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diff --git a/59797-0.txt b/59797-0.txt new file mode 100644 index 0000000..6c63170 --- /dev/null +++ b/59797-0.txt @@ -0,0 +1,18122 @@ +*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 59797 *** + + + + + + + + + + + + + + EL PROTESTANTISMO + COMPARADO CON + EL CATOLICISMO + + + + + Obras del Dr. D. Jaime Balmes, Pbro. + + + EL PROTESTANTISMO + COMPARADO CON + EL CATOLICISMO + + + EN SUS RELACIONES CON + LA CIVILIZACIÓN EUROPEA + + + DÉCIMA EDICIÓN + + + TOMO PRIMERO + + + BARCELONA + IMPRENTA DEL «DIARIO DE BARCELONA» + CALLE DE LA LIBRETERÍA, N.º 22 + 1921 + + + + + ES PROPIEDAD + + + + +PRÓLOGO + + +Entre los muchos y gravísimos males que han sido el necesario resultado +de las hondas revoluciones modernas, figura un bien sumamente precioso +para la ciencia, y que probablemente no será estéril para el linaje +humano: la _afición á los estudios que tienen por objeto al hombre y +la sociedad_. Tan recios han sido los sacudimientos, que la tierra, +por decirlo así, se ha entreabierto bajo nuestras plantas; y la +inteligencia humana, que poco antes marchaba altiva y desvanecida +sobre una carroza triunfal, no oyendo más que vítores y aplausos, y +como abrumada de laureles, se ha estremecido también, se ha detenido +en su carrera, y, absorta en un pensamiento grave, y dominada por un +sentimiento profundo, se ha dicho á sí misma: «_¿Quién soy? ¿de dónde +salí? ¿cuál es mi destino?_» De aquí es que han vuelto á recobrar su +alta importancia las cuestiones religiosas: por manera que, mientras +se las creía disipadas por el soplo del indiferentismo, ó reducidas á +muy pequeño espacio por el sorprendente desarrollo de los intereses +materiales, por el progreso de las ciencias naturales y exactas, +y por la pujanza siempre creciente de los debates políticos, se ha +visto que, lejos de estar ahogadas bajo la inmensa balumba que parecía +oprimirlas, se han presentado de nuevo con todo su grandor, con su +forma gigantesca, sentadas en la cúspide de la sociedad, con la cabeza +en el cielo y los pies en el abismo. + +En esta disposición de los espíritus, era natural que llamase su +atención la revolución religiosa del siglo XVI; y que se preguntase +qué es lo que había hecho esa revolución en pro de la causa de +la humanidad. Desgraciadamente se han padecido en esta parte +equivocaciones de cuantía; ó bien por mirarse los hechos al través del +prisma de las preocupaciones de secta, ó por considerarlos tan sólo por +lo que presentaban en su superficie: y así se ha llegado á asegurar +que los reformadores del siglo XVI contribuyeron al desarrollo de las +ciencias, de las artes, de la libertad de los pueblos, y de todo cuanto +se encierra en la palabra _civilización_, y que así dispensaron á las +sociedades europeas un señalado beneficio. + +¿Qué dice sobre esto la historia? ¿qué enseña la filosofía? Bajo el +aspecto religioso, bajo el social, bajo el político y el literario, +¿qué es lo que deben á la reforma del siglo XVI el individuo y la +sociedad? ¿Marchaba bien la Europa bajo la sola influencia del +Catolicismo? ¿Éste embargaba en nada el movimiento de la civilización? +He aquí lo que me he propuesto examinar en esta obra. Cada época tiene +sus necesidades; y fuera de desear que todos los escritores católicos +se convenciesen de que una de las más imperiosas en la actualidad, +es el analizar á fondo ese linaje de cuestiones: Belarmino y Bossuet +trataron las materias conforme á las necesidades de su tiempo; nosotros +debemos tratarlas cual lo exigen las necesidades del nuestro. Conozco +la inmensa amplitud de las cuestiones que arriba he indicado; y así no +me lisonjeo de poder dilucidarlas cual ellas demandan: como quiera, +emprendo mi camino con el aliento que inspira el amor á la verdad; +cuando mis fuerzas se acaben, me sentaré tranquilo, aguardando que otro +que las tenga mayores, dé cumplida cima á tan importante tarea. + + + + +CAPITULO PRIMERO + + +Existe en medio de las naciones civilizadas un hecho muy grave, por +la naturaleza de las materias sobre que versa; muy transcendental, +por la muchedumbre, variedad é importancia de las relaciones +que abarca; interesante en extremo, por estar enlazado con los +principales acontecimientos de la historia moderna: este hecho es el +_Protestantismo_. + +Ruidoso en su origen, llamó desde luego la atención de la Europa +entera, sembrando en unas partes la alarma, y excitando en otras las +más vivas simpatías; rápido en su desarrollo, no dió lugar siquiera +á que sus adversarios pudiesen ahogarle en su cuna; y, al contar +muy poco tiempo desde su aparición, ya dejaba apenas esperanza de +que pudiera ser atajado en su incremento, ni detenido en su marcha. +Engreído con las consideraciones y miramientos, tomaba bríos su osadía +y se acrecentaba su pujanza; exasperado con las medidas coercitivas, +ó las resistía abiertamente, ó se replegaba y reconcentraba para +empezar de nuevo sus ataques con más furiosa violencia; y de la +misma discusión, de las mismas investigaciones críticas, de todo +aquel aparato erudito y científico que se desplegó para defenderle +ó combatirle, de todo se servía como de vehículo para propagar su +espíritu y difundir sus máximas. Creando nuevos y pingües intereses, +se halló escudado por protectores poderosos; mientras, convidando +con los más vivos alicientes todo linaje de pasiones, las levantaba +en su favor, poniéndolas en la combustión más espantosa. Echaba mano +alternativamente de la astucia ó de la fuerza, de la seducción ó +de la violencia, según á ello se brindaban las varias ocasiones ó +circunstancias; y, empeñado en abrirse paso en todas direcciones, ó +rompiendo las barreras ó salvándolas, no paraba hasta alcanzar en los +países que iba ocupando, el arraigo que necesitaba para asegurarse +estabilidad y duración. Logrólo así, en efecto; y, á más de los vastos +establecimientos que adquirió y conserva todavía en Europa, fué llevado +en seguida á otras partes del mundo, é inoculado en las venas de +pueblos sencillos é incautos. + +Para apreciar en su justo valor un hecho, para abarcar cumplidamente +sus relaciones, deslindándolas como sea menester, señalando á cada +una su lugar, é indicando su mayor ó menor importancia, es necesario +examinar si sería dable descubrir el principio constitutivo del hecho; +ó, al menos, si se puede notar algún rasgo característico, que, pintado +por decirlo así en su fisonomía, nos revele su íntima naturaleza. +Difícil tarea, por cierto, al tratar de hechos de tal género y +tamaño como es el que nos ocupa; ya por la variedad de los aspectos +que se ofrecen, ya por la muchedumbre de relaciones que se cruzan y +enmarañan. En tales materias, amontónanse con el tiempo un gran número +de opiniones, que, como es natural, han buscado todas sus argumentos +para apoyarse; y así se encuentra el observador con tantos y tan varios +objetos, que se ofusca, se abruma y se confunde: y, si se empeña en +mudar de lugar, por colocarse en un punto de vista más á propósito, +halla esparcidos por el suelo tanta abundancia de materiales, que le +obstruyen el paso, ó, cubriendo el verdadero camino, le extravían en su +marcha. + +Con sólo dar una mirada al Protestantismo, ora se le considere en su +estado actual, ora en las varias fases de su historia, siéntese desde +luego la suma dificultad de encontrar en él nada de constante, nada que +pueda señalarse como su principio constitutivo: porque, incierto en +sus creencias, las modifica de continuo, y las varía de mil maneras; +vago en sus miras, y fluctuante en sus deseos, ensaya todas las formas, +tantea todos los caminos; y, sin que alcance jamás una existencia +bien determinada, sigue siempre con paso mal seguro nuevos rumbos, no +logrando otro resultado que enredarse en más intrincados laberintos. + +Los controversistas católicos le han perseguido y acosado en todas +direcciones; pero, si les preguntáis con qué resultado, os dirán +que han tenido que habérselas con un nuevo Proteo, que, próximo á +recibir un golpe, le eludía, cambiando de forma. Y en efecto, si se +quiere atacar al Protestantismo en sus doctrinas, no se sabe á dónde +dirigirse; porque no se sabe nunca cuáles son éstas, y aun él propio +lo ignora; pudiendo decirse que bajo este aspecto el Protestantismo es +invulnerable, porque invulnerable es lo que carece de cuerpo. Ésta es +la razón de no haberse encontrado arma más á propósito para combatirle +que la empleada por el ilustre obispo de Meaux: _Tú varías, y lo que +varía no es verdad_. Arma muy temida por el Protestantismo, y, por +cierto, digna de serlo; pues que todas las transformaciones que se +empleen para eludir su golpe, sólo sirven para hacerle más certero +y más recio. ¡Qué pensamiento tan cabal el de ese grande hombre! El +solo título de la obra debió hacer temblar á los protestantes: es la +_Historia de las variaciones_; y una historia de _variaciones_ es la +historia del _error_.[1] + +Esta variedad, que no debe mirarse como extraña en el Protestantismo, +antes sí como natural y muy propia, al paso que nos indica que él no +está en posesión de la verdad, nos revela también que el principio +que le mueve y le agita, no es un principio de vida, sino un elemento +disolvente. Hasta ahora siempre se le ha pedido en vano que asentase en +alguna parte el pie, y presentase un cuerpo uniforme y compacto; y en +vano será también pedírselo en adelante, porque vano es pedir asiento +fijo á lo que está fluctuando en la vaguedad de los aires; y mal puede +formarse un cuerpo compacto por medio de un elemento, que tiende de +continuo á separar las partes, disminuyendo siempre su afinidad, y +comunicándoles nuevas fuerzas para repelerse y rechazarse. Bien se +deja entender que estoy hablando del _examen privado en materias de +fe_; ya sea que para el fallo se cuente con la sola luz de la razón, +ó con particulares inspiraciones del cielo. Si algo puede encontrarse +de constante en el Protestantismo, es este espíritu de examen; es el +substituir á la autoridad pública y legítima, el dictamen privado: esto +se encuentra siempre junto al Protestantismo, mejor diremos, en lo más +íntimo de su seno; éste es el único punto de contacto de todos los +protestantes, el fundamento de su semejanza; y es bien notable que se +verifica todo esto á veces sin su designio, á veces contra su expresa +voluntad. + +Pésimo y funesto como es semejante principio, sí al menos los corifeos +del Protestantismo le hubieran proclamado como seña de combate, +apoyándole, empero, siempre con su doctrina, y sosteniéndole con su +conducta, hubieran sido consecuentes en el error, y, al verles caer +de precipicio en precipicio, se habría conocido que era efecto de un +mal sistema, pero que, bueno ó malo, era al menos un sistema. Pero ni +esto siquiera: y, examinando las palabras y hechos de los primeros +novadores, se nota que, si bien echaron mano de ese funesto principio, +fué para resistir á la autoridad que los estrechaba; pero, por lo +demás, nunca pensaron en establecerle completamente. Trataron, sí, de +derribar la autoridad legítima, pero con el fin de usurpar ellos el +mando; es decir, que siguieron la conducta de los revolucionarios +de todas clases, tiempos y países: quieren echar al suelo el poder +existente, para colocarse ellos en su lugar. Nadie ignora hasta qué +punto llevaba Lutero su frenética intolerancia; no pudiendo sufrir, ni +en sus discípulos, ni en los demás, la menor contradicción á cuanto le +pluguiese á él establecer, sin entregarse á los más locos arrebatos, +sin permitirse los más soeces dicterios. Enrique VIII, el fundador en +Inglaterra de lo que se llama _independencia del pensamiento_, enviaba +al cadalso á cuantos no pensaban como él; y á instancias de Calvino fué +quemado vivo en Ginebra Miguel Servet. + +Llamo tan particularmente la atención sobre este punto, porque me +parece muy importante el hacerlo: el hombre es muy orgulloso, y, al oir +que se deja como sentado que los novadores del siglo XVI proclamaron +la _independencia del pensamiento_, sería posible que algunos incautos +tomaran por aquellos corifeos un secreto interés, mirando sus violentas +peroratas como la expresión de un arranque generoso, y contemplando +sus esfuerzos como dirigidos á la vindicación de los derechos del +entendimiento. Sépase, pues, para no olvidarse jamás, que aquellos +hombres proclamaban el principio del _libre examen_, sólo para +escudarse contra la legítima autoridad; pero que en seguida trataban de +imponer á los demás el yugo de las doctrinas que ellos habían forjado. +Se proponían destruir la autoridad emanada de Dios, y sobre las ruinas +de ella establecer la suya propia. Doloroso es el verse precisado á +presentar las pruebas de esta aserción: no porque no se ofrezcan en +abundancia, sino porque, si se quiere echar mano de las más seguras é +incontestables, hay que recordar palabras y hechos que, si bien cubren +de oprobio á los fundadores del Protestantismo, tampoco es grato el +traerlos á la memoria; porque al pronunciar tales cargos la frente +se ruboriza, y al consignarlos en un escrito parece que el papel se +mancha.[2] + +Mirado en globo el Protestantismo, sólo se descubre en él un informe +conjunto de innumerables sectas, todas discordes entre sí, y acordes +sólo en un punto: _en protestar contra la autoridad de la Iglesia_. +Ésta es la causa de que sólo se oigan entre ellas nombres particulares +y exclusivos, por lo común sólo derivados del fundador de la secta; +y que, por más esfuerzos que hayan hecho, no han alcanzado jamás +á darse un nombre general, expresivo al mismo tiempo de una idea +positiva; de suerte que hasta ahora sólo se denominan á la manera +de las sectas filosóficas. Luteranos, calvinistas, zuinglianos, +anglicanos, socinianos, arminianos, anabaptistas, y la interminable +cadena que podría recordar, son nombres que muestran plenamente la +estrechez y mezquindad del círculo en que se encierran sus sectas; y +basta pronunciarlos para notar que no hay en ellos nada de general, +nada de grande. Á quien conozca medianamente la religión cristiana, +parece que esto debería bastarle para convencerse de que estas sectas +no son verdaderamente cristianas; pero lo singular, lo más notable, +es lo que ha sucedido con respecto á encontrar un nombre general. +Recorred su historia, y veréis que tantea varios, pero ninguno le +cuadra, en encerrándose en ellos algo de positivo, algo de cristiano; +pero, al ensayar uno como recogido al acaso en la Dieta de Espira, uno +que en sí propio lleva su condenación, porque repugna al origen, al +espíritu, á las máximas, á la historia entera de la religión cristiana; +un nombre que nada expresa de unidad, ni de unión; es decir, nada de +aquello que es inseparable del nombre cristiano; un nombre que no +envuelve ninguna idea positiva, que nada explica, nada determina; al +ensayar éste, se le ha ajustado perfectamente, todo el mundo se lo ha +adjudicado por unanimidad, por aclamación; y es porque era el suyo: +_Protestantismo_.[3] + +En el vago espacio señalado por este nombre, todas las sectas se +acomodan, todos los errores tienen cabida: negad con los luteranos el +libre albedrío, renovad con los arminianos los errores de Pelagio, +admitid la presencia real con unos, desechadla luego con los +zuinglianos y calvinistas; si queréis, negad con los socinianos la +divinidad de Jesucristo, adheríos á los episcopales ó á los puritanos, +daos si os viniera en gana á las extravagancias de los cuáqueros, todo +esto nada importa: no dejáis por ello de ser protestantes, porque +todavía _protestáis_ contra la autoridad de la Iglesia. Es ése un +espacio tan anchuroso, del que apenas podréis salir, por grandes que +sean vuestros extravíos: es todo el vasto terreno que descubrís en +saliendo fuera de las puertas de la Ciudad Santa.[4] + + + + +CAPITULO II + + +Pero, ¿cuáles fueron las causas de que apareciese en Europa el +Protestantismo, y de que tomase tanta extensión é incremento? Digna +es, por cierto, tal cuestión de ser examinada con mucho detenimiento, +ya por la importancia que encierra en sí propia, ya también porque, +llamándonos á investigar el origen de semejante plaga, nos guía al +lugar más á propósito para que podamos formarnos una idea más cabal +de la naturaleza y relaciones de ese fenómeno, tan observado como mal +definido. + +Cuando á efecto de la naturaleza y tamaño del Protestantismo se +trata de señalarle sus causas, es poco conforme á razón el recurrir +á hechos de poca importancia; ya porque lo sean de suyo, ó porque +estén limitados á determinados lugares y circunstancias. Es un error +el suponer que de causas muy pequeñas pudiesen resultar efectos muy +grandes; pues que, si bien es verdad que las cosas grandes tienen á +veces su principio en las pequeñas, también lo es que no es lo mismo +principio que causa, y que el principiar una cosa por otra, y el ser +causada por ella, son expresiones de significado muy diferente. Una +leve chispa produce tal vez un espantoso incendio; pero es porque +encuentra abundancia de materias inflamables. Lo que es general, +ha de tener causas generales; lo que es muy duradero y arraigado, +causas muy duraderas y profundas. Ésta es una ley constante, así en +el orden moral como en el físico, pero ley cuyas aplicaciones son muy +difíciles, particularmente en el orden moral; pues en él á veces están +las cosas grandes encubiertas con velos tan modestos, está cada efecto +enlazado con tantas causas, y por medio de tan delicadas hebras y tan +complicada contextura, que al ojo más atento y perspicaz, ó se le +escapa enteramente, ó se le pasa como cosa liviana y de poco resultado, +lo que tenía tal vez la mayor importancia é influjo; y, al contrario, +andan las cosas pequeñas tan cubiertas de oropel, tan adornadas y +relumbrantes, tan acompañadas de ruidoso cortejo, que es muy fácil +que engañen al hombre, ya muy propenso de suyo á juzgar por meras +apariencias. + +Insistiendo en los principios que acabo de asentar, no puedo inclinarme +á dar mucha importancia, ni á la rivalidad excitada por la predicación +de las indulgencias, ni á las demasías que pudieran cometer en esta +materia algunos subalternos; pudo todo esto ser una ocasión, un +pretexto, una señal de combate, pero en sí era muy poca cosa para poner +en conflagración el mundo. Aunque tal vez sea más plausible, no es, +sin embargo, más puesto en razón, el buscar las causas del nacimiento +y extensión del Protestantismo en el carácter y circunstancias de +los primeros novadores. Pondérase con énfasis la fogosa violencia de +los escritos y palabras de Lutero; y hácese notar cuán á propósito +eran para inflamar el ánimo de los pueblos, arrastrarlos en pos de +los nuevos errores, é inspirarles encarnizado odio contra la Iglesia +romana; encarécense no menos la sofística astucia, el estilo metódico, +la expresión elegante de Calvino, calidades muy adaptadas para dar +alguna aparente regularidad á la informe masa de errores que enseñaban +los nuevos sectarios, poniéndola más en estado de ser abrazada por +personas de más fino gusto: y á este tenor se van trazando cuadros +más ó menos verídicos de los talentos y demás calidades de otros +hombres: ni á Lutero, ni á Calvino, ni á ninguno de los principales +fundadores del Protestantismo, trato de disputarles los títulos con que +adquirieron su triste celebridad; pero me parece que el insistir mucho +sobre las calidades personales, y el atribuir á éstas la principal +influencia en el desarrollo del mal, es no conocerle en toda su +extensión, es no evaluar toda su gravedad, y es, además, olvidar lo que +nos ha enseñado la historia de todos los tiempos. + +En efecto: si miramos con imparcialidad á aquellos hombres, nada +encontraremos en ellos de tan singular que no se halle con igualdad, +ó con exceso, en casi todas las cabezas de secta. Sus talentos, su +erudición, su saber, todo ha pasado ya por el crisol de la crítica; +y, ni entre los católicos ni entre los protestantes, se halla ya +nadie instruído é imparcial que no tenga por exageraciones de partido +las desmedidas alabanzas que les habían tributado. Bajo todos +aspectos, ya se los considera sólo en la clase de aquellos hombres +turbulentos, que reunen las circunstancias necesarias para provocar +trastornos. Desgraciadamente, la historia de todos tiempos y países +y la experiencia de cada día nos enseñan que esos hombres son cosa +muy común, y que aparecen dondequiera que una funesta combinación de +circunstancias ofrezca ocasión oportuna. + +Cuando se ha querido buscar otras causas, que por su extensión é +importancia estuvieran más en proporción con el Protestantismo, se +han señalado comunmente dos: _la necesidad de una reforma_, y el +_espíritu de libertad_. «Había muchos abusos, han dicho algunos; se +descuidó la reforma legítima, y este descuido provocó la revolución.» +«El entendimiento humano estaba en cadenas, han dicho otros; quiso +quebrantarlas; y el Protestantismo no fué otra cosa _que un esfuerzo +extraordinario en nombre de la libertad, un vuelo atrevido del +pensamiento humano_.» Por cierto que á esas opiniones no puede +tachárselas de que señalen causas pequeñas, y cuya influencia se +circunscriba á espacio breve; y hasta en ambas se encuentra algo +que es muy á propósito para atraerles prosélitos. Ponderando la una +la necesidad de una reforma, abre anchuroso campo para reprender la +inobservancia de las leyes y la relajación de las costumbres, y esto +excita siempre simpatías en el corazón del hombre, indulgente cuando se +trata de los deslices propios, pero severo é inexorable con los ajenos; +y, pronunciando la otra las deslumbradoras palabras de _libertad_, de +_vuelo atrevido del espíritu_, puede estar siempre segura de hallar +dilatado eco, pues que éste no falta jamás á la palabra que lisonjea el +orgullo. + +No trato yo de negar la necesidad que á la sazón había de una reforma; +convengo en que era necesaria; bastándome para esto el dar una ojeada +á la historia, el escuchar los sentidos lamentos de grandes hombres, +mirados por la Iglesia como hijos muy predilectos, y sobre todo me +basta leer en el primer decreto del Concilio de Trento que uno de los +objetos del Concilio era la _reforma del clero y del pueblo cristiano_; +me basta oir de boca del Papa Pío IV, en la confirmación del mismo +Concilio, que uno de los objetos para que se había celebrado, era la +_corrección de las costumbres y el restablecimiento de la disciplina_. +Sin embargo, y á pesar de todo esto, no puedo inclinarme á dar á los +abusos tanta influencia en el nacimiento del Protestantismo como le +han atribuído muchos; y, á decir verdad, me parece muy mal resuelta +la cuestión, siempre que, para señalar la verdadera causa del mal, +se insiste mucho sobre los funestos resultados que habían de traer +consigo los abusos; así como, por otra parte, no me satisfacen las +palabras de _libertad_ y de _atrevido vuelo del pensamiento_. Lo diré +paladinamente: por más respeto que se merezcan algunos de los hombres +que han dado tanta importancia á los abusos; por más consideraciones +que tenga á los talentos de otros que han apelado al espíritu de +libertad, ni en unos ni en otros encuentro aquel análisis, filosófico é +histórico á la par, que no se aparta del terreno de los hechos, sino +que los examina y alumbra, mostrando la íntima naturaleza de cada uno, +sin descuidar su enlace y encadenamiento. + +Se ha divagado tanto en la definición del Protestantismo y en el +señalamiento de sus causas, por no haberse advertido que no es más +que un hecho común á todos los siglos de la historia de la Iglesia, +pero que tomó su _importancia y peculiares caracteres de la época en +que nació_. Con esta sola consideración, fundada en el testimonio +constante de la historia, y confirmada por la razón y la experiencia, +todo se allana, todo se aclara y explica; nada hemos de buscar en +sus doctrinas, ni en sus fundadores, de extraordinario ni singular; +porque todo lo que tiene de característico, todo proviene de que nació +en _Europa, y en el siglo_ XVI. Desenvolveré este pensamiento, no +echando mano de raciocinios aéreos, que sólo estriben en suposiciones +gratuitas, sino apelando á hechos que nadie podrá contestar. + +Es innegable que el principio de sumisión á la autoridad en materias +de fe, ha encontrado siempre mucha resistencia por parte del espíritu +humano. No es éste el lugar de señalar las causas de esta resistencia, +causas que en el curso de esta obra me propongo analizar; me basta +por ahora consignar el hecho, y recordar á quien lo pusiere en duda, +que la historia de la Iglesia va siempre acompañada de la historia de +las herejías. Conforme á la variedad de tiempos y países, el hecho ha +presentado diferentes fases: ora haciendo entrar en torpe mezcolanza +el judaísmo y el cristianismo, ora combinando con la doctrina de +Jesucristo los sueños de los orientales, ora alterando la pureza del +dogma católico con las cavilaciones y sutilezas del sofista griego; +es decir, presentando diferentes aspectos, según ha sido diferente el +estado del espíritu humano. No ha dejado, empero, este hecho de tener +dos caracteres generales, que han manifestado bien á las claras que +el origen es el mismo, á pesar de ser tan vario el resultado en su +naturaleza y objeto. Estos caracteres son: _el odio á la autoridad de +la Iglesia y el espíritu de secta_. + +Bien claro es que, si en cada siglo se había visto nacer alguna secta +que se oponía á la autoridad de la Iglesia, y erigía en dogmas las +opiniones de sus fundadores, no era regular que dejase de acontecer lo +mismo en el siglo XVI; y, atendido el carácter del espíritu humano, +me parece que, si el siglo XVI hubiera sido una excepción de la regla +general, tendríamos actualmente una cuestión bien difícil de resolver, +y sería: ¿cómo fué posible que no apareciese en aquel siglo ninguna +secta? Pues bien: una vez nacido en el siglo XVI un error cualquiera, +sea cual fuere su origen, su ocasión y pretexto; luego que se haya +reunido en torno de la nueva enseña una porción de prosélitos, veo ya +al Protestantismo en toda su extensión, en toda su transcendencia, con +todas sus divisiones y subdivisiones, con toda su audacia y energía +para desplegar un ataque general contra cuantos puntos de dogma y de +disciplina se enseñen y observen en la Iglesia. En vez de Lutero, +de Zuinglio, de Calvino, poned, si os place, á Arrio, á Nestorio, á +Pelagio; en lugar de los errores de aquéllos, enseñad, si queréis, los +de éstos: todo será indiferente, porque todo tendrá un mismo resultado. +El error excitará desde luego simpatías, encontrará defensores, +acalorará entusiastas, se extenderá, se propagará con la rapidez de +un incendio, se dividirá luego, y tomarán sus chispas direcciones muy +diferentes; todo se defenderá con aparato de erudición y de saber, +variarán de continuo las creencias, se formularán mil profesiones de +fe, se cambiará ó anonadará la liturgia, y haránse mil trozos los +lazos de disciplina: es decir, tendréis el _Protestantismo_. ¿Y cómo +es que en el siglo XVI haya de tomar el mal tanta gravedad, tanta +extensión y transcendencia? Porque la sociedad de entonces es muy +diferente de todas las anteriores, y lo que en otras épocas pudiera +causar un incendio parcial, había de acarrear en ésta una conflagración +espantosa. Componíase la Europa de un conjunto de sociedades inmensas +que, como formadas en una misma matriz, tenían mucha semejanza en +ideas, costumbres, leyes é instituciones; habíase entablado, por +consiguiente, entre ellas una viva comunicación, ora excitada por +rivalidades, ora por comunidad de intereses; en la generalidad de la +lengua latina existía un medio que facilitaba la circulación de toda +clase de conocimientos; y, sobre todo, acababa de generalizarse un +rápido vehículo, un medio de explotación, de multiplicación y expresión +de todos los pensamientos y afectos; un medio que poco antes saliera +de la cabeza de un hombre, como un resplandor milagroso preñado de +colosales destinos: _la imprenta_. + +Tal es el espíritu humano, tal su volubilidad, tanto el apego que cobra +fácilmente á toda clase de innovaciones, tal el placer que siente en +abandonar los antiguos rumbos para seguir otros nuevos, que, una vez +levantada la enseña del error, era imposible que no se agrupasen muchos +en torno de ella. Sacudido el yugo de la autoridad en países donde +era tan vasta, tan activa la investigación, donde fermentaban tantas +discusiones, donde bullían tantas ideas, donde germinaban todas las +ciencias, ya no era dable que el vago espíritu del hombre se mantuviera +fijo en ningún punto, y debía por precisión pulular un hormiguero de +sectas, marchando cada una por su camino, á merced de sus ilusiones +y caprichos. Aquí no hay medio: las naciones civilizadas, ó serán +católicas, ó recorrerán todas las fases del error; ó se mantendrán +aferradas al áncora de la autoridad, ó desplegarán un ataque general +contra ella, combatiéndola en sí misma, y en cuanto enseña ó prescribe. +El hombre cuyo entendimiento está despejado y claro, ó vive tranquilo +en las apacibles regiones de la verdad, ó la busca desasosegado é +inquieto; y como, estribando en principios falsos, siente que no está +firme el terreno, que está mal segura y vacilante su planta, cambia +continuamente de lugar, saltando de error en error, de abismo en +abismo. El vivir en medio de errores, y estar satisfecho de ellos, y +transmitirlos de generación en generación, sin hacer modificación ni +mudanza, es propio de aquellos pueblos que vegetan en la ignorancia y +envilecimiento: allí el espíritu no se mueve, porque duerme. + +Colocado el observador en este punto de vista, descubre el +Protestantismo tal cual es en sí; y, como domina completamente la +posición, ve cada cosa en su lugar, y puede, por tanto, apreciar su +verdadero tamaño, descubrir sus relaciones, estimar su influencia, y +explicar sus anomalías. Entonces, situados los hombres en su lugar, y +comparados con el vasto conjunto de los hechos, aparecen en el cuadro +como figuras muy pequeñas, que podrían muy bien ser substituídas por +otras, que nada importa que estuvieran un poco más acá, ó un poco más +allá; que era indiferente que tuviesen esta ó aquella forma, este ó +aquel colorido; y entonces salta á los ojos que el entretenerse mucho +en ponderar la energía de carácter, la fogosidad y audacia de Lutero, +la literatura de Melanchton, el talento sofístico de Calvino, y otras +cosas semejantes, es desperdiciar el tiempo y no explicar nada. Y, +en efecto: ¿qué eran todos esos hombres y otros corifeos? ¿tenían, +acaso, algo de extraordinario? ¿no eran, por ventura, tales como se +los encuentra con frecuencia en todas partes? Algunos de ellos ni +excedieron siquiera de la raya de medianos; y de casi todos puede +asegurarse que, si no hubieran tenido celebridad funesta, la hubieran +tenido muy escasa. Pues ¿por qué hicieron tanto? Porque encontraron un +montón de combustible y le pegaron fuego: ya veis que esto no es muy +difícil; y, sin embargo, ahí está todo el misterio. Cuando veo á Lutero +loco de orgullo, precipitarse en aquellos delirios y extravagancias +que tanto lamentaban sus propios amigos; cuando le veo insultar +groseramente á cuantos le contradicen, indignarse contra todo lo que no +se humilla en su presencia; cuando le oigo vomitar aquel torrente de +dicterios soeces, de palabras inmundas, apenas me causa otra impresión +que la de lástima: este hombre, que tiene la singular ocurrencia de +llamarse _Notharius Dei_, desvaría, tiene medio perdido el juicio, y +no es extraño, porque ha soplado, y con su soplo se ha manifestado un +terrible incendio; es que había un almacén de pólvora, y su soplo le ha +aproximado una chispa, y el insensato que en su ceguera no lo advierte, +dice en su delirio: _muy poderoso soy; mirad: mi soplo es abrasador: +pone en conflagración al mundo_. + +Y los abusos ¿qué influencia tuvieron? Si no abandonamos el mismo punto +de vista en que nos hemos colocado, veremos que dieron tal vez alguna +ocasión, que suministraron algún pábulo, pero que están muy lejos de +haber ejercido la influencia que se les ha atribuído, y no es porque +trate ni de negarlos, ni de excusarlos; no es porque no haga el debido +caso de los lamentos de grandes hombres; pero no es lo mismo llorar un +mal, que señalar y analizar su influencia. El varón justo que levanta +su voz contra el vicio, el ministro del santuario devorado por el celo +de la Casa del Señor, se expresan con acento tan alto y tan sentido, +que no siempre sus quejas y gemidos pueden servir de dato seguro para +estimar el justo valor de los hechos. Ellos sueltan una palabra que +sale del fondo de su corazón; sale abrasada, porque arde en sus pechos +el amor, y el celo de la justicia; y viene en pos de ellos la mala fe, +interpreta á su maligno talante las expresiones, y todo lo exagera y +desfigura. + +Sea lo que fuere de todo esto, bien claro es que, ateniéndonos á lo +que dejamos firmemente asentado con respecto al origen y naturaleza +del Protestantismo, no pueden señalarse como principal causa de él los +abusos; y que, cuando más, pueden indicarse como ocasiones y pretextos. +Si así no fuere, sería menester decir que en la Iglesia, ya desde +su origen, aun en el tiempo de su primitivo fervor, y de su pureza +proverbial, tan ponderada por los adversarios, ya había muchos abusos: +porque también entonces pululaban de continuo sectas, que protestaban +contra sus dogmas, que sacudían su autoridad, y se apellidaban la +verdadera Iglesia. Esto no tiene réplica; el caso es el mismo; y si se +alegare la extensión que ha tenido el Protestantismo, y su propagación +rápida, recordaré que esto se verificó también con respecto á otras +sectas; reproduciré lo que decía San Jerónimo de los estragos del +arrianismo: _Gimió el orbe entero y asombróse de verse arriano_. Que, +si algo más se quiere citar con respecto al Protestantismo, bastante se +lleva evidenciado que lo que tiene de característico, todo lo debe, no +á los abusos, sino á la _época en que nació_. + +Lo dicho hasta aquí es bastante para que pueda formarse concepto de +la influencia que los abusos pudieron ejercer: pero, como este asunto +ha dado tanto que hablar, y prestado origen á muchas equivocaciones, +será bien, antes de pasar más adelante, detenerse todavía más en esta +importante materia, fijando, en cuanto cabe, las ideas, y separando +lo verdadero de lo falso, lo cierto de lo incierto. Que en los siglos +medios se habían introducido abusos deplorables, que la corrupción +de costumbres era mucha, y que, por consiguiente, era necesaria una +reforma, es cierto, indudable. Por lo que toca á los siglos XI y +XII, tenemos de esta triste verdad testigos tan intachables como +San Pedro Damián, San Gregorio VII y San Bernardo. Algunos siglos +después, si bien se habían corregido mucho los abusos, todavía eran +de consideración, bastando para convencernos de esta verdad los +lamentos de los varones respetables que anhelaban por la reforma; +distinguiéndose muy particularmente el cardenal Julián en las terribles +palabras con que se dirigía al Papa Eugenio IV, representándole los +desórdenes del clero, principalmente del de Alemania. Confesada +paladinamente la verdad, pues no creo que la causa del Catolicismo +necesite para su defensa del embozo y de la mentira, resolveré en pocas +palabras algunas cuestiones importantes. + +¿Quién tenía la culpa de que se hubiesen introducido tamaños +desórdenes? ¿Era la Corte de Roma? ¿Eran los obispos? Creo que sólo +se la debe achacar á la calamidad de los tiempos. Para un hombre +sensato bastará recordar que en Europa se habían consumado los hechos +siguientes: la disolución del viejo y corrompido imperio romano; la +irrupción é inundación de los bárbaros del Norte; la fluctuación y las +guerras de éstos entre sí y con los demás pueblos por espacio de largos +siglos; el establecimiento y el predominio del feudalismo con todas sus +turbulencias y desastres; la invasión de los sarracenos, y su ocupación +de una parte considerable de Europa. La ignorancia, la corrupción, +la relajación de la disciplina, ¿no debían ser el resultado natural, +necesario, de tanto trastorno? La sociedad eclesiástica ¿podía menos de +resentirse profundamente de esa disolución, de ese aniquilamiento de la +sociedad civil? ¿podía no participar de los males de ese horroroso caos +en que se hallaba envuelta la Europa? + +¿Faltó nunca en la Iglesia, el espíritu, el deseo, el anhelo de la +reforma de los abusos? Se puede demostrar que no. Pasaré por alto los +santos varones, que en todos aquellos calamitosos tiempos no dejó de +abrigar en su seno; la historia nos los cuenta en número considerable, +y de virtudes tan acendradas, que, al paso que contrastaban con la +corrupción que les rodeaba, mostraban que no se había apagado en +el seno de la Iglesia católica el divino fuego de las _lenguas del +Cenáculo_. Este solo hecho prueba ya mucho; pero prescindiré de +él, para llamar la atención sobre otro más notable, menos sujeto á +cuestiones, menos tachable de exageración, y que no puede decirse +limitado á este ó á aquel individuo, sino que es la verdadera expresión +del espíritu que animaba al cuerpo de la Iglesia. Hablo de la incesante +reunión de concilios en que se reprobaban y condenaban los abusos, y se +inculcaba la santidad de costumbres, y la observancia de la disciplina. +Afortunadamente este hecho consolador está fuera de toda duda; está +patente á los ojos de todo el mundo, bastando, para convencerse de él, +el haber abierto una vez siquiera algún libro de historia eclesiástica, +ó alguna colección de concilios. Es sobremanera digno este hecho de +llamar la atención, y aun puede añadirse que quizá no se ha advertido +toda la importancia que encierra. En efecto: si observamos las otras +sociedades, repararemos que, á medida que las ideas ó las costumbres +cambian, van modificando rápidamente las leyes; y, si éstas le son muy +contrarias, en poco tiempo las hacen callar, las arrollan, las echan +por el suelo. Pero en la Iglesia no sucedió así: la corrupción se había +extendido por todas partes de una manera lamentable: los ministros de +la religión se dejaban arrastrar de la corriente, y se olvidaban de +la santidad de su ministerio; pero el fuego santo ardía siempre en +el santuario: allí se proclamaba, se inculcaba sin cesar la ley; y +aquellos mismos hombres ¡cosa admirable!, aquellos mismos hombres que +la quebrantaban, se reunían con frecuencia para condenarse á sí mismos, +para afear su propia conducta, haciendo de esta manera más sensible, +más público el contraste entre su enseñanza y sus obras. La simonía +y la incontinencia eran los dos vicios dominantes; pues bien, abrid +las colecciones de los concilios, y por dondequiera los encontraréis +anatematizados. Jamás se vió tan prolongada, tan constante, tan tenaz +lucha del derecho contra el hecho; jamás, como entonces, se vió por +espacio de largos siglos á la ley colocada cara á cara contra las +pasiones desencadenadas; y mantenerse allí firme, inmóvil, sin dar un +paso atrás, sin permitirles tregua ni descanso hasta haberlas sojuzgado. + +Y no fué inútil esa constancia, esa santa tenacidad: y así es que á +principios del siglo XVI, es decir, á la época del nacimiento del +Protestantismo, vemos que los abusos eran incomparablemente menores, +que las costumbres se habían mejorado mucho, que la disciplina había +adquirido vigor, y que se la observaba con bastante regularidad. El +tiempo de las declamaciones de Lutero no era el tiempo calamitoso +llorado por San Pedro Damián y por San Bernardo: el caos se había +desembrollado mucho; la luz, el orden y la regularidad se iban +difundiendo rápidamente; y, por prueba incontestable de que no yacía +en tanta ignorancia y corrupción como se quería ponderar, podía la +Iglesia ofrecer una exquisita muestra de hombres tan distinguidos en +santidad como brillaron en aquel mismo siglo, y tan eminentes en +sabiduría como resplandecieron en el Concilio de Trento. Es menester +no olvidar la situación en que se había encontrado la Iglesia; es +necesario no perder de vista que las grandes reformas exigen largo +tiempo; que estas reformas encontraban resistencia en los eclesiásticos +y en los seglares, y que, por haberlas querido emprender con firmeza +y constancia Gregorio VII, se ha llegado á tacharle de temerario. No +juzguemos á los hombres fuera de su lugar y tiempo; no pretendamos +que todo se ajuste á los mezquinos tipos que nos forjamos en nuestra +imaginación: los siglos ruedan en una órbita inmensa, y la variedad +de circunstancias produce situaciones tan extrañas y complicadas, que +apenas alcanzamos á concebirlas. + +Bossuet, en su _Historia de las variaciones_, después de haber hecho +una clasificación del diferente espíritu que guiaba á los hombres que +habían intentado una reforma antes del siglo XVI, y después de citar +las amenazadoras palabras del cardenal Julián, dice: «Así es como, en +el siglo XV, ese cardenal, el hombre más grande de su tiempo, deploraba +los males, previendo sus funestas consecuencias; de manera que parece +haber pronosticado los que Lutero iba á causar á toda la cristiandad, +empezando por la Alemania; y no se engañó al creer que el _no haber +cuidado de la reforma_, y el aumento del odio contra el clero, iba á +producir una secta más temible para la Iglesia que la de los bohemios.» +De estas palabras se infiere que el ilustre obispo de Meaux encontraba +una de las principales causas del Protestantismo en no haberse hecho á +tiempo la reforma legítima. No se crea, por esto, que Bossuet excuse +en lo más mínimo á los corifeos del Protestantismo, ni que trate de +poner en salvo las intenciones de los novadores; antes al contrario, +los coloca en la clase de los reformadores turbulentos, que, lejos +de favorecer la verdadera reforma deseada por los hombres sabios y +prudentes, sólo servían para hacerla más difícil, introduciendo con sus +malas doctrinas el espíritu de desobediencia, de cisma y de herejía. + +Á pesar de la autoridad de Bossuet, no puedo inclinarme á dar tanta +importancia á los abusos, que los mire como una de las principales +causas del Protestantismo, y no es necesario repetir lo que en apoyo de +mi opinión he dicho antes. Pero no será fuera del caso advertir que mal +pueden apoyarse en la autoridad de Bossuet los que intenten sincerar +las intenciones de los primeros reformadores; pues que el ilustre +prelado es el primero en suponerlos altamente culpables, y en reconocer +que, si bien existían los abusos, nunca tuvieron los novadores la +intención de corregirlos, antes sí de valerse de este pretexto para +apartarse de la fe de la Iglesia, substraerse al yugo de la legítima +autoridad, quebrantar todos los lazos de la disciplina, é introducir de +esta suerte el desorden y la licencia. + +Y á la verdad, ¿cómo sería posible atribuir á los primeros reformadores +el espíritu de una verdadera reforma, cuando casi todos cuidaron +de desmentirlo con su vergonzosa conducta? Si al menos se hubieran +entregado á un riguroso ascetismo, si con la austeridad de sus +costumbres hubiesen condenado la relajación de que se lamentaban, +entonces podríamos sospechar si sus mismos extravíos fueron efecto de +un celo exagerado, si fueron arrebatados al mal por un exceso de amor +al bien; pero ¿sucedió algo de semejante? Oigamos lo que dice sobre el +particular un testigo de vista, un hombre que por cierto no puede ser +tildado de fanático, un hombre que guardó con los primeros corifeos +del Protestantismo tantas consideraciones y miramientos, que no pocos +los han calificado de culpables: es Erasmo, que, hablando con su +acostumbrada gracia y malignidad, dice así: «Según parece, la reforma +viene á parar á la secularización de algunos frailes, y al casamiento +de algunos sacerdotes: y esa gran tragedia se termina, al fin, por un +suceso muy cómico, pues que todo se desenlaza, como en las comedias, +por un casamiento.» + +Esto manifiesta hasta la evidencia cuál era el verdadero espíritu de +los novadores del siglo XVI, y que, lejos de intentar la enmienda de +los abusos, se proponían más bien agravarlos. En esta parte, la simple +consideración de los hechos ha guiado á M. Guizot por el camino de la +verdad, cuando no admite la opinión de aquellos que pretenden que «la +reforma había sido una tentativa concebida y ejecutada con el solo +designio de reconstituir una Iglesia pura, la Iglesia primitiva; ni una +simple mira de mejora religiosa, ni el fruto de una utopia de humanidad +y de verdad.» (_Historia general de la civilización europea, lección +12._) + +Tampoco será difícil ahora el apreciar en su justo valor el mérito de +la explicación que ha dado de este fenómeno el escritor que acabo de +citar. «La reforma, dice M. Guizot, fué un esfuerzo extraordinario en +nombre de la libertad, una insurrección de la inteligencia humana.» + +Este esfuerzo nació, según el mismo autor, de la _vivísima actividad_ +que desplegaba el espíritu humano, y del estado de _inercia_ en que +había caído la Iglesia romana: de que á la sazón caminaba el espíritu +humano con fuerte é impetuoso movimiento, y la Iglesia se hallaba +_estacionaria_. Ésta es una de aquellas explicaciones que son muy á +propósito para granjearse admiradores y prosélitos; porque, colocados +los pensamientos en terreno tan general y elevado, no pueden ser +examinados de cerca por la mayor parte de los lectores, y, presentados +con el velo de una imagen brillante, deslumbran los ojos, y preocupan +el juicio. + +Como lo que coarta la libertad de pensar, tal como la entiende aquí +M. Guizot, y como la entienden los protestantes, es la _autoridad_ en +materias de fe, infiérese que el levantamiento de la inteligencia debió +ser seguramente contra esa _autoridad_; es decir, que aconteció la +sublevación del entendimiento, porque él marchaba, y la Iglesia no se +movía de sus dogmas; ó, por valerme de la expresión de M. Guizot: «la +Iglesia se hallaba _estacionaria_.» + +Sea cual fuere la disposición de ánimo de M. Guizot con respecto á los +dogmas de la Iglesia católica, al menos como filósofo debió advertir +que andaba muy desacertado en señalar, como particular de una época, lo +que para la Iglesia era un carácter de que ella se había glorificado +en todos tiempos. En efecto: van ya más de 18 siglos que á la Iglesia +se la puede llamar _estacionaria_ en sus dogmas; y ésta es una prueba +inequívoca de que ella sola está en posesión de la verdad: porque la +verdad es _invariable_, por ser _una_. + +Si, pues, el levantamiento de la inteligencia se hizo por esta causa, +nada tuvo la Iglesia en aquel siglo que no tuviera en todos los +anteriores, y no lo haya conservado en los siguientes; nada hubo de +particular, nada de característico; nada, por consiguiente, se ha +adelantado en la explicación de las causas del fenómeno; y si por +esta razón la compara M. Guizot á los gobiernos _viejos_, ésta es +una _vejez_ que la tuvo la Iglesia desde su cuna. Como si M. Guizot +hubiese sentido él propio la flaqueza de sus raciocinios, presenta +los pensamientos en grupo, en tropel; hace desfilar á los ojos del +lector diferentes órdenes de ideas, sin cuidar de clasificaciones, ni +deslindes, para que la variedad distraiga y la mezcla confunda. En +efecto: á juzgar por el contexto de su discurso, no parece que entienda +aplicar á la Iglesia los epítetos de _inerte_, ni _estacionaria_ con +respecto á los dogmas, sino que más bien se deja conjeturar que trata +de referirlo á pretensiones bajo el aspecto político y económico; pues, +por lo que toca á la _tiranía é intolerancia_ que han achacado algunos +á la Corte de Roma, lo rechaza M. Guizot como una calumnia. + +Supuesto que en esta parte presenta una incoherencia de ideas que +parece no debíamos esperar de su claro entendimiento, incoherencia +que á muchos se les haría recio de creer, me es indispensable copiar +literalmente sus propias palabras, y en ellas aprenderemos que nada +hay más incoherente que los grandes talentos, una vez colocados en una +posición falsa. + +«Había caído la Iglesia, dice M. Guizot, en un estado de inercia, +se hallaba estacionaria: el crédito político de la Corte de Roma se +había disminuído mucho: la dirección de la sociedad europea ya no le +pertenecía, puesto que había pasado al gobierno civil. Con todo, tenía +el poder espiritual las mismas pretensiones que antes; conservaba +aún toda su pompa, toda su importancia exterior: sucedíale lo que ha +acontecido, más de una vez á los gobiernos viejos y que han perdido +su influencia: se dirigían de continuo quejas contra ella, y la mayor +parte eran fundadas.» ¿Cómo es posible que M. Guizot no advirtiese +que nada señalaba aquí que tuviese relación con la libertad del +pensamiento, nada que no fuera de un orden muy diferente? El haberse +disminuído el influjo político de la Corte de Roma, y el conservar +aún sus pretensiones; el no pertenecerle ya la dirección de la +sociedad europea, y el conservar ella su pompa é importancia exterior, +¿significa acaso otra cosa que las rivalidades que pudieron existir +con respecto á asuntos políticos? ¿Y cómo pudo olvidar M. Guizot que +poco antes había dicho que el señalar como causa del Protestantismo la +_rivalidad de los soberanos con el poder eclesiástico_, no le parecía +_fundado_, ni muy _filosófico_, ni en correspondiente _proporción con +la extensión é importancia de este suceso_? + +Si algunos creyesen que, aun cuando todo esto no tuviera relación +directa con la libertad del pensamiento, no obstante, se provocó la +sublevación intelectual con la intolerancia que manifestaba á la sazón +la Corte de Roma: «No es verdad, les responderá M. Guizot, que en el +siglo XVI la Corte de Roma fuese muy tiránica; no es verdad que los +abusos, propiamente dichos, fuesen entonces más numerosos y más graves +de lo que hasta aquella época habían sido. _Al contrario, nunca quizás_ +el gobierno eclesiástico se había mostrado más _condescendiente y +tolerante_, más dispuesto á dejar marchar todas las cosas mientras +no se cuestionase sobre su poder, mientras se le reconociesen, aun +dejándolos sin ejercicio, los derechos que tenía: mientras se le +asegurase la misma existencia, se le pagasen los mismos tributos. De +este modo el gobierno eclesiástico hubiera dejado tranquilo al espíritu +humano, si el espíritu humano hubiese querido hacer otro tanto con +respecto á él.» Es decir, que no parece sino que M. Guizot se olvidó +completamente de que asentaba todos esos antecedentes para manifestar +que la reforma protestante había sido un _grande esfuerzo en nombre +de la libertad, un levantamiento de la inteligencia humana_; pues que +nada nos alega, nada recuerda que se opusiese á esta libertad; y aun +si algo pudiera provocar el _levantamiento_, como habría sido _la +intolerancia_, _la crueldad_, el no dejar tranquilo al espíritu humano, +ya nos ha dicho M. Guizot que el gobierno eclesiástico en el siglo XVI +no era tiránico, antes bien era _condescendiente_, _tolerante_, y que +de su parte hubiera _dejado tranquilo al espíritu humano_. + +Á la vista de tales datos, es evidente que el _esfuerzo extraordinario +en nombre de la libertad de pensar_, es, en boca de M. Guizot, una +palabra vaga, indefinible; y, al proferirla, parece que se propuso +cubrir con brillante velo la cuna del Protestantismo, aun á expensas +de la consecuencia en sus propias opiniones. Desechó las rivalidades +políticas y apela luego á ellas; no da importancia á la influencia de +los abusos, no los juzga por verdadera causa, y se olvida que en la +lección antecedente había asentado que, si se hubiera hecho á tiempo +una reforma legal _tan oportuna y necesaria_, tal vez se hubiera +evitado la revolución religiosa: traza un cuadro en que se propone +presentar puntos de contraste con esta libertad, quiere alzarse á +consideraciones generales, elevadas, que abarquen la posición y las +relaciones de la inteligencia, y se detiene en _la pompa y aparato +exterior_, recuerda las _rivalidades políticas_, y, abatiendo su vuelo, +hasta desciende al terreno de los _tributos_. + +Esa incoherencia de ideas, esa debilidad de raciocinio, ese olvido +de los propios asertos, sólo podrá parecer extraño á quien esté más +acostumbrado á admirar el vuelo de los grandes talentos que á estudiar +la historia de sus aberraciones. Cabalmente M. Guizot se hallaba en +tal posición, que es muy difícil no equivocarse y deslumbrarse; porque, +si es verdad que el caminar rastreramente sobre los hechos individuales +trae el inconveniente de circunscribir la vista, y de conducir al +observador á la colección de una serie de hechos aislados, más bien +que á la formación de un cuerpo de ciencia, también es cierto que, +divagando el espíritu por un inmenso espacio donde haya de abarcar +muchos y muy variados hechos en todos sus aspectos y relaciones, corre +peligro de alucinarse á cada paso; también es cierto que la demasiada +generalidad suele rayar en hipotética y fantástica; que no pocas veces, +alzándose con inmoderado vuelo el entendimiento para descubrir mejor el +conjunto de los objetos, llega á no verlos como son en sí, quizás hasta +los pierda enteramente de vista; y por eso es menester que los más +elevados observadores recuerden con frecuencia el dicho de Bacón: «_no +alas, sino plomo_». + +M. Guizot tenía demasiada imparcialidad para que no pudiese menos de +confesar la exageración con que habían sido abultados los abusos; +además, tenía mucha filosofía para desconocer que no eran causa +suficiente para producir un efecto tamaño; y hasta el sentimiento de +su propia dignidad y decoro no le permitió mezclarse con esa turba +bulliciosa y descomedida, que clama sin cesar contra la crueldad y la +intolerancia; y así es que en esta parte hizo un esfuerzo para hacer +justicia á la Iglesia romana. Pero desgraciadamente sus prevenciones +contra la Iglesia no le permitieron ver las cosas como son en sí: +columbró que el origen del Protestantismo debía buscarse en el mismo +espíritu humano; pero, conocedor del siglo en que vive, y, sobre todo, +de la época en que hablaba, presintió que, para ser bien acogidos sus +discursos, era menester lisonjear al auditorio apellidando _libertad_; +templó con algunas palabras suaves la amargura de los cargos contra +la Iglesia, mas procurando luego que todo lo bello, todo lo grande +y generoso, estuviera de parte del pensamiento engendrador de la +reforma, y que recayesen sobre la Iglesia todas las sombras que habían +de obscurecer el cuadro. + +Á no ser así, hubiera visto, sin duda, que, si bien la principal +causa del Protestantismo se halla en el espíritu humano, no era +necesario recurrir á parangones injustos; no hubiera caído en la +incoherencia que acabamos de ver; hubiera encontrado la raíz del hecho +en el propio carácter del espíritu humano, y hubiera explicado su +gravedad y transcendencia, con sólo recordar la naturaleza, posición +y circunstancias de las sociedades en cuyo centro apareció. Habría +notado que no hubo allí un _esfuerzo extraordinario, sino una simple +repetición de lo acontecido en cada siglo; un fenómeno común, que +tomó un carácter especial, á causa de la particular disposición de la +atmósfera que le rodeaba_. + +Este modo de considerar el Protestantismo como un hecho común, +agrandado, empero, y extendido á causa de las circunstancias de la +sociedad en que nació, me parece tan filosófico como poco reparado: +y así presentaré otra proposición, que nos suministrará juntamente +razones y ejemplos. Tal es el estado de las sociedades modernas, +de tres siglos á esta parte, que todos los hechos que en ellas se +verifiquen, han de tomar un carácter de generalidad, y, por tanto, de +gravedad, que los ha de distinguir de los mismos hechos, verificados, +empero, en otras épocas en que era diferente el estado de las +sociedades. Dando una ojeada á la historia antigua, observaremos que +todos los hechos tenían cierto aislamiento, por el cual ni eran tan +provechosos cuando eran buenos, ni tan nocivos cuando eran malos. +Cartago, Roma, Lacedemonia, Atenas, y todos esos pueblos antiguos, +más ó menos adelantados en la carrera de la civilización, siguen cada +cual su camino; pero siempre de una manera particular: las ideas, las +costumbres, las formas políticas se sucedían unas á otras; pero no se +descubre esa influencia de las ideas de un pueblo sobre las ideas de +otro pueblo, de las costumbres del uno sobre las costumbres del otro; +ese espíritu propagador que tiende á confundirlos á todos en un mismo +centro: por manera que, excepto el caso de violenta conmixtión, se +conoce muy bien que podrían los pueblos antiguos estar largo tiempo muy +cercanos, conservando íntegramente cada uno sus propias fisonomías, sin +experimentar á causa del contacto considerables mudanzas. + +Observad, empero, cuán de otra manera sucede en Europa: una revolución +en un país afecta todos los otros; una idea salida de una escuela pone +en agitación á los pueblos, y en alarma á los gobiernos: nada hay +aislado; todo se generaliza, todo se propaga, tomando con la misma +expansión una fuerza terrible. He aquí por qué no es posible estudiar +la historia de un pueblo, sin que se presenten en la escena todos los +pueblos; no es posible estudiar la historia de una ciencia, de un arte, +sin que se compliquen desde luego cien relaciones con otros objetos que +no son ni científicos, ni artísticos: y es porque todos los pueblos se +asimilan, todos los objetos se enlazan, todas las relaciones se abarcan +y se cruzan; he aquí por qué no hay un asunto en un país en que no +tomen interés, y aun parte si es posible, todos los demás; y he aquí +por qué, concretándonos á la política, es y será siempre una idea sin +aplicaciones la de _no intervención_; pues no se ha visto jamás que +cada cual no procure intervenir en todos los negocios que le interesan. + +Estos ejemplos, tomados de los órdenes políticos, literarios y +artísticos, me parecen muy á propósito para dar á entender mi idea +sobre lo que ha sucedido con respecto al orden religioso; y, si bien +despojan al Protestantismo de ese manto filosófico con que se le ha +querido cubrir aun en su cuna; si le quitan todo derecho á suponerse +como un pensamiento que, lleno de previsión y de proyectos grandiosos, +encerraba grandes destinos, tampoco rebajan en nada su gravedad y su +extensión, en nada limitan el hecho; antes sí indican la verdadera +causa de que se haya presentado con aspecto tan imponente. + +Desde el punto de vista que acabo de señalar, todo se descubre en +su verdadero tamaño: los hombres apenas figuran, casi desaparecen; +los abusos se ofrecen como son: ocasiones y pretextos; los planes +vastos, las ideas altas y generosas, los esfuerzos de independencia se +reducen á suposiciones arbitrarias; el cebo de las depredaciones, la +ambición, las rivalidades de los soberanos, juegan como causas más ó +menos influyentes, pero siempre en un orden secundario: ninguna causa +se excluye; sólo que se las coloca á todas en su lugar, no se permite +la exageración en su influencia, y, señalándose una principal, no +deja de mirarse el hecho como de tal naturaleza, que en su nacimiento +y desarrollo debieron de obrar un sinnúmero de agentes. Y, cuando se +llega á una cuestión capital en la materia; cuando se pregunta la causa +del odio, de la exasperación, que han manifestado los sectarios contra +Roma; cuando se pregunta si esto no revela algunos grandes abusos +de su parte, si no hace sospechar su sinrazón, se puede responder +tranquilamente: que siempre se ha visto que las olas en la tormenta +braman furiosas contra la roca inmóvil que las resiste. + +Tan lejos estoy de atribuir á los abusos la influencia que muchos +les han asignado con respecto al nacimiento y desarrollo del +Protestantismo, que estoy convencido de que, por más reformas legales +que se hubieran hecho, por más condescendiente que se hubiera +manifestado la autoridad eclesiástica en acceder á demandas y +exigencias de todas clases, hubiera acontecido, poco más ó menos, la +misma desgracia. + +Es necesario haber reparado bien poco en la extrema inconstancia y +movilidad del espíritu humano, y haber estudiado muy poco su historia, +para desconocer que era ésta una de aquellas grandes calamidades que +sólo Dios, por providencia especial, es bastante á evitarlas.[5] + + + + +CAPITULO III + + +La proposición sentada al fin del capítulo anterior me sugiere un +corolario, que, si no me engaño, ofrece una nueva demostración de la +divinidad de la Iglesia católica. + +Se ha observado como cosa muy admirable la duración de la Iglesia +católica por espacio de 18 siglos, y eso á pesar de tantos y tan +poderosos adversarios; pero quizá no se ha notado bastante que, +atendida la índole del espíritu humano, uno de los grandes prodigios +que presenta sin cesar la Iglesia, es la unidad de doctrina en medio +de toda clase de enseñanza, y abrigando siempre en su seno un número +considerable de sabios. + +Llamo muy particularmente sobre este punto la atención de todos los +hombres pensadores; y estoy seguro de que, aun cuando yo no acierte +á desenvolver cual merece este pensamiento, encontrarán ellos aquí +un germen de muy graves reflexiones. Tal vez se acomodará también +este modo de mirar la Iglesia, al gusto de ciertos lectores, pues +prescindiré enteramente de los caracteres que se rocen con la +revelación, y consideraré el Catolicismo, no como religión divina, sino +como escuela filosófica. + +Nadie que haya saludado la historia de las letras, me podrá negar que, +en todos tiempos, haya tenido la Iglesia en su seno hombres ilustres +por su sabiduría. En los primeros siglos, la historia de los Padres de +la Iglesia es la historia de los sabios de primer orden, en Europa, en +África y en Asia; después de la irrupción de los bárbaros, el catálogo +de los hombres que conservaron algo del antiguo saber, no es más que un +catálogo de eclesiásticos; y, por lo que toca á los tiempos modernos, +no es dable señalar un solo ramo de los conocimientos humanos, en que +no figuren en primera línea un número considerable de católicos. Es +decir, que, de 18 siglos á esta parte, hay una serie no interrumpida +de sabios, que son católicos, ó que están acordes en un cuerpo de +doctrina formado de la reunión de las verdades enseñadas por la Iglesia +católica. Prescindiendo ahora de los caracteres de divinidad que la +distinguen, y considerándola únicamente como una escuela, ó una secta +cualquiera, puede asegurarse que presenta en el hecho que acabo de +consignar, un fenómeno tan extraordinario, que, ni es posible hallarle +semejante en otra parte, ni es dable explicarle como comprendido en el +orden regular de las cosas. + +Seguramente que no es nuevo en la historia del espíritu humano, el que +una doctrina, más ó menos razonable, haya sido profesada algún tiempo +por un cierto número de hombres ilustrados y sabios: este espectáculo +lo hemos presenciado en las sectas filosóficas antiguas y modernas; +pero que una doctrina se haya sostenido por espacio de muchos siglos, +conservando adictos á ella á sabios de todos tiempos y países, y +sabios, por otra parte, muy discordes en sus opiniones particulares, +muy diferentes en costumbres, muy opuestos tal vez en intereses y muy +divididos por sus rivalidades, este fenómeno es nuevo, es único, sólo +se encuentra en la Iglesia católica. Exigir fe, unidad en la doctrina, +y fomentar de continuo la enseñanza, y provocar la discusión sobre +toda clase de materias; incitar y estimular el examen de los mismos +cimientos en que estriba la fe, preguntando para ello á las lenguas +antiguas, á los monumentos de los tiempos más remotos, á los documentos +de la historia, á los descubrimientos de las ciencias observadoras, á +las lecciones de las más elevadas y analíticas; presentarse siempre con +generosa confianza en medio de esos grandes liceos donde una sociedad, +rica de talentos y de saber, reune como en focos de luz todo cuanto +le han legado los tiempos anteriores, y lo demás que ella ha podido +reunir con sus trabajos, he aquí lo que ha hecho siempre, y está +haciendo todavía, la Iglesia; y, sin embargo, la vemos perseverar firme +en su fe, en su unidad de doctrina, rodeada de hombres ilustres, cuyas +frentes, ceñidas de los laureles literarios ganados en cien palestras, +se le humillan serenas y tranquilas, sin que lo tengan á mengua, sin +que crean que deslustren las brillantes aureolas que resplandecen sobre +sus cabezas. + +Los que miran el Catolicismo como una de tantas sectas que han +aparecido sobre la tierra, será menester que busquen algún hecho que +se parezca á éste; será menester que nos expliquen cómo la Iglesia +puede de continuo presentarnos ese fenómeno, que tan en oposición +se encuentra con la innata volubilidad del espíritu humano; será +necesario que nos digan cómo la Iglesia romana ha podido realizar este +prodigio, y qué imán secreto tiene en sus manos el Sumo Pontífice para +que él pueda hacer lo que no ha podido otro hombre. Los que inclinan +respetuosamente sus frentes al oir la palabra salida del Vaticano; +los que abandonan su propio parecer para sujetarse á lo que les dicta +un hombre que se apellida _Papa_, no son tan sólo los sencillos é +ignorantes: miradlos bien: en sus frentes altivas descubriréis el +sentimiento de sus propias fuerzas, y en sus ojos vivos y penetrantes +veréis que se trasluce la llama del genio que oscila en su mente. En +ellos reconoceréis á los mismos que han ocupado los primeros puestos +de las academias europeas, que han llenado el mundo con la fama de +sus nombres: nombres transmitidos á las generaciones venideras entre +corrientes de oro. Recorred la historia de todos los tiempos, viajad +por todos los países del orbe, y, si encontráis en ninguna parte un +conjunto tan extraordinario, el saber unido con la fe, el genio sumiso +á la autoridad, la discusión hermanada con la unidad, presentadle: +habréis hecho un descubrimiento importante; habréis ofrecido á la +ciencia un nuevo fenómeno que explicar: ¡ah! esto os será imposible, +bien lo sabéis; y por esto apelaréis á nuevos efugios, por esto +procuraréis obscurecer con cavilaciones la luz de una observación que +sugiere á una razón imparcial, y hasta al sentido común, la legítima +consecuencia de que en la Iglesia católica hay algo que no se encuentra +en otra parte. + +«Estos hechos, dirán los adversarios, son ciertos; las reflexiones que +sobre ellos se han emitido no dejan de ser deslumbradoras; pero, bien +analizada la materia, desaparecerán todas las dificultades que pueden +presentarse por la extrañeza que causa el haberse verificado en la +Iglesia un hecho que no se ha verificado en ninguna secta. Si bien se +mira, cuanto hasta aquí se lleva alegado, sólo prueba que en la Iglesia +ha habido siempre un sistema determinado, que, apoyado en un punto +fijo, ha podido ser realizado con uniforme regularidad. En la Iglesia +se ha conocido que el origen de la fuerza está en la unión, que para +esta unión era necesario establecer _unidad_ en la doctrina, y que para +conservar esta _unidad_ era necesaria la sumisión á la autoridad. Esto +una vez conocido, se ha establecido el principio de sumisión, y se le +ha conservado invariablemente: he aquí explicado el fenómeno; en esto +no negaremos que haya sabiduría profunda, que haya un plan vasto, un +sistema singular; pero nada podréis inferir en pro de la divinidad del +Catolicismo.» + +Esto es lo que se responderá, porque es lo único que se puede +responder; pero fácil es de notar que, á pesar de esa respuesta, queda +la dificultad en todo su vigor. Resulta siempre en claro que hay una +sociedad sobre la tierra, que por espacio de 18 siglos ha sido siempre +dirigida por un principio constante, fijo; una sociedad que ha logrado +que se adhiriesen á este principio hombres eminentes de todos tiempos +y países, y, por tanto, permanece siempre en pie todo el embarazo que +ofrecen á los adversarios las siguientes preguntas: ¿Cómo es que sólo +la Iglesia ha tenido este principio? ¿cómo es que á sólo ella se le +haya ocurrido tal pensamiento? ¿cómo es que, si ha ocurrido á otra +secta, ninguna lo haya podido poner en planta? ¿cómo es que todas +las sectas filosóficas hayan desaparecido unas en pos de otras, y la +Iglesia no? ¿cómo es que las otras religiones, si han querido conservar +alguna unidad, han tenido siempre que huir de la luz, y esquivar la +discusión, y envolverse en negras sombras; y la Iglesia haya siempre +conservado su _unidad_, buscando la luz, y no ocultando sus libros, +no escaseando la enseñanza, sino fundando por todas partes colegios, +universidades y demás establecimientos, donde pudiesen reunirse y +concentrarse todos los resplandores de la erudición y del saber? + +No basta decir que hay un sistema, un plan: la dificultad está en la +misma existencia de ese sistema, de ese plan; la dificultad está en +explicar cómo se han podido concebir y ejecutar. Si se tratase de pocos +hombres reunidos en ciertas circunstancias, en determinados tiempos y +países, para la ejecución de un proyecto limitado á breve espacio, no +habría aquí nada de particular; pero se trata de 18 siglos, se trata de +todos los países, de las circunstancias más variadas, más diferentes, +más opuestas; se trata de hombres que no han podido avenirse, ni +concertarse. ¿Cómo se explica todo esto? Si no es más que un sistema, +un plan humano, ¿qué hay de misterioso en esa ciudad de Roma, que +así reune en torno suyo á tantos hombres ilustres de todos tiempos y +países? Si el Pontífice de Roma no es más que el jefe de una secta, +¿cómo es que de tal modo alcanza á fascinar el mundo? ¿se habría visto +jamás un mago que ejecutase extrañeza más estupenda? ¿No hace ya mucho +tiempo que se declama contra su _despotismo religioso_? ¿por qué, pues, +no ha habido otro hombre que le haya arrebatado el cetro? ¿por qué no +se ha erigido otra cátedra que disputase á la suya la preeminencia, +y se mantuviese en igual esplendor y poderío? ¿Es acaso por su poder +material? Es muy limitado, y no podría medir sus armas con ninguna +potencia de Europa. ¿Es por el carácter particular, por la ciencia, +por las virtudes de los hombres que han ocupado el solio pontificio? +Pero, ¿cómo es posible que en el espacio de 18 siglos no hayan tenido +infinita variedad los caracteres de los Papas, y muy diferentes +graduaciones su ciencia y sus virtudes? Á quien no sea católico, á +quien no viere en el Pontífice romano al Vicario de Jesucristo, aquella +_piedra_ sobre la cual edificó Jesucristo la Iglesia, la duración de su +autoridad ha de parecerle el más extraordinario de los fenómenos, ha de +ofrecérsele como una de las cuestiones más dignas de proponerse á la +ciencia que se ocupa en la historia del espíritu humano la siguiente: +¿cómo es posible que por espacio de tantos siglos haya podido existir +una serie no interrumpida de sabios, que no se hayan apartado de la +doctrina de la Cátedra de Roma? + +Al comparar M. Guizot el Protestantismo con la Iglesia romana, parece +que la fuerza de esta verdad conmovía algún tanto su entendimiento, +y que los rayos de esta luz introducían el desconcierto en sus +observaciones. Oigámosle de nuevo; oigamos á ese escritor cuyos +talentos y nombradía habrán deslumbrado en estas materias á aquellos +lectores que ni examinan siquiera la solidez de las pruebas, mientras +vengan envueltas en hermosas imágenes; á aquellos que aplauden toda +clase de pensamientos, mientras desfilen ante sus ojos en un torrente +de elocuencia encantadora; que, llenos de entusiasmo por el mérito de +un hombre, le escuchan como infalible oráculo, y, mientras blasonan de +independencia intelectual, subscriben sin examen á las decisiones de su +director, escuchan con sumisión sus fallos, y no se atreven á levantar +la frente para pedirle los títulos del predominio. En las palabras de +M. Guizot notaremos que sintió, como todos los grandes hombres del +Protestantismo, el vacío inmenso que hay en estas sectas, y la fuerza +y robustez que entraña la Religión católica; notaremos que no pudo +eximirse de la regla general de los grandes ingenios, regla de que +son prueba los más explícitos testimonios consignados en los escritos +de los hombres más eminentes que ha tenido la reforma protestante. +Después de haber notado M. Guizot la inconsecuencia con que precedió +el Protestantismo, y su falta de buena organización en la sociedad +intelectual, continúa: «No se ha sabido hermanar todos los derechos y +necesidades _de la tradición_ con las pretensiones de la libertad. Y +eso proviene, sin duda, de que la _reforma no ha plenamente comprendido +y aceptado, ni sus principios, ni sus efectos_.» ¿Qué religión será +ésa que _ni comprende ni acepta plenamente sus principios, y sus +efectos_? ¿Salió jamás de boca humana condenación más terminante de la +reforma? ¿Cómo podrá pretender el derecho de dirigir ni al hombre ni á +la sociedad? ¿Pudo decirse jamás otro tanto de las sectas filosóficas +antiguas y modernas? «De ahí ese aire de inconsecuencia, continúa M. +Guizot, que ha tenido la reforma, y el _espíritu limitado_ que ha +manifestado, circunstancias que han prestado armas y ventajas á sus +adversarios. Sabían éstos bien lo que deseaban y lo que hacían; partían +de principios fijos, y marchaban hasta sus últimas consecuencias. +Nunca ha habido un gobierno más consecuente y sistemático que el +de la Iglesia romana.» ¿Y de dónde trae su origen ese sistema tan +consecuente? Cuando es tanta la inconstancia y la volubilidad del +espíritu del hombre, ¿este sistema, esta consecuencia, estos principios +fijos, nada dicen á la filosofía y al buen sentido? + +Al reparar en esos terribles elementos de disolución que tienen su +origen en el espíritu del hombre, y que tanta fuerza han adquirido en +las sociedades modernas; al notar cómo destrozan y pulverizan todas las +escuelas filosóficas, todas las instituciones religiosas, sociales y +políticas, pero sin alcanzar á abrir una brecha en las doctrinas del +Catolicismo, sin alterar ese sistema tan fijo y consecuente, ¿nada +se inferirá en favor de la Religión católica? Decir que la Iglesia +ha hecho lo que no han podido hacer jamás ninguna escuela, ningún +gobierno, ninguna sociedad, ninguna religión, ¿no es confesar que es +más sabia que la humanidad entera? Y esto ¿no prueba que no debe su +origen al pensamiento del hombre, y que ha bajado del mismo seno +del Criador del universo? En una sociedad formada de hombres, en un +gobierno manejado por hombres, que cuenta 18 siglos de duración, que se +extiende á todos los países, que se dirige al salvaje en sus bosques, +al bárbaro en su tienda, al hombre civilizado en medio de las ciudades +más populosas; que cuenta entre sus hijos al pastor que se cubre con +el pellico, al rústico labrador, al poderoso magnate; que hace resonar +igualmente su palabra al oído del hombre sencillo ocupado en sus +mecánicas tareas, como al del sabio que, encerrado en su gabinete, está +absorto en trabajos profundos; un gobierno como éste, tener, como ha +dicho M. Guizot, _siempre una idea fija, una voluntad entera, y guardar +una conducta regular y coherente_, ¿no es su apología más victoriosa, +no es su panegírico más elocuente, no es una prueba de que encierra en +su seno algo de misterioso? + +Mil veces he contemplado con asombro ese estupendo prodigio; mil veces +he fijado mis ojos sobre este árbol inmenso que extiende sus ramas +desde el Oriente al Occidente, desde el Aquilón al Mediodía: véole +cobijando con su sombra á tantos y tan diferentes pueblos, y encuentro +descansando tranquilamente debajo de ella la inquieta frente del genio. + +En Oriente, en los primeros siglos de haber aparecido sobre la tierra +esa religión divina, en medio de la disolución que se había apoderado +de todas las sectas, veo que se agolpan para escuchar su palabra los +filósofos más ilustres; y en Grecia, en Asia, en los márgenes del +Nilo, en todos esos países donde hormigueaba poco antes un sinnúmero +de sectas, veo que se levanta de repente una generación de hombres +grandes, ricos de erudición, de saber y de elocuencia, y todos acordes +en la _unidad_ de la doctrina católica. En Occidente, cuando se va +á precipitar sobre el caduco imperio una muchedumbre de bárbaros, +que se presentan á lo lejos como una negra nube que asoma en el +horizonte preñada de calamidades y desastres, en medio de un pueblo +sumergido en la corrupción de costumbres y olvidado completamente de +su antigua grandeza, veo á los únicos hombres que pueden apellidarse +dignos herederos del nombre romano, buscar un asilo á su austeridad +de costumbres en el retiro de los templos, y pedir á la religión +sus inspiraciones para conservar el antiguo saber y enriquecerle y +agrandarle. Lléname de admiración y asombro el encontrar al talento +sublime, al digno heredero del genio de Platón, que, después de haber +preguntado por la verdad á todas las escuelas y sectas, después de +haber recorrido todos los errores con briosa osadía y con indomable +independencia, se siente al fin dominado por la autoridad de la +Iglesia, y el filósofo libre se transforma en el grande obispo de +Hipona. En los tiempos modernos desfila delante de mis ojos esa serie +de hombres grandes que brillaron en los siglos de León X y de Luis XIV; +veo perpetuarse esa ilustre raza á través del calamitoso siglo XVIII; +y en el siglo XIX veo que se levantan también nuevos atletas, que, +después de haber acosado al error en todas direcciones, van á colgar +sus trofeos en la puerta de la Iglesia católica. + +¡Qué prodigio es éste! ¡dónde se ha visto jamás una escuela, una +secta, una religión semejante! Todo lo estudian, de todo disputan, +á todo responden, todo lo saben, pero siempre acordes en la unidad +de doctrina, siempre sumisos á la autoridad, siempre inclinando +respetuosamente sus frentes, siempre humillándolas en obsequio de +la fe; esas frentes donde brilla el saber, donde imprime sus rasgos +un sentimiento de noble independencia, de donde salen tan generosos +arranques. ¿No os parece descubrir un nuevo mundo planetario, donde +globos luminosos ruedan en vastas órbitas por la inmensidad del +espacio, pero atraídos por una misteriosa fuerza hacia el centro +del sistema? Fuerza que no les permite el extravío, sin quitarles, +empero, nada, ni de la magnitud de su mole, ni de la grandiosidad de +su movimiento, antes inundándolos de luz, y dando á su marcha una +regularidad majestuosa.[6] + + + + +CAPITULO IV + + +Esa idea fija, esa voluntad entera, ese plan tan sabio y constante, ese +sistema tan trabado, esa conducta tan regular y coherente, ese marchar +siempre con seguro paso hacia objeto y fin determinado, ese admirable +conjunto reconocido y confesado por M. Guizot, y que tanto honra á +la Iglesia católica, mostrando su profunda sabiduría y revelando la +altura de su origen, no ha sido nunca imitado por el Protestantismo, +ni en bien, ni en mal; porque, según llevo ya demostrado, no puede +presentar un solo pensamiento del que tenga derecho á decir: _esto es +mío_. Se ha querido apropiar el principio de examen privado en materias +de fe, y algunos de sus adversarios tal vez no se han resistido mucho +á adjudicárselo, por no reconocer en él otro elemento que pudiera +llamarse constitutivo; y, además, por reparar que, si de haber +engendrado tal principio quisiera gloriarse, sería semejante á aquellos +padres insensatos que labran su propia ignominia, haciendo gala de +tener hijos de pésima índole, y, díscolos en conducta. Es falso, +sin embargo, que tal principio sea hijo suyo; antes al contrario, +más bien podría decirse que el principio de examen ha engendrado el +Protestantismo, pues que este principio se halla ya en el seno de +todas las sectas, y se le reconoce como germen de todos los errores: +por manera que, al proclamar los protestantes el examen privado, no +hicieron más que ceder á la necesidad que es común á todas las sectas +separadas de la Iglesia. + +Nada hubo en esto de plan, nada de previsión, nada de sistema: la +simple resistencia á la autoridad de la Iglesia envolvía la necesidad +de un examen privado sin límites, la erección del entendimiento en +juez único; y así fué desde un principio enteramente inútil toda la +oposición que á las consecuencias y aplicaciones de tal examen hicieron +los corifeos protestantes: roto el dique, no es posible contener las +aguas. + +«El derecho de examinar lo que debe creerse, dice una famosa dama +protestante (De l'Allemagne, par Mad. Staël, 4.^e partie, chap. 2), es +el principio fundamental del Protestantismo. _No lo entienden así los +primeros reformadores; creían poder fijar las columnas del espíritu +humano_ en los términos de sus propias luces; pero mal podían esperar +que sus decisiones fuesen recibidas como infalibles, cuando ellos +negaban este género de autoridad á la Religión católica.» Semejante +resistencia por parte de ellos sólo sirvió á manifestar que no +abrigaban ninguna de aquellas ideas que, si extravían el entendimiento, +muestran al menos en cierto modo la generosidad y nobleza del corazón; +y de ellos no podrá decir el entendimiento humano que le descaminasen +con la mira de hacerle andar con mayor libertad. «La revolución +religiosa del siglo XVI, dice M. Guizot, _no conoció los verdaderos +principios de la libertad intelectual_; emancipaba el pensamiento, y +todavía se empeñaba en gobernarlo por medio de la ley.» + +Pero en vano lucha el hombre contra la fuerza entrañada por la misma +naturaleza de las cosas; en vano fué que el Protestantismo quisiera +poner límites á la extensión del principio de examen, y que á veces +levantase tan alto la voz, y aun descargase su brazo con tal fuerza, +que no parecía sino que trataba de aniquilarle. El espíritu de examen +privado estaba en su mismo seno, allí perseveraba, allí se desenvolvía, +allí obraba, aun á pesar suyo: no tenía medio el Protestantismo: ó +echarse en brazos de la autoridad, es decir, reconocer su extravío, +ó dejar al principio disolvente que ejerciera su acción, haciendo +desaparecer de entre las sectas separadas hasta la sombra de la +religion de Jesucristo, y viniendo á poner el Cristianismo en la clase +de las escuelas filosóficas. Dado una vez el grito de resistencia á la +autoridad de la Iglesia, pudiéronse muy bien calcular los funestos +resultados: fué desde luego muy fácil prever que, desenvuelto, el +maligno germen traía consigo la ruina de todas las verdades cristianas. +¿Y cómo era posible que no se desenvolviese rápidamente ese germen, en +un suelo donde era tan viva la fermentación? Señalaron á voz en grito +los católicos la gravedad é inminencia del riesgo; y en obsequio de la +verdad es menester confesar que tampoco se ocultó á la previsión de +algunos protestantes. ¿Quién ignora las explícitas confesiones que se +oyeron ya desde un principio, y se han oído después, de boca de sus +hombres más distinguidos? Los grandes talentos nunca se han hallado +bien con el Protestantismo; siempre han encontrado en él un inmenso +vacío: y por esta causa se los ha visto propender, ó á la irreligión, ó +á la unidad católica. + +El tiempo, ese gran juez de todas las opiniones, ha venido á confirmar +el acierto de tan tristes pronósticos: y actualmente han llegado ya +las cosas á tal extremo, que es necesario, ó estar muy escaso de +instrucción, ó tener muy limitados alcances, para no conocer que la +Religión cristiana, tal como la explican los protestantes, es una +opinión, y no más; es un sistema formado de mil partes incoherentes, y +que pone el Cristianismo al nivel de las escuelas filosóficas. Y nadie +debe extrañar que parezca aventajarse algún tanto á ellas, y conserve +ciertos rasgos que dan á su fisonomía algo que no se encuentra en lo +que es puramente excogitado por el entendimiento del hombre; ¿sabéis +de dónde nace todo esto? Nace de aquella sublimidad de la doctrina, de +aquella santidad de moral, que, más ó menos desfiguradas, resplandecen +siempre en todo cuanto conserva algún vestigio de la palabra de +Jesucristo. Pero el endeble resplandor que queda luchando con las +sombras después que ha desaparecido del horizonte el astro luminoso, no +puede compararse con la luz del día; las sombras avanzan, se extienden, +y, ahogando el débil reflejo, acaban por sumir la tierra en obscuridad +tenebrosa. + +Tal es la doctrina del Cristianismo entre los protestantes: con sólo +dar una ojeada á sus sectas se conoce que ni son meramente filosóficas, +ni tienen los caracteres de religión verdadera: el Cristianismo +está entre ellas sin una autoridad, y por esto parece un viviente +separado de su elemento, un árbol secado en su raíz; por esto presenta +la fisonomía pálida y desfigurada de un semblante que no está ya +animado por el soplo de vida. Habla el Protestantismo de la fe, y +su principio fundamental la hiere de muerte; ensalza el Evangelio, +y el mismo principio hace vacilar su autoridad, pues que le deja +abandonado al discernimiento del hombre; y, si pondera la santidad y +pureza de Jesucristo, ocurre desde luego que en algunas de las sectas +disidentes se le despoja de su divinidad, y que todas podrían hacerlo +muy bien, sin faltar al único principio que les sirve de punto de +apoyo. Y, una vez negada, ó puesta en duda, la divinidad de Jesucristo, +queda, cuando más, colocado en la clase de los grandes filósofos y +legisladores, pierde la autoridad necesaria para dar á sus leyes +aquella augusta sanción que tan respetables las hace á los mortales, +no puede imprimirles aquel sello que tanto las eleva sobre todos +los pensamientos humanos, y no se ofrecen ya sus consejos sublimes +como otras tantas lecciones que fluyen de los labios de la sabiduría +increada. + +Quitando al espíritu humano el punto de apoyo de una autoridad, ¿en +qué podrá afianzarse? ¿no queda abandonado á merced de sus sueños y +delirios? ¿no se le abre de nuevo la tenebrosa é intrincada senda de +interminables disputas que condujo á un caos á los filósofos de las +antiguas escuelas? Aquí no hay réplica, y en esto andan acordes la +razón y la experiencia: substituído á la autoridad de la Iglesia el +examen privado de los protestantes, todas las grandes cuestiones sobre +la divinidad y el hombre quedan sin resolver; todas las dificultades +permanecen en pie; y, flotando entre sombras el entendimiento humano, +sin divisar una luz que pueda servirle de guía segura, abrumado por +la gritería de cien escuelas que disputan de continuo sin aclarar +nada, cae en aquel desaliento y postración en que le había encontrado +el Cristianismo, y del que le había levantado á costa de grandes +esfuerzos. La duda, el pirronismo, la indiferencia, serán entonces el +patrimonio de los talentos más aventajados; las teorías vanas, los +sistemas hipotéticos, los sueños, formarán el entretenimiento de los +sabios comunes; la superstición y las monstruosidades serán el pábulo +de los ignorantes. + +Y entonces, ¿qué habría adelantado la humanidad? ¿qué habría hecho el +Cristianismo sobre la tierra? Afortunadamente para el humano linaje, +no ha quedado la Religión cristiana abandonada al torbellino de las +sectas protestantes; y en la autoridad de la Iglesia católica ha +tenido siempre anchurosa base donde ha encontrado firme asiento para +resistir á los embates de las cavilaciones y errores. Si así no fuera, +¿á dónde habría ya parado? La sublimidad de sus dogmas, la sabiduría +de sus preceptos, la unción de sus consejos, ¿serían acaso más que +bellos sueños contados en lenguaje encantador por un sabio filósofo? +Sí, es preciso repetirlo: sin la autoridad de la Iglesia nada queda de +seguro en la fe, es dudosa la divinidad de Jesucristo, es disputable su +misión, es decir, que desaparece completamente la Religión cristiana; +porque, en no pudiendo ella ofrecernos sus títulos celestiales, en no +pudiendo darnos completa certeza de que ha bajado del seno del Eterno, +que sus palabras son palabras del mismo Dios, que se dignó aparecer +sobre la tierra para la salud de los hombres, ya no tiene derecho +á exigirnos acatamiento. Colocada en la serie de los pensamientos +puramente humanos, deberá someterse á nuestro fallo como las demás +opiniones de los hombres; en el tribunal de la filosofía podrá sostener +sus doctrinas como más ó menos razonables, pero siempre tendrá la +desventaja de habernos querido engañar, de habérsenos presentado como +divina, cuando no era más que humana; y al empezarse la discusión sobre +la verdad de su sistema de doctrinas, siempre tendrá en contra de sí +una terrible presunción, cual es, el que, con respecto á su origen, +habrá sido una impostora. + +Gloríanse los protestantes de la independencia de su entendimiento, y +achacan á la Religión católica el que viola los derechos más sagrados, +pues que, exigiendo sumisión, ultraja la dignidad del hombre. Cuando +se declama en este sentido, vienen muy á propósito las exageraciones +sobre las fuerzas de nuestro entendimiento, y no se necesita más que +echar mano de algunas imágenes seductoras, pronunciando las palabras de +_atrevido vuelo_, de _hermosas alas_, y otras semejantes, para dejar +completamente alucinados á los lectores vulgares. + +Goce enhorabuena de sus derechos el espíritu del hombre, gloríese de +poseer la centella divina que apellidamos entendimiento, recorra ufano +la naturaleza, y, observando los demás seres que le rodean, note con +complacencia la inmensa altura á que sobre todos ellos se encuentra +elevado; colóquese en el centro de las obras con que ha embellecido +su morada, y señale como muestras de su grandeza y poder las +transformaciones que se ejecutan dondequiera que estampare su huella, +llegando, á fuerza de inteligencia y de gallarda osadía, á dirigir y +señorear la naturaleza; mas, por reconocer la dignidad y elevación +de nuestro espíritu mostrándonos agradecidos al beneficio que nos ha +dispensado el Criador, ¿deberemos llegar hasta el extremo de olvidar +nuestros defectos y debilidad? ¿Á qué engañarnos á nosotros mismos, +queriendo persuadirnos de que sabemos lo que en realidad ignoramos? ¿Á +qué olvidar la inconstancia y volubilidad de nuestro espíritu? ¿Á qué +disimularnos que en muchas materias, aun de aquellas que son objeto de +las ciencias humanas, se abruma y confunde nuestro entendimiento, y +que hay mucho de ilusión en nuestro saber, mucho de hiperbólico en la +ponderación de los adelantos de nuestros conocimientos? ¿No viene un +día á desmentir lo que asentamos otro día? ¿no viene de continuo el +curso de los tiempos burlando todas nuestras previsiones, deshaciendo +nuestros planes, y manifestando lo aéreo de nuestros proyectos? + +¿Qué nos han dicho en todos tiempos aquellos genios privilegiados +á quienes fué concedido descender hasta los cimientos de nuestras +creencias, alzarse con brioso vuelo hasta la región de las más sublimes +inspiraciones, y tocar, por decirlo así, los confines del espacio que +puede recorrer el entendimiento humano? Sí, los grandes sabios de todos +tiempos, después de haber tanteado los senderos más ocultos de la +ciencia, después de haberse arrojado á seguir los rumbos más atrevidos, +que en el orden moral y físico se presentaban á su actividad y osadía +en el anchuroso mar de las investigaciones, todos vuelven de sus +viajes llevando en su fisonomía aquella expresión de desagrado, fruto +natural de muy vivos desengaños; todos nos dicen que se ha deshojado +á su vista una bella ilusión, que se ha desvanecido como una sombra +la hermosa imagen que tanto los hechizaba; todos refieren que en el +momento en que se figuraban que iban á entrar en un cielo inundado de +luz, han descubierto con espanto una región de tinieblas, han conocido +con asombro que se hallaban en una nueva ignorancia. Y por esta causa +todos á una miran con tanta desconfianza las fuerzas del entendimiento, +ellos que tienen un sentimiento íntimo que no les deja dudar de que las +fuerzas del suyo exceden á las de los otros hombres. «Las ciencias, +dice profundamente Pascal, tienen dos extremos que se tocan: el primero +es la pura ignorancia natural, en que se encuentran los hombres al +nacer; el otro es aquel en que se hallan las grandes almas, que, +habiendo recorrido todo lo que los hombres pueden saber, encuentran que +_no saben nada_.» + +El Catolicismo dice al hombre: «Tu entendimiento es muy flaco, y en +muchas cosas necesita un apoyo y una guía»; y el Protestantismo le +dice: «La luz te rodea, marcha por do quieras, no hay para ti mejor +guía que tú mismo». ¿Cuál de las dos religiones está de acuerdo con las +lecciones de la más alta filosofía? + +Ya no debe, pues, parecer extraño que los talentos más grandes que +ha tenido el Protestantismo, todos hayan sentido cierta propensión á +la Religión católica, y que no haya podido ocultárseles la profunda +sabiduría que se encierra en el pensamiento de sujetar en algunas +materias el entendimiento humano al fallo de una autoridad irrecusable. +Y en efecto: mientras se encuentre una autoridad que en su origen, en +su establecimiento, en su conservación, en su doctrina y conducta, +reuna todos los títulos que puedan acreditarla de divina, ¿qué adelanta +el entendimiento con no querer sujetarse á ella? ¿qué alcanza divagando +á merced de sus ilusiones, en gravísimas materias, siguiendo caminos +donde no encuentra otra cosa que recuerdos de extravíos, escarmientos y +desengaños? + +Si tiene el espíritu del hombre un concepto demasiado alto de sí mismo, +estudie su propia historia, y en ella verá, palpará, que, abandonado +á sus solas fuerzas, tiene muy poca garantía de acierto. Fecundo +en sistemas, inagotable en cavilaciones, tan rápido en conseguir +un pensamiento como poco á propósito para madurarle; semillero de +ideas que nacen, hormiguean y se destruyen unas á otras, como los +insectos que rebullen en un lago; alzándose tal vez en alas de sublime +inspiración, y arrastrándose luego como el reptil que surca el polvo +con su pecho; tan hábil é impetuoso para destruir las obras ajenas como +incapaz de dar á las suyas una construcción sólida y duradera; empujado +por la violencia de las pasiones, desvanecido por el orgullo, abrumado +y confundido por tanta variedad de objetos como se le presentan en +todas direcciones, deslumbrado por tantas luces falsas, y engañosas +apariencias; abandonado enteramente á sí mismo, el corazón humano +presenta la imagen de una centella inquieta y vivaz, que recorre sin +rumbo fijo la inmensidad de los cielos, traza en su vario y rápido +curso mil extrañas figuras, siembra en el rastro de su huella mil +chispas relumbrantes, encanta un momento la vista con su resplandor, +su agilidad y sus caprichos, y desaparece luego en la obscuridad, +sin dejar en la inmensa extensión de su camino una ráfaga de luz para +esclarecer las tinieblas de la noche. + +Ahí está la historia de nuestros conocimientos: en ese inmenso depósito +donde se hallan en confusa mezcla las verdades y los errores, la +sabiduría y la necedad, el juicio y la locura; ahí se encontrarán +abundantes pruebas de lo que acabo de afirmar: ellas saldrán en mi +abono, si se quisiera tacharme de haber recargado el cuadro.[7] + + + + +CAPITULO V + + +Tanta verdad es lo que acabo de decir sobre la debilidad del humano +entendimiento, que, aun prescindiendo del aspecto religioso, es muy +notable que la próvida mano del Criador ha depositado en el fondo de +nuestra alma un preservativo contra la excesiva volubilidad de nuestro +espíritu; y preservativo tal, que, sin él, hubiéranse pulverizado +todas las instituciones sociales, ó, más bien, no se hubieran jamás +planteado; sin él, las ciencias no hubieran dado jamás un paso; y, si +llegase jamás á desaparecer del corazón del hombre, el individuo y la +sociedad quedarían sumergidos en el caos. Hablo de cierta inclinación á +deferir á la autoridad; del _instinto de fe_, digámoslo así; instinto +que merece ser examinado con mucha detención, si se quiere conocer +algún tanto el espíritu del hombre, estudiar con provecho la historia +de su desarrollo y progresos, encontrar las causas de muchos fenómenos +extraños, descubrir hermosísimos puntos de vista que ofrece bajo este +aspecto la Religión católica, y palpar, en fin, lo limitado y poco +filosófico del pensamiento que dirige al Protestantismo. + +Ya se ha observado muchas veces que no es posible acudir á las +primeras necesidades, ni dar curso á los negocios más comunes, sin +la deferencia á la autoridad de la palabra de otros, sin la fe; y +fácilmente se echa de ver que, sin esa fe, desaparecería todo el caudal +de la historia y de la experiencia; es decir, que se hundiría el +fundamento de todo saber. + +Importantes como son estas observaciones, y muy á propósito para +demostrar lo infundado del cargo que se hace á la Religión católica +por sólo exigir fe, no son ellas, sin embargo, las que llaman ahora +mi atención, tratando como trato de presentar la materia bajo otro +aspecto, de colocar la cuestión en otro terreno, donde ganará la verdad +en amplitud é interés, sin perder nada de su inalterable firmeza. + +Recorriendo la historia de los conocimientos humanos, y echando +una ojeada sobre las opiniones de nuestros contemporáneos, nótase +constantemente que, aun aquellos hombres que más se precian de espíritu +de examen, y de libertad de pensar, apenas son otra cosa que el eco +de opiniones ajenas. Si se examina atentamente ese grande aparato, +que tanto ruido mete en el mundo con el nombre de ciencia, se notará +que, en el fondo, encierra una gran parte de autoridad; y al momento +que en él se introdujera un espíritu de examen enteramente libre, aun +con respecto á aquellos puntos que sólo pertenecen al raciocinio, +hundiríase en su mayor parte el edificio científico, y serían muy +pocos los que quedarían en posesión de sus misterios. Ningún ramo de +conocimientos se exceptúa de esta regla general, por mucha que sea la +claridad y exactitud de que se gloríe. Ricas como son en evidencia de +principios, rigurosas en sus deducciones, abundantes en observaciones +y experimentos, las ciencias naturales y exactas, ¿no descansan, +acaso, muchas de sus verdades en otras verdades más altas, para cuyo +conocimiento ha sido necesaria aquella delicadeza de observación, +aquella sublimidad de cálculo, aquella ojeada perspicaz y penetrante, á +que alcanza tan sólo un número de hombres muy reducido? + +Cuando Newton arrojó en medio del mundo científico el fruto de sus +combinaciones profundas, ¿cuántos eran entre sus discípulos los que +pudieran lisonjearse de estribar en convicciones propias, aun hablando +de aquellos que, á fuerza de mucho trabajo, habían llegado á comprender +algún tanto al grande hombre? Habían seguido al matemático en sus +cálculos, se habían enterado del caudal de datos y experimentos que +exponía á sus consideraciones el naturalista, y habían escuchado las +reflexiones con que apoyaba sus aserciones y conjeturas el filósofo: +creían de esta manera hallarse plenamente convencidos, y no deber +en su asenso nada á la autoridad, sino únicamente á la fuerza de la +evidencia y de las razones: ¿sí? Pues haced que desaparezca entonces +el nombre de Newton, haced que el ánimo se despoje de aquella honda +impresión causada por la palabra de un hombre que se presenta con un +descubrimiento extraordinario, y que para apoyarle despliega un tesoro +de saber que revela un genio prodigioso; quitad, repito, la sombra +de Newton, y veréis que en la mente de su discípulo los principios +vacilan, los razonamientos pierden mucho de su encadenamiento y +exactitud, las observaciones no se ajustan tan bien con los hechos; y +el hombre que se creyera tal vez un examinador completamente imparcial, +un pensador del todo independiente, conocerá, sentirá cuán sojuzgado se +hallaba por la fuerza de la autoridad, por el ascendiente del genio; +conocerá, sentirá que en muchos puntos tenía asenso, mas no convicción, +y que, en vez de ser un filósofo enteramente libre, era un discípulo +dócil y aprovechado. + +Apélese confiadamente al testimonio, no de los ignorantes, no de +aquellos que han desflorado ligeramente los estudios científicos, sino +de los verdaderos sabios, de los que han consagrado largas vigilias á +los varios ramos del saber: invíteselos á que se concentren dentro de +sí mismos, á que examinen de nuevo lo que apellidan sus convicciones +científicas; y que se pregunten con entera calma y desprendimiento si, +aun en aquellas materias en que se conceptúan más aventajados, no +sienten repetidas veces sojuzgado su entendimiento por el ascendiente +de algún autor de primer orden, y no han de confesar que, si á +muchas cuestiones de las que tienen más estudiadas les aplicasen con +rigor el método de Descartes, se hallarían con más _creencias_ que +_convicciones_. + +Así ha sucedido siempre, y siempre sucederá así: esto tiene raíces +profundas en la íntima naturaleza de nuestro espíritu, y, por lo mismo, +no tiene remedio. Ni tal vez conviene que lo tenga; tal vez entra en +esto mucho de aquel instinto de conservación que Dios con admirable +sabiduría ha esparcido sobre la sociedad; tal vez sirve de fuerte +correctivo á tantos elementos de disolución como ésta abriga en su seno. + +Malo es, en verdad, muchas veces, malo es, y muy malo, que el hombre +vaya en pos de la huella de otro hombre; no es raro el que se vean por +esta causa lamentables extravíos; pero peor fuera aún que el hombre +estuviera siempre en actitud de resistencia contra todo otro hombre +para que no le pudiese engañar, y que se generalizase por el mundo la +filosófica manía de querer sujetarlo todo á riguroso examen: ¡pobre +sociedad entonces! ¡pobre hombre! ¡pobres ciencias, si cundiese á todos +los ramos el espíritu de riguroso, de escrupuloso, de independiente +examen! + +Admiro el genio de Descartes, reconozco los grandes beneficios que +ha dispensado á las ciencias; pero he pensado más de una vez que, si +por algún tiempo pudiera generalizarse su método de duda, se hundiría +de repente la sociedad; y aun entre los sabios, entre los filósofos +imparciales, me parece que causaría grandes estragos; por lo menos es +cierto que en el mundo científico se aumentaría considerablemente el +número de los orates. + +Afortunadamente no hay peligro de que así suceda; y, si el hombre tiene +cierta tendencia á la locura, más ó menos graduada, también posee +un fondo de buen sentido de que no le es posible desprenderse; y la +sociedad, cuando se presentan algunos individuos de cabeza volcánica +que se proponen convertirla en delirante, ó les contesta con burlona +sonrisa, ó, si se deja extraviar por un momento, vuelve luego en sí, y +rechaza con indignación á aquellos que la habían descaminado. + +Para quien conozca á fondo el espíritu humano, serán siempre +despreciables vulgaridades esas fogosas declamaciones contra las +preocupaciones del vulgo; contra esa docilidad en seguir á otro hombre, +contra esa facilidad en creerlo todo sin haber examinado nada. Como +si en esto de preocupaciones, en esto de asentir á todo sin examen, +hubiera muchos hombres que no fueran vulgo; como si las ciencias no +estuvieran llenas de suposiciones gratuitas; como si en ellas no +hubiera puntos flaquísimos sobre los cuales estribamos buenamente, cual +en firmísimo é inalterable apoyo. + +El derecho de posesión y de prescripción es otra de las singularidades +que ofrecen las ciencias, y es bien digno de notarse que, sin haber +tenido jamás esos nombres, haya sido reconocido este derecho, con +tácito, pero unánime, consentimiento. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo? +Estudiad la historia de las ciencias, y encontraréis á cada paso +confirmada esta verdad. En medio de las eternas disputas que han +dividido á los filósofos, ¿cuál es la causa de que una doctrina antigua +haya opuesto tanta resistencia á una doctrina nueva, y diferido por +mucho tiempo y tal vez impedido completamente su establecimiento? +Es porque la antigua estaba ya en posesión, es porque se hallaba +robustecida por un derecho de prescripción: no importa que no se +usaran esos nombres: el resultado era el mismo; y por esta razón los +inventores se han visto muchas veces menospreciados ó contrariados, +cuando no perseguidos. + +Es preciso confesarlo, por más que á ello se resista nuestro orgullo, +y por más que se hayan de escandalizar algunos sencillos admiradores +de los progresos de las ciencias: muchos han sido esos progresos, +anchuroso es el campo por donde se ha espaciado el entendimiento +humano, vastas las órbitas que ha recorrido, y admirables las obras +con que ha dado una prueba de sus fuerzas; pero en todas estas cosas +hay siempre una buena parte de exageración, hay mucho que cercenar, +sobre todo cuando el nombre de ciencia se refiere á las relaciones +morales. De semejantes ponderaciones nada puede deducirse para probar +que nuestro entendimiento sea capaz de marchar con entera agilidad +y desembarazo por toda clase de caminos; nada puede deducirse que +contradiga el hecho que hemos establecido de que el entendimiento +del hombre está sometido casi siempre, aunque sin advertirlo, á la +autoridad de otro hombre. + +En cada época se presentan algunos pocos, poquísimos entendimientos +privilegiados, que, alzando su vuelo sobre todos los demás, les +sirven de guía en las diferentes carreras; precipítase tras ellos una +numerosa turba que se apellida sabia, y con los ojos fijos en la enseña +enarbolada va siguiendo afanosa los pasos del aventajado caudillo. Y +¡cosa singular! todos claman por la independencia en la marcha, todos +se precian de seguir aquel rumbo nuevo, como si ellos le hubieran +descubierto, como si avanzaran en él, guiados únicamente por su propia +luz é inspiraciones. Las necesidades, la afición ú otras circunstancias +nos conducen á dedicarnos á este ó aquel ramo de conocimientos; +nuestra debilidad nos está diciendo de continuo que no nos es dada la +fuerza creatriz; y, ya que no podemos ofrecer nada propio, ya que nos +sea imposible abrir un nuevo camino, nos lisonjeamos de que nos cabe +una parte de gloria siguiendo la enseña de algún ilustre caudillo; +y, en medio de tales sueños, llegamos tal vez á persuadirnos de que +no militamos bajo la bandera de nadie, que sólo rendimos homenaje á +nuestras convicciones, cuando en realidad no somos más que prosélitos +de doctrinas ajenas. + +En esta parte el sentido común es más cuerdo que nuestra enfermiza +razón; y así es que el lenguaje (esta misteriosa expresión de las +cosas, donde se encuentra tanto fondo de verdad y exactitud sin saber +quién se lo ha comunicado) nos hace una severa reconvención por tan +orgulloso desvanecimiento; y á pesar nuestro llama las cosas por sus +nombres, clasificándonos á nosotros, y á nuestras opiniones, del +modo que corresponde, según el autor á quien hemos seguido por guía. +La historia de las ciencias ¿es acaso más que la historia de los +combates de una escasa porción de aventajados caudillos? Recórranse los +tiempos antiguos y modernos, extiéndase la vista á los varios ramos +de nuestros conocimientos, y se verá un cierto número de escuelas, +planteadas por algún sabio de primer orden, dirigidas luego por otro +que por sus talentos haya sido digno de sucederle; y durando así, hasta +que, cambiadas las circunstancias, falta de espíritu de vida, muere +naturalmente la escuela, ó presentándose algún hombre audaz, animado +de indomable espíritu de independencia, la ataca, y la destruye, para +asentar sobre sus ruinas la nueva cátedra del modo que á él le viniera +en talante. + +Cuando Descartes destronó á Aristóteles ¿no se colocó por de pronto +en su lugar? La turba de filósofos que blasonaban de independientes, +pero cuya independencia era desmentida por el título que llevaban de +_Cartesianos_, eran semejantes á los pueblos que en tiempo de revueltas +aclaman libertad, y destronan al antiguo monarca, para someterse +después al hombre bastante osado que recoge el cetro y la diadema que +yacen abandonados al pie del antiguo solio. + +Créese en nuestro siglo, como se creyó en el anterior, que marcha el +entendimiento humano con entera independencia; y á fuerza de declamar +contra la autoridad en materias científicas, á fuerza de ensalzar la +libertad del pensamiento, se ha llegado á formar la opinión de que +pasaron ya los tiempos en que la autoridad de un hombre valía algo, +y que ahora ya no obedece cada sabio sino á sus propias é íntimas +convicciones. Allégase á todo esto que, desacreditados los sistemas y +las hipótesis, se ha desplegado grande afición al examen y análisis de +los hechos, y esto ha contribuído á que se figuren muchos que, no sólo +ha desaparecido completamente la autoridad en las ciencias, sino que +hasta ha llegado á hacerse imposible. + +Á primera vista, bien pudiera esto parecer verdad; pero, si damos en +torno de nosotros una atenta mirada, notaremos que no se ha logrado +otra cosa sino aumentar algún tanto el número de los jefes, y reducir +la duración de su mando. Éste es verdadero tiempo de revueltas, y tal +vez de revolución literaria y científica, semejante en un todo á la +política, en que se imaginan los pueblos que disfrutan más libertad, +sólo porque ven el mando distribuído en mayor número de manos, y porque +tienen más anchura para deshacerse con frecuencia de los gobernantes, +haciendo pedazos como á tiranos á los que antes apellidaran padres y +libertadores; bien que, después de su primer arrebato, dejan el campo +libre para que se presenten otros hombres á ponerles un freno, tal vez +un poco más brillante, pero no menos recio y molesto. Á más de los +ejemplos que nos ofrecería en abundancia la historia de las letras de +un siglo á esta parte, ¿no vemos ahora mismo unos nombres substituídos +á otros nombres, unos directores del entendimiento humano substituídos +á otros directores? + +En el terreno de la política, donde al parecer más debiera campear +el espíritu de libertad, ¿no son contados los hombres que marchan al +frente? ¿no los distinguimos tan claro como á los generales de ejército +en campaña? En la arena parlamentaria ¿vemos acaso otra cosa que dos ó +tres cuerpos de combatientes que hacen sus evoluciones á las órdenes +del respectivo caudillo con la mayor regularidad y disciplina? ¡Oh! +¡cuán bien comprenderán estas verdades aquellos que se hallan elevados +á tal altura! Ellos que conocen nuestra flaqueza, ellos que saben que +para engañar á los hombres bastan por lo común las palabras, ellos +habrán sentido mil veces asomar en sus labios la sonrisa, cuando, +al contemplar engreídos el campo de sus triunfos, al verse rodeados +de una turba preciada de inteligente que los admiraba y aclamaba con +entusiasmo, habrán oído á algunos de sus más fervientes y más devotos +prosélitos cuál blasonaban de ilimitada libertad de pensar, de completa +independencia en las opiniones y en los votos. + +Tal es el hombre; tal nos le muestran la historia y la experiencia de +cada día. La inspiración del genio, esa fuerza sublime que eleva el +entendimiento de algunos seres privilegiados, ejercerá siempre, no sólo +sobre los sencillos é ignorantes, sino también sobre el común de los +sabios, una acción fascinadora. ¿Dónde está, pues, el ultraje que hace +á la razón humana la Religión católica, cuando, al propio tiempo que le +presenta los títulos que prueban su divinidad, le exige la fe? ¿Esa fe +que el hombre dispensa tan fácilmente á otro hombre, en todas materias, +aun en aquellas en que más presume de sabio, no podrá prestarla sin +mengua de su dignidad á la Iglesia católica? ¿Será un insulto hecho +á su razón el señalarle una norma fija, que le asegure con respecto +á los puntos que más le importan, dejándole, por otra parte, amplia +libertad de pensar lo que más le agrade sobre aquel mundo que Dios +ha entregado á las disputas de los hombres? Con esto ¿hace acaso más +la Iglesia que andar muy de acuerdo con las lecciones de la más alta +filosofía, manifestar un profundo conocimiento del espíritu humano, y +librarle de tantos males como le acarrea su volubilidad é inconstancia, +su veleidoso orgullo, combinados de un modo extraño con esa facilidad +increíble de deferir á la palabra de otro hombre? ¿Quién no ve que con +ese sistema de la Religión católica se pone un dique al espíritu de +_proselitismo_ que tantos daños ha causado á la sociedad? Ya que el +hombre tiene esa irresistible tendencia á seguir los pasos de otro, ¿no +hace un gran beneficio á la humanidad la Iglesia católica, señalándole +de un modo seguro el camino por donde debe andar, si quiere seguir las +pisadas de un Hombre-Dios? ¿No pone de esta manera muy á cubierto la +dignidad humana, librando, al propio tiempo, de terrible naufragio los +conocimientos más necesarios al individuo y á la sociedad?[8] + + + + +CAPITULO VI + + +En contra de la autoridad que trata de ejercer su jurisdicción sobre el +entendimiento, se alegará, sin duda, el adelanto de las sociedades; y +el alto grado de civilización y cultura á que han llegado las naciones +modernas se producirá como un título de justicia para lo que se +apellida emancipación del entendimiento. Á mi juicio, está tan distante +esta réplica de tener algo de sólido, está tan mal cimentada sobre el +hecho en que pretende apoyarse, que, antes bien, del mayor adelanto de +la sociedad debiera inferirse la necesidad más urgente de una regla +viva, tal como lo juzgan indispensable los católicos. + +Decir que las sociedades en su infancia y adolescencia hayan podido +necesitar esa autoridad como un freno saludable, pero que este freno se +ha hecho inútil y degradante cuando el entendimiento humano ha llegado +á mayor desarrollo, es desconocer completamente la relación que tienen +con los diferentes estados de nuestro entendimiento, los objetos sobre +que versa semejante autoridad. + +La verdadera idea de Dios, el origen, el destino y la norma de conducta +del hombre, y todo el conjunto de medios que Dios le ha proporcionado +para llegar á su alto fin, he aquí los objetos sobre que versa la +fe, y sobre los cuales pretenden los católicos la necesidad de una +regla infalible; sosteniendo que, á no ser así, no fuera dable evitar +los más lamentables extravíos, ni poner la verdad á cubierto de las +cavilaciones humanas. + +Esta sencilla consideración bastará para convencer de que el examen +privado sería mucho menos peligroso en pueblos poco adelantados en la +carrera de la civilización, que no en otros que hayan ya adelantado +mucho en ella. En un pueblo cercano á su infancia hay naturalmente un +gran fondo de candor y sencillez, disposiciones muy favorables para +que recibiera con docilidad las lecciones esparcidas en el Sagrado +Texto, saboreándose en las de fácil comprensión, y humillando su frente +ante la sublime obscuridad de aquellos lugares que Dios ha querido +encubrir con el velo del misterio. Hasta su misma posición crearía en +cierto modo una autoridad; pues, como no estuviera aún afectado por +el orgullo y la manía del saber, se habría reducido á muy pocos el +examinar el sentido de las revelaciones hechas por Dios al hombre, y +esto produciría naturalmente un punto céntrico de donde dimanara la +enseñanza. + +Pero sucede muy de otra manera en un pueblo adelantado en la carrera +del saber; porque la extensión de los conocimientos á mayor número +de individuos, aumentando el orgullo y la volubilidad, multiplica y +subdivide las sectas en infinitas fracciones, y acaba por trastornar +todas las ideas, y por corromper las tradiciones más puras. El pueblo, +cercano á su infancia, como está exento de la vanidad científica, +entregado á sus ocupaciones sencillas, y apegado á sus antiguas +costumbres, escucha con docilidad y respeto al anciano venerable que, +rodeado de sus hijos y nietos, refiere con tierna emoción la historia y +los consejos que él á su vez había recibido de sus antepasados; pero, +cuando la sociedad ha llegado á mucho desarrollo; cuando, debilitado +el respeto á los padres de familia, se ha perdido la veneración á +las canas; cuando nombres pomposos, aparatos científicos, grandes +bibliotecas, hacen formar al hombre un gran concepto de la fuerza +de su entendimiento; cuando la multiplicación y actividad de las +comunicaciones esparcen á grandes distancias las ideas, y haciéndolas +fermentar por medio del calor que adquieren con el movimiento, les dan +aquella fuerza mágica que señorea los espíritus; entonces es precisa, +indispensable, una autoridad, que, siempre viva, siempre presente, +siempre en disposición de acudir á donde lo exija la necesidad, cubra +con robusta égida el sagrado depósito de las verdades independientes +de tiempos y climas, sin cuyo conocimiento flota eternamente el hombre +á merced de sus errores y caprichos, y marcha con vacilante paso desde +la cuna al sepulcro; aquellas verdades sobre las cuales está sentada +la sociedad como sobre firmísimo cimiento; cimiento que, una vez +conmovido, pierde su aplomo el edificio, oscila, se desmorona, y se cae +á pedazos. La historia literaria y política de Europa de tres siglos +á esta parte nos ofrece demasiadas pruebas de lo que acabo de decir, +siendo de lamentar que cabalmente estalló la revolución religiosa +en el momento en que debía ser más fatal: porque, encontrando á las +sociedades agitadas por la actividad que desplegaba el espíritu humano, +quebrantó el dique, cuando era necesario robustecerle. + +Por cierto que no es saludable apocar en demasía á nuestro espíritu, +achacándole defectos que no tenga, ó exagerando aquellos de que en +realidad adolece; pero tampoco es conveniente engreirle sobradamente, +ponderando más de lo que es justo el alcance de sus fuerzas: esto, á +más de serle muy dañoso en diferentes sentidos, es muy poco favorable á +su mismo adelanto; y aun, si bien se mira, es poco conforme al carácter +grave y circunspecto, que ha de ser uno de los distintivos de la +verdadera ciencia. Que la ciencia, si ha de ser digna de este nombre, +no ha de ser tan pueril, que se muestre ufana y vanidosa por aquello +que en realidad no le pertenece como propiedad suya: es menester que +no desconozca los límites que la circunscriben, y que tenga bastante +generosidad y candidez para confesar su flaqueza. + +Un hecho hay en la historia de las ciencias, que, al propio tiempo +que revela la intrínseca debilidad del entendimiento, hace palpar lo +mucho que entra de lisonja en los desmedidos elogios que á veces se +le prodigan; infiriéndose de aquí cuán arriesgado sea el abandonarle +del todo á sí mismo, sin ningún género de guía. Consiste este hecho +en las sombras que se van encontrando á medida que nos acercamos á la +investigación de los secretos que rodean los primeros principios de +las ciencias: por manera que, aun hablando de las que más nombradía +tienen por su verdad, evidencia y exactitud, en llegando á profundizar +hasta sus cimientos, parece que se encuentra un terreno poco firme, +resbaladizo, en términos que el entendimiento, sintiéndose poco seguro +y vacilante, retrocede, temeroso de descubrir alguna cosa que lanzara +la incertidumbre y la duda sobre aquellas verdades, en cuya evidencia +se había complacido. + +No participo yo del mal humor de Hobbes contra las matemáticas, y, +entusiasta como soy de sus adelantos y profundamente convencido como +estoy de las ventajas que su estudio acarrea á las demás ciencias y +á la sociedad, mal pudiera tratar, ni de disminuir su mérito, ni de +disputarles ninguno de los títulos que las ennoblecen; pero, ¿quién +diría que ni ellas se exceptúan de la regla general? ¿faltan acaso en +ellas puntos débiles, senderos tenebrosos? + +Por cierto que, al exponerse los primeros principios de estas ciencias, +consideradas en toda su abstracción, y al deducir las proposiciones +más elementales, camina el entendimiento por un terreno llano, +desembarazado, donde ni se ofrece siquiera la idea de que pueda ocurrir +el más ligero tropiezo. Prescindiré ahora de las sombras que hasta +sobre este camino podrían esparcir la ideología y la metafísica, si se +presentasen á disputar sobre algunos puntos, aun buscando su apoyo en +los escritos de filósofos aventajados; pero, ciñéndonos al círculo en +que naturalmente se encierran las matemáticas, ¿quién de los versados +en ellas ignora que, avanzando en sus teorías, se encuentran ciertos +puntos donde el entendimiento tropieza con una sombra; donde, á +pesar de tener á la vista la demostración, y de haberla empleado en +todas sus partes, se halla como fluctuante, sintiendo un no sé qué de +incertidumbre, de que apenas acierta á darse cuenta á sí propio? ¿Quién +no ha experimentado que, á veces, después de dilatados raciocinios, +al divisar la verdad, se halla uno como si hubiera descubierto la luz +del día, pero después de haber andado largo trecho á obscuras, por un +camino cubierto? Fijando entonces vivamente la atención sobre aquellos +pensamientos que divagan por la mente como exhalaciones momentáneas, +sobre aquellos movimientos casi imperceptibles que en tales casos nacen +y mueren de continuo en nuestra alma, se nota que el entendimiento, en +medio de sus fluctuaciones, extiende la mano sin advertirlo al áncora +que le ofrece la autoridad ajena, y que, para asegurarse, hace desfilar +delante de sus ojos la sombra de algunos matemáticos ilustres, y el +corazón como que se alegra de que aquello esté ya enteramente fuera +de duda, por haberlo visto de una misma manera una serie de hombres +grandes. ¿Y qué? ¿se sublevarán tal vez la ignorancia y el orgullo +contra semejantes reflexiones? Estudiad esas ciencias, ó, cuando menos, +leed su historia, y os convenceréis de que también se encuentran en +ellas abundantes pruebas de la debilidad del entendimiento del hombre. + +La portentosa invención de Newton y Leibnitz ¿no encontró en Europa +numerosos adversarios? ¿no necesitó para solidarse bien, el que +pasara algún tiempo, y que la piedra de toque de las aplicaciones +viniese á manifestar la verdad de los principios y la exactitud de los +raciocinios? ¿y creéis, por ventura, que si ahora se presentara de +nuevo esa invención en el campo de las ciencias, hasta suponiéndola +pertrechada de todas las pruebas con que se la ha robustecido, y +rodeada de aquella luz con que la han bañado tantas aclaraciones; +creéis, por ventura, repito, que no necesitaría también de algún +tiempo, para que, afirmada, digámoslo así, con el derecho de +prescripción, alcanzase en sus dominios la tranquilidad y sosiego de +que actualmente disfruta? + +Bien se deja sospechar que no les ha de caber á las demás ciencias +escasa parte de esa incertidumbre, que trae su origen de la misma +flaqueza del espíritu humano; y, como quiera que en cuanto á ellas +apenas me parece posible que haya quien trate de contradecirlo, pasaré +á presentar algunas consideraciones sobre el carácter peculiar de las +ciencias morales. + +Tal vez no se ha reparado bastante que no hay estudio más engañoso que +el de las verdades morales; y le llamo engañoso, porque, brindando al +investigador con una facilidad aparente, le empeña en pasos en que +apenas se encuentra salida. Son como aquellas aguas tranquilas que +manifiestan poca profundidad, un fondo falso, pero que encierran un +insondable abismo. Familiarizados nosotros con su lenguaje desde la más +tierna infancia; viendo en rededor nuestro sus continuas aplicaciones; +sintiendo que se nos presentan como de bulto, y hallándonos con +cierta facilidad de hablar de repente sobre muchos de sus puntos, +persuadímonos con ligereza de que tampoco nos ha de ser difícil un +estudio profundo de sus más altos principios, y de sus relaciones +más delicadas; y ¡cosa admirable! apenas salimos de la esfera del +sentido común, apenas tratamos de desviarnos de aquellas expresiones +sencillas, las mismas que balbucientes pronunciábamos en el regazo de +nuestra madre, nos hallamos en el más confuso laberinto. Entonces, +si el entendimiento se abandona á sus cavilaciones; si no escucha la +voz del corazón, que le habla con tanta sencillez como elocuencia; +si no templa aquella fogosidad que le comunica el orgullo; si con +loco desvanecimiento no atiende á lo que le prescribe el cuerdo buen +sentido, llega hasta el exceso de despreciar el depósito de aquellas +tan saludables como necesarias verdades que conserva la sociedad para +irlas transmitiendo de generación en generación; y, marchando solo, á +tientas, en medio de las más densas tinieblas, acaba por derrumbarse en +aquellos precipicios de extravagancias y delirios de que la historia +de las ciencias nos ofrece tan repetidos y lamentables ejemplos. + +Si bien se observa, se nota una cosa semejante en todas las ciencias; +porque el Criador ha querido que no nos faltaran aquellos conocimientos +que nos eran necesarios para el uso de la vida, y para llegar á +nuestro destino; pero no ha querido complacer nuestra curiosidad, +descubriéndonos verdades que para nada nos eran necesarias. Sin +embargo, en algunas materias ha comunicado al entendimiento cierta +facilidad que le hace capaz de enriquecer de continuo sus dominios; +pero, en orden á las verdades morales, le ha dejado en una esterilidad +completa: lo que necesitaba saber, ó se lo ha grabado con caracteres +muy sencillos é inteligibles en el fondo de su corazón, ó se lo ha +consignado de un modo muy expreso y terminante en el Sagrado Texto, +mostrándole una regla fija en la autoridad de la Iglesia, á donde podía +acudir para aclarar sus dudas; pero, por lo demás, le ha dejado de +manera que, si se trata de cavilar y espaciarse á su capricho, recorre +de continuo un mismo camino, lo hace y deshace mil veces; encontrando +en un extremo el _escepticismo_, en el otro la _verdad pura_. + +Algunos ideólogos modernos reclamarán, tal vez, contra reflexiones +semejantes, y mostrarán en contra de esta aserción el fruto de sus +trabajos analíticos. «Cuando no se había descendido al análisis de los +hechos, dirán ellos; cuando se divagaba entre sistemas aéreos, y se +recibían palabras sin examen ni discernimiento, entonces pudiera ser +verdad todo esto; pero ahora, cuando las ideas de bien y mal moral las +hemos aclarado nosotros tan completamente, que hemos deslindado lo +que había en ellas de preocupación y de filosofía; que hemos asentado +todo el sistema de moral sobre principios tan sencillos, como son el +placer y el dolor; que hemos dado en estas materias ideas tan claras, +como son las _varias sensaciones que nos causa una naranja_; ahora, +decir todo esto, es ser ingrato con las ciencias; es desconocer el +fruto de nuestros sudores.» Ni me son desconocidos los trabajos de +algunos nuevos ideólogo-moralistas, ni la engañosa sencillez con que +desenvuelven sus teorías, dando á las más difíciles materias un aspecto +de facilidad y llaneza, que, al parecer, debe de estar todo al alcance +de las inteligencias más limitadas: no es éste el lugar á propósito +para examinar esas teorías, esas investigaciones analíticas; observaré, +no obstante, que, á pesar de tanta sencillez, no parece que se vaya +en pos de ellos ni la sociedad, ni la ciencia; y que sus opiniones, +sin embargo de ser recientes, son ya viejas. Y no es extraño, porque +fácilmente se había de ocurrir que, á pesar de su positivismo, si puedo +valerme de esta palabra, son tan hipotéticos esos ideólogos, como +muchos de los antecesores á quienes ellos motejan y desprecian. Escuela +pequeña y de espíritu limitado, que, sin estar en posesión de la +verdad, no tiene siquiera aquella belleza con que hermosean á otras los +brillantes sueños de grandes hombres; escuela orgullosa y alucinada, +que cree profundizar un hecho, cuando le obscurece, y afianzarle, sólo +porque le asevera; y que, en tratándose de relaciones morales, se +figura que analiza el corazón, sólo porque le descompone y diseca. + +Si tal es nuestro entendimiento, si tanta es su flaqueza con respecto +á todas las ciencias, si tanta es su esterilidad en los conocimientos +morales, que no ha podido adelantar un ápice sobre lo que le ha +enseñado la bondadosa Providencia, ¿qué beneficio ha hecho el +Protestantismo á las sociedades modernas, quebrantando la fuerza de la +autoridad, única capaz de poner un dique á lamentables extravíos?[9] + + + + +CAPITULO VII + + +Rechazada por el Protestantismo la autoridad de la Iglesia, y +estribando sobre este principio como único cimiento, ha debido buscar +en el hombre todo su apoyo; y, desconocido hasta tal punto el espíritu +humano, y su verdadero carácter, y sus relaciones con las verdades +religiosas y morales, le ha dejado ancho campo para precipitarse, según +la variedad de las situaciones, en dos extremos tan opuestos como son +el _fanatismo_ y la _indiferencia_. + +Extraño parecerá quizás enlace semejante, y que extravíos tan opuestos +puedan dimanar de un mismo origen, y, sin embargo, nada hay más cierto; +viniendo en esta parte los ejemplos de la historia á confirmar las +lecciones de la filosofía. Apelando el Protestantismo al solo hombre +en las materias religiosas, no le quedaban sino dos medios de hacerlo: +ó suponerle inspirado del cielo para el descubrimiento de la verdad, ó +sujetar todas las verdades religiosas al examen de la razón; es decir, +ó la _inspiración_ ó la _filosofía_. El someter las verdades religiosas +al fallo de la razón debía acarrear tarde ó temprano la indiferencia, +así como la inspiración particular, ó el espíritu privado, había de +engendrar el fanatismo. + +Hay en la historia del espíritu humano un hecho universal y constante, +y es su vehemente inclinación á imaginar sistemas que, prescindiendo +completamente de la realidad de las cosas, ofrezcan tan sólo la +obra de un ingenio, que se ha propuesto apartarse del camino común, +y abandonarse libremente al impulso de sus propias inspiraciones. +La historia de la filosofía apenas presenta otros cuadros que la +repetición perenne de este fenómeno; y, en cuanto cabe en las otras +materias, no ha dejado de reproducirse, bajo una ú otra forma. +Concebida una idea singular, mírala el entendimiento con aquella +predilección exclusiva y ciega, con que suele un padre distinguir á sus +hijos; y, desenvolviéndola con esta preocupación, amolda en ella todos +los hechos, y le ajusta todas las reflexiones. Lo que en un principio +no era más que un pensamiento ingenioso y extravagante, pasa luego á +ser un germen, del cual nacen vastos cuerpos de doctrina; y, si es +ardiente la cabeza donde ha brotado ese pensamiento, si está señoreada +por un corazón lleno de fuego, el calor provoca la fermentación, y ésta +el fanatismo, propagador de todos los delirios. + +Acreciéntase singularmente el peligro cuando el nuevo sistema versa +sobre materias religiosas, ó se roza con ellas por relaciones muy +inmediatas: entonces las extravagancias del espíritu alucinado se +transforman en inspiraciones del cielo; la fermentación del delirio, +en una llama divina, y la manía de singularizarse en vocación +extraordinaria. El orgullo, no pudiendo sufrir oposición, se desboca +furioso contra todo lo que encuentra establecido; é insultando la +autoridad, atacando todas las instituciones, y despreciando las +personas, disfraza la más grosera violencia con el manto del celo, +y encubre la ambición con el nombre del apostolado. Más alucinado á +veces que seductor, el miserable maniático llega quizás á persuadirse +profundamente de que son verdaderas sus doctrinas, y de que ha oído la +palabra del cielo; y, presentando en el fogoso lenguaje de la demencia +algo de singular y extraordinario, transmite á sus oyentes una parte de +su locura, y adquiere en breve un considerable número de prosélitos. No +son, á la verdad, muchos los capaces de representar el primer papel en +esa escena de locura; pero, desgraciadamente, los hombres son demasiado +insensatos para dejarse arrastrar por el primero que se arroje atrevido +á acometer la empresa: pues que la historia y la experiencia harto nos +tienen enseñado que, para fascinar un gran número de hombres, basta una +palabra, y que, para formar un partido, por malvado, por extravagante, +por ridículo que sea, no se necesita más que levantar una bandera. + +Ahora que se ofrece la oportunidad, quiero dejar consignado aquí un +hecho, que no sé que nadie le haya observado: y es, que la Iglesia +en sus combates con la herejía ha prestado un eminente servicio á la +ciencia que se ocupa en conocer el verdadero carácter, las tendencias +y el alcance del espíritu humano. Celosa depositaria de todas las +grandes verdades, ha procurado siempre conservarlas intactas, y, +conociendo á fondo la debilidad del humano entendimiento, y su +extremada propensión á las locuras y extravagancias, le ha seguido +siempre de cerca los pasos, le ha observado en todos sus movimientos, +rechazando con energía sus impotentes tentativas, cuando él ha tratado +de corromper el purísimo manantial de que era poseedora. En las fuertes +y dilatadas luchas que contra él ha sostenido, ha logrado poner de +manifiesto su incurable locura, ha desenvuelto todos sus pliegues, y +le ha mostrado en todas sus fases: recogiendo en la historia de las +herejías un riquísimo caudal de hechos, un cuadro muy interesante donde +se halla retratado el espíritu humano en sus verdaderas dimensiones, +en su fisonomía característica, en su propio colorido: cuadro de que +se aprovechará, sin duda, el genio á quien esté reservada la grande +obra que está todavía por hacer: _la verdadera historia del espíritu +humano_.[10] + +Tocante á extravagancias y delirios del fanatismo, por cierto que no +está nada escasa la historia de Europa de tres siglos á esta parte: +monumentos quedan todavía existentes, y por dondequiera que dirijamos +nuestros pasos, encontraremos que las sectas fanáticas nacidas en el +seno del Protestantismo, y originadas de su principio fundamental, han +dejado impresa una huella de sangre. Nada pudieron contra el torrente +devastador, ni la violencia de carácter de Lutero, ni los furibundos +esfuerzos con que se oponía á cuantos enseñaban doctrinas diferentes +de las suyas: á unas impiedades sucedieron presto otras impiedades; +á unas extravagancias, otras extravagancias; á un fanatismo, otro +fanatismo; quedando luego la falsa reforma fraccionada en tantas +sectas, todas á cual más violentas, cuantas fueron las cabezas que á +la triste fecundidad de engendrar un sistema reunieron un carácter +bastante resuelto para enarbolar una bandera. Ni era posible que de +otro modo sucediese, porque, cabalmente, á más del riesgo que traía +consigo el dejar solo al espíritu humano encarado con todas las +cuestiones religiosas, había una circunstancia que debía acarrear +resultados funestísimos: hablo de la interpretación de los Libros +Santos encomendada al espíritu privado. + +Manifestóse entonces con toda evidencia que el mayor abuso es el que se +hace de lo mejor; y que ese libro inefable, donde se halla derramada +tanta luz para el entendimiento, tantos consuelos para el corazón, +es altamente dañoso al espíritu soberbio, que á la terca resolución +de resistir á toda autoridad en materias de fe, añada la ilusoria +persuasión de que la Escritura Sagrada es un libro claro en todas sus +partes, de que no le faltará en todo caso la inspiración del cielo +para la disipación de las dudas que pudieran ofrecerse, ó que recorra +sus páginas con el prurito de encontrar algún texto, que, más ó menos +violentado, pueda prestar apoyo á sutilezas, cavilaciones, ó proyectos +insensatos. + +No cabe mayor desacierto que el cometido por los corifeos del +Protestantismo, al poner la Biblia en manos de todo el mundo, +procurando, al mismo tiempo, acreditar la ilusión de que cualquier +cristiano era capaz de interpretarla; no cabe olvido más completo de +lo que es la Sagrada Escritura. Bien es verdad que no quedaba otro +medio al Protestantismo, y que todos los obstáculos que oponía á la +entera libertad en la interpretación del Sagrado Texto eran para él +una inconsecuencia chocante, una apostasía de sus propios principios, +un desconocimiento de su origen; pero esto es su más terminante +condenación; porque, ¿cuáles son los títulos, ni de verdad, ni de +santidad, que podrá presentarnos una religión, que en su principio +fundamental envuelve el germen de las sectas más fanáticas y más +dañosas á la sociedad? + +Difícil fuera reunir en breve espacio tantos hechos, tantas +reflexiones, tan convincentes pruebas en contra de ese error +capital del Protestantismo, como ha reunido un mismo protestante. +Es O'Callaghan: y no dudo que el lector me quedará agradecido de +que transcriba aquí sus palabras; dice así: «Llevados los primeros +reformadores de su espíritu de oposición á la Iglesia romana, +reclamaron á voz en grito el derecho de interpretar las Escrituras +conforme al juicio particular de cada uno....; pero, afanados por +emancipar al pueblo de la autoridad del Pontífice romano, proclamaron +este derecho sin explicación ni restricciones, y las consecuencias +fueron _terribles_. Impacientes por minar la base de la jurisdicción +papal, sostuvieron sin limitación alguna que cada individuo tiene +indisputable derecho á interpretar la Sagrada Escritura por sí mismo; +y, como este principio, tomado en toda su extensión, era insostenible, +fué menester, para afirmarle, darle el apoyo de otro principio, cual +es, que la Biblia es un libro fácil, al alcance de todos los espíritus; +que el carácter más inseparable de la revelación divina es una gran +claridad: principios ambos, que, ora se les considere aislados, ora +unidos, son incapaces de sufrir un ataque serio. + +»El juicio privado de Munzer descubrió en la Escritura que los títulos +de nobleza y las grandes propiedades son una usurpación impía, +contraria á la natural igualdad de los fieles, é invitó á sus secuaces +á examinar si no era ésta la verdad del hecho: examinaron los sectarios +la cosa, alabaron á Dios, y procedieron en seguida, por medio del +hierro y del fuego, á la extirpación de los impíos, y á apoderarse de +sus propiedades. El juicio privado creyó también haber descubierto en +la Biblia que las leyes establecidas eran una permanente restricción +de la libertad cristiana; y heos aquí que Juan de Leyde tira los +instrumentos de su oficio, se pone á la cabeza de un populacho +fanático, sorprende la ciudad de Múnster, se proclama á sí mismo rey +de Sión, toma catorce mujeres á la vez, asegurando que la poligamia +era una de las libertades cristianas, y el privilegio de los Santos. +Pero, si la criminal locura de los paisanos extranjeros aflige á los +amigos de la humanidad y de una piedad razonable, por cierto que no +es á propósito para consolarlos la historia de Inglaterra, durante un +largo espacio del siglo XVII. En ese período de tiempo, levantáronse +una innumerable muchedumbre de fanáticos, ora juntos, ora unos en pos +de otros, embriagados de doctrinas extravagantes y de pasiones dañinas, +desde el feroz dominio de Fox hasta la metódica locura de Barclay, +desde el formidable fanatismo de Cromwell hasta la necia impiedad de +_Praise-God-Barebones_. La piedad, la razón y el buen sentido parecían +desterrados del mundo, y se habían puesto en su lugar una extravagante +algarabía, un frenesí religioso, un celo insensato: todos citaban la +Escritura, todos pretendían haber tenido inspiraciones, visiones, +arrobos de espíritu; y, á la verdad, con tanto fundamento lo pretendían +unos como otros. + +»Sosteníase con mucho rigor que era conveniente abolir el sacerdocio +y la dignidad Real; pues que los sacerdotes eran los servidores de +Satanás, y los reyes eran los delegados de la Prostituta de Babilonia, +y que la existencia de unos y otros era incompatible con el reino del +Redentor. Esos fanáticos condenaban la ciencia como invención pagana, +y las universidades como seminarios de la impiedad anticristiana. +Ni la santidad de sus funciones protegía al obispo, ni la majestad +del trono al rey; uno y otro eran objetos de desprecio y de odio, y +degollados sin compasión por aquellos fanáticos, cuyo único libro era +la Biblia, sin notas ni comentarios. Á la sazón estaba en su mayor +auge el entusiasmo por la oración, la predicación y la lectura de los +Libros Santos; todos oraban, todos predicaban, todos leían, pero nadie +escuchaba. Las mayores atrocidades se las justificaba por la Sagrada +Escritura; en las transacciones más ordinarias de la vida se usaba +el lenguaje de la Sagrada Escritura; de los negocios interiores de +la nación, de sus relaciones exteriores, se trataba con frases de la +Escritura; con la Escritura se tramaban conspiraciones, traiciones, +proscripciones; y todo era, no sólo justificado, sino también +consagrado con citas de la Sagrada Escritura. Estos hechos históricos +han asombrado con frecuencia á los hombres de bien, y consternado á +las almas piadosas; _pero, demasiado embebido el lector en sus propios +sentimientos, olvida la lección encerrada en esta terrible experiencia, +á saber: que la Biblia, sin explicación, ni comentarios, no es para +leída por hombres groseros é ignorantes_. + +»La masa del linaje humano ha de contentarse con recibir de _otro_ +sus instrucciones, y no le es dado acercarse á los manantiales de la +ciencia. Las verdades más importantes en medicina, en jurisprudencia, +en física, en matemáticas, ha de recibirlas de aquellos que las beben +en los primeros manantiales: y, por lo que toca al Cristianismo, en +general se ha constantemente seguido el mismo método, y siempre que se +le ha dejado hasta cierto punto, _la sociedad se ha conmovido hasta sus +cimientos_.» + +No necesitan comentarios esas palabras de O'Callaghan; y por cierto +que no se las podrá tachar ni de hiperbólicas, ni de declamatorias, +no siendo más que una sencilla y verídica narración de hechos harto +sabidos. El solo recuerdo de ellos debería ser bastante para convencer +de los peligros que consigo trae el poner la Sagrada Escritura +sin notas ni comentarios en manos de cualquiera, como lo hace el +Protestantismo, acreditando en cuanto puede el error de que para la +inteligencia del Sagrado Texto es inútil la autoridad de la Iglesia, +y que no necesita más todo cristiano que escuchar lo que le dictarán +con frecuencia sus pasiones y sus delirios. Cuando el Protestantismo +no hubiera cometido otro yerro que éste, bastaría ya para que se +reprobase, se condenase á sí propio, pues que no hace otra cosa una +religión que asienta un principio que la disuelve á ella misma. + +Para apreciar en esta parte el desacierto con que procede el +Protestantismo, y la posición falsa y arriesgada en que se ha colocado +con respecto al espíritu humano, no es necesario ser teólogo, ni +católico; basta haber leído la Escritura, aun cuando sea únicamente +con ojos de literato y filósofo. Un libro que, encerrando en breve +cuadro el extenso espacio de cuatro mil años, y adelantándose hasta +las profundidades del más lejano porvenir, comprende el origen +y destinos del hombre y del universo; un libro que, tejiendo la +historia particular de un pueblo escogido, abarca en sus narraciones +y profecías las revoluciones de los grandes imperios; un libro en que +los magníficos retratos donde se presentan la pujanza y el lujoso +esplendor de los monarcas de Oriente, se encuentran al lado de la +fácil pincelada que nos describe la sencillez de las costumbres +domésticas, ó el candor é inocencia de un pueblo en la infancia; un +libro donde narra el historiador, vierte tranquilamente el sabio sus +sentencias, predica el apóstol, enseña y disputa el doctor; un libro +donde un profeta, señoreado por el espíritu divino, truena contra la +corrupción y extravío de un pueblo, anuncia las terribles venganzas +del Dios de Sinaí, llora inconsolable el cautiverio de sus hermanos y +la devastación y soledad de su patria, cuenta en lenguaje peregrino y +sublime los magníficos espectáculos que se desplegaron á sus ojos en +momentos de arrobo, en que, al través de velos sombríos, de figuras +misteriosas, de emblemas obscuros, de apariciones enigmáticas, viera +desfilar ante su vista los grandes sucesos de la sociedad y las +catástrofes de la naturaleza; un libro, ó más bien un conjunto de +libros, donde reinan todos los estilos y campean los más variados +tonos, donde se hallan derramadas y entremezcladas la majestad épica +y la sencillez pastoril, el fuego lírico y la templanza didáctica, +la marcha grave y sosegada de la narración histórica y la rapidez y +viveza del drama; un conjunto de libros escritos en diferentes épocas +y países, en varias lenguas, en circunstancias las más singulares y +extraordinarias, ¿cómo podrá menos de trastrocar la cabeza orgullosa +que recorre á tientas sus páginas, ignorando los climas, los tiempos, +las leyes, los usos y costumbres; abrumada de alusiones que la +confunden, de imágenes que la sorprenden, de idiotismos que la +obscurecen; oyendo hablar en idioma moderno al hebreo ó al griego que +escribieron allá en siglos muy remotos? ¿Qué efectos ha de producir ese +conjunto de circunstancias, creyendo el lector que la Sagrada Escritura +es un libro muy fácil, que se brinda de buen grado á la inteligencia +de cualquiera, y que, en todo caso, si se ofreciere alguna dificultad, +no necesita el que lee de la instrucción de nadie, sino que le bastan +sus propias reflexiones, ó concentrarse dentro de sí mismo para prestar +atento oído á la celeste inspiración que levantará el velo que encubre +los más altos misterios? ¿Quién extrañará que se hayan visto entre los +protestantes tan ridículos visionarios, tan furibundos fanáticos?[11] + + + + +CAPITULO VIII + + +Injusticia fuera tachar una religión de falsa, sólo porque en su seno +hubieran aparecido fanáticos: esto equivaldría á desecharlas todas; +pues que no sería dable encontrar una que estuviese exenta de semejante +plaga. No está el mal en que se presenten fanáticos en medio de una +religión, sino en que ella los forme, en que los incite al fanatismo, +ó les abra para él anchurosa puerta. Si bien se mira, en el fondo del +corazón humano hay un germen abundante de fanatismo, y la historia +del hombre nos ofrece de ello tan abundantes pruebas, que apenas se +encontrará hecho que deba ser reconocido como más indudable. Fingid +una ilusión cualquiera, contad la visión más extravagante, forjad el +sistema más desvariado; pero tened cuidado de bañarlo todo con un tinte +religioso, y estad seguros de que no os faltarán prosélitos entusiastas +que tomarán á pecho el sostener vuestros dogmas, el propagarlos, y +que se entregarán á vuestra causa con una mente ciega y un corazón de +fuego; es decir, tendréis bajo vuestra bandera una porción de fanáticos. + +Algunos filósofos han gastado largas páginas en declamar contra el +fanatismo, y como que se han empeñado en desterrarle del mundo, ora +dando á los hombres empalagosas lecciones filosóficas, ora empleando +contra el _monstruo_ toda la fuerza de una oratoria fulminante. Bien +es verdad que á la palabra _fanatismo_ le han señalado una extensión +tan lata, que han comprendido bajo esta denominación toda clase de +religiones; pero yo creo, sin embargo, que, aun cuando se hubieran +ceñido á combatir el verdadero fanatismo, habrían hecho harto mejor si, +no fatigándose tanto, hubiesen gastado algún tiempo en examinar esta +materia con espíritu analítico, tratándola, después de atento examen, +sin preocupación, con madurez y templanza. + +Por lo mismo que veían que éste era un achaque del espíritu humano, +escasas esperanzas podían tener, si es que fueran filósofos cuerdos y +sesudos, de que con razones y elocuencia alcanzaran á desterrar del +mundo al malhadado _monstruo_; pues que, hasta ahora, no sé yo que +la filosofía haya sido parte á remediar ninguna de aquellas graves +enfermedades que son como el patrimonio del humano linaje. Entre tantos +yerros como ha tenido la filosofía del siglo XVIII, ha sido uno de los +más capitales la manía de los tipos: de la naturaleza del hombre, de +la sociedad, de todo se ha imaginado un tipo allá en su mente; todo ha +debido acomodarse á aquel tipo, y cuanto no ha podido doblegarse para +ajustarse al molde, todo ha sufrido tal descarga filosófica, que, al +menos, no ha quedado impune por su poca flexibilidad. + +¿Pues qué? ¿podrá negarse que haya fanatismo en el mundo? Y mucho. +¿Podrá negarse que sea un mal? Y muy grave. ¿Cómo se podría extirpar? +De ninguna manera. ¿Cómo se podrá disminuir su extensión, atenuar su +fuerza, refrenar su violencia? Dirigiendo bien al hombre. Entonces, ¿no +será con la filosofía? Ahora lo veremos. + +¿Cuál es el origen del fanatismo? Antes es necesario fijar el verdadero +sentido de esta palabra. Entiéndese por fanatismo, tomado en su +acepción más lata, una viva exaltación del ánimo fuertemente señoreado +por alguna opinión, ó falsa, ó exagerada. Si la opinión es verdadera, +encerrada en sus justos límites, entonces no cabe el fanatismo; y, si +alguna vez lo hubiere, será con respecto á los medios que se emplean +en defenderla; pero, entonces ya existirá también un juicio errado, en +cuanto se cree que la opinión verdadera autoriza para aquellos medios; +es decir, que habrá error, ó exageración. Pero, si la opinión fuere +verdadera, los medios de defenderla, legítimos, y la ocasión, oportuna, +entonces no hay fanatismo, por grande que sea la exaltación del ánimo, +por viva que sea la efervescencia, por vigorosos que sean los esfuerzos +que se hagan, por costosos que sean los sacrificios que se arrostren; +entonces habrá entusiasmo en el ánimo y heroísmo en la acción, pero +fanatismo no: de otra manera los héroes de todos tiempos y países +quedarían afeados con la mancha de fanáticos. + +Tomado el fanatismo con toda esta generalidad, se extiende á cuantos +objetos ocupan al espíritu humano; y así hay fanáticos en religión, en +política, y hasta en ciencias y literatura; no obstante, el significado +más propio de la palabra _fanatismo_, no sólo atendiendo á su valor +etimológico, sino también usual, es cuando se aplica á materias +religiosas; y, por esta causa, el solo nombre de fanático, sin ninguna +añadidura, expresa un _fanático_ en religión; cuando, al contrario, si +se le aplica con respecto á otras materias, debe andar acompañado del +apuesto que las califique; así se dice: fanáticos políticos, fanáticos +en literatura, y otras expresiones por este tenor. + +No cabe duda de que, en tratándose de materias religiosas, tiene el +hombre una propensión muy notable á dejarse dominar de una idea, á +exaltarse de ánimo en favor de ella, á transmitirla á cuantos le +rodean, á propagarla luego por todas partes, llegando con frecuencia +á empeñarse en comunicarla á los otros, aunque sea con las mayores +violencias. + +Hasta cierto punto se verifica también el mismo hecho en las materias +no religiosas; pero es innegable que en las religiosas adquiere el +fenómeno un carácter que le distingue de cuanto acontece en esfera +diferente. En cosas de religión adquiere el alma del hombre una nueva +fuerza; una energía terrible, una expansión sin límites; para él no hay +dificultades, no hay obstáculos, no hay embarazos de ninguna clase; los +intereses materiales desaparecen enteramente, los mayores padecimientos +se hacen lisonjeros, los tormentos son nada, la muerte misma es una +ilusión agradable. + +El hecho es vario, según lo es la persona en quien se verifica, según +lo son las ideas y costumbres del pueblo en medio del cual se realiza; +pero, en el fondo, es el mismo: examinada la cosa en su raíz, se halla +que tienen un mismo origen las violencias de los sectarios de Mahoma, +que las extravagancias de los discípulos de Fox. + +Acontece en esta pasión lo propio que en las demás, que, si producen +los mayores males, es sólo porque se extravían de su objeto legítimo, ó +se dirigen á él por medios que no están de acuerdo con lo que dictan la +razón y la prudencia; pues que, bien observado, el fanatismo no es más +que el _sentimiento religioso extraviado_; sentimiento que el hombre +lleva consigo desde la cuna hasta el sepulcro, y que se encuentra como +esparcido por la sociedad, en todos los períodos de su existencia. +Hasta ahora ha sido siempre vano el empeño de hacer irreligioso al +hombre: uno que otro individuo se ha entregado á los desvaríos de una +irreligión completa; pero el linaje humano protesta sin cesar contra +ese individuo, que ahoga en su corazón el sentimiento religioso. Como +este sentimiento es tan fuerte, tan vivo, tan poderoso á ejercer sobre +el hombre una influencia sin límites, apenas se aparta de su objeto +legítimo, apenas se desvía del sendero debido, cuando ya produce +resultados funestos; pues que se combinan desde luego dos causas muy á +propósito para los mayores desastres, como son: _absoluta ceguera del +entendimiento, y una irresistible energía en la voluntad_. + +Cuando se ha declamado contra el fanatismo, buena parte de los +protestantes y filósofos no se han olvidado de prodigar ese apodo á +la Iglesia católica; y por cierto que debieran andar en ello con más +tiento, cuando menos en obsequio de la buena filosofía. Sin duda que +la Iglesia no se gloriará de que haya podido curar todas las locuras +de los hombres, y, por tanto, no pretenderá tampoco que de entre sus +hijos haya podido desterrar de tal manera el fanatismo, que, de vez en +cuando, no haya visto en su seno algunos fanáticos; pero sí que puede +gloriarse de que jamás religión alguna ha dado mejor en el blanco para +curar, en cuanto cabe, este achaque del espíritu humano; pudiendo, +además, asegurarse que tiene de tal manera tomadas sus medidas, que, +en naciendo el fanatismo, le cerca desde luego con un vallado, en +que podrá delirar por algún tiempo, pero no producirá efectos de +consecuencias desastrosas. + +Esos extravíos de la mente, esos sueños de delirio que, nutridos +y avivados, con el tiempo arrastran al hombre á las mayores +extravagancias, y hasta á los más horrorosos crímenes, apáganse por +lo común en su mismo origen, cuando existe en el fondo del alma el +saludable convencimiento de la propia debilidad, y el respeto y +sumisión á una autoridad infalible; y, ya que á veces no se logre +sofocar el delirio en su nacimiento, quédase al menos aislado, +circunscrito á una porción de hechos más ó menos verosímiles, pero +dejando intacto el depósito de la verdadera doctrina, y sin quebrantar +aquellos lazos que unen y estrechan á todos los fieles como miembros de +un mismo cuerpo. ¿Se trata de revelaciones, de visiones, de profecías, +de éxtasis? Mientras todo esto tenga un carácter privado, y no se +extienda á las verdades de fe, la Iglesia, por lo común, disimula, +tolera, se abstiene de entrometerse, calla, dejando á los críticos la +discusión de los hechos, y al común de los fieles amplia libertad para +pensar lo que más les agrade. Pero, si toman las cosas un carácter más +grave, si el visionario entra en explicaciones sobre algunos puntos +de doctrina, veréis, desde luego, que se despliega el espíritu de +vigilancia; la Iglesia aplica atentamente el oído para ver si se mezcla +por allí alguna voz que se aparte de lo enseñado por el divino Maestro; +fija una mirada observadora sobre el nuevo predicador, por si hay algo +que manifieste, ó al hombre alucinado y errante en materias de dogma, ó +al lobo cubierto con piel de oveja; y, en tal caso, levanta desde luego +el grito, advierte á todos los fieles, ó del error, ó del peligro, y +llama con la voz de pastor á la oveja descarriada. Si ésta no escucha, +si no quiere seguir más que sus caprichos, entonces la separa del +rebaño, la declara como lobo, y, de allí en adelante, el error y el +fanatismo ya no se hallan en ninguno que desee perseverar en el seno de +la Iglesia. + +Por cierto que no dejarán los protestantes de echar en cara á los +católicos la muchedumbre de visionarios que ha tenido la Iglesia, +recordando las revelaciones y visiones de los muchos Santos que +veneramos sobre los altares; echaránnos también en cara el fanatismo: +fanatismo que dirán no haberse limitado á estrecho círculo, pues que +ha sido bastante á producir los resultados más notables. «Los solos +fundadores de las órdenes religiosas, dirán ellos, ¿no ofrecen acaso +el espectáculo de una serie de fanáticos que, alucinados ellos mismos, +ejercían sobre los demás, con su palabra y ejemplo, la influencia más +fascinadora que jamás se haya visto?» Como no es éste el lugar de +tratar por extenso el punto de las comunidades religiosas, cosa que me +propongo hacer en otra parte de esta obra, me contentaré con observar +que, aun dando por supuesto que todas las visiones y revelaciones +de nuestros Santos y las inspiraciones del cielo con que se creían +favorecidos los fundadores de las órdenes religiosas, no pasaran de +pura ilusión, nada tendrían adelantado los adversarios para achacar á +la Iglesia católica la nota de fanatismo. Por de pronto, ya se echa +de ver que, en lo tocante á visiones de un particular, mientras se +circunscriban á la esfera individual, podrá haber allí ilusión, y, +si se quiere, fanatismo; pero no será el fanatismo dañoso á nadie, y +nunca alcanzará á acarrear trastornos á la sociedad. Que una pobre +mujer se crea favorecida con particulares beneficios del cielo, que se +figure oir con frecuencia la palabra de la Virgen, que se imagine que +confabula con los ángeles, que le traen mensajes de parte de Dios; todo +esto podrá excitar la credulidad de unos y la mordacidad de otros; pero +á buen seguro que no costará á la sociedad ni una gota de sangre, ni +una sola lágrima. + +Y los fundadores de las órdenes religiosas ¿qué muestras nos dan de +fanatismo? Aun cuando prescindiéramos del profundo respeto que se +merecen sus virtudes, y de la gratitud con que debe corresponderles +la humanidad por los beneficios inestimables que han dispensado; +aun cuando diéramos por supuesto que se engañaron en todas sus +inspiraciones, podríamos apellidarlos _ilusos_, más no _fanáticos_. En +efecto: nada encontramos en ellos, ni de frenesí, ni de violencia; son +hombres que desconfían de sí mismos; que, á pesar de creerse llamados +por el cielo para algún grande objeto, no se atreven á poner manos +á la obra sin haberse postrado antes á los pies del Sumo Pontífice, +sometiendo á su juicio las reglas en que pensaban cimentar la nueva +orden, pidiéndole sus luces, sujetándose dócilmente á su fallo, y no +realizando nada sin haber obtenido su licencia. ¿Qué semejanza hay, +pues, de los fundadores de las órdenes religiosas con esos fanáticos +que arrastran en pos de sí una muchedumbre de furibundos, que matan, +destruyen por todas partes, dejando por doquiera regueros de sangre +y de ceniza? En los fundadores de las órdenes religiosas vemos á un +hombre que, dominado fuertemente por una idea, se empeña en llevarla á +cabo, aun á costa de los mayores sacrificios; pero vemos siempre una +idea fija, desenvuelta en un plan ordenado, teniendo á la vista algún +objeto altamente religioso y social; y, sobre todo, vemos ese plan +sometido al juicio de una autoridad, examinado con madura discusión, y +enmendado, ó retocado, según parece más conforme á la prudencia. Para +un filósofo imparcial, sean cuales fueren sus opiniones religiosas, +podrá haber en todo esto más ó menos ilusión, más ó menos preocupación, +más ó menos prudencia y acierto; pero, fanatismo, no, de ninguna +manera, porque nada hay aquí que presente semejante carácter.[12] + + + + +CAPITULO IX + + +El fanatismo de secta, nutrido y avivado en Europa por la _inspiración +privada_ del Protestantismo, es ciertamente una llaga muy profunda y +de mucha gravedad; pero no tiene, sin embargo, un carácter tan maligno +y alarmante como la incredulidad y la indiferencia religiosa: males +funestos que las sociedades modernas tienen que agradecer en buena +parte á la pretendida reforma. Radicados en el mismo principio que es +la base del Protestantismo; ocasionados y provocados por el escándalo +de tantas y tan extravagantes sectas que se apellidan cristianas, +empezaron á manifestarse con síntomas de gravedad ya en el mismo siglo +XVI. Andando el tiempo, llegaron á extenderse de un modo terrible, +filtrándose en todos los ramos científicos y literarios, comunicando +su expresión y sabor á los idiomas, y poniendo en peligro todas las +conquistas que en pro de la civilización y cultura había hecho por +espacio de muchos siglos el linaje humano. + +En el mismo siglo XVI, en el mismo calor de las disputas y guerras +religiosas encendidas por el Protestantismo, cundía la incredulidad +de un modo alarmante; y es probable que sería más común de lo que +aparentaba, pues que no era fácil quitarse de repente la máscara, +cuando, poco antes, estaban tan profundamente arraigadas las creencias +religiosas. Es muy verosímil que andaría disfrazada la incredulidad con +el manto de la reforma; y que, ora alistándose bajo la bandera de una +secta, ora pasando á la de otra, trataría de enflaquecerlas á todas +para levantar su trono sobre la ruina universal de las creencias. + +No es necesario ser muy lógico para pasar del Protestantismo al +Deísmo, y de éste al Ateísmo no hay más que un paso; y es imposible +que, al tiempo de la aparición de los nuevos errores, no hubiese +muchos hombres reflexivos que desenvolviesen el sistema hasta sus +últimas consecuencias. La religión cristiana, tal como la conciben +los protestantes, es una especie de sistema filosófico más ó menos +razonable; pues que, examinada á fondo, pierde el carácter de divina; +y, en tal caso, ¿cómo podrá señorear un ánimo que á la reflexión y á +las meditaciones reuna espíritu de independencia? Y, á decir verdad, +una sola ojeada sobre el comienzo del Protestantismo debía de arrojar +hasta el escepticismo religioso á todos los hombres que, no siendo +fanáticos, no estaban, por otra parte, aferrados con el áncora de la +autoridad de la Iglesia; porque tal es el lenguaje y la conducta de +los corifeos de las sectas, que brota naturalmente en el ánimo una +vehemente sospecha de que aquellos hombres se burlaban completamente de +todas las creencias cristianas; que encubrían su ateísmo ó indiferencia +asentando doctrinas extrañas que pudieran servir de enseña para +reunir prosélitos; que extendían sus escritos con la más insigne mala +fe, encubriendo el pérfido intento de alimentar en el ánimo de sus +secuaces el fanatismo de secta. + +Esto es lo que dictaba al padre del célebre Montagne el simple buen +sentido, pues, aunque sólo alcanzó los primeros principios de la +reforma, sabemos que decía: «este principio de enfermedad degenerará en +un execrable ateísmo»; testimonio notable, cuya conservación debemos +á un escritor que, por cierto, no era apocado ni fanático: á su hijo +Montagne. (_Ensayos_, de Montagne, 1. 2, c. 12.) Tal vez no presagiaría +ese hombre, que con tanta cordura juzgaba la verdadera tendencia del +Protestantismo, que fuese su hijo una confirmación de sus predicciones; +porque es bien sabido que Montagne fué uno de los primeros escépticos, +que figuraron con gran nombradía en Europa. Por aquellos tiempos era +menester andar con cuidado en manifestarse ateo ó indiferente, aun +entre los mismos protestantes; pero, aun cuando sea fácil sospechar +que no todos los incrédulos tendrían el atrevimiento de Gruet, por +cierto que no ha de costar trabajo el dar crédito al célebre toledano +Chacón, cuando, al empezar el último tercio del siglo XVII, decía que +la «herejía de los ateístas, de los que nada creen, andaba muy válida +en Francia y en otras partes». + +Seguían ocupando la atención de todos los sabios de Europa las +controversias religiosas, y, entre tanto, la gangrena de la +incredulidad avanzaba de un modo espantoso; por manera que, al +promediar el siglo XVI, se conoce que el mal se presentaba bajo un +aspecto alarmante. ¿Quién no ha leído con asombro los profundos +pensamientos de Pascal sobre la indiferencia en materias de religión? +¿quién no ha percibido en ellos aquel acento conmovido, que nace de la +viva impresión causada en el ánimo por la presencia de un mal terrible? + +Se conoce que á la sazón estaban ya muy adelantadas las cosas, y que +la incredulidad se hallaba ya muy cercana á poder presentarse como +una escuela que se colocara al lado de las demás que se disputaban la +preferencia en Europa. Con más ó menos disfraz habíase ya presentado +desde mucho tiempo en el socinianismo; pero esto no era bastante, +porque el socinianismo llevaba al menos el nombre de una secta +religiosa, y la religión empezaba á sentirse demasiado fuerte para que +no pudiera apellidarse ya con su propio nombre. + +El último tercio del siglo XVII nos presenta una crisis muy notable con +respecto á la religión: crisis que tal vez no ha sido bien reparada, +pero que se dió á conocer por hechos muy palpables. Esta crisis fué +un cansancio de las disputas religiosas marcada en dos tendencias +diametralmente opuestas, y, sin embargo, muy naturales: _la una hacia +el Catolicismo, la otra hacia el Ateísmo_. + +Bien sabido es cuánto se había disputado hasta aquella época sobre +la religión: las controversias religiosas eran el gusto dominante, +bastando decir que no formaban solamente la ocupación favorita de los +escolásticos, así católicos como protestantes, sino también de los +sabios seculares; habiendo penetrado esa afición hasta en los palacios +de los príncipes y reyes. Tanta controversia debía naturalmente +descubrir el vicio radical del Protestantismo; y, no pudiendo +mantenerse firme el entendimiento en un terreno tan resbaladizo, había +de esforzarse en salir de él, ó bien llamando en su apoyo el principio +de autoridad, ó bien abandonándose al ateísmo ó á una completa +indiferencia. Estas dos tendencias se hicieron sentir de una manera +nada equívoca; y así es que, mientras Bayle creía la Europa bastante +preparada para que pudiera abrirse ya en medio de ella una cátedra de +incredulidad y de escepticismo, se había entablado seria y animada +correspondencia para la reunión de los disidentes de Alemania al gremio +de la Iglesia católica. + +Conocidas son de todos los eruditos las contestaciones que mediaron +entre el luterano Molano, abate de Lockum, y Cristóbal, obispo de +Tyna, y después de Neustad; y para que no faltase un monumento del +carácter grave que habían tomado las negociaciones, se conserva aún la +correspondencia motivada por este asunto, entre dos hombres de los +más insignes que se contaban en Europa en ambas comuniones: Bossuet +y Leibnitz. No había llegado aún el feliz momento, y consideraciones +políticas que debieran desaparecer á la vista de tamaños intereses, +ejercieron maligna influencia sobre la grande alma de Leibnitz, para +que no conservara en el curso de la discusión y de las negociaciones +aquella sinceridad y buena fe y aquella elevación de miras con que al +parecer había comenzado. Aunque no surtiese buen efecto la negociación, +el sólo haberse entablado indica ya bastante que era muy grande el +vacío descubierto en el Protestantismo, cuando los dos hombres más +célebres de su comunión, Molano y Leibnitz, se atrevían ya á dar +pasos tan adelantados: y sin duda debían de ver en la sociedad que +los rodeaba abundantes disposiciones para la reunión al gremio de +la Iglesia, pues no de otra manera se hubieran comprometido en una +negociación de tanta importancia. + +Alléguese á todo esto la declaración de la universidad luterana de +Helmstad en favor de la religión católica, y las nuevas tentativas +hechas á favor de la reunión por un príncipe protestante que se dirigió +al Papa Clemente XI, y tendremos vehementes indicios de que la reforma +se sentía ya herida de muerte; y que, si obra tan grande hubiese Dios +querido que tuviera alguna apariencia de depender en algo de la mano +del hombre, tal vez no fuera ya entonces imposible que, á fuerza de la +convicción que de lo ruinoso del sistema protestante se habían formado +sus sabios más ilustres, se adelantase no poco para cicatrizar las +llagas abiertas á la unidad religiosa por los perturbadores del siglo +XVI. + +Pero el Eterno, en la altura de sus designios, lo tenía destinado de +otra manera; y, permitiendo que la corriente de los espíritus tomase +la dirección más extraviada y perversa, quiso castigar al hombre con +el fruto de su orgullo. No fué la propensión á la unidad la que dominó +en el siglo inmediato, sino el gusto por una filosofía escéptica, +indiferente con respecto á todas las religiones, pero muy enemiga +en particular de la católica. Cabalmente á la sazón se combinaban +influencias muy funestas para que la tendencia hacia la unidad pudiese +alcanzar su objeto; eran ya innumerables las fracciones en que se +habían dividido y subdividido las sectas protestantes: y esto, si bien +es verdad que debilitaba al Protestantismo, sin embargo, estando él +como estaba difundido por la mayor parte de Europa, había inoculado +el germen de la duda religiosa en la sociedad europea; y, como no +quedaba ya verdad que no hubiera sufrido ataques, ni cabía imaginar +error ni desvarío que no tuviera sus apóstoles y prosélitos, era muy +peligroso que cundiera en los ánimos aquel cansancio y desaliento, +que viene siempre en pos de los grandes esfuerzos hechos inútilmente +para la consecución de un objeto, y aquel fastidio que se engendra con +interminables disputas y chocantes escándalos. + +Para colmo de infortunio, para llevar al más alto punto el cansancio y +fastidio, sobrevino una nueva desgracia, que produjo los más funestos +resultados. Combatían con gran denuedo y con notable ventaja los +adalides del Catolicismo contra las innovaciones religiosas de los +protestantes: las lenguas, la historia, la crítica, la filosofía, todo +cuanto tiene de más precioso, de más rico y brillante el humano saber, +todo se había desplegado con el mayor aparato en esa gran palestra; y +los grandes hombres que por doquiera se veían figurar en los puestos +más avanzados de los defensores de la Iglesia católica, parecían +consolarla algún tanto de las lamentables pérdidas que le habían hecho +sufrir las turbulencias del siglo XVI, cuando he aquí que, mientras +estrechaba en sus brazos á tantos hijos predilectos que se gloriaban +de este nombre, notó con pasmosa sorpresa que algunos de éstos se +le presentaban en ademán hostil, bien que solapado: y al través de +palabras mal encubiertas, y de una conducta mal disfrazada, no le +fué difícil reparar que trataban de herirla con herida de muerte. +Protestando siempre la sumisión y la obediencia, pero sin someterse +ni obedecer jamás; resistiendo siempre á la autoridad de la Iglesia, +ensalzando, empero, de continuo esa misma autoridad de origen divino; +encubriendo sagazmente el odio á todas las leyes é instituciones +existentes, con la apariencia del celo por el restablecimiento de la +antigua doctrina; zapando los cimientos de la moral, al paso que se +mostraban entusiastas encarecedores de su pureza; disfrazando con falsa +humildad y afectada modestia la hipocresía y el orgullo, llamando +firmeza á la obstinación, y entereza de conciencia á la ceguedad +refractaria, presentaban esos rebeldes el aspecto más peligroso que +jamás había presentado herejía alguna; y sus palabras de miel, su +estudiado candor, el gusto por la antigüedad, el brillo de erudición +y de saber, hubieran sido parte á deslumbrar á los más avisados, si +desde un principio no se hubiesen distinguido ya los novadores con +el carácter eterno é infalible de toda secta de error: _el odio á la +autoridad_. + +Luchaban, empero, de vez en cuando, con los enemigos declarados de +la Iglesia, defendían con mucho aparato de doctrina la verdad de los +sagrados dogmas, citaban con respeto y deferencia los escritos de +los Santos Padres, manifestaban acatar las tradiciones y venerar las +decisiones conciliares y pontificias; y, teniendo siempre la extraña +pretensión de apellidarse católicos, por más que lo desmintieran con +sus palabras y conducta; no abandonando jamás la peregrina ocurrencia, +que tuvieron desde su principio, de negar la existencia de su secta, +ofrecían á los incautos el funesto escándalo de una disensión +dogmática, que parecía estar en el mismo seno del Catolicismo. +Declarábalos herejes la Cabeza de la Iglesia, todos los verdaderos +católicos acataban profundamente la decisión del Vicario de Jesucristo, +y de todos los ángulos del orbe católico se levantaba unánimemente un +grito que pronunciaba anatemas contra quien no escuchara al sucesor de +Pedro; pero ellos, empeñados en negarlo todo, en eludirlo todo, en +tergiversarlo todo, mostrábanse siempre como una porción de católicos +oprimidos por el espíritu de _relajación, de abusos y de intriga_. + +Faltaba ese nuevo escándalo para que acabasen de extraviarse los +ánimos, y para que la gangrena fatal que iba cundiendo por la sociedad +europea, se desarrollase con la mayor rapidez, presentando los +síntomas más terribles y alarmantes. Tanto disputar sobre la religión, +tanta muchedumbre y variedad de sectas, tanta animosidad entre los +adversarios que figuraban en la arena, debieron por fin disgustar de +la religión misma á aquellos que no estaban aferrados en el áncora de +la autoridad; y, para que la indiferencia pudiera erigirse en sistema, +el ateísmo en dogma y la impiedad en moda, sólo faltaba un hombre +bastante laborioso para recoger, reunir y presentar en cuerpo los +infinitos materiales que andaban dispersos en tantas obras; que supiera +bañarlos con un tinte filosófico acomodado al gusto que empezaba á +cundir entonces, comunicando al sofisma y á la declamación aquella +fisonomía seductora, aquel giro engañoso, aquel brillo deslumbrador, +que aun en medio de los mayores extravíos se encuentran siempre en las +producciones del genio. Este hombre se presentó: era Bayle; y el ruido +que metió en el mundo su célebre _Diccionario_, y el curso que tuvo +desde luego, manifestaron bien á las claras que el autor había sabido +comprender toda la oportunidad del momento. + +El _Diccionario_ de Bayle es una de aquellas obras que, aun +prescindiendo de su mayor ó menor mérito científico y literario, +forman, no obstante, muy notable época; porque se recoge en ellas el +fruto de lo pasado y se desenvuelven con toda claridad los pliegues +de un extenso porvenir. En tales casos no figura el autor tanto por +su mérito, como por haberse sabido colocar en el verdadero puesto +para ser el representante de ideas que de antemano estaban ya muy +esparcidas en la sociedad, por más que anduvieran fluctuantes, sin +dirección fija, como marchando al acaso. El solo nombre del autor +recuerda entonces una vasta historia, porque él es la personificación +de ellas. La publicación de la obra de Bayle puede mirarse como la +inauguración solemne de la cátedra de incredulidad en medio de Europa. +Los sofistas del siglo XVIII tuvieron á la mano un abundante repertorio +para proveerse de toda clase de hechos y argumentos; y, para que +nada faltase, para que pudieran rehabilitar los cuadros envejecidos, +avivarse los colores anublados, y esparcirse por doquiera los encantos +de la imaginación y las agudezas del ingenio; para que no faltara á la +sociedad un director que la condujera por un sendero cubierto de flores +hasta el borde del abismo, apenas había descendido Bayle al sepulcro, +ya brillaba sobre el horizonte literario un mancebo cuyos grandes +talentos competían con su malignidad y osadía: era Voltaire. + +Necesario ha sido conducir al lector hasta la época que acabo de +apuntar, porque tal vez no se hubiera imaginado la influencia que tuvo +el Protestantismo en engendrar y arraigar en Europa la irreligión, +el ateísmo, y esa indiferencia fatal que tantos daños acarrea á las +sociedades modernas. No es mi ánimo el tachar de impíos á todos +los protestantes: y reconozco gustoso la entereza y tesón con que +algunos de sus sabios más ilustres se han opuesto al progreso de la +impiedad. No ignoro que los hombres adoptan á veces un principio +cuyas consecuencias rechazan, y que entonces sería una injusticia el +colocarlos en la misma clase de aquellos que defienden á las claras +esas mismas consecuencias; pero también sé que, por más que se resistan +los protestantes á confesar que su sistema conduzca al ateísmo, no deja +por ello de ser muy cierto: pueden exigirme que yo no culpe en este +punto sus intenciones, mas no quejarse de que haya desenvuelto hasta +las últimas consecuencias su principio fundamental, no desviándome +nunca de lo que nos enseñan acordes la filosofía y la historia. + +Bosquejar, ni siquiera rápidamente, lo que sucedió en Europa desde +la época de la aparición de Voltaire, sería trabajo por cierto bien +inútil, pues que son tan recientes los hechos y andan tan vulgares +los escritos sobre esa materia, que, si quisiera entrar en ella, +difícilmente podría evitar la nota de copiante. Llenaré, pues, más +cumplidamente mi objeto presentando algunas reflexiones sobre el estado +actual de la religión en los dominios de la pretendida reforma. + +En medio de tantos sacudimientos y trastornos, en el vértigo comunicado +á tantas cabezas, cuando han vacilado los cimientos de todas las +sociedades, cuando se han arrancado de cuajo las más robustas y +arraigadas instituciones, cuando la misma verdad católica sólo +ha podido sostenerse con el manifiesto auxilio de la diestra del +Omnipotente, fácil es calcular cuán malparado debe de estar el flaco +edificio del Protestantismo, expuesto, como todo lo demás, á tan recios +y duros ataques. + +Nadie ignora las innumerables sectas que hormiguean en toda la +extensión de la Gran Bretaña, la situación deplorable de las creencias +entre los protestantes de Suiza, aun con respecto á los puntos más +capitales; y, para que no quedase ninguna duda sobre el verdadero +estado de la religión protestante en Alemania, es decir, en su país +natal, en aquel país donde se había establecido como en su patrimonio +más predilecto, el ministro protestante barón de Starch ha tenido +cuidado de decirnos que _en Alemania no hay ni un solo punto de la fe +cristiana que no se vea atacado abiertamente por los mismos ministros +protestantes_. Por manera que el verdadero estado del Protestantismo +me parece viva y exactamente retratado en la peregrina ocurrencia de +J. Heyer, ministro protestante: publicó J. Heyer en 1818 una obra que +se titula _Ojeada sobre las confesiones de fe_, y, no sabiendo cómo +desentenderse de los embarazos que para los protestantes presenta la +adopción de un símbolo, propone un expediente muy sencillo, que, por +cierto, allana todas las dificultades, y es: _desecharlos todos_. + +El único medio que tiene de conservarse el Protestantismo, es falsear, +en cuanto le sea posible, su principio fundamental; es decir, apartar +á los pueblos de la vía del examen, haciendo que permanezcan adheridos +á las creencias que se les han transmitido con la educación, y no +dejándoles que adviertan la inconsecuencia en que caen, cuando se +someten á la autoridad de un simple particular, mientras resisten á la +autoridad de la Iglesia católica. Pero no es éste cabalmente el camino +que llevan las cosas, y, por más que tal vez se propusieran seguirle +algunos de los protestantes, las solas sociedades bíblicas que con +un ardor digno de mejor causa trabajan para extender entre todas las +clases la lectura de la Biblia, son un poderoso obstáculo para que +pueda adormecerse el ánimo de los pueblos. Esta difusión de la Biblia +es una perenne apelación al examen particular, al espíritu privado; +ella acabará de disolver lo que resta del Protestantismo, bien que, +al propio tiempo, prepara tal vez á las sociedades días de luto y de +llanto. No se ha ocultado todo esto á los protestantes, y algunos de +los más notables entre ellos han levantado ya la voz, y advertido del +peligro.[13] + + + + +CAPITULO X + + +Quedando demostrada hasta la evidencia la intrínseca debilidad del +Protestantismo, ocurre naturalmente una cuestión: ¿cómo es que, +siendo tan flaco por el vicio radical de su constitución misma, no +haya desaparecido completamente? Llevando un germen de muerte en su +propio seno, ¿cómo ha podido resistir á dos adversarios tan poderosos +como la religión católica, por una parte, y la irreligión y el +ateísmo, por otra? Para satisfacer cumplidamente á esta pregunta, es +necesario considerar el Protestantismo bajo dos aspectos: ó bien en +cuanto significa una creencia determinada, ó bien en cuanto expresa +un conjunto de sectas, que, teniendo la mayor diferencia entre sí, +están acordes en apellidarse cristianas, conservar alguna sombra de +cristianismo, desechando, empero, la autoridad de la Iglesia. Es +menester considerarle bajo estos dos aspectos, ya que es bien sabido +que sus fundadores, no sólo se empeñaron en destruir la autoridad y +los dogmas de la Iglesia romana, sino que procuraron también formar +un sistema de doctrina que pudiera servir como de símbolo á sus +prosélitos. Por lo que toca al primer aspecto, el Protestantismo +ha desaparecido ya casi enteramente, ó, mejor diremos, desapareció +al nacer, si es que pueda decirse que llegase ni á formarse. Harto +queda evidenciada esta verdad con lo que llevo expuesto sobre sus +variaciones, y su estado actual en los varios países de Europa; +viniendo el tiempo á confirmar cuán equivocados anduvieron los +pretendidos reformadores, cuando se _imaginaron poder fijar las +columnas de Hércules del espíritu humano_, según la expresión de una +escritora protestante: Madama de Staël. + +Y, en efecto, las doctrinas de Lutero y de Calvino, ¿quién las defiende +ahora? ¿quién respeta los lindes que ellos prefijaron? Entre todas las +Iglesias protestantes, ¿hay alguna que se dé á conocer por su celo +ardiente en la conservación de estos ó de aquellos dogmas? ¿cuál es +el protestante que no se ría de la _divina_ misión de Lutero, y que +crea que el Papa es el Anticristo? ¿Quién entre ellos vela por la +pureza de la doctrina? ¿quién califica los errores? ¿quién se opone +al torrente de las sectas? ¿El robusto acento de la convicción, el +celo de la verdad, se deja percibir ya, ni en sus escritos, ni en sus +púlpitos? ¡Qué diferencia tan notable cuando se comparan las Iglesias +protestantes con la Iglesia católica! Preguntadla sobre sus creencias, +y oiréis de la boca del Sucesor de San Pedro, de Gregorio XVI, lo mismo +que oyó Lutero de la boca de León X; y cotejad la doctrina de León X +con la de sus antecesores, y os hallaréis conducidos por vía recta, +siempre por un mismo camino, hasta los Apóstoles, hasta Jesucristo. +¿Intentáis impugnar un dogma? ¿enturbiáis la pureza de la moral? La +voz de los antiguos Padres tronará contra vuestros extravíos; y, +estando en el siglo XIX, creeréis que se han alzado de sus tumbas +los antiguos Leones y Gregorios. Si es flaca vuestra voluntad, +encontraréis indulgencia; si es grande vuestro mérito, se os prodigarán +consideraciones; si es elevada vuestra posición social, se os tratará +con miramiento; pero, si abusando de vuestros talentos queréis +introducir alguna novedad en la doctrina, si valiéndoos de vuestro +poderío queréis exigir alguna capitulación en materias de dogma, si +para evitar disturbios, prevenir escisiones, conciliar los ánimos, +demandáis una transacción, ó, al menos, una explicación ambigua: _eso +no, jamás_, os responderá el Sucesor de San Pedro; _eso no, jamás: la +fe es un depósito sagrado que nosotros no podemos alterar; la verdad +es inmutable, es una_; y á la voz del Vicario de Jesucristo, que +desvanecerá todas vuestras esperanzas, se unirán las voces de nuevos +Atanasios, Naciancenos, Ambrosios, Jerónimos y Agustinos. Siempre +la misma firmeza en la misma fe, siempre la misma invariabilidad, +siempre la misma energía para conservar intacto el depósito sagrado, +para defenderle contra los ataques del error, para enseñarle en +toda su pureza á los fieles, para transmitirle sin mancha á las +generaciones venideras. ¿Será eso obstinación, ceguera, fanatismo? +¡Ah! El transcurso de 18 siglos, las revoluciones de los imperios, los +trastornos más espantosos, la mayor variedad de ideas y costumbres, +las persecuciones de las potestades de la tierra, las tinieblas de +la ignorancia, los embates de las pasiones, las luces de la ciencia, +¿nada hubiera sido bastante para alumbrar esa ceguera, ablandar esa +terquedad, enfriar ese fanatismo? Sin duda que un protestante pensador, +uno de aquellos que sepan elevarse sobre las preocupaciones de la +educación, al fijar la vista en ese cotejo, cuya variedad y exactitud +no podrá menos de reconocer, si es que tenga instrucción sobre la +materia, sentirá vehementes dudas sobre la verdad de la enseñanza +que ha recibido; y que deseará, cuando menos, examinar de cerca ese +prodigio que tan de bulto se presenta en la Iglesia católica. Pero +volvamos al intento. + +Á pesar de la disolución que ha cundido de un modo tan espantoso entre +las sectas protestantes, á pesar de que en adelante irá cundiendo +todavía más, no obstante, hasta que llegue el momento de reunirse los +disidentes á la Iglesia católica, nada extraño es que no desaparezca +enteramente el Protestantismo, mirado como un conjunto de sectas +que conservan el nombre y algún rastro de cristianas. Para que esto +no sucediera así, sería menester, ó que los pueblos protestantes se +hundiesen completamente en la irreligión y en el ateísmo, ó bien que +ganase terreno entre ellos alguna otra religión de las que se hallan +establecidas en otras partes de la tierra. Uno y otro extremo es +imposible, y he aquí la causa por que se conserva, y se conservará bajo +una ú otra forma, el falso cristianismo de los protestantes, hasta que +vuelvan al redil de la Iglesia. + +Desenvolvamos con alguna extensión estos pensamientos. ¿Por qué los +pueblos protestantes no se hundirán enteramente en la irreligión y en +el ateísmo, ó en la indiferencia? Porque todo esto puede suceder con +respecto á un individuo, mas no con respecto á un pueblo. Á fuerza +de lecturas corrompidas, de meditaciones extravagantes, de esfuerzos +continuados, puede uno que otro individuo sofocar los más vivos +sentimientos de su corazón, acallar los clamores de su conciencia, y +desentenderse de las preciosas amonestaciones del sentido común; pero, +un pueblo, no: un pueblo conserva siempre un gran fondo de candor y +docilidad, que, en medio de los más funestos extravíos, y aun de los +crímenes más atroces, le hace prestar atento oído á las inspiraciones +de la naturaleza. Por más corrompidos que sean los hombres en sus +costumbres, son siempre pocos los que de propósito han luchado mucho +consigo mismos para arrancar de sus corazones aquel abundante germen de +buenos sentimientos, aquel precioso semillero de buenas ideas, con que +la mano próvida del Criador ha cuidado de enriquecer nuestras almas. +La expansión del fuego de las pasiones produce, es verdad, lamentables +desvanecimientos, tal vez explosiones terribles; pero, pasado el calor, +el hombre vuelve á entrar en sí mismo, y deja de nuevo accesible su +alma, á los acentos de la razón y de la virtud. Estudiando con atención +á la sociedad, se nota que, por fortuna, es poco abundante aquella +casta de hombres que se hallan como pertrechados contra los asaltos +de la verdad y del bien; que responden con una frívola cavilación á +las reconvenciones del buen sentido; que oponen un frío estoicismo +á las más dulces y generosas inspiraciones de la naturaleza, y que +ostentan, como modelo de filosofía, de firmeza y de elevación de alma, +la ignorancia, la obstinación y la aridez de un corazón helado. El +común de los hombres es más sencillo, más cándido, más natural; y, por +tanto, mal puede avenirse con un sistema de ateísmo ó de indiferencia. +Podrá semejante sistema señorearse del orgulloso ánimo de algún +sabio soñador, podrá cundir como una convicción muy cómoda en las +disposiciones de la mocedad; en tiempos muy revueltos, podrá extenderse +á un cierto círculo de cabezas volcánicas; pero, establecerse +tranquilamente en medio de una sociedad, formar su estado normal, eso +no sucederá jamás. + +No, mil veces no: un individuo puede ser irreligioso; la familia y +la sociedad no lo serán jamás. Sin una base donde pueda encontrar su +asiento el edificio social, sin una idea grande, matriz, de donde +nazcan las de razón, virtud, justicia, obligación, derecho, ideas +todas tan necesarias á la existencia y conservación de la sociedad +como la sangre y el nutrimiento á la vida del individuo, la sociedad +desaparecería; y sin los dulcísimos lazos con que traban á los miembros +de la familia las ideas religiosas, sin la celeste harmonía que +esparcen sobre todo el conjunto de sus relaciones, la familia deja de +existir, ó, cuando más, es un nudo grosero, momentáneo, semejante en +un todo á la comunicación de los brutos. Afortunadamente ha favorecido +Dios á todos los seres con un maravilloso instinto de conservación, +y, guiadas por ese instinto, la familia y la sociedad rechazan +indignadas aquellas ideas degradantes, que, secando con su maligno +aliento todo jugo de vida, quebrantando todos los lazos y trastornando +toda economía, las harían retrogradar de golpe hasta la más abyecta +barbarie, y acabarían por dispersar sus miembros, como al impulso del +viento se dispersan los granos de arena, por no tener entre sí ni apego +ni enlace. + +Ya que no la consideración del hombre y de la sociedad, al menos las +repetidas lecciones de la experiencia debieran haber desengañado +á ciertos filósofos de que las ideas y sentimientos grabados en +el corazón por el dedo del Autor de la naturaleza, no son para +desarraigados con declamaciones y sofismas; y, si algunos efímeros +triunfos han podido alguna vez engreirlos, dándoles exageradas +esperanzas sobre el resultado de sus esfuerzos, el curso de las ideas +y de los sucesos ha venido luego á manifestarles que, cuando cantaban +alborozados su triunfo, se parecían al insensato que se lisonjeara de +haber desterrado del mundo el amor maternal, porque hubiese llegado á +desnaturalizar el corazón de algunas madres. + +La sociedad, y cuenta que no digo el pueblo ni la plebe; la sociedad, +si no es religiosa, será supersticiosa; si no cree cosas razonables, +las creerá extravagantes; si no tiene una religión bajada del cielo, +la tendrá forjada por los hombres; pretender lo contrario, es un +delirio; luchar contra esa tendencia, es luchar contra una ley eterna; +esforzarse en contenerla, es interponer una débil mano para detener el +curso de un cuerpo que corre con fuerza inmensa: la mano desaparece y +el cuerpo sigue su curso. Llámesela superstición, fanatismo, seducción, +todo podrá ser bueno para desahogar el despecho de verse burlado; pero +no es más que amontonar nombres, y azotar el viento. + +Siendo, como es, la religión una verdadera necesidad, tenemos ya +la explicación de un fenómeno que nos ofrecen la historia y la +experiencia, y es que la religión nunca desaparece enteramente; y que, +en llegando el caso de una mudanza, las dos religiones rivales luchan +más ó menos tiempo sobre el mismo terreno, ocupando progresivamente +la una los dominios que va conquistando de la otra. De aquí sacaremos +también que, para desaparecer enteramente el Protestantismo, sería +necesario que se pusiese en su lugar alguna otra religión; y que, no +siendo esto posible durante la civilización actual, á menos que no sea +la católica, irán siguiendo las sectas protestantes ocupando con más ó +menos variaciones el país que han conquistado. + +Y, en efecto, en el estado actual de la civilización de las sociedades +protestantes, ¿es acaso posible que ganen terreno entre ellas, ni las +necedades del Alcorán, ni las groserías de la idolatría? + +Derramado como está el espíritu del Cristianismo por las venas de +las sociedades modernas, impreso su sello en todas las partes de la +legislación, esparcidas sus luces sobre todo linaje de conocimientos, +mezclado su lenguaje con todos los idiomas, reguladas por sus +preceptos las costumbres, marcada su fisonomía hasta en los hábitos +y modales, rebosando de sus inspiraciones todos los monumentos del +genio, comunicado su gusto á todas las bellas artes; en una palabra, +filtrado, por decirlo así, el Cristianismo en todas las partes de esa +civilización tan grande, tan variada y fecunda de que se glorían las +sociedades modernas, ¿cómo era posible que desapareciese hasta el +nombre de una religión, que á su venerable antigüedad reune tantos +títulos de gratitud, tantos lazos, tantos recuerdos? ¿Cómo era posible +que encontrara acogida en medio de las sociedades cristianas ninguna de +esas otras religiones, que á primera vista muestran, desde luego, el +dedo del hombre; que á primera vista manifiestan como distintivo un +sello grosero, donde está escrito _degradación_ y _envilecimiento_? Aun +cuando el principio fundamental del Protestantismo zape los cimientos +de la religión cristiana, por más que desfigure su belleza, y rebaje +su majestad sublime; sin embargo, con tal que se conserven algunos +vestigios de Cristianismo, con tal que se conserve la idea que éste nos +da de Dios, y algunas máximas de su moral, estos vestigios valen más, +se elevan á mucha mayor altura, que todos los sistemas filosóficos, que +todas las otras religiones de la tierra. + +He aquí por qué ha conservado el Protestantismo alguna sombra de +religión cristiana: no es otra la causa, sino que era imposible +que desapareciese del todo el nombre cristiano, atendido el estado +de las naciones que tomaron parte en el cisma; y he aquí cómo no +debemos buscar la razón en ningún principio de vida entrañado por la +pretendida reforma. Añádanse á todo esto los esfuerzos de la política, +el natural apego de los ministros á sus propios intereses, el ensanche +con que lisonjea al orgullo la falta de toda autoridad, los restos +de preocupaciones antiguas, el poder de la educación, y otras causas +semejantes, y se tendrá completamente resuelta la cuestión; y no +parecerá nada extraño que vaya siguiendo el Protestantismo ocupando +muchos de los países en que, por fatales combinaciones, alcanzó +establecimiento y arraigo. + + + + +CAPITULO XI + + +No hay mejor prueba de la profunda debilidad entrañada por el +Protestantismo, considerado como cuerpo de doctrina, que la escasa +influencia que ha ejercido sobre la civilización europea, por medio de +sus doctrinas positivas. Llamo doctrinas positivas aquellas en que ha +procurado establecer un dogma propio, y de esta manera las distingo +de las demás, que podríamos llamar negativas, porque no consisten en +otra cosa que en la negación de la autoridad. Estas últimas, como muy +conformes á la inconstancia y volubilidad del espíritu humano, han +encontrado acogida; pero, las demás, no; todo ha desaparecido con sus +autores, todo se ha sepultado en el olvido. Si algo se ha conservado de +cristianismo entre los protestantes, ha sido solamente aquello que era +indispensable para que la civilización europea no perdiera eternamente +su naturaleza y carácter; por manera que aquellas doctrinas que tenían +una tendencia demasiado directa á desnaturalizar completamente esa +civilización, la civilización las ha rechazado; mejor diremos, las ha +despreciado. + +Hay en esta parte un hecho muy digno de llamar la atención, y en +que, sin embargo, quizás no se haya reparado, y es lo acontecido con +respecto á la doctrina de los primeros novadores relativa á la libertad +humana. Bien sabido es que uno de los primeros y más capitales errores +de Lutero y Calvino consistía en negar el libre albedrío, hallándose +consignado esta su funesta enseñanza en las obras que de ellos nos +han quedado. Esta doctrina parece que debía conservarse con crédito +entre los protestantes, y que debía ser sostenida con tesón, pues que +regularmente así acontece cuando se trata de aquellos errores que han +servido como de primer núcleo para la formación de una secta. Parece, +además, que, habiendo alcanzado el Protestantismo tanta extensión y +arraigo en varias naciones de Europa, esa doctrina fatalista debía +también influir mucho en la legislación de las naciones protestantes; +y ¡cosa admirable! nada de esto ha sucedido; y las costumbres europeas +la han despreciado, la legislación no la ha tomado por base, y la +sociedad no se ha dejado dominar ni dirigir por un principio que zapaba +todos los cimientos de la moral, y que, si hubiese sido aplicado á las +costumbres y á la legislación, hubiera reemplazado la civilización y +dignidad europeas con la barbarie y abyección musulmana. + +Sin duda que no han faltado individuos corrompidos por tan funesta +doctrina; sin duda que no han faltado sectas más ó menos numerosas +que la han reproducido; y no puede negarse tampoco que sean de mucha +consideración las llagas abiertas por ella á la moralidad de algunos +pueblos. Pero es cierto también que, en la generalidad de la gran +familia europea, los gobiernos, los tribunales, la administración, la +legislación, las ciencias, las costumbres, no han dado oídos á esa +horrible enseñanza de Lutero, en que se despoja al hombre de su libre +albedrío, en que se hace á Dios autor del pecado, en que se descarga +sobre el Criador toda la responsabilidad de los delitos de la criatura +humana, en que se le presenta como un tirano, pues que se afirma que +sus preceptos son imposibles, en que se confunden monstruosamente +las ideas de bien y de mal, y se embota el estímulo de toda virtud, +asegurando que basta la fe para salvarse, que todas las obras de los +justos son pecados. + +La razón pública, el buen sentido, las costumbres, se pusieron en este +punto de parte del Catolicismo; y los mismos pueblos que abrazaron en +teoría religiosa esas funestas doctrinas, las desecharon por lo común +en la práctica; porque era demasiado profunda la impresión que en +esos puntos capitales les había dejado la enseñanza católica, porque +era demasiado vivo el instinto de civilización que de las doctrinas +católicas se había comunicado á la sociedad europea. Así fué como la +Iglesia católica, rechazando esos funestos errores difundidos por +el Protestantismo, preservaba á la sociedad del envilecimiento que +consigo traen las máximas fatalistas; se constituía en barrera contra +el despotismo, que se entroniza siempre en medio de los pueblos que +han perdido el sentimiento de su dignidad; era un dique contra la +desmoralización, que cunde necesariamente cuando el hombre se cree +arrastrado por la ciega fatalidad, como por una cadena de hierro; así +libertaba al espíritu de aquel abatimiento en que se postra cuando se +ve privado de dirigir su propia conducta, y de influir en el curso +de los acontecimientos. Así fué como el Papa, condenando esos errores +de Lutero que formaban el núcleo del naciente Protestantismo, dió un +grito de alarma contra una irrupción de barbarie en el orden de las +ideas, salvando de esta manera la moral, las leyes, el orden público, +la sociedad; así fué como el Vaticano conservó la dignidad del hombre, +asegurándole el noble sentimiento de la libertad en el santuario de la +conciencia; así fué como la cátedra de Roma, luchando con las ideas +protestantes, y defendiendo el sagrado depósito que le confiara el +Divino Maestro, era, al propio tiempo, el numen tutelar del porvenir de +la civilización. + +Reflexionad sobre esas grandes verdades, entendedlas bien vosotros que +habláis de las _disputas religiosas_ con esa fría indiferencia, con +esos visos de burla y de compasión, como si nunca se tratase de otra +cosa que de frivolidades de escuela. Los pueblos _no viven de sólo +pan_; viven también de ideas, de máximas que, convertidas en jugo, ó +les comunican grandeza, vigor y lozanía, ó los debilitan, los postran, +los condenan á la nulidad y al embrutecimiento. Tended la vista por la +faz del globo, recorred los períodos de la historia de la humanidad, +comparad tiempos con tiempos, naciones con naciones, y veréis que, +dando la Iglesia católica tan alta importancia á la conservación de la +verdad en las materias más transcendentales, y no transigiendo nunca en +punto á ella, ha comprendido y realizado mejor que nadie la elevada y +saludable máxima de que la verdad debe ser la reina del mundo, de que +del orden de las ideas depende el orden de los hechos y de que, cuando +se agitan cuestiones sobre las grandes verdades, se interesan en esas +cuestiones los destinos de la humanidad. + +Resumamos lo dicho: el principio esencial del Protestantismo es un +principio disolvente: ahí está la causa de sus variaciones incesantes, +ahí está la causa de su disolución y aniquilamiento. Como religión +particular ya no existe porque no tiene ningún dogma propio, ningún +carácter positivo, ninguna economía, nada de cuanto se necesita para +formar un ser: es una verdadera negación. Todo lo que se encuentra en +él que pueda apellidarse positivo, no es más que vestigios, ruinas; +todo está sin fuerza, sin acción, sin espíritu de vida. No puede +mostrar un edificio que haya levantado por su mano, no puede colocarse +en medio de esas obras inmensas entre las cuales puede situarse con +tanta gloria el Catolicismo, y decir: _esto es mío_. El Protestantismo +puede sólo sentarse en medio de espantosas ruinas; y de ellas sí que +puede decir con toda verdad: _yo las he amontonado_. + +Mientras pudo durar el fanatismo de esta secta, mientras ardía la +llamarada encendida por fogosas declamaciones y avivada por funestas +circunstancias, desplegó cierta fuerza que, si bien no manifestaba +la verdadera robustez, mostraba al menos la convulsiva energía del +delirio. Pero su época pasó, la acción del tiempo ha dispersado +los elementos que daban pábulo al incendio; y, por más que se haya +trabajado por acreditar la reforma como obra de Dios, no se ha podido +encubrir lo que era en realidad: obra de las pasiones del hombre. No +deben causarnos ilusión esos esfuerzos que actualmente parece hacer de +nuevo: quien obra en ello, no es el Protestantismo en vida; es la falsa +filosofía, tal vez la política, quizás el mezquino interés, que toman +su nombre, se disfrazan con su manto; y, sabiendo cuán á propósito es +para excitar disturbios, provocar escisiones y disolver las sociedades, +van recogiendo el agua de los charcos que han quedado manchados con +su huella impura, seguros de que será un violento veneno para dar la +muerte al pueblo incauto, que llegue á beber de la dorada copa con que +pérfidamente se le brinda. + +Pero en vano se esfuerza el débil mortal en luchar contra la diestra +del Omnipotente. Dios no abandonará su obra; y, por más que el hombre +forceje, por más que se empeñe en remedar la obra del Altísimo, no +podrá borrar los caracteres eternos que distinguen el error de la +verdad. La verdad es de suyo fuerte, robusta: y, como es el conjunto de +las mismas relaciones de los seres, enlázase, trábase fuertemente con +ellos, y no son parte á desasirla, ni los esfuerzos de los hombres, ni +los trastornos de los tiempos. El error, mentida imagen de los grandes +lazos que vinculan la completa masa del universo, tiéndese sobre sus +usurpados dominios como un informe conjunto de ramos mal trabados que +no reciben jamás el jugo de la tierra, que tampoco le comunican verdor +y frescura, y sólo sirven de red engañosa tendida á los pasos del +caminante. + +¡Pueblos incautos! No os seduzcan ni aparatos brillantes, ni palabras +pomposas, ni una actividad mentida: la verdad es cándida, modesta y +confiada, porque es pura y fuerte; el error es hipócrita y ostentoso, +porque es falso y débil. La verdad es una mujer hermosa que desprecia +el afectado aliño porque conoce su belleza; el error se atavía, se +pinta, violenta su talle porque es feo, descolorido, sin expresión de +vida en su semblante, sin gracia ni dignidad en sus formas. ¿Admiráis +tal vez su actividad y sus trabajos? Sabed que sólo es fuerte cuando +es el núcleo de una facción, ó la bandera de un partido; sabed que +entonces es rápido en su acción, violento en sus medios; es un meteoro +funesto que fulgura, truena y desaparece, dejando en pos de sí la +obscuridad, la destrucción y la muerte; la verdad es el astro del día +despidiendo tranquilamente su luz vivísima y saludable, fecundando con +suave calor la naturaleza, y derramando por todas partes, vida, alegría +y hermosura. + + + + +CAPITULO XII + + +Para apreciar en su justo valor el efecto que pueden producir sobre la +sociedad española las doctrinas protestantes, será bien dar una ojeada +al actual estado de las ideas religiosas en Europa. Á pesar del vértigo +intelectual, que es uno de los caracteres dominantes de la época, es +un hecho indudable que el espíritu de incredulidad y de irreligión ha +perdido mucho de su fuerza; y que, en la parte que desgraciadamente le +queda de existencia, es más bien transformado en indiferentismo, que +no conservando aquella índole sistemática de que se hallaba revestido +en el pasado siglo. Con el tiempo se gastan todas las declamaciones, +los apodos fastidian, las continuas repeticiones fatigan; irrítase el +ánimo con la intolerancia y la mala fe de los partidos, descúbrense el +vacío de los sistemas, la falsedad de las opiniones, lo precipitado de +los juicios, lo inexacto de los raciocinios; andando el tiempo, van +publicándose datos que ponen de manifiesto las solapadas intenciones, +lo engañoso de las palabras, la mezquindad de las miras, lo maligno +y criminal de los proyectos; y al fin restablécese en su imperio la +verdad, recobran las cosas sus propios nombres, toma otra dirección el +espíritu público; y lo que antes se encontraba inocente y generoso, +preséntase como culpable y villano; y, rasgados los fementidos +disfraces, muéstrase la mentira, rodeada de aquel descrédito que +debiera haber sido siempre su único patrimonio. + +Las ideas irreligiosas, como todas aquellas que pululan en sociedades +muy adelantadas, no quisieron, ni pudieron mantenerse en el recinto de +la especulación, é invadiendo los dominios de la práctica, quisieron +señorear todos los ramos de administración y de política. El trastorno +que debían producir en la sociedad, debía serles fatal á ellas mismas: +porque no hay cosa que ponga más de manifiesto los defectos y vicios +de un sistema, y sobre todo que más desengañe á los hombres, que la +piedra de toque de la experiencia. Yo no sé qué facilidad tiene nuestro +entendimiento para concebir un objeto bajo muchos aspectos, y qué +fecundidad funesta para apoyar con un sinnúmero de sofismas las mayores +extravagancias; pues que, en tratándose de apelar á la disputa, apenas +puede la razón desentenderse de las cavilaciones del sofisma. Pero, en +llegando á la experiencia, todo se cambia: el ingenio enmudece, sólo +hablan los hechos; y si la experiencia se ha verificado en grande, y +sobre objetos de mucho interés ó de alta importancia, difícil es que +pueda ofuscarse con especiosas razones la convincente elocuencia de +los resultados. Y de aquí es que observamos á cada paso que un hombre +que haya adquirido grande experiencia, llega á poseer cierto tacto tan +delicado y seguro, que, á la sola exposición de un sistema, señala con +el dedo todos sus inconvenientes: la inexperiencia, fogosa y confiada, +apela á las razones, al aparato de doctrinas; pero el buen sentido, +el precioso, el raro, el inapreciable buen sentido, menea cuerdamente +la cabeza, encoge tranquilamente los hombros, y, dejando escapar una +ligera sonrisa, abandona seguro sus predicciones á la prueba del tiempo. + +No es necesario ponderar ahora los resultados que han tenido en la +práctica aquellas doctrinas, cuya divisa era la incredulidad; tanto se +ha dicho ya sobre esto, que quien emprenda el tocarlo de nuevo, corre +mucho riesgo de pasar plaza de insulso declamador. Bastará decir que +aun aquellos hombres que por principios, por intereses, recuerdos ú +otras causas, como que pertenecen aún al siglo pasado, se han visto +precisados á modificar sus doctrinas, á limitar los principios, á +paliar las proposiciones, á retocar los sistemas, á templar el calor y +el arrebato de las invectivas; queriendo dar una muestra de su aprecio +y veneración á aquellos escritores que formaron las delicias de su +juventud, dicen con indulgente tono: «que aquellos hombres eran grandes +sabios, pero que eran sabios de gabinete»; como si, en tratándose de +hechos y de práctica, lo que se llama sabiduría de mero gabinete, no +fuese una peligrosa ignorancia. + +Como quiera, lo cierto es que de estos ensayos ha resultado el provecho +de desacreditarse la irreligión como sistema; y que los pueblos la +miran, si no con horror, al menos con desvío y con desconfianza. Los +trabajos científicos provocados en todos ramos por la irreligión, que +con locas esperanzas había creído que los cielos dejarían de cantar +la gloria del Señor, que la tierra desconocería á Aquel que le dió su +cimiento, y que la naturaleza toda levantaría su testimonio contra +Dios, que le dió el ser y la animó con la vida, han hecho desaparecer +el divorcio que, con escándalo, se iba introduciendo entre la religión +y las ciencias, y los acentos del antiguo hombre de la tierra de Hus +se ha visto que podían resonar sin desdoro del saber en la boca de los +sabios del siglo XIX. ¿Y qué diremos del triunfo de la religión en todo +lo que existe de bello, de tierno y de sublime sobre la tierra? ¡Cuán +grande se ha manifestado en este triunfo la acción de la Providencia! +¡Cosa admirable! En todas las grandes crisis de la sociedad, esa mano +misteriosa que rige los destinos del universo, tiene como en reserva +á un hombre extraordinario; llega el momento, el hombre se presenta, +marcha, el mismo no sabe á dónde, pero marcha con paso firme á cumplir +el alto destino que el Eterno le ha señalado en la frente. + +El ateísmo anegaba á la Francia en un piélago de sangre y de lágrimas, +y un hombre desconocido atraviesa en silencio los mares; mientras el +soplo de la tempestad despedaza las velas de su navío, él escucha +absorto el bramar del huracán, y contempla abismado la majestad del +firmamento. Extraviado por las soledades de América, pregunta á las +maravillas de la creación el nombre de su autor; y el trueno le +contesta en el confín del desierto, las selvas le responden con sordo +mugido, y la bella naturaleza, con cánticos de amor y de harmonía. +La vista de una cruz solitaria le revela misteriosos secretos, la +huella de un misionero desconocido le excita grandes recuerdos que +enlazan el nuevo mundo con el mundo antiguo; un monumento arruinado, +una choza salvaje, le inspiran aquellos sublimes pensamientos que +penetran hasta el fondo de la sociedad y del corazón del hombre. +Embriagado con los sentimientos que le ha sugerido la grandeza de +tales espectáculos, llena su mente de conceptos elevados, y rebosando +su pecho de la dulzura que han producido en él los encantos de tanta +belleza, pisa de nuevo el suelo de su patria. ¿Y qué encuentra allí? +La huella ensangrentada del ateísmo, las ruinas y cenizas de los +antiguos templos, ó devorados por el fuego, ó desplomados á los golpes +de bárbaro martillo; sepulcros numerosos que encierran los restos +de tantas víctimas inocentes, y que poco antes ofrecieran en su +lobreguez un asilo oculto al cristiano perseguido. Nota, sin embargo, +un movimiento: ve que la religión quiere descender de nuevo sobre la +Francia, como un pensamiento de consuelo, para aliviar un infortunio, +como un soplo de vida para reanimar un cadáver; desde entonces oye +por todas partes un concierto de célica harmonía; se agitan, rebullen +en su grande alma las inspiraciones de la meditación y de la soledad, +y enajenado y extático canta con lengua de fuego las bellezas de la +religión, revela las delicadas y hermosas relaciones que tiene con la +naturaleza, y, hablando un lenguaje superior y divino, muestra á los +hombres asombrados la misteriosa cadena de oro que une el cielo con la +tierra: era Chateaubriand. + +Sin embargo, es preciso confesarlo: un vértigo como se ha introducido +en las ideas no se remedia en poco tiempo; y no es fácil que +desaparezca sin grandes trabajos la huella profunda que ha debido dejar +la irreligión con sus estragos. Los ánimos, es verdad, van cansados del +sistema de irreligión; una desazón profunda agita la sociedad; ella +ha perdido su equilibrio; la familia ha sentido aflojar sus lazos, +y el individuo suspira por un rayo de luz, por una gota de consuelo +y esperanza. Pero, ¿dónde hallará el mundo el apoyo que le falta? +¿Seguirá el buen camino, el único, cual es entrar de nuevo en el redil +de la Iglesia católica? ¡Ah! Sólo Dios es el dueño de los secretos +del porvenir; sólo él mira desplegados con toda claridad delante de +sus ojos, los grandes acontecimientos que se preparan sin duda á la +humanidad; sólo él sabe cuál será el resultado de esa actividad y +energía que vuelve á apoderarse de los espíritus en el examen de +las grandes cuestiones sociales y religiosas; sólo él sabe cuál será +el fruto que recogerán las generaciones venideras de los triunfos +conseguidos por la religión, en las ciencias, en la política, en todos +los ramos por donde se explaya el humano entendimiento. + +Nosotros, débiles mortales, que, arrastrados rápidamente por el +precipitado curso de las revoluciones y trastornos, tenemos apenas +el tiempo necesario para dar una fugaz mirada al caos en que está +envuelto el país que atravesamos, ¿qué podremos decir que tenga alguna +prenda de acierto? Sólo podemos asegurar que la presente es una +época de inquietud, de agitación, de transición; que multiplicados +escarmientos y repetidos desengaños, fruto de espantosos trastornos y +de inauditas catástrofes, han difundido por todas partes el descrédito +de las doctrinas irreligiosas y desorganizadoras, sin que por esto +haya tomado en su lugar el debido ascendiente la verdadera religión; +que el corazón, fatigado de tantos infortunios, se abre de buen grado +á la esperanza, sin que el entendimiento deje de contemplar en grande +incertidumbre el porvenir, y de columbrar tal vez una nueva cadena de +calamidades. Merced á las revoluciones, al vuelo de la industria, á la +actividad y extensión del comercio, al adelanto y expansión prodigiosa +de la imprenta, á los progresos científicos, á la facilidad, rapidez y +amplitud de las comunicaciones, al gusto por los viajes, á la acción +disolvente del Protestantismo, de la incredulidad y del escepticismo, +presenta en la actualidad el espíritu humano una de aquellas fases +singulares, que forman época en su historia. + +El entendimiento, la fantasía, el corazón, se hallan en estado de +grande agitación, de movilidad, de desarrollo, presentando, al +propio tiempo, los contrastes más singulares, las extravagancias más +ridículas, y hasta las contradicciones más absurdas. + +Observad las ciencias, y, sin notar en su estudio aquellos trabajos +prolijos, aquella paciencia incansable, aquella marcha pausada y +detenida que caracterizan los estudios de otras épocas, descúbrese, +sin embargo, un espíritu de observación, un prurito de generalizar, de +alzar las cuestiones á un punto de vista elevado y transcendente, y, +sobre todo, un afán de tratar todas las ciencias bajo aquel aspecto en +que se divisan los puntos de contacto que entre sí tienen, los lazos +que las hermanan, y los canales por donde se comunican recíprocamente +la luz. + +Las cuestiones de religión, de política, de moral, de legislación, de +economía, todas van enlazadas, marchan de frente, dándose al horizonte +científico un grandor, una inmensidad, que no había jamás alcanzado. +Este adelanto, este abuso, ó este caos, si se quiere, es un dato que no +debe despreciarse cuando se estudia el espíritu de la época, cuando se +examina su situación religiosa; pues que no es la obra de ningún hombre +aislado, no es un efecto casual: es el resultado de un sinnúmero de +causas que han conducido la sociedad á este punto; es un grande hecho, +fruto de otros hechos; es una expresión del estado intelectual en la +actualidad; es un síntoma de fuerzas y de enfermedades, un anuncio de +transición y de mudanza, tal vez una señal consoladora, tal vez un +funesto presagio. Y ¿quién no ha notado el vuelo que va tomando la +fantasía, y la prodigiosa expansión del corazón, en esa literatura tan +varia, tan irregular, tan fluctuante, pero, al propio tiempo, tan rica +de hermosísimos cuadros, rebosante de sentimientos delicadísimos, y +embutida de pensamientos atrevidos y generosos? Dígase lo que se quiera +del abatimiento de las ciencias, del decaimiento de los estudios; +nómbrense con tono mofador _las luces del siglo_, vuélvase la vista +dolorida hacia tiempos más estudiosos, más sabios, más eruditos; en +esto habrá sus verdades, sus falsedades, sus exageraciones, como +acontece siempre en declamaciones semejantes; pero no podrá negarse +que, sea lo que fuere de la utilidad de sus trabajos, tal vez nunca +había desplegado el espíritu humano semejante actividad y energía, tal +vez nunca se le había visto agitado con un movimiento tan vivo, tan +general, tan variado: tal vez nunca como ahora se habrá deseado, con +tan excusable curiosidad é impaciencia, el levantar una punta del velo +que encubre un inmenso porvenir. + +¿Quién dominará tan opuestos y poderosos elementos? ¿Quién podrá +restablecer el sosiego en ese piélago combatido por tantas borrascas? +¿Quién podrá dar unión, enlace, consistencia, para formar un todo +compacto, capaz de resistir á la acción de los tiempos? ¿Quién podrá +darlo á esos elementos que se rechazan con tanta fuerza, que luchan sin +cesar, estallando con detonaciones horrorosas? ¿Será el Protestantismo, +con su principio fundamental? ¿Será sentando, difundiendo, acreditando +el principio disolvente del espíritu privado en materias religiosas, y +realizando este pensamiento con derramar á manos llenas entre todas las +clases de la sociedad los ejemplares de la Biblia? + +Sociedades inmensas, orgullosas con su poderío, engreídas de su +saber, disipadas por los placeres, refinadas con el lujo, expuestas +de continuo á la poderosa acción de la imprenta, disponiendo de unos +medios de comunicación que hubieran parecido fabulosos á nuestros +mayores; donde todas las grandes pasiones encuentran su objeto, todas +las intrigas una sombra, toda corrupción un velo, todo crimen un +título, todo error un intérprete, todo interés un pábulo; trocados +los nombres, socavados los cimientos, cargadas de escarmientos y +desengaños, flotando entre la verdad y la mentira con horrorosa +incertidumbre, dando de vez en cuando una mirada á la antorcha +celestial para seguir sus resplandores, y contentándose luego con +fugaces vislumbres, haciendo un esfuerzo para dominar la tormenta, y +abandonándose luego á merced de los vientos y de las ondas, presentan +las sociedades modernas un cuadro tan extraordinario como interesante, +donde pueden campear con toda amplitud y libertad las esperanzas +y temores, los pronósticos y conjeturas, pero sin que sea dable +lisonjearse de acierto, sin que el hombre sensato pueda tomar más +cuerdo partido que esperar en silencio el desenlace que está señalado +en los arcanos del Señor, á cuyos ojos están desplegados con toda +claridad los sucesos de todos los tiempos, y los futuros destinos de +los pueblos. + +Pero sí que se alcanza fácilmente que, siendo, como es, el +Protestantismo disolvente por su propia naturaleza, nada puede producir +en el orden moral y religioso que sea en pro de la felicidad de los +pueblos; ya que esta felicidad no es dable que exista estando en +continua guerra los entendimientos con respecto á las más altas é +importantes cuestiones que ofrecerse puedan al espíritu humano. + +Cuando en medio de ese tenebroso caos, donde vagan tantos elementos, +tan diferentes, tan opuestos y tan poderosos, que, luchando de +continuo, se chocan, se pulverizan y se confunden, busca el observador +un punto luminoso de donde pueda venir una ráfaga que alumbre al +mundo, una idea robusta que, enfrenando tanto desorden y anarquía, se +enseñoree de los entendimientos, y los vuelva al camino de la verdad, +ocurre, desde luego, el Catolicismo como el único manantial de tantos +bienes; y al ver cuál se sostiene aún con brillantez y pujanza, á +pesar de los inauditos esfuerzos que se están haciendo todos los días +para aniquilarle, llénase de consuelo el corazón, y, brotando en él +la esperanza, parece que le convida á saludar á esa religión divina, +felicitándola por el nuevo triunfo que va á adquirir sobre la tierra. + +Hubo un tiempo en que, inundada la Europa por una nube de bárbaros, +vió desplomarse de un golpe todos los monumentos de la antigua +civilización y cultura: los legisladores con sus leyes, el imperio con +su brillo y poderío, los sabios con las ciencias, las artes con sus +monumentos, todo se hundió; y esas inmensas regiones donde florecían +poco antes toda la civilización y cultura que habían adquirido los +pueblos por espacio de muchos siglos, viéronse sumidas de repente en +la ignorancia y en la barbarie. Pero la brillante centella de luz +arrojada sobre el mundo desde la Palestina, continuaba fulgurando aún +en medio del caos; en vano se levantó la espesa polvareda que amagaba +envolverla en las tinieblas; alimentada por el soplo del Eterno, +continuaba resplandeciendo; pasaron los siglos, fué extendiendo su +órbita brillante, y los pueblos, que tal vez no pensaban que pudiera +servirles de más que de una guía para marchar sin tropiezo por entre la +obscuridad, viéronla presentarse como sol resplandeciente, esparciendo +por todas partes la luz y la vida. + +¿Y quién sabe si en los arcanos del Eterno no le está reservado otro +triunfo más difícil, y no menos saludable y brillante? Instruyendo la +ignorancia, civilizando la barbarie, puliendo la rudeza, amansando +la ferocidad, preservó á la sociedad de ser víctima, tal vez para +siempre, de la brutalidad más atroz, y de la estupidez más degradante; +pero, ¿qué timbre más glorioso para ella, si, rectificando las ideas, +centralizando y purificando los sentimientos, asentando los eternos +principios de toda sociedad, enfrenando las pasiones, templando los +enconos, cercenando las demasías, y señoreando todos los entendimientos +y voluntades, pudiera levantarse como una reguladora universal, que, +estimulando todo linaje de conocimientos y adelantos, inspirara la +debida templanza á esta sociedad agitada con tanta furia por tan +poderosos elementos, que, privados de un punto céntrico y atrayente, la +están de continuo amenazando con la disolución y el caos? + +No es dado al hombre penetrar en el porvenir; pero el mundo físico +se disolvería con espantosa catástrofe, si faltase por un momento el +principio fundamental que da unidad, orden y concierto á los variados +movimientos de todos los sistemas; y, si la sociedad, llena como está +de movimiento, de comunicación y de vida, no entra bajo la dirección de +un principio regulador, universal y constante, al fijar la vista sobre +la suerte de las generaciones venideras, el corazón tiembla, y la mente +se anubla. + +Hay, empero, un hecho sumamente consolador, y es el admirable progreso +que hace el Catolicismo en varios países. En Francia, en Bélgica se +robustece; en el Norte de Europa parece que se le teme, cuando de tal +manera se le combate; en Inglaterra, es tanto lo que ha ganado en +menos de medio siglo, que sería increíble, si no constara en datos +irrecusables; y en sus misiones vuelve á manifestarse tan emprendedor y +fecundo, que nos recuerda los tiempos de su mayor ascendiente y poderío. + +Y cuando los otros pueblos tienden á la unidad, ¿podría prevalecer el +desbarro de que nosotros nos encamináramos al cisma? Cuando los demás +pueblos se alegrarían infinito de que subsistiera entre ellos algún +principio vital que pudiese restablecerles las fuerzas que les ha +quitado la incredulidad, España, que conserva el Catolicismo, y todavía +solo, todavía poderoso, ¿admitiría en su seno ese germen de muerte que +la imposibilitaría de recobrarse de sus dolencias, que aseguraría, á +no dudarlo, su completa ruina? En esa regeneración moral á que aspiran +los pueblos, anhelantes por salir de la posición angustiosa en que +los colocaron las doctrinas irreligiosas, ¿será posible que no se +quiera parar la atención en la inmensa ventaja que la España lleva á +muchos de ellos, por ser uno de los menos tocados de la gangrena de la +irreligión, y por conservar todavía la unidad religiosa, inestimable +herencia de una larga serie de siglos? ¿Será posible que no se advierta +lo que puede ser esa unidad, si la aprovechamos cual merece; esa +unidad, que se enlaza con todas nuestras glorias, que despierta tan +bellos recuerdos, y tan admirablemente podría servir para elemento de +regeneración en el orden social? + +Si se pregunta lo que pienso sobre la proximidad del peligro, y si las +tentativas que están haciendo los protestantes para este efecto, tienen +alguna probabilidad de resultado, responderé con alguna distinción. +El Protestantismo es profundamente débil, ya por su naturaleza, y, +además, por ser viejo y caduco; tratando de introducirse en España, +ha de luchar con un adversario lleno de vida y robustez, y que está +muy arraigado en el país; y por esta causa, y bajo este aspecto, no +puede ser temible su acción. Pero, ¿quién impide que, si llegase á +establecerse en nuestro suelo, por más reducido que fuera su dominio, +no causara terribles males? + +Por de pronto, salta á la vista que tendríamos otra manzana de +discordia, y no es difícil columbrar las colisiones que ocasionaría +á cada paso. Como el Protestantismo en España, á más de su debilidad +intrínseca, tendría la que le causara el nuevo clima en que se hallaría +tan falto de su elemento, viérase forzado á buscar sostén arrimándose +á cuanto le alargase la mano; entonces es bien claro que serviría como +un punto de reunión para los descontentos; y, ya que se apartase de su +objeto, fuera cuando menos un núcleo de nuevas facciones, una bandera +de pandillas. Escándalos, rencores, desmoralización, disturbios, y +quizás catástrofes, he aquí el resultado inmediato, infalible, de +introducirse entre nosotros el Protestantismo: apelo á la buena fe de +todo hombre que conozca medianamente al pueblo español. + +Pero no está todo aquí; la cuestión se ensancha y adquiere una +importancia incalculable, si se la mira en sus relaciones con la +política extranjera. ¿Qué palanca tendría entonces para causar en +nuestra desgraciada patria toda clase de sacudimientos? ¡Oh! ¡y +cómo se asiría ávidamente de ella! ¡cómo trabaja quizás para buscar +un punto de apoyo! Hay en Europa una nación temible por su inmenso +poderío, respetable por su mucho adelantamiento en las ciencias y +artes, y que, teniendo á la mano grandes medios de acción por todo el +ámbito de la tierra, sabe desplegarlos con una sagacidad y astucia +verdaderamente admirables. Habiendo sido la primera de las naciones +modernas en recorrer todas las fases de una revolución religiosa y +política, y que en medio de terribles trastornos contemplara las +pasiones en toda su desnudez, y el crimen en todas sus formas, se +aventaja á las otras en el conocimiento de toda clase de resortes; al +paso que, fastidiada de vanos nombres, con que en esas épocas suelen +encubrirse las pasiones más viles y los intereses más mezquinos, tiene +sobrado embotada su sensibilidad para que puedan fácilmente excitarse +en su seno las tormentas que á otros países los inundan de sangre y de +lágrimas. No se altera su paz interior en medio de la agitación y del +acaloramiento de las discusiones; y, aunque no deje de columbrar en +un porvenir más ó menos lejano las espinosas situaciones que podrían +acarrearle gravísimos apuros, disfruta entre tanto de aquella calma +que le aseguran su constitución, sus hábitos, sus riquezas, y sobre +todo el Océano que la ciñe. Colocada en posición tan ventajosa, acecha +la marcha de los otros pueblos, para uncirlos á su carro con doradas +cadenas, si tienen candor bastante para escuchar sus halagüeñas +palabras; ó al menos procura embarazar su marcha y atajar sus +progresos, en caso de que con noble independencia traten de emanciparse +de su influjo. Atenta siempre á engrandecerse por medio de las artes +y comercio, con una política mercantil en grado eminente, cubre, no +obstante, la materialidad de los intereses con todo linaje de velos; +y si bien, cuando se trata de los demás pueblos, es indiferente del +todo á la religión é ideas políticas, sin embargo, se vale diestramente +de tan poderosas armas para procurarse amigos, desbaratar á sus +adversarios, y envolvernos á todos en la red mercantil que tiene de +continuo tendida sobre los cuatro ángulos de la tierra. + +No es posible que se escape á su sagacidad lo mucho que tendría +adelantado para contar á España en el número de sus colonias, si +pudiese lograr que fraternizase con ella en ideas religiosas; no tanto +por la buena correspondencia que semejante fraternidad promovería +entre ambos pueblos, como porque sería éste el medio más seguro para +que el español perdiese del todo ese carácter singular, esa fisonomía +austera que le distingue de todos los otros pueblos, olvidando la +única idea nacional y regeneradora que ha permanecido en pie en medio +de tan espantosos trastornos; quedando así susceptible de toda clase +de impresiones ajenas, y dúctil y flexible en todos los sentidos que +pudiera convenir á las interesadas miras de los solapados protectores. + +No lo olvidemos: no hay nación en Europa que conciba sus planes con +tanta previsión, que los prepare con tanta astucia, que los ejecute +con tanta destreza, ni que los lleve á cabo con igual tenacidad. +Como, después de las profundas revoluciones que la trabajaron, ha +permanecido en un estado regular desde el último tercio del siglo XVII, +y enteramente extraña á los trastornos sufridos en este período por +los demás pueblos de Europa, ha podido seguir un sistema de política +concertado, así en lo interior como en lo exterior; y de esta manera +sus hombres de gobierno han podido formarse más plenamente, heredando +los datos y las miras que guiaron á los antecesores. Conocen sus +gobernantes cuán precioso es estar de antemano apercibidos para todo +evento; y así no descuidan de escudriñar á fondo qué es lo que hay +en cada nación que los pueda ayudar ó contrastar; saliendo de la +órbita política, penetran en el corazón de la sociedad sobre la cual +se proponen influir; y rastrean allí cuáles son las condiciones de +su existencia, cuál es su principio vital, cuáles las causas de su +fuerza y energía. Era en el otoño de 1805, y daba Pitt una comida de +campo, á la que asistían varios de sus amigos. Llególe entre tanto +un pliego en que se le anunciaba la rendición de Mack en Ulma con +cuarenta mil hombres, y la marcha de Napoleón sobre Viena. Comunicó +la funesta noticia á sus amigos, quienes, al oirla, exclamaron: +«Todo está perdido, ya no hay remedio contra Napoleón.» «Todavía hay +remedio, replicó Pitt; todavía hay remedio si consigo levantar una +guerra nacional en Europa, y esta guerra ha de comenzar en España.» +«Sí, señores, añadió después, la España será el primer pueblo donde se +encenderá esa guerra patriótica, la sola que puede libertar la Europa.» + +Tanta era la importancia que daba ese profundo estadista á la fuerza +de una idea nacional, tanto era lo que de ella esperaba; nada menos +que hacer lo que no podían todos los esfuerzos de todos los gabinetes +europeos: derrocar á Napoleón, libertar la Europa. No es raro que la +marcha de las cosas traiga combinaciones tales, que las mismas ideas +nacionales que un día sirvieron de poderoso auxiliar á las miras +de un gabinete, le salgan otro día al paso, y le sean un poderoso +obstáculo: y entonces, lejos de fomentarlas y avivarlas, lo que le +interesa es sofocarlas. Lo que puede salvar á una nación libertándola +de interesadas tutelas, y asegurándole su verdadera independencia, son +ideas grandes y generosas, arraigadas profundamente entre los pueblos; +son los sentimientos grabados en el corazón por la acción del tiempo, +por la influencia de instituciones robustas, por la antigüedad de los +hábitos y de las costumbres; es la unidad de pensamiento religioso, +que hace de un pueblo un solo hombre. Entonces lo pasado se enlaza con +lo presente, y lo presente se extiende á lo porvenir; entonces brotan +á porfía en el pecho aquellos arranques de entusiasmo, manantial de +acciones grandes; entonces hay desprendimiento, energía, constancia; +porque hay en las ideas fijeza y elevación, porque hay en los corazones +generosidad y grandeza. + +No fuera imposible que en algunos de los vaivenes que trabajan á esta +nación desventurada, tuviéramos la desgracia de que se levantasen +hombres bastante ciegos para ensayar la insensata tentativa de +introducir en nuestra patria la religión protestante. Estamos demasiado +escarmentados para dormir tranquilos, y no se han olvidado sucesos +que indican á las claras hasta dónde se hubiera ya llegado algunas +veces, si no se hubiese reprimido la audacia de ciertos hombres con el +imponente desagrado de la inmensa mayoría de la nación. Y no es que se +conciban siquiera posibles las violencias del reinado de Enrique VIII; +pero sí que podría suceder que, aprovechándose de una fuerte ruptura +con la Santa Sede, de la terquedad y ambición de algunos eclesiásticos, +del pretexto de aclimatar en nuestro suelo el espíritu de tolerancia, +ó de otros motivos semejantes, se tantease con este ó aquel nombre, +que eso poco importa, el introducir entre nosotros las doctrinas +protestantes. + +Y no sería por cierto la tolerancia lo que se nos importaría del +extranjero, pues que ésta ya existe de hecho, y tan amplia, que +seguramente nadie recela el ser perseguido, ni aun molestado, por +sus opiniones religiosas; lo que se nos traería y se trabajaría por +plantear, fuera un nuevo sistema religioso, pertrechándole de todo lo +necesario para alcanzar predominio, y para debilitar, ó destruir, si +fuera posible, el Catolicismo. Y mucho me engaño, si en la ceguedad y +rencor que han manifestado algunos de nuestros hombres que se dicen +de gobierno, no encontrase en ellos decidida protección el nuevo +sistema religioso, una vez le hubiéramos admitido. Cuando se trataría +de admitirle, se nos presentaría quizás el nuevo sistema en ademán +modesto, reclamando tan sólo habitación, en nombre de la tolerancia y +de la hospitalidad; pero bien pronto le viéramos acrecentar su osadía, +reclamar derechos, extender sus pretensiones, y disputar á palmos el +terreno de la religión católica. Resonaran entonces con más y más vigor +aquellas rencorosas y virulentas declamaciones que tan fatigados nos +traen por espacio de algunos años; esos ecos de una escuela que delira +porque está por expirar. El desvío con que mirarían los pueblos á la +pretendida reforma, sería, á no dudarlo, culpado de rebeldía; las +pastorales de los obispos serían calificadas de insidiosas sugestiones; +el celo fervoroso de los sacerdotes católicos, acusado de provocación +sediciosa, y el concierto de los fieles para preservarse de la +infección, sería denunciado como una conjuración diabólica, urdida por +la intolerancia y el espíritu de partido, y confiada en su ejecución á +la ignorancia y al fanatismo. + +En medio de los esfuerzos de los unos y de la resistencia de los +otros, viéramos más ó menos parodiadas escenas de tiempos que pasaron +ya, y, si bien el espíritu de templanza, que es uno de los caracteres +del siglo, impediría que se repitiesen los excesos que mancharon de +sangre los fastos de otras naciones, no dejarían, sin embargo, de ser +imitados. Porque es menester no olvidar que, en tratándose de religión, +no puede contarse en España con la frialdad é indiferencia que, en +caso de un conflicto, manifestarían en la actualidad otros pueblos: +en éstos han perdido los sentimientos religiosos mucho de su fuerza, +pero en España son todavía muy hondos, muy vivos, muy enérgicos: y +el día que se les combatiera de frente, abordando las cuestiones sin +rebozo, sentiríase un sacudimiento tan universal como recio. Hasta +ahora, si bien es verdad que en objetos religiosos se han presenciado +lamentables escándalos, y hasta horrorosas catástrofes, no ha faltado +nunca un disfraz que, más ó menos transparente, encubría, empero, algún +tanto la perversidad de las intenciones. Unas veces ha sido el ataque +contra esta ó aquella persona, á quien se han achacado maquinaciones +políticas; otras contra determinadas clases, acusadas de crímenes +imaginarios; tal vez se ha desbordado la revolución, y se ha dicho que +era imposible contenerla, y que los atropellamientos, los insultos, los +escarnios de que ha sido objeto lo más sagrado que hay en la tierra +y en el cielo, eran sucesos inevitables, tratándose de un populacho +desenfrenado: aquí mediaba al menos un disfraz, y un disfraz, poco ó +mucho, siempre cubre; pero, cuando se viesen atacados de propósito, +á sangre fría, todos los dogmas del Catolicismo, despreciados los +puntos más capitales de la disciplina, ridiculizados los misterios más +augustos, escarnecidas las ceremonias más sagradas; cuando se viera +levantar un templo contra otro templo, una cátedra contra otra cátedra, +¿qué sucedería? Es innegable que se exasperarían los ánimos hasta +el extremo, y, si no resultaban, como fuera de temer, estrepitosas +explosiones, tomarían al menos las controversias religiosas un +carácter tan violento, que nos creeríamos trasladados al siglo XVI. + +Siendo tan frecuente entre nosotros que los principios dominantes en +el orden político sean enteramente contrarios á los dominantes en la +sociedad, sucedería á menudo que el principio religioso, rechazado +por la sociedad, encontraría su apoyo en los hombres influyentes en +el orden político; reproduciéndose con circunstancias agravantes el +triste fenómeno, que tantos años ha estamos presenciando, de querer +los gobernantes torcer á viva fuerza el curso de la sociedad. Ésta es +una de las diferencias más capitales entre nuestra revolución y la de +otros países; ésta es la clave para explicar chocantes anomalías: allí +las ideas de revolución se apoderaron de la sociedad, y se arrojaron +en seguida sobre la esfera política; aquí se apoderaron primero de la +esfera política, y trataron en seguida de bajar á la esfera social; +la sociedad estaba muy distante de hallarse preparada para semejantes +innovaciones, y por esto han sido indispensables tan rudos y repetidos +choques. + +De esta falta de harmonía ha resultado que el gobierno en España ejerce +sobre los pueblos muy escasa influencia, entendiendo por influencia +aquel ascendiente moral que no necesita andar acompañado de la idea de +la fuerza. No hay duda que esto es un mal, porque tiende á debilitar el +poder, necesidad imprescindible para toda sociedad; pero no han faltado +ocasiones en que ha sido un gran bien: porque no es poca fortuna, +cuando un gobierno es liviano é insensato, el que se encuentre con una +sociedad mesurada y cuerda, que, mientras aquél corre á precipitarse +desatentado, vaya ésta marchando con paso sosegado y majestuoso. Mucho +hay que esperar del buen instinto de la nación española, mucho hay +que prometerse de su proverbial gravedad, aumentada además con tanto +infortunio; mucho hay que prometerse de ese tino que le hace distinguir +también el verdadero camino de su felicidad, y que la vuelve sorda á +las insidiosas sugestiones con que se ha tratado de extraviarla. Si +van ya muchos años que por una funesta combinación de circunstancias, +y por la falta de harmonía entre el orden político y el social, no +acierta á darse un gobierno que sea su verdadera expresión, que adivine +sus instintos, que siga sus tendencias, que la conduzca por el camino +de la prosperidad, esperanza alimentamos de que ese día vendrá, y de +que brotarán del seno de esa sociedad, rica de vida y de porvenir, +esa misma harmonía que le falta, ese equilibrio que ha perdido. Entre +tanto, es altamente importante que todos los hombres que sientan +latir en su pecho un corazón español, que no se complazcan en ver +desgarradas las entrañas de su patria, se reunan, se pongan de acuerdo, +obren concertados para impedir el que prevalezca el genio del mal, +alcanzando á esparcir en nuestro suelo una semilla de eterna discordia, +añadiendo esa otra calamidad á tantas otras calamidades, y ahogando los +preciosos gérmenes de donde puede rebrotar lozana y brillante nuestra +civilización remozada, alzándose del abatimiento y postración en que la +sumieran circunstancias aciagas. + +¡Ah! oprímese el alma con angustiosa pesadumbre, al solo pensamiento +de que pudiera venir un día en que desapareciese de entre nosotros esa +unidad religiosa, que se identifica con nuestros hábitos, nuestros +usos, nuestras costumbres, nuestras leyes; que guarda la cuna de +nuestra monarquía en la cueva de Covadonga, que es la enseña de nuestro +estandarte en una lucha de ocho siglos con el formidable poder de la +Media Luna, que desenvuelve lozanamente nuestra civilización en medio +de tiempos tan trabajosos, que acompañaba á nuestros terribles tercios +cuando imponían silencio á la Europa, que conduce á nuestros marinos +al descubrimiento de nuevos mundos, á dar los primeros la vuelta á +la redondez del globo; que alienta á nuestros guerreros al llevar á +cabo conquistas heroicas, y que en tiempos más recientes sella el +cúmulo de tantas y tan grandiosas hazañas derrocando á Napoleón. +Vosotros que con precipitación tan liviana condenáis las obras de los +siglos, que con tanta avilantez insultáis á la nación española, que +tiznáis de barbarie y obscurantismo el principio que presidió nuestra +civilización, ¿sabéis á quién insultáis? ¿sabéis quién inspiró el +genio del gran Gonzalo, de Hernán Cortés, de Pizarro, del Vencedor de +Lepanto? Las sombras de Garcilaso, de Herrera, de Ercilla, de Fray +Luis de León, de Cervantes, de Lope de Vega, ¿no os infunden respeto? +¿Osaréis, pues, quebrantar el lazo que á ellos nos une, y hacernos +indigna prole de tan esclarecidos varones? ¿Quisierais separar por +un abismo nuestras creencias de sus creencias, nuestras costumbres +de sus costumbres, rompiendo así con todas nuestras tradiciones, +olvidando los más embelesantes y gloriosos recuerdos, y haciendo que +los grandiosos y augustos monumentos que nos legó la religiosidad de +nuestros antepasados, sólo permanecieran entre nosotros, como una +reprensión la más elocuente y severa? ¿Consentiríais que se cegasen los +ricos manantiales á donde podemos acudir para resucitar la literatura, +vigorizar la ciencia, reorganizar la legislación, restablecer el +espíritu de nacionalidad, restaurar nuestra gloria, y colocar de nuevo +á esta nación desventurada en el alto rango que sus virtudes merecen, +dándole la prosperidad y la dicha que tan afanosa busca, y que en su +corazón augura? + + + + +CAPITULO XIII + + +Parangonados ya bajo el aspecto religioso el Catolicismo y el +Protestantismo en el cuadro que acabo de trazar, y evidenciada la +superioridad de aquél sobre éste, no sólo en lo concerniente á certeza, +sino también en todo lo relativo á los instintos, á los sentimientos, +á las ideas, al carácter del espíritu humano, será bien entrar +ahora en otra cuestión, no más importante por cierto, pero sí menos +dilucidada, y en que será preciso luchar con fuertes antipatías, y +disipar considerable número de prevenciones y errores. En medio de +las dificultades de que está erizada la empresa que voy á acometer, +aliéntame una poderosa esperanza, y es que lo interesante de la +materia, y el ser muy del gusto científico del siglo, convidará quizás +á leer, obviándose de esta manera el peligro que suele amenazar á los +que escriben en favor de la religión católica: son juzgados sin ser +oídos. He aquí, pues, la cuestión en sus precisos términos: _Comparados +el Catolicismo y el Protestantismo, ¿cuál de los dos es más conducente +para la verdadera libertad, para el verdadero adelanto de los pueblos, +para la causa de la civilización?