época es que sobre aquéllos parece que hubiera flotado un aire +de alegría, y hoy reina en el mundo, en todas las clases, la tristeza, +el pesimismo. Aun en medio de sus oscuros conciliábulos, de sus hambres +y pillerías, tenían los de antes una canción en los labios, una +carcajada. El raro rey Luis Onceno mira reir a su pueblo, y le deja +reir, porque sabe que «rire est déjà se venger». La fiesta de los Tontos +distrae a los _gueux_, que son amigos de las farsas y de las locuras. + +Luego, lo que llamaremos la policía, de entonces, los angelz, están +listos para evitar los golpes de los malhechores, y recorren los lugares +sospechosos. + +En cuanto a la Corte de los Milagros, se componía de gentes activas, en +su peligrosa industria de falsa mendicidad, cojos fingidos, falsos +ciegos, etc., etc. De todo eso hay hoy también. Los castigos eran +crueles y se aplicaban con frecuencia. Maître François Villón solía +predicar la moral entre las turbas de vagabundos endiablados, al mismo +tiempo que escribía sus célebres baladas en el _jargon_ de la poco noble +«camaradería». + +De Villón a los héroes de Richepin, el tipo de los _gueux_ parisienses +ha cambiado por completo. + +Nuevas ideas, nuevos elementos, han producido distintos resultados. +Obsérvese con Malato cuántos cambios no ha traído, por ejemplo, la +introducción del uso de ciertos estimulantes, de alcoholes nuevos, de +bebidas que desconocieron las generaciones anteriores. Y con los +alcoholes, las negras filosofías. Existe en la alta Italia una +enfermedad que se llama _pellagra_, y que proviene de exclusiva +alimentación compuesta de _polenta_ y castañas. Así, ciertos libros han +causado en el pueblo una como _pellagra_ moral, y el principal síntoma +de la terrible dolencia es una amarga tristeza, que se revela hasta +cuando habla el alma del desheredado de la vida, del paria, por boca de +sus cancioneros. + +Arístides Bruant, el aeda de los _gueux_, canta en su _Mirliton_: + + T’es dans la rue, va, chez-toi! + +La casa del mendigo, del hambriento, es la calle: la misma de los canes +sin dueños. Como ellos, los caídos, están en su casa, van por todas +partes en sus horribles _déshabillés_, se tambalean, se tienden en los +bancos de los jardines públicos. La miseria les arranca hasta el último +jirón de vergüenza. No son ya hombres. Y por la noche, junto a las +avenidas obscuras, cerca de los puentes solitarios, o en innominables +tabernas, quien les habla al oído es el crimen. + +Bruant es un conocedor admirable de ese bajo mundo de París en que se +agitan todas las miserias que su filosofía de cancionero sabía pintar y +compadecer en su _Cabaret_. + +«Yo no sé, escribe un conocedor del dueño del _Mirliton_, que nadie +comprenda mejor que Bruant, y exprese como él en su verdadero «argot» la +inconsciencia de esos parias de la sociedad, que ¡Dios mío! no son más +malos que el común de los mortales ¡y cuán interesantes!» Yo les +condenaba; pero después que les he visto de cerca y he leído a Bruant, +les excuso, y no experimento por el condenado que oye del fondo de su +celda levantar el cadalso, más que una inmensa piedad. Se quiere hacer +de la mayor parte de los criminales seres irresponsables. Serían sobre +todo inconscientes, como una de las formas de la irresponsabilidad; +pero, en todo caso, es Bruant quien ha puesto primero el dedo en la +llaga. Ciertamente, el cancionero harto disculpa las fechorías y hazañas +del «apache» y de la peligrosa compañera de éste; mas la caridad y la +compasión tienen sus límites, y la sociedad y justicia tienen que ver +como enemigos a esos sombríos desventurados que saben, entre otras +cosas, dar el _coup du père François_, lo mismo que una puñalada, al +pobre transeunte que, en hora propicia al crimen, tiene la desgracia de +pasar cerca de ellos. + +En la canción de Bruant _A’ Saint-Ouen_, uno de esos parias sociales +muestra su áspera vida. En el primer _couplet_ dice cómo, en un mal día, +a la orilla del Sena, fué engendrado. Después, desde niño, está +condenado a trabajar como un negro para comer. En esa infancia no hay +una sola sonrisa. En la juventud, el amor es sencillamente canino. + +Y el final: + + Enfin, je n’ sais pas comment + on peut y vivre honnêt’ment, + c’est un rêve; + mais on est récompensé, + car, comme on est harassé, + quand on crêve... + l’cim’tière est pas ben loin, + á Saint-Ouen. + +Es la absoluta sujeción a la fatalidad, el acatamiento a las leyes de la +suerte y la renuncia y olvido de toda esperanza. En _Heureux_, Bruant +presenta al viejo vagabundo, en tiempo de invierno. Cuando le muerde las +carnes la brisa fría y la necesidad de descansar le hace buscar un +refugio, él se va tranquilamente a meterse como un ratón en su cueva, +entre los tubos viejos del acueducto. + + Et puis, doucett’ment, on s’endort... + + * * * * * + + Alors on sent comme un’caresse, + on s’allong’ comm’dans un bon pieu... + Et l’on rêv’ qu’on est à la messe + où qu’, dans le temps, on priait l’ bon Dieu. + +La miseria en París tiene muchísimas fases. Sus tipos varían, desde el +clásico personaje de arrugado sombrero de pelo y levita indescriptible, +hasta la madre mendiga, el «apache» siniestro, el «rigolard», etc. + +La caridad no puede matar tantas hambres, por más que se establezcan +lugares donde haya sopas baratas o gratuitas; y por su parte el +anarquismo, con la idea de su _soupe-conférence_, hábilmente fundada y +dirigida por los «compañeros» Rousset y Onin, mientras daba el alimento +que podía a los hambrientos, les predicaba sus doctrinas; y la lógica +les entraba por el estómago. + + +“El Tramp”. + +Si hay un sér que tenga grande semejanza con el _atorrante_ argentino, +aparte de su mayor tendencia criminal, es el que en los Estados Unidos +se llama _tramp_. + +Para hacer la comparación, baste con presentar el tipo, apoyados en +Fred. S. Root, quien ha tratado el asunto en una conferencia, hace ya +tiempo. + +El _tramp_ ¿es un ladrón, un vagabundo, un asesino, un mendigo? Sí y no. + +El _tramp_, como le llaman en los Estados Unidos, y especialmente en el +Canadá, es un producto extraordinario de nuestra moderna civilización. +Puede tener todos los defectos, y ser _tramp_ sin tener ninguno. Como el +_atorrante_. + +El _tramp_, en su calidad de mendigo de profesión, es fácil de conocer y +de describir. Se presenta a la puerta de una villa, por ejemplo, y pide +una limosna. Su rostro inflamado denuncia una vida de _débauche_, y sus +vestidos desgarrados y en desorden son una verdadera caricatura de todo +lo que es decente y elegante; sus ojos hundidos tienen miradas +agresivas, y cuando se fijan, parecen decir: «Dame de comer pronto, o +quemo tus establos y la casa, y asesino al dueño». + +El _tramp_ vagabundo es perezoso, borracho muy frecuentemente, lleno de +todos los vicios, y de un trato brutal. En una palabra, es el terror de +los lugares poco poblados, y el problema de las grandes ciudades. + +Una ciudad de Massachussets solamente ha alojado 852.000 _tramps_, los +cuales, con muy pocas excepciones, debían su estado a la intemperancia. + +Existe, sin embargo, otra especie de _tramps_, que no pertenece a la +clase de los _tramps_ mendicantes: es el _tramp_ por fuerza, digámoslo +así. + +El _tramp_ puede reunir en sí todo lo que hay de abominable, puede tener +todas las depravaciones y todos los vicios; pero es un hecho innegable +que el _tramp_ obrero ha sido obligado a serlo, a causa de los cambios +industriales de este siglo. + +Hace cincuenta años, el _tramp_ no existía en la Nueva Inglaterra. ¿Por +qué existe hoy, y por millares? Al procurarse una civilización más +refinada, ¿los hombres han llegado a ser más indolentes? ¿Es acaso por +decreto de la providencia, que el _tramp_ está llamado a invadir la +América entera? ¿El _tramp_ llega a serlo, por no ser suficientemente +inteligente para luchar con quien lo es más? ¿El cristianismo del siglo +XIX tiene una palabra para el vagabundo? Son estos problemas de no fácil +solución. + +¿Por qué en América, donde el suelo es generoso hasta la prodigalidad, +hay hombres hambrientos, miserables y desesperados? ¿No hay campos que +ondulan verdaderos mares de trigo? + +Hay sus causas indudablemente. Esos _tramps_ que no lo son sino por +necesidad, han pertenecido al gremio de los trabajadores, y aun querrían +volver al seno de la clase obrera; pero las máquinas han vuelto +inútiles los _útiles_, e inútiles a muchos obreros. + +Ejemplo: En los Estados Unidos se puede atravesar a caballo las grandes +llanuras de California y de Dakota, milla por milla, sin encontrar la +más humilde habitación, _allí donde antes de la invención de las +máquinas agrícolas se encontraban miles de hombres_. + +Es verdad que las máquinas contribuyen, al fin, a la distribución de la +riqueza, que hacen bajar los precios de los productos y los ponen al +alcance de todas las bolsas; pero es un hecho también que los primeros +efectos de la introducción de las máquinas tienden a privar a los +obreros de su única fortuna: el trabajo. + +Es de notar, sí, que la pobreza y el poco éxito del _fermier_ inglés son +debidos a la falta de máquinas propias para dar impulso a la producción +de sus tierras. + +Por la sola razón de las máquinas, millares de obreros son despedidos de +las fábricas; las máquinas que reemplazan a los trabajadores pueden ser +manejadas por pocos empleados. Eso mismo establece un enorme aumento de +cesantes en todos los centros industriales, de desempleados que no +encuentran empleo. Los obreros van de ciudad en ciudad, en espera de +encontrarlo. No lo hallan, se desazonan y se deslizan por la pendiente +que les hace caer en la dantesca región del _tramp_. + +No todos los _tramps_ pertenecen a esa clase, en verdad; pero un gran +número de ellos, sí. En 1885 se vió el caso de que hubiesen 100.000 +hombres sin ocupación, y no por culpa de ellos. Empujado por su mala +situación, sin encontrar en qué emplearse, el hombre comienza a +desesperar de su destino, y cuando llega a la desesperación tiene dos +salidas enfrente: el suicidio, o la vida del _tramp_. + +La falta de trabajo es, pues, una de las principales causas de la +existencia de este parásito social. La emigración continua es otra, y +esto completa el problema. Los que sobresalen en alguna especialidad +pueden siempre abrirse algún camino entre las muchedumbres; pero esos +constituyen las excepciones. Las posiciones aceptables para hombres de +ciencia o de letras son cada día más difíciles de obtener. Los sueldos +de los tenedores de libros, dependientes, empleados (hombres y mujeres) +disminuyen constantemente. ¿Por qué los conductores y cocheros de los +tranways están tan mal remunerados? Porque los directores de las +compañías pueden encontrar al mismo precio cuantos cocheros y +conductores quieran. + +En los diarios se leen avisos como éste: + +«Se necesita un hombre fuerte para cuidar un enfermo de enfermedad +contagiosa.» + +Más de cien solicitantes llegan antes de que pasen veinticuatro horas. +Eso dará una idea de la necesidad que hay en la clase de que hemos +hablado. + +Otra gran causa de que exista el _tramp_ obrero, son las detenciones de +los trabajos mineros. Las minas se encuentran en manos de unos cuantos +capitalistas, y éstos las manejan a su antojo. Por ejemplo: hace algunos +años, muchos individuos que representaban juntos una suma de cien +millones de dólares, se reunieron para aconsejar la suspensión de los +trabajos mineros, a fin de alzar el precio del carbón. El resultado fué +que miles de mineros se vieron de repente sin trabajo, mientras que +aquellos individuos se ganaban una suma de ocho millones de dólares, a +causa del alza. + +Los grandes capitalistas, sobre todo aquellos que se encuentran a la +cabeza de las empresas mineras de carbón o de hierro, pueden, a su +gusto, echar al arroyo miles de obreros, con sólo alzar el precio de +las materias primas, deteniendo la producción. + +Con esos detalles es fácil darse cuenta de que el _tramp_, es decir, el +hombre errante de plaza en plaza, fatigado, extenuado, en busca del +trabajo que no obtiene, es el resultado inevitable de un sistema +industrial desorganizado y establecido contra todo principio de +humanidad. + +La llegada anual a los Estados Unidos de muchos cientos de miles de +emigrantes, creó una gran población en los centros industriales, y en +consecuencia engrosó el número ya enorme de obreros sin empleo. + +Ese problema del _tramp_, del _gueux_, es uno de los más formidables de +nuestra época, por la sola razón de que las causas que lo producen no le +dan ninguna esperanza de alivio. + +¿Recuerda el lector que haya estado en los Estados Unidos aquellas +plazas llenas de desocupados de todas cataduras, aquellos negros cuadros +del barrio italiano, o del Bowery? + + +El «Atorrante» + +El _atorrante_ argentino ha llenado antes la población, a medida que ha +ido en aumento la vida europea, por decirlo así. + +La inmigración ha ayudado entonces, como en los Estado Unidos, al +desarrollo de esa plaga, que poco a poco fué menguando. Que la miseria +toma creces en Buenos Aires, es cosa innegable. + +Que también existe como en todas las grandes ciudades la industria del +mendigo, es verdad. Pero junto a la falsa miseria está la verdadera, que +ciertas buenas personas conocen. La primera toca a la policía; la +segunda a la caridad. + +_La Nación_, el gran diario de Buenos Aires, publicó hace años una +comunicación en que se leen estas palabras: «Los que voluntariamente nos +hemos impuesto la obligación de visitar a los pobres, nos damos cuenta +exacta de la gran miseria que hay en nuestra rica capital. No se trata +del _atorrantismo_, sino de verdaderos pobres, de familias necesitadas +que no tienen qué comer, y que en las noches crudas de invierno tiritan +de frío. No tienen ni cama, ni colchones, ni frazadas, ni nada con que +poder hacer entrar en calor sus cuerpos; duermen en el suelo como los +animales, siendo ésta la causa principal, si no la única, de las +enfermedades que padecen». + +Y hoy pasa lo mismo. + +El _atorrante_ duerme a la bartola, se quema la sangre con venenosos +aguardientes, y así pasa las noches heladas. O si no, se deja morir +acariciado por la pereza, o por el desdén de la vida, y amanece comido +de caranchos, o ahogado en el río, o tieso y abandonado entre los +muelles, o en cualquier oscuro rincón. + +Desilusionados italianos, franceses, ingleses, españoles, rusos, hombres +de todas partes, componen ese vago ejército. Viven, se alimentan y +mueren cínicamente; es decir, como los perros. + +A esta clase de ilotas debe dirigirse la mirada del sociólogo, pues +encierra un amargo problema. Y a los pobres enfermos, a los verdaderos +necesitados, víctimas de la desgracia, la bondad de las manos +generosas. + + + + +PARÍS NOCTURNO + +[imagen] + + + Fabuloso París, eternamente renombrado + como el paraíso de las delicias + amorosas. + + +He aquí el crepúsculo. El cielo toma un tinte rojizo. El abejeo de las +vías humanas se acentúa. Monsieur se viste, Madame inspecciona +singularmente sus cabellos, sus hombros, sus ojos y sus labios. Los +_autos_ vuelven del bosque como una enorme procesión de veloces +luciérnagas. La ciudad enciende sus luces. Se llenan las terrazas de los +bulevares, y se deslizan las fáciles peripatéticas, a paso parisiense, +en busca de la buena suerte. + +Los anuncios luminosos, a la yanki, brillan fija o intermitentemente en +los edificios, y los tzíganos rojos comienzan en los cafés y +restaurants, sus valses, sus cake-wals, sus zardas, y su hoy +indispensable tango argentino, por ejemplo: _Quiero papita_. + +Un pintoresco río humano va por las aceras, y la _tiranía del rostro_, +que decía Poe, se ve por todas partes. Son todos los tipos y todas las +razas: los yankis importantes e imponentes, glabros y duros; los +levantinos, los turcos y los griegos, parecidos a algunos +sud-americanos; los chinos, los japoneses y los filipinos, con quienes +se confunden por el rostro de Asia; el inglés, que en seguida se define; +el negro de Haití o de la Martinica, afrancesado a su manera, y el de +los Estados Unidos, largo, empingorotado y simiesco, alegre y elástico, +cual si estuviese siempre en un perpetuo paseo de la torta. Y el +italiano, y el indio de la India y el de las Américas, y las damas +respectivas, y el apache de hongo y el apache de gorro, y el empleado +que va a su casa, y la gracia de la parisiense por todas partes, y todo +el torrente de Babel, al grito de los _camelots_, al clamor de las +trompas de automóvil, al estrépito de ruedas y cascos, mientras las +puertas de los establecimientos de diversión o de comercio echan a la +calle sonora sus bocanadas de claridad alegre. + +El _morne_ Sena se desliza bajo los históricos puentes, y su agua +refleja las luces de oro y de colores de puentes, barcos y chalanas. El +panorama es de poesía. En el fondo de la noche calca su H de piedra +sombría Notre-Dame. De las ventanas de los altos pisos sale el brillo de +las lámparas. En la orilla izquierda del gran río parisiense, por donde +hay aún gentes que sueñan, artistas y estudiantes, el movimiento en la +luminosidad de bulevares y calles se acentúa, y autobuses y tranvías +lanzan sus sones de alerta. Mimí, modernizada, pasa en busca de, sonríe +por, o va del brazo con Rodolfo, el Rodolfo del vigésimo siglo. Ya no se +ve entrar a las cervecerías y cafés el _béret_ de antaño, y junto a las +mesas se oyen, tanto como el francés, las lenguas extranjeras, sobre +todo los varios castellanos de la América nuestra. Un japonés de +sombrero de copa flirtea con una muchacha rubia; un negro fino y platudo +se lleva a la más linda bailadora de Bullier. Aunque Bullier no sea ya +como antes, a él acuden los que gustan de la danza en el país de los +escolares. Así, después que ha pasado la comida en la taberna del +Panteón para unos, para otros en _bouillons_ o _crémeries_, propicios a +la economía o a la escasez, es a Bullier, donde principalmente se +dirigen, como no sea a algún cine o _cabaret_ de cancionistas. Después +los cafés se llenan, los discos de fieltro se multiplican en las +mesitas; hasta que el vecindario que tranquilo duerme se suele despertar +por la madrugada, a los cantos en coro de los noctámbulos. + +En la orilla derecha, por la enorme arteria del bulevar, los vehículos +lujosos pasan hacia los teatros elegantes. Luego son las cenas en los +cafés costosos, en donde las mujeres de mundo que se cotizan altamente +se ejercen en su tradicional oficio de desplumar al pichón. El pichón +mejor, cuando no es un _azucarerito_ francés como el que aun se +recuerda, es el que viene de lejanas tierras, y, aunque el rastacuerismo +va en decadencia, no es raro encontrar un ejemplar que mantenga la +tradición. + +Cerca de la Magdalena y de la Plaza de la Concordia está el lugar famoso +que tentara la pluma de un comediógrafo. Allí esas _damas_ enarbolan los +más fastuosos penachos, presentan las más osadas túnicas, aparecen +forradas academias o traficantes figurines, para gloria de la _boîte_ y +regocijo de viejos verdes, anglosajones rojos y universales efebos de +todos colores, poseídos del más imperioso de los pecados capitales, bajo +la urgente influencia del extra-dry. Allí, como en tales o cuales +establecimientos de los bulevares, se consagra la _noce_ verdaderamente +parisiense, para el calavera de París, o _d’ailleurs_, que cuenta con +las rentas de un capital, o con los productos de una lejana estancia, +puesta, hacienda, rancho, fundo o plantación. + +Por la calle del faubourg Montmartre y de Notre-Dame-de-Lorette, +asciende todas las noches una procesión de fiesteros, tanto cosmopolitas +como parisienses, afectos al Molino-Rojo y a las noches blancas. + +Nadie tiene ya recuerdos literarios y artísticos para lo que era antaño +un refugio de artistas y de literatos. Además, se sabe ya la +mercantilización del Arte. Pero existen Montoya y otros que no quieren +que la Musa sea atropellada por el automóvil. + +Lo incómodo para la ascensión a la sagrada _butte_ es la afluencia de +apaches de todas las latitudes y de apachas de todos los tonos. Cuando +se llega ya bajo la iluminación del Molino-Rojo, si se tiene la +experiencia de París, acompañada de un poco de razonamiento, entra uno a +un cabaret artístico; si se es el extranjero recién llegado con cheques +u oros en el bolsillo, entra a esos establecimientos llenos de smokings, +relucientes de orfebrería, adornados de espaldas esbeltas y por el rojo +de los tziganos, y en donde la botella de champaña obligatoria se +ostenta en la heladera. + +Estas son las casas con nombres de abadía rabelesiana o de roedor +difunto. Allí, los indispensables violinistas hacen bailar a las +hetairas, o heteras, que convierten en champaña los luises de los +gentlemen ciertos o dudosos; danzarines de España, o de Italia, o de +Inglaterra, demuestran las tentaciones de las jotas, garrotines, +tarantelas, o _gigues_; M. Berenger no estaría muy tranquilo desde luego +si presenciase tales ejercicios coreográficos, y sobre todo cuando las +machichas brasileñas y los tangos platenses son interpretados con +floriture montmartresa, exagerando la nota en un ambiente en que la +palabra pudor no tiene significado alguno. Pero como esos centros no son +para las niñas que comen su pan en _tartines_, como aquí se dice, están +en tales fiestas a sus anchas quienes vienen de los cuatro puntos del +mundo en busca del fabuloso París, eternamente renombrado como el +paraíso de las delicias amorosas y de los goces de toda suerte. A pesar +de lo que se diga, es para el amante de la diversión y del jolgorio, +para los derrochadores del dinero y de la salud, un imán irresistible. +El chino en su China, el persa en su Persia, el más remoto rey bárbaro y +negro que haya pasado por el paraíso parisiense, recordará siempre sus +encantos y pensará en el retorno. + +Es que, si en cualquier gran ciudad moderna puede encontrarse confort, +lujo, elegancia, atracciones, teatros, galanterías, en ninguna parte se +goza de todo eso como en París, porque algo especial circula en el aire +luteciano, y porque la parisiense pone en la capital del goce su +inconfundible, su singular, su poderosísimo hechizo, de manera que los +reyes de otras partes, reyes de pueblos, de minas, de algodones, de +aceites, o de dólares, a su presencia se convierten en esclavos, +esclavos de sus caprichos, de sus locuras, de sus miradas, de sus +sonrisas, de su manera de andar, de su manera de hablar, de su manera de +recogerse la falda, de comer una fruta, de oler una flor, de tomar una +copa de champaña, de oficiar, en fin, como la más exquisita sacerdotisa +de la diosa _hija de la onda amarga_, patrona de la ciudad de las +ciudades, y cuyos devotos y peregrinos habitan todos los países de la +tierra. + + * * * * * + +París nocturno es luz y único, deleite y armonía; y, _hélas!_ delito y +crimen... No lejos de los amores magníficos y de los festines +espléndidos, va el amor triste, el vicio sórdido, la miseria semidorada, +o casi mendicante, la solicitud armada, la caricia que concluye en robo, +la cita que puede acabar en un momento trágico, en el barrio peligroso, +o en la callejuela sospechosa. + +Mas los felices no se percatan de estas cosas. Los que van al bar +elegante en un 40 H. P. no piensan en el proletariado del placer. Ni el +extranjero pudiente viene a fijarse en tales comparaciones. El ha venido +con la visión, con el ensueño de un París nocturno, único y maravilloso. +Halla todo lo que necesita para sus inclinaciones y sus gustos. Sabe que +con el oro todo se consigue, en las horas doradas de la villa de oro, en +donde el Amor transforma ese rincón de alegría, en donde hace algunos +años todavía se soñaban sueños de arte y se amaba con menos desinterés. +Aun los tiempos del _Chat noir_ se recuerdan con vagas nostalgias. ¡Se +dice que los artistas de hoy, los mismos artistas! no piensan más que en +la ganancia, y que el asno Boronali, del _Lapin Agile_, es el único +artista verdaderamente independiente. Así, los hombres cabelludos y con +anchos pantalones y con pipas, que se ven por Montmartre, no son +artistas siquiera. El talento mismo, en ellos no es ciego; no lleva +venda, cuando más un monóculo, que por lo general es un luis de Francia, +una libra esterlina, o un águila americana. Y ese amor que no ciega, en +París se ve mejor de noche que de día. + + + + +POEMAS DE ARTE + +[imagen] + + ¿Qué pálida princesa difunta es conducida + á la isla de la muerte?... + + +BOEKLIN + + +I + +La isla de los muertos. + +En qué país de ensueño, en qué fúnebre país de ensueño está la isla +sombría? Es en un lejano lugar en donde reina el silencio. El agua no +tiene una sola voz en su cristal, ni el viento en sus leves soplos, ni +los negros árboles mortuorios en sus hojas: los negros cipreses +mortuorios, que semejan, agrupados y silenciosos, monjes-fantasmas. + +Cavadas en las volcánicas rocas mordidas y rajadas por el tiempo, se +ven, a modo de nichos obscuros, las bocas de las criptas, en donde, bajo +el misterioso, taciturno cielo, duermen los muertos. La lámina especular +de abajo refleja los muros de ese solitario palacio de lo desconocido. +Se acerca, en su barca de duelo, un mudo enterrador, como en el poema de +Tennyson. ¿Qué pálida princesa difunta es conducida a la isla de la +Muerte?... ¿Qué Elena, qué adorable Yolanda? ¡Canto suave, en tono +menor, canto de vaga melodía y de desolación profunda! Acaso el silencio +fuese interrumpido por un errante sollozo, por un suspiro; acaso una +visión envuelta en un velo como de nieve... + +Allí es donde comienza la posesión de Psiquis; en esa negrura es donde +verás quizás brotar, pobre soñador, de la obscura larva, las alas +prestigiosas de Hipsipila. A tu isla solemne ¡oh, Boeklin! va la reina +Betsabé, pálida. Va también, con un manto de duelo, la esposa de +Mauseolo, que pone cenizas en el vino. Va Hécuba, y ¡horrible trance! va +silenciosa, mordiendo su aullido, clavando sus dedos en los dolorosos, +maternales pechos. Va Venus, sobre su concha tirada por las blancas +palomas, por ver si vaga gimiendo la sombra de Adonis. Va la tropa +imperial de las soberbias porfirogénitas, que amaron el amor al mismo +tiempo que la muerte. Va en un esquife divino, con un arcángel por +timonel, la Virgen María, herido el pecho por los siete puñales. + +[imagen] + + Más allá de las solitarias islas en donde + descansan los pájaros viajeros... + + +II + +Idilio marino. + +Más allá de las solitarias islas en donde descansan los pájaros +viajeros, en el reino en que Leviatán domina, sobre una roca, está +entronizada la Vencedora, en la irresistible omnipotencia de su +desnudez. + +En su blanca piel está la sal, el perfume marino de Anadiómena, y la +serpiente de las olas hace ver una vez más, amorosa y humillada, el +soberano triunfo del encanto femenino. Europa sobre el lomo del toro, la +Bella y la Fiera, la Mundana del pintor moderno, que, desnuda, corta las +uñas al león. Un tritón velludo y escamoso hace cantar su ronco caracol, +en tanto que el monstruo recibe una caricia de la tentadora mujer, que +bajo el inmenso cielo ofrece su fatal hermosura en el abandono de su +supremo impudor. + +[imagen] + + Suena la risa del tritón, que muestra + su cabeza de sileno oceánico... + + +III + +Sirenas y tritones. + +Con más sonoridad que el ruido del caracol, suena la risa del tritón, +que muestra su cabeza de sileno oceánico, ceñida con hojas de las +desconocidas viñas que crecen en los campos submarinos, y rosas de una +flora extraña e ignorada, cortadas entre líquenes y flotantes medusas. +Tras él se infla una faz batraciana, boca redonda y carnuda, ojos +saltones. Se ven danzar las ondas. En el seno de una se hunde, con un +salto natatorio, una ninfa de opulentos muslos, que tiene aletas en los +talones. Más allá, otra erige sus pechos, y su cabeza coronada de algas. +Con asombro jocoso viene un Sancho centauro acuático, braceando; la +grupa está sobre la ola, y la espuma le forma un cerco hirviente y +blanco por la redondez de la barriga, en la cual muestra su honda +mancha, como la señal de un golpe de espátula, el ombligo. + +En primer término, en la transparencia del agua, una sirena extiende su +bifurcada y curva cola de pescado, negro y plata; a flor de espuma, +tiembla la doble rotundidad en que termina el talle. + +La faz medrosa mira hacia un punto en que algo se divisa, y casi no +atiende la hembra al tritón fáunico, que la atrae, invitándola a una +cita sexual, tal como en la tierra, al amor del gran bosque, lo haría +Pan con Siringa. + +[imagen: Cerca del blando tronco de la haya, estariais vos, +señorita, con vuestro sombrero blanco, vuestro vestido blanco y vuestra +alma blanca.] + + +IV + +Día de Primavera. + +Cerca del blando tronco de la haya, estariais vos, señorita, con vuestro +sombrero blanco, vuestro vestido blanco, y vuestra alma blanca. Yo +tendría mi negro dolor. Procuraría haceros soñar dulces sueños, y el +laúd no tendría para vos sino los más acariciadores sonidos.--Sí, dice +ella, mas esa villa italiana... ¿no será la morada de la más infeliz de +las mujeres? Los árboles sombríos forman un misterioso recinto de duelo. +El agua de los arroyos parece monologar extrañas historias de amores +difuntos. El crepúsculo inunda, con su tenue tinta de melancolía, todo +el paisaje. El anciano que contempla meditabundo las ninfas, parece la +encarnación de un triste pasado. Los niños que juegan cerca de la +«villa», no alcanzan a hacer que mi alma encuentre una sola nota de +alegría. + +Nuestra alma, a veces, contagia con sus males el alma de las cosas. + + +V + +Los Pescadores de Sirenas. + +Péscame una ¡oh, egipán pescador! que tenga en sus escamas radiantes la +irisada riqueza metálica que decora las admirables arenques. Péscame +una, cuya cola bifurcada pueda hacer soñar en el pavo real marino, y +cuyos costados finos y relucientes tengan aletas semejantes a orientales +abanicos de pedrería; péscame una que tenga verdes los cabellos, como +debe tenerlos Lorelay, y cuyos ojos tengan fosforescencias raras y +mágicas chispas, cuya boca salada bese y muerda, cuando no cante las +canciones que pudieran triunfar de la astucia de Ulises, cuyos senos +marmóreos culminen florecidos de rosa y cuyos brazos, como dos albos y +divinos pithones, me aten para llevarme a un abismo de ardientes +placeres, en el país recóndito en donde los palacios son hechos de +perlas, de coral y de concha de nácar. Mas esos dos sátiros que se +divierten en la costa de alguna ignorada Lesbos, Tempe o Amatunte, son +ciertamente malos pescadores. El uno, viejo y fornido, se apoya en un +grueso palo nudoso, y mira con cómica extrañeza la sirena asustada y +poco apetecible que su compañero ha pescado. Este saca la red, y no +parece satisfecho de su pesca. De los cabellos de la sirena chorrea el +agua, formando en el mar círculos concéntricos. Sobre las testas +bicornes y peludas se extiende, al beso del día, un fresco follaje, +mientras reina en su fiesta de oro, sobre nubes, tierra y olas, la +antorcha del sol. + + + + +CURIOSIDADES LITERARIAS + +[imagen] + + La Habana aclamaba a Ana, la dama + más agarbada, más afamada. + + +Hablábamos varios hombres de letras de las cosas curiosas que, desde +griegos y latinos, han hecho ingenios risueños, pacientes o desocupados +con el lenguaje. Versos que se pueden leer al revés tanto como al +derecho, guardando siempre el mismo sentido, acrósticos enrevesados, y +luego, prosas en que se suprimiera una de las vocales en largos cuentos +castellanos. + +Entonces, yo les hablé de una curiosidad, en verdad de las más +peregrinas, que hice insertar, siendo muy joven, en una revista que +dirigía allá en la lejana Nicaragua un mi íntimo amigo. Es un cuento +corto, en el cual no se suprime una vocal, sino cuatro. No encontraréis +otra vocal más que la a. Y os mantendrá con la boca abierta. ¿Su autor? +Sudamericano, seguramente, quizás antillano, posiblemente de Colombia. +Ignoro e ignoré siempre su nombre. He aquí la lucubración a que me +refiero: + + +AMAR HASTA FRACASAR + +(_Trazada para la A._) + +La Habana aclamaba a Ana, la dama más agarbada, más afamada.--Amaba a +Ana Blas, galán asaz cabal, tal amaba Chactas a Atala. + +Ya pasaban largas albas para Ana, para Blas; mas nada alcanzaban. Casar +trataban, mas hallaban avaras a las hadas, para dar grata andanza a tal +plan. + +La plaza llamada Armas, daba casa a la dama; Blas la hablaba cada +mañana; mas la mamá, llamada Marta Albar, nada alcanzaba. La tal mamá +trataba jamás casar a Ana hasta hallar gran galán, casa alta, ancha arca +para apañar larga plata, para agarrar adahalas[1]. ¡Bravas +agallas!--¿Mas bastaba tal cabala?--Nada ¡cá! ¡nada basta a atajar la +llama aflamada! + +Ana alzaba la cama al aclarar; Blas la hallaba ya parada a la bajada. +Las gradas callaban las alharacas adaptadas a almas tan abrasadas. +Allá, halagadas faz a faz, pactaban hasta la parca amar Blas a Ana, Ana +a Blas. ¡Ah! ¡ráfagas claras bajadas a las almas arrastradas a amar! +gratas pasan para apalambrarlas[2] mas, para clavar la azagaya[3] al +alma. ¡Ya nada habrá capaz a arrancarla! + +Pasaban las añadas[4]. Acabada la marcada para dar Blas a Ana las +sagradas arras, trataban hablar a Marta para _afrancar_[5] a Ana, hablar +al abad, abastar saya, manta, sábanas, cama, alhajar casa ¡cá! ¡nada +faltaba para andar al altar! + +Mas la mañana marcada, trata Marta ¡mala andanza! pasar a Santa Clara al +alba, para clamar a la Santa adaptada al galán para Ana. Agarrada bajaba +ya las gradas; mas ¡caramba! halla a Ana abrazada a Blas, cara a cara. +¡Ah! la a nada basta para trazar la zambra armada. Marta araña a Ana, +tal arañan las gatas a las ratas; Blas la ampara; para parar las +brazadas a Marta, agárrala la saya. Marta lanza las palabras más malas +a más alta garganta. Al azar pasan atalayas, alarmadas a tal algazara, +atalantadas a las palabras:--¡acá! ¡acá! ¡atrapad al canalla-mata-damas! +¡amarrad al rapaz!--Van a la casa: Blas arranca tablas a las gradas para +lanzar a la armada; más nada hará para tantas armas blancas. Clama, +apalabra, aclara ¡vanas palabras! nada alcanza. Amarra a Blas, Marta +manda a Ana para Santa Clara; Blas va a la cabaña. ¡Ah! ¡Mañana falta! + +¡Bárbara Marta! avara bajasa[6], al atrancar a Ana tras las barbacanas +sagradas (algar[7], fatal para damas blandas). ¿Trataba alcanzar paz a +Ana? ¡Ca! ¡Asparla[8], alafagarla, matarla! tal trataba la malvada +Marta. Ana, cada alba, amaba más a Blas; cada alba más aflatada, +aflacaba más. Blas, a la banda allá la mar, tras Casa Blanca, +asayaba[9], a la par gran mal; a la par balaba[10], allanar las barras +para atacar la alfana[11], sacar la amada, hablarla, abrazarla... + +Ha ya largas mañanas trama Blas la alcaldada: para tal, habla. Al rayar +la alba, al atalaya, da plata, saltan las barras, avanza a la playa. La +lancha, ya aparada[12], pasa al galán a la Habana. ¡Ya la has +amanada[13] gran Blas; ya vas a agarrar la aldaba para llamar a Ana! +¡Ah! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, patas al alazán +¡avanza, galán, avanza! + +Mas para nada alcanzará la llamada: atafagarán[14], mas la tapada, +taparanla más. Aplaza la hazaña... + +Blas la aplaza; para apartar malandanza, trata hablar a Ana, para Ana +nada más. Para tal alcanzar, canta a garganta baja: + + La barca lanzada + allá al ancha mar + arrastra a la Habana + _canalla-rapaz_. + + Al tal _mata-damas_ + llamaban asaz, + mas jamás las mata, + las ha para amar. + + Fallar las amarras + hará tal galán, + ca, brava alabarda + llaman a la mar. + + Las alas, la alaba, + la azagaya... ¡Bah! + nada, nada basta + a tal batallar. + + Ah, marcha, alma Atala + a dar grata paz, + a dar grata andanza + a Chactas acá. + +Acabada la cantata, Blas anda para acá, para allá, para nada alarmar al +adra[15]. Ana agradada a las palabras cantadas salta la cama. La alma. +La alma la da al galán. Afanada llama a ña Blasa, aya[16] parda ña +Blasa, zampada a la larga, nada alcanza la tal llamada; para alzarla, +Ana la _jala_ las pasas. La aya habla, Ana la acalla; habla más; la da +ahajas para ablandarla. Blasa las agarra. Blanda ya, para acabar, la +parda da franca bajada a Ana para la sala magna. Ya allá, Ana zafa +aldaba tras aldaba hasta dar a la plaza. Allá anda Blas. ¡Para, para +Blas! + +Atrás va Ana. ¡Ya llama! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, +patas al alazán. ¡Avanza, galán, avanza! + +--¡Amada Ana!... + +--¡Blas!... + +--¡Ya jamás apartarán a Blas para Ana! + +--¡Ah, jamás! + +--¡Alma amada!... + +--¡Abraza a Ana hasta matarla! + +--¡Abraza a Blas hasta lanzar la alma!... + +A la mañana tras la pasada, alzaba ancla para Málaga la fragata Atlas. +La cámara daba lar para Blas, para Ana... + +Faltaba ya nada para anclar; mas la mar brava, brava, lanza a la playa +la fragata: la vara. + +La mar trabaja las bandas: mas brava, arranca tablas al tajamar; nada +basta a salvar la fragata. ¡Ah, tantas almas lanzadas al mar, ya +agarradas a tablas claman, ya nadan para ganar la playa! Blas nada para +acá, para allá, para hallar a Ana, para salvarla. ¡Ah! tantas brazadas, +tan gran afán para nada; hállala, mas la halla ya matada. ¡Matada!... Al +palpar tan gran mal nada _bala_ ya, nada trata alcanzar. Abraza a la +amada. «¡Amar hasta fracasar!» clama... Ambas almas abrazadas bajan a +la nada[17]. La mar traga a Ana, traga a Blas, traga más... ¡ca! ya Ana +hablaba a Blas para pañal, para fajas, para zarandajas. «¡Mamá, ya, +acababa Ana. Papá, ya, acababa Blas!...» + +Nada habla la Habana para sacar a plaza a Marta, tras las pasadas; mas +la palma canta hartas hazañas para cardarla la lana. + + * * * * * + +_Et voilà._ ¿Quién me dirá el nombre del autor? + + + + +INDICE + + +CUENTOS + + _Pags._ + +El caso de la señorita Amelia (cuento de Año Nuevo). 8 + +Cuento de Pascua. 19 + +La extraña muerte de Fray Pedro. 39 + + +CRÓNICAS + +Bajo las luces del sol naciente. 55 + +Mi domingo de Ramos. 71 + +Hombres y pájaros. 87 + +Primavera apolinea. 103 + +Visiones pasadas. 115 + +Los miserables. 133 + +París nocturno. 153 + +Poemas de arte. 167 + +Curiosidades literarias. 187 + +[imagen: ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO EN MADRID, EN LA +TIPOGRAFÍA YAGÜES EL DÍA XXV DE SEPTIEMBRE DEL AÑO MCMXVIII] + + * * * * * + +EDITORIAL “MUNDO LATINO” APARTADO 502.--MADRID + + +CATALOGO PROVISIONAL (EXTRACTO DEL CATÁLOGO GENERAL) + +_Pesetas_ + +OBRAS COMPLETAS + +DE RICARDO DE LEÓN (de la Real Academia Española) + +Edición del Banco de España. Ocho volúmenes en 4.º, +encuadernados en tela, con alegorías de Coullaut +Valera y retrato del autor, por Vacqué 50,00 +A plazos (5 pesetas mensuales) 60,00 + + +DE FRANCISCO VILLAESPESA + +I.--Intimidades.--Flores de Almendro 3,00 +II.--Luchas.--Confidencias 3,00 +III.--La copa del Rey de Thule.--La musa enferma 3,00 +IV.--El alto de los Bohemios.--Rapsodias 3,00 +V.--Las horas que pasan. (Veladas de amor) 3,00 +VI.--Las joyas de Margarita: Breviario de amor.--La +tela de Penélope.--El milagro del vaso de agua 3,00 +VIl.--Doña María de Padilla.--La cena de los cardenales 3,00 +VIII.--El milagro de las rosas.--Resurrección.--Amigas +viejas 3,00 +IX.--Las granadas de rubíes.--Las pupilas de Almotadid.--Las +garras de la pantera.--El último Abderramán 3,00 +X.--Tristitiæ rerum. 3,00 +XI.--La leona de Castilla.--En el desierto. 3,00 +XII.--El rey Galaor.--El triunfo del amor. 3,00 + + +DE RUBÉN DARÍO + +(Ilustraciones de Ochoa) + +Tomos publicados: + +I.--La caravana pasa. 3,50 +II.--Prosas profanas. 3,50 +III.--Tierras solares. 3,50 +IV.--Azul. 3,50 +V.--Parisiana. 3,50 +VI.--Los raros. 3,50 +VII.--Cantos de vida y esperanza. 3,50 +VIII.--Letras. 3,50 +IX.--Canto a la Argentina. 3,50 +X.--Opiniones. 3,50 +XI.--Poema del otoño y otros poemas. 3,50 +XII.--Peregrinaciones. 3,50 + +Ediciones especiales de lujo. + + +HENRIK IBSEN + +TEATRO COMPLETO + +I.--Catilina. La tumba del guerrero. La castellana de +Ostrat. 3,50 + +II.--La fiesta de Solhaug. Olaf Liliekrans. Los guerreros +en Helgeland. 3,50 + +III.--Los pretendientes a la corona y La comedia del +amor. 3,50 +IV.--Brand 3,50 +V.--Peer Gynt 3,50 +VI.--La unión de la juventud. Las columnas de la sociedad. +La casa de una muñeca 3,50 +VII.--Emperador y Galileo 3,50 +VIII.--Espectros. Un enemigo del pueblo. El pato silvestre 3,50 +IX.--La casa de Rosmer. La dama del mar. Hedda Gabler 3,50 +X.--El constructor Solness. El niño Eyolf. Al despertar +de nuestra muerte 3,50 + + +JOSÉ FRANCÉS + +El año artístico 1915 6,00 + » » » tela 8,00 +El ano artístico 1916 (con 250 grabados) 10,00 + » » » » » tela 12,00 +El año artístico 1917 (con 250 grabados) 11,50 + » » » » » tela 13,00 + + +COLECCIÓN DE AUTORES ESPAÑOLES + +NOVELAS + +_Edmundo González Blanco._--Jesús de Nazareth 3,00 + +_José Francés._--La estatua de carne 3,00 + -- El alma viajera 3,50 + +_López de Saá._--Los indianos vuelven 3,50 + -- Bruja de amor 3,50 + +_W. Fernández Flórez._--La procesión de los días 3,00 + +_Elías Cerdá._--Don Quijote en la guerra 2,00 + +_V. García Martí._--Don Severo Carvallo 2,50 + +_María Luisa Latil._--Según labremos. 3,00 + + -- Genoveva. 2,50 + +_Eugenio Noel._--El allegretto de la Sinfonía VII. 3,00 + + -- Cuentos. 3,50 + +_Rafael Cansinos-Assens._--Las cuatro gracias. 3,50 + +_Francisco Delicado._--La lozana andaluza. 3,00 + +_J. de Lucas Acevedo._--La Caja de Pandora. 3,00 + +_Martín de la Cámara._--Vidas llameantes. 3,00 + + +ESTUDIOS Y CRÓNICAS + +_Emiliano Ramírez Angel._--Bombilla-Sol-Ventas. 3,00 + +_J. M. Carretero._--Lo que sé por mí (dos series). 3,00 + +_J. Costa._--Alemania contra España. 3,00 + +_Pedro Pellicena._--Los Cosacos. 3,50 + +_Margarita de la Torre._--Jardín de damas curiosas. 3,50 + +_Fola Igurbide._--El Actor. 3,50 + +_Alberto Ghiraldo._--Los nuevos caminos. 3,50 + +_Enciso._--El soneto en España. 3,00 + + +POESÍAS + +_José Montero._--Yelmo florido (con ilustraciones). 4,00 + +_Zurita._--Pícaros y donosos. 3,00 + +_Mauricio Bacarisse._--El esfuerzo. 3,00 + +_Eliodoro Puche._--Libro de los elogios galantes y de + los crepúsculos de otoño. 2,50 + + -- Corazón de la noche. 2,50 + +_Emilio Carrere._--El retablo de los poetas. (Antología). 3,50 + + +TEATRO + +_Muñoz Seca y López Núñez._--El Rayo. 3,00 + +_H. Ibsen._--Dramas líricos. 2,00 + + -- La castellana de Ostrat. 2,00 + + +LAS GRANDES FIGURAS DE LA GUERRA EUROPEA + +Biografías de los generales: =Alberto I de Bélgica.=--=Joffre.=--=Sir +Jhon French.=--=Lord Kitchener.= Con preciosas fototipias, a 3,00 + + +COLECCION DE AUTORES EXTRANJEROS + +Traducidas por _Felipe Trigo_, _Rafael Cansinos_ y _Pedro de Répide._ + +_Victoriano de Saussay._--La ciencia del beso 3,50 + +_René Emery._--Santa María Magdalena 3,50 + +_Maquiavelo._--Obras festivas: La Mandrágora.--El + P. Alberico.--La Celestina.--El + archidiablo Belfegor 3,00 + +_Claudia Lemaitre._--Juegos de Damas 3,50 + +_Procopio._--Historia secreta 3,50 + +_Anónimo._--Teatro persa 3,50 + + +CELEBRIDADES ESPAÑOLAS + +I.--Bécquer (encuadernados en tela) 3,50 +II.--Zorrilla (ídem) 3,50 +III.--Espronceda (ídem) 3,50 + + +COLECCION SELECTA + +_Tomás de Quincey._--Los últimos días de Kant 1,00 + +_Kalidasa._--El reconocimiento de Sakuntala 1,00 + +_Rousseau._--Discurso sobre las artes y las ciencias 1,00 + -- Origen de la desigualdad entre los hombres 1,00 + +_Luciano de Samosata._--La diosa de Siria 1,00 + +_L. Sterne._--Viaje sentimental de un inglés a Francia 1,00 + +_F. Alvarado._--El filósofo rancio. (Cartas) 1,50 + + +COLECCION CIENCIA Y ARTE + +_Ricardo Yesares._--¿Qué quieres aprender? Electricidad. + Encuadernado en tela 3,50 + -- ¿Qué quieres ser? Automovilista. + Encuadernado en tela 3,50 + + +OBRAS VARIAS + +_Sthendal._--Del amor 6,00 + +_E. M. Segovia_ (Oficial del Banco de España).--Los + documentos de crédito 5,00 + +_Rivero._--Legislación de clases pasivas. Volumen de + 500 páginas, encuadernado en tela 10,00 + +_R. Yesares._--Ayuda memoria del mecánico electricista. + Un volumen, encuadernado en tela 1,50 + + +LIBROS DE CARTAS + +El arte de escribir cartas 1,00 +Manual epistolar (encuadernado en tela) 2,00 +Cartas amorosas 0,60 +Epistolario de amor (encuadernado) 2,00 + +[imagen] + + +NOTAS: + + [1] Adahalas, lo mismo que adehalas. + + [2] Apalambrar, incendiar. + + [3] Azagaya, dardo. + + [4] Añadas, el tiempo de un año. + + [5] Afrancar, dar libertad, licencia. + + [6] Bajasa, mujer mala. + + [7] Algar, caverna o cueva. + + [8] Aspar, atormentar. + + [9] Asayar, experimentar. + + [10] Balar, desear ardientemente. + + [11] Alfana, iglesia. Voz de la germania. + + [12] Aparar, preparar. + + [13] Amanar, poner a la mano. Ya la tienes a mano. + + [14] Atafagar, fatigar, sofocar. + + [15] Adra, porción de un barrio, barriada. + + [16] Aya, se dice vulgarmente de las criadas de razón. + + [17] Almas por cuerpos, Dios me libre de la impiedad. + + + + + + + + +End of the Project Gutenberg EBook of Cuentos y crónicas, by Rubén Darío + +*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 51627 *** diff --git a/51627-h/51627-h.htm b/51627-h/51627-h.htm index 572633f..3810a82 100644 --- a/51627-h/51627-h.htm +++ b/51627-h/51627-h.htm @@ -1,3652 +1,3232 @@ -<!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN"
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- The Project Gutenberg eBook of Cuentos y crínicas, por Rubén Darío.
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-The Project Gutenberg EBook of Cuentos y crónicas, by Rubén Darío
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
-almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
-re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
-with this eBook or online at www.gutenberg.org/license
-
-
-Title: Cuentos y crónicas
- Obras Completas Vol. XIV
-
-Author: Rubén Darío
-
-Illustrator: Enrique Ochoa
-
-Release Date: April 2, 2016 [EBook #51627]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: UTF-8
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK CUENTOS Y CRÓNICAS ***
-
-
-
-
-Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online
-Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This
-file was produced from images generously made available
-by The Internet Archive/Canadian Libraries)
-
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-<hr class="full" />
-
-<div class="figcenter">
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-
-<h1>CUENTOS<br />
-Y CRÓNICAS</h1>
-
-<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary=""
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-<tr><td class="c"><a href="#INDICE">Al Índice</a></td></tr>
-</table>
-
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-<img src="images/illus-a001.jpg" width="231" height="333" alt="RUBÉN
-DARÍO
-CUENTOS Y
-CRÓNICAS" title="" />
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-
-<div class="figcenter">
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-</div>
-
-<div class="figleft" style="width: 32px;">
-<p>
-ES PROPIEDAD<br />
-</p>
-<img src="images/illus-a004.jpg" width="32" height="29" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-a005.jpg" width="328" height="500" alt="CVEN TOS Y CRÓNI CAS" title="" />
-</div>
-
-<div class="bbox">
-<h1><span class="smcap"><span class="red">C</span>uentos y<br />
-<span class="red">C</span>rónicas</span></h1>
-
-<p class="c">POR<br />
-<br />
-<big><big><span class="red">R</span> <small>U B E N</small> <span class="red">D</span> <small>A R I O</small></big></big><br />
-<br />
-ILUSTRACIONES<br />
-<br />
-DE<br />
-<br />
-<big><span class="smcap"><span class="red">E</span>nrique <span class="red">O</span>choa</span></big><br />
-<br />
-<img src="images/colophon.jpg"
-width="100"
-height="72"
-alt=""
- /><br />
-<br />
-VOLUMEN XIV<br />
-DE LAS OBRAS COMPLETAS<br />
-ADMINISTRACIÓN<br />
-EDITORIAL «MUNDO LATINO»<br />
-MADRID</p>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_001" id="page_001"></a>{1}</span></p>
-
-<h2><img src="images/illus-b001.jpg" width="324" height="500" alt="CUENTOS" title="" />
-<a name="CUENTOS" id="CUENTOS"></a></h2>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_002" id="page_002"></a>{2}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_003" id="page_003"></a>{3}</span></p>
-
-<h3><a name="EL_CASO_DE_LA_SENORITA_AMELIA" id="EL_CASO_DE_LA_SENORITA_AMELIA"></a>EL CASO DE LA<br />
-SEÑORITA AMELIA<br />
-<small>(CUENTO DE «AÑO NUEVO»)</small></h3>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_004" id="page_004"></a>{4}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_005" id="page_005"></a>{5}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b005.jpg" width="342" height="500" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
- Las tres señoritas Revall hubieran podido hacer<br />
-competencia a las tres Gracias.
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_006" id="page_006"></a>{6}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_007" id="page_007"></a>{7}</span></p>
-
-<h4>I</h4>
-
-<p class="nind"><span class="lettre">
-<img src="images/drop-q.png"
-width="70"
-height="71"
-alt="Q"
- /></span><span class="smcap">ue</span> el Doctor Z es ilustre, elocuente, conquistador; que su voz es
-profunda y vibrante al mismo tiempo, y su gesto avasallador y
-misterioso, sobre todo después de la publicación de su obra sobre <i>La
-plástica de Ensueño</i>, quizás podríais negármelo o aceptármelo con
-restricción; pero que su calva es única, insigne, hermosa, solemne,
-lírica si gustáis, ¡oh, eso nunca, estoy seguro! ¿Cómo negaríais la luz
-del sol, el aroma de las rosas y las propiedades narcóticas de ciertos
-versos? Pues bien; esta noche pasada, poco después que saludamos el
-toque de las doce con una salva de doce taponazos del más legítimo
-Roederer, en el precioso comedor rococó de ese sibarita de judío que se
-llama Lowensteinger, la calva del doctor alzaba, aureolada de orgullo,
-su gruñido orbe de marfil, sobre el cual, por un capricho de la luz, se
-veían sobre el cristal de un espejo las<span class="pagenum"><a name="page_008" id="page_008"></a>{8}</span> llamas de dos bujías que
-formaban, no sé cómo, algo así como los cuernos luminosos de Moisés. El
-doctor enderezaba hacia mí sus grandes gestos y sus sabias palabras. Yo
-había soltado de mis labios, casi siempre silenciosos, una frase banal
-cualquiera. Por ejemplo, ésta: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!» La
-mirada que el doctor me dirigió y la clase de sonrisa que decoró su boca
-después de oir mi exclamación, confieso que hubiera turbado a
-cualquiera.</p>
-
-<p>—Caballero—me dijo saboreando el champaña—; si yo no estuviese
-completamente desilusionado de la juventud; si no supiese que todos los
-que hoy empezáis a vivir estáis ya muertos, es decir, muertos del alma,
-sin fe, sin entusiasmo, sin ideales, canosos por dentro; que no sois
-sino máscaras de vida, nada más... sí, sino supiese eso, si viese en vos
-algo más que un hombre joven de fin de siglo, os diría que esa frase que
-acabáis de pronunciar: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!», tiene en
-mí la respuesta más satisfactoria.</p>
-
-<p>—¡Doctor!</p>
-
-<p>—Sí, os repito que vuestro escepticismo me impide hablar, como hubiera
-hecho en otra ocasión.<span class="pagenum"><a name="page_009" id="page_009"></a>{9}</span></p>
-
-<p>—Creo—contesté con voz firme y serena—en Dios y su Iglesia. Creo en
-los milagros. Creo en lo sobrenatural.</p>
-
-<p>—En ese caso, voy a contaros algo que os hará sonreir. Mi narración
-espero que os hará pensar.</p>
-
-<p>En el comedor habíamos quedado cuatro convidados, a más de Mina, la hija
-del dueño de casa: el periodista Riquet, el abate Pureau, recién enviado
-por Hirch, el doctor y yo. A lo lejos oíamos en la alegría de los
-salones la palabrería usual de la hora primera del año nuevo: <i>happy new
-year! happy new year!</i> ¡Feliz año nuevo!</p>
-
-<p>El doctor continuó:</p>
-
-<p>—¿Quién es el sabio que se atreve a decir esto es así? Nada se sabe.
-<i>Ignoramus et ignorabimus.</i> ¿Quién conoce a punto fijo la noción del
-tiempo? ¿Quién sabe con seguridad lo que es el espacio? Va la ciencia a
-tanteo, caminando como una ciega, y juzga a veces que ha vencido cuando
-logra advertir un vago reflejo de la luz verdadera. Nadie ha podido
-desprender de su círculo uniforme la culebra simbólica. Desde el tres
-veces más grande, el Hermes, hasta nuestros días, la mano humana ha
-podido apenas alzar una línea del manto que cubre a la eterna Isis.<span class="pagenum"><a name="page_010" id="page_010"></a>{10}</span>
-Nada ha logrado saberse con absoluta seguridad en las tres grandes
-expresiones de la Naturaleza: hechos, leyes, principios. Yo que he
-intentado profundizar en el inmenso campo del misterio, he perdido casi
-todas mis ilusiones.</p>
-
-<p>Yo que he sido llamado sabio en Academias ilustres y libros voluminosos;
-yo que he consagrado toda mi vida al estudio de la humanidad, sus
-orígenes y sus fines; yo que he penetrado en la cábala, en el ocultismo
-y en la teosofía, que he pasado del plan material del <i>sabio</i> al plano
-astral del <i>mágico</i> y al plan espiritual del <i>mago</i>, que sé cómo obraba
-Apolonio el Thianense y Paracelso, y que he ayudado en su laboratorio,
-en nuestros días, al inglés Crookes; yo que ahondé en el Karma búdhico y
-en el misticismo cristiano, y sé al mismo tiempo la ciencia desconocida
-de los fakires y la teología de los sacerdotes romanos, yo os digo que
-<i>no hemos visto los sabios ni un solo rayo de la luz suprema</i>, y que la
-inmensidad y la eternidad del <i>misterio</i> forman la única y pavorosa
-verdad.</p>
-
-<p>Y dirigiéndose a mí:</p>
-
-<p>—¿Sabéis cuáles son los principios del hombre? Grupa, jiba, linga,
-sharira, kama, rupa, manas, buddhi, atma, es decir: el cuerpo,<span class="pagenum"><a name="page_011" id="page_011"></a>{11}</span> la
-fuerza vital, el cuerpo astral, el alma animal, el alma humana, la
-fuerza espiritual y la esencia espiritual...</p>
-
-<p>Viendo a Minna poner una cara un tanto desolada, me atreví a interrumpir
-al doctor:</p>
-
-<p>—Me parece que íbais a demostrarnos que el tiempo...</p>
-
-<p>—Y bien, dijo, puesto que no os placen las disertaciones por prólogo,
-vamos al cuento que debo contaros, y es el siguiente:</p>
-
-<p>—Hace veintitrés años, conocí en Buenos Aires a la familia Revall, cuyo
-fundador, un excelente caballero francés, ejerció un cargo consular en
-tiempo de Rosas. Nuestras casas eran vecinas, era yo joven y entusiasta,
-y las tres señoritas Revall hubieran podido hacer competencia a las tres
-Gracias. Demás está decir que muy pocas chispas fueron necesarias para
-encender una hoguera de amor...</p>
-
-<p><i>Amooor</i>, pronunciaba el sabio obeso, con el pulgar de la diestra metido
-en la bolsa del chaleco, y tamborileando sobre su potente abdomen con
-los dedos ágiles y regordetes, y continuó:</p>
-
-<p>—Puedo confesar francamente que no tenía predilección por ninguna, y
-que Luz, Josefina y Amelia ocupaban en mi corazón el mismo lugar. El
-mismo, tal vez no; pues los dulces<span class="pagenum"><a name="page_012" id="page_012"></a>{12}</span> al par que ardientes ojos de Amelia,
-su alegre y roja risa, su picardía infantil... diré que era ella mi
-preferida. Era la menor; tenía doce años apenas, y yo ya había pasado de
-los treinta. Por tal motivo, y por ser la chicuela de carácter travieso
-y jovial, tratábala yo como niña que era, y entre las otras dos repartía
-mis miradas incendiarias, mis suspiros, mis apretones de manos y hasta
-mis serias promesas de matrimonio, en una, os lo confieso, atroz y
-culpable bigamia de pasión. ¡Pero la chiquilla, Amelia!... Sucedía que,
-cuando yo llegaba a la casa, era ella quien primero corría a recibirme,
-llena de sonrisas y zalamerías: «¿Y mis bombones?» He aquí la pregunta
-sacramental. Yo me sentaba regocijado, después de mis correctos saludos,
-y colmaba las manos de la niña de ricos caramelos de rosas y de
-deliciosas grajeas de chocolate, los cuales, ella, a plena boca,
-saboreaba con una sonora música palatinal, lingual y dental. El por qué
-de mi apego a aquella muchachita de vestido a media pierna y de ojos
-lindos, no os lo podré explicar; pero es el caso que, cuando por causa
-de mis estudios tuve que dejar Buenos Aires, fingí alguna emoción al
-despedirme de Luz, que me miraba con anchos ojos doloridos<span class="pagenum"><a name="page_013" id="page_013"></a>{13}</span> y
-sentimentales; dí un falso apretón de manos a Josefina, que tenía entre
-los dientes, por no llorar, un pañuelo de batista, y en la frente de
-Amelia incrusté un beso, el más puro y el más encendido, el más casto y
-el más ardiente ¡qué sé yo! de todos los que he dado en mi vida. Y salí
-en un barco para Calcuta, ni más ni menos que como vuestro querido y
-admirado general Mansilla cuando se fué a Oriente, lleno de juventud y
-de sonoras y flamantes esterlinas de oro. Iba yo, sediento ya de las
-ciencias ocultas, a estudiar entre los mahatmas de la India lo que la
-pobre ciencia occidental no puede enseñarnos todavía. La amistad
-epistolar que mantenía con madama Blavatsky, habíame abierto ancho campo
-en el país de los fakires, y más de un gurú, que conocía mi sed de
-saber, se encontraba dispuesto a conducirme por buen camino a la fuente
-sagrada de la verdad. Fuí ¡ay! en busca de la verdad, y si es cierto que
-mis labios creyeron saciarse en sus frescas aguas diamantinas, mi sed no
-se pudo aplacar. Busqué, busqué con tesón lo que mis ojos ansiaban
-contemplar, el Keherpas de Zoroastro, el Kalep persa, el Kovei-Khan de
-la filosofía india, el archoeno de Paracelso, el limbuz de Swedemborg;
-oí la palabra de<span class="pagenum"><a name="page_014" id="page_014"></a>{14}</span> los monjes budhistas en medio de las florestas del
-Thibet; estudié los diez sephiroth de la Kabala, desde el que simboliza
-el espacio sin límites hasta el que, llamado Malkuth, encierra el
-principio de la vida. Estudié el espíritu, el aire, el agua, el fuego,
-la altura, la profundidad, el Oriente, el Occidente, el Norte y el
-Mediodía; y llegué casi a comprender y aun a conocer íntimamente a
-Satán, Lucifer, Ashtarot, Beelzebutt, Asmodeo, Belphegor, Mabema,
-Lilith, Adrameleh y Baal. En mis ansias de comprensión; en mi insaciable
-deseo de sabiduría; cuando juzgaba haber llegado al logro de mis
-ambiciones, encontraba los signos de mi debilidad y las manifestaciones
-de mi pobreza, y estas ideas. Dios, el espacio, el tiempo, formaban la
-más impenetrable bruma delante de mis pupilas... Viajé por Asia, Africa,
-Europa y América. Ayudé al coronel Olcot a fundar la rama teosófica de
-Nueva York. Y a todo esto—recalcó de súbito el doctor, mirando
-fijamente a la rubia Minna—¿sabéis lo que es la ciencia y la
-inmortalidad de todo? ¡Un par de ojos azules... o negros!<span class="pagenum"><a name="page_015" id="page_015"></a>{15}</span></p>
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>—¿Y el fin del cuento?—gimió dulcemente la señorita.</p>
-
-<p>El doctor, más serio que nunca, dijo:</p>
-
-<p>—Juro, señores, que lo que estoy refiriendo es de una absoluta verdad.
-¿El fin del cuento? Hace apenas una semana he vuelto a la Argentina,
-después de veintitrés años de ausencia. He vuelto gordo, bastante gordo,
-y calvo como una rodilla; pero en mi corazón he mantenido ardiente el
-fuego del amor, la vestal de los solterones. Y, por tanto, lo primero
-que hice fué indagar el paradero de la familia Revall. «¡Los Revall—me
-dijeron—las del caso de Amelia Revall!», y estas palabras acompañadas
-con una especial sonrisa. Llegué a sospechar que la pobre Amelia, la
-pobre chiquilla... Y buscando, buscando, di con la casa. Al entrar, fuí
-recibido por un criado negro y viejo, que llevó mi tarjeta, y me hizo
-pasar a una sala donde todo tenía un vago tinte de tristeza. En las
-paredes, los espejos estaban cubiertos con velos de luto, y dos grandes
-retratos, en los<span class="pagenum"><a name="page_016" id="page_016"></a>{16}</span> cuales reconocí a las dos hermanas mayores, se miraban
-melancólicos y oscuros sobre el piano. A poco, Luz y Josefina: «¡Oh,
-amigo mío, oh, amigo mío!» Nada más. Luego, una conversación llena de
-reticencias y de timideces, de palabras entrecortadas y de sonrisas de
-inteligencia tristes, muy tristes. Por todo lo que logré entender, vine
-a quedar en que ambas no se habían casado. En cuanto a Amelia, no me
-atreví a preguntar nada... Quizás mi pregunta llegaría a aquellos pobres
-seres, como una amarga ironía, a recordar tal vez una irremediable
-desgracia y una deshonra... En esto vi llegar saltando a una niñita,
-cuyo cuerpo y rostro eran iguales en todo a los de mi pobre Amelia. Se
-dirigió a mí, y con su misma voz exclamó: «¿Y mis bombones?». Yo no
-hallé qué decir.</p>
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>Las dos hermanas se miraban pálidas, pálidas, y movían la cabeza
-desoladamente...</p>
-
-<p>Mascullando una despedida y haciendo una zurda genuflexión, salí a la
-calle, como perseguido<span class="pagenum"><a name="page_017" id="page_017"></a>{17}</span> por algún soplo extraño. Luego lo he sabido
-todo. La niña que yo creía fruto de un amor culpable es Amelia, la misma
-que yo dejé hace veintitrés años, la cual se ha quedado en la infancia,
-ha contenido su carrera vital. Se ha detenido para ella el reloj del
-Tiempo, en una hora señalada ¡quién sabe con qué designio del
-desconocido Dios!</p>
-
-<p>El Doctor Z era en este momento todo calvo...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_018" id="page_018"></a>{18}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_019" id="page_019"></a>{19}</span></p>
-
-<h3><a name="CUENTO_DE_PASCUA" id="CUENTO_DE_PASCUA"></a>CUENTO DE PASCUA</h3>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_020" id="page_020"></a>{20}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_021" id="page_021"></a>{21}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b021.jpg" width="283" height="279" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i1">Tenía un parecido tan exacto con<br /></span>
-<span class="i0">los retratos de María Antonieta...<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_022" id="page_022"></a>{22}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_023" id="page_023"></a>{23}</span></p>
-
-<h4>I</h4>
-
-<p class="nind"><span class="lettre">
-<img src="images/drop-u.png"
-width="70"
-height="68"
-alt="U"
- /></span><span class="smcap">na</span> noche deliciosa en verdad... El «réveillon» en ese hotel lujoso y
-elegante, donde tanta belleza y fealdad cosmopolita se junta, en la
-competencia de las libras, los dólares, los rublos, los pesos y los
-francos. Y con la alegría del champagne y la visión de blancores
-rosados, de brillos, de gemas. La música luego, discreta, a lo lejos...</p>
-
-<p>No recuerdo bien quién fué el que me condujo a aquel grupo de damas,
-donde florecían la yanqui, la italiana, la argentina... Y mi asombro
-encantado ante aquella otra seductora y extraña mujer, que llevaba al
-cuello, por todo adorno, un estrecho galón rojo... Luego, un diplomático
-que lleva un nombre ilustre me presentó al joven alemán políglota, fino,
-de un admirable don de palabra, que iba, de belleza en belleza, diciendo
-las cosas<span class="pagenum"><a name="page_024" id="page_024"></a>{24}</span> agradables y ligeras que placen a las mundanas.</p>
-
-<p>—M. Wolfhart, me había dicho el ministro. Un hombre amenísimo. Conversé
-largo rato con el alemán, que se empeñó que hablásemos castellano y, por
-cierto, jamás he encontrado un extranjero de su nacionalidad que lo
-hablase tan bien. Me refirió algo de sus viajes por España y la América
-del Sur. Me habló de amigos comunes y de sus aficiones ocultistas. En
-Buenos Aires había tratado a un gran poeta y a un mi antiguo compañero,
-en una oficina pública, el excelente amigo Patricio... En Madrid... Al
-poco rato teníamos las más cordiales relaciones. En la atmósfera de
-elegancia del hotel llamó mi atención la señora que apareció un poco
-tarde, y cuyo aspecto evocaba en mí algo de regio y de elegante a la
-vez. Como yo hiciese notar a mi interlocutor mi admiración y mi
-entusiasmo, Wolfhart me dijo por lo bajo, sonriendo de cierto modo:</p>
-
-<p>«¡Fíjese usted! ¡Una cabeza histórica! ¡Una cabeza histórica!» Me fijé
-bien. Aquella mujer tenía por el perfil, por el peinado, si no con la
-exageración de la época, muy semejante a las «coiffures à la Cléopâtre»,
-por el aire, por la manera y, sobre todo, después<span class="pagenum"><a name="page_025" id="page_025"></a>{25}</span> que me intrigara
-tanto un galón rojo que llevaba por único adorno en el cuello, tenía,
-digo, un parecido tan exacto con los retratos de la reina María
-Antonieta, que por largo rato permanecí contemplándola en silencio. ¿En
-realidad, era una cabeza histórica? Y tan histórica por la vecindad... A
-dos pasos de allí, en la plaza de la Concordia... Sí, aquella cabeza que
-se peinara a «la circasiana», «à la Belle Poule», «al casco inglés», «al
-gorro de candor», «à la queue en flambeau d’amour», «à la chien
-couchant», «à la Diane», a la tantas cosas más, aquella cabeza...</p>
-
-<p>Se sentó la dama a un extremo del hall, y la única persona con quien
-hablara fué Wolfhart, y hablaron, según me pareció, en alemán. Los vinos
-habían puesto en mi imaginación su movimiento de brumas de oro, y
-alrededor de la figura de encanto y de misterio hice brotar un vuelo de
-suposiciones exquisitas. La orquesta, con las oportunidades de la
-casualidad, tocaba una pavana. Cabelleras empolvadas, «moscas asesinas»,
-trianones de realizados ensueños, galantería pomposa y libertinaje
-encintado de poesía, tantas imágenes adorables, tanta gracia sutil o
-pimentada, de página de memoria, de anécdotas, de correspondencia, de
-pánfleto... Me<span class="pagenum"><a name="page_026" id="page_026"></a>{26}</span> venían al recuerdo versos de los más lindos escritos con
-tales temas, versos de Montesquiou Fezensac, de Regnier, los preciosos
-poemas italianos de Lucini... Y con la fantasía dispuesta, los cuentos
-milagrosos, las materializaciones estudiadas por los sabios de los
-libros arcanos, las posibilidades de la ciencia, que no son sino las
-concesiones a un enigma cada día más hondo, a pesar de todo... La fácil
-excitabilidad de mi cerebro estuvo pronto en acción. Y, cuando después
-de salir de mis cogitaciones, pregunté al alemán el nombre de aquella
-dama, y él me embrolló la respuesta, repitiendo tan sólo lo de lo
-histórico de la cabeza, no quedé ciertamente satisfecho. No creí
-correcto insistir; pero, como siguiendo en la charla yo felicitase a mi
-flamante amigo por haber en Alemania tan admirables ejemplares de
-hermosura, me dijo vagamente: «No es de Alemania, es de Austria». Era
-una belleza «austriaca...» Y yo buscaba la distinta semejanza de detalle
-con los retratos de Kucharsky, de Riotti, de Boizont, y hasta con las
-figuras de cera de los sótanos del museo Grevin...<span class="pagenum"><a name="page_027" id="page_027"></a>{27}</span></p>
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>—Es temprano aún me dijo Wolfhart, al dejarle en la puerta del hotel en
-que habitaba. Pase usted un momento, charlaremos algo más antes de mi
-partida. Mañana me voy de París, y quién sabe cuándo nos volveremos a
-encontrar. Entre usted. Tomaremos, a la inglesa, un «whisky-and-soda» y
-le mostraré algo interesante. Subimos a su cuarto por el ascensor. Un
-«valet» nos hizo llevar el bebedizo británico, y el alemán sacó un
-cartapacio lleno de viejos papeles. Había allí un retrato antiguo,
-grabado en madera.</p>
-
-<p>—He aquí, me dijo, el retrato de un antecesor mío, Theobald Wolfhart,
-profesor de la Universidad de Heidelberg. Este abuelo mío fué
-posiblemente un poco brujo, pero de cierto, bastante sabio. Rehizo la
-obra de Julius Obsequens sobre los prodigios, impresa por Aldo Manucio,
-y publicó un libro famoso, el <i>Prodigiorum ac ostentorum chronicon</i>, un
-infolio editado en Basilea, en 1557. Mi antepasado no lo publicó con su
-nombre, sino bajo el pseudónimo de Conrad Lycosthenes.<span class="pagenum"><a name="page_028" id="page_028"></a>{28}</span> Theobald
-Wolfhart era un filósofo sano de corazón, que, a mi entender, practicaba
-la magia blanca. Su tiempo fué terrible, lleno de crímenes y desastres.
-Aquel moralista empleó la revelación para combatir las crueldades y
-perfidias, y expuso a las gentes, con ejemplos extraordinarios, cómo se
-manifiestan las amenazas de lo invisible por medio de signos de espanto
-y de incomprensibles fenómenos. Un ejemplo será la aparición del cometa
-de 1557, que no duró sino un cuarto de hora, y que anunció sucesos
-terribles. Signos en el cielo, desgracias en la tierra. Mi abuelo habla
-de ese cometa que él vió en su infancia y que era enorme, de un color
-sangriento, que en su extremidad se tornaba del color del azafrán. Vea
-usted esta estampa que lo representa, y su explicación por Lycosthenes.
-Vea usted los prodigios que vieron sus ojos. Arriba hay un brazo armado
-de una colosal espada amenazante, tres estrellas brillan en la
-extremidad, pero la que está en la punta es la mayor y más
-resplandeciente. A los lados hay espadas y puñales, todo entre un
-círculo de nubes, y entre esas armas hay unas cuantas cabezas de
-hombres. Más tarde escribía sobre tales fantásticas maravillas Simon
-Goulard, refiriéndose al cometa: «Le<span class="pagenum"><a name="page_029" id="page_029"></a>{29}</span> regard d’icelle donna telle
-frayeur a plusieurs qu’aucuns en moururent; autres tombèrent malades». Y
-Petrus Greusserus, discípulo de Lichtenberg—el astrólogo—dice un
-autor, que, habiendo sometido el fenómeno terrible a las reglas de su
-arte, sacó las consecuencias naturales, y tales fueron los pronósticos,
-que los espíritus más juiciosos padecieron perturbación durante más de
-medio siglo. Si Lycosthenes señala los desastres de Hungría y de Roma,
-Simon Goulard habla de las terribles asolaciones de los turcos en tierra
-húngara, el hambre en Suabia, Lombardía y Venecia, la guerra en Suiza,
-el sitio de Viena de Austria, sequía en Inglaterra, desborde del Océano
-en Holanda y Zelanda y un terremoto que duró ocho días en Portugal.
-Lycosthenes sabía muchas cosas maravillosas. Los peregrinos que
-retornaban de Oriente contaban visiones celestes. ¿No se vió en 1480 un
-cometa en Arabia, de apariencia amenazante y con los atributos del
-Tiempo y de la Muerte? A los fatales presagios sucedieron las
-devastaciones de Corintia, la guerra en Polonia. Se aliaron Ladislao y
-Matías el Huniada. Vea usted este rasgo de un comentador: «Las nubes
-tienen sus flotas como el aire sus ejércitos»; pero Lycosthenes,<span class="pagenum"><a name="page_030" id="page_030"></a>{30}</span> que
-vivía en el centro de Alemania, no se asienta sobre tal hecho. Dice que
-en el año 114 de nuestra era, simulacros de navíos se vieron entre las
-nubes. San Agobardo, obispo de Lyon, está más informado. Él sabe a
-maravilla a qué región fantástica se dirigen esas ligeras naves. Van al
-país de Magonia, y sólo por reserva el santo prelado no dice su
-itinerario. Esos barcos iban dirigidos por los hechiceros llamados
-<i>tempestarii</i>. Mucho más podría referirle, pero vamos a lo principal. Mi
-antecesor llegó a descubrir que el cielo y toda la atmósfera que nos
-envuelve están siempre llenos de esas visiones misteriosas, y con ayuda
-de un su amigo alquimista llegó a fabricar un elixir que permite
-percibir de ordinario lo que únicamente por excepción se presenta a la
-mirada de los hombres. Yo he encontrado ese secreto, concluyó Wolfhart,
-y aquí, agregó sonriendo, tiene usted el milagro en estas pastillas
-comprimidas. ¿Un poquito más de whisky?</p>
-
-<p>No había duda de que el alemán era hombre de buen humor y aficionado, no
-solamente al alcohol inglés, sino a todos los paraísos artificiales.
-Así, me parecía ver en la caja de pastillas que me mostraba, algún
-compuesto de opio o de cáñamo indiano.<span class="pagenum"><a name="page_031" id="page_031"></a>{31}</span></p>
-
-<p>—Gracias—le dije—no he probado nunca, ni quiero probar el influjo de
-la «droga sagrada». Ni hachis, ni el veneno de Quincey...</p>
-
-<p>—Ni una cosa ni otra. Es algo vigorizante, admirable hasta para los
-menos nerviosos.</p>
-
-<p>Ante la insistencia y con el último sorbo de whisky, tomé la pastilla, y
-me despedí. Ya en la calle, aunque hacía frío, noté que circulaba por
-mis venas un calor agradable. Y olvidando la pastilla, pensé en el
-efecto de las repetidas libaciones. Al llegar a la plaza de la
-Concordia, por el lado de los Campos Elíseos, noté que no lejos de mí
-caminaba una mujer. Me acerqué un tanto a ella y me asombré al verla a
-aquellas horas, a pie y soberbiamente trajeada, sobre todo cuando a la
-luz de un reverbero vi su gran hermosura y reconocí en ella a la dama
-cuyo aspecto me intrigase en el «réveillon»: la que tenía por todo
-adorno en el cuello blanquísimo un fino galón rojo, rojo como una
-herida. Oí un lejano reloj dar unas horas. Oí la trompa de un automóvil.
-Me sentía como poseído de extraña embriaguez. Y, apartando de mí toda
-idea de suceso sobrenatural, avancé hacia la dama que había pasado ya el
-obelisco y se dirigía del lado de las Tullerías.<span class="pagenum"><a name="page_032" id="page_032"></a>{32}</span></p>
-
-<p>—«Madame, le dije, madame...» Había comenzado a caer como una vaga
-bruma, llena de humedad y de frío, y el fulgor de las luces de la plaza
-aparecía como diluído y fantasmal. La dama me miró al llegar a un punto
-de la plaza; de pronto, me apareció como el escenario de un
-cinematógrafo. Había como apariencias de muchas gentes en un ambiente
-como el de los sueños, y yo no sabría decir la manera con que me sentí
-como en una existencia a un propio tiempo real y cerebral... Alcé los
-ojos y vi en el fondo opaco del cielo las mismas figuras que en la
-estampa del libro de Lycosthenes, el brazo enorme, la espada enorme,
-rodeados de cabezas. La dama, que me había mirado, tenía un aspecto
-tristemente fatídico, y, cual por la obra de un ensalmo, había cambiado
-de vestiduras, y estaba con una especie de fichu cuyas largas puntas le
-caían por delante; en su cabeza ya no había el peinado a «la Cléopatre»,
-sino una pobre cofia bajo cuyos bordes se veían los cabellos
-emblanquecidos. Y luego, cuando iba a acercarme más, percibí a un lado
-como una carreta, y unas desdibujadas figuras de hombres con tricornios
-y espadas y otras con picas. A otro lado un hombre a caballo, y luego
-una especie de tablado...<span class="pagenum"><a name="page_033" id="page_033"></a>{33}</span> ¡Oh, Dios, naturalmente!: he aquí la
-reproducción de lo «ya visto»... ¿En mí hay reflexión aún en este
-instante? Sí, pero siento que lo invisible, entonces visible, me rodea.
-Sí, es la guillotina. Y, tal en las pesadillas, como si sucediese, veo
-desarrollarse—¿he hablado ya de cinematógrafo?—la tragedia... Aunque
-por no sé cual motivo no pude darme cuenta de los detalles, vi que la
-dama me miró de nuevo, y bajo el fulgor color de azafrán que brotaba de
-la visión celeste y profética, brazo, espadas, nubes y cabezas, vi cómo
-caía, bajo el hacha mecánica, la cabeza de aquella que poco antes, en el
-salón del hotel, me admirara con su encanto galante y real, con su aire
-soberbio, con su cuello muy blanco, adornado con un único galón color de
-sangre.</p>
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>¿Cuánto tiempo duró aquel misterioso espectáculo? No lo sabría decir,
-puesto que ello fué bajo el imperio desconocido en que la ciencia anda a
-tientas; el tiempo en que el<span class="pagenum"><a name="page_034" id="page_034"></a>{34}</span> ensueño no existe, y mil años, según
-observaciones experimentales, pueden pasar en un segundo. Todo aquello
-había desaparecido, y, dándome cuenta del lugar en donde me encontraba,
-avancé siempre hacia el lado de las Tullerías. Avancé y me vi entre el
-jardín, y no dejé de pensar rapidísimamente cómo era que las puertas
-estaban aun abiertas. Siempre bajo la bruma pálida de aquellas nocturnas
-horas, seguí adelante. Saldré, me dije, por la primera puerta del lado
-de la calle Rivoli, que quizás esté también abierta... ¿Cómo no ha de
-estar abierta?... ¿Pero era o no era aquel jardín el de las Tullerías?
-Arboles, árboles de obscuros ramajes en medio del invierno... Tropecé al
-dar un paso con algo semejante a una piedra, y me llené, en medio de mi
-casi inconsciencia, de una sorpresa pavorosa, cuando escuché un ¡ay!
-semejante a una queja, parecido a una palabra entrecortada y ahogada;
-una voz que salía de aquello que mi pie había herido, y que era, no una
-piedra, sino una cabeza. Y alzando hacia el cielo la mirada vi la faz de
-la luna en el lugar en que antes la espada formidable, y allí estaban
-las cabezas de la estampa de Lycosthenes. Y aquel jardín, que se
-extendía vasto cual una selva, me llenó del encanto<span class="pagenum"><a name="page_035" id="page_035"></a>{35}</span> grave que había en
-su recinto de prodigio. Y a través de velos de ahumado oro refulgía
-tristemente en lo alto la cabeza de la luna. Después me sentí como en
-una certeza de poema y de libro santo, y, como por un motivo
-incoherente, resonaban en la caja de mi cerebro las palabras: «¡Ultima
-hora! ¡Trípoli! ¡La toma de Pekín!» leídas en los diarios del día,
-Conforme con mis anhelos de lo divino, experimentando una inexpresable
-angustia, pensé: «¡Oh, Dios! ¡Oh, Señor! ¡Padre nuestro...!»</p>
-
-<p>Volví la vista y vi a un lado, en una claridad dulce y dorada, una forma
-de lira, y sobre la lira una cabeza igual a la del Orfeo de Gustave
-Moreau, del Luxemburgo. La faz expresaba pesadumbre, y alrededor había
-como un movimiento de seres, de los que se llaman animados porque almas
-se manifiestan por el movimiento, y de los que se llaman inanimados
-porque su movimiento es íntimo y latente. Y oí que decía, según me ayuda
-mi recuerdo, aquella cabeza: «¡Vendrá, vendrá el día de la concordia, y
-la lira será entonces consagrada en la pacificación!» Y cerca de la
-cabeza de Orfeo vi una rosa milagrosa, y una hierba marina, y que iba
-avanzando hacia ellas una tortuga de oro.<span class="pagenum"><a name="page_036" id="page_036"></a>{36}</span></p>
-
-<p>Pero oí un gran grito al otro lado. Y el grito, como el de un coro, de
-muchas voces. Y a la luz que os he dicho, vi que quien gritaba era un
-árbol, uno de los árboles coposos, lleno de cabezas por frutos, y pensé
-que era el árbol de que habla el libro sagrado de los musulmanes. Oí
-palabras en loor de la grandeza y omnipotencia de Alá. Y bajo el árbol
-había sangre.</p>
-
-<p>Haciendo un esfuerzo, quise ya no avanzar, sino retroceder a la salida
-del jardín, y vi que por todas partes salían murmullos, voces, palabras
-de innumerables cabezas que se destacaban en la sombra como aureoladas,
-o que surgían entre los troncos de los árboles. Como acontece en los
-instantes dolorosos de algunas pesadillas, pensé que todo lo que me
-pasaba era un sueño, para disminuir un tanto mi pavor. Y en tanto, pude
-<i>reconocer</i> una temerosa y abominable cabeza asida por la mano blanca de
-un héroe, asida de su movible e infernal toisón de serpientes: la tantas
-veces maldecida cabeza de Medusa. Y de un brazo, como de carne de oro de
-mujer, pendía otra cabeza, una cabeza con barba ensortijada y oscura, y
-era la cabeza del guerrero Holofernes. Y la cabeza de Juan el Bautista;
-y luego, como viva, de una<span class="pagenum"><a name="page_037" id="page_037"></a>{37}</span> vida singular, la cabeza del Apostol que en
-Roma hiciera brotar el agua de la tierra; y otra cabeza que Rodrigo Díaz
-de Vivar arrojó, en la cena de la venganza, sobre la mesa de su padre.</p>
-
-<p>Y otras que eran la del rey Carlos de Inglaterra y la de la reina María
-Estuardo... Y las cabezas aumentaban, en grupos, en amontonamientos
-macabros, y por el espacio pasaban relentes de sangre y de sepulcro; y
-eran las cabezas hirsutas de los dos mil halconeros de Bayaceto; y las
-de las odaliscas degolladas en los palacios de los reyes y potentados
-asiáticos; y las de los innumerables decapitados por su fe, por el odio,
-por la ley de los hombres; las de los decapitados de las hordas
-bárbaras, de las prisiones y de las torres reales, las de los
-Gengiskanes, Abdulhamides y Behanzines...</p>
-
-<p>Dije para mí: ¡Oh, mal triunfante! ¿Siempre seguirás sobre la faz de la
-tierra? ¿Y tú, París, cabeza del mundo, serás también cortada con hacha,
-arrancada de tu cuerpo inmenso?</p>
-
-<p>Cual si hubiesen sido escuchadas mis interiores palabras, de un grupo en
-que se veía la cabeza de Luis XVI, la cabeza de la princesa de Lamballe,
-cabezas de nobles y cabezas<span class="pagenum"><a name="page_038" id="page_038"></a>{38}</span> de revolucionarios, cabezas de santos y
-cabezas de asesinos, avanzó una figura episcopal que llevaba en sus
-manos su cabeza, y la cabeza del mártir Dionisio, el de las Galias,
-exclamó:—¡En verdad os digo, que Cristo ha de resucitar!</p>
-
-<p>Y al lado del apostólico decapitado vi a la dama del hall del hotel, a
-la dama austriaca con el cuello desnudo; pero en el cual se veía como un
-galón rojo, una herida purpúrea, y María Antonieta, dijo:—¡Cristo ha de
-resucitar! Y la cabeza de Orfeo, la cabeza de Medusa, la cabeza de
-Holofernes, la cabeza de Juan y la de Pablo, el árbol de cabezas, el
-bosque de cabezas, la muchedumbre fabulosa de cabezas, en el hondo
-grito, clamó:</p>
-
-<p>—«¡Cristo ha de resucitar! ¡Cristo ha de resucitar!...»</p>
-
-<p>—Nunca es bueno dormir inmediatamente después de comer—concluyó mi
-buen amigo el doctor.<span class="pagenum"><a name="page_039" id="page_039"></a>{39}</span></p>
-
-<h3><a name="LA_EXTRANA_MUERTE_DE_FRAY_PEDRO" id="LA_EXTRANA_MUERTE_DE_FRAY_PEDRO"></a>LA EXTRAÑA MUERTE DE FRAY PEDRO</h3>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_040" id="page_040"></a>{40}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_041" id="page_041"></a>{41}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b041.jpg" width="270" height="530" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">Ilustrísimo señor, a Fray Pedro<br /></span>
-<span class="i0">lo henos encontrado muerto.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_042" id="page_042"></a>{42}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_043" id="page_043"></a>{43}</span></p>
-
-<h4>I</h4>
-
-<p class="nind"><span class="lettre">
-<img src="images/drop-v.png"
-width="70"
-height="70"
-alt="V"
- /></span><span class="smcap">isitando</span> el convento de una ciudad española, no ha mucho tiempo, el
-amable religioso que nos servía de cicerone, al pasar por el cementerio,
-me señaló una lápida, en que leí únicamente: <i>Hic iacet frater Petrus</i>.</p>
-
-<p>—Este—me dijo—fué uno de los vencidos por el diablo.</p>
-
-<p>—Por el viejo diablo que ya chochea—le dije.</p>
-
-<p>—No—me contestó—; por el demonio moderno que se escuda con la
-Ciencia.—Y me narró el sucedido.</p>
-
-<p>Fray Pedro de la Pasión era un espíritu perturbado por el maligno
-espíritu que infunde el ansia de saber. Flaco, anguloso nervioso,
-pálido, dividía sus horas conventuales entre la oración, las disciplinas
-y el laboratorio, que le era permitido por los bienes que atraía a la
-comunidad. Había estudiado,<span class="pagenum"><a name="page_044" id="page_044"></a>{44}</span> desde muy joven, las ciencias ocultas.
-Nombraba, con cierto énfasis, en las horas de conversación, a
-Paracelsus, a Alberto el Grande; y admiraba profundamente a ese otro
-fraile Schawartz, que nos hizo el diabólico favor de mezclar el salitre
-con el azufre.</p>
-
-<p>Por la ciencia había llegado hasta penetrar en ciertas iniciaciones
-astrológicas y quiromáticas; ella le desviaba de la contemplación y del
-espíritu de la Escritura. En su alma se había anidado el mal de la
-curiosidad, que perdían a nuestros primeros padres. La oración misma era
-olvidada con frecuencia, cuando algún experimento le mantenía cauteloso
-y febril. Como toda lectura le era concedida y tenía a su disposición la
-rica biblioteca del convento, sus autores no fueron siempre los menos
-equívocos. Así llegó hasta pretender probar sus facultades de zahorí, y
-a poner a prueba los efectos de la magia blanca. No había duda de que
-estaba en gran peligro su alma, a causa de su sed de saber y de su
-olvido de que la ciencia constituye, en el principio, el alma de la
-Serpiente que ha de ser la esencial potencia del Antecristo, y que para
-el verdadero varón de fe, <i>initium sapientiæ est timor Domini</i>.<span class="pagenum"><a name="page_045" id="page_045"></a>{45}</span></p>
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>¡Oh, ignorancia feliz, santa ignorancia! ¡Fray Pedro de la Pasión no
-comprendía tu celeste virtud, que ha hecho ciertos a los Celestinos!
-Huysmans se ha extendido sobre todo ello. Virtud que pone un celestial
-nimbo a algunos mínimos, de Dios queridos, entre los esplendores
-místicos y milagrosos de las hagiografías.</p>
-
-<p>Los doctores explican y comentan altamente, cómo ante los ojos del
-Espíritu Santo las almas de amor son de mayor manera glorificadas que
-las almas de entendimiento. Ernest Hello ha pintado, en los sublimes
-<i>traux</i> de sus Fisonomías de Santos, a esos beneméritos de la caridad, a
-esos favorecidos de la humildad, a esos seres columbinos, simples y
-blancos como los lirios, limpios de corazón, pobres de espíritu,
-bienaventurados hermanos de los pajaritos del Señor, mirados con ojos
-cariñosos y sororales por la puras estrellas del firmamento. Joris Karl,
-el merecido beato, quizá más tarde consagrado, a pesar de la literatura,
-en el<span class="pagenum"><a name="page_046" id="page_046"></a>{46}</span> maravilloso libro en que Durtal se convierte, viste de
-resplandores paradiasíacos al lego guardapuercos que hace bajar a la
-pocilga la admiración de los coros arcangélicos, y al aplauso de las
-potestades de los cielos. Y Fray Pedro de la Pasión no comprendía eso...</p>
-
-<p>El, desde luego creía, creía con la fe de un indiscutible creyente. Mas
-el ansia de saber le azuzaba el espíritu, le lanzaba a la averiguación
-de secretos de la naturaleza y de la vida, a tal punto, que no se daba
-cuenta de cómo esa sed de saber, ese deseo indominable de penetrar en lo
-vedado y en lo arcano de universo era obra del pecado, y añagaza del
-Bajísimo, para impedirle de esa manera su consagración absoluta a la
-adoración del Eterno Padre. Y la última tentación sería fatal.</p>
-
-<h4>III</h4>
-
-<p>Acaeció el caso no hace muchos años. Llegó a manos de Fray Pedro un
-periódico en que se hablaba detalladamente de todos los<span class="pagenum"><a name="page_047" id="page_047"></a>{47}</span> progresos
-realizados en radiografía, gracias al descubrimiento del alemán
-Röentgen, quien llegara a encontrar el modo de fotografiar a través de
-los cuerpos opacos. Supo lo que se comprendía en el tubo Crookes, de la
-luz catódica, del rayo X. Vió el facsimil de una mano cuya anatomía se
-transparentaba claramente, y la patente figura de objetos retratados
-entre cajas y bultos bien cerrados.</p>
-
-<p>No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era un ansia
-de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrílego que en ello se
-contenía, punzaba sus anhelos...</p>
-
-<p>¿Cómo podría él encontrar un aparato como los aparatos de aquellos
-sabios, y que le permitiera llevar a cabo un oculto pensamiento, en que
-se mezclaban su teología y sus ciencias físicas...? ¿Cómo podría
-realizar en su convento las mil cosas que se amontonaban en su enferma
-imaginación?</p>
-
-<p>En las horas litúrgicas de los rezos y de los cánticos, notábanlo todos
-los otros miembros de la comunidad, ya meditabundo, ya agitado como por
-súbitos sobresaltos, ya con la faz encendida por repentina llama de
-sangre, ya con la mirada como estática, fija en<span class="pagenum"><a name="page_048" id="page_048"></a>{48}</span> lo alto, o clavada en
-la tierra. Y era la obra de la culpa que se afianzaba en el fondo de
-aquel combatido pecho, el pecado bíblico de la curiosidad, el pecado
-omnitranscendente de Adán, junto al árbol de la ciencia del Bien y del
-Mal. Y era mucho más que una tempestad bajo un cráneo... Múltiples y
-raras ideas se agolpaban en la mente del religioso, que no encontraba la
-manera de adquirir los preciosos aparatos. ¡Cuánto de su vida no daría
-él por ver los peregrinos instrumentos de los sabios nuevos en su pobre
-laboratorio de fraile aficionado, y poder sacar <i>las anheladas pruebas</i>,
-hacer los mágicos ensayos que abrirían una nueva era en la sabiduría y
-en la convicción humanas... Él ofrecería más de lo que se ofreció a
-Santo Tomás... Si se fotografiaba ya lo interior de nuestro cuerpo, bien
-podría pronto el hombre llegar a descubrir visiblemente la naturaleza y
-origen del alma; y, aplicando la ciencia a las cosas divinas, como
-podría permitirlo el Espíritu Santo, ¿por qué no aprisionar en las
-visiones de los éxtasis y en las manifestaciones de los espíritus
-celestiales, sus formas exactas y verdaderas?</p>
-
-<p>¡Si en Lourdes hubiese habido un Kodak, durante el tiempo de las
-visiones de Bernardetta!<span class="pagenum"><a name="page_049" id="page_049"></a>{49}</span> ¡Si en el momento en que Jesús, o su Santa
-Madre, favorecen con su presencia corporal a señalados fieles, se
-aplicase convenientemente la cámara obscura...!</p>
-
-<p>¡Oh, cómo se convencerían los impíos, cómo triunfaría la religión! Así
-cavilaba, así se estrujaba el cerebro el pobre fraile, tentado por uno
-de los más encarnizados príncipes de las tinieblas.</p>
-
-<h4>IV</h4>
-
-<p>Y avino que, en uno de esos momentos, en uno de los instantes en que su
-deseo era más vivo, en hora en que debía estar entregado a la disciplina
-y a la oración, en su celda se presentó a su vista uno de los hermanos
-de la comunidad, llevándole un envoltorio bajo el hábito.</p>
-
-<p>—Hermano, le dijo, os he oído decir que deseábais una de esas máquinas,
-como esas con que los sabios están maravillando al mundo. Os la he
-podido conseguir. Aquí la tenéis.</p>
-
-<p>Y depositando el envoltorio en manos del<span class="pagenum"><a name="page_050" id="page_050"></a>{50}</span> asombrado Fray Pedro,
-desapareció, sin que éste tuviese tiempo de advertir que, debajo del
-hábito, se habían mostrado, en el momento de la desaparición, dos patas
-de chivo.</p>
-
-<p>Fray Pedro, desde el día del misterioso regalo, consagróse a sus
-experimentos. Faltaba a maitines, no asistía a la Misa excusándose como
-enfermo. El padre provincial solía amonestarle, y todos le veían pasar
-extraño y misterioso y temían por la salud de su cuerpo y por la de su
-alma.</p>
-
-<p>Y perseguía su idea dominante. Probó la máquina en sí mismo, en frutos,
-llaves, dentro de libros y demás cosas usuales. Hasta que un día...</p>
-
-<p>O más bien una noche, el desventurado se atrevió, <i>por fin</i>, a realizar
-su pensamiento. Dirigióse al templo, receloso, a pasos callados. Penetró
-en la nave principal y se dirigió al altar en que, en el tabernáculo, se
-hallaba expuesto el Santísimo Sacramento. Sacó el copón. Tomó una
-sagrada forma. Salió veloz para su celda.<span class="pagenum"><a name="page_051" id="page_051"></a>{51}</span></p>
-
-<h4>V</h4>
-
-<p>Al día siguiente, en la celda de Fray Pedro, se hallaba el Sr. Arzobispo
-delante del padre provincial.</p>
-
-<p>—Ilustrísimo señor, decía éste; a Fray Pedro le hemos encontrando
-muerto. No andaba muy bien de la cabeza. Esos sus estudios creo que le
-causaron daño.</p>
-
-<p>—¿Ha visto su reverencia esto?—dijo su señoría ilustrísima,
-mostrándole una revelada placa fotográfica que recogió del suelo, y en
-la cual se hallaba, con los brazos desclavados y una dulce mirada en sus
-divinos ojos, la imagen de Nuestro Señor Jesucristo.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_052" id="page_052"></a>{52}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_053" id="page_053"></a>{53}</span></p>
-
-<h2><a name="CRONICAS" id="CRONICAS"></a>
-<img src="images/illus-b053.jpg" width="329" height="462" alt="CRÓNICAS" title="" />
-</h2>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_054" id="page_054"></a>{54}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_055" id="page_055"></a>{55}</span></p>
-
-<h3><a name="BAJO_LAS_LUCES_DEL_SOL_NACIENTE" id="BAJO_LAS_LUCES_DEL_SOL_NACIENTE"></a>BAJO LAS LUCES<br />
-DEL SOL NACIENTE</h3>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_056" id="page_056"></a>{56}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_057" id="page_057"></a>{57}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b057.jpg" width="310" height="472" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">Los cerezos florecían, y entre sus ramas<br /></span>
-<span class="i0">alegres se divisaba un monte azul.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_058" id="page_058"></a>{58}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_059" id="page_059"></a>{59}</span></p>
-
-<p class="nind"><span class="lettre">
-<img src="images/drop-e.png"
-width="71"
-height="74"
-alt="E"
- /></span><span class="smcap">ra</span> el país de oro y seda, y en el aire fino como de cristal volaban las
-cigüeñas, y se esponjaban los crisantemos del biombo. Los cerezos
-florecían, y entre sus ramas alegres se divisaba un monte azul. Una rana
-de madera labrada era igual a las ranas del pantano. Sobre la laca negra
-corría un arroyo dorado. Muñecas de carne, con la cabellera atravesada
-por alfileres áureos, hacían reverencias sonrientes, y gestos menudos.
-En las casas de papel, en la ignorancia feliz del pudor, se bañaban las
-niñas. Cortesanas ingenuas servían el té en tacitas de Liliput. En los
-«kimonos» historiados se envolvían cuerpos casi impúberes e
-inocentemente venales. Se hablaba de un viejo llamado Hokusai, que se
-llamaba a sí mismo «el loco del dibujo». Floreros raros se llenaban de
-flores extrañas ante los budhas risueños. Nobles daimios hacían lucir al
-sol curvos sables de largo puño. Los «netskes» y las máscaras
-reproducían faces joviales o aterrorizadas, caras<span class="pagenum"><a name="page_060" id="page_060"></a>{60}</span> de brujas o
-regordetas caras infantiles. Al amor de una naturaleza como de fantasía,
-se vivía una vida casi de sueño.</p>
-
-<p>Artistas y artesanos realizaban labores extraordinarias, que llegaban a
-las naciones lejanas como de imperios de cuento. Se educaba la sonrisa y
-se inculcaba la afabilidad. Se conservaban con respeto las antiguas y
-sagradas tradiciones en el dulce ambiente de una existencia sencilla. Se
-desconocía el egoísmo y se practicaba la más perfecta y blanda cortesía.
-Los preceptos del viejo Confucio ordenaban la severidad y la
-imparcialidad a jueces ceremoniosos. Había un profundo concepto de la
-justicia y de la virtud, un aspecto innato de la superioridad
-jerárquica, y el superior era bondadoso, y sumiso y sagaz el inferior.
-Bonzos sabios enseñaban la fuerza de las plegarias y la fe en las
-potencias ocultas. La paciencia y la tenacidad eran virtudes comunes;
-eran desconocidas, o raras, la doblez, la inquina, la traición. La
-poesía se mezclaba a la vida cotidiana. El amable «saké» hacía cantar
-más tiernamente a las «samisén». Se tenían para el huésped los más
-amables «sayonaras». Se pasaban horas de miel y caricias, con sutiles
-amorosas que tenían nombres de<span class="pagenum"><a name="page_061" id="page_061"></a>{61}</span> piedras ricas, de pájaros lindos, de
-flores exquisitas. Gloriosos «samurayes» se vestían como grandes y
-metálicos insectos. Viejos peregrinos sabían fábulas e historias
-inauditas. Pintores únicos tomaban detalles de la naturaleza y de la
-vida, de manera que detenían en un papel de seda el aletazo de una
-carpa, el salto de un tigre o el vuelo de una garza. Campesinos
-pacientes sembraban el arroz al abrigo de sus agudos sombreros de floja
-paja. Se tenía el culto preciso de los antepasados y se sabía por seguro
-que hay buenos dioses y perversos demonios. Shintoistas o budhistas, los
-hombres cumplían con los preceptos de sus religiones, aceptaban los
-consejos de sus sacerdotes, y al lado de las divinidades veneraban a los
-héroes de la acción o del pensamiento. Se predicaba y se sostenía firme
-el amor al país y la adhesión inmensa al Mikado. Había una idea tan
-grande del honor, que el suicidio en casos especiales formaba parte de
-las costumbres. Se tenía el temor de lo divino y desconocido, y se
-saludaba la memoria de los abuelos. Se amaba como en ninguna parte a los
-niños; como en ninguna parte se obedecía a la autoridad paternal, y ante
-las vasijas de calada madera había siempre, en tibores de prodigiosa<span class="pagenum"><a name="page_062" id="page_062"></a>{62}</span>
-porcelana, ramos floridos. El conjunto de principios que los letrados
-infundían al pueblo, se reducía a pocas palabras. Decían: «Hay un Dios
-superior. Tiene como atributos la inteligencia, el valor, el amor. Por
-la unidad de su espíritu y de su energía vital fueron creados el dios
-Takanu Musubi y la diosa Kanmi Musuti, que forman, con su padre, una
-augusta Trinidad. De la unión de estos dos nacieron otros dioses, y, por
-último, los divinos antecesores de la familia imperial y de la raza
-humana: Yzanagi e Yzanami. El alma del hombre es, por tanto, origen
-divino e inmortal. Su cuerpo fué creado también por la energía divina;
-pero no contiene de ésta lo bastante para ser inmortal. El deber del
-hombre es cultivar, primero, las tres virtudes divinas, después las
-siete virtudes que de ellas se derivan: la lealtad al emperador, la
-piedad filial, la castidad, la obediencia a los superiores, la
-sinceridad en la amistad, la bondad y la misericordia. El camino de la
-virtud es el de la felicidad. La ley de la causa y del efecto reina en
-el mundo presente y en el mundo futuro. El mayor criminal puede merecer
-el perdón, y aun el favor de Dios, si se arrepiente con sinceridad. A
-cada uno se le tomarán en cuenta sus<span class="pagenum"><a name="page_063" id="page_063"></a>{63}</span> acciones, y por ellas será
-recompensado o castigado en el mundo futuro». Los japoneses, pues,
-estaban en completo estado de barbarie.</p>
-
-<p>En efecto, hace ya tiempo, el mundo intelectual conoció toda la barbarie
-que revelaron los Goncourt a la curiosidad y al arte occidentales. Se
-supo que maravillosos pinceles estaban dotados de desconocidos
-prestigios. Una civilización contemporánea de Nabucodonosor se había
-conservado a través de siglos e invasiones. Sabios y poetas, que
-estudian los clásicos chinos, meditaban y enseñaban. Brotaban de los
-hornos las ricas obras de los alfareros de Satzuna. Un misterio
-legendario flotaba sobre la región nipona, tan extraña como las naciones
-orientales en que se mueven las magias de Sheherazada. El pueblo que,
-según la frase de Voltaire «jamás ha sido vencido», guardaba con
-admiración religiosa el nombre y el recuerdo de sus héroes, de los
-violentos caballeros y marinos que rechazaron a los enemigos mongoles y
-libraron la integridad del territorio.</p>
-
-<p>Un sano y vigoroso feudalismo mantenía en lo alto la seguridad del
-gobierno, y abajo la felicidad del pueblo. Los poetas escriben<span class="pagenum"><a name="page_064" id="page_064"></a>{64}</span> poemas
-en que se cantan la fidelidad y el amor en flor eternamente. Las
-danzarinas saben bailes de argumento, que regocijan discretamente a los
-espectadores. Los fieles no faltan a las ceremonias de los templos, y
-hay pompa hermosa y nobleza ritual. Lafcadio Hearn nos explica lo que es
-el Shinthoismo. Shinto significa carácter en su sentido más elevado:
-valor, cortesía, honor, y, sobre todo, lealtad. Shinto significa piedad
-filial, amor al deber, voluntad siempre lista al abandono de la vida por
-un principio, y sin preguntar el por qué. Está en la docilidad del niño,
-en la dulzura de la mujer. Es también conservador, saludable freno a las
-tendencias del espíritu nacional, fácilmente inclinado a dejar lo mejor
-del pasado para precipitarse con ardor en las modernidades extranjeras.
-Es una religión transmitida en una impulsión hereditaria hacia el bien,
-en un puro instinto moral. Es, en una palabra, toda la vida emocional de
-la raza: El alma del Japón. Así, el renunciamiento a la propia
-satisfacción, hasta a la vida, por la común felicidad, el deber
-cumplido, el sacrificio voluntario y cordial, eran características de
-esos singulares salvajes. Y en su sacro libro del Kodjiki aprendían
-ejemplos de tiempos<span class="pagenum"><a name="page_065" id="page_065"></a>{65}</span> remotos, como el siguiente: «El príncipe Mayoana,
-de edad de siete años solamente, después de haber matado al asesino de
-su padre, se había refugiado en casa del Gran Tsubura, y las
-multiplicadas flechas semejaban un campo de cañas. El Gran Tsubura se
-adelantó, y quitando sus armas de su cinto se prosternó ocho veces, y
-dijo: «La princesa Kará, mi hija, que tú te has dignado llamar hace
-poco, está a tus órdenes, y te ofrezco, además, cinco graneros de arroz.
-Si humilde esclavo de tu grandeza, me presto a luchar hasta el fin, no
-conservo la esperanza de vencer; al menos, puedo morir antes de
-abandonar a un príncipe que ha puesto en mí su confianza al penetrar en
-mi casa». Habiendo así hablado, volvió a tomar sus armas, y se lanzó de
-nuevo en el combate. Mas las fuerzas le abandonaron, y había agotado ya
-todas sus flechas. El Gran Tsubura dijo: «Ya no tenemos flechas, y
-nuestras manos están heridas; no podemos ya combatir. ¿Qué nos resta que
-hacer?» «No nos queda nada que hacer», respondió el príncipe. «Ahora,
-quítame la vida.» Y el Gran Tsubura tomó su sable y quitó la vida al
-príncipe. Luego, haciendo girar el arma contra sí mismo, hizo caer a sus
-pies su propia cabeza.»<span class="pagenum"><a name="page_066" id="page_066"></a>{66}</span></p>
-
-<p>Esas eran las lecturas de antaño, las que los ministros del culto
-comentaban y las generaciones comprendían, infundiendo así cada día en
-los corazones nuevos las antiguas virtudes. «La conciencia, dice Hearn,
-llega a ser el solo guía, por la doctrina de la intuición, que no tiene
-necesidad de decálogo o de código fijo que señale las obligaciones
-morales. «Teólogo y filósofo, dice Motoonori, que todas las ideas
-morales necesarias al hombre le son sugeridas por los dioses y son de la
-misma naturaleza instintiva que las que le obligan a comer cuando tiene
-hambre, y a beber cuando tiene sed. El, el sapiente Hirata: «Toda acción
-humana es la obra de un dios.» Y de nuevo Motoonori: «Haber comprendido
-que no hay ni camino que conocer, ni ruta que seguir, es seguramente
-haber comprendido el camino de los dioses.» Y otra vez Hirata: «Si
-tenéis deseos de practicar la verdadera virtud, aprended a tener temor
-de lo invisible, cultivad vuestra conciencia, y no os apartéis nunca del
-camino recto.» Y luego: «La devoción a la memoria de los antepasados es
-el resorte de todas las virtudes. El que no olvida nunca sus deberes
-para con ellos, no puede ser irrespetuoso con los dioses ni con sus
-padres.<span class="pagenum"><a name="page_067" id="page_067"></a>{67}</span> Un hombre semejante está siempre fiel a su príncipe y a sus
-amigos, bueno y dulce con su mujer y con sus hijos.» Así pensaba el
-Japón viejo. Semejante atraso estaba oculto tras la puerta que, los
-hombres colorados, fueron a abrir a cañonazos.</p>
-
-<p>Y a cañonazos se despertó a la vida y a la civilización de Occidente el
-Japón viejo, y se convirtió en el Japón nuevo.</p>
-
-<p>«Hoy, dice sonriendo afiladamente el japonés Hayashi a un periodista
-parisiense, hoy tenemos acorazados, tenemos torpedos, tenemos cañones.
-¡Los mares de la China se enrojecieron con la sangre de nuestros
-muertos, y con la sangre de los que nosotros matamos! Nuestros torpedos
-revientan; nuestros shrapnells crepitan, nuestros cañones arrojan
-obuses; morimos y hacemos morir; y vosotros, los europeos, decís que
-hemos conquistado nuestro rango, ¡que nos hemos civilizado! Hemos tenido
-artistas, pintores, escultores, pensadores. En el siglo <span class="smcap">XVI</span> editábamos
-en japonés las fábulas de Esopo. ¡Éramos entonces bárbaros!»</p>
-
-<p>¡Oh, sí! Hoy están los descendientes de los antiguos daimios
-completamente civilizados. Al <i>jiu-jitsu</i> nacional, han agregado los
-conocimientos adquiridos en el Creusot y en<span class="pagenum"><a name="page_068" id="page_068"></a>{68}</span> Essen. Se les obligó a
-aprender la ciencia de la guerra en establecimientos occidentales; se
-les demostró que pasar la vida feliz, sin derramamientos de sangre, sin
-soldados, sin militarismo, sin cañones Krupp, era el colmo de lo
-salvaje. Se les enseñaron los caracteres occidentales para que pudieran
-leer los diarios nacionalistas de Francia, los discursos de M. Jaurés,
-las obras de Kipling; así supieron lo interesante del nacionalismo, lo
-útil del socialismo, lo superior del imperialismo. Como son hábiles y
-emprendedores, los nipones tuvieron pronto arsenales de ideas nuevas,
-tuvieron nacionalistas, socialistas, imperialistas. Se dieron una
-constitución. Se vistieron como se visten los hombres de Londres, que es
-como se visten los hombres de todo el Occidente. Vieron claramente que
-sonreir siempre es malo, ser afable es dañoso, ser piadoso es ridículo.
-Se convencieron de que ser de presa es lo mejor sobre la superficie de
-la tierra. Se militarizaron; se armaron, fueron excelentes discípulos de
-los carniceros de los países cristianos. Destruyeron toda la poesía
-posible, convirtieron a Madame Chrisantème en institutriz inglesa y en
-enfermera. Se lanzaron al asesinato colectivo con un apetito
-sobrehumano. Oku, Kuroko, Togo,<span class="pagenum"><a name="page_069" id="page_069"></a>{69}</span> entran en la categoría de semidioses.
-Se trató de matar al mayor número de rusos posible. Se trató de volar
-barcos, de «dinamitar» puentes, de arrasar batallones. Se va a la
-conquista, al degüello, al odio. ¿En dónde está ese mundo de vagos
-ensueños, ese mundo como lunas extra-terrestres, como astral, que admiré
-en las escenas, en la maravillosa actriz Sada Yacco que era una
-revelación de belleza exótica y peregrina? ¿En dónde están los antiguos
-pintores Kakemonos, los antiguos Outamaros y Hokusais? ¿En dónde las
-nobles creencias, los generosos ideales, la dulzura del carácter, las
-genuflexiones, las pintorescas amorosas, el alma antes encantadora del
-pasado Japón?... En la Mandchuria, la tierra se llenó de cadáveres...
-Los mares chinos se enrojecieron de sangre.</p>
-
-<p>Se mira a los Estados Unidos con aire de desafío, con amor a la
-guerra...</p>
-
-<p>La civilización ha triunfado...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_070" id="page_070"></a>{70}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_071" id="page_071"></a>{71}</span></p>
-
-<h3><a name="MI_DOMINGO_DE_RAMOS" id="MI_DOMINGO_DE_RAMOS"></a>MI DOMINGO DE RAMOS</h3>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_072" id="page_072"></a>{72}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_073" id="page_073"></a>{73}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b073.jpg" width="228" height="320" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">Y veo en un país lejano<br /></span>
-<span class="i0">una vieja ciudad.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_074" id="page_074"></a>{74}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_075" id="page_075"></a>{75}</span></p>
-
-<p class="nind"><span class="lettre">
-<img src="images/drop-m.png"
-width="70"
-height="70"
-alt="M"
- /></span><span class="smcap">i</span>
-pobre alma, con una alegría de convaleciente, se despierta este día,
-domingo, sonríe a la luz del sol de Dios, se sacude como un ave húmeda
-del rocío de la aurora, y, a pesar de que quiero contenerla: «¡Mira que
-estás muy débil! ¡mira que casi no tienes alientos! animula, blandula,
-vagula, ¿a dónde vas?» no me hace caso, ríe como una locuela de catorce
-años, se va, bajo el esplendor matinal, al jardín de mi fantasía, al
-huerto de mi mente, y vuelve con dos verdes y frescos ramos de palma,
-alzando los brazos al cielo, en un divino ímpetu, como si quisiera
-volar.</p>
-
-<p>—Animula, blandula, vagula, ¿a dónde vas?</p>
-
-<p>—¡Voy a Jerusalén!—me dice mi pobre alma.</p>
-
-<p>Y allá se va, camino de Jerusalén, sin bordón de peregrino, sin alforja
-de caminante, sin sandalias de romero. Ella va a la fiesta, arrastrada
-por su deseo, sin temor de las asperezas del viaje, sin miedo a los
-abismos, a las fieras y a las víboras.<span class="pagenum"><a name="page_076" id="page_076"></a>{76}</span></p>
-
-<p>Tal parece que fuese llevada por una ráfaga milagrosa, o sostenida por
-el amoroso cuidado de cuatro alas angélicas. Ella no sabe hoy de las
-tristezas, de las maldades y de las tinieblas de la vida. Deja la ciudad
-de los infames publicanos, de los odiosos fariseos, de las pintadas y
-ponzoñosas prostitutas. Ha sentido como el llamamiento de una sagrada
-primavera, y se ha abierto fresca y virginal como una blanca rosa. Un
-perfume celeste la baña, y ella a su vez exhala su perfume íntimo, su
-ungüento de fe y de amor. Un sol de vida le pone en su debilidad,
-fortaleza; en sus mejillas pálidas, una llama de niñez; en su frente,
-tan combatida por el dolor, una refrescante guirnalda florida. ¿Que
-vendrán las espinas después?...</p>
-
-<p>Ella no sabe eso. Hoy cree sólo en las flores y las palmas; hoy debe
-asistir a la entrada triunfal del Rey Jesús. Armoniza sus más bellas
-canciones de gloria, para repetirlas en honor de quien viene. Clamará
-con el coro de los sencillos, con la lengua del pueblo que acompaña con
-jubilosos hosannas al Príncipe del Triunfo.</p>
-
-<p>Se han borrado de su memoria las penas pasadas, no quiere poner su
-pensamiento en los amargores futuros. Como en un inspirado<span class="pagenum"><a name="page_077" id="page_077"></a>{77}</span> paso, sigue
-su ruta, y, tan ligera va, que el aire no la siente pasar. Las montañas
-nada son para ella. Va sobre las cambroneras sin que sus pies desnudos
-se hieran; los leones de la selva la miran con cariñosos ojos, y se
-dicen: «He allí la pobre alma que va a Jerusalén, hoy, Domingo de
-Ramos»; las tempestades se ciernen sobre su cabeza, pero ella es
-invencible delante de las tempestades; el tórrido fuego de los desiertos
-no marchita una sola de las flores de su corona; las palmas que lleva en
-sus manos, con un gesto glorioso, están llenas de su primera frescura;
-la alondra lírica y cristalina dícele: «Hermana, apresura el paso para
-que llegues a tiempo». Y yo la sigo con ojos apasionados: «¡Sí, alma
-mía, acude, no tardes, vuela a Jerusalén!».</p>
-
-<p>—«Yo soy tu infancia»—, me dice una voz entre tanto. Dícemelo una voz
-encantadora que regocija y deleita mis potencias.</p>
-
-<p>Porque en lo íntimo de mi ser se despliega, como un inmenso e
-incomparable lienzo azul, en que surge decorada por virtud maravillosa,
-la estación de mi existencia en que los cielos eran propicios y la
-tierra amable y buena como una nodriza. A mis narices viene un olor de
-yerbas olvidadas, de flores que há tiempo no he vuelto a ver; a mis ojos
-florece<span class="pagenum"><a name="page_078" id="page_078"></a>{78}</span> una aurora de visiones, que me atraen con una magia imperiosa;
-a mis oídos llegan notas de lejanas armonías, que han dormido por largo
-espacio de años bellas princesas del bosque de mi vida; mi tacto es
-halagado por el roce de aires amigos, que acariciaron los bucles rubios
-de mi infancia, y reconozco el troquel de que saltó mi primer
-pensamiento, limpio y sonoro como una medalla argentina.</p>
-
-<p>Y veo, en un país lejano, una vieja ciudad de gentes sencillas, en donde
-Jesucristo habría encontrado ejemplares de sus perfectos pescadores.
-Sobre los techos de tejas arábigas de las casas bajas pasa un vuelo
-vencedor en la mañana del Domingo de Ramos: la salutación y el
-llamamiento que cantan las grandes campanas de la Catedral en que
-duermen los huesos de los obispos españoles. El alba ha encontrado la
-calle principal decorada de arcos de colores y alfombrada de alfombras
-floridas; en esas alfombras, tosco artista ha dibujado aves simbólicas,
-grecas, franjas y encajes, plantas y ramos de una caprichosa flora. La
-policromía del suelo fórmanla tintes fuertes y vivos: maderas de las
-selvas nativas, rosas para el rosal, hojas frescas para los verdes, y,
-para el blanco<span class="pagenum"><a name="page_079" id="page_079"></a>{79}</span> maíz que el fuego reventó la noche anterior, cuando a
-los granos trepitantes acompañaron alegres canciones. Las gentes han
-madrugado, si no han pasado en vela la noche del sábado; han madrugado y
-están vestidas de fiesta, aguardando la hora de la misa. Así, cuando ha
-dado la señal el campanario, el desfile comienza: severas autoridades,
-familias de pro, licenciados de largas levitas flotantes; la cruel
-Mercedes, la dulce Narcisa, la rara Victoria, los elegantes y el pueblo
-en su pintoresco atavío nacional. El sol que llega, todo de oro y
-púrpura dominicales, tornazola los rebozos de seda de esas mujeres
-morenas. Allá va el bachiller que lee a Voltaire y se confiesa una vez
-al año, por la cuaresma, o antes si espera haber peligro de muerte: va a
-la misa. Sobre aquella ciudad, feliz como una aldea, ciérnese todavía un
-soplo del buen tiempo pasado. Es aún la edad de las virtudes primitivas,
-de los intactos respetos y de la autoridad incontrastable de los
-patriarcas. Para ir al templo preceden los cabellos blancos a los grupos
-de fieles. Y la campana grande alegra a todos; todos los corazones
-reciben el propio influjo; rige las voluntades un mismo ritmo de
-impulsión. La campana grande es la lengua de<span class="pagenum"><a name="page_080" id="page_080"></a>{80}</span> la ciudad; ella despierta
-reminiscencias de sucesos memorables, orgullos populares y orgullos
-patricios. Cuando habla, creeríase que un espíritu supremo la inspira y
-que anuncia, en su idioma de bronce, la piedad del cielo.</p>
-
-<p>Visión de los altares de llamas y pétalos. Son del potente órgano de
-Pamplona; voces angelicales de los niños; clamores de los sochantres; un
-velo de incienso envuelve y aroma la ancha nave: ese misterioso y
-litúrgico perfume que tiene figura corporal, encarnado en su humo
-fugitivo, es el ambiente en que pueden dejarse entrever, bajo las
-cúpulas eclesiásticas, los seres puros del Paraíso. Y el cuerpo mismo,
-al aspirarlo, mientras el alma se eleva con la plegaria, goza en una
-como sagrada sensualidad. Visión del sacerdote: la simbólica del gesto;
-el poder de las evocaciones divinas: la hostia, nieve sobre la pompa de
-los oros y la gracia ascendente de los cirios, ¡Suena, suena, haz
-estallar tu alma por tus tubos, órgano de Pamplona que toca el organista
-de barba larga.</p>
-
-<p>Y he ahí que un niño meditabundo está arrodillado delante del
-sacrificio. Id al Himalaya, y entre las más blancas nieves de la más
-alta cumbre, buscad el copo que en sí<span class="pagenum"><a name="page_081" id="page_081"></a>{81}</span> contenga la blancura misma: esa
-es su alma. Id al Sarón bíblico y, entre todos los lirios, escoged el
-que escogería para entrar en el Paraíso la más pura de las
-bienaventuradas: esa es su fe. Y ese niño, en medio de su oración y de
-su contrición, siente un eco nuevo en lo secreto de su ser, eco que
-responde a la inmortal anunciación de la Lira.</p>
-
-<p>¡Palmas! La procesión ha aparecido ya; hacia el azul del Señor dirigen
-las alas las jaculatorias; las músicas tienden en los aires sus arcos de
-harmonías; del campanario, como de un sacro y encantado palomar,
-desbandadas de palomas, de palomas de oro, los himnos de las campanas se
-ciernen sobre las gentes. Hosannas de los trombones y violines; hosannas
-de las plantas; hosannas de los celestes violoncelos. Bajo la seda y el
-oro de un palio pomposo como una casulla de gala, va Jesucristo sobre
-una asna; el prefecto lleva la asna del fiador. Obra de desconocido e
-ingenuo escultor de la escuela quiteña, Nuestro Señor está hermoso y
-real sobre su cabalgadura. Sus atavíos son los de un arzobispo; lleva
-magna capa sostenida por un paje eclesiástico; sus ojos dulces miran
-como si mirasen lo infinito; su cabellera nazarena le cae en rizos sobre
-los hombros;<span class="pagenum"><a name="page_082" id="page_082"></a>{82}</span> su mano derecha, detenida en un gesto hierático, bendice
-al mundo. Así va, seguido de gran muchedumbre, sobre las alfombras
-policromas y olorosas, bajo las arcadas de banderolas. Pendientes de los
-arcos, veis curiosas cosas: frutas doradas, cestos de flores, pelicanos
-con el pecho herido, garzas reales, águilas y palomas, monstruosos
-caimanes, inauditas tarascas, serpientes y quimeras.</p>
-
-<p>El olor de la tierra húmeda únese a la exhalación perfumada de las
-enormes flores de palmera, gruesos chorros de oro impregnado de fino
-óleo aromoso, y cuyos granos son, para los naturales, a manera de
-primitivos confetti. ¡Palmas! Por todas partes veréis la inclinación
-gallarda de los ramos sonoros y frescos, imprimiendo al conjunto
-extraño, como un concepto de belleza antigua y peregrina. Palmas llevan
-los viejos; mujeres y niños hay coronados de palma. Y la procesión va
-por la calle mayor, la calle Real, con una solemnidad llena de gozos y
-fragancias. Y he allí que al llegar a un punto dado, bajo el más bello
-arco de colores, hay una hermosa granada de plata que deja entrever
-granos de oro. Y cuando el palio pasa debajo de ella, y el Señor del
-Triunfo se detiene un<span class="pagenum"><a name="page_083" id="page_083"></a>{83}</span> instante, la bella fruta oriental se abre, como
-reventada de sol y de savia, y de su seno vuelan, como un grupo de
-mariposas que se pusiesen en libertad, hojas impresas que lleva el aire
-sobre la muchedumbre, y que tienen, en honra de Jesucristo triunfante,
-versos. ¡Versos! Sí, versos rimados malamente, sentidos buenamente;
-logro inapreciable para la muchedumbre que acompaña al Nazareno, que,
-con la diestra, en un gesto hierático, bendice al mundo. ¡Oh, potestades
-de los cielos! ¡Vosotras podéis ver quién, cual si fuese un infante
-real, siente como hecha de un oro divino su corona de palmas del Domingo
-de Ramos! Es ese niño que ha llegado de la iglesia, y está cerca de la
-anciana abuela de cabellos crespos y recogidos como una marquesa de
-Boucher.</p>
-
-<p>Es ese niño meditabundo, triste en su alegría, como si estuviese
-sintiendo ya la llegada de su Viernes Santo. ¡Es ese niño que ha rimado
-los versos infantiles de la granada oriental, símbolo de su corazón, que
-se abrirá para regar por ley infalible, sobre la tierra sus íntimas
-armonías, los perfumes misteriosos de su sangre vital, la esencia de su
-pobre alma, enferma desde entonces, de la recóndita y adorada enfermedad
-del ensueño!<span class="pagenum"><a name="page_084" id="page_084"></a>{84}</span></p>
-
-<p>Y aquella palma mística es para él un símbolo. Sus ojos pueriles miran
-de pronto, como en un vago éxtasis, una figura, que cerca del Cristo
-lleva una palma en la mano. Es una figura de maravilloso aspecto,
-semejante a un arcángel, vestida de fortaleza y de luz; su frente
-aureolada se destaca sobre el profundo y sacro azur; su diestra alza en
-la mano una imperial palma de oro; su voz suena con harmonía intensa y
-dominante, como la voz de un dios: «¡Yo soy, oh, niño, exclama, quien te
-viene a hechizar y arrastrar para siempre en el triunfo del Domingo de
-Ramos! He aquí la palabra simbólica: ¡Yo soy la Gloria! Yo vengo a
-mostrarte el miraje de las soñadas Babilonias de plata, los sublimes
-Eldorados, las Jerusalenes que han de atraer tu pensamiento y tu sér
-todo, pues has nacido predestinado para desconocidos padecimientos, por
-amor de las Visiones y la pasión de las Palmas!»</p>
-
-<p>Y el niño escucha aquellas palabras, sintiendo en su débil persona como
-la insuflación de una vida nueva; y su pequeño corazón palpita en un
-desconocido propósito de obrar y realizar cosas grandes.</p>
-
-<p>Más tarde, las palmas del domingo guárdanse en las casas de los
-creyentes, como poderosos<span class="pagenum"><a name="page_085" id="page_085"></a>{85}</span> e invencibles talismanes. Queda junto a los
-retablos antiguos, junto a los santo-cristos que guardaban los lechos
-familiares, los ramos que el tiempo seca, y que las canículas doran y
-tornan más sonoros y livianos. Cuando suenan los truenos y caen los
-aguaceros diluviales bajo el cielo negro cebrado de relámpagos, fórmanse
-de las palmas benditas del Domingo de Ramos coronas salvadoras.
-Coronados de palmas, los habitantes de la ciudad feliz no temen las
-amenazas de la tormenta. Y he aquí que el niño triste, precoz enamorado
-de la Lira, sembró en el huerto de su corazón y en el jardín de su
-suerte un ramo de aquellas frescas hojas, y el ramo, a pesar de crueles
-inviernos, de ásperos huracanes, de voraces langostas, de hoces
-afiladas, ha crecido y producido otros ramos nuevos.</p>
-
-<p>De allí ha cortado, en este día esplendoroso, sus dos palmas gallardas,
-la pobre alma que hace su peregrinación a Jerusalén, como sostenida por
-cuatro alas angélicas que enviara un bondadoso decreto del Padre de la
-Esperanza.</p>
-
-<p>—«¡Vengo de Jerusalén»!, dice mi pobre psique. Y he aquí que miro en
-sus ojos más luz, y en sus mejillas una pura y juvenil llama<span class="pagenum"><a name="page_086" id="page_086"></a>{86}</span> de sangre.
-Vuelve reconfortada, para arrostrar las tinieblas y elementos que la
-combaten en el habitáculo del debil y vibrante cuerpo. Pues es ella la
-víctima ofrecida, por la ley suprema, a las fuerzas desconocidas que
-ponen cerco a su frágil domicilio. En la bóveda del cráneo, son los
-pensamientos y los sueños que nacen entre las marañas del cerebro; los
-nervios que, como una cruel túnica, se extienden; las pasiones que se
-desatan por las puertas de los sentidos; y el omnipotente y tentacular
-pulpo del sexo cuya cueva obscura es el sepulcro. Después, las luchas
-del Mundo y del Demonio encarnados en la Maldad ingénita y en la
-Estupidez humana; los truenos de la vida, las rachas, los ventiscos de
-las rudas horas amargas, de odiosa espuma; los relámpagos de la
-concupiscencia; los rayos de la soberbia; las lívidas nubes de la
-envidia; los aborrecimientos desconocidos; los granizos inmotivados; la
-Mujer—<i>¡Misterium!</i>—con su arcana misión de pecado y de llanto; el
-crimen; y, sobre todo, en el fondo de esa implacable tempestad,
-guardianes de la vasta Puerta del Universo: obscuro, obscuro, el dolor;
-pálida, pálida, la Muerte...</p>
-
-<p>¡Dame, alma de mi infancia, una hoja de tu palma bendita para coronar mi
-frente!<span class="pagenum"><a name="page_087" id="page_087"></a>{87}</span></p>
-
-<h3><a name="HOMBRES_Y_PAJAROS" id="HOMBRES_Y_PAJAROS"></a>HOMBRES Y PAJAROS</h3>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_088" id="page_088"></a>{88}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_089" id="page_089"></a>{89}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b089.jpg" width="158" height="219" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
- Al amor de la mañana, o cuando comienza<br />
-la tarde, he aquí
-lo que suele verse en los<br /> jardines de París...
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_090" id="page_090"></a>{90}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_091" id="page_091"></a>{91}</span></p>
-
-<p class="nind"><span class="lettre">
-<img src="images/drop-a.png"
-width="70"
-height="71"
-alt="A"
- /></span><span class="smcap">l</span> amor de la mañana, o cuando comienza la tarde, he aquí lo que suele
-verse en los jardines de París, especialmente en las Tullerías y en el
-Luxemburgo. Mientras al amparo de las alamedas saltan los niños o juegan
-con sus aros y las nodrizas cuidan de sus bebés, y en los bancos hay
-lectores de diarios, y más allá jugadores de «foot-ball», y paseantes
-que flirtean, o estudiantes que estudian, o pintores que cazan paisajes,
-y en las anchas filas de las fuentes, al ruido del chorro de agua,
-minúsculos marinos echan sus barquitos de velas blancas y rojas, unas
-cuantas personas cumplen con una obligación sentimental y graciosa que
-se han impuesto: dar de comer a los pajaritos. Generalmente, los únicos
-que aprovechan son los gorriones, los ágiles y libres gorriones de
-París. Hay también las palomas, pero las palomas no son las que más
-gozan de la prebenda. Parecen estar fuera de su centro, de lugares en
-donde reinan solas, sin competencia ni reparto: la plaza de San<span class="pagenum"><a name="page_092" id="page_092"></a>{92}</span> Marcos
-de Venecia, o las cercanías del palacio Pitti, en Florencia. Aquí, pues,
-son los gorriones, pequeños e interesantes vagabundos, opuestos a la
-vida normal de las abejas, por ejemplo, y que esperan por estudioso
-biógrafo un Maeterlinck alegre.</p>
-
-<p>No lejos del Arco del Carrousel, en que la guerra y la Ley están
-representadas, un grupo de gente de diversas condiciones y edades, forma
-valla, mira en silencio. Un hombre de aspecto tranquilo y serio, cerca
-del césped, sobre el que salta y vuela una inmensa bandada de gorriones,
-saca de su bolsillo un pan y lo desmenuza. Luego, comienza a llamar:
-¡Juliette!... Y una fina gorrioncita se desprende de la bandada
-chilladora y saltante, y se va a colocar en la cabeza, en los hombros,
-en la mano del hombre. «Louise, Jean, Friederic, Mimi, Toto, Mussette».</p>
-
-<p>Los pájaros libres del jardín, que entienden por sus nombres
-respectivos, van todos a la voz que les llama. Y es un revoloteo
-incesante alrededor del amigo que regala, y una fiesta a que, por otra
-parte, están completamente acostumbrados. Unos cazan la miga al vuelo,
-otros la toman en la mano, otros la recogen del suelo.</p>
-
-<p>El hombre les habla, les acaricia, les regaña.<span class="pagenum"><a name="page_093" id="page_093"></a>{93}</span> <i>Prends garde,
-gourmand.</i> «Ten cuidado, glotón». «No seas atrevido, Robert». «Señorita,
-así no se come»... «Insolentes, ahora vais a ver». Les trata con
-naturalidad, con amistad, con confianza, con familiaridad. Todos ellos
-le conocen, y él conoce a todos ellos, a pesar de tener todos igual
-uniforme, y de no haber nada más semejante a un gorrión, como una gota
-de agua a otra gota de agua. Y se ve que ese personaje, cuyo nombre
-todos ignoran, tiene verdadero amor por sus pajaritos, y que no falta un
-solo día, desde hace muchos años, a cumplir con su amable tarea, de
-manera que, si faltase una sola vez, habría verdadera alarma entre el
-mundo alado que puebla los ramajes de las Tullerías, y que si llegase a
-faltar para siempre, los pobres animales estarían de duelo, a menos que
-su alma en libertad fuese visible para ellos en la transparencia de los
-aires.</p>
-
-<p>Mas, en verdad, una vez se ausentó, enfermo de la vista, y hubo duelo
-entre los pájaros y gozo a su retorno.</p>
-
-<p>En el jardín del Luxemburgo, cerca del palacio, al lado de las galerías
-del Odeón, muchas veces he encontrado a diferentes personas que dan de
-comer a los pajaritos; pero, sobre todo, no dejo nunca de ver a un<span class="pagenum"><a name="page_094" id="page_094"></a>{94}</span>
-viejecito, de aspecto venerable, de ropas modestas, que lleva en su
-solapa la cinta de la Legión de Honor. ¿Qué sabio, qué poeta será? ¿O
-qué filósofo anciano que venga con un espíritu semejante al de su
-antepasado Descartes a admirar la mano de Dios, y a «conocer y
-glorificar al obrero por la inspección de sus obras?» Otras veces, es un
-caballero enorme, que se sienta en los bancos para llenar su obligación,
-varón de gordura extraordinaria, que tiene una cabeza de niño
-gigantesco. Los pájaros se le posan sobre el extensísimo pecho, sobre
-los hombros de elefante, le revuelan por el magnífico vientre, y en
-ramilletes temblorosos se le prenden de las manos regordetas, llenas de
-bizcochos. No puedo de dejar de pensar: bueno, como todos los gordos.
-Cerca de él una viejecita de luto, con un niño, reparte también su
-ración. A veces conversa con los pájaros, a veces con el niño, a ambos
-les habla con el mismo tono. Los animales conocen a todos, pero con el
-anciano de la Legión de Honor hay mayores relaciones. Le siguen, cuando
-les deja, a saltitos; se diría que le hablan en su idioma; se le sientan
-en el veterano sombrero de copa; le llaman de lejos. El se vuelve; los
-sonríe; parece que se despide hasta el día siguiente.<span class="pagenum"><a name="page_095" id="page_095"></a>{95}</span></p>
-
-<p>Y nada es más suavemente impresionante, en la frescura de la mañana o en
-la melancolía de la tarde. Acaba uno de leer los diarios, de ver la obra
-del mal, del odio, la lucha de las pasiones, el hervor de los vicios.
-Larga lista de crímenes, de escándalos, de injusticias. Los asesinatos,
-las infamias, las intrigas, todo el endemoniado producto de una inmensa
-ciudad de tres millones de habitantes. Va uno por los bulevares, y ve
-pintada en la mayor parte de los rostros con que se encuentra, la
-codicia, la ferocidad, la vanidad y la lujuria; habla uno con prójimos,
-con conocidos, llenos de hieles, de ponzoñas, de vitriolos; encuentra
-uno más allá, astucias, intrigas, rebajamientos, prostituciones, la caza
-al <i>sou</i>, la caza al franco, la caza al luis, al billete, al cheque, los
-aires de neurosis que soplan sobre las terrazas; los asesinos elegantes;
-los espadachines cobardes; los ambiciosos; los <i>ratés</i>; la vergüenza de
-abajo; los crímenes de arriba; Sodoma por una parte y Lesbos por otra;
-lo artificial entronizado; las podredumbres cotidianas; la farsa
-continua, la negación de Dios. Y hay aquí estas gentes que vienen a dar
-de comer a los pajaritos...</p>
-
-<p>Sí, porque París tiene un vasto cuerpo; es<span class="pagenum"><a name="page_096" id="page_096"></a>{96}</span> un vasto cuerpo como el
-cielo de Swedenborg, o el universo de Campanella. Tiene un organismo
-propio, semejante a los astros de Bruno, <i>animali intellettuali</i>: tiene
-una cabeza, unos brazos, un corazón, un vientre y un sexo; tiene sus
-grandes pensamientos, sus grandes sentimientos, y sus buenas y malas
-acciones, y sus bellos gestos y la banda gris del Sena que refleja los
-diamantes celestes.</p>
-
-<p>Por el barrio en que habité está el cerebro, está la cabeza. Por algo,
-en el <i>argot</i> parisiense, <i>sorbonne</i> quiere decir cabeza. Allí está el
-órgano pensante, la juventud de las escuelas, las grises piedras que
-vieron pasar a Abelardo, el hogar de la enseñanza. Unos cuantos
-meditativos viejos, en sus encierros silenciosos, compulsan los
-conocimientos del pasado, trabajan en la ciencia del presente, piensan
-en el porvenir; un ejército de jóvenes se prepara a la obra de los
-maestros. Es el Colegio de Francia, es el Instituto, la Escuela de
-Medicina, todas las escuelas y laboratorios y en donde se forman y se
-desarrollan los sabios, y aprenden a concretar sus sueños los artistas.
-Es el Panteón, son los museos.</p>
-
-<p>Las cátedras de ese centro están en actividad. Profesores y alumnos
-siguen por el<span class="pagenum"><a name="page_097" id="page_097"></a>{97}</span> camino comenzado desde hace siglos. Aquí se escucha el
-ruido de la humanidad, se busca cómo penetrar el misterio de las cosas,
-cómo mejorar la existencia; la filosofía investiga, induce, deduce; la
-ciencia experimenta, analiza; se labora por el mejoramiento social, por
-el perfeccionamiento individual. De las cátedras se extiende un continuo
-río de ideas, de que benefician la industria, el comercio, la salud. Y
-los ojos de París están también allí, en el Observatorio, escudriñando
-la altura, fijos en los astros.</p>
-
-<p>A un lado y otro se extienden los brazos. Es el París que trabaja, las
-extremidades llenas de fábricas, cuajadas de usinas de telares, de
-chimeneas. Por allí, constantemente, bullen las muchedumbres de obreros
-que forman la vitalidad productora: los obreros que saben leer y luchar,
-los trabajadores que salen de sus labores y van a las universidades
-populares a comunicar con sus hermanos intelectuales, ya en el faubourg
-Saint-Antoine, ya en Montreuil-sous-Bois, en Grenelle, o en
-Boulogne-Billancourt, de un punto a otro, de Asnières a Charenton, de
-Vincennes a Puteaux, a Levallois, a Courbevoie. Pues los brazos de París
-manejan alternativamente herramientas y libros, antorchas e<span class="pagenum"><a name="page_098" id="page_098"></a>{98}</span> ideas. Son
-brazos robustos e inteligentes, y también terribles.</p>
-
-<p>El inmenso vientre y el sexo están en el centro, en ese trecho en que
-los grandes bulevares juntan todos los apetitos, deseos y vicios
-nacionales y extranjeros, desde la Magdalena hasta la Plaza de la
-República y los alrededores de la Opera. Allí se come bien y se peca
-mejor. La riqueza y el lujo hacen su exhibición, la gula encuentra cien
-dorados refugios en que saciar sus más exquisitos caprichos, y el amor
-fácil halla el suntuoso y babilónico prostíbulo ambulante que ha dado a
-esta capital, digna de superior renombre, el de ser el lugar de cita y
-el casino de las naciones.</p>
-
-<p>Y el corazón de París late por todas partes, y riega su sangre por todo
-el resto del magnífico cuerpo. Ese corazón anima a las individualidades
-silenciosas y discretas que hacen el bien callado a los hospicios y
-lugares de asilo, a los conventos en que sin engaño se reza y se
-sostiene, como dice Huysmans el de la Oblación, el pararrayo. Cuando ese
-corazón quiere hablar se llama <i>Severine</i>, como se llamaba Luisa Michel.
-El hace ir sin pompa a las viejas caritativas a llevar pan y carbón a
-sus pobres; él sostiene a las<span class="pagenum"><a name="page_099" id="page_099"></a>{99}</span> infinitas muchachas honestas que,
-viviendo con el lupanar a la vista, prefieren ir a la fábrica para dar
-de comer a la madre inválida o al hermanito enfermo; él se revela, por
-fin, en los que se ahogan por salvar suicidas, en el médico que va a ver
-el infeliz y le deja con la receta el dinero para pagarla, en las nobles
-cooperativas, y hasta en el cochero viejo que se mata porque se le murió
-el caballo, que era su antiguo compañero. ¡El buen París! ¿Quién dice
-que tan solamente hay aquí muñequitas de carne, y hombres con profesión
-de pez? Que venga a ver los talleres llenos, las iglesias, las
-universidades populares, y... a los hombres que dan de comer a los
-pajaritos.</p>
-
-<p>No hay que reir mucho de Margot si llora por el melodrama, y si viejas
-solteronas se enamoran de sus gatos. No hay que buscar el lado cómico de
-las Sociedades protectoras de animales. No debe ser ridiculizado ningún
-sentimiento de origen noble. Y el cariño hacia la naturaleza—paisajes,
-animales, flores o aguas—y las simpatías por las manifestaciones
-amables de ella, proclamarán siempre su origen generoso. Sin anonadar
-nuestra personalidad humana en la ataraxia de Zenón o la apatía
-epicúrea, tengamos la<span class="pagenum"><a name="page_100" id="page_100"></a>{100}</span> pasión del universo, la tendencia a nuestra
-unidad. Así como nada conforta tanto como la presencia de los bosques o
-la contemplación del Océano, nada suaviza más las asperezas del espíritu
-que la visión de una rosa en su tallo, o un pájaro sin trabas ni jaula,
-que salta y vuela por donde quiera, y canta sin inquietudes bajo el
-cielo. Quizás la luminosa alegría que nada podrá destruir en el alma de
-esta Galia feliz, viene de su simbólica alondra, maestra de libertad,
-amante de claridad, ebria de frescor y de canto matutino. Tengamos el
-amor de las rosas y de los pájaros, de las mariposas, de las abejas. Es
-un medio de comunicación con lo Universal, con la divinidad.
-Maeterlinck, en el libro admirable que conocéis, ha oído la iniciada voz
-de Virgilio:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2"><i>Ese apibus partem divinæ mentis et hansitus.</i><br /></span>
-<span class="i0"><i>Athereos dixere: Deum manque ire per omnes.</i><br /></span>
-<span class="i0"><i>Terrasque tractusque maris, extumque profundum.</i><br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Nada más conmovedor que la petición que, hace algún tiempo, dirigieron
-al Congreso belga los miembros de un instituto de ciegos.</p>
-
-<p>Sabido es que en ambas partes a los pájaros cantores, para que canten
-mejor, les sacan los ojos, sin duda acordándose del divino<span class="pagenum"><a name="page_101" id="page_101"></a>{101}</span> Melesígenes,
-que también supo ser armonioso sin los suyos...</p>
-
-<p>En Bélgica hacen lo mismo, y esos ciegos del instituto han intercedido
-por los ojos de los pajaritos.</p>
-
-<p>Yo sé que hay gentes que sonríen de todas esas cosas, que hallan todo
-sentimentalismo fuera de moda, y que juzgan nefelibatas a los que no se
-levantan todos los días con el único propósito de aumentar sus rentas
-por la buena o por la mala. Yo sé que hay muchas gentes que retorcerían
-con gusto el pescuezo a todos los cisnes del Caistro, y enviarían una
-buena perdigonada a los ruiseñores de las melodiosas florestas. Yo sé
-que en filosofía priva mucho actualmente la ferocidad, el egoísmo, la
-crueldad. Pero esos son nietzschistas furiosos y danzantes, ante los
-cuales iría yo a dar un abrazo al hombre que da de comer a los
-pajaritos...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_102" id="page_102"></a>{102}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_103" id="page_103"></a>{103}</span></p>
-
-<h3><a name="PRIMAVERA_APOLINEA" id="PRIMAVERA_APOLINEA"></a>PRIMAVERA APOLINEA</h3>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_104" id="page_104"></a>{104}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_105" id="page_105"></a>{105}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b105.jpg" width="232" height="347" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
- Una copiosa cabellera. Unos ojos<br /> de ensueño y de
-voluntad, juventud,<br /> mucha juventud: un poeta.
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_106" id="page_106"></a>{106}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_107" id="page_107"></a>{107}</span></p>
-
-<h4>I</h4>
-
-<p class="nind"><span class="lettre">
-<img src="images/drop-u.png"
-width="70"
-height="68"
-alt="U"
- /></span><span class="smcap">na</span> copiosa cabellera. Unos ojos de ensueño y de voluntad. Juventud,
-mucha juventud: un poeta. Habla:</p>
-
-<p>—Yo nací del otro lado del Océano, en la tierra de las pampas y del
-gran río. Desde mi pubertad me sentí Abel; un Abel resuelto a vivir toda
-mi vida y a desarmar a Caín de su quijada de asno. Afligí a mis padres,
-puesto que muy temprano vieron en mí el signo de la lira. Se me rodeó de
-guarismos en el ambiente de las transaciones, y salté la valla. De todo
-el himno de la patria sólo quedó en mi espíritu, cantando, un verso:
-¡Libertad! ¡libertad! ¡libertad! Y me sentí desde luego libre por mi
-íntima volición.</p>
-
-<p>Y conocí a un hermano mayor, a un compañero, que tendiéndome la diestra
-me señaló un vasto campo para las luchas y para los clamores, me inició
-en el sentimiento de la solidaridad humana, aquel joven bello y
-atrevido<span class="pagenum"><a name="page_108" id="page_108"></a>{108}</span> de vida trágica y de versos fuertes. Mi bohemia se mezcló a
-las agitaciones proletarias, y aun adolescente, me juzgué determinado a
-rojas campañas y protestas. Fraseé cosas locamente audaces y rimé
-sonoras imposibilidades. Mi alma, anhelante de ejercicios y actividades,
-fluctuó en su primavera sobre el suburbio. No sabía yo bien adonde iba,
-sino adonde me llamaban lejanos clarines. Me imbuí en el misterio de la
-naturaleza, y el destino de las muchedumbres, enigma fué para mí, tema y
-obsesión. Ardí de orgullo. Consideréme en la solidaridad humana,
-vibrantemente personal. Nada me fué extraño, y mi yo invadía el
-universo, sin otro bagaje que el que mi caja craneana portaba de
-ensueños y de ideas.</p>
-
-<p>Mi espíritu era un jardín. Mis ambiciones eran libertad humana, alas
-divinas. Y, como no encontraba campana mejor que la que levantaba el
-alma de los desheredados, de los humildes, de los trabajadores, me fuí a
-buscar a Cristos por los mesones de los barrios bajos y por los
-pesebres. Creí—aurora irreflexiva—en la fuerza del odio, sin
-comprender toda la inutilidad de la violencia. No acaricié el
-instrumento de mis cantos, sino que le apreté contra mi corazón con una<span class="pagenum"><a name="page_109" id="page_109"></a>{109}</span>
-como furia desmedida. Comprendía que yo había nacido para ser una vasta
-comunidad sedienta de justicia, buscadora de inauditas bienaventuranzas.
-Mi derrotero iba siempre hacia el azul. Para todo el comprimido río de
-mis ideas juveniles no hallé mejor salida que el cauce de las
-sensaciones y las cataratas de las palabras. Mi rebeldía iba coronada de
-flores. No tenía más compañeros que los que veía dispuestos a las luchas
-nobles y los buenos combates. Yo creí ver pasar «el gran rebaño». Yo lo
-soñé una noche cavernosa que evocaba apariciones de muertas humanidades,
-mientras pensaba, apartado de los hombres como un condor solitario
-adormecido en la grandeza de las peladas cumbres, con la visión
-desesperante de una colmena humana miserable que recortábase en la
-blanca sábana de nieve como un borrón en una página alba. Al fin, hálito
-cristiano me inspiró en aquella hora y la estrofa que otras veces
-abofeteara a los oídos, se retorció en un gesto de insultador.</p>
-
-<p>Amé la grandilocuencia, pues sabía que los profetas hablaban en tropos a
-los pueblos y los poetas y las pitonisas en enigmas a las edades.
-Buscaba en veces la oscuridad. Me preocupaba a todas horas la
-interrogación<span class="pagenum"><a name="page_110" id="page_110"></a>{110}</span> de lo fatal. Oía hablar al hierro. Mi primer amor no fué
-de rosas soñadas, sino de carne viva. Me amacicé desde muy temprano a
-los golpes de la existencia. Fuí a acariciar el pecho de la miseria. Y
-surgió el amor. ¿Romántico? Hasta donde dorara la pasión la más sublime
-de las realidades, representada en una adolescente rosa femenina. Todo,
-es verdad, estaba dorado por la felicidad, hasta la tristeza y la
-penuria de los que fuesen favoritos de mi lástima. Mis ideales de
-venturanza humana no se aminoraron, sin embargo; mas se dulcificaron a
-pesar de mis impulsos y proclamas de brega, por la virtud de una alma y
-de una boca de mujer. Vida, sangre y alma busco y encuentro en la mujer
-de mis dilecciones. Mas no por eso olvidé el sufrimiento de los que
-consideraba mis hermanos de abajo, cuyas primeras angustias fuí a buscar
-hasta las pretéritas y cíclicas tradiciones de la India. Mi carácter se
-encabritaba en veces,</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">¡bravo potro salvaje<br /></span>
-<span class="i0">que no ha sentido espuelas de jinete!<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>No pude nunca comprender el rebajamiento de las voluntades, las
-villanías y miserias<span class="pagenum"><a name="page_111" id="page_111"></a>{111}</span> que manchan en ocasiones las más finas perlas. En
-ocasiones huía de la ciudad y hallaba en la inmensidad pampeana vuelos
-de poemas que se confundían con ansias íntimas. El ritmo universal se
-confundía con mi propio ritmo, con el correr de mi sangre y el hacer de
-mis versos. De retorno a la urbe, hablaba a las muchedumbres. Vivía cara
-a cara con la pobreza, pero en un ambiente de libertad, de libertad y de
-amor. Con el vigor de la primera edad, con mi tesoro de ilusiones y de
-ensueños, no pude evitar momentos de delirio, de desaliento, de
-vacilaciones. Consagréme caballero de la rebeldía, pero sintiendo
-siempre las dificultades de todo tiempo. Llegué a comprender las
-fatalidades, de la injusticia, y mi simpatía fué a los grandes caídos,
-Satán, Caín, Judas. Encontré por fin estrecha mi tierra con ser tan
-ancha y larga, y vi más allá del mar el porvenir. Solicité los éxodos y
-ambicioné la vida heroica. El Océano fué una nueva revelación para mis
-alas mentales. El amor mismo fué animador de mis designios de conquista.
-En el viejo continente proseguí en mis anhelos libertarios. Tomé parte
-en luchas populares, vi el incendio, la profanación; oí los alaridos de
-la Bestia policéfala y creí en el mejoramiento<span class="pagenum"><a name="page_112" id="page_112"></a>{112}</span> de la humanidad por el
-sacrificio y por el escarmiento. Revivían en mi mente las antiguas
-leyendas de mi tierra americana y las autóctonas divinidades de los
-pasados tiempos reaparecían en mis prosas combativas y en mis estrofas
-amplias y sonantes. «La historia del viejo ombú despertó el alma de las
-tres razas que dormían en mí». Y el viento de Europa, el soplo árido, al
-mover mis largos cabellos, me infundió un nuevo y desconocido aliento.</p>
-
-<p>Y luego fué como un despertar, como una nueva visión de vida. Comprendí
-la inutilidad de la violencia y el rebajamiento de la democracia.
-Comprendí que hay una ley fatal que rige nuestras vidas, instantáneas en
-la eternidad. Supe, más que nunca, que nuestra redención del sufrir
-humano está solamente en el amor. Que el pozo del existir debe ser
-nuestra virtud del paraíso. Que el poema de nuestra simiente o de
-nuestro cerebro es un producto sagrado. Que el misterio está en todos,
-y, sobre todo, en nosotros mismos y que puede ser de sombra y de
-claridad. Y que el sol, la fruta y la rosa, el diamante y el ruiseñor se
-tienen con amar.<span class="pagenum"><a name="page_113" id="page_113"></a>{113}</span></p>
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Así habló el bizarro poeta de larga cabellera, en una hora armoniosa en
-que la tarde diluía sus complacencias dulces en un aire de oro. El
-cuarto era modesto; el antiguo libertario revelaba sus aristocracias de
-artista, con el orgullo de su talento, con su amada, condesa auténtica,
-y con una Juventud llena de futuro más auténtica aún.</p>
-
-<p>Y salimos al hervor de París.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_114" id="page_114"></a>{114}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_115" id="page_115"></a>{115}</span></p>
-
-<h3><a name="VISIONES_PASADAS" id="VISIONES_PASADAS"></a>VISIONES PASADAS</h3>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_116" id="page_116"></a>{116}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_117" id="page_117"></a>{117}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b117.jpg" width="251" height="406" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
- Una vaga tristeza flota en la costa extensa y
-solitaria...
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_118" id="page_118"></a>{118}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_119" id="page_119"></a>{119}</span></p>
-
-<h4><span class="sans">LA MAREA</span></h4>
-
-<p class="nind"><span class="lettre">
-<img src="images/drop-u.png"
-width="70"
-height="68"
-alt="U"
- /></span><span class="smcap">na</span> vaga tristeza flota en la costa extensa y solitaria, cuando baja la
-marea. El agua de la bahía panameña se retira a largo trecho. Los
-muelles aparecen alzados sobre sus cien flacas piernas de madera. La
-playa está cubierta de un lodo betuminoso y salino, donde resaltan
-piedras deslavadas y aglomeradas conchas de ostras.</p>
-
-<p>Las embarcaciones, quietas, echadas sobre un costado, o con las quillas
-hundidas en el fango, parece que aguardan la creciente que ha de
-sacarlas de la parálisis. A lo lejos, un cayuco negro semeja un largo y
-raro carapacho; sobre una gran canoa está, recogida y apretada entre
-cuerdas, la gavia. Agrupados como una quieta banda de cetáceos rojos y
-oscuros, dormitan los grandes lanchones. Un marinero ronca en su
-chalupa. Las balandras ágiles aguardan la hora del viento.</p>
-
-<p>Los boteros «chumecas» arreglan sus botes y sus pangaschatas. A la
-orilla del mar,<span class="pagenum"><a name="page_120" id="page_120"></a>{120}</span> los pantalones arremangados sobre la rodilla, apoyado
-en un remo, un chileno robusto canta entre dientes una zamacueca.
-Empieza a oirse el apagado y suave rumor del agua que viene. Suena el
-aire a la sordina.</p>
-
-<p>La primera barca que ha recibido la caricia de la ola, cabecea, se
-despierta, vuelve a agitarse, curada de la nostalgia del movimiento. De
-allá, de donde vienen los chinos pescadores, sale, al viento la vela
-radiada, un junco ligero. Cual si se viniese desenrollando una enorme
-tela gris, avanza la marea, trayendo a la playa su ruido de espumas y
-sus convulsivas agitaciones.</p>
-
-<p>El vagido del mar aumenta, y se oye semejante al paso de un río en la
-floresta. Es un vagido continuado, en un tono opaco, tan solamente
-cambiado por el desgarramiento sedoso y cristalino de la ola que se
-deshace.</p>
-
-<p>¡Canta en voz baja, pon tu órgano a la sordina, oh, buen viento de la
-tarde! Canta para el marino que partirá para un largo viaje, cuando
-alegre el agua azul la armoniosa visión de un blanco vuelo de goletas.
-Canta para el pescador que tenderá la red; canta para el remero negro,
-risueño y de grandes gestos elásticos; canta para el chino que va a
-pescar, todavía con la divina<span class="pagenum"><a name="page_121" id="page_121"></a>{121}</span> modorra de su poderoso y sutil opio. Y
-canta, mientras la marea sube, para los viajeros, para los errantes,
-para los pensativos, para los que van sin rumbo fijo, tendidas las
-velas, por el mar de la vida, tan áspero, tan profundo, tan amargo como
-el inmenso y misterioso océano.</p>
-
-<h4><span class="sans">A UNA BOGOTANA</span> (Pasillo en prosa.)</h4>
-
-<p>El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals. Vea
-usted cómo aquellos dos enamorados pueden llevar el compás, en medio de
-la más ardiente conversación. El dice que los lindos ojos de una mujer
-valen por todos los astros, y los lindos labios por todas las rosas.
-Como ella quiere demostrar lo contrario, le mira con los bellísimos ojos
-suyos, le sonríe con sus inefables labios, que son en un todo iguales a
-aquellos con que la señorita de Abril dió el primer beso al caballero de
-Mayo. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals.</p>
-
-<p>¡Oh, sí, sí! La fuerza de una pasión es mayor, infinitas veces, que el
-empuje de ese<span class="pagenum"><a name="page_122" id="page_122"></a>{122}</span> enorme y poderoso Tequendama. ¿Usted conoce la catarata?</p>
-
-<p>Dicen que sus aguas saltan de un clima a otro. Que allá abajo hay palmas
-y flores; que arriba, en la roca que conoció la espada de Bolívar, hace
-frío. ¡Qué delicia estar allá abajo, señora, dos que se quieren! La
-soberana armonía de la naturaleza pondría un palio augusto y soberbio al
-idilio. Al ruido del salto no se oirían los besos. ¡Idilio solitario y
-magnífico! ¿Sabe usted, señora, que tengo deseos de que se casen dos
-amables solteros al comenzar a florecer los naranjos? Efraim Isaacs con
-Edda Pombo. ¡Qué envidiable pareja! ¿Está usted agitada? El pasillo,
-señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals.</p>
-
-<p class="ast">* * *</p>
-
-<p>En cuanto las heridas alas de mi Pegaso me lo permitan, heridas, ¡ay,
-por dolores hondos y flechas implacables!—iré, señora, a la Vía Láctea,
-a cortar un lirio de los jardines que cuidan las vírgenes del paraíso.
-Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa, en Sirio un clavel,
-y en la<span class="pagenum"><a name="page_123" id="page_123"></a>{123}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b123.jpg" width="317" height="485" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
- Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa...
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_124" id="page_124"></a>{124}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_125" id="page_125"></a>{125}</span></p>
-
-<p class="nind">enfermiza y pálida Selene una adelfa. El ramo se lo daré a una suave y
-pura mujer que todavía no haya amado. La rosa y el clavel la ofrecerán
-su perfume despertador de ansias secretas. El lirio será comparable a su
-alma cándida y casta. En la adelfa pondré el diamante de una lágrima,
-para que sea ella ofrenda de mi desesperanza. Bien se conversa al compás
-de esta blanda música. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un
-lento y rosado vals.</p>
-
-<p class="ast">* * *</p>
-
-<p>Conque ¿se va? ¡Feliz, muy feliz viaje! Así sucede en la vida. El alba,
-que abre los ojos de una diana de liras, dura un momento; dichoso el
-monje que oyó, por largos siglos, cantar al ruiseñor de la leyenda,
-¡Adiós, golondrina, adiós paloma! Pero ¿quiere hacerme un dulce favor?
-Cuando llegue usted a su gigantesco Tequendama, deshoje, a mi memoria,
-la flor que lleva en su corpiño, y arrójela en las locas espumas que
-allá abajo, sobre las rosas, junto a las palmas, hacen temblar sus
-iris... El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado
-vals.<span class="pagenum"><a name="page_126" id="page_126"></a>{126}</span></p>
-
-<h4><span class="sans">LA VIRGEN NEGRA </span>(Havre).</h4>
-
-<p>En Normandía de Francia, yendo del Havre a Orcher, se encuentra un
-pueblecito coronado por una bella estatua de la Virgen. Llaman a este
-divino icono «La Virgen Negra». ¡Quién rimase latín de himnos y
-secuencias para hallar una cuenta de oro que agregar al rosario precioso
-de la Letanía! La Virgen está en bronce, en un lugar alto; domina el mar
-y el campo.</p>
-
-<p>El zócalo de su estatua está vestido de verdura por una fresca invasión
-de enredaderas. La Virgen Negra es patrona de los marineros. Desde su
-trono de piedra muestra su niño Jesús al mar; y por ella, muchos hijos
-de pescadores ven llegar a la casa pobre, después de las tempestades,
-blancas barcas chorreando agua salada.</p>
-
-<p><i>¡María Stella!</i> La estrella del mar tiene al Dios hijo en los brazos.
-¡Orgullosa con su delfín, franceses! Esa reina de la Francia celeste, en
-su maternidad, es la que libra de los vientos y de las rocas vuestras
-barcas, y la que hace madurar vuestras uvas, que dan la<span class="pagenum"><a name="page_127" id="page_127"></a>{127}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b127.jpg" width="334" height="308" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
- En Normandía de Francia, yendo del Havre<br /> a Orcher, se
-encuentra un pueblecito coronado<br /> por una bella estatua de la Virgen.
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_128" id="page_128"></a>{128}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_129" id="page_129"></a>{129}</span></p>
-
-<p class="nind">sangre y las danzas. Vosotros, campesinos de Orcher, marineros del
-Havre, sabéis hacer su fiesta con el canto de los campanarios, los
-cirios nuevos y las ofrendas florales.</p>
-
-<p>Ella, que es estrella de la mañana, es también el faro, la estrella de
-la noche. Cuando el sol se va queda su sol sublime. <i>¡Stella
-Vespertina!</i> Encarnada en el más duro de los metales, ha puesto en él su
-enternecimiento y su gracia. Así esa gran Virgen, formidable en su
-bronce, tiene el propio encanto, la misma humildad materna de las
-vírgenes delicadas de los lienzos y de las místicas esculturas
-policromas que están en los templos. De todas las manos que a ella se
-tienden bajo la tormenta, ¿cuál es la que no halla apoyo? Tú, que te
-hundes, no tienes en tus labios sino palabras de blasfemia y de
-desesperanza...</p>
-
-<p>El milagro existe. El milagro lo cuentan pescadores canosos, domadores
-de vientos. El que no cree en el milagro, no ha rogado nunca en una
-inmensa desgracia, no ha tenido jamás el momento de pedir llorando, con
-el alma, un algo de su piedad y de su dulzura a la madre María. Ella
-tiene siempre la sonrisa en sus místicos labios. Ella tiene a<span class="pagenum"><a name="page_130" id="page_130"></a>{130}</span> cada
-instante el gesto de salvación, la mirada de aliento, lo que apacigua a
-Behemot, y lo que detiene a Leviathan.</p>
-
-<p>Su hermosa cabeza imperial y maternal se mueve entoldada por un zodiaco
-de virtudes. La ola enorme del mar que ella tiene a sus pies, no hace su
-obra brutal si ella la mira. Cada bruma le reza, cada espuma le canta.
-El vago y fugitivo iris tiene siempre, para que ella pase, listo su
-puente. Las gaviotas vuelan alrededor de la media luna que ella pisa.</p>
-
-<p>«Madre María—dice la golondrina—, ya volví de la tierra de Africa.»</p>
-
-<p>«Madre María—dice la anciana abuela—, ¿nada malo ha pasado al
-grumete?»</p>
-
-<p>«Madre María—dice una mariposa blanca—, la niña rubia que aguarda al
-novio, te está tejiendo una guirnalda de rosas rojas.»</p>
-
-<p>Y en el campo cercano, más allá de las «villas», donde los árboles se
-ven recortados como los encajes, está el hombre rural, que ama su fuerte
-buey y su caballo normando.</p>
-
-<p>El ruega también a la Virgen Negra de Harfleur por la cosecha, por la
-felicidad de la campiña, por la flor y el fruto. Ella, la madre, escucha
-asimismo la plegaria del cultor.</p>
-
-<p>Quizá tuviere alguna pequeñita predilección<span class="pagenum"><a name="page_131" id="page_131"></a>{131}</span> por las gentes de mar,
-porque... ¡pasan por tantos peligros! ¡van tan lejos! ¡son tan bravos y
-serenos, y cantan tan alegres canciones! Mas no, ella es la misma para
-todos.</p>
-
-<p>Bajo su manto de oscuro metal se agrupan todas las oraciones. ¿Son
-muchas? El manto crece, se agranda, se agiganta. ¿Son más? Crecen tanto
-como si fuese el mismo cielo azul, constelado de gemas siderales. Allí
-cabe todo lo creado. Allí encuentra abrigo la plegaria de la humanidad,
-y el Angelus que reza cada crepúsculo de la tarde, el alma del mundo.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_132" id="page_132"></a>{132}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_133" id="page_133"></a>{133}</span></p>
-
-<h3><a name="LOS_MISERABLES" id="LOS_MISERABLES"></a>LOS MISERABLES</h3>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_134" id="page_134"></a>{134}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_135" id="page_135"></a>{135}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b135.jpg" width="313" height="454" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Viejos de largas barbas canas; hombres<br /></span>
-<span class="i0">fuertes; hombres jóvenes.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_136" id="page_136"></a>{136}</span>
-
-<span class="pagenum"><a name="page_137" id="page_137"></a>{137}</span></p>
-
-<div class="poetry3">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<b>LOS MISERABLES</b><br /><br />
-<span class="i0"><i>Los «gueux» franceses, los</i><br /></span>
-<span class="i0"><i>«tramps» yankis, los «atorrantes»</i><br /></span>
-<span class="i0"><i>argentinos.</i><br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<h4>El «Gueux».</h4>
-
-<p class="nind"><span class="lettre">
-<img src="images/drop-q.png"
-width="70"
-height="71"
-alt="Q"
- /></span><span class="smcap">uien</span> haya visto en ciertos paseos, en la <i>banlieue</i>, o bajo arboledas
-<i>hantées</i>, como dice el pequeño poema de Baudelaire, la figura
-grotescamente miserable de ciertos desheredados de la suerte, de ciertos
-malditos de la vida, de ciertos parias del arroyo, ¿no ha sentido al
-mismo tiempo la repugnancia y la lástima?</p>
-
-<p>Harapientos, con fragmentos de zapatos, sombreros de todas las formas
-imaginables, sucios y abollados; con las caras abotagadas y las narices
-rojas de alcohol; viejos, de largas barbas canas; hombres fuertes:
-hombres jóvenes, bajo el viento, bajo el sol, bajo la noche, pueblan sus
-lugares preferidos.</p>
-
-<p>¿Dónde viven? No tienen lugar fijo, o se amontonan en ocultas covachas,
-o vagan noctámbulos, para dormir a pleno sol en un<span class="pagenum"><a name="page_138" id="page_138"></a>{138}</span> paseo público, junto
-a una estación de ferrocarril o en las gradas de un edificio.</p>
-
-<p>La miseria es tan antigua como el hombre. En el cielo fabuloso de la
-Grecia se conocía ya la mendicidad. Aro o Areo fué un pordiosero del
-país de Itaca. El zaparrastroso pretendió nada menos que casarse con
-Penélope, y Ulises, su noble rival, se deshizo de él de un puñetazo.</p>
-
-<p>Las manifestaciones de la miseria son las que han cambiado con los
-tiempos y las costumbres.</p>
-
-<p>El <i>gueux</i> de la Francia de hoy no es el mismo de la época de Villón.
-Especiales causas políticas y sociales engendraron aquellos <i>vendangeurs
-de costé</i>, aquellos temibles mendigos y rateros que adoptaron por
-patrono, cosa curiosa en verdad, al rey David: «David, le roy, seige
-prophète».</p>
-
-<p>Víctor Hugo ha reconstruído, en su admirable <i>Notre Dame</i>, la célebre
-Corte de los Milagros. Villón, en sus <i>Testamentos</i>, ha dejado una
-pintura vivísima de la canalla de su tiempo. El frecuentó los más
-ocultos rincones de la miseria, y, como dice J. de Marthold: «Il sait le
-nom de tous les malandrins, orphelins, et claque-patins, celui de toutes
-les filles et de tous les mauvais lieux;<span class="pagenum"><a name="page_139" id="page_139"></a>{139}</span> <i>item</i> connaît-il celui de
-tous les représentants de l’autorité et de la loi, mouchards, soldats du
-guet, geôliers, geôlières même, greffiers, auditeurs, procureurs,
-lieurenant criminel, bourreau, celui de tous les corps de garde, de tous
-les cachots et tous les gibets.»</p>
-
-<p>Tan les conocía, que estuvo a punto de ser entregado al Monsieur de
-París, de entonces, como el mismo Gringoire.</p>
-
-<p>La diferencia que se puede notar entre los miserables de antaño y los de
-nuestra época es que sobre aquéllos parece que hubiera flotado un aire
-de alegría, y hoy reina en el mundo, en todas las clases, la tristeza,
-el pesimismo. Aun en medio de sus oscuros conciliábulos, de sus hambres
-y pillerías, tenían los de antes una canción en los labios, una
-carcajada. El raro rey Luis Onceno mira reir a su pueblo, y le deja
-reir, porque sabe que «rire est déjà se venger». La fiesta de los Tontos
-distrae a los <i>gueux</i>, que son amigos de las farsas y de las locuras.</p>
-
-<p>Luego, lo que llamaremos la policía, de entonces, los angelz, están
-listos para evitar los golpes de los malhechores, y recorren los lugares
-sospechosos.</p>
-
-<p>En cuanto a la Corte de los Milagros, se<span class="pagenum"><a name="page_140" id="page_140"></a>{140}</span> componía de gentes activas, en
-su peligrosa industria de falsa mendicidad, cojos fingidos, falsos
-ciegos, etc., etc. De todo eso hay hoy también. Los castigos eran
-crueles y se aplicaban con frecuencia. Maître François Villón solía
-predicar la moral entre las turbas de vagabundos endiablados, al mismo
-tiempo que escribía sus célebres baladas en el <i>jargon</i> de la poco noble
-«camaradería».</p>
-
-<p>De Villón a los héroes de Richepin, el tipo de los <i>gueux</i> parisienses
-ha cambiado por completo.</p>
-
-<p>Nuevas ideas, nuevos elementos, han producido distintos resultados.
-Obsérvese con Malato cuántos cambios no ha traído, por ejemplo, la
-introducción del uso de ciertos estimulantes, de alcoholes nuevos, de
-bebidas que desconocieron las generaciones anteriores. Y con los
-alcoholes, las negras filosofías. Existe en la alta Italia una
-enfermedad que se llama <i>pellagra</i>, y que proviene de exclusiva
-alimentación compuesta de <i>polenta</i> y castañas. Así, ciertos libros han
-causado en el pueblo una como <i>pellagra</i> moral, y el principal síntoma
-de la terrible dolencia es una amarga tristeza, que se revela hasta
-cuando habla el alma del desheredado de<span class="pagenum"><a name="page_141" id="page_141"></a>{141}</span> la vida, del paria, por boca de
-sus cancioneros.</p>
-
-<p>Arístides Bruant, el aeda de los <i>gueux</i>, canta en su <i>Mirliton</i>:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">T’es dans la rue, va, chez-toi!<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>La casa del mendigo, del hambriento, es la calle: la misma de los canes
-sin dueños. Como ellos, los caídos, están en su casa, van por todas
-partes en sus horribles <i>déshabillés</i>, se tambalean, se tienden en los
-bancos de los jardines públicos. La miseria les arranca hasta el último
-jirón de vergüenza. No son ya hombres. Y por la noche, junto a las
-avenidas obscuras, cerca de los puentes solitarios, o en innominables
-tabernas, quien les habla al oído es el crimen.</p>
-
-<p>Bruant es un conocedor admirable de ese bajo mundo de París en que se
-agitan todas las miserias que su filosofía de cancionero sabía pintar y
-compadecer en su <i>Cabaret</i>.</p>
-
-<p>«Yo no sé, escribe un conocedor del dueño del <i>Mirliton</i>, que nadie
-comprenda mejor que Bruant, y exprese como él en su verdadero «argot» la
-inconsciencia de esos parias de la sociedad, que ¡Dios mío! no son más
-malos que el común de los mortales ¡y cuán interesantes!<span class="pagenum"><a name="page_142" id="page_142"></a>{142}</span>» Yo les
-condenaba; pero después que les he visto de cerca y he leído a Bruant,
-les excuso, y no experimento por el condenado que oye del fondo de su
-celda levantar el cadalso, más que una inmensa piedad. Se quiere hacer
-de la mayor parte de los criminales seres irresponsables. Serían sobre
-todo inconscientes, como una de las formas de la irresponsabilidad;
-pero, en todo caso, es Bruant quien ha puesto primero el dedo en la
-llaga. Ciertamente, el cancionero harto disculpa las fechorías y hazañas
-del «apache» y de la peligrosa compañera de éste; mas la caridad y la
-compasión tienen sus límites, y la sociedad y justicia tienen que ver
-como enemigos a esos sombríos desventurados que saben, entre otras
-cosas, dar el <i>coup du père François</i>, lo mismo que una puñalada, al
-pobre transeunte que, en hora propicia al crimen, tiene la desgracia de
-pasar cerca de ellos.</p>
-
-<p>En la canción de Bruant <i>A’ Saint-Ouen</i>, uno de esos parias sociales
-muestra su áspera vida. En el primer <i>couplet</i> dice cómo, en un mal día,
-a la orilla del Sena, fué engendrado. Después, desde niño, está
-condenado a trabajar como un negro para comer. En esa infancia no hay
-una sola sonrisa. En la juventud, el amor es sencillamente canino.<span class="pagenum"><a name="page_143" id="page_143"></a>{143}</span></p>
-
-<p>Y el final:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">Enfin, je n’ sais pas comment<br /></span>
-<span class="i0">on peut y vivre honnêt’ment,<br /></span>
-<span class="i4">c’est un rêve;<br /></span>
-<span class="i0">mais on est récompensé,<br /></span>
-<span class="i0">car, comme on est harassé,<br /></span>
-<span class="i4">quand on crêve...<br /></span>
-<span class="i0">l’cim’tière est pas ben loin,<br /></span>
-<span class="i4">á Saint-Ouen.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Es la absoluta sujeción a la fatalidad, el acatamiento a las leyes de la
-suerte y la renuncia y olvido de toda esperanza. En <i>Heureux</i>, Bruant
-presenta al viejo vagabundo, en tiempo de invierno. Cuando le muerde las
-carnes la brisa fría y la necesidad de descansar le hace buscar un
-refugio, él se va tranquilamente a meterse como un ratón en su cueva,
-entre los tubos viejos del acueducto.</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">Et puis, doucett’ment, on s’endort...<br /></span>
-<span style="margin-left: 4em;">. . . . . . . . . .</span><br />
-<span class="i0">Alors on sent comme un’caresse,<br /></span>
-<span class="i0">on s’allong’ comm’dans un bon pieu...<br /></span>
-<span class="i0">Et l’on rêv’ qu’on est à la messe<br /></span>
-<span class="i0">où qu’, dans le temps, on priait l’ bon Dieu.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>La miseria en París tiene muchísimas fases. Sus tipos varían, desde el
-clásico personaje<span class="pagenum"><a name="page_144" id="page_144"></a>{144}</span> de arrugado sombrero de pelo y levita indescriptible,
-hasta la madre mendiga, el «apache» siniestro, el «rigolard», etc.</p>
-
-<p>La caridad no puede matar tantas hambres, por más que se establezcan
-lugares donde haya sopas baratas o gratuitas; y por su parte el
-anarquismo, con la idea de su <i>soupe-conférence</i>, hábilmente fundada y
-dirigida por los «compañeros» Rousset y Onin, mientras daba el alimento
-que podía a los hambrientos, les predicaba sus doctrinas; y la lógica
-les entraba por el estómago.</p>
-
-<h4>“El Tramp”.</h4>
-
-<p>Si hay un sér que tenga grande semejanza con el <i>atorrante</i> argentino,
-aparte de su mayor tendencia criminal, es el que en los Estados Unidos
-se llama <i>tramp</i>.</p>
-
-<p>Para hacer la comparación, baste con presentar el tipo, apoyados en
-Fred. S. Root, quien ha tratado el asunto en una conferencia, hace ya
-tiempo.</p>
-
-<p>El <i>tramp</i> ¿es un ladrón, un vagabundo, un asesino, un mendigo? Sí y no.</p>
-
-<p>El <i>tramp</i>, como le llaman en los Estados Unidos, y especialmente en el
-Canadá, es un<span class="pagenum"><a name="page_145" id="page_145"></a>{145}</span> producto extraordinario de nuestra moderna civilización.
-Puede tener todos los defectos, y ser <i>tramp</i> sin tener ninguno. Como el
-<i>atorrante</i>.</p>
-
-<p>El <i>tramp</i>, en su calidad de mendigo de profesión, es fácil de conocer y
-de describir. Se presenta a la puerta de una villa, por ejemplo, y pide
-una limosna. Su rostro inflamado denuncia una vida de <i>débauche</i>, y sus
-vestidos desgarrados y en desorden son una verdadera caricatura de todo
-lo que es decente y elegante; sus ojos hundidos tienen miradas
-agresivas, y cuando se fijan, parecen decir: «Dame de comer pronto, o
-quemo tus establos y la casa, y asesino al dueño».</p>
-
-<p>El <i>tramp</i> vagabundo es perezoso, borracho muy frecuentemente, lleno de
-todos los vicios, y de un trato brutal. En una palabra, es el terror de
-los lugares poco poblados, y el problema de las grandes ciudades.</p>
-
-<p>Una ciudad de Massachussets solamente ha alojado 852.000 <i>tramps</i>, los
-cuales, con muy pocas excepciones, debían su estado a la intemperancia.</p>
-
-<p>Existe, sin embargo, otra especie de <i>tramps</i>, que no pertenece a la
-clase de los <i>tramps</i> mendicantes: es el <i>tramp</i> por fuerza, digámoslo
-así.<span class="pagenum"><a name="page_146" id="page_146"></a>{146}</span></p>
-
-<p>El <i>tramp</i> puede reunir en sí todo lo que hay de abominable, puede tener
-todas las depravaciones y todos los vicios; pero es un hecho innegable
-que el <i>tramp</i> obrero ha sido obligado a serlo, a causa de los cambios
-industriales de este siglo.</p>
-
-<p>Hace cincuenta años, el <i>tramp</i> no existía en la Nueva Inglaterra. ¿Por
-qué existe hoy, y por millares? Al procurarse una civilización más
-refinada, ¿los hombres han llegado a ser más indolentes? ¿Es acaso por
-decreto de la providencia, que el <i>tramp</i> está llamado a invadir la
-América entera? ¿El <i>tramp</i> llega a serlo, por no ser suficientemente
-inteligente para luchar con quien lo es más? ¿El cristianismo del siglo
-<span class="smcap">XIX</span> tiene una palabra para el vagabundo? Son estos problemas de no fácil
-solución.</p>
-
-<p>¿Por qué en América, donde el suelo es generoso hasta la prodigalidad,
-hay hombres hambrientos, miserables y desesperados? ¿No hay campos que
-ondulan verdaderos mares de trigo?</p>
-
-<p>Hay sus causas indudablemente. Esos <i>tramps</i> que no lo son sino por
-necesidad, han pertenecido al gremio de los trabajadores, y aun querrían
-volver al seno de la clase obrera; pero las máquinas han vuelto<span class="pagenum"><a name="page_147" id="page_147"></a>{147}</span>
-inútiles los <i>útiles</i>, e inútiles a muchos obreros.</p>
-
-<p>Ejemplo: En los Estados Unidos se puede atravesar a caballo las grandes
-llanuras de California y de Dakota, milla por milla, sin encontrar la
-más humilde habitación, <i>allí donde antes de la invención de las
-máquinas agrícolas se encontraban miles de hombres</i>.</p>
-
-<p>Es verdad que las máquinas contribuyen, al fin, a la distribución de la
-riqueza, que hacen bajar los precios de los productos y los ponen al
-alcance de todas las bolsas; pero es un hecho también que los primeros
-efectos de la introducción de las máquinas tienden a privar a los
-obreros de su única fortuna: el trabajo.</p>
-
-<p>Es de notar, sí, que la pobreza y el poco éxito del <i>fermier</i> inglés son
-debidos a la falta de máquinas propias para dar impulso a la producción
-de sus tierras.</p>
-
-<p>Por la sola razón de las máquinas, millares de obreros son despedidos de
-las fábricas; las máquinas que reemplazan a los trabajadores pueden ser
-manejadas por pocos empleados. Eso mismo establece un enorme aumento de
-cesantes en todos los centros industriales, de desempleados que no
-encuentran empleo. Los obreros van de ciudad<span class="pagenum"><a name="page_148" id="page_148"></a>{148}</span> en ciudad, en espera de
-encontrarlo. No lo hallan, se desazonan y se deslizan por la pendiente
-que les hace caer en la dantesca región del <i>tramp</i>.</p>
-
-<p>No todos los <i>tramps</i> pertenecen a esa clase, en verdad; pero un gran
-número de ellos, sí. En 1885 se vió el caso de que hubiesen 100.000
-hombres sin ocupación, y no por culpa de ellos. Empujado por su mala
-situación, sin encontrar en qué emplearse, el hombre comienza a
-desesperar de su destino, y cuando llega a la desesperación tiene dos
-salidas enfrente: el suicidio, o la vida del <i>tramp</i>.</p>
-
-<p>La falta de trabajo es, pues, una de las principales causas de la
-existencia de este parásito social. La emigración continua es otra, y
-esto completa el problema. Los que sobresalen en alguna especialidad
-pueden siempre abrirse algún camino entre las muchedumbres; pero esos
-constituyen las excepciones. Las posiciones aceptables para hombres de
-ciencia o de letras son cada día más difíciles de obtener. Los sueldos
-de los tenedores de libros, dependientes, empleados (hombres y mujeres)
-disminuyen constantemente. ¿Por qué los conductores y cocheros de los
-tranways están tan mal remunerados? Porque los directores de las
-compañías<span class="pagenum"><a name="page_149" id="page_149"></a>{149}</span> pueden encontrar al mismo precio cuantos cocheros y
-conductores quieran.</p>
-
-<p>En los diarios se leen avisos como éste:</p>
-
-<p>«Se necesita un hombre fuerte para cuidar un enfermo de enfermedad
-contagiosa.»</p>
-
-<p>Más de cien solicitantes llegan antes de que pasen veinticuatro horas.