_ + +_Libertad_: ésta es una de aquellas palabras tan generalmente usadas +como poco entendidas; palabras que, por envolver cierta idea vaga muy +fácil de percibir, presentan la engañosa apariencia de una entera +claridad, mientras que, por la muchedumbre y variedad de objetos á que +se aplican, son susceptibles de una infinidad de sentidos, haciéndose +su comprensión sumamente difícil. ¿Y quién podrá reducir á guarismo +las aplicaciones que se hacen de la palabra _libertad_? Salvándose en +todas ellas una idea que podríamos apellidar radical, son infinitas las +modificaciones y graduaciones á que se la sujeta. Circula el aire con +libertad; se despejan los alrededores de una planta para que crezca y +se extienda con libertad; se mondan los conductos de un regadío para +que el agua corra con libertad; al pez cogido en la red, al avecilla +enjaulada se los suelta, y se les da libertad; se trata á un amigo +con libertad; hay modales libres, pensamientos libres, expresiones +libres, herencias libres, voluntad libre, acciones libres; no tiene +libertad el encarcelado, carece de libertad el hijo de familia, tiene +poca libertad una doncella, una persona casada ya no es libre, un +hombre en tierra extraña se porta con más libertad, el soldado no tiene +libertad; hay hombres libres de quintas, libres de contribuciones; +hay votaciones libres; dictámenes libres, interpretación libre, +versificación libre, libertad de comercio, libertad de enseñanza, +libertad de imprenta, libertad de conciencia, libertad civil, libertad +política, libertad justa, injusta, racional, irracional, moderada, +excesiva, comedida, licenciosa, oportuna, inoportuna; mas, ¿á qué +fatigarse en la enumeración, cuando es poco menos que imposible el dar +cima á tan enfadosa tarea? Pero menester parecía detenerse algún tanto +en ella, aun á riesgo de fastidiar al lector; quizás el recuerdo de +este fastidio podrá contribuir á grabar profundamente en el ánimo la +saludable verdad de que, cuando en la conversación, en los escritos, +en las discusiones públicas, en las leyes, se usa tan á menudo esta +palabra, aplicándola á objetos de mayor importancia, es necesario +reflexionar maduramente sobre el número y naturaleza de ideas que en +el respectivo caso abarca, sobre el sentido que la materia consiente, +sobre las modificaciones que las circunstancias demandan, sobre las +precauciones y tino que las aplicaciones exigen. + +Sea cual fuere la acepción en que se tome la palabra libertad, échase +de ver que siempre entraña en su significado _ausencia de causa que +impida ó coarte el ejercicio de alguna libertad_: infiriéndose de aquí +que, para fijar en cada caso el verdadero sentido de esta palabra, es +indispensable atender á la naturaleza y circunstancias de la facultad +cuyo uso se quiere impedir ó limitar, sin perder de vista los varios +objetos sobre que versa, las condiciones de su ejercicio, como y +también el carácter, la eficacia y extensión de la causa que al efecto +se empleare. Para aclarar la materia, propongámonos formar juicio de +esta proposición: el hombre ha de tener libertad de pensar. Aquí se +afirma que al hombre no se le ha de coartar el pensamiento. Ahora bien: +¿habláis de coartación física ejercida inmediatamente sobre el mismo +pensamiento? Pues entonces es de todo punto inútil la proposición; +porque, como semejante coartación es imposible, vano es decir que no +se la debe emplear. ¿Entendéis que no se debe coartar la expresión +del pensamiento, es decir, que no se ha de impedir ni restringir +la libertad de manifestar cada cual lo que piensa? Entonces habéis +dado un salto inmenso, habéis colocado la cuestión en muy diferente +terreno; y, si no queréis significar que todo hombre, á todas horas, +en todo lugar, pueda decir sobre cualquier materia cuanto le viniere á +la mente, y del modo que más le agradare, deberéis distinguir cosas, +personas, lugares, tiempos, modos, condiciones, en una palabra, atender +á mil y mil circunstancias, impedir del todo en unos casos, limitar +en otros, ampliar en éstos, restringir en aquéllos, y así tomaros tan +largo trabajo que de nada os sirva el haber sentado, en favor de la +libertad del pensamiento, aquella proposición tan general, con toda su +apariencia de sencillez y claridad. + +Aun penetrando en el mismo santuario del pensamiento, en aquella región +donde no alcanzan las miradas de otro hombre, y que sólo está patente +á los ojos de Dios, ¿qué significa la libertad de pensar? ¿Es acaso +que el pensamiento no tenga sus leyes, á las que ha de sujetarse por +precisión, si no quiere sumirse en el caos? ¿Puede despreciar la norma +de una sana razón? ¿Puede desoir los consejos del buen sentido? ¿Puede +olvidar que su objeto es la verdad? ¿Puede desentenderse de los eternos +principios de la moral? + +He aquí cómo, examinando lo que significa la palabra libertad, aun +aplicándola á lo que seguramente hay de más libre en el hombre, como +es el pensamiento, nos encontramos con tal muchedumbre y variedad de +sentidos, que nos obligan á un sinnúmero de distinciones, y nos llevan +por necesidad á restringir la proposición general, si algo queremos +expresar que no esté en contradicción con lo que dictan la razón y el +buen sentido, con lo que prescriben las leyes eternas de la moral, con +lo que demandan los mismos intereses del individuo, con lo que reclaman +el buen orden y la conservación de la sociedad. ¿Y qué no podría +decirse de tantas otras libertades como se invocan de continuo, con +nombres indeterminados y vagos, cubiertos á propósito con el equívoco y +las tinieblas? + +Pongo estos ejemplos, sólo para que no se confundan las ideas; porque, +defendiendo como defiendo la causa del Catolicismo, no necesito abogar +por la opresión, ni invocar sobre los hombres una mano de hierro, ni +aplaudir que se huellen sus derechos sagrados. Sagrados, sí; porque, +según la enseñanza de la augusta religión de Jesucristo, sagrado es +un hombre á los ojos de otro hombre, por su alto origen y destino, +por la imagen de Dios que en él resplandece, por haber sido redimido +con inefable dignación y amor por el mismo Hijo del Eterno; sagrados +declara esa religión divina los derechos del hombre, cuando su augusto +Fundador amenaza con eterno suplicio, no tan sólo á quien le matare, no +tan sólo á quien le mutilare, no tan sólo á quien le robare, sino ¡cosa +admirable! hasta á quien se propasare á ofenderle con solas palabras. +«Quien llamare á su hermano _fatuo_, será reo del fuego del infierno.» +(Mat., c. 5, v. 22.) Así hablaba el Divino Maestro. + +Levántase el pecho con generosa indignación, al oir que se achaca á +la religión de Jesucristo tendencia á esclavizar. Cierto es que, si +se confunde el espíritu de verdadera libertad con el espíritu de los +demagogos, no se le encuentra en el Catolicismo; pero, si no se quieren +trastrocar monstruosamente los nombres, si se da á la palabra libertad +su acepción más razonable, más justa, más provechosa, más dulce, +entonces la religión católica puede reclamar la gratitud del humano +linaje: _ella ha civilizado las naciones que la han profesado; y la +civilización es la verdadera libertad_. + +Es un hecho ya generalmente reconocido y paladinamente confesado, que +el Cristianismo ha ejercido muy poderosa influencia en el desarrollo +de la civilización europea; pero á este hecho no se le da todavía por +algunos la importancia que merece, á causa de no ser bastante bien +apreciado. Con respecto á la civilización, distínguese á veces el +influjo del Cristianismo del influjo del Catolicismo, ponderando las +excelencias de aquél y escaseando los encomios á éste; sin reparar +que, cuando se trata de la civilización europea, puede el Catolicismo +demandar una consideración siempre principal, y, por lo tocante á +mucho tiempo, hasta exclusiva, pues que se halló por largos siglos +enteramente solo en el trabajo de esa grande obra. No se ha querido +ver que, al presentarse el Protestantismo en Europa, estaba ya la obra +por concluir; y que con una injusticia é ingratitud que no acierta uno +á calificar, se ha tachado al Catolicismo de espíritu de barbarie, de +obscurantismo, de opresión, mientras se hacía ostentosa gala de la rica +civilización, de las luces y de la libertad que á él principalmente son +debidas. + +Si no se tenía gana de profundizar las íntimas relaciones del +Catolicismo con la civilización europea; si faltaba la paciencia que +es menester en las prolijas investigaciones á que tal examen conduce, +al menos parecía del caso dar una mirada al estado de los países donde +en siglos trabajosos no ejerció la religión católica todo su influjo, +y compararlos con aquellos otros en que fué el principio dominante. +El Oriente y el Occidente, ambos sujetos á grandes trastornos, ambos +profesando el Cristianismo, pero de manera que el principio católico se +halló débil y vacilante allí, mientras estuvo robusto y profundamente +arraigado entre los occidentales, hubieran ofrecido dos puntos de +comparación muy á propósito para estimar lo que vale el Cristianismo +sin el Catolicismo, cuando se trata de salvar la civilización y +la existencia de las naciones. En Occidente los trastornos fueron +repetidos y espantosos, el caos llegó á su complemento, y, sin embargo, +del caos han brotado la luz y la vida. Ni la barbarie de los pueblos +que inundaron estas regiones y que adquirieron en ellas asiento, ni las +furiosas arremetidas del islamismo, aun cuando estaba en su mayor brío +y pujanza, bastaron para que se ahogase el germen de una civilización +rica y fecunda: en Oriente todo iba envejeciendo y caducando, nada +se remozaba, y á los embates del ariete que nada había podido contra +nosotros, todo cayó. Ese poder espiritual de Roma, esa influencia en +los negocios temporales, dieron por cierto frutos muy diferentes de los +que produjeron en semejantes circunstancias sus rencorosos rivales. + +Si un día estuviese destinada la Europa á sufrir de nuevo algún +espantoso y general trastorno, ó por un desborde universal de las ideas +revolucionarias, ó por alguna violenta irrupción del pauperismo sobre +los poderes sociales y sobre la propiedad; si ese coloso que se levanta +en el Norte en un trono asentado entre eternas nieves, teniendo en su +cabeza la inteligencia y en su mano la fuerza ciega, que dispone á +la vez de los medios de la civilización y de la barbarie, cuyos ojos +van recorriendo de continuo el Oriente, el Mediodía y el Occidente, +con aquella mirada codiciosa y astuta, señal característica que nos +presenta la historia en todos los imperios invasores; si, acechando el +momento oportuno, se arrojase á una tentativa sobre la independencia +de la Europa, entonces quizás se vería una prueba de lo que vale en +los grandes apuros el principio católico; entonces se palparía el +poder de esa _unidad_ proclamada y sostenida por el Catolicismo; +entonces, recordando los siglos medios, se vería una de las causas de +la debilidad del Oriente y de la robustez del Occidente; entonces se +recordaría un hecho que, aunque es de ayer, empieza ya á olvidarse, +y es que el pueblo contra cuyo denodado brío se estrelló el poder de +Napoleón, era el pueblo proverbialmente católico. Y ¿quién sabe si en +los atentados cometidos en Rusia contra el Catolicismo, atentados que +ha deplorado en sentido lenguaje el Vicario de Jesucristo; quién sabe +si influye el secreto presentimiento, ó quizás la previsión, de la +necesidad de debilitar aquel sublime poder, que, en tratándose de la +causa de la humanidad, ha sido en todas épocas el núcleo de los grandes +esfuerzos? Pero volvamos al intento. + +No puede negarse que desde el siglo XVI se ha mostrado la civilización +europea muy lozana y brillante, pero es un error atribuir este fenómeno +al Protestantismo. Para examinar la influencia y eficacia de un hecho, +no se han de mirar tan sólo los sucesos que han venido después de él; +se ha de considerar si estos sucesos estaban ya preparados, si son +algo más que un resultado necesario de hechos anteriores: conviene +no hacer aquel raciocinio que tachan de sofístico los dialécticos: +_después de esto, luego por esto; post hoc, ergo propter hoc_. Sin el +Protestantismo, y antes del Protestantismo, estaba ya muy adelantada +la civilización europea por los trabajos é influencia de la religión +católica; y la grandeza y esplendor que sobrevinieron después, no se +desplegaron á causa del Protestantismo, sino á pesar del Protestantismo. + +Al extravío de ideas en esta materia ha contribuído no poco el estudio +poco profundo que se ha hecho del Cristianismo, el haberse contentado +no pocas veces con una mirada superficial sobre los principios de +fraternidad que él tanto recomienda, sin entrar en el debido examen de +la historia de la Iglesia. Para comprender á fondo una institución, no +basta pararse en sus ideas más capitales; es necesario seguirle también +los pasos, ver cómo va realizando esas ideas, cómo triunfa de los +obstáculos que le salen al encuentro. Nunca se formará concepto cabal +sobre un hecho histórico, si no se estudia detenidamente su historia; +y el estudio de la historia de la Iglesia católica en sus relaciones +con la civilización deja todavía mucho que desear. Y no es que sobre la +historia de la Iglesia no se hayan hecho estudios profundos; sino que, +desde que se ha desplegado el espíritu de análisis social, no ha sido +todavía objeto de aquellos trabajos admirables que tanto la ilustraron +bajo el aspecto dogmático y crítico. + +Otro embarazo media para que pueda dilucidarse cual conviene esta +materia, y es el dar sobrada importancia á las intenciones de los +hombres, distrayéndose de considerar la marcha grave y majestuosa de +las cosas. Se mide la magnitud y se califica la naturaleza de los +acontecimientos por los motivos inmediatos que los determinaron, y por +los fines que se proponían los hombres que en ellos intervinieron; y +esto es un error muy grave: la vista se ha de extender á mayor espacio +y se ha de observar el sucesivo desarrollo de las ideas, el influjo +que anduvieron ejerciendo en los sucesos, las instituciones que de +ellas iban brotando, pero considerándolo todo como es en sí, es decir, +en un cuadro grande, inmenso, sin pararse en hechos particulares, +contemplados en su aislamiento y pequeñez. Que es menester grabar +profundamente en el ánimo la importante verdad de que, cuando se +desenvuelve alguno de esos grandes hechos que cambian la suerte de +una parte considerable del humano linaje, rara vez lo comprenden los +mismos hombres que en ello intervienen, y que como poderosos agentes +figuran: la marcha de la humanidad es un gran drama, los papeles se +distribuyen entre los individuos que pasan y desaparecen: el hombre es +muy pequeño, sólo Dios es grande. Ni los actores de las escenas de los +antiguos imperios de Oriente, ni Alejandro arrojándose sobre el Asia y +avasallando innumerables naciones, ni los romanos sojuzgando el mundo, +ni los bárbaros derrocando y destrozando el imperio romano, ni los +musulmanes dominando el Asia y el África y amenazando la idependencia +de Europa, pensaron, ni pensar podían en que sirviesen de instrumento +para realizar los destinos cuya ejecución nosotros admiramos. + +Quiero indicar con esto que, cuando se trata de civilización cristiana, +cuando se van notando y analizando los hechos que señalan su marcha, no +es necesario, y muchas veces ni conveniente, el suponer que los hombres +que á ella han contribuído de una manera muy principal, conocieran en +toda su extensión el resultado de su propia obra; bástale á la gloria +de un hombre, el que se le señale como escogido instrumento de la +Providencia, sin que sea menester atribuir demasiado á su conocimiento +particular, á sus intenciones personales. Basta reconocer que un +rayo de luz ha bajado del cielo y ha iluminado su frente; pero no +hay necesidad de que él mismo previera que ese rayo reflejando se +desparramara en inmensas madejas sobre las generaciones venideras. Los +hombres pequeños son comunmente más pequeños de lo que piensan; pero +los hombres grandes son á veces más grandes de lo que creen; y es que +no conocen todo su grandor, por no saber que son instrumentos de altos +designios de la Providencia. + +Otra observación debe tenerse presente en el estudio de esos grandes +hechos, y es que no se debe buscar un sistema cuya trabazón y harmonía +se descubran á la primera ojeada. Preciso es resignarse á sufrir la +vista de algunas irregularidades y algunos objetos poco agradables; es +menester precaverse contra la pueril impaciencia de querer adelantarnos +al tiempo; es indispensable despojarse de aquel deseo, que, más ó +menos vivo, nunca nos abandona, de encontrarlo todo amoldado conforme +á nuestras ideas, de verlo marchar todo de la manera que más nos +agrada. ¿No veis esa naturaleza tan grande, tan variada, tan rica, +cómo prodiga en cierto desorden sus productos ocultando inestimables +piedras y preciosísimos veneros entre montones de tierra ruda, cuál +despliega inmensas cordilleras, riscos inaccesibles, horrendas +fragosidades, que contrastan con amenas y espaciosas llanuras? ¿no veis +ese aparente desorden, esa prodigalidad, en medio de las cuales están +trabajando en secreto concierto innumerables agentes para producir el +admirable conjunto que encanta nuestros ojos y admira al naturalista? +Pues he aquí la sociedad: los hechos andan dispersos, desparramados +acá y acullá, sin ofrecer muchas veces visos de orden ni concierto; +los acontecimientos se suceden, se empujan, sin que se descubra un +designio; los hombres se aúnan, se separan, se auxilian, se chocan; +pero va pasando el tiempo, ese agente indispensable para la producción +de las grandes obras, y va todo caminando al destino señalado en los +arcanos del Eterno. + +He aquí cómo se concibe la marcha de la humanidad, he aquí la norma +del estudio filosófico de la historia, he aquí el modo de comprender +el influjo de esas ideas fecundas, de esas instituciones poderosas que +aparecen de vez en cuando entre los hombres para cambiar la faz de la +tierra. En semejante estudio, y cuando se descubre obrando en el fondo +de las cosas una idea fecunda, una institución poderosa, lejos de +asustarse el ánimo por encontrar alguna irregularidad, se complace y se +alienta; porque es excelente señal de que la idea está llena de verdad, +de que la institución rebosa de vida, cuando se las ve atravesar +el caos de los siglos y salir enteras de entre los más horrorosos +sacudimientos. Que estos ó aquellos hombres no se hayan regido por la +idea, que no hayan correspondido al objeto de la institución, nada +importa, si la institución ha sobrevivido á los trastornos, si la idea +ha sobrenadado en el borrascoso piélago de las pasiones. Entonces +el mentar las flaquezas, las miserias, la culpa, los crímenes de +los hombres, es hacer la más elocuente apología de la idea y de la +institución. + +Mirados los hombres de esta manera, no se los saca de su lugar +propio, ni se exige de ellos lo que racionalmente no se puede exigir. +Encajonados, por decirlo así, en el hondo cauce del gran torrente +de los sucesos, no se atribuye á su inteligencia ni voluntad, mayor +esfera de la que les corresponde: y, sin dejar, por eso, de apreciar +debidamente la magnitud y naturaleza de las obras en que tomaron +parte, no se da exagerada importancia á sus personas, honrándolas con +encomios que no merezcan ó achacándoles cargos injustos. Entonces no se +confunden monstruosamente tiempos y circunstancias; el observador mira +con sosiego y templanza los acontecimientos que se van desplegando ante +sus ojos; no habla del imperio de Carlomagno como hablar pudiera del +imperio de Napoleón, ni se desata en agrias invectivas contra Gregorio +VII, porque no siguió en su política la misma línea de conducta que +Gregorio XVI. + +Y cuenta que no exijo del historiador filósofo una impasible +indiferencia por el bien y por el mal, por lo justo y lo injusto; +cuenta que no reclamo indulgencia para el vicio, ni pretendo que +se escaseen los elogios á la virtud; no simpatizo con esa escuela +histórica fatalista, que ha vuelto á presentar sobre el mundo +el Destino de los antiguos; escuela que, si extendiera mucho su +influencia, malograría la más hermosa parte de los trabajos históricos, +y ahogaría los destellos de las inspiraciones más generosas. En la +marcha de la sociedad veo un plan, veo un concierto, mas no ciega +necesidad; no creo que los sucesos se revuelvan y barajen en confusa +mezcolanza en la obscura urna del destino, ni que los hados tengan +ceñido el mundo con un arco de hierro. + +Veo sí una cadena maravillosa tendida sobre el curso de los siglos; +pero es cadena que no embarga el movimiento de los individuos ni de las +naciones; que, ondeando suavemente, se aviene con el flujo y reflujo +demandado por la misma naturaleza de las cosas; que con su contacto +hace brotar de la cabeza de los hombres pensamientos grandiosos: cadena +de oro que está pendiente de la mano del Hacedor Supremo, labrada con +infinita inteligencia y regida con inefable amor. + + + + +CAPITULO XIV + + +¿En qué estado encontró al mundo el Cristianismo? Pregunta es ésta +en que debemos fijar mucho nuestra atención, si queremos apreciar +debidamente los beneficios dispensados por esa religión divina al +individuo y á la sociedad; si deseamos conocer el verdadero carácter de +la civilización cristiana. + +Sombrío cuadro, por cierto, presentaba la sociedad en cuyo centro +nació el Cristianismo. Cubierta de bellas apariencias, y herida en su +corazón con enfermedad de muerte, ofrecía la imagen de la corrupción +más asquerosa, velada con el brillante ropaje de la ostentación y de +la opulencia. La moral sin base, las costumbres sin pudor, sin freno +las pasiones, las leyes sin sanción, la religión sin Dios, flotaban +las ideas á merced de las preocupaciones, del fanatismo religioso, +y de las cavilaciones filosóficas. Era el hombre un hondo misterio +para sí mismo, y ni sabía estimar su dignidad, pues que consentía +que se le rebajase al nivel de los brutos; ni, cuando se empeñaba en +ponderarla, acertaba á contenerse en los lindes señalados por la razón +y la naturaleza: siendo á este propósito bien notable que, mientras una +gran parte del humano linaje gemía en la más abyecta esclavitud, se +exaltasen con tanta facilidad los héroes, y hasta los más detestables +monstruos, sobre las aras de los dioses. + +Con semejantes elementos debía cundir tarde ó temprano la disolución +social; y, aun cuando no hubiera sobrevenido la violenta arremetida +de los bárbaros, más ó menos tarde aquella sociedad se hubiera +trastornado: porque no había en ella ni una idea fecunda, ni un +pensamiento consolador, ni una vislumbre de esperanza que pudiese +preservarla de la ruina. + +La idolatría había perdido su fuerza: resorte gastado con el tiempo y +por el uso grosero que de él habían hecho las pasiones; expuesta su +frágil contextura al disolvente fuego de la observación filosófica, +estaba en extremo desacreditada; y, si, por efecto de arraigados +hábitos, ejercía sobre el ánimo de los pueblos algún influjo maquinal, +no era éste capaz ni de restablecer la harmonía de la sociedad, ni +de producir aquel fogoso entusiasmo inspirador de grandes acciones: +entusiasmo que, en tratándose de corazones vírgenes, puede ser excitado +hasta por la superstición más irracional y absurda. Á juzgar por +la relajación de costumbres, por la flojedad de los ánimos, por la +afeminación y el lujo, por el completo abandono á las más repugnantes +diversiones y asquerosos placeres, se ve claro que las ideas religiosas +nada conservaban de aquella majestad que notamos en los tiempos +heroicos; y que, faltas de eficacia, ejercían sobre el ánimo de los +pueblos escaso ascendiente, mientras servían de un modo lamentable +como instrumentos de disolución. Ni era posible que sucediese de otra +manera: pueblos que se habían levantado al alto grado de cultura de +que pueden gloriarse griegos y romanos; que habían oído disputar á +sus sabios sobre las grandes cuestiones acerca de la Divinidad y el +hombre, no era regular que permaneciesen en aquella candidez que era +necesaria para creer de buena fe los intolerables absurdos de que +rebosa el paganismo: y, sea cual fuere la disposición de ánimo de la +parte más ignorante del pueblo, á buen seguro que lo creyeran cuantos +se levantaban un poco sobre el nivel regular, ellos que acababan de oir +filósofos tan cuerdos como Cicerón, y que se estaban saboreando en las +maliciosas agudezas de sus poetas satíricos. + +Si la religión era impotente, quedaba, al parecer, otro recurso: la +_ciencia_. Antes de entrar en el examen de lo que podía esperarse de +ella, es necesario observar que jamás la ciencia fundó una sociedad, +ni jamás fué bastante á restituirle el equilibrio perdido. Revuélvase +la historia de los tiempos antiguos: hallaránse al frente de algunos +pueblos hombres eminentes que, ejerciendo un mágico influjo sobre el +corazón de sus semejantes, dictan leyes, reprimen abusos, rectifican +las ideas, enderezan las costumbres, y asientan sobre sabias +instituciones un gobierno, labrando más ó menos cumplidamente la dicha +y la prosperidad de los pueblos que se entregaron á su dirección y +cuidado. Pero muy errado anduviera quien se figurase que esos hombres +procedieron á consecuencia de lo que nosotros llamamos combinaciones +científicas: sencillos por lo común, y hasta rudos y groseros, obraban +á impulsos de su buen corazón, y guiados por aquel buen sentido, por +aquella sesuda cordura que dirigen al padre de familia en el manejo de +los negocios domésticos; mas nunca tuvieron por norma esas miserables +cavilaciones que nosotros apellidamos teorías, ese fárrago indigesto +de ideas que nosotros disfrazamos con el pomposo nombre de ciencia. ¿Y +qué? ¿fueron acaso los mejores tiempos de la Grecia aquellos en que +florecieron los Platones y los Aristóteles? Aquellos fieros romanos que +sojuzgaron el mundo, no poseían, por cierto, la extensión y variedad de +conocimientos que admiramos en el siglo de Augusto: y ¿quién trocara, +sin embargo, unos tiempos con otros tiempos, unos hombres con otros +hombres? + +Los siglos modernos podrían también suministrarnos abundantes pruebas +de la esterilidad de la ciencia en las instituciones sociales; cosa +tanto más fácil de notar, cuando son tan patentes los resultados +prácticos que han dimanado de las ciencias naturales. En éstas diríase +que se ha concedido al hombre lo que en aquéllas le fué negado; si bien +que, mirada á fondo la cosa, no es tanta la diferencia como á primera +vista pudiera parecer. Cuando el hombre trata de hacer aplicación de +los conocimientos que ha adquirido sobre la naturaleza, se ve forzado +á respetarla; y como, aunque quisiese, no alcanzara con su débil +mano á causarle considerable trastorno, se limita en sus ensayos á +tentativas de poca monta, excitándole el mismo deseo del acierto, á +obrar conforme á las leyes á que están sujetos los cuerpos sobre los +cuales se ejercita. En las aplicaciones de las ciencias sociales sucede +muy de otra manera: el hombre puede obrar directa á inmediatamente +sobre la misma sociedad; con su mano puede trastornarla, no se ve +por precisión limitado á practicar sus ensayos en objetos de poca +entidad y respetando las eternas leyes de las sociedades, sino que +puede imaginarlas á su gusto, proceder conforme á sus cavilaciones, +y acarrear desastres de que se lamente la humanidad. Recuérdense las +extravagancias que sobre la naturaleza han corrido muy válidas en las +escuelas filosóficas antiguas y modernas, y véase lo que hubiera sido +de la admirable máquina del universo, si los filósofos la hubieran +podido manejar á su arbitrio. Por desgracia, no sucede así en la +sociedad: los ensayos se hacen sobre ella misma, sobre sus eternas +bases, y entonces resultan gravísimos males, pero males que evidencian +la debilidad de la ciencia del hombre. Es menester no olvidarlo: +la ciencia, propiamente dicha, vale poco para la organización de +las sociedades; y en los tiempos modernos, en que tan orgullosa se +manifiesta por su pretendida fecundidad, será bien recordarle que +atribuye á sus trabajos lo que es fruto del transcurso de los siglos, +del sano instinto de los pueblos, y á veces de las inspiraciones de un +genio: y ni el instinto de los pueblos, ni el genio, tienen nada de +parecido á la ciencia. + +Pero, dando de mano á esas consideraciones generales, siempre muy +útiles, como que son tan conducentes para el conocimiento del hombre, +¿qué podía esperarse de la falsa vislumbre de ciencia que se conservaba +sobre las ruinas de las antiguas escuelas, á la época de que hablamos? +Escasos como eran en semejantes materias los conocimientos de los +filósofos antiguos, aun de los más aventajados, no puede menos de +confesarse que los nombres de Sócrates, de Platón, de Aristóteles, +recuerdan algo de respetable; y que, en medio de desaciertos y +aberraciones, ofrecen conceptos dignos de la elevación de sus genios. +Pero, cuando apareció el Cristianismo, estaban sofocados los gérmenes +del saber esparcidos por aquellos grandes hombres: los sueños habían +ocupado el lugar de los pensamientos altos y fecundos; el prurito de +disputar reemplazaba el amor de la sabiduría, y los sofismas y las +cavilaciones se habían substituído á la madurez del juicio y á la +severidad del raciocinio. Derribadas las antiguas escuelas, formadas +de sus escombros otras, tan estériles como extrañas, brotaba por todas +partes cuantioso número de sofistas, como aquellos insectos inmundos +que anuncian la corrupción de un cadáver. La Iglesia nos ha conservado +un dato preciosísimo para juzgar de la ciencia de aquellos tiempos: la +historia de las primeras herejías. Si prescindimos de lo que en ellas +indigna, cual es su profunda inmoralidad, ¿puede darse cosa más vacía, +más insulsa, más digna de lástima?[14] + +La legislación romana, tan recomendable por la justicia y equidad que +entraña y por el tino y sabiduría con que resplandece, si bien puede +contarse como uno de los más preciosos esmaltes de la civilización +antigua, no era parte, sin embargo, á prevenir la disolución de +que estaba amenazada la sociedad. Nunca debió ésta su salvación á +jurisconsultos; porque obra tamaña no está en la esfera del influjo de +la jurisprudencia. Que sean las leyes tan perfectas como se quiera, que +la jurisprudencia se haya levantado al más alto punto de esplendor, que +los jurisconsultos estén animados de los sentimientos más puros, que +vayan guiados por las miras más rectas, ¿de qué servirá todo esto, si +el corazón de la sociedad está corrompido, si los principios morales +han perdido su fuerza, si las costumbres están en perpetua lucha con +las leyes? + +Ahí están los cuadros que de las costumbres romanas nos han dejado sus +mismos historiadores, y véase si en ellos se encuentran retratadas la +equidad, la justicia, el buen sentido, que han merecido á las leyes +romanas el honroso dictado de _razón escrita_. + +Como una prueba de imparcialidad, omito de propósito el notar +los lunares de que no carece el derecho romano; no fuera que se +me achacase que trato de rebajar todo aquello que no es obra del +Cristianismo. No debe, sin embargo, pasarse por alto que no es verdad +que al Cristianismo no le cupiese ninguna parte en la perfección de +la jurisprudencia romana; no sólo con respecto al período de los +emperadores cristianos, lo que no admite duda, sino también hablando +de los anteriores. Es cierto que algún tiempo antes de la venida de +Jesucristo era muy crecido el número de las leyes romanas, y que su +estudio y arreglo llamaba la atención de los hombres más ilustres. +Sabemos por Suetonio (in _Caesa._, c. 44) que Julio César se había +propuesto la utilísima tarea de reducir á pocos libros lo más selecto y +necesario que andaba desparramado en la inmensa abundancia de leyes; +un pensamiento semejante había ocurrido á Cicerón, quien escribió un +libro sobre la redacción metódica del derecho civil (_De iure civili in +arte dirigendo_), como atestigua Gellio (_Noct. Att._, l. 1, c. 22); +y, según nos dice Tácito (_Ann._, l. 3, c. 28), este trabajo había +también ocupado la atención del emperador Augusto. Esos proyectos +revelan ciertamente que la legislación no estaba en su infancia; pero +no deja por ello de ser verdad que el derecho romano, tal como le +tenemos, es casi todo un producto de siglos posteriores. Varios de los +jurisconsultos más afamados, y cuyas sentencias forman una buena parte +del derecho, vivían largo tiempo después de la venida de Jesucristo; +y las constituciones de los emperadores llevan en su propio nombre el +recuerdo de su época. + +Asentados estos hechos, observaré que, por ser paganos los emperadores +y los jurisconsultos, no se infiere que las ideas cristianas dejasen +de ejercer influencia sobre sus obras. El número de los cristianos +era inmenso por todas partes; la misma crueldad con que se los había +perseguido, la heroica fortaleza con que arrostraban los tormentos y +la muerte, debían de haber llamado la atención de todo el mundo; y es +imposible que entre los hombres pensadores no se excitara la curiosidad +de examinar cuál era la enseñanza que la religión nueva comunicaba á +sus prosélitos. La lectura de las apologías del Cristianismo, escritas +ya en los primeros siglos con tanta fuerza de raciocinio y elocuencia, +las obras de varias clases publicadas por los primeros Padres, las +homilías de los obispos dirigidas á los pueblos, encierran un caudal +tan grande de sabiduría, respiran tanto amor á la verdad y á la +justicia, proclaman tan altamente los eternos principios de la moral, +que no podía menos de hacerse sentir su influencia aun entre aquellos +que condenaban la religión del Crucificado. + +Cuando van extendiéndose doctrinas que tengan por objeto aquellas +grandes cuestiones que más interesan al hombre, si estas doctrinas +son propagadas con fervoroso celo, aceptadas con ardor por un crecido +número de discípulos, y sustentadas con el talento y el saber de +hombres ilustres, dejan en todas direcciones hondos surcos, y afectan +aun á aquellos mismos que las combaten con acaloramiento. Su influencia +en tales casos es imperceptible, pero no deja de ser muy real y +verdadera; se asemejan á aquellas exhalaciones de que se impregna la +atmósfera: con el aire que respiramos absorbemos á veces la muerte, á +veces un aroma saludable que nos purifica y conforta. + +No podía menos de verificarse el mismo fenómeno con respecto á una +doctrina predicada de un modo tan extraordinario, propagada con tanta +rapidez, sellada su verdad con torrentes de sangre, y defendida por +escritores tan ilustres como Justino, Clemente de Alejandría, Ireneo +y Tertuliano. La profunda sabiduría, la embelesante belleza de las +doctrinas explanadas por los doctores cristianos, debían de llamar +la atención hacia los manantiales donde las bebían; y es regular +que esa picante curiosidad pondría en manos de muchos filósofos y +jurisconsultos los libros de la Sagrada Escritura. ¿Qué tuviera de +extraño que Epicteto se hubiese saboreado largos ratos en la lectura +del _sermón sobre la montaña_; ni que los oráculos de la jurisprudencia +recibiesen sin pensarlo las inspiraciones de una religión que, +creciendo de un modo admirable en extensión y pujanza, andaba +apoderándose de todos los rangos de la sociedad? El ardiente amor á +la verdad y á la justicia, el espíritu de fraternidad, las grandiosas +ideas sobre la dignidad del hombre, temas perpetuos de la enseñanza +cristiana, no eran para quedar circunscritos al solo ámbito de los +hijos de la Iglesia. Con más ó menos lentitud, íbanse filtrando por +todas las clases; y cuando con la conversión de Constantino adquirieron +influencia política y predominio público, no se hizo otra cosa que +repetir el fenómeno de que, en siendo un sistema muy poderoso en el +orden social, pasa á ejercer un señorío, ó al menos su influencia, en +el orden político. Con entera confianza abandono estas reflexiones al +juicio de los hombres pensadores, seguro de que, si no las adoptan, al +menos no las juzgarán desatendibles. Vivimos en una época fecunda en +acontecimientos, y en que se han realizado revoluciones profundas: y +por eso estamos más en proporción de comprender los inmensos efectos +de las influencias indirectas y lentas, el poderoso ascendiente de las +ideas, y la fuerza irresistible con que se abren paso las doctrinas. + +Á esa falta de principios vitales para regenerar la sociedad, á tan +poderosos elementos de disolución como abrigaba en su seno, allegábase +otro mal, y no de poca cuantía, en lo vicioso de la organización +política. Doblegada la cerviz del mundo bajo el yugo de Roma, veíanse +cien y cien pueblos, muy diferentes en usos y costumbres, amontonados +en desorden como el botín de un campo de batalla, forzados á formar un +cuerpo facticio, como trofeos ensartados en el astil de una lanza. + +La unidad en el gobierno no podía ser provechosa, porque era violenta; +y añadiéndose que esta unidad era despótica, desde la silla del imperio +hasta los últimos mandarines, no podía traer otro resultado que el +abatimiento y la degradación de los pueblos; siéndoles imposible +desplegar aquella elevación y energía de ánimo, frutos preciosos del +sentimiento de la propia dignidad, y el amor á la independencia de la +patria. Si al menos Roma hubiese conservado sus antiguas costumbres, +si abrigara en su seno aquellos guerreros tan célebres por la fama de +sus victorias como por la sencillez y austeridad de sus costumbres, +pudiérase concebir la esperanza de que emanara á los pueblos vencidos +algo de las prendas de los vencedores, como un corazón joven y +robusto reanima con su vigor un cuerpo extenuado con las más rebeldes +dolencias. Pero desgraciadamente no era así: los Fabios, los Camilos, +los Escipiones, no hubieran conocido su indigna prole; y Roma, la +señora del mundo, yacía esclava bajo los pies de unos monstruos, +que ascendían al trono por el soborno y la violencia, manchaban el +cetro con su corrupción y crueldad, y acababan la vida en manos de un +asesino. La autoridad del Senado y la del pueblo habían desaparecido: +quedaban tan sólo algunos vanos simulacros, _vestigia morientis +libertatis_, como los apellida Tácito; vestigios de la libertad +expirante; y aquel pueblo rey, _que antes distribuía el imperio, las +fasces, las legiones, y todo, á la sazón ansiaba tan sólo dos cosas: +pan y juegos_. + + Qui dabat olim + Imperiun, fasces, legiones, omnia, nunc se + Continet, atque duas tantum res anxius optat: + Panem et circenses. + + (JUVENAL, SATYR. 10.) + +Vino, por fin, la plenitud de los tiempos: el Cristianismo apareció, y +sin proclamar ninguna alteración en las formas políticas, sin atentar +contra ningún gobierno, sin ingerirse en nada que fuese mundanal y +terreno, llevó á los hombres una doble salud, llamándolos al camino +de una felicidad eterna, al paso que iba derramando á manos llenas +el único preservativo contra la disolución social, el germen de una +regeneración lenta y pacífica, pero grande, inmensa, duradera, á la +prueba de los trastornos de los siglos. Y ese preservativo contra +la disolución social, y ese germen de inestimables mejoras, era una +enseñanza elevada y pura, derramada sobre todos los hombres, sin +excepción de edades, de sexos, de condiciones, como una lluvia benéfica +que se desata en suavísimos raudales sobre una campiña mustia y +agostada. + +No hay religión que se haya igualado al Cristianismo, ni en conocer el +secreto de dirigir al hombre, ni cuya conducta en esa dirección sea un +testimonio más solemne del reconocimiento de la alta dignidad humana. +El Cristianismo ha partido siempre del principio de que el primer paso +para apoderarse de todo el hombre es apoderarse de su entendimiento; +que, cuando se trata de extirpar un mal, ó de producir un bien, es +necesario tomar por blanco principal las ideas, dando de esta manera un +golpe mortal á los sistemas de violencia, que tanto dominan dondequiera +que él no existe, y proclamando la saludable verdad de que, cuando se +trata de dirigir á los hombres, el medio más indigno y más débil es la +fuerza. Verdad benéfica y fecunda, que abría á la humanidad un nuevo y +venturoso porvenir. + +Sólo desde el Cristianismo se encuentran, por decirlo así, cátedras de +la más sublime filosofía, abiertas á todas horas, en todos lugares, +para todas las clases del pueblo: las más altas verdades sobre Dios +y el hombre, las reglas de la moral más pura, no se limitan ya á ser +comunicadas á un número escogido de discípulos en lecciones ocultas +y misteriosas: la sublime filosofía del Cristianismo ha sido más +resuelta, se ha atrevido á decir á los hombres la verdad entera y +desnuda, y eso en público, en alta voz, con aquella generosa osadía, +compañera inseparable de la verdad. + +«Lo que os digo de noche, decidlo á la luz del día, y lo que os digo +al oído, predicadlo desde los terrados.» Así hablaba Jesucristo á sus +discípulos. (Mat., c. 10, v. 27.) + +Luego que se hallaron encarados el Cristianismo y el paganismo, hízose +palpable la superioridad de aquél, no tan sólo por el contenido de las +doctrinas, sino también por el modo de propagarlas: púdose conocer +desde luego que una religión cuya enseñanza era tan sabia y tan pura, +y que, para difundirla, se encaminaba sin rodeos, en derechura, al +entendimiento y al corazón, había de desalojar bien pronto de sus +usurpados dominios á otra religión de impostura y mentira. Y, en +efecto, ¿qué hacía el paganismo para el bien de los hombres? ¿cuál +era su enseñanza sobre las verdades morales? ¿qué diques oponía á la +corrupción de costumbres? «Por lo que toca á las costumbres, dice á +este propósito San Agustín, ¿cómo no cuidaron los dioses de que sus +adoradores no las tuvieran tan depravadas? El verdadero Dios, á quien +no adoraban, los desechó, y con razón; pero los dioses, cuyo culto se +quejan que se les prohiba esos hombres ingratos, esos dioses, ¿por qué +á sus adoradores no les ayudaron con ley alguna para vivir? Ya que +los hombres cuidaban del culto, justo era que los dioses no olvidasen +el cuidado de la vida y costumbres. Se me dirá que nadie es malo sino +por su voluntad; ¿quién lo niega? Pero cargo era de los dioses, no +ocultar á los pueblos sus adoradores los preceptos de la moral, sino +predicárselos á las claras, reconvenir y reprender por medio de los +vates á los pecadores, amenazar públicamente con la pena á los que +obraban mal, y prometer premios á los que obraban bien. En los templos +de los dioses, ¿cuándo resonó una voz alta y vigorosa que á tamaño +objeto se dirigiese?» (_De Civit. Dei_, l. 2, c. 4.) Traza en seguida +el Santo Doctor un negro cuadro de las torpezas y abominaciones que se +cometían en los espectáculos y juegos sagrados celebrados en obsequio +de los dioses, á que él mismo dice que había asistido en su juventud, y +luego continúa: «Infiérese de esto que no se curaban aquellos dioses de +la vida y costumbres de las ciudades y naciones que les rendían culto, +dejándolas que se abandonasen á tan horrendos y detestables males, no +dañando tan sólo á sus campos y viñedos, no á su casa y hacienda, no al +cuerpo sujeto á la mente, sino permitiéndoles, sin ninguna prohibición +imponente, que abrevasen de maldad á la directora del cuerpo, á su +misma alma. Y, si se pretende que vedaban tales maldades, que se nos +manifieste, que se nos pruebe. Jáctanse de no sé qué susurros que +sonaban á los oídos de muy pocos, en que, bajo un velo misterioso, se +enseñaban los preceptos de una vida honrada y pura; pero muéstrennos +los lugares señalados para semejantes reuniones, no los lugares donde +los farsantes ejecutaban los juegos con voces y acciones obscenas, no +donde se celebraban las fiestas fugales con la más estragada licencia, +sino donde oyesen los pueblos los preceptos de los dioses, sobre +reprimir la codicia, quebrantan la ambición, y refrenar los placeres; +donde aprendiesen esos infelices aquella enseñanza que con severo +lenguaje les recomendaba Persio (_Satyr._ 3) cuando decía: «Aprended, +oh miserables, á conocer las causas de las cosas, lo que somos, á +qué nacimos, cuál debe ser nuestra conducta, cuán deleznable es el +término de nuestra carrera, cuál es la razonable templanza en el amor +del dinero, cuál su utilidad verdadera, cuál la norma de nuestra +liberalidad con nuestros deudos y nuestra patria, á dónde te ha llamado +Dios y cuál es el lugar que ocupas entre los hombres.» Dígasenos en qué +lugares solían recitarse de parte de los dioses semejantes preceptos, +dónde pudiesen oirlos con frecuencia los pueblos sus adoradores; +muéstrensenos estos lugares, así como nosotros mostramos iglesias +instituídas para este objeto, dondequiera que se ha difundido la +religión cristiana.» (_De Civit. Dei_, l. 2, c. 6.) + +Esta religión divina, profunda conocedora del hombre, no ha olvidado +jamás la debilidad é inconstancia que le caracterizan; y por esta +causa ha tenido siempre por invariable regla de conducta, inculcarle +sin cesar, con incansable constancia, con paciencia inalterable, +las saludables verdades de que dependen su bienestar temporal y +su felicidad eterna. En tratándose de verdades morales, el hombre +olvida fácilmente lo que no resuena de continuo á sus oídos; y, si se +conservan las buenas máximas en su entendimiento, quedan como semilla +estéril, sin fecundar el corazón. Bueno es y muy saludable que los +padres comuniquen esta enseñanza á sus hijos: bueno es y muy saludable +que sea éste un objeto preferente en la educación privada; pero es +necesario, además, que haya un ministerio público que no le pierda +nunca de vista, que se extienda á todas las clases y á todas las +edades, que supla el descuido de las familias, que avive los recuerdos +y las impresiones que las pasiones y el tiempo van de continuo +borrando. + +Es tan importante para la instrucción y moralidad de los pueblos +ese sistema de continua predicación y enseñanza practicado en +todas épocas y lugares por la Iglesia católica, que debe juzgarse +como un gran bien el que, en medio del prurito que atormentó á los +primeros protestantes, de desechar todas las prácticas de la Iglesia, +conservasen, sin embargo, la de la predicación. Y no es necesario +por eso el desconocer los daños que en ciertas épocas han traído las +violentas declamaciones de algunos ministros, ó insidiosos ó fanáticos; +sino que, en el supuesto de haberse roto la unidad, en el supuesto de +haberse arrojado á los pueblos por el azaroso camino del cisma, habrá +influído no poco en la conservación de las ideas más capitales sobre +Dios y el hombre, y de las máximas fundamentales de la moral, el oir +los pueblos con frecuencia explicadas semejantes verdades por quien +las había estudiado de antemano en la Sagrada Escritura. Sin duda que +el golpe mortal dado á las jerarquías por el sistema protestante, y +la consiguiente degradación del sacerdocio, hace que la cátedra de +la predicación no tenga entre los disidentes el sagrado carácter de +cátedra del Espíritu Santo; sin duda que es un grande obstáculo, para +que la predicación pueda dar fruto, el que un ministro protestante no +pueda ya presentarse como un ungido del Señor, sino que, como ha dicho +un escritor de talento, sólo sea _un hombre vestido de negro que sube +al púlpito todos los domingos para hablar de cosas razonables_; pero +al menos oyen los pueblos algunos trozos de las excelentes pláticas +morales que se encuentran en el Sagrado Texto; tienen con frecuencia +á su vista los edificantes ejemplos esparcidos en el viejo y nuevo +Testamento; y, sobre todo, se les refieren á menudo los pasos de la +vida de Jesucristo, de esa vida admirable, modelo de toda perfección; +y que, aun mirada con ojos humanos, es, en confesión de todo el mundo, +la pura santidad por excelencia, el más hermoso conjunto moral que se +viera jamás, la realización de un bello ideal que bajo la forma humana +jamás concibió la filosofía en sus altos pensamientos, jamás retrató +la poesía en sus sueños más brillantes. Esto es muy útil, altamente +saludable; porque siempre lo es el nutrir el ánimo de los pueblos con +el jugoso alimento de las verdades morales, y el excitarlos á la virtud +con el estímulo de tan altos ejemplos. + + + + +CAPITULO XV + + +Por grande que fuese la importancia dada por la Iglesia á la +propagación de la verdad, y por más convencida que estuviera de que, +para disipar esa informe masa de inmoralidad y degradación que se +ofrecía á su vista, el primer cuidado había de dirigirse á exponer el +error al disolvente fuego de las doctrinas verdaderas, no se limitó á +esto; sino que, descendiendo al terreno de los hechos, y siguiendo un +sistema lleno de sabiduría y cordura, hizo de manera que la humanidad +pudiese gustar el precioso fruto, que hasta en las cosas terrenas +dan las doctrinas de Jesucristo. No fué la Iglesia sólo una _escuela +grande y fecunda, fué una asociación regeneradora_; no esparció sus +doctrinas generales arrojándolas como al acaso, con la esperanza de +que fructificaran con el tiempo, sino que las desenvolvió en todas +sus relaciones, las aplicó á todos los objetos, procuró inculcarlas +á las costumbres y á las leyes, y realizarlas en instituciones que +sirviesen de silenciosa, pero elocuente, enseñanza á las generaciones +venideras. Veíase desconocida la dignidad del hombre, reinando por +doquiera la esclavitud; degradada la mujer, ajándola la corrupción +de costumbres y abatiéndola la tiranía del varón; adulteradas las +relaciones de familia, concediendo la ley al padre unas facultades +que jamás le dió la naturaleza; despreciados los sentimientos de +humanidad en el abandono de la infancia, en el desamparo del pobre y +del enfermo; llevadas al más alto punto la barbarie y la crueldad en +el derecho atroz que regulaba los procedimientos de la guerra; veíase, +por fin, coronando el edificio social, rodeada de satélites y cubierta +de hierro, la odiosa tiranía, mirando con despreciador desdén á los +infelices pueblos que yacían á sus plantas, amarrados con remachadas +cadenas. + +En tamaño conflicto no era pequeña empresa la de desterrar el error, +reformar y suavizar las costumbres, abolir la esclavitud, corregir los +vicios de la legislación, enfrenar el poder y harmonizarle con los +intereses públicos, dar nueva vida al individuo, reorganizar la familia +y la sociedad; y, sin embargo, esto, y nada menos que esto, ejecutó la +Iglesia. + +Empecemos por la esclavitud. Ésta es una materia que conviene +profundizar, dado que encierra una de las cuestiones que más pueden +excitar la curiosidad de la ciencia, é interesar los sentimientos del +corazón. ¿Quién ha abolido entre los pueblos cristianos la esclavitud? +¿Fué el Cristianismo? ¿y fué él solo, con sus ideas grandiosas sobre +la dignidad del hombre, con sus máximas y espíritu de fraternidad y +caridad, y, además, con su conducta prudente, suave y benéfica? Me +lisonjeo de poder manifestar que sí. + +Ya no se encuentra quien ponga en duda que la Iglesia católica ha +tenido una poderosa influencia en la abolición de la esclavitud; es +una verdad demasiado clara, salta á los ojos con sobrada evidencia, +para que sea posible combatirla. M. Guizot, reconociendo el empeño +y la eficacia con que trabajó la Iglesia para la mejora del estado +social, dice: «Nadie ignora con cuánta obstinación combatió los vicios +de aquel estado, la esclavitud por ejemplo.» Pero á renglón seguido, y +como si le pesase de asentar sin ninguna limitación un hecho que por +necesidad había de excitar á favor de la Iglesia católica las simpatías +de la humanidad entera, continúa: «Mil veces se ha dicho y repetido +que la abolición de la esclavitud en los tiempos modernos, es debida +enteramente á las máximas del Cristianismo. Esto es, á mi entender, +adelantar demasiado: mucho tiempo subsistió la esclavitud en medio +de la sociedad cristiana, sin que semejante estado la confundiese ó +irritase mucho.» Muy errado anda M. Guizot, queriendo probar que no es +debida exclusivamente al Cristianismo la abolición de la esclavitud, +porque subsistiese tal estado por mucho tiempo en medio de la sociedad +cristiana. Si se quería proceder con buena lógica, era necesario mirar +antes si la abolición repentina de la esclavitud era posible; y si el +espíritu de orden y de paz que anima á la Iglesia, podía permitir que +se arrojase á una empresa, con la que hubiera trastornado el mundo, +sin alcanzar el objeto que se proponía. El número de los esclavos era +inmenso; la esclavitud estaba profundamente arraigada en las ideas, en +las costumbres, en las leyes, en los intereses individuales y sociales: +sistema funesto, sin duda, pero que era una temeridad pretender +arrancarle de un golpe, pues que sus raíces penetraban muy hondo, se +extendían á largo trecho debajo de las entrañas de la tierra. + +Contáronse en un censo de Atenas veinte mil ciudadanos y cuarenta mil +esclavos; en la guerra del Peloponeso se les pasaron á los enemigos +nada menos que veinte mil, según refiere Tucídides. El mismo autor nos +dice que en Chío era crecidísimo el número de los esclavos, y que la +defección de éstos, pasándose á los atenienses, puso en apuros á sus +dueños; y, en general, era tan grande su número en todas partes, que +no pocas veces estaba en peligro por ellos la tranquilidad pública. +Por esta causa era necesario tomar precauciones para que no pudieran +concertarse. «Es muy conveniente, dice Platón (_Diál. 6. De las +leyes_), que los esclavos no sean de un mismo país, y que, en cuanto +fuere posible, sean discordes sus costumbres y voluntades, pues que +repetidas experiencias han enseñado en las frecuentes defecciones que +se han visto entre los mesenios, y en las demás ciudades que tienen +muchos esclavos de una misma lengua, cuántos daños suelen de esto +resultar.» + +Aristóteles en su _Economía_ (1. 1, c. 5) da varias reglas sobre el +modo con que deben tratarse los esclavos, y es notable que coincide +con Platón, advirtiendo expresamente: «que no se han de tener muchos +esclavos de un mismo país». En su _Política_ (l. 2, c. 7) nos dice +que los tesalios se vieron en graves apuros por la muchedumbre de +sus penestas, especie de esclavos; aconteciendo lo propio á los +lacedemonios, de parte de los ilotas. «Con frecuencia ha sucedido, +dice, que los penestas se han sublevado en Tesalia; y los lacedemonios, +siempre que han sufrido alguna calamidad, se han visto amenazados por +las conspiraciones de los ilotas.» Ésta era una dificultad que llamaba +seriamente la atención de los políticos, y no sabían cómo salvar los +inconvenientes que consigo traía esa inmensa muchedumbre de esclavos. +Laméntase Aristóteles de cuán difícil era acertar en el verdadero modo +de tratarlos, y se conoce que era ésta una materia que daba mucho +cuidado. Transcribiré sus propias palabras: «Á la verdad, que el modo +con que se debe tratar á esa clase de hombres es tarea trabajosa y +llena de cuidados: porque, si se usa de blandura, se hacen petulantes +y quieren igualarse con los dueños: y, si se los trata con dureza, +conciben odio y maquinan asechanzas.» + +En Roma era tal la multitud de esclavos, que, habiéndose propuesto el +darles un traje distintivo, se opuso á esta medida el Senado, temeroso +de que, si ellos llegaban á conocer su número, peligrase el orden +público: y á buen seguro que no eran vanos semejantes temores, pues que +ya de mucho antes habían los esclavos causado considerables trastornos +en Italia. Platón, para apoyar el consejo arriba citado, recuerda +que «los esclavos repetidas veces habían devastado la Italia con la +piratería y el latrocinio»; y en tiempos más recientes, Espartaco, á la +cabeza de un ejército de esclavos, fué por algún tiempo el terror de +Italia, y dió mucho que entender á distinguidos generales romanos. + +Había llegado á tal exceso en Roma el número de los esclavos, que +muchos dueños los tenían á centenares. Cuando fué asesinado el prefecto +de Roma Pedanio Secundo, fueron sentenciados á muerte 400 esclavos +suyos (Tácit., _Ann._, l. 14); y Pudentila, mujer de Apuleyo, los tenía +en tal abundancia, que dió á sus hijos nada menos que 400. Esto había +llegado á ser un objeto de lujo, y á competencia se esforzaban los +romanos en distinguirse por el número de sus esclavos. Querían que, al +hacerse la pregunta de _Quot pascit servos_, cuántos esclavos mantiene, +según expresión de Juvenal (_Satyr._ 3, v. 140), pudiesen ostentarlos +en grande abundancia; llegando la cosa á tal extremo, que, según nos +asegura Plinio, más bien que al séquito de una familia, se parecían á +un verdadero ejército. + +No era solamente en Grecia é Italia donde era tan crecido el número de +los esclavos; en Tiro se sublevaron contra sus dueños, y, favorecidos +por su inmenso número, lo hicieron con tal resultado, que los +degollaron á todos. Pasando á pueblos bárbaros, y prescindiendo de +otros más conocidos, nos refiere Herodoto (lib. 3) que, volviendo de la +Media, los escitas se encontraron con los esclavos sublevados, viéndose +forzados los dueños á cederles el terreno, abandonando su patria; y +César en sus comentarios (_De Bello Gall._, lib. 6) nos atestigua lo +abundantes que eran los esclavos en la Galia. + +Siendo tan crecido en todas partes el número de esclavos, ya se ve que +era del todo imposible predicar su libertad, sin poner en conflagración +el mundo. Desgraciadamente, queda todavía en los tiempos modernos un +punto de comparación, que, si bien en una escala muy inferior, no deja +de cumplir á nuestro propósito. En una colonia donde los esclavos +negros sean muy numerosos, ¿quién se arroja de golpe á ponerlos en +libertad? ¿Y cuánto se agrandan las dificultades, qué dimensión tan +colosal adquiere el peligro, tratándose, no de una colonia, sino del +universo? El estado intelectual y moral de los esclavos los hacía +incapaces de disfrutar de un tal beneficio en provecho suyo y de la +sociedad; y en su embrutecimiento, aguijoneados por el rencor y por el +deseo de venganza nutridos en sus pechos con el mal tratamiento que +se les daba, hubieran reproducido en grande las sangrientas escenas +con que dejaran ya manchadas en tiempos anteriores las páginas de +la historia. ¿Y qué hubiera acontecido entonces? Que, amenazada la +sociedad por tan horroroso peligro, se hubiera puesto en vela contra +los principios favorecedores de la libertad, hubiéralos en adelante +mirado con prevención y suspicaz desconfianza, y, lejos de aflojar +las cadenas de los esclavos, se las habría remachado con más ahinco y +tenacidad. De aquella inmensa masa de hombres brutales y furibundos, +puestos sin preparación en libertad y movimiento, era imposible que +brotase una organización social: porque una organización social no se +improvisa, y mucho menos con semejantes elementos; y, en tal caso, +habiéndose de optar entre la esclavitud y el aniquilamiento del +orden social, el instinto de conservación que anima á la sociedad, +como á todos los seres, hubiera acarreado indudablemente la duración +de la esclavitud allí donde hubiese permanecido todavía, y su +restablecimiento allí donde se la hubiese destruído. + +Los que se han quejado de que el Cristianismo no anduviera más pronto +en la abolición de la esclavitud, debían recordar que, aun cuando +supongamos posible una emancipación repentina ó muy rápida, aun cuando +queramos prescindir de los sangrientos trastornos que por necesidad +habrían resultado, la sola fuerza de las cosas, saliendo al paso con +sus obstáculos insuperables, hubiera inutilizado semejante medida. +Demos de mano á todas las consideraciones sociales y políticas, y +fijémonos únicamente en las económicas. Por de pronto era necesario +alterar todas las relaciones de la propiedad: porque, figurando en ella +los esclavos como una parte principal, cultivando ellos las tierras, +ejerciendo los oficios mecánicos, en una palabra, estando distribuído +entre ellos lo que se llama trabajo, y hecha esta distribución en +el supuesto de la esclavitud, quitada esta base se acarreaba una +dislocación tal, que la mente no alcanza á comprender sus últimas +consecuencias. + +Quiero suponer que se hubiese procedido á despojos violentos, que +se hubiese intentado un reparto, una nivelación de propiedades; que +se hubiesen distribuído tierras á los emancipados, y que á los más +opulentos señores se les hubiese forzado á manejar el azadón y el +arado; quiero suponer realizados todos estos absurdos, todos esos +sueños de un delirante: ni aun así, se habría salido del paso: porque +es menester no olvidar que la producción de los medios de subsistencia +ha de estar en proporción con las necesidades de los que han de +subsistir; y esto era imposible, supuesta la emancipación de los +esclavos. La producción estaba regulada, no suponiendo precisamente el +número de individuos que á la sazón existían, sino también que la mayor +parte de éstos eran esclavos; y las necesidades de un hombre libre son +alguna cosa más que las necesidades de un esclavo. + +Si ahora, después de diez y ocho siglos, rectificadas las ideas, +suavizadas las costumbres, mejoradas las leyes, amaestrados los pueblos +y los gobiernos, fundados tantos establecimientos públicos para el +socorro de la indigencia, ensayados tantos sistemas para la buena +distribución del trabajo, repartidas de un modo más equitativo las +riquezas, hay todavía tantas dificultades para que un número inmenso +de hombres no sucumba víctima de horrorosa miseria; si es éste el mal +terrible que atormenta á la sociedad, y que pesa sobre su porvenir como +un sueño funesto, ¿qué hubiera sucedido con la emancipación universal +al principio del Cristianismo, cuando los esclavos no eran reconocidos +en el derecho como _personas_, sino como _cosas_; cuando su unión +conyugal no era juzgada como matrimonio, cuando la pertenencia de los +frutos de esa unión era declarada por las mismas reglas que rigen con +respecto á los brutos, cuando el infeliz esclavo era maltratado, +atormentado, vendido, y aun muerto, conforme á los caprichos de su +dueño? ¿No salta á los ojos que el curar males semejantes era obra de +siglos? ¿No es esto lo que nos están enseñando las consideraciones de +humanidad, de política y de economía? + +Si se hubiesen hecho insensatas tentativas, á no tardar mucho, los +mismos esclavos habrían protestado contra ellas, reclamando una +esclavitud que al menos les aseguraba pan y abrigo, y despreciando +una libertad incompatible con su existencia. Éste es el orden de la +naturaleza: el hombre necesita ante todo tener para vivir, y si le +faltan los medios de subsistencia, no le halaga la misma libertad. No +es necesario recorrer á ejemplos de particulares, que se nos ofrecieran +con abundancia; en pueblos enteros se ha visto una prueba patente de +esta verdad. Cuando la miseria es excesiva, difícil es que no traiga +consigo el envilecimiento, sofocando los sentimientos más generosos, +desvirtuando los encantos que ejercen sobre nuestro corazón las +palabras de independencia y libertad. «La plebe, dice César, hablando +de los galos (_Bello Gallico_, lib. 6), está casi en el lugar de los +esclavos, y de sí misma ni se atreve á nada, ni es contado su voto para +nada; y muchos hay que, agobiados de deudas y de tributos, ú oprimidos +por los poderosos, _se entregan á los nobles en esclavitud_: habiendo +sobre éstos así entregados, todos los mismos derechos que sobre los +esclavos.» En los tiempos modernos no faltan tampoco semejantes +ejemplos; porque sabido es que entre los chinos abundan en gran manera +los esclavos, cuya esclavitud no reconoce otro origen, sino que ellos ó +sus padres no se vieron capaces de proveer á su subsistencia. + +Estas reflexiones, apoyadas en datos que nadie me podrá contestar, +manifiestan hasta la evidencia la profunda sabiduría del Cristianismo +en proceder con tanto miramiento en la abolición de la esclavitud. +Hízose todo lo que era posible en favor de la libertad del hombre; no +se adelantó más rápidamente en la obra, porque no podía ejecutarse sin +malograr la empresa, sin poner gravísimos obstáculos á la deseada +emancipación. He aquí el resultado que, al fin, vienen á dar siempre +los cargos que se hacen á algún procedimiento de la Iglesia: se le +examina á la luz de la razón, se le coteja con los hechos, viniéndose +á parar á que el procedimiento de que se la culpa, está muy conforme +con lo que dicta la más alta sabiduría, y con los consejos de la más +exquisita prudencia. + +¿Qué quiere decirnos, pues, M. Guizot cuando, después de haber +confesado que el Cristianismo trabajó con ahinco en la abolición de +la esclavitud, le echa en cara el que consintiese por largo tiempo su +duración? ¿Con qué lógica pretende de aquí inferir que no es verdad +que sea debido exclusivamente al Cristianismo ese inmenso beneficio +dispensado á la humanidad? Duró siglos la esclavitud en medio del +Cristianismo, es cierto; pero anduvo siempre en decadencia, y su +duración fué sólo la necesaria para que el beneficio se realizase sin +violencias, sin trastornos, asegurando su universalidad y su perpetua +conservación. Y de estos siglos en que duró, débese todavía cercenar +una parte muy considerable, á causa de que, en los tres primeros, se +halló la Iglesia proscripta á menudo, mirada siempre con aversión, y +enteramente privada de ejercer influjo directo sobre la organización +social. Débese también descontar mucho de los siglos posteriores, +porque había transcurrido todavía muy poco tiempo desde que la Iglesia +ejercía su influencia directa y pública, cuando sobrevino la irrupción +de los bárbaros del Norte, que, combinada con la disolución de que se +hallaba atacado el imperio, y que cundía de un modo espantoso, acarreó +un trastorno tal, una mezcolanza tan informe de lenguas, de usos, de +costumbres y de leyes, que no era casi posible ejercer con mucho fruto +una acción reguladora. Si en tiempos más cercanos ha costado tanto +trabajo el destruir el feudalismo, si después de siglos de combates +quedan todavía en pie muchas de sus reliquias, si el tráfico de los +negros, á pesar de ser limitado á determinados países, á peculiares +circunstancias, está todavía resistiendo al grito universal de +reprobación que contra semejante infamia se levanta de los cuatro +ángulos del mundo, ¿cómo hay quien se atreva á manifestar extrañeza, +é inculpar al Cristianismo, porque la esclavitud duró algunos siglos, +después de proclamadas la fraternidad entre todos los hombres, y su +igualdad ante Dios? + + + + +CAPITULO XVI + + +Afortunadamente la Iglesia católica fué más sabia que los filósofos, +y supo dispensar á la humanidad el beneficio de la emancipación, sin +injusticias y trastornos: ella regenera las sociedades, pero no lo hace +en baños de sangre. Veamos, pues, cuál fué su conducta en la abolición +de la esclavitud. + +Mucho se ha encarecido ya el espíritu de amor y fraternidad que anima +al Cristianismo; y esto basta para convencer de que debió de ser grande +la influencia que tuvo en la grande obra de que estamos hablando. +Pero quizás no se ha explorado bastante todavía cuáles son los medios +positivos, prácticos, digámoslo así, de que echó mano para conseguir su +objeto. Al través de la obscuridad de los siglos, en tanta complicación +y variedad de circunstancias, ¿será posible rastrear algunos hechos que +sean como las huellas que indiquen el camino seguido por la Iglesia +católica para libertar á una inmensa porción del linaje humano de la +esclavitud en que gemía? ¿Será posible decir algo más que algunos +encomios generales de la caridad cristiana? ¿Será posible señalar un +plan, un sistema, y probar su existencia y desarrollo, apoyándose, +no precisamente en expresiones sueltas, en pensamientos altos, en +sentimientos generosos, en acciones aisladas de algunos hombres +ilustres, sino en hechos positivos, en documentos históricos, que +manifiesten cuál era el espíritu y la tendencia del mismo cuerpo de la +Iglesia? Creo que sí: y no dudo que me sacará airoso en la empresa lo +que puede haber de más convincente y decisivo en la materia, á saber: +los monumentos de la legislación eclesiástica. + +Y ante todo no será fuera del caso recordar lo que se lleva ya indicado +anteriormente: que, cuando se trata de conducta, de designios, de +tendencias, con respecto á la Iglesia, no es necesario suponer que +esos designios cupieran en toda su extensión en la mente de ningún +individuo en particular, ni que todo el mérito y efecto de semejante +conducta fuesen bien comprendidos por ninguno de los que en ella +intervenían: y aun puede decirse que no es necesario suponer que los +primeros cristianos conociesen toda la fuerza de las tendencias del +Cristianismo con respecto á la abolición de la esclavitud. Lo que +conviene manifestar es que se obtuvo el resultado por las doctrinas y +la conducta de la Iglesia; pues que entre los católicos, si bien se +estiman los méritos y el grandor de los individuos en lo que valen, no +obstante, cuando se habla de la Iglesia, desaparecen los individuos; +sus pensamientos y su voluntad son nada, porque el espíritu que anima, +que vivifica y dirige á la Iglesia, no es el espíritu del hombre, +sino el Espíritu del mismo Dios. Los que no pertenezcan á nuestra +creencia, echarán mano de otros nombres; pero estaremos conformes, +cuando menos, en que, mirados los hechos de esta manera, elevados +sobre el pensamiento y voluntad del individuo, conservan mucho mejor +sus verdaderas dimensiones, y no se quebranta en el estudio de la +historia la inmensa cadena de los sucesos. Dígase que la conducta de la +Iglesia fué inspirada y dirigida por Dios, ó bien que fué hija de un +_instinto_, que fué el _desarrollo de una te tendencia entrañada por +sus doctrinas_; empléense estas ó aquellas expresiones, hablando como +católico ó como filósofo: en esto no es menester detenerse ahora; que +lo que conviene manifestar es que ese instinto fué generoso y atinado, +que esa tendencia se dirigía á un grande objeto y que lo alcanzó. + +Lo primero que hizo el Cristianismo con respecto á los esclavos, +fué disipar los errores que se oponían, no sólo á su emancipación +universal, sino hasta á la mejora de su estado; es decir, que la +primera fuerza que desplegó en el ataque fué, según tiene de costumbre, +_la fuerza de las ideas_. Era este primer paso tanto más necesario +para curar el mal, cuanto acontecía en él lo que suele suceder en +todos los males, que andan siempre acompañados de algún error, que, ó +los produce, ó los fomenta. Había no sólo la opresión, la degradación +de una gran parte de la humanidad; sino que estaba muy acreditada una +opinión errónea, que procuraba humillar más y más á esa parte de la +humanidad. La raza de los esclavos era, según dicha opinión, una raza +vil, que no se levantaba ni de mucho al nivel de la de los hombres +libres: era una raza degradada por el mismo Júpiter, marcada con un +sello humillante por la naturaleza misma, destinada ya de antemano á +ese estado de abyección y vileza. Doctrina ruin sin duda, desmentida +por la naturaleza humana, por la historia, por la experiencia, pero +que no dejaba por esto de contar distinguidos defensores, y que, con +ultraje de la humanidad y escándalo de la razón, la vemos proclamar por +largos siglos, hasta que el Cristianismo vino á disiparla, tomando á su +cargo la vindicación de los derechos del hombre. + +Homero nos dice (_Odis._, 17) que «Júpiter quitó la mitad de la mente +á los esclavos». En Platón encontramos el rastro de la misma doctrina, +pues que, si bien en boca de otros, como acostumbra, no deja, sin +embargo, de aventurar lo siguiente: «Se dice que en el ánimo de los +esclavos nada hay de sano ni entero, y que un hombre prudente no debe +fiarse de esa casta de hombres, cosa que atestigua también el más sabio +de nuestros poetas; citando en seguida el pasaje de Homero, arriba +indicado (_Plat._, _l. de las Leyes._) Pero donde se encuentra esa +degradante doctrina en toda su negrura y desnudez, es en la _Política_ +de Aristóteles. No ha faltado quien ha querido defenderle, pero en +vano; porque sus propias palabras le condenan sin remedio. Explicando +en el primer capítulo de su obra la constitución de la familia, y +proponiéndose fijar las relaciones entre el marido y la mujer, y entre +el señor y el esclavo, asienta que, así como la hembra es naturalmente +diferente del varón, así el esclavo es diferente del dueño; he aquí sus +palabras: «_y así la hembra y el esclavo son distinguidos por la misma +naturaleza_.» Esta expresión no se le escapó al filósofo, sino que la +dijo con pleno conocimiento, y no es otra cosa que el compendio de su +teoría. En el capítulo 3 continúa analizando los elementos que componen +la familia y, después de asentar que «una familia perfecta consta de +libres y de esclavos», se fija en particular sobre los últimos, y +empieza combatiendo una opinión que parecía favorecerles demasiado. +«Hay algunos, dice, que piensan que la esclavitud es cosa fuera del +orden de la naturaleza; pues que sólo viene de la ley el ser éste +esclavo y aquél libre, ya que por la naturaleza en nada se distinguen.» +Antes de rebatir esta opinión, explica las relaciones del dueño y del +esclavo, valiéndose de la semejanza del artífice y del instrumento, y +también del alma y del cuerpo, y continúa: «Si se comparan el macho +y la hembra, aquél es superior y por esto manda, ésta inferior y por +esto obedece, y lo propio ha de suceder en todos los hombres; y _así +aquellos que son tan inferiores cuanto lo es el cuerpo respecto del +alma, y el bruto respecto del hombre, y cuyas facultades consisten +principalmente en el uso del cuerpo, siendo este uso el mayor provecho +que de ellos se saca, éstos son esclavos por naturaleza_. Á primera +vista podría parecer que el filósofo habla solamente de los fatuos, +pues así parecen indicarlo sus palabras; pero veremos en seguida por el +contexto que no es tal su intención. Salta á la vista que, si hablara +de los fatuos, nada probaría contra la opinión que se propone impugnar, +siendo el número de éstos tan escaso, que es nada en comparación de +la generalidad de los hombres: además que, si á los fatuos quisiera +ceñirse, ¿de qué sirviera su teoría, fundada únicamente en una +excepción monstruosa y muy rara? + +Pero no necesitamos andarnos en conjeturas sobre la verdadera mente +del filósofo; él mismo cuida de explicárnosla, revelándonos, al propio +tiempo, el por qué se había valido de expresiones tan fuertes, que +parecían sacar la cuestión de su quicio. Nada menos se propone que +atribuir á la naturaleza el expreso designio de producir hombres de +dos clases: unos nacidos para la libertad, otros para la esclavitud. +El pasaje es demasiado importante y curioso para que podamos dejar de +copiarle. Dice así: «_Bien quiere la naturaleza procrear diferentes +los cuerpos de los libres y los de los esclavos: de manera que los +de éstos sean robustos, y á propósito para los usos necesarios, y +los de aquéllos bien formados, inútiles sí para trabajos serviles, +pero acomodados para la vida civil, que consiste en el manejo de +los negocios de la guerra y de la paz_; pero muchas veces sucede lo +contrario, y á unos les cabe cuerpo de esclavo y á otros alma de libre. +No hay duda que, si en el cuerpo se aventajasen tanto algunos como las +imágenes de los dioses, todo el mundo sería de parecer que debieran +servirlos aquellos que no hubiesen alcanzado tanta gallardía. Si esto +es verdad hablando del cuerpo, mucho más lo es hablando del alma; bien +que no es tan fácil ver la hermosura de ésta como la de aquél; y así +no puede dudarse que hay algunos hombres nacidos para la libertad, así +como hay otros nacidos para la esclavitud: esclavitud que, á más de ser +útil á los mismos esclavos, es también _justa_.» + +¡Miserable filosofía! que para sostener un estado degradante necesitaba +apelar á tamañas cavilaciones, achacando á la naturaleza la intención +de procrear diferentes castas, nacidas las unas para dominar, las +otras para servir: ¡filosofía cruel! la que así procuraba quebrantar +los lazos de fraternidad con que el Autor de la naturaleza ha querido +vincular al humano linaje, que así se empeñaba en levantar una +barrera entre hombre y hombre, que así ideaba teorías para sostener +la desigualdad; y no aquella desigualdad que resulta necesariamente +de toda organización social, sino una desigualdad tan terrible y +degradante cual es la de la esclavitud. + +Levanta el Cristianismo la voz, y en las primeras palabras que +pronuncia sobre los esclavos los declara iguales en dignidad de +naturaleza á los demás hombres: iguales también en la participación +de las gracias que el Espíritu Divino va á derramar sobre la tierra. +Es notable el cuidado con que insiste sobre este punto el apóstol San +Pablo: no parece sino que tenía á la vista las degradantes diferencias +que por un funesto olvido de la dignidad del hombre se querían señalar: +nunca se olvida de inculcar la nulidad de la diferencia del esclavo y +del libre. «Todos hemos sido bautizados en un espíritu, para formar un +mismo cuerpo, judíos ó gentiles, _esclavos ó libres_.» (I ad Cor., c. +12, v. 13.) «Todos sois hijos de Dios por la fe que es Cristo Jesús. +Cualesquiera que habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido +de Cristo: no hay judío ni griego, no hay _esclavo ni libre_, no hay +macho ni hembra: pues todos sois uno en Jesucristo.» (Ad Gal., c. 3, v. +26, 27, 28.) «Donde no hay gentil ni judío, circunciso é incircunciso, +bárbaro y escita, _esclavo y libre_, sino todo y en todos Cristo.» (_Ad +Coloss._, c. 3, v. 11.) + +Parece que el corazón se ensancha al oir proclamar en alta voz esos +grandes principios de fraternidad y de santa igualdad; cuando acabamos +de oir á los oráculos del paganismo ideando doctrinas para abatir +más y más á los desgraciados esclavos, parece que despertamos de un +sueño angustioso, y nos encontramos con la luz del día, en medio de +una realidad halagüeña. La imaginación se complace en mirar á tantos +millones de hombres que, encorvados bajo el peso de la degradación y +de la ignominia, levantan sus ojos al cielo, y exhalan un suspiro de +esperanza. + +Aconteció con esta enseñanza del Cristianismo lo que acontece con +todas las doctrinas generosas y fecundas: penetran hasta el corazón +de la sociedad, quedan allí depositadas como un germen precioso y, +desenvueltas con el tiempo, producen un árbol inmenso que cobija bajo +su sombra las familias y las naciones. Como esparcidas entre hombres, +no pudieron tampoco librarse de que se las interpretase mal, y se las +exagerase; y no faltaron algunos que pretendieron que la libertad +cristiana era la proclamación de la libertad universal. Al resonar á +los oídos de los esclavos las dulces palabras del Cristianismo, al oir +que se los declaraba hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, al ver que +no se hacía distinción alguna entre ellos y sus amos, ni aun los más +poderosos señores de la tierra, no ha de parecer tampoco muy extraño +que hombres acostumbrados solamente á las cadenas, al trabajo y á +todo linaje de pena y envilecimiento, exagerasen los principios de la +doctrina cristiana, é hiciesen de ella aplicaciones, que ni eran en sí +justas, ni tampoco capaces de ser reducidas á la práctica. + +Sabemos por San Jerónimo que muchos, oyendo que se los llamaba á la +libertad cristiana, pensaron que con ésta se les daba la libertad; y +quizás el Apóstol aludía á este error, cuando en su primera carta á +Timoteo (c. 6, v. 1) decía: «Todos los que están bajo el yugo de la +esclavitud, que honren con todo respeto á sus dueños para que el nombre +y la doctrina del Señor no sean blasfemados.» Este error había tenido +tal eco, que después de tres siglos andaba todavía muy válido, viéndose +obligado el concilio de Gangres, celebrado por los años de 324, á +excomulgar á aquellos que, bajo pretexto de piedad, enseñaban que los +esclavos debían dejar á sus amos, y retirarse de su servicio. No era +esto lo que enseñaba el Cristianismo; y, además, queda ya bastante +evidenciado que no hubiera sido éste el verdadero camino para llegar á +la emancipación universal. + +Así es que el mismo Apóstol, á quien hemos oído hablar á favor de +los esclavos un lenguaje tan generoso, les inculca repetidas veces +la obediencia á sus dueños; pero es notable que, mientras cumple con +este deber impuesto por el espíritu de paz y de justicia que anima al +Cristianismo, explica de tal manera los motivos en que se ha de fundar +la obediencia de los esclavos, recuerda con tan sentidas y vigorosas +palabras las obligaciones que pesan sobre los dueños, y asienta tan +expresa y terminantemente la igualdad de todos los hombres ante Dios, +que bien se conoce cuál era su compasión para con esa parte desgraciada +de la humanidad, y cuán diferentes eran sobre este particular sus ideas +de las de un mundo endurecido y ciego. + +Albérgase en el corazón del hombre un sentimiento de noble +independencia, que no le consiente sujetarse á la voluntad de otro +hombre, á no ser que se le manifiesten títulos legítimos en que +fundarse puedan las pretensiones del mando. Si estos títulos andan +acompañados de razón y de justicia, y, sobre todo, si están radicados +en altos objetos que el hombre acata y ama, la razón se convence, el +corazón se ablanda, y el hombre cede. Pero, si la razón del mando es +sólo la voluntad de otro hombre, si se hallan encarados, por decirlo +así, hombre con hombre, entonces bullen en la mente los pensamientos +de igualdad, arde en el corazón el sentimiento de la independencia, +la frente se pone altanera y las pasiones braman. Por esta causa, en +tratándose de alcanzar obediencia voluntaria y duradera, es menester +que el que manda se oculte, desaparezca el hombre, y sólo se vea el +representante de un poder superior, ó la personificación de los motivos +que manifiestan al súbdito la justicia y la utilidad de la sumisión: de +esta manera no se obedece á la voluntad ajena por lo que es en sí, sino +porque representa un poder superior, ó porque es el intérprete de la +razón y de la justicia; y así no mira el hombre ultrajada su dignidad, +y se le hace la obediencia suave y llevadera. + +No es menester decir si eran tales los títulos en que se fundaba la +obediencia de los esclavos antes del Cristianismo: las costumbres los +equiparaban á los brutos, y las leyes venían, si cabe, á recargar la +mano, usando de un lenguaje que no puede leerse sin indignación. +El dueño mandaba porque tal era su voluntad, y el esclavo se veía +precisado á obedecer, no en fuerza de motivos superiores, ni de +obligaciones morales, sino porque era una propiedad del que mandaba, +era un caballo regido por el freno, era una máquina que había de +corresponder al impulso del manubrio. ¿Qué extraño, pues, si aquellos +infelices, abrevados de infortunio y de ignominia, abrigaban en su +pecho aquel hondo y concentrado rencor, aquella virulenta saña, aquella +terrible sed de venganza, que á la primera oportunidad reventaba +con explosión espantosa? El horroroso degüello de Tiro, ejemplo y +terror del universo, según la expresión de Justino, las repetidas +sublevaciones de los penestas en Tesalia, de los ilotas en Lacedemonia, +las defecciones de los de Chío y Atenas, la insurrección acaudillada +por Herdonio, y el terror causado por ella á todas las familias de +Roma, las sangrientas escenas, la tenaz y desesperada resistencia de +las huestes de Espartaco, ¿qué eran sino el resultado natural del +sistema de violencia, de ultraje y desprecio con que se trataba á los +esclavos? ¿No es esto lo mismo que hemos visto reproducido en tiempos +recientes, en las catástrofes de los negros de las colonias? Tal es la +naturaleza del hombre: quien siembra desprecio y ultraje, recoge furor +y venganza. + +Estas verdades no se ocultaron al Cristianismo, y así es que, si +predicó la obediencia, procuró fundarla en títulos divinos; si +conservó á los dueños sus derechos, también les enseñó altamente sus +obligaciones; y allí donde prevalecieron las doctrinas cristianas, +pudieron los esclavos decir: «Somos infelices, es verdad; á la desdicha +nos han condenado, ó el nacimiento, ó la pobreza, ó los reveses de +la guerra; pero al fin se nos reconoce por hombres, por hermanos; y +entre nosotros y nuestros dueños hay una reciprocidad de obligaciones +y de derechos.» Oigamos, ó si no, lo que dice el Apóstol: «Esclavos, +obedeced á los señores carnales con temor y temblor, con sencillez +de corazón como á Cristo, _no sirviendo con puntualidad para agradar +á los hombres_, sino como siervos de Cristo, haciendo de corazón la +voluntad de Dios, sirviendo de buena voluntad, _como al Señor, y no +como á los hombres_; sabiendo que cada uno recibirá del Señor el bien +que hiciere, sea _esclavo_, sea _libre_. Y vosotros, señores, haced lo +mismo con vuestros esclavos, aflojando en vuestras amenazas; sabiendo +que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos; y _delante de él no +hay acepción de personas_.» (_Ad Ephes._, c. 6, v. 5, 6, 7, 8, 9.) + +En la carta á los colosenses (c. 3) vuelve á inculcar la misma +doctrina de la obediencia, fundándola en los mismos motivos; y, como +consolando á los infelices esclavos, les dice: «Del Señor recibiréis +la retribución de la heredad. Servid á Cristo Señor. Pues, quien +hace injuria, recibirá su condigno castigo: y no hay delante de Dios +acepción de personas.» Y más abajo (c. 4, v. 1), dirigiéndose á +los señores, añade: «Señores, dad á los esclavos lo que es justo y +equitativo; sabiendo que vosotros también tenéis un Señor en el cielo.» + +Esparcidas doctrinas tan benéficas, ya se ve que había de mejorarse +en gran manera la condición de los esclavos, siendo el resultado más +inmediato el templarse aquel rigor tan excesivo, aquella crueldad que +nos sería increíble, si no nos constara en testimonios irrecusables. +Sabido es que el dueño tenía el derecho de vida y de muerte, y que se +abusaba de esta facultad hasta matar á un esclavo por un capricho, +como lo hizo Quinto Flaminio en medio de un convite; y hasta arrojar +á las murenas á uno de esos infelices, por haber tenido la desgracia +de quebrar un vaso, como se nos refiere de Vedio Polión. Y no se +limitaba tamaña crueldad al círculo de algunas familias que tuviesen un +dueño sin entrañas, no, sino que estaba erigida en sistema; resultado +funesto, pero necesario, del extravío de las ideas sobre este punto, +del olvido de los sentimientos de humanidad: sistema violento que sólo +se sostenía teniendo hincado sin cesar el pie sobre la cerviz del +esclavo, que sólo se interrumpía cuando, pudiendo éste prevalecer, se +arrojaba sobre su dueño y lo hacía pedazos. Era antiguo proverbio: +«tantos enemigos, cuantos esclavos.» + +Ya hemos visto los estragos que hacían esos hombres furiosos y +abrasados de sed de venganza, siempre que podían quebrantar las +cadenas que los oprimían; pero, á buen seguro que no les iban en zaga +los dueños, cuando se trataba de inspirarles terror. En Lacedemonia, +temiéndose un día de la mala voluntad de los ilotas, los reunieron á +todos cerca del templo de Júpiter, y los pasaron á cuchillo (_Tucy._, +l. 4); y en Roma había la bárbara costumbre de que, siempre que fuese +asesinado algún dueño, fueran condenados á muerte todos sus esclavos. +Congoja da el leer en Tácito (_Ann._, l. 14, 43) la horrorosa escena +ocurrida después de haber sido asesinado por uno de sus esclavos +el prefecto de la ciudad, Pedanio Secundo. Eran nada menos que 400 +los esclavos del difunto, y, según la antigua costumbre, debían ser +conducidos todos al suplicio. Espectáculo tan cruel y lastimoso en que +se iba á dar la muerte á tantos inocentes, movió á compasión al pueblo, +que llegó al extremo de amotinarse para impedir tamaña carnicería. +Perplejo el Senado, deliberaba sobre el negocio, cuando, tomando la +palabra un orador llamado Casio, sostuvo con energía la necesidad de +llevar á cabo la sangrienta ejecución, no sólo á causa de prescribirlo +así la antigua costumbre, sino también por no ser posible de otra +manera el preservarse de la mala voluntad de los esclavos. En sus +palabras sólo hablan la injusticia y la tiranía; ve por todas partes +peligros y asechanzas; no sabe excogitar otros preservativos que la +fuerza y el terror; siendo notable en particular la siguiente cláusula, +porque en breve espacio nos retrata las ideas y costumbres de los +antiguos sobre este punto: «Sospechosa fué siempre á nuestros mayores +la índole de los esclavos, aun de aquellos que, por haberles nacido +en sus propias posesiones y casas, podían desde la cuna haber cobrado +afición á los dueños; pero, después que tenemos esclavos de naciones +extrañas, de diferentes usos y de diversa religión, para contener á +esa canalla no hay otro medio que el terror.» La crueldad prevaleció: +se reprimió la osadía del pueblo, se cubrió de soldados la carrera, y +los 400 desgraciados fueron conducidos al patíbulo. + +Suavizar ese trato cruel, desterrar esas horrendas atrocidades, era +el primer fruto que debían dar las doctrinas cristianas; y puede +asegurarse que la Iglesia no perdió jamás de vista tan importante +objeto, procurando que la condición de los esclavos se mejorase en +cuanto era posible; que en materia de castigo se substituyese la +indulgencia á la crueldad; y, lo que más importaba, se esforzó en +que ocupase la razón el lugar del capricho, que á la impetuosidad +de los dueños sucediese la calma de los tribunales: es decir, que +se anduvieran aproximando los esclavos á los libres, rigiendo, con +respecto á ellos, no el hecho, sino el derecho. + +La Iglesia no ha olvidado jamás la hermosa lección que le dió el +Apóstol cuando, escribiendo á Filemón, intercedía por un esclavo, y +esclavo fugitivo, llamado Onésimo, y hablaba en su favor un lenguaje +que no se había oído nunca en favor de esa clase desgraciada. «Te +ruego, le decía, por mi hijo Onésimo; ahí te lo he remitido, recíbelo +como mis entrañas, no como á esclavo, sino como á hermano cristiano; +si me amas, recíbelo como á mí; si en algo te ha dañado, ó te debe, +yo quedo responsable.» (_Ep. ad Philem._) No, la Iglesia no olvidó +esta lección de fraternidad y de amor, y el suavizar la suerte de los +esclavos fué una de sus atenciones más predilectas. + +El concilio de Elvira, celebrado á principios del siglo IV, sujeta á +penitencia á la mujer que haya golpeado con daño grave á su esclava. El +de Orleans, celebrado en 549 (can. 22), prescribe que, si se refugiare +en la iglesia algún esclavo que hubiere cometido algunas faltas, se le +vuelva á su amo, pero haciéndole antes prestar juramento de que, al +salir, no le hará daño ninguno; mas que, si le maltratare quebrantando +el juramento, sea separado de la comunión y de la mesa de los +católicos. Este canon nos revela dos cosas: la crueldad acostumbrada +de los amos, y el celo de la Iglesia por suavizar el trato de los +esclavos. Para poner freno á la crueldad, nada menos se necesitaba +que exigir un juramento; y la Iglesia, aunque de suyo tan delicada en +materia de juramentos, juzgaba, sin embarco, el negocio de bastante +importancia para que pudiera y debiera emplearse en él el augusto +nombre de Dios. + +El favor y protección que la Iglesia dispensaba á los esclavos, se iba +extendiendo rápidamente: y, á lo que parece, debía de introducirse en +algunos lugares la costumbre de exigir juramento, no tan sólo de que el +esclavo refugiado en la iglesia no sería maltratado en su persona, pero +que ni aun se le impondría trabajo extraordinario, ni se le señalaría +con ningún distintivo que le diera á conocer. De esta costumbre, +procedente sin duda del celo por el bien de la humanidad, pero que +quizás hubiera traído inconvenientes aflojando con demasiada prontitud +los lazos de la obediencia, y dando lugar á excesos de parte de los +esclavos, encuéntranse los indicios en una disposición del concilio de +Epaona (hoy, según algunos, Abbón), celebrado por los años de 517, en +que se procura atajar el mal, prescribiendo una prudente moderación, +sin levantar por eso la mano de la protección comenzada. En el canon +39 ordena que, si un esclavo reo de algún delito atroz se retrae á la +iglesia, sólo se le libre de las penas corporales; sin obligar al dueño +á prestar juramento de que no le impondrá trabajo extraordinario, ó que +no le cortará el pelo para que no sea conocido. Y nótese bien que, si +se pone esa limitación, es cuando el esclavo haya cometido un delito +atroz, y que, en tal caso, la facultad que se le deja al amo, es la de +imponerle trabajo extraordinario, ó de distinguirle cortándole el pelo. + +Quizás no faltará quien tizne de excesiva semejante indulgencia; pero +es menester advertir que, cuando los abusos son grandes y arraigados, +el empuje para arrancarlos ha de ser fuerte; y que á veces, si bien +parece á primera vista que se traspasan los límites de la prudencia, +este exceso aparente no es más que aquella oscilación indispensable +que sufren las cosas antes de alcanzar su verdadero aplomo. Aquí no +trataba la Iglesia de proteger el crimen, no reclamaba indulgencia +para el que no la mereciese; lo que se proponía era poner coto á la +violencia y al capricho de los amos; no quería consentir que un hombre +sufriese los tormentos y la muerte, porque tal fuese la voluntad de +otro hombre. El establecimiento de leyes justas, y la legítima acción +de los tribunales, son cosas á que jamás se ha opuesto la Iglesia; pero +la violencia de los particulares no ha podido consentirla nunca. + +De este espíritu de oposición al ejercicio de la fuerza privada, +espíritu que entraña nada menos que la organización social, encontramos +una muestra muy á propósito en el canon 15 del concilio de Mérida, +celebrado en el año 666. Sabido es, y lo llevo ya indicado, que los +esclavos eran una parte principal de la propiedad, y que, estando +arreglada la distribución del trabajo conforme á esa base, no le era +posible prescindir de tener esclavos á quien tuviese propiedades, +sobre todo si eran algo considerables. La Iglesia se hallaba en este +caso; y, como no estaba en su mano el cambiar de golpe la organización +social, tuvo que acomodarse á esta necesidad, y tenerlos también. Si +con respecto á éstos quería introducir mejoras, bueno era que empezase +ella misma á dar el ejemplo; y este ejemplo se halla en el canon del +concilio que acabo de citar. En él, después de haber prohibido á los +obispos y á los sacerdotes el maltratar á los sirvientes de la Iglesia +mutilándolos, dispone el concilio que, si cometen algún delito, se los +entregue á los jueces seglares, pero de manera que los obispos moderen +la pena á que sean condenados. Es digno de notarse que, según se deduce +de este canon, estaba todavía en uso el derecho de mutilación, hecha +por el dueño particular, y que quizás se conservaba aún muy arraigado, +cuando vemos que el concilio se limita á prohibir esta pena á los +eclesiásticos, y nada dice con respecto á los legos. + +En esta prohibición influía, sin duda, la mira de que, derramando +sangre humana, no se hicieran incapaces los eclesiásticos de ejercer +aquel elevado ministerio, cuyo acto principal es el augusto sacrificio +en que se ofrece una víctima de paz y de amor; pero esto nada quita de +su mérito, ni disminuye su influencia en la mejora de la suerte de los +esclavos: siempre era reemplazar la vindicta particular con la vindicta +pública; era una nueva proclamación de la igualdad de los esclavos con +los libres cuando se trataba de efusión de sangre; era declarar que las +manos que derramasen la de un esclavo, quedaban con la misma mancha que +si hubiesen vertido la de un hombre libre. Y era necesario inculcar de +todos modos esas verdades saludables, ya que estaban en tan abierta +contradicción con las ideas y costumbres antiguas; era necesario +trabajar asiduamente en que desapareciesen las expresiones vergonzosas +y crueles, que mantenían privados á la mayor parte de los hombres de la +participación de los derechos de la humanidad. + +En el canon que acabo de citar hay una circunstancia notable, que +manifiesta la solicitud de la Iglesia para restituir á los esclavos la +dignidad y consideración de que se hallaban privados. El rapamiento de +los cabellos era entre los godos una pena muy afrentosa, y que, según +nos dice Lucas de Tuy, casi les era más sensible que la muerte. Ya se +deja entender que, cualquiera que fuese la preocupación sobre este +punto, podía la Iglesia permitir el rapamiento, sin incurrir en la +nota que consigo lleva el derramamiento de sangre; pero, sin embargo, +no quiso hacerlo; y esto indica que procuraba borrar las marcas de +humillación, estampadas en la frente del esclavo. Después de haber +prevenido á los sacerdotes y obispos, que entreguen al juez á los que +sean culpables, dispone que «no toleren que se los rape con ignominia». + +Ningún cuidado estaba de más en esta materia: era necesario +acechar todas las ocasiones favorables, procurando que anduviesen +desapareciendo las odiosas excepciones que afligían á los esclavos. +Esta necesidad se manifiesta bien á las claras en el modo de expresarse +el concilio undécimo de Toledo, celebrado en el año 675. En su canon +6.º prohibe á los obispos el juzgar por sí los delitos dignos de +muerte, y el mandar la mutilación de los miembros; pero véase cómo +juzgó necesario advertir que no consentía excepción, añadiendo: «ni aun +contra los siervos de su Iglesia». El mal era grave, y no podía ser +curado sino con solicitud muy asidua; por manera que, aun limitándonos +al derecho más cruel de todos, cual es el de vida y muerte, vemos +que cuesta largo trabajo el extirparle. Á principios del siglo VI no +faltaban ejemplos de tamaño exceso, pues que el concilio de Epaona en +su canon 34 dispone «que sea privado por dos años de la comunión de la +Iglesia el amo que por su _propia autoridad_ haga quitar la vida á un +esclavo». Había promediado ya el siglo IX, y todavía nos encontramos +con atentados semejantes; atentados que procuraba reprimir el concilio +de Wormes, celebrado en el año 868, sujetando á dos años de penitencia +al amo que con su _autoridad privada_ hubiese dado muerte á su esclavo. + + + + +CAPITULO XVII + + +Mientras se suavizaba el trato de los esclavos, y se los aproximaba en +cuanto era posible á los hombres libres, era necesario no descuidar +la obra de la emancipación universal; pues que no bastaba mejorar +ese estado, sino que, además, convenía abolirle. La sola fuerza de +las doctrinas cristianas, y el espíritu de caridad que, al par con +ellas, se iba difundiendo por toda la tierra, atacaban tan vivamente +la esclavitud, que, tarde ó temprano, debían llevar á cabo su completa +abolición; porque es imposible que la sociedad permanezca por largo +tiempo en un orden de cosas que esté en oposición con las ideas de que +está imbuída. Según las doctrinas cristianas, todos los hombres tienen +un mismo origen y un mismo destino, todos son hermanos en Jesucristo, +todos están obligados á amarse de todo corazón, á socorrerse en +las necesidades, á no ofenderse ni siquiera de palabra; todos son +iguales ante Dios, pues que serán juzgados sin acepción de personas; +el Cristianismo se iba extendiendo, arraigando por todas partes, +apoderándose de todas las clases, de todos los ramos de la sociedad: +¿cómo era posible, pues, que continuase la esclavitud, ese estado +degradante en que el hombre es propiedad de otro, en que es vendido +como un bruto, en que se le priva de los dulcísimos lazos de familia, +en que no participa de ninguna de las ventajas de la sociedad? Cosas +tan contrapuestas, ¿podían vivir juntas? + +Las leyes estaban en favor de la esclavitud, es verdad, y aun puede +añadirse más, y es que el Cristianismo no desplegó un ataque directo +contra esas leyes; pero, en cambio, ¿qué hizo? Procuró apoderarse de +las ideas y costumbres, les comunicó un nuevo impulso, les dió una +dirección diferente, y, en tal caso, ¿qué pueden las leyes? Se afloja +su rigor, se descuida su observancia, se empieza á sospechar de su +equidad, se disputa sobre su conveniencia, se notan sus malos efectos, +van caducando poco á poco, de manera que, á veces, ni es necesario +darles un golpe para destruirlas; se las arrumba por inútiles, ó, si +merecen pena de una abolición expresa, es por mera ceremonia: son como +un cadáver que se entierra con honor. + +Mas no se infiera de lo que acabo de decir, que, por dar tanta +importancia á las ideas y costumbres cristianas, pretenda que se +abandonó el buen éxito á esa sola fuerza, sin que, al propio tiempo, +cuidara la Iglesia de tomar las medidas conducentes, demandadas por los +tiempos y circunstancias: nada de eso; antes, como llevo indicado ya, +la Iglesia echó mano de varios medios, los más á propósito para surtir +el efecto deseado. + +Si se quería asegurar la obra de emancipación, era muy conveniente, +en primer lugar, poner á cubierto de todo ataque la libertad de los +manumitidos: libertad que, desgraciadamente, no dejaba de verse +combatida con frecuencia, y de correr graves peligros. De este triste +fenómeno no es difícil encontrar las causas en los restos de las ideas +y costumbres antiguas, en la codicia de los poderosos, en el sistema +de violencia generalizado con la irrupción de los bárbaros, y en la +pobreza, desvalimiento y completa falta de educación y moralidad, +en que debían de encontrarse los infelices que iban saliendo de la +esclavitud; porque es de suponer que muchos no conocerían todo el valor +de la libertad, que no siempre se portarían en el nuevo estado conforme +dicta la razón y exige la justicia, y que, entrando de nuevo en la +posesión de los derechos de hombre libre, no sabrían cumplir con sus +nuevas obligaciones. Pero, todos estos inconvenientes, inseparables de +la naturaleza de las cosas, no debían impedir la consumación de una +obra reclamada por la religión y la humanidad; era necesario resignarse +á sufrirlos, considerando que en la parte de culpa que caber pudiera +á los manumitidos, había muchos motivos de excusa, á causa de que +el estado de que acababan de salir, embargaba el desarrollo de las +facultades intelectuales y morales. + +Poníase á cubierto de los ataques de la injusticia, y quedaba, en +cierto modo, revestida de una inviolabilidad sagrada la libertad de +los nuevos emancipados, si su emancipación se enlazaba con aquellos +objetos que á la sazón ejercían más poderoso ascendiente. Hallábase +en este caso la Iglesia, y cuanto era de su pertenencia; y por lo +mismo fué, sin duda, muy conducente que se introdujese la costumbre de +manumitir en los templos. Este acto, al paso que reemplazaba los usos +antiguos, y los hacía olvidar, venía á ser como una declaración tácita +de lo muy agradable que era á Dios la libertad de los hombres; una +proclamación práctica de su igualdad ante Dios, ya que allí mismo se +ejecutaba la manumisión, donde se leía con frecuencia que delante de +Dios no hay acepción de personas, en el mismo lugar donde desaparecían +todas las distinciones mundanas, donde quedaban confundidos todos los +hombres, unidos con suaves lazos de fraternidad y de amor. Verificada +de este modo la manumisión, la Iglesia tenía un derecho más expedito +para defender la libertad del manumitido; pues que, habiendo sido +ella testigo del acto, podía dar fe de su espontaneidad y demás +circunstancias para asegurar la validez; y aun podía también reclamar +su observancia, apoyándose en que faltar á ella era, en cierto modo, +una profanación del lugar sagrado, era no cumplir lo prometido delante +del mismo Dios. + +No se olvidaba la Iglesia de aprovechar en favor de los manumitidos, +semejantes circunstancias; y así vemos que el primer concilio de +Orange, celebrado en 441, dispone en su canon 7 que es menester +reprimir con censuras eclesiásticas á los que quieren someter á algún +género de servidumbre á los esclavos á quienes se haya dado libertad +en la Iglesia; y un siglo después encontramos repetida la misma +prohibición en el canon 7 del 5.º concilio de Orleans, celebrado en el +año 549. + +La protección dispensada por la Iglesia á los esclavos manumitidos +era tan manifiesta y conocida de todos, que se introdujo la costumbre +de recomendárselos muy particularmente. Hacíase esta recomendación á +veces en testamento, como nos lo indica el concilio de Orange poco ha +citado; ordenando que, por medio de las censuras eclesiásticas, se +impida que sean sometidos á género alguno de servidumbre los esclavos +manumitidos, recomendados en testamento á la Iglesia. No siempre se +hacía por testamento esa recomendación, según se infiere del canon 6 +del concilio de Toledo, celebrado en 589, donde se dispone que, cuando +sean recomendados á la Iglesia algunos manumitidos, no se los prive +ni á ellos ni á sus hijos de la protección de la misma. Aquí se habla +en general, sin limitarse al caso de mediar testamento. Lo mismo +puede verse en otro concilio de Toledo, celebrado en el año 633, donde +se dice que la Iglesia recibirá únicamente bajo su protección á los +libertos de los particulares que se los hayan recomendado. + +Aun cuando la manumisión no se hubiese hecho en el templo, ni hubiese +mediado recomendación particular, no obstante, la Iglesia no dejaba de +tomar parte en la defensa de los manumitidos, en viendo que peligraba +su libertad. Quien estime en algo la dignidad del hombre, quien abrigue +en su pecho algún sentimiento de humanidad, seguramente no llevará á +mal que la Iglesia se entrometiese en esa clase de negocios, aunque +no consideráramos otros títulos que los que da al hombre generoso la +protección del desvalido; no le desagradará el encontrar mandado en el +canon 29 del concilio de Agde en Languedoc, celebrado en 506, que la +Iglesia, en caso necesario, tome la defensa de aquellos á quienes sus +amos han dado legítimamente libertad. + +En la grande obra de la abolición de la esclavitud, ha tenido no +escasa parte el celo que en todos tiempos y lugares ha desplegado la +Iglesia por la redención de los cautivos. Sabido es que una porción +considerable de esclavos debía esta suerte á los reveses de la guerra. +Á los antiguos les hubiera parecido fabulosa la índole suave de las +guerras modernas; ¡ay de los vencidos! podíase exclamar con toda +verdad; no había medio entre la muerte y la esclavitud. Agravábase el +mal con una preocupación funesta que se había introducido contra la +redención de los cautivos; preocupación que tenía su apoyo en un rasgo +de asombroso heroísmo. Admirable es sin duda la fortaleza de Régulo; +erízanse los cabellos al leer las valientes pinceladas con que le +retrata Horacio (L. 3, od. 5); y el libro se cae de las manos al llegar +el terrible lance en que: + + Fertur pudicae confugis osculum + Parvosque natos, ut capitis minor, + A se removisse, et virilem + Torvus humi possuisse vultum. + +Pero, sobreponiéndonos á la profunda impresión que nos causa tanto +heroísmo, y al entusiasmo que excita en nuestro pecho todo cuanto +revela una grande alma, no podremos menos de confesar que aquella +virtud rayaba en feroz; y que en el terrible discurso que sale de los +labios de Régulo, hay una política cruel contra la que se levantarían +vigorosamente los sentimientos de humanidad, si no estuviera embargada +y como aterrada nuestra alma, á la vista del sublime desprendimiento +del hombre que habla. + +El Cristianismo no podía avenirse con semejantes doctrinas: no quiso +que se sostuviese la máxima de que, para hacer á los hombres valientes +en la guerra, era necesario dejarlos sin esperanza; y los admirables +rasgos de valor, las asombrosas escenas de inalterable fortaleza y +constancia, que esmaltan por doquiera las páginas de la historia de +las naciones modernas, son un elocuente testimonio del acierto de la +religión cristiana, al proclamar que la suavidad de costumbres no +estaba reñida con el heroísmo. Los antiguos rayaban siempre en uno de +dos extremos: la molicie ó la ferocidad; entre estos extremos hay un +medio, y este medio lo ha enseñado la religión cristiana. + +Consecuente, pues, el Cristianismo en sus principios de fraternidad +y de amor, tuvo por uno de los objetos más dignos de su caritativo +celo el rescate de los cautivos; y ora miremos los hermosos rasgos de +acciones particulares que nos ha conservado la historia, ora atendamos +al espíritu que ha dirigido la conducta de la Iglesia, encontraremos +un nuevo y bellísimo título para granjear á la religión cristiana la +gratitud de la humanidad. + +Un célebre escritor moderno, M. de Chateaubriand, nos ha presentado en +los bosques de los francos á un sacerdote cristiano esclavo, y esclavo +voluntario, por haberse entregado él mismo á la esclavitud en rescate +de un soldado cristiano que gemía en el cautiverio, y que había dejado +su esposa en el desconsuelo, y á tres hijos en la orfandad y en la +pobreza. El sublime espectáculo que nos ofrece Zacarías, sufriendo +con serena calma la esclavitud por el amor de Jesucristo y de aquel +infeliz á quien había libertado, no es una mera ficción del poeta; en +los primeros siglos de la Iglesia viéronse en abundancia semejantes +ejemplos, y el que haya llorado al ver el heroico desprendimiento y +la inefable caridad de Zacarías, puede estar seguro de que con sus +lágrimas ha pagado un tributo á la verdad. «Á muchos de los nuestros +hemos conocido, dice el Papa San Clemente, que se entregaron ellos +mismos al cautiverio para rescatar á otros.» (Carta 1 á los Corin., c. +55.) + +Era la redención de los cautivos un objeto tan privilegiado, que estaba +prevenido por antiquísimos cánones que, si esta atención lo exigía, se +vendiesen las alhajas de las iglesias, hasta sus vasos sagrados: en +tratándose de los infelices cautivos, no tenía límites la caridad; el +celo saltaba todas las barreras, hasta llegar al caso de mandarse que, +por malparados que se hallasen los negocios de una iglesia, primero que +á su reparación, debía atenderse á la redención de los cautivos. (Cuas. +12, q. 2.) Al través de los trastornos que consigo trajo la irrupción +de los bárbaros, vemos que la Iglesia, siempre constante en su +propósito, no desmiente la generosa conducta con que había principiado. +No cayeron en olvido ni en desuso las disposiciones benéficas de los +antiguos cánones, y las generosas palabras del santo obispo de Milán en +favor de los cautivos, encontraron un eco, que nunca se interrumpió, á +pesar del caos de los tiempos. (V. S. Ambros., de off. L. 2, c. 15.) +Por el canon 5 del concilio de Macón, celebrado en 585, vemos que los +sacerdotes se ocupaban en el rescate de los cautivos, empleando para +ello los bienes eclesiásticos; el de Reims, celebrado en el año 625, +impone la pena de suspensión de sus funciones al obispo que deshaga +los vasos sagrados; añadiendo, empero, generosamente: «_por cualquier +otro motivo que no sea el de redimir cautivos_»; y mucho tiempo después +hallamos en el canon 12 del de Verneuil, celebrado en el año 844, que +los bienes de la Iglesia servían para la redención de cautivos. + +Restituído á la libertad el cautivo, no le dejaba sin protección la +Iglesia, antes se la continuaba con solicitud, librándole cartas +de recomendación; seguramente con el doble objeto de guardarle de +nuevas tropelías en su viaje, y de que no le faltasen los medios para +repararse de los quebrantos sufridos en el cautiverio. De este nuevo +género de protección tenemos un testimonio en el canon 2 del concilio +de Lión, celebrado en 583, donde se dispone: que los obispos deben +poner en las cartas de recomendación que dan á los cautivos, la fecha, +y el precio del rescate. + +De tal manera se desplegó en la Iglesia el celo por la redención de +los cautivos, que hasta se llegaron á cometer imprudencias, que se +vió en la necesidad de reprimirlas la autoridad eclesiástica. Pero +estos mismos excesos nos indican hasta qué punto llegaba el celo, pues +que por su impaciencia caía en extravíos. Sabemos por un concilio +celebrado en Irlanda, llamado de San Patricio, y que tuvo lugar por +los años de 451 ó 456, que algunos clérigos se ocupaban en procurar +la libertad de los cautivos haciéndoles huir; exceso que reprime +con mucha prudencia el concilio en su canon 32, disponiendo que el +eclesiástico que quiera redimir cautivos, lo haga con su dinero, pues +que el robarlos para hacerles huir, daba ocasión á que los clérigos +fuesen mirados como ladrones, y redundaba en deshonra de la Iglesia. +Documento notable, que, si bien nos manifiesta el espíritu de orden +y de equidad que dirige á la Iglesia, no deja, al propio tiempo, de +indicarnos cuán profundamente estaba grabado en los ánimos lo santo, lo +meritorio, lo generoso que era el dar libertad á los cautivos, pues que +algunos llegaban al exceso de persuadirse de que la bondad de la obra +autorizaba la violencia. + +Es también muy loable el desprendimiento de la Iglesia en este punto: +una vez invertidos sus bienes en la redención de un cautivo, no quería +que se la recompensase en nada, aun cuando alcanzasen á hacerlo las +facultades del redimido. De esto tenemos un claro testimonio en las +cartas del Papa San Gregorio, donde vemos que, estando recelosas +algunas personas, libradas del cautiverio con la plata de la Iglesia, +de si con el tiempo podría venir caso en que se les pidiera la cantidad +expendida, les asegura el Papa que no, y manda que nadie se atreva á +molestarles ni á ellos ni á sus herederos, en ningún tiempo, atendido +que los sagrados cánones permiten invertir los bienes eclesiásticos en +la redención de los cautivos. (L. 7, ep. 14.) + +Este celo de la Iglesia por tan santa obra debió de contribuir +sobremanera á disminuir el número de los esclavos; y fué mucho más +saludable su influencia por haberse desplegado cabalmente en las épocas +de más necesidad; es decir, cuando, por la disolución del imperio +romano, por la irrupción de los bárbaros, por la fluctuación de los +pueblos, que fué el estado de Europa durante muchos siglos, y por la +ferocidad de las naciones invasoras, eran tan frecuentes las guerras, +y tan repetidos los trastornos, y tan familiar se había hecho por +doquiera el reinado de la fuerza. Á no haber mediado la acción benéfica +y libertadora del Cristianismo, lejos de disminuirse el inmenso número +de los esclavos legado por la sociedad vieja á la sociedad nueva, se +habría acrecentado más y más: porque dondequiera que prevalece el +derecho brutal de la fuerza, si no le sale al paso para contenerla y +suavizarla algún poderoso elemento, el humano linaje camina rápidamente +al envilecimiento, resultando, por necesidad, el que la esclavitud gane +terreno. + +Ese lamentable estado de fluctuación y de violencia, era de suyo muy +á propósito para inutilizar los esfuerzos que hacía la Iglesia en la +abolición de la esclavitud; y no le costaba escaso trabajo el impedir +que se malograse por una parte lo que ella procuraba remediar por +otra. La falta de un poder central, la complicación de las relaciones +sociales, pocas bien deslindadas, muchas violentas, y todas sin prenda +de estabilidad, hacía que estuviesen mal seguras las propiedades y +las personas, y que, así como eran invadidas aquéllas, fueran éstas +privadas de su libertad. Por manera que era menester evitar que hiciese +ahora la violencia de los particulares, lo que antes hacían las +costumbres y la legislación. Así vemos que en el canon 3 del concilio +de Lión, celebrado por los años de 566, se excomulga á los que retienen +injustamente en la esclavitud á personas libres; en el canon 17 del de +Reims, celebrado en el año 625, se prohibe bajo pena de excomunión el +perseguir á personas libres para reducirlas á esclavitud; en el canon +27 del de Londres, celebrado en el año 1102, se prohibe la bárbara +costumbre de hacer comercio de hombres cual si fueran brutos animales; +y en el capítulo 7 del concilio de Coblenza, celebrado en el año 922, +se declara reo de homicidio al que seduce á un cristiano para venderlo. +Declaración notable, en que la libertad es tenida en tanto precio, que +se la equipara con la vida. + +Otro de los medios de que se valió la Iglesia para ir aboliendo la +esclavitud, fué el dejar á los infelices que por su pobreza hubiesen +caído en ese estado, camino abierto para salir de él. Ya he notado más +arriba que la indigencia era una de las fuentes de la esclavitud; y +hemos visto el pasaje de Julio César, en que nos dice cuán general era +esto entre los galos. Sabido es también que, por el derecho antiguo, +el que había caído en la esclavitud, no podía recuperar su libertad +sino conforme á la voluntad de su amo; pues que, siendo el esclavo una +verdadera propiedad, nadie podía disponer de ella sin consentimiento +del dueño, y mucho menos el mismo esclavo. Este derecho era muy +corriente, supuestas las doctrinas paganas; pero el Cristianismo miraba +la cosa con otros ojos; y, si el esclavo era una propiedad, no dejaba +por esto de ser hombre. Así fué que la Iglesia no quiso seguir en este +punto las estrictas reglas de las otras propiedades; y, en mediando +alguna duda, ó en ofreciéndose alguna oportunidad, siempre se ponía +de parte del esclavo. Previas estas consideraciones, se comprenderá +todo el mérito de un nuevo derecho que introdujo la Iglesia, cual es, +que las personas libres que hubiesen sido vendidas ó empeñadas por +necesidad, tornasen á su estado primitivo, en devolviendo el precio que +hubiesen recibido. + +Este derecho, que se halla expresamente consignado en un concilio de +Francia, celebrado por los años 616, según se cree en Boneuil, abría +anchurosa puerta para recobrar la libertad: pues que, á más de dejar +en el corazón del esclavo la esperanza, con la que podía discurrir y +practicar medios para obtener el rescate, hacía la libertad dependiente +de la voluntad de cualquiera, que, compadecido de la suerte de un +desgraciado, quisiera pagar ó adelantar la cantidad necesaria. +Recuérdese ahora lo que se ha notado sobre el ardiente celo despertado +en tantos corazones para esa clase de obras, y que los bienes de la +Iglesia se daban por muy bien empleados, siempre que podían acudir +al socorro de un infeliz, y se verá la influencia incalculable que +había de tener la disposición que se acaba de mentar; se verá que +esto equivalía á cegar uno de los más abundantes manantiales de la +esclavitud, y abrir á la libertad un anchuroso camino. + + + + +CAPITULO XVIII + + +No dejó también de contribuir á la abolición de la esclavitud la +conducta de la Iglesia con respecto á los judíos. Ese pueblo singular, +que lleva en su frente la marca de un proscripto, que anda disperso +entre todas las naciones, sin confundirse con ellas, como nadan enteras +en un líquido las porciones de una materia insoluble, procura mitigar +su infortunio acumulando tesoros, y parece que se venga del desdeñoso +aislamiento en que le dejan los otros pueblos, chupándoles la sangre +con crecidas usuras. En tiempos de grandes trastornos y calamidades, +que por necesidad debían de acarrear la miseria, podía campear á sus +anchuras el detestable vicio de una codicia desapiadada; y, recientes +como eran la dureza y crueldad de las antiguas leyes y costumbres sobre +la suerte de los deudores, no estimado aún en su justa medida todo el +valor de la libertad, no faltando ejemplos de algunos que la vendían +para salir de un apuro, era urgente evitar el riesgo y no consentir que +tomase sobrado incremento el poderío de las riquezas de los judíos, en +perjuicio de la libertad de los cristianos. + +Que no era imaginario el peligro, demuéstralo el mal nombre que desde +muy antiguo llevan los judíos en la materia; y lo confirman los hechos +que todavía se están presenciando en nuestros tiempos. El célebre +Herder, en su _Adrastea_, se atreve á pronosticar que los hijos de +Israel llegarán con el tiempo, á fuerza de su conducta sistemática +y calculada, á reducir á los cristianos á no ser más que esclavos +suyos: si, pues, en circunstancias infinitamente menos favorables á +los judíos, cabe que hombres distinguidos abriguen semejantes temores, +¿qué no debía recelarse de la codicia inexorable de los judíos en los +desgraciados tiempos á que nos referimos? + +Por estas consideraciones, un observador imparcial, un observador +que no esté dominado del miserable prurito de salir abogando por una +secta cualquiera, con tal que pueda tener la complacencia de inculpar +á la Iglesia católica, aun cuando sea en contra de los intereses de +la humanidad; un observador que no pertenezca á la clase de aquellos +que no se alarmarían tanto de una irrupción de cafres como de una +disposición en que la potestad eclesiástica parezca extender algún +tanto el círculo de sus atribuciones; un observador que no sea tan +rencoroso, tan pequeño, tan miserable, verá, no con escándalo, sino con +mucho gusto, que la Iglesia seguía con prudente vigilancia los pasos de +los judíos, aprovechando las ocasiones que se ofrecían, para favorecer +á los esclavos cristianos, y llegando al fin á madurar el negocio +hasta prohibirles el tenerlos. + +El tercer concilio de Orleans, celebrado en el año 538, en su canon +13 prohibe á los judíos el obligar á los esclavos cristianos á cosas +opuestas á la religión de Jesucristo. Esta disposición, que aseguraba +al esclavo la libertad en el santuario de su conciencia, le hacía +respetable á los ojos de su propio dueño, y era una proclamación +solemne de la dignidad del hombre, en que se declaraba que la +esclavitud no podía extender sus dominios á la sagrada región del +espíritu. Esto, sin embargo, no bastaba, sino que era conveniente +facilitar á los esclavos de los judíos el recobro de la libertad. +Sólo habían pasado tres años cuando se celebró el cuarto concilio +de Orleans, y es notable lo que se adelantó en éste con respecto al +anterior: pues que en su canon 30 permite rescatar á los esclavos +cristianos que huyan á la iglesia, con tal que se pague á los dueños +judíos el precio correspondiente. Si bien se mira, una disposición +semejante debía producir abundantes resultados en favor de la libertad, +dando asa á los esclavos cristianos para que huyesen á la iglesia, +é implorando desde allí la caridad de sus hermanos, lograsen más +fácilmente que se les socorriera con el precio del rescate. + +El mismo concilio, en su canon 31, dispone que el judío que pervierta +á un esclavo cristiano, sea condenado á perder todos sus esclavos. +Nueva sanción á la seguridad de la conciencia del esclavo, nuevo camino +abierto por donde pudiera entrar la libertad. + +Iba la Iglesia avanzando con aquella unidad de plan, con aquella +constancia admirable que han reconocido en ella sus mismos enemigos, +y en el breve espacio que media entre la época indicada y el último +tercio del mismo siglo, se deja notar el adelanto, pues se encuentra en +las disposiciones canónicas mayor empresa, y, si podemos expresarnos +así, mayor osadía. En el concilio de Macón, celebrado en el año 581 +ó 582, en su canon 16 llega á prohibir expresamente á los judíos el +tener esclavos cristianos: y á los existentes permite rescatarlos, +pagando 12 sueldos. La misma prohibición encontramos en el canon 14 +del concilio de Toledo, celebrado en el año 589; por manera que, á +esta época, manifestaba la Iglesia sin rebozo cuál era su voluntad: no +quería absolutamente que un cristiano fuese esclavo de un judío. + +Constante en su propósito, atajaba el mal por todos los medios +posibles, limitando, si era menester, la facultad de vender los +esclavos, en ocurriendo peligro de que pudieran caer en manos de los +judíos. Así vemos que en el canon 9 del concilio de Châlons, celebrado +en el año 650, se prohibe el vender esclavos cristianos fuera del reino +de Clodoveo, con la mira de que no caigan en poder de los judíos. +No todos comprendían el espíritu de la Iglesia en este punto, ni +secundaban debidamente sus miras; pero ella no se cansaba de repetirlas +y de inculcarlas. Á mediados del siglo VII se nota que en España no +faltaban seglares y aun clérigos cristianos que vendieran sus esclavos +á los judíos; pero acude desde luego á reprimir este abuso el concilio +10 de Toledo, tenido en el año 656, prohibiendo en su canon 7 que +los cristianos, y principalmente los clérigos, vendan sus esclavos á +judíos; «porque, añade bellamente el concilio, no se puede ignorar que +estos esclavos fueron redimidos con la sangre de Jesucristo, por cuyo +motivo antes se los debe comprar que venderlos.» + +Esa inefable dignación de un Dios hecho hombre, vertiendo la sangre +por la redención de todos los hombres, era el más poderoso motivo que +inducía á la Iglesia á interesarse con tanto celo en la manumisión +de los esclavos; y, en efecto, no se necesitaba más para concebir +aversión á desigualdad tan afrentosa, que pensar cómo aquellos mismos +hombres, abatidos hasta el nivel de los brutos, habían sido objeto +de las miradas bondadosas del Altísimo, lo mismo que sus dueños, lo +mismo que los monarcas más poderosos de la tierra. «Ya que nuestro +Redentor, decía el Papa San Gregorio, y Criador de todas las cosas, +se dignó propicio tomar carne humana, para que, roto con la gracia de +su divinidad el vínculo de la servidumbre que nos tenía en cautiverio, +nos restituyese á la libertad primitiva, es obra saludable el restituir +por la manumisión su nativa libertad á los hombres, pues que en +su principio á todos los crió libres la naturaleza, y sólo fueron +sometidos al yugo de la servidumbre por el derecho de gentes.» (Lib. 5, +ep. 12.) + +Siempre juzgó la Iglesia muy necesario el limitar todo lo posible la +enajenación de sus bienes; y puede asegurarse que, en general, fué +regla de su conducta, en esta materia, confiar poco en la discreción +de ninguno de los ministros, tomados en particular. Obrando de esta +manera, se proponía evitar las dilapidaciones, que de otra suerte +hubieran sido frecuentes, estando esos bienes desparramados por todas +partes, y encontrándose á cargo de ministros escogidos de todas +las clases del pueblo, y expuestos á la diversidad de influencias +que consigo llevan las relaciones de parentesco, de amistad, y mil +y mil otras circunstancias, efecto de la variedad de índole, de +conocimientos, de prudencia, y aun de tiempos, climas y lugares: por +esto se mostró recelosa la Iglesia en punto á conceder la facultad +de enajenar; y, si venía el caso, sabía desplegar saludable rigor +contra los ministros que olvidasen sus deberes, dilapidando los bienes +que tenían encomendados. Á pesar de todo esto, ya hemos visto que +no reparaba en semejantes consideraciones cuando se trataba de la +redención de cautivos: y se puede también manifestar que, en lo tocante +á la propiedad que consistía en esclavos, miraba la cosa con otros +ojos, y trocaba su rigor en indulgencia. + +Bastaba que los esclavos hubiesen servido bien á la Iglesia, para +que los obispos pudiesen concederles la libertad, donándoles también +alguna cosa para su manutención. Este juicio sobre el mérito de los +esclavos se encomendaba, según parece, á la discreción del obispo; y +ya se ve que semejante disposición abría ancha puerta á la caridad +de los prelados, así como, por otra parte, estimulaba á los esclavos +á observar un comportamiento que les mereciese tan precioso galardón. +Como podía ocurrir que el obispo sucesor, levantando dudas sobre la +suficiencia de los motivos que habían inducido al antecesor á dar +libertad á un esclavo, quisiese disputársela, estaba mandado que los +obispos respetasen en esta parte las disposiciones de sus antecesores; +no tan sólo dejando en libertad á los manumitidos, sino también no +quitándoles lo que el obispo les hubiera señalado, fuese en _tierras_, +_viñas_, ó _habitación_. Así lo encontramos ordenado en el canon 7 del +concilio de Agde, en Languedoc, celebrado en el año 506. Ni obsta el +que en otros lugares se prohiba la manumisión, pues que en ellos se +habla en general, y no concretándose al caso en que los esclavos fuesen +beneméritos. + +Las enajenaciones ó empeños de los bienes eclesiásticos hechos por un +obispo que no dejase nada al morir, debían revocarse; y ya se echa de +ver que la misma disposición está indicando que se trata de aquellos +casos en que el obispo hubiese obrado con infracción de los cánones; +mas, á pesar de esto, si sucedía que el obispo hubiese dado libertad á +algunos esclavos, encontramos que se templaba el rigor, previniéndose +que los manumitidos continuasen gozando de su libertad. Así lo ordenó +el concilio de Orleans, celebrado en el año 541, en su canon 9; dejando +tan sólo á los manumitidos el cargo de prestar sus servicios á la +Iglesia: servicios que, como es claro, no serían otros que los de los +libertos, y que, por otra parte, eran también recompensados con la +protección que á los de esta clase dispensaba la Iglesia. + +Como un nuevo indicio de la indulgencia en punto á los esclavos, puede +también citarse el canon 10 del concilio de Celchite (Celichytense) +en Inglaterra, celebrado en el año 816, canon de que nada menos +resultaba, sino quedar libres en pocos años todos los siervos ingleses +de las iglesias en los países donde se observase; pues que disponía +que á la muerte de un obispo se diese libertad á todos sus siervos +ingleses, añadiendo que cada uno de los demás obispos y abades debía +manumitir tres siervos, dándoles á cada uno tres sueldos. Semejantes +disposiciones iban allanando el camino para adelantar más y más lo +comenzado, y preparando las cosas y los ánimos de manera que, pasado +algún tiempo, pudieran presentarse escenas tan generosas como la +del concilio de Armach, en 1171, en que se dió libertad á todos los +ingleses que se hallaban esclavos en Irlanda. + +Estas condiciones ventajosas de que disfrutaban los esclavos de la +Iglesia, eran de mucho más valor, á causa de una disciplina que se +había introducido que se las hacía inadmisibles. Si los esclavos de +la Iglesia hubieran podido pasar á manos de otros dueños, venido este +caso, se habrían hallado sin derecho á los beneficios que recibían +los que continuaban bajo su poder; pero felizmente estaba permitido +el permutar esos esclavos por otros, y, si salían del poder de la +Iglesia, era quedando en libertad. De esta disciplina tenemos un +expreso testimonio en las Decretales de Gregorio IX (l. 3, t. 19, c. 3 +y 4); y es notable que en el documento que allí se cita, son tenidos +los esclavos de la Iglesia como consagrados á Dios, fundándose en esto +la disposición de que no puedan pasar á otras manos, y que no salgan +de la Iglesia, á no ser para la libertad. Se ve también allí mismo que +los fieles, en remedio de su alma, solían ofrecer los esclavos á Dios +y á sus santos; y, pasando así al poder de la Iglesia, quedaban fuera +del comercio común, sin que pudiesen volver á servidumbre profana. El +saludable efecto que debían producir esas ideas y costumbres, en que +se enlazaba la religión con la causa de la humanidad, no es menester +ponderarlo: basta observar que el espíritu de la época era altamente +religioso, y que todo cuanto se asía del áncora de la religión estaba +seguro de salir á puerto. + +La fuerza de las ideas religiosas que se andaban desenvolviendo +cada día, dirigiendo su acción á todos los ramos, se enderezaba muy +particularmente á substraer por todos los medios posibles al hombre +del yugo de la esclavitud. Á este propósito, es muy digna de notarse +una disposición canónica del tiempo de San Gregorio el Grande. En +un concilio de Roma, celebrado en el año 597, y presidido por este +Papa, se abrió á los esclavos una nueva puerta para salir de su +abyecto estado, concediéndoles que recobrasen la libertad aquellos +que quisiesen abrazar la vida monástica. Son dignas de notarse las +palabras del Santo Papa, pues que en ellas se descubre el ascendiente +de los motivos religiosos, y cómo iban prevaleciendo sobre todas las +consideraciones é intereses mundanos. Este importante documento se +encuentra entre las epístolas de San Gregorio, y se hallará en las +notas al fin de este tomo. + +Sería desconocer el espíritu de aquellas épocas el figurarse que +semejantes disposiciones quedasen estériles; no era así, sino que +causaban los mayores efectos. Puédenos dar de ello una idea lo que +leemos en el decreto de Graciano (Distin. 54, c. 12), donde se ve que +rayaba la cosa en escándalo; pues que fué menester reprimir severamente +el abuso de que los esclavos huían de sus amos ó se iban con pretexto +de religión á los monasterios; lo que daba motivo á que se levantasen +por todas partes quejas y clamores. Como quiera, y aun prescindiendo de +lo que nos indican esos abusos, no es difícil conjeturar que no dejaría +de cogerse abundante fruto, ya por procurarse la libertad de muchos +esclavos; ya también porque los realzaría en gran manera á los ojos del +mundo, el verlos pasar á un estado, que luego fué tornando creces, y +adquiriendo inmenso prestigio y poderosa influencia. + +Contribuirá no poco á darnos una idea del profundo cambio que por +esos medios se iba obrando en la organización social, el pararnos un +momento á considerar lo que acontecía con respecto á la ordenación de +los esclavos. La disciplina de la Iglesia sobre este punto era muy +consecuente con sus doctrinas. El esclavo era un hombre como los +demás, y por esta parte podía ser ordenado lo mismo que el primer +magnate; pero, mientras estaba sujeto á la potestad de su dueño, +carecía de la independencia necesaria á la dignidad del augusto +ministerio, y por esta razón se exigía que el esclavo no pudiese ser +ordenado, sin ser antes puesto en libertad. Nada más razonable, más +justo ni más prudente que esta limitación en una disciplina que, por +otra parte, era tan noble y generosa; en esa disciplina que por sí sola +era una protesta elocuente en favor de la dignidad del hombre, una +solemne declaración de que, por tener la desgracia de estar sufriendo +la esclavitud, no quedaba rebajado del nivel de los demás hombres, pues +que la Iglesia no tenía á mengua el escoger sus ministros entre los que +habían estado sujetos á la servidumbre; disciplina altamente humana y +generosa, pues que, colocando en esfera tan respetable á los que habían +sido esclavos, tendía á disipar las preocupaciones contra los que se +hallaban en dicho estado, y labraba relaciones fuertes y fecundas, +entre los que á él pertenecían, y la más acatada clase de los hombres +libres. + +En esta parte llama sobremanera la atención el abuso que se había +introducido de ordenar á los esclavos sin consentimiento de sus dueños: +abuso muy contrario, en verdad, á los sagrados cánones, y que fué +reprimido con laudable celo por la Iglesia, pero que, sin embargo, +no deja de ser muy útil al observador para apreciar debidamente el +profundo efecto que andaban produciendo las ideas é instituciones +religiosas. Sin pretender disculpar en nada lo que en eso hubiera de +culpable, bien se puede hacer también méritos del mismo abuso; pues +que los abusos muchas veces no son más que exageraciones de un buen +principio. Las ideas religiosas estaban mal avenidas con la esclavitud, +ésta se hallaba sostenida por las leyes, y de aquí esa lucha incesante +que se presentaba bajo diferentes formas, pero siempre encaminada al +mismo blanco, á la emancipación universal. Con mucha confianza se +pueden emplear en la actualidad ese linaje de argumentos, ya que los +más horrendos atentados de las revoluciones los hemos visto excusar con +la mayor indulgencia, sólo en gracia de los principios de que estaban +imbuídos los revolucionarios, y de los fines que llevaba la revolución, +que eran el cambiar enteramente la organización social. + +Curiosa es la lectura de los documentos que sobre este abuso nos han +quedado, y que pueden leerse por extenso al fin de este volumen, +sacados del Decreto de Graciano. (Dist. 54, c. 9, 10, 11, 12.) +Examinándolos con detenimiento se echa de ver: 1.º Que el número de +esclavos que por este medio alcanzaban libertad era muy numeroso, pues +que las quejas y los clamores que en contra se levantan son generales. +2.º Que los obispos estaban por lo común á favor de los esclavos, que +llevaban muy lejos su protección, y que procuraban realizar de todos +modos las doctrinas de igualdad, pues que se afirma allí mismo que casi +ningún obispo estaba exento de caer en esa reprensible condescendencia. +3.º Que los esclavos, conociendo ese espíritu de protección, se +apresuraban á deshacerse de las cadenas, y arrojarse en brazos de la +Iglesia. 4.º Que ese conjunto de circunstancias debía de producir en +los ánimos un movimiento muy favorable á la libertad, y que, entablada +tan afectuosa correspondencia entre los esclavos y la Iglesia, á la +sazón tan poderosa é influyente, debió de resultar que la esclavitud se +debilitase rápidamente, caminando los pueblos á esa libertad que siglos +adelante vemos llevada á complemento. + +La Iglesia de España, á cuyo influjo civilizador han tributado tantos +elogios hombres por cierto poco adictos al Catolicismo, manifestó +también en esta parte la altura de sus miras y su consumada prudencia. +Siendo tan grande como hemos visto el celo caritativo á favor de +los esclavos, y tan decidida la tendencia á elevarlos al sagrado +ministerio, era conveniente dejar un desahogo á ese impulso generoso, +conciliándole, en cuanto era dable, con lo que demandaba la santidad +del ministerio. Á este doble objeto se encaminaba sin duda la +disciplina que se introdujo en España de permitir la ordenación de +los esclavos de la Iglesia, manumitiéndolos antes, como lo dispone el +canon 74 del 4.º concilio de Toledo, celebrado en el año 633, y como +se deduce también del canon 11 del 9.º concilio también de Toledo, +celebrado en el año 655, donde se manda que los obispos no puedan +introducir en el clero á los siervos de la Iglesia sin haberles dado +antes libertad. + +Es notable que esta disposición se ensanchó en el canon 18 del concilio +de Mérida, celebrado en el año 666, donde se concede, hasta á los +curas párrocos, el escoger para sí clérigos entre los siervos de su +iglesia, con la obligación, empero, de mantenerlos según sus rentas. +Con esta disciplina sin cometer ninguna injusticia se salvaban todos +los inconvenientes que podía traer consigo la ordenación de los +esclavos; y, además, se conseguían muy benéficos resultados por una vía +más suave: porque, ordenándose siervos de la misma iglesia, era más +fácil que se los pudiera escoger con tino, echando mano de aquellos +que más lo merecieran por sus dotes intelectuales y morales: se abría +también ancha puerta para que pudiese la Iglesia emancipar sus siervos, +haciéndolo por un conducto tan honroso, cual era el de inscribirlos +en el número de sus ministros, y, finalmente, dábase á los legos un +ejemplo muy saludable, pues que, si la Iglesia se desprendía tan +generosamente de sus esclavos, y era en este punto tan indulgente, que, +sin limitarse á los obispos, extendía la facultad hasta á los curas +párrocos, no debía tampoco ser tan doloroso á los seglares el hacer +algún sacrificio de sus intereses en pro de la libertad de aquellos que +pareciesen llamados á tan santo ministerio. + + + + +CAPITULO XIX + + +Así andaba la Iglesia deshaciendo, por mil y mil medios, la cadena de +la servidumbre, sin salirse, empero, nunca de los límites señalados +por la justicia y la prudencia: así procuraba que desapareciese de +entre los cristianos ese estado degradante, que de tal modo repugnaba +á sus grandiosas ideas sobre la dignidad del hombre, á sus generosos +sentimientos de fraternidad y de amor. Dondequiera que se introduzca +el Cristianismo, las cadenas de hierro se trocarán en suaves lazos, y +los hombres abatidos podrán levantar con nobleza su frente. Agradable +es sobremanera el leer lo que pensaba sobre este punto uno de los +más grandes hombres del Cristianismo: San Agustín. (_De Civit. Dei_, +1. 19, c. 14, 15, 16.) Después de haber sentado en pocas palabras la +obligación del que manda, sea padre, marido ó señor, de mirar por el +bien de aquel á quien manda, encontrando así uno de los cimientos de +la obediencia en la misma utilidad del que obedece; después de haber +dicho que los justos no mandan por prurito ni soberbia, sino por el +deseo de hacer bien á sus súbditos: «_neque enim dominandi cupiditate +imperant, sed officia consulendi, nec principandi superbia, sed +providendi misericordia_»; después de haber proscripto con tan nobles +doctrinas toda opinión que se encaminara á la tiranía, ó que fundase la +obediencia en motivos de envilecimiento; como si temiese alguna réplica +contra la dignidad del hombre, enardécese de repente su grande alma, +aborda de frente la cuestión, la eleva á su altura más encumbrada, y, +desatando sin rebozo los nobles pensamientos que hervían en su frente, +invoca en su favor el orden de la naturaleza, y la voluntad del mismo +Dios, exclamando: «Así lo prescribe el orden natural, así crió Dios +al hombre; díjole que dominara á los peces del mar, á las aves del +cielo, y á los reptiles que se arrastran sobre la tierra. _La criatura +racional, hecha á su semejanza, no quiso que dominase sino á los +irracionales, no el hombre al hombre, sino el hombre al bruto._» + +Este pasaje de San Agustín es uno de aquellos briosos rasgos que se +encuentran en los escritores de genio, cuando, atormentados por la +vista de un objeto angustioso, sueltan la rienda á la generosidad +de sus ideas y pensamientos, expresándose con osada valentía. El +lector, asombrado con la fuerza de la expresión, busca, suspenso y sin +aliento, lo que está escrito en las líneas que siguen, como abrigando +un recelo de que el autor se haya extraviado, seducido por la nobleza +de su corazón y arrastrado por la fuerza de su genio; pero se siente +un placer inexplicable cuando se descubre que no se ha apartado del +camino de la sana doctrina, sino que únicamente ha salido, cual +gallardo atleta, á defender la causa de la razón, de la justicia y de +la humanidad. Tal se nos presenta aquí San Agustín: la vista de tantos +desgraciados como gemían en la esclavitud, víctimas de la violencia y +caprichos de los amos, atormentaba su alma generosa; mirando al hombre +á la luz de la razón y de las doctrinas cristianas, no encontraba +motivo por que hubiese de vivir en tanto envilecimiento una porción +tan considerable del humano linaje; y por eso, mientras proclama las +doctrinas que acabo de indicar, lucha por encontrar el origen de tamaña +ignominia, y, no hallándola en la naturaleza del hombre, la busca en el +pecado, en la maldición. «Los primeros justos, dice, fueron más bien +constituídos pastores de ganados que no reyes de hombres, dándonos +Dios á entender con esto lo que pedía el orden de las criaturas, y lo +que exigía la pena del pecado: pues que la condición de la servidumbre +fué con razón impuesta al pecador; y por esto no encontramos en las +Escrituras la palabra _sirvió_ hasta que el justo Noé la arrojó como +un castigo sobre su hijo culpable. De lo que se sigue que este nombre +vino de la culpa, no de la naturaleza.» + +Este modo de mirar la esclavitud como hija del pecado, como un fruto de +la maldición de Dios, era de la mayor importancia; pues que, dejando +salva la dignidad de la naturaleza del hombre, atajaba de raíz todas +las preocupaciones de superioridad natural que en su desvanecimiento +pudieran atribuirse los libres. Quedaba también despejada la esclavitud +del valor que podía darle el ser mirada como un pensamiento político, +ó medio de gobierno; pues sólo se debía considerarla como una de +tantas plagas arrojadas sobre la humanidad por la cólera del Altísimo. +En tal caso, los esclavos tenían un motivo de resignación; pero la +arbitrariedad de los amos encontraba un freno, y la compasión de todos +los libres, un estímulo; pues que, habiendo nacido todos en culpa, +todos hubieran podido hallarse en igual estado; y, si se envanecían por +no haber caído en él, no tenían más razón que quien se gloriase, en +medio de una epidemia, de haberse conservado sano, y se creyese por eso +con derecho de insultar á los infelices enfermos. En una palabra, el +estado de la esclavitud era una plaga, y nada más; era como la peste, +la guerra, el hambre ú otras semejantes; y por esta causa era deber de +todos los hombres el procurar, por de pronto, aliviarla, y el trabajar +para abolirla. + +Semejantes doctrinas no quedaban estériles; proclamadas á la faz +del mundo, resonaban vigorosamente por los cuatro ángulos del orbe +católico: y, á más de ser puestas en práctica como lo acabamos de ver +en ejemplos innumerables, eran conservadas, como una teoría preciosa +al través del caos de los tiempos. Habían pasado ocho siglos, y las +vemos reproducidas por otra de las lumbreras más resplandecientes de +la Iglesia católica: Santo Tomás de Aquino. (1 p, q. 96, art. 4.) En +la esclavitud no ve tampoco ese grande hombre, ni diferencia de razas, +ni la inferioridad imaginaria, ni medios de gobierno; no acierta á +explicársela de otro modo que considerándola como una plaga acarreada á +la humanidad por el pecado del primer hombre. + +Tanta es la repugnancia con que ha sido mirada entre los cristianos la +esclavitud, tan falso es lo que asienta M. Guizot de que «á la sociedad +cristiana no la confundiese ni irritase ese estado». Por cierto que +no hubo aquella confusión é irritación ciegas, que, salvando todas +las barreras, y no reparando en lo que dicta la justicia y aconseja +la prudencia, se arrojan sin tino á borrar la marca de abatimiento é +ignominia; pero, si se habla de aquella confusión é irritación que +resultan de ver oprimido y ultrajado al hombre, que no están, empero, +reñidas con una santa resignación y longanimidad, y que, sin dar +treguas á la acción de un celo caritativo, no quieren, sin embargo, +precipitar los sucesos, antes los preparan maduramente para alcanzar +efecto más cumplido; si hablamos de esta santa confusión é irritación, +¿cabe mejor prueba de ella, que los hechos que he citado, que las +doctrinas que he recordado? ¿cabe protesta más elocuente contra la +duración de la esclavitud que la doctrina de los dos insignes doctores, +que, como acabamos de ver, la declaran un fruto de maldición, un +castigo de la prevaricación del humano linaje; que no la pueden +concebir sino poniéndola en la misma línea de las grandes plagas que +afligen á la humanidad? + +Las profundas razones que mediaron para que la Iglesia recomendase á +los esclavos la obediencia, bastante las llevo evidenciadas, y no puede +haber nadie imparcial que se lo achaque á olvido de los derechos del +hombre. Ni se crea por eso que faltase en la sociedad cristiana la +firmeza necesaria para decir la verdad toda entera, con tal que fuera +verdad saludable. Tenemos de ello una prueba en lo que sucedió con +respecto al matrimonio de los esclavos: sabido es que no era reputado +como tal, y que ni aun podían contraerle sin el consentimiento de sus +amos, so pena de considerarse como nulo. Había en esto una usurpación, +que luchaba abiertamente con la razón y la justicia: ¿qué hizo, pues, +la Iglesia? Rechazó sin rodeos tamaña usurpación. Oigamos, ó si no, +lo que decía el Papa Adriano I. «Según las palabras del Apóstol, así +como en Cristo Jesús no se ha de remover de los sacramentos de la +Iglesia ni al libre ni al esclavo, así tampoco entre los esclavos no +deben de ninguna manera prohibirse los matrimonios; y, si los hubieren +_contraído contradiciéndolo y repugnándolo los amos, de ninguna manera +se deben por eso disolver_.» (_De Coniu. serv._, l. 4., t. 9, c. 1.) +Esta disposición, que aseguraba la libertad de los esclavos en uno +de los puntos más importantes, no debe ser tenida como limitada á +determinadas circunstancias; era algo más, era una proclamación de +su libertad en esta materia, era que la Iglesia no quería consentir +que los hombres estuviesen al nivel de los brutos, viéndose forzados +á obedecer al capricho ó al interés de otro hombre, sin consultar +siquiera los sentimientos del corazón. Así lo entendía Santo Tomás, +pues que sostiene abiertamente que, en punto á contraer matrimonio, _no +deben los esclavos obedecer á sus dueños_. (2.ª 2.^{ae}, q. 104, art. +5.) + +En el rápido bosquejo que acabo de trazar, he cumplido, según creo, +con lo que al principio insinué: de que no adelantaría una proposición +que no la apoyara en irrecusables documentos, sin dejarme extraviar +por el entusiasmo á favor del Catolicismo, hasta atribuirle lo que +no le pertenezca. Velozmente, á la verdad, hemos atravesado el caos +de los siglos: pero se nos han presentando, en diversísimos tiempos +y lugares, pruebas convincentes de que el Catolicismo es quien ha +abolido la esclavitud, á pesar de las ideas, de las costumbres, de los +intereses, de las leyes que formaban un reparo, al parecer invencible; +y todo sin injusticias, sin violencias, sin trastornos, y todo con la +más exquisita prudencia, con la más admirable templanza. Hemos visto +á la Iglesia católica desplegar contra la esclavitud un ataque tan +vasto, tan variado, tan eficaz, que, para quebrantarse la ominosa +cadena, no se ha necesitado siquiera un golpe violento; sino que, +expuesta á la acción de poderosísimos agentes, se ha ido aflojando, +deshaciendo, hasta caerse á pedazos. Primero se enseñan en alta voz +las verdaderas doctrinas sobre la dignidad del hombre, se marcan las +obligaciones de los amos y de los esclavos, se los declara iguales +ante Dios, reduciéndose á polvo las teorías degradantes que manchan +los escritos de los mayores filósofos de la antigüedad; luego se +empieza la aplicación de las doctrinas, procurando suavizar el trato +de los esclavos; se lucha con el derecho atroz de vida y muerte, se +les abren por asilo los templos, no se permite que á la salida sean +maltratados, y se trabaja por substituir á la vindicta privada la +acción de los tribunales; al propio tiempo se garantiza la libertad de +los manumitidos enlazándola con motivos religiosos, se defiende con +tesón y solicitud la de los ingenuos, se procura cegar las fuentes +de la esclavitud, ora desplegando vivísimo celo por la redención de +los cautivos, ora saliendo al paso á la codicia de los judíos, ora +abriendo expeditos senderos por donde los vendidos pudiesen recobrar +la libertad; se da en la Iglesia el ejemplo de la suavidad y del +desprendimiento, se facilita la emancipación admitiendo á los esclavos +á los monasterios y al estado eclesiástico, y por otros medios que iba +sugiriendo la caridad: y así, á pesar del hondo arraigo que tenía la +esclavitud en la sociedad antigua, á pesar del trastorno traído por la +irrupción de los bárbaros, á pesar de tantas guerras y calamidades de +todos géneros, con que se inutilizaba en gran parte el efecto de toda +acción reguladora y benéfica, se vió, no obstante, que la esclavitud, +esa lepra que afeaba á las civilizaciones antiguas, fué disminuyéndose +rápidamente en las naciones cristianas, hasta que al fin desapareció. + +No se descubre, por cierto, un plan concebido y concertado por los +hombres; mas, por lo mismo que sin ese plan se nota tanta unidad de +tendencias, tanta identidad de miras, tanta semejanza en los medios, +hay una prueba evidente del espíritu civilizador y libertador entrañado +por el Catolicismo; y los verdaderos observadores se complacerán, sin +duda, en ver en el cuadro que acabo de presentar, cuál concuerdan +admirablemente en dirigirse al mismo blanco, los tiempos del imperio, +los de la irrupción de los bárbaros, y los de la época del feudalismo; +y, más que en aquella mezquina regularidad que distingue lo que es +obra exclusiva del hombre, se complacerán, repito, los verdaderos +observadores, en andar recogiendo los hechos desparramados en aparente +desorden, desde los bosques de la Germania hasta las campiñas de la +Bética, desde las orillas del Támesis hasta las márgenes del Tiber. + +Estos hechos yo no los he fingido; anotadas van las épocas, citados +los concilios; al fin de este volumen encontrará el lector, originales +y por extenso, los textos que aquí he extractado y resumido, y allí +podrá cerciorarse plenamente de que no le he engañado. Que, si tal +hubiera sido mi intención, á buen seguro que no hubiera descendido al +terreno de los hechos: entonces habría divagado por las regiones de +las teorías; habría pronunciado palabras pomposas y seductoras; habría +echado mano de los medios más á propósito para encantar la fantasía +y excitar los sentimientos; me habría colocado en una de aquellas +posiciones, en que puede un escritor suponer á su talante cosas que +jamás han existido, y lucir, con harto escaso trabajo, las galas de la +imaginación y la fecundidad del ingenio. Me he impuesto una tarea algo +más penosa, quizás no tan brillante, pero ciertamente más fecunda. + +Y ahora podremos preguntar á M. Guizot, cuáles han sido las _otras +causas_, las _otras ideas_, los _otros principios_ de _civilización_, +cuyo completo desarrollo, según nos dice, ha sido necesario _para que +triunfase al fin la razón, de la más vergonzosa de las iniquidades_. +Esas causas, esas ideas, esos principios de civilización que, según +él, ayudaron á la Iglesia en la abolición de la esclavitud, menester +era explicarlos, indicarlos cuando menos; que así el lector hubiera +podido evitarse el trabajo de buscarlos como quien adivina. Si no +brotaron del seno de la Iglesia, ¿dónde estaban? ¿Estaban en los +restos de la civilización antigua? Pero los restos de una civilización +destrozada, y casi aniquilada, ¿podrían hacer lo que no hizo ni +pensó hacer jamás esa misma civilización cuando se hallaba en todo +su vigor, pujanza y lozanía? ¿Estaban quizás en el individualismo de +los bárbaros, cuando este individualismo era inseparable compañero de +la violencia, y, por consiguiente, debía ser una fuente de opresión +y esclavitud? ¿Estaban quizás en el patronazgo militar, introducido, +según Guizot, por los mismos bárbaros, que puso los cimientos de esa +organización aristocrática, convertida más tarde en feudalismo? Pero, +¿qué tenía que ver ese patronazgo con la abolición de la esclavitud, +cuando era lo más á propósito para perpetuarla en los indígenas de +los países conquistados, y extenderla á una porción considerable +de los mismos conquistadores? ¿Dónde está, pues, una idea, una +costumbre, una institución que, sin ser hija del Cristianismo, haya +contribuído á la abolición de la esclavitud? Señálese la época de su +nacimiento, el tiempo de su desarrollo; muéstresenos que no tuvo su +origen en el Cristianismo, y entonces confesaremos que él no puede +pretender exclusivamente el honroso título de haber abolido estado +tan degradante; y no dejaremos por eso de aplaudir y ensalzar aquella +idea, costumbre ó institución que haya tomado una parte en la bella y +grandiosa empresa de libertar á la humanidad. + +Y ahora, bien se puede preguntar á las Iglesias protestantes, á esas +hijas ingratas que, después de haberse separado del seno de su madre, +se empeñan en calumniarla y afearla: ¿dónde estabais vosotras cuando la +Iglesia católica iba ejecutando la inmensa obra de la abolición de la +esclavitud? ¿Cómo podréis achacarle que simpatiza con la servidumbre, +que trata de envilecer al hombre, de usurparle sus derechos? ¿Podréis +vosotras presentar un título, que así os merezca la gratitud del +linaje humano? ¿Qué parte podéis pretender en esa grande obra, que es +el primer cimiento que debía echarse para el desarrollo y grandor de +la civilización europea? Solo, sin vuestra ayuda, la llevó á cabo el +Catolicismo; y solo hubiera conducido á la Europa á sus altos destinos, +si vosotras no hubierais venido á torcer la majestuosa marcha de esas +grandes naciones, arrojándolas desatentadamente por un camino sembrado +de precipicios: camino cuyo término está cubierto con densas sombras, +en medio de las cuales sólo Dios sabe lo que hay.[15] + + + + +NOTAS + + + [1] Pág. 11.--_La historia de las variaciones de los + protestantes_, de Bossuet, es una de aquellas obras que + agotan su objeto; que ni dejan réplica, ni consienten + añadidura. Leída con reflexión esta obra inmortal, la causa + del Protestantismo está fallada bajo un aspecto dogmático; no + queda medio alguno entre el Catolicismo y la incredulidad. + Gibbon la había leído en su juventud, y se había hecho + católico, abandonando la religión protestante, en que había + sido educado. Después volvió á separarse de la Iglesia + católica, pero no fué protestante, sino incrédulo. Quizás no + disgustará á los lectores el oir de la boca de este célebre + escritor el juicio que formaba de la obra de Bossuet, y la + relación del efecto que le produjo su lectura; dice así: + «En la _Historia de las variaciones_, ataque tan vigoroso + como bien dirigido, desenvuelve, con felicísima mezcla de + raciocinio y de narración, las faltas, los extravíos, las + incertidumbres y las contradicciones de nuestros primeros + reformadores, cuyas variaciones, como él sostiene hábilmente, + llevan el carácter del error, mientras que la no _interrumpida + unidad de la Iglesia católica es la señal y testimonio de la + infalible verdad_: leí, aprobé, creí.» (_Gibbon, Memorias._) + + [2] Pág. 13.--Lutero, á quien se empeñan todavía algunos + en presentárnoslo como un hombre de altos conceptos, de + pecho noble y generoso, de vindicador de los derechos de la + humanidad, nos ha dejado en sus escritos el más seguro y + evidente testimonio de su carácter violento, de su extremada + grosería y de la más feroz intolerancia. Enrique VIII, Rey + de Inglaterra, había refutado el libro de Lutero llamado + _de Captivitate Babilonica_, y, enojado este por semejante + atrevimiento, escribe al Rey, llamándole _sacrílego_, _loco_, + _insensato_, _el más grosero de todos los puercos y de todos + los asnos_. Si la majestad real no inspiraba á Lutero respeto + ni miramiento, tampoco tenía ninguna consideración al mérito. + Erasmo, quizás el hombre más sabio de su siglo, ó al menos + el más erudito, más literato y brillante, y que, por cierto, + no escaseó la indulgencia con Lutero y sus secuaces, fué, no + obstante, tratado con tanta virulencia por el fogoso corifeo, + así que éste vió que no podía traerle á la nueva secta, que, + lamentándose de ello Erasmo, decía: «que en su vejez se veía + obligado á pelear con una bestia feroz, ó con un furioso + jabalí». No se contentaba Lutero con palabras, sino que pasaba + á los hechos: y bien sabido es que por instigación suya fué + desterrado Carlostadio de los estados del duque de Sajonia, + hallándose, por efecto de la persecución, reducido á tal + miseria, que se veía precisado á ganarse el sustento llevando + leña, y haciendo otros oficios muy ajenos á su estado. En + sus ruidosas disputas con los zuinglianos, no desmintió + Lutero su carácter, llamándolos hombres _condenados_, + _insensatos_, _blasfemos_. Cuando así trataba á sus compañeros + disidentes, nada extraño es que llamase á los doctores + de Lovaina _verdaderas bestias_, _puercos_, _paganos_, + _epicúreos_, _ateos_; que prorrumpiese en otras expresiones + que la decencia no permite copiar, y que, desenfrenándose + contra el Papa, dijese, «que era un lobo rabioso, que todo + el mundo debía armarse contra él, sin esperar orden alguna + de los magistrados; que en este punto sólo podía caber + arrepentimiento por no haberle pasado el pecho con la espada; + y que todos aquellos que le seguían, debían ser perseguidos + como los soldados de un capitán de bandoleros, aunque fueran + reyes ó emperadores». Este es el espíritu de tolerancia y + libertad de que estaba animado Lutero: y cuenta que nos sería + fácil aducir muchas otras pruebas. + + No se crea que tal intolerancia fuese exclusivamente propia + de Lutero; extendíase á todo el partido, y se hacían sentir + sus efectos de un modo cruel. Afortunadamente tenemos de esta + verdad un testigo irrefragable. Es Melanchton, el discípulo + querido de Lutero, uno de los hombres más distinguidos que ha + tenido el Protestantismo. «Me hallo en tal esclavitud (decía, + escribiendo á su amigo Camerario) como si estuviera en la + cueva de los cíclopes; por manera que apenas me es posible + explicarte mis penas, viniéndome á cada paso tentaciones de + escaparme.» «Son gente ignorante (decía en otra carta) que + no conoce piedad ni disciplina; mirad á los que mandan, y + veréis que estoy como Daniel en la cueva de los leones.» ¡Y + se dirá todavía que presidía á tamaña empresa un pensamiento + generoso, y que se trataba de emancipar el pensamiento humano! + La intolerancia de Calvino es bien conocida, pues, á más + de quedar consignada en el hecho indicado en el texto, se + manifiesta á cada paso en sus obras, por el tratamiento que + da á sus adversarios. _Malvados_, _tunantes_, _borrachos_, + _locos_, _furiosos_, _rabiosos_, _bestias_, _toros_, + _puercos_, _asnos_, _perros_, _viles esclavos de Satanás_: he + aquí las lindezas que se hallan á cada paso en los escritos + del célebre reformador. ¡Cuánto y cuánto de semejante podría + añadir, si no temiese fastidiar á los lectores! + + [3] Pág. 14.--En la dieta de Espira se había hecho un decreto + que contenía varias disposiciones relativas al cambio de + religión: catorce ciudades del imperio no quisieron someterse + á este decreto y presentaron una _protesta_; de aquí vino + que los disidentes empezaron á llamarse _protestantes_. Como + este nombre es la condenación de las Iglesias separadas, + han tratado algunas veces de apropiarse otros; pero siempre + en vano. Los nombres que se daban eran falsos, y un nombre + falso no dura. ¿Qué pretendían significar cuando se + llamaban evangélicos? ¿acaso el que se atenían únicamente + al Evangelio? En tal caso mejor debían llamarse, bíblicos, + pues que no pretendían precisamente atenerse al Evangelio, + sino á la _Biblia_. Llámanse también á veces _reformados_, y + algunos suelen apellidar al Protestantismo _Reforma_; pero + basta pronunciar este nombre para descubrir su impropiedad. + _Revolución religiosa_ le cuadraría mucho mejor. + + [4] Pág. 15.--El conde de Maistre, en su obra _Del Papa_, + ha desenvuelto este punto de los nombres de una manera + inimitable. Entre otras muchas observaciones hay una muy + atinada, cual es, que sólo la Iglesia católica tiene un nombre + _positivo_ y propio, con que se llama ella á sí misma, y hace + que la llamen los otros. Las Iglesias separadas han excogitado + varios, pero no han podido apropiárselos. «Si cada uno, dice, + es libre de darse el nombre que le agrada, la misma Lais en + persona podría escribir sobre la puerta de su casa: _Palacio + de Artemisa_. La dificultad está en obligar á los demás á + darnos el nombre que nosotros escogemos.» + + No se crea que sea el conde de Maistre el inventor de ese + argumento de los nombres: habíanlo empleado de antemano San + Jerónimo y San Agustín: «Si oyeres, dice San Jerónimo, que se + llaman marcionistas, valentinianos, montanistas, sepas que no + son la Iglesia de Cristo, sino la Sinagoga del Anticristo.» + _Si audieris nuncupari marcionistas, valentinianos, + montanenses, scito non Ecclesiam Christi, sed Antichristi + esse Sinagogam._ (_Hieron., lib. adversus Luciferanios._) + «Tiéneme en la Iglesia, dice San Agustín, el mismo nombre de + católica, pues que no sin causa, y entre tantas sectas, le + obtuvo ella sola, y de tal manera, que, queriéndose llamar + católicos todos los herejes, sin embargo, si un peregrino + les pregunta por el templo católico, ninguno de los herejes + se atreve á mostrarle su basílica ó su casa.» «_Tenet me in + Ecclesia ipsum catholicae nomen, quod non sine causa inter + tam multas haereses, sic ipsa sola obtinuit, ut cum omnes + haeretici se catholicos dici velint, quaerenti tamen peregrino + alicui, ubi ad catholicam conveniatur, nullus haereticorum, + vel basilicam suam, vel domum audcat ostendere._» (_S. Aug._) + Esto que observaba San Agustín en su tiempo, se ha verificado + también con respecto á los protestantes, y pueden dar de ello + testimonio los que han visitado aquellos países en que hay + diferentes comuniones. Un ilustre español del siglo XVII y + que había pasado mucho tiempo en Alemania, nos dice: «Todos + quieren llamarse católicos y apostólicos, pero los demás los + llaman luteranos y calvinistas. _Singuli volunt dici catholici + et apostolici, sed volunt, et ab aliis non hoc praetenso illis + nomine, sed luterani potius aut calviniani nominantur._» + (_Caramuel._) «He habitado, continúa el mismo, en ciudades + de herejes, y vi con mis ojos y oí con mis oídos, una cosa + que debieran pesar los heterodoxos: esto es, _que á excepción + del predicador protestante, y de algunos pocos que pretenden + saber más de lo que conviene, todo el vulgo de los herejes + llama católicos á los romanos_.» (_Habitavi in haereticorum + civitatibus; et hoc propriis oculis vidi, propriis auditi + auribus, quod deberet ab haeterodoxis ponderari. Praeter + praedicantem, et pauculos qui plus sapiunt quam oportet + sapere, totum haereticorum vulgus catholicos vocat romanos._) + Tanta es la fuerza de la verdad. Los ideólogos saben muy bien + que semejantes fenómenos proceden de causas profundas, y que + estos argumentos son algo más que sutilezas. + + [5] Pág 36.--Tanto se ha hablado de los abusos, tanto se ha + exagerado su influencia en los desastres que en los últimos + siglos han afligido á la Iglesia, teniéndose cuidado, al + propio tiempo, de ensalzar con hipócritas encomios la pureza + de las costumbres y la rigidez de la disciplina de los + primeros siglos, que algunos han llegado á imaginarse una + línea divisoria entre unos tiempos y otros; no concibiendo en + los primeros más que verdad y santidad, y no atribuyendo á los + segundos otra cosa que corrupción y mentira; como si en los + primeros siglos de la Iglesia todos los miembros hubiesen sido + ángeles, como si en todas épocas no hubiese tenido la Iglesia + que corregir errores y enfrenar pasiones. Con la historia + en la mano sería fácil reducir á su justo valor estas ideas + exageradas; exageración de que se hizo cargo el mismo Erasmo, + por cierto poco inclinado á disculpar á sus contemporáneos. En + un cotejo de su tiempo con los primeros siglos de la Iglesia, + hace ver hasta la evidencia, cuán infundado y pueril era el + prurito que entonces cundía de ensalzar todo lo antiguo para + deprimir lo presente. Un fragmento de este objeto se halla + entre las obras de Marchetti, en sus observaciones sobre las + historia de Fleury. + + Curioso fuera también hacer una reseña de las disposiciones + tomadas por la Iglesia para refrenar toda clase de abusos. + Las colecciones de los concilios podrían suministrarnos tan + copiosa materia para comprobar este aserto, que no sería + fácil encerrarla en pocos volúmenes; ó, más bien, las mismas + colecciones, con toda su mole asombradora, no son otra cosa, + de un extremo á otro, que una prueba evidente de estas dos + verdades: primera, que en todos tiempos ha habido muchos + abusos que corregir; cosa necesaria, atendida la debilidad + y la corrupción humanas; segunda, que en todas épocas la + Iglesia ha procurado corregirlos, pudiendo, desde luego, + asegurarse que no es posible señalar uno, sin que se ofrezca + también la correspondiente disposición canónica que lo reprime + ó castiga. Estas observaciones acaban de dejar en claro que + el Protestantismo no tuvo su principal origen en los abusos, + sino que era una de aquellas grandes calamidades que, atendida + la volubilidad del espíritu humano y el estado en que se + encontraba la sociedad, puede decirse que son inevitables. + En el mismo sentido que dijo Jesucristo que era _necesario + que hubiese escándalos_, no porque nadie se halle forzado á + darlos, sino porque tal es la corrupción del corazón humano, + que, siguiendo las cosas el orden regular, no puede menos de + haberlos. + + [6] Pág. 45.--Ese concierto, esa unidad, que se descubren en + el Catolicismo, deben llenar de admiración y asombro á todo + hombre juicioso, sean cuales fueren sus ideas religiosas. + Si no suponemos que _hay aquí el dedo de Dios_, ¿cómo será + posible explicar ni concebir la duración del centro de la + unidad, que es la Cátedra de Roma? Tanto se ha dicho ya + sobre la supremacía del Papa, que es muy difícil añadir nada + nuevo; pero quizás no desagradará á los lectores el que les + presente un interesante trozo de San Francisco de Sales, en + que reunió los varios y notables títulos que ha dado á los + Sumos Pontífices, y á su silla, la antigüedad eclesiástica. + Este trabajo del santo Obispo es interesante, no tan sólo por + lo que pica la curiosidad, sino también porque da margen á + gravísimas reflexiones, que el lector hará, sin duda, por sí + mismo. Helo aquí: + + NOMBRES QUE SE HAN DADO AL PAPA + + El muy santo Obispo de la Iglesia } En el concilio de Soissons de + Católica. } 300 Obispos. + + El muy santo y muy feliz Patriarca. } Ibíd., tomo 7. Concil. + + El muy feliz Señor. } S. Agustín., Ep. 95. + + El Patriarca universal. } S. León P, Ep. 62. + + El Jefe de la Iglesia del mundo. } Innoc. ad PP. Concili. + } Milevit. + + El Obispo elevado á la cumbre } S. Cipr., Ep. 3 et 12. + apostólica. } + + El Padre de los Padres. } Concil. de Calced., ses. 3. + + El Soberano Pontífice de los } Ibíd. in praef. + Obispos. } + + El Soberano Sacerdote. } Concil. de Calced., ses. 16. + + El Príncipe de los Sacerdotes. } Esteban Ob. de Cartago. + + El Prefecto de la Casa de Dios, } Concil. de Cartago, Ep. ad + y el Custodio y Guarda de la } Damasum. + viña del Señor. } + + El Vicario de Jesucristo, y el } S. Jerón., praef. in Evang. + Confirmador de la fe de los } ad Damasum. + cristianos. } + + El Sumo Sacerdote. } Valentiniano y toda la + } antigüedad. + + El Soberano Pontífice. } Concil. de Calced., in Ep. ad + } Theod. Imper. + + El Príncipe de los Obispos. } Ibíd. + + El Heredero de los apóstoles. } S. Bern., lib. de Consid. + + Abrahán por el Patriarcado. } S. Ambros., in 1 ad Tim., 3. + + Melquisedech por el orden. } Concil. de Calced., Epist. ad + } Leonem. + + Moisés por la autoridad. } S. Bern., Epist. 190 + + Samuel por la jurisdicción. } Ibíd. et in lib. de Consid. + + Pedro por el poder. } Ibíd. + + Cristo por la unción. } Ibíd. + + El Pastor del aprisco de } Ibíd., lib. 2, Consid. + Jesucristo. } + + El Llavero de la Casa de Dios. } Idem idem, cap. 8. + + El Pastor de todos los pastores. } Ibíd. + + El Pontífice llamado á la plenitud } Ibíd. + del poder. + + San Pedro fué la boca de } S. Crisóst., Homil. 2, in + Jesucristo. } divers. serm. + + La Boca y el Jefe del apostolado. } Orig., Hom. 55, in Matth. + + La Cátedra y la Iglesia principal. } S. Cipr., Ep. 55, ad Corn. + + El Origen de la unidad sacerdotal. } S. Cipr., Epist. 3,2 + + El Lazo de la unidad. } Idem ibíd., 4,2. + + La Iglesia donde reside el poder } Idem ibíd., 3,8. + principal. + + La Iglesia Raíz y Matriz de todas } S. Anaclet. Pap., Epist. ad + las demás Iglesias. } om. Episc. et fidel. + + La Sede sobre la cual ha construído } S. Dámas., Ep., ad univ. + el Señor la Iglesia universal. } Episc. + + El Punto Cardinal y el Jefe de } S. Marcelin., Pap., Epist. ad + todas las Iglesias. } Episc. Antioc. + + El Refugio de los Obispos. } Conc. de Alex., Ep. ad Felic. + } P. + + La Suprema Sede Apostólica. } S. Atanas. + + La Iglesia presidente. } Imp. Justin., in 1, 8, Cod. de + } SS. Trinit. + + La Sede Suprema que no puede } S. León, in nat. SS. Apost. + ser juzgada por otra. } + + La Iglesia antepuesta á todas las } Víctor de Utica, in lib. de + demás Iglesias. } perfect. + + La primera de todas las Sedes. } S. Próspero, lib. de Ingrat. + + La Fuente apostólica. } S. Ignat., Ep. ad Rom, in + } Suscript. + + El Puerto segurísimo de toda la } Concil. Rom. por S. Gelasio. + Comunión Católica. } + + [7] Pág. 54.--He dicho que los más distinguidos protestantes + sintieron el vacío que encerraban todas las sectas separadas + de la Iglesia católica: voy á presentar las pruebas de esta + aserción, que quizás algunos juzgarían aventurada. Oigamos + al mismo Lutero, que, escribiendo á Zuinglio, decía: «Si + dura mucho el mundo, será de nuevo necesario, á causa de las + varias interpretaciones de la Escritura que ahora circulan, + para conservar la unidad de la fe, recibir los decretos de + los concilios y refugiarnos en ellos.» (_Si diutius steterit + mundus, iterum erit necessarium, propter diversas Scripturae + interpretationes quae nunc sunt, ad conservandam fidei + unitatem, ut conciliorum decreta recipiamus, adque ad ea + confugiamus._) + + Melanchton, lamentándose de las funestas consecuencias de + la falta de jurisdicción espiritual, decía: «resultará una + libertad de ningún provecho á la posteridad»; y en otra + parte dice estas notabilísimas palabras: «En la Iglesia se + necesitan inspectores para conservar el orden, observar + atentamente á los que son llamados al ministerio eclesiástico, + velar sobre la doctrina de los sacerdotes, y ejercer los + juicios eclesiásticos; por manera que, si no hubiera obispos, + sería menester crearlos. _La monarquía del Papa serviría + también mucho para conservar entre tan diversas naciones la + uniformidad de la doctrina._» + + Oigamos á Calvino: «Colocó Dios la silla de su culto en el + centro de la tierra, poniendo allí un Pontífice, único, á + quien miraran todos para conservarse mejor en la unidad.» + (Cultus sui sedem in medio terrae collocavit illi _unum_ + Antistitem praefecit, quem omnes respicerent, quo melius in + _unitate_ continerentur.)» (Calv., inst. 6, §. 11.) + + «Atormentáronme también á mí mucho y por largo tiempo, dice + Beza, esos mismos pensamientos que tú me pintas: veo á los + nuestros divagando á merced de todo viento de doctrina, y, + levantados en alto, caerse ahora á una parte, después á otra. + Lo que piensan hoy de la religión quizá podría saberlo; lo que + pensarán mañana, no. Las Iglesias que han declarado la guerra + al Romano Pontífice, _¿en qué punto de la religión convienen? + Recórrelo todo desde el principio al fin, y apenas encontrarás + cosa afirmada por uno que desde luego no la condene otro + como impía._» Exercuerunt me diu et multum illae, ipsae + quas describis cogitationes: video nostros palantes omni + doctrinae vento et, in altum sublatos, modo ad hanc, modo + ad illam partem deferri. Horum quae sit hodie de Religione + sententia scire fortasse possis; sed quae eras de eadem futura + sit opinio, neque tu certo affirmare queas. In quo tandem + religionis capite, congruunt inter se Ecclesiae, quae Romano + Pontifici bellum indixerunt? A capite ad calcem si percurras + omnia, nihil propemodum reperias, ab uno affirmari, quod + alter statim non impium esse clamitet. (Th. Epist. ad Andream + Duditium.) + + Grocio, uno de los hombres más sabios que haya tenido el + Protestantismo, conoció también la flaqueza de los cimientos + en que estriban las sectas separadas. No son pocos los que + han creído que había muerto católico. Los protestantes le + acusaron de que intentaba convertirse al Catolicismo, y los + católicos que le habían tratado en París, pensaban de la + misma manera. No diré que sea verdad lo que se cuenta del + insigne P. Petau, amigo de Grocio, de que, habiendo sabido su + muerte, había celebrado misa por él; pero lo cierto es que + Grocio en su obra titulada _De Antichristo_ no piensa como + los protestantes que el Anticristo sea el Papa; lo cierto es + que en otra obra publicada, _Votum pro pace Ecclesiae_, dice + redondamente que «sin el primado del Papa no es posible dar + fin á las disputas, como acontece entre los protestantes»; + lo cierto es que en su obra póstuma, _Rivetiani apologetici + discussio_, asienta abiertamente el principio fundamental del + Catolicismo, á saber, que «los dogmas de la fe deben decidirse + por la tradición y la autoridad de la Iglesia, y no por la + sola Sagrada Escritura.» + + La ruidosa conversión del célebre protestante Papín es otra + prueba de lo mismo que estamos demostrando. Meditaba Papín + sobre el principio fundamental del Protestantismo, y la + contradicción en que estaba con este principio la intolerancia + de los protestantes, pues que, estribando en el examen + privado, apelaban para conservarse á la vía de la autoridad, + y argumentaba de esta manera: «Si la vía de la autoridad de + que pretenden asirse es inocente y legítima, ella condena su + origen, en el que no quisieron sujetarse á la autoridad de + la Iglesia católica; mas, si la vía del examen que en sus + principios abrazaron fué recta y conforme, resulta entonces + condenada la vía de autoridad que ellos han ideado para evitar + excesos: quedando así abierto y allanado el camino á los + mayores desórdenes de la impiedad.» + + Puffendorf, que por cierto no puede ser notado de frialdad + cuando se trata de atacar al Catolicismo, no pudo menos de + tributar su obsequio á la verdad, estampando una confesión + que le agradecerán todos los católicos. «La supresión de la + autoridad del Papa ha sembrado en el mundo infinitas semillas + de discordia; pues, no habiendo ya ninguna autoridad soberana + para terminar las disputas que se suscitaban en todas + partes, se ha visto á los protestantes dividirse entre si + mismos, y _despedazarse las entrañas con sus propias manos_.» + (Puffendorf, de Monarch. Pont. Rom.) + + Leibnitz, ese grande hombre que, según la expresión de + Fontenelle, conducía de frente todas las ciencias, reconoció + también la debilidad del Protestantismo, y la firmeza de + organización de la Iglesia católica. Sabido es que, lejos + de participar del furor de los protestantes contra el Papa, + miraba su supremacía religiosa con las mayores simpatías. + Confesaba paladinamente la superioridad de las misiones + católicas sobre las protestantes; y las mismas comunidades + religiosas, objeto para muchos de tanta aversión, eran para + él altamente respetables. Cuando tales antecedentes se + tenían sobre las ideas religiosas de ese grande hombre, vino + á confirmarlos más y más una obra suya póstuma, publicada + en París por primera vez en 1819. Quizás no disgustará á + los lectores una breve noticia sobre acontecimiento tan + singular. En el citado año dióse á luz en París la _Exposición + de la doctrina de Leibnitz sobre la religión, seguida de + pensamientos extraídos de las obras del mismo autor, por M. + Emery, antiguo superior general de San Sulpicio_. En esta obra + de M. Emery está contenida la póstuma de Leibnitz, y cuyo + título en el manuscrito original es: _Sistema teológico_. El + principio de la obra es notable por su gravedad y sencillez, + dignas ciertamente de la grande alma de Leibnitz. Hele aquí: + «Después de largo y profundo estudio sobre las controversias + en materia de religión, implorada la asistencia divina, y + depuesto, al menos en cuanto es posible al hombre, todo + espíritu de partido, me he considerado como un neófito venido + del Nuevo Mundo, y que todavía no hubiese abrazado ninguna + opinión; y he aquí dónde al fin me he detenido, y, entre + todos los dictámenes que he examinado, lo que me parece que + debe ser reconocido por todo hombre exento de preocupaciones, + como lo más conforme á la Escritura Santa, á la respetable + antigüedad, y hasta á la recta razón y á los hechos históricos + más ciertos.» + + Leibnitz establece en seguida la existencia de Dios, la + Encarnación, la Trinidad, y los otros dogmas del Cristianismo; + adopta con candor y defiende con mucha ciencia la doctrina + de la Iglesia católica sobre la tradición, los sacramentos, + el sacrificio de la misa, el culto de las reliquias y de las + santas imágenes, la jerarquía eclesiástica, y el primado del + Romano Pontífice. «En todos los casos, dice, que no permiten + los retardos de un concilio general, ó que no merecen ser + tratados en él, es preciso admitir que el primero de los + obispos, ó el Soberano Pontífice, tiene el mismo poder que la + Iglesia entera.» + + [8] Pág. 63.--Quizás algunos podrían creer que lo dicho sobre + la vanidad de las ciencias humanas, y sobre la debilidad de + nuestro entendimiento, es con la sola mira de realzar la + necesidad de una regla en materias de fe. Muy fácil fuera + aducir larga serie de textos sacados de los escritos de los + hombres más sabios, antiguos y modernos; pero me contento con + insertar un excelente trozo de un ilustre español, de uno de + los hombres más grandes del siglo XVI. Es Luis Vives. + + «_Iam mens ipsa, suprema animi et celsissima pars, videbit + quantopere sit tum natura sua tarda ac praepedita, tum + tenebris peccati caeca, et a doctrina, usu, ac solertia + imperita et rudis, ut ne ea quidem quae videt, quaeque manibus + contrectat, cuiusmodi sint, aut qui fiant assequatur, nedum ut + in abdito illa naturae arcana possit penetrare; sapienterque + ab Aristotele illa est posita sententia: Mentem nostram ad + manifestissima naturae non aliter habere se, quam noctuae + oculum ad lumen solis_: ea omnia, quae universum hominum + genus novit, quota sunt pars eorum quae ignoramus! nec solum + id in universitate artium est verum, sed in singulis earum, + in quarum nulla tantum, est humanum ingenium progressum, ut + ad medium pervenerit, etiam in infimis illis ac vilissimis: + ut nihil existimetur verius esse dictum ab Academicis, quam: + _scire nihil_.» (_Ludovicus Vives, De Concordia et Discordia. + Lib. 4, cap. 3._) + + Así pensaba este grande hombre, que, á más de estar muy + versado en toda clase de erudición, así sagrada como profana, + había meditado profundamente sobre el mismo entendimiento + humano; que había seguido con ojo observador la marcha de las + ciencias, y que, como lo acreditan sus escritos, se había + propuesto regenerarlas. Sensible es que no se puedan copiar + por extenso sus palabras, así del lugar citado, como de su + obra inmortal sobre las causas de la decadencia de las artes y + ciencias y el modo de enseñarlas. + + Como quiera, á quien se manifestase descontento porque se + han dicho algunas verdades sobre la debilidad de nuestros + alcances, y tuviese recelos de que esto dañara al progreso + de las ciencias, porque así se apoca el entendimiento, será + bien recordarle que el mejor modo de hacer progresar á + nuestro espíritu es el que se conozca á sí mismo; pudiendo + á este propósito citarse la profunda sentencia de Séneca: + «Pienso que muchos hubieran podido alcanzar la sabiduría, si + no hubiesen presumido que la habían ya alcanzado.» «_Puto + multos ad sapientiam potuisse pervenire, nisi se iam crederent + pervenisse._» + + [9] Pág. 70.--Es cierto que, al acercarse á los primeros + principios de las ciencias, se encuentra el entendimiento + rodeado de espesas sombras. He dicho que de esta regla general + no se exceptúan las mismas matemáticas, cuya certeza y + evidencia se han hecho proverbiales. El cálculo infinitesimal, + que en el estado actual de la ciencia puede decirse que la + domina, estriba, sin embargo, en algunas ideas sobre los + _límites_, ideas que hasta ahora nadie ha podido aclarar bien. + Y no es que trate de poner en duda su certeza y verdad; solo + me propongo hacer notar que, si se quisiera llamar á examen + en el tribunal de la metafísica las ideas que son como los + elementos de ese cálculo, no dejarían de poder esparcirse + sobre ellas algunas sombras. Aun concretándonos á la parte + elemental de la ciencia, se podrían también descubrir algunos + puntos que no sufrirían sin algún daño un detenido análisis + metafísico é ideológico; cosa que sería muy fácil manifestar, + si lo consintiese el género de esta obra. Entre tanto puede + recomendarse á los lectores la preciosa carta dirigida por + el distinguido jesuíta español _Eximeno_ á su amigo _Juan + Andrés_, donde se hallan observaciones muy oportunas sobre la + materia, hechas por un hombre á quien de seguro no se puede + recusar por incompetente. Esta carta está en latín, y su + título es: _Epistola ad clarissimum virum Ioannem Andresium_. + + Por lo que toca á las otras ciencias, no es necesario insistir + en manifestar cuánta obscuridad se encuentra al acercarse + á sus primeros principios; pudiéndose asegurar que los + brillantes sueños de los hombres más ilustres han reconocido + este origen. Impulsados por el sentimiento de sus propias + fuerzas, penetraban hasta los abismos en busca de la verdad; + allí la _antorcha se apagaba en sus manos_, por valerme de la + expresión de un ilustre poeta contemporáneo, y extraviados por + un obscuro laberinto se entregaban á merced de su fantasía y + de sus inspiraciones, tomando por la realidad los hermosos + sueños de su genio. + + [10] Pág. 73.--Para ver con toda claridad, para sentir con + viveza la innata debilidad del espíritu humano, no hay cosa + más á propósito que recorrer la historia de las herejías, + historia que debemos á la Iglesia por el sumo cuidado que ha + tenido en definirlas y clasificarlas. Desde Simón Mago, que + se apellidaba el _legislador de los judíos_, _el reparador + del mundo_, _el Paracleto_, mientras tributaba á su querida + Elena culto de latría bajo el nombre de Minerva, hasta Hermán, + predicando la matanza de todos los sacerdotes y magistrados + del mundo, y asegurando que él era el verdadero Hijo de Dios, + puede un observador contemplar ese vasto cuadro, que, si bien + es muy desagradable, cuando no por otras causas, al menos por + su extravagancia, no deja, sin embargo, de sugerir graves y + profundas reflexiones sobre el verdadero carácter del espíritu + humano, manifestando la sabiduría del Catolicismo, cuando en + ciertas materias se empeña en sujetarle á una regla. + + [11] Pág 79.--Quizás no todos se persuadirán fácilmente de + que las ilusiones y el fanatismo estén, como en su elemento, + en medio de los protestantes; y por esto será preciso traer + aquí el irrecusable testimonio de los hechos. Podrían + escribirse sobre el particular crecidos volúmenes, pero habré + de contentarme con una rapidísima reseña, empezando desde + Lutero. Yo no sé si puede llevarse más allá el delirio, que el + pretender haber sido enseñado por el diablo, y gloriarse de + ello, y sostener con tamaña autoridad las nuevas doctrinas. + Y, sin embargo, el fundador del Protestantismo, el mismo + Lutero, es quien así delira, dejándonos consignado en sus + obras el testimonio de su entrevista con Satanás. ¿Puede + darse mayor desvarío? Ya fuese real la aparición, ya fuese un + sueño de cabeza calenturienta, ¿puede llegarse más allá en la + línea del fanatismo que jactarse de haber tenido tal maestro? + Varios fueron los coloquios que, según nos dice él mismo, tuvo + con el diablo; pero es digna de referirse la visión, en que, + según nos cuenta con toda seriedad, le obligó Satanás con sus + argumentos á prohibir la misa privada. La descripción que del + caso nos hace es muy viva. Despierta Lutero á media noche, + se le aparece Satanás, Lutero se horroriza, suda, tiembla, + y el corazón le palpita de un modo horrible. Entáblase, no + obstante, la disputa; el diablo, á fuer de buen dialéctico, + le estrecha con sus argumentos de tal manera, que no le queda + respuesta. Lutero queda vencido; y no es extraño, porque + la lógica del diablo dice que andaba acompañada con una + voz tan horrorosa que helaba la sangre. «Entonces entendí, + dice este miserable, lo que sucede á menudo, de que mueren + repentinamente muchos al amanecer, y es que el demonio puede + matar ó ahogar á los hombres; y hasta sin esto, los pone con + sus disputas en tales apuros, que puede causar la muerte de + esta manera, como muchas veces lo he experimentado yo.» El + pasaje es peregrino. El fantasma de Zuinglio, fundador del + Protestantismo en Suiza, no deja también de presentar un + ejemplo de ridícula extravagancia. Quería este heresiarca + negar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, + pretendiendo que lo que hay debajo de las especies consagradas + no es más que un signo. Como en la Sagrada Escritura se + expresa tan claramente lo contrario, se hallaba embarazado con + la autoridad del sagrado texto; cuando he aquí que, mientras + se imaginaba que estaba disputando con el Secretario de la + Ciudad, se le aparece un fantasma _blanco ó negro_, como nos + dice él mismo, y le señala una salida que le deja libre del + apuro. Este gracioso cuento lo sabemos por el mismo Zuinglio. + + ¿Quién no se aflige al ver á un hombre como Melanchton + entregado á las preocupaciones y manías de la superstición más + ridícula, al verle neciamente crédulo en materia de sueños, de + fenómenos raros, de pronósticos astrológicos? Y, sin embargo, + nada hay más cierto; léanse sus cartas y se tropezará á cada + paso con semejantes miserias. Al tiempo de celebrarse la + dieta de Augsburgo, parecíanle presagios muy favorables al + nuevo _Evangelio_, una inundación del Tiber, el que en Roma + una mula hubiese dado á luz un monstruo con un pie de grulla, + y el haber nacido en el territorio de Augsburgo un becerro + con dos cabezas. Estos acontecimientos eran para él anuncios + indudables de un cambio en el universo, y singularmente de la + próxima ruina de Roma por el cisma. Así escribía seriamente + á Lutero. Forma él mismo el horóscopo de su hija, pero está + temblando por ella á causa de que Marte presenta un aspecto + horrible, asustándole no menos la pavorosa llama de un cometa + muy septentrional. Los astrólogos habían pronosticado que + por el otoño serían los astros más favorables á las disputas + eclesiásticas, y ese pronóstico basta para consolar á nuestro + buen hombre de que las conferencias de Augsburgo sobre + religión vayan tan lentamente; y se ve además que sus amigos, + es decir, los jefes del partido, se dejan dominar también por + tan poderosas razones. Como si no tuviera bastantes penas, + se le pronostica que había de padecer un naufragio en el + Báltico y él se guardara de surcar aquellas aguas fatales. + Cierto franciscano había tenido la humorada de profetizar que + el poder del Papa iba á debilitarse y en seguida á caer para + siempre, como y también que en el año 1600 el turco dominaría + la Italia y la Alemania; y el bueno de Melanchton se gloría + de tener en su poder la profecía original, además que los + terremotos que suceden le confirman en su creencia. + + Apenas acababa de erigirse en juez único el espíritu privado, + ya la Alemania estaba inundada de sangre por las atrocidades + del más furioso fanatismo. Matías Harlem, anabaptista, puesto + á la cabeza de una turba feroz, manda saquear las iglesias, + destrozar sus ornamentos y quemar todos los libros como impíos + ó inútiles, exceptuando sólo la Biblia. Situado en Múnster, + que él llama _La Montaña de Sión_, hace llevar á sus pies todo + el oro y plata y joyas preciosas que poseen los habitantes, + lo deposita en un tesoro común, y nombra diáconos para la + distribución. Obliga á todos sus discípulos á comer en común, + á vivir en perfecta igualdad y á prepararse para la guerra + que habían de emprender, saliendo de la _Montaña de Sión_, + _para someter_, según decía, _á su poder todas las naciones + de la tierra_; y mueren por fin en un arrojo temerario, en + que se prometía que, _cual nuevo Gedeón_, exterminaría con + un puñado de hombres el _ejército de los impíos_. No faltó á + Matías un heredero de fanatismo, presentándose luego Becold, + quizás más conocido bajo el nombre de Juan de Leyde. Este + fanático, sastre de profesión, echó á correr desnudo por las + calles de Múnster gritando: _El rey de Sión viene_. Entró en + su casa, se encerró allí por tres días, y, cuando el pueblo + se presentó preguntando por el, aparentó que no podía hablar. + Como otro Zacarías, pidió por señas recado de escribir, y + escribió que Dios le había revelado que el pueblo había de + ser regido por jueces, á imitación del pueblo de Israel. + Nombró doce jueces, escogiendo aquellos que le eran más + adictos, y hasta que la autoridad de los nuevos magistrados + fué reconocida, tuvo él la precaución de no dejarse ver de + nadie. Estaba ya asegurada en cierto modo la autoridad del + nuevo profeta, pero no se contentó con el mando efectivo, sino + que le ambicionó rodeado de toda pompa y majestad; propúsose + nada menos que proclamarse _rey_. En tan lastimoso vértigo + estaban los fanáticos sectarios, que no le fué difícil salir + á cabo con su loca empresa: no se necesitaba más que jugar + una grosera farsa. Un platero, que estaba en inteligencia con + el aspirante á rey, y que también se hallaba iniciado en el + arte de profetizar, se presenta á los _jueces de Israel_ y les + habla de esta manera: _He aquí lo que dice el Señor Dios, el + Eterno: como en otro tiempo yo establecí á Saúl sobre Israel, + y después de él á David, no siendo más que un simple pastor, + así establezco hoy á Becold, mi profeta, rey de Sión_. Los + jueces no podían determinarse á renunciar; pero Becold aseguró + que también había tenido él la misma revelación, que la había + callado por humildad, pero que, habiendo Dios hablado á otro + profeta, era menester resignarse á subir al trono, _para + cumplir las órdenes del Altísimo_. Los jueces insistieron + en que se convocase al pueblo, que en efecto se reunió en + la plaza del mercado; y allí, habiéndosele presentado por + un _profeta_ de parte de Dios una espada desnuda _en señal + de quedar constituído justiciero sobre toda la tierra para + extender el imperio de Sión por los cuatro ángulos del + mundo_, fué proclamado rey con ruidosa alegría, y coronado + solemnemente en 24 de junio de 1534. Como se había casado con + la esposa de su predecesor, la elevó también á la dignidad + real; pero, si bien á ésta sola la miró como reina, no dejó de + tener hasta diez y siete mujeres; todo conforme á la _santa_ + libertad que en esta materia había proclamado. Las orgías, los + asesinatos, las atrocidades y delirios de todas clases que se + siguieron, no hay por qué referirlo: pudiendo asegurarse que + los 16 meses del reinado de este frenético no fueron más que + una cadena de crímenes. Clamaron los católicos contra tamaños + excesos; clamaron también, es verdad, los protestantes; pero + ¿quién tenía la culpa? ¿no eran aquellos que habían proclamado + la resistencia á la autoridad de la Iglesia, y que habían + arrojado la Biblia en medio de aquellos miserables, para que + con la interpretación individual se les trastornase la cabeza, + y se arrojaran á proyectos tan criminales como insensatos? + Así lo conocieron los mismos anabaptistas, y así es que se + indignaron sobremanera contra Lutero, que con sus escritos + los condenaba. Y, en efecto: quien había sentado el principio + ¿qué derecho tenía para atajar las consecuencias? Si Lutero + encontraba en la Biblia que el Papa era el Anticristo, y de + su propia autoridad se arrojaba á destruir el reino del Papa, + exhortando á todo el mundo á conjurarse contra él; ¿por qué no + podían también los anabaptistas decir: _que habían hablado con + Dios, y que habían recibido el mandato de exterminar á todos + los impíos, y de constituir un nuevo mundo en que vivieran + solamente los pios é inocentes, siendo dueños de todas las + cosas_? + + Hermán predicando la _matanza de todos los sacerdotes y + magistrados del mundo_; David Jorge proclamando que sólo + su doctrina era perfecta, que _la del antiguo y nuevo + Testamento era imperfecta, y que él era el verdadero Hijo de + Dios_; Nicolás desechando la fe y el culto como inútiles, + despreciando los preceptos fundamentales de la moral, y + enseñando que _era bueno perseverar en el pecado para que + la gracia pudiese abundar_; Macket pretendiendo que había + descendido sobre el el espíritu del Mesías, enviando á dos + de sus discípulos, Arthington y Coppinger, á vocear por las + calles de Londres _que el Cristo venía allí con su vaso en + la mano_, y clamando él mismo á la vista del cadalso y en el + trance del suplicio: «_¡Jehovah! ¡Jehovah! ¿no veis que los + cielos se abren, y á Jesucristo que viene á libertarme?_» Esos + deplorables espectáculos, y cien y cien otros que podríamos + recordar, son pruebas harto evidentes del terrible fanatismo + nutrido y avivado por el sistema protestante. Venner, Fox, + William Sympson, J. Naylor, el conde Tinzendorf, Wesley, el + barón de Sweedenborg, y otros nombres semejantes, bastan + para recordar un conjunto de sectas tan locas, y una serie + de extravagancias y crímenes tales, que darían materia para + formar gruesos volúmenes donde se presentarían los cuadros más + ridículos y más negros, las mayores miserias y extravíos del + espíritu humano. Eso no es fingir, no es exagerar; ábrase la + historia, consúltense los autores, no precisamente católicos, + sino protestantes, ó sean cuales fueren; por dondequiera se + encontrarán abundancia de testigos que deponen de la verdad de + esos hechos; hechos ruidosos, sucedidos á la luz del día, en + medio de grandes capitales, en tiempos que casi tocan á los + nuestros. Y no se crea que se haya agotado con el transcurso + del tiempo ese manantial de ilusión y de fanatismo; á lo que + parece, no lleva camino de cegarse, y la Europa está condenada + todavía á escuchar la relación de otras visiones como la + acaecida en la fonda de Londres al barón de Sweedenborg, y á + ver pasaportes de tres sellos como los que despacha para el + cielo Juana Soutchote. + + [12] Pág. 86.--Nada más palpable que la diferencia que media + en este punto entre los protestantes y los católicos. En ambas + partes hay personas que se pretenden favorecidas con visiones + celestiales; pero con las visiones los protestantes se vuelven + orgullosos, turbulentos, frenéticos, mientras los católicos + ganan en humildad, y en espíritu de paz y de amor. En el mismo + siglo XVI, cuando el fanatismo de los protestantes llevaba + revuelta la Europa entera, y la inundaba de sangre, había en + España una mujer que, á juicio de los protestantes y de los + incrédulos, debe de ser una de las que más han adolecido de + achaque de ilusión y fanatismo; pero el pretendido fanatismo + de esa mujer, ¿hizo derramar acaso, ni una gota de sangre, ni + una sola lágrima? Y sus visiones ¿eran acaso órdenes del cielo + para exterminar á los hombres como desgraciadamente sucedía + entre les protestantes? Después que en la nota anterior se + habrá horrorizado el lector con las visiones de los sectarios, + quizás no le desagradará tener á la vista un cuadro tan bello + como apacible. + + Es Santa Teresa, que, escribiendo su propia vida, por motivos + de pura obediencia, nos refiere sus visiones con un candor + angelical, con una dulzura inefable. «Quiso el Señor que + viese aquí algunas veces esta visión, veía un ángel cabe mí, + hacia el lado izquierdo, en forma corporal; lo que no suelo + ver, sino por maravilla, aunque muchas veces se me representan + ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada, que dije + primero. En esta visión quiso el Señor le viese ansí, no era + grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido, + que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se + abrasan: deben ser los que llaman serafines; que los nombres + no me los dicen; mas, bien veo que en el cielo hay tanta + diferencia de unos ángeles á otros, y de otros á otros, que no + lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y + al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me + parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba á + las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me + dejaba toda abrasada en amor grande de Dios.» (_Vida de Santa + Teresa_, capítulo 29, n.º 11.) + + He aquí otra muestra: «Estando en esto, veo sobre mi cabeza + una paloma bien diferente de las de acá, porque no tenía estas + plumas, sino las de unas conchitas, que echaban de sí gran + resplandor. Era grande más que paloma, paréceme que oía el + ruido que hacia con las alas. Estaría aleando por espacio de + una Avemaría. Ya el alma estaba de tal suerte, que perdiéndose + á sí de sí la perdió de vista. Sosegóse el espíritu con tan + buen huésped, que, según mi parecer, la merced tan maravillosa + le debía de desasosegar y espantar, y como comenzó á gozarla, + quitósele el miedo y comenzó la quietud con el gozo, quedando + en arrobamiento.» (_Vida_, cap. 28, n.º 7.) + + Difícil será encontrar algo de tan bello, expresado con tan + vivo colorido, y con tan amable sencillez. + + No será inoportuno el copiar otros dos trozos de distinto + género, que, al paso que harán sensible lo que nos proponemos + evidenciar, podrán contribuir á despertar la afición hacia + cierta clase de escritores castellanos que van cayendo en + olvido entre nosotros, mientras los extranjeros los buscan con + afán, y hacen de ellos lujosas ediciones. + + »Estando una vez en las horas con todas, de presto se recogió + mi alma, y parecióme ser como un espejo claro toda, sin haber + espaldas, ni lado, ni alto, ni bajo, que no estuviese toda + clara, y en el centro de ella se me representó Cristo Nuestro + Señor como le suelo ver. Parecíame en todas las partes de mi + alma, le veía claro como en un espejo, y también este espejo + (yo no sé decir cómo) se esculpía todo en el mismo Señor, + por una comunicación que yo no sabré decir, muy amorosa. Sé + que me fué esta visión de gran provecho, cada vez que se me + acuerda, en especial cuando acabo de comulgar. Dióseme á + entender que estar una alma en pecado mortal, es cubrirse este + espejo de gran niebla, y quedar muy negro, y ansí no se puede + representar, ni ver este Señor, aunque esté siempre presente + dándonos el ser, y que los herejes, es como si el espejo fuese + quebrado, que es muy peor que obscurecido. Es muy diferente + el cómo se ve, á decirse, porque se puede mal dar á entender. + Mas hame hecho mucho provecho y gran lástima de las veces que, + con mis culpas, obscurecí mi alma, para no ver este Señor.» + (_Vida_, capítulo 40, número 4.) + + En otro lugar explica un modo de ver las cosas en Dios, y + presenta su idea bajo una imagen tan brillante y grandiosa, + que nos parece que leemos á Malebranche explanando su famoso + sistema. + + «Digamos ser la Divinidad como un claro diamante muy mayor + que todo el mundo, ó espejo, á manera de lo que dije del alma + en otra visión, salvo que es por tan sublime manera que yo no + lo sabré encarecer, y que todo lo que hacemos se ve en este + diamante, siendo de manera que él encierra todo en sí, porque + no hay nada que salga fuera de esta grandeza. Cosa espantosa + me fué en tan breve espacio ver tantas cosas juntas aquí + en este claro diamante, y lastimosísima cada vez que se me + acuerda ver que cosas tan feas se me representan en aquella + limpieza de claridad, como eran mis pecados.» (_Vida_, cap. + 40, número 7.) + + Supongamos ahora con los protestantes que todas esas visiones + no sean más que pura ilusión; pues es evidente que ni + extravían las ideas, ni corrompen las costumbres, ni perturban + el orden público; y ciertamente que, aun cuando no hubieran + servido más que para inspirar tan hermosas páginas, no habría + por qué dolernos de la ilusión. Y he aquí confirmado lo que he + dicho sobre los saludables efectos que produce en las almas + el principio católico, no dejándolas cegar por el orgullo, + ni andar por caminos peligrosos, antes limitándolas á un + círculo, desde el cual no pueden dañar á nadie, si es que sus + favores del cielo no sean más que ilusión, y no perdiendo nada + de su fuerza y energía para hacer el bien, dado caso que su + inspiración sea una realidad. + + Mil y mil otros ejemplos podría citar; pero, en obsequio de + la brevedad, me he limitado á uno solo, escogiendo á Santa + Teresa, ya por ser una de las que más se han distinguido en la + materia, ya por ser contemporánea de las grandes aberraciones + de los protestantes, ya también por ser española; aprovechando + esta oportunidad de recordarla á los españoles que empiezan á + olvidarla. + + [13] Pág. 96.