-Eso dará una idea de la necesidad que hay en la clase de que hemos
-hablado.</p>
-
-<p>Otra gran causa de que exista el <i>tramp</i> obrero, son las detenciones de
-los trabajos mineros. Las minas se encuentran en manos de unos cuantos
-capitalistas, y éstos las manejan a su antojo. Por ejemplo: hace algunos
-años, muchos individuos que representaban juntos una suma de cien
-millones de dólares, se reunieron para aconsejar la suspensión de los
-trabajos mineros, a fin de alzar el precio del carbón. El resultado fué
-que miles de mineros se vieron de repente sin trabajo, mientras que
-aquellos individuos se ganaban una suma de ocho millones de dólares, a
-causa del alza.</p>
-
-<p>Los grandes capitalistas, sobre todo aquellos que se encuentran a la
-cabeza de las empresas mineras de carbón o de hierro, pueden, a su
-gusto, echar al arroyo miles de obreros, con sólo alzar el precio de<span class="pagenum"><a name="page_150" id="page_150"></a>{150}</span>
-las materias primas, deteniendo la producción.</p>
-
-<p>Con esos detalles es fácil darse cuenta de que el <i>tramp</i>, es decir, el
-hombre errante de plaza en plaza, fatigado, extenuado, en busca del
-trabajo que no obtiene, es el resultado inevitable de un sistema
-industrial desorganizado y establecido contra todo principio de
-humanidad.</p>
-
-<p>La llegada anual a los Estados Unidos de muchos cientos de miles de
-emigrantes, creó una gran población en los centros industriales, y en
-consecuencia engrosó el número ya enorme de obreros sin empleo.</p>
-
-<p>Ese problema del <i>tramp</i>, del <i>gueux</i>, es uno de los más formidables de
-nuestra época, por la sola razón de que las causas que lo producen no le
-dan ninguna esperanza de alivio.</p>
-
-<p>¿Recuerda el lector que haya estado en los Estados Unidos aquellas
-plazas llenas de desocupados de todas cataduras, aquellos negros cuadros
-del barrio italiano, o del Bowery?<span class="pagenum"><a name="page_151" id="page_151"></a>{151}</span></p>
-
-<h4>El «Atorrante»</h4>
-
-<p>El <i>atorrante</i> argentino ha llenado antes la población, a medida que ha
-ido en aumento la vida europea, por decirlo así.</p>
-
-<p>La inmigración ha ayudado entonces, como en los Estado Unidos, al
-desarrollo de esa plaga, que poco a poco fué menguando. Que la miseria
-toma creces en Buenos Aires, es cosa innegable.</p>
-
-<p>Que también existe como en todas las grandes ciudades la industria del
-mendigo, es verdad. Pero junto a la falsa miseria está la verdadera, que
-ciertas buenas personas conocen. La primera toca a la policía; la
-segunda a la caridad.</p>
-
-<p><i>La Nación</i>, el gran diario de Buenos Aires, publicó hace años una
-comunicación en que se leen estas palabras: «Los que voluntariamente nos
-hemos impuesto la obligación de visitar a los pobres, nos damos cuenta
-exacta de la gran miseria que hay en nuestra rica capital. No se trata
-del <i>atorrantismo</i>, sino de verdaderos pobres, de familias necesitadas
-que no tienen qué comer, y que en las noches crudas de invierno tiritan
-de frío. No tienen ni cama, ni colchones, ni frazadas, ni<span class="pagenum"><a name="page_152" id="page_152"></a>{152}</span> nada con que
-poder hacer entrar en calor sus cuerpos; duermen en el suelo como los
-animales, siendo ésta la causa principal, si no la única, de las
-enfermedades que padecen».</p>
-
-<p>Y hoy pasa lo mismo.</p>
-
-<p>El <i>atorrante</i> duerme a la bartola, se quema la sangre con venenosos
-aguardientes, y así pasa las noches heladas. O si no, se deja morir
-acariciado por la pereza, o por el desdén de la vida, y amanece comido
-de caranchos, o ahogado en el río, o tieso y abandonado entre los
-muelles, o en cualquier oscuro rincón.</p>
-
-<p>Desilusionados italianos, franceses, ingleses, españoles, rusos, hombres
-de todas partes, componen ese vago ejército. Viven, se alimentan y
-mueren cínicamente; es decir, como los perros.</p>
-
-<p>A esta clase de ilotas debe dirigirse la mirada del sociólogo, pues
-encierra un amargo problema. Y a los pobres enfermos, a los verdaderos
-necesitados, víctimas de la desgracia, la bondad de las manos
-generosas.<span class="pagenum"><a name="page_153" id="page_153"></a>{153}</span></p>
-
-<h3><a name="PARIS_NOCTURNO" id="PARIS_NOCTURNO"></a>PARÍS NOCTURNO</h3>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_154" id="page_154"></a>{154}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_155" id="page_155"></a>{155}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b155.jpg" width="310" height="359" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i1">Fabuloso París, eternamente renombrado<br /></span>
-<span class="i0">como el paraíso de las delicias<br /></span>
-<span class="i0">amorosas.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_156" id="page_156"></a>{156}</span><br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_157" id="page_157"></a>{157}</span><br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="nind"><span class="lettre">
-<img src="images/drop-h.png"
-width="70"
-height="68"
-alt="H"
- /></span><span class="smcap">e</span> aquí el crepúsculo. El cielo toma un tinte rojizo. El abejeo de las
-vías humanas se acentúa. Monsieur se viste, Madame inspecciona
-singularmente sus cabellos, sus hombros, sus ojos y sus labios. Los
-<i>autos</i> vuelven del bosque como una enorme procesión de veloces
-luciérnagas. La ciudad enciende sus luces. Se llenan las terrazas de los
-bulevares, y se deslizan las fáciles peripatéticas, a paso parisiense,
-en busca de la buena suerte.</p>
-
-<p>Los anuncios luminosos, a la yanki, brillan fija o intermitentemente en
-los edificios, y los tzíganos rojos comienzan en los cafés y
-restaurants, sus valses, sus cake-wals, sus zardas, y su hoy
-indispensable tango argentino, por ejemplo: <i>Quiero papita</i>.</p>
-
-<p>Un pintoresco río humano va por las aceras, y la <i>tiranía del rostro</i>,
-que decía Poe, se ve por todas partes. Son todos los tipos y todas las
-razas: los yankis importantes e imponentes,<span class="pagenum"><a name="page_158" id="page_158"></a>{158}</span> glabros y duros; los
-levantinos, los turcos y los griegos, parecidos a algunos
-sud-americanos; los chinos, los japoneses y los filipinos, con quienes
-se confunden por el rostro de Asia; el inglés, que en seguida se define;
-el negro de Haití o de la Martinica, afrancesado a su manera, y el de
-los Estados Unidos, largo, empingorotado y simiesco, alegre y elástico,
-cual si estuviese siempre en un perpetuo paseo de la torta. Y el
-italiano, y el indio de la India y el de las Américas, y las damas
-respectivas, y el apache de hongo y el apache de gorro, y el empleado
-que va a su casa, y la gracia de la parisiense por todas partes, y todo
-el torrente de Babel, al grito de los <i>camelots</i>, al clamor de las
-trompas de automóvil, al estrépito de ruedas y cascos, mientras las
-puertas de los establecimientos de diversión o de comercio echan a la
-calle sonora sus bocanadas de claridad alegre.</p>
-
-<p>El <i>morne</i> Sena se desliza bajo los históricos puentes, y su agua
-refleja las luces de oro y de colores de puentes, barcos y chalanas. El
-panorama es de poesía. En el fondo de la noche calca su H de piedra
-sombría Notre-Dame. De las ventanas de los altos pisos sale el brillo de
-las lámparas. En la orilla<span class="pagenum"><a name="page_159" id="page_159"></a>{159}</span> izquierda del gran río parisiense, por donde
-hay aún gentes que sueñan, artistas y estudiantes, el movimiento en la
-luminosidad de bulevares y calles se acentúa, y autobuses y tranvías
-lanzan sus sones de alerta. Mimí, modernizada, pasa en busca de, sonríe
-por, o va del brazo con Rodolfo, el Rodolfo del vigésimo siglo. Ya no se
-ve entrar a las cervecerías y cafés el <i>béret</i> de antaño, y junto a las
-mesas se oyen, tanto como el francés, las lenguas extranjeras, sobre
-todo los varios castellanos de la América nuestra. Un japonés de
-sombrero de copa flirtea con una muchacha rubia; un negro fino y platudo
-se lleva a la más linda bailadora de Bullier. Aunque Bullier no sea ya
-como antes, a él acuden los que gustan de la danza en el país de los
-escolares. Así, después que ha pasado la comida en la taberna del
-Panteón para unos, para otros en <i>bouillons</i> o <i>crémeries</i>, propicios a
-la economía o a la escasez, es a Bullier, donde principalmente se
-dirigen, como no sea a algún cine o <i>cabaret</i> de cancionistas. Después
-los cafés se llenan, los discos de fieltro se multiplican en las
-mesitas; hasta que el vecindario que tranquilo duerme se suele despertar
-por la madrugada, a los cantos en coro de los noctámbulos.<span class="pagenum"><a name="page_160" id="page_160"></a>{160}</span></p>
-
-<p>En la orilla derecha, por la enorme arteria del bulevar, los vehículos
-lujosos pasan hacia los teatros elegantes. Luego son las cenas en los
-cafés costosos, en donde las mujeres de mundo que se cotizan altamente
-se ejercen en su tradicional oficio de desplumar al pichón. El pichón
-mejor, cuando no es un <i>azucarerito</i> francés como el que aun se
-recuerda, es el que viene de lejanas tierras, y, aunque el rastacuerismo
-va en decadencia, no es raro encontrar un ejemplar que mantenga la
-tradición.</p>
-
-<p>Cerca de la Magdalena y de la Plaza de la Concordia está el lugar famoso
-que tentara la pluma de un comediógrafo. Allí esas <i>damas</i> enarbolan los
-más fastuosos penachos, presentan las más osadas túnicas, aparecen
-forradas academias o traficantes figurines, para gloria de la <i>boîte</i> y
-regocijo de viejos verdes, anglosajones rojos y universales efebos de
-todos colores, poseídos del más imperioso de los pecados capitales, bajo
-la urgente influencia del extra-dry. Allí, como en tales o cuales
-establecimientos de los bulevares, se consagra la <i>noce</i> verdaderamente
-parisiense, para el calavera de París, o <i>d’ailleurs</i>, que cuenta con
-las rentas de un capital, o con los productos de una lejana estancia,<span class="pagenum"><a name="page_161" id="page_161"></a>{161}</span>
-puesta, hacienda, rancho, fundo o plantación.</p>
-
-<p>Por la calle del faubourg Montmartre y de Notre-Dame-de-Lorette,
-asciende todas las noches una procesión de fiesteros, tanto cosmopolitas
-como parisienses, afectos al Molino-Rojo y a las noches blancas.</p>
-
-<p>Nadie tiene ya recuerdos literarios y artísticos para lo que era antaño
-un refugio de artistas y de literatos. Además, se sabe ya la
-mercantilización del Arte. Pero existen Montoya y otros que no quieren
-que la Musa sea atropellada por el automóvil.</p>
-
-<p>Lo incómodo para la ascensión a la sagrada <i>butte</i> es la afluencia de
-apaches de todas las latitudes y de apachas de todos los tonos. Cuando
-se llega ya bajo la iluminación del Molino-Rojo, si se tiene la
-experiencia de París, acompañada de un poco de razonamiento, entra uno a
-un cabaret artístico; si se es el extranjero recién llegado con cheques
-u oros en el bolsillo, entra a esos establecimientos llenos de smokings,
-relucientes de orfebrería, adornados de espaldas esbeltas y por el rojo
-de los tziganos, y en donde la botella de champaña obligatoria se
-ostenta en la heladera.</p>
-
-<p>Estas son las casas con nombres de abadía<span class="pagenum"><a name="page_162" id="page_162"></a>{162}</span> rabelesiana o de roedor
-difunto. Allí, los indispensables violinistas hacen bailar a las
-hetairas, o heteras, que convierten en champaña los luises de los
-gentlemen ciertos o dudosos; danzarines de España, o de Italia, o de
-Inglaterra, demuestran las tentaciones de las jotas, garrotines,
-tarantelas, o <i>gigues</i>; M. Berenger no estaría muy tranquilo desde luego
-si presenciase tales ejercicios coreográficos, y sobre todo cuando las
-machichas brasileñas y los tangos platenses son interpretados con
-floriture montmartresa, exagerando la nota en un ambiente en que la
-palabra pudor no tiene significado alguno. Pero como esos centros no son
-para las niñas que comen su pan en <i>tartines</i>, como aquí se dice, están
-en tales fiestas a sus anchas quienes vienen de los cuatro puntos del
-mundo en busca del fabuloso París, eternamente renombrado como el
-paraíso de las delicias amorosas y de los goces de toda suerte. A pesar
-de lo que se diga, es para el amante de la diversión y del jolgorio,
-para los derrochadores del dinero y de la salud, un imán irresistible.
-El chino en su China, el persa en su Persia, el más remoto rey bárbaro y
-negro que haya pasado por el paraíso parisiense, recordará siempre sus
-encantos y pensará en el retorno.<span class="pagenum"><a name="page_163" id="page_163"></a>{163}</span></p>
-
-<p>Es que, si en cualquier gran ciudad moderna puede encontrarse confort,
-lujo, elegancia, atracciones, teatros, galanterías, en ninguna parte se
-goza de todo eso como en París, porque algo especial circula en el aire
-luteciano, y porque la parisiense pone en la capital del goce su
-inconfundible, su singular, su poderosísimo hechizo, de manera que los
-reyes de otras partes, reyes de pueblos, de minas, de algodones, de
-aceites, o de dólares, a su presencia se convierten en esclavos,
-esclavos de sus caprichos, de sus locuras, de sus miradas, de sus
-sonrisas, de su manera de andar, de su manera de hablar, de su manera de
-recogerse la falda, de comer una fruta, de oler una flor, de tomar una
-copa de champaña, de oficiar, en fin, como la más exquisita sacerdotisa
-de la diosa <i>hija de la onda amarga</i>, patrona de la ciudad de las
-ciudades, y cuyos devotos y peregrinos habitan todos los países de la
-tierra.</p>
-
-<p class="ast">* * *</p>
-
-<p>París nocturno es luz y único, deleite y armonía; y, <i>hélas!</i> delito y
-crimen... No lejos de los amores magníficos y de los festines<span class="pagenum"><a name="page_164" id="page_164"></a>{164}</span>
-espléndidos, va el amor triste, el vicio sórdido, la miseria semidorada,
-o casi mendicante, la solicitud armada, la caricia que concluye en robo,
-la cita que puede acabar en un momento trágico, en el barrio peligroso,
-o en la callejuela sospechosa.</p>
-
-<p>Mas los felices no se percatan de estas cosas. Los que van al bar
-elegante en un 40 H. P. no piensan en el proletariado del placer. Ni el
-extranjero pudiente viene a fijarse en tales comparaciones. El ha venido
-con la visión, con el ensueño de un París nocturno, único y maravilloso.
-Halla todo lo que necesita para sus inclinaciones y sus gustos. Sabe que
-con el oro todo se consigue, en las horas doradas de la villa de oro, en
-donde el Amor transforma ese rincón de alegría, en donde hace algunos
-años todavía se soñaban sueños de arte y se amaba con menos desinterés.
-Aun los tiempos del <i>Chat noir</i> se recuerdan con vagas nostalgias. ¡Se
-dice que los artistas de hoy, los mismos artistas! no piensan más que en
-la ganancia, y que el asno Boronali, del <i>Lapin Agile</i>, es el único
-artista verdaderamente independiente. Así, los hombres cabelludos y con
-anchos pantalones y con pipas, que se ven por Montmartre, no son
-artistas siquiera. El talento mismo, en<span class="pagenum"><a name="page_165" id="page_165"></a>{165}</span> ellos no es ciego; no lleva
-venda, cuando más un monóculo, que por lo general es un luis de Francia,
-una libra esterlina, o un águila americana. Y ese amor que no ciega, en
-París se ve mejor de noche que de día.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_166" id="page_166"></a>{166}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_167" id="page_167"></a>{167}</span></p>
-
-<h3><a name="POEMAS_DE_ARTE" id="POEMAS_DE_ARTE"></a>POEMAS DE ARTE<br /><br />
-</h3>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_168" id="page_168"></a>{168}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b169.jpg" width="310" height="454" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i1">¿Qué pálida princesa difunta es conducida<br /></span>
-<span class="i0">á la isla de la muerte?...<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="r"><span class="pagenum"><a name="page_169" id="page_169"></a>{169}</span>
-
-<span style="margin-left: 2em;"><span class="sans"><b>BOEKLIN</b></span></span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_170" id="page_170"></a>{170}</span>
-<br />
-<span class="pagenum"><a name="page_171" id="page_171"></a>{171}</span>
-<br /></p>
-
-<h4>I<br />La isla de los muertos.</h4>
-
-<p class="nind"><span class="lettre">
-<img src="images/drop-e.png"
-width="71"
-height="74"
-alt="E"
- /></span><span class="smcap">n</span> qué país de ensueño, en qué fúnebre país de ensueño está la isla
-sombría? Es en un lejano lugar en donde reina el silencio. El agua no
-tiene una sola voz en su cristal, ni el viento en sus leves soplos, ni
-los negros árboles mortuorios en sus hojas: los negros cipreses
-mortuorios, que semejan, agrupados y silenciosos, monjes-fantasmas.</p>
-
-<p>Cavadas en las volcánicas rocas mordidas y rajadas por el tiempo, se
-ven, a modo de nichos obscuros, las bocas de las criptas, en donde, bajo
-el misterioso, taciturno cielo, duermen los muertos. La lámina especular
-de abajo refleja los muros de ese solitario<span class="pagenum"><a name="page_172" id="page_172"></a>{172}</span> palacio de lo desconocido.
-Se acerca, en su barca de duelo, un mudo enterrador, como en el poema de
-Tennyson. ¿Qué pálida princesa difunta es conducida a la isla de la
-Muerte?... ¿Qué Elena, qué adorable Yolanda? ¡Canto suave, en tono
-menor, canto de vaga melodía y de desolación profunda! Acaso el silencio
-fuese interrumpido por un errante sollozo, por un suspiro; acaso una
-visión envuelta en un velo como de nieve...</p>
-
-<p>Allí es donde comienza la posesión de Psiquis; en esa negrura es donde
-verás quizás brotar, pobre soñador, de la obscura larva, las alas
-prestigiosas de Hipsipila. A tu isla solemne ¡oh, Boeklin! va la reina
-Betsabé, pálida. Va también, con un manto de duelo, la esposa de
-Mauseolo, que pone cenizas en el vino. Va Hécuba, y ¡horrible trance! va
-silenciosa, mordiendo su aullido, clavando sus dedos en los dolorosos,
-maternales pechos. Va Venus, sobre su concha tirada por las blancas
-palomas, por ver si vaga gimiendo la sombra de Adonis. Va la tropa
-imperial de las soberbias porfirogénitas, que amaron el amor al mismo
-tiempo que la muerte. Va en un esquife divino, con un arcángel por
-timonel, la Virgen María, herido el pecho por los siete puñales.<span class="pagenum"><a name="page_173" id="page_173"></a>{173}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b173.jpg" width="314" height="289" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i1">Más allá de las solitarias islas en donde<br /></span>
-<span class="i0">descansan los pájaros viajeros...<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_174" id="page_174"></a>{174}</span><br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_175" id="page_175"></a>{175}</span><br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<h4>II<br />Idilio marino.</h4>
-
-<p>Más allá de las solitarias islas en donde descansan los pájaros
-viajeros, en el reino en que Leviatán domina, sobre una roca, está
-entronizada la Vencedora, en la irresistible omnipotencia de su
-desnudez.</p>
-
-<p>En su blanca piel está la sal, el perfume marino de Anadiómena, y la
-serpiente de las olas hace ver una vez más, amorosa y humillada, el
-soberano triunfo del encanto femenino. Europa sobre el lomo del toro, la
-Bella y la Fiera, la Mundana del pintor moderno, que, desnuda, corta las
-uñas al león. Un tritón velludo y escamoso hace cantar su ronco caracol,
-en tanto que el monstruo recibe una caricia de la tentadora mujer, que
-bajo el inmenso cielo ofrece su fatal hermosura en el abandono de su
-supremo impudor.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_176" id="page_176"></a>{176}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_177" id="page_177"></a>{177}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b177.jpg" width="219" height="502" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i1">Suena la risa del tritón, que muestra<br /></span>
-<span class="i0">su cabeza de sileno oceánico...<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_178" id="page_178"></a>{178}</span><br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_179" id="page_179"></a>{179}</span><br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<h4>III<br />Sirenas y tritones.</h4>
-
-<p>Con más sonoridad que el ruido del caracol, suena la risa del tritón,
-que muestra su cabeza de sileno oceánico, ceñida con hojas de las
-desconocidas viñas que crecen en los campos submarinos, y rosas de una
-flora extraña e ignorada, cortadas entre líquenes y flotantes medusas.
-Tras él se infla una faz batraciana, boca redonda y carnuda, ojos
-saltones. Se ven danzar las ondas. En el seno de una se hunde, con un
-salto natatorio, una ninfa de opulentos muslos, que tiene aletas en los
-talones. Más allá, otra erige sus pechos, y su cabeza coronada de algas.
-Con asombro jocoso viene un Sancho centauro acuático, braceando; la
-grupa está sobre la ola, y la espuma le forma un cerco hirviente y
-blanco por la redondez de la barriga, en la<span class="pagenum"><a name="page_180" id="page_180"></a>{180}</span> cual muestra su honda
-mancha, como la señal de un golpe de espátula, el ombligo.</p>
-
-<p>En primer término, en la transparencia del agua, una sirena extiende su
-bifurcada y curva cola de pescado, negro y plata; a flor de espuma,
-tiembla la doble rotundidad en que termina el talle.</p>
-
-<p>La faz medrosa mira hacia un punto en que algo se divisa, y casi no
-atiende la hembra al tritón fáunico, que la atrae, invitándola a una
-cita sexual, tal como en la tierra, al amor del gran bosque, lo haría
-Pan con Siringa.<span class="pagenum"><a name="page_181" id="page_181"></a>{181}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b181.jpg" width="303" height="422" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
- Cerca del blando tronco de la haya, estariais<br /> vos,
-señorita, con vuestro sombrero blanco, vuestro<br /> vestido blanco y vuestra
-alma blanca.
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_182" id="page_182"></a>{182}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_183" id="page_183"></a>{183}</span></p>
-
-<h4>IV<br />Día de Primavera.</h4>
-
-<p>Cerca del blando tronco de la haya, estariais vos, señorita, con vuestro
-sombrero blanco, vuestro vestido blanco, y vuestra alma blanca. Yo
-tendría mi negro dolor. Procuraría haceros soñar dulces sueños, y el
-laúd no tendría para vos sino los más acariciadores sonidos.—Sí, dice
-ella, mas esa villa italiana... ¿no será la morada de la más infeliz de
-las mujeres? Los árboles sombríos forman un misterioso recinto de duelo.
-El agua de los arroyos parece monologar extrañas historias de amores
-difuntos. El crepúsculo inunda, con su tenue tinta de melancolía, todo
-el paisaje. El anciano que contempla meditabundo las ninfas, parece la
-encarnación de un triste pasado. Los niños<span class="pagenum"><a name="page_184" id="page_184"></a>{184}</span> que juegan cerca de la
-«villa», no alcanzan a hacer que mi alma encuentre una sola nota de
-alegría.</p>
-
-<p>Nuestra alma, a veces, contagia con sus males el alma de las cosas.<span class="pagenum"><a name="page_185" id="page_185"></a>{185}</span></p>
-
-<h4>V<br />Los Pescadores de Sirenas.</h4>
-
-<p>Péscame una ¡oh, egipán pescador! que tenga en sus escamas radiantes la
-irisada riqueza metálica que decora las admirables arenques. Péscame
-una, cuya cola bifurcada pueda hacer soñar en el pavo real marino, y
-cuyos costados finos y relucientes tengan aletas semejantes a orientales
-abanicos de pedrería; péscame una que tenga verdes los cabellos, como
-debe tenerlos Lorelay, y cuyos ojos tengan fosforescencias raras y
-mágicas chispas, cuya boca salada bese y muerda, cuando no cante las
-canciones que pudieran triunfar de la astucia de Ulises, cuyos senos
-marmóreos culminen florecidos de rosa y cuyos brazos, como dos albos y
-divinos pithones, me aten para llevarme a un abismo de ardientes
-placeres, en el país recóndito<span class="pagenum"><a name="page_186" id="page_186"></a>{186}</span> en donde los palacios son hechos de
-perlas, de coral y de concha de nácar. Mas esos dos sátiros que se
-divierten en la costa de alguna ignorada Lesbos, Tempe o Amatunte, son
-ciertamente malos pescadores. El uno, viejo y fornido, se apoya en un
-grueso palo nudoso, y mira con cómica extrañeza la sirena asustada y
-poco apetecible que su compañero ha pescado. Este saca la red, y no
-parece satisfecho de su pesca. De los cabellos de la sirena chorrea el
-agua, formando en el mar círculos concéntricos. Sobre las testas
-bicornes y peludas se extiende, al beso del día, un fresco follaje,
-mientras reina en su fiesta de oro, sobre nubes, tierra y olas, la
-antorcha del sol.<span class="pagenum"><a name="page_187" id="page_187"></a>{187}</span></p>
-
-<h3><a name="CURIOSIDADES_LITERARIAS" id="CURIOSIDADES_LITERARIAS"></a>CURIOSIDADES LITERARIAS</h3>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_188" id="page_188"></a>{188}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_189" id="page_189"></a>{189}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b189.jpg" width="247" height="502" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i1">La Habana aclamaba a Ana, la dama<br /></span>
-<span class="i0">más agarbada, más afamada.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_190" id="page_190"></a>{190}</span><br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_191" id="page_191"></a>{191}</span><br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="nind"><span class="lettre">
-<img src="images/drop-h.png"
-width="70"
-height="68"
-alt="H"
- /></span><span class="smcap">ablábamos</span> varios hombres de letras de las cosas curiosas que, desde
-griegos y latinos, han hecho ingenios risueños, pacientes o desocupados
-con el lenguaje. Versos que se pueden leer al revés tanto como al
-derecho, guardando siempre el mismo sentido, acrósticos enrevesados, y
-luego, prosas en que se suprimiera una de las vocales en largos cuentos
-castellanos.</p>
-
-<p>Entonces, yo les hablé de una curiosidad, en verdad de las más
-peregrinas, que hice insertar, siendo muy joven, en una revista que
-dirigía allá en la lejana Nicaragua un mi íntimo amigo. Es un cuento
-corto, en el cual no se suprime una vocal, sino cuatro. No encontraréis
-otra vocal más que la a. Y os mantendrá con la boca abierta. ¿Su autor?
-Sudamericano, seguramente, quizás antillano, posiblemente de Colombia.
-Ignoro e ignoré<span class="pagenum"><a name="page_192" id="page_192"></a>{192}</span> siempre su nombre. He aquí la lucubración a que me
-refiero:</p>
-
-<h4>AMAR HASTA FRACASAR<br /><br />
-
-(<i>Trazada para la A.</i>)</h4>
-
-<p>La Habana aclamaba a Ana, la dama más agarbada, más afamada.—Amaba a
-Ana Blas, galán asaz cabal, tal amaba Chactas a Atala.</p>
-
-<p>Ya pasaban largas albas para Ana, para Blas; mas nada alcanzaban. Casar
-trataban, mas hallaban avaras a las hadas, para dar grata andanza a tal
-plan.</p>
-
-<p>La plaza llamada Armas, daba casa a la dama; Blas la hablaba cada
-mañana; mas la mamá, llamada Marta Albar, nada alcanzaba. La tal mamá
-trataba jamás casar a Ana hasta hallar gran galán, casa alta, ancha arca
-para apañar larga plata, para agarrar adahalas<a name="FNanchor_1_1" id="FNanchor_1_1"></a><a href="#Footnote_1_1" class="fnanchor">[1]</a>. ¡Bravas
-agallas!—¿Mas bastaba tal cabala?—Nada ¡cá! ¡nada basta a atajar la
-llama aflamada!</p>
-
-<p>Ana alzaba la cama al aclarar; Blas la hallaba ya parada a la bajada.
-Las gradas callaban<span class="pagenum"><a name="page_193" id="page_193"></a>{193}</span> las alharacas adaptadas a almas tan abrasadas.
-Allá, halagadas faz a faz, pactaban hasta la parca amar Blas a Ana, Ana
-a Blas. ¡Ah! ¡ráfagas claras bajadas a las almas arrastradas a amar!
-gratas pasan para apalambrarlas<a name="FNanchor_2_2" id="FNanchor_2_2"></a><a href="#Footnote_2_2" class="fnanchor">[2]</a> mas, para clavar la azagaya<a name="FNanchor_3_3" id="FNanchor_3_3"></a><a href="#Footnote_3_3" class="fnanchor">[3]</a> al
-alma. ¡Ya nada habrá capaz a arrancarla!</p>
-
-<p>Pasaban las añadas<a name="FNanchor_4_4" id="FNanchor_4_4"></a><a href="#Footnote_4_4" class="fnanchor">[4]</a>. Acabada la marcada para dar Blas a Ana las
-sagradas arras, trataban hablar a Marta para <i>afrancar</i><a name="FNanchor_5_5" id="FNanchor_5_5"></a><a href="#Footnote_5_5" class="fnanchor">[5]</a> a Ana, hablar
-al abad, abastar saya, manta, sábanas, cama, alhajar casa ¡cá! ¡nada
-faltaba para andar al altar!</p>
-
-<p>Mas la mañana marcada, trata Marta ¡mala andanza! pasar a Santa Clara al
-alba, para clamar a la Santa adaptada al galán para Ana. Agarrada bajaba
-ya las gradas; mas ¡caramba! halla a Ana abrazada a Blas, cara a cara.
-¡Ah! la a nada basta para trazar la zambra armada. Marta araña a Ana,
-tal arañan las gatas a las ratas; Blas la ampara; para parar las
-brazadas a Marta, agárrala la<span class="pagenum"><a name="page_194" id="page_194"></a>{194}</span> saya. Marta lanza las palabras más malas
-a más alta garganta. Al azar pasan atalayas, alarmadas a tal algazara,
-atalantadas a las palabras:—¡acá! ¡acá! ¡atrapad al canalla-mata-damas!
-¡amarrad al rapaz!—Van a la casa: Blas arranca tablas a las gradas para
-lanzar a la armada; más nada hará para tantas armas blancas. Clama,
-apalabra, aclara ¡vanas palabras! nada alcanza. Amarra a Blas, Marta
-manda a Ana para Santa Clara; Blas va a la cabaña. ¡Ah! ¡Mañana falta!</p>
-
-<p>¡Bárbara Marta! avara bajasa<a name="FNanchor_6_6" id="FNanchor_6_6"></a><a href="#Footnote_6_6" class="fnanchor">[6]</a>, al atrancar a Ana tras las barbacanas
-sagradas (algar<a name="FNanchor_7_7" id="FNanchor_7_7"></a><a href="#Footnote_7_7" class="fnanchor">[7]</a>, fatal para damas blandas). ¿Trataba alcanzar paz a
-Ana? ¡Ca! ¡Asparla<a name="FNanchor_8_8" id="FNanchor_8_8"></a><a href="#Footnote_8_8" class="fnanchor">[8]</a>, alafagarla, matarla! tal trataba la malvada
-Marta. Ana, cada alba, amaba más a Blas; cada alba más aflatada,
-aflacaba más. Blas, a la banda allá la mar, tras Casa Blanca,
-asayaba<a name="FNanchor_9_9" id="FNanchor_9_9"></a><a href="#Footnote_9_9" class="fnanchor">[9]</a>, a la par gran mal; a la par balaba<a name="FNanchor_10_10" id="FNanchor_10_10"></a><a href="#Footnote_10_10" class="fnanchor">[10]</a>, allanar las barras
-para atacar la alfana<a name="FNanchor_11_11" id="FNanchor_11_11"></a><a href="#Footnote_11_11" class="fnanchor">[11]</a>, sacar la amada, hablarla, abrazarla...<span class="pagenum"><a name="page_195" id="page_195"></a>{195}</span></p>
-
-<p>Ha ya largas mañanas trama Blas la alcaldada: para tal, habla. Al rayar
-la alba, al atalaya, da plata, saltan las barras, avanza a la playa. La
-lancha, ya aparada<a name="FNanchor_12_12" id="FNanchor_12_12"></a><a href="#Footnote_12_12" class="fnanchor">[12]</a>, pasa al galán a la Habana. ¡Ya la has
-amanada<a name="FNanchor_13_13" id="FNanchor_13_13"></a><a href="#Footnote_13_13" class="fnanchor">[13]</a> gran Blas; ya vas a agarrar la aldaba para llamar a Ana!
-¡Ah! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, patas al alazán
-¡avanza, galán, avanza!</p>
-
-<p>Mas para nada alcanzará la llamada: atafagarán<a name="FNanchor_14_14" id="FNanchor_14_14"></a><a href="#Footnote_14_14" class="fnanchor">[14]</a>, mas la tapada,
-taparanla más. Aplaza la hazaña...</p>
-
-<p>Blas la aplaza; para apartar malandanza, trata hablar a Ana, para Ana
-nada más. Para tal alcanzar, canta a garganta baja:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">La barca lanzada<br /></span>
-<span class="i0">allá al ancha mar<br /></span>
-<span class="i0">arrastra a la Habana<br /></span>
-<span class="i0"><i>canalla-rapaz</i>.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i2">Al tal <i>mata-damas</i><br /></span>
-<span class="i0">llamaban asaz,<br /></span>
-<span class="i0">mas jamás las mata,<br /></span>
-<span class="i0">las ha para amar.<span class="pagenum"><a name="page_196" id="page_196"></a>{196}</span><br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i2">Fallar las amarras<br /></span>
-<span class="i0">hará tal galán,<br /></span>
-<span class="i0">ca, brava alabarda<br /></span>
-<span class="i0">llaman a la mar.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i2">Las alas, la alaba,<br /></span>
-<span class="i0">la azagaya... ¡Bah!<br /></span>
-<span class="i0">nada, nada basta<br /></span>
-<span class="i0">a tal batallar.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i2">Ah, marcha, alma Atala<br /></span>
-<span class="i0">a dar grata paz,<br /></span>
-<span class="i0">a dar grata andanza<br /></span>
-<span class="i0">a Chactas acá.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Acabada la cantata, Blas anda para acá, para allá, para nada alarmar al
-adra<a name="FNanchor_15_15" id="FNanchor_15_15"></a><a href="#Footnote_15_15" class="fnanchor">[15]</a>. Ana agradada a las palabras cantadas salta la cama. La alma.
-La alma la da al galán. Afanada llama a ña Blasa, aya<a name="FNanchor_16_16" id="FNanchor_16_16"></a><a href="#Footnote_16_16" class="fnanchor">[16]</a> parda ña
-Blasa, zampada a la larga, nada alcanza la tal llamada; para alzarla,
-Ana la <i>jala</i> las pasas. La aya habla, Ana la acalla; habla más; la da
-ahajas para ablandarla. Blasa las agarra. Blanda ya, para acabar, la
-parda da franca bajada a Ana para la sala magna. Ya allá, Ana zafa
-aldaba tras aldaba hasta dar<span class="pagenum"><a name="page_197" id="page_197"></a>{197}</span> a la plaza. Allá anda Blas. ¡Para, para
-Blas!</p>
-
-<p>Atrás va Ana. ¡Ya llama! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz,
-patas al alazán. ¡Avanza, galán, avanza!</p>
-
-<p>—¡Amada Ana!...</p>
-
-<p>—¡Blas!...</p>
-
-<p>—¡Ya jamás apartarán a Blas para Ana!</p>
-
-<p>—¡Ah, jamás!</p>
-
-<p>—¡Alma amada!...</p>
-
-<p>—¡Abraza a Ana hasta matarla!</p>
-
-<p>—¡Abraza a Blas hasta lanzar la alma!...</p>
-
-<p>A la mañana tras la pasada, alzaba ancla para Málaga la fragata Atlas.
-La cámara daba lar para Blas, para Ana...</p>
-
-<p>Faltaba ya nada para anclar; mas la mar brava, brava, lanza a la playa
-la fragata: la vara.</p>
-
-<p>La mar trabaja las bandas: mas brava, arranca tablas al tajamar; nada
-basta a salvar la fragata. ¡Ah, tantas almas lanzadas al mar, ya
-agarradas a tablas claman, ya nadan para ganar la playa! Blas nada para
-acá, para allá, para hallar a Ana, para salvarla. ¡Ah! tantas brazadas,
-tan gran afán para nada; hállala, mas la halla ya matada. ¡Matada!... Al
-palpar tan gran mal nada <i>bala</i> ya, nada trata alcanzar. Abraza a la
-amada. «¡Amar hasta fracasar!» clama... Ambas<span class="pagenum"><a name="page_198" id="page_198"></a>{198}</span> almas abrazadas bajan a
-la nada<a name="FNanchor_17_17" id="FNanchor_17_17"></a><a href="#Footnote_17_17" class="fnanchor">[17]</a>. La mar traga a Ana, traga a Blas, traga más... ¡ca! ya Ana
-hablaba a Blas para pañal, para fajas, para zarandajas. «¡Mamá, ya,
-acababa Ana. Papá, ya, acababa Blas!...»</p>
-
-<p>Nada habla la Habana para sacar a plaza a Marta, tras las pasadas; mas
-la palma canta hartas hazañas para cardarla la lana.</p>
-
-<p> </p>
-
-<p><i>Et voilà.</i> ¿Quién me dirá el nombre del autor?<span class="pagenum"><a name="page_199" id="page_199"></a>{199}</span></p>
-
-<h2><a name="INDICE" id="INDICE"></a>INDICE</h2>
-
-<table border="0" cellpadding="2" cellspacing="0" summary="">
-
-<tr><th>CUENTOS</th></tr>
-
-<tr><td> </td><td class="rt"><small><i>Pags.</i></small></td></tr>
-<tr><td>El caso de la señorita Amelia (cuento de Año Nuevo).</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_008">8</a></td></tr>
-
-<tr><td>Cuento de Pascua.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_019">19</a></td></tr>
-
-<tr><td>La extraña muerte de Fray Pedro.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_039">39</a></td></tr>
-
-<tr><th>CRÓNICAS</th></tr>
-
-<tr><td>Bajo las luces del sol naciente.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_055">55</a></td></tr>
-
-<tr><td>Mi domingo de Ramos.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_071">71</a></td></tr>
-
-<tr><td>Hombres y pájaros.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_087">87</a></td></tr>
-
-<tr><td>Primavera apolinea.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_103">103</a></td></tr>
-
-<tr><td>Visiones pasadas.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_115">115</a></td></tr>
-
-<tr><td>Los miserables.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_133">133</a></td></tr>
-
-<tr><td>París nocturno.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_153">153</a></td></tr>
-
-<tr><td>Poemas de arte.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_167">167</a></td></tr>
-
-<tr><td>Curiosidades literarias.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_187">187</a></td></tr>
-</table>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_200" id="page_200"></a>{200}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_201" id="page_201"></a>{201}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-b201.jpg" width="254" height="388" alt="Acabóse de imprimir este libro en Madrid, en la
-TIPOGRAFÍA YAGÜES el día xxv de Septiembre del año mcmxviii" title="" />
-
-</div>
-
-<hr />
-
-<p class="cb"><big>EDITORIAL “MUNDO LATINO” APARTADO 502.—MADRID<br /><br />
-CATALOGO PROVISIONAL (EXTRACTO DEL CATÁLOGO GENERAL)</big></p>
-
-<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary=""
-style="margin:auto auto;max-width:80%;">
-<tr><td> </td><td class="rt"><i>Pesetas</i></td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">OBRAS COMPLETAS</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">DE RICARDO DE LEÓN (de la Real Academia Española)</td></tr>
-<tr><td>Edición del Banco de España. Ocho volúmenes en 4.º, encuadernados en tela, con alegorías de Coullaut Valera y retrato del autor, por Vacqué</td><td class="rt">50,00</td></tr>
-<tr><td>A plazos (5 pesetas mensuales)</td><td class="rt">60,00</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">DE FRANCISCO VILLAESPESA</td></tr>
-<tr><td>I.—Intimidades.—Flores de Almendro</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td>II.—Luchas.—Confidencias</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td>III.—La copa del Rey de Thule.—La musa enferma</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td>IV.—El alto de los Bohemios.—Rapsodias</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td>V.—Las horas que pasan. (Veladas de amor)</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td>VI.—Las joyas de Margarita: Breviario de amor.—La</td></tr>
-<tr><td>tela de Penélope.—El milagro del vaso de agua</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td>VIl.—Doña María de Padilla.—La cena de los cardenales</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td>VIII.—El milagro de las rosas.—Resurrección.—Amigas viejas</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td>IX.—Las granadas de rubíes.—Las pupilas de Almotadid.—Las garras de la pantera.—El último Abderramán</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td>X.—Tristitiæ rerum.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td>XI.—La leona de Castilla.—En el desierto.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td>XII.—El rey Galaor.—El triunfo del amor.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">DE RUBÉN DARÍO</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">(Ilustraciones de Ochoa)</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">Tomos publicados:</td></tr>
-<tr><td>I.—La caravana pasa.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>II.—Prosas profanas.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>III.—Tierras solares.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>IV.—Azul.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>V.—Parisiana.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>VI.—Los raros.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>VII.—Cantos de vida y esperanza.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>VIII.—Letras.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>IX.—Canto a la Argentina.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>X.—Opiniones.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>XI.—Poema del otoño y otros poemas.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>XII.—Peregrinaciones.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>Ediciones especiales de lujo.</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">HENRIK IBSEN</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">TEATRO COMPLETO</td></tr>
-<tr><td>I.—Catilina. La tumba del guerrero. La castellana de Ostrat.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>II.—La fiesta de Solhaug. Olaf Liliekrans. Los guerreros en Helgeland.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>III.—Los pretendientes a la corona y La comedia del amor.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>IV.—Brand</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>V.—Peer Gynt</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>VI.—La unión de la juventud. Las columnas de la sociedad. La casa de una muñeca</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>VII.—Emperador y Galileo</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>VIII.—Espectros. Un enemigo del pueblo. El pato silvestre</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>IX.—La casa de Rosmer. La dama del mar. Hedda Gabler</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>X.—El constructor Solness. El niño Eyolf. Al despertar de nuestra muerte</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">JOSÉ FRANCÉS</td></tr>
-<tr><td>El año artístico 1915</td><td class="rt">6,00</td></tr>
-<tr><td><span class="ditto">»</span> <span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela</td><td class="rt">8,00</td></tr>
-<tr><td>El ano artístico 1916 (con 250 grabados)</td><td class="rt">10,00</td></tr>
-<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela</td><td class="rt">12,00</td></tr>
-<tr><td>El año artístico 1917 (con 250 grabados)</td><td class="rt">11,50</td></tr>
-<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela</td><td class="rt">13,00</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">COLECCIÓN DE AUTORES ESPAÑOLES</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">NOVELAS</td></tr>
-<tr><td><i>Edmundo González Blanco.</i>—Jesús de Nazareth</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><i>José Francés.</i>—La estatua de carne</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><span class="ditto">—</span>El alma viajera</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><i>López de Saá.</i>—Los indianos vuelven</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><span class="ditto">—</span>Bruja de amor</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><i>W. Fernández Flórez.</i>—La procesión de los días</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><i>Elías Cerdá.</i>—Don Quijote en la guerra</td><td class="rt">2,00</td></tr>
-<tr><td><i>V. García Martí.</i>—Don Severo Carvallo</td><td class="rt">2,50</td></tr>
-<tr><td><i>María Luisa Latil.</i>—Según labremos.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><span class="ditto">—</span>Genoveva.</td><td class="rt">2,50</td></tr>
-<tr><td><i>Eugenio Noel.</i>—El allegretto de la Sinfonía VII.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><span class="ditto">—</span>Cuentos.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><i>Rafael Cansinos-Assens.</i>—Las cuatro gracias.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><i>Francisco Delicado.</i>—La lozana andaluza.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><i>J. de Lucas Acevedo.</i>—La Caja de Pandora.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><i>Martín de la Cámara.</i>—Vidas llameantes.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">ESTUDIOS Y CRÓNICAS</td></tr>
-<tr><td><i>Emiliano Ramírez Angel.</i>—Bombilla-Sol-Ventas.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><i>J. M. Carretero.</i>—Lo que sé por mí (dos series).</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><i>J. Costa.</i>—Alemania contra España.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><i>Pedro Pellicena.</i>—Los Cosacos.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><i>Margarita de la Torre.</i>—Jardín de damas curiosas.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><i>Fola Igurbide.</i>—El Actor.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><i>Alberto Ghiraldo.</i>—Los nuevos caminos.</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><i>Enciso.</i>—El soneto en España.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">POESÍAS</td></tr>
-<tr><td><i>José Montero.</i>—Yelmo florido (con ilustraciones).</td><td class="rt">4,00</td></tr>
-<tr><td><i>Zurita.</i>—Pícaros y donosos.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><i>Mauricio Bacarisse.</i>—El esfuerzo.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><i>Eliodoro Puche.</i>—Libro de los elogios galantes y de los crepúsculos de otoño.</td><td class="rt">2,50</td></tr>
-<tr><td><span class="ditto">—</span>Corazón de la noche.</td><td class="rt">2,50</td></tr>
-<tr><td><i>Emilio Carrere.</i>—El retablo de los poetas. (Antología).</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">TEATRO</td></tr>
-<tr><td><i>Muñoz Seca y López Núñez.</i>—El Rayo.</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><i>H. Ibsen.</i>—Dramas líricos.</td><td class="rt">2,00</td></tr>
-<tr><td><span class="ditto">—</span>La castellana de Ostrat.</td><td class="rt">2,00</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">LAS GRANDES FIGURAS DE LA GUERRA EUROPEA</td></tr>
-<tr><td>Biografías de los generales: Alberto I de Bélgica.—Joffre.—Sir Jhon French.—Lord Kitchener. Con preciosas fototipias, a</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION DE AUTORES EXTRANJEROS</td></tr>
-<tr><td>Traducidas por <i>Felipe Trigo</i>, <i>Rafael Cansinos</i> y <i>Pedro de Répide.</i></td></tr>
-<tr><td><i>Victoriano de Saussay.</i>—La ciencia del beso</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><i>René Emery.</i>—Santa María Magdalena</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><i>Maquiavelo.</i>—Obras festivas: La Mandrágora.—El P. Alberico.—La Celestina.—El archidiablo Belfegor</td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td><i>Claudia Lemaitre.</i>—Juegos de Damas</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><i>Procopio.</i>—Historia secreta</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><i>Anónimo.</i>—Teatro persa</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">CELEBRIDADES ESPAÑOLAS</td></tr>
-<tr><td>I.—Bécquer (encuadernados en tela)</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>II.—Zorrilla (ídem)</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td>III.—Espronceda (ídem)</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION SELECTA</td></tr>
-<tr><td><i>Tomás de Quincey.</i>—Los últimos días de Kant</td><td class="rt">1,00</td></tr>
-<tr><td><i>Kalidasa.</i>—El reconocimiento de Sakuntala</td><td class="rt">1,00</td></tr>
-<tr><td><i>Rousseau.</i>—Discurso sobre las artes y las ciencias</td><td class="rt">1,00</td></tr>
-<tr><td><span class="ditto">—</span>Origen de la desigualdad entre los hombres</td><td class="rt">1,00</td></tr>
-<tr><td><i>Luciano de Samosata.</i>—La diosa de Siria</td><td class="rt">1,00</td></tr>
-<tr><td><i>L. Sterne.</i>—Viaje sentimental de un inglés a Francia</td><td class="rt">1,00</td></tr>
-<tr><td><i>F. Alvarado.</i>—El filósofo rancio. (Cartas)</td><td class="rt">1,50</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION CIENCIA Y ARTE</td></tr>
-<tr><td><i>Ricardo Yesares.</i>—¿Qué quieres aprender? Electricidad. Encuadernado en tela</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td><span class="ditto">—</span>¿Qué quieres ser? Automovilista. Encuadernado en tela</td><td class="rt">3,50</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">OBRAS VARIAS</td></tr>
-<tr><td><i>Sthendal.</i>—Del amor</td><td class="rt">6,00</td></tr>
-<tr><td><i>E. M. Segovia</i> (Oficial del Banco de España).—Los documentos de crédito</td><td class="rt">5,00</td></tr>
-<tr><td><i>Rivero.</i>—Legislación de clases pasivas. Volumen de 500 páginas, encuadernado en tela</td><td class="rt">10,00</td></tr>
-<tr><td><i>R. Yesares.</i>—Ayuda memoria del mecánico electricista. Un volumen, encuadernado en tela</td><td class="rt">1,50</td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">LIBROS DE CARTAS</td></tr>
-<tr><td>El arte de escribir cartas</td><td class="rt">1,00</td></tr>
-<tr><td>Manual epistolar (encuadernado en tela)</td><td class="rt">2,00</td></tr>
-<tr><td>Cartas amorosas</td><td class="rt">0,60</td></tr>
-<tr><td>Epistolario de amor (encuadernado)</td><td class="rt">2,00</td></tr>
-</table>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-c006.jpg" width="75" height="30" alt="" title="" />
-</div>
-
-<div class="footnotes"><p class="cb">NOTAS:</p>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_1_1" id="Footnote_1_1"></a><a href="#FNanchor_1_1"><span class="label">[1]</span></a> Adahalas, lo mismo que adehalas.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_2_2" id="Footnote_2_2"></a><a href="#FNanchor_2_2"><span class="label">[2]</span></a> Apalambrar, incendiar.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_3_3" id="Footnote_3_3"></a><a href="#FNanchor_3_3"><span class="label">[3]</span></a> Azagaya, dardo.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_4_4" id="Footnote_4_4"></a><a href="#FNanchor_4_4"><span class="label">[4]</span></a> Añadas, el tiempo de un año.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_5_5" id="Footnote_5_5"></a><a href="#FNanchor_5_5"><span class="label">[5]</span></a> Afrancar, dar libertad, licencia.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_6_6" id="Footnote_6_6"></a><a href="#FNanchor_6_6"><span class="label">[6]</span></a> Bajasa, mujer mala.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_7_7" id="Footnote_7_7"></a><a href="#FNanchor_7_7"><span class="label">[7]</span></a> Algar, caverna o cueva.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_8_8" id="Footnote_8_8"></a><a href="#FNanchor_8_8"><span class="label">[8]</span></a> Aspar, atormentar.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_9_9" id="Footnote_9_9"></a><a href="#FNanchor_9_9"><span class="label">[9]</span></a> Asayar, experimentar.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_10_10" id="Footnote_10_10"></a><a href="#FNanchor_10_10"><span class="label">[10]</span></a> Balar, desear ardientemente.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_11_11" id="Footnote_11_11"></a><a href="#FNanchor_11_11"><span class="label">[11]</span></a> Alfana, iglesia. Voz de la germania.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_12_12" id="Footnote_12_12"></a><a href="#FNanchor_12_12"><span class="label">[12]</span></a> Aparar, preparar.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_13_13" id="Footnote_13_13"></a><a href="#FNanchor_13_13"><span class="label">[13]</span></a> Amanar, poner a la mano. Ya la tienes a mano.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_14_14" id="Footnote_14_14"></a><a href="#FNanchor_14_14"><span class="label">[14]</span></a> Atafagar, fatigar, sofocar.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_15_15" id="Footnote_15_15"></a><a href="#FNanchor_15_15"><span class="label">[15]</span></a> Adra, porción de un barrio, barriada.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_16_16" id="Footnote_16_16"></a><a href="#FNanchor_16_16"><span class="label">[16]</span></a> Aya, se dice vulgarmente de las criadas de razón.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_17_17" id="Footnote_17_17"></a><a href="#FNanchor_17_17"><span class="label">[17]</span></a> Almas por cuerpos, Dios me libre de la impiedad.</p></div>
-
-</div>
-
-<hr class="full" />
-
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-<pre>
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-End of the Project Gutenberg EBook of Cuentos y crónicas, by Rubén Darío
-
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-To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
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-
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-
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-number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
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-information can be found at the Foundation's web site and official
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-
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-Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
-Literary Archive Foundation
-
-Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
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-
-
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-works.
-
-Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
-concept of a library of electronic works that could be freely shared
-with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
-Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.
-
-
-Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
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-
-
-Most people start at our Web site which has the main PG search facility:
-
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-
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+<!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" +"http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> + +<html xmlns="http://www.w3.org/1999/xhtml" lang="es" xml:lang="es"> + <head> <link rel="coverpage" href="images/cover.jpg" /> +<meta http-equiv="Content-Type" content="text/html;charset=UTF-8" /> +<title> + The Project Gutenberg eBook of Cuentos y crínicas, por Rubén Darío. +</title> +<style type="text/css"> + p {margin-top:.2em;text-align:justify;margin-bottom:.2em;text-indent:4%;} + +.ast {text-align:center;text-indent:0%;font-weight:bold; +letter-spacing:.5em;margin:1em auto 1em auto;} + +.c {text-align:center;text-indent:0%;} + +.cb {text-align:center;text-indent:0%;font-weight:bold;} + +.ditto {margin-left:1em;margin-right:1em;} + +.red {color:#9F3038;} + +.lettre {font-size:250%;float:left;margin-top:-.5%;padding-right:.03em;} + @media print, handheld + { .lettre + {font-size:150%;} + } + +.nind {text-indent:0%;} + +.r {text-align:right;margin-right: 5%;} +.rt {text-align:right;} + +.sans {font-family:sans-serif,serif;} + +small {font-size: 70%;} + +big {font-size: 130%;} + + h1 {margin-top:5%;text-align:center;clear:both; 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que su voz es +profunda y vibrante al mismo tiempo, y su gesto avasallador y +misterioso, sobre todo después de la publicación de su obra sobre <i>La +plástica de Ensueño</i>, quizás podríais negármelo o aceptármelo con +restricción; pero que su calva es única, insigne, hermosa, solemne, +lírica si gustáis, ¡oh, eso nunca, estoy seguro! ¿Cómo negaríais la luz +del sol, el aroma de las rosas y las propiedades narcóticas de ciertos +versos? Pues bien; esta noche pasada, poco después que saludamos el +toque de las doce con una salva de doce taponazos del más legítimo +Roederer, en el precioso comedor rococó de ese sibarita de judío que se +llama Lowensteinger, la calva del doctor alzaba, aureolada de orgullo, +su gruñido orbe de marfil, sobre el cual, por un capricho de la luz, se +veían sobre el cristal de un espejo las<span class="pagenum"><a name="page_008" id="page_008"></a>{8}</span> llamas de dos bujías que +formaban, no sé cómo, algo así como los cuernos luminosos de Moisés. El +doctor enderezaba hacia mí sus grandes gestos y sus sabias palabras. Yo +había soltado de mis labios, casi siempre silenciosos, una frase banal +cualquiera. Por ejemplo, ésta: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!» La +mirada que el doctor me dirigió y la clase de sonrisa que decoró su boca +después de oir mi exclamación, confieso que hubiera turbado a +cualquiera.</p> + +<p>—Caballero—me dijo saboreando el champaña—; si yo no estuviese +completamente desilusionado de la juventud; si no supiese que todos los +que hoy empezáis a vivir estáis ya muertos, es decir, muertos del alma, +sin fe, sin entusiasmo, sin ideales, canosos por dentro; que no sois +sino máscaras de vida, nada más... sí, sino supiese eso, si viese en vos +algo más que un hombre joven de fin de siglo, os diría que esa frase que +acabáis de pronunciar: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!», tiene en +mí la respuesta más satisfactoria.</p> + +<p>—¡Doctor!</p> + +<p>—Sí, os repito que vuestro escepticismo me impide hablar, como hubiera +hecho en otra ocasión.<span class="pagenum"><a name="page_009" id="page_009"></a>{9}</span></p> + +<p>—Creo—contesté con voz firme y serena—en Dios y su Iglesia. Creo en +los milagros. Creo en lo sobrenatural.</p> + +<p>—En ese caso, voy a contaros algo que os hará sonreir. Mi narración +espero que os hará pensar.</p> + +<p>En el comedor habíamos quedado cuatro convidados, a más de Mina, la hija +del dueño de casa: el periodista Riquet, el abate Pureau, recién enviado +por Hirch, el doctor y yo. A lo lejos oíamos en la alegría de los +salones la palabrería usual de la hora primera del año nuevo: <i>happy new +year! happy new year!</i> ¡Feliz año nuevo!</p> + +<p>El doctor continuó:</p> + +<p>—¿Quién es el sabio que se atreve a decir esto es así? Nada se sabe. +<i>Ignoramus et ignorabimus.</i> ¿Quién conoce a punto fijo la noción del +tiempo? ¿Quién sabe con seguridad lo que es el espacio? Va la ciencia a +tanteo, caminando como una ciega, y juzga a veces que ha vencido cuando +logra advertir un vago reflejo de la luz verdadera. Nadie ha podido +desprender de su círculo uniforme la culebra simbólica. Desde el tres +veces más grande, el Hermes, hasta nuestros días, la mano humana ha +podido apenas alzar una línea del manto que cubre a la eterna Isis.<span class="pagenum"><a name="page_010" id="page_010"></a>{10}</span> +Nada ha logrado saberse con absoluta seguridad en las tres grandes +expresiones de la Naturaleza: hechos, leyes, principios. Yo que he +intentado profundizar en el inmenso campo del misterio, he perdido casi +todas mis ilusiones.</p> + +<p>Yo que he sido llamado sabio en Academias ilustres y libros voluminosos; +yo que he consagrado toda mi vida al estudio de la humanidad, sus +orígenes y sus fines; yo que he penetrado en la cábala, en el ocultismo +y en la teosofía, que he pasado del plan material del <i>sabio</i> al plano +astral del <i>mágico</i> y al plan espiritual del <i>mago</i>, que sé cómo obraba +Apolonio el Thianense y Paracelso, y que he ayudado en su laboratorio, +en nuestros días, al inglés Crookes; yo que ahondé en el Karma búdhico y +en el misticismo cristiano, y sé al mismo tiempo la ciencia desconocida +de los fakires y la teología de los sacerdotes romanos, yo os digo que +<i>no hemos visto los sabios ni un solo rayo de la luz suprema</i>, y que la +inmensidad y la eternidad del <i>misterio</i> forman la única y pavorosa +verdad.</p> + +<p>Y dirigiéndose a mí:</p> + +<p>—¿Sabéis cuáles son los principios del hombre? Grupa, jiba, linga, +sharira, kama, rupa, manas, buddhi, atma, es decir: el cuerpo,<span class="pagenum"><a name="page_011" id="page_011"></a>{11}</span> la +fuerza vital, el cuerpo astral, el alma animal, el alma humana, la +fuerza espiritual y la esencia espiritual...</p> + +<p>Viendo a Minna poner una cara un tanto desolada, me atreví a interrumpir +al doctor:</p> + +<p>—Me parece que íbais a demostrarnos que el tiempo...</p> + +<p>—Y bien, dijo, puesto que no os placen las disertaciones por prólogo, +vamos al cuento que debo contaros, y es el siguiente:</p> + +<p>—Hace veintitrés años, conocí en Buenos Aires a la familia Revall, cuyo +fundador, un excelente caballero francés, ejerció un cargo consular en +tiempo de Rosas. Nuestras casas eran vecinas, era yo joven y entusiasta, +y las tres señoritas Revall hubieran podido hacer competencia a las tres +Gracias. Demás está decir que muy pocas chispas fueron necesarias para +encender una hoguera de amor...</p> + +<p><i>Amooor</i>, pronunciaba el sabio obeso, con el pulgar de la diestra metido +en la bolsa del chaleco, y tamborileando sobre su potente abdomen con +los dedos ágiles y regordetes, y continuó:</p> + +<p>—Puedo confesar francamente que no tenía predilección por ninguna, y +que Luz, Josefina y Amelia ocupaban en mi corazón el mismo lugar. El +mismo, tal vez no; pues los dulces<span class="pagenum"><a name="page_012" id="page_012"></a>{12}</span> al par que ardientes ojos de Amelia, +su alegre y roja risa, su picardía infantil... diré que era ella mi +preferida. Era la menor; tenía doce años apenas, y yo ya había pasado de +los treinta. Por tal motivo, y por ser la chicuela de carácter travieso +y jovial, tratábala yo como niña que era, y entre las otras dos repartía +mis miradas incendiarias, mis suspiros, mis apretones de manos y hasta +mis serias promesas de matrimonio, en una, os lo confieso, atroz y +culpable bigamia de pasión. ¡Pero la chiquilla, Amelia!... Sucedía que, +cuando yo llegaba a la casa, era ella quien primero corría a recibirme, +llena de sonrisas y zalamerías: «¿Y mis bombones?» He aquí la pregunta +sacramental. Yo me sentaba regocijado, después de mis correctos saludos, +y colmaba las manos de la niña de ricos caramelos de rosas y de +deliciosas grajeas de chocolate, los cuales, ella, a plena boca, +saboreaba con una sonora música palatinal, lingual y dental. El por qué +de mi apego a aquella muchachita de vestido a media pierna y de ojos +lindos, no os lo podré explicar; pero es el caso que, cuando por causa +de mis estudios tuve que dejar Buenos Aires, fingí alguna emoción al +despedirme de Luz, que me miraba con anchos ojos doloridos<span class="pagenum"><a name="page_013" id="page_013"></a>{13}</span> y +sentimentales; dí un falso apretón de manos a Josefina, que tenía entre +los dientes, por no llorar, un pañuelo de batista, y en la frente de +Amelia incrusté un beso, el más puro y el más encendido, el más casto y +el más ardiente ¡qué sé yo! de todos los que he dado en mi vida. Y salí +en un barco para Calcuta, ni más ni menos que como vuestro querido y +admirado general Mansilla cuando se fué a Oriente, lleno de juventud y +de sonoras y flamantes esterlinas de oro. Iba yo, sediento ya de las +ciencias ocultas, a estudiar entre los mahatmas de la India lo que la +pobre ciencia occidental no puede enseñarnos todavía. La amistad +epistolar que mantenía con madama Blavatsky, habíame abierto ancho campo +en el país de los fakires, y más de un gurú, que conocía mi sed de +saber, se encontraba dispuesto a conducirme por buen camino a la fuente +sagrada de la verdad. Fuí ¡ay! en busca de la verdad, y si es cierto que +mis labios creyeron saciarse en sus frescas aguas diamantinas, mi sed no +se pudo aplacar. Busqué, busqué con tesón lo que mis ojos ansiaban +contemplar, el Keherpas de Zoroastro, el Kalep persa, el Kovei-Khan de +la filosofía india, el archoeno de Paracelso, el limbuz de Swedemborg; +oí la palabra de<span class="pagenum"><a name="page_014" id="page_014"></a>{14}</span> los monjes budhistas en medio de las florestas del +Thibet; estudié los diez sephiroth de la Kabala, desde el que simboliza +el espacio sin límites hasta el que, llamado Malkuth, encierra el +principio de la vida. Estudié el espíritu, el aire, el agua, el fuego, +la altura, la profundidad, el Oriente, el Occidente, el Norte y el +Mediodía; y llegué casi a comprender y aun a conocer íntimamente a +Satán, Lucifer, Ashtarot, Beelzebutt, Asmodeo, Belphegor, Mabema, +Lilith, Adrameleh y Baal. En mis ansias de comprensión; en mi insaciable +deseo de sabiduría; cuando juzgaba haber llegado al logro de mis +ambiciones, encontraba los signos de mi debilidad y las manifestaciones +de mi pobreza, y estas ideas. Dios, el espacio, el tiempo, formaban la +más impenetrable bruma delante de mis pupilas... Viajé por Asia, Africa, +Europa y América. Ayudé al coronel Olcot a fundar la rama teosófica de +Nueva York. Y a todo esto—recalcó de súbito el doctor, mirando +fijamente a la rubia Minna—¿sabéis lo que es la ciencia y la +inmortalidad de todo? ¡Un par de ojos azules... o negros!<span class="pagenum"><a name="page_015" id="page_015"></a>{15}</span></p> + +<h4>II</h4> + +<p>—¿Y el fin del cuento?—gimió dulcemente la señorita.</p> + +<p>El doctor, más serio que nunca, dijo:</p> + +<p>—Juro, señores, que lo que estoy refiriendo es de una absoluta verdad. +¿El fin del cuento? Hace apenas una semana he vuelto a la Argentina, +después de veintitrés años de ausencia. He vuelto gordo, bastante gordo, +y calvo como una rodilla; pero en mi corazón he mantenido ardiente el +fuego del amor, la vestal de los solterones. Y, por tanto, lo primero +que hice fué indagar el paradero de la familia Revall. «¡Los Revall—me +dijeron—las del caso de Amelia Revall!», y estas palabras acompañadas +con una especial sonrisa. Llegué a sospechar que la pobre Amelia, la +pobre chiquilla... Y buscando, buscando, di con la casa. Al entrar, fuí +recibido por un criado negro y viejo, que llevó mi tarjeta, y me hizo +pasar a una sala donde todo tenía un vago tinte de tristeza. En las +paredes, los espejos estaban cubiertos con velos de luto, y dos grandes +retratos, en los<span class="pagenum"><a name="page_016" id="page_016"></a>{16}</span> cuales reconocí a las dos hermanas mayores, se miraban +melancólicos y oscuros sobre el piano. A poco, Luz y Josefina: «¡Oh, +amigo mío, oh, amigo mío!» Nada más. Luego, una conversación llena de +reticencias y de timideces, de palabras entrecortadas y de sonrisas de +inteligencia tristes, muy tristes. Por todo lo que logré entender, vine +a quedar en que ambas no se habían casado. En cuanto a Amelia, no me +atreví a preguntar nada... Quizás mi pregunta llegaría a aquellos pobres +seres, como una amarga ironía, a recordar tal vez una irremediable +desgracia y una deshonra... En esto vi llegar saltando a una niñita, +cuyo cuerpo y rostro eran iguales en todo a los de mi pobre Amelia. Se +dirigió a mí, y con su misma voz exclamó: «¿Y mis bombones?». Yo no +hallé qué decir.</p> + +<h4>III</h4> + +<p>Las dos hermanas se miraban pálidas, pálidas, y movían la cabeza +desoladamente...</p> + +<p>Mascullando una despedida y haciendo una zurda genuflexión, salí a la +calle, como perseguido<span class="pagenum"><a name="page_017" id="page_017"></a>{17}</span> por algún soplo extraño. Luego lo he sabido +todo. La niña que yo creía fruto de un amor culpable es Amelia, la misma +que yo dejé hace veintitrés años, la cual se ha quedado en la infancia, +ha contenido su carrera vital. Se ha detenido para ella el reloj del +Tiempo, en una hora señalada ¡quién sabe con qué designio del +desconocido Dios!</p> + +<p>El Doctor Z era en este momento todo calvo...</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_018" id="page_018"></a>{18}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_019" id="page_019"></a>{19}</span></p> + +<h3><a name="CUENTO_DE_PASCUA" id="CUENTO_DE_PASCUA"></a>CUENTO DE PASCUA</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_020" id="page_020"></a>{20}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_021" id="page_021"></a>{21}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b021.jpg" width="283" height="279" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i1">Tenía un parecido tan exacto con<br /></span> +<span class="i0">los retratos de María Antonieta...<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_022" id="page_022"></a>{22}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_023" id="page_023"></a>{23}</span></p> + +<h4>I</h4> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-u.png" +width="70" +height="68" +alt="U" + /></span><span class="smcap">na</span> noche deliciosa en verdad... El «réveillon» en ese hotel lujoso y +elegante, donde tanta belleza y fealdad cosmopolita se junta, en la +competencia de las libras, los dólares, los rublos, los pesos y los +francos. Y con la alegría del champagne y la visión de blancores +rosados, de brillos, de gemas. La música luego, discreta, a lo lejos...</p> + +<p>No recuerdo bien quién fué el que me condujo a aquel grupo de damas, +donde florecían la yanqui, la italiana, la argentina... Y mi asombro +encantado ante aquella otra seductora y extraña mujer, que llevaba al +cuello, por todo adorno, un estrecho galón rojo... Luego, un diplomático +que lleva un nombre ilustre me presentó al joven alemán políglota, fino, +de un admirable don de palabra, que iba, de belleza en belleza, diciendo +las cosas<span class="pagenum"><a name="page_024" id="page_024"></a>{24}</span> agradables y ligeras que placen a las mundanas.</p> + +<p>—M. Wolfhart, me había dicho el ministro. Un hombre amenísimo. Conversé +largo rato con el alemán, que se empeñó que hablásemos castellano y, por +cierto, jamás he encontrado un extranjero de su nacionalidad que lo +hablase tan bien. Me refirió algo de sus viajes por España y la América +del Sur. Me habló de amigos comunes y de sus aficiones ocultistas. En +Buenos Aires había tratado a un gran poeta y a un mi antiguo compañero, +en una oficina pública, el excelente amigo Patricio... En Madrid... Al +poco rato teníamos las más cordiales relaciones. En la atmósfera de +elegancia del hotel llamó mi atención la señora que apareció un poco +tarde, y cuyo aspecto evocaba en mí algo de regio y de elegante a la +vez. Como yo hiciese notar a mi interlocutor mi admiración y mi +entusiasmo, Wolfhart me dijo por lo bajo, sonriendo de cierto modo:</p> + +<p>«¡Fíjese usted! ¡Una cabeza histórica! ¡Una cabeza histórica!» Me fijé +bien. Aquella mujer tenía por el perfil, por el peinado, si no con la +exageración de la época, muy semejante a las «coiffures à la Cléopâtre», +por el aire, por la manera y, sobre todo, después<span class="pagenum"><a name="page_025" id="page_025"></a>{25}</span> que me intrigara +tanto un galón rojo que llevaba por único adorno en el cuello, tenía, +digo, un parecido tan exacto con los retratos de la reina María +Antonieta, que por largo rato permanecí contemplándola en silencio. ¿En +realidad, era una cabeza histórica? Y tan histórica por la vecindad... A +dos pasos de allí, en la plaza de la Concordia... Sí, aquella cabeza que +se peinara a «la circasiana», «à la Belle Poule», «al casco inglés», «al +gorro de candor», «à la queue en flambeau d’amour», «à la chien +couchant», «à la Diane», a la tantas cosas más, aquella cabeza...</p> + +<p>Se sentó la dama a un extremo del hall, y la única persona con quien +hablara fué Wolfhart, y hablaron, según me pareció, en alemán. Los vinos +habían puesto en mi imaginación su movimiento de brumas de oro, y +alrededor de la figura de encanto y de misterio hice brotar un vuelo de +suposiciones exquisitas. La orquesta, con las oportunidades de la +casualidad, tocaba una pavana. Cabelleras empolvadas, «moscas asesinas», +trianones de realizados ensueños, galantería pomposa y libertinaje +encintado de poesía, tantas imágenes adorables, tanta gracia sutil o +pimentada, de página de memoria, de anécdotas, de correspondencia, de +pánfleto... Me<span class="pagenum"><a name="page_026" id="page_026"></a>{26}</span> venían al recuerdo versos de los más lindos escritos con +tales temas, versos de Montesquiou Fezensac, de Regnier, los preciosos +poemas italianos de Lucini... Y con la fantasía dispuesta, los cuentos +milagrosos, las materializaciones estudiadas por los sabios de los +libros arcanos, las posibilidades de la ciencia, que no son sino las +concesiones a un enigma cada día más hondo, a pesar de todo... La fácil +excitabilidad de mi cerebro estuvo pronto en acción. Y, cuando después +de salir de mis cogitaciones, pregunté al alemán el nombre de aquella +dama, y él me embrolló la respuesta, repitiendo tan sólo lo de lo +histórico de la cabeza, no quedé ciertamente satisfecho. No creí +correcto insistir; pero, como siguiendo en la charla yo felicitase a mi +flamante amigo por haber en Alemania tan admirables ejemplares de +hermosura, me dijo vagamente: «No es de Alemania, es de Austria». Era +una belleza «austriaca...» Y yo buscaba la distinta semejanza de detalle +con los retratos de Kucharsky, de Riotti, de Boizont, y hasta con las +figuras de cera de los sótanos del museo Grevin...<span class="pagenum"><a name="page_027" id="page_027"></a>{27}</span></p> + +<h4>II</h4> + +<p>—Es temprano aún me dijo Wolfhart, al dejarle en la puerta del hotel en +que habitaba. Pase usted un momento, charlaremos algo más antes de mi +partida. Mañana me voy de París, y quién sabe cuándo nos volveremos a +encontrar. Entre usted. Tomaremos, a la inglesa, un «whisky-and-soda» y +le mostraré algo interesante. Subimos a su cuarto por el ascensor. Un +«valet» nos hizo llevar el bebedizo británico, y el alemán sacó un +cartapacio lleno de viejos papeles. Había allí un retrato antiguo, +grabado en madera.</p> + +<p>—He aquí, me dijo, el retrato de un antecesor mío, Theobald Wolfhart, +profesor de la Universidad de Heidelberg. Este abuelo mío fué +posiblemente un poco brujo, pero de cierto, bastante sabio. Rehizo la +obra de Julius Obsequens sobre los prodigios, impresa por Aldo Manucio, +y publicó un libro famoso, el <i>Prodigiorum ac ostentorum chronicon</i>, un +infolio editado en Basilea, en 1557. Mi antepasado no lo publicó con su +nombre, sino bajo el pseudónimo de Conrad Lycosthenes.<span class="pagenum"><a name="page_028" id="page_028"></a>{28}</span> Theobald +Wolfhart era un filósofo sano de corazón, que, a mi entender, practicaba +la magia blanca. Su tiempo fué terrible, lleno de crímenes y desastres. +Aquel moralista empleó la revelación para combatir las crueldades y +perfidias, y expuso a las gentes, con ejemplos extraordinarios, cómo se +manifiestan las amenazas de lo invisible por medio de signos de espanto +y de incomprensibles fenómenos. Un ejemplo será la aparición del cometa +de 1557, que no duró sino un cuarto de hora, y que anunció sucesos +terribles. Signos en el cielo, desgracias en la tierra. Mi abuelo habla +de ese cometa que él vió en su infancia y que era enorme, de un color +sangriento, que en su extremidad se tornaba del color del azafrán. Vea +usted esta estampa que lo representa, y su explicación por Lycosthenes. +Vea usted los prodigios que vieron sus ojos. Arriba hay un brazo armado +de una colosal espada amenazante, tres estrellas brillan en la +extremidad, pero la que está en la punta es la mayor y más +resplandeciente. A los lados hay espadas y puñales, todo entre un +círculo de nubes, y entre esas armas hay unas cuantas cabezas de +hombres. Más tarde escribía sobre tales fantásticas maravillas Simon +Goulard, refiriéndose al cometa: «Le<span class="pagenum"><a name="page_029" id="page_029"></a>{29}</span> regard d’icelle donna telle +frayeur a plusieurs qu’aucuns en moururent; autres tombèrent malades». Y +Petrus Greusserus, discípulo de Lichtenberg—el astrólogo—dice un +autor, que, habiendo sometido el fenómeno terrible a las reglas de su +arte, sacó las consecuencias naturales, y tales fueron los pronósticos, +que los espíritus más juiciosos padecieron perturbación durante más de +medio siglo. Si Lycosthenes señala los desastres de Hungría y de Roma, +Simon Goulard habla de las terribles asolaciones de los turcos en tierra +húngara, el hambre en Suabia, Lombardía y Venecia, la guerra en Suiza, +el sitio de Viena de Austria, sequía en Inglaterra, desborde del Océano +en Holanda y Zelanda y un terremoto que duró ocho días en Portugal. +Lycosthenes sabía muchas cosas maravillosas. Los peregrinos que +retornaban de Oriente contaban visiones celestes. ¿No se vió en 1480 un +cometa en Arabia, de apariencia amenazante y con los atributos del +Tiempo y de la Muerte? A los fatales presagios sucedieron las +devastaciones de Corintia, la guerra en Polonia. Se aliaron Ladislao y +Matías el Huniada. Vea usted este rasgo de un comentador: «Las nubes +tienen sus flotas como el aire sus ejércitos»; pero Lycosthenes,<span class="pagenum"><a name="page_030" id="page_030"></a>{30}</span> que +vivía en el centro de Alemania, no se asienta sobre tal hecho. Dice que +en el año 114 de nuestra era, simulacros de navíos se vieron entre las +nubes. San Agobardo, obispo de Lyon, está más informado. Él sabe a +maravilla a qué región fantástica se dirigen esas ligeras naves. Van al +país de Magonia, y sólo por reserva el santo prelado no dice su +itinerario. Esos barcos iban dirigidos por los hechiceros llamados +<i>tempestarii</i>. Mucho más podría referirle, pero vamos a lo principal. Mi +antecesor llegó a descubrir que el cielo y toda la atmósfera que nos +envuelve están siempre llenos de esas visiones misteriosas, y con ayuda +de un su amigo alquimista llegó a fabricar un elixir que permite +percibir de ordinario lo que únicamente por excepción se presenta a la +mirada de los hombres. Yo he encontrado ese secreto, concluyó Wolfhart, +y aquí, agregó sonriendo, tiene usted el milagro en estas pastillas +comprimidas. ¿Un poquito más de whisky?</p> + +<p>No había duda de que el alemán era hombre de buen humor y aficionado, no +solamente al alcohol inglés, sino a todos los paraísos artificiales. +Así, me parecía ver en la caja de pastillas que me mostraba, algún +compuesto de opio o de cáñamo indiano.<span class="pagenum"><a name="page_031" id="page_031"></a>{31}</span></p> + +<p>—Gracias—le dije—no he probado nunca, ni quiero probar el influjo de +la «droga sagrada». Ni hachis, ni el veneno de Quincey...</p> + +<p>—Ni una cosa ni otra. Es algo vigorizante, admirable hasta para los +menos nerviosos.</p> + +<p>Ante la insistencia y con el último sorbo de whisky, tomé la pastilla, y +me despedí. Ya en la calle, aunque hacía frío, noté que circulaba por +mis venas un calor agradable. Y olvidando la pastilla, pensé en el +efecto de las repetidas libaciones. Al llegar a la plaza de la +Concordia, por el lado de los Campos Elíseos, noté que no lejos de mí +caminaba una mujer. Me acerqué un tanto a ella y me asombré al verla a +aquellas horas, a pie y soberbiamente trajeada, sobre todo cuando a la +luz de un reverbero vi su gran hermosura y reconocí en ella a la dama +cuyo aspecto me intrigase en el «réveillon»: la que tenía por todo +adorno en el cuello blanquísimo un fino galón rojo, rojo como una +herida. Oí un lejano reloj dar unas horas. Oí la trompa de un automóvil. +Me sentía como poseído de extraña embriaguez. Y, apartando de mí toda +idea de suceso sobrenatural, avancé hacia la dama que había pasado ya el +obelisco y se dirigía del lado de las Tullerías.<span class="pagenum"><a name="page_032" id="page_032"></a>{32}</span></p> + +<p>—«Madame, le dije, madame...» Había comenzado a caer como una vaga +bruma, llena de humedad y de frío, y el fulgor de las luces de la plaza +aparecía como diluído y fantasmal. La dama me miró al llegar a un punto +de la plaza; de pronto, me apareció como el escenario de un +cinematógrafo. Había como apariencias de muchas gentes en un ambiente +como el de los sueños, y yo no sabría decir la manera con que me sentí +como en una existencia a un propio tiempo real y cerebral... Alcé los +ojos y vi en el fondo opaco del cielo las mismas figuras que en la +estampa del libro de Lycosthenes, el brazo enorme, la espada enorme, +rodeados de cabezas. La dama, que me había mirado, tenía un aspecto +tristemente fatídico, y, cual por la obra de un ensalmo, había cambiado +de vestiduras, y estaba con una especie de fichu cuyas largas puntas le +caían por delante; en su cabeza ya no había el peinado a «la Cléopatre», +sino una pobre cofia bajo cuyos bordes se veían los cabellos +emblanquecidos. Y luego, cuando iba a acercarme más, percibí a un lado +como una carreta, y unas desdibujadas figuras de hombres con tricornios +y espadas y otras con picas. A otro lado un hombre a caballo, y luego +una especie de tablado...<span class="pagenum"><a name="page_033" id="page_033"></a>{33}</span> ¡Oh, Dios, naturalmente!: he aquí la +reproducción de lo «ya visto»... ¿En mí hay reflexión aún en este +instante? Sí, pero siento que lo invisible, entonces visible, me rodea. +Sí, es la guillotina. Y, tal en las pesadillas, como si sucediese, veo +desarrollarse—¿he hablado ya de cinematógrafo?—la tragedia... Aunque +por no sé cual motivo no pude darme cuenta de los detalles, vi que la +dama me miró de nuevo, y bajo el fulgor color de azafrán que brotaba de +la visión celeste y profética, brazo, espadas, nubes y cabezas, vi cómo +caía, bajo el hacha mecánica, la cabeza de aquella que poco antes, en el +salón del hotel, me admirara con su encanto galante y real, con su aire +soberbio, con su cuello muy blanco, adornado con un único galón color de +sangre.</p> + +<h4>III</h4> + +<p>¿Cuánto tiempo duró aquel misterioso espectáculo? No lo sabría decir, +puesto que ello fué bajo el imperio desconocido en que la ciencia anda a +tientas; el tiempo en que el<span class="pagenum"><a name="page_034" id="page_034"></a>{34}</span> ensueño no existe, y mil años, según +observaciones experimentales, pueden pasar en un segundo. Todo aquello +había desaparecido, y, dándome cuenta del lugar en donde me encontraba, +avancé siempre hacia el lado de las Tullerías. Avancé y me vi entre el +jardín, y no dejé de pensar rapidísimamente cómo era que las puertas +estaban aun abiertas. Siempre bajo la bruma pálida de aquellas nocturnas +horas, seguí adelante. Saldré, me dije, por la primera puerta del lado +de la calle Rivoli, que quizás esté también abierta... ¿Cómo no ha de +estar abierta?... ¿Pero era o no era aquel jardín el de las Tullerías? +Arboles, árboles de obscuros ramajes en medio del invierno... Tropecé al +dar un paso con algo semejante a una piedra, y me llené, en medio de mi +casi inconsciencia, de una sorpresa pavorosa, cuando escuché un ¡ay! +semejante a una queja, parecido a una palabra entrecortada y ahogada; +una voz que salía de aquello que mi pie había herido, y que era, no una +piedra, sino una cabeza. Y alzando hacia el cielo la mirada vi la faz de +la luna en el lugar en que antes la espada formidable, y allí estaban +las cabezas de la estampa de Lycosthenes. Y aquel jardín, que se +extendía vasto cual una selva, me llenó del encanto<span class="pagenum"><a name="page_035" id="page_035"></a>{35}</span> grave que había en +su recinto de prodigio. Y a través de velos de ahumado oro refulgía +tristemente en lo alto la cabeza de la luna. Después me sentí como en +una certeza de poema y de libro santo, y, como por un motivo +incoherente, resonaban en la caja de mi cerebro las palabras: «¡Ultima +hora! ¡Trípoli! ¡La toma de Pekín!» leídas en los diarios del día, +Conforme con mis anhelos de lo divino, experimentando una inexpresable +angustia, pensé: «¡Oh, Dios! ¡Oh, Señor! ¡Padre nuestro...!»</p> + +<p>Volví la vista y vi a un lado, en una claridad dulce y dorada, una forma +de lira, y sobre la lira una cabeza igual a la del Orfeo de Gustave +Moreau, del Luxemburgo. La faz expresaba pesadumbre, y alrededor había +como un movimiento de seres, de los que se llaman animados porque almas +se manifiestan por el movimiento, y de los que se llaman inanimados +porque su movimiento es íntimo y latente. Y oí que decía, según me ayuda +mi recuerdo, aquella cabeza: «¡Vendrá, vendrá el día de la concordia, y +la lira será entonces consagrada en la pacificación!» Y cerca de la +cabeza de Orfeo vi una rosa milagrosa, y una hierba marina, y que iba +avanzando hacia ellas una tortuga de oro.<span class="pagenum"><a name="page_036" id="page_036"></a>{36}</span></p> + +<p>Pero oí un gran grito al otro lado. Y el grito, como el de un coro, de +muchas voces. Y a la luz que os he dicho, vi que quien gritaba era un +árbol, uno de los árboles coposos, lleno de cabezas por frutos, y pensé +que era el árbol de que habla el libro sagrado de los musulmanes. Oí +palabras en loor de la grandeza y omnipotencia de Alá. Y bajo el árbol +había sangre.</p> + +<p>Haciendo un esfuerzo, quise ya no avanzar, sino retroceder a la salida +del jardín, y vi que por todas partes salían murmullos, voces, palabras +de innumerables cabezas que se destacaban en la sombra como aureoladas, +o que surgían entre los troncos de los árboles. Como acontece en los +instantes dolorosos de algunas pesadillas, pensé que todo lo que me +pasaba era un sueño, para disminuir un tanto mi pavor. Y en tanto, pude +<i>reconocer</i> una temerosa y abominable cabeza asida por la mano blanca de +un héroe, asida de su movible e infernal toisón de serpientes: la tantas +veces maldecida cabeza de Medusa. Y de un brazo, como de carne de oro de +mujer, pendía otra cabeza, una cabeza con barba ensortijada y oscura, y +era la cabeza del guerrero Holofernes. Y la cabeza de Juan el Bautista; +y luego, como viva, de una<span class="pagenum"><a name="page_037" id="page_037"></a>{37}</span> vida singular, la cabeza del Apostol que en +Roma hiciera brotar el agua de la tierra; y otra cabeza que Rodrigo Díaz +de Vivar arrojó, en la cena de la venganza, sobre la mesa de su padre.</p> + +<p>Y otras que eran la del rey Carlos de Inglaterra y la de la reina María +Estuardo... Y las cabezas aumentaban, en grupos, en amontonamientos +macabros, y por el espacio pasaban relentes de sangre y de sepulcro; y +eran las cabezas hirsutas de los dos mil halconeros de Bayaceto; y las +de las odaliscas degolladas en los palacios de los reyes y potentados +asiáticos; y las de los innumerables decapitados por su fe, por el odio, +por la ley de los hombres; las de los decapitados de las hordas +bárbaras, de las prisiones y de las torres reales, las de los +Gengiskanes, Abdulhamides y Behanzines...</p> + +<p>Dije para mí: ¡Oh, mal triunfante! ¿Siempre seguirás sobre la faz de la +tierra? ¿Y tú, París, cabeza del mundo, serás también cortada con hacha, +arrancada de tu cuerpo inmenso?</p> + +<p>Cual si hubiesen sido escuchadas mis interiores palabras, de un grupo en +que se veía la cabeza de Luis XVI, la cabeza de la princesa de Lamballe, +cabezas de nobles y cabezas<span class="pagenum"><a name="page_038" id="page_038"></a>{38}</span> de revolucionarios, cabezas de santos y +cabezas de asesinos, avanzó una figura episcopal que llevaba en sus +manos su cabeza, y la cabeza del mártir Dionisio, el de las Galias, +exclamó:—¡En verdad os digo, que Cristo ha de resucitar!</p> + +<p>Y al lado del apostólico decapitado vi a la dama del hall del hotel, a +la dama austriaca con el cuello desnudo; pero en el cual se veía como un +galón rojo, una herida purpúrea, y María Antonieta, dijo:—¡Cristo ha de +resucitar! Y la cabeza de Orfeo, la cabeza de Medusa, la cabeza de +Holofernes, la cabeza de Juan y la de Pablo, el árbol de cabezas, el +bosque de cabezas, la muchedumbre fabulosa de cabezas, en el hondo +grito, clamó:</p> + +<p>—«¡Cristo ha de resucitar! ¡Cristo ha de resucitar!...»</p> + +<p>—Nunca es bueno dormir inmediatamente después de comer—concluyó mi +buen amigo el doctor.<span class="pagenum"><a name="page_039" id="page_039"></a>{39}</span></p> + +<h3><a name="LA_EXTRANA_MUERTE_DE_FRAY_PEDRO" id="LA_EXTRANA_MUERTE_DE_FRAY_PEDRO"></a>LA EXTRAÑA MUERTE DE FRAY PEDRO</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_040" id="page_040"></a>{40}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_041" id="page_041"></a>{41}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b041.jpg" width="270" height="530" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">Ilustrísimo señor, a Fray Pedro<br /></span> +<span class="i0">lo henos encontrado muerto.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_042" id="page_042"></a>{42}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_043" id="page_043"></a>{43}</span></p> + +<h4>I</h4> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-v.png" +width="70" +height="70" +alt="V" + /></span><span class="smcap">isitando</span> el convento de una ciudad española, no ha mucho tiempo, el +amable religioso que nos servía de cicerone, al pasar por el cementerio, +me señaló una lápida, en que leí únicamente: <i>Hic iacet frater Petrus</i>.</p> + +<p>—Este—me dijo—fué uno de los vencidos por el diablo.</p> + +<p>—Por el viejo diablo que ya chochea—le dije.</p> + +<p>—No—me contestó—; por el demonio moderno que se escuda con la +Ciencia.—Y me narró el sucedido.</p> + +<p>Fray Pedro de la Pasión era un espíritu perturbado por el maligno +espíritu que infunde el ansia de saber. Flaco, anguloso nervioso, +pálido, dividía sus horas conventuales entre la oración, las disciplinas +y el laboratorio, que le era permitido por los bienes que atraía a la +comunidad. Había estudiado,<span class="pagenum"><a name="page_044" id="page_044"></a>{44}</span> desde muy joven, las ciencias ocultas. +Nombraba, con cierto énfasis, en las horas de conversación, a +Paracelsus, a Alberto el Grande; y admiraba profundamente a ese otro +fraile Schawartz, que nos hizo el diabólico favor de mezclar el salitre +con el azufre.</p> + +<p>Por la ciencia había llegado hasta penetrar en ciertas iniciaciones +astrológicas y quiromáticas; ella le desviaba de la contemplación y del +espíritu de la Escritura. En su alma se había anidado el mal de la +curiosidad, que perdían a nuestros primeros padres. La oración misma era +olvidada con frecuencia, cuando algún experimento le mantenía cauteloso +y febril. Como toda lectura le era concedida y tenía a su disposición la +rica biblioteca del convento, sus autores no fueron siempre los menos +equívocos. Así llegó hasta pretender probar sus facultades de zahorí, y +a poner a prueba los efectos de la magia blanca. No había duda de que +estaba en gran peligro su alma, a causa de su sed de saber y de su +olvido de que la ciencia constituye, en el principio, el alma de la +Serpiente que ha de ser la esencial potencia del Antecristo, y que para +el verdadero varón de fe, <i>initium sapientiæ est timor Domini</i>.<span class="pagenum"><a name="page_045" id="page_045"></a>{45}</span></p> + +<h4>II</h4> + +<p>¡Oh, ignorancia feliz, santa ignorancia! ¡Fray Pedro de la Pasión no +comprendía tu celeste virtud, que ha hecho ciertos a los Celestinos! +Huysmans se ha extendido sobre todo ello. Virtud que pone un celestial +nimbo a algunos mínimos, de Dios queridos, entre los esplendores +místicos y milagrosos de las hagiografías.</p> + +<p>Los doctores explican y comentan altamente, cómo ante los ojos del +Espíritu Santo las almas de amor son de mayor manera glorificadas que +las almas de entendimiento. Ernest Hello ha pintado, en los sublimes +<i>traux</i> de sus Fisonomías de Santos, a esos beneméritos de la caridad, a +esos favorecidos de la humildad, a esos seres columbinos, simples y +blancos como los lirios, limpios de corazón, pobres de espíritu, +bienaventurados hermanos de los pajaritos del Señor, mirados con ojos +cariñosos y sororales por la puras estrellas del firmamento. Joris Karl, +el merecido beato, quizá más tarde consagrado, a pesar de la literatura, +en el<span class="pagenum"><a name="page_046" id="page_046"></a>{46}</span> maravilloso libro en que Durtal se convierte, viste de +resplandores paradiasíacos al lego guardapuercos que hace bajar a la +pocilga la admiración de los coros arcangélicos, y al aplauso de las +potestades de los cielos. Y Fray Pedro de la Pasión no comprendía eso...</p> + +<p>El, desde luego creía, creía con la fe de un indiscutible creyente. Mas +el ansia de saber le azuzaba el espíritu, le lanzaba a la averiguación +de secretos de la naturaleza y de la vida, a tal punto, que no se daba +cuenta de cómo esa sed de saber, ese deseo indominable de penetrar en lo +vedado y en lo arcano de universo era obra del pecado, y añagaza del +Bajísimo, para impedirle de esa manera su consagración absoluta a la +adoración del Eterno Padre. Y la última tentación sería fatal.</p> + +<h4>III</h4> + +<p>Acaeció el caso no hace muchos años. Llegó a manos de Fray Pedro un +periódico en que se hablaba detalladamente de todos los<span class="pagenum"><a name="page_047" id="page_047"></a>{47}</span> progresos +realizados en radiografía, gracias al descubrimiento del alemán +Röentgen, quien llegara a encontrar el modo de fotografiar a través de +los cuerpos opacos. Supo lo que se comprendía en el tubo Crookes, de la +luz catódica, del rayo X. Vió el facsimil de una mano cuya anatomía se +transparentaba claramente, y la patente figura de objetos retratados +entre cajas y bultos bien cerrados.</p> + +<p>No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era un ansia +de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrílego que en ello se +contenía, punzaba sus anhelos...</p> + +<p>¿Cómo podría él encontrar un aparato como los aparatos de aquellos +sabios, y que le permitiera llevar a cabo un oculto pensamiento, en que +se mezclaban su teología y sus ciencias físicas...? ¿Cómo podría +realizar en su convento las mil cosas que se amontonaban en su enferma +imaginación?</p> + +<p>En las horas litúrgicas de los rezos y de los cánticos, notábanlo todos +los otros miembros de la comunidad, ya meditabundo, ya agitado como por +súbitos sobresaltos, ya con la faz encendida por repentina llama de +sangre, ya con la mirada como estática, fija en<span class="pagenum"><a name="page_048" id="page_048"></a>{48}</span> lo alto, o clavada en +la tierra. Y era la obra de la culpa que se afianzaba en el fondo de +aquel combatido pecho, el pecado bíblico de la curiosidad, el pecado +omnitranscendente de Adán, junto al árbol de la ciencia del Bien y del +Mal. Y era mucho más que una tempestad bajo un cráneo... Múltiples y +raras ideas se agolpaban en la mente del religioso, que no encontraba la +manera de adquirir los preciosos aparatos. ¡Cuánto de su vida no daría +él por ver los peregrinos instrumentos de los sabios nuevos en su pobre +laboratorio de fraile aficionado, y poder sacar <i>las anheladas pruebas</i>, +hacer los mágicos ensayos que abrirían una nueva era en la sabiduría y +en la convicción humanas... Él ofrecería más de lo que se ofreció a +Santo Tomás... Si se fotografiaba ya lo interior de nuestro cuerpo, bien +podría pronto el hombre llegar a descubrir visiblemente la naturaleza y +origen del alma; y, aplicando la ciencia a las cosas divinas, como +podría permitirlo el Espíritu Santo, ¿por qué no aprisionar en las +visiones de los éxtasis y en las manifestaciones de los espíritus +celestiales, sus formas exactas y verdaderas?</p> + +<p>¡Si en Lourdes hubiese habido un Kodak, durante el tiempo de las +visiones de Bernardetta!<span class="pagenum"><a name="page_049" id="page_049"></a>{49}</span> ¡Si en el momento en que Jesús, o su Santa +Madre, favorecen con su presencia corporal a señalados fieles, se +aplicase convenientemente la cámara obscura...!</p> + +<p>¡Oh, cómo se convencerían los impíos, cómo triunfaría la religión! Así +cavilaba, así se estrujaba el cerebro el pobre fraile, tentado por uno +de los más encarnizados príncipes de las tinieblas.</p> + +<h4>IV</h4> + +<p>Y avino que, en uno de esos momentos, en uno de los instantes en que su +deseo era más vivo, en hora en que debía estar entregado a la disciplina +y a la oración, en su celda se presentó a su vista uno de los hermanos +de la comunidad, llevándole un envoltorio bajo el hábito.</p> + +<p>—Hermano, le dijo, os he oído decir que deseábais una de esas máquinas, +como esas con que los sabios están maravillando al mundo. Os la he +podido conseguir. Aquí la tenéis.</p> + +<p>Y depositando el envoltorio en manos del<span class="pagenum"><a name="page_050" id="page_050"></a>{50}</span> asombrado Fray Pedro, +desapareció, sin que éste tuviese tiempo de advertir que, debajo del +hábito, se habían mostrado, en el momento de la desaparición, dos patas +de chivo.</p> + +<p>Fray Pedro, desde el día del misterioso regalo, consagróse a sus +experimentos. Faltaba a maitines, no asistía a la Misa excusándose como +enfermo. El padre provincial solía amonestarle, y todos le veían pasar +extraño y misterioso y temían por la salud de su cuerpo y por la de su +alma.</p> + +<p>Y perseguía su idea dominante. Probó la máquina en sí mismo, en frutos, +llaves, dentro de libros y demás cosas usuales. Hasta que un día...</p> + +<p>O más bien una noche, el desventurado se atrevió, <i>por fin</i>, a realizar +su pensamiento. Dirigióse al templo, receloso, a pasos callados. Penetró +en la nave principal y se dirigió al altar en que, en el tabernáculo, se +hallaba expuesto el Santísimo Sacramento. Sacó el copón. Tomó una +sagrada forma. Salió veloz para su celda.<span class="pagenum"><a name="page_051" id="page_051"></a>{51}</span></p> + +<h4>V</h4> + +<p>Al día siguiente, en la celda de Fray Pedro, se hallaba el Sr. Arzobispo +delante del padre provincial.</p> + +<p>—Ilustrísimo señor, decía éste; a Fray Pedro le hemos encontrando +muerto. No andaba muy bien de la cabeza. Esos sus estudios creo que le +causaron daño.</p> + +<p>—¿Ha visto su reverencia esto?—dijo su señoría ilustrísima, +mostrándole una revelada placa fotográfica que recogió del suelo, y en +la cual se hallaba, con los brazos desclavados y una dulce mirada en sus +divinos ojos, la imagen de Nuestro Señor Jesucristo.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_052" id="page_052"></a>{52}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_053" id="page_053"></a>{53}</span></p> + +<h2><a name="CRONICAS" id="CRONICAS"></a> +<img src="images/illus-b053.jpg" width="329" height="462" alt="CRÓNICAS" title="" /> +</h2> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_054" id="page_054"></a>{54}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_055" id="page_055"></a>{55}</span></p> + +<h3><a name="BAJO_LAS_LUCES_DEL_SOL_NACIENTE" id="BAJO_LAS_LUCES_DEL_SOL_NACIENTE"></a>BAJO LAS LUCES<br /> +DEL SOL NACIENTE</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_056" id="page_056"></a>{56}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_057" id="page_057"></a>{57}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b057.jpg" width="310" height="472" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">Los cerezos florecían, y entre sus ramas<br /></span> +<span class="i0">alegres se divisaba un monte azul.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_058" id="page_058"></a>{58}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_059" id="page_059"></a>{59}</span></p> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-e.png" +width="71" +height="74" +alt="E" + /></span><span class="smcap">ra</span> el país de oro y seda, y en el aire fino como de cristal volaban las +cigüeñas, y se esponjaban los crisantemos del biombo. Los cerezos +florecían, y entre sus ramas alegres se divisaba un monte azul. Una rana +de madera labrada era igual a las ranas del pantano. Sobre la laca negra +corría un arroyo dorado. Muñecas de carne, con la cabellera atravesada +por alfileres áureos, hacían reverencias sonrientes, y gestos menudos. +En las casas de papel, en la ignorancia feliz del pudor, se bañaban las +niñas. Cortesanas ingenuas servían el té en tacitas de Liliput. En los +«kimonos» historiados se envolvían cuerpos casi impúberes e +inocentemente venales. Se hablaba de un viejo llamado Hokusai, que se +llamaba a sí mismo «el loco del dibujo». Floreros raros se llenaban de +flores extrañas ante los budhas risueños. Nobles daimios hacían lucir al +sol curvos sables de largo puño. Los «netskes» y las máscaras +reproducían faces joviales o aterrorizadas, caras<span class="pagenum"><a name="page_060" id="page_060"></a>{60}</span> de brujas o +regordetas caras infantiles. Al amor de una naturaleza como de fantasía, +se vivía una vida casi de sueño.</p> + +<p>Artistas y artesanos realizaban labores extraordinarias, que llegaban a +las naciones lejanas como de imperios de cuento. Se educaba la sonrisa y +se inculcaba la afabilidad. Se conservaban con respeto las antiguas y +sagradas tradiciones en el dulce ambiente de una existencia sencilla. Se +desconocía el egoísmo y se practicaba la más perfecta y blanda cortesía. +Los preceptos del viejo Confucio ordenaban la severidad y la +imparcialidad a jueces ceremoniosos. Había un profundo concepto de la +justicia y de la virtud, un aspecto innato de la superioridad +jerárquica, y el superior era bondadoso, y sumiso y sagaz el inferior. +Bonzos sabios enseñaban la fuerza de las plegarias y la fe en las +potencias ocultas. La paciencia y la tenacidad eran virtudes comunes; +eran desconocidas, o raras, la doblez, la inquina, la traición. La +poesía se mezclaba a la vida cotidiana. El amable «saké» hacía cantar +más tiernamente a las «samisén». Se tenían para el huésped los más +amables «sayonaras». Se pasaban horas de miel y caricias, con sutiles +amorosas que tenían nombres de<span class="pagenum"><a name="page_061" id="page_061"></a>{61}</span> piedras ricas, de pájaros lindos, de +flores exquisitas. Gloriosos «samurayes» se vestían como grandes y +metálicos insectos. Viejos peregrinos sabían fábulas e historias +inauditas. Pintores únicos tomaban detalles de la naturaleza y de la +vida, de manera que detenían en un papel de seda el aletazo de una +carpa, el salto de un tigre o el vuelo de una garza. Campesinos +pacientes sembraban el arroz al abrigo de sus agudos sombreros de floja +paja. Se tenía el culto preciso de los antepasados y se sabía por seguro +que hay buenos dioses y perversos demonios. Shintoistas o budhistas, los +hombres cumplían con los preceptos de sus religiones, aceptaban los +consejos de sus sacerdotes, y al lado de las divinidades veneraban a los +héroes de la acción o del pensamiento. Se predicaba y se sostenía firme +el amor al país y la adhesión inmensa al Mikado. Había una idea tan +grande del honor, que el suicidio en casos especiales formaba parte de +las costumbres. Se tenía el temor de lo divino y desconocido, y se +saludaba la memoria de los abuelos. Se amaba como en ninguna parte a los +niños; como en ninguna parte se obedecía a la autoridad paternal, y ante +las vasijas de calada madera había siempre, en tibores de prodigiosa<span class="pagenum"><a name="page_062" id="page_062"></a>{62}</span> +porcelana, ramos floridos. El conjunto de principios que los letrados +infundían al pueblo, se reducía a pocas palabras. Decían: «Hay un Dios +superior. Tiene como atributos la inteligencia, el valor, el amor. Por +la unidad de su espíritu y de su energía vital fueron creados el dios +Takanu Musubi y la diosa Kanmi Musuti, que forman, con su padre, una +augusta Trinidad. De la unión de estos dos nacieron otros dioses, y, por +último, los divinos antecesores de la familia imperial y de la raza +humana: Yzanagi e Yzanami. El alma del hombre es, por tanto, origen +divino e inmortal. Su cuerpo fué creado también por la energía divina; +pero no contiene de ésta lo bastante para ser inmortal. El deber del +hombre es cultivar, primero, las tres virtudes divinas, después las +siete virtudes que de ellas se derivan: la lealtad al emperador, la +piedad filial, la castidad, la obediencia a los superiores, la +sinceridad en la amistad, la bondad y la misericordia. El camino de la +virtud es el de la felicidad. La ley de la causa y del efecto reina en +el mundo presente y en el mundo futuro. El mayor criminal puede merecer +el perdón, y aun el favor de Dios, si se arrepiente con sinceridad. A +cada uno se le tomarán en cuenta sus<span class="pagenum"><a name="page_063" id="page_063"></a>{63}</span> acciones, y por ellas será +recompensado o castigado en el mundo futuro». Los japoneses, pues, +estaban en completo estado de barbarie.</p> + +<p>En efecto, hace ya tiempo, el mundo intelectual conoció toda la barbarie +que revelaron los Goncourt a la curiosidad y al arte occidentales. Se +supo que maravillosos pinceles estaban dotados de desconocidos +prestigios. Una civilización contemporánea de Nabucodonosor se había +conservado a través de siglos e invasiones. Sabios y poetas, que +estudian los clásicos chinos, meditaban y enseñaban. Brotaban de los +hornos las ricas obras de los alfareros de Satzuna. Un misterio +legendario flotaba sobre la región nipona, tan extraña como las naciones +orientales en que se mueven las magias de Sheherazada. El pueblo que, +según la frase de Voltaire «jamás ha sido vencido», guardaba con +admiración religiosa el nombre y el recuerdo de sus héroes, de los +violentos caballeros y marinos que rechazaron a los enemigos mongoles y +libraron la integridad del territorio.</p> + +<p>Un sano y vigoroso feudalismo mantenía en lo alto la seguridad del +gobierno, y abajo la felicidad del pueblo. Los poetas escriben<span class="pagenum"><a name="page_064" id="page_064"></a>{64}</span> poemas +en que se cantan la fidelidad y el amor en flor eternamente. Las +danzarinas saben bailes de argumento, que regocijan discretamente a los +espectadores. Los fieles no faltan a las ceremonias de los templos, y +hay pompa hermosa y nobleza ritual. Lafcadio Hearn nos explica lo que es +el Shinthoismo. Shinto significa carácter en su sentido más elevado: +valor, cortesía, honor, y, sobre todo, lealtad. Shinto significa piedad +filial, amor al deber, voluntad siempre lista al abandono de la vida por +un principio, y sin preguntar el por qué. Está en la docilidad del niño, +en la dulzura de la mujer. Es también conservador, saludable freno a las +tendencias del espíritu nacional, fácilmente inclinado a dejar lo mejor +del pasado para precipitarse con ardor en las modernidades extranjeras. +Es una religión transmitida en una impulsión hereditaria hacia el bien, +en un puro instinto moral. Es, en una palabra, toda la vida emocional de +la raza: El alma del Japón. Así, el renunciamiento a la propia +satisfacción, hasta a la vida, por la común felicidad, el deber +cumplido, el sacrificio voluntario y cordial, eran características de +esos singulares salvajes. Y en su sacro libro del Kodjiki aprendían +ejemplos de tiempos<span class="pagenum"><a name="page_065" id="page_065"></a>{65}</span> remotos, como el siguiente: «El príncipe Mayoana, +de edad de siete años solamente, después de haber matado al asesino de +su padre, se había refugiado en casa del Gran Tsubura, y las +multiplicadas flechas semejaban un campo de cañas. El Gran Tsubura se +adelantó, y quitando sus armas de su cinto se prosternó ocho veces, y +dijo: «La princesa Kará, mi hija, que tú te has dignado llamar hace +poco, está a tus órdenes, y te ofrezco, además, cinco graneros de arroz. +Si humilde esclavo de tu grandeza, me presto a luchar hasta el fin, no +conservo la esperanza de vencer; al menos, puedo morir antes de +abandonar a un príncipe que ha puesto en mí su confianza al penetrar en +mi casa». Habiendo así hablado, volvió a tomar sus armas, y se lanzó de +nuevo en el combate. Mas las fuerzas le abandonaron, y había agotado ya +todas sus flechas. El Gran Tsubura dijo: «Ya no tenemos flechas, y +nuestras manos están heridas; no podemos ya combatir. ¿Qué nos resta que +hacer?» «No nos queda nada que hacer», respondió el príncipe. «Ahora, +quítame la vida.» Y el Gran Tsubura tomó su sable y quitó la vida al +príncipe. Luego, haciendo girar el arma contra sí mismo, hizo caer a sus +pies su propia cabeza.»<span class="pagenum"><a name="page_066" id="page_066"></a>{66}</span></p> + +<p>Esas eran las lecturas de antaño, las que los ministros del culto +comentaban y las generaciones comprendían, infundiendo así cada día en +los corazones nuevos las antiguas virtudes. «La conciencia, dice Hearn, +llega a ser el solo guía, por la doctrina de la intuición, que no tiene +necesidad de decálogo o de código fijo que señale las obligaciones +morales. «Teólogo y filósofo, dice Motoonori, que todas las ideas +morales necesarias al hombre le son sugeridas por los dioses y son de la +misma naturaleza instintiva que las que le obligan a comer cuando tiene +hambre, y a beber cuando tiene sed. El, el sapiente Hirata: «Toda acción +humana es la obra de un dios.» Y de nuevo Motoonori: «Haber comprendido +que no hay ni camino que conocer, ni ruta que seguir, es seguramente +haber comprendido el camino de los dioses.» Y otra vez Hirata: «Si +tenéis deseos de practicar la verdadera virtud, aprended a tener temor +de lo invisible, cultivad vuestra conciencia, y no os apartéis nunca del +camino recto.» Y luego: «La devoción a la memoria de los antepasados es +el resorte de todas las virtudes. El que no olvida nunca sus deberes +para con ellos, no puede ser irrespetuoso con los dioses ni con sus +padres.<span class="pagenum"><a name="page_067" id="page_067"></a>{67}</span> Un hombre semejante está siempre fiel a su príncipe y a sus +amigos, bueno y dulce con su mujer y con sus hijos.» Así pensaba el +Japón viejo. Semejante atraso estaba oculto tras la puerta que, los +hombres colorados, fueron a abrir a cañonazos.</p> + +<p>Y a cañonazos se despertó a la vida y a la civilización de Occidente el +Japón viejo, y se convirtió en el Japón nuevo.</p> + +<p>«Hoy, dice sonriendo afiladamente el japonés Hayashi a un periodista +parisiense, hoy tenemos acorazados, tenemos torpedos, tenemos cañones. +¡Los mares de la China se enrojecieron con la sangre de nuestros +muertos, y con la sangre de los que nosotros matamos! Nuestros torpedos +revientan; nuestros shrapnells crepitan, nuestros cañones arrojan +obuses; morimos y hacemos morir; y vosotros, los europeos, decís que +hemos conquistado nuestro rango, ¡que nos hemos civilizado! Hemos tenido +artistas, pintores, escultores, pensadores. En el siglo <span class="smcap">XVI</span> editábamos +en japonés las fábulas de Esopo. ¡Éramos entonces bárbaros!»</p> + +<p>¡Oh, sí! Hoy están los descendientes de los antiguos daimios +completamente civilizados. Al <i>jiu-jitsu</i> nacional, han agregado los +conocimientos adquiridos en el Creusot y en<span class="pagenum"><a name="page_068" id="page_068"></a>{68}</span> Essen. Se les obligó a +aprender la ciencia de la guerra en establecimientos occidentales; se +les demostró que pasar la vida feliz, sin derramamientos de sangre, sin +soldados, sin militarismo, sin cañones Krupp, era el colmo de lo +salvaje. Se les enseñaron los caracteres occidentales para que pudieran +leer los diarios nacionalistas de Francia, los discursos de M. Jaurés, +las obras de Kipling; así supieron lo interesante del nacionalismo, lo +útil del socialismo, lo superior del imperialismo. Como son hábiles y +emprendedores, los nipones tuvieron pronto arsenales de ideas nuevas, +tuvieron nacionalistas, socialistas, imperialistas. Se dieron una +constitución. Se vistieron como se visten los hombres de Londres, que es +como se visten los hombres de todo el Occidente. Vieron claramente que +sonreir siempre es malo, ser afable es dañoso, ser piadoso es ridículo. +Se convencieron de que ser de presa es lo mejor sobre la superficie de +la tierra. Se militarizaron; se armaron, fueron excelentes discípulos de +los carniceros de los países cristianos. Destruyeron toda la poesía +posible, convirtieron a Madame Chrisantème en institutriz inglesa y en +enfermera. Se lanzaron al asesinato colectivo con un apetito +sobrehumano. Oku, Kuroko, Togo,<span class="pagenum"><a name="page_069" id="page_069"></a>{69}</span> entran en la categoría de semidioses. +Se trató de matar al mayor número de rusos posible. Se trató de volar +barcos, de «dinamitar» puentes, de arrasar batallones. Se va a la +conquista, al degüello, al odio. ¿En dónde está ese mundo de vagos +ensueños, ese mundo como lunas extra-terrestres, como astral, que admiré +en las escenas, en la maravillosa actriz Sada Yacco que era una +revelación de belleza exótica y peregrina? ¿En dónde están los antiguos +pintores Kakemonos, los antiguos Outamaros y Hokusais? ¿En dónde las +nobles creencias, los generosos ideales, la dulzura del carácter, las +genuflexiones, las pintorescas amorosas, el alma antes encantadora del +pasado Japón?... En la Mandchuria, la tierra se llenó de cadáveres... +Los mares chinos se enrojecieron de sangre.</p> + +<p>Se mira a los Estados Unidos con aire de desafío, con amor a la +guerra...</p> + +<p>La civilización ha triunfado...</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_070" id="page_070"></a>{70}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_071" id="page_071"></a>{71}</span></p> + +<h3><a name="MI_DOMINGO_DE_RAMOS" id="MI_DOMINGO_DE_RAMOS"></a>MI DOMINGO DE RAMOS</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_072" id="page_072"></a>{72}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_073" id="page_073"></a>{73}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b073.jpg" width="228" height="320" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">Y veo en un país lejano<br /></span> +<span class="i0">una vieja ciudad.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_074" id="page_074"></a>{74}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_075" id="page_075"></a>{75}</span></p> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-m.png" +width="70" +height="70" +alt="M" + /></span><span class="smcap">i</span> +pobre alma, con una alegría de convaleciente, se despierta este día, +domingo, sonríe a la luz del sol de Dios, se sacude como un ave húmeda +del rocío de la aurora, y, a pesar de que quiero contenerla: «¡Mira que +estás muy débil! ¡mira que casi no tienes alientos! animula, blandula, +vagula, ¿a dónde vas?» no me hace caso, ríe como una locuela de catorce +años, se va, bajo el esplendor matinal, al jardín de mi fantasía, al +huerto de mi mente, y vuelve con dos verdes y frescos ramos de palma, +alzando los brazos al cielo, en un divino ímpetu, como si quisiera +volar.</p> + +<p>—Animula, blandula, vagula, ¿a dónde vas?</p> + +<p>—¡Voy a Jerusalén!—me dice mi pobre alma.</p> + +<p>Y allá se va, camino de Jerusalén, sin bordón de peregrino, sin alforja +de caminante, sin sandalias de romero. Ella va a la fiesta, arrastrada +por su deseo, sin temor de las asperezas del viaje, sin miedo a los +abismos, a las fieras y a las víboras.<span class="pagenum"><a name="page_076" id="page_076"></a>{76}</span></p> + +<p>Tal parece que fuese llevada por una ráfaga milagrosa, o sostenida por +el amoroso cuidado de cuatro alas angélicas. Ella no sabe hoy de las +tristezas, de las maldades y de las tinieblas de la vida. Deja la ciudad +de los infames publicanos, de los odiosos fariseos, de las pintadas y +ponzoñosas prostitutas. Ha sentido como el llamamiento de una sagrada +primavera, y se ha abierto fresca y virginal como una blanca rosa. Un +perfume celeste la baña, y ella a su vez exhala su perfume íntimo, su +ungüento de fe y de amor. Un sol de vida le pone en su debilidad, +fortaleza; en sus mejillas pálidas, una llama de niñez; en su frente, +tan combatida por el dolor, una refrescante guirnalda florida. ¿Que +vendrán las espinas después?...</p> + +<p>Ella no sabe eso. Hoy cree sólo en las flores y las palmas; hoy debe +asistir a la entrada triunfal del Rey Jesús. Armoniza sus más bellas +canciones de gloria, para repetirlas en honor de quien viene. Clamará +con el coro de los sencillos, con la lengua del pueblo que acompaña con +jubilosos hosannas al Príncipe del Triunfo.</p> + +<p>Se han borrado de su memoria las penas pasadas, no quiere poner su +pensamiento en los amargores futuros. Como en un inspirado<span class="pagenum"><a name="page_077" id="page_077"></a>{77}</span> paso, sigue +su ruta, y, tan ligera va, que el aire no la siente pasar. Las montañas +nada son para ella. Va sobre las cambroneras sin que sus pies desnudos +se hieran; los leones de la selva la miran con cariñosos ojos, y se +dicen: «He allí la pobre alma que va a Jerusalén, hoy, Domingo de +Ramos»; las tempestades se ciernen sobre su cabeza, pero ella es +invencible delante de las tempestades; el tórrido fuego de los desiertos +no marchita una sola de las flores de su corona; las palmas que lleva en +sus manos, con un gesto glorioso, están llenas de su primera frescura; +la alondra lírica y cristalina dícele: «Hermana, apresura el paso para +que llegues a tiempo». Y yo la sigo con ojos apasionados: «¡Sí, alma +mía, acude, no tardes, vuela a Jerusalén!».</p> + +<p>—«Yo soy tu infancia»—, me dice una voz entre tanto. Dícemelo una voz +encantadora que regocija y deleita mis potencias.</p> + +<p>Porque en lo íntimo de mi ser se despliega, como un inmenso e +incomparable lienzo azul, en que surge decorada por virtud maravillosa, +la estación de mi existencia en que los cielos eran propicios y la +tierra amable y buena como una nodriza. A mis narices viene un olor de +yerbas olvidadas, de flores que há tiempo no he vuelto a ver; a mis ojos +florece<span class="pagenum"><a name="page_078" id="page_078"></a>{78}</span> una aurora de visiones, que me atraen con una magia imperiosa; +a mis oídos llegan notas de lejanas armonías, que han dormido por largo +espacio de años bellas princesas del bosque de mi vida; mi tacto es +halagado por el roce de aires amigos, que acariciaron los bucles rubios +de mi infancia, y reconozco el troquel de que saltó mi primer +pensamiento, limpio y sonoro como una medalla argentina.</p> + +<p>Y veo, en un país lejano, una vieja ciudad de gentes sencillas, en donde +Jesucristo habría encontrado ejemplares de sus perfectos pescadores. +Sobre los techos de tejas arábigas de las casas bajas pasa un vuelo +vencedor en la mañana del Domingo de Ramos: la salutación y el +llamamiento que cantan las grandes campanas de la Catedral en que +duermen los huesos de los obispos españoles. El alba ha encontrado la +calle principal decorada de arcos de colores y alfombrada de alfombras +floridas; en esas alfombras, tosco artista ha dibujado aves simbólicas, +grecas, franjas y encajes, plantas y ramos de una caprichosa flora. La +policromía del suelo fórmanla tintes fuertes y vivos: maderas de las +selvas nativas, rosas para el rosal, hojas frescas para los verdes, y, +para el blanco<span class="pagenum"><a name="page_079" id="page_079"></a>{79}</span> maíz que el fuego reventó la noche anterior, cuando a +los granos trepitantes acompañaron alegres canciones. Las gentes han +madrugado, si no han pasado en vela la noche del sábado; han madrugado y +están vestidas de fiesta, aguardando la hora de la misa. Así, cuando ha +dado la señal el campanario, el desfile comienza: severas autoridades, +familias de pro, licenciados de largas levitas flotantes; la cruel +Mercedes, la dulce Narcisa, la rara Victoria, los elegantes y el pueblo +en su pintoresco atavío nacional. El sol que llega, todo de oro y +púrpura dominicales, tornazola los rebozos de seda de esas mujeres +morenas. Allá va el bachiller que lee a Voltaire y se confiesa una vez +al año, por la cuaresma, o antes si espera haber peligro de muerte: va a +la misa. Sobre aquella ciudad, feliz como una aldea, ciérnese todavía un +soplo del buen tiempo pasado. Es aún la edad de las virtudes primitivas, +de los intactos respetos y de la autoridad incontrastable de los +patriarcas. Para ir al templo preceden los cabellos blancos a los grupos +de fieles. Y la campana grande alegra a todos; todos los corazones +reciben el propio influjo; rige las voluntades un mismo ritmo de +impulsión. La campana grande es la lengua de<span class="pagenum"><a name="page_080" id="page_080"></a>{80}</span> la ciudad; ella despierta +reminiscencias de sucesos memorables, orgullos populares y orgullos +patricios. Cuando habla, creeríase que un espíritu supremo la inspira y +que anuncia, en su idioma de bronce, la piedad del cielo.</p> + +<p>Visión de los altares de llamas y pétalos. Son del potente órgano de +Pamplona; voces angelicales de los niños; clamores de los sochantres; un +velo de incienso envuelve y aroma la ancha nave: ese misterioso y +litúrgico perfume que tiene figura corporal, encarnado en su humo +fugitivo, es el ambiente en que pueden dejarse entrever, bajo las +cúpulas eclesiásticas, los seres puros del Paraíso. Y el cuerpo mismo, +al aspirarlo, mientras el alma se eleva con la plegaria, goza en una +como sagrada sensualidad. Visión del sacerdote: la simbólica del gesto; +el poder de las evocaciones divinas: la hostia, nieve sobre la pompa de +los oros y la gracia ascendente de los cirios, ¡Suena, suena, haz +estallar tu alma por tus tubos, órgano de Pamplona que toca el organista +de barba larga.</p> + +<p>Y he ahí que un niño meditabundo está arrodillado delante del +sacrificio. Id al Himalaya, y entre las más blancas nieves de la más +alta cumbre, buscad el copo que en sí<span class="pagenum"><a name="page_081" id="page_081"></a>{81}</span> contenga la blancura misma: esa +es su alma. Id al Sarón bíblico y, entre todos los lirios, escoged el +que escogería para entrar en el Paraíso la más pura de las +bienaventuradas: esa es su fe. Y ese niño, en medio de su oración y de +su contrición, siente un eco nuevo en lo secreto de su ser, eco que +responde a la inmortal anunciación de la Lira.</p> + +<p>¡Palmas! La procesión ha aparecido ya; hacia el azul del Señor dirigen +las alas las jaculatorias; las músicas tienden en los aires sus arcos de +harmonías; del campanario, como de un sacro y encantado palomar, +desbandadas de palomas, de palomas de oro, los himnos de las campanas se +ciernen sobre las gentes. Hosannas de los trombones y violines; hosannas +de las plantas; hosannas de los celestes violoncelos. Bajo la seda y el +oro de un palio pomposo como una casulla de gala, va Jesucristo sobre +una asna; el prefecto lleva la asna del fiador. Obra de desconocido e +ingenuo escultor de la escuela quiteña, Nuestro Señor está hermoso y +real sobre su cabalgadura. Sus atavíos son los de un arzobispo; lleva +magna capa sostenida por un paje eclesiástico; sus ojos dulces miran +como si mirasen lo infinito; su cabellera nazarena le cae en rizos sobre +los hombros;<span class="pagenum"><a name="page_082" id="page_082"></a>{82}</span> su mano derecha, detenida en un gesto hierático, bendice +al mundo. Así va, seguido de gran muchedumbre, sobre las alfombras +policromas y olorosas, bajo las arcadas de banderolas. Pendientes de los +arcos, veis curiosas cosas: frutas doradas, cestos de flores, pelicanos +con el pecho herido, garzas reales, águilas y palomas, monstruosos +caimanes, inauditas tarascas, serpientes y quimeras.</p> + +<p>El olor de la tierra húmeda únese a la exhalación perfumada de las +enormes flores de palmera, gruesos chorros de oro impregnado de fino +óleo aromoso, y cuyos granos son, para los naturales, a manera de +primitivos confetti. ¡Palmas! Por todas partes veréis la inclinación +gallarda de los ramos sonoros y frescos, imprimiendo al conjunto +extraño, como un concepto de belleza antigua y peregrina. Palmas llevan +los viejos; mujeres y niños hay coronados de palma. Y la procesión va +por la calle mayor, la calle Real, con una solemnidad llena de gozos y +fragancias. Y he allí que al llegar a un punto dado, bajo el más bello +arco de colores, hay una hermosa granada de plata que deja entrever +granos de oro. Y cuando el palio pasa debajo de ella, y el Señor del +Triunfo se detiene un<span class="pagenum"><a name="page_083" id="page_083"></a>{83}</span> instante, la bella fruta oriental se abre, como +reventada de sol y de savia, y de su seno vuelan, como un grupo de +mariposas que se pusiesen en libertad, hojas impresas que lleva el aire +sobre la muchedumbre, y que tienen, en honra de Jesucristo triunfante, +versos. ¡Versos! Sí, versos rimados malamente, sentidos buenamente; +logro inapreciable para la muchedumbre que acompaña al Nazareno, que, +con la diestra, en un gesto hierático, bendice al mundo. ¡Oh, potestades +de los cielos! ¡Vosotras podéis ver quién, cual si fuese un infante +real, siente como hecha de un oro divino su corona de palmas del Domingo +de Ramos! Es ese niño que ha llegado de la iglesia, y está cerca de la +anciana abuela de cabellos crespos y recogidos como una marquesa de +Boucher.</p> + +<p>Es ese niño meditabundo, triste en su alegría, como si estuviese +sintiendo ya la llegada de su Viernes Santo. ¡Es ese niño que ha rimado +los versos infantiles de la granada oriental, símbolo de su corazón, que +se abrirá para regar por ley infalible, sobre la tierra sus íntimas +armonías, los perfumes misteriosos de su sangre vital, la esencia de su +pobre alma, enferma desde entonces, de la recóndita y adorada enfermedad +del ensueño!<span class="pagenum"><a name="page_084" id="page_084"></a>{84}</span></p> + +<p>Y aquella palma mística es para él un símbolo. Sus ojos pueriles miran +de pronto, como en un vago éxtasis, una figura, que cerca del Cristo +lleva una palma en la mano. Es una figura de maravilloso aspecto, +semejante a un arcángel, vestida de fortaleza y de luz; su frente +aureolada se destaca sobre el profundo y sacro azur; su diestra alza en +la mano una imperial palma de oro; su voz suena con harmonía intensa y +dominante, como la voz de un dios: «¡Yo soy, oh, niño, exclama, quien te +viene a hechizar y arrastrar para siempre en el triunfo del Domingo de +Ramos! He aquí la palabra simbólica: ¡Yo soy la Gloria! Yo vengo a +mostrarte el miraje de las soñadas Babilonias de plata, los sublimes +Eldorados, las Jerusalenes que han de atraer tu pensamiento y tu sér +todo, pues has nacido predestinado para desconocidos padecimientos, por +amor de las Visiones y la pasión de las Palmas!»</p> + +<p>Y el niño escucha aquellas palabras, sintiendo en su débil persona como +la insuflación de una vida nueva; y su pequeño corazón palpita en un +desconocido propósito de obrar y realizar cosas grandes.</p> + +<p>Más tarde, las palmas del domingo guárdanse en las casas de los +creyentes, como poderosos<span class="pagenum"><a name="page_085" id="page_085"></a>{85}</span> e invencibles talismanes. Queda junto a los +retablos antiguos, junto a los santo-cristos que guardaban los lechos +familiares, los ramos que el tiempo seca, y que las canículas doran y +tornan más sonoros y livianos. Cuando suenan los truenos y caen los +aguaceros diluviales bajo el cielo negro cebrado de relámpagos, fórmanse +de las palmas benditas del Domingo de Ramos coronas salvadoras. +Coronados de palmas, los habitantes de la ciudad feliz no temen las +amenazas de la tormenta. Y he aquí que el niño triste, precoz enamorado +de la Lira, sembró en el huerto de su corazón y en el jardín de su +suerte un ramo de aquellas frescas hojas, y el ramo, a pesar de crueles +inviernos, de ásperos huracanes, de voraces langostas, de hoces +afiladas, ha crecido y producido otros ramos nuevos.</p> + +<p>De allí ha cortado, en este día esplendoroso, sus dos palmas gallardas, +la pobre alma que hace su peregrinación a Jerusalén, como sostenida por +cuatro alas angélicas que enviara un bondadoso decreto del Padre de la +Esperanza.</p> + +<p>—«¡Vengo de Jerusalén»!, dice mi pobre psique. Y he aquí que miro en +sus ojos más luz, y en sus mejillas una pura y juvenil llama<span class="pagenum"><a name="page_086" id="page_086"></a>{86}</span> de sangre. +Vuelve reconfortada, para arrostrar las tinieblas y elementos que la +combaten en el habitáculo del debil y vibrante cuerpo. Pues es ella la +víctima ofrecida, por la ley suprema, a las fuerzas desconocidas que +ponen cerco a su frágil domicilio. En la bóveda del cráneo, son los +pensamientos y los sueños que nacen entre las marañas del cerebro; los +nervios que, como una cruel túnica, se extienden; las pasiones que se +desatan por las puertas de los sentidos; y el omnipotente y tentacular +pulpo del sexo cuya cueva obscura es el sepulcro. Después, las luchas +del Mundo y del Demonio encarnados en la Maldad ingénita y en la +Estupidez humana; los truenos de la vida, las rachas, los ventiscos de +las rudas horas amargas, de odiosa espuma; los relámpagos de la +concupiscencia; los rayos de la soberbia; las lívidas nubes de la +envidia; los aborrecimientos desconocidos; los granizos inmotivados; la +Mujer—<i>¡Misterium!</i>—con su arcana misión de pecado y de llanto; el +crimen; y, sobre todo, en el fondo de esa implacable tempestad, +guardianes de la vasta Puerta del Universo: obscuro, obscuro, el dolor; +pálida, pálida, la Muerte...</p> + +<p>¡Dame, alma de mi infancia, una hoja de tu palma bendita para coronar mi +frente!<span class="pagenum"><a name="page_087" id="page_087"></a>{87}</span></p> + +<h3><a name="HOMBRES_Y_PAJAROS" id="HOMBRES_Y_PAJAROS"></a>HOMBRES Y PAJAROS</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_088" id="page_088"></a>{88}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_089" id="page_089"></a>{89}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b089.jpg" width="158" height="219" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> + Al amor de la mañana, o cuando comienza<br /> +la tarde, he aquí +lo que suele verse en los<br /> jardines de París... +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_090" id="page_090"></a>{90}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_091" id="page_091"></a>{91}</span></p> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-a.png" +width="70" +height="71" +alt="A" + /></span><span class="smcap">l</span> amor de la mañana, o cuando comienza la tarde, he aquí lo que suele +verse en los jardines de París, especialmente en las Tullerías y en el +Luxemburgo. Mientras al amparo de las alamedas saltan los niños o juegan +con sus aros y las nodrizas cuidan de sus bebés, y en los bancos hay +lectores de diarios, y más allá jugadores de «foot-ball», y paseantes +que flirtean, o estudiantes que estudian, o pintores que cazan paisajes, +y en las anchas filas de las fuentes, al ruido del chorro de agua, +minúsculos marinos echan sus barquitos de velas blancas y rojas, unas +cuantas personas cumplen con una obligación sentimental y graciosa que +se han impuesto: dar de comer a los pajaritos. Generalmente, los únicos +que aprovechan son los gorriones, los ágiles y libres gorriones de +París. Hay también las palomas, pero las palomas no son las que más +gozan de la prebenda. Parecen estar fuera de su centro, de lugares en +donde reinan solas, sin competencia ni reparto: la plaza de San<span class="pagenum"><a name="page_092" id="page_092"></a>{92}</span> Marcos +de Venecia, o las cercanías del palacio Pitti, en Florencia. Aquí, pues, +son los gorriones, pequeños e interesantes vagabundos, opuestos a la +vida normal de las abejas, por ejemplo, y que esperan por estudioso +biógrafo un Maeterlinck alegre.</p> + +<p>No lejos del Arco del Carrousel, en que la guerra y la Ley están +representadas, un grupo de gente de diversas condiciones y edades, forma +valla, mira en silencio. Un hombre de aspecto tranquilo y serio, cerca +del césped, sobre el que salta y vuela una inmensa bandada de gorriones, +saca de su bolsillo un pan y lo desmenuza. Luego, comienza a llamar: +¡Juliette!... Y una fina gorrioncita se desprende de la bandada +chilladora y saltante, y se va a colocar en la cabeza, en los hombros, +en la mano del hombre. «Louise, Jean, Friederic, Mimi, Toto, Mussette».</p> + +<p>Los pájaros libres del jardín, que entienden por sus nombres +respectivos, van todos a la voz que les llama. Y es un revoloteo +incesante alrededor del amigo que regala, y una fiesta a que, por otra +parte, están completamente acostumbrados. Unos cazan la miga al vuelo, +otros la toman en la mano, otros la recogen del suelo.</p> + +<p>El hombre les habla, les acaricia, les regaña.<span class="pagenum"><a name="page_093" id="page_093"></a>{93}</span> <i>Prends garde, +gourmand.</i> «Ten cuidado, glotón». «No seas atrevido, Robert». «Señorita, +así no se come»... «Insolentes, ahora vais a ver». Les trata con +naturalidad, con amistad, con confianza, con familiaridad. Todos ellos +le conocen, y él conoce a todos ellos, a pesar de tener todos igual +uniforme, y de no haber nada más semejante a un gorrión, como una gota +de agua a otra gota de agua. Y se ve que ese personaje, cuyo nombre +todos ignoran, tiene verdadero amor por sus pajaritos, y que no falta un +solo día, desde hace muchos años, a cumplir con su amable tarea, de +manera que, si faltase una sola vez, habría verdadera alarma entre el +mundo alado que puebla los ramajes de las Tullerías, y que si llegase a +faltar para siempre, los pobres animales estarían de duelo, a menos que +su alma en libertad fuese visible para ellos en la transparencia de los +aires.</p> + +<p>Mas, en verdad, una vez se ausentó, enfermo de la vista, y hubo duelo +entre los pájaros y gozo a su retorno.</p> + +<p>En el jardín del Luxemburgo, cerca del palacio, al lado de las galerías +del Odeón, muchas veces he encontrado a diferentes personas que dan de +comer a los pajaritos; pero, sobre todo, no dejo nunca de ver a un<span class="pagenum"><a name="page_094" id="page_094"></a>{94}</span> +viejecito, de aspecto venerable, de ropas modestas, que lleva en su +solapa la cinta de la Legión de Honor. ¿Qué sabio, qué poeta será? ¿O +qué filósofo anciano que venga con un espíritu semejante al de su +antepasado Descartes a admirar la mano de Dios, y a «conocer y +glorificar al obrero por la inspección de sus obras?» Otras veces, es un +caballero enorme, que se sienta en los bancos para llenar su obligación, +varón de gordura extraordinaria, que tiene una cabeza de niño +gigantesco. Los pájaros se le posan sobre el extensísimo pecho, sobre +los hombros de elefante, le revuelan por el magnífico vientre, y en +ramilletes temblorosos se le prenden de las manos regordetas, llenas de +bizcochos. No puedo de dejar de pensar: bueno, como todos los gordos. +Cerca de él una viejecita de luto, con un niño, reparte también su +ración. A veces conversa con los pájaros, a veces con el niño, a ambos +les habla con el mismo tono. Los animales conocen a todos, pero con el +anciano de la Legión de Honor hay mayores relaciones. Le siguen, cuando +les deja, a saltitos; se diría que le hablan en su idioma; se le sientan +en el veterano sombrero de copa; le llaman de lejos. El se vuelve; los +sonríe; parece que se despide hasta el día siguiente.<span class="pagenum"><a name="page_095" id="page_095"></a>{95}</span></p> + +<p>Y nada es más suavemente impresionante, en la frescura de la mañana o en +la melancolía de la tarde. Acaba uno de leer los diarios, de ver la obra +del mal, del odio, la lucha de las pasiones, el hervor de los vicios. +Larga lista de crímenes, de escándalos, de injusticias. Los asesinatos, +las infamias, las intrigas, todo el endemoniado producto de una inmensa +ciudad de tres millones de habitantes. Va uno por los bulevares, y ve +pintada en la mayor parte de los rostros con que se encuentra, la +codicia, la ferocidad, la vanidad y la lujuria; habla uno con prójimos, +con conocidos, llenos de hieles, de ponzoñas, de vitriolos; encuentra +uno más allá, astucias, intrigas, rebajamientos, prostituciones, la caza +al <i>sou</i>, la caza al franco, la caza al luis, al billete, al cheque, los +aires de neurosis que soplan sobre las terrazas; los asesinos elegantes; +los espadachines cobardes; los ambiciosos; los <i>ratés</i>; la vergüenza de +abajo; los crímenes de arriba; Sodoma por una parte y Lesbos por otra; +lo artificial entronizado; las podredumbres cotidianas; la farsa +continua, la negación de Dios. Y hay aquí estas gentes que vienen a dar +de comer a los pajaritos...</p> + +<p>Sí, porque París tiene un vasto cuerpo; es<span class="pagenum"><a name="page_096" id="page_096"></a>{96}</span> un vasto cuerpo como el +cielo de Swedenborg, o el universo de Campanella. Tiene un organismo +propio, semejante a los astros de Bruno, <i>animali intellettuali</i>: tiene +una cabeza, unos brazos, un corazón, un vientre y un sexo; tiene sus +grandes pensamientos, sus grandes sentimientos, y sus buenas y malas +acciones, y sus bellos gestos y la banda gris del Sena que refleja los +diamantes celestes.</p> + +<p>Por el barrio en que habité está el cerebro, está la cabeza. Por algo, +en el <i>argot</i> parisiense, <i>sorbonne</i> quiere decir cabeza. Allí está el +órgano pensante, la juventud de las escuelas, las grises piedras que +vieron pasar a Abelardo, el hogar de la enseñanza. Unos cuantos +meditativos viejos, en sus encierros silenciosos, compulsan los +conocimientos del pasado, trabajan en la ciencia del presente, piensan +en el porvenir; un ejército de jóvenes se prepara a la obra de los +maestros. Es el Colegio de Francia, es el Instituto, la Escuela de +Medicina, todas las escuelas y laboratorios y en donde se forman y se +desarrollan los sabios, y aprenden a concretar sus sueños los artistas. +Es el Panteón, son los museos.</p> + +<p>Las cátedras de ese centro están en actividad. Profesores y alumnos +siguen por el<span class="pagenum"><a name="page_097" id="page_097"></a>{97}</span> camino comenzado desde hace siglos. Aquí se escucha el +ruido de la humanidad, se busca cómo penetrar el misterio de las cosas, +cómo mejorar la existencia; la filosofía investiga, induce, deduce; la +ciencia experimenta, analiza; se labora por el mejoramiento social, por +el perfeccionamiento individual. De las cátedras se extiende un continuo +río de ideas, de que benefician la industria, el comercio, la salud. Y +los ojos de París están también allí, en el Observatorio, escudriñando +la altura, fijos en los astros.</p> + +<p>A un lado y otro se extienden los brazos. Es el París que trabaja, las +extremidades llenas de fábricas, cuajadas de usinas de telares, de +chimeneas. Por allí, constantemente, bullen las muchedumbres de obreros +que forman la vitalidad productora: los obreros que saben leer y luchar, +los trabajadores que salen de sus labores y van a las universidades +populares a comunicar con sus hermanos intelectuales, ya en el faubourg +Saint-Antoine, ya en Montreuil-sous-Bois, en Grenelle, o en +Boulogne-Billancourt, de un punto a otro, de Asnières a Charenton, de +Vincennes a Puteaux, a Levallois, a Courbevoie. Pues los brazos de París +manejan alternativamente herramientas y libros, antorchas e<span class="pagenum"><a name="page_098" id="page_098"></a>{98}</span> ideas. Son +brazos robustos e inteligentes, y también terribles.</p> + +<p>El inmenso vientre y el sexo están en el centro, en ese trecho en que +los grandes bulevares juntan todos los apetitos, deseos y vicios +nacionales y extranjeros, desde la Magdalena hasta la Plaza de la +República y los alrededores de la Opera. Allí se come bien y se peca +mejor. La riqueza y el lujo hacen su exhibición, la gula encuentra cien +dorados refugios en que saciar sus más exquisitos caprichos, y el amor +fácil halla el suntuoso y babilónico prostíbulo ambulante que ha dado a +esta capital, digna de superior renombre, el de ser el lugar de cita y +el casino de las naciones.</p> + +<p>Y el corazón de París late por todas partes, y riega su sangre por todo +el resto del magnífico cuerpo. Ese corazón anima a las individualidades +silenciosas y discretas que hacen el bien callado a los hospicios y +lugares de asilo, a los conventos en que sin engaño se reza y se +sostiene, como dice Huysmans el de la Oblación, el pararrayo. Cuando ese +corazón quiere hablar se llama <i>Severine</i>, como se llamaba Luisa Michel. +El hace ir sin pompa a las viejas caritativas a llevar pan y carbón a +sus pobres; él sostiene a las<span class="pagenum"><a name="page_099" id="page_099"></a>{99}</span> infinitas muchachas honestas que, +viviendo con el lupanar a la vista, prefieren ir a la fábrica para dar +de comer a la madre inválida o al hermanito enfermo; él se revela, por +fin, en los que se ahogan por salvar suicidas, en el médico que va a ver +el infeliz y le deja con la receta el dinero para pagarla, en las nobles +cooperativas, y hasta en el cochero viejo que se mata porque se le murió +el caballo, que era su antiguo compañero. ¡El buen París! ¿Quién dice +que tan solamente hay aquí muñequitas de carne, y hombres con profesión +de pez? Que venga a ver los talleres llenos, las iglesias, las +universidades populares, y... a los hombres que dan de comer a los +pajaritos.</p> + +<p>No hay que reir mucho de Margot si llora por el melodrama, y si viejas +solteronas se enamoran de sus gatos. No hay que buscar el lado cómico de +las Sociedades protectoras de animales. No debe ser ridiculizado ningún +sentimiento de origen noble. Y el cariño hacia la naturaleza—paisajes, +animales, flores o aguas—y las simpatías por las manifestaciones +amables de ella, proclamarán siempre su origen generoso. Sin anonadar +nuestra personalidad humana en la ataraxia de Zenón o la apatía +epicúrea, tengamos la<span class="pagenum"><a name="page_100" id="page_100"></a>{100}</span> pasión del universo, la tendencia a nuestra +unidad. Así como nada conforta tanto como la presencia de los bosques o +la contemplación del Océano, nada suaviza más las asperezas del espíritu +que la visión de una rosa en su tallo, o un pájaro sin trabas ni jaula, +que salta y vuela por donde quiera, y canta sin inquietudes bajo el +cielo. Quizás la luminosa alegría que nada podrá destruir en el alma de +esta Galia feliz, viene de su simbólica alondra, maestra de libertad, +amante de claridad, ebria de frescor y de canto matutino. Tengamos el +amor de las rosas y de los pájaros, de las mariposas, de las abejas. Es +un medio de comunicación con lo Universal, con la divinidad. +Maeterlinck, en el libro admirable que conocéis, ha oído la iniciada voz +de Virgilio:</p> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2"><i>Ese apibus partem divinæ mentis et hansitus.</i><br /></span> +<span class="i0"><i>Athereos dixere: Deum manque ire per omnes.</i><br /></span> +<span class="i0"><i>Terrasque tractusque maris, extumque profundum.</i><br /></span> +</div></div> +</div> + +<p>Nada más conmovedor que la petición que, hace algún tiempo, dirigieron +al Congreso belga los miembros de un instituto de ciegos.</p> + +<p>Sabido es que en ambas partes a los pájaros cantores, para que canten +mejor, les sacan los ojos, sin duda acordándose del divino<span class="pagenum"><a name="page_101" id="page_101"></a>{101}</span> Melesígenes, +que también supo ser armonioso sin los suyos...</p> + +<p>En Bélgica hacen lo mismo, y esos ciegos del instituto han intercedido +por los ojos de los pajaritos.</p> + +<p>Yo sé que hay gentes que sonríen de todas esas cosas, que hallan todo +sentimentalismo fuera de moda, y que juzgan nefelibatas a los que no se +levantan todos los días con el único propósito de aumentar sus rentas +por la buena o por la mala. Yo sé que hay muchas gentes que retorcerían +con gusto el pescuezo a todos los cisnes del Caistro, y enviarían una +buena perdigonada a los ruiseñores de las melodiosas florestas. Yo sé +que en filosofía priva mucho actualmente la ferocidad, el egoísmo, la +crueldad. Pero esos son nietzschistas furiosos y danzantes, ante los +cuales iría yo a dar un abrazo al hombre que da de comer a los +pajaritos...</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_102" id="page_102"></a>{102}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_103" id="page_103"></a>{103}</span></p> + +<h3><a name="PRIMAVERA_APOLINEA" id="PRIMAVERA_APOLINEA"></a>PRIMAVERA APOLINEA</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_104" id="page_104"></a>{104}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_105" id="page_105"></a>{105}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b105.jpg" width="232" height="347" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> + Una copiosa cabellera. Unos ojos<br /> de ensueño y de +voluntad, juventud,<br /> mucha juventud: un poeta. +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_106" id="page_106"></a>{106}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_107" id="page_107"></a>{107}</span></p> + +<h4>I</h4> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-u.png" +width="70" +height="68" +alt="U" + /></span><span class="smcap">na</span> copiosa cabellera. Unos ojos de ensueño y de voluntad. Juventud, +mucha juventud: un poeta. Habla:</p> + +<p>—Yo nací del otro lado del Océano, en la tierra de las pampas y del +gran río. Desde mi pubertad me sentí Abel; un Abel resuelto a vivir toda +mi vida y a desarmar a Caín de su quijada de asno. Afligí a mis padres, +puesto que muy temprano vieron en mí el signo de la lira. Se me rodeó de +guarismos en el ambiente de las transaciones, y salté la valla. De todo +el himno de la patria sólo quedó en mi espíritu, cantando, un verso: +¡Libertad! ¡libertad! ¡libertad! Y me sentí desde luego libre por mi +íntima volición.</p> + +<p>Y conocí a un hermano mayor, a un compañero, que tendiéndome la diestra +me señaló un vasto campo para las luchas y para los clamores, me inició +en el sentimiento de la solidaridad humana, aquel joven bello y +atrevido<span class="pagenum"><a name="page_108" id="page_108"></a>{108}</span> de vida trágica y de versos fuertes. Mi bohemia se mezcló a +las agitaciones proletarias, y aun adolescente, me juzgué determinado a +rojas campañas y protestas. Fraseé cosas locamente audaces y rimé +sonoras imposibilidades. Mi alma, anhelante de ejercicios y actividades, +fluctuó en su primavera sobre el suburbio. No sabía yo bien adonde iba, +sino adonde me llamaban lejanos clarines. Me imbuí en el misterio de la +naturaleza, y el destino de las muchedumbres, enigma fué para mí, tema y +obsesión. Ardí de orgullo. Consideréme en la solidaridad humana, +vibrantemente personal. Nada me fué extraño, y mi yo invadía el +universo, sin otro bagaje que el que mi caja craneana portaba de +ensueños y de ideas.</p> + +<p>Mi espíritu era un jardín. Mis ambiciones eran libertad humana, alas +divinas. Y, como no encontraba campana mejor que la que levantaba el +alma de los desheredados, de los humildes, de los trabajadores, me fuí a +buscar a Cristos por los mesones de los barrios bajos y por los +pesebres. Creí—aurora irreflexiva—en la fuerza del odio, sin +comprender toda la inutilidad de la violencia. No acaricié el +instrumento de mis cantos, sino que le apreté contra mi corazón con una<span class="pagenum"><a name="page_109" id="page_109"></a>{109}</span> +como furia desmedida. Comprendía que yo había nacido para ser una vasta +comunidad sedienta de justicia, buscadora de inauditas bienaventuranzas. +Mi derrotero iba siempre hacia el azul. Para todo el comprimido río de +mis ideas juveniles no hallé mejor salida que el cauce de las +sensaciones y las cataratas de las palabras. Mi rebeldía iba coronada de +flores. No tenía más compañeros que los que veía dispuestos a las luchas +nobles y los buenos combates. Yo creí ver pasar «el gran rebaño». Yo lo +soñé una noche cavernosa que evocaba apariciones de muertas humanidades, +mientras pensaba, apartado de los hombres como un condor solitario +adormecido en la grandeza de las peladas cumbres, con la visión +desesperante de una colmena humana miserable que recortábase en la +blanca sábana de nieve como un borrón en una página alba. Al fin, hálito +cristiano me inspiró en aquella hora y la estrofa que otras veces +abofeteara a los oídos, se retorció en un gesto de insultador.</p> + +<p>Amé la grandilocuencia, pues sabía que los profetas hablaban en tropos a +los pueblos y los poetas y las pitonisas en enigmas a las edades. +Buscaba en veces la oscuridad. Me preocupaba a todas horas la +interrogación<span class="pagenum"><a name="page_110" id="page_110"></a>{110}</span> de lo fatal. Oía hablar al hierro. Mi primer amor no fué +de rosas soñadas, sino de carne viva. Me amacicé desde muy temprano a +los golpes de la existencia. Fuí a acariciar el pecho de la miseria. Y +surgió el amor. ¿Romántico? Hasta donde dorara la pasión la más sublime +de las realidades, representada en una adolescente rosa femenina. Todo, +es verdad, estaba dorado por la felicidad, hasta la tristeza y la +penuria de los que fuesen favoritos de mi lástima. Mis ideales de +venturanza humana no se aminoraron, sin embargo; mas se dulcificaron a +pesar de mis impulsos y proclamas de brega, por la virtud de una alma y +de una boca de mujer. Vida, sangre y alma busco y encuentro en la mujer +de mis dilecciones. Mas no por eso olvidé el sufrimiento de los que +consideraba mis hermanos de abajo, cuyas primeras angustias fuí a buscar +hasta las pretéritas y cíclicas tradiciones de la India. Mi carácter se +encabritaba en veces,</p> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">¡bravo potro salvaje<br /></span> +<span class="i0">que no ha sentido espuelas de jinete!<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p>No pude nunca comprender el rebajamiento de las voluntades, las +villanías y miserias<span class="pagenum"><a name="page_111" id="page_111"></a>{111}</span> que manchan en ocasiones las más finas perlas. En +ocasiones huía de la ciudad y hallaba en la inmensidad pampeana vuelos +de poemas que se confundían con ansias íntimas. El ritmo universal se +confundía con mi propio ritmo, con el correr de mi sangre y el hacer de +mis versos. De retorno a la urbe, hablaba a las muchedumbres. Vivía cara +a cara con la pobreza, pero en un ambiente de libertad, de libertad y de +amor. Con el vigor de la primera edad, con mi tesoro de ilusiones y de +ensueños, no pude evitar momentos de delirio, de desaliento, de +vacilaciones. Consagréme caballero de la rebeldía, pero sintiendo +siempre las dificultades de todo tiempo. Llegué a comprender las +fatalidades, de la injusticia, y mi simpatía fué a los grandes caídos, +Satán, Caín, Judas. Encontré por fin estrecha mi tierra con ser tan +ancha y larga, y vi más allá del mar el porvenir. Solicité los éxodos y +ambicioné la vida heroica. El Océano fué una nueva revelación para mis +alas mentales. El amor mismo fué animador de mis designios de conquista. +En el viejo continente proseguí en mis anhelos libertarios. Tomé parte +en luchas populares, vi el incendio, la profanación; oí los alaridos de +la Bestia policéfala y creí en el mejoramiento<span class="pagenum"><a name="page_112" id="page_112"></a>{112}</span> de la humanidad por el +sacrificio y por el escarmiento. Revivían en mi mente las antiguas +leyendas de mi tierra americana y las autóctonas divinidades de los +pasados tiempos reaparecían en mis prosas combativas y en mis estrofas +amplias y sonantes. «La historia del viejo ombú despertó el alma de las +tres razas que dormían en mí». Y el viento de Europa, el soplo árido, al +mover mis largos cabellos, me infundió un nuevo y desconocido aliento.</p> + +<p>Y luego fué como un despertar, como una nueva visión de vida. Comprendí +la inutilidad de la violencia y el rebajamiento de la democracia. +Comprendí que hay una ley fatal que rige nuestras vidas, instantáneas en +la eternidad. Supe, más que nunca, que nuestra redención del sufrir +humano está solamente en el amor. Que el pozo del existir debe ser +nuestra virtud del paraíso. Que el poema de nuestra simiente o de +nuestro cerebro es un producto sagrado. Que el misterio está en todos, +y, sobre todo, en nosotros mismos y que puede ser de sombra y de +claridad. Y que el sol, la fruta y la rosa, el diamante y el ruiseñor se +tienen con amar.<span class="pagenum"><a name="page_113" id="page_113"></a>{113}</span></p> + +<h4>II</h4> + +<p>Así habló el bizarro poeta de larga cabellera, en una hora armoniosa en +que la tarde diluía sus complacencias dulces en un aire de oro. El +cuarto era modesto; el antiguo libertario revelaba sus aristocracias de +artista, con el orgullo de su talento, con su amada, condesa auténtica, +y con una Juventud llena de futuro más auténtica aún.</p> + +<p>Y salimos al hervor de París.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_114" id="page_114"></a>{114}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_115" id="page_115"></a>{115}</span></p> + +<h3><a name="VISIONES_PASADAS" id="VISIONES_PASADAS"></a>VISIONES PASADAS</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_116" id="page_116"></a>{116}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_117" id="page_117"></a>{117}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b117.jpg" width="251" height="406" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> + Una vaga tristeza flota en la costa extensa y +solitaria... +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_118" id="page_118"></a>{118}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_119" id="page_119"></a>{119}</span></p> + +<h4><span class="sans">LA MAREA</span></h4> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-u.png" +width="70" +height="68" +alt="U" + /></span><span class="smcap">na</span> vaga tristeza flota en la costa extensa y solitaria, cuando baja la +marea. El agua de la bahía panameña se retira a largo trecho. Los +muelles aparecen alzados sobre sus cien flacas piernas de madera. La +playa está cubierta de un lodo betuminoso y salino, donde resaltan +piedras deslavadas y aglomeradas conchas de ostras.</p> + +<p>Las embarcaciones, quietas, echadas sobre un costado, o con las quillas +hundidas en el fango, parece que aguardan la creciente que ha de +sacarlas de la parálisis. A lo lejos, un cayuco negro semeja un largo y +raro carapacho; sobre una gran canoa está, recogida y apretada entre +cuerdas, la gavia. Agrupados como una quieta banda de cetáceos rojos y +oscuros, dormitan los grandes lanchones. Un marinero ronca en su +chalupa. Las balandras ágiles aguardan la hora del viento.</p> + +<p>Los boteros «chumecas» arreglan sus botes y sus pangaschatas. A la +orilla del mar,<span class="pagenum"><a name="page_120" id="page_120"></a>{120}</span> los pantalones arremangados sobre la rodilla, apoyado +en un remo, un chileno robusto canta entre dientes una zamacueca. +Empieza a oirse el apagado y suave rumor del agua que viene. Suena el +aire a la sordina.</p> + +<p>La primera barca que ha recibido la caricia de la ola, cabecea, se +despierta, vuelve a agitarse, curada de la nostalgia del movimiento. De +allá, de donde vienen los chinos pescadores, sale, al viento la vela +radiada, un junco ligero. Cual si se viniese desenrollando una enorme +tela gris, avanza la marea, trayendo a la playa su ruido de espumas y +sus convulsivas agitaciones.</p> + +<p>El vagido del mar aumenta, y se oye semejante al paso de un río en la +floresta. Es un vagido continuado, en un tono opaco, tan solamente +cambiado por el desgarramiento sedoso y cristalino de la ola que se +deshace.</p> + +<p>¡Canta en voz baja, pon tu órgano a la sordina, oh, buen viento de la +tarde! Canta para el marino que partirá para un largo viaje, cuando +alegre el agua azul la armoniosa visión de un blanco vuelo de goletas. +Canta para el pescador que tenderá la red; canta para el remero negro, +risueño y de grandes gestos elásticos; canta para el chino que va a +pescar, todavía con la divina<span class="pagenum"><a name="page_121" id="page_121"></a>{121}</span> modorra de su poderoso y sutil opio. Y +canta, mientras la marea sube, para los viajeros, para los errantes, +para los pensativos, para los que van sin rumbo fijo, tendidas las +velas, por el mar de la vida, tan áspero, tan profundo, tan amargo como +el inmenso y misterioso océano.</p> + +<h4><span class="sans">A UNA BOGOTANA</span> (Pasillo en prosa.)</h4> + +<p>El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals. Vea +usted cómo aquellos dos enamorados pueden llevar el compás, en medio de +la más ardiente conversación. El dice que los lindos ojos de una mujer +valen por todos los astros, y los lindos labios por todas las rosas. +Como ella quiere demostrar lo contrario, le mira con los bellísimos ojos +suyos, le sonríe con sus inefables labios, que son en un todo iguales a +aquellos con que la señorita de Abril dió el primer beso al caballero de +Mayo. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals.</p> + +<p>¡Oh, sí, sí! La fuerza de una pasión es mayor, infinitas veces, que el +empuje de ese<span class="pagenum"><a name="page_122" id="page_122"></a>{122}</span> enorme y poderoso Tequendama. ¿Usted conoce la catarata?</p> + +<p>Dicen que sus aguas saltan de un clima a otro. Que allá abajo hay palmas +y flores; que arriba, en la roca que conoció la espada de Bolívar, hace +frío. ¡Qué delicia estar allá abajo, señora, dos que se quieren! La +soberana armonía de la naturaleza pondría un palio augusto y soberbio al +idilio. Al ruido del salto no se oirían los besos. ¡Idilio solitario y +magnífico! ¿Sabe usted, señora, que tengo deseos de que se casen dos +amables solteros al comenzar a florecer los naranjos? Efraim Isaacs con +Edda Pombo. ¡Qué envidiable pareja! ¿Está usted agitada? El pasillo, +señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals.</p> + +<p class="ast">* * *</p> + +<p>En cuanto las heridas alas de mi Pegaso me lo permitan, heridas, ¡ay, +por dolores hondos y flechas implacables!—iré, señora, a la Vía Láctea, +a cortar un lirio de los jardines que cuidan las vírgenes del paraíso. +Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa, en Sirio un clavel, +y en la<span class="pagenum"><a name="page_123" id="page_123"></a>{123}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b123.jpg" width="317" height="485" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> + Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa... +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_124" id="page_124"></a>{124}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_125" id="page_125"></a>{125}</span></p> + +<p class="nind">enfermiza y pálida Selene una adelfa. El ramo se lo daré a una suave y +pura mujer que todavía no haya amado. La rosa y el clavel la ofrecerán +su perfume despertador de ansias secretas. El lirio será comparable a su +alma cándida y casta. En la adelfa pondré el diamante de una lágrima, +para que sea ella ofrenda de mi desesperanza. Bien se conversa al compás +de esta blanda música. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un +lento y rosado vals.</p> + +<p class="ast">* * *</p> + +<p>Conque ¿se va? ¡Feliz, muy feliz viaje! Así sucede en la vida. El alba, +que abre los ojos de una diana de liras, dura un momento; dichoso el +monje que oyó, por largos siglos, cantar al ruiseñor de la leyenda, +¡Adiós, golondrina, adiós paloma! Pero ¿quiere hacerme un dulce favor? +Cuando llegue usted a su gigantesco Tequendama, deshoje, a mi memoria, +la flor que lleva en su corpiño, y arrójela en las locas espumas que +allá abajo, sobre las rosas, junto a las palmas, hacen temblar sus +iris... El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado +vals.<span class="pagenum"><a name="page_126" id="page_126"></a>{126}</span></p> + +<h4><span class="sans">LA VIRGEN NEGRA </span>(Havre).</h4> + +<p>En Normandía de Francia, yendo del Havre a Orcher, se encuentra un +pueblecito coronado por una bella estatua de la Virgen. Llaman a este +divino icono «La Virgen Negra». ¡Quién rimase latín de himnos y +secuencias para hallar una cuenta de oro que agregar al rosario precioso +de la Letanía! La Virgen está en bronce, en un lugar alto; domina el mar +y el campo.</p> + +<p>El zócalo de su estatua está vestido de verdura por una fresca invasión +de enredaderas. La Virgen Negra es patrona de los marineros. Desde su +trono de piedra muestra su niño Jesús al mar; y por ella, muchos hijos +de pescadores ven llegar a la casa pobre, después de las tempestades, +blancas barcas chorreando agua salada.</p> + +<p><i>¡María Stella!</i> La estrella del mar tiene al Dios hijo en los brazos. +¡Orgullosa con su delfín, franceses! Esa reina de la Francia celeste, en +su maternidad, es la que libra de los vientos y de las rocas vuestras +barcas, y la que hace madurar vuestras uvas, que dan la<span class="pagenum"><a name="page_127" id="page_127"></a>{127}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b127.jpg" width="334" height="308" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> + En Normandía de Francia, yendo del Havre<br /> a Orcher, se +encuentra un pueblecito coronado<br /> por una bella estatua de la Virgen. +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_128" id="page_128"></a>{128}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_129" id="page_129"></a>{129}</span></p> + +<p class="nind">sangre y las danzas. Vosotros, campesinos de Orcher, marineros del +Havre, sabéis hacer su fiesta con el canto de los campanarios, los +cirios nuevos y las ofrendas florales.</p> + +<p>Ella, que es estrella de la mañana, es también el faro, la estrella de +la noche. Cuando el sol se va queda su sol sublime. <i>¡Stella +Vespertina!</i> Encarnada en el más duro de los metales, ha puesto en él su +enternecimiento y su gracia. Así esa gran Virgen, formidable en su +bronce, tiene el propio encanto, la misma humildad materna de las +vírgenes delicadas de los lienzos y de las místicas esculturas +policromas que están en los templos. De todas las manos que a ella se +tienden bajo la tormenta, ¿cuál es la que no halla apoyo? Tú, que te +hundes, no tienes en tus labios sino palabras de blasfemia y de +desesperanza...</p> + +<p>El milagro existe. El milagro lo cuentan pescadores canosos, domadores +de vientos. El que no cree en el milagro, no ha rogado nunca en una +inmensa desgracia, no ha tenido jamás el momento de pedir llorando, con +el alma, un algo de su piedad y de su dulzura a la madre María. Ella +tiene siempre la sonrisa en sus místicos labios. Ella tiene a<span class="pagenum"><a name="page_130" id="page_130"></a>{130}</span> cada +instante el gesto de salvación, la mirada de aliento, lo que apacigua a +Behemot, y lo que detiene a Leviathan.</p> + +<p>Su hermosa cabeza imperial y maternal se mueve entoldada por un zodiaco +de virtudes. La ola enorme del mar que ella tiene a sus pies, no hace su +obra brutal si ella la mira. Cada bruma le reza, cada espuma le canta. +El vago y fugitivo iris tiene siempre, para que ella pase, listo su +puente. Las gaviotas vuelan alrededor de la media luna que ella pisa.</p> + +<p>«Madre María—dice la golondrina—, ya volví de la tierra de Africa.»</p> + +<p>«Madre María—dice la anciana abuela—, ¿nada malo ha pasado al +grumete?»</p> + +<p>«Madre María—dice una mariposa blanca—, la niña rubia que aguarda al +novio, te está tejiendo una guirnalda de rosas rojas.»</p> + +<p>Y en el campo cercano, más allá de las «villas», donde los árboles se +ven recortados como los encajes, está el hombre rural, que ama su fuerte +buey y su caballo normando.</p> + +<p>El ruega también a la Virgen Negra de Harfleur por la cosecha, por la +felicidad de la campiña, por la flor y el fruto. Ella, la madre, escucha +asimismo la plegaria del cultor.</p> + +<p>Quizá tuviere alguna pequeñita predilección<span class="pagenum"><a name="page_131" id="page_131"></a>{131}</span> por las gentes de mar, +porque... ¡pasan por tantos peligros! ¡van tan lejos! ¡son tan bravos y +serenos, y cantan tan alegres canciones! Mas no, ella es la misma para +todos.</p> + +<p>Bajo su manto de oscuro metal se agrupan todas las oraciones. ¿Son +muchas? El manto crece, se agranda, se agiganta. ¿Son más? Crecen tanto +como si fuese el mismo cielo azul, constelado de gemas siderales. Allí +cabe todo lo creado. Allí encuentra abrigo la plegaria de la humanidad, +y el Angelus que reza cada crepúsculo de la tarde, el alma del mundo.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_132" id="page_132"></a>{132}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_133" id="page_133"></a>{133}</span></p> + +<h3><a name="LOS_MISERABLES" id="LOS_MISERABLES"></a>LOS MISERABLES</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_134" id="page_134"></a>{134}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_135" id="page_135"></a>{135}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b135.jpg" width="313" height="454" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i0">Viejos de largas barbas canas; hombres<br /></span> +<span class="i0">fuertes; hombres jóvenes.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_136" id="page_136"></a>{136}</span> + +<span class="pagenum"><a name="page_137" id="page_137"></a>{137}</span></p> + +<div class="poetry3"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<b>LOS MISERABLES</b><br /><br /> +<span class="i0"><i>Los «gueux» franceses, los</i><br /></span> +<span class="i0"><i>«tramps» yankis, los «atorrantes»</i><br /></span> +<span class="i0"><i>argentinos.</i><br /></span> +</div></div> +</div> + +<h4>El «Gueux».</h4> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-q.png" +width="70" +height="71" +alt="Q" + /></span><span class="smcap">uien</span> haya visto en ciertos paseos, en la <i>banlieue</i>, o bajo arboledas +<i>hantées</i>, como dice el pequeño poema de Baudelaire, la figura +grotescamente miserable de ciertos desheredados de la suerte, de ciertos +malditos de la vida, de ciertos parias del arroyo, ¿no ha sentido al +mismo tiempo la repugnancia y la lástima?</p> + +<p>Harapientos, con fragmentos de zapatos, sombreros de todas las formas +imaginables, sucios y abollados; con las caras abotagadas y las narices +rojas de alcohol; viejos, de largas barbas canas; hombres fuertes: +hombres jóvenes, bajo el viento, bajo el sol, bajo la noche, pueblan sus +lugares preferidos.</p> + +<p>¿Dónde viven? No tienen lugar fijo, o se amontonan en ocultas covachas, +o vagan noctámbulos, para dormir a pleno sol en un<span class="pagenum"><a name="page_138" id="page_138"></a>{138}</span> paseo público, junto +a una estación de ferrocarril o en las gradas de un edificio.</p> + +<p>La miseria es tan antigua como el hombre. En el cielo fabuloso de la +Grecia se conocía ya la mendicidad. Aro o Areo fué un pordiosero del +país de Itaca. El zaparrastroso pretendió nada menos que casarse con +Penélope, y Ulises, su noble rival, se deshizo de él de un puñetazo.</p> + +<p>Las manifestaciones de la miseria son las que han cambiado con los +tiempos y las costumbres.</p> + +<p>El <i>gueux</i> de la Francia de hoy no es el mismo de la época de Villón. +Especiales causas políticas y sociales engendraron aquellos <i>vendangeurs +de costé</i>, aquellos temibles mendigos y rateros que adoptaron por +patrono, cosa curiosa en verdad, al rey David: «David, le roy, seige +prophète».</p> + +<p>Víctor Hugo ha reconstruído, en su admirable <i>Notre Dame</i>, la célebre +Corte de los Milagros. Villón, en sus <i>Testamentos</i>, ha dejado una +pintura vivísima de la canalla de su tiempo. El frecuentó los más +ocultos rincones de la miseria, y, como dice J. de Marthold: «Il sait le +nom de tous les malandrins, orphelins, et claque-patins, celui de toutes +les filles et de tous les mauvais lieux;<span class="pagenum"><a name="page_139" id="page_139"></a>{139}</span> <i>item</i> connaît-il celui de +tous les représentants de l’autorité et de la loi, mouchards, soldats du +guet, geôliers, geôlières même, greffiers, auditeurs, procureurs, +lieurenant criminel, bourreau, celui de tous les corps de garde, de tous +les cachots et tous les gibets.»</p> + +<p>Tan les conocía, que estuvo a punto de ser entregado al Monsieur de +París, de entonces, como el mismo Gringoire.</p> + +<p>La diferencia que se puede notar entre los miserables de antaño y los de +nuestra época es que sobre aquéllos parece que hubiera flotado un aire +de alegría, y hoy reina en el mundo, en todas las clases, la tristeza, +el pesimismo. Aun en medio de sus oscuros conciliábulos, de sus hambres +y pillerías, tenían los de antes una canción en los labios, una +carcajada. El raro rey Luis Onceno mira reir a su pueblo, y le deja +reir, porque sabe que «rire est déjà se venger». La fiesta de los Tontos +distrae a los <i>gueux</i>, que son amigos de las farsas y de las locuras.</p> + +<p>Luego, lo que llamaremos la policía, de entonces, los angelz, están +listos para evitar los golpes de los malhechores, y recorren los lugares +sospechosos.</p> + +<p>En cuanto a la Corte de los Milagros, se<span class="pagenum"><a name="page_140" id="page_140"></a>{140}</span> componía de gentes activas, en +su peligrosa industria de falsa mendicidad, cojos fingidos, falsos +ciegos, etc., etc. De todo eso hay hoy también. Los castigos eran +crueles y se aplicaban con frecuencia. Maître François Villón solía +predicar la moral entre las turbas de vagabundos endiablados, al mismo +tiempo que escribía sus célebres baladas en el <i>jargon</i> de la poco noble +«camaradería».</p> + +<p>De Villón a los héroes de Richepin, el tipo de los <i>gueux</i> parisienses +ha cambiado por completo.</p> + +<p>Nuevas ideas, nuevos elementos, han producido distintos resultados. +Obsérvese con Malato cuántos cambios no ha traído, por ejemplo, la +introducción del uso de ciertos estimulantes, de alcoholes nuevos, de +bebidas que desconocieron las generaciones anteriores. Y con los +alcoholes, las negras filosofías. Existe en la alta Italia una +enfermedad que se llama <i>pellagra</i>, y que proviene de exclusiva +alimentación compuesta de <i>polenta</i> y castañas. Así, ciertos libros han +causado en el pueblo una como <i>pellagra</i> moral, y el principal síntoma +de la terrible dolencia es una amarga tristeza, que se revela hasta +cuando habla el alma del desheredado de<span class="pagenum"><a name="page_141" id="page_141"></a>{141}</span> la vida, del paria, por boca de +sus cancioneros.</p> + +<p>Arístides Bruant, el aeda de los <i>gueux</i>, canta en su <i>Mirliton</i>:</p> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i0">T’es dans la rue, va, chez-toi!<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p>La casa del mendigo, del hambriento, es la calle: la misma de los canes +sin dueños. Como ellos, los caídos, están en su casa, van por todas +partes en sus horribles <i>déshabillés</i>, se tambalean, se tienden en los +bancos de los jardines públicos. La miseria les arranca hasta el último +jirón de vergüenza. No son ya hombres. Y por la noche, junto a las +avenidas obscuras, cerca de los puentes solitarios, o en innominables +tabernas, quien les habla al oído es el crimen.</p> + +<p>Bruant es un conocedor admirable de ese bajo mundo de París en que se +agitan todas las miserias que su filosofía de cancionero sabía pintar y +compadecer en su <i>Cabaret</i>.</p> + +<p>«Yo no sé, escribe un conocedor del dueño del <i>Mirliton</i>, que nadie +comprenda mejor que Bruant, y exprese como él en su verdadero «argot» la +inconsciencia de esos parias de la sociedad, que ¡Dios mío! no son más +malos que el común de los mortales ¡y cuán interesantes!<span class="pagenum"><a name="page_142" id="page_142"></a>{142}</span>» Yo les +condenaba; pero después que les he visto de cerca y he leído a Bruant, +les excuso, y no experimento por el condenado que oye del fondo de su +celda levantar el cadalso, más que una inmensa piedad. Se quiere hacer +de la mayor parte de los criminales seres irresponsables. Serían sobre +todo inconscientes, como una de las formas de la irresponsabilidad; +pero, en todo caso, es Bruant quien ha puesto primero el dedo en la +llaga. Ciertamente, el cancionero harto disculpa las fechorías y hazañas +del «apache» y de la peligrosa compañera de éste; mas la caridad y la +compasión tienen sus límites, y la sociedad y justicia tienen que ver +como enemigos a esos sombríos desventurados que saben, entre otras +cosas, dar el <i>coup du père François</i>, lo mismo que una puñalada, al +pobre transeunte que, en hora propicia al crimen, tiene la desgracia de +pasar cerca de ellos.</p> + +<p>En la canción de Bruant <i>A’ Saint-Ouen</i>, uno de esos parias sociales +muestra su áspera vida. En el primer <i>couplet</i> dice cómo, en un mal día, +a la orilla del Sena, fué engendrado. Después, desde niño, está +condenado a trabajar como un negro para comer. En esa infancia no hay +una sola sonrisa. En la juventud, el amor es sencillamente canino.<span class="pagenum"><a name="page_143" id="page_143"></a>{143}</span></p> + +<p>Y el final:</p> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">Enfin, je n’ sais pas comment<br /></span> +<span class="i0">on peut y vivre honnêt’ment,<br /></span> +<span class="i4">c’est un rêve;<br /></span> +<span class="i0">mais on est récompensé,<br /></span> +<span class="i0">car, comme on est harassé,<br /></span> +<span class="i4">quand on crêve...<br /></span> +<span class="i0">l’cim’tière est pas ben loin,<br /></span> +<span class="i4">á Saint-Ouen.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p>Es la absoluta sujeción a la fatalidad, el acatamiento a las leyes de la +suerte y la renuncia y olvido de toda esperanza. En <i>Heureux</i>, Bruant +presenta al viejo vagabundo, en tiempo de invierno. Cuando le muerde las +carnes la brisa fría y la necesidad de descansar le hace buscar un +refugio, él se va tranquilamente a meterse como un ratón en su cueva, +entre los tubos viejos del acueducto.</p> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">Et puis, doucett’ment, on s’endort...<br /></span> +<span style="margin-left: 4em;">. . . . . . . . . .</span><br /> +<span class="i0">Alors on sent comme un’caresse,<br /></span> +<span class="i0">on s’allong’ comm’dans un bon pieu...<br /></span> +<span class="i0">Et l’on rêv’ qu’on est à la messe<br /></span> +<span class="i0">où qu’, dans le temps, on priait l’ bon Dieu.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p>La miseria en París tiene muchísimas fases. Sus tipos varían, desde el +clásico personaje<span class="pagenum"><a name="page_144" id="page_144"></a>{144}</span> de arrugado sombrero de pelo y levita indescriptible, +hasta la madre mendiga, el «apache» siniestro, el «rigolard», etc.</p> + +<p>La caridad no puede matar tantas hambres, por más que se establezcan +lugares donde haya sopas baratas o gratuitas; y por su parte el +anarquismo, con la idea de su <i>soupe-conférence</i>, hábilmente fundada y +dirigida por los «compañeros» Rousset y Onin, mientras daba el alimento +que podía a los hambrientos, les predicaba sus doctrinas; y la lógica +les entraba por el estómago.</p> + +<h4>“El Tramp”.</h4> + +<p>Si hay un sér que tenga grande semejanza con el <i>atorrante</i> argentino, +aparte de su mayor tendencia criminal, es el que en los Estados Unidos +se llama <i>tramp</i>.</p> + +<p>Para hacer la comparación, baste con presentar el tipo, apoyados en +Fred. S. Root, quien ha tratado el asunto en una conferencia, hace ya +tiempo.</p> + +<p>El <i>tramp</i> ¿es un ladrón, un vagabundo, un asesino, un mendigo? Sí y no.</p> + +<p>El <i>tramp</i>, como le llaman en los Estados Unidos, y especialmente en el +Canadá, es un<span class="pagenum"><a name="page_145" id="page_145"></a>{145}</span> producto extraordinario de nuestra moderna civilización. +Puede tener todos los defectos, y ser <i>tramp</i> sin tener ninguno. Como el +<i>atorrante</i>.</p> + +<p>El <i>tramp</i>, en su calidad de mendigo de profesión, es fácil de conocer y +de describir. Se presenta a la puerta de una villa, por ejemplo, y pide +una limosna. Su rostro inflamado denuncia una vida de <i>débauche</i>, y sus +vestidos desgarrados y en desorden son una verdadera caricatura de todo +lo que es decente y elegante; sus ojos hundidos tienen miradas +agresivas, y cuando se fijan, parecen decir: «Dame de comer pronto, o +quemo tus establos y la casa, y asesino al dueño».</p> + +<p>El <i>tramp</i> vagabundo es perezoso, borracho muy frecuentemente, lleno de +todos los vicios, y de un trato brutal. En una palabra, es el terror de +los lugares poco poblados, y el problema de las grandes ciudades.</p> + +<p>Una ciudad de Massachussets solamente ha alojado 852.000 <i>tramps</i>, los +cuales, con muy pocas excepciones, debían su estado a la intemperancia.</p> + +<p>Existe, sin embargo, otra especie de <i>tramps</i>, que no pertenece a la +clase de los <i>tramps</i> mendicantes: es el <i>tramp</i> por fuerza, digámoslo +así.<span class="pagenum"><a name="page_146" id="page_146"></a>{146}</span></p> + +<p>El <i>tramp</i> puede reunir en sí todo lo que hay de abominable, puede tener +todas las depravaciones y todos los vicios; pero es un hecho innegable +que el <i>tramp</i> obrero ha sido obligado a serlo, a causa de los cambios +industriales de este siglo.</p> + +<p>Hace cincuenta años, el <i>tramp</i> no existía en la Nueva Inglaterra. ¿Por +qué existe hoy, y por millares? Al procurarse una civilización más +refinada, ¿los hombres han llegado a ser más indolentes? ¿Es acaso por +decreto de la providencia, que el <i>tramp</i> está llamado a invadir la +América entera? ¿El <i>tramp</i> llega a serlo, por no ser suficientemente +inteligente para luchar con quien lo es más? ¿El cristianismo del siglo +<span class="smcap">XIX</span> tiene una palabra para el vagabundo? Son estos problemas de no fácil +solución.</p> + +<p>¿Por qué en América, donde el suelo es generoso hasta la prodigalidad, +hay hombres hambrientos, miserables y desesperados? ¿No hay campos que +ondulan verdaderos mares de trigo?</p> + +<p>Hay sus causas indudablemente. Esos <i>tramps</i> que no lo son sino por +necesidad, han pertenecido al gremio de los trabajadores, y aun querrían +volver al seno de la clase obrera; pero las máquinas han vuelto<span class="pagenum"><a name="page_147" id="page_147"></a>{147}</span> +inútiles los <i>útiles</i>, e inútiles a muchos obreros.</p> + +<p>Ejemplo: En los Estados Unidos se puede atravesar a caballo las grandes +llanuras de California y de Dakota, milla por milla, sin encontrar la +más humilde habitación, <i>allí donde antes de la invención de las +máquinas agrícolas se encontraban miles de hombres</i>.</p> + +<p>Es verdad que las máquinas contribuyen, al fin, a la distribución de la +riqueza, que hacen bajar los precios de los productos y los ponen al +alcance de todas las bolsas; pero es un hecho también que los primeros +efectos de la introducción de las máquinas tienden a privar a los +obreros de su única fortuna: el trabajo.</p> + +<p>Es de notar, sí, que la pobreza y el poco éxito del <i>fermier</i> inglés son +debidos a la falta de máquinas propias para dar impulso a la producción +de sus tierras.</p> + +<p>Por la sola razón de las máquinas, millares de obreros son despedidos de +las fábricas; las máquinas que reemplazan a los trabajadores pueden ser +manejadas por pocos empleados. Eso mismo establece un enorme aumento de +cesantes en todos los centros industriales, de desempleados que no +encuentran empleo. Los obreros van de ciudad<span class="pagenum"><a name="page_148" id="page_148"></a>{148}</span> en ciudad, en espera de +encontrarlo. No lo hallan, se desazonan y se deslizan por la pendiente +que les hace caer en la dantesca región del <i>tramp</i>.</p> + +<p>No todos los <i>tramps</i> pertenecen a esa clase, en verdad; pero un gran +número de ellos, sí. En 1885 se vió el caso de que hubiesen 100.000 +hombres sin ocupación, y no por culpa de ellos. Empujado por su mala +situación, sin encontrar en qué emplearse, el hombre comienza a +desesperar de su destino, y cuando llega a la desesperación tiene dos +salidas enfrente: el suicidio, o la vida del <i>tramp</i>.</p> + +<p>La falta de trabajo es, pues, una de las principales causas de la +existencia de este parásito social. La emigración continua es otra, y +esto completa el problema. Los que sobresalen en alguna especialidad +pueden siempre abrirse algún camino entre las muchedumbres; pero esos +constituyen las excepciones. Las posiciones aceptables para hombres de +ciencia o de letras son cada día más difíciles de obtener. Los sueldos +de los tenedores de libros, dependientes, empleados (hombres y mujeres) +disminuyen constantemente. ¿Por qué los conductores y cocheros de los +tranways están tan mal remunerados? Porque los directores de las +compañías<span class="pagenum"><a name="page_149" id="page_149"></a>{149}</span> pueden encontrar al mismo precio cuantos cocheros y +conductores quieran.</p> + +<p>En los diarios se leen avisos como éste:</p> + +<p>«Se necesita un hombre fuerte para cuidar un enfermo de enfermedad +contagiosa.»</p> + +<p>Más de cien solicitantes llegan antes de que pasen veinticuatro horas. +Eso dará una idea de la necesidad que hay en la clase de que hemos +hablado.</p> + +<p>Otra gran causa de que exista el <i>tramp</i> obrero, son las detenciones de +los trabajos mineros. Las minas se encuentran en manos de unos cuantos +capitalistas, y éstos las manejan a su antojo. Por ejemplo: hace algunos +años, muchos individuos que representaban juntos una suma de cien +millones de dólares, se reunieron para aconsejar la suspensión de los +trabajos mineros, a fin de alzar el precio del carbón. El resultado fué +que miles de mineros se vieron de repente sin trabajo, mientras que +aquellos individuos se ganaban una suma de ocho millones de dólares, a +causa del alza.</p> + +<p>Los grandes capitalistas, sobre todo aquellos que se encuentran a la +cabeza de las empresas mineras de carbón o de hierro, pueden, a su +gusto, echar al arroyo miles de obreros, con sólo alzar el precio de<span class="pagenum"><a name="page_150" id="page_150"></a>{150}</span> +las materias primas, deteniendo la producción.</p> + +<p>Con esos detalles es fácil darse cuenta de que el <i>tramp</i>, es decir, el +hombre errante de plaza en plaza, fatigado, extenuado, en busca del +trabajo que no obtiene, es el resultado inevitable de un sistema +industrial desorganizado y establecido contra todo principio de +humanidad.</p> + +<p>La llegada anual a los Estados Unidos de muchos cientos de miles de +emigrantes, creó una gran población en los centros industriales, y en +consecuencia engrosó el número ya enorme de obreros sin empleo.</p> + +<p>Ese problema del <i>tramp</i>, del <i>gueux</i>, es uno de los más formidables de +nuestra época, por la sola razón de que las causas que lo producen no le +dan ninguna esperanza de alivio.</p> + +<p>¿Recuerda el lector que haya estado en los Estados Unidos aquellas +plazas llenas de desocupados de todas cataduras, aquellos negros cuadros +del barrio italiano, o del Bowery?<span class="pagenum"><a name="page_151" id="page_151"></a>{151}</span></p> + +<h4>El «Atorrante»</h4> + +<p>El <i>atorrante</i> argentino ha llenado antes la población, a medida que ha +ido en aumento la vida europea, por decirlo así.</p> + +<p>La inmigración ha ayudado entonces, como en los Estado Unidos, al +desarrollo de esa plaga, que poco a poco fué menguando. Que la miseria +toma creces en Buenos Aires, es cosa innegable.</p> + +<p>Que también existe como en todas las grandes ciudades la industria del +mendigo, es verdad. Pero junto a la falsa miseria está la verdadera, que +ciertas buenas personas conocen. La primera toca a la policía; la +segunda a la caridad.</p> + +<p><i>La Nación</i>, el gran diario de Buenos Aires, publicó hace años una +comunicación en que se leen estas palabras: «Los que voluntariamente nos +hemos impuesto la obligación de visitar a los pobres, nos damos cuenta +exacta de la gran miseria que hay en nuestra rica capital. No se trata +del <i>atorrantismo</i>, sino de verdaderos pobres, de familias necesitadas +que no tienen qué comer, y que en las noches crudas de invierno tiritan +de frío. No tienen ni cama, ni colchones, ni frazadas, ni<span class="pagenum"><a name="page_152" id="page_152"></a>{152}</span> nada con que +poder hacer entrar en calor sus cuerpos; duermen en el suelo como los +animales, siendo ésta la causa principal, si no la única, de las +enfermedades que padecen».</p> + +<p>Y hoy pasa lo mismo.</p> + +<p>El <i>atorrante</i> duerme a la bartola, se quema la sangre con venenosos +aguardientes, y así pasa las noches heladas. O si no, se deja morir +acariciado por la pereza, o por el desdén de la vida, y amanece comido +de caranchos, o ahogado en el río, o tieso y abandonado entre los +muelles, o en cualquier oscuro rincón.</p> + +<p>Desilusionados italianos, franceses, ingleses, españoles, rusos, hombres +de todas partes, componen ese vago ejército. Viven, se alimentan y +mueren cínicamente; es decir, como los perros.</p> + +<p>A esta clase de ilotas debe dirigirse la mirada del sociólogo, pues +encierra un amargo problema. Y a los pobres enfermos, a los verdaderos +necesitados, víctimas de la desgracia, la bondad de las manos +generosas.<span class="pagenum"><a name="page_153" id="page_153"></a>{153}</span></p> + +<h3><a name="PARIS_NOCTURNO" id="PARIS_NOCTURNO"></a>PARÍS NOCTURNO</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_154" id="page_154"></a>{154}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_155" id="page_155"></a>{155}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b155.jpg" width="310" height="359" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i1">Fabuloso París, eternamente renombrado<br /></span> +<span class="i0">como el paraíso de las delicias<br /></span> +<span class="i0">amorosas.<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_156" id="page_156"></a>{156}</span><br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_157" id="page_157"></a>{157}</span><br /></span> +</div></div> +</div> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-h.png" +width="70" +height="68" +alt="H" + /></span><span class="smcap">e</span> aquí el crepúsculo. El cielo toma un tinte rojizo. El abejeo de las +vías humanas se acentúa. Monsieur se viste, Madame inspecciona +singularmente sus cabellos, sus hombros, sus ojos y sus labios. Los +<i>autos</i> vuelven del bosque como una enorme procesión de veloces +luciérnagas. La ciudad enciende sus luces. Se llenan las terrazas de los +bulevares, y se deslizan las fáciles peripatéticas, a paso parisiense, +en busca de la buena suerte.</p> + +<p>Los anuncios luminosos, a la yanki, brillan fija o intermitentemente en +los edificios, y los tzíganos rojos comienzan en los cafés y +restaurants, sus valses, sus cake-wals, sus zardas, y su hoy +indispensable tango argentino, por ejemplo: <i>Quiero papita</i>.</p> + +<p>Un pintoresco río humano va por las aceras, y la <i>tiranía del rostro</i>, +que decía Poe, se ve por todas partes. Son todos los tipos y todas las +razas: los yankis importantes e imponentes,<span class="pagenum"><a name="page_158" id="page_158"></a>{158}</span> glabros y duros; los +levantinos, los turcos y los griegos, parecidos a algunos +sud-americanos; los chinos, los japoneses y los filipinos, con quienes +se confunden por el rostro de Asia; el inglés, que en seguida se define; +el negro de Haití o de la Martinica, afrancesado a su manera, y el de +los Estados Unidos, largo, empingorotado y simiesco, alegre y elástico, +cual si estuviese siempre en un perpetuo paseo de la torta. Y el +italiano, y el indio de la India y el de las Américas, y las damas +respectivas, y el apache de hongo y el apache de gorro, y el empleado +que va a su casa, y la gracia de la parisiense por todas partes, y todo +el torrente de Babel, al grito de los <i>camelots</i>, al clamor de las +trompas de automóvil, al estrépito de ruedas y cascos, mientras las +puertas de los establecimientos de diversión o de comercio echan a la +calle sonora sus bocanadas de claridad alegre.