--He indicado las sospechas que inspiraban + algunos de los corifeos de la reforma, de que, procediendo de + mala fe, no dando asenso á lo mismo que predicaban, tratasen + únicamente de alucinar á sus prosélitos. No quiero que se diga + que he andado con ligereza en achacarles ese cargo, y así + produciré algunas pruebas que garanticen mi aserción. + + Oigamos al mismo Lutero. «Muchas veces pienso á mis solas + que casi no sé dónde estoy, ni si enseño la verdad ó no.» + «Saepe sic mecum cogito: propemodum nescio quo loco sim, et + utrum veritatem doceam, necne.» (Luther, colloquio. Isleb. de + Christo.) Y éste es el mismo hombre que decía: «Es cierto que + yo he recibido mis dogmas del cielo: no permitiré que juzguéis + de mi doctrina, ni vosotros, ni los mismos ángeles del cielo.» + «Certum est dogmata mea habere me de coelo. Non sinam vel vos + vel ipsos angelos de coelo de mea doctrina iudicare.» (Luth. + Contra Reg. Ang.) Juan Metthei, que publicó algunos escritos + sobre la vida de Lutero, y que se deshace en alabanzas del + heresiarca, nos ha conservado una anécdota curiosa sobre las + convicciones de Lutero; dice así: «Un predicante llamado Juan + Musa me contó que cierta vez se había lamentado con Lutero, + de que no podía resolverse á creer lo que predicaba á los + otros. _Bendito sea Dios_, respondió Lutero, _pues que sucede + á los demás lo mismo que á mí: antes creía yo que sólo á mí me + sucedía_.» (Ioannes Matthesius, condone 12.) + + Las doctrinas de la incredulidad no se hicieron esperar mucho, + y quizás no se figurarían algunos lectores que se hallen + consignadas expresamente en varios lugares de las obras de + Lutero. «Es verosímil, dice, que, excepto pocos, todos duermen + insensibles.» «Soy de parecer que los muertos están sepultados + en tan inefable y admirable sueño, que sienten ó ven menos que + los que duermen con sueño común.» «Las almas de los muertos no + entran ni en el purgatorio ni en el infierno.» «El alma humana + duerme embargados todos los sentidos.» «En la mansión de los + muertos no hay tormentos.» «Verisimile est, exceptis paucis, + omnes dormire insensibiles.» «Ego puto mortuos sic ineffabili, + et miro somno sopitos, ut minus sentiant aut videant, quam + hi qui alias dormiunt.» «Animae mortuorum non ingrediuntur + in purgatorium nec infernum.» «Anima humana dormit omnibus + sensibus sepultis.» «Mortuorum locus cruciatus nullus habet.» + (Tom. 2, Epist Latin Isleb. fol. 44. Tom. 6, Lat. Wittemberg, + in cap. 2, cap. 23, cap. 25, cap. 42, et cap. 49. Genes. et + Tom. 4, Lat Wittemberg, fol. 109.) No faltaba quien recogiese + semejantes doctrinas, y los estragos que tal enseñanza andaba + haciendo eran tales, que el luterano Brentzen, discípulo y + sucesor de Lutero, no dudaba en decir lo siguiente: «_Aunque + no exista entre nosotros ninguna profesión pública de que el + alma perezca con el cuerpo, y que no haya resurrección de + muertos, sin embargo, la vida impurísirna y profanísima que + la mayor parte lleva, indica bien á las claras que no creen + que haya otra vida. Y á algunos se les escapan ya semejantes + expresiones, no sólo entre el calor de los brindis, sí que + también en la templanza de las conversaciones familiares._» + Etsi inter nos nulla sit publica professio, quod anima simul + cum corpore intereat, et quod non sit mortuorum resurrectio: + tamen impurissima et profanissima illa vita, quam maxima + pars hominum sectatur, perspicue indicat quod non sentiat + vitam post hanc. Nonnullis etiam tales voces, tam ebriis inter + pocula excidunt, quam sobriis in familiaribus colloquiis. + (_Brentius, hom. 35, in cap. 20, Luc._) + + En el mismo siglo XVI no faltaron algunos que, sin curarse de + dar su nombre á esta ó aquella secta, profesaban sin rebozo la + incredulidad y escepticismo. Sabido es que al famoso Gruet le + costó la cabeza su atrevimiento en este punto; y no fueron los + católicos los que se la hicieron cortar, sino los calvinistas, + que llevaban á mal el que este desgraciado se hubiese tomado + la libertad de pintar con sus verdaderos colores el carácter + y la conducta de Calvino, y de fijar en Ginebra algunos + pasquines en que acusaba de inconsecuencia á los pretendidos + reformados, por la tiranía que querían ejercer sobre las + conciencias, después de haber sacudido ellos mismos el yugo + de la autoridad. Todo esto sucedía no mucho después de haber + nacido el Protestantismo, pues que la sentencia de Gruet fué + ejecutada en el año 1549. + + Montaigne, á quien he señalado como uno de los primeros + escépticos que alcanzaron mucha nombradía, llevaba la cosa + tan allá, que ni siquiera admite ley natural. «Graciosos + están, dice, cuando, para dar alguna certeza á las leyes, + asientan que hay algunas, firmes, perpetuas é inmutables, que + ellos llaman naturales, grabadas en el linaje humano por la + condición de su propia esencia.» «_Ils sont plaisants quand, + pour donner quelque certitude aux lois, ils disent qu'il y en + a aucunes, fermes, perpétuelles et immuables, qu'ils nomment + naturelles, qui sont empreintes en l'humain genre par la + condition de leur propre essence, etc._» (_Montaigne Es. Tom. + 2, cap. 12._) + + Ya hemos visto lo que pensaba Lutero sobre la muerte, ó al + menos las expresiones que sobre este particular se le habían + escapado; no es extraño, pues, que Montaigne pretendiese morir + como verdadero incrédulo, y que hablando de este terrible + trance dijera: «Estúpidamente, y con la cabeza baja, me + sumerjo en la muerte, sin considerarla ni reconocerla, como + en una profundidad silenciosa y obscura que me traga de un + golpe, y me ahoga en un instante, en un hondo sueño lleno + de insensibilidad y de indolencia.» «_Je me plonge, la tête + baissée, stupidement dans la mort, sans la considérer et + reconnaître, comme dans une profondeur muette et obscure, + qui m'engloutit d'un saut, et m'étouffe en un instant d'un + puissant sommeil plein d'insipidité et d'indolence._» + (_Montaigne Livr. 3, chap. 9._) + + Pero este hombre, que deseaba que la muerte le sorprendiese + plantando sus hortalizas, y sin curarse de ella (_Je veux que + la mort me trouve plantant mes choux, mais sans me soucier + d'elle_), no lo pensó así en sus últimos momentos; pues que, + estando para expirar, quiso que se celebrara en su mismo + aposento el santo sacrificio de la misa, y expiró en el mismo + instante en que acababa de hacer un esfuerzo para levantarse + sobre su cama en el acto de la adoración de la Sagrada Hostia. + Bien se ve que no había quedado estéril en su corazón aquel + pensamiento con que hablando de la religión cristiana decía: + «El orgullo es lo que aparta al hombre de los caminos comunes, + que le hace abrazar novedades, prefiriendo ser jefe de una + tribu errante y descaminada, enseñando el error y la mentira, + á ser discípulo de la escuela de la verdad.» Acordaríase + también de lo que había dicho en otro lugar, condenando de un + rasgo todas las sectas disidentes: «En materia de religión es + preciso atenerse á los que son establecidos jefes de doctrina + y que tienen una autoridad legítima, y no á los más sabios y á + los más hábiles.» «_En matière de religion il faut s'attacher + à ceux qui sont établis juges de la doctrine, et qui ont + une autorité légitime, non pas aux plus savants et aux plus + habiles._» + + Por lo que acabo de decir, se echa de ver con cuánta razón + he culpado al Protestantismo de haber sido una de las + principales causas de la incredulidad en Europa. Repito aquí + lo que he dicho en el texto: que no es mi ánimo desconocer + los esfuerzos que hicieron algunos protestantes para oponerse + á la incredulidad; pues lo que ataco no son las personas, + sino las cosas, y respeto el mérito dondequiera que se + encuentre. Añadiré también que, si en el siglo XVII se notó + que no pocos protestantes tendían hacia el Catolicismo, debió + de ser á causa de que veían los progresos que iba haciendo + la incredulidad; progresos que no era posible atajar, sino + asiéndose del áncora de la autoridad que les ofrecía la + Iglesia Católica. + + No me es posible, sin salir de los límites que me he + prefijado, dar noticias circunstanciadas sobre la + correspondencia entre Molano y el obispo de Tyna, y entre + Leibnitz y Bossuet; pero los lectores que quieran instruirse á + fondo en la materia, podrán verlo, parte en las mismas obras + de Bossuet, parte en la interesante obra del abate Bausset, + que precede á la edición de las obras de Bossuet, hecha en + París en 1814. + + [14] Pág. 143.--Para formarse idea del estado de la _ciencia_ + al tiempo de la aparición del Cristianismo, y convencerse + de lo que podía esperarse del espíritu humano, abandonado + á sus propias luces, basta recordar las monstruosas sectas + que pululaban por doquiera, en los primeros siglos de la + Iglesia, y que reunían en sus doctrinas la mezcolanza más + informe, más extravagante é inmoral, que concebirse pueda. + Cerinto, Menandro, Ebión, Saturnino, Basílides, Nicolao, + Carpocrates, Valentino, Marción, Montano y otros, son nombres + que recuerdan sectas donde el delirio andaba hermanado con + la inmoralidad. Echando una ojeada sobre aquellas sectas + filosófico-religiosas, se conoce que ni eran capaces de + concebir un sistema filosófico un poco concertado, ni de idear + un conjunto de doctrinas y prácticas, que pudiese merecer el + nombre de religión. Todo lo trastornan, todo lo mezclan y + confunden; el judaísmo, el Cristianismo, los recuerdos de las + antiguas escuelas, todo se amalgama en sus delirantes cabezas; + no olvidándose, empero, de soltar la rienda á todo linaje de + corrupción y obscenidad. + + Abundante campo ofrecen aquellos siglos á la verdadera + filosofía para conjeturar lo que hubiera sido del humano + saber, si el Cristianismo no hubiese alumbrado el mundo con + sus doctrinas celestiales; si no hubiese venido esa religión + divina á confundir el desatentado orgullo del hombre, + mostrándole cuán vanos é insensatos eran sus pensamientos, + y cuán descarriado andaba del camino de la verdad. ¡Cosa + notable! ¡Y esos mismos hombres cuyas aberraciones hacen + estremecer, se apellidaban á sí mismos _Gnósticos_, por el + superior conocimiento de que se imaginaban dotados! Está + visto: el hombre en todos los siglos es el mismo. + + [15] Pág 205.--He creído que no dejaría de ser útil copiar + aquí literalmente los cánones á que hice referencia en el + texto. Así podrán los lectores enterarse por sí mismos de su + contenido, y no podrá caber sospecha de que, extrayendo la + especie del canon, se le haya atribuído un sentido de que + carecía. + + + Cánones y otros documentos que manifiestan la solicitud de la + Iglesia en aliviar la suerte de los esclavos, y los diferentes + medios de que se valió para llevar á cabo la abolición de la + esclavitud. + + + § I + + + (Concilium Eliberitanum, anno 305.) + + Se impone penitencia á la señora que maltrata á su esclava. + + «Si qua domina furore zeli accensa flagris verberaverit + ancillam suam, ita ut in tertium diem animam cum cruciatu + effundat; eo quod incertum sit, voluntate an casu occiderit; + si voluntate, post septem annos, si casu, post quinquenii + tempora, acta legitima poenitentia, ad communionem placuit + admiti. Quod si infra tempora constituta fuerit infirmata, + accipiat communionem.» (Canon 5.) + + Nótese que la palabra _ancillam_ expresa una esclava + propiamente tal, no una sirvienta cualquiera, como se entiende + de aquellas otras palabras _flagris verberaverit_, que era el + castigo propio de los esclavos. + + + (Concilium Epaonense, anno 517.) + + Se excomulga al dueño que por autoridad propia mata á su + esclavo. + + «Si quis servum proprium sine conscientia iudicis occiderit, + excommunicatione biennii effusionem sanguinis expiabit.» + (Canon 34.) + + Esta misma disposición se halla repetida en el canon 15 del + concilio 17 de Toledo, celebrado en el año 694, copiándose el + mismo canon del concilio de Epaona, con muy ligera variación. + + (Ibíd.) El esclavo reo de un delito atroz, se libra de + suplicios corporales, refugiándose en la iglesia. + + «Servus reatu atrociore culpabilis si ad ecclesiam confugerit, + a corporalibus tantum suppliciis excusetur. De capillis vero, + vel quocumque opere, placuit a dominis iuramenta non exigi.» + (Canon 39.) + + + (Concilium Aurelianense quintum, anno 549.) + + Precauciones muy notables para que los amos no maltratasen á + los esclavos que se habían refugiado en las iglesias. + + «De servis vero, qui pro qualibet culpa ad ecclesiae septa + confugerint, id statuimus observandum, ut sicut in antiquis + constitutionibus tenetur scriptum, pro concessa culpa datis a + domino sacramentis, quisquis ille fuerit, expediatur de venia + iam securus. Enim vero si immemor fidei dominus trascendisse + convincitur quod iuravit, ut is qui veniam acceperat, probetur + postmodum pro ea culpa qualicumque supplicio cruciatus, + dominus ille qui immemor fuit datae fidei, sit ab omnium + communione suspensus. Iterum si servus de promissione veniae + datis sacramentis a domino iam securus exire noluerit, ne + sub tali contumacia requirens locum fugae, domino fortasse + dispereat, egredi nolentem a domino eum liceat occupari, + ut nullam, quasi pro retentatione servi, quibuslibet modis + molestiam, aut calumniara patiatur ecclesia: fidem tamen + dominus, quam pro concessa venia dedit, nulla temeritate + trascendat. Quod si aut gentilis dominus fuerit, aut alterius + sectae, qui a conventu ecclesiae probatur extraneus, is qui + servum repetit, personas requirat bonae fidei chistianas, + ut ipsi in persona domini servo praebeant sacramenta: quia + ipsi possunt servare quod sacrum est, qui pro transgressione + ecclesiasticam metuunt disciplinam.» (Can. 22.) + + Difícil es llevar más allá la solicitud para mejorar la suerte + de los esclavos, de lo que se deduce del curioso documento que + se acaba de copiar. + + + (Concilium Emeritense, anno 666.) + + Se prohibe á los obispos la mutilación de sus esclavos, y se + ordena que su castigo se encargue el juez de la ciudad, pero + sin raparlos torpemente. + + «Si regalis pietas pro salute omnium suarum legum dignata est + ponere decreta, cur religio sancta per sancti concilii ordinem + non habeat instituta, quae omnino debent esse cavenda? Ideoque + placuit huic sancto concilio, ut omnis potestas episcopalis + modum suae ponat irae; nec pro quolibet excessu cuilibet ex + familia ecclesiae aliquod corporis membrorum sua ordinatione + praesumat extirpare, aut auferre. Quod si talis emerserit + culpa advocato iudice civitatis, ad examen eius deducatur quod + factum fuisse asseritur. Et quia omnino iustum est ut pontifex + saevissimam non impendant vindictam; quidquid coram iudice + verius patuerit, per disciplinae severitatem absque turpi + decalvatione maneat emendatum.» (Can 15.) + + + (Concilium Teletanum undecimum, anno 675.) + + Se prohibe á los sacerdotes la mutilación de los esclavos. + + «His a quibus domini sacramenta tractanda sunt, iudicium + sanguinis agitare non licet: et ideo magnopere talium + excessibus prohibendum est; ne indiscretae praesumptionis + motibus agitati, aut quod morte plectendum est, sententia + propriae iudicare praesumant, aut truncationes quaslibet + membrorum quibuslibet personis aut per se inferant, aut + inferendas praecipiant. Quod si quisquam horum immemor + praeceptorum, aut ecclesiae, suae familiis, aut in quibuslibet + personis tale quid fecerit, et concessi ordinis honore + privatus, et loco suo, perpetuo damnationis teneatur religatus + ergastulo: cui tamen communio exeunti ex hac vita non neganda + est, propter domini misericordiam, _qui non vult peccatoris + mortem, sed ut convertatur et vivat_.» (Can. 6.) + + Es de notar que, cuando en los dos cánones últimamente + citados se usa de la palabra _familia_, se deben entender los + esclavos. Que ésta es la verdadera acepción de la palabra se + deduce claramente del canon 74 del concilio 4.º de Toledo, + celebrado en el año 633, donde se lee: De _familiis_ ecclesiae + constituere presbiteros et diaconos per parochias liceat..... + ea tamen ratione ut _antea manumissi libertatem status sui + percipiant_.» Lo mismo se deduce del sentido en que emplea + esta palabra el Papa San Gregorio, en su epístola 44, 1. 4. + + + (Concilium Wormatiense, anno 868.) + + Se impone penitencia al amo que por autoridad propia mata á su + esclavo. + + «Si quis servum proprium sine conscientia iudicum qui + tale quid commisserit, quod morte sit dignum, occiderit, + excommunicatione vel poenitentia biennii, reatum sanguinis + emendabit.» (Can. 38) + + «Si qua femina furore zeli accensa, flagris verberaverit + ancillam suam, ita ut intra tertium diem animam suam cum + cruciata efiundat, eo quod incertum sit voluntate, an casu + occiderit; si voluntate, septem annos, si casu, per quinque + annorum tempora legitimam peragat poenitentiam.» (Can. 39.) + + + (Concilium Arausicanum primum, anno 441.) + + Se reprime la violencia de los que se vengaban del asilo + dispensado á los esclavos, apoderándose de los de la Iglesia. + + «Si quis autem mancipia clericorum pro suis mancipiis ad + ecclesiam fugientibus crediderit occupanda, per omnes + ecclesias districtissima damnatione feriatur.» (Can. 6.) + + + § II + + (Ibíd) Se reprime á los que atentan en cualquier sentido + contra la libertad de los manumitidos en la Iglesia, ó que le + hayan sido recomendados por testamento. + + «In ecclesia manumissos, vel per testamentum ecclesiae + commendatos, si quis in servitutem, vel obsequium, vel ad + colonariam conditionem imprimere tentaverit, animadversione + ecclesiastica coerceatur.» (Can. 7.) + + + (Concilium quintum Aurelianense, anno 549.) + + Se asegura la libertad de los manumitidos en las iglesias; + y se prescribe que éstas se encarguen de la defensa de los + libertos. + + «Et quia plurimorum suggestione comperimus, eos qui in + ecclesiis iuxta patrioticam consuetudinem a servitiis fuerunt + absoluti, pro libito quorumcumque iterum ad servitium + revocari, impium esse tractavimus, ut quod in ecclesia Dei + consideratione a vinculo servitutis absolvitur, irritum + habeatur. Ideo pietatis causa communi concilio placuit + observandum, ut quaecumque mancipia ab ingenuis dominis + servitute laxantur, in ea libertate maneant, quam tunc a + dominis perceperunt. Huiusmodi quoque libertas si a quocumque + pulsata fuerit, cum iustitia ab ecclesiis defendatur, praeter + eas culpas, pro quibus leges collatas servis revocare + iusserunt libertates.» (Can. 7.) + + + (Concilium Masticonense secundum, anno 585.) + + Se prescribe que la Iglesia defienda á los libertos, ora hayan + sido manumitidos en el templo, ora hayan pasado largo tiempo + disfrutando la libertad. Se reprime la arbitrariedad de los + jueces que atropellaban á esos desgraciados, y se dispone que + los obispos conozcan de estas causas. + + «Quae dum postea universo coetui secundum consuetudinem + recitata innotescerent, Praetextatus et Pappulus viri + beatissimi dixerunt: Decernat itaque, et de miseris libertis + vestrae auctoritatis vigor insignis, qui ideo plus a iudicibus + affliguntur, quia sacris sunt commendati ecclesiis; ut + si quas quispiam dixerit contra eos actiones habere, non + audeat eos magistratus contradere; sed in episcopi tantum + iudicio, in cuius praesentia litem contestans quae sunt + iustitiae ac veritatis audiat. Indignum est enim, ut hi qui + in sacrosancta ecclesia iure noscuntur legitimo manumissi aut + per epistolam, aut per testamentum aut per longinquitatem + temporis libertatis iure fruuntur, a quolibet iniustissime + inquietentur Universa sacerdotalis Congregatio dixit: Iustum + est, ut contra calumniatorum omnium versutias defendantur, qui + patrocinium immortalis ecclesiae concupiscunt. Et quicumque a + nobis de libertis latum decretum; superbiae ausu praevaricare + tentaverit, irreparabili damnationis suae sententia feriatur. + Sed si placuerit episcopu ordinarium iudicem, aut quemlibet + alium saecularem, in audientiam eorum accerseri, cum libuerit + fiat, et nullus alius audeat causas pertractare libertorum + nisi episcopus cuius interest, aut is cui idem audiendum + tradiderit.» (Can. 7.) + + + (Concilium Parisiense quintum, anno 614.) + + Se encarga á los sacerdotes la defensa de los manumitidos. + + «Liberti quorumcumque ingenuorum a sacerdotibus defensentur, + nec ad publicum ulterius revocentur. Quod si quis ausu + temerario eos imprimere voluerit, aut ad publicum revocare, et + admonitus per pontificem ad audientiam venire neglexerit, aut + emendare quod perpetravit distulerit, communione privetur.» + (Can. 5.) + + + (Concilium Toletanum tertium, anno 589.) + + Se prescribe que los manumitidos recomendados á las iglesias + sean protegidos por los obispos. + + «De libertis autem id Dei praecipiunt sacerdotes, ut si qui + ab episcopis facti sunt secundum modum quo canones antiqui + dant licentiam, sint liberi; et tantum a patrocinio ecclesiae + tam ipsi quam ab eis progeniti non recedant. Ab aliis quoque + libertati traditi, et ecclesiis commendati, patrocinio + episcopali tegantur, a principe hoc episcopus postulet.» (Can. + 6.) + + + (Concilium Toletanum quartum, anno 633.) + + Se manda que la Iglesia se encargue de defender la libertad y + el peculio de los manumitidos recomendados á ella. + + «Liberti qui a quibuscumque manumissi sunt, atque ecclesiae + patrocinio commendati existunt, sicut regulae antiquorum + patrum constituerunt, sacerdotali defensione a cuiuslibet + insolentia protegantur; sive in statu libertatis eorum, seu in + peculio quod habere noscuntur.» (Can. 72.) + + + (Concilium Agathense, anno 506.) + + Se dispone que la Iglesia defienda á los manumitidos; y + se habla en general, prescindiendo de que le hayan sido + recomendados ó no. + + «Libertos legitime a dominis suis factos ecclesia, si + necessitas exigerit, tueatur quos si quis ante audientiam, + aut pervadere aut expoliare praesumpserit, ab ecclesia + repellatur.» (Can. 29.) + + + § III + + Se dispone que se atienda á la redención de los cautivos; y + que á este objeto se pospongan los intereses de la Iglesia, + por desolada que se halle. + + «Sicut omnino grave est, frustra ecclesiastica ministeria + venundare, sic iterum culpa est, imminente huiusmodi + necessitate, res maxime desolatae Ecclesiae captivis suis + praeponere, et in eorum redemptione cessare.» (Caus. 12. Q 2.ª + Can. 16.) + + Notables palabras de San Ambrosio sobre la redención de los + cautivos. Para atender á tan piadoso objeto, el santo obispo + quebranta y vende los vasos sagrados. + + + (S. Ambrosius, de Off. L. 2, cap. 15.) + + (§ 70) «Summa etiam liberalitas captos redimere, eripere ex + hostium manibus, subtrahere neci homines, et maxime faeminas + turpidini, reddere parentibus liberos, parentes liberis, cives + patriae restituere. Nota sunt haec nimis Illiriae vastitate et + Thraciae: quanti ubique venales erant captivi orbe.....» + + Ibíd. (§ 71.) «Praecipua est igitur liberalitas, redimere + captivos et maxime ab hoste barbaro, qui nihil deferat + humanitatis ad misericordiam, nisi quod avaritia reservaverit + ad redemptionem.» + + Ib. L. 2. C. 2. (§ 13.) «_Ut nos aliquando in invidiam + incidimus, quod confregerimus vasa mistica, ut captivos + redimeremus_, quod arrianis displicere potuerat, nec + tam factum displicerit, quam ut esset quod in nobis + reprehenderetur.» + + Estos nobles y caritativos sentimientos no eran sólo de San + Ambrosio; sus palabras son la expresión de los sentimientos + de toda la Iglesia. A más de diferentes pruebas que podría + traer aquí, y de lo que se deduce de los cánones que insertaré + á continuación, es digna de notarse la sentida carta de San + Cipriano, de la cual copiaré algunos trozos, en los cuales + están compendiados los motivos que impulsaban á la Iglesia en + tan piadosa tarea, y vivamente pintados el celo y la caridad + con que la ejercía: + + «Cyprianus, Ianuario, Maximo, Proculo, Victori, Modiano, + Nemesiano, Nampulo et Honorato fratribus salutem. Cum + maximo animi nostri gemitu et non sine lacrymis legimus + litteras vestras, fratres carissimi, quas ad nos pro + dilectionis vestrae sollicitudine de fratrum nostrorum + et sororum captivitate fecistis. Quis enim non doleat in + eiusmodi casibus, ut quis non dolorem fratris sui suum + proprium computet, cum loquatur apostolus Paulus et dicat: + _Si patitur unum membrum, compatiuntur et caetera membra; + si laetatur membrum unum, collaetantur et caetera membra?_ + (1 ad Cor., 12.) Et alio loco: _Quis infirmatur inquit et + non ego infirmor?_ (2 ad Cor., 11.) Quare nunc et nobis + captivitas fratrum nostra captivitas computanda est; et + periclitantium dolor pro nostro dolore numerandus est, cum + sit scilicet adunationis nostrae corpus unum, et non tantum + dilectio instigare nos debeat et conferare ad fratrum membra + redimenda. Nam cum denuo apostolus Paulus dicat: _Nescitis + quia templum Dei estis, et Spiritus Dei habitat in vobis?_ + (1 ad Cor., 3) etiamsi charitas nos minus adigeret ad opem + fratribus ferendam, considerandum tamen hoc in loco fuit, Dei + templum esse quae capta sunt, nec pati non longa cessatione + et neglecto dolore debere, ut diu Dei templa captiva sint; + sed quibus possumus viribus elaborare et velociter gerere + ut Christum iudicem et Dominum et Deum nostum promereamur + absequiis nostris. Nam cum dicat Paulus apostolus, _Quotquot + in Christo baptizati estis, Christum induistis_ (Ad Gal., + 3), in captivis fratribus nostris contemplandus est Christus + et redimendus de periculo captivitatis, qui nos de diaboli + faucibus exuit, nunc ipse qui manet et habitat in nobis de + barbarorum manibus exuatur, et redimatur nummaria quantitate + qui nos cruce redemit et sanguine... + + Quantus vero communis omnibus nobis moeror atque cruciatus + est de periculo virginum quae illic tenentur; pro quibus + non tantum libertatis, sed et pudoris iactura plangenda + est, nec tam vincula barbarorum quam lenonum et lupanarium + stupra deflenda sunt, ne membra Christo dicata et in aeternum + continentiae honorem pudica virtute devota, insultantium + libidine et contagione foedentur? Quae omnia istic secundum + litteras vestras fraternitas nostra cogitans et dolenter + examinans; prompte omnes et libenter ac largiter subsidia + nummaria fratribus contulerunt... + + Missimus autem sextertia centum millia nummorum, quae istic in + ecclesia cui de Domini indulgentia praesumus, cleri et plebis + apud nos consistentis collatione, collecta sunt, quae vos + illic pro vestra diligentia dispensabitis... + + Si tamen ad explorandam nostri animi charitatem, et examinandi + nostri pectoris fidem tale aliquid acciderit, nolite cunctari + nuntiare haec nobis litteris vestris, pro certo habentes + ecclesiam nostram et fraternitatem istic universam, ne haec + ultra fiant precibus orare, si facta fuerint, libenter et + largiter, subsidia praestare.» (Epist. 60)... + + Véase, pues, cómo el celo de la Iglesia por la redención + de los cautivos, que tan vivo se desplegó siglos después, + había comenzado ya en los primeros tiempos; y se fundaba en + los grandes y elevados motivos que divinizan en cierto modo + la obra, asegurando, además, á quien la ejerce, una corona + inmarcesible. + + En las obras de San Gregorio se hallarán también importantes + noticias sobre este punto (V. L. 3, ep. 16; L. 4, ep. 17; L. + 6, ep. 35; L. 7, ep. 26, 28 y 38; L. 9, ep. 17.) + + + (Concilium Masticonense secundum, anno 585.) + + Los bienes de la Iglesia se empleaban en la redención de los + cautivos. + + «Unde statuimus ac decernimus, ut nos antiquus a fidelibus + reparetur; et decimas ecclesiasticis famulantibus ceremoniis + populus omnis inferat, quas sacerdotes aut in pauperum + usum, _aut in captivorum redemptionem praerogantes_, suis + orationibus pacem populo ac salutem impetrent: si quis autem + contumax nostris statutis saluberrimis fuerit, a membris + ecclesiae omni tempore separetur.» (Can. 5.) + + + (Concilium Rhemense, anno 625 vel 630.) + + Se permite quebrar los vasos sagrados para expenderlos en la + redención de cautivos. + + «Si quis episcopus, excepto si evenerit ardua necessitas + pro redemptione captivorum, ministeria sancta frangere pro + qualicumque conditione praesumpserit, ab officio cessabit + ecclesiae.» (Can. 22.) + + + (Concilium Lugdunense tertium, anno 683.) + + Se ve, por el siguiente canon, que los obispos daban á los + cautivos cartas de recomendación; y se prescribe en él que se + pongan en ellas la fecha y el precio del rescate; y que se + expresen también las necesidades de los cautivos. + + «Id etiam de epistolis placuit captivorum, ut ita sint sancti + pontifices cauti, ut in servitio pontificibus consistentibus, + qui eorum manu vel subscriptione agnoscat epistolae aut + quaelibet insinuationum litterae dari debeant, quatenus de + subscriptionibus nulla ratione possit Deo propitio dubitare: + et epistola commendationis pro necessitate cuiuslibet + promulgata dies datarum et pretia constituta, vel necessitates + captivorum quos cum epistolis dirigunt, ibidem inserantur.» + (Can. 2.) + + + (Synodus S. Patricii Auxilii et Isernini Episcoporum in + Hibernia celebrata, circa annum Christi 450, vel 456.) + + Excesos á que eran llevados algunos eclesiásticos por un celo + indiscreto á favor de los cautivos. + + «Si quis clericorum voluerit iuvare captivo com suo pretio + illi subveniat, nam si per furtum illum inviolaberit, + blasphemantur multi clerici per unum latronem, qui sic fecerit + excommunionis sit.» (Can. 32.) + + + (Ex epistolis S. Gregorii.) + + La Iglesia gastaba sus bienes en el rescate de los cautivos, + y, aun cuando con el tiempo tuvieran facultades para + reintegrarla de la cantidad adelantada, ella no quería + semejante reintegro: les condonaba generosamente el precio del + rescate. + + «Sacrorum canonum statuta et legalis permitit auctoritas, + licite res ecclessiasticas in redemptionem captivorum impendi. + Et ideo, quia edocti a vobis sumus, ante annos fere 18 + reverendissimum quemdam Fabium, Episcopum Ecclesia Firmanae, + libras 11 argenti de eadem ecclesia pro redemptione vestra, ac + patris vestri Passivi, fratris et coepiscopi nostri, tunc vero + clerici, necnon matris vestrae, hostibus impedisse, atque ex + hoc quamdam formidinem vos habere, ne hoc quod datum est, a + vobis quolibet tempore repetatur, huius praecepti auctoritate + suspicionem vestram praevidimus auferendam; constituentes, + nullam vos exinde, haeredesque vestros quolibet tempore + repetitionis molestiam sustinere, nec a quoquam vobis aliquam + obiici quaestionem.» (Libro 8, ep. 14, et hab. Caus. 12, Q. 2, + C. 15.) + + + (Concilium Vernense secundum, anno 884.) + + Los bienes de la Iglesia servían para el rescate de los + cautivos. + + «Ecclessiae facultates quas reges et reliqui christiani + Deo voverunt, ad alimentum servorum Dei et pauperum, ad + exceptionem hospitum, _redemptionis captivorum_, atque + templorum. Dei instaurationem, nunc in usu saecularium + detinentur. Hinc multi servi Dei pecuniam cibi et potus ac + vestimentorum patiuntur, pauperes consuetam eleemosynam non + accipiunt, negliguntur hospites, _fraudantur captivi_, et fama + omnium meritu laceratur.» (Can. 12.) + + Es digno de notarse en el canon anterior el uso que hacía + la Iglesia de sus bienes; pues que vemos que, á más de la + manutención de los clérigos y los gastos del culto, servían + para el socorro de pobres, de peregrinos, y para el rescate de + los cautivos. Hago aquí esta observación, porque se ofrece la + oportunidad; y no porque sea el canon citado el único texto en + que pueda fundarse la prueba del buen uso que hacía la Iglesia + de sus bienes. Muchos son los cánones que podrían citarse, + empezando desde los llamados apostólicos; siendo de notar + la expresión de que se valen á veces para afear la maldad + de los que se apoderaban de los bienes eclesiásticos, ó los + administraban mal. _Pauperum necatores, matadores de pobres_, + se los llama, para dar á entender que uno de los principales + objetos de esos bienes era el socorro de los necesitados. + + + § IV + + + (Concilium Lugdunense secundum, anno 566.) + + Se excomulga á los que atentan contra la libertad de la + personas. + + «Et quia peccatis facientibus multi in perniciem animae suae + ita conati sunt, aut conantur assurgere, ut animas longa + temporis quiete sine ulla status sui competitione viventes, + nunc improba proditione atque traditione, aut captivaverint + aut captivare conentur, si iuxta praeceptum domini regis + emendare distulerint, quosque hos quos obduxerunt, in loco + in quo longum tempus quiete vixerint, restaurare debeant, + ecclesiae communione priventur.» (Can. 3.) + + Del canon que acabo de citar se infiere que era muy general el + abuso de apelar los particulares á la violencia para reducir + á esclavitud á personas libres. Tal era en aquella época + la situación de Europa, á causa de las irrupciones de los + bárbaros, que el poder público era débil en extremo, ó, mejor + podríamos decir, que no existía. Por esto es muy bello el ver + á la Iglesia salir en apoyo del orden público, y en defensa de + la libertad, excomulgando á los que atacaban y menospreciaban + así el precepto del rey: _praeceptum domini regis_. + + + (Concilium Rhemense, anno 625 vel 630.) + + Se reprime el mismo abuso que en el canon anterior. + + «Si quis ingenuum aut liberum ad servitium inclinare voluerit, + an fortasse iam fecit, et commonitus ab episcopo se de + inquietudine eius revocare neglexerit, aut emendare noluerit, + tanquam calumniae reum placuit sequestrari.» (Can. 17.) + + + (Concilium Confluentium, anno 922.) + + Se declara reo de homicidio al que seduce á un cristiano y lo + vende. + + «Item interrogatum est, quid de eo faciendum sit qui + christianum hominem seduxerit, et sic vendiderit; responsumque + est ab omnibus, homicidii reatum, ipsum hominem sibi + contrahere.» (Can. 7.) + + + (Concilium Londinense, anno 1102.) + + Se prohibe el comercio de hombres que se hacía en Inglaterra, + vendiéndolos como brutos animales. + + «Nequis illud _nefarium negotium_ quo hactenus in Anglia + solebant homines sicut bruta animalia venundari, deinceps + ullatenus facere praesumat.» + + Echase de ver, por el canon que acabo de citar, cuánto se + adelantaba la Iglesia en todo lo perteneciente á la verdadera + civilización. Estamos en el siglo XIX, y se mira como un + notable paso dado por la civilización moderna, el que las + grandes naciones europeas firmen tratados para reprimir el + tráfico de los negros; y por el canon citado se ve que, á + principios del siglo XI, cabalmente en la misma ciudad de + Londres, donde se ha firmado últimamente el famoso convenio, + se prohibía el tráfico de hombres, calificándole cual merece. + _Nefarium negorium: detestable negocio_, le apellida el + concilio; _tráfico infame_, le llame la civilización moderna, + heredando, sin advertirlo, sus pensamientos y hasta sus + palabras de aquellos hombres á quienes se apellida _bárbaros_, + de aquellos obispos á quienes se ha calumniado, pintándolos + poco menos que como una turba de conjurados contra la libertad + y la dicha del género humano. + + + (Synodus incerti loci, circa annum 616.) + + Se manda que las personas que se hubiesen vendido ó empeñado, + vuelvan _sin dilación_ al estado de libertad, así que + devuelvan el precio; y se dispone que no se les pueda exigir + más de lo que hubiesen recibido. + + «De ingenuis qui se pro pecunia aut alia re vendiderint, vel + oppignoraverint, placuit ut quandoquidem pretium, quantum + pro ipsis datum est, invenire potuerunt, absque dilatione + ad statum suae conditionis reddito pretio reformentur, nec + amplius quam pro eis datum est requiratur. Et interim, + si vir ex ipsis, uxorem ingenuam habuerit, aut mulier + ingenuum habuerit maritum filii qui ex ipsis nati fuerint in + ingenuitate permaneant.» (Can. 14.) + + Es tan importante el canon del concilio que acabo de citar, + celebrado, según opinan algunos, en Boneuil, que bien merece + que se hagan sobre él algunas reflexiones. Cabalmente esta + disposición tan benéfica en que se concedía al vendido el + volver á la libertad, una vez satisfecho el precio que había + recibido en la venta, atajaba un mal que debía de estar muy + arraigado en las Galias, pues que databa de muy antiguo; + supuesto que sabemos por César, citado ya en el texto, que + muchos, acosados por la necesidad, se vendían para salir de + situaciones apuradas. + + Es también muy digno de notarse lo que se dispone en el mismo + canon con respecto á los hijos de la persona vendida; pues, + ora sea el padre, ora la madre, se prescribe que, en ambos + casos, los hijos sean libres; derogándose aquí la tan sabida + regla del derecho civil: _partus sequitur ventrem_. + + + § V + + + (Concilium Aurelianense tertium, anno 538.) + + Se prohibe el devolver á los judíos los esclavos refugiados + en las iglesias, si hubieren buscado este asilo, ó bien + por obligarlos los amos á cosas contrarias á la religión + cristiana, bien por haber sido maltratados después de haberlos + sacado antes del asilo de la iglesia. + + «De mancipiis christianis, quae in iudaeorum servitio + detinentur, si eis quod christiana religio vetat, a dominis + imponitur, aut si eos quos de ecclesia excusatos tollent, + pro culpa quae remissa est, affligere aut caedere fortasse + praesumpserint, et ad ecclesiam iterato confugerint, + nullatenus a sacerdote reddantur, nisi pretium offeratur + ac detur, quod mancipia ipsa valere pronuntiaverit iusta + taxatio.» (Can. 13.) + + + (Concilium Aurelianense quartum, anno 541.) + + Se manda observar lo mandado en el precedente concilio del + mismo nombre, en el canon arriba citado. + + «Cum prioribus canonibus iam fuerit definitum, ut de mancipiis + christianis, quae apud iudaeos sunt, si ad ecclesiam + confugerint, et redimi se postulaverint, etiam ad quoscumque + christianos refugerint, et servire iudaeis noluerint, + taxato et oblato a fidelibus iusto pretio, ab eorum dominio + liberentur, ideo statuimus, ut tam iusta constitutio ab + omnibus catholicis conservetur.» (Can. 30.) + + (Ibíd.) Se castiga con la pérdida de todos los esclavos al + judío que pervierte á un esclavo cristiano. + + «Hoc etiam decernimus observandum, ut quicumque iudaeus. + proselytum, qui advena dicitur, iudaeum facere praesumpserit, + aut christianum factum ad iudaicam superstitionem adducere; + vel si iudaeus christianam ancillam suam sibi crediderit + sociandum; vel si de parentibus christianis natum, iudaeum + sub promissione fecerit libertatis, mancipiorum amissione + multetur.» (Can. 31.) + + + (Concilium Masticonense primum, anno 581.) + + Se prohibe á los judíos el tener en adelante esclavos + cristianos, y con respecto á los existentes, se permite á + cualquier cristiano el rescatarlos, pagando al dueño judío 12 + sueldos. + + «Et liceat quid de christianis qui aut de captivitatis + incursu, aut fratribus iudaeorum servitio implicantur, + debeat observari, non solum canonicis statutis, sed et + legum beneficio pridem fuerit constitutum; tamen quia + nunc item quorundam querela exorta est, quosdam iudaeos, + per civitates aut municipia consistentes, in tantam + insolentiam et proterviam prorrupisse, ut nec reclamantes + christianos liceat vel pretio de eorum servitute absolvi; + idcirco praesenti concilio, Deo auctore, sancimus ut nullus + christianus iudaeos deinceps debeat deservire; sed datis pro + quolibet bono mancipio 12 solidis, ipsum mancipium quicumque + christianus, seu ad ingenuitatem, seu ad servitium, licentiam + habeat redimendi: quia nefas est, ut quos Christus dominus + sanguinis sui effusione redemit, persecutorum vinculis maneant + irretiti. Quod si acquiescere his quae statuimus quicumque + iudaeus noluerit, quamdiu ad pecuniam constitutam venire + distulerit, liceat mancipio ipsi cum christianis ubicumque + voluerit habitare. Illud etiam specialiter sancientes, quod + si qui iudaeus christianum mancipium ad errorem iudaicum + convictus fuerit suassisse, ut ipse mancipio careat et legandi + damnatione plectatur.» (Can. 16.) + + El canon que antecede, equivale á poco menos que un decreto + de entera emancipación de los esclavos cristianos; porque, + si los judíos quedaban inhibidos de adquirir nuevos esclavos + cristianos, y los que tenían, podían ser rescatados por + cualquier cristiano, claro es que la puerta quedaba abierta + de tal suerte á la caridad de los fieles, que por necesidad + hubo de disminuirse en gran manera el número de los esclavos + cristianos que gemían en poder de los judíos. Y no es esto + decir que estas disposiciones canónicas surtiesen desde luego + todo el efecto que se proponía la Iglesia; pero sí que, + siendo éste el único poder que á la sazón permanecía en pie, + y que ejercía influencia sobre los pueblos, debían de ser sus + disposiciones sumamente provechosas á aquellos en cuyo favor + se establecían. + + + (Concilium Toletanum tertium, anno 589.) + + Se prohibe á los judíos el adquirir esclavos cristianos. Si un + judío induce al judaísmo, ó circuncida á un esclavo cristiano, + éste queda libre, sin que haya de pagarse nada al dueño. + + «Suggerente concilio, id gloriosissimus dominus noster, + canonibus inserendum praecipit, ut iudaeis non liceat + christianas habere uxores, _neque mancipia comparare in usus + proprios_.» + + «Si qui vero christiani ab eis iudaico ritu sunt maculati, + vel etiam circumcissi, non reddito pretio ad libertatem et + religionem redeant christianam.» (Can. 14.) + + Es notable este canon, ya porque defendía la conciencia + del esclavo, ya porque imponía al dueño una pena favorable + á la libertad. De esta clase de penas para reprimir la + arbitrariedad de los amos que violentaban la conciencia de + los esclavos, encontramos un ejemplo muy curioso en el siglo + siguiente, en una colección de leyes de Ina, rey de los + sajones occidentales. Helo aquí: + + + (Leges Inae Regis Saxonum Occidiorum, anno 692.) + + Si un amo hace trabajar á su esclavo en domingo, el esclavo + queda libre. + + «Si servus operatur die dominica per praeceptura domini sui, + sit liber.» (Leg. 3.) + + + OTRO EJEMPLO + + (Concilium Berghamstedae anno 5.º Withredi Regis Cantii, id est + Christi 697: sub Bertualdo Cantuariensi archiepiscopo celebratum. + Haec sunt iudicia Withredi Regis Cantuariorum.) + +Si un amo da de comer carne á un esclavo en día de ayuno, éste queda +libre. + +«Si quis servo suo carnem in ieiunio dediderit comedendam, servus liber +exeat.» (Can. 15.) + + +(Concilium Toletanum quartum, anno 633.) + +Se prohibe enteramente á los judíos el tener esclavos cristianos; +disponiéndose que, si algún judío contraviene á lo mandado aquí, se le +quiten los esclavos y éstos alcancen del príncipe la libertad. + +«Ex decreto gloriosissimi principis hoc sanctum elegit concilium, ut +iudaeis non liceat christianos servos habere, nec christiana mancipia +emere, nec cuiusquam consequi largitate: nefas est enim ut membra +Christi serviant Antichristi ministris. Quod si deinceps servos +christianos, vel ancillas iudaei habere praesumpserint, sublati ab +eorum dominatu libertatem a principe consequantur.» (Can. 66.) + + +(Concilium Rhemense, anno 625.) + +Se prohibe vender esclavos cristianos á los gentiles ó judíos; y se +anulan esas ventas si se hicieren. + +«Ut christiani iudaeis vel gentilibus non vendantur; et si quis +christianorum necessitate cogente mancipia sua christiana elegerit +venundanda, non aliis nisi tantum christianis expendat. Nam si +paganis aut iudaeis vendiderit, communione privetur, et emptio careat +firmitate.» (Can. 11.) + +Ninguna precaución era excesiva en aquellos calamitosos tiempos. A +primera vista podría parecer que semejantes disposiciones eran efecto +de la intolerancia de la Iglesia con respecto á los judíos y á los +gentiles; y, sin embargo, era en realidad un dique contra la barbarie +que lo iba invadiendo todo; una garantía de los derechos más sagrados +del hombre: garantía tanto más necesaria cuanto puede decirse que todas +las otras habían desaparecido. Léase, ó si no el documento que sigue +á continuación, donde se ve que algunos llegaban hasta el horrible +extremo de vender sus esclavos á los gentiles para sacrificarlos. + + +(Gregorius Papa III, ep. I ad Bonifacium Archiepiscoporum; anno 731.) + +«Hoc quoque inter alia crimina agi in partibus illis dixisti, quod +quidam ex fidelibus ad _immolandum_ paganis sua venundent mancipia. +Quod ut magnopere corrigere debeas fratres commonemus, nec sinas fieri +ultra; scelus est enim et impietas. Eis ergo qui haec perpetraverunt, +similem homicidiae indices poenitentiam.» + +Estos excesos debían de llamar en gran manera la atención, pues que +vemos que el concilio de Ciptines, celebrado en el año 743, vuelve +á insistir en lo mismo, prohibiendo que los esclavos cristianos se +entreguen á gentiles. + +«Et ut mancipia christiana paganis non tradantur.» (Can. 7.) + + +(Concilium Cabilonense, anno 650.) + +Se prohibe vender un esclavo cristiano fuera del territorio comprendido +en el reino de Clodoveo. + +«Pietatis est maxime et religionis intuitus, ut captivitatis vinculum +omnino a christianis redimatur. Unde Sancta Synodus noscitur censuisse, +ut nullus mancipium extra fines vel terminos, qui ob regnum domini +Clodovei regis pertinent, debeat venundare, ne quod obsit, per tale +commercium, aut captivitatis vinculo, vel quod peius est, iudaica +servitute mancipia christiana teneantur implicita.» (Can. 9.) + +El antecedente canon en que se prohibe la venta de los esclavos +cristianos fuera del territorio del reino de Clodoveo, por temor de +que caiga el esclava en poder de paganos, ó de judíos; y el otro del +concilio de Reims copiado más arriba en que se encuentra una especie +semejante, son notables bajo dos aspectos: 1.º En cuanto manifiestan +el sumo respeto que se ha de tener al alma del hombre, aunque sea +esclavo; pues que se prohibe el venderlo allí donde pueda hallarse en +un compromiso la conciencia de vendido; respeto que era muy importante +sostener, así para desarraigar las erradas doctrinas antiguas sobre +este punto, como por ser el primer paso que debía darse para llegar á +la emancipación. 2.º Limitándose la facultad de vender, se entrometía +la ley en esa clase de propiedad, distinguiéndola de las demás, y +colocándola en una categoría diferente, y más elevada: esto era un paso +muy adelantado para declarar guerra abierta á esa misma propiedad, +pasando á abolirla por medios legítimos. + + +(Concilium decimum Toletanum, anno 656.) + +Se reprende severamente á los clérigos que vendían sus esclavos á +judíos y se les conmina con penas terribles. + +«Septimae collationis immane satis et infandum operationis studium +nunc sanctum nostrum adiit concilium; quo plerique ex sacerdotibus +et Levitis, qui pro sacris ministeriis, et pietatis studio, +gubernationisque augmento sanctae ecclesiae deputati sunt officio, +malunt imitari turbam malorum, potius quam sanctorum patrum insistere +mandatis: ut ipsi etiam qui redimere debuerunt, venditiones facere +intendant, quos Christi sanguine praesciunt esse redemptos; ita +dumtaxat ut eorum dominio qui sunt empti in rito Iudaismi convertantur +opressi, et fit execrabile commercium ubi nitente Deo iustum et sanctum +adesse conventum; quia maiorum canones vetuerunt ut nullus iudaeorum +coniugia vel servitia habere praesumat de christanorum coetu.» + +Sigue reprendiendo elocuentemente á los culpables, y luego continúa: +«Si quis enim post hanc definitionem talia agere tentaverit, noverit se +extra ecclesiam fieri, et praesenti, et futuro iudicio cum Iuda simili +poena percelli, dummodo Dominum denuo proditionis pretio malunt ad +iracundiam provocare.» (Can. 7.) + + +§ VI + +Manumisión que hace el Papa San Gregorio I de dos esclavos de la +Iglesia romana; texto notable en que explica el Papa los motivos que +inductan á los cristianos á manumitir sus esclavos. + +«Cum Redemptor noster totius conditor creaturae ad hoc propitiatus +humanam voluerit carnem assumere, ut divinitatis suae gratia, diruto +quo tenebamur captivi vinculo servitutis, pristinae nos restitueret +libertati; salubriter agitur, si homines quos ab initio natura creavit +liberos et protulit, et ius gentium iugo substituit servitutis, in +ea natura in qua nati fuerant, manumitentis beneficio, libertati +reddantur. Atque ideo pietatis intuitu, et huius rei consideratione +permoti, vos Montanam atque Thomam famulos Sanctae Romanae Ecclesiae, +cui Deo adiutore deservimus, liberos ex hac die civesque Romanos +efficimus, omneque vestrum vobis relaxamus servitutis peculium.» (S. +Greg., L. 5, ep. 12.) + + +(Concilium Agathense, anno 506.) + +Se manda que los obispos respeten la libertad de los manumitidos por +sus predecesores. Se indica la facultad que tenían los obispos de +manumitar á los esclavos beneméritos, y se fija la cantidad que podían +donarles para su subsistencia. + +«Sane si quos de servis ecclesiae benemeritos sibi episcopus libertate +donaverit collatam libertatem a successoribus placuit custodiri cum +ho quod eis manumissor in libertate contulerit, quod tamen iubemus +viginti solidorum numerum, et modum in terrula, vineola, vel hospitiola +tenere. Quod amplius datum fuerit, post manumissoris mortem ecclesia +revocabit.» (Can. 7.) + + +(Concilium Aurelianense quartum, anno 541.) + +Se manda devolver á la Iglesia lo empeñado ó enajenado por el obispo, +que nada le haya dejado de bienes propios; pero se exceptúan de esta +regla los esclavos manumitidos, quienes deberán quedar en libertad. + +«Ut episcopus qui de facultate propria ecclesiae nihil relinquit, +de ecclesiae facultate si quid aliter quam canones eloquuntur +obligaverit, vendiderit, aut distraxerit, ad ecclesiam revocetur. +Sane si de servis ecclesiae libertos fecerit numero competenti, in +ingenuitate permaneant, ita ut ab officio ecclesiae non recedant.» +(Can. 9.) + + +(Synodus Celichytensis, anno 816.) + +Se ordena que á la muerte de cada obispo se dé libertad á todos sus +esclavos ingleses. Se dispone la solemnidad que ha de haber en las +exequias del difunto, previniéndose que, al fin de ellas, cada obispo +y abad habían de manumitir tres esclavos, dándoles á cada uno tres +sueldos. + +«Decimo iubetur, et hoc firmiter statuimus asservandum, tam in nostris +diebus, quamque etiam futuris temporibus, omnibus successoribus +nostris qui post nos illis sedibus ordinentur quibus ordinati sumus: +ut quandocumque aliquis ex numero episcoporum migraverit de saeculo, +hoc pro anima illius praecipimus, ex substantia uniuscumque rei +decimam partem dividere, ad distribuere pauperibus in eleemosynam, +sive in pecoribus, et armentis, scu de ovibus et porcis, vel etiam in +cellariis, _necnon omnem hominem Anglicum liberare, qui in diebus suis +sit servituti subiectus_, ut per illud sui proprii laboris fructum +retributionis percipere mereatur, et indulgentiam peccatorum. Nec +ullatenus ab aliqua persona huic capitulo contradicatur, sed magis, +prout condecet, a successoribus augeatur, et eius memoria semper in +posterum per universas ecclesias nostrae ditioni subiectas cum Dei +laudibus habeatur et honoretur. Prorsus orationes et eleemosynas +quae inter nos specialiter condictam habemus, id est, ut statim per +singulas parochias in singulis quibusque ecclesiis, pulsato signo, +omnis famulorum Dei coetus ad basilicam conveniant, ibique pariter XXX +psalmos pro defuncti animae decantent. Et postea unusquisque antistes +et abbas sexcentos psalmos, et centum viginti missas celebrare faciat, +_et tres homines liberet, et eorum cuilibet tres solidos distribuat_.» +(Can. 10.) + + +(Concilium Ardamachiense in Hibernia celebratum anno 1171:) + +(Ex Giraldo Cambrensi, cap. 28 Hiberniae expugnatae.) + +Curioso documento en que se refiere la generosa resolución tomada en +el concilio de Armach en Irlanda, de dar libertad á todos los esclavos +ingleses. + +«His completis convocatos apud Ardamachiam totius Hiberniae clero, et +super advenarum in insulam adventu tractato diutius et deliberato, +tandem communis omnium in hoc sententia resedit; propter peccata +scilicet populi sui, eoque praecipue quod Anglos olim, tam a +mercatoribus, quam praedonibus atque piratis, emere passim, et in +servitutem redigere consueverant, divinae, censura vindictae hoc eis +incomodum accidisse, ut et ipsi quoque ab eadem gente in servitutem +vice reciproca iam redigantur. Anglorum namque populus adhuc integro +eorum regno, communi gentis vitio liberos suos venales exponere, et +priusquam inopiam ullam aut inediam sustinerent, filios proprios et +cognatos in Hiberniam vendere consueverant. Unde et probabiliter credi +potest, sicut venditores olim, ita emptores, tam enormi delicto iuga +servitutis iam meruisse. Decretum est itaque in praedicto concilio, +et cum universitatis consensu publice statutum, ut Angli ubique +per insulam, servitutis vinculo mancipati, in pristinam revocentur +libertatem.» + +En el documento que se acaba de leer, es digno sobremanera de notarse +cómo influían las ideas religiosas en amansar las feroces costumbres +de los pueblos. Sobreviene una calamidad pública, y he aquí que +desde luego se encuentra la causa de ella en la indignación divina, +ocasionada por el tráfico que hacían los irlandeses comprando esclavos +ingleses á los mercaderes, y á los bandoleros y piratas. + +No deja también de ser curioso el ver que por aquellos tiempos eran +los ingleses tan bárbaros, que vendían á sus hijos y parientes, á +la manera de los africanos de nuestros tiempos. Y esto debía de ser +bastante general, pues que leemos en el lugar arriba copiado: que esto +era _común vicio de aquellos pueblos_; _communi gentis vitio_. Así se +concibe mejor cuán necesaria era la disposición insertada más arriba, +del concilio de Londres, celebrado en 1102, en que se prohibe ese +infame tráfico de hombres. + + +(Ex concilio apud Silvanectum, anno 864.) + +Los esclavos de la Iglesia no deben permutarse con otros; á no ser que +por la permuta se les dé libertad. + +«Mancipia ecclesiastica, nisi ad libertatem, non convenit commutari; +videlicet ut mancipia, quae pro eclesiastico homine dabuntur, in +Ecclesiae servitute permaneant, et ecclesiasticus homo, qui commutatur, +fruatur perpetua libertate. Quod enim semel Deo consecratum est, ad +humanus usus transferri non decet.» (V. Decret. Greg. IX. L. 3, Tit. +19, cap. 3.) + + +(Ex eodem, anno 864.) + +Contiene la misma especie que el anterior; y además se deduce de el que +los fieles, en remedio de sus almas, acostumbraban ofrecer sus esclavos +á Dios y á los santos. + +«Iniustum videtur et impium, ut mancipia, quae fideles Deo, et +Sanctis eius pro remedio animae suae consecrarunt, cuiuscumque +muneris mancipio, vel commutationis commercio iterum in servitutem +saecularium redigantur, cum canonica auctoritas servos tantummodo +permittat distrahi fugitivos. Et ideo ecclaesiarum Rectores summopere +caveant, ne eleemosyna unius, alterius peccatum fiat. Et est absurdum +ut ab ecclesiastica dignitate servus discedens, humanae sit obnoxius +servituti. (Ibíd., cap. 4.) + + +(Concilium Romanum sub S. Gregorio I, anno 597.) + +Se ordena que se dé libertad á los esclavos que quieran abrazar la vida +monástica, previas las precauciones que pudiesen probar la verdad de la +vocación. + +«Multos de ecclesiastica seu saeculari familia, novimus ad omnipotentis +Dei servitium festinare ut ab humana servitute liberi in divino +servitio valeant familiarius in monasteriis conservari, quos si passim +dimittimus, omnibus fugiendi ecclesiastici iuris dominium occasionem +praebemus: si vero festinantes ad omnipotentis Dei servitium, incaute +retinemus, illi invenimur negare quaedam qui dedit omnia. Unde necesse +est, ut quisquis ex iuris ecclesiastici vel saecularis militiae +servitute ad Dei servitium converti desiderat, probetur prius in laico +habitu constitutus: et si mores eius atque conversatio bona desiderio +eius testimonium ferunt, absque retractatione servire in monasterio +omnipotenti Domino permittatur, ut ab humano servitio liber recedat qui +in divino obsequio districtiorem appetit servitutem.» (S. Greg., Epist. +44., Lib. 4.) + + +(Ex epistolis Gelasii Papae.) + +Se reprime el abuso que iba cundiendo de ordenar á los esclavos sin +consentimiento de sus dueños. + +«Ex antiquis regulis et novella synodali explanatione comprehensum est, +personas obnoxias servituti, cingulo coelestis militiae non praecingi. +Sed nescio utrum ignorantia an voluntate rapiamini, _ita ut ex hac +causa nullus pene Episcoporum videatur extorris_. Ita enim nos frequens +et plurimorum querela nos circumstrepit, ut ex hac parte nihil penitus +potetur constitutum.» (Distin. 54, c. 9.) + +«_Frequens equidem, et assidua nos querela circumstrepit_ de his +pontificibus, qui nec antiquas regulas nec decreta nostra noviter +directa cogitantes, obnoxias possesionibus obligatasque personas, +venientes ad clericalis officii cingulum non recusant.» (Ibíd., c. 10.) + +«Actores siquidem filiae nostrae illustris et magnificae feminae, +Maximae petitori nobis insinuatione conquesti sunt, Sylvestrum atque +Candidum, originarios suos, contra constitutiones quae supradictae +sunt, et contradictione praeeunte a Lucerino Pontifice Diaconos +ordinatos.» (Ibíd, c. 11.) + +«_Generalis etiam querelae vitanda praesumptio est, qua propemodum +causantur universi_, passim servos et originarios, dominorum iura, +possesionumque fugientes, sub religiosae conversationis obtentu, +vel ad monasteria sese conferre, vel ad ecclesiasticum famulatum, +conniventibus quippe praesulibus, indifferenter admitti. Quae modis +omnibus est amovenda pernicies, ne per christiani nominis institutum +aut aliena pervadi, aut publica videatur disciplina subverti.» (Ibíd., +c. 12.) + + +(Concilium Emeritense, anno 666.) + +Se permite á los párrocos el escoger de entre los siervos de la Iglesia +algunos para clérigos. + +«Quidquid unanimiter digne disponitur in sancta Dei ecclesia, +necessarium est ut a parochitanis presbyteris custoditum maneat. Sunt +enim nonnulli qui ecclessiarum suarum res ad plenitudinem habent et +sollicitudo illis nulla est habendi clericos cum quibus omnipotenti +Deo laudum debita persolvant officia. Proinde instituit haec sancta +synodus ut omnes parochitani presbyteri, iuxta ut in rebus sibi a Deo +creditis sentiunt habere virtutem, de ecclesiae suae familia clericos +sibi faciant; quos per bonam voluntatem ita nutriant, ut et officium +sanctum digne peragant, et ad servitium suum aptos eos habeat. Hi etiam +victum et vestitum dispensatione presbyteri merebuntur, et domino et +presbytero suo, atque utilitati ecclesiae fideles esse debent. Quod +si inutiles apparuerint, ut culpa patuerit, correptione disciplinae +feriantur: si quis presbyterorum hanc sententiam minime custodierit et +non adimpleverit, ab episcopo suo corrigatur: ut plenissime custodiat, +quod digne iubetur.» (Can. 18.) + + +(Concilium Toletanum nonum, anno 655.) + +Se dispone que los obispos den libertad á los esclavos de la Iglesia +que hayan de ser admitidos en el clero. + +«Qui ex familiis ecclesiae servituri devocantur in clerum ab Episcopis +suis, necesse est, ut libertatis percipiant donum: et si honestae vitae +claruerint meritis, tunc demum maioribus fungantur officiis.» (Can. 11.) + + +(Concilium quartum Toletanum, anno 633.) + +Se permite ordenar á los esclavos de la Iglesia dándoles antes libertad. + +«De familiis ecclesiae constituere presbyteros et diaconos per +parochias liceat; quos tamen vitae rectitudo et probitas morum +comendat: ea tamen ratione, _ut antea manumissi libertatem status sui +percipiant_, et denuo ad ecclesiasticos honores succedant; irreligiosum +est enim obligatos existere servituti, qui sacri ordinis suscipiunt +dignitatem.» (Can. 74.) + + +§VII + +Visto ya cuál fué la conducta de la Iglesia con respecto á la +esclavitud en Europa, excitase, naturalmente, el deseo de saber cómo se +ha portado en tiempos más recientes con relación á los esclavos de las +otras partes del mundo. Afortunadamente puedo ofrecer á mis lectores +un documento, que, al paso que manifiesta cuáles son en este punto las +ideas y los sentimientos del actual pontífice Gregorio XVI, contiene, +en pocas palabras, una interesante historia de la solicitud de la Sede +Romana, en favor de los esclavos de todo el universo. Hablo de unas +letras apostólicas contra el tráfico de negros, publicadas en Roma en +el día 3 de noviembre de 1839. Recomiendo encarecidamente su lectura, +porque ellas son una confirmación auténtica y decisiva, de que la +Iglesia ha manifestado siempre y manifiesta todavía, en este gravísimo +negocio de la esclavitud, el más acendrado espíritu de caridad, sin +herir en lo más mínimo la justicia, ni desviarse de lo que aconseja la +prudencia. + + +Gregorio PP. XVI ad futuram rei memoriam. + +«Elevado al grado supremo de dignidad apostólica, y siendo, aunque sin +merecerlo, en la tierra vicario de Jesucristo Hijo de Dios, que por su +caridad excesiva se dignó hacerse hombre y morir para redimir al género +humano, hemos creído que corresponde á nuestra pastoral solicitud hacer +todos los esfuerzos para apartar á los cristianos del tráfico que están +haciendo con los negros y con otros hombres, sean de la especie que +fueren. Tan luego como comenzaron á esparcirse las luces del Evangelio, +los desventurados que caían en la más dura esclavitud, y en medio de +las infinitas guerras de aquella época, vieron mejorarse su situación +porque los apóstoles, inspirados por el espíritu de Dios, inculcaban +á los esclavos la máxima de obedecer á sus señores temporales como al +mismo Jesucristo, y á resignarse con todo su corazón á la voluntad +de Dios; pero, al mismo tiempo, imponían á los dueños el precepto de +mostrarse humanos con sus esclavos, concederles cuanto fuese justo y +equitativo, y no maltratarlos, sabiendo que el Señor de unos y otros +está en los cielos, y que para El no hay acepción de personas. + +»La Ley Evangélica, al establecer de una manera universal y fundamental +la caridad sincera para con todos, y el Señor declarando que miraría +como hechos ó negados á sí mismo, todos los actos de beneficencia y de +misericordia hechos ó negados á las pobres y á los débiles, produjo, +naturalmente, el que los cristianos, no sólo mirasen como hermanos á +sus esclavos sobre todo cuando se habían convertido al Cristianismo, +sino que se mostrasen inclinados á dar la libertad á aquellos que por +su conducta se hacían acreedores á ella, lo cual acostumbraban hacer, +particularmente en las fiestas solemnes de Pascuas, según refiere San +Gregorio de Nicea. Todavía hubo quienes inflamados de la caridad más +ardiente, cargaron ellos mismos con las cadenas para rescatar á sus +hermanos, y un hombre apostólico, nuestro predecesor el Papa Clemente +I, de santa memoria, atestigua haber conocido á muchos que hicieron +esta obra de misericordia; y ésta es la razón por que, habiéndose +disipado con el tiempo las supersticiones de los paganos, y habiéndose +dulcificado las costumbres de los pueblos más bárbaros, gracias á los +beneficios de la fe, movida por la caridad, las cosas han llegado al +punto de que hace muchos siglos no hay esclavos en la mayor parte de +las naciones cristianas. + +»Sin embargo, y lo decimos con el dolor más profundo, todavía se +vieron hombres, aun entre cristianos, que, vergonzosamente cegados +por el deseo de una ganancia sórdida, no vacilaron en reducir á la +esclavitud en tierras remotas á los indios, á los negros, y á otras +desventuradas razas, ó ayudar en tan indigna maldad, ínstituyendo y +organizando el tráfico de estos desventurados, á quienes otros habían +cargado de cadenas. Muchos pontífices romanos, nuestros predecesores, +de gloriosa memoria, no se olvidaron, en cuanto estuvo de su parte, +de poner un coto á la conducta de semejantes hombres, como contraria +á su salvación, y degradante para el nombre cristiano; porque ellos +veían bien que ésta era una de las causas que más influyen para que las +naciones infieles mantengan un odio constante á la verdadera religión. + +»A este fin se dirigen las letras apostólicas de Paulo III de 20 de +mayo de 1537, remitidas al cardenal arzobispo de Toledo, selladas con +el sello del Pescador, y otras letras mucho más amplias de Urbano +VIII de 22 de abril de 1639 dirigidas al colector de los derechos de +la Cámara apostólica en Portugal; letras en las cuales se contienen +las más serias y fuertes reconvenciones contra los que se atreven á +reducir á la esclavitud á los habitantes de la India occidental ó +meridional, venderlos, comprarlos, cambiarlos, regalarlos, separarlos +de sus mujeres y de sus hijos, despojarlos de sus bienes, llevarlos +ó enviarlos á reinos extranjeros, y privarlos de cualquier modo de +su libertad, retenerlos en la servidumbre, ó bien prestar auxilio y +favor á los que tales cosas hacen, bajo cualquier causa ó pretexto, +ó predicar ó enseñar que esto es lícito, y por último cooperar á +ello de cualquier modo. Benedicto XIV confirmó después y renovó +estas prescripciones de los Papas ya mencionados, por nuevas letras +apostólicas á los obispos del Brasil y de algunas otras regiones en +20 de diciembre de 1741, en las que excita con el mismo objeto la +solicitud de dichos obispos. + +»Mucho antes, otro de nuestros predecesores más antiguos, Pío II, en +cuyo pontificado se extendió el dominio de los portugueses en la +Guinea y en el país de los negros, dirigió sus letras apostólicas en 7 +de octubre de 1482 al obispo de Ruvo, cuando iba á partir para aquellas +regiones, en las que no se limitaba únicamente á dar á dicho prelado +los poderes convenientes para ejercer en ellas el santo ministerio +con el mayor fruto, sino que tomó de aquí ocasión para censurar +severamente la conducta de los cristianos que reducían á los neófitos +á la esclavitud. En fin, Pío VII en nuestros días, animado del mismo +espíritu de caridad y de religión que sus antecesores, interpuso con +celo sus buenos oficios cerca de los hombres poderosos, para hacer +que cesase enteramente el tráfico de los negros entre los cristianos. +Semejantes prescripciones y solicitud de nuestros antecesores nos han +servido, con la ayuda de Dios, para defender á los indios y otros +pueblos arriba dichos, de la barbarie, de las conquistas y de la +codicia de los mercaderes cristianos; mas es preciso que la Santa +Sede tenga por qué regocijarse del completo éxito de sus esfuerzos y +de su celo, puesto que, si el tráfico de los negros ha sido abolido +en parte, todavía se ejerce por un gran número de cristianos. Por +esta causa, deseando borrar semejante oprobio de todas las comarcas +cristianas, después de haber conferenciado con todo detenimiento con +muchos de nuestros venerables hermanos, los cardenales de la Santa +Iglesia romana, reunidos en consistorio, y siguiendo las huellas de +nuestros predecesores, en virtud de la autoridad apostólica, advertimos +y amonestamos con la fuerza del Señor á todos los cristianos, de +cualquiera clase y condición que fuesen, y les prohibimos que ninguno +sea osado en adelante á molestar injustamente á los indios, á los +negros ó á otros hombres, sean los que fueren, despojarlos de sus +bienes ó reducirlos á la esclavitud, ni á prestar ayuda ó favor á +los que se dedican á semejantes excesos, ó á ejercer un tráfico tan +inhumano, por el cual los negros, como si no fuesen hombres, sino +verdaderos impuros animales, reducidos cual ellos á la servidumbre +sin ninguna distinción, y contra las leyes de la justicia y de la +humanidad, son comprados, vendidos y dedicados á los trabajos más +duros, con cuyo motivo se excitan desavenencias, y se fomentan +continuas guerras en aquellos pueblos por el cebo de la ganancia +propuesta á los raptores de negros. + +»Por esta razón, y en virtud de la autoridad apostólica, reprobamos +todas las dichas cosas como absolutamente indignas del nombre +cristiano; y en virtud de la propia autoridad, prohibimos enteramente, +y prevenimos á todos los eclesiásticos y legos el que se atrevan á +sostener como cosa permitida el tráfico de negros, bajo ningún pretexto +ni causa, ó bien predicar y enseñar en público ni en secreto, ninguna +cosa que sea contraria á lo que se previene en estas letras apostólicas. + +»Y con el fin de que dichas letras lleguen á conocimiento de todos, +y que ninguno pueda alegar ignorancia, decretamos y ordenamos que se +publiquen y fijen según costumbre, por uno de nuestros oficiales, +en las puertas de la Basílica del Príncipe de los Apóstoles de la +Cancillería Apostólica, del Palacio de Justicia, del monte Citorio, y +en el campo de Flora. + +»Dado en Roma en Santa María la Mayor, sellado con el sello +del Pescador á 3 de noviembre de 1839, y el 9.º de nuestro +pontificado.--Aloisio, cardenal Lambruschini.» + +Llamo particularmente la atención sobre el interesante documento que +acabo de insertar, y que puede decirse que corona magníficamente el +conjunto de los esfuerzos hechos por la Iglesia para la abolición de +la esclavitud. Y como en la actualidad sea la abolición del tráfico de +los negros uno de los negocios que más absorben la atención de Europa, +siendo el objeto de un tratado concluído recientemente entre las +grandes potencias, será bien detenernos algunos momentos á reflexionar +sobre el contenido de las letras apostólicas del Papa Gregorio XVI. + +Es digno de notarse, en primer lugar, que ya en 1482 el Papa Pío II +dirigió sus letras apostólicas al obispo de Ruvo cuando iba á partir +para aquellas regiones, letras en que no se limitaba únicamente á dar +á dicho prelado los poderes convenientes para ejercer en ellas el +santo ministerio con el mayor fruto, sino que tomó de aquí ocasión +para censurar severamente la conducta de los cristianos que reducían á +los neófitos á la esclavitud. Cabalmente á fines del siglo XV, cuando +puede decirse que tocaban á su término los trabajos de la Iglesia +para desembrollar el caos en que se había sumergido la Europa á causa +de la irrupción de los bárbaros, cuando las instituciones sociales y +políticas iban desarrollándose cada día más, formando ya á la sazón un +cuerpo algo regular y coherente, empieza la Iglesia á luchar con otra +barbarie que se reproduce en países lejanos, por el abuso que hacían +los conquistadores de la superioridad de fuerzas y de inteligencia con +respecto á los pueblos conquistados. + +Este solo hecho nos indica que para la verdadera libertad y bienestar +de los pueblos, para que el derecho prevalezca sobre el hecho y no se +entronice el mando brutal de la fuerza, no bastan las luces, no basta +la cultura de los pueblos, sino que es necesaria la religión. Allá +en tiempos antiguos vemos pueblos extremadamente cultos que ejercen +las más inauditas atrocidades; y en tiempos modernos, los europeos, +ufanos de su saber y de sus adelantos, llevaron la esclavitud á +los desgraciados pueblos que cayeron bajo su dominio. ¿Y quién fué +el primero que levantó la voz contra tamaña injusticia, contra tan +horrenda barbarie? No fué la política, que quizás no lo llevaba á mal +para que así se asegurasen las conquistas; no fué el comercio, que veía +en ese tráfico infame un medio expedito para sórdidas pero pingües +ganancias; no fué la filosofía, que, ocupada en comentar las doctrinas +de Platón y Aristóteles, no se hubiera quizás resistido mucho á que +renaciese para los países conquistados la degradante teoría de las +_razas nacidas para la esclavitud_; fué la religión católica, hablando +por boca del Vicario de Jesucristo. + +Es ciertamente un espectáculo consolador para los católicos el que +ofrece un pontífice romano condenando, hace ya cerca de cuatro siglos, +lo que la Europa, con toda su civilización y cultura, viene á condenar +ahora; y con tanto trabajo, y todavía con algunas sospechas de miras +interesadas por parte de alguno de los promovedores. Sin duda que +no alcanzó el pontífice á producir todo el bien que deseaba; pero +las doctrinas no quedan estériles, cuando salen de un punto desde el +cual pueden derramarse á grandes distancias, y sobre personas que las +reciben con acatamiento, aun cuando no sea sino por respeto á aquel +que las enseña. Los pueblos conquistadores eran á la sazón cristianos, +y cristianos sinceros; y así es indudable que las amonestaciones del +Papa, transmitidas por boca de los obispos y demás sacerdotes, no +dejarían de producir muy saludables efectos. En tales casos, cuando +vemos una providencia dirigida contra un mal, y notamos que el mal +ha continuado, solemos equivocarnos, pensando que ha sido inútil, y +que quien la ha tomado no ha producido ningún bien. No es lo mismo +extirpar un mal que disminuirle; y no cabe duda en que, si las bulas +de los Papas no surtían todo el efecto que ellos deseaban, debían +de contribuir al menos á atenuar el daño, haciendo que no fuese tan +desastrosa la suerte de los infelices pueblos conquistados. El mal que +se previene y evita no se ve, porque no llega á existir, á causa del +preservativo; pero se palpa el mal existente, éste nos afecta, éste nos +arranca quejas, y olvidamos con frecuencia la gratitud debida á quien +nos ha preservado de otros más graves. Así suele acontecer con respecto +á la religión. Cura mucho, pero todavía precave más que no cura, +porque, apoderándose del corazón del hombre, ahoga muchos males en su +misma raíz. + +Figurémonos á los europeos del siglo XV, invadiendo las Indias +orientales y occidentales, sin ningún freno, entregados únicamente á +las instigaciones de la codicia, á los caprichos de la arbitrariedad, +con todo el orgullo de conquistadores, y con todo el desprecio +que debían de inspirarles los indios, por la inferioridad de sus +conocimientos, y por el atraso de su civilización y cultura; ¿qué +hubiera sucedido? Si es tanto lo que han tenido que sufrir los pueblos +conquistados, á pesar de los gritos incesantes de la religión, á pesar +de su influencia en las leyes y en las costumbres, ¿no hubiera llegado +el mal á un extremo intolerable, á no mediar esas poderosas causas que +le salían sin cesar al encuentro, ora previniéndole ora atenuándole? En +masa hubieran sido reducidos á la esclavitud los pueblos conquistados, +en masa se los hubiera condenado á una degradación perpetua, en masa se +los hubiera privado para siempre, hasta de la esperanza de entrar un +día en la carrera de la civilización. + +Deplorable es, por cierto, lo que han hecho los europeos con los +hombres de las otras razas; deplorable es, por cierto, lo que todavía +están haciendo algunos de ellos; pero al menos no puede decirse que la +religión católica no se haya opuesto con todas sus fuerzas á tamaños +excesos, al menos no puede decirse que la Cabeza de la Iglesia haya +dejado pasar ninguno de esos males, sin levantar contra ellos la voz, +sin recordar los derechos del hombre, sin condenar la injusticia y sin +execrar la crueldad, sin abogar por la causa del linaje humano, no +distinguiendo razas, climas ni colores. + +¡De dónde le viene á Europa ese pensamiento elevado, ese sentimiento +generoso, que la impulsan á declararse tan terminantemente contra +el tráfico de hombres, que la conducen á la completa abolición de +la esclavitud en las colonias! Cuando la posteridad recuerde esos +hechos tan gloriosos para la Europa, cuando los señale para fijar una +nueva época en los anales de la civilización del mundo, cuando busque +y analice las causas que fueron conduciendo la legislación y las +costumbres europeas hasta esa altura; cuando elevándose sobre causas +pequeñas y pasajeras, sobre circunstancias de poca entidad, sobre +agentes muy secundados, quiera buscar el principio vital que impulsaba +á la civilización europea hacia término tan glorioso, encontrará que +ese principio era el Cristianismo. Y cuando trate de profundizar más y +más en la materia, cuando investigue si fué el Cristianismo bajo una +forma general y vaga, el Cristianismo sin autoridad, el Cristianismo si +el Catolicismo, he aquí lo que le enseñará la historia. El Catolicismo +dominando solo, exclusivo, en Europa, abolió la esclavitud en las +razas europeas; el Catolicismo, pues, introdujo en la civilización +europea el principio de la abolición de la esclavitud; manifestando +con la práctica que no era necesaria en la sociedad como se había +creído antiguamente, y que para desarrollarse una civilización grande y +saludable era necesario empezar por la santa obra de la emancipación. +El Catolicismo inoculó, pues, en la civilización europea el principio +de la abolición de la esclavitud; á él se debe, pues, si, dondequiera +que esta civilización ha existido junto con esclavos, ha sentido +siempre un profundo malestar que indicaba bien á las claras que había +en el fondo de las cosas dos principios opuestos dos elementos en +lucha, que habían de combatir sin cesar hasta que prevaleciendo el +más poderoso, el más noble y fecundo, pudiese sobreponerse al otro, +logrando primero sojuzgarle, y no parando hasta aniquilarle del todo. +Todavía más: cuando se investigue si en la realidad vienen los hechos +á confirmar esa influencia del Catolicismo, no sólo por lo que toca á +la civilización de Europa, sino también de los países conquistados por +los europeos en los tiempos modernos, así en Oriente como en Occidente, +ocurrirá desde luego la influencia que han ejercido los prelados y +sacerdotes católicos en suavizar la suerte de los esclavos en las +colonias, se recordará lo que se debe á las misiones católicas, y se +producirán, en fin, las letras apostólicas de Pío II, expedidas en +1482, y mencionadas más arriba, las de Paulo III en 1537, las de Urbano +VIII en 1639, las de Benedicto XIV en 1741 y las de Gregorio XVI en +1839. + +En esas letras se encontrará, ya enseñado y definido, todo cuanto se ha +dicho y decirse puede en este punto en favor de la humanidad; en ellas +se encontrará reprendido, condenado, castigado, lo que la civilización +europea se ha resuelto al fin á condenar y castigar; y cuando se +recuerde que fué también un Papa, Pío VII, quien en el presente siglo +_interpuso con celo su mediación y sus buenos oficios con los hombres +poderosos, para hacer que cesase enteramente el tráfico de negros entre +los cristianos_, no podrá menos de reconocerse y confesarse que el +Catolicismo ha tenido la principal parte en esa grandiosa obra, dado +que él es quien ha fundado el principio en que ella se funda, quien ha +establecido los precedentes que la guían, quien ha proclamado sin cesar +las doctrinas que la inspiran, quien ha condenado siempre las que se +le oponían, quien se ha declarado en todos tiempos en guerra abierta +con la crueldad y la codicia, que venían en apoyo y fomento de la +injusticia y de la inhumanidad. + +El Catolicismo, pues, ha cumplido perfectamente su misión de paz y de +amor, quebrantando sin injusticias ni catástrofes las cadenas en que +gemía una parte del humano linaje; y las quebrantaría del todo en las +cuatro partes del mundo, si pudiese dominar por algún tiempo en Asia +y en África, haciendo desaparecer la abominación y el envilecimiento, +introducidos y arraigados en aquellos infortunados países por el +mahometismo y la idolatría. + +Doloroso es, á la verdad, que el Cristianismo no haya ejercido todavía +sobre aquellos desgraciados países toda la influencia que hubiera sido +menester para mejorar la condición social y política de sus habitantes, +por medio de un cambio en las ideas y costumbres; pero, si se buscan +las causas de tan sensible retardo, no se encontrarán, por cierto, +en la conducta del Catolicismo. No es éste el lugar de señalarlas; +pero, reservándome hacerlo después, indicaré entre tanto que no cabe +escasa responsabilidad al Protestantismo por los obstáculos que, como +demostraré á su tiempo, ha puesto á la influencia universal y eficaz +del Cristianismo sobre los pueblos infieles. + +En otro lugar de esta obra me propongo examinar detenidamente tan +importante materia, lo que hace que me contente aquí con esta ligera +indicación. + + + FIN DE LAS NOTAS + + + + + ÍNDICE DE LOS CAPÍTULOS Y MATERIAS + DEL + TOMO PRIMERO + + + PÁG. + + Prólogo. Objeto de la obra. 5 + + Capítulo I. Naturaleza y nombre del Protestantismo. 9 + + Cap. II. Investigación de las causas del Protestantismo. Examen + de la influencia de sus fundadores. Varias causas que + se le han señalado. Equivocaciones que se han padecido en + este punto. Opiniones de Guizot y de Bossuet. Se designa la + verdadera causa del hecho, fundada en el mismo estado social + de los pueblos europeos. 15 + + Cap. III. Nueva demostración de la divinidad de la Iglesia + católica sacada de sus relaciones con el espíritu humano. + Fenómeno extraordinario que se presenta en la Cátedra de + Roma. Superioridad del Catolicismo sobre el Protestantismo. + Confesión notable de Guizot; sus consecuencias. 37 + + Cap. IV. El Protestantismo lleva en su seno un principio + disolvente. Tiende de suyo al aniquilamiento de todas las + creencias. Peligrosa dirección que da al entendimiento. + Descripción del espíritu humano. 46 + + Cap. V. _Instinto de fe._ Se extiende hasta á las ciencias. + Newton. Descartes. Observaciones sobre la historia de la + filosofía. Proselitismo. Actual situación del entendimiento. 54 + + Cap. VI. Diferentes necesidades religiosas de los pueblos, en + relación á los varios estados de su civilización. Sombras + que se encuentran al acercarse á los primeros principios de + las ciencias. Ciencias matemáticas. Carácter particular de + las ciencias morales. Ilustración de algunos ideólogos + modernos. Error cometido por el Protestantismo en la dirección + religiosa del espíritu humano. 63 + + Cap. VII. Indiferencia y fanatismo: dos extremos opuestos + acarreados á la Europa por el Protestantismo. Origen del + fanatismo. Servicio importante prestado por la Iglesia á la + _historia del espíritu humano_. La Biblia abandonada al examen + privado, sistema errado y funesto del Protestantismo. Texto + notable de O'Callaghan. Descripción de la Biblia. 71 + + Cap. VIII. El fanatismo. Su definición. Sus relaciones con el + _sentimiento religioso_. Imposibilidad de destruirle. Medios de + atenuarle. El Catolicismo ha puesto en práctica esos medios, + muy acertadamente. Observaciones sobre los pretendidos + fanáticos católicos. Verdadero carácter de la exaltación + religiosa de los fundadores de órdenes religiosas. 79 + + Cap. IX. La incredulidad y la indiferencia religiosa, acarreadas + á la Europa por el Protestantismo. Síntomas fatales que + se manifestaron desde luego. Notable crisis religiosa ocurrida + en el último tercio del siglo XVII. Bossuet y Leibnitz. + Los jansenistas: su influencia. Diccionario de Bayle: + observaciones sobre la época de su publicación. Deplorable + estado de las creencias entre los protestantes. 86 + + Cap. X. Se resuelve una importante cuestión sobre la duración + del Protestantismo. Relaciones del individuo y de la + sociedad con el indiferentismo religioso. Las sociedades + europeas con respecto al mahometismo y al paganismo. Cotejo + del Catolicismo y Protestantismo en la defensa de la + verdad. Íntimo enlace del Cristianismo con la civilización + europea. 96 + + Cap. XI. Doctrinas del Protestantismo. Su clasificación en + positivas y negativas. Fenómeno muy singular: la civilización + europea ha rechazado uno de los dogmas más principales + de los fundadores del Protestantismo. Servicio importante + prestado á la civilización europea por el Catolicismo, con + la defensa del libre albedrío. Carácter del error. Carácter de + la verdad. 103 + + Cap. XII. Examen de los efectos que produciría en España el + Protestantismo. Estado actual de las ideas religiosas. Triunfos + de la religión. Estado actual de la ciencia y de la literatura. + Situación de las sociedades modernas. Conjeturas sobre + su porvenir, y sobre la futura influencia del Catolicismo. + Sobre las probabilidades de la introducción del Protestantismo + en España. La Inglaterra. Sus relaciones con España. + Pitt: Carácter de las ideas religiosas en España. Situación + de España. Sus elementos de regeneración. 108 + + Cap. XIII. Empieza el cotejo del Protestantismo con el Catolicismo + en sus relaciones con el adelanto social de los pueblos. + _Libertad._ Vago sentido de esta palabra. La civilización + europea se debe principalmente al Catolicismo. Comparación + del Oriente con el Occidente. Conjeturas sobre los destinos + del Catolicismo en las catástrofes que pueden amenazar + á la Europa. Observaciones sobre los estudios + filosófico-históricos. Fatalismo de cierta escuela histórica + moderna. 127 + + Cap. XIV. Estado religioso, social y científico del mundo á la + época de la aparición del Cristianismo. Derecho romano. + Conjeturas sobre la influencia ejercida por las ideas + cristianas sobre el derecho romano. Vicios de la organización + política del imperio. Sistema del Cristianismo para regenerar + la sociedad: su primer paso se dirigió al cambio de las ideas. + Comparación del Cristianismo con el paganismo en la enseñanza + de las buenas doctrinas. Observaciones sobre el púlpito + de los protestantes. 138 + + Cap. XV. La Iglesia no fué tan sólo una _escuela grande y + fecunda, sino también una asociación regeneradora_. Objetos que + tuvo que llenar. Dificultades que tuvo que vencer. _La + esclavitud._ Quién abolió la esclavitud. Opinión de Guizot. + Número inmenso de esclavos. Con qué tino debía procederse en la + abolición de la esclavitud. La abolición repentina era + imposible. Impúgnase la opinión de Guizot. 152 + + Cap. XVI. La Iglesia católica empleó para la abolición de la + esclavitud, no sólo un sistema de doctrinas, y sus máximas + y espíritu de claridad, sino también un conjunto de medios + prácticos. Punto de vista desde el cual debe mirarse este + hecho histórico. Ideas erradas de los antiguos sobre la + esclavitud. Homero, Platón, Aristóteles. El Cristianismo se + ocupó desde luego en combatir esos errores. Doctrinas + cristianas sobre las relaciones entre esclavos y señores. La + Iglesia se ocupa en suavizar el trato cruel que se daba á los + esclavos. 161 + + Cap. XVII. La Iglesia defiende con celo la libertad de los + manumitidos. Manumisión en las iglesias. Saludables efectos + de esta práctica. Redención de cautivos. Celo de la Iglesia + en practicar y promover esta obra. Preocupación de los romanos + sobre este punto. Influencia que tuvo en la abolición de la + esclavitud el celo de la Iglesia por la redención de los + cautivos. La Iglesia protege la libertad de los ingenuos. 176 + + Cap. XVIII. Sistema seguido por la Iglesia con respecto á los + esclavos de los judíos. Motivos que impulsaban á la Iglesia + á la manumisión de sus esclavos. Su indulgencia en este + punto. Su generosidad para con sus libertos. Los esclavos + de la Iglesia eran considerados como consagrados á Dios. + Saludables efectos de esta consideración. Se concede libertad + á los esclavos que querían abrazar la vida monástica. + Efectos de esta práctica. Conducta de la Iglesia en la + ordenación de los esclavos. Represión de abusos que en esta + parte se introdujeron. Disciplina de la Iglesia de España sobre + este particular. 186 + + Cap. XIX. Doctrinas de San Agustín sobre la esclavitud. + Importancia de estas doctrinas para acarrear su abolición. Se + impugna á Guizot. Doctrinas de Santo Tomás sobre la misma + materia. Matrimonio de los esclavos. Disposición del derecho + canónico sobre este matrimonio. Doctrina de Santo + Tomás sobre este punto. Resumen de los medios empleados + por la Iglesia para la abolición de la esclavitud. Impúgnase + á Guizot. Se manifiesta que la abolición de la esclavitud es + debida exclusivamente al Catolicismo. Ninguna parte tuvo + en esta grande obra el Protestantismo. 197 + + + + +ÍNDICE DE LAS NOTAS + + + PÁG. + + (1) Gibbon, y la Historia de las variaciones de los + protestantes, de Bossuet. 207 + + (2) Intolerancia de Lutero y demás corifeos del + Protestantismo. 207 + + (3) _Protestantismo_: origen de este nombre. 209 + + (4) Observaciones sobre los nombres. 209 + + (5) Abuso. 210 + + (6) Unidad y concierto del Catolicismo. Feliz pensamiento de + San Francisco de Sales. 211 + + (7) Confesiones de los más distinguidos protestantes sobre la + debilidad del Protestantismo. Lutero, Melanchton, + Calvino, Reza, Grocio, Papín, Puffendorf, Leibnitz. + Descubrimiento importante de una obra póstuma de Leibnitz + sobre la religión. 213 + + (8) Ciencias humanas. Luis Vives. 215 + + (9) Ciencias matemáticas. Eximeno, jesuíta español. 216 + + (10) Herejías de los primeros siglos. Su carácter. 217 + + (11) Superstición y fanatismo de los protestantes. El diablo de + Lutero. La fantasma de Zuinglio. Los pronósticos de + Melanchton. Matías Harlem. El sastre de Leyde, rey de + Sión. Hermán, Nicolás, Hacket, y otros visionarios y + fanáticos. 217 + + (12) Sobre las visiones de los católicos. Santa Teresa. Las + visiones de esta Santa. 221 + + (13) Mala fe de los fundadores del Protestantismo. Textos + notables que la manifiestan. Estragos que hizo desde luego + la incredulidad. Gruet. Pasajes notables de Montaigne. 223 + + (14) Las extravagancias de las primeras herejías como muestra + del estado de la _ciencia_ en aquellos tiempos. 226 + + (15) Cánones y otros documentos que manifiestan la solicitud + de la Iglesia en aliviar la suerte de los esclavos, y los + diferentes medios de que se valió para llevar á cabo la + abolición de la esclavitud. 227 + + (§1) Cánones dirigidos á suavizar el trato de los esclavos. 228 + + (§2) Cánones dirigidos á la defensa de la libertad de los + manumitidos, y á la protección de los libertos + recomendados á la Iglesia. 230 + + (§3) Cánones y otros documentos con respecto á la redención de + cautivos. 232 + + (§4) Cánones relativos á la defensa de la libertad de los + ingenuos. (Al principiar el canon del Concilium Lugdunense + secundum, anno 566). 236 + + (§5) Cánones sobre los esclavos de los judíos. 238 + + (§6) Cánones sobre las manumisiones que hacía la Iglesia de + sus esclavos. 243 + + (§7) Letras apostólicas del Papa Gregorio XVI sobre el tráfico + de negros. Doctrinas, conducta é influencia del Catolicismo + sobre la abolición de este tráfico, y de la esclavitud + en las colonias. 248 + + + + + EL PROTESTANTISMO + COMPARADO CON + EL CATOLICISMO + + + TOMO SEGUNDO + + + + +CAPITULO XX + + +El más bello timbre de la civilización europea, la conquista más +preciosa en favor de la humanidad, cual es la abolición de la +esclavitud, ya hemos visto á quién se debe: á la Iglesia católica: por +medio de sus doctrinas tan benéficas como elevadas, y de un sistema +tan eficaz como prudente, con su generosidad sin límites, su celo +incansable, su firmeza invencible, abolió la esclavitud en Europa; +es decir, dió el primer paso que debía darse en la regeneración de +la humanidad, sentó la primera piedra que debía sentarse en el hondo +y anchuroso cimiento de la civilización europea: _la emancipación de +los esclavos, la abolición para siempre de este estado tan degradante: +la libertad universal_. Sin levantar antes al hombre de ese abyecto +estado, sin alzarle sobre el nivel de los brutos, no era posible crear +ni organizar una civilización llena de grandor y dignidad; porque, +dondequiera que se ve á un hombre acurrucado á los pies de otro hombre, +esperando con ojo inquieto las órdenes de su amo, ó temblando medroso +al solo movimiento de un látigo; dondequiera que el hombre es vendido +como un bruto, estimadas todas sus facultades, y hasta su vida, por +algunas monedas, allí la civilización no se desenvolverá jamás cual +conviene: siempre será flaca, enfermiza, falseada, porque, donde esto +se verifica, la humanidad lleva en su frente una marca de ignominia. + +Probado, pues, que fué el Catolicismo quien quitó de en medio ese +obstáculo á todo adelanto social, limpiando, por decirlo así, á la +Europa de esa repugnante lepra que la infestaba de pies á cabeza, +entremos ahora en la investigación de lo que hizo el Catolicismo +para levantar el grandioso edificio de la civilización europea; que, +si reflexionamos seriamente cuanto ella entraña de vital y fecundo, +encontraremos nuevos y poderosos títulos que merecen á la Iglesia +católica la gratitud de los pueblos. Y ante todo será bien echar +una ojeada sobre el vasto é interesante cuadro que nos presenta la +civilización europea, resumiendo en pocas palabras sus principales +perfecciones; pues que de esta manera podremos más fácilmente darnos +razón á nosotros mismos de la admiración que nos causa, y del +entusiasmo que nos inspira. El individuo, con un vivo sentimiento de su +dignidad, con un gran caudal de laboriosidad, de acción y energía, y +con un desarrollo simultáneo de todas sus facultades; la mujer, elevada +al rango de compañera del hombre, y compensado, por decirlo así, el +deber de la sujeción con las respetuosas consideraciones de que se la +rodea; la blandura y firmeza de los lazos de familia, con poderosas +garantías de buen orden y de justicia; una admirable conciencia +pública, rica de sublimes máximas morales, de reglas de justicia y +de equidad, y de sentimientos de pundonor y decoro, conciencia que +sobrevive al naufragio de la moral privada, y que no consiente que +el descaro de la corrupción llegue al exceso de los antiguos; cierta +suavidad general de costumbres, que en tiempo de guerra evita grandes +catástrofes, y en medio de la paz hace la vida más dulce y apacible; un +profundo respeto al hombre y á su propiedad, que hace tan raras las +violencias particulares, y sirve de saludable freno á los gobernantes +en toda clase de formas políticas: un vivo anhelo de perfección en +todos ramos; una irresistible tendencia, errada á veces, pero siempre +viva, á mejorar el estado de las clases numerosas; un secreto impulso +á proteger la debilidad, á socorrer el infortunio, impulso que á veces +se desenvuelve con generoso celo, y, cuando no, permanece siempre +en el corazón de la sociedad causándole el malestar y la desazón de +un remordimiento; un espíritu de universalidad, de propagación, de +cosmopolitismo; un inagotable fondo de recursos para remozarse sin +perecer, para salvarse en las mayores crisis; una generosa inquietud +que se empeña en adelantarse al porvenir, y de que resultan una +agitación y un movimiento incesantes, algo peligrosos á veces, pero +que son comunmente el germen de grandes bienes, y señal de un poderoso +principio de vida: he aquí los grandes caracteres que distinguen á la +civilización europea, he aquí los rasgos que la colocan en un puesto +inmensamente superior á todas las demás civilizaciones antiguas y +modernas. + +Leed la historia, desparramad vuestras miradas por todo el orbe, y +dondequiera que no reina el Cristianismo, si no prevalece la vida +bárbara ó la salvaje, hallaréis, por lo menos, una civilización que en +nada se parece á la nuestra, que ni aun remotamente puede comparársele. +Veréis algunas de esas civilizaciones con cierta regularidad, con +señales de firmeza, pues que duran al través de largos siglos; pero, +¿cómo duran? Sin caminar, sin moverse, porque carecen de vida, porque +su regularidad y duración son la de una estatua de mármol, que +inmóvil ve pasar ante sí numerosas generaciones. Pueblos hubo también +con una civilización que rebosaba de actividad y movimiento; pero, +¿qué actividad? ¿qué movimiento? Unos, dominados por el espíritu +mercantil, no aciertan á fundar sobre sólida base su felicidad +interior, sólo saben abordar á nuevas playas que ofrezcan cebo á su +codicia, desembarazándose del excedente de la población por medio +de las colonias, y estableciendo en el nuevo país crecido número de +factorías; otros, disputando y combatiendo eternamente por la mayor +ó menor latitud de la libertad política, olvidan su organización +social, no cuidan de su libertad civil, y, revolviéndose turbulentos en +estrechísimo círculo de espacio y de tiempo, no serían dignos siquiera +de que la posteridad conservara sus nombres, si no brillara entre ellos +con indecible encanto el genio de lo bello, si en los monumentos de su +saber no reflejaran, como en un claro espejo, algunos hermosos rayos +de la ciencia tradicional del Oriente; otros, grandiosos y terribles á +la verdad, pero trabajados sin cesar por las disensiones intestinas, +llevan esculpido en su frente el formidable destino de la conquista, +le cumplen avasallando el mundo, y caminan desde luego á su ruina +por un rapidísimo declive, en que nada los puede contener; otros, +por fin, exaltados por un violento fanatismo, se levantan como las +olas azotadas por el huracán, se arrojan sobre los demás pueblos como +inundación devastadora, y amenazan arrastrar en su fragosa corriente +á la misma civilización cristiana; pero es en vano su esfuerzo, se +estrellan sus oleadas contra una resistencia invencible; redoblan sus +acometidas, pero siempre forzadas á retroceder, y á tenderse de nuevo +sobre su lecho con un sordo bramido. Y ahora, vedlos allá al Oriente, +cual parecen un turbio charco que los ardores del sol acaban de secar; +vedlos allá los hijos y sucesores de Mahoma y de Omar, vedlos allá de +rodillas á las plantas del poderío europeo, mendigando una protección +que por ciertas miras se les dispensa, pero con desdeñoso desprecio. + +Éste es el cuadro que nos ofrecen todas las civilizaciones antiguas y +modernas, excepto la europea, es decir, la cristiana. Sólo ella abarca +á la vez todo lo grande y lo bello que se encuentra en las demás; +sólo ella atraviesa las más profundas revoluciones, sin perecer; sólo +ella se extiende á todas las razas, se acomoda á todos los climas, +se aviene con las más variadas formas políticas; sólo ella se enlaza +amigablemente con todo linaje de instituciones, mientras pueda circular +por su corazón cual fecundante savia, produciendo gratos y saludables +frutos para bien de la humanidad. + +¿Y de dónde habrá recibido la civilización europea su inmensa +superioridad sobre todas las otras? ¿De dónde ha salido tan gallarda, +tan rica, tan variada y fecunda, con ese sello de dignidad, de nobleza +y elevación, sin castas, sin esclavos, sin eunucos, sin esas miserias +que cual asquerosa lepra encontramos en los demás pueblos antiguos y +modernos? ¡Ah! los europeos nos lamentamos á menudo, y tan sentidamente +cual hacerlo pudo ningún pueblo; y no reflexionamos que somos los hijos +mimados de la Providencia, y que, si es verdad que sufrimos males, +patrimonio inseparable de la humanidad, son, empero, muy ligeros, +nulos, en comparación de los que sufrieron y sufren los demás pueblos. +Por lo mismo que es grande nuestra dicha, somos más descontentadizos, +y, por decirlo así, más melindrosos; sucediéndonos lo que á un hombre +de distinguida clase, acostumbrado á vivir rodeado de consideración +y respeto en medio de las comodidades y regalos: una leve palabra le +indigna, la más pequeña molestia le mortifica y desazona; sin reparar +que hay tantos hombres desnudos, y transidos de miseria, que no pueden +cubrir su desnudez sino con algunos harapos, ni apagar su hambre sino +con algunos mendrugos, todo recogido al través de mil repulsas y +bochornos. + +Al contemplar la civilización europea, hieren el ánimo tantas y tan +varias impresiones, agólpase tal tropel de objetos como demandando +consideración y preferencia, que, si bien la imaginación se recrea con +la magnificencia y hermosura del cuadro, el entendimiento se abruma, +no atinando fácilmente por dónde se deba empezar el examen. El mejor +recurso, en tales casos, es la simplificación, descomponiendo el +objeto complexo, y reduciéndolo todo á sus elementos más simples. +_El individuo_, _la familia_, _la sociedad_: he aquí lo que debemos +examinar á fondo, he aquí lo que ha de ser el blanco de nuestras +investigaciones; que, si llegamos á comprenderlo bien, tal como es en +sí y prescindiendo de ligeras variaciones que no afectan su esencia, la +civilización europea, con todas sus riquezas, con todos sus secretos, +se desenvolverá á nuestros ojos, como sale de entre las sombras una +campiña abundante y amena al bañarla los rayos de la aurora. + +Debe la civilización europea todo cuanto es y todo cuanto tiene, á la +posesión en que está de las principales verdades sobre el individuo, +sobre la familia y sobre la sociedad; se han comprendido en Europa +mejor que en ninguna otra parte la verdadera naturaleza, las verdaderas +relaciones, el verdadero fin de estos objetos; se tienen sobre ellos +ideas, sentimientos, miras de que se careció en otras civilizaciones; y +estas ideas y sentimientos están grabados fuertemente en la fisonomía +de los pueblos europeos, inoculados en sus leyes, en sus costumbres, +en sus instituciones, en su lenguaje; se respiran con el aire, porque +traen impregnada nuestra atmósfera como un aroma vivificante. Y es +porque de largos siglos abriga en su seno la Europa un principio +robusto que los conserva, propaga y aplica; es porque en las épocas más +trabajosas en que disuelta la sociedad tuvo que formarse de nuevo, fué +cabalmente cuando este principio regenerador disfrutó de más influjo +y prepotencia. Pasaron los tiempos, sobrevinieron grandes mudanzas, +el Catolicismo sufrió alternativas en su poder é influencia sobre la +Europa; pero la civilización, que era su obra, era demasiado sólida +para ser fácilmente destruída; el impulso era sobrado fuerte y certero +para que se perdiera fácilmente el rumbo; la Europa era un joven en +la flor de sus años, dotado de complexión robusta, y en cuyas venas +circula en abundancia la salud y la vida; los excesos del trabajo y de +la disipación le postran por algún tiempo, le hacen palidecer; pero +bien pronto recobra su rostro la lozanía y los colores, bien pronto +recobran sus miembros la agilidad y la fuerza. + + + + +CAPITULO XXI + + +El _individuo_: he aquí el elemento más simple de la sociedad; he aquí +lo primero que debe estar bien constituído, por decirlo así; he aquí lo +que, en siendo mal comprendido y apreciado, será un eterno obstáculo +á la medra de la verdadera civilización. Ante todo es necesario +advertir que aquí se trata sólo del individuo, del hombre tal como +es en sí, y prescindiendo de las numerosas relaciones que le rodean, +luego que se pasa á considerarlo como miembro de una sociedad. Mas +no se crea, por esto, que voy á considerar al hombre en un completo +aislamiento, llevándole al desierto, reduciéndole al estado salvaje, +y analizando el individualismo tal como nos le ofrecen algunas hordas +errantes, excepción monstruosa que sólo ha podido resultar de la +degradación de la naturaleza humana. Esto equivaldría á resucitar el +método de Rousseau, método puramente utópico, que sólo puede conducir +al error y á la extravagancia. Las piezas de una máquina pueden ser +examinadas aparte, aisladamente, con la mira de comprender mejor su +construcción peculiar; pero nunca deben olvidarse los usos á que se +las destina, nunca debe perderse de vista el todo á que pertenecen; de +otra suerte; el juicio que sobre ellas se forme, no podrá menos de ser +equivocado. El cuadro más sublime y sorprendente no sería más que una +ridícula monstruosidad, si se examinaran en completo aislamiento, ó +en combinaciones arbitrarias, los grupos y las figuras: con semejante +método podrían convertirse en sueños de un delirante los prodigios de +Miguel Ángel y Rafael. + +Pero, sin olvidar que el hombre no está solo en el mundo, y que no +ha nacido para vivir solo; sin olvidar que, á más de lo que es en +sí, forma también parte del gran sistema del universo, y que, á más +de los destinos que le corresponden como comprendido en el vasto +plan de la creación, está elevado por la bondad del Criador á otra +esfera más alta, superior á todo pensamiento terreno; sin prescindir +de nada de esto, como en buena filosofía no se puede prescindir, +queda todavía lugar al estudio del individuo, y del individualismo; +en la consideración del hombre puédese todavía abstraer la calidad +del ciudadano, abstracción que, lejos de conducirnos á extravagantes +paradojas, es muy á propósito para comprender á fondo cierta +particularidad notable que se observa en la civilización europea, +cierto distintivo que por sí solo no la dejaría confundir con las otras. + +Que deba hacerse una distinción entre el hombre y el ciudadano, que +estos dos aspectos den lugar á consideraciones muy diferentes, nadie +habrá que no lo perciba fácilmente; pero es tarea algo difícil el +deslindar hasta dónde se extiendan los resultados de esa distinción, +hasta qué punto sea conveniente el sentimiento de la independencia +personal, cuál sea la esfera que deba señalarse al desarrollo puramente +individual, qué es lo que sobre este particular se encuentra en nuestra +civilización que no se halle en las otras; es tarea harto difícil +apreciar debidamente esta diferencia, señalar su origen y objeto, y +pesar atinadamente cuál ha sido su verdadero influjo en la marcha de +la civilización. Tarea, repito, muy difícil, porque se encierran aquí +varias cuestiones, bellas é importantes en verdad, pero delicadas, +profundas, donde es muy fácil equivocarse, porque es casi imposible +fijar certeramente la mirada, á causa de que los objetos tienen algo +de vago, de indeterminado, de aéreo, andan como fluctuando, sólo +vinculados entre sí por relaciones imperceptibles. + +Tropezamos aquí con el famoso _individualismo_, que, según Guizot, +fué importado por los bárbaros del Norte y representó un papel tan +descollante, que debe se reconocido como uno de los primeros y más +fecundos principios de la civilización europea. Analizando el célebre +publicista los elementos de esta civilización, señalando la parte que +en su juicio cupo al imperio romano y á la Iglesia, pretende hallar +algo de singular y muy fecundo en el sentimiento de individualismo +que traían los germanos consigo, y que inocularon en las costumbres +europeas. + +No será inútil dar razón aquí de la opinión de M. Guizot sobre esta +importante y delicada materia, porque, al paso que se logrará fijar +mejor el estado de la cuestión, cosa harto difícil en objetos de suyo +tan vagos, se disipará la grave equivocación que padecen algunos en +este punto, debida á la autoridad del citado escritor, que, con los +recursos de su ingenio y los encantos de su elocuencia, ha hecho +verosímil y plausible lo que, examinado á fondo, no es más que una +paradoja. + +Como al combatir las opiniones de un escritor debe tenerse el primer +cuidado en no alterárselas, atribuyéndole lo que en realidad no ha +dicho, y estando, por otra parte, la materia que nos ocupa tan sujeta á +equivocaciones, será bien copiar por entero las palabras de M. Guizot. +«El estado general de la sociedad entre los bárbaros es lo que nos +importa conocer; y esto cabalmente es muy difícil. Comprendemos sin +mucho trabajo el sistema municipal romano, y la Iglesia cristiana; su +influencia se ha perpetuado hasta nuestros días; encontramos su huella +en muchas instituciones, en hechos que tenemos á la vista, y esto nos +facilita mil medios de reconocerlos y explicarlos. Nada, empero, ha +quedado de las costumbres y del estado social de los bárbaros; vémonos +obligados á adivinar, ora apelando á remotísimos monumentos históricos, +ora supliendo la falta de esos monumentos con un atrevido esfuerzo de +imaginación.» + +No negaré ser muy poco lo que nos ha quedado de las costumbres de los +bárbaros, ni disputaré con M. Guizot sobre lo que pueda valer una +observación que versa sobre hechos en que sea menester _suplir con +esfuerzos de imaginación lo mucho que de ellos nos falta_, en que +nos _veamos obligados_ á entrar en la peligrosa y resbaladiza senda +de _adivinar_; no desconozco lo que son estas materias, y en las +reflexiones que acabo de hacer sobre la cuestión que nos ocupa, y en +los términos con que la he calificado, bien se alcanza que no juzgo +posible andar con la regla y el compás; pero sí que puede servir esto +para prevenir á los lectores contra la ilusión que pudiera causarles +una doctrina que, bien profundizada, no es más, repito, que una +brillante paradoja. + +«Hay un sentimiento, un hecho, continúa M. Guizot, que es preciso +analizar y comprender para pintar con rasgos verídicos á un bárbaro: +tal es el placer de la independencia individual: el placer de lanzarse +con su fuerza y su libertad en medio de las vicisitudes del mundo y +de la vida; los goces de una actividad sin trabajo, la inclinación á +una vida aventurera, llena de imprevisión, de desigualdad, de peligro. +Éste era el sentimiento dominante del estado bravío, la necesidad +moral que ponía en perpetuo movimiento aquellas masas de hombres. +Viviendo nosotros en medio de una sociedad tan regular, tan uniforme, +nos es sobremanera difícil representarnos ese sentimiento con todo el +imperio, con toda la violencia que ejercía sobre los bárbaros de los +siglos IV y V. Una sola obra he visto en la cual se halla perfectamente +retratado ese carácter de la barbarie: la Historia de la conquista +de Inglaterra por los normandos, de M. Thierry, es el solo libro +en que se ven reproducidos con una exactitud, con una naturalidad +verdaderamente homéricas, los motivos, las inclinaciones, los impulsos +que mueven y agitan á los hombres en un estado social próximo á la +barbarie. En ninguna parte he comprendido, he sentido mejor lo que +es un bárbaro, lo que es la vida de un bárbaro. Algo semejante se +encuentra en las novelas de Cooper sobre los salvajes de América, si +bien, á mi entender, en un grado muy inferior, de una manera menos +simple, menos verdadera. Vese en la vida de los salvajes americanos, +en las relaciones que los unen, en los sentimientos que abrigan en +medio de sus bosques, algún reflejo, alguna analogía que recuerda hasta +cierto punto la vida y las costumbres de los primitivos germanos. +Estos cuadros son ciertamente un poco ideales, tienen algo de poético; +la parte repugnante de las costumbres y de la vida de los bárbaros +no se presenta en ellos con toda su crudeza; y no hablo solamente de +los males acarreados por esas costumbres al estado social, sino de la +situación interior, individual del mismo bárbaro. En esta necesidad +imperiosa de independencia personal había algo de más material, algo de +más grosero de lo que se desprende y pudiera deducirse de la obra de M. +Thierry: dominaba en los bárbaros del Norte cierto grado de brutalidad, +de embriaguez, de apatía, que no siempre se ven fielmente representadas +en aquellas narraciones. No obstante, profundizando más y más las +cosas, á pesar de esa confusa mezcla de brutalidad, de materialismo, +de egoísmo estúpido, se conoce que aquella pasión por la independencia +individual es un sentimiento noble, cuyo poder deriva todo de la parte +superior, de la naturaleza moral del mismo hombre: es el placer de +sentirse hombre, el sentimiento de la personalidad, de la espontaneidad +humana en su libre desarrollo. + +»Á los bárbaros germanos, señores, debe la moderna civilización ese +sentimiento desconocido enteramente de los romanos, de la Iglesia, de +casi todas la civilizaciones antiguas. Cuando en éstas hace algún papel +la libertad, es la libertad política, la libertad del ciudadano; ésta +era la que le movía, la que le entusiasmaba; no su libertad personal: +pertenecía á una asociación, se hallaba consagrado á una asociación, +y por una asociación estaba pronto á sacrificarse. Lo mismo sucedía +en la Iglesia cristiana: reinaba entre los fieles un vivo apego á la +corporación cristiana, un rendido acatamiento, un entero abandono á +sus leyes, un fuerte empeño de extender su imperio: otras veces el +sentimiento religioso conducía al hombre á una reacción sobre sí +mismo, sobre su alma, á una lucha interior, para sojuzgar su libre +albedrío y someterlo á las inspiraciones de su fe. El sentimiento, +empero, de independencia personal, ese anhelo de libertad que se +desarrolla sin otro fin ni objeto que el de complacerse, este +sentimiento, repito, era desconocido á los romanos y á la sociedad +cristiana. Los bárbaros le llevaron consigo y le depositaron en la +cuna de la civilización europea. Tan descollante papel ha en ella +representado, tan hermosos resultados ha producido, que es imposible +dejar de reconocerle como uno de sus elementos principales.» (_Historia +de la civilización europea. Lección II._) + +El sentimiento de la independencia personal atribuído exclusivamente á +un pueblo, ese sentimiento vago, indefinible, con una extraña mezcla de +noble y de brutal, de bárbaro y de civilizador, tiene algo de poético, +muy propio para seducir la fantasía; pero, como el contraste mismo con +que se procura aumentar el efecto de las pinceladas lleva en sí algo de +extraordinario y hasta contradictorio, la severa razón sospecha algún +error oculto, y se pone en cautelosa guarda. + +Si es verdad que tal fenómeno haya existido, ¿de dónde pudo dimanar? +¿fué quizás un resultado del clima? Pero ¿cómo es concebible que +abrigaran los hielos del Norte lo que no abrigaban los ardores del +Mediodía? ¿cómo es que, desenvolviéndose con tanta fuerza en los países +meridionales de Europa el sentimiento de la independencia política, +cabalmente no se encontrara en ellos el sentimiento de la independencia +personal? ¿no fuera una extrañeza, mejor diré, un absurdo, que los +climas se hubiesen repartido como patrimonios los sentimientos de las +dos clases de libertad? + +Diráse quizás que procedía este sentimiento del estado social; pero, en +tal caso, no era menester atribuirle como característico á un pueblo; +bastaba asentar, en general, que ese sentimiento era propio de los +pueblos que se hallasen en el estado social de los germanos. Además +que, si era un efecto del estado social, ¿cómo pudo ser un germen, un +principio fecundo de civilización, lo que era propio de la barbarie? +Este sentimiento debiera haberse borrado por la civilización, no +conservarse en medio de ella, no contribuir á su desarrollo; y, si bajo +alguna forma debía permanecer, ¿por qué no sucedió lo mismo en otras +civilizaciones, ya que no fueron, por cierto, los germanos el único +pueblo que haya pasado de la barbarie á la civilización? + +No se pretende, por eso, decir que los bárbaros del Norte no ofrecieran +bajo este aspecto alguna particularidad notable, ni tampoco que no se +encuentre en la civilización europea un sentimiento de personalidad, +por decirlo así, que no se halla en las demás civilizaciones; pero sí +que para explicar el individualismo de los germanos es poco filosófico +valerse de misterios y enigmas, sí que para señalar la razón de la +superioridad que tiene en esta parte la civilización europea, no es +necesario acudir á la barbarie de los germanos. Si queremos formarnos +idea cabal de esta cuestión tan complexa é importante, conviene ante +todo fijar en cuanto cabe la verdadera naturaleza del individualismo +de los bárbaros. En un opúsculo que di á luz hace algún tiempo, cuyo +título era: _Observaciones sociales, políticas y económicas sobre +los bienes del clero_, traté por incidencia de ese individualismo, +y me esforcé en aclarar sobre este punto las ideas, y, como desde +entonces no he variado de opinión, antes me he confirmado más en ella, +trasladaré á continuación lo que allí decía: «¿Qué venía á ser este +sentimiento? ¿era peculiar de aquellos pueblos, era un resultado de +las influencias del clima, de una situación social? ¿era tal vez un +sentimiento, que se halle en todos lugares y tiempos, pero modificado á +la sazón por circunstancias particulares? ¿Cuál era su fuerza, cuál su +tendencia, qué encerraba de justo ó de injusto, de noble ó degradante, +de provechoso ó nocivo? ¿qué bienes llevó á la sociedad, qué males? +y éstos ¿cómo se combatieron, por quién, y por qué medios, con qué +resultado? Muchas cuestiones hay encerradas aquí; pero no traen, +sin embargo, la complicación que pudiera parecer; aclarada una idea +fundamental, las demás se desenvolverán muy fácilmente; y, simplificada +la teoría, vendrá luego la historia en su confirmación y apoyo. + +»Hay en el fondo del corazón del hombre un sentimiento fuerte, +vivo, indeleble, que le inclina á conservarse, á evitarse males, y +á procurarse bienestar y dicha. Llámesele amor propio, instinto de +conservación, deseo de la felicidad, anhelo de perfección, egoísmo, +individualismo, llámesele como se quiera, el sentimiento existe: aquí +dentro le tenemos, no podemos dudar de él; él nos acompaña en todos +nuestros pasos, en todas nuestras acciones, desde que abrimos los +ojos á la luz hasta que descendemos al sepulcro. Este sentimiento, +si bien se le observa en su origen, naturaleza y objeto, no es más +que una gran ley de todos los seres, aplicada al hombre; ley que, +siendo una garantía de la conservación y perfección de los individuos, +contribuye de un modo admirable á la harmonía del universo. Bien claro +es que semejante sentimiento nos ha de llevar naturalmente á aborrecer +la opresión, y á experimentar un desagrado por cuanto tiende á +embarazarnos, ó á coartarnos el uso de nuestras facultades: la razón es +obvia; todo esto nos causa un malestar, y á semejante estado se opone +nuestra naturaleza; hasta el niño más tierno sufre ya de mala gana la +ligadura que le embarga el libre movimiento: se enfada, forceja, llora. + +»Además, si por una ú otra causa no carece totalmente el individuo +del conocimiento de sí mismo; si, por poco que sea, han podido +desarrollarse algún tanto sus facultades intelectuales, brotará en +el fondo de su alma otro sentimiento que nada tiene de común con el +instinto de conservación que impele á todos los seres, otro sentimiento +que pertenece exclusivamente á la inteligencia: hablo del sentimiento +de dignidad, del aprecio, de la estimación de nosotros mismos, de ese +fuego que brota en el corazón de nuestra más tierna infancia, y que, +nutrido, extendido y avivado con el pábulo que va suministrando el +tiempo, es capaz de aquella fuerza prodigiosa, de aquella expansión que +tan inquietos, tan activos, tan agitados nos trae en todos los períodos +de nuestra vida. La sujeción de un hombre á otro hombre envuelve algo +que hiere este sentimiento de dignidad; porque, aun suponiendo esta +sujeción conciliada con toda la libertad y suavidad posibles, con +todos los respetos á la persona sujeta, revela al menos á ésta alguna +flaqueza ó necesidad que la obliga á dejarse cercenar algún tanto del +libre uso de sus facultades: y he aquí otro origen del sentimiento de +independencia personal. + +»Infiérese de lo que acabo de exponer, que el hombre lleva siempre +consigo el amor á la independencia, que este sentimiento es común á +todos los tiempos y países, y que no puede ser de otra manera, pues que +hemos encontrado su raíz en dos sentimientos tan naturales al hombre, +como son: _el deseo de bienestar, y el sentimiento de su dignidad_. + +»Es evidente que en la infinidad de situaciones, física y moralmente +diversas, en que puede encontrarse el individuo, las modificaciones de +tales sentimientos podrán también variarse hasta lo infinito; y que +éstos, sin salir del círculo que les traza su esencia, tienen mucha +latitud para que sean susceptibles de muy diferentes graduaciones +en su energía ó debilidad, y para que sean morales ó inmorales, +justos ó injustos, nobles ó innobles, provechosos ó nocivos, y, por +consiguiente, para que puedan comunicar al individuo á quien afectan +mucha diversidad de inclinaciones, de hábitos y costumbres, dando así +á la fisonomía de los pueblos rasgos muy diferentes, según sea el modo +particular y característico con que se hallan afectados los individuos. +Aclaradas ya estas nociones, sin haber dejado nunca de la mano el +corazón del hombre, queda también manifestado cómo deben resolverse +todas las cuestiones generales que se habían ofrecido con relación +al sentimiento de individualismo; echándose de ver también que no es +menester recurrir á palabras misteriosas, ni á explicaciones poéticas; +porque nada hay aquí que no pueda sujetarse á riguroso análisis. + +»Las ideas que el hombre se forme de su bienestar y dignidad, y los +medios de que disponga para alcanzar aquél, y conservar ésta, he +aquí lo que graduará la fuerza, determinará la naturaleza, fijará +el carácter, señalará la tendencia de todos estos sentimientos; +es decir, que todo dependerá del estado físico y moral en que se +hallen la sociedad y el individuo. Y, aun en igualdad de las demás +circunstancias, dad al hombre las verdaderas ideas de su bienestar y +dignidad, tales como las enseñan la razón y, sobre todo, la religión +cristiana, y formaréis un buen ciudadano; dádselas equivocadas, +exageradas, absurdas, tales como las explican escuelas perversas y como +las propalan los tribunos de todos los tiempos y países, y sembraréis +abundante semilla de turbulencias y desastres. + +»Falta ahora hacer una aplicación de esta doctrina, para que, +concretándonos al objeto que nos ocupa, podamos manifestar con toda +claridad el punto principal que nos hemos propuesto. + +»Si fijamos nuestra atención sobre los pueblos que invadieron y +derribaron el imperio romano, ateniéndonos á los rasgos que sobre +ellos nos ha conservado la historia, á lo que de sí arrojan las mismas +circunstancias en que se encontraban, y á lo que en esta materia +ha podido enseñar á la ciencia moderna la inmediata observación de +algunos pueblos de América, no nos será imposible formarnos idea de +cuál era entre los bárbaros invasores el estado de la sociedad y del +individuo. Situados los bárbaros en su país natal, en medio de sus +montes y bosques cubiertos de nieve y de escarcha, tenían también +sus lazos de familia, sus relaciones de parentesco, su religión, sus +tradiciones, sus hábitos, sus costumbres, su apego al propio suelo, su +amor á la independencia de la patria, su entusiasmo por las hazañas +de sus mayores, su amor á la gloria adquirida en el combate, su anhelo +de perpetuar en sus hijos una raza robusta, valiente y libre, sus +distinciones de familias, sus divisiones en tribus, sus sacerdotes, sus +caudillos, su gobierno. Sin que sea menester entrar ahora en cuestiones +sobre el carácter que entre ellos tenían las formas de gobierno, y +dando de mano á cuanto pudiera decirse sobre su monarquía, asambleas +públicas y otros puntos semejantes, cuestiones todas que, á más de ser +ajenas de este lugar, llevan siempre consigo mucho de imaginario é +hipotético, me contentaré con observar lo que para todos los lectores +será incontestable, y es, que la organización de la sociedad era entre +ellos cual debía esperarse de ideas rudas y supersticiosas, usos +groseros y costumbres feroces; es decir, que su estado social no se +elevaba sobre aquel nivel que naturalmente debían de haberle señalado +tan imperiosas necesidades, como son, el que no se convirtieran en +absoluto caos sus bosques, y que á la hora del combate no marcharan sin +alguna cabeza y guía confusos pelotones. + +»Nacidos aquellos pueblos en climas destemplados y rigurosos, +embarazándose y estrechándose unos á otros por su asombrosa +multiplicación, escasos, por lo mismo, de medios de subsistencia, y +teniendo á la vista la abundancia y comodidades con que les brindaban +espaciosas y cultivadas comarcas, sentíanse á la vez acosados de +grandes necesidades, y estimulados vivamente por la presencia y +cercanía de la presa; y, como que no veían otro dique que las flacas +legiones de una civilización muelle y caduca, sintiéndose ellos +robustos de cuerpo, esforzados y briosos de ánimo, y alentados por +su misma muchedumbre, despegábanse fácilmente de su país natal, +desenvolvíase en su pecho el espíritu emprendedor, y se precipitaban +impetuosos sobre el imperio, como un torrente que se despeña de un alto +risco, inundando las llanuras vecinas. + +»Por imperfecto que fuera su estado social, por groseros que fueran +los lazos de que estaba formado, bastábales, sin embargo, á ellos +en su país natal, y en sus costumbres primitivas; y, si los bárbaros +hubiesen permanecido en sus bosques, habría continuado aquella forma de +gobierno llenando á su modo su objeto, como nacida que era de la misma +necesidad, adaptada á las circunstancias, arraigada con el hábito, +sancionada por la antigüedad, y enlazada con todo linaje de tradiciones +y recuerdos. + +»Pero eran sobrado débiles estos lazos sociales para que pudieran ser +trasladados sin quebrantarse; y aquellas formas de gobierno eran, +como se echa de ver, tan acomodadas al estado de barbarie, y, por +consiguiente, tan circunscriptas y limitadas, que mal podían aplicarse +á la nueva situación en que casi de repente se encontraron aquellos +pueblos. + +»Figuraos ahora á los bravos hijos de las selvas arrojados sobre el +Mediodía, como un león sobre su presa, precedidos de sus feroces +caudillos, seguidos del enjambre de sus mujeres é hijos, llevando +consigo sus rebaños y sus groseros arreos, destrozando de paso +numerosas legiones, saltando trincheras, salvando fosos, escalando +baluartes y murallas, talando campiñas, arrasando bosques, incendiando +populosas ciudades, arrastrando grandes pelotones de esclavos recogidos +en el camino, arrollando cuanto se les opone, y llevando delante de +sí numerosas bandadas de fugitivos, corriendo pavorosas y azoradas +por escapar del hierro y del fuego; figuráoslos un momento después, +engreídos por la victoria, ufanos con tantos despojos, encrudecidos +con tantos combates, incendios, saqueos y matanzas; trasladados +como por encanto á un nuevo clima, bajo otro cielo, nadando en la +abundancia, en los placeres, en nuevos goces de todas clases; con una +confusa mezcla de idolatría y de Cristianismo, de mentira y de verdad, +muertos en los combates los principales caudillos, confundidas con el +desorden las familias, mezcladas las razas, alterados y perdidos los +antiguos hábitos y costumbres, y desparramados, por fin, los pueblos +en países inmensos, en medio de otros pueblos de diversas lenguas, de +otras ideas, de distintos usos y costumbres; figuraos, si podéis, ese +desorden, esa confusión, ese caos; y decidme si no veis quebrantados, +hechos mil trozos todos los lazos que formaban la sociedad de esos +pueblos, y si no veis desaparecer de repente la sociedad civilizada con +la sociedad bárbara, aniquilarse todo lo antiguo, antes que pudiera +reemplazarlo nada nuevo. + +»Y entonces, si fijáis vuestra vista sobre el adusto hijo del aquilón, +al sentir que se relajan de repente todos los vínculos que le unían +con su sociedad, que se quebrantan todas las trabas que contenían su +fiereza, al encontrarse solo, aislado, en posición tan nueva, tan +singular y extraordinaria, conservando un obscuro recuerdo de su país, +sin haberse aficionado todavía al recién ocupado, sin respeto á una +ley, sin temor á un hombre, sin apego á una costumbre, ¿no le veis, +arrastrado de su impetuosa ferocidad, arrojarse sin freno á dondequiera +que le conducen sus hábitos de violencia, de vagancia, de pillaje y +matanzas; y, confiado siempre en su nervudo brazo, en su planta ligera, +guiado por las inspiraciones de un corazón lleno de brío y de fuego, y +por una fantasía exaltada con la vista de tantos, tan nuevos y variados +países, por los azares de tantos viajes y combates, no le veis acometer +temerario todas las empresas, rechazar toda sujeción, sacudir todo +freno, y saborearse en los peligros de nuevas luchas y aventuras? ¿Y +no encontráis aquí el misterioso individualismo, el sentimiento de +independencia personal, con toda su realidad filosófica y con toda su +verdad histórica? + +»Este individualismo brutal, este feroz sentimiento de independencia, +que ni podía conciliarse con el bienestar del individuo, ni con su +verdadera dignidad; que, entrañando un principio de guerra eterna, y de +vida errante, debía acarrear necesariamente la degradación del hombre +y la completa disolución de la sociedad, tan lejos estaba de encerrar +un germen de civilización, que antes bien era lo más á propósito para +conducir la Europa al estado salvaje, ahogando en su misma cuna toda +sociedad, desbaratando todas las tentativas encaminadas á organizarla +y acabando de aniquilar cuantos restos hubiesen quedado de la +civilización antigua.» + +Las reflexiones que se acaban de presentar serán más ó menos felices, +pero al menos no adolecen de la inconcebible incoherencia, por no +decir contradicción, de hermanar la barbarie y la brutalidad con +la civilización y la cultura; por lo menos no se llama principio +descollante, fecundo en la civilización europea, á lo mismo que un +poco más allá se señala como uno de los obstáculos más poderosos que +salían al paso á las tentativas de organización social. Como en este +punto coincide M. Guizot con la opinión que acabo de manifestar, y +hace resaltar notablemente la incoherencia de su doctrina, el lector +no llevará á mal que se lo haga oir de su propia boca: «Es claro +que, si los hombres carecen de ideas que se extiendan más allá de su +propia existencia; si su horizonte intelectual no alcanza más allá del +individualismo; si se dejan arrastrar por la fuerza de sus pasiones é +intereses; si no poseen un cierto número de nociones y de sentimientos +comunes que sirvan como de lazo entre todos los asociados; es claro, +digo, que será imposible entre ellos toda idea de sociedad, que cada +individuo será en la sociedad á que pertenezca, un principio de +trastorno y de disolución. + +»Dondequiera que domine casi absolutamente el individualismo; +dondequiera que el hombre no se considere más que á sí propio, que +sus ideas no se extiendan más allá de sí mismo, no obedezca más que +á su pasión, la sociedad (hablo de una sociedad un poco dilatada y +permanente) llega á ser poco menos que imposible. Tal era en el tiempo +de que hablamos el estado moral de los conquistadores de Europa. +Hice ya notar en la última reunión que debíamos á los germanos el +sentimiento enérgico de la libertad particular y del individualismo +humano. Pues bien: cuando el hombre se halla en un estado de extrema +rusticidad y de ignorancia, entonces ese sentimiento es el egoísmo +con toda su brutalidad, con toda su insociabilidad, y en este estado +se encontraba entre los germanos desde el siglo V hasta el VIII. +Sin hallarse acostumbrados á más que á cuidar de su propio interés, +á satisfacer sus pasiones, á dar cumplimiento á su voluntad, ¿cómo +habrían podido acomodarse á un estado un poco organizado? Habíase +intentado varias veces hacerlos entrar en él, ellos mismos lo deseaban; +mas, burlaban siempre esos deseos, y hacían inútil toda tentativa, +la brutalidad, la ignorancia, la imprevisión. Á cada instante se ve +levantarse un embrión de sociedad, y á cada instante se ve esa misma +sociedad desmembrarse, arruinarse, por faltar en los hombres ideas +morales y comunes, elementos tan necesarios é indispensables. + +»Tales eran, señores, las dos verdaderas causas que prolongaron el +estado de la barbarie: mientras existieron, ella también duró.» +(_Historia general de la civilización europea. Lección III._) + +Á M. Guizot sucedióle con su _individualismo_ lo que suele acontecer +á los grandes talentos: un fenómeno singular los hiere vivamente, +inspírales un ardiente deseo de averiguar la causa, y tropiezan á +menudo, caen en error, arrastrados por una secreta inclinación á +señalar un origen nuevo, inesperado, sorprendente. Para extraviarle, +mediaba todavía otra causa. En su mirada vasta y penetrante sobre la +civilización europea, en el cotejo que de ella hizo con las más famosas +civilizaciones antiguas, descubrió una diferencia muy notable entre el +individuo de la primera y el individuo de las otras; vió, sintió en el +hombre europeo algo de más noble, de más independiente que no hallaba +ni en el griego ni en el romano; era menester señalar el origen de esta +diferencia, y no era poco trabajosa la tarea para la posición en que se +encontraba el historiador filósofo. Ya al echar una ojeada sobre los +varios elementos de la civilización europea, se le había presentado la +Iglesia como uno de los más poderosos, como uno de los más influyentes +en la organización social, y en el impulso que hizo marchar el +mundo hacia un porvenir grande y venturoso; ya lo había reconocido +expresamente así, y tributado un testimonio á la verdad, con aquellos +rasgos magníficos que trazar sabe su elocuente pluma; ¿y queríase ahora +que, para explicar el fenómeno que llamaba su atención, recurriese +también al Cristianismo, á la Iglesia? Eso hubiera sido dejarla +sola en la grande obra de la civilización, y M. Guizot á toda costa +quería señalarle coadjutores; por esta causa fija sus miradas sobre +las hordas bárbaras; y en la frente adusta, en la fisonomía feroz, +en el mirar inquieto y fulminante del hijo de las selvas, pretende +descubrir el tipo, algo tosco sí, pero no menos verdadero, de la noble +independencia, de la elevación y dignidad, que lleva rasgueadas en su +frente el individuo europeo. + +Aclarada ya la naturaleza del misterioso individualismo de los +germanos, y demostrado también que, lejos de ser un elemento de +civilización, lo era de desorden y barbarie, falta ahora examinar cuál +es la diferencia que media entre la civilización europea y las demás +con respecto al sentimiento de dignidad é independencia que anima al +individuo; falta determinar á punto fijo cuáles son las modificaciones +que en Europa ha tomado un sentimiento, el cual, como vimos ya, mirado +en sí, es común á todos los hombres. + +En primer lugar, carece de fundamento lo que afirma M. Guizot: que +_el sentimiento de independencia personal, ese anhelo de libertad que +agita los corazones sin otro fin ni objeto que el de complacerse, fuese +característico de los bárbaros, y desconocido entre los romanos_. +Claro es que, al entablarse semejante comparación, no puede entenderse +del sentimiento en su estado de bravura y ferocidad, pues que esto +equivaldría á decirnos que los pueblos civilizados no podían tener el +carácter distintivo de la barbarie; pero, si le despojamos de esta +circunstancia, hallábase, y muy vivo, no sólo entre los romanos, sino +también entre los pueblos más famosos de la antigüedad. + +«Cuando en las civilizaciones antiguas, dice M. Guizot, hace algún +papel la libertad, debe entenderse de la libertad política, de +la libertad del ciudadano; ésta era la que le movía, la que le +entusiasmaba, no su libertad personal; pertenecía á una asociación, y +por una asociación estaba pronto á sacrificarse.» Sin que sea menester +negar que había ese espíritu de consagrarse á una asociación, y con +algunas particularidades notables, que más abajo me propongo explicar, +puédese afirmar, no obstante, que el deseo de _la libertad personal, +con el solo fin y objeto de complacerse_, quizás era entre ellos +más vivo que entre nosotros; si no, ¿qué buscaban los fenicios, los +griegos isleños y asiáticos, y los cartagineses, cuando emprendían +sus navegaciones, que, para el atraso de aquellos tiempos, eran tan +osadas y peligrosas como las de nuestros más intrépidos marinos? +¿Era acaso por _sacrificarse á una asociación_, cuando sólo ansiaban +descubrir nuevas playas donde pudiesen amontonar plata y oro, y +todo linaje de preciosidades? ¿No los guiaba el anhelo de adquirir, +de _complacerse_? ¿Dónde está la asociación? ¿Dónde se la divisa? +¿Vemos acaso otra cosa que el individuo con sus pasiones, con sus +gustos, con su afán de satisfacerlos? Y los griegos, esos griegos +tan muelles, tan voluptuosos, tan sedientos de placer, ¿no tenían +vivísimo el sentimiento de su _libertad personal_, de poder vivir con +amplia libertad, con el _solo fin y objeto de complacerse_? Sus poetas +cantando el néctar y los amores, sus libres cortesanas recibiendo los +obsequios de los hombres más famosos, y haciendo olvidar á los sabios +la mesura y gravedad filosóficas, y el pueblo celebrando sus fiestas +en medio de la disolución más espantosa, ¿era todo esto un sacrificio +que se hacía en las aras de la asociación? ¿Tampoco había aquí el +individualismo, el afán de _complacerse_? + +Por lo que toca á los romanos, si se hablase de lo que se llama bellos +tiempos de la república, no fuera quizás tan fácil ofrecer pruebas de +lo que estamos manifestando; pero cabalmente se trata de los romanos +del imperio, de los romanos que vivían en la época de la irrupción +de los bárbaros; de esos romanos tan sedientos de _complacerse_, y +tan devorados de esa fiebre de que tan negros cuadros nos conserva la +historia. Sus soberbios palacios, sus magníficas quintas, sus regalados +baños, sus espléndidos cenáculos, sus mesas opíparas, sus lujosos +trajes, su disipación voluptuosa, ¿no muestran acaso al individuo, +que, sin pensar en la asociación á que pertenece, trata tan sólo de +lisonjear sus pasiones y caprichos, viviendo con la mayor comodidad, +regalo y esplendor posibles; que no cuida de otra cosa que de solazarse +con sus amigos, de mecerse blandamente en los brazos del placer, de +satisfacer todos sus caprichos, de saciar todas sus pasiones, que todo +lo ha olvidado, que en nada piensa, sino en que tiene un corazón que +ansía por complacerse y gozar? + +No es fácil tampoco atinar por qué M. Guizot atribuye exclusivamente +á los bárbaros _el placer de sentirse hombre, el sentimiento de su +personalidad, de la espontaneidad humana en su libre desarrollo_. ¿Y +podemos creer que de tales sentimientos carecieran los vencedores +de Maratón y de Platea, los pueblos que tantos monumentos nos han +legado que inmortalizan sus nombres? Cuando en las bellas artes, en +las ciencias, en la oratoria, en la poesía, brillaban por doquiera +hermosísimos rasgos de genio, ¿no existía el _placer de sentirse +hombre_, no se tenía _el sentimiento y poder del libre desarrollo en +todas las facultades_? Y en una sociedad donde tan apasionadamente +se amaba la gloria, como sucedía entre los romanos, que puede +presentarnos hombres como Cicerón y Virgilio; en una sociedad donde +pudieron escribirse las valientes plumadas de Tácito, esas plumadas +que á la distancia de diez y nueve siglos hacen retemblar todavía los +corazones generosos; ¿allí no había el _placer de sentirse hombre, no +había el orgullo de comprender su dignidad, no había el sentimiento +de la espontaneidad humana en su libre desarrollo_? ¿Cómo es posible +concebir que en esta parte se aventajasen los bárbaros del Norte á los +griegos y romanos? + +¿Á qué semejantes paradojas? ¿Á qué semejante trastorno y confusión de +ideas? ¿Qué valen las palabras, por brillantes que sean, cuando nada +significan? ¿Qué valen las observaciones, por delicadas que parezcan, +cuando el entendimiento á la primera ojeada descubre en ellas la +inexactitud y la vaguedad, y, examinándolas á fondo, las encuentra +llenas de incoherencias y de absurdos? + + + + +CAPITULO XXII + + +Si profundizamos la cuestión que se agita, si no nos dejamos llevar +hasta el error y la extravagancia por la manía de pasar plaza de +pensadores profundos y de observadores muy delicados, si hacemos uso +de una recta y templada filosofía, fundada en los hechos que nos +suministra la historia, echaremos de ver que la diferencia capital +entre nuestra civilización y las antiguas, con respecto al individuo, +consistía en que el _hombre, como hombre_, no era estimado en lo que +vale. No faltaban ni el _sentimiento de independencia personal_, ni +el anhelo de _complacerse y gozar, ni cierto orgullo de sentirse +hombre_: el defecto no estaba en el corazón, sino en la cabeza. Lo que +faltaba, sí, era la comprensión de toda la dignidad del hombre, era el +alto concepto que de nosotros mismos nos ha dado el Cristianismo, al +paso que con admirable sabiduría nos ha manifestado también nuestras +flaquezas; lo que faltaba, sí, á las sociedades antiguas, lo que ha +faltado y faltará á todas en las que no reine el Cristianismo, era +ese respeto, esa consideración de que entre nosotros está rodeado +un individuo, un _hombre sólo por ser hombre_. Entre los griegos el +griego lo es todo; los extranjeros, los bárbaros, no son nada; en +Roma el título de ciudadano romano hace al hombre; quien carece de +ese título, es nada. En los países cristianos, si nace una criatura +deforme ó privada de algún miembro, excita la compasión, es objeto +de más tierna solicitud, bástale para ello el ser hombre, y, sobre +todo, hombre desgraciado; entre los antiguos era mirada una criatura +así como cosa inútil, despreciable, y, en ciertas ciudades, como por +ejemplo en Lacedemonia, estaba prohibido alimentarla, y por orden de +los magistrados encargados de la policía de los nacimientos ¡horror +causa decirlo! era arrojada á una sima. Era un hombre; pero esto ¿qué +importaba? Era un hombre que para nada podía servir, y una sociedad +sin entrañas no quería imponerse la carga de mantenerle. Léase á +Platón (_Lib. 5 de Rep._), á Aristóteles (_Pol._, lib. 7, c. 15 y +16), y se verá los medios crueles que sabían excogitar esos filósofos +para precaver el excesivo progreso que ha hecho la sociedad bajo la +influencia del Cristianismo, en todo lo que dice relación al hombre. + +Los juegos públicos, esas horrendas escenas en que morían á centenares +los hombres, para divertir á un concurso desnaturalizado, ¿no son un +elocuente testimonio de cuán en poco era tenido el hombre, pues que tan +bárbaramente se le sacrificaba por motivos los más livianos? + +El derecho del más fuerte estaba terriblemente practicado por los +antiguos, y ésta es una de las causas á que debe atribuirse esa +absorción, por decirlo así, en que vemos al individuo con respecto á +la sociedad. La sociedad era fuerte, el individuo era débil; y así la +sociedad absorbía al individuo, se arrogaba sobre él cuantos derechos +puedan imaginarse; y, si alguna vez servía de embarazo, podía estar +seguro de ser aplastado con mano de hierro. Al leer el modo con que +explica M. Guizot esta particularidad de las civilizaciones antiguas, +no parece sino que en ellas había un patriotismo desconocido, entre +nosotros, patriotismo que, llevado hasta la exageración, y no andando +acompañado del sentimiento de independencia personal, producía esa +especie de absorción individual, ese anonadamiento del individuo +en presencia de la sociedad. Si hubiese reflexionado más á fondo +sobre esta materia, habría alcanzado fácilmente que no estribaba la +diferencia en que unos hombres tuvieran unos sentimientos de que +carezcan los otros, sino en que se ha verificado una revolución inmensa +en las ideas, en que el individuo, el hombre, es tenido en mucho, +cuando entonces era tenido en nada; y de aquí no era difícil inferir +que las mismas diferencias que se notasen en los sentimientos, debían +tener su origen en la diferencia de las ideas. + +En efecto, no es extraño que, viendo el individuo cuán en poco era +tenido por sí mismo, viendo el poder ilimitado que sobre él se arrogaba +la sociedad, y que sirviendo de estorbo era pulverizado, nada extraño +es que él mismo se formase de la sociedad y del poder público una +idea exagerada, que se anonadase en su corazón ante ese coloso que le +infundía miedo, y que, lejos de mirarse como miembro de una asociación, +cuyo objeto era la seguridad y la felicidad de todos los individuos, y +para cuyo logro era indispensable por parte de éstos el resignarse á +algunos sacrificios, se considerase antes bien como una cosa consagrada +á esta asociación, y en cuyas aras debía ofrecerse en holocausto sin +reparos de ninguna clase. Ésta es la condición del hombre: cuando un +poder obra sobre él por mucho tiempo en acción ilimitada, ó se indigna +contra este poder y le rechaza con violencia, ó bien se humilla, se +abate, se anonada ante aquella fuerza cuya acción prepotente le doblega +y aterra. Véase si es éste el contraste que sin cesar nos ofrecen las +sociedades antiguas: la más ciega sumisión, el anonadamiento, de una +parte, y, de otra, el espíritu de insubordinación, de resistencia, +manifestado en explosiones terribles. Así, y sólo así, es posible +comprender cómo unas sociedades en que la agitación y las turbulencias +eran, por decirlo así, el estado normal, nos presentan ejemplos tan +asombrosos como Leónidas pereciendo con sus trescientos lacedemonios en +el paso de las Termópilas, Scévola con la mano en el brasero, Régulo +volviéndose á Cartago para padecer y morir, y Marco Curcio arrojándose +armado en la insondable sima abierta en medio de Roma. + +Todo esto, que á primera vista pudiera parecer inconcebible, se aclara +perfectamente cotejándolo con lo acontecido en las revoluciones de +los tiempos modernos. Trastornos terribles han desquiciado algunas +naciones; la lucha de las ideas é intereses, trayendo consigo el calor +de las pasiones, acarreó por algunos intervalos, más ó menos duraderos, +el olvido de las verdaderas relaciones sociales: ¿y qué sucedió? Que, +al paso que se proclamaba una libertad sin límites, y se ponderaban sin +cesar los derechos del individuo, levantábase en medio de la sociedad +un poder terrible, que, concentrando en su mano toda la fuerza pública, +la descargaba del modo más inhumano sobre el individuo. En esas épocas +resucitaba en toda su fuerza la formidable máxima del _salus populi_ +de los antiguos, pretexto de tantos y tan horrendos atentados; y, por +otra parte, se veía renacer aquel patriotismo frenético y feroz, que +los hombres superficiales admiran en los ciudadanos de las antiguas +repúblicas. + +¡Cosa notable! Algunos escritores habían prodigado desmedidos elogios +á los antiguos, y sobre todo á los romanos; parece que tenían vivos +deseos de que la civilización moderna se amoldase á la antigua; +hiciéronse locas tentativas, se atacó con inaudita violencia la +organización social existente, procuróse con ahinco que perecieran, +ó al menos se sofocaran, las ideas cristianas sobre el individuo y +la sociedad, se pidieron inspiraciones á las sombras de los antiguos +romanos, y en el brevísimo plazo que duró el ensayo, viéronse también, +cual en la antigua Roma, rasgos admirables de fortaleza, de valor, +de patriotismo, contrastando de un modo horroroso con inauditas +crueldades, con horrendos crímenes; y en medio de una nación grande y +generosa, viéronse aparecer de nuevo con espanto de la humanidad los +sangrientos espectros de Mario y Sila. Tanta verdad es que el hombre +es el mismo por todas partes, y que un mismo orden de ideas viene, al +fin, á engendrar un mismo orden de hechos. Que desaparezcan la ideas +cristianas, que las ideas antiguas recobren su fuerza, y veréis que el +mundo nuevo se parecerá al mundo viejo. + +Felizmente para la humanidad, esto es imposible; todos los ensayos +hechos hasta ahora para lograr tan funesto efecto han sido y debido +ser poco duraderos; lo propio sucederá en adelante; pero la página +ensangrentada que dejan en la historia de la humanidad tan criminales +tentativas, ofrece un rico caudal de reflexiones al observador filósofo +para conocer á fondo las delicadas é íntimas relaciones de las ideas +con los hechos, para contemplar en su desnudez la vasta trama de +la organización social, y apreciar en su justo valor la influencia +benéfica ó nociva de las varias religiones y sistemas filosóficos. + +Las épocas de revolución, es decir, aquellas épocas tempestuosas en +que se hunden los gobiernos unos tras otros, como edificios cimentados +sobre un terreno volcanizado, llevan todas ese carácter que las +distingue: _el predominio de los intereses del poder público sobre +todos los intereses privados_. Nunca es más flaco ese poder, nunca es +menos duradero; pero nunca es más violento, más frenético; todo lo +sacrifica á su seguridad ó á su venganza; la sombra de sus enemigos +le persigue y le hace estremecer á todas horas; su propia conciencia +le atormenta y no le deja descanso; la debilidad de su organización y +la movilidad de su asiento le advierten á cada paso de la proximidad +de su caída, y en su impotente desesperación se agita y se revuelve +convulsivo, como un moribundo que expira entre padecimientos atroces. +¿Qué es entonces á sus ojos la vida de los ciudadanos, si esta vida +puede inspirarle la más leve, la más remota sospecha? Si con la sangre +de millares de víctimas puede alcanzar algunos momentos de seguridad, +si puede prolongar por algunos días más su existencia: «perezcan, dice, +perezcan mis enemigos; así lo exige la seguridad del Estado; es decir, +la mía.» + +¿Y de dónde tanto frenesí? ¿de dónde tanta crueldad? ¿Sabéis de dónde? +La causa está en que, derribado el gobierno antiguo por medio de la +fuerza, y entronizado otro en su lugar, apoyado sólo en la fuerza, la +idea del derecho ha desaparecido de la región del poder, la legitimidad +no le escuda, su misma novedad le muestra como de poco valer, y le +augura escasa duración; y, falto de razón y de justicia, y viéndose +precisado á invocarlas para sostenerse, las busca en la misma necesidad +de un poder, en esa necesidad social que está siempre patente; proclama +que la salud del pueblo es la suprema ley, y entonces la propiedad, la +vida del individuo son nada, se aniquilan completamente á la vista de +un espectro sangriento, que se levanta en el centro de la sociedad, y +que, armado con la fuerza, y rodeado de satélites y de cadalsos dice: +«yo soy el poder público, á mí me está confiada la salud del pueblo, yo +soy el que vela por los intereses de la sociedad.» + +¿Y sabéis lo que acontece entonces con esa falta absoluta de respeto +al individuo, con ese completo aniquilamiento del hombre ante el poder +aterrador que se pretende representante de la sociedad? Sucede que +renace el sentimiento de asociación en diferentes sentidos; pero no un +sentimiento dirigido por la razón y por miras benéficas y previsoras, +sino un sentimiento ciego, instintivo, que lleva á los hombres á no +quedarse solos, sin defensa, en medio del campo de batalla y asechanzas +en que se ha convertido la sociedad; que los conduce á unirse, ó para +sostener al poder, si, arrastrados por el torbellino de la revolución, +se han identificado con él y le miran como su único resguardo y +defensa contra los enemigos que les amenazan, ó para derribarle, si, +arrojados por una ú otra causa á las filas contrarias, le contemplan +como su enemigo más capital, y la fuerza de que dispone, como una +espada levantada de continuo sobre sus cabezas. Entonces se verifica +que los hombres pertenecen á una asociación, están consagrados á +una asociación, y por esta asociación están prontos á sacrificarse; +porque no pueden vivir solos, porque conocen, ó sienten al menos +instintivamente, que el individuo es nada, porque, rotos todos los +diques que mantenían el orden social, no le queda al individuo aquella +esfera tranquila donde podía vivir sosegado, independiente, seguro de +que un poder, fundado en la legitimidad y guiado por la razón y la +justicia, velaba por la conservación del orden público y por el respeto +de los derechos del individuo. Entonces los medrosos tiemblan y se +humillan, y empiezan á representar la primera escena de la esclavitud, +donde el oprimido besa la mano opresora, donde la víctima adora al +verdugo; los más audaces, ó se resisten y pelean, ó se buscan y reunen +en las sombras, preparando explosiones terribles; nadie pertenece +á sí mismo; el individuo se siente absorbido por todas partes, ó +por la fuerza que oprime, ó por la fuerza que conspira; porque sólo +la justicia es el numen tutelar de los individuos; y, cuando ella +desaparece, no son más que imperceptibles granos de arena arrebatados +por el huracán, gotas de agua confundidas en las oleadas de una +tormenta. + +Concebid sociedades donde no reine ese frenesí que nunca puede ser +duradero, pero que, sin embargo, no posean las verdaderas ideas sobre +los derechos y deberes del individuo y del poder público; sociedades +donde se encuentren como divagando al acaso algunas nociones sobre esos +puntos cardinales, pero inciertas, obscuras, imperfectas, ahogadas en +la atmósfera de mil preocupaciones y errores, donde bajo esa influencia +se haya organizado un poder público, con estas ó aquellas formas, pero +que al fin haya llegado á solidarse por la fuerza del hábito, y por +falta de otro mejor que satisfaga las necesidades más urgentes de la +sociedad; y entonces habréis concebido las sociedades antiguas, mejor +diremos, las sociedades sin el Cristianismo; entonces concebiréis +el anonadamiento del individuo ante la fuerza del poder público, sea +bajo el despotismo asiático, sea bajo la turbulenta democracia de las +antiguas repúblicas. Es lo mismo que habréis podido observar en las +sociedades modernas en las épocas de revolución; sólo que en estas +sociedades es pasajero y estrepitoso ese mal, cual los estragos de +una tempestad; pero en las antiguas era su estado normal, como una +atmósfera viciada, que afecta y daña sin cesar á los que viven en ella. + +Si examinamos la causa de dos fenómenos tan encontrados, como son, +la exaltación patriótica de los antiguos griegos y romanos, y la +postración y abatimiento político en que yacían otros pueblos, y en que +yacen todavía aquellos donde no domina el Cristianismo; si buscamos +la raíz de esa abnegación individual que se descubre en el fondo de +dos sentimientos tan opuestos; si investigamos cuál es la causa de que +no se encuentre ni en unos ni en otros ese desarrollo individual que +se observa en Europa, acompañado de un patriotismo razonable, pero +que no sofoca el sentimiento de una legítima independencia personal; +encontraremos una muy poderosa en que el hombre no se conocía á sí +mismo, no sabía bien lo que era; y que sus verdaderas relaciones con la +sociedad eran miradas al través de mil preocupaciones y errores, y, por +consiguiente, mal comprendidas. + +Á la luz de estas observaciones se echa de ver que la admiración por el +patriótico desprendimiento, por la heroica abnegación de los antiguos, +se ha llevado quizás demasiado lejos; y que tanto distan esas calidades +de revelar en ellos una mayor perfección individual, una elevación de +alma superior á la de los hombres de los tiempos modernos, que antes +bien podrían indicar ideas menos altas que las nuestras, sentimientos +menos independientes que los nuestros. Y qué, ¿no conciben, acaso, +algunos ciegos admiradores de los antiguos cómo pueden sostenerse +tan extrañas aserciones? Entonces les diré que admiren también á las +mujeres de la India al arrojarse tranquilas á la hoguera después de +la muerte de sus maridos; que admiren al esclavo que se da la muerte +porque no puede sobrevivir á su dueño; y entonces notarán que la +abnegación personal no es siempre señal infalible de elevación de alma, +sino que á veces puede ser el resultado de no conocer toda la dignidad +propia, de imaginarse consagrado á otro ser, absorbido por él, de mirar +la propia existencia como una cosa secundaria, sin más objeto que el de +servir á otra existencia. + +Y no queremos, no, rebajar en nada el mérito que á los antiguos +legítimamente pertenezca; no queremos, no, deprimir su heroísmo en +lo que tenga de justo y de laudable; no queremos, no, atribuir á los +modernos un individualismo egoísta que les impida el sacrificarse +individualmente por su patria: tratamos únicamente de señalar á cada +cosa su justo lugar, disipando preocupaciones hasta cierto punto +excusables, pero que no dejan de falsear lastimosamente los principales +puntos de vista de la historia antigua y moderna. + +Á ese anonadamiento del individuo, que notamos en los antiguos, +contribuían también la escasez y la imperfección de su desarrollo +moral, la falta de reglas en que se hallaba con respecto á su dirección +propia, por cuyo motivo la sociedad se entrometía en todas sus cosas, +como si la razón pública hubiese querido suplir el defecto de la razón +privada. Si bien se observa, se notará que, aun en los países en que +metía más ruido la libertad política, era harto desconocida la libertad +civil; de manera que, mientras los ciudadanos se lisonjeaban de ser +muy libres porque podían tomar parte en las deliberaciones de la plaza +pública, eran privados de aquella libertad que más de cerca interesa +al hombre, cual es, la que ahora se denomina civil. Podemos formar +concepto de las ideas y costumbres de los antiguos sobre este punto, +leyendo á uno de sus más célebres escritores políticos: Aristóteles. +Nótase en los escritos de este filósofo que apenas acertaba á ver otro +título que hiciera digno del nombre de ciudadano que el tomar parte en +el gobierno de la república; y estas ideas, que pudieran parecer muy +democráticas, muy á propósito para extender los derechos de la clase +más numerosa, y que quizás algunos creerían dimanadas de la exageración +de la dignidad del hombre, se hermanaban muy bien en su mente con un +profundo desprecio del mismo hombre, con el sistema de vincular en +un reducido número todos los honores y consideraciones, condenando +al abatimiento y á la nulidad, nada menos que todos los labradores, +artesanos y mercaderes. (_Pol._ L. 7, c. 9 y 12. L. 8, c. 1 y 2, L. +3, c. 1.) Ya se ve que esto suponía ideas muy peregrinas sobre el +individuo y la sociedad, y confirma más y más lo que he dicho arriba +sobre el origen de las extrañezas, por no decir monstruosidades, que +nos admiran en las repúblicas antiguas. Lo repetiré, porque conviene +mucho no olvidarlo: una de las principales raíces del mal, era la +falta de conocimiento del hombre, era el poco aprecio de su dignidad +en cuanto hombre, era que el individuo estaba escaso de reglas para +dirigirse á sí mismo y para conciliarse la estimación; en una palabra, +era que faltaban las luces cristianas que debían esclarecer el caos. + +Tan profundamente se ha grabado en el corazón de las sociedades +modernas ese sentimiento de la dignidad del hombre, con tales +caracteres se halla escrita por doquiera la verdad de que el hombre, +ya por solo este título, es muy respetable, muy digno de alta +consideración, que aquellas escuelas que se han propuesto realzar al +individuo, aunque sea con inminente riesgo de un espantoso trastorno +en la sociedad, toman siempre por tema de su enseñanza, esa dignidad, +esa nobleza, distinguiéndose sobremanera de los antiguos demócratas, +en que éstos se agitaban en un círculo reducido, mezquino, sin pasar +más allá de un cierto orden de cosas, sin extender su vista fuera de +los límites del propio país; cuando en el espíritu de los demócratas +modernos se nota un anhelo de invasión en todos los ramos, un ardor de +provocación que abarca todo el mundo: nunca invocan nombres pequeños; +_el hombre, su razón, sus derechos imprescriptibles_: he aquí sus +temas. Preguntadles qué quieren, y os dirán que quieren pasar el nivel +sobre todas las cabezas, para defender la santa causa de la humanidad. +Esta exageración de ideas, motivo y pretexto de tantos trastornos +y crímenes, nos revela un hecho precioso, cual es, el progreso +inmenso que á las ideas sobre la dignidad de nuestra naturaleza ha +comunicado el Cristianismo, pues que en las sociedades que le deben su +civilización, cuando se trata de extraviarlas, no se encuentra medio +más á propósito que el invocar esa dignidad. + +Como la religión cristiana es altamente enemiga de todo lo criminal, +y no podía consentir que, á nombre de defender y realzar la dignidad +humana, se trastornase la sociedad, muchos de los más ardientes +demócratas se han desatado en injurias y sarcasmos contra la religión; +pero, como también la historia está diciendo muy alto que todo cuanto +se sabe y se siente de verdadero, de justo y de razonable sobre este +punto, es debido á la religión cristiana, se ha tanteado últimamente +si se podría hacer una monstruosa alianza entre las ideas cristianas y +lo más extravagante de las democráticas: un hombre demasiado célebre +se ha encargado del proyecto; pero el verdadero Cristianismo, es +decir, el Catolicismo, rechaza esas monstruosas alianzas, y no conoce +á sus más insignes apologistas, así que llegan á desviarse del camino +señalado por la eterna verdad. El abate de Lamennais vaga ahora por las +tinieblas del error abrazado con una mentida sombra de Cristianismo; +y el supremo Pastor de la Iglesia ha levantado ya su augusta voz para +prevenir á los fieles contra las ilusiones con que podría deslumbrarnos +un nombre por tantos títulos ilustre. + + + + +CAPITULO XXIII + + +Si, entendiendo el individualismo en un sentido justo y razonable; si, +tomando el sentimiento de la independencia personal en una acepción, +que ni repugne á la perfección del individuo, ni esté en lucha con los +principios constitutivos de toda sociedad, queremos hallar otras causas +que hayan influído en el desarrollo de ese sentimiento, aun pasando +por alto una de las principales, señalada ya más arriba, cual es, la +verdadera idea del hombre y de sus relaciones con sus semejantes, +encontraremos todavía en las mismas entrañas del Catolicismo, algunas +sobremanera dignas de llamar la atención. M. Guizot se ha equivocado +grandemente cuando ha pretendido equiparar á los fieles con los +antiguos romanos en punto á falta del sentimiento de independencia +personal; nos pinta al individuo fiel como absorbido por la asociación +de la Iglesia, como enteramente consagrado á ella, como pronto á +sacrificarse por ella; de manera que lo que hacía obrar al fiel, eran +los intereses de la asociación. En esto hay un error; pero, como lo que +ha dado quizás ocasión á este error, es una verdad, menester se hace +deslindar los objetos con mucho cuidado. + +Es indudable que desde la cuna del Cristianismo fueron los fieles +sumamente adictos á la Iglesia, y que siempre se entendió que dejaba de +ser contado en el número de los verdaderos discípulos de Jesucristo el +que se apartase de la comunión de la Iglesia. Es indudable también que +«tenían los fieles, como dice M. Guizot, un vivo apego á la Iglesia, +un rendido acatamiento á sus leyes, un fuerte empeño de extender su +imperio»; pero no es verdad que obrase en el fondo de todos estos +sentimientos, como causa de ellos, el solo espíritu de asociación, y +que esto excluyese el desarrollo del verdadero individualismo. El fiel +pertenecía á una asociación, pero esta asociación él la miraba como +un medio de alcanzar su felicidad eterna, como una nave en que andaba +embarcado entre las borrascas de este mundo para llegar salvo al puerto +de la eternidad; y, si bien creía imposible el salvarse fuera de ella, +no se entendía consagrado á ella, sino á Dios. El romano estaba pronto +á sacrificarse por su patria; el fiel, por su fe; cuando el romano +moría, moría por su patria; pero, cuando el fiel moría, no moría por +la Iglesia, sino que moría por su Dios. Ábranse los monumentos de la +Historia eclesiástica, léanse las actas de los mártires, y véase lo que +sucedía en aquel lance terrible, en que el Cristianismo manifestaba +todo lo que era; en que, á la vista de los potros, de las hogueras y +de los más horrendos suplicios, se manifestaba en toda su verdad el +resorte que obraba en el corazón del fiel. Les pregunta el juez su +nombre; lo declaran, y manifiestan que son cristianos: se les invita +á que sacrifiquen á los dioses: «nosotros no sacrificamos sino á un +solo Dios, criador del cielo y de la tierra»; se les echa en cara como +ignominioso el seguir á un hombre que fué clavado en cruz; ellos tienen +á mucha honra la ignominia de la cruz, y proclaman altamente que el +crucificado es su Salvador y su Dios: se les amenaza con los tormentos; +los desprecian porque son pasajeros, y se regocijan de que puedan +sufrir algo por Jesucristo: la cruz del suplicio está ya aparejada, +ó la hoguera arde á su vista, ó el verdugo tiene levantada el hacha +fatal que ha de cortarles la cabeza; nada les importa, esto es un +instante, y en pos viene una nueva vida, una felicidad inefable, y sin +fin. Échase de ver en todo esto que lo que movía el corazón del fiel, +eran el amor de su Dios y el interés de la felicidad eterna; y que, +por consiguiente, es falso y muy falso que el fiel se pareciese á los +antiguos republicanos, anonadando su individuo ante la asociación á que +pertenecía, y dejando que en ella se absorbiese á su persona como una +gota de agua en la inmensidad del Océano. El individuo fiel pertenecía +á una asociación que le daba la pauta de su creencia y la norma de +su conducta: á esta asociación la miraba como fundada y dirigida por +el mismo Dios; pero su mente y su corazón se elevaban hasta el mismo +Dios, y, cuando escuchaba la voz de la Iglesia, creía también hacer su +negocio propio, individual, nada menos que el de su felicidad eterna. + +El deslinde que se acaba de hacer era muy necesario en esta materia, +donde son tan varias y delicadas las relaciones, que la más ligera +confusión puede conducir á errores de monta, haciendo, de otra parte, +perder de vista un hecho recóndito y preciosísimo, que arroja mucha +luz para estimar debidamente las causas del desarrollo y perfección +del individuo en la civilización cristiana. Necesario como es un orden +social al que esté sometido el individuo, conviene, sin embargo, que +éste no sea de tal modo absorbido por aquél, de manera que sólo se le +conciba como parte de la sociedad, sin que tenga una esfera de acción +que pueda considerársele como propia. Á no ser así, no se desarrollará +jamás de un modo cabal la verdadera civilización, la que, consistiendo +en la perfección simultánea del individuo y de la sociedad, no puede +existir á no ser que tanto ésta como aquél tengan sus órbitas de tal +manera arregladas, que el movimiento que se hace en la una, no embargue +ni embarace el de la otra. + +Previas esas reflexiones, sobre las que llamo muy particularmente la +atención de todos los hombres pensadores, observaré lo que quizás no se +ha observado todavía, y es, que el Cristianismo contribuyó sobremanera +á crear esa esfera individual en que el hombre, sin quebrantar los +lazos que le unen á la sociedad, desenvuelve todas sus facultades. +De la boca de un apóstol salieron aquellas generosas palabras que +encierran nada menos que una severa limitación del poder político, +que proclaman nada menos que este poder no debe ser reconocido por el +individuo, cuando se propasa á exigirle lo que éste cree contrario á su +conciencia: _Obedire oportet Deo magis quam hominibus_. (_Act._, c. +5, v. 29.) _Primero se ha de obedecer á Dios que á los hombres._ Los +cristianos fueron los primeros que dieron el grandioso ejemplo de que +individuos de todos países, edades, sexos y condiciones, arrostrasen +toda la cólera del poder y todo el furor de las pasiones populares, +antes de pronunciar una palabra que los manifestase desviados de los +principios que profesaban en el santuario de su conciencia: y esto no +con las armas en la mano, no en conmociones populares donde pudiesen +despertarse las pasiones fogosas que comunican al alma una energía +pasajera; sino en medio de la soledad y lobreguez de los calabozos, en +la aterradora calma de los tribunales, es decir, en aquella situación +en que el hombre se encuentra solo, aislado, y en que el mostrar +fortaleza y dignidad revela la acción de las ideas, la nobleza de los +sentimientos, la firmeza de una conciencia inalterable, el grandor del +alma. + +El Cristianismo fué quien grabó fuertemente en el corazón del hombre, +que el individuo tiene sus deberes que cumplir, aun cuando se +levante contra él el mundo entero; que el individuo tiene un destino +inmenso que llenar, y que es para él un negocio propio, enteramente +propio, y cuya responsabilidad pesa sobre su libre albedrío. Esta +importante verdad, sin cesar inculcada por el Cristianismo á todas las +edades, sexos y condiciones, ha debido de contribuir poderosamente +á despertar en el hombre un sentimiento vivo de su personalidad, en +toda su magnitud, en todo su interés, y combinándose con las demás +inspiraciones del Cristianismo, llenas todas de grandor y dignidad, +ha levantado el alma humana del polvo en que la tenían sumida la +ignorancia, las más groseras supersticiones, y los sistemas de +violencia que la oprimían por todas partes. Como extrañas y asombrosas +sonarían sin duda á los oídos de los paganos las valientes palabras de +Justino, que expresaban nada menos que la disposición de ánimo de la +generalidad de los fieles, cuando en su Apología dirigida á Antonio Pío +decía: «Como no tenemos puestas las esperanzas en las cosas presentes, +despreciamos á los matadores, mayormente siendo la muerte una cosa que +tampoco se puede evitar.» + +Esa admirable entereza, ese heroico desprecio de la muerte, esa +presencia de ánimo en el hombre, que, apoyado en el testimonio de su +conciencia, desafía todos los poderes de la tierra, debía de influir +tanto más en el engrandecimiento del alma, cuanto no dimanaba de +aquella fría impasibilidad estoica, que, sin contar con ningún motivo +sólido, se empeñaba en luchar con la misma naturaleza de las cosas; +sino que tenía su origen en un sublime desprendimiento de todo lo +terreno, en la profunda convicción de lo sagrado del deber, y de que +el hombre, sin cuidar de los obstáculos que le oponga el mundo, debe +marchar con firme paso al destino que le ha señalado el Criador. Ese +conjunto de ideas y sentimientos comunicaba al alma un temple fuerte +y vigoroso, que, sin rayar en aquella dureza feroz de los antiguos, +dejaba al hombre en toda su dignidad, en toda su nobleza y elevación. Y +conviene notar que esos preciosos efectos no se limitaban á un reducido +número de individuos privilegiados, sino que, conforme al genio de +la religión cristiana, se extendían á todas las clases: porque la +expansión ilimitada de todo lo bueno, el no conocer ninguna acepción +de personas, el procurar que resuene su voz hasta en los más obscuros +lugares, es uno de los más bellos distintivos de esa religión divina. +No se dirigía tan sólo á las clases elevadas, ni á los filósofos, sino +á la generalidad de los fieles, la lumbrera del África, San Cipriano, +cuando compendiaba en pocas palabras la grandeza del hombre, y +rasgueaba con osada mano el alto temple en que debe mantenerse nuestra +alma, sin aflojar jamás. «Nunca, decía, nunca admirará las obras +humanas quien se conociere hijo de Dios. _Despéñase de la cumbre de su +nobleza quien puede admirar algo que no sea Dios._» (_De Spectaculis._) +Sublimes palabras que hacen levantar la frente con dignidad, que hacen +latir el corazón con generoso brío, que, derramándose sobre todas las +clases como un calor fecundo, hacían que el último de los hombres +pudiese decir lo que antes pareciera exclusivamente propio del ímpetu +de un vate: + + Os homini sublime dedit, coelumque tueri + Iussit, et erectos ad sidera tullere vultus. + +El desarrollo de la vida moral, de la vida interior, de esa vida en que +el hombre se acostumbra á concentrarse sobre sí mismo, dándose razón +circunstanciada de todas sus acciones, de los motivos que las dirigen, +de la bondad ó malicia que encierran, y del fin á que le conducen, es +debido principalmente al Cristianismo, á su influjo incesante sobre +el hombre en todos los estados, en todas las situaciones, en todos +los momentos de su existencia. Con un desarrollo semejante de la +vida individual, en todo lo que tiene de más íntimo, de más vivo é +interesante para el corazón del hombre, era incompatible esa absorción +del individuo en la sociedad, esa abnegación ciega en que el hombre se +olvidaba de sí mismo para no pensar en otra cosa que en la asociación +á que pertenecía. Esa vida moral, interior, faltaba á los antiguos, +porque carecían de principios donde fundarla, de reglas para dirigirla, +de inspiraciones con que fomentarla y nutrirla; y así observamos que en +Roma, tan pronto como el elemento político fué perdiendo su ascendiente +sobre las almas, gastándose el entusiasmo con las disensiones +intestinas, y sofocándose todo sentimiento generoso con el insoportable +despotismo que sucedió á las últimas turbulencias de la república, se +desenvuelven rápidamente la corrupción y la molicie más espantosas; +pues que la actividad del alma, consumida poco antes en los debates del +foro, y en las gloriosas hazañas de la guerra, no encontrando pábulo +en que cebarse, se abandona lastimosamente á los goces materiales, con +un desenfreno tal, que nosotros apenas acertamos á concebir, á pesar +de la relajación de costumbres de que con razón nos lamentamos. Por +manera que entre los antiguos sólo vemos dos extremos: ó un patriotismo +llevado al más alto punto de exaltación, ó una postración completa +de las facultades de una alma, que se abandona sin tasa á cuanto le +sugieren sus pasiones desordenadas: el hombre era siempre esclavo, ó de +sus propias pasiones, ó de otro hombre, ó de la sociedad. + +Merced al enflaquecimiento de las creencias, acarreado por el +individualismo intelectual en materias religiosas proclamado por el +Protestantismo; merced al quebrantamiento del lazo moral con que reunía +á los hombres la unidad católica, podemos observar en la civilización +europea algunas muestras de lo que debía de ser entre los antiguos el +hombre, falto como estaba de los verdaderos conocimientos sobre sí +mismo, y sobre su origen y destino. Pero, dejando para más adelante +el señalar los puntos de semejanza que se descubren entre la sociedad +antigua y la moderna en aquellas partes donde se ha debilitado la +influencia de las ideas cristianas, bástame por ahora observar que, +si la Europa llegase á perder completamente el Cristianismo, como +lo han deseado algunos insensatos, no pasaría una generación, sin +que renaciesen entre nosotros el individuo y la sociedad tales como +estaban entre los antiguos, salvo, empero, las modificaciones que trae +necesariamente consigo el diferente estado material de ambos pueblos. + +La libertad de albedrío, altamente proclamada por el Catolicismo, y tan +vigorosamente por él sostenida, no sólo contra la antigua enseñanza +pagana, sino y muy particularmente contra los sectarios de todos +tiempos, y en especial contra los fundadores de la llamada Reforma, +ha sido también un poderoso resorte que ha contribuído más de lo que +se cree al desarrollo y perfección del individuo, y á realzar sus +sentimientos de independencia, su nobleza y su dignidad. Cuando el +hombre llega á considerarse arrastrado por la irresistible fuerza +del destino, sujeto á una cadena de acontecimientos en cuyo curso él +no puede influir; cuando llega á figurarse que las operaciones del +alma, que parecen darle un vivo testimonio de su libertad, no son +más que una vana ilusión, desde entonces el hombre se anonada, se +siente asimilado á los brutos, no es ya el príncipe de los vivientes, +el dominador de la tierra; es una rueda colocada en su lugar, y que +mal de su grado ha de continuar ejerciendo sus funciones en la gran +máquina del universo. Entonces el orden moral no existe; el mérito +y el demérito, la alabanza y el vituperio, el premio y la pena son +palabras sin sentido; el hombre goza ó sufre, sí, pero á la manera del +arbusto, que, ora es mecido por el blando céfiro, ora azotado por el +furioso aquilón. Muy al contrario sucede cuando se cree libre: él es +el dueño de su destino; y el bien y el mal, la vida y la muerte están +ante sus ojos; puede escoger, y nada es capaz de violentarle en el +santuario de su conciencia. El alma tiene allí su trono, donde está +sentada con dignidad, y el mundo entero bramando contra ella, y el orbe +desplomándose sobre su frágil cuerpo, no pueden forzarla á querer ó á +no querer. El orden moral en todo su grandor, en toda su belleza, se +despliega á nuestros ojos, y el bien se presenta con toda su hermosura, +el mal con toda su fealdad, el deseo de merecer nos estimula, el de +desmerecer nos detiene, y la vista del galardón que puede ser alcanzado +con libre voluntad, y que está como suspendido al extremo de los +senderos de la virtud, hace estos senderos más gratos y apacibles, y +comunica al alma actividad y energía. Si el hombre es libre, conserva +un no sé qué de más grandioso y terrible, hasta en medio de su crimen, +hasta en medio de su castigo, hasta en medio de la desesperación del +infierno. ¿Qué es un hombre que ha carecido de libertad, y que, sin +embargo, es castigado? ¿qué significa ese absurdo, dogma capital de +los fundadores del Protestantismo? Es una víctima miserable, débil, +en cuyos tormentos se complace una omnipotencia cruel, un Dios que ha +querido criar para ver sufrir, un tirano con infinito poder, es decir, +el más horrendo de los monstruos. Pero, si el hombre es libre, cuando +sufre, sufre porque lo ha merecido: y, si le contemplamos en medio +de la desesperación, sumido en un piélago de horrores, lleva en su +frente la señal del rayo con que justamente le ha herido el Eterno; y +parécenos oirle todavía con su ademán altanero, con su mirada soberbia, +cuál pronuncia aquellas terribles palabras: _non serviam, no serviré_. + +En el hombre, como en el universo, todo está enlazado maravillosamente, +todas las facultades tienen sus relaciones, que, por delicadas, no +dejan de ser íntimas, y el movimiento de una cuerda hace retemblar +todas las otras. Necesario es llamar la atención sobre esa mutua +dependencia de nuestras facultades para prevenir la respuesta que +quizás darían algunos, de que sólo se ha probado que el Catolicismo +ha debido de contribuir á desenvolver al individuo en un sentido +místico: no, no; las reflexiones que acabo de presentar, prueban algo +más: prueban que al Catolicismo es debida la clara idea, el vivo +sentimiento del orden moral en toda su grandeza y hermosura; prueban +que al Catolicismo es debido lo que se llama conciencia propiamente +tal; prueban que al Catolicismo es debido el que el hombre se crea con +un destino inmenso cuyo negocio le es enteramente propio, y destino que +está puesto en manos de su libre albedrío; prueban que al Catolicismo +es debido el verdadero conocimiento del hombre, el aprecio de su +dignidad, la estimación, el respeto que se le dispensan por el mero +título de hombre; prueban que el Catolicismo ha desenvuelto en nuestra +alma los gérmenes de los sentimientos más nobles y generosos, puesto +que ha levantado la mente con los más altos conceptos, y ha ensanchado +y elevado nuestro corazón, asegurándole una libertad que nadie le puede +arrebatar, brindándole con un galardón de eternal ventura, pero dejando +en su mano la vida y la muerte, haciéndole en cierto modo árbitro de su +destino. Algo más que un mero misticismo es todo esto: es nada menos +que el verdadero individualismo, el único individualismo noble, justo, +razonable; es nada menos que un conjunto de poderosos impulsos para +llevar al individuo á su perfección en todos sentidos; es nada menos +que el primero, el más indispensable, el más fecundo elemento de la +verdadera civilización.[1] + + + + +CAPITULO XXIV + + +Hemos visto lo que debe al Catolicismo el individuo; veamos ahora +lo que le debe la familia. Claro es que, si el Catolicismo es quien +ha perfeccionado al individuo, siendo éste el primer elemento de la +familia, la perfección de ella deberá ser también mirada como obra +del Catolicismo; pero sin insistir en esta ilación, quiero considerar +el mismo lazo de familia, y para esto es menester llamar la atención +sobre la mujer. No recordaré lo que era la mujer entre los antiguos, +ni lo que es todavía en los pueblos que no son cristianos; la +historia, y aun más la literatura de Grecia y Roma, nos darían de ello +testimonios tristes, ó más bien vergonzosos; y todos los pueblos de +la tierra nos ofrecerían abundantes pruebas de la verdad y exactitud +de la observación de Buchanan, de que, dondequiera que no reine el +Cristianismo, hay una tendencia á la degradación de la mujer. + +Quizás el Protestantismo no quiera en esta parte ceder terreno al +Catolicismo, pretendiendo que, por lo que toca á la mujer, en nada ha +perjudicado la Reforma á la civilización europea. Pero, prescindiendo, +por de pronto, de si el Protestantismo acarreó en este punto algunos +males, cuestión que se ventilará más adelante, no puede al menos +ponerse en duda que, cuando él apareció, tenía ya la religión católica +concluída su obra por lo tocante á la mujer: pues que nadie ignora +que el respeto y consideración que se dispensa á las mujeres, y la +influencia que ejercen sobre la sociedad, datan de mucho antes que del +primer tercio del siglo XVI. De lo que se deduce que el Catolicismo no +tuvo ni pudo tener al Protestantismo por colaborador, y que obró solo, +enteramente solo, en uno de los puntos más cardinales de toda verdadera +civilización; y que, al confesarse generalmente que el Cristianismo ha +colocado á la mujer en el rango que le corresponde, y que más conviene +para el bien de la familia y de la sociedad, tributándose este elogio +al Cristianismo se le tributa al Catolicismo; pues que, cuando se +levantaba á la mujer de la abyección, cuando se la alzaba al grado +de digna compañera del hombre, no existían esas sectas disidentes, +que también se apellidan cristianas; no había más Cristianismo que la +Iglesia católica. + +Como el lector habrá notado ya que en el decurso de esta obra no +se atribuyen al Catolicismo blasones y timbres, echando mano de +generalidades, sino que para fundarlos se desciende al pormenor de los +hechos, estará naturalmente esperando que se haga lo mismo aquí, y que +se indique cuáles son los medios de que se ha valido el Catolicismo +para dar á la mujer consideración y dignidad: no quedará el lector +defraudado en su esperanza. + +Por de pronto, y antes de bajar á pormenores, es menester observar que +á mejorar el estado de la mujer debieron de contribuir sobremanera +las grandiosas ideas del Cristianismo sobre la humanidad; ideas que, +comprendiendo al varón como á la hembra, sin diferencia ninguna, +protestaban vigorosamente contra el estado de envilecimiento en que +se tenía á esa preciosa mitad del linaje humano. Con la doctrina +cristiana quedaban desvanecidas para siempre las preocupaciones contra +la mujer; é igualada con el varón en la unidad de origen y destino y en +la participación de los dones celestiales, admitida en la fraternidad +universal de los hombres entre sí y con Jesucristo, considerada +también como hija de Dios y coheredera de Jesucristo, como compañera +del hombre, no como esclava, ni como vil instrumento de placer, debía +callar aquella filosofía que se había empeñado en degradarla; y aquella +literatura procaz que con tanta insolencia se desmandaba contra las +mujeres, hallaba un freno en los preceptos cristianos, y una reprensión +elocuente en el modo lleno de dignidad con que, á ejemplo de la +Escritura, hablaban de ella todos los autores eclesiásticos. + +Pero, á pesar del benéfico influjo que por sí mismas habían de +ejercer las doctrinas cristianas, no se hubiera logrado cumplidamente +el objeto, si la Iglesia no tomara tan á pecho el llevar á cabo la +obra más necesaria, más imprescindible para la buena organización +de la familia y de la sociedad: hablo de la reforma del matrimonio. +La doctrina cristiana es en esta parte muy sencilla: _uno con una, +y para siempre_; pero la doctrina no era bastante, á no encargarse +de su realización la Iglesia, á no sostener esa realización con +firmeza inalterable; porque las pasiones, y sobre todo las del varón, +braman contra semejante doctrina, y la hubieran pisoteado sin duda, +á no estrellarse contra el insalvable valladar que no les ha dejado +vislumbrar ni la más remota esperanza de victoria. ¿Y querrá también +gloriarse de haber formado parte del valladar el Protestantismo, que +aplaudió con insensata algazara el escándalo de Enrique VIII, que se +doblegó tan villanamente á las exigencias de la voluptuosidad del +landgrave de Hesse-Cassel? ¡Qué diferencia tan notable! Por espacio +de muchos siglos, en medio de las más varias y muchas veces terribles +circunstancias, lucha impávida la Iglesia católica con las pasiones de +los potentados, para sostener sin mancilla la santidad del matrimonio: +ni los halagos ni las amenazas nada pueden recabar de Roma que sea +contrario á la enseñanza del Divino Maestro, y el Protestantismo, al +primer choque, ó, mejor diré, al asomo del más ligero compromiso, al +solo temor de malquistarse con un príncipe, y no muy poderoso, cede, se +humilla, consiente la poligamia, hace traición á su propia conciencia, +abre ancha puerta á las pasiones para que puedan destruir la santidad +del matrimonio, esa santidad que es la más segura prenda del bien de +las familias, la primera piedra sobre que debe cimentarse la verdadera +civilización. + +Más cuerda en este punto la sociedad protestante que los falsos +reformadores, empeñados en dirigirla, rechazó con admirable buen +sentido las consecuencias de semejante conducta; y ya que no conservase +las doctrinas del Catolicismo, siguió al menos la saludable tendencia +que él le había comunicado, y la poligamia no se estableció en Europa. +Pero la historia conservará los hechos que muestran la debilidad de +la llamada Reforma, y la fuerza vivificante del Catolicismo: ella +dirá á quién se debe que en medio de los siglos bárbaros, en medio +de la más asquerosa corrupción, en medio de la violencia y ferocidad +por doquiera dominantes, tanto en el período de la fluctuación de los +pueblos invasores, como en el del feudalismo, como en el tiempo en que +descollaba ya prepotente el poderío de los reyes, ella dirá, repito, á +quién se debe que el matrimonio, el verdadero paladión de la sociedad, +no fuera doblegado, torcido, hecho trizas, y que el desenfreno de la +voluptuosidad no campease con todo su ímpetu, con todos sus caprichos, +llevando en pos de sí la desorganización más profunda, adulterando el +carácter de la civilización europea, y lanzándola en la honda sima en +que yacen desde muchos siglos los pueblos del Asia. + +Los escritores parciales pueden registrar los anales de la historia +eclesiástica para encontrar desavenencias entre papas y príncipes, y +echar en cara á la Corte de Roma su espíritu de _terca intolerancia_ +con respecto á la santidad del matrimonio; pero, si no los cegara el +espíritu de partido, comprenderían que, si esa _terca intolerancia_ +hubiera aflojado un instante, si el Pontífice de Roma hubiese +retrocedido ante la impetuosidad de las pasiones un solo paso, una vez +dado el primero, encontrábase una rápida pendiente, y al fin de ésta, +un abismo; comprenderían el espíritu de verdad, la honda convicción, la +viva fe de que está animada esa augusta Cátedra, ya que nunca pudieron +consideraciones ni temores de ninguna clase hacerla enmudecer, cuando +se ha tratado de recordar á todo el mundo, y muy en particular á +los potentados y á los reyes: _serán dos en una carne; lo que Dios +unió, no lo separe el hombre_; comprenderían que, si los papas se han +mostrado inflexibles en este punto, aun á riesgo de los desmanes de +los reyes, además de cumplir con el sagrado deber que les imponía el +augusto carácter de jefes del Cristianismo, hicieron una obra maestra +en política, contribuyeron grandemente al sosiego y bienestar de los +pueblos: «porque los casamientos de los príncipes, dice Voltaire, +forman en Europa el destino de los pueblos, y nunca se ha visto una +corte libremente entregada á la prostitución, sin que hayan resultado +revoluciones y sediciones.» (_Ensayo sobre la historia gener., tom. 3, +cap. 101._) + +Esta observación tan exacta de Voltaire bastaría para vindicar á los +papas, y con ellos al Catolicismo, de las calumnias de miserables +detractores; pero, si esa reflexión no se concreta al orden político +y se la extiende al orden social, crece todavía en valor, y adquiere +una importancia inmensa. La imaginación se asombra al pensar en lo que +hubiera acontecido, si esos reyes bárbaros en quienes el esplendor de +la púrpura no bastaba á encubrir al hijo de las selvas, si esos fieros +señores encastillados en sus fortalezas, cubiertos de hierro y rodeados +de humildes vasallos, no hubieran encontrado un dique en la autoridad +de la Iglesia; si al echar á alguna belleza una mirada de fuego, si al +sentir con el nuevo ardor que se engendraba en su pecho el fastidio +por su legítima esposa, no hubiesen tropezado con el recuerdo de una +autoridad inflexible. Podían, es verdad, cometer una tropelía contra +el obispo, ó hacer que enmudeciese con el temor ó los halagos; podían +violentar los votos de un concilio particular, ó hacerse un partido +con amenazas, ó con la intriga y el soborno; pero allá, en obscura +lontananza, divisaban la cúpula del Vaticano, la sombra del Sumo +Pontífice se les aparecía como una visión aterradora; allí perdían la +esperanza, era inútil combatir: el más encarnizado combate no podía +dar por resultado la victoria; las intrigas más mañosas, los ruegos +más humildes, no recabarán otra respuesta que: _uno con una, y para +siempre_. + +La simple lectura de la historia de la Edad Media, aquella escena +de violencias, donde se retrata con toda viveza el hombre bárbaro +forcejando por quebrantar los lazos que pretende imponerle la +civilización; con sólo recordar que la Iglesia debía estar siempre +en vigilante guarda, no tan sólo para que no se hiciesen pedazos los +vínculos del matrimonio, sino también para que no fuesen víctimas de +raptos y tropelías las doncellas, aun las consagradas al Señor; salta á +los ojos que, si la Iglesia católica no se hubiese opuesto como un muro +de bronce al desbordamiento de la voluptuosidad, los palacios de los +príncipes y castillos de los señores se habrían visto con su serrallo y +harén, y siguiendo por la misma corriente las demás clases, quedara la +mujer europea en el mismo abatimiento en que se encuentra la musulmana. +Y, ya que acabo de mentar á los sectarios de Mahoma, recordaré aquí á +los que pretenden explicar la monogamia y poligamia sólo por razones de +clima, que los cristianos y mahometanos se hallaron por largo tiempo +en los mismos climas, y que con las vicisitudes de ambos pueblos se +han establecido las respectivas religiones, ora en climas más rígidos, +ora en más templados y suaves; y, sin embargo, no se ha visto que las +religiones se acomodasen al clima, sino que antes bien el clima ha +tenido, por decirlo así, que doblegarse á las religiones. + +Gratitud eterna deben los pueblos europeos al Catolicismo, por +haberles conservado la monogamia, que á no dudarlo ha sido una de las +causas que más han contribuído á la buena organización de la familia +y al realce de la mujer. ¿Cuál sería ahora la situación de Europa, +qué consideración disfrutaría la mujer, si Lutero, el fundador del +Protestantismo, hubiese alcanzado á inspirar á la sociedad la misma +indiferencia en este punto que él manifiesta en su _Comentario sobre +el Génesis_? «Por lo que toca á saber, dice Lutero, si se pueden tener +muchas mujeres, la autoridad de los patriarcas nos deja en completa +libertad»; y añade después que _esto no se halla ni permitido, ni +prohibido, y que él por sí no decide nada_. ¡Desgraciada Europa, si +semejantes palabras, salidas nada menos que de la boca de un hombre que +arrastró en pos de su secta tantos pueblos, se hubiesen pronunciado +algunos siglos antes, cuando la civilización no había recibido +todavía bastante impulso para que, á pesar de las malas doctrinas, +pudiese seguir en los puntos más capitales una dirección certera! +¡Desgraciada Europa, si á la sazón en que escribía Lutero, no se +hallaran ya muy formadas las costumbres, y si la buena organización +dada á la familia por el Catolicismo, no tuviera ya raíces demasiado +profundas para ser arrancadas por la mano del hombre! El escándalo +del landgrave de Hesse-Cassel, á buen seguro que no fuera un ejemplo +aislado, y la culpable condescendencia de los doctores luteranos habría +tenido resultados bien amargos. ¿De qué sirvieran, para contener la +impetuosidad feroz de los pueblos bárbaros y corrompidos, aquella fe +vacilante, aquella incertidumbre, aquella cobarde flojedad con que se +amilanaba la Iglesia protestante, á la sola exigencia de un príncipe +como el landgrave? ¿Cómo sostuviera una lucha de siglos, la que al +primer amago del combate ya se rinde, la que antes del choque ya se +quebranta? + +Al lado de la monogamia, puede decirse que figura por su alta +importancia la indisolubilidad del matrimonio. Aquellos que se apartan +de la doctrina de la Iglesia opinando que es útil en ciertos casos +permitir el divorcio, de tal manera que se considere, como suele +decirse, disuelto el vínculo, y que cada uno de los consortes pueda +pasar á segundas nupcias, no me podrán negar que miran el divorcio como +un remedio, y remedio peligroso, de que el legislador echa mano á duras +penas, sólo en consideración á la malicia ó á la flaqueza; no me podrán +negar que el multiplicarse mucho los divorcios acarrearía males de +gravísima cuenta, y que, para prevenirlos en aquellos países donde las +leyes civiles consienten este abuso, es menester rodear la permisión +de todas las precauciones imaginables; y, por consiguiente, tampoco me +podrán disputar que el establecer la indisolubilidad como principio +moral, el cimentarla sobre motivos que ejercen poderoso ascendiente +sobre el corazón, el seguir la marcha de las pasiones, teniéndolas de +la mano para que no se desvíen por tan resbaladiza pendiente, es un +eficaz preservativo contra la corrupción de costumbres, es una garantía +de tranquilidad para las familias, es un firme reparo contra gravísimos +males que vendrían á inundar la sociedad; y, por tanto, que obra +semejante es la más propia, la más digna de ser objeto de los cuidados +y del celo de la verdadera religión. ¿Y qué religión ha cumplido con +este deber, sino la católica? ¿Cuál ha desempeñado más cumplidamente +tan penosa y saludable tarea? ¿Ha sido el Protestantismo, que ni +alcanzó á penetrar la profundidad de las razones que guiaban en este +particular la conducta de la Iglesia católica? + +Los protestantes, arrastrados por su odio á la Iglesia romana, y +llevados del prurito de innovarlo todo, creyeron hacer una gran reforma +secularizando, por decirlo así, el matrimonio, y declamando contra +la doctrina católica, que le miraba como un verdadero sacramento. No +cumpliría á mi objeto el entrar aquí en una controversia dogmática +sobre esta cuestión; bástame hacer notar que fué grave desacuerdo +despojar el matrimonio del augusto sello de un sacramento, y que con +semejante paso se manifestó el Protestantismo muy escaso conocedor del +corazón humano. El considerar el matrimonio, no como un mero contrato +civil, sino como un verdadero sacramento, era ponerle bajo la augusta +sombra de la religión, y elevarle sobre la turbulenta atmósfera de las +pasiones: ¿quién puede dudar que todo esto se necesita cuando se trata +de poner freno á la pasión más viva, más caprichosa, más terrible del +corazón del hombre? ¿Quién duda que para producir este efecto no son +bastante las leyes civiles, y que son menester motivos que, arrancando +de más alto origen, ejerzan más eficaz influencia? + +Con la doctrina protestante se echaba por tierra la potestad de la +Iglesia en asuntos matrimoniales, quedando exclusivamente en manos de +la potestad civil. Quizás no faltará quien piense que este ensanche +dado á la potestad secular no podía menos de ser altamente provechoso +á la causa de la civilización, y que el arrojar de este terreno á +la autoridad eclesiástica fué un magnífico triunfo sobre añejas +preocupaciones, una utilísima conquista sobre usurpaciones injustas. +¡Miserables! Si se albergaran en vuestra mente elevados conceptos, +si vibraran en vuestros pechos aquellas harmoniosas cuerdas, que +dan un conocimiento delicado y exacto de las pasiones del hombre, y +que inspiran los medios más á propósito para dirigirlas, vierais, +sintierais que el poner el matrimonio bajo el manto de la religión, +substrayéndolo, en cuanto cabe, de la intervención profana, era +purificarle, era embellecerle, era rodearle de hermosísimo encanto, +porque se colocaba bajo inviolable salvaguardia aquel precioso tesoro, +que con sólo una mirada se aja, que con un levísimo aliento se empaña. +¿Tan mal os parece un denso velo corrido á la entrada del tálamo +nupcial, y la religión guardando sus umbrales con ademán severo? + + + + +CAPITULO XXV + + +Pero, se nos dirá á los católicos: ¿no encontráis vuestras doctrinas +sobrado duras, demasiado rigurosas? ¿no advertís que esas doctrinas +prescinden de la flaqueza y volubilidad del corazón humano, que +le exigen sacrificios superiores á sus fuerzas? ¿no conocéis que +es inhumano sujetar á la rigidez de un principio las afecciones +más tiernas, los sentimientos más delicados, las inspiraciones más +livianas? ¿Concebís toda la dureza que entraña una doctrina que se +empeña en mantener unidos, amarrados con el lazo fatal, á dos seres que +ya no se aman, que ya se causan mutuo fastidio, que quizá se aborrecen +con un odio profundo? Á estos seres que suspiran por su separación, +que antes quisieran la muerte que permanecer unidos, responderles con +un _jamás_, con un _eterno jamás_, mostrándoles, al propio tiempo, +el sello divino, que se grabó en su lazo en el momento solemne de +recibir el sacramento del matrimonio, ¿no es olvidar todas las reglas +de la prudencia, no es un proceder desesperante? ¿No vale algo más la +indulgencia del Protestantismo, que, acomodándose á la flaqueza humana, +se presta más fácilmente á lo que exige, á veces nuestro capricho, á +veces nuestra debilidad? + +Es necesario contestar á esta réplica, disipar la ilusión que pueden +causar ese linaje de argumentos, muy á propósito para inducir á un +errado juicio, seduciendo de antemano el corazón. En primer lugar, +es exagerado el decir que, con el sistema católico, se reduzca á un +extremo desesperante á los esposos desgraciados. Casos hay en que +la prudencia demanda que los consortes se separen, y entonces no +se oponen á la separación, ni las doctrinas ni las prácticas de la +Iglesia católica. Verdad es que no se disuelve por eso el vínculo +del matrimonio, ni ninguno de los consortes queda libre para pasar á +segundas nupcias; pero hay ya lo bastante para que no se pueda suponer +tiranizados á ninguno de los dos; no se les obliga á vivir juntos, y, +de consiguiente, no sufren ya el tormento, á la verdad intolerable, de +permanecer siempre reunidas dos personas que se aborrecen. + +«Pero bien, se nos dirá, una vez separados los consortes, no se +les atormenta con la cohabitación, que les era tan penosa, pero se +les priva de pasar á segundas nupcias, y, por tanto, se les veda +el satisfacer otra pasión que pueden abrigar en su pecho, y que +quizá fué la causa del fastidio ó aborrecimiento, de que resultaron +la discordia y la desdicha en el primer matrimonio. ¿Por qué no se +considera entonces este matrimonio como disuelto del todo, quedando +enteramente libres ambos consortes? ¿Por qué no se les permite seguir +las afecciones de su corazón, que, fijado ya sobre otro objeto, les +augura días más felices?» Aquí, donde la salida parece más difícil, +donde la fuerza de la dificultad se presenta más apremiadora, aquí es +donde puede alcanzar el Catolicismo un triunfo más señalado, aquí es +donde puede mostrar más claramente cuán profundo es su conocimiento del +corazón del hombre, cuán sabias son en este punto sus doctrinas, cuán +previsora y atinada su conducta. Lo que parece rigor excesivo, no es +más que una severidad necesaria; y que, tanto dista de merecer la tacha +de cruel, que antes bien es para el hombre una prenda de sosiego y +bienestar. Á primera vista no se concibe cómo puede ser así, y, por lo +mismo, será menester desentrañar este asunto, descendiendo, en cuanto +posible sea, á un profundo examen de los principios que justifican á la +luz de la razón la conducta observada por el Catolicismo, no sólo por +lo tocante al matrimonio, sino también en todo lo relativo al corazón +humano. + +Cuando se trata de dirigir las pasiones, se ofrecen dos sistemas de +conducta. Consiste el uno en condescender, el otro en resistir. En el +primero se retrocede delante de ellas á medida que avanzan; nunca se +les opone un obstáculo invencible, nunca se las deja sin esperanza; se +les señala en verdad una línea para que no pasen de ciertos límites, +pero se les deja conocer que, si se empeñan en pisarla, esta línea +se retirará un poco más; por manera que la condescendencia está en +proporción con la energía y con la obstinación de quien la exige. En +el segundo, también se marca á las pasiones una línea, de la que no +pueden pasar; pero esta línea es fija, inmóvil, resguardada en toda su +extensión por un muro de bronce. En vano lucharían para salvarla; no +les queda ni una sombra de esperanza; el principio que las resiste no +se alterará jamás; no consentirá transacciones de ninguna clase. No les +queda recurso de ninguna especie, á no ser que quieran pasar adelante +por el único camino que nunca puede cerrarse á la libertad humana: +el de la maldad. En el primer sistema, se permite el desahogo para +prevenir la explosión; en el segundo, no se consiente que principie +el incendio, para no verse obligado á contener su progreso; en aquél, +se temen las pasiones cuando están en su nacimiento, y se confía +limitarlas cuando hayan crecido; en éste, se conceptúa que, si no es +fácil contenerlas cuando son pequeñas, lo será mucho menos cuando sean +grandes; en el uno, se procede en el supuesto de que las pasiones +con el desahogo se disipan y se debilitan; en el otro, se cree que +satisfaciéndose no se sacían, y que antes bien se hacen más sedientas. + +Generalmente hablando, puede decirse que el Catolicismo sigue el +segundo sistema; es decir, que, en tratando con las pasiones, su regla +constante es atajarlas en los primeros pasos; dejarlas, en cuanto +cabe, sin esperanza; ahogarlas, si es posible, en la misma cuna. Y es +necesario advertir que hablamos aquí de la severidad con las pasiones, +no con el hombre que las tiene; que es muy compatible no transigir con +la pasión, y ser indulgente con la persona apasionada; ser inexorable +con la culpa, y sufrir benignamente al culpable. Por lo tocante al +matrimonio, ha seguido este sistema con una firmeza que asombra; el +Protestantismo ha tomado el camino opuesto; ambos convienen en que +el divorcio que llevare consigo la disolución del vínculo, es un mal +gravísimo; pero la diferencia está en que, según el sistema católico, +no se deja entrever ni siquiera la esperanza de que pueda venir el +caso de esa disolución, pues se la veda absolutamente, sin restricción +alguna, se la declara imposible, cuando en el sistema protestante se la +puede consentir en ciertos casos; el Protestantismo no tiene para el +matrimonio un sello divino que garantice su perpetuidad, que lo haga +inviolable y sagrado; el Catolicismo tiene este sello, le imprime en +el misterioso lazo, y en adelante queda el matrimonio bajo la guarda de +un símbolo augusto. + +¿Cuál de las dos religiones es más sabia en este punto? ¿cuál procede +con más acierto? Para resolver esta cuestión, prescindiendo, como +prescindimos aquí, de las razones dogmáticas, y de la moralidad +intrínseca de los actos humanos que forman el objeto de las leyes cuyo +examen nos ocupa, es necesario determinar cuál de los dos sistemas +arriba descritos es más á propósito para el manejo y dirección de +las pasiones. Meditando sobre la naturaleza del corazón del hombre y +ateniéndonos á lo que nos enseña la experiencia de cada día, puede +asegurarse que el medio más adaptado para enfrenar una pasión es +dejarla sin esperanza; y que el condescender con ella, el permitirle +continuos desahogos, es incitarla más y más, es juguetear con el fuego +al rededor del combustible, dejarle que prenda en él una y otra vez, +con la vana confianza de que siempre será fácil apagar el incendio. + +Demos una rápida ojeada sobre las pasiones más violentas, y observemos +cuál es su curso ordinario, según el sistema que con ellas se practica. +Ved al jugador, á ese hombre dominado por un desasosiego indefinible, +que abriga al mismo tiempo una codicia insaciable y una prodigalidad +sin límites, que ni se contenta con la más inmensa fortuna, ni vacila +en aventurarla á un azar de un momento, que en medio del mayor +infortunio sueña todavía en grandes tesoros, que corre afanoso y +sediento en pos de un objeto, que parece el oro, y que, sin embargo, +no lo es, pues que su posesión no le satisface; ved á ese hombre, cuyo +corazón inquieto sólo puede vivir en medio de la incertidumbre, del +riesgo, suspenso entre el temor y la esperanza, y que, al parecer, +se complace en esa rápida sucesión de vivas sensaciones que de +continuo le sacuden y atormentan: ¿cuál es el remedio para curarle +de esa enfermedad, de esa fiebre devoradora? Aconsejadle un sistema +de condescendencia, decidle que juegue, pero que se limite á cierta +cantidad, á ciertas horas, á ciertos lugares; ¿qué lograréis? Nada, +absolutamente nada. Si estos medios pudieran servir de algo, no habría +jugador en el mundo que no se hubiese curado de su pasión; porque +ninguno hay que no se haya fijado mil veces á sí mismo esos límites, +que no se haya dicho mil veces: «jugarás no más que hasta tal hora, +no más que en este ó aquel lugar, no más que sobre tal cantidad.» Con +estos paliativos, con estas precauciones impotentes, ¿qué le sucede +al desgraciado jugador? Que se engaña miserablemente, que la pasión +transige para cobrar fuerzas y asegurar mejor la victoria, que va +ganando terreno, que va ensanchando el círculo prefijado, y que vuelve +á los primeros excesos, si no á otros mayores. ¿Queréis curarle de +raíz? Si algún remedio queda, será, no lo dudéis, abstenerse desde +luego completamente. Esto, á primera vista, será más doloroso, pero +en la práctica será más fácil; desde que la pasión vea cerrada toda +esperanza, empezará á debilitarse, y al fin desaparecerá. No creo que +ninguna persona experimentada tenga la menor duda sobre la exactitud de +lo que acabo de decir; y que no convenga conmigo en que el mejor medio +de ahogar esa formidable pasión es quitarle de una vez todo pábulo, +dejarla sin esperanza. + +Vamos á otro ejemplo más allegado al objeto que principalmente me +propongo dilucidar. Supongamos á un hombre señoreado por el amor; +¿creéis que, para curarle de su mal, será conveniente consentirle un +desahogo, concediéndole ocasiones, bien que menos frecuentes, de ver +á la persona amada? ¿Paréceos si podrá serle saludable el permitirle +la continuación, vedándole, empero, la frecuencia? ¿Se apagará, se +amortiguará siquiera con esa precaución, la llama que arde en su +pecho? Es cierto que no: la misma compresión de esta llama acarreará +su aumento, y multiplicará su fuerza; y como, por otra parte, se le va +dando algún pábulo, si bien más escaso, y se le deja un respiradero por +donde puede desahogarse, irá ensanchando cada día ese respiradero, +hasta que, al fin, alcance á desembarazarse del obstáculo que la +resiste. Pero quitad á esa pasión la esperanza; empeñad al amante +en un largo viaje, ó poned de por medio algunos impedimentos que no +dejen entrever como probable, ni siquiera posible, el logro del fin +deseado; y entonces, salvas algunas rarísimas excepciones, conseguiréis +primero la distracción, y en seguida el olvido. ¿No es esto lo que +está enseñando á cada paso la experiencia? ¿No es éste el remedio que +la misma necesidad sugiere todos los días á los padres de familia? Las +pasiones son como el fuego: se apaga si se le echa agua en abundancia; +pero se enardece con más viveza, si el agua es poca é insuficiente. + +Pero elevemos nuestra consideración, coloquémonos en un horizonte más +vasto, y observemos las pasiones obrando en un campo más extenso, +y en regiones de mayor altura. ¿Cuál es la causa de que, en épocas +tormentosas, se exciten tantas y tan enérgicas pasiones? Es que todas +conciben esperanzas de satisfacerse; es que, volcadas las clases más +elevadas, y destruídas las instituciones más antiguas y colosales, +y reemplazadas por otras que antes eran imperceptibles, todas las +pasiones ven abierto el camino para medrar en medio de la confusión +y de la borrasca. Ya no existen las barreras que antes parecían +insalvables, y cuya sola vista, ó no dejaba nacer la pasión, ó la +ahogaba en su misma cuna; todo ha quedado abierto, sin defensa; sólo se +necesita valor y constancia para saltar intrépido por en medio de los +escombros y ruinas que se han amontonado con el derribo de lo antiguo. + +Considerada la cosa en abstracto, no hay absurdo más palpable que la +monarquía hereditaria, que la sucesión en la corona asegurada á una +familia donde á cada paso puede encontrarse sentado en el solio, ó +un niño, ó un imbécil, ó un malvado; y, sin embargo, en la práctica +nada hay más sabio, más prudente, más previsor. Así lo ha enseñado la +experiencia de largos siglos, así con esa enseñanza lo conoce bien +claro la razón, así lo han aprendido con tristes escarmientos los +desgraciados pueblos que han tenido la monarquía electiva. Y esto, +¿por qué? Por la misma razón que estamos ponderando: porque con la +monarquía hereditaria se cierra toda puerta á la esperanza de una +ambición desmesurada; porque, de otra suerte, abriga la sociedad un +eterno germen de agitación y revueltas, promovidas por todos los que +pueden concebir alguna esperanza de empuñar un día el mando supremo. +En tiempos sosegados, y en una monarquía hereditaria, llegar á ser +rey un particular, por rico, por noble, por sabio, por valiente, por +distinguido que sea de cualquier modo, es un pensamiento insensato, +que ni siquiera asoma en la mente del hombre; pero cambiad las +circunstancias, introducid la probabilidad, tan sólo una remota +posibilidad, y veréis como no faltan luego fervientes candidatos. + +Fácil sería desenvolver más semejante doctrina, haciendo de ella +aplicación á todas las pasiones del hombre; pero estas indicaciones +bastan para convencer que, cuando se trata de sojuzgar una pasión, lo +primero que debe hacerse es oponerle una valla insuperable, que no le +deje esperanza alguna de pasar adelante; entonces la pasión se agita +por algunos momentos, se levanta contra el obstáculo que la resiste; +pero, encontrándole inmóvil, retrocede, se abate, y cual las olas del +mar se acomoda murmurando al nivel que se le ha señalado. + +Hay en el corazón humano una pasión formidable que ejerce poderosa +influencia sobre los destinos de la vida, y que con sus ilusiones +engañosas y seductoras labra no pocas veces una larga cadena de dolor +y de infortunio. Teniendo un objeto necesario para la conservación del +humano linaje, y encontrándose en cierto modo en todos los vivientes +de la naturaleza, revístese, sin embargo, de un carácter particular, +con sólo abrigarse en el alma de un ser inteligente. En los brutos +animales, el instinto la guía de un modo admirable, limitándola á lo +necesario para la conservación de las especies; pero, en el hombre, +el instinto se eleva á pasión; y esta pasión, nutrida y avivada por el +fuego de la fantasía, refinada con los recursos de la inteligencia, +y veleidosa é inconstante por estar bajo la dirección de un libre +albedrío, que puede entregarse á tantos caprichos cuantas son las +impresionas que reciben los sentidos y el corazón, se convierte en un +sentimiento vago, voluble, descontentadizo, insaciable; parecido al +malestar de un enfermo calenturiento, al frenesí de un delirante, que +ora divaga por un ambiente embalsamado de purísimos aromas, ora se +agita convulsivo con las ansias de la agonía. + +¿Quién es capaz de contar la variedad de formas bajo las cuales se +presenta esa pasión engañosa, y la muchedumbre de lazos que tiende á +los pies del desgraciado mortal? Observadla en su nacimiento, seguidla +en su carrera, hasta el fin de ella, cuando toca á su término y se +extingue como una lámpara moribunda. Asoma apenas el leve bozo en el +rostro del varón, dorando graciosamente una faz tierna y sonrosada, +y ya brota en su pecho como un sentimiento misterioso, le inquieta y +desasosiega, sin que él mismo conozca la causa. Una dulce melancolía +se desliza en su corazón, pensamientos desconocidos divagan por su +mente, sombras seductoras revolotean por su fantasía, un imán secreto +obra sobre su alma, una seriedad precoz se pinta en su semblante, +todas sus inclinaciones toman otro rumbo; ya no le agradan los juegos +de la infancia, todo le hace augurar una vida nueva, menos inocente, +menos tranquila; la tormenta no ruge aún, el cielo no se ha encapotado +todavía, pero los rojos celajes que le matizan son un triste presagio +de lo que ha de venir. Llega, entre tanto, la adolescencia, y lo que +antes era un sentimiento vago, misterioso, incomprensible al mismo +que le abrigaba, es, desde entonces, más pronunciado, los objetos se +esclarecen y se presentan como son en sí, la pasión los ve, y á ellos +se encamina. Pero no creáis que por esto la pasión sea constante; es +tan vana, tan voluble y caprichosa, como los objetos que se le van +presentando; corre sin cesar en pos de ilusiones, persiguiendo sombras, +buscando una satisfacción que nunca encuentra, esperando una dicha que +jamás llega. Exaltada la fantasía, hirviendo el corazón, arrebatada el +alma entera, sojuzgada en todas sus facultades, rodéase el ardiente +joven de las más brillantes ilusiones, comunícalas á cuanto le +circunda, presta á la luz del cielo un fulgor más esplendente, reviste +la faz de la tierra de un verdor más lozano, de colores más vivos, +esparciendo por doquiera el reflejo de su propio encanto. + +En la edad viril, cuando el pensamiento es más grave y más fijo, +cuando el corazón ha perdido de su inconstancia, cuando la voluntad +es más firme y los propósitos más duraderos, cuando la conducta que +debe regir los destinos de la vida está ya sujeta á una norma, y como +encerrada en un carril, todavía se agita en el corazón del hombre +esa pasión misteriosa, todavía le atormenta con inquietud incesante. +Sólo que entonces, con el mayor desarrollo de la organización física, +la pasión es más robusta y más enérgica; sólo que entonces, con el +mayor orgullo que inspiran al hombre la independencia de la vida, el +sentimiento de mayores fuerzas, y la mayor abundancia de medios, la +pasión es más decidida, más osada, más violenta; así como, á fuerza +de los desengaños y escarmientos que le ha dado la experiencia, se ha +hecho más cautelosa, más previsora, más astuta; no anda acompañada de +la candidez de los primeros años, sino que sabe aliarse con el cálculo, +sabe marchar á su fin por caminos más encubiertos, sabe echar mano de +medios más acertados. ¡Ay del hombre que no se precave á tiempo contra +semejante enemigo! Consumirá su existencia en una agitación febril; y +de inquietud en inquietud, de tormenta en tormenta, si no acaba con la +vida en la flor de sus años, llegará á la vejez dominado todavía por +su pasión funesta; ella le acompañará hasta el sepulcro, con aquellas +formas asquerosas y repugnantes con que se pinta en un rostro surcado +por los años, en unos ojos velados que auguran la muerte ya cercana. + +Ahora bien: ¿cuál es el sistema que conviene seguir para enfrenar esa +pasión y encerrarla en sus justos límites, para impedir que acarree al +individuo la desdicha, á las familias el desorden, á las sociedades el +caos? La regla invariable del Catolicismo, así en la moral que predica, +como en las instituciones que plantea, es la _represión_. Ni siquiera +el deseo le consiente; y declara culpable á los ojos de Dios á quien +mirare á una mujer con pensamiento impuro. Y esto ¿por qué? Porque, á +más de la moralidad intrínseca que se encierra en la prohibición, hay +una mira profunda en ahogar el mal en su origen; siendo muy cierto que +es más fácil impedir al hombre el que se complazca en malos deseos, que +no el que se abstenga de satisfacerlos, después de haberles dado cabida +en su abrasado corazón; porque hay una razón muy profunda en procurar +de esta suerte la tranquilidad del alma, no permitiéndole que, cual +sediento Tántalo, sufra con la vista del agua que huye de sus labios. +_Quid vis videre quod non licet habere?_ _¿Para qué quieres ver lo +que no puedes obtener?_ dice sabiamente el autor del admirable libro +_De la imitación de Jesucristo_, compendiando así, en pocas palabras, +la sabiduría que se encierra en la santa severidad de la doctrina +cristiana. + +Los lazos del matrimonio, señalando á la pasión un objeto legítimo, +no ciegan, sin embargo, el manantial de agitación y de caprichosa +inquietud que se alberga en el corazón. La posesión empalaga y +fastidia, la hermosura se marchita y se aja, las ilusiones se disipan, +el hechizo desaparece, y, encontrando el hombre una realidad que está +muy lejos de alcanzar á los bellos sueños á que se entregara allá en +sus delirios una imaginación fogosa, siente brotar en su pecho nuevos +deseos; y, cansado del objeto poseído, alimenta nuevas ilusiones, +buscando en otra parte aquella dicha ideal que se imaginaba haber +encontrado, y huyendo de la triste realidad, que así burla sus más +bellas esperanzas. + +Dad entonces rienda suelta á las pasiones del hombre, dejadle que +de un modo ú otro pueda alimentar la ilusión de hacerse feliz con +otros enlaces, que no se crea ligado para siempre y sin remedio á la +compañera de sus días, y veréis como el fastidio llegará más pronto, +como la discordia será más viva y ruidosa; veréis como los lazos +se aflojan luego de formados, como se gastan con poco tiempo, como +se rompen al primer impulso. Al contrario, proclamad la ley que no +exceptúe ni á pobres ni á ricos, ni á débiles ni á potentados, ni +á vasallos ni á reyes; que no atienda á diferencias de situación, +de índole, de salud, ni á tantos otros motivos, que en manos de las +pasiones, y sobre todo entre los poderosos, fácilmente se convierten +en pretextos; proclamad esa ley como bajada del cielo, mostrad el lazo +del matrimonio como sellado con un sello divino; y á las pasiones que +murmuran, decidles en alta voz que si quieren satisfacerse no tienen +otro camino que el de la inmoralidad; pero que la autoridad encargada +de la guarda de esa ley divina, jamás se doblegará á condescendencias +culpables, que jamás consentirá que se cubra con el velo de la dispensa +la infracción del precepto divino, que jamás dejará á la culpa sin +el remordimiento, y entonces veréis que las pasiones se abaten y se +resignan, que la ley se extiende, se afirma, y se arraiga hondamente +en las costumbres, y habréis asegurado para siempre el buen orden y +la tranquilidad de las familias; y la sociedad os deberá un beneficio +inmenso. Y he aquí cabalmente lo que ha hecho el Catolicismo, +trabajando para ello largos siglos; y he aquí lo que venía á deshacer +el Protestantismo, si se hubiesen seguido generalmente en Europa sus +doctrinas y sus ejemplos; si los pueblos dirigidos no hubiesen tenido +más cordura que sus directores. + +Los protestantes y los falsos filósofos, examinando las doctrinas y las +instituciones de la Iglesia católica al través de sus preocupaciones +rencorosas, no han acertado á concebir á qué servían los dos grandes +caracteres que distinguen siempre por doquiera los pensamientos y las +obras del Catolicismo: _unidad y fijeza_: _unidad_ en las doctrinas, +_fijeza_ en la conducta, señalando un objeto y marchando hacia él, sin +desviarse jamás. Esto los ha escandalizado; y, después de declamar +contra la _unidad_ de la doctrina, han declamado también contra la +_fijeza_ en la conducta. Si meditaran sobre el hombre, conocieran que +esta fijeza es el secreto de dirigirle, de dominarle, de enfrenar sus +pasiones cuando convenga, de exaltar su alma cuando sea menester, +haciéndola capaz de los mayores sacrificios, de las acciones más +heroicas. Nada hay peor para el hombre que la _incertidumbre_, que +la _indecisión_; nada que tanto le debilite y esterilice. Lo que es +el escepticismo al entendimiento, es la indecisión á la voluntad. +Prescribidle al hombre un objeto fijo, y haced que se dirija hacia él: +á él se dirigirá y le alcanzará. Dejadle vacilando entre varios, que no +tenga para su conducta una norma fija, que no sepa cuál es su porvenir, +que marche sin saber á dónde va, y veréis que su energía se relaja, +sus fuerzas se enflaquecen, hasta que se abate y se para. ¿Sabéis el +secreto con que los grandes caracteres dominan el mundo? ¿Sabéis cómo +son capaces ellos mismos de acciones heroicas, y cómo hacen capaces +de ellas á cuantos los rodean? Porque tienen un objeto fijo para sí, +y para los demás: porque le ven con claridad, le quieren con firmeza, +y se encaminan hacia él, sin dudas, sin rodeos, con esperanza firme, +con fe viva, sin consentir la vacilación, ni en sí mismos ni en los +otros. Alejandro, César, Napoleón, y los demás héroes antiguos y +modernos, ejercían sin duda con el ascendiente de su genio una acción +fascinadora; pero el secreto de su predominio, de su pujanza, de su +impulso que todo lo arrollaba, era la unidad de pensamiento, la fijeza +del plan, que engendraban un carácter firme, aterrador, dándoles sobre +los demás hombres una superioridad inmensa. Así pasaba Alejandro el +Gránico, y empezaba, y llevaba á cabo su prodigiosa conquista del +Asia; así pasaba César el Rubicón, y ahuyentaba á Pompeyo, y vencía +en Farsalia, y se hacía señor del mundo; así dispersaba Napoleón á los +habladores que estaban disertando sobre la suerte de Francia, vencía en +Marengo, se ceñía la diadema de Carlomagno, y aterraba y asombraba el +mundo con los triunfos de Austerlitz y de Jena. + +Sin _unidad_ no hay orden, sin _fijeza_ no hay estabilidad; y en +el mundo moral como en el físico, nada puede prosperar que no +sea ordenado y estable. Así el Protestantismo, que ha pretendido +hacer progresar al individuo y á la sociedad destruyendo la unidad +religiosa, é introduciendo en las creencias y en las instituciones la +_multiplicidad_ y _movilidad_ del pensamiento privado, ha acarreado +por doquiera la confusión y el desorden, y ha desnaturalizado la +civilización europea, inoculando en sus venas un elemento desastroso, +que le ha causado y le causará todavía gravísimos males. Y no puede +inferirse de esto que el Catolicismo esté reñido con el adelanto de los +pueblos, por la _unidad_ de sus doctrinas y la _fijeza_ de las reglas +de su conducta; pues también cabe que marche lo que es _uno_, también +cabe movimiento en un sistema que tenga _fijos_ algunos de sus puntos. +Este universo que nos asombra con su grandor, que nos admira con sus +prodigios, que nos encanta con su variedad y belleza, está sujeto á la +_unidad_, y está regido por leyes fijas y constantes. + +Ved ahí algunas de las razones que justifican la severidad del +Catolicismo; ved ahí por qué no ha podido mostrarse condescendiente con +esa pasión que, una vez desenfrenada, no respeta linde ni barrera, que +introduce la turbación en los corazones y el desorden en las familias, +que gangrena la sociedad, quitando á las costumbres todo decoro, ajando +el pudor de las mujeres y rebajándolas del nivel de dignas compañeras +del hombre. En esta parte el Catolicismo es severo, es verdad; pero +esta severidad no podía renunciarla, sin renunciar al propio tiempo sus +altas funciones de depositario de la sana moral, de vigilante atalaya +por los destinos de la humanidad.[2] + + + + +CAPITULO XXVI + + +Ese anhelo del Catolicismo para cubrir con tupido velo los secretos +del pudor, y por rodear de moralidad y de recato la pasión más procaz, +manifiéstase en sumo grado en la importancia que ha dado á la virtud +contraria, hasta coronando con brillante aureola la entera abstinencia +de placeres sensuales: la _virginidad_. Cuanto haya contribuído +con esto el Catolicismo á realzar á la mujer, no lo comprenderán +ciertamente los entendimientos frívolos, mayormente si andan guiados +por las inspiraciones de un corazón voluptuoso; pero no se ocultará +á los que sean capaces de conocer que todo cuanto tiende á llevar al +más alto punto de delicadeza el sentimiento del pudor, todo cuanto +fortifica la moralidad, todo cuanto se encamina á presentar á una parte +considerable del bello sexo como un dechado de la virtud más heroica, +todo esto se endereza también á levantar á la mujer sobre la turbia +atmósfera de las pasiones groseras, todo esto contribuye á que no se +presente á los ojos del hombre como un mero instrumento de placer, +todo esto sirve maravillosamente á que, sin disminuirse ninguno de los +atractivos con que la ha dotado la naturaleza, no pase rápidamente de +triste víctima del libertinaje á objeto de menosprecio y fastidio. + +La Iglesia católica había conocido profundamente esas verdades; y así, +mientras celaba por la santidad de las relaciones conyugales, mientras +creaba en el seno de las familias la bella dignidad de una matrona, +cubría con misterioso velo la faz de la virgen cristiana, y las esposas +del Señor eran guardadas como un depósito sagrado en la augusta +obscuridad de las sombras del santuario. Reservado estaba á Lutero, +al grosero profanador de Catalina de Boré, el desconocer también en +este punto la profunda y delicada sabiduría de la religión católica; +digna empresa del fraile apóstata, que después de haber hecho pedazos +el augusto sello religioso del tálamo nupcial, se arrojase también á +desgarrar con impúdica mano el sagrado velo de las vírgenes consagradas +al Señor; digna empresa de las duras entrañas del perturbador violento +el azuzar la codicia de los príncipes, para que se lanzasen sobre +los bienes de doncellas desvalidas, y las expulsaran de sus moradas, +atizando luego la voluptuosidad, y quebrantando todas las barreras +de la moral, para que, cual bandadas de palomas sin abrigo, cayesen +en las garras del libertinaje. ¿Y qué? ¿también así se aumentaba el +respeto debido al bello sexo? ¿también así se acendraba el sentimiento +del pudor? ¿también así progresaba la humanidad? ¿también así daba +Lutero robusto impulso á las generaciones venideras, brío al espíritu +humano, medra y lozanía á la cultura y civilización? ¿Quién que sienta +latir en su pecho un corazón sensible, podrá soportar las desenvueltas +peroratas de Lutero, mayormente si ha leído las bellísimas páginas de +los Ciprianos, de los Ambrosios, de los Jerónimos y demás lumbreras de +la Iglesia católica, sobre los altos timbres de una virgen cristiana? +En medio de siglos donde campeaba sin freno la barbarie más feroz, +¿quién llevará á mal encontrarse con aquellas solitarias moradas, donde +se albergan las esposas del Señor, preservando sus corazones de la +corrupción del mundo, y ocupadas perennemente en levantar sus manos al +cielo para atraer hacia la tierra el rocío de la divina misericordia? +Y en tiempos y países más civilizados, ¿tan mal contrasta un asilo de +la virtud más pura y acendrada, con un inmenso piélago de disipación +y libertinaje? ¿También eran aquellas moradas un legado funesto de la +ignorancia, un monumento de fanatismo, en cuya destrucción se ocupaban +dignamente los corifeos de la Reforma protestante? ¡Ah! si así fuere, +protestemos contra todo lo interesante y bello, ahoguemos en nuestro +corazón todo entusiasmo por la virtud, no conozcamos otro mundo que el +que se encierra en el círculo de las sensaciones más groseras, que tire +el pintor su pincel y el poeta su lira, y, desconociendo todo nuestro +grandor y dignidad, digamos embrutecidos: _comamos y bebamos, que +mañana moriremos_. + +No, la verdadera civilización no puede perdonarle jamás al +Protestantismo esa obra inmoral é impía; la verdadera civilización +no puede perdonarle jamás el haber violado el santuario del pudor +y de la inocencia, el haber procurado con todas sus fuerzas que +desapareciese todo respeto á la virginidad, pisando, de esta suerte, un +dogma profesado por todo el humano linaje; el no haber acatado lo que +acataron los griegos en sus sacerdotisas de Ceres, los romanos en sus +vestales, los galos en sus druidesas, los germanos en sus adivinas; el +haber llevado más allá la procacidad de lo que no hicieron jamás los +disolutos pueblos del Asia, y los bárbaros del nuevo continente. Mengua +es, por cierto, que se haya atacado en Europa lo que se ha respetado +en todas las partes del mundo; que se haya tachado de preocupación +despreciable, una creencia universal del género humano, sancionada, +además, por el Cristianismo. ¿Dónde se ha visto una irrupción de +bárbaros que compararse pudiera al desbordamiento del Protestantismo +contra lo más inviolable que debe haber entre los hombres? ¿Quién dió +el funesto ejemplo á los perpetradores de semejantes crímenes en las +revoluciones modernas? + +Que, en medio de furores de una guerra, se atreva la barbarie de los +vencedores á soltar el brutal desenfreno de la soldadesca sobre las +moradas de las vírgenes consagradas al Señor, esto se concibe muy +bien; pero, el perseguir por sistema estos santos establecimientos, +concitando contra ellos las pasiones del populacho, y atacando +groseramente la institución en su origen y en su objeto, esto es más +que inhumano y brutal, esto carece de nombre cuando lo hacen los mismos +que se precian de reformadores, de amantes del Evangelio puro, y que +se proclaman discípulos de Aquel que en sus sublimes consejos señaló la +_virginidad_ como una de las virtudes más hermosas que pueden esmaltar +la aureola de un cristiano. ¿Y quién ignora que ésta fué una de las +obras con más ardor emprendidas por el Protestantismo? + +La mujer sin pudor ofrecerá un cebo á la voluptuosidad, pero no +arrastrará jamás el alma con el misterioso sentimiento que se apellida +amor. ¡Cosa notable! El deseo más imperioso que se abriga en el corazón +de una mujer, es el de agradar, y tan luego como se olvida del pudor, +desagrada, ofende; así está sabiamente ordenado que sea el castigo de +su falta, lo que hiere más vivamente su corazón. Por esta causa, todo +cuanto contribuye á realzar en las mujeres ese delicado sentimiento, +las realza á ellas mismas, las embellece, les asegura mayor predominio +sobre el corazón de los hombres, les señala un lugar más distinguido, +así en el orden doméstico como en el social. Estas verdades no las +comprendió el Protestantismo, cuando condenó la _virginidad_. Sin duda +que esta virtud no es condición necesaria para el pudor; pero es su +bello ideal, su tipo de perfección; y por cierto que el desterrar de la +tierra ese modelo, el negar su belleza, el condenarle como perjudicial, +no era nada á propósito para conservar un sentimiento que está en +continua lucha con la pasión más poderosa del corazón humano, y que +difícilmente se conserva en toda su pureza si no anda acompañado de las +precauciones más exquisitas. Delicadísima flor, de hermosos colores +y suavísimo aroma, puede apenas sufrir el leve oreo del aura más +apacible; su belleza se marchita con extremada facilidad, sus olores se +disipan como exhalación pasajera. + +Pero, combatiendo la virginidad, se me hablará quizás de los +perjuicios que acarrea á la población, contándose como defraudadas á +la multiplicación del humano linaje las ofrendas que se hacen en las +aras de aquella virtud. Afortunadamente, las observaciones de los más +distinguidos economistas han venido á disipar este error proclamado +por el Protestantismo, y reproducido por la filosofía incrédula del +siglo XVIII. Los hechos han demostrado, de una manera convincente, dos +verdades, á cual más importantes, para vindicar las doctrinas y las +instituciones católicas: 1.