</p> + +<p>El <i>morne</i> Sena se desliza bajo los históricos puentes, y su agua +refleja las luces de oro y de colores de puentes, barcos y chalanas. El +panorama es de poesía. En el fondo de la noche calca su H de piedra +sombría Notre-Dame. De las ventanas de los altos pisos sale el brillo de +las lámparas. En la orilla<span class="pagenum"><a name="page_159" id="page_159"></a>{159}</span> izquierda del gran río parisiense, por donde +hay aún gentes que sueñan, artistas y estudiantes, el movimiento en la +luminosidad de bulevares y calles se acentúa, y autobuses y tranvías +lanzan sus sones de alerta. Mimí, modernizada, pasa en busca de, sonríe +por, o va del brazo con Rodolfo, el Rodolfo del vigésimo siglo. Ya no se +ve entrar a las cervecerías y cafés el <i>béret</i> de antaño, y junto a las +mesas se oyen, tanto como el francés, las lenguas extranjeras, sobre +todo los varios castellanos de la América nuestra. Un japonés de +sombrero de copa flirtea con una muchacha rubia; un negro fino y platudo +se lleva a la más linda bailadora de Bullier. Aunque Bullier no sea ya +como antes, a él acuden los que gustan de la danza en el país de los +escolares. Así, después que ha pasado la comida en la taberna del +Panteón para unos, para otros en <i>bouillons</i> o <i>crémeries</i>, propicios a +la economía o a la escasez, es a Bullier, donde principalmente se +dirigen, como no sea a algún cine o <i>cabaret</i> de cancionistas. Después +los cafés se llenan, los discos de fieltro se multiplican en las +mesitas; hasta que el vecindario que tranquilo duerme se suele despertar +por la madrugada, a los cantos en coro de los noctámbulos.<span class="pagenum"><a name="page_160" id="page_160"></a>{160}</span></p> + +<p>En la orilla derecha, por la enorme arteria del bulevar, los vehículos +lujosos pasan hacia los teatros elegantes. Luego son las cenas en los +cafés costosos, en donde las mujeres de mundo que se cotizan altamente +se ejercen en su tradicional oficio de desplumar al pichón. El pichón +mejor, cuando no es un <i>azucarerito</i> francés como el que aun se +recuerda, es el que viene de lejanas tierras, y, aunque el rastacuerismo +va en decadencia, no es raro encontrar un ejemplar que mantenga la +tradición.</p> + +<p>Cerca de la Magdalena y de la Plaza de la Concordia está el lugar famoso +que tentara la pluma de un comediógrafo. Allí esas <i>damas</i> enarbolan los +más fastuosos penachos, presentan las más osadas túnicas, aparecen +forradas academias o traficantes figurines, para gloria de la <i>boîte</i> y +regocijo de viejos verdes, anglosajones rojos y universales efebos de +todos colores, poseídos del más imperioso de los pecados capitales, bajo +la urgente influencia del extra-dry. Allí, como en tales o cuales +establecimientos de los bulevares, se consagra la <i>noce</i> verdaderamente +parisiense, para el calavera de París, o <i>d’ailleurs</i>, que cuenta con +las rentas de un capital, o con los productos de una lejana estancia,<span class="pagenum"><a name="page_161" id="page_161"></a>{161}</span> +puesta, hacienda, rancho, fundo o plantación.</p> + +<p>Por la calle del faubourg Montmartre y de Notre-Dame-de-Lorette, +asciende todas las noches una procesión de fiesteros, tanto cosmopolitas +como parisienses, afectos al Molino-Rojo y a las noches blancas.</p> + +<p>Nadie tiene ya recuerdos literarios y artísticos para lo que era antaño +un refugio de artistas y de literatos. Además, se sabe ya la +mercantilización del Arte. Pero existen Montoya y otros que no quieren +que la Musa sea atropellada por el automóvil.</p> + +<p>Lo incómodo para la ascensión a la sagrada <i>butte</i> es la afluencia de +apaches de todas las latitudes y de apachas de todos los tonos. Cuando +se llega ya bajo la iluminación del Molino-Rojo, si se tiene la +experiencia de París, acompañada de un poco de razonamiento, entra uno a +un cabaret artístico; si se es el extranjero recién llegado con cheques +u oros en el bolsillo, entra a esos establecimientos llenos de smokings, +relucientes de orfebrería, adornados de espaldas esbeltas y por el rojo +de los tziganos, y en donde la botella de champaña obligatoria se +ostenta en la heladera.</p> + +<p>Estas son las casas con nombres de abadía<span class="pagenum"><a name="page_162" id="page_162"></a>{162}</span> rabelesiana o de roedor +difunto. Allí, los indispensables violinistas hacen bailar a las +hetairas, o heteras, que convierten en champaña los luises de los +gentlemen ciertos o dudosos; danzarines de España, o de Italia, o de +Inglaterra, demuestran las tentaciones de las jotas, garrotines, +tarantelas, o <i>gigues</i>; M. Berenger no estaría muy tranquilo desde luego +si presenciase tales ejercicios coreográficos, y sobre todo cuando las +machichas brasileñas y los tangos platenses son interpretados con +floriture montmartresa, exagerando la nota en un ambiente en que la +palabra pudor no tiene significado alguno. Pero como esos centros no son +para las niñas que comen su pan en <i>tartines</i>, como aquí se dice, están +en tales fiestas a sus anchas quienes vienen de los cuatro puntos del +mundo en busca del fabuloso París, eternamente renombrado como el +paraíso de las delicias amorosas y de los goces de toda suerte. A pesar +de lo que se diga, es para el amante de la diversión y del jolgorio, +para los derrochadores del dinero y de la salud, un imán irresistible. +El chino en su China, el persa en su Persia, el más remoto rey bárbaro y +negro que haya pasado por el paraíso parisiense, recordará siempre sus +encantos y pensará en el retorno.<span class="pagenum"><a name="page_163" id="page_163"></a>{163}</span></p> + +<p>Es que, si en cualquier gran ciudad moderna puede encontrarse confort, +lujo, elegancia, atracciones, teatros, galanterías, en ninguna parte se +goza de todo eso como en París, porque algo especial circula en el aire +luteciano, y porque la parisiense pone en la capital del goce su +inconfundible, su singular, su poderosísimo hechizo, de manera que los +reyes de otras partes, reyes de pueblos, de minas, de algodones, de +aceites, o de dólares, a su presencia se convierten en esclavos, +esclavos de sus caprichos, de sus locuras, de sus miradas, de sus +sonrisas, de su manera de andar, de su manera de hablar, de su manera de +recogerse la falda, de comer una fruta, de oler una flor, de tomar una +copa de champaña, de oficiar, en fin, como la más exquisita sacerdotisa +de la diosa <i>hija de la onda amarga</i>, patrona de la ciudad de las +ciudades, y cuyos devotos y peregrinos habitan todos los países de la +tierra.</p> + +<p class="ast">* * *</p> + +<p>París nocturno es luz y único, deleite y armonía; y, <i>hélas!</i> delito y +crimen... No lejos de los amores magníficos y de los festines<span class="pagenum"><a name="page_164" id="page_164"></a>{164}</span> +espléndidos, va el amor triste, el vicio sórdido, la miseria semidorada, +o casi mendicante, la solicitud armada, la caricia que concluye en robo, +la cita que puede acabar en un momento trágico, en el barrio peligroso, +o en la callejuela sospechosa.</p> + +<p>Mas los felices no se percatan de estas cosas. Los que van al bar +elegante en un 40 H. P. no piensan en el proletariado del placer. Ni el +extranjero pudiente viene a fijarse en tales comparaciones. El ha venido +con la visión, con el ensueño de un París nocturno, único y maravilloso. +Halla todo lo que necesita para sus inclinaciones y sus gustos. Sabe que +con el oro todo se consigue, en las horas doradas de la villa de oro, en +donde el Amor transforma ese rincón de alegría, en donde hace algunos +años todavía se soñaban sueños de arte y se amaba con menos desinterés. +Aun los tiempos del <i>Chat noir</i> se recuerdan con vagas nostalgias. ¡Se +dice que los artistas de hoy, los mismos artistas! no piensan más que en +la ganancia, y que el asno Boronali, del <i>Lapin Agile</i>, es el único +artista verdaderamente independiente. Así, los hombres cabelludos y con +anchos pantalones y con pipas, que se ven por Montmartre, no son +artistas siquiera. El talento mismo, en<span class="pagenum"><a name="page_165" id="page_165"></a>{165}</span> ellos no es ciego; no lleva +venda, cuando más un monóculo, que por lo general es un luis de Francia, +una libra esterlina, o un águila americana. Y ese amor que no ciega, en +París se ve mejor de noche que de día.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_166" id="page_166"></a>{166}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_167" id="page_167"></a>{167}</span></p> + +<h3><a name="POEMAS_DE_ARTE" id="POEMAS_DE_ARTE"></a>POEMAS DE ARTE<br /><br /> +</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_168" id="page_168"></a>{168}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b169.jpg" width="310" height="454" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i1">¿Qué pálida princesa difunta es conducida<br /></span> +<span class="i0">á la isla de la muerte?...<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p class="r"><span class="pagenum"><a name="page_169" id="page_169"></a>{169}</span> + +<span style="margin-left: 2em;"><span class="sans"><b>BOEKLIN</b></span></span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_170" id="page_170"></a>{170}</span> +<br /> +<span class="pagenum"><a name="page_171" id="page_171"></a>{171}</span> +<br /></p> + +<h4>I<br />La isla de los muertos.</h4> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-e.png" +width="71" +height="74" +alt="E" + /></span><span class="smcap">n</span> qué país de ensueño, en qué fúnebre país de ensueño está la isla +sombría? Es en un lejano lugar en donde reina el silencio. El agua no +tiene una sola voz en su cristal, ni el viento en sus leves soplos, ni +los negros árboles mortuorios en sus hojas: los negros cipreses +mortuorios, que semejan, agrupados y silenciosos, monjes-fantasmas.</p> + +<p>Cavadas en las volcánicas rocas mordidas y rajadas por el tiempo, se +ven, a modo de nichos obscuros, las bocas de las criptas, en donde, bajo +el misterioso, taciturno cielo, duermen los muertos. La lámina especular +de abajo refleja los muros de ese solitario<span class="pagenum"><a name="page_172" id="page_172"></a>{172}</span> palacio de lo desconocido. +Se acerca, en su barca de duelo, un mudo enterrador, como en el poema de +Tennyson. ¿Qué pálida princesa difunta es conducida a la isla de la +Muerte?... ¿Qué Elena, qué adorable Yolanda? ¡Canto suave, en tono +menor, canto de vaga melodía y de desolación profunda! Acaso el silencio +fuese interrumpido por un errante sollozo, por un suspiro; acaso una +visión envuelta en un velo como de nieve...</p> + +<p>Allí es donde comienza la posesión de Psiquis; en esa negrura es donde +verás quizás brotar, pobre soñador, de la obscura larva, las alas +prestigiosas de Hipsipila. A tu isla solemne ¡oh, Boeklin! va la reina +Betsabé, pálida. Va también, con un manto de duelo, la esposa de +Mauseolo, que pone cenizas en el vino. Va Hécuba, y ¡horrible trance! va +silenciosa, mordiendo su aullido, clavando sus dedos en los dolorosos, +maternales pechos. Va Venus, sobre su concha tirada por las blancas +palomas, por ver si vaga gimiendo la sombra de Adonis. Va la tropa +imperial de las soberbias porfirogénitas, que amaron el amor al mismo +tiempo que la muerte. Va en un esquife divino, con un arcángel por +timonel, la Virgen María, herido el pecho por los siete puñales.<span class="pagenum"><a name="page_173" id="page_173"></a>{173}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b173.jpg" width="314" height="289" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i1">Más allá de las solitarias islas en donde<br /></span> +<span class="i0">descansan los pájaros viajeros...<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_174" id="page_174"></a>{174}</span><br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_175" id="page_175"></a>{175}</span><br /></span> +</div></div> +</div> + +<h4>II<br />Idilio marino.</h4> + +<p>Más allá de las solitarias islas en donde descansan los pájaros +viajeros, en el reino en que Leviatán domina, sobre una roca, está +entronizada la Vencedora, en la irresistible omnipotencia de su +desnudez.</p> + +<p>En su blanca piel está la sal, el perfume marino de Anadiómena, y la +serpiente de las olas hace ver una vez más, amorosa y humillada, el +soberano triunfo del encanto femenino. Europa sobre el lomo del toro, la +Bella y la Fiera, la Mundana del pintor moderno, que, desnuda, corta las +uñas al león. Un tritón velludo y escamoso hace cantar su ronco caracol, +en tanto que el monstruo recibe una caricia de la tentadora mujer, que +bajo el inmenso cielo ofrece su fatal hermosura en el abandono de su +supremo impudor.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_176" id="page_176"></a>{176}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_177" id="page_177"></a>{177}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b177.jpg" width="219" height="502" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i1">Suena la risa del tritón, que muestra<br /></span> +<span class="i0">su cabeza de sileno oceánico...<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_178" id="page_178"></a>{178}</span><br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_179" id="page_179"></a>{179}</span><br /></span> +</div></div> +</div> + +<h4>III<br />Sirenas y tritones.</h4> + +<p>Con más sonoridad que el ruido del caracol, suena la risa del tritón, +que muestra su cabeza de sileno oceánico, ceñida con hojas de las +desconocidas viñas que crecen en los campos submarinos, y rosas de una +flora extraña e ignorada, cortadas entre líquenes y flotantes medusas. +Tras él se infla una faz batraciana, boca redonda y carnuda, ojos +saltones. Se ven danzar las ondas. En el seno de una se hunde, con un +salto natatorio, una ninfa de opulentos muslos, que tiene aletas en los +talones. Más allá, otra erige sus pechos, y su cabeza coronada de algas. +Con asombro jocoso viene un Sancho centauro acuático, braceando; la +grupa está sobre la ola, y la espuma le forma un cerco hirviente y +blanco por la redondez de la barriga, en la<span class="pagenum"><a name="page_180" id="page_180"></a>{180}</span> cual muestra su honda +mancha, como la señal de un golpe de espátula, el ombligo.</p> + +<p>En primer término, en la transparencia del agua, una sirena extiende su +bifurcada y curva cola de pescado, negro y plata; a flor de espuma, +tiembla la doble rotundidad en que termina el talle.</p> + +<p>La faz medrosa mira hacia un punto en que algo se divisa, y casi no +atiende la hembra al tritón fáunico, que la atrae, invitándola a una +cita sexual, tal como en la tierra, al amor del gran bosque, lo haría +Pan con Siringa.<span class="pagenum"><a name="page_181" id="page_181"></a>{181}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b181.jpg" width="303" height="422" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> + Cerca del blando tronco de la haya, estariais<br /> vos, +señorita, con vuestro sombrero blanco, vuestro<br /> vestido blanco y vuestra +alma blanca. +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_182" id="page_182"></a>{182}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_183" id="page_183"></a>{183}</span></p> + +<h4>IV<br />Día de Primavera.</h4> + +<p>Cerca del blando tronco de la haya, estariais vos, señorita, con vuestro +sombrero blanco, vuestro vestido blanco, y vuestra alma blanca. Yo +tendría mi negro dolor. Procuraría haceros soñar dulces sueños, y el +laúd no tendría para vos sino los más acariciadores sonidos.—Sí, dice +ella, mas esa villa italiana... ¿no será la morada de la más infeliz de +las mujeres? Los árboles sombríos forman un misterioso recinto de duelo. +El agua de los arroyos parece monologar extrañas historias de amores +difuntos. El crepúsculo inunda, con su tenue tinta de melancolía, todo +el paisaje. El anciano que contempla meditabundo las ninfas, parece la +encarnación de un triste pasado. Los niños<span class="pagenum"><a name="page_184" id="page_184"></a>{184}</span> que juegan cerca de la +«villa», no alcanzan a hacer que mi alma encuentre una sola nota de +alegría.</p> + +<p>Nuestra alma, a veces, contagia con sus males el alma de las cosas.<span class="pagenum"><a name="page_185" id="page_185"></a>{185}</span></p> + +<h4>V<br />Los Pescadores de Sirenas.</h4> + +<p>Péscame una ¡oh, egipán pescador! que tenga en sus escamas radiantes la +irisada riqueza metálica que decora las admirables arenques. Péscame +una, cuya cola bifurcada pueda hacer soñar en el pavo real marino, y +cuyos costados finos y relucientes tengan aletas semejantes a orientales +abanicos de pedrería; péscame una que tenga verdes los cabellos, como +debe tenerlos Lorelay, y cuyos ojos tengan fosforescencias raras y +mágicas chispas, cuya boca salada bese y muerda, cuando no cante las +canciones que pudieran triunfar de la astucia de Ulises, cuyos senos +marmóreos culminen florecidos de rosa y cuyos brazos, como dos albos y +divinos pithones, me aten para llevarme a un abismo de ardientes +placeres, en el país recóndito<span class="pagenum"><a name="page_186" id="page_186"></a>{186}</span> en donde los palacios son hechos de +perlas, de coral y de concha de nácar. Mas esos dos sátiros que se +divierten en la costa de alguna ignorada Lesbos, Tempe o Amatunte, son +ciertamente malos pescadores. El uno, viejo y fornido, se apoya en un +grueso palo nudoso, y mira con cómica extrañeza la sirena asustada y +poco apetecible que su compañero ha pescado. Este saca la red, y no +parece satisfecho de su pesca. De los cabellos de la sirena chorrea el +agua, formando en el mar círculos concéntricos. Sobre las testas +bicornes y peludas se extiende, al beso del día, un fresco follaje, +mientras reina en su fiesta de oro, sobre nubes, tierra y olas, la +antorcha del sol.<span class="pagenum"><a name="page_187" id="page_187"></a>{187}</span></p> + +<h3><a name="CURIOSIDADES_LITERARIAS" id="CURIOSIDADES_LITERARIAS"></a>CURIOSIDADES LITERARIAS</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_188" id="page_188"></a>{188}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_189" id="page_189"></a>{189}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b189.jpg" width="247" height="502" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i1">La Habana aclamaba a Ana, la dama<br /></span> +<span class="i0">más agarbada, más afamada.<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_190" id="page_190"></a>{190}</span><br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_191" id="page_191"></a>{191}</span><br /></span> +</div></div> +</div> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-h.png" +width="70" +height="68" +alt="H" + /></span><span class="smcap">ablábamos</span> varios hombres de letras de las cosas curiosas que, desde +griegos y latinos, han hecho ingenios risueños, pacientes o desocupados +con el lenguaje. Versos que se pueden leer al revés tanto como al +derecho, guardando siempre el mismo sentido, acrósticos enrevesados, y +luego, prosas en que se suprimiera una de las vocales en largos cuentos +castellanos.</p> + +<p>Entonces, yo les hablé de una curiosidad, en verdad de las más +peregrinas, que hice insertar, siendo muy joven, en una revista que +dirigía allá en la lejana Nicaragua un mi íntimo amigo. Es un cuento +corto, en el cual no se suprime una vocal, sino cuatro. No encontraréis +otra vocal más que la a. Y os mantendrá con la boca abierta. ¿Su autor? +Sudamericano, seguramente, quizás antillano, posiblemente de Colombia. +Ignoro e ignoré<span class="pagenum"><a name="page_192" id="page_192"></a>{192}</span> siempre su nombre. He aquí la lucubración a que me +refiero:</p> + +<h4>AMAR HASTA FRACASAR<br /><br /> + +(<i>Trazada para la A.</i>)</h4> + +<p>La Habana aclamaba a Ana, la dama más agarbada, más afamada.—Amaba a +Ana Blas, galán asaz cabal, tal amaba Chactas a Atala.</p> + +<p>Ya pasaban largas albas para Ana, para Blas; mas nada alcanzaban. Casar +trataban, mas hallaban avaras a las hadas, para dar grata andanza a tal +plan.</p> + +<p>La plaza llamada Armas, daba casa a la dama; Blas la hablaba cada +mañana; mas la mamá, llamada Marta Albar, nada alcanzaba. La tal mamá +trataba jamás casar a Ana hasta hallar gran galán, casa alta, ancha arca +para apañar larga plata, para agarrar adahalas<a name="FNanchor_1_1" id="FNanchor_1_1"></a><a href="#Footnote_1_1" class="fnanchor">[1]</a>. ¡Bravas +agallas!—¿Mas bastaba tal cabala?—Nada ¡cá! ¡nada basta a atajar la +llama aflamada!</p> + +<p>Ana alzaba la cama al aclarar; Blas la hallaba ya parada a la bajada. +Las gradas callaban<span class="pagenum"><a name="page_193" id="page_193"></a>{193}</span> las alharacas adaptadas a almas tan abrasadas. +Allá, halagadas faz a faz, pactaban hasta la parca amar Blas a Ana, Ana +a Blas. ¡Ah! ¡ráfagas claras bajadas a las almas arrastradas a amar! +gratas pasan para apalambrarlas<a name="FNanchor_2_2" id="FNanchor_2_2"></a><a href="#Footnote_2_2" class="fnanchor">[2]</a> mas, para clavar la azagaya<a name="FNanchor_3_3" id="FNanchor_3_3"></a><a href="#Footnote_3_3" class="fnanchor">[3]</a> al +alma. ¡Ya nada habrá capaz a arrancarla!</p> + +<p>Pasaban las añadas<a name="FNanchor_4_4" id="FNanchor_4_4"></a><a href="#Footnote_4_4" class="fnanchor">[4]</a>. Acabada la marcada para dar Blas a Ana las +sagradas arras, trataban hablar a Marta para <i>afrancar</i><a name="FNanchor_5_5" id="FNanchor_5_5"></a><a href="#Footnote_5_5" class="fnanchor">[5]</a> a Ana, hablar +al abad, abastar saya, manta, sábanas, cama, alhajar casa ¡cá! ¡nada +faltaba para andar al altar!</p> + +<p>Mas la mañana marcada, trata Marta ¡mala andanza! pasar a Santa Clara al +alba, para clamar a la Santa adaptada al galán para Ana. Agarrada bajaba +ya las gradas; mas ¡caramba! halla a Ana abrazada a Blas, cara a cara. +¡Ah! la a nada basta para trazar la zambra armada. Marta araña a Ana, +tal arañan las gatas a las ratas; Blas la ampara; para parar las +brazadas a Marta, agárrala la<span class="pagenum"><a name="page_194" id="page_194"></a>{194}</span> saya. Marta lanza las palabras más malas +a más alta garganta. Al azar pasan atalayas, alarmadas a tal algazara, +atalantadas a las palabras:—¡acá! ¡acá! ¡atrapad al canalla-mata-damas! +¡amarrad al rapaz!—Van a la casa: Blas arranca tablas a las gradas para +lanzar a la armada; más nada hará para tantas armas blancas. Clama, +apalabra, aclara ¡vanas palabras! nada alcanza. Amarra a Blas, Marta +manda a Ana para Santa Clara; Blas va a la cabaña. ¡Ah! ¡Mañana falta!</p> + +<p>¡Bárbara Marta! avara bajasa<a name="FNanchor_6_6" id="FNanchor_6_6"></a><a href="#Footnote_6_6" class="fnanchor">[6]</a>, al atrancar a Ana tras las barbacanas +sagradas (algar<a name="FNanchor_7_7" id="FNanchor_7_7"></a><a href="#Footnote_7_7" class="fnanchor">[7]</a>, fatal para damas blandas). ¿Trataba alcanzar paz a +Ana? ¡Ca! ¡Asparla<a name="FNanchor_8_8" id="FNanchor_8_8"></a><a href="#Footnote_8_8" class="fnanchor">[8]</a>, alafagarla, matarla! tal trataba la malvada +Marta. Ana, cada alba, amaba más a Blas; cada alba más aflatada, +aflacaba más. Blas, a la banda allá la mar, tras Casa Blanca, +asayaba<a name="FNanchor_9_9" id="FNanchor_9_9"></a><a href="#Footnote_9_9" class="fnanchor">[9]</a>, a la par gran mal; a la par balaba<a name="FNanchor_10_10" id="FNanchor_10_10"></a><a href="#Footnote_10_10" class="fnanchor">[10]</a>, allanar las barras +para atacar la alfana<a name="FNanchor_11_11" id="FNanchor_11_11"></a><a href="#Footnote_11_11" class="fnanchor">[11]</a>, sacar la amada, hablarla, abrazarla...<span class="pagenum"><a name="page_195" id="page_195"></a>{195}</span></p> + +<p>Ha ya largas mañanas trama Blas la alcaldada: para tal, habla. Al rayar +la alba, al atalaya, da plata, saltan las barras, avanza a la playa. La +lancha, ya aparada<a name="FNanchor_12_12" id="FNanchor_12_12"></a><a href="#Footnote_12_12" class="fnanchor">[12]</a>, pasa al galán a la Habana. ¡Ya la has +amanada<a name="FNanchor_13_13" id="FNanchor_13_13"></a><a href="#Footnote_13_13" class="fnanchor">[13]</a> gran Blas; ya vas a agarrar la aldaba para llamar a Ana! +¡Ah! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, patas al alazán +¡avanza, galán, avanza!</p> + +<p>Mas para nada alcanzará la llamada: atafagarán<a name="FNanchor_14_14" id="FNanchor_14_14"></a><a href="#Footnote_14_14" class="fnanchor">[14]</a>, mas la tapada, +taparanla más. Aplaza la hazaña...</p> + +<p>Blas la aplaza; para apartar malandanza, trata hablar a Ana, para Ana +nada más. Para tal alcanzar, canta a garganta baja:</p> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">La barca lanzada<br /></span> +<span class="i0">allá al ancha mar<br /></span> +<span class="i0">arrastra a la Habana<br /></span> +<span class="i0"><i>canalla-rapaz</i>.<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i2">Al tal <i>mata-damas</i><br /></span> +<span class="i0">llamaban asaz,<br /></span> +<span class="i0">mas jamás las mata,<br /></span> +<span class="i0">las ha para amar.<span class="pagenum"><a name="page_196" id="page_196"></a>{196}</span><br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i2">Fallar las amarras<br /></span> +<span class="i0">hará tal galán,<br /></span> +<span class="i0">ca, brava alabarda<br /></span> +<span class="i0">llaman a la mar.<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i2">Las alas, la alaba,<br /></span> +<span class="i0">la azagaya... ¡Bah!<br /></span> +<span class="i0">nada, nada basta<br /></span> +<span class="i0">a tal batallar.<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i2">Ah, marcha, alma Atala<br /></span> +<span class="i0">a dar grata paz,<br /></span> +<span class="i0">a dar grata andanza<br /></span> +<span class="i0">a Chactas acá.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p>Acabada la cantata, Blas anda para acá, para allá, para nada alarmar al +adra<a name="FNanchor_15_15" id="FNanchor_15_15"></a><a href="#Footnote_15_15" class="fnanchor">[15]</a>. Ana agradada a las palabras cantadas salta la cama. La alma. +La alma la da al galán. Afanada llama a ña Blasa, aya<a name="FNanchor_16_16" id="FNanchor_16_16"></a><a href="#Footnote_16_16" class="fnanchor">[16]</a> parda ña +Blasa, zampada a la larga, nada alcanza la tal llamada; para alzarla, +Ana la <i>jala</i> las pasas. La aya habla, Ana la acalla; habla más; la da +ahajas para ablandarla. Blasa las agarra. Blanda ya, para acabar, la +parda da franca bajada a Ana para la sala magna. Ya allá, Ana zafa +aldaba tras aldaba hasta dar<span class="pagenum"><a name="page_197" id="page_197"></a>{197}</span> a la plaza. Allá anda Blas. ¡Para, para +Blas!</p> + +<p>Atrás va Ana. ¡Ya llama! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, +patas al alazán. ¡Avanza, galán, avanza!</p> + +<p>—¡Amada Ana!...</p> + +<p>—¡Blas!...</p> + +<p>—¡Ya jamás apartarán a Blas para Ana!</p> + +<p>—¡Ah, jamás!</p> + +<p>—¡Alma amada!...</p> + +<p>—¡Abraza a Ana hasta matarla!</p> + +<p>—¡Abraza a Blas hasta lanzar la alma!...</p> + +<p>A la mañana tras la pasada, alzaba ancla para Málaga la fragata Atlas. +La cámara daba lar para Blas, para Ana...</p> + +<p>Faltaba ya nada para anclar; mas la mar brava, brava, lanza a la playa +la fragata: la vara.</p> + +<p>La mar trabaja las bandas: mas brava, arranca tablas al tajamar; nada +basta a salvar la fragata. ¡Ah, tantas almas lanzadas al mar, ya +agarradas a tablas claman, ya nadan para ganar la playa! Blas nada para +acá, para allá, para hallar a Ana, para salvarla. ¡Ah! tantas brazadas, +tan gran afán para nada; hállala, mas la halla ya matada. ¡Matada!... Al +palpar tan gran mal nada <i>bala</i> ya, nada trata alcanzar. Abraza a la +amada. «¡Amar hasta fracasar!» clama... Ambas<span class="pagenum"><a name="page_198" id="page_198"></a>{198}</span> almas abrazadas bajan a +la nada<a name="FNanchor_17_17" id="FNanchor_17_17"></a><a href="#Footnote_17_17" class="fnanchor">[17]</a>. La mar traga a Ana, traga a Blas, traga más... ¡ca! ya Ana +hablaba a Blas para pañal, para fajas, para zarandajas. «¡Mamá, ya, +acababa Ana. Papá, ya, acababa Blas!...»</p> + +<p>Nada habla la Habana para sacar a plaza a Marta, tras las pasadas; mas +la palma canta hartas hazañas para cardarla la lana.</p> + +<p> </p> + +<p><i>Et voilà.</i> ¿Quién me dirá el nombre del autor?<span class="pagenum"><a name="page_199" id="page_199"></a>{199}</span></p> + +<h2><a name="INDICE" id="INDICE"></a>INDICE</h2> + +<table border="0" cellpadding="2" cellspacing="0" summary=""> + +<tr><th>CUENTOS</th></tr> + +<tr><td> </td><td class="rt"><small><i>Pags.</i></small></td></tr> +<tr><td>El caso de la señorita Amelia (cuento de Año Nuevo).</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_008">8</a></td></tr> + +<tr><td>Cuento de Pascua.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_019">19</a></td></tr> + +<tr><td>La extraña muerte de Fray Pedro.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_039">39</a></td></tr> + +<tr><th>CRÓNICAS</th></tr> + +<tr><td>Bajo las luces del sol naciente.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_055">55</a></td></tr> + +<tr><td>Mi domingo de Ramos.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_071">71</a></td></tr> + +<tr><td>Hombres y pájaros.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_087">87</a></td></tr> + +<tr><td>Primavera apolinea.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_103">103</a></td></tr> + +<tr><td>Visiones pasadas.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_115">115</a></td></tr> + +<tr><td>Los miserables.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_133">133</a></td></tr> + +<tr><td>París nocturno.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_153">153</a></td></tr> + +<tr><td>Poemas de arte.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_167">167</a></td></tr> + +<tr><td>Curiosidades literarias.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_187">187</a></td></tr> +</table> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_200" id="page_200"></a>{200}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_201" id="page_201"></a>{201}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b201.jpg" width="254" height="388" alt="Acabóse de imprimir este libro en Madrid, en la +TIPOGRAFÍA YAGÜES el día xxv de Septiembre del año mcmxviii" title="" /> + +</div> + +<hr /> + +<p class="cb"><big>EDITORIAL “MUNDO LATINO” APARTADO 502.—MADRID<br /><br /> +CATALOGO PROVISIONAL (EXTRACTO DEL CATÁLOGO GENERAL)</big></p> + +<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="" +style="margin:auto auto;max-width:80%;"> +<tr><td> </td><td class="rt"><i>Pesetas</i></td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">OBRAS COMPLETAS</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">DE RICARDO DE LEÓN (de la Real Academia Española)</td></tr> +<tr><td>Edición del Banco de España. Ocho volúmenes en 4.º, encuadernados en tela, con alegorías de Coullaut Valera y retrato del autor, por Vacqué</td><td class="rt">50,00</td></tr> +<tr><td>A plazos (5 pesetas mensuales)</td><td class="rt">60,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">DE FRANCISCO VILLAESPESA</td></tr> +<tr><td>I.—Intimidades.—Flores de Almendro</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>II.—Luchas.—Confidencias</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>III.—La copa del Rey de Thule.—La musa enferma</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>IV.—El alto de los Bohemios.—Rapsodias</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>V.—Las horas que pasan. (Veladas de amor)</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>VI.—Las joyas de Margarita: Breviario de amor.—La</td></tr> +<tr><td>tela de Penélope.—El milagro del vaso de agua</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>VIl.—Doña María de Padilla.—La cena de los cardenales</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>VIII.—El milagro de las rosas.—Resurrección.—Amigas viejas</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>IX.—Las granadas de rubíes.—Las pupilas de Almotadid.—Las garras de la pantera.—El último Abderramán</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>X.—Tristitiæ rerum.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>XI.—La leona de Castilla.—En el desierto.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>XII.—El rey Galaor.—El triunfo del amor.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">DE RUBÉN DARÍO</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">(Ilustraciones de Ochoa)</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">Tomos publicados:</td></tr> +<tr><td>I.—La caravana pasa.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>II.—Prosas profanas.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>III.—Tierras solares.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>IV.—Azul.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>V.—Parisiana.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>VI.—Los raros.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>VII.—Cantos de vida y esperanza.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>VIII.—Letras.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>IX.—Canto a la Argentina.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>X.—Opiniones.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>XI.—Poema del otoño y otros poemas.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>XII.—Peregrinaciones.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>Ediciones especiales de lujo.</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">HENRIK IBSEN</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">TEATRO COMPLETO</td></tr> +<tr><td>I.—Catilina. La tumba del guerrero. La castellana de Ostrat.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>II.—La fiesta de Solhaug. Olaf Liliekrans. Los guerreros en Helgeland.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>III.—Los pretendientes a la corona y La comedia del amor.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>IV.—Brand</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>V.—Peer Gynt</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>VI.—La unión de la juventud. Las columnas de la sociedad. La casa de una muñeca</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>VII.—Emperador y Galileo</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>VIII.—Espectros. Un enemigo del pueblo. El pato silvestre</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>IX.—La casa de Rosmer. La dama del mar. Hedda Gabler</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>X.—El constructor Solness. El niño Eyolf. Al despertar de nuestra muerte</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">JOSÉ FRANCÉS</td></tr> +<tr><td>El año artístico 1915</td><td class="rt">6,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">»</span> <span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela</td><td class="rt">8,00</td></tr> +<tr><td>El ano artístico 1916 (con 250 grabados)</td><td class="rt">10,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela</td><td class="rt">12,00</td></tr> +<tr><td>El año artístico 1917 (con 250 grabados)</td><td class="rt">11,50</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela</td><td class="rt">13,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">COLECCIÓN DE AUTORES ESPAÑOLES</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">NOVELAS</td></tr> +<tr><td><i>Edmundo González Blanco.</i>—Jesús de Nazareth</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>José Francés.</i>—La estatua de carne</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>El alma viajera</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>López de Saá.</i>—Los indianos vuelven</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>Bruja de amor</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>W. Fernández Flórez.</i>—La procesión de los días</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>Elías Cerdá.</i>—Don Quijote en la guerra</td><td class="rt">2,00</td></tr> +<tr><td><i>V. García Martí.</i>—Don Severo Carvallo</td><td class="rt">2,50</td></tr> +<tr><td><i>María Luisa Latil.</i>—Según labremos.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>Genoveva.</td><td class="rt">2,50</td></tr> +<tr><td><i>Eugenio Noel.</i>—El allegretto de la Sinfonía VII.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>Cuentos.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Rafael Cansinos-Assens.</i>—Las cuatro gracias.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Francisco Delicado.</i>—La lozana andaluza.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>J. de Lucas Acevedo.</i>—La Caja de Pandora.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>Martín de la Cámara.</i>—Vidas llameantes.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">ESTUDIOS Y CRÓNICAS</td></tr> +<tr><td><i>Emiliano Ramírez Angel.</i>—Bombilla-Sol-Ventas.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>J. M. Carretero.</i>—Lo que sé por mí (dos series).</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>J. Costa.</i>—Alemania contra España.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>Pedro Pellicena.</i>—Los Cosacos.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Margarita de la Torre.</i>—Jardín de damas curiosas.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Fola Igurbide.</i>—El Actor.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Alberto Ghiraldo.</i>—Los nuevos caminos.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Enciso.</i>—El soneto en España.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">POESÍAS</td></tr> +<tr><td><i>José Montero.</i>—Yelmo florido (con ilustraciones).</td><td class="rt">4,00</td></tr> +<tr><td><i>Zurita.</i>—Pícaros y donosos.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>Mauricio Bacarisse.</i>—El esfuerzo.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>Eliodoro Puche.</i>—Libro de los elogios galantes y de los crepúsculos de otoño.</td><td class="rt">2,50</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>Corazón de la noche.</td><td class="rt">2,50</td></tr> +<tr><td><i>Emilio Carrere.</i>—El retablo de los poetas. (Antología).</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">TEATRO</td></tr> +<tr><td><i>Muñoz Seca y López Núñez.</i>—El Rayo.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>H. Ibsen.</i>—Dramas líricos.</td><td class="rt">2,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>La castellana de Ostrat.</td><td class="rt">2,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">LAS GRANDES FIGURAS DE LA GUERRA EUROPEA</td></tr> +<tr><td>Biografías de los generales: Alberto I de Bélgica.—Joffre.—Sir Jhon French.—Lord Kitchener. Con preciosas fototipias, a</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION DE AUTORES EXTRANJEROS</td></tr> +<tr><td>Traducidas por <i>Felipe Trigo</i>, <i>Rafael Cansinos</i> y <i>Pedro de Répide.</i></td></tr> +<tr><td><i>Victoriano de Saussay.</i>—La ciencia del beso</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>René Emery.</i>—Santa María Magdalena</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Maquiavelo.</i>—Obras festivas: La Mandrágora.—El P. Alberico.—La Celestina.—El archidiablo Belfegor</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>Claudia Lemaitre.</i>—Juegos de Damas</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Procopio.</i>—Historia secreta</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Anónimo.</i>—Teatro persa</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">CELEBRIDADES ESPAÑOLAS</td></tr> +<tr><td>I.—Bécquer (encuadernados en tela)</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>II.—Zorrilla (ídem)</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>III.—Espronceda (ídem)</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION SELECTA</td></tr> +<tr><td><i>Tomás de Quincey.</i>—Los últimos días de Kant</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td><i>Kalidasa.</i>—El reconocimiento de Sakuntala</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td><i>Rousseau.</i>—Discurso sobre las artes y las ciencias</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>Origen de la desigualdad entre los hombres</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td><i>Luciano de Samosata.</i>—La diosa de Siria</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td><i>L. Sterne.</i>—Viaje sentimental de un inglés a Francia</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td><i>F. Alvarado.</i>—El filósofo rancio. (Cartas)</td><td class="rt">1,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION CIENCIA Y ARTE</td></tr> +<tr><td><i>Ricardo Yesares.</i>—¿Qué quieres aprender? Electricidad. Encuadernado en tela</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>¿Qué quieres ser? Automovilista. Encuadernado en tela</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">OBRAS VARIAS</td></tr> +<tr><td><i>Sthendal.</i>—Del amor</td><td class="rt">6,00</td></tr> +<tr><td><i>E. M. Segovia</i> (Oficial del Banco de España).—Los documentos de crédito</td><td class="rt">5,00</td></tr> +<tr><td><i>Rivero.</i>—Legislación de clases pasivas. Volumen de 500 páginas, encuadernado en tela</td><td class="rt">10,00</td></tr> +<tr><td><i>R. Yesares.</i>—Ayuda memoria del mecánico electricista. Un volumen, encuadernado en tela</td><td class="rt">1,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">LIBROS DE CARTAS</td></tr> +<tr><td>El arte de escribir cartas</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td>Manual epistolar (encuadernado en tela)</td><td class="rt">2,00</td></tr> +<tr><td>Cartas amorosas</td><td class="rt">0,60</td></tr> +<tr><td>Epistolario de amor (encuadernado)</td><td class="rt">2,00</td></tr> +</table> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-c006.jpg" width="75" height="30" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="footnotes"><p class="cb">NOTAS:</p> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_1_1" id="Footnote_1_1"></a><a href="#FNanchor_1_1"><span class="label">[1]</span></a> Adahalas, lo mismo que adehalas.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_2_2" id="Footnote_2_2"></a><a href="#FNanchor_2_2"><span class="label">[2]</span></a> Apalambrar, incendiar.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_3_3" id="Footnote_3_3"></a><a href="#FNanchor_3_3"><span class="label">[3]</span></a> Azagaya, dardo.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_4_4" id="Footnote_4_4"></a><a href="#FNanchor_4_4"><span class="label">[4]</span></a> Añadas, el tiempo de un año.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_5_5" id="Footnote_5_5"></a><a href="#FNanchor_5_5"><span class="label">[5]</span></a> Afrancar, dar libertad, licencia.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_6_6" id="Footnote_6_6"></a><a href="#FNanchor_6_6"><span class="label">[6]</span></a> Bajasa, mujer mala.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_7_7" id="Footnote_7_7"></a><a href="#FNanchor_7_7"><span class="label">[7]</span></a> Algar, caverna o cueva.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_8_8" id="Footnote_8_8"></a><a href="#FNanchor_8_8"><span class="label">[8]</span></a> Aspar, atormentar.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_9_9" id="Footnote_9_9"></a><a href="#FNanchor_9_9"><span class="label">[9]</span></a> Asayar, experimentar.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_10_10" id="Footnote_10_10"></a><a href="#FNanchor_10_10"><span class="label">[10]</span></a> Balar, desear ardientemente.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_11_11" id="Footnote_11_11"></a><a href="#FNanchor_11_11"><span class="label">[11]</span></a> Alfana, iglesia. Voz de la germania.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_12_12" id="Footnote_12_12"></a><a href="#FNanchor_12_12"><span class="label">[12]</span></a> Aparar, preparar.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_13_13" id="Footnote_13_13"></a><a href="#FNanchor_13_13"><span class="label">[13]</span></a> Amanar, poner a la mano. Ya la tienes a mano.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_14_14" id="Footnote_14_14"></a><a href="#FNanchor_14_14"><span class="label">[14]</span></a> Atafagar, fatigar, sofocar.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_15_15" id="Footnote_15_15"></a><a href="#FNanchor_15_15"><span class="label">[15]</span></a> Adra, porción de un barrio, barriada.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_16_16" id="Footnote_16_16"></a><a href="#FNanchor_16_16"><span class="label">[16]</span></a> Aya, se dice vulgarmente de las criadas de razón.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_17_17" id="Footnote_17_17"></a><a href="#FNanchor_17_17"><span class="label">[17]</span></a> Almas por cuerpos, Dios me libre de la impiedad.</p></div> + +</div> + +<hr class="full" /> + +<div>*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 51627 ***</div> +</body> +</html> diff --git a/51627-h/images/colophon.jpg b/51627-h/images/colophon.jpg Binary files differnew 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You may copy it, give it away or +re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included +with this eBook or online at www.gutenberg.org/license + + +Title: Cuentos y crónicas + Obras Completas Vol. XIV + +Author: Rubén Darío + +Illustrator: Enrique Ochoa + +Release Date: April 2, 2016 [EBook #51627] + +Language: Spanish + +Character set encoding: UTF-8 + +*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK CUENTOS Y CRÓNICAS *** + + + + +Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online +Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This +file was produced from images generously made available +by The Internet Archive/Canadian Libraries) + + + + + + + + + + + +CUENTOS +Y CRÓNICAS + +[imagen] + + +[imagen] + +[imagen: + +RUBÉN +DARÍO + +[imagen] + +CUENTOS Y +CRÓNICAS +] + + + +ES PROPIEDAD + +[imagen: CVEN TOS Y CRÓNI CAS] + + + + + +CUENTOS Y +CRÓNICAS + +POR + +RUBEN DARIO + +ILUSTRACIONES + +DE + +ENRIQUE OCHOA + +[imagen] + +VOLUMEN XIV +DE LAS OBRAS COMPLETAS +ADMINISTRACIÓN +EDITORIAL «MUNDO LATINO» +MADRID + +[imagen: CUENTOS] + + + + +EL CASO DE LA SEÑORITA AMELIA + +(CUENTO DE «AÑO NUEVO») + +[imagen: Las tres señoritas Revall hubieran podido hacer +competencia a las tres Gracias.] + + +I + +Que el Doctor Z es ilustre, elocuente, conquistador; que su voz es +profunda y vibrante al mismo tiempo, y su gesto avasallador y +misterioso, sobre todo después de la publicación de su obra sobre _La +plástica de Ensueño_, quizás podríais negármelo o aceptármelo con +restricción; pero que su calva es única, insigne, hermosa, solemne, +lírica si gustáis, ¡oh, eso nunca, estoy seguro! ¿Cómo negaríais la luz +del sol, el aroma de las rosas y las propiedades narcóticas de ciertos +versos? Pues bien; esta noche pasada, poco después que saludamos el +toque de las doce con una salva de doce taponazos del más legítimo +Roederer, en el precioso comedor rococó de ese sibarita de judío que se +llama Lowensteinger, la calva del doctor alzaba, aureolada de orgullo, +su gruñido orbe de marfil, sobre el cual, por un capricho de la luz, se +veían sobre el cristal de un espejo las llamas de dos bujías que +formaban, no sé cómo, algo así como los cuernos luminosos de Moisés. El +doctor enderezaba hacia mí sus grandes gestos y sus sabias palabras. Yo +había soltado de mis labios, casi siempre silenciosos, una frase banal +cualquiera. Por ejemplo, ésta: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!» La +mirada que el doctor me dirigió y la clase de sonrisa que decoró su boca +después de oir mi exclamación, confieso que hubiera turbado a +cualquiera. + +--Caballero--me dijo saboreando el champaña--; si yo no estuviese +completamente desilusionado de la juventud; si no supiese que todos los +que hoy empezáis a vivir estáis ya muertos, es decir, muertos del alma, +sin fe, sin entusiasmo, sin ideales, canosos por dentro; que no sois +sino máscaras de vida, nada más... sí, sino supiese eso, si viese en vos +algo más que un hombre joven de fin de siglo, os diría que esa frase que +acabáis de pronunciar: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!», tiene en +mí la respuesta más satisfactoria. + +--¡Doctor! + +--Sí, os repito que vuestro escepticismo me impide hablar, como hubiera +hecho en otra ocasión. + +--Creo--contesté con voz firme y serena--en Dios y su Iglesia. Creo en +los milagros. Creo en lo sobrenatural. + +--En ese caso, voy a contaros algo que os hará sonreir. Mi narración +espero que os hará pensar. + +En el comedor habíamos quedado cuatro convidados, a más de Mina, la hija +del dueño de casa: el periodista Riquet, el abate Pureau, recién enviado +por Hirch, el doctor y yo. A lo lejos oíamos en la alegría de los +salones la palabrería usual de la hora primera del año nuevo: _happy new +year! happy new year!_ ¡Feliz año nuevo! + +El doctor continuó: + +--¿Quién es el sabio que se atreve a decir esto es así? Nada se sabe. +_Ignoramus et ignorabimus._ ¿Quién conoce a punto fijo la noción del +tiempo? ¿Quién sabe con seguridad lo que es el espacio? Va la ciencia a +tanteo, caminando como una ciega, y juzga a veces que ha vencido cuando +logra advertir un vago reflejo de la luz verdadera. Nadie ha podido +desprender de su círculo uniforme la culebra simbólica. Desde el tres +veces más grande, el Hermes, hasta nuestros días, la mano humana ha +podido apenas alzar una línea del manto que cubre a la eterna Isis. +Nada ha logrado saberse con absoluta seguridad en las tres grandes +expresiones de la Naturaleza: hechos, leyes, principios. Yo que he +intentado profundizar en el inmenso campo del misterio, he perdido casi +todas mis ilusiones. + +Yo que he sido llamado sabio en Academias ilustres y libros voluminosos; +yo que he consagrado toda mi vida al estudio de la humanidad, sus +orígenes y sus fines; yo que he penetrado en la cábala, en el ocultismo +y en la teosofía, que he pasado del plan material del _sabio_ al plano +astral del _mágico_ y al plan espiritual del _mago_, que sé cómo obraba +Apolonio el Thianense y Paracelso, y que he ayudado en su laboratorio, +en nuestros días, al inglés Crookes; yo que ahondé en el Karma búdhico y +en el misticismo cristiano, y sé al mismo tiempo la ciencia desconocida +de los fakires y la teología de los sacerdotes romanos, yo os digo que +_no hemos visto los sabios ni un solo rayo de la luz suprema_, y que la +inmensidad y la eternidad del _misterio_ forman la única y pavorosa +verdad. + +Y dirigiéndose a mí: + +--¿Sabéis cuáles son los principios del hombre? Grupa, jiba, linga, +sharira, kama, rupa, manas, buddhi, atma, es decir: el cuerpo, la +fuerza vital, el cuerpo astral, el alma animal, el alma humana, la +fuerza espiritual y la esencia espiritual... + +Viendo a Minna poner una cara un tanto desolada, me atreví a interrumpir +al doctor: + +--Me parece que íbais a demostrarnos que el tiempo... + +--Y bien, dijo, puesto que no os placen las disertaciones por prólogo, +vamos al cuento que debo contaros, y es el siguiente: + +--Hace veintitrés años, conocí en Buenos Aires a la familia Revall, cuyo +fundador, un excelente caballero francés, ejerció un cargo consular en +tiempo de Rosas. Nuestras casas eran vecinas, era yo joven y entusiasta, +y las tres señoritas Revall hubieran podido hacer competencia a las tres +Gracias. Demás está decir que muy pocas chispas fueron necesarias para +encender una hoguera de amor... + +_Amooor_, pronunciaba el sabio obeso, con el pulgar de la diestra metido +en la bolsa del chaleco, y tamborileando sobre su potente abdomen con +los dedos ágiles y regordetes, y continuó: + +--Puedo confesar francamente que no tenía predilección por ninguna, y +que Luz, Josefina y Amelia ocupaban en mi corazón el mismo lugar. El +mismo, tal vez no; pues los dulces al par que ardientes ojos de Amelia, +su alegre y roja risa, su picardía infantil... diré que era ella mi +preferida. Era la menor; tenía doce años apenas, y yo ya había pasado de +los treinta. Por tal motivo, y por ser la chicuela de carácter travieso +y jovial, tratábala yo como niña que era, y entre las otras dos repartía +mis miradas incendiarias, mis suspiros, mis apretones de manos y hasta +mis serias promesas de matrimonio, en una, os lo confieso, atroz y +culpable bigamia de pasión. ¡Pero la chiquilla, Amelia!... Sucedía que, +cuando yo llegaba a la casa, era ella quien primero corría a recibirme, +llena de sonrisas y zalamerías: «¿Y mis bombones?» He aquí la pregunta +sacramental. Yo me sentaba regocijado, después de mis correctos saludos, +y colmaba las manos de la niña de ricos caramelos de rosas y de +deliciosas grajeas de chocolate, los cuales, ella, a plena boca, +saboreaba con una sonora música palatinal, lingual y dental. El por qué +de mi apego a aquella muchachita de vestido a media pierna y de ojos +lindos, no os lo podré explicar; pero es el caso que, cuando por causa +de mis estudios tuve que dejar Buenos Aires, fingí alguna emoción al +despedirme de Luz, que me miraba con anchos ojos doloridos y +sentimentales; dí un falso apretón de manos a Josefina, que tenía entre +los dientes, por no llorar, un pañuelo de batista, y en la frente de +Amelia incrusté un beso, el más puro y el más encendido, el más casto y +el más ardiente ¡qué sé yo! de todos los que he dado en mi vida. Y salí +en un barco para Calcuta, ni más ni menos que como vuestro querido y +admirado general Mansilla cuando se fué a Oriente, lleno de juventud y +de sonoras y flamantes esterlinas de oro. Iba yo, sediento ya de las +ciencias ocultas, a estudiar entre los mahatmas de la India lo que la +pobre ciencia occidental no puede enseñarnos todavía. La amistad +epistolar que mantenía con madama Blavatsky, habíame abierto ancho campo +en el país de los fakires, y más de un gurú, que conocía mi sed de +saber, se encontraba dispuesto a conducirme por buen camino a la fuente +sagrada de la verdad. Fuí ¡ay! en busca de la verdad, y si es cierto que +mis labios creyeron saciarse en sus frescas aguas diamantinas, mi sed no +se pudo aplacar. Busqué, busqué con tesón lo que mis ojos ansiaban +contemplar, el Keherpas de Zoroastro, el Kalep persa, el Kovei-Khan de +la filosofía india, el archoeno de Paracelso, el limbuz de Swedemborg; +oí la palabra de los monjes budhistas en medio de las florestas del +Thibet; estudié los diez sephiroth de la Kabala, desde el que simboliza +el espacio sin límites hasta el que, llamado Malkuth, encierra el +principio de la vida. Estudié el espíritu, el aire, el agua, el fuego, +la altura, la profundidad, el Oriente, el Occidente, el Norte y el +Mediodía; y llegué casi a comprender y aun a conocer íntimamente a +Satán, Lucifer, Ashtarot, Beelzebutt, Asmodeo, Belphegor, Mabema, +Lilith, Adrameleh y Baal. En mis ansias de comprensión; en mi insaciable +deseo de sabiduría; cuando juzgaba haber llegado al logro de mis +ambiciones, encontraba los signos de mi debilidad y las manifestaciones +de mi pobreza, y estas ideas. Dios, el espacio, el tiempo, formaban la +más impenetrable bruma delante de mis pupilas... Viajé por Asia, Africa, +Europa y América. Ayudé al coronel Olcot a fundar la rama teosófica de +Nueva York. Y a todo esto--recalcó de súbito el doctor, mirando +fijamente a la rubia Minna--¿sabéis lo que es la ciencia y la +inmortalidad de todo? ¡Un par de ojos azules... o negros! + + +II + +--¿Y el fin del cuento?--gimió dulcemente la señorita. + +El doctor, más serio que nunca, dijo: + +--Juro, señores, que lo que estoy refiriendo es de una absoluta verdad. +¿El fin del cuento? Hace apenas una semana he vuelto a la Argentina, +después de veintitrés años de ausencia. He vuelto gordo, bastante gordo, +y calvo como una rodilla; pero en mi corazón he mantenido ardiente el +fuego del amor, la vestal de los solterones. Y, por tanto, lo primero +que hice fué indagar el paradero de la familia Revall. «¡Los Revall--me +dijeron--las del caso de Amelia Revall!», y estas palabras acompañadas +con una especial sonrisa. Llegué a sospechar que la pobre Amelia, la +pobre chiquilla... Y buscando, buscando, di con la casa. Al entrar, fuí +recibido por un criado negro y viejo, que llevó mi tarjeta, y me hizo +pasar a una sala donde todo tenía un vago tinte de tristeza. En las +paredes, los espejos estaban cubiertos con velos de luto, y dos grandes +retratos, en los cuales reconocí a las dos hermanas mayores, se miraban +melancólicos y oscuros sobre el piano. A poco, Luz y Josefina: «¡Oh, +amigo mío, oh, amigo mío!» Nada más. Luego, una conversación llena de +reticencias y de timideces, de palabras entrecortadas y de sonrisas de +inteligencia tristes, muy tristes. Por todo lo que logré entender, vine +a quedar en que ambas no se habían casado. En cuanto a Amelia, no me +atreví a preguntar nada... Quizás mi pregunta llegaría a aquellos pobres +seres, como una amarga ironía, a recordar tal vez una irremediable +desgracia y una deshonra... En esto vi llegar saltando a una niñita, +cuyo cuerpo y rostro eran iguales en todo a los de mi pobre Amelia. Se +dirigió a mí, y con su misma voz exclamó: «¿Y mis bombones?». Yo no +hallé qué decir. + + +III + +Las dos hermanas se miraban pálidas, pálidas, y movían la cabeza +desoladamente... + +Mascullando una despedida y haciendo una zurda genuflexión, salí a la +calle, como perseguido por algún soplo extraño. Luego lo he sabido +todo. La niña que yo creía fruto de un amor culpable es Amelia, la misma +que yo dejé hace veintitrés años, la cual se ha quedado en la infancia, +ha contenido su carrera vital. Se ha detenido para ella el reloj del +Tiempo, en una hora señalada ¡quién sabe con qué designio del +desconocido Dios! + +El Doctor Z era en este momento todo calvo... + + + + +CUENTO DE PASCUA + +[imagen] + + Tenía un parecido tan exacto con + los retratos de María Antonieta... + + +I + +Una noche deliciosa en verdad... El «réveillon» en ese hotel lujoso y +elegante, donde tanta belleza y fealdad cosmopolita se junta, en la +competencia de las libras, los dólares, los rublos, los pesos y los +francos. Y con la alegría del champagne y la visión de blancores +rosados, de brillos, de gemas. La música luego, discreta, a lo lejos... + +No recuerdo bien quién fué el que me condujo a aquel grupo de damas, +donde florecían la yanqui, la italiana, la argentina... Y mi asombro +encantado ante aquella otra seductora y extraña mujer, que llevaba al +cuello, por todo adorno, un estrecho galón rojo... Luego, un diplomático +que lleva un nombre ilustre me presentó al joven alemán políglota, fino, +de un admirable don de palabra, que iba, de belleza en belleza, diciendo +las cosas agradables y ligeras que placen a las mundanas. + +--M. Wolfhart, me había dicho el ministro. Un hombre amenísimo. Conversé +largo rato con el alemán, que se empeñó que hablásemos castellano y, por +cierto, jamás he encontrado un extranjero de su nacionalidad que lo +hablase tan bien. Me refirió algo de sus viajes por España y la América +del Sur. Me habló de amigos comunes y de sus aficiones ocultistas. En +Buenos Aires había tratado a un gran poeta y a un mi antiguo compañero, +en una oficina pública, el excelente amigo Patricio... En Madrid... Al +poco rato teníamos las más cordiales relaciones. En la atmósfera de +elegancia del hotel llamó mi atención la señora que apareció un poco +tarde, y cuyo aspecto evocaba en mí algo de regio y de elegante a la +vez. Como yo hiciese notar a mi interlocutor mi admiración y mi +entusiasmo, Wolfhart me dijo por lo bajo, sonriendo de cierto modo: + +«¡Fíjese usted! ¡Una cabeza histórica! ¡Una cabeza histórica!» Me fijé +bien. Aquella mujer tenía por el perfil, por el peinado, si no con la +exageración de la época, muy semejante a las «coiffures à la Cléopâtre», +por el aire, por la manera y, sobre todo, después que me intrigara +tanto un galón rojo que llevaba por único adorno en el cuello, tenía, +digo, un parecido tan exacto con los retratos de la reina María +Antonieta, que por largo rato permanecí contemplándola en silencio. ¿En +realidad, era una cabeza histórica? Y tan histórica por la vecindad... A +dos pasos de allí, en la plaza de la Concordia... Sí, aquella cabeza que +se peinara a «la circasiana», «à la Belle Poule», «al casco inglés», «al +gorro de candor», «à la queue en flambeau d’amour», «à la chien +couchant», «à la Diane», a la tantas cosas más, aquella cabeza... + +Se sentó la dama a un extremo del hall, y la única persona con quien +hablara fué Wolfhart, y hablaron, según me pareció, en alemán. Los vinos +habían puesto en mi imaginación su movimiento de brumas de oro, y +alrededor de la figura de encanto y de misterio hice brotar un vuelo de +suposiciones exquisitas. La orquesta, con las oportunidades de la +casualidad, tocaba una pavana. Cabelleras empolvadas, «moscas asesinas», +trianones de realizados ensueños, galantería pomposa y libertinaje +encintado de poesía, tantas imágenes adorables, tanta gracia sutil o +pimentada, de página de memoria, de anécdotas, de correspondencia, de +pánfleto... Me venían al recuerdo versos de los más lindos escritos con +tales temas, versos de Montesquiou Fezensac, de Regnier, los preciosos +poemas italianos de Lucini... Y con la fantasía dispuesta, los cuentos +milagrosos, las materializaciones estudiadas por los sabios de los +libros arcanos, las posibilidades de la ciencia, que no son sino las +concesiones a un enigma cada día más hondo, a pesar de todo... La fácil +excitabilidad de mi cerebro estuvo pronto en acción. Y, cuando después +de salir de mis cogitaciones, pregunté al alemán el nombre de aquella +dama, y él me embrolló la respuesta, repitiendo tan sólo lo de lo +histórico de la cabeza, no quedé ciertamente satisfecho. No creí +correcto insistir; pero, como siguiendo en la charla yo felicitase a mi +flamante amigo por haber en Alemania tan admirables ejemplares de +hermosura, me dijo vagamente: «No es de Alemania, es de Austria». Era +una belleza «austriaca...» Y yo buscaba la distinta semejanza de detalle +con los retratos de Kucharsky, de Riotti, de Boizont, y hasta con las +figuras de cera de los sótanos del museo Grevin... + + +II + +--Es temprano aún me dijo Wolfhart, al dejarle en la puerta del hotel en +que habitaba. Pase usted un momento, charlaremos algo más antes de mi +partida. Mañana me voy de París, y quién sabe cuándo nos volveremos a +encontrar. Entre usted. Tomaremos, a la inglesa, un «whisky-and-soda» y +le mostraré algo interesante. Subimos a su cuarto por el ascensor. Un +«valet» nos hizo llevar el bebedizo británico, y el alemán sacó un +cartapacio lleno de viejos papeles. Había allí un retrato antiguo, +grabado en madera. + +--He aquí, me dijo, el retrato de un antecesor mío, Theobald Wolfhart, +profesor de la Universidad de Heidelberg. Este abuelo mío fué +posiblemente un poco brujo, pero de cierto, bastante sabio. Rehizo la +obra de Julius Obsequens sobre los prodigios, impresa por Aldo Manucio, +y publicó un libro famoso, el _Prodigiorum ac ostentorum chronicon_, un +infolio editado en Basilea, en 1557. Mi antepasado no lo publicó con su +nombre, sino bajo el pseudónimo de Conrad Lycosthenes. Theobald +Wolfhart era un filósofo sano de corazón, que, a mi entender, practicaba +la magia blanca. Su tiempo fué terrible, lleno de crímenes y desastres. +Aquel moralista empleó la revelación para combatir las crueldades y +perfidias, y expuso a las gentes, con ejemplos extraordinarios, cómo se +manifiestan las amenazas de lo invisible por medio de signos de espanto +y de incomprensibles fenómenos. Un ejemplo será la aparición del cometa +de 1557, que no duró sino un cuarto de hora, y que anunció sucesos +terribles. Signos en el cielo, desgracias en la tierra. Mi abuelo habla +de ese cometa que él vió en su infancia y que era enorme, de un color +sangriento, que en su extremidad se tornaba del color del azafrán. Vea +usted esta estampa que lo representa, y su explicación por Lycosthenes. +Vea usted los prodigios que vieron sus ojos. Arriba hay un brazo armado +de una colosal espada amenazante, tres estrellas brillan en la +extremidad, pero la que está en la punta es la mayor y más +resplandeciente. A los lados hay espadas y puñales, todo entre un +círculo de nubes, y entre esas armas hay unas cuantas cabezas de +hombres. Más tarde escribía sobre tales fantásticas maravillas Simon +Goulard, refiriéndose al cometa: «Le regard d’icelle donna telle +frayeur a plusieurs qu’aucuns en moururent; autres tombèrent malades». Y +Petrus Greusserus, discípulo de Lichtenberg--el astrólogo--dice un +autor, que, habiendo sometido el fenómeno terrible a las reglas de su +arte, sacó las consecuencias naturales, y tales fueron los pronósticos, +que los espíritus más juiciosos padecieron perturbación durante más de +medio siglo. Si Lycosthenes señala los desastres de Hungría y de Roma, +Simon Goulard habla de las terribles asolaciones de los turcos en tierra +húngara, el hambre en Suabia, Lombardía y Venecia, la guerra en Suiza, +el sitio de Viena de Austria, sequía en Inglaterra, desborde del Océano +en Holanda y Zelanda y un terremoto que duró ocho días en Portugal. +Lycosthenes sabía muchas cosas maravillosas. Los peregrinos que +retornaban de Oriente contaban visiones celestes. ¿No se vió en 1480 un +cometa en Arabia, de apariencia amenazante y con los atributos del +Tiempo y de la Muerte? A los fatales presagios sucedieron las +devastaciones de Corintia, la guerra en Polonia. Se aliaron Ladislao y +Matías el Huniada. Vea usted este rasgo de un comentador: «Las nubes +tienen sus flotas como el aire sus ejércitos»; pero Lycosthenes, que +vivía en el centro de Alemania, no se asienta sobre tal hecho. Dice que +en el año 114 de nuestra era, simulacros de navíos se vieron entre las +nubes. San Agobardo, obispo de Lyon, está más informado. Él sabe a +maravilla a qué región fantástica se dirigen esas ligeras naves. Van al +país de Magonia, y sólo por reserva el santo prelado no dice su +itinerario. Esos barcos iban dirigidos por los hechiceros llamados +_tempestarii_. Mucho más podría referirle, pero vamos a lo principal. Mi +antecesor llegó a descubrir que el cielo y toda la atmósfera que nos +envuelve están siempre llenos de esas visiones misteriosas, y con ayuda +de un su amigo alquimista llegó a fabricar un elixir que permite +percibir de ordinario lo que únicamente por excepción se presenta a la +mirada de los hombres. Yo he encontrado ese secreto, concluyó Wolfhart, +y aquí, agregó sonriendo, tiene usted el milagro en estas pastillas +comprimidas. ¿Un poquito más de whisky? + +No había duda de que el alemán era hombre de buen humor y aficionado, no +solamente al alcohol inglés, sino a todos los paraísos artificiales. +Así, me parecía ver en la caja de pastillas que me mostraba, algún +compuesto de opio o de cáñamo indiano. + +--Gracias--le dije--no he probado nunca, ni quiero probar el influjo de +la «droga sagrada». Ni hachis, ni el veneno de Quincey... + +--Ni una cosa ni otra. Es algo vigorizante, admirable hasta para los +menos nerviosos. + +Ante la insistencia y con el último sorbo de whisky, tomé la pastilla, y +me despedí. Ya en la calle, aunque hacía frío, noté que circulaba por +mis venas un calor agradable. Y olvidando la pastilla, pensé en el +efecto de las repetidas libaciones. Al llegar a la plaza de la +Concordia, por el lado de los Campos Elíseos, noté que no lejos de mí +caminaba una mujer. Me acerqué un tanto a ella y me asombré al verla a +aquellas horas, a pie y soberbiamente trajeada, sobre todo cuando a la +luz de un reverbero vi su gran hermosura y reconocí en ella a la dama +cuyo aspecto me intrigase en el «réveillon»: la que tenía por todo +adorno en el cuello blanquísimo un fino galón rojo, rojo como una +herida. Oí un lejano reloj dar unas horas. Oí la trompa de un automóvil. +Me sentía como poseído de extraña embriaguez. Y, apartando de mí toda +idea de suceso sobrenatural, avancé hacia la dama que había pasado ya el +obelisco y se dirigía del lado de las Tullerías. + +--«Madame, le dije, madame...» Había comenzado a caer como una vaga +bruma, llena de humedad y de frío, y el fulgor de las luces de la plaza +aparecía como diluído y fantasmal. La dama me miró al llegar a un punto +de la plaza; de pronto, me apareció como el escenario de un +cinematógrafo. Había como apariencias de muchas gentes en un ambiente +como el de los sueños, y yo no sabría decir la manera con que me sentí +como en una existencia a un propio tiempo real y cerebral... Alcé los +ojos y vi en el fondo opaco del cielo las mismas figuras que en la +estampa del libro de Lycosthenes, el brazo enorme, la espada enorme, +rodeados de cabezas. La dama, que me había mirado, tenía un aspecto +tristemente fatídico, y, cual por la obra de un ensalmo, había cambiado +de vestiduras, y estaba con una especie de fichu cuyas largas puntas le +caían por delante; en su cabeza ya no había el peinado a «la Cléopatre», +sino una pobre cofia bajo cuyos bordes se veían los cabellos +emblanquecidos. Y luego, cuando iba a acercarme más, percibí a un lado +como una carreta, y unas desdibujadas figuras de hombres con tricornios +y espadas y otras con picas. A otro lado un hombre a caballo, y luego +una especie de tablado... ¡Oh, Dios, naturalmente!: he aquí la +reproducción de lo «ya visto»... ¿En mí hay reflexión aún en este +instante? Sí, pero siento que lo invisible, entonces visible, me rodea. +Sí, es la guillotina. Y, tal en las pesadillas, como si sucediese, veo +desarrollarse--¿he hablado ya de cinematógrafo?--la tragedia... Aunque +por no sé cual motivo no pude darme cuenta de los detalles, vi que la +dama me miró de nuevo, y bajo el fulgor color de azafrán que brotaba de +la visión celeste y profética, brazo, espadas, nubes y cabezas, vi cómo +caía, bajo el hacha mecánica, la cabeza de aquella que poco antes, en el +salón del hotel, me admirara con su encanto galante y real, con su aire +soberbio, con su cuello muy blanco, adornado con un único galón color de +sangre. + + +III + +¿Cuánto tiempo duró aquel misterioso espectáculo? No lo sabría decir, +puesto que ello fué bajo el imperio desconocido en que la ciencia anda a +tientas; el tiempo en que el ensueño no existe, y mil años, según +observaciones experimentales, pueden pasar en un segundo. Todo aquello +había desaparecido, y, dándome cuenta del lugar en donde me encontraba, +avancé siempre hacia el lado de las Tullerías. Avancé y me vi entre el +jardín, y no dejé de pensar rapidísimamente cómo era que las puertas +estaban aun abiertas. Siempre bajo la bruma pálida de aquellas nocturnas +horas, seguí adelante. Saldré, me dije, por la primera puerta del lado +de la calle Rivoli, que quizás esté también abierta... ¿Cómo no ha de +estar abierta?... ¿Pero era o no era aquel jardín el de las Tullerías? +Arboles, árboles de obscuros ramajes en medio del invierno... Tropecé al +dar un paso con algo semejante a una piedra, y me llené, en medio de mi +casi inconsciencia, de una sorpresa pavorosa, cuando escuché un ¡ay! +semejante a una queja, parecido a una palabra entrecortada y ahogada; +una voz que salía de aquello que mi pie había herido, y que era, no una +piedra, sino una cabeza. Y alzando hacia el cielo la mirada vi la faz de +la luna en el lugar en que antes la espada formidable, y allí estaban +las cabezas de la estampa de Lycosthenes. Y aquel jardín, que se +extendía vasto cual una selva, me llenó del encanto grave que había en +su recinto de prodigio. Y a través de velos de ahumado oro refulgía +tristemente en lo alto la cabeza de la luna. Después me sentí como en +una certeza de poema y de libro santo, y, como por un motivo +incoherente, resonaban en la caja de mi cerebro las palabras: «¡Ultima +hora! ¡Trípoli! ¡La toma de Pekín!» leídas en los diarios del día, +Conforme con mis anhelos de lo divino, experimentando una inexpresable +angustia, pensé: «¡Oh, Dios! ¡Oh, Señor! ¡Padre nuestro...!» + +Volví la vista y vi a un lado, en una claridad dulce y dorada, una forma +de lira, y sobre la lira una cabeza igual a la del Orfeo de Gustave +Moreau, del Luxemburgo. La faz expresaba pesadumbre, y alrededor había +como un movimiento de seres, de los que se llaman animados porque almas +se manifiestan por el movimiento, y de los que se llaman inanimados +porque su movimiento es íntimo y latente. Y oí que decía, según me ayuda +mi recuerdo, aquella cabeza: «¡Vendrá, vendrá el día de la concordia, y +la lira será entonces consagrada en la pacificación!» Y cerca de la +cabeza de Orfeo vi una rosa milagrosa, y una hierba marina, y que iba +avanzando hacia ellas una tortuga de oro. + +Pero oí un gran grito al otro lado. Y el grito, como el de un coro, de +muchas voces. Y a la luz que os he dicho, vi que quien gritaba era un +árbol, uno de los árboles coposos, lleno de cabezas por frutos, y pensé +que era el árbol de que habla el libro sagrado de los musulmanes. Oí +palabras en loor de la grandeza y omnipotencia de Alá. Y bajo el árbol +había sangre. + +Haciendo un esfuerzo, quise ya no avanzar, sino retroceder a la salida +del jardín, y vi que por todas partes salían murmullos, voces, palabras +de innumerables cabezas que se destacaban en la sombra como aureoladas, +o que surgían entre los troncos de los árboles. Como acontece en los +instantes dolorosos de algunas pesadillas, pensé que todo lo que me +pasaba era un sueño, para disminuir un tanto mi pavor. Y en tanto, pude +_reconocer_ una temerosa y abominable cabeza asida por la mano blanca de +un héroe, asida de su movible e infernal toisón de serpientes: la tantas +veces maldecida cabeza de Medusa. Y de un brazo, como de carne de oro de +mujer, pendía otra cabeza, una cabeza con barba ensortijada y oscura, y +era la cabeza del guerrero Holofernes. Y la cabeza de Juan el Bautista; +y luego, como viva, de una vida singular, la cabeza del Apostol que en +Roma hiciera brotar el agua de la tierra; y otra cabeza que Rodrigo Díaz +de Vivar arrojó, en la cena de la venganza, sobre la mesa de su padre. + +Y otras que eran la del rey Carlos de Inglaterra y la de la reina María +Estuardo... Y las cabezas aumentaban, en grupos, en amontonamientos +macabros, y por el espacio pasaban relentes de sangre y de sepulcro; y +eran las cabezas hirsutas de los dos mil halconeros de Bayaceto; y las +de las odaliscas degolladas en los palacios de los reyes y potentados +asiáticos; y las de los innumerables decapitados por su fe, por el odio, +por la ley de los hombres; las de los decapitados de las hordas +bárbaras, de las prisiones y de las torres reales, las de los +Gengiskanes, Abdulhamides y Behanzines... + +Dije para mí: ¡Oh, mal triunfante! ¿Siempre seguirás sobre la faz de la +tierra? ¿Y tú, París, cabeza del mundo, serás también cortada con hacha, +arrancada de tu cuerpo inmenso? + +Cual si hubiesen sido escuchadas mis interiores palabras, de un grupo en +que se veía la cabeza de Luis XVI, la cabeza de la princesa de Lamballe, +cabezas de nobles y cabezas de revolucionarios, cabezas de santos y +cabezas de asesinos, avanzó una figura episcopal que llevaba en sus +manos su cabeza, y la cabeza del mártir Dionisio, el de las Galias, +exclamó:--¡En verdad os digo, que Cristo ha de resucitar! + +Y al lado del apostólico decapitado vi a la dama del hall del hotel, a +la dama austriaca con el cuello desnudo; pero en el cual se veía como un +galón rojo, una herida purpúrea, y María Antonieta, dijo:--¡Cristo ha de +resucitar! Y la cabeza de Orfeo, la cabeza de Medusa, la cabeza de +Holofernes, la cabeza de Juan y la de Pablo, el árbol de cabezas, el +bosque de cabezas, la muchedumbre fabulosa de cabezas, en el hondo +grito, clamó: + +--«¡Cristo ha de resucitar! ¡Cristo ha de resucitar!...» + +--Nunca es bueno dormir inmediatamente después de comer--concluyó mi +buen amigo el doctor. + + + + +LA EXTRAÑA MUERTE DE FRAY PEDRO + +[imagen] + + Ilustrísimo señor, a Fray Pedro + lo henos encontrado muerto. + + +I + +Visitando el convento de una ciudad española, no ha mucho tiempo, el +amable religioso que nos servía de cicerone, al pasar por el cementerio, +me señaló una lápida, en que leí únicamente: _Hic iacet frater Petrus_. + +--Este--me dijo--fué uno de los vencidos por el diablo. + +--Por el viejo diablo que ya chochea--le dije. + +--No--me contestó--; por el demonio moderno que se escuda con la +Ciencia.--Y me narró el sucedido. + +Fray Pedro de la Pasión era un espíritu perturbado por el maligno +espíritu que infunde el ansia de saber. Flaco, anguloso nervioso, +pálido, dividía sus horas conventuales entre la oración, las disciplinas +y el laboratorio, que le era permitido por los bienes que atraía a la +comunidad. Había estudiado, desde muy joven, las ciencias ocultas. +Nombraba, con cierto énfasis, en las horas de conversación, a +Paracelsus, a Alberto el Grande; y admiraba profundamente a ese otro +fraile Schawartz, que nos hizo el diabólico favor de mezclar el salitre +con el azufre. + +Por la ciencia había llegado hasta penetrar en ciertas iniciaciones +astrológicas y quiromáticas; ella le desviaba de la contemplación y del +espíritu de la Escritura. En su alma se había anidado el mal de la +curiosidad, que perdían a nuestros primeros padres. La oración misma era +olvidada con frecuencia, cuando algún experimento le mantenía cauteloso +y febril. Como toda lectura le era concedida y tenía a su disposición la +rica biblioteca del convento, sus autores no fueron siempre los menos +equívocos. Así llegó hasta pretender probar sus facultades de zahorí, y +a poner a prueba los efectos de la magia blanca. No había duda de que +estaba en gran peligro su alma, a causa de su sed de saber y de su +olvido de que la ciencia constituye, en el principio, el alma de la +Serpiente que ha de ser la esencial potencia del Antecristo, y que para +el verdadero varón de fe, _initium sapientiæ est timor Domini_. + + +II + +¡Oh, ignorancia feliz, santa ignorancia! ¡Fray Pedro de la Pasión no +comprendía tu celeste virtud, que ha hecho ciertos a los Celestinos! +Huysmans se ha extendido sobre todo ello. Virtud que pone un celestial +nimbo a algunos mínimos, de Dios queridos, entre los esplendores +místicos y milagrosos de las hagiografías. + +Los doctores explican y comentan altamente, cómo ante los ojos del +Espíritu Santo las almas de amor son de mayor manera glorificadas que +las almas de entendimiento. Ernest Hello ha pintado, en los sublimes +_traux_ de sus Fisonomías de Santos, a esos beneméritos de la caridad, a +esos favorecidos de la humildad, a esos seres columbinos, simples y +blancos como los lirios, limpios de corazón, pobres de espíritu, +bienaventurados hermanos de los pajaritos del Señor, mirados con ojos +cariñosos y sororales por la puras estrellas del firmamento. Joris Karl, +el merecido beato, quizá más tarde consagrado, a pesar de la literatura, +en el maravilloso libro en que Durtal se convierte, viste de +resplandores paradiasíacos al lego guardapuercos que hace bajar a la +pocilga la admiración de los coros arcangélicos, y al aplauso de las +potestades de los cielos. Y Fray Pedro de la Pasión no comprendía eso... + +El, desde luego creía, creía con la fe de un indiscutible creyente. Mas +el ansia de saber le azuzaba el espíritu, le lanzaba a la averiguación +de secretos de la naturaleza y de la vida, a tal punto, que no se daba +cuenta de cómo esa sed de saber, ese deseo indominable de penetrar en lo +vedado y en lo arcano de universo era obra del pecado, y añagaza del +Bajísimo, para impedirle de esa manera su consagración absoluta a la +adoración del Eterno Padre. Y la última tentación sería fatal. + + +III + +Acaeció el caso no hace muchos años. Llegó a manos de Fray Pedro un +periódico en que se hablaba detalladamente de todos los progresos +realizados en radiografía, gracias al descubrimiento del alemán +Röentgen, quien llegara a encontrar el modo de fotografiar a través de +los cuerpos opacos. Supo lo que se comprendía en el tubo Crookes, de la +luz catódica, del rayo X. Vió el facsimil de una mano cuya anatomía se +transparentaba claramente, y la patente figura de objetos retratados +entre cajas y bultos bien cerrados. + +No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era un ansia +de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrílego que en ello se +contenía, punzaba sus anhelos... + +¿Cómo podría él encontrar un aparato como los aparatos de aquellos +sabios, y que le permitiera llevar a cabo un oculto pensamiento, en que +se mezclaban su teología y sus ciencias físicas...? ¿Cómo podría +realizar en su convento las mil cosas que se amontonaban en su enferma +imaginación? + +En las horas litúrgicas de los rezos y de los cánticos, notábanlo todos +los otros miembros de la comunidad, ya meditabundo, ya agitado como por +súbitos sobresaltos, ya con la faz encendida por repentina llama de +sangre, ya con la mirada como estática, fija en lo alto, o clavada en +la tierra. Y era la obra de la culpa que se afianzaba en el fondo de +aquel combatido pecho, el pecado bíblico de la curiosidad, el pecado +omnitranscendente de Adán, junto al árbol de la ciencia del Bien y del +Mal. Y era mucho más que una tempestad bajo un cráneo... Múltiples y +raras ideas se agolpaban en la mente del religioso, que no encontraba la +manera de adquirir los preciosos aparatos. ¡Cuánto de su vida no daría +él por ver los peregrinos instrumentos de los sabios nuevos en su pobre +laboratorio de fraile aficionado, y poder sacar _las anheladas pruebas_, +hacer los mágicos ensayos que abrirían una nueva era en la sabiduría y +en la convicción humanas... Él ofrecería más de lo que se ofreció a +Santo Tomás... Si se fotografiaba ya lo interior de nuestro cuerpo, bien +podría pronto el hombre llegar a descubrir visiblemente la naturaleza y +origen del alma; y, aplicando la ciencia a las cosas divinas, como +podría permitirlo el Espíritu Santo, ¿por qué no aprisionar en las +visiones de los éxtasis y en las manifestaciones de los espíritus +celestiales, sus formas exactas y verdaderas? + +¡Si en Lourdes hubiese habido un Kodak, durante el tiempo de las +visiones de Bernardetta! ¡Si en el momento en que Jesús, o su Santa +Madre, favorecen con su presencia corporal a señalados fieles, se +aplicase convenientemente la cámara obscura...! + +¡Oh, cómo se convencerían los impíos, cómo triunfaría la religión! Así +cavilaba, así se estrujaba el cerebro el pobre fraile, tentado por uno +de los más encarnizados príncipes de las tinieblas. + + +IV + +Y avino que, en uno de esos momentos, en uno de los instantes en que su +deseo era más vivo, en hora en que debía estar entregado a la disciplina +y a la oración, en su celda se presentó a su vista uno de los hermanos +de la comunidad, llevándole un envoltorio bajo el hábito. + +--Hermano, le dijo, os he oído decir que deseábais una de esas máquinas, +como esas con que los sabios están maravillando al mundo. Os la he +podido conseguir. Aquí la tenéis. + +Y depositando el envoltorio en manos del asombrado Fray Pedro, +desapareció, sin que éste tuviese tiempo de advertir que, debajo del +hábito, se habían mostrado, en el momento de la desaparición, dos patas +de chivo. + +Fray Pedro, desde el día del misterioso regalo, consagróse a sus +experimentos. Faltaba a maitines, no asistía a la Misa excusándose como +enfermo. El padre provincial solía amonestarle, y todos le veían pasar +extraño y misterioso y temían por la salud de su cuerpo y por la de su +alma. + +Y perseguía su idea dominante. Probó la máquina en sí mismo, en frutos, +llaves, dentro de libros y demás cosas usuales. Hasta que un día... + +O más bien una noche, el desventurado se atrevió, _por fin_, a realizar +su pensamiento. Dirigióse al templo, receloso, a pasos callados. Penetró +en la nave principal y se dirigió al altar en que, en el tabernáculo, se +hallaba expuesto el Santísimo Sacramento. Sacó el copón. Tomó una +sagrada forma. Salió veloz para su celda. + + +V + +Al día siguiente, en la celda de Fray Pedro, se hallaba el Sr. Arzobispo +delante del padre provincial. + +--Ilustrísimo señor, decía éste; a Fray Pedro le hemos encontrando +muerto. No andaba muy bien de la cabeza. Esos sus estudios creo que le +causaron daño. + +--¿Ha visto su reverencia esto?--dijo su señoría ilustrísima, +mostrándole una revelada placa fotográfica que recogió del suelo, y en +la cual se hallaba, con los brazos desclavados y una dulce mirada en sus +divinos ojos, la imagen de Nuestro Señor Jesucristo. + + + + +[imagen: CRÓNICAS] + + + + +BAJO LAS LUCES DEL SOL NACIENTE + +[imagen] + + Los cerezos florecían, y entre sus ramas + alegres se divisaba un monte azul. + + +Era el país de oro y seda, y en el aire fino como de cristal volaban las +cigüeñas, y se esponjaban los crisantemos del biombo. Los cerezos +florecían, y entre sus ramas alegres se divisaba un monte azul. Una rana +de madera labrada era igual a las ranas del pantano. Sobre la laca negra +corría un arroyo dorado. Muñecas de carne, con la cabellera atravesada +por alfileres áureos, hacían reverencias sonrientes, y gestos menudos. +En las casas de papel, en la ignorancia feliz del pudor, se bañaban las +niñas. Cortesanas ingenuas servían el té en tacitas de Liliput. En los +«kimonos» historiados se envolvían cuerpos casi impúberes e +inocentemente venales. Se hablaba de un viejo llamado Hokusai, que se +llamaba a sí mismo «el loco del dibujo». Floreros raros se llenaban de +flores extrañas ante los budhas risueños. Nobles daimios hacían lucir al +sol curvos sables de largo puño. Los «netskes» y las máscaras +reproducían faces joviales o aterrorizadas, caras de brujas o +regordetas caras infantiles. Al amor de una naturaleza como de fantasía, +se vivía una vida casi de sueño. + +Artistas y artesanos realizaban labores extraordinarias, que llegaban a +las naciones lejanas como de imperios de cuento. Se educaba la sonrisa y +se inculcaba la afabilidad. Se conservaban con respeto las antiguas y +sagradas tradiciones en el dulce ambiente de una existencia sencilla. Se +desconocía el egoísmo y se practicaba la más perfecta y blanda cortesía. +Los preceptos del viejo Confucio ordenaban la severidad y la +imparcialidad a jueces ceremoniosos. Había un profundo concepto de la +justicia y de la virtud, un aspecto innato de la superioridad +jerárquica, y el superior era bondadoso, y sumiso y sagaz el inferior. +Bonzos sabios enseñaban la fuerza de las plegarias y la fe en las +potencias ocultas. La paciencia y la tenacidad eran virtudes comunes; +eran desconocidas, o raras, la doblez, la inquina, la traición. La +poesía se mezclaba a la vida cotidiana. El amable «saké» hacía cantar +más tiernamente a las «samisén». Se tenían para el huésped los más +amables «sayonaras». Se pasaban horas de miel y caricias, con sutiles +amorosas que tenían nombres de piedras ricas, de pájaros lindos, de +flores exquisitas. Gloriosos «samurayes» se vestían como grandes y +metálicos insectos. Viejos peregrinos sabían fábulas e historias +inauditas. Pintores únicos tomaban detalles de la naturaleza y de la +vida, de manera que detenían en un papel de seda el aletazo de una +carpa, el salto de un tigre o el vuelo de una garza. Campesinos +pacientes sembraban el arroz al abrigo de sus agudos sombreros de floja +paja. Se tenía el culto preciso de los antepasados y se sabía por seguro +que hay buenos dioses y perversos demonios. Shintoistas o budhistas, los +hombres cumplían con los preceptos de sus religiones, aceptaban los +consejos de sus sacerdotes, y al lado de las divinidades veneraban a los +héroes de la acción o del pensamiento. Se predicaba y se sostenía firme +el amor al país y la adhesión inmensa al Mikado. Había una idea tan +grande del honor, que el suicidio en casos especiales formaba parte de +las costumbres. Se tenía el temor de lo divino y desconocido, y se +saludaba la memoria de los abuelos. Se amaba como en ninguna parte a los +niños; como en ninguna parte se obedecía a la autoridad paternal, y ante +las vasijas de calada madera había siempre, en tibores de prodigiosa +porcelana, ramos floridos. El conjunto de principios que los letrados +infundían al pueblo, se reducía a pocas palabras. Decían: «Hay un Dios +superior. Tiene como atributos la inteligencia, el valor, el amor. Por +la unidad de su espíritu y de su energía vital fueron creados el dios +Takanu Musubi y la diosa Kanmi Musuti, que forman, con su padre, una +augusta Trinidad. De la unión de estos dos nacieron otros dioses, y, por +último, los divinos antecesores de la familia imperial y de la raza +humana: Yzanagi e Yzanami. El alma del hombre es, por tanto, origen +divino e inmortal. Su cuerpo fué creado también por la energía divina; +pero no contiene de ésta lo bastante para ser inmortal. El deber del +hombre es cultivar, primero, las tres virtudes divinas, después las +siete virtudes que de ellas se derivan: la lealtad al emperador, la +piedad filial, la castidad, la obediencia a los superiores, la +sinceridad en la amistad, la bondad y la misericordia. El camino de la +virtud es el de la felicidad. La ley de la causa y del efecto reina en +el mundo presente y en el mundo futuro. El mayor criminal puede merecer +el perdón, y aun el favor de Dios, si se arrepiente con sinceridad. A +cada uno se le tomarán en cuenta sus acciones, y por ellas será +recompensado o castigado en el mundo futuro». Los japoneses, pues, +estaban en completo estado de barbarie. + +En efecto, hace ya tiempo, el mundo intelectual conoció toda la barbarie +que revelaron los Goncourt a la curiosidad y al arte occidentales. Se +supo que maravillosos pinceles estaban dotados de desconocidos +prestigios. Una civilización contemporánea de Nabucodonosor se había +conservado a través de siglos e invasiones. Sabios y poetas, que +estudian los clásicos chinos, meditaban y enseñaban. Brotaban de los +hornos las ricas obras de los alfareros de Satzuna. Un misterio +legendario flotaba sobre la región nipona, tan extraña como las naciones +orientales en que se mueven las magias de Sheherazada. El pueblo que, +según la frase de Voltaire «jamás ha sido vencido», guardaba con +admiración religiosa el nombre y el recuerdo de sus héroes, de los +violentos caballeros y marinos que rechazaron a los enemigos mongoles y +libraron la integridad del territorio. + +Un sano y vigoroso feudalismo mantenía en lo alto la seguridad del +gobierno, y abajo la felicidad del pueblo. Los poetas escriben poemas +en que se cantan la fidelidad y el amor en flor eternamente. Las +danzarinas saben bailes de argumento, que regocijan discretamente a los +espectadores. Los fieles no faltan a las ceremonias de los templos, y +hay pompa hermosa y nobleza ritual. Lafcadio Hearn nos explica lo que es +el Shinthoismo. Shinto significa carácter en su sentido más elevado: +valor, cortesía, honor, y, sobre todo, lealtad. Shinto significa piedad +filial, amor al deber, voluntad siempre lista al abandono de la vida por +un principio, y sin preguntar el por qué. Está en la docilidad del niño, +en la dulzura de la mujer. Es también conservador, saludable freno a las +tendencias del espíritu nacional, fácilmente inclinado a dejar lo mejor +del pasado para precipitarse con ardor en las modernidades extranjeras. +Es una religión transmitida en una impulsión hereditaria hacia el bien, +en un puro instinto moral. Es, en una palabra, toda la vida emocional de +la raza: El alma del Japón. Así, el renunciamiento a la propia +satisfacción, hasta a la vida, por la común felicidad, el deber +cumplido, el sacrificio voluntario y cordial, eran características de +esos singulares salvajes. Y en su sacro libro del Kodjiki aprendían +ejemplos de tiempos remotos, como el siguiente: «El príncipe Mayoana, +de edad de siete años solamente, después de haber matado al asesino de +su padre, se había refugiado en casa del Gran Tsubura, y las +multiplicadas flechas semejaban un campo de cañas. El Gran Tsubura se +adelantó, y quitando sus armas de su cinto se prosternó ocho veces, y +dijo: «La princesa Kará, mi hija, que tú te has dignado llamar hace +poco, está a tus órdenes, y te ofrezco, además, cinco graneros de arroz. +Si humilde esclavo de tu grandeza, me presto a luchar hasta el fin, no +conservo la esperanza de vencer; al menos, puedo morir antes de +abandonar a un príncipe que ha puesto en mí su confianza al penetrar en +mi casa». Habiendo así hablado, volvió a tomar sus armas, y se lanzó de +nuevo en el combate. Mas las fuerzas le abandonaron, y había agotado ya +todas sus flechas. El Gran Tsubura dijo: «Ya no tenemos flechas, y +nuestras manos están heridas; no podemos ya combatir. ¿Qué nos resta que +hacer?» «No nos queda nada que hacer», respondió el príncipe. «Ahora, +quítame la vida.» Y el Gran Tsubura tomó su sable y quitó la vida al +príncipe. Luego, haciendo girar el arma contra sí mismo, hizo caer a sus +pies su propia cabeza.» + +Esas eran las lecturas de antaño, las que los ministros del culto +comentaban y las generaciones comprendían, infundiendo así cada día en +los corazones nuevos las antiguas virtudes. «La conciencia, dice Hearn, +llega a ser el solo guía, por la doctrina de la intuición, que no tiene +necesidad de decálogo o de código fijo que señale las obligaciones +morales. «Teólogo y filósofo, dice Motoonori, que todas las ideas +morales necesarias al hombre le son sugeridas por los dioses y son de la +misma naturaleza instintiva que las que le obligan a comer cuando tiene +hambre, y a beber cuando tiene sed. El, el sapiente Hirata: «Toda acción +humana es la obra de un dios.» Y de nuevo Motoonori: «Haber comprendido +que no hay ni camino que conocer, ni ruta que seguir, es seguramente +haber comprendido el camino de los dioses.» Y otra vez Hirata: «Si +tenéis deseos de practicar la verdadera virtud, aprended a tener temor +de lo invisible, cultivad vuestra conciencia, y no os apartéis nunca del +camino recto.» Y luego: «La devoción a la memoria de los antepasados es +el resorte de todas las virtudes. El que no olvida nunca sus deberes +para con ellos, no puede ser irrespetuoso con los dioses ni con sus +padres. Un hombre semejante está siempre fiel a su príncipe y a sus +amigos, bueno y dulce con su mujer y con sus hijos.» Así pensaba el +Japón viejo. Semejante atraso estaba oculto tras la puerta que, los +hombres colorados, fueron a abrir a cañonazos. + +Y a cañonazos se despertó a la vida y a la civilización de Occidente el +Japón viejo, y se convirtió en el Japón nuevo. + +«Hoy, dice sonriendo afiladamente el japonés Hayashi a un periodista +parisiense, hoy tenemos acorazados, tenemos torpedos, tenemos cañones. +¡Los mares de la China se enrojecieron con la sangre de nuestros +muertos, y con la sangre de los que nosotros matamos! Nuestros torpedos +revientan; nuestros shrapnells crepitan, nuestros cañones arrojan +obuses; morimos y hacemos morir; y vosotros, los europeos, decís que +hemos conquistado nuestro rango, ¡que nos hemos civilizado! Hemos tenido +artistas, pintores, escultores, pensadores. En el siglo XVI editábamos +en japonés las fábulas de Esopo. ¡Éramos entonces bárbaros!» + +¡Oh, sí! Hoy están los descendientes de los antiguos daimios +completamente civilizados. Al _jiu-jitsu_ nacional, han agregado los +conocimientos adquiridos en el Creusot y en Essen. Se les obligó a +aprender la ciencia de la guerra en establecimientos occidentales; se +les demostró que pasar la vida feliz, sin derramamientos de sangre, sin +soldados, sin militarismo, sin cañones Krupp, era el colmo de lo +salvaje. Se les enseñaron los caracteres occidentales para que pudieran +leer los diarios nacionalistas de Francia, los discursos de M. Jaurés, +las obras de Kipling; así supieron lo interesante del nacionalismo, lo +útil del socialismo, lo superior del imperialismo. Como son hábiles y +emprendedores, los nipones tuvieron pronto arsenales de ideas nuevas, +tuvieron nacionalistas, socialistas, imperialistas. Se dieron una +constitución. Se vistieron como se visten los hombres de Londres, que es +como se visten los hombres de todo el Occidente. Vieron claramente que +sonreir siempre es malo, ser afable es dañoso, ser piadoso es ridículo. +Se convencieron de que ser de presa es lo mejor sobre la superficie de +la tierra. Se militarizaron; se armaron, fueron excelentes discípulos de +los carniceros de los países cristianos. Destruyeron toda la poesía +posible, convirtieron a Madame Chrisantème en institutriz inglesa y en +enfermera. Se lanzaron al asesinato colectivo con un apetito +sobrehumano. Oku, Kuroko, Togo, entran en la categoría de semidioses. +Se trató de matar al mayor número de rusos posible. Se trató de volar +barcos, de «dinamitar» puentes, de arrasar batallones. Se va a la +conquista, al degüello, al odio. ¿En dónde está ese mundo de vagos +ensueños, ese mundo como lunas extra-terrestres, como astral, que admiré +en las escenas, en la maravillosa actriz Sada Yacco que era una +revelación de belleza exótica y peregrina? ¿En dónde están los antiguos +pintores Kakemonos, los antiguos Outamaros y Hokusais? ¿En dónde las +nobles creencias, los generosos ideales, la dulzura del carácter, las +genuflexiones, las pintorescas amorosas, el alma antes encantadora del +pasado Japón?... En la Mandchuria, la tierra se llenó de cadáveres... +Los mares chinos se enrojecieron de sangre. + +Se mira a los Estados Unidos con aire de desafío, con amor a la +guerra... + +La civilización ha triunfado... + + + + +MI DOMINGO DE RAMOS + +[imagen] + + Y veo en un país lejano + una vieja ciudad. + + +Mi pobre alma, con una alegría de convaleciente, se despierta este día, +domingo, sonríe a la luz del sol de Dios, se sacude como un ave húmeda +del rocío de la aurora, y, a pesar de que quiero contenerla: «¡Mira que +estás muy débil! ¡mira que casi no tienes alientos! animula, blandula, +vagula, ¿a dónde vas?» no me hace caso, ríe como una locuela de catorce +años, se va, bajo el esplendor matinal, al jardín de mi fantasía, al +huerto de mi mente, y vuelve con dos verdes y frescos ramos de palma, +alzando los brazos al cielo, en un divino ímpetu, como si quisiera +volar. + +--Animula, blandula, vagula, ¿a dónde vas? + +--¡Voy a Jerusalén!