ª Que la felicidad de los pueblos no está +en proporción necesaria con el aumento de su población. 2.ª Que tanto +ese aumento como la disminución dependen del concurso de tantas otras +causas, que el celibato religioso, si es que en algo figure entre +ellas, debe considerarse como de una influencia insignificante. + +Una religión mentida y una filosofía bastarda y egoísta se empeñaron +en equiparar los secretos de la multiplicación humana con la de los +otros vivientes. Prescindieron de todas las relaciones religiosas, no +vieron en la humanidad más que un vasto plantel, en que no convenía +dejar nada estéril. Así se allanó el camino para considerar también al +individuo como una máquina de que debían sacarse todos los productos +posibles; para nada se pensó en la caridad, en la sublime enseñanza +de la religión sobre la dignidad y los destinos del hombre; y así la +industria se ha hecho cruel, y la organización del trabajo, planteada +sobre bases puramente materiales, aumenta el bienestar presente de los +ricos, pero amenaza terriblemente su porvenir. + +¡Hondos designios de la Providencia! La nación que ha llevado más +allá estos principios funestos, encuéntrase en la actualidad agobiada +de hombres y de productos. Espantosa miseria devora sus clases más +numerosas, y toda la habilidad de los hombres que la dirigen no será +parte á desviarla de los escollos á que se encamina, impelida por la +fuerza de los elementos á que se entregó sin reserva. Los distinguidos +profesores de la universidad de Oxford, que, al parecer, van conociendo +los vicios radicales del Protestantismo, encontrarían aquí abundante +objeto de meditación para investigar hasta qué punto contribuyeron +los pretendidos reformadores del siglo XVI á preparar la situación +crítica, en que, á pesar de sus inmensos adelantos, se encuentra la +Inglaterra. + +En el mundo físico, todo está dispuesto con _número, peso y medida_; +las leyes del universo muestran, por decirlo así, un cálculo infinito, +una geometría infinita; pero guardémonos de imaginarnos que todo +podemos expresarlo por nuestros mezquinos signos, que todo podemos +encerrarlo en nuestras reducidas combinaciones. Guardémonos, sobre +todo, de la insensata pretensión de semejar demasiado el mundo moral al +mundo físico, de aplicar sin distinción á aquél lo que sólo es propio +de éste, y de trastornar con nuestro orgullo la misteriosa harmonía +de la creación. El hombre no ha nacido tan sólo para _procrear_, no +es sólo una rueda colocada en su puesto para funcionar en la gran +máquina del mundo. Es un ser á imagen y semejanza de Dios, un ser +que tiene su destino superior á cuanto le rodea sobre la tierra. No +rebajéis su altura, no inclinéis su frente al suelo inspirándole tan +sólo pensamientos terrenos; no estrechéis su corazón privándole de +sentimientos virtuosos y elevados, no dejándole otro gusto que el de +los goces materiales. Si sus pensamientos religiosos le llevan á una +vida austera, si se apodera de su alma el generoso empeño de sacrificar +en las aras de su Dios los placeres de esta vida, ¿por qué se lo habéis +de impedir? ¿con qué derecho le insultáis, despreciando un sentimiento +que exige, por cierto, más alto temple de alma que el entregarse +livianamente al goce de los placeres? + +Estas consideraciones, comunes á ambos sexos, adquieren todavía mayor +importancia cuando se aplican á la mujer. Con su fantasía exaltada, +su corazón apasionado y su espíritu ligero, necesita, aun más que el +varón, de inspiraciones severas, de pensamientos serios, graves, que +contrapesen, en cuanto sea posible, aquella volubilidad con que recorre +todos los objetos, recibiendo con facilidad extrema las impresiones +de cuanto toca, y comunicándolas á su vez, como un agente magnético, +á cuantos la rodean. Dejad, pues, que una parte del bello sexo se +entregue á una vida de contemplación y austeridad, dejad que las +doncellas y las matronas tengan siempre á la vista un modelo de todas +las virtudes, un sublime tipo de su más bello adorno, que es el pudor; +esto no será inútil por cierto: esas vírgenes no son defraudadas, ni á +la familia ni á la sociedad; una y otra recobrarán con usura lo que os +imaginabais que habían perdido. + +En efecto: ¿quién alcanza á medir la saludable influencia que deben +de haber ejercido sobre las costumbres de la mujer, las augustas +ceremonias con que la Iglesia católica solemniza la consagración de +una virgen á Dios? ¿Quién puede calcular los santos pensamientos, las +castas inspiraciones que habrán salido de esas silenciosas moradas del +pudor, que ora se elevan en lugares retirados, ora en medio de ciudades +populosas? ¿Creéis que la doncella en cuyo pecho se agitara una pasión +ardorosa, que la matrona que diera cabida en su corazón á inclinaciones +livianas, no habrán encontrado mil veces un freno á su pasión, en el +solo recuerdo de la hermana, de la parienta, de la amiga, que allá en +silencioso albergue levantaba al cielo un corazón puro, ofreciendo en +holocausto al Hijo de la Virgen, todos los encantos de la juventud y de +la hermosura? Esto no se calcula, es verdad; pero es cierto á lo menos +que de allí no sale un pensamiento liviano, que allí no se inspira una +inclinación voluptuosa; esto no se calcula, es verdad; pero tampoco se +calcula la saludable influencia que ejerce sobre las plantas el rocío +de la mañana, tampoco se calcula la acción vivificante de la luz sobre +la naturaleza, tampoco se calcula cómo el agua que se filtra en las +entrañas de la tierra, la fecunda y fertiliza, haciendo brotar de su +seno vistosas flores y regalados frutos. + +Son tantas las causas cuya existencia y eficacia son indudables, y +que, sin embargo, no pueden sujetarse á un cálculo riguroso, que, si +buscamos la razón de la impotencia que caracteriza toda obra hija +exclusiva del pensamiento del hombre, la encontraremos en que él no +es capaz de abarcar el conjunto de relaciones que se complican en esa +clase de objetos, y no puede apreciar debidamente las influencias +indirectas, á veces ocultas, á veces imperceptibles, de puro delicadas. +Por eso viene el tiempo á disipar tantas ilusiones, á desmentir tantos +pronósticos, á manifestar la debilidad de lo que se creía fuerte, y +la fuerza de lo que se creía débil; y es que con el tiempo se van +desenvolviendo mil relaciones cuya existencia no se sospechaba, +se ponen en acción mil causas que no se conocían, ó quizás se +despreciaban; los efectos van creciendo, se van presentando de bulto, +hasta que, al fin, se crea una situación nueva, donde no es posible +cerrar los ojos á la evidencia de los hechos, donde no es dado resistir +á la fuerza de las cosas. + +Y he aquí una de las sinrazones que más chocan en los argumentos de +los enemigos del Catolicismo. No aciertan á mirar los objetos sino por +un aspecto, no comprenden otra dirección de una fuerza que en línea +recta; no ven que, así el mundo moral como el físico, es un conjunto de +relaciones infinitamente variadas, de influencias indirectas, que obran +á veces con más eficacia que las directas; que todo forma un sistema de +correspondencia y harmonía, donde no conviene aislar las partes sino +lo necesario para conocer mejor los lazos ocultos y delicados que las +unen con el todo; donde es necesario dejar que obre el tiempo, elemento +indispensable de todo desarrollo cumplido, de toda obra duradera. + +Permítaseme esa breve digresión para inculcar verdades que nunca se +tendrá demasiado presentes, cuando se trate de examinar las grandes +instituciones fundadas por el Catolicismo. La filosofía tiene en la +actualidad que devorar amargos desengaños; vese precisada á retractar +proposiciones avanzadas con demasiada ligereza, á modificar principios +establecidos con sobrada generalidad; y todo este trabajo se hubiera +podido ahorrar, siendo un poco más circunspecta en sus fallos, andando +con mayor mesura en el curso de sus investigaciones. Coligada con el +Protestantismo, declaró guerra á muerte á las grandes instituciones +católicas, clamó por la excentralización moral y religiosa, y un +grito unánime se levanta de los cuatro ángulos del mundo civilizado +invocando un principio de unidad. El instinto de los pueblos le busca, +los filósofos ahondan en los secretos de la ciencia con la mira de +descubrirle; ¡vanos esfuerzos! _Nadie puede poner otro fundamento que +el que está puesto ya_; su duración responde de su solidez. + + + + +CAPITULO XXVII + + +Un celo incansable por la santidad del matrimonio, y un sumo cuidado +para llevar el sentimiento del pudor al más alto punto de delicadeza, +son los dos polos de la conducta del Catolicismo para realzar á la +mujer. Éstos son los grandes medios de que echó mano para lograr su +objeto; de ahí procede el poder y la importancia de las mujeres en +Europa; y es muy falso lo que dice M. Guizot (Lec. 4) de «que esta +particularidad de la civilización europea haya venido del seno del +feudalismo». No disputaré sobre la mayor ó menor influencia que pudo +ejercer en el desarrollo de las costumbres domésticas; no negaré que +el estado de aislamiento en que vivía el señor feudal, el «encontrar +siempre en su castillo á su mujer, á sus hijos y á nadie más que á +ellos, el ser ellos siempre su compañía permanente, el participar ellos +solos de sus placeres y penas, el compartir sus intereses y destinos, +no hubiese de contribuir á desenvolver las costumbres domésticas, y +á que éstas tomasen un grande y poderoso ascendiente sobre el jefe +de familia». Pero ¿quién hizo que, al volver el señor á su castillo, +encontrase tan sólo á una mujer, y no á muchas? ¿Quién le contuvo para +que no abusase de su poderío, convirtiendo su casa en harén? ¿Quién +le enfrenó para que no soltase la rienda á sus pasiones, y de ellas no +hiciese víctimas á las más hermosas doncellas que veía en las familias +de sus rendidos vasallos? Nadie negará que quien esto hizo fueron las +doctrinas y las costumbres introducidas y arraigadas en Europa por la +Iglesia católica, y las leyes severas con que opuso un firme valladar +al desbordamiento de las pasiones; y, por consiguiente, aun dado que el +feudalismo hubiera hecho el bien que se supone, sería este bien debido +á la Iglesia católica. + +Ha dado ocasión, sin duda, á que se exagerase la influencia del +feudalismo en dar importancia á las mujeres, un hecho de aquella +época que se presenta muy de bulto, y que efectivamente á primera +vista no deja de deslumbrar. Este hecho consiste en el gallardo +espíritu de caballería, que, brotando en el seno del feudalismo, y +extendiéndose rápidamente, produjo las acciones más heroicas, dió +origen á una literatura rica de imaginación y sentimiento, y contribuyó +no poco á amansar y suavizar las feroces costumbres de los señores +feudales. Distinguíase principalmente aquella época por su espíritu de +galantería; mas no la galantería común cual se forma dondequiera con +las tiernas relaciones de los dos sexos, sino una galantería llevada +á la mayor exageración por parte del hombre, combinada de un modo +singular con el valor más heroico, con el desprendimiento más sublime, +con la fe más viva y la religiosidad más ardiente. _Dios y su dama_: +he aquí el eterno pensamiento del caballero; lo que embarga todas +sus facultades, lo que ocupa todos sus instantes, lo que llena toda +su existencia. Con tal que pueda alcanzar un triunfo sobre la hueste +infiel, con tal que le aliente la esperanza de ofrecer á los pies de +su señora los trofeos de la victoria, no hay sacrificio que le sea +costoso, no hay viaje que le canse, no hay peligro que le arredre, no +hay empresa que le desanime; su imaginación exaltada le traslada á un +mundo fantástico, su corazón arde como una fragua, todo lo acomete, á +todo da cima; y aquel mismo hombre que poco antes peleaba como un león, +en los campos de la Bética ó de la Palestina, se ablanda como una cera +al solo nombre del ídolo de su corazón, vuelve sus amorosos ojos hacia +su patria, y se embelesa con el solo pensamiento de que, suspirando un +día al pie del castillo de su señora, podrá recabar quizás una seña +amorosa, ó una mirada fugitiva. ¡Ay del temerario que osare disputarle +su tesoro! ¡Ay del indiscreto que fijare sus ojos en las almenas de +donde espera el caballero una seña misteriosa! No es tan terrible la +leona á la que han arrebatado sus cachorros; y el bosque azotado por el +aquilón no se agita como el corazón del fiero amante; nada será capaz +de detener su venganza; ó dar la muerte á su rival, ó recibirla. + +Examinando esta informe mezcla de blandura y de fiereza, de religión y +de pasiones, mezcla que, sin duda, habrán exagerado un poco el capricho +de los cronistas y la imaginación de los trovadores, pero que no deja +de tener su tipo muy real y verdadero, nótase que era muy natural en +su época, y que nada entraña de la contradicción que á primera vista +pudiera presentar. En efecto: nada más natural que el ser muy violentas +las pasiones de unos hombres, cuyos progenitores poco lejanos habían +venido de las selvas del Norte á plantar su tienda ensangrentada sobre +las ruinas de las ciudades que habían destruído; nada más natural +que el no conocer otro juez que el de su brazo unos hombres que no +ejercían otra profesión que la guerra, y que, además, vivían en una +sociedad que, estando todavía en embrión, carecía de un poder público +bastante fuerte para tener á raya las pasiones particulares; y nada, +por fin, más natural en esos mismos hombres que el ser tan vivo el +sentimiento religioso, pues que la religión era el único poder por +ellos reconocido, la religión había encantado su fantasía con el +esplendor y magnificencia de los templos y la majestad y pompa del +culto, la religión los había llenado de asombro presentando á sus ojos +el espectáculo de las virtudes más sublimes y haciendo resonar á sus +oídos un lenguaje tan elevado, como dulce y penetrante: lenguaje que, +si bien no era por ellos bien comprendido, no dejaba de convencerlos de +la santidad y divinidad de los misterios y preceptos de la religión, +arrancándoles una admiración y acatamiento, que, obrando sobre almas de +tan vigoroso temple, engendraba el entusiasmo y producía el heroísmo. +En lo que se echa de ver que todo cuanto había de bueno en aquella +exaltación de sentimientos, todo dimanaba de la religión; y que, si de +ella se prescinde, sólo vemos al bárbaro que no conoce otra ley que su +lanza, ni otra guía en su conducta que las inspiraciones de un corazón +lleno de fuego. + +Calando más y más en el espíritu de la caballería, y parándose +particularmente en el carácter de los sentimientos que entrañaba con +respecto á la mujer, parece que, lejos de realzarla, la supone ya +realzada, ya rodeada de consideración; no le da un nuevo lugar, la +encuentra ocupándolo ya. Y, á la verdad, á no ser así, ¿cómo es posible +concebir tan exagerada, tan fantástica galantería? Pero imaginaos +la belleza de la virgen cubierta con el velo del pudor cristiano, y +aumentándose así la ilusión y el encanto; entonces concebiréis el +delirio del caballero; imaginaos á la virtuosa matrona, á la compañera +del hombre, á la madre de familia, á la mujer única en quien se +concentran todas las afecciones del marido y de los hijos, á la esposa +cristiana, y entonces concebiréis también por qué el caballero se +embriaga con el solo pensamiento de alcanzar tanta dicha, y por qué +el amor es algo más que un arrebato voluptuoso, es un respeto, una +veneración, un culto. + +No han faltado algunos que han pretendido encontrar el origen de esa +especie de culto, en las costumbres de los germanos, y, refiriéndose +á ciertas expresiones de Tácito, han querido explicar la mejora +social de las mujeres como dimanada del respeto con que las miraban +aquellos bárbaros. M. Guizot desecha esta aserción, y la combate +muy atinadamente, haciendo observar «que lo que nos dice Tácito de +los germanos, no era característico de aquellos pueblos, pues que +expresiones iguales á las de Tácito, los mismos sentimientos, los +mismos usos de los germanos se descubren en las relaciones que hacen +una multitud de historiadores de otros pueblos salvajes». Todavía +después de la observación de M. Guizot, se ha sostenido la misma +opinión, y así es menester combatirla de nuevo. + +He aquí el pasaje de Tácito: «Inesse quin etiam sanctum aliquid et +providum putant: nec aut consilia earum aspernantur, aut responsa +negligunt. Vidimus sub divo Vespasiano, Velledam diu apud plerosque +numinis loco habitam.» (_De mor. Germ._) «Hasta llegan á creer que +hay en las mujeres algo de santo y de profético, y ni desprecian sus +consejos, ni desoyen sus pronósticos. En tiempo del divino Vespasiano, +vimos que por largo espacio Velleda fué tenida por muchos como diosa.» +Á mi juicio, se entiende muy mal ese pasaje de Tácito, cuando se le +quiere dar extensión á las costumbres domésticas, cuando se le quiere +tomar como un rasgo que retrata las relaciones conyugales. Si se fija +debidamente la atención en las palabras del historiador, se echará de +ver que esto distaba mucho de su mente; pues que sus palabras sólo +se refieren á la superstición de considerar á algunas mujeres como +profetisas. Confírmase la verdad y exactitud de esta observación con +el mismo ejemplo que aduce de Velleda, la cual dice era reputada por +muchos como diosa. En otro lugar de sus obras (_Histor._, lib. 4), +explica Tácito su pensamiento, pues hablando de la misma Velleda nos +dice «que esta doncella de la nación de los Bructeros tenía gran +dominio, á causa de la antigua costumbre de los germanos, con que +miraban á muchas mujeres como profetisas, y, andando en aumento la +superstición, llegaban hasta á tenerlas por diosas.» «Ea virgo nationis +Bructerae late imperitabat: vetere apud germanos more, quo plerasque +faeminarum, fatidicas, e augescente superstitione, arbitrantur deas.» +El texto que se acaba de citar prueba hasta la evidencia que Tácito +habla de la superstición, no del orden doméstico, cosas muy diferentes, +pues no media inconveniente alguno en que algunas mujeres sean tenidas +como semidiosas, y, entre tanto, la generalidad de ellas no ocupen en +la sociedad el puesto que les corresponde. En Atenas se daba grande +importancia á las sacerdotisas de Ceres; en Roma á las vestales; y las +Pitonisas, y la historia de las famosas Sibilas, manifiestan que el +tener por fatídicas á las mujeres, no era exclusivamente propio de los +germanos. No debo ahora explicar la causa de estos hechos, me basta +consignarlos; tal vez la fisiología podría en esta parte suministrar +luces á la filosofía de la historia. + +Que el orden de la superstición y el de la familia eran muy diferentes, +es fácil notarlo en la misma obra de Tácito, cuando describe la +severidad de costumbres de los germanos con respecto al matrimonio. +Nada hay allí de aquel _sanctum et providum_; sólo sí una austeridad +que conservaba á cada cual en la línea de sus deberes, y lejos de +ser la mujer tenida como diosa, si caía en la infidelidad, quedaba +encomendado al marido el castigo de su falta. Es curioso el pasaje, +pues indica que entre los germanos no debían tampoco de ser escasas las +facultades del hombre sobre la mujer. «Accisis crinibus, dice, nudatam +coram propinquis expellit domo maritus, ac per omnem vicum verbere +agit.» «Rapado el cabello, échala de casa el marido en presencia de +los parientes, y desnuda la anda azotando por todo el lugar.» Este +castigo da, sin duda, una idea de la ignominia que entre los germanos +acompañaba al adulterio; pero no es muy favorable á la estimación +pública de la mujer: ésta hubiera ganado mucho con la pena del +apedreamiento. + +Cuando Tácito nos describe el estado social de los germanos, es +preciso no olvidar que quizás algunos rasgos de costumbres son de +propósito realzados algún tanto, pues que nada es más natural en un +escritor del temple de Tácito, viviendo acongojado y exasperado +por la espantosa corrupción de costumbres que á la sazón dominaba +entre los romanos. Píntanos con magníficas plumadas la santidad +del matrimonio de los germanos, es verdad; pero ¿quién no ve que, +mientras escribe, tiene á la vista aquellas matronas que, como dice +Séneca, debían contar los años, no por la sucesión de los cónsules, +sino por el cambio de maridos? ¿aquellas damas sin rastro de pudor, +entregadas á la disolución más asquerosa? Poco trabajo cuesta el +concebir dónde se fijaba la ceñuda mirada de Tácito, cuando arroja sus +concisas reflexiones como flechas: «Nemo, enim, illic vitia ridet, nec +corrumpere et corrumpi saeculum vocatur.» «Allí el vicio no hace reir, +ni la corrupción se apellida moda.» Rasgo vigoroso que retrata todo +un siglo, y que nos hace entender el secreto gusto que tendría Tácito +en echar en cara á la corrompida cultura de los romanos la pureza de +costumbres de los bárbaros. Lo mismo que aguzaba el festivo ingenio de +Juvenal y envenenaba su punzante sátira, excitaba la indignación de +Tácito, y arrancaba á su grave filosofía reprensiones severas. + +Que sus cuadros tenían algo de exagerado en favor de los germanos, y +que entre ellos no eran las costumbres tan puras cual se nos quiere +persuadir, indícanlo otras noticias que tenemos sobre aquellos +bárbaros. Posible es que fueran muy delicados en punto al matrimonio, +pero lo cierto es que no era desconocida en sus costumbres la +poligamia. César, testigo ocular, refiere que el rey germano Ariovisto +tenía dos mujeres (_De bello gall._, L. 1); y esto no era un ejemplo +aislado, pues que el mismo Tácito nos dice que había algunos pocos que +tenían á un tiempo varias mujeres, no por liviandad, sino por nobleza: +«exceptis admodum paucis, qui non libidine, sed ob nobilitatem pluribus +nuptiis ambiuntur.» No deja de hacer gracia aquello de _non libidine, +sed ob nobilitatem_; pero, al fin, resulta que los reyes y los nobles, +bajo uno ú otro pretexto, se tomaban alguna mayor libertad de la que +hubiera querido el austero historiador. + +¿Quién sabe cómo estaría la moralidad en medio de aquellas selvas? Si +discurriendo con analogía quisiéramos aventurar algunas conjeturas +fundándonos en las semejanzas que es regular tuviesen entre sí los +diferentes pueblos del Norte, ¿qué no podríamos sospechar por aquella +costumbre de los bretones, quienes, de diez en diez ó de doce en doce, +tenían las mujeres comunes, y mayormente hermanos con hermanos, y +padres con hijos, de suerte que, para distinguir las familias, tenían +que andar á tientas, atribuyendo los hijos al primero que había tomado +la doncella? César, testigo de vista, es quien lo refiere: «Uxores +habent (Britanni) deni duodenique inter se communes, et maxime fratres +cum fratribus et parentes cum liberis; sed si qui sunt ex his nati, +eorum habentur liberi, a quibus primum virgines quaeque ductae sunt.» +(_De bell. gall._, L. 4.) + +Sea de esto lo que fuere, es cierto, al menos, que el principio de la +monogamia no era tan respetado entre los germanos como se ha querido +suponer; había una excepción en favor de los nobles, es decir, de los +poderosos, y esto bastaba para desvirtuarle y preparar su ruina. En +estas materias, limitar la ley con excepciones en favor del poderoso +es poco menos que abrogarla. Se dirá que al poderoso nunca le faltan +medios para quebrantar la ley; pero no es lo mismo que él la quebrante +ó que ella misma se retire para dejarle el camino libre: en el primer +caso, el empleo de la fuerza no anonada la ley, el mismo choque con que +se la rompe hace sentir su existencia, y pone de manifiesto la sinrazón +y la injusticia; en el segundo, la misma ley se prostituye, por decirlo +así: las pasiones no necesitan de la violencia para abrirse paso, ella +les franquea villanamente la puerta. Desde entonces queda envilecida +y degradada, hace vacilar el mismo principio moral que le sirve de +fundamento; y, como en pena de su complicidad inicua, se convierte en +objeto de animadversión de aquellos que se encuentran forzados todavía +á rendirle homenaje. + +Así que, una vez reconocido entre los germanos el privilegio +de poligamia en favor de los poderosos, debía, con el tiempo, +generalizarse esta costumbre á las demás clases del pueblo; y es muy +probable que así se hubiera verificado luego que la ocupación de nuevos +países más templados y feraces, y algún adelanto en su estado social, +les hubiesen proporcionado en mayor abundancia los medios de satisfacer +las necesidades más urgentes. Sólo puede prevenirse tan grave mal, con +la inflexible severidad de la Iglesia católica. Los nobles y los reyes +conservaban todavía fuerte inclinación al privilegio de que hemos visto +que disfrutaran sus antecesores antes de abrazar la religión cristiana, +y de aquí es que, en los primeros siglos después de la irrupción, vemos +que la Iglesia alcanza á duras penas á contenerlos en sus inclinaciones +violentas. Los que se han empeñado en descubrir entre los germanos +tantos elementos de la civilización moderna, ¿no hubieran quizás andado +más acertados en encontrar en las costumbres que se han indicado más +arriba, una de las causas que ocasionaron tan frecuentes choques entre +los príncipes seculares y la Iglesia? + +No alcanzo por qué se ha de buscar en los bosques de los bárbaros +el origen de una de las más bellas cualidades que honran nuestra +civilización, ni por qué se les han de atribuir virtudes de que, por +cierto, no se mostraron muy provistos, tan pronto como se arrojaron +sobre el Mediodía. Sin monumentos, sin historia, con escasísimos +indicios sobre el estado social de aquellos pueblos, difícil es, por +no decir imposible, asentar nada fijo sobre sus costumbres; pero ¿qué +había de ser de la moralidad en medio de tanta ignorancia, tanta +superstición y barbarie? + +Lo poco que sabemos de aquellos tiempos hemos tenido que tomarlo de +los historiadores romanos, y, desgraciadamente, no es éste uno de +los mejores manantiales para beber el agua bien pura. Sucede, casi +siempre, que los observadores, mayormente cuando son guerreros que van +á conquistar, sólo pueden dar alguna cuenta del estado político de +los pueblos poco conocidos á quienes observan, andando escasos en lo +tocante al social y de familia. Y es que, para formarse idea de esto +último, es necesario mezclarse é intimarse con los pueblos observados, +cosa que no suele consentir el diferente estado de la civilización, y +mucho menos cuando entre observadores y observados reinan encarnizados +odios, hijos de largas temporadas de guerra á muerte. Añádase á esto +que, en tales casos, lo que llama más particularmente la atención es lo +que puede favorecer ó contrariar los designios de los conquistadores, +quienes, por lo común, no dan mucha importancia á las relaciones +morales, y se verá por qué los pueblos que son objeto de observación +quedan conocidos sólo en la corteza, y cuánto debe desconfiarse +entonces de todas las narraciones relativas á religión y costumbres. + +Juzgue el lector si esto es aplicable cuando se trata de apreciar +debidamente el valor de lo que sobre los bárbaros nos cuentan los +romanos; basta fijar la vista en aquellas escenas de sangre y horrores +prolongadas por siglos, en las que se veía, de una parte, la ambición +de Roma, que, no contenta con el dominio del orbe conocido, quería +extender su mando hasta lo más recóndito y escabroso de las selvas del +Norte, y, de otra, resaltaba el indomable espíritu de independencia de +los bárbaros, que rompían y hacían pedazos las cadenas que se pretendía +imponerles, y destruían con briosas acometidas las vallas con que se +esforzaba en encerrarlos en los bosques la estrategia de los generales +romanos. + +Como quiera, siempre es muy arriesgado buscar en la barbarie el origen +de uno de los más bellos florones de la civilización, y explicar por +sentimientos supersticiosos y vagos, lo que por espacio de muchos +siglos forma el estado normal de un gran conjunto de pueblos, los más +adelantados que se vieron jamás en los fastos del mundo. Si estos +nobles sentimientos que se nos quieren presentar como dimanados de los +bárbaros, existían realmente entre ellos, ¿cómo es que no perecieron +en medio de las transmigraciones y trastornos? Si nada ha quedado de +aquel estado social, ¿serán cabalmente estos sentimientos lo único +que se habrá conservado, y no como quiera, sino despojados de la +superstición y grosería, purificados, ennoblecidos, transformados en +un sentimiento racional, justo, saludable, caballeresco, digno de +pueblos civilizados? Tamañas aserciones presentan á la primera ojeada +el carácter de atrevidas paradojas. Por cierto que, cuando se ofrece +explicar grandes fenómenos en el orden social, es algo más filosófico +buscar su origen en ideas que hayan ejercido por largo tiempo vigorosa +influencia sobre la sociedad, en las costumbres é instituciones que +hayan emanado de esas ideas, en leyes que hayan sido reconocidas y +acatadas durante muchos siglos, como establecidas por un poder divino. + +¿Á qué, pues, para explicar la consideración de que disfrutan las +mujeres europeas, recurrir á la veneración supersticiosa tributada por +pueblos bárbaros, allá en sus salvajes guaridas, á Velleda, á Aurinia ó +á Gauna? La razón, el simple buen sentido, nos están diciendo que no es +éste el verdadero origen del admirable fenómeno que vamos examinando; +que es necesario buscar en otra parte el conjunto de causas que han +concurrido á producirle. La historia nos revela estas causas, mejor +diremos, nos las hace palpables, ofreciéndonos en abundancia los hechos +que no dejan la menor duda sobre el principio del cual ha dimanado tan +saludable y transcendental influencia. Antes del Cristianismo, la mujer +estaba oprimida bajo la tiranía del varón, pero elevada sobre el rango +de esclava: como débil que era, veíase condenada á ser la víctima del +fuerte. Vino la religión cristiana, y con sus doctrinas de fraternidad +en Jesucristo, y de igualdad ante Dios, sin distinción de condiciones +ni sexos, destruyó el mal en su raíz, enseñando al hombre que la +mujer no debía de ser su esclava, sino su compañera. Desde entonces +la mejora de la condición de la mujer se hizo sentir en todas partes +donde iba difundiéndose el Cristianismo; y en cuanto era posible, +atendido el arraigo de las costumbres antiguas, la mujer recogió bien +pronto el fruto de una enseñanza que venía á cambiar completamente +su posición, dándole, por decirlo así, una nueva existencia. He aquí +una de las primeras causas de la mejora de la condición de la mujer: +causa sensible, patente, cuyo señalamiento no pide ninguna suposición +gratuita, que no se funda en conjeturas, que salta á los ojos con sólo +dar una mirada á los hechos más conocidos de la historia. + +Además, el Catolicismo, con la severidad de su moral, con la alta +protección dispensada al delicado sentimiento del pudor, corrigió y +purificó las costumbres; así realzó considerablemente á la mujer, +cuya dignidad es incompatible con la corrupción y la licencia. Por +fin: el mismo Catolicismo, ó la Iglesia católica, y nótese bien que +no decimos el Cristianismo, con su firmeza en establecer y conservar +la monogamia y la indisolubilidad del matrimonio, puso un freno á los +caprichos del varón, y concentró sus sentimientos hacia su esposa, +única é inseparable. Así con este conjunto de causas pasó la mujer del +estado de esclava al rango de compañera del hombre; así se convirtió +el instrumento de placer en digna madre de familia rodeada de la +consideración y respeto de los hijos y dependientes; así se creó en +las familias la identidad de intereses, se garantizó la educación de +los hijos, resultando esa intimidad en que se hermanan marido y mujer, +padres é hijos, sin el derecho atroz de vida y muerte, sin facultad +siquiera para castigos demasiado graves: y todo vinculado por lazos +robustos, pero blandos, afianzados en los principios de la sana moral; +sostenidos por las costumbres, afirmados y vigilados por las leyes, +apoyados en la reciprocidad de intereses, asegurados con el sello de la +perpetuidad y endulzados por el amor. He aquí descifrado el misterio, +he aquí explicado á satisfacción el origen del realce y de la dignidad +de la mujer europea, he aquí de donde nos ha venido esa admirable +organización de la familia que los europeos poseemos sin apreciarla, +sin conocerla bastante, sin procurar, cual debiéramos, su conservación. + +Al ventilar esta importante materia, he distinguido de propósito +entre el Cristianismo y el Catolicismo, para evitar la confusión de +palabras, que nos habría llevado á la confusión de las cosas. En la +realidad, el verdadero, el único Cristianismo es el Catolicismo; pero +hay ahora la triste necesidad de no poder emplear indistintamente +estas palabras: y esto no sólo á causa de los protestantes, sino por +razón de esa monstruosa nomenclatura filosófico-cristiana que no se +olvida jamás de mezclar el Cristianismo entre las sectas filosóficas; +ni más ni menos que si esa religión divina no fuera otra cosa que un +sistema imaginado por el pensamiento del hombre. Como el principio de +la caridad descuella en todas partes donde se encuentra la religión +de Jesucristo, y se hace visible hasta á los ojos de los incrédulos, +aquellos filósofos que han querido permanecer en la incredulidad, sin +incurrir, empero, en la nota de volterianos, se han apoderado de las +palabras de fraternidad y de humanidad, para hacerlas servir de tema +á su enseñanza, atribuyendo principalmente al Cristianismo el origen +de esas ideas sublimes y de los generosos sentimientos que de ellas +emanan. Así aparentan que no rompen con toda la historia de lo pasado, +como lo hiciera allá en sus sueños la filosofía del siglo anterior, +sino que pretenden acomodarlo á lo presente, y preparar el camino á más +grande y dichoso porvenir. + +Pero no creáis que el Cristianismo de esos filósofos sea una religión +divina; nada de eso: es una idea feliz, grandiosa, fecunda en grandes +resultados, pero no es más que una idea puramente humana. Es un +producto de largos y penosos trabajos de la humanidad. El politeísmo, +el judaísmo, la filosofía de Oriente, la de Egipto, de Grecia, todo era +una especie de trabajo preparatorio para la grande obra. Jesucristo, +según ellos, no hizo más que formular ese pensamiento que en embrión +se removía y se agitaba en el seno de la humanidad: él fijó la idea, +la desenvolvió, y, haciéndola bajar al terreno de la práctica, hizo +dar al linaje humano un paso de inmensa importancia en el camino de la +perfección á que se dirige. Pero, en todo caso, Jesucristo no es más, á +los ojos de esos filósofos, que un filósofo en Judea, como un Sócrates +en Grecia, ó un Séneca en Roma:[.?] Y no es poca fortuna si le conceden +todavía esa existencia de hombre, y no les place transformarle en un +ser mitológico, convirtiendo la narración del Evangelio en una pura +alegoría. + +Así es de la mayor importancia en la época actual el distinguir entre +el Cristianismo y el Catolicismo, siempre que se trata de poner en +claro y de presentar á la gratitud de los pueblos los inefables +beneficios de que son deudores á la religión cristiana. Conviene +demostrar que lo que ha regenerado al mundo no ha sido una idea lanzada +como al acaso en medio de tantas otras que se disputaban la preferencia +y el predominio; sino un conjunto de verdades y de preceptos bajados +del cielo, transmitidos al género humano por un Hombre-Dios por medio +de una sociedad formada y autorizada por él mismo, para continuar hasta +la consumación de los siglos la obra que él estableció con su palabra, +sancionó con sus milagros y selló con su sangre. Conviene, por tanto, +mostrar á esa sociedad, que es la Iglesia católica, realizando en sus +leyes y en sus instituciones las inspiraciones y la enseñanza del +Divino Maestro, y cumpliendo al mismo tiempo el alto destino de guiar +á los hombres hacia la felicidad eterna, y el de mejorar su condición +y consolar y disminuir sus males en esta tierra de infortunio. De esta +suerte se concreta, por decirlo así, el Cristianismo, ó mejor diremos, +se le muestra tal cual es, no cual lo finge el vano pensamiento del +hombre. + +Y cuenta que no debemos temer jamás por la suerte de la verdad á causa +de un examen detallado y profundo de los hechos históricos: que, si +en el vasto campo á que nos conducen semejantes investigaciones +encontramos de vez en cuando la obscuridad, andando largos trechos +por caminos abovedados donde no penetran los rayos del sol, donde +sonoroso el terreno que pisamos amenaza con abismos á nuestra planta, +marchemos todavía con más aliento y brío; á la vuelta de la sinuosidad +más medrosa descubriremos en lontananza la luz que alumbra la +extremidad del camino, y la verdad sentada á sus umbrales, sonriéndose +apaciblemente de nuestros temores y sobresaltos. + +Entre tanto es necesario decirlo á esos filósofos, como á los +protestantes: el Cristianismo, sin estar realizado en una sociedad +visible que esté en continuo contacto con los hombres, y autorizada, +además, para enseñarlos y dirigirlos, no sería más que una teoría +semejante á tantas otras como se han visto y se ven sobre la tierra; +y, por consiguiente, fuera también, si no del todo estéril, á lo menos +impotente para levantar ninguna de esas obras que atraviesan intactas +el curso de los siglos. Y es una de éstas, sin duda, el matrimonio +cristiano, la organización de la familia, que ha sido su inmediata +consecuencia. En vano se hubieran difundido ideas favorables á la +dignidad de la mujer, y encaminadas á la mejora de su condición, si +la santidad del matrimonio no se hubiese hallado escudada por un +poder generalmente reconocido y acatado. Las pasiones, que á pesar de +encontrarse con este poder forcejaban, no obstante, por abrirse camino, +¿qué hubieran hecho en el caso de no hallar otro obstáculo que el de +una teoría filosófica, ó de una idea religiosa no realizada en ninguna +sociedad que exigiese sumisión y obediencia? + +No tenemos, pues, necesidad de acudir á esa filosofía extravagante que +anda buscando la luz en medio de las tinieblas, y que, al ver que el +orden ha sucedido al caos, tiene la peregrina ocurrencia de afirmar que +el orden fué producido por el caos. Supuesto que encontramos en las +doctrinas, en las leyes de la Iglesia católica el origen de la santidad +del matrimonio y de la dignidad de la mujer, ¿por qué lo buscaríamos +en las costumbres brutales de unos bárbaros que tenían apenas un velo +para el pudor, y para los secretos del tálamo nupcial? Hablando César +de las costumbres de los germanos de no conocer á las mujeres hasta +cierta edad, dice: «Y en esto no cabe ocultación ninguna, pues que +en los ríos se bañan mezclados y sólo usan de unas pieles ó pequeños +zamarros, dejando desnuda gran parte del cuerpo»; «_cuius res nulla est +ocultatio. quod et promiscui in fluminibus perluuntur, et pellibus aut +rhenonum tegumentis utuntur magna corporis parte nuda_.» (César, _De +bel. gall._, L. 6.) + +Heme visto obligado á contestar á textos con textos, disipando los +castillos aéreos levantados por el prurito de cavilar y de andar en +busca de causas extrañas en la explicación de fenómenos cuyo origen se +encuentra fácilmente, apelando con sinceridad y buena fe á lo que nos +enseñan de consuno la filosofía y la historia. Así era menester, dado +que se trataba de esclarecer uno de los puntos más delicados de la +historia del linaje humano, de buscar la procedencia de uno de los más +fecundos elementos de la civilización europea: se trataba nada menos +que de comprender la organización de la familia, es decir, de fijar uno +de los polos sobre que gira el eje de la sociedad. + +Gloríese enhorabuena el Protestantismo de haber introducido el +divorcio, de haber despojado el matrimonio del bello y sublime carácter +de sacramento, de haber substraído del cuidado y de la protección de +la Iglesia el acto más importante de la vida del hombre; gócese en +las destrucciones de los sagrados asilos de las vírgenes consagradas +al Señor, y en sus declamaciones contra la virtud más angelical y más +heroica: nosotros, después de haber defendido la doctrina y la conducta +de la Iglesia católica en el tribunal de la filosofía y de la historia, +concluiremos invocando el fallo, no precisamente de la alta filosofía, +sino del simple buen sentido, de las inspiraciones del corazón.[3] + + + + +CAPITULO XXVIII + + +Al enumerar en el capítulo XX los principales caracteres que distinguen +la civilización europea, señalé, como uno de ellos, «_una admirable +conciencia pública, rica de sublimes máximas morales, de reglas de +justicia y equidad, y de sentimientos de pundonor y decoro, conciencia +que sobrevive al naufragio de la moral privada, y que no consiente +que el descaro de la corrupción llegue al exceso de los antiguos_». +Ahora es menester explicar con alguna extensión en qué consiste esa +conciencia pública, cuál es su origen, y cuáles sus resultados, +indagando al propio tiempo la parte que en formularla ha cabido, así +al Protestantismo como al Catolicismo. Cuestión importante y delicada, +y que, sin embargo, me atrevería á decir que está intacta; pues que +no sé que nadie se haya ocupado en ella. Se habla continuamente de +la excelencia de la moral cristiana, y en este punto están acordes +los hombres de todas las sectas y escuelas de Europa; pero no se +fija bastante la atención en el modo con que esa moral ha llegado á +dominarlo todo, desalojando primero la corrupción del paganismo, y +manteniéndose después, á pesar de los estragos de la incredulidad, +formando una admirable conciencia pública, cuyos beneficios disfrutamos +todos, sin apreciarlos debidamente, sin advertirlos siquiera. + +Profundizaremos mejor la materia si ante todo nos formamos una idea +bien clara de lo que se entiende por conciencia. La conciencia, tomando +esta palabra en su sentido general ó más bien ideológico, significa +el conocimiento que tiene cada cual de sus propios actos. Así se dice +que el alma tiene conciencia de sus pensamientos, de los actos de su +voluntad, de sus sensaciones; por manera que, tomada en esta acepción +la palabra conciencia, expresa una percepción de lo que estamos +haciendo ó padeciendo. + +Trasladada esta palabra al orden moral, significa el juicio que +formamos de nuestras acciones, en cuanto son buenas ó malas. Así, +antes de ejercer una acción, la conciencia nos la señala como buena ó +mala, y, de consiguiente, como lícita ó ilícita, dirigiendo de este +modo nuestra conducta; así, después de haberla ejercido, nos dice la +conciencia si hemos obrado bien ó mal, excusándonos ó condenándonos, +premiándonos con la tranquilidad del corazón ó atormentándonos con el +remordimiento. + +Previas estas aclaraciones, no será difícil concebir la que debe +entenderse por conciencia pública; la cual no es otra cosa que el +juicio que forma sobre las acciones la generalidad de los hombres; +resultando de esto que, así como la conciencia privada puede ser recta +ó errónea, ajustada ó lata, lo propio sucede con la pública; y que +entre la generalidad de los hombres de distintas sociedades ha de +mediar una diferencia semejante á la que se nota en este punto entre +los individuos. Es decir, que, así como en una misma sociedad se +encuentran hombres de una conciencia más ó menos recta, más ó menos +errónea, más ó menos ajustada, más ó menos lata, deben encontrarse +también sociedades que aventajan á otras en formar el juicio más ó +menos acertado sobre la moralidad de las acciones, y que sean en este +punto más ó menos delicadas. + +Si bien se observa, la conciencia del individuo es el resultado de +varias causas muy diferentes. Es un error el creer que la conciencia +esté sólo en el entendimiento; tiene raíces en el corazón. La +conciencia es un juicio, es verdad; pero juzgamos de las cosas de +una manera muy diferente, según el modo con que las sentimos, y si á +esto se añade que, en tratándose de ideas y acciones morales, tienen +muchísima influencia los sentimientos, resulta que la conciencia +se forma bajo el influjo de todas las causas que obran con alguna +eficacia sobre nuestro corazón. Comunicad á los niños los mismos +principios morales, dándoles la enseñanza por un mismo libro y por un +mismo maestro; pero suponed que el uno vea en su propia familia la +aplicación continua de la instrucción que recibe, cuando el otro no +observa más en la suya que tibieza ó distracción. Suponed, además, +que estos dos niños entran en la adolescencia con la misma convicción +religiosa y moral, de suerte que, por lo tocante á su entendimiento, no +se descubra entre los dos la menor diferencia. ¿Creéis, sin embargo, +que su juicio será idéntico sobre la moralidad de las acciones que se +les vaya ofreciendo? Es cierto que no. Y esto, ¿por qué? Porque el uno +no tiene más que convicciones, el otro tiene, además, los sentimientos; +en el uno la doctrina ilustraba la mente, en el otro venía el ejemplo +continuo á grabar la doctrina en el corazón. Así es que lo que aquél +mirará con indiferencia, éste lo contemplará con horror; lo que el +primero practicará con descuido, el segundo lo practicará con mucho +cuidado; lo que para el uno será objeto de mediano interés, será para +el otro de alta importancia. + +La conciencia pública, que en último resultado viene á ser en cierto +modo la suma de las conciencias privadas, está sujeta á las mismas +influencias á que lo están éstas: por manera que tampoco le basta la +enseñanza, sino que le es necesario, además, el concurso de otras +causas que pueden, no sólo instruir el entendimiento, sino formar el +corazón. Comparando la sociedad cristiana con la pagana, échase de ver +al instante que en esta parte debe aquélla encontrarse muy superior á +ésta, no sólo por la pureza de su moral y la fuerza de los principios +y motivos con que la sanciona, sino también porque sigue el sabio +sistema de inculcar de continuo esa moral, consiguiendo de esta suerte +grabarla más vivamente en el ánimo de los que la aprendan y recordarla +incesantemente para que no pueda olvidarse. + +Con esta continua repetición de las mismas verdades consigue el +Cristianismo lo que no pueden alcanzar las demás religiones, de las +cuales ninguna ha podido acertar en la organización y ejercicio de +un sistema tan importante. Pero, como quiera que sobre este punto me +extendí bastante en el primer tomo de esta obra (cap. XIV), no repetiré +aquí lo que dije allí, y pasaré á consideraciones particulares sobre la +conciencia pública europea. + +Es innegable que en esta conciencia dominan, generalmente hablando, la +razón y la justicia. Revolved los códigos, observad los hechos, y, ni +en las leyes, ni en las costumbres, descubriréis aquellas chocantes +injusticias, aquellas repugnantes inmoralidades que encontraréis en +otros pueblos. Hay males, por cierto, y muy graves; pero al menos nadie +los desconoce, y se los llama con su nombre. No se apellida bien al +mal y mal al bien; es decir, que está en ciertas materias la sociedad +como aquellos individuos de buenos principios y de malas costumbres, +que son los primeros en reconocer que su conducta es errada, que hay +contradicción entre sus doctrinas y sus obras. + +Lamentámonos con frecuencia de la corrupción de costumbres, del +libertinaje de nuestras capitales; pero, ¿qué son la corrupción y el +libertinaje de las sociedades modernas, si se los compara al desenfreno +de las sociedades antiguas? No puede negarse que hay en algunas +capitales de Europa una corrupción espantosa. En los registros de la +policía figuran un asombroso número de mujeres perdidas; en los de las +casas de beneficencia, el de los niños expósitos; y en las casas más +acomodadas hacen dolorosos estragos la infidelidad conyugal y todo +linaje de disipación y desorden. Sin embargo, los excesos no llegan +ni de mucho al extremo en que los vemos entre los pueblos más cultos +de la antigüedad, como son los griegos y romanos. Por manera que +nuestra sociedad, tal como nosotros la vemos con harta pena, hubiérales +parecido á ellas un modelo de pudor y de decoro. ¿Será menester +recordar los nefandos vicios, tan comunes y tan públicos entonces, +y que ahora apenas se nombran entre nosotros, ó por cometerse muy +raras veces, ó porque, temiendo la mirada de la conciencia pública, +se ocultan en las más densas sombras, como debajo de las entrañas de +la tierra? ¿Será necesario traer á la memoria las infamias de que +están mancillados los escritos de los antiguos cuando nos retratan +las costumbres de su tiempo? Nombres ilustres, así en las ciencias +como en las armas, han pasado á la posteridad con manchas tan negras, +que, no sin dificultad, se estampan ahora en un escrito; y esto nos +revela la profunda corrupción en que yacerían sumidas todas las +clases, cuando se sabía, ó al menos se sospechaba, que hasta tal punto +se habían degradado los hombres que por su elevada posición y demás +circunstancias eran las lumbreras que guiaban la sociedad en su marcha. + +¿Habláis de la codicia, de esa sed de oro que todo lo invade y +marchita? Pues mirad á esos usureros que chupaban la sangre del +pueblo por todas partes: leed los poetas satíricos, y allí veréis +lo que eran en este punto las costumbres; consultad los anales de +la Iglesia, y veréis sus trabajos para atenuar las males de ese +vicio. Leed los monumentos de la historia romana, y encontraréis +la _maldita sed de oro_, y los desapiadados pretores robando sin +pudor, llevando á Roma en triunfo el fruto de sus rapiñas, para vivir +allí con escandaloso fausto y comprar los sufragios que habían de +levantarlos á nuevos mandos. No, en la civilización europea, entre +pueblos educados por el Cristianismo, no se tolerarían por tanto tiempo +tamaños males; supóngase el desgobierno, la tiranía, la corrupción de +costumbres, hasta el punto que se quiera; pero la conciencia pública +levantará su voz, dará una mirada ceñuda á los opresores; si bien +podrán cometerse tropelías parciales, jamás la rapiña se erigirá +en un sistema seguido sin rebozo, como una pauta de gobierno. Esas +palabras de _justicia_, de _moralidad_, de _humanidad_, que sin cesar +resuenan entre nosotros, y no como palabras vanas, sino produciendo +efectos inmensos, y evitando grandes males, están como impregnando +nuestra atmósfera, las respiramos, detienen mil y mil veces la mano +del culpable, y, resistiendo con increíble fuerza á las doctrinas +materialistas y utilitarias, continúan ejerciendo en la sociedad un +efecto incalculable. Hay un sentimiento de moralidad que todo lo +suaviza y domina, sentimiento cuya fuerza es tanta, que obliga al vicio +á conservar las apariencias de la virtud, á encubrirse con cien velos, +si no quiere ser el objeto de la execración pública. + +La sociedad moderna parece que debió heredar la corrupción de la +antigua, supuesto que se formó de los fragmentos de ella, y esto en la +época en que la disolución de costumbres había llegado al mayor exceso. +Es notable, además, que la irrupción de los bárbaros estuvo tan lejos +de mejorar la situación, que, antes bien, contribuyó á empeorarla. Y +esto, no sólo por la corrupción propia de sus costumbres brutales y +feroces, sino también por el desorden que introdujeron en los pueblos +invadidos, quebrantando la fuerza de las leyes, convirtiendo en un caos +los usos y costumbres, y aniquilando toda autoridad. + +De lo que resulta que es tanto más singular la mejora de la conciencia +pública que distingue á los pueblos europeos, y que no puede atribuirse +á otra causa que á la influencia del vital y poderoso principio que +obró en el seno de Europa por largos siglos. + +Es sobremanera digna de observarse la conducta seguida en este punto +por la Iglesia, siendo quizá uno de los hechos más importantes que +se encuentran en la historia de la Edad media. Colocaos en un siglo +cualquiera, en un siglo en que la corrupción y la injusticia levanten +más erguida la frente, y siempre observaréis que, por más repugnante, +por más impuro que sea el hecho, la ley es siempre pura: es decir, +que la razón y la justicia tenían siempre quien las proclamaba, aun +cuando pareciese que por nadie debían ser escuchadas. Las tinieblas +de la ignorancia eran densas en extremo, las pasiones desenfrenadas +no reconocían dique que alcanzase á contenerlas; pero la enseñanza, +las amonestaciones de la Iglesia no faltaban jamás, como en una +noche tenebrosa brilla á lo lejos el faro que indica á los perdidos +navegantes la esperanza de salvamento. + +Al leer la historia de la Iglesia, cuando se ven por todas partes +reuniones de concilios proclamando los principios de la moral +evangélica, mientras se tropieza á cada paso con hechos los más +escandalosos; cuando se oye sin cesar inculcado el derecho tan +quebrantado y pisoteado por el hecho, pregúntase uno naturalmente: +¿de qué sirve todo esto? ¿de qué sirven las palabras cuando están en +completa discordancia con las cosas? No creáis, sin embargo, que esta +proclamación sea inútil, no os desaliente el tener que esperar siglos +para recoger el fruto de esa palabra. + +Cuando por espacio de mucho tiempo se proclama en medio de una sociedad +un principio, al cabo este principio llega á ejercer su influencia; +y, si es verdadero, y entraña, por consiguiente, un elemento de vida, +al fin prevalece sobre los demás que se le oponen y se hace dueño +de cuanto le rodea. Dejad, pues, á la verdad que hable, dejadla +que proteste, y que proteste sin cesar; esto impedirá que el vicio +prescriba, esto le dejará siempre con su nombre propio, esto impedirá +al hombre insensato de divinizar sus pasiones, de colocarlas sobre los +altares, después de haberlas adorado en su corazón. + +No lo dudéis: esa protesta no será inútil; la verdad saldrá, al fin, +victoriosa y triunfante: que la protesta de la verdad es la voz del +mismo Dios, que condena las usurpaciones de su criatura. + +Así sucedió, en efecto: la moral cristiana, en lucha primero con las +disolutas costumbres del imperio y después con la brutalidad de los +bárbaros, tuvo que atravesar muchos siglos sufriendo rudas pruebas; +pero, al fin, triunfó de todo y llegó á dominar la legislación y las +costumbres públicas. Y no es esto decir que ni á aquélla ni á éstas +pudiera elevarlas al grado de perfección que reclama la pureza de la +moral evangélica; pero sí que hizo desaparecer las injusticias más +chocantes, desterró los usos más feroces, enfrenó la procacidad de +las costumbres más desenvueltas, y logró, por fin, que el vicio fuera +llamado en todas partes por su nombre, que no se le disfrazase con +mentidos colores, que no se le divinizase con la impudencia intolerable +con que se hacía entre los antiguos. + +En los tiempos modernos, tiene que luchar con la escuela que proclama +el interés privado como único principio de moral; y, si bien es verdad +que no alcanza á evitar que esta funesta enseñanza acarree grandes +males, no deja, sin embargo, de disminuirlos. ¡Ay del mundo, el día en +que pudiera decirse sin rebozo: _mi virtud es mi utilidad, mi honor +es mi utilidad; todo es bueno ó malo, según que me proporciona una +sensación grata ó ingrata_! ¡Ay del mundo, el día en que la conciencia +pública no rechazase con indignación tan impudente lenguaje! + +La oportunidad que se brinda, y el deseo de aclarar más y más tan +importante materia, me inducen á presentar algunas observaciones sobre +una opinión de Montesquieu relativa á los censores de Grecia y Roma. Si +hay digresión, no será inoportuna. + + + + +CAPITULO XXIX + + +Montesquieu ha dicho que las repúblicas se conservan por la virtud y +las monarquías por el honor: observando, además, que este honor hace +que no sean necesarios entre nosotros los _censores_, como lo eran +entre los antiguos. Es muy cierto que en las sociedades modernas no +existen esos _censores_ encargados de velar por la conservación de las +buenas costumbres; pero no lo es que la causa de esta diferencia sea la +señalada por el ilustre publicista. Las sociedades cristianas tienen +en los ministros de la religión los _censores natos_ de las costumbres. +La plenitud de esta magistratura la posee la Iglesia, con la diferencia +de que el poder censorio de los antiguos era una autoridad puramente +civil, y el de la Iglesia, un poder religioso, que tiene su origen y su +sanción en la autoridad divina. + +La religión de Grecia y Roma no ejercía ni podía ejercer sobre las +costumbres ese poder censorio, bastando para convencerse de esta verdad +el notable pasaje de San Agustín que llevo copiado en el capítulo +XIV, pasaje tan interesante en esta materia, que me atreveré á pedir +la repetición de su lectura. He aquí la razón de que se encuentren en +Grecia y Roma los censores, que no se vieron después en los pueblos +cristianos. Esos censores eran un suplemento de la religión pagana y +mostraban á las claras su impotencia; pues que, siendo dueña de toda la +sociedad, no alcanzaba á cumplir una de las primeras misiones de toda +religión, que es el vigilar sobre las costumbres. Tanta verdad es lo +que acabo de observar, que así que han menguado en los pueblos modernos +la influencia de la religión y el ascendiente de sus ministros, han +aparecido de nuevo en cierto modo los antiguos _censores_ en la +institución que llamamos _policía_: cuando faltan los medios morales, +es indispensable echar mano de los físicos; á la persuasión se +substituye la violencia; y, en vez del misionero caritativo y celoso, +encuentra el culpable al encargado de la fuerza pública. + +Mucho se ha escrito ya sobre el sistema de Montesquieu con respecto á +los principios que sirven de base á las diferentes formas de gobierno, +pero quizás no se ha reparado todavía en el fenómeno que, observado +por el publicista, contribuyó á deslumbrarle. Como esto se enlaza +íntimamente con el punto que acabo de tocar sobre las causas de la +existencia de los censores, desenvolveré con alguna extensión las +indicaciones que acabo de presentar. + +En tiempo de Montesquieu no era la religión cristiana tan +profundamente conocida como lo es ahora con respecto á su importancia +social, y, si bien en este punto le tributó el autor del _Espíritu de +las leyes_ un cumplido elogio, es menester no olvidar cuáles habían +sido en los años de su juventud sus preocupaciones anticristianas; +y hasta conviene tener presente que en su _Espíritu de las leyes_ +dista mucho de hacer á la verdadera religión la justicia que le es +debida. Estaban á la sazón en su ascendiente las ideas de la filosofía +irreligiosa que años después arrastró á tantos malogrados ingenios; +y Montesquieu no tuvo bastante fuerza para sobreponerse del todo al +espíritu que tanto cundía, y que amenazaba invadirlo y dominarlo todo. + +Combinábase con esta causa, otra que, aunque en sí distinta, reconocía, +sin embargo, el mismo origen, y era: la prevención favorable por +todo lo antiguo, una admiración ciega por todo lo que era griego ó +romano. Parecíales á los filósofos de dicha época que la perfección +social y política había llegado al más alto punto entre aquellos +pueblos; que poco ó nada se les podía añadir ni quitar; y que hasta +en religión eran mil veces preferibles sus fábulas y sus fiestas, á +los dogmas y al culto de la religión cristiana. Á los ojos de los +nuevos filósofos, el cielo del Apocalipsis no podía sufrir parangón +con el cielo de los Campos Elíseos; la majestad de Jehová era inferior +á la de Júpiter; todas las más altas instituciones cristianas eran +un legado de la ignorancia y del fanatismo; los establecimientos más +santos y benéficos eran obra de miras torcidas, la expresión y el +vehículo de sórdidos intereses; el poder público no era más que atroz +tiranía; sólo eran bellas, sólo eran justas, sólo eran saludables las +instituciones paganas: allí todo era sabio, todo abrigaba designios +profundos, altamente provechosos á la sociedad; sólo los antiguos +habían disfrutado de las ventajas sociales, sólo ellos habían acertado +á organizar un poder público con garantías para la libertad de los +ciudadanos. Los pueblos modernos debían llorar con lágrimas de amargura +por no poder disfrutar del bullicio del foro. por no oir oradores como +Demóstenes y Cicerón, por carecer de los juegos olímpicos, por no poder +asistir al pugilato de los atletas, por no serles dado profesar una +religión que, si bien llena de ilusiones y mentiras, daba, sin embargo, +á la naturaleza toda un interés dramático, animando sus fuentes, sus +ríos, sus cascadas y sus mares, poblando de hermosas ninfas los campos, +las praderas y los bosques, dando al hombre dioses compañeros del hogar +doméstico, y, sobre todo, haciendo la vida más llevadera y agradable +con soltar la rienda á las pasiones, supuesto que las divinizaba bajo +las formas más hechiceras. + +Al través de semejantes preocupaciones, ¿cómo era posible comprender +las instituciones de la Europa moderna? Todo se trastornaba de un modo +deplorable; todo lo existente se condenaba sin apelación, y quien +saliera á su defensa, era reputado por hombre ó de pocos alcances, ó de +mala fe, y que no podía contar con otro apoyo que el que le dispensaban +los gobiernos todavía preocupados en favor de una religión y de unas +instituciones que, según todas las probabilidades, habían de perecer á +no lardar. ¡Lamentables aberraciones del espíritu humano! ¿Qué dirían +aquellos escritores si ahora se levantasen de la tumba? ¡Y todavía +no ha pasado un siglo desde la época en que empezó á ser influyente +su escuela! ¡Y sus discípulos han sido por largo tiempo dueños de +arreglar el mundo como bien les ha parecido! ¡Y no han hecho más que +hacer derramar torrentes de sangre, amontonando nuevos escarmientos y +desengaños en la historia de la humanidad! + +Pero volvamos á Montesquieu. Este publicista, que tanto se resintió +de la atmósfera que le rodeaba, y que también no dejó de tener alguna +parte en malearla, advirtió los hechos que de bulto se presentan á los +ojos del observador, y cuáles son los efectos de la conciencia pública +creada entre los pueblos europeos por la influencia cristiana; pero, +notando los efectos, no se remontó á la verdadera causa, y así se +empeñó en ajustarlos de todos modos al sistema que había imaginado. +Comparando la sociedad antigua con la moderna, descubrió una notable +diferencia en la conducta de los hombres, observando que entre nosotros +se ejercen las acciones más heroicas y más bellas y se evitan, por una +parte, muchos vicios que contaminaban á los antiguos; cuando, por otra +parte, se echa de ver que los hombres de nuestras sociedades no siempre +tienen aquel alto temple moral que debiera de ser la causa regular de +esta conducta. La codicia, la ambición, el amor de los placeres y demás +pasiones, reinan todavía en el mundo, bastando dar una mirada en torno, +para descubrirlas por doquiera; y, sin embargo, estas pasiones no se +desmandan hasta tal punto que se entreguen á los excesos que lamentamos +en los antiguos: hay un freno misterioso que las contiene; antes de +arrojarse sobre el cebo que las brinda, dan siempre al rededor de sí +una cautelosa mirada; no se atreven á ciertos excesos, á no ser que +puedan contar de seguro con un velo que las encubra. Temen de un modo +particular la vista de los hombres: no pueden vivir sino en la soledad +y en las tinieblas. ¿Cuál es la causa de este fenómeno? se preguntaba +á sí mismo el autor del _Espíritu de las leyes_. «Los hombres, diría, +obran muchas veces, no por virtud moral, sino por consideración al +juicio que de las acciones formarán los demás: esto es obrar por +honor; éste es un hecho que se observa en Francia y en las demás +monarquías de Europa: éste será, pues, un carácter distintivo de los +gobiernos monárquicos; ésta será la base de esa forma política; ésta la +diferencia de la república y del despotismo.» + +Oigamos al mismo autor: «¿En qué clase de gobierno son necesarios +los censores? En una república donde el principio del gobierno es la +virtud. No son solamente los crímenes lo que destruye la virtud, sino +también las negligencias, las faltas, cierta tibieza en el amor de la +patria, los ejemplos peligrosos, las semillas de corrupción, lo que sin +chocar con las leyes las elude, y sin destruirlas las enflaquece. Todo +esto debe ser corregido por los censores. + +»En las monarquías no son necesarios por estar fundadas en el +honor, y la naturaleza de éste es el tener _por censor á todo el +universo_. Cualquiera que falte al honor, se encuentra expuesto á las +reconvenciones de los mismos que carecen de él.» (_Espíritu de las +leyes_, lib. V, cap. XIX). He aquí lo que pensaba este publicista. Sin +embargo, reflexionando sobre la materia, se echa de ver que padeció una +equivocación trasladando al orden político, y explicando por causas +meramente políticas, un hecho puramente social. Montesquieu señala +como característico de las monarquías lo que es general á todas las +sociedades modernas, y parece que no comprendió la verdadera causa de +que en éstas no haya sido necesaria la institución de censores, así +como no alcanzó el verdadero motivo de esta necesidad en las repúblicas +antiguas. + +Las formas monárquicas no han dominado exclusivamente en Europa. Se +han visto en ella poderosas repúblicas, y se encuentra todavía alguna +nada despreciable. La misma monarquía ha sufrido muchas modificaciones, +aliándose, ora con la democracia, ora con la aristocracia, ora +ejerciendo un poder sin límites, ora obrando en círculos más ó menos +dilatados; y, sin embargo, se encuentra por todas partes ese freno de +que habla Montesquieu, y que apellida _honor_; es decir, un poderoso +estímulo para hacer buenas acciones y un robusto dique para evitar las +malas, por consideración al juicio que de nosotros formarán los demás. + +«En las monarquías, dice Montesquieu, no se necesitan censores; ellas +están fundadas sobre el honor, y es de la naturaleza del honor el tener +por censor á todo el universo»; palabras notables que nos revelan todo +el pensamiento del escritor, y que, al propio tiempo, nos indican el +origen de su equivocación. Estas mismas palabras nos servirán de clave +para descifrar el enigma. Para hacerlo cual conviene á la importancia +de la materia, y con la claridad que se necesita en un objeto que +por las complicadas relaciones que abarca ofrece alguna confusión, +procuraré presentar las ideas con la mayor precisión posible. + +El respeto al juicio de los demás es innato en el hombre: y, de +consiguiente, está en su misma naturaleza el que haga ó evite muchas +cosas, por consideración á este juicio. Esto se funda en un hecho +tan sencillo como es el amor de nuestra buena reputación, el deseo +de parecer bien ó el temor de parecer mal á los ojos de nuestros +semejantes. Esto, de puro claro y sencillo, no necesita ni aun +consiente pruebas ni comentarios. + +El honor es un estímulo más ó menos vivo, ó un freno más ó menos +poderoso, según la mayor ó menor severidad de juicio que supongamos +en los demás. Por esta causa, entre personas generosas hace el tacaño +un esfuerzo por parecer liberal; así como el pródigo se limita, si se +halla entre compañeros amantes de la economía. En una reunión donde +la generalidad de los concurrentes sea morigerada, se mantienen en la +línea del deber aun los libertinos; cuando en otra donde campee la +licencia, llegan á permitirse cierta libertad hasta los habitualmente +severos de costumbres. + +La sociedad en que vivimos es una gran reunión: si sabemos que dominan +en ella principios severos, si oímos proclamadas por todas partes +las reglas de la sana moral, si conceptuamos que la generalidad de +los hombres con quienes vivimos llama á cada acción con su verdadero +nombre, sin que falsee su juicio el desarreglo que tal vez pueda haber +en su conducta, entonces nos veremos rodeados por todas partes de +testigos y de jueces, á cuya corrupción no podemos alcanzar: y esto +nos detendrá á cada paso en los deseos de obrar mal, nos impulsará de +continuo á portarnos bien. + +Muy de otra suerte sucederá si nos prometemos indulgencia en la +sociedad que nos rodea: entonces, aun suponiéndonos con las mismas +convicciones, el vicio no nos parecerá tan feo, ni el crimen tan +detestable, la corrupción tan asquerosa; serán muy diferentes nuestros +pensamientos con respecto á la moralidad de nuestra conducta, y, +andando el tiempo, llegarán á resentirse nuestras acciones de la +influencia funesta de la atmósfera en que vivimos. + +De esto se infiere que, para formar en nuestro corazón el sentimiento +del honor, de manera que sea bastante eficaz para evitar el mal y +producir el bien, conviene que dominen en la sociedad sanos principios +de moral, de suerte que sean una creencia generalmente arraigada. Si +esto se consigue, se llegará á formar ciertos hábitos sociales, que +moralizarán las costumbres, y que, aun cuando no alcancen á prevenir +la corrupción de muchos individuos, serán bastantes, sin embargo, á +obligar al vicio á cubrirse con ciertas formas, que, por más hipócritas +que sean, no dejarán de contribuir al decoro de las costumbres. + +Los saludables efectos de estos hábitos durarán todavía después de +debilitadas considerablemente las creencias que servían de base á los +principios morales; y la sociedad recogerá en abundancia beneficiosos +frutos del mismo árbol que desprecia ó descuida. Ésta es la historia de +la moralidad de las sociedades modernas, que, si bien corrompidas de +un modo lamentable, no lo son tanto, sin embargo, como las antiguas, y +conservan en su legislación y en sus costumbres un fondo de moralidad +y decoro que no han podido destruir los estragos de las ideas +irreligiosas. + +Consérvase todavía la conciencia pública: ella censura todos los +días al vicio y encarece la hermosura y las ventajas de la virtud; +reina sobre los gobiernos y sobre los pueblos, y ejerce el poderoso +ascendiente de un elemento esparcido por todas partes, como +desparramado en la atmósfera que respiramos. + +«Á más del Areópago, dice Montesquieu, había en Atenas guardianes de +las costumbres, y guardianes de las leyes; en Lacedemonia todos los +ancianos eran censores; en Roma tenían este encargo los magistrados +particulares; así como el Senado vigila sobre el pueblo, es menester +que haya censores que á su vez vigilen así al pueblo como al Senado: +ellos deben restablecer en la república todo lo que se ha corrompido, +notar la tibieza, juzgar las negligencias y corregir las faltas, como +las leyes castigan los crímenes.» (_Espíritu de las leyes_, lib. V, +cap. VII.) No parece sino que el autor del _Espíritu de las leyes_ se +propone retratar las funciones de un poder religioso, describiéndonos +las atribuciones de los censores antiguos. Alcanzar á donde no llegan +las leyes civiles, corregir y castigar á su modo lo que éstas dejan +impune, ejercer sobre la sociedad una influencia más delicada, más +minuciosa, de la que pertenece al legislador: he aquí el objeto de +los censores. ¿Y quién no ve que este poder está muy bien reemplazado +por el poder religioso, y que, si aquél no ha sido necesario en las +sociedades modernas, debe atribuirse, ó á la presencia de éste, ó al +resultado de su acción ejercida por largos siglos? + +Que este poder religioso obró por largo tiempo sobre todos los +entendimientos y los corazones con un ascendiente decisivo, es un hecho +consignado en todas las páginas de la historia de Europa; y cuál haya +sido el resultado de esa influencia saludable, tan calumniada y tan +mal comprendida, lo estamos palpando nosotros, que vemos dominantes +todavía en el pensamiento, en la conciencia pública, los principios de +justicia y de sana moral, á pesar de los estragos que han causado en la +conciencia particular las doctrinas irreligiosas é inmorales. + +Para dar mejor á comprender el poderoso influjo de esa conciencia, +será bien hacerlo sensible con algún ejemplo. Supóngase que el +magnate más opulento, que el monarca más poderoso, se entregue á los +abominables excesos á que se abandonaron los Tiberios, los Nerones, +y otros monstruos que mancharon el solio del imperio. ¿Qué sucederá? +No lo sabemos; pero lo cierto es que nos parece ver levantado tan +alto el grito de reprobación y de horror universal, parécenos ver al +monstruo tan abrumado bajo el peso de la execración pública, que se nos +hace hasta imposible que este monstruo pueda existir. Nos parece un +anacronismo, un absurdo de la época, y no porque no pensemos que haya +algunos hombres bastante inmorales para semejantes infamias, bastante +pervertidos de entendimiento y de corazón para ofrecer ese espectáculo +de ignominia, sino porque vemos que eso choca, se estrella contra las +costumbres universales, y que un escándalo semejante no podría durar un +momento á los ojos de la conciencia pública. + +Infinitos contrastes podría presentar, pero me contentaré con otro que, +recordando un bello pasaje de la historia antigua, y pintándonos la +virtud de un héroe, nos retrata las costumbres de una época, y el mal +estado de la conciencia pública. Supóngase que un general de nuestra +Europa moderna toma por asalto una plaza, donde una señora distinguida, +esposa de uno de los principales caudillos del ejército enemigo, cae en +manos de la soldadesca. Presentada al general la hermosa prisionera, +¿cuál debe ser la conducta del vencedor? Claro es que nadie vacilará un +momento en afirmar que la señora debe ser tratada con el miramiento más +delicado, que debe dejársela desde luego libre, permitiéndole que vaya +á reunirse con su esposo, si ésta fuera su voluntad. Esta conducta la +encontramos nosotros tan obligatoria, tan en el orden regular de las +cosas, tan conforme á todas nuestras ideas y sentimientos, que á buen +seguro no haríamos un mérito particular por ella á quien la hubiese +observado. Diríamos que el general vencedor cumplió con un deber +riguroso, sagrado, de que le era imposible prescindir, si no quería +cubrirse de baldón y de ignominia. Por cierto que no encomendaríamos +á la historia el cuidado de inmortalizar un hecho semejante; lo +dejaríamos pasar desapercibido en el curso regular de los sucesos +comunes. Pues bien: esto hizo Escipión en la toma de Cartagena con la +mujer de Mardonio; y la historia antigua nos recuerda esta generosidad +como un eterno monumento de las virtudes del héroe. Este parangón +explica mejor que todo comentario el inmenso progreso de las costumbres +y de la conciencia pública bajo la influencia cristiana. + +Y esta conducta, que entre nosotros es considerada como muy regular y +como estrictamente obligatoria, no trae su origen del honor monárquico, +como pretendería Montesquieu; sino de la mayor elevación de ideas sobre +la dignidad del hombre, de un conocimiento más claro de las verdaderas +relaciones sociales, de una moral más pura, más fuerte, porque está +sentada sobre cimientos eternos. Esto que se encuentra en todas partes, +que se hace sentir por doquiera, que ejerce su predominio sobre los +buenos, y que impone respeto aun á los malos, sería el poderoso +obstáculo que se atravesara á los pasos del hombre inmoral que en casos +semejantes se empeñase en dar rienda suelta á su crueldad, ó á otras +pasiones. + +El claro entendimiento del autor del _Espíritu de las leyes_ hubiera +reparado, sin duda, en estas verdades, á no estar preocupado por su +distinción favorita, que, establecida desde el comienzo de su obra, +la sujeta toda á un sistema inflexible. Y bien sabido es lo que son +los sistemas, cuando, concebidos de antemano, sirven como de matriz +á una obra. Son el verdadero lecho de tormento de las ideas y de los +sucesos; de buen ó de mal grado, todo se ha de acomodar al sistema: lo +que sobra, se trunca; lo que falta, se añade. Así vemos que la razón de +la tutela de las mujeres romanas la encuentra también Montesquieu en +motivos políticos fundados en la forma republicana; y el derecho atroz +concedido á los padres sobre los hijos, la potestad patria, que tan +ilimitada establecían las leyes romanas, pretende que dimanaba también +de razones políticas. Como si no fuera evidente que el origen de una y +otra de estas disposiciones del antiguo derecho romano, debe referirse +á razones puramente domésticas y sociales, del todo independientes de +la forma de gobierno.[4] + + + + +CAPITULO XXX + + +Definida la naturaleza de la conciencia pública, señalado su origen, +é indicados sus efectos, fáltanos ahora preguntar si se pretenderá +también que el Protestantismo haya tenido parte en formarla, +atribuyéndole de esta suerte la gloria de haber servido también en este +punto á perfeccionar la civilización europea. + +Se ha demostrado ya que el origen de la conciencia pública se hallaba +en el Cristianismo. Éste puede considerarse bajo dos aspectos: ó +como una doctrina, ó como una institución para realizar la doctrina; +es decir, que la moral cristiana podemos mirarla, ó en sí misma, ó +en cuanto es enseñada ó inculcada por la Iglesia. Para formar la +conciencia pública, haciendo prevalecer en ella la moral cristiana, +no era bastante la aparición de esa doctrina; sino que era precisa +la existencia de una sociedad que, no sólo la conservase en toda su +pureza para irla transmitiendo de generación en generación, sino que +la predicase sin cesar á los hombres, haciendo de ella aplicaciones +continuas á todos los actos de la vida. Conviene observar que, por +más poderosa que sea la fuerza de las ideas, tienen, sin embargo, una +existencia precaria hasta que han llegado á realizarse, haciéndose +sensibles, por decirlo así, en alguna institución, que, al paso que +reciba de ellas la vida y la dirección de su movimiento, les sirva á +su vez de resguardo contra los ataques de otras ideas ó intereses. El +hombre está formado de cuerpo y alma, el mundo entero es un complexo +de seres espirituales y corporales, un conjunto de relaciones morales +y físicas; y así es que una idea, aun la más grande y elevada, si +no tiene una expresión sensible, un órgano por donde hacerse oir y +respetar, comienza por ser olvidada, queda confundida y ahogada en +medio del estrépito del mundo, y, al cabo, viene á desaparecer del +todo. Por esta causa, toda idea que quiere obrar sobre la sociedad, +que pretende asegurar un porvenir, tiende, por necesidad, á crear +una institución que la represente, que sea su personificación; no +se contenta con dirigirse á los entendimientos, descendiendo así al +terreno de la práctica sólo por medios indirectos, sino que se empeña, +además, en pedir á la materia sus formas, para estar de bulto á los +ojos de la humanidad. + +Estas reflexiones, que someto con entera confianza al juicio de +los hombres pensadores y sensatos, son la condenación del sistema +protestante; manifestando que, tan lejos está la pretendida Reforma +de poderse atribuir ninguna parte en el saludable fenómeno cuya +explicación nos ocupa, que, antes bien, debe decirse que por sus +principios y conducta le hubiera impedido, si afortunadamente en el +siglo XVI la Europa no se hubiese hallado en edad adulta, y, por +consiguiente, poco menos que incapaz de perder las doctrinas, los +sentimientos, los hábitos, las tendencias, que le había comunicado la +Iglesia católica con una educación continuada por espacio de tantos +siglos. + +En efecto: lo primero que hizo el Protestantismo fué atacar á la +autoridad; y no como un simple acto de resistencia, sino proclamando +esta resistencia como un verdadero derecho, erigiendo en dogmas el +examen particular y el espíritu privado. Con este solo paso quedaba la +moral cristiana sin apoyo; porque no había una sociedad que pudiera +pretender derecho á explicarla, ni á enseñarla; es decir, que esa +moral quedaba relegada al orden de aquellas ideas que, no estando +representadas y sostenidas por ninguna institución, no teniendo órganos +autorizados para hacerse oir, carecen de medios directos para obrar +sobre la sociedad, ni saben dónde guarecerse, en el caso de hallarse +combatidas. + +Pero, se me dirá, el Protestantismo ha conservado también esa +institución que realiza la idea, conservando sus ministros, su culto, +su predicación, en una palabra, todo lo necesario para que la verdad +tuviese medios para llegar hasta el hombre, y de estar con él en +comunicación continua. No negaré lo que haya aquí de verdad, y hasta +recordaré que en el capítulo XIV de esta obra no tuve reparo en afirmar +«que debía juzgarse como un gran bien el que, en medio del prurito que +atormentó á los primeros protestantes de desechar todas las prácticas +de la Iglesia, conservasen, sin embargo, la de la predicación». Añadí +también en el mismo lugar «que, sin desconocer los daños que en ciertas +épocas han traído las declamaciones de algunos ministros, ó insidiosos, +ó fanáticos, sin embargo, en el supuesto de haberse roto la unidad, +en el supuesto de haber arrojado á los pueblos por el azaroso camino +del cisma, habrá influído no poco en la conservación de las ideas +más capitales sobre Dios y el hombre, y de las máximas fundamentales +de la moral, el oir con frecuencia los pueblos explicadas semejantes +verdades por quien las había estudiado de antemano en la Sagrada +Escritura». Repito aquí lo mismo que allí dije: que el haber conservado +los protestantes la predicación debía de haber producido considerables +bienes. Pero, con esto no se dice otra cosa sino que el Protestantismo, +á pesar del mucho mal que hizo, no lo llevó al extremo que era de +temer, atendidos sus principios. Parecióse en esta parte á los hombres +de malas doctrinas, quienes no son tan malos como debieran ser, si su +corazón estuviera de acuerdo con su entendimiento. Tienen la fortuna de +ser inconsecuentes. El Protestantismo había proclamado la abolición de +la autoridad, el derecho de examen sin límites; había erigido en regla +de fe y de conducta la inspiración privada; pero, en la práctica, se +apartó algún tanto de estas doctrinas. Así es que se entregó con ardor +á lo que él llamaba la predicación evangélica, y sus ministros fueron +llamados evangélicos. De suerte que, mientras se acababa de establecer +que cada individuo tenía el derecho ilimitado de examen, y que, sin +prestar oídos á ninguna autoridad externa, sólo debía escuchar los +consejos, ó de su razón, ó de su inspiración privada, se difundían por +todas partes ministros protestantes, que se pretendían los órganos +legítimos para comunicar á los pueblos la divina palabra. + +Se verá todavía más lo extraño de semejante conducta, si se recuerda +la doctrina de Lutero con respecto al sacerdocio. Bien sabido es +que, embarazado el heresiarca por las jerarquías que constituyen el +ministerio de la Iglesia, pretendió derribarlas todas de una vez, +sosteniendo que todos los cristianos eran sacerdotes, sin que se +necesitase más para ejercer el sagrado ministerio que una simple +presentación; nada añadía de esencial ni característico á la calidad +de sacerdote, pues que ésta era patrimonio de todos los fieles. +Infiérese de esta doctrina que el predicador protestante carece de +misión, no tiene carácter que le distinga de los demás cristianos, +no puede ejercer, por consiguiente, sobre ellos autoridad alguna, no +puede hablar imitando á Jesucristo _quasi potestatem habens_; y, por +tanto, no es más que un orador que toma la palabra en presencia de +un auditorio, sin más derecho que el que le dan su instrucción, su +facundia, ó su elocuencia. + +Esta predicación sin autoridad, predicación que, en el fondo, y por los +propios principios del predicador mismo, no era más que humana, á pesar +de que por una chocante inconsecuencia se pretendiese divina, si bien +podía contribuir algún tanto á la conservación de los buenos principios +morales que hallaba ya establecidos por todas partes, hubiera sido +impotente para plantearlos en una sociedad donde hubiesen sido +desconocidos; mayormente teniendo que luchar con otros diametralmente +opuestos, sostenidos, además, por preocupaciones envejecidas, +por pasiones arraigadas, por intereses robustos. Hubiera sido +impotente para introducir sus principios en una sociedad semejante, +y conservarlos después intactos al través de las revoluciones más +espantosas y de los trastornos más inauditos; hubiera sido impotente +para comunicarlos á pueblos bárbaros que, ufanos de sus triunfos, no +escuchaban otra voz que el instinto de su ferocidad, guiado por el +sentimiento de la fuerza; hubiera sido impotente para hacer doblegar +ante esos principios así á los vencedores como á los vencidos, +refundiéndolos en un solo pueblo, imprimiendo un mismo sello á las +leyes, á las instituciones, á las costumbres, para formar esa admirable +sociedad, ese conjunto de naciones, ó, mejor diremos, esa gran nación, +que se apellida Europa. Es decir, que el Protestantismo, por su misma +constitución, hubiera sido incapaz de realizar lo que realizó la +Iglesia católica. + +Todavía más: este simulacro de predicación que ha conservado el +Protestantismo, es, en el fondo, un esfuerzo para imitar á la Iglesia, +para no quedarse desarmado en presencia de un adversario á quien tanto +temía. Érale preciso conservar un medio de influencia sobre el pueblo, +un conducto abierto para comunicarle las varias interpretaciones de la +Biblia que á los usurpadores de la autoridad les pluguiese adoptar; y +por esto conservaba la preciosa práctica de la Iglesia romana, á pesar +de las furibundas declamaciones contra todo lo emanado de la Cátedra de +San Pedro. + +Pero, donde se hace notar la inferioridad del Protestantismo con +respecto al conocimiento y comprensión de los medios más á propósito +para extender y cimentar la moralidad, haciéndola dominar sobre todos +los actos de la vida, es en haber interrumpido toda comunicación de la +conciencia del fiel con la dirección del sacerdote, en no haber dejado +á éste otra cosa que una dirección general, la que, por lo mismo que se +extiende de una vez sobre todos, no se ejerce eficazmente sobre nadie. +Aun cuando no consideremos más que bajo este aspecto la abolición del +sacramento de la Penitencia entre los protestantes, puede asegurarse +que desconocieron uno de los medios más legítimos, más poderosos y +suaves, para dar á la vida del hombre una dirección conforme á los +principios de la sana moral. Acción legítima, porque legítima es la +comunicación directa, íntima, de la conciencia que debe ser juzgada +por Dios, con la conciencia de aquel que hace las veces de Dios en la +tierra. Acción poderosa, porque, establecida la íntima comunicación de +hombre á hombre, de alma con alma, se identifican, por decirlo así, los +pensamientos y los afectos, y, ausente todo testigo que no sea el mismo +Dios, las amonestaciones tienen más fuerza, los mandatos más autoridad, +y los mismos consejos penetran mejor hasta el fondo del alma, con +más unción y más dulzura. Acción suave, porque supone la espontánea +manifestación de la conciencia que se trata de dirigir, manifestación +que trae su origen de un precepto, pero que no puede ser arrancada por +la violencia, supuesto que sólo Dios puede ser el juez competente de su +sinceridad; suave, repito, porque, obligado el ministro al más estricto +secreto, y tomadas por la Iglesia todas las precauciones imaginables +para precaver la revelación, puede el hombre descansar tranquilo, +con la seguridad de que serán fielmente guardados los arcanos de su +conciencia. + +Pero, se nos dirá, ¿creéis acaso que todo esto sea necesario para +establecer y conservar una buena moralidad? Si esta moralidad ha de +ser algo más que una probidad mundana, expuesta á quebrantarse al +primer encuentro con un interés, ó dejarse arrastrar por el seductor +halago de las pasiones engañosas; si ha de ser una moralidad delicada, +severa, profunda, que se extienda á todos los actos de la vida, que +la dirija, que la domine, haciendo del corazón humano ese bello ideal +que admiramos en los católicos dedicados á la verdadera observancia y +á las prácticas de su religión; si se habla de esta moralidad, repito, +es necesario que esté bajo la inspección del poder religioso, y que +reciba la dirección y las inspiraciones de un ministro del santuario en +esa abertura íntima, sincera, de todos los más recónditos pliegues del +corazón, y de los deslices á que nos conduce á cada paso la debilidad +de nuestra naturaleza. Esto es lo que enseña la religión católica, y +yo añado que esto es lo que muestra la experiencia, y lo que enseña la +filosofía. No quiero decir con esto que sólo entre los católicos sea +posible practicar acciones virtuosas; sería una exageración desmentida +por la experiencia de cada día: hablo únicamente de la eficacia con que +obra una institución católica despreciada por los protestantes; hablo +de su alta importancia para arraigar y conservar una moralidad firme, +íntima, que se extienda á todos los actos de nuestra alma. + +No hay duda que hay en el hombre una monstruosa mezcla de bien y de +mal, y que no le es dado en esta vida alcanzar aquella perfección +inefable que, consintiendo en la conformidad perfecta con la verdad +y con la santidad divinas, no puede concebirse siquiera, sino para +cuando el hombre, despojado del cuerpo mortal, tendrá su espíritu +sumido en un piélago purísimo de luz y de amor. Pero no cabe duda +tampoco que, aun en esta morada terrestre, en esta mansión de miserias +y tinieblas, puede el hombre llegar á poseer esa moralidad universal, +profunda y delicada que se ha descrito más arriba: y sea cual fuere +la corrupción del mundo de que con razón nos lamentamos, es menester +confesar que se encuentran todavía en él un número considerable de +honrosas excepciones, en personas que ajustan su conducta, su voluntad, +hasta sus más íntimos pensamientos y afecciones, á la severa regla +de la moral evangélica. Para llegar á este punto de moralidad, y +cuenta que aun no decimos de perfección evangélica, sino de moralidad, +es necesario que el principio religioso esté presente con viveza á +los ojos del alma, que obre de continuo sobre ella, alentándola ó +reprimiéndola en la infinita variedad de encuentros que en el concurso +de la vida se ofrecen para apartarnos del camino del deber. La vida del +hombre es una cadena de actos infinitos en número, por decirlo así, y +que no pueden andar acordes siempre con la razón y con la ley eterna, á +no estar incesantemente bajo un regulador universal y fijo. + +Y no se diga que una moralidad semejante es un bello ideal, que, aun +cuando existiera, traería consigo una tal confusión en los actos del +alma, y, por consiguiente, tal complicación en la vida entera, que ésta +llegaría á hacerse insoportable. No, no es meramente un bello ideal +lo que existe en la realidad, lo que se ofrece á menudo á nuestros +ojos, no tan sólo en el retiro de los claustros y en las sombras del +santuario, sino también en medio del bullicio y de las distracciones +del mundo. No acarrea tampoco confusión á los actos del alma ni +complica los negocios de la vida, lo que establece una regla fija. Al +contrario: lejos de confundir, aclara y distingue; lejos de complicar, +ordena y simplifica. Asentad esta regla y tendréis la unidad, y, en pos +de la unidad, el orden en todo. + +El Catolicismo se ha distinguido siempre por su exquisita vigilancia +sobre la moral, y por su cuidado en arreglar todos los actos de +la vida, y hasta los más secretos movimientos del corazón. Los +observadores superficiales han declamado contra la abundancia de +moralistas, contra el estudio detenido y prolijo que se ha hecho de +los actos humanos, considerados bajo el aspecto moral; pero debían +haber observado que, si el Catolicismo es la religión en cuyo seno han +aparecido mayor número de moralistas, y donde se han examinado más +minuciosamente todas las acciones humanas, es porque esta religión +tiene por objeto moralizar al hombre todo entero, por decirlo así, +en todos sentidos, en sus relaciones con Dios, con sus semejantes y +consigo mismo. Claro es que semejante tarea trae necesariamente un +examen más profundo y detenido del que sería menester, si se tratase +únicamente de dar al hombre una moralidad incompleta, y que, no pasando +de la superficie de sus actos, no se filtrase hasta lo íntimo del +corazón. + +Ya que se ha tocado el punto de los moralistas católicos, y sin +que pretenda excusar las demasías á que se hayan entregado algunos +de ellos, ora por un refinamiento de sutileza, ora por espíritu de +partidos y disputas, demasías que nunca pueden ser imputadas á la +Iglesia católica, la que, cuando no las ha reprobado expresamente, +al menos les ha hecho sentir su desagrado, obsérvase, no obstante, +que esta abundancia, este lujo, si se quiere, de estudios morales, ha +contribuído quizá más de lo que se cree á dirigir los entendimientos al +estudio del hombre, ofreciendo abundancia de datos y de observaciones +á los que se han querido dedicar posteriormente á esta ciencia +importante, que es, sin duda, uno de los objetos más dignos y más +útiles que pueden ofrecerse á nuestros trabajos. En otro lugar de +esta obra me propongo desenvolver las relaciones del Catolicismo con +el progreso de las ciencias y de las letras, y así me hallo precisado +á contentarme por ahora con las indicaciones que acabo de hacer. +Permítaseme, sin embargo, observar que el desarrollo del espíritu +humano en Europa fué principalmente teológico; y que así en el punto de +que tratamos, como en otros muchos, deben los filósofos á los teólogos +mucho más de lo que, según parece, ellos se figuran. + +Volviendo á la comparación de la influencia protestante con la +influencia católica, relativamente á la formación y conservación +de una sana conciencia pública, queda demostrado que, habiendo el +Catolicismo sostenido siempre el principio de autoridad combatido por +el Protestantismo, dió á las ideas morales una fuerza, una acción, que +no hubiera podido darles su adversario, quien, por su naturaleza, por +sus mismos principios fundamentales, las ha dejado sin más apoyo que el +que tienen las ideas de una escuela filosófica. + +«Pues bien, se me dirá, ¿desconocéis acaso la fuerza de las ideas, +fuerza propia, entrañada en su misma naturaleza, que tan á menudo +cambia la faz de la humanidad, decidiendo de sus destinos? ¿No sabéis +que las ideas se abren paso al través de todos los obstáculos, á pesar +de todas las resistencias? ¿Habéis olvidado lo que nos enseña la +historia entera? ¿Pretendéis despojar el pensamiento del hombre de su +fuerza vital, creadora, que le hace superior á todo cuanto le rodea?» +Tal suele ser el panegírico que se hace de la fuerza de las ideas; así +las oímos presentar á cada paso como si tuvieran en la mano la varita +mágica para cambiarlo y transformarlo todo, á merced de sus caprichos. +Respetando como el que más el pensamiento del hombre, y confesando que +en realidad hay mucho de verdadero en lo que se llama la fuerza de una +idea, me permitirán, sin embargo, los entusiastas de esta fuerza, hacer +algunas observaciones, no para combatir de frente su opinión, sino para +modificarla en lo que fuere necesario. + +En primer lugar, las ideas con respecto al punto de vista desde el +cual las miramos aquí, deben distinguirse en dos órdenes: unas que +lisonjean nuestras pasiones, otras que las reprimen. Las primeras no +puede negarse que tienen una fuerza expansiva, inmensa. Circulando con +movimiento propio, obran por todas partes, ejercen una acción rápida y +violenta, no parece sino que están rebosando de actividad y de vida; +las segundas tienen la mayor dificultad en abrirse paso, progresan +lentamente, necesitan apoyarse en alguna institución que les asegure +estabilidad. Y esto ¿por qué? Porque lo que obra en el primer caso +no son las ideas, sino las pasiones que formando un cortejo toman su +nombre, encubriendo de esta suerte lo que á primera vista se ofrecería +como demasiado repugnante; en el segundo es la verdad la que habla; y +la verdad en esta tierra de infortunio es escuchada muy difícilmente; +porque la verdad conduce al bien, y el _corazón del hombre_, según +expresión del sagrado texto, _está inclinado al mal desde la +adolescencia_. + +Los que tanto nos encarecen la fuerza íntima de las ideas, debieran +señalarnos en la historia antigua y moderna una idea, una sola idea, +que, encerrada en su propio círculo, es decir, en el orden puramente +filosófico, merezca la gloria de haber contribuído notablemente á la +mejora del individuo ni de la sociedad. + +Suele decirse á menudo que la fuerza de las ideas es inmensa, que +una vez sembradas entre los hombres fructifican tarde ó temprano, +que una vez depositadas en el seno de la humanidad se conservan como +un legado precioso que, transmitido de generación en generación, +contribuye maravillosamente á la mejora del mundo, á la perfección á +que se encamina el humano linaje. No hay duda que en estas aserciones +se encierra una parte de verdad; porque, siendo el hombre un ser +inteligente, todo lo que afecta inmediatamente su inteligencia, no +puede menos de influir en su destino. Así es que no se hacen grandes +mudanzas en la sociedad, si no se verifican primero en el orden de las +ideas; y es endeble y de escasa duración todo cuanto se establece, ó +contra ellas, ó sin ellas. Pero de aquí á suponer que toda idea útil +encierre tanta fuerza conservadora de sí propia, que por lo mismo no +necesite de una institución que le sirva de apoyo y defensa, mayormente +si ha de atravesar épocas muy turbulentas, hay una distancia inmensa, +que no se puede salvar, so pena de ponernos en desacuerdo con la +historia entera. + +No, la humanidad, considerada por sí sola, entregada á sus propias +fuerzas, como la consideran los filósofos, no es una depositaria tan +segura como se ha querido suponer. Desgraciadamente tenemos de esa +verdad bien tristes pruebas; pues que, lejos de parecerse el humano +linaje á un depositario fiel, ha imitado más bien la conducta de un +dilapidador insensato. En la cuna del género humano encontramos las +grandes ideas sobre la unidad de Dios, sobre el hombre, sobre sus +relaciones con Dios y sus semejantes: estas ideas eran, sin duda, +verdaderas, saludables, fecundas; pues bien, ¿qué hizo de ellas +el género humano? ¿no las perdió, modificándolas, mutilándolas, +estropeándolas, de un modo lastimoso? ¿Dónde estaban esas ideas cuando +vino Jesucristo al mundo? ¿Qué había hecho de ellas la humanidad? Un +pueblo, un solo pueblo las conserva, pero ¿cómo? Fijad la atención +sobre el pueblo escogido, sobre el pueblo judío, y veréis que existe en +él una lucha continua entre la verdad y el error; veréis que con una +ceguera inconcebible se inclina sin cesar á la idolatría, á substituir +á la ley sublime del Sinaí las abominaciones de los gentiles. ¿Y sabéis +cómo se conserva la verdad en aquel pueblo? Notadlo bien: apoyada en +instituciones las más robustas que imaginarse puedan, pertrechada con +todos los medios de defensa de que la rodeó el legislador inspirado +por Dios. Se dirá que aquél era un pueblo de _dura cerviz_, como dice +el sagrado texto; desgraciadamente, desde la caída de nuestro primer +padre, esta dureza de cerviz es un patrimonio de la humanidad; _el +corazón del hombre está inclinado al mal desde su adolescencia_, y +siglos antes de que existiese el pueblo judío, abrió Dios sobre el +mundo las cataratas del cielo, y borró al hombre de la faz de la +tierra, _porque toda carne había corrompido su camino_. + +Infiérese de aquí la necesidad de instituciones robustas para la +conservación de las grandes ideas morales; y se ve con evidencia que no +deben abandonarse á la volubilidad del espíritu humano, so pena de ser +desfiguradas y aun perdidas. + +Además, las instituciones son necesarias, no precisamente para enseñar, +sino también para aplicar. Las ideas morales, mayormente las que +están en oposición muy abierta con las pasiones, no llegan jamás al +terreno de la práctica sino por medio de grandes esfuerzos; y para +esos esfuerzos no bastan las ideas en sí mismas, son menester medios +de acción con que pueda enlazarse el orden de las ideas con el orden +de los hechos. Y he aquí una de las razones de la importancia de las +escuelas filosóficas cuando se trata de edificar. Son no pocas veces +poderosas para destruir, porque para destruir basta la acción de un +momento, y esta acción puede ser comunicada fácilmente en un acceso +de entusiasmo; pero, cuando quieren edificar poniendo en planta sus +concepciones, se encuentran faltas de acción, y, no teniendo otros +medios de ejercerla que lo que se llama la fuerza de las ideas, como +que éstas varían ó se modifican incesantemente, dando de ello el +primer ejemplo las mismas escuelas, queda reducido á objeto de pura +curiosidad lo que poco antes se propalara como la causa infalible del +progreso del linaje humano. + +Con estas últimas reflexiones prevengo la objeción que se me podría +hacer, fundándose en la mucha fuerza adquirida por las ideas por medio +de la prensa. Ésta propaga, es verdad, y por lo mismo multiplica +extraordinariamente la fuerza de las ideas; pero, tan lejos está +de conservar, que antes bien es el mejor disolvente de todas las +opiniones. Obsérvese la inmensa órbita recorrida por el espíritu del +hombre desde la época de ese importante descubrimiento, y se echará +de ver que el consumo (permítaseme la expresión), que el consumo de +las opiniones ha crecido en una proporción asombrosa. Sobre todo desde +que la prensa se ha hecho periódica, la historia del espíritu humano +parece la representación de un drama rapidísimo, donde unas escenas +suceden á otras, sin dejar apenas tiempo al espectador para oir de boca +de los actores una palabra fugitiva. No estamos todavía á la mitad del +presente, y, sin embargo, no parece sino que han transcurrido muchos +siglos. ¡Tantas son las escuelas que han nacido y muerto, tantas las +reputaciones que se han encumbrado muy alto, hundiéndose luego en el +olvido! + +Esta rápida sucesión de ideas, lejos de contribuir al aumento de la +fuerza de las mismas, acarrea necesariamente su flaqueza y esterilidad. +El orden natural en la vida de las ideas es: primero aparecer, en +seguida difundirse, luego realizarse en alguna institución que las +represente, y, por fin, ejercer su influencia sobre los hechos, obrando +por medio de la institución en que se han personificado. En todas +estas transformaciones que por necesidad reclaman algún tiempo, es +necesario que las ideas conserven su crédito, si es que han de producir +algún resultado provechoso. Este tiempo falta, cuando se suceden +unas á otras con demasiada rapidez, pues que las nuevas trabajan en +desacreditar las que las han precedido, y de esta suerte las utilizan. +Por cuya causa quizás nunca, como ahora, ha sido más legítima una +profunda desconfianza en la fuerza de las ideas, ó sea en la filosofía, +para producir nada de consistente en el orden moral; y bajo este +aspecto es muy controvertible el bien que ha hecho la imprenta á las +sociedades modernas. Se concibe más, pero se madura menos: lo que +gana el entendimiento en extensión, lo pierde en profundidad, y la +brillantez teórica contrasta lastimosamente con la impotencia práctica. +¿Qué importa que nuestros antecesores no fuesen tan diestros como +nosotros para improvisar una discusión sobre las más altas cuestiones +sociales y políticas, si alcanzaron á fundar y organizar instituciones +admirables? Los arquitectos que levantaron los sorprendentes monumentos +de los siglos que apellidamos bárbaros, por cierto que no serían ni +tan eruditos ni tan cultos como los de nuestra época; y, sin embargo, +¿quién tendría aliento para comenzar siquiera lo que ellos consumaron? +He aquí la imagen más cabal de lo que está sucediendo en el orden +social ó político. Es necesario no olvidarlo: los grandes pensamientos +nacen más bien de la intuición que del discurso; el acierto en la +práctica depende más de la calidad inestimable, llamada tino, que de +una reflexión ilustrada; y la experiencia enseña á menudo que quien +_conoce mucho, ve poco_. El genio de Platón no hubiera sido el mejor +consejero del genio de Solón y de Licurgo; y toda la ciencia de Cicerón +no hubiera alcanzado á lo que alcanzaron el tacto y el buen sentido de +los hombres rudos, como Rómulo y Numa.[5] + + + + +CAPITULO XXXI + + +_Cierta suavidad general de costumbres, que en tiempo de guerra evita +grandes catástrofes y en medio de la paz hace la vida más dulce y +apacible_, es otra de las calidades preciosas que llevo señaladas como +características de la civilización europea. Éste es un hecho que no +necesita de prueba; se le ve, se le siente por todas partes, al dar en +torno de nosotros una mirada: resalta vivamente abriendo las páginas +de la historia, y comparando nuestros tiempos con otros tiempos, sean +los que fueren. ¿En qué consiste esta suavidad de costumbres? ¿cuál +es su origen? ¿quién la ha favorecido? ¿quién la ha contrariado? He +aquí unas cuestiones á cual más interesantes, y que se enlazan de un +modo particular con el objeto que nos ocupa: porque en pos de ellas +se ofrecen desde luego al ánimo estas preguntas: ¿el Catolicismo ha +influído en algo en crear esta suavidad de costumbres? ¿le ha puesto +algún obstáculo ó le ha causado algún retardo? ¿al Protestantismo le ha +cabido alguna parte en esta obra, en bien ó en mal? + +Conviene ante todo fijar en qué consiste la suavidad de costumbres; +porque, aun cuando ésta sea una de aquellas ideas que todo el mundo +conoce, ó más bien siente; no obstante, cuando se trata de esclarecerla +y analizarla, es necesario dar de ella una definición cabal y exacta, +en cuanto sea posible. La suavidad de costumbres consiste en la +_ausencia de la fuerza_, de modo que serán _más ó menos_ suaves en +cuanto se emplee _menos ó más_ la fuerza. Así, costumbres suaves +no es lo mismo que costumbres benéficas: éstas incluyen el bien, +aquéllas excluyen la fuerza; costumbres suaves tampoco es lo mismo +que costumbres conformes á la razón y á la justicia: no pocas veces +la inmoralidad es también suave, porque anda hermanada, no con la +fuerza, sino con la seducción y la astucia. Así es que la suavidad de +costumbres consiste en dirigir el espíritu del hombre, no por medio de +la violencia hecha al cuerpo, sino por medio de razones enderezadas á +su entendimiento, ó de cebos ofrecidos á sus pasiones; y por esto la +suavidad de costumbres no es siempre el reinado de la razón, pero es +siempre el reinado de los espíritus, por más que éstos sean no pocas +veces esclavos de las pasiones con las cadenas de oro que ellos mismos +se labran. + +Supuesto que la suavidad de costumbres proviene de que en el trato +de los hombres sólo se emplean la _convicción_, la _persuasión_ ó la +_seducción_, claro es que las sociedades más adelantadas, es decir, +aquellas donde la inteligencia ha llegado á gran desarrollo, deben +participar más ó menos de esta suavidad. En ellas la inteligencia +domina porque es fuerte, así como la fuerza material desaparece porque +el cuerpo se enerva. Además: en sociedades muy adelantadas, que por +precisión acarrean mayor número de relaciones y mayor complicación en +los intereses, son necesarios aquellos medios que obran de un modo +universal y duradero, siendo, además, aplicables á todos los pormenores +de la vida. Estos medios son sin disputa los intelectuales y morales: +la inteligencia obra sin destruir, la fuerza se estrella contra el +obstáculo: ó le remueve ó se hace pedazos ella misma; y he aquí un +eterno manantial de perturbación que no puede existir en una sociedad +de relaciones numerosas y complicadas, so pena de convertirse ésta en +un caos, y perecer. + +En la infancia de las sociedades encontramos siempre un lastimoso abuso +de la fuerza. Nada más natural: las pasiones se alían con ella porque +se le asemejan: son enérgicas como la violencia, rudas como el choque. +Cuando las sociedades han llegado á mucho desarrollo, las pasiones se +divorcian de la fuerza y se enlazan con la inteligencia; dejan de ser +violentas y se hacen astutas. En el primer caso, si son los pueblos +los que luchan, se hacen la guerra, se combaten y se destruyen; en +el segundo, pelean con las armas de la industria, del comercio, del +contrabando: si son los gobiernos, se atacan, en el primer caso con +ejércitos, con invasiones; en el segundo con notas: en una época los +guerreros lo son todo; en la otra no son nada: su papel no puede ser de +mucha importancia, cuando en vez de pelear se negocia. + +Echando una ojeada sobre la civilización antigua, se nota desde luego +una diferencia singular entre nuestra suavidad de costumbres y la +suya; ni griegos ni romanos alcanzaron jamás esta preciosa calidad en +el grado que distingue la civilización europea. Aquellos pueblos más +bien se enervaron, que no se suavizaron; sus costumbres pueden llamarse +muelles, pero no suaves: porque hacían uso de la fuerza siempre que +este uso no demandaba energía en el ánimo ni vigor en el cuerpo. + +Es sobremanera digna de notarse esa particularidad de la civilización +antigua, sobre todo de la romana; y este fenómeno, que á primera vista +parece muy extraño, no deja de tener causas profundas. Á más de la +principal, que es la falta de un elemento suavizador, cual es el que +han tenido los pueblos modernos, _la caridad cristiana_, descendiendo á +algunos pormenores encontraremos las razones de que no pudiese llegar á +establecerse entre los antiguos la verdadera suavidad de costumbres. + +La esclavitud, que era uno de los elementos constitutivos de su +organización doméstica y social, era un eterno obstáculo para +introducirse en aquellos pueblos esa preciosa calidad. El hombre +puede arrojar á otro hombre á las murenas, castigando así con la +muerte el haber quebrado un vaso; el que puede por un mero capricho +quitar la vida á uno de sus semejantes en medio de la algazara de un +festín; quien puede acostarse en un blando lecho con los halagos de la +voluptuosidad y el esplendor de la más suntuosa magnificencia, sabiendo +que centenares de hombres están encerrados y amontonados en obscuros +subterráneos por su interés y por sus placeres; quien puede escuchar +el gemido de tantos desgraciados que demandan un bocado de pan para +atravesar una noche cruel que enlazará las fatigas y los sudores del +día siguiente con los sudores y fatigas del día que pasó, ese tal podrá +tener costumbres muelles, pero no suaves; su corazón podrá ser cobarde, +pero no dejará de ser cruel. Y tal era cabalmente la situación del +hombre libre en la sociedad antigua: esta organización era considerada +como indispensable; otro orden de cosas no se concebía siquiera como +posible. + +¿Quién removió este obstáculo? ¿No fué la Iglesia católica aboliendo la +esclavitud, después de haber suavizado el trato cruel que se daba á los +esclavos? Véanse los capítulos XV, XVI, XVII, XVIII y XIX de esta obra +con las notas que á ellos se refieren, donde se halla demostrada esta +verdad con razones y documentos incontestables. + +El derecho de vida y muerte, concedido por las leyes á la potestad +patria, introducía también en la familia un elemento de dureza, que +debía de producir resultados muy dañosos. Afortunadamente, el corazón +del padre estaba en lucha continua con la facultad otorgada por la +ley; pero, si esto no pudo impedir algunos hechos, cuya lectura nos +estremece, ¿no hemos de pensar también que en el curso ordinario de +la vida pasarían de continuo escenas crueles que recordarían á los +miembros de la familia ese derecho atroz de que estaba investido +su jefe? Quien sabe que puede matar impunemente, ¿no se dejará +llevar repetidas veces al ejercicio de un despotismo cruel, y á la +aplicación de castigos inhumanos? Esa tiránica extensión de la potestad +patria á derechos que no concedió la naturaleza, fué desapareciendo +sucesivamente por la fuerza de las costumbres y de las leyes, +secundadas también en buena parte por la influencia del Cristianismo. +(V. cap. XIV.) Á esta causa puede agregarse otra, que tiene con ella +mucha analogía: el despotismo que el varón ejercía sobre la mujer, y +la escasa consideración que ésta disfrutaba. + +Los juegos públicos eran también entre los romanos otro elemento de +dureza y crueldad. ¿Qué puede esperarse de un pueblo cuya principal +diversión es asistir fríamente á un espectáculo de homicidios, que se +complace en mirar cómo perecen en la arena á centenares los hombres, ó +luchando entre sí, ó en las garras de las bestias? + +Siendo español, no puedo menos de intercalar un párrafo para decir dos +palabras en contestación á una dificultad, que no dejará de ocurrírsele +al lector cuando vea lo que acabo de escribir sobre los combates +de hombres con fieras. ¿Y los toros en España? se me preguntará +naturalmente; ¿no es un país cristiano católico donde se ha conservado +la costumbre de lidiar los hombres con las fieras? Apremiadora +parece la objeción, pero no lo es tanto, que no deje una salida +satisfactoria. Y ante todo, y para prevenir toda mala inteligencia, +declaro que esa diversión popular es, á mi juicio, bárbara, digna, +si posible fuese, de ser extirpada completamente. Pero, toda vez +que acabo de consignar esta declaración tan explícita y terminante, +permítaseme hacer algunas observaciones para dejar en buen puesto +el nombre de mi patria. En primer lugar, debe notarse que hay en el +corazón del hombre cierto gusto secreto por los azares y peligros. Si +una aventura ha de ser interesante, el héroe ha de verse rodeado de +riesgos graves y multiplicados; si una historia ha de excitar vivamente +nuestra curiosidad, no puede ser una cadena no interrumpida de +sucesos regulares y felices. Pedimos encontrarnos á menudo con hechos +extraordinarios y sorprendentes; y, por más que nos cueste decirlo, +nuestro corazón, al mismo tiempo que abriga la compasión más tierna por +el infortunio, parece que se fastidia si tarda largo tiempo en hallar +escenas de dolor, cuadros salpicados de sangre. De aquí el gusto por la +tragedia, de aquí la afición á aquellos espectáculos donde los actores +corran, ó en la apariencia ó en la realidad, algún grave peligro. + +No explicaré yo el origen de este fenómeno; bástame consignarlo aquí, +para hacer notar á los extranjeros que nos acusan de bárbaros, que la +afición del pueblo español á la diversión de los toros no es más que la +aplicación á un caso particular de un gusto cuyo germen se encuentra +en el corazón del hombre. Los que tanta humanidad afectan cuando se +trata de la costumbre del pueblo español, deberían decirnos también: +¿de dónde nace que se vea acudir un concurso inmenso á todo espectáculo +que por una ú otra causa sea peligroso á los actores; de dónde nace +que todos asistirían con gusto á una batalla por más sangrienta que +fuese, si era dable asistir sin peligro; de dónde nace que en todas +partes acude un numeroso gentío á presenciar la agonía y las últimas +convulsiones del criminal en el patíbulo; de dónde nace, finalmente, +que los extranjeros cuando se hallan en Madrid se hacen cómplices +también de la barbarie española asistiendo á la plaza de toros? + +Digo todo esto, no para excusar en lo más mínimo una costumbre que me +parece indigna de un pueblo civilizado, sino para hacer sentir que en +esto, como casi en todo lo que tiene relación con el pueblo español, +hay exageraciones que es necesario reducir á límites razonables. Á más +de esto, hay que añadir una reflexión importante, que es una excusa muy +poderosa de esa reprensible diversión. + +No se debe fijar la atención en la diversión misma, sino en los males +que acarrea. Ahora bien: ¿cuántos son los hombres que mueren en España +lidiando con los toros? Un número escasísimo, insignificante, en +proporción á las innumerables veces que se repiten las funciones; de +manera que, si se formara un estado comparativo entre las desgracias +ocurridas en esta diversión y las que acaecen en otras clases de +juegos, como las corridas de caballos y otras semejantes, quizás el +resultado manifestaría que la costumbre de los toros, bárbara como +es en sí misma, no lo es tanto, sin embargo, que merezca atraer +esa abundancia de afectados anatemas con que han tenido á bien +favorecernos los extranjeros. + +Y, volviendo al objeto principal, ¿cómo puede compararse una diversión +donde pasan quizás muchos años sin perecer un solo hombre, con aquellos +juegos horribles donde la muerte era una condición necesaria al placer +de los espectadores? Después del triunfo de Trajano sobre los dacios, +duraron los juegos ciento veintitrés días, pereciendo en ellos el +espantoso número de diez mil gladiadores. Tales eran los juegos que +formaban la diversión, no sólo del populacho romano, sino también de +las clases elevadas; en esa repugnante carnicería se gozaba aquel +pueblo corrompido, que hermanaba con la voluptuosidad más refinada, la +crueldad más atroz. Y he aquí la prueba convincente de lo dicho más +arriba, á saber: que las costumbres pueden ser muelles sin ser suaves; +antes se aviene muy bien la brutalidad de una molicie desenfrenada con +el instinto feroz del derramamiento de sangre. + +En los pueblos modernos, por corrompidas que sean las costumbres, no +es posible que se toleren jamás espectáculos semejantes. El principio +de la caridad ha extendido demasiado sus dominios, para que puedan +repetirse tamaños excesos. Verdad es que no recaba de los hombres que +se hagan recíprocamente todo el bien que deberían; pero al menos impide +que se hagan tan fríamente el mal, que puedan asistir tranquilos á la +muerte de sus semejantes, cuando no les impele á ello otro motivo que +el placer causado por una sensación pasajera. Ya desde la aparición +del Cristianismo comenzaron á echarse las semillas de esta aversión á +presenciar el homicidio. Sabida es la repugnancia de los cristianos +á los espectáculos de los gentiles, repugnancia que prescribían y +avivaban las santas amonestaciones de los primeros pastores de la +Iglesia. Era cosa reconocida que la caridad cristiana era incompatible +con la asistencia á unos juegos donde se presenciaba el homicidio bajo +las formas más crueles y refinadas. «Nosotros, decía bellamente uno de +los apologistas de los primeros siglos, hacemos poca diferencia entre +matar á un hombre ó ver que se le mata.»[6] + + + + +CAPITULO XXXII + + +La sociedad moderna debía, al parecer, distinguirse por la dureza +y crueldad de sus costumbres, pues que, siendo un resultado de la +sociedad de los romanos, y de la de los bárbaros, debió heredar de +ambas esa dureza y crueldad. En efecto, ¿quién ignora la ferocidad de +costumbres de los bárbaros del Norte? Los historiadores de aquella +época nos han dejado narraciones horrorosas cuya lectura nos hace +estremecer. Llegóse á pensar que estaba cercano el fin del mundo, y á +la verdad que los que hacían semejante presagio eran bien excusables +de creer que estaba muy próxima la mayor de las catástrofes, cuando +eran tantas las que abrumaban á la triste humanidad. La imaginación no +alcanza á figurarse lo que hubiera sido del mundo en aquella crisis, si +el Cristianismo no hubiese existido; y, aun suponiendo que se hubiese +llegado á organizar de nuevo la sociedad bajo una ú otra forma, no +hay duda en que las relaciones, así privadas como públicas, habrían +quedado en un estado deplorable, tomando, además, la legislación un +sesgo injusto é inhumano. Por esta razón fué un beneficio inestimable +la influencia de la Iglesia en la legislación civil; y la misma +prepotencia temporal del clero fué una de las primeras salvaguardias de +los más altos intereses de la sociedad. + +Mucho se ha dicho contra este poder temporal del clero, y contra este +influjo de la Iglesia en los negocios temporales; pero ante todo +era menester hacerse cargo de que ese poder y ese influjo fueron +traídos por la misma naturaleza de las cosas; es decir, que fueron +_naturales_, y, por consiguiente, el hablar contra ellos es un estéril +desahogo contra la fuerza de acontecimientos cuya realización no era +dado al hombre impedir. Eran, además, _legítimos_: porque, cuando la +sociedad se hunde, es muy legítimo que la salve quien pueda, y en la +época á que nos referimos, sólo podía salvarla la Iglesia. Ésta, como +que no es un ser abstracto, sino una sociedad real y sensible, debía +obrar sobre la civil por medios también reales y sensibles. Supuesto +que se trataba los intereses materiales de la sociedad, los ministros +de la Iglesia debían tomar parte, de una ú otra suerte, en la dirección +de estos negocios. Estas reflexiones son tan obvias y sencillas, que +para convencerse de su verdad y exactitud basta el simple buen sentido. +En la actualidad están generalmente acordes sobre este punto cuantos +entienden algo en historia; y, si no supiésemos cuánto trabajo suele +costar al entendimiento del hombre el entrar en el verdadero camino, y, +sobre todo, cuánta mala fe se ha mezclado en esa clase de cuestiones, +difícil fuera explicar cómo se ha tardado tanto en ponerse todo el +mundo de acuerdo sobre una cosa que salta á los ojos, con la simple +lectura de la historia. Pero volvamos al intento. + +Esa informe mezcla de la crueldad de un pueblo culto, pero corrompido, +con la ferocidad atroz de un pueblo bárbaro, orgulloso, además, de sus +triunfos, y abrevado de sangre vertida en tantas guerras continuadas +por tan largo tiempo, dejó en la sociedad europea un germen de dureza y +crueldad, que se hizo sentir por largos siglos y cuyo rastro ha llegado +hasta épocas recientes. El precepto de la caridad cristiana estaba +en las cabezas, pero la crueldad de los romanos, combinada con la +ferocidad de los bárbaros, dominaba todavía el corazón; las ideas eran +puras, benéficas, como emanadas de una religión de amor; pero hallaban +una resistencia terrible en los hábitos, en las costumbres, en las +instituciones, en las leyes; porque todo llevaba el sello más ó menos +desfigurado de los dos principios que se acaban de señalar. + +Reparando en la lucha continua, tenaz, que se traba entre la Iglesia +católica y los elementos que le resisten, se conoce con toda evidencia +que las ideas cristianas no hubieran alcanzado á dominar la legislación +y las costumbres, si el Cristianismo no hubiese sido más que una idea +religiosa abandonada al capricho del individuo, tal como la conciben +los protestantes; si no se hubiese realizado en una institución +robusta, en una sociedad fuertemente constituída, cual es la Iglesia +católica. Para que se forme concepto de los esfuerzos hechos por la +Iglesia, indicaré algunas de las disposiciones tomadas con el objeto de +suavizar las costumbres. + +Las enemistades particulares tenían á la sazón un carácter violento; el +derecho se decidía por el hecho, y el mundo estaba amenazado de no ser +otra cosa que el patrimonio del más fuerte. El poder público, que, ó no +existía, ó andaba como confundido en el torbellino de las violencias y +desastres que su mano endeble no alcanzaba á evitar ni á reprimir, era +impotente para dar á las costumbres una dirección pacífica, haciendo +que los hombres se sujetasen á la razón y á la justicia. Así vemos que +la Iglesia, á más de la enseñanza y de las amonestaciones generales, +inseparables de su augusto ministerio, adoptaba en aquella época +ciertas medidas para oponerse al torrente devastador de la violencia, +que todo lo asolaba y destruía. + +El concilio de Arles, celebrado á mediados del siglo V, por los años de +443 á 452, dispone en su canon 50 que no se debe permitir la asistencia +á la iglesia á los que tienen enemistades públicas, hasta que se hayan +reconciliado con sus enemigos. + +El concilio de Angers, celebrado en el año 453, prohibe en su canon 3.º +las violencias y mutilaciones. + +El concilio de Agde, en Languedoc, celebrado en el año 506, ordena en +su canon 31 que los enemigos que no quieran reconciliarse, sean desde +luego amonestados por los sacerdotes, y, si no siguieren los consejos +de éstos, sean excomulgados. + +En aquella época tenían los galos la costumbre de andar siempre +armados, y con sus armas entraban en la iglesia. Alcánzase fácilmente +que una costumbre semejante debía de traer graves inconvenientes, +haciendo no pocas veces de la casa de oración arena de venganzas y de +sangre. Á mediados del siglo VII vemos que el concilio de Châlons, +en su canon 17, señala la pena de excomunión contra todos los legos +que promuevan tumultos ó saquen la espada para herir á alguno en las +iglesias ó en sus recintos. Esto nos indica la prudencia y la previsión +con que había sido dictado el canon 29 del tercer concilio de Orleans, +celebrado en el año 538, donde se manda que nadie asista con armas á +misa ni á vísperas. + +Es curioso observar la uniformidad de plan y la identidad de miras con +que marchaba la Iglesia. En países muy distantes, y en época en que no +podía ser frecuente la comunicación, hallamos disposiciones análogas +á las que se acaban de apuntar. El concilio de Lérida, celebrado en +el año 546, ordena en el canon 7.º que el que haga juramento de no +reconciliarse con su enemigo, sea privado de la comunión del cuerpo y +sangre de Jesucristo hasta haber hecho penitencia de su juramento, y +haberse reconciliado. + +Pasaban los siglos, continuaban las violencias, y el precepto de +caridad fraternal que nos obliga al amor de nuestros propios enemigos, +encontraba abierta resistencia en el carácter duro y en las pasiones +feroces de los descendientes de los bárbaros; pero la Iglesia no +se cansaba de insistir en la predicación del precepto divino, +inculcándolo á cada paso y procurando hacerlo eficaz por medio de penas +espirituales. Habían transcurrido más de 400 años desde la celebración +del concilio de Arles, en que hemos visto privados de asistir á la +iglesia á los que tenían enemistades públicas, y encontramos que el +concilio de Worsmes, celebrado en el año 868, prescribe en su canon 41 +que se excomulgue á los enemistados que no quieran reconciliarse. + +Basta tener noticia del desorden de aquellos siglos para figurarse si +durante ese largo espacio se habían podido remediar las enemistades +encarnizadas y violentas; parece que debiera de haberse cansado la +Iglesia de inculcar un precepto que tan desatendido estaba, á causa +de funestas circunstancias; sin embargo, ella habla hoy como había +hablado ayer, como siglos antes, no desconfiando nunca de que sus +palabras producirían algún bien en la actualidad y serían fecundas en +el porvenir. + +Éste es su sistema; no parece sino que oye de continuo aquellas +palabras _clama y no ceses, levanta tu voz como una trompeta_. Así +alcanza el triunfo sobre todas las resistencias; así, cuando no puede +ejercer predominio sobre la voluntad de un pueblo, hace resonar de +continuo su voz en las sombras del santuario; allí reune _siete mil +que no doblaron la rodilla ante Baal_, y al paso que los afirma en +la fe y en las buenas obras, protesta en nombre de Dios contra los +que _resisten al Espíritu Santo_. Tal vez durante la disipación y +las orgías de una ciudad populosa, penetramos en un sagrado recinto +donde reinan la gravedad y la meditación en medio del silencio y +de las sombras. Un ministro del santuario, rodeado de un número +escogido de fieles, hace resonar de vez en cuando algunas palabras +austeras y solemnes: he aquí la personificación de la Iglesia en +épocas desastrosas por el enflaquecimiento de la fe ó la corrupción de +costumbres. + +Una de las reglas de conducta de la Iglesia católica ha sido el no +doblegarse jamás ante el poderoso. Cuando ha proclamado una ley, la ha +proclamado para todos, sin distinción de clases. En las épocas de la +prepotencia de los pequeños tiranos que bajo distintos nombres vejaban +los pueblos, esta conducta contribuyó sobremanera á hacer populares +las leyes eclesiásticas; porque nada más propio para hacer llevadera +al pueblo una carga, que ver sujeto á ella al noble y hasta al mismo +rey. En el tiempo á que nos referimos, prohibíanse severamente las +enemistades y las violencias entre los plebeyos; pero la misma ley se +extendía también á los grandes y á los mismos reyes. No había mucho que +el Cristianismo se hallaba establecido en Inglaterra, y encontramos +sobre este particular un ejemplo curioso. Nada menos que tres príncipes +excomulgados en un mismo año, y en una misma ciudad, y obligados á +hacer penitencia de los delitos cometidos. En la ciudad de Landaff, +en el país de Gales, en Inglaterra, en la metrópoli de Cantorbery, se +celebraron en el año 560 tres concilios. En el primero fué excomulgado +Monrico, rey de Clamargon, por haber dado muerte al rey Cineiba, á +pesar de la paz que se habían jurado sobre las santas reliquias; en +el segundo se excomulga al rey Morcante, que había quitado la vida +á Friaco su tío, después de haberle jurado igualmente la paz; en el +tercero se excomulgó al rey Guidnerto por haber dado muerte á su +hermano, que le disputaba la corona. + +No deja de ser interesante ver á los jefes de los bárbaros, que +convertidos en reyes se asesinaban tan fácil y atrozmente, obligados á +reconocer la autoridad de un poder superior que los precisaba á hacer +penitencia de haber manchado sus manos con la sangre de sus parientes, +y haber quebrantado la santidad de sus pactos, y échase de ver los +saludables efectos que de esto debían seguirse para suavizar las +costumbres. + +«Fácil era, dirán los enemigos de la Iglesia, los que se empeñan en +rebajar el mérito de todos sus actos, fácil era, dirán, predicar la +suavidad de costumbres exigiendo la observancia de los preceptos +divinos á jefes de tan escaso poder y que no tenían de rey más que el +nombre. Fácil era habérselas con reyezuelos bárbaros que, fanatizados +por una religión que no comprendían, inclinaban humildemente la cabeza +ante el primer sacerdote que se presentaba á intimidarlos de parte de +Dios. Pero ¿qué significa esto? ¿qué influencia pudo tener en el curso +de los grandes acontecimientos? La historia de la civilización europea +ofrece un teatro inmenso, donde los hechos deben estudiarse en mayor +escala, donde las escenas han de ser grandiosas, si es que han de +ejercer influencia sobre el ánimo de los pueblos.» + +Despreciemos lo que hay de fútil en un razonamiento semejante; pero, ya +que se quieran escenas grandes, que hayan debido influir en desterrar +el empleo brutal de la fuerza, sin suavizar las costumbres, abramos +la historia de los primeros siglos de la Iglesia, y no tardaremos en +encontrar una página sublime, eterno honor del Catolicismo. + +Reinaba sobre todo el mundo conocido un emperador cuyo nombre era +acatado en los cuatro ángulos de la tierra, y cuya memoria es respetada +por la posteridad. En una ciudad importante el pueblo amotinado +degüella al comandante de la guarnición, y el emperador en su cólera +manda que el pueblo sea exterminado. Al volver en sí el emperador +revoca la orden fatal; pero ya era tarde: la orden estaba ejecutada, +y millares de víctimas habían sucumbido en una carnicería horrorosa. +Al esparcirse la noticia de tan atroz catástrofe, un santo obispo se +retira de la corte del emperador y le escribe desde la campaña estas +graves palabras: «Yo no me atrevo á ofrecer el sacrificio, si vos +pretendéis asistir á él: si el derramamiento de la sangre de un solo +inocente bastaría á vedármelo, ¡cuánto más siendo tantas las muertes +inocentes!» El emperador, confiado en su poder, no se detiene por esta +carta y se dirige á la iglesia. Llegado al pórtico, se le presenta +un hombre venerable, que con ademán grave y severo le detiene y le +prohibe entrar. «Has imitado, le dice, á David en el crimen; imítale +en la penitencia.» El emperador cede, se humilla, se somete á las +disposiciones del santo prelado; y la religión y la humanidad quedan +triunfantes. La ciudad desgraciada se llama Tesalónica, el emperador +era Teodosio el Grande, y el prelado era San Ambrosio, arzobispo de +Milán. + +En este acto sublime se ven personificadas de un modo admirable, y +encontrándose cara á cara, la justicia y la fuerza. La justicia triunfa +de la fuerza, pero ¿por qué? Porque el que representa la justicia +la representa en nombre del cielo, porque los vestidos sagrados, la +actitud imponente del hombre que detiene al emperador, recuerdan á +éste la misión divina del santo obispo y el ministerio que ejerce en +la sagrada jerarquía de la Iglesia. Poned en lugar del obispo á un +filósofo y decidle que vaya á detener al emperador, amonestándole que +haga penitencia de su crimen, y veréis si la sabiduría humana alcanza +á tanto como el sacerdocio hablando en nombre de Dios; poned, si os +place, á un obispo de una Iglesia que haya reconocido la supremacía +espiritual en el poder civil, y veréis si en su boca tienen fuerza las +palabras para alcanzar tan señalado triunfo. + +El espíritu de la Iglesia era el mismo en todas épocas, sus tendencias +eran siempre hacia el mismo objeto; su lenguaje igualmente severo, +igualmente fuerte, ora hablase á un plebeyo romano, ora á un bárbaro, +sea que dirigiese sus amonestaciones á un patricio del imperio ó á +un noble germano: no le amedrentaba ni la púrpura de los Césares, ni +la mirada fulminante de los reyes _de la larga cabellera_. El poder +de que se halló investida en la Edad media no dimanó únicamente de +ser ella la sola que había conservado alguna luz de las ciencias y el +conocimiento de principios de gobierno, sino también de esa firmeza +inalterable que ninguna resistencia, ningún ataque, eran bastantes á +desconcertar. ¿Qué hubiera hecho á la sazón el Protestantismo para +dominar circunstancias tan difíciles y azarosas? Falto de autoridad, +sin un centro de acción, sin seguridad en su propia fe, sin confianza +en sus medios, ¿qué recursos hubiera empleado para contener el ímpetu +de la fuerza que señoreada del mundo acababa de hacer pedazos los +restos de la civilización antigua, y oponía un obstáculo poco menos que +insuperable á toda tentativa de organización social? El Catolicismo, +con su fe ardiente, su autoridad robusta, su unidad indivisible, su +trabazón jerárquica, pudo acometer la alta empresa de suavizar las +costumbres con aquella confianza que inspira el sentimiento de las +propias fuerzas, con aquel brío que alienta el corazón cuando se abriga +en él la seguridad del triunfo. + +No se crea, sin embargo, que la manera con que suavizó las costumbres +la Iglesia católica fuese siempre un rudo choque contra la fuerza; +vémosla emplear medios indirectos, contentarse con prescribir lo que +era asequible, exigir lo menos para allanar el camino al logro de lo +más. + +En una capitular de Carlomagno formada en Aix-la-Chapelle en el año +813, que consta de 26 artículos, que no son otra cosa que una especie +de confirmación y resumen de cinco concilios celebrados poco antes +en las Galias, encontramos dos artículos añadidos, de los cuales el +segundo prescribe que se proceda contra los que, con pretexto del +derecho llamado _Fayda_, excitan ruidos y tumultos en los domingos y +fiestas, y también en los días de trabajo. Ya hemos visto más arriba +emplear las sagradas reliquias para hacer más respetable el juramento +de paz y amistad que se prestaban los reyes: acto augusto en que se +hacía intervenir el cielo para evitar la fusión de sangre y traer la +paz á la tierra; ahora vemos que el respeto á los domingos y demás +fiestas se utiliza también para preparar la abolición de la bárbara +costumbre de que los parientes de un hombre muerto pudiesen vengar la +muerte, dándola al matador. + +El lamentable estado de la sociedad europea en aquella época se retrata +vivamente en los mismos medios que el poder eclesiástico se veía +obligado á emplear para disminuir algún tanto los desastres ocasionados +por las violencias de las costumbres. El no acometer á nadie para +maltratarle, el no recurrir á la fuerza para obtener una reparación, ó +desahogar la venganza, nos parece á nosotros tan justo, tan conforme +á razón, tan natural, que apenas concebimos posible que puedan las +cosas andar de otra manera. Si en la actualidad se promulgase una ley +que prohibiese el atacar á su enemigo en este ó en aquel día, en esta +ó en aquella hora, nos parecería el colmo de la ridiculez y de la +extravagancia. No lo parecía, sin embargo, en aquellos tiempos; y una +prohibición semejante se hacía á cada paso, no en obscuras aldeas, sino +en las grandes ciudades, en asambleas numerosísimas, donde se contaban +á centenares los obispos, donde acudían los condes, los duques, los +príncipes y reyes. Esa ley que á nosotros nos parecería tan extraña, +y por la que se ve que la autoridad se tenía por dichosa si podía +alcanzar que los principios de justicia fuesen respetados al menos +algunos días, particularmente en las mayores solemnidades, esa ley fué +por largo tiempo uno de los puntos capitales del derecho público y +privado de Europa. + +Ya se habrá conocido que estoy hablando de la _Tregua de Dios_. Muy +necesaria debía ser á la sazón una ley semejante, cuando la vemos +repetida tantas veces en países muy distantes unos de otros. Entre lo +mucho que se podría recordar sobre esta materia, me contentaré con +apuntar algunas decisiones conciliares de aquella época. + +El concilio de Tubuza, en la diócesis de Elna, en el Rosellón, +celebrado por Guifredo, arzobispo de Narbona, en el año 1041, establece +la _Tregua de Dios_, mandando que, desde la tarde del miércoles hasta +la mañana del lunes, nadie tomase cosa alguna por fuerza, ni se vengase +de ninguna injuria, ni exigiese prendas de fiador. Quien contraviniese +á este decreto, debía pagar la composición de las leyes, como merecedor +de muerte, ó ser excomulgado y desterrado del país. + +Considerábase tan beneficiosa la práctica de esta disposición, que, en +el mismo año, se tuvieron en Francia otros muchos concilios sobre el +mismo asunto. Teníase también el cuidado de recordar con frecuencia +esta obligación, como lo vemos en el concilio de Saint-Gilles, en +Languedoc, celebrado en el año 1042, y en el de Narbona, celebrado en +1045. + +Á pesar de insistirse tanto sobre lo mismo, no se alcanzaba todo +el fruto deseado, como lo indica la fluctuación que sufrían las +disposiciones de la ley. Así vemos que, en el año 1047, la _Tregua de +Dios_ se limitaba á un tiempo menor del que tenía en 1041, pues que el +concilio de Telugis, de la diócesis de Elna, celebrado en 1047, dispone +que en todo el condado del Rosellón nadie acometa á su enemigo desde la +hora nona del sábado hasta la hora de prima del lunes; por manera que +la ley era entonces mucho más lata que en 1041, donde hemos visto que +la _Tregua de Dios_ comprendía desde la tarde del miércoles hasta la +mañana del lunes. + +En el mismo concilio que acabo de citar, se encuentra una disposición +notable, pues que se manda que nadie pueda acometer á un hombre que va +á la iglesia, ó vuelve de ella, ó que _acompaña mujeres_. + +En el año 1054, la _Tregua de Dios_ iba ganando terreno, pues, no sólo +vuelve á comprender desde el miércoles por la tarde hasta el lunes por +la mañana después de la salida del sol, sino que se extiende á largas +temporadas. Así vemos que el concilio de Narbona, celebrado por el +arzobispo Guifredo en dicho año, á más de señalar comprendido en la +_Tregua de Dios_ desde el miércoles por la tarde hasta el lunes por la +mañana, la declara obligatoria para el tiempo y días siguientes: desde +el primer domingo de Adviento hasta la octava de la Epifanía, desde el +domingo de la Quincuagésima hasta la octava de Pascua, desde el domingo +que precede la Ascensión hasta la octava de Pentecostés, en los días +de las fiestas de Nuestra Señora, de San Pedro, de San Lorenzo, de San +Miguel, de Todos los Santos, de San Martín, de Santos Justo y Pastor, +titulares de la Iglesia de Narbona, y todos los días de ayuno; y esto, +so pena de anatema y de destierro perpetuo. + +En el mismo concilio se encuentran otras disposiciones tan bellas, que +no es posible dejar de recordarlas, dado que se trata de manifestar +y hacer sentir la influencia de la Iglesia católica en suavizar las +costumbres. En el canon 9.º se prohibe cortar los olivos, señalándose +una razón, que, si á los ojos de los juristas no parecerá bastante +general y adecuada, es á los de la filosofía de la historia un hermoso +símbolo de las ideas religiosas, ejerciendo sobre la sociedad su +benéfica influencia. La razón que señala el concilio, es que los +_olivos suministran la materia del santo Crisma y del alumbrado de las +iglesias_. Una razón semejante producía, sin duda, más efecto que todas +las que pudieran sacarse de Ulpiano y Justiniano. + +En el canon 10 se manda que, en todo tiempo y lugar, gocen de la +seguridad de la _Tregua_ los pastores y sus ovejas, disponiéndose lo +mismo en el canon 11 con respecto á las casas situadas á treinta pasos +al rededor de las iglesias. En el canon 18 se prohibe á los que tienen +pleito usar de procedimientos de hecho ó cometer alguna violencia, +antes que la causa haya sido juzgada en presencia del obispo y del +señor del lugar. En los demás cánones se prohibe robar á los mercaderes +y peregrinos, y hacer daño á nadie, bajo la pena de ser separados de +la Iglesia los perpetradores de este delito, si lo hubiesen cometido +durante la _Tregua_. + +Á medida que iba adelantando el siglo XI, notamos que se inculca más y +más la saludable práctica de la _Tregua de Dios_, interviniendo en este +negocio la autoridad de los Papas. + +En el concilio de Gerona, celebrado por el cardenal Hugo el Blanco +en 1068, se confirmó la _Tregua de Dios_ por autoridad de Alejandro +II, so pena de excomunión; y en 1080, el concilio de Lilebona, en +Normandía, supone establecida ya muy generalmente esta _Tregua_, pues +que manda en su canon primero que los obispos y los señores cuiden de +su observancia, aplicando á los prevaricadores censuras y otras penas. + +En el año 1093, el concilio de Troya, en la Pulla, celebrado por Urbano +II, confirma también la _Tregua de Dios_; siendo notable el ensanche +que debía ir tomando esa disposición eclesiástica, pues que á dicho +concilio asistían setenta y cinco obispos. Mucho mayor era el número +en el concilio de Clermont, en Auvernia, celebrado por el mismo Urbano +II en el año 1095, pues que contaba nada menos que trece arzobispos, +doscientos veinte obispos y muchos abades. En su canon 1.º confirma la +_Tregua_ con respecto al jueves, viernes, sábado y domingo; pero quiere +que se observe todos los días de la semana con respecto á los monjes, +clérigos y mujeres. + +En los cánones 29 y 30 se dispone que, si alguno, perseguido por su +enemigo, se refugia junto á una cruz, debe estar allí tan seguro +como si hubiese buscado asilo en la iglesia. Esta enseña sublime de +redención, después de haber dado salud al linaje humano, empapándose +en la cima del Calvario con la sangre del Hijo de Dios, servía ya de +amparo á los que, en el asalto de Roma, se refugiaban á ella, huyendo +del furor de los bárbaros; y siglos después encontramos que, levantada +en los caminos, salvaba todavía al desgraciado que se abrazaba con +ella, huyendo de un enemigo sediento de venganza. + +El concilio de Ruán, celebrado en el año 1096, extiende todavía más +el dominio de la _Tregua_, mandando observarla desde el domingo antes +del miércoles de Ceniza hasta la segunda feria después de la octava de +Pentecostés, desde la puesta del sol en el miércoles antes del Adviento +hasta la octava de la Epifanía, y en cada semana, desde el miércoles +puesto el sol hasta su salida del lunes siguiente; y, por fin, en todas +las fiestas y vigilias de la Virgen y de los Apóstoles. + +En el canon 2.º se ordena que gocen de una paz perpetua todos los +clérigos, monjas y religiosas, _mujeres_, _peregrinos_, _mercaderes_ +y sus criados, _los bueyes y caballos de arado_, _los carreteros_, +_los labradores_ y todas las tierras que pertenecen á los santos, +prohibiendo acometerlos, robarlos, ó ejercer en ellos alguna violencia. + +En aquella época se conoce que la ley se sentía más fuerte, y que +podía exigir la obediencia en tono más severo; pues vemos que en el +canon 3.º del mismo concilio se prescribe que todos los varones que +hayan cumplido doce años, presten juramento de observar la _Tregua_; +y en el canon 4.º se excomulga á los que se resistan á prestarle; así +como algunos años después, á saber, en 1115, la _Tregua_ empieza á +comprender, no ya algunas temporadas, sino años enteros: el concilio +de Troya, en la Pulla, celebrado en dicho año por el papa Pascual, +establece la _Tregua_ por tres años. + +Los papas continuaban con ahinco la obra comenzada, sancionando con +el peso de su autoridad, y difundiendo con su influencia, entonces +universal y poderosa en toda la Europa, la observancia de la _Tregua_. +Ésta, aunque en la apariencia no fuese otra cosa que un acatamiento á +la religión por parte de las pasiones violentas, que por respeto á ella +suspendían sus hostilidades, era, en el fondo, el triunfo del derecho +sobre el hecho, y uno de los más admirables artificios que se han visto +empleados jamás para suavizar las costumbres de un pueblo bárbaro. +Quien se veía precisado á no poder echar mano de la fuerza en cuatro +días de la semana, y largas temporadas del año, claro es que debía de +inclinarse á costumbres más suaves, no empleándola nunca. Lo que cuesta +trabajo, no es convencer al hombre de que obra mal, sino hacerle perder +el hábito de obrar mal; y sabido es que todo hábito se engendra por la +repetición de los actos, y se pierde cuando se logra que éstos cesen +por algún tiempo. + +Así, es sumamente satisfactorio el ver que los papas procuraban +sostener y propagar esa _Tregua_ renovando el mandamiento de su +observancia en concilios numerosos, y, por tanto, de una influencia +más eficaz y universal. En el concilio de Reims, abierto por el mismo +pontífice Calixto II en 1119, se expidió un decreto en confirmación +de la misma _Tregua_. Asistieron á este concilio trece arzobispos, +más de doscientos obispos y un gran número de abades y eclesiásticos +distinguidos en dignidad. Inculcóse la misma observancia en el concilio +de Letrán IX, general, celebrado en 1123, congregado por Calixto II. +Eran más de trescientos los prelados entre arzobispos y obispos, y el +número de los abades pasaba de seiscientos. En 1130 se insiste sobre lo +mismo en el concilio de Clermont, en Auvernia, celebrado por Inocencio +II, renovándose los reglamentos pertenecientes á la observancia de la +_Tregua_; y en el concilio de Aviñón en 1209, celebrado por Hugo, +obispo de Riez, y Milón, notario del papa Inocencio III, ambos legados +de la Santa Sede, se confirman las leyes anteriormente establecidas +para la observancia de la _paz_ y de la _Tregua_, condenándose á los +revoltosos que la perturbaban. En el concilio de Montpeller, celebrado +en 1215, juntado por Roberto de Corceón, y presidido por el cardenal de +Benevento como legado que era en la provincia, se renueva y confirma +todo cuanto en distintos tiempos se había arreglado para la seguridad +pública, y más recientemente para la subsistencia de la paz entre señor +y señor, y entre los pueblos. + +Á los que han mirado la intervención de la sociedad eclesiástica en +los negocios civiles como una usurpación de las atribuciones del poder +público, podríase preguntarles si puede ser usurpado lo que no existe, +y si un poder incapacitado para ejercer sus atribuciones propias, se +quejaría con razón de que las ejerciese otro que tuviese para ello la +inteligencia y la fuerza necesarias. No se quejaba entonces el poder +político de esas pretendidas usurpaciones, y así los gobiernos como los +pueblos las miraban como muy justas y legítimas, porque, como se ha +dicho más arriba, eran naturales, necesarias, traídas por la fuerza de +los acontecimientos, dimanadas de la situación de las cosas. Por cierto +que sería ahora curioso ver que los obispos se ocupasen en la seguridad +de los caminos, que publicasen edictos contra los incendiarios, los +ladrones, los que cortasen los olivos ó causasen otros estragos +semejantes; pero en aquellos tiempos se consideraba este proceder como +muy natural y muy necesario. Merced á estos cuidados de la Iglesia, á +este solícito desvelo, que después se ha culpado con tanta ligereza, +pudieron echarse los cimientos de este edificio social cuyos bienes +disfrutamos, y llevarse á cabo una reorganización que hubiera sido +imposible sin la influencia religiosa y sin la acción de la potestad +eclesiástica. + +¿Queréis saber el concepto que debe formarse de un hecho, descubriendo +si es hijo de la naturaleza misma de las cosas, ó efecto de +combinaciones astutas? Reparad el modo con que se presenta, los +lugares en que nace, los tiempos en que se verifica; y cuando le veáis +reproducido en épocas muy distintas, en lugares muy lejanos, entre +hombres que no han podido concertarse, estad seguros que lo que obra +allí no es el plan del hombre, sino la fuerza misma de las cosas. +Estas condiciones se verifican de un modo palpable en la acción de la +potestad eclesiástica sobre los negocios públicos. Abrid los concilios +de aquellas épocas y por doquiera os ocurrirán los mismos hechos; así, +por ejemplo, el concilio de Palencia, en el reino de León, celebrado +en 1129, ordena en su canon 12 que se destierre ó se recluya en un +monasterio á los que acometan á los clérigos, monjes, mercaderes, +peregrinos y mujeres. Pasad á Francia y encontraréis el concilio de +Clermont, en Auvernia, celebrado en 1130, que en su canon 13 excomulga +á los incendiarios. En 1157 os ocurrirá el concilio de Reims, mandando +en su canon 3.º que durante la guerra no se toque la persona de los +clérigos, monjes, mujeres, viajantes, labradores y viñeros. Pasad á +Italia y encontraréis el concilio de Letrán IX, general, convocado +en 1179, que prohibe, en su canon 22, maltratar é inquietar á los +monjes, clérigos, peregrinos, mercaderes, aldeanos que van de viaje, +ó están ocupados en la agricultura, y á los animales empleados en +ella. En el canon 24 se excomulga á los que apresen ó despojen á los +cristianos que naveguen para su comercio ú otras causas legítimas y á +los que roben á los náufragos, si no restituyen lo robado. Pasando á +Inglaterra, encontramos el concilio de Oxford, celebrado en 1222 por +Esteban Langton, arzobispo de Cantorbery, prohibiendo en el canon 20 +que nadie pueda tener ladrones para su servicio. En Suecia el concilio +de Arbogen, celebrado en 1396 por Enrique, arzobispo de Upsal, dispone +en su canon 5.º que no se conceda sepultura eclesiástica á los piratas, +raptores, incendiarios, ladrones de caminos reales, opresores de pobres +y otros malhechores. Por manera que, en todas partes, y en todos +tiempos, se encuentra el mismo hecho: la Iglesia luchando contra la +injusticia, contra la violencia, y esforzándose por reemplazarlas con +el reinado de la justicia y de la ley. + +Yo no sé con qué espíritu han leído algunos la historia eclesiástica, +que no hayan sentido la belleza del cuadro que se ofrece en las +repetidas disposiciones que no he hecho más que apuntar, todas +dirigidas á proteger al débil contra el fuerte. Si al clérigo y al +monje, como débiles que son por pertenecer á una profesión pacífica, se +les protege de una manera particular en los cánones citados, notamos +que se dispensa la misma protección á las mujeres, á los peregrinos, +á los mercaderes, á los aldeanos que van de viaje y se ocupan en los +trabajos del campo, á los animales de cultivo, en una palabra, á todo +lo débil. Y cuenta que esta protección no es un mero arranque de +generosidad pasajera: es un sistema seguido en lugares muy diferentes, +continuado por espacio de siglos, desenvuelto y aplicado por los +medios que la caridad sugiere, inagotable en recursos y artificios +cuando se trata de hacer el bien y de evitar el mal. Y por cierto que +aquí no puede decirse que la Iglesia obrase por miras interesadas, +porque, ¿cuál era el provecho material que podía resultarle de impedir +el despojo de un obscuro viajante, el atropellamiento de un pobre +labrador, ó el insulto hecho á una desvalida mujer? El espíritu que la +animaba entonces, á pesar de los abusos que consigo traía la calamidad +de los tiempos; el espíritu que la animaba entonces, como ahora, era el +Espíritu de Dios; ese Espíritu que le comunica sin cesar una decidida +inclinación á lo bueno, á lo justo, y que la impele de continuo á +buscar los medios más á propósito para realizarlo. + +Juzgue ahora el lector imparcial si esfuerzos tan continuados por +parte de la Iglesia para desterrar de la sociedad el dominio de la +fuerza debieron ó no contribuir á suavizar las costumbres. Esto aun +limitándonos al tiempo de paz; pues, por lo que toca al de guerra, no +es necesario siquiera detenerse en probarlo. El _vae victis_ de los +antiguos ha desaparecido en la historia moderna, merced á la religión +divina que ha inspirado á los hombres otras ideas y sentimientos; +merced á la Iglesia católica, que con su celo por la redención de +los cautivos ha suavizado las máximas feroces de los romanos, que +conceptuaban necesario, para hacer á los hombres valientes, no dejarles +esperanza de salir de la esclavitud, en caso de que á ella los +condujesen los azares de la guerra. Si el lector quiere tomarse la pena +de leer el capítulo XVII de esta obra con el § III de la nota primera, +donde se hallan algunos de los muchos documentos que se podrían citar +sobre este punto, formará cabal concepto de la gratitud que se merece +la Iglesia católica por su caridad, su desprendimiento, su celo +incansable en favor de los infelices que, privados de libertad, gemían +en poder de los enemigos. Á esto debe añadirse también la consideración +de que, abolida la esclavitud, había de suavizarse por necesidad el +sistema de la guerra. Porque, si al enemigo no era lícito matarle, una +vez rendido, ni tampoco retenerle en esclavitud, todo se reducía á +retenerle el tiempo necesario para que no pudiese hacer daño, ó hasta +que se recibiese por él la compensación correspondiente. He aquí el +sistema moderno, que consiste en retener los prisioneros hasta que se +haya terminado la guerra ó verificado un canje. + +Bien que, según lo dicho más arriba, la suavidad de costumbres +consiste, propiamente hablando, en la _exclusión de la fuerza_, no +obstante, como en este mundo todo se enlaza, no debe mirarse esta +exclusión de un modo abstracto, considerando posible que exista por la +sola fuerza del desarrollo de la inteligencia. Una de las condiciones +necesarias para una verdadera suavidad de costumbres, es que, no sólo +se eviten en cuanto sea posible los medios violentos, sino que, además, +se empleen los _benéficos_. Si esto no se verifica, las costumbres +serán más bien enervadas que suaves, y el uso de la fuerza no será +desterrado de la sociedad, sino que andará en ella disfrazado con +artificio. Por estas razones conviene echar una ojeada sobre el +principio de donde ha sacado la civilización europea el espíritu de +beneficencia que la distingue; pues que así se acabará de manifestar +que al Catolicismo es debida principalmente nuestra suavidad de +costumbres. Además, que, aun prescindiendo del enlace que con esto +tiene la beneficencia, ella por sí sola entraña demasiada importancia, +para que sea posible desentenderse de consagrarle algunas páginas, +cuando se hace una reseña analítica de los elementos de nuestra +civilización.[7] + + + + +CAPITULO XXXIII + + +Las costumbres no serán jamás suaves, si no existe la beneficencia +pública. De suerte que la suavidad y esta beneficencia, si bien no +se confunden, no obstante, se hermanan. La beneficencia pública, +propiamente tal, era desconocida entre los antiguos. El individuo +podía ser benéfico una que otra vez; la sociedad no tenía entrañas. +Así es que la fundación de establecimientos públicos de beneficencia +no entró jamás en su sistema de administración. ¿Qué hacían, pues, de +los desgraciados? se nos dirá; y nosotros responderemos á esta pregunta +con el autor del _Genio del Cristianismo_: «Tenían dos conductos para +deshacerse de ellos: el infanticidio y la esclavitud.» + +Dominaba ya el Cristianismo en todas partes, y vemos todavía que los +rastros de costumbres atroces daban mucho que entender á la autoridad +eclesiástica. El concilio de Vaisón, celebrado en el año 442, al +establecer un reglamento sobre pertenencia legítima de los expósitos, +manda castigar con censura eclesiástica á los que perturbaban con +reclamaciones importunas á las personas caritativas que habían recogido +un niño; lo que hacía el concilio con la mira de no apartar de esta +costumbre benéfica, porque, en el caso contrario, según añade, _estaban +expuestos á ser comidos por los perros_. No dejaban, todavía, de +encontrarse algunos, padres desnaturalizados que mataban á sus hijos; +pues que un concilio de Lérida, celebrado en el año 546, impone siete +años de penitencia á los que cometan semejante crimen; y el de Toledo, +celebrado en 589, dispone en su canon 17 que se impida que los padres y +madres quiten la vida á sus hijos. + +No estaba, sin embargo, la dificultad en corregir estos excesos, +que por su misma oposición á las primeras ideas de moral, y por su +repugnancia á los sentimientos más naturales, se prestaban á ser +desarraigados y extirpados. La dificultad consistía en encontrar +los medios para organizar un vasto sistema de beneficencia, donde +estuviesen siempre á la mano los socorros, no sólo para los niños, +sino también para los viejos inválidos, para los enfermos, para los +pobres que no pudiesen vivir de su trabajo; en una palabra, para todas +las necesidades. Como nosotros vemos esto planteado ya, y nos hemos +familiarizado con su existencia, nos parece una cosa tan natural y +sencilla, que apenas acertamos á distinguir una mínima parte del mérito +que encierra. Supóngase, empero, por un instante que no existiesen +semejantes establecimientos; trasladémonos con la imaginación á aquella +época en que no se tenía de ellos ni idea siquiera; ¿qué esfuerzos tan +continuados no supone el plantearlos y organizarlos? + +Es claro que, extendida por el mundo la caridad cristiana, debían ser +socorridas todas las necesidades con más frecuencia y eficacia que +no lo eran anteriormente, aun suponiendo que el ejercicio de ella se +hubiese limitado á medios puramente individuales: porque nunca habría +faltado un número considerable de fieles que hubieran recordado las +doctrinas y el ejemplo de Jesucristo, quien, mientras nos enseñaba +la obligación de amar á los demás hombres como á nosotros mismos, y +esto no con un afecto estéril, sino dando de comer al hambriento, de +beber al que tiene sed, vistiendo al desnudo y visitando al enfermo +y al encarcelado, nos ofrecía en su propia conducta un modelo de la +práctica de esa virtud. De mil maneras podía ostentar el infinito +poder que tenía sobre el cielo y la tierra: al imperio de su voz se +hubieran humillado dóciles todos los elementos, los astros se hubieran +detenido en su carrera, y la naturaleza toda hubiera suspendido sus +leyes; pero es de notar que se complace en manifestar su omnipotencia, +en atestiguar su divinidad, haciendo milagros que servían de remedio ó +consuelo de los desgraciados. Su vida está compendiada en la sencillez +sublime de aquellas dos palabras del sagrado texto: _Pertransiit +benefaciendo._ _Pasó haciendo bien._ + +Sin embargo, por más que pudiese esperarse de la caridad cristiana +entregada á sus propias inspiraciones, y obrando en la esfera meramente +individual, no era conveniente dejarla en semejante estado, sino que +era menester realizarla en instituciones permanentes, por medio de +las cuales se evitase que el socorro de las necesidades estuviese +sujeto á las contingencias inseparables de todo lo que depende de la +voluntad del hombre y de circunstancias de momento. Por este motivo, +fué sumamente cuerdo y previsor el pensamiento de plantear un gran +número de establecimientos de beneficencia. La Iglesia fué quien lo +concibió y lo realizó; y en esto no hizo otra cosa que aplicar á un +caso particular la regla general de su conducta: no dejar nunca á la +voluntad del individuo lo que puede vincularse en una institución. Y +es digno de notarse que ésta es una de las razones de la robustez que +tiene todo cuanto pertenece al Catolicismo: de manera que, así como el +principio de la autoridad en materias de dogma le conserva la unidad +y la firmeza en la fe, así la regla de reducirlo todo á instituciones +asegura la solidez y duración á todas sus obras. Estos dos principios +tienen entre sí una correspondencia íntima; porque, si bien se mira, el +uno supone la desconfianza en el entendimiento del hombre, el otro en +su voluntad y en sus medios Individuales. El uno supone que el hombre +no se basta á sí mismo para el conocimiento de muchas verdades, el otro +que es demasiado veleidoso y débil para que el hacer el bien pueda +quedar encomendado á su inconstancia y flaqueza. Y ni uno ni otro hacen +injuria al hombre, ni uno ni otro rebajan su dignidad; no hacen más +que decirle lo que en realidad es, sujeto al error, inclinado al mal, +variable en sus propósitos y escaso en sus recursos. Verdades tristes, +pero atestiguadas por la experiencia de cada día, y cuya explicación +nos ofrece la religión cristiana, asentando como dogma fundamental la +caída del humano linaje en la prevaricación del primer padre. + +El Protestantismo, siguiendo principios diametralmente opuestos, aplica +también á la voluntad el espíritu de individualismo que predica para +el entendimiento, y así es que de suyo es enemigo de instituciones. +Concretándonos al objeto que nos ocupa, vemos que su primer paso, en +el momento de su aparición, fué destruir lo existente, sin pensar +cómo podría reemplazarse. Increíble parecerá que Montesquieu haya +llegado al extremo de aplaudir esa obra de destrucción, y ésta es +otra prueba de la maligna influencia ejercida sobre los espíritus +por la pestilente atmósfera del siglo pasado. «Enrique VIII, dice +el citado autor, queriendo reformar la Inglaterra, destruyó los +frailes; gente perezosa que fomentaba la pereza de los demás, porque, +practicando la _hospitalidad_, hacía que una infinidad de personas +ociosas, nobles y de la clase del pueblo, pasasen su vida corriendo +de convento en convento. _Quitó también los hospitales, donde el +pueblo bajo encontraba su subsistencia_, como los nobles la suya en +los monasterios. Desde aquella época se estableció en Inglaterra +el espíritu de industria y de comercio.» (_Espíritu de las leyes._ +Lib. 23, cap. 29.) Que Montesquieu hubiese encomiado la conducta de +Enrique VIII en destruir los conventos apoyándose en la miserable +razón de que, faltando la hospitalidad que en ellos se encontraba, +se quitaría á los ociosos este recurso, es cosa que no fuera de +extrañar, supuesto que semejantes vulgaridades eran del gusto de la +filosofía que empezaba á cundir á la sazón. En todo lo que estaba en +oposición con las instituciones del Catolicismo se pretendía encontrar +profundas razones de economía y de política; cosa muy fácil, porque +un ánimo preocupado encuentra en los libros, como en los hechos, todo +lo que quiere. Podíase, sin embargo, preguntar á Montesquieu cuál +había sido el paradero de los bienes de los conventos; y, como de +esos pingües despojos cupo una buena parte á esos mismos nobles que +antes encontraban allí la hospitalidad, quizás podría reconvenirse al +autor del _Espíritu de las leyes_, por haber pretendido disminuir la +ociosidad de éstos por un medio tan singular como era darles los bienes +de aquellos que los hospedaban. Por cierto que, teniendo los nobles +en su casa los mismos bienes que sufragaban para darles hospitalidad, +se les ahorraba el trabajo de _correr de convento en convento_. Pero +lo que no puede tolerarse, es que presente como un golpe maestro en +economía política «_el haber quitado los hospitales, donde el pueblo +bajo encontraba su subsistencia_.» ¡Qué! ¿Á tan poco alcanza vuestra +vista, tan desapiadada es vuestra filosofía, que creáis conducente para +el fomento de la industria y comercio la destrucción de los asilos del +infortunio? + +Y es lo peor que, seducido Montesquieu por el prurito de hacer lo que +se llama observaciones nuevas y picantes, llega al extremo de negar la +utilidad de los hospitales, pretendiendo que en Roma ésta es la causa +de que viva en comodidad todo el mundo, excepto los que trabajan. Si +las naciones son pobres, no quiere hospitales; si son ricas, tampoco; +y para sostener esa paradoja inhumana se apoya en las razones que verá +el lector en las siguientes palabras. «Cuando la nación es pobre, dice, +la pobreza particular dimana de la miseria general; y no es más, por +decirlo así, que la misma miseria general. Todos los hospitales no +sirven entonces para remediar esa pobreza particular; _al contrario, el +espíritu de pereza que ellos inspiran aumenta la pobreza general, y, +por consiguiente, la particular_.» He aquí los hospitales presentados +como dañosos á las naciones pobres, y, por tanto, condenados. Oigámosle +ahora por lo tocante á las ricas. «He dicho que las naciones ricas +necesitaban hospitales, porque en ellas está sujeta la fortuna á +mil accidentes; pero _échase de ver que socorros pasajeros valdrían +mucho más que establecimientos perpetuos_. El mal es _momentáneo_; de +consiguiente, es menester que _los socorros sean de una misma clase_, y +aplicables al accidente particular.» (_Espíritu de las leyes._ Lib. 23, +cap. 29.) Difícil es encontrar nada más vacío y más falso que lo que +se acaba de citar; de cierto que, si por semejante muestra se hubiese +de juzgar esa obra, cuyo mérito se ha exagerado tanto, merecería una +calificación aun más severa de la que le da M. Bonald cuando la llama +«_la más profunda de las obras superficiales_». + +Afortunadamente para los pobres, y para el buen orden de la sociedad, +la Europa en general no ha adoptado esas máximas; y en este punto, como +en muchos otros, se han dejado aparte las preocupaciones contra el +Catolicismo, y se ha seguido con más ó menos modificaciones el sistema +que él había enseñado. En la misma Inglaterra existen en considerable +número los establecimientos de beneficencia, sin que se crea que para +aguijonear la diligencia del pobre sea menester exponerle al peligro +de perecer de hambre. Conviene, sin embargo, observar que ese sistema +de establecimientos públicos de beneficencia, generalizado en la +actualidad por toda Europa, no hubiera existido sin el Catolicismo; y +puede asegurarse que, si el cisma religioso protestante hubiese tenido +lugar antes de que se plantease y organizase el indicado sistema, no +disfrutaría actualmente la sociedad europea de unos establecimientos +que tanto le honran, y que, además, son un precioso elemento de buena +policía y de tranquilidad pública. + +No es lo mismo fundar y sostener un establecimiento de esta clase, +cuando ya existen muchos otros del mismo género, cuando los gobiernos +tienen á la mano inmensos recursos, y disponen de la fuerza necesaria +para proteger todos los intereses, que plantear un gran número de ellos +cuando no hay tipos á que referirse, cuando se han de improvisar los +recursos de mil maneras diferentes, cuando el poder público no tiene +ni prestigio ni fuerza para mantener á raya las pasiones violentas +que se esfuerzan en apoderarse de todo lo que les ofrece algún cebo. +Lo primero se ha hecho en los tiempos modernos desde la existencia +del Protestantismo; lo segundo lo había hecho siglos antes la Iglesia +católica. + +Y nótese bien que lo que se ha realizado en los países protestantes +á favor de la beneficencia, no ha sido más que actos administrativos +del gobierno, actos que necesariamente debía inspirarle la vista de +los buenos resultados que hasta entonces habían producido semejantes +establecimientos. Pero el Protestantismo en sí, y considerado como +Iglesia separada, nada ha hecho. Ni tampoco podía hacer, pues que allí +donde conserva algo de organización jerárquica, es un puro instrumento +del poder civil, y, por tanto, no puede obrar por inspiración propia. +Para acabar de esterilizarse en este punto, tiene, además del vicio de +su constitución, sus preocupaciones contra los institutos religiosos, +tanto de hombres como de mujeres; y así está privado de uno de los +poderosos medios que tiene el Catolicismo para llevar á cabo las obras +de caridad más arduas y penosas. Para los grandes actos de caridad es +necesario el desprendimiento de todas las cosas, y hasta de sí mismo; y +esto es lo que se encuentra eminentemente en las personas consagradas +á la beneficencia en un instituto religioso; allí se empieza por el +desprendimiento raíz de todos los demás: el de la propia voluntad. + +La Iglesia católica, lejos de proceder en esta parte por inspiraciones +del poder civil, ha considerado como objeto propio el cuidar del +socorro de todas las necesidades; y los obispos han sido considerados +como los protectores y los inspectores natos de los establecimientos +de beneficencia. Y de aquí es que por derecho común los hospitales +estaban sujetos á los obispos, y en la legislación canónica ha +ocupado siempre un lugar muy principal el ramo de establecimientos de +beneficencia. + +Es antiquísimo en la Iglesia legislar sobre esos establecimientos, y +así vemos que el concilio de Calcedonia, al prescribir que esté bajo la +autoridad del obispo de la ciudad el clérigo constituído _in ptochiis_, +esto es, según explicación de Zonaras, «en unos establecimientos +destinados al alimento y cuidado de los pobres, como son aquellos +donde se reciben y mantienen los pupilos, los viejos y enfermos», usa +la siguiente expresión: _según la tradición de los Santos Padres_; +indicando con esto que existían ya disposiciones antiguas de la Iglesia +sobre tales objetos, pues que ya entonces se apelaba á la tradición, +en tratándose de arreglar algún punto á ellos concerniente. Son +conocidas también de los eruditos las antiguas _Diaconías_, lugares de +beneficencia donde se recogían viudas pobres, huérfanos, viejos y otras +personas miserables. + +Cuando con la irrupción de los bárbaros se introdujo por todas partes +el dominio de la fuerza, los bienes que habían adquirido, ó que en lo +sucesivo adquiriesen, los hospitales, estaban muy mal seguros, pues que +de suyo ofrecían un cebo muy estimulante. No faltó, empero, la Iglesia +á cubrirlos con su protección. La prohibición de apoderarse de ellos +se hacía de un modo muy severo, y los perpetradores de este atentado +eran castigados como _homicidas de pobres_. El concilio de Orleans, +celebrado en el año 549, prohibe en su canon 13 el apoderarse de los +bienes de hospitales; y en el canon 15, confirmando la fundación de un +hospital hecho en León por el rey Childeberto y la reina Ultragotha, +encargando la seguridad y la buena administración de sus bienes, impone +á los contraventores la pena de anatema como reos de _homicidio de +pobres_. + +Ciertas disposiciones sobre los pobres, que son á un tiempo de +beneficencia y de policia, y adoptadas en la actualidad en varios +países, las encontramos en antiquísimos concilios; como el formar una +lista de los pobres de la parroquia, el obligar á ésta á mantenerlos, y +otras semejantes. Así, el concilio de Tours, celebrado por los años de +566 ó 567, ordena en su canon 5.º que cada ciudad mantenga sus pobres, +y que los sacerdotes rurales y sus feligreses alimenten los suyos, para +evitar que los mendigos anden vagabundos por las ciudades y provincias. +Por lo que toca á los leprosos, el canon 21 del concilio de Orleans, +poco ha citado, prescribe que los obispos cuiden particularmente de +los pobres leprosos de sus diócesis, suministrándoles del fondo de la +Iglesia alimento y vestido; y el concilio de León, celebrado en el +año 583, manda en su canon 6.º que los leprosos de cada ciudad y su +territorio sean mantenidos á expensas de la Iglesia, cuidando de esto +el obispo. + +Teníase en la Iglesia una matrícula de los pobres, para distribuirles +una parte de los bienes, y estaba expresamente prohibido el recibir +nada de ellos por inscribirlos en la misma. En el concilio de Reims, +celebrado en el año 874, se prohibe en el 2.º de sus cinco artículos +el recibir nada de los pobres que se matriculaban, y esto so pena de +deposición. + +La solicitud por la mejora de la suerte de los presos, que tanto se +ha desplegado en los tiempos modernos, es antiquísima en la Iglesia, +y es de notar que ya en el siglo sexto había en ellas un visitador +de cárceles. El arcediano, ó el prepósito de la iglesia, tenía la +obligación de visitar los presos todos los domingos. No se exceptuaba +de esta solicitud ninguna clase de criminales; y el arcediano debía +enterarse de sus necesidades y suministrarles el alimento y lo demás +que necesitasen, por medio de una persona recomendable elegida por el +obispo. Así consta del canon 20 del concilio de Orleans, celebrado en +el año 549. + +Larga sería la tarea de enumerar ni aun una pequeña parte de las +disposiciones que atestiguan el celo desplegado por la Iglesia en el +consuelo y alivio de todos los desgraciados; ni esto fuera propio de +este lugar, dado que sólo me he propuesto comparar el espíritu del +Protestantismo con el del Catolicismo con respecto á las obras de +beneficencia. Pero, ya que el mismo desarrollo de la cuestión me ha +llevado como de la mano á algunas indicaciones históricas, no puedo +menos de recordar el capítulo 141 del concilio de Aix-la-Chapelle, +donde se ordena que los prelados, siguiendo los ejemplos de sus +predecesores, funden un hospital para recibir tantos pobres cuantos +alcancen á mantener las rentas de la iglesia. Los canónigos habían +de dar al hospital el diezmo de sus frutos, y uno de ellos debía +ser nombrado para recibir á los pobres extranjeros, y para la +administración del hospital. Esto en la regla para los canónigos. En la +regla para las canonesas dispone el mismo concilio que se establezca +un hospital cerca del monasterio, y que dentro del mismo haya un sitio +destinado para recibir á las mujeres pobres. De esta práctica resultó +que, muchos siglos después, se veían en varias partes hospitales junto +á la iglesia de los canónigos. + +Llegando á tiempos más cercanos, son en muy crecido número los +institutos que se fundaron con objetos de beneficencia; siendo de +admirar la fecundidad con que brotaban por dondequiera los medios +de socorrer las necesidades que se iban ofreciendo. No es dado +calcular á punto fijo lo que hubiera sucedido sin la aparición del +Protestantismo; pero, discurriendo por analogía, se puede conjeturar +que, si el desarrollo de la civilización europea se hubiese llevado +á su complemento bajo el principio de la unidad religiosa, y sin +las revoluciones y reacciones incesantes en que se halló sumida la +Europa, merced á la pretendida reforma, no habría dejado de nacer del +seno de la religión católica algún sistema general de beneficencia +que, organizado con una grande escala y conforme á lo que han ido +exigiendo los nuevos progresos de la sociedad, quizás hubiera prevenido +ó remediado esa plaga del pauperismo, que es el cáncer de los +pueblos modernos. ¿Qué no podía esperarse de los esfuerzos de toda la +inteligencia y de todos los recursos de Europa, obrando de concierto +para lograr este objeto? Desgraciadamente se rompió la unidad de la +fe, se desconoció la autoridad que debía ser el centro en adelante, +como lo había sido hasta allí, y, desde entonces, la Europa, que +estaba destinada á ser en breve un pueblo de hermanos, se convirtió en +un campo de batalla donde se peleó con inaudito encarnizamiento. El +rencor, engendrado por la diferencia de religión, no permitió que se +aunasen los esfuerzos para salir al paso de las nuevas complicaciones +y necesidades que iban á brotar de la organización social y política +alcanzada por la Europa á costa de los trabajos de tantos siglos; en +lugar de esto, se aclimataron entre nosotros las disputas rencorosas, +la insurrección y la guerra. + +Es menester no olvidar que con el cisma de los protestantes, no sólo se +ha impedido la reunión de todos los esfuerzos de Europa para alcanzar +el fin indicado, sino que se ha causado, además, otro mal muy grave, +cual es: que el Catolicismo no ha podido obrar de una manera regular, +aun en los países donde se ha conservado con predominio, ó principal, +ó exclusivo. Casi siempre ha tenido que mantenerse en actitud de +defensa, y así se ha visto precisado á gastar una gran parte de sus +recursos en procurarse medios de salvar su existencia propia. Resulta +de esto ser muy probable que el orden actual de cosas en Europa es del +todo diferente del que hubiera sido en la suposición contraria, y que +tal vez, en este último caso, no hubiera sido necesario fatigarse en +esfuerzos impotentes contra un mal que, según todas las apariencias, si +no se imaginan otros medios que los conocidos hasta aquí, es poco menos +que incurable. + +Se me dirá que, en tal caso, la Iglesia hubiera conservado una +autoridad excesiva sobre todo el ramo de beneficencia, lo que habría +sido una limitación injusta de las facultades del poder civil; pero +esto es un error. Porque es falso que la Iglesia pretendiese nada +que no estuviese muy de acuerdo con lo que exige el mismo carácter de +protectora de todos los desgraciados, de que se halla tan dignamente +revestida. Verdad es que en ciertos siglos apenas se oye otra voz, +ni se ve otra acción que la suya, en todo lo tocante al ramo de +beneficencia; pero es menester observar que en aquellos siglos estaba +muy lejos el poder civil de poseer una administración ordenada y +vigorosa, con que pudiese auxiliar como corresponde á la Iglesia. Tanto +dista de haber mediado en esto ninguna ambición por parte de ella, que, +antes bien, llevada por su celo sin límites, había cargado sobre sus +hombros todo el cuidado, así de lo espiritual como de lo temporal, sin +reparar en ninguna clase de sacrificios y dispendios. + +Tres siglos han pasado desde el funesto acontecimiento que lamentamos, +y la Europa, que durante este tiempo ha estado sujeta en buena parte +á la influencia del Protestantismo, no ha dado un solo paso más allá +de lo que estaba ya hecho antes de aquella época. No puedo creer que, +si estos tres siglos hubiesen corrido bajo la influencia exclusiva +del Catolicismo, no hubiese brotado de su seno alguna invención +caritativa, que hubiese elevado los sistemas de beneficencia á toda la +altura reclamada por la complicación de los nuevos intereses. Echando +una ojeada sobre los varios sistemas que fermentan en el espíritu de +los que se ocupan en esta cuestión gravísima, figura la _asociación_ +bajo una ú otra forma. Cabalmente éste ha sido uno de los principales +favoritos del Catolicismo, el cual, así como proclama la _unidad_ en +la fe, así proclama la _unión_ en todo. Pero hay la diferencia de que +muchas de las asociaciones que se conciben y plantean, no son más que +_aglomeración_ de intereses, faltándoles la _unión_ de voluntades, +la _unidad_ de fin, circunstancias que no se encuentran sino por +medio de la caridad cristiana; y, no obstante, son necesarias estas +circunstancias para llevar á cabo las grandes obras de beneficencia, si +en ella se ha de encontrar algo más que una medida de administración +pública. Esta administración de poco sirve cuando no es vigorosa; y, +desgraciadamente, cuando alcanza este vigor, su acción se resiente un +poco de la dureza y tirantez de los resortes. Por esto se necesita +la caridad cristiana, que, filtrándose por todas partes á manera de +bálsamo, suavice lo que tenga de duro la acción del hombre. + +¡Ay de los desgraciados que no reciben el socorro en sus necesidades, +sino por medio de la administración civil, sin intervención de la +caridad cristiana! En las relaciones que se darán al público, la +_filantropía_ exagerará los cuidados que prodiga al infortunio, +pero en la realidad las cosas pasarán de otra manera. El amor de +nuestros hermanos, si no está fundado en principios religiosos, es +tan abundante de palabras como escaso de obras. La vista del pobre, +del enfermo, del anciano desvalido, es demasiado desagradable para +que podamos soportarla por mucho tiempo, cuando no nos obligan á +ello muy poderosos motivos. ¿Cuánto menos se puede esperar que los +cuidados penosos, humillantes, de todas horas, que reclama el socorro +de esos infelices, puedan ser sostenidos cual conviene por un vago +sentimiento de humanidad? No: donde falte la caridad cristiana, podrá +haber puntualidad, exactitud, todo lo que se quiera, por parte de los +asalariados para servir, si el establecimiento está sujeto á una buena +administración; pero faltará una cosa que con nada se suple, que no se +paga, _el amor_. Mas, se nos dirá, ¿no tenéis fe en la filantropía? No; +porque, como ha dicho Chateaubriand, la filantropía es la moneda falsa +de la caridad. + +Muy razonable era, pues, que la Iglesia tuviese una intervención +directa en todos los ramos de beneficencia, pues que ella era quien +debía saber mejor que nadie el modo de hacer obrar la caridad +cristiana, aplicándola á todo linaje de necesidades y miserias. No +era esto satisfacer la ambición, sino dar pábulo al celo; no era +reclamar un privilegio, sino hacer valer un derecho. Por lo demás, si +os empeñareis en apellidar ambición este deseo, al menos no podréis +negarnos que es una ambición de nueva clase, una ambición muy digna de +gloria y prez, la de reclamar el privilegio de socorrer y consolar el +infortunio.[8] + + + + +CAPITULO XXXIV + + +La cuestión sobre la suavidad de costumbres, tratada en los capítulos +anteriores, me conduce naturalmente á otra, harto difícil ya de suyo, +y que, además, ha llegado á ser en extremo espinosa, á causa de las +muchas preocupaciones que la rodean. Hablo de la tolerancia en materias +religiosas. Para ciertos hombres la palabra Catolicismo es sinónima de +intolerancia; y es tal el embrollo de ideas en este punto, que es tarea +trabajosa el empeño de aclarárselas. Basta pronunciar el nombre de +intolerancia, para que el ánimo de algunas personas se sienta asaltado +de toda clase de ideas tétricas y horrorosas. La legislación, las +instituciones, los hombres de los tiempos pasados, todo es condenado +sin apelación, al menor asomo que se descubre de intolerancia. Las +causas que á esto contribuyen son varias; pero, si se quiere señalar la +principal, se podría repetir la profunda sentencia de Catón, cuando, +acusado, á la edad de 86 años, de no sé qué delitos de su vida, en +épocas muy anteriores, dijo: «Difícil es dar cuenta de la propia +conducta á hombres de otro siglo del en que uno ha vivido.» + +Cosas hay sobre las que no es posible formar juicio acertado, sin +poseer no sólo el conocimiento, sino un sentimiento vivo de la época en +que se realizaron. ¿Y cuántos son los hombres capaces de llegar á este +punto? Pocos son los que consiguen poner su entendimiento á cubierto +del influjo de la atmósfera que los circunda; pero todavía son menos +los que lo alcanzan con respecto al corazón. Cabalmente el siglo en +que vivimos es el reverso de los siglos de la intolerancia, y he aquí +la primera dificultad que ocurre en la discusión de esta clase de +cuestiones. + +El acaloramiento y la mala fe de algunos que las examinaron, han tenido +también no escasa parte en el extravío de la opinión. Nada existe en el +mundo que no pueda desacreditarse si no se mira más que por un lado; +porque las cosas, miradas así, son falsas, ó, en otros términos, no son +ellas mismas. Todo cuerpo tiene tres dimensiones: quien no atienda más +que á una, no se forma idea del cuerpo, sino de una cantidad que es muy +diferente de él. Tomad una institución cualquiera, la más justa, la +más útil que podáis imaginar; proponeos examinarla bajo el aspecto de +los males é inconvenientes que haya acarreado, cuidando de agrupar en +pocas páginas lo que en realidad está desparramado en muchos siglos. +Su historia resultará repugnante, negra, digna de execración. Dejad +que un amante de la democracia os pinte en breve cuadro, y con hechos +históricos, los males é inconvenientes de la monarquía, y los vicios y +los crímenes de los monarcas; ¿qué parece entonces la monarquía? Pero, +á un amante de ésta, dejadle que á su vez pueda retrataros también con +hechos históricos, la democracia y los demagogos; ¿qué resulta entonces +la democracia? Reunid en un cuadro los males acarreados por el mucho +adelanto de los pueblos; la civilización y la cultura os parecerán +detestables. Andando en busca de hechos en los fastos del espíritu +humano, se puede hacer de la historia de la ciencia, la historia de +la locura y hasta del crimen. Acumulando los accidentes funestos +ocasionados por los profesores del arte de curar, se puede presentar +esta profesión benéfica, como la carrera del homicidio. En una +palabra: todo se puede falsear procediendo de esta suerte. Dios mismo +se nos ofrecerá como un monstruo de crueldad y tiranía, si, haciendo +abstracción de su bondad, de su sabiduría, de su justicia, no atendemos +á otra cosa que á los males que presenciamos en un mundo creado por su +poder y sujeto á su providencia. + +Apliquemos estos principios. Si, dejando aparte el espíritu de los +tiempos, de circunstancias particulares de un orden de cosas del todo +diferente, se nos hace la historia de la intolerancia religiosa de los +católicos, cuidando de que los rigores de Fernando é Isabel, de Felipe +II, de la reina María de Inglaterra, de Luis XIV, y todo lo acontecido +en el espacio de tres siglos, se vean reducidos en pocas páginas, y +con los colores tan recargados como posible sea; el lector que recibe +en pocos momentos la impresión de sucesos que se anduvieron realizando +en trescientos años, el lector que, viviendo en una sociedad donde las +cárceles se van convirtiendo en casas de recreo, y donde es vivamente +combatida la pena de muerte, ve delante de sus ojos tanto lóbrego +calabozo, aparatos de tormento, sambenitos y hogueras, siente latir +vivamente su corazón, llora sobre el infortunio de los desgraciados +que perecen, y se indigna contra los autores de lo que él apellida +horrendas atrocidades. Nada se le ha dicho al cándido lector de los +principios y de la conducta de los protestantes en la misma época, +nada se le ha recordado de la crueldad de Enrique VIII y de Isabel de +Inglaterra, y así todo su odio se concentra sobre los católicos, y +se acostumbra á mirar el Catolicismo como una religión de tiranía y +de sangre. Pero el juicio que de ahí se forme, ¿será recto? ¿será un +fallo dado con pleno conocimiento de causa? Veamos lo que haríamos al +encontrar un negro cuadro, tal como se ha indicado más arriba, sobre +la monarquía, sobre la democracia, sobre la civilización, sobre la +ciencia, sobre las profesiones más benéficas. Lo que haríamos, ó al +menos lo que ciertamente debiéramos hacer, sería extender más allá +nuestra vista, volver el objeto mirándole en sus diferentes caras, +atender á los bienes después de habernos hecho cargo de los males; +disminuir la impresión que éstos nos han causado y considerarlos +como fueron en sí, es decir, distribuídos á grandes distancias en +el curso de los siglos; en una palabra, procuraríamos ser justos +tomando en nuestras manos la balanza para pesar el bien y el mal, +para compararlos, como debe hacerse siempre que se trate de apreciar +debidamente las cosas en la historia de la humanidad. Lo propio se +habría de ejecutar en el caso en cuestión, para precaverse contra +el error á que conducen las falsas relaciones, y la exageración de +ciertos hombres, cuyo objeto evidente ha sido falsear los hechos, no +presentándolos sino por un lado. Ahora no existe la Inquisición y por +cierto que no hay probabilidades de que se restablezca; no existen +tampoco las leyes severas que sobre este particular regían en otros +tiempos: ó están abrogadas, ó han caído en desuso; y así nadie puede +tener un interés en que se las mire desde un punto de vista falso. +Concíbese que para algunos existiese ese interés, mientras se trató de +hacerles la guerra con la mira de destruirlas; pero, una vez logrado el +objeto, la Inquisición y esas leyes son un hecho histórico que conviene +examinar con detenimiento é imparcialidad. + +Aquí hay dos cuestiones: la del principio, y la de su aplicación; ó +bien, de la intolerancia, y del modo de ejercerla. Es menester no +confundir estas dos cosas, que, por más enlazadas que se hallen, son, +sin embargo, muy diferentes. Empezaré por examinar la primera. + +En la actualidad se proclama como un principio la tolerancia universal, +y se condena sin restricción todo linaje de intolerancia. ¿Quién cuida +de examinar el verdadero sentido de esas palabras? ¿Quién analiza á +la luz de la razón las ideas que encierran? ¿Quién, para aclararlas, +echa mano de la historia y de la experiencia? Muy pocos. Se pronuncian +maquinalmente, se emplean á cada paso para establecer proposiciones +de la mayor transcendencia, sin recelo siquiera de que en ellas se +envuelva un orden de ideas, de cuya buena ó mala inteligencia y +aplicación está pendiente la sociedad. Pocos se paran en que hay aquí +cuestiones de derecho tan profundas como delicadas, que hay una gran +parte de la historia en que, según como se resuelvan los problemas +sobre la tolerancia, se condena todo lo pasado, se derriba todo lo +presente, y no se deja, para edificar en el porvenir, más que un +movedizo cimiento de arena. Por cierto que lo más cómodo en semejantes +casos, es recibir y emplear las palabras tales como circulan, de la +misma suerte que se toma y da una moneda corriente, sin pararse en +examinar si es ó no es de buena ley. Pero lo más cómodo no es siempre +lo más útil; y así como, en tratándose de monedas de algún valor, nos +tomamos la molestia de examinarlas para evitar el engaño, es menester +observar la misma conducta con respecto á palabras cuyo significado sea +muy transcendental. + +_Tolerancia_: ¿que significa esa palabra? Propiamente hablando, +significa el sufrimiento de una cosa que se conceptúa mala, pero que +se cree conveniente dejarla sin castigo. Así se toleran cierta clase +de escándalos, se toleran las mujeres públicas, se toleran estos ó +aquellos abusos; de manera que la idea de tolerancia anda siempre +acompañada de la idea del mal. Tolerar lo bueno, tolerar la virtud, +serían expresiones monstruosas. Cuando la tolerancia es en el orden de +las ideas, supone también un mal del entendimiento: el error. Nadie +dirá jamás que _tolera la verdad_. + +En contra de esto último puede hacerse una observación, fundada en +el uso generalmente introducido de decir: _tolerar las opiniones_; +y opinión es muy diferente de error. Á primera vista, la dificultad +parece no tener solución; pero, bien mirada la cosa, es muy difícil +encontrársela. Cuando decimos que toleramos una opinión, hablamos +siempre de opinión contraria á la nuestra. En este caso, la opinión +ajena es en nuestro juicio un error; pues que no es posible que +tengamos una opinión sobre un punto, es decir, que pensemos que una +cosa es ó no es, ó es de esta manera ó de la otra, sin que al propio +tiempo juzguemos que los que no piensan como nosotros, yerran. Si +nuestra opinión no pasa de tal, es decir, si el juicio, bien que +afianzado en razones que nos parecen buenas, no ha llegado á una +completa seguridad, entonces nuestro juicio sobre el error de los +otros será también una mera opinión; pero, si llega la convicción á +tal punto, que se afirme y consolide del todo, esto es, si llegamos á +la certeza, entonces estaremos también ciertos de que los que forman +un juicio opuesto, yerran. De donde se infiere que en la palabra +tolerancia referida á opiniones, se envuelve siempre la significación +de tolerancia de errores. Quien está por el _sí_, tiene por falso el +_no_; y quien está por el _no_, tiene por falso el _sí_. Esto no es más +que una simple aplicación de aquel famoso principio: _es imposible que +una cosa sea y no sea al mismo tiempo_. + +Pero, entonces, se me dirá, ¿qué significamos cuando decimos _respetar +las opiniones_? ¿Se sobrentenderá también que respetamos errores? No. +El _respetar las opiniones_ puede tener dos sentidos muy razonables. +El primero se funda en la misma flaqueza de convicción de la persona +que respeta; porque, cuando sobre un punto no hemos llegado á más que +á formar opinión, se entiende que no hemos llegado á certeza; y, por +tanto, en nuestra mente hay el conocimiento de que existen razones +por la parte opuesta. Bajo este concepto podemos muy bien decir que +respetamos la opinión ajena; con lo que expresamos la convicción de que +podemos engañarnos, y de que quizás no está la verdad de nuestra parte. +Segundo: respetar las opiniones significa á veces respetar las personas +que las profesan, respetar su buena fe, respetar sus intenciones. Así +se dice á veces _respetar las preocupaciones_, y claro es que no se +habla entonces de un verdadero respeto que á ellas se profese. + +De donde se ve que la expresión _respetar las opiniones ajenas_ tiene +significado muy diferente, según que la persona que las respeta tiene ó +no convicciones ciertas en sentido contrario. + +Comprenderemos mejor lo que es la tolerancia, cuál su origen y cuáles +sus efectos, si, antes de examinarla en la sociedad, la analizamos de +suerte que el objeto de nuestra observación se reduzca á su elemento +más simple: la tolerancia considerada en el individuo. Se llama +tolerante un individuo, cuando está habitualmente en tal disposición de +ánimo, que soporta sin enojarse ni alterarse las opiniones contrarias á +la suya. Esta tolerancia tendrá distintos nombres, según las diferentes +materias sobre que verse. En materias religiosas, la tolerancia, así +como la intolerancia, pueden encontrarse en quien tenga religión y en +quien no la tenga; de suerte que ni una ni otra de estas dos últimas +situaciones envuelve por necesidad el ser tolerante ni intolerante. +Algunos se imaginan que la tolerancia es propia de los incrédulos y la +intolerancia de los hombres religiosos; pero esto es un error: ¿quién +más tolerante que San Francisco de Sales? ¿y quién más intolerante que +Voltaire? + +La tolerancia en un hombre religioso, aquella tolerancia que no dimana +de la flojedad en las creencias, y que se enlaza muy bien con un +ardiente celo por la conservación y la propagación de la fe, nace de +dos principios: la caridad y la humanidad: la caridad, que nos hace +amar á todos los hombres, aun á nuestros mayores enemigos; que nos +inspira la compasión de sus faltas y errores; que nos obliga á mirarlos +como hermanos, y á emplear los medios que estén en nuestro alcance +para sacarlos de su mal estado, sin que nos sea lícito considerarlos +privados de esperanza de salvación, mientras viven sobre la tierra. +Rousseau ha dicho que «es imposible vivir en paz con gentes á quienes +se cree condenadas»; nosotros no creemos ni podemos creer condenado +á nadie, mientras vive; pues que, por grande que sea su iniquidad, +todavía son mayores la misericordia de Dios y el precio de la sangre de +Jesucristo; y tan lejos estamos de pensar lo que dice el filósofo de +Ginebra que «amar á esos tales sería aborrecer á Dios», que antes bien +dejaría de pertenecer á nuestra creencia quien sostuviese semejante +doctrina. La humildad cristiana es la otra fuente de la tolerancia; +la humildad, que nos inspira un profundo conocimiento de nuestra +flaqueza, que nos hace mirar cuanto tenemos como venido de Dios, que +no nos deja ver nuestras ventajas sobre nuestros prójimos, sino como +mayores títulos de agradecimiento á la liberal mano de la Providencia; +la humildad, que, no limitándose á la esfera individual, sino abrazando +la humanidad entera, nos hace considerar como miembros de la gran +familia del linaje humano, caído de su primitiva dignidad por el +pecado del primer padre, con malas inclinaciones en el corazón, con +tinieblas en el entendimiento, y, por consiguiente, digno de lástima é +indulgencia en sus faltas y extravíos; esa virtud sublime en su mismo +anonadamiento, y que, como ha dicho admirablemente Santa Teresa, agrada +tanto á Dios, porque la _humildad es la verdad_, esa virtud nos hace +indulgentes con todo el mundo, porque no nos deja olvidar un momento +que nosotros, más tal vez que nadie, necesitamos también de indulgencia. + +No bastará, sin embargo, para que un hombre religioso sea tolerante +en toda la extensión de la palabra, el que sea caritativo y humilde: +la experiencia nos lo enseña así y la razón nos indica las causas. +Con la mira de aclarar perfectamente un punto cuya mala inteligencia +embrolla casi siempre esta clase de cuestiones, presentaré un paralelo +de dos hombres religiosos cuyos principios serán los mismos, pero +cuya conducta será muy diferente. Supónganse dos sacerdotes, ambos +distinguidos en ciencia y eminentes en virtud; pero de manera que el +uno haya pasado su vida en el retiro, rodeado de personas piadosas, y +no tratando sino con católicos, mientras el otro, empleado en misiones +en diferentes países donde se hallan establecidas diversas religiones, +se ha visto precisado á conversar con hombres de distintas creencias, á +vivir entre ellos, y á sufrir el altar de una religión falsa levantado +á poca distancia del de la religión verdadera. Los principios de la +caridad cristiana serán los mismos en ambos, uno y otro mirarán como +un don de Dios la fe que recibieron y conservan; pero, á pesar de +todo esto, su conducta será muy diferente, si se encuentran con un +hombre que, ó tenga otras creencias, ó no profese ninguna. El primero, +que jamás ha tratado sino con fieles, que siempre ha oído hablar con +respeto de la religión, se estremecerá, se indignará, á la primera +palabra que oiga contra la fe ó las ceremonias de la Iglesia, siéndole +poco menos que imposible sostener con serenidad la conversación ó +la disputa que sobre la materia se entable; mientras el segundo, +acostumbrado á oir cosas semejantes, á ver contrariada su creencia, á +discutir con hombres que la tenían diferente, se mantendrá sosegado y +calmoso, entrando reposadamente en la cuestión, si necesario fuere, ó +esquivándola hábilmente, si así lo dictare la prudencia. ¿De dónde esta +variedad? No es difícil conocerlo: es que este último, con el trato, la +experiencia, las contradicciones, ha llegado á poseer un conocimiento +claro de la verdadera situación del mundo, se ha hecho cargo de la +funesta combinación de circunstancias que han conducido ó mantienen +á muchos desgraciados en el error, sabe en cierto modo colocarse en +el lugar en que ellos se encuentran, y así siente con más viveza el +beneficio que él debe á la Providencia, y es para con los otros más +benigno é indulgente. Enhorabuena que el otro sea tan virtuoso, tan +caritativo, tan humilde cuanto se quiera; pero, ¿cómo se puede exigir +de él que no se conmueva profundamente, que no deje traslucir las +señales de su indignación, cuando oye negar por la primera vez lo +que él ha creído siempre con la fe más viva, sin que haya encontrado +otra oposición que los argumentos propuestos en algunos libros? No +le faltaba, por cierto, la noticia de la existencia de herejes é +incrédulos, pero le faltaba el haberse encontrado con ellos á menudo, +el haber oído la exposición de cien sistemas diferentes, el haber visto +extraviadas personas de distintas clases, de diversas índoles, de +variada disposición de ánimo; la susceptibilidad de su espíritu, como +que nunca había sufrido, no había podido embotarse; y así, con las +mismas virtudes, y si se quiere con los mismos conocimientos, que el +otro, no había alcanzado aquella viveza, por decirlo así, con que un +entendimiento claro, y además ejercitado con la práctica, entra en el +espíritu de aquellos con quienes habla, y ve las razones ó los motivos +ó las pasiones que los ciegan para que no lleguen al conocimiento de la +verdad. + +Por donde se echa de ver que la tolerancia en un individuo que tenga +religión, supone cierta blandura de ánimo, que, nacida del trato +y de los hábitos que éste engendra, se hermana, no obstante, con +las convicciones religiosas más profundas, y con el celo más puro +y ardiente por la propagación de la verdad. En lo moral como en lo +físico, el roce afina, el uso gasta, y no es posible que nada se +sostenga por largo tiempo en actitud violenta. El hombre se indignará +una, dos, cien veces al oir que se impugna su manera de pensar; pero +no es posible que continúe indignándose siempre, y así al cabo vendrá +á resignarse á la oposición, se acostumbrará á sufrirla con templanza, +y por más sagradas que conceptúe sus creencias, se contentará con +defenderlas y propagarlas cuando le sea posible, y, cuando no, tratará +de guardarlas en el fondo de su alma como un precioso depósito, +procurando reservarlas del viento disipador que oye soplar en sus +alrededores. + +La tolerancia, pues, no supone en el individuo nuevos principios, +sino más bien una calidad adquirida con la práctica, una disposición +de ánimo que se va adquiriendo insensiblemente, un hábito de sufrir +formado con la repetición del sufrimiento. + +Pasando ahora á considerar la tolerancia en el hombre no religioso, +observaremos que éste puede serlo de dos maneras. Los hay que, no sólo +no tienen religión, sino que le profesan odio, ora por un funesto +extravío de ideas, ora por mirarla como un obstáculo á sus pasiones ó +á sus particulares designios. Éstos son en extremo intolerantes; y su +intolerancia es la peor, porque no va acompañada de ningún principio +moral que pueda enfrenarla. El hombre en semejantes circunstancias +siéntese, por decirlo así, en guerra consigo mismo, y con el linaje +humano: consigo mismo, porque tiene que sofocar los gritos de su +conciencia propia; con el linaje humano, que protesta contra la +doctrina insensata empeñada en desterrar de la tierra el culto de Dios. +Por esta causa se encuentra en los hombres de esta clase un fondo +excesivo de rencor y despecho; por esto sus palabras destilan hiel; por +esto echan mano de la burla, del insulto, de la calumnia. + +Hay, empero, otra clase de hombres, que, si bien carecen de religión, +no tienen en contra de ella una opinión determinada; viven en una +especie de escepticismo, á que han sido conducidos, ó por la lectura de +malos libros, ó por reflexiones de una filosofía superficial y ligera; +no están adheridos á la religión, pero tampoco están enemistados con +ella. Muchos conocen su alta importancia para el bien de la sociedad; +y aun algunos abrigan cierto deseo de volver á poseerla: allá en +momentos de recogimiento y meditación recuerdan con gusto los días +en que ofrecían á Dios un entendimiento fiel y un corazón puro, y al +ver cómo se precipitan los momentos de la vida, quizás conservan aún +la vaga esperanza de reconciliarse con el Dios de sus padres, antes +de bajar al sepulcro. Estos hombres son tolerantes; pero, si bien se +mira, la tolerancia no es en ellos ni un principio, ni una virtud: es +una simple necesidad que resulta de su posición. Mal puede indignarse +contra las doctrinas ajenas quien no tiene ninguna, y, por tanto, no +encuentra oposición en ninguna; mal puede indignarse contra la religión +quien la considera como una cosa necesaria al bienestar de la sociedad; +mal puede abrigar contra ella rencorosos sentimientos quien la echa de +menos en el fondo de su alma, quien la mira tal vez como un rayo de +esperanza al fijar sus ojos en un pavoroso porvenir. La tolerancia, +en tal caso, nada tiene de extraño, es natural, necesaria; y lo que +fuera inconcebible, lo que fuera extravagante, y que indicaría un mal +corazón, sería la intolerancia. + +Elevando del individuo á la sociedad las consideraciones que se +acaban de presentar, debe observarse que la tolerancia, así como la +intolerancia, puede mirarse, ó en el gobierno, ó en la sociedad: +porque sucede á veces que no andan acordes, y que mientras el gobierno +sostiene un principio, predomina en la sociedad otra directamente +opuesto. Como el gobierno está formado de un corto número de +individuos, es aplicable á él todo cuanto se ha dicho de la tolerancia, +considerada en la esfera puramente individual: bien que debe tenerse en +cuenta que los hombres colocados en el gobierno no pueden abandonarse +sin tasa al impulso de sus opiniones y sentimientos, y á menudo se +ven precisados á sacrificarlos en las aras de la opinión pública. Por +algún tiempo, y favorecidos por circunstancias excepcionales, podrán +contrariarla ó falsearla; pero bien pronto la fuerza de las cosas les +sale al paso, obligándolos á cambiar de rumbo. + +Limitándonos, pues, á considerar la tolerancia en la sociedad, pues que +al fin, tarde ó temprano, el gobierno llega á ser la expresión de las +ideas y sentimientos de esta misma sociedad, podemos notar que sigue +los mismos trámites que en el individuo. No es efecto de un principio, +sino de un hábito. Cuando en una misma sociedad viven por largo tiempo +hombres de diferentes creencias religiosas, al fin llegan á sufrirse +unos á otros, á tolerarse, porque á esto los conduce el cansancio de +repetidos choques, y el deseo de un tenor de vida más tranquilo y +apacible; pero en el comienzo de esta discordancia de creencias, cuando +se encuentran cara á cara por primera vez los hombres que las tienen +distintas, el choque más ó menos rudo es siempre inevitable. Las causas +de esto se encuentran en la misma naturaleza del hombre, y vano es +luchar contra ella. + +Algunos filósofos modernos han creído que la sociedad actual les +es deudora del espíritu de tolerancia que en ella domina; pero no +han advertido que esa tolerancia es más bien un hecho que se ha +consumado lentamente por la fuerza misma de las cosas, que el fruto +de la doctrina por ellos predicada. En efecto: ¿qué es lo que han +dicho por nuevo? Han recomendado la fraternidad universal; pero esta +fraternidad es una de las doctrinas del Cristianismo. Han exhortado á +vivir en paz á los hombres de todas religiones; pero, antes que ellos +empezasen á decírselo, los hombres comenzaban ya á tomar ese partido +en muchos países de Europa, pues que desgraciadamente eran tantas +y tan diferentes las religiones, que ya no era posible que ninguna +alcanzase un predominio exclusivo. Tienen, es verdad, ciertos filósofos +incrédulos un triste título á sus pretensiones sobre la extensión de +la tolerancia, y es que, habiendo llegado á sembrar la incredulidad y +el escepticismo, han generalizado, así en los gobiernos como en los +pueblos, aquella falsa tolerancia, que no es ninguna virtud, sino la +indiferencia por todas las religiones. + +Y en verdad, ¿por qué es tan general la tolerancia en nuestro siglo?; +ó, mejor diremos, ¿en qué consiste esta tolerancia? Observadla bien, +y veréis que no es más que el resultado de una situación social, en +un todo conforme á la descrita más arriba con respecto al individuo +que carece de creencias, pero que no las rechaza porque las considera +como muy útiles al bien público, y hasta alimenta una vaga esperanza +de volver á ellas algún día. En lo que hay en esto de bueno ninguna +parte han tenido los filósofos incrédulos, es más bien una protesta +contra ellos; que ellos, mientras eran impotentes para apoderarse del +mando, prodigaban la calumnia y el sarcasmo á todo lo más sagrado que +hay en el cielo y en la tierra, y así que pudieron levantarse al poder, +derribaron con furor indecible todo lo existente, é hicieron perecer +millones de víctimas en el destierro y en los cadalsos. + +La multitud de religiones, la incredulidad, el indiferentismo, la +suavidad de costumbres, el cansancio dejado por las guerras, la +organización industrial y mercantil que han ido adquiriendo las +sociedades, la mayor comunicación de las personas por medio de los +viajes, y la de las ideas por la prensa: he aquí las causas que han +producido en Europa esa tolerancia universal que lo ha ido invadiendo +todo, estableciéndose de hecho donde no ha podido establecerse de +derecho. Esas causas, como es fácil de notar, son de diferentes +órdenes; ninguna doctrina puede pretender en ellas una parte +exclusiva; son un resultado de mil influencias diversas que han obrado +simultáneamente en el desarrollo de la civilización. + + + + +CAPITULO XXXV + + +En el siglo anterior se declamó mucho contra la intolerancia; pero una +filosofía menos ligera que la entonces dominante, hubiera reflexionado +algo más sobre un hecho que, sea cual fuere el juicio que de él se +forme, no puede, sin embargo, negarse haber sido general á todos los +países y á todos los tiempos. En Grecia, Sócrates muere bebiendo la +cicuta; Roma, cuya tolerancia se ha encomiado, no tolera sino aquellos +dioses extranjeros que lo son sólo por nombre, pues que, formando parte +de aquella especie de panteísmo que era el fondo de su religión, sólo +necesitan, para ser declarados dioses de Roma, una mera formalidad; +que se les libre, por decirlo así, el título de ciudadanos. Pero no +consiente los dioses de los egipcios, ni tampoco la religión de los +judíos ni de los cristianos, de quienes tenía ideas muy equivocadas, +en verdad, pero bastantes para entender que esas religiones eran muy +diferentes de la suya. La historia de los emperadores gentiles es la +historia de la persecución de la Iglesia; y así que los emperadores +se hicieron cristianos, empieza una legislación penal contra los +que siguen una religión diferente de la que domina en el Estado. +En los siglos posteriores la intolerancia continuó en diferentes +formas, y también ha continuado hasta nosotros, que no estamos de +ellas tan libres como se quisiera hacernos creer. La emancipación de +los católicos en Inglaterra es de fecha muy reciente; las ruidosas +desavenencias del gobierno de Prusia con el Sumo Pontífice, por causa +de las arbitrariedades de aquél con respecto á la religión católica, +son de ayer; la cuestión de Argovia en Suiza está pendiente aún; y +la persecución del gobierno ruso contra el Catolicismo sigue tan +escandalosa como nunca. Esto, en cuanto á los hombres de las sectas +disidentes; pues, por lo que toca á la tolerancia de los _humanos_ +filósofos del siglo XVIII, menester es confesar que hubiera sido muy +amable, á no recibir su digna sanción de la mano de Robespierre. + +Todo gobierno que profesa una religión es más ó menos intolerante con +las otras; y esta intolerancia sólo disminuye, ó cesa, cuando los que +profesan la religión odiada se hacen temer por ser muy fuertes, ó +despreciar por muy débiles. Aplicad á todos los tiempos y países la +regla que se acaba de establecer; por todas partes la encontraréis +exacta; es un compendio de la historia de los gobiernos con respecto á +las religiones. El gobierno inglés ha sido siempre intolerante con los +católicos, y continuará siéndolo más ó menos según las circunstancias; +los gobiernos de Prusia y de Rusia seguirán como hasta aquí, bien que +con las modificaciones que exigirá la variedad de los tiempos; así como +en los países donde predomine el principio católico se pondrán trabas +más ó menos fuertes al ejercicio del culto protestante. Se me citará +como prueba de lo contrario el ejemplo de la Francia, donde, á pesar +de ser el Catolicismo la religión de la inmensa mayoría, son tolerados +los demás cultos, sin que se trasluzca la menor señal de reprimirlos +ni molestarlos. Esto se atribuirá quizás al espíritu público; pero yo +creo que dimana del estado de aquella sociedad, en la cual ha dejado +profundas huellas la filosofía del siglo pasado y también de que en +las regiones del poder de aquel país no prevalece ningún principio +fijo; no siendo más toda su política interior y exterior que una +continua transacción para salir del paso, del mejor modo, que se pueda. +Esto dicen los hechos, esto expresan las bien conocidas opiniones del +reducido número de hombres que de algunos años á esta parte disponen de +los destinos de la Francia. + +Se ha pretendido establecer como un principio la tolerancia universal, +negando á los gobiernos el derecho de violentar las conciencias en +materias religiosas;, sin embargo, y á pesar de cuanto se ha dicho, los +filósofos no han podido poner su aserción bien en claro, y mucho menos +hacerla adoptar generalmente como sistema de gobierno. Para demostrar +que la cosa no es tan sencilla como se ha querido suponer, me han de +permitir esos pretendidos filósofos que les dirija algunas preguntas. + +Si viene á establecerse en vuestro país una religión cuyo culto +demande sacrificios humanos, ¿la toleraréis?--No.--Y ¿por qué?--Porque +no podemos tolerar un crimen semejante.--Pero entonces seréis +intolerantes, violentaréis las conciencias ajenas, prohibiendo como +un crimen lo que á los ojos de estos hombres es un obsequio á la +Divinidad. Así lo pensaron muchos pueblos antiguos, así lo piensan +todavía algunos en nuestros tiempos; ¿con qué derecho, pues, queréis +que vuestra conciencia prevalezca sobre la suya?--No importa, +seremos intolerantes, pero nuestra intolerancia será en pro de la +humanidad.--Aplaudo vuestra conducta; pero no podéis negarme que se ha +ofrecido un caso en que la intolerancia de una religión os ha parecido +un derecho y un deber. + +Pero, si proscribís el ejercicio de ese culto atroz, ¿al menos +permitiréis enseñar la doctrina donde se encarezca como santa y +saludable la práctica de los sacrificios humanos?--No, porque esto +equivaldría á permitir la enseñanza del asesinato.--Enhorabuena; pero +reconoced al mismo tiempo que se os ha presentado una doctrina, con la +cual os habéis creído con derecho y obligación de ser intolerantes. + +Prosigamos la tarea comenzada. Vosotros no ignoráis, por cierto, +los sacrificios ofrecidos en la antigüedad á la diosa del amor, y +el nefando culto que se le tributaba en los templos de Babilonia +y Corinto; si un culto semejante renaciese entre vosotros, +¿le toleraríais?--No, por contrario á las sagradas leyes del +pudor.--¿Toleraríais que se enseñara al menos la doctrina que le +apoyase?--No, por la misma razón.--Entonces encontramos otro caso +en que os creéis con derecho y obligación de ser intolerantes, de +violentar la conciencia ajena, y no podéis alegar otra razón, sino que +á esto os obliga vuestra conciencia propia. + +Todavía más: supongamos que con la lectura de la Biblia vuelven á +calentarse algunas cabezas, y tratan de fundar un nuevo cristianismo á +imitación de Matías Harlem ó Juan de Leyde; que empiezan los sectarios +á difundir sus doctrinas, á reunir conciliábulos, y que con sus +peroratas fanáticas arrastran una parte del pueblo; ¿toleraréis esa +nueva religión?--No, porque esos hombres podrían renovar en nuestros +tiempos las sangrientas escenas de Alemania en el siglo XVI, cuando en +nombre de Dios, y para cumplir, según decían, las órdenes del Altísimo, +los anabaptistas atacaban la propiedad, destruían todo poder existente, +y sembraban por todas partes la desolación y el exterminio.--Obraréis +con tanta justicia como prudencia, pero al fin tampoco podéis negar +que ejerceréis un acto de intolerancia. ¿Qué se ha hecho, pues, de la +tolerancia universal, de ese principio tan claro, tan cierto, si á cada +paso os encontráis vosotros mismos con la necesidad de restringirle, +mejor diré, de arrumbarle y de obrar en sentido diametralmente opuesto? +Diréis que la seguridad del Estado, el buen orden de la sociedad, la +moral pública, os obligan á obrar así; pero entonces ¿qué viene á +ser un principio que en ciertos casos se halla en oposición con los +intereses de la moral pública, del bien social y la seguridad del +Estado? ¿Y creéis, por ventura, que aquellos contra quienes declamáis, +no pensaban también poner á cubierto esos intereses, cuando eran +intolerantes? + +En todos tiempos y países, se ha reconocido como un principio +indisputable que el poder público tiene el derecho, en algunos casos, +de prohibir ciertos actos, no obstante la mayor ó menor violencia que +con esto se haga á la conciencia de los individuos que los ejercían +ó pretendían ejercerlos. Si no bastaba el constante testimonio de la +historia, debiera ser suficiente á convencernos de esta verdad el +breve diálogo que se acaba de leer; donde se ha visto que los más +ardientes encomiadores de la tolerancia podían verse obligados á +ser intolerantes. Ellos se veían precisados á serlo en nombre de la +humanidad, en nombre del pudor, en nombre del orden público; luego +la tolerancia universal de doctrinas y religiones proclamada como un +deber de todo gobierno es un error, una regla sin aplicación; pues +que hemos demostrado hasta la evidencia que la intolerancia ha sido +siempre, y es todavía, un principio reconocido por todo gobierno y cuya +aplicación, más ó menos severa ó indulgente, depende de la diversidad +de circunstancias, y, sobre todo, del punto de vista desde el cual mira +las cosas el gobierno que la ha de ejercer. + +Surge aquí una gravísima cuestión de derecho, cuestión que á primera +vista parece conducir á la condenación de toda intolerancia relativa +á doctrinas y á los actos que á consecuencia de ellas se practican. +Sin embargo, mirada la cosa á fondo, no es así; y aun dado que el +entendimiento no alcanzara á disipar completamente la dificultad +por medio de razones directas, con todo, indirectamente, y con la +argumentación que llaman _ad absurdum_, se llega á conocer la verdad, +al menos hasta aquel punto que es necesario para servir de guía á la +incierta prudencia humana. He aquí la cuestión: «¿Con qué derecho puede +prohibirse á un hombre que profese una doctrina, y que obre conforme +á ella, si él está convencido de que aquella doctrina es verdadera, +y que cumple con su obligación ó ejerce un derecho, cuando obra +conforme á lo que la misma le prescribe? Si la prohibición no ha de +ser ridícula, ha de llevar la sanción de la pena; y, cuando apliquéis +esa pena, castigaréis á un hombre que en su conciencia es inocente. La +justicia supone el culpable; y nadie es culpable, si primero no lo es +en su conciencia. La culpabilidad radica en la misma conciencia, y sólo +podemos ser responsables de la infracción de una ley cuando esta ley ha +hablado por el órgano de nuestra conciencia. Si ella nos dice que una +acción es mala, no podemos ejecutarla, por más que nos la prescriba la +ley, y si nos dicta que tal acción es un deber, no podemos omitirla, +por más que esté prohibida por la ley.» He aquí presentado en pocas +palabras, y con la mayor fuerza posible, todo cuanto puede alegarse +contra la intolerancia de las doctrinas y de los actos que de ellas +emanan; veamos ahora cuál es el verdadero peso de estas reflexiones, +que á primera vista parecen tan concluyentes. + +Por de pronto salta á la vista que la admisión de este sistema haría +imposible todo castigo de los crímenes políticos. Bruto clavando el +puñal en el pecho de César, Jacobo Clement asesinando á Enrique III, +obraban, sin duda, á impulsos de una exaltación de ánimo que les +hacía mirar su atentado como un acto de heroísmo; y, sin embargo, +si uno y otro hubiesen sido conducidos á un tribunal, ¿os parecería +razonable exigir que se libertasen de la pena, el uno alegando su +amor de la patria, el otro su celo por la religión? La mayor parte de +los crímenes políticos se cometen con la convicción de que se obra +bien, aun prescindiendo de las épocas turbulentas, donde los hombres +de los diferentes bandos están íntimamente persuadidos de tener cada +cual la razón de su parte. Las mismas conspiraciones que se traman +contra un gobierno en épocas pacíficas, son, por lo común, obra de +algunos individuos que tienen por ilegítimo ó por tiránico el poder; y +trabajando para derribarle, obran conforme á sus principios. El juez +los castiga justamente aplicándoles la ley impuesta por el legislador; +y, sin embargo, ni el legislador al señalar la pena, ni el juez al +aplicarla, ignoran, ni ignorar pueden, la disposición de ánimo en que +debía de hallarse el delincuente cuando la infringía. + +Se dirá que, atendiendo á la fuerza de estas razones, se va aumentando +cada día la compasión y la indulgencia por los crímenes políticos; +pero yo replicaré que, si establecemos el principio de que la justicia +humana no tiene derecho á castigar cuando el delincuente ha obrado +en fuerza de sus principios, no sólo deberían endulzarse esas penas, +sino abolirse. En tal caso, la pena capital sería un verdadero +asesinato; la pecuniaria, un robo, y las demás, un atropellamiento. +Y advertiré de paso que no es verdad que tanto se disminuya el rigor +contra los crímenes políticos; la historia de Europa en los últimos +años nos suministraría algunas pruebas de lo contrario. No se ven en +la actualidad aquellos castigos atroces que estaban en uso en otras +épocas; pero esto no dimana de que se atienda á la conciencia del que +ha cometido el crimen, sino de la suavidad y dulzura de costumbres +que va difundiéndose por todas partes, y que no ha podido menos de +afectar la legislación criminal. Lo que es extraño es la severidad +que les queda á las leyes relativas á los crímenes políticos, cuando +tantos y tantos de los mismos legisladores, en las diferentes naciones +de Europa, sabían muy bien que ellos á su tiempo habían cometido el +mismo crimen. No serán pocos seguramente los que, al votarse una ley +penal, habrán opinado con indulgencia, porque presentían ó preveían que +aquella misma ley habría de pesar un día sobre sus propias cabezas. + +La impunidad de los crímenes políticos traería consigo la subversión +del orden social, porque haría imposible todo gobierno. Pero, aun +dejando aparte ese mal gravísimo, que, como acabamos de ver, dimana +naturalmente de la doctrina que pretende dejar impune al criminal +cuando ha obrado á impulsos de su conciencia, nótase, por otra parte, +que no son únicamente los crímenes políticos los que vendrían á quedar +sin castigo, sino también los delitos comunes. Los atentados contra +la propiedad pertenecen á este género, y, sin embargo, es bien sabido +que no han faltado en otras épocas, y desgraciadamente no faltan en la +nuestra, muchos hombres que miran la propiedad como una usurpación, +como una injusticia. Los atentados contra la santidad del matrimonio +son también delitos comunes, y, no obstante, se han visto sectas que +le declaraban ilícito, y otras han opinado y opinan por la comunidad +de mujeres. Las santas leyes del pudor y el respeto á la inocencia +han sido también consideradas por algunas sectas como una injusta +limitación de la libertad del hombre, y su atropellamiento como una +obra meritoria. ¿Y qué? Aun cuando no se pudiese dudar del extravío de +ideas, del ciego fanatismo de esos hombres que han profesado semejantes +doctrinas, ¿quién se atrevería á negar la justicia del castigo que se +les impusiese, cuando á consecuencia de ellas perpetrasen un crimen, ó +cuando se empeñasen en difundir por la sociedad su funesta enseñanza? + +Si injusto fuese el castigo que se impone cuando el criminal obra +conforme á su conciencia, libres serían de cometer todos los crímenes +que se les antojasen los ateos, los fatalistas, los partidarios de la +doctrina del interés privado, porque, destruyendo como destruyen la +base de toda moralidad, no obrarían jamás contra su conciencia, pues +que no tienen ninguna. Si hubiese de tener fuerza el argumento que se +ha querido hacer valer, ¿cuántas y cuántas veces podría echarse en +cara á los tribunales de nuestros tiempos, la injusticia que cometen +cuando aplican el castigo á esa clase de hombres? Entonces podríamos +decirles: «¿Con qué derecho castigáis á ese hombre que, no admitiendo +la existencia de Dios, no puede reconocerse culpable á sus ojos, y, por +tanto, ni á los vuestros? Vosotros habíais hecho la ley en cuya fuerza +le castigáis, pero esa ley ningún valor tenía en su conciencia, porque +vosotros sois sus iguales, y él no reconoce la existencia de ningún ser +superior que haya podido concederos el derecho de coartar la libertad. +¿Con qué justicia castigáis á ese otro que está convencido de que todas +sus acciones son efecto de causas necesarias, que el libre albedrío es +una quimera, y que, cuando se arroja á cometer la acción que vosotros +tacháis de criminal, no piensa ser más libre para dejar de obrar, que +el bruto al precipitarse sobre el alimento que tiene á la vista, ó +sobre otro bruto que le ha enfurecido? ¿Con qué justicia castigáis á +quien está persuadido de que la moral es una mentira, que no hay otra +que el interés privado, que el bien y el mal no son otra cosa que ese +mismo interés bien ó mal entendido? Si le hacéis sufrir una pena, será, +no porque sea culpable según su conciencia, sino porque ha errado un +cálculo, porque se ha equivocado en las probabilidades del resultado +que su acción le había de acarrear.» He aquí las consecuencias +necesarias, inevitables, de la doctrina que niega al poder público la +facultad de castigar los crímenes que se cometen á consecuencia de un +error de entendimiento. + +Pero se dirá que el derecho de castigar se entiende con respecto á las +acciones, no á las doctrinas; que las primeras deben sujetarse á la +ley, las segundas deben campear con ilimitada libertad. Si se habla +de las doctrinas en cuanto están únicamente en el entendimiento sin +manifestarse en lo exterior, claro es que, no sólo no hay derecho, +pero ni siquiera posibilidad de castigarlas, porque sólo Dios puede +conocer los secretos del espíritu del hombre; pero, si se trata de las +doctrinas manifestadas, entonces es falso el principio, y acabamos de +demostrar que ni los mismos que le sostienen en teoría pueden atenerse +á él en la práctica. Por fin, se nos podrá replicar que, aun cuando la +doctrina que impugnamos conduce á grandes absurdos, sin embargo, no +deja de permanecer en pie la dificultad capital, que consiste en la +incompatibilidad de la justicia del castigo con la acción dictada ó +permitida por la conciencia de quien la comete. ¿Cómo se suelta esa +dificultad? ¿Cómo se salva tamaño inconveniente? ¿Podrá ser lícito en +ningún caso tratar como culpable á quien no lo es en el tribunal de su +propia conciencia? + +Al parecer, los hombres de todas opiniones y religiones deben estar de +acuerdo en los puntos principales sobre que gira la presente cuestión; +y, sin embargo, no es así; y entre los católicos, de una parte, y los +incrédulos y protestantes, de otra, media una diferencia profunda. +Los primeros tienen por principio inconcuso que hay _errores de +entendimiento que son culpables_; los segundos piensan, al contrario, +que todos _los errores de entendimiento son inocentes_. Los católicos +miran como una de las primeras ofensas que puede el hombre hacer á +Dios, el error acerca de las importantes verdades religiosas y morales; +sus adversarios excusan esa clase de errores con la mayor indulgencia, +y no pueden conducirse de otro modo, so pena de ser inconsecuentes. +Los católicos admiten la posibilidad de la ignorancia invencible de +algunas verdades muy graves, pero esta posibilidad la limitan á ciertas +circunstancias, fuera de las cuales declaran al hombre culpable; pero +sus adversarios, ponderando de continuo la libertad del pensar, no +poniéndole más trabas que las que sean del gusto de cada individuo, +afirmando sin cesar que cada cual es libre de tener las opiniones que +más le agraden, han llegado á inspirar á todos sus partidarios la +convicción de que no hay opiniones culpables ni errores culpables, +que no tiene el hombre la obligación de escudriñar cuidadosamente el +fondo de su alma para examinar si hay algunas causas secretas que le +impelen á apartarse de la verdad; han llegado, por fin, á confundir +monstruosamente la libertad física del entendimiento con la libertad +moral; han desterrado del orden de las opiniones las ideas de _lícito_ +ó _ilícito_; han dado á entender que estas ideas no tenían aplicación +cuando se trataba del pensamiento. Es decir, que en el orden de las +ideas han confundido el derecho con el hecho, han declarado inútiles é +incompetentes todas las leyes divinas y humanas. ¡Insensatos! ¡Cómo +si fuera posible que lo que hay más alto y más noble en la humana +naturaleza, no estuviera sujeto á ninguna regla; cómo si fuera posible +que lo que hace al hombre rey de la creación, no debiese concurrir á la +inefable harmonía de las partes del universo entre sí, y del todo con +Dios; cómo si esta harmonía pudiese ni subsistir ni concebirse siquiera +en el hombre, no declarando como la primera de sus obligaciones la de +mantenerse adherido á la verdad! + +He aquí una razón profunda que justifica á la Iglesia católica, cuando +considera el pecado de herejía como uno de los mayores que el hombre +puede cometer. ¡Qué! Vosotros que os sonreís de lástima y desprecio al +sólo mentar el nombre de pecado de herejía; vosotros que le consideráis +como una invención sacerdotal para dominar las conciencias y escatimar +la libertad del pensamiento, ¿con qué derecho os arrogáis la facultad +de condenar las herejías que se oponen á vuestra ortodoxia? ¿Con qué +derecho condenáis esas sociedades donde se enseñan máximas atentatorias +á la propiedad, al orden público, á la existencia del poder? Si el +pensamiento es libre, si quien pretende coartarle en lo más mínimo +viola derechos sagrados, si la conciencia no debe estar sujeta á +ninguna traba, si es un absurdo, un contrasentido el pretender obligar +á obrar contra ella ó á desobedecer sus inspiraciones, ¿por qué no +dejáis hacer á esos hombres que quieren destruir todo el orden social +existente, á esas asociaciones subterráneas que de vez en cuando +envían algunos de sus miembros á disparar el plomo homicida contra el +pecho de los reyes? Sabed que si, para declarar injusta y cruel la +intolerancia que se ha tenido en ciertas épocas con vuestros errores, +invocáis vosotros vuestras convicciones, ellos también pueden invocar +las suyas. Vosotros decíais que las doctrinas de la Iglesia eran +invenciones humanas, ellos dicen que las doctrinas reinantes en la +sociedad son también invenciones humanas; vosotros decíais que el orden +social antiguo era un monopolio, ellos dicen que es un monopolio el +orden actual; vosotros decíais que los poderes antiguos eran tiránicos, +y ellos dicen que los poderes actuales tiránicos son; vosotros +decíais que queríais destruir lo existente para fundar instituciones +nuevas que harían la dicha de la humanidad, ellos dicen que quieren +derribar todo lo existente para plantear también otras instituciones +que labrarán la dicha del humano linaje; vosotros declarabais santa +la guerra que se hacía al poder antiguo, y ellos declaran santa +la guerra que se hace al poder actual; vosotros apelasteis á los +medios de que podíais disponer y los pretendisteis legitimados por +la necesidad, ellos declaran también legítimo el único medio que +tienen, que consiste en concertarse, en prepararse para el momento +oportuno, procurando acelerarle asesinando personas augustas. Habéis +pretendido hacer respetar todas vuestras opiniones hasta el ateísmo, +y habéis enseñado que nadie tenía el derecho de impediros el obrar +conforme á vuestros principios: pues bien, principios tienen también, +y principios horribles, los fanáticos de quienes estamos hablando; +convicciones tienen también, y convicciones horribles. ¿Qué prueba más +convincente de que existe entre ellos esa convicción espantosa, que +verlos, en medio de la alegría y de las fiestas públicas, deslizarse +pálidos y sombríos entre la alborozada muchedumbre, escoger el puesto +oportuno y aguardar imperturbables el momento fatal, para sumergir +en la desolación una augusta familia, y cubrir de luto una nación, +con la seguridad de atraer sobre la propia cabeza la execración +pública y acabar la vida en un cadalso? Pero, nos dirán nuestros +adversarios, estas convicciones no tienen escusa; bien la tendrían, +si tenerla hubieran podido las vuestras; con la diferencia de que +vosotros labrasteis vuestros funestos y ambiciosos sistemas en medio +de la comodidad y de los regalos, quizás en medio de la opulencia y á +la sombra del poder, y ellos se formaron sus abominables doctrinas, +en medio de la obscuridad, de la pobreza, de la miseria, de la +desesperación. + +En verdad que la inconsecuencia de ciertos hombres es en extremo +chocante. El burlarse de todas las religiones, el negar la +espiritualidad é inmortalidad del alma, la existencia de Dios, el +derribar toda la moral y socavar sus más profundos cimientos, todo ha +sido para ellos una cosa muy excusable, y hasta, si se quiere, digna +de alabanza. Los escritores que desempeñaron tan funesta tarea, son +todavía dignos de apoteosis; es menester lanzar la Divinidad de los +templos para colocar en ellos los nombres y las imágenes de los jefes +de aquellas escuelas: debajo de las bóvedas de la magnífica basílica, +en los lugares destinados al reposo de las cenizas del cristiano +que espera la resurrección, es necesario levantar los sepulcros de +Voltaire y de Rousseau, para que las generaciones venideras desciendan +á recogerse algunos momentos en aquellas mansiones silenciosas y +sombrías, y á recibir las inspiraciones de aquellos genios. Entonces, +¿cómo es posible quejarse con razón de que se ataque la propiedad, la +familia, el orden social? La propiedad es sagrada, pero ¿es acaso más +sagrada que Dios? Por más transcendentales que quieran suponerse las +verdades relativas á la familia y á la sociedad, ¿son, por ventura, +de un orden superior á los eternos principios de la moral? ó, por +mejor decir, ¿son, acaso, otra cosa que la aplicación de esos eternos +principios? + +Pero volvamos al hilo del discurso. Una vez sentado el principio de que +hay errores culpables, principio que, si no en la teoría, al menos en +la práctica todo el mundo debe admitir, pero principio que en teoría +sólo el Catolicismo sostiene cumplidamente, resulta bien clara la +razón de la justicia con que el poder humano castiga la propalación y +la enseñanza de ciertas doctrinas, y los actos que á consecuencia de +ellas se cometen, sin pararse en la convicción que pudiera abrigar el +delincuente. La ley conviene en que existió ó pudo existir ese error +de entendimiento; pero en tal caso declara culpable ese mismo error; y +cuando el hombre invoca el testimonio de la propia conciencia, la ley +le recuerda el deber que tenía de rectificarla. He aquí el fundamento +de la justicia de una legislación que parecía tan injusta; fundamento +que era necesario encontrar, si no se quería dejar una gran parte de +las leyes humanas con la mancha más negra; porque negra mancha fuera +la de arrogarse el derecho de castigar á quien no fuera verdaderamente +culpable: derecho absurdo, que tan lejos está de pertenecer á la +justicia humana, que no compete al mismo Dios. La misma justicia +infinita dejaría de ser lo que es, si pudiese castigar al inocente. + +Podríase señalar quizás otro origen al derecho que tienen los gobiernos +de castigar la propagación de ciertas doctrinas, y las acciones que á +consecuencia de ellas se cometen, aun en el caso en que la convicción +de los criminales sea la más profunda. Podríase decir que los gobiernos +obran en nombre de la sociedad, la cual, como todo ser, tiene un +derecho á su propia defensa. Hay doctrinas que amenazan la existencia +misma de la sociedad, y, por tanto, ésta se halla en la necesidad y en +el derecho de combatir á sus autores. Por más plausible que parezca +una razón semejante, adolece, sin embargo, de un inconveniente muy +grave, y es que hace desaparecer de un golpe la idea de castigo y de +justicia. Quien se defiende, cuando hiere al invasor, no le castiga, +sino que le rechaza; y, si se mira la sociedad desde este punto de +vista, el criminal conducido al patíbulo no será un verdadero criminal: +no será más que un desgraciado que sucumbe en una lucha desigual en +que temerariamente se empeñó. La voz del juez que le condena no será +la augusta voz de la justicia; su fallo no representará otra cosa que +la acción de la sociedad, vengándose de quien ha osado atacarla. La +palabra _pena_ tiene entonces un sentido muy diferente: y la graduación +de ella sólo depende del cálculo, no de un principio de justicia. Es +menester no olvidarlo: en suponiéndose que la sociedad, por derecho de +defensa, impone castigo al que ella, por otra parte, considera como +del todo inocente, la sociedad no juzga, no castiga, sino que lucha. +Esto asienta muy bien, tratándose de sociedad con sociedad; pero, muy +mal, tratándose de sociedad con individuo. Parécenos entonces ver la +lucha desigual de un desmesurado gigante con un pequeñísimo pigmeo. El +gigante le toma en sus manos y le aplasta contra una roca. + +Con la doctrina que acabo de exponer se ve con toda evidencia lo +que vale el tan ponderado principio de la tolerancia universal: +demostrado está que es tan impracticable en la región de los hechos +como insostenible en teoría; y, por tanto, vienen al suelo todas las +acusaciones que se han hecho al Catolicismo por su intolerancia. En +claro queda que la intolerancia es, en cierto modo, un derecho de todo +poder público; que así se ha reconocido siempre; que así se reconoce +ahora todavía; á pesar de que, generalmente hablando, se han elevado +á las regiones del poder los filósofos partidarios de la tolerancia. +Sin duda que los gobiernos han abusado mil veces de este principio; +sin duda que en su nombre se ha perseguido también á la verdad; pero, +¿de qué no abusan los hombres? Lo que debía hacerse, pues, en buena +filosofía, no era establecer proposiciones insostenibles, y además +altamente peligrosas; no era declamar hasta el fastidio contra los +hombres y las instituciones de los siglos que nos han precedido, sino +procurar la propagación de sentimientos suaves é indulgentes, y, +sobre todo, no combatir las altas verdades, sin las cuales no puede +sostenerse la sociedad, y cuya desaparición dejaría el mundo entregado +á la fuerza, y, por consiguiente, á la arbitrariedad y á la tiranía. + +Se han atacado los dogmas, pero no se ha reflexionado bastante que con +ellos estaba ligada íntimamente la moral, y que esa moral misma es un +dogma. Con la proclamación de una libertad de pensar ilimitada, se ha +concedido al entendimiento la impecabilidad; el error ha dejado de +figurar entre las faltas de que puede el hombre hacerse culpable. Se ha +olvidado que para _querer_, es necesario _conocer_, y que para _querer +bien_, es indispensable _conocer bien_. Si se examinan la mayor parte +de los extravíos de nuestro corazón, se encontrará que tienen su origen +en un concepto errado; ¿cómo es posible, pues, que no sea para el +hombre un deber el preservar su entendimiento de error? Pero, desde que +se ha dicho que las opiniones importaban poco, que el hombre era libre +de escoger las que quisiese, sin ningún género de trabas, aun cuando +perteneciesen á la religión y á la moral, la verdad ha perdido de su +estimación y no disfruta á los ojos del hombre aquella alta importancia +que antes tenía por sí misma, por su valor intrínseco; y muchos son los +que no se creen obligados á ningún esfuerzo para alcanzarla. Lamentable +situación de los espíritus y que encierra uno de los más terribles +males que afligen á la sociedad.[9] + + + + +CAPITULO XXXVI + + +Hállome naturalmente conducido á decir cuatro palabras sobre la +intolerancia de algunos príncipes católicos, sobre la Inquisición, +y particularmente la de España; á examinar brevemente qué es lo que +puede echarse en cara al Catolicismo por la conducta que ha seguido en +los últimos siglos. Los calabozos y las hogueras de la Inquisición, +y la intolerancia de algunos príncipes católicos, ha sido uno de +los argumentos de que más se han servido los enemigos de la Iglesia +para desacreditarla, y hacerla objeto de animadversión y de odio. Y +menester es confesar que, en esta especie de ataque, tenían de su +parte muchas ventajas que les daban gran probabilidad de triunfo. En +efecto, y como ya llevo indicado más arriba, para el común de los +lectores que no cuidan de examinar á fondo las cosas, que se dejan +llevar candorosamente á donde quiera el sagaz autor, que abrigan un +corazón sensible y dispuesto á interesarse por el infortunio, ¿qué +medio más á propósito para excitar la indignación, que presentar á su +vista negros calabozos, caballetes, sambenitos y hogueras? En medio de +nuestra tolerancia, de nuestra suavidad de costumbres, de la benignidad +de los códigos criminales, ¿qué efecto no debe producir el resucitar de +golpe otros siglos con su rigor, con su dureza, y todo exagerado, todo +agrupado, presentando en un solo cuadro las desagradables escenas que +anduvieron ocurriendo en diferentes lugares, y en el espacio de largo +tiempo? Entonces, teniendo el arte de recordar que todo esto se hacía +en nombre de un Dios de paz y de amor, se ofrece más vivo el contraste, +la imaginación se exalta, el corazón se indigna; y resulta que el +clero, los magistrados, los reyes, los papas de aquellos tiempos son +considerados como una tropa de verdugos que se complacen en atormentar +y desolar á la humanidad. Los escritores que así han procedido, no +se han acreditado, por cierto, de muy concienzudos; porque es regla +que no deben perder nunca de vista ni el orador ni el escritor, que +no es legítimo el movimiento que excitan en el ánimo, si antes no le +convencen ó no le suponen convencido; y, además, es una especie de mala +fe el tratar únicamente con argumentos de sentimiento materias que, por +su misma naturaleza, sólo pueden examinarse cual conviene, mirándolas +á la luz de la fría razón. En tales casos no debe empezarse moviendo, +sino convenciendo: lo contrario es engañar al lector. + +No es mi ánimo hacer aquí la historia de la Inquisición, ni del sistema +que en diferentes países se ha seguido en punto de intolerancia en +materias religiosas; esto me fuera imposible, atendidos los estrechos +límites á que me hallo circunscrito; y sería, además, inconducente +para el objeto de esta obra. De la Inquisición en general, de la de +España en particular, y de la legislación más ó menos intolerante +que ha regido en varios países, ¿puede resultar un cargo contra el +Catolicismo? Bajo este respecto, ¿puede sufrir un parangón con el +Protestantismo? Éstas son las cuestiones que yo debo examinar. + +Tres cosas se presentan desde luego á la consideración del observador: +la legislación é instituciones de intolerancia; el uso que de ellas +se ha hecho, y, finalmente, los actos de intolerancia que se han +cometido fuera del orden de dichas leyes é instituciones. Por lo que +á esto último corresponde, diré, en primer lugar, que nada tiene que +ver con el objeto que nos ocupa. La matanza de San Bartolomé, y las +demás atrocidades que se hayan cometido en nombre de la religión, en +nada deben embarazar á los apologistas de la misma; porque la religion +no puede hacerse responsable de todo lo que se hace en su nombre, si +no se quiere proceder con la más evidente injusticia. El hombre tiene +un sentimiento tan fuerte y tan vivo de la excelencia de la virtud, +que aun los mayores crímenes procura disfrazarlos con su manto; ¿y +sería razonable el desterrar por esto la virtud de la tierra? Hay en +la historia de la humanidad épocas terribles en que se apodera de +las cabezas un vértigo funesto; el furor encendido por la discordia, +ciega los entendimientos y desnaturaliza los corazones; llámase bien +al mal, y mal al bien; y los más horrendos atentados se cometen +invocando nombres augustos. En encontrándose en semejantes épocas, el +historiador y el filósofo tienen señalada bien claramente la conducta +que han de seguir: veracidad rigurosa en la narración de los hechos, +pero guardarse de juzgar, por ellos, ni las ideas ni las instituciones +dominantes. Están entonces las sociedades como un hombre en un acceso +de delirio; y mal se juzgaría, ni de las ideas, ni de la índole, ni de +la conducta del delirante, por lo que dice y hace mientras se halla en +ese lamentable estado. + +En tiempos tan calamitosos ¿qué bando puede gloriarse de no haber +cometido grandes crímenes? Ateniéndonos á la misma época que acabamos +de nombrar, ¿no vemos los caudillos de ambos partidos, asesinados de +una manera alevosa? El almirante Coligny muere á manos de los asesinos +que comienzan el degüello de los hugonotes, pero el duque de Guisa +había sido también asesinado por Poltrot delante de Orleans; Enrique +III muere asesinado por Jacobo Clement, pero éste es el mismo Enrique +que había hecho asesinar traidoramente al otro duque de Guisa en los +corredores de palacio, y al cardenal hermano del duque en la torre de +Moulins; y que, además, había tenido parte también en el degüello de +San Bartolomé. Entre los católicos se cometieron atrocidades; pero, ¿no +las cometieron también sus adversarios? Échese, pues, un velo sobre +esas catástrofes, sobre estos aflictivos monumentos de la miseria y +perversidad del corazón del hombre. + +El tribunal de la Inquisición, considerado en sí, no es más que la +aplicación á un caso particular de la doctrina de intolerancia, +que, con más ó menos extensión, es la doctrina de todos los poderes +existentes. Así es que sólo nos resta examinar el carácter de esa +aplicación, y ver si con justicia se le pueden hacer los cargos que le +han hecho sus enemigos. En primer lugar, es necesario advertir que los +encomiadores de todo lo antiguo falsean lastimosamente la historia, si +pretenden que esa intolerancia soló se vió en los tiempos en que, según +ellos, la Iglesia había degenerado de su pureza. Yo lo que veo es que, +desde los siglos en que empezó la Iglesia á tener influencia pública, +comienza la herejía á figurar en los códigos como delito; y hasta ahora +no he podido encontrar una época de completa tolerancia. + +Hay también que hacer otra observación importante, que indica una de +las causas del rigor desplegado en los siglos posteriores. Cabalmente +la Inquisición tuvo que empezar sus procedimientos contra herejes +maniqueos; es decir, contra los sectarios que en todos tiempos habían +sido tratados con más dureza. En el siglo XI, cuando no se aplicaba +todavía á los herejes la pena de fuego, eran exceptuados de la regla +general los maniqueos; y hasta en tiempo de los emperadores gentiles +eran tratados esos sectarios con mucho rigor; pues que Diocleciano y +Maximiano publicaron en el año 296 un edicto que condenaba á diferentes +penas á los maniqueos que no abjurasen sus dogmas, y á los jefes de +la secta á la pena de fuego. Esos sectarios han sido mirados siempre +como grandes criminales; su castigo se ha considerado necesario, no +sólo por lo que toca á la religión, sino también por lo relativo á +las costumbres, y al buen orden de la sociedad. Ésta fué una de las +causas del rigor que se introdujo en esta materia; y, añadiéndose al +carácter turbulento que presentaron las sectas que bajo varios nombres +aparecieron en los siglos XI, XII y XIII, se atinará en otro de los +motivos que produjeron escenas que á nosotros nos parecen inconcebibles. + +Estudiando la historia de aquellos siglos, y fijando la atención sobre +las turbulencias y desastres que asolaron el mediodía de la Francia, +se ve con toda claridad que, no sólo se disputaba sobre este ó aquel +punto de dogma, sino que todo el orden social existente se hallaba en +peligro. Los sectarios de aquellos tiempos eran los precursores de los +del siglo XVI, mediando, empero, la diferencia de que estos últimos +eran en general menos democráticos, menos aficionados á dirigirse á +las masas, si se exceptúan los frenéticos anabaptistas. En la dureza +de costumbres de aquellos tiempos, cuando, á causa de largos siglos +de trastornos y violencias, la fuerza había llegado á obtener una +preponderancia excesiva, ¿qué podía esperarse de los poderes que se +veían amenazados de un peligro semejante? Claro es que las leyes y su +aplicación habían de resentirse del espíritu de la época. + +En cuanto á la Inquisición de España, la cual no fué más que una +extensión de la misma que se había establecido en otras partes, es +necesario dividir su duración en tres grandes épocas, aun dejando +aparte el tiempo de su existencia en el reino de Aragón, anteriormente +á su importación en Castilla. La primera comprende el tiempo en que +se dirigió principalmente contra los judaizantes y los moros, desde +su instalación en tiempo de los Reyes Católicos hasta muy entrado el +reinado de Carlos V; la segunda abraza desde que comenzó á dirigir +todos sus esfuerzos para impedir la introducción del Protestantismo en +España, hasta que cesó este peligro, la que contiene desde mediados +del reinado de Carlos V hasta el advenimiento de los Borbones; y, +finalmente, la última encierra la temporada en que se ciñó á reprimir +vicios nefandos, y á cerrar el paso á la filosofía de Voltaire, hasta +su desaparición en el primer tercio del presente siglo. Claro es que, +siendo en dichas épocas una misma la institución, pero que se andaba +modificando según las circunstancias, no pueden deslindarse á punto +fijo, ni el principio de la una, ni el fin de la otra. Pero no deja, +por esto, de ser verdad que estas tres épocas existen en la historia de +la Inquisición, y que presentan caracteres muy diferentes. + +Nadie ignora las circunstancias particulares en que fué establecida la +Inquisición en tiempo de los Reyes Católicos; pero bueno será hacer +notar que quien solicitó del Papa la bula para el establecimiento de +la Inquisición, fué la Reina Isabel, es decir, uno de los monarcas que +rayan más alto en nuestra historia, y que todavía conserva, después +de tres siglos, el respeto y la veneración de todos los españoles. +Tan lejos anduvo la Reina de ponerse con esta medida en contradicción +con la voluntad del pueblo, que antes bien no hacía más que realizar +uno de sus deseos. La Inquisición se establecía principalmente contra +los judíos; la bula del Papa había sido expedida en 1478; y antes que +la Inquisición publicase su primer edicto en Sevilla en 1481, las +Cortes de Toledo de 1480 cargaban reciamente la mano en el negocio, +disponiendo que, para impedir el daño que el comercio de judíos con +cristianos podía acarrear á la fe católica estuviesen obligados los +judíos no bautizados á llevar un signo distintivo, á vivir en barrios +separados, que tenían el nombre de _juderías_, y á retirarse antes de +la noche. Se renovaban los antiguos reglamentos contra los judíos, y +se les prohibía ejercer las profesiones de médico, cirujano, mercader, +barbero y tabernero. Por ahí se ve que, á la sazón, la intolerancia era +popular; y que, si queda justificada á los ojos de los monárquicos por +haber sido conforme á la voluntad de los Reyes, no debiera quedarlo +menos delante de los amigos de la soberanía del pueblo. + +Sin duda que el corazón se contrista al leer el destemplado rigor con +que á la sazón se perseguía á los judíos; pero menester es confesar que +debieron de mediar algunas causas gravísimas para provocarlo. Se ha +señalado como la principal, el peligro de la monarquía española, aun +no bien afianzada, si dejaba que obrasen con libertad los judíos, á la +sazón muy poderosos por sus riquezas y por sus enlaces con las familias +más influyentes. La alianza de éstos con los moros y contra los +cristianos era muy de temer, pues que estaba fundada en la respectiva +posición de los tres pueblos; y así es que consideró necesario +quebrantar un poder que podía comprometer de nuevo la independencia +de los cristianos. También es necesario advertir que, al establecerse +la Inquisición, no estaba finalizada todavía la guerra de ocho siglos +contra los moros. La Inquisición se proyecta antes de 1478, y no se +plantea hasta 1480; y la conquista de Granada no se verifica hasta +1492. En el momento, pues, de establecerse la Inquisición, estaba la +obstinada lucha en su tiempo crítico, decisivo; faltaba saber todavía +si los cristianos habían de quedar dueños de toda la Península, ó +si los moros conservarían la posesión de una de las provincias más +hermosas y más feraces, si continuarían establecidos allí, en una +situación excelente para sus comunicaciones con África, y sirviendo de +núcleo y de punto de apoyo para todas las tentativas que en adelante +pudiese ensayar contra nuestra independencia el poder de la Media +Luna. Poder que á la sazón estaba todavía tan pujante, como lo dieron +á entender en los tiempos siguientes sus atrevidas empresas sobre el +resto de Europa. En crisis semejantes, después de siglos de combates, +en los momentos que han de decidir de la victoria para siempre, ¿cuándo +se ha visto que los contendientes se porten con moderación y dulzura? + +No puede negarse que en el sistema represivo que se siguió contra los +judíos y los moros, pudo influir mucho el instinto de conservación +propia; y que quizás los Reyes Católicos tendrían presente este motivo, +cuando se decidieron á pedir para sus dominios el establecimiento de la +Inquisición. El peligro no era imaginario, sino muy positivo; y, para +formarse idea del estado á que hubieran podido llegar las cosas, si no +se hubiesen adoptado algunas precauciones, basta recordar lo mucho que +dieron que entender en los tiempos sucesivos las insurrecciones de los +restos de los moros. + +Sin embargo, conviene no atribuirlo todo á la política de los Reyes, +y guardarse del prurito de realzar la previsión y los planes de +los hombres, más de lo que corresponde. Por mi parte, me inclino á +creer que Fernando é Isabel siguieron naturalmente el impulso de la +generalidad de la nación, la cual miraba con odio á los judíos que +permanecían en su secta, y con suspicaz desconfianza á los que habían +abrazado la religión cristiana. Esto traía su origen de dos causas: la +exaltación de los sentimientos religiosos, general á la sazón en toda +Europa y muy particularmente en España, y la conducta de los mismos +judíos, que habían atraído sobre sí la indignación pública. + +Databa de muy antiguo en España la necesidad de enfrenar la codicia de +los judíos para que no resultase en opresión de los cristianos: las +antiguas asambleas de Toledo tuvieron ya que poner en esto la mano +repetidas veces. En los siglos siguientes llegó el mal á su colmo: gran +parte de las riquezas de la Península habían pasado á manos de los +judíos; y casi todos los cristianos habían llegado á ser sus deudores. +De aquí resultó el odio del pueblo contra ellos; de aquí los tumultos +frecuentes en muchas poblaciones de la Península, tumultos que fueron +más de una vez funestos á los judíos, pues que se derramó su sangre +en abundancia. Difícil era, en efecto, que un pueblo acostumbrado por +espacio de largos siglos á librar su fortuna en la suerte de las armas, +se resignase tranquilo y pacífico á la suerte que le iban deparando las +artes y las exacciones de una raza extranjera, que llevaba, además, en +su propio nombre el recuerdo de una maldición terrible. + +En los tiempos siguientes se convirtió á la religión cristiana un +inmenso número de judíos; pero, ni por esto se disipó la desconfianza, +ni se extinguió el odio del pueblo. Y, á la verdad, es muy probable +que muchas de esas conversiones no serían demasiado sinceras, dado que +eran en parte motivadas por la triste situación en que se encontraban, +permaneciendo en el judaísmo. Cuando la razón no nos llevara á +conjeturarlo así, bastante fuera para indicárnoslo el crecido número +de judaizantes que se encontraron luego que se investigó con cuidado +cuáles eran los reos de ese delito. Como quiera, lo cierto es que se +introdujo la distinción de _cristianos nuevos_ y _cristianos viejos_, +siendo esta denominación un título de honor, y la primera una tacha de +ignominia; y que los judíos convertidos eran llamados por desprecio +_marranos_. + +Con más ó menos fundamento se les acusaba también de crímenes +horrendos. Decíase que en sus tenebrosos conciliábulos perpetraban +atrocidades que debe uno creer difícilmente, siquiera para honor de +la humanidad; como, por ejemplo, que en desprecio de la religión y en +venganza de los cristianos, crucificaban niños de éstos, escogiendo +para el sacrificio los días más señalados de las festividades +cristianas. Sabida es la historia que se contaba del caballero de la +familia de Guzmán, que, enamorado de una doncella judía, estuvo una +noche oculto en la familia de ésta, y vió con sus ojos cómo los judíos +cometían el crimen de crucificar un niño cristiano, en el mismo tiempo +en que los cristianos celebraban la institución del sacramento de la +Eucaristía. + +Á más de los infanticidios, se les imputaban sacrilegios, +envenenamientos, conspiraciones y otros crímenes; y que estos rumores +andaban muy acreditados, lo prueban las leyes que les prohibían las +profesiones de médico, cirujano, barbero y tabernero, donde se trasluce +la desconfianza que se tenía de su moralidad. + +No es menester detenerse en examinar el mayor ó menor fundamento que +tenían semejantes acusaciones; ya sabemos á cuánto llega la credulidad +pública, sobre todo cuando está dominada por un sentimiento exaltado +que le hace ver todas las cosas de un mismo color; bástanos que +estos rumores circulasen, que fuesen acreditados, para concebir á +cuán alto punto se elevaría la indignación contra los judíos, y, por +consiguiente, cuán natural era que el poder, siguiendo el impulso del +espíritu público, se inclinase á tratarlos con mucho rigor. + +Que los judíos procurarían concertarse para hacer frente á los +cristianos, ya se deja entender por la misma situación en que se +encontraban; y lo que hicieron cuando la muerte de San Pedro de Arbués, +indica lo que practicarían en otras ocasiones. Los fondos necesarios +para la perpetración del asesinato, pago de los asesinos y demás +gastos que consigo llevaba la trama, se reunieron por medio de una +contribución voluntaria impuesta sobre todos los aragoneses de la raza +judía. Esto indica una organización muy avanzada, y que, en efecto, +podía ser fatal, si no se la hubiese vigilado. + +Á propósito de la muerte de San Pedro de Arbués, haré una observación +sobre lo que se ha dicho para probar la impopularidad del +establecimiento de la Inquisición en España, fundándose en este trágico +acontecimiento. ¿Qué señal más evidente de esta verdad, se nos dirá, +que la muerte dada al inquisidor? ¿No es un claro indicio de que la +indignación del pueblo había llegado á su colmo, y de que no quería +en ninguna manera la Inquisición, cuando, para deshacerse de ella, se +arrojaba á tamaños excesos? No negaré que, si por pueblo entendemos los +judíos y sus descendientes, llevaban muy á mal el establecimiento de +la Inquisición; pero no era así con respecto á lo restante del pueblo. +Cabalmente, el mismo asesinato de que hablamos dió lugar á un suceso +que prueba todo lo contrario de lo que pretenden los adversarios. +Difundida por la ciudad la muerte del inquisidor, se levantó el pueblo +con tumulto espantoso para vengar el asesinato. Los sublevados se +habían esparcido por la ciudad, y, distribuídos en grupos, andaban +persiguiendo á los _cristianos nuevos_; de suerte que hubiera ocurrido +una catástrofe sangrienta, si el joven arzobispo de Zaragoza, Alfonso +de Aragón, no se hubiese resuelto á montar á caballo, y presentarse +al pueblo para calmarle, con la promesa de que caería sobre los +culpables del asesinato todo el rigor de la ley. Esto no indica que +la Inquisición fuese tan impopular como se ha querido suponer, ni que +los enemigos de ella tuviesen la mayoría numérica; mucho más si se +considera que ese tumulto popular no pudo prevenirse, á pesar de las +precauciones que para el efecto debieron emplear los conjurados, á la +sazón muy poderosos por sus riquezas é influencia. + +Durante la temporada del mayor rigor desplegado contra los judaizantes, +obsérvase un hecho digno de llamar la atención. Los encausados por la +Inquisición, ó que temen serlo, procuran de todas maneras substraerse +á la acción de este tribunal, huyen de España, y se van á Roma. Quizá +no pensarían que así sucediese los que se imaginan que Roma ha sido +siempre el foco de la intolerancia y el incentivo de la persecución; +y, sin embargo, nada hay más cierto. Son innumerables las causas +formadas en la Inquisición, que de España se avocaron á Roma, en el +primer medio siglo de la existencia de este tribunal; siendo de notar, +además, que Roma se inclinaba siempre al partido de la indulgencia. +No sé que pueda citarse un solo reo de aquella época que, habiendo +acudido á Roma, no mejorara su situación. En la historia de la +Inquisición de aquel tiempo ocupan una buena parte las contestaciones +de los reyes con los papas, donde se descubre siempre, por parte +de éstos, el deseo de limitar la Inquisición á los términos de la +justicia y de la humanidad. No siempre se siguió cual convenía la +línea de conducta prescrita por los Sumos Pontífices. Así vemos que +éstos se vieron obligados á recibir un sinnúmero de apelaciones, y á +endulzar la suerte que hubiera cabido á los reos si su causa se hubiese +fallado definitivamente en España. Vemos también que, solicitado el +Papa por los Reyes Católicos, que deseaban que las causas se fallasen +definitivamente en España, nombra un juez de apelación, siendo el +primero D. Iñigo Manrique, arzobispo de Sevilla. Tales eran, sin +embargo, aquellos tiempos, y tan urgente la necesidad de impedir que +la exaltación de ánimo llevase á cometer injusticias, ó se arrojase á +medidas de una severidad destemplada, que el mismo Papa, y al cabo de +muy poco tiempo, decía, en otra bula expedida en 2 de agosto de 1483, +que había continuado recibiendo las apelaciones de muchos españoles de +Sevilla que no habían osado presentarse al juez de apelación por temor +de ser presos. Añadía el Papa que unos habían recibido ya la absolución +de la Penitenciaría apostólica, y otros se disponían á recibirla; +continuaba quejándose de que en Sevilla no se hiciese el debido caso de +las gracias recientemente concedidas á varios reos, y, por fin, después +de varias prevenciones, hacía notar á los Reyes Fernando é Isabel que +la misericordia para con los culpables era más agradable á Dios que +el rigor de que se quería usar, como lo prueba el ejemplo del Buen +Pastor corriendo tras la oveja descarriada; y concluía exhortando á los +Reyes á que tratasen benignamente á aquellos que hiciesen confesiones +voluntarias, permitiéndoles residir en Sevilla, ó donde quisiesen; +dejándoles el goce de todos sus bienes, como si jamás hubiesen cometido +el crimen de herejía. + +Y no se crea que en las apelaciones admitidas en Roma, y en que se +suavizaba la suerte de los encausados, se descubriesen siempre vicios +en la formación de la causa en primera instancia, ó injusticias en la +aplicación de la pena; los reos no siempre acudían á Roma para pedir +reparación de una injusticia, sino porque estaban seguros de que allí +encontrarían indulgencia. Buena prueba tenemos de esto en el número +considerable de refugiados españoles, á quienes se les probó que habían +recaído en el judaísmo. Nada menos que 250 resultaron de una sola vez +convictos de reincidencia; pero no se hizo una sola ejecución capital; +se les impusieron algunas penitencias, y, cuando fueron absueltos, +pudieron volverse á sus casas sin ninguna nota de ignominia. Este hecho +ocurrió en Roma en el año 1498. + +Es cosa verdaderamente singular lo que se ha visto en la Inquisición de +Roma, de que no haya llegado jamás á la ejecución de una pena capital, +á pesar de que durante este tiempo han ocupado la Silla Apostólica +papas muy rígidos y muy severos en todo lo tocante á la administración +civil. En todos los puntos de Europa se encuentran levantados cadalsos +por asuntos de religión; en todas partes se presencian escenas que +angustian el alma; y Roma es una excepción de esa regla general; +Roma, que se nos ha querido pintar como un monstruo de intolerancia +y de crueldad. Verdad es que los papas no han predicado como los +protestantes y los filósofos la tolerancia universal; pero los hechos +están diciendo lo que va de unos á otros: los papas, con un tribunal +de intolerancia, no derramaron una gota de sangre, y los protestantes +y los filósofos la hicieron verter á torrentes. ¿Qué les importa á +las víctimas el oir que sus verdugos proclaman la tolerancia? Esto es +acibarar la pena con el sarcasmo. + +La conducta de Roma, en el uso que ha hecho del tribunal de la +Inquisición, es la mejor apología del Catolicismo contra los que +se empeñan en tildarle de bárbaro y sanguinario; y, á la verdad, +¿qué tiene que ver el Catolicismo con la severidad destemplada que +pudo desplegarse en este ó aquel lugar, á impulsos de la situación +extraordinaria de razas rivales, de los peligros que amenazaban á una +de ellas, ó del interés que pudieron tener los reyes en consolidar la +tranquilidad de sus Estados y poner fuera de riesgo sus conquistas? +No entraré en el examen detallado de la Inquisición de España con +respecto á los judaizantes; y estoy muy lejos de pensar que su rigor +contra ellos sea preferible á la benignidad empleada y recomendada +por los papas; lo que deseo consignar aquí, es que aquel rigor fué +un resultado de circunstancias extraordinarias, del espíritu de los +pueblos, de la dureza de costumbres todavía muy general en Europa en +aquella época, y que nada puede echarse en cara al Catolicismo por +los excesos que pudieron cometerse. Aun hay más: atendido el espíritu +que domina en todas las providencias de los papas relativas á la +Inquisición, y la inclinación manifiesta á ponerse siempre del lado +que podía templar el rigor, y á borrar las marcas de ignominia de los +reos y de sus familias, puede conjeturarse que, si no hubiesen temido +los papas indisponerse demasiado con los reyes, y provocar escisiones +que hubieran podido ser funestas, habrían llevado mucho más allá sus +medidas. Para convencerse de esto, recuérdense las negociaciones sobre +el ruidoso asunto de las reclamaciones de las Cortes de Aragón, y véase +á qué lado se inclinaba la Corte de Roma. + +Dado que estamos hablando de la intolerancia contra los judaizantes, +bueno será recordar la disposición de ánimo de Lutero con respecto +á los judíos. Bien parece que el pretendido reformador, el fundador +de la independencia del pensamiento, el fogoso declamador contra +la opresión y tiranía de los papas, debía de estar animado de los +sentimientos más benignos hacia los judíos; y así deben de pensarlo sin +duda los encomiadores del corifeo del Protestantismo. Desgraciadamente +para ellos, la historia no lo atestigua así; y, según todas las +apariencias, si el fraile apóstata se hubiese encontrado en la posición +de Torquemada, no hubieran salido mejor parados los judaizantes. He +aquí cuál era el sistema aconsejado por Lutero, según refiere su mismo +apologista Seckendorff: «Hubiérase debido arrasar sus sinagogas, +destruir sus casas, quitarles los libros de oraciones, el Talmud, y +hasta los libros del viejo Testamento, prohibir á los rabinos que +enseñasen, y obligarlos á ganarse la vida por medio de trabajos +penosos.» Al menos la Inquisición de España procedía, no contra los +judíos, sino contra los judaizantes, es decir, contra aquellos que, +habiéndose convertido al Cristianismo, reincidían en sus errores, +y unían á su apostasía el sacrilegio, profesando exteriormente una +creencia que detestaban en secreto, y que profanaban, además, con el +ejercicio de su religión antigua. Pero Lutero extendía su rigor á los +mismos judíos; de suerte que, según sus doctrinas, nada podía echarse +en cara á los reyes de España cuando los expulsaron de sus dominios. + +Los moros y moriscos ocuparon también mucho por aquellos tiempos la +Inquisición de España; á ellos puede aplicarse con pocas modificaciones +cuanto se ha dicho sobre los judíos. También era una raza aborrecida, +una raza con la que se había combatido por espacio de ocho siglos, y +que, permaneciendo en su religión, excitaba el odio, y, abjurándola, +no inspiraba confianza. También se interesaron por ellos los papas +de un modo muy particular, siendo notable á este propósito una bula +expedida en 1530, donde se habla en su favor un lenguaje evangélico, +diciéndose en ella que la ignorancia de aquellos desgraciados era una +de las principales causas de sus faltas y errores, y que, para hacer +sus conversiones sinceras y sólidas, debía, primeramente, procurarse +ilustrar sus entendimientos con la luz de la sana doctrina. + +Se dirá que el Papa otorgó á Carlos V la bula en que le relegaba del +juramento prestado en las Cortes de Zaragoza de 1519, de no alterar +nada en punto á los moros, y que así pudo el Emperador llevar á cabo +la medida de expulsión; pero conviene también advertir que el Papa se +resistió por largo tiempo á esta concesión, y que, si condescendió con +la voluntad del monarca, fué porque éste juzgaba que la expulsión era +indispensable para asegurar la tranquilidad en sus reinos. Si esto era +así en la realidad ó no, el Emperador era quien debía saberlo, no el +Papa, colocado á mucha distancia y sin conocimiento detallado de la +verdadera situación de las cosas. Por lo demás, no era sólo el monarca +español quien opinaba así: cuéntase que, estando prisionero en Madrid +Francisco I, Rey de Francia, dijo un día á Carlos V que la tranquilidad +no se solidaría nunca en España basta que se expeliesen los moros y +moriscos. + + + + +CAPITULO XXXVII + + +Se ha dicho que Felipe II fundó en España una nueva Inquisición, +más terrible que la del tiempo de los Reyes Católicos, y aun se ha +dispensado á la de éstos cierta indulgencia, que no se ha concedido á +la de aquél. Por de pronto, resalta aquí una inexactitud histórica muy +grande; porque Felipe II no fundó una nueva Inquisición: sostuvo la que +le habían legado los Reyes Católicos, y recomendado muy particularmente +en testamento su padre y antecesor Carlos V. La comisión de las Cortes +de Cádiz, en el proyecto de abolición de dicho tribunal, al paso que +excusa la conducta de los Reyes Católicos, vitupera severamente la de +Felipe II, y procura que recaigan sobre este príncipe toda la odiosidad +y toda la culpa. Un ilustre escritor francés que ha tratado poco ha +esta cuestión importante, se ha dejado llevar de las mismas ideas con +aquel candor que es no pocas veces el patrimonio del genio. «Hubo en +la Inquisición de España, dice el ilustre Lacordaire, dos momentos +solemnes, que es preciso no confundir: uno al fin del siglo XV, bajo +Fernando é Isabel, antes que los moros fuesen echados de Granada, su +último asilo; otro á mediados del siglo XVI bajo Felipe II, cuando el +Protestantismo amenazaba introducirse en España, La comisión de las +Cortes distinguió perfectamente estas dos épocas, marcando de ignominia +la Inquisición de Felipe II, y expresándose con mucha moderación con +respecto á la de Isabel y de Fernando.» Cita en seguida un texto donde +se afirma que Felipe II fué el verdadero fundador de la Inquisición, y +que, si ésta se elevó en seguida á tan alto poder, todo fué debido á +la refinada política de aquel príncipe, añadiendo un poco más abajo el +citado escritor que Felipe II fué el inventor de los autos de fe para +aterrorizar la herejía, y que el primero se celebró en Sevilla en 1559. +(_Memoria para el restablecimiento en Francia del orden de los Frailes +Predicadores, por el abate Lacordaire._ Capítulo 6.) + +Dejemos aparte la inexactitud histórica sobre la invención de los +autos de fe, pues es bien sabido que ni los sambenitos ni las hogueras +fueron invención de Felipe II. Estas inexactitudes se le escapan +fácilmente á todo escritor, mayormente cuando no recuerda un hecho +sino por incidencia; y así es que ni siquiera debemos detenernos en +eso; pero enciérrase en dichas palabras una acusación á un monarca, á +quien ya de muy antiguo no se le hace la justicia que merece. Felipe +II continuó la obra empezada por sus antecesores; y si á éstos no se +les culpa, tampoco se le debe culpar á él. Fernando é Isabel emplearon +la Inquisición contra los judíos apóstatas; ¿por qué no pudo emplearla +Felipe II contra los protestantes? Se dirá, empero, que abusó de su +derecho y que llevó su rigor hasta el exceso; mas á buen seguro que no +se anduvo muy abundante de indulgencia en tiempo de Fernando é Isabel. +¿Se han olvidado, acaso, las numerosas ejecuciones de Sevilla y otros +puntos? ¿Se ha olvidado lo que dice en su historia el Padre Mariana? +¿Se han olvidado las medidas que tomaron los papas para poner coto á +ese rigor excesivo? + +Las palabras citadas contra Felipe son sacadas de la obra _La +Inquisición sin máscara_, que se publicó en España en 1811; pero se +calculará fácilmente el peso de autoridad semejante, en sabiéndose +que su autor se ha distinguido hasta su muerte por un odio profundo +contra los reyes de España. La portada de la obra llevaba el nombre de +Natanael Jomtob, pero el verdadero autor es un español bien conocido, +que en los escritos publicados al fin de su vida no parece sino que +se propuso vindicar con su desmedida exageración, y sus furibundas +invectivas, todo lo que anteriormente había atacado: tan insoportable +es su lenguaje contra todo cuanto se le ofrece al paso. Religión, +reyes, patria, clases, individuos, aun los de su mismo partido y +opiniones, todo lo insulta, todo lo desgarra, como atacado de un exceso +de rabia. + +No es extraño, pues, que mirase á Felipe II como han acostumbrado +mirarle los protestantes y los filósofos; es decir, como un príncipe +arrojado sobre la tierra para oprobio y tormento de la humanidad, como +un monstruo de maquiavelismo que esparcía las tinieblas para cebarse á +mansalva en la crueldad y tiranía. + +No seré yo quien me encargue de justificar en todas sus partes la +política de Felipe II, ni negaré que haya alguna exageración en los +elogios que le han tributado algunos escritores españoles; pero tampoco +puede ponerse en duda que los protestantes, y los enemigos políticos +de este monarca, han tenido un constante empeño en desacreditarle. +¿Y sabéis por qué los protestantes le han profesado á Felipe II tan +mala voluntad? Porque él fué quien impidió que penetrara en España +el Protestantismo, él fué quien sostuvo la causa de la Iglesia +católica en aquel agitado siglo. Dejemos aparte los acontecimientos +transcendentales al resto de Europa, de los cuales cada uno juzgará +como mejor le agradare; pero, ciñéndonos á España, puede asegurarse que +la introducción del Protestantismo era inminente, inevitable, sin el +sistema seguido por aquel monarca. Si en este ó aquel caso hizo servir +la Inquisición á su política, éste es otro punto que no nos toca +examinar aquí; pero reconózcase al menos que la Inquisición no era un +mero instrumento de miras ambiciosas, sino una institución sostenida en +vista de un peligro inminente. + +De los procesos formados por la Inquisición en aquella época, resulta +con toda evidencia que el Protestantismo andaba cundiendo en España de +una manera increíble. Eclesiásticos distinguidos, religiosos, monjas, +seglares de categoría, en una palabra, individuos de las clases más +influyentes, se hallaron contagiados de los nuevos errores; bien se +echa de ver que no eran infructuosos los esfuerzos de los protestantes +para introducir en España sus doctrinas, cuando procuraban de todos +modos llevarnos los libros que las contenían, hasta valiéndose de la +singular estratagema de encerrarlos en botas de vino de Champaña y +Borgoña, con tal arte, que los aduaneros no podían alcanzar á descubrir +el fraude, como escribía á la sazón el embajador de España en París. + +Una atenta observación del estado de los espíritus en España en aquella +época, haría conjeturar el peligro, aun cuando hechos incontestables +no hubieran venido á manifestarle. Los protestantes tuvieron buen +cuidado de declamar contra los abusos, presentándose como reformadores, +y trabajando por atraer á su partido á cuantos estaban animados de +un vivo deseo de reforma. Este deseo existía en la Iglesia de mucho +antes; y si bien es verdad que en unos el espíritu de reforma era +inspirado por malas intenciones, ó, en otros términos, disfrazaban con +este nombre su verdadero proyecto, que era de destrucción, también es +cierto que en muchos católicos sinceros había un deseo tan vivo de +ella, que llegaba á celo imprudente y rayaba en ardor destemplado. Es +probable que este mismo celo llevado hasta la exaltación se convertiría +en algunos en acrimonia; y que así prestarían más fácilmente oídos +á las insidiosas sugestiones de los enemigos de la Iglesia. Quizás +no fueron pocos los que empezaron por un celo indiscreto, cayeron +en la exageración, pasaron en seguida á la animosidad, y al fin se +precipitaron en la herejía. No faltaba en España esta disposición de +espíritu, que, desenvuelta con el curso de los acontecimientos, hubiera +dado frutos amargos, por poco que el Protestantismo hubiese podido +tomar pie. Sabido es que en el concilio de Trento se distinguieron +los españoles por su celo reformador y por la firmeza en expresar sus +opiniones: y es necesario advertir que, una vez introducida en un país +la discordia religiosa, los ánimos se exaltan con las disputas, se +irritan con el choque continuo, y á veces hombres respetables llegan +á precipitarse en excesos, de que poco antes ellos mismos se habrían +horrorizado. Difícil es decir á punto fijo lo que hubiera sucedido por +poco que en este punto se hubiese aflojado; lo cierto es que, cuando +uno lee ciertos pasajes de Luis Vives, de Arias Montano, de Carranza, +de la consulta de Melchor Cano, parece que está sintiendo en aquellos +espíritus cierta inquietud y agitación, como aquellos sordos mugidos +que anuncian en lontananza el comienzo de la tempestad. + +La famosa causa del arzobispo de Toledo fray Bartolomé de Carranza +es uno de los hechos que se han citado más á menudo en prueba de la +arbitrariedad con que procedía la Inquisición de España. Ciertamente +es mucho el interés que excita el ver sumido de repente en estrecha +prisión, y continuando en ella largos años, uno de los hombres más +sabios de Europa, arzobispo de Toledo, honrado con la íntima confianza +de Felipe II y de la reina de Inglaterra, ligado en amistad con los +hombres más distinguidos de la época, y conocido en toda la cristiandad +por el brillante papel que había representado en el concilio de +Trento. Diez y siete años duró la causa, y á pesar de haber sido +avocada á Roma, donde no faltarían al arzobispo protectores poderosos, +todavía no pudo recabarse que en el fallo se declarase su inocencia. +Prescindiendo de lo que podía arrojar de sí una causa tan extensa y +complicada, y de los mayores ó menores motivos que pudieron dar las +palabras y los escritos de Carranza para hacer sospechar de su fe, +yo tengo por cierto que en su conciencia, delante de Dios, era del +todo inocente. Hay de esto una prueba que lo deja fuera de toda duda: +hela aquí. Habiendo caído enfermo al cabo de poco de fallada la causa, +se conoció luego que su enfermedad era mortal y se le administraron +los santos sacramentos. En el acto de recibir el Sagrado Viático, +en presencia de un numeroso concurso, declaró del modo más solemne +que jamás se había apartado de la fe de la Iglesia católica, que de +nada le remordía la conciencia de todo cuanto se le había acusado, y +confirmó su dicho poniendo por testigo á aquel mismo Dios que tenía +en su presencia, á quien iba á recibir bajo las sagradas especies, +y á cuyo tremendo tribunal debía en breve comparecer. Acto patético +que hizo derramar lágrimas á todos los circunstantes, que disipó de +un soplo las sospechas que contra él se habían podido concebir, y +aumentó las simpatías excitadas ya durante la larga temporada de su +angustioso infortunio. El Sumo Pontífice no dudó de la sinceridad de la +declaración, como lo indica el que se puso sobre su tumba un magnífico +epitafio, que por cierto no se hubiera permitido, á quedar alguna +sospecha de la verdad de sus palabras. Y de seguro que fuera temeridad +no dar fe á tan explícita declaración, salida de la boca de un hombre +como Carranza, y moribundo, y en presencia del mismo Jesucristo. + +Pagado este tributo al saber, á las virtudes y al infortunio de +Carranza, resta ahora examinar si, por más pura que estuviese su +conciencia, puede decirse con razón que su causa no fué más que una +traidora intriga tramada por la enemistad y la envidia. Ya se deja +entender que no se trata aquí de examinar el inmenso proceso de aquella +causa; pero así como suele pasarse ligeramente sobre ella, echando +un borrón sobre Felipe II y sobre los adversarios de Carranza, séame +permitido también hacer algunas observaciones sobre la misma para +llevar las cosas á su verdadero punto de vista. En primer lugar, salta +á los ojos que es bien singular la duración tan extremada de una causa +destituída de todo fundamento, ó al menos que no hubiese tenido en +su favor algunas apariencias. Además, si la causa hubiese continuado +siempre en España, no fuera tan de extrañar su prolongación; pero no +fué así, sino que estuvo pendiente muchos años también en Roma. ¿Tan +ciegos eran los jueces ó tan malos, que, ó no viesen la calumnia, ó no +la desechasen, si esta calumnia era tan clara, tan evidente, como se ha +querido suponer? + +Se puede responder á esto que las intrigas de Felipe II, empeñado en +perder al arzobispo, impedían que se aclarase la verdad, como lo prueba +la morosidad que hubo en remitir á Roma al ilustre preso, á pesar de +las reclamaciones del Papa, hasta verse, según dicen, obligado Pío V +á amenazar con la excomunión á Felipe II, si no se enviaba á Roma á +Carranza. No negaré que Felipe II haya tenido empeño en agravar la +situación del arzobispo, y deseos de que la causa diera un resultado +poco favorable al reo; sin embargo, para saber si la conducta del +rey era criminal ó no, falta averiguar si el motivo que le impelía +á obrar así, era de resentimiento personal, ó si en realidad era la +convicción, ó la sospecha, de que el arzobispo fuese luterano. Antes de +su desgracia era Carranza muy favorecido y honrado de Felipe: dióle de +ello abundantes pruebas con las comisiones que le confió en Inglaterra, +y, finalmente, nombrándole para la primera dignidad eclesiástica de +España; y así es que no podemos presumir que tanta benevolencia se +cambiase de repente en un odio personal, á no ser que la historia +nos suministre algún dato donde fundar esta conjetura. Este dato es +el que yo no encuentro en la historia, ni sé que hasta ahora se haya +encontrado. Siendo esto así, resulta que, si en efecto se declaró +Felipe II tan contrario del arzobispo, fué porque creía, ó al menos +sospechaba fuertemente, que Carranza era hereje. En tal caso pudo ser +Felipe II imprudente, temerario, todo lo que se quiera; pero nunca se +podrá decir que persiguiese por espíritu de venganza, ni por miras +personales. + +También se han culpado otros hombres de aquella época, entre los +cuales figura el insigne Melchor Cano. Según parece, el mismo Carranza +desconfió de él; y aun llegó á estar muy quejoso por haber sabido +que Cano se había atrevido á decir que el arzobispo era tan hereje +como Lutero. Pero Salazar de Mendoza, refiriendo el hecho en la +_Vida de Carranza_, asegura que, sabedor Cano de esto, lo desmintió +abiertamente, afirmando que jamás había salido de su boca expresión +semejante. Y á la verdad, el ánimo se inclina fácilmente á dar crédito +á la negativa; hombres de un espíritu tan privilegiado como Melchor +Cano, llevan en su propia dignidad un preservativo demasiado poderoso +contra toda bajeza, para que sea permitido sospechar que descendiera al +infame papel de calumniador. + +Yo no creo que las causas del infortunio de Carranza sea menester +buscarlas en rencores ni envidias particulares, sino que se las +encuentra en las circunstancias críticas de la época y en el mismo +natural de este hombre ilustre. Los gravísimos síntomas que se +observaban en España de que el luteranismo estaba haciendo prosélitos; +los esfuerzos de los protestantes para introducir en ella sus libros +y emisarios, y la experiencia de lo que estaba sucediendo en otros +países, y, en particular, en el fronterizo reino de Francia, tenía +tan alarmados los ánimos y los traía tan asustadizos y suspicaces, +que el menor indicio de error, sobre todo en personas constituídas en +dignidad, ó señaladas por su sabiduría, causaba inquietud y sobresalto. +Conocido es el ruidoso negocio de Arias Montano sobre la Poliglota de +Amberes, como y también los padecimientos del insigne fray Luis de León +y de otros hombres ilustres de aquellos tiempos. Para llevar las cosas +al extremo, mezclábase en esto la situación política de España con +respecto al extranjero; pues que, teniendo la monarquía española tantos +enemigos y rivales, temíase con fundamento que éstos se valdrían de +la herejía para introducir en nuestra patria la discordia religiosa, +y, por consiguiente, la guerra civil. Esto hacía naturalmente que +Felipe II se mostrase desconfiado y suspicaz, y que, combinándose en su +espíritu el odio á la herejía y el deseo de la propia conservación, se +manifestase severo é inexorable con todo lo que pudiese alterar en sus +dominios la pureza de la fe católica. + +Por otra parte, menester es confesar que el natural de Carranza no era +el más á propósito para vivir en tiempos tan críticos sin dar algún +grave tropiezo. Al leer sus _Comentarios sobre el Catecismo_, conócese +que era hombre de entendimiento muy despejado, de erudición vasta, de +ciencia profunda, de un carácter severo y de un corazón generoso y +franco. Lo que piensa lo dice con pocos rodeos, sin pararse mucho en el +desagrado que en estas ó aquellas personas podían excitar sus palabras. +Donde cree descubrir un abuso, lo señala con el dedo y le condena +abiertamente, de suerte que no son pocos los puntos de semejanza que +tiene con su supuesto antagonista Melchor Cano. En el proceso se le +hicieron cargos, no sólo por lo que resultaba de sus escritos, sino +también por algunos sermones y conversaciones. No sé hasta qué punto +pudiera haberse excedido; pero desde luego no tengo reparo en afirmar +que quien escribía con el tono que él lo hace, debía expresarse de +palabra con mucha fuerza, y quizás con demasiada osadía. + +Además, es necesario también añadir, en obsequio de la verdad, que en +sus _Comentarios sobre el Catecismo_, tratando de la justificación, +no se explica con aquella claridad y limpieza que era de desear, y +que reclamaban las calamitosas circunstancias de aquella época. Los +versados en estas materias saben cuán delicados son ciertos puntos, +que cabalmente eran entonces el objeto de los errores de Alemania; y +fácilmente se concibe cuánto debían de llamar la atención las palabras +de un hombre como Carranza, por poca ambigüedad que ofreciesen. Lo +cierto es que en Roma no salió absuelto de los cargos, que se le obligó +á abjurar una serie de proposiciones, de las cuales se le consideró +sospechoso, y que se le impusieron por ello algunas penitencias. +Carranza en el lecho de la muerte protestó de su inocencia, pero tuvo +el cuidado de declarar que no por esto tenía por injusta la sentencia +del Papa. Esto explica el enigma; pues no siempre la inocencia del +corazón anda acompañada de la prudencia en los labios. + +Heme detenido algún tanto en esta causa célebre, porque se brinda +á consideraciones que hacen sentir el espíritu de aquella época; +consideraciones que sirven, además, para restablecer en su puesto la +verdad, y para que no se explique todo por la miserable clave de la +perversidad de de los hombres. Desgraciadamente hay una tendencia á +explicarlo todo así, y por cierto que no es escaso el fundamento que +muchas veces dan los hombres para ello; pero, mientras no haya una +evidente necesidad de hacerlo, deberíamos abstenernos de acriminar. El +cuadro de la historia de la humanidad es de suyo demasiado sombrío, +para que podamos tener gusto en obscurecerle, echándole nuevas manchas; +y es menester pensar que á veces acusamos de crimen lo que no fué más +que ignorancia. El hombre está inclinado al mal, pero no está menos +sujeto al error; y el error no siempre es culpable. + +Yo creo que pueden darse las gracias á los protestantes del rigor y +de la suspicacia que desplegó en aquellos tiempos la Inquisición de +España. Los protestantes promovieron una revolución religiosa; y es una +ley constante que toda revolución, ó destruye el poder atacado, ó le +hace más severo y duro. Lo que antes se hubiera juzgado indiferente, +se considera como sospechoso, y lo que en otras circunstancias sólo se +hubiera tenido por una falta, es mirado entonces como un crimen. Se +está con un temor continuo de que la libertad se convierta en licencia; +y como las revoluciones destruyen, invocando la reforma, quien se +atreva á hablar de ella corre peligro de ser culpado de perturbador. La +misma prudencia en la conducta será tildada de precaución hipócrita; +un lenguaje franco y sincero, calificado de insolencia y de sugestión +peligrosa; la reserva lo será de mañosa reticencia; y hasta el mismo +silencio será tenido por significativo, por disimulo alarmante. En +nuestros tiempos hemos presenciado tantas cosas, que estamos en +excelente posición para comprender fácilmente todas las fases de la +historia de la humanidad. + +Es un hecho indudable la reacción que produjo en España el +Protestantismo: sus errores y excesos hicieron que, así el poder +eclesiástico como el civil, concediesen en todo lo tocante á religión +mucha menor latitud de la que antes se permitía. La España se preservó +de las doctrinas protestantes, cuando todas las probabilidades +estaban indicando que al fin se nos llegarían á comunicar de un modo +ú otro: y claro es que este resultado no pudo obtenerse sin esfuerzos +extraordinarios. Era aquello una plaza sitiada, con un poderoso enemigo +á la vista, donde los jefes andan vigilantes de continuo, en guarda +contra los ataques de afuera y en vela contra las traiciones de adentro. + +En confirmación de estas observaciones aduciré un ejemplo, que servirá +por muchos otros: quiero hablar de lo que sucedió con respecto á las +Biblias en lengua vulgar, pues que esto nos dará una idea de lo que +anduvo sucediendo en lo demás, por el mismo curso natural de las +cosas. Cabalmente tengo á la mano un testimonio tan respetable como +interesante: el mismo Carranza, de quien acabo de hablar. Oigamos +lo que dice en el prólogo que precede á sus _Comentarios sobre el +Catecismo Cristiano_. «Antes que las herejías de Lutero saliesen del +infierno á esta luz del mundo, no sé yo que estuviese vedada la Sagrada +Escritura en lenguas vulgares entre ningunas gentes. En España, había +Biblias trasladadas en vulgar por mandato de reyes católicos, en +tiempo que se consentían vivir entre cristianos los moros y judíos en +sus leyes. Después que los judíos fueron echados de España, hallaron +los jueces de la religión que algunos de los que se convirtieron á +nuestra santa fe, instruían á sus hijos en el judaísmo, enseñándoles +las ceremonias de la ley de Moisés, por aquellas Biblias vulgares; las +cuales ellos imprimieron después en Italia, en la ciudad de Ferrara. +Por esta causa tan justa se vedaron las Biblias vulgares en España; +pero siempre se tuvo miramiento á los colegios y monasterios, y á las +personas nobles que estaban fuera de sospecha, y se les daba licencia +que las tuviesen y leyesen.» Continúa Carranza haciendo en pocas +palabras la historia de estas prohibiciones en Alemania, Francia y +otras partes, y después prosigue: «En España, que estaba y está limpia +de la cizaña, por merced y gracia de Nuestro Señor, proveyeron en +vedar generalmente todas las traslaciones vulgares de la Escritura, +por quitar la ocasión á los extranjeros de tratar de sus diferencias +con personas simples y sin letras. _Y también porque tenían y tienen +experiencia de casos particulares y errores que comenzaban á nacer +en España, y hallaban que la raíz era haber leído algunas partes de +la Escritura sin las entender._ Esto que he dicho aquí es historia +verdadera de lo que ha pasado. Y por este fundamento se ha prohibido la +Biblia en lengua vulgar.» + +Este curioso pasaje de Carranza nos explica en pocas palabras el +curso que anduvieron siguiendo las cosas. Primero no existe ninguna +prohibición, pero el abuso de los judíos la provoca; bien que +dejándose, como se ve por el mismo texto, alguna latitud. Vienen en +seguida los protestantes, perturban la Europa con sus Biblias, amenaza +el peligro de introducirse los nuevos errores en España, se descubre +que algunos extraviados lo han sido por mala inteligencia de algún +pasaje de la Biblia, lo que obliga á quitar esta arma á los extranjeros +que intentasen seducir á las personas sencillas, y así la prohibición +se hace general y rigurosa. + +Volviendo á Felipe II, no conviene perder de vista que este monarca +fué uno de los más firmes defensores de la Iglesia católica, que fué +la personificación de la política de los siglos fieles en medio del +vértigo que á impulsos del Protestantismo se había apoderado de la +política europea. Á él se debió en gran parte que al través de tantos +trastornos pudiese la Iglesia contar con la poderosa protección de los +príncipes de la tierra. La época de Felipe II fué crítica y decisiva +en Europa; y, si bien es verdad que no fué afortunado en Flandes, +también lo es que su poder y su habilidad formaron un contrapeso á la +política protestante, á la que no permitió señorearse de Europa como +ella hubiera deseado. Aun cuando supusiéramos que entonces no se hizo +más que ganar tiempo, quebrantándose el primer ímpetu de la política +protestante, no fué poco beneficio para la religión católica, por +tantos lados combatida. ¿Qué hubiera sido de la Europa, si en España +se hubiese introducido el Protestantismo como en Francia, si los +hugonotes hubiesen podido contar con el apoyo de la Península? Y si el +poder de Felipe II no hubiese infundido respeto, ¿qué no hubiera podido +suceder en Italia? Los sectarios de Alemania ¿no hubieran alcanzado +á introducir allí sus doctrinas? Posible fuera, y en esto abrigo la +seguridad de obtener el asentimiento de todos los hombres que conocen +la historia; posible fuera que, si Felipe II hubiese abandonado su +tan acriminada política, la religión católica se hubiese encontrado, +al entrar en el siglo XVII, en la dura necesidad de vivir, no más que +como tolerada, en la generalidad de los reinos de Europa. Y lo que vale +esta tolerancia, cuando se trata de la Iglesia católica, nos lo dice +siglos ha la Inglaterra, nos lo dice en la actualidad la Prusia, y, +finalmente, la Rusia, de un modo todavía más doloroso. + +Es menester mirar á Felipe II desde este punto de vista; y fuerza es +convenir que, considerado así, es un gran personaje histórico, de los +que han dejado un sello más profundo en la política de los siglos +siguientes, y que más influjo han tenido en señalar una dirección al +curso de los acontecimientos. + +Aquellos españoles que anatematizan al fundador del Escorial, menester +es que hayan olvidado nuestra historia, ó que al menos la tengan en +poco. Vosotros arrojáis sobre la frente de Felipe II la mancha de +odioso tirano, sin reparar que, disputándole su gloria, ó trocándola en +ignominia, destruís de una plumada toda la nuestra, y hasta arrojáis +en el fango la diadema que orló las sienes de Fernando y de Isabel. +Si no podéis perdonar á Felipe II el que sostuviese la Inquisición, +si por esta sola causa no podéis legar á la posteridad su nombre sino +cargado de execraciones, haced lo mismo con el de su ilustre padre +Carlos V, y llegando á Isabel de Castilla escribid también en la lista +de los tiranos, de los azotes de la humanidad, el nombre que acataron +ambos mundos, el emblema de la gloria y pujanza de la monarquía +española. Todos participaron en el hecho que tanto levanta vuestra +indignación; no anatematicéis, pues, al uno, perdonando á los otros con +una indulgencia hipócrita; indulgencia que no empleáis por otra causa, +sino porque el sentimiento de nacionalidad que late en vuestros pechos +os obliga á ser parciales, inconsecuentes, para no veros precisados +á borrar de un golpe las glorias de España, á marchitar todos sus +laureles, á renegar de vuestra patria. Ya que desgraciadamente nada +nos queda sino grandes recuerdos, no los despreciemos; que estos +recuerdos en una nación son como en una familia caída los títulos de +su antigua nobleza: elevan el espíritu, fortifican en la adversidad, +y, alimentando en el corazón la esperanza, sirven á preparar un nuevo +porvenir. + +El inmediato resultado de la introducción del Protestantismo en España +habría sido, como en los demás países, la guerra civil. Ésta nos +fuera á nosotros más fatal por hallarnos en circunstancias mucho más +críticas. La unidad de la monarquía española no hubiera podido resistir +á las turbulencias y sacudimientos de una disensión intestina; porque +sus partes eran tan heterogéneas, y estaban, por decirlo así, tan +mal pegadas, que el menor golpe hubiera deshecho la soldadura. Las +leyes y las costumbres de los reinos de Navarra y de Aragón eran muy +diferentes de las de Castilla; un vivo sentimiento de independencia, +nutrido por las frecuentes reuniones de sus Cortes, se abrigaba en +sus pueblos indómitos; y sin duda que hubieran aprovechado la primera +ocasión de sacudir un yugo que no les era lisonjero. Con esto, y las +facciones que hubieran desgarrado las entrañas de todas las provincias, +se habría fraccionado miserablemente la monarquía, cabalmente cuando +debía hacer frente á tan multiplicadas atenciones en Europa, en África +y en América. Los moros estaban aún á nuestra vista, los judíos no +se habían olvidado de España; y por cierto que unos y otros hubieran +aprovechado la coyuntura, para medrar de nuevo á favor de nuestras +discordias. Quizás estuvo pendiente de la política de Felipe II, no +sólo la tranquilidad, sino también la existencia de la monarquía +española. Ahora se le acusa de tirano; en el caso contrario, se le +hubiera acusado de incapaz é imbécil. + +Una de las mayores injusticias de los enemigos de la religión, al +atacar á los que la han sostenido, es el suponerlos de mala fe; el +acusarlos de llevar en todo segundas intenciones, miras tortuosas é +interesadas. Cuando se habla, por ejemplo, del maquiavelismo de Felipe +II, se supone que la Inquisición, aun cuando en la apariencia tenía +un objeto puramente religioso, no era más en realidad que un dócil +instrumento político, puesto en las manos del astuto monarca. Nada más +especioso para los que piensan que estudiar la historia es ofrecer esas +observaciones picantes y maliciosas, pero nada más falso en presencia +de los hechos. + +Viendo en la Inquisición un tribunal extraordinario, no han podido +concebir algunos cómo era posible su existencia sin suponer en el +monarca que le sostenía y fomentaba, razones de Estado muy profundas, +miras que alcanzaban mucho más allá de lo que se descubre en la +superficie de las cosas. No se ha querido ver que cada época tiene +su espíritu, su modo particular de mirar los objetos, y su sistema +de acción, sea para procurarse bienes, sea para evitarse males. En +aquellos tiempos, en que por todos los reinos de Europa se apelaba +al hierro y al fuego en las cuestiones religiosas, en que así los +protestantes como los católicos quemaban á sus adversarios, en que la +Inglaterra, la Francia, la Alemania estaban presenciando las escenas +más crueles, se encontraba tan natural, tan en el orden regular la +quema de un hereje, que en nada chocaba con las ideas comunes. Á +nosotros se nos erizan los cabellos á la sola idea de quemar á un +hombre vivo. Hallándonos en una sociedad donde el sentimiento religioso +se ha amortiguado en tal manera, y acostumbrados á vivir entre hombres +que tienen religión diferente de la nuestra, y á veces ninguna, no +alcanzamos á concebir que pasaba entonces como un suceso muy ordinario +el ser conducidos al patíbulo esta clase de hombres. Léanse, empero, +los escritores de aquellos tiempos; y se notará la inmensa diferencia +que va de nuestras costumbres á los suyas; se observará que nuestro +lenguaje templado y tolerante hubiera sido para ellos incomprensible. +¿Qué más? El mismo Carranza, que tanto sufrió de la Inquisición, +¿piensan quizás algunos cómo opinaba sobre estas materias? En su citada +obra, siempre que se ofrece la oportunidad de tocar este punto, emite +las mismas ideas de su tiempo, sin detenerse siquiera en probarlas, +dándolas como cosa fuera de duda. Cuando en Inglaterra se encontraba al +lado de la reina María, sin ningún reparo ponía también en planta sus +doctrinas sobre el rigor con que debían ser tratados los herejes; y á +buen seguro que lo hacía sin sospechar, en su intolerancia, que tanto +había de servir su nombre para atacar esa misma intolerancia. + +Los reyes y los pueblos, los eclesiásticos y los seglares, todos +estaban acordes en este punto. ¿Qué se diría ahora de un rey que con +sus manos aproximase la leña para quemar á un hereje, que impusiese +la pena de horadar la lengua á los blasfemos con un hierro? Pues lo +primero se cuenta de San Fernando, y lo segundo lo hacía San Luis. +Aspavientos hacemos ahora, cuando vemos á Felipe II asistir á un auto +de fe; pero, si consideramos que la corte, los grandes, lo más escogido +de la sociedad, rodeaban en semejante caso al rey, veremos que, si esto +á nosotros nos parece horroroso, insoportable, no lo era para aquellos +hombres, que tenían ideas y sentimientos muy diferentes. No se diga que +la voluntad del monarca lo prescribía así, y que era fuerza obedecer; +no, no era la voluntad del monarca lo que obraba, era el espíritu de +la época. No hay monarca tan poderoso que pueda celebrar una ceremonia +semejante, si estuviere en contradicción con el espíritu de su tiempo; +no hay monarca tan insensible que no esté él propio afectado del siglo +en que reina. Suponed el más poderoso, el más absoluto de nuestros +tiempos: Napoleón en su apogeo, el actual emperador de Rusia, y ved si +alcanzar podría su voluntad á violentar hasta tal punto las costumbres +de su siglo. + +Á los que afirman que la Inquisición era un instrumento de Felipe II, +se les puede salir al encuentro con una anécdota, que por cierto no +es muy á propósito para confirmarnos en esta opinión. No quiero dejar +de referirla aquí, pues que, á más de ser muy curiosa é interesante, +retrata las ideas y costumbres de aquellos tiempos. Reinando en Madrid +Felipe II, cierto orador dijo en un sermón, en presencia del rey, que +_los reyes tenían poder absoluto sobre las personas de los vasallos y +sobre sus bienes_. No era la proposición para desagradar á un monarca, +dado que el buen predicador le libraba, de un tajo, de todas las +trabas en el ejercicio de su poder. Á lo que parece, no estaría todo +el mundo en España tan encorvado bajo la influencia de las doctrinas +despóticas como se ha querido suponer, pues que no faltó quien delatase +á la Inquisición las palabras con que el predicador había tratado de +lisonjear la arbitrariedad de los reyes. Por cierto que el orador no +se había guarecido bajo un techo débil; y así es que los lectores +darán por supuesto que, rozándose la denuncia con el poder de Felipe +II, trataría la Inquisición de no hacer de ella ningún mérito. No fué +así, sin embargo: la Inquisición instruyó su expediente, encontró la +proposición contraria á las sanas doctrinas, y el pobre predicador, +que no esperaría tal recompensa, á más de varias penitencias que se +le impusieron, fué condenado á retractarse públicamente, en el mismo +lugar, con todas las ceremonias del auto jurídico, con la particular +circunstancia de leer en un papel, conforme se le había ordenado, las +siguientes notabilísimas palabras: «_Porque, señores, los reyes no +tienen más poder sobre sus vasallos, del que les permite el derecho +divino y humano: y no por su libre y absoluta voluntad_.» Así lo +refiere D. Antonio Pérez, como se puede ver en el pasaje que se inserta +por entero en la nota correspondiente á este capítulo. Sabido es que D. +Antonio Pérez no era apasionado de la Inquisición. + +Este suceso se verificó en aquellos tiempos que algunos no nombran +jamás, sin acompañarles el título de _obscurantismo_, de _tiranía_, de +_superstición_; yo dudo, sin embargo, que en los más cercanos, y en que +se dice que comenzó á lucir para España la aurora de la ilustración +y de la libertad, por ejemplo, de Carlos III, se hubiese llevado +á término una condenación pública, solemne, del despotismo. Esta +condenación era tan honrosa al tribunal que la mandaba, como al monarca +que la consentía. + +Por lo que toca á la ilustración, también es una calumnia lo que se +dice, que hubo el plan de establecer y perpetuar la ignorancia. No lo +indica así, por cierto, la conducta de Felipe II, cuando, á más de +favorecer la grande empresa de la Poliglota de Amberes, recomendaba +á Arias Montano que las sumas que se fuesen recobrando del impresor +Platino, á quien para dicha empresa había suministrado el monarca una +crecida cantidad, se emplease en la compra de libros _exquisitos, así +de impresos como de mano_, para ponerlos en la librería del monasterio +del Escorial, que entonces se estaba edificando; habiendo hecho también +el encargo, como dice el rey en la carta á Arias Montano, á _D. Francés +de Alaba, su embajador en Francia, que procurase de haber los mejores +libros que pudiere en aquel reino_. + +No, la historia de España, desde el punto de vista de la intolerancia +religiosa, no es tan negra como se ha querido suponer. Á los +extranjeros, cuando nos echan en cara la crueldad, podemos responderles +que, mientras la Europa estaba regada de sangre por las guerras +religiosas, en España se conservaba la paz; y por lo que toca al número +de los que perecieron en los patíbulos, ó murieron en el destierro, +podemos desafiar á las dos naciones que se pretenden á la cabeza de la +civilización, la Francia y la Inglaterra, á que muestren su estadística +de aquellos tiempos sobre el mismo asunto, y la comparen con la +nuestra. Nada tememos de semejante cotejo. + +Á medida que anduvo menguando el peligro de introducirse en España el +Protestantismo, el rigor de la Inquisición se disminuyó también; y, +además, podemos observar que suavizaba sus procedimientos, siguiendo +el espíritu de la legislación criminal en los otros países de Europa. +Así vemos que los autos de fe van siendo más raros, según los tiempos +van aproximándose á los nuestros; de suerte que, á fines del siglo +pasado, sólo era la Inquisición una sombra de lo que había sido. No es +necesario insistir sobre un punto que nadie ignora, y en que están de +acuerdo hasta los más acalorados enemigos de dicho tribunal: en esto +encontramos la prueba más convincente de que se ha de buscar en las +ideas y costumbres de la época lo que se ha pretendido hallar en la +crueldad, en la malicia, ó en la ambición de los hombres. Si llegasen +á surtir efecto las doctrinas de los que abogan por la abolición de la +pena de muerte, cuando la posteridad leería las ejecuciones de nuestros +tiempos, se horrorizaría del propio modo que nosotros con respecto á +los anteriores. La horca, el garrote vil, la guillotina, figurarían en +la misma línea que los antiguos quemaderos.[10] + + + + +NOTAS + + + [1] Pág. 45--Recio se hace de creer el extravío de los + antiguos sobre el respeto debido al hombre; inconcebible + parece que llegasen á tener en nada la vida del individuo + que no podía servir en algo á la sociedad; y, sin embargo, + nada hay más cierto. Lamentable fuera que esta ó aquella + ciudad hubiesen dictado una ley bárbara, ó, por una ú otra + causa, llegase á introducirse en ellas una costumbre atroz; + no obstante, mientras la filosofía hubiese protestado contra + tamaños atentados, la razón humana se habría conservado sin + mancilla, y no se la pudiera achacar con justicia que tomase + parte en las nefandas obras del aborto y del infanticidio. + Pero cuando encontramos defendido y enseñado el crimen por + los filósofos más graves de la antigüedad, cuando le vemos + triunfante en el pensamiento de sus hombres más ilustres, + cuando los oímos prescribiendo esas atrocidades con una calma + y serenidad espantosa, el espíritu desfallece, la sangre se + hiela en el corazón; quisiera uno taparse los ojos para no + ver humillada á tanta ignominia, á tanto embrutecimiento, + la filosofía, la razón humana. Oigamos á Platón en su + _República_, en aquel libro donde se proponía reunir las + teorías que eran en su juicio las más brillantes, y al propio + tiempo las más conducentes para el bello ideal de la sociedad + humana. «Menester es, dice uno de los interlocutores del + diálogo, menester es, según nuestros principios, procurar que + entre los hombres y las mujeres de mejor raza, sean frecuentes + las relaciones de los sexos; y al contrario, muy raras entre + los de menos valer. Además, es necesario criar los hijos de + los primeros, _más no de los segundos_, si se quiere tener un + rebaño escogido. En fin, es necesario que sólo los magistrados + tengan noticia de estas medidas, para evitar en cuanto sea + posible la discordia en el rebaño.» «_Muy bien_», responde + otro de los interlocutores. (Platón, _Repúb._, L. 5.) + + He aquí reducida la especie humana á la simple condición de + los brutos; el filósofo hace muy bien en valerse de la palabra + _rebaño_, bien que hay la diferencia de que los magistrados + imbuídos en semejantes doctrinas, debían resultar más duros + con sus súbditos que no lo fuera un pastor con su ganado. No, + el pastor que entre los corderillos recién nacidos encuentra + alguno débil y estropeado, no le mata, no le deja perecer de + hambre; le lleva en brazos junto á la oveja, que le sustentará + con su leche, y le acaricia blandamente para acallar sus + tiernos balidos. + + Pero ¿serán quizás las expresiones citadas, una palabra + escapada al filósofo en un momento de distracción? El + pensamiento que revelan, ¿no podrá mirarse como una de + aquellas inspiraciones siniestras, que se deslizan un + instante en el espíritu del hombre, pasando sin dejar rastro, + como serpea rápido un pavoroso reptil por la amenidad de + una pradera? Así lo deseáramos para la gloria de Platón; + pero, desgraciadamente, él propio nos quita todo medio de + vindicarle, pues que insiste sobre lo mismo tantas veces, y + con tan sistemática frialdad. «En cuanto á los hijos, repite + más abajo, de los ciudadanos de inferior calidad, y aun por + lo tocante á los de los otros, si hubiesen nacido deformes, + los magistrados los _ocultarán_ como conviene, en algún + lugar secreto, que _será prohibido revelar_.» Y uno de los + interlocutores responde: «Sí, sí, queremos conservar en su + pureza la raza de los guerreros.» + + La voz de la naturaleza protestaba en el corazón del filósofo + contra su horrible doctrina; presentábanse á su imaginación + las madres reclamando sus hijos recién nacidos, y por esto + encarga el secreto, prescribe que sólo los magistrados tengan + noticia del lugar fatal, para evitar la discordia en la + ciudad. Así los convierte en asesinos alevosos, que matan, y + ocultan desde luego su víctima bajo las entrañas de la tierra. + + Continúa Platón prescribiendo varias reglas en orden á las + relaciones de los sexos, y, hablando del caso en que el hombre + y la mujer han llegado á una edad algo avanzada, nos ofrece el + siguiente escandaloso pasaje «Cuando uno y otro sexo, dice el + filósofo, hayan pasado de la edad de tener hijos, dejaremos + á los hombres la libertad de continuar con las mujeres las + relaciones que quieran, exceptuando sus hijas, madres, + nietas y abuelas; y á las mujeres les dejaremos la misma + libertad con respecto á los hombres y, les recomendaremos muy + particularmente que tomen todas las precauciones para que no + nazca de tal comercio ningún fruto; y que si á pesar de sus + precauciones nace alguno, que lo expongan: pues que el Estado + no se encarga de mantenerle.» Platón estaba, á lo que parece, + muy satisfecho de su doctrina, pues que en el mismo libro + donde escribía lo que acabamos de ver, dice aquella sentencia + que se ha hecho tan famosa: que los males de los Estados no + se remediarán jamás, ni serán bien gobernadas las sociedades + hasta que los filósofos lleguen á ser reyes, ó los reyes se + hagan filósofos. Dios nos preserve de ver sobre el trono una + filosofía como la suya; por lo demás, su deseo del _reino + de la filosofía_ se ha realizado en los tiempos modernos; y + más que el reino todavía, la divinización, hasta llegar á + tributarle en un templo público los homenajes de la divinidad. + No creo, sin embargo, que sean muchos los que echen de menos + los aciagos días del _Culto de la Razón_. + + La horrible enseñanza que acabamos de leer en Platón, se + transmitía fielmente á las escuelas venideras. Aristóteles, + que en tantos puntos se tomó la libertad de apartarse de + las doctrinas de su maestro, no pensó en corregirlas por lo + tocante al aborto y al infanticidio. En su _Política_ enseña + los mismos crímenes, y con la misma serenidad que Platón. + «Para evitar, dice, que se alimenten las criaturas débiles ó + mancas, la ley ha de prescribir que se las exponga, _ó se las + quite de en medio_. En el caso que esto se hallare prohibido + por las leyes y costumbres de algunos pueblos, entonces es + necesario señalar á punto fijo el número de los hijos que se + puedan procrear; y, si aconteciere que algunos tuvieren más + del número prescrito, se ha de procurar el aborto antes que + el feto haya adquirido los sentidos y la vida.» (Aristót., + _Polít._, L. 7, c. 16.) + + Véase, pues, con cuánta razón he dicho que entre los antiguos, + el hombre, como hombre, no era tenido en nada; que la sociedad + le absorbía todo entero, que se arrogaba sobre él derechos + injustos, que le miraba como un instrumento de que se valía si + era útil, y que, en no siéndolo, se consideraba facultada para + quebrantarle. + + En los escritos de los antiguos filósofos se nota que hacen + de la sociedad una especie de todo, al cual pertenecen los + individuos, como á una masa de hierro los átomos que la + componen. No puede negarse que la unidad es un gran bien de + las sociedades, y que hasta cierto punto es una verdadera + necesidad; pero esos filósofos se imaginan cierta unidad á la + que debe todo sacrificarse, sin consideraciones de ninguna + clase á la esfera individual, sin atender á que el objeto de + la sociedad es el bien y la dicha de las familias y de los + individuos que la componen. Esta unidad es el bien principal, + según ellos; nada puede comparársele; y la ruptura de ella es + el mal mayor que pueda acontecer, y que conviene evitar por + todos los medios imaginables. «El mayor mal de un Estado, dice + Platón, ¿no es lo que le divide, y de _uno hace muchos_? Y su + mayor bien, ¿no es lo que liga todas partes, y le hace _uno_?» + Apoyado en este principio, continúa desenvolviendo su teoría, + y, tomando las familias y los individuos, los amasa, por + decirlo así, para que den un todo compacto, _uno_. Por esto, + á mas de la comunidad de educación y de vida, quiere también + la de mujeres y de hijos: considera como un mal el que haya + goces ni sufrimientos personales; todo lo exige común, social. + No permite que los individuos vivan, ni piensen, ni sientan, + ni obren, sino como partes del gran todo. Léase con reflexión + su _República_, y en particular el libro V, y se echará de ver + que éste es el pensamiento dominante en el sistema de aquel + filósofo. + + Oigamos sobre lo mismo á Aristóteles. «Cuando el fin de + la sociedad es _uno_, claro es que la educación de todos + sus miembros debe ser necesariamente _una, y la misma_. La + educación debería ser pública, no privada; como acontece + ahora, que cada cual cuida de sus hijos, y les enseña lo + que más le agrada. Cada ciudadano es una _partícula_ de la + sociedad, y el cuidado de una partícula debe naturalmente + enderezarse á lo que demanda el todo.» (Arist., _Polít._, L. + 8, c. 1.) + + Para darnos á comprender cómo entiende esta educación común, + concluye haciendo honorífica mención de la que se daba en + Lacedemonia, que, como es bien sabido, consistía en ahogar + todos los sentimientos, excepto el de un patriotismo feroz, + cuyos rasgos todavía nos estremecen. + + No: en nuestras ideas y costumbres no cabe el considerar de + esta suerte la sociedad. Los individuos están ligados á ella, + forman parte de ella, pero sin que pierdan su esfera propia, + ni la esfera de sus familias; y disfrutan de un vasto campo + donde pueden ejercer su acción, sin que se encuentren con el + coloso de la sociedad. El patriotismo existe aún; pero no es + una pasión ciega, instintiva, que lleva al sacrificio como una + víctima con los ojos vendados; sino un sentimiento racional, + noble, elevado, que forma héroes como los de Lepanto y Bailén, + que convierte en leones ciudadanos pacíficos, como en Gerona y + Zaragoza, que levanta cual chispa eléctrica un pueblo entero, + y desprevenido é inerme le hace buscar la muerte en las bocas + de fuego de un ejército numeroso y aguerrido, como Madrid en + pos del sublime _¡Muramos!..._ de Daoiz y de Velarde. + + He insinuado también en el texto que entre los antiguos se + creía con derecho la sociedad para entrometerse en todos los + negocios del individuo; y aun puede añadirse que las cosas + se llevaban hasta un extremo que rayaba en ridículo. ¿Quién + dijera que la ley había de entrometerse en los alimentos que + hubiese de tomar una mujer en cinta, ni en prescribirle el + ejercicio que le convenía hacer? «Conviene, dice gravemente + Aristóteles, que las mujeres embarazadas cuiden bien de + su cuerpo, y que no sean desidiosas en demasía, ni tomen + alimentos sobrado tenues y sutiles. Y esto _lo conseguirá + fácilmente el legislador, ordenándoles y mandándoles_ + que hagan todos los días un paseo para honrar y venerar + aquellos dioses á quienes les cupo en suerte el presidir la + generación.» (_Polít._, L. 7, c. 16.) + + La acción de la ley se extendía á todo; y en algunas partes + no podía escaparse de su severidad ni el mismo llanto de los + niños. «No hacen bien, dice Aristóteles, los que por _medio + de las leyes prohiben á los niños el gritar y llorar_: los + gritos y el llanto les sirven á los niños de ejercicio, y + contribuyen á que crezcan. Esfuerzo natural que desahoga, + y comunica vigor á los que se encuentran en angustia.» + (_Polít._, Lib. 7, cap. 17.) + + Estas doctrinas de los antiguos, ese modo de considerar las + relaciones del individuo con la sociedad, explican muy bien + por qué se miraban entre ellos como cosa muy natural las + castas y la esclavitud. ¿Qué extrañeza nos ha de causar el + ver razas enteras privadas de la libertad, ó tenidas por + incapaces de alternar con otras pretendidas superiores, cuando + vemos condenadas á la muerte generaciones de inocentes, sin + que los concienzudos filósofos dejen traslucir siquiera el + menor escrúpulo sobre la legitimidad de un acto tan inhumano? + Y no es esto decir que ellos, á su modo, no buscasen también + la dicha como fin de la sociedad, sino que tenían ideas + monstruosas sobre los medios de alcanzarla. + + Entre nosotros es tenida también en mucho la conservación + de la unidad social; también consideramos al individuo como + parte de la sociedad, y que en ciertos casos debe sacrificarse + al bien público; pero miramos al mismo tiempo como sagrada + su vida, por inútil, por miserable, por débil que él sea; + y contamos entre los homicidios el matar un niño que acaba + de ver la luz, ó que no la ha visto aún, del mismo modo que + el asesinato de un hombre en la flor de sus años. Además, + consideramos que los individuos y las familias tienen derechos + que la sociedad debe respetar, secretos en que ésta no se + puede entrometer; y cuando se les exigen sacrificios costosos, + sabemos que han de ser previamente justificados por una + verdadera necesidad. Sobre todo, pensamos que la justicia, + la moral, deben reinar en las obras de la sociedad como en + las del individuo; y así como rechazamos con respecto á éste + el principio de la _utilidad privada_, así no le admitimos + tampoco con relación á aquélla. La máxima de que _la salud + del pueblo es la suprema ley_, no la consentimos sino con las + debidas restricciones y condiciones; sin que por esto sufran + perjuicio los verdaderos intereses de la sociedad. Cuando + estos intereses son bien entendidos, no están en pugna con la + sana moral; y, si pasajeras circunstancias crean á veces esa + pugna, no es más que aparente; porque, reducida como está á + pocos momentos, y limitada á pequeño círculo, no impide que + al fin resulten en harmonía, y no se compense con usura el + sacrificio que se haga de la utilidad, en las aras de los + eternos principios de la moral. + + [2] Pág. 66.--El lector me dispensará fácilmente de entrar en + pormenores sobre la situación abyecta y vergonzosa de la mujer + entre los antiguos, y aun entre los modernos, allí donde no + reina el Cristianismo; pues que las severas leyes del pudor + salen á cada paso á detener la pluma, cuando quiere presentar + algunos rasgos característicos. Basta decir que el trastorno + de las ideas era tan extraordinario, que aun los hombres más + señalados por su gravedad y mesura deliraban sobre este punto + de una manera increíble. Dejemos aparte cien y cien ejemplos + que se podrían recordar; pero ¿quién ignora el escandaloso + parecer del sabio Solón sobre prestar las mujeres para mejorar + la raza? ¿Quién no se ha ruborizado al leer lo que dice el + _divino_ Platón, en su _República_, sobre la conveniencia y el + modo de tomar parte las mujeres en los juegos públicos? Pero + echemos un velo sobre estos recuerdos tan vergonzosos á la + sabiduría humana, que así desconocía los primeros elementos de + la moral y las más sentidas inspiraciones de la naturaleza. + Cuando así pensaban los primeros legisladores y sabios, ¿qué + había de suceder entre el vulgo? ¡Cuánta verdad hay en las + palabras del sagrado texto que nos presentan á los pueblos + fallos de la luz divina del Cristianismo como _sentados en las + tinieblas y sombras de la muerte_! + + Lo más temible para la mujer, como lo más propio para + conducirla á la degradación, es lo que mancilla el pudor; + sin embargo, puede contribuir también á este envilecimiento + la ilimitada potestad otorgada sobre ella al varón. En + este particular se hallaba en posición tan dolorosa, que + su suerte venía á ser en muchas partes la de una verdadera + esclava. Pasemos por alto las costumbres de otros pueblos, y + detengámonos un instante en los romanos, donde la fórmula _ubi + tu Caius, ego Caia_, parece indicar una sujeción tan ligera, + que se aproxima á la igualdad. Para apreciar debidamente lo + que valía esta igualdad, basta recordar que un marido romano + se creía facultado hasta para dar la muerte á su mujer, y + esto no precisamente en caso de adulterio, sino por faltas + mucho menos graves. En tiempo de Rómulo fué absuelto de este + atentado Egnacio Mecenio, quien no había tenido otro motivo + para cometerle, que el haber caído su mujer en la flaqueza de + probar el vino de la bodega. Estos rasgos pintan un pueblo; + y aun cuando concedamos toda la importancia que se quiera al + cuidado de los romanos para que sus matronas no se diesen + al vino, no sale muy bien parada de semejantes costumbres + la dignidad de la mujer. Cuando Catón prescribía entre los + parientes la afectuosa demostración de darse un ósculo, con la + mira, según refiere Plinio, de saber si las mujeres sentían + á vino, _an temetum olerent_, hacía por cierto ostentación + de su severidad y de su celo, pero ultrajaba villanamente + la reputación de las mismas mujeres cuya virtud se proponía + conservar. Hay remedios peores que el mal. + + Por lo tocante al mérito de la indisolubilidad del matrimonio, + establecida y conservada por el Catolicismo, fácil me fuera + corroborar de mil maneras lo que llevo dicho en el texto. + Me contentaré, sin embargo, en obsequio de la brevedad, con + insertar un muy notable pasaje de Madama de Staël, que muestra + cuán funestas han sido á la moral pública las doctrinas + protestantes. Este testimonio es mucho más decisivo, no sólo + por ser de una escritora protestante, sino también porque + versa sobre las costumbres de un país que ella tanto estimaba + y admiraba. «El amor es una religión de Alemania, pero una + religión poética que tolera con demasiada facilidad todo lo + que la sensibilidad puede excusar. No puede negarse que en + las provincias protestantes la _facilidad del divorcio ataca + la santidad del matrimonio_. Cámbiase tan tranquilamente de + esposos, como si no se tratase de otra cosa que de arreglar + los incidentes de un drama: el buen natural de los hombres y + de las mujeres hace que estas fáciles separaciones se lleven á + cabo sin amargura; y como en los alemanes hay más imaginación + que verdadera pasión, los acontecimientos más extraños se + realizan entre ellos con la mayor tranquilidad del mundo. + Sin embargo, esto hace perder _toda la consistencia á las + costumbres_ y al carácter; el espíritu de paradoja conmueve + las instituciones más sagradas, y no se tienen en ninguna + materia reglas bastante fijas.» (_De la Alemania_, por Madama + Staël, primera parte, cap. 3.) + + Echase, pues, de ver que el Protestantismo, atacando la + santidad del matrimonio, abrió una llaga profunda á las + costumbres. Ya llevo indicado que el mal no fué tan grave como + era de temer, á causa de que el buen sentido de los pueblos + europeos, formado bajo la enseñanza del Catolicismo, no les + permitió abandonarse sin mesura á las funestas doctrinas de + la pretendida Reforma. Con mucho gusto he consignado este + hecho, pero es necesario, por otra parte, no olvidar las + notables confesiones de la célebre escritora: _la santidad + del matrimonio atacada por el divorcio, el fácil y tranquilo + cambio de esposos, la pérdida de la consistencia de las + costumbres y carácter, el desmoronamiento de las instituciones + más sagradas, la falta de reglas fijas en todas materias_. Si + esto dicen los mismos protestantes, difícil será que á los + católicos se nos pueda tachar de exageración, cuando pintamos + los males acarreados por la Reforma. + + [3] Pág. 90--La filosofía anticristiana ha debido de tener + considerable influencia en ese prurito de encontrar en los + bárbaros el origen del ennoblecimiento de la mujer europea, y + otros principios ó civilización. En efecto, una vez encontrado + en los bosques de Germania el manantial de tan hermosos + distintivos, despojábase al Cristianismo de una porción de sus + títulos, y se repartía entre muchos la gloria que es suya, + exclusivamente suya. No negaré que los germanos de Tácito son + algo poéticos, pero los germanos verdaderos no es creíble + que lo fueran mucho. Algunos pasajes citados en el texto + robustecen sobremanera esta conjetura; pero yo no encuentro + medio más á propósito para disipar todas las ilusiones, que + el leer la historia de la irrupción de los bárbaros, sobre + todo en los testigos oculares. El cuadro, lejos de resultar + poético, se hace en extremo repugnante. Aquella interminable + serie de pueblos desfilan, á los ojos del lector, como una + visión espantosa en un sueño angustioso; y por cierto que la + primera idea que se ofrece al contemplar aquel cuadro, no + es buscar en las hordas invasoras el origen de ninguna de + las calidades de la civilización moderna, sino la terrible + dificultad de explicar cómo pudo desembrollarse aquel caos, + ni cómo fué dado atinar en los medios de hacer que surgiera + de en medio de tanta brutalidad, la civilización más hermosa + y brillante que se vió jamás sobre la tierra. Tácito parece + entusiasta, pero Sidonio, que no escribía á larga distancia de + los bárbaros, que los veía, que los sufría, no participaba á + buen seguro de semejante entusiasmo. «Me encuentro, decía, en + medio de los pueblos de la larga cabellera, precisado á oir el + lenguaje del germano, y aplaudir, mal que me pese, el encanto + del borgoñón borracho, y con los cabellos engrasados de + manteca ácida. _¡Felices vuestros ojos que no los ven; felices + vuestros oídos que no los oyen!_» Si el espacio lo permitiese, + sería fácil amontonar mil y mil textos, que nos mostrarían + hasta la evidencia lo que eran los bárbaros y lo que de ellos + podía esperarse en todos sentidos. Lo que resulta más en + claro que la luz del día, es el designio de la Providencia de + servirse de aquellos pueblos para destruir el imperio romano y + cambiar la faz del mundo. Al parecer, tenían los invasores un + sentimiento de su terrible misión. Marchan, avanzan, ni ellos + mismos saben á dónde van; pero no ignoran que van á destruir. + Atila se hacía llamar el _azote de Dios_, función tremenda + que el mismo bárbaro expresó por estas otras palabras: «_La + estrella cae, la tierra tiembla; yo soy el martillo del + orbe._» «_Donde mi caballo pasa, la hierba no crece jamás._» + Alarico, marchando hacia la capital del mundo, decía: «_No + puedo detenerme: hay alguien que me impele, que me empuja + á saquear á Roma._» Genserico hace preparar una expedición + naval, sus hordas están á bordo, el mismo se embarca también, + nadie sabe el punto á dónde se dirigirán las velas; el piloto + se acerca al bárbaro, y le dice: Señor, _¿á qué pueblos + queréis llevar la guerra?_ «_A los que han provocado la cólera + de Dios_», responde Genserico. + + Si en aquella catástrofe no se hubiese hallado el Cristianismo + en Europa, la civilización estaba perdida, anonadada, quizás + para siempre. Pero, una religión de luz y de amor debía + triunfar de la ignorancia y de la violencia. Durante las + calamidades de la irrupción, evitó ya muchos desastres, merced + al ascendiente que comenzara á ejercer sobre los bárbaros, + y pasado lo más crítico de la refriega, tan luego como los + conquistadores tomaron algún asiento, desplegó un sistema de + acción tan vasto, tan eficaz, tan decisivo, que los vencedores + se encontraron vencidos, no por la fuerza de las armas, sino + de la caridad. No estaba en manos de la Iglesia el prevenir + la irrupción; Dios lo había decretado así, y el decreto debía + cumplirse; así el piadoso monje que salió al encuentro de + Alarico al dirigirse sobre Roma, no pudo detenerle en su + marcha porque el bárbaro responde que no puede pararse, que + hay quien le empuja y que avanza contra su propia voluntad. + Pero la Iglesia aguardaba á los bárbaros después de la + conquista; ella sabía que la Providencia no abandonaría su + obra, que la esperanza de los pueblos en el porvenir estaba + en manos de la Esposa de Jesucristo; así Alarico marcha + sobre Roma, la saquea, la asuela; pero, al encontrarse con + la religión, se detiene, se ablanda, y señala, como lugares + de asilo, las iglesias de San Pedro y de San Pablo. Hecho + notable, que simboliza bellamente la religión cristiana, + preservando de su total ruina el universo. + + [4] Pág. 108.--El alto beneficio dispensado á las sociedades + modernas con la formación de una recta conciencia pública, + podríase encarecer sobremanera comparando nuestras ideas + morales con las de todos los demás pueblos antiguos y + modernos; de donde resultaría demostrado cuán lastimosamente + se corrompen los buenos principios cuando quedan encomendados + á la razón del hombre; sin embargo, me contentaré con decir + dos palabras sobre los antiguos, para que se vea con cuánta + verdad llevo asentado que nuestras costumbres, corrompidas + como se hallan, les hubieran parecido á los gentiles un modelo + de moralidad y decoro. Los templos consagrados á Venus, en + Babilonia y Corinto, recuerdan abominaciones que hasta se nos + hacen incomprensibles. La pasión divinizada exigía sacrificios + dignos de ella: á una divinidad sin pudor le correspondía + el sacrificio del pudor; y el santo nombre de templo se + aplicaba á unas casas de la más desenfrenada licencia; ni un + velo siquiera para los mayores desórdenes. Conocida es la + manera con que las doncellas de Chipre ganaban el dote para + el matrimonio; y nadie ignora los misterios de Adonis, de + Príapo, y otras inmundas divinidades. Hay vicios que, entre + los modernos, carecen, en cierto modo, de nombre; y que, si le + tienen, anda acompañado del recuerdo de un horroroso castigo + sobre ciudades culpables. Leed los escritores antiguos que nos + pintan las costumbres de sus tiempos; el libro se cae de las + manos. Materia es ésta en que se hace necesario contentarse + con indicaciones, que despierten en los lectores la memoria + de lo que les habrá ofendido una y mil veces, al recorrer + la historia y ocuparse en la literatura de la antigüedad + pagana. El autor se ve precisado á contentarse con recuerdos, + absteniéndose de pintar. + + [5] Pág. 122.--Como es tan común en la actualidad el ponderar + la fuerza de las ideas, exagerado quizás juzgarán algunos lo + que acabo de decir sobre su flaqueza, no sólo para influir + sobre la sociedad, sino también para conservarse, siempre que, + permaneciendo en su región propia, no alcanzan á realizarse + en instituciones que sean como su órgano, y que, además, les + sirvan de resguardo y defensa. Lejos estoy, y así lo he dicho + claramente en el texto, de negar ni poner en duda lo que se + llama la fuerza de las ideas; sólo me propongo manifestar que + ellas por sí solas pueden poco, y que la ciencia, propiamente + dicha, es más pequeña cosa de lo que generalmente se cree, en + todo lo concerniente á la organización de la sociedad. Tiene + esta doctrina un íntimo enlace con el sistema seguido por la + Iglesia católica, la cual, si bien ha procurado siempre el + desarrollo del espíritu humano por medio de la propagación + de las ciencias, no obstante, ha señalado á éstas un lugar + secundario en el arreglo de la sociedad. Nunca la religión + ha estado reñida con la verdadera ciencia, pero jamás ha + dejado de manifestar cierta desconfianza en todo lo que era + exclusivo producto del pensamiento del hombre; y nótese bien + que ésta es una de las capitales diferencias entre la religión + y la filosofía del siglo pasado, ó, mejor diremos, éste era + el motivo de su fuerte antipatía. La primera no condenaba + la ciencia, antes la amaba, la protegía, la fomentaba; pero + le señalaba, al propio tiempo, sus límites, le advertía que + en ciertos puntos era ciega, le anunciaba que en ciertas + obras sería impotente, y en otras destructora y funesta. La + segunda proclamaba en alta voz la soberanía de la ciencia, la + declaraba omnipotente, la divinizaba, atribuyéndole fuerza + y brío para cambiar la faz del mundo, y bastante previsión + y acierto para verificar ese cambio en pro de la humanidad. + Ese orgullo de la ciencia, esa divinización del pensamiento + es, si bien se mira, el fondo de la doctrina protestante. + Fuera toda autoridad, la razón es el único juez competente, + el entendimiento recibe directa é inmediatamente de Dios toda + la luz que necesita: he aquí las doctrinas fundamentales del + Protestantismo, es decir, el orgullo del entendimiento. + + Si bien se observa, el mismo triunfo de las revoluciones en + nada ha desmentido las cuerdas previsiones de la religión, + y la ciencia, propiamente dicha, tan lejos se halla de + haber en esta parte ganado crédito, que, antes bien, lo ha + perdido completamente. En efecto: nada queda de la ciencia + revolucionaria; lo que resta son los efectos de la revolución; + los intereses por ella creados, las instituciones que han + brotado de esos mismos intereses, y que, desde luego, han + buscado en la región misma de la ciencia otros principios + en que apoyarse, muy distintos de los que antes se habían + proclamado. + + Tanta verdad es lo que llevo asentado, de que toda idea + necesita realizarse en una institución, que las revoluciones + mismas, guiadas por el instinto que las conduce á conservar + más ó menos enteros los principios que las producen, tienden, + desde luego, á crear esas instituciones donde se puedan + perpetuar las doctrinas revolucionarias, ó donde puedan tener + como un sucesor y representante, después que ellas hayan + desaparecido de las escuelas. Esta indicación podría dar lugar + á extensas consideraciones sobre el origen y el estado actual + de algunas formas de gobierno en distintos pueblos de Europa. + + Hablando de la rapidez con que se suceden unas á otras las + teorías científicas, y de la inmensa amplitud que ha tomado + con la prensa el campo de la discusión, he observado que + no era esto una señal infalible de adelanto científico, ni + menos una prenda de fecundidad del pensamiento para realizar + grandes obras en el orden material, ni en el social. He dicho + que los grandes pensamientos nacen más bien de la _intuición_ + que del _discurso_, y al efecto he recordado hechos y + personajes históricos que dejan esta verdad fuera de duda. La + ideología pudiera suministrarnos abundantes pruebas, si para + probar la esterilidad de la ciencia fuese necesario acudir + á la misma ciencia. Pero el simple buen sentido, amaestrado + por lo que está enseñando á cada paso la experiencia, basta + para convencer de que los hombres más sabios en el libro, + son no pocas veces, no sólo medianos, sino hasta ineptos en + el mundo. Por lo tocante á lo que he insinuado con respecto + á la _intuición_ y al _discurso_, lo someto al juicio de los + hombres que se han dedicado al estudio del entendimiento + humano: estoy seguro de que su opinión no se diferenciará de + la mía. + + [6] Pág. 130.--He atribuído al Cristianismo la suavidad de + costumbres de que disfruta la Europa; y como, á pesar de + haber decaído en el último siglo las creencias religiosas, + ha durado, sin embargo, esta misma suavidad, y se ha elevado + todavía á más alto punto, es menester hacerse cargo de ese + contraste, que á primera vista parece destruir lo que llevo + establecido. Es necesario no olvidar la diferencia indicada + ya en el texto, entre costumbres muelles y costumbres + suaves: lo primero es un defecto; lo segundo, una calidad + preciosa: lo primero dimana del enervamiento del ánimo, del + enflaquecimiento del cuerpo, y del amor de los placeres; lo + segundo trae su origen de la preponderancia de la razón, + del predominio del espíritu sobre el cuerpo, del triunfo de + la justicia sobre la fuerza, y del derecho sobre el hecho. + En las costumbres actuales hay una buena parte de verdadera + suavidad, pero no es poco lo que tiene de molicie: y esto + último no lo han tomado, por cierto, de la religión, sino de + la incredulidad, que, no extendiendo sus ojos más allá de + esta vida, hace olvidar los altos destinos del espíritu, y + hasta su misma existencia, entroniza el egoísmo, despierta + y aviva de continuo la sed de los placeres y hace al hombre + esclavo de sus pasiones. Pero, en lo que nuestras costumbres + tienen de suave, se conoce á la primera ojeada que lo deben + al Cristianismo; pues que todas las ideas y sentimientos en + que se funda dicha suavidad llevan el sello cristiano. La + dignidad del hombre, sus derechos, la obligación de tratarle + con el debido miramiento, de dirigirse antes á su espíritu + por medio de la razón, que á su cuerpo por la violencia, la + necesidad de mantenerse cada cual en la línea de sus deberes, + respetando las propiedades y personas de los demás, todo este + conjunto de principios de donde nace la verdadera suavidad de + costumbres, es debido en Europa á la influencia cristiana, + que, luchando largos siglos con la barbarie y la ferocidad + de los pueblos invasores, logró destruir el sistema de + violencia que éstos habían generalizado. Como la filosofía ha + tenido cuidado de cambiar los antiguos nombres, consagrados + por la religión y autorizados con el uso de muchos siglos, + acontece que hay ciertas ideas que, aun cuando sean hijas + del Cristianismo, sin embargo, apenas se las reconoce como + tales, á causa de que andan disfrazadas con traje mundano. + ¿Quién ignora que el mutuo amor de los hombres, la fraternidad + universal, son ideas enteramente debidas al Cristianismo? + ¿Quién no sabe que la antigüedad pagana no las conocía, ni + las columbraba siquiera? No obstante, este mismo afecto, que + antes se apellidaba _caridad_, porque ésta era la virtud de + que debía proceder, ahora se cubre siempre con otros nombres y + como que se avergüenza de presentarse en público con ninguna + apariencia religiosa. Pasado el vértigo de atacar la religión + cristiana, se confiesa abiertamente que á ella es debido el + principio de la fraternidad universal; pero el lenguaje ha + quedado infecto de la filosofía volteriana, aun después del + descrédito en que ésta ha caído. De aquí resulta que muchas + veces no apreciamos debidamente la influencia cristiana en la + sociedad que nos rodea, y que atribuímos á otras ideas y á + otras causas fenómenos cuyo origen se encuentra evidentemente + en la religión. La sociedad actual, por más indiferente que + sea, tiene de la religión más de lo que comunmente pensamos: + se parece á aquellos hombres que han salido de una familia + ilustre, donde los buenos principios y una educación esmerada + se transmiten como un patrimonio de generación en generación: + aun en medio de sus desórdenes, de sus crímenes, y hasta de + su envilecimiento, conservan en su porte y modales, algunos + rasgos que manifiestan su hidalga cuna. + + [7] Pág. 148.--He citado algunas disposiciones conciliares que + bastan á dar una idea del sistema observado por la Iglesia + con la idea de reformar y suavizar las costumbres. Tanto en + este volumen como en el anterior, ya se ha podido notar cuán + inclinado me hallo á recordar esta clase de monumentos; y + advertiré aquí que á esto me inducen dos motivos: primero, + tratando de comparar el Protestantismo con el Catolicismo, + creo que el mejor medio de retratar el verdadero espíritu + de éste y de señalar su influjo en la civilización europea, + es presentarle obrando; y esto se logra aduciendo las + providencias que los Papas y los concilios iban tomando, + según lo exigían las circunstancias; segundo, atendido el + curso que los estudios históricos van siguiendo en Europa, + generalizándose cada día más el gusto de apelar, no á las + historias, sino á los monumentos históricos, conviene tener + presente que la colección de concilios es de la mayor + importancia, no sólo en el orden religioso y eclesiástico, + sino también en el social y político; por manera que la + historia de Europa se trunca monstruosamente, ó, por mejor + decir, se destruye del todo, si se prescinde de lo que arrojan + las colecciones de los concilios. Por esta causa es muy útil, + y en no pocas materias hasta necesario, el revolver dichas + colecciones, por más que de esto retraigan su desmesurado + volumen y el fastidio que á veces se engendra en el ánimo, + al encontrarse con cien y cien cosas que para nuestros + tiempos carecen de interés. Las ciencias, sobre todo las + que tienen por objeto la sociedad, no conducen á resultados + satisfactorios sino después de penosos trabajos; lo útil se + encuentra á menudo mezclado y confundido con lo inútil; y + la más rica preciosidad se descubre á veces al lado de un + objeto repugnante; pero, en la naturaleza, ¿se encuentra, por + ventura, el oro, sin haber revuelto informes masas de tierra? + + Los que se han empeñado en encontrar entre los bárbaros + del Norte el germen de algunas preciosas calidades de la + civilización europea, sin duda que debieran haberles atribuído + también la suavidad de costumbres modernas, dado que, en + apoyo de esa paradoja, podían echar mano de un hecho, por + cierto algo más especioso del que les ha servido para hacer + honor á los germanos del realce de la mujer en Europa. Hablo + de la conocida costumbre de abstenerse, en cuanto les era + posible, de la aplicación de penas corporales, castigando con + simples multas los delitos más graves. Nada más á propósito + para inducir á creer que aquellos pueblos tenían una feliz + disposición á la suavidad de costumbres, supuesto que aun + en su barbarie empleaban tan templadamente el derecho de + castigar, excediendo á las naciones más civilizadas y cultas. + Mirada la cosa desde este punto de vista, más bien parece que, + con la influencia cristiana sobre los bárbaros, las costumbres + se endurecieron que no se suavizaron; pues que la aplicación + de penas corporales se hizo general, y no se escaseó la de + muerte. + + Pero, fijando atentamente la consideración en esta + particularidad del código criminal de los bárbaros, + echaremos de ver que, tan lejos está de revelar adelanto en + la civilización ni suavidad de costumbres, que antes bien + es la más evidente prueba de su atraso, y el más vehemente + indicio de la dureza y ferocidad que entre ellos reinaban. + En primer lugar, por lo mismo que entre los bárbaros se + castigaban los delitos por medio de multas, ó, como se decía, + por composición, se conoce que la ley atendía más bien á + la _reparación de un daño_ que al _castigo de un crimen_: + circunstancia que muestra de lleno cuán en poco era tenida + la moralidad de la acción, pues que no tanto se atendía á lo + que ella era en sí, como al daño que producía. Esto no era + un elemento de civilización, sino de barbarie; porque tendía + nada menos que á desterrar del mundo la moralidad. La Iglesia + combatió este principio, tan funesto en el orden público como + en el privado, introduciendo en la legislación criminal un + nuevo orden de ideas que cambió completamente su espíritu. + En esta parte M. Guizot ha hecho á la Iglesia católica la + debida justicia; complázcome en reconocerlo y en consignarlo + aquí, transcribiendo sus propias palabras. Después de haber + hecho notar la diferencia que mediaba entre las leyes de + los visigodos, salidas en buena parte de los concilios de + Toledo, y las otras leyes bárbaras, y de haber observado la + inmensa superioridad de las ideas de la Iglesia en materia + de legislación, de justicia, y de todo lo concerniente á la + investigación de la verdad y al destino de los hombres, dice: + «En materia criminal, la relación de las penas con los delitos + está determinada (en las leyes de los visigodos) por nociones + filosóficas y bastante justas; descúbrense los esfuerzos de + un legislador ilustrado que lucha contra la violencia y la + irreflexión de las costumbres bárbaras: hallaremos de esto + un ejemplo muy notable comparando el título de _Caede et + morte hominum_, con las leyes correspondientes de los demás + pueblos. En las otras legislaciones, lo único que parece + constituir el delito es el daño; y el objeto de la pena es + la reparación material que resulta de la composición; pero, + entre los visigodos, se busca en el crimen su elemento moral + y verdadero, la intención. Los varios grados de criminalidad, + el homicidio absolutamente involuntario, el cometido por + inadvertencia, por provocación, con premeditación ó sin + ella, son clasificados y definidos igualmente bien, á poca + diferencia, que en nuestros códigos; y las penas están + señaladas en una proporción bastante equitativa. No satisfecha + con esto la justicia del legislador, intentó abolir, ó al + menos atenuar, la diversidad de valor legal establecida entre + los hombres por las otras leyes bárbaras; no conservándose + otra distinción que la de libre y de esclavo. Con respecto + á los libres, la pena no varía, ni por el origen ni por el + rango del muerto, sino únicamente por los diversos grados + de culpabilidad del asesino. Tocante á los esclavos, no + atreviéndose á quitar enteramente á los dueños el derecho + de vida y muerte, procuró restringirle, sujetándole á un + procedimiento público y regular. El texto de la ley merece ser + citado. + + «Si no debe quedar impune ningún culpable ó cómplice de un + crimen, con mucha más razón debe ser castigado quien haya + cometido un homicidio con malicia ó ligereza. Por lo que, + habiendo algunos dueños, que, en su orgullo, dan muerte á sus + esclavos, sin que éstos hayan cometido falta alguna, conviene + extirpar del todo semejante licencia, y ordenar que la + presente ley sea enteramente observada por todos. Ningún dueño + ni dueña podrá dar muerte á ninguno de sus esclavos, varones + ó hembras, ni á otro de sus dependientes, sin preceder juicio + público. Si un esclavo, ú otro serviente, comete un crimen que + pueda acarrearle pena capital, su amo, ó su acusador, darán + inmediatamente noticia del suceso al juez del lugar donde se + ha cometido el delito, ó al conde, ó al duque. Discutido el + asunto, si el crimen queda probado, el culpable sufrirá la + pena de muerte merecida: aplicándosela, ó el mismo juez ó el + propio dueño; pero haciéndose de tal suerte, que, si el juez + no quiere cuidar de la ejecución, extenderá por escrito la + sentencia de pena capital, y entonces el amo será dueño de + quitar la vida al esclavo, ó de perdonársela. A la verdad, si + el esclavo por una fatal audacia, resistiendo á su señor, ha + intentado herirle, con arma, piedra, ó de otra suerte, y éste, + defendiéndose, mata en su cólera al esclavo, no será reo de la + pena de homicidio, pero será necesario probar que el hecho ha + sucedido así, y esto por el testimonio ó el juramento de los + esclavos, varones ó hembras, que habrán estado presentes, ó + por el juramento del autor del hecho. Cualquiera que por pura + malicia matare á su esclavo, por su propia mano ó la de otro, + sin preceder juicio público, será declarado infame, incapaz + de ser testigo, y obligado á vivir el resto de sus días en el + destierro y en la penitencia, pasando sus bienes á sus más + próximos parientes llamados por la ley á sucederle. (_For. + Jud._, L. VI, Tit. V, L. 12.)» (Guizot, _Historia General de + la Civilización Europea_. Lección 6.) + + Con mucho gusto he copiado este texto de M. Guizot, por ser + una confirmación de lo que acabo de decir sobre la influencia + de la Iglesia con respecto á suavizar las costumbres, y de + lo que de ella llevo asentado en el tomo primero, tocante á + lo mucho que contribuyó á mejorar la suerte de los esclavos, + restringiendo las excesivas facultades de los dueños. Allí + dejé probada esta verdad con abundantes documentos, y por + consiguiente no necesito insistir aquí en demostrarla; + bastando á mi propósito en la actualidad el hacer observar + que M. Guizot está completamente de acuerdo en que la Iglesia + moralizó la legislación de los bárbaros, haciendo que en los + delitos no se considerase únicamente el daño que causaban, + sino la malicia que envolvían; es decir, elevando la acción + del orden físico al moral, y dando á las penas el verdadero + carácter de tales, no permitiendo que quedasen en la línea de + una reparación material. + + Por donde se echa de ver que el sistema criminal de los + bárbaros, que á primera vista parecía indicar un adelanto en + la civilización, procedía del escaso ascendiente que entre + ellos tenían los principios morales, y de que las miras del + legislador se elevaban muy poco sobre el orden puramente + material. + + Todavía hay otra observación que hacer en este punto, y es + que la misma lenidad con que se castigaban los delitos es + la mejor prueba de la facilidad con que se cometían. Cuando + en un país son muy raros los asesinatos, las mutilaciones y + otros atentados semejantes, son mirados con horror; y quien + de ellos se haga culpable, es castigado con severidad. Pero, + cuando el delito se repite á cada paso, pierde insensiblemente + su fealdad y negrura, se acostumbran á su repugnante aspecto, + no sólo los perpetradores, sino también los demás; y entonces + el legislador se siente naturalmente llevado á tratarle con + indulgencia. Esto nos lo demuestra la experiencia de cada día; + y no será difícil al lector el encontrar en la sociedad actual + repetidos delitos á que podría ser aplicable la observación + que acabo de hacer. Entre los bárbaros, era común el apelar + á las vías de hecho, no sólo contra las propiedades, sino + también contra las personas; por cuya razón era muy natural + que este linaje de delitos no fuesen mirados con la aversión + y hasta horror con que lo son en un pueblo donde, habiendo + prevalecido las ideas de razón, de justicia, de derecho, de + ley, no se concibe siquiera cómo pueda subsistir una sociedad + donde cada cual se considere facultado para hacerse justicia + por sí mismo. Así es que las leyes contra esos delitos debían + naturalmente ser benignas, contentándose el legislador con + la reparación del daño, sin cuidar mucho de la culpabilidad + del perpetrador. Esto tiene íntimas relaciones con lo dicho + más arriba sobre la conciencia pública; porque el legislador + es siempre, más ó menos, el órgano de esta misma conciencia. + Cuando en una sociedad es mirada una acción como un crimen + horrendo, no puede el legislador señalarle una pena benigna; + y, al contrario, no le es posible castigar con mucho rigor + lo que la sociedad absuelve ó excusa. Una que otra vez se + alterará esta proporción, una que otra vez desaparecerá dicha + harmonía; pero bien pronto las cosas volverán á su curso + regular, apartándose del camino que seguían con violencia. + Siendo las costumbres muy castas y puras, hay delitos que + andan cubiertos de execración é infamia; pero, en llegando + á ser muy corrompidas, los mismos actos, ó son mirados como + indiferentes, ó cuando más calificados de ligeros deslices. En + un pueblo donde las ideas religiosas ejerzan mucho predominio, + la violación de todo cuanto está consagrado al Señor es mirada + como un horrendo atentado, digno de los mayores castigos; pero + en otro donde la incredulidad haya hecho sus estragos, la + misma violación no llegará á la esfera de los delitos comunes; + y, lejos de atraer sobre el culpable la justicia de la ley, + mucho será si le acarrea una ligera corrección de la policía. + + El lector no encontrará inoportuna esa digresión sobre la + legislación criminal de los bárbaros, si advierte que, + tratándose de examinar la influencia del Catolicismo en la + civilización europea, es indispensable atender á los otros + elementos que en la formación de ella se han combinado. + De otra suerte, sería imposible apreciar debidamente la + respectiva acción que en bien ó en mal ha cabido á cada uno + de ellos, y, por tanto, no se sacaría en limpio la parte que + puede vindicar como exclusivamente propia la Iglesia, ni + resolver la gran cuestión promovida por los partidarios del + Protestantismo, sobre las pretendidas ventajas acarreadas por + éste á las sociedades modernas. Las naciones bárbaras son uno + de esos elementos, y por esta causa es preciso ocuparse en + ellas con tanta frecuencia. + + [8] Pág. 161.--En los siglos medios, casi todos los + monasterios y colegios de canónigos tenían anejo un hospital, + no sólo para hospedar peregrinos, sino también para el + sustento y alivio de pobres y enfermos. No cabe más hermoso + símbolo de la religión cubriendo con su velo todo linaje de + infortunios, que el ver convertidas en asilo de miserables, + las casas consagradas á la oración y á la práctica de la más + sublimes virtudes. Cabalmente esto se verificaba en aquella + época en que el poder público, no sólo carecía de la fuerza y + luces necesarias para plantear una buena administración con + que acudir al socorro de los necesitados, sino que ni aun + alcanzaba á cubrir con su égida los más sagrados intereses de + la sociedad. Por donde se ve que, cuando todo era impotente, + la religión era todavía robusta y fecunda; cuando todo + perecía, la religión, no sólo se conservaba, sino que fundaba + establecimientos inmortales. Y nótese bien lo que repetidas + veces hemos observado ya: á saber, que la religión que estos + prodigios obraba, no era una religión vaga, abstracta; no era + el cristianismo de los protestantes, sino la religión con + todos sus dogmas, su disciplina, su jerarquía, su Pontífice + supremo, en una palabra, la Iglesia católica. + + Tan lejos estuvo la antigüedad de imaginar que el socorro del + infortunio pudiese encomendarse á sola la administración civil + ó á la caridad individual, que antes bien, como se ha indicado + ya, se consideró como muy conveniente que los hospitales + estuviesen sujetos á los obispos; es decir, que se procuró que + el ramo de beneficencia pública se entroncase en cierto modo + con la jerarquía de la Iglesia; y es de aquí que, por antigua + disciplina, los hospitales estaban sujetos á los obispos en lo + espiritual y en lo temporal; sin atenderse al estado clerical + ó seglar de las personas que cuidaban del establecimiento, ni + tampoco si se había erigido ó no por mandato del obispo. + + No es éste el lugar de referir las vicisitudes que sufrió + esta disciplina, ni las varias causas que las motivaron; + bastando observar que el principio fundamental, es decir, + la intervención de la autoridad eclesiástica en los + establecimientos de beneficencia, ha quedado siempre salvo; + y que nunca la Iglesia ha consentido que se la despojase del + todo de tan hermoso privilegio. Nunca ha creído que pudiese + mirar con indiferencia los abusos que en este punto se + introdujesen en perjuicio de los desgraciados; y así es que + se ha reservado cuando menos el derecho de acudir al remedio + de los males que resultasen de la malicia ó indolencia de + los administradores. A este propósito podemos notar que el + concilio de Viena establece que, si los administradores de + un hospital, clérigos ó legos, se portan con desidia en el + desempeño de su cargo, procedan contra ellos los obispos, + reformando y restaurando el hospital, por autoridad propia, si + no fuera exento, y, si lo fuere, por delegación pontificia. + El concilio de Trento otorgó también á los obispos la + facultad de visitar los hospitales, hasta como delegados de + la Sede Apostólica, en los casos concedidos por el derecho; + prescribiendo, además, que los administradores, clérigos ó + legos, den cada año cuentas al ordinario del lugar, á no + ser que se hubiese prevenido lo contrario en la fundación; + y ordenando que, si, por privilegio, costumbre ó estatuto + particular, las cuentas debiesen presentarse á otro que + al ordinario, al menos se reuna éste á los que hayan de + recibirlas. + + Prescindiendo de las varias modificaciones que en esta parte + hayan podido introducir las leyes y costumbres de diferentes + países, queda siempre en claro cuál ha sido la vigilancia de + la Iglesia sobre el punto de beneficencia; y que su espíritu + y sus máximas la han impelido á entrometerse en esta clase + de negocios, ora dirigiéndolos exclusivamente, ora acudiendo + al remedio del mal que veía introducirse. La potestad civil + reconoció los motivos de esa caritativa y santa ambición; y + así vemos que el emperador Justiniano no repara en conceder + á los obispos un poder público sobre los hospitales, + conformándose en esta parte á la disciplina de la Iglesia, y á + lo reclamado por la conveniencia pública. + + Hay en este punto un hecho notable, que es necesario consignar + aquí, señalando su provechosa influencia. Hablo de haber + sido considerados los bienes de los hospitales como bienes + eclesiásticos. Esto que á primera vista pudiera parecer + indiferente, está muy lejos de serlo; pues que, de esta + manera, quedaban esos bienes con los mismos privilegios que + los de la Iglesia, cubriéndose con una inviolabilidad que les + era tanto más necesaria, cuanto eran difíciles los tiempos, + y fecundos en tropelías y usurpaciones. La Iglesia, que, + por mucha que fuese la turbación pública, conservaba, no + obstante, grande autoridad y ascendiente sobre los gobiernos + y los pueblos, tenía de esta manera un título muy poderoso + y expedito para cubrir con su protección los bienes de los + hospitales, salvándolos, en cuanto era dable, de la rapacidad + de los potentados codiciosos. Y no se crea que esta doctrina + se introdujera con algún designio torcido, ni que fuese una + novedad inaudita esa especie de mancomunidad entre la Iglesia + y los pobres; muy al contrario, esa mancomunidad se hallaba + de tal modo en el orden regular, y tenía tanto fundamento + en las relaciones de aquélla con éstos, que, así como vemos + que los bienes de los hospitales eran considerados como + eclesiásticos, así, por un contraste notable, los bienes de la + Iglesia fueron llamados bienes de pobres. En tales términos + se expresan sobre este punto los Santos Padres, y de tal + manera se habían filtrado en el lenguaje estas doctrinas, que, + tratándose posteriormente de resolver la cuestión canónica + sobre la propiedad de los bienes de la Iglesia, cuando unos + la atribuían directamente á Dios, otros al Papa, otros al + clero, no faltaron algunos que señalaron como verdaderos + propietarios á los pobres. Ciertamente que esta opinión no + era la más conforme á los principios de derecho; pero el sólo + verla figurar en el campo de la polémica, da lugar á graves + consideraciones. + + [9] Pág. 189.--He procurado, en cuanto ha cabido en mis + alcances, aclarar las ideas sobre la tolerancia, presentando + esta importante materia desde un punto de vista poco conocido; + para mayor ilustración de la misma, diré dos palabras sobre + la intolerancia religiosa y la civil, cosas enteramente + distintas, por más que Rousseau afirme resueltamente lo + contrario. La intolerancia religiosa, ó teológica, consiste + en aquella convicción que tienen todos los católicos de que + la única religión verdadera es la católica. La intolerancia + civil consiste en no sufrir en la sociedad otras religiones, + distintas de la católica. Bastan estas dos definiciones para + dejar convencido á cualquiera que no carezca de sentido común, + de que no non inseparables las dos clases de intolerancia: + siendo muy dable que hombres firmemente convencidos de la + verdad del Catolicismo, sufran á los que, ó tienen diferente + religión, ó no profesan ninguna. La intolerancia religiosa es + un acto del entendimiento, inseparable de la fe, pues quien + cree firmemente que su religión es verdadera, necesariamente + ha de estar convencido de que ella es la única que lo es, + pues que la verdad es una. La intolerancia civil es un acto + de la voluntad, que rechaza á los hombres que no profesan + la misma religión; y tiene diferentes resultados, según + la intolerancia está en el individuo ó en el gobierno. Al + contrario, la tolerancia religiosa es la creencia de que + todas las religiones son verdaderas, lo que, bien explicado, + significa que no hay ninguna que lo sea; pues que no es + posible que cosas contradictorias sean verdaderas al mismo + tiempo. La tolerancia civil es el consentir que vivan en paz + los hombres que tienen religión distinta; y, lo propio que la + intolerancia, produce también diferentes efectos, según está + en el individuo ó en el gobierno. + + Esta distinción, que por su claridad y sencillez está al + alcance de las inteligencias más comunes, fué, sin embargo, + desconocida por Rousseau, asegurando que era una vana ficción, + una quimera irrealizable, y que las dos intolerancias + no podían separarse una de otra. Si Rousseau se hubiese + contentado con observar que, generalizada en un país la + intolerancia religiosa, es decir, como arriba se ha explicado, + la firme convicción de que una religión es verdadera, se + ha de manifestar, así en el trato particular como en la + legislación, cierta tendencia á no sufrir á los que piensan + de otro modo, sobre todo cuando éstos son en número muy + reducido, su observación hubiera sido muy fecunda, y hubiera + coincidido con la opinión que llevo manifestada sobre este + punto, cuando me he propuesto señalar el curso natural que + siguen en esta materia las ideas y los hechos; pero Rousseau + no mira las cosas bajo este aspecto, sino que, dirigiendo + sus tiros al Catolicismo, afirma que las dos especies de + intolerancia son inseparables, porque «es imposible vivir en + paz con gentes á quienes se cree condenadas, y amarlas sería + aborrecer al Dios que las castiga». No es posible llevar más + allá la mala fe: en efecto, ¿quién le ha dicho á Rousseau que + los católicos creen condenado á nadie mientras vive, y que + amar á un hombre extraviado sería aborrecer á Dios? ¿Podía + ignorar que, antes al contrario, es un precepto indispensable, + es un dogma, para todo católico, el deber de amar á todos los + hombres? ¿Podía ignorar lo que saben hasta los niños por los + primeros rudimentos de la doctrina cristiana, que estamos + obligados á amar al prójimo como á nosotros mismos, y que por + la palabra prójimo se entienden todos los que han alcanzado + el cielo, ó pueden alcanzarle, de cuyo número no se excluye á + nadie mientras vive? Dirá Rousseau que al menos estamos en la + convicción de que, si mueren en aquel mal estado, se condenan; + pero no advierte que lo mismo pensamos de los pecadores, + aunque su pecado no sea el de herejía; y, sin embargo, nadie + ha soñado jamás que los católicos justos no puedan tolerar á + los pecadores, y de que se consideren obligados á odiarlos. No + se ha visto religión que más interés manifieste para convertir + á los malos; y tan lejos está la Iglesia católica de enseñar + que se deba aborrecerlos, que, antes bien, en los púlpitos, + en los libros, en la conversación se repiten mil veces las + palabras con que Dios nos manifiesta su voluntad de que los + pecadores no perezcan, que quiere su conversión y su vida, + que hay más alegría en el cielo por uno de ellos que haga + penitencia, que por noventa y nueve justos que no necesitan + hacerla. + + Y no se crea que este hombre que así se expresaba contra + la intolerancia de los católicos, fuese partidario de una + completa tolerancia; muy al contrario, en la sociedad, tal + como él la imaginaba, quería que no se tolerasen, no los que + no profesasen la religión verdadera, sino los que se apartasen + de aquélla que al poder civil le pluguiese determinar. + «Mas, dejando aparte, dice, las consideraciones políticas, + vengamos al derecho, y fijemos los principios sobre este punto + importante. El derecho que el pacto social da al soberano + sobre los vasallos, no excede, como ya he dicho, los límites + de la utilidad pública. Los vasallos no deben dar cuenta al + soberano de sus opiniones, sino en cuanto ellas interesan á + la comunidad. Al Estado le importa que cada ciudadano tenga + una religión que le haga amar sus deberes; pero los dogmas de + esa religión no interesan ni al Estado ni á sus miembros, sino + en cuanto se refieren á la moral y á los deberes que el que + los profesa está obligado á cumplir para con los otros. Por + lo demás, cada uno puede tener las opiniones que le acomoden, + sin que pertenezca al soberano entender sobre esto; porque, + como no tiene competencia en el otro mundo, sea cual fuere la + suerte de los vasallos en la otra vida, esto no es asunto del + soberano, con tal que en ésta sean buenos ciudadanos. Hay, + pues, una profesión de fe, puramente civil, cuyos artículos + pertenece al soberano fijar; no precisamente como dogmas de + religión, sino como sentimientos de sociabilidad, sin los que + es imposible ser buen ciudadano y fiel vasallo. Sin poder + obligar á nadie á creerlos, puede desterrar del Estado al + que no los crea, no como impío, sino como insociable, como + incapaz de amar sinceramente las leyes y la justicia, y de + sacrificar en caso necesario la vida á su deber. Si alguno, + después de haber reconocido públicamente estos dogmas, se + conduce como si no los creyera, sea castigado con pena de + muerte, porque ha cometido el mayor de los crímenes y mentido + delante de las leyes.» (_Con. Soc._, L. 4, c. 8.) Tenemos, + pues, que en último resultado viene á parar la tolerancia + de Rousseau á facultar al soberano para fijar los artículos + de fe, otorgándole el derecho de castigar con el destierro + y hasta con la muerte, á los que, ó no se conformen con las + decisiones del nuevo papa, ó se aparten de ellas después + de haberlas abrazado. Extraña como parece la doctrina de + Rousseau, no lo es tanto, sin embargo, que no entre en el + sistema general de todos los que no reconocen la supremacía + de un poder en materias religiosas. Rechazan esta supremacía + cuando se trata de atribuirla á la Iglesia católica, ó á su + Jefe, y por una contradicción la más chocante la conceden á + la potestad civil. Está curioso Rousseau cuando, al desterrar + ó matar al que se aparte de la religión formada por el + soberano, no quiere que estas penas se le apliquen como + impío, sino como insociable; Rousseau seguía un impulso, en + él muy natural, de no querer que sonase en algo la impiedad, + en tratando de la aplicación de castigos; pero al hombre que + sufriese el destierro ó pereciese en un cadalso, ¡qué le + importaba el nombre dado á su crimen! En el mismo capítulo se + le escapó á Rousseau una expresión que revela de un golpe á + dónde se enderezaba con tanto aparato de filosofía. «El que + se atreva á decir: _fuera de la Iglesia no hay salud_, debe + ser echado del Estado.» Lo que en otros términos significa + que la tolerancia debe ser para todo el mundo, excepto para + los católicos. Se ha dicho que el _Contrato Social_ fué el + código de la Revolución francesa: y en verdad que ésta no + echó en olvido lo que respecto de los católicos le prescribe + el _tolerante_ legislador. Pocos son en la actualidad los que + se atreven á declararse discípulos del filósofo de Ginebra, + bien que algunos de sus vergonzantes sectarios le prodiguen + todavía desmesurados elogios; pero, confiados en el buen + sentido del linaje humano, debemos esperar que la posteridad + en masa confirmará la nota con que todos los hombres de bien + han señalado al sofista trastornador, y al imprudente autor de + las _Confesiones_. + + Comparado el Protestantismo con el Catolicismo, me he visto + precisado á tratar de la intolerancia, porque éste es uno + de los cargos que con más frecuencia se hacen á la religión + católica; pero en obsequio de la verdad debo advertir que + no todos los protestantes han predicado una tolerancia + universal, y que muchos de ellos han reconocido el derecho de + reprimir y castigar ciertos errores. Grocio, Puffendorf, y + otros que rayan muy alto entre los sabios de que se gloría el + Protestantismo, han estado de acuerdo en este punto, siguiendo + el dictamen de toda la antigüedad, que se conformó siempre con + estos principios, así en la teoría como en la práctica. Se + ha clamado contra la intolerancia de los católicos, como si + ellos la hubiesen enseñado al mundo, como si fuera un monstruo + horrendo, que en ninguna parte se criara, sino allí donde + reina la Iglesia católica. Cuando no otras razones, al menos + la buena fe exigía que se recordase que el principio de la + tolerancia universal no había sido reconocido en ninguna parte + del mundo; y que, así en los libros de los filósofos, como en + los códigos de los legisladores, se encontraba consignado, + con más ó menos dureza, el principio de la intolerancia. + Ora se quisiese condenar este principio como falso, ora se + intentase restringirle, ó dejarle sin aplicación, al menos no + se debía levantar una acusación particular contra la Iglesia + católica, por una doctrina y conducta en que se ha formado, al + ejemplo de la humanidad entera. Así los pueblos cultos como + los bárbaros fueron culpables, si culpa en esto hubiera, y + lejos de recaer exclusivamente la mancha sobre los gobiernos + dirigidos por el Catolicismo y sobre los escritores católicos, + debiera caer sobre todos los gobiernos antiguos, inclusos + los de Grecia y de Roma; debiera caer sobre todos los sabios + de la antigüedad, inclusos Platón, Cicerón y Séneca; debiera + caer sobre los gobiernos y sabios modernos, inclusos los + protestantes. Teniendo esto presente, no hubieran parecido ni + tan erróneas las doctrinas, ni tan negros los hechos; así se + hubiera visto que la intolerancia, tan antigua como el mundo, + no era una invención de los católicos y que sobre todo el + mundo debía recaer la responsabilidad que de ella resultase. + + De cierto, la tolerancia, que tan general se ha hecho ahora + por las causas que llevo indicadas, no se resentirá de las + doctrinas más ó menos severas, más ó menos indulgentes, + que en esta materia se proclamen; pero, por lo mismo que + la intolerancia, tal como en otros tiempos se ejerciera, + ha pasado á ser un mero hecho histórico, que seguramente + nadie recela ver reproducido, conviene sobremanera entrar + en detenido examen de esa clase de cuestiones, para que + desaparezca el borrón que sobre la Iglesia católica han + pretendido echar sus adversarios. + + Viene aquí muy á propósito el recuerdo de la profunda + sabiduría contenida en la Encíclica del Papa contra las + doctrinas de Lamennais. Pretendía dicho escritor que la + tolerancia universal, la libertad absoluta de cultos, es + el estado normal y legítimo de las sociedades, del cual es + imposible separarse, sin atentar á los derechos del hombre y + del ciudadano. Impugnando Lamennais la citada Encíclica, se + empeñó en presentarla como fundadora de nuevas doctrinas, como + un ataque dirigido contra la libertad de los pueblos. No, el + Papa no asentó en la citada Encíclica otras doctrinas que las + profesadas hasta aquí por la Iglesia; y aun podría decirse + que las profesadas por todo gobierno en punto á tolerancia. + Ningún gobierno puede sostenerse, si se le niega el derecho + de reprimir las doctrinas peligrosas al orden social, ora se + cubran con el manto filosófico, ora se disfracen con el velo + de la religión. No se ataca tampoco por esto la libertad del + hombre; porque la única libertad digna de este título es + la libertad conforme á razón. El Papa no ha dicho que los + gobiernos no pudiesen tolerar en ciertos casos diferentes + religiones; pero no ha permitido que se asentase como + principio que la tolerancia absoluta fuese una obligación de + todos los gobiernos. Esta última proposición es contraria á + las sanas doctrinas religiosas, á la razón, á la práctica de + todos los gobiernos en todos tiempos y países, al buen sentido + de la humanidad. Nada han podido en contra todo el talento + y la elocuencia del malogrado escritor; y el Papa alcanzó + un asentimiento más solemne de todos los hombres sensatos + de cualesquiera creencias, desde que el genio obscureció + su frente con la obstinación, desde que su mano empuñó + decididamente el arma innoble del sofisma. Malogrado genio + que conserva apenas una sombra de sí mismo, que ha desplegado + las hermosas alas con que surcaba el azul de los cielos, y + revolotea cual ave siniestra sobre las aguas impuras de un + lago solitario. + + [10] Pág. 222.--Al hablar de la Inquisición de España, no me + he propuesto defender todos sus actos, ni bajo el aspecto + de la justicia, ni tampoco de la conveniencia pública. No + desconociendo las circunstancias excepcionales en que se + encontró, juzgo que hubiera procedido harto mejor, si, + imitando el ejemplo de la Inquisición de Roma, hubiese + ahorrado el derramamiento de sangre, en cuanto le hubiese + sido posible. Podía muy bien velar por la conservación de la + fe, podía prevenir los males que á la religión amenazaban + de parte de moros y judíos, podía preservar la España del + Protestantismo, sin desplegar ese excesivo rigor, que le + mereció graves reprensiones y amonestaciones de parte de los + Sumos Pontífices, que provocó reclamaciones de los pueblos, + que acarreó tantas apelaciones á Roma de los encausados y + condenados, y que suministró pretexto á los adversarios del + Catolicismo para acusar de sanguinaria una religión que tiene + horror á la efusión de sangre. Lo repito, no es responsable la + religión católica de ninguno de los excesos que en su nombre + se hayan podido cometer, y, cuando se habla de la Inquisición, + no se deben fijar principalmente los ojos en la de España, + sino en la de Roma. Allí donde reside el Sumo Pontífice, donde + se sabe cumplidamente cómo debe entenderse el principio de la + intolerancia, y cuál es el uso que de él debe hacerse, allí + la Inquisición ha sido en extremo benigna, indulgente; allí + es el punto donde menos ha sufrido la humanidad por motivo de + religión: y esto sin exceptuar ningún país, tanto aquellos + donde ha existido la Inquisición, como los que carecieron de + ella; tanto donde predominó la religión católica, como donde + prevaleció la protestante. Este hecho es indudable; y para + todo hombre de buena fe debe ser bastante para indicarle cuál + es en esta materia el espíritu del Catolicismo. + + Hago estas reflexiones en prueba de mi imparcialidad, y de que + no desconozco los males, ni dejo de confesarlos, dondequiera + que los vea. Esto no embargante, deseo que no se olviden los + hechos y observaciones que en el texto he aducido, así sobre + la Inquisición en sí misma, en las diferentes épocas de su + duración, como sobre la política de los reyes que la fundaron + y sostuvieron. Por lo mismo, copiaré aquí algunos documentos + que pueden arrojar mucha luz sobre tan importante materia. + He aquí en primer lugar el preámbulo de la Pragmática de D. + Fernando y D.ª Isabel para la expulsión de los judíos, donde + se explanan en pocas palabras los agravios que de ella recibía + la religión, y los peligros que por este motivo amenazaban al + Estado. + + Libro octavo. Título segundo. Lei II de la Nueva Recopilación. + D. Fernando i D.ª Isabel en Granada año 1492 á 30 de Marzo. + Pragmática. + + «Porque Nos fuimos informados que en estos nuestros Reinos + avia algunos malos Christianos, que judaizaban, y apostataban + de nuestra Santa Fé Cathólica, de lo qual era mucha causa + la comunicación de los Judíos con los Christianos, en las + Cortes que hicimos en la ciudad de Toledo el año pasado + de mil quatrocientos i ochenta años, mandamos apartar los + dichos Judíos en todas las Ciudades y Villas, i Lugares de + los nuestros Reinos, i Señoríos, en las Juderías, i lugares + apartados en donde viviesen i morasen, esperando que con + su apartamiento se remediarían otro sí avemos procurado, + i dado órden como se hiciese inquisición en los dichos + nuestros Reinos, la qual, como sabeis, ha mas de doce años + que se ha hecho, i hace, i por ello se han hallado muchos + culpantes, según es notorio: i según somos informados de + los Inquisidores, y de otras muchas personas Religiosas, i + Eclesiásticas, i Seglares, consta; i paresce el gran daño que + á los Christianos se ha seguido, i sigue, de la participación, + conversacion, i comunicacion que han tenido, i tienen con + los Judíos, los quales se prueba que procuran siempre por + quantas vias mas pueden de subvertir, i substraer de nuestra + Santa Fé Cathólica á los Fieles Christianos, i los apartar + della, i atraer i pervertir á su dañada creencia i opinión, + instruyéndoles en las ceremonias, i observancia de su lei, + haciendo ayuntamientos donde les lean, i enseñen lo que han + de creer, i guardar segun su lei, procurando de circuncidar + á ellos, i á sus hijos, dándoles libros por donde rezasen + sus oraciones, i declarándoles los ayunos que han de ayunar, + i juntándose con ellos á leer, i enseñándoles las Historias + de su lei, notificándoles las Pasquas antes que vengan, y + avisándoles lo que en ellas han de guardar, y hacer, dándoles, + y llevándoles de su casa el pan cenceño, y carnes muertas con + ceremonias, instruyéndoles de las cosas que se han de apartar, + assi en los comeres como en las otras cosas, por observancia + de su lei, i persuadiéndoles en quanto pueden que tengan, i + guarden la lei de Moysés, haciéndoles entender que no hai otra + lei, i ni verdad salvo aquella; lo qual consta por muchos + dichos, i confesiones, assi de los mismos Judíos, como de + los que fueron pervertidos, i engañados por ellos, lo qual ha + redundado en gran daño, i detrimento, i oprobio de nuestra + Santa Fé Cathólica: i como quiera que de mucha parte destos + fuimos informados antes de agora, i conoscimos que el remedio + verdadero de todos estos daños, e inconvenientes, está en + apartar del todo la comunicacion de los dichos Judíos con los + Christianos, i echarlos de todos nuestros Reinos, quisímosnos + contentar con mandarlos salir de todas las Ciudades, i Villas, + i Lugares de Andalucía, donde parescia que avia hecho mayor + daño, creyendo que aquello bastaria para que los de las + otras Ciudades, i Villas, i Lugares de los nuestros Reinos, + i Señoríos, cessassen de hacer, y cometer lo susodicho, i + porque somos informados que aquello, ni las justicias que se + han hecho en algunos de los dichos Judíos, que se han hallado + muy culpantes en los dichos crímenes, i delitos contra nuestra + Santa Fé Cathólica, no basta para entero remedio: para obviar + i remediar como cesse tan gran oprobio, i ofensa de la Fé, i + Religion Christiana, i porque cada dia se halla, i paresce + que los dichos Judíos creen en continuar su malo, i dañado + propósito á donde viven, i conversan, i porque no aya lugar + de mas ofender á nuestra Santa Fe Cathólica, assi en los que + hasta aqui Dios ha querido guardar, como en los que cayeron, i + se enmendaron, i reduxeron á la Santa Madre Iglesia, lo qual, + segun la flaqueza de nuestra humanidad, i sujescion diabólica, + que continuo nos guerrea, ligeramente podria acaescer, si la + principal causa desto no se quita, que es echar los dichos + Judíos de nuestros Reinos; i porque quando algun grave, i + detestable crimen es cometido por algunos de algun Colegio, i + Universidad, es razon que el tal Colegio, i Universidad sea + disuelto, y aniquilado, i los menores por los mayores, i los + unos por los otros sean punidos; i aquellos que pervierten el + bien, i honesto vivir de las Ciudades, i Villas por contagio, + que pueda dañarse á los otros, sean expelidos de los pueblos, + i aun por otras mas leves causas que sean en daño de la + República, quanto mas por el mayor de los crímenes, i mas + peligroso, i contagioso, como lo es este: Por ende Nos, con + consejo, i parecer de algunos Prelados.» + + No se trata aquí de examinar si en estas inculpaciones hechas + á los judíos pudo haber ó no alguna parte de exageración: + bien que, según todas las apariencias, debía de haber en esto + un gran fondo de verdad, atendida la situación en que se + encontraban los dos pueblos rivales. Y nótese que, si bien + en el preámbulo de la Pragmática se abstienen los monarcas + de achacar á los judíos cien y cien otros cargos que les + hacía la generalidad del pueblo, no dejaba por esto de andar + muy válida la fama de ellos, y que, por consiguiente, debía + influir sobremanera en agravar la situación de los judíos, y + en inclinar el ánimo de los reyes á tratarlos con dureza. + + Por lo que toca á la desconfianza con que debían de ser + mirados los moros y sus descendientes, á más de los hechos ya + indicados, pueden todavía presentarse otros que manifiestan + la disposición de los ánimos que hacía mirar á esos hombres + como si estuvieran en conspiración permanente contra los + cristianos viejos. Cerca de un siglo había transcurrido desde + la conquista de Granada, y vemos que todavía se abrigaban + recelos de que aquel reino era el centro de las asechanzas + dirigidas por los moros contra los cristianos, saliendo de + allí los avisos, y los auxilios necesarios para que en las + costas pudiesen cometerse contra personas indefensas toda + clase de tropelías. Véase lo que decía Felipe II, en 1567. + + Libro octavo. Título segundo, de la Nueva Recopilación. + + Lei XX. Que pone graves penas á los naturales del Reino de + Granada, que encubrieren, ó acogieren ó favorecieren Turcos, + ó Moros, ó Judíos, ó les dieren avisos, ó se escribieren con + ellos. + + «D. Phelipe II, en Madrid á 10 de Diciembre de 1567 años. + + Porque avemos sido informados que no embargante lo que para + defensa, i seguridad de los mares, i costas de nuestros Reinos + tenemos proveido ansi en mar, como en tierra, especialmente en + el Reino de Granada, los Turcos, Moros, Corsarios, i allende + han hecho, i hacen en el dicho Reino en los puertos, i costas, + y lugares marítimos, i cercanos á ellos, los robos, males, + i daños, i captiverios de Christianos que son notorios, lo + cual diz que han podido, i pueden hacer con facilidad, i + seguridad, mediante el trato, é inteligencia que han tenido + i tienen con algunos naturales de la tierra, los quales los + avisan, i guian, acogen i encubren, i les dan favor, i ayuda, + passándose algunos dellos allende con los dichos Moros, i + Turcos, i llevando consigo sus mugeres, hijos, i ropa, i los + Christianos, i ropa dellos que pueden aver, i que otros de + los dichos naturales, que han sido partícipes, i sabidores, + se quedan en la tierra, i no han sido, ni son castigados, ni + parece que esto está proveido con el rigor, i tan entera, i + particularmente como convendria, i ai mucha dificultad en la + averiguacion, é informacion, i aun descuido, i negligencia en + las Justicias, i Jueces que lo avian de inquirir, i castigar; + i aviéndose sobre esto tratado i platicado en el nuestro + Consejo, para que se proveyese en ello, como en cosa que + tanto importa al servicio de Dios nuestro Señor, i nuestro, i + bien público; y con Nos consultado, fué acordado que deviamos + mandar dar esta nuestra Carta... etc., etc.» + + Pasaban los años y la ojeriza entre los dos pueblos continuaba + todavía; y á pesar de los muchos quebrantos sufridos por la + raza mahometana, no se daban por satisfechos los cristianos. + Es muy probable que un pueblo que había sufrido, y estaba + sufriendo, tantas humillaciones, probaría á vengarse; y así + no se hace tan difícil el creer la verdadera existencia de + las conspiraciones que se les achacaban. Como quiera, la fama + de ellas era general, y el gobierno se hallaba seriamente + alarmado con este motivo. Léase, en comprobación, lo que + decía Felipe III en 1609, en la ley para la expulsión de los + moriscos. + + Libro octavo. Título segundo, de la Nueva Recopilación. + + Lei XXV. Por la qual fueron echados los Moriscos del Reino; + las causas que para ello hubo, y medio que se tubo en su + execucion. + + «D. Phelipe III, en Madrid á 9 de Diciembre de 1609. + + Aviéndose procurado por largo discurso de tiempo la + conservacion de los Moriscos en estos Reinos, i executádose + diversos castigos por el Santo Oficio de la Santa Inquisicion, + i concedídose muchos Edictos de gracia, no omitiendo medio, ni + diligencia para instruirlos en nuestra Santa Fé, sin averse + podido conseguir el fruto que se deseaba, pues ninguno se ha + convertido, antes ha crecido su obstinacion; i aun el peligro + que amenazaba á nuestros Reinos, de conservarlos en ellos, se + Nos presentó por personas mui doctas, i mui temerosas de Dios, + lo que convenia poner breve remedio; i que la dilacion podria + gravar nuestra Real conciencia, por hallarse mui ofendido + nuestro Señor de esta gente, asegurándonos que podríamos sin + ningún escrúpulo castigarlos en las vidas, i en las haciendas, + porque la continuacion de sus delitos, los tenia convencidos + de hereges, i apóstatas, i proditores de lesa Magestad + Divina i humana: i aunque por esto pudiera proceder contra + ellos con el rigor, que sus culpas merecen, todavía deseando + reducirlos por medios suaves y blandos, mandé hacer en la + ciudad, i Reino de Valencia una Junta del Patriarca, i otros + prelados, i personas doctas para que viessen lo que se podria + encaminar, i disponer, i aviéndose entendido que al mismo + tiempo que se estaba tratando de su remedio, los de aquel + Reino, i los de estos passaban adelante con su dañado intento, + i sabiéndose por avisos ciertos, i verdaderos que han enviado + á Constantinopla á tratar con el Turco, ir á Marruecos con + el Rei Buley Fidon, que embiassen á estos Reinos las mayores + fuerzas, que pudiesen en su ayuda, i socorro, asegurándoles + que hallarian en ellos ciento i cinquenta mil hombres, tan + Moros como los de Berberia, que los assistirian con las vidas, + i haciendas, persuadiendo la facilidad de la empresa; aviendo + también intentado la misma plática con Hereges, i otros + Príncipes enemigos nuestros; i atendiendo á todo lo susodicho, + i cumpliendo con la obligacion que tenemos de conservar, i + mantener en nuestros Reinos la Santa Fé Cathólica Romana, i la + seguridad, paz i reposo de ellos en el parecer, i consejo de + varones doctos, i de otras personas mui zelosas del servicio + de Dios, i mio: mandamos que todos los Moriscos habitantes en + estos Reinos, assi hombres, como mugeres, i niños de cualquier + condicion, etc.» + + He dicho que los Papas procuraron ya desde un principio + suavizar los rigores de la Inquisición de España, ora + amonestando á los reyes y á los inquisidores, ora admitiendo + las apelaciones de los encausados y condenados. He añadido + también que la política de los reyes, quienes temían que las + innovaciones religiosas acarreasen perturbación pública, + había embarazado á los Papas para que no pudiesen llevar + tan allá como hubieran deseado, sus medidas de benignidad é + indulgencia; en apoyo de esta aserción escogeré entre otros + documentos uno que manifiesta la irritación de los reyes de + España por el amparo que en Roma encontraban los encausados + por la Inquisición. + + Lib. 8. Tit. 3. Ley 2, de la Nueva Recopilación. + + Que los condenados por la Inquisición, que están ausentados + de estos Reinos, no vuelvan á ellos, so pena de muerte, y + perdimiento de bienes. + + «D. Fernando i D.ª Isabel en Zaragoza á 2 de Agosto año 1498. + Pragmática. + + Porque algunas personas condenadas por Hereges por los + inquisidores se ausentan de nuestros Reinos, i se van á otras + partes, donde con falsas relaciones, i formas indevidas + han impetrado subrepticiamente exenciones, i absoluciones, + comissiones, i seguridades, i otros privilegios, á fin de se + eximir de las tales condiciones, i penas en que incurrieron, + i se quedar con sus errores, i con esto tientan de bolver + á estos nuestros Reinos; por ende, queriendo extirpar tan + grande mal, mandamos que no sean osadas las tales personas + condenadas de bolver, ni buelvan, ni tornen á nuestros Reinos, + i señoríos, por ninguna vía, manera, causa, ni razón que + sea, so pena de muerte y perdimiento de bienes: en la qual + pena queremos, i mandamos que por ese mismo hecho incurran; + i que la tercia parte de los dichos bienes sea para la + persona que lo acusare, i la tercia parte para la Justicia, + i la otra tercia para la nuestra Cámara; i mandamos á las + dichas Justicias, i á cada una, i cualquier dellas en sus + Lugares, i jurisdicciones, que cada i quando supiesen que + algunas de las personas susodichas estuvieren en algún Lugar + de su jurisdiccion, sin esperar otro requerimiento; vayan á + donde la tal persona estuviese, i le prendan el cuerpo, i + luego sin dilacion executen i hagan executar en su persona, + i bienes las dichas penas por Nos puestas, segun que dicho + es; no embargante qualesquier exenciones, reconciliaciones, + seguridades, i otros privilegios que tengan, los quales en + este caso, quanto á las penas susodichas, no les pueden + sufragar; i esto mandamos que hagan, i cumplan assi, so pena + de perdimiento, i confiscacion de todos sus bienes; en la + qual pena incurran qualesquier otras personas, que á las + tales personas encubrieren, ó receptaren, ó supieren donde + están, i no lo notificaren á las dichas nuestras Justicias: + i mandamos á qualesquier Grandes, i Concejos, i otras + personas de nuestros Reinos que den favor i ayuda á nuestras + Justicias, cada i quando que se la pidieren, i menester fuere, + para cumplir i executar lo susodicho, so las penas, que las + Justicias sobre ellos les pusieren.» + + Conócese por el documento que se acaba de copiar que ya en + 1498 habían llegado las cosas á tal punto, que los reyes se + proponían sostener á todo trance el rigor de la Inquisición; y + que se daban por ofendidos de que los Papas se entrometiesen + en suavizarle. Esto indica de dónde procedía la dureza con + que eran tratados los culpables, y revela, además, una de las + causas por que la Inquisición de España usó algunas veces de + sus facultades con excesiva severidad. Bien que no era un + mero instrumento de la política de los reyes, como han dicho + algunos, sentía más ó menos la influencia de ella; y sabido es + que la política, cuando se trata de abatir á un adversario, + no suele mostrarse demasiado compasiva. Si la Inquisición de + España se hubiese hallado entonces bajo la exclusiva autoridad + y dirección de los Papas, mucho más templada y benigna hubiera + sido en su conducta. + + A la sazón el empeño de los reyes de España era que los + juicios de la Inquisición fuesen definitivos, y sin apelación + á Roma; así lo había pedido expresamente al Papa la reina + Isabel, y á esto no sabían avenirse los Sumos Pontífices, + previendo sin duda el abuso que podría hacerse de arma tan + terrible, el día que le faltase el freno de un poder moderador. + + Por los hechos que se acaban de apuntar queda en claro con + cuánta verdad he dicho que, si se excusaba la conducta de + Fernando é Isabel por lo tocante á la Inquisición, no se podía + acriminar la de Felipe II, porque más severos, más duros, se + mostraron los Reyes Católicos que no este monarca. Ya llevo + indicado el motivo por que se ha condenado tan despiadadamente + la conducta de Felipe II; pero es necesario demostrar también + por que se ha ostentado cierto empeño en excusar la de + Fernando é Isabel. + + Cuando se quiere falsear un hecho histórico, calumniando una + persona ó una institución, es menester comenzar afectando + imparcialidad y buena fe; para lo cual sirve en gran manera + el manifestarnos indulgentes con lo mismo que nos proponemos + condenar; pero haciéndolo de manera que esta indulgencia + resalte como una concesión hecha gratuitamente á nuestros + adversarios, ó como un sacrificio que de nuestras opiniones + y sentimientos hacemos, en las aras de la razón y de la + justicia, que son nuestra guía y nuestro ídolo. En tal caso + predisponemos al lector ú oyente á que mire la condenación + que nos proponemos pronunciar como un fallo dictado por la + más estricta justicia, y en que ninguna parte ha cabido + ni á la pasión, ni al espíritu de parcialidad, ni á miras + torcidas. ¿Cómo dudar de la buena fe, del amor á la verdad, + de la imparcialidad de un hombre, que empieza excusando lo + que, según todas las apariencias, atendidas sus opiniones, + debiera anatematizar? He aquí la situación de los hombres de + quienes estamos hablando; proponíanse atacar la Inquisición, + y cabalmente encontraban que la protectora de este tribunal, + y en cierto modo la fundadora, había sido la reina Isabel, + nombre esclarecido que los españoles han pronunciado siempre + con respeto, reina inmortal que es uno de los más bellos + ornamentos de nuestra historia. ¿Qué hacer en semejante + apuro? El medio era expedito: nada importaba que los judíos + y los herejes hubiesen sido tratados con el mayor rigor en + tiempo de los Reyes Católicos, nada obstaba que esos monarcas + hubiesen llevado más allá su severidad que los demás que les + sucedieron; era necesario cerrar los ojos sobre estos hechos, + y excusar la conducta de aquéllos, haciendo notar los graves + motivos que los impulsaron á emplear el rigor de la justicia. + Así se orillaba la dificultad de echar un borrón sobre la + memoria de una gran reina, querida y respetada de todos los + españoles, y se dejaba más expedito el camino para acriminar + sin misericordia á Felipe II. Este monarca tenía contra sí + el grito unánime de todos los protestantes, por la sencilla + razón de que había sido su más poderoso adversario; y así no + era difícil lograr que sobre él recayese todo el peso de la + execración. Esto descifra el enigma, esto explica la razón de + tan injusta parcialidad, esto revela la hipocresía de opinión, + que, excusando á los Reyes Católicos, condena sin apelación á + Felipe II. + + Sin vindicar en un todo la política de este monarca, llevo + presentadas algunas consideraciones, que pueden servir á + templar algún tanto los recios ataques que le han dirigido + sus adversarios; sólo me falta copiar aquí los documentos á + que he aludido, para probar que la Inquisición no era un mero + instrumento de la política de este príncipe, y que él no se + propuso establecer en España un sistema de obscurantismo. + + Don Antonio Pérez en sus _Relaciones_, en las notas á una + carta del confesor del rey, fray Diego de Chaves, en la + que éste afirma que el príncipe seglar tiene poder sobre + la vida de sus súbditos y vasallos, dice: «No me meteré en + decir lo mucho que he oído sobre la calificación de algunas + proposiciones de estas que no es de mi profesión. Los de ella + se lo entenderán luego, en oyendo el sonido; solo diré que, + estando yo en Madrid, salió condenada por la Inquisición + una proposición que uno, no importa decir quién, afirmó en + un sermón en San Hierónimo de Madrid en presencia del rey + católico; es á saber: _Que los reyes tenían poder absoluto + sobre las personas de sus vasallos y sobre sus bienes_. + Fué condenado, demás de otras particulares penas, en que + se retratase públicamente en el mismo lugar con todas las + ceremonias de auto jurídico. Hízolo así en el mismo púlpito; + diciendo que él había dicho la tal proposición en aquel día. + Que él se retrataba de ella, como de proposición errónea. + _Porque, señores_ (así dijo recitando por un papel), _los + reyes no tienen más poder sobre sus vasallos, del que les + permite el derecho divino y humano, y no por su libre y + absoluta voluntad_. Y aun sé el que calificó la proposición, + y ordenó las mismas palabras que había de referir el reo, + con mucho gusto del calificante, porque se arrancaba yerba + tan venenosa, que sentía que iba cresciendo. Bien se ha ido + viendo. El maestro Fray Hernando del Castillo (éste nombraré) + fué el que ordenó lo que recitó el reo, que era consultor del + Santo Oficio, predicador del rey, singular varón en doctrina + y elocuencia, conocido y estimado mucho de su nación y de + la italiana en particular. De éste decía el doctor Velasco, + grave persona de su tiempo, que no había vihuela en manos de + Fabricio Dentici tan suave como la lengua del maestro fray + Hernández del Castillo en los oídos.» + + Y pág. 47 en texto. «Yo sé que las calificaron por muy + escandalosas personas gravísimas en dignidad, en letras, en + limpieza de pecho cristiano, entre ellas persona que en España + tenía lugar supremo en lo espiritual, y que había tenido + oficio antes en el juicio supremo de la Inquisición.» Después + dice que esta persona era el Nuncio de Su Santidad. + + + (Relaciones de Antonio Pérez.) París 1624. + + El notable pasaje de la citada carta de Felipe II al doctor + don Benito Arias Montano, dice así: + + «Lo que vos el Dr. etc. mi capellan, aveis de hacer en Ambares + adonde os enviamos.» + + Fecha de Madrid 25 de Marzo de 1568. + + «Demás de hacer al dicho Plantino esta comodidad y buena obra, + es bien que lleveis entendido que desde ahora tengo aplicados + los seis mil escudos que se le prestan para que como se vayan + cobrando dél, se vayan empleando en libros para el Monasterio + de San Lorenzo el Real de la orden de San Gerónimo, que yo + hago edificar cerca del Escorial, como sabeis. Y así habéis de + ir advertido de este mi fin é intención, para que conforme á + ella hagais diligencia de recoger todos los libros exquisitos, + así impresos como de mano, que vos (como quien tan bien lo + entiende) viéredes que serán convenientes para los traer y + poner en la librería de dicho Monasterio: porque esta es una + de las más principales riquezas que yo querria dejar á los + religiosos que en él hubieren de residir, como la más útil y + necesaria. Y por eso he mandado también á D. Francés de Alaba, + mi embajador en Francia, que procure de haber los mejores + libros que pudiere en aquel reyno y vos habéis de tener + inteligencia con él sobre esto que yo le mandaré escribir que + haga lo mismo con vos; y que antes de comprarlos os envie la + lista de los que se hallaren, y de los precios de ellos para + que vos le advirtais de los que habrá de tomar y dejar, y lo + que podrá dar por cada uno de ellos, y que os vaya enviando + á Amberes los que así fuere comprando, para que vos los + reconozcais, y envieis acá todos juntos á su tiempo.» + + En el reinado de Felipe II, de ese Monarca que se nos pinta + como uno de los principales autores del obscurantismo, se + buscaban en los reinos extranjeros los libros exquisitos, + así impresos como de mano, para traerlos á las librerías + españolas; en nuestro siglo, que apellidamos de ilustración, + se han despojado las librerías españolas, y sus preciosidades + han ido á parar á las extranjeras. ¿Quién ignora el acopio que + de nuestros libros y manuscritos se ha hecho en Inglaterra? + Consúltense los Indices del Museo de Londres y de otras + bibliotecas particulares: el que escribe estas líneas habla + de lo que ha visto con sus propios ojos, y de que ha oído + lamentar á personas respetables. Cuando tan negligentes + nos mostramos en conservar nuestros tesoros, no seamos tan + injustos y tan pueriles, que nos entretengamos en declamar + vanamente contra aquellos mismos que nos los legaron. + + + FIN DE LAS NOTAS + + + + + ÍNDICE DE LOS CAPÍTULOS Y MATERIAS + DEL + TOMO SEGUNDO + + + PÁG. + + Capítulo XX. Cuadro de la civilización moderna. Bosquejo + de las civilizaciones no cristianas. Tres elementos de la + civilización: individuo, familia, sociedad. La perfección de + estos tres elementos dimana de las doctrinas. 4 + + Cap. XXI. Distinción entre el individuo y el ciudadano. + Individualismo de los bárbaros, según M. Guizot. Si este + individualismo perteneció exclusivamente á los bárbaros. + Naturaleza y origen de este sentimiento. Sus modificaciones. + Cuadro de la vida de los bárbaros. Verdadero carácter de su + individualismo. Confesión de M. Guizot. Este sentimiento le + tenían en algún modo todos los pueblos antiguos. 7 + + Cap. XXII. El respeto al hombre, en cuanto hombre, + desconocido de los antiguos. Analogía de esta particularidad + de los antiguos, con un fenómeno de las revoluciones + modernas. Tiranía del poder público sobre los intereses + privados. Explicación de un doble fenómeno que se nos + presenta en las sociedades antiguas y en las modernas + no cristianas. Opinión de Aristóteles. Carácter de la + democracia moderna. 25 + + Cap. XXIII. En la primitiva Iglesia tenían los fieles el + sentimiento de la verdadera independencia. Error de M. + Guizot sobre este punto. Dignidad de la conciencia sostenida + por la sociedad cristiana. Sentimiento del deber. Sublimes + palabras de San Cipriano. Desarrollo de la vida interior. + Defensa del libre albedrío por la Iglesia católica. + Importancia de este dogma para realzar la dignidad del + hombre. 36 + + Cap. XXIV. Ennoblecimiento de la mujer, debido + exclusivamente al Catolicismo. Medios empleados por la + Iglesia para realizarla. Doctrina cristiana sobre la + dignidad de la mujer. Monogamia. Diferente conducta + del Catolicismo y del Protestantismo sobre este punto. + Firmeza de Roma con respecto al matrimonio. Sus efectos. + Indisolubilidad del matrimonio. Del divorcio entre los + protestantes. Efectos del dogma católico, que mira el + matrimonio como verdadero sacramento. 45 + + Cap. XXV. Pretendido rigor del Catolicismo con respecto á + los esposos desgraciados. Dos sistemas para dirigir las + pasiones. Sistema protestante. Sistema católico. Ejemplos. + Pasión del juego. Explosión de las pasiones en tiempos + turbulentos. La causa. El amor. Carácter de esta pasión. El + matrimonio por sí solo no es un freno suficiente. Lo que + debe ser el matrimonio para que sirva de freno. _Unidad y + fijeza_ de las doctrinas y conducta del Catolicismo. Hechos + históricos. Alejandro, César, Napoleón. 53 + + Cap. XXVI. La virginidad. Doctrinas y conducta del + Catolicismo en este punto. Id. del Protestantismo. Id. de la + filosofía incrédula. Origen del principio fundamental de la + economía política inglesa. Consideraciones sobre el carácter + de la mujer. Relaciones de la doctrina sobre la virginidad + con el realce de la mujer. 67 + + Cap. XXVII. Examen de la influencia del feudalismo en + realzar la mujer europea. Opinión de M. Guizot. Origen de su + error. El amor del caballero. Espíritu de la caballería. El + respeto de los germanos por las mujeres. Análisis del famoso + pasaje de Tácito. Consideraciones sobre este historiador. + César, su testimonio sobre los bárbaros. Dificultad de + conocer bien el estado de la familia y de la sociedad entre + los bárbaros. El respeto de que disfruta la mujer europea + es debido al Catolicismo. Distinción del Cristianismo y + Catolicismo; por qué se hace necesaria. 75 + + Cap. XXVIII. La conciencia pública. Su verdadera idea. + Causas que la forman. Comparación de la conciencia pública + de las sociedades modernas con la de las antiguas. + La conciencia pública es debida á la influencia del + Catolicismo. Medios de que éste se sirvió para formarla. 91 + + Cap. XXIX. Examen de la teoría de Montesquieu sobre los + principios en que se fundan las varias formas de gobierno. + Los antiguos censores. Por qué no los han tenido las + sociedades modernas. Causas que en este punto extraviaron á + Montesquieu. Su equivocación sobre el honor. Este honor bien + analizado es el respeto á la conciencia pública. Ilustración + de la materia con hechos históricos. 98 + + Cap. XXX. Dos maneras de considerar el Cristianismo, como + una doctrina y como institución. Necesidad que tiene toda + idea de realizarse en una institución. Vicio radical del + Protestantismo bajo este aspecto. La predicación. El + sacramento de la Penitencia. Influencia de la confesión + auricular en conservar y acendrar la moralidad. Observación + sobre los moralistas católicos. Fuerza de las ideas. + Fenómenos que ofrecen. Necesidad de las instituciones, no + sólo para enseñar, sino también para aplicar las doctrinas. + Influencia de la prensa. Intuición, discurso. 109 + + Cap. XXXI. Suavidad de costumbres, en qué consiste. + Diferencia entre costumbres suaves y costumbres muelles. + Influencia de la Iglesia católica en suavizar las + costumbres. Comparación entre las sociedades paganas y las + cristianas. Esclavitud. Potestad patria. Juegos públicos. + Una reflexión sobre los _Toros_ de España. 123 + + Cap. XXXII. Elementos que se combinaron para perpetuar la + dureza de costumbres en las sociedades modernas. Conducta + de la Iglesia sobre este punto. Cánones y hechos notables. + San Ambrosio y el emperador Teodosio. La tregua de Dios. + Disposiciones muy notables de la autoridad eclesiástica + sobre este punto. 130 + + Cap. XXXIII. Beneficencia pública. Diferencia del + Protestantismo y del Catolicismo con respecto á ella. + Paradoje de Montesquieu. Cánones notables sobre este punto. + Daños acarreados en esta parte por el Protestantismo. Lo que + vale la filantropía. 148 + + Cap. XXXIV. Intolerancia. Mala fe que ha presidido á esta + cuestión. Definición de la tolerancia. Tolerancia de + opiniones, de errores. Tolerancia del individuo. Tolerancia + en los hombres religiosos y en los incrédulos. De dónde + nace en unos y otros. Dos clases de hombres religiosos y de + incrédulos. Tolerancia en la sociedad; de dónde nace. Origen + de la tolerancia que reina en las sociedades actuales. 161 + + Cap. XXXV. La intolerancia es un hecho general en la + historia. Diálogo con los partidarios de la tolerancia + universal. Consideraciones sobre la existencia y el + origen del derecho de castigar doctrinas. Resolución de + esta cuestión. Funesta influencia del Protestantismo y + de la incredulidad en esta materia. Justificación de la + importancia dada por el Catolicismo al pecado de herejía. + Inconsecuencia de los volterianos vergonzantes. Otra + observación sobre el derecho de castigar doctrinas. Resumen. 174 + + Cap. XXXVI. La Inquisición. Instituciones y legislaciones de + intolerancia. Causas del rigor desplegado en los primeros + siglos de la Inquisición. Tres épocas de la Inquisición de + España: contra los judíos y moros, contra los protestantes, + y contra los incrédulos. Judíos; causas del odio con que + eran mirados. Rigores de la Inquisición; sus causas. + Conducta de los Papas en este negocio. Lenidad de la + Inquisición de Roma. Principios intolerantes de Lutero con + respecto a los judíos. Moros y moriscos. 189 + + Cap. XXXVII. Nueva Inquisición atribuída á Felipe II. El P. + Lacordaire. Parcialidad contra Felipe II. Una observación + sobre la obra titulada _La Inquisición sin máscara_. Rápida + ojeada sobre aquella época. Causa de Carranza; observaciones + sobre la misma, y sobre las calidades personales del ilustre + reo. Origen de la parcialidad contra Felipe II. Reflexiones + sobre la política de este monarca. Curiosa anécdota de un + predicador obligado á retractarse. Reflexiones sobre la + influencia del espíritu del siglo. 204 + + + + + ÍNDICE DE LAS NOTAS + + + PÁG. + + (1) 223 + + (2) 227 + + (3) 229 + + (4) 231 + + (5) 231 + + (6) 233 + + (7) 234 + + (8) 238 + + (9) 240 + + (10) 245 + + + + + +End of the Project Gutenberg EBook of El Protestantismo comparado con el +Catolicismo en sus relaciones con la Civilización Europea (Vols 1-2), by Jaime Luciano Balmes + +*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 59797 *** diff --git a/59797-8.txt b/59797-8.txt deleted file mode 100644 index b8c8dfd..0000000 --- a/59797-8.txt +++ /dev/null @@ -1,18511 +0,0 @@ -The Project Gutenberg EBook of El Protestantismo comparado con el -Catolicismo en sus relaciones con la Civilizacin Europea (Vols 1-2), by Jaime Luciano Balmes - -This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and -most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions -whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms -of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at -www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you'll -have to check the laws of the country where you are located before using -this ebook. - - - -Title: El Protestantismo comparado con el Catolicismo en sus relaciones con la Civilizacin Europea (Vols 1-2) - -Author: Jaime Luciano Balmes - -Release Date: June 23, 2019 [EBook #59797] - -Language: Spanish - -Character set encoding: ISO-8859-1 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL PROTESTANTISMO COMPARADO *** - - - - -Produced by Carlos Colon, Josep Cols Canals and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - - - - - - - - - - EL PROTESTANTISMO - COMPARADO CON - EL CATOLICISMO - - - - - Obras del Dr. D. Jaime Balmes, Pbro. - - - EL PROTESTANTISMO - COMPARADO CON - EL CATOLICISMO - - - EN SUS RELACIONES CON - LA CIVILIZACIN EUROPEA - - - DCIMA EDICIN - - - TOMO PRIMERO - - - BARCELONA - IMPRENTA DEL DIARIO DE BARCELONA - CALLE DE LA LIBRETERA, N. 22 - 1921 - - - - - ES PROPIEDAD - - - - -PRLOGO - - -Entre los muchos y gravsimos males que han sido el necesario resultado -de las hondas revoluciones modernas, figura un bien sumamente precioso -para la ciencia, y que probablemente no ser estril para el linaje -humano: la _aficin los estudios que tienen por objeto al hombre y -la sociedad_. Tan recios han sido los sacudimientos, que la tierra, -por decirlo as, se ha entreabierto bajo nuestras plantas; y la -inteligencia humana, que poco antes marchaba altiva y desvanecida -sobre una carroza triunfal, no oyendo ms que vtores y aplausos, y -como abrumada de laureles, se ha estremecido tambin, se ha detenido -en su carrera, y, absorta en un pensamiento grave, y dominada por un -sentimiento profundo, se ha dicho s misma: _Quin soy? de dnde -sal? cul es mi destino?_ De aqu es que han vuelto recobrar su -alta importancia las cuestiones religiosas: por manera que, mientras -se las crea disipadas por el soplo del indiferentismo, reducidas -muy pequeo espacio por el sorprendente desarrollo de los intereses -materiales, por el progreso de las ciencias naturales y exactas, -y por la pujanza siempre creciente de los debates polticos, se ha -visto que, lejos de estar ahogadas bajo la inmensa balumba que pareca -oprimirlas, se han presentado de nuevo con todo su grandor, con su -forma gigantesca, sentadas en la cspide de la sociedad, con la cabeza -en el cielo y los pies en el abismo. - -En esta disposicin de los espritus, era natural que llamase su -atencin la revolucin religiosa del siglo XVI; y que se preguntase -qu es lo que haba hecho esa revolucin en pro de la causa de -la humanidad. Desgraciadamente se han padecido en esta parte -equivocaciones de cuanta; bien por mirarse los hechos al travs del -prisma de las preocupaciones de secta, por considerarlos tan slo por -lo que presentaban en su superficie: y as se ha llegado asegurar -que los reformadores del siglo XVI contribuyeron al desarrollo de las -ciencias, de las artes, de la libertad de los pueblos, y de todo cuanto -se encierra en la palabra _civilizacin_, y que as dispensaron las -sociedades europeas un sealado beneficio. - -Qu dice sobre esto la historia? qu ensea la filosofa? Bajo el -aspecto religioso, bajo el social, bajo el poltico y el literario, -qu es lo que deben la reforma del siglo XVI el individuo y la -sociedad? Marchaba bien la Europa bajo la sola influencia del -Catolicismo? ste embargaba en nada el movimiento de la civilizacin? -He aqu lo que me he propuesto examinar en esta obra. Cada poca tiene -sus necesidades; y fuera de desear que todos los escritores catlicos -se convenciesen de que una de las ms imperiosas en la actualidad, -es el analizar fondo ese linaje de cuestiones: Belarmino y Bossuet -trataron las materias conforme las necesidades de su tiempo; nosotros -debemos tratarlas cual lo exigen las necesidades del nuestro. Conozco -la inmensa amplitud de las cuestiones que arriba he indicado; y as no -me lisonjeo de poder dilucidarlas cual ellas demandan: como quiera, -emprendo mi camino con el aliento que inspira el amor la verdad; -cuando mis fuerzas se acaben, me sentar tranquilo, aguardando que otro -que las tenga mayores, d cumplida cima tan importante tarea. - - - - -CAPITULO PRIMERO - - -Existe en medio de las naciones civilizadas un hecho muy grave, por -la naturaleza de las materias sobre que versa; muy transcendental, -por la muchedumbre, variedad importancia de las relaciones -que abarca; interesante en extremo, por estar enlazado con los -principales acontecimientos de la historia moderna: este hecho es el -_Protestantismo_. - -Ruidoso en su origen, llam desde luego la atencin de la Europa -entera, sembrando en unas partes la alarma, y excitando en otras las -ms vivas simpatas; rpido en su desarrollo, no di lugar siquiera - que sus adversarios pudiesen ahogarle en su cuna; y, al contar -muy poco tiempo desde su aparicin, ya dejaba apenas esperanza de -que pudiera ser atajado en su incremento, ni detenido en su marcha. -Engredo con las consideraciones y miramientos, tomaba bros su osada -y se acrecentaba su pujanza; exasperado con las medidas coercitivas, - las resista abiertamente, se replegaba y reconcentraba para -empezar de nuevo sus ataques con ms furiosa violencia; y de la -misma discusin, de las mismas investigaciones crticas, de todo -aquel aparato erudito y cientfico que se despleg para defenderle - combatirle, de todo se serva como de vehculo para propagar su -espritu y difundir sus mximas. Creando nuevos y pinges intereses, -se hall escudado por protectores poderosos; mientras, convidando -con los ms vivos alicientes todo linaje de pasiones, las levantaba -en su favor, ponindolas en la combustin ms espantosa. Echaba mano -alternativamente de la astucia de la fuerza, de la seduccin -de la violencia, segn ello se brindaban las varias ocasiones -circunstancias; y, empeado en abrirse paso en todas direcciones, -rompiendo las barreras salvndolas, no paraba hasta alcanzar en los -pases que iba ocupando, el arraigo que necesitaba para asegurarse -estabilidad y duracin. Logrlo as, en efecto; y, ms de los vastos -establecimientos que adquiri y conserva todava en Europa, fu llevado -en seguida otras partes del mundo, inoculado en las venas de -pueblos sencillos incautos. - -Para apreciar en su justo valor un hecho, para abarcar cumplidamente -sus relaciones, deslindndolas como sea menester, sealando cada -una su lugar, indicando su mayor menor importancia, es necesario -examinar si sera dable descubrir el principio constitutivo del hecho; -, al menos, si se puede notar algn rasgo caracterstico, que, pintado -por decirlo as en su fisonoma, nos revele su ntima naturaleza. -Difcil tarea, por cierto, al tratar de hechos de tal gnero y -tamao como es el que nos ocupa; ya por la variedad de los aspectos -que se ofrecen, ya por la muchedumbre de relaciones que se cruzan y -enmaraan. En tales materias, amontnanse con el tiempo un gran nmero -de opiniones, que, como es natural, han buscado todas sus argumentos -para apoyarse; y as se encuentra el observador con tantos y tan varios -objetos, que se ofusca, se abruma y se confunde: y, si se empea en -mudar de lugar, por colocarse en un punto de vista ms propsito, -halla esparcidos por el suelo tanta abundancia de materiales, que le -obstruyen el paso, , cubriendo el verdadero camino, le extravan en su -marcha. - -Con slo dar una mirada al Protestantismo, ora se le considere en su -estado actual, ora en las varias fases de su historia, sintese desde -luego la suma dificultad de encontrar en l nada de constante, nada que -pueda sealarse como su principio constitutivo: porque, incierto en -sus creencias, las modifica de continuo, y las vara de mil maneras; -vago en sus miras, y fluctuante en sus deseos, ensaya todas las formas, -tantea todos los caminos; y, sin que alcance jams una existencia -bien determinada, sigue siempre con paso mal seguro nuevos rumbos, no -logrando otro resultado que enredarse en ms intrincados laberintos. - -Los controversistas catlicos le han perseguido y acosado en todas -direcciones; pero, si les preguntis con qu resultado, os dirn -que han tenido que habrselas con un nuevo Proteo, que, prximo -recibir un golpe, le eluda, cambiando de forma. Y en efecto, si se -quiere atacar al Protestantismo en sus doctrinas, no se sabe dnde -dirigirse; porque no se sabe nunca cules son stas, y aun l propio -lo ignora; pudiendo decirse que bajo este aspecto el Protestantismo es -invulnerable, porque invulnerable es lo que carece de cuerpo. sta es -la razn de no haberse encontrado arma ms propsito para combatirle -que la empleada por el ilustre obispo de Meaux: _T varas, y lo que -vara no es verdad_. Arma muy temida por el Protestantismo, y, por -cierto, digna de serlo; pues que todas las transformaciones que se -empleen para eludir su golpe, slo sirven para hacerle ms certero -y ms recio. Qu pensamiento tan cabal el de ese grande hombre! El -solo ttulo de la obra debi hacer temblar los protestantes: es la -_Historia de las variaciones_; y una historia de _variaciones_ es la -historia del _error_.[1] - -Esta variedad, que no debe mirarse como extraa en el Protestantismo, -antes s como natural y muy propia, al paso que nos indica que l no -est en posesin de la verdad, nos revela tambin que el principio -que le mueve y le agita, no es un principio de vida, sino un elemento -disolvente. Hasta ahora siempre se le ha pedido en vano que asentase en -alguna parte el pie, y presentase un cuerpo uniforme y compacto; y en -vano ser tambin pedrselo en adelante, porque vano es pedir asiento -fijo lo que est fluctuando en la vaguedad de los aires; y mal puede -formarse un cuerpo compacto por medio de un elemento, que tiende de -continuo separar las partes, disminuyendo siempre su afinidad, y -comunicndoles nuevas fuerzas para repelerse y rechazarse. Bien se -deja entender que estoy hablando del _examen privado en materias de -fe_; ya sea que para el fallo se cuente con la sola luz de la razn, - con particulares inspiraciones del cielo. Si algo puede encontrarse -de constante en el Protestantismo, es este espritu de examen; es el -substituir la autoridad pblica y legtima, el dictamen privado: esto -se encuentra siempre junto al Protestantismo, mejor diremos, en lo ms -ntimo de su seno; ste es el nico punto de contacto de todos los -protestantes, el fundamento de su semejanza; y es bien notable que se -verifica todo esto veces sin su designio, veces contra su expresa -voluntad. - -Psimo y funesto como es semejante principio, s al menos los corifeos -del Protestantismo le hubieran proclamado como sea de combate, -apoyndole, empero, siempre con su doctrina, y sostenindole con su -conducta, hubieran sido consecuentes en el error, y, al verles caer -de precipicio en precipicio, se habra conocido que era efecto de un -mal sistema, pero que, bueno malo, era al menos un sistema. Pero ni -esto siquiera: y, examinando las palabras y hechos de los primeros -novadores, se nota que, si bien echaron mano de ese funesto principio, -fu para resistir la autoridad que los estrechaba; pero, por lo -dems, nunca pensaron en establecerle completamente. Trataron, s, de -derribar la autoridad legtima, pero con el fin de usurpar ellos el -mando; es decir, que siguieron la conducta de los revolucionarios -de todas clases, tiempos y pases: quieren echar al suelo el poder -existente, para colocarse ellos en su lugar. Nadie ignora hasta qu -punto llevaba Lutero su frentica intolerancia; no pudiendo sufrir, ni -en sus discpulos, ni en los dems, la menor contradiccin cuanto le -pluguiese l establecer, sin entregarse los ms locos arrebatos, -sin permitirse los ms soeces dicterios. Enrique VIII, el fundador en -Inglaterra de lo que se llama _independencia del pensamiento_, enviaba -al cadalso cuantos no pensaban como l; y instancias de Calvino fu -quemado vivo en Ginebra Miguel Servet. - -Llamo tan particularmente la atencin sobre este punto, porque me -parece muy importante el hacerlo: el hombre es muy orgulloso, y, al oir -que se deja como sentado que los novadores del siglo XVI proclamaron -la _independencia del pensamiento_, sera posible que algunos incautos -tomaran por aquellos corifeos un secreto inters, mirando sus violentas -peroratas como la expresin de un arranque generoso, y contemplando -sus esfuerzos como dirigidos la vindicacin de los derechos del -entendimiento. Spase, pues, para no olvidarse jams, que aquellos -hombres proclamaban el principio del _libre examen_, slo para -escudarse contra la legtima autoridad; pero que en seguida trataban de -imponer los dems el yugo de las doctrinas que ellos haban forjado. -Se proponan destruir la autoridad emanada de Dios, y sobre las ruinas -de ella establecer la suya propia. Doloroso es el verse precisado -presentar las pruebas de esta asercin: no porque no se ofrezcan en -abundancia, sino porque, si se quiere echar mano de las ms seguras -incontestables, hay que recordar palabras y hechos que, si bien cubren -de oprobio los fundadores del Protestantismo, tampoco es grato el -traerlos la memoria; porque al pronunciar tales cargos la frente -se ruboriza, y al consignarlos en un escrito parece que el papel se -mancha.[2] - -Mirado en globo el Protestantismo, slo se descubre en l un informe -conjunto de innumerables sectas, todas discordes entre s, y acordes -slo en un punto: _en protestar contra la autoridad de la Iglesia_. -sta es la causa de que slo se oigan entre ellas nombres particulares -y exclusivos, por lo comn slo derivados del fundador de la secta; -y que, por ms esfuerzos que hayan hecho, no han alcanzado jams - darse un nombre general, expresivo al mismo tiempo de una idea -positiva; de suerte que hasta ahora slo se denominan la manera -de las sectas filosficas. Luteranos, calvinistas, zuinglianos, -anglicanos, socinianos, arminianos, anabaptistas, y la interminable -cadena que podra recordar, son nombres que muestran plenamente la -estrechez y mezquindad del crculo en que se encierran sus sectas; y -basta pronunciarlos para notar que no hay en ellos nada de general, -nada de grande. quien conozca medianamente la religin cristiana, -parece que esto debera bastarle para convencerse de que estas sectas -no son verdaderamente cristianas; pero lo singular, lo ms notable, -es lo que ha sucedido con respecto encontrar un nombre general. -Recorred su historia, y veris que tantea varios, pero ninguno le -cuadra, en encerrndose en ellos algo de positivo, algo de cristiano; -pero, al ensayar uno como recogido al acaso en la Dieta de Espira, uno -que en s propio lleva su condenacin, porque repugna al origen, al -espritu, las mximas, la historia entera de la religin cristiana; -un nombre que nada expresa de unidad, ni de unin; es decir, nada de -aquello que es inseparable del nombre cristiano; un nombre que no -envuelve ninguna idea positiva, que nada explica, nada determina; al -ensayar ste, se le ha ajustado perfectamente, todo el mundo se lo ha -adjudicado por unanimidad, por aclamacin; y es porque era el suyo: -_Protestantismo_.[3] - -En el vago espacio sealado por este nombre, todas las sectas se -acomodan, todos los errores tienen cabida: negad con los luteranos el -libre albedro, renovad con los arminianos los errores de Pelagio, -admitid la presencia real con unos, desechadla luego con los -zuinglianos y calvinistas; si queris, negad con los socinianos la -divinidad de Jesucristo, adheros los episcopales los puritanos, -daos si os viniera en gana las extravagancias de los cuqueros, todo -esto nada importa: no dejis por ello de ser protestantes, porque -todava _protestis_ contra la autoridad de la Iglesia. Es se un -espacio tan anchuroso, del que apenas podris salir, por grandes que -sean vuestros extravos: es todo el vasto terreno que descubrs en -saliendo fuera de las puertas de la Ciudad Santa.[4] - - - - -CAPITULO II - - -Pero, cules fueron las causas de que apareciese en Europa el -Protestantismo, y de que tomase tanta extensin incremento? Digna -es, por cierto, tal cuestin de ser examinada con mucho detenimiento, -ya por la importancia que encierra en s propia, ya tambin porque, -llamndonos investigar el origen de semejante plaga, nos gua al -lugar ms propsito para que podamos formarnos una idea ms cabal -de la naturaleza y relaciones de ese fenmeno, tan observado como mal -definido. - -Cuando efecto de la naturaleza y tamao del Protestantismo se -trata de sealarle sus causas, es poco conforme razn el recurrir - hechos de poca importancia; ya porque lo sean de suyo, porque -estn limitados determinados lugares y circunstancias. Es un error -el suponer que de causas muy pequeas pudiesen resultar efectos muy -grandes; pues que, si bien es verdad que las cosas grandes tienen -veces su principio en las pequeas, tambin lo es que no es lo mismo -principio que causa, y que el principiar una cosa por otra, y el ser -causada por ella, son expresiones de significado muy diferente. Una -leve chispa produce tal vez un espantoso incendio; pero es porque -encuentra abundancia de materias inflamables. Lo que es general, -ha de tener causas generales; lo que es muy duradero y arraigado, -causas muy duraderas y profundas. sta es una ley constante, as en -el orden moral como en el fsico, pero ley cuyas aplicaciones son muy -difciles, particularmente en el orden moral; pues en l veces estn -las cosas grandes encubiertas con velos tan modestos, est cada efecto -enlazado con tantas causas, y por medio de tan delicadas hebras y tan -complicada contextura, que al ojo ms atento y perspicaz, se le -escapa enteramente, se le pasa como cosa liviana y de poco resultado, -lo que tena tal vez la mayor importancia influjo; y, al contrario, -andan las cosas pequeas tan cubiertas de oropel, tan adornadas y -relumbrantes, tan acompaadas de ruidoso cortejo, que es muy fcil -que engaen al hombre, ya muy propenso de suyo juzgar por meras -apariencias. - -Insistiendo en los principios que acabo de asentar, no puedo inclinarme - dar mucha importancia, ni la rivalidad excitada por la predicacin -de las indulgencias, ni las demasas que pudieran cometer en esta -materia algunos subalternos; pudo todo esto ser una ocasin, un -pretexto, una seal de combate, pero en s era muy poca cosa para poner -en conflagracin el mundo. Aunque tal vez sea ms plausible, no es, -sin embargo, ms puesto en razn, el buscar las causas del nacimiento -y extensin del Protestantismo en el carcter y circunstancias de -los primeros novadores. Pondrase con nfasis la fogosa violencia de -los escritos y palabras de Lutero; y hcese notar cun propsito -eran para inflamar el nimo de los pueblos, arrastrarlos en pos de -los nuevos errores, inspirarles encarnizado odio contra la Iglesia -romana; encarcense no menos la sofstica astucia, el estilo metdico, -la expresin elegante de Calvino, calidades muy adaptadas para dar -alguna aparente regularidad la informe masa de errores que enseaban -los nuevos sectarios, ponindola ms en estado de ser abrazada por -personas de ms fino gusto: y este tenor se van trazando cuadros -ms menos verdicos de los talentos y dems calidades de otros -hombres: ni Lutero, ni Calvino, ni ninguno de los principales -fundadores del Protestantismo, trato de disputarles los ttulos con que -adquirieron su triste celebridad; pero me parece que el insistir mucho -sobre las calidades personales, y el atribuir stas la principal -influencia en el desarrollo del mal, es no conocerle en toda su -extensin, es no evaluar toda su gravedad, y es, adems, olvidar lo que -nos ha enseado la historia de todos los tiempos. - -En efecto: si miramos con imparcialidad aquellos hombres, nada -encontraremos en ellos de tan singular que no se halle con igualdad, - con exceso, en casi todas las cabezas de secta. Sus talentos, su -erudicin, su saber, todo ha pasado ya por el crisol de la crtica; -y, ni entre los catlicos ni entre los protestantes, se halla ya -nadie instrudo imparcial que no tenga por exageraciones de partido -las desmedidas alabanzas que les haban tributado. Bajo todos -aspectos, ya se los considera slo en la clase de aquellos hombres -turbulentos, que reunen las circunstancias necesarias para provocar -trastornos. Desgraciadamente, la historia de todos tiempos y pases -y la experiencia de cada da nos ensean que esos hombres son cosa -muy comn, y que aparecen dondequiera que una funesta combinacin de -circunstancias ofrezca ocasin oportuna. - -Cuando se ha querido buscar otras causas, que por su extensin -importancia estuvieran ms en proporcin con el Protestantismo, se -han sealado comunmente dos: _la necesidad de una reforma_, y el -_espritu de libertad_. Haba muchos abusos, han dicho algunos; se -descuid la reforma legtima, y este descuido provoc la revolucin. -El entendimiento humano estaba en cadenas, han dicho otros; quiso -quebrantarlas; y el Protestantismo no fu otra cosa _que un esfuerzo -extraordinario en nombre de la libertad, un vuelo atrevido del -pensamiento humano_. Por cierto que esas opiniones no puede -tachrselas de que sealen causas pequeas, y cuya influencia se -circunscriba espacio breve; y hasta en ambas se encuentra algo -que es muy propsito para atraerles proslitos. Ponderando la una -la necesidad de una reforma, abre anchuroso campo para reprender la -inobservancia de las leyes y la relajacin de las costumbres, y esto -excita siempre simpatas en el corazn del hombre, indulgente cuando se -trata de los deslices propios, pero severo inexorable con los ajenos; -y, pronunciando la otra las deslumbradoras palabras de _libertad_, de -_vuelo atrevido del espritu_, puede estar siempre segura de hallar -dilatado eco, pues que ste no falta jams la palabra que lisonjea el -orgullo. - -No trato yo de negar la necesidad que la sazn haba de una reforma; -convengo en que era necesaria; bastndome para esto el dar una ojeada - la historia, el escuchar los sentidos lamentos de grandes hombres, -mirados por la Iglesia como hijos muy predilectos, y sobre todo me -basta leer en el primer decreto del Concilio de Trento que uno de los -objetos del Concilio era la _reforma del clero y del pueblo cristiano_; -me basta oir de boca del Papa Po IV, en la confirmacin del mismo -Concilio, que uno de los objetos para que se haba celebrado, era la -_correccin de las costumbres y el restablecimiento de la disciplina_. -Sin embargo, y pesar de todo esto, no puedo inclinarme dar los -abusos tanta influencia en el nacimiento del Protestantismo como le -han atribudo muchos; y, decir verdad, me parece muy mal resuelta -la cuestin, siempre que, para sealar la verdadera causa del mal, -se insiste mucho sobre los funestos resultados que haban de traer -consigo los abusos; as como, por otra parte, no me satisfacen las -palabras de _libertad_ y de _atrevido vuelo del pensamiento_. Lo dir -paladinamente: por ms respeto que se merezcan algunos de los hombres -que han dado tanta importancia los abusos; por ms consideraciones -que tenga los talentos de otros que han apelado al espritu de -libertad, ni en unos ni en otros encuentro aquel anlisis, filosfico -histrico la par, que no se aparta del terreno de los hechos, sino -que los examina y alumbra, mostrando la ntima naturaleza de cada uno, -sin descuidar su enlace y encadenamiento. - -Se ha divagado tanto en la definicin del Protestantismo y en el -sealamiento de sus causas, por no haberse advertido que no es ms -que un hecho comn todos los siglos de la historia de la Iglesia, -pero que tom su _importancia y peculiares caracteres de la poca en -que naci_. Con esta sola consideracin, fundada en el testimonio -constante de la historia, y confirmada por la razn y la experiencia, -todo se allana, todo se aclara y explica; nada hemos de buscar en -sus doctrinas, ni en sus fundadores, de extraordinario ni singular; -porque todo lo que tiene de caracterstico, todo proviene de que naci -en _Europa, y en el siglo_ XVI. Desenvolver este pensamiento, no -echando mano de raciocinios areos, que slo estriben en suposiciones -gratuitas, sino apelando hechos que nadie podr contestar. - -Es innegable que el principio de sumisin la autoridad en materias -de fe, ha encontrado siempre mucha resistencia por parte del espritu -humano. No es ste el lugar de sealar las causas de esta resistencia, -causas que en el curso de esta obra me propongo analizar; me basta -por ahora consignar el hecho, y recordar quien lo pusiere en duda, -que la historia de la Iglesia va siempre acompaada de la historia de -las herejas. Conforme la variedad de tiempos y pases, el hecho ha -presentado diferentes fases: ora haciendo entrar en torpe mezcolanza -el judasmo y el cristianismo, ora combinando con la doctrina de -Jesucristo los sueos de los orientales, ora alterando la pureza del -dogma catlico con las cavilaciones y sutilezas del sofista griego; -es decir, presentando diferentes aspectos, segn ha sido diferente el -estado del espritu humano. No ha dejado, empero, este hecho de tener -dos caracteres generales, que han manifestado bien las claras que -el origen es el mismo, pesar de ser tan vario el resultado en su -naturaleza y objeto. Estos caracteres son: _el odio la autoridad de -la Iglesia y el espritu de secta_. - -Bien claro es que, si en cada siglo se haba visto nacer alguna secta -que se opona la autoridad de la Iglesia, y eriga en dogmas las -opiniones de sus fundadores, no era regular que dejase de acontecer lo -mismo en el siglo XVI; y, atendido el carcter del espritu humano, -me parece que, si el siglo XVI hubiera sido una excepcin de la regla -general, tendramos actualmente una cuestin bien difcil de resolver, -y sera: cmo fu posible que no apareciese en aquel siglo ninguna -secta? Pues bien: una vez nacido en el siglo XVI un error cualquiera, -sea cual fuere su origen, su ocasin y pretexto; luego que se haya -reunido en torno de la nueva ensea una porcin de proslitos, veo ya -al Protestantismo en toda su extensin, en toda su transcendencia, con -todas sus divisiones y subdivisiones, con toda su audacia y energa -para desplegar un ataque general contra cuantos puntos de dogma y de -disciplina se enseen y observen en la Iglesia. En vez de Lutero, -de Zuinglio, de Calvino, poned, si os place, Arrio, Nestorio, -Pelagio; en lugar de los errores de aqullos, ensead, si queris, los -de stos: todo ser indiferente, porque todo tendr un mismo resultado. -El error excitar desde luego simpatas, encontrar defensores, -acalorar entusiastas, se extender, se propagar con la rapidez de -un incendio, se dividir luego, y tomarn sus chispas direcciones muy -diferentes; todo se defender con aparato de erudicin y de saber, -variarn de continuo las creencias, se formularn mil profesiones de -fe, se cambiar anonadar la liturgia, y harnse mil trozos los -lazos de disciplina: es decir, tendris el _Protestantismo_. Y cmo -es que en el siglo XVI haya de tomar el mal tanta gravedad, tanta -extensin y transcendencia? Porque la sociedad de entonces es muy -diferente de todas las anteriores, y lo que en otras pocas pudiera -causar un incendio parcial, haba de acarrear en sta una conflagracin -espantosa. Componase la Europa de un conjunto de sociedades inmensas -que, como formadas en una misma matriz, tenan mucha semejanza en -ideas, costumbres, leyes instituciones; habase entablado, por -consiguiente, entre ellas una viva comunicacin, ora excitada por -rivalidades, ora por comunidad de intereses; en la generalidad de la -lengua latina exista un medio que facilitaba la circulacin de toda -clase de conocimientos; y, sobre todo, acababa de generalizarse un -rpido vehculo, un medio de explotacin, de multiplicacin y expresin -de todos los pensamientos y afectos; un medio que poco antes saliera -de la cabeza de un hombre, como un resplandor milagroso preado de -colosales destinos: _la imprenta_. - -Tal es el espritu humano, tal su volubilidad, tanto el apego que cobra -fcilmente toda clase de innovaciones, tal el placer que siente en -abandonar los antiguos rumbos para seguir otros nuevos, que, una vez -levantada la ensea del error, era imposible que no se agrupasen muchos -en torno de ella. Sacudido el yugo de la autoridad en pases donde -era tan vasta, tan activa la investigacin, donde fermentaban tantas -discusiones, donde bullan tantas ideas, donde germinaban todas las -ciencias, ya no era dable que el vago espritu del hombre se mantuviera -fijo en ningn punto, y deba por precisin pulular un hormiguero de -sectas, marchando cada una por su camino, merced de sus ilusiones -y caprichos. Aqu no hay medio: las naciones civilizadas, sern -catlicas, recorrern todas las fases del error; se mantendrn -aferradas al ncora de la autoridad, desplegarn un ataque general -contra ella, combatindola en s misma, y en cuanto ensea prescribe. -El hombre cuyo entendimiento est despejado y claro, vive tranquilo -en las apacibles regiones de la verdad, la busca desasosegado -inquieto; y como, estribando en principios falsos, siente que no est -firme el terreno, que est mal segura y vacilante su planta, cambia -continuamente de lugar, saltando de error en error, de abismo en -abismo. El vivir en medio de errores, y estar satisfecho de ellos, y -transmitirlos de generacin en generacin, sin hacer modificacin ni -mudanza, es propio de aquellos pueblos que vegetan en la ignorancia y -envilecimiento: all el espritu no se mueve, porque duerme. - -Colocado el observador en este punto de vista, descubre el -Protestantismo tal cual es en s; y, como domina completamente la -posicin, ve cada cosa en su lugar, y puede, por tanto, apreciar su -verdadero tamao, descubrir sus relaciones, estimar su influencia, y -explicar sus anomalas. Entonces, situados los hombres en su lugar, y -comparados con el vasto conjunto de los hechos, aparecen en el cuadro -como figuras muy pequeas, que podran muy bien ser substitudas por -otras, que nada importa que estuvieran un poco ms ac, un poco ms -all; que era indiferente que tuviesen esta aquella forma, este -aquel colorido; y entonces salta los ojos que el entretenerse mucho -en ponderar la energa de carcter, la fogosidad y audacia de Lutero, -la literatura de Melanchton, el talento sofstico de Calvino, y otras -cosas semejantes, es desperdiciar el tiempo y no explicar nada. Y, -en efecto: qu eran todos esos hombres y otros corifeos? tenan, -acaso, algo de extraordinario? no eran, por ventura, tales como se -los encuentra con frecuencia en todas partes? Algunos de ellos ni -excedieron siquiera de la raya de medianos; y de casi todos puede -asegurarse que, si no hubieran tenido celebridad funesta, la hubieran -tenido muy escasa. Pues por qu hicieron tanto? Porque encontraron un -montn de combustible y le pegaron fuego: ya veis que esto no es muy -difcil; y, sin embargo, ah est todo el misterio. Cuando veo Lutero -loco de orgullo, precipitarse en aquellos delirios y extravagancias -que tanto lamentaban sus propios amigos; cuando le veo insultar -groseramente cuantos le contradicen, indignarse contra todo lo que no -se humilla en su presencia; cuando le oigo vomitar aquel torrente de -dicterios soeces, de palabras inmundas, apenas me causa otra impresin -que la de lstima: este hombre, que tiene la singular ocurrencia de -llamarse _Notharius Dei_, desvara, tiene medio perdido el juicio, y -no es extrao, porque ha soplado, y con su soplo se ha manifestado un -terrible incendio; es que haba un almacn de plvora, y su soplo le ha -aproximado una chispa, y el insensato que en su ceguera no lo advierte, -dice en su delirio: _muy poderoso soy; mirad: mi soplo es abrasador: -pone en conflagracin al mundo_. - -Y los abusos qu influencia tuvieron? Si no abandonamos el mismo punto -de vista en que nos hemos colocado, veremos que dieron tal vez alguna -ocasin, que suministraron algn pbulo, pero que estn muy lejos de -haber ejercido la influencia que se les ha atribudo, y no es porque -trate ni de negarlos, ni de excusarlos; no es porque no haga el debido -caso de los lamentos de grandes hombres; pero no es lo mismo llorar un -mal, que sealar y analizar su influencia. El varn justo que levanta -su voz contra el vicio, el ministro del santuario devorado por el celo -de la Casa del Seor, se expresan con acento tan alto y tan sentido, -que no siempre sus quejas y gemidos pueden servir de dato seguro para -estimar el justo valor de los hechos. Ellos sueltan una palabra que -sale del fondo de su corazn; sale abrasada, porque arde en sus pechos -el amor, y el celo de la justicia; y viene en pos de ellos la mala fe, -interpreta su maligno talante las expresiones, y todo lo exagera y -desfigura. - -Sea lo que fuere de todo esto, bien claro es que, atenindonos lo -que dejamos firmemente asentado con respecto al origen y naturaleza -del Protestantismo, no pueden sealarse como principal causa de l los -abusos; y que, cuando ms, pueden indicarse como ocasiones y pretextos. -Si as no fuere, sera menester decir que en la Iglesia, ya desde -su origen, aun en el tiempo de su primitivo fervor, y de su pureza -proverbial, tan ponderada por los adversarios, ya haba muchos abusos: -porque tambin entonces pululaban de continuo sectas, que protestaban -contra sus dogmas, que sacudan su autoridad, y se apellidaban la -verdadera Iglesia. Esto no tiene rplica; el caso es el mismo; y si se -alegare la extensin que ha tenido el Protestantismo, y su propagacin -rpida, recordar que esto se verific tambin con respecto otras -sectas; reproducir lo que deca San Jernimo de los estragos del -arrianismo: _Gimi el orbe entero y asombrse de verse arriano_. Que, -si algo ms se quiere citar con respecto al Protestantismo, bastante se -lleva evidenciado que lo que tiene de caracterstico, todo lo debe, no - los abusos, sino la _poca en que naci_. - -Lo dicho hasta aqu es bastante para que pueda formarse concepto de -la influencia que los abusos pudieron ejercer: pero, como este asunto -ha dado tanto que hablar, y prestado origen muchas equivocaciones, -ser bien, antes de pasar ms adelante, detenerse todava ms en esta -importante materia, fijando, en cuanto cabe, las ideas, y separando -lo verdadero de lo falso, lo cierto de lo incierto. Que en los siglos -medios se haban introducido abusos deplorables, que la corrupcin -de costumbres era mucha, y que, por consiguiente, era necesaria una -reforma, es cierto, indudable. Por lo que toca los siglos XI y -XII, tenemos de esta triste verdad testigos tan intachables como -San Pedro Damin, San Gregorio VII y San Bernardo. Algunos siglos -despus, si bien se haban corregido mucho los abusos, todava eran -de consideracin, bastando para convencernos de esta verdad los -lamentos de los varones respetables que anhelaban por la reforma; -distinguindose muy particularmente el cardenal Julin en las terribles -palabras con que se diriga al Papa Eugenio IV, representndole los -desrdenes del clero, principalmente del de Alemania. Confesada -paladinamente la verdad, pues no creo que la causa del Catolicismo -necesite para su defensa del embozo y de la mentira, resolver en pocas -palabras algunas cuestiones importantes. - -Quin tena la culpa de que se hubiesen introducido tamaos -desrdenes? Era la Corte de Roma? Eran los obispos? Creo que slo -se la debe achacar la calamidad de los tiempos. Para un hombre -sensato bastar recordar que en Europa se haban consumado los hechos -siguientes: la disolucin del viejo y corrompido imperio romano; la -irrupcin inundacin de los brbaros del Norte; la fluctuacin y las -guerras de stos entre s y con los dems pueblos por espacio de largos -siglos; el establecimiento y el predominio del feudalismo con todas sus -turbulencias y desastres; la invasin de los sarracenos, y su ocupacin -de una parte considerable de Europa. La ignorancia, la corrupcin, -la relajacin de la disciplina, no deban ser el resultado natural, -necesario, de tanto trastorno? La sociedad eclesistica poda menos de -resentirse profundamente de esa disolucin, de ese aniquilamiento de la -sociedad civil? poda no participar de los males de ese horroroso caos -en que se hallaba envuelta la Europa? - -Falt nunca en la Iglesia, el espritu, el deseo, el anhelo de la -reforma de los abusos? Se puede demostrar que no. Pasar por alto los -santos varones, que en todos aquellos calamitosos tiempos no dej de -abrigar en su seno; la historia nos los cuenta en nmero considerable, -y de virtudes tan acendradas, que, al paso que contrastaban con la -corrupcin que les rodeaba, mostraban que no se haba apagado en -el seno de la Iglesia catlica el divino fuego de las _lenguas del -Cenculo_. Este solo hecho prueba ya mucho; pero prescindir de -l, para llamar la atencin sobre otro ms notable, menos sujeto -cuestiones, menos tachable de exageracin, y que no puede decirse -limitado este aquel individuo, sino que es la verdadera expresin -del espritu que animaba al cuerpo de la Iglesia. Hablo de la incesante -reunin de concilios en que se reprobaban y condenaban los abusos, y se -inculcaba la santidad de costumbres, y la observancia de la disciplina. -Afortunadamente este hecho consolador est fuera de toda duda; est -patente los ojos de todo el mundo, bastando, para convencerse de l, -el haber abierto una vez siquiera algn libro de historia eclesistica, - alguna coleccin de concilios. Es sobremanera digno este hecho de -llamar la atencin, y aun puede aadirse que quiz no se ha advertido -toda la importancia que encierra. En efecto: si observamos las otras -sociedades, repararemos que, medida que las ideas las costumbres -cambian, van modificando rpidamente las leyes; y, si stas le son muy -contrarias, en poco tiempo las hacen callar, las arrollan, las echan -por el suelo. Pero en la Iglesia no sucedi as: la corrupcin se haba -extendido por todas partes de una manera lamentable: los ministros de -la religin se dejaban arrastrar de la corriente, y se olvidaban de -la santidad de su ministerio; pero el fuego santo arda siempre en -el santuario: all se proclamaba, se inculcaba sin cesar la ley; y -aquellos mismos hombres cosa admirable!, aquellos mismos hombres que -la quebrantaban, se reunan con frecuencia para condenarse s mismos, -para afear su propia conducta, haciendo de esta manera ms sensible, -ms pblico el contraste entre su enseanza y sus obras. La simona -y la incontinencia eran los dos vicios dominantes; pues bien, abrid -las colecciones de los concilios, y por dondequiera los encontraris -anatematizados. Jams se vi tan prolongada, tan constante, tan tenaz -lucha del derecho contra el hecho; jams, como entonces, se vi por -espacio de largos siglos la ley colocada cara cara contra las -pasiones desencadenadas; y mantenerse all firme, inmvil, sin dar un -paso atrs, sin permitirles tregua ni descanso hasta haberlas sojuzgado. - -Y no fu intil esa constancia, esa santa tenacidad: y as es que -principios del siglo XVI, es decir, la poca del nacimiento del -Protestantismo, vemos que los abusos eran incomparablemente menores, -que las costumbres se haban mejorado mucho, que la disciplina haba -adquirido vigor, y que se la observaba con bastante regularidad. El -tiempo de las declamaciones de Lutero no era el tiempo calamitoso -llorado por San Pedro Damin y por San Bernardo: el caos se haba -desembrollado mucho; la luz, el orden y la regularidad se iban -difundiendo rpidamente; y, por prueba incontestable de que no yaca -en tanta ignorancia y corrupcin como se quera ponderar, poda la -Iglesia ofrecer una exquisita muestra de hombres tan distinguidos en -santidad como brillaron en aquel mismo siglo, y tan eminentes en -sabidura como resplandecieron en el Concilio de Trento. Es menester -no olvidar la situacin en que se haba encontrado la Iglesia; es -necesario no perder de vista que las grandes reformas exigen largo -tiempo; que estas reformas encontraban resistencia en los eclesisticos -y en los seglares, y que, por haberlas querido emprender con firmeza -y constancia Gregorio VII, se ha llegado tacharle de temerario. No -juzguemos los hombres fuera de su lugar y tiempo; no pretendamos -que todo se ajuste los mezquinos tipos que nos forjamos en nuestra -imaginacin: los siglos ruedan en una rbita inmensa, y la variedad -de circunstancias produce situaciones tan extraas y complicadas, que -apenas alcanzamos concebirlas. - -Bossuet, en su _Historia de las variaciones_, despus de haber hecho -una clasificacin del diferente espritu que guiaba los hombres que -haban intentado una reforma antes del siglo XVI, y despus de citar -las amenazadoras palabras del cardenal Julin, dice: As es como, en -el siglo XV, ese cardenal, el hombre ms grande de su tiempo, deploraba -los males, previendo sus funestas consecuencias; de manera que parece -haber pronosticado los que Lutero iba causar toda la cristiandad, -empezando por la Alemania; y no se enga al creer que el _no haber -cuidado de la reforma_, y el aumento del odio contra el clero, iba -producir una secta ms temible para la Iglesia que la de los bohemios. -De estas palabras se infiere que el ilustre obispo de Meaux encontraba -una de las principales causas del Protestantismo en no haberse hecho -tiempo la reforma legtima. No se crea, por esto, que Bossuet excuse -en lo ms mnimo los corifeos del Protestantismo, ni que trate de -poner en salvo las intenciones de los novadores; antes al contrario, -los coloca en la clase de los reformadores turbulentos, que, lejos -de favorecer la verdadera reforma deseada por los hombres sabios y -prudentes, slo servan para hacerla ms difcil, introduciendo con sus -malas doctrinas el espritu de desobediencia, de cisma y de hereja. - - pesar de la autoridad de Bossuet, no puedo inclinarme dar tanta -importancia los abusos, que los mire como una de las principales -causas del Protestantismo, y no es necesario repetir lo que en apoyo de -mi opinin he dicho antes. Pero no ser fuera del caso advertir que mal -pueden apoyarse en la autoridad de Bossuet los que intenten sincerar -las intenciones de los primeros reformadores; pues que el ilustre -prelado es el primero en suponerlos altamente culpables, y en reconocer -que, si bien existan los abusos, nunca tuvieron los novadores la -intencin de corregirlos, antes s de valerse de este pretexto para -apartarse de la fe de la Iglesia, substraerse al yugo de la legtima -autoridad, quebrantar todos los lazos de la disciplina, introducir de -esta suerte el desorden y la licencia. - -Y la verdad, cmo sera posible atribuir los primeros reformadores -el espritu de una verdadera reforma, cuando casi todos cuidaron -de desmentirlo con su vergonzosa conducta? Si al menos se hubieran -entregado un riguroso ascetismo, si con la austeridad de sus -costumbres hubiesen condenado la relajacin de que se lamentaban, -entonces podramos sospechar si sus mismos extravos fueron efecto de -un celo exagerado, si fueron arrebatados al mal por un exceso de amor -al bien; pero sucedi algo de semejante? Oigamos lo que dice sobre el -particular un testigo de vista, un hombre que por cierto no puede ser -tildado de fantico, un hombre que guard con los primeros corifeos -del Protestantismo tantas consideraciones y miramientos, que no pocos -los han calificado de culpables: es Erasmo, que, hablando con su -acostumbrada gracia y malignidad, dice as: Segn parece, la reforma -viene parar la secularizacin de algunos frailes, y al casamiento -de algunos sacerdotes: y esa gran tragedia se termina, al fin, por un -suceso muy cmico, pues que todo se desenlaza, como en las comedias, -por un casamiento. - -Esto manifiesta hasta la evidencia cul era el verdadero espritu de -los novadores del siglo XVI, y que, lejos de intentar la enmienda de -los abusos, se proponan ms bien agravarlos. En esta parte, la simple -consideracin de los hechos ha guiado M. Guizot por el camino de la -verdad, cuando no admite la opinin de aquellos que pretenden que la -reforma haba sido una tentativa concebida y ejecutada con el solo -designio de reconstituir una Iglesia pura, la Iglesia primitiva; ni una -simple mira de mejora religiosa, ni el fruto de una utopia de humanidad -y de verdad. (_Historia general de la civilizacin europea, leccin -12._) - -Tampoco ser difcil ahora el apreciar en su justo valor el mrito de -la explicacin que ha dado de este fenmeno el escritor que acabo de -citar. La reforma, dice M. Guizot, fu un esfuerzo extraordinario en -nombre de la libertad, una insurreccin de la inteligencia humana. - -Este esfuerzo naci, segn el mismo autor, de la _vivsima actividad_ -que desplegaba el espritu humano, y del estado de _inercia_ en que -haba cado la Iglesia romana: de que la sazn caminaba el espritu -humano con fuerte impetuoso movimiento, y la Iglesia se hallaba -_estacionaria_. sta es una de aquellas explicaciones que son muy -propsito para granjearse admiradores y proslitos; porque, colocados -los pensamientos en terreno tan general y elevado, no pueden ser -examinados de cerca por la mayor parte de los lectores, y, presentados -con el velo de una imagen brillante, deslumbran los ojos, y preocupan -el juicio. - -Como lo que coarta la libertad de pensar, tal como la entiende aqu -M. Guizot, y como la entienden los protestantes, es la _autoridad_ en -materias de fe, infirese que el levantamiento de la inteligencia debi -ser seguramente contra esa _autoridad_; es decir, que aconteci la -sublevacin del entendimiento, porque l marchaba, y la Iglesia no se -mova de sus dogmas; , por valerme de la expresin de M. Guizot: la -Iglesia se hallaba _estacionaria_. - -Sea cual fuere la disposicin de nimo de M. Guizot con respecto los -dogmas de la Iglesia catlica, al menos como filsofo debi advertir -que andaba muy desacertado en sealar, como particular de una poca, lo -que para la Iglesia era un carcter de que ella se haba glorificado -en todos tiempos. En efecto: van ya ms de 18 siglos que la Iglesia -se la puede llamar _estacionaria_ en sus dogmas; y sta es una prueba -inequvoca de que ella sola est en posesin de la verdad: porque la -verdad es _invariable_, por ser _una_. - -Si, pues, el levantamiento de la inteligencia se hizo por esta causa, -nada tuvo la Iglesia en aquel siglo que no tuviera en todos los -anteriores, y no lo haya conservado en los siguientes; nada hubo de -particular, nada de caracterstico; nada, por consiguiente, se ha -adelantado en la explicacin de las causas del fenmeno; y si por -esta razn la compara M. Guizot los gobiernos _viejos_, sta es -una _vejez_ que la tuvo la Iglesia desde su cuna. Como si M. Guizot -hubiese sentido l propio la flaqueza de sus raciocinios, presenta -los pensamientos en grupo, en tropel; hace desfilar los ojos del -lector diferentes rdenes de ideas, sin cuidar de clasificaciones, ni -deslindes, para que la variedad distraiga y la mezcla confunda. En -efecto: juzgar por el contexto de su discurso, no parece que entienda -aplicar la Iglesia los eptetos de _inerte_, ni _estacionaria_ con -respecto los dogmas, sino que ms bien se deja conjeturar que trata -de referirlo pretensiones bajo el aspecto poltico y econmico; pues, -por lo que toca la _tirana intolerancia_ que han achacado algunos - la Corte de Roma, lo rechaza M. Guizot como una calumnia. - -Supuesto que en esta parte presenta una incoherencia de ideas que -parece no debamos esperar de su claro entendimiento, incoherencia -que muchos se les hara recio de creer, me es indispensable copiar -literalmente sus propias palabras, y en ellas aprenderemos que nada -hay ms incoherente que los grandes talentos, una vez colocados en una -posicin falsa. - -Haba cado la Iglesia, dice M. Guizot, en un estado de inercia, -se hallaba estacionaria: el crdito poltico de la Corte de Roma se -haba disminudo mucho: la direccin de la sociedad europea ya no le -perteneca, puesto que haba pasado al gobierno civil. Con todo, tena -el poder espiritual las mismas pretensiones que antes; conservaba -an toda su pompa, toda su importancia exterior: sucedale lo que ha -acontecido, ms de una vez los gobiernos viejos y que han perdido -su influencia: se dirigan de continuo quejas contra ella, y la mayor -parte eran fundadas. Cmo es posible que M. Guizot no advirtiese -que nada sealaba aqu que tuviese relacin con la libertad del -pensamiento, nada que no fuera de un orden muy diferente? El haberse -disminudo el influjo poltico de la Corte de Roma, y el conservar -an sus pretensiones; el no pertenecerle ya la direccin de la -sociedad europea, y el conservar ella su pompa importancia exterior, -significa acaso otra cosa que las rivalidades que pudieron existir -con respecto asuntos polticos? Y cmo pudo olvidar M. Guizot que -poco antes haba dicho que el sealar como causa del Protestantismo la -_rivalidad de los soberanos con el poder eclesistico_, no le pareca -_fundado_, ni muy _filosfico_, ni en correspondiente _proporcin con -la extensin importancia de este suceso_? - -Si algunos creyesen que, aun cuando todo esto no tuviera relacin -directa con la libertad del pensamiento, no obstante, se provoc la -sublevacin intelectual con la intolerancia que manifestaba la sazn -la Corte de Roma: No es verdad, les responder M. Guizot, que en el -siglo XVI la Corte de Roma fuese muy tirnica; no es verdad que los -abusos, propiamente dichos, fuesen entonces ms numerosos y ms graves -de lo que hasta aquella poca haban sido. _Al contrario, nunca quizs_ -el gobierno eclesistico se haba mostrado ms _condescendiente y -tolerante_, ms dispuesto dejar marchar todas las cosas mientras -no se cuestionase sobre su poder, mientras se le reconociesen, aun -dejndolos sin ejercicio, los derechos que tena: mientras se le -asegurase la misma existencia, se le pagasen los mismos tributos. De -este modo el gobierno eclesistico hubiera dejado tranquilo al espritu -humano, si el espritu humano hubiese querido hacer otro tanto con -respecto l. Es decir, que no parece sino que M. Guizot se olvid -completamente de que asentaba todos esos antecedentes para manifestar -que la reforma protestante haba sido un _grande esfuerzo en nombre -de la libertad, un levantamiento de la inteligencia humana_; pues que -nada nos alega, nada recuerda que se opusiese esta libertad; y aun -si algo pudiera provocar el _levantamiento_, como habra sido _la -intolerancia_, _la crueldad_, el no dejar tranquilo al espritu humano, -ya nos ha dicho M. Guizot que el gobierno eclesistico en el siglo XVI -no era tirnico, antes bien era _condescendiente_, _tolerante_, y que -de su parte hubiera _dejado tranquilo al espritu humano_. - - la vista de tales datos, es evidente que el _esfuerzo extraordinario -en nombre de la libertad de pensar_, es, en boca de M. Guizot, una -palabra vaga, indefinible; y, al proferirla, parece que se propuso -cubrir con brillante velo la cuna del Protestantismo, aun expensas -de la consecuencia en sus propias opiniones. Desech las rivalidades -polticas y apela luego ellas; no da importancia la influencia de -los abusos, no los juzga por verdadera causa, y se olvida que en la -leccin antecedente haba asentado que, si se hubiera hecho tiempo -una reforma legal _tan oportuna y necesaria_, tal vez se hubiera -evitado la revolucin religiosa: traza un cuadro en que se propone -presentar puntos de contraste con esta libertad, quiere alzarse -consideraciones generales, elevadas, que abarquen la posicin y las -relaciones de la inteligencia, y se detiene en _la pompa y aparato -exterior_, recuerda las _rivalidades polticas_, y, abatiendo su vuelo, -hasta desciende al terreno de los _tributos_. - -Esa incoherencia de ideas, esa debilidad de raciocinio, ese olvido -de los propios asertos, slo podr parecer extrao quien est ms -acostumbrado admirar el vuelo de los grandes talentos que estudiar -la historia de sus aberraciones. Cabalmente M. Guizot se hallaba en -tal posicin, que es muy difcil no equivocarse y deslumbrarse; porque, -si es verdad que el caminar rastreramente sobre los hechos individuales -trae el inconveniente de circunscribir la vista, y de conducir al -observador la coleccin de una serie de hechos aislados, ms bien -que la formacin de un cuerpo de ciencia, tambin es cierto que, -divagando el espritu por un inmenso espacio donde haya de abarcar -muchos y muy variados hechos en todos sus aspectos y relaciones, corre -peligro de alucinarse cada paso; tambin es cierto que la demasiada -generalidad suele rayar en hipottica y fantstica; que no pocas veces, -alzndose con inmoderado vuelo el entendimiento para descubrir mejor el -conjunto de los objetos, llega no verlos como son en s, quizs hasta -los pierda enteramente de vista; y por eso es menester que los ms -elevados observadores recuerden con frecuencia el dicho de Bacn: _no -alas, sino plomo_. - -M. Guizot tena demasiada imparcialidad para que no pudiese menos de -confesar la exageracin con que haban sido abultados los abusos; -adems, tena mucha filosofa para desconocer que no eran causa -suficiente para producir un efecto tamao; y hasta el sentimiento de -su propia dignidad y decoro no le permiti mezclarse con esa turba -bulliciosa y descomedida, que clama sin cesar contra la crueldad y la -intolerancia; y as es que en esta parte hizo un esfuerzo para hacer -justicia la Iglesia romana. Pero desgraciadamente sus prevenciones -contra la Iglesia no le permitieron ver las cosas como son en s: -columbr que el origen del Protestantismo deba buscarse en el mismo -espritu humano; pero, conocedor del siglo en que vive, y, sobre todo, -de la poca en que hablaba, presinti que, para ser bien acogidos sus -discursos, era menester lisonjear al auditorio apellidando _libertad_; -templ con algunas palabras suaves la amargura de los cargos contra -la Iglesia, mas procurando luego que todo lo bello, todo lo grande -y generoso, estuviera de parte del pensamiento engendrador de la -reforma, y que recayesen sobre la Iglesia todas las sombras que haban -de obscurecer el cuadro. - - no ser as, hubiera visto, sin duda, que, si bien la principal -causa del Protestantismo se halla en el espritu humano, no era -necesario recurrir parangones injustos; no hubiera cado en la -incoherencia que acabamos de ver; hubiera encontrado la raz del hecho -en el propio carcter del espritu humano, y hubiera explicado su -gravedad y transcendencia, con slo recordar la naturaleza, posicin -y circunstancias de las sociedades en cuyo centro apareci. Habra -notado que no hubo all un _esfuerzo extraordinario, sino una simple -repeticin de lo acontecido en cada siglo; un fenmeno comn, que -tom un carcter especial, causa de la particular disposicin de la -atmsfera que le rodeaba_. - -Este modo de considerar el Protestantismo como un hecho comn, -agrandado, empero, y extendido causa de las circunstancias de la -sociedad en que naci, me parece tan filosfico como poco reparado: -y as presentar otra proposicin, que nos suministrar juntamente -razones y ejemplos. Tal es el estado de las sociedades modernas, -de tres siglos esta parte, que todos los hechos que en ellas se -verifiquen, han de tomar un carcter de generalidad, y, por tanto, de -gravedad, que los ha de distinguir de los mismos hechos, verificados, -empero, en otras pocas en que era diferente el estado de las -sociedades. Dando una ojeada la historia antigua, observaremos que -todos los hechos tenan cierto aislamiento, por el cual ni eran tan -provechosos cuando eran buenos, ni tan nocivos cuando eran malos. -Cartago, Roma, Lacedemonia, Atenas, y todos esos pueblos antiguos, -ms menos adelantados en la carrera de la civilizacin, siguen cada -cual su camino; pero siempre de una manera particular: las ideas, las -costumbres, las formas polticas se sucedan unas otras; pero no se -descubre esa influencia de las ideas de un pueblo sobre las ideas de -otro pueblo, de las costumbres del uno sobre las costumbres del otro; -ese espritu propagador que tiende confundirlos todos en un mismo -centro: por manera que, excepto el caso de violenta conmixtin, se -conoce muy bien que podran los pueblos antiguos estar largo tiempo muy -cercanos, conservando ntegramente cada uno sus propias fisonomas, sin -experimentar causa del contacto considerables mudanzas. - -Observad, empero, cun de otra manera sucede en Europa: una revolucin -en un pas afecta todos los otros; una idea salida de una escuela pone -en agitacin los pueblos, y en alarma los gobiernos: nada hay -aislado; todo se generaliza, todo se propaga, tomando con la misma -expansin una fuerza terrible. He aqu por qu no es posible estudiar -la historia de un pueblo, sin que se presenten en la escena todos los -pueblos; no es posible estudiar la historia de una ciencia, de un arte, -sin que se compliquen desde luego cien relaciones con otros objetos que -no son ni cientficos, ni artsticos: y es porque todos los pueblos se -asimilan, todos los objetos se enlazan, todas las relaciones se abarcan -y se cruzan; he aqu por qu no hay un asunto en un pas en que no -tomen inters, y aun parte si es posible, todos los dems; y he aqu -por qu, concretndonos la poltica, es y ser siempre una idea sin -aplicaciones la de _no intervencin_; pues no se ha visto jams que -cada cual no procure intervenir en todos los negocios que le interesan. - -Estos ejemplos, tomados de los rdenes polticos, literarios y -artsticos, me parecen muy propsito para dar entender mi idea -sobre lo que ha sucedido con respecto al orden religioso; y, si bien -despojan al Protestantismo de ese manto filosfico con que se le ha -querido cubrir aun en su cuna; si le quitan todo derecho suponerse -como un pensamiento que, lleno de previsin y de proyectos grandiosos, -encerraba grandes destinos, tampoco rebajan en nada su gravedad y su -extensin, en nada limitan el hecho; antes s indican la verdadera -causa de que se haya presentado con aspecto tan imponente. - -Desde el punto de vista que acabo de sealar, todo se descubre en -su verdadero tamao: los hombres apenas figuran, casi desaparecen; -los abusos se ofrecen como son: ocasiones y pretextos; los planes -vastos, las ideas altas y generosas, los esfuerzos de independencia se -reducen suposiciones arbitrarias; el cebo de las depredaciones, la -ambicin, las rivalidades de los soberanos, juegan como causas ms -menos influyentes, pero siempre en un orden secundario: ninguna causa -se excluye; slo que se las coloca todas en su lugar, no se permite -la exageracin en su influencia, y, sealndose una principal, no -deja de mirarse el hecho como de tal naturaleza, que en su nacimiento -y desarrollo debieron de obrar un sinnmero de agentes. Y, cuando se -llega una cuestin capital en la materia; cuando se pregunta la causa -del odio, de la exasperacin, que han manifestado los sectarios contra -Roma; cuando se pregunta si esto no revela algunos grandes abusos -de su parte, si no hace sospechar su sinrazn, se puede responder -tranquilamente: que siempre se ha visto que las olas en la tormenta -braman furiosas contra la roca inmvil que las resiste. - -Tan lejos estoy de atribuir los abusos la influencia que muchos -les han asignado con respecto al nacimiento y desarrollo del -Protestantismo, que estoy convencido de que, por ms reformas legales -que se hubieran hecho, por ms condescendiente que se hubiera -manifestado la autoridad eclesistica en acceder demandas y -exigencias de todas clases, hubiera acontecido, poco ms menos, la -misma desgracia. - -Es necesario haber reparado bien poco en la extrema inconstancia y -movilidad del espritu humano, y haber estudiado muy poco su historia, -para desconocer que era sta una de aquellas grandes calamidades que -slo Dios, por providencia especial, es bastante evitarlas.