--me dice mi pobre alma. + +Y allá se va, camino de Jerusalén, sin bordón de peregrino, sin alforja +de caminante, sin sandalias de romero. Ella va a la fiesta, arrastrada +por su deseo, sin temor de las asperezas del viaje, sin miedo a los +abismos, a las fieras y a las víboras. + +Tal parece que fuese llevada por una ráfaga milagrosa, o sostenida por +el amoroso cuidado de cuatro alas angélicas. Ella no sabe hoy de las +tristezas, de las maldades y de las tinieblas de la vida. Deja la ciudad +de los infames publicanos, de los odiosos fariseos, de las pintadas y +ponzoñosas prostitutas. Ha sentido como el llamamiento de una sagrada +primavera, y se ha abierto fresca y virginal como una blanca rosa. Un +perfume celeste la baña, y ella a su vez exhala su perfume íntimo, su +ungüento de fe y de amor. Un sol de vida le pone en su debilidad, +fortaleza; en sus mejillas pálidas, una llama de niñez; en su frente, +tan combatida por el dolor, una refrescante guirnalda florida. ¿Que +vendrán las espinas después?... + +Ella no sabe eso. Hoy cree sólo en las flores y las palmas; hoy debe +asistir a la entrada triunfal del Rey Jesús. Armoniza sus más bellas +canciones de gloria, para repetirlas en honor de quien viene. Clamará +con el coro de los sencillos, con la lengua del pueblo que acompaña con +jubilosos hosannas al Príncipe del Triunfo. + +Se han borrado de su memoria las penas pasadas, no quiere poner su +pensamiento en los amargores futuros. Como en un inspirado paso, sigue +su ruta, y, tan ligera va, que el aire no la siente pasar. Las montañas +nada son para ella. Va sobre las cambroneras sin que sus pies desnudos +se hieran; los leones de la selva la miran con cariñosos ojos, y se +dicen: «He allí la pobre alma que va a Jerusalén, hoy, Domingo de +Ramos»; las tempestades se ciernen sobre su cabeza, pero ella es +invencible delante de las tempestades; el tórrido fuego de los desiertos +no marchita una sola de las flores de su corona; las palmas que lleva en +sus manos, con un gesto glorioso, están llenas de su primera frescura; +la alondra lírica y cristalina dícele: «Hermana, apresura el paso para +que llegues a tiempo». Y yo la sigo con ojos apasionados: «¡Sí, alma +mía, acude, no tardes, vuela a Jerusalén!». + +--«Yo soy tu infancia»--, me dice una voz entre tanto. Dícemelo una voz +encantadora que regocija y deleita mis potencias. + +Porque en lo íntimo de mi ser se despliega, como un inmenso e +incomparable lienzo azul, en que surge decorada por virtud maravillosa, +la estación de mi existencia en que los cielos eran propicios y la +tierra amable y buena como una nodriza. A mis narices viene un olor de +yerbas olvidadas, de flores que há tiempo no he vuelto a ver; a mis ojos +florece una aurora de visiones, que me atraen con una magia imperiosa; +a mis oídos llegan notas de lejanas armonías, que han dormido por largo +espacio de años bellas princesas del bosque de mi vida; mi tacto es +halagado por el roce de aires amigos, que acariciaron los bucles rubios +de mi infancia, y reconozco el troquel de que saltó mi primer +pensamiento, limpio y sonoro como una medalla argentina. + +Y veo, en un país lejano, una vieja ciudad de gentes sencillas, en donde +Jesucristo habría encontrado ejemplares de sus perfectos pescadores. +Sobre los techos de tejas arábigas de las casas bajas pasa un vuelo +vencedor en la mañana del Domingo de Ramos: la salutación y el +llamamiento que cantan las grandes campanas de la Catedral en que +duermen los huesos de los obispos españoles. El alba ha encontrado la +calle principal decorada de arcos de colores y alfombrada de alfombras +floridas; en esas alfombras, tosco artista ha dibujado aves simbólicas, +grecas, franjas y encajes, plantas y ramos de una caprichosa flora. La +policromía del suelo fórmanla tintes fuertes y vivos: maderas de las +selvas nativas, rosas para el rosal, hojas frescas para los verdes, y, +para el blanco maíz que el fuego reventó la noche anterior, cuando a +los granos trepitantes acompañaron alegres canciones. Las gentes han +madrugado, si no han pasado en vela la noche del sábado; han madrugado y +están vestidas de fiesta, aguardando la hora de la misa. Así, cuando ha +dado la señal el campanario, el desfile comienza: severas autoridades, +familias de pro, licenciados de largas levitas flotantes; la cruel +Mercedes, la dulce Narcisa, la rara Victoria, los elegantes y el pueblo +en su pintoresco atavío nacional. El sol que llega, todo de oro y +púrpura dominicales, tornazola los rebozos de seda de esas mujeres +morenas. Allá va el bachiller que lee a Voltaire y se confiesa una vez +al año, por la cuaresma, o antes si espera haber peligro de muerte: va a +la misa. Sobre aquella ciudad, feliz como una aldea, ciérnese todavía un +soplo del buen tiempo pasado. Es aún la edad de las virtudes primitivas, +de los intactos respetos y de la autoridad incontrastable de los +patriarcas. Para ir al templo preceden los cabellos blancos a los grupos +de fieles. Y la campana grande alegra a todos; todos los corazones +reciben el propio influjo; rige las voluntades un mismo ritmo de +impulsión. La campana grande es la lengua de la ciudad; ella despierta +reminiscencias de sucesos memorables, orgullos populares y orgullos +patricios. Cuando habla, creeríase que un espíritu supremo la inspira y +que anuncia, en su idioma de bronce, la piedad del cielo. + +Visión de los altares de llamas y pétalos. Son del potente órgano de +Pamplona; voces angelicales de los niños; clamores de los sochantres; un +velo de incienso envuelve y aroma la ancha nave: ese misterioso y +litúrgico perfume que tiene figura corporal, encarnado en su humo +fugitivo, es el ambiente en que pueden dejarse entrever, bajo las +cúpulas eclesiásticas, los seres puros del Paraíso. Y el cuerpo mismo, +al aspirarlo, mientras el alma se eleva con la plegaria, goza en una +como sagrada sensualidad. Visión del sacerdote: la simbólica del gesto; +el poder de las evocaciones divinas: la hostia, nieve sobre la pompa de +los oros y la gracia ascendente de los cirios, ¡Suena, suena, haz +estallar tu alma por tus tubos, órgano de Pamplona que toca el organista +de barba larga. + +Y he ahí que un niño meditabundo está arrodillado delante del +sacrificio. Id al Himalaya, y entre las más blancas nieves de la más +alta cumbre, buscad el copo que en sí contenga la blancura misma: esa +es su alma. Id al Sarón bíblico y, entre todos los lirios, escoged el +que escogería para entrar en el Paraíso la más pura de las +bienaventuradas: esa es su fe. Y ese niño, en medio de su oración y de +su contrición, siente un eco nuevo en lo secreto de su ser, eco que +responde a la inmortal anunciación de la Lira. + +¡Palmas! La procesión ha aparecido ya; hacia el azul del Señor dirigen +las alas las jaculatorias; las músicas tienden en los aires sus arcos de +harmonías; del campanario, como de un sacro y encantado palomar, +desbandadas de palomas, de palomas de oro, los himnos de las campanas se +ciernen sobre las gentes. Hosannas de los trombones y violines; hosannas +de las plantas; hosannas de los celestes violoncelos. Bajo la seda y el +oro de un palio pomposo como una casulla de gala, va Jesucristo sobre +una asna; el prefecto lleva la asna del fiador. Obra de desconocido e +ingenuo escultor de la escuela quiteña, Nuestro Señor está hermoso y +real sobre su cabalgadura. Sus atavíos son los de un arzobispo; lleva +magna capa sostenida por un paje eclesiástico; sus ojos dulces miran +como si mirasen lo infinito; su cabellera nazarena le cae en rizos sobre +los hombros; su mano derecha, detenida en un gesto hierático, bendice +al mundo. Así va, seguido de gran muchedumbre, sobre las alfombras +policromas y olorosas, bajo las arcadas de banderolas. Pendientes de los +arcos, veis curiosas cosas: frutas doradas, cestos de flores, pelicanos +con el pecho herido, garzas reales, águilas y palomas, monstruosos +caimanes, inauditas tarascas, serpientes y quimeras. + +El olor de la tierra húmeda únese a la exhalación perfumada de las +enormes flores de palmera, gruesos chorros de oro impregnado de fino +óleo aromoso, y cuyos granos son, para los naturales, a manera de +primitivos confetti. ¡Palmas! Por todas partes veréis la inclinación +gallarda de los ramos sonoros y frescos, imprimiendo al conjunto +extraño, como un concepto de belleza antigua y peregrina. Palmas llevan +los viejos; mujeres y niños hay coronados de palma. Y la procesión va +por la calle mayor, la calle Real, con una solemnidad llena de gozos y +fragancias. Y he allí que al llegar a un punto dado, bajo el más bello +arco de colores, hay una hermosa granada de plata que deja entrever +granos de oro. Y cuando el palio pasa debajo de ella, y el Señor del +Triunfo se detiene un instante, la bella fruta oriental se abre, como +reventada de sol y de savia, y de su seno vuelan, como un grupo de +mariposas que se pusiesen en libertad, hojas impresas que lleva el aire +sobre la muchedumbre, y que tienen, en honra de Jesucristo triunfante, +versos. ¡Versos! Sí, versos rimados malamente, sentidos buenamente; +logro inapreciable para la muchedumbre que acompaña al Nazareno, que, +con la diestra, en un gesto hierático, bendice al mundo. ¡Oh, potestades +de los cielos! ¡Vosotras podéis ver quién, cual si fuese un infante +real, siente como hecha de un oro divino su corona de palmas del Domingo +de Ramos! Es ese niño que ha llegado de la iglesia, y está cerca de la +anciana abuela de cabellos crespos y recogidos como una marquesa de +Boucher. + +Es ese niño meditabundo, triste en su alegría, como si estuviese +sintiendo ya la llegada de su Viernes Santo. ¡Es ese niño que ha rimado +los versos infantiles de la granada oriental, símbolo de su corazón, que +se abrirá para regar por ley infalible, sobre la tierra sus íntimas +armonías, los perfumes misteriosos de su sangre vital, la esencia de su +pobre alma, enferma desde entonces, de la recóndita y adorada enfermedad +del ensueño! + +Y aquella palma mística es para él un símbolo. Sus ojos pueriles miran +de pronto, como en un vago éxtasis, una figura, que cerca del Cristo +lleva una palma en la mano. Es una figura de maravilloso aspecto, +semejante a un arcángel, vestida de fortaleza y de luz; su frente +aureolada se destaca sobre el profundo y sacro azur; su diestra alza en +la mano una imperial palma de oro; su voz suena con harmonía intensa y +dominante, como la voz de un dios: «¡Yo soy, oh, niño, exclama, quien te +viene a hechizar y arrastrar para siempre en el triunfo del Domingo de +Ramos! He aquí la palabra simbólica: ¡Yo soy la Gloria! Yo vengo a +mostrarte el miraje de las soñadas Babilonias de plata, los sublimes +Eldorados, las Jerusalenes que han de atraer tu pensamiento y tu sér +todo, pues has nacido predestinado para desconocidos padecimientos, por +amor de las Visiones y la pasión de las Palmas!» + +Y el niño escucha aquellas palabras, sintiendo en su débil persona como +la insuflación de una vida nueva; y su pequeño corazón palpita en un +desconocido propósito de obrar y realizar cosas grandes. + +Más tarde, las palmas del domingo guárdanse en las casas de los +creyentes, como poderosos e invencibles talismanes. Queda junto a los +retablos antiguos, junto a los santo-cristos que guardaban los lechos +familiares, los ramos que el tiempo seca, y que las canículas doran y +tornan más sonoros y livianos. Cuando suenan los truenos y caen los +aguaceros diluviales bajo el cielo negro cebrado de relámpagos, fórmanse +de las palmas benditas del Domingo de Ramos coronas salvadoras. +Coronados de palmas, los habitantes de la ciudad feliz no temen las +amenazas de la tormenta. Y he aquí que el niño triste, precoz enamorado +de la Lira, sembró en el huerto de su corazón y en el jardín de su +suerte un ramo de aquellas frescas hojas, y el ramo, a pesar de crueles +inviernos, de ásperos huracanes, de voraces langostas, de hoces +afiladas, ha crecido y producido otros ramos nuevos. + +De allí ha cortado, en este día esplendoroso, sus dos palmas gallardas, +la pobre alma que hace su peregrinación a Jerusalén, como sostenida por +cuatro alas angélicas que enviara un bondadoso decreto del Padre de la +Esperanza. + +--«¡Vengo de Jerusalén»!, dice mi pobre psique. Y he aquí que miro en +sus ojos más luz, y en sus mejillas una pura y juvenil llama de sangre. +Vuelve reconfortada, para arrostrar las tinieblas y elementos que la +combaten en el habitáculo del debil y vibrante cuerpo. Pues es ella la +víctima ofrecida, por la ley suprema, a las fuerzas desconocidas que +ponen cerco a su frágil domicilio. En la bóveda del cráneo, son los +pensamientos y los sueños que nacen entre las marañas del cerebro; los +nervios que, como una cruel túnica, se extienden; las pasiones que se +desatan por las puertas de los sentidos; y el omnipotente y tentacular +pulpo del sexo cuya cueva obscura es el sepulcro. Después, las luchas +del Mundo y del Demonio encarnados en la Maldad ingénita y en la +Estupidez humana; los truenos de la vida, las rachas, los ventiscos de +las rudas horas amargas, de odiosa espuma; los relámpagos de la +concupiscencia; los rayos de la soberbia; las lívidas nubes de la +envidia; los aborrecimientos desconocidos; los granizos inmotivados; la +Mujer--_¡Misterium!_--con su arcana misión de pecado y de llanto; el +crimen; y, sobre todo, en el fondo de esa implacable tempestad, +guardianes de la vasta Puerta del Universo: obscuro, obscuro, el dolor; +pálida, pálida, la Muerte... + +¡Dame, alma de mi infancia, una hoja de tu palma bendita para coronar mi +frente! + + + + +HOMBRES Y PAJAROS + +[imagen: Al amor de la mañana, o cuando comienza la tarde, he aquí +lo que suele verse en los jardines de París...] + + +Al amor de la mañana, o cuando comienza la tarde, he aquí lo que suele +verse en los jardines de París, especialmente en las Tullerías y en el +Luxemburgo. Mientras al amparo de las alamedas saltan los niños o juegan +con sus aros y las nodrizas cuidan de sus bebés, y en los bancos hay +lectores de diarios, y más allá jugadores de «foot-ball», y paseantes +que flirtean, o estudiantes que estudian, o pintores que cazan paisajes, +y en las anchas filas de las fuentes, al ruido del chorro de agua, +minúsculos marinos echan sus barquitos de velas blancas y rojas, unas +cuantas personas cumplen con una obligación sentimental y graciosa que +se han impuesto: dar de comer a los pajaritos. Generalmente, los únicos +que aprovechan son los gorriones, los ágiles y libres gorriones de +París. Hay también las palomas, pero las palomas no son las que más +gozan de la prebenda. Parecen estar fuera de su centro, de lugares en +donde reinan solas, sin competencia ni reparto: la plaza de San Marcos +de Venecia, o las cercanías del palacio Pitti, en Florencia. Aquí, pues, +son los gorriones, pequeños e interesantes vagabundos, opuestos a la +vida normal de las abejas, por ejemplo, y que esperan por estudioso +biógrafo un Maeterlinck alegre. + +No lejos del Arco del Carrousel, en que la guerra y la Ley están +representadas, un grupo de gente de diversas condiciones y edades, forma +valla, mira en silencio. Un hombre de aspecto tranquilo y serio, cerca +del césped, sobre el que salta y vuela una inmensa bandada de gorriones, +saca de su bolsillo un pan y lo desmenuza. Luego, comienza a llamar: +¡Juliette!... Y una fina gorrioncita se desprende de la bandada +chilladora y saltante, y se va a colocar en la cabeza, en los hombros, +en la mano del hombre. «Louise, Jean, Friederic, Mimi, Toto, Mussette». + +Los pájaros libres del jardín, que entienden por sus nombres +respectivos, van todos a la voz que les llama. Y es un revoloteo +incesante alrededor del amigo que regala, y una fiesta a que, por otra +parte, están completamente acostumbrados. Unos cazan la miga al vuelo, +otros la toman en la mano, otros la recogen del suelo. + +El hombre les habla, les acaricia, les regaña. _Prends garde, +gourmand._ «Ten cuidado, glotón». «No seas atrevido, Robert». «Señorita, +así no se come»... «Insolentes, ahora vais a ver». Les trata con +naturalidad, con amistad, con confianza, con familiaridad. Todos ellos +le conocen, y él conoce a todos ellos, a pesar de tener todos igual +uniforme, y de no haber nada más semejante a un gorrión, como una gota +de agua a otra gota de agua. Y se ve que ese personaje, cuyo nombre +todos ignoran, tiene verdadero amor por sus pajaritos, y que no falta un +solo día, desde hace muchos años, a cumplir con su amable tarea, de +manera que, si faltase una sola vez, habría verdadera alarma entre el +mundo alado que puebla los ramajes de las Tullerías, y que si llegase a +faltar para siempre, los pobres animales estarían de duelo, a menos que +su alma en libertad fuese visible para ellos en la transparencia de los +aires. + +Mas, en verdad, una vez se ausentó, enfermo de la vista, y hubo duelo +entre los pájaros y gozo a su retorno. + +En el jardín del Luxemburgo, cerca del palacio, al lado de las galerías +del Odeón, muchas veces he encontrado a diferentes personas que dan de +comer a los pajaritos; pero, sobre todo, no dejo nunca de ver a un +viejecito, de aspecto venerable, de ropas modestas, que lleva en su +solapa la cinta de la Legión de Honor. ¿Qué sabio, qué poeta será? ¿O +qué filósofo anciano que venga con un espíritu semejante al de su +antepasado Descartes a admirar la mano de Dios, y a «conocer y +glorificar al obrero por la inspección de sus obras?» Otras veces, es un +caballero enorme, que se sienta en los bancos para llenar su obligación, +varón de gordura extraordinaria, que tiene una cabeza de niño +gigantesco. Los pájaros se le posan sobre el extensísimo pecho, sobre +los hombros de elefante, le revuelan por el magnífico vientre, y en +ramilletes temblorosos se le prenden de las manos regordetas, llenas de +bizcochos. No puedo de dejar de pensar: bueno, como todos los gordos. +Cerca de él una viejecita de luto, con un niño, reparte también su +ración. A veces conversa con los pájaros, a veces con el niño, a ambos +les habla con el mismo tono. Los animales conocen a todos, pero con el +anciano de la Legión de Honor hay mayores relaciones. Le siguen, cuando +les deja, a saltitos; se diría que le hablan en su idioma; se le sientan +en el veterano sombrero de copa; le llaman de lejos. El se vuelve; los +sonríe; parece que se despide hasta el día siguiente. + +Y nada es más suavemente impresionante, en la frescura de la mañana o en +la melancolía de la tarde. Acaba uno de leer los diarios, de ver la obra +del mal, del odio, la lucha de las pasiones, el hervor de los vicios. +Larga lista de crímenes, de escándalos, de injusticias. Los asesinatos, +las infamias, las intrigas, todo el endemoniado producto de una inmensa +ciudad de tres millones de habitantes. Va uno por los bulevares, y ve +pintada en la mayor parte de los rostros con que se encuentra, la +codicia, la ferocidad, la vanidad y la lujuria; habla uno con prójimos, +con conocidos, llenos de hieles, de ponzoñas, de vitriolos; encuentra +uno más allá, astucias, intrigas, rebajamientos, prostituciones, la caza +al _sou_, la caza al franco, la caza al luis, al billete, al cheque, los +aires de neurosis que soplan sobre las terrazas; los asesinos elegantes; +los espadachines cobardes; los ambiciosos; los _ratés_; la vergüenza de +abajo; los crímenes de arriba; Sodoma por una parte y Lesbos por otra; +lo artificial entronizado; las podredumbres cotidianas; la farsa +continua, la negación de Dios. Y hay aquí estas gentes que vienen a dar +de comer a los pajaritos... + +Sí, porque París tiene un vasto cuerpo; es un vasto cuerpo como el +cielo de Swedenborg, o el universo de Campanella. Tiene un organismo +propio, semejante a los astros de Bruno, _animali intellettuali_: tiene +una cabeza, unos brazos, un corazón, un vientre y un sexo; tiene sus +grandes pensamientos, sus grandes sentimientos, y sus buenas y malas +acciones, y sus bellos gestos y la banda gris del Sena que refleja los +diamantes celestes. + +Por el barrio en que habité está el cerebro, está la cabeza. Por algo, +en el _argot_ parisiense, _sorbonne_ quiere decir cabeza. Allí está el +órgano pensante, la juventud de las escuelas, las grises piedras que +vieron pasar a Abelardo, el hogar de la enseñanza. Unos cuantos +meditativos viejos, en sus encierros silenciosos, compulsan los +conocimientos del pasado, trabajan en la ciencia del presente, piensan +en el porvenir; un ejército de jóvenes se prepara a la obra de los +maestros. Es el Colegio de Francia, es el Instituto, la Escuela de +Medicina, todas las escuelas y laboratorios y en donde se forman y se +desarrollan los sabios, y aprenden a concretar sus sueños los artistas. +Es el Panteón, son los museos. + +Las cátedras de ese centro están en actividad. Profesores y alumnos +siguen por el camino comenzado desde hace siglos. Aquí se escucha el +ruido de la humanidad, se busca cómo penetrar el misterio de las cosas, +cómo mejorar la existencia; la filosofía investiga, induce, deduce; la +ciencia experimenta, analiza; se labora por el mejoramiento social, por +el perfeccionamiento individual. De las cátedras se extiende un continuo +río de ideas, de que benefician la industria, el comercio, la salud. Y +los ojos de París están también allí, en el Observatorio, escudriñando +la altura, fijos en los astros. + +A un lado y otro se extienden los brazos. Es el París que trabaja, las +extremidades llenas de fábricas, cuajadas de usinas de telares, de +chimeneas. Por allí, constantemente, bullen las muchedumbres de obreros +que forman la vitalidad productora: los obreros que saben leer y luchar, +los trabajadores que salen de sus labores y van a las universidades +populares a comunicar con sus hermanos intelectuales, ya en el faubourg +Saint-Antoine, ya en Montreuil-sous-Bois, en Grenelle, o en +Boulogne-Billancourt, de un punto a otro, de Asnières a Charenton, de +Vincennes a Puteaux, a Levallois, a Courbevoie. Pues los brazos de París +manejan alternativamente herramientas y libros, antorchas e ideas. Son +brazos robustos e inteligentes, y también terribles. + +El inmenso vientre y el sexo están en el centro, en ese trecho en que +los grandes bulevares juntan todos los apetitos, deseos y vicios +nacionales y extranjeros, desde la Magdalena hasta la Plaza de la +República y los alrededores de la Opera. Allí se come bien y se peca +mejor. La riqueza y el lujo hacen su exhibición, la gula encuentra cien +dorados refugios en que saciar sus más exquisitos caprichos, y el amor +fácil halla el suntuoso y babilónico prostíbulo ambulante que ha dado a +esta capital, digna de superior renombre, el de ser el lugar de cita y +el casino de las naciones. + +Y el corazón de París late por todas partes, y riega su sangre por todo +el resto del magnífico cuerpo. Ese corazón anima a las individualidades +silenciosas y discretas que hacen el bien callado a los hospicios y +lugares de asilo, a los conventos en que sin engaño se reza y se +sostiene, como dice Huysmans el de la Oblación, el pararrayo. Cuando ese +corazón quiere hablar se llama _Severine_, como se llamaba Luisa Michel. +El hace ir sin pompa a las viejas caritativas a llevar pan y carbón a +sus pobres; él sostiene a las infinitas muchachas honestas que, +viviendo con el lupanar a la vista, prefieren ir a la fábrica para dar +de comer a la madre inválida o al hermanito enfermo; él se revela, por +fin, en los que se ahogan por salvar suicidas, en el médico que va a ver +el infeliz y le deja con la receta el dinero para pagarla, en las nobles +cooperativas, y hasta en el cochero viejo que se mata porque se le murió +el caballo, que era su antiguo compañero. ¡El buen París! ¿Quién dice +que tan solamente hay aquí muñequitas de carne, y hombres con profesión +de pez? Que venga a ver los talleres llenos, las iglesias, las +universidades populares, y... a los hombres que dan de comer a los +pajaritos. + +No hay que reir mucho de Margot si llora por el melodrama, y si viejas +solteronas se enamoran de sus gatos. No hay que buscar el lado cómico de +las Sociedades protectoras de animales. No debe ser ridiculizado ningún +sentimiento de origen noble. Y el cariño hacia la naturaleza--paisajes, +animales, flores o aguas--y las simpatías por las manifestaciones +amables de ella, proclamarán siempre su origen generoso. Sin anonadar +nuestra personalidad humana en la ataraxia de Zenón o la apatía +epicúrea, tengamos la pasión del universo, la tendencia a nuestra +unidad. Así como nada conforta tanto como la presencia de los bosques o +la contemplación del Océano, nada suaviza más las asperezas del espíritu +que la visión de una rosa en su tallo, o un pájaro sin trabas ni jaula, +que salta y vuela por donde quiera, y canta sin inquietudes bajo el +cielo. Quizás la luminosa alegría que nada podrá destruir en el alma de +esta Galia feliz, viene de su simbólica alondra, maestra de libertad, +amante de claridad, ebria de frescor y de canto matutino. Tengamos el +amor de las rosas y de los pájaros, de las mariposas, de las abejas. Es +un medio de comunicación con lo Universal, con la divinidad. +Maeterlinck, en el libro admirable que conocéis, ha oído la iniciada voz +de Virgilio: + + _Ese apibus partem divinæ mentis et hansitus._ + _Athereos dixere: Deum manque ire per omnes._ + _Terrasque tractusque maris, extumque profundum._ + +Nada más conmovedor que la petición que, hace algún tiempo, dirigieron +al Congreso belga los miembros de un instituto de ciegos. + +Sabido es que en ambas partes a los pájaros cantores, para que canten +mejor, les sacan los ojos, sin duda acordándose del divino Melesígenes, +que también supo ser armonioso sin los suyos... + +En Bélgica hacen lo mismo, y esos ciegos del instituto han intercedido +por los ojos de los pajaritos. + +Yo sé que hay gentes que sonríen de todas esas cosas, que hallan todo +sentimentalismo fuera de moda, y que juzgan nefelibatas a los que no se +levantan todos los días con el único propósito de aumentar sus rentas +por la buena o por la mala. Yo sé que hay muchas gentes que retorcerían +con gusto el pescuezo a todos los cisnes del Caistro, y enviarían una +buena perdigonada a los ruiseñores de las melodiosas florestas. Yo sé +que en filosofía priva mucho actualmente la ferocidad, el egoísmo, la +crueldad. Pero esos son nietzschistas furiosos y danzantes, ante los +cuales iría yo a dar un abrazo al hombre que da de comer a los +pajaritos... + + + + +PRIMAVERA APOLINEA + +[imagen: Una copiosa cabellera. Unos ojos de ensueño y de +voluntad, juventud, mucha juventud: un poeta.] + + +I + +Una copiosa cabellera. Unos ojos de ensueño y de voluntad. Juventud, +mucha juventud: un poeta. Habla: + +--Yo nací del otro lado del Océano, en la tierra de las pampas y del +gran río. Desde mi pubertad me sentí Abel; un Abel resuelto a vivir toda +mi vida y a desarmar a Caín de su quijada de asno. Afligí a mis padres, +puesto que muy temprano vieron en mí el signo de la lira. Se me rodeó de +guarismos en el ambiente de las transaciones, y salté la valla. De todo +el himno de la patria sólo quedó en mi espíritu, cantando, un verso: +¡Libertad! ¡libertad! ¡libertad! Y me sentí desde luego libre por mi +íntima volición. + +Y conocí a un hermano mayor, a un compañero, que tendiéndome la diestra +me señaló un vasto campo para las luchas y para los clamores, me inició +en el sentimiento de la solidaridad humana, aquel joven bello y +atrevido de vida trágica y de versos fuertes. Mi bohemia se mezcló a +las agitaciones proletarias, y aun adolescente, me juzgué determinado a +rojas campañas y protestas. Fraseé cosas locamente audaces y rimé +sonoras imposibilidades. Mi alma, anhelante de ejercicios y actividades, +fluctuó en su primavera sobre el suburbio. No sabía yo bien adonde iba, +sino adonde me llamaban lejanos clarines. Me imbuí en el misterio de la +naturaleza, y el destino de las muchedumbres, enigma fué para mí, tema y +obsesión. Ardí de orgullo. Consideréme en la solidaridad humana, +vibrantemente personal. Nada me fué extraño, y mi yo invadía el +universo, sin otro bagaje que el que mi caja craneana portaba de +ensueños y de ideas. + +Mi espíritu era un jardín. Mis ambiciones eran libertad humana, alas +divinas. Y, como no encontraba campana mejor que la que levantaba el +alma de los desheredados, de los humildes, de los trabajadores, me fuí a +buscar a Cristos por los mesones de los barrios bajos y por los +pesebres. Creí--aurora irreflexiva--en la fuerza del odio, sin +comprender toda la inutilidad de la violencia. No acaricié el +instrumento de mis cantos, sino que le apreté contra mi corazón con una +como furia desmedida. Comprendía que yo había nacido para ser una vasta +comunidad sedienta de justicia, buscadora de inauditas bienaventuranzas. +Mi derrotero iba siempre hacia el azul. Para todo el comprimido río de +mis ideas juveniles no hallé mejor salida que el cauce de las +sensaciones y las cataratas de las palabras. Mi rebeldía iba coronada de +flores. No tenía más compañeros que los que veía dispuestos a las luchas +nobles y los buenos combates. Yo creí ver pasar «el gran rebaño». Yo lo +soñé una noche cavernosa que evocaba apariciones de muertas humanidades, +mientras pensaba, apartado de los hombres como un condor solitario +adormecido en la grandeza de las peladas cumbres, con la visión +desesperante de una colmena humana miserable que recortábase en la +blanca sábana de nieve como un borrón en una página alba. Al fin, hálito +cristiano me inspiró en aquella hora y la estrofa que otras veces +abofeteara a los oídos, se retorció en un gesto de insultador. + +Amé la grandilocuencia, pues sabía que los profetas hablaban en tropos a +los pueblos y los poetas y las pitonisas en enigmas a las edades. +Buscaba en veces la oscuridad. Me preocupaba a todas horas la +interrogación de lo fatal. Oía hablar al hierro. Mi primer amor no fué +de rosas soñadas, sino de carne viva. Me amacicé desde muy temprano a +los golpes de la existencia. Fuí a acariciar el pecho de la miseria. Y +surgió el amor. ¿Romántico? Hasta donde dorara la pasión la más sublime +de las realidades, representada en una adolescente rosa femenina. Todo, +es verdad, estaba dorado por la felicidad, hasta la tristeza y la +penuria de los que fuesen favoritos de mi lástima. Mis ideales de +venturanza humana no se aminoraron, sin embargo; mas se dulcificaron a +pesar de mis impulsos y proclamas de brega, por la virtud de una alma y +de una boca de mujer. Vida, sangre y alma busco y encuentro en la mujer +de mis dilecciones. Mas no por eso olvidé el sufrimiento de los que +consideraba mis hermanos de abajo, cuyas primeras angustias fuí a buscar +hasta las pretéritas y cíclicas tradiciones de la India. Mi carácter se +encabritaba en veces, + + ¡bravo potro salvaje + que no ha sentido espuelas de jinete! + +No pude nunca comprender el rebajamiento de las voluntades, las +villanías y miserias que manchan en ocasiones las más finas perlas. En +ocasiones huía de la ciudad y hallaba en la inmensidad pampeana vuelos +de poemas que se confundían con ansias íntimas. El ritmo universal se +confundía con mi propio ritmo, con el correr de mi sangre y el hacer de +mis versos. De retorno a la urbe, hablaba a las muchedumbres. Vivía cara +a cara con la pobreza, pero en un ambiente de libertad, de libertad y de +amor. Con el vigor de la primera edad, con mi tesoro de ilusiones y de +ensueños, no pude evitar momentos de delirio, de desaliento, de +vacilaciones. Consagréme caballero de la rebeldía, pero sintiendo +siempre las dificultades de todo tiempo. Llegué a comprender las +fatalidades, de la injusticia, y mi simpatía fué a los grandes caídos, +Satán, Caín, Judas. Encontré por fin estrecha mi tierra con ser tan +ancha y larga, y vi más allá del mar el porvenir. Solicité los éxodos y +ambicioné la vida heroica. El Océano fué una nueva revelación para mis +alas mentales. El amor mismo fué animador de mis designios de conquista. +En el viejo continente proseguí en mis anhelos libertarios. Tomé parte +en luchas populares, vi el incendio, la profanación; oí los alaridos de +la Bestia policéfala y creí en el mejoramiento de la humanidad por el +sacrificio y por el escarmiento. Revivían en mi mente las antiguas +leyendas de mi tierra americana y las autóctonas divinidades de los +pasados tiempos reaparecían en mis prosas combativas y en mis estrofas +amplias y sonantes. «La historia del viejo ombú despertó el alma de las +tres razas que dormían en mí». Y el viento de Europa, el soplo árido, al +mover mis largos cabellos, me infundió un nuevo y desconocido aliento. + +Y luego fué como un despertar, como una nueva visión de vida. Comprendí +la inutilidad de la violencia y el rebajamiento de la democracia. +Comprendí que hay una ley fatal que rige nuestras vidas, instantáneas en +la eternidad. Supe, más que nunca, que nuestra redención del sufrir +humano está solamente en el amor. Que el pozo del existir debe ser +nuestra virtud del paraíso. Que el poema de nuestra simiente o de +nuestro cerebro es un producto sagrado. Que el misterio está en todos, +y, sobre todo, en nosotros mismos y que puede ser de sombra y de +claridad. Y que el sol, la fruta y la rosa, el diamante y el ruiseñor se +tienen con amar. + + +II + +Así habló el bizarro poeta de larga cabellera, en una hora armoniosa en +que la tarde diluía sus complacencias dulces en un aire de oro. El +cuarto era modesto; el antiguo libertario revelaba sus aristocracias de +artista, con el orgullo de su talento, con su amada, condesa auténtica, +y con una Juventud llena de futuro más auténtica aún. + +Y salimos al hervor de París. + + + + +VISIONES PASADAS + +[imagen: Una vaga tristeza flota en la costa extensa y +solitaria...] + + +LA MAREA + +Una vaga tristeza flota en la costa extensa y solitaria, cuando baja la +marea. El agua de la bahía panameña se retira a largo trecho. Los +muelles aparecen alzados sobre sus cien flacas piernas de madera. La +playa está cubierta de un lodo betuminoso y salino, donde resaltan +piedras deslavadas y aglomeradas conchas de ostras. + +Las embarcaciones, quietas, echadas sobre un costado, o con las quillas +hundidas en el fango, parece que aguardan la creciente que ha de +sacarlas de la parálisis. A lo lejos, un cayuco negro semeja un largo y +raro carapacho; sobre una gran canoa está, recogida y apretada entre +cuerdas, la gavia. Agrupados como una quieta banda de cetáceos rojos y +oscuros, dormitan los grandes lanchones. Un marinero ronca en su +chalupa. Las balandras ágiles aguardan la hora del viento. + +Los boteros «chumecas» arreglan sus botes y sus pangaschatas. A la +orilla del mar, los pantalones arremangados sobre la rodilla, apoyado +en un remo, un chileno robusto canta entre dientes una zamacueca. +Empieza a oirse el apagado y suave rumor del agua que viene. Suena el +aire a la sordina. + +La primera barca que ha recibido la caricia de la ola, cabecea, se +despierta, vuelve a agitarse, curada de la nostalgia del movimiento. De +allá, de donde vienen los chinos pescadores, sale, al viento la vela +radiada, un junco ligero. Cual si se viniese desenrollando una enorme +tela gris, avanza la marea, trayendo a la playa su ruido de espumas y +sus convulsivas agitaciones. + +El vagido del mar aumenta, y se oye semejante al paso de un río en la +floresta. Es un vagido continuado, en un tono opaco, tan solamente +cambiado por el desgarramiento sedoso y cristalino de la ola que se +deshace. + +¡Canta en voz baja, pon tu órgano a la sordina, oh, buen viento de la +tarde! Canta para el marino que partirá para un largo viaje, cuando +alegre el agua azul la armoniosa visión de un blanco vuelo de goletas. +Canta para el pescador que tenderá la red; canta para el remero negro, +risueño y de grandes gestos elásticos; canta para el chino que va a +pescar, todavía con la divina modorra de su poderoso y sutil opio. Y +canta, mientras la marea sube, para los viajeros, para los errantes, +para los pensativos, para los que van sin rumbo fijo, tendidas las +velas, por el mar de la vida, tan áspero, tan profundo, tan amargo como +el inmenso y misterioso océano. + + +A UNA BOGOTANA (Pasillo en prosa.) + +El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals. Vea +usted cómo aquellos dos enamorados pueden llevar el compás, en medio de +la más ardiente conversación. El dice que los lindos ojos de una mujer +valen por todos los astros, y los lindos labios por todas las rosas. +Como ella quiere demostrar lo contrario, le mira con los bellísimos ojos +suyos, le sonríe con sus inefables labios, que son en un todo iguales a +aquellos con que la señorita de Abril dió el primer beso al caballero de +Mayo. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals. + +¡Oh, sí, sí! La fuerza de una pasión es mayor, infinitas veces, que el +empuje de ese enorme y poderoso Tequendama. ¿Usted conoce la catarata? + +Dicen que sus aguas saltan de un clima a otro. Que allá abajo hay palmas +y flores; que arriba, en la roca que conoció la espada de Bolívar, hace +frío. ¡Qué delicia estar allá abajo, señora, dos que se quieren! La +soberana armonía de la naturaleza pondría un palio augusto y soberbio al +idilio. Al ruido del salto no se oirían los besos. ¡Idilio solitario y +magnífico! ¿Sabe usted, señora, que tengo deseos de que se casen dos +amables solteros al comenzar a florecer los naranjos? Efraim Isaacs con +Edda Pombo. ¡Qué envidiable pareja! ¿Está usted agitada? El pasillo, +señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals. + + * * * * * + +En cuanto las heridas alas de mi Pegaso me lo permitan, heridas, ¡ay, +por dolores hondos y flechas implacables!--iré, señora, a la Vía Láctea, +a cortar un lirio de los jardines que cuidan las vírgenes del paraíso. +Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa, en Sirio un clavel, +y en la + +[imagen: Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa...] + +enfermiza y pálida Selene una adelfa. El ramo se lo daré a una suave y +pura mujer que todavía no haya amado. La rosa y el clavel la ofrecerán +su perfume despertador de ansias secretas. El lirio será comparable a su +alma cándida y casta. En la adelfa pondré el diamante de una lágrima, +para que sea ella ofrenda de mi desesperanza. Bien se conversa al compás +de esta blanda música. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un +lento y rosado vals. + + * * * * * + +Conque ¿se va? ¡Feliz, muy feliz viaje! Así sucede en la vida. El alba, +que abre los ojos de una diana de liras, dura un momento; dichoso el +monje que oyó, por largos siglos, cantar al ruiseñor de la leyenda, +¡Adiós, golondrina, adiós paloma! Pero ¿quiere hacerme un dulce favor? +Cuando llegue usted a su gigantesco Tequendama, deshoje, a mi memoria, +la flor que lleva en su corpiño, y arrójela en las locas espumas que +allá abajo, sobre las rosas, junto a las palmas, hacen temblar sus +iris... El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado +vals. + + +LA VIRGEN NEGRA (Havre). + +En Normandía de Francia, yendo del Havre a Orcher, se encuentra un +pueblecito coronado por una bella estatua de la Virgen. Llaman a este +divino icono «La Virgen Negra». ¡Quién rimase latín de himnos y +secuencias para hallar una cuenta de oro que agregar al rosario precioso +de la Letanía! La Virgen está en bronce, en un lugar alto; domina el mar +y el campo. + +El zócalo de su estatua está vestido de verdura por una fresca invasión +de enredaderas. La Virgen Negra es patrona de los marineros. Desde su +trono de piedra muestra su niño Jesús al mar; y por ella, muchos hijos +de pescadores ven llegar a la casa pobre, después de las tempestades, +blancas barcas chorreando agua salada. + +_¡María Stella!_ La estrella del mar tiene al Dios hijo en los brazos. +¡Orgullosa con su delfín, franceses! Esa reina de la Francia celeste, en +su maternidad, es la que libra de los vientos y de las rocas vuestras +barcas, y la que hace madurar vuestras uvas, que dan la + +[imagen: En Normandía de Francia, yendo del Havre a Orcher, se +encuentra un pueblecito coronado por una bella estatua de la Virgen.] + +sangre y las danzas. Vosotros, campesinos de Orcher, marineros del +Havre, sabéis hacer su fiesta con el canto de los campanarios, los +cirios nuevos y las ofrendas florales. + +Ella, que es estrella de la mañana, es también el faro, la estrella de +la noche. Cuando el sol se va queda su sol sublime. _¡Stella +Vespertina!_ Encarnada en el más duro de los metales, ha puesto en él su +enternecimiento y su gracia. Así esa gran Virgen, formidable en su +bronce, tiene el propio encanto, la misma humildad materna de las +vírgenes delicadas de los lienzos y de las místicas esculturas +policromas que están en los templos. De todas las manos que a ella se +tienden bajo la tormenta, ¿cuál es la que no halla apoyo? Tú, que te +hundes, no tienes en tus labios sino palabras de blasfemia y de +desesperanza... + +El milagro existe. El milagro lo cuentan pescadores canosos, domadores +de vientos. El que no cree en el milagro, no ha rogado nunca en una +inmensa desgracia, no ha tenido jamás el momento de pedir llorando, con +el alma, un algo de su piedad y de su dulzura a la madre María. Ella +tiene siempre la sonrisa en sus místicos labios. Ella tiene a cada +instante el gesto de salvación, la mirada de aliento, lo que apacigua a +Behemot, y lo que detiene a Leviathan. + +Su hermosa cabeza imperial y maternal se mueve entoldada por un zodiaco +de virtudes. La ola enorme del mar que ella tiene a sus pies, no hace su +obra brutal si ella la mira. Cada bruma le reza, cada espuma le canta. +El vago y fugitivo iris tiene siempre, para que ella pase, listo su +puente. Las gaviotas vuelan alrededor de la media luna que ella pisa. + +«Madre María--dice la golondrina--, ya volví de la tierra de Africa.» + +«Madre María--dice la anciana abuela--, ¿nada malo ha pasado al +grumete?» + +«Madre María--dice una mariposa blanca--, la niña rubia que aguarda al +novio, te está tejiendo una guirnalda de rosas rojas.» + +Y en el campo cercano, más allá de las «villas», donde los árboles se +ven recortados como los encajes, está el hombre rural, que ama su fuerte +buey y su caballo normando. + +El ruega también a la Virgen Negra de Harfleur por la cosecha, por la +felicidad de la campiña, por la flor y el fruto. Ella, la madre, escucha +asimismo la plegaria del cultor. + +Quizá tuviere alguna pequeñita predilección por las gentes de mar, +porque... ¡pasan por tantos peligros! ¡van tan lejos! ¡son tan bravos y +serenos, y cantan tan alegres canciones! Mas no, ella es la misma para +todos. + +Bajo su manto de oscuro metal se agrupan todas las oraciones. ¿Son +muchas? El manto crece, se agranda, se agiganta. ¿Son más? Crecen tanto +como si fuese el mismo cielo azul, constelado de gemas siderales. Allí +cabe todo lo creado. Allí encuentra abrigo la plegaria de la humanidad, +y el Angelus que reza cada crepúsculo de la tarde, el alma del mundo. + + + + +LOS MISERABLES + +[imagen] + + Viejos de largas barbas canas; hombres + fuertes; hombres jóvenes. + + + + +LOS MISERABLES + + _Los «gueux» franceses, los + «tramps» yankis, los «atorrantes» + argentinos._ + + +El «Gueux». + +Quien haya visto en ciertos paseos, en la _banlieue_, o bajo arboledas +_hantées_, como dice el pequeño poema de Baudelaire, la figura +grotescamente miserable de ciertos desheredados de la suerte, de ciertos +malditos de la vida, de ciertos parias del arroyo, ¿no ha sentido al +mismo tiempo la repugnancia y la lástima? + +Harapientos, con fragmentos de zapatos, sombreros de todas las formas +imaginables, sucios y abollados; con las caras abotagadas y las narices +rojas de alcohol; viejos, de largas barbas canas; hombres fuertes: +hombres jóvenes, bajo el viento, bajo el sol, bajo la noche, pueblan sus +lugares preferidos. + +¿Dónde viven? No tienen lugar fijo, o se amontonan en ocultas covachas, +o vagan noctámbulos, para dormir a pleno sol en un paseo público, junto +a una estación de ferrocarril o en las gradas de un edificio. + +La miseria es tan antigua como el hombre. En el cielo fabuloso de la +Grecia se conocía ya la mendicidad. Aro o Areo fué un pordiosero del +país de Itaca. El zaparrastroso pretendió nada menos que casarse con +Penélope, y Ulises, su noble rival, se deshizo de él de un puñetazo. + +Las manifestaciones de la miseria son las que han cambiado con los +tiempos y las costumbres. + +El _gueux_ de la Francia de hoy no es el mismo de la época de Villón. +Especiales causas políticas y sociales engendraron aquellos _vendangeurs +de costé_, aquellos temibles mendigos y rateros que adoptaron por +patrono, cosa curiosa en verdad, al rey David: «David, le roy, seige +prophète». + +Víctor Hugo ha reconstruído, en su admirable _Notre Dame_, la célebre +Corte de los Milagros. Villón, en sus _Testamentos_, ha dejado una +pintura vivísima de la canalla de su tiempo. El frecuentó los más +ocultos rincones de la miseria, y, como dice J. de Marthold: «Il sait le +nom de tous les malandrins, orphelins, et claque-patins, celui de toutes +les filles et de tous les mauvais lieux; _item_ connaît-il celui de +tous les représentants de l’autorité et de la loi, mouchards, soldats du +guet, geôliers, geôlières même, greffiers, auditeurs, procureurs, +lieurenant criminel, bourreau, celui de tous les corps de garde, de tous +les cachots et tous les gibets.» + +Tan les conocía, que estuvo a punto de ser entregado al Monsieur de +París, de entonces, como el mismo Gringoire. + +La diferencia que se puede notar entre los miserables de antaño y los de +nuestra época es que sobre aquéllos parece que hubiera flotado un aire +de alegría, y hoy reina en el mundo, en todas las clases, la tristeza, +el pesimismo. Aun en medio de sus oscuros conciliábulos, de sus hambres +y pillerías, tenían los de antes una canción en los labios, una +carcajada. El raro rey Luis Onceno mira reir a su pueblo, y le deja +reir, porque sabe que «rire est déjà se venger». La fiesta de los Tontos +distrae a los _gueux_, que son amigos de las farsas y de las locuras. + +Luego, lo que llamaremos la policía, de entonces, los angelz, están +listos para evitar los golpes de los malhechores, y recorren los lugares +sospechosos. + +En cuanto a la Corte de los Milagros, se componía de gentes activas, en +su peligrosa industria de falsa mendicidad, cojos fingidos, falsos +ciegos, etc., etc. De todo eso hay hoy también. Los castigos eran +crueles y se aplicaban con frecuencia. Maître François Villón solía +predicar la moral entre las turbas de vagabundos endiablados, al mismo +tiempo que escribía sus célebres baladas en el _jargon_ de la poco noble +«camaradería». + +De Villón a los héroes de Richepin, el tipo de los _gueux_ parisienses +ha cambiado por completo. + +Nuevas ideas, nuevos elementos, han producido distintos resultados. +Obsérvese con Malato cuántos cambios no ha traído, por ejemplo, la +introducción del uso de ciertos estimulantes, de alcoholes nuevos, de +bebidas que desconocieron las generaciones anteriores. Y con los +alcoholes, las negras filosofías. Existe en la alta Italia una +enfermedad que se llama _pellagra_, y que proviene de exclusiva +alimentación compuesta de _polenta_ y castañas. Así, ciertos libros han +causado en el pueblo una como _pellagra_ moral, y el principal síntoma +de la terrible dolencia es una amarga tristeza, que se revela hasta +cuando habla el alma del desheredado de la vida, del paria, por boca de +sus cancioneros. + +Arístides Bruant, el aeda de los _gueux_, canta en su _Mirliton_: + + T’es dans la rue, va, chez-toi! + +La casa del mendigo, del hambriento, es la calle: la misma de los canes +sin dueños. Como ellos, los caídos, están en su casa, van por todas +partes en sus horribles _déshabillés_, se tambalean, se tienden en los +bancos de los jardines públicos. La miseria les arranca hasta el último +jirón de vergüenza. No son ya hombres. Y por la noche, junto a las +avenidas obscuras, cerca de los puentes solitarios, o en innominables +tabernas, quien les habla al oído es el crimen. + +Bruant es un conocedor admirable de ese bajo mundo de París en que se +agitan todas las miserias que su filosofía de cancionero sabía pintar y +compadecer en su _Cabaret_. + +«Yo no sé, escribe un conocedor del dueño del _Mirliton_, que nadie +comprenda mejor que Bruant, y exprese como él en su verdadero «argot» la +inconsciencia de esos parias de la sociedad, que ¡Dios mío! no son más +malos que el común de los mortales ¡y cuán interesantes!» Yo les +condenaba; pero después que les he visto de cerca y he leído a Bruant, +les excuso, y no experimento por el condenado que oye del fondo de su +celda levantar el cadalso, más que una inmensa piedad. Se quiere hacer +de la mayor parte de los criminales seres irresponsables. Serían sobre +todo inconscientes, como una de las formas de la irresponsabilidad; +pero, en todo caso, es Bruant quien ha puesto primero el dedo en la +llaga. Ciertamente, el cancionero harto disculpa las fechorías y hazañas +del «apache» y de la peligrosa compañera de éste; mas la caridad y la +compasión tienen sus límites, y la sociedad y justicia tienen que ver +como enemigos a esos sombríos desventurados que saben, entre otras +cosas, dar el _coup du père François_, lo mismo que una puñalada, al +pobre transeunte que, en hora propicia al crimen, tiene la desgracia de +pasar cerca de ellos. + +En la canción de Bruant _A’ Saint-Ouen_, uno de esos parias sociales +muestra su áspera vida. En el primer _couplet_ dice cómo, en un mal día, +a la orilla del Sena, fué engendrado. Después, desde niño, está +condenado a trabajar como un negro para comer. En esa infancia no hay +una sola sonrisa. En la juventud, el amor es sencillamente canino. + +Y el final: + + Enfin, je n’ sais pas comment + on peut y vivre honnêt’ment, + c’est un rêve; + mais on est récompensé, + car, comme on est harassé, + quand on crêve... + l’cim’tière est pas ben loin, + á Saint-Ouen. + +Es la absoluta sujeción a la fatalidad, el acatamiento a las leyes de la +suerte y la renuncia y olvido de toda esperanza. En _Heureux_, Bruant +presenta al viejo vagabundo, en tiempo de invierno. Cuando le muerde las +carnes la brisa fría y la necesidad de descansar le hace buscar un +refugio, él se va tranquilamente a meterse como un ratón en su cueva, +entre los tubos viejos del acueducto. + + Et puis, doucett’ment, on s’endort... + + * * * * * + + Alors on sent comme un’caresse, + on s’allong’ comm’dans un bon pieu... + Et l’on rêv’ qu’on est à la messe + où qu’, dans le temps, on priait l’ bon Dieu. + +La miseria en París tiene muchísimas fases. Sus tipos varían, desde el +clásico personaje de arrugado sombrero de pelo y levita indescriptible, +hasta la madre mendiga, el «apache» siniestro, el «rigolard», etc. + +La caridad no puede matar tantas hambres, por más que se establezcan +lugares donde haya sopas baratas o gratuitas; y por su parte el +anarquismo, con la idea de su _soupe-conférence_, hábilmente fundada y +dirigida por los «compañeros» Rousset y Onin, mientras daba el alimento +que podía a los hambrientos, les predicaba sus doctrinas; y la lógica +les entraba por el estómago. + + +“El Tramp”. + +Si hay un sér que tenga grande semejanza con el _atorrante_ argentino, +aparte de su mayor tendencia criminal, es el que en los Estados Unidos +se llama _tramp_. + +Para hacer la comparación, baste con presentar el tipo, apoyados en +Fred. S. Root, quien ha tratado el asunto en una conferencia, hace ya +tiempo. + +El _tramp_ ¿es un ladrón, un vagabundo, un asesino, un mendigo? Sí y no. + +El _tramp_, como le llaman en los Estados Unidos, y especialmente en el +Canadá, es un producto extraordinario de nuestra moderna civilización. +Puede tener todos los defectos, y ser _tramp_ sin tener ninguno. Como el +_atorrante_. + +El _tramp_, en su calidad de mendigo de profesión, es fácil de conocer y +de describir. Se presenta a la puerta de una villa, por ejemplo, y pide +una limosna. Su rostro inflamado denuncia una vida de _débauche_, y sus +vestidos desgarrados y en desorden son una verdadera caricatura de todo +lo que es decente y elegante; sus ojos hundidos tienen miradas +agresivas, y cuando se fijan, parecen decir: «Dame de comer pronto, o +quemo tus establos y la casa, y asesino al dueño». + +El _tramp_ vagabundo es perezoso, borracho muy frecuentemente, lleno de +todos los vicios, y de un trato brutal. En una palabra, es el terror de +los lugares poco poblados, y el problema de las grandes ciudades. + +Una ciudad de Massachussets solamente ha alojado 852.000 _tramps_, los +cuales, con muy pocas excepciones, debían su estado a la intemperancia. + +Existe, sin embargo, otra especie de _tramps_, que no pertenece a la +clase de los _tramps_ mendicantes: es el _tramp_ por fuerza, digámoslo +así. + +El _tramp_ puede reunir en sí todo lo que hay de abominable, puede tener +todas las depravaciones y todos los vicios; pero es un hecho innegable +que el _tramp_ obrero ha sido obligado a serlo, a causa de los cambios +industriales de este siglo. + +Hace cincuenta años, el _tramp_ no existía en la Nueva Inglaterra. ¿Por +qué existe hoy, y por millares? Al procurarse una civilización más +refinada, ¿los hombres han llegado a ser más indolentes? ¿Es acaso por +decreto de la providencia, que el _tramp_ está llamado a invadir la +América entera? ¿El _tramp_ llega a serlo, por no ser suficientemente +inteligente para luchar con quien lo es más? ¿El cristianismo del siglo +XIX tiene una palabra para el vagabundo? Son estos problemas de no fácil +solución. + +¿Por qué en América, donde el suelo es generoso hasta la prodigalidad, +hay hombres hambrientos, miserables y desesperados? ¿No hay campos que +ondulan verdaderos mares de trigo? + +Hay sus causas indudablemente. Esos _tramps_ que no lo son sino por +necesidad, han pertenecido al gremio de los trabajadores, y aun querrían +volver al seno de la clase obrera; pero las máquinas han vuelto +inútiles los _útiles_, e inútiles a muchos obreros. + +Ejemplo: En los Estados Unidos se puede atravesar a caballo las grandes +llanuras de California y de Dakota, milla por milla, sin encontrar la +más humilde habitación, _allí donde antes de la invención de las +máquinas agrícolas se encontraban miles de hombres_. + +Es verdad que las máquinas contribuyen, al fin, a la distribución de la +riqueza, que hacen bajar los precios de los productos y los ponen al +alcance de todas las bolsas; pero es un hecho también que los primeros +efectos de la introducción de las máquinas tienden a privar a los +obreros de su única fortuna: el trabajo. + +Es de notar, sí, que la pobreza y el poco éxito del _fermier_ inglés son +debidos a la falta de máquinas propias para dar impulso a la producción +de sus tierras. + +Por la sola razón de las máquinas, millares de obreros son despedidos de +las fábricas; las máquinas que reemplazan a los trabajadores pueden ser +manejadas por pocos empleados. Eso mismo establece un enorme aumento de +cesantes en todos los centros industriales, de desempleados que no +encuentran empleo. Los obreros van de ciudad en ciudad, en espera de +encontrarlo. No lo hallan, se desazonan y se deslizan por la pendiente +que les hace caer en la dantesca región del _tramp_. + +No todos los _tramps_ pertenecen a esa clase, en verdad; pero un gran +número de ellos, sí. En 1885 se vió el caso de que hubiesen 100.000 +hombres sin ocupación, y no por culpa de ellos. Empujado por su mala +situación, sin encontrar en qué emplearse, el hombre comienza a +desesperar de su destino, y cuando llega a la desesperación tiene dos +salidas enfrente: el suicidio, o la vida del _tramp_. + +La falta de trabajo es, pues, una de las principales causas de la +existencia de este parásito social. La emigración continua es otra, y +esto completa el problema. Los que sobresalen en alguna especialidad +pueden siempre abrirse algún camino entre las muchedumbres; pero esos +constituyen las excepciones. Las posiciones aceptables para hombres de +ciencia o de letras son cada día más difíciles de obtener. Los sueldos +de los tenedores de libros, dependientes, empleados (hombres y mujeres) +disminuyen constantemente. ¿Por qué los conductores y cocheros de los +tranways están tan mal remunerados? Porque los directores de las +compañías pueden encontrar al mismo precio cuantos cocheros y +conductores quieran. + +En los diarios se leen avisos como éste: + +«Se necesita un hombre fuerte para cuidar un enfermo de enfermedad +contagiosa.» + +Más de cien solicitantes llegan antes de que pasen veinticuatro horas. +Eso dará una idea de la necesidad que hay en la clase de que hemos +hablado. + +Otra gran causa de que exista el _tramp_ obrero, son las detenciones de +los trabajos mineros. Las minas se encuentran en manos de unos cuantos +capitalistas, y éstos las manejan a su antojo. Por ejemplo: hace algunos +años, muchos individuos que representaban juntos una suma de cien +millones de dólares, se reunieron para aconsejar la suspensión de los +trabajos mineros, a fin de alzar el precio del carbón. El resultado fué +que miles de mineros se vieron de repente sin trabajo, mientras que +aquellos individuos se ganaban una suma de ocho millones de dólares, a +causa del alza. + +Los grandes capitalistas, sobre todo aquellos que se encuentran a la +cabeza de las empresas mineras de carbón o de hierro, pueden, a su +gusto, echar al arroyo miles de obreros, con sólo alzar el precio de +las materias primas, deteniendo la producción. + +Con esos detalles es fácil darse cuenta de que el _tramp_, es decir, el +hombre errante de plaza en plaza, fatigado, extenuado, en busca del +trabajo que no obtiene, es el resultado inevitable de un sistema +industrial desorganizado y establecido contra todo principio de +humanidad. + +La llegada anual a los Estados Unidos de muchos cientos de miles de +emigrantes, creó una gran población en los centros industriales, y en +consecuencia engrosó el número ya enorme de obreros sin empleo. + +Ese problema del _tramp_, del _gueux_, es uno de los más formidables de +nuestra época, por la sola razón de que las causas que lo producen no le +dan ninguna esperanza de alivio. + +¿Recuerda el lector que haya estado en los Estados Unidos aquellas +plazas llenas de desocupados de todas cataduras, aquellos negros cuadros +del barrio italiano, o del Bowery? + + +El «Atorrante» + +El _atorrante_ argentino ha llenado antes la población, a medida que ha +ido en aumento la vida europea, por decirlo así. + +La inmigración ha ayudado entonces, como en los Estado Unidos, al +desarrollo de esa plaga, que poco a poco fué menguando. Que la miseria +toma creces en Buenos Aires, es cosa innegable. + +Que también existe como en todas las grandes ciudades la industria del +mendigo, es verdad. Pero junto a la falsa miseria está la verdadera, que +ciertas buenas personas conocen. La primera toca a la policía; la +segunda a la caridad. + +_La Nación_, el gran diario de Buenos Aires, publicó hace años una +comunicación en que se leen estas palabras: «Los que voluntariamente nos +hemos impuesto la obligación de visitar a los pobres, nos damos cuenta +exacta de la gran miseria que hay en nuestra rica capital. No se trata +del _atorrantismo_, sino de verdaderos pobres, de familias necesitadas +que no tienen qué comer, y que en las noches crudas de invierno tiritan +de frío. No tienen ni cama, ni colchones, ni frazadas, ni nada con que +poder hacer entrar en calor sus cuerpos; duermen en el suelo como los +animales, siendo ésta la causa principal, si no la única, de las +enfermedades que padecen». + +Y hoy pasa lo mismo. + +El _atorrante_ duerme a la bartola, se quema la sangre con venenosos +aguardientes, y así pasa las noches heladas. O si no, se deja morir +acariciado por la pereza, o por el desdén de la vida, y amanece comido +de caranchos, o ahogado en el río, o tieso y abandonado entre los +muelles, o en cualquier oscuro rincón. + +Desilusionados italianos, franceses, ingleses, españoles, rusos, hombres +de todas partes, componen ese vago ejército. Viven, se alimentan y +mueren cínicamente; es decir, como los perros. + +A esta clase de ilotas debe dirigirse la mirada del sociólogo, pues +encierra un amargo problema. Y a los pobres enfermos, a los verdaderos +necesitados, víctimas de la desgracia, la bondad de las manos +generosas. + + + + +PARÍS NOCTURNO + +[imagen] + + + Fabuloso París, eternamente renombrado + como el paraíso de las delicias + amorosas. + + +He aquí el crepúsculo. El cielo toma un tinte rojizo. El abejeo de las +vías humanas se acentúa. Monsieur se viste, Madame inspecciona +singularmente sus cabellos, sus hombros, sus ojos y sus labios. Los +_autos_ vuelven del bosque como una enorme procesión de veloces +luciérnagas. La ciudad enciende sus luces. Se llenan las terrazas de los +bulevares, y se deslizan las fáciles peripatéticas, a paso parisiense, +en busca de la buena suerte. + +Los anuncios luminosos, a la yanki, brillan fija o intermitentemente en +los edificios, y los tzíganos rojos comienzan en los cafés y +restaurants, sus valses, sus cake-wals, sus zardas, y su hoy +indispensable tango argentino, por ejemplo: _Quiero papita_. + +Un pintoresco río humano va por las aceras, y la _tiranía del rostro_, +que decía Poe, se ve por todas partes. Son todos los tipos y todas las +razas: los yankis importantes e imponentes, glabros y duros; los +levantinos, los turcos y los griegos, parecidos a algunos +sud-americanos; los chinos, los japoneses y los filipinos, con quienes +se confunden por el rostro de Asia; el inglés, que en seguida se define; +el negro de Haití o de la Martinica, afrancesado a su manera, y el de +los Estados Unidos, largo, empingorotado y simiesco, alegre y elástico, +cual si estuviese siempre en un perpetuo paseo de la torta. Y el +italiano, y el indio de la India y el de las Américas, y las damas +respectivas, y el apache de hongo y el apache de gorro, y el empleado +que va a su casa, y la gracia de la parisiense por todas partes, y todo +el torrente de Babel, al grito de los _camelots_, al clamor de las +trompas de automóvil, al estrépito de ruedas y cascos, mientras las +puertas de los establecimientos de diversión o de comercio echan a la +calle sonora sus bocanadas de claridad alegre. + +El _morne_ Sena se desliza bajo los históricos puentes, y su agua +refleja las luces de oro y de colores de puentes, barcos y chalanas. El +panorama es de poesía. En el fondo de la noche calca su H de piedra +sombría Notre-Dame. De las ventanas de los altos pisos sale el brillo de +las lámparas. En la orilla izquierda del gran río parisiense, por donde +hay aún gentes que sueñan, artistas y estudiantes, el movimiento en la +luminosidad de bulevares y calles se acentúa, y autobuses y tranvías +lanzan sus sones de alerta. Mimí, modernizada, pasa en busca de, sonríe +por, o va del brazo con Rodolfo, el Rodolfo del vigésimo siglo. Ya no se +ve entrar a las cervecerías y cafés el _béret_ de antaño, y junto a las +mesas se oyen, tanto como el francés, las lenguas extranjeras, sobre +todo los varios castellanos de la América nuestra. Un japonés de +sombrero de copa flirtea con una muchacha rubia; un negro fino y platudo +se lleva a la más linda bailadora de Bullier. Aunque Bullier no sea ya +como antes, a él acuden los que gustan de la danza en el país de los +escolares. Así, después que ha pasado la comida en la taberna del +Panteón para unos, para otros en _bouillons_ o _crémeries_, propicios a +la economía o a la escasez, es a Bullier, donde principalmente se +dirigen, como no sea a algún cine o _cabaret_ de cancionistas. Después +los cafés se llenan, los discos de fieltro se multiplican en las +mesitas; hasta que el vecindario que tranquilo duerme se suele despertar +por la madrugada, a los cantos en coro de los noctámbulos. + +En la orilla derecha, por la enorme arteria del bulevar, los vehículos +lujosos pasan hacia los teatros elegantes. Luego son las cenas en los +cafés costosos, en donde las mujeres de mundo que se cotizan altamente +se ejercen en su tradicional oficio de desplumar al pichón. El pichón +mejor, cuando no es un _azucarerito_ francés como el que aun se +recuerda, es el que viene de lejanas tierras, y, aunque el rastacuerismo +va en decadencia, no es raro encontrar un ejemplar que mantenga la +tradición. + +Cerca de la Magdalena y de la Plaza de la Concordia está el lugar famoso +que tentara la pluma de un comediógrafo. Allí esas _damas_ enarbolan los +más fastuosos penachos, presentan las más osadas túnicas, aparecen +forradas academias o traficantes figurines, para gloria de la _boîte_ y +regocijo de viejos verdes, anglosajones rojos y universales efebos de +todos colores, poseídos del más imperioso de los pecados capitales, bajo +la urgente influencia del extra-dry. Allí, como en tales o cuales +establecimientos de los bulevares, se consagra la _noce_ verdaderamente +parisiense, para el calavera de París, o _d’ailleurs_, que cuenta con +las rentas de un capital, o con los productos de una lejana estancia, +puesta, hacienda, rancho, fundo o plantación. + +Por la calle del faubourg Montmartre y de Notre-Dame-de-Lorette, +asciende todas las noches una procesión de fiesteros, tanto cosmopolitas +como parisienses, afectos al Molino-Rojo y a las noches blancas. + +Nadie tiene ya recuerdos literarios y artísticos para lo que era antaño +un refugio de artistas y de literatos. Además, se sabe ya la +mercantilización del Arte. Pero existen Montoya y otros que no quieren +que la Musa sea atropellada por el automóvil. + +Lo incómodo para la ascensión a la sagrada _butte_ es la afluencia de +apaches de todas las latitudes y de apachas de todos los tonos. Cuando +se llega ya bajo la iluminación del Molino-Rojo, si se tiene la +experiencia de París, acompañada de un poco de razonamiento, entra uno a +un cabaret artístico; si se es el extranjero recién llegado con cheques +u oros en el bolsillo, entra a esos establecimientos llenos de smokings, +relucientes de orfebrería, adornados de espaldas esbeltas y por el rojo +de los tziganos, y en donde la botella de champaña obligatoria se +ostenta en la heladera. + +Estas son las casas con nombres de abadía rabelesiana o de roedor +difunto. Allí, los indispensables violinistas hacen bailar a las +hetairas, o heteras, que convierten en champaña los luises de los +gentlemen ciertos o dudosos; danzarines de España, o de Italia, o de +Inglaterra, demuestran las tentaciones de las jotas, garrotines, +tarantelas, o _gigues_; M. Berenger no estaría muy tranquilo desde luego +si presenciase tales ejercicios coreográficos, y sobre todo cuando las +machichas brasileñas y los tangos platenses son interpretados con +floriture montmartresa, exagerando la nota en un ambiente en que la +palabra pudor no tiene significado alguno. Pero como esos centros no son +para las niñas que comen su pan en _tartines_, como aquí se dice, están +en tales fiestas a sus anchas quienes vienen de los cuatro puntos del +mundo en busca del fabuloso París, eternamente renombrado como el +paraíso de las delicias amorosas y de los goces de toda suerte. A pesar +de lo que se diga, es para el amante de la diversión y del jolgorio, +para los derrochadores del dinero y de la salud, un imán irresistible. +El chino en su China, el persa en su Persia, el más remoto rey bárbaro y +negro que haya pasado por el paraíso parisiense, recordará siempre sus +encantos y pensará en el retorno. + +Es que, si en cualquier gran ciudad moderna puede encontrarse confort, +lujo, elegancia, atracciones, teatros, galanterías, en ninguna parte se +goza de todo eso como en París, porque algo especial circula en el aire +luteciano, y porque la parisiense pone en la capital del goce su +inconfundible, su singular, su poderosísimo hechizo, de manera que los +reyes de otras partes, reyes de pueblos, de minas, de algodones, de +aceites, o de dólares, a su presencia se convierten en esclavos, +esclavos de sus caprichos, de sus locuras, de sus miradas, de sus +sonrisas, de su manera de andar, de su manera de hablar, de su manera de +recogerse la falda, de comer una fruta, de oler una flor, de tomar una +copa de champaña, de oficiar, en fin, como la más exquisita sacerdotisa +de la diosa _hija de la onda amarga_, patrona de la ciudad de las +ciudades, y cuyos devotos y peregrinos habitan todos los países de la +tierra. + + * * * * * + +París nocturno es luz y único, deleite y armonía; y, _hélas!_ delito y +crimen... No lejos de los amores magníficos y de los festines +espléndidos, va el amor triste, el vicio sórdido, la miseria semidorada, +o casi mendicante, la solicitud armada, la caricia que concluye en robo, +la cita que puede acabar en un momento trágico, en el barrio peligroso, +o en la callejuela sospechosa. + +Mas los felices no se percatan de estas cosas. Los que van al bar +elegante en un 40 H. P. no piensan en el proletariado del placer. Ni el +extranjero pudiente viene a fijarse en tales comparaciones. El ha venido +con la visión, con el ensueño de un París nocturno, único y maravilloso. +Halla todo lo que necesita para sus inclinaciones y sus gustos. Sabe que +con el oro todo se consigue, en las horas doradas de la villa de oro, en +donde el Amor transforma ese rincón de alegría, en donde hace algunos +años todavía se soñaban sueños de arte y se amaba con menos desinterés. +Aun los tiempos del _Chat noir_ se recuerdan con vagas nostalgias. ¡Se +dice que los artistas de hoy, los mismos artistas! no piensan más que en +la ganancia, y que el asno Boronali, del _Lapin Agile_, es el único +artista verdaderamente independiente. Así, los hombres cabelludos y con +anchos pantalones y con pipas, que se ven por Montmartre, no son +artistas siquiera. El talento mismo, en ellos no es ciego; no lleva +venda, cuando más un monóculo, que por lo general es un luis de Francia, +una libra esterlina, o un águila americana. Y ese amor que no ciega, en +París se ve mejor de noche que de día. + + + + +POEMAS DE ARTE + +[imagen] + + ¿Qué pálida princesa difunta es conducida + á la isla de la muerte?... + + +BOEKLIN + + +I + +La isla de los muertos. + +En qué país de ensueño, en qué fúnebre país de ensueño está la isla +sombría? Es en un lejano lugar en donde reina el silencio. El agua no +tiene una sola voz en su cristal, ni el viento en sus leves soplos, ni +los negros árboles mortuorios en sus hojas: los negros cipreses +mortuorios, que semejan, agrupados y silenciosos, monjes-fantasmas. + +Cavadas en las volcánicas rocas mordidas y rajadas por el tiempo, se +ven, a modo de nichos obscuros, las bocas de las criptas, en donde, bajo +el misterioso, taciturno cielo, duermen los muertos. La lámina especular +de abajo refleja los muros de ese solitario palacio de lo desconocido. +Se acerca, en su barca de duelo, un mudo enterrador, como en el poema de +Tennyson. ¿Qué pálida princesa difunta es conducida a la isla de la +Muerte?... ¿Qué Elena, qué adorable Yolanda? ¡Canto suave, en tono +menor, canto de vaga melodía y de desolación profunda! Acaso el silencio +fuese interrumpido por un errante sollozo, por un suspiro; acaso una +visión envuelta en un velo como de nieve... + +Allí es donde comienza la posesión de Psiquis; en esa negrura es donde +verás quizás brotar, pobre soñador, de la obscura larva, las alas +prestigiosas de Hipsipila. A tu isla solemne ¡oh, Boeklin! va la reina +Betsabé, pálida. Va también, con un manto de duelo, la esposa de +Mauseolo, que pone cenizas en el vino. Va Hécuba, y ¡horrible trance! va +silenciosa, mordiendo su aullido, clavando sus dedos en los dolorosos, +maternales pechos. Va Venus, sobre su concha tirada por las blancas +palomas, por ver si vaga gimiendo la sombra de Adonis. Va la tropa +imperial de las soberbias porfirogénitas, que amaron el amor al mismo +tiempo que la muerte. Va en un esquife divino, con un arcángel por +timonel, la Virgen María, herido el pecho por los siete puñales. + +[imagen] + + Más allá de las solitarias islas en donde + descansan los pájaros viajeros... + + +II + +Idilio marino. + +Más allá de las solitarias islas en donde descansan los pájaros +viajeros, en el reino en que Leviatán domina, sobre una roca, está +entronizada la Vencedora, en la irresistible omnipotencia de su +desnudez. + +En su blanca piel está la sal, el perfume marino de Anadiómena, y la +serpiente de las olas hace ver una vez más, amorosa y humillada, el +soberano triunfo del encanto femenino. Europa sobre el lomo del toro, la +Bella y la Fiera, la Mundana del pintor moderno, que, desnuda, corta las +uñas al león. Un tritón velludo y escamoso hace cantar su ronco caracol, +en tanto que el monstruo recibe una caricia de la tentadora mujer, que +bajo el inmenso cielo ofrece su fatal hermosura en el abandono de su +supremo impudor. + +[imagen] + + Suena la risa del tritón, que muestra + su cabeza de sileno oceánico... + + +III + +Sirenas y tritones. + +Con más sonoridad que el ruido del caracol, suena la risa del tritón, +que muestra su cabeza de sileno oceánico, ceñida con hojas de las +desconocidas viñas que crecen en los campos submarinos, y rosas de una +flora extraña e ignorada, cortadas entre líquenes y flotantes medusas. +Tras él se infla una faz batraciana, boca redonda y carnuda, ojos +saltones. Se ven danzar las ondas. En el seno de una se hunde, con un +salto natatorio, una ninfa de opulentos muslos, que tiene aletas en los +talones. Más allá, otra erige sus pechos, y su cabeza coronada de algas. +Con asombro jocoso viene un Sancho centauro acuático, braceando; la +grupa está sobre la ola, y la espuma le forma un cerco hirviente y +blanco por la redondez de la barriga, en la cual muestra su honda +mancha, como la señal de un golpe de espátula, el ombligo. + +En primer término, en la transparencia del agua, una sirena extiende su +bifurcada y curva cola de pescado, negro y plata; a flor de espuma, +tiembla la doble rotundidad en que termina el talle. + +La faz medrosa mira hacia un punto en que algo se divisa, y casi no +atiende la hembra al tritón fáunico, que la atrae, invitándola a una +cita sexual, tal como en la tierra, al amor del gran bosque, lo haría +Pan con Siringa. + +[imagen: Cerca del blando tronco de la haya, estariais vos, +señorita, con vuestro sombrero blanco, vuestro vestido blanco y vuestra +alma blanca.] + + +IV + +Día de Primavera. + +Cerca del blando tronco de la haya, estariais vos, señorita, con vuestro +sombrero blanco, vuestro vestido blanco, y vuestra alma blanca. Yo +tendría mi negro dolor. Procuraría haceros soñar dulces sueños, y el +laúd no tendría para vos sino los más acariciadores sonidos.--Sí, dice +ella, mas esa villa italiana... ¿no será la morada de la más infeliz de +las mujeres? Los árboles sombríos forman un misterioso recinto de duelo. +El agua de los arroyos parece monologar extrañas historias de amores +difuntos. El crepúsculo inunda, con su tenue tinta de melancolía, todo +el paisaje. El anciano que contempla meditabundo las ninfas, parece la +encarnación de un triste pasado. Los niños que juegan cerca de la +«villa», no alcanzan a hacer que mi alma encuentre una sola nota de +alegría. + +Nuestra alma, a veces, contagia con sus males el alma de las cosas. + + +V + +Los Pescadores de Sirenas. + +Péscame una ¡oh, egipán pescador! que tenga en sus escamas radiantes la +irisada riqueza metálica que decora las admirables arenques. Péscame +una, cuya cola bifurcada pueda hacer soñar en el pavo real marino, y +cuyos costados finos y relucientes tengan aletas semejantes a orientales +abanicos de pedrería; péscame una que tenga verdes los cabellos, como +debe tenerlos Lorelay, y cuyos ojos tengan fosforescencias raras y +mágicas chispas, cuya boca salada bese y muerda, cuando no cante las +canciones que pudieran triunfar de la astucia de Ulises, cuyos senos +marmóreos culminen florecidos de rosa y cuyos brazos, como dos albos y +divinos pithones, me aten para llevarme a un abismo de ardientes +placeres, en el país recóndito en donde los palacios son hechos de +perlas, de coral y de concha de nácar. Mas esos dos sátiros que se +divierten en la costa de alguna ignorada Lesbos, Tempe o Amatunte, son +ciertamente malos pescadores. El uno, viejo y fornido, se apoya en un +grueso palo nudoso, y mira con cómica extrañeza la sirena asustada y +poco apetecible que su compañero ha pescado. Este saca la red, y no +parece satisfecho de su pesca. De los cabellos de la sirena chorrea el +agua, formando en el mar círculos concéntricos. Sobre las testas +bicornes y peludas se extiende, al beso del día, un fresco follaje, +mientras reina en su fiesta de oro, sobre nubes, tierra y olas, la +antorcha del sol. + + + + +CURIOSIDADES LITERARIAS + +[imagen] + + La Habana aclamaba a Ana, la dama + más agarbada, más afamada. + + +Hablábamos varios hombres de letras de las cosas curiosas que, desde +griegos y latinos, han hecho ingenios risueños, pacientes o desocupados +con el lenguaje. Versos que se pueden leer al revés tanto como al +derecho, guardando siempre el mismo sentido, acrósticos enrevesados, y +luego, prosas en que se suprimiera una de las vocales en largos cuentos +castellanos. + +Entonces, yo les hablé de una curiosidad, en verdad de las más +peregrinas, que hice insertar, siendo muy joven, en una revista que +dirigía allá en la lejana Nicaragua un mi íntimo amigo. Es un cuento +corto, en el cual no se suprime una vocal, sino cuatro. No encontraréis +otra vocal más que la a. Y os mantendrá con la boca abierta. ¿Su autor? +Sudamericano, seguramente, quizás antillano, posiblemente de Colombia. +Ignoro e ignoré siempre su nombre. He aquí la lucubración a que me +refiero: + + +AMAR HASTA FRACASAR + +(_Trazada para la A._) + +La Habana aclamaba a Ana, la dama más agarbada, más afamada.--Amaba a +Ana Blas, galán asaz cabal, tal amaba Chactas a Atala. + +Ya pasaban largas albas para Ana, para Blas; mas nada alcanzaban. Casar +trataban, mas hallaban avaras a las hadas, para dar grata andanza a tal +plan. + +La plaza llamada Armas, daba casa a la dama; Blas la hablaba cada +mañana; mas la mamá, llamada Marta Albar, nada alcanzaba. La tal mamá +trataba jamás casar a Ana hasta hallar gran galán, casa alta, ancha arca +para apañar larga plata, para agarrar adahalas[1]. ¡Bravas +agallas!--¿Mas bastaba tal cabala?--Nada ¡cá! ¡nada basta a atajar la +llama aflamada! + +Ana alzaba la cama al aclarar; Blas la hallaba ya parada a la bajada. +Las gradas callaban las alharacas adaptadas a almas tan abrasadas. +Allá, halagadas faz a faz, pactaban hasta la parca amar Blas a Ana, Ana +a Blas. ¡Ah! ¡ráfagas claras bajadas a las almas arrastradas a amar! +gratas pasan para apalambrarlas[2] mas, para clavar la azagaya[3] al +alma. ¡Ya nada habrá capaz a arrancarla! + +Pasaban las añadas[4]. Acabada la marcada para dar Blas a Ana las +sagradas arras, trataban hablar a Marta para _afrancar_[5] a Ana, hablar +al abad, abastar saya, manta, sábanas, cama, alhajar casa ¡cá! ¡nada +faltaba para andar al altar! + +Mas la mañana marcada, trata Marta ¡mala andanza! pasar a Santa Clara al +alba, para clamar a la Santa adaptada al galán para Ana. Agarrada bajaba +ya las gradas; mas ¡caramba! halla a Ana abrazada a Blas, cara a cara. +¡Ah! la a nada basta para trazar la zambra armada. Marta araña a Ana, +tal arañan las gatas a las ratas; Blas la ampara; para parar las +brazadas a Marta, agárrala la saya. Marta lanza las palabras más malas +a más alta garganta. Al azar pasan atalayas, alarmadas a tal algazara, +atalantadas a las palabras:--¡acá! ¡acá! ¡atrapad al canalla-mata-damas! +¡amarrad al rapaz!--Van a la casa: Blas arranca tablas a las gradas para +lanzar a la armada; más nada hará para tantas armas blancas. Clama, +apalabra, aclara ¡vanas palabras! nada alcanza. Amarra a Blas, Marta +manda a Ana para Santa Clara; Blas va a la cabaña. ¡Ah! ¡Mañana falta! + +¡Bárbara Marta! avara bajasa[6], al atrancar a Ana tras las barbacanas +sagradas (algar[7], fatal para damas blandas). ¿Trataba alcanzar paz a +Ana? ¡Ca! ¡Asparla[8], alafagarla, matarla! tal trataba la malvada +Marta. Ana, cada alba, amaba más a Blas; cada alba más aflatada, +aflacaba más. Blas, a la banda allá la mar, tras Casa Blanca, +asayaba[9], a la par gran mal; a la par balaba[10], allanar las barras +para atacar la alfana[11], sacar la amada, hablarla, abrazarla... + +Ha ya largas mañanas trama Blas la alcaldada: para tal, habla. Al rayar +la alba, al atalaya, da plata, saltan las barras, avanza a la playa. La +lancha, ya aparada[12], pasa al galán a la Habana. ¡Ya la has +amanada[13] gran Blas; ya vas a agarrar la aldaba para llamar a Ana! +¡Ah! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, patas al alazán +¡avanza, galán, avanza! + +Mas para nada alcanzará la llamada: atafagarán[14], mas la tapada, +taparanla más. Aplaza la hazaña... + +Blas la aplaza; para apartar malandanza, trata hablar a Ana, para Ana +nada más. Para tal alcanzar, canta a garganta baja: + + La barca lanzada + allá al ancha mar + arrastra a la Habana + _canalla-rapaz_. + + Al tal _mata-damas_ + llamaban asaz, + mas jamás las mata, + las ha para amar. + + Fallar las amarras + hará tal galán, + ca, brava alabarda + llaman a la mar. + + Las alas, la alaba, + la azagaya... ¡Bah! + nada, nada basta + a tal batallar. + + Ah, marcha, alma Atala + a dar grata paz, + a dar grata andanza + a Chactas acá. + +Acabada la cantata, Blas anda para acá, para allá, para nada alarmar al +adra[15]. Ana agradada a las palabras cantadas salta la cama. La alma. +La alma la da al galán. Afanada llama a ña Blasa, aya[16] parda ña +Blasa, zampada a la larga, nada alcanza la tal llamada; para alzarla, +Ana la _jala_ las pasas. La aya habla, Ana la acalla; habla más; la da +ahajas para ablandarla. Blasa las agarra. Blanda ya, para acabar, la +parda da franca bajada a Ana para la sala magna. Ya allá, Ana zafa +aldaba tras aldaba hasta dar a la plaza. Allá anda Blas. ¡Para, para +Blas! + +Atrás va Ana. ¡Ya llama! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, +patas al alazán. ¡Avanza, galán, avanza! + +--¡Amada Ana!... + +--¡Blas!... + +--¡Ya jamás apartarán a Blas para Ana! + +--¡Ah, jamás! + +--¡Alma amada!... + +--¡Abraza a Ana hasta matarla! + +--¡Abraza a Blas hasta lanzar la alma!... + +A la mañana tras la pasada, alzaba ancla para Málaga la fragata Atlas. +La cámara daba lar para Blas, para Ana... + +Faltaba ya nada para anclar; mas la mar brava, brava, lanza a la playa +la fragata: la vara. + +La mar trabaja las bandas: mas brava, arranca tablas al tajamar; nada +basta a salvar la fragata. ¡Ah, tantas almas lanzadas al mar, ya +agarradas a tablas claman, ya nadan para ganar la playa! Blas nada para +acá, para allá, para hallar a Ana, para salvarla. ¡Ah! tantas brazadas, +tan gran afán para nada; hállala, mas la halla ya matada. ¡Matada!... Al +palpar tan gran mal nada _bala_ ya, nada trata alcanzar. Abraza a la +amada. «¡Amar hasta fracasar!» clama... Ambas almas abrazadas bajan a +la nada[17]. La mar traga a Ana, traga a Blas, traga más... ¡ca! ya Ana +hablaba a Blas para pañal, para fajas, para zarandajas. «¡Mamá, ya, +acababa Ana. Papá, ya, acababa Blas!...» + +Nada habla la Habana para sacar a plaza a Marta, tras las pasadas; mas +la palma canta hartas hazañas para cardarla la lana. + + * * * * * + +_Et voilà._ ¿Quién me dirá el nombre del autor? + + + + +INDICE + + +CUENTOS + + _Pags._ + +El caso de la señorita Amelia (cuento de Año Nuevo). 8 + +Cuento de Pascua. 19 + +La extraña muerte de Fray Pedro. 39 + + +CRÓNICAS + +Bajo las luces del sol naciente. 55 + +Mi domingo de Ramos. 71 + +Hombres y pájaros. 87 + +Primavera apolinea. 103 + +Visiones pasadas. 115 + +Los miserables. 133 + +París nocturno. 153 + +Poemas de arte. 167 + +Curiosidades literarias. 187 + +[imagen: ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO EN MADRID, EN LA +TIPOGRAFÍA YAGÜES EL DÍA XXV DE SEPTIEMBRE DEL AÑO MCMXVIII] + + * * * * * + +EDITORIAL “MUNDO LATINO” APARTADO 502.--MADRID + + +CATALOGO PROVISIONAL (EXTRACTO DEL CATÁLOGO GENERAL) + +_Pesetas_ + +OBRAS COMPLETAS + +DE RICARDO DE LEÓN (de la Real Academia Española) + +Edición del Banco de España. Ocho volúmenes en 4.º, +encuadernados en tela, con alegorías de Coullaut +Valera y retrato del autor, por Vacqué 50,00 +A plazos (5 pesetas mensuales) 60,00 + + +DE FRANCISCO VILLAESPESA + +I.--Intimidades.--Flores de Almendro 3,00 +II.--Luchas.--Confidencias 3,00 +III.--La copa del Rey de Thule.--La musa enferma 3,00 +IV.--El alto de los Bohemios.--Rapsodias 3,00 +V.--Las horas que pasan. (Veladas de amor) 3,00 +VI.--Las joyas de Margarita: Breviario de amor.--La +tela de Penélope.--El milagro del vaso de agua 3,00 +VIl.--Doña María de Padilla.--La cena de los cardenales 3,00 +VIII.--El milagro de las rosas.--Resurrección.--Amigas +viejas 3,00 +IX.--Las granadas de rubíes.--Las pupilas de Almotadid.--Las +garras de la pantera.--El último Abderramán 3,00 +X.--Tristitiæ rerum. 3,00 +XI.--La leona de Castilla.--En el desierto. 3,00 +XII.--El rey Galaor.--El triunfo del amor. 3,00 + + +DE RUBÉN DARÍO + +(Ilustraciones de Ochoa) + +Tomos publicados: + +I.--La caravana pasa. 3,50 +II.--Prosas profanas. 3,50 +III.--Tierras solares. 3,50 +IV.--Azul. 3,50 +V.--Parisiana. 3,50 +VI.--Los raros. 3,50 +VII.--Cantos de vida y esperanza. 3,50 +VIII.--Letras. 3,50 +IX.--Canto a la Argentina. 3,50 +X.--Opiniones. 3,50 +XI.--Poema del otoño y otros poemas. 3,50 +XII.--Peregrinaciones. 3,50 + +Ediciones especiales de lujo. + + +HENRIK IBSEN + +TEATRO COMPLETO + +I.--Catilina. La tumba del guerrero. La castellana de +Ostrat. 3,50 + +II.--La fiesta de Solhaug. Olaf Liliekrans. Los guerreros +en Helgeland. 3,50 + +III.--Los pretendientes a la corona y La comedia del +amor. 3,50 +IV.--Brand 3,50 +V.--Peer Gynt 3,50 +VI.--La unión de la juventud. Las columnas de la sociedad. +La casa de una muñeca 3,50 +VII.--Emperador y Galileo 3,50 +VIII.--Espectros. Un enemigo del pueblo. El pato silvestre 3,50 +IX.--La casa de Rosmer. La dama del mar. Hedda Gabler 3,50 +X.--El constructor Solness. El niño Eyolf. Al despertar +de nuestra muerte 3,50 + + +JOSÉ FRANCÉS + +El año artístico 1915 6,00 + » » » tela 8,00 +El ano artístico 1916 (con 250 grabados) 10,00 + » » » » » tela 12,00 +El año artístico 1917 (con 250 grabados) 11,50 + » » » » » tela 13,00 + + +COLECCIÓN DE AUTORES ESPAÑOLES + +NOVELAS + +_Edmundo González Blanco._--Jesús de Nazareth 3,00 + +_José Francés._--La estatua de carne 3,00 + -- El alma viajera 3,50 + +_López de Saá._--Los indianos vuelven 3,50 + -- Bruja de amor 3,50 + +_W. Fernández Flórez._--La procesión de los días 3,00 + +_Elías Cerdá._--Don Quijote en la guerra 2,00 + +_V. García Martí._--Don Severo Carvallo 2,50 + +_María Luisa Latil._--Según labremos. 3,00 + + -- Genoveva. 2,50 + +_Eugenio Noel._--El allegretto de la Sinfonía VII. 3,00 + + -- Cuentos. 3,50 + +_Rafael Cansinos-Assens._--Las cuatro gracias. 3,50 + +_Francisco Delicado._--La lozana andaluza. 3,00 + +_J. de Lucas Acevedo._--La Caja de Pandora. 3,00 + +_Martín de la Cámara._--Vidas llameantes. 3,00 + + +ESTUDIOS Y CRÓNICAS + +_Emiliano Ramírez Angel._--Bombilla-Sol-Ventas. 3,00 + +_J. M. Carretero._--Lo que sé por mí (dos series). 3,00 + +_J. Costa._--Alemania contra España. 3,00 + +_Pedro Pellicena._--Los Cosacos. 3,50 + +_Margarita de la Torre._--Jardín de damas curiosas. 3,50 + +_Fola Igurbide._--El Actor. 3,50 + +_Alberto Ghiraldo._--Los nuevos caminos. 3,50 + +_Enciso._--El soneto en España. 3,00 + + +POESÍAS + +_José Montero._--Yelmo florido (con ilustraciones). 4,00 + +_Zurita._--Pícaros y donosos. 3,00 + +_Mauricio Bacarisse._--El esfuerzo. 3,00 + +_Eliodoro Puche._--Libro de los elogios galantes y de + los crepúsculos de otoño. 2,50 + + -- Corazón de la noche. 2,50 + +_Emilio Carrere._--El retablo de los poetas. (Antología). 3,50 + + +TEATRO + +_Muñoz Seca y López Núñez._--El Rayo. 3,00 + +_H. Ibsen._--Dramas líricos. 2,00 + + -- La castellana de Ostrat. 2,00 + + +LAS GRANDES FIGURAS DE LA GUERRA EUROPEA + +Biografías de los generales: =Alberto I de Bélgica.=--=Joffre.=--=Sir +Jhon French.=--=Lord Kitchener.= Con preciosas fototipias, a 3,00 + + +COLECCION DE AUTORES EXTRANJEROS + +Traducidas por _Felipe Trigo_, _Rafael Cansinos_ y _Pedro de Répide._ + +_Victoriano de Saussay._--La ciencia del beso 3,50 + +_René Emery._--Santa María Magdalena 3,50 + +_Maquiavelo._--Obras festivas: La Mandrágora.--El + P. Alberico.--La Celestina.--El + archidiablo Belfegor 3,00 + +_Claudia Lemaitre._--Juegos de Damas 3,50 + +_Procopio._--Historia secreta 3,50 + +_Anónimo._--Teatro persa 3,50 + + +CELEBRIDADES ESPAÑOLAS + +I.--Bécquer (encuadernados en tela) 3,50 +II.--Zorrilla (ídem) 3,50 +III.--Espronceda (ídem) 3,50 + + +COLECCION SELECTA + +_Tomás de Quincey._--Los últimos días de Kant 1,00 + +_Kalidasa._--El reconocimiento de Sakuntala 1,00 + +_Rousseau._--Discurso sobre las artes y las ciencias 1,00 + -- Origen de la desigualdad entre los hombres 1,00 + +_Luciano de Samosata._--La diosa de Siria 1,00 + +_L. Sterne._--Viaje sentimental de un inglés a Francia 1,00 + +_F. Alvarado._--El filósofo rancio. (Cartas) 1,50 + + +COLECCION CIENCIA Y ARTE + +_Ricardo Yesares._--¿Qué quieres aprender? Electricidad. + Encuadernado en tela 3,50 + -- ¿Qué quieres ser? Automovilista. + Encuadernado en tela 3,50 + + +OBRAS VARIAS + +_Sthendal._--Del amor 6,00 + +_E. M. Segovia_ (Oficial del Banco de España).