[5] - - - - -CAPITULO III - - -La proposicin sentada al fin del captulo anterior me sugiere un -corolario, que, si no me engao, ofrece una nueva demostracin de la -divinidad de la Iglesia catlica. - -Se ha observado como cosa muy admirable la duracin de la Iglesia -catlica por espacio de 18 siglos, y eso pesar de tantos y tan -poderosos adversarios; pero quiz no se ha notado bastante que, -atendida la ndole del espritu humano, uno de los grandes prodigios -que presenta sin cesar la Iglesia, es la unidad de doctrina en medio -de toda clase de enseanza, y abrigando siempre en su seno un nmero -considerable de sabios. - -Llamo muy particularmente sobre este punto la atencin de todos los -hombres pensadores; y estoy seguro de que, aun cuando yo no acierte - desenvolver cual merece este pensamiento, encontrarn ellos aqu -un germen de muy graves reflexiones. Tal vez se acomodar tambin -este modo de mirar la Iglesia, al gusto de ciertos lectores, pues -prescindir enteramente de los caracteres que se rocen con la -revelacin, y considerar el Catolicismo, no como religin divina, sino -como escuela filosfica. - -Nadie que haya saludado la historia de las letras, me podr negar que, -en todos tiempos, haya tenido la Iglesia en su seno hombres ilustres -por su sabidura. En los primeros siglos, la historia de los Padres de -la Iglesia es la historia de los sabios de primer orden, en Europa, en -frica y en Asia; despus de la irrupcin de los brbaros, el catlogo -de los hombres que conservaron algo del antiguo saber, no es ms que un -catlogo de eclesisticos; y, por lo que toca los tiempos modernos, -no es dable sealar un solo ramo de los conocimientos humanos, en que -no figuren en primera lnea un nmero considerable de catlicos. Es -decir, que, de 18 siglos esta parte, hay una serie no interrumpida -de sabios, que son catlicos, que estn acordes en un cuerpo de -doctrina formado de la reunin de las verdades enseadas por la Iglesia -catlica. Prescindiendo ahora de los caracteres de divinidad que la -distinguen, y considerndola nicamente como una escuela, una secta -cualquiera, puede asegurarse que presenta en el hecho que acabo de -consignar, un fenmeno tan extraordinario, que, ni es posible hallarle -semejante en otra parte, ni es dable explicarle como comprendido en el -orden regular de las cosas. - -Seguramente que no es nuevo en la historia del espritu humano, el que -una doctrina, ms menos razonable, haya sido profesada algn tiempo -por un cierto nmero de hombres ilustrados y sabios: este espectculo -lo hemos presenciado en las sectas filosficas antiguas y modernas; -pero que una doctrina se haya sostenido por espacio de muchos siglos, -conservando adictos ella sabios de todos tiempos y pases, y -sabios, por otra parte, muy discordes en sus opiniones particulares, -muy diferentes en costumbres, muy opuestos tal vez en intereses y muy -divididos por sus rivalidades, este fenmeno es nuevo, es nico, slo -se encuentra en la Iglesia catlica. Exigir fe, unidad en la doctrina, -y fomentar de continuo la enseanza, y provocar la discusin sobre -toda clase de materias; incitar y estimular el examen de los mismos -cimientos en que estriba la fe, preguntando para ello las lenguas -antiguas, los monumentos de los tiempos ms remotos, los documentos -de la historia, los descubrimientos de las ciencias observadoras, -las lecciones de las ms elevadas y analticas; presentarse siempre con -generosa confianza en medio de esos grandes liceos donde una sociedad, -rica de talentos y de saber, reune como en focos de luz todo cuanto -le han legado los tiempos anteriores, y lo dems que ella ha podido -reunir con sus trabajos, he aqu lo que ha hecho siempre, y est -haciendo todava, la Iglesia; y, sin embargo, la vemos perseverar firme -en su fe, en su unidad de doctrina, rodeada de hombres ilustres, cuyas -frentes, ceidas de los laureles literarios ganados en cien palestras, -se le humillan serenas y tranquilas, sin que lo tengan mengua, sin -que crean que deslustren las brillantes aureolas que resplandecen sobre -sus cabezas. - -Los que miran el Catolicismo como una de tantas sectas que han -aparecido sobre la tierra, ser menester que busquen algn hecho que -se parezca ste; ser menester que nos expliquen cmo la Iglesia -puede de continuo presentarnos ese fenmeno, que tan en oposicin -se encuentra con la innata volubilidad del espritu humano; ser -necesario que nos digan cmo la Iglesia romana ha podido realizar este -prodigio, y qu imn secreto tiene en sus manos el Sumo Pontfice para -que l pueda hacer lo que no ha podido otro hombre. Los que inclinan -respetuosamente sus frentes al oir la palabra salida del Vaticano; -los que abandonan su propio parecer para sujetarse lo que les dicta -un hombre que se apellida _Papa_, no son tan slo los sencillos -ignorantes: miradlos bien: en sus frentes altivas descubriris el -sentimiento de sus propias fuerzas, y en sus ojos vivos y penetrantes -veris que se trasluce la llama del genio que oscila en su mente. En -ellos reconoceris los mismos que han ocupado los primeros puestos -de las academias europeas, que han llenado el mundo con la fama de -sus nombres: nombres transmitidos las generaciones venideras entre -corrientes de oro. Recorred la historia de todos los tiempos, viajad -por todos los pases del orbe, y, si encontris en ninguna parte un -conjunto tan extraordinario, el saber unido con la fe, el genio sumiso - la autoridad, la discusin hermanada con la unidad, presentadle: -habris hecho un descubrimiento importante; habris ofrecido la -ciencia un nuevo fenmeno que explicar: ah! esto os ser imposible, -bien lo sabis; y por esto apelaris nuevos efugios, por esto -procuraris obscurecer con cavilaciones la luz de una observacin que -sugiere una razn imparcial, y hasta al sentido comn, la legtima -consecuencia de que en la Iglesia catlica hay algo que no se encuentra -en otra parte. - -Estos hechos, dirn los adversarios, son ciertos; las reflexiones que -sobre ellos se han emitido no dejan de ser deslumbradoras; pero, bien -analizada la materia, desaparecern todas las dificultades que pueden -presentarse por la extraeza que causa el haberse verificado en la -Iglesia un hecho que no se ha verificado en ninguna secta. Si bien se -mira, cuanto hasta aqu se lleva alegado, slo prueba que en la Iglesia -ha habido siempre un sistema determinado, que, apoyado en un punto -fijo, ha podido ser realizado con uniforme regularidad. En la Iglesia -se ha conocido que el origen de la fuerza est en la unin, que para -esta unin era necesario establecer _unidad_ en la doctrina, y que para -conservar esta _unidad_ era necesaria la sumisin la autoridad. Esto -una vez conocido, se ha establecido el principio de sumisin, y se le -ha conservado invariablemente: he aqu explicado el fenmeno; en esto -no negaremos que haya sabidura profunda, que haya un plan vasto, un -sistema singular; pero nada podris inferir en pro de la divinidad del -Catolicismo. - -Esto es lo que se responder, porque es lo nico que se puede -responder; pero fcil es de notar que, pesar de esa respuesta, queda -la dificultad en todo su vigor. Resulta siempre en claro que hay una -sociedad sobre la tierra, que por espacio de 18 siglos ha sido siempre -dirigida por un principio constante, fijo; una sociedad que ha logrado -que se adhiriesen este principio hombres eminentes de todos tiempos -y pases, y, por tanto, permanece siempre en pie todo el embarazo que -ofrecen los adversarios las siguientes preguntas: Cmo es que slo -la Iglesia ha tenido este principio? cmo es que slo ella se le -haya ocurrido tal pensamiento? cmo es que, si ha ocurrido otra -secta, ninguna lo haya podido poner en planta? cmo es que todas -las sectas filosficas hayan desaparecido unas en pos de otras, y la -Iglesia no? cmo es que las otras religiones, si han querido conservar -alguna unidad, han tenido siempre que huir de la luz, y esquivar la -discusin, y envolverse en negras sombras; y la Iglesia haya siempre -conservado su _unidad_, buscando la luz, y no ocultando sus libros, -no escaseando la enseanza, sino fundando por todas partes colegios, -universidades y dems establecimientos, donde pudiesen reunirse y -concentrarse todos los resplandores de la erudicin y del saber? - -No basta decir que hay un sistema, un plan: la dificultad est en la -misma existencia de ese sistema, de ese plan; la dificultad est en -explicar cmo se han podido concebir y ejecutar. Si se tratase de pocos -hombres reunidos en ciertas circunstancias, en determinados tiempos y -pases, para la ejecucin de un proyecto limitado breve espacio, no -habra aqu nada de particular; pero se trata de 18 siglos, se trata de -todos los pases, de las circunstancias ms variadas, ms diferentes, -ms opuestas; se trata de hombres que no han podido avenirse, ni -concertarse. Cmo se explica todo esto? Si no es ms que un sistema, -un plan humano, qu hay de misterioso en esa ciudad de Roma, que -as reune en torno suyo tantos hombres ilustres de todos tiempos y -pases? Si el Pontfice de Roma no es ms que el jefe de una secta, -cmo es que de tal modo alcanza fascinar el mundo? se habra visto -jams un mago que ejecutase extraeza ms estupenda? No hace ya mucho -tiempo que se declama contra su _despotismo religioso_? por qu, pues, -no ha habido otro hombre que le haya arrebatado el cetro? por qu no -se ha erigido otra ctedra que disputase la suya la preeminencia, -y se mantuviese en igual esplendor y podero? Es acaso por su poder -material? Es muy limitado, y no podra medir sus armas con ninguna -potencia de Europa. Es por el carcter particular, por la ciencia, -por las virtudes de los hombres que han ocupado el solio pontificio? -Pero, cmo es posible que en el espacio de 18 siglos no hayan tenido -infinita variedad los caracteres de los Papas, y muy diferentes -graduaciones su ciencia y sus virtudes? quien no sea catlico, -quien no viere en el Pontfice romano al Vicario de Jesucristo, aquella -_piedra_ sobre la cual edific Jesucristo la Iglesia, la duracin de su -autoridad ha de parecerle el ms extraordinario de los fenmenos, ha de -ofrecrsele como una de las cuestiones ms dignas de proponerse la -ciencia que se ocupa en la historia del espritu humano la siguiente: -cmo es posible que por espacio de tantos siglos haya podido existir -una serie no interrumpida de sabios, que no se hayan apartado de la -doctrina de la Ctedra de Roma? - -Al comparar M. Guizot el Protestantismo con la Iglesia romana, parece -que la fuerza de esta verdad conmova algn tanto su entendimiento, -y que los rayos de esta luz introducan el desconcierto en sus -observaciones. Oigmosle de nuevo; oigamos ese escritor cuyos -talentos y nombrada habrn deslumbrado en estas materias aquellos -lectores que ni examinan siquiera la solidez de las pruebas, mientras -vengan envueltas en hermosas imgenes; aquellos que aplauden toda -clase de pensamientos, mientras desfilen ante sus ojos en un torrente -de elocuencia encantadora; que, llenos de entusiasmo por el mrito de -un hombre, le escuchan como infalible orculo, y, mientras blasonan de -independencia intelectual, subscriben sin examen las decisiones de su -director, escuchan con sumisin sus fallos, y no se atreven levantar -la frente para pedirle los ttulos del predominio. En las palabras de -M. Guizot notaremos que sinti, como todos los grandes hombres del -Protestantismo, el vaco inmenso que hay en estas sectas, y la fuerza -y robustez que entraa la Religin catlica; notaremos que no pudo -eximirse de la regla general de los grandes ingenios, regla de que -son prueba los ms explcitos testimonios consignados en los escritos -de los hombres ms eminentes que ha tenido la reforma protestante. -Despus de haber notado M. Guizot la inconsecuencia con que precedi -el Protestantismo, y su falta de buena organizacin en la sociedad -intelectual, contina: No se ha sabido hermanar todos los derechos y -necesidades _de la tradicin_ con las pretensiones de la libertad. Y -eso proviene, sin duda, de que la _reforma no ha plenamente comprendido -y aceptado, ni sus principios, ni sus efectos_. Qu religin ser -sa que _ni comprende ni acepta plenamente sus principios, y sus -efectos_? Sali jams de boca humana condenacin ms terminante de la -reforma? Cmo podr pretender el derecho de dirigir ni al hombre ni -la sociedad? Pudo decirse jams otro tanto de las sectas filosficas -antiguas y modernas? De ah ese aire de inconsecuencia, contina M. -Guizot, que ha tenido la reforma, y el _espritu limitado_ que ha -manifestado, circunstancias que han prestado armas y ventajas sus -adversarios. Saban stos bien lo que deseaban y lo que hacan; partan -de principios fijos, y marchaban hasta sus ltimas consecuencias. -Nunca ha habido un gobierno ms consecuente y sistemtico que el -de la Iglesia romana. Y de dnde trae su origen ese sistema tan -consecuente? Cuando es tanta la inconstancia y la volubilidad del -espritu del hombre, este sistema, esta consecuencia, estos principios -fijos, nada dicen la filosofa y al buen sentido? - -Al reparar en esos terribles elementos de disolucin que tienen su -origen en el espritu del hombre, y que tanta fuerza han adquirido en -las sociedades modernas; al notar cmo destrozan y pulverizan todas las -escuelas filosficas, todas las instituciones religiosas, sociales y -polticas, pero sin alcanzar abrir una brecha en las doctrinas del -Catolicismo, sin alterar ese sistema tan fijo y consecuente, nada -se inferir en favor de la Religin catlica? Decir que la Iglesia -ha hecho lo que no han podido hacer jams ninguna escuela, ningn -gobierno, ninguna sociedad, ninguna religin, no es confesar que es -ms sabia que la humanidad entera? Y esto no prueba que no debe su -origen al pensamiento del hombre, y que ha bajado del mismo seno -del Criador del universo? En una sociedad formada de hombres, en un -gobierno manejado por hombres, que cuenta 18 siglos de duracin, que se -extiende todos los pases, que se dirige al salvaje en sus bosques, -al brbaro en su tienda, al hombre civilizado en medio de las ciudades -ms populosas; que cuenta entre sus hijos al pastor que se cubre con -el pellico, al rstico labrador, al poderoso magnate; que hace resonar -igualmente su palabra al odo del hombre sencillo ocupado en sus -mecnicas tareas, como al del sabio que, encerrado en su gabinete, est -absorto en trabajos profundos; un gobierno como ste, tener, como ha -dicho M. Guizot, _siempre una idea fija, una voluntad entera, y guardar -una conducta regular y coherente_, no es su apologa ms victoriosa, -no es su panegrico ms elocuente, no es una prueba de que encierra en -su seno algo de misterioso? - -Mil veces he contemplado con asombro ese estupendo prodigio; mil veces -he fijado mis ojos sobre este rbol inmenso que extiende sus ramas -desde el Oriente al Occidente, desde el Aquiln al Medioda: vole -cobijando con su sombra tantos y tan diferentes pueblos, y encuentro -descansando tranquilamente debajo de ella la inquieta frente del genio. - -En Oriente, en los primeros siglos de haber aparecido sobre la tierra -esa religin divina, en medio de la disolucin que se haba apoderado -de todas las sectas, veo que se agolpan para escuchar su palabra los -filsofos ms ilustres; y en Grecia, en Asia, en los mrgenes del -Nilo, en todos esos pases donde hormigueaba poco antes un sinnmero -de sectas, veo que se levanta de repente una generacin de hombres -grandes, ricos de erudicin, de saber y de elocuencia, y todos acordes -en la _unidad_ de la doctrina catlica. En Occidente, cuando se va - precipitar sobre el caduco imperio una muchedumbre de brbaros, -que se presentan lo lejos como una negra nube que asoma en el -horizonte preada de calamidades y desastres, en medio de un pueblo -sumergido en la corrupcin de costumbres y olvidado completamente de -su antigua grandeza, veo los nicos hombres que pueden apellidarse -dignos herederos del nombre romano, buscar un asilo su austeridad -de costumbres en el retiro de los templos, y pedir la religin -sus inspiraciones para conservar el antiguo saber y enriquecerle y -agrandarle. Llname de admiracin y asombro el encontrar al talento -sublime, al digno heredero del genio de Platn, que, despus de haber -preguntado por la verdad todas las escuelas y sectas, despus de -haber recorrido todos los errores con briosa osada y con indomable -independencia, se siente al fin dominado por la autoridad de la -Iglesia, y el filsofo libre se transforma en el grande obispo de -Hipona. En los tiempos modernos desfila delante de mis ojos esa serie -de hombres grandes que brillaron en los siglos de Len X y de Luis XIV; -veo perpetuarse esa ilustre raza travs del calamitoso siglo XVIII; -y en el siglo XIX veo que se levantan tambin nuevos atletas, que, -despus de haber acosado al error en todas direcciones, van colgar -sus trofeos en la puerta de la Iglesia catlica. - -Qu prodigio es ste! dnde se ha visto jams una escuela, una -secta, una religin semejante! Todo lo estudian, de todo disputan, - todo responden, todo lo saben, pero siempre acordes en la unidad -de doctrina, siempre sumisos la autoridad, siempre inclinando -respetuosamente sus frentes, siempre humillndolas en obsequio de -la fe; esas frentes donde brilla el saber, donde imprime sus rasgos -un sentimiento de noble independencia, de donde salen tan generosos -arranques. No os parece descubrir un nuevo mundo planetario, donde -globos luminosos ruedan en vastas rbitas por la inmensidad del -espacio, pero atrados por una misteriosa fuerza hacia el centro -del sistema? Fuerza que no les permite el extravo, sin quitarles, -empero, nada, ni de la magnitud de su mole, ni de la grandiosidad de -su movimiento, antes inundndolos de luz, y dando su marcha una -regularidad majestuosa.[6] - - - - -CAPITULO IV - - -Esa idea fija, esa voluntad entera, ese plan tan sabio y constante, ese -sistema tan trabado, esa conducta tan regular y coherente, ese marchar -siempre con seguro paso hacia objeto y fin determinado, ese admirable -conjunto reconocido y confesado por M. Guizot, y que tanto honra -la Iglesia catlica, mostrando su profunda sabidura y revelando la -altura de su origen, no ha sido nunca imitado por el Protestantismo, -ni en bien, ni en mal; porque, segn llevo ya demostrado, no puede -presentar un solo pensamiento del que tenga derecho decir: _esto es -mo_. Se ha querido apropiar el principio de examen privado en materias -de fe, y algunos de sus adversarios tal vez no se han resistido mucho - adjudicrselo, por no reconocer en l otro elemento que pudiera -llamarse constitutivo; y, adems, por reparar que, si de haber -engendrado tal principio quisiera gloriarse, sera semejante aquellos -padres insensatos que labran su propia ignominia, haciendo gala de -tener hijos de psima ndole, y, dscolos en conducta. Es falso, -sin embargo, que tal principio sea hijo suyo; antes al contrario, -ms bien podra decirse que el principio de examen ha engendrado el -Protestantismo, pues que este principio se halla ya en el seno de -todas las sectas, y se le reconoce como germen de todos los errores: -por manera que, al proclamar los protestantes el examen privado, no -hicieron ms que ceder la necesidad que es comn todas las sectas -separadas de la Iglesia. - -Nada hubo en esto de plan, nada de previsin, nada de sistema: la -simple resistencia la autoridad de la Iglesia envolva la necesidad -de un examen privado sin lmites, la ereccin del entendimiento en -juez nico; y as fu desde un principio enteramente intil toda la -oposicin que las consecuencias y aplicaciones de tal examen hicieron -los corifeos protestantes: roto el dique, no es posible contener las -aguas. - -El derecho de examinar lo que debe creerse, dice una famosa dama -protestante (De l'Allemagne, par Mad. Stal, 4.^e partie, chap. 2), es -el principio fundamental del Protestantismo. _No lo entienden as los -primeros reformadores; crean poder fijar las columnas del espritu -humano_ en los trminos de sus propias luces; pero mal podan esperar -que sus decisiones fuesen recibidas como infalibles, cuando ellos -negaban este gnero de autoridad la Religin catlica. Semejante -resistencia por parte de ellos slo sirvi manifestar que no -abrigaban ninguna de aquellas ideas que, si extravan el entendimiento, -muestran al menos en cierto modo la generosidad y nobleza del corazn; -y de ellos no podr decir el entendimiento humano que le descaminasen -con la mira de hacerle andar con mayor libertad. La revolucin -religiosa del siglo XVI, dice M. Guizot, _no conoci los verdaderos -principios de la libertad intelectual_; emancipaba el pensamiento, y -todava se empeaba en gobernarlo por medio de la ley. - -Pero en vano lucha el hombre contra la fuerza entraada por la misma -naturaleza de las cosas; en vano fu que el Protestantismo quisiera -poner lmites la extensin del principio de examen, y que veces -levantase tan alto la voz, y aun descargase su brazo con tal fuerza, -que no pareca sino que trataba de aniquilarle. El espritu de examen -privado estaba en su mismo seno, all perseveraba, all se desenvolva, -all obraba, aun pesar suyo: no tena medio el Protestantismo: -echarse en brazos de la autoridad, es decir, reconocer su extravo, - dejar al principio disolvente que ejerciera su accin, haciendo -desaparecer de entre las sectas separadas hasta la sombra de la -religion de Jesucristo, y viniendo poner el Cristianismo en la clase -de las escuelas filosficas. Dado una vez el grito de resistencia la -autoridad de la Iglesia, pudironse muy bien calcular los funestos -resultados: fu desde luego muy fcil prever que, desenvuelto, el -maligno germen traa consigo la ruina de todas las verdades cristianas. -Y cmo era posible que no se desenvolviese rpidamente ese germen, en -un suelo donde era tan viva la fermentacin? Sealaron voz en grito -los catlicos la gravedad inminencia del riesgo; y en obsequio de la -verdad es menester confesar que tampoco se ocult la previsin de -algunos protestantes. Quin ignora las explcitas confesiones que se -oyeron ya desde un principio, y se han odo despus, de boca de sus -hombres ms distinguidos? Los grandes talentos nunca se han hallado -bien con el Protestantismo; siempre han encontrado en l un inmenso -vaco: y por esta causa se los ha visto propender, la irreligin, - la unidad catlica. - -El tiempo, ese gran juez de todas las opiniones, ha venido confirmar -el acierto de tan tristes pronsticos: y actualmente han llegado ya -las cosas tal extremo, que es necesario, estar muy escaso de -instruccin, tener muy limitados alcances, para no conocer que la -Religin cristiana, tal como la explican los protestantes, es una -opinin, y no ms; es un sistema formado de mil partes incoherentes, y -que pone el Cristianismo al nivel de las escuelas filosficas. Y nadie -debe extraar que parezca aventajarse algn tanto ellas, y conserve -ciertos rasgos que dan su fisonoma algo que no se encuentra en lo -que es puramente excogitado por el entendimiento del hombre; sabis -de dnde nace todo esto? Nace de aquella sublimidad de la doctrina, de -aquella santidad de moral, que, ms menos desfiguradas, resplandecen -siempre en todo cuanto conserva algn vestigio de la palabra de -Jesucristo. Pero el endeble resplandor que queda luchando con las -sombras despus que ha desaparecido del horizonte el astro luminoso, no -puede compararse con la luz del da; las sombras avanzan, se extienden, -y, ahogando el dbil reflejo, acaban por sumir la tierra en obscuridad -tenebrosa. - -Tal es la doctrina del Cristianismo entre los protestantes: con slo -dar una ojeada sus sectas se conoce que ni son meramente filosficas, -ni tienen los caracteres de religin verdadera: el Cristianismo -est entre ellas sin una autoridad, y por esto parece un viviente -separado de su elemento, un rbol secado en su raz; por esto presenta -la fisonoma plida y desfigurada de un semblante que no est ya -animado por el soplo de vida. Habla el Protestantismo de la fe, y -su principio fundamental la hiere de muerte; ensalza el Evangelio, -y el mismo principio hace vacilar su autoridad, pues que le deja -abandonado al discernimiento del hombre; y, si pondera la santidad y -pureza de Jesucristo, ocurre desde luego que en algunas de las sectas -disidentes se le despoja de su divinidad, y que todas podran hacerlo -muy bien, sin faltar al nico principio que les sirve de punto de -apoyo. Y, una vez negada, puesta en duda, la divinidad de Jesucristo, -queda, cuando ms, colocado en la clase de los grandes filsofos y -legisladores, pierde la autoridad necesaria para dar sus leyes -aquella augusta sancin que tan respetables las hace los mortales, -no puede imprimirles aquel sello que tanto las eleva sobre todos -los pensamientos humanos, y no se ofrecen ya sus consejos sublimes -como otras tantas lecciones que fluyen de los labios de la sabidura -increada. - -Quitando al espritu humano el punto de apoyo de una autoridad, en -qu podr afianzarse? no queda abandonado merced de sus sueos y -delirios? no se le abre de nuevo la tenebrosa intrincada senda de -interminables disputas que condujo un caos los filsofos de las -antiguas escuelas? Aqu no hay rplica, y en esto andan acordes la -razn y la experiencia: substitudo la autoridad de la Iglesia el -examen privado de los protestantes, todas las grandes cuestiones sobre -la divinidad y el hombre quedan sin resolver; todas las dificultades -permanecen en pie; y, flotando entre sombras el entendimiento humano, -sin divisar una luz que pueda servirle de gua segura, abrumado por -la gritera de cien escuelas que disputan de continuo sin aclarar -nada, cae en aquel desaliento y postracin en que le haba encontrado -el Cristianismo, y del que le haba levantado costa de grandes -esfuerzos. La duda, el pirronismo, la indiferencia, sern entonces el -patrimonio de los talentos ms aventajados; las teoras vanas, los -sistemas hipotticos, los sueos, formarn el entretenimiento de los -sabios comunes; la supersticin y las monstruosidades sern el pbulo -de los ignorantes. - -Y entonces, qu habra adelantado la humanidad? qu habra hecho el -Cristianismo sobre la tierra? Afortunadamente para el humano linaje, -no ha quedado la Religin cristiana abandonada al torbellino de las -sectas protestantes; y en la autoridad de la Iglesia catlica ha -tenido siempre anchurosa base donde ha encontrado firme asiento para -resistir los embates de las cavilaciones y errores. Si as no fuera, - dnde habra ya parado? La sublimidad de sus dogmas, la sabidura -de sus preceptos, la uncin de sus consejos, seran acaso ms que -bellos sueos contados en lenguaje encantador por un sabio filsofo? -S, es preciso repetirlo: sin la autoridad de la Iglesia nada queda de -seguro en la fe, es dudosa la divinidad de Jesucristo, es disputable su -misin, es decir, que desaparece completamente la Religin cristiana; -porque, en no pudiendo ella ofrecernos sus ttulos celestiales, en no -pudiendo darnos completa certeza de que ha bajado del seno del Eterno, -que sus palabras son palabras del mismo Dios, que se dign aparecer -sobre la tierra para la salud de los hombres, ya no tiene derecho - exigirnos acatamiento. Colocada en la serie de los pensamientos -puramente humanos, deber someterse nuestro fallo como las dems -opiniones de los hombres; en el tribunal de la filosofa podr sostener -sus doctrinas como ms menos razonables, pero siempre tendr la -desventaja de habernos querido engaar, de habrsenos presentado como -divina, cuando no era ms que humana; y al empezarse la discusin sobre -la verdad de su sistema de doctrinas, siempre tendr en contra de s -una terrible presuncin, cual es, el que, con respecto su origen, -habr sido una impostora. - -Gloranse los protestantes de la independencia de su entendimiento, y -achacan la Religin catlica el que viola los derechos ms sagrados, -pues que, exigiendo sumisin, ultraja la dignidad del hombre. Cuando -se declama en este sentido, vienen muy propsito las exageraciones -sobre las fuerzas de nuestro entendimiento, y no se necesita ms que -echar mano de algunas imgenes seductoras, pronunciando las palabras de -_atrevido vuelo_, de _hermosas alas_, y otras semejantes, para dejar -completamente alucinados los lectores vulgares. - -Goce enhorabuena de sus derechos el espritu del hombre, glorese de -poseer la centella divina que apellidamos entendimiento, recorra ufano -la naturaleza, y, observando los dems seres que le rodean, note con -complacencia la inmensa altura que sobre todos ellos se encuentra -elevado; colquese en el centro de las obras con que ha embellecido -su morada, y seale como muestras de su grandeza y poder las -transformaciones que se ejecutan dondequiera que estampare su huella, -llegando, fuerza de inteligencia y de gallarda osada, dirigir y -seorear la naturaleza; mas, por reconocer la dignidad y elevacin -de nuestro espritu mostrndonos agradecidos al beneficio que nos ha -dispensado el Criador, deberemos llegar hasta el extremo de olvidar -nuestros defectos y debilidad? qu engaarnos nosotros mismos, -queriendo persuadirnos de que sabemos lo que en realidad ignoramos? -qu olvidar la inconstancia y volubilidad de nuestro espritu? qu -disimularnos que en muchas materias, aun de aquellas que son objeto de -las ciencias humanas, se abruma y confunde nuestro entendimiento, y -que hay mucho de ilusin en nuestro saber, mucho de hiperblico en la -ponderacin de los adelantos de nuestros conocimientos? No viene un -da desmentir lo que asentamos otro da? no viene de continuo el -curso de los tiempos burlando todas nuestras previsiones, deshaciendo -nuestros planes, y manifestando lo areo de nuestros proyectos? - -Qu nos han dicho en todos tiempos aquellos genios privilegiados - quienes fu concedido descender hasta los cimientos de nuestras -creencias, alzarse con brioso vuelo hasta la regin de las ms sublimes -inspiraciones, y tocar, por decirlo as, los confines del espacio que -puede recorrer el entendimiento humano? S, los grandes sabios de todos -tiempos, despus de haber tanteado los senderos ms ocultos de la -ciencia, despus de haberse arrojado seguir los rumbos ms atrevidos, -que en el orden moral y fsico se presentaban su actividad y osada -en el anchuroso mar de las investigaciones, todos vuelven de sus -viajes llevando en su fisonoma aquella expresin de desagrado, fruto -natural de muy vivos desengaos; todos nos dicen que se ha deshojado - su vista una bella ilusin, que se ha desvanecido como una sombra -la hermosa imagen que tanto los hechizaba; todos refieren que en el -momento en que se figuraban que iban entrar en un cielo inundado de -luz, han descubierto con espanto una regin de tinieblas, han conocido -con asombro que se hallaban en una nueva ignorancia. Y por esta causa -todos una miran con tanta desconfianza las fuerzas del entendimiento, -ellos que tienen un sentimiento ntimo que no les deja dudar de que las -fuerzas del suyo exceden las de los otros hombres. Las ciencias, -dice profundamente Pascal, tienen dos extremos que se tocan: el primero -es la pura ignorancia natural, en que se encuentran los hombres al -nacer; el otro es aquel en que se hallan las grandes almas, que, -habiendo recorrido todo lo que los hombres pueden saber, encuentran que -_no saben nada_. - -El Catolicismo dice al hombre: Tu entendimiento es muy flaco, y en -muchas cosas necesita un apoyo y una gua; y el Protestantismo le -dice: La luz te rodea, marcha por do quieras, no hay para ti mejor -gua que t mismo. Cul de las dos religiones est de acuerdo con las -lecciones de la ms alta filosofa? - -Ya no debe, pues, parecer extrao que los talentos ms grandes que -ha tenido el Protestantismo, todos hayan sentido cierta propensin -la Religin catlica, y que no haya podido ocultrseles la profunda -sabidura que se encierra en el pensamiento de sujetar en algunas -materias el entendimiento humano al fallo de una autoridad irrecusable. -Y en efecto: mientras se encuentre una autoridad que en su origen, en -su establecimiento, en su conservacin, en su doctrina y conducta, -reuna todos los ttulos que puedan acreditarla de divina, qu adelanta -el entendimiento con no querer sujetarse ella? qu alcanza divagando - merced de sus ilusiones, en gravsimas materias, siguiendo caminos -donde no encuentra otra cosa que recuerdos de extravos, escarmientos y -desengaos? - -Si tiene el espritu del hombre un concepto demasiado alto de s mismo, -estudie su propia historia, y en ella ver, palpar, que, abandonado - sus solas fuerzas, tiene muy poca garanta de acierto. Fecundo -en sistemas, inagotable en cavilaciones, tan rpido en conseguir -un pensamiento como poco propsito para madurarle; semillero de -ideas que nacen, hormiguean y se destruyen unas otras, como los -insectos que rebullen en un lago; alzndose tal vez en alas de sublime -inspiracin, y arrastrndose luego como el reptil que surca el polvo -con su pecho; tan hbil impetuoso para destruir las obras ajenas como -incapaz de dar las suyas una construccin slida y duradera; empujado -por la violencia de las pasiones, desvanecido por el orgullo, abrumado -y confundido por tanta variedad de objetos como se le presentan en -todas direcciones, deslumbrado por tantas luces falsas, y engaosas -apariencias; abandonado enteramente s mismo, el corazn humano -presenta la imagen de una centella inquieta y vivaz, que recorre sin -rumbo fijo la inmensidad de los cielos, traza en su vario y rpido -curso mil extraas figuras, siembra en el rastro de su huella mil -chispas relumbrantes, encanta un momento la vista con su resplandor, -su agilidad y sus caprichos, y desaparece luego en la obscuridad, -sin dejar en la inmensa extensin de su camino una rfaga de luz para -esclarecer las tinieblas de la noche. - -Ah est la historia de nuestros conocimientos: en ese inmenso depsito -donde se hallan en confusa mezcla las verdades y los errores, la -sabidura y la necedad, el juicio y la locura; ah se encontrarn -abundantes pruebas de lo que acabo de afirmar: ellas saldrn en mi -abono, si se quisiera tacharme de haber recargado el cuadro.[7] - - - - -CAPITULO V - - -Tanta verdad es lo que acabo de decir sobre la debilidad del humano -entendimiento, que, aun prescindiendo del aspecto religioso, es muy -notable que la prvida mano del Criador ha depositado en el fondo de -nuestra alma un preservativo contra la excesiva volubilidad de nuestro -espritu; y preservativo tal, que, sin l, hubiranse pulverizado -todas las instituciones sociales, , ms bien, no se hubieran jams -planteado; sin l, las ciencias no hubieran dado jams un paso; y, si -llegase jams desaparecer del corazn del hombre, el individuo y la -sociedad quedaran sumergidos en el caos. Hablo de cierta inclinacin -deferir la autoridad; del _instinto de fe_, digmoslo as; instinto -que merece ser examinado con mucha detencin, si se quiere conocer -algn tanto el espritu del hombre, estudiar con provecho la historia -de su desarrollo y progresos, encontrar las causas de muchos fenmenos -extraos, descubrir hermossimos puntos de vista que ofrece bajo este -aspecto la Religin catlica, y palpar, en fin, lo limitado y poco -filosfico del pensamiento que dirige al Protestantismo. - -Ya se ha observado muchas veces que no es posible acudir las -primeras necesidades, ni dar curso los negocios ms comunes, sin -la deferencia la autoridad de la palabra de otros, sin la fe; y -fcilmente se echa de ver que, sin esa fe, desaparecera todo el caudal -de la historia y de la experiencia; es decir, que se hundira el -fundamento de todo saber. - -Importantes como son estas observaciones, y muy propsito para -demostrar lo infundado del cargo que se hace la Religin catlica -por slo exigir fe, no son ellas, sin embargo, las que llaman ahora -mi atencin, tratando como trato de presentar la materia bajo otro -aspecto, de colocar la cuestin en otro terreno, donde ganar la verdad -en amplitud inters, sin perder nada de su inalterable firmeza. - -Recorriendo la historia de los conocimientos humanos, y echando -una ojeada sobre las opiniones de nuestros contemporneos, ntase -constantemente que, aun aquellos hombres que ms se precian de espritu -de examen, y de libertad de pensar, apenas son otra cosa que el eco -de opiniones ajenas. Si se examina atentamente ese grande aparato, -que tanto ruido mete en el mundo con el nombre de ciencia, se notar -que, en el fondo, encierra una gran parte de autoridad; y al momento -que en l se introdujera un espritu de examen enteramente libre, aun -con respecto aquellos puntos que slo pertenecen al raciocinio, -hundirase en su mayor parte el edificio cientfico, y seran muy -pocos los que quedaran en posesin de sus misterios. Ningn ramo de -conocimientos se excepta de esta regla general, por mucha que sea la -claridad y exactitud de que se glore. Ricas como son en evidencia de -principios, rigurosas en sus deducciones, abundantes en observaciones -y experimentos, las ciencias naturales y exactas, no descansan, -acaso, muchas de sus verdades en otras verdades ms altas, para cuyo -conocimiento ha sido necesaria aquella delicadeza de observacin, -aquella sublimidad de clculo, aquella ojeada perspicaz y penetrante, -que alcanza tan slo un nmero de hombres muy reducido? - -Cuando Newton arroj en medio del mundo cientfico el fruto de sus -combinaciones profundas, cuntos eran entre sus discpulos los que -pudieran lisonjearse de estribar en convicciones propias, aun hablando -de aquellos que, fuerza de mucho trabajo, haban llegado comprender -algn tanto al grande hombre? Haban seguido al matemtico en sus -clculos, se haban enterado del caudal de datos y experimentos que -expona sus consideraciones el naturalista, y haban escuchado las -reflexiones con que apoyaba sus aserciones y conjeturas el filsofo: -crean de esta manera hallarse plenamente convencidos, y no deber -en su asenso nada la autoridad, sino nicamente la fuerza de la -evidencia y de las razones: s? Pues haced que desaparezca entonces -el nombre de Newton, haced que el nimo se despoje de aquella honda -impresin causada por la palabra de un hombre que se presenta con un -descubrimiento extraordinario, y que para apoyarle despliega un tesoro -de saber que revela un genio prodigioso; quitad, repito, la sombra -de Newton, y veris que en la mente de su discpulo los principios -vacilan, los razonamientos pierden mucho de su encadenamiento y -exactitud, las observaciones no se ajustan tan bien con los hechos; y -el hombre que se creyera tal vez un examinador completamente imparcial, -un pensador del todo independiente, conocer, sentir cun sojuzgado se -hallaba por la fuerza de la autoridad, por el ascendiente del genio; -conocer, sentir que en muchos puntos tena asenso, mas no conviccin, -y que, en vez de ser un filsofo enteramente libre, era un discpulo -dcil y aprovechado. - -Aplese confiadamente al testimonio, no de los ignorantes, no de -aquellos que han desflorado ligeramente los estudios cientficos, sino -de los verdaderos sabios, de los que han consagrado largas vigilias -los varios ramos del saber: invteselos que se concentren dentro de -s mismos, que examinen de nuevo lo que apellidan sus convicciones -cientficas; y que se pregunten con entera calma y desprendimiento si, -aun en aquellas materias en que se conceptan ms aventajados, no -sienten repetidas veces sojuzgado su entendimiento por el ascendiente -de algn autor de primer orden, y no han de confesar que, si -muchas cuestiones de las que tienen ms estudiadas les aplicasen con -rigor el mtodo de Descartes, se hallaran con ms _creencias_ que -_convicciones_. - -As ha sucedido siempre, y siempre suceder as: esto tiene races -profundas en la ntima naturaleza de nuestro espritu, y, por lo mismo, -no tiene remedio. Ni tal vez conviene que lo tenga; tal vez entra en -esto mucho de aquel instinto de conservacin que Dios con admirable -sabidura ha esparcido sobre la sociedad; tal vez sirve de fuerte -correctivo tantos elementos de disolucin como sta abriga en su seno. - -Malo es, en verdad, muchas veces, malo es, y muy malo, que el hombre -vaya en pos de la huella de otro hombre; no es raro el que se vean por -esta causa lamentables extravos; pero peor fuera an que el hombre -estuviera siempre en actitud de resistencia contra todo otro hombre -para que no le pudiese engaar, y que se generalizase por el mundo la -filosfica mana de querer sujetarlo todo riguroso examen: pobre -sociedad entonces! pobre hombre! pobres ciencias, si cundiese todos -los ramos el espritu de riguroso, de escrupuloso, de independiente -examen! - -Admiro el genio de Descartes, reconozco los grandes beneficios que -ha dispensado las ciencias; pero he pensado ms de una vez que, si -por algn tiempo pudiera generalizarse su mtodo de duda, se hundira -de repente la sociedad; y aun entre los sabios, entre los filsofos -imparciales, me parece que causara grandes estragos; por lo menos es -cierto que en el mundo cientfico se aumentara considerablemente el -nmero de los orates. - -Afortunadamente no hay peligro de que as suceda; y, si el hombre tiene -cierta tendencia la locura, ms menos graduada, tambin posee -un fondo de buen sentido de que no le es posible desprenderse; y la -sociedad, cuando se presentan algunos individuos de cabeza volcnica -que se proponen convertirla en delirante, les contesta con burlona -sonrisa, , si se deja extraviar por un momento, vuelve luego en s, y -rechaza con indignacin aquellos que la haban descaminado. - -Para quien conozca fondo el espritu humano, sern siempre -despreciables vulgaridades esas fogosas declamaciones contra las -preocupaciones del vulgo; contra esa docilidad en seguir otro hombre, -contra esa facilidad en creerlo todo sin haber examinado nada. Como -si en esto de preocupaciones, en esto de asentir todo sin examen, -hubiera muchos hombres que no fueran vulgo; como si las ciencias no -estuvieran llenas de suposiciones gratuitas; como si en ellas no -hubiera puntos flaqusimos sobre los cuales estribamos buenamente, cual -en firmsimo inalterable apoyo. - -El derecho de posesin y de prescripcin es otra de las singularidades -que ofrecen las ciencias, y es bien digno de notarse que, sin haber -tenido jams esos nombres, haya sido reconocido este derecho, con -tcito, pero unnime, consentimiento. Cmo es esto posible? Cmo? -Estudiad la historia de las ciencias, y encontraris cada paso -confirmada esta verdad. En medio de las eternas disputas que han -dividido los filsofos, cul es la causa de que una doctrina antigua -haya opuesto tanta resistencia una doctrina nueva, y diferido por -mucho tiempo y tal vez impedido completamente su establecimiento? -Es porque la antigua estaba ya en posesin, es porque se hallaba -robustecida por un derecho de prescripcin: no importa que no se -usaran esos nombres: el resultado era el mismo; y por esta razn los -inventores se han visto muchas veces menospreciados contrariados, -cuando no perseguidos. - -Es preciso confesarlo, por ms que ello se resista nuestro orgullo, -y por ms que se hayan de escandalizar algunos sencillos admiradores -de los progresos de las ciencias: muchos han sido esos progresos, -anchuroso es el campo por donde se ha espaciado el entendimiento -humano, vastas las rbitas que ha recorrido, y admirables las obras -con que ha dado una prueba de sus fuerzas; pero en todas estas cosas -hay siempre una buena parte de exageracin, hay mucho que cercenar, -sobre todo cuando el nombre de ciencia se refiere las relaciones -morales. De semejantes ponderaciones nada puede deducirse para probar -que nuestro entendimiento sea capaz de marchar con entera agilidad -y desembarazo por toda clase de caminos; nada puede deducirse que -contradiga el hecho que hemos establecido de que el entendimiento -del hombre est sometido casi siempre, aunque sin advertirlo, la -autoridad de otro hombre. - -En cada poca se presentan algunos pocos, poqusimos entendimientos -privilegiados, que, alzando su vuelo sobre todos los dems, les -sirven de gua en las diferentes carreras; preciptase tras ellos una -numerosa turba que se apellida sabia, y con los ojos fijos en la ensea -enarbolada va siguiendo afanosa los pasos del aventajado caudillo. Y -cosa singular! todos claman por la independencia en la marcha, todos -se precian de seguir aquel rumbo nuevo, como si ellos le hubieran -descubierto, como si avanzaran en l, guiados nicamente por su propia -luz inspiraciones. Las necesidades, la aficin otras circunstancias -nos conducen dedicarnos este aquel ramo de conocimientos; -nuestra debilidad nos est diciendo de continuo que no nos es dada la -fuerza creatriz; y, ya que no podemos ofrecer nada propio, ya que nos -sea imposible abrir un nuevo camino, nos lisonjeamos de que nos cabe -una parte de gloria siguiendo la ensea de algn ilustre caudillo; -y, en medio de tales sueos, llegamos tal vez persuadirnos de que -no militamos bajo la bandera de nadie, que slo rendimos homenaje -nuestras convicciones, cuando en realidad no somos ms que proslitos -de doctrinas ajenas. - -En esta parte el sentido comn es ms cuerdo que nuestra enfermiza -razn; y as es que el lenguaje (esta misteriosa expresin de las -cosas, donde se encuentra tanto fondo de verdad y exactitud sin saber -quin se lo ha comunicado) nos hace una severa reconvencin por tan -orgulloso desvanecimiento; y pesar nuestro llama las cosas por sus -nombres, clasificndonos nosotros, y nuestras opiniones, del -modo que corresponde, segn el autor quien hemos seguido por gua. -La historia de las ciencias es acaso ms que la historia de los -combates de una escasa porcin de aventajados caudillos? Recrranse los -tiempos antiguos y modernos, extindase la vista los varios ramos -de nuestros conocimientos, y se ver un cierto nmero de escuelas, -planteadas por algn sabio de primer orden, dirigidas luego por otro -que por sus talentos haya sido digno de sucederle; y durando as, hasta -que, cambiadas las circunstancias, falta de espritu de vida, muere -naturalmente la escuela, presentndose algn hombre audaz, animado -de indomable espritu de independencia, la ataca, y la destruye, para -asentar sobre sus ruinas la nueva ctedra del modo que l le viniera -en talante. - -Cuando Descartes destron Aristteles no se coloc por de pronto -en su lugar? La turba de filsofos que blasonaban de independientes, -pero cuya independencia era desmentida por el ttulo que llevaban de -_Cartesianos_, eran semejantes los pueblos que en tiempo de revueltas -aclaman libertad, y destronan al antiguo monarca, para someterse -despus al hombre bastante osado que recoge el cetro y la diadema que -yacen abandonados al pie del antiguo solio. - -Crese en nuestro siglo, como se crey en el anterior, que marcha el -entendimiento humano con entera independencia; y fuerza de declamar -contra la autoridad en materias cientficas, fuerza de ensalzar la -libertad del pensamiento, se ha llegado formar la opinin de que -pasaron ya los tiempos en que la autoridad de un hombre vala algo, -y que ahora ya no obedece cada sabio sino sus propias ntimas -convicciones. Allgase todo esto que, desacreditados los sistemas y -las hiptesis, se ha desplegado grande aficin al examen y anlisis de -los hechos, y esto ha contribudo que se figuren muchos que, no slo -ha desaparecido completamente la autoridad en las ciencias, sino que -hasta ha llegado hacerse imposible. - - primera vista, bien pudiera esto parecer verdad; pero, si damos en -torno de nosotros una atenta mirada, notaremos que no se ha logrado -otra cosa sino aumentar algn tanto el nmero de los jefes, y reducir -la duracin de su mando. ste es verdadero tiempo de revueltas, y tal -vez de revolucin literaria y cientfica, semejante en un todo la -poltica, en que se imaginan los pueblos que disfrutan ms libertad, -slo porque ven el mando distribudo en mayor nmero de manos, y porque -tienen ms anchura para deshacerse con frecuencia de los gobernantes, -haciendo pedazos como tiranos los que antes apellidaran padres y -libertadores; bien que, despus de su primer arrebato, dejan el campo -libre para que se presenten otros hombres ponerles un freno, tal vez -un poco ms brillante, pero no menos recio y molesto. ms de los -ejemplos que nos ofrecera en abundancia la historia de las letras de -un siglo esta parte, no vemos ahora mismo unos nombres substitudos - otros nombres, unos directores del entendimiento humano substitudos - otros directores? - -En el terreno de la poltica, donde al parecer ms debiera campear -el espritu de libertad, no son contados los hombres que marchan al -frente? no los distinguimos tan claro como los generales de ejrcito -en campaa? En la arena parlamentaria vemos acaso otra cosa que dos -tres cuerpos de combatientes que hacen sus evoluciones las rdenes -del respectivo caudillo con la mayor regularidad y disciplina? Oh! -cun bien comprendern estas verdades aquellos que se hallan elevados - tal altura! Ellos que conocen nuestra flaqueza, ellos que saben que -para engaar los hombres bastan por lo comn las palabras, ellos -habrn sentido mil veces asomar en sus labios la sonrisa, cuando, -al contemplar engredos el campo de sus triunfos, al verse rodeados -de una turba preciada de inteligente que los admiraba y aclamaba con -entusiasmo, habrn odo algunos de sus ms fervientes y ms devotos -proslitos cul blasonaban de ilimitada libertad de pensar, de completa -independencia en las opiniones y en los votos. - -Tal es el hombre; tal nos le muestran la historia y la experiencia de -cada da. La inspiracin del genio, esa fuerza sublime que eleva el -entendimiento de algunos seres privilegiados, ejercer siempre, no slo -sobre los sencillos ignorantes, sino tambin sobre el comn de los -sabios, una accin fascinadora. Dnde est, pues, el ultraje que hace - la razn humana la Religin catlica, cuando, al propio tiempo que le -presenta los ttulos que prueban su divinidad, le exige la fe? Esa fe -que el hombre dispensa tan fcilmente otro hombre, en todas materias, -aun en aquellas en que ms presume de sabio, no podr prestarla sin -mengua de su dignidad la Iglesia catlica? Ser un insulto hecho - su razn el sealarle una norma fija, que le asegure con respecto - los puntos que ms le importan, dejndole, por otra parte, amplia -libertad de pensar lo que ms le agrade sobre aquel mundo que Dios -ha entregado las disputas de los hombres? Con esto hace acaso ms -la Iglesia que andar muy de acuerdo con las lecciones de la ms alta -filosofa, manifestar un profundo conocimiento del espritu humano, y -librarle de tantos males como le acarrea su volubilidad inconstancia, -su veleidoso orgullo, combinados de un modo extrao con esa facilidad -increble de deferir la palabra de otro hombre? Quin no ve que con -ese sistema de la Religin catlica se pone un dique al espritu de -_proselitismo_ que tantos daos ha causado la sociedad? Ya que el -hombre tiene esa irresistible tendencia seguir los pasos de otro, no -hace un gran beneficio la humanidad la Iglesia catlica, sealndole -de un modo seguro el camino por donde debe andar, si quiere seguir las -pisadas de un Hombre-Dios? No pone de esta manera muy cubierto la -dignidad humana, librando, al propio tiempo, de terrible naufragio los -conocimientos ms necesarios al individuo y la sociedad?[8] - - - - -CAPITULO VI - - -En contra de la autoridad que trata de ejercer su jurisdiccin sobre el -entendimiento, se alegar, sin duda, el adelanto de las sociedades; y -el alto grado de civilizacin y cultura que han llegado las naciones -modernas se producir como un ttulo de justicia para lo que se -apellida emancipacin del entendimiento. mi juicio, est tan distante -esta rplica de tener algo de slido, est tan mal cimentada sobre el -hecho en que pretende apoyarse, que, antes bien, del mayor adelanto de -la sociedad debiera inferirse la necesidad ms urgente de una regla -viva, tal como lo juzgan indispensable los catlicos. - -Decir que las sociedades en su infancia y adolescencia hayan podido -necesitar esa autoridad como un freno saludable, pero que este freno se -ha hecho intil y degradante cuando el entendimiento humano ha llegado - mayor desarrollo, es desconocer completamente la relacin que tienen -con los diferentes estados de nuestro entendimiento, los objetos sobre -que versa semejante autoridad. - -La verdadera idea de Dios, el origen, el destino y la norma de conducta -del hombre, y todo el conjunto de medios que Dios le ha proporcionado -para llegar su alto fin, he aqu los objetos sobre que versa la -fe, y sobre los cuales pretenden los catlicos la necesidad de una -regla infalible; sosteniendo que, no ser as, no fuera dable evitar -los ms lamentables extravos, ni poner la verdad cubierto de las -cavilaciones humanas. - -Esta sencilla consideracin bastar para convencer de que el examen -privado sera mucho menos peligroso en pueblos poco adelantados en la -carrera de la civilizacin, que no en otros que hayan ya adelantado -mucho en ella. En un pueblo cercano su infancia hay naturalmente un -gran fondo de candor y sencillez, disposiciones muy favorables para -que recibiera con docilidad las lecciones esparcidas en el Sagrado -Texto, saborendose en las de fcil comprensin, y humillando su frente -ante la sublime obscuridad de aquellos lugares que Dios ha querido -encubrir con el velo del misterio. Hasta su misma posicin creara en -cierto modo una autoridad; pues, como no estuviera an afectado por -el orgullo y la mana del saber, se habra reducido muy pocos el -examinar el sentido de las revelaciones hechas por Dios al hombre, y -esto producira naturalmente un punto cntrico de donde dimanara la -enseanza. - -Pero sucede muy de otra manera en un pueblo adelantado en la carrera -del saber; porque la extensin de los conocimientos mayor nmero -de individuos, aumentando el orgullo y la volubilidad, multiplica y -subdivide las sectas en infinitas fracciones, y acaba por trastornar -todas las ideas, y por corromper las tradiciones ms puras. El pueblo, -cercano su infancia, como est exento de la vanidad cientfica, -entregado sus ocupaciones sencillas, y apegado sus antiguas -costumbres, escucha con docilidad y respeto al anciano venerable que, -rodeado de sus hijos y nietos, refiere con tierna emocin la historia y -los consejos que l su vez haba recibido de sus antepasados; pero, -cuando la sociedad ha llegado mucho desarrollo; cuando, debilitado -el respeto los padres de familia, se ha perdido la veneracin -las canas; cuando nombres pomposos, aparatos cientficos, grandes -bibliotecas, hacen formar al hombre un gran concepto de la fuerza -de su entendimiento; cuando la multiplicacin y actividad de las -comunicaciones esparcen grandes distancias las ideas, y hacindolas -fermentar por medio del calor que adquieren con el movimiento, les dan -aquella fuerza mgica que seorea los espritus; entonces es precisa, -indispensable, una autoridad, que, siempre viva, siempre presente, -siempre en disposicin de acudir donde lo exija la necesidad, cubra -con robusta gida el sagrado depsito de las verdades independientes -de tiempos y climas, sin cuyo conocimiento flota eternamente el hombre - merced de sus errores y caprichos, y marcha con vacilante paso desde -la cuna al sepulcro; aquellas verdades sobre las cuales est sentada -la sociedad como sobre firmsimo cimiento; cimiento que, una vez -conmovido, pierde su aplomo el edificio, oscila, se desmorona, y se cae - pedazos. La historia literaria y poltica de Europa de tres siglos - esta parte nos ofrece demasiadas pruebas de lo que acabo de decir, -siendo de lamentar que cabalmente estall la revolucin religiosa -en el momento en que deba ser ms fatal: porque, encontrando las -sociedades agitadas por la actividad que desplegaba el espritu humano, -quebrant el dique, cuando era necesario robustecerle. - -Por cierto que no es saludable apocar en demasa nuestro espritu, -achacndole defectos que no tenga, exagerando aquellos de que en -realidad adolece; pero tampoco es conveniente engreirle sobradamente, -ponderando ms de lo que es justo el alcance de sus fuerzas: esto, -ms de serle muy daoso en diferentes sentidos, es muy poco favorable -su mismo adelanto; y aun, si bien se mira, es poco conforme al carcter -grave y circunspecto, que ha de ser uno de los distintivos de la -verdadera ciencia. Que la ciencia, si ha de ser digna de este nombre, -no ha de ser tan pueril, que se muestre ufana y vanidosa por aquello -que en realidad no le pertenece como propiedad suya: es menester que -no desconozca los lmites que la circunscriben, y que tenga bastante -generosidad y candidez para confesar su flaqueza. - -Un hecho hay en la historia de las ciencias, que, al propio tiempo -que revela la intrnseca debilidad del entendimiento, hace palpar lo -mucho que entra de lisonja en los desmedidos elogios que veces se -le prodigan; infirindose de aqu cun arriesgado sea el abandonarle -del todo s mismo, sin ningn gnero de gua. Consiste este hecho -en las sombras que se van encontrando medida que nos acercamos la -investigacin de los secretos que rodean los primeros principios de -las ciencias: por manera que, aun hablando de las que ms nombrada -tienen por su verdad, evidencia y exactitud, en llegando profundizar -hasta sus cimientos, parece que se encuentra un terreno poco firme, -resbaladizo, en trminos que el entendimiento, sintindose poco seguro -y vacilante, retrocede, temeroso de descubrir alguna cosa que lanzara -la incertidumbre y la duda sobre aquellas verdades, en cuya evidencia -se haba complacido. - -No participo yo del mal humor de Hobbes contra las matemticas, y, -entusiasta como soy de sus adelantos y profundamente convencido como -estoy de las ventajas que su estudio acarrea las dems ciencias y - la sociedad, mal pudiera tratar, ni de disminuir su mrito, ni de -disputarles ninguno de los ttulos que las ennoblecen; pero, quin -dira que ni ellas se exceptan de la regla general? faltan acaso en -ellas puntos dbiles, senderos tenebrosos? - -Por cierto que, al exponerse los primeros principios de estas ciencias, -consideradas en toda su abstraccin, y al deducir las proposiciones -ms elementales, camina el entendimiento por un terreno llano, -desembarazado, donde ni se ofrece siquiera la idea de que pueda ocurrir -el ms ligero tropiezo. Prescindir ahora de las sombras que hasta -sobre este camino podran esparcir la ideologa y la metafsica, si se -presentasen disputar sobre algunos puntos, aun buscando su apoyo en -los escritos de filsofos aventajados; pero, cindonos al crculo en -que naturalmente se encierran las matemticas, quin de los versados -en ellas ignora que, avanzando en sus teoras, se encuentran ciertos -puntos donde el entendimiento tropieza con una sombra; donde, -pesar de tener la vista la demostracin, y de haberla empleado en -todas sus partes, se halla como fluctuante, sintiendo un no s qu de -incertidumbre, de que apenas acierta darse cuenta s propio? Quin -no ha experimentado que, veces, despus de dilatados raciocinios, -al divisar la verdad, se halla uno como si hubiera descubierto la luz -del da, pero despus de haber andado largo trecho obscuras, por un -camino cubierto? Fijando entonces vivamente la atencin sobre aquellos -pensamientos que divagan por la mente como exhalaciones momentneas, -sobre aquellos movimientos casi imperceptibles que en tales casos nacen -y mueren de continuo en nuestra alma, se nota que el entendimiento, en -medio de sus fluctuaciones, extiende la mano sin advertirlo al ncora -que le ofrece la autoridad ajena, y que, para asegurarse, hace desfilar -delante de sus ojos la sombra de algunos matemticos ilustres, y el -corazn como que se alegra de que aquello est ya enteramente fuera -de duda, por haberlo visto de una misma manera una serie de hombres -grandes. Y qu? se sublevarn tal vez la ignorancia y el orgullo -contra semejantes reflexiones? Estudiad esas ciencias, , cuando menos, -leed su historia, y os convenceris de que tambin se encuentran en -ellas abundantes pruebas de la debilidad del entendimiento del hombre. - -La portentosa invencin de Newton y Leibnitz no encontr en Europa -numerosos adversarios? no necesit para solidarse bien, el que -pasara algn tiempo, y que la piedra de toque de las aplicaciones -viniese manifestar la verdad de los principios y la exactitud de los -raciocinios? y creis, por ventura, que si ahora se presentara de -nuevo esa invencin en el campo de las ciencias, hasta suponindola -pertrechada de todas las pruebas con que se la ha robustecido, y -rodeada de aquella luz con que la han baado tantas aclaraciones; -creis, por ventura, repito, que no necesitara tambin de algn -tiempo, para que, afirmada, digmoslo as, con el derecho de -prescripcin, alcanzase en sus dominios la tranquilidad y sosiego de -que actualmente disfruta? - -Bien se deja sospechar que no les ha de caber las dems ciencias -escasa parte de esa incertidumbre, que trae su origen de la misma -flaqueza del espritu humano; y, como quiera que en cuanto ellas -apenas me parece posible que haya quien trate de contradecirlo, pasar - presentar algunas consideraciones sobre el carcter peculiar de las -ciencias morales. - -Tal vez no se ha reparado bastante que no hay estudio ms engaoso que -el de las verdades morales; y le llamo engaoso, porque, brindando al -investigador con una facilidad aparente, le empea en pasos en que -apenas se encuentra salida. Son como aquellas aguas tranquilas que -manifiestan poca profundidad, un fondo falso, pero que encierran un -insondable abismo. Familiarizados nosotros con su lenguaje desde la ms -tierna infancia; viendo en rededor nuestro sus continuas aplicaciones; -sintiendo que se nos presentan como de bulto, y hallndonos con -cierta facilidad de hablar de repente sobre muchos de sus puntos, -persuadmonos con ligereza de que tampoco nos ha de ser difcil un -estudio profundo de sus ms altos principios, y de sus relaciones -ms delicadas; y cosa admirable! apenas salimos de la esfera del -sentido comn, apenas tratamos de desviarnos de aquellas expresiones -sencillas, las mismas que balbucientes pronuncibamos en el regazo de -nuestra madre, nos hallamos en el ms confuso laberinto. Entonces, -si el entendimiento se abandona sus cavilaciones; si no escucha la -voz del corazn, que le habla con tanta sencillez como elocuencia; -si no templa aquella fogosidad que le comunica el orgullo; si con -loco desvanecimiento no atiende lo que le prescribe el cuerdo buen -sentido, llega hasta el exceso de despreciar el depsito de aquellas -tan saludables como necesarias verdades que conserva la sociedad para -irlas transmitiendo de generacin en generacin; y, marchando solo, -tientas, en medio de las ms densas tinieblas, acaba por derrumbarse en -aquellos precipicios de extravagancias y delirios de que la historia -de las ciencias nos ofrece tan repetidos y lamentables ejemplos. - -Si bien se observa, se nota una cosa semejante en todas las ciencias; -porque el Criador ha querido que no nos faltaran aquellos conocimientos -que nos eran necesarios para el uso de la vida, y para llegar -nuestro destino; pero no ha querido complacer nuestra curiosidad, -descubrindonos verdades que para nada nos eran necesarias. Sin -embargo, en algunas materias ha comunicado al entendimiento cierta -facilidad que le hace capaz de enriquecer de continuo sus dominios; -pero, en orden las verdades morales, le ha dejado en una esterilidad -completa: lo que necesitaba saber, se lo ha grabado con caracteres -muy sencillos inteligibles en el fondo de su corazn, se lo ha -consignado de un modo muy expreso y terminante en el Sagrado Texto, -mostrndole una regla fija en la autoridad de la Iglesia, donde poda -acudir para aclarar sus dudas; pero, por lo dems, le ha dejado de -manera que, si se trata de cavilar y espaciarse su capricho, recorre -de continuo un mismo camino, lo hace y deshace mil veces; encontrando -en un extremo el _escepticismo_, en el otro la _verdad pura_. - -Algunos idelogos modernos reclamarn, tal vez, contra reflexiones -semejantes, y mostrarn en contra de esta asercin el fruto de sus -trabajos analticos. Cuando no se haba descendido al anlisis de los -hechos, dirn ellos; cuando se divagaba entre sistemas areos, y se -reciban palabras sin examen ni discernimiento, entonces pudiera ser -verdad todo esto; pero ahora, cuando las ideas de bien y mal moral las -hemos aclarado nosotros tan completamente, que hemos deslindado lo -que haba en ellas de preocupacin y de filosofa; que hemos asentado -todo el sistema de moral sobre principios tan sencillos, como son el -placer y el dolor; que hemos dado en estas materias ideas tan claras, -como son las _varias sensaciones que nos causa una naranja_; ahora, -decir todo esto, es ser ingrato con las ciencias; es desconocer el -fruto de nuestros sudores. Ni me son desconocidos los trabajos de -algunos nuevos idelogo-moralistas, ni la engaosa sencillez con que -desenvuelven sus teoras, dando las ms difciles materias un aspecto -de facilidad y llaneza, que, al parecer, debe de estar todo al alcance -de las inteligencias ms limitadas: no es ste el lugar propsito -para examinar esas teoras, esas investigaciones analticas; observar, -no obstante, que, pesar de tanta sencillez, no parece que se vaya -en pos de ellos ni la sociedad, ni la ciencia; y que sus opiniones, -sin embargo de ser recientes, son ya viejas. Y no es extrao, porque -fcilmente se haba de ocurrir que, pesar de su positivismo, si puedo -valerme de esta palabra, son tan hipotticos esos idelogos, como -muchos de los antecesores quienes ellos motejan y desprecian. Escuela -pequea y de espritu limitado, que, sin estar en posesin de la -verdad, no tiene siquiera aquella belleza con que hermosean otras los -brillantes sueos de grandes hombres; escuela orgullosa y alucinada, -que cree profundizar un hecho, cuando le obscurece, y afianzarle, slo -porque le asevera; y que, en tratndose de relaciones morales, se -figura que analiza el corazn, slo porque le descompone y diseca. - -Si tal es nuestro entendimiento, si tanta es su flaqueza con respecto - todas las ciencias, si tanta es su esterilidad en los conocimientos -morales, que no ha podido adelantar un pice sobre lo que le ha -enseado la bondadosa Providencia, qu beneficio ha hecho el -Protestantismo las sociedades modernas, quebrantando la fuerza de la -autoridad, nica capaz de poner un dique lamentables extravos?[9] - - - - -CAPITULO VII - - -Rechazada por el Protestantismo la autoridad de la Iglesia, y -estribando sobre este principio como nico cimiento, ha debido buscar -en el hombre todo su apoyo; y, desconocido hasta tal punto el espritu -humano, y su verdadero carcter, y sus relaciones con las verdades -religiosas y morales, le ha dejado ancho campo para precipitarse, segn -la variedad de las situaciones, en dos extremos tan opuestos como son -el _fanatismo_ y la _indiferencia_. - -Extrao parecer quizs enlace semejante, y que extravos tan opuestos -puedan dimanar de un mismo origen, y, sin embargo, nada hay ms cierto; -viniendo en esta parte los ejemplos de la historia confirmar las -lecciones de la filosofa. Apelando el Protestantismo al solo hombre -en las materias religiosas, no le quedaban sino dos medios de hacerlo: - suponerle inspirado del cielo para el descubrimiento de la verdad, -sujetar todas las verdades religiosas al examen de la razn; es decir, - la _inspiracin_ la _filosofa_. El someter las verdades religiosas -al fallo de la razn deba acarrear tarde temprano la indiferencia, -as como la inspiracin particular, el espritu privado, haba de -engendrar el fanatismo. - -Hay en la historia del espritu humano un hecho universal y constante, -y es su vehemente inclinacin imaginar sistemas que, prescindiendo -completamente de la realidad de las cosas, ofrezcan tan slo la -obra de un ingenio, que se ha propuesto apartarse del camino comn, -y abandonarse libremente al impulso de sus propias inspiraciones. -La historia de la filosofa apenas presenta otros cuadros que la -repeticin perenne de este fenmeno; y, en cuanto cabe en las otras -materias, no ha dejado de reproducirse, bajo una otra forma. -Concebida una idea singular, mrala el entendimiento con aquella -predileccin exclusiva y ciega, con que suele un padre distinguir sus -hijos; y, desenvolvindola con esta preocupacin, amolda en ella todos -los hechos, y le ajusta todas las reflexiones. Lo que en un principio -no era ms que un pensamiento ingenioso y extravagante, pasa luego -ser un germen, del cual nacen vastos cuerpos de doctrina; y, si es -ardiente la cabeza donde ha brotado ese pensamiento, si est seoreada -por un corazn lleno de fuego, el calor provoca la fermentacin, y sta -el fanatismo, propagador de todos los delirios. - -Acrecintase singularmente el peligro cuando el nuevo sistema versa -sobre materias religiosas, se roza con ellas por relaciones muy -inmediatas: entonces las extravagancias del espritu alucinado se -transforman en inspiraciones del cielo; la fermentacin del delirio, -en una llama divina, y la mana de singularizarse en vocacin -extraordinaria. El orgullo, no pudiendo sufrir oposicin, se desboca -furioso contra todo lo que encuentra establecido; insultando la -autoridad, atacando todas las instituciones, y despreciando las -personas, disfraza la ms grosera violencia con el manto del celo, -y encubre la ambicin con el nombre del apostolado. Ms alucinado -veces que seductor, el miserable manitico llega quizs persuadirse -profundamente de que son verdaderas sus doctrinas, y de que ha odo la -palabra del cielo; y, presentando en el fogoso lenguaje de la demencia -algo de singular y extraordinario, transmite sus oyentes una parte de -su locura, y adquiere en breve un considerable nmero de proslitos. No -son, la verdad, muchos los capaces de representar el primer papel en -esa escena de locura; pero, desgraciadamente, los hombres son demasiado -insensatos para dejarse arrastrar por el primero que se arroje atrevido - acometer la empresa: pues que la historia y la experiencia harto nos -tienen enseado que, para fascinar un gran nmero de hombres, basta una -palabra, y que, para formar un partido, por malvado, por extravagante, -por ridculo que sea, no se necesita ms que levantar una bandera. - -Ahora que se ofrece la oportunidad, quiero dejar consignado aqu un -hecho, que no s que nadie le haya observado: y es, que la Iglesia -en sus combates con la hereja ha prestado un eminente servicio la -ciencia que se ocupa en conocer el verdadero carcter, las tendencias -y el alcance del espritu humano. Celosa depositaria de todas las -grandes verdades, ha procurado siempre conservarlas intactas, y, -conociendo fondo la debilidad del humano entendimiento, y su -extremada propensin las locuras y extravagancias, le ha seguido -siempre de cerca los pasos, le ha observado en todos sus movimientos, -rechazando con energa sus impotentes tentativas, cuando l ha tratado -de corromper el pursimo manantial de que era poseedora. En las fuertes -y dilatadas luchas que contra l ha sostenido, ha logrado poner de -manifiesto su incurable locura, ha desenvuelto todos sus pliegues, y -le ha mostrado en todas sus fases: recogiendo en la historia de las -herejas un riqusimo caudal de hechos, un cuadro muy interesante donde -se halla retratado el espritu humano en sus verdaderas dimensiones, -en su fisonoma caracterstica, en su propio colorido: cuadro de que -se aprovechar, sin duda, el genio quien est reservada la grande -obra que est todava por hacer: _la verdadera historia del espritu -humano_.[10] - -Tocante extravagancias y delirios del fanatismo, por cierto que no -est nada escasa la historia de Europa de tres siglos esta parte: -monumentos quedan todava existentes, y por dondequiera que dirijamos -nuestros pasos, encontraremos que las sectas fanticas nacidas en el -seno del Protestantismo, y originadas de su principio fundamental, han -dejado impresa una huella de sangre. Nada pudieron contra el torrente -devastador, ni la violencia de carcter de Lutero, ni los furibundos -esfuerzos con que se opona cuantos enseaban doctrinas diferentes -de las suyas: unas impiedades sucedieron presto otras impiedades; - unas extravagancias, otras extravagancias; un fanatismo, otro -fanatismo; quedando luego la falsa reforma fraccionada en tantas -sectas, todas cual ms violentas, cuantas fueron las cabezas que -la triste fecundidad de engendrar un sistema reunieron un carcter -bastante resuelto para enarbolar una bandera. Ni era posible que de -otro modo sucediese, porque, cabalmente, ms del riesgo que traa -consigo el dejar solo al espritu humano encarado con todas las -cuestiones religiosas, haba una circunstancia que deba acarrear -resultados funestsimos: hablo de la interpretacin de los Libros -Santos encomendada al espritu privado. - -Manifestse entonces con toda evidencia que el mayor abuso es el que se -hace de lo mejor; y que ese libro inefable, donde se halla derramada -tanta luz para el entendimiento, tantos consuelos para el corazn, -es altamente daoso al espritu soberbio, que la terca resolucin -de resistir toda autoridad en materias de fe, aada la ilusoria -persuasin de que la Escritura Sagrada es un libro claro en todas sus -partes, de que no le faltar en todo caso la inspiracin del cielo -para la disipacin de las dudas que pudieran ofrecerse, que recorra -sus pginas con el prurito de encontrar algn texto, que, ms menos -violentado, pueda prestar apoyo sutilezas, cavilaciones, proyectos -insensatos. - -No cabe mayor desacierto que el cometido por los corifeos del -Protestantismo, al poner la Biblia en manos de todo el mundo, -procurando, al mismo tiempo, acreditar la ilusin de que cualquier -cristiano era capaz de interpretarla; no cabe olvido ms completo de -lo que es la Sagrada Escritura. Bien es verdad que no quedaba otro -medio al Protestantismo, y que todos los obstculos que opona la -entera libertad en la interpretacin del Sagrado Texto eran para l -una inconsecuencia chocante, una apostasa de sus propios principios, -un desconocimiento de su origen; pero esto es su ms terminante -condenacin; porque, cules son los ttulos, ni de verdad, ni de -santidad, que podr presentarnos una religin, que en su principio -fundamental envuelve el germen de las sectas ms fanticas y ms -daosas la sociedad? - -Difcil fuera reunir en breve espacio tantos hechos, tantas -reflexiones, tan convincentes pruebas en contra de ese error -capital del Protestantismo, como ha reunido un mismo protestante. -Es O'Callaghan: y no dudo que el lector me quedar agradecido de -que transcriba aqu sus palabras; dice as: Llevados los primeros -reformadores de su espritu de oposicin la Iglesia romana, -reclamaron voz en grito el derecho de interpretar las Escrituras -conforme al juicio particular de cada uno....; pero, afanados por -emancipar al pueblo de la autoridad del Pontfice romano, proclamaron -este derecho sin explicacin ni restricciones, y las consecuencias -fueron _terribles_. Impacientes por minar la base de la jurisdiccin -papal, sostuvieron sin limitacin alguna que cada individuo tiene -indisputable derecho interpretar la Sagrada Escritura por s mismo; -y, como este principio, tomado en toda su extensin, era insostenible, -fu menester, para afirmarle, darle el apoyo de otro principio, cual -es, que la Biblia es un libro fcil, al alcance de todos los espritus; -que el carcter ms inseparable de la revelacin divina es una gran -claridad: principios ambos, que, ora se les considere aislados, ora -unidos, son incapaces de sufrir un ataque serio. - -El juicio privado de Munzer descubri en la Escritura que los ttulos -de nobleza y las grandes propiedades son una usurpacin impa, -contraria la natural igualdad de los fieles, invit sus secuaces - examinar si no era sta la verdad del hecho: examinaron los sectarios -la cosa, alabaron Dios, y procedieron en seguida, por medio del -hierro y del fuego, la extirpacin de los impos, y apoderarse de -sus propiedades. El juicio privado crey tambin haber descubierto en -la Biblia que las leyes establecidas eran una permanente restriccin -de la libertad cristiana; y heos aqu que Juan de Leyde tira los -instrumentos de su oficio, se pone la cabeza de un populacho -fantico, sorprende la ciudad de Mnster, se proclama s mismo rey -de Sin, toma catorce mujeres la vez, asegurando que la poligamia -era una de las libertades cristianas, y el privilegio de los Santos. -Pero, si la criminal locura de los paisanos extranjeros aflige los -amigos de la humanidad y de una piedad razonable, por cierto que no -es propsito para consolarlos la historia de Inglaterra, durante un -largo espacio del siglo XVII. En ese perodo de tiempo, levantronse -una innumerable muchedumbre de fanticos, ora juntos, ora unos en pos -de otros, embriagados de doctrinas extravagantes y de pasiones dainas, -desde el feroz dominio de Fox hasta la metdica locura de Barclay, -desde el formidable fanatismo de Cromwell hasta la necia impiedad de -_Praise-God-Barebones_. La piedad, la razn y el buen sentido parecan -desterrados del mundo, y se haban puesto en su lugar una extravagante -algaraba, un frenes religioso, un celo insensato: todos citaban la -Escritura, todos pretendan haber tenido inspiraciones, visiones, -arrobos de espritu; y, la verdad, con tanto fundamento lo pretendan -unos como otros. - -Sostenase con mucho rigor que era conveniente abolir el sacerdocio -y la dignidad Real; pues que los sacerdotes eran los servidores de -Satans, y los reyes eran los delegados de la Prostituta de Babilonia, -y que la existencia de unos y otros era incompatible con el reino del -Redentor. Esos fanticos condenaban la ciencia como invencin pagana, -y las universidades como seminarios de la impiedad anticristiana. -Ni la santidad de sus funciones protega al obispo, ni la majestad -del trono al rey; uno y otro eran objetos de desprecio y de odio, y -degollados sin compasin por aquellos fanticos, cuyo nico libro era -la Biblia, sin notas ni comentarios. la sazn estaba en su mayor -auge el entusiasmo por la oracin, la predicacin y la lectura de los -Libros Santos; todos oraban, todos predicaban, todos lean, pero nadie -escuchaba. Las mayores atrocidades se las justificaba por la Sagrada -Escritura; en las transacciones ms ordinarias de la vida se usaba -el lenguaje de la Sagrada Escritura; de los negocios interiores de -la nacin, de sus relaciones exteriores, se trataba con frases de la -Escritura; con la Escritura se tramaban conspiraciones, traiciones, -proscripciones; y todo era, no slo justificado, sino tambin -consagrado con citas de la Sagrada Escritura. Estos hechos histricos -han asombrado con frecuencia los hombres de bien, y consternado -las almas piadosas; _pero, demasiado embebido el lector en sus propios -sentimientos, olvida la leccin encerrada en esta terrible experiencia, - saber: que la Biblia, sin explicacin, ni comentarios, no es para -leda por hombres groseros ignorantes_. - -La masa del linaje humano ha de contentarse con recibir de _otro_ -sus instrucciones, y no le es dado acercarse los manantiales de la -ciencia. Las verdades ms importantes en medicina, en jurisprudencia, -en fsica, en matemticas, ha de recibirlas de aquellos que las beben -en los primeros manantiales: y, por lo que toca al Cristianismo, en -general se ha constantemente seguido el mismo mtodo, y siempre que se -le ha dejado hasta cierto punto, _la sociedad se ha conmovido hasta sus -cimientos_. - -No necesitan comentarios esas palabras de O'Callaghan; y por cierto -que no se las podr tachar ni de hiperblicas, ni de declamatorias, -no siendo ms que una sencilla y verdica narracin de hechos harto -sabidos. El solo recuerdo de ellos debera ser bastante para convencer -de los peligros que consigo trae el poner la Sagrada Escritura -sin notas ni comentarios en manos de cualquiera, como lo hace el -Protestantismo, acreditando en cuanto puede el error de que para la -inteligencia del Sagrado Texto es intil la autoridad de la Iglesia, -y que no necesita ms todo cristiano que escuchar lo que le dictarn -con frecuencia sus pasiones y sus delirios. Cuando el Protestantismo -no hubiera cometido otro yerro que ste, bastara ya para que se -reprobase, se condenase s propio, pues que no hace otra cosa una -religin que asienta un principio que la disuelve ella misma. - -Para apreciar en esta parte el desacierto con que procede el -Protestantismo, y la posicin falsa y arriesgada en que se ha colocado -con respecto al espritu humano, no es necesario ser telogo, ni -catlico; basta haber ledo la Escritura, aun cuando sea nicamente -con ojos de literato y filsofo. Un libro que, encerrando en breve -cuadro el extenso espacio de cuatro mil aos, y adelantndose hasta -las profundidades del ms lejano porvenir, comprende el origen -y destinos del hombre y del universo; un libro que, tejiendo la -historia particular de un pueblo escogido, abarca en sus narraciones -y profecas las revoluciones de los grandes imperios; un libro en que -los magnficos retratos donde se presentan la pujanza y el lujoso -esplendor de los monarcas de Oriente, se encuentran al lado de la -fcil pincelada que nos describe la sencillez de las costumbres -domsticas, el candor inocencia de un pueblo en la infancia; un -libro donde narra el historiador, vierte tranquilamente el sabio sus -sentencias, predica el apstol, ensea y disputa el doctor; un libro -donde un profeta, seoreado por el espritu divino, truena contra la -corrupcin y extravo de un pueblo, anuncia las terribles venganzas -del Dios de Sina, llora inconsolable el cautiverio de sus hermanos y -la devastacin y soledad de su patria, cuenta en lenguaje peregrino y -sublime los magnficos espectculos que se desplegaron sus ojos en -momentos de arrobo, en que, al travs de velos sombros, de figuras -misteriosas, de emblemas obscuros, de apariciones enigmticas, viera -desfilar ante su vista los grandes sucesos de la sociedad y las -catstrofes de la naturaleza; un libro, ms bien un conjunto de -libros, donde reinan todos los estilos y campean los ms variados -tonos, donde se hallan derramadas y entremezcladas la majestad pica -y la sencillez pastoril, el fuego lrico y la templanza didctica, -la marcha grave y sosegada de la narracin histrica y la rapidez y -viveza del drama; un conjunto de libros escritos en diferentes pocas -y pases, en varias lenguas, en circunstancias las ms singulares y -extraordinarias, cmo podr menos de trastrocar la cabeza orgullosa -que recorre tientas sus pginas, ignorando los climas, los tiempos, -las leyes, los usos y costumbres; abrumada de alusiones que la -confunden, de imgenes que la sorprenden, de idiotismos que la -obscurecen; oyendo hablar en idioma moderno al hebreo al griego que -escribieron all en siglos muy remotos? Qu efectos ha de producir ese -conjunto de circunstancias, creyendo el lector que la Sagrada Escritura -es un libro muy fcil, que se brinda de buen grado la inteligencia -de cualquiera, y que, en todo caso, si se ofreciere alguna dificultad, -no necesita el que lee de la instruccin de nadie, sino que le bastan -sus propias reflexiones, concentrarse dentro de s mismo para prestar -atento odo la celeste inspiracin que levantar el velo que encubre -los ms altos misterios? Quin extraar que se hayan visto entre los -protestantes tan ridculos visionarios, tan furibundos fanticos?[11] - - - - -CAPITULO VIII - - -Injusticia fuera tachar una religin de falsa, slo porque en su seno -hubieran aparecido fanticos: esto equivaldra desecharlas todas; -pues que no sera dable encontrar una que estuviese exenta de semejante -plaga. No est el mal en que se presenten fanticos en medio de una -religin, sino en que ella los forme, en que los incite al fanatismo, - les abra para l anchurosa puerta. Si bien se mira, en el fondo del -corazn humano hay un germen abundante de fanatismo, y la historia -del hombre nos ofrece de ello tan abundantes pruebas, que apenas se -encontrar hecho que deba ser reconocido como ms indudable. Fingid -una ilusin cualquiera, contad la visin ms extravagante, forjad el -sistema ms desvariado; pero tened cuidado de baarlo todo con un tinte -religioso, y estad seguros de que no os faltarn proslitos entusiastas -que tomarn pecho el sostener vuestros dogmas, el propagarlos, y -que se entregarn vuestra causa con una mente ciega y un corazn de -fuego; es decir, tendris bajo vuestra bandera una porcin de fanticos. - -Algunos filsofos han gastado largas pginas en declamar contra el -fanatismo, y como que se han empeado en desterrarle del mundo, ora -dando los hombres empalagosas lecciones filosficas, ora empleando -contra el _monstruo_ toda la fuerza de una oratoria fulminante. Bien -es verdad que la palabra _fanatismo_ le han sealado una extensin -tan lata, que han comprendido bajo esta denominacin toda clase de -religiones; pero yo creo, sin embargo, que, aun cuando se hubieran -ceido combatir el verdadero fanatismo, habran hecho harto mejor si, -no fatigndose tanto, hubiesen gastado algn tiempo en examinar esta -materia con espritu analtico, tratndola, despus de atento examen, -sin preocupacin, con madurez y templanza. - -Por lo mismo que vean que ste era un achaque del espritu humano, -escasas esperanzas podan tener, si es que fueran filsofos cuerdos y -sesudos, de que con razones y elocuencia alcanzaran desterrar del -mundo al malhadado _monstruo_; pues que, hasta ahora, no s yo que -la filosofa haya sido parte remediar ninguna de aquellas graves -enfermedades que son como el patrimonio del humano linaje. Entre tantos -yerros como ha tenido la filosofa del siglo XVIII, ha sido uno de los -ms capitales la mana de los tipos: de la naturaleza del hombre, de -la sociedad, de todo se ha imaginado un tipo all en su mente; todo ha -debido acomodarse aquel tipo, y cuanto no ha podido doblegarse para -ajustarse al molde, todo ha sufrido tal descarga filosfica, que, al -menos, no ha quedado impune por su poca flexibilidad. - -Pues qu? podr negarse que haya fanatismo en el mundo? Y mucho. -Podr negarse que sea un mal? Y muy grave. Cmo se podra extirpar? -De ninguna manera. Cmo se podr disminuir su extensin, atenuar su -fuerza, refrenar su violencia? Dirigiendo bien al hombre. Entonces, no -ser con la filosofa? Ahora lo veremos. - -Cul es el origen del fanatismo? Antes es necesario fijar el verdadero -sentido de esta palabra. Entindese por fanatismo, tomado en su -acepcin ms lata, una viva exaltacin del nimo fuertemente seoreado -por alguna opinin, falsa, exagerada. Si la opinin es verdadera, -encerrada en sus justos lmites, entonces no cabe el fanatismo; y, si -alguna vez lo hubiere, ser con respecto los medios que se emplean -en defenderla; pero, entonces ya existir tambin un juicio errado, en -cuanto se cree que la opinin verdadera autoriza para aquellos medios; -es decir, que habr error, exageracin. Pero, si la opinin fuere -verdadera, los medios de defenderla, legtimos, y la ocasin, oportuna, -entonces no hay fanatismo, por grande que sea la exaltacin del nimo, -por viva que sea la efervescencia, por vigorosos que sean los esfuerzos -que se hagan, por costosos que sean los sacrificios que se arrostren; -entonces habr entusiasmo en el nimo y herosmo en la accin, pero -fanatismo no: de otra manera los hroes de todos tiempos y pases -quedaran afeados con la mancha de fanticos. - -Tomado el fanatismo con toda esta generalidad, se extiende cuantos -objetos ocupan al espritu humano; y as hay fanticos en religin, en -poltica, y hasta en ciencias y literatura; no obstante, el significado -ms propio de la palabra _fanatismo_, no slo atendiendo su valor -etimolgico, sino tambin usual, es cuando se aplica materias -religiosas; y, por esta causa, el solo nombre de fantico, sin ninguna -aadidura, expresa un _fantico_ en religin; cuando, al contrario, si -se le aplica con respecto otras materias, debe andar acompaado del -apuesto que las califique; as se dice: fanticos polticos, fanticos -en literatura, y otras expresiones por este tenor. - -No cabe duda de que, en tratndose de materias religiosas, tiene el -hombre una propensin muy notable dejarse dominar de una idea, -exaltarse de nimo en favor de ella, transmitirla cuantos le -rodean, propagarla luego por todas partes, llegando con frecuencia - empearse en comunicarla los otros, aunque sea con las mayores -violencias. - -Hasta cierto punto se verifica tambin el mismo hecho en las materias -no religiosas; pero es innegable que en las religiosas adquiere el -fenmeno un carcter que le distingue de cuanto acontece en esfera -diferente. En cosas de religin adquiere el alma del hombre una nueva -fuerza; una energa terrible, una expansin sin lmites; para l no hay -dificultades, no hay obstculos, no hay embarazos de ninguna clase; los -intereses materiales desaparecen enteramente, los mayores padecimientos -se hacen lisonjeros, los tormentos son nada, la muerte misma es una -ilusin agradable. - -El hecho es vario, segn lo es la persona en quien se verifica, segn -lo son las ideas y costumbres del pueblo en medio del cual se realiza; -pero, en el fondo, es el mismo: examinada la cosa en su raz, se halla -que tienen un mismo origen las violencias de los sectarios de Mahoma, -que las extravagancias de los discpulos de Fox. - -Acontece en esta pasin lo propio que en las dems, que, si producen -los mayores males, es slo porque se extravan de su objeto legtimo, -se dirigen l por medios que no estn de acuerdo con lo que dictan la -razn y la prudencia; pues que, bien observado, el fanatismo no es ms -que el _sentimiento religioso extraviado_; sentimiento que el hombre -lleva consigo desde la cuna hasta el sepulcro, y que se encuentra como -esparcido por la sociedad, en todos los perodos de su existencia. -Hasta ahora ha sido siempre vano el empeo de hacer irreligioso al -hombre: uno que otro individuo se ha entregado los desvaros de una -irreligin completa; pero el linaje humano protesta sin cesar contra -ese individuo, que ahoga en su corazn el sentimiento religioso. Como -este sentimiento es tan fuerte, tan vivo, tan poderoso ejercer sobre -el hombre una influencia sin lmites, apenas se aparta de su objeto -legtimo, apenas se desva del sendero debido, cuando ya produce -resultados funestos; pues que se combinan desde luego dos causas muy -propsito para los mayores desastres, como son: _absoluta ceguera del -entendimiento, y una irresistible energa en la voluntad_. - -Cuando se ha declamado contra el fanatismo, buena parte de los -protestantes y filsofos no se han olvidado de prodigar ese apodo -la Iglesia catlica; y por cierto que debieran andar en ello con ms -tiento, cuando menos en obsequio de la buena filosofa. Sin duda que -la Iglesia no se gloriar de que haya podido curar todas las locuras -de los hombres, y, por tanto, no pretender tampoco que de entre sus -hijos haya podido desterrar de tal manera el fanatismo, que, de vez en -cuando, no haya visto en su seno algunos fanticos; pero s que puede -gloriarse de que jams religin alguna ha dado mejor en el blanco para -curar, en cuanto cabe, este achaque del espritu humano; pudiendo, -adems, asegurarse que tiene de tal manera tomadas sus medidas, que, -en naciendo el fanatismo, le cerca desde luego con un vallado, en -que podr delirar por algn tiempo, pero no producir efectos de -consecuencias desastrosas. - -Esos extravos de la mente, esos sueos de delirio que, nutridos -y avivados, con el tiempo arrastran al hombre las mayores -extravagancias, y hasta los ms horrorosos crmenes, apganse por -lo comn en su mismo origen, cuando existe en el fondo del alma el -saludable convencimiento de la propia debilidad, y el respeto y -sumisin una autoridad infalible; y, ya que veces no se logre -sofocar el delirio en su nacimiento, qudase al menos aislado, -circunscrito una porcin de hechos ms menos verosmiles, pero -dejando intacto el depsito de la verdadera doctrina, y sin quebrantar -aquellos lazos que unen y estrechan todos los fieles como miembros de -un mismo cuerpo. Se trata de revelaciones, de visiones, de profecas, -de xtasis? Mientras todo esto tenga un carcter privado, y no se -extienda las verdades de fe, la Iglesia, por lo comn, disimula, -tolera, se abstiene de entrometerse, calla, dejando los crticos la -discusin de los hechos, y al comn de los fieles amplia libertad para -pensar lo que ms les agrade. Pero, si toman las cosas un carcter ms -grave, si el visionario entra en explicaciones sobre algunos puntos -de doctrina, veris, desde luego, que se despliega el espritu de -vigilancia; la Iglesia aplica atentamente el odo para ver si se mezcla -por all alguna voz que se aparte de lo enseado por el divino Maestro; -fija una mirada observadora sobre el nuevo predicador, por si hay algo -que manifieste, al hombre alucinado y errante en materias de dogma, -al lobo cubierto con piel de oveja; y, en tal caso, levanta desde luego -el grito, advierte todos los fieles, del error, del peligro, y -llama con la voz de pastor la oveja descarriada. Si sta no escucha, -si no quiere seguir ms que sus caprichos, entonces la separa del -rebao, la declara como lobo, y, de all en adelante, el error y el -fanatismo ya no se hallan en ninguno que desee perseverar en el seno de -la Iglesia. - -Por cierto que no dejarn los protestantes de echar en cara los -catlicos la muchedumbre de visionarios que ha tenido la Iglesia, -recordando las revelaciones y visiones de los muchos Santos que -veneramos sobre los altares; echarnnos tambin en cara el fanatismo: -fanatismo que dirn no haberse limitado estrecho crculo, pues que -ha sido bastante producir los resultados ms notables. Los solos -fundadores de las rdenes religiosas, dirn ellos, no ofrecen acaso -el espectculo de una serie de fanticos que, alucinados ellos mismos, -ejercan sobre los dems, con su palabra y ejemplo, la influencia ms -fascinadora que jams se haya visto? Como no es ste el lugar de -tratar por extenso el punto de las comunidades religiosas, cosa que me -propongo hacer en otra parte de esta obra, me contentar con observar -que, aun dando por supuesto que todas las visiones y revelaciones -de nuestros Santos y las inspiraciones del cielo con que se crean -favorecidos los fundadores de las rdenes religiosas, no pasaran de -pura ilusin, nada tendran adelantado los adversarios para achacar -la Iglesia catlica la nota de fanatismo. Por de pronto, ya se echa -de ver que, en lo tocante visiones de un particular, mientras se -circunscriban la esfera individual, podr haber all ilusin, y, -si se quiere, fanatismo; pero no ser el fanatismo daoso nadie, y -nunca alcanzar acarrear trastornos la sociedad. Que una pobre -mujer se crea favorecida con particulares beneficios del cielo, que se -figure oir con frecuencia la palabra de la Virgen, que se imagine que -confabula con los ngeles, que le traen mensajes de parte de Dios; todo -esto podr excitar la credulidad de unos y la mordacidad de otros; pero - buen seguro que no costar la sociedad ni una gota de sangre, ni -una sola lgrima. - -Y los fundadores de las rdenes religiosas qu muestras nos dan de -fanatismo? Aun cuando prescindiramos del profundo respeto que se -merecen sus virtudes, y de la gratitud con que debe corresponderles -la humanidad por los beneficios inestimables que han dispensado; -aun cuando diramos por supuesto que se engaaron en todas sus -inspiraciones, podramos apellidarlos _ilusos_, ms no _fanticos_. En -efecto: nada encontramos en ellos, ni de frenes, ni de violencia; son -hombres que desconfan de s mismos; que, pesar de creerse llamados -por el cielo para algn grande objeto, no se atreven poner manos - la obra sin haberse postrado antes los pies del Sumo Pontfice, -sometiendo su juicio las reglas en que pensaban cimentar la nueva -orden, pidindole sus luces, sujetndose dcilmente su fallo, y no -realizando nada sin haber obtenido su licencia. Qu semejanza hay, -pues, de los fundadores de las rdenes religiosas con esos fanticos -que arrastran en pos de s una muchedumbre de furibundos, que matan, -destruyen por todas partes, dejando por doquiera regueros de sangre -y de ceniza? En los fundadores de las rdenes religiosas vemos un -hombre que, dominado fuertemente por una idea, se empea en llevarla -cabo, aun costa de los mayores sacrificios; pero vemos siempre una -idea fija, desenvuelta en un plan ordenado, teniendo la vista algn -objeto altamente religioso y social; y, sobre todo, vemos ese plan -sometido al juicio de una autoridad, examinado con madura discusin, y -enmendado, retocado, segn parece ms conforme la prudencia. Para -un filsofo imparcial, sean cuales fueren sus opiniones religiosas, -podr haber en todo esto ms menos ilusin, ms menos preocupacin, -ms menos prudencia y acierto; pero, fanatismo, no, de ninguna -manera, porque nada hay aqu que presente semejante carcter.[12] - - - - -CAPITULO IX - - -El fanatismo de secta, nutrido y avivado en Europa por la _inspiracin -privada_ del Protestantismo, es ciertamente una llaga muy profunda y -de mucha gravedad; pero no tiene, sin embargo, un carcter tan maligno -y alarmante como la incredulidad y la indiferencia religiosa: males -funestos que las sociedades modernas tienen que agradecer en buena -parte la pretendida reforma. Radicados en el mismo principio que es -la base del Protestantismo; ocasionados y provocados por el escndalo -de tantas y tan extravagantes sectas que se apellidan cristianas, -empezaron manifestarse con sntomas de gravedad ya en el mismo siglo -XVI. Andando el tiempo, llegaron extenderse de un modo terrible, -filtrndose en todos los ramos cientficos y literarios, comunicando -su expresin y sabor los idiomas, y poniendo en peligro todas las -conquistas que en pro de la civilizacin y cultura haba hecho por -espacio de muchos siglos el linaje humano. - -En el mismo siglo XVI, en el mismo calor de las disputas y guerras -religiosas encendidas por el Protestantismo, cunda la incredulidad -de un modo alarmante; y es probable que sera ms comn de lo que -aparentaba, pues que no era fcil quitarse de repente la mscara, -cuando, poco antes, estaban tan profundamente arraigadas las creencias -religiosas. Es muy verosmil que andara disfrazada la incredulidad con -el manto de la reforma; y que, ora alistndose bajo la bandera de una -secta, ora pasando la de otra, tratara de enflaquecerlas todas -para levantar su trono sobre la ruina universal de las creencias. - -No es necesario ser muy lgico para pasar del Protestantismo al -Desmo, y de ste al Atesmo no hay ms que un paso; y es imposible -que, al tiempo de la aparicin de los nuevos errores, no hubiese -muchos hombres reflexivos que desenvolviesen el sistema hasta sus -ltimas consecuencias. La religin cristiana, tal como la conciben -los protestantes, es una especie de sistema filosfico ms menos -razonable; pues que, examinada fondo, pierde el carcter de divina; -y, en tal caso, cmo podr seorear un nimo que la reflexin y -las meditaciones reuna espritu de independencia? Y, decir verdad, -una sola ojeada sobre el comienzo del Protestantismo deba de arrojar -hasta el escepticismo religioso todos los hombres que, no siendo -fanticos, no estaban, por otra parte, aferrados con el ncora de la -autoridad de la Iglesia; porque tal es el lenguaje y la conducta de -los corifeos de las sectas, que brota naturalmente en el nimo una -vehemente sospecha de que aquellos hombres se burlaban completamente de -todas las creencias cristianas; que encubran su atesmo indiferencia -asentando doctrinas extraas que pudieran servir de ensea para -reunir proslitos; que extendan sus escritos con la ms insigne mala -fe, encubriendo el prfido intento de alimentar en el nimo de sus -secuaces el fanatismo de secta. - -Esto es lo que dictaba al padre del clebre Montagne el simple buen -sentido, pues, aunque slo alcanz los primeros principios de la -reforma, sabemos que deca: este principio de enfermedad degenerar en -un execrable atesmo; testimonio notable, cuya conservacin debemos - un escritor que, por cierto, no era apocado ni fantico: su hijo -Montagne. (_Ensayos_, de Montagne, 1. 2, c. 12.) Tal vez no presagiara -ese hombre, que con tanta cordura juzgaba la verdadera tendencia del -Protestantismo, que fuese su hijo una confirmacin de sus predicciones; -porque es bien sabido que Montagne fu uno de los primeros escpticos, -que figuraron con gran nombrada en Europa. Por aquellos tiempos era -menester andar con cuidado en manifestarse ateo indiferente, aun -entre los mismos protestantes; pero, aun cuando sea fcil sospechar -que no todos los incrdulos tendran el atrevimiento de Gruet, por -cierto que no ha de costar trabajo el dar crdito al clebre toledano -Chacn, cuando, al empezar el ltimo tercio del siglo XVII, deca que -la hereja de los atestas, de los que nada creen, andaba muy vlida -en Francia y en otras partes. - -Seguan ocupando la atencin de todos los sabios de Europa las -controversias religiosas, y, entre tanto, la gangrena de la -incredulidad avanzaba de un modo espantoso; por manera que, al -promediar el siglo XVI, se conoce que el mal se presentaba bajo un -aspecto alarmante. Quin no ha ledo con asombro los profundos -pensamientos de Pascal sobre la indiferencia en materias de religin? -quin no ha percibido en ellos aquel acento conmovido, que nace de la -viva impresin causada en el nimo por la presencia de un mal terrible? - -Se conoce que la sazn estaban ya muy adelantadas las cosas, y que -la incredulidad se hallaba ya muy cercana poder presentarse como -una escuela que se colocara al lado de las dems que se disputaban la -preferencia en Europa. Con ms menos disfraz habase ya presentado -desde mucho tiempo en el socinianismo; pero esto no era bastante, -porque el socinianismo llevaba al menos el nombre de una secta -religiosa, y la religin empezaba sentirse demasiado fuerte para que -no pudiera apellidarse ya con su propio nombre. - -El ltimo tercio del siglo XVII nos presenta una crisis muy notable con -respecto la religin: crisis que tal vez no ha sido bien reparada, -pero que se di conocer por hechos muy palpables. Esta crisis fu -un cansancio de las disputas religiosas marcada en dos tendencias -diametralmente opuestas, y, sin embargo, muy naturales: _la una hacia -el Catolicismo, la otra hacia el Atesmo_. - -Bien sabido es cunto se haba disputado hasta aquella poca sobre -la religin: las controversias religiosas eran el gusto dominante, -bastando decir que no formaban solamente la ocupacin favorita de los -escolsticos, as catlicos como protestantes, sino tambin de los -sabios seculares; habiendo penetrado esa aficin hasta en los palacios -de los prncipes y reyes. Tanta controversia deba naturalmente -descubrir el vicio radical del Protestantismo; y, no pudiendo -mantenerse firme el entendimiento en un terreno tan resbaladizo, haba -de esforzarse en salir de l, bien llamando en su apoyo el principio -de autoridad, bien abandonndose al atesmo una completa -indiferencia. Estas dos tendencias se hicieron sentir de una manera -nada equvoca; y as es que, mientras Bayle crea la Europa bastante -preparada para que pudiera abrirse ya en medio de ella una ctedra de -incredulidad y de escepticismo, se haba entablado seria y animada -correspondencia para la reunin de los disidentes de Alemania al gremio -de la Iglesia catlica. - -Conocidas son de todos los eruditos las contestaciones que mediaron -entre el luterano Molano, abate de Lockum, y Cristbal, obispo de -Tyna, y despus de Neustad; y para que no faltase un monumento del -carcter grave que haban tomado las negociaciones, se conserva an la -correspondencia motivada por este asunto, entre dos hombres de los -ms insignes que se contaban en Europa en ambas comuniones: Bossuet -y Leibnitz. No haba llegado an el feliz momento, y consideraciones -polticas que debieran desaparecer la vista de tamaos intereses, -ejercieron maligna influencia sobre la grande alma de Leibnitz, para -que no conservara en el curso de la discusin y de las negociaciones -aquella sinceridad y buena fe y aquella elevacin de miras con que al -parecer haba comenzado. Aunque no surtiese buen efecto la negociacin, -el slo haberse entablado indica ya bastante que era muy grande el -vaco descubierto en el Protestantismo, cuando los dos hombres ms -clebres de su comunin, Molano y Leibnitz, se atrevan ya dar -pasos tan adelantados: y sin duda deban de ver en la sociedad que -los rodeaba abundantes disposiciones para la reunin al gremio de -la Iglesia, pues no de otra manera se hubieran comprometido en una -negociacin de tanta importancia. - -Allguese todo esto la declaracin de la universidad luterana de -Helmstad en favor de la religin catlica, y las nuevas tentativas -hechas favor de la reunin por un prncipe protestante que se dirigi -al Papa Clemente XI, y tendremos vehementes indicios de que la reforma -se senta ya herida de muerte; y que, si obra tan grande hubiese Dios -querido que tuviera alguna apariencia de depender en algo de la mano -del hombre, tal vez no fuera ya entonces imposible que, fuerza de la -conviccin que de lo ruinoso del sistema protestante se haban formado -sus sabios ms ilustres, se adelantase no poco para cicatrizar las -llagas abiertas la unidad religiosa por los perturbadores del siglo -XVI. - -Pero el Eterno, en la altura de sus designios, lo tena destinado de -otra manera; y, permitiendo que la corriente de los espritus tomase -la direccin ms extraviada y perversa, quiso castigar al hombre con -el fruto de su orgullo. No fu la propensin la unidad la que domin -en el siglo inmediato, sino el gusto por una filosofa escptica, -indiferente con respecto todas las religiones, pero muy enemiga -en particular de la catlica. Cabalmente la sazn se combinaban -influencias muy funestas para que la tendencia hacia la unidad pudiese -alcanzar su objeto; eran ya innumerables las fracciones en que se -haban dividido y subdividido las sectas protestantes: y esto, si bien -es verdad que debilitaba al Protestantismo, sin embargo, estando l -como estaba difundido por la mayor parte de Europa, haba inoculado -el germen de la duda religiosa en la sociedad europea; y, como no -quedaba ya verdad que no hubiera sufrido ataques, ni caba imaginar -error ni desvaro que no tuviera sus apstoles y proslitos, era muy -peligroso que cundiera en los nimos aquel cansancio y desaliento, -que viene siempre en pos de los grandes esfuerzos hechos intilmente -para la consecucin de un objeto, y aquel fastidio que se engendra con -interminables disputas y chocantes escndalos. - -Para colmo de infortunio, para llevar al ms alto punto el cansancio y -fastidio, sobrevino una nueva desgracia, que produjo los ms funestos -resultados. Combatan con gran denuedo y con notable ventaja los -adalides del Catolicismo contra las innovaciones religiosas de los -protestantes: las lenguas, la historia, la crtica, la filosofa, todo -cuanto tiene de ms precioso, de ms rico y brillante el humano saber, -todo se haba desplegado con el mayor aparato en esa gran palestra; y -los grandes hombres que por doquiera se vean figurar en los puestos -ms avanzados de los defensores de la Iglesia catlica, parecan -consolarla algn tanto de las lamentables prdidas que le haban hecho -sufrir las turbulencias del siglo XVI, cuando he aqu que, mientras -estrechaba en sus brazos tantos hijos predilectos que se gloriaban -de este nombre, not con pasmosa sorpresa que algunos de stos se -le presentaban en ademn hostil, bien que solapado: y al travs de -palabras mal encubiertas, y de una conducta mal disfrazada, no le -fu difcil reparar que trataban de herirla con herida de muerte. -Protestando siempre la sumisin y la obediencia, pero sin someterse -ni obedecer jams; resistiendo siempre la autoridad de la Iglesia, -ensalzando, empero, de continuo esa misma autoridad de origen divino; -encubriendo sagazmente el odio todas las leyes instituciones -existentes, con la apariencia del celo por el restablecimiento de la -antigua doctrina; zapando los cimientos de la moral, al paso que se -mostraban entusiastas encarecedores de su pureza; disfrazando con falsa -humildad y afectada modestia la hipocresa y el orgullo, llamando -firmeza la obstinacin, y entereza de conciencia la ceguedad -refractaria, presentaban esos rebeldes el aspecto ms peligroso que -jams haba presentado hereja alguna; y sus palabras de miel, su -estudiado candor, el gusto por la antigedad, el brillo de erudicin -y de saber, hubieran sido parte deslumbrar los ms avisados, si -desde un principio no se hubiesen distinguido ya los novadores con -el carcter eterno infalible de toda secta de error: _el odio la -autoridad_. - -Luchaban, empero, de vez en cuando, con los enemigos declarados de -la Iglesia, defendan con mucho aparato de doctrina la verdad de los -sagrados dogmas, citaban con respeto y deferencia los escritos de -los Santos Padres, manifestaban acatar las tradiciones y venerar las -decisiones conciliares y pontificias; y, teniendo siempre la extraa -pretensin de apellidarse catlicos, por ms que lo desmintieran con -sus palabras y conducta; no abandonando jams la peregrina ocurrencia, -que tuvieron desde su principio, de negar la existencia de su secta, -ofrecan los incautos el funesto escndalo de una disensin -dogmtica, que pareca estar en el mismo seno del Catolicismo. -Declarbalos herejes la Cabeza de la Iglesia, todos los verdaderos -catlicos acataban profundamente la decisin del Vicario de Jesucristo, -y de todos los ngulos del orbe catlico se levantaba unnimemente un -grito que pronunciaba anatemas contra quien no escuchara al sucesor de -Pedro; pero ellos, empeados en negarlo todo, en eludirlo todo, en -tergiversarlo todo, mostrbanse siempre como una porcin de catlicos -oprimidos por el espritu de _relajacin, de abusos y de intriga_. - -Faltaba ese nuevo escndalo para que acabasen de extraviarse los -nimos, y para que la gangrena fatal que iba cundiendo por la sociedad -europea, se desarrollase con la mayor rapidez, presentando los -sntomas ms terribles y alarmantes. Tanto disputar sobre la religin, -tanta muchedumbre y variedad de sectas, tanta animosidad entre los -adversarios que figuraban en la arena, debieron por fin disgustar de -la religin misma aquellos que no estaban aferrados en el ncora de -la autoridad; y, para que la indiferencia pudiera erigirse en sistema, -el atesmo en dogma y la impiedad en moda, slo faltaba un hombre -bastante laborioso para recoger, reunir y presentar en cuerpo los -infinitos materiales que andaban dispersos en tantas obras; que supiera -baarlos con un tinte filosfico acomodado al gusto que empezaba -cundir entonces, comunicando al sofisma y la declamacin aquella -fisonoma seductora, aquel giro engaoso, aquel brillo deslumbrador, -que aun en medio de los mayores extravos se encuentran siempre en las -producciones del genio. Este hombre se present: era Bayle; y el ruido -que meti en el mundo su clebre _Diccionario_, y el curso que tuvo -desde luego, manifestaron bien las claras que el autor haba sabido -comprender toda la oportunidad del momento. - -El _Diccionario_ de Bayle es una de aquellas obras que, aun -prescindiendo de su mayor menor mrito cientfico y literario, -forman, no obstante, muy notable poca; porque se recoge en ellas el -fruto de lo pasado y se desenvuelven con toda claridad los pliegues -de un extenso porvenir. En tales casos no figura el autor tanto por -su mrito, como por haberse sabido colocar en el verdadero puesto -para ser el representante de ideas que de antemano estaban ya muy -esparcidas en la sociedad, por ms que anduvieran fluctuantes, sin -direccin fija, como marchando al acaso. El solo nombre del autor -recuerda entonces una vasta historia, porque l es la personificacin -de ellas. La publicacin de la obra de Bayle puede mirarse como la -inauguracin solemne de la ctedra de incredulidad en medio de Europa. -Los sofistas del siglo XVIII tuvieron la mano un abundante repertorio -para proveerse de toda clase de hechos y argumentos; y, para que -nada faltase, para que pudieran rehabilitar los cuadros envejecidos, -avivarse los colores anublados, y esparcirse por doquiera los encantos -de la imaginacin y las agudezas del ingenio; para que no faltara la -sociedad un director que la condujera por un sendero cubierto de flores -hasta el borde del abismo, apenas haba descendido Bayle al sepulcro, -ya brillaba sobre el horizonte literario un mancebo cuyos grandes -talentos competan con su malignidad y osada: era Voltaire. - -Necesario ha sido conducir al lector hasta la poca que acabo de -apuntar, porque tal vez no se hubiera imaginado la influencia que tuvo -el Protestantismo en engendrar y arraigar en Europa la irreligin, -el atesmo, y esa indiferencia fatal que tantos daos acarrea las -sociedades modernas. No es mi nimo el tachar de impos todos -los protestantes: y reconozco gustoso la entereza y tesn con que -algunos de sus sabios ms ilustres se han opuesto al progreso de la -impiedad. No ignoro que los hombres adoptan veces un principio -cuyas consecuencias rechazan, y que entonces sera una injusticia el -colocarlos en la misma clase de aquellos que defienden las claras -esas mismas consecuencias; pero tambin s que, por ms que se resistan -los protestantes confesar que su sistema conduzca al atesmo, no deja -por ello de ser muy cierto: pueden exigirme que yo no culpe en este -punto sus intenciones, mas no quejarse de que haya desenvuelto hasta -las ltimas consecuencias su principio fundamental, no desvindome -nunca de lo que nos ensean acordes la filosofa y la historia. - -Bosquejar, ni siquiera rpidamente, lo que sucedi en Europa desde -la poca de la aparicin de Voltaire, sera trabajo por cierto bien -intil, pues que son tan recientes los hechos y andan tan vulgares -los escritos sobre esa materia, que, si quisiera entrar en ella, -difcilmente podra evitar la nota de copiante. Llenar, pues, ms -cumplidamente mi objeto presentando algunas reflexiones sobre el estado -actual de la religin en los dominios de la pretendida reforma. - -En medio de tantos sacudimientos y trastornos, en el vrtigo comunicado - tantas cabezas, cuando han vacilado los cimientos de todas las -sociedades, cuando se han arrancado de cuajo las ms robustas y -arraigadas instituciones, cuando la misma verdad catlica slo -ha podido sostenerse con el manifiesto auxilio de la diestra del -Omnipotente, fcil es calcular cun malparado debe de estar el flaco -edificio del Protestantismo, expuesto, como todo lo dems, tan recios -y duros ataques. - -Nadie ignora las innumerables sectas que hormiguean en toda la -extensin de la Gran Bretaa, la situacin deplorable de las creencias -entre los protestantes de Suiza, aun con respecto los puntos ms -capitales; y, para que no quedase ninguna duda sobre el verdadero -estado de la religin protestante en Alemania, es decir, en su pas -natal, en aquel pas donde se haba establecido como en su patrimonio -ms predilecto, el ministro protestante barn de Starch ha tenido -cuidado de decirnos que _en Alemania no hay ni un solo punto de la fe -cristiana que no se vea atacado abiertamente por los mismos ministros -protestantes_. Por manera que el verdadero estado del Protestantismo -me parece viva y exactamente retratado en la peregrina ocurrencia de -J. Heyer, ministro protestante: public J. Heyer en 1818 una obra que -se titula _Ojeada sobre las confesiones de fe_, y, no sabiendo cmo -desentenderse de los embarazos que para los protestantes presenta la -adopcin de un smbolo, propone un expediente muy sencillo, que, por -cierto, allana todas las dificultades, y es: _desecharlos todos_. - -El nico medio que tiene de conservarse el Protestantismo, es falsear, -en cuanto le sea posible, su principio fundamental; es decir, apartar - los pueblos de la va del examen, haciendo que permanezcan adheridos - las creencias que se les han transmitido con la educacin, y no -dejndoles que adviertan la inconsecuencia en que caen, cuando se -someten la autoridad de un simple particular, mientras resisten la -autoridad de la Iglesia catlica. Pero no es ste cabalmente el camino -que llevan las cosas, y, por ms que tal vez se propusieran seguirle -algunos de los protestantes, las solas sociedades bblicas que con -un ardor digno de mejor causa trabajan para extender entre todas las -clases la lectura de la Biblia, son un poderoso obstculo para que -pueda adormecerse el nimo de los pueblos. Esta difusin de la Biblia -es una perenne apelacin al examen particular, al espritu privado; -ella acabar de disolver lo que resta del Protestantismo, bien que, -al propio tiempo, prepara tal vez las sociedades das de luto y de -llanto. No se ha ocultado todo esto los protestantes, y algunos de -los ms notables entre ellos han levantado ya la voz, y advertido del -peligro.[13] - - - - -CAPITULO X - - -Quedando demostrada hasta la evidencia la intrnseca debilidad del -Protestantismo, ocurre naturalmente una cuestin: cmo es que, -siendo tan flaco por el vicio radical de su constitucin misma, no -haya desaparecido completamente? Llevando un germen de muerte en su -propio seno, cmo ha podido resistir dos adversarios tan poderosos -como la religin catlica, por una parte, y la irreligin y el -atesmo, por otra? Para satisfacer cumplidamente esta pregunta, es -necesario considerar el Protestantismo bajo dos aspectos: bien en -cuanto significa una creencia determinada, bien en cuanto expresa -un conjunto de sectas, que, teniendo la mayor diferencia entre s, -estn acordes en apellidarse cristianas, conservar alguna sombra de -cristianismo, desechando, empero, la autoridad de la Iglesia. Es -menester considerarle bajo estos dos aspectos, ya que es bien sabido -que sus fundadores, no slo se empearon en destruir la autoridad y -los dogmas de la Iglesia romana, sino que procuraron tambin formar -un sistema de doctrina que pudiera servir como de smbolo sus -proslitos. Por lo que toca al primer aspecto, el Protestantismo -ha desaparecido ya casi enteramente, , mejor diremos, desapareci -al nacer, si es que pueda decirse que llegase ni formarse. Harto -queda evidenciada esta verdad con lo que llevo expuesto sobre sus -variaciones, y su estado actual en los varios pases de Europa; -viniendo el tiempo confirmar cun equivocados anduvieron los -pretendidos reformadores, cuando se _imaginaron poder fijar las -columnas de Hrcules del espritu humano_, segn la expresin de una -escritora protestante: Madama de Stal. - -Y, en efecto, las doctrinas de Lutero y de Calvino, quin las defiende -ahora? quin respeta los lindes que ellos prefijaron? Entre todas las -Iglesias protestantes, hay alguna que se d conocer por su celo -ardiente en la conservacin de estos de aquellos dogmas? cul es -el protestante que no se ra de la _divina_ misin de Lutero, y que -crea que el Papa es el Anticristo? Quin entre ellos vela por la -pureza de la doctrina? quin califica los errores? quin se opone -al torrente de las sectas? El robusto acento de la conviccin, el -celo de la verdad, se deja percibir ya, ni en sus escritos, ni en sus -plpitos? Qu diferencia tan notable cuando se comparan las Iglesias -protestantes con la Iglesia catlica! Preguntadla sobre sus creencias, -y oiris de la boca del Sucesor de San Pedro, de Gregorio XVI, lo mismo -que oy Lutero de la boca de Len X; y cotejad la doctrina de Len X -con la de sus antecesores, y os hallaris conducidos por va recta, -siempre por un mismo camino, hasta los Apstoles, hasta Jesucristo. -Intentis impugnar un dogma? enturbiis la pureza de la moral? La -voz de los antiguos Padres tronar contra vuestros extravos; y, -estando en el siglo XIX, creeris que se han alzado de sus tumbas -los antiguos Leones y Gregorios. Si es flaca vuestra voluntad, -encontraris indulgencia; si es grande vuestro mrito, se os prodigarn -consideraciones; si es elevada vuestra posicin social, se os tratar -con miramiento; pero, si abusando de vuestros talentos queris -introducir alguna novedad en la doctrina, si valindoos de vuestro -podero queris exigir alguna capitulacin en materias de dogma, si -para evitar disturbios, prevenir escisiones, conciliar los nimos, -demandis una transaccin, , al menos, una explicacin ambigua: _eso -no, jams_, os responder el Sucesor de San Pedro; _eso no, jams: la -fe es un depsito sagrado que nosotros no podemos alterar; la verdad -es inmutable, es una_; y la voz del Vicario de Jesucristo, que -desvanecer todas vuestras esperanzas, se unirn las voces de nuevos -Atanasios, Naciancenos, Ambrosios, Jernimos y Agustinos. Siempre -la misma firmeza en la misma fe, siempre la misma invariabilidad, -siempre la misma energa para conservar intacto el depsito sagrado, -para defenderle contra los ataques del error, para ensearle en -toda su pureza los fieles, para transmitirle sin mancha las -generaciones venideras. Ser eso obstinacin, ceguera, fanatismo? -Ah! El transcurso de 18 siglos, las revoluciones de los imperios, los -trastornos ms espantosos, la mayor variedad de ideas y costumbres, -las persecuciones de las potestades de la tierra, las tinieblas de -la ignorancia, los embates de las pasiones, las luces de la ciencia, -nada hubiera sido bastante para alumbrar esa ceguera, ablandar esa -terquedad, enfriar ese fanatismo? Sin duda que un protestante pensador, -uno de aquellos que sepan elevarse sobre las preocupaciones de la -educacin, al fijar la vista en ese cotejo, cuya variedad y exactitud -no podr menos de reconocer, si es que tenga instruccin sobre la -materia, sentir vehementes dudas sobre la verdad de la enseanza -que ha recibido; y que desear, cuando menos, examinar de cerca ese -prodigio que tan de bulto se presenta en la Iglesia catlica. Pero -volvamos al intento. - - pesar de la disolucin que ha cundido de un modo tan espantoso entre -las sectas protestantes, pesar de que en adelante ir cundiendo -todava ms, no obstante, hasta que llegue el momento de reunirse los -disidentes la Iglesia catlica, nada extrao es que no desaparezca -enteramente el Protestantismo, mirado como un conjunto de sectas -que conservan el nombre y algn rastro de cristianas. Para que esto -no sucediera as, sera menester, que los pueblos protestantes se -hundiesen completamente en la irreligin y en el atesmo, bien que -ganase terreno entre ellos alguna otra religin de las que se hallan -establecidas en otras partes de la tierra. Uno y otro extremo es -imposible, y he aqu la causa por que se conserva, y se conservar bajo -una otra forma, el falso cristianismo de los protestantes, hasta que -vuelvan al redil de la Iglesia. - -Desenvolvamos con alguna extensin estos pensamientos. Por qu los -pueblos protestantes no se hundirn enteramente en la irreligin y en -el atesmo, en la indiferencia? Porque todo esto puede suceder con -respecto un individuo, mas no con respecto un pueblo. fuerza -de lecturas corrompidas, de meditaciones extravagantes, de esfuerzos -continuados, puede uno que otro individuo sofocar los ms vivos -sentimientos de su corazn, acallar los clamores de su conciencia, y -desentenderse de las preciosas amonestaciones del sentido comn; pero, -un pueblo, no: un pueblo conserva siempre un gran fondo de candor y -docilidad, que, en medio de los ms funestos extravos, y aun de los -crmenes ms atroces, le hace prestar atento odo las inspiraciones -de la naturaleza. Por ms corrompidos que sean los hombres en sus -costumbres, son siempre pocos los que de propsito han luchado mucho -consigo mismos para arrancar de sus corazones aquel abundante germen de -buenos sentimientos, aquel precioso semillero de buenas ideas, con que -la mano prvida del Criador ha cuidado de enriquecer nuestras almas. -La expansin del fuego de las pasiones produce, es verdad, lamentables -desvanecimientos, tal vez explosiones terribles; pero, pasado el calor, -el hombre vuelve entrar en s mismo, y deja de nuevo accesible su -alma, los acentos de la razn y de la virtud. Estudiando con atencin - la sociedad, se nota que, por fortuna, es poco abundante aquella -casta de hombres que se hallan como pertrechados contra los asaltos -de la verdad y del bien; que responden con una frvola cavilacin -las reconvenciones del buen sentido; que oponen un fro estoicismo - las ms dulces y generosas inspiraciones de la naturaleza, y que -ostentan, como modelo de filosofa, de firmeza y de elevacin de alma, -la ignorancia, la obstinacin y la aridez de un corazn helado. El -comn de los hombres es ms sencillo, ms cndido, ms natural; y, por -tanto, mal puede avenirse con un sistema de atesmo de indiferencia. -Podr semejante sistema seorearse del orgulloso nimo de algn -sabio soador, podr cundir como una conviccin muy cmoda en las -disposiciones de la mocedad; en tiempos muy revueltos, podr extenderse - un cierto crculo de cabezas volcnicas; pero, establecerse -tranquilamente en medio de una sociedad, formar su estado normal, eso -no suceder jams. - -No, mil veces no: un individuo puede ser irreligioso; la familia y -la sociedad no lo sern jams. Sin una base donde pueda encontrar su -asiento el edificio social, sin una idea grande, matriz, de donde -nazcan las de razn, virtud, justicia, obligacin, derecho, ideas -todas tan necesarias la existencia y conservacin de la sociedad -como la sangre y el nutrimiento la vida del individuo, la sociedad -desaparecera; y sin los dulcsimos lazos con que traban los miembros -de la familia las ideas religiosas, sin la celeste harmona que -esparcen sobre todo el conjunto de sus relaciones, la familia deja de -existir, , cuando ms, es un nudo grosero, momentneo, semejante en -un todo la comunicacin de los brutos. Afortunadamente ha favorecido -Dios todos los seres con un maravilloso instinto de conservacin, -y, guiadas por ese instinto, la familia y la sociedad rechazan -indignadas aquellas ideas degradantes, que, secando con su maligno -aliento todo jugo de vida, quebrantando todos los lazos y trastornando -toda economa, las haran retrogradar de golpe hasta la ms abyecta -barbarie, y acabaran por dispersar sus miembros, como al impulso del -viento se dispersan los granos de arena, por no tener entre s ni apego -ni enlace. - -Ya que no la consideracin del hombre y de la sociedad, al menos las -repetidas lecciones de la experiencia debieran haber desengaado - ciertos filsofos de que las ideas y sentimientos grabados en -el corazn por el dedo del Autor de la naturaleza, no son para -desarraigados con declamaciones y sofismas; y, si algunos efmeros -triunfos han podido alguna vez engreirlos, dndoles exageradas -esperanzas sobre el resultado de sus esfuerzos, el curso de las ideas -y de los sucesos ha venido luego manifestarles que, cuando cantaban -alborozados su triunfo, se parecan al insensato que se lisonjeara de -haber desterrado del mundo el amor maternal, porque hubiese llegado -desnaturalizar el corazn de algunas madres. - -La sociedad, y cuenta que no digo el pueblo ni la plebe; la sociedad, -si no es religiosa, ser supersticiosa; si no cree cosas razonables, -las creer extravagantes; si no tiene una religin bajada del cielo, -la tendr forjada por los hombres; pretender lo contrario, es un -delirio; luchar contra esa tendencia, es luchar contra una ley eterna; -esforzarse en contenerla, es interponer una dbil mano para detener el -curso de un cuerpo que corre con fuerza inmensa: la mano desaparece y -el cuerpo sigue su curso. Llmesela supersticin, fanatismo, seduccin, -todo podr ser bueno para desahogar el despecho de verse burlado; pero -no es ms que amontonar nombres, y azotar el viento. - -Siendo, como es, la religin una verdadera necesidad, tenemos ya -la explicacin de un fenmeno que nos ofrecen la historia y la -experiencia, y es que la religin nunca desaparece enteramente; y que, -en llegando el caso de una mudanza, las dos religiones rivales luchan -ms menos tiempo sobre el mismo terreno, ocupando progresivamente -la una los dominios que va conquistando de la otra. De aqu sacaremos -tambin que, para desaparecer enteramente el Protestantismo, sera -necesario que se pusiese en su lugar alguna otra religin; y que, no -siendo esto posible durante la civilizacin actual, menos que no sea -la catlica, irn siguiendo las sectas protestantes ocupando con ms -menos variaciones el pas que han conquistado. - -Y, en efecto, en el estado actual de la civilizacin de las sociedades -protestantes, es acaso posible que ganen terreno entre ellas, ni las -necedades del Alcorn, ni las groseras de la idolatra? - -Derramado como est el espritu del Cristianismo por las venas de -las sociedades modernas, impreso su sello en todas las partes de la -legislacin, esparcidas sus luces sobre todo linaje de conocimientos, -mezclado su lenguaje con todos los idiomas, reguladas por sus -preceptos las costumbres, marcada su fisonoma hasta en los hbitos -y modales, rebosando de sus inspiraciones todos los monumentos del -genio, comunicado su gusto todas las bellas artes; en una palabra, -filtrado, por decirlo as, el Cristianismo en todas las partes de esa -civilizacin tan grande, tan variada y fecunda de que se gloran las -sociedades modernas, cmo era posible que desapareciese hasta el -nombre de una religin, que su venerable antigedad reune tantos -ttulos de gratitud, tantos lazos, tantos recuerdos? Cmo era posible -que encontrara acogida en medio de las sociedades cristianas ninguna de -esas otras religiones, que primera vista muestran, desde luego, el -dedo del hombre; que primera vista manifiestan como distintivo un -sello grosero, donde est escrito _degradacin_ y _envilecimiento_? Aun -cuando el principio fundamental del Protestantismo zape los cimientos -de la religin cristiana, por ms que desfigure su belleza, y rebaje -su majestad sublime; sin embargo, con tal que se conserven algunos -vestigios de Cristianismo, con tal que se conserve la idea que ste nos -da de Dios, y algunas mximas de su moral, estos vestigios valen ms, -se elevan mucha mayor altura, que todos los sistemas filosficos, que -todas las otras religiones de la tierra. - -He aqu por qu ha conservado el Protestantismo alguna sombra de -religin cristiana: no es otra la causa, sino que era imposible -que desapareciese del todo el nombre cristiano, atendido el estado -de las naciones que tomaron parte en el cisma; y he aqu cmo no -debemos buscar la razn en ningn principio de vida entraado por la -pretendida reforma. Adanse todo esto los esfuerzos de la poltica, -el natural apego de los ministros sus propios intereses, el ensanche -con que lisonjea al orgullo la falta de toda autoridad, los restos -de preocupaciones antiguas, el poder de la educacin, y otras causas -semejantes, y se tendr completamente resuelta la cuestin; y no -parecer nada extrao que vaya siguiendo el Protestantismo ocupando -muchos de los pases en que, por fatales combinaciones, alcanz -establecimiento y arraigo. - - - - -CAPITULO XI - - -No hay mejor prueba de la profunda debilidad entraada por el -Protestantismo, considerado como cuerpo de doctrina, que la escasa -influencia que ha ejercido sobre la civilizacin europea, por medio de -sus doctrinas positivas. Llamo doctrinas positivas aquellas en que ha -procurado establecer un dogma propio, y de esta manera las distingo -de las dems, que podramos llamar negativas, porque no consisten en -otra cosa que en la negacin de la autoridad. Estas ltimas, como muy -conformes la inconstancia y volubilidad del espritu humano, han -encontrado acogida; pero, las dems, no; todo ha desaparecido con sus -autores, todo se ha sepultado en el olvido. Si algo se ha conservado de -cristianismo entre los protestantes, ha sido solamente aquello que era -indispensable para que la civilizacin europea no perdiera eternamente -su naturaleza y carcter; por manera que aquellas doctrinas que tenan -una tendencia demasiado directa desnaturalizar completamente esa -civilizacin, la civilizacin las ha rechazado; mejor diremos, las ha -despreciado. - -Hay en esta parte un hecho muy digno de llamar la atencin, y en -que, sin embargo, quizs no se haya reparado, y es lo acontecido con -respecto la doctrina de los primeros novadores relativa la libertad -humana. Bien sabido es que uno de los primeros y ms capitales errores -de Lutero y Calvino consista en negar el libre albedro, hallndose -consignado esta su funesta enseanza en las obras que de ellos nos -han quedado. Esta doctrina parece que deba conservarse con crdito -entre los protestantes, y que deba ser sostenida con tesn, pues que -regularmente as acontece cuando se trata de aquellos errores que han -servido como de primer ncleo para la formacin de una secta. Parece, -adems, que, habiendo alcanzado el Protestantismo tanta extensin y -arraigo en varias naciones de Europa, esa doctrina fatalista deba -tambin influir mucho en la legislacin de las naciones protestantes; -y cosa admirable! nada de esto ha sucedido; y las costumbres europeas -la han despreciado, la legislacin no la ha tomado por base, y la -sociedad no se ha dejado dominar ni dirigir por un principio que zapaba -todos los cimientos de la moral, y que, si hubiese sido aplicado las -costumbres y la legislacin, hubiera reemplazado la civilizacin y -dignidad europeas con la barbarie y abyeccin musulmana. - -Sin duda que no han faltado individuos corrompidos por tan funesta -doctrina; sin duda que no han faltado sectas ms menos numerosas -que la han reproducido; y no puede negarse tampoco que sean de mucha -consideracin las llagas abiertas por ella la moralidad de algunos -pueblos. Pero es cierto tambin que, en la generalidad de la gran -familia europea, los gobiernos, los tribunales, la administracin, la -legislacin, las ciencias, las costumbres, no han dado odos esa -horrible enseanza de Lutero, en que se despoja al hombre de su libre -albedro, en que se hace Dios autor del pecado, en que se descarga -sobre el Criador toda la responsabilidad de los delitos de la criatura -humana, en que se le presenta como un tirano, pues que se afirma que -sus preceptos son imposibles, en que se confunden monstruosamente -las ideas de bien y de mal, y se embota el estmulo de toda virtud, -asegurando que basta la fe para salvarse, que todas las obras de los -justos son pecados. - -La razn pblica, el buen sentido, las costumbres, se pusieron en este -punto de parte del Catolicismo; y los mismos pueblos que abrazaron en -teora religiosa esas funestas doctrinas, las desecharon por lo comn -en la prctica; porque era demasiado profunda la impresin que en -esos puntos capitales les haba dejado la enseanza catlica, porque -era demasiado vivo el instinto de civilizacin que de las doctrinas -catlicas se haba comunicado la sociedad europea. As fu como la -Iglesia catlica, rechazando esos funestos errores difundidos por -el Protestantismo, preservaba la sociedad del envilecimiento que -consigo traen las mximas fatalistas; se constitua en barrera contra -el despotismo, que se entroniza siempre en medio de los pueblos que -han perdido el sentimiento de su dignidad; era un dique contra la -desmoralizacin, que cunde necesariamente cuando el hombre se cree -arrastrado por la ciega fatalidad, como por una cadena de hierro; as -libertaba al espritu de aquel abatimiento en que se postra cuando se -ve privado de dirigir su propia conducta, y de influir en el curso -de los acontecimientos. As fu como el Papa, condenando esos errores -de Lutero que formaban el ncleo del naciente Protestantismo, di un -grito de alarma contra una irrupcin de barbarie en el orden de las -ideas, salvando de esta manera la moral, las leyes, el orden pblico, -la sociedad; as fu como el Vaticano conserv la dignidad del hombre, -asegurndole el noble sentimiento de la libertad en el santuario de la -conciencia; as fu como la ctedra de Roma, luchando con las ideas -protestantes, y defendiendo el sagrado depsito que le confiara el -Divino Maestro, era, al propio tiempo, el numen tutelar del porvenir de -la civilizacin. - -Reflexionad sobre esas grandes verdades, entendedlas bien vosotros que -hablis de las _disputas religiosas_ con esa fra indiferencia, con -esos visos de burla y de compasin, como si nunca se tratase de otra -cosa que de frivolidades de escuela. Los pueblos _no viven de slo -pan_; viven tambin de ideas, de mximas que, convertidas en jugo, -les comunican grandeza, vigor y lozana, los debilitan, los postran, -los condenan la nulidad y al embrutecimiento. Tended la vista por la -faz del globo, recorred los perodos de la historia de la humanidad, -comparad tiempos con tiempos, naciones con naciones, y veris que, -dando la Iglesia catlica tan alta importancia la conservacin de la -verdad en las materias ms transcendentales, y no transigiendo nunca en -punto ella, ha comprendido y realizado mejor que nadie la elevada y -saludable mxima de que la verdad debe ser la reina del mundo, de que -del orden de las ideas depende el orden de los hechos y de que, cuando -se agitan cuestiones sobre las grandes verdades, se interesan en esas -cuestiones los destinos de la humanidad. - -Resumamos lo dicho: el principio esencial del Protestantismo es un -principio disolvente: ah est la causa de sus variaciones incesantes, -ah est la causa de su disolucin y aniquilamiento. Como religin -particular ya no existe porque no tiene ningn dogma propio, ningn -carcter positivo, ninguna economa, nada de cuanto se necesita para -formar un ser: es una verdadera negacin. Todo lo que se encuentra en -l que pueda apellidarse positivo, no es ms que vestigios, ruinas; -todo est sin fuerza, sin accin, sin espritu de vida. No puede -mostrar un edificio que haya levantado por su mano, no puede colocarse -en medio de esas obras inmensas entre las cuales puede situarse con -tanta gloria el Catolicismo, y decir: _esto es mo_. El Protestantismo -puede slo sentarse en medio de espantosas ruinas; y de ellas s que -puede decir con toda verdad: _yo las he amontonado_. - -Mientras pudo durar el fanatismo de esta secta, mientras arda la -llamarada encendida por fogosas declamaciones y avivada por funestas -circunstancias, despleg cierta fuerza que, si bien no manifestaba -la verdadera robustez, mostraba al menos la convulsiva energa del -delirio. Pero su poca pas, la accin del tiempo ha dispersado -los elementos que daban pbulo al incendio; y, por ms que se haya -trabajado por acreditar la reforma como obra de Dios, no se ha podido -encubrir lo que era en realidad: obra de las pasiones del hombre. No -deben causarnos ilusin esos esfuerzos que actualmente parece hacer de -nuevo: quien obra en ello, no es el Protestantismo en vida; es la falsa -filosofa, tal vez la poltica, quizs el mezquino inters, que toman -su nombre, se disfrazan con su manto; y, sabiendo cun propsito es -para excitar disturbios, provocar escisiones y disolver las sociedades, -van recogiendo el agua de los charcos que han quedado manchados con -su huella impura, seguros de que ser un violento veneno para dar la -muerte al pueblo incauto, que llegue beber de la dorada copa con que -prfidamente se le brinda. - -Pero en vano se esfuerza el dbil mortal en luchar contra la diestra -del Omnipotente. Dios no abandonar su obra; y, por ms que el hombre -forceje, por ms que se empee en remedar la obra del Altsimo, no -podr borrar los caracteres eternos que distinguen el error de la -verdad. La verdad es de suyo fuerte, robusta: y, como es el conjunto de -las mismas relaciones de los seres, enlzase, trbase fuertemente con -ellos, y no son parte desasirla, ni los esfuerzos de los hombres, ni -los trastornos de los tiempos. El error, mentida imagen de los grandes -lazos que vinculan la completa masa del universo, tindese sobre sus -usurpados dominios como un informe conjunto de ramos mal trabados que -no reciben jams el jugo de la tierra, que tampoco le comunican verdor -y frescura, y slo sirven de red engaosa tendida los pasos del -caminante. - -Pueblos incautos! No os seduzcan ni aparatos brillantes, ni palabras -pomposas, ni una actividad mentida: la verdad es cndida, modesta y -confiada, porque es pura y fuerte; el error es hipcrita y ostentoso, -porque es falso y dbil. La verdad es una mujer hermosa que desprecia -el afectado alio porque conoce su belleza; el error se atava, se -pinta, violenta su talle porque es feo, descolorido, sin expresin de -vida en su semblante, sin gracia ni dignidad en sus formas. Admiris -tal vez su actividad y sus trabajos? Sabed que slo es fuerte cuando -es el ncleo de una faccin, la bandera de un partido; sabed que -entonces es rpido en su accin, violento en sus medios; es un meteoro -funesto que fulgura, truena y desaparece, dejando en pos de s la -obscuridad, la destruccin y la muerte; la verdad es el astro del da -despidiendo tranquilamente su luz vivsima y saludable, fecundando con -suave calor la naturaleza, y derramando por todas partes, vida, alegra -y hermosura. - - - - -CAPITULO XII - - -Para apreciar en su justo valor el efecto que pueden producir sobre la -sociedad espaola las doctrinas protestantes, ser bien dar una ojeada -al actual estado de las ideas religiosas en Europa. pesar del vrtigo -intelectual, que es uno de los caracteres dominantes de la poca, es -un hecho indudable que el espritu de incredulidad y de irreligin ha -perdido mucho de su fuerza; y que, en la parte que desgraciadamente le -queda de existencia, es ms bien transformado en indiferentismo, que -no conservando aquella ndole sistemtica de que se hallaba revestido -en el pasado siglo. Con el tiempo se gastan todas las declamaciones, -los apodos fastidian, las continuas repeticiones fatigan; irrtase el -nimo con la intolerancia y la mala fe de los partidos, descbrense el -vaco de los sistemas, la falsedad de las opiniones, lo precipitado de -los juicios, lo inexacto de los raciocinios; andando el tiempo, van -publicndose datos que ponen de manifiesto las solapadas intenciones, -lo engaoso de las palabras, la mezquindad de las miras, lo maligno -y criminal de los proyectos; y al fin restablcese en su imperio la -verdad, recobran las cosas sus propios nombres, toma otra direccin el -espritu pblico; y lo que antes se encontraba inocente y generoso, -presntase como culpable y villano; y, rasgados los fementidos -disfraces, mustrase la mentira, rodeada de aquel descrdito que -debiera haber sido siempre su nico patrimonio. - -Las ideas irreligiosas, como todas aquellas que pululan en sociedades -muy adelantadas, no quisieron, ni pudieron mantenerse en el recinto de -la especulacin, invadiendo los dominios de la prctica, quisieron -seorear todos los ramos de administracin y de poltica. El trastorno -que deban producir en la sociedad, deba serles fatal ellas mismas: -porque no hay cosa que ponga ms de manifiesto los defectos y vicios -de un sistema, y sobre todo que ms desengae los hombres, que la -piedra de toque de la experiencia. Yo no s qu facilidad tiene nuestro -entendimiento para concebir un objeto bajo muchos aspectos, y qu -fecundidad funesta para apoyar con un sinnmero de sofismas las mayores -extravagancias; pues que, en tratndose de apelar la disputa, apenas -puede la razn desentenderse de las cavilaciones del sofisma. Pero, en -llegando la experiencia, todo se cambia: el ingenio enmudece, slo -hablan los hechos; y si la experiencia se ha verificado en grande, y -sobre objetos de mucho inters de alta importancia, difcil es que -pueda ofuscarse con especiosas razones la convincente elocuencia de -los resultados. Y de aqu es que observamos cada paso que un hombre -que haya adquirido grande experiencia, llega poseer cierto tacto tan -delicado y seguro, que, la sola exposicin de un sistema, seala con -el dedo todos sus inconvenientes: la inexperiencia, fogosa y confiada, -apela las razones, al aparato de doctrinas; pero el buen sentido, -el precioso, el raro, el inapreciable buen sentido, menea cuerdamente -la cabeza, encoge tranquilamente los hombros, y, dejando escapar una -ligera sonrisa, abandona seguro sus predicciones la prueba del tiempo. - -No es necesario ponderar ahora los resultados que han tenido en la -prctica aquellas doctrinas, cuya divisa era la incredulidad; tanto se -ha dicho ya sobre esto, que quien emprenda el tocarlo de nuevo, corre -mucho riesgo de pasar plaza de insulso declamador. Bastar decir que -aun aquellos hombres que por principios, por intereses, recuerdos -otras causas, como que pertenecen an al siglo pasado, se han visto -precisados modificar sus doctrinas, limitar los principios, -paliar las proposiciones, retocar los sistemas, templar el calor y -el arrebato de las invectivas; queriendo dar una muestra de su aprecio -y veneracin aquellos escritores que formaron las delicias de su -juventud, dicen con indulgente tono: que aquellos hombres eran grandes -sabios, pero que eran sabios de gabinete; como si, en tratndose de -hechos y de prctica, lo que se llama sabidura de mero gabinete, no -fuese una peligrosa ignorancia. - -Como quiera, lo cierto es que de estos ensayos ha resultado el provecho -de desacreditarse la irreligin como sistema; y que los pueblos la -miran, si no con horror, al menos con desvo y con desconfianza. Los -trabajos cientficos provocados en todos ramos por la irreligin, que -con locas esperanzas haba credo que los cielos dejaran de cantar -la gloria del Seor, que la tierra desconocera Aquel que le di su -cimiento, y que la naturaleza toda levantara su testimonio contra -Dios, que le di el ser y la anim con la vida, han hecho desaparecer -el divorcio que, con escndalo, se iba introduciendo entre la religin -y las ciencias, y los acentos del antiguo hombre de la tierra de Hus -se ha visto que podan resonar sin desdoro del saber en la boca de los -sabios del siglo XIX. Y qu diremos del triunfo de la religin en todo -lo que existe de bello, de tierno y de sublime sobre la tierra? Cun -grande se ha manifestado en este triunfo la accin de la Providencia! -Cosa admirable! En todas las grandes crisis de la sociedad, esa mano -misteriosa que rige los destinos del universo, tiene como en reserva - un hombre extraordinario; llega el momento, el hombre se presenta, -marcha, el mismo no sabe dnde, pero marcha con paso firme cumplir -el alto destino que el Eterno le ha sealado en la frente. - -El atesmo anegaba la Francia en un pilago de sangre y de lgrimas, -y un hombre desconocido atraviesa en silencio los mares; mientras el -soplo de la tempestad despedaza las velas de su navo, l escucha -absorto el bramar del huracn, y contempla abismado la majestad del -firmamento. Extraviado por las soledades de Amrica, pregunta las -maravillas de la creacin el nombre de su autor; y el trueno le -contesta en el confn del desierto, las selvas le responden con sordo -mugido, y la bella naturaleza, con cnticos de amor y de harmona. -La vista de una cruz solitaria le revela misteriosos secretos, la -huella de un misionero desconocido le excita grandes recuerdos que -enlazan el nuevo mundo con el mundo antiguo; un monumento arruinado, -una choza salvaje, le inspiran aquellos sublimes pensamientos que -penetran hasta el fondo de la sociedad y del corazn del hombre. -Embriagado con los sentimientos que le ha sugerido la grandeza de -tales espectculos, llena su mente de conceptos elevados, y rebosando -su pecho de la dulzura que han producido en l los encantos de tanta -belleza, pisa de nuevo el suelo de su patria. Y qu encuentra all? -La huella ensangrentada del atesmo, las ruinas y cenizas de los -antiguos templos, devorados por el fuego, desplomados los golpes -de brbaro martillo; sepulcros numerosos que encierran los restos -de tantas vctimas inocentes, y que poco antes ofrecieran en su -lobreguez un asilo oculto al cristiano perseguido. Nota, sin embargo, -un movimiento: ve que la religin quiere descender de nuevo sobre la -Francia, como un pensamiento de consuelo, para aliviar un infortunio, -como un soplo de vida para reanimar un cadver; desde entonces oye -por todas partes un concierto de clica harmona; se agitan, rebullen -en su grande alma las inspiraciones de la meditacin y de la soledad, -y enajenado y exttico canta con lengua de fuego las bellezas de la -religin, revela las delicadas y hermosas relaciones que tiene con la -naturaleza, y, hablando un lenguaje superior y divino, muestra los -hombres asombrados la misteriosa cadena de oro que une el cielo con la -tierra: era Chateaubriand. - -Sin embargo, es preciso confesarlo: un vrtigo como se ha introducido -en las ideas no se remedia en poco tiempo; y no es fcil que -desaparezca sin grandes trabajos la huella profunda que ha debido dejar -la irreligin con sus estragos. Los nimos, es verdad, van cansados del -sistema de irreligin; una desazn profunda agita la sociedad; ella -ha perdido su equilibrio; la familia ha sentido aflojar sus lazos, -y el individuo suspira por un rayo de luz, por una gota de consuelo -y esperanza. Pero, dnde hallar el mundo el apoyo que le falta? -Seguir el buen camino, el nico, cual es entrar de nuevo en el redil -de la Iglesia catlica? Ah! Slo Dios es el dueo de los secretos -del porvenir; slo l mira desplegados con toda claridad delante de -sus ojos, los grandes acontecimientos que se preparan sin duda la -humanidad; slo l sabe cul ser el resultado de esa actividad y -energa que vuelve apoderarse de los espritus en el examen de -las grandes cuestiones sociales y religiosas; slo l sabe cul ser -el fruto que recogern las generaciones venideras de los triunfos -conseguidos por la religin, en las ciencias, en la poltica, en todos -los ramos por donde se explaya el humano entendimiento. - -Nosotros, dbiles mortales, que, arrastrados rpidamente por el -precipitado curso de las revoluciones y trastornos, tenemos apenas -el tiempo necesario para dar una fugaz mirada al caos en que est -envuelto el pas que atravesamos, qu podremos decir que tenga alguna -prenda de acierto? Slo podemos asegurar que la presente es una -poca de inquietud, de agitacin, de transicin; que multiplicados -escarmientos y repetidos desengaos, fruto de espantosos trastornos y -de inauditas catstrofes, han difundido por todas partes el descrdito -de las doctrinas irreligiosas y desorganizadoras, sin que por esto -haya tomado en su lugar el debido ascendiente la verdadera religin; -que el corazn, fatigado de tantos infortunios, se abre de buen grado - la esperanza, sin que el entendimiento deje de contemplar en grande -incertidumbre el porvenir, y de columbrar tal vez una nueva cadena de -calamidades. Merced las revoluciones, al vuelo de la industria, la -actividad y extensin del comercio, al adelanto y expansin prodigiosa -de la imprenta, los progresos cientficos, la facilidad, rapidez y -amplitud de las comunicaciones, al gusto por los viajes, la accin -disolvente del Protestantismo, de la incredulidad y del escepticismo, -presenta en la actualidad el espritu humano una de aquellas fases -singulares, que forman poca en su historia. - -El entendimiento, la fantasa, el corazn, se hallan en estado de -grande agitacin, de movilidad, de desarrollo, presentando, al -propio tiempo, los contrastes ms singulares, las extravagancias ms -ridculas, y hasta las contradicciones ms absurdas. - -Observad las ciencias, y, sin notar en su estudio aquellos trabajos -prolijos, aquella paciencia incansable, aquella marcha pausada y -detenida que caracterizan los estudios de otras pocas, descbrese, -sin embargo, un espritu de observacin, un prurito de generalizar, de -alzar las cuestiones un punto de vista elevado y transcendente, y, -sobre todo, un afn de tratar todas las ciencias bajo aquel aspecto en -que se divisan los puntos de contacto que entre s tienen, los lazos -que las hermanan, y los canales por donde se comunican recprocamente -la luz. - -Las cuestiones de religin, de poltica, de moral, de legislacin, de -economa, todas van enlazadas, marchan de frente, dndose al horizonte -cientfico un grandor, una inmensidad, que no haba jams alcanzado. -Este adelanto, este abuso, este caos, si se quiere, es un dato que no -debe despreciarse cuando se estudia el espritu de la poca, cuando se -examina su situacin religiosa; pues que no es la obra de ningn hombre -aislado, no es un efecto casual: es el resultado de un sinnmero de -causas que han conducido la sociedad este punto; es un grande hecho, -fruto de otros hechos; es una expresin del estado intelectual en la -actualidad; es un sntoma de fuerzas y de enfermedades, un anuncio de -transicin y de mudanza, tal vez una seal consoladora, tal vez un -funesto presagio. Y quin no ha notado el vuelo que va tomando la -fantasa, y la prodigiosa expansin del corazn, en esa literatura tan -varia, tan irregular, tan fluctuante, pero, al propio tiempo, tan rica -de hermossimos cuadros, rebosante de sentimientos delicadsimos, y -embutida de pensamientos atrevidos y generosos? Dgase lo que se quiera -del abatimiento de las ciencias, del decaimiento de los estudios; -nmbrense con tono mofador _las luces del siglo_, vulvase la vista -dolorida hacia tiempos ms estudiosos, ms sabios, ms eruditos; en -esto habr sus verdades, sus falsedades, sus exageraciones, como -acontece siempre en declamaciones semejantes; pero no podr negarse -que, sea lo que fuere de la utilidad de sus trabajos, tal vez nunca -haba desplegado el espritu humano semejante actividad y energa, tal -vez nunca se le haba visto agitado con un movimiento tan vivo, tan -general, tan variado: tal vez nunca como ahora se habr deseado, con -tan excusable curiosidad impaciencia, el levantar una punta del velo -que encubre un inmenso porvenir. - -Quin dominar tan opuestos y poderosos elementos? Quin podr -restablecer el sosiego en ese pilago combatido por tantas borrascas? -Quin podr dar unin, enlace, consistencia, para formar un todo -compacto, capaz de resistir la accin de los tiempos? Quin podr -darlo esos elementos que se rechazan con tanta fuerza, que luchan sin -cesar, estallando con detonaciones horrorosas? Ser el Protestantismo, -con su principio fundamental? Ser sentando, difundiendo, acreditando -el principio disolvente del espritu privado en materias religiosas, y -realizando este pensamiento con derramar manos llenas entre todas las -clases de la sociedad los ejemplares de la Biblia? - -Sociedades inmensas, orgullosas con su podero, engredas de su -saber, disipadas por los placeres, refinadas con el lujo, expuestas -de continuo la poderosa accin de la imprenta, disponiendo de unos -medios de comunicacin que hubieran parecido fabulosos nuestros -mayores; donde todas las grandes pasiones encuentran su objeto, todas -las intrigas una sombra, toda corrupcin un velo, todo crimen un -ttulo, todo error un intrprete, todo inters un pbulo; trocados -los nombres, socavados los cimientos, cargadas de escarmientos y -desengaos, flotando entre la verdad y la mentira con horrorosa -incertidumbre, dando de vez en cuando una mirada la antorcha -celestial para seguir sus resplandores, y contentndose luego con -fugaces vislumbres, haciendo un esfuerzo para dominar la tormenta, y -abandonndose luego merced de los vientos y de las ondas, presentan -las sociedades modernas un cuadro tan extraordinario como interesante, -donde pueden campear con toda amplitud y libertad las esperanzas -y temores, los pronsticos y conjeturas, pero sin que sea dable -lisonjearse de acierto, sin que el hombre sensato pueda tomar ms -cuerdo partido que esperar en silencio el desenlace que est sealado -en los arcanos del Seor, cuyos ojos estn desplegados con toda -claridad los sucesos de todos los tiempos, y los futuros destinos de -los pueblos. - -Pero s que se alcanza fcilmente que, siendo, como es, el -Protestantismo disolvente por su propia naturaleza, nada puede producir -en el orden moral y religioso que sea en pro de la felicidad de los -pueblos; ya que esta felicidad no es dable que exista estando en -continua guerra los entendimientos con respecto las ms altas -importantes cuestiones que ofrecerse puedan al espritu humano. - -Cuando en medio de ese tenebroso caos, donde vagan tantos elementos, -tan diferentes, tan opuestos y tan poderosos, que, luchando de -continuo, se chocan, se pulverizan y se confunden, busca el observador -un punto luminoso de donde pueda venir una rfaga que alumbre al -mundo, una idea robusta que, enfrenando tanto desorden y anarqua, se -enseoree de los entendimientos, y los vuelva al camino de la verdad, -ocurre, desde luego, el Catolicismo como el nico manantial de tantos -bienes; y al ver cul se sostiene an con brillantez y pujanza, -pesar de los inauditos esfuerzos que se estn haciendo todos los das -para aniquilarle, llnase de consuelo el corazn, y, brotando en l -la esperanza, parece que le convida saludar esa religin divina, -felicitndola por el nuevo triunfo que va adquirir sobre la tierra. - -Hubo un tiempo en que, inundada la Europa por una nube de brbaros, -vi desplomarse de un golpe todos los monumentos de la antigua -civilizacin y cultura: los legisladores con sus leyes, el imperio con -su brillo y podero, los sabios con las ciencias, las artes con sus -monumentos, todo se hundi; y esas inmensas regiones donde florecan -poco antes toda la civilizacin y cultura que haban adquirido los -pueblos por espacio de muchos siglos, vironse sumidas de repente en -la ignorancia y en la barbarie. Pero la brillante centella de luz -arrojada sobre el mundo desde la Palestina, continuaba fulgurando an -en medio del caos; en vano se levant la espesa polvareda que amagaba -envolverla en las tinieblas; alimentada por el soplo del Eterno, -continuaba resplandeciendo; pasaron los siglos, fu extendiendo su -rbita brillante, y los pueblos, que tal vez no pensaban que pudiera -servirles de ms que de una gua para marchar sin tropiezo por entre la -obscuridad, vironla presentarse como sol resplandeciente, esparciendo -por todas partes la luz y la vida. - -Y quin sabe si en los arcanos del Eterno no le est reservado otro -triunfo ms difcil, y no menos saludable y brillante? Instruyendo la -ignorancia, civilizando la barbarie, puliendo la rudeza, amansando -la ferocidad, preserv la sociedad de ser vctima, tal vez para -siempre, de la brutalidad ms atroz, y de la estupidez ms degradante; -pero, qu timbre ms glorioso para ella, si, rectificando las ideas, -centralizando y purificando los sentimientos, asentando los eternos -principios de toda sociedad, enfrenando las pasiones, templando los -enconos, cercenando las demasas, y seoreando todos los entendimientos -y voluntades, pudiera levantarse como una reguladora universal, que, -estimulando todo linaje de conocimientos y adelantos, inspirara la -debida templanza esta sociedad agitada con tanta furia por tan -poderosos elementos, que, privados de un punto cntrico y atrayente, la -estn de continuo amenazando con la disolucin y el caos? - -No es dado al hombre penetrar en el porvenir; pero el mundo fsico -se disolvera con espantosa catstrofe, si faltase por un momento el -principio fundamental que da unidad, orden y concierto los variados -movimientos de todos los sistemas; y, si la sociedad, llena como est -de movimiento, de comunicacin y de vida, no entra bajo la direccin de -un principio regulador, universal y constante, al fijar la vista sobre -la suerte de las generaciones venideras, el corazn tiembla, y la mente -se anubla. - -Hay, empero, un hecho sumamente consolador, y es el admirable progreso -que hace el Catolicismo en varios pases. En Francia, en Blgica se -robustece; en el Norte de Europa parece que se le teme, cuando de tal -manera se le combate; en Inglaterra, es tanto lo que ha ganado en -menos de medio siglo, que sera increble, si no constara en datos -irrecusables; y en sus misiones vuelve manifestarse tan emprendedor y -fecundo, que nos recuerda los tiempos de su mayor ascendiente y podero. - -Y cuando los otros pueblos tienden la unidad, podra prevalecer el -desbarro de que nosotros nos encaminramos al cisma? Cuando los dems -pueblos se alegraran infinito de que subsistiera entre ellos algn -principio vital que pudiese restablecerles las fuerzas que les ha -quitado la incredulidad, Espaa, que conserva el Catolicismo, y todava -solo, todava poderoso, admitira en su seno ese germen de muerte que -la imposibilitara de recobrarse de sus dolencias, que asegurara, -no dudarlo, su completa ruina? En esa regeneracin moral que aspiran -los pueblos, anhelantes por salir de la posicin angustiosa en que -los colocaron las doctrinas irreligiosas, ser posible que no se -quiera parar la atencin en la inmensa ventaja que la Espaa lleva -muchos de ellos, por ser uno de los menos tocados de la gangrena de la -irreligin, y por conservar todava la unidad religiosa, inestimable -herencia de una larga serie de siglos? Ser posible que no se advierta -lo que puede ser esa unidad, si la aprovechamos cual merece; esa -unidad, que se enlaza con todas nuestras glorias, que despierta tan -bellos recuerdos, y tan admirablemente podra servir para elemento de -regeneracin en el orden social? - -Si se pregunta lo que pienso sobre la proximidad del peligro, y si las -tentativas que estn haciendo los protestantes para este efecto, tienen -alguna probabilidad de resultado, responder con alguna distincin. -El Protestantismo es profundamente dbil, ya por su naturaleza, y, -adems, por ser viejo y caduco; tratando de introducirse en Espaa, -ha de luchar con un adversario lleno de vida y robustez, y que est -muy arraigado en el pas; y por esta causa, y bajo este aspecto, no -puede ser temible su accin. Pero, quin impide que, si llegase -establecerse en nuestro suelo, por ms reducido que fuera su dominio, -no causara terribles males? - -Por de pronto, salta la vista que tendramos otra manzana de -discordia, y no es difcil columbrar las colisiones que ocasionara - cada paso. Como el Protestantismo en Espaa, ms de su debilidad -intrnseca, tendra la que le causara el nuevo clima en que se hallara -tan falto de su elemento, virase forzado buscar sostn arrimndose - cuanto le alargase la mano; entonces es bien claro que servira como -un punto de reunin para los descontentos; y, ya que se apartase de su -objeto, fuera cuando menos un ncleo de nuevas facciones, una bandera -de pandillas. Escndalos, rencores, desmoralizacin, disturbios, y -quizs catstrofes, he aqu el resultado inmediato, infalible, de -introducirse entre nosotros el Protestantismo: apelo la buena fe de -todo hombre que conozca medianamente al pueblo espaol. - -Pero no est todo aqu; la cuestin se ensancha y adquiere una -importancia incalculable, si se la mira en sus relaciones con la -poltica extranjera. Qu palanca tendra entonces para causar en -nuestra desgraciada patria toda clase de sacudimientos? Oh! y -cmo se asira vidamente de ella! cmo trabaja quizs para buscar -un punto de apoyo! Hay en Europa una nacin temible por su inmenso -podero, respetable por su mucho adelantamiento en las ciencias y -artes, y que, teniendo la mano grandes medios de accin por todo el -mbito de la tierra, sabe desplegarlos con una sagacidad y astucia -verdaderamente admirables. Habiendo sido la primera de las naciones -modernas en recorrer todas las fases de una revolucin religiosa y -poltica, y que en medio de terribles trastornos contemplara las -pasiones en toda su desnudez, y el crimen en todas sus formas, se -aventaja las otras en el conocimiento de toda clase de resortes; al -paso que, fastidiada de vanos nombres, con que en esas pocas suelen -encubrirse las pasiones ms viles y los intereses ms mezquinos, tiene -sobrado embotada su sensibilidad para que puedan fcilmente excitarse -en su seno las tormentas que otros pases los inundan de sangre y de -lgrimas. No se altera su paz interior en medio de la agitacin y del -acaloramiento de las discusiones; y, aunque no deje de columbrar en -un porvenir ms menos lejano las espinosas situaciones que podran -acarrearle gravsimos apuros, disfruta entre tanto de aquella calma -que le aseguran su constitucin, sus hbitos, sus riquezas, y sobre -todo el Ocano que la cie. Colocada en posicin tan ventajosa, acecha -la marcha de los otros pueblos, para uncirlos su carro con doradas -cadenas, si tienen candor bastante para escuchar sus halageas -palabras; al menos procura embarazar su marcha y atajar sus -progresos, en caso de que con noble independencia traten de emanciparse -de su influjo. Atenta siempre engrandecerse por medio de las artes -y comercio, con una poltica mercantil en grado eminente, cubre, no -obstante, la materialidad de los intereses con todo linaje de velos; -y si bien, cuando se trata de los dems pueblos, es indiferente del -todo la religin ideas polticas, sin embargo, se vale diestramente -de tan poderosas armas para procurarse amigos, desbaratar sus -adversarios, y envolvernos todos en la red mercantil que tiene de -continuo tendida sobre los cuatro ngulos de la tierra. - -No es posible que se escape su sagacidad lo mucho que tendra -adelantado para contar Espaa en el nmero de sus colonias, si -pudiese lograr que fraternizase con ella en ideas religiosas; no tanto -por la buena correspondencia que semejante fraternidad promovera -entre ambos pueblos, como porque sera ste el medio ms seguro para -que el espaol perdiese del todo ese carcter singular, esa fisonoma -austera que le distingue de todos los otros pueblos, olvidando la -nica idea nacional y regeneradora que ha permanecido en pie en medio -de tan espantosos trastornos; quedando as susceptible de toda clase -de impresiones ajenas, y dctil y flexible en todos los sentidos que -pudiera convenir las interesadas miras de los solapados protectores. - -No lo olvidemos: no hay nacin en Europa que conciba sus planes con -tanta previsin, que los prepare con tanta astucia, que los ejecute -con tanta destreza, ni que los lleve cabo con igual tenacidad. -Como, despus de las profundas revoluciones que la trabajaron, ha -permanecido en un estado regular desde el ltimo tercio del siglo XVII, -y enteramente extraa los trastornos sufridos en este perodo por -los dems pueblos de Europa, ha podido seguir un sistema de poltica -concertado, as en lo interior como en lo exterior; y de esta manera -sus hombres de gobierno han podido formarse ms plenamente, heredando -los datos y las miras que guiaron los antecesores. Conocen sus -gobernantes cun precioso es estar de antemano apercibidos para todo -evento; y as no descuidan de escudriar fondo qu es lo que hay -en cada nacin que los pueda ayudar contrastar; saliendo de la -rbita poltica, penetran en el corazn de la sociedad sobre la cual -se proponen influir; y rastrean all cules son las condiciones de -su existencia, cul es su principio vital, cules las causas de su -fuerza y energa. Era en el otoo de 1805, y daba Pitt una comida de -campo, la que asistan varios de sus amigos. Llegle entre tanto -un pliego en que se le anunciaba la rendicin de Mack en Ulma con -cuarenta mil hombres, y la marcha de Napolen sobre Viena. Comunic -la funesta noticia sus amigos, quienes, al oirla, exclamaron: -Todo est perdido, ya no hay remedio contra Napolen. Todava hay -remedio, replic Pitt; todava hay remedio si consigo levantar una -guerra nacional en Europa, y esta guerra ha de comenzar en Espaa. -S, seores, aadi despus, la Espaa ser el primer pueblo donde se -encender esa guerra patritica, la sola que puede libertar la Europa. - -Tanta era la importancia que daba ese profundo estadista la fuerza -de una idea nacional, tanto era lo que de ella esperaba; nada menos -que hacer lo que no podan todos los esfuerzos de todos los gabinetes -europeos: derrocar Napolen, libertar la Europa. No es raro que la -marcha de las cosas traiga combinaciones tales, que las mismas ideas -nacionales que un da sirvieron de poderoso auxiliar las miras -de un gabinete, le salgan otro da al paso, y le sean un poderoso -obstculo: y entonces, lejos de fomentarlas y avivarlas, lo que le -interesa es sofocarlas. Lo que puede salvar una nacin libertndola -de interesadas tutelas, y asegurndole su verdadera independencia, son -ideas grandes y generosas, arraigadas profundamente entre los pueblos; -son los sentimientos grabados en el corazn por la accin del tiempo, -por la influencia de instituciones robustas, por la antigedad de los -hbitos y de las costumbres; es la unidad de pensamiento religioso, -que hace de un pueblo un solo hombre. Entonces lo pasado se enlaza con -lo presente, y lo presente se extiende lo porvenir; entonces brotan - porfa en el pecho aquellos arranques de entusiasmo, manantial de -acciones grandes; entonces hay desprendimiento, energa, constancia; -porque hay en las ideas fijeza y elevacin, porque hay en los corazones -generosidad y grandeza. - -No fuera imposible que en algunos de los vaivenes que trabajan esta -nacin desventurada, tuviramos la desgracia de que se levantasen -hombres bastante ciegos para ensayar la insensata tentativa de -introducir en nuestra patria la religin protestante. Estamos demasiado -escarmentados para dormir tranquilos, y no se han olvidado sucesos -que indican las claras hasta dnde se hubiera ya llegado algunas -veces, si no se hubiese reprimido la audacia de ciertos hombres con el -imponente desagrado de la inmensa mayora de la nacin. Y no es que se -conciban siquiera posibles las violencias del reinado de Enrique VIII; -pero s que podra suceder que, aprovechndose de una fuerte ruptura -con la Santa Sede, de la terquedad y ambicin de algunos eclesisticos, -del pretexto de aclimatar en nuestro suelo el espritu de tolerancia, - de otros motivos semejantes, se tantease con este aquel nombre, -que eso poco importa, el introducir entre nosotros las doctrinas -protestantes. - -Y no sera por cierto la tolerancia lo que se nos importara del -extranjero, pues que sta ya existe de hecho, y tan amplia, que -seguramente nadie recela el ser perseguido, ni aun molestado, por -sus opiniones religiosas; lo que se nos traera y se trabajara por -plantear, fuera un nuevo sistema religioso, pertrechndole de todo lo -necesario para alcanzar predominio, y para debilitar, destruir, si -fuera posible, el Catolicismo. Y mucho me engao, si en la ceguedad y -rencor que han manifestado algunos de nuestros hombres que se dicen -de gobierno, no encontrase en ellos decidida proteccin el nuevo -sistema religioso, una vez le hubiramos admitido. Cuando se tratara -de admitirle, se nos presentara quizs el nuevo sistema en ademn -modesto, reclamando tan slo habitacin, en nombre de la tolerancia y -de la hospitalidad; pero bien pronto le viramos acrecentar su osada, -reclamar derechos, extender sus pretensiones, y disputar palmos el -terreno de la religin catlica. Resonaran entonces con ms y ms vigor -aquellas rencorosas y virulentas declamaciones que tan fatigados nos -traen por espacio de algunos aos; esos ecos de una escuela que delira -porque est por expirar. El desvo con que miraran los pueblos la -pretendida reforma, sera, no dudarlo, culpado de rebelda; las -pastorales de los obispos seran calificadas de insidiosas sugestiones; -el celo fervoroso de los sacerdotes catlicos, acusado de provocacin -sediciosa, y el concierto de los fieles para preservarse de la -infeccin, sera denunciado como una conjuracin diablica, urdida por -la intolerancia y el espritu de partido, y confiada en su ejecucin -la ignorancia y al fanatismo. - -En medio de los esfuerzos de los unos y de la resistencia de los -otros, viramos ms menos parodiadas escenas de tiempos que pasaron -ya, y, si bien el espritu de templanza, que es uno de los caracteres -del siglo, impedira que se repitiesen los excesos que mancharon de -sangre los fastos de otras naciones, no dejaran, sin embargo, de ser -imitados. Porque es menester no olvidar que, en tratndose de religin, -no puede contarse en Espaa con la frialdad indiferencia que, en -caso de un conflicto, manifestaran en la actualidad otros pueblos: -en stos han perdido los sentimientos religiosos mucho de su fuerza, -pero en Espaa son todava muy hondos, muy vivos, muy enrgicos: y -el da que se les combatiera de frente, abordando las cuestiones sin -rebozo, sentirase un sacudimiento tan universal como recio. Hasta -ahora, si bien es verdad que en objetos religiosos se han presenciado -lamentables escndalos, y hasta horrorosas catstrofes, no ha faltado -nunca un disfraz que, ms menos transparente, encubra, empero, algn -tanto la perversidad de las intenciones. Unas veces ha sido el ataque -contra esta aquella persona, quien se han achacado maquinaciones -polticas; otras contra determinadas clases, acusadas de crmenes -imaginarios; tal vez se ha desbordado la revolucin, y se ha dicho que -era imposible contenerla, y que los atropellamientos, los insultos, los -escarnios de que ha sido objeto lo ms sagrado que hay en la tierra -y en el cielo, eran sucesos inevitables, tratndose de un populacho -desenfrenado: aqu mediaba al menos un disfraz, y un disfraz, poco -mucho, siempre cubre; pero, cuando se viesen atacados de propsito, - sangre fra, todos los dogmas del Catolicismo, despreciados los -puntos ms capitales de la disciplina, ridiculizados los misterios ms -augustos, escarnecidas las ceremonias ms sagradas; cuando se viera -levantar un templo contra otro templo, una ctedra contra otra ctedra, -qu sucedera? Es innegable que se exasperaran los nimos hasta -el extremo, y, si no resultaban, como fuera de temer, estrepitosas -explosiones, tomaran al menos las controversias religiosas un -carcter tan violento, que nos creeramos trasladados al siglo XVI. - -Siendo tan frecuente entre nosotros que los principios dominantes en -el orden poltico sean enteramente contrarios los dominantes en la -sociedad, sucedera menudo que el principio religioso, rechazado -por la sociedad, encontrara su apoyo en los hombres influyentes en -el orden poltico; reproducindose con circunstancias agravantes el -triste fenmeno, que tantos aos ha estamos presenciando, de querer -los gobernantes torcer viva fuerza el curso de la sociedad. sta es -una de las diferencias ms capitales entre nuestra revolucin y la de -otros pases; sta es la clave para explicar chocantes anomalas: all -las ideas de revolucin se apoderaron de la sociedad, y se arrojaron -en seguida sobre la esfera poltica; aqu se apoderaron primero de la -esfera poltica, y trataron en seguida de bajar la esfera social; -la sociedad estaba muy distante de hallarse preparada para semejantes -innovaciones, y por esto han sido indispensables tan rudos y repetidos -choques. - -De esta falta de harmona ha resultado que el gobierno en Espaa ejerce -sobre los pueblos muy escasa influencia, entendiendo por influencia -aquel ascendiente moral que no necesita andar acompaado de la idea de -la fuerza. No hay duda que esto es un mal, porque tiende debilitar el -poder, necesidad imprescindible para toda sociedad; pero no han faltado -ocasiones en que ha sido un gran bien: porque no es poca fortuna, -cuando un gobierno es liviano insensato, el que se encuentre con una -sociedad mesurada y cuerda, que, mientras aqul corre precipitarse -desatentado, vaya sta marchando con paso sosegado y majestuoso. Mucho -hay que esperar del buen instinto de la nacin espaola, mucho hay -que prometerse de su proverbial gravedad, aumentada adems con tanto -infortunio; mucho hay que prometerse de ese tino que le hace distinguir -tambin el verdadero camino de su felicidad, y que la vuelve sorda -las insidiosas sugestiones con que se ha tratado de extraviarla. Si -van ya muchos aos que por una funesta combinacin de circunstancias, -y por la falta de harmona entre el orden poltico y el social, no -acierta darse un gobierno que sea su verdadera expresin, que adivine -sus instintos, que siga sus tendencias, que la conduzca por el camino -de la prosperidad, esperanza alimentamos de que ese da vendr, y de -que brotarn del seno de esa sociedad, rica de vida y de porvenir, -esa misma harmona que le falta, ese equilibrio que ha perdido. Entre -tanto, es altamente importante que todos los hombres que sientan -latir en su pecho un corazn espaol, que no se complazcan en ver -desgarradas las entraas de su patria, se reunan, se pongan de acuerdo, -obren concertados para impedir el que prevalezca el genio del mal, -alcanzando esparcir en nuestro suelo una semilla de eterna discordia, -aadiendo esa otra calamidad tantas otras calamidades, y ahogando los -preciosos grmenes de donde puede rebrotar lozana y brillante nuestra -civilizacin remozada, alzndose del abatimiento y postracin en que la -sumieran circunstancias aciagas. - -Ah! oprmese el alma con angustiosa pesadumbre, al solo pensamiento -de que pudiera venir un da en que desapareciese de entre nosotros esa -unidad religiosa, que se identifica con nuestros hbitos, nuestros -usos, nuestras costumbres, nuestras leyes; que guarda la cuna de -nuestra monarqua en la cueva de Covadonga, que es la ensea de nuestro -estandarte en una lucha de ocho siglos con el formidable poder de la -Media Luna, que desenvuelve lozanamente nuestra civilizacin en medio -de tiempos tan trabajosos, que acompaaba nuestros terribles tercios -cuando imponan silencio la Europa, que conduce nuestros marinos -al descubrimiento de nuevos mundos, dar los primeros la vuelta -la redondez del globo; que alienta nuestros guerreros al llevar -cabo conquistas heroicas, y que en tiempos ms recientes sella el -cmulo de tantas y tan grandiosas hazaas derrocando Napolen. -Vosotros que con precipitacin tan liviana condenis las obras de los -siglos, que con tanta avilantez insultis la nacin espaola, que -tiznis de barbarie y obscurantismo el principio que presidi nuestra -civilizacin, sabis quin insultis? sabis quin inspir el -genio del gran Gonzalo, de Hernn Corts, de Pizarro, del Vencedor de -Lepanto? Las sombras de Garcilaso, de Herrera, de Ercilla, de Fray -Luis de Len, de Cervantes, de Lope de Vega, no os infunden respeto? -Osaris, pues, quebrantar el lazo que ellos nos une, y hacernos -indigna prole de tan esclarecidos varones? Quisierais separar por -un abismo nuestras creencias de sus creencias, nuestras costumbres -de sus costumbres, rompiendo as con todas nuestras tradiciones, -olvidando los ms embelesantes y gloriosos recuerdos, y haciendo que -los grandiosos y augustos monumentos que nos leg la religiosidad de -nuestros antepasados, slo permanecieran entre nosotros, como una -reprensin la ms elocuente y severa? Consentirais que se cegasen los -ricos manantiales donde podemos acudir para resucitar la literatura, -vigorizar la ciencia, reorganizar la legislacin, restablecer el -espritu de nacionalidad, restaurar nuestra gloria, y colocar de nuevo - esta nacin desventurada en el alto rango que sus virtudes merecen, -dndole la prosperidad y la dicha que tan afanosa busca, y que en su -corazn augura? - - - - -CAPITULO XIII - - -Parangonados ya bajo el aspecto religioso el Catolicismo y el -Protestantismo en el cuadro que acabo de trazar, y evidenciada la -superioridad de aqul sobre ste, no slo en lo concerniente certeza, -sino tambin en todo lo relativo los instintos, los sentimientos, - las ideas, al carcter del espritu humano, ser bien entrar -ahora en otra cuestin, no ms importante por cierto, pero s menos -dilucidada, y en que ser preciso luchar con fuertes antipatas, y -disipar considerable nmero de prevenciones y errores. En medio de -las dificultades de que est erizada la empresa que voy acometer, -alintame una poderosa esperanza, y es que lo interesante de la -materia, y el ser muy del gusto cientfico del siglo, convidar quizs - leer, obvindose de esta manera el peligro que suele amenazar los -que escriben en favor de la religin catlica: son juzgados sin ser -odos. He aqu, pues, la cuestin en sus precisos trminos: _Comparados -el Catolicismo y el Protestantismo, cul de los dos es ms conducente -para la verdadera libertad, para el verdadero adelanto de los pueblos, -para la causa de la civilizacin?_ - -_Libertad_: sta es una de aquellas palabras tan generalmente usadas -como poco entendidas; palabras que, por envolver cierta idea vaga muy -fcil de percibir, presentan la engaosa apariencia de una entera -claridad, mientras que, por la muchedumbre y variedad de objetos que -se aplican, son susceptibles de una infinidad de sentidos, hacindose -su comprensin sumamente difcil. Y quin podr reducir guarismo -las aplicaciones que se hacen de la palabra _libertad_? Salvndose en -todas ellas una idea que podramos apellidar radical, son infinitas las -modificaciones y graduaciones que se la sujeta. Circula el aire con -libertad; se despejan los alrededores de una planta para que crezca y -se extienda con libertad; se mondan los conductos de un regado para -que el agua corra con libertad; al pez cogido en la red, al avecilla -enjaulada se los suelta, y se les da libertad; se trata un amigo -con libertad; hay modales libres, pensamientos libres, expresiones -libres, herencias libres, voluntad libre, acciones libres; no tiene -libertad el encarcelado, carece de libertad el hijo de familia, tiene -poca libertad una doncella, una persona casada ya no es libre, un -hombre en tierra extraa se porta con ms libertad, el soldado no tiene -libertad; hay hombres libres de quintas, libres de contribuciones; -hay votaciones libres; dictmenes libres, interpretacin libre, -versificacin libre, libertad de comercio, libertad de enseanza, -libertad de imprenta, libertad de conciencia, libertad civil, libertad -poltica, libertad justa, injusta, racional, irracional, moderada, -excesiva, comedida, licenciosa, oportuna, inoportuna; mas, qu -fatigarse en la enumeracin, cuando es poco menos que imposible el dar -cima tan enfadosa tarea? Pero menester pareca detenerse algn tanto -en ella, aun riesgo de fastidiar al lector; quizs el recuerdo de -este fastidio podr contribuir grabar profundamente en el nimo la -saludable verdad de que, cuando en la conversacin, en los escritos, -en las discusiones pblicas, en las leyes, se usa tan menudo esta -palabra, aplicndola objetos de mayor importancia, es necesario -reflexionar maduramente sobre el nmero y naturaleza de ideas que en -el respectivo caso abarca, sobre el sentido que la materia consiente, -sobre las modificaciones que las circunstancias demandan, sobre las -precauciones y tino que las aplicaciones exigen. - -Sea cual fuere la acepcin en que se tome la palabra libertad, chase -de ver que siempre entraa en su significado _ausencia de causa que -impida coarte el ejercicio de alguna libertad_: infirindose de aqu -que, para fijar en cada caso el verdadero sentido de esta palabra, es -indispensable atender la naturaleza y circunstancias de la facultad -cuyo uso se quiere impedir limitar, sin perder de vista los varios -objetos sobre que versa, las condiciones de su ejercicio, como y -tambin el carcter, la eficacia y extensin de la causa que al efecto -se empleare. Para aclarar la materia, propongmonos formar juicio de -esta proposicin: el hombre ha de tener libertad de pensar. Aqu se -afirma que al hombre no se le ha de coartar el pensamiento. Ahora bien: -hablis de coartacin fsica ejercida inmediatamente sobre el mismo -pensamiento? Pues entonces es de todo punto intil la proposicin; -porque, como semejante coartacin es imposible, vano es decir que no -se la debe emplear. Entendis que no se debe coartar la expresin -del pensamiento, es decir, que no se ha de impedir ni restringir -la libertad de manifestar cada cual lo que piensa? Entonces habis -dado un salto inmenso, habis colocado la cuestin en muy diferente -terreno; y, si no queris significar que todo hombre, todas horas, -en todo lugar, pueda decir sobre cualquier materia cuanto le viniere -la mente, y del modo que ms le agradare, deberis distinguir cosas, -personas, lugares, tiempos, modos, condiciones, en una palabra, atender - mil y mil circunstancias, impedir del todo en unos casos, limitar -en otros, ampliar en stos, restringir en aqullos, y as tomaros tan -largo trabajo que de nada os sirva el haber sentado, en favor de la -libertad del pensamiento, aquella proposicin tan general, con toda su -apariencia de sencillez y claridad. - -Aun penetrando en el mismo santuario del pensamiento, en aquella regin -donde no alcanzan las miradas de otro hombre, y que slo est patente - los ojos de Dios, qu significa la libertad de pensar? Es acaso -que el pensamiento no tenga sus leyes, las que ha de sujetarse por -precisin, si no quiere sumirse en el caos? Puede despreciar la norma -de una sana razn? Puede desoir los consejos del buen sentido? Puede -olvidar que su objeto es la verdad? Puede desentenderse de los eternos -principios de la moral? - -He aqu cmo, examinando lo que significa la palabra libertad, aun -aplicndola lo que seguramente hay de ms libre en el hombre, como -es el pensamiento, nos encontramos con tal muchedumbre y variedad de -sentidos, que nos obligan un sinnmero de distinciones, y nos llevan -por necesidad restringir la proposicin general, si algo queremos -expresar que no est en contradiccin con lo que dictan la razn y el -buen sentido, con lo que prescriben las leyes eternas de la moral, con -lo que demandan los mismos intereses del individuo, con lo que reclaman -el buen orden y la conservacin de la sociedad. Y qu no podra -decirse de tantas otras libertades como se invocan de continuo, con -nombres indeterminados y vagos, cubiertos propsito con el equvoco y -las tinieblas? - -Pongo estos ejemplos, slo para que no se confundan las ideas; porque, -defendiendo como defiendo la causa del Catolicismo, no necesito abogar -por la opresin, ni invocar sobre los hombres una mano de hierro, ni -aplaudir que se huellen sus derechos sagrados. Sagrados, s; porque, -segn la enseanza de la augusta religin de Jesucristo, sagrado es -un hombre los ojos de otro hombre, por su alto origen y destino, -por la imagen de Dios que en l resplandece, por haber sido redimido -con inefable dignacin y amor por el mismo Hijo del Eterno; sagrados -declara esa religin divina los derechos del hombre, cuando su augusto -Fundador amenaza con eterno suplicio, no tan slo quien le matare, no -tan slo quien le mutilare, no tan slo quien le robare, sino cosa -admirable! hasta quien se propasare ofenderle con solas palabras. -Quien llamare su hermano _fatuo_, ser reo del fuego del infierno. -(Mat., c. 5, v. 22.) As hablaba el Divino Maestro. - -Levntase el pecho con generosa indignacin, al oir que se achaca -la religin de Jesucristo tendencia esclavizar. Cierto es que, si -se confunde el espritu de verdadera libertad con el espritu de los -demagogos, no se le encuentra en el Catolicismo; pero, si no se quieren -trastrocar monstruosamente los nombres, si se da la palabra libertad -su acepcin ms razonable, ms justa, ms provechosa, ms dulce, -entonces la religin catlica puede reclamar la gratitud del humano -linaje: _ella ha civilizado las naciones que la han profesado; y la -civilizacin es la verdadera libertad_. - -Es un hecho ya generalmente reconocido y paladinamente confesado, que -el Cristianismo ha ejercido muy poderosa influencia en el desarrollo -de la civilizacin europea; pero este hecho no se le da todava por -algunos la importancia que merece, causa de no ser bastante bien -apreciado. Con respecto la civilizacin, distnguese veces el -influjo del Cristianismo del influjo del Catolicismo, ponderando las -excelencias de aqul y escaseando los encomios ste; sin reparar -que, cuando se trata de la civilizacin europea, puede el Catolicismo -demandar una consideracin siempre principal, y, por lo tocante -mucho tiempo, hasta exclusiva, pues que se hall por largos siglos -enteramente solo en el trabajo de esa grande obra. No se ha querido -ver que, al presentarse el Protestantismo en Europa, estaba ya la obra -por concluir; y que con una injusticia ingratitud que no acierta uno - calificar, se ha tachado al Catolicismo de espritu de barbarie, de -obscurantismo, de opresin, mientras se haca ostentosa gala de la rica -civilizacin, de las luces y de la libertad que l principalmente son -debidas. - -Si no se tena gana de profundizar las ntimas relaciones del -Catolicismo con la civilizacin europea; si faltaba la paciencia que -es menester en las prolijas investigaciones que tal examen conduce, -al menos pareca del caso dar una mirada al estado de los pases donde -en siglos trabajosos no ejerci la religin catlica todo su influjo, -y compararlos con aquellos otros en que fu el principio dominante. -El Oriente y el Occidente, ambos sujetos grandes trastornos, ambos -profesando el Cristianismo, pero de manera que el principio catlico se -hall dbil y vacilante all, mientras estuvo robusto y profundamente -arraigado entre los occidentales, hubieran ofrecido dos puntos de -comparacin muy propsito para estimar lo que vale el Cristianismo -sin el Catolicismo, cuando se trata de salvar la civilizacin y -la existencia de las naciones. En Occidente los trastornos fueron -repetidos y espantosos, el caos lleg su complemento, y, sin embargo, -del caos han brotado la luz y la vida. Ni la barbarie de los pueblos -que inundaron estas regiones y que adquirieron en ellas asiento, ni las -furiosas arremetidas del islamismo, aun cuando estaba en su mayor bro -y pujanza, bastaron para que se ahogase el germen de una civilizacin -rica y fecunda: en Oriente todo iba envejeciendo y caducando, nada -se remozaba, y los embates del ariete que nada haba podido contra -nosotros, todo cay. Ese poder espiritual de Roma, esa influencia en -los negocios temporales, dieron por cierto frutos muy diferentes de los -que produjeron en semejantes circunstancias sus rencorosos rivales. - -Si un da estuviese destinada la Europa sufrir de nuevo algn -espantoso y general trastorno, por un desborde universal de las ideas -revolucionarias, por alguna violenta irrupcin del pauperismo sobre -los poderes sociales y sobre la propiedad; si ese coloso que se levanta -en el Norte en un trono asentado entre eternas nieves, teniendo en su -cabeza la inteligencia y en su mano la fuerza ciega, que dispone -la vez de los medios de la civilizacin y de la barbarie, cuyos ojos -van recorriendo de continuo el Oriente, el Medioda y el Occidente, -con aquella mirada codiciosa y astuta, seal caracterstica que nos -presenta la historia en todos los imperios invasores; si, acechando el -momento oportuno, se arrojase una tentativa sobre la independencia -de la Europa, entonces quizs se vera una prueba de lo que vale en -los grandes apuros el principio catlico; entonces se palpara el -poder de esa _unidad_ proclamada y sostenida por el Catolicismo; -entonces, recordando los siglos medios, se vera una de las causas de -la debilidad del Oriente y de la robustez del Occidente; entonces se -recordara un hecho que, aunque es de ayer, empieza ya olvidarse, -y es que el pueblo contra cuyo denodado bro se estrell el poder de -Napolen, era el pueblo proverbialmente catlico. Y quin sabe si en -los atentados cometidos en Rusia contra el Catolicismo, atentados que -ha deplorado en sentido lenguaje el Vicario de Jesucristo; quin sabe -si influye el secreto presentimiento, quizs la previsin, de la -necesidad de debilitar aquel sublime poder, que, en tratndose de la -causa de la humanidad, ha sido en todas pocas el ncleo de los grandes -esfuerzos? Pero volvamos al intento. - -No puede negarse que desde el siglo XVI se ha mostrado la civilizacin -europea muy lozana y brillante, pero es un error atribuir este fenmeno -al Protestantismo. Para examinar la influencia y eficacia de un hecho, -no se han de mirar tan slo los sucesos que han venido despus de l; -se ha de considerar si estos sucesos estaban ya preparados, si son -algo ms que un resultado necesario de hechos anteriores: conviene -no hacer aquel raciocinio que tachan de sofstico los dialcticos: -_despus de esto, luego por esto; post hoc, ergo propter hoc_. Sin el -Protestantismo, y antes del Protestantismo, estaba ya muy adelantada -la civilizacin europea por los trabajos influencia de la religin -catlica; y la grandeza y esplendor que sobrevinieron despus, no se -desplegaron causa del Protestantismo, sino pesar del Protestantismo. - -Al extravo de ideas en esta materia ha contribudo no poco el estudio -poco profundo que se ha hecho del Cristianismo, el haberse contentado -no pocas veces con una mirada superficial sobre los principios de -fraternidad que l tanto recomienda, sin entrar en el debido examen de -la historia de la Iglesia. Para comprender fondo una institucin, no -basta pararse en sus ideas ms capitales; es necesario seguirle tambin -los pasos, ver cmo va realizando esas ideas, cmo triunfa de los -obstculos que le salen al encuentro. Nunca se formar concepto cabal -sobre un hecho histrico, si no se estudia detenidamente su historia; -y el estudio de la historia de la Iglesia catlica en sus relaciones -con la civilizacin deja todava mucho que desear. Y no es que sobre la -historia de la Iglesia no se hayan hecho estudios profundos; sino que, -desde que se ha desplegado el espritu de anlisis social, no ha sido -todava objeto de aquellos trabajos admirables que tanto la ilustraron -bajo el aspecto dogmtico y crtico. - -Otro embarazo media para que pueda dilucidarse cual conviene esta -materia, y es el dar sobrada importancia las intenciones de los -hombres, distrayndose de considerar la marcha grave y majestuosa de -las cosas. Se mide la magnitud y se califica la naturaleza de los -acontecimientos por los motivos inmediatos que los determinaron, y por -los fines que se proponan los hombres que en ellos intervinieron; y -esto es un error muy grave: la vista se ha de extender mayor espacio -y se ha de observar el sucesivo desarrollo de las ideas, el influjo -que anduvieron ejerciendo en los sucesos, las instituciones que de -ellas iban brotando, pero considerndolo todo como es en s, es decir, -en un cuadro grande, inmenso, sin pararse en hechos particulares, -contemplados en su aislamiento y pequeez. Que es menester grabar -profundamente en el nimo la importante verdad de que, cuando se -desenvuelve alguno de esos grandes hechos que cambian la suerte de -una parte considerable del humano linaje, rara vez lo comprenden los -mismos hombres que en ello intervienen, y que como poderosos agentes -figuran: la marcha de la humanidad es un gran drama, los papeles se -distribuyen entre los individuos que pasan y desaparecen: el hombre es -muy pequeo, slo Dios es grande. Ni los actores de las escenas de los -antiguos imperios de Oriente, ni Alejandro arrojndose sobre el Asia y -avasallando innumerables naciones, ni los romanos sojuzgando el mundo, -ni los brbaros derrocando y destrozando el imperio romano, ni los -musulmanes dominando el Asia y el frica y amenazando la idependencia -de Europa, pensaron, ni pensar podan en que sirviesen de instrumento -para realizar los destinos cuya ejecucin nosotros admiramos. - -Quiero indicar con esto que, cuando se trata de civilizacin cristiana, -cuando se van notando y analizando los hechos que sealan su marcha, no -es necesario, y muchas veces ni conveniente, el suponer que los hombres -que ella han contribudo de una manera muy principal, conocieran en -toda su extensin el resultado de su propia obra; bstale la gloria -de un hombre, el que se le seale como escogido instrumento de la -Providencia, sin que sea menester atribuir demasiado su conocimiento -particular, sus intenciones personales. Basta reconocer que un -rayo de luz ha bajado del cielo y ha iluminado su frente; pero no -hay necesidad de que l mismo previera que ese rayo reflejando se -desparramara en inmensas madejas sobre las generaciones venideras. Los -hombres pequeos son comunmente ms pequeos de lo que piensan; pero -los hombres grandes son veces ms grandes de lo que creen; y es que -no conocen todo su grandor, por no saber que son instrumentos de altos -designios de la Providencia. - -Otra observacin debe tenerse presente en el estudio de esos grandes -hechos, y es que no se debe buscar un sistema cuya trabazn y harmona -se descubran la primera ojeada. Preciso es resignarse sufrir la -vista de algunas irregularidades y algunos objetos poco agradables; es -menester precaverse contra la pueril impaciencia de querer adelantarnos -al tiempo; es indispensable despojarse de aquel deseo, que, ms -menos vivo, nunca nos abandona, de encontrarlo todo amoldado conforme - nuestras ideas, de verlo marchar todo de la manera que ms nos -agrada. No veis esa naturaleza tan grande, tan variada, tan rica, -cmo prodiga en cierto desorden sus productos ocultando inestimables -piedras y preciossimos veneros entre montones de tierra ruda, cul -despliega inmensas cordilleras, riscos inaccesibles, horrendas -fragosidades, que contrastan con amenas y espaciosas llanuras? no veis -ese aparente desorden, esa prodigalidad, en medio de las cuales estn -trabajando en secreto concierto innumerables agentes para producir el -admirable conjunto que encanta nuestros ojos y admira al naturalista? -Pues he aqu la sociedad: los hechos andan dispersos, desparramados -ac y acull, sin ofrecer muchas veces visos de orden ni concierto; -los acontecimientos se suceden, se empujan, sin que se descubra un -designio; los hombres se anan, se separan, se auxilian, se chocan; -pero va pasando el tiempo, ese agente indispensable para la produccin -de las grandes obras, y va todo caminando al destino sealado en los -arcanos del Eterno. - -He aqu cmo se concibe la marcha de la humanidad, he aqu la norma -del estudio filosfico de la historia, he aqu el modo de comprender -el influjo de esas ideas fecundas, de esas instituciones poderosas que -aparecen de vez en cuando entre los hombres para cambiar la faz de la -tierra. En semejante estudio, y cuando se descubre obrando en el fondo -de las cosas una idea fecunda, una institucin poderosa, lejos de -asustarse el nimo por encontrar alguna irregularidad, se complace y se -alienta; porque es excelente seal de que la idea est llena de verdad, -de que la institucin rebosa de vida, cuando se las ve atravesar -el caos de los siglos y salir enteras de entre los ms horrorosos -sacudimientos. Que estos aquellos hombres no se hayan regido por la -idea, que no hayan correspondido al objeto de la institucin, nada -importa, si la institucin ha sobrevivido los trastornos, si la idea -ha sobrenadado en el borrascoso pilago de las pasiones. Entonces -el mentar las flaquezas, las miserias, la culpa, los crmenes de -los hombres, es hacer la ms elocuente apologa de la idea y de la -institucin. - -Mirados los hombres de esta manera, no se los saca de su lugar -propio, ni se exige de ellos lo que racionalmente no se puede exigir. -Encajonados, por decirlo as, en el hondo cauce del gran torrente -de los sucesos, no se atribuye su inteligencia ni voluntad, mayor -esfera de la que les corresponde: y, sin dejar, por eso, de apreciar -debidamente la magnitud y naturaleza de las obras en que tomaron -parte, no se da exagerada importancia sus personas, honrndolas con -encomios que no merezcan achacndoles cargos injustos. Entonces no se -confunden monstruosamente tiempos y circunstancias; el observador mira -con sosiego y templanza los acontecimientos que se van desplegando ante -sus ojos; no habla del imperio de Carlomagno como hablar pudiera del -imperio de Napolen, ni se desata en agrias invectivas contra Gregorio -VII, porque no sigui en su poltica la misma lnea de conducta que -Gregorio XVI. - -Y cuenta que no exijo del historiador filsofo una impasible -indiferencia por el bien y por el mal, por lo justo y lo injusto; -cuenta que no reclamo indulgencia para el vicio, ni pretendo que -se escaseen los elogios la virtud; no simpatizo con esa escuela -histrica fatalista, que ha vuelto presentar sobre el mundo -el Destino de los antiguos; escuela que, si extendiera mucho su -influencia, malograra la ms hermosa parte de los trabajos histricos, -y ahogara los destellos de las inspiraciones ms generosas. En la -marcha de la sociedad veo un plan, veo un concierto, mas no ciega -necesidad; no creo que los sucesos se revuelvan y barajen en confusa -mezcolanza en la obscura urna del destino, ni que los hados tengan -ceido el mundo con un arco de hierro. - -Veo s una cadena maravillosa tendida sobre el curso de los siglos; -pero es cadena que no embarga el movimiento de los individuos ni de las -naciones; que, ondeando suavemente, se aviene con el flujo y reflujo -demandado por la misma naturaleza de las cosas; que con su contacto -hace brotar de la cabeza de los hombres pensamientos grandiosos: cadena -de oro que est pendiente de la mano del Hacedor Supremo, labrada con -infinita inteligencia y regida con inefable amor. - - - - -CAPITULO XIV - - -En qu estado encontr al mundo el Cristianismo? Pregunta es sta -en que debemos fijar mucho nuestra atencin, si queremos apreciar -debidamente los beneficios dispensados por esa religin divina al -individuo y la sociedad; si deseamos conocer el verdadero carcter de -la civilizacin cristiana. - -Sombro cuadro, por cierto, presentaba la sociedad en cuyo centro -naci el Cristianismo. Cubierta de bellas apariencias, y herida en su -corazn con enfermedad de muerte, ofreca la imagen de la corrupcin -ms asquerosa, velada con el brillante ropaje de la ostentacin y de -la opulencia. La moral sin base, las costumbres sin pudor, sin freno -las pasiones, las leyes sin sancin, la religin sin Dios, flotaban -las ideas merced de las preocupaciones, del fanatismo religioso, -y de las cavilaciones filosficas. Era el hombre un hondo misterio -para s mismo, y ni saba estimar su dignidad, pues que consenta -que se le rebajase al nivel de los brutos; ni, cuando se empeaba en -ponderarla, acertaba contenerse en los lindes sealados por la razn -y la naturaleza: siendo este propsito bien notable que, mientras una -gran parte del humano linaje gema en la ms abyecta esclavitud, se -exaltasen con tanta facilidad los hroes, y hasta los ms detestables -monstruos, sobre las aras de los dioses. - -Con semejantes elementos deba cundir tarde temprano la disolucin -social; y, aun cuando no hubiera sobrevenido la violenta arremetida -de los brbaros, ms menos tarde aquella sociedad se hubiera -trastornado: porque no haba en ella ni una idea fecunda, ni un -pensamiento consolador, ni una vislumbre de esperanza que pudiese -preservarla de la ruina. - -La idolatra haba perdido su fuerza: resorte gastado con el tiempo y -por el uso grosero que de l haban hecho las pasiones; expuesta su -frgil contextura al disolvente fuego de la observacin filosfica, -estaba en extremo desacreditada; y, si, por efecto de arraigados -hbitos, ejerca sobre el nimo de los pueblos algn influjo maquinal, -no era ste capaz ni de restablecer la harmona de la sociedad, ni -de producir aquel fogoso entusiasmo inspirador de grandes acciones: -entusiasmo que, en tratndose de corazones vrgenes, puede ser excitado -hasta por la supersticin ms irracional y absurda. juzgar por -la relajacin de costumbres, por la flojedad de los nimos, por la -afeminacin y el lujo, por el completo abandono las ms repugnantes -diversiones y asquerosos placeres, se ve claro que las ideas religiosas -nada conservaban de aquella majestad que notamos en los tiempos -heroicos; y que, faltas de eficacia, ejercan sobre el nimo de los -pueblos escaso ascendiente, mientras servan de un modo lamentable -como instrumentos de disolucin. Ni era posible que sucediese de otra -manera: pueblos que se haban levantado al alto grado de cultura de -que pueden gloriarse griegos y romanos; que haban odo disputar -sus sabios sobre las grandes cuestiones acerca de la Divinidad y el -hombre, no era regular que permaneciesen en aquella candidez que era -necesaria para creer de buena fe los intolerables absurdos de que -rebosa el paganismo: y, sea cual fuere la disposicin de nimo de la -parte ms ignorante del pueblo, buen seguro que lo creyeran cuantos -se levantaban un poco sobre el nivel regular, ellos que acababan de oir -filsofos tan cuerdos como Cicern, y que se estaban saboreando en las -maliciosas agudezas de sus poetas satricos. - -Si la religin era impotente, quedaba, al parecer, otro recurso: la -_ciencia_. Antes de entrar en el examen de lo que poda esperarse de -ella, es necesario observar que jams la ciencia fund una sociedad, -ni jams fu bastante restituirle el equilibrio perdido. Revulvase -la historia de los tiempos antiguos: hallarnse al frente de algunos -pueblos hombres eminentes que, ejerciendo un mgico influjo sobre el -corazn de sus semejantes, dictan leyes, reprimen abusos, rectifican -las ideas, enderezan las costumbres, y asientan sobre sabias -instituciones un gobierno, labrando ms menos cumplidamente la dicha -y la prosperidad de los pueblos que se entregaron su direccin y -cuidado. Pero muy errado anduviera quien se figurase que esos hombres -procedieron consecuencia de lo que nosotros llamamos combinaciones -cientficas: sencillos por lo comn, y hasta rudos y groseros, obraban - impulsos de su buen corazn, y guiados por aquel buen sentido, por -aquella sesuda cordura que dirigen al padre de familia en el manejo de -los negocios domsticos; mas nunca tuvieron por norma esas miserables -cavilaciones que nosotros apellidamos teoras, ese frrago indigesto -de ideas que nosotros disfrazamos con el pomposo nombre de ciencia. Y -qu? fueron acaso los mejores tiempos de la Grecia aquellos en que -florecieron los Platones y los Aristteles? Aquellos fieros romanos que -sojuzgaron el mundo, no posean, por cierto, la extensin y variedad de -conocimientos que admiramos en el siglo de Augusto: y quin trocara, -sin embargo, unos tiempos con otros tiempos, unos hombres con otros -hombres? - -Los siglos modernos podran tambin suministrarnos abundantes pruebas -de la esterilidad de la ciencia en las instituciones sociales; cosa -tanto ms fcil de notar, cuando son tan patentes los resultados -prcticos que han dimanado de las ciencias naturales. En stas dirase -que se ha concedido al hombre lo que en aqullas le fu negado; si bien -que, mirada fondo la cosa, no es tanta la diferencia como primera -vista pudiera parecer. Cuando el hombre trata de hacer aplicacin de -los conocimientos que ha adquirido sobre la naturaleza, se ve forzado - respetarla; y como, aunque quisiese, no alcanzara con su dbil -mano causarle considerable trastorno, se limita en sus ensayos -tentativas de poca monta, excitndole el mismo deseo del acierto, -obrar conforme las leyes que estn sujetos los cuerpos sobre los -cuales se ejercita. En las aplicaciones de las ciencias sociales sucede -muy de otra manera: el hombre puede obrar directa inmediatamente -sobre la misma sociedad; con su mano puede trastornarla, no se ve -por precisin limitado practicar sus ensayos en objetos de poca -entidad y respetando las eternas leyes de las sociedades, sino que -puede imaginarlas su gusto, proceder conforme sus cavilaciones, -y acarrear desastres de que se lamente la humanidad. Recurdense las -extravagancias que sobre la naturaleza han corrido muy vlidas en las -escuelas filosficas antiguas y modernas, y vase lo que hubiera sido -de la admirable mquina del universo, si los filsofos la hubieran -podido manejar su arbitrio. Por desgracia, no sucede as en la -sociedad: los ensayos se hacen sobre ella misma, sobre sus eternas -bases, y entonces resultan gravsimos males, pero males que evidencian -la debilidad de la ciencia del hombre. Es menester no olvidarlo: -la ciencia, propiamente dicha, vale poco para la organizacin de -las sociedades; y en los tiempos modernos, en que tan orgullosa se -manifiesta por su pretendida fecundidad, ser bien recordarle que -atribuye sus trabajos lo que es fruto del transcurso de los siglos, -del sano instinto de los pueblos, y veces de las inspiraciones de un -genio: y ni el instinto de los pueblos, ni el genio, tienen nada de -parecido la ciencia. - -Pero, dando de mano esas consideraciones generales, siempre muy -tiles, como que son tan conducentes para el conocimiento del hombre, -qu poda esperarse de la falsa vislumbre de ciencia que se conservaba -sobre las ruinas de las antiguas escuelas, la poca de que hablamos? -Escasos como eran en semejantes materias los conocimientos de los -filsofos antiguos, aun de los ms aventajados, no puede menos de -confesarse que los nombres de Scrates, de Platn, de Aristteles, -recuerdan algo de respetable; y que, en medio de desaciertos y -aberraciones, ofrecen conceptos dignos de la elevacin de sus genios. -Pero, cuando apareci el Cristianismo, estaban sofocados los grmenes -del saber esparcidos por aquellos grandes hombres: los sueos haban -ocupado el lugar de los pensamientos altos y fecundos; el prurito de -disputar reemplazaba el amor de la sabidura, y los sofismas y las -cavilaciones se haban substitudo la madurez del juicio y la -severidad del raciocinio. Derribadas las antiguas escuelas, formadas -de sus escombros otras, tan estriles como extraas, brotaba por todas -partes cuantioso nmero de sofistas, como aquellos insectos inmundos -que anuncian la corrupcin de un cadver. La Iglesia nos ha conservado -un dato preciossimo para juzgar de la ciencia de aquellos tiempos: la -historia de las primeras herejas. Si prescindimos de lo que en ellas -indigna, cual es su profunda inmoralidad, puede darse cosa ms vaca, -ms insulsa, ms digna de lstima?[14] - -La legislacin romana, tan recomendable por la justicia y equidad que -entraa y por el tino y sabidura con que resplandece, si bien puede -contarse como uno de los ms preciosos esmaltes de la civilizacin -antigua, no era parte, sin embargo, prevenir la disolucin de -que estaba amenazada la sociedad. Nunca debi sta su salvacin -jurisconsultos; porque obra tamaa no est en la esfera del influjo de -la jurisprudencia. Que sean las leyes tan perfectas como se quiera, que -la jurisprudencia se haya levantado al ms alto punto de esplendor, que -los jurisconsultos estn animados de los sentimientos ms puros, que -vayan guiados por las miras ms rectas, de qu servir todo esto, si -el corazn de la sociedad est corrompido, si los principios morales -han perdido su fuerza, si las costumbres estn en perpetua lucha con -las leyes? - -Ah estn los cuadros que de las costumbres romanas nos han dejado sus -mismos historiadores, y vase si en ellos se encuentran retratadas la -equidad, la justicia, el buen sentido, que han merecido las leyes -romanas el honroso dictado de _razn escrita_. - -Como una prueba de imparcialidad, omito de propsito el notar -los lunares de que no carece el derecho romano; no fuera que se -me achacase que trato de rebajar todo aquello que no es obra del -Cristianismo. No debe, sin embargo, pasarse por alto que no es verdad -que al Cristianismo no le cupiese ninguna parte en la perfeccin de -la jurisprudencia romana; no slo con respecto al perodo de los -emperadores cristianos, lo que no admite duda, sino tambin hablando -de los anteriores. Es cierto que algn tiempo antes de la venida de -Jesucristo era muy crecido el nmero de las leyes romanas, y que su -estudio y arreglo llamaba la atencin de los hombres ms ilustres. -Sabemos por Suetonio (in _Caesa._, c. 44) que Julio Csar se haba -propuesto la utilsima tarea de reducir pocos libros lo ms selecto y -necesario que andaba desparramado en la inmensa abundancia de leyes; -un pensamiento semejante haba ocurrido Cicern, quien escribi un -libro sobre la redaccin metdica del derecho civil (_De iure civili in -arte dirigendo_), como atestigua Gellio (_Noct. Att._, l. 1, c. 22); -y, segn nos dice Tcito (_Ann._, l. 3, c. 28), este trabajo haba -tambin ocupado la atencin del emperador Augusto. Esos proyectos -revelan ciertamente que la legislacin no estaba en su infancia; pero -no deja por ello de ser verdad que el derecho romano, tal como le -tenemos, es casi todo un producto de siglos posteriores. Varios de los -jurisconsultos ms afamados, y cuyas sentencias forman una buena parte -del derecho, vivan largo tiempo despus de la venida de Jesucristo; -y las constituciones de los emperadores llevan en su propio nombre el -recuerdo de su poca. - -Asentados estos hechos, observar que, por ser paganos los emperadores -y los jurisconsultos, no se infiere que las ideas cristianas dejasen -de ejercer influencia sobre sus obras. El nmero de los cristianos -era inmenso por todas partes; la misma crueldad con que se los haba -perseguido, la heroica fortaleza con que arrostraban los tormentos y -la muerte, deban de haber llamado la atencin de todo el mundo; y es -imposible que entre los hombres pensadores no se excitara la curiosidad -de examinar cul era la enseanza que la religin nueva comunicaba -sus proslitos. La lectura de las apologas del Cristianismo, escritas -ya en los primeros siglos con tanta fuerza de raciocinio y elocuencia, -las obras de varias clases publicadas por los primeros Padres, las -homilas de los obispos dirigidas los pueblos, encierran un caudal -tan grande de sabidura, respiran tanto amor la verdad y la -justicia, proclaman tan altamente los eternos principios de la moral, -que no poda menos de hacerse sentir su influencia aun entre aquellos -que condenaban la religin del Crucificado. - -Cuando van extendindose doctrinas que tengan por objeto aquellas -grandes cuestiones que ms interesan al hombre, si estas doctrinas -son propagadas con fervoroso celo, aceptadas con ardor por un crecido -nmero de discpulos, y sustentadas con el talento y el saber de -hombres ilustres, dejan en todas direcciones hondos surcos, y afectan -aun aquellos mismos que las combaten con acaloramiento. Su influencia -en tales casos es imperceptible, pero no deja de ser muy real y -verdadera; se asemejan aquellas exhalaciones de que se impregna la -atmsfera: con el aire que respiramos absorbemos veces la muerte, -veces un aroma saludable que nos purifica y conforta. - -No poda menos de verificarse el mismo fenmeno con respecto una -doctrina predicada de un modo tan extraordinario, propagada con tanta -rapidez, sellada su verdad con torrentes de sangre, y defendida por -escritores tan ilustres como Justino, Clemente de Alejandra, Ireneo -y Tertuliano. La profunda sabidura, la embelesante belleza de las -doctrinas explanadas por los doctores cristianos, deban de llamar -la atencin hacia los manantiales donde las beban; y es regular -que esa picante curiosidad pondra en manos de muchos filsofos y -jurisconsultos los libros de la Sagrada Escritura. Qu tuviera de -extrao que Epicteto se hubiese saboreado largos ratos en la lectura -del _sermn sobre la montaa_; ni que los orculos de la jurisprudencia -recibiesen sin pensarlo las inspiraciones de una religin que, -creciendo de un modo admirable en extensin y pujanza, andaba -apoderndose de todos los rangos de la sociedad? El ardiente amor -la verdad y la justicia, el espritu de fraternidad, las grandiosas -ideas sobre la dignidad del hombre, temas perpetuos de la enseanza -cristiana, no eran para quedar circunscritos al solo mbito de los -hijos de la Iglesia. Con ms menos lentitud, banse filtrando por -todas las clases; y cuando con la conversin de Constantino adquirieron -influencia poltica y predominio pblico, no se hizo otra cosa que -repetir el fenmeno de que, en siendo un sistema muy poderoso en el -orden social, pasa ejercer un seoro, al menos su influencia, en -el orden poltico. Con entera confianza abandono estas reflexiones al -juicio de los hombres pensadores, seguro de que, si no las adoptan, al -menos no las juzgarn desatendibles. Vivimos en una poca fecunda en -acontecimientos, y en que se han realizado revoluciones profundas: y -por eso estamos ms en proporcin de comprender los inmensos efectos -de las influencias indirectas y lentas, el poderoso ascendiente de las -ideas, y la fuerza irresistible con que se abren paso las doctrinas. - - esa falta de principios vitales para regenerar la sociedad, tan -poderosos elementos de disolucin como abrigaba en su seno, allegbase -otro mal, y no de poca cuanta, en lo vicioso de la organizacin -poltica. Doblegada la cerviz del mundo bajo el yugo de Roma, veanse -cien y cien pueblos, muy diferentes en usos y costumbres, amontonados -en desorden como el botn de un campo de batalla, forzados formar un -cuerpo facticio, como trofeos ensartados en el astil de una lanza. - -La unidad en el gobierno no poda ser provechosa, porque era violenta; -y aadindose que esta unidad era desptica, desde la silla del imperio -hasta los ltimos mandarines, no poda traer otro resultado que el -abatimiento y la degradacin de los pueblos; sindoles imposible -desplegar aquella elevacin y energa de nimo, frutos preciosos del -sentimiento de la propia dignidad, y el amor la independencia de la -patria. Si al menos Roma hubiese conservado sus antiguas costumbres, -si abrigara en su seno aquellos guerreros tan clebres por la fama de -sus victorias como por la sencillez y austeridad de sus costumbres, -pudirase concebir la esperanza de que emanara los pueblos vencidos -algo de las prendas de los vencedores, como un corazn joven y -robusto reanima con su vigor un cuerpo extenuado con las ms rebeldes -dolencias. Pero desgraciadamente no era as: los Fabios, los Camilos, -los Escipiones, no hubieran conocido su indigna prole; y Roma, la -seora del mundo, yaca esclava bajo los pies de unos monstruos, -que ascendan al trono por el soborno y la violencia, manchaban el -cetro con su corrupcin y crueldad, y acababan la vida en manos de un -asesino. La autoridad del Senado y la del pueblo haban desaparecido: -quedaban tan slo algunos vanos simulacros, _vestigia morientis -libertatis_, como los apellida Tcito; vestigios de la libertad -expirante; y aquel pueblo rey, _que antes distribua el imperio, las -fasces, las legiones, y todo, la sazn ansiaba tan slo dos cosas: -pan y juegos_. - - Qui dabat olim - Imperiun, fasces, legiones, omnia, nunc se - Continet, atque duas tantum res anxius optat: - Panem et circenses. - - (JUVENAL, SATYR. 10.) - -Vino, por fin, la plenitud de los tiempos: el Cristianismo apareci, y -sin proclamar ninguna alteracin en las formas polticas, sin atentar -contra ningn gobierno, sin ingerirse en nada que fuese mundanal y -terreno, llev los hombres una doble salud, llamndolos al camino -de una felicidad eterna, al paso que iba derramando manos llenas -el nico preservativo contra la disolucin social, el germen de una -regeneracin lenta y pacfica, pero grande, inmensa, duradera, la -prueba de los trastornos de los siglos. Y ese preservativo contra -la disolucin social, y ese germen de inestimables mejoras, era una -enseanza elevada y pura, derramada sobre todos los hombres, sin -excepcin de edades, de sexos, de condiciones, como una lluvia benfica -que se desata en suavsimos raudales sobre una campia mustia y -agostada. - -No hay religin que se haya igualado al Cristianismo, ni en conocer el -secreto de dirigir al hombre, ni cuya conducta en esa direccin sea un -testimonio ms solemne del reconocimiento de la alta dignidad humana. -El Cristianismo ha partido siempre del principio de que el primer paso -para apoderarse de todo el hombre es apoderarse de su entendimiento; -que, cuando se trata de extirpar un mal, de producir un bien, es -necesario tomar por blanco principal las ideas, dando de esta manera un -golpe mortal los sistemas de violencia, que tanto dominan dondequiera -que l no existe, y proclamando la saludable verdad de que, cuando se -trata de dirigir los hombres, el medio ms indigno y ms dbil es la -fuerza. Verdad benfica y fecunda, que abra la humanidad un nuevo y -venturoso porvenir. - -Slo desde el Cristianismo se encuentran, por decirlo as, ctedras de -la ms sublime filosofa, abiertas todas horas, en todos lugares, -para todas las clases del pueblo: las ms altas verdades sobre Dios -y el hombre, las reglas de la moral ms pura, no se limitan ya ser -comunicadas un nmero escogido de discpulos en lecciones ocultas -y misteriosas: la sublime filosofa del Cristianismo ha sido ms -resuelta, se ha atrevido decir los hombres la verdad entera y -desnuda, y eso en pblico, en alta voz, con aquella generosa osada, -compaera inseparable de la verdad. - -Lo que os digo de noche, decidlo la luz del da, y lo que os digo -al odo, predicadlo desde los terrados. As hablaba Jesucristo sus -discpulos. (Mat., c. 10, v. 27.) - -Luego que se hallaron encarados el Cristianismo y el paganismo, hzose -palpable la superioridad de aqul, no tan slo por el contenido de las -doctrinas, sino tambin por el modo de propagarlas: pdose conocer -desde luego que una religin cuya enseanza era tan sabia y tan pura, -y que, para difundirla, se encaminaba sin rodeos, en derechura, al -entendimiento y al corazn, haba de desalojar bien pronto de sus -usurpados dominios otra religin de impostura y mentira. Y, en -efecto, qu haca el paganismo para el bien de los hombres? cul -era su enseanza sobre las verdades morales? qu diques opona la -corrupcin de costumbres? Por lo que toca las costumbres, dice -este propsito San Agustn, cmo no cuidaron los dioses de que sus -adoradores no las tuvieran tan depravadas? El verdadero Dios, quien -no adoraban, los desech, y con razn; pero los dioses, cuyo culto se -quejan que se les prohiba esos hombres ingratos, esos dioses, por qu - sus adoradores no les ayudaron con ley alguna para vivir? Ya que -los hombres cuidaban del culto, justo era que los dioses no olvidasen -el cuidado de la vida y costumbres. Se me dir que nadie es malo sino -por su voluntad; quin lo niega? Pero cargo era de los dioses, no -ocultar los pueblos sus adoradores los preceptos de la moral, sino -predicrselos las claras, reconvenir y reprender por medio de los -vates los pecadores, amenazar pblicamente con la pena los que -obraban mal, y prometer premios los que obraban bien. En los templos -de los dioses, cundo reson una voz alta y vigorosa que tamao -objeto se dirigiese? (_De Civit. Dei_, l. 2, c. 4.) Traza en seguida -el Santo Doctor un negro cuadro de las torpezas y abominaciones que se -cometan en los espectculos y juegos sagrados celebrados en obsequio -de los dioses, que l mismo dice que haba asistido en su juventud, y -luego contina: Infirese de esto que no se curaban aquellos dioses de -la vida y costumbres de las ciudades y naciones que les rendan culto, -dejndolas que se abandonasen tan horrendos y detestables males, no -daando tan slo sus campos y viedos, no su casa y hacienda, no al -cuerpo sujeto la mente, sino permitindoles, sin ninguna prohibicin -imponente, que abrevasen de maldad la directora del cuerpo, su -misma alma. Y, si se pretende que vedaban tales maldades, que se nos -manifieste, que se nos pruebe. Jctanse de no s qu susurros que -sonaban los odos de muy pocos, en que, bajo un velo misterioso, se -enseaban los preceptos de una vida honrada y pura; pero mustrennos -los lugares sealados para semejantes reuniones, no los lugares donde -los farsantes ejecutaban los juegos con voces y acciones obscenas, no -donde se celebraban las fiestas fugales con la ms estragada licencia, -sino donde oyesen los pueblos los preceptos de los dioses, sobre -reprimir la codicia, quebrantan la ambicin, y refrenar los placeres; -donde aprendiesen esos infelices aquella enseanza que con severo -lenguaje les recomendaba Persio (_Satyr._ 3) cuando deca: Aprended, -oh miserables, conocer las causas de las cosas, lo que somos, -qu nacimos, cul debe ser nuestra conducta, cun deleznable es el -trmino de nuestra carrera, cul es la razonable templanza en el amor -del dinero, cul su utilidad verdadera, cul la norma de nuestra -liberalidad con nuestros deudos y nuestra patria, dnde te ha llamado -Dios y cul es el lugar que ocupas entre los hombres. Dgasenos en qu -lugares solan recitarse de parte de los dioses semejantes preceptos, -dnde pudiesen oirlos con frecuencia los pueblos sus adoradores; -mustrensenos estos lugares, as como nosotros mostramos iglesias -institudas para este objeto, dondequiera que se ha difundido la -religin cristiana. (_De Civit. Dei_, l. 2, c. 6.) - -Esta religin divina, profunda conocedora del hombre, no ha olvidado -jams la debilidad inconstancia que le caracterizan; y por esta -causa ha tenido siempre por invariable regla de conducta, inculcarle -sin cesar, con incansable constancia, con paciencia inalterable, -las saludables verdades de que dependen su bienestar temporal y -su felicidad eterna. En tratndose de verdades morales, el hombre -olvida fcilmente lo que no resuena de continuo sus odos; y, si se -conservan las buenas mximas en su entendimiento, quedan como semilla -estril, sin fecundar el corazn. Bueno es y muy saludable que los -padres comuniquen esta enseanza sus hijos: bueno es y muy saludable -que sea ste un objeto preferente en la educacin privada; pero es -necesario, adems, que haya un ministerio pblico que no le pierda -nunca de vista, que se extienda todas las clases y todas las -edades, que supla el descuido de las familias, que avive los recuerdos -y las impresiones que las pasiones y el tiempo van de continuo -borrando. - -Es tan importante para la instruccin y moralidad de los pueblos -ese sistema de continua predicacin y enseanza practicado en -todas pocas y lugares por la Iglesia catlica, que debe juzgarse -como un gran bien el que, en medio del prurito que atorment los -primeros protestantes, de desechar todas las prcticas de la Iglesia, -conservasen, sin embargo, la de la predicacin. Y no es necesario -por eso el desconocer los daos que en ciertas pocas han trado las -violentas declamaciones de algunos ministros, insidiosos fanticos; -sino que, en el supuesto de haberse roto la unidad, en el supuesto de -haberse arrojado los pueblos por el azaroso camino del cisma, habr -infludo no poco en la conservacin de las ideas ms capitales sobre -Dios y el hombre, y de las mximas fundamentales de la moral, el oir -los pueblos con frecuencia explicadas semejantes verdades por quien -las haba estudiado de antemano en la Sagrada Escritura. Sin duda que -el golpe mortal dado las jerarquas por el sistema protestante, y -la consiguiente degradacin del sacerdocio, hace que la ctedra de -la predicacin no tenga entre los disidentes el sagrado carcter de -ctedra del Espritu Santo; sin duda que es un grande obstculo, para -que la predicacin pueda dar fruto, el que un ministro protestante no -pueda ya presentarse como un ungido del Seor, sino que, como ha dicho -un escritor de talento, slo sea _un hombre vestido de negro que sube -al plpito todos los domingos para hablar de cosas razonables_; pero -al menos oyen los pueblos algunos trozos de las excelentes plticas -morales que se encuentran en el Sagrado Texto; tienen con frecuencia - su vista los edificantes ejemplos esparcidos en el viejo y nuevo -Testamento; y, sobre todo, se les refieren menudo los pasos de la -vida de Jesucristo, de esa vida admirable, modelo de toda perfeccin; -y que, aun mirada con ojos humanos, es, en confesin de todo el mundo, -la pura santidad por excelencia, el ms hermoso conjunto moral que se -viera jams, la realizacin de un bello ideal que bajo la forma humana -jams concibi la filosofa en sus altos pensamientos, jams retrat -la poesa en sus sueos ms brillantes. Esto es muy til, altamente -saludable; porque siempre lo es el nutrir el nimo de los pueblos con -el jugoso alimento de las verdades morales, y el excitarlos la virtud -con el estmulo de tan altos ejemplos. - - - - -CAPITULO XV - - -Por grande que fuese la importancia dada por la Iglesia la -propagacin de la verdad, y por ms convencida que estuviera de que, -para disipar esa informe masa de inmoralidad y degradacin que se -ofreca su vista, el primer cuidado haba de dirigirse exponer el -error al disolvente fuego de las doctrinas verdaderas, no se limit -esto; sino que, descendiendo al terreno de los hechos, y siguiendo un -sistema lleno de sabidura y cordura, hizo de manera que la humanidad -pudiese gustar el precioso fruto, que hasta en las cosas terrenas -dan las doctrinas de Jesucristo. No fu la Iglesia slo una _escuela -grande y fecunda, fu una asociacin regeneradora_; no esparci sus -doctrinas generales arrojndolas como al acaso, con la esperanza de -que fructificaran con el tiempo, sino que las desenvolvi en todas -sus relaciones, las aplic todos los objetos, procur inculcarlas - las costumbres y las leyes, y realizarlas en instituciones que -sirviesen de silenciosa, pero elocuente, enseanza las generaciones -venideras. Vease desconocida la dignidad del hombre, reinando por -doquiera la esclavitud; degradada la mujer, ajndola la corrupcin -de costumbres y abatindola la tirana del varn; adulteradas las -relaciones de familia, concediendo la ley al padre unas facultades -que jams le di la naturaleza; despreciados los sentimientos de -humanidad en el abandono de la infancia, en el desamparo del pobre y -del enfermo; llevadas al ms alto punto la barbarie y la crueldad en -el derecho atroz que regulaba los procedimientos de la guerra; vease, -por fin, coronando el edificio social, rodeada de satlites y cubierta -de hierro, la odiosa tirana, mirando con despreciador desdn los -infelices pueblos que yacan sus plantas, amarrados con remachadas -cadenas. - -En tamao conflicto no era pequea empresa la de desterrar el error, -reformar y suavizar las costumbres, abolir la esclavitud, corregir los -vicios de la legislacin, enfrenar el poder y harmonizarle con los -intereses pblicos, dar nueva vida al individuo, reorganizar la familia -y la sociedad; y, sin embargo, esto, y nada menos que esto, ejecut la -Iglesia. - -Empecemos por la esclavitud. sta es una materia que conviene -profundizar, dado que encierra una de las cuestiones que ms pueden -excitar la curiosidad de la ciencia, interesar los sentimientos del -corazn. Quin ha abolido entre los pueblos cristianos la esclavitud? -Fu el Cristianismo? y fu l solo, con sus ideas grandiosas sobre -la dignidad del hombre, con sus mximas y espritu de fraternidad y -caridad, y, adems, con su conducta prudente, suave y benfica? Me -lisonjeo de poder manifestar que s. - -Ya no se encuentra quien ponga en duda que la Iglesia catlica ha -tenido una poderosa influencia en la abolicin de la esclavitud; es -una verdad demasiado clara, salta los ojos con sobrada evidencia, -para que sea posible combatirla. M. Guizot, reconociendo el empeo -y la eficacia con que trabaj la Iglesia para la mejora del estado -social, dice: Nadie ignora con cunta obstinacin combati los vicios -de aquel estado, la esclavitud por ejemplo. Pero rengln seguido, y -como si le pesase de asentar sin ninguna limitacin un hecho que por -necesidad haba de excitar favor de la Iglesia catlica las simpatas -de la humanidad entera, contina: Mil veces se ha dicho y repetido -que la abolicin de la esclavitud en los tiempos modernos, es debida -enteramente las mximas del Cristianismo. Esto es, mi entender, -adelantar demasiado: mucho tiempo subsisti la esclavitud en medio -de la sociedad cristiana, sin que semejante estado la confundiese -irritase mucho. Muy errado anda M. Guizot, queriendo probar que no es -debida exclusivamente al Cristianismo la abolicin de la esclavitud, -porque subsistiese tal estado por mucho tiempo en medio de la sociedad -cristiana. Si se quera proceder con buena lgica, era necesario mirar -antes si la abolicin repentina de la esclavitud era posible; y si el -espritu de orden y de paz que anima la Iglesia, poda permitir que -se arrojase una empresa, con la que hubiera trastornado el mundo, -sin alcanzar el objeto que se propona. El nmero de los esclavos era -inmenso; la esclavitud estaba profundamente arraigada en las ideas, en -las costumbres, en las leyes, en los intereses individuales y sociales: -sistema funesto, sin duda, pero que era una temeridad pretender -arrancarle de un golpe, pues que sus races penetraban muy hondo, se -extendan largo trecho debajo de las entraas de la tierra. - -Contronse en un censo de Atenas veinte mil ciudadanos y cuarenta mil -esclavos; en la guerra del Peloponeso se les pasaron los enemigos -nada menos que veinte mil, segn refiere Tucdides. El mismo autor nos -dice que en Cho era crecidsimo el nmero de los esclavos, y que la -defeccin de stos, pasndose los atenienses, puso en apuros sus -dueos; y, en general, era tan grande su nmero en todas partes, que -no pocas veces estaba en peligro por ellos la tranquilidad pblica. -Por esta causa era necesario tomar precauciones para que no pudieran -concertarse. Es muy conveniente, dice Platn (_Dil. 6. De las -leyes_), que los esclavos no sean de un mismo pas, y que, en cuanto -fuere posible, sean discordes sus costumbres y voluntades, pues que -repetidas experiencias han enseado en las frecuentes defecciones que -se han visto entre los mesenios, y en las dems ciudades que tienen -muchos esclavos de una misma lengua, cuntos daos suelen de esto -resultar. - -Aristteles en su _Economa_ (1. 1, c. 5) da varias reglas sobre el -modo con que deben tratarse los esclavos, y es notable que coincide -con Platn, advirtiendo expresamente: que no se han de tener muchos -esclavos de un mismo pas. En su _Poltica_ (l. 2, c. 7) nos dice -que los tesalios se vieron en graves apuros por la muchedumbre de -sus penestas, especie de esclavos; aconteciendo lo propio los -lacedemonios, de parte de los ilotas. Con frecuencia ha sucedido, -dice, que los penestas se han sublevado en Tesalia; y los lacedemonios, -siempre que han sufrido alguna calamidad, se han visto amenazados por -las conspiraciones de los ilotas. sta era una dificultad que llamaba -seriamente la atencin de los polticos, y no saban cmo salvar los -inconvenientes que consigo traa esa inmensa muchedumbre de esclavos. -Lamntase Aristteles de cun difcil era acertar en el verdadero modo -de tratarlos, y se conoce que era sta una materia que daba mucho -cuidado. Transcribir sus propias palabras: la verdad, que el modo -con que se debe tratar esa clase de hombres es tarea trabajosa y -llena de cuidados: porque, si se usa de blandura, se hacen petulantes -y quieren igualarse con los dueos: y, si se los trata con dureza, -conciben odio y maquinan asechanzas. - -En Roma era tal la multitud de esclavos, que, habindose propuesto el -darles un traje distintivo, se opuso esta medida el Senado, temeroso -de que, si ellos llegaban conocer su nmero, peligrase el orden -pblico: y buen seguro que no eran vanos semejantes temores, pues que -ya de mucho antes haban los esclavos causado considerables trastornos -en Italia. Platn, para apoyar el consejo arriba citado, recuerda -que los esclavos repetidas veces haban devastado la Italia con la -piratera y el latrocinio; y en tiempos ms recientes, Espartaco, la -cabeza de un ejrcito de esclavos, fu por algn tiempo el terror de -Italia, y di mucho que entender distinguidos generales romanos. - -Haba llegado tal exceso en Roma el nmero de los esclavos, que -muchos dueos los tenan centenares. Cuando fu asesinado el prefecto -de Roma Pedanio Secundo, fueron sentenciados muerte 400 esclavos -suyos (Tcit., _Ann._, l. 14); y Pudentila, mujer de Apuleyo, los tena -en tal abundancia, que di sus hijos nada menos que 400. Esto haba -llegado ser un objeto de lujo, y competencia se esforzaban los -romanos en distinguirse por el nmero de sus esclavos. Queran que, al -hacerse la pregunta de _Quot pascit servos_, cuntos esclavos mantiene, -segn expresin de Juvenal (_Satyr._ 3, v. 140), pudiesen ostentarlos -en grande abundancia; llegando la cosa tal extremo, que, segn nos -asegura Plinio, ms bien que al squito de una familia, se parecan -un verdadero ejrcito. - -No era solamente en Grecia Italia donde era tan crecido el nmero de -los esclavos; en Tiro se sublevaron contra sus dueos, y, favorecidos -por su inmenso nmero, lo hicieron con tal resultado, que los -degollaron todos. Pasando pueblos brbaros, y prescindiendo de -otros ms conocidos, nos refiere Herodoto (lib. 3) que, volviendo de la -Media, los escitas se encontraron con los esclavos sublevados, vindose -forzados los dueos cederles el terreno, abandonando su patria; y -Csar en sus comentarios (_De Bello Gall._, lib. 6) nos atestigua lo -abundantes que eran los esclavos en la Galia. - -Siendo tan crecido en todas partes el nmero de esclavos, ya se ve que -era del todo imposible predicar su libertad, sin poner en conflagracin -el mundo. Desgraciadamente, queda todava en los tiempos modernos un -punto de comparacin, que, si bien en una escala muy inferior, no deja -de cumplir nuestro propsito. En una colonia donde los esclavos -negros sean muy numerosos, quin se arroja de golpe ponerlos en -libertad? Y cunto se agrandan las dificultades, qu dimensin tan -colosal adquiere el peligro, tratndose, no de una colonia, sino del -universo? El estado intelectual y moral de los esclavos los haca -incapaces de disfrutar de un tal beneficio en provecho suyo y de la -sociedad; y en su embrutecimiento, aguijoneados por el rencor y por el -deseo de venganza nutridos en sus pechos con el mal tratamiento que -se les daba, hubieran reproducido en grande las sangrientas escenas -con que dejaran ya manchadas en tiempos anteriores las pginas de -la historia. Y qu hubiera acontecido entonces? Que, amenazada la -sociedad por tan horroroso peligro, se hubiera puesto en vela contra -los principios favorecedores de la libertad, hubiralos en adelante -mirado con prevencin y suspicaz desconfianza, y, lejos de aflojar -las cadenas de los esclavos, se las habra remachado con ms ahinco y -tenacidad. De aquella inmensa masa de hombres brutales y furibundos, -puestos sin preparacin en libertad y movimiento, era imposible que -brotase una organizacin social: porque una organizacin social no se -improvisa, y mucho menos con semejantes elementos; y, en tal caso, -habindose de optar entre la esclavitud y el aniquilamiento del -orden social, el instinto de conservacin que anima la sociedad, -como todos los seres, hubiera acarreado indudablemente la duracin -de la esclavitud all donde hubiese permanecido todava, y su -restablecimiento all donde se la hubiese destrudo. - -Los que se han quejado de que el Cristianismo no anduviera ms pronto -en la abolicin de la esclavitud, deban recordar que, aun cuando -supongamos posible una emancipacin repentina muy rpida, aun cuando -queramos prescindir de los sangrientos trastornos que por necesidad -habran resultado, la sola fuerza de las cosas, saliendo al paso con -sus obstculos insuperables, hubiera inutilizado semejante medida. -Demos de mano todas las consideraciones sociales y polticas, y -fijmonos nicamente en las econmicas. Por de pronto era necesario -alterar todas las relaciones de la propiedad: porque, figurando en ella -los esclavos como una parte principal, cultivando ellos las tierras, -ejerciendo los oficios mecnicos, en una palabra, estando distribudo -entre ellos lo que se llama trabajo, y hecha esta distribucin en -el supuesto de la esclavitud, quitada esta base se acarreaba una -dislocacin tal, que la mente no alcanza comprender sus ltimas -consecuencias. - -Quiero suponer que se hubiese procedido despojos violentos, que -se hubiese intentado un reparto, una nivelacin de propiedades; que -se hubiesen distribudo tierras los emancipados, y que los ms -opulentos seores se les hubiese forzado manejar el azadn y el -arado; quiero suponer realizados todos estos absurdos, todos esos -sueos de un delirante: ni aun as, se habra salido del paso: porque -es menester no olvidar que la produccin de los medios de subsistencia -ha de estar en proporcin con las necesidades de los que han de -subsistir; y esto era imposible, supuesta la emancipacin de los -esclavos. La produccin estaba regulada, no suponiendo precisamente el -nmero de individuos que la sazn existan, sino tambin que la mayor -parte de stos eran esclavos; y las necesidades de un hombre libre son -alguna cosa ms que las necesidades de un esclavo. - -Si ahora, despus de diez y ocho siglos, rectificadas las ideas, -suavizadas las costumbres, mejoradas las leyes, amaestrados los pueblos -y los gobiernos, fundados tantos establecimientos pblicos para el -socorro de la indigencia, ensayados tantos sistemas para la buena -distribucin del trabajo, repartidas de un modo ms equitativo las -riquezas, hay todava tantas dificultades para que un nmero inmenso -de hombres no sucumba vctima de horrorosa miseria; si es ste el mal -terrible que atormenta la sociedad, y que pesa sobre su porvenir como -un sueo funesto, qu hubiera sucedido con la emancipacin universal -al principio del Cristianismo, cuando los esclavos no eran reconocidos -en el derecho como _personas_, sino como _cosas_; cuando su unin -conyugal no era juzgada como matrimonio, cuando la pertenencia de los -frutos de esa unin era declarada por las mismas reglas que rigen con -respecto los brutos, cuando el infeliz esclavo era maltratado, -atormentado, vendido, y aun muerto, conforme los caprichos de su -dueo? No salta los ojos que el curar males semejantes era obra de -siglos? No es esto lo que nos estn enseando las consideraciones de -humanidad, de poltica y de economa? - -Si se hubiesen hecho insensatas tentativas, no tardar mucho, los -mismos esclavos habran protestado contra ellas, reclamando una -esclavitud que al menos les aseguraba pan y abrigo, y despreciando -una libertad incompatible con su existencia. ste es el orden de la -naturaleza: el hombre necesita ante todo tener para vivir, y si le -faltan los medios de subsistencia, no le halaga la misma libertad. No -es necesario recorrer ejemplos de particulares, que se nos ofrecieran -con abundancia; en pueblos enteros se ha visto una prueba patente de -esta verdad. Cuando la miseria es excesiva, difcil es que no traiga -consigo el envilecimiento, sofocando los sentimientos ms generosos, -desvirtuando los encantos que ejercen sobre nuestro corazn las -palabras de independencia y libertad. La plebe, dice Csar, hablando -de los galos (_Bello Gallico_, lib. 6), est casi en el lugar de los -esclavos, y de s misma ni se atreve nada, ni es contado su voto para -nada; y muchos hay que, agobiados de deudas y de tributos, oprimidos -por los poderosos, _se entregan los nobles en esclavitud_: habiendo -sobre stos as entregados, todos los mismos derechos que sobre los -esclavos. En los tiempos modernos no faltan tampoco semejantes -ejemplos; porque sabido es que entre los chinos abundan en gran manera -los esclavos, cuya esclavitud no reconoce otro origen, sino que ellos -sus padres no se vieron capaces de proveer su subsistencia. - -Estas reflexiones, apoyadas en datos que nadie me podr contestar, -manifiestan hasta la evidencia la profunda sabidura del Cristianismo -en proceder con tanto miramiento en la abolicin de la esclavitud. -Hzose todo lo que era posible en favor de la libertad del hombre; no -se adelant ms rpidamente en la obra, porque no poda ejecutarse sin -malograr la empresa, sin poner gravsimos obstculos la deseada -emancipacin. He aqu el resultado que, al fin, vienen dar siempre -los cargos que se hacen algn procedimiento de la Iglesia: se le -examina la luz de la razn, se le coteja con los hechos, vinindose - parar que el procedimiento de que se la culpa, est muy conforme -con lo que dicta la ms alta sabidura, y con los consejos de la ms -exquisita prudencia. - -Qu quiere decirnos, pues, M. Guizot cuando, despus de haber -confesado que el Cristianismo trabaj con ahinco en la abolicin de -la esclavitud, le echa en cara el que consintiese por largo tiempo su -duracin? Con qu lgica pretende de aqu inferir que no es verdad -que sea debido exclusivamente al Cristianismo ese inmenso beneficio -dispensado la humanidad? Dur siglos la esclavitud en medio del -Cristianismo, es cierto; pero anduvo siempre en decadencia, y su -duracin fu slo la necesaria para que el beneficio se realizase sin -violencias, sin trastornos, asegurando su universalidad y su perpetua -conservacin. Y de estos siglos en que dur, dbese todava cercenar -una parte muy considerable, causa de que, en los tres primeros, se -hall la Iglesia proscripta menudo, mirada siempre con aversin, y -enteramente privada de ejercer influjo directo sobre la organizacin -social. Dbese tambin descontar mucho de los siglos posteriores, -porque haba transcurrido todava muy poco tiempo desde que la Iglesia -ejerca su influencia directa y pblica, cuando sobrevino la irrupcin -de los brbaros del Norte, que, combinada con la disolucin de que se -hallaba atacado el imperio, y que cunda de un modo espantoso, acarre -un trastorno tal, una mezcolanza tan informe de lenguas, de usos, de -costumbres y de leyes, que no era casi posible ejercer con mucho fruto -una accin reguladora. Si en tiempos ms cercanos ha costado tanto -trabajo el destruir el feudalismo, si despus de siglos de combates -quedan todava en pie muchas de sus reliquias, si el trfico de los -negros, pesar de ser limitado determinados pases, peculiares -circunstancias, est todava resistiendo al grito universal de -reprobacin que contra semejante infamia se levanta de los cuatro -ngulos del mundo, cmo hay quien se atreva manifestar extraeza, - inculpar al Cristianismo, porque la esclavitud dur algunos siglos, -despus de proclamadas la fraternidad entre todos los hombres, y su -igualdad ante Dios? - - - - -CAPITULO XVI - - -Afortunadamente la Iglesia catlica fu ms sabia que los filsofos, -y supo dispensar la humanidad el beneficio de la emancipacin, sin -injusticias y trastornos: ella regenera las sociedades, pero no lo hace -en baos de sangre. Veamos, pues, cul fu su conducta en la abolicin -de la esclavitud. - -Mucho se ha encarecido ya el espritu de amor y fraternidad que anima -al Cristianismo; y esto basta para convencer de que debi de ser grande -la influencia que tuvo en la grande obra de que estamos hablando. -Pero quizs no se ha explorado bastante todava cules son los medios -positivos, prcticos, digmoslo as, de que ech mano para conseguir su -objeto. Al travs de la obscuridad de los siglos, en tanta complicacin -y variedad de circunstancias, ser posible rastrear algunos hechos que -sean como las huellas que indiquen el camino seguido por la Iglesia -catlica para libertar una inmensa porcin del linaje humano de la -esclavitud en que gema? Ser posible decir algo ms que algunos -encomios generales de la caridad cristiana? Ser posible sealar un -plan, un sistema, y probar su existencia y desarrollo, apoyndose, -no precisamente en expresiones sueltas, en pensamientos altos, en -sentimientos generosos, en acciones aisladas de algunos hombres -ilustres, sino en hechos positivos, en documentos histricos, que -manifiesten cul era el espritu y la tendencia del mismo cuerpo de la -Iglesia? Creo que s: y no dudo que me sacar airoso en la empresa lo -que puede haber de ms convincente y decisivo en la materia, saber: -los monumentos de la legislacin eclesistica. - -Y ante todo no ser fuera del caso recordar lo que se lleva ya indicado -anteriormente: que, cuando se trata de conducta, de designios, de -tendencias, con respecto la Iglesia, no es necesario suponer que -esos designios cupieran en toda su extensin en la mente de ningn -individuo en particular, ni que todo el mrito y efecto de semejante -conducta fuesen bien comprendidos por ninguno de los que en ella -intervenan: y aun puede decirse que no es necesario suponer que los -primeros cristianos conociesen toda la fuerza de las tendencias del -Cristianismo con respecto la abolicin de la esclavitud. Lo que -conviene manifestar es que se obtuvo el resultado por las doctrinas y -la conducta de la Iglesia; pues que entre los catlicos, si bien se -estiman los mritos y el grandor de los individuos en lo que valen, no -obstante, cuando se habla de la Iglesia, desaparecen los individuos; -sus pensamientos y su voluntad son nada, porque el espritu que anima, -que vivifica y dirige la Iglesia, no es el espritu del hombre, -sino el Espritu del mismo Dios. Los que no pertenezcan nuestra -creencia, echarn mano de otros nombres; pero estaremos conformes, -cuando menos, en que, mirados los hechos de esta manera, elevados -sobre el pensamiento y voluntad del individuo, conservan mucho mejor -sus verdaderas dimensiones, y no se quebranta en el estudio de la -historia la inmensa cadena de los sucesos. Dgase que la conducta de la -Iglesia fu inspirada y dirigida por Dios, bien que fu hija de un -_instinto_, que fu el _desarrollo de una te tendencia entraada por -sus doctrinas_; emplense estas aquellas expresiones, hablando como -catlico como filsofo: en esto no es menester detenerse ahora; que -lo que conviene manifestar es que ese instinto fu generoso y atinado, -que esa tendencia se diriga un grande objeto y que lo alcanz. - -Lo primero que hizo el Cristianismo con respecto los esclavos, -fu disipar los errores que se oponan, no slo su emancipacin -universal, sino hasta la mejora de su estado; es decir, que la -primera fuerza que despleg en el ataque fu, segn tiene de costumbre, -_la fuerza de las ideas_. Era este primer paso tanto ms necesario -para curar el mal, cuanto aconteca en l lo que suele suceder en -todos los males, que andan siempre acompaados de algn error, que, -los produce, los fomenta. Haba no slo la opresin, la degradacin -de una gran parte de la humanidad; sino que estaba muy acreditada una -opinin errnea, que procuraba humillar ms y ms esa parte de la -humanidad. La raza de los esclavos era, segn dicha opinin, una raza -vil, que no se levantaba ni de mucho al nivel de la de los hombres -libres: era una raza degradada por el mismo Jpiter, marcada con un -sello humillante por la naturaleza misma, destinada ya de antemano -ese estado de abyeccin y vileza. Doctrina ruin sin duda, desmentida -por la naturaleza humana, por la historia, por la experiencia, pero -que no dejaba por esto de contar distinguidos defensores, y que, con -ultraje de la humanidad y escndalo de la razn, la vemos proclamar por -largos siglos, hasta que el Cristianismo vino disiparla, tomando su -cargo la vindicacin de los derechos del hombre. - -Homero nos dice (_Odis._, 17) que Jpiter quit la mitad de la mente - los esclavos. En Platn encontramos el rastro de la misma doctrina, -pues que, si bien en boca de otros, como acostumbra, no deja, sin -embargo, de aventurar lo siguiente: Se dice que en el nimo de los -esclavos nada hay de sano ni entero, y que un hombre prudente no debe -fiarse de esa casta de hombres, cosa que atestigua tambin el ms sabio -de nuestros poetas; citando en seguida el pasaje de Homero, arriba -indicado (_Plat._, _l. de las Leyes._) Pero donde se encuentra esa -degradante doctrina en toda su negrura y desnudez, es en la _Poltica_ -de Aristteles. No ha faltado quien ha querido defenderle, pero en -vano; porque sus propias palabras le condenan sin remedio. Explicando -en el primer captulo de su obra la constitucin de la familia, y -proponindose fijar las relaciones entre el marido y la mujer, y entre -el seor y el esclavo, asienta que, as como la hembra es naturalmente -diferente del varn, as el esclavo es diferente del dueo; he aqu sus -palabras: _y as la hembra y el esclavo son distinguidos por la misma -naturaleza_. Esta expresin no se le escap al filsofo, sino que la -dijo con pleno conocimiento, y no es otra cosa que el compendio de su -teora. En el captulo 3 contina analizando los elementos que componen -la familia y, despus de asentar que una familia perfecta consta de -libres y de esclavos, se fija en particular sobre los ltimos, y -empieza combatiendo una opinin que pareca favorecerles demasiado. -Hay algunos, dice, que piensan que la esclavitud es cosa fuera del -orden de la naturaleza; pues que slo viene de la ley el ser ste -esclavo y aqul libre, ya que por la naturaleza en nada se distinguen. -Antes de rebatir esta opinin, explica las relaciones del dueo y del -esclavo, valindose de la semejanza del artfice y del instrumento, y -tambin del alma y del cuerpo, y contina: Si se comparan el macho -y la hembra, aqul es superior y por esto manda, sta inferior y por -esto obedece, y lo propio ha de suceder en todos los hombres; y _as -aquellos que son tan inferiores cuanto lo es el cuerpo respecto del -alma, y el bruto respecto del hombre, y cuyas facultades consisten -principalmente en el uso del cuerpo, siendo este uso el mayor provecho -que de ellos se saca, stos son esclavos por naturaleza_. primera -vista podra parecer que el filsofo habla solamente de los fatuos, -pues as parecen indicarlo sus palabras; pero veremos en seguida por el -contexto que no es tal su intencin. Salta la vista que, si hablara -de los fatuos, nada probara contra la opinin que se propone impugnar, -siendo el nmero de stos tan escaso, que es nada en comparacin de -la generalidad de los hombres: adems que, si los fatuos quisiera -ceirse, de qu sirviera su teora, fundada nicamente en una -excepcin monstruosa y muy rara? - -Pero no necesitamos andarnos en conjeturas sobre la verdadera mente -del filsofo; l mismo cuida de explicrnosla, revelndonos, al propio -tiempo, el por qu se haba valido de expresiones tan fuertes, que -parecan sacar la cuestin de su quicio. Nada menos se propone que -atribuir la naturaleza el expreso designio de producir hombres de -dos clases: unos nacidos para la libertad, otros para la esclavitud. -El pasaje es demasiado importante y curioso para que podamos dejar de -copiarle. Dice as: _Bien quiere la naturaleza procrear diferentes -los cuerpos de los libres y los de los esclavos: de manera que los -de stos sean robustos, y propsito para los usos necesarios, y -los de aqullos bien formados, intiles s para trabajos serviles, -pero acomodados para la vida civil, que consiste en el manejo de -los negocios de la guerra y de la paz_; pero muchas veces sucede lo -contrario, y unos les cabe cuerpo de esclavo y otros alma de libre. -No hay duda que, si en el cuerpo se aventajasen tanto algunos como las -imgenes de los dioses, todo el mundo sera de parecer que debieran -servirlos aquellos que no hubiesen alcanzado tanta gallarda. Si esto -es verdad hablando del cuerpo, mucho ms lo es hablando del alma; bien -que no es tan fcil ver la hermosura de sta como la de aqul; y as -no puede dudarse que hay algunos hombres nacidos para la libertad, as -como hay otros nacidos para la esclavitud: esclavitud que, ms de ser -til los mismos esclavos, es tambin _justa_. - -Miserable filosofa! que para sostener un estado degradante necesitaba -apelar tamaas cavilaciones, achacando la naturaleza la intencin -de procrear diferentes castas, nacidas las unas para dominar, las -otras para servir: filosofa cruel! la que as procuraba quebrantar -los lazos de fraternidad con que el Autor de la naturaleza ha querido -vincular al humano linaje, que as se empeaba en levantar una -barrera entre hombre y hombre, que as ideaba teoras para sostener -la desigualdad; y no aquella desigualdad que resulta necesariamente -de toda organizacin social, sino una desigualdad tan terrible y -degradante cual es la de la esclavitud. - -Levanta el Cristianismo la voz, y en las primeras palabras que -pronuncia sobre los esclavos los declara iguales en dignidad de -naturaleza los dems hombres: iguales tambin en la participacin -de las gracias que el Espritu Divino va derramar sobre la tierra. -Es notable el cuidado con que insiste sobre este punto el apstol San -Pablo: no parece sino que tena la vista las degradantes diferencias -que por un funesto olvido de la dignidad del hombre se queran sealar: -nunca se olvida de inculcar la nulidad de la diferencia del esclavo y -del libre. Todos hemos sido bautizados en un espritu, para formar un -mismo cuerpo, judos gentiles, _esclavos libres_. (I ad Cor., c. -12, v. 13.) Todos sois hijos de Dios por la fe que es Cristo Jess. -Cualesquiera que habis sido bautizados en Cristo, os habis revestido -de Cristo: no hay judo ni griego, no hay _esclavo ni libre_, no hay -macho ni hembra: pues todos sois uno en Jesucristo. (Ad Gal., c. 3, v. -26, 27, 28.) Donde no hay gentil ni judo, circunciso incircunciso, -brbaro y escita, _esclavo y libre_, sino todo y en todos Cristo. (_Ad -Coloss._, c. 3, v. 11.) - -Parece que el corazn se ensancha al oir proclamar en alta voz esos -grandes principios de fraternidad y de santa igualdad; cuando acabamos -de oir los orculos del paganismo ideando doctrinas para abatir -ms y ms los desgraciados esclavos, parece que despertamos de un -sueo angustioso, y nos encontramos con la luz del da, en medio de -una realidad halagea. La imaginacin se complace en mirar tantos -millones de hombres que, encorvados bajo el peso de la degradacin y -de la ignominia, levantan sus ojos al cielo, y exhalan un suspiro de -esperanza. - -Aconteci con esta enseanza del Cristianismo lo que acontece con -todas las doctrinas generosas y fecundas: penetran hasta el corazn -de la sociedad, quedan all depositadas como un germen precioso y, -desenvueltas con el tiempo, producen un rbol inmenso que cobija bajo -su sombra las familias y las naciones. Como esparcidas entre hombres, -no pudieron tampoco librarse de que se las interpretase mal, y se las -exagerase; y no faltaron algunos que pretendieron que la libertad -cristiana era la proclamacin de la libertad universal. Al resonar -los odos de los esclavos las dulces palabras del Cristianismo, al oir -que se los declaraba hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, al ver que -no se haca distincin alguna entre ellos y sus amos, ni aun los ms -poderosos seores de la tierra, no ha de parecer tampoco muy extrao -que hombres acostumbrados solamente las cadenas, al trabajo y -todo linaje de pena y envilecimiento, exagerasen los principios de la -doctrina cristiana, hiciesen de ella aplicaciones, que ni eran en s -justas, ni tampoco capaces de ser reducidas la prctica. - -Sabemos por San Jernimo que muchos, oyendo que se los llamaba la -libertad cristiana, pensaron que con sta se les daba la libertad; y -quizs el Apstol aluda este error, cuando en su primera carta -Timoteo (c. 6, v. 1) deca: Todos los que estn bajo el yugo de la -esclavitud, que honren con todo respeto sus dueos para que el nombre -y la doctrina del Seor no sean blasfemados. Este error haba tenido -tal eco, que despus de tres siglos andaba todava muy vlido, vindose -obligado el concilio de Gangres, celebrado por los aos de 324, -excomulgar aquellos que, bajo pretexto de piedad, enseaban que los -esclavos deban dejar sus amos, y retirarse de su servicio. No era -esto lo que enseaba el Cristianismo; y, adems, queda ya bastante -evidenciado que no hubiera sido ste el verdadero camino para llegar -la emancipacin universal. - -As es que el mismo Apstol, quien hemos odo hablar favor de -los esclavos un lenguaje tan generoso, les inculca repetidas veces -la obediencia sus dueos; pero es notable que, mientras cumple con -este deber impuesto por el espritu de paz y de justicia que anima al -Cristianismo, explica de tal manera los motivos en que se ha de fundar -la obediencia de los esclavos, recuerda con tan sentidas y vigorosas -palabras las obligaciones que pesan sobre los dueos, y asienta tan -expresa y terminantemente la igualdad de todos los hombres ante Dios, -que bien se conoce cul era su compasin para con esa parte desgraciada -de la humanidad, y cun diferentes eran sobre este particular sus ideas -de las de un mundo endurecido y ciego. - -Albrgase en el corazn del hombre un sentimiento de noble -independencia, que no le consiente sujetarse la voluntad de otro -hombre, no ser que se le manifiesten ttulos legtimos en que -fundarse puedan las pretensiones del mando. Si estos ttulos andan -acompaados de razn y de justicia, y, sobre todo, si estn radicados -en altos objetos que el hombre acata y ama, la razn se convence, el -corazn se ablanda, y el hombre cede. Pero, si la razn del mando es -slo la voluntad de otro hombre, si se hallan encarados, por decirlo -as, hombre con hombre, entonces bullen en la mente los pensamientos -de igualdad, arde en el corazn el sentimiento de la independencia, -la frente se pone altanera y las pasiones braman. Por esta causa, en -tratndose de alcanzar obediencia voluntaria y duradera, es menester -que el que manda se oculte, desaparezca el hombre, y slo se vea el -representante de un poder superior, la personificacin de los motivos -que manifiestan al sbdito la justicia y la utilidad de la sumisin: de -esta manera no se obedece la voluntad ajena por lo que es en s, sino -porque representa un poder superior, porque es el intrprete de la -razn y de la justicia; y as no mira el hombre ultrajada su dignidad, -y se le hace la obediencia suave y llevadera. - -No es menester decir si eran tales los ttulos en que se fundaba la -obediencia de los esclavos antes del Cristianismo: las costumbres los -equiparaban los brutos, y las leyes venan, si cabe, recargar la -mano, usando de un lenguaje que no puede leerse sin indignacin. -El dueo mandaba porque tal era su voluntad, y el esclavo se vea -precisado obedecer, no en fuerza de motivos superiores, ni de -obligaciones morales, sino porque era una propiedad del que mandaba, -era un caballo regido por el freno, era una mquina que haba de -corresponder al impulso del manubrio. Qu extrao, pues, si aquellos -infelices, abrevados de infortunio y de ignominia, abrigaban en su -pecho aquel hondo y concentrado rencor, aquella virulenta saa, aquella -terrible sed de venganza, que la primera oportunidad reventaba -con explosin espantosa? El horroroso degello de Tiro, ejemplo y -terror del universo, segn la expresin de Justino, las repetidas -sublevaciones de los penestas en Tesalia, de los ilotas en Lacedemonia, -las defecciones de los de Cho y Atenas, la insurreccin acaudillada -por Herdonio, y el terror causado por ella todas las familias de -Roma, las sangrientas escenas, la tenaz y desesperada resistencia de -las huestes de Espartaco, qu eran sino el resultado natural del -sistema de violencia, de ultraje y desprecio con que se trataba los -esclavos? No es esto lo mismo que hemos visto reproducido en tiempos -recientes, en las catstrofes de los negros de las colonias? Tal es la -naturaleza del hombre: quien siembra desprecio y ultraje, recoge furor -y venganza. - -Estas verdades no se ocultaron al Cristianismo, y as es que, si -predic la obediencia, procur fundarla en ttulos divinos; si -conserv los dueos sus derechos, tambin les ense altamente sus -obligaciones; y all donde prevalecieron las doctrinas cristianas, -pudieron los esclavos decir: Somos infelices, es verdad; la desdicha -nos han condenado, el nacimiento, la pobreza, los reveses de -la guerra; pero al fin se nos reconoce por hombres, por hermanos; y -entre nosotros y nuestros dueos hay una reciprocidad de obligaciones -y de derechos. Oigamos, si no, lo que dice el Apstol: Esclavos, -obedeced los seores carnales con temor y temblor, con sencillez -de corazn como Cristo, _no sirviendo con puntualidad para agradar - los hombres_, sino como siervos de Cristo, haciendo de corazn la -voluntad de Dios, sirviendo de buena voluntad, _como al Seor, y no -como los hombres_; sabiendo que cada uno recibir del Seor el bien -que hiciere, sea _esclavo_, sea _libre_. Y vosotros, seores, haced lo -mismo con vuestros esclavos, aflojando en vuestras amenazas; sabiendo -que el Seor de ellos y vuestro est en los cielos; y _delante de l no -hay acepcin de personas_. (_Ad Ephes._, c. 6, v. 5, 6, 7, 8, 9.) - -En la carta los colosenses (c. 3) vuelve inculcar la misma -doctrina de la obediencia, fundndola en los mismos motivos; y, como -consolando los infelices esclavos, les dice: Del Seor recibiris -la retribucin de la heredad. Servid Cristo Seor. Pues, quien -hace injuria, recibir su condigno castigo: y no hay delante de Dios -acepcin de personas. Y ms abajo (c. 4, v. 1), dirigindose -los seores, aade: Seores, dad los esclavos lo que es justo y -equitativo; sabiendo que vosotros tambin tenis un Seor en el cielo. - -Esparcidas doctrinas tan benficas, ya se ve que haba de mejorarse -en gran manera la condicin de los esclavos, siendo el resultado ms -inmediato el templarse aquel rigor tan excesivo, aquella crueldad que -nos sera increble, si no nos constara en testimonios irrecusables. -Sabido es que el dueo tena el derecho de vida y de muerte, y que se -abusaba de esta facultad hasta matar un esclavo por un capricho, -como lo hizo Quinto Flaminio en medio de un convite; y hasta arrojar - las murenas uno de esos infelices, por haber tenido la desgracia -de quebrar un vaso, como se nos refiere de Vedio Polin. Y no se -limitaba tamaa crueldad al crculo de algunas familias que tuviesen un -dueo sin entraas, no, sino que estaba erigida en sistema; resultado -funesto, pero necesario, del extravo de las ideas sobre este punto, -del olvido de los sentimientos de humanidad: sistema violento que slo -se sostena teniendo hincado sin cesar el pie sobre la cerviz del -esclavo, que slo se interrumpa cuando, pudiendo ste prevalecer, se -arrojaba sobre su dueo y lo haca pedazos. Era antiguo proverbio: -tantos enemigos, cuantos esclavos. - -Ya hemos visto los estragos que hacan esos hombres furiosos y -abrasados de sed de venganza, siempre que podan quebrantar las -cadenas que los opriman; pero, buen seguro que no les iban en zaga -los dueos, cuando se trataba de inspirarles terror. En Lacedemonia, -temindose un da de la mala voluntad de los ilotas, los reunieron -todos cerca del templo de Jpiter, y los pasaron cuchillo (_Tucy._, -l. 4); y en Roma haba la brbara costumbre de que, siempre que fuese -asesinado algn dueo, fueran condenados muerte todos sus esclavos. -Congoja da el leer en Tcito (_Ann._, l. 14, 43) la horrorosa escena -ocurrida despus de haber sido asesinado por uno de sus esclavos -el prefecto de la ciudad, Pedanio Secundo. Eran nada menos que 400 -los esclavos del difunto, y, segn la antigua costumbre, deban ser -conducidos todos al suplicio. Espectculo tan cruel y lastimoso en que -se iba dar la muerte tantos inocentes, movi compasin al pueblo, -que lleg al extremo de amotinarse para impedir tamaa carnicera. -Perplejo el Senado, deliberaba sobre el negocio, cuando, tomando la -palabra un orador llamado Casio, sostuvo con energa la necesidad de -llevar cabo la sangrienta ejecucin, no slo causa de prescribirlo -as la antigua costumbre, sino tambin por no ser posible de otra -manera el preservarse de la mala voluntad de los esclavos. En sus -palabras slo hablan la injusticia y la tirana; ve por todas partes -peligros y asechanzas; no sabe excogitar otros preservativos que la -fuerza y el terror; siendo notable en particular la siguiente clusula, -porque en breve espacio nos retrata las ideas y costumbres de los -antiguos sobre este punto: Sospechosa fu siempre nuestros mayores -la ndole de los esclavos, aun de aquellos que, por haberles nacido -en sus propias posesiones y casas, podan desde la cuna haber cobrado -aficin los dueos; pero, despus que tenemos esclavos de naciones -extraas, de diferentes usos y de diversa religin, para contener -esa canalla no hay otro medio que el terror. La crueldad prevaleci: -se reprimi la osada del pueblo, se cubri de soldados la carrera, y -los 400 desgraciados fueron conducidos al patbulo. - -Suavizar ese trato cruel, desterrar esas horrendas atrocidades, era -el primer fruto que deban dar las doctrinas cristianas; y puede -asegurarse que la Iglesia no perdi jams de vista tan importante -objeto, procurando que la condicin de los esclavos se mejorase en -cuanto era posible; que en materia de castigo se substituyese la -indulgencia la crueldad; y, lo que ms importaba, se esforz en -que ocupase la razn el lugar del capricho, que la impetuosidad -de los dueos sucediese la calma de los tribunales: es decir, que -se anduvieran aproximando los esclavos los libres, rigiendo, con -respecto ellos, no el hecho, sino el derecho. - -La Iglesia no ha olvidado jams la hermosa leccin que le di el -Apstol cuando, escribiendo Filemn, interceda por un esclavo, y -esclavo fugitivo, llamado Onsimo, y hablaba en su favor un lenguaje -que no se haba odo nunca en favor de esa clase desgraciada. Te -ruego, le deca, por mi hijo Onsimo; ah te lo he remitido, recbelo -como mis entraas, no como esclavo, sino como hermano cristiano; -si me amas, recbelo como m; si en algo te ha daado, te debe, -yo quedo responsable. (_Ep. ad Philem._) No, la Iglesia no olvid -esta leccin de fraternidad y de amor, y el suavizar la suerte de los -esclavos fu una de sus atenciones ms predilectas. - -El concilio de Elvira, celebrado principios del siglo IV, sujeta -penitencia la mujer que haya golpeado con dao grave su esclava. El -de Orleans, celebrado en 549 (can. 22), prescribe que, si se refugiare -en la iglesia algn esclavo que hubiere cometido algunas faltas, se le -vuelva su amo, pero hacindole antes prestar juramento de que, al -salir, no le har dao ninguno; mas que, si le maltratare quebrantando -el juramento, sea separado de la comunin y de la mesa de los -catlicos. Este canon nos revela dos cosas: la crueldad acostumbrada -de los amos, y el celo de la Iglesia por suavizar el trato de los -esclavos. Para poner freno la crueldad, nada menos se necesitaba -que exigir un juramento; y la Iglesia, aunque de suyo tan delicada en -materia de juramentos, juzgaba, sin embarco, el negocio de bastante -importancia para que pudiera y debiera emplearse en l el augusto -nombre de Dios. - -El favor y proteccin que la Iglesia dispensaba los esclavos, se iba -extendiendo rpidamente: y, lo que parece, deba de introducirse en -algunos lugares la costumbre de exigir juramento, no tan slo de que el -esclavo refugiado en la iglesia no sera maltratado en su persona, pero -que ni aun se le impondra trabajo extraordinario, ni se le sealara -con ningn distintivo que le diera conocer. De esta costumbre, -procedente sin duda del celo por el bien de la humanidad, pero que -quizs hubiera trado inconvenientes aflojando con demasiada prontitud -los lazos de la obediencia, y dando lugar excesos de parte de los -esclavos, encuntranse los indicios en una disposicin del concilio de -Epaona (hoy, segn algunos, Abbn), celebrado por los aos de 517, en -que se procura atajar el mal, prescribiendo una prudente moderacin, -sin levantar por eso la mano de la proteccin comenzada. En el canon -39 ordena que, si un esclavo reo de algn delito atroz se retrae la -iglesia, slo se le libre de las penas corporales; sin obligar al dueo - prestar juramento de que no le impondr trabajo extraordinario, que -no le cortar el pelo para que no sea conocido. Y ntese bien que, si -se pone esa limitacin, es cuando el esclavo haya cometido un delito -atroz, y que, en tal caso, la facultad que se le deja al amo, es la de -imponerle trabajo extraordinario, de distinguirle cortndole el pelo. - -Quizs no faltar quien tizne de excesiva semejante indulgencia; pero -es menester advertir que, cuando los abusos son grandes y arraigados, -el empuje para arrancarlos ha de ser fuerte; y que veces, si bien -parece primera vista que se traspasan los lmites de la prudencia, -este exceso aparente no es ms que aquella oscilacin indispensable -que sufren las cosas antes de alcanzar su verdadero aplomo. Aqu no -trataba la Iglesia de proteger el crimen, no reclamaba indulgencia -para el que no la mereciese; lo que se propona era poner coto la -violencia y al capricho de los amos; no quera consentir que un hombre -sufriese los tormentos y la muerte, porque tal fuese la voluntad de -otro hombre. El establecimiento de leyes justas, y la legtima accin -de los tribunales, son cosas que jams se ha opuesto la Iglesia; pero -la violencia de los particulares no ha podido consentirla nunca. - -De este espritu de oposicin al ejercicio de la fuerza privada, -espritu que entraa nada menos que la organizacin social, encontramos -una muestra muy propsito en el canon 15 del concilio de Mrida, -celebrado en el ao 666. Sabido es, y lo llevo ya indicado, que los -esclavos eran una parte principal de la propiedad, y que, estando -arreglada la distribucin del trabajo conforme esa base, no le era -posible prescindir de tener esclavos quien tuviese propiedades, -sobre todo si eran algo considerables. La Iglesia se hallaba en este -caso; y, como no estaba en su mano el cambiar de golpe la organizacin -social, tuvo que acomodarse esta necesidad, y tenerlos tambin. Si -con respecto stos quera introducir mejoras, bueno era que empezase -ella misma dar el ejemplo; y este ejemplo se halla en el canon del -concilio que acabo de citar. En l, despus de haber prohibido los -obispos y los sacerdotes el maltratar los sirvientes de la Iglesia -mutilndolos, dispone el concilio que, si cometen algn delito, se los -entregue los jueces seglares, pero de manera que los obispos moderen -la pena que sean condenados. Es digno de notarse que, segn se deduce -de este canon, estaba todava en uso el derecho de mutilacin, hecha -por el dueo particular, y que quizs se conservaba an muy arraigado, -cuando vemos que el concilio se limita prohibir esta pena los -eclesisticos, y nada dice con respecto los legos. - -En esta prohibicin influa, sin duda, la mira de que, derramando -sangre humana, no se hicieran incapaces los eclesisticos de ejercer -aquel elevado ministerio, cuyo acto principal es el augusto sacrificio -en que se ofrece una vctima de paz y de amor; pero esto nada quita de -su mrito, ni disminuye su influencia en la mejora de la suerte de los -esclavos: siempre era reemplazar la vindicta particular con la vindicta -pblica; era una nueva proclamacin de la igualdad de los esclavos con -los libres cuando se trataba de efusin de sangre; era declarar que las -manos que derramasen la de un esclavo, quedaban con la misma mancha que -si hubiesen vertido la de un hombre libre. Y era necesario inculcar de -todos modos esas verdades saludables, ya que estaban en tan abierta -contradiccin con las ideas y costumbres antiguas; era necesario -trabajar asiduamente en que desapareciesen las expresiones vergonzosas -y crueles, que mantenan privados la mayor parte de los hombres de la -participacin de los derechos de la humanidad. - -En el canon que acabo de citar hay una circunstancia notable, que -manifiesta la solicitud de la Iglesia para restituir los esclavos la -dignidad y consideracin de que se hallaban privados. El rapamiento de -los cabellos era entre los godos una pena muy afrentosa, y que, segn -nos dice Lucas de Tuy, casi les era ms sensible que la muerte. Ya se -deja entender que, cualquiera que fuese la preocupacin sobre este -punto, poda la Iglesia permitir el rapamiento, sin incurrir en la -nota que consigo lleva el derramamiento de sangre; pero, sin embargo, -no quiso hacerlo; y esto indica que procuraba borrar las marcas de -humillacin, estampadas en la frente del esclavo. Despus de haber -prevenido los sacerdotes y obispos, que entreguen al juez los que -sean culpables, dispone que no toleren que se los rape con ignominia. - -Ningn cuidado estaba de ms en esta materia: era necesario -acechar todas las ocasiones favorables, procurando que anduviesen -desapareciendo las odiosas excepciones que afligan los esclavos. -Esta necesidad se manifiesta bien las claras en el modo de expresarse -el concilio undcimo de Toledo, celebrado en el ao 675. En su canon -6. prohibe los obispos el juzgar por s los delitos dignos de -muerte, y el mandar la mutilacin de los miembros; pero vase cmo -juzg necesario advertir que no consenta excepcin, aadiendo: ni aun -contra los siervos de su Iglesia. El mal era grave, y no poda ser -curado sino con solicitud muy asidua; por manera que, aun limitndonos -al derecho ms cruel de todos, cual es el de vida y muerte, vemos -que cuesta largo trabajo el extirparle. principios del siglo VI no -faltaban ejemplos de tamao exceso, pues que el concilio de Epaona en -su canon 34 dispone que sea privado por dos aos de la comunin de la -Iglesia el amo que por su _propia autoridad_ haga quitar la vida un -esclavo. Haba promediado ya el siglo IX, y todava nos encontramos -con atentados semejantes; atentados que procuraba reprimir el concilio -de Wormes, celebrado en el ao 868, sujetando dos aos de penitencia -al amo que con su _autoridad privada_ hubiese dado muerte su esclavo. - - - - -CAPITULO XVII - - -Mientras se suavizaba el trato de los esclavos, y se los aproximaba en -cuanto era posible los hombres libres, era necesario no descuidar -la obra de la emancipacin universal; pues que no bastaba mejorar -ese estado, sino que, adems, convena abolirle. La sola fuerza de -las doctrinas cristianas, y el espritu de caridad que, al par con -ellas, se iba difundiendo por toda la tierra, atacaban tan vivamente -la esclavitud, que, tarde temprano, deban llevar cabo su completa -abolicin; porque es imposible que la sociedad permanezca por largo -tiempo en un orden de cosas que est en oposicin con las ideas de que -est imbuda. Segn las doctrinas cristianas, todos los hombres tienen -un mismo origen y un mismo destino, todos son hermanos en Jesucristo, -todos estn obligados amarse de todo corazn, socorrerse en -las necesidades, no ofenderse ni siquiera de palabra; todos son -iguales ante Dios, pues que sern juzgados sin acepcin de personas; -el Cristianismo se iba extendiendo, arraigando por todas partes, -apoderndose de todas las clases, de todos los ramos de la sociedad: -cmo era posible, pues, que continuase la esclavitud, ese estado -degradante en que el hombre es propiedad de otro, en que es vendido -como un bruto, en que se le priva de los dulcsimos lazos de familia, -en que no participa de ninguna de las ventajas de la sociedad? Cosas -tan contrapuestas, podan vivir juntas? - -Las leyes estaban en favor de la esclavitud, es verdad, y aun puede -aadirse ms, y es que el Cristianismo no despleg un ataque directo -contra esas leyes; pero, en cambio, qu hizo? Procur apoderarse de -las ideas y costumbres, les comunic un nuevo impulso, les di una -direccin diferente, y, en tal caso, qu pueden las leyes? Se afloja -su rigor, se descuida su observancia, se empieza sospechar de su -equidad, se disputa sobre su conveniencia, se notan sus malos efectos, -van caducando poco poco, de manera que, veces, ni es necesario -darles un golpe para destruirlas; se las arrumba por intiles, , si -merecen pena de una abolicin expresa, es por mera ceremonia: son como -un cadver que se entierra con honor. - -Mas no se infiera de lo que acabo de decir, que, por dar tanta -importancia las ideas y costumbres cristianas, pretenda que se -abandon el buen xito esa sola fuerza, sin que, al propio tiempo, -cuidara la Iglesia de tomar las medidas conducentes, demandadas por los -tiempos y circunstancias: nada de eso; antes, como llevo indicado ya, -la Iglesia ech mano de varios medios, los ms propsito para surtir -el efecto deseado. - -Si se quera asegurar la obra de emancipacin, era muy conveniente, -en primer lugar, poner cubierto de todo ataque la libertad de los -manumitidos: libertad que, desgraciadamente, no dejaba de verse -combatida con frecuencia, y de correr graves peligros. De este triste -fenmeno no es difcil encontrar las causas en los restos de las ideas -y costumbres antiguas, en la codicia de los poderosos, en el sistema -de violencia generalizado con la irrupcin de los brbaros, y en la -pobreza, desvalimiento y completa falta de educacin y moralidad, -en que deban de encontrarse los infelices que iban saliendo de la -esclavitud; porque es de suponer que muchos no conoceran todo el valor -de la libertad, que no siempre se portaran en el nuevo estado conforme -dicta la razn y exige la justicia, y que, entrando de nuevo en la -posesin de los derechos de hombre libre, no sabran cumplir con sus -nuevas obligaciones. Pero, todos estos inconvenientes, inseparables de -la naturaleza de las cosas, no deban impedir la consumacin de una -obra reclamada por la religin y la humanidad; era necesario resignarse - sufrirlos, considerando que en la parte de culpa que caber pudiera - los manumitidos, haba muchos motivos de excusa, causa de que -el estado de que acababan de salir, embargaba el desarrollo de las -facultades intelectuales y morales. - -Ponase cubierto de los ataques de la injusticia, y quedaba, en -cierto modo, revestida de una inviolabilidad sagrada la libertad de -los nuevos emancipados, si su emancipacin se enlazaba con aquellos -objetos que la sazn ejercan ms poderoso ascendiente. Hallbase -en este caso la Iglesia, y cuanto era de su pertenencia; y por lo -mismo fu, sin duda, muy conducente que se introdujese la costumbre de -manumitir en los templos. Este acto, al paso que reemplazaba los usos -antiguos, y los haca olvidar, vena ser como una declaracin tcita -de lo muy agradable que era Dios la libertad de los hombres; una -proclamacin prctica de su igualdad ante Dios, ya que all mismo se -ejecutaba la manumisin, donde se lea con frecuencia que delante de -Dios no hay acepcin de personas, en el mismo lugar donde desaparecan -todas las distinciones mundanas, donde quedaban confundidos todos los -hombres, unidos con suaves lazos de fraternidad y de amor. Verificada -de este modo la manumisin, la Iglesia tena un derecho ms expedito -para defender la libertad del manumitido; pues que, habiendo sido -ella testigo del acto, poda dar fe de su espontaneidad y dems -circunstancias para asegurar la validez; y aun poda tambin reclamar -su observancia, apoyndose en que faltar ella era, en cierto modo, -una profanacin del lugar sagrado, era no cumplir lo prometido delante -del mismo Dios. - -No se olvidaba la Iglesia de aprovechar en favor de los manumitidos, -semejantes circunstancias; y as vemos que el primer concilio de -Orange, celebrado en 441, dispone en su canon 7 que es menester -reprimir con censuras eclesisticas los que quieren someter algn -gnero de servidumbre los esclavos quienes se haya dado libertad -en la Iglesia; y un siglo despus encontramos repetida la misma -prohibicin en el canon 7 del 5. concilio de Orleans, celebrado en el -ao 549. - -La proteccin dispensada por la Iglesia los esclavos manumitidos -era tan manifiesta y conocida de todos, que se introdujo la costumbre -de recomendrselos muy particularmente. Hacase esta recomendacin -veces en testamento, como nos lo indica el concilio de Orange poco ha -citado; ordenando que, por medio de las censuras eclesisticas, se -impida que sean sometidos gnero alguno de servidumbre los esclavos -manumitidos, recomendados en testamento la Iglesia. No siempre se -haca por testamento esa recomendacin, segn se infiere del canon 6 -del concilio de Toledo, celebrado en 589, donde se dispone que, cuando -sean recomendados la Iglesia algunos manumitidos, no se los prive -ni ellos ni sus hijos de la proteccin de la misma. Aqu se habla -en general, sin limitarse al caso de mediar testamento. Lo mismo -puede verse en otro concilio de Toledo, celebrado en el ao 633, donde -se dice que la Iglesia recibir nicamente bajo su proteccin los -libertos de los particulares que se los hayan recomendado. - -Aun cuando la manumisin no se hubiese hecho en el templo, ni hubiese -mediado recomendacin particular, no obstante, la Iglesia no dejaba de -tomar parte en la defensa de los manumitidos, en viendo que peligraba -su libertad. Quien estime en algo la dignidad del hombre, quien abrigue -en su pecho algn sentimiento de humanidad, seguramente no llevar -mal que la Iglesia se entrometiese en esa clase de negocios, aunque -no considerramos otros ttulos que los que da al hombre generoso la -proteccin del desvalido; no le desagradar el encontrar mandado en el -canon 29 del concilio de Agde en Languedoc, celebrado en 506, que la -Iglesia, en caso necesario, tome la defensa de aquellos quienes sus -amos han dado legtimamente libertad. - -En la grande obra de la abolicin de la esclavitud, ha tenido no -escasa parte el celo que en todos tiempos y lugares ha desplegado la -Iglesia por la redencin de los cautivos. Sabido es que una porcin -considerable de esclavos deba esta suerte los reveses de la guerra. - los antiguos les hubiera parecido fabulosa la ndole suave de las -guerras modernas; ay de los vencidos! podase exclamar con toda -verdad; no haba medio entre la muerte y la esclavitud. Agravbase el -mal con una preocupacin funesta que se haba introducido contra la -redencin de los cautivos; preocupacin que tena su apoyo en un rasgo -de asombroso herosmo. Admirable es sin duda la fortaleza de Rgulo; -erzanse los cabellos al leer las valientes pinceladas con que le -retrata Horacio (L. 3, od. 5); y el libro se cae de las manos al llegar -el terrible lance en que: - - Fertur pudicae confugis osculum - Parvosque natos, ut capitis minor, - A se removisse, et virilem - Torvus humi possuisse vultum. - -Pero, sobreponindonos la profunda impresin que nos causa tanto -herosmo, y al entusiasmo que excita en nuestro pecho todo cuanto -revela una grande alma, no podremos menos de confesar que aquella -virtud rayaba en feroz; y que en el terrible discurso que sale de los -labios de Rgulo, hay una poltica cruel contra la que se levantaran -vigorosamente los sentimientos de humanidad, si no estuviera embargada -y como aterrada nuestra alma, la vista del sublime desprendimiento -del hombre que habla. - -El Cristianismo no poda avenirse con semejantes doctrinas: no quiso -que se sostuviese la mxima de que, para hacer los hombres valientes -en la guerra, era necesario dejarlos sin esperanza; y los admirables -rasgos de valor, las asombrosas escenas de inalterable fortaleza y -constancia, que esmaltan por doquiera las pginas de la historia de -las naciones modernas, son un elocuente testimonio del acierto de la -religin cristiana, al proclamar que la suavidad de costumbres no -estaba reida con el herosmo. Los antiguos rayaban siempre en uno de -dos extremos: la molicie la ferocidad; entre estos extremos hay un -medio, y este medio lo ha enseado la religin cristiana. - -Consecuente, pues, el Cristianismo en sus principios de fraternidad -y de amor, tuvo por uno de los objetos ms dignos de su caritativo -celo el rescate de los cautivos; y ora miremos los hermosos rasgos de -acciones particulares que nos ha conservado la historia, ora atendamos -al espritu que ha dirigido la conducta de la Iglesia, encontraremos -un nuevo y bellsimo ttulo para granjear la religin cristiana la -gratitud de la humanidad. - -Un clebre escritor moderno, M. de Chateaubriand, nos ha presentado en -los bosques de los francos un sacerdote cristiano esclavo, y esclavo -voluntario, por haberse entregado l mismo la esclavitud en rescate -de un soldado cristiano que gema en el cautiverio, y que haba dejado -su esposa en el desconsuelo, y tres hijos en la orfandad y en la -pobreza. El sublime espectculo que nos ofrece Zacaras, sufriendo -con serena calma la esclavitud por el amor de Jesucristo y de aquel -infeliz quien haba libertado, no es una mera ficcin del poeta; en -los primeros siglos de la Iglesia vironse en abundancia semejantes -ejemplos, y el que haya llorado al ver el heroico desprendimiento y -la inefable caridad de Zacaras, puede estar seguro de que con sus -lgrimas ha pagado un tributo la verdad. muchos de los nuestros -hemos conocido, dice el Papa San Clemente, que se entregaron ellos -mismos al cautiverio para rescatar otros. (Carta 1 los Corin., c. -55.) - -Era la redencin de los cautivos un objeto tan privilegiado, que estaba -prevenido por antiqusimos cnones que, si esta atencin lo exiga, se -vendiesen las alhajas de las iglesias, hasta sus vasos sagrados: en -tratndose de los infelices cautivos, no tena lmites la caridad; el -celo saltaba todas las barreras, hasta llegar al caso de mandarse que, -por malparados que se hallasen los negocios de una iglesia, primero que - su reparacin, deba atenderse la redencin de los cautivos. (Cuas. -12, q. 2.) Al travs de los trastornos que consigo trajo la irrupcin -de los brbaros, vemos que la Iglesia, siempre constante en su -propsito, no desmiente la generosa conducta con que haba principiado. -No cayeron en olvido ni en desuso las disposiciones benficas de los -antiguos cnones, y las generosas palabras del santo obispo de Miln en -favor de los cautivos, encontraron un eco, que nunca se interrumpi, -pesar del caos de los tiempos. (V. S. Ambros., de off. L. 2, c. 15.) -Por el canon 5 del concilio de Macn, celebrado en 585, vemos que los -sacerdotes se ocupaban en el rescate de los cautivos, empleando para -ello los bienes eclesisticos; el de Reims, celebrado en el ao 625, -impone la pena de suspensin de sus funciones al obispo que deshaga -los vasos sagrados; aadiendo, empero, generosamente: _por cualquier -otro motivo que no sea el de redimir cautivos_; y mucho tiempo despus -hallamos en el canon 12 del de Verneuil, celebrado en el ao 844, que -los bienes de la Iglesia servan para la redencin de cautivos. - -Restitudo la libertad el cautivo, no le dejaba sin proteccin la -Iglesia, antes se la continuaba con solicitud, librndole cartas -de recomendacin; seguramente con el doble objeto de guardarle de -nuevas tropelas en su viaje, y de que no le faltasen los medios para -repararse de los quebrantos sufridos en el cautiverio. De este nuevo -gnero de proteccin tenemos un testimonio en el canon 2 del concilio -de Lin, celebrado en 583, donde se dispone: que los obispos deben -poner en las cartas de recomendacin que dan los cautivos, la fecha, -y el precio del rescate. - -De tal manera se despleg en la Iglesia el celo por la redencin de -los cautivos, que hasta se llegaron cometer imprudencias, que se -vi en la necesidad de reprimirlas la autoridad eclesistica. Pero -estos mismos excesos nos indican hasta qu punto llegaba el celo, pues -que por su impaciencia caa en extravos. Sabemos por un concilio -celebrado en Irlanda, llamado de San Patricio, y que tuvo lugar por -los aos de 451 456, que algunos clrigos se ocupaban en procurar -la libertad de los cautivos hacindoles huir; exceso que reprime -con mucha prudencia el concilio en su canon 32, disponiendo que el -eclesistico que quiera redimir cautivos, lo haga con su dinero, pues -que el robarlos para hacerles huir, daba ocasin que los clrigos -fuesen mirados como ladrones, y redundaba en deshonra de la Iglesia. -Documento notable, que, si bien nos manifiesta el espritu de orden -y de equidad que dirige la Iglesia, no deja, al propio tiempo, de -indicarnos cun profundamente estaba grabado en los nimos lo santo, lo -meritorio, lo generoso que era el dar libertad los cautivos, pues que -algunos llegaban al exceso de persuadirse de que la bondad de la obra -autorizaba la violencia. - -Es tambin muy loable el desprendimiento de la Iglesia en este punto: -una vez invertidos sus bienes en la redencin de un cautivo, no quera -que se la recompensase en nada, aun cuando alcanzasen hacerlo las -facultades del redimido. De esto tenemos un claro testimonio en las -cartas del Papa San Gregorio, donde vemos que, estando recelosas -algunas personas, libradas del cautiverio con la plata de la Iglesia, -de si con el tiempo podra venir caso en que se les pidiera la cantidad -expendida, les asegura el Papa que no, y manda que nadie se atreva -molestarles ni ellos ni sus herederos, en ningn tiempo, atendido -que los sagrados cnones permiten invertir los bienes eclesisticos en -la redencin de los cautivos. (L. 7, ep. 14.) - -Este celo de la Iglesia por tan santa obra debi de contribuir -sobremanera disminuir el nmero de los esclavos; y fu mucho ms -saludable su influencia por haberse desplegado cabalmente en las pocas -de ms necesidad; es decir, cuando, por la disolucin del imperio -romano, por la irrupcin de los brbaros, por la fluctuacin de los -pueblos, que fu el estado de Europa durante muchos siglos, y por la -ferocidad de las naciones invasoras, eran tan frecuentes las guerras, -y tan repetidos los trastornos, y tan familiar se haba hecho por -doquiera el reinado de la fuerza. no haber mediado la accin benfica -y libertadora del Cristianismo, lejos de disminuirse el inmenso nmero -de los esclavos legado por la sociedad vieja la sociedad nueva, se -habra acrecentado ms y ms: porque dondequiera que prevalece el -derecho brutal de la fuerza, si no le sale al paso para contenerla y -suavizarla algn poderoso elemento, el humano linaje camina rpidamente -al envilecimiento, resultando, por necesidad, el que la esclavitud gane -terreno. - -Ese lamentable estado de fluctuacin y de violencia, era de suyo muy - propsito para inutilizar los esfuerzos que haca la Iglesia en la -abolicin de la esclavitud; y no le costaba escaso trabajo el impedir -que se malograse por una parte lo que ella procuraba remediar por -otra. La falta de un poder central, la complicacin de las relaciones -sociales, pocas bien deslindadas, muchas violentas, y todas sin prenda -de estabilidad, haca que estuviesen mal seguras las propiedades y -las personas, y que, as como eran invadidas aqullas, fueran stas -privadas de su libertad. Por manera que era menester evitar que hiciese -ahora la violencia de los particulares, lo que antes hacan las -costumbres y la legislacin. As vemos que en el canon 3 del concilio -de Lin, celebrado por los aos de 566, se excomulga los que retienen -injustamente en la esclavitud personas libres; en el canon 17 del de -Reims, celebrado en el ao 625, se prohibe bajo pena de excomunin el -perseguir personas libres para reducirlas esclavitud; en el canon -27 del de Londres, celebrado en el ao 1102, se prohibe la brbara -costumbre de hacer comercio de hombres cual si fueran brutos animales; -y en el captulo 7 del concilio de Coblenza, celebrado en el ao 922, -se declara reo de homicidio al que seduce un cristiano para venderlo. -Declaracin notable, en que la libertad es tenida en tanto precio, que -se la equipara con la vida. - -Otro de los medios de que se vali la Iglesia para ir aboliendo la -esclavitud, fu el dejar los infelices que por su pobreza hubiesen -cado en ese estado, camino abierto para salir de l. Ya he notado ms -arriba que la indigencia era una de las fuentes de la esclavitud; y -hemos visto el pasaje de Julio Csar, en que nos dice cun general era -esto entre los galos. Sabido es tambin que, por el derecho antiguo, -el que haba cado en la esclavitud, no poda recuperar su libertad -sino conforme la voluntad de su amo; pues que, siendo el esclavo una -verdadera propiedad, nadie poda disponer de ella sin consentimiento -del dueo, y mucho menos el mismo esclavo. Este derecho era muy -corriente, supuestas las doctrinas paganas; pero el Cristianismo miraba -la cosa con otros ojos; y, si el esclavo era una propiedad, no dejaba -por esto de ser hombre. As fu que la Iglesia no quiso seguir en este -punto las estrictas reglas de las otras propiedades; y, en mediando -alguna duda, en ofrecindose alguna oportunidad, siempre se pona -de parte del esclavo. Previas estas consideraciones, se comprender -todo el mrito de un nuevo derecho que introdujo la Iglesia, cual es, -que las personas libres que hubiesen sido vendidas empeadas por -necesidad, tornasen su estado primitivo, en devolviendo el precio que -hubiesen recibido. - -Este derecho, que se halla expresamente consignado en un concilio de -Francia, celebrado por los aos 616, segn se cree en Boneuil, abra -anchurosa puerta para recobrar la libertad: pues que, ms de dejar -en el corazn del esclavo la esperanza, con la que poda discurrir y -practicar medios para obtener el rescate, haca la libertad dependiente -de la voluntad de cualquiera, que, compadecido de la suerte de un -desgraciado, quisiera pagar adelantar la cantidad necesaria. -Recurdese ahora lo que se ha notado sobre el ardiente celo despertado -en tantos corazones para esa clase de obras, y que los bienes de la -Iglesia se daban por muy bien empleados, siempre que podan acudir -al socorro de un infeliz, y se ver la influencia incalculable que -haba de tener la disposicin que se acaba de mentar; se ver que -esto equivala cegar uno de los ms abundantes manantiales de la -esclavitud, y abrir la libertad un anchuroso camino. - - - - -CAPITULO XVIII - - -No dej tambin de contribuir la abolicin de la esclavitud la -conducta de la Iglesia con respecto los judos. Ese pueblo singular, -que lleva en su frente la marca de un proscripto, que anda disperso -entre todas las naciones, sin confundirse con ellas, como nadan enteras -en un lquido las porciones de una materia insoluble, procura mitigar -su infortunio acumulando tesoros, y parece que se venga del desdeoso -aislamiento en que le dejan los otros pueblos, chupndoles la sangre -con crecidas usuras. En tiempos de grandes trastornos y calamidades, -que por necesidad deban de acarrear la miseria, poda campear sus -anchuras el detestable vicio de una codicia desapiadada; y, recientes -como eran la dureza y crueldad de las antiguas leyes y costumbres sobre -la suerte de los deudores, no estimado an en su justa medida todo el -valor de la libertad, no faltando ejemplos de algunos que la vendan -para salir de un apuro, era urgente evitar el riesgo y no consentir que -tomase sobrado incremento el podero de las riquezas de los judos, en -perjuicio de la libertad de los cristianos. - -Que no era imaginario el peligro, demustralo el mal nombre que desde -muy antiguo llevan los judos en la materia; y lo confirman los hechos -que todava se estn presenciando en nuestros tiempos. El clebre -Herder, en su _Adrastea_, se atreve pronosticar que los hijos de -Israel llegarn con el tiempo, fuerza de su conducta sistemtica -y calculada, reducir los cristianos no ser ms que esclavos -suyos: si, pues, en circunstancias infinitamente menos favorables -los judos, cabe que hombres distinguidos abriguen semejantes temores, -qu no deba recelarse de la codicia inexorable de los judos en los -desgraciados tiempos que nos referimos? - -Por estas consideraciones, un observador imparcial, un observador -que no est dominado del miserable prurito de salir abogando por una -secta cualquiera, con tal que pueda tener la complacencia de inculpar - la Iglesia catlica, aun cuando sea en contra de los intereses de -la humanidad; un observador que no pertenezca la clase de aquellos -que no se alarmaran tanto de una irrupcin de cafres como de una -disposicin en que la potestad eclesistica parezca extender algn -tanto el crculo de sus atribuciones; un observador que no sea tan -rencoroso, tan pequeo, tan miserable, ver, no con escndalo, sino con -mucho gusto, que la Iglesia segua con prudente vigilancia los pasos de -los judos, aprovechando las ocasiones que se ofrecan, para favorecer - los esclavos cristianos, y llegando al fin madurar el negocio -hasta prohibirles el tenerlos. - -El tercer concilio de Orleans, celebrado en el ao 538, en su canon -13 prohibe los judos el obligar los esclavos cristianos cosas -opuestas la religin de Jesucristo. Esta disposicin, que aseguraba -al esclavo la libertad en el santuario de su conciencia, le haca -respetable los ojos de su propio dueo, y era una proclamacin -solemne de la dignidad del hombre, en que se declaraba que la -esclavitud no poda extender sus dominios la sagrada regin del -espritu. Esto, sin embargo, no bastaba, sino que era conveniente -facilitar los esclavos de los judos el recobro de la libertad. -Slo haban pasado tres aos cuando se celebr el cuarto concilio -de Orleans, y es notable lo que se adelant en ste con respecto al -anterior: pues que en su canon 30 permite rescatar los esclavos -cristianos que huyan la iglesia, con tal que se pague los dueos -judos el precio correspondiente. Si bien se mira, una disposicin -semejante deba producir abundantes resultados en favor de la libertad, -dando asa los esclavos cristianos para que huyesen la iglesia, - implorando desde all la caridad de sus hermanos, lograsen ms -fcilmente que se les socorriera con el precio del rescate. - -El mismo concilio, en su canon 31, dispone que el judo que pervierta - un esclavo cristiano, sea condenado perder todos sus esclavos. -Nueva sancin la seguridad de la conciencia del esclavo, nuevo camino -abierto por donde pudiera entrar la libertad. - -Iba la Iglesia avanzando con aquella unidad de plan, con aquella -constancia admirable que han reconocido en ella sus mismos enemigos, -y en el breve espacio que media entre la poca indicada y el ltimo -tercio del mismo siglo, se deja notar el adelanto, pues se encuentra en -las disposiciones cannicas mayor empresa, y, si podemos expresarnos -as, mayor osada. En el concilio de Macn, celebrado en el ao 581 - 582, en su canon 16 llega prohibir expresamente los judos el -tener esclavos cristianos: y los existentes permite rescatarlos, -pagando 12 sueldos. La misma prohibicin encontramos en el canon 14 -del concilio de Toledo, celebrado en el ao 589; por manera que, -esta poca, manifestaba la Iglesia sin rebozo cul era su voluntad: no -quera absolutamente que un cristiano fuese esclavo de un judo. - -Constante en su propsito, atajaba el mal por todos los medios -posibles, limitando, si era menester, la facultad de vender los -esclavos, en ocurriendo peligro de que pudieran caer en manos de los -judos. As vemos que en el canon 9 del concilio de Chlons, celebrado -en el ao 650, se prohibe el vender esclavos cristianos fuera del reino -de Clodoveo, con la mira de que no caigan en poder de los judos. -No todos comprendan el espritu de la Iglesia en este punto, ni -secundaban debidamente sus miras; pero ella no se cansaba de repetirlas -y de inculcarlas. mediados del siglo VII se nota que en Espaa no -faltaban seglares y aun clrigos cristianos que vendieran sus esclavos - los judos; pero acude desde luego reprimir este abuso el concilio -10 de Toledo, tenido en el ao 656, prohibiendo en su canon 7 que -los cristianos, y principalmente los clrigos, vendan sus esclavos -judos; porque, aade bellamente el concilio, no se puede ignorar que -estos esclavos fueron redimidos con la sangre de Jesucristo, por cuyo -motivo antes se los debe comprar que venderlos. - -Esa inefable dignacin de un Dios hecho hombre, vertiendo la sangre -por la redencin de todos los hombres, era el ms poderoso motivo que -induca la Iglesia interesarse con tanto celo en la manumisin -de los esclavos; y, en efecto, no se necesitaba ms para concebir -aversin desigualdad tan afrentosa, que pensar cmo aquellos mismos -hombres, abatidos hasta el nivel de los brutos, haban sido objeto -de las miradas bondadosas del Altsimo, lo mismo que sus dueos, lo -mismo que los monarcas ms poderosos de la tierra. Ya que nuestro -Redentor, deca el Papa San Gregorio, y Criador de todas las cosas, -se dign propicio tomar carne humana, para que, roto con la gracia de -su divinidad el vnculo de la servidumbre que nos tena en cautiverio, -nos restituyese la libertad primitiva, es obra saludable el restituir -por la manumisin su nativa libertad los hombres, pues que en -su principio todos los cri libres la naturaleza, y slo fueron -sometidos al yugo de la servidumbre por el derecho de gentes. (Lib. 5, -ep. 12.) - -Siempre juzg la Iglesia muy necesario el limitar todo lo posible la -enajenacin de sus bienes; y puede asegurarse que, en general, fu -regla de su conducta, en esta materia, confiar poco en la discrecin -de ninguno de los ministros, tomados en particular. Obrando de esta -manera, se propona evitar las dilapidaciones, que de otra suerte -hubieran sido frecuentes, estando esos bienes desparramados por todas -partes, y encontrndose cargo de ministros escogidos de todas -las clases del pueblo, y expuestos la diversidad de influencias -que consigo llevan las relaciones de parentesco, de amistad, y mil -y mil otras circunstancias, efecto de la variedad de ndole, de -conocimientos, de prudencia, y aun de tiempos, climas y lugares: por -esto se mostr recelosa la Iglesia en punto conceder la facultad -de enajenar; y, si vena el caso, saba desplegar saludable rigor -contra los ministros que olvidasen sus deberes, dilapidando los bienes -que tenan encomendados. pesar de todo esto, ya hemos visto que -no reparaba en semejantes consideraciones cuando se trataba de la -redencin de cautivos: y se puede tambin manifestar que, en lo tocante - la propiedad que consista en esclavos, miraba la cosa con otros -ojos, y trocaba su rigor en indulgencia. - -Bastaba que los esclavos hubiesen servido bien la Iglesia, para -que los obispos pudiesen concederles la libertad, donndoles tambin -alguna cosa para su manutencin. Este juicio sobre el mrito de los -esclavos se encomendaba, segn parece, la discrecin del obispo; y -ya se ve que semejante disposicin abra ancha puerta la caridad -de los prelados, as como, por otra parte, estimulaba los esclavos - observar un comportamiento que les mereciese tan precioso galardn. -Como poda ocurrir que el obispo sucesor, levantando dudas sobre la -suficiencia de los motivos que haban inducido al antecesor dar -libertad un esclavo, quisiese disputrsela, estaba mandado que los -obispos respetasen en esta parte las disposiciones de sus antecesores; -no tan slo dejando en libertad los manumitidos, sino tambin no -quitndoles lo que el obispo les hubiera sealado, fuese en _tierras_, -_vias_, _habitacin_. As lo encontramos ordenado en el canon 7 del -concilio de Agde, en Languedoc, celebrado en el ao 506. Ni obsta el -que en otros lugares se prohiba la manumisin, pues que en ellos se -habla en general, y no concretndose al caso en que los esclavos fuesen -benemritos. - -Las enajenaciones empeos de los bienes eclesisticos hechos por un -obispo que no dejase nada al morir, deban revocarse; y ya se echa de -ver que la misma disposicin est indicando que se trata de aquellos -casos en que el obispo hubiese obrado con infraccin de los cnones; -mas, pesar de esto, si suceda que el obispo hubiese dado libertad -algunos esclavos, encontramos que se templaba el rigor, previnindose -que los manumitidos continuasen gozando de su libertad. As lo orden -el concilio de Orleans, celebrado en el ao 541, en su canon 9; dejando -tan slo los manumitidos el cargo de prestar sus servicios la -Iglesia: servicios que, como es claro, no seran otros que los de los -libertos, y que, por otra parte, eran tambin recompensados con la -proteccin que los de esta clase dispensaba la Iglesia. - -Como un nuevo indicio de la indulgencia en punto los esclavos, puede -tambin citarse el canon 10 del concilio de Celchite (Celichytense) -en Inglaterra, celebrado en el ao 816, canon de que nada menos -resultaba, sino quedar libres en pocos aos todos los siervos ingleses -de las iglesias en los pases donde se observase; pues que dispona -que la muerte de un obispo se diese libertad todos sus siervos -ingleses, aadiendo que cada uno de los dems obispos y abades deba -manumitir tres siervos, dndoles cada uno tres sueldos. Semejantes -disposiciones iban allanando el camino para adelantar ms y ms lo -comenzado, y preparando las cosas y los nimos de manera que, pasado -algn tiempo, pudieran presentarse escenas tan generosas como la -del concilio de Armach, en 1171, en que se di libertad todos los -ingleses que se hallaban esclavos en Irlanda. - -Estas condiciones ventajosas de que disfrutaban los esclavos de la -Iglesia, eran de mucho ms valor, causa de una disciplina que se -haba introducido que se las haca inadmisibles. Si los esclavos de -la Iglesia hubieran podido pasar manos de otros dueos, venido este -caso, se habran hallado sin derecho los beneficios que reciban -los que continuaban bajo su poder; pero felizmente estaba permitido -el permutar esos esclavos por otros, y, si salan del poder de la -Iglesia, era quedando en libertad. De esta disciplina tenemos un -expreso testimonio en las Decretales de Gregorio IX (l. 3, t. 19, c. 3 -y 4); y es notable que en el documento que all se cita, son tenidos -los esclavos de la Iglesia como consagrados Dios, fundndose en esto -la disposicin de que no puedan pasar otras manos, y que no salgan -de la Iglesia, no ser para la libertad. Se ve tambin all mismo que -los fieles, en remedio de su alma, solan ofrecer los esclavos Dios -y sus santos; y, pasando as al poder de la Iglesia, quedaban fuera -del comercio comn, sin que pudiesen volver servidumbre profana. El -saludable efecto que deban producir esas ideas y costumbres, en que -se enlazaba la religin con la causa de la humanidad, no es menester -ponderarlo: basta observar que el espritu de la poca era altamente -religioso, y que todo cuanto se asa del ncora de la religin estaba -seguro de salir puerto. - -La fuerza de las ideas religiosas que se andaban desenvolviendo -cada da, dirigiendo su accin todos los ramos, se enderezaba muy -particularmente substraer por todos los medios posibles al hombre -del yugo de la esclavitud. este propsito, es muy digna de notarse -una disposicin cannica del tiempo de San Gregorio el Grande. En -un concilio de Roma, celebrado en el ao 597, y presidido por este -Papa, se abri los esclavos una nueva puerta para salir de su -abyecto estado, concedindoles que recobrasen la libertad aquellos -que quisiesen abrazar la vida monstica. Son dignas de notarse las -palabras del Santo Papa, pues que en ellas se descubre el ascendiente -de los motivos religiosos, y cmo iban prevaleciendo sobre todas las -consideraciones intereses mundanos. Este importante documento se -encuentra entre las epstolas de San Gregorio, y se hallar en las -notas al fin de este tomo. - -Sera desconocer el espritu de aquellas pocas el figurarse que -semejantes disposiciones quedasen estriles; no era as, sino que -causaban los mayores efectos. Pudenos dar de ello una idea lo que -leemos en el decreto de Graciano (Distin. 54, c. 12), donde se ve que -rayaba la cosa en escndalo; pues que fu menester reprimir severamente -el abuso de que los esclavos huan de sus amos se iban con pretexto -de religin los monasterios; lo que daba motivo que se levantasen -por todas partes quejas y clamores. Como quiera, y aun prescindiendo de -lo que nos indican esos abusos, no es difcil conjeturar que no dejara -de cogerse abundante fruto, ya por procurarse la libertad de muchos -esclavos; ya tambin porque los realzara en gran manera los ojos del -mundo, el verlos pasar un estado, que luego fu tornando creces, y -adquiriendo inmenso prestigio y poderosa influencia. - -Contribuir no poco darnos una idea del profundo cambio que por -esos medios se iba obrando en la organizacin social, el pararnos un -momento considerar lo que aconteca con respecto la ordenacin de -los esclavos. La disciplina de la Iglesia sobre este punto era muy -consecuente con sus doctrinas. El esclavo era un hombre como los -dems, y por esta parte poda ser ordenado lo mismo que el primer -magnate; pero, mientras estaba sujeto la potestad de su dueo, -careca de la independencia necesaria la dignidad del augusto -ministerio, y por esta razn se exiga que el esclavo no pudiese ser -ordenado, sin ser antes puesto en libertad. Nada ms razonable, ms -justo ni ms prudente que esta limitacin en una disciplina que, por -otra parte, era tan noble y generosa; en esa disciplina que por s sola -era una protesta elocuente en favor de la dignidad del hombre, una -solemne declaracin de que, por tener la desgracia de estar sufriendo -la esclavitud, no quedaba rebajado del nivel de los dems hombres, pues -que la Iglesia no tena mengua el escoger sus ministros entre los que -haban estado sujetos la servidumbre; disciplina altamente humana y -generosa, pues que, colocando en esfera tan respetable los que haban -sido esclavos, tenda disipar las preocupaciones contra los que se -hallaban en dicho estado, y labraba relaciones fuertes y fecundas, -entre los que l pertenecan, y la ms acatada clase de los hombres -libres. - -En esta parte llama sobremanera la atencin el abuso que se haba -introducido de ordenar los esclavos sin consentimiento de sus dueos: -abuso muy contrario, en verdad, los sagrados cnones, y que fu -reprimido con laudable celo por la Iglesia, pero que, sin embargo, -no deja de ser muy til al observador para apreciar debidamente el -profundo efecto que andaban produciendo las ideas instituciones -religiosas. Sin pretender disculpar en nada lo que en eso hubiera de -culpable, bien se puede hacer tambin mritos del mismo abuso; pues -que los abusos muchas veces no son ms que exageraciones de un buen -principio. Las ideas religiosas estaban mal avenidas con la esclavitud, -sta se hallaba sostenida por las leyes, y de aqu esa lucha incesante -que se presentaba bajo diferentes formas, pero siempre encaminada al -mismo blanco, la emancipacin universal. Con mucha confianza se -pueden emplear en la actualidad ese linaje de argumentos, ya que los -ms horrendos atentados de las revoluciones los hemos visto excusar con -la mayor indulgencia, slo en gracia de los principios de que estaban -imbudos los revolucionarios, y de los fines que llevaba la revolucin, -que eran el cambiar enteramente la organizacin social. - -Curiosa es la lectura de los documentos que sobre este abuso nos han -quedado, y que pueden leerse por extenso al fin de este volumen, -sacados del Decreto de Graciano. (Dist. 54, c. 9, 10, 11, 12.) -Examinndolos con detenimiento se echa de ver: 1. Que el nmero de -esclavos que por este medio alcanzaban libertad era muy numeroso, pues -que las quejas y los clamores que en contra se levantan son generales. -2. Que los obispos estaban por lo comn favor de los esclavos, que -llevaban muy lejos su proteccin, y que procuraban realizar de todos -modos las doctrinas de igualdad, pues que se afirma all mismo que casi -ningn obispo estaba exento de caer en esa reprensible condescendencia. -3. Que los esclavos, conociendo ese espritu de proteccin, se -apresuraban deshacerse de las cadenas, y arrojarse en brazos de la -Iglesia. 4. Que ese conjunto de circunstancias deba de producir en -los nimos un movimiento muy favorable la libertad, y que, entablada -tan afectuosa correspondencia entre los esclavos y la Iglesia, la -sazn tan poderosa influyente, debi de resultar que la esclavitud se -debilitase rpidamente, caminando los pueblos esa libertad que siglos -adelante vemos llevada complemento. - -La Iglesia de Espaa, cuyo influjo civilizador han tributado tantos -elogios hombres por cierto poco adictos al Catolicismo, manifest -tambin en esta parte la altura de sus miras y su consumada prudencia. -Siendo tan grande como hemos visto el celo caritativo favor de -los esclavos, y tan decidida la tendencia elevarlos al sagrado -ministerio, era conveniente dejar un desahogo ese impulso generoso, -concilindole, en cuanto era dable, con lo que demandaba la santidad -del ministerio. este doble objeto se encaminaba sin duda la -disciplina que se introdujo en Espaa de permitir la ordenacin de -los esclavos de la Iglesia, manumitindolos antes, como lo dispone el -canon 74 del 4. concilio de Toledo, celebrado en el ao 633, y como -se deduce tambin del canon 11 del 9. concilio tambin de Toledo, -celebrado en el ao 655, donde se manda que los obispos no puedan -introducir en el clero los siervos de la Iglesia sin haberles dado -antes libertad. - -Es notable que esta disposicin se ensanch en el canon 18 del concilio -de Mrida, celebrado en el ao 666, donde se concede, hasta los -curas prrocos, el escoger para s clrigos entre los siervos de su -iglesia, con la obligacin, empero, de mantenerlos segn sus rentas. -Con esta disciplina sin cometer ninguna injusticia se salvaban todos -los inconvenientes que poda traer consigo la ordenacin de los -esclavos; y, adems, se conseguan muy benficos resultados por una va -ms suave: porque, ordenndose siervos de la misma iglesia, era ms -fcil que se los pudiera escoger con tino, echando mano de aquellos -que ms lo merecieran por sus dotes intelectuales y morales: se abra -tambin ancha puerta para que pudiese la Iglesia emancipar sus siervos, -hacindolo por un conducto tan honroso, cual era el de inscribirlos -en el nmero de sus ministros, y, finalmente, dbase los legos un -ejemplo muy saludable, pues que, si la Iglesia se desprenda tan -generosamente de sus esclavos, y era en este punto tan indulgente, que, -sin limitarse los obispos, extenda la facultad hasta los curas -prrocos, no deba tampoco ser tan doloroso los seglares el hacer -algn sacrificio de sus intereses en pro de la libertad de aquellos que -pareciesen llamados tan santo ministerio. - - - - -CAPITULO XIX - - -As andaba la Iglesia deshaciendo, por mil y mil medios, la cadena de -la servidumbre, sin salirse, empero, nunca de los lmites sealados -por la justicia y la prudencia: as procuraba que desapareciese de -entre los cristianos ese estado degradante, que de tal modo repugnaba - sus grandiosas ideas sobre la dignidad del hombre, sus generosos -sentimientos de fraternidad y de amor. Dondequiera que se introduzca -el Cristianismo, las cadenas de hierro se trocarn en suaves lazos, y -los hombres abatidos podrn levantar con nobleza su frente. Agradable -es sobremanera el leer lo que pensaba sobre este punto uno de los -ms grandes hombres del Cristianismo: San Agustn. (_De Civit. Dei_, -1. 19, c. 14, 15, 16.) Despus de haber sentado en pocas palabras la -obligacin del que manda, sea padre, marido seor, de mirar por el -bien de aquel quien manda, encontrando as uno de los cimientos de -la obediencia en la misma utilidad del que obedece; despus de haber -dicho que los justos no mandan por prurito ni soberbia, sino por el -deseo de hacer bien sus sbditos: _neque enim dominandi cupiditate -imperant, sed officia consulendi, nec principandi superbia, sed -providendi misericordia_; despus de haber proscripto con tan nobles -doctrinas toda opinin que se encaminara la tirana, que fundase la -obediencia en motivos de envilecimiento; como si temiese alguna rplica -contra la dignidad del hombre, enardcese de repente su grande alma, -aborda de frente la cuestin, la eleva su altura ms encumbrada, y, -desatando sin rebozo los nobles pensamientos que hervan en su frente, -invoca en su favor el orden de la naturaleza, y la voluntad del mismo -Dios, exclamando: As lo prescribe el orden natural, as cri Dios -al hombre; djole que dominara los peces del mar, las aves del -cielo, y los reptiles que se arrastran sobre la tierra. _La criatura -racional, hecha su semejanza, no quiso que dominase sino los -irracionales, no el hombre al hombre, sino el hombre al bruto._ - -Este pasaje de San Agustn es uno de aquellos briosos rasgos que se -encuentran en los escritores de genio, cuando, atormentados por la -vista de un objeto angustioso, sueltan la rienda la generosidad -de sus ideas y pensamientos, expresndose con osada valenta. El -lector, asombrado con la fuerza de la expresin, busca, suspenso y sin -aliento, lo que est escrito en las lneas que siguen, como abrigando -un recelo de que el autor se haya extraviado, seducido por la nobleza -de su corazn y arrastrado por la fuerza de su genio; pero se siente -un placer inexplicable cuando se descubre que no se ha apartado del -camino de la sana doctrina, sino que nicamente ha salido, cual -gallardo atleta, defender la causa de la razn, de la justicia y de -la humanidad. Tal se nos presenta aqu San Agustn: la vista de tantos -desgraciados como geman en la esclavitud, vctimas de la violencia y -caprichos de los amos, atormentaba su alma generosa; mirando al hombre - la luz de la razn y de las doctrinas cristianas, no encontraba -motivo por que hubiese de vivir en tanto envilecimiento una porcin -tan considerable del humano linaje; y por eso, mientras proclama las -doctrinas que acabo de indicar, lucha por encontrar el origen de tamaa -ignominia, y, no hallndola en la naturaleza del hombre, la busca en el -pecado, en la maldicin. Los primeros justos, dice, fueron ms bien -constitudos pastores de ganados que no reyes de hombres, dndonos -Dios entender con esto lo que peda el orden de las criaturas, y lo -que exiga la pena del pecado: pues que la condicin de la servidumbre -fu con razn impuesta al pecador; y por esto no encontramos en las -Escrituras la palabra _sirvi_ hasta que el justo No la arroj como -un castigo sobre su hijo culpable. De lo que se sigue que este nombre -vino de la culpa, no de la naturaleza. - -Este modo de mirar la esclavitud como hija del pecado, como un fruto de -la maldicin de Dios, era de la mayor importancia; pues que, dejando -salva la dignidad de la naturaleza del hombre, atajaba de raz todas -las preocupaciones de superioridad natural que en su desvanecimiento -pudieran atribuirse los libres. Quedaba tambin despejada la esclavitud -del valor que poda darle el ser mirada como un pensamiento poltico, - medio de gobierno; pues slo se deba considerarla como una de -tantas plagas arrojadas sobre la humanidad por la clera del Altsimo. -En tal caso, los esclavos tenan un motivo de resignacin; pero la -arbitrariedad de los amos encontraba un freno, y la compasin de todos -los libres, un estmulo; pues que, habiendo nacido todos en culpa, -todos hubieran podido hallarse en igual estado; y, si se envanecan por -no haber cado en l, no tenan ms razn que quien se gloriase, en -medio de una epidemia, de haberse conservado sano, y se creyese por eso -con derecho de insultar los infelices enfermos. En una palabra, el -estado de la esclavitud era una plaga, y nada ms; era como la peste, -la guerra, el hambre otras semejantes; y por esta causa era deber de -todos los hombres el procurar, por de pronto, aliviarla, y el trabajar -para abolirla. - -Semejantes doctrinas no quedaban estriles; proclamadas la faz -del mundo, resonaban vigorosamente por los cuatro ngulos del orbe -catlico: y, ms de ser puestas en prctica como lo acabamos de ver -en ejemplos innumerables, eran conservadas, como una teora preciosa -al travs del caos de los tiempos. Haban pasado ocho siglos, y las -vemos reproducidas por otra de las lumbreras ms resplandecientes de -la Iglesia catlica: Santo Toms de Aquino. (1 p, q. 96, art. 4.) En -la esclavitud no ve tampoco ese grande hombre, ni diferencia de razas, -ni la inferioridad imaginaria, ni medios de gobierno; no acierta -explicrsela de otro modo que considerndola como una plaga acarreada -la humanidad por el pecado del primer hombre. - -Tanta es la repugnancia con que ha sido mirada entre los cristianos la -esclavitud, tan falso es lo que asienta M. Guizot de que la sociedad -cristiana no la confundiese ni irritase ese estado. Por cierto que -no hubo aquella confusin irritacin ciegas, que, salvando todas -las barreras, y no reparando en lo que dicta la justicia y aconseja -la prudencia, se arrojan sin tino borrar la marca de abatimiento -ignominia; pero, si se habla de aquella confusin irritacin que -resultan de ver oprimido y ultrajado al hombre, que no estn, empero, -reidas con una santa resignacin y longanimidad, y que, sin dar -treguas la accin de un celo caritativo, no quieren, sin embargo, -precipitar los sucesos, antes los preparan maduramente para alcanzar -efecto ms cumplido; si hablamos de esta santa confusin irritacin, -cabe mejor prueba de ella, que los hechos que he citado, que las -doctrinas que he recordado? cabe protesta ms elocuente contra la -duracin de la esclavitud que la doctrina de los dos insignes doctores, -que, como acabamos de ver, la declaran un fruto de maldicin, un -castigo de la prevaricacin del humano linaje; que no la pueden -concebir sino ponindola en la misma lnea de las grandes plagas que -afligen la humanidad? - -Las profundas razones que mediaron para que la Iglesia recomendase -los esclavos la obediencia, bastante las llevo evidenciadas, y no puede -haber nadie imparcial que se lo achaque olvido de los derechos del -hombre. Ni se crea por eso que faltase en la sociedad cristiana la -firmeza necesaria para decir la verdad toda entera, con tal que fuera -verdad saludable. Tenemos de ello una prueba en lo que sucedi con -respecto al matrimonio de los esclavos: sabido es que no era reputado -como tal, y que ni aun podan contraerle sin el consentimiento de sus -amos, so pena de considerarse como nulo. Haba en esto una usurpacin, -que luchaba abiertamente con la razn y la justicia: qu hizo, pues, -la Iglesia? Rechaz sin rodeos tamaa usurpacin. Oigamos, si no, -lo que deca el Papa Adriano I. Segn las palabras del Apstol, as -como en Cristo Jess no se ha de remover de los sacramentos de la -Iglesia ni al libre ni al esclavo, as tampoco entre los esclavos no -deben de ninguna manera prohibirse los matrimonios; y, si los hubieren -_contrado contradicindolo y repugnndolo los amos, de ninguna manera -se deben por eso disolver_. (_De Coniu. serv._, l. 4., t. 9, c. 1.) -Esta disposicin, que aseguraba la libertad de los esclavos en uno -de los puntos ms importantes, no debe ser tenida como limitada -determinadas circunstancias; era algo ms, era una proclamacin de -su libertad en esta materia, era que la Iglesia no quera consentir -que los hombres estuviesen al nivel de los brutos, vindose forzados - obedecer al capricho al inters de otro hombre, sin consultar -siquiera los sentimientos del corazn. As lo entenda Santo Toms, -pues que sostiene abiertamente que, en punto contraer matrimonio, _no -deben los esclavos obedecer sus dueos_. (2. 2.^{ae}, q. 104, art. -5.) - -En el rpido bosquejo que acabo de trazar, he cumplido, segn creo, -con lo que al principio insinu: de que no adelantara una proposicin -que no la apoyara en irrecusables documentos, sin dejarme extraviar -por el entusiasmo favor del Catolicismo, hasta atribuirle lo que -no le pertenezca. Velozmente, la verdad, hemos atravesado el caos -de los siglos: pero se nos han presentando, en diverssimos tiempos -y lugares, pruebas convincentes de que el Catolicismo es quien ha -abolido la esclavitud, pesar de las ideas, de las costumbres, de los -intereses, de las leyes que formaban un reparo, al parecer invencible; -y todo sin injusticias, sin violencias, sin trastornos, y todo con la -ms exquisita prudencia, con la ms admirable templanza. Hemos visto - la Iglesia catlica desplegar contra la esclavitud un ataque tan -vasto, tan variado, tan eficaz, que, para quebrantarse la ominosa -cadena, no se ha necesitado siquiera un golpe violento; sino que, -expuesta la accin de poderossimos agentes, se ha ido aflojando, -deshaciendo, hasta caerse pedazos. Primero se ensean en alta voz -las verdaderas doctrinas sobre la dignidad del hombre, se marcan las -obligaciones de los amos y de los esclavos, se los declara iguales -ante Dios, reducindose polvo las teoras degradantes que manchan -los escritos de los mayores filsofos de la antigedad; luego se -empieza la aplicacin de las doctrinas, procurando suavizar el trato -de los esclavos; se lucha con el derecho atroz de vida y muerte, se -les abren por asilo los templos, no se permite que la salida sean -maltratados, y se trabaja por substituir la vindicta privada la -accin de los tribunales; al propio tiempo se garantiza la libertad de -los manumitidos enlazndola con motivos religiosos, se defiende con -tesn y solicitud la de los ingenuos, se procura cegar las fuentes -de la esclavitud, ora desplegando vivsimo celo por la redencin de -los cautivos, ora saliendo al paso la codicia de los judos, ora -abriendo expeditos senderos por donde los vendidos pudiesen recobrar -la libertad; se da en la Iglesia el ejemplo de la suavidad y del -desprendimiento, se facilita la emancipacin admitiendo los esclavos - los monasterios y al estado eclesistico, y por otros medios que iba -sugiriendo la caridad: y as, pesar del hondo arraigo que tena la -esclavitud en la sociedad antigua, pesar del trastorno trado por la -irrupcin de los brbaros, pesar de tantas guerras y calamidades de -todos gneros, con que se inutilizaba en gran parte el efecto de toda -accin reguladora y benfica, se vi, no obstante, que la esclavitud, -esa lepra que afeaba las civilizaciones antiguas, fu disminuyndose -rpidamente en las naciones cristianas, hasta que al fin desapareci. - -No se descubre, por cierto, un plan concebido y concertado por los -hombres; mas, por lo mismo que sin ese plan se nota tanta unidad de -tendencias, tanta identidad de miras, tanta semejanza en los medios, -hay una prueba evidente del espritu civilizador y libertador entraado -por el Catolicismo; y los verdaderos observadores se complacern, sin -duda, en ver en el cuadro que acabo de presentar, cul concuerdan -admirablemente en dirigirse al mismo blanco, los tiempos del imperio, -los de la irrupcin de los brbaros, y los de la poca del feudalismo; -y, ms que en aquella mezquina regularidad que distingue lo que es -obra exclusiva del hombre, se complacern, repito, los verdaderos -observadores, en andar recogiendo los hechos desparramados en aparente -desorden, desde los bosques de la Germania hasta las campias de la -Btica, desde las orillas del Tmesis hasta las mrgenes del Tiber. - -Estos hechos yo no los he fingido; anotadas van las pocas, citados -los concilios; al fin de este volumen encontrar el lector, originales -y por extenso, los textos que aqu he extractado y resumido, y all -podr cerciorarse plenamente de que no le he engaado. Que, si tal -hubiera sido mi intencin, buen seguro que no hubiera descendido al -terreno de los hechos: entonces habra divagado por las regiones de -las teoras; habra pronunciado palabras pomposas y seductoras; habra -echado mano de los medios ms propsito para encantar la fantasa -y excitar los sentimientos; me habra colocado en una de aquellas -posiciones, en que puede un escritor suponer su talante cosas que -jams han existido, y lucir, con harto escaso trabajo, las galas de la -imaginacin y la fecundidad del ingenio. Me he impuesto una tarea algo -ms penosa, quizs no tan brillante, pero ciertamente ms fecunda. - -Y ahora podremos preguntar M. Guizot, cules han sido las _otras -causas_, las _otras ideas_, los _otros principios_ de _civilizacin_, -cuyo completo desarrollo, segn nos dice, ha sido necesario _para que -triunfase al fin la razn, de la ms vergonzosa de las iniquidades_. -Esas causas, esas ideas, esos principios de civilizacin que, segn -l, ayudaron la Iglesia en la abolicin de la esclavitud, menester -era explicarlos, indicarlos cuando menos; que as el lector hubiera -podido evitarse el trabajo de buscarlos como quien adivina. Si no -brotaron del seno de la Iglesia, dnde estaban? Estaban en los -restos de la civilizacin antigua? Pero los restos de una civilizacin -destrozada, y casi aniquilada, podran hacer lo que no hizo ni -pens hacer jams esa misma civilizacin cuando se hallaba en todo -su vigor, pujanza y lozana? Estaban quizs en el individualismo de -los brbaros, cuando este individualismo era inseparable compaero de -la violencia, y, por consiguiente, deba ser una fuente de opresin -y esclavitud? Estaban quizs en el patronazgo militar, introducido, -segn Guizot, por los mismos brbaros, que puso los cimientos de esa -organizacin aristocrtica, convertida ms tarde en feudalismo? Pero, -qu tena que ver ese patronazgo con la abolicin de la esclavitud, -cuando era lo ms propsito para perpetuarla en los indgenas de -los pases conquistados, y extenderla una porcin considerable -de los mismos conquistadores? Dnde est, pues, una idea, una -costumbre, una institucin que, sin ser hija del Cristianismo, haya -contribudo la abolicin de la esclavitud? Selese la poca de su -nacimiento, el tiempo de su desarrollo; mustresenos que no tuvo su -origen en el Cristianismo, y entonces confesaremos que l no puede -pretender exclusivamente el honroso ttulo de haber abolido estado -tan degradante; y no dejaremos por eso de aplaudir y ensalzar aquella -idea, costumbre institucin que haya tomado una parte en la bella y -grandiosa empresa de libertar la humanidad. - -Y ahora, bien se puede preguntar las Iglesias protestantes, esas -hijas ingratas que, despus de haberse separado del seno de su madre, -se empean en calumniarla y afearla: dnde estabais vosotras cuando la -Iglesia catlica iba ejecutando la inmensa obra de la abolicin de la -esclavitud? Cmo podris achacarle que simpatiza con la servidumbre, -que trata de envilecer al hombre, de usurparle sus derechos? Podris -vosotras presentar un ttulo, que as os merezca la gratitud del -linaje humano? Qu parte podis pretender en esa grande obra, que es -el primer cimiento que deba echarse para el desarrollo y grandor de -la civilizacin europea? Solo, sin vuestra ayuda, la llev cabo el -Catolicismo; y solo hubiera conducido la Europa sus altos destinos, -si vosotras no hubierais venido torcer la majestuosa marcha de esas -grandes naciones, arrojndolas desatentadamente por un camino sembrado -de precipicios: camino cuyo trmino est cubierto con densas sombras, -en medio de las cuales slo Dios sabe lo que hay.[15] - - - - -NOTAS - - - [1] Pg. 11.--_La historia de las variaciones de los - protestantes_, de Bossuet, es una de aquellas obras que - agotan su objeto; que ni dejan rplica, ni consienten - aadidura. Leda con reflexin esta obra inmortal, la causa - del Protestantismo est fallada bajo un aspecto dogmtico; no - queda medio alguno entre el Catolicismo y la incredulidad. - Gibbon la haba ledo en su juventud, y se haba hecho - catlico, abandonando la religin protestante, en que haba - sido educado. Despus volvi separarse de la Iglesia - catlica, pero no fu protestante, sino incrdulo. Quizs no - disgustar los lectores el oir de la boca de este clebre - escritor el juicio que formaba de la obra de Bossuet, y la - relacin del efecto que le produjo su lectura; dice as: - En la _Historia de las variaciones_, ataque tan vigoroso - como bien dirigido, desenvuelve, con felicsima mezcla de - raciocinio y de narracin, las faltas, los extravos, las - incertidumbres y las contradicciones de nuestros primeros - reformadores, cuyas variaciones, como l sostiene hbilmente, - llevan el carcter del error, mientras que la no _interrumpida - unidad de la Iglesia catlica es la seal y testimonio de la - infalible verdad_: le, aprob, cre. (_Gibbon, Memorias._) - - [2] Pg. 13.--Lutero, quien se empean todava algunos - en presentrnoslo como un hombre de altos conceptos, de - pecho noble y generoso, de vindicador de los derechos de la - humanidad, nos ha dejado en sus escritos el ms seguro y - evidente testimonio de su carcter violento, de su extremada - grosera y de la ms feroz intolerancia. Enrique VIII, Rey - de Inglaterra, haba refutado el libro de Lutero llamado - _de Captivitate Babilonica_, y, enojado este por semejante - atrevimiento, escribe al Rey, llamndole _sacrlego_, _loco_, - _insensato_, _el ms grosero de todos los puercos y de todos - los asnos_. Si la majestad real no inspiraba Lutero respeto - ni miramiento, tampoco tena ninguna consideracin al mrito. - Erasmo, quizs el hombre ms sabio de su siglo, al menos - el ms erudito, ms literato y brillante, y que, por cierto, - no escase la indulgencia con Lutero y sus secuaces, fu, no - obstante, tratado con tanta virulencia por el fogoso corifeo, - as que ste vi que no poda traerle la nueva secta, que, - lamentndose de ello Erasmo, deca: que en su vejez se vea - obligado pelear con una bestia feroz, con un furioso - jabal. No se contentaba Lutero con palabras, sino que pasaba - los hechos: y bien sabido es que por instigacin suya fu - desterrado Carlostadio de los estados del duque de Sajonia, - hallndose, por efecto de la persecucin, reducido tal - miseria, que se vea precisado ganarse el sustento llevando - lea, y haciendo otros oficios muy ajenos su estado. En - sus ruidosas disputas con los zuinglianos, no desminti - Lutero su carcter, llamndolos hombres _condenados_, - _insensatos_, _blasfemos_. Cuando as trataba sus compaeros - disidentes, nada extrao es que llamase los doctores - de Lovaina _verdaderas bestias_, _puercos_, _paganos_, - _epicreos_, _ateos_; que prorrumpiese en otras expresiones - que la decencia no permite copiar, y que, desenfrenndose - contra el Papa, dijese, que era un lobo rabioso, que todo - el mundo deba armarse contra l, sin esperar orden alguna - de los magistrados; que en este punto slo poda caber - arrepentimiento por no haberle pasado el pecho con la espada; - y que todos aquellos que le seguan, deban ser perseguidos - como los soldados de un capitn de bandoleros, aunque fueran - reyes emperadores. Este es el espritu de tolerancia y - libertad de que estaba animado Lutero: y cuenta que nos sera - fcil aducir muchas otras pruebas. - - No se crea que tal intolerancia fuese exclusivamente propia - de Lutero; extendase todo el partido, y se hacan sentir - sus efectos de un modo cruel. Afortunadamente tenemos de esta - verdad un testigo irrefragable. Es Melanchton, el discpulo - querido de Lutero, uno de los hombres ms distinguidos que ha - tenido el Protestantismo. Me hallo en tal esclavitud (deca, - escribiendo su amigo Camerario) como si estuviera en la - cueva de los cclopes; por manera que apenas me es posible - explicarte mis penas, vinindome cada paso tentaciones de - escaparme. Son gente ignorante (deca en otra carta) que - no conoce piedad ni disciplina; mirad los que mandan, y - veris que estoy como Daniel en la cueva de los leones. Y - se dir todava que presida tamaa empresa un pensamiento - generoso, y que se trataba de emancipar el pensamiento humano! - La intolerancia de Calvino es bien conocida, pues, ms - de quedar consignada en el hecho indicado en el texto, se - manifiesta cada paso en sus obras, por el tratamiento que - da sus adversarios. _Malvados_, _tunantes_, _borrachos_, - _locos_, _furiosos_, _rabiosos_, _bestias_, _toros_, - _puercos_, _asnos_, _perros_, _viles esclavos de Satans_: he - aqu las lindezas que se hallan cada paso en los escritos - del clebre reformador. Cunto y cunto de semejante podra - aadir, si no temiese fastidiar los lectores! - - [3] Pg. 14.--En la dieta de Espira se haba hecho un decreto - que contena varias disposiciones relativas al cambio de - religin: catorce ciudades del imperio no quisieron someterse - este decreto y presentaron una _protesta_; de aqu vino - que los disidentes empezaron llamarse _protestantes_. Como - este nombre es la condenacin de las Iglesias separadas, - han tratado algunas veces de apropiarse otros; pero siempre - en vano. Los nombres que se daban eran falsos, y un nombre - falso no dura. Qu pretendan significar cuando se - llamaban evanglicos? acaso el que se atenan nicamente - al Evangelio? En tal caso mejor deban llamarse, bblicos, - pues que no pretendan precisamente atenerse al Evangelio, - sino la _Biblia_. Llmanse tambin veces _reformados_, y - algunos suelen apellidar al Protestantismo _Reforma_; pero - basta pronunciar este nombre para descubrir su impropiedad. - _Revolucin religiosa_ le cuadrara mucho mejor. - - [4] Pg. 15.--El conde de Maistre, en su obra _Del Papa_, - ha desenvuelto este punto de los nombres de una manera - inimitable. Entre otras muchas observaciones hay una muy - atinada, cual es, que slo la Iglesia catlica tiene un nombre - _positivo_ y propio, con que se llama ella s misma, y hace - que la llamen los otros. Las Iglesias separadas han excogitado - varios, pero no han podido apropirselos. Si cada uno, dice, - es libre de darse el nombre que le agrada, la misma Lais en - persona podra escribir sobre la puerta de su casa: _Palacio - de Artemisa_. La dificultad est en obligar los dems - darnos el nombre que nosotros escogemos. - - No se crea que sea el conde de Maistre el inventor de ese - argumento de los nombres: habanlo empleado de antemano San - Jernimo y San Agustn: Si oyeres, dice San Jernimo, que se - llaman marcionistas, valentinianos, montanistas, sepas que no - son la Iglesia de Cristo, sino la Sinagoga del Anticristo. - _Si audieris nuncupari marcionistas, valentinianos, - montanenses, scito non Ecclesiam Christi, sed Antichristi - esse Sinagogam._ (_Hieron., lib. adversus Luciferanios._) - Tineme en la Iglesia, dice San Agustn, el mismo nombre de - catlica, pues que no sin causa, y entre tantas sectas, le - obtuvo ella sola, y de tal manera, que, querindose llamar - catlicos todos los herejes, sin embargo, si un peregrino - les pregunta por el templo catlico, ninguno de los herejes - se atreve mostrarle su baslica su casa. _Tenet me in - Ecclesia ipsum catholicae nomen, quod non sine causa inter - tam multas haereses, sic ipsa sola obtinuit, ut cum omnes - haeretici se catholicos dici velint, quaerenti tamen peregrino - alicui, ubi ad catholicam conveniatur, nullus haereticorum, - vel basilicam suam, vel domum audcat ostendere._ (_S. Aug._) - Esto que observaba San Agustn en su tiempo, se ha verificado - tambin con respecto los protestantes, y pueden dar de ello - testimonio los que han visitado aquellos pases en que hay - diferentes comuniones. Un ilustre espaol del siglo XVII y - que haba pasado mucho tiempo en Alemania, nos dice: Todos - quieren llamarse catlicos y apostlicos, pero los dems los - llaman luteranos y calvinistas. _Singuli volunt dici catholici - et apostolici, sed volunt, et ab aliis non hoc praetenso illis - nomine, sed luterani potius aut calviniani nominantur._ - (_Caramuel._) He habitado, contina el mismo, en ciudades - de herejes, y vi con mis ojos y o con mis odos, una cosa - que debieran pesar los heterodoxos: esto es, _que excepcin - del predicador protestante, y de algunos pocos que pretenden - saber ms de lo que conviene, todo el vulgo de los herejes - llama catlicos los romanos_. (_Habitavi in haereticorum - civitatibus; et hoc propriis oculis vidi, propriis auditi - auribus, quod deberet ab haeterodoxis ponderari. Praeter - praedicantem, et pauculos qui plus sapiunt quam oportet - sapere, totum haereticorum vulgus catholicos vocat romanos._) - Tanta es la fuerza de la verdad. Los idelogos saben muy bien - que semejantes fenmenos proceden de causas profundas, y que - estos argumentos son algo ms que sutilezas. - - [5] Pg 36.--Tanto se ha hablado de los abusos, tanto se ha - exagerado su influencia en los desastres que en los ltimos - siglos han afligido la Iglesia, tenindose cuidado, al - propio tiempo, de ensalzar con hipcritas encomios la pureza - de las costumbres y la rigidez de la disciplina de los - primeros siglos, que algunos han llegado imaginarse una - lnea divisoria entre unos tiempos y otros; no concibiendo en - los primeros ms que verdad y santidad, y no atribuyendo los - segundos otra cosa que corrupcin y mentira; como si en los - primeros siglos de la Iglesia todos los miembros hubiesen sido - ngeles, como si en todas pocas no hubiese tenido la Iglesia - que corregir errores y enfrenar pasiones. Con la historia - en la mano sera fcil reducir su justo valor estas ideas - exageradas; exageracin de que se hizo cargo el mismo Erasmo, - por cierto poco inclinado disculpar sus contemporneos. En - un cotejo de su tiempo con los primeros siglos de la Iglesia, - hace ver hasta la evidencia, cun infundado y pueril era el - prurito que entonces cunda de ensalzar todo lo antiguo para - deprimir lo presente. Un fragmento de este objeto se halla - entre las obras de Marchetti, en sus observaciones sobre las - historia de Fleury. - - Curioso fuera tambin hacer una resea de las disposiciones - tomadas por la Iglesia para refrenar toda clase de abusos. - Las colecciones de los concilios podran suministrarnos tan - copiosa materia para comprobar este aserto, que no sera - fcil encerrarla en pocos volmenes; , ms bien, las mismas - colecciones, con toda su mole asombradora, no son otra cosa, - de un extremo otro, que una prueba evidente de estas dos - verdades: primera, que en todos tiempos ha habido muchos - abusos que corregir; cosa necesaria, atendida la debilidad - y la corrupcin humanas; segunda, que en todas pocas la - Iglesia ha procurado corregirlos, pudiendo, desde luego, - asegurarse que no es posible sealar uno, sin que se ofrezca - tambin la correspondiente disposicin cannica que lo reprime - castiga. Estas observaciones acaban de dejar en claro que - el Protestantismo no tuvo su principal origen en los abusos, - sino que era una de aquellas grandes calamidades que, atendida - la volubilidad del espritu humano y el estado en que se - encontraba la sociedad, puede decirse que son inevitables. - En el mismo sentido que dijo Jesucristo que era _necesario - que hubiese escndalos_, no porque nadie se halle forzado - darlos, sino porque tal es la corrupcin del corazn humano, - que, siguiendo las cosas el orden regular, no puede menos de - haberlos. - - [6] Pg. 45.--Ese concierto, esa unidad, que se descubren en - el Catolicismo, deben llenar de admiracin y asombro todo - hombre juicioso, sean cuales fueren sus ideas religiosas. - Si no suponemos que _hay aqu el dedo de Dios_, cmo ser - posible explicar ni concebir la duracin del centro de la - unidad, que es la Ctedra de Roma? Tanto se ha dicho ya - sobre la supremaca del Papa, que es muy difcil aadir nada - nuevo; pero quizs no desagradar los lectores el que les - presente un interesante trozo de San Francisco de Sales, en - que reuni los varios y notables ttulos que ha dado los - Sumos Pontfices, y su silla, la antigedad eclesistica. - Este trabajo del santo Obispo es interesante, no tan slo por - lo que pica la curiosidad, sino tambin porque da margen - gravsimas reflexiones, que el lector har, sin duda, por s - mismo. Helo aqu: - - NOMBRES QUE SE HAN DADO AL PAPA - - El muy santo Obispo de la Iglesia } En el concilio de Soissons de - Catlica. } 300 Obispos. - - El muy santo y muy feliz Patriarca. } Ibd., tomo 7. Concil. - - El muy feliz Seor. } S. Agustn., Ep. 95. - - El Patriarca universal. } S. Len P, Ep. 62. - - El Jefe de la Iglesia del mundo. } Innoc. ad PP. Concili. - } Milevit. - - El Obispo elevado la cumbre } S. Cipr., Ep. 3 et 12. - apostlica. } - - El Padre de los Padres. } Concil. de Calced., ses. 3. - - El Soberano Pontfice de los } Ibd. in praef. - Obispos. } - - El Soberano Sacerdote. } Concil. de Calced., ses. 16. - - El Prncipe de los Sacerdotes. } Esteban Ob. de Cartago. - - El Prefecto de la Casa de Dios, } Concil. de Cartago, Ep. ad - y el Custodio y Guarda de la } Damasum. - via del Seor. } - - El Vicario de Jesucristo, y el } S. Jern., praef. in Evang. - Confirmador de la fe de los } ad Damasum. - cristianos. } - - El Sumo Sacerdote. } Valentiniano y toda la - } antigedad. - - El Soberano Pontfice. } Concil. de Calced., in Ep. ad - } Theod. Imper. - - El Prncipe de los Obispos. } Ibd. - - El Heredero de los apstoles. } S. Bern., lib. de Consid. - - Abrahn por el Patriarcado. } S. Ambros., in 1 ad Tim., 3. - - Melquisedech por el orden. } Concil. de Calced., Epist. ad - } Leonem. - - Moiss por la autoridad. } S. Bern., Epist. 190 - - Samuel por la jurisdiccin. } Ibd. et in lib. de Consid. - - Pedro por el poder. } Ibd. - - Cristo por la uncin. } Ibd. - - El Pastor del aprisco de } Ibd., lib. 2, Consid. - Jesucristo. } - - El Llavero de la Casa de Dios. } Idem idem, cap. 8. - - El Pastor de todos los pastores. } Ibd. - - El Pontfice llamado la plenitud } Ibd. - del poder. - - San Pedro fu la boca de } S. Crisst., Homil. 2, in - Jesucristo. } divers. serm. - - La Boca y el Jefe del apostolado. } Orig., Hom. 55, in Matth. - - La Ctedra y la Iglesia principal. } S. Cipr., Ep. 55, ad Corn. - - El Origen de la unidad sacerdotal. } S. Cipr., Epist. 3,2 - - El Lazo de la unidad. } Idem ibd., 4,2. - - La Iglesia donde reside el poder } Idem ibd., 3,8. - principal. - - La Iglesia Raz y Matriz de todas } S. Anaclet. Pap., Epist. ad - las dems Iglesias. } om. Episc. et fidel. - - La Sede sobre la cual ha construdo } S. Dmas., Ep., ad univ. - el Seor la Iglesia universal. } Episc. - - El Punto Cardinal y el Jefe de } S. Marcelin., Pap., Epist. ad - todas las Iglesias. } Episc. Antioc. - - El Refugio de los Obispos. } Conc. de Alex., Ep. ad Felic. - } P. - - La Suprema Sede Apostlica. } S. Atanas. - - La Iglesia presidente. } Imp. Justin., in 1, 8, Cod. de - } SS. Trinit. - - La Sede Suprema que no puede } S. Len, in nat. SS. Apost. - ser juzgada por otra. } - - La Iglesia antepuesta todas las } Vctor de Utica, in lib. de - dems Iglesias. } perfect. - - La primera de todas las Sedes. } S. Prspero, lib. de Ingrat. - - La Fuente apostlica. } S. Ignat., Ep. ad Rom, in - } Suscript. - - El Puerto segursimo de toda la } Concil. Rom. por S. Gelasio. - Comunin Catlica. } - - [7] Pg. 54.--He dicho que los ms distinguidos protestantes - sintieron el vaco que encerraban todas las sectas separadas - de la Iglesia catlica: voy presentar las pruebas de esta - asercin, que quizs algunos juzgaran aventurada. Oigamos - al mismo Lutero, que, escribiendo Zuinglio, deca: Si - dura mucho el mundo, ser de nuevo necesario, causa de las - varias interpretaciones de la Escritura que ahora circulan, - para conservar la unidad de la fe, recibir los decretos de - los concilios y refugiarnos en ellos. (_Si diutius steterit - mundus, iterum erit necessarium, propter diversas Scripturae - interpretationes quae nunc sunt, ad conservandam fidei - unitatem, ut conciliorum decreta recipiamus, adque ad ea - confugiamus._) - - Melanchton, lamentndose de las funestas consecuencias de - la falta de jurisdiccin espiritual, deca: resultar una - libertad de ningn provecho la posteridad; y en otra - parte dice estas notabilsimas palabras: En la Iglesia se - necesitan inspectores para conservar el orden, observar - atentamente los que son llamados al ministerio eclesistico, - velar sobre la doctrina de los sacerdotes, y ejercer los - juicios eclesisticos; por manera que, si no hubiera obispos, - sera menester crearlos. _La monarqua del Papa servira - tambin mucho para conservar entre tan diversas naciones la - uniformidad de la doctrina._ - - Oigamos Calvino: Coloc Dios la silla de su culto en el - centro de la tierra, poniendo all un Pontfice, nico, - quien miraran todos para conservarse mejor en la unidad. - (Cultus sui sedem in medio terrae collocavit illi _unum_ - Antistitem praefecit, quem omnes respicerent, quo melius in - _unitate_ continerentur.) (Calv., inst. 6, . 11.) - - Atormentronme tambin m mucho y por largo tiempo, dice - Beza, esos mismos pensamientos que t me pintas: veo los - nuestros divagando merced de todo viento de doctrina, y, - levantados en alto, caerse ahora una parte, despus otra. - Lo que piensan hoy de la religin quiz podra saberlo; lo que - pensarn maana, no. Las Iglesias que han declarado la guerra - al Romano Pontfice, _en qu punto de la religin convienen? - Recrrelo todo desde el principio al fin, y apenas encontrars - cosa afirmada por uno que desde luego no la condene otro - como impa._ Exercuerunt me diu et multum illae, ipsae - quas describis cogitationes: video nostros palantes omni - doctrinae vento et, in altum sublatos, modo ad hanc, modo - ad illam partem deferri. Horum quae sit hodie de Religione - sententia scire fortasse possis; sed quae eras de eadem futura - sit opinio, neque tu certo affirmare queas. In quo tandem - religionis capite, congruunt inter se Ecclesiae, quae Romano - Pontifici bellum indixerunt? A capite ad calcem si percurras - omnia, nihil propemodum reperias, ab uno affirmari, quod - alter statim non impium esse clamitet. (Th. Epist. ad Andream - Duditium.) - - Grocio, uno de los hombres ms sabios que haya tenido el - Protestantismo, conoci tambin la flaqueza de los cimientos - en que estriban las sectas separadas. No son pocos los que - han credo que haba muerto catlico. Los protestantes le - acusaron de que intentaba convertirse al Catolicismo, y los - catlicos que le haban tratado en Pars, pensaban de la - misma manera. No dir que sea verdad lo que se cuenta del - insigne P. Petau, amigo de Grocio, de que, habiendo sabido su - muerte, haba celebrado misa por l; pero lo cierto es que - Grocio en su obra titulada _De Antichristo_ no piensa como - los protestantes que el Anticristo sea el Papa; lo cierto es - que en otra obra publicada, _Votum pro pace Ecclesiae_, dice - redondamente que sin el primado del Papa no es posible dar - fin las disputas, como acontece entre los protestantes; - lo cierto es que en su obra pstuma, _Rivetiani apologetici - discussio_, asienta abiertamente el principio fundamental del - Catolicismo, saber, que los dogmas de la fe deben decidirse - por la tradicin y la autoridad de la Iglesia, y no por la - sola Sagrada Escritura. - - La ruidosa conversin del clebre protestante Papn es otra - prueba de lo mismo que estamos demostrando. Meditaba Papn - sobre el principio fundamental del Protestantismo, y la - contradiccin en que estaba con este principio la intolerancia - de los protestantes, pues que, estribando en el examen - privado, apelaban para conservarse la va de la autoridad, - y argumentaba de esta manera: Si la va de la autoridad de - que pretenden asirse es inocente y legtima, ella condena su - origen, en el que no quisieron sujetarse la autoridad de - la Iglesia catlica; mas, si la va del examen que en sus - principios abrazaron fu recta y conforme, resulta entonces - condenada la va de autoridad que ellos han ideado para evitar - excesos: quedando as abierto y allanado el camino los - mayores desrdenes de la impiedad. - - Puffendorf, que por cierto no puede ser notado de frialdad - cuando se trata de atacar al Catolicismo, no pudo menos de - tributar su obsequio la verdad, estampando una confesin - que le agradecern todos los catlicos. La supresin de la - autoridad del Papa ha sembrado en el mundo infinitas semillas - de discordia; pues, no habiendo ya ninguna autoridad soberana - para terminar las disputas que se suscitaban en todas - partes, se ha visto los protestantes dividirse entre si - mismos, y _despedazarse las entraas con sus propias manos_. - (Puffendorf, de Monarch. Pont. Rom.) - - Leibnitz, ese grande hombre que, segn la expresin de - Fontenelle, conduca de frente todas las ciencias, reconoci - tambin la debilidad del Protestantismo, y la firmeza de - organizacin de la Iglesia catlica. Sabido es que, lejos - de participar del furor de los protestantes contra el Papa, - miraba su supremaca religiosa con las mayores simpatas. - Confesaba paladinamente la superioridad de las misiones - catlicas sobre las protestantes; y las mismas comunidades - religiosas, objeto para muchos de tanta aversin, eran para - l altamente respetables. Cuando tales antecedentes se - tenan sobre las ideas religiosas de ese grande hombre, vino - confirmarlos ms y ms una obra suya pstuma, publicada - en Pars por primera vez en 1819. Quizs no disgustar - los lectores una breve noticia sobre acontecimiento tan - singular. En el citado ao dise luz en Pars la _Exposicin - de la doctrina de Leibnitz sobre la religin, seguida de - pensamientos extrados de las obras del mismo autor, por M. - Emery, antiguo superior general de San Sulpicio_. En esta obra - de M. Emery est contenida la pstuma de Leibnitz, y cuyo - ttulo en el manuscrito original es: _Sistema teolgico_. El - principio de la obra es notable por su gravedad y sencillez, - dignas ciertamente de la grande alma de Leibnitz. Hele aqu: - Despus de largo y profundo estudio sobre las controversias - en materia de religin, implorada la asistencia divina, y - depuesto, al menos en cuanto es posible al hombre, todo - espritu de partido, me he considerado como un nefito venido - del Nuevo Mundo, y que todava no hubiese abrazado ninguna - opinin; y he aqu dnde al fin me he detenido, y, entre - todos los dictmenes que he examinado, lo que me parece que - debe ser reconocido por todo hombre exento de preocupaciones, - como lo ms conforme la Escritura Santa, la respetable - antigedad, y hasta la recta razn y los hechos histricos - ms ciertos. - - Leibnitz establece en seguida la existencia de Dios, la - Encarnacin, la Trinidad, y los otros dogmas del Cristianismo; - adopta con candor y defiende con mucha ciencia la doctrina - de la Iglesia catlica sobre la tradicin, los sacramentos, - el sacrificio de la misa, el culto de las reliquias y de las - santas imgenes, la jerarqua eclesistica, y el primado del - Romano Pontfice. En todos los casos, dice, que no permiten - los retardos de un concilio general, que no merecen ser - tratados en l, es preciso admitir que el primero de los - obispos, el Soberano Pontfice, tiene el mismo poder que la - Iglesia entera. - - [8] Pg. 63.--Quizs algunos podran creer que lo dicho sobre - la vanidad de las ciencias humanas, y sobre la debilidad de - nuestro entendimiento, es con la sola mira de realzar la - necesidad de una regla en materias de fe. Muy fcil fuera - aducir larga serie de textos sacados de los escritos de los - hombres ms sabios, antiguos y modernos; pero me contento con - insertar un excelente trozo de un ilustre espaol, de uno de - los hombres ms grandes del siglo XVI. Es Luis Vives. - - _Iam mens ipsa, suprema animi et celsissima pars, videbit - quantopere sit tum natura sua tarda ac praepedita, tum - tenebris peccati caeca, et a doctrina, usu, ac solertia - imperita et rudis, ut ne ea quidem quae videt, quaeque manibus - contrectat, cuiusmodi sint, aut qui fiant assequatur, nedum ut - in abdito illa naturae arcana possit penetrare; sapienterque - ab Aristotele illa est posita sententia: Mentem nostram ad - manifestissima naturae non aliter habere se, quam noctuae - oculum ad lumen solis_: ea omnia, quae universum hominum - genus novit, quota sunt pars eorum quae ignoramus! nec solum - id in universitate artium est verum, sed in singulis earum, - in quarum nulla tantum, est humanum ingenium progressum, ut - ad medium pervenerit, etiam in infimis illis ac vilissimis: - ut nihil existimetur verius esse dictum ab Academicis, quam: - _scire nihil_. (_Ludovicus Vives, De Concordia et Discordia. - Lib. 4, cap. 3._) - - As pensaba este grande hombre, que, ms de estar muy - versado en toda clase de erudicin, as sagrada como profana, - haba meditado profundamente sobre el mismo entendimiento - humano; que haba seguido con ojo observador la marcha de las - ciencias, y que, como lo acreditan sus escritos, se haba - propuesto regenerarlas. Sensible es que no se puedan copiar - por extenso sus palabras, as del lugar citado, como de su - obra inmortal sobre las causas de la decadencia de las artes y - ciencias y el modo de ensearlas. - - Como quiera, quien se manifestase descontento porque se - han dicho algunas verdades sobre la debilidad de nuestros - alcances, y tuviese recelos de que esto daara al progreso - de las ciencias, porque as se apoca el entendimiento, ser - bien recordarle que el mejor modo de hacer progresar - nuestro espritu es el que se conozca s mismo; pudiendo - este propsito citarse la profunda sentencia de Sneca: - Pienso que muchos hubieran podido alcanzar la sabidura, si - no hubiesen presumido que la haban ya alcanzado. _Puto - multos ad sapientiam potuisse pervenire, nisi se iam crederent - pervenisse._ - - [9] Pg. 70.--Es cierto que, al acercarse los primeros - principios de las ciencias, se encuentra el entendimiento - rodeado de espesas sombras. He dicho que de esta regla general - no se exceptan las mismas matemticas, cuya certeza y - evidencia se han hecho proverbiales. El clculo infinitesimal, - que en el estado actual de la ciencia puede decirse que la - domina, estriba, sin embargo, en algunas ideas sobre los - _lmites_, ideas que hasta ahora nadie ha podido aclarar bien. - Y no es que trate de poner en duda su certeza y verdad; solo - me propongo hacer notar que, si se quisiera llamar examen - en el tribunal de la metafsica las ideas que son como los - elementos de ese clculo, no dejaran de poder esparcirse - sobre ellas algunas sombras. Aun concretndonos la parte - elemental de la ciencia, se podran tambin descubrir algunos - puntos que no sufriran sin algn dao un detenido anlisis - metafsico ideolgico; cosa que sera muy fcil manifestar, - si lo consintiese el gnero de esta obra. Entre tanto puede - recomendarse los lectores la preciosa carta dirigida por - el distinguido jesuta espaol _Eximeno_ su amigo _Juan - Andrs_, donde se hallan observaciones muy oportunas sobre la - materia, hechas por un hombre quien de seguro no se puede - recusar por incompetente. Esta carta est en latn, y su - ttulo es: _Epistola ad clarissimum virum Ioannem Andresium_. - - Por lo que toca las otras ciencias, no es necesario insistir - en manifestar cunta obscuridad se encuentra al acercarse - sus primeros principios; pudindose asegurar que los - brillantes sueos de los hombres ms ilustres han reconocido - este origen. Impulsados por el sentimiento de sus propias - fuerzas, penetraban hasta los abismos en busca de la verdad; - all la _antorcha se apagaba en sus manos_, por valerme de la - expresin de un ilustre poeta contemporneo, y extraviados por - un obscuro laberinto se entregaban merced de su fantasa y - de sus inspiraciones, tomando por la realidad los hermosos - sueos de su genio. - - [10] Pg. 73.--Para ver con toda claridad, para sentir con - viveza la innata debilidad del espritu humano, no hay cosa - ms propsito que recorrer la historia de las herejas, - historia que debemos la Iglesia por el sumo cuidado que ha - tenido en definirlas y clasificarlas. Desde Simn Mago, que - se apellidaba el _legislador de los judos_, _el reparador - del mundo_, _el Paracleto_, mientras tributaba su querida - Elena culto de latra bajo el nombre de Minerva, hasta Hermn, - predicando la matanza de todos los sacerdotes y magistrados - del mundo, y asegurando que l era el verdadero Hijo de Dios, - puede un observador contemplar ese vasto cuadro, que, si bien - es muy desagradable, cuando no por otras causas, al menos por - su extravagancia, no deja, sin embargo, de sugerir graves y - profundas reflexiones sobre el verdadero carcter del espritu - humano, manifestando la sabidura del Catolicismo, cuando en - ciertas materias se empea en sujetarle una regla. - - [11] Pg 79.--Quizs no todos se persuadirn fcilmente de - que las ilusiones y el fanatismo estn, como en su elemento, - en medio de los protestantes; y por esto ser preciso traer - aqu el irrecusable testimonio de los hechos. Podran - escribirse sobre el particular crecidos volmenes, pero habr - de contentarme con una rapidsima resea, empezando desde - Lutero. Yo no s si puede llevarse ms all el delirio, que el - pretender haber sido enseado por el diablo, y gloriarse de - ello, y sostener con tamaa autoridad las nuevas doctrinas. - Y, sin embargo, el fundador del Protestantismo, el mismo - Lutero, es quien as delira, dejndonos consignado en sus - obras el testimonio de su entrevista con Satans. Puede - darse mayor desvaro? Ya fuese real la aparicin, ya fuese un - sueo de cabeza calenturienta, puede llegarse ms all en la - lnea del fanatismo que jactarse de haber tenido tal maestro? - Varios fueron los coloquios que, segn nos dice l mismo, tuvo - con el diablo; pero es digna de referirse la visin, en que, - segn nos cuenta con toda seriedad, le oblig Satans con sus - argumentos prohibir la misa privada. La descripcin que del - caso nos hace es muy viva. Despierta Lutero media noche, - se le aparece Satans, Lutero se horroriza, suda, tiembla, - y el corazn le palpita de un modo horrible. Entblase, no - obstante, la disputa; el diablo, fuer de buen dialctico, - le estrecha con sus argumentos de tal manera, que no le queda - respuesta. Lutero queda vencido; y no es extrao, porque - la lgica del diablo dice que andaba acompaada con una - voz tan horrorosa que helaba la sangre. Entonces entend, - dice este miserable, lo que sucede menudo, de que mueren - repentinamente muchos al amanecer, y es que el demonio puede - matar ahogar los hombres; y hasta sin esto, los pone con - sus disputas en tales apuros, que puede causar la muerte de - esta manera, como muchas veces lo he experimentado yo. El - pasaje es peregrino. El fantasma de Zuinglio, fundador del - Protestantismo en Suiza, no deja tambin de presentar un - ejemplo de ridcula extravagancia. Quera este heresiarca - negar la presencia real de Jesucristo en la Eucarista, - pretendiendo que lo que hay debajo de las especies consagradas - no es ms que un signo. Como en la Sagrada Escritura se - expresa tan claramente lo contrario, se hallaba embarazado con - la autoridad del sagrado texto; cuando he aqu que, mientras - se imaginaba que estaba disputando con el Secretario de la - Ciudad, se le aparece un fantasma _blanco negro_, como nos - dice l mismo, y le seala una salida que le deja libre del - apuro. Este gracioso cuento lo sabemos por el mismo Zuinglio. - - Quin no se aflige al ver un hombre como Melanchton - entregado las preocupaciones y manas de la supersticin ms - ridcula, al verle neciamente crdulo en materia de sueos, de - fenmenos raros, de pronsticos astrolgicos? Y, sin embargo, - nada hay ms cierto; lanse sus cartas y se tropezar cada - paso con semejantes miserias. Al tiempo de celebrarse la - dieta de Augsburgo, parecanle presagios muy favorables al - nuevo _Evangelio_, una inundacin del Tiber, el que en Roma - una mula hubiese dado luz un monstruo con un pie de grulla, - y el haber nacido en el territorio de Augsburgo un becerro - con dos cabezas. Estos acontecimientos eran para l anuncios - indudables de un cambio en el universo, y singularmente de la - prxima ruina de Roma por el cisma. As escriba seriamente - Lutero. Forma l mismo el horscopo de su hija, pero est - temblando por ella causa de que Marte presenta un aspecto - horrible, asustndole no menos la pavorosa llama de un cometa - muy septentrional. Los astrlogos haban pronosticado que - por el otoo seran los astros ms favorables las disputas - eclesisticas, y ese pronstico basta para consolar nuestro - buen hombre de que las conferencias de Augsburgo sobre - religin vayan tan lentamente; y se ve adems que sus amigos, - es decir, los jefes del partido, se dejan dominar tambin por - tan poderosas razones. Como si no tuviera bastantes penas, - se le pronostica que haba de padecer un naufragio en el - Bltico y l se guardara de surcar aquellas aguas fatales. - Cierto franciscano haba tenido la humorada de profetizar que - el poder del Papa iba debilitarse y en seguida caer para - siempre, como y tambin que en el ao 1600 el turco dominara - la Italia y la Alemania; y el bueno de Melanchton se glora - de tener en su poder la profeca original, adems que los - terremotos que suceden le confirman en su creencia. - - Apenas acababa de erigirse en juez nico el espritu privado, - ya la Alemania estaba inundada de sangre por las atrocidades - del ms furioso fanatismo. Matas Harlem, anabaptista, puesto - la cabeza de una turba feroz, manda saquear las iglesias, - destrozar sus ornamentos y quemar todos los libros como impos - intiles, exceptuando slo la Biblia. Situado en Mnster, - que l llama _La Montaa de Sin_, hace llevar sus pies todo - el oro y plata y joyas preciosas que poseen los habitantes, - lo deposita en un tesoro comn, y nombra diconos para la - distribucin. Obliga todos sus discpulos comer en comn, - vivir en perfecta igualdad y prepararse para la guerra - que haban de emprender, saliendo de la _Montaa de Sin_, - _para someter_, segn deca, _ su poder todas las naciones - de la tierra_; y mueren por fin en un arrojo temerario, en - que se prometa que, _cual nuevo Geden_, exterminara con - un puado de hombres el _ejrcito de los impos_. No falt - Matas un heredero de fanatismo, presentndose luego Becold, - quizs ms conocido bajo el nombre de Juan de Leyde. Este - fantico, sastre de profesin, ech correr desnudo por las - calles de Mnster gritando: _El rey de Sin viene_. Entr en - su casa, se encerr all por tres das, y, cuando el pueblo - se present preguntando por el, aparent que no poda hablar. - Como otro Zacaras, pidi por seas recado de escribir, y - escribi que Dios le haba revelado que el pueblo haba de - ser regido por jueces, imitacin del pueblo de Israel. - Nombr doce jueces, escogiendo aquellos que le eran ms - adictos, y hasta que la autoridad de los nuevos magistrados - fu reconocida, tuvo l la precaucin de no dejarse ver de - nadie. Estaba ya asegurada en cierto modo la autoridad del - nuevo profeta, pero no se content con el mando efectivo, sino - que le ambicion rodeado de toda pompa y majestad; propsose - nada menos que proclamarse _rey_. En tan lastimoso vrtigo - estaban los fanticos sectarios, que no le fu difcil salir - cabo con su loca empresa: no se necesitaba ms que jugar - una grosera farsa. Un platero, que estaba en inteligencia con - el aspirante rey, y que tambin se hallaba iniciado en el - arte de profetizar, se presenta los _jueces de Israel_ y les - habla de esta manera: _He aqu lo que dice el Seor Dios, el - Eterno: como en otro tiempo yo establec Sal sobre Israel, - y despus de l David, no siendo ms que un simple pastor, - as establezco hoy Becold, mi profeta, rey de Sin_. Los - jueces no podan determinarse renunciar; pero Becold asegur - que tambin haba tenido l la misma revelacin, que la haba - callado por humildad, pero que, habiendo Dios hablado otro - profeta, era menester resignarse subir al trono, _para - cumplir las rdenes del Altsimo_. Los jueces insistieron - en que se convocase al pueblo, que en efecto se reuni en - la plaza del mercado; y all, habindosele presentado por - un _profeta_ de parte de Dios una espada desnuda _en seal - de quedar constitudo justiciero sobre toda la tierra para - extender el imperio de Sin por los cuatro ngulos del - mundo_, fu proclamado rey con ruidosa alegra, y coronado - solemnemente en 24 de junio de 1534. Como se haba casado con - la esposa de su predecesor, la elev tambin la dignidad - real; pero, si bien sta sola la mir como reina, no dej de - tener hasta diez y siete mujeres; todo conforme la _santa_ - libertad que en esta materia haba proclamado. Las orgas, los - asesinatos, las atrocidades y delirios de todas clases que se - siguieron, no hay por qu referirlo: pudiendo asegurarse que - los 16 meses del reinado de este frentico no fueron ms que - una cadena de crmenes. Clamaron los catlicos contra tamaos - excesos; clamaron tambin, es verdad, los protestantes; pero - quin tena la culpa? no eran aquellos que haban proclamado - la resistencia la autoridad de la Iglesia, y que haban - arrojado la Biblia en medio de aquellos miserables, para que - con la interpretacin individual se les trastornase la cabeza, - y se arrojaran proyectos tan criminales como insensatos? - As lo conocieron los mismos anabaptistas, y as es que se - indignaron sobremanera contra Lutero, que con sus escritos - los condenaba. Y, en efecto: quien haba sentado el principio - qu derecho tena para atajar las consecuencias? Si Lutero - encontraba en la Biblia que el Papa era el Anticristo, y de - su propia autoridad se arrojaba destruir el reino del Papa, - exhortando todo el mundo conjurarse contra l; por qu no - podan tambin los anabaptistas decir: _que haban hablado con - Dios, y que haban recibido el mandato de exterminar todos - los impos, y de constituir un nuevo mundo en que vivieran - solamente los pios inocentes, siendo dueos de todas las - cosas_? - - Hermn predicando la _matanza de todos los sacerdotes y - magistrados del mundo_; David Jorge proclamando que slo - su doctrina era perfecta, que _la del antiguo y nuevo - Testamento era imperfecta, y que l era el verdadero Hijo de - Dios_; Nicols desechando la fe y el culto como intiles, - despreciando los preceptos fundamentales de la moral, y - enseando que _era bueno perseverar en el pecado para que - la gracia pudiese abundar_; Macket pretendiendo que haba - descendido sobre el el espritu del Mesas, enviando dos - de sus discpulos, Arthington y Coppinger, vocear por las - calles de Londres _que el Cristo vena all con su vaso en - la mano_, y clamando l mismo la vista del cadalso y en el - trance del suplicio: _Jehovah! Jehovah! no veis que los - cielos se abren, y Jesucristo que viene libertarme?_ Esos - deplorables espectculos, y cien y cien otros que podramos - recordar, son pruebas harto evidentes del terrible fanatismo - nutrido y avivado por el sistema protestante. Venner, Fox, - William Sympson, J. Naylor, el conde Tinzendorf, Wesley, el - barn de Sweedenborg, y otros nombres semejantes, bastan - para recordar un conjunto de sectas tan locas, y una serie - de extravagancias y crmenes tales, que daran materia para - formar gruesos volmenes donde se presentaran los cuadros ms - ridculos y ms negros, las mayores miserias y extravos del - espritu humano. Eso no es fingir, no es exagerar; brase la - historia, consltense los autores, no precisamente catlicos, - sino protestantes, sean cuales fueren; por dondequiera se - encontrarn abundancia de testigos que deponen de la verdad de - esos hechos; hechos ruidosos, sucedidos la luz del da, en - medio de grandes capitales, en tiempos que casi tocan los - nuestros. Y no se crea que se haya agotado con el transcurso - del tiempo ese manantial de ilusin y de fanatismo; lo que - parece, no lleva camino de cegarse, y la Europa est condenada - todava escuchar la relacin de otras visiones como la - acaecida en la fonda de Londres al barn de Sweedenborg, y - ver pasaportes de tres sellos como los que despacha para el - cielo Juana Soutchote. - - [12] Pg. 86.--Nada ms palpable que la diferencia que media - en este punto entre los protestantes y los catlicos. En ambas - partes hay personas que se pretenden favorecidas con visiones - celestiales; pero con las visiones los protestantes se vuelven - orgullosos, turbulentos, frenticos, mientras los catlicos - ganan en humildad, y en espritu de paz y de amor. En el mismo - siglo XVI, cuando el fanatismo de los protestantes llevaba - revuelta la Europa entera, y la inundaba de sangre, haba en - Espaa una mujer que, juicio de los protestantes y de los - incrdulos, debe de ser una de las que ms han adolecido de - achaque de ilusin y fanatismo; pero el pretendido fanatismo - de esa mujer, hizo derramar acaso, ni una gota de sangre, ni - una sola lgrima? Y sus visiones eran acaso rdenes del cielo - para exterminar los hombres como desgraciadamente suceda - entre les protestantes? Despus que en la nota anterior se - habr horrorizado el lector con las visiones de los sectarios, - quizs no le desagradar tener la vista un cuadro tan bello - como apacible. - - Es Santa Teresa, que, escribiendo su propia vida, por motivos - de pura obediencia, nos refiere sus visiones con un candor - angelical, con una dulzura inefable. Quiso el Seor que - viese aqu algunas veces esta visin, vea un ngel cabe m, - hacia el lado izquierdo, en forma corporal; lo que no suelo - ver, sino por maravilla, aunque muchas veces se me representan - ngeles, es sin verlos, sino como la visin pasada, que dije - primero. En esta visin quiso el Seor le viese ans, no era - grande, sino pequeo, hermoso mucho, el rostro tan encendido, - que pareca de los ngeles muy subidos, que parece todos se - abrasan: deben ser los que llaman serafines; que los nombres - no me los dicen; mas, bien veo que en el cielo hay tanta - diferencia de unos ngeles otros, y de otros otros, que no - lo sabra decir. Veale en las manos un dardo de oro largo, y - al fin del hierro me pareca tener un poco de fuego. Este me - pareca meter por el corazn algunas veces, y que me llegaba - las entraas: al sacarle me pareca las llevaba consigo, y me - dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. (_Vida de Santa - Teresa_, captulo 29, n. 11.) - - He aqu otra muestra: Estando en esto, veo sobre mi cabeza - una paloma bien diferente de las de ac, porque no tena estas - plumas, sino las de unas conchitas, que echaban de s gran - resplandor. Era grande ms que paloma, parceme que oa el - ruido que hacia con las alas. Estara aleando por espacio de - una Avemara. Ya el alma estaba de tal suerte, que perdindose - s de s la perdi de vista. Sosegse el espritu con tan - buen husped, que, segn mi parecer, la merced tan maravillosa - le deba de desasosegar y espantar, y como comenz gozarla, - quitsele el miedo y comenz la quietud con el gozo, quedando - en arrobamiento. (_Vida_, cap. 28, n. 7.) - - Difcil ser encontrar algo de tan bello, expresado con tan - vivo colorido, y con tan amable sencillez. - - No ser inoportuno el copiar otros dos trozos de distinto - gnero, que, al paso que harn sensible lo que nos proponemos - evidenciar, podrn contribuir despertar la aficin hacia - cierta clase de escritores castellanos que van cayendo en - olvido entre nosotros, mientras los extranjeros los buscan con - afn, y hacen de ellos lujosas ediciones. - - Estando una vez en las horas con todas, de presto se recogi - mi alma, y parecime ser como un espejo claro toda, sin haber - espaldas, ni lado, ni alto, ni bajo, que no estuviese toda - clara, y en el centro de ella se me represent Cristo Nuestro - Seor como le suelo ver. Parecame en todas las partes de mi - alma, le vea claro como en un espejo, y tambin este espejo - (yo no s decir cmo) se esculpa todo en el mismo Seor, - por una comunicacin que yo no sabr decir, muy amorosa. S - que me fu esta visin de gran provecho, cada vez que se me - acuerda, en especial cuando acabo de comulgar. Diseme - entender que estar una alma en pecado mortal, es cubrirse este - espejo de gran niebla, y quedar muy negro, y ans no se puede - representar, ni ver este Seor, aunque est siempre presente - dndonos el ser, y que los herejes, es como si el espejo fuese - quebrado, que es muy peor que obscurecido. Es muy diferente - el cmo se ve, decirse, porque se puede mal dar entender. - Mas hame hecho mucho provecho y gran lstima de las veces que, - con mis culpas, obscurec mi alma, para no ver este Seor. - (_Vida_, captulo 40, nmero 4.) - - En otro lugar explica un modo de ver las cosas en Dios, y - presenta su idea bajo una imagen tan brillante y grandiosa, - que nos parece que leemos Malebranche explanando su famoso - sistema. - - Digamos ser la Divinidad como un claro diamante muy mayor - que todo el mundo, espejo, manera de lo que dije del alma - en otra visin, salvo que es por tan sublime manera que yo no - lo sabr encarecer, y que todo lo que hacemos se ve en este - diamante, siendo de manera que l encierra todo en s, porque - no hay nada que salga fuera de esta grandeza. Cosa espantosa - me fu en tan breve espacio ver tantas cosas juntas aqu - en este claro diamante, y lastimossima cada vez que se me - acuerda ver que cosas tan feas se me representan en aquella - limpieza de claridad, como eran mis pecados. (_Vida_, cap. - 40, nmero 7.) - - Supongamos ahora con los protestantes que todas esas visiones - no sean ms que pura ilusin; pues es evidente que ni - extravan las ideas, ni corrompen las costumbres, ni perturban - el orden pblico; y ciertamente que, aun cuando no hubieran - servido ms que para inspirar tan hermosas pginas, no habra - por qu dolernos de la ilusin. Y he aqu confirmado lo que he - dicho sobre los saludables efectos que produce en las almas - el principio catlico, no dejndolas cegar por el orgullo, - ni andar por caminos peligrosos, antes limitndolas un - crculo, desde el cual no pueden daar nadie, si es que sus - favores del cielo no sean ms que ilusin, y no perdiendo nada - de su fuerza y energa para hacer el bien, dado caso que su - inspiracin sea una realidad. - - Mil y mil otros ejemplos podra citar; pero, en obsequio de - la brevedad, me he limitado uno solo, escogiendo Santa - Teresa, ya por ser una de las que ms se han distinguido en la - materia, ya por ser contempornea de las grandes aberraciones - de los protestantes, ya tambin por ser espaola; aprovechando - esta oportunidad de recordarla los espaoles que empiezan - olvidarla. - - [13] Pg. 96.--He indicado las sospechas que inspiraban - algunos de los corifeos de la reforma, de que, procediendo de - mala fe, no dando asenso lo mismo que predicaban, tratasen - nicamente de alucinar sus proslitos. No quiero que se diga - que he andado con ligereza en achacarles ese cargo, y as - producir algunas pruebas que garanticen mi asercin. - - Oigamos al mismo Lutero. Muchas veces pienso mis solas - que casi no s dnde estoy, ni si enseo la verdad no. - Saepe sic mecum cogito: propemodum nescio quo loco sim, et - utrum veritatem doceam, necne. (Luther, colloquio. Isleb. de - Christo.) Y ste es el mismo hombre que deca: Es cierto que - yo he recibido mis dogmas del cielo: no permitir que juzguis - de mi doctrina, ni vosotros, ni los mismos ngeles del cielo. - Certum est dogmata mea habere me de coelo. Non sinam vel vos - vel ipsos angelos de coelo de mea doctrina iudicare. (Luth. - Contra Reg. Ang.) Juan Metthei, que public algunos escritos - sobre la vida de Lutero, y que se deshace en alabanzas del - heresiarca, nos ha conservado una ancdota curiosa sobre las - convicciones de Lutero; dice as: Un predicante llamado Juan - Musa me cont que cierta vez se haba lamentado con Lutero, - de que no poda resolverse creer lo que predicaba los - otros. _Bendito sea Dios_, respondi Lutero, _pues que sucede - los dems lo mismo que m: antes crea yo que slo m me - suceda_. (Ioannes Matthesius, condone 12.) - - Las doctrinas de la incredulidad no se hicieron esperar mucho, - y quizs no se figuraran algunos lectores que se hallen - consignadas expresamente en varios lugares de las obras de - Lutero. Es verosmil, dice, que, excepto pocos, todos duermen - insensibles. Soy de parecer que los muertos estn sepultados - en tan inefable y admirable sueo, que sienten ven menos que - los que duermen con sueo comn. Las almas de los muertos no - entran ni en el purgatorio ni en el infierno. El alma humana - duerme embargados todos los sentidos. En la mansin de los - muertos no hay tormentos. Verisimile est, exceptis paucis, - omnes dormire insensibiles. Ego puto mortuos sic ineffabili, - et miro somno sopitos, ut minus sentiant aut videant, quam - hi qui alias dormiunt. Animae mortuorum non ingrediuntur - in purgatorium nec infernum. Anima humana dormit omnibus - sensibus sepultis. Mortuorum locus cruciatus nullus habet. - (Tom. 2, Epist Latin Isleb. fol. 44. Tom. 6, Lat. Wittemberg, - in cap. 2, cap. 23, cap. 25, cap. 42, et cap. 49. Genes. et - Tom. 4, Lat Wittemberg, fol. 109.) No faltaba quien recogiese - semejantes doctrinas, y los estragos que tal enseanza andaba - haciendo eran tales, que el luterano Brentzen, discpulo y - sucesor de Lutero, no dudaba en decir lo siguiente: _Aunque - no exista entre nosotros ninguna profesin pblica de que el - alma perezca con el cuerpo, y que no haya resurreccin de - muertos, sin embargo, la vida impursirna y profansima que - la mayor parte lleva, indica bien las claras que no creen - que haya otra vida. Y algunos se les escapan ya semejantes - expresiones, no slo entre el calor de los brindis, s que - tambin en la templanza de las conversaciones familiares._ - Etsi inter nos nulla sit publica professio, quod anima simul - cum corpore intereat, et quod non sit mortuorum resurrectio: - tamen impurissima et profanissima illa vita, quam maxima - pars hominum sectatur, perspicue indicat quod non sentiat - vitam post hanc. Nonnullis etiam tales voces, tam ebriis inter - pocula excidunt, quam sobriis in familiaribus colloquiis. - (_Brentius, hom. 35, in cap. 20, Luc._) - - En el mismo siglo XVI no faltaron algunos que, sin curarse de - dar su nombre esta aquella secta, profesaban sin rebozo la - incredulidad y escepticismo. Sabido es que al famoso Gruet le - cost la cabeza su atrevimiento en este punto; y no fueron los - catlicos los que se la hicieron cortar, sino los calvinistas, - que llevaban mal el que este desgraciado se hubiese tomado - la libertad de pintar con sus verdaderos colores el carcter - y la conducta de Calvino, y de fijar en Ginebra algunos - pasquines en que acusaba de inconsecuencia los pretendidos - reformados, por la tirana que queran ejercer sobre las - conciencias, despus de haber sacudido ellos mismos el yugo - de la autoridad. Todo esto suceda no mucho despus de haber - nacido el Protestantismo, pues que la sentencia de Gruet fu - ejecutada en el ao 1549. - - Montaigne, quien he sealado como uno de los primeros - escpticos que alcanzaron mucha nombrada, llevaba la cosa - tan all, que ni siquiera admite ley natural. Graciosos - estn, dice, cuando, para dar alguna certeza las leyes, - asientan que hay algunas, firmes, perpetuas inmutables, que - ellos llaman naturales, grabadas en el linaje humano por la - condicin de su propia esencia. _Ils sont plaisants quand, - pour donner quelque certitude aux lois, ils disent qu'il y en - a aucunes, fermes, perptuelles et immuables, qu'ils nomment - naturelles, qui sont empreintes en l'humain genre par la - condition de leur propre essence, etc._ (_Montaigne Es. Tom. - 2, cap. 12._) - - Ya hemos visto lo que pensaba Lutero sobre la muerte, al - menos las expresiones que sobre este particular se le haban - escapado; no es extrao, pues, que Montaigne pretendiese morir - como verdadero incrdulo, y que hablando de este terrible - trance dijera: Estpidamente, y con la cabeza baja, me - sumerjo en la muerte, sin considerarla ni reconocerla, como - en una profundidad silenciosa y obscura que me traga de un - golpe, y me ahoga en un instante, en un hondo sueo lleno - de insensibilidad y de indolencia. _Je me plonge, la tte - baisse, stupidement dans la mort, sans la considrer et - reconnatre, comme dans une profondeur muette et obscure, - qui m'engloutit d'un saut, et m'touffe en un instant d'un - puissant sommeil plein d'insipidit et d'indolence._ - (_Montaigne Livr. 3, chap. 9._) - - Pero este hombre, que deseaba que la muerte le sorprendiese - plantando sus hortalizas, y sin curarse de ella (_Je veux que - la mort me trouve plantant mes choux, mais sans me soucier - d'elle_), no lo pens as en sus ltimos momentos; pues que, - estando para expirar, quiso que se celebrara en su mismo - aposento el santo sacrificio de la misa, y expir en el mismo - instante en que acababa de hacer un esfuerzo para levantarse - sobre su cama en el acto de la adoracin de la Sagrada Hostia. - Bien se ve que no haba quedado estril en su corazn aquel - pensamiento con que hablando de la religin cristiana deca: - El orgullo es lo que aparta al hombre de los caminos comunes, - que le hace abrazar novedades, prefiriendo ser jefe de una - tribu errante y descaminada, enseando el error y la mentira, - ser discpulo de la escuela de la verdad. Acordarase - tambin de lo que haba dicho en otro lugar, condenando de un - rasgo todas las sectas disidentes: En materia de religin es - preciso atenerse los que son establecidos jefes de doctrina - y que tienen una autoridad legtima, y no los ms sabios y - los ms hbiles. _En matire de religion il faut s'attacher - ceux qui sont tablis juges de la doctrine, et qui ont - une autorit lgitime, non pas aux plus savants et aux plus - habiles._ - - Por lo que acabo de decir, se echa de ver con cunta razn - he culpado al Protestantismo de haber sido una de las - principales causas de la incredulidad en Europa. Repito aqu - lo que he dicho en el texto: que no es mi nimo desconocer - los esfuerzos que hicieron algunos protestantes para oponerse - la incredulidad; pues lo que ataco no son las personas, - sino las cosas, y respeto el mrito dondequiera que se - encuentre. Aadir tambin que, si en el siglo XVII se not - que no pocos protestantes tendan hacia el Catolicismo, debi - de ser causa de que vean los progresos que iba haciendo - la incredulidad; progresos que no era posible atajar, sino - asindose del ncora de la autoridad que les ofreca la - Iglesia Catlica. - - No me es posible, sin salir de los lmites que me he - prefijado, dar noticias circunstanciadas sobre la - correspondencia entre Molano y el obispo de Tyna, y entre - Leibnitz y Bossuet; pero los lectores que quieran instruirse - fondo en la materia, podrn verlo, parte en las mismas obras - de Bossuet, parte en la interesante obra del abate Bausset, - que precede la edicin de las obras de Bossuet, hecha en - Pars en 1814. - - [14] Pg. 143.--Para formarse idea del estado de la _ciencia_ - al tiempo de la aparicin del Cristianismo, y convencerse - de lo que poda esperarse del espritu humano, abandonado - sus propias luces, basta recordar las monstruosas sectas - que pululaban por doquiera, en los primeros siglos de la - Iglesia, y que reunan en sus doctrinas la mezcolanza ms - informe, ms extravagante inmoral, que concebirse pueda. - Cerinto, Menandro, Ebin, Saturnino, Baslides, Nicolao, - Carpocrates, Valentino, Marcin, Montano y otros, son nombres - que recuerdan sectas donde el delirio andaba hermanado con - la inmoralidad. Echando una ojeada sobre aquellas sectas - filosfico-religiosas, se conoce que ni eran capaces de - concebir un sistema filosfico un poco concertado, ni de idear - un conjunto de doctrinas y prcticas, que pudiese merecer el - nombre de religin. Todo lo trastornan, todo lo mezclan y - confunden; el judasmo, el Cristianismo, los recuerdos de las - antiguas escuelas, todo se amalgama en sus delirantes cabezas; - no olvidndose, empero, de soltar la rienda todo linaje de - corrupcin y obscenidad. - - Abundante campo ofrecen aquellos siglos la verdadera - filosofa para conjeturar lo que hubiera sido del humano - saber, si el Cristianismo no hubiese alumbrado el mundo con - sus doctrinas celestiales; si no hubiese venido esa religin - divina confundir el desatentado orgullo del hombre, - mostrndole cun vanos insensatos eran sus pensamientos, - y cun descarriado andaba del camino de la verdad. Cosa - notable! Y esos mismos hombres cuyas aberraciones hacen - estremecer, se apellidaban s mismos _Gnsticos_, por el - superior conocimiento de que se imaginaban dotados! Est - visto: el hombre en todos los siglos es el mismo. - - [15] Pg 205.--He credo que no dejara de ser til copiar - aqu literalmente los cnones que hice referencia en el - texto. As podrn los lectores enterarse por s mismos de su - contenido, y no podr caber sospecha de que, extrayendo la - especie del canon, se le haya atribudo un sentido de que - careca. - - - Cnones y otros documentos que manifiestan la solicitud de la - Iglesia en aliviar la suerte de los esclavos, y los diferentes - medios de que se vali para llevar cabo la abolicin de la - esclavitud. - - - I - - - (Concilium Eliberitanum, anno 305.) - - Se impone penitencia la seora que maltrata su esclava. - - Si qua domina furore zeli accensa flagris verberaverit - ancillam suam, ita ut in tertium diem animam cum cruciatu - effundat; eo quod incertum sit, voluntate an casu occiderit; - si voluntate, post septem annos, si casu, post quinquenii - tempora, acta legitima poenitentia, ad communionem placuit - admiti. Quod si infra tempora constituta fuerit infirmata, - accipiat communionem. (Canon 5.) - - Ntese que la palabra _ancillam_ expresa una esclava - propiamente tal, no una sirvienta cualquiera, como se entiende - de aquellas otras palabras _flagris verberaverit_, que era el - castigo propio de los esclavos. - - - (Concilium Epaonense, anno 517.) - - Se excomulga al dueo que por autoridad propia mata su - esclavo. - - Si quis servum proprium sine conscientia iudicis occiderit, - excommunicatione biennii effusionem sanguinis expiabit. - (Canon 34.) - - Esta misma disposicin se halla repetida en el canon 15 del - concilio 17 de Toledo, celebrado en el ao 694, copindose el - mismo canon del concilio de Epaona, con muy ligera variacin. - - (Ibd.) El esclavo reo de un delito atroz, se libra de - suplicios corporales, refugindose en la iglesia. - - Servus reatu atrociore culpabilis si ad ecclesiam confugerit, - a corporalibus tantum suppliciis excusetur. De capillis vero, - vel quocumque opere, placuit a dominis iuramenta non exigi. - (Canon 39.) - - - (Concilium Aurelianense quintum, anno 549.) - - Precauciones muy notables para que los amos no maltratasen - los esclavos que se haban refugiado en las iglesias. - - De servis vero, qui pro qualibet culpa ad ecclesiae septa - confugerint, id statuimus observandum, ut sicut in antiquis - constitutionibus tenetur scriptum, pro concessa culpa datis a - domino sacramentis, quisquis ille fuerit, expediatur de venia - iam securus. Enim vero si immemor fidei dominus trascendisse - convincitur quod iuravit, ut is qui veniam acceperat, probetur - postmodum pro ea culpa qualicumque supplicio cruciatus, - dominus ille qui immemor fuit datae fidei, sit ab omnium - communione suspensus. Iterum si servus de promissione veniae - datis sacramentis a domino iam securus exire noluerit, ne - sub tali contumacia requirens locum fugae, domino fortasse - dispereat, egredi nolentem a domino eum liceat occupari, - ut nullam, quasi pro retentatione servi, quibuslibet modis - molestiam, aut calumniara patiatur ecclesia: fidem tamen - dominus, quam pro concessa venia dedit, nulla temeritate - trascendat. Quod si aut gentilis dominus fuerit, aut alterius - sectae, qui a conventu ecclesiae probatur extraneus, is qui - servum repetit, personas requirat bonae fidei chistianas, - ut ipsi in persona domini servo praebeant sacramenta: quia - ipsi possunt servare quod sacrum est, qui pro transgressione - ecclesiasticam metuunt disciplinam. (Can. 22.) - - Difcil es llevar ms all la solicitud para mejorar la suerte - de los esclavos, de lo que se deduce del curioso documento que - se acaba de copiar. - - - (Concilium Emeritense, anno 666.) - - Se prohibe los obispos la mutilacin de sus esclavos, y se - ordena que su castigo se encargue el juez de la ciudad, pero - sin raparlos torpemente. - - Si regalis pietas pro salute omnium suarum legum dignata est - ponere decreta, cur religio sancta per sancti concilii ordinem - non habeat instituta, quae omnino debent esse cavenda? Ideoque - placuit huic sancto concilio, ut omnis potestas episcopalis - modum suae ponat irae; nec pro quolibet excessu cuilibet ex - familia ecclesiae aliquod corporis membrorum sua ordinatione - praesumat extirpare, aut auferre. Quod si talis emerserit - culpa advocato iudice civitatis, ad examen eius deducatur quod - factum fuisse asseritur. Et quia omnino iustum est ut pontifex - saevissimam non impendant vindictam; quidquid coram iudice - verius patuerit, per disciplinae severitatem absque turpi - decalvatione maneat emendatum. (Can 15.) - - - (Concilium Teletanum undecimum, anno 675.) - - Se prohibe los sacerdotes la mutilacin de los esclavos. - - His a quibus domini sacramenta tractanda sunt, iudicium - sanguinis agitare non licet: et ideo magnopere talium - excessibus prohibendum est; ne indiscretae praesumptionis - motibus agitati, aut quod morte plectendum est, sententia - propriae iudicare praesumant, aut truncationes quaslibet - membrorum quibuslibet personis aut per se inferant, aut - inferendas praecipiant. Quod si quisquam horum immemor - praeceptorum, aut ecclesiae, suae familiis, aut in quibuslibet - personis tale quid fecerit, et concessi ordinis honore - privatus, et loco suo, perpetuo damnationis teneatur religatus - ergastulo: cui tamen communio exeunti ex hac vita non neganda - est, propter domini misericordiam, _qui non vult peccatoris - mortem, sed ut convertatur et vivat_. (Can. 6.) - - Es de notar que, cuando en los dos cnones ltimamente - citados se usa de la palabra _familia_, se deben entender los - esclavos. Que sta es la verdadera acepcin de la palabra se - deduce claramente del canon 74 del concilio 4. de Toledo, - celebrado en el ao 633, donde se lee: De _familiis_ ecclesiae - constituere presbiteros et diaconos per parochias liceat..... - ea tamen ratione ut _antea manumissi libertatem status sui - percipiant_. Lo mismo se deduce del sentido en que emplea - esta palabra el Papa San Gregorio, en su epstola 44, 1. 4. - - - (Concilium Wormatiense, anno 868.) - - Se impone penitencia al amo que por autoridad propia mata su - esclavo. - - Si quis servum proprium sine conscientia iudicum qui - tale quid commisserit, quod morte sit dignum, occiderit, - excommunicatione vel poenitentia biennii, reatum sanguinis - emendabit. (Can. 38) - - Si qua femina furore zeli accensa, flagris verberaverit - ancillam suam, ita ut intra tertium diem animam suam cum - cruciata efiundat, eo quod incertum sit voluntate, an casu - occiderit; si voluntate, septem annos, si casu, per quinque - annorum tempora legitimam peragat poenitentiam. (Can. 39.) - - - (Concilium Arausicanum primum, anno 441.) - - Se reprime la violencia de los que se vengaban del asilo - dispensado los esclavos, apoderndose de los de la Iglesia. - - Si quis autem mancipia clericorum pro suis mancipiis ad - ecclesiam fugientibus crediderit occupanda, per omnes - ecclesias districtissima damnatione feriatur. (Can. 6.) - - - II - - (Ibd) Se reprime los que atentan en cualquier sentido - contra la libertad de los manumitidos en la Iglesia, que le - hayan sido recomendados por testamento. - - In ecclesia manumissos, vel per testamentum ecclesiae - commendatos, si quis in servitutem, vel obsequium, vel ad - colonariam conditionem imprimere tentaverit, animadversione - ecclesiastica coerceatur. (Can. 7.) - - - (Concilium quintum Aurelianense, anno 549.) - - Se asegura la libertad de los manumitidos en las iglesias; - y se prescribe que stas se encarguen de la defensa de los - libertos. - - Et quia plurimorum suggestione comperimus, eos qui in - ecclesiis iuxta patrioticam consuetudinem a servitiis fuerunt - absoluti, pro libito quorumcumque iterum ad servitium - revocari, impium esse tractavimus, ut quod in ecclesia Dei - consideratione a vinculo servitutis absolvitur, irritum - habeatur. Ideo pietatis causa communi concilio placuit - observandum, ut quaecumque mancipia ab ingenuis dominis - servitute laxantur, in ea libertate maneant, quam tunc a - dominis perceperunt. Huiusmodi quoque libertas si a quocumque - pulsata fuerit, cum iustitia ab ecclesiis defendatur, praeter - eas culpas, pro quibus leges collatas servis revocare - iusserunt libertates. (Can. 7.) - - - (Concilium Masticonense secundum, anno 585.) - - Se prescribe que la Iglesia defienda los libertos, ora hayan - sido manumitidos en el templo, ora hayan pasado largo tiempo - disfrutando la libertad. Se reprime la arbitrariedad de los - jueces que atropellaban esos desgraciados, y se dispone que - los obispos conozcan de estas causas. - - Quae dum postea universo coetui secundum consuetudinem - recitata innotescerent, Praetextatus et Pappulus viri - beatissimi dixerunt: Decernat itaque, et de miseris libertis - vestrae auctoritatis vigor insignis, qui ideo plus a iudicibus - affliguntur, quia sacris sunt commendati ecclesiis; ut - si quas quispiam dixerit contra eos actiones habere, non - audeat eos magistratus contradere; sed in episcopi tantum - iudicio, in cuius praesentia litem contestans quae sunt - iustitiae ac veritatis audiat. Indignum est enim, ut hi qui - in sacrosancta ecclesia iure noscuntur legitimo manumissi aut - per epistolam, aut per testamentum aut per longinquitatem - temporis libertatis iure fruuntur, a quolibet iniustissime - inquietentur Universa sacerdotalis Congregatio dixit: Iustum - est, ut contra calumniatorum omnium versutias defendantur, qui - patrocinium immortalis ecclesiae concupiscunt. Et quicumque a - nobis de libertis latum decretum; superbiae ausu praevaricare - tentaverit, irreparabili damnationis suae sententia feriatur. - Sed si placuerit episcopu ordinarium iudicem, aut quemlibet - alium saecularem, in audientiam eorum accerseri, cum libuerit - fiat, et nullus alius audeat causas pertractare libertorum - nisi episcopus cuius interest, aut is cui idem audiendum - tradiderit. (Can. 7.) - - - (Concilium Parisiense quintum, anno 614.) - - Se encarga los sacerdotes la defensa de los manumitidos. - - Liberti quorumcumque ingenuorum a sacerdotibus defensentur, - nec ad publicum ulterius revocentur. Quod si quis ausu - temerario eos imprimere voluerit, aut ad publicum revocare, et - admonitus per pontificem ad audientiam venire neglexerit, aut - emendare quod perpetravit distulerit, communione privetur. - (Can. 5.) - - - (Concilium Toletanum tertium, anno 589.) - - Se prescribe que los manumitidos recomendados las iglesias - sean protegidos por los obispos. - - De libertis autem id Dei praecipiunt sacerdotes, ut si qui - ab episcopis facti sunt secundum modum quo canones antiqui - dant licentiam, sint liberi; et tantum a patrocinio ecclesiae - tam ipsi quam ab eis progeniti non recedant. Ab aliis quoque - libertati traditi, et ecclesiis commendati, patrocinio - episcopali tegantur, a principe hoc episcopus postulet. (Can. - 6.) - - - (Concilium Toletanum quartum, anno 633.) - - Se manda que la Iglesia se encargue de defender la libertad y - el peculio de los manumitidos recomendados ella. - - Liberti qui a quibuscumque manumissi sunt, atque ecclesiae - patrocinio commendati existunt, sicut regulae antiquorum - patrum constituerunt, sacerdotali defensione a cuiuslibet - insolentia protegantur; sive in statu libertatis eorum, seu in - peculio quod habere noscuntur. (Can. 72.) - - - (Concilium Agathense, anno 506.) - - Se dispone que la Iglesia defienda los manumitidos; y - se habla en general, prescindiendo de que le hayan sido - recomendados no. - - Libertos legitime a dominis suis factos ecclesia, si - necessitas exigerit, tueatur quos si quis ante audientiam, - aut pervadere aut expoliare praesumpserit, ab ecclesia - repellatur. (Can. 29.) - - - III - - Se dispone que se atienda la redencin de los cautivos; y - que este objeto se pospongan los intereses de la Iglesia, - por desolada que se halle. - - Sicut omnino grave est, frustra ecclesiastica ministeria - venundare, sic iterum culpa est, imminente huiusmodi - necessitate, res maxime desolatae Ecclesiae captivis suis - praeponere, et in eorum redemptione cessare. (Caus. 12. Q 2. - Can. 16.) - - Notables palabras de San Ambrosio sobre la redencin de los - cautivos. Para atender tan piadoso objeto, el santo obispo - quebranta y vende los vasos sagrados. - - - (S. Ambrosius, de Off. L. 2, cap. 15.) - - ( 70) Summa etiam liberalitas captos redimere, eripere ex - hostium manibus, subtrahere neci homines, et maxime faeminas - turpidini, reddere parentibus liberos, parentes liberis, cives - patriae restituere. Nota sunt haec nimis Illiriae vastitate et - Thraciae: quanti ubique venales erant captivi orbe..... - - Ibd. ( 71.) Praecipua est igitur liberalitas, redimere - captivos et maxime ab hoste barbaro, qui nihil deferat - humanitatis ad misericordiam, nisi quod avaritia reservaverit - ad redemptionem. - - Ib. L. 2. C. 2. ( 13.) _Ut nos aliquando in invidiam - incidimus, quod confregerimus vasa mistica, ut captivos - redimeremus_, quod arrianis displicere potuerat, nec - tam factum displicerit, quam ut esset quod in nobis - reprehenderetur. - - Estos nobles y caritativos sentimientos no eran slo de San - Ambrosio; sus palabras son la expresin de los sentimientos - de toda la Iglesia. A ms de diferentes pruebas que podra - traer aqu, y de lo que se deduce de los cnones que insertar - continuacin, es digna de notarse la sentida carta de San - Cipriano, de la cual copiar algunos trozos, en los cuales - estn compendiados los motivos que impulsaban la Iglesia en - tan piadosa tarea, y vivamente pintados el celo y la caridad - con que la ejerca: - - Cyprianus, Ianuario, Maximo, Proculo, Victori, Modiano, - Nemesiano, Nampulo et Honorato fratribus salutem. Cum - maximo animi nostri gemitu et non sine lacrymis legimus - litteras vestras, fratres carissimi, quas ad nos pro - dilectionis vestrae sollicitudine de fratrum nostrorum - et sororum captivitate fecistis. Quis enim non doleat in - eiusmodi casibus, ut quis non dolorem fratris sui suum - proprium computet, cum loquatur apostolus Paulus et dicat: - _Si patitur unum membrum, compatiuntur et caetera membra; - si laetatur membrum unum, collaetantur et caetera membra?_ - (1 ad Cor., 12.) Et alio loco: _Quis infirmatur inquit et - non ego infirmor?_ (2 ad Cor., 11.) Quare nunc et nobis - captivitas fratrum nostra captivitas computanda est; et - periclitantium dolor pro nostro dolore numerandus est, cum - sit scilicet adunationis nostrae corpus unum, et non tantum - dilectio instigare nos debeat et conferare ad fratrum membra - redimenda. Nam cum denuo apostolus Paulus dicat: _Nescitis - quia templum Dei estis, et Spiritus Dei habitat in vobis?_ - (1 ad Cor., 3) etiamsi charitas nos minus adigeret ad opem - fratribus ferendam, considerandum tamen hoc in loco fuit, Dei - templum esse quae capta sunt, nec pati non longa cessatione - et neglecto dolore debere, ut diu Dei templa captiva sint; - sed quibus possumus viribus elaborare et velociter gerere - ut Christum iudicem et Dominum et Deum nostum promereamur - absequiis nostris. Nam cum dicat Paulus apostolus, _Quotquot - in Christo baptizati estis, Christum induistis_ (Ad Gal., - 3), in captivis fratribus nostris contemplandus est Christus - et redimendus de periculo captivitatis, qui nos de diaboli - faucibus exuit, nunc ipse qui manet et habitat in nobis de - barbarorum manibus exuatur, et redimatur nummaria quantitate - qui nos cruce redemit et sanguine... - - Quantus vero communis omnibus nobis moeror atque cruciatus - est de periculo virginum quae illic tenentur; pro quibus - non tantum libertatis, sed et pudoris iactura plangenda - est, nec tam vincula barbarorum quam lenonum et lupanarium - stupra deflenda sunt, ne membra Christo dicata et in aeternum - continentiae honorem pudica virtute devota, insultantium - libidine et contagione foedentur? Quae omnia istic secundum - litteras vestras fraternitas nostra cogitans et dolenter - examinans; prompte omnes et libenter ac largiter subsidia - nummaria fratribus contulerunt... - - Missimus autem sextertia centum millia nummorum, quae istic in - ecclesia cui de Domini indulgentia praesumus, cleri et plebis - apud nos consistentis collatione, collecta sunt, quae vos - illic pro vestra diligentia dispensabitis... - - Si tamen ad explorandam nostri animi charitatem, et examinandi - nostri pectoris fidem tale aliquid acciderit, nolite cunctari - nuntiare haec nobis litteris vestris, pro certo habentes - ecclesiam nostram et fraternitatem istic universam, ne haec - ultra fiant precibus orare, si facta fuerint, libenter et - largiter, subsidia praestare. (Epist. 60)... - - Vase, pues, cmo el celo de la Iglesia por la redencin - de los cautivos, que tan vivo se despleg siglos despus, - haba comenzado ya en los primeros tiempos; y se fundaba en - los grandes y elevados motivos que divinizan en cierto modo - la obra, asegurando, adems, quien la ejerce, una corona - inmarcesible. - - En las obras de San Gregorio se hallarn tambin importantes - noticias sobre este punto (V. L. 3, ep. 16; L. 4, ep. 17; L. - 6, ep. 35; L. 7, ep. 26, 28 y 38; L. 9, ep. 17.) - - - (Concilium Masticonense secundum, anno 585.) - - Los bienes de la Iglesia se empleaban en la redencin de los - cautivos. - - Unde statuimus ac decernimus, ut nos antiquus a fidelibus - reparetur; et decimas ecclesiasticis famulantibus ceremoniis - populus omnis inferat, quas sacerdotes aut in pauperum - usum, _aut in captivorum redemptionem praerogantes_, suis - orationibus pacem populo ac salutem impetrent: si quis autem - contumax nostris statutis saluberrimis fuerit, a membris - ecclesiae omni tempore separetur. (Can. 5.) - - - (Concilium Rhemense, anno 625 vel 630.) - - Se permite quebrar los vasos sagrados para expenderlos en la - redencin de cautivos. - - Si quis episcopus, excepto si evenerit ardua necessitas - pro redemptione captivorum, ministeria sancta frangere pro - qualicumque conditione praesumpserit, ab officio cessabit - ecclesiae. (Can. 22.) - - - (Concilium Lugdunense tertium, anno 683.) - - Se ve, por el siguiente canon, que los obispos daban los - cautivos cartas de recomendacin; y se prescribe en l que se - pongan en ellas la fecha y el precio del rescate; y que se - expresen tambin las necesidades de los cautivos. - - Id etiam de epistolis placuit captivorum, ut ita sint sancti - pontifices cauti, ut in servitio pontificibus consistentibus, - qui eorum manu vel subscriptione agnoscat epistolae aut - quaelibet insinuationum litterae dari debeant, quatenus de - subscriptionibus nulla ratione possit Deo propitio dubitare: - et epistola commendationis pro necessitate cuiuslibet - promulgata dies datarum et pretia constituta, vel necessitates - captivorum quos cum epistolis dirigunt, ibidem inserantur. - (Can. 2.) - - - (Synodus S. Patricii Auxilii et Isernini Episcoporum in - Hibernia celebrata, circa annum Christi 450, vel 456.) - - Excesos que eran llevados algunos eclesisticos por un celo - indiscreto favor de los cautivos. - - Si quis clericorum voluerit iuvare captivo com suo pretio - illi subveniat, nam si per furtum illum inviolaberit, - blasphemantur multi clerici per unum latronem, qui sic fecerit - excommunionis sit. (Can. 32.) - - - (Ex epistolis S. Gregorii.) - - La Iglesia gastaba sus bienes en el rescate de los cautivos, - y, aun cuando con el tiempo tuvieran facultades para - reintegrarla de la cantidad adelantada, ella no quera - semejante reintegro: les condonaba generosamente el precio del - rescate. - - Sacrorum canonum statuta et legalis permitit auctoritas, - licite res ecclessiasticas in redemptionem captivorum impendi. - Et ideo, quia edocti a vobis sumus, ante annos fere 18 - reverendissimum quemdam Fabium, Episcopum Ecclesia Firmanae, - libras 11 argenti de eadem ecclesia pro redemptione vestra, ac - patris vestri Passivi, fratris et coepiscopi nostri, tunc vero - clerici, necnon matris vestrae, hostibus impedisse, atque ex - hoc quamdam formidinem vos habere, ne hoc quod datum est, a - vobis quolibet tempore repetatur, huius praecepti auctoritate - suspicionem vestram praevidimus auferendam; constituentes, - nullam vos exinde, haeredesque vestros quolibet tempore - repetitionis molestiam sustinere, nec a quoquam vobis aliquam - obiici quaestionem. (Libro 8, ep. 14, et hab. Caus. 12, Q. 2, - C. 15.) - - - (Concilium Vernense secundum, anno 884.) - - Los bienes de la Iglesia servan para el rescate de los - cautivos. - - Ecclessiae facultates quas reges et reliqui christiani - Deo voverunt, ad alimentum servorum Dei et pauperum, ad - exceptionem hospitum, _redemptionis captivorum_, atque - templorum. Dei instaurationem, nunc in usu saecularium - detinentur. Hinc multi servi Dei pecuniam cibi et potus ac - vestimentorum patiuntur, pauperes consuetam eleemosynam non - accipiunt, negliguntur hospites, _fraudantur captivi_, et fama - omnium meritu laceratur. (Can. 12.) - - Es digno de notarse en el canon anterior el uso que haca - la Iglesia de sus bienes; pues que vemos que, ms de la - manutencin de los clrigos y los gastos del culto, servan - para el socorro de pobres, de peregrinos, y para el rescate de - los cautivos. Hago aqu esta observacin, porque se ofrece la - oportunidad; y no porque sea el canon citado el nico texto en - que pueda fundarse la prueba del buen uso que haca la Iglesia - de sus bienes. Muchos son los cnones que podran citarse, - empezando desde los llamados apostlicos; siendo de notar - la expresin de que se valen veces para afear la maldad - de los que se apoderaban de los bienes eclesisticos, los - administraban mal. _Pauperum necatores, matadores de pobres_, - se los llama, para dar entender que uno de los principales - objetos de esos bienes era el socorro de los necesitados. - - - IV - - - (Concilium Lugdunense secundum, anno 566.) - - Se excomulga los que atentan contra la libertad de la - personas. - - Et quia peccatis facientibus multi in perniciem animae suae - ita conati sunt, aut conantur assurgere, ut animas longa - temporis quiete sine ulla status sui competitione viventes, - nunc improba proditione atque traditione, aut captivaverint - aut captivare conentur, si iuxta praeceptum domini regis - emendare distulerint, quosque hos quos obduxerunt, in loco - in quo longum tempus quiete vixerint, restaurare debeant, - ecclesiae communione priventur. (Can. 3.) - - Del canon que acabo de citar se infiere que era muy general el - abuso de apelar los particulares la violencia para reducir - esclavitud personas libres. Tal era en aquella poca - la situacin de Europa, causa de las irrupciones de los - brbaros, que el poder pblico era dbil en extremo, , mejor - podramos decir, que no exista. Por esto es muy bello el ver - la Iglesia salir en apoyo del orden pblico, y en defensa de - la libertad, excomulgando los que atacaban y menospreciaban - as el precepto del rey: _praeceptum domini regis_. - - - (Concilium Rhemense, anno 625 vel 630.) - - Se reprime el mismo abuso que en el canon anterior. - - Si quis ingenuum aut liberum ad servitium inclinare voluerit, - an fortasse iam fecit, et commonitus ab episcopo se de - inquietudine eius revocare neglexerit, aut emendare noluerit, - tanquam calumniae reum placuit sequestrari. (Can. 17.) - - - (Concilium Confluentium, anno 922.) - - Se declara reo de homicidio al que seduce un cristiano y lo - vende. - - Item interrogatum est, quid de eo faciendum sit qui - christianum hominem seduxerit, et sic vendiderit; responsumque - est ab omnibus, homicidii reatum, ipsum hominem sibi - contrahere. (Can. 7.) - - - (Concilium Londinense, anno 1102.) - - Se prohibe el comercio de hombres que se haca en Inglaterra, - vendindolos como brutos animales. - - Nequis illud _nefarium negotium_ quo hactenus in Anglia - solebant homines sicut bruta animalia venundari, deinceps - ullatenus facere praesumat. - - Echase de ver, por el canon que acabo de citar, cunto se - adelantaba la Iglesia en todo lo perteneciente la verdadera - civilizacin. Estamos en el siglo XIX, y se mira como un - notable paso dado por la civilizacin moderna, el que las - grandes naciones europeas firmen tratados para reprimir el - trfico de los negros; y por el canon citado se ve que, - principios del siglo XI, cabalmente en la misma ciudad de - Londres, donde se ha firmado ltimamente el famoso convenio, - se prohiba el trfico de hombres, calificndole cual merece. - _Nefarium negorium: detestable negocio_, le apellida el - concilio; _trfico infame_, le llame la civilizacin moderna, - heredando, sin advertirlo, sus pensamientos y hasta sus - palabras de aquellos hombres quienes se apellida _brbaros_, - de aquellos obispos quienes se ha calumniado, pintndolos - poco menos que como una turba de conjurados contra la libertad - y la dicha del gnero humano. - - - (Synodus incerti loci, circa annum 616.) - - Se manda que las personas que se hubiesen vendido empeado, - vuelvan _sin dilacin_ al estado de libertad, as que - devuelvan el precio; y se dispone que no se les pueda exigir - ms de lo que hubiesen recibido. - - De ingenuis qui se pro pecunia aut alia re vendiderint, vel - oppignoraverint, placuit ut quandoquidem pretium, quantum - pro ipsis datum est, invenire potuerunt, absque dilatione - ad statum suae conditionis reddito pretio reformentur, nec - amplius quam pro eis datum est requiratur. Et interim, - si vir ex ipsis, uxorem ingenuam habuerit, aut mulier - ingenuum habuerit maritum filii qui ex ipsis nati fuerint in - ingenuitate permaneant. (Can. 14.) - - Es tan importante el canon del concilio que acabo de citar, - celebrado, segn opinan algunos, en Boneuil, que bien merece - que se hagan sobre l algunas reflexiones. Cabalmente esta - disposicin tan benfica en que se conceda al vendido el - volver la libertad, una vez satisfecho el precio que haba - recibido en la venta, atajaba un mal que deba de estar muy - arraigado en las Galias, pues que databa de muy antiguo; - supuesto que sabemos por Csar, citado ya en el texto, que - muchos, acosados por la necesidad, se vendan para salir de - situaciones apuradas. - - Es tambin muy digno de notarse lo que se dispone en el mismo - canon con respecto los hijos de la persona vendida; pues, - ora sea el padre, ora la madre, se prescribe que, en ambos - casos, los hijos sean libres; derogndose aqu la tan sabida - regla del derecho civil: _partus sequitur ventrem_. - - - V - - - (Concilium Aurelianense tertium, anno 538.) - - Se prohibe el devolver los judos los esclavos refugiados - en las iglesias, si hubieren buscado este asilo, bien - por obligarlos los amos cosas contrarias la religin - cristiana, bien por haber sido maltratados despus de haberlos - sacado antes del asilo de la iglesia. - - De mancipiis christianis, quae in iudaeorum servitio - detinentur, si eis quod christiana religio vetat, a dominis - imponitur, aut si eos quos de ecclesia excusatos tollent, - pro culpa quae remissa est, affligere aut caedere fortasse - praesumpserint, et ad ecclesiam iterato confugerint, - nullatenus a sacerdote reddantur, nisi pretium offeratur - ac detur, quod mancipia ipsa valere pronuntiaverit iusta - taxatio. (Can. 13.) - - - (Concilium Aurelianense quartum, anno 541.) - - Se manda observar lo mandado en el precedente concilio del - mismo nombre, en el canon arriba citado. - - Cum prioribus canonibus iam fuerit definitum, ut de mancipiis - christianis, quae apud iudaeos sunt, si ad ecclesiam - confugerint, et redimi se postulaverint, etiam ad quoscumque - christianos refugerint, et servire iudaeis noluerint, - taxato et oblato a fidelibus iusto pretio, ab eorum dominio - liberentur, ideo statuimus, ut tam iusta constitutio ab - omnibus catholicis conservetur. (Can. 30.) - - (Ibd.) Se castiga con la prdida de todos los esclavos al - judo que pervierte un esclavo cristiano. - - Hoc etiam decernimus observandum, ut quicumque iudaeus. - proselytum, qui advena dicitur, iudaeum facere praesumpserit, - aut christianum factum ad iudaicam superstitionem adducere; - vel si iudaeus christianam ancillam suam sibi crediderit - sociandum; vel si de parentibus christianis natum, iudaeum - sub promissione fecerit libertatis, mancipiorum amissione - multetur. (Can. 31.) - - - (Concilium Masticonense primum, anno 581.) - - Se prohibe los judos el tener en adelante esclavos - cristianos, y con respecto los existentes, se permite - cualquier cristiano el rescatarlos, pagando al dueo judo 12 - sueldos. - - Et liceat quid de christianis qui aut de captivitatis - incursu, aut fratribus iudaeorum servitio implicantur, - debeat observari, non solum canonicis statutis, sed et - legum beneficio pridem fuerit constitutum; tamen quia - nunc item quorundam querela exorta est, quosdam iudaeos, - per civitates aut municipia consistentes, in tantam - insolentiam et proterviam prorrupisse, ut nec reclamantes - christianos liceat vel pretio de eorum servitute absolvi; - idcirco praesenti concilio, Deo auctore, sancimus ut nullus - christianus iudaeos deinceps debeat deservire; sed datis pro - quolibet bono mancipio 12 solidis, ipsum mancipium quicumque - christianus, seu ad ingenuitatem, seu ad servitium, licentiam - habeat redimendi: quia nefas est, ut quos Christus dominus - sanguinis sui effusione redemit, persecutorum vinculis maneant - irretiti. Quod si acquiescere his quae statuimus quicumque - iudaeus noluerit, quamdiu ad pecuniam constitutam venire - distulerit, liceat mancipio ipsi cum christianis ubicumque - voluerit habitare. Illud etiam specialiter sancientes, quod - si qui iudaeus christianum mancipium ad errorem iudaicum - convictus fuerit suassisse, ut ipse mancipio careat et legandi - damnatione plectatur. (Can. 16.) - - El canon que antecede, equivale poco menos que un decreto - de entera emancipacin de los esclavos cristianos; porque, - si los judos quedaban inhibidos de adquirir nuevos esclavos - cristianos, y los que tenan, podan ser rescatados por - cualquier cristiano, claro es que la puerta quedaba abierta - de tal suerte la caridad de los fieles, que por necesidad - hubo de disminuirse en gran manera el nmero de los esclavos - cristianos que geman en poder de los judos. Y no es esto - decir que estas disposiciones cannicas surtiesen desde luego - todo el efecto que se propona la Iglesia; pero s que, - siendo ste el nico poder que la sazn permaneca en pie, - y que ejerca influencia sobre los pueblos, deban de ser sus - disposiciones sumamente provechosas aquellos en cuyo favor - se establecan. - - - (Concilium Toletanum tertium, anno 589.) - - Se prohibe los judos el adquirir esclavos cristianos. Si un - judo induce al judasmo, circuncida un esclavo cristiano, - ste queda libre, sin que haya de pagarse nada al dueo. - - Suggerente concilio, id gloriosissimus dominus noster, - canonibus inserendum praecipit, ut iudaeis non liceat - christianas habere uxores, _neque mancipia comparare in usus - proprios_. - - Si qui vero christiani ab eis iudaico ritu sunt maculati, - vel etiam circumcissi, non reddito pretio ad libertatem et - religionem redeant christianam. (Can. 14.) - - Es notable este canon, ya porque defenda la conciencia - del esclavo, ya porque impona al dueo una pena favorable - la libertad. De esta clase de penas para reprimir la - arbitrariedad de los amos que violentaban la conciencia de - los esclavos, encontramos un ejemplo muy curioso en el siglo - siguiente, en una coleccin de leyes de Ina, rey de los - sajones occidentales. Helo aqu: - - - (Leges Inae Regis Saxonum Occidiorum, anno 692.) - - Si un amo hace trabajar su esclavo en domingo, el esclavo - queda libre. - - Si servus operatur die dominica per praeceptura domini sui, - sit liber. (Leg. 3.) - - - OTRO EJEMPLO - - (Concilium Berghamstedae anno 5. Withredi Regis Cantii, id est - Christi 697: sub Bertualdo Cantuariensi archiepiscopo celebratum. - Haec sunt iudicia Withredi Regis Cantuariorum.) - -Si un amo da de comer carne un esclavo en da de ayuno, ste queda -libre. - -Si quis servo suo carnem in ieiunio dediderit comedendam, servus liber -exeat. (Can. 15.) - - -(Concilium Toletanum quartum, anno 633.) - -Se prohibe enteramente los judos el tener esclavos cristianos; -disponindose que, si algn judo contraviene lo mandado aqu, se le -quiten los esclavos y stos alcancen del prncipe la libertad. - -Ex decreto gloriosissimi principis hoc sanctum elegit concilium, ut -iudaeis non liceat christianos servos habere, nec christiana mancipia -emere, nec cuiusquam consequi largitate: nefas est enim ut membra -Christi serviant Antichristi ministris. Quod si deinceps servos -christianos, vel ancillas iudaei habere praesumpserint, sublati ab -eorum dominatu libertatem a principe consequantur. (Can. 66.) - - -(Concilium Rhemense, anno 625.) - -Se prohibe vender esclavos cristianos los gentiles judos; y se -anulan esas ventas si se hicieren. - -Ut christiani iudaeis vel gentilibus non vendantur; et si quis -christianorum necessitate cogente mancipia sua christiana elegerit -venundanda, non aliis nisi tantum christianis expendat. Nam si -paganis aut iudaeis vendiderit, communione privetur, et emptio careat -firmitate. (Can. 11.) - -Ninguna precaucin era excesiva en aquellos calamitosos tiempos. A -primera vista podra parecer que semejantes disposiciones eran efecto -de la intolerancia de la Iglesia con respecto los judos y los -gentiles; y, sin embargo, era en realidad un dique contra la barbarie -que lo iba invadiendo todo; una garanta de los derechos ms sagrados -del hombre: garanta tanto ms necesaria cuanto puede decirse que todas -las otras haban desaparecido. Lase, si no el documento que sigue - continuacin, donde se ve que algunos llegaban hasta el horrible -extremo de vender sus esclavos los gentiles para sacrificarlos. - - -(Gregorius Papa III, ep. I ad Bonifacium Archiepiscoporum; anno 731.) - -Hoc quoque inter alia crimina agi in partibus illis dixisti, quod -quidam ex fidelibus ad _immolandum_ paganis sua venundent mancipia. -Quod ut magnopere corrigere debeas fratres commonemus, nec sinas fieri -ultra; scelus est enim et impietas. Eis ergo qui haec perpetraverunt, -similem homicidiae indices poenitentiam. - -Estos excesos deban de llamar en gran manera la atencin, pues que -vemos que el concilio de Ciptines, celebrado en el ao 743, vuelve - insistir en lo mismo, prohibiendo que los esclavos cristianos se -entreguen gentiles. - -Et ut mancipia christiana paganis non tradantur. (Can. 7.) - - -(Concilium Cabilonense, anno 650.) - -Se prohibe vender un esclavo cristiano fuera del territorio comprendido -en el reino de Clodoveo. - -Pietatis est maxime et religionis intuitus, ut captivitatis vinculum -omnino a christianis redimatur. Unde Sancta Synodus noscitur censuisse, -ut nullus mancipium extra fines vel terminos, qui ob regnum domini -Clodovei regis pertinent, debeat venundare, ne quod obsit, per tale -commercium, aut captivitatis vinculo, vel quod peius est, iudaica -servitute mancipia christiana teneantur implicita. (Can. 9.) - -El antecedente canon en que se prohibe la venta de los esclavos -cristianos fuera del territorio del reino de Clodoveo, por temor de -que caiga el esclava en poder de paganos, de judos; y el otro del -concilio de Reims copiado ms arriba en que se encuentra una especie -semejante, son notables bajo dos aspectos: 1. En cuanto manifiestan -el sumo respeto que se ha de tener al alma del hombre, aunque sea -esclavo; pues que se prohibe el venderlo all donde pueda hallarse en -un compromiso la conciencia de vendido; respeto que era muy importante -sostener, as para desarraigar las erradas doctrinas antiguas sobre -este punto, como por ser el primer paso que deba darse para llegar -la emancipacin. 2. Limitndose la facultad de vender, se entrometa -la ley en esa clase de propiedad, distinguindola de las dems, y -colocndola en una categora diferente, y ms elevada: esto era un paso -muy adelantado para declarar guerra abierta esa misma propiedad, -pasando abolirla por medios legtimos. - - -(Concilium decimum Toletanum, anno 656.) - -Se reprende severamente los clrigos que vendan sus esclavos -judos y se les conmina con penas terribles. - -Septimae collationis immane satis et infandum operationis studium -nunc sanctum nostrum adiit concilium; quo plerique ex sacerdotibus -et Levitis, qui pro sacris ministeriis, et pietatis studio, -gubernationisque augmento sanctae ecclesiae deputati sunt officio, -malunt imitari turbam malorum, potius quam sanctorum patrum insistere -mandatis: ut ipsi etiam qui redimere debuerunt, venditiones facere -intendant, quos Christi sanguine praesciunt esse redemptos; ita -dumtaxat ut eorum dominio qui sunt empti in rito Iudaismi convertantur -opressi, et fit execrabile commercium ubi nitente Deo iustum et sanctum -adesse conventum; quia maiorum canones vetuerunt ut nullus iudaeorum -coniugia vel servitia habere praesumat de christanorum coetu. - -Sigue reprendiendo elocuentemente los culpables, y luego contina: -Si quis enim post hanc definitionem talia agere tentaverit, noverit se -extra ecclesiam fieri, et praesenti, et futuro iudicio cum Iuda simili -poena percelli, dummodo Dominum denuo proditionis pretio malunt ad -iracundiam provocare. (Can. 7.) - - - VI - -Manumisin que hace el Papa San Gregorio I de dos esclavos de la -Iglesia romana; texto notable en que explica el Papa los motivos que -inductan los cristianos manumitir sus esclavos. - -Cum Redemptor noster totius conditor creaturae ad hoc propitiatus -humanam voluerit carnem assumere, ut divinitatis suae gratia, diruto -quo tenebamur captivi vinculo servitutis, pristinae nos restitueret -libertati; salubriter agitur, si homines quos ab initio natura creavit -liberos et protulit, et ius gentium iugo substituit servitutis, in -ea natura in qua nati fuerant, manumitentis beneficio, libertati -reddantur. Atque ideo pietatis intuitu, et huius rei consideratione -permoti, vos Montanam atque Thomam famulos Sanctae Romanae Ecclesiae, -cui Deo adiutore deservimus, liberos ex hac die civesque Romanos -efficimus, omneque vestrum vobis relaxamus servitutis peculium. (S. -Greg., L. 5, ep. 12.) - - -(Concilium Agathense, anno 506.) - -Se manda que los obispos respeten la libertad de los manumitidos por -sus predecesores. Se indica la facultad que tenan los obispos de -manumitar los esclavos benemritos, y se fija la cantidad que podan -donarles para su subsistencia. - -Sane si quos de servis ecclesiae benemeritos sibi episcopus libertate -donaverit collatam libertatem a successoribus placuit custodiri cum -ho quod eis manumissor in libertate contulerit, quod tamen iubemus -viginti solidorum numerum, et modum in terrula, vineola, vel hospitiola -tenere. Quod amplius datum fuerit, post manumissoris mortem ecclesia -revocabit. (Can. 7.) - - -(Concilium Aurelianense quartum, anno 541.) - -Se manda devolver la Iglesia lo empeado enajenado por el obispo, -que nada le haya dejado de bienes propios; pero se exceptan de esta -regla los esclavos manumitidos, quienes debern quedar en libertad. - -Ut episcopus qui de facultate propria ecclesiae nihil relinquit, -de ecclesiae facultate si quid aliter quam canones eloquuntur -obligaverit, vendiderit, aut distraxerit, ad ecclesiam revocetur. -Sane si de servis ecclesiae libertos fecerit numero competenti, in -ingenuitate permaneant, ita ut ab officio ecclesiae non recedant. -(Can. 9.) - - -(Synodus Celichytensis, anno 816.) - -Se ordena que la muerte de cada obispo se d libertad todos sus -esclavos ingleses. Se dispone la solemnidad que ha de haber en las -exequias del difunto, previnindose que, al fin de ellas, cada obispo -y abad haban de manumitir tres esclavos, dndoles cada uno tres -sueldos. - -Decimo iubetur, et hoc firmiter statuimus asservandum, tam in nostris -diebus, quamque etiam futuris temporibus, omnibus successoribus -nostris qui post nos illis sedibus ordinentur quibus ordinati sumus: -ut quandocumque aliquis ex numero episcoporum migraverit de saeculo, -hoc pro anima illius praecipimus, ex substantia uniuscumque rei -decimam partem dividere, ad distribuere pauperibus in eleemosynam, -sive in pecoribus, et armentis, scu de ovibus et porcis, vel etiam in -cellariis, _necnon omnem hominem Anglicum liberare, qui in diebus suis -sit servituti subiectus_, ut per illud sui proprii laboris fructum -retributionis percipere mereatur, et indulgentiam peccatorum. Nec -ullatenus ab aliqua persona huic capitulo contradicatur, sed magis, -prout condecet, a successoribus augeatur, et eius memoria semper in -posterum per universas ecclesias nostrae ditioni subiectas cum Dei -laudibus habeatur et honoretur. Prorsus orationes et eleemosynas -quae inter nos specialiter condictam habemus, id est, ut statim per -singulas parochias in singulis quibusque ecclesiis, pulsato signo, -omnis famulorum Dei coetus ad basilicam conveniant, ibique pariter XXX -psalmos pro defuncti animae decantent. Et postea unusquisque antistes -et abbas sexcentos psalmos, et centum viginti missas celebrare faciat, -_et tres homines liberet, et eorum cuilibet tres solidos distribuat_. -(Can. 10.) - - -(Concilium Ardamachiense in Hibernia celebratum anno 1171:) - -(Ex Giraldo Cambrensi, cap. 28 Hiberniae expugnatae.) - -Curioso documento en que se refiere la generosa resolucin tomada en -el concilio de Armach en Irlanda, de dar libertad todos los esclavos -ingleses. - -His completis convocatos apud Ardamachiam totius Hiberniae clero, et -super advenarum in insulam adventu tractato diutius et deliberato, -tandem communis omnium in hoc sententia resedit; propter peccata -scilicet populi sui, eoque praecipue quod Anglos olim, tam a -mercatoribus, quam praedonibus atque piratis, emere passim, et in -servitutem redigere consueverant, divinae, censura vindictae hoc eis -incomodum accidisse, ut et ipsi quoque ab eadem gente in servitutem -vice reciproca iam redigantur. Anglorum namque populus adhuc integro -eorum regno, communi gentis vitio liberos suos venales exponere, et -priusquam inopiam ullam aut inediam sustinerent, filios proprios et -cognatos in Hiberniam vendere consueverant. Unde et probabiliter credi -potest, sicut venditores olim, ita emptores, tam enormi delicto iuga -servitutis iam meruisse. Decretum est itaque in praedicto concilio, -et cum universitatis consensu publice statutum, ut Angli ubique -per insulam, servitutis vinculo mancipati, in pristinam revocentur -libertatem. - -En el documento que se acaba de leer, es digno sobremanera de notarse -cmo influan las ideas religiosas en amansar las feroces costumbres -de los pueblos. Sobreviene una calamidad pblica, y he aqu que -desde luego se encuentra la causa de ella en la indignacin divina, -ocasionada por el trfico que hacan los irlandeses comprando esclavos -ingleses los mercaderes, y los bandoleros y piratas. - -No deja tambin de ser curioso el ver que por aquellos tiempos eran -los ingleses tan brbaros, que vendan sus hijos y parientes, -la manera de los africanos de nuestros tiempos. Y esto deba de ser -bastante general, pues que leemos en el lugar arriba copiado: que esto -era _comn vicio de aquellos pueblos_; _communi gentis vitio_. As se -concibe mejor cun necesaria era la disposicin insertada ms arriba, -del concilio de Londres, celebrado en 1102, en que se prohibe ese -infame trfico de hombres. - - -(Ex concilio apud Silvanectum, anno 864.) - -Los esclavos de la Iglesia no deben permutarse con otros; no ser que -por la permuta se les d libertad. - -Mancipia ecclesiastica, nisi ad libertatem, non convenit commutari; -videlicet ut mancipia, quae pro eclesiastico homine dabuntur, in -Ecclesiae servitute permaneant, et ecclesiasticus homo, qui commutatur, -fruatur perpetua libertate. Quod enim semel Deo consecratum est, ad -humanus usus transferri non decet. (V. Decret. Greg. IX. L. 3, Tit. -19, cap. 3.) - - -(Ex eodem, anno 864.) - -Contiene la misma especie que el anterior; y adems se deduce de el que -los fieles, en remedio de sus almas, acostumbraban ofrecer sus esclavos - Dios y los santos. - -Iniustum videtur et impium, ut mancipia, quae fideles Deo, et -Sanctis eius pro remedio animae suae consecrarunt, cuiuscumque -muneris mancipio, vel commutationis commercio iterum in servitutem -saecularium redigantur, cum canonica auctoritas servos tantummodo -permittat distrahi fugitivos. Et ideo ecclaesiarum Rectores summopere -caveant, ne eleemosyna unius, alterius peccatum fiat. Et est absurdum -ut ab ecclesiastica dignitate servus discedens, humanae sit obnoxius -servituti. (Ibd., cap. 4.) - - -(Concilium Romanum sub S. Gregorio I, anno 597.) - -Se ordena que se d libertad los esclavos que quieran abrazar la vida -monstica, previas las precauciones que pudiesen probar la verdad de la -vocacin. - -Multos de ecclesiastica seu saeculari familia, novimus ad omnipotentis -Dei servitium festinare ut ab humana servitute liberi in divino -servitio valeant familiarius in monasteriis conservari, quos si passim -dimittimus, omnibus fugiendi ecclesiastici iuris dominium occasionem -praebemus: si vero festinantes ad omnipotentis Dei servitium, incaute -retinemus, illi invenimur negare quaedam qui dedit omnia. Unde necesse -est, ut quisquis ex iuris ecclesiastici vel saecularis militiae -servitute ad Dei servitium converti desiderat, probetur prius in laico -habitu constitutus: et si mores eius atque conversatio bona desiderio -eius testimonium ferunt, absque retractatione servire in monasterio -omnipotenti Domino permittatur, ut ab humano servitio liber recedat qui -in divino obsequio districtiorem appetit servitutem. (S. Greg., Epist. -44., Lib. 4.) - - -(Ex epistolis Gelasii Papae.) - -Se reprime el abuso que iba cundiendo de ordenar los esclavos sin -consentimiento de sus dueos. - -Ex antiquis regulis et novella synodali explanatione comprehensum est, -personas obnoxias servituti, cingulo coelestis militiae non praecingi. -Sed nescio utrum ignorantia an voluntate rapiamini, _ita ut ex hac -causa nullus pene Episcoporum videatur extorris_. Ita enim nos frequens -et plurimorum querela nos circumstrepit, ut ex hac parte nihil penitus -potetur constitutum. (Distin. 