--Los + documentos de crédito 5,00 + +_Rivero._--Legislación de clases pasivas. Volumen de + 500 páginas, encuadernado en tela 10,00 + +_R. Yesares._--Ayuda memoria del mecánico electricista. + Un volumen, encuadernado en tela 1,50 + + +LIBROS DE CARTAS + +El arte de escribir cartas 1,00 +Manual epistolar (encuadernado en tela) 2,00 +Cartas amorosas 0,60 +Epistolario de amor (encuadernado) 2,00 + +[imagen] + + +NOTAS: + + [1] Adahalas, lo mismo que adehalas. + + [2] Apalambrar, incendiar. + + [3] Azagaya, dardo. + + [4] Añadas, el tiempo de un año. + + [5] Afrancar, dar libertad, licencia. + + [6] Bajasa, mujer mala. + + [7] Algar, caverna o cueva. + + [8] Aspar, atormentar. + + [9] Asayar, experimentar. + + [10] Balar, desear ardientemente. + + [11] Alfana, iglesia. Voz de la germania. + + [12] Aparar, preparar. + + [13] Amanar, poner a la mano. Ya la tienes a mano. + + [14] Atafagar, fatigar, sofocar. + + [15] Adra, porción de un barrio, barriada. + + [16] Aya, se dice vulgarmente de las criadas de razón. + + [17] Almas por cuerpos, Dios me libre de la impiedad. + + + + + + + + +End of the Project Gutenberg EBook of Cuentos y crónicas, by Rubén Darío + +*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK CUENTOS Y CRÓNICAS *** + +***** This file should be named 51627-0.txt or 51627-0.zip ***** +This and all associated files of various formats will be found in: + http://www.gutenberg.org/5/1/6/2/51627/ + +Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online +Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This +file was produced from images generously made available +by The Internet Archive/Canadian Libraries) + + +Updated editions will replace the previous one--the old editions +will be renamed. + +Creating the works from public domain print editions means that no +one owns a United States copyright in these works, so the Foundation +(and you!) can copy and distribute it in the United States without +permission and without paying copyright royalties. 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It exists +because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from +people in all walks of life. + +Volunteers and financial support to provide volunteers with the +assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's +goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will +remain freely available for generations to come. In 2001, the Project +Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure +and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations. +To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation +and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 +and the Foundation web page at http://www.pglaf.org. + + +Section 3. 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You may copy it, give it away or +re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included +with this eBook or online at www.gutenberg.org/license + + +Title: Cuentos y crónicas + Obras Completas Vol. XIV + +Author: Rubén Darío + +Illustrator: Enrique Ochoa + +Release Date: April 2, 2016 [EBook #51627] + +Language: Spanish + +Character set encoding: UTF-8 + +*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK CUENTOS Y CRÓNICAS *** + + + + +Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online +Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This +file was produced from images generously made available +by The Internet Archive/Canadian Libraries) + + + + + + +</pre> + +<hr class="full" /> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/cover.jpg" width="322" height="500" alt="" title="" /> +</div> + +<h1>CUENTOS<br /> +Y CRÓNICAS</h1> + +<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="" +style="border:6px double black;padding:.5em;"> +<tr><td class="c"><a href="#INDICE">Al Índice</a></td></tr> +</table> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-a001.jpg" width="231" height="333" alt="RUBÉN +DARÍO +CUENTOS Y +CRÓNICAS" title="" /> +</div> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-a002.jpg" width="338" height="222" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="figleft" style="width: 32px;"> +<p> +ES PROPIEDAD<br /> +</p> +<img src="images/illus-a004.jpg" width="32" height="29" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-a005.jpg" width="328" height="500" alt="CVEN TOS Y CRÓNI CAS" title="" /> +</div> + +<div class="bbox"> +<h1><span class="smcap"><span class="red">C</span>uentos y<br /> +<span class="red">C</span>rónicas</span></h1> + +<p class="c">POR<br /> +<br /> +<big><big><span class="red">R</span> <small>U B E N</small> <span class="red">D</span> <small>A R I O</small></big></big><br /> +<br /> +ILUSTRACIONES<br /> +<br /> +DE<br /> +<br /> +<big><span class="smcap"><span class="red">E</span>nrique <span class="red">O</span>choa</span></big><br /> +<br /> +<img src="images/colophon.jpg" +width="100" +height="72" +alt="" + /><br /> +<br /> +VOLUMEN XIV<br /> +DE LAS OBRAS COMPLETAS<br /> +ADMINISTRACIÓN<br /> +EDITORIAL «MUNDO LATINO»<br /> +MADRID</p> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_001" id="page_001"></a>{1}</span></p> + +<h2><img src="images/illus-b001.jpg" width="324" height="500" alt="CUENTOS" title="" /> +<a name="CUENTOS" id="CUENTOS"></a></h2> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_002" id="page_002"></a>{2}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_003" id="page_003"></a>{3}</span></p> + +<h3><a name="EL_CASO_DE_LA_SENORITA_AMELIA" id="EL_CASO_DE_LA_SENORITA_AMELIA"></a>EL CASO DE LA<br /> +SEÑORITA AMELIA<br /> +<small>(CUENTO DE «AÑO NUEVO»)</small></h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_004" id="page_004"></a>{4}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_005" id="page_005"></a>{5}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b005.jpg" width="342" height="500" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> + Las tres señoritas Revall hubieran podido hacer<br /> +competencia a las tres Gracias. +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_006" id="page_006"></a>{6}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_007" id="page_007"></a>{7}</span></p> + +<h4>I</h4> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-q.png" +width="70" +height="71" +alt="Q" + /></span><span class="smcap">ue</span> el Doctor Z es ilustre, elocuente, conquistador; que su voz es +profunda y vibrante al mismo tiempo, y su gesto avasallador y +misterioso, sobre todo después de la publicación de su obra sobre <i>La +plástica de Ensueño</i>, quizás podríais negármelo o aceptármelo con +restricción; pero que su calva es única, insigne, hermosa, solemne, +lírica si gustáis, ¡oh, eso nunca, estoy seguro! ¿Cómo negaríais la luz +del sol, el aroma de las rosas y las propiedades narcóticas de ciertos +versos? Pues bien; esta noche pasada, poco después que saludamos el +toque de las doce con una salva de doce taponazos del más legítimo +Roederer, en el precioso comedor rococó de ese sibarita de judío que se +llama Lowensteinger, la calva del doctor alzaba, aureolada de orgullo, +su gruñido orbe de marfil, sobre el cual, por un capricho de la luz, se +veían sobre el cristal de un espejo las<span class="pagenum"><a name="page_008" id="page_008"></a>{8}</span> llamas de dos bujías que +formaban, no sé cómo, algo así como los cuernos luminosos de Moisés. El +doctor enderezaba hacia mí sus grandes gestos y sus sabias palabras. Yo +había soltado de mis labios, casi siempre silenciosos, una frase banal +cualquiera. Por ejemplo, ésta: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!» La +mirada que el doctor me dirigió y la clase de sonrisa que decoró su boca +después de oir mi exclamación, confieso que hubiera turbado a +cualquiera.</p> + +<p>—Caballero—me dijo saboreando el champaña—; si yo no estuviese +completamente desilusionado de la juventud; si no supiese que todos los +que hoy empezáis a vivir estáis ya muertos, es decir, muertos del alma, +sin fe, sin entusiasmo, sin ideales, canosos por dentro; que no sois +sino máscaras de vida, nada más... sí, sino supiese eso, si viese en vos +algo más que un hombre joven de fin de siglo, os diría que esa frase que +acabáis de pronunciar: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!», tiene en +mí la respuesta más satisfactoria.</p> + +<p>—¡Doctor!</p> + +<p>—Sí, os repito que vuestro escepticismo me impide hablar, como hubiera +hecho en otra ocasión.<span class="pagenum"><a name="page_009" id="page_009"></a>{9}</span></p> + +<p>—Creo—contesté con voz firme y serena—en Dios y su Iglesia. Creo en +los milagros. Creo en lo sobrenatural.</p> + +<p>—En ese caso, voy a contaros algo que os hará sonreir. Mi narración +espero que os hará pensar.</p> + +<p>En el comedor habíamos quedado cuatro convidados, a más de Mina, la hija +del dueño de casa: el periodista Riquet, el abate Pureau, recién enviado +por Hirch, el doctor y yo. A lo lejos oíamos en la alegría de los +salones la palabrería usual de la hora primera del año nuevo: <i>happy new +year! happy new year!</i> ¡Feliz año nuevo!</p> + +<p>El doctor continuó:</p> + +<p>—¿Quién es el sabio que se atreve a decir esto es así? Nada se sabe. +<i>Ignoramus et ignorabimus.</i> ¿Quién conoce a punto fijo la noción del +tiempo? ¿Quién sabe con seguridad lo que es el espacio? Va la ciencia a +tanteo, caminando como una ciega, y juzga a veces que ha vencido cuando +logra advertir un vago reflejo de la luz verdadera. Nadie ha podido +desprender de su círculo uniforme la culebra simbólica. Desde el tres +veces más grande, el Hermes, hasta nuestros días, la mano humana ha +podido apenas alzar una línea del manto que cubre a la eterna Isis.<span class="pagenum"><a name="page_010" id="page_010"></a>{10}</span> +Nada ha logrado saberse con absoluta seguridad en las tres grandes +expresiones de la Naturaleza: hechos, leyes, principios. Yo que he +intentado profundizar en el inmenso campo del misterio, he perdido casi +todas mis ilusiones.</p> + +<p>Yo que he sido llamado sabio en Academias ilustres y libros voluminosos; +yo que he consagrado toda mi vida al estudio de la humanidad, sus +orígenes y sus fines; yo que he penetrado en la cábala, en el ocultismo +y en la teosofía, que he pasado del plan material del <i>sabio</i> al plano +astral del <i>mágico</i> y al plan espiritual del <i>mago</i>, que sé cómo obraba +Apolonio el Thianense y Paracelso, y que he ayudado en su laboratorio, +en nuestros días, al inglés Crookes; yo que ahondé en el Karma búdhico y +en el misticismo cristiano, y sé al mismo tiempo la ciencia desconocida +de los fakires y la teología de los sacerdotes romanos, yo os digo que +<i>no hemos visto los sabios ni un solo rayo de la luz suprema</i>, y que la +inmensidad y la eternidad del <i>misterio</i> forman la única y pavorosa +verdad.</p> + +<p>Y dirigiéndose a mí:</p> + +<p>—¿Sabéis cuáles son los principios del hombre? Grupa, jiba, linga, +sharira, kama, rupa, manas, buddhi, atma, es decir: el cuerpo,<span class="pagenum"><a name="page_011" id="page_011"></a>{11}</span> la +fuerza vital, el cuerpo astral, el alma animal, el alma humana, la +fuerza espiritual y la esencia espiritual...</p> + +<p>Viendo a Minna poner una cara un tanto desolada, me atreví a interrumpir +al doctor:</p> + +<p>—Me parece que íbais a demostrarnos que el tiempo...</p> + +<p>—Y bien, dijo, puesto que no os placen las disertaciones por prólogo, +vamos al cuento que debo contaros, y es el siguiente:</p> + +<p>—Hace veintitrés años, conocí en Buenos Aires a la familia Revall, cuyo +fundador, un excelente caballero francés, ejerció un cargo consular en +tiempo de Rosas. Nuestras casas eran vecinas, era yo joven y entusiasta, +y las tres señoritas Revall hubieran podido hacer competencia a las tres +Gracias. Demás está decir que muy pocas chispas fueron necesarias para +encender una hoguera de amor...</p> + +<p><i>Amooor</i>, pronunciaba el sabio obeso, con el pulgar de la diestra metido +en la bolsa del chaleco, y tamborileando sobre su potente abdomen con +los dedos ágiles y regordetes, y continuó:</p> + +<p>—Puedo confesar francamente que no tenía predilección por ninguna, y +que Luz, Josefina y Amelia ocupaban en mi corazón el mismo lugar. El +mismo, tal vez no; pues los dulces<span class="pagenum"><a name="page_012" id="page_012"></a>{12}</span> al par que ardientes ojos de Amelia, +su alegre y roja risa, su picardía infantil... diré que era ella mi +preferida. Era la menor; tenía doce años apenas, y yo ya había pasado de +los treinta. Por tal motivo, y por ser la chicuela de carácter travieso +y jovial, tratábala yo como niña que era, y entre las otras dos repartía +mis miradas incendiarias, mis suspiros, mis apretones de manos y hasta +mis serias promesas de matrimonio, en una, os lo confieso, atroz y +culpable bigamia de pasión. ¡Pero la chiquilla, Amelia!... Sucedía que, +cuando yo llegaba a la casa, era ella quien primero corría a recibirme, +llena de sonrisas y zalamerías: «¿Y mis bombones?» He aquí la pregunta +sacramental. Yo me sentaba regocijado, después de mis correctos saludos, +y colmaba las manos de la niña de ricos caramelos de rosas y de +deliciosas grajeas de chocolate, los cuales, ella, a plena boca, +saboreaba con una sonora música palatinal, lingual y dental. El por qué +de mi apego a aquella muchachita de vestido a media pierna y de ojos +lindos, no os lo podré explicar; pero es el caso que, cuando por causa +de mis estudios tuve que dejar Buenos Aires, fingí alguna emoción al +despedirme de Luz, que me miraba con anchos ojos doloridos<span class="pagenum"><a name="page_013" id="page_013"></a>{13}</span> y +sentimentales; dí un falso apretón de manos a Josefina, que tenía entre +los dientes, por no llorar, un pañuelo de batista, y en la frente de +Amelia incrusté un beso, el más puro y el más encendido, el más casto y +el más ardiente ¡qué sé yo! de todos los que he dado en mi vida. Y salí +en un barco para Calcuta, ni más ni menos que como vuestro querido y +admirado general Mansilla cuando se fué a Oriente, lleno de juventud y +de sonoras y flamantes esterlinas de oro. Iba yo, sediento ya de las +ciencias ocultas, a estudiar entre los mahatmas de la India lo que la +pobre ciencia occidental no puede enseñarnos todavía. La amistad +epistolar que mantenía con madama Blavatsky, habíame abierto ancho campo +en el país de los fakires, y más de un gurú, que conocía mi sed de +saber, se encontraba dispuesto a conducirme por buen camino a la fuente +sagrada de la verdad. Fuí ¡ay! en busca de la verdad, y si es cierto que +mis labios creyeron saciarse en sus frescas aguas diamantinas, mi sed no +se pudo aplacar. Busqué, busqué con tesón lo que mis ojos ansiaban +contemplar, el Keherpas de Zoroastro, el Kalep persa, el Kovei-Khan de +la filosofía india, el archoeno de Paracelso, el limbuz de Swedemborg; +oí la palabra de<span class="pagenum"><a name="page_014" id="page_014"></a>{14}</span> los monjes budhistas en medio de las florestas del +Thibet; estudié los diez sephiroth de la Kabala, desde el que simboliza +el espacio sin límites hasta el que, llamado Malkuth, encierra el +principio de la vida. Estudié el espíritu, el aire, el agua, el fuego, +la altura, la profundidad, el Oriente, el Occidente, el Norte y el +Mediodía; y llegué casi a comprender y aun a conocer íntimamente a +Satán, Lucifer, Ashtarot, Beelzebutt, Asmodeo, Belphegor, Mabema, +Lilith, Adrameleh y Baal. En mis ansias de comprensión; en mi insaciable +deseo de sabiduría; cuando juzgaba haber llegado al logro de mis +ambiciones, encontraba los signos de mi debilidad y las manifestaciones +de mi pobreza, y estas ideas. Dios, el espacio, el tiempo, formaban la +más impenetrable bruma delante de mis pupilas... Viajé por Asia, Africa, +Europa y América. Ayudé al coronel Olcot a fundar la rama teosófica de +Nueva York. Y a todo esto—recalcó de súbito el doctor, mirando +fijamente a la rubia Minna—¿sabéis lo que es la ciencia y la +inmortalidad de todo? ¡Un par de ojos azules... o negros!<span class="pagenum"><a name="page_015" id="page_015"></a>{15}</span></p> + +<h4>II</h4> + +<p>—¿Y el fin del cuento?—gimió dulcemente la señorita.</p> + +<p>El doctor, más serio que nunca, dijo:</p> + +<p>—Juro, señores, que lo que estoy refiriendo es de una absoluta verdad. +¿El fin del cuento? Hace apenas una semana he vuelto a la Argentina, +después de veintitrés años de ausencia. He vuelto gordo, bastante gordo, +y calvo como una rodilla; pero en mi corazón he mantenido ardiente el +fuego del amor, la vestal de los solterones. Y, por tanto, lo primero +que hice fué indagar el paradero de la familia Revall. «¡Los Revall—me +dijeron—las del caso de Amelia Revall!», y estas palabras acompañadas +con una especial sonrisa. Llegué a sospechar que la pobre Amelia, la +pobre chiquilla... Y buscando, buscando, di con la casa. Al entrar, fuí +recibido por un criado negro y viejo, que llevó mi tarjeta, y me hizo +pasar a una sala donde todo tenía un vago tinte de tristeza. En las +paredes, los espejos estaban cubiertos con velos de luto, y dos grandes +retratos, en los<span class="pagenum"><a name="page_016" id="page_016"></a>{16}</span> cuales reconocí a las dos hermanas mayores, se miraban +melancólicos y oscuros sobre el piano. A poco, Luz y Josefina: «¡Oh, +amigo mío, oh, amigo mío!» Nada más. Luego, una conversación llena de +reticencias y de timideces, de palabras entrecortadas y de sonrisas de +inteligencia tristes, muy tristes. Por todo lo que logré entender, vine +a quedar en que ambas no se habían casado. En cuanto a Amelia, no me +atreví a preguntar nada... Quizás mi pregunta llegaría a aquellos pobres +seres, como una amarga ironía, a recordar tal vez una irremediable +desgracia y una deshonra... En esto vi llegar saltando a una niñita, +cuyo cuerpo y rostro eran iguales en todo a los de mi pobre Amelia. Se +dirigió a mí, y con su misma voz exclamó: «¿Y mis bombones?». Yo no +hallé qué decir.</p> + +<h4>III</h4> + +<p>Las dos hermanas se miraban pálidas, pálidas, y movían la cabeza +desoladamente...</p> + +<p>Mascullando una despedida y haciendo una zurda genuflexión, salí a la +calle, como perseguido<span class="pagenum"><a name="page_017" id="page_017"></a>{17}</span> por algún soplo extraño. Luego lo he sabido +todo. La niña que yo creía fruto de un amor culpable es Amelia, la misma +que yo dejé hace veintitrés años, la cual se ha quedado en la infancia, +ha contenido su carrera vital. Se ha detenido para ella el reloj del +Tiempo, en una hora señalada ¡quién sabe con qué designio del +desconocido Dios!</p> + +<p>El Doctor Z era en este momento todo calvo...</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_018" id="page_018"></a>{18}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_019" id="page_019"></a>{19}</span></p> + +<h3><a name="CUENTO_DE_PASCUA" id="CUENTO_DE_PASCUA"></a>CUENTO DE PASCUA</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_020" id="page_020"></a>{20}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_021" id="page_021"></a>{21}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b021.jpg" width="283" height="279" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i1">Tenía un parecido tan exacto con<br /></span> +<span class="i0">los retratos de María Antonieta...<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_022" id="page_022"></a>{22}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_023" id="page_023"></a>{23}</span></p> + +<h4>I</h4> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-u.png" +width="70" +height="68" +alt="U" + /></span><span class="smcap">na</span> noche deliciosa en verdad... El «réveillon» en ese hotel lujoso y +elegante, donde tanta belleza y fealdad cosmopolita se junta, en la +competencia de las libras, los dólares, los rublos, los pesos y los +francos. Y con la alegría del champagne y la visión de blancores +rosados, de brillos, de gemas. La música luego, discreta, a lo lejos...</p> + +<p>No recuerdo bien quién fué el que me condujo a aquel grupo de damas, +donde florecían la yanqui, la italiana, la argentina... Y mi asombro +encantado ante aquella otra seductora y extraña mujer, que llevaba al +cuello, por todo adorno, un estrecho galón rojo... Luego, un diplomático +que lleva un nombre ilustre me presentó al joven alemán políglota, fino, +de un admirable don de palabra, que iba, de belleza en belleza, diciendo +las cosas<span class="pagenum"><a name="page_024" id="page_024"></a>{24}</span> agradables y ligeras que placen a las mundanas.</p> + +<p>—M. Wolfhart, me había dicho el ministro. Un hombre amenísimo. Conversé +largo rato con el alemán, que se empeñó que hablásemos castellano y, por +cierto, jamás he encontrado un extranjero de su nacionalidad que lo +hablase tan bien. Me refirió algo de sus viajes por España y la América +del Sur. Me habló de amigos comunes y de sus aficiones ocultistas. En +Buenos Aires había tratado a un gran poeta y a un mi antiguo compañero, +en una oficina pública, el excelente amigo Patricio... En Madrid... Al +poco rato teníamos las más cordiales relaciones. En la atmósfera de +elegancia del hotel llamó mi atención la señora que apareció un poco +tarde, y cuyo aspecto evocaba en mí algo de regio y de elegante a la +vez. Como yo hiciese notar a mi interlocutor mi admiración y mi +entusiasmo, Wolfhart me dijo por lo bajo, sonriendo de cierto modo:</p> + +<p>«¡Fíjese usted! ¡Una cabeza histórica! ¡Una cabeza histórica!» Me fijé +bien. Aquella mujer tenía por el perfil, por el peinado, si no con la +exageración de la época, muy semejante a las «coiffures à la Cléopâtre», +por el aire, por la manera y, sobre todo, después<span class="pagenum"><a name="page_025" id="page_025"></a>{25}</span> que me intrigara +tanto un galón rojo que llevaba por único adorno en el cuello, tenía, +digo, un parecido tan exacto con los retratos de la reina María +Antonieta, que por largo rato permanecí contemplándola en silencio. ¿En +realidad, era una cabeza histórica? Y tan histórica por la vecindad... A +dos pasos de allí, en la plaza de la Concordia... Sí, aquella cabeza que +se peinara a «la circasiana», «à la Belle Poule», «al casco inglés», «al +gorro de candor», «à la queue en flambeau d’amour», «à la chien +couchant», «à la Diane», a la tantas cosas más, aquella cabeza...</p> + +<p>Se sentó la dama a un extremo del hall, y la única persona con quien +hablara fué Wolfhart, y hablaron, según me pareció, en alemán. Los vinos +habían puesto en mi imaginación su movimiento de brumas de oro, y +alrededor de la figura de encanto y de misterio hice brotar un vuelo de +suposiciones exquisitas. La orquesta, con las oportunidades de la +casualidad, tocaba una pavana. Cabelleras empolvadas, «moscas asesinas», +trianones de realizados ensueños, galantería pomposa y libertinaje +encintado de poesía, tantas imágenes adorables, tanta gracia sutil o +pimentada, de página de memoria, de anécdotas, de correspondencia, de +pánfleto... Me<span class="pagenum"><a name="page_026" id="page_026"></a>{26}</span> venían al recuerdo versos de los más lindos escritos con +tales temas, versos de Montesquiou Fezensac, de Regnier, los preciosos +poemas italianos de Lucini... Y con la fantasía dispuesta, los cuentos +milagrosos, las materializaciones estudiadas por los sabios de los +libros arcanos, las posibilidades de la ciencia, que no son sino las +concesiones a un enigma cada día más hondo, a pesar de todo... La fácil +excitabilidad de mi cerebro estuvo pronto en acción. Y, cuando después +de salir de mis cogitaciones, pregunté al alemán el nombre de aquella +dama, y él me embrolló la respuesta, repitiendo tan sólo lo de lo +histórico de la cabeza, no quedé ciertamente satisfecho. No creí +correcto insistir; pero, como siguiendo en la charla yo felicitase a mi +flamante amigo por haber en Alemania tan admirables ejemplares de +hermosura, me dijo vagamente: «No es de Alemania, es de Austria». Era +una belleza «austriaca...» Y yo buscaba la distinta semejanza de detalle +con los retratos de Kucharsky, de Riotti, de Boizont, y hasta con las +figuras de cera de los sótanos del museo Grevin...<span class="pagenum"><a name="page_027" id="page_027"></a>{27}</span></p> + +<h4>II</h4> + +<p>—Es temprano aún me dijo Wolfhart, al dejarle en la puerta del hotel en +que habitaba. Pase usted un momento, charlaremos algo más antes de mi +partida. Mañana me voy de París, y quién sabe cuándo nos volveremos a +encontrar. Entre usted. Tomaremos, a la inglesa, un «whisky-and-soda» y +le mostraré algo interesante. Subimos a su cuarto por el ascensor. Un +«valet» nos hizo llevar el bebedizo británico, y el alemán sacó un +cartapacio lleno de viejos papeles. Había allí un retrato antiguo, +grabado en madera.</p> + +<p>—He aquí, me dijo, el retrato de un antecesor mío, Theobald Wolfhart, +profesor de la Universidad de Heidelberg. Este abuelo mío fué +posiblemente un poco brujo, pero de cierto, bastante sabio. Rehizo la +obra de Julius Obsequens sobre los prodigios, impresa por Aldo Manucio, +y publicó un libro famoso, el <i>Prodigiorum ac ostentorum chronicon</i>, un +infolio editado en Basilea, en 1557. Mi antepasado no lo publicó con su +nombre, sino bajo el pseudónimo de Conrad Lycosthenes.<span class="pagenum"><a name="page_028" id="page_028"></a>{28}</span> Theobald +Wolfhart era un filósofo sano de corazón, que, a mi entender, practicaba +la magia blanca. Su tiempo fué terrible, lleno de crímenes y desastres. +Aquel moralista empleó la revelación para combatir las crueldades y +perfidias, y expuso a las gentes, con ejemplos extraordinarios, cómo se +manifiestan las amenazas de lo invisible por medio de signos de espanto +y de incomprensibles fenómenos. Un ejemplo será la aparición del cometa +de 1557, que no duró sino un cuarto de hora, y que anunció sucesos +terribles. Signos en el cielo, desgracias en la tierra. Mi abuelo habla +de ese cometa que él vió en su infancia y que era enorme, de un color +sangriento, que en su extremidad se tornaba del color del azafrán. Vea +usted esta estampa que lo representa, y su explicación por Lycosthenes. +Vea usted los prodigios que vieron sus ojos. Arriba hay un brazo armado +de una colosal espada amenazante, tres estrellas brillan en la +extremidad, pero la que está en la punta es la mayor y más +resplandeciente. A los lados hay espadas y puñales, todo entre un +círculo de nubes, y entre esas armas hay unas cuantas cabezas de +hombres. Más tarde escribía sobre tales fantásticas maravillas Simon +Goulard, refiriéndose al cometa: «Le<span class="pagenum"><a name="page_029" id="page_029"></a>{29}</span> regard d’icelle donna telle +frayeur a plusieurs qu’aucuns en moururent; autres tombèrent malades». Y +Petrus Greusserus, discípulo de Lichtenberg—el astrólogo—dice un +autor, que, habiendo sometido el fenómeno terrible a las reglas de su +arte, sacó las consecuencias naturales, y tales fueron los pronósticos, +que los espíritus más juiciosos padecieron perturbación durante más de +medio siglo. Si Lycosthenes señala los desastres de Hungría y de Roma, +Simon Goulard habla de las terribles asolaciones de los turcos en tierra +húngara, el hambre en Suabia, Lombardía y Venecia, la guerra en Suiza, +el sitio de Viena de Austria, sequía en Inglaterra, desborde del Océano +en Holanda y Zelanda y un terremoto que duró ocho días en Portugal. +Lycosthenes sabía muchas cosas maravillosas. Los peregrinos que +retornaban de Oriente contaban visiones celestes. ¿No se vió en 1480 un +cometa en Arabia, de apariencia amenazante y con los atributos del +Tiempo y de la Muerte? A los fatales presagios sucedieron las +devastaciones de Corintia, la guerra en Polonia. Se aliaron Ladislao y +Matías el Huniada. Vea usted este rasgo de un comentador: «Las nubes +tienen sus flotas como el aire sus ejércitos»; pero Lycosthenes,<span class="pagenum"><a name="page_030" id="page_030"></a>{30}</span> que +vivía en el centro de Alemania, no se asienta sobre tal hecho. Dice que +en el año 114 de nuestra era, simulacros de navíos se vieron entre las +nubes. San Agobardo, obispo de Lyon, está más informado. Él sabe a +maravilla a qué región fantástica se dirigen esas ligeras naves. Van al +país de Magonia, y sólo por reserva el santo prelado no dice su +itinerario. Esos barcos iban dirigidos por los hechiceros llamados +<i>tempestarii</i>. Mucho más podría referirle, pero vamos a lo principal. Mi +antecesor llegó a descubrir que el cielo y toda la atmósfera que nos +envuelve están siempre llenos de esas visiones misteriosas, y con ayuda +de un su amigo alquimista llegó a fabricar un elixir que permite +percibir de ordinario lo que únicamente por excepción se presenta a la +mirada de los hombres. Yo he encontrado ese secreto, concluyó Wolfhart, +y aquí, agregó sonriendo, tiene usted el milagro en estas pastillas +comprimidas. ¿Un poquito más de whisky?</p> + +<p>No había duda de que el alemán era hombre de buen humor y aficionado, no +solamente al alcohol inglés, sino a todos los paraísos artificiales. +Así, me parecía ver en la caja de pastillas que me mostraba, algún +compuesto de opio o de cáñamo indiano.<span class="pagenum"><a name="page_031" id="page_031"></a>{31}</span></p> + +<p>—Gracias—le dije—no he probado nunca, ni quiero probar el influjo de +la «droga sagrada». Ni hachis, ni el veneno de Quincey...</p> + +<p>—Ni una cosa ni otra. Es algo vigorizante, admirable hasta para los +menos nerviosos.</p> + +<p>Ante la insistencia y con el último sorbo de whisky, tomé la pastilla, y +me despedí. Ya en la calle, aunque hacía frío, noté que circulaba por +mis venas un calor agradable. Y olvidando la pastilla, pensé en el +efecto de las repetidas libaciones. Al llegar a la plaza de la +Concordia, por el lado de los Campos Elíseos, noté que no lejos de mí +caminaba una mujer. Me acerqué un tanto a ella y me asombré al verla a +aquellas horas, a pie y soberbiamente trajeada, sobre todo cuando a la +luz de un reverbero vi su gran hermosura y reconocí en ella a la dama +cuyo aspecto me intrigase en el «réveillon»: la que tenía por todo +adorno en el cuello blanquísimo un fino galón rojo, rojo como una +herida. Oí un lejano reloj dar unas horas. Oí la trompa de un automóvil. +Me sentía como poseído de extraña embriaguez. Y, apartando de mí toda +idea de suceso sobrenatural, avancé hacia la dama que había pasado ya el +obelisco y se dirigía del lado de las Tullerías.<span class="pagenum"><a name="page_032" id="page_032"></a>{32}</span></p> + +<p>—«Madame, le dije, madame...» Había comenzado a caer como una vaga +bruma, llena de humedad y de frío, y el fulgor de las luces de la plaza +aparecía como diluído y fantasmal. La dama me miró al llegar a un punto +de la plaza; de pronto, me apareció como el escenario de un +cinematógrafo. Había como apariencias de muchas gentes en un ambiente +como el de los sueños, y yo no sabría decir la manera con que me sentí +como en una existencia a un propio tiempo real y cerebral... Alcé los +ojos y vi en el fondo opaco del cielo las mismas figuras que en la +estampa del libro de Lycosthenes, el brazo enorme, la espada enorme, +rodeados de cabezas. La dama, que me había mirado, tenía un aspecto +tristemente fatídico, y, cual por la obra de un ensalmo, había cambiado +de vestiduras, y estaba con una especie de fichu cuyas largas puntas le +caían por delante; en su cabeza ya no había el peinado a «la Cléopatre», +sino una pobre cofia bajo cuyos bordes se veían los cabellos +emblanquecidos. Y luego, cuando iba a acercarme más, percibí a un lado +como una carreta, y unas desdibujadas figuras de hombres con tricornios +y espadas y otras con picas. A otro lado un hombre a caballo, y luego +una especie de tablado...<span class="pagenum"><a name="page_033" id="page_033"></a>{33}</span> ¡Oh, Dios, naturalmente!: he aquí la +reproducción de lo «ya visto»... ¿En mí hay reflexión aún en este +instante? Sí, pero siento que lo invisible, entonces visible, me rodea. +Sí, es la guillotina. Y, tal en las pesadillas, como si sucediese, veo +desarrollarse—¿he hablado ya de cinematógrafo?—la tragedia... Aunque +por no sé cual motivo no pude darme cuenta de los detalles, vi que la +dama me miró de nuevo, y bajo el fulgor color de azafrán que brotaba de +la visión celeste y profética, brazo, espadas, nubes y cabezas, vi cómo +caía, bajo el hacha mecánica, la cabeza de aquella que poco antes, en el +salón del hotel, me admirara con su encanto galante y real, con su aire +soberbio, con su cuello muy blanco, adornado con un único galón color de +sangre.</p> + +<h4>III</h4> + +<p>¿Cuánto tiempo duró aquel misterioso espectáculo? No lo sabría decir, +puesto que ello fué bajo el imperio desconocido en que la ciencia anda a +tientas; el tiempo en que el<span class="pagenum"><a name="page_034" id="page_034"></a>{34}</span> ensueño no existe, y mil años, según +observaciones experimentales, pueden pasar en un segundo. Todo aquello +había desaparecido, y, dándome cuenta del lugar en donde me encontraba, +avancé siempre hacia el lado de las Tullerías. Avancé y me vi entre el +jardín, y no dejé de pensar rapidísimamente cómo era que las puertas +estaban aun abiertas. Siempre bajo la bruma pálida de aquellas nocturnas +horas, seguí adelante. Saldré, me dije, por la primera puerta del lado +de la calle Rivoli, que quizás esté también abierta... ¿Cómo no ha de +estar abierta?... ¿Pero era o no era aquel jardín el de las Tullerías? +Arboles, árboles de obscuros ramajes en medio del invierno... Tropecé al +dar un paso con algo semejante a una piedra, y me llené, en medio de mi +casi inconsciencia, de una sorpresa pavorosa, cuando escuché un ¡ay! +semejante a una queja, parecido a una palabra entrecortada y ahogada; +una voz que salía de aquello que mi pie había herido, y que era, no una +piedra, sino una cabeza. Y alzando hacia el cielo la mirada vi la faz de +la luna en el lugar en que antes la espada formidable, y allí estaban +las cabezas de la estampa de Lycosthenes. Y aquel jardín, que se +extendía vasto cual una selva, me llenó del encanto<span class="pagenum"><a name="page_035" id="page_035"></a>{35}</span> grave que había en +su recinto de prodigio. Y a través de velos de ahumado oro refulgía +tristemente en lo alto la cabeza de la luna. Después me sentí como en +una certeza de poema y de libro santo, y, como por un motivo +incoherente, resonaban en la caja de mi cerebro las palabras: «¡Ultima +hora! ¡Trípoli! ¡La toma de Pekín!» leídas en los diarios del día, +Conforme con mis anhelos de lo divino, experimentando una inexpresable +angustia, pensé: «¡Oh, Dios! ¡Oh, Señor! ¡Padre nuestro...!»</p> + +<p>Volví la vista y vi a un lado, en una claridad dulce y dorada, una forma +de lira, y sobre la lira una cabeza igual a la del Orfeo de Gustave +Moreau, del Luxemburgo. La faz expresaba pesadumbre, y alrededor había +como un movimiento de seres, de los que se llaman animados porque almas +se manifiestan por el movimiento, y de los que se llaman inanimados +porque su movimiento es íntimo y latente. Y oí que decía, según me ayuda +mi recuerdo, aquella cabeza: «¡Vendrá, vendrá el día de la concordia, y +la lira será entonces consagrada en la pacificación!» Y cerca de la +cabeza de Orfeo vi una rosa milagrosa, y una hierba marina, y que iba +avanzando hacia ellas una tortuga de oro.<span class="pagenum"><a name="page_036" id="page_036"></a>{36}</span></p> + +<p>Pero oí un gran grito al otro lado. Y el grito, como el de un coro, de +muchas voces. Y a la luz que os he dicho, vi que quien gritaba era un +árbol, uno de los árboles coposos, lleno de cabezas por frutos, y pensé +que era el árbol de que habla el libro sagrado de los musulmanes. Oí +palabras en loor de la grandeza y omnipotencia de Alá. Y bajo el árbol +había sangre.</p> + +<p>Haciendo un esfuerzo, quise ya no avanzar, sino retroceder a la salida +del jardín, y vi que por todas partes salían murmullos, voces, palabras +de innumerables cabezas que se destacaban en la sombra como aureoladas, +o que surgían entre los troncos de los árboles. Como acontece en los +instantes dolorosos de algunas pesadillas, pensé que todo lo que me +pasaba era un sueño, para disminuir un tanto mi pavor. Y en tanto, pude +<i>reconocer</i> una temerosa y abominable cabeza asida por la mano blanca de +un héroe, asida de su movible e infernal toisón de serpientes: la tantas +veces maldecida cabeza de Medusa. Y de un brazo, como de carne de oro de +mujer, pendía otra cabeza, una cabeza con barba ensortijada y oscura, y +era la cabeza del guerrero Holofernes. Y la cabeza de Juan el Bautista; +y luego, como viva, de una<span class="pagenum"><a name="page_037" id="page_037"></a>{37}</span> vida singular, la cabeza del Apostol que en +Roma hiciera brotar el agua de la tierra; y otra cabeza que Rodrigo Díaz +de Vivar arrojó, en la cena de la venganza, sobre la mesa de su padre.</p> + +<p>Y otras que eran la del rey Carlos de Inglaterra y la de la reina María +Estuardo... Y las cabezas aumentaban, en grupos, en amontonamientos +macabros, y por el espacio pasaban relentes de sangre y de sepulcro; y +eran las cabezas hirsutas de los dos mil halconeros de Bayaceto; y las +de las odaliscas degolladas en los palacios de los reyes y potentados +asiáticos; y las de los innumerables decapitados por su fe, por el odio, +por la ley de los hombres; las de los decapitados de las hordas +bárbaras, de las prisiones y de las torres reales, las de los +Gengiskanes, Abdulhamides y Behanzines...</p> + +<p>Dije para mí: ¡Oh, mal triunfante! ¿Siempre seguirás sobre la faz de la +tierra? ¿Y tú, París, cabeza del mundo, serás también cortada con hacha, +arrancada de tu cuerpo inmenso?</p> + +<p>Cual si hubiesen sido escuchadas mis interiores palabras, de un grupo en +que se veía la cabeza de Luis XVI, la cabeza de la princesa de Lamballe, +cabezas de nobles y cabezas<span class="pagenum"><a name="page_038" id="page_038"></a>{38}</span> de revolucionarios, cabezas de santos y +cabezas de asesinos, avanzó una figura episcopal que llevaba en sus +manos su cabeza, y la cabeza del mártir Dionisio, el de las Galias, +exclamó:—¡En verdad os digo, que Cristo ha de resucitar!</p> + +<p>Y al lado del apostólico decapitado vi a la dama del hall del hotel, a +la dama austriaca con el cuello desnudo; pero en el cual se veía como un +galón rojo, una herida purpúrea, y María Antonieta, dijo:—¡Cristo ha de +resucitar! Y la cabeza de Orfeo, la cabeza de Medusa, la cabeza de +Holofernes, la cabeza de Juan y la de Pablo, el árbol de cabezas, el +bosque de cabezas, la muchedumbre fabulosa de cabezas, en el hondo +grito, clamó:</p> + +<p>—«¡Cristo ha de resucitar! ¡Cristo ha de resucitar!...»</p> + +<p>—Nunca es bueno dormir inmediatamente después de comer—concluyó mi +buen amigo el doctor.<span class="pagenum"><a name="page_039" id="page_039"></a>{39}</span></p> + +<h3><a name="LA_EXTRANA_MUERTE_DE_FRAY_PEDRO" id="LA_EXTRANA_MUERTE_DE_FRAY_PEDRO"></a>LA EXTRAÑA MUERTE DE FRAY PEDRO</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_040" id="page_040"></a>{40}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_041" id="page_041"></a>{41}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b041.jpg" width="270" height="530" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">Ilustrísimo señor, a Fray Pedro<br /></span> +<span class="i0">lo henos encontrado muerto.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_042" id="page_042"></a>{42}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_043" id="page_043"></a>{43}</span></p> + +<h4>I</h4> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-v.png" +width="70" +height="70" +alt="V" + /></span><span class="smcap">isitando</span> el convento de una ciudad española, no ha mucho tiempo, el +amable religioso que nos servía de cicerone, al pasar por el cementerio, +me señaló una lápida, en que leí únicamente: <i>Hic iacet frater Petrus</i>.</p> + +<p>—Este—me dijo—fué uno de los vencidos por el diablo.</p> + +<p>—Por el viejo diablo que ya chochea—le dije.</p> + +<p>—No—me contestó—; por el demonio moderno que se escuda con la +Ciencia.—Y me narró el sucedido.</p> + +<p>Fray Pedro de la Pasión era un espíritu perturbado por el maligno +espíritu que infunde el ansia de saber. Flaco, anguloso nervioso, +pálido, dividía sus horas conventuales entre la oración, las disciplinas +y el laboratorio, que le era permitido por los bienes que atraía a la +comunidad. Había estudiado,<span class="pagenum"><a name="page_044" id="page_044"></a>{44}</span> desde muy joven, las ciencias ocultas. +Nombraba, con cierto énfasis, en las horas de conversación, a +Paracelsus, a Alberto el Grande; y admiraba profundamente a ese otro +fraile Schawartz, que nos hizo el diabólico favor de mezclar el salitre +con el azufre.</p> + +<p>Por la ciencia había llegado hasta penetrar en ciertas iniciaciones +astrológicas y quiromáticas; ella le desviaba de la contemplación y del +espíritu de la Escritura. En su alma se había anidado el mal de la +curiosidad, que perdían a nuestros primeros padres. La oración misma era +olvidada con frecuencia, cuando algún experimento le mantenía cauteloso +y febril. Como toda lectura le era concedida y tenía a su disposición la +rica biblioteca del convento, sus autores no fueron siempre los menos +equívocos. Así llegó hasta pretender probar sus facultades de zahorí, y +a poner a prueba los efectos de la magia blanca. No había duda de que +estaba en gran peligro su alma, a causa de su sed de saber y de su +olvido de que la ciencia constituye, en el principio, el alma de la +Serpiente que ha de ser la esencial potencia del Antecristo, y que para +el verdadero varón de fe, <i>initium sapientiæ est timor Domini</i>.<span class="pagenum"><a name="page_045" id="page_045"></a>{45}</span></p> + +<h4>II</h4> + +<p>¡Oh, ignorancia feliz, santa ignorancia! ¡Fray Pedro de la Pasión no +comprendía tu celeste virtud, que ha hecho ciertos a los Celestinos! +Huysmans se ha extendido sobre todo ello. Virtud que pone un celestial +nimbo a algunos mínimos, de Dios queridos, entre los esplendores +místicos y milagrosos de las hagiografías.</p> + +<p>Los doctores explican y comentan altamente, cómo ante los ojos del +Espíritu Santo las almas de amor son de mayor manera glorificadas que +las almas de entendimiento. Ernest Hello ha pintado, en los sublimes +<i>traux</i> de sus Fisonomías de Santos, a esos beneméritos de la caridad, a +esos favorecidos de la humildad, a esos seres columbinos, simples y +blancos como los lirios, limpios de corazón, pobres de espíritu, +bienaventurados hermanos de los pajaritos del Señor, mirados con ojos +cariñosos y sororales por la puras estrellas del firmamento. Joris Karl, +el merecido beato, quizá más tarde consagrado, a pesar de la literatura, +en el<span class="pagenum"><a name="page_046" id="page_046"></a>{46}</span> maravilloso libro en que Durtal se convierte, viste de +resplandores paradiasíacos al lego guardapuercos que hace bajar a la +pocilga la admiración de los coros arcangélicos, y al aplauso de las +potestades de los cielos. Y Fray Pedro de la Pasión no comprendía eso...</p> + +<p>El, desde luego creía, creía con la fe de un indiscutible creyente. Mas +el ansia de saber le azuzaba el espíritu, le lanzaba a la averiguación +de secretos de la naturaleza y de la vida, a tal punto, que no se daba +cuenta de cómo esa sed de saber, ese deseo indominable de penetrar en lo +vedado y en lo arcano de universo era obra del pecado, y añagaza del +Bajísimo, para impedirle de esa manera su consagración absoluta a la +adoración del Eterno Padre. Y la última tentación sería fatal.</p> + +<h4>III</h4> + +<p>Acaeció el caso no hace muchos años. Llegó a manos de Fray Pedro un +periódico en que se hablaba detalladamente de todos los<span class="pagenum"><a name="page_047" id="page_047"></a>{47}</span> progresos +realizados en radiografía, gracias al descubrimiento del alemán +Röentgen, quien llegara a encontrar el modo de fotografiar a través de +los cuerpos opacos. Supo lo que se comprendía en el tubo Crookes, de la +luz catódica, del rayo X. Vió el facsimil de una mano cuya anatomía se +transparentaba claramente, y la patente figura de objetos retratados +entre cajas y bultos bien cerrados.</p> + +<p>No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era un ansia +de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrílego que en ello se +contenía, punzaba sus anhelos...</p> + +<p>¿Cómo podría él encontrar un aparato como los aparatos de aquellos +sabios, y que le permitiera llevar a cabo un oculto pensamiento, en que +se mezclaban su teología y sus ciencias físicas...? ¿Cómo podría +realizar en su convento las mil cosas que se amontonaban en su enferma +imaginación?</p> + +<p>En las horas litúrgicas de los rezos y de los cánticos, notábanlo todos +los otros miembros de la comunidad, ya meditabundo, ya agitado como por +súbitos sobresaltos, ya con la faz encendida por repentina llama de +sangre, ya con la mirada como estática, fija en<span class="pagenum"><a name="page_048" id="page_048"></a>{48}</span> lo alto, o clavada en +la tierra. Y era la obra de la culpa que se afianzaba en el fondo de +aquel combatido pecho, el pecado bíblico de la curiosidad, el pecado +omnitranscendente de Adán, junto al árbol de la ciencia del Bien y del +Mal. Y era mucho más que una tempestad bajo un cráneo... Múltiples y +raras ideas se agolpaban en la mente del religioso, que no encontraba la +manera de adquirir los preciosos aparatos. ¡Cuánto de su vida no daría +él por ver los peregrinos instrumentos de los sabios nuevos en su pobre +laboratorio de fraile aficionado, y poder sacar <i>las anheladas pruebas</i>, +hacer los mágicos ensayos que abrirían una nueva era en la sabiduría y +en la convicción humanas... Él ofrecería más de lo que se ofreció a +Santo Tomás... Si se fotografiaba ya lo interior de nuestro cuerpo, bien +podría pronto el hombre llegar a descubrir visiblemente la naturaleza y +origen del alma; y, aplicando la ciencia a las cosas divinas, como +podría permitirlo el Espíritu Santo, ¿por qué no aprisionar en las +visiones de los éxtasis y en las manifestaciones de los espíritus +celestiales, sus formas exactas y verdaderas?</p> + +<p>¡Si en Lourdes hubiese habido un Kodak, durante el tiempo de las +visiones de Bernardetta!<span class="pagenum"><a name="page_049" id="page_049"></a>{49}</span> ¡Si en el momento en que Jesús, o su Santa +Madre, favorecen con su presencia corporal a señalados fieles, se +aplicase convenientemente la cámara obscura...!</p> + +<p>¡Oh, cómo se convencerían los impíos, cómo triunfaría la religión! Así +cavilaba, así se estrujaba el cerebro el pobre fraile, tentado por uno +de los más encarnizados príncipes de las tinieblas.</p> + +<h4>IV</h4> + +<p>Y avino que, en uno de esos momentos, en uno de los instantes en que su +deseo era más vivo, en hora en que debía estar entregado a la disciplina +y a la oración, en su celda se presentó a su vista uno de los hermanos +de la comunidad, llevándole un envoltorio bajo el hábito.</p> + +<p>—Hermano, le dijo, os he oído decir que deseábais una de esas máquinas, +como esas con que los sabios están maravillando al mundo. Os la he +podido conseguir. Aquí la tenéis.</p> + +<p>Y depositando el envoltorio en manos del<span class="pagenum"><a name="page_050" id="page_050"></a>{50}</span> asombrado Fray Pedro, +desapareció, sin que éste tuviese tiempo de advertir que, debajo del +hábito, se habían mostrado, en el momento de la desaparición, dos patas +de chivo.</p> + +<p>Fray Pedro, desde el día del misterioso regalo, consagróse a sus +experimentos. Faltaba a maitines, no asistía a la Misa excusándose como +enfermo. El padre provincial solía amonestarle, y todos le veían pasar +extraño y misterioso y temían por la salud de su cuerpo y por la de su +alma.</p> + +<p>Y perseguía su idea dominante. Probó la máquina en sí mismo, en frutos, +llaves, dentro de libros y demás cosas usuales. Hasta que un día...</p> + +<p>O más bien una noche, el desventurado se atrevió, <i>por fin</i>, a realizar +su pensamiento. Dirigióse al templo, receloso, a pasos callados. Penetró +en la nave principal y se dirigió al altar en que, en el tabernáculo, se +hallaba expuesto el Santísimo Sacramento. Sacó el copón. Tomó una +sagrada forma. Salió veloz para su celda.<span class="pagenum"><a name="page_051" id="page_051"></a>{51}</span></p> + +<h4>V</h4> + +<p>Al día siguiente, en la celda de Fray Pedro, se hallaba el Sr. Arzobispo +delante del padre provincial.</p> + +<p>—Ilustrísimo señor, decía éste; a Fray Pedro le hemos encontrando +muerto. No andaba muy bien de la cabeza. Esos sus estudios creo que le +causaron daño.</p> + +<p>—¿Ha visto su reverencia esto?—dijo su señoría ilustrísima, +mostrándole una revelada placa fotográfica que recogió del suelo, y en +la cual se hallaba, con los brazos desclavados y una dulce mirada en sus +divinos ojos, la imagen de Nuestro Señor Jesucristo.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_052" id="page_052"></a>{52}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_053" id="page_053"></a>{53}</span></p> + +<h2><a name="CRONICAS" id="CRONICAS"></a> +<img src="images/illus-b053.jpg" width="329" height="462" alt="CRÓNICAS" title="" /> +</h2> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_054" id="page_054"></a>{54}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_055" id="page_055"></a>{55}</span></p> + +<h3><a name="BAJO_LAS_LUCES_DEL_SOL_NACIENTE" id="BAJO_LAS_LUCES_DEL_SOL_NACIENTE"></a>BAJO LAS LUCES<br /> +DEL SOL NACIENTE</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_056" id="page_056"></a>{56}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_057" id="page_057"></a>{57}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b057.jpg" width="310" height="472" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">Los cerezos florecían, y entre sus ramas<br /></span> +<span class="i0">alegres se divisaba un monte azul.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_058" id="page_058"></a>{58}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_059" id="page_059"></a>{59}</span></p> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-e.png" +width="71" +height="74" +alt="E" + /></span><span class="smcap">ra</span> el país de oro y seda, y en el aire fino como de cristal volaban las +cigüeñas, y se esponjaban los crisantemos del biombo. Los cerezos +florecían, y entre sus ramas alegres se divisaba un monte azul. Una rana +de madera labrada era igual a las ranas del pantano. Sobre la laca negra +corría un arroyo dorado. Muñecas de carne, con la cabellera atravesada +por alfileres áureos, hacían reverencias sonrientes, y gestos menudos. +En las casas de papel, en la ignorancia feliz del pudor, se bañaban las +niñas. Cortesanas ingenuas servían el té en tacitas de Liliput. En los +«kimonos» historiados se envolvían cuerpos casi impúberes e +inocentemente venales. Se hablaba de un viejo llamado Hokusai, que se +llamaba a sí mismo «el loco del dibujo». Floreros raros se llenaban de +flores extrañas ante los budhas risueños. Nobles daimios hacían lucir al +sol curvos sables de largo puño. Los «netskes» y las máscaras +reproducían faces joviales o aterrorizadas, caras<span class="pagenum"><a name="page_060" id="page_060"></a>{60}</span> de brujas o +regordetas caras infantiles. Al amor de una naturaleza como de fantasía, +se vivía una vida casi de sueño.</p> + +<p>Artistas y artesanos realizaban labores extraordinarias, que llegaban a +las naciones lejanas como de imperios de cuento. Se educaba la sonrisa y +se inculcaba la afabilidad. Se conservaban con respeto las antiguas y +sagradas tradiciones en el dulce ambiente de una existencia sencilla. Se +desconocía el egoísmo y se practicaba la más perfecta y blanda cortesía. +Los preceptos del viejo Confucio ordenaban la severidad y la +imparcialidad a jueces ceremoniosos. Había un profundo concepto de la +justicia y de la virtud, un aspecto innato de la superioridad +jerárquica, y el superior era bondadoso, y sumiso y sagaz el inferior. +Bonzos sabios enseñaban la fuerza de las plegarias y la fe en las +potencias ocultas. La paciencia y la tenacidad eran virtudes comunes; +eran desconocidas, o raras, la doblez, la inquina, la traición. La +poesía se mezclaba a la vida cotidiana. El amable «saké» hacía cantar +más tiernamente a las «samisén». Se tenían para el huésped los más +amables «sayonaras». Se pasaban horas de miel y caricias, con sutiles +amorosas que tenían nombres de<span class="pagenum"><a name="page_061" id="page_061"></a>{61}</span> piedras ricas, de pájaros lindos, de +flores exquisitas. Gloriosos «samurayes» se vestían como grandes y +metálicos insectos. Viejos peregrinos sabían fábulas e historias +inauditas. Pintores únicos tomaban detalles de la naturaleza y de la +vida, de manera que detenían en un papel de seda el aletazo de una +carpa, el salto de un tigre o el vuelo de una garza. Campesinos +pacientes sembraban el arroz al abrigo de sus agudos sombreros de floja +paja. Se tenía el culto preciso de los antepasados y se sabía por seguro +que hay buenos dioses y perversos demonios. Shintoistas o budhistas, los +hombres cumplían con los preceptos de sus religiones, aceptaban los +consejos de sus sacerdotes, y al lado de las divinidades veneraban a los +héroes de la acción o del pensamiento. Se predicaba y se sostenía firme +el amor al país y la adhesión inmensa al Mikado. Había una idea tan +grande del honor, que el suicidio en casos especiales formaba parte de +las costumbres. Se tenía el temor de lo divino y desconocido, y se +saludaba la memoria de los abuelos. Se amaba como en ninguna parte a los +niños; como en ninguna parte se obedecía a la autoridad paternal, y ante +las vasijas de calada madera había siempre, en tibores de prodigiosa<span class="pagenum"><a name="page_062" id="page_062"></a>{62}</span> +porcelana, ramos floridos. El conjunto de principios que los letrados +infundían al pueblo, se reducía a pocas palabras. Decían: «Hay un Dios +superior. Tiene como atributos la inteligencia, el valor, el amor. Por +la unidad de su espíritu y de su energía vital fueron creados el dios +Takanu Musubi y la diosa Kanmi Musuti, que forman, con su padre, una +augusta Trinidad. De la unión de estos dos nacieron otros dioses, y, por +último, los divinos antecesores de la familia imperial y de la raza +humana: Yzanagi e Yzanami. El alma del hombre es, por tanto, origen +divino e inmortal. Su cuerpo fué creado también por la energía divina; +pero no contiene de ésta lo bastante para ser inmortal. El deber del +hombre es cultivar, primero, las tres virtudes divinas, después las +siete virtudes que de ellas se derivan: la lealtad al emperador, la +piedad filial, la castidad, la obediencia a los superiores, la +sinceridad en la amistad, la bondad y la misericordia. El camino de la +virtud es el de la felicidad. La ley de la causa y del efecto reina en +el mundo presente y en el mundo futuro. El mayor criminal puede merecer +el perdón, y aun el favor de Dios, si se arrepiente con sinceridad. A +cada uno se le tomarán en cuenta sus<span class="pagenum"><a name="page_063" id="page_063"></a>{63}</span> acciones, y por ellas será +recompensado o castigado en el mundo futuro». Los japoneses, pues, +estaban en completo estado de barbarie.</p> + +<p>En efecto, hace ya tiempo, el mundo intelectual conoció toda la barbarie +que revelaron los Goncourt a la curiosidad y al arte occidentales. Se +supo que maravillosos pinceles estaban dotados de desconocidos +prestigios. Una civilización contemporánea de Nabucodonosor se había +conservado a través de siglos e invasiones. Sabios y poetas, que +estudian los clásicos chinos, meditaban y enseñaban. Brotaban de los +hornos las ricas obras de los alfareros de Satzuna. Un misterio +legendario flotaba sobre la región nipona, tan extraña como las naciones +orientales en que se mueven las magias de Sheherazada. El pueblo que, +según la frase de Voltaire «jamás ha sido vencido», guardaba con +admiración religiosa el nombre y el recuerdo de sus héroes, de los +violentos caballeros y marinos que rechazaron a los enemigos mongoles y +libraron la integridad del territorio.</p> + +<p>Un sano y vigoroso feudalismo mantenía en lo alto la seguridad del +gobierno, y abajo la felicidad del pueblo. Los poetas escriben<span class="pagenum"><a name="page_064" id="page_064"></a>{64}</span> poemas +en que se cantan la fidelidad y el amor en flor eternamente. Las +danzarinas saben bailes de argumento, que regocijan discretamente a los +espectadores. Los fieles no faltan a las ceremonias de los templos, y +hay pompa hermosa y nobleza ritual. Lafcadio Hearn nos explica lo que es +el Shinthoismo. Shinto significa carácter en su sentido más elevado: +valor, cortesía, honor, y, sobre todo, lealtad. Shinto significa piedad +filial, amor al deber, voluntad siempre lista al abandono de la vida por +un principio, y sin preguntar el por qué. Está en la docilidad del niño, +en la dulzura de la mujer. Es también conservador, saludable freno a las +tendencias del espíritu nacional, fácilmente inclinado a dejar lo mejor +del pasado para precipitarse con ardor en las modernidades extranjeras. +Es una religión transmitida en una impulsión hereditaria hacia el bien, +en un puro instinto moral. Es, en una palabra, toda la vida emocional de +la raza: El alma del Japón. Así, el renunciamiento a la propia +satisfacción, hasta a la vida, por la común felicidad, el deber +cumplido, el sacrificio voluntario y cordial, eran características de +esos singulares salvajes. Y en su sacro libro del Kodjiki aprendían +ejemplos de tiempos<span class="pagenum"><a name="page_065" id="page_065"></a>{65}</span> remotos, como el siguiente: «El príncipe Mayoana, +de edad de siete años solamente, después de haber matado al asesino de +su padre, se había refugiado en casa del Gran Tsubura, y las +multiplicadas flechas semejaban un campo de cañas. El Gran Tsubura se +adelantó, y quitando sus armas de su cinto se prosternó ocho veces, y +dijo: «La princesa Kará, mi hija, que tú te has dignado llamar hace +poco, está a tus órdenes, y te ofrezco, además, cinco graneros de arroz. +Si humilde esclavo de tu grandeza, me presto a luchar hasta el fin, no +conservo la esperanza de vencer; al menos, puedo morir antes de +abandonar a un príncipe que ha puesto en mí su confianza al penetrar en +mi casa». Habiendo así hablado, volvió a tomar sus armas, y se lanzó de +nuevo en el combate. Mas las fuerzas le abandonaron, y había agotado ya +todas sus flechas. El Gran Tsubura dijo: «Ya no tenemos flechas, y +nuestras manos están heridas; no podemos ya combatir. ¿Qué nos resta que +hacer?» «No nos queda nada que hacer», respondió el príncipe. «Ahora, +quítame la vida.» Y el Gran Tsubura tomó su sable y quitó la vida al +príncipe. Luego, haciendo girar el arma contra sí mismo, hizo caer a sus +pies su propia cabeza.»<span class="pagenum"><a name="page_066" id="page_066"></a>{66}</span></p> + +<p>Esas eran las lecturas de antaño, las que los ministros del culto +comentaban y las generaciones comprendían, infundiendo así cada día en +los corazones nuevos las antiguas virtudes. «La conciencia, dice Hearn, +llega a ser el solo guía, por la doctrina de la intuición, que no tiene +necesidad de decálogo o de código fijo que señale las obligaciones +morales. «Teólogo y filósofo, dice Motoonori, que todas las ideas +morales necesarias al hombre le son sugeridas por los dioses y son de la +misma naturaleza instintiva que las que le obligan a comer cuando tiene +hambre, y a beber cuando tiene sed. El, el sapiente Hirata: «Toda acción +humana es la obra de un dios.» Y de nuevo Motoonori: «Haber comprendido +que no hay ni camino que conocer, ni ruta que seguir, es seguramente +haber comprendido el camino de los dioses.» Y otra vez Hirata: «Si +tenéis deseos de practicar la verdadera virtud, aprended a tener temor +de lo invisible, cultivad vuestra conciencia, y no os apartéis nunca del +camino recto.» Y luego: «La devoción a la memoria de los antepasados es +el resorte de todas las virtudes. El que no olvida nunca sus deberes +para con ellos, no puede ser irrespetuoso con los dioses ni con sus +padres.<span class="pagenum"><a name="page_067" id="page_067"></a>{67}</span> Un hombre semejante está siempre fiel a su príncipe y a sus +amigos, bueno y dulce con su mujer y con sus hijos.» Así pensaba el +Japón viejo. Semejante atraso estaba oculto tras la puerta que, los +hombres colorados, fueron a abrir a cañonazos.</p> + +<p>Y a cañonazos se despertó a la vida y a la civilización de Occidente el +Japón viejo, y se convirtió en el Japón nuevo.</p> + +<p>«Hoy, dice sonriendo afiladamente el japonés Hayashi a un periodista +parisiense, hoy tenemos acorazados, tenemos torpedos, tenemos cañones. +¡Los mares de la China se enrojecieron con la sangre de nuestros +muertos, y con la sangre de los que nosotros matamos! Nuestros torpedos +revientan; nuestros shrapnells crepitan, nuestros cañones arrojan +obuses; morimos y hacemos morir; y vosotros, los europeos, decís que +hemos conquistado nuestro rango, ¡que nos hemos civilizado! Hemos tenido +artistas, pintores, escultores, pensadores. En el siglo <span class="smcap">XVI</span> editábamos +en japonés las fábulas de Esopo. ¡Éramos entonces bárbaros!»</p> + +<p>¡Oh, sí! Hoy están los descendientes de los antiguos daimios +completamente civilizados. Al <i>jiu-jitsu</i> nacional, han agregado los +conocimientos adquiridos en el Creusot y en<span class="pagenum"><a name="page_068" id="page_068"></a>{68}</span> Essen. Se les obligó a +aprender la ciencia de la guerra en establecimientos occidentales; se +les demostró que pasar la vida feliz, sin derramamientos de sangre, sin +soldados, sin militarismo, sin cañones Krupp, era el colmo de lo +salvaje. Se les enseñaron los caracteres occidentales para que pudieran +leer los diarios nacionalistas de Francia, los discursos de M. Jaurés, +las obras de Kipling; así supieron lo interesante del nacionalismo, lo +útil del socialismo, lo superior del imperialismo. Como son hábiles y +emprendedores, los nipones tuvieron pronto arsenales de ideas nuevas, +tuvieron nacionalistas, socialistas, imperialistas. Se dieron una +constitución. Se vistieron como se visten los hombres de Londres, que es +como se visten los hombres de todo el Occidente. Vieron claramente que +sonreir siempre es malo, ser afable es dañoso, ser piadoso es ridículo. +Se convencieron de que ser de presa es lo mejor sobre la superficie de +la tierra. Se militarizaron; se armaron, fueron excelentes discípulos de +los carniceros de los países cristianos. Destruyeron toda la poesía +posible, convirtieron a Madame Chrisantème en institutriz inglesa y en +enfermera. Se lanzaron al asesinato colectivo con un apetito +sobrehumano. Oku, Kuroko, Togo,<span class="pagenum"><a name="page_069" id="page_069"></a>{69}</span> entran en la categoría de semidioses. +Se trató de matar al mayor número de rusos posible. Se trató de volar +barcos, de «dinamitar» puentes, de arrasar batallones. Se va a la +conquista, al degüello, al odio. ¿En dónde está ese mundo de vagos +ensueños, ese mundo como lunas extra-terrestres, como astral, que admiré +en las escenas, en la maravillosa actriz Sada Yacco que era una +revelación de belleza exótica y peregrina? ¿En dónde están los antiguos +pintores Kakemonos, los antiguos Outamaros y Hokusais? ¿En dónde las +nobles creencias, los generosos ideales, la dulzura del carácter, las +genuflexiones, las pintorescas amorosas, el alma antes encantadora del +pasado Japón?... En la Mandchuria, la tierra se llenó de cadáveres... +Los mares chinos se enrojecieron de sangre.</p> + +<p>Se mira a los Estados Unidos con aire de desafío, con amor a la +guerra...</p> + +<p>La civilización ha triunfado...</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_070" id="page_070"></a>{70}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_071" id="page_071"></a>{71}</span></p> + +<h3><a name="MI_DOMINGO_DE_RAMOS" id="MI_DOMINGO_DE_RAMOS"></a>MI DOMINGO DE RAMOS</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_072" id="page_072"></a>{72}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_073" id="page_073"></a>{73}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b073.jpg" width="228" height="320" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">Y veo en un país lejano<br /></span> +<span class="i0">una vieja ciudad.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_074" id="page_074"></a>{74}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_075" id="page_075"></a>{75}</span></p> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-m.png" +width="70" +height="70" +alt="M" + /></span><span class="smcap">i</span> +pobre alma, con una alegría de convaleciente, se despierta este día, +domingo, sonríe a la luz del sol de Dios, se sacude como un ave húmeda +del rocío de la aurora, y, a pesar de que quiero contenerla: «¡Mira que +estás muy débil! ¡mira que casi no tienes alientos! animula, blandula, +vagula, ¿a dónde vas?» no me hace caso, ríe como una locuela de catorce +años, se va, bajo el esplendor matinal, al jardín de mi fantasía, al +huerto de mi mente, y vuelve con dos verdes y frescos ramos de palma, +alzando los brazos al cielo, en un divino ímpetu, como si quisiera +volar.</p> + +<p>—Animula, blandula, vagula, ¿a dónde vas?</p> + +<p>—¡Voy a Jerusalén!—me dice mi pobre alma.</p> + +<p>Y allá se va, camino de Jerusalén, sin bordón de peregrino, sin alforja +de caminante, sin sandalias de romero. Ella va a la fiesta, arrastrada +por su deseo, sin temor de las asperezas del viaje, sin miedo a los +abismos, a las fieras y a las víboras.<span class="pagenum"><a name="page_076" id="page_076"></a>{76}</span></p> + +<p>Tal parece que fuese llevada por una ráfaga milagrosa, o sostenida por +el amoroso cuidado de cuatro alas angélicas. Ella no sabe hoy de las +tristezas, de las maldades y de las tinieblas de la vida. Deja la ciudad +de los infames publicanos, de los odiosos fariseos, de las pintadas y +ponzoñosas prostitutas. Ha sentido como el llamamiento de una sagrada +primavera, y se ha abierto fresca y virginal como una blanca rosa. Un +perfume celeste la baña, y ella a su vez exhala su perfume íntimo, su +ungüento de fe y de amor. Un sol de vida le pone en su debilidad, +fortaleza; en sus mejillas pálidas, una llama de niñez; en su frente, +tan combatida por el dolor, una refrescante guirnalda florida. ¿Que +vendrán las espinas después?...</p> + +<p>Ella no sabe eso. Hoy cree sólo en las flores y las palmas; hoy debe +asistir a la entrada triunfal del Rey Jesús. Armoniza sus más bellas +canciones de gloria, para repetirlas en honor de quien viene. Clamará +con el coro de los sencillos, con la lengua del pueblo que acompaña con +jubilosos hosannas al Príncipe del Triunfo.</p> + +<p>Se han borrado de su memoria las penas pasadas, no quiere poner su +pensamiento en los amargores futuros. Como en un inspirado<span class="pagenum"><a name="page_077" id="page_077"></a>{77}</span> paso, sigue +su ruta, y, tan ligera va, que el aire no la siente pasar. Las montañas +nada son para ella. Va sobre las cambroneras sin que sus pies desnudos +se hieran; los leones de la selva la miran con cariñosos ojos, y se +dicen: «He allí la pobre alma que va a Jerusalén, hoy, Domingo de +Ramos»; las tempestades se ciernen sobre su cabeza, pero ella es +invencible delante de las tempestades; el tórrido fuego de los desiertos +no marchita una sola de las flores de su corona; las palmas que lleva en +sus manos, con un gesto glorioso, están llenas de su primera frescura; +la alondra lírica y cristalina dícele: «Hermana, apresura el paso para +que llegues a tiempo». Y yo la sigo con ojos apasionados: «¡Sí, alma +mía, acude, no tardes, vuela a Jerusalén!».</p> + +<p>—«Yo soy tu infancia»—, me dice una voz entre tanto. Dícemelo una voz +encantadora que regocija y deleita mis potencias.</p> + +<p>Porque en lo íntimo de mi ser se despliega, como un inmenso e +incomparable lienzo azul, en que surge decorada por virtud maravillosa, +la estación de mi existencia en que los cielos eran propicios y la +tierra amable y buena como una nodriza. A mis narices viene un olor de +yerbas olvidadas, de flores que há tiempo no he vuelto a ver; a mis ojos +florece<span class="pagenum"><a name="page_078" id="page_078"></a>{78}</span> una aurora de visiones, que me atraen con una magia imperiosa; +a mis oídos llegan notas de lejanas armonías, que han dormido por largo +espacio de años bellas princesas del bosque de mi vida; mi tacto es +halagado por el roce de aires amigos, que acariciaron los bucles rubios +de mi infancia, y reconozco el troquel de que saltó mi primer +pensamiento, limpio y sonoro como una medalla argentina.</p> + +<p>Y veo, en un país lejano, una vieja ciudad de gentes sencillas, en donde +Jesucristo habría encontrado ejemplares de sus perfectos pescadores. +Sobre los techos de tejas arábigas de las casas bajas pasa un vuelo +vencedor en la mañana del Domingo de Ramos: la salutación y el +llamamiento que cantan las grandes campanas de la Catedral en que +duermen los huesos de los obispos españoles. El alba ha encontrado la +calle principal decorada de arcos de colores y alfombrada de alfombras +floridas; en esas alfombras, tosco artista ha dibujado aves simbólicas, +grecas, franjas y encajes, plantas y ramos de una caprichosa flora. La +policromía del suelo fórmanla tintes fuertes y vivos: maderas de las +selvas nativas, rosas para el rosal, hojas frescas para los verdes, y, +para el blanco<span class="pagenum"><a name="page_079" id="page_079"></a>{79}</span> maíz que el fuego reventó la noche anterior, cuando a +los granos trepitantes acompañaron alegres canciones. Las gentes han +madrugado, si no han pasado en vela la noche del sábado; han madrugado y +están vestidas de fiesta, aguardando la hora de la misa. Así, cuando ha +dado la señal el campanario, el desfile comienza: severas autoridades, +familias de pro, licenciados de largas levitas flotantes; la cruel +Mercedes, la dulce Narcisa, la rara Victoria, los elegantes y el pueblo +en su pintoresco atavío nacional. El sol que llega, todo de oro y +púrpura dominicales, tornazola los rebozos de seda de esas mujeres +morenas. Allá va el bachiller que lee a Voltaire y se confiesa una vez +al año, por la cuaresma, o antes si espera haber peligro de muerte: va a +la misa. Sobre aquella ciudad, feliz como una aldea, ciérnese todavía un +soplo del buen tiempo pasado. Es aún la edad de las virtudes primitivas, +de los intactos respetos y de la autoridad incontrastable de los +patriarcas. Para ir al templo preceden los cabellos blancos a los grupos +de fieles. Y la campana grande alegra a todos; todos los corazones +reciben el propio influjo; rige las voluntades un mismo ritmo de +impulsión. La campana grande es la lengua de<span class="pagenum"><a name="page_080" id="page_080"></a>{80}</span> la ciudad; ella despierta +reminiscencias de sucesos memorables, orgullos populares y orgullos +patricios. Cuando habla, creeríase que un espíritu supremo la inspira y +que anuncia, en su idioma de bronce, la piedad del cielo.</p> + +<p>Visión de los altares de llamas y pétalos. Son del potente órgano de +Pamplona; voces angelicales de los niños; clamores de los sochantres; un +velo de incienso envuelve y aroma la ancha nave: ese misterioso y +litúrgico perfume que tiene figura corporal, encarnado en su humo +fugitivo, es el ambiente en que pueden dejarse entrever, bajo las +cúpulas eclesiásticas, los seres puros del Paraíso. Y el cuerpo mismo, +al aspirarlo, mientras el alma se eleva con la plegaria, goza en una +como sagrada sensualidad. Visión del sacerdote: la simbólica del gesto; +el poder de las evocaciones divinas: la hostia, nieve sobre la pompa de +los oros y la gracia ascendente de los cirios, ¡Suena, suena, haz +estallar tu alma por tus tubos, órgano de Pamplona que toca el organista +de barba larga.</p> + +<p>Y he ahí que un niño meditabundo está arrodillado delante del +sacrificio. Id al Himalaya, y entre las más blancas nieves de la más +alta cumbre, buscad el copo que en sí<span class="pagenum"><a name="page_081" id="page_081"></a>{81}</span> contenga la blancura misma: esa +es su alma. Id al Sarón bíblico y, entre todos los lirios, escoged el +que escogería para entrar en el Paraíso la más pura de las +bienaventuradas: esa es su fe. Y ese niño, en medio de su oración y de +su contrición, siente un eco nuevo en lo secreto de su ser, eco que +responde a la inmortal anunciación de la Lira.</p> + +<p>¡Palmas! La procesión ha aparecido ya; hacia el azul del Señor dirigen +las alas las jaculatorias; las músicas tienden en los aires sus arcos de +harmonías; del campanario, como de un sacro y encantado palomar, +desbandadas de palomas, de palomas de oro, los himnos de las campanas se +ciernen sobre las gentes. Hosannas de los trombones y violines; hosannas +de las plantas; hosannas de los celestes violoncelos. Bajo la seda y el +oro de un palio pomposo como una casulla de gala, va Jesucristo sobre +una asna; el prefecto lleva la asna del fiador. Obra de desconocido e +ingenuo escultor de la escuela quiteña, Nuestro Señor está hermoso y +real sobre su cabalgadura. Sus atavíos son los de un arzobispo; lleva +magna capa sostenida por un paje eclesiástico; sus ojos dulces miran +como si mirasen lo infinito; su cabellera nazarena le cae en rizos sobre +los hombros;<span class="pagenum"><a name="page_082" id="page_082"></a>{82}</span> su mano derecha, detenida en un gesto hierático, bendice +al mundo. Así va, seguido de gran muchedumbre, sobre las alfombras +policromas y olorosas, bajo las arcadas de banderolas. Pendientes de los +arcos, veis curiosas cosas: frutas doradas, cestos de flores, pelicanos +con el pecho herido, garzas reales, águilas y palomas, monstruosos +caimanes, inauditas tarascas, serpientes y quimeras.</p> + +<p>El olor de la tierra húmeda únese a la exhalación perfumada de las +enormes flores de palmera, gruesos chorros de oro impregnado de fino +óleo aromoso, y cuyos granos son, para los naturales, a manera de +primitivos confetti. ¡Palmas! Por todas partes veréis la inclinación +gallarda de los ramos sonoros y frescos, imprimiendo al conjunto +extraño, como un concepto de belleza antigua y peregrina. Palmas llevan +los viejos; mujeres y niños hay coronados de palma. Y la procesión va +por la calle mayor, la calle Real, con una solemnidad llena de gozos y +fragancias. Y he allí que al llegar a un punto dado, bajo el más bello +arco de colores, hay una hermosa granada de plata que deja entrever +granos de oro. Y cuando el palio pasa debajo de ella, y el Señor del +Triunfo se detiene un<span class="pagenum"><a name="page_083" id="page_083"></a>{83}</span> instante, la bella fruta oriental se abre, como +reventada de sol y de savia, y de su seno vuelan, como un grupo de +mariposas que se pusiesen en libertad, hojas impresas que lleva el aire +sobre la muchedumbre, y que tienen, en honra de Jesucristo triunfante, +versos. ¡Versos! Sí, versos rimados malamente, sentidos buenamente; +logro inapreciable para la muchedumbre que acompaña al Nazareno, que, +con la diestra, en un gesto hierático, bendice al mundo. ¡Oh, potestades +de los cielos! ¡Vosotras podéis ver quién, cual si fuese un infante +real, siente como hecha de un oro divino su corona de palmas del Domingo +de Ramos! Es ese niño que ha llegado de la iglesia, y está cerca de la +anciana abuela de cabellos crespos y recogidos como una marquesa de +Boucher.</p> + +<p>Es ese niño meditabundo, triste en su alegría, como si estuviese +sintiendo ya la llegada de su Viernes Santo. ¡Es ese niño que ha rimado +los versos infantiles de la granada oriental, símbolo de su corazón, que +se abrirá para regar por ley infalible, sobre la tierra sus íntimas +armonías, los perfumes misteriosos de su sangre vital, la esencia de su +pobre alma, enferma desde entonces, de la recóndita y adorada enfermedad +del ensueño!<span class="pagenum"><a name="page_084" id="page_084"></a>{84}</span></p> + +<p>Y aquella palma mística es para él un símbolo. Sus ojos pueriles miran +de pronto, como en un vago éxtasis, una figura, que cerca del Cristo +lleva una palma en la mano. Es una figura de maravilloso aspecto, +semejante a un arcángel, vestida de fortaleza y de luz; su frente +aureolada se destaca sobre el profundo y sacro azur; su diestra alza en +la mano una imperial palma de oro; su voz suena con harmonía intensa y +dominante, como la voz de un dios: «¡Yo soy, oh, niño, exclama, quien te +viene a hechizar y arrastrar para siempre en el triunfo del Domingo de +Ramos! He aquí la palabra simbólica: ¡Yo soy la Gloria! Yo vengo a +mostrarte el miraje de las soñadas Babilonias de plata, los sublimes +Eldorados, las Jerusalenes que han de atraer tu pensamiento y tu sér +todo, pues has nacido predestinado para desconocidos padecimientos, por +amor de las Visiones y la pasión de las Palmas!»</p> + +<p>Y el niño escucha aquellas palabras, sintiendo en su débil persona como +la insuflación de una vida nueva; y su pequeño corazón palpita en un +desconocido propósito de obrar y realizar cosas grandes.</p> + +<p>Más tarde, las palmas del domingo guárdanse en las casas de los +creyentes, como poderosos<span class="pagenum"><a name="page_085" id="page_085"></a>{85}</span> e invencibles talismanes. Queda junto a los +retablos antiguos, junto a los santo-cristos que guardaban los lechos +familiares, los ramos que el tiempo seca, y que las canículas doran y +tornan más sonoros y livianos. Cuando suenan los truenos y caen los +aguaceros diluviales bajo el cielo negro cebrado de relámpagos, fórmanse +de las palmas benditas del Domingo de Ramos coronas salvadoras. +Coronados de palmas, los habitantes de la ciudad feliz no temen las +amenazas de la tormenta. Y he aquí que el niño triste, precoz enamorado +de la Lira, sembró en el huerto de su corazón y en el jardín de su +suerte un ramo de aquellas frescas hojas, y el ramo, a pesar de crueles +inviernos, de ásperos huracanes, de voraces langostas, de hoces +afiladas, ha crecido y producido otros ramos nuevos.</p> + +<p>De allí ha cortado, en este día esplendoroso, sus dos palmas gallardas, +la pobre alma que hace su peregrinación a Jerusalén, como sostenida por +cuatro alas angélicas que enviara un bondadoso decreto del Padre de la +Esperanza.</p> + +<p>—«¡Vengo de Jerusalén»!, dice mi pobre psique. Y he aquí que miro en +sus ojos más luz, y en sus mejillas una pura y juvenil llama<span class="pagenum"><a name="page_086" id="page_086"></a>{86}</span> de sangre. +Vuelve reconfortada, para arrostrar las tinieblas y elementos que la +combaten en el habitáculo del debil y vibrante cuerpo. Pues es ella la +víctima ofrecida, por la ley suprema, a las fuerzas desconocidas que +ponen cerco a su frágil domicilio. En la bóveda del cráneo, son los +pensamientos y los sueños que nacen entre las marañas del cerebro; los +nervios que, como una cruel túnica, se extienden; las pasiones que se +desatan por las puertas de los sentidos; y el omnipotente y tentacular +pulpo del sexo cuya cueva obscura es el sepulcro. Después, las luchas +del Mundo y del Demonio encarnados en la Maldad ingénita y en la +Estupidez humana; los truenos de la vida, las rachas, los ventiscos de +las rudas horas amargas, de odiosa espuma; los relámpagos de la +concupiscencia; los rayos de la soberbia; las lívidas nubes de la +envidia; los aborrecimientos desconocidos; los granizos inmotivados; la +Mujer—<i>¡Misterium!</i>—con su arcana misión de pecado y de llanto; el +crimen; y, sobre todo, en el fondo de esa implacable tempestad, +guardianes de la vasta Puerta del Universo: obscuro, obscuro, el dolor; +pálida, pálida, la Muerte...</p> + +<p>¡Dame, alma de mi infancia, una hoja de tu palma bendita para coronar mi +frente!<span class="pagenum"><a name="page_087" id="page_087"></a>{87}</span></p> + +<h3><a name="HOMBRES_Y_PAJAROS" id="HOMBRES_Y_PAJAROS"></a>HOMBRES Y PAJAROS</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_088" id="page_088"></a>{88}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_089" id="page_089"></a>{89}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b089.jpg" width="158" height="219" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> + Al amor de la mañana, o cuando comienza<br /> +la tarde, he aquí +lo que suele verse en los<br /> jardines de París... +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_090" id="page_090"></a>{90}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_091" id="page_091"></a>{91}</span></p> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-a.png" +width="70" +height="71" +alt="A" + /></span><span class="smcap">l</span> amor de la mañana, o cuando comienza la tarde, he aquí lo que suele +verse en los jardines de París, especialmente en las Tullerías y en el +Luxemburgo. Mientras al amparo de las alamedas saltan los niños o juegan +con sus aros y las nodrizas cuidan de sus bebés, y en los bancos hay +lectores de diarios, y más allá jugadores de «foot-ball», y paseantes +que flirtean, o estudiantes que estudian, o pintores que cazan paisajes, +y en las anchas filas de las fuentes, al ruido del chorro de agua, +minúsculos marinos echan sus barquitos de velas blancas y rojas, unas +cuantas personas cumplen con una obligación sentimental y graciosa que +se han impuesto: dar de comer a los pajaritos. Generalmente, los únicos +que aprovechan son los gorriones, los ágiles y libres gorriones de +París. Hay también las palomas, pero las palomas no son las que más +gozan de la prebenda. Parecen estar fuera de su centro, de lugares en +donde reinan solas, sin competencia ni reparto: la plaza de San<span class="pagenum"><a name="page_092" id="page_092"></a>{92}</span> Marcos +de Venecia, o las cercanías del palacio Pitti, en Florencia. Aquí, pues, +son los gorriones, pequeños e interesantes vagabundos, opuestos a la +vida normal de las abejas, por ejemplo, y que esperan por estudioso +biógrafo un Maeterlinck alegre.</p> + +<p>No lejos del Arco del Carrousel, en que la guerra y la Ley están +representadas, un grupo de gente de diversas condiciones y edades, forma +valla, mira en silencio. Un hombre de aspecto tranquilo y serio, cerca +del césped, sobre el que salta y vuela una inmensa bandada de gorriones, +saca de su bolsillo un pan y lo desmenuza. Luego, comienza a llamar: +¡Juliette!... Y una fina gorrioncita se desprende de la bandada +chilladora y saltante, y se va a colocar en la cabeza, en los hombros, +en la mano del hombre. «Louise, Jean, Friederic, Mimi, Toto, Mussette».</p> + +<p>Los pájaros libres del jardín, que entienden por sus nombres +respectivos, van todos a la voz que les llama. Y es un revoloteo +incesante alrededor del amigo que regala, y una fiesta a que, por otra +parte, están completamente acostumbrados. Unos cazan la miga al vuelo, +otros la toman en la mano, otros la recogen del suelo.</p> + +<p>El hombre les habla, les acaricia, les regaña.<span class="pagenum"><a name="page_093" id="page_093"></a>{93}</span> <i>Prends garde, +gourmand.</i> «Ten cuidado, glotón». «No seas atrevido, Robert». «Señorita, +así no se come»... «Insolentes, ahora vais a ver». Les trata con +naturalidad, con amistad, con confianza, con familiaridad. Todos ellos +le conocen, y él conoce a todos ellos, a pesar de tener todos igual +uniforme, y de no haber nada más semejante a un gorrión, como una gota +de agua a otra gota de agua. Y se ve que ese personaje, cuyo nombre +todos ignoran, tiene verdadero amor por sus pajaritos, y que no falta un +solo día, desde hace muchos años, a cumplir con su amable tarea, de +manera que, si faltase una sola vez, habría verdadera alarma entre el +mundo alado que puebla los ramajes de las Tullerías, y que si llegase a +faltar para siempre, los pobres animales estarían de duelo, a menos que +su alma en libertad fuese visible para ellos en la transparencia de los +aires.</p> + +<p>Mas, en verdad, una vez se ausentó, enfermo de la vista, y hubo duelo +entre los pájaros y gozo a su retorno.</p> + +<p>En el jardín del Luxemburgo, cerca del palacio, al lado de las galerías +del Odeón, muchas veces he encontrado a diferentes personas que dan de +comer a los pajaritos; pero, sobre todo, no dejo nunca de ver a un<span class="pagenum"><a name="page_094" id="page_094"></a>{94}</span> +viejecito, de aspecto venerable, de ropas modestas, que lleva en su +solapa la cinta de la Legión de Honor. ¿Qué sabio, qué poeta será? ¿O +qué filósofo anciano que venga con un espíritu semejante al de su +antepasado Descartes a admirar la mano de Dios, y a «conocer y +glorificar al obrero por la inspección de sus obras?» Otras veces, es un +caballero enorme, que se sienta en los bancos para llenar su obligación, +varón de gordura extraordinaria, que tiene una cabeza de niño +gigantesco. Los pájaros se le posan sobre el extensísimo pecho, sobre +los hombros de elefante, le revuelan por el magnífico vientre, y en +ramilletes temblorosos se le prenden de las manos regordetas, llenas de +bizcochos. No puedo de dejar de pensar: bueno, como todos los gordos. +Cerca de él una viejecita de luto, con un niño, reparte también su +ración. A veces conversa con los pájaros, a veces con el niño, a ambos +les habla con el mismo tono. Los animales conocen a todos, pero con el +anciano de la Legión de Honor hay mayores relaciones. Le siguen, cuando +les deja, a saltitos; se diría que le hablan en su idioma; se le sientan +en el veterano sombrero de copa; le llaman de lejos. El se vuelve; los +sonríe; parece que se despide hasta el día siguiente.<span class="pagenum"><a name="page_095" id="page_095"></a>{95}</span></p> + +<p>Y nada es más suavemente impresionante, en la frescura de la mañana o en +la melancolía de la tarde. Acaba uno de leer los diarios, de ver la obra +del mal, del odio, la lucha de las pasiones, el hervor de los vicios. +Larga lista de crímenes, de escándalos, de injusticias. Los asesinatos, +las infamias, las intrigas, todo el endemoniado producto de una inmensa +ciudad de tres millones de habitantes. Va uno por los bulevares, y ve +pintada en la mayor parte de los rostros con que se encuentra, la +codicia, la ferocidad, la vanidad y la lujuria; habla uno con prójimos, +con conocidos, llenos de hieles, de ponzoñas, de vitriolos; encuentra +uno más allá, astucias, intrigas, rebajamientos, prostituciones, la caza +al <i>sou</i>, la caza al franco, la caza al luis, al billete, al cheque, los +aires de neurosis que soplan sobre las terrazas; los asesinos elegantes; +los espadachines cobardes; los ambiciosos; los <i>ratés</i>; la vergüenza de +abajo; los crímenes de arriba; Sodoma por una parte y Lesbos por otra; +lo artificial entronizado; las podredumbres cotidianas; la farsa +continua, la negación de Dios. Y hay aquí estas gentes que vienen a dar +de comer a los pajaritos...</p> + +<p>Sí, porque París tiene un vasto cuerpo; es<span class="pagenum"><a name="page_096" id="page_096"></a>{96}</span> un vasto cuerpo como el +cielo de Swedenborg, o el universo de Campanella. Tiene un organismo +propio, semejante a los astros de Bruno, <i>animali intellettuali</i>: tiene +una cabeza, unos brazos, un corazón, un vientre y un sexo; tiene sus +grandes pensamientos, sus grandes sentimientos, y sus buenas y malas +acciones, y sus bellos gestos y la banda gris del Sena que refleja los +diamantes celestes.</p> + +<p>Por el barrio en que habité está el cerebro, está la cabeza. Por algo, +en el <i>argot</i> parisiense, <i>sorbonne</i> quiere decir cabeza. Allí está el +órgano pensante, la juventud de las escuelas, las grises piedras que +vieron pasar a Abelardo, el hogar de la enseñanza. Unos cuantos +meditativos viejos, en sus encierros silenciosos, compulsan los +conocimientos del pasado, trabajan en la ciencia del presente, piensan +en el porvenir; un ejército de jóvenes se prepara a la obra de los +maestros. Es el Colegio de Francia, es el Instituto, la Escuela de +Medicina, todas las escuelas y laboratorios y en donde se forman y se +desarrollan los sabios, y aprenden a concretar sus sueños los artistas. +Es el Panteón, son los museos.</p> + +<p>Las cátedras de ese centro están en actividad. Profesores y alumnos +siguen por el<span class="pagenum"><a name="page_097" id="page_097"></a>{97}</span> camino comenzado desde hace siglos. Aquí se escucha el +ruido de la humanidad, se busca cómo penetrar el misterio de las cosas, +cómo mejorar la existencia; la filosofía investiga, induce, deduce; la +ciencia experimenta, analiza; se labora por el mejoramiento social, por +el perfeccionamiento individual. De las cátedras se extiende un continuo +río de ideas, de que benefician la industria, el comercio, la salud. Y +los ojos de París están también allí, en el Observatorio, escudriñando +la altura, fijos en los astros.</p> + +<p>A un lado y otro se extienden los brazos. Es el París que trabaja, las +extremidades llenas de fábricas, cuajadas de usinas de telares, de +chimeneas. Por allí, constantemente, bullen las muchedumbres de obreros +que forman la vitalidad productora: los obreros que saben leer y luchar, +los trabajadores que salen de sus labores y van a las universidades +populares a comunicar con sus hermanos intelectuales, ya en el faubourg +Saint-Antoine, ya en Montreuil-sous-Bois, en Grenelle, o en +Boulogne-Billancourt, de un punto a otro, de Asnières a Charenton, de +Vincennes a Puteaux, a Levallois, a Courbevoie. Pues los brazos de París +manejan alternativamente herramientas y libros, antorchas e<span class="pagenum"><a name="page_098" id="page_098"></a>{98}</span> ideas. Son +brazos robustos e inteligentes, y también terribles.</p> + +<p>El inmenso vientre y el sexo están en el centro, en ese trecho en que +los grandes bulevares juntan todos los apetitos, deseos y vicios +nacionales y extranjeros, desde la Magdalena hasta la Plaza de la +República y los alrededores de la Opera. Allí se come bien y se peca +mejor. La riqueza y el lujo hacen su exhibición, la gula encuentra cien +dorados refugios en que saciar sus más exquisitos caprichos, y el amor +fácil halla el suntuoso y babilónico prostíbulo ambulante que ha dado a +esta capital, digna de superior renombre, el de ser el lugar de cita y +el casino de las naciones.</p> + +<p>Y el corazón de París late por todas partes, y riega su sangre por todo +el resto del magnífico cuerpo. Ese corazón anima a las individualidades +silenciosas y discretas que hacen el bien callado a los hospicios y +lugares de asilo, a los conventos en que sin engaño se reza y se +sostiene, como dice Huysmans el de la Oblación, el pararrayo. Cuando ese +corazón quiere hablar se llama <i>Severine</i>, como se llamaba Luisa Michel. +El hace ir sin pompa a las viejas caritativas a llevar pan y carbón a +sus pobres; él sostiene a las<span class="pagenum"><a name="page_099" id="page_099"></a>{99}</span> infinitas muchachas honestas que, +viviendo con el lupanar a la vista, prefieren ir a la fábrica para dar +de comer a la madre inválida o al hermanito enfermo; él se revela, por +fin, en los que se ahogan por salvar suicidas, en el médico que va a ver +el infeliz y le deja con la receta el dinero para pagarla, en las nobles +cooperativas, y hasta en el cochero viejo que se mata porque se le murió +el caballo, que era su antiguo compañero. ¡El buen París! ¿Quién dice +que tan solamente hay aquí muñequitas de carne, y hombres con profesión +de pez? Que venga a ver los talleres llenos, las iglesias, las +universidades populares, y... a los hombres que dan de comer a los +pajaritos.</p> + +<p>No hay que reir mucho de Margot si llora por el melodrama, y si viejas +solteronas se enamoran de sus gatos. No hay que buscar el lado cómico de +las Sociedades protectoras de animales. No debe ser ridiculizado ningún +sentimiento de origen noble. Y el cariño hacia la naturaleza—paisajes, +animales, flores o aguas—y las simpatías por las manifestaciones +amables de ella, proclamarán siempre su origen generoso. Sin anonadar +nuestra personalidad humana en la ataraxia de Zenón o la apatía +epicúrea, tengamos la<span class="pagenum"><a name="page_100" id="page_100"></a>{100}</span> pasión del universo, la tendencia a nuestra +unidad. Así como nada conforta tanto como la presencia de los bosques o +la contemplación del Océano, nada suaviza más las asperezas del espíritu +que la visión de una rosa en su tallo, o un pájaro sin trabas ni jaula, +que salta y vuela por donde quiera, y canta sin inquietudes bajo el +cielo. Quizás la luminosa alegría que nada podrá destruir en el alma de +esta Galia feliz, viene de su simbólica alondra, maestra de libertad, +amante de claridad, ebria de frescor y de canto matutino. Tengamos el +amor de las rosas y de los pájaros, de las mariposas, de las abejas. Es +un medio de comunicación con lo Universal, con la divinidad. +Maeterlinck, en el libro admirable que conocéis, ha oído la iniciada voz +de Virgilio:</p> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2"><i>Ese apibus partem divinæ mentis et hansitus.</i><br /></span> +<span class="i0"><i>Athereos dixere: Deum manque ire per omnes.</i><br /></span> +<span class="i0"><i>Terrasque tractusque maris, extumque profundum.</i><br /></span> +</div></div> +</div> + +<p>Nada más conmovedor que la petición que, hace algún tiempo, dirigieron +al Congreso belga los miembros de un instituto de ciegos.</p> + +<p>Sabido es que en ambas partes a los pájaros cantores, para que canten +mejor, les sacan los ojos, sin duda acordándose del divino<span class="pagenum"><a name="page_101" id="page_101"></a>{101}</span> Melesígenes, +que también supo ser armonioso sin los suyos...</p> + +<p>En Bélgica hacen lo mismo, y esos ciegos del instituto han intercedido +por los ojos de los pajaritos.</p> + +<p>Yo sé que hay gentes que sonríen de todas esas cosas, que hallan todo +sentimentalismo fuera de moda, y que juzgan nefelibatas a los que no se +levantan todos los días con el único propósito de aumentar sus rentas +por la buena o por la mala. Yo sé que hay muchas gentes que retorcerían +con gusto el pescuezo a todos los cisnes del Caistro, y enviarían una +buena perdigonada a los ruiseñores de las melodiosas florestas. Yo sé +que en filosofía priva mucho actualmente la ferocidad, el egoísmo, la +crueldad. Pero esos son nietzschistas furiosos y danzantes, ante los +cuales iría yo a dar un abrazo al hombre que da de comer a los +pajaritos...</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_102" id="page_102"></a>{102}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_103" id="page_103"></a>{103}</span></p> + +<h3><a name="PRIMAVERA_APOLINEA" id="PRIMAVERA_APOLINEA"></a>PRIMAVERA APOLINEA</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_104" id="page_104"></a>{104}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_105" id="page_105"></a>{105}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b105.jpg" width="232" height="347" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> + Una copiosa cabellera. Unos ojos<br /> de ensueño y de +voluntad, juventud,<br /> mucha juventud: un poeta. +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_106" id="page_106"></a>{106}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_107" id="page_107"></a>{107}</span></p> + +<h4>I</h4> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-u.png" +width="70" +height="68" +alt="U" + /></span><span class="smcap">na</span> copiosa cabellera. Unos ojos de ensueño y de voluntad. Juventud, +mucha juventud: un poeta. Habla:</p> + +<p>—Yo nací del otro lado del Océano, en la tierra de las pampas y del +gran río. Desde mi pubertad me sentí Abel; un Abel resuelto a vivir toda +mi vida y a desarmar a Caín de su quijada de asno. Afligí a mis padres, +puesto que muy temprano vieron en mí el signo de la lira. Se me rodeó de +guarismos en el ambiente de las transaciones, y salté la valla. De todo +el himno de la patria sólo quedó en mi espíritu, cantando, un verso: +¡Libertad! ¡libertad! ¡libertad! Y me sentí desde luego libre por mi +íntima volición.</p> + +<p>Y conocí a un hermano mayor, a un compañero, que tendiéndome la diestra +me señaló un vasto campo para las luchas y para los clamores, me inició +en el sentimiento de la solidaridad humana, aquel joven bello y +atrevido<span class="pagenum"><a name="page_108" id="page_108"></a>{108}</span> de vida trágica y de versos fuertes. Mi bohemia se mezcló a +las agitaciones proletarias, y aun adolescente, me juzgué determinado a +rojas campañas y protestas. Fraseé cosas locamente audaces y rimé +sonoras imposibilidades. Mi alma, anhelante de ejercicios y actividades, +fluctuó en su primavera sobre el suburbio. No sabía yo bien adonde iba, +sino adonde me llamaban lejanos clarines. Me imbuí en el misterio de la +naturaleza, y el destino de las muchedumbres, enigma fué para mí, tema y +obsesión. Ardí de orgullo. Consideréme en la solidaridad humana, +vibrantemente personal. Nada me fué extraño, y mi yo invadía el +universo, sin otro bagaje que el que mi caja craneana portaba de +ensueños y de ideas.</p> + +<p>Mi espíritu era un jardín. Mis ambiciones eran libertad humana, alas +divinas. Y, como no encontraba campana mejor que la que levantaba el +alma de los desheredados, de los humildes, de los trabajadores, me fuí a +buscar a Cristos por los mesones de los barrios bajos y por los +pesebres. Creí—aurora irreflexiva—en la fuerza del odio, sin +comprender toda la inutilidad de la violencia. No acaricié el +instrumento de mis cantos, sino que le apreté contra mi corazón con una<span class="pagenum"><a name="page_109" id="page_109"></a>{109}</span> +como furia desmedida. Comprendía que yo había nacido para ser una vasta +comunidad sedienta de justicia, buscadora de inauditas bienaventuranzas. +Mi derrotero iba siempre hacia el azul. Para todo el comprimido río de +mis ideas juveniles no hallé mejor salida que el cauce de las +sensaciones y las cataratas de las palabras. Mi rebeldía iba coronada de +flores. No tenía más compañeros que los que veía dispuestos a las luchas +nobles y los buenos combates. Yo creí ver pasar «el gran rebaño». Yo lo +soñé una noche cavernosa que evocaba apariciones de muertas humanidades, +mientras pensaba, apartado de los hombres como un condor solitario +adormecido en la grandeza de las peladas cumbres, con la visión +desesperante de una colmena humana miserable que recortábase en la +blanca sábana de nieve como un borrón en una página alba. Al fin, hálito +cristiano me inspiró en aquella hora y la estrofa que otras veces +abofeteara a los oídos, se retorció en un gesto de insultador.</p> + +<p>Amé la grandilocuencia, pues sabía que los profetas hablaban en tropos a +los pueblos y los poetas y las pitonisas en enigmas a las edades. +Buscaba en veces la oscuridad. Me preocupaba a todas horas la +interrogación<span class="pagenum"><a name="page_110" id="page_110"></a>{110}</span> de lo fatal. Oía hablar al hierro. Mi primer amor no fué +de rosas soñadas, sino de carne viva. Me amacicé desde muy temprano a +los golpes de la existencia. Fuí a acariciar el pecho de la miseria. Y +surgió el amor. ¿Romántico? Hasta donde dorara la pasión la más sublime +de las realidades, representada en una adolescente rosa femenina. Todo, +es verdad, estaba dorado por la felicidad, hasta la tristeza y la +penuria de los que fuesen favoritos de mi lástima. Mis ideales de +venturanza humana no se aminoraron, sin embargo; mas se dulcificaron a +pesar de mis impulsos y proclamas de brega, por la virtud de una alma y +de una boca de mujer. Vida, sangre y alma busco y encuentro en la mujer +de mis dilecciones. Mas no por eso olvidé el sufrimiento de los que +consideraba mis hermanos de abajo, cuyas primeras angustias fuí a buscar +hasta las pretéritas y cíclicas tradiciones de la India. Mi carácter se +encabritaba en veces,</p> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">¡bravo potro salvaje<br /></span> +<span class="i0">que no ha sentido espuelas de jinete!<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p>No pude nunca comprender el rebajamiento de las voluntades, las +villanías y miserias<span class="pagenum"><a name="page_111" id="page_111"></a>{111}</span> que manchan en ocasiones las más finas perlas. En +ocasiones huía de la ciudad y hallaba en la inmensidad pampeana vuelos +de poemas que se confundían con ansias íntimas. El ritmo universal se +confundía con mi propio ritmo, con el correr de mi sangre y el hacer de +mis versos. De retorno a la urbe, hablaba a las muchedumbres. Vivía cara +a cara con la pobreza, pero en un ambiente de libertad, de libertad y de +amor. Con el vigor de la primera edad, con mi tesoro de ilusiones y de +ensueños, no pude evitar momentos de delirio, de desaliento, de +vacilaciones. Consagréme caballero de la rebeldía, pero sintiendo +siempre las dificultades de todo tiempo. Llegué a comprender las +fatalidades, de la injusticia, y mi simpatía fué a los grandes caídos, +Satán, Caín, Judas. Encontré por fin estrecha mi tierra con ser tan +ancha y larga, y vi más allá del mar el porvenir. Solicité los éxodos y +ambicioné la vida heroica. El Océano fué una nueva revelación para mis +alas mentales. El amor mismo fué animador de mis designios de conquista. +En el viejo continente proseguí en mis anhelos libertarios. Tomé parte +en luchas populares, vi el incendio, la profanación; oí los alaridos de +la Bestia policéfala y creí en el mejoramiento<span class="pagenum"><a name="page_112" id="page_112"></a>{112}</span> de la humanidad por el +sacrificio y por el escarmiento. Revivían en mi mente las antiguas +leyendas de mi tierra americana y las autóctonas divinidades de los +pasados tiempos reaparecían en mis prosas combativas y en mis estrofas +amplias y sonantes. «La historia del viejo ombú despertó el alma de las +tres razas que dormían en mí». Y el viento de Europa, el soplo árido, al +mover mis largos cabellos, me infundió un nuevo y desconocido aliento.</p> + +<p>Y luego fué como un despertar, como una nueva visión de vida. Comprendí +la inutilidad de la violencia y el rebajamiento de la democracia. +Comprendí que hay una ley fatal que rige nuestras vidas, instantáneas en +la eternidad. Supe, más que nunca, que nuestra redención del sufrir +humano está solamente en el amor. Que el pozo del existir debe ser +nuestra virtud del paraíso. Que el poema de nuestra simiente o de +nuestro cerebro es un producto sagrado. Que el misterio está en todos, +y, sobre todo, en nosotros mismos y que puede ser de sombra y de +claridad. Y que el sol, la fruta y la rosa, el diamante y el ruiseñor se +tienen con amar.<span class="pagenum"><a name="page_113" id="page_113"></a>{113}</span></p> + +<h4>II</h4> + +<p>Así habló el bizarro poeta de larga cabellera, en una hora armoniosa en +que la tarde diluía sus complacencias dulces en un aire de oro. El +cuarto era modesto; el antiguo libertario revelaba sus aristocracias de +artista, con el orgullo de su talento, con su amada, condesa auténtica, +y con una Juventud llena de futuro más auténtica aún.</p> + +<p>Y salimos al hervor de París.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_114" id="page_114"></a>{114}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_115" id="page_115"></a>{115}</span></p> + +<h3><a name="VISIONES_PASADAS" id="VISIONES_PASADAS"></a>VISIONES PASADAS</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_116" id="page_116"></a>{116}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_117" id="page_117"></a>{117}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b117.jpg" width="251" height="406" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> + Una vaga tristeza flota en la costa extensa y +solitaria... +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_118" id="page_118"></a>{118}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_119" id="page_119"></a>{119}</span></p> + +<h4><span class="sans">LA MAREA</span></h4> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-u.png" +width="70" +height="68" +alt="U" + /></span><span class="smcap">na</span> vaga tristeza flota en la costa extensa y solitaria, cuando baja la +marea. El agua de la bahía panameña se retira a largo trecho. Los +muelles aparecen alzados sobre sus cien flacas piernas de madera. La +playa está cubierta de un lodo betuminoso y salino, donde resaltan +piedras deslavadas y aglomeradas conchas de ostras.</p> + +<p>Las embarcaciones, quietas, echadas sobre un costado, o con las quillas +hundidas en el fango, parece que aguardan la creciente que ha de +sacarlas de la parálisis. A lo lejos, un cayuco negro semeja un largo y +raro carapacho; sobre una gran canoa está, recogida y apretada entre +cuerdas, la gavia. Agrupados como una quieta banda de cetáceos rojos y +oscuros, dormitan los grandes lanchones. Un marinero ronca en su +chalupa. Las balandras ágiles aguardan la hora del viento.</p> + +<p>Los boteros «chumecas» arreglan sus botes y sus pangaschatas. A la +orilla del mar,<span class="pagenum"><a name="page_120" id="page_120"></a>{120}</span> los pantalones arremangados sobre la rodilla, apoyado +en un remo, un chileno robusto canta entre dientes una zamacueca. +Empieza a oirse el apagado y suave rumor del agua que viene. Suena el +aire a la sordina.</p> + +<p>La primera barca que ha recibido la caricia de la ola, cabecea, se +despierta, vuelve a agitarse, curada de la nostalgia del movimiento. De +allá, de donde vienen los chinos pescadores, sale, al viento la vela +radiada, un junco ligero. Cual si se viniese desenrollando una enorme +tela gris, avanza la marea, trayendo a la playa su ruido de espumas y +sus convulsivas agitaciones.</p> + +<p>El vagido del mar aumenta, y se oye semejante al paso de un río en la +floresta. Es un vagido continuado, en un tono opaco, tan solamente +cambiado por el desgarramiento sedoso y cristalino de la ola que se +deshace.</p> + +<p>¡Canta en voz baja, pon tu órgano a la sordina, oh, buen viento de la +tarde! Canta para el marino que partirá para un largo viaje, cuando +alegre el agua azul la armoniosa visión de un blanco vuelo de goletas. +Canta para el pescador que tenderá la red; canta para el remero negro, +risueño y de grandes gestos elásticos; canta para el chino que va a +pescar, todavía con la divina<span class="pagenum"><a name="page_121" id="page_121"></a>{121}</span> modorra de su poderoso y sutil opio. Y +canta, mientras la marea sube, para los viajeros, para los errantes, +para los pensativos, para los que van sin rumbo fijo, tendidas las +velas, por el mar de la vida, tan áspero, tan profundo, tan amargo como +el inmenso y misterioso océano.</p> + +<h4><span class="sans">A UNA BOGOTANA</span> (Pasillo en prosa.)</h4> + +<p>El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals. Vea +usted cómo aquellos dos enamorados pueden llevar el compás, en medio de +la más ardiente conversación. El dice que los lindos ojos de una mujer +valen por todos los astros, y los lindos labios por todas las rosas. +Como ella quiere demostrar lo contrario, le mira con los bellísimos ojos +suyos, le sonríe con sus inefables labios, que son en un todo iguales a +aquellos con que la señorita de Abril dió el primer beso al caballero de +Mayo. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals.</p> + +<p>¡Oh, sí, sí! La fuerza de una pasión es mayor, infinitas veces, que el +empuje de ese<span class="pagenum"><a name="page_122" id="page_122"></a>{122}</span> enorme y poderoso Tequendama. ¿Usted conoce la catarata?</p> + +<p>Dicen que sus aguas saltan de un clima a otro. Que allá abajo hay palmas +y flores; que arriba, en la roca que conoció la espada de Bolívar, hace +frío. ¡Qué delicia estar allá abajo, señora, dos que se quieren! La +soberana armonía de la naturaleza pondría un palio augusto y soberbio al +idilio. Al ruido del salto no se oirían los besos. ¡Idilio solitario y +magnífico! ¿Sabe usted, señora, que tengo deseos de que se casen dos +amables solteros al comenzar a florecer los naranjos? Efraim Isaacs con +Edda Pombo. ¡Qué envidiable pareja! ¿Está usted agitada? El pasillo, +señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals.</p> + +<p class="ast">* * *</p> + +<p>En cuanto las heridas alas de mi Pegaso me lo permitan, heridas, ¡ay, +por dolores hondos y flechas implacables!—iré, señora, a la Vía Láctea, +a cortar un lirio de los jardines que cuidan las vírgenes del paraíso. +Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa, en Sirio un clavel, +y en la<span class="pagenum"><a name="page_123" id="page_123"></a>{123}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b123.jpg" width="317" height="485" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> + Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa... +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_124" id="page_124"></a>{124}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_125" id="page_125"></a>{125}</span></p> + +<p class="nind">enfermiza y pálida Selene una adelfa. El ramo se lo daré a una suave y +pura mujer que todavía no haya amado. La rosa y el clavel la ofrecerán +su perfume despertador de ansias secretas. El lirio será comparable a su +alma cándida y casta. En la adelfa pondré el diamante de una lágrima, +para que sea ella ofrenda de mi desesperanza. Bien se conversa al compás +de esta blanda música. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un +lento y rosado vals.</p> + +<p class="ast">* * *</p> + +<p>Conque ¿se va? ¡Feliz, muy feliz viaje! Así sucede en la vida. El alba, +que abre los ojos de una diana de liras, dura un momento; dichoso el +monje que oyó, por largos siglos, cantar al ruiseñor de la leyenda, +¡Adiós, golondrina, adiós paloma! Pero ¿quiere hacerme un dulce favor? +Cuando llegue usted a su gigantesco Tequendama, deshoje, a mi memoria, +la flor que lleva en su corpiño, y arrójela en las locas espumas que +allá abajo, sobre las rosas, junto a las palmas, hacen temblar sus +iris... El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado +vals.<span class="pagenum"><a name="page_126" id="page_126"></a>{126}</span></p> + +<h4><span class="sans">LA VIRGEN NEGRA </span>(Havre).</h4> + +<p>En Normandía de Francia, yendo del Havre a Orcher, se encuentra un +pueblecito coronado por una bella estatua de la Virgen. Llaman a este +divino icono «La Virgen Negra». ¡Quién rimase latín de himnos y +secuencias para hallar una cuenta de oro que agregar al rosario precioso +de la Letanía! La Virgen está en bronce, en un lugar alto; domina el mar +y el campo.</p> + +<p>El zócalo de su estatua está vestido de verdura por una fresca invasión +de enredaderas. La Virgen Negra es patrona de los marineros. Desde su +trono de piedra muestra su niño Jesús al mar; y por ella, muchos hijos +de pescadores ven llegar a la casa pobre, después de las tempestades, +blancas barcas chorreando agua salada.</p> + +<p><i>¡María Stella!</i> La estrella del mar tiene al Dios hijo en los brazos. +¡Orgullosa con su delfín, franceses! Esa reina de la Francia celeste, en +su maternidad, es la que libra de los vientos y de las rocas vuestras +barcas, y la que hace madurar vuestras uvas, que dan la<span class="pagenum"><a name="page_127" id="page_127"></a>{127}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b127.jpg" width="334" height="308" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> + En Normandía de Francia, yendo del Havre<br /> a Orcher, se +encuentra un pueblecito coronado<br /> por una bella estatua de la Virgen. +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_128" id="page_128"></a>{128}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_129" id="page_129"></a>{129}</span></p> + +<p class="nind">sangre y las danzas. Vosotros, campesinos de Orcher, marineros del +Havre, sabéis hacer su fiesta con el canto de los campanarios, los +cirios nuevos y las ofrendas florales.</p> + +<p>Ella, que es estrella de la mañana, es también el faro, la estrella de +la noche. Cuando el sol se va queda su sol sublime. <i>¡Stella +Vespertina!</i> Encarnada en el más duro de los metales, ha puesto en él su +enternecimiento y su gracia. Así esa gran Virgen, formidable en su +bronce, tiene el propio encanto, la misma humildad materna de las +vírgenes delicadas de los lienzos y de las místicas esculturas +policromas que están en los templos. De todas las manos que a ella se +tienden bajo la tormenta, ¿cuál es la que no halla apoyo? Tú, que te +hundes, no tienes en tus labios sino palabras de blasfemia y de +desesperanza...</p> + +<p>El milagro existe. El milagro lo cuentan pescadores canosos, domadores +de vientos. El que no cree en el milagro, no ha rogado nunca en una +inmensa desgracia, no ha tenido jamás el momento de pedir llorando, con +el alma, un algo de su piedad y de su dulzura a la madre María. Ella +tiene siempre la sonrisa en sus místicos labios. Ella tiene a<span class="pagenum"><a name="page_130" id="page_130"></a>{130}</span> cada +instante el gesto de salvación, la mirada de aliento, lo que apacigua a +Behemot, y lo que detiene a Leviathan.</p> + +<p>Su hermosa cabeza imperial y maternal se mueve entoldada por un zodiaco +de virtudes. La ola enorme del mar que ella tiene a sus pies, no hace su +obra brutal si ella la mira. Cada bruma le reza, cada espuma le canta. +El vago y fugitivo iris tiene siempre, para que ella pase, listo su +puente. Las gaviotas vuelan alrededor de la media luna que ella pisa.</p> + +<p>«Madre María—dice la golondrina—, ya volví de la tierra de Africa.»</p> + +<p>«Madre María—dice la anciana abuela—, ¿nada malo ha pasado al +grumete?»</p> + +<p>«Madre María—dice una mariposa blanca—, la niña rubia que aguarda al +novio, te está tejiendo una guirnalda de rosas rojas.»</p> + +<p>Y en el campo cercano, más allá de las «villas», donde los árboles se +ven recortados como los encajes, está el hombre rural, que ama su fuerte +buey y su caballo normando.</p> + +<p>El ruega también a la Virgen Negra de Harfleur por la cosecha, por la +felicidad de la campiña, por la flor y el fruto. Ella, la madre, escucha +asimismo la plegaria del cultor.</p> + +<p>Quizá tuviere alguna pequeñita predilección<span class="pagenum"><a name="page_131" id="page_131"></a>{131}</span> por las gentes de mar, +porque... ¡pasan por tantos peligros! ¡van tan lejos! ¡son tan bravos y +serenos, y cantan tan alegres canciones! Mas no, ella es la misma para +todos.</p> + +<p>Bajo su manto de oscuro metal se agrupan todas las oraciones. ¿Son +muchas? El manto crece, se agranda, se agiganta. ¿Son más? Crecen tanto +como si fuese el mismo cielo azul, constelado de gemas siderales. Allí +cabe todo lo creado. Allí encuentra abrigo la plegaria de la humanidad, +y el Angelus que reza cada crepúsculo de la tarde, el alma del mundo.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_132" id="page_132"></a>{132}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_133" id="page_133"></a>{133}</span></p> + +<h3><a name="LOS_MISERABLES" id="LOS_MISERABLES"></a>LOS MISERABLES</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_134" id="page_134"></a>{134}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_135" id="page_135"></a>{135}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b135.jpg" width="313" height="454" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i0">Viejos de largas barbas canas; hombres<br /></span> +<span class="i0">fuertes; hombres jóvenes.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_136" id="page_136"></a>{136}</span> + +<span class="pagenum"><a name="page_137" id="page_137"></a>{137}</span></p> + +<div class="poetry3"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<b>LOS MISERABLES</b><br /><br /> +<span class="i0"><i>Los «gueux» franceses, los</i><br /></span> +<span class="i0"><i>«tramps» yankis, los «atorrantes»</i><br /></span> +<span class="i0"><i>argentinos.</i><br /></span> +</div></div> +</div> + +<h4>El «Gueux».</h4> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-q.png" +width="70" +height="71" +alt="Q" + /></span><span class="smcap">uien</span> haya visto en ciertos paseos, en la <i>banlieue</i>, o bajo arboledas +<i>hantées</i>, como dice el pequeño poema de Baudelaire, la figura +grotescamente miserable de ciertos desheredados de la suerte, de ciertos +malditos de la vida, de ciertos parias del arroyo, ¿no ha sentido al +mismo tiempo la repugnancia y la lástima?</p> + +<p>Harapientos, con fragmentos de zapatos, sombreros de todas las formas +imaginables, sucios y abollados; con las caras abotagadas y las narices +rojas de alcohol; viejos, de largas barbas canas; hombres fuertes: +hombres jóvenes, bajo el viento, bajo el sol, bajo la noche, pueblan sus +lugares preferidos.</p> + +<p>¿Dónde viven? No tienen lugar fijo, o se amontonan en ocultas covachas, +o vagan noctámbulos, para dormir a pleno sol en un<span class="pagenum"><a name="page_138" id="page_138"></a>{138}</span> paseo público, junto +a una estación de ferrocarril o en las gradas de un edificio.</p> + +<p>La miseria es tan antigua como el hombre. En el cielo fabuloso de la +Grecia se conocía ya la mendicidad. Aro o Areo fué un pordiosero del +país de Itaca. El zaparrastroso pretendió nada menos que casarse con +Penélope, y Ulises, su noble rival, se deshizo de él de un puñetazo.</p> + +<p>Las manifestaciones de la miseria son las que han cambiado con los +tiempos y las costumbres.</p> + +<p>El <i>gueux</i> de la Francia de hoy no es el mismo de la época de Villón. +Especiales causas políticas y sociales engendraron aquellos <i>vendangeurs +de costé</i>, aquellos temibles mendigos y rateros que adoptaron por +patrono, cosa curiosa en verdad, al rey David: «David, le roy, seige +prophète».</p> + +<p>Víctor Hugo ha reconstruído, en su admirable <i>Notre Dame</i>, la célebre +Corte de los Milagros. Villón, en sus <i>Testamentos</i>, ha dejado una +pintura vivísima de la canalla de su tiempo. El frecuentó los más +ocultos rincones de la miseria, y, como dice J. de Marthold: «Il sait le +nom de tous les malandrins, orphelins, et claque-patins, celui de toutes +les filles et de tous les mauvais lieux;<span class="pagenum"><a name="page_139" id="page_139"></a>{139}</span> <i>item</i> connaît-il celui de +tous les représentants de l’autorité et de la loi, mouchards, soldats du +guet, geôliers, geôlières même, greffiers, auditeurs, procureurs, +lieurenant criminel, bourreau, celui de tous les corps de garde, de tous +les cachots et tous les gibets.»</p> + +<p>Tan les conocía, que estuvo a punto de ser entregado al Monsieur de +París, de entonces, como el mismo Gringoire.</p> + +<p>La diferencia que se puede notar entre los miserables de antaño y los de +nuestra época es que sobre aquéllos parece que hubiera flotado un aire +de alegría, y hoy reina en el mundo, en todas las clases, la tristeza, +el pesimismo. Aun en medio de sus oscuros conciliábulos, de sus hambres +y pillerías, tenían los de antes una canción en los labios, una +carcajada. El raro rey Luis Onceno mira reir a su pueblo, y le deja +reir, porque sabe que «rire est déjà se venger». La fiesta de los Tontos +distrae a los <i>gueux</i>, que son amigos de las farsas y de las locuras.</p> + +<p>Luego, lo que llamaremos la policía, de entonces, los angelz, están +listos para evitar los golpes de los malhechores, y recorren los lugares +sospechosos.</p> + +<p>En cuanto a la Corte de los Milagros, se<span class="pagenum"><a name="page_140" id="page_140"></a>{140}</span> componía de gentes activas, en +su peligrosa industria de falsa mendicidad, cojos fingidos, falsos +ciegos, etc., etc. De todo eso hay hoy también. Los castigos eran +crueles y se aplicaban con frecuencia. Maître François Villón solía +predicar la moral entre las turbas de vagabundos endiablados, al mismo +tiempo que escribía sus célebres baladas en el <i>jargon</i> de la poco noble +«camaradería».</p> + +<p>De Villón a los héroes de Richepin, el tipo de los <i>gueux</i> parisienses +ha cambiado por completo.</p> + +<p>Nuevas ideas, nuevos elementos, han producido distintos resultados. +Obsérvese con Malato cuántos cambios no ha traído, por ejemplo, la +introducción del uso de ciertos estimulantes, de alcoholes nuevos, de +bebidas que desconocieron las generaciones anteriores. Y con los +alcoholes, las negras filosofías. Existe en la alta Italia una +enfermedad que se llama <i>pellagra</i>, y que proviene de exclusiva +alimentación compuesta de <i>polenta</i> y castañas. Así, ciertos libros han +causado en el pueblo una como <i>pellagra</i> moral, y el principal síntoma +de la terrible dolencia es una amarga tristeza, que se revela hasta +cuando habla el alma del desheredado de<span class="pagenum"><a name="page_141" id="page_141"></a>{141}</span> la vida, del paria, por boca de +sus cancioneros.</p> + +<p>Arístides Bruant, el aeda de los <i>gueux</i>, canta en su <i>Mirliton</i>:</p> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i0">T’es dans la rue, va, chez-toi!<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p>La casa del mendigo, del hambriento, es la calle: la misma de los canes +sin dueños. Como ellos, los caídos, están en su casa, van por todas +partes en sus horribles <i>déshabillés</i>, se tambalean, se tienden en los +bancos de los jardines públicos. La miseria les arranca hasta el último +jirón de vergüenza. No son ya hombres. Y por la noche, junto a las +avenidas obscuras, cerca de los puentes solitarios, o en innominables +tabernas, quien les habla al oído es el crimen.</p> + +<p>Bruant es un conocedor admirable de ese bajo mundo de París en que se +agitan todas las miserias que su filosofía de cancionero sabía pintar y +compadecer en su <i>Cabaret</i>.</p> + +<p>«Yo no sé, escribe un conocedor del dueño del <i>Mirliton</i>, que nadie +comprenda mejor que Bruant, y exprese como él en su verdadero «argot» la +inconsciencia de esos parias de la sociedad, que ¡Dios mío! no son más +malos que el común de los mortales ¡y cuán interesantes!<span class="pagenum"><a name="page_142" id="page_142"></a>{142}</span>» Yo les +condenaba; pero después que les he visto de cerca y he leído a Bruant, +les excuso, y no experimento por el condenado que oye del fondo de su +celda levantar el cadalso, más que una inmensa piedad. Se quiere hacer +de la mayor parte de los criminales seres irresponsables. Serían sobre +todo inconscientes, como una de las formas de la irresponsabilidad; +pero, en todo caso, es Bruant quien ha puesto primero el dedo en la +llaga. Ciertamente, el cancionero harto disculpa las fechorías y hazañas +del «apache» y de la peligrosa compañera de éste; mas la caridad y la +compasión tienen sus límites, y la sociedad y justicia tienen que ver +como enemigos a esos sombríos desventurados que saben, entre otras +cosas, dar el <i>coup du père François</i>, lo mismo que una puñalada, al +pobre transeunte que, en hora propicia al crimen, tiene la desgracia de +pasar cerca de ellos.</p> + +<p>En la canción de Bruant <i>A’ Saint-Ouen</i>, uno de esos parias sociales +muestra su áspera vida. En el primer <i>couplet</i> dice cómo, en un mal día, +a la orilla del Sena, fué engendrado. Después, desde niño, está +condenado a trabajar como un negro para comer. En esa infancia no hay +una sola sonrisa. En la juventud, el amor es sencillamente canino.<span class="pagenum"><a name="page_143" id="page_143"></a>{143}</span></p> + +<p>Y el final:</p> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">Enfin, je n’ sais pas comment<br /></span> +<span class="i0">on peut y vivre honnêt’ment,<br /></span> +<span class="i4">c’est un rêve;<br /></span> +<span class="i0">mais on est récompensé,<br /></span> +<span class="i0">car, comme on est harassé,<br /></span> +<span class="i4">quand on crêve...<br /></span> +<span class="i0">l’cim’tière est pas ben loin,<br /></span> +<span class="i4">á Saint-Ouen.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p>Es la absoluta sujeción a la fatalidad, el acatamiento a las leyes de la +suerte y la renuncia y olvido de toda esperanza. En <i>Heureux</i>, Bruant +presenta al viejo vagabundo, en tiempo de invierno. Cuando le muerde las +carnes la brisa fría y la necesidad de descansar le hace buscar un +refugio, él se va tranquilamente a meterse como un ratón en su cueva, +entre los tubos viejos del acueducto.</p> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">Et puis, doucett’ment, on s’endort...<br /></span> +<span style="margin-left: 4em;">. . . . . . . . . .</span><br /> +<span class="i0">Alors on sent comme un’caresse,<br /></span> +<span class="i0">on s’allong’ comm’dans un bon pieu...<br /></span> +<span class="i0">Et l’on rêv’ qu’on est à la messe<br /></span> +<span class="i0">où qu’, dans le temps, on priait l’ bon Dieu.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p>La miseria en París tiene muchísimas fases. Sus tipos varían, desde el +clásico personaje<span class="pagenum"><a name="page_144" id="page_144"></a>{144}</span> de arrugado sombrero de pelo y levita indescriptible, +hasta la madre mendiga, el «apache» siniestro, el «rigolard», etc.</p> + +<p>La caridad no puede matar tantas hambres, por más que se establezcan +lugares donde haya sopas baratas o gratuitas; y por su parte el +anarquismo, con la idea de su <i>soupe-conférence</i>, hábilmente fundada y +dirigida por los «compañeros» Rousset y Onin, mientras daba el alimento +que podía a los hambrientos, les predicaba sus doctrinas; y la lógica +les entraba por el estómago.</p> + +<h4>“El Tramp”.</h4> + +<p>Si hay un sér que tenga grande semejanza con el <i>atorrante</i> argentino, +aparte de su mayor tendencia criminal, es el que en los Estados Unidos +se llama <i>tramp</i>.</p> + +<p>Para hacer la comparación, baste con presentar el tipo, apoyados en +Fred. S. Root, quien ha tratado el asunto en una conferencia, hace ya +tiempo.</p> + +<p>El <i>tramp</i> ¿es un ladrón, un vagabundo, un asesino, un mendigo? Sí y no.</p> + +<p>El <i>tramp</i>, como le llaman en los Estados Unidos, y especialmente en el +Canadá, es un<span class="pagenum"><a name="page_145" id="page_145"></a>{145}</span> producto extraordinario de nuestra moderna civilización. +Puede tener todos los defectos, y ser <i>tramp</i> sin tener ninguno. Como el +<i>atorrante</i>.</p> + +<p>El <i>tramp</i>, en su calidad de mendigo de profesión, es fácil de conocer y +de describir. Se presenta a la puerta de una villa, por ejemplo, y pide +una limosna. Su rostro inflamado denuncia una vida de <i>débauche</i>, y sus +vestidos desgarrados y en desorden son una verdadera caricatura de todo +lo que es decente y elegante; sus ojos hundidos tienen miradas +agresivas, y cuando se fijan, parecen decir: «Dame de comer pronto, o +quemo tus establos y la casa, y asesino al dueño».</p> + +<p>El <i>tramp</i> vagabundo es perezoso, borracho muy frecuentemente, lleno de +todos los vicios, y de un trato brutal. En una palabra, es el terror de +los lugares poco poblados, y el problema de las grandes ciudades.</p> + +<p>Una ciudad de Massachussets solamente ha alojado 852.000 <i>tramps</i>, los +cuales, con muy pocas excepciones, debían su estado a la intemperancia.</p> + +<p>Existe, sin embargo, otra especie de <i>tramps</i>, que no pertenece a la +clase de los <i>tramps</i> mendicantes: es el <i>tramp</i> por fuerza, digámoslo +así.<span class="pagenum"><a name="page_146" id="page_146"></a>{146}</span></p> + +<p>El <i>tramp</i> puede reunir en sí todo lo que hay de abominable, puede tener +todas las depravaciones y todos los vicios; pero es un hecho innegable +que el <i>tramp</i> obrero ha sido obligado a serlo, a causa de los cambios +industriales de este siglo.</p> + +<p>Hace cincuenta años, el <i>tramp</i> no existía en la Nueva Inglaterra. ¿Por +qué existe hoy, y por millares? Al procurarse una civilización más +refinada, ¿los hombres han llegado a ser más indolentes? ¿Es acaso por +decreto de la providencia, que el <i>tramp</i> está llamado a invadir la +América entera? ¿El <i>tramp</i> llega a serlo, por no ser suficientemente +inteligente para luchar con quien lo es más? ¿El cristianismo del siglo +<span class="smcap">XIX</span> tiene una palabra para el vagabundo? Son estos problemas de no fácil +solución.</p> + +<p>¿Por qué en América, donde el suelo es generoso hasta la prodigalidad, +hay hombres hambrientos, miserables y desesperados? ¿No hay campos que +ondulan verdaderos mares de trigo?</p> + +<p>Hay sus causas indudablemente. Esos <i>tramps</i> que no lo son sino por +necesidad, han pertenecido al gremio de los trabajadores, y aun querrían +volver al seno de la clase obrera; pero las máquinas han vuelto<span class="pagenum"><a name="page_147" id="page_147"></a>{147}</span> +inútiles los <i>útiles</i>, e inútiles a muchos obreros.</p> + +<p>Ejemplo: En los Estados Unidos se puede atravesar a caballo las grandes +llanuras de California y de Dakota, milla por milla, sin encontrar la +más humilde habitación, <i>allí donde antes de la invención de las +máquinas agrícolas se encontraban miles de hombres</i>.</p> + +<p>Es verdad que las máquinas contribuyen, al fin, a la distribución de la +riqueza, que hacen bajar los precios de los productos y los ponen al +alcance de todas las bolsas; pero es un hecho también que los primeros +efectos de la introducción de las máquinas tienden a privar a los +obreros de su única fortuna: el trabajo.</p> + +<p>Es de notar, sí, que la pobreza y el poco éxito del <i>fermier</i> inglés son +debidos a la falta de máquinas propias para dar impulso a la producción +de sus tierras.</p> + +<p>Por la sola razón de las máquinas, millares de obreros son despedidos de +las fábricas; las máquinas que reemplazan a los trabajadores pueden ser +manejadas por pocos empleados. Eso mismo establece un enorme aumento de +cesantes en todos los centros industriales, de desempleados que no +encuentran empleo. Los obreros van de ciudad<span class="pagenum"><a name="page_148" id="page_148"></a>{148}</span> en ciudad, en espera de +encontrarlo. No lo hallan, se desazonan y se deslizan por la pendiente +que les hace caer en la dantesca región del <i>tramp</i>.</p> + +<p>No todos los <i>tramps</i> pertenecen a esa clase, en verdad; pero un gran +número de ellos, sí. En 1885 se vió el caso de que hubiesen 100.000 +hombres sin ocupación, y no por culpa de ellos. Empujado por su mala +situación, sin encontrar en qué emplearse, el hombre comienza a +desesperar de su destino, y cuando llega a la desesperación tiene dos +salidas enfrente: el suicidio, o la vida del <i>tramp</i>.</p> + +<p>La falta de trabajo es, pues, una de las principales causas de la +existencia de este parásito social. La emigración continua es otra, y +esto completa el problema. Los que sobresalen en alguna especialidad +pueden siempre abrirse algún camino entre las muchedumbres; pero esos +constituyen las excepciones. Las posiciones aceptables para hombres de +ciencia o de letras son cada día más difíciles de obtener. Los sueldos +de los tenedores de libros, dependientes, empleados (hombres y mujeres) +disminuyen constantemente. ¿Por qué los conductores y cocheros de los +tranways están tan mal remunerados? Porque los directores de las +compañías<span class="pagenum"><a name="page_149" id="page_149"></a>{149}</span> pueden encontrar al mismo precio cuantos cocheros y +conductores quieran.</p> + +<p>En los diarios se leen avisos como éste:</p> + +<p>«Se necesita un hombre fuerte para cuidar un enfermo de enfermedad +contagiosa.»</p> + +<p>Más de cien solicitantes llegan antes de que pasen veinticuatro horas. +Eso dará una idea de la necesidad que hay en la clase de que hemos +hablado.</p> + +<p>Otra gran causa de que exista el <i>tramp</i> obrero, son las detenciones de +los trabajos mineros. Las minas se encuentran en manos de unos cuantos +capitalistas, y éstos las manejan a su antojo. Por ejemplo: hace algunos +años, muchos individuos que representaban juntos una suma de cien +millones de dólares, se reunieron para aconsejar la suspensión de los +trabajos mineros, a fin de alzar el precio del carbón. El resultado fué +que miles de mineros se vieron de repente sin trabajo, mientras que +aquellos individuos se ganaban una suma de ocho millones de dólares, a +causa del alza.</p> + +<p>Los grandes capitalistas, sobre todo aquellos que se encuentran a la +cabeza de las empresas mineras de carbón o de hierro, pueden, a su +gusto, echar al arroyo miles de obreros, con sólo alzar el precio de<span class="pagenum"><a name="page_150" id="page_150"></a>{150}</span> +las materias primas, deteniendo la producción.</p> + +<p>Con esos detalles es fácil darse cuenta de que el <i>tramp</i>, es decir, el +hombre errante de plaza en plaza, fatigado, extenuado, en busca del +trabajo que no obtiene, es el resultado inevitable de un sistema +industrial desorganizado y establecido contra todo principio de +humanidad.</p> + +<p>La llegada anual a los Estados Unidos de muchos cientos de miles de +emigrantes, creó una gran población en los centros industriales, y en +consecuencia engrosó el número ya enorme de obreros sin empleo.</p> + +<p>Ese problema del <i>tramp</i>, del <i>gueux</i>, es uno de los más formidables de +nuestra época, por la sola razón de que las causas que lo producen no le +dan ninguna esperanza de alivio.</p> + +<p>¿Recuerda el lector que haya estado en los Estados Unidos aquellas +plazas llenas de desocupados de todas cataduras, aquellos negros cuadros +del barrio italiano, o del Bowery?<span class="pagenum"><a name="page_151" id="page_151"></a>{151}</span></p> + +<h4>El «Atorrante»</h4> + +<p>El <i>atorrante</i> argentino ha llenado antes la población, a medida que ha +ido en aumento la vida europea, por decirlo así.</p> + +<p>La inmigración ha ayudado entonces, como en los Estado Unidos, al +desarrollo de esa plaga, que poco a poco fué menguando. Que la miseria +toma creces en Buenos Aires, es cosa innegable.</p> + +<p>Que también existe como en todas las grandes ciudades la industria del +mendigo, es verdad. Pero junto a la falsa miseria está la verdadera, que +ciertas buenas personas conocen. La primera toca a la policía; la +segunda a la caridad.</p> + +<p><i>La Nación</i>, el gran diario de Buenos Aires, publicó hace años una +comunicación en que se leen estas palabras: «Los que voluntariamente nos +hemos impuesto la obligación de visitar a los pobres, nos damos cuenta +exacta de la gran miseria que hay en nuestra rica capital. No se trata +del <i>atorrantismo</i>, sino de verdaderos pobres, de familias necesitadas +que no tienen qué comer, y que en las noches crudas de invierno tiritan +de frío. No tienen ni cama, ni colchones, ni frazadas, ni<span class="pagenum"><a name="page_152" id="page_152"></a>{152}</span> nada con que +poder hacer entrar en calor sus cuerpos; duermen en el suelo como los +animales, siendo ésta la causa principal, si no la única, de las +enfermedades que padecen».</p> + +<p>Y hoy pasa lo mismo.</p> + +<p>El <i>atorrante</i> duerme a la bartola, se quema la sangre con venenosos +aguardientes, y así pasa las noches heladas. O si no, se deja morir +acariciado por la pereza, o por el desdén de la vida, y amanece comido +de caranchos, o ahogado en el río, o tieso y abandonado entre los +muelles, o en cualquier oscuro rincón.</p> + +<p>Desilusionados italianos, franceses, ingleses, españoles, rusos, hombres +de todas partes, componen ese vago ejército. Viven, se alimentan y +mueren cínicamente; es decir, como los perros.</p> + +<p>A esta clase de ilotas debe dirigirse la mirada del sociólogo, pues +encierra un amargo problema. Y a los pobres enfermos, a los verdaderos +necesitados, víctimas de la desgracia, la bondad de las manos +generosas.<span class="pagenum"><a name="page_153" id="page_153"></a>{153}</span></p> + +<h3><a name="PARIS_NOCTURNO" id="PARIS_NOCTURNO"></a>PARÍS NOCTURNO</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_154" id="page_154"></a>{154}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_155" id="page_155"></a>{155}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b155.jpg" width="310" height="359" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i1">Fabuloso París, eternamente renombrado<br /></span> +<span class="i0">como el paraíso de las delicias<br /></span> +<span class="i0">amorosas.<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_156" id="page_156"></a>{156}</span><br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_157" id="page_157"></a>{157}</span><br /></span> +</div></div> +</div> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-h.png" +width="70" +height="68" +alt="H" + /></span><span class="smcap">e</span> aquí el crepúsculo. El cielo toma un tinte rojizo. El abejeo de las +vías humanas se acentúa. Monsieur se viste, Madame inspecciona +singularmente sus cabellos, sus hombros, sus ojos y sus labios. Los +<i>autos</i> vuelven del bosque como una enorme procesión de veloces +luciérnagas. La ciudad enciende sus luces. Se llenan las terrazas de los +bulevares, y se deslizan las fáciles peripatéticas, a paso parisiense, +en busca de la buena suerte.</p> + +<p>Los anuncios luminosos, a la yanki, brillan fija o intermitentemente en +los edificios, y los tzíganos rojos comienzan en los cafés y +restaurants, sus valses, sus cake-wals, sus zardas, y su hoy +indispensable tango argentino, por ejemplo: <i>Quiero papita</i>.</p> + +<p>Un pintoresco río humano va por las aceras, y la <i>tiranía del rostro</i>, +que decía Poe, se ve por todas partes. Son todos los tipos y todas las +razas: los yankis importantes e imponentes,<span class="pagenum"><a name="page_158" id="page_158"></a>{158}</span> glabros y duros; los +levantinos, los turcos y los griegos, parecidos a algunos +sud-americanos; los chinos, los japoneses y los filipinos, con quienes +se confunden por el rostro de Asia; el inglés, que en seguida se define; +el negro de Haití o de la Martinica, afrancesado a su manera, y el de +los Estados Unidos, largo, empingorotado y simiesco, alegre y elástico, +cual si estuviese siempre en un perpetuo paseo de la torta. Y el +italiano, y el indio de la India y el de las Américas, y las damas +respectivas, y el apache de hongo y el apache de gorro, y el empleado +que va a su casa, y la gracia de la parisiense por todas partes, y todo +el torrente de Babel, al grito de los <i>camelots</i>, al clamor de las +trompas de automóvil, al estrépito de ruedas y cascos, mientras las +puertas de los establecimientos de diversión o de comercio echan a la +calle sonora sus bocanadas de claridad alegre.</p> + +<p>El <i>morne</i> Sena se desliza bajo los históricos puentes, y su agua +refleja las luces de oro y de colores de puentes, barcos y chalanas. El +panorama es de poesía. En el fondo de la noche calca su H de piedra +sombría Notre-Dame. De las ventanas de los altos pisos sale el brillo de +las lámparas. En la orilla<span class="pagenum"><a name="page_159" id="page_159"></a>{159}</span> izquierda del gran río parisiense, por donde +hay aún gentes que sueñan, artistas y estudiantes, el movimiento en la +luminosidad de bulevares y calles se acentúa, y autobuses y tranvías +lanzan sus sones de alerta. Mimí, modernizada, pasa en busca de, sonríe +por, o va del brazo con Rodolfo, el Rodolfo del vigésimo siglo. Ya no se +ve entrar a las cervecerías y cafés el <i>béret</i> de antaño, y junto a las +mesas se oyen, tanto como el francés, las lenguas extranjeras, sobre +todo los varios castellanos de la América nuestra. Un japonés de +sombrero de copa flirtea con una muchacha rubia; un negro fino y platudo +se lleva a la más linda bailadora de Bullier. Aunque Bullier no sea ya +como antes, a él acuden los que gustan de la danza en el país de los +escolares. Así, después que ha pasado la comida en la taberna del +Panteón para unos, para otros en <i>bouillons</i> o <i>crémeries</i>, propicios a +la economía o a la escasez, es a Bullier, donde principalmente se +dirigen, como no sea a algún cine o <i>cabaret</i> de cancionistas. Después +los cafés se llenan, los discos de fieltro se multiplican en las +mesitas; hasta que el vecindario que tranquilo duerme se suele despertar +por la madrugada, a los cantos en coro de los noctámbulos.<span class="pagenum"><a name="page_160" id="page_160"></a>{160}</span></p> + +<p>En la orilla derecha, por la enorme arteria del bulevar, los vehículos +lujosos pasan hacia los teatros elegantes. Luego son las cenas en los +cafés costosos, en donde las mujeres de mundo que se cotizan altamente +se ejercen en su tradicional oficio de desplumar al pichón. El pichón +mejor, cuando no es un <i>azucarerito</i> francés como el que aun se +recuerda, es el que viene de lejanas tierras, y, aunque el rastacuerismo +va en decadencia, no es raro encontrar un ejemplar que mantenga la +tradición.</p> + +<p>Cerca de la Magdalena y de la Plaza de la Concordia está el lugar famoso +que tentara la pluma de un comediógrafo. Allí esas <i>damas</i> enarbolan los +más fastuosos penachos, presentan las más osadas túnicas, aparecen +forradas academias o traficantes figurines, para gloria de la <i>boîte</i> y +regocijo de viejos verdes, anglosajones rojos y universales efebos de +todos colores, poseídos del más imperioso de los pecados capitales, bajo +la urgente influencia del extra-dry. Allí, como en tales o cuales +establecimientos de los bulevares, se consagra la <i>noce</i> verdaderamente +parisiense, para el calavera de París, o <i>d’ailleurs</i>, que cuenta con +las rentas de un capital, o con los productos de una lejana estancia,<span class="pagenum"><a name="page_161" id="page_161"></a>{161}</span> +puesta, hacienda, rancho, fundo o plantación.</p> + +<p>Por la calle del faubourg Montmartre y de Notre-Dame-de-Lorette, +asciende todas las noches una procesión de fiesteros, tanto cosmopolitas +como parisienses, afectos al Molino-Rojo y a las noches blancas.</p> + +<p>Nadie tiene ya recuerdos literarios y artísticos para lo que era antaño +un refugio de artistas y de literatos. Además, se sabe ya la +mercantilización del Arte. Pero existen Montoya y otros que no quieren +que la Musa sea atropellada por el automóvil.</p> + +<p>Lo incómodo para la ascensión a la sagrada <i>butte</i> es la afluencia de +apaches de todas las latitudes y de apachas de todos los tonos. Cuando +se llega ya bajo la iluminación del Molino-Rojo, si se tiene la +experiencia de París, acompañada de un poco de razonamiento, entra uno a +un cabaret artístico; si se es el extranjero recién llegado con cheques +u oros en el bolsillo, entra a esos establecimientos llenos de smokings, +relucientes de orfebrería, adornados de espaldas esbeltas y por el rojo +de los tziganos, y en donde la botella de champaña obligatoria se +ostenta en la heladera.</p> + +<p>Estas son las casas con nombres de abadía<span class="pagenum"><a name="page_162" id="page_162"></a>{162}</span> rabelesiana o de roedor +difunto. Allí, los indispensables violinistas hacen bailar a las +hetairas, o heteras, que convierten en champaña los luises de los +gentlemen ciertos o dudosos; danzarines de España, o de Italia, o de +Inglaterra, demuestran las tentaciones de las jotas, garrotines, +tarantelas, o <i>gigues</i>; M. Berenger no estaría muy tranquilo desde luego +si presenciase tales ejercicios coreográficos, y sobre todo cuando las +machichas brasileñas y los tangos platenses son interpretados con +floriture montmartresa, exagerando la nota en un ambiente en que la +palabra pudor no tiene significado alguno. Pero como esos centros no son +para las niñas que comen su pan en <i>tartines</i>, como aquí se dice, están +en tales fiestas a sus anchas quienes vienen de los cuatro puntos del +mundo en busca del fabuloso París, eternamente renombrado como el +paraíso de las delicias amorosas y de los goces de toda suerte. A pesar +de lo que se diga, es para el amante de la diversión y del jolgorio, +para los derrochadores del dinero y de la salud, un imán irresistible. +El chino en su China, el persa en su Persia, el más remoto rey bárbaro y +negro que haya pasado por el paraíso parisiense, recordará siempre sus +encantos y pensará en el retorno.<span class="pagenum"><a name="page_163" id="page_163"></a>{163}</span></p> + +<p>Es que, si en cualquier gran ciudad moderna puede encontrarse confort, +lujo, elegancia, atracciones, teatros, galanterías, en ninguna parte se +goza de todo eso como en París, porque algo especial circula en el aire +luteciano, y porque la parisiense pone en la capital del goce su +inconfundible, su singular, su poderosísimo hechizo, de manera que los +reyes de otras partes, reyes de pueblos, de minas, de algodones, de +aceites, o de dólares, a su presencia se convierten en esclavos, +esclavos de sus caprichos, de sus locuras, de sus miradas, de sus +sonrisas, de su manera de andar, de su manera de hablar, de su manera de +recogerse la falda, de comer una fruta, de oler una flor, de tomar una +copa de champaña, de oficiar, en fin, como la más exquisita sacerdotisa +de la diosa <i>hija de la onda amarga</i>, patrona de la ciudad de las +ciudades, y cuyos devotos y peregrinos habitan todos los países de la +tierra.</p> + +<p class="ast">* * *</p> + +<p>París nocturno es luz y único, deleite y armonía; y, <i>hélas!</i> delito y +crimen... No lejos de los amores magníficos y de los festines<span class="pagenum"><a name="page_164" id="page_164"></a>{164}</span> +espléndidos, va el amor triste, el vicio sórdido, la miseria semidorada, +o casi mendicante, la solicitud armada, la caricia que concluye en robo, +la cita que puede acabar en un momento trágico, en el barrio peligroso, +o en la callejuela sospechosa.</p> + +<p>Mas los felices no se percatan de estas cosas. Los que van al bar +elegante en un 40 H. P. no piensan en el proletariado del placer. Ni el +extranjero pudiente viene a fijarse en tales comparaciones. El ha venido +con la visión, con el ensueño de un París nocturno, único y maravilloso. +Halla todo lo que necesita para sus inclinaciones y sus gustos. Sabe que +con el oro todo se consigue, en las horas doradas de la villa de oro, en +donde el Amor transforma ese rincón de alegría, en donde hace algunos +años todavía se soñaban sueños de arte y se amaba con menos desinterés. +Aun los tiempos del <i>Chat noir</i> se recuerdan con vagas nostalgias. ¡Se +dice que los artistas de hoy, los mismos artistas! no piensan más que en +la ganancia, y que el asno Boronali, del <i>Lapin Agile</i>, es el único +artista verdaderamente independiente. Así, los hombres cabelludos y con +anchos pantalones y con pipas, que se ven por Montmartre, no son +artistas siquiera. El talento mismo, en<span class="pagenum"><a name="page_165" id="page_165"></a>{165}</span> ellos no es ciego; no lleva +venda, cuando más un monóculo, que por lo general es un luis de Francia, +una libra esterlina, o un águila americana. Y ese amor que no ciega, en +París se ve mejor de noche que de día.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_166" id="page_166"></a>{166}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_167" id="page_167"></a>{167}</span></p> + +<h3><a name="POEMAS_DE_ARTE" id="POEMAS_DE_ARTE"></a>POEMAS DE ARTE<br /><br /> +</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_168" id="page_168"></a>{168}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b169.jpg" width="310" height="454" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i1">¿Qué pálida princesa difunta es conducida<br /></span> +<span class="i0">á la isla de la muerte?...<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p class="r"><span class="pagenum"><a name="page_169" id="page_169"></a>{169}</span> + +<span style="margin-left: 2em;"><span class="sans"><b>BOEKLIN</b></span></span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_170" id="page_170"></a>{170}</span> +<br /> +<span class="pagenum"><a name="page_171" id="page_171"></a>{171}</span> +<br /></p> + +<h4>I<br />La isla de los muertos.</h4> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-e.png" +width="71" +height="74" +alt="E" + /></span><span class="smcap">n</span> qué país de ensueño, en qué fúnebre país de ensueño está la isla +sombría? Es en un lejano lugar en donde reina el silencio. El agua no +tiene una sola voz en su cristal, ni el viento en sus leves soplos, ni +los negros árboles mortuorios en sus hojas: los negros cipreses +mortuorios, que semejan, agrupados y silenciosos, monjes-fantasmas.</p> + +<p>Cavadas en las volcánicas rocas mordidas y rajadas por el tiempo, se +ven, a modo de nichos obscuros, las bocas de las criptas, en donde, bajo +el misterioso, taciturno cielo, duermen los muertos. La lámina especular +de abajo refleja los muros de ese solitario<span class="pagenum"><a name="page_172" id="page_172"></a>{172}</span> palacio de lo desconocido. +Se acerca, en su barca de duelo, un mudo enterrador, como en el poema de +Tennyson. ¿Qué pálida princesa difunta es conducida a la isla de la +Muerte?... ¿Qué Elena, qué adorable Yolanda? ¡Canto suave, en tono +menor, canto de vaga melodía y de desolación profunda! Acaso el silencio +fuese interrumpido por un errante sollozo, por un suspiro; acaso una +visión envuelta en un velo como de nieve...</p> + +<p>Allí es donde comienza la posesión de Psiquis; en esa negrura es donde +verás quizás brotar, pobre soñador, de la obscura larva, las alas +prestigiosas de Hipsipila. A tu isla solemne ¡oh, Boeklin! va la reina +Betsabé, pálida. Va también, con un manto de duelo, la esposa de +Mauseolo, que pone cenizas en el vino. Va Hécuba, y ¡horrible trance! va +silenciosa, mordiendo su aullido, clavando sus dedos en los dolorosos, +maternales pechos. Va Venus, sobre su concha tirada por las blancas +palomas, por ver si vaga gimiendo la sombra de Adonis. Va la tropa +imperial de las soberbias porfirogénitas, que amaron el amor al mismo +tiempo que la muerte. Va en un esquife divino, con un arcángel por +timonel, la Virgen María, herido el pecho por los siete puñales.<span class="pagenum"><a name="page_173" id="page_173"></a>{173}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b173.jpg" width="314" height="289" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i1">Más allá de las solitarias islas en donde<br /></span> +<span class="i0">descansan los pájaros viajeros...<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_174" id="page_174"></a>{174}</span><br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_175" id="page_175"></a>{175}</span><br /></span> +</div></div> +</div> + +<h4>II<br />Idilio marino.</h4> + +<p>Más allá de las solitarias islas en donde descansan los pájaros +viajeros, en el reino en que Leviatán domina, sobre una roca, está +entronizada la Vencedora, en la irresistible omnipotencia de su +desnudez.</p> + +<p>En su blanca piel está la sal, el perfume marino de Anadiómena, y la +serpiente de las olas hace ver una vez más, amorosa y humillada, el +soberano triunfo del encanto femenino. Europa sobre el lomo del toro, la +Bella y la Fiera, la Mundana del pintor moderno, que, desnuda, corta las +uñas al león. Un tritón velludo y escamoso hace cantar su ronco caracol, +en tanto que el monstruo recibe una caricia de la tentadora mujer, que +bajo el inmenso cielo ofrece su fatal hermosura en el abandono de su +supremo impudor.</p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_176" id="page_176"></a>{176}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_177" id="page_177"></a>{177}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b177.jpg" width="219" height="502" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i1">Suena la risa del tritón, que muestra<br /></span> +<span class="i0">su cabeza de sileno oceánico...<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_178" id="page_178"></a>{178}</span><br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_179" id="page_179"></a>{179}</span><br /></span> +</div></div> +</div> + +<h4>III<br />Sirenas y tritones.</h4> + +<p>Con más sonoridad que el ruido del caracol, suena la risa del tritón, +que muestra su cabeza de sileno oceánico, ceñida con hojas de las +desconocidas viñas que crecen en los campos submarinos, y rosas de una +flora extraña e ignorada, cortadas entre líquenes y flotantes medusas. +Tras él se infla una faz batraciana, boca redonda y carnuda, ojos +saltones. Se ven danzar las ondas. En el seno de una se hunde, con un +salto natatorio, una ninfa de opulentos muslos, que tiene aletas en los +talones. Más allá, otra erige sus pechos, y su cabeza coronada de algas. +Con asombro jocoso viene un Sancho centauro acuático, braceando; la +grupa está sobre la ola, y la espuma le forma un cerco hirviente y +blanco por la redondez de la barriga, en la<span class="pagenum"><a name="page_180" id="page_180"></a>{180}</span> cual muestra su honda +mancha, como la señal de un golpe de espátula, el ombligo.</p> + +<p>En primer término, en la transparencia del agua, una sirena extiende su +bifurcada y curva cola de pescado, negro y plata; a flor de espuma, +tiembla la doble rotundidad en que termina el talle.</p> + +<p>La faz medrosa mira hacia un punto en que algo se divisa, y casi no +atiende la hembra al tritón fáunico, que la atrae, invitándola a una +cita sexual, tal como en la tierra, al amor del gran bosque, lo haría +Pan con Siringa.<span class="pagenum"><a name="page_181" id="page_181"></a>{181}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b181.jpg" width="303" height="422" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> + Cerca del blando tronco de la haya, estariais<br /> vos, +señorita, con vuestro sombrero blanco, vuestro<br /> vestido blanco y vuestra +alma blanca. +</div></div> +</div> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_182" id="page_182"></a>{182}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_183" id="page_183"></a>{183}</span></p> + +<h4>IV<br />Día de Primavera.</h4> + +<p>Cerca del blando tronco de la haya, estariais vos, señorita, con vuestro +sombrero blanco, vuestro vestido blanco, y vuestra alma blanca. Yo +tendría mi negro dolor. Procuraría haceros soñar dulces sueños, y el +laúd no tendría para vos sino los más acariciadores sonidos.—Sí, dice +ella, mas esa villa italiana... ¿no será la morada de la más infeliz de +las mujeres? Los árboles sombríos forman un misterioso recinto de duelo. +El agua de los arroyos parece monologar extrañas historias de amores +difuntos. El crepúsculo inunda, con su tenue tinta de melancolía, todo +el paisaje. El anciano que contempla meditabundo las ninfas, parece la +encarnación de un triste pasado. Los niños<span class="pagenum"><a name="page_184" id="page_184"></a>{184}</span> que juegan cerca de la +«villa», no alcanzan a hacer que mi alma encuentre una sola nota de +alegría.</p> + +<p>Nuestra alma, a veces, contagia con sus males el alma de las cosas.<span class="pagenum"><a name="page_185" id="page_185"></a>{185}</span></p> + +<h4>V<br />Los Pescadores de Sirenas.</h4> + +<p>Péscame una ¡oh, egipán pescador! que tenga en sus escamas radiantes la +irisada riqueza metálica que decora las admirables arenques. Péscame +una, cuya cola bifurcada pueda hacer soñar en el pavo real marino, y +cuyos costados finos y relucientes tengan aletas semejantes a orientales +abanicos de pedrería; péscame una que tenga verdes los cabellos, como +debe tenerlos Lorelay, y cuyos ojos tengan fosforescencias raras y +mágicas chispas, cuya boca salada bese y muerda, cuando no cante las +canciones que pudieran triunfar de la astucia de Ulises, cuyos senos +marmóreos culminen florecidos de rosa y cuyos brazos, como dos albos y +divinos pithones, me aten para llevarme a un abismo de ardientes +placeres, en el país recóndito<span class="pagenum"><a name="page_186" id="page_186"></a>{186}</span> en donde los palacios son hechos de +perlas, de coral y de concha de nácar. Mas esos dos sátiros que se +divierten en la costa de alguna ignorada Lesbos, Tempe o Amatunte, son +ciertamente malos pescadores. El uno, viejo y fornido, se apoya en un +grueso palo nudoso, y mira con cómica extrañeza la sirena asustada y +poco apetecible que su compañero ha pescado. Este saca la red, y no +parece satisfecho de su pesca. De los cabellos de la sirena chorrea el +agua, formando en el mar círculos concéntricos. Sobre las testas +bicornes y peludas se extiende, al beso del día, un fresco follaje, +mientras reina en su fiesta de oro, sobre nubes, tierra y olas, la +antorcha del sol.<span class="pagenum"><a name="page_187" id="page_187"></a>{187}</span></p> + +<h3><a name="CURIOSIDADES_LITERARIAS" id="CURIOSIDADES_LITERARIAS"></a>CURIOSIDADES LITERARIAS</h3> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_188" id="page_188"></a>{188}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_189" id="page_189"></a>{189}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b189.jpg" width="247" height="502" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="poetry2"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i1">La Habana aclamaba a Ana, la dama<br /></span> +<span class="i0">más agarbada, más afamada.<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_190" id="page_190"></a>{190}</span><br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_191" id="page_191"></a>{191}</span><br /></span> +</div></div> +</div> + +<p class="nind"><span class="lettre"> +<img src="images/drop-h.png" +width="70" +height="68" +alt="H" + /></span><span class="smcap">ablábamos</span> varios hombres de letras de las cosas curiosas que, desde +griegos y latinos, han hecho ingenios risueños, pacientes o desocupados +con el lenguaje. Versos que se pueden leer al revés tanto como al +derecho, guardando siempre el mismo sentido, acrósticos enrevesados, y +luego, prosas en que se suprimiera una de las vocales en largos cuentos +castellanos.</p> + +<p>Entonces, yo les hablé de una curiosidad, en verdad de las más +peregrinas, que hice insertar, siendo muy joven, en una revista que +dirigía allá en la lejana Nicaragua un mi íntimo amigo. Es un cuento +corto, en el cual no se suprime una vocal, sino cuatro. No encontraréis +otra vocal más que la a. Y os mantendrá con la boca abierta. ¿Su autor? +Sudamericano, seguramente, quizás antillano, posiblemente de Colombia. +Ignoro e ignoré<span class="pagenum"><a name="page_192" id="page_192"></a>{192}</span> siempre su nombre. He aquí la lucubración a que me +refiero:</p> + +<h4>AMAR HASTA FRACASAR<br /><br /> + +(<i>Trazada para la A.</i>)</h4> + +<p>La Habana aclamaba a Ana, la dama más agarbada, más afamada.—Amaba a +Ana Blas, galán asaz cabal, tal amaba Chactas a Atala.</p> + +<p>Ya pasaban largas albas para Ana, para Blas; mas nada alcanzaban. Casar +trataban, mas hallaban avaras a las hadas, para dar grata andanza a tal +plan.</p> + +<p>La plaza llamada Armas, daba casa a la dama; Blas la hablaba cada +mañana; mas la mamá, llamada Marta Albar, nada alcanzaba. La tal mamá +trataba jamás casar a Ana hasta hallar gran galán, casa alta, ancha arca +para apañar larga plata, para agarrar adahalas<a name="FNanchor_1_1" id="FNanchor_1_1"></a><a href="#Footnote_1_1" class="fnanchor">[1]</a>. ¡Bravas +agallas!—¿Mas bastaba tal cabala?—Nada ¡cá! ¡nada basta a atajar la +llama aflamada!</p> + +<p>Ana alzaba la cama al aclarar; Blas la hallaba ya parada a la bajada. +Las gradas callaban<span class="pagenum"><a name="page_193" id="page_193"></a>{193}</span> las alharacas adaptadas a almas tan abrasadas. +Allá, halagadas faz a faz, pactaban hasta la parca amar Blas a Ana, Ana +a Blas. ¡Ah! ¡ráfagas claras bajadas a las almas arrastradas a amar! +gratas pasan para apalambrarlas<a name="FNanchor_2_2" id="FNanchor_2_2"></a><a href="#Footnote_2_2" class="fnanchor">[2]</a> mas, para clavar la azagaya<a name="FNanchor_3_3" id="FNanchor_3_3"></a><a href="#Footnote_3_3" class="fnanchor">[3]</a> al +alma. ¡Ya nada habrá capaz a arrancarla!</p> + +<p>Pasaban las añadas<a name="FNanchor_4_4" id="FNanchor_4_4"></a><a href="#Footnote_4_4" class="fnanchor">[4]</a>. Acabada la marcada para dar Blas a Ana las +sagradas arras, trataban hablar a Marta para <i>afrancar</i><a name="FNanchor_5_5" id="FNanchor_5_5"></a><a href="#Footnote_5_5" class="fnanchor">[5]</a> a Ana, hablar +al abad, abastar saya, manta, sábanas, cama, alhajar casa ¡cá! ¡nada +faltaba para andar al altar!</p> + +<p>Mas la mañana marcada, trata Marta ¡mala andanza! pasar a Santa Clara al +alba, para clamar a la Santa adaptada al galán para Ana. Agarrada bajaba +ya las gradas; mas ¡caramba! halla a Ana abrazada a Blas, cara a cara. +¡Ah! la a nada basta para trazar la zambra armada. Marta araña a Ana, +tal arañan las gatas a las ratas; Blas la ampara; para parar las +brazadas a Marta, agárrala la<span class="pagenum"><a name="page_194" id="page_194"></a>{194}</span> saya. Marta lanza las palabras más malas +a más alta garganta. Al azar pasan atalayas, alarmadas a tal algazara, +atalantadas a las palabras:—¡acá! ¡acá! ¡atrapad al canalla-mata-damas! +¡amarrad al rapaz!—Van a la casa: Blas arranca tablas a las gradas para +lanzar a la armada; más nada hará para tantas armas blancas. Clama, +apalabra, aclara ¡vanas palabras! nada alcanza. Amarra a Blas, Marta +manda a Ana para Santa Clara; Blas va a la cabaña. ¡Ah! ¡Mañana falta!</p> + +<p>¡Bárbara Marta! avara bajasa<a name="FNanchor_6_6" id="FNanchor_6_6"></a><a href="#Footnote_6_6" class="fnanchor">[6]</a>, al atrancar a Ana tras las barbacanas +sagradas (algar<a name="FNanchor_7_7" id="FNanchor_7_7"></a><a href="#Footnote_7_7" class="fnanchor">[7]</a>, fatal para damas blandas). ¿Trataba alcanzar paz a +Ana? ¡Ca! ¡Asparla<a name="FNanchor_8_8" id="FNanchor_8_8"></a><a href="#Footnote_8_8" class="fnanchor">[8]</a>, alafagarla, matarla! tal trataba la malvada +Marta. Ana, cada alba, amaba más a Blas; cada alba más aflatada, +aflacaba más. Blas, a la banda allá la mar, tras Casa Blanca, +asayaba<a name="FNanchor_9_9" id="FNanchor_9_9"></a><a href="#Footnote_9_9" class="fnanchor">[9]</a>, a la par gran mal; a la par balaba<a name="FNanchor_10_10" id="FNanchor_10_10"></a><a href="#Footnote_10_10" class="fnanchor">[10]</a>, allanar las barras +para atacar la alfana<a name="FNanchor_11_11" id="FNanchor_11_11"></a><a href="#Footnote_11_11" class="fnanchor">[11]</a>, sacar la amada, hablarla, abrazarla...<span class="pagenum"><a name="page_195" id="page_195"></a>{195}</span></p> + +<p>Ha ya largas mañanas trama Blas la alcaldada: para tal, habla. Al rayar +la alba, al atalaya, da plata, saltan las barras, avanza a la playa. La +lancha, ya aparada<a name="FNanchor_12_12" id="FNanchor_12_12"></a><a href="#Footnote_12_12" class="fnanchor">[12]</a>, pasa al galán a la Habana. ¡Ya la has +amanada<a name="FNanchor_13_13" id="FNanchor_13_13"></a><a href="#Footnote_13_13" class="fnanchor">[13]</a> gran Blas; ya vas a agarrar la aldaba para llamar a Ana! +¡Ah! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, patas al alazán +¡avanza, galán, avanza!</p> + +<p>Mas para nada alcanzará la llamada: atafagarán<a name="FNanchor_14_14" id="FNanchor_14_14"></a><a href="#Footnote_14_14" class="fnanchor">[14]</a>, mas la tapada, +taparanla más. Aplaza la hazaña...</p> + +<p>Blas la aplaza; para apartar malandanza, trata hablar a Ana, para Ana +nada más. Para tal alcanzar, canta a garganta baja:</p> + +<div class="poetry"> +<div class="poem"><div class="stanza"> +<span class="i2">La barca lanzada<br /></span> +<span class="i0">allá al ancha mar<br /></span> +<span class="i0">arrastra a la Habana<br /></span> +<span class="i0"><i>canalla-rapaz</i>.<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i2">Al tal <i>mata-damas</i><br /></span> +<span class="i0">llamaban asaz,<br /></span> +<span class="i0">mas jamás las mata,<br /></span> +<span class="i0">las ha para amar.<span class="pagenum"><a name="page_196" id="page_196"></a>{196}</span><br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i2">Fallar las amarras<br /></span> +<span class="i0">hará tal galán,<br /></span> +<span class="i0">ca, brava alabarda<br /></span> +<span class="i0">llaman a la mar.<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i2">Las alas, la alaba,<br /></span> +<span class="i0">la azagaya... ¡Bah!<br /></span> +<span class="i0">nada, nada basta<br /></span> +<span class="i0">a tal batallar.<br /></span> +</div><div class="stanza"> +<span class="i2">Ah, marcha, alma Atala<br /></span> +<span class="i0">a dar grata paz,<br /></span> +<span class="i0">a dar grata andanza<br /></span> +<span class="i0">a Chactas acá.<br /></span> +</div></div> +</div> + +<p>Acabada la cantata, Blas anda para acá, para allá, para nada alarmar al +adra<a name="FNanchor_15_15" id="FNanchor_15_15"></a><a href="#Footnote_15_15" class="fnanchor">[15]</a>. Ana agradada a las palabras cantadas salta la cama. La alma. +La alma la da al galán. Afanada llama a ña Blasa, aya<a name="FNanchor_16_16" id="FNanchor_16_16"></a><a href="#Footnote_16_16" class="fnanchor">[16]</a> parda ña +Blasa, zampada a la larga, nada alcanza la tal llamada; para alzarla, +Ana la <i>jala</i> las pasas. La aya habla, Ana la acalla; habla más; la da +ahajas para ablandarla. Blasa las agarra. Blanda ya, para acabar, la +parda da franca bajada a Ana para la sala magna. Ya allá, Ana zafa +aldaba tras aldaba hasta dar<span class="pagenum"><a name="page_197" id="page_197"></a>{197}</span> a la plaza. Allá anda Blas. ¡Para, para +Blas!</p> + +<p>Atrás va Ana. ¡Ya llama! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, +patas al alazán. ¡Avanza, galán, avanza!</p> + +<p>—¡Amada Ana!...</p> + +<p>—¡Blas!...</p> + +<p>—¡Ya jamás apartarán a Blas para Ana!</p> + +<p>—¡Ah, jamás!</p> + +<p>—¡Alma amada!...</p> + +<p>—¡Abraza a Ana hasta matarla!</p> + +<p>—¡Abraza a Blas hasta lanzar la alma!...</p> + +<p>A la mañana tras la pasada, alzaba ancla para Málaga la fragata Atlas. +La cámara daba lar para Blas, para Ana...</p> + +<p>Faltaba ya nada para anclar; mas la mar brava, brava, lanza a la playa +la fragata: la vara.</p> + +<p>La mar trabaja las bandas: mas brava, arranca tablas al tajamar; nada +basta a salvar la fragata. ¡Ah, tantas almas lanzadas al mar, ya +agarradas a tablas claman, ya nadan para ganar la playa! Blas nada para +acá, para allá, para hallar a Ana, para salvarla. ¡Ah! tantas brazadas, +tan gran afán para nada; hállala, mas la halla ya matada. ¡Matada!... Al +palpar tan gran mal nada <i>bala</i> ya, nada trata alcanzar. Abraza a la +amada. «¡Amar hasta fracasar!» clama... Ambas<span class="pagenum"><a name="page_198" id="page_198"></a>{198}</span> almas abrazadas bajan a +la nada<a name="FNanchor_17_17" id="FNanchor_17_17"></a><a href="#Footnote_17_17" class="fnanchor">[17]</a>. La mar traga a Ana, traga a Blas, traga más... ¡ca! ya Ana +hablaba a Blas para pañal, para fajas, para zarandajas. «¡Mamá, ya, +acababa Ana. Papá, ya, acababa Blas!...»</p> + +<p>Nada habla la Habana para sacar a plaza a Marta, tras las pasadas; mas +la palma canta hartas hazañas para cardarla la lana.</p> + +<p> </p> + +<p><i>Et voilà.</i> ¿Quién me dirá el nombre del autor?<span class="pagenum"><a name="page_199" id="page_199"></a>{199}</span></p> + +<h2><a name="INDICE" id="INDICE"></a>INDICE</h2> + +<table border="0" cellpadding="2" cellspacing="0" summary=""> + +<tr><th>CUENTOS</th></tr> + +<tr><td> </td><td class="rt"><small><i>Pags.</i></small></td></tr> +<tr><td>El caso de la señorita Amelia (cuento de Año Nuevo).</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_008">8</a></td></tr> + +<tr><td>Cuento de Pascua.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_019">19</a></td></tr> + +<tr><td>La extraña muerte de Fray Pedro.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_039">39</a></td></tr> + +<tr><th>CRÓNICAS</th></tr> + +<tr><td>Bajo las luces del sol naciente.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_055">55</a></td></tr> + +<tr><td>Mi domingo de Ramos.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_071">71</a></td></tr> + +<tr><td>Hombres y pájaros.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_087">87</a></td></tr> + +<tr><td>Primavera apolinea.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_103">103</a></td></tr> + +<tr><td>Visiones pasadas.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_115">115</a></td></tr> + +<tr><td>Los miserables.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_133">133</a></td></tr> + +<tr><td>París nocturno.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_153">153</a></td></tr> + +<tr><td>Poemas de arte.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_167">167</a></td></tr> + +<tr><td>Curiosidades literarias.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_187">187</a></td></tr> +</table> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_200" id="page_200"></a>{200}</span></p> + +<p><span class="pagenum"><a name="page_201" id="page_201"></a>{201}</span></p> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-b201.jpg" width="254" height="388" alt="Acabóse de imprimir este libro en Madrid, en la +TIPOGRAFÍA YAGÜES el día xxv de Septiembre del año mcmxviii" title="" /> + +</div> + +<hr /> + +<p class="cb"><big>EDITORIAL “MUNDO LATINO” APARTADO 502.—MADRID<br /><br /> +CATALOGO PROVISIONAL (EXTRACTO DEL CATÁLOGO GENERAL)</big></p> + +<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="" +style="margin:auto auto;max-width:80%;"> +<tr><td> </td><td class="rt"><i>Pesetas</i></td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">OBRAS COMPLETAS</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">DE RICARDO DE LEÓN (de la Real Academia Española)</td></tr> +<tr><td>Edición del Banco de España. Ocho volúmenes en 4.º, encuadernados en tela, con alegorías de Coullaut Valera y retrato del autor, por Vacqué</td><td class="rt">50,00</td></tr> +<tr><td>A plazos (5 pesetas mensuales)</td><td class="rt">60,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">DE FRANCISCO VILLAESPESA</td></tr> +<tr><td>I.—Intimidades.—Flores de Almendro</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>II.—Luchas.—Confidencias</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>III.—La copa del Rey de Thule.—La musa enferma</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>IV.—El alto de los Bohemios.—Rapsodias</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>V.—Las horas que pasan. (Veladas de amor)</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>VI.—Las joyas de Margarita: Breviario de amor.—La</td></tr> +<tr><td>tela de Penélope.—El milagro del vaso de agua</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>VIl.—Doña María de Padilla.—La cena de los cardenales</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>VIII.—El milagro de las rosas.—Resurrección.—Amigas viejas</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>IX.—Las granadas de rubíes.—Las pupilas de Almotadid.—Las garras de la pantera.—El último Abderramán</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>X.—Tristitiæ rerum.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>XI.—La leona de Castilla.—En el desierto.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td>XII.—El rey Galaor.—El triunfo del amor.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">DE RUBÉN DARÍO</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">(Ilustraciones de Ochoa)</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">Tomos publicados:</td></tr> +<tr><td>I.—La caravana pasa.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>II.—Prosas profanas.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>III.—Tierras solares.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>IV.—Azul.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>V.—Parisiana.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>VI.—Los raros.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>VII.—Cantos de vida y esperanza.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>VIII.—Letras.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>IX.—Canto a la Argentina.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>X.—Opiniones.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>XI.—Poema del otoño y otros poemas.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>XII.—Peregrinaciones.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>Ediciones especiales de lujo.</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">HENRIK IBSEN</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">TEATRO COMPLETO</td></tr> +<tr><td>I.—Catilina. La tumba del guerrero. La castellana de Ostrat.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>II.—La fiesta de Solhaug. Olaf Liliekrans. Los guerreros en Helgeland.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>III.—Los pretendientes a la corona y La comedia del amor.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>IV.—Brand</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>V.—Peer Gynt</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>VI.—La unión de la juventud. Las columnas de la sociedad. La casa de una muñeca</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>VII.—Emperador y Galileo</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>VIII.—Espectros. Un enemigo del pueblo. El pato silvestre</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>IX.—La casa de Rosmer. La dama del mar. Hedda Gabler</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>X.—El constructor Solness. El niño Eyolf. Al despertar de nuestra muerte</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">JOSÉ FRANCÉS</td></tr> +<tr><td>El año artístico 1915</td><td class="rt">6,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">»</span> <span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela</td><td class="rt">8,00</td></tr> +<tr><td>El ano artístico 1916 (con 250 grabados)</td><td class="rt">10,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela</td><td class="rt">12,00</td></tr> +<tr><td>El año artístico 1917 (con 250 grabados)</td><td class="rt">11,50</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela</td><td class="rt">13,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">COLECCIÓN DE AUTORES ESPAÑOLES</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">NOVELAS</td></tr> +<tr><td><i>Edmundo González Blanco.</i>—Jesús de Nazareth</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>José Francés.</i>—La estatua de carne</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>El alma viajera</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>López de Saá.</i>—Los indianos vuelven</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>Bruja de amor</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>W. Fernández Flórez.</i>—La procesión de los días</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>Elías Cerdá.</i>—Don Quijote en la guerra</td><td class="rt">2,00</td></tr> +<tr><td><i>V. García Martí.</i>—Don Severo Carvallo</td><td class="rt">2,50</td></tr> +<tr><td><i>María Luisa Latil.</i>—Según labremos.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>Genoveva.</td><td class="rt">2,50</td></tr> +<tr><td><i>Eugenio Noel.</i>—El allegretto de la Sinfonía VII.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>Cuentos.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Rafael Cansinos-Assens.</i>—Las cuatro gracias.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Francisco Delicado.</i>—La lozana andaluza.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>J. de Lucas Acevedo.</i>—La Caja de Pandora.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>Martín de la Cámara.</i>—Vidas llameantes.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">ESTUDIOS Y CRÓNICAS</td></tr> +<tr><td><i>Emiliano Ramírez Angel.</i>—Bombilla-Sol-Ventas.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>J. M. Carretero.</i>—Lo que sé por mí (dos series).</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>J. Costa.</i>—Alemania contra España.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>Pedro Pellicena.</i>—Los Cosacos.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Margarita de la Torre.</i>—Jardín de damas curiosas.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Fola Igurbide.</i>—El Actor.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Alberto Ghiraldo.</i>—Los nuevos caminos.</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Enciso.</i>—El soneto en España.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">POESÍAS</td></tr> +<tr><td><i>José Montero.</i>—Yelmo florido (con ilustraciones).</td><td class="rt">4,00</td></tr> +<tr><td><i>Zurita.</i>—Pícaros y donosos.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>Mauricio Bacarisse.</i>—El esfuerzo.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>Eliodoro Puche.</i>—Libro de los elogios galantes y de los crepúsculos de otoño.</td><td class="rt">2,50</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>Corazón de la noche.</td><td class="rt">2,50</td></tr> +<tr><td><i>Emilio Carrere.</i>—El retablo de los poetas. (Antología).</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">TEATRO</td></tr> +<tr><td><i>Muñoz Seca y López Núñez.</i>—El Rayo.</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>H. Ibsen.</i>—Dramas líricos.</td><td class="rt">2,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>La castellana de Ostrat.</td><td class="rt">2,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">LAS GRANDES FIGURAS DE LA GUERRA EUROPEA</td></tr> +<tr><td>Biografías de los generales: Alberto I de Bélgica.—Joffre.—Sir Jhon French.—Lord Kitchener. Con preciosas fototipias, a</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION DE AUTORES EXTRANJEROS</td></tr> +<tr><td>Traducidas por <i>Felipe Trigo</i>, <i>Rafael Cansinos</i> y <i>Pedro de Répide.</i></td></tr> +<tr><td><i>Victoriano de Saussay.</i>—La ciencia del beso</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>René Emery.</i>—Santa María Magdalena</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Maquiavelo.</i>—Obras festivas: La Mandrágora.—El P. Alberico.—La Celestina.—El archidiablo Belfegor</td><td class="rt">3,00</td></tr> +<tr><td><i>Claudia Lemaitre.</i>—Juegos de Damas</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Procopio.</i>—Historia secreta</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><i>Anónimo.</i>—Teatro persa</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">CELEBRIDADES ESPAÑOLAS</td></tr> +<tr><td>I.—Bécquer (encuadernados en tela)</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>II.—Zorrilla (ídem)</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td>III.—Espronceda (ídem)</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION SELECTA</td></tr> +<tr><td><i>Tomás de Quincey.</i>—Los últimos días de Kant</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td><i>Kalidasa.</i>—El reconocimiento de Sakuntala</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td><i>Rousseau.</i>—Discurso sobre las artes y las ciencias</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>Origen de la desigualdad entre los hombres</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td><i>Luciano de Samosata.</i>—La diosa de Siria</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td><i>L. Sterne.</i>—Viaje sentimental de un inglés a Francia</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td><i>F. Alvarado.</i>—El filósofo rancio. (Cartas)</td><td class="rt">1,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION CIENCIA Y ARTE</td></tr> +<tr><td><i>Ricardo Yesares.</i>—¿Qué quieres aprender? Electricidad. Encuadernado en tela</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td><span class="ditto">—</span>¿Qué quieres ser? Automovilista. Encuadernado en tela</td><td class="rt">3,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">OBRAS VARIAS</td></tr> +<tr><td><i>Sthendal.</i>—Del amor</td><td class="rt">6,00</td></tr> +<tr><td><i>E. M. Segovia</i> (Oficial del Banco de España).—Los documentos de crédito</td><td class="rt">5,00</td></tr> +<tr><td><i>Rivero.</i>—Legislación de clases pasivas. Volumen de 500 páginas, encuadernado en tela</td><td class="rt">10,00</td></tr> +<tr><td><i>R. Yesares.</i>—Ayuda memoria del mecánico electricista. Un volumen, encuadernado en tela</td><td class="rt">1,50</td></tr> +<tr><td class="c" colspan="2">LIBROS DE CARTAS</td></tr> +<tr><td>El arte de escribir cartas</td><td class="rt">1,00</td></tr> +<tr><td>Manual epistolar (encuadernado en tela)</td><td class="rt">2,00</td></tr> +<tr><td>Cartas amorosas</td><td class="rt">0,60</td></tr> +<tr><td>Epistolario de amor (encuadernado)</td><td class="rt">2,00</td></tr> +</table> + +<div class="figcenter"> +<img src="images/illus-c006.jpg" width="75" height="30" alt="" title="" /> +</div> + +<div class="footnotes"><p class="cb">NOTAS:</p> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_1_1" id="Footnote_1_1"></a><a href="#FNanchor_1_1"><span class="label">[1]</span></a> Adahalas, lo mismo que adehalas.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_2_2" id="Footnote_2_2"></a><a href="#FNanchor_2_2"><span class="label">[2]</span></a> Apalambrar, incendiar.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_3_3" id="Footnote_3_3"></a><a href="#FNanchor_3_3"><span class="label">[3]</span></a> Azagaya, dardo.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_4_4" id="Footnote_4_4"></a><a href="#FNanchor_4_4"><span class="label">[4]</span></a> Añadas, el tiempo de un año.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_5_5" id="Footnote_5_5"></a><a href="#FNanchor_5_5"><span class="label">[5]</span></a> Afrancar, dar libertad, licencia.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_6_6" id="Footnote_6_6"></a><a href="#FNanchor_6_6"><span class="label">[6]</span></a> Bajasa, mujer mala.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_7_7" id="Footnote_7_7"></a><a href="#FNanchor_7_7"><span class="label">[7]</span></a> Algar, caverna o cueva.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_8_8" id="Footnote_8_8"></a><a href="#FNanchor_8_8"><span class="label">[8]</span></a> Aspar, atormentar.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_9_9" id="Footnote_9_9"></a><a href="#FNanchor_9_9"><span class="label">[9]</span></a> Asayar, experimentar.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_10_10" id="Footnote_10_10"></a><a href="#FNanchor_10_10"><span class="label">[10]</span></a> Balar, desear ardientemente.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_11_11" id="Footnote_11_11"></a><a href="#FNanchor_11_11"><span class="label">[11]</span></a> Alfana, iglesia. Voz de la germania.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_12_12" id="Footnote_12_12"></a><a href="#FNanchor_12_12"><span class="label">[12]</span></a> Aparar, preparar.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_13_13" id="Footnote_13_13"></a><a href="#FNanchor_13_13"><span class="label">[13]</span></a> Amanar, poner a la mano. Ya la tienes a mano.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_14_14" id="Footnote_14_14"></a><a href="#FNanchor_14_14"><span class="label">[14]</span></a> Atafagar, fatigar, sofocar.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_15_15" id="Footnote_15_15"></a><a href="#FNanchor_15_15"><span class="label">[15]</span></a> Adra, porción de un barrio, barriada.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_16_16" id="Footnote_16_16"></a><a href="#FNanchor_16_16"><span class="label">[16]</span></a> Aya, se dice vulgarmente de las criadas de razón.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_17_17" id="Footnote_17_17"></a><a href="#FNanchor_17_17"><span class="label">[17]</span></a> Almas por cuerpos, Dios me libre de la impiedad.</p></div> + +</div> + +<hr class="full" /> + + + + + + + +<pre> + + + + + +End of the Project Gutenberg EBook of Cuentos y crónicas, by Rubén Darío + +*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK CUENTOS Y CRÓNICAS *** + +***** This file should be named 51627-h.htm or 51627-h.zip ***** +This and all associated files of various formats will be found in: + http://www.gutenberg.org/5/1/6/2/51627/ + +Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online +Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This +file was produced from images generously made available +by The Internet Archive/Canadian Libraries) + + +Updated editions will replace the previous one--the old editions +will be renamed. + +Creating the works from public domain print editions means that no +one owns a United States copyright in these works, so the Foundation +(and you!) can copy and distribute it in the United States without +permission and without paying copyright royalties. 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It exists +because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from +people in all walks of life. + +Volunteers and financial support to provide volunteers with the +assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's +goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will +remain freely available for generations to come. In 2001, the Project +Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure +and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations. +To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation +and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 +and the Foundation web page at http://www.pglaf.org. + + +Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive +Foundation + +The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit +501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the +state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal +Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification +number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at +http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg +Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent +permitted by U.S. federal laws and your state's laws. + +The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S. +Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered +throughout numerous locations. Its business office is located at +809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email +business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact +information can be found at the Foundation's web site and official +page at http://pglaf.org + +For additional contact information: + Dr. Gregory B. Newby + Chief Executive and Director + gbnewby@pglaf.org + + +Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg +Literary Archive Foundation + +Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide +spread public support and donations to carry out its mission of +increasing the number of public domain and licensed works that can be +freely distributed in machine readable form accessible by the widest +array of equipment including outdated equipment. Many small donations +($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt +status with the IRS. + +The Foundation is committed to complying with the laws regulating +charities and charitable donations in all 50 states of the United +States. 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