54, c. 9.) - -_Frequens equidem, et assidua nos querela circumstrepit_ de his -pontificibus, qui nec antiquas regulas nec decreta nostra noviter -directa cogitantes, obnoxias possesionibus obligatasque personas, -venientes ad clericalis officii cingulum non recusant. (Ibd., c. 10.) - -Actores siquidem filiae nostrae illustris et magnificae feminae, -Maximae petitori nobis insinuatione conquesti sunt, Sylvestrum atque -Candidum, originarios suos, contra constitutiones quae supradictae -sunt, et contradictione praeeunte a Lucerino Pontifice Diaconos -ordinatos. (Ibd, c. 11.) - -_Generalis etiam querelae vitanda praesumptio est, qua propemodum -causantur universi_, passim servos et originarios, dominorum iura, -possesionumque fugientes, sub religiosae conversationis obtentu, -vel ad monasteria sese conferre, vel ad ecclesiasticum famulatum, -conniventibus quippe praesulibus, indifferenter admitti. Quae modis -omnibus est amovenda pernicies, ne per christiani nominis institutum -aut aliena pervadi, aut publica videatur disciplina subverti. (Ibd., -c. 12.) - - -(Concilium Emeritense, anno 666.) - -Se permite los prrocos el escoger de entre los siervos de la Iglesia -algunos para clrigos. - -Quidquid unanimiter digne disponitur in sancta Dei ecclesia, -necessarium est ut a parochitanis presbyteris custoditum maneat. Sunt -enim nonnulli qui ecclessiarum suarum res ad plenitudinem habent et -sollicitudo illis nulla est habendi clericos cum quibus omnipotenti -Deo laudum debita persolvant officia. Proinde instituit haec sancta -synodus ut omnes parochitani presbyteri, iuxta ut in rebus sibi a Deo -creditis sentiunt habere virtutem, de ecclesiae suae familia clericos -sibi faciant; quos per bonam voluntatem ita nutriant, ut et officium -sanctum digne peragant, et ad servitium suum aptos eos habeat. Hi etiam -victum et vestitum dispensatione presbyteri merebuntur, et domino et -presbytero suo, atque utilitati ecclesiae fideles esse debent. Quod -si inutiles apparuerint, ut culpa patuerit, correptione disciplinae -feriantur: si quis presbyterorum hanc sententiam minime custodierit et -non adimpleverit, ab episcopo suo corrigatur: ut plenissime custodiat, -quod digne iubetur. (Can. 18.) - - -(Concilium Toletanum nonum, anno 655.) - -Se dispone que los obispos den libertad los esclavos de la Iglesia -que hayan de ser admitidos en el clero. - -Qui ex familiis ecclesiae servituri devocantur in clerum ab Episcopis -suis, necesse est, ut libertatis percipiant donum: et si honestae vitae -claruerint meritis, tunc demum maioribus fungantur officiis. (Can. 11.) - - -(Concilium quartum Toletanum, anno 633.) - -Se permite ordenar los esclavos de la Iglesia dndoles antes libertad. - -De familiis ecclesiae constituere presbyteros et diaconos per -parochias liceat; quos tamen vitae rectitudo et probitas morum -comendat: ea tamen ratione, _ut antea manumissi libertatem status sui -percipiant_, et denuo ad ecclesiasticos honores succedant; irreligiosum -est enim obligatos existere servituti, qui sacri ordinis suscipiunt -dignitatem. (Can. 74.) - - -VII - -Visto ya cul fu la conducta de la Iglesia con respecto la -esclavitud en Europa, excitase, naturalmente, el deseo de saber cmo se -ha portado en tiempos ms recientes con relacin los esclavos de las -otras partes del mundo. Afortunadamente puedo ofrecer mis lectores -un documento, que, al paso que manifiesta cules son en este punto las -ideas y los sentimientos del actual pontfice Gregorio XVI, contiene, -en pocas palabras, una interesante historia de la solicitud de la Sede -Romana, en favor de los esclavos de todo el universo. Hablo de unas -letras apostlicas contra el trfico de negros, publicadas en Roma en -el da 3 de noviembre de 1839. Recomiendo encarecidamente su lectura, -porque ellas son una confirmacin autntica y decisiva, de que la -Iglesia ha manifestado siempre y manifiesta todava, en este gravsimo -negocio de la esclavitud, el ms acendrado espritu de caridad, sin -herir en lo ms mnimo la justicia, ni desviarse de lo que aconseja la -prudencia. - - -Gregorio PP. XVI ad futuram rei memoriam. - -Elevado al grado supremo de dignidad apostlica, y siendo, aunque sin -merecerlo, en la tierra vicario de Jesucristo Hijo de Dios, que por su -caridad excesiva se dign hacerse hombre y morir para redimir al gnero -humano, hemos credo que corresponde nuestra pastoral solicitud hacer -todos los esfuerzos para apartar los cristianos del trfico que estn -haciendo con los negros y con otros hombres, sean de la especie que -fueren. Tan luego como comenzaron esparcirse las luces del Evangelio, -los desventurados que caan en la ms dura esclavitud, y en medio de -las infinitas guerras de aquella poca, vieron mejorarse su situacin -porque los apstoles, inspirados por el espritu de Dios, inculcaban - los esclavos la mxima de obedecer sus seores temporales como al -mismo Jesucristo, y resignarse con todo su corazn la voluntad -de Dios; pero, al mismo tiempo, imponan los dueos el precepto de -mostrarse humanos con sus esclavos, concederles cuanto fuese justo y -equitativo, y no maltratarlos, sabiendo que el Seor de unos y otros -est en los cielos, y que para El no hay acepcin de personas. - -La Ley Evanglica, al establecer de una manera universal y fundamental -la caridad sincera para con todos, y el Seor declarando que mirara -como hechos negados s mismo, todos los actos de beneficencia y de -misericordia hechos negados las pobres y los dbiles, produjo, -naturalmente, el que los cristianos, no slo mirasen como hermanos -sus esclavos sobre todo cuando se haban convertido al Cristianismo, -sino que se mostrasen inclinados dar la libertad aquellos que por -su conducta se hacan acreedores ella, lo cual acostumbraban hacer, -particularmente en las fiestas solemnes de Pascuas, segn refiere San -Gregorio de Nicea. Todava hubo quienes inflamados de la caridad ms -ardiente, cargaron ellos mismos con las cadenas para rescatar sus -hermanos, y un hombre apostlico, nuestro predecesor el Papa Clemente -I, de santa memoria, atestigua haber conocido muchos que hicieron -esta obra de misericordia; y sta es la razn por que, habindose -disipado con el tiempo las supersticiones de los paganos, y habindose -dulcificado las costumbres de los pueblos ms brbaros, gracias los -beneficios de la fe, movida por la caridad, las cosas han llegado al -punto de que hace muchos siglos no hay esclavos en la mayor parte de -las naciones cristianas. - -Sin embargo, y lo decimos con el dolor ms profundo, todava se -vieron hombres, aun entre cristianos, que, vergonzosamente cegados -por el deseo de una ganancia srdida, no vacilaron en reducir la -esclavitud en tierras remotas los indios, los negros, y otras -desventuradas razas, ayudar en tan indigna maldad, nstituyendo y -organizando el trfico de estos desventurados, quienes otros haban -cargado de cadenas. Muchos pontfices romanos, nuestros predecesores, -de gloriosa memoria, no se olvidaron, en cuanto estuvo de su parte, -de poner un coto la conducta de semejantes hombres, como contraria - su salvacin, y degradante para el nombre cristiano; porque ellos -vean bien que sta era una de las causas que ms influyen para que las -naciones infieles mantengan un odio constante la verdadera religin. - -A este fin se dirigen las letras apostlicas de Paulo III de 20 de -mayo de 1537, remitidas al cardenal arzobispo de Toledo, selladas con -el sello del Pescador, y otras letras mucho ms amplias de Urbano -VIII de 22 de abril de 1639 dirigidas al colector de los derechos de -la Cmara apostlica en Portugal; letras en las cuales se contienen -las ms serias y fuertes reconvenciones contra los que se atreven -reducir la esclavitud los habitantes de la India occidental -meridional, venderlos, comprarlos, cambiarlos, regalarlos, separarlos -de sus mujeres y de sus hijos, despojarlos de sus bienes, llevarlos - enviarlos reinos extranjeros, y privarlos de cualquier modo de -su libertad, retenerlos en la servidumbre, bien prestar auxilio y -favor los que tales cosas hacen, bajo cualquier causa pretexto, - predicar ensear que esto es lcito, y por ltimo cooperar -ello de cualquier modo. Benedicto XIV confirm despus y renov -estas prescripciones de los Papas ya mencionados, por nuevas letras -apostlicas los obispos del Brasil y de algunas otras regiones en -20 de diciembre de 1741, en las que excita con el mismo objeto la -solicitud de dichos obispos. - -Mucho antes, otro de nuestros predecesores ms antiguos, Po II, en -cuyo pontificado se extendi el dominio de los portugueses en la -Guinea y en el pas de los negros, dirigi sus letras apostlicas en 7 -de octubre de 1482 al obispo de Ruvo, cuando iba partir para aquellas -regiones, en las que no se limitaba nicamente dar dicho prelado -los poderes convenientes para ejercer en ellas el santo ministerio -con el mayor fruto, sino que tom de aqu ocasin para censurar -severamente la conducta de los cristianos que reducan los nefitos - la esclavitud. En fin, Po VII en nuestros das, animado del mismo -espritu de caridad y de religin que sus antecesores, interpuso con -celo sus buenos oficios cerca de los hombres poderosos, para hacer -que cesase enteramente el trfico de los negros entre los cristianos. -Semejantes prescripciones y solicitud de nuestros antecesores nos han -servido, con la ayuda de Dios, para defender los indios y otros -pueblos arriba dichos, de la barbarie, de las conquistas y de la -codicia de los mercaderes cristianos; mas es preciso que la Santa -Sede tenga por qu regocijarse del completo xito de sus esfuerzos y -de su celo, puesto que, si el trfico de los negros ha sido abolido -en parte, todava se ejerce por un gran nmero de cristianos. Por -esta causa, deseando borrar semejante oprobio de todas las comarcas -cristianas, despus de haber conferenciado con todo detenimiento con -muchos de nuestros venerables hermanos, los cardenales de la Santa -Iglesia romana, reunidos en consistorio, y siguiendo las huellas de -nuestros predecesores, en virtud de la autoridad apostlica, advertimos -y amonestamos con la fuerza del Seor todos los cristianos, de -cualquiera clase y condicin que fuesen, y les prohibimos que ninguno -sea osado en adelante molestar injustamente los indios, los -negros otros hombres, sean los que fueren, despojarlos de sus -bienes reducirlos la esclavitud, ni prestar ayuda favor -los que se dedican semejantes excesos, ejercer un trfico tan -inhumano, por el cual los negros, como si no fuesen hombres, sino -verdaderos impuros animales, reducidos cual ellos la servidumbre -sin ninguna distincin, y contra las leyes de la justicia y de la -humanidad, son comprados, vendidos y dedicados los trabajos ms -duros, con cuyo motivo se excitan desavenencias, y se fomentan -continuas guerras en aquellos pueblos por el cebo de la ganancia -propuesta los raptores de negros. - -Por esta razn, y en virtud de la autoridad apostlica, reprobamos -todas las dichas cosas como absolutamente indignas del nombre -cristiano; y en virtud de la propia autoridad, prohibimos enteramente, -y prevenimos todos los eclesisticos y legos el que se atrevan -sostener como cosa permitida el trfico de negros, bajo ningn pretexto -ni causa, bien predicar y ensear en pblico ni en secreto, ninguna -cosa que sea contraria lo que se previene en estas letras apostlicas. - -Y con el fin de que dichas letras lleguen conocimiento de todos, -y que ninguno pueda alegar ignorancia, decretamos y ordenamos que se -publiquen y fijen segn costumbre, por uno de nuestros oficiales, -en las puertas de la Baslica del Prncipe de los Apstoles de la -Cancillera Apostlica, del Palacio de Justicia, del monte Citorio, y -en el campo de Flora. - -Dado en Roma en Santa Mara la Mayor, sellado con el sello -del Pescador 3 de noviembre de 1839, y el 9. de nuestro -pontificado.--Aloisio, cardenal Lambruschini. - -Llamo particularmente la atencin sobre el interesante documento que -acabo de insertar, y que puede decirse que corona magnficamente el -conjunto de los esfuerzos hechos por la Iglesia para la abolicin de -la esclavitud. Y como en la actualidad sea la abolicin del trfico de -los negros uno de los negocios que ms absorben la atencin de Europa, -siendo el objeto de un tratado concludo recientemente entre las -grandes potencias, ser bien detenernos algunos momentos reflexionar -sobre el contenido de las letras apostlicas del Papa Gregorio XVI. - -Es digno de notarse, en primer lugar, que ya en 1482 el Papa Po II -dirigi sus letras apostlicas al obispo de Ruvo cuando iba partir -para aquellas regiones, letras en que no se limitaba nicamente dar - dicho prelado los poderes convenientes para ejercer en ellas el -santo ministerio con el mayor fruto, sino que tom de aqu ocasin -para censurar severamente la conducta de los cristianos que reducan -los nefitos la esclavitud. Cabalmente fines del siglo XV, cuando -puede decirse que tocaban su trmino los trabajos de la Iglesia -para desembrollar el caos en que se haba sumergido la Europa causa -de la irrupcin de los brbaros, cuando las instituciones sociales y -polticas iban desarrollndose cada da ms, formando ya la sazn un -cuerpo algo regular y coherente, empieza la Iglesia luchar con otra -barbarie que se reproduce en pases lejanos, por el abuso que hacan -los conquistadores de la superioridad de fuerzas y de inteligencia con -respecto los pueblos conquistados. - -Este solo hecho nos indica que para la verdadera libertad y bienestar -de los pueblos, para que el derecho prevalezca sobre el hecho y no se -entronice el mando brutal de la fuerza, no bastan las luces, no basta -la cultura de los pueblos, sino que es necesaria la religin. All -en tiempos antiguos vemos pueblos extremadamente cultos que ejercen -las ms inauditas atrocidades; y en tiempos modernos, los europeos, -ufanos de su saber y de sus adelantos, llevaron la esclavitud -los desgraciados pueblos que cayeron bajo su dominio. Y quin fu -el primero que levant la voz contra tamaa injusticia, contra tan -horrenda barbarie? No fu la poltica, que quizs no lo llevaba mal -para que as se asegurasen las conquistas; no fu el comercio, que vea -en ese trfico infame un medio expedito para srdidas pero pinges -ganancias; no fu la filosofa, que, ocupada en comentar las doctrinas -de Platn y Aristteles, no se hubiera quizs resistido mucho que -renaciese para los pases conquistados la degradante teora de las -_razas nacidas para la esclavitud_; fu la religin catlica, hablando -por boca del Vicario de Jesucristo. - -Es ciertamente un espectculo consolador para los catlicos el que -ofrece un pontfice romano condenando, hace ya cerca de cuatro siglos, -lo que la Europa, con toda su civilizacin y cultura, viene condenar -ahora; y con tanto trabajo, y todava con algunas sospechas de miras -interesadas por parte de alguno de los promovedores. Sin duda que -no alcanz el pontfice producir todo el bien que deseaba; pero -las doctrinas no quedan estriles, cuando salen de un punto desde el -cual pueden derramarse grandes distancias, y sobre personas que las -reciben con acatamiento, aun cuando no sea sino por respeto aquel -que las ensea. Los pueblos conquistadores eran la sazn cristianos, -y cristianos sinceros; y as es indudable que las amonestaciones del -Papa, transmitidas por boca de los obispos y dems sacerdotes, no -dejaran de producir muy saludables efectos. En tales casos, cuando -vemos una providencia dirigida contra un mal, y notamos que el mal -ha continuado, solemos equivocarnos, pensando que ha sido intil, y -que quien la ha tomado no ha producido ningn bien. No es lo mismo -extirpar un mal que disminuirle; y no cabe duda en que, si las bulas -de los Papas no surtan todo el efecto que ellos deseaban, deban -de contribuir al menos atenuar el dao, haciendo que no fuese tan -desastrosa la suerte de los infelices pueblos conquistados. El mal que -se previene y evita no se ve, porque no llega existir, causa del -preservativo; pero se palpa el mal existente, ste nos afecta, ste nos -arranca quejas, y olvidamos con frecuencia la gratitud debida quien -nos ha preservado de otros ms graves. As suele acontecer con respecto - la religin. Cura mucho, pero todava precave ms que no cura, -porque, apoderndose del corazn del hombre, ahoga muchos males en su -misma raz. - -Figurmonos los europeos del siglo XV, invadiendo las Indias -orientales y occidentales, sin ningn freno, entregados nicamente -las instigaciones de la codicia, los caprichos de la arbitrariedad, -con todo el orgullo de conquistadores, y con todo el desprecio -que deban de inspirarles los indios, por la inferioridad de sus -conocimientos, y por el atraso de su civilizacin y cultura; qu -hubiera sucedido? Si es tanto lo que han tenido que sufrir los pueblos -conquistados, pesar de los gritos incesantes de la religin, pesar -de su influencia en las leyes y en las costumbres, no hubiera llegado -el mal un extremo intolerable, no mediar esas poderosas causas que -le salan sin cesar al encuentro, ora previnindole ora atenundole? En -masa hubieran sido reducidos la esclavitud los pueblos conquistados, -en masa se los hubiera condenado una degradacin perpetua, en masa se -los hubiera privado para siempre, hasta de la esperanza de entrar un -da en la carrera de la civilizacin. - -Deplorable es, por cierto, lo que han hecho los europeos con los -hombres de las otras razas; deplorable es, por cierto, lo que todava -estn haciendo algunos de ellos; pero al menos no puede decirse que la -religin catlica no se haya opuesto con todas sus fuerzas tamaos -excesos, al menos no puede decirse que la Cabeza de la Iglesia haya -dejado pasar ninguno de esos males, sin levantar contra ellos la voz, -sin recordar los derechos del hombre, sin condenar la injusticia y sin -execrar la crueldad, sin abogar por la causa del linaje humano, no -distinguiendo razas, climas ni colores. - -De dnde le viene Europa ese pensamiento elevado, ese sentimiento -generoso, que la impulsan declararse tan terminantemente contra -el trfico de hombres, que la conducen la completa abolicin de -la esclavitud en las colonias! Cuando la posteridad recuerde esos -hechos tan gloriosos para la Europa, cuando los seale para fijar una -nueva poca en los anales de la civilizacin del mundo, cuando busque -y analice las causas que fueron conduciendo la legislacin y las -costumbres europeas hasta esa altura; cuando elevndose sobre causas -pequeas y pasajeras, sobre circunstancias de poca entidad, sobre -agentes muy secundados, quiera buscar el principio vital que impulsaba - la civilizacin europea hacia trmino tan glorioso, encontrar que -ese principio era el Cristianismo. Y cuando trate de profundizar ms y -ms en la materia, cuando investigue si fu el Cristianismo bajo una -forma general y vaga, el Cristianismo sin autoridad, el Cristianismo si -el Catolicismo, he aqu lo que le ensear la historia. El Catolicismo -dominando solo, exclusivo, en Europa, aboli la esclavitud en las -razas europeas; el Catolicismo, pues, introdujo en la civilizacin -europea el principio de la abolicin de la esclavitud; manifestando -con la prctica que no era necesaria en la sociedad como se haba -credo antiguamente, y que para desarrollarse una civilizacin grande y -saludable era necesario empezar por la santa obra de la emancipacin. -El Catolicismo inocul, pues, en la civilizacin europea el principio -de la abolicin de la esclavitud; l se debe, pues, si, dondequiera -que esta civilizacin ha existido junto con esclavos, ha sentido -siempre un profundo malestar que indicaba bien las claras que haba -en el fondo de las cosas dos principios opuestos dos elementos en -lucha, que haban de combatir sin cesar hasta que prevaleciendo el -ms poderoso, el ms noble y fecundo, pudiese sobreponerse al otro, -logrando primero sojuzgarle, y no parando hasta aniquilarle del todo. -Todava ms: cuando se investigue si en la realidad vienen los hechos - confirmar esa influencia del Catolicismo, no slo por lo que toca -la civilizacin de Europa, sino tambin de los pases conquistados por -los europeos en los tiempos modernos, as en Oriente como en Occidente, -ocurrir desde luego la influencia que han ejercido los prelados y -sacerdotes catlicos en suavizar la suerte de los esclavos en las -colonias, se recordar lo que se debe las misiones catlicas, y se -producirn, en fin, las letras apostlicas de Po II, expedidas en -1482, y mencionadas ms arriba, las de Paulo III en 1537, las de Urbano -VIII en 1639, las de Benedicto XIV en 1741 y las de Gregorio XVI en -1839. - -En esas letras se encontrar, ya enseado y definido, todo cuanto se ha -dicho y decirse puede en este punto en favor de la humanidad; en ellas -se encontrar reprendido, condenado, castigado, lo que la civilizacin -europea se ha resuelto al fin condenar y castigar; y cuando se -recuerde que fu tambin un Papa, Po VII, quien en el presente siglo -_interpuso con celo su mediacin y sus buenos oficios con los hombres -poderosos, para hacer que cesase enteramente el trfico de negros entre -los cristianos_, no podr menos de reconocerse y confesarse que el -Catolicismo ha tenido la principal parte en esa grandiosa obra, dado -que l es quien ha fundado el principio en que ella se funda, quien ha -establecido los precedentes que la guan, quien ha proclamado sin cesar -las doctrinas que la inspiran, quien ha condenado siempre las que se -le oponan, quien se ha declarado en todos tiempos en guerra abierta -con la crueldad y la codicia, que venan en apoyo y fomento de la -injusticia y de la inhumanidad. - -El Catolicismo, pues, ha cumplido perfectamente su misin de paz y de -amor, quebrantando sin injusticias ni catstrofes las cadenas en que -gema una parte del humano linaje; y las quebrantara del todo en las -cuatro partes del mundo, si pudiese dominar por algn tiempo en Asia -y en frica, haciendo desaparecer la abominacin y el envilecimiento, -introducidos y arraigados en aquellos infortunados pases por el -mahometismo y la idolatra. - -Doloroso es, la verdad, que el Cristianismo no haya ejercido todava -sobre aquellos desgraciados pases toda la influencia que hubiera sido -menester para mejorar la condicin social y poltica de sus habitantes, -por medio de un cambio en las ideas y costumbres; pero, si se buscan -las causas de tan sensible retardo, no se encontrarn, por cierto, -en la conducta del Catolicismo. No es ste el lugar de sealarlas; -pero, reservndome hacerlo despus, indicar entre tanto que no cabe -escasa responsabilidad al Protestantismo por los obstculos que, como -demostrar su tiempo, ha puesto la influencia universal y eficaz -del Cristianismo sobre los pueblos infieles. - -En otro lugar de esta obra me propongo examinar detenidamente tan -importante materia, lo que hace que me contente aqu con esta ligera -indicacin. - - - FIN DE LAS NOTAS - - - - - NDICE DE LOS CAPTULOS Y MATERIAS - DEL - TOMO PRIMERO - - - PG. - - Prlogo. Objeto de la obra. 5 - - Captulo I. Naturaleza y nombre del Protestantismo. 9 - - Cap. II. Investigacin de las causas del Protestantismo. Examen - de la influencia de sus fundadores. Varias causas que - se le han sealado. Equivocaciones que se han padecido en - este punto. Opiniones de Guizot y de Bossuet. Se designa la - verdadera causa del hecho, fundada en el mismo estado social - de los pueblos europeos. 15 - - Cap. III. Nueva demostracin de la divinidad de la Iglesia - catlica sacada de sus relaciones con el espritu humano. - Fenmeno extraordinario que se presenta en la Ctedra de - Roma. Superioridad del Catolicismo sobre el Protestantismo. - Confesin notable de Guizot; sus consecuencias. 37 - - Cap. IV. El Protestantismo lleva en su seno un principio - disolvente. Tiende de suyo al aniquilamiento de todas las - creencias. Peligrosa direccin que da al entendimiento. - Descripcin del espritu humano. 46 - - Cap. V. _Instinto de fe._ Se extiende hasta las ciencias. - Newton. Descartes. Observaciones sobre la historia de la - filosofa. Proselitismo. Actual situacin del entendimiento. 54 - - Cap. VI. Diferentes necesidades religiosas de los pueblos, en - relacin los varios estados de su civilizacin. Sombras - que se encuentran al acercarse los primeros principios de - las ciencias. Ciencias matemticas. Carcter particular de - las ciencias morales. Ilustracin de algunos idelogos - modernos. Error cometido por el Protestantismo en la direccin - religiosa del espritu humano. 63 - - Cap. VII. Indiferencia y fanatismo: dos extremos opuestos - acarreados la Europa por el Protestantismo. Origen del - fanatismo. Servicio importante prestado por la Iglesia la - _historia del espritu humano_. La Biblia abandonada al examen - privado, sistema errado y funesto del Protestantismo. Texto - notable de O'Callaghan. Descripcin de la Biblia. 71 - - Cap. VIII. El fanatismo. Su definicin. Sus relaciones con el - _sentimiento religioso_. Imposibilidad de destruirle. Medios de - atenuarle. El Catolicismo ha puesto en prctica esos medios, - muy acertadamente. Observaciones sobre los pretendidos - fanticos catlicos. Verdadero carcter de la exaltacin - religiosa de los fundadores de rdenes religiosas. 79 - - Cap. IX. La incredulidad y la indiferencia religiosa, acarreadas - la Europa por el Protestantismo. Sntomas fatales que - se manifestaron desde luego. Notable crisis religiosa ocurrida - en el ltimo tercio del siglo XVII. Bossuet y Leibnitz. - Los jansenistas: su influencia. Diccionario de Bayle: - observaciones sobre la poca de su publicacin. Deplorable - estado de las creencias entre los protestantes. 86 - - Cap. X. Se resuelve una importante cuestin sobre la duracin - del Protestantismo. Relaciones del individuo y de la - sociedad con el indiferentismo religioso. Las sociedades - europeas con respecto al mahometismo y al paganismo. Cotejo - del Catolicismo y Protestantismo en la defensa de la - verdad. ntimo enlace del Cristianismo con la civilizacin - europea. 96 - - Cap. XI. Doctrinas del Protestantismo. Su clasificacin en - positivas y negativas. Fenmeno muy singular: la civilizacin - europea ha rechazado uno de los dogmas ms principales - de los fundadores del Protestantismo. Servicio importante - prestado la civilizacin europea por el Catolicismo, con - la defensa del libre albedro. Carcter del error. Carcter de - la verdad. 103 - - Cap. XII. Examen de los efectos que producira en Espaa el - Protestantismo. Estado actual de las ideas religiosas. Triunfos - de la religin. Estado actual de la ciencia y de la literatura. - Situacin de las sociedades modernas. Conjeturas sobre - su porvenir, y sobre la futura influencia del Catolicismo. - Sobre las probabilidades de la introduccin del Protestantismo - en Espaa. La Inglaterra. Sus relaciones con Espaa. - Pitt: Carcter de las ideas religiosas en Espaa. Situacin - de Espaa. Sus elementos de regeneracin. 108 - - Cap. XIII. Empieza el cotejo del Protestantismo con el Catolicismo - en sus relaciones con el adelanto social de los pueblos. - _Libertad._ Vago sentido de esta palabra. La civilizacin - europea se debe principalmente al Catolicismo. Comparacin - del Oriente con el Occidente. Conjeturas sobre los destinos - del Catolicismo en las catstrofes que pueden amenazar - la Europa. Observaciones sobre los estudios - filosfico-histricos. Fatalismo de cierta escuela histrica - moderna. 127 - - Cap. XIV. Estado religioso, social y cientfico del mundo la - poca de la aparicin del Cristianismo. Derecho romano. - Conjeturas sobre la influencia ejercida por las ideas - cristianas sobre el derecho romano. Vicios de la organizacin - poltica del imperio. Sistema del Cristianismo para regenerar - la sociedad: su primer paso se dirigi al cambio de las ideas. - Comparacin del Cristianismo con el paganismo en la enseanza - de las buenas doctrinas. Observaciones sobre el plpito - de los protestantes. 138 - - Cap. XV. La Iglesia no fu tan slo una _escuela grande y - fecunda, sino tambin una asociacin regeneradora_. Objetos que - tuvo que llenar. Dificultades que tuvo que vencer. _La - esclavitud._ Quin aboli la esclavitud. Opinin de Guizot. - Nmero inmenso de esclavos. Con qu tino deba procederse en la - abolicin de la esclavitud. La abolicin repentina era - imposible. Impgnase la opinin de Guizot. 152 - - Cap. XVI. La Iglesia catlica emple para la abolicin de la - esclavitud, no slo un sistema de doctrinas, y sus mximas - y espritu de claridad, sino tambin un conjunto de medios - prcticos. Punto de vista desde el cual debe mirarse este - hecho histrico. Ideas erradas de los antiguos sobre la - esclavitud. Homero, Platn, Aristteles. El Cristianismo se - ocup desde luego en combatir esos errores. Doctrinas - cristianas sobre las relaciones entre esclavos y seores. La - Iglesia se ocupa en suavizar el trato cruel que se daba los - esclavos. 161 - - Cap. XVII. La Iglesia defiende con celo la libertad de los - manumitidos. Manumisin en las iglesias. Saludables efectos - de esta prctica. Redencin de cautivos. Celo de la Iglesia - en practicar y promover esta obra. Preocupacin de los romanos - sobre este punto. Influencia que tuvo en la abolicin de la - esclavitud el celo de la Iglesia por la redencin de los - cautivos. La Iglesia protege la libertad de los ingenuos. 176 - - Cap. XVIII. Sistema seguido por la Iglesia con respecto los - esclavos de los judos. Motivos que impulsaban la Iglesia - la manumisin de sus esclavos. Su indulgencia en este - punto. Su generosidad para con sus libertos. Los esclavos - de la Iglesia eran considerados como consagrados Dios. - Saludables efectos de esta consideracin. Se concede libertad - los esclavos que queran abrazar la vida monstica. - Efectos de esta prctica. Conducta de la Iglesia en la - ordenacin de los esclavos. Represin de abusos que en esta - parte se introdujeron. Disciplina de la Iglesia de Espaa sobre - este particular. 186 - - Cap. XIX. Doctrinas de San Agustn sobre la esclavitud. - Importancia de estas doctrinas para acarrear su abolicin. Se - impugna Guizot. Doctrinas de Santo Toms sobre la misma - materia. Matrimonio de los esclavos. Disposicin del derecho - cannico sobre este matrimonio. Doctrina de Santo - Toms sobre este punto. Resumen de los medios empleados - por la Iglesia para la abolicin de la esclavitud. Impgnase - Guizot. Se manifiesta que la abolicin de la esclavitud es - debida exclusivamente al Catolicismo. Ninguna parte tuvo - en esta grande obra el Protestantismo. 197 - - - - -NDICE DE LAS NOTAS - - - PG. - - (1) Gibbon, y la Historia de las variaciones de los - protestantes, de Bossuet. 207 - - (2) Intolerancia de Lutero y dems corifeos del - Protestantismo. 207 - - (3) _Protestantismo_: origen de este nombre. 209 - - (4) Observaciones sobre los nombres. 209 - - (5) Abuso. 210 - - (6) Unidad y concierto del Catolicismo. Feliz pensamiento de - San Francisco de Sales. 211 - - (7) Confesiones de los ms distinguidos protestantes sobre la - debilidad del Protestantismo. Lutero, Melanchton, - Calvino, Reza, Grocio, Papn, Puffendorf, Leibnitz. - Descubrimiento importante de una obra pstuma de Leibnitz - sobre la religin. 213 - - (8) Ciencias humanas. Luis Vives. 215 - - (9) Ciencias matemticas. Eximeno, jesuta espaol. 216 - - (10) Herejas de los primeros siglos. Su carcter. 217 - - (11) Supersticin y fanatismo de los protestantes. El diablo de - Lutero. La fantasma de Zuinglio. Los pronsticos de - Melanchton. Matas Harlem. El sastre de Leyde, rey de - Sin. Hermn, Nicols, Hacket, y otros visionarios y - fanticos. 217 - - (12) Sobre las visiones de los catlicos. Santa Teresa. Las - visiones de esta Santa. 221 - - (13) Mala fe de los fundadores del Protestantismo. Textos - notables que la manifiestan. Estragos que hizo desde luego - la incredulidad. Gruet. Pasajes notables de Montaigne. 223 - - (14) Las extravagancias de las primeras herejas como muestra - del estado de la _ciencia_ en aquellos tiempos. 226 - - (15) Cnones y otros documentos que manifiestan la solicitud - de la Iglesia en aliviar la suerte de los esclavos, y los - diferentes medios de que se vali para llevar cabo la - abolicin de la esclavitud. 227 - - (1) Cnones dirigidos suavizar el trato de los esclavos. 228 - - (2) Cnones dirigidos la defensa de la libertad de los - manumitidos, y la proteccin de los libertos - recomendados la Iglesia. 230 - - (3) Cnones y otros documentos con respecto la redencin de - cautivos. 232 - - (4) Cnones relativos la defensa de la libertad de los - ingenuos. (Al principiar el canon del Concilium Lugdunense - secundum, anno 566). 236 - - (5) Cnones sobre los esclavos de los judos. 238 - - (6) Cnones sobre las manumisiones que haca la Iglesia de - sus esclavos. 243 - - (7) Letras apostlicas del Papa Gregorio XVI sobre el trfico - de negros. Doctrinas, conducta influencia del Catolicismo - sobre la abolicin de este trfico, y de la esclavitud - en las colonias. 248 - - - - - EL PROTESTANTISMO - COMPARADO CON - EL CATOLICISMO - - - TOMO SEGUNDO - - - - -CAPITULO XX - - -El ms bello timbre de la civilizacin europea, la conquista ms -preciosa en favor de la humanidad, cual es la abolicin de la -esclavitud, ya hemos visto quin se debe: la Iglesia catlica: por -medio de sus doctrinas tan benficas como elevadas, y de un sistema -tan eficaz como prudente, con su generosidad sin lmites, su celo -incansable, su firmeza invencible, aboli la esclavitud en Europa; -es decir, di el primer paso que deba darse en la regeneracin de -la humanidad, sent la primera piedra que deba sentarse en el hondo -y anchuroso cimiento de la civilizacin europea: _la emancipacin de -los esclavos, la abolicin para siempre de este estado tan degradante: -la libertad universal_. Sin levantar antes al hombre de ese abyecto -estado, sin alzarle sobre el nivel de los brutos, no era posible crear -ni organizar una civilizacin llena de grandor y dignidad; porque, -dondequiera que se ve un hombre acurrucado los pies de otro hombre, -esperando con ojo inquieto las rdenes de su amo, temblando medroso -al solo movimiento de un ltigo; dondequiera que el hombre es vendido -como un bruto, estimadas todas sus facultades, y hasta su vida, por -algunas monedas, all la civilizacin no se desenvolver jams cual -conviene: siempre ser flaca, enfermiza, falseada, porque, donde esto -se verifica, la humanidad lleva en su frente una marca de ignominia. - -Probado, pues, que fu el Catolicismo quien quit de en medio ese -obstculo todo adelanto social, limpiando, por decirlo as, la -Europa de esa repugnante lepra que la infestaba de pies cabeza, -entremos ahora en la investigacin de lo que hizo el Catolicismo -para levantar el grandioso edificio de la civilizacin europea; que, -si reflexionamos seriamente cuanto ella entraa de vital y fecundo, -encontraremos nuevos y poderosos ttulos que merecen la Iglesia -catlica la gratitud de los pueblos. Y ante todo ser bien echar -una ojeada sobre el vasto interesante cuadro que nos presenta la -civilizacin europea, resumiendo en pocas palabras sus principales -perfecciones; pues que de esta manera podremos ms fcilmente darnos -razn nosotros mismos de la admiracin que nos causa, y del -entusiasmo que nos inspira. El individuo, con un vivo sentimiento de su -dignidad, con un gran caudal de laboriosidad, de accin y energa, y -con un desarrollo simultneo de todas sus facultades; la mujer, elevada -al rango de compaera del hombre, y compensado, por decirlo as, el -deber de la sujecin con las respetuosas consideraciones de que se la -rodea; la blandura y firmeza de los lazos de familia, con poderosas -garantas de buen orden y de justicia; una admirable conciencia -pblica, rica de sublimes mximas morales, de reglas de justicia y -de equidad, y de sentimientos de pundonor y decoro, conciencia que -sobrevive al naufragio de la moral privada, y que no consiente que -el descaro de la corrupcin llegue al exceso de los antiguos; cierta -suavidad general de costumbres, que en tiempo de guerra evita grandes -catstrofes, y en medio de la paz hace la vida ms dulce y apacible; un -profundo respeto al hombre y su propiedad, que hace tan raras las -violencias particulares, y sirve de saludable freno los gobernantes -en toda clase de formas polticas: un vivo anhelo de perfeccin en -todos ramos; una irresistible tendencia, errada veces, pero siempre -viva, mejorar el estado de las clases numerosas; un secreto impulso - proteger la debilidad, socorrer el infortunio, impulso que veces -se desenvuelve con generoso celo, y, cuando no, permanece siempre -en el corazn de la sociedad causndole el malestar y la desazn de -un remordimiento; un espritu de universalidad, de propagacin, de -cosmopolitismo; un inagotable fondo de recursos para remozarse sin -perecer, para salvarse en las mayores crisis; una generosa inquietud -que se empea en adelantarse al porvenir, y de que resultan una -agitacin y un movimiento incesantes, algo peligrosos veces, pero -que son comunmente el germen de grandes bienes, y seal de un poderoso -principio de vida: he aqu los grandes caracteres que distinguen la -civilizacin europea, he aqu los rasgos que la colocan en un puesto -inmensamente superior todas las dems civilizaciones antiguas y -modernas. - -Leed la historia, desparramad vuestras miradas por todo el orbe, y -dondequiera que no reina el Cristianismo, si no prevalece la vida -brbara la salvaje, hallaris, por lo menos, una civilizacin que en -nada se parece la nuestra, que ni aun remotamente puede comparrsele. -Veris algunas de esas civilizaciones con cierta regularidad, con -seales de firmeza, pues que duran al travs de largos siglos; pero, -cmo duran? Sin caminar, sin moverse, porque carecen de vida, porque -su regularidad y duracin son la de una estatua de mrmol, que -inmvil ve pasar ante s numerosas generaciones. Pueblos hubo tambin -con una civilizacin que rebosaba de actividad y movimiento; pero, -qu actividad? qu movimiento? Unos, dominados por el espritu -mercantil, no aciertan fundar sobre slida base su felicidad -interior, slo saben abordar nuevas playas que ofrezcan cebo su -codicia, desembarazndose del excedente de la poblacin por medio -de las colonias, y estableciendo en el nuevo pas crecido nmero de -factoras; otros, disputando y combatiendo eternamente por la mayor - menor latitud de la libertad poltica, olvidan su organizacin -social, no cuidan de su libertad civil, y, revolvindose turbulentos en -estrechsimo crculo de espacio y de tiempo, no seran dignos siquiera -de que la posteridad conservara sus nombres, si no brillara entre ellos -con indecible encanto el genio de lo bello, si en los monumentos de su -saber no reflejaran, como en un claro espejo, algunos hermosos rayos -de la ciencia tradicional del Oriente; otros, grandiosos y terribles -la verdad, pero trabajados sin cesar por las disensiones intestinas, -llevan esculpido en su frente el formidable destino de la conquista, -le cumplen avasallando el mundo, y caminan desde luego su ruina -por un rapidsimo declive, en que nada los puede contener; otros, -por fin, exaltados por un violento fanatismo, se levantan como las -olas azotadas por el huracn, se arrojan sobre los dems pueblos como -inundacin devastadora, y amenazan arrastrar en su fragosa corriente - la misma civilizacin cristiana; pero es en vano su esfuerzo, se -estrellan sus oleadas contra una resistencia invencible; redoblan sus -acometidas, pero siempre forzadas retroceder, y tenderse de nuevo -sobre su lecho con un sordo bramido. Y ahora, vedlos all al Oriente, -cual parecen un turbio charco que los ardores del sol acaban de secar; -vedlos all los hijos y sucesores de Mahoma y de Omar, vedlos all de -rodillas las plantas del podero europeo, mendigando una proteccin -que por ciertas miras se les dispensa, pero con desdeoso desprecio. - -ste es el cuadro que nos ofrecen todas las civilizaciones antiguas y -modernas, excepto la europea, es decir, la cristiana. Slo ella abarca - la vez todo lo grande y lo bello que se encuentra en las dems; -slo ella atraviesa las ms profundas revoluciones, sin perecer; slo -ella se extiende todas las razas, se acomoda todos los climas, -se aviene con las ms variadas formas polticas; slo ella se enlaza -amigablemente con todo linaje de instituciones, mientras pueda circular -por su corazn cual fecundante savia, produciendo gratos y saludables -frutos para bien de la humanidad. - -Y de dnde habr recibido la civilizacin europea su inmensa -superioridad sobre todas las otras? De dnde ha salido tan gallarda, -tan rica, tan variada y fecunda, con ese sello de dignidad, de nobleza -y elevacin, sin castas, sin esclavos, sin eunucos, sin esas miserias -que cual asquerosa lepra encontramos en los dems pueblos antiguos y -modernos? Ah! los europeos nos lamentamos menudo, y tan sentidamente -cual hacerlo pudo ningn pueblo; y no reflexionamos que somos los hijos -mimados de la Providencia, y que, si es verdad que sufrimos males, -patrimonio inseparable de la humanidad, son, empero, muy ligeros, -nulos, en comparacin de los que sufrieron y sufren los dems pueblos. -Por lo mismo que es grande nuestra dicha, somos ms descontentadizos, -y, por decirlo as, ms melindrosos; sucedindonos lo que un hombre -de distinguida clase, acostumbrado vivir rodeado de consideracin -y respeto en medio de las comodidades y regalos: una leve palabra le -indigna, la ms pequea molestia le mortifica y desazona; sin reparar -que hay tantos hombres desnudos, y transidos de miseria, que no pueden -cubrir su desnudez sino con algunos harapos, ni apagar su hambre sino -con algunos mendrugos, todo recogido al travs de mil repulsas y -bochornos. - -Al contemplar la civilizacin europea, hieren el nimo tantas y tan -varias impresiones, aglpase tal tropel de objetos como demandando -consideracin y preferencia, que, si bien la imaginacin se recrea con -la magnificencia y hermosura del cuadro, el entendimiento se abruma, -no atinando fcilmente por dnde se deba empezar el examen. El mejor -recurso, en tales casos, es la simplificacin, descomponiendo el -objeto complexo, y reducindolo todo sus elementos ms simples. -_El individuo_, _la familia_, _la sociedad_: he aqu lo que debemos -examinar fondo, he aqu lo que ha de ser el blanco de nuestras -investigaciones; que, si llegamos comprenderlo bien, tal como es en -s y prescindiendo de ligeras variaciones que no afectan su esencia, la -civilizacin europea, con todas sus riquezas, con todos sus secretos, -se desenvolver nuestros ojos, como sale de entre las sombras una -campia abundante y amena al baarla los rayos de la aurora. - -Debe la civilizacin europea todo cuanto es y todo cuanto tiene, la -posesin en que est de las principales verdades sobre el individuo, -sobre la familia y sobre la sociedad; se han comprendido en Europa -mejor que en ninguna otra parte la verdadera naturaleza, las verdaderas -relaciones, el verdadero fin de estos objetos; se tienen sobre ellos -ideas, sentimientos, miras de que se careci en otras civilizaciones; y -estas ideas y sentimientos estn grabados fuertemente en la fisonoma -de los pueblos europeos, inoculados en sus leyes, en sus costumbres, -en sus instituciones, en su lenguaje; se respiran con el aire, porque -traen impregnada nuestra atmsfera como un aroma vivificante. Y es -porque de largos siglos abriga en su seno la Europa un principio -robusto que los conserva, propaga y aplica; es porque en las pocas ms -trabajosas en que disuelta la sociedad tuvo que formarse de nuevo, fu -cabalmente cuando este principio regenerador disfrut de ms influjo -y prepotencia. Pasaron los tiempos, sobrevinieron grandes mudanzas, -el Catolicismo sufri alternativas en su poder influencia sobre la -Europa; pero la civilizacin, que era su obra, era demasiado slida -para ser fcilmente destruda; el impulso era sobrado fuerte y certero -para que se perdiera fcilmente el rumbo; la Europa era un joven en -la flor de sus aos, dotado de complexin robusta, y en cuyas venas -circula en abundancia la salud y la vida; los excesos del trabajo y de -la disipacin le postran por algn tiempo, le hacen palidecer; pero -bien pronto recobra su rostro la lozana y los colores, bien pronto -recobran sus miembros la agilidad y la fuerza. - - - - -CAPITULO XXI - - -El _individuo_: he aqu el elemento ms simple de la sociedad; he aqu -lo primero que debe estar bien constitudo, por decirlo as; he aqu lo -que, en siendo mal comprendido y apreciado, ser un eterno obstculo - la medra de la verdadera civilizacin. Ante todo es necesario -advertir que aqu se trata slo del individuo, del hombre tal como -es en s, y prescindiendo de las numerosas relaciones que le rodean, -luego que se pasa considerarlo como miembro de una sociedad. Mas -no se crea, por esto, que voy considerar al hombre en un completo -aislamiento, llevndole al desierto, reducindole al estado salvaje, -y analizando el individualismo tal como nos le ofrecen algunas hordas -errantes, excepcin monstruosa que slo ha podido resultar de la -degradacin de la naturaleza humana. Esto equivaldra resucitar el -mtodo de Rousseau, mtodo puramente utpico, que slo puede conducir -al error y la extravagancia. Las piezas de una mquina pueden ser -examinadas aparte, aisladamente, con la mira de comprender mejor su -construccin peculiar; pero nunca deben olvidarse los usos que se -las destina, nunca debe perderse de vista el todo que pertenecen; de -otra suerte; el juicio que sobre ellas se forme, no podr menos de ser -equivocado. El cuadro ms sublime y sorprendente no sera ms que una -ridcula monstruosidad, si se examinaran en completo aislamiento, -en combinaciones arbitrarias, los grupos y las figuras: con semejante -mtodo podran convertirse en sueos de un delirante los prodigios de -Miguel ngel y Rafael. - -Pero, sin olvidar que el hombre no est solo en el mundo, y que no -ha nacido para vivir solo; sin olvidar que, ms de lo que es en -s, forma tambin parte del gran sistema del universo, y que, ms -de los destinos que le corresponden como comprendido en el vasto -plan de la creacin, est elevado por la bondad del Criador otra -esfera ms alta, superior todo pensamiento terreno; sin prescindir -de nada de esto, como en buena filosofa no se puede prescindir, -queda todava lugar al estudio del individuo, y del individualismo; -en la consideracin del hombre pudese todava abstraer la calidad -del ciudadano, abstraccin que, lejos de conducirnos extravagantes -paradojas, es muy propsito para comprender fondo cierta -particularidad notable que se observa en la civilizacin europea, -cierto distintivo que por s solo no la dejara confundir con las otras. - -Que deba hacerse una distincin entre el hombre y el ciudadano, que -estos dos aspectos den lugar consideraciones muy diferentes, nadie -habr que no lo perciba fcilmente; pero es tarea algo difcil el -deslindar hasta dnde se extiendan los resultados de esa distincin, -hasta qu punto sea conveniente el sentimiento de la independencia -personal, cul sea la esfera que deba sealarse al desarrollo puramente -individual, qu es lo que sobre este particular se encuentra en nuestra -civilizacin que no se halle en las otras; es tarea harto difcil -apreciar debidamente esta diferencia, sealar su origen y objeto, y -pesar atinadamente cul ha sido su verdadero influjo en la marcha de -la civilizacin. Tarea, repito, muy difcil, porque se encierran aqu -varias cuestiones, bellas importantes en verdad, pero delicadas, -profundas, donde es muy fcil equivocarse, porque es casi imposible -fijar certeramente la mirada, causa de que los objetos tienen algo -de vago, de indeterminado, de areo, andan como fluctuando, slo -vinculados entre s por relaciones imperceptibles. - -Tropezamos aqu con el famoso _individualismo_, que, segn Guizot, -fu importado por los brbaros del Norte y represent un papel tan -descollante, que debe se reconocido como uno de los primeros y ms -fecundos principios de la civilizacin europea. Analizando el clebre -publicista los elementos de esta civilizacin, sealando la parte que -en su juicio cupo al imperio romano y la Iglesia, pretende hallar -algo de singular y muy fecundo en el sentimiento de individualismo -que traan los germanos consigo, y que inocularon en las costumbres -europeas. - -No ser intil dar razn aqu de la opinin de M. Guizot sobre esta -importante y delicada materia, porque, al paso que se lograr fijar -mejor el estado de la cuestin, cosa harto difcil en objetos de suyo -tan vagos, se disipar la grave equivocacin que padecen algunos en -este punto, debida la autoridad del citado escritor, que, con los -recursos de su ingenio y los encantos de su elocuencia, ha hecho -verosmil y plausible lo que, examinado fondo, no es ms que una -paradoja. - -Como al combatir las opiniones de un escritor debe tenerse el primer -cuidado en no alterrselas, atribuyndole lo que en realidad no ha -dicho, y estando, por otra parte, la materia que nos ocupa tan sujeta -equivocaciones, ser bien copiar por entero las palabras de M. Guizot. -El estado general de la sociedad entre los brbaros es lo que nos -importa conocer; y esto cabalmente es muy difcil. Comprendemos sin -mucho trabajo el sistema municipal romano, y la Iglesia cristiana; su -influencia se ha perpetuado hasta nuestros das; encontramos su huella -en muchas instituciones, en hechos que tenemos la vista, y esto nos -facilita mil medios de reconocerlos y explicarlos. Nada, empero, ha -quedado de las costumbres y del estado social de los brbaros; vmonos -obligados adivinar, ora apelando remotsimos monumentos histricos, -ora supliendo la falta de esos monumentos con un atrevido esfuerzo de -imaginacin. - -No negar ser muy poco lo que nos ha quedado de las costumbres de los -brbaros, ni disputar con M. Guizot sobre lo que pueda valer una -observacin que versa sobre hechos en que sea menester _suplir con -esfuerzos de imaginacin lo mucho que de ellos nos falta_, en que -nos _veamos obligados_ entrar en la peligrosa y resbaladiza senda -de _adivinar_; no desconozco lo que son estas materias, y en las -reflexiones que acabo de hacer sobre la cuestin que nos ocupa, y en -los trminos con que la he calificado, bien se alcanza que no juzgo -posible andar con la regla y el comps; pero s que puede servir esto -para prevenir los lectores contra la ilusin que pudiera causarles -una doctrina que, bien profundizada, no es ms, repito, que una -brillante paradoja. - -Hay un sentimiento, un hecho, contina M. Guizot, que es preciso -analizar y comprender para pintar con rasgos verdicos un brbaro: -tal es el placer de la independencia individual: el placer de lanzarse -con su fuerza y su libertad en medio de las vicisitudes del mundo y -de la vida; los goces de una actividad sin trabajo, la inclinacin -una vida aventurera, llena de imprevisin, de desigualdad, de peligro. -ste era el sentimiento dominante del estado bravo, la necesidad -moral que pona en perpetuo movimiento aquellas masas de hombres. -Viviendo nosotros en medio de una sociedad tan regular, tan uniforme, -nos es sobremanera difcil representarnos ese sentimiento con todo el -imperio, con toda la violencia que ejerca sobre los brbaros de los -siglos IV y V. Una sola obra he visto en la cual se halla perfectamente -retratado ese carcter de la barbarie: la Historia de la conquista -de Inglaterra por los normandos, de M. Thierry, es el solo libro -en que se ven reproducidos con una exactitud, con una naturalidad -verdaderamente homricas, los motivos, las inclinaciones, los impulsos -que mueven y agitan los hombres en un estado social prximo la -barbarie. En ninguna parte he comprendido, he sentido mejor lo que -es un brbaro, lo que es la vida de un brbaro. Algo semejante se -encuentra en las novelas de Cooper sobre los salvajes de Amrica, si -bien, mi entender, en un grado muy inferior, de una manera menos -simple, menos verdadera. Vese en la vida de los salvajes americanos, -en las relaciones que los unen, en los sentimientos que abrigan en -medio de sus bosques, algn reflejo, alguna analoga que recuerda hasta -cierto punto la vida y las costumbres de los primitivos germanos. -Estos cuadros son ciertamente un poco ideales, tienen algo de potico; -la parte repugnante de las costumbres y de la vida de los brbaros -no se presenta en ellos con toda su crudeza; y no hablo solamente de -los males acarreados por esas costumbres al estado social, sino de la -situacin interior, individual del mismo brbaro. En esta necesidad -imperiosa de independencia personal haba algo de ms material, algo de -ms grosero de lo que se desprende y pudiera deducirse de la obra de M. -Thierry: dominaba en los brbaros del Norte cierto grado de brutalidad, -de embriaguez, de apata, que no siempre se ven fielmente representadas -en aquellas narraciones. No obstante, profundizando ms y ms las -cosas, pesar de esa confusa mezcla de brutalidad, de materialismo, -de egosmo estpido, se conoce que aquella pasin por la independencia -individual es un sentimiento noble, cuyo poder deriva todo de la parte -superior, de la naturaleza moral del mismo hombre: es el placer de -sentirse hombre, el sentimiento de la personalidad, de la espontaneidad -humana en su libre desarrollo. - - los brbaros germanos, seores, debe la moderna civilizacin ese -sentimiento desconocido enteramente de los romanos, de la Iglesia, de -casi todas la civilizaciones antiguas. Cuando en stas hace algn papel -la libertad, es la libertad poltica, la libertad del ciudadano; sta -era la que le mova, la que le entusiasmaba; no su libertad personal: -perteneca una asociacin, se hallaba consagrado una asociacin, -y por una asociacin estaba pronto sacrificarse. Lo mismo suceda -en la Iglesia cristiana: reinaba entre los fieles un vivo apego la -corporacin cristiana, un rendido acatamiento, un entero abandono -sus leyes, un fuerte empeo de extender su imperio: otras veces el -sentimiento religioso conduca al hombre una reaccin sobre s -mismo, sobre su alma, una lucha interior, para sojuzgar su libre -albedro y someterlo las inspiraciones de su fe. El sentimiento, -empero, de independencia personal, ese anhelo de libertad que se -desarrolla sin otro fin ni objeto que el de complacerse, este -sentimiento, repito, era desconocido los romanos y la sociedad -cristiana. Los brbaros le llevaron consigo y le depositaron en la -cuna de la civilizacin europea. Tan descollante papel ha en ella -representado, tan hermosos resultados ha producido, que es imposible -dejar de reconocerle como uno de sus elementos principales. (_Historia -de la civilizacin europea. Leccin II._) - -El sentimiento de la independencia personal atribudo exclusivamente -un pueblo, ese sentimiento vago, indefinible, con una extraa mezcla de -noble y de brutal, de brbaro y de civilizador, tiene algo de potico, -muy propio para seducir la fantasa; pero, como el contraste mismo con -que se procura aumentar el efecto de las pinceladas lleva en s algo de -extraordinario y hasta contradictorio, la severa razn sospecha algn -error oculto, y se pone en cautelosa guarda. - -Si es verdad que tal fenmeno haya existido, de dnde pudo dimanar? -fu quizs un resultado del clima? Pero cmo es concebible que -abrigaran los hielos del Norte lo que no abrigaban los ardores del -Medioda? cmo es que, desenvolvindose con tanta fuerza en los pases -meridionales de Europa el sentimiento de la independencia poltica, -cabalmente no se encontrara en ellos el sentimiento de la independencia -personal? no fuera una extraeza, mejor dir, un absurdo, que los -climas se hubiesen repartido como patrimonios los sentimientos de las -dos clases de libertad? - -Dirse quizs que proceda este sentimiento del estado social; pero, en -tal caso, no era menester atribuirle como caracterstico un pueblo; -bastaba asentar, en general, que ese sentimiento era propio de los -pueblos que se hallasen en el estado social de los germanos. Adems -que, si era un efecto del estado social, cmo pudo ser un germen, un -principio fecundo de civilizacin, lo que era propio de la barbarie? -Este sentimiento debiera haberse borrado por la civilizacin, no -conservarse en medio de ella, no contribuir su desarrollo; y, si bajo -alguna forma deba permanecer, por qu no sucedi lo mismo en otras -civilizaciones, ya que no fueron, por cierto, los germanos el nico -pueblo que haya pasado de la barbarie la civilizacin? - -No se pretende, por eso, decir que los brbaros del Norte no ofrecieran -bajo este aspecto alguna particularidad notable, ni tampoco que no se -encuentre en la civilizacin europea un sentimiento de personalidad, -por decirlo as, que no se halla en las dems civilizaciones; pero s -que para explicar el individualismo de los germanos es poco filosfico -valerse de misterios y enigmas, s que para sealar la razn de la -superioridad que tiene en esta parte la civilizacin europea, no es -necesario acudir la barbarie de los germanos. Si queremos formarnos -idea cabal de esta cuestin tan complexa importante, conviene ante -todo fijar en cuanto cabe la verdadera naturaleza del individualismo -de los brbaros. En un opsculo que di luz hace algn tiempo, cuyo -ttulo era: _Observaciones sociales, polticas y econmicas sobre -los bienes del clero_, trat por incidencia de ese individualismo, -y me esforc en aclarar sobre este punto las ideas, y, como desde -entonces no he variado de opinin, antes me he confirmado ms en ella, -trasladar continuacin lo que all deca: Qu vena ser este -sentimiento? era peculiar de aquellos pueblos, era un resultado de -las influencias del clima, de una situacin social? era tal vez un -sentimiento, que se halle en todos lugares y tiempos, pero modificado -la sazn por circunstancias particulares? Cul era su fuerza, cul su -tendencia, qu encerraba de justo de injusto, de noble degradante, -de provechoso nocivo? qu bienes llev la sociedad, qu males? -y stos cmo se combatieron, por quin, y por qu medios, con qu -resultado? Muchas cuestiones hay encerradas aqu; pero no traen, -sin embargo, la complicacin que pudiera parecer; aclarada una idea -fundamental, las dems se desenvolvern muy fcilmente; y, simplificada -la teora, vendr luego la historia en su confirmacin y apoyo. - -Hay en el fondo del corazn del hombre un sentimiento fuerte, -vivo, indeleble, que le inclina conservarse, evitarse males, y - procurarse bienestar y dicha. Llmesele amor propio, instinto de -conservacin, deseo de la felicidad, anhelo de perfeccin, egosmo, -individualismo, llmesele como se quiera, el sentimiento existe: aqu -dentro le tenemos, no podemos dudar de l; l nos acompaa en todos -nuestros pasos, en todas nuestras acciones, desde que abrimos los -ojos la luz hasta que descendemos al sepulcro. Este sentimiento, -si bien se le observa en su origen, naturaleza y objeto, no es ms -que una gran ley de todos los seres, aplicada al hombre; ley que, -siendo una garanta de la conservacin y perfeccin de los individuos, -contribuye de un modo admirable la harmona del universo. Bien claro -es que semejante sentimiento nos ha de llevar naturalmente aborrecer -la opresin, y experimentar un desagrado por cuanto tiende -embarazarnos, coartarnos el uso de nuestras facultades: la razn es -obvia; todo esto nos causa un malestar, y semejante estado se opone -nuestra naturaleza; hasta el nio ms tierno sufre ya de mala gana la -ligadura que le embarga el libre movimiento: se enfada, forceja, llora. - -Adems, si por una otra causa no carece totalmente el individuo -del conocimiento de s mismo; si, por poco que sea, han podido -desarrollarse algn tanto sus facultades intelectuales, brotar en -el fondo de su alma otro sentimiento que nada tiene de comn con el -instinto de conservacin que impele todos los seres, otro sentimiento -que pertenece exclusivamente la inteligencia: hablo del sentimiento -de dignidad, del aprecio, de la estimacin de nosotros mismos, de ese -fuego que brota en el corazn de nuestra ms tierna infancia, y que, -nutrido, extendido y avivado con el pbulo que va suministrando el -tiempo, es capaz de aquella fuerza prodigiosa, de aquella expansin que -tan inquietos, tan activos, tan agitados nos trae en todos los perodos -de nuestra vida. La sujecin de un hombre otro hombre envuelve algo -que hiere este sentimiento de dignidad; porque, aun suponiendo esta -sujecin conciliada con toda la libertad y suavidad posibles, con -todos los respetos la persona sujeta, revela al menos sta alguna -flaqueza necesidad que la obliga dejarse cercenar algn tanto del -libre uso de sus facultades: y he aqu otro origen del sentimiento de -independencia personal. - -Infirese de lo que acabo de exponer, que el hombre lleva siempre -consigo el amor la independencia, que este sentimiento es comn -todos los tiempos y pases, y que no puede ser de otra manera, pues que -hemos encontrado su raz en dos sentimientos tan naturales al hombre, -como son: _el deseo de bienestar, y el sentimiento de su dignidad_. - -Es evidente que en la infinidad de situaciones, fsica y moralmente -diversas, en que puede encontrarse el individuo, las modificaciones de -tales sentimientos podrn tambin variarse hasta lo infinito; y que -stos, sin salir del crculo que les traza su esencia, tienen mucha -latitud para que sean susceptibles de muy diferentes graduaciones -en su energa debilidad, y para que sean morales inmorales, -justos injustos, nobles innobles, provechosos nocivos, y, por -consiguiente, para que puedan comunicar al individuo quien afectan -mucha diversidad de inclinaciones, de hbitos y costumbres, dando as - la fisonoma de los pueblos rasgos muy diferentes, segn sea el modo -particular y caracterstico con que se hallan afectados los individuos. -Aclaradas ya estas nociones, sin haber dejado nunca de la mano el -corazn del hombre, queda tambin manifestado cmo deben resolverse -todas las cuestiones generales que se haban ofrecido con relacin -al sentimiento de individualismo; echndose de ver tambin que no es -menester recurrir palabras misteriosas, ni explicaciones poticas; -porque nada hay aqu que no pueda sujetarse riguroso anlisis. - -Las ideas que el hombre se forme de su bienestar y dignidad, y los -medios de que disponga para alcanzar aqul, y conservar sta, he -aqu lo que graduar la fuerza, determinar la naturaleza, fijar -el carcter, sealar la tendencia de todos estos sentimientos; -es decir, que todo depender del estado fsico y moral en que se -hallen la sociedad y el individuo. Y, aun en igualdad de las dems -circunstancias, dad al hombre las verdaderas ideas de su bienestar y -dignidad, tales como las ensean la razn y, sobre todo, la religin -cristiana, y formaris un buen ciudadano; ddselas equivocadas, -exageradas, absurdas, tales como las explican escuelas perversas y como -las propalan los tribunos de todos los tiempos y pases, y sembraris -abundante semilla de turbulencias y desastres. - -Falta ahora hacer una aplicacin de esta doctrina, para que, -concretndonos al objeto que nos ocupa, podamos manifestar con toda -claridad el punto principal que nos hemos propuesto. - -Si fijamos nuestra atencin sobre los pueblos que invadieron y -derribaron el imperio romano, atenindonos los rasgos que sobre -ellos nos ha conservado la historia, lo que de s arrojan las mismas -circunstancias en que se encontraban, y lo que en esta materia -ha podido ensear la ciencia moderna la inmediata observacin de -algunos pueblos de Amrica, no nos ser imposible formarnos idea de -cul era entre los brbaros invasores el estado de la sociedad y del -individuo. Situados los brbaros en su pas natal, en medio de sus -montes y bosques cubiertos de nieve y de escarcha, tenan tambin -sus lazos de familia, sus relaciones de parentesco, su religin, sus -tradiciones, sus hbitos, sus costumbres, su apego al propio suelo, su -amor la independencia de la patria, su entusiasmo por las hazaas -de sus mayores, su amor la gloria adquirida en el combate, su anhelo -de perpetuar en sus hijos una raza robusta, valiente y libre, sus -distinciones de familias, sus divisiones en tribus, sus sacerdotes, sus -caudillos, su gobierno. Sin que sea menester entrar ahora en cuestiones -sobre el carcter que entre ellos tenan las formas de gobierno, y -dando de mano cuanto pudiera decirse sobre su monarqua, asambleas -pblicas y otros puntos semejantes, cuestiones todas que, ms de ser -ajenas de este lugar, llevan siempre consigo mucho de imaginario -hipottico, me contentar con observar lo que para todos los lectores -ser incontestable, y es, que la organizacin de la sociedad era entre -ellos cual deba esperarse de ideas rudas y supersticiosas, usos -groseros y costumbres feroces; es decir, que su estado social no se -elevaba sobre aquel nivel que naturalmente deban de haberle sealado -tan imperiosas necesidades, como son, el que no se convirtieran en -absoluto caos sus bosques, y que la hora del combate no marcharan sin -alguna cabeza y gua confusos pelotones. - -Nacidos aquellos pueblos en climas destemplados y rigurosos, -embarazndose y estrechndose unos otros por su asombrosa -multiplicacin, escasos, por lo mismo, de medios de subsistencia, y -teniendo la vista la abundancia y comodidades con que les brindaban -espaciosas y cultivadas comarcas, sentanse la vez acosados de -grandes necesidades, y estimulados vivamente por la presencia y -cercana de la presa; y, como que no vean otro dique que las flacas -legiones de una civilizacin muelle y caduca, sintindose ellos -robustos de cuerpo, esforzados y briosos de nimo, y alentados por -su misma muchedumbre, despegbanse fcilmente de su pas natal, -desenvolvase en su pecho el espritu emprendedor, y se precipitaban -impetuosos sobre el imperio, como un torrente que se despea de un alto -risco, inundando las llanuras vecinas. - -Por imperfecto que fuera su estado social, por groseros que fueran -los lazos de que estaba formado, bastbales, sin embargo, ellos -en su pas natal, y en sus costumbres primitivas; y, si los brbaros -hubiesen permanecido en sus bosques, habra continuado aquella forma de -gobierno llenando su modo su objeto, como nacida que era de la misma -necesidad, adaptada las circunstancias, arraigada con el hbito, -sancionada por la antigedad, y enlazada con todo linaje de tradiciones -y recuerdos. - -Pero eran sobrado dbiles estos lazos sociales para que pudieran ser -trasladados sin quebrantarse; y aquellas formas de gobierno eran, -como se echa de ver, tan acomodadas al estado de barbarie, y, por -consiguiente, tan circunscriptas y limitadas, que mal podan aplicarse - la nueva situacin en que casi de repente se encontraron aquellos -pueblos. - -Figuraos ahora los bravos hijos de las selvas arrojados sobre el -Medioda, como un len sobre su presa, precedidos de sus feroces -caudillos, seguidos del enjambre de sus mujeres hijos, llevando -consigo sus rebaos y sus groseros arreos, destrozando de paso -numerosas legiones, saltando trincheras, salvando fosos, escalando -baluartes y murallas, talando campias, arrasando bosques, incendiando -populosas ciudades, arrastrando grandes pelotones de esclavos recogidos -en el camino, arrollando cuanto se les opone, y llevando delante de -s numerosas bandadas de fugitivos, corriendo pavorosas y azoradas -por escapar del hierro y del fuego; figuroslos un momento despus, -engredos por la victoria, ufanos con tantos despojos, encrudecidos -con tantos combates, incendios, saqueos y matanzas; trasladados -como por encanto un nuevo clima, bajo otro cielo, nadando en la -abundancia, en los placeres, en nuevos goces de todas clases; con una -confusa mezcla de idolatra y de Cristianismo, de mentira y de verdad, -muertos en los combates los principales caudillos, confundidas con el -desorden las familias, mezcladas las razas, alterados y perdidos los -antiguos hbitos y costumbres, y desparramados, por fin, los pueblos -en pases inmensos, en medio de otros pueblos de diversas lenguas, de -otras ideas, de distintos usos y costumbres; figuraos, si podis, ese -desorden, esa confusin, ese caos; y decidme si no veis quebrantados, -hechos mil trozos todos los lazos que formaban la sociedad de esos -pueblos, y si no veis desaparecer de repente la sociedad civilizada con -la sociedad brbara, aniquilarse todo lo antiguo, antes que pudiera -reemplazarlo nada nuevo. - -Y entonces, si fijis vuestra vista sobre el adusto hijo del aquiln, -al sentir que se relajan de repente todos los vnculos que le unan -con su sociedad, que se quebrantan todas las trabas que contenan su -fiereza, al encontrarse solo, aislado, en posicin tan nueva, tan -singular y extraordinaria, conservando un obscuro recuerdo de su pas, -sin haberse aficionado todava al recin ocupado, sin respeto una -ley, sin temor un hombre, sin apego una costumbre, no le veis, -arrastrado de su impetuosa ferocidad, arrojarse sin freno dondequiera -que le conducen sus hbitos de violencia, de vagancia, de pillaje y -matanzas; y, confiado siempre en su nervudo brazo, en su planta ligera, -guiado por las inspiraciones de un corazn lleno de bro y de fuego, y -por una fantasa exaltada con la vista de tantos, tan nuevos y variados -pases, por los azares de tantos viajes y combates, no le veis acometer -temerario todas las empresas, rechazar toda sujecin, sacudir todo -freno, y saborearse en los peligros de nuevas luchas y aventuras? Y -no encontris aqu el misterioso individualismo, el sentimiento de -independencia personal, con toda su realidad filosfica y con toda su -verdad histrica? - -Este individualismo brutal, este feroz sentimiento de independencia, -que ni poda conciliarse con el bienestar del individuo, ni con su -verdadera dignidad; que, entraando un principio de guerra eterna, y de -vida errante, deba acarrear necesariamente la degradacin del hombre -y la completa disolucin de la sociedad, tan lejos estaba de encerrar -un germen de civilizacin, que antes bien era lo ms propsito para -conducir la Europa al estado salvaje, ahogando en su misma cuna toda -sociedad, desbaratando todas las tentativas encaminadas organizarla -y acabando de aniquilar cuantos restos hubiesen quedado de la -civilizacin antigua. - -Las reflexiones que se acaban de presentar sern ms menos felices, -pero al menos no adolecen de la inconcebible incoherencia, por no -decir contradiccin, de hermanar la barbarie y la brutalidad con -la civilizacin y la cultura; por lo menos no se llama principio -descollante, fecundo en la civilizacin europea, lo mismo que un -poco ms all se seala como uno de los obstculos ms poderosos que -salan al paso las tentativas de organizacin social. Como en este -punto coincide M. Guizot con la opinin que acabo de manifestar, y -hace resaltar notablemente la incoherencia de su doctrina, el lector -no llevar mal que se lo haga oir de su propia boca: Es claro -que, si los hombres carecen de ideas que se extiendan ms all de su -propia existencia; si su horizonte intelectual no alcanza ms all del -individualismo; si se dejan arrastrar por la fuerza de sus pasiones -intereses; si no poseen un cierto nmero de nociones y de sentimientos -comunes que sirvan como de lazo entre todos los asociados; es claro, -digo, que ser imposible entre ellos toda idea de sociedad, que cada -individuo ser en la sociedad que pertenezca, un principio de -trastorno y de disolucin. - -Dondequiera que domine casi absolutamente el individualismo; -dondequiera que el hombre no se considere ms que s propio, que -sus ideas no se extiendan ms all de s mismo, no obedezca ms que - su pasin, la sociedad (hablo de una sociedad un poco dilatada y -permanente) llega ser poco menos que imposible. Tal era en el tiempo -de que hablamos el estado moral de los conquistadores de Europa. -Hice ya notar en la ltima reunin que debamos los germanos el -sentimiento enrgico de la libertad particular y del individualismo -humano. Pues bien: cuando el hombre se halla en un estado de extrema -rusticidad y de ignorancia, entonces ese sentimiento es el egosmo -con toda su brutalidad, con toda su insociabilidad, y en este estado -se encontraba entre los germanos desde el siglo V hasta el VIII. -Sin hallarse acostumbrados ms que cuidar de su propio inters, - satisfacer sus pasiones, dar cumplimiento su voluntad, cmo -habran podido acomodarse un estado un poco organizado? Habase -intentado varias veces hacerlos entrar en l, ellos mismos lo deseaban; -mas, burlaban siempre esos deseos, y hacan intil toda tentativa, -la brutalidad, la ignorancia, la imprevisin. cada instante se ve -levantarse un embrin de sociedad, y cada instante se ve esa misma -sociedad desmembrarse, arruinarse, por faltar en los hombres ideas -morales y comunes, elementos tan necesarios indispensables. - -Tales eran, seores, las dos verdaderas causas que prolongaron el -estado de la barbarie: mientras existieron, ella tambin dur. -(_Historia general de la civilizacin europea. Leccin III._) - - M. Guizot sucedile con su _individualismo_ lo que suele acontecer - los grandes talentos: un fenmeno singular los hiere vivamente, -insprales un ardiente deseo de averiguar la causa, y tropiezan -menudo, caen en error, arrastrados por una secreta inclinacin -sealar un origen nuevo, inesperado, sorprendente. Para extraviarle, -mediaba todava otra causa. En su mirada vasta y penetrante sobre la -civilizacin europea, en el cotejo que de ella hizo con las ms famosas -civilizaciones antiguas, descubri una diferencia muy notable entre el -individuo de la primera y el individuo de las otras; vi, sinti en el -hombre europeo algo de ms noble, de ms independiente que no hallaba -ni en el griego ni en el romano; era menester sealar el origen de esta -diferencia, y no era poco trabajosa la tarea para la posicin en que se -encontraba el historiador filsofo. Ya al echar una ojeada sobre los -varios elementos de la civilizacin europea, se le haba presentado la -Iglesia como uno de los ms poderosos, como uno de los ms influyentes -en la organizacin social, y en el impulso que hizo marchar el -mundo hacia un porvenir grande y venturoso; ya lo haba reconocido -expresamente as, y tributado un testimonio la verdad, con aquellos -rasgos magnficos que trazar sabe su elocuente pluma; y querase ahora -que, para explicar el fenmeno que llamaba su atencin, recurriese -tambin al Cristianismo, la Iglesia? Eso hubiera sido dejarla -sola en la grande obra de la civilizacin, y M. Guizot toda costa -quera sealarle coadjutores; por esta causa fija sus miradas sobre -las hordas brbaras; y en la frente adusta, en la fisonoma feroz, -en el mirar inquieto y fulminante del hijo de las selvas, pretende -descubrir el tipo, algo tosco s, pero no menos verdadero, de la noble -independencia, de la elevacin y dignidad, que lleva rasgueadas en su -frente el individuo europeo. - -Aclarada ya la naturaleza del misterioso individualismo de los -germanos, y demostrado tambin que, lejos de ser un elemento de -civilizacin, lo era de desorden y barbarie, falta ahora examinar cul -es la diferencia que media entre la civilizacin europea y las dems -con respecto al sentimiento de dignidad independencia que anima al -individuo; falta determinar punto fijo cules son las modificaciones -que en Europa ha tomado un sentimiento, el cual, como vimos ya, mirado -en s, es comn todos los hombres. - -En primer lugar, carece de fundamento lo que afirma M. Guizot: que -_el sentimiento de independencia personal, ese anhelo de libertad que -agita los corazones sin otro fin ni objeto que el de complacerse, fuese -caracterstico de los brbaros, y desconocido entre los romanos_. -Claro es que, al entablarse semejante comparacin, no puede entenderse -del sentimiento en su estado de bravura y ferocidad, pues que esto -equivaldra decirnos que los pueblos civilizados no podan tener el -carcter distintivo de la barbarie; pero, si le despojamos de esta -circunstancia, hallbase, y muy vivo, no slo entre los romanos, sino -tambin entre los pueblos ms famosos de la antigedad. - -Cuando en las civilizaciones antiguas, dice M. Guizot, hace algn -papel la libertad, debe entenderse de la libertad poltica, de -la libertad del ciudadano; sta era la que le mova, la que le -entusiasmaba, no su libertad personal; perteneca una asociacin, y -por una asociacin estaba pronto sacrificarse. Sin que sea menester -negar que haba ese espritu de consagrarse una asociacin, y con -algunas particularidades notables, que ms abajo me propongo explicar, -pudese afirmar, no obstante, que el deseo de _la libertad personal, -con el solo fin y objeto de complacerse_, quizs era entre ellos -ms vivo que entre nosotros; si no, qu buscaban los fenicios, los -griegos isleos y asiticos, y los cartagineses, cuando emprendan -sus navegaciones, que, para el atraso de aquellos tiempos, eran tan -osadas y peligrosas como las de nuestros ms intrpidos marinos? -Era acaso por _sacrificarse una asociacin_, cuando slo ansiaban -descubrir nuevas playas donde pudiesen amontonar plata y oro, y -todo linaje de preciosidades? No los guiaba el anhelo de adquirir, -de _complacerse_? Dnde est la asociacin? Dnde se la divisa? -Vemos acaso otra cosa que el individuo con sus pasiones, con sus -gustos, con su afn de satisfacerlos? Y los griegos, esos griegos -tan muelles, tan voluptuosos, tan sedientos de placer, no tenan -vivsimo el sentimiento de su _libertad personal_, de poder vivir con -amplia libertad, con el _solo fin y objeto de complacerse_? Sus poetas -cantando el nctar y los amores, sus libres cortesanas recibiendo los -obsequios de los hombres ms famosos, y haciendo olvidar los sabios -la mesura y gravedad filosficas, y el pueblo celebrando sus fiestas -en medio de la disolucin ms espantosa, era todo esto un sacrificio -que se haca en las aras de la asociacin? Tampoco haba aqu el -individualismo, el afn de _complacerse_? - -Por lo que toca los romanos, si se hablase de lo que se llama bellos -tiempos de la repblica, no fuera quizs tan fcil ofrecer pruebas de -lo que estamos manifestando; pero cabalmente se trata de los romanos -del imperio, de los romanos que vivan en la poca de la irrupcin -de los brbaros; de esos romanos tan sedientos de _complacerse_, y -tan devorados de esa fiebre de que tan negros cuadros nos conserva la -historia. Sus soberbios palacios, sus magnficas quintas, sus regalados -baos, sus esplndidos cenculos, sus mesas opparas, sus lujosos -trajes, su disipacin voluptuosa, no muestran acaso al individuo, -que, sin pensar en la asociacin que pertenece, trata tan slo de -lisonjear sus pasiones y caprichos, viviendo con la mayor comodidad, -regalo y esplendor posibles; que no cuida de otra cosa que de solazarse -con sus amigos, de mecerse blandamente en los brazos del placer, de -satisfacer todos sus caprichos, de saciar todas sus pasiones, que todo -lo ha olvidado, que en nada piensa, sino en que tiene un corazn que -ansa por complacerse y gozar? - -No es fcil tampoco atinar por qu M. Guizot atribuye exclusivamente - los brbaros _el placer de sentirse hombre, el sentimiento de su -personalidad, de la espontaneidad humana en su libre desarrollo_. Y -podemos creer que de tales sentimientos carecieran los vencedores -de Maratn y de Platea, los pueblos que tantos monumentos nos han -legado que inmortalizan sus nombres? Cuando en las bellas artes, en -las ciencias, en la oratoria, en la poesa, brillaban por doquiera -hermossimos rasgos de genio, no exista el _placer de sentirse -hombre_, no se tena _el sentimiento y poder del libre desarrollo en -todas las facultades_? Y en una sociedad donde tan apasionadamente -se amaba la gloria, como suceda entre los romanos, que puede -presentarnos hombres como Cicern y Virgilio; en una sociedad donde -pudieron escribirse las valientes plumadas de Tcito, esas plumadas -que la distancia de diez y nueve siglos hacen retemblar todava los -corazones generosos; all no haba el _placer de sentirse hombre, no -haba el orgullo de comprender su dignidad, no haba el sentimiento -de la espontaneidad humana en su libre desarrollo_? Cmo es posible -concebir que en esta parte se aventajasen los brbaros del Norte los -griegos y romanos? - - qu semejantes paradojas? qu semejante trastorno y confusin de -ideas? Qu valen las palabras, por brillantes que sean, cuando nada -significan? Qu valen las observaciones, por delicadas que parezcan, -cuando el entendimiento la primera ojeada descubre en ellas la -inexactitud y la vaguedad, y, examinndolas fondo, las encuentra -llenas de incoherencias y de absurdos? - - - - -CAPITULO XXII - - -Si profundizamos la cuestin que se agita, si no nos dejamos llevar -hasta el error y la extravagancia por la mana de pasar plaza de -pensadores profundos y de observadores muy delicados, si hacemos uso -de una recta y templada filosofa, fundada en los hechos que nos -suministra la historia, echaremos de ver que la diferencia capital -entre nuestra civilizacin y las antiguas, con respecto al individuo, -consista en que el _hombre, como hombre_, no era estimado en lo que -vale. No faltaban ni el _sentimiento de independencia personal_, ni -el anhelo de _complacerse y gozar, ni cierto orgullo de sentirse -hombre_: el defecto no estaba en el corazn, sino en la cabeza. Lo que -faltaba, s, era la comprensin de toda la dignidad del hombre, era el -alto concepto que de nosotros mismos nos ha dado el Cristianismo, al -paso que con admirable sabidura nos ha manifestado tambin nuestras -flaquezas; lo que faltaba, s, las sociedades antiguas, lo que ha -faltado y faltar todas en las que no reine el Cristianismo, era -ese respeto, esa consideracin de que entre nosotros est rodeado -un individuo, un _hombre slo por ser hombre_. Entre los griegos el -griego lo es todo; los extranjeros, los brbaros, no son nada; en -Roma el ttulo de ciudadano romano hace al hombre; quien carece de -ese ttulo, es nada. En los pases cristianos, si nace una criatura -deforme privada de algn miembro, excita la compasin, es objeto -de ms tierna solicitud, bstale para ello el ser hombre, y, sobre -todo, hombre desgraciado; entre los antiguos era mirada una criatura -as como cosa intil, despreciable, y, en ciertas ciudades, como por -ejemplo en Lacedemonia, estaba prohibido alimentarla, y por orden de -los magistrados encargados de la polica de los nacimientos horror -causa decirlo! era arrojada una sima. Era un hombre; pero esto qu -importaba? Era un hombre que para nada poda servir, y una sociedad -sin entraas no quera imponerse la carga de mantenerle. Lase -Platn (_Lib. 5 de Rep._), Aristteles (_Pol._, lib. 7, c. 15 y -16), y se ver los medios crueles que saban excogitar esos filsofos -para precaver el excesivo progreso que ha hecho la sociedad bajo la -influencia del Cristianismo, en todo lo que dice relacin al hombre. - -Los juegos pblicos, esas horrendas escenas en que moran centenares -los hombres, para divertir un concurso desnaturalizado, no son un -elocuente testimonio de cun en poco era tenido el hombre, pues que tan -brbaramente se le sacrificaba por motivos los ms livianos? - -El derecho del ms fuerte estaba terriblemente practicado por los -antiguos, y sta es una de las causas que debe atribuirse esa -absorcin, por decirlo as, en que vemos al individuo con respecto -la sociedad. La sociedad era fuerte, el individuo era dbil; y as la -sociedad absorba al individuo, se arrogaba sobre l cuantos derechos -puedan imaginarse; y, si alguna vez serva de embarazo, poda estar -seguro de ser aplastado con mano de hierro. Al leer el modo con que -explica M. Guizot esta particularidad de las civilizaciones antiguas, -no parece sino que en ellas haba un patriotismo desconocido, entre -nosotros, patriotismo que, llevado hasta la exageracin, y no andando -acompaado del sentimiento de independencia personal, produca esa -especie de absorcin individual, ese anonadamiento del individuo -en presencia de la sociedad. Si hubiese reflexionado ms fondo -sobre esta materia, habra alcanzado fcilmente que no estribaba la -diferencia en que unos hombres tuvieran unos sentimientos de que -carezcan los otros, sino en que se ha verificado una revolucin inmensa -en las ideas, en que el individuo, el hombre, es tenido en mucho, -cuando entonces era tenido en nada; y de aqu no era difcil inferir -que las mismas diferencias que se notasen en los sentimientos, deban -tener su origen en la diferencia de las ideas. - -En efecto, no es extrao que, viendo el individuo cun en poco era -tenido por s mismo, viendo el poder ilimitado que sobre l se arrogaba -la sociedad, y que sirviendo de estorbo era pulverizado, nada extrao -es que l mismo se formase de la sociedad y del poder pblico una -idea exagerada, que se anonadase en su corazn ante ese coloso que le -infunda miedo, y que, lejos de mirarse como miembro de una asociacin, -cuyo objeto era la seguridad y la felicidad de todos los individuos, y -para cuyo logro era indispensable por parte de stos el resignarse -algunos sacrificios, se considerase antes bien como una cosa consagrada - esta asociacin, y en cuyas aras deba ofrecerse en holocausto sin -reparos de ninguna clase. sta es la condicin del hombre: cuando un -poder obra sobre l por mucho tiempo en accin ilimitada, se indigna -contra este poder y le rechaza con violencia, bien se humilla, se -abate, se anonada ante aquella fuerza cuya accin prepotente le doblega -y aterra. Vase si es ste el contraste que sin cesar nos ofrecen las -sociedades antiguas: la ms ciega sumisin, el anonadamiento, de una -parte, y, de otra, el espritu de insubordinacin, de resistencia, -manifestado en explosiones terribles. As, y slo as, es posible -comprender cmo unas sociedades en que la agitacin y las turbulencias -eran, por decirlo as, el estado normal, nos presentan ejemplos tan -asombrosos como Lenidas pereciendo con sus trescientos lacedemonios en -el paso de las Termpilas, Scvola con la mano en el brasero, Rgulo -volvindose Cartago para padecer y morir, y Marco Curcio arrojndose -armado en la insondable sima abierta en medio de Roma. - -Todo esto, que primera vista pudiera parecer inconcebible, se aclara -perfectamente cotejndolo con lo acontecido en las revoluciones de -los tiempos modernos. Trastornos terribles han desquiciado algunas -naciones; la lucha de las ideas intereses, trayendo consigo el calor -de las pasiones, acarre por algunos intervalos, ms menos duraderos, -el olvido de las verdaderas relaciones sociales: y qu sucedi? Que, -al paso que se proclamaba una libertad sin lmites, y se ponderaban sin -cesar los derechos del individuo, levantbase en medio de la sociedad -un poder terrible, que, concentrando en su mano toda la fuerza pblica, -la descargaba del modo ms inhumano sobre el individuo. En esas pocas -resucitaba en toda su fuerza la formidable mxima del _salus populi_ -de los antiguos, pretexto de tantos y tan horrendos atentados; y, por -otra parte, se vea renacer aquel patriotismo frentico y feroz, que -los hombres superficiales admiran en los ciudadanos de las antiguas -repblicas. - -Cosa notable! Algunos escritores haban prodigado desmedidos elogios - los antiguos, y sobre todo los romanos; parece que tenan vivos -deseos de que la civilizacin moderna se amoldase la antigua; -hicironse locas tentativas, se atac con inaudita violencia la -organizacin social existente, procurse con ahinco que perecieran, - al menos se sofocaran, las ideas cristianas sobre el individuo y -la sociedad, se pidieron inspiraciones las sombras de los antiguos -romanos, y en el brevsimo plazo que dur el ensayo, vironse tambin, -cual en la antigua Roma, rasgos admirables de fortaleza, de valor, -de patriotismo, contrastando de un modo horroroso con inauditas -crueldades, con horrendos crmenes; y en medio de una nacin grande y -generosa, vironse aparecer de nuevo con espanto de la humanidad los -sangrientos espectros de Mario y Sila. Tanta verdad es que el hombre -es el mismo por todas partes, y que un mismo orden de ideas viene, al -fin, engendrar un mismo orden de hechos. Que desaparezcan la ideas -cristianas, que las ideas antiguas recobren su fuerza, y veris que el -mundo nuevo se parecer al mundo viejo. - -Felizmente para la humanidad, esto es imposible; todos los ensayos -hechos hasta ahora para lograr tan funesto efecto han sido y debido -ser poco duraderos; lo propio suceder en adelante; pero la pgina -ensangrentada que dejan en la historia de la humanidad tan criminales -tentativas, ofrece un rico caudal de reflexiones al observador filsofo -para conocer fondo las delicadas ntimas relaciones de las ideas -con los hechos, para contemplar en su desnudez la vasta trama de -la organizacin social, y apreciar en su justo valor la influencia -benfica nociva de las varias religiones y sistemas filosficos. - -Las pocas de revolucin, es decir, aquellas pocas tempestuosas en -que se hunden los gobiernos unos tras otros, como edificios cimentados -sobre un terreno volcanizado, llevan todas ese carcter que las -distingue: _el predominio de los intereses del poder pblico sobre -todos los intereses privados_. Nunca es ms flaco ese poder, nunca es -menos duradero; pero nunca es ms violento, ms frentico; todo lo -sacrifica su seguridad su venganza; la sombra de sus enemigos -le persigue y le hace estremecer todas horas; su propia conciencia -le atormenta y no le deja descanso; la debilidad de su organizacin y -la movilidad de su asiento le advierten cada paso de la proximidad -de su cada, y en su impotente desesperacin se agita y se revuelve -convulsivo, como un moribundo que expira entre padecimientos atroces. -Qu es entonces sus ojos la vida de los ciudadanos, si esta vida -puede inspirarle la ms leve, la ms remota sospecha? Si con la sangre -de millares de vctimas puede alcanzar algunos momentos de seguridad, -si puede prolongar por algunos das ms su existencia: perezcan, dice, -perezcan mis enemigos; as lo exige la seguridad del Estado; es decir, -la ma. - -Y de dnde tanto frenes? de dnde tanta crueldad? Sabis de dnde? -La causa est en que, derribado el gobierno antiguo por medio de la -fuerza, y entronizado otro en su lugar, apoyado slo en la fuerza, la -idea del derecho ha desaparecido de la regin del poder, la legitimidad -no le escuda, su misma novedad le muestra como de poco valer, y le -augura escasa duracin; y, falto de razn y de justicia, y vindose -precisado invocarlas para sostenerse, las busca en la misma necesidad -de un poder, en esa necesidad social que est siempre patente; proclama -que la salud del pueblo es la suprema ley, y entonces la propiedad, la -vida del individuo son nada, se aniquilan completamente la vista de -un espectro sangriento, que se levanta en el centro de la sociedad, y -que, armado con la fuerza, y rodeado de satlites y de cadalsos dice: -yo soy el poder pblico, m me est confiada la salud del pueblo, yo -soy el que vela por los intereses de la sociedad. - -Y sabis lo que acontece entonces con esa falta absoluta de respeto -al individuo, con ese completo aniquilamiento del hombre ante el poder -aterrador que se pretende representante de la sociedad? Sucede que -renace el sentimiento de asociacin en diferentes sentidos; pero no un -sentimiento dirigido por la razn y por miras benficas y previsoras, -sino un sentimiento ciego, instintivo, que lleva los hombres no -quedarse solos, sin defensa, en medio del campo de batalla y asechanzas -en que se ha convertido la sociedad; que los conduce unirse, para -sostener al poder, si, arrastrados por el torbellino de la revolucin, -se han identificado con l y le miran como su nico resguardo y -defensa contra los enemigos que les amenazan, para derribarle, si, -arrojados por una otra causa las filas contrarias, le contemplan -como su enemigo ms capital, y la fuerza de que dispone, como una -espada levantada de continuo sobre sus cabezas. Entonces se verifica -que los hombres pertenecen una asociacin, estn consagrados -una asociacin, y por esta asociacin estn prontos sacrificarse; -porque no pueden vivir solos, porque conocen, sienten al menos -instintivamente, que el individuo es nada, porque, rotos todos los -diques que mantenan el orden social, no le queda al individuo aquella -esfera tranquila donde poda vivir sosegado, independiente, seguro de -que un poder, fundado en la legitimidad y guiado por la razn y la -justicia, velaba por la conservacin del orden pblico y por el respeto -de los derechos del individuo. Entonces los medrosos tiemblan y se -humillan, y empiezan representar la primera escena de la esclavitud, -donde el oprimido besa la mano opresora, donde la vctima adora al -verdugo; los ms audaces, se resisten y pelean, se buscan y reunen -en las sombras, preparando explosiones terribles; nadie pertenece - s mismo; el individuo se siente absorbido por todas partes, -por la fuerza que oprime, por la fuerza que conspira; porque slo -la justicia es el numen tutelar de los individuos; y, cuando ella -desaparece, no son ms que imperceptibles granos de arena arrebatados -por el huracn, gotas de agua confundidas en las oleadas de una -tormenta. - -Concebid sociedades donde no reine ese frenes que nunca puede ser -duradero, pero que, sin embargo, no posean las verdaderas ideas sobre -los derechos y deberes del individuo y del poder pblico; sociedades -donde se encuentren como divagando al acaso algunas nociones sobre esos -puntos cardinales, pero inciertas, obscuras, imperfectas, ahogadas en -la atmsfera de mil preocupaciones y errores, donde bajo esa influencia -se haya organizado un poder pblico, con estas aquellas formas, pero -que al fin haya llegado solidarse por la fuerza del hbito, y por -falta de otro mejor que satisfaga las necesidades ms urgentes de la -sociedad; y entonces habris concebido las sociedades antiguas, mejor -diremos, las sociedades sin el Cristianismo; entonces concebiris -el anonadamiento del individuo ante la fuerza del poder pblico, sea -bajo el despotismo asitico, sea bajo la turbulenta democracia de las -antiguas repblicas. Es lo mismo que habris podido observar en las -sociedades modernas en las pocas de revolucin; slo que en estas -sociedades es pasajero y estrepitoso ese mal, cual los estragos de -una tempestad; pero en las antiguas era su estado normal, como una -atmsfera viciada, que afecta y daa sin cesar los que viven en ella. - -Si examinamos la causa de dos fenmenos tan encontrados, como son, -la exaltacin patritica de los antiguos griegos y romanos, y la -postracin y abatimiento poltico en que yacan otros pueblos, y en que -yacen todava aquellos donde no domina el Cristianismo; si buscamos -la raz de esa abnegacin individual que se descubre en el fondo de -dos sentimientos tan opuestos; si investigamos cul es la causa de que -no se encuentre ni en unos ni en otros ese desarrollo individual que -se observa en Europa, acompaado de un patriotismo razonable, pero -que no sofoca el sentimiento de una legtima independencia personal; -encontraremos una muy poderosa en que el hombre no se conoca s -mismo, no saba bien lo que era; y que sus verdaderas relaciones con la -sociedad eran miradas al travs de mil preocupaciones y errores, y, por -consiguiente, mal comprendidas. - - la luz de estas observaciones se echa de ver que la admiracin por el -patritico desprendimiento, por la heroica abnegacin de los antiguos, -se ha llevado quizs demasiado lejos; y que tanto distan esas calidades -de revelar en ellos una mayor perfeccin individual, una elevacin de -alma superior la de los hombres de los tiempos modernos, que antes -bien podran indicar ideas menos altas que las nuestras, sentimientos -menos independientes que los nuestros. Y qu, no conciben, acaso, -algunos ciegos admiradores de los antiguos cmo pueden sostenerse -tan extraas aserciones? Entonces les dir que admiren tambin las -mujeres de la India al arrojarse tranquilas la hoguera despus de -la muerte de sus maridos; que admiren al esclavo que se da la muerte -porque no puede sobrevivir su dueo; y entonces notarn que la -abnegacin personal no es siempre seal infalible de elevacin de alma, -sino que veces puede ser el resultado de no conocer toda la dignidad -propia, de imaginarse consagrado otro ser, absorbido por l, de mirar -la propia existencia como una cosa secundaria, sin ms objeto que el de -servir otra existencia. - -Y no queremos, no, rebajar en nada el mrito que los antiguos -legtimamente pertenezca; no queremos, no, deprimir su herosmo en -lo que tenga de justo y de laudable; no queremos, no, atribuir los -modernos un individualismo egosta que les impida el sacrificarse -individualmente por su patria: tratamos nicamente de sealar cada -cosa su justo lugar, disipando preocupaciones hasta cierto punto -excusables, pero que no dejan de falsear lastimosamente los principales -puntos de vista de la historia antigua y moderna. - - ese anonadamiento del individuo, que notamos en los antiguos, -contribuan tambin la escasez y la imperfeccin de su desarrollo -moral, la falta de reglas en que se hallaba con respecto su direccin -propia, por cuyo motivo la sociedad se entrometa en todas sus cosas, -como si la razn pblica hubiese querido suplir el defecto de la razn -privada. Si bien se observa, se notar que, aun en los pases en que -meta ms ruido la libertad poltica, era harto desconocida la libertad -civil; de manera que, mientras los ciudadanos se lisonjeaban de ser -muy libres porque podan tomar parte en las deliberaciones de la plaza -pblica, eran privados de aquella libertad que ms de cerca interesa -al hombre, cual es, la que ahora se denomina civil. Podemos formar -concepto de las ideas y costumbres de los antiguos sobre este punto, -leyendo uno de sus ms clebres escritores polticos: Aristteles. -Ntase en los escritos de este filsofo que apenas acertaba ver otro -ttulo que hiciera digno del nombre de ciudadano que el tomar parte en -el gobierno de la repblica; y estas ideas, que pudieran parecer muy -democrticas, muy propsito para extender los derechos de la clase -ms numerosa, y que quizs algunos creeran dimanadas de la exageracin -de la dignidad del hombre, se hermanaban muy bien en su mente con un -profundo desprecio del mismo hombre, con el sistema de vincular en -un reducido nmero todos los honores y consideraciones, condenando -al abatimiento y la nulidad, nada menos que todos los labradores, -artesanos y mercaderes. (_Pol._ L. 7, c. 9 y 12. L. 8, c. 1 y 2, L. -3, c. 1.) Ya se ve que esto supona ideas muy peregrinas sobre el -individuo y la sociedad, y confirma ms y ms lo que he dicho arriba -sobre el origen de las extraezas, por no decir monstruosidades, que -nos admiran en las repblicas antiguas. Lo repetir, porque conviene -mucho no olvidarlo: una de las principales races del mal, era la -falta de conocimiento del hombre, era el poco aprecio de su dignidad -en cuanto hombre, era que el individuo estaba escaso de reglas para -dirigirse s mismo y para conciliarse la estimacin; en una palabra, -era que faltaban las luces cristianas que deban esclarecer el caos. - -Tan profundamente se ha grabado en el corazn de las sociedades -modernas ese sentimiento de la dignidad del hombre, con tales -caracteres se halla escrita por doquiera la verdad de que el hombre, -ya por solo este ttulo, es muy respetable, muy digno de alta -consideracin, que aquellas escuelas que se han propuesto realzar al -individuo, aunque sea con inminente riesgo de un espantoso trastorno -en la sociedad, toman siempre por tema de su enseanza, esa dignidad, -esa nobleza, distinguindose sobremanera de los antiguos demcratas, -en que stos se agitaban en un crculo reducido, mezquino, sin pasar -ms all de un cierto orden de cosas, sin extender su vista fuera de -los lmites del propio pas; cuando en el espritu de los demcratas -modernos se nota un anhelo de invasin en todos los ramos, un ardor de -provocacin que abarca todo el mundo: nunca invocan nombres pequeos; -_el hombre, su razn, sus derechos imprescriptibles_: he aqu sus -temas. Preguntadles qu quieren, y os dirn que quieren pasar el nivel -sobre todas las cabezas, para defender la santa causa de la humanidad. -Esta exageracin de ideas, motivo y pretexto de tantos trastornos -y crmenes, nos revela un hecho precioso, cual es, el progreso -inmenso que las ideas sobre la dignidad de nuestra naturaleza ha -comunicado el Cristianismo, pues que en las sociedades que le deben su -civilizacin, cuando se trata de extraviarlas, no se encuentra medio -ms propsito que el invocar esa dignidad. - -Como la religin cristiana es altamente enemiga de todo lo criminal, -y no poda consentir que, nombre de defender y realzar la dignidad -humana, se trastornase la sociedad, muchos de los ms ardientes -demcratas se han desatado en injurias y sarcasmos contra la religin; -pero, como tambin la historia est diciendo muy alto que todo cuanto -se sabe y se siente de verdadero, de justo y de razonable sobre este -punto, es debido la religin cristiana, se ha tanteado ltimamente -si se podra hacer una monstruosa alianza entre las ideas cristianas y -lo ms extravagante de las democrticas: un hombre demasiado clebre -se ha encargado del proyecto; pero el verdadero Cristianismo, es -decir, el Catolicismo, rechaza esas monstruosas alianzas, y no conoce - sus ms insignes apologistas, as que llegan desviarse del camino -sealado por la eterna verdad. El abate de Lamennais vaga ahora por las -tinieblas del error abrazado con una mentida sombra de Cristianismo; -y el supremo Pastor de la Iglesia ha levantado ya su augusta voz para -prevenir los fieles contra las ilusiones con que podra deslumbrarnos -un nombre por tantos ttulos ilustre. - - - - -CAPITULO XXIII - - -Si, entendiendo el individualismo en un sentido justo y razonable; si, -tomando el sentimiento de la independencia personal en una acepcin, -que ni repugne la perfeccin del individuo, ni est en lucha con los -principios constitutivos de toda sociedad, queremos hallar otras causas -que hayan infludo en el desarrollo de ese sentimiento, aun pasando -por alto una de las principales, sealada ya ms arriba, cual es, la -verdadera idea del hombre y de sus relaciones con sus semejantes, -encontraremos todava en las mismas entraas del Catolicismo, algunas -sobremanera dignas de llamar la atencin. M. Guizot se ha equivocado -grandemente cuando ha pretendido equiparar los fieles con los -antiguos romanos en punto falta del sentimiento de independencia -personal; nos pinta al individuo fiel como absorbido por la asociacin -de la Iglesia, como enteramente consagrado ella, como pronto -sacrificarse por ella; de manera que lo que haca obrar al fiel, eran -los intereses de la asociacin. En esto hay un error; pero, como lo que -ha dado quizs ocasin este error, es una verdad, menester se hace -deslindar los objetos con mucho cuidado. - -Es indudable que desde la cuna del Cristianismo fueron los fieles -sumamente adictos la Iglesia, y que siempre se entendi que dejaba de -ser contado en el nmero de los verdaderos discpulos de Jesucristo el -que se apartase de la comunin de la Iglesia. Es indudable tambin que -tenan los fieles, como dice M. Guizot, un vivo apego la Iglesia, -un rendido acatamiento sus leyes, un fuerte empeo de extender su -imperio; pero no es verdad que obrase en el fondo de todos estos -sentimientos, como causa de ellos, el solo espritu de asociacin, y -que esto excluyese el desarrollo del verdadero individualismo. El fiel -perteneca una asociacin, pero esta asociacin l la miraba como -un medio de alcanzar su felicidad eterna, como una nave en que andaba -embarcado entre las borrascas de este mundo para llegar salvo al puerto -de la eternidad; y, si bien crea imposible el salvarse fuera de ella, -no se entenda consagrado ella, sino Dios. El romano estaba pronto - sacrificarse por su patria; el fiel, por su fe; cuando el romano -mora, mora por su patria; pero, cuando el fiel mora, no mora por -la Iglesia, sino que mora por su Dios. branse los monumentos de la -Historia eclesistica, lanse las actas de los mrtires, y vase lo que -suceda en aquel lance terrible, en que el Cristianismo manifestaba -todo lo que era; en que, la vista de los potros, de las hogueras y -de los ms horrendos suplicios, se manifestaba en toda su verdad el -resorte que obraba en el corazn del fiel. Les pregunta el juez su -nombre; lo declaran, y manifiestan que son cristianos: se les invita - que sacrifiquen los dioses: nosotros no sacrificamos sino un -solo Dios, criador del cielo y de la tierra; se les echa en cara como -ignominioso el seguir un hombre que fu clavado en cruz; ellos tienen - mucha honra la ignominia de la cruz, y proclaman altamente que el -crucificado es su Salvador y su Dios: se les amenaza con los tormentos; -los desprecian porque son pasajeros, y se regocijan de que puedan -sufrir algo por Jesucristo: la cruz del suplicio est ya aparejada, - la hoguera arde su vista, el verdugo tiene levantada el hacha -fatal que ha de cortarles la cabeza; nada les importa, esto es un -instante, y en pos viene una nueva vida, una felicidad inefable, y sin -fin. chase de ver en todo esto que lo que mova el corazn del fiel, -eran el amor de su Dios y el inters de la felicidad eterna; y que, -por consiguiente, es falso y muy falso que el fiel se pareciese los -antiguos republicanos, anonadando su individuo ante la asociacin que -perteneca, y dejando que en ella se absorbiese su persona como una -gota de agua en la inmensidad del Ocano. El individuo fiel perteneca - una asociacin que le daba la pauta de su creencia y la norma de -su conducta: esta asociacin la miraba como fundada y dirigida por -el mismo Dios; pero su mente y su corazn se elevaban hasta el mismo -Dios, y, cuando escuchaba la voz de la Iglesia, crea tambin hacer su -negocio propio, individual, nada menos que el de su felicidad eterna. - -El deslinde que se acaba de hacer era muy necesario en esta materia, -donde son tan varias y delicadas las relaciones, que la ms ligera -confusin puede conducir errores de monta, haciendo, de otra parte, -perder de vista un hecho recndito y preciossimo, que arroja mucha -luz para estimar debidamente las causas del desarrollo y perfeccin -del individuo en la civilizacin cristiana. Necesario como es un orden -social al que est sometido el individuo, conviene, sin embargo, que -ste no sea de tal modo absorbido por aqul, de manera que slo se le -conciba como parte de la sociedad, sin que tenga una esfera de accin -que pueda considerrsele como propia. no ser as, no se desarrollar -jams de un modo cabal la verdadera civilizacin, la que, consistiendo -en la perfeccin simultnea del individuo y de la sociedad, no puede -existir no ser que tanto sta como aqul tengan sus rbitas de tal -manera arregladas, que el movimiento que se hace en la una, no embargue -ni embarace el de la otra. - -Previas esas reflexiones, sobre las que llamo muy particularmente la -atencin de todos los hombres pensadores, observar lo que quizs no se -ha observado todava, y es, que el Cristianismo contribuy sobremanera - crear esa esfera individual en que el hombre, sin quebrantar los -lazos que le unen la sociedad, desenvuelve todas sus facultades. -De la boca de un apstol salieron aquellas generosas palabras que -encierran nada menos que una severa limitacin del poder poltico, -que proclaman nada menos que este poder no debe ser reconocido por el -individuo, cuando se propasa exigirle lo que ste cree contrario su -conciencia: _Obedire oportet Deo magis quam hominibus_. (_Act._, c. -5, v. 29.) _Primero se ha de obedecer Dios que los hombres._ Los -cristianos fueron los primeros que dieron el grandioso ejemplo de que -individuos de todos pases, edades, sexos y condiciones, arrostrasen -toda la clera del poder y todo el furor de las pasiones populares, -antes de pronunciar una palabra que los manifestase desviados de los -principios que profesaban en el santuario de su conciencia: y esto no -con las armas en la mano, no en conmociones populares donde pudiesen -despertarse las pasiones fogosas que comunican al alma una energa -pasajera; sino en medio de la soledad y lobreguez de los calabozos, en -la aterradora calma de los tribunales, es decir, en aquella situacin -en que el hombre se encuentra solo, aislado, y en que el mostrar -fortaleza y dignidad revela la accin de las ideas, la nobleza de los -sentimientos, la firmeza de una conciencia inalterable, el grandor del -alma. - -El Cristianismo fu quien grab fuertemente en el corazn del hombre, -que el individuo tiene sus deberes que cumplir, aun cuando se -levante contra l el mundo entero; que el individuo tiene un destino -inmenso que llenar, y que es para l un negocio propio, enteramente -propio, y cuya responsabilidad pesa sobre su libre albedro. Esta -importante verdad, sin cesar inculcada por el Cristianismo todas las -edades, sexos y condiciones, ha debido de contribuir poderosamente - despertar en el hombre un sentimiento vivo de su personalidad, en -toda su magnitud, en todo su inters, y combinndose con las dems -inspiraciones del Cristianismo, llenas todas de grandor y dignidad, -ha levantado el alma humana del polvo en que la tenan sumida la -ignorancia, las ms groseras supersticiones, y los sistemas de -violencia que la opriman por todas partes. Como extraas y asombrosas -sonaran sin duda los odos de los paganos las valientes palabras de -Justino, que expresaban nada menos que la disposicin de nimo de la -generalidad de los fieles, cuando en su Apologa dirigida Antonio Po -deca: Como no tenemos puestas las esperanzas en las cosas presentes, -despreciamos los matadores, mayormente siendo la muerte una cosa que -tampoco se puede evitar. - -Esa admirable entereza, ese heroico desprecio de la muerte, esa -presencia de nimo en el hombre, que, apoyado en el testimonio de su -conciencia, desafa todos los poderes de la tierra, deba de influir -tanto ms en el engrandecimiento del alma, cuanto no dimanaba de -aquella fra impasibilidad estoica, que, sin contar con ningn motivo -slido, se empeaba en luchar con la misma naturaleza de las cosas; -sino que tena su origen en un sublime desprendimiento de todo lo -terreno, en la profunda conviccin de lo sagrado del deber, y de que -el hombre, sin cuidar de los obstculos que le oponga el mundo, debe -marchar con firme paso al destino que le ha sealado el Criador. Ese -conjunto de ideas y sentimientos comunicaba al alma un temple fuerte -y vigoroso, que, sin rayar en aquella dureza feroz de los antiguos, -dejaba al hombre en toda su dignidad, en toda su nobleza y elevacin. Y -conviene notar que esos preciosos efectos no se limitaban un reducido -nmero de individuos privilegiados, sino que, conforme al genio de -la religin cristiana, se extendan todas las clases: porque la -expansin ilimitada de todo lo bueno, el no conocer ninguna acepcin -de personas, el procurar que resuene su voz hasta en los ms obscuros -lugares, es uno de los ms bellos distintivos de esa religin divina. -No se diriga tan slo las clases elevadas, ni los filsofos, sino - la generalidad de los fieles, la lumbrera del frica, San Cipriano, -cuando compendiaba en pocas palabras la grandeza del hombre, y -rasgueaba con osada mano el alto temple en que debe mantenerse nuestra -alma, sin aflojar jams. Nunca, deca, nunca admirar las obras -humanas quien se conociere hijo de Dios. _Despase de la cumbre de su -nobleza quien puede admirar algo que no sea Dios._ (_De Spectaculis._) -Sublimes palabras que hacen levantar la frente con dignidad, que hacen -latir el corazn con generoso bro, que, derramndose sobre todas las -clases como un calor fecundo, hacan que el ltimo de los hombres -pudiese decir lo que antes pareciera exclusivamente propio del mpetu -de un vate: - - Os homini sublime dedit, coelumque tueri - Iussit, et erectos ad sidera tullere vultus. - -El desarrollo de la vida moral, de la vida interior, de esa vida en que -el hombre se acostumbra concentrarse sobre s mismo, dndose razn -circunstanciada de todas sus acciones, de los motivos que las dirigen, -de la bondad malicia que encierran, y del fin que le conducen, es -debido principalmente al Cristianismo, su influjo incesante sobre -el hombre en todos los estados, en todas las situaciones, en todos -los momentos de su existencia. Con un desarrollo semejante de la -vida individual, en todo lo que tiene de ms ntimo, de ms vivo -interesante para el corazn del hombre, era incompatible esa absorcin -del individuo en la sociedad, esa abnegacin ciega en que el hombre se -olvidaba de s mismo para no pensar en otra cosa que en la asociacin - que perteneca. Esa vida moral, interior, faltaba los antiguos, -porque carecan de principios donde fundarla, de reglas para dirigirla, -de inspiraciones con que fomentarla y nutrirla; y as observamos que en -Roma, tan pronto como el elemento poltico fu perdiendo su ascendiente -sobre las almas, gastndose el entusiasmo con las disensiones -intestinas, y sofocndose todo sentimiento generoso con el insoportable -despotismo que sucedi las ltimas turbulencias de la repblica, se -desenvuelven rpidamente la corrupcin y la molicie ms espantosas; -pues que la actividad del alma, consumida poco antes en los debates del -foro, y en las gloriosas hazaas de la guerra, no encontrando pbulo -en que cebarse, se abandona lastimosamente los goces materiales, con -un desenfreno tal, que nosotros apenas acertamos concebir, pesar -de la relajacin de costumbres de que con razn nos lamentamos. Por -manera que entre los antiguos slo vemos dos extremos: un patriotismo -llevado al ms alto punto de exaltacin, una postracin completa -de las facultades de una alma, que se abandona sin tasa cuanto le -sugieren sus pasiones desordenadas: el hombre era siempre esclavo, de -sus propias pasiones, de otro hombre, de la sociedad. - -Merced al enflaquecimiento de las creencias, acarreado por el -individualismo intelectual en materias religiosas proclamado por el -Protestantismo; merced al quebrantamiento del lazo moral con que reuna - los hombres la unidad catlica, podemos observar en la civilizacin -europea algunas muestras de lo que deba de ser entre los antiguos el -hombre, falto como estaba de los verdaderos conocimientos sobre s -mismo, y sobre su origen y destino. Pero, dejando para ms adelante -el sealar los puntos de semejanza que se descubren entre la sociedad -antigua y la moderna en aquellas partes donde se ha debilitado la -influencia de las ideas cristianas, bstame por ahora observar que, -si la Europa llegase perder completamente el Cristianismo, como -lo han deseado algunos insensatos, no pasara una generacin, sin -que renaciesen entre nosotros el individuo y la sociedad tales como -estaban entre los antiguos, salvo, empero, las modificaciones que trae -necesariamente consigo el diferente estado material de ambos pueblos. - -La libertad de albedro, altamente proclamada por el Catolicismo, y tan -vigorosamente por l sostenida, no slo contra la antigua enseanza -pagana, sino y muy particularmente contra los sectarios de todos -tiempos, y en especial contra los fundadores de la llamada Reforma, -ha sido tambin un poderoso resorte que ha contribudo ms de lo que -se cree al desarrollo y perfeccin del individuo, y realzar sus -sentimientos de independencia, su nobleza y su dignidad. Cuando el -hombre llega considerarse arrastrado por la irresistible fuerza -del destino, sujeto una cadena de acontecimientos en cuyo curso l -no puede influir; cuando llega figurarse que las operaciones del -alma, que parecen darle un vivo testimonio de su libertad, no son -ms que una vana ilusin, desde entonces el hombre se anonada, se -siente asimilado los brutos, no es ya el prncipe de los vivientes, -el dominador de la tierra; es una rueda colocada en su lugar, y que -mal de su grado ha de continuar ejerciendo sus funciones en la gran -mquina del universo. Entonces el orden moral no existe; el mrito -y el demrito, la alabanza y el vituperio, el premio y la pena son -palabras sin sentido; el hombre goza sufre, s, pero la manera del -arbusto, que, ora es mecido por el blando cfiro, ora azotado por el -furioso aquiln. Muy al contrario sucede cuando se cree libre: l es -el dueo de su destino; y el bien y el mal, la vida y la muerte estn -ante sus ojos; puede escoger, y nada es capaz de violentarle en el -santuario de su conciencia. El alma tiene all su trono, donde est -sentada con dignidad, y el mundo entero bramando contra ella, y el orbe -desplomndose sobre su frgil cuerpo, no pueden forzarla querer -no querer. El orden moral en todo su grandor, en toda su belleza, se -despliega nuestros ojos, y el bien se presenta con toda su hermosura, -el mal con toda su fealdad, el deseo de merecer nos estimula, el de -desmerecer nos detiene, y la vista del galardn que puede ser alcanzado -con libre voluntad, y que est como suspendido al extremo de los -senderos de la virtud, hace estos senderos ms gratos y apacibles, y -comunica al alma actividad y energa. Si el hombre es libre, conserva -un no s qu de ms grandioso y terrible, hasta en medio de su crimen, -hasta en medio de su castigo, hasta en medio de la desesperacin del -infierno. Qu es un hombre que ha carecido de libertad, y que, sin -embargo, es castigado? qu significa ese absurdo, dogma capital de -los fundadores del Protestantismo? Es una vctima miserable, dbil, -en cuyos tormentos se complace una omnipotencia cruel, un Dios que ha -querido criar para ver sufrir, un tirano con infinito poder, es decir, -el ms horrendo de los monstruos. Pero, si el hombre es libre, cuando -sufre, sufre porque lo ha merecido: y, si le contemplamos en medio -de la desesperacin, sumido en un pilago de horrores, lleva en su -frente la seal del rayo con que justamente le ha herido el Eterno; y -parcenos oirle todava con su ademn altanero, con su mirada soberbia, -cul pronuncia aquellas terribles palabras: _non serviam, no servir_. - -En el hombre, como en el universo, todo est enlazado maravillosamente, -todas las facultades tienen sus relaciones, que, por delicadas, no -dejan de ser ntimas, y el movimiento de una cuerda hace retemblar -todas las otras. Necesario es llamar la atencin sobre esa mutua -dependencia de nuestras facultades para prevenir la respuesta que -quizs daran algunos, de que slo se ha probado que el Catolicismo -ha debido de contribuir desenvolver al individuo en un sentido -mstico: no, no; las reflexiones que acabo de presentar, prueban algo -ms: prueban que al Catolicismo es debida la clara idea, el vivo -sentimiento del orden moral en toda su grandeza y hermosura; prueban -que al Catolicismo es debido lo que se llama conciencia propiamente -tal; prueban que al Catolicismo es debido el que el hombre se crea con -un destino inmenso cuyo negocio le es enteramente propio, y destino que -est puesto en manos de su libre albedro; prueban que al Catolicismo -es debido el verdadero conocimiento del hombre, el aprecio de su -dignidad, la estimacin, el respeto que se le dispensan por el mero -ttulo de hombre; prueban que el Catolicismo ha desenvuelto en nuestra -alma los grmenes de los sentimientos ms nobles y generosos, puesto -que ha levantado la mente con los ms altos conceptos, y ha ensanchado -y elevado nuestro corazn, asegurndole una libertad que nadie le puede -arrebatar, brindndole con un galardn de eternal ventura, pero dejando -en su mano la vida y la muerte, hacindole en cierto modo rbitro de su -destino. Algo ms que un mero misticismo es todo esto: es nada menos -que el verdadero individualismo, el nico individualismo noble, justo, -razonable; es nada menos que un conjunto de poderosos impulsos para -llevar al individuo su perfeccin en todos sentidos; es nada menos -que el primero, el ms indispensable, el ms fecundo elemento de la -verdadera civilizacin.[1] - - - - -CAPITULO XXIV - - -Hemos visto lo que debe al Catolicismo el individuo; veamos ahora -lo que le debe la familia. Claro es que, si el Catolicismo es quien -ha perfeccionado al individuo, siendo ste el primer elemento de la -familia, la perfeccin de ella deber ser tambin mirada como obra -del Catolicismo; pero sin insistir en esta ilacin, quiero considerar -el mismo lazo de familia, y para esto es menester llamar la atencin -sobre la mujer. No recordar lo que era la mujer entre los antiguos, -ni lo que es todava en los pueblos que no son cristianos; la -historia, y aun ms la literatura de Grecia y Roma, nos daran de ello -testimonios tristes, ms bien vergonzosos; y todos los pueblos de -la tierra nos ofreceran abundantes pruebas de la verdad y exactitud -de la observacin de Buchanan, de que, dondequiera que no reine el -Cristianismo, hay una tendencia la degradacin de la mujer. - -Quizs el Protestantismo no quiera en esta parte ceder terreno al -Catolicismo, pretendiendo que, por lo que toca la mujer, en nada ha -perjudicado la Reforma la civilizacin europea. Pero, prescindiendo, -por de pronto, de si el Protestantismo acarre en este punto algunos -males, cuestin que se ventilar ms adelante, no puede al menos -ponerse en duda que, cuando l apareci, tena ya la religin catlica -concluda su obra por lo tocante la mujer: pues que nadie ignora -que el respeto y consideracin que se dispensa las mujeres, y la -influencia que ejercen sobre la sociedad, datan de mucho antes que del -primer tercio del siglo XVI. De lo que se deduce que el Catolicismo no -tuvo ni pudo tener al Protestantismo por colaborador, y que obr solo, -enteramente solo, en uno de los puntos ms cardinales de toda verdadera -civilizacin; y que, al confesarse generalmente que el Cristianismo ha -colocado la mujer en el rango que le corresponde, y que ms conviene -para el bien de la familia y de la sociedad, tributndose este elogio -al Cristianismo se le tributa al Catolicismo; pues que, cuando se -levantaba la mujer de la abyeccin, cuando se la alzaba al grado -de digna compaera del hombre, no existan esas sectas disidentes, -que tambin se apellidan cristianas; no haba ms Cristianismo que la -Iglesia catlica. - -Como el lector habr notado ya que en el decurso de esta obra no -se atribuyen al Catolicismo blasones y timbres, echando mano de -generalidades, sino que para fundarlos se desciende al pormenor de los -hechos, estar naturalmente esperando que se haga lo mismo aqu, y que -se indique cules son los medios de que se ha valido el Catolicismo -para dar la mujer consideracin y dignidad: no quedar el lector -defraudado en su esperanza. - -Por de pronto, y antes de bajar pormenores, es menester observar que - mejorar el estado de la mujer debieron de contribuir sobremanera -las grandiosas ideas del Cristianismo sobre la humanidad; ideas que, -comprendiendo al varn como la hembra, sin diferencia ninguna, -protestaban vigorosamente contra el estado de envilecimiento en que -se tena esa preciosa mitad del linaje humano. Con la doctrina -cristiana quedaban desvanecidas para siempre las preocupaciones contra -la mujer; igualada con el varn en la unidad de origen y destino y en -la participacin de los dones celestiales, admitida en la fraternidad -universal de los hombres entre s y con Jesucristo, considerada -tambin como hija de Dios y coheredera de Jesucristo, como compaera -del hombre, no como esclava, ni como vil instrumento de placer, deba -callar aquella filosofa que se haba empeado en degradarla; y aquella -literatura procaz que con tanta insolencia se desmandaba contra las -mujeres, hallaba un freno en los preceptos cristianos, y una reprensin -elocuente en el modo lleno de dignidad con que, ejemplo de la -Escritura, hablaban de ella todos los autores eclesisticos. - -Pero, pesar del benfico influjo que por s mismas haban de -ejercer las doctrinas cristianas, no se hubiera logrado cumplidamente -el objeto, si la Iglesia no tomara tan pecho el llevar cabo la -obra ms necesaria, ms imprescindible para la buena organizacin -de la familia y de la sociedad: hablo de la reforma del matrimonio. -La doctrina cristiana es en esta parte muy sencilla: _uno con una, -y para siempre_; pero la doctrina no era bastante, no encargarse -de su realizacin la Iglesia, no sostener esa realizacin con -firmeza inalterable; porque las pasiones, y sobre todo las del varn, -braman contra semejante doctrina, y la hubieran pisoteado sin duda, - no estrellarse contra el insalvable valladar que no les ha dejado -vislumbrar ni la ms remota esperanza de victoria. Y querr tambin -gloriarse de haber formado parte del valladar el Protestantismo, que -aplaudi con insensata algazara el escndalo de Enrique VIII, que se -dobleg tan villanamente las exigencias de la voluptuosidad del -landgrave de Hesse-Cassel? Qu diferencia tan notable! Por espacio -de muchos siglos, en medio de las ms varias y muchas veces terribles -circunstancias, lucha impvida la Iglesia catlica con las pasiones de -los potentados, para sostener sin mancilla la santidad del matrimonio: -ni los halagos ni las amenazas nada pueden recabar de Roma que sea -contrario la enseanza del Divino Maestro, y el Protestantismo, al -primer choque, , mejor dir, al asomo del ms ligero compromiso, al -solo temor de malquistarse con un prncipe, y no muy poderoso, cede, se -humilla, consiente la poligamia, hace traicin su propia conciencia, -abre ancha puerta las pasiones para que puedan destruir la santidad -del matrimonio, esa santidad que es la ms segura prenda del bien de -las familias, la primera piedra sobre que debe cimentarse la verdadera -civilizacin. - -Ms cuerda en este punto la sociedad protestante que los falsos -reformadores, empeados en dirigirla, rechaz con admirable buen -sentido las consecuencias de semejante conducta; y ya que no conservase -las doctrinas del Catolicismo, sigui al menos la saludable tendencia -que l le haba comunicado, y la poligamia no se estableci en Europa. -Pero la historia conservar los hechos que muestran la debilidad de -la llamada Reforma, y la fuerza vivificante del Catolicismo: ella -dir quin se debe que en medio de los siglos brbaros, en medio -de la ms asquerosa corrupcin, en medio de la violencia y ferocidad -por doquiera dominantes, tanto en el perodo de la fluctuacin de los -pueblos invasores, como en el del feudalismo, como en el tiempo en que -descollaba ya prepotente el podero de los reyes, ella dir, repito, -quin se debe que el matrimonio, el verdadero paladin de la sociedad, -no fuera doblegado, torcido, hecho trizas, y que el desenfreno de la -voluptuosidad no campease con todo su mpetu, con todos sus caprichos, -llevando en pos de s la desorganizacin ms profunda, adulterando el -carcter de la civilizacin europea, y lanzndola en la honda sima en -que yacen desde muchos siglos los pueblos del Asia. - -Los escritores parciales pueden registrar los anales de la historia -eclesistica para encontrar desavenencias entre papas y prncipes, y -echar en cara la Corte de Roma su espritu de _terca intolerancia_ -con respecto la santidad del matrimonio; pero, si no los cegara el -espritu de partido, comprenderan que, si esa _terca intolerancia_ -hubiera aflojado un instante, si el Pontfice de Roma hubiese -retrocedido ante la impetuosidad de las pasiones un solo paso, una vez -dado el primero, encontrbase una rpida pendiente, y al fin de sta, -un abismo; comprenderan el espritu de verdad, la honda conviccin, la -viva fe de que est animada esa augusta Ctedra, ya que nunca pudieron -consideraciones ni temores de ninguna clase hacerla enmudecer, cuando -se ha tratado de recordar todo el mundo, y muy en particular -los potentados y los reyes: _sern dos en una carne; lo que Dios -uni, no lo separe el hombre_; comprenderan que, si los papas se han -mostrado inflexibles en este punto, aun riesgo de los desmanes de -los reyes, adems de cumplir con el sagrado deber que les impona el -augusto carcter de jefes del Cristianismo, hicieron una obra maestra -en poltica, contribuyeron grandemente al sosiego y bienestar de los -pueblos: porque los casamientos de los prncipes, dice Voltaire, -forman en Europa el destino de los pueblos, y nunca se ha visto una -corte libremente entregada la prostitucin, sin que hayan resultado -revoluciones y sediciones. (_Ensayo sobre la historia gener., tom. 3, -cap. 101._) - -Esta observacin tan exacta de Voltaire bastara para vindicar los -papas, y con ellos al Catolicismo, de las calumnias de miserables -detractores; pero, si esa reflexin no se concreta al orden poltico -y se la extiende al orden social, crece todava en valor, y adquiere -una importancia inmensa. La imaginacin se asombra al pensar en lo que -hubiera acontecido, si esos reyes brbaros en quienes el esplendor de -la prpura no bastaba encubrir al hijo de las selvas, si esos fieros -seores encastillados en sus fortalezas, cubiertos de hierro y rodeados -de humildes vasallos, no hubieran encontrado un dique en la autoridad -de la Iglesia; si al echar alguna belleza una mirada de fuego, si al -sentir con el nuevo ardor que se engendraba en su pecho el fastidio -por su legtima esposa, no hubiesen tropezado con el recuerdo de una -autoridad inflexible. Podan, es verdad, cometer una tropela contra -el obispo, hacer que enmudeciese con el temor los halagos; podan -violentar los votos de un concilio particular, hacerse un partido -con amenazas, con la intriga y el soborno; pero all, en obscura -lontananza, divisaban la cpula del Vaticano, la sombra del Sumo -Pontfice se les apareca como una visin aterradora; all perdan la -esperanza, era intil combatir: el ms encarnizado combate no poda -dar por resultado la victoria; las intrigas ms maosas, los ruegos -ms humildes, no recabarn otra respuesta que: _uno con una, y para -siempre_. - -La simple lectura de la historia de la Edad Media, aquella escena -de violencias, donde se retrata con toda viveza el hombre brbaro -forcejando por quebrantar los lazos que pretende imponerle la -civilizacin; con slo recordar que la Iglesia deba estar siempre -en vigilante guarda, no tan slo para que no se hiciesen pedazos los -vnculos del matrimonio, sino tambin para que no fuesen vctimas de -raptos y tropelas las doncellas, aun las consagradas al Seor; salta -los ojos que, si la Iglesia catlica no se hubiese opuesto como un muro -de bronce al desbordamiento de la voluptuosidad, los palacios de los -prncipes y castillos de los seores se habran visto con su serrallo y -harn, y siguiendo por la misma corriente las dems clases, quedara la -mujer europea en el mismo abatimiento en que se encuentra la musulmana. -Y, ya que acabo de mentar los sectarios de Mahoma, recordar aqu -los que pretenden explicar la monogamia y poligamia slo por razones de -clima, que los cristianos y mahometanos se hallaron por largo tiempo -en los mismos climas, y que con las vicisitudes de ambos pueblos se -han establecido las respectivas religiones, ora en climas ms rgidos, -ora en ms templados y suaves; y, sin embargo, no se ha visto que las -religiones se acomodasen al clima, sino que antes bien el clima ha -tenido, por decirlo as, que doblegarse las religiones. - -Gratitud eterna deben los pueblos europeos al Catolicismo, por -haberles conservado la monogamia, que no dudarlo ha sido una de las -causas que ms han contribudo la buena organizacin de la familia -y al realce de la mujer. Cul sera ahora la situacin de Europa, -qu consideracin disfrutara la mujer, si Lutero, el fundador del -Protestantismo, hubiese alcanzado inspirar la sociedad la misma -indiferencia en este punto que l manifiesta en su _Comentario sobre -el Gnesis_? Por lo que toca saber, dice Lutero, si se pueden tener -muchas mujeres, la autoridad de los patriarcas nos deja en completa -libertad; y aade despus que _esto no se halla ni permitido, ni -prohibido, y que l por s no decide nada_. Desgraciada Europa, si -semejantes palabras, salidas nada menos que de la boca de un hombre que -arrastr en pos de su secta tantos pueblos, se hubiesen pronunciado -algunos siglos antes, cuando la civilizacin no haba recibido -todava bastante impulso para que, pesar de las malas doctrinas, -pudiese seguir en los puntos ms capitales una direccin certera! -Desgraciada Europa, si la sazn en que escriba Lutero, no se -hallaran ya muy formadas las costumbres, y si la buena organizacin -dada la familia por el Catolicismo, no tuviera ya races demasiado -profundas para ser arrancadas por la mano del hombre! El escndalo -del landgrave de Hesse-Cassel, buen seguro que no fuera un ejemplo -aislado, y la culpable condescendencia de los doctores luteranos habra -tenido resultados bien amargos. De qu sirvieran, para contener la -impetuosidad feroz de los pueblos brbaros y corrompidos, aquella fe -vacilante, aquella incertidumbre, aquella cobarde flojedad con que se -amilanaba la Iglesia protestante, la sola exigencia de un prncipe -como el landgrave? Cmo sostuviera una lucha de siglos, la que al -primer amago del combate ya se rinde, la que antes del choque ya se -quebranta? - -Al lado de la monogamia, puede decirse que figura por su alta -importancia la indisolubilidad del matrimonio. Aquellos que se apartan -de la doctrina de la Iglesia opinando que es til en ciertos casos -permitir el divorcio, de tal manera que se considere, como suele -decirse, disuelto el vnculo, y que cada uno de los consortes pueda -pasar segundas nupcias, no me podrn negar que miran el divorcio como -un remedio, y remedio peligroso, de que el legislador echa mano duras -penas, slo en consideracin la malicia la flaqueza; no me podrn -negar que el multiplicarse mucho los divorcios acarreara males de -gravsima cuenta, y que, para prevenirlos en aquellos pases donde las -leyes civiles consienten este abuso, es menester rodear la permisin -de todas las precauciones imaginables; y, por consiguiente, tampoco me -podrn disputar que el establecer la indisolubilidad como principio -moral, el cimentarla sobre motivos que ejercen poderoso ascendiente -sobre el corazn, el seguir la marcha de las pasiones, tenindolas de -la mano para que no se desven por tan resbaladiza pendiente, es un -eficaz preservativo contra la corrupcin de costumbres, es una garanta -de tranquilidad para las familias, es un firme reparo contra gravsimos -males que vendran inundar la sociedad; y, por tanto, que obra -semejante es la ms propia, la ms digna de ser objeto de los cuidados -y del celo de la verdadera religin. Y qu religin ha cumplido con -este deber, sino la catlica? Cul ha desempeado ms cumplidamente -tan penosa y saludable tarea? Ha sido el Protestantismo, que ni -alcanz penetrar la profundidad de las razones que guiaban en este -particular la conducta de la Iglesia catlica? - -Los protestantes, arrastrados por su odio la Iglesia romana, y -llevados del prurito de innovarlo todo, creyeron hacer una gran reforma -secularizando, por decirlo as, el matrimonio, y declamando contra -la doctrina catlica, que le miraba como un verdadero sacramento. No -cumplira mi objeto el entrar aqu en una controversia dogmtica -sobre esta cuestin; bstame hacer notar que fu grave desacuerdo -despojar el matrimonio del augusto sello de un sacramento, y que con -semejante paso se manifest el Protestantismo muy escaso conocedor del -corazn humano. El considerar el matrimonio, no como un mero contrato -civil, sino como un verdadero sacramento, era ponerle bajo la augusta -sombra de la religin, y elevarle sobre la turbulenta atmsfera de las -pasiones: quin puede dudar que todo esto se necesita cuando se trata -de poner freno la pasin ms viva, ms caprichosa, ms terrible del -corazn del hombre? Quin duda que para producir este efecto no son -bastante las leyes civiles, y que son menester motivos que, arrancando -de ms alto origen, ejerzan ms eficaz influencia? - -Con la doctrina protestante se echaba por tierra la potestad de la -Iglesia en asuntos matrimoniales, quedando exclusivamente en manos de -la potestad civil. Quizs no faltar quien piense que este ensanche -dado la potestad secular no poda menos de ser altamente provechoso - la causa de la civilizacin, y que el arrojar de este terreno -la autoridad eclesistica fu un magnfico triunfo sobre aejas -preocupaciones, una utilsima conquista sobre usurpaciones injustas. -Miserables! Si se albergaran en vuestra mente elevados conceptos, -si vibraran en vuestros pechos aquellas harmoniosas cuerdas, que -dan un conocimiento delicado y exacto de las pasiones del hombre, y -que inspiran los medios ms propsito para dirigirlas, vierais, -sintierais que el poner el matrimonio bajo el manto de la religin, -substrayndolo, en cuanto cabe, de la intervencin profana, era -purificarle, era embellecerle, era rodearle de hermossimo encanto, -porque se colocaba bajo inviolable salvaguardia aquel precioso tesoro, -que con slo una mirada se aja, que con un levsimo aliento se empaa. -Tan mal os parece un denso velo corrido la entrada del tlamo -nupcial, y la religin guardando sus umbrales con ademn severo? - - - - -CAPITULO XXV - - -Pero, se nos dir los catlicos: no encontris vuestras doctrinas -sobrado duras, demasiado rigurosas? no adverts que esas doctrinas -prescinden de la flaqueza y volubilidad del corazn humano, que -le exigen sacrificios superiores sus fuerzas? no conocis que -es inhumano sujetar la rigidez de un principio las afecciones -ms tiernas, los sentimientos ms delicados, las inspiraciones ms -livianas? Concebs toda la dureza que entraa una doctrina que se -empea en mantener unidos, amarrados con el lazo fatal, dos seres que -ya no se aman, que ya se causan mutuo fastidio, que quiz se aborrecen -con un odio profundo? estos seres que suspiran por su separacin, -que antes quisieran la muerte que permanecer unidos, responderles con -un _jams_, con un _eterno jams_, mostrndoles, al propio tiempo, -el sello divino, que se grab en su lazo en el momento solemne de -recibir el sacramento del matrimonio, no es olvidar todas las reglas -de la prudencia, no es un proceder desesperante? No vale algo ms la -indulgencia del Protestantismo, que, acomodndose la flaqueza humana, -se presta ms fcilmente lo que exige, veces nuestro capricho, -veces nuestra debilidad? - -Es necesario contestar esta rplica, disipar la ilusin que pueden -causar ese linaje de argumentos, muy propsito para inducir un -errado juicio, seduciendo de antemano el corazn. En primer lugar, -es exagerado el decir que, con el sistema catlico, se reduzca un -extremo desesperante los esposos desgraciados. Casos hay en que -la prudencia demanda que los consortes se separen, y entonces no -se oponen la separacin, ni las doctrinas ni las prcticas de la -Iglesia catlica. Verdad es que no se disuelve por eso el vnculo -del matrimonio, ni ninguno de los consortes queda libre para pasar -segundas nupcias; pero hay ya lo bastante para que no se pueda suponer -tiranizados ninguno de los dos; no se les obliga vivir juntos, y, -de consiguiente, no sufren ya el tormento, la verdad intolerable, de -permanecer siempre reunidas dos personas que se aborrecen. - -Pero bien, se nos dir, una vez separados los consortes, no se -les atormenta con la cohabitacin, que les era tan penosa, pero se -les priva de pasar segundas nupcias, y, por tanto, se les veda -el satisfacer otra pasin que pueden abrigar en su pecho, y que -quiz fu la causa del fastidio aborrecimiento, de que resultaron -la discordia y la desdicha en el primer matrimonio. Por qu no se -considera entonces este matrimonio como disuelto del todo, quedando -enteramente libres ambos consortes? Por qu no se les permite seguir -las afecciones de su corazn, que, fijado ya sobre otro objeto, les -augura das ms felices? Aqu, donde la salida parece ms difcil, -donde la fuerza de la dificultad se presenta ms apremiadora, aqu es -donde puede alcanzar el Catolicismo un triunfo ms sealado, aqu es -donde puede mostrar ms claramente cun profundo es su conocimiento del -corazn del hombre, cun sabias son en este punto sus doctrinas, cun -previsora y atinada su conducta. Lo que parece rigor excesivo, no es -ms que una severidad necesaria; y que, tanto dista de merecer la tacha -de cruel, que antes bien es para el hombre una prenda de sosiego y -bienestar. primera vista no se concibe cmo puede ser as, y, por lo -mismo, ser menester desentraar este asunto, descendiendo, en cuanto -posible sea, un profundo examen de los principios que justifican la -luz de la razn la conducta observada por el Catolicismo, no slo por -lo tocante al matrimonio, sino tambin en todo lo relativo al corazn -humano. - -Cuando se trata de dirigir las pasiones, se ofrecen dos sistemas de -conducta. Consiste el uno en condescender, el otro en resistir. En el -primero se retrocede delante de ellas medida que avanzan; nunca se -les opone un obstculo invencible, nunca se las deja sin esperanza; se -les seala en verdad una lnea para que no pasen de ciertos lmites, -pero se les deja conocer que, si se empean en pisarla, esta lnea -se retirar un poco ms; por manera que la condescendencia est en -proporcin con la energa y con la obstinacin de quien la exige. En -el segundo, tambin se marca las pasiones una lnea, de la que no -pueden pasar; pero esta lnea es fija, inmvil, resguardada en toda su -extensin por un muro de bronce. En vano lucharan para salvarla; no -les queda ni una sombra de esperanza; el principio que las resiste no -se alterar jams; no consentir transacciones de ninguna clase. No les -queda recurso de ninguna especie, no ser que quieran pasar adelante -por el nico camino que nunca puede cerrarse la libertad humana: -el de la maldad. En el primer sistema, se permite el desahogo para -prevenir la explosin; en el segundo, no se consiente que principie -el incendio, para no verse obligado contener su progreso; en aqul, -se temen las pasiones cuando estn en su nacimiento, y se confa -limitarlas cuando hayan crecido; en ste, se concepta que, si no es -fcil contenerlas cuando son pequeas, lo ser mucho menos cuando sean -grandes; en el uno, se procede en el supuesto de que las pasiones -con el desahogo se disipan y se debilitan; en el otro, se cree que -satisfacindose no se sacan, y que antes bien se hacen ms sedientas. - -Generalmente hablando, puede decirse que el Catolicismo sigue el -segundo sistema; es decir, que, en tratando con las pasiones, su regla -constante es atajarlas en los primeros pasos; dejarlas, en cuanto -cabe, sin esperanza; ahogarlas, si es posible, en la misma cuna. Y es -necesario advertir que hablamos aqu de la severidad con las pasiones, -no con el hombre que las tiene; que es muy compatible no transigir con -la pasin, y ser indulgente con la persona apasionada; ser inexorable -con la culpa, y sufrir benignamente al culpable. Por lo tocante al -matrimonio, ha seguido este sistema con una firmeza que asombra; el -Protestantismo ha tomado el camino opuesto; ambos convienen en que -el divorcio que llevare consigo la disolucin del vnculo, es un mal -gravsimo; pero la diferencia est en que, segn el sistema catlico, -no se deja entrever ni siquiera la esperanza de que pueda venir el -caso de esa disolucin, pues se la veda absolutamente, sin restriccin -alguna, se la declara imposible, cuando en el sistema protestante se la -puede consentir en ciertos casos; el Protestantismo no tiene para el -matrimonio un sello divino que garantice su perpetuidad, que lo haga -inviolable y sagrado; el Catolicismo tiene este sello, le imprime en -el misterioso lazo, y en adelante queda el matrimonio bajo la guarda de -un smbolo augusto. - -Cul de las dos religiones es ms sabia en este punto? cul procede -con ms acierto? Para resolver esta cuestin, prescindiendo, como -prescindimos aqu, de las razones dogmticas, y de la moralidad -intrnseca de los actos humanos que forman el objeto de las leyes cuyo -examen nos ocupa, es necesario determinar cul de los dos sistemas -arriba descritos es ms propsito para el manejo y direccin de -las pasiones. Meditando sobre la naturaleza del corazn del hombre y -atenindonos lo que nos ensea la experiencia de cada da, puede -asegurarse que el medio ms adaptado para enfrenar una pasin es -dejarla sin esperanza; y que el condescender con ella, el permitirle -continuos desahogos, es incitarla ms y ms, es juguetear con el fuego -al rededor del combustible, dejarle que prenda en l una y otra vez, -con la vana confianza de que siempre ser fcil apagar el incendio. - -Demos una rpida ojeada sobre las pasiones ms violentas, y observemos -cul es su curso ordinario, segn el sistema que con ellas se practica. -Ved al jugador, ese hombre dominado por un desasosiego indefinible, -que abriga al mismo tiempo una codicia insaciable y una prodigalidad -sin lmites, que ni se contenta con la ms inmensa fortuna, ni vacila -en aventurarla un azar de un momento, que en medio del mayor -infortunio suea todava en grandes tesoros, que corre afanoso y -sediento en pos de un objeto, que parece el oro, y que, sin embargo, -no lo es, pues que su posesin no le satisface; ved ese hombre, cuyo -corazn inquieto slo puede vivir en medio de la incertidumbre, del -riesgo, suspenso entre el temor y la esperanza, y que, al parecer, -se complace en esa rpida sucesin de vivas sensaciones que de -continuo le sacuden y atormentan: cul es el remedio para curarle -de esa enfermedad, de esa fiebre devoradora? Aconsejadle un sistema -de condescendencia, decidle que juegue, pero que se limite cierta -cantidad, ciertas horas, ciertos lugares; qu lograris? Nada, -absolutamente nada. Si estos medios pudieran servir de algo, no habra -jugador en el mundo que no se hubiese curado de su pasin; porque -ninguno hay que no se haya fijado mil veces s mismo esos lmites, -que no se haya dicho mil veces: jugars no ms que hasta tal hora, -no ms que en este aquel lugar, no ms que sobre tal cantidad. Con -estos paliativos, con estas precauciones impotentes, qu le sucede -al desgraciado jugador? Que se engaa miserablemente, que la pasin -transige para cobrar fuerzas y asegurar mejor la victoria, que va -ganando terreno, que va ensanchando el crculo prefijado, y que vuelve - los primeros excesos, si no otros mayores. Queris curarle de -raz? Si algn remedio queda, ser, no lo dudis, abstenerse desde -luego completamente. Esto, primera vista, ser ms doloroso, pero -en la prctica ser ms fcil; desde que la pasin vea cerrada toda -esperanza, empezar debilitarse, y al fin desaparecer. No creo que -ninguna persona experimentada tenga la menor duda sobre la exactitud de -lo que acabo de decir; y que no convenga conmigo en que el mejor medio -de ahogar esa formidable pasin es quitarle de una vez todo pbulo, -dejarla sin esperanza. - -Vamos otro ejemplo ms allegado al objeto que principalmente me -propongo dilucidar. Supongamos un hombre seoreado por el amor; -creis que, para curarle de su mal, ser conveniente consentirle un -desahogo, concedindole ocasiones, bien que menos frecuentes, de ver - la persona amada? Parceos si podr serle saludable el permitirle -la continuacin, vedndole, empero, la frecuencia? Se apagar, se -amortiguar siquiera con esa precaucin, la llama que arde en su -pecho? Es cierto que no: la misma compresin de esta llama acarrear -su aumento, y multiplicar su fuerza; y como, por otra parte, se le va -dando algn pbulo, si bien ms escaso, y se le deja un respiradero por -donde puede desahogarse, ir ensanchando cada da ese respiradero, -hasta que, al fin, alcance desembarazarse del obstculo que la -resiste. Pero quitad esa pasin la esperanza; empead al amante -en un largo viaje, poned de por medio algunos impedimentos que no -dejen entrever como probable, ni siquiera posible, el logro del fin -deseado; y entonces, salvas algunas rarsimas excepciones, conseguiris -primero la distraccin, y en seguida el olvido. No es esto lo que -est enseando cada paso la experiencia? No es ste el remedio que -la misma necesidad sugiere todos los das los padres de familia? Las -pasiones son como el fuego: se apaga si se le echa agua en abundancia; -pero se enardece con ms viveza, si el agua es poca insuficiente. - -Pero elevemos nuestra consideracin, coloqumonos en un horizonte ms -vasto, y observemos las pasiones obrando en un campo ms extenso, -y en regiones de mayor altura. Cul es la causa de que, en pocas -tormentosas, se exciten tantas y tan enrgicas pasiones? Es que todas -conciben esperanzas de satisfacerse; es que, volcadas las clases ms -elevadas, y destrudas las instituciones ms antiguas y colosales, -y reemplazadas por otras que antes eran imperceptibles, todas las -pasiones ven abierto el camino para medrar en medio de la confusin -y de la borrasca. Ya no existen las barreras que antes parecan -insalvables, y cuya sola vista, no dejaba nacer la pasin, la -ahogaba en su misma cuna; todo ha quedado abierto, sin defensa; slo se -necesita valor y constancia para saltar intrpido por en medio de los -escombros y ruinas que se han amontonado con el derribo de lo antiguo. - -Considerada la cosa en abstracto, no hay absurdo ms palpable que la -monarqua hereditaria, que la sucesin en la corona asegurada una -familia donde cada paso puede encontrarse sentado en el solio, -un nio, un imbcil, un malvado; y, sin embargo, en la prctica -nada hay ms sabio, ms prudente, ms previsor. As lo ha enseado la -experiencia de largos siglos, as con esa enseanza lo conoce bien -claro la razn, as lo han aprendido con tristes escarmientos los -desgraciados pueblos que han tenido la monarqua electiva. Y esto, -por qu? Por la misma razn que estamos ponderando: porque con la -monarqua hereditaria se cierra toda puerta la esperanza de una -ambicin desmesurada; porque, de otra suerte, abriga la sociedad un -eterno germen de agitacin y revueltas, promovidas por todos los que -pueden concebir alguna esperanza de empuar un da el mando supremo. -En tiempos sosegados, y en una monarqua hereditaria, llegar ser -rey un particular, por rico, por noble, por sabio, por valiente, por -distinguido que sea de cualquier modo, es un pensamiento insensato, -que ni siquiera asoma en la mente del hombre; pero cambiad las -circunstancias, introducid la probabilidad, tan slo una remota -posibilidad, y veris como no faltan luego fervientes candidatos. - -Fcil sera desenvolver ms semejante doctrina, haciendo de ella -aplicacin todas las pasiones del hombre; pero estas indicaciones -bastan para convencer que, cuando se trata de sojuzgar una pasin, lo -primero que debe hacerse es oponerle una valla insuperable, que no le -deje esperanza alguna de pasar adelante; entonces la pasin se agita -por algunos momentos, se levanta contra el obstculo que la resiste; -pero, encontrndole inmvil, retrocede, se abate, y cual las olas del -mar se acomoda murmurando al nivel que se le ha sealado. - -Hay en el corazn humano una pasin formidable que ejerce poderosa -influencia sobre los destinos de la vida, y que con sus ilusiones -engaosas y seductoras labra no pocas veces una larga cadena de dolor -y de infortunio. Teniendo un objeto necesario para la conservacin del -humano linaje, y encontrndose en cierto modo en todos los vivientes -de la naturaleza, revstese, sin embargo, de un carcter particular, -con slo abrigarse en el alma de un ser inteligente. En los brutos -animales, el instinto la gua de un modo admirable, limitndola lo -necesario para la conservacin de las especies; pero, en el hombre, -el instinto se eleva pasin; y esta pasin, nutrida y avivada por el -fuego de la fantasa, refinada con los recursos de la inteligencia, -y veleidosa inconstante por estar bajo la direccin de un libre -albedro, que puede entregarse tantos caprichos cuantas son las -impresionas que reciben los sentidos y el corazn, se convierte en un -sentimiento vago, voluble, descontentadizo, insaciable; parecido al -malestar de un enfermo calenturiento, al frenes de un delirante, que -ora divaga por un ambiente embalsamado de pursimos aromas, ora se -agita convulsivo con las ansias de la agona. - -Quin es capaz de contar la variedad de formas bajo las cuales se -presenta esa pasin engaosa, y la muchedumbre de lazos que tiende -los pies del desgraciado mortal? Observadla en su nacimiento, seguidla -en su carrera, hasta el fin de ella, cuando toca su trmino y se -extingue como una lmpara moribunda. Asoma apenas el leve bozo en el -rostro del varn, dorando graciosamente una faz tierna y sonrosada, -y ya brota en su pecho como un sentimiento misterioso, le inquieta y -desasosiega, sin que l mismo conozca la causa. Una dulce melancola -se desliza en su corazn, pensamientos desconocidos divagan por su -mente, sombras seductoras revolotean por su fantasa, un imn secreto -obra sobre su alma, una seriedad precoz se pinta en su semblante, -todas sus inclinaciones toman otro rumbo; ya no le agradan los juegos -de la infancia, todo le hace augurar una vida nueva, menos inocente, -menos tranquila; la tormenta no ruge an, el cielo no se ha encapotado -todava, pero los rojos celajes que le matizan son un triste presagio -de lo que ha de venir. Llega, entre tanto, la adolescencia, y lo que -antes era un sentimiento vago, misterioso, incomprensible al mismo -que le abrigaba, es, desde entonces, ms pronunciado, los objetos se -esclarecen y se presentan como son en s, la pasin los ve, y ellos -se encamina. Pero no creis que por esto la pasin sea constante; es -tan vana, tan voluble y caprichosa, como los objetos que se le van -presentando; corre sin cesar en pos de ilusiones, persiguiendo sombras, -buscando una satisfaccin que nunca encuentra, esperando una dicha que -jams llega. Exaltada la fantasa, hirviendo el corazn, arrebatada el -alma entera, sojuzgada en todas sus facultades, rodase el ardiente -joven de las ms brillantes ilusiones, comuncalas cuanto le -circunda, presta la luz del cielo un fulgor ms esplendente, reviste -la faz de la tierra de un verdor ms lozano, de colores ms vivos, -esparciendo por doquiera el reflejo de su propio encanto. - -En la edad viril, cuando el pensamiento es ms grave y ms fijo, -cuando el corazn ha perdido de su inconstancia, cuando la voluntad -es ms firme y los propsitos ms duraderos, cuando la conducta que -debe regir los destinos de la vida est ya sujeta una norma, y como -encerrada en un carril, todava se agita en el corazn del hombre -esa pasin misteriosa, todava le atormenta con inquietud incesante. -Slo que entonces, con el mayor desarrollo de la organizacin fsica, -la pasin es ms robusta y ms enrgica; slo que entonces, con el -mayor orgullo que inspiran al hombre la independencia de la vida, el -sentimiento de mayores fuerzas, y la mayor abundancia de medios, la -pasin es ms decidida, ms osada, ms violenta; as como, fuerza -de los desengaos y escarmientos que le ha dado la experiencia, se ha -hecho ms cautelosa, ms previsora, ms astuta; no anda acompaada de -la candidez de los primeros aos, sino que sabe aliarse con el clculo, -sabe marchar su fin por caminos ms encubiertos, sabe echar mano de -medios ms acertados. Ay del hombre que no se precave tiempo contra -semejante enemigo! Consumir su existencia en una agitacin febril; y -de inquietud en inquietud, de tormenta en tormenta, si no acaba con la -vida en la flor de sus aos, llegar la vejez dominado todava por -su pasin funesta; ella le acompaar hasta el sepulcro, con aquellas -formas asquerosas y repugnantes con que se pinta en un rostro surcado -por los aos, en unos ojos velados que auguran la muerte ya cercana. - -Ahora bien: cul es el sistema que conviene seguir para enfrenar esa -pasin y encerrarla en sus justos lmites, para impedir que acarree al -individuo la desdicha, las familias el desorden, las sociedades el -caos? La regla invariable del Catolicismo, as en la moral que predica, -como en las instituciones que plantea, es la _represin_. Ni siquiera -el deseo le consiente; y declara culpable los ojos de Dios quien -mirare una mujer con pensamiento impuro. Y esto por qu? Porque, -ms de la moralidad intrnseca que se encierra en la prohibicin, hay -una mira profunda en ahogar el mal en su origen; siendo muy cierto que -es ms fcil impedir al hombre el que se complazca en malos deseos, que -no el que se abstenga de satisfacerlos, despus de haberles dado cabida -en su abrasado corazn; porque hay una razn muy profunda en procurar -de esta suerte la tranquilidad del alma, no permitindole que, cual -sediento Tntalo, sufra con la vista del agua que huye de sus labios. -_Quid vis videre quod non licet habere?_ _Para qu quieres ver lo -que no puedes obtener?_ dice sabiamente el autor del admirable libro -_De la imitacin de Jesucristo_, compendiando as, en pocas palabras, -la sabidura que se encierra en la santa severidad de la doctrina -cristiana. - -Los lazos del matrimonio, sealando la pasin un objeto legtimo, -no ciegan, sin embargo, el manantial de agitacin y de caprichosa -inquietud que se alberga en el corazn. La posesin empalaga y -fastidia, la hermosura se marchita y se aja, las ilusiones se disipan, -el hechizo desaparece, y, encontrando el hombre una realidad que est -muy lejos de alcanzar los bellos sueos que se entregara all en -sus delirios una imaginacin fogosa, siente brotar en su pecho nuevos -deseos; y, cansado del objeto posedo, alimenta nuevas ilusiones, -buscando en otra parte aquella dicha ideal que se imaginaba haber -encontrado, y huyendo de la triste realidad, que as burla sus ms -bellas esperanzas. - -Dad entonces rienda suelta las pasiones del hombre, dejadle que -de un modo otro pueda alimentar la ilusin de hacerse feliz con -otros enlaces, que no se crea ligado para siempre y sin remedio la -compaera de sus das, y veris como el fastidio llegar ms pronto, -como la discordia ser ms viva y ruidosa; veris como los lazos -se aflojan luego de formados, como se gastan con poco tiempo, como -se rompen al primer impulso. Al contrario, proclamad la ley que no -excepte ni pobres ni ricos, ni dbiles ni potentados, ni - vasallos ni reyes; que no atienda diferencias de situacin, -de ndole, de salud, ni tantos otros motivos, que en manos de las -pasiones, y sobre todo entre los poderosos, fcilmente se convierten -en pretextos; proclamad esa ley como bajada del cielo, mostrad el lazo -del matrimonio como sellado con un sello divino; y las pasiones que -murmuran, decidles en alta voz que si quieren satisfacerse no tienen -otro camino que el de la inmoralidad; pero que la autoridad encargada -de la guarda de esa ley divina, jams se doblegar condescendencias -culpables, que jams consentir que se cubra con el velo de la dispensa -la infraccin del precepto divino, que jams dejar la culpa sin -el remordimiento, y entonces veris que las pasiones se abaten y se -resignan, que la ley se extiende, se afirma, y se arraiga hondamente -en las costumbres, y habris asegurado para siempre el buen orden y -la tranquilidad de las familias; y la sociedad os deber un beneficio -inmenso. Y he aqu cabalmente lo que ha hecho el Catolicismo, -trabajando para ello largos siglos; y he aqu lo que vena deshacer -el Protestantismo, si se hubiesen seguido generalmente en Europa sus -doctrinas y sus ejemplos; si los pueblos dirigidos no hubiesen tenido -ms cordura que sus directores. - -Los protestantes y los falsos filsofos, examinando las doctrinas y las -instituciones de la Iglesia catlica al travs de sus preocupaciones -rencorosas, no han acertado concebir qu servan los dos grandes -caracteres que distinguen siempre por doquiera los pensamientos y las -obras del Catolicismo: _unidad y fijeza_: _unidad_ en las doctrinas, -_fijeza_ en la conducta, sealando un objeto y marchando hacia l, sin -desviarse jams. Esto los ha escandalizado; y, despus de declamar -contra la _unidad_ de la doctrina, han declamado tambin contra la -_fijeza_ en la conducta. Si meditaran sobre el hombre, conocieran que -esta fijeza es el secreto de dirigirle, de dominarle, de enfrenar sus -pasiones cuando convenga, de exaltar su alma cuando sea menester, -hacindola capaz de los mayores sacrificios, de las acciones ms -heroicas. Nada hay peor para el hombre que la _incertidumbre_, que -la _indecisin_; nada que tanto le debilite y esterilice. Lo que es -el escepticismo al entendimiento, es la indecisin la voluntad. -Prescribidle al hombre un objeto fijo, y haced que se dirija hacia l: - l se dirigir y le alcanzar. Dejadle vacilando entre varios, que no -tenga para su conducta una norma fija, que no sepa cul es su porvenir, -que marche sin saber dnde va, y veris que su energa se relaja, -sus fuerzas se enflaquecen, hasta que se abate y se para. Sabis el -secreto con que los grandes caracteres dominan el mundo? Sabis cmo -son capaces ellos mismos de acciones heroicas, y cmo hacen capaces -de ellas cuantos los rodean? Porque tienen un objeto fijo para s, -y para los dems: porque le ven con claridad, le quieren con firmeza, -y se encaminan hacia l, sin dudas, sin rodeos, con esperanza firme, -con fe viva, sin consentir la vacilacin, ni en s mismos ni en los -otros. Alejandro, Csar, Napolen, y los dems hroes antiguos y -modernos, ejercan sin duda con el ascendiente de su genio una accin -fascinadora; pero el secreto de su predominio, de su pujanza, de su -impulso que todo lo arrollaba, era la unidad de pensamiento, la fijeza -del plan, que engendraban un carcter firme, aterrador, dndoles sobre -los dems hombres una superioridad inmensa. As pasaba Alejandro el -Grnico, y empezaba, y llevaba cabo su prodigiosa conquista del -Asia; as pasaba Csar el Rubicn, y ahuyentaba Pompeyo, y venca -en Farsalia, y se haca seor del mundo; as dispersaba Napolen los -habladores que estaban disertando sobre la suerte de Francia, venca en -Marengo, se cea la diadema de Carlomagno, y aterraba y asombraba el -mundo con los triunfos de Austerlitz y de Jena. - -Sin _unidad_ no hay orden, sin _fijeza_ no hay estabilidad; y en -el mundo moral como en el fsico, nada puede prosperar que no -sea ordenado y estable. As el Protestantismo, que ha pretendido -hacer progresar al individuo y la sociedad destruyendo la unidad -religiosa, introduciendo en las creencias y en las instituciones la -_multiplicidad_ y _movilidad_ del pensamiento privado, ha acarreado -por doquiera la confusin y el desorden, y ha desnaturalizado la -civilizacin europea, inoculando en sus venas un elemento desastroso, -que le ha causado y le causar todava gravsimos males. Y no puede -inferirse de esto que el Catolicismo est reido con el adelanto de los -pueblos, por la _unidad_ de sus doctrinas y la _fijeza_ de las reglas -de su conducta; pues tambin cabe que marche lo que es _uno_, tambin -cabe movimiento en un sistema que tenga _fijos_ algunos de sus puntos. -Este universo que nos asombra con su grandor, que nos admira con sus -prodigios, que nos encanta con su variedad y belleza, est sujeto la -_unidad_, y est regido por leyes fijas y constantes. - -Ved ah algunas de las razones que justifican la severidad del -Catolicismo; ved ah por qu no ha podido mostrarse condescendiente con -esa pasin que, una vez desenfrenada, no respeta linde ni barrera, que -introduce la turbacin en los corazones y el desorden en las familias, -que gangrena la sociedad, quitando las costumbres todo decoro, ajando -el pudor de las mujeres y rebajndolas del nivel de dignas compaeras -del hombre. En esta parte el Catolicismo es severo, es verdad; pero -esta severidad no poda renunciarla, sin renunciar al propio tiempo sus -altas funciones de depositario de la sana moral, de vigilante atalaya -por los destinos de la humanidad.[2] - - - - -CAPITULO XXVI - - -Ese anhelo del Catolicismo para cubrir con tupido velo los secretos -del pudor, y por rodear de moralidad y de recato la pasin ms procaz, -manifistase en sumo grado en la importancia que ha dado la virtud -contraria, hasta coronando con brillante aureola la entera abstinencia -de placeres sensuales: la _virginidad_. Cuanto haya contribudo -con esto el Catolicismo realzar la mujer, no lo comprendern -ciertamente los entendimientos frvolos, mayormente si andan guiados -por las inspiraciones de un corazn voluptuoso; pero no se ocultar - los que sean capaces de conocer que todo cuanto tiende llevar al -ms alto punto de delicadeza el sentimiento del pudor, todo cuanto -fortifica la moralidad, todo cuanto se encamina presentar una parte -considerable del bello sexo como un dechado de la virtud ms heroica, -todo esto se endereza tambin levantar la mujer sobre la turbia -atmsfera de las pasiones groseras, todo esto contribuye que no se -presente los ojos del hombre como un mero instrumento de placer, -todo esto sirve maravillosamente que, sin disminuirse ninguno de los -atractivos con que la ha dotado la naturaleza, no pase rpidamente de -triste vctima del libertinaje objeto de menosprecio y fastidio. - -La Iglesia catlica haba conocido profundamente esas verdades; y as, -mientras celaba por la santidad de las relaciones conyugales, mientras -creaba en el seno de las familias la bella dignidad de una matrona, -cubra con misterioso velo la faz de la virgen cristiana, y las esposas -del Seor eran guardadas como un depsito sagrado en la augusta -obscuridad de las sombras del santuario. Reservado estaba Lutero, -al grosero profanador de Catalina de Bor, el desconocer tambin en -este punto la profunda y delicada sabidura de la religin catlica; -digna empresa del fraile apstata, que despus de haber hecho pedazos -el augusto sello religioso del tlamo nupcial, se arrojase tambin -desgarrar con impdica mano el sagrado velo de las vrgenes consagradas -al Seor; digna empresa de las duras entraas del perturbador violento -el azuzar la codicia de los prncipes, para que se lanzasen sobre -los bienes de doncellas desvalidas, y las expulsaran de sus moradas, -atizando luego la voluptuosidad, y quebrantando todas las barreras -de la moral, para que, cual bandadas de palomas sin abrigo, cayesen -en las garras del libertinaje. Y qu? tambin as se aumentaba el -respeto debido al bello sexo? tambin as se acendraba el sentimiento -del pudor? tambin as progresaba la humanidad? tambin as daba -Lutero robusto impulso las generaciones venideras, bro al espritu -humano, medra y lozana la cultura y civilizacin? Quin que sienta -latir en su pecho un corazn sensible, podr soportar las desenvueltas -peroratas de Lutero, mayormente si ha ledo las bellsimas pginas de -los Ciprianos, de los Ambrosios, de los Jernimos y dems lumbreras de -la Iglesia catlica, sobre los altos timbres de una virgen cristiana? -En medio de siglos donde campeaba sin freno la barbarie ms feroz, -quin llevar mal encontrarse con aquellas solitarias moradas, donde -se albergan las esposas del Seor, preservando sus corazones de la -corrupcin del mundo, y ocupadas perennemente en levantar sus manos al -cielo para atraer hacia la tierra el roco de la divina misericordia? -Y en tiempos y pases ms civilizados, tan mal contrasta un asilo de -la virtud ms pura y acendrada, con un inmenso pilago de disipacin -y libertinaje? Tambin eran aquellas moradas un legado funesto de la -ignorancia, un monumento de fanatismo, en cuya destruccin se ocupaban -dignamente los corifeos de la Reforma protestante? Ah! si as fuere, -protestemos contra todo lo interesante y bello, ahoguemos en nuestro -corazn todo entusiasmo por la virtud, no conozcamos otro mundo que el -que se encierra en el crculo de las sensaciones ms groseras, que tire -el pintor su pincel y el poeta su lira, y, desconociendo todo nuestro -grandor y dignidad, digamos embrutecidos: _comamos y bebamos, que -maana moriremos_. - -No, la verdadera civilizacin no puede perdonarle jams al -Protestantismo esa obra inmoral impa; la verdadera civilizacin -no puede perdonarle jams el haber violado el santuario del pudor -y de la inocencia, el haber procurado con todas sus fuerzas que -desapareciese todo respeto la virginidad, pisando, de esta suerte, un -dogma profesado por todo el humano linaje; el no haber acatado lo que -acataron los griegos en sus sacerdotisas de Ceres, los romanos en sus -vestales, los galos en sus druidesas, los germanos en sus adivinas; el -haber llevado ms all la procacidad de lo que no hicieron jams los -disolutos pueblos del Asia, y los brbaros del nuevo continente. Mengua -es, por cierto, que se haya atacado en Europa lo que se ha respetado -en todas las partes del mundo; que se haya tachado de preocupacin -despreciable, una creencia universal del gnero humano, sancionada, -adems, por el Cristianismo. Dnde se ha visto una irrupcin de -brbaros que compararse pudiera al desbordamiento del Protestantismo -contra lo ms inviolable que debe haber entre los hombres? Quin di -el funesto ejemplo los perpetradores de semejantes crmenes en las -revoluciones modernas? - -Que, en medio de furores de una guerra, se atreva la barbarie de los -vencedores soltar el brutal desenfreno de la soldadesca sobre las -moradas de las vrgenes consagradas al Seor, esto se concibe muy -bien; pero, el perseguir por sistema estos santos establecimientos, -concitando contra ellos las pasiones del populacho, y atacando -groseramente la institucin en su origen y en su objeto, esto es ms -que inhumano y brutal, esto carece de nombre cuando lo hacen los mismos -que se precian de reformadores, de amantes del Evangelio puro, y que -se proclaman discpulos de Aquel que en sus sublimes consejos seal la -_virginidad_ como una de las virtudes ms hermosas que pueden esmaltar -la aureola de un cristiano. Y quin ignora que sta fu una de las -obras con ms ardor emprendidas por el Protestantismo? - -La mujer sin pudor ofrecer un cebo la voluptuosidad, pero no -arrastrar jams el alma con el misterioso sentimiento que se apellida -amor. Cosa notable! El deseo ms imperioso que se abriga en el corazn -de una mujer, es el de agradar, y tan luego como se olvida del pudor, -desagrada, ofende; as est sabiamente ordenado que sea el castigo de -su falta, lo que hiere ms vivamente su corazn. Por esta causa, todo -cuanto contribuye realzar en las mujeres ese delicado sentimiento, -las realza ellas mismas, las embellece, les asegura mayor predominio -sobre el corazn de los hombres, les seala un lugar ms distinguido, -as en el orden domstico como en el social. Estas verdades no las -comprendi el Protestantismo, cuando conden la _virginidad_. Sin duda -que esta virtud no es condicin necesaria para el pudor; pero es su -bello ideal, su tipo de perfeccin; y por cierto que el desterrar de la -tierra ese modelo, el negar su belleza, el condenarle como perjudicial, -no era nada propsito para conservar un sentimiento que est en -continua lucha con la pasin ms poderosa del corazn humano, y que -difcilmente se conserva en toda su pureza si no anda acompaado de las -precauciones ms exquisitas. Delicadsima flor, de hermosos colores -y suavsimo aroma, puede apenas sufrir el leve oreo del aura ms -apacible; su belleza se marchita con extremada facilidad, sus olores se -disipan como exhalacin pasajera. - -Pero, combatiendo la virginidad, se me hablar quizs de los -perjuicios que acarrea la poblacin, contndose como defraudadas -la multiplicacin del humano linaje las ofrendas que se hacen en las -aras de aquella virtud. Afortunadamente, las observaciones de los ms -distinguidos economistas han venido disipar este error proclamado -por el Protestantismo, y reproducido por la filosofa incrdula del -siglo XVIII. Los hechos han demostrado, de una manera convincente, dos -verdades, cual ms importantes, para vindicar las doctrinas y las -instituciones catlicas: 1. Que la felicidad de los pueblos no est -en proporcin necesaria con el aumento de su poblacin. 2. Que tanto -ese aumento como la disminucin dependen del concurso de tantas otras -causas, que el celibato religioso, si es que en algo figure entre -ellas, debe considerarse como de una influencia insignificante. - -Una religin mentida y una filosofa bastarda y egosta se empearon -en equiparar los secretos de la multiplicacin humana con la de los -otros vivientes. Prescindieron de todas las relaciones religiosas, no -vieron en la humanidad ms que un vasto plantel, en que no convena -dejar nada estril. As se allan el camino para considerar tambin al -individuo como una mquina de que deban sacarse todos los productos -posibles; para nada se pens en la caridad, en la sublime enseanza -de la religin sobre la dignidad y los destinos del hombre; y as la -industria se ha hecho cruel, y la organizacin del trabajo, planteada -sobre bases puramente materiales, aumenta el bienestar presente de los -ricos, pero amenaza terriblemente su porvenir. - -Hondos designios de la Providencia! La nacin que ha llevado ms -all estos principios funestos, encuntrase en la actualidad agobiada -de hombres y de productos. Espantosa miseria devora sus clases ms -numerosas, y toda la habilidad de los hombres que la dirigen no ser -parte desviarla de los escollos que se encamina, impelida por la -fuerza de los elementos que se entreg sin reserva. Los distinguidos -profesores de la universidad de Oxford, que, al parecer, van conociendo -los vicios radicales del Protestantismo, encontraran aqu abundante -objeto de meditacin para investigar hasta qu punto contribuyeron -los pretendidos reformadores del siglo XVI preparar la situacin -crtica, en que, pesar de sus inmensos adelantos, se encuentra la -Inglaterra. - -En el mundo fsico, todo est dispuesto con _nmero, peso y medida_; -las leyes del universo muestran, por decirlo as, un clculo infinito, -una geometra infinita; pero guardmonos de imaginarnos que todo -podemos expresarlo por nuestros mezquinos signos, que todo podemos -encerrarlo en nuestras reducidas combinaciones. Guardmonos, sobre -todo, de la insensata pretensin de semejar demasiado el mundo moral al -mundo fsico, de aplicar sin distincin aqul lo que slo es propio -de ste, y de trastornar con nuestro orgullo la misteriosa harmona -de la creacin. El hombre no ha nacido tan slo para _procrear_, no -es slo una rueda colocada en su puesto para funcionar en la gran -mquina del mundo. Es un ser imagen y semejanza de Dios, un ser -que tiene su destino superior cuanto le rodea sobre la tierra. No -rebajis su altura, no inclinis su frente al suelo inspirndole tan -slo pensamientos terrenos; no estrechis su corazn privndole de -sentimientos virtuosos y elevados, no dejndole otro gusto que el de -los goces materiales. Si sus pensamientos religiosos le llevan una -vida austera, si se apodera de su alma el generoso empeo de sacrificar -en las aras de su Dios los placeres de esta vida, por qu se lo habis -de impedir? con qu derecho le insultis, despreciando un sentimiento -que exige, por cierto, ms alto temple de alma que el entregarse -livianamente al goce de los placeres? - -Estas consideraciones, comunes ambos sexos, adquieren todava mayor -importancia cuando se aplican la mujer. Con su fantasa exaltada, -su corazn apasionado y su espritu ligero, necesita, aun ms que el -varn, de inspiraciones severas, de pensamientos serios, graves, que -contrapesen, en cuanto sea posible, aquella volubilidad con que recorre -todos los objetos, recibiendo con facilidad extrema las impresiones -de cuanto toca, y comunicndolas su vez, como un agente magntico, - cuantos la rodean. Dejad, pues, que una parte del bello sexo se -entregue una vida de contemplacin y austeridad, dejad que las -doncellas y las matronas tengan siempre la vista un modelo de todas -las virtudes, un sublime tipo de su ms bello adorno, que es el pudor; -esto no ser intil por cierto: esas vrgenes no son defraudadas, ni -la familia ni la sociedad; una y otra recobrarn con usura lo que os -imaginabais que haban perdido. - -En efecto: quin alcanza medir la saludable influencia que deben -de haber ejercido sobre las costumbres de la mujer, las augustas -ceremonias con que la Iglesia catlica solemniza la consagracin de -una virgen Dios? Quin puede calcular los santos pensamientos, las -castas inspiraciones que habrn salido de esas silenciosas moradas del -pudor, que ora se elevan en lugares retirados, ora en medio de ciudades -populosas? Creis que la doncella en cuyo pecho se agitara una pasin -ardorosa, que la matrona que diera cabida en su corazn inclinaciones -livianas, no habrn encontrado mil veces un freno su pasin, en el -solo recuerdo de la hermana, de la parienta, de la amiga, que all en -silencioso albergue levantaba al cielo un corazn puro, ofreciendo en -holocausto al Hijo de la Virgen, todos los encantos de la juventud y de -la hermosura? Esto no se calcula, es verdad; pero es cierto lo menos -que de all no sale un pensamiento liviano, que all no se inspira una -inclinacin voluptuosa; esto no se calcula, es verdad; pero tampoco se -calcula la saludable influencia que ejerce sobre las plantas el roco -de la maana, tampoco se calcula la accin vivificante de la luz sobre -la naturaleza, tampoco se calcula cmo el agua que se filtra en las -entraas de la tierra, la fecunda y fertiliza, haciendo brotar de su -seno vistosas flores y regalados frutos. - -Son tantas las causas cuya existencia y eficacia son indudables, y -que, sin embargo, no pueden sujetarse un clculo riguroso, que, si -buscamos la razn de la impotencia que caracteriza toda obra hija -exclusiva del pensamiento del hombre, la encontraremos en que l no -es capaz de abarcar el conjunto de relaciones que se complican en esa -clase de objetos, y no puede apreciar debidamente las influencias -indirectas, veces ocultas, veces imperceptibles, de puro delicadas. -Por eso viene el tiempo disipar tantas ilusiones, desmentir tantos -pronsticos, manifestar la debilidad de lo que se crea fuerte, y -la fuerza de lo que se crea dbil; y es que con el tiempo se van -desenvolviendo mil relaciones cuya existencia no se sospechaba, -se ponen en accin mil causas que no se conocan, quizs se -despreciaban; los efectos van creciendo, se van presentando de bulto, -hasta que, al fin, se crea una situacin nueva, donde no es posible -cerrar los ojos la evidencia de los hechos, donde no es dado resistir - la fuerza de las cosas. - -Y he aqu una de las sinrazones que ms chocan en los argumentos de -los enemigos del Catolicismo. No aciertan mirar los objetos sino por -un aspecto, no comprenden otra direccin de una fuerza que en lnea -recta; no ven que, as el mundo moral como el fsico, es un conjunto de -relaciones infinitamente variadas, de influencias indirectas, que obran - veces con ms eficacia que las directas; que todo forma un sistema de -correspondencia y harmona, donde no conviene aislar las partes sino -lo necesario para conocer mejor los lazos ocultos y delicados que las -unen con el todo; donde es necesario dejar que obre el tiempo, elemento -indispensable de todo desarrollo cumplido, de toda obra duradera. - -Permtaseme esa breve digresin para inculcar verdades que nunca se -tendr demasiado presentes, cuando se trate de examinar las grandes -instituciones fundadas por el Catolicismo. La filosofa tiene en la -actualidad que devorar amargos desengaos; vese precisada retractar -proposiciones avanzadas con demasiada ligereza, modificar principios -establecidos con sobrada generalidad; y todo este trabajo se hubiera -podido ahorrar, siendo un poco ms circunspecta en sus fallos, andando -con mayor mesura en el curso de sus investigaciones. Coligada con el -Protestantismo, declar guerra muerte las grandes instituciones -catlicas, clam por la excentralizacin moral y religiosa, y un -grito unnime se levanta de los cuatro ngulos del mundo civilizado -invocando un principio de unidad. El instinto de los pueblos le busca, -los filsofos ahondan en los secretos de la ciencia con la mira de -descubrirle; vanos esfuerzos! _Nadie puede poner otro fundamento que -el que est puesto ya_; su duracin responde de su solidez. - - - - -CAPITULO XXVII - - -Un celo incansable por la santidad del matrimonio, y un sumo cuidado -para llevar el sentimiento del pudor al ms alto punto de delicadeza, -son los dos polos de la conducta del Catolicismo para realzar la -mujer. stos son los grandes medios de que ech mano para lograr su -objeto; de ah procede el poder y la importancia de las mujeres en -Europa; y es muy falso lo que dice M. Guizot (Lec. 4) de que esta -particularidad de la civilizacin europea haya venido del seno del -feudalismo. No disputar sobre la mayor menor influencia que pudo -ejercer en el desarrollo de las costumbres domsticas; no negar que -el estado de aislamiento en que viva el seor feudal, el encontrar -siempre en su castillo su mujer, sus hijos y nadie ms que -ellos, el ser ellos siempre su compaa permanente, el participar ellos -solos de sus placeres y penas, el compartir sus intereses y destinos, -no hubiese de contribuir desenvolver las costumbres domsticas, y - que stas tomasen un grande y poderoso ascendiente sobre el jefe -de familia. Pero quin hizo que, al volver el seor su castillo, -encontrase tan slo una mujer, y no muchas? Quin le contuvo para -que no abusase de su podero, convirtiendo su casa en harn? Quin -le enfren para que no soltase la rienda sus pasiones, y de ellas no -hiciese vctimas las ms hermosas doncellas que vea en las familias -de sus rendidos vasallos? Nadie negar que quien esto hizo fueron las -doctrinas y las costumbres introducidas y arraigadas en Europa por la -Iglesia catlica, y las leyes severas con que opuso un firme valladar -al desbordamiento de las pasiones; y, por consiguiente, aun dado que el -feudalismo hubiera hecho el bien que se supone, sera este bien debido - la Iglesia catlica. - -Ha dado ocasin, sin duda, que se exagerase la influencia del -feudalismo en dar importancia las mujeres, un hecho de aquella -poca que se presenta muy de bulto, y que efectivamente primera -vista no deja de deslumbrar. Este hecho consiste en el gallardo -espritu de caballera, que, brotando en el seno del feudalismo, y -extendindose rpidamente, produjo las acciones ms heroicas, di -origen una literatura rica de imaginacin y sentimiento, y contribuy -no poco amansar y suavizar las feroces costumbres de los seores -feudales. Distinguase principalmente aquella poca por su espritu de -galantera; mas no la galantera comn cual se forma dondequiera con -las tiernas relaciones de los dos sexos, sino una galantera llevada - la mayor exageracin por parte del hombre, combinada de un modo -singular con el valor ms heroico, con el desprendimiento ms sublime, -con la fe ms viva y la religiosidad ms ardiente. _Dios y su dama_: -he aqu el eterno pensamiento del caballero; lo que embarga todas -sus facultades, lo que ocupa todos sus instantes, lo que llena toda -su existencia. Con tal que pueda alcanzar un triunfo sobre la hueste -infiel, con tal que le aliente la esperanza de ofrecer los pies de -su seora los trofeos de la victoria, no hay sacrificio que le sea -costoso, no hay viaje que le canse, no hay peligro que le arredre, no -hay empresa que le desanime; su imaginacin exaltada le traslada un -mundo fantstico, su corazn arde como una fragua, todo lo acomete, -todo da cima; y aquel mismo hombre que poco antes peleaba como un len, -en los campos de la Btica de la Palestina, se ablanda como una cera -al solo nombre del dolo de su corazn, vuelve sus amorosos ojos hacia -su patria, y se embelesa con el solo pensamiento de que, suspirando un -da al pie del castillo de su seora, podr recabar quizs una sea -amorosa, una mirada fugitiva. Ay del temerario que osare disputarle -su tesoro! Ay del indiscreto que fijare sus ojos en las almenas de -donde espera el caballero una sea misteriosa! No es tan terrible la -leona la que han arrebatado sus cachorros; y el bosque azotado por el -aquiln no se agita como el corazn del fiero amante; nada ser capaz -de detener su venganza; dar la muerte su rival, recibirla. - -Examinando esta informe mezcla de blandura y de fiereza, de religin y -de pasiones, mezcla que, sin duda, habrn exagerado un poco el capricho -de los cronistas y la imaginacin de los trovadores, pero que no deja -de tener su tipo muy real y verdadero, ntase que era muy natural en -su poca, y que nada entraa de la contradiccin que primera vista -pudiera presentar. En efecto: nada ms natural que el ser muy violentas -las pasiones de unos hombres, cuyos progenitores poco lejanos haban -venido de las selvas del Norte plantar su tienda ensangrentada sobre -las ruinas de las ciudades que haban destrudo; nada ms natural -que el no conocer otro juez que el de su brazo unos hombres que no -ejercan otra profesin que la guerra, y que, adems, vivan en una -sociedad que, estando todava en embrin, careca de un poder pblico -bastante fuerte para tener raya las pasiones particulares; y nada, -por fin, ms natural en esos mismos hombres que el ser tan vivo el -sentimiento religioso, pues que la religin era el nico poder por -ellos reconocido, la religin haba encantado su fantasa con el -esplendor y magnificencia de los templos y la majestad y pompa del -culto, la religin los haba llenado de asombro presentando sus ojos -el espectculo de las virtudes ms sublimes y haciendo resonar sus -odos un lenguaje tan elevado, como dulce y penetrante: lenguaje que, -si bien no era por ellos bien comprendido, no dejaba de convencerlos de -la santidad y divinidad de los misterios y preceptos de la religin, -arrancndoles una admiracin y acatamiento, que, obrando sobre almas de -tan vigoroso temple, engendraba el entusiasmo y produca el herosmo. -En lo que se echa de ver que todo cuanto haba de bueno en aquella -exaltacin de sentimientos, todo dimanaba de la religin; y que, si de -ella se prescinde, slo vemos al brbaro que no conoce otra ley que su -lanza, ni otra gua en su conducta que las inspiraciones de un corazn -lleno de fuego. - -Calando ms y ms en el espritu de la caballera, y parndose -particularmente en el carcter de los sentimientos que entraaba con -respecto la mujer, parece que, lejos de realzarla, la supone ya -realzada, ya rodeada de consideracin; no le da un nuevo lugar, la -encuentra ocupndolo ya. Y, la verdad, no ser as, cmo es posible -concebir tan exagerada, tan fantstica galantera? Pero imaginaos -la belleza de la virgen cubierta con el velo del pudor cristiano, y -aumentndose as la ilusin y el encanto; entonces concebiris el -delirio del caballero; imaginaos la virtuosa matrona, la compaera -del hombre, la madre de familia, la mujer nica en quien se -concentran todas las afecciones del marido y de los hijos, la esposa -cristiana, y entonces concebiris tambin por qu el caballero se -embriaga con el solo pensamiento de alcanzar tanta dicha, y por qu -el amor es algo ms que un arrebato voluptuoso, es un respeto, una -veneracin, un culto. - -No han faltado algunos que han pretendido encontrar el origen de esa -especie de culto, en las costumbres de los germanos, y, refirindose - ciertas expresiones de Tcito, han querido explicar la mejora -social de las mujeres como dimanada del respeto con que las miraban -aquellos brbaros. M. Guizot desecha esta asercin, y la combate -muy atinadamente, haciendo observar que lo que nos dice Tcito de -los germanos, no era caracterstico de aquellos pueblos, pues que -expresiones iguales las de Tcito, los mismos sentimientos, los -mismos usos de los germanos se descubren en las relaciones que hacen -una multitud de historiadores de otros pueblos salvajes. Todava -despus de la observacin de M. Guizot, se ha sostenido la misma -opinin, y as es menester combatirla de nuevo. - -He aqu el pasaje de Tcito: Inesse quin etiam sanctum aliquid et -providum putant: nec aut consilia earum aspernantur, aut responsa -negligunt. Vidimus sub divo Vespasiano, Velledam diu apud plerosque -numinis loco habitam. (_De mor. Germ._) Hasta llegan creer que -hay en las mujeres algo de santo y de proftico, y ni desprecian sus -consejos, ni desoyen sus pronsticos. En tiempo del divino Vespasiano, -vimos que por largo espacio Velleda fu tenida por muchos como diosa. - mi juicio, se entiende muy mal ese pasaje de Tcito, cuando se le -quiere dar extensin las costumbres domsticas, cuando se le quiere -tomar como un rasgo que retrata las relaciones conyugales. Si se fija -debidamente la atencin en las palabras del historiador, se echar de -ver que esto distaba mucho de su mente; pues que sus palabras slo -se refieren la supersticin de considerar algunas mujeres como -profetisas. Confrmase la verdad y exactitud de esta observacin con -el mismo ejemplo que aduce de Velleda, la cual dice era reputada por -muchos como diosa. En otro lugar de sus obras (_Histor._, lib. 4), -explica Tcito su pensamiento, pues hablando de la misma Velleda nos -dice que esta doncella de la nacin de los Bructeros tena gran -dominio, causa de la antigua costumbre de los germanos, con que -miraban muchas mujeres como profetisas, y, andando en aumento la -supersticin, llegaban hasta tenerlas por diosas. Ea virgo nationis -Bructerae late imperitabat: vetere apud germanos more, quo plerasque -faeminarum, fatidicas, e augescente superstitione, arbitrantur deas. -El texto que se acaba de citar prueba hasta la evidencia que Tcito -habla de la supersticin, no del orden domstico, cosas muy diferentes, -pues no media inconveniente alguno en que algunas mujeres sean tenidas -como semidiosas, y, entre tanto, la generalidad de ellas no ocupen en -la sociedad el puesto que les corresponde. En Atenas se daba grande -importancia las sacerdotisas de Ceres; en Roma las vestales; y las -Pitonisas, y la historia de las famosas Sibilas, manifiestan que el -tener por fatdicas las mujeres, no era exclusivamente propio de los -germanos. No debo ahora explicar la causa de estos hechos, me basta -consignarlos; tal vez la fisiologa podra en esta parte suministrar -luces la filosofa de la historia. - -Que el orden de la supersticin y el de la familia eran muy diferentes, -es fcil notarlo en la misma obra de Tcito, cuando describe la -severidad de costumbres de los germanos con respecto al matrimonio. -Nada hay all de aquel _sanctum et providum_; slo s una austeridad -que conservaba cada cual en la lnea de sus deberes, y lejos de -ser la mujer tenida como diosa, si caa en la infidelidad, quedaba -encomendado al marido el castigo de su falta. Es curioso el pasaje, -pues indica que entre los germanos no deban tampoco de ser escasas las -facultades del hombre sobre la mujer. Accisis crinibus, dice, nudatam -coram propinquis expellit domo maritus, ac per omnem vicum verbere -agit. Rapado el cabello, chala de casa el marido en presencia de -los parientes, y desnuda la anda azotando por todo el lugar. Este -castigo da, sin duda, una idea de la ignominia que entre los germanos -acompaaba al adulterio; pero no es muy favorable la estimacin -pblica de la mujer: sta hubiera ganado mucho con la pena del -apedreamiento. - -Cuando Tcito nos describe el estado social de los germanos, es -preciso no olvidar que quizs algunos rasgos de costumbres son de -propsito realzados algn tanto, pues que nada es ms natural en un -escritor del temple de Tcito, viviendo acongojado y exasperado -por la espantosa corrupcin de costumbres que la sazn dominaba -entre los romanos. Pntanos con magnficas plumadas la santidad -del matrimonio de los germanos, es verdad; pero quin no ve que, -mientras escribe, tiene la vista aquellas matronas que, como dice -Sneca, deban contar los aos, no por la sucesin de los cnsules, -sino por el cambio de maridos? aquellas damas sin rastro de pudor, -entregadas la disolucin ms asquerosa? Poco trabajo cuesta el -concebir dnde se fijaba la ceuda mirada de Tcito, cuando arroja sus -concisas reflexiones como flechas: Nemo, enim, illic vitia ridet, nec -corrumpere et corrumpi saeculum vocatur. All el vicio no hace reir, -ni la corrupcin se apellida moda. Rasgo vigoroso que retrata todo -un siglo, y que nos hace entender el secreto gusto que tendra Tcito -en echar en cara la corrompida cultura de los romanos la pureza de -costumbres de los brbaros. Lo mismo que aguzaba el festivo ingenio de -Juvenal y envenenaba su punzante stira, excitaba la indignacin de -Tcito, y arrancaba su grave filosofa reprensiones severas. - -Que sus cuadros tenan algo de exagerado en favor de los germanos, y -que entre ellos no eran las costumbres tan puras cual se nos quiere -persuadir, indcanlo otras noticias que tenemos sobre aquellos -brbaros. Posible es que fueran muy delicados en punto al matrimonio, -pero lo cierto es que no era desconocida en sus costumbres la -poligamia. Csar, testigo ocular, refiere que el rey germano Ariovisto -tena dos mujeres (_De bello gall._, L. 1); y esto no era un ejemplo -aislado, pues que el mismo Tcito nos dice que haba algunos pocos que -tenan un tiempo varias mujeres, no por liviandad, sino por nobleza: -exceptis admodum paucis, qui non libidine, sed ob nobilitatem pluribus -nuptiis ambiuntur. No deja de hacer gracia aquello de _non libidine, -sed ob nobilitatem_; pero, al fin, resulta que los reyes y los nobles, -bajo uno otro pretexto, se tomaban alguna mayor libertad de la que -hubiera querido el austero historiador. - -Quin sabe cmo estara la moralidad en medio de aquellas selvas? Si -discurriendo con analoga quisiramos aventurar algunas conjeturas -fundndonos en las semejanzas que es regular tuviesen entre s los -diferentes pueblos del Norte, qu no podramos sospechar por aquella -costumbre de los bretones, quienes, de diez en diez de doce en doce, -tenan las mujeres comunes, y mayormente hermanos con hermanos, y -padres con hijos, de suerte que, para distinguir las familias, tenan -que andar tientas, atribuyendo los hijos al primero que haba tomado -la doncella? Csar, testigo de vista, es quien lo refiere: Uxores -habent (Britanni) deni duodenique inter se communes, et maxime fratres -cum fratribus et parentes cum liberis; sed si qui sunt ex his nati, -eorum habentur liberi, a quibus primum virgines quaeque ductae sunt. -(_De bell. gall._, L. 4.) - -Sea de esto lo que fuere, es cierto, al menos, que el principio de la -monogamia no era tan respetado entre los germanos como se ha querido -suponer; haba una excepcin en favor de los nobles, es decir, de los -poderosos, y esto bastaba para desvirtuarle y preparar su ruina. En -estas materias, limitar la ley con excepciones en favor del poderoso -es poco menos que abrogarla. Se dir que al poderoso nunca le faltan -medios para quebrantar la ley; pero no es lo mismo que l la quebrante - que ella misma se retire para dejarle el camino libre: en el primer -caso, el empleo de la fuerza no anonada la ley, el mismo choque con que -se la rompe hace sentir su existencia, y pone de manifiesto la sinrazn -y la injusticia; en el segundo, la misma ley se prostituye, por decirlo -as: las pasiones no necesitan de la violencia para abrirse paso, ella -les franquea villanamente la puerta. Desde entonces queda envilecida -y degradada, hace vacilar el mismo principio moral que le sirve de -fundamento; y, como en pena de su complicidad inicua, se convierte en -objeto de animadversin de aquellos que se encuentran forzados todava - rendirle homenaje. - -As que, una vez reconocido entre los germanos el privilegio -de poligamia en favor de los poderosos, deba, con el tiempo, -generalizarse esta costumbre las dems clases del pueblo; y es muy -probable que as se hubiera verificado luego que la ocupacin de nuevos -pases ms templados y feraces, y algn adelanto en su estado social, -les hubiesen proporcionado en mayor abundancia los medios de satisfacer -las necesidades ms urgentes. Slo puede prevenirse tan grave mal, con -la inflexible severidad de la Iglesia catlica. Los nobles y los reyes -conservaban todava fuerte inclinacin al privilegio de que hemos visto -que disfrutaran sus antecesores antes de abrazar la religin cristiana, -y de aqu es que, en los primeros siglos despus de la irrupcin, vemos -que la Iglesia alcanza duras penas contenerlos en sus inclinaciones -violentas. Los que se han empeado en descubrir entre los germanos -tantos elementos de la civilizacin moderna, no hubieran quizs andado -ms acertados en encontrar en las costumbres que se han indicado ms -arriba, una de las causas que ocasionaron tan frecuentes choques entre -los prncipes seculares y la Iglesia? - -No alcanzo por qu se ha de buscar en los bosques de los brbaros -el origen de una de las ms bellas cualidades que honran nuestra -civilizacin, ni por qu se les han de atribuir virtudes de que, por -cierto, no se mostraron muy provistos, tan pronto como se arrojaron -sobre el Medioda. Sin monumentos, sin historia, con escassimos -indicios sobre el estado social de aquellos pueblos, difcil es, por -no decir imposible, asentar nada fijo sobre sus costumbres; pero qu -haba de ser de la moralidad en medio de tanta ignorancia, tanta -supersticin y barbarie? - -Lo poco que sabemos de aquellos tiempos hemos tenido que tomarlo de -los historiadores romanos, y, desgraciadamente, no es ste uno de -los mejores manantiales para beber el agua bien pura. Sucede, casi -siempre, que los observadores, mayormente cuando son guerreros que van - conquistar, slo pueden dar alguna cuenta del estado poltico de -los pueblos poco conocidos quienes observan, andando escasos en lo -tocante al social y de familia. Y es que, para formarse idea de esto -ltimo, es necesario mezclarse intimarse con los pueblos observados, -cosa que no suele consentir el diferente estado de la civilizacin, y -mucho menos cuando entre observadores y observados reinan encarnizados -odios, hijos de largas temporadas de guerra muerte. Adase esto -que, en tales casos, lo que llama ms particularmente la atencin es lo -que puede favorecer contrariar los designios de los conquistadores, -quienes, por lo comn, no dan mucha importancia las relaciones -morales, y se ver por qu los pueblos que son objeto de observacin -quedan conocidos slo en la corteza, y cunto debe desconfiarse -entonces de todas las narraciones relativas religin y costumbres. - -Juzgue el lector si esto es aplicable cuando se trata de apreciar -debidamente el valor de lo que sobre los brbaros nos cuentan los -romanos; basta fijar la vista en aquellas escenas de sangre y horrores -prolongadas por siglos, en las que se vea, de una parte, la ambicin -de Roma, que, no contenta con el dominio del orbe conocido, quera -extender su mando hasta lo ms recndito y escabroso de las selvas del -Norte, y, de otra, resaltaba el indomable espritu de independencia de -los brbaros, que rompan y hacan pedazos las cadenas que se pretenda -imponerles, y destruan con briosas acometidas las vallas con que se -esforzaba en encerrarlos en los bosques la estrategia de los generales -romanos. - -Como quiera, siempre es muy arriesgado buscar en la barbarie el origen -de uno de los ms bellos florones de la civilizacin, y explicar por -sentimientos supersticiosos y vagos, lo que por espacio de muchos -siglos forma el estado normal de un gran conjunto de pueblos, los ms -adelantados que se vieron jams en los fastos del mundo. Si estos -nobles sentimientos que se nos quieren presentar como dimanados de los -brbaros, existan realmente entre ellos, cmo es que no perecieron -en medio de las transmigraciones y trastornos? Si nada ha quedado de -aquel estado social, sern cabalmente estos sentimientos lo nico -que se habr conservado, y no como quiera, sino despojados de la -supersticin y grosera, purificados, ennoblecidos, transformados en -un sentimiento racional, justo, saludable, caballeresco, digno de -pueblos civilizados? Tamaas aserciones presentan la primera ojeada -el carcter de atrevidas paradojas. Por cierto que, cuando se ofrece -explicar grandes fenmenos en el orden social, es algo ms filosfico -buscar su origen en ideas que hayan ejercido por largo tiempo vigorosa -influencia sobre la sociedad, en las costumbres instituciones que -hayan emanado de esas ideas, en leyes que hayan sido reconocidas y -acatadas durante muchos siglos, como establecidas por un poder divino. - - qu, pues, para explicar la consideracin de que disfrutan las -mujeres europeas, recurrir la veneracin supersticiosa tributada por -pueblos brbaros, all en sus salvajes guaridas, Velleda, Aurinia - Gauna? La razn, el simple buen sentido, nos estn diciendo que no es -ste el verdadero origen del admirable fenmeno que vamos examinando; -que es necesario buscar en otra parte el conjunto de causas que han -concurrido producirle. La historia nos revela estas causas, mejor -diremos, nos las hace palpables, ofrecindonos en abundancia los hechos -que no dejan la menor duda sobre el principio del cual ha dimanado tan -saludable y transcendental influencia. Antes del Cristianismo, la mujer -estaba oprimida bajo la tirana del varn, pero elevada sobre el rango -de esclava: como dbil que era, vease condenada ser la vctima del -fuerte. Vino la religin cristiana, y con sus doctrinas de fraternidad -en Jesucristo, y de igualdad ante Dios, sin distincin de condiciones -ni sexos, destruy el mal en su raz, enseando al hombre que la -mujer no deba de ser su esclava, sino su compaera. Desde entonces -la mejora de la condicin de la mujer se hizo sentir en todas partes -donde iba difundindose el Cristianismo; y en cuanto era posible, -atendido el arraigo de las costumbres antiguas, la mujer recogi bien -pronto el fruto de una enseanza que vena cambiar completamente -su posicin, dndole, por decirlo as, una nueva existencia. He aqu -una de las primeras causas de la mejora de la condicin de la mujer: -causa sensible, patente, cuyo sealamiento no pide ninguna suposicin -gratuita, que no se funda en conjeturas, que salta los ojos con slo -dar una mirada los hechos ms conocidos de la historia. - -Adems, el Catolicismo, con la severidad de su moral, con la alta -proteccin dispensada al delicado sentimiento del pudor, corrigi y -purific las costumbres; as realz considerablemente la mujer, -cuya dignidad es incompatible con la corrupcin y la licencia. Por -fin: el mismo Catolicismo, la Iglesia catlica, y ntese bien que -no decimos el Cristianismo, con su firmeza en establecer y conservar -la monogamia y la indisolubilidad del matrimonio, puso un freno los -caprichos del varn, y concentr sus sentimientos hacia su esposa, -nica inseparable. As con este conjunto de causas pas la mujer del -estado de esclava al rango de compaera del hombre; as se convirti -el instrumento de placer en digna madre de familia rodeada de la -consideracin y respeto de los hijos y dependientes; as se cre en -las familias la identidad de intereses, se garantiz la educacin de -los hijos, resultando esa intimidad en que se hermanan marido y mujer, -padres hijos, sin el derecho atroz de vida y muerte, sin facultad -siquiera para castigos demasiado graves: y todo vinculado por lazos -robustos, pero blandos, afianzados en los principios de la sana moral; -sostenidos por las costumbres, afirmados y vigilados por las leyes, -apoyados en la reciprocidad de intereses, asegurados con el sello de la -perpetuidad y endulzados por el amor. He aqu descifrado el misterio, -he aqu explicado satisfaccin el origen del realce y de la dignidad -de la mujer europea, he aqu de donde nos ha venido esa admirable -organizacin de la familia que los europeos poseemos sin apreciarla, -sin conocerla bastante, sin procurar, cual debiramos, su conservacin. - -Al ventilar esta importante materia, he distinguido de propsito -entre el Cristianismo y el Catolicismo, para evitar la confusin de -palabras, que nos habra llevado la confusin de las cosas. En la -realidad, el verdadero, el nico Cristianismo es el Catolicismo; pero -hay ahora la triste necesidad de no poder emplear indistintamente -estas palabras: y esto no slo causa de los protestantes, sino por -razn de esa monstruosa nomenclatura filosfico-cristiana que no se -olvida jams de mezclar el Cristianismo entre las sectas filosficas; -ni ms ni menos que si esa religin divina no fuera otra cosa que un -sistema imaginado por el pensamiento del hombre. Como el principio de -la caridad descuella en todas partes donde se encuentra la religin -de Jesucristo, y se hace visible hasta los ojos de los incrdulos, -aquellos filsofos que han querido permanecer en la incredulidad, sin -incurrir, empero, en la nota de volterianos, se han apoderado de las -palabras de fraternidad y de humanidad, para hacerlas servir de tema - su enseanza, atribuyendo principalmente al Cristianismo el origen -de esas ideas sublimes y de los generosos sentimientos que de ellas -emanan. As aparentan que no rompen con toda la historia de lo pasado, -como lo hiciera all en sus sueos la filosofa del siglo anterior, -sino que pretenden acomodarlo lo presente, y preparar el camino ms -grande y dichoso porvenir. - -Pero no creis que el Cristianismo de esos filsofos sea una religin -divina; nada de eso: es una idea feliz, grandiosa, fecunda en grandes -resultados, pero no es ms que una idea puramente humana. Es un -producto de largos y penosos trabajos de la humanidad. El politesmo, -el judasmo, la filosofa de Oriente, la de Egipto, de Grecia, todo era -una especie de trabajo preparatorio para la grande obra. Jesucristo, -segn ellos, no hizo ms que formular ese pensamiento que en embrin -se remova y se agitaba en el seno de la humanidad: l fij la idea, -la desenvolvi, y, hacindola bajar al terreno de la prctica, hizo -dar al linaje humano un paso de inmensa importancia en el camino de la -perfeccin que se dirige. Pero, en todo caso, Jesucristo no es ms, -los ojos de esos filsofos, que un filsofo en Judea, como un Scrates -en Grecia, un Sneca en Roma:[.?] Y no es poca fortuna si le conceden -todava esa existencia de hombre, y no les place transformarle en un -ser mitolgico, convirtiendo la narracin del Evangelio en una pura -alegora. - -As es de la mayor importancia en la poca actual el distinguir entre -el Cristianismo y el Catolicismo, siempre que se trata de poner en -claro y de presentar la gratitud de los pueblos los inefables -beneficios de que son deudores la religin cristiana. Conviene -demostrar que lo que ha regenerado al mundo no ha sido una idea lanzada -como al acaso en medio de tantas otras que se disputaban la preferencia -y el predominio; sino un conjunto de verdades y de preceptos bajados -del cielo, transmitidos al gnero humano por un Hombre-Dios por medio -de una sociedad formada y autorizada por l mismo, para continuar hasta -la consumacin de los siglos la obra que l estableci con su palabra, -sancion con sus milagros y sell con su sangre. Conviene, por tanto, -mostrar esa sociedad, que es la Iglesia catlica, realizando en sus -leyes y en sus instituciones las inspiraciones y la enseanza del -Divino Maestro, y cumpliendo al mismo tiempo el alto destino de guiar - los hombres hacia la felicidad eterna, y el de mejorar su condicin -y consolar y disminuir sus males en esta tierra de infortunio. De esta -suerte se concreta, por decirlo as, el Cristianismo, mejor diremos, -se le muestra tal cual es, no cual lo finge el vano pensamiento del -hombre. - -Y cuenta que no debemos temer jams por la suerte de la verdad causa -de un examen detallado y profundo de los hechos histricos: que, si -en el vasto campo que nos conducen semejantes investigaciones -encontramos de vez en cuando la obscuridad, andando largos trechos -por caminos abovedados donde no penetran los rayos del sol, donde -sonoroso el terreno que pisamos amenaza con abismos nuestra planta, -marchemos todava con ms aliento y bro; la vuelta de la sinuosidad -ms medrosa descubriremos en lontananza la luz que alumbra la -extremidad del camino, y la verdad sentada sus umbrales, sonrindose -apaciblemente de nuestros temores y sobresaltos. - -Entre tanto es necesario decirlo esos filsofos, como los -protestantes: el Cristianismo, sin estar realizado en una sociedad -visible que est en continuo contacto con los hombres, y autorizada, -adems, para ensearlos y dirigirlos, no sera ms que una teora -semejante tantas otras como se han visto y se ven sobre la tierra; -y, por consiguiente, fuera tambin, si no del todo estril, lo menos -impotente para levantar ninguna de esas obras que atraviesan intactas -el curso de los siglos. Y es una de stas, sin duda, el matrimonio -cristiano, la organizacin de la familia, que ha sido su inmediata -consecuencia. En vano se hubieran difundido ideas favorables la -dignidad de la mujer, y encaminadas la mejora de su condicin, si -la santidad del matrimonio no se hubiese hallado escudada por un -poder generalmente reconocido y acatado. Las pasiones, que pesar de -encontrarse con este poder forcejaban, no obstante, por abrirse camino, -qu hubieran hecho en el caso de no hallar otro obstculo que el de -una teora filosfica, de una idea religiosa no realizada en ninguna -sociedad que exigiese sumisin y obediencia? - -No tenemos, pues, necesidad de acudir esa filosofa extravagante que -anda buscando la luz en medio de las tinieblas, y que, al ver que el -orden ha sucedido al caos, tiene la peregrina ocurrencia de afirmar que -el orden fu producido por el caos. Supuesto que encontramos en las -doctrinas, en las leyes de la Iglesia catlica el origen de la santidad -del matrimonio y de la dignidad de la mujer, por qu lo buscaramos -en las costumbres brutales de unos brbaros que tenan apenas un velo -para el pudor, y para los secretos del tlamo nupcial? Hablando Csar -de las costumbres de los germanos de no conocer las mujeres hasta -cierta edad, dice: Y en esto no cabe ocultacin ninguna, pues que -en los ros se baan mezclados y slo usan de unas pieles pequeos -zamarros, dejando desnuda gran parte del cuerpo; _cuius res nulla est -ocultatio. quod et promiscui in fluminibus perluuntur, et pellibus aut -rhenonum tegumentis utuntur magna corporis parte nuda_. (Csar, _De -bel. gall._, L. 6.) - -Heme visto obligado contestar textos con textos, disipando los -castillos areos levantados por el prurito de cavilar y de andar en -busca de causas extraas en la explicacin de fenmenos cuyo origen se -encuentra fcilmente, apelando con sinceridad y buena fe lo que nos -ensean de consuno la filosofa y la historia. As era menester, dado -que se trataba de esclarecer uno de los puntos ms delicados de la -historia del linaje humano, de buscar la procedencia de uno de los ms -fecundos elementos de la civilizacin europea: se trataba nada menos -que de comprender la organizacin de la familia, es decir, de fijar uno -de los polos sobre que gira el eje de la sociedad. - -Glorese enhorabuena el Protestantismo de haber introducido el -divorcio, de haber despojado el matrimonio del bello y sublime carcter -de sacramento, de haber substrado del cuidado y de la proteccin de -la Iglesia el acto ms importante de la vida del hombre; gcese en -las destrucciones de los sagrados asilos de las vrgenes consagradas -al Seor, y en sus declamaciones contra la virtud ms angelical y ms -heroica: nosotros, despus de haber defendido la doctrina y la conducta -de la Iglesia catlica en el tribunal de la filosofa y de la historia, -concluiremos invocando el fallo, no precisamente de la alta filosofa, -sino del simple buen sentido, de las inspiraciones del corazn.[3] - - - - -CAPITULO XXVIII - - -Al enumerar en el captulo XX los principales caracteres que distinguen -la civilizacin europea, seal, como uno de ellos, _una admirable -conciencia pblica, rica de sublimes mximas morales, de reglas de -justicia y equidad, y de sentimientos de pundonor y decoro, conciencia -que sobrevive al naufragio de la moral privada, y que no consiente -que el descaro de la corrupcin llegue al exceso de los antiguos_. -Ahora es menester explicar con alguna extensin en qu consiste esa -conciencia pblica, cul es su origen, y cules sus resultados, -indagando al propio tiempo la parte que en formularla ha cabido, as -al Protestantismo como al Catolicismo. Cuestin importante y delicada, -y que, sin embargo, me atrevera decir que est intacta; pues que -no s que nadie se haya ocupado en ella. Se habla continuamente de -la excelencia de la moral cristiana, y en este punto estn acordes -los hombres de todas las sectas y escuelas de Europa; pero no se -fija bastante la atencin en el modo con que esa moral ha llegado -dominarlo todo, desalojando primero la corrupcin del paganismo, y -mantenindose despus, pesar de los estragos de la incredulidad, -formando una admirable conciencia pblica, cuyos beneficios disfrutamos -todos, sin apreciarlos debidamente, sin advertirlos siquiera. - -Profundizaremos mejor la materia si ante todo nos formamos una idea -bien clara de lo que se entiende por conciencia. La conciencia, tomando -esta palabra en su sentido general ms bien ideolgico, significa -el conocimiento que tiene cada cual de sus propios actos. As se dice -que el alma tiene conciencia de sus pensamientos, de los actos de su -voluntad, de sus sensaciones; por manera que, tomada en esta acepcin -la palabra conciencia, expresa una percepcin de lo que estamos -haciendo padeciendo. - -Trasladada esta palabra al orden moral, significa el juicio que -formamos de nuestras acciones, en cuanto son buenas malas. As, -antes de ejercer una accin, la conciencia nos la seala como buena -mala, y, de consiguiente, como lcita ilcita, dirigiendo de este -modo nuestra conducta; as, despus de haberla ejercido, nos dice la -conciencia si hemos obrado bien mal, excusndonos condenndonos, -premindonos con la tranquilidad del corazn atormentndonos con el -remordimiento. - -Previas estas aclaraciones, no ser difcil concebir la que debe -entenderse por conciencia pblica; la cual no es otra cosa que el -juicio que forma sobre las acciones la generalidad de los hombres; -resultando de esto que, as como la conciencia privada puede ser recta - errnea, ajustada lata, lo propio sucede con la pblica; y que -entre la generalidad de los hombres de distintas sociedades ha de -mediar una diferencia semejante la que se nota en este punto entre -los individuos. Es decir, que, as como en una misma sociedad se -encuentran hombres de una conciencia ms menos recta, ms menos -errnea, ms menos ajustada, ms menos lata, deben encontrarse -tambin sociedades que aventajan otras en formar el juicio ms -menos acertado sobre la moralidad de las acciones, y que sean en este -punto ms menos delicadas. - -Si bien se observa, la conciencia del individuo es el resultado de -varias causas muy diferentes. Es un error el creer que la conciencia -est slo en el entendimiento; tiene races en el corazn. La -conciencia es un juicio, es verdad; pero juzgamos de las cosas de -una manera muy diferente, segn el modo con que las sentimos, y si -esto se aade que, en tratndose de ideas y acciones morales, tienen -muchsima influencia los sentimientos, resulta que la conciencia -se forma bajo el influjo de todas las causas que obran con alguna -eficacia sobre nuestro corazn. Comunicad los nios los mismos -principios morales, dndoles la enseanza por un mismo libro y por un -mismo maestro; pero suponed que el uno vea en su propia familia la -aplicacin continua de la instruccin que recibe, cuando el otro no -observa ms en la suya que tibieza distraccin. Suponed, adems, -que estos dos nios entran en la adolescencia con la misma conviccin -religiosa y moral, de suerte que, por lo tocante su entendimiento, no -se descubra entre los dos la menor diferencia. Creis, sin embargo, -que su juicio ser idntico sobre la moralidad de las acciones que se -les vaya ofreciendo? Es cierto que no. Y esto, por qu? Porque el uno -no tiene ms que convicciones, el otro tiene, adems, los sentimientos; -en el uno la doctrina ilustraba la mente, en el otro vena el ejemplo -continuo grabar la doctrina en el corazn. As es que lo que aqul -mirar con indiferencia, ste lo contemplar con horror; lo que el -primero practicar con descuido, el segundo lo practicar con mucho -cuidado; lo que para el uno ser objeto de mediano inters, ser para -el otro de alta importancia. - -La conciencia pblica, que en ltimo resultado viene ser en cierto -modo la suma de las conciencias privadas, est sujeta las mismas -influencias que lo estn stas: por manera que tampoco le basta la -enseanza, sino que le es necesario, adems, el concurso de otras -causas que pueden, no slo instruir el entendimiento, sino formar el -corazn. Comparando la sociedad cristiana con la pagana, chase de ver -al instante que en esta parte debe aqulla encontrarse muy superior -sta, no slo por la pureza de su moral y la fuerza de los principios -y motivos con que la sanciona, sino tambin porque sigue el sabio -sistema de inculcar de continuo esa moral, consiguiendo de esta suerte -grabarla ms vivamente en el nimo de los que la aprendan y recordarla -incesantemente para que no pueda olvidarse. - -Con esta continua repeticin de las mismas verdades consigue el -Cristianismo lo que no pueden alcanzar las dems religiones, de las -cuales ninguna ha podido acertar en la organizacin y ejercicio de -un sistema tan importante. Pero, como quiera que sobre este punto me -extend bastante en el primer tomo de esta obra (cap. XIV), no repetir -aqu lo que dije all, y pasar consideraciones particulares sobre la -conciencia pblica europea. - -Es innegable que en esta conciencia dominan, generalmente hablando, la -razn y la justicia. Revolved los cdigos, observad los hechos, y, ni -en las leyes, ni en las costumbres, descubriris aquellas chocantes -injusticias, aquellas repugnantes inmoralidades que encontraris en -otros pueblos. Hay males, por cierto, y muy graves; pero al menos nadie -los desconoce, y se los llama con su nombre. No se apellida bien al -mal y mal al bien; es decir, que est en ciertas materias la sociedad -como aquellos individuos de buenos principios y de malas costumbres, -que son los primeros en reconocer que su conducta es errada, que hay -contradiccin entre sus doctrinas y sus obras. - -Lamentmonos con frecuencia de la corrupcin de costumbres, del -libertinaje de nuestras capitales; pero, qu son la corrupcin y el -libertinaje de las sociedades modernas, si se los compara al desenfreno -de las sociedades antiguas? No puede negarse que hay en algunas -capitales de Europa una corrupcin espantosa. En los registros de la -polica figuran un asombroso nmero de mujeres perdidas; en los de las -casas de beneficencia, el de los nios expsitos; y en las casas ms -acomodadas hacen dolorosos estragos la infidelidad conyugal y todo -linaje de disipacin y desorden. Sin embargo, los excesos no llegan -ni de mucho al extremo en que los vemos entre los pueblos ms cultos -de la antigedad, como son los griegos y romanos. Por manera que -nuestra sociedad, tal como nosotros la vemos con harta pena, hubirales -parecido ellas un modelo de pudor y de decoro. Ser menester -recordar los nefandos vicios, tan comunes y tan pblicos entonces, -y que ahora apenas se nombran entre nosotros, por cometerse muy -raras veces, porque, temiendo la mirada de la conciencia pblica, -se ocultan en las ms densas sombras, como debajo de las entraas de -la tierra? Ser necesario traer la memoria las infamias de que -estn mancillados los escritos de los antiguos cuando nos retratan -las costumbres de su tiempo? Nombres ilustres, as en las ciencias -como en las armas, han pasado la posteridad con manchas tan negras, -que, no sin dificultad, se estampan ahora en un escrito; y esto nos -revela la profunda corrupcin en que yaceran sumidas todas las -clases, cuando se saba, al menos se sospechaba, que hasta tal punto -se haban degradado los hombres que por su elevada posicin y dems -circunstancias eran las lumbreras que guiaban la sociedad en su marcha. - -Hablis de la codicia, de esa sed de oro que todo lo invade y -marchita? Pues mirad esos usureros que chupaban la sangre del -pueblo por todas partes: leed los poetas satricos, y all veris -lo que eran en este punto las costumbres; consultad los anales de -la Iglesia, y veris sus trabajos para atenuar las males de ese -vicio. Leed los monumentos de la historia romana, y encontraris -la _maldita sed de oro_, y los desapiadados pretores robando sin -pudor, llevando Roma en triunfo el fruto de sus rapias, para vivir -all con escandaloso fausto y comprar los sufragios que haban de -levantarlos nuevos mandos. No, en la civilizacin europea, entre -pueblos educados por el Cristianismo, no se toleraran por tanto tiempo -tamaos males; supngase el desgobierno, la tirana, la corrupcin de -costumbres, hasta el punto que se quiera; pero la conciencia pblica -levantar su voz, dar una mirada ceuda los opresores; si bien -podrn cometerse tropelas parciales, jams la rapia se erigir -en un sistema seguido sin rebozo, como una pauta de gobierno. Esas -palabras de _justicia_, de _moralidad_, de _humanidad_, que sin cesar -resuenan entre nosotros, y no como palabras vanas, sino produciendo -efectos inmensos, y evitando grandes males, estn como impregnando -nuestra atmsfera, las respiramos, detienen mil y mil veces la mano -del culpable, y, resistiendo con increble fuerza las doctrinas -materialistas y utilitarias, continan ejerciendo en la sociedad un -efecto incalculable. Hay un sentimiento de moralidad que todo lo -suaviza y domina, sentimiento cuya fuerza es tanta, que obliga al vicio - conservar las apariencias de la virtud, encubrirse con cien velos, -si no quiere ser el objeto de la execracin pblica. - -La sociedad moderna parece que debi heredar la corrupcin de la -antigua, supuesto que se form de los fragmentos de ella, y esto en la -poca en que la disolucin de costumbres haba llegado al mayor exceso. -Es notable, adems, que la irrupcin de los brbaros estuvo tan lejos -de mejorar la situacin, que, antes bien, contribuy empeorarla. Y -esto, no slo por la corrupcin propia de sus costumbres brutales y -feroces, sino tambin por el desorden que introdujeron en los pueblos -invadidos, quebrantando la fuerza de las leyes, convirtiendo en un caos -los usos y costumbres, y aniquilando toda autoridad. - -De lo que resulta que es tanto ms singular la mejora de la conciencia -pblica que distingue los pueblos europeos, y que no puede atribuirse - otra causa que la influencia del vital y poderoso principio que -obr en el seno de Europa por largos siglos. - -Es sobremanera digna de observarse la conducta seguida en este punto -por la Iglesia, siendo quiz uno de los hechos ms importantes que -se encuentran en la historia de la Edad media. Colocaos en un siglo -cualquiera, en un siglo en que la corrupcin y la injusticia levanten -ms erguida la frente, y siempre observaris que, por ms repugnante, -por ms impuro que sea el hecho, la ley es siempre pura: es decir, -que la razn y la justicia tenan siempre quien las proclamaba, aun -cuando pareciese que por nadie deban ser escuchadas. Las tinieblas -de la ignorancia eran densas en extremo, las pasiones desenfrenadas -no reconocan dique que alcanzase contenerlas; pero la enseanza, -las amonestaciones de la Iglesia no faltaban jams, como en una -noche tenebrosa brilla lo lejos el faro que indica los perdidos -navegantes la esperanza de salvamento. - -Al leer la historia de la Iglesia, cuando se ven por todas partes -reuniones de concilios proclamando los principios de la moral -evanglica, mientras se tropieza cada paso con hechos los ms -escandalosos; cuando se oye sin cesar inculcado el derecho tan -quebrantado y pisoteado por el hecho, pregntase uno naturalmente: -de qu sirve todo esto? de qu sirven las palabras cuando estn en -completa discordancia con las cosas? No creis, sin embargo, que esta -proclamacin sea intil, no os desaliente el tener que esperar siglos -para recoger el fruto de esa palabra. - -Cuando por espacio de mucho tiempo se proclama en medio de una sociedad -un principio, al cabo este principio llega ejercer su influencia; -y, si es verdadero, y entraa, por consiguiente, un elemento de vida, -al fin prevalece sobre los dems que se le oponen y se hace dueo -de cuanto le rodea. Dejad, pues, la verdad que hable, dejadla -que proteste, y que proteste sin cesar; esto impedir que el vicio -prescriba, esto le dejar siempre con su nombre propio, esto impedir -al hombre insensato de divinizar sus pasiones, de colocarlas sobre los -altares, despus de haberlas adorado en su corazn. - -No lo dudis: esa protesta no ser intil; la verdad saldr, al fin, -victoriosa y triunfante: que la protesta de la verdad es la voz del -mismo Dios, que condena las usurpaciones de su criatura. - -As sucedi, en efecto: la moral cristiana, en lucha primero con las -disolutas costumbres del imperio y despus con la brutalidad de los -brbaros, tuvo que atravesar muchos siglos sufriendo rudas pruebas; -pero, al fin, triunf de todo y lleg dominar la legislacin y las -costumbres pblicas. Y no es esto decir que ni aqulla ni stas -pudiera elevarlas al grado de perfeccin que reclama la pureza de la -moral evanglica; pero s que hizo desaparecer las injusticias ms -chocantes, desterr los usos ms feroces, enfren la procacidad de -las costumbres ms desenvueltas, y logr, por fin, que el vicio fuera -llamado en todas partes por su nombre, que no se le disfrazase con -mentidos colores, que no se le divinizase con la impudencia intolerable -con que se haca entre los antiguos. - -En los tiempos modernos, tiene que luchar con la escuela que proclama -el inters privado como nico principio de moral; y, si bien es verdad -que no alcanza evitar que esta funesta enseanza acarree grandes -males, no deja, sin embargo, de disminuirlos. Ay del mundo, el da en -que pudiera decirse sin rebozo: _mi virtud es mi utilidad, mi honor -es mi utilidad; todo es bueno malo, segn que me proporciona una -sensacin grata ingrata_! Ay del mundo, el da en que la conciencia -pblica no rechazase con indignacin tan impudente lenguaje! - -La oportunidad que se brinda, y el deseo de aclarar ms y ms tan -importante materia, me inducen presentar algunas observaciones sobre -una opinin de Montesquieu relativa los censores de Grecia y Roma. Si -hay digresin, no ser inoportuna. - - - - -CAPITULO XXIX - - -Montesquieu ha dicho que las repblicas se conservan por la virtud y -las monarquas por el honor: observando, adems, que este honor hace -que no sean necesarios entre nosotros los _censores_, como lo eran -entre los antiguos. Es muy cierto que en las sociedades modernas no -existen esos _censores_ encargados de velar por la conservacin de las -buenas costumbres; pero no lo es que la causa de esta diferencia sea la -sealada por el ilustre publicista. Las sociedades cristianas tienen -en los ministros de la religin los _censores natos_ de las costumbres. -La plenitud de esta magistratura la posee la Iglesia, con la diferencia -de que el poder censorio de los antiguos era una autoridad puramente -civil, y el de la Iglesia, un poder religioso, que tiene su origen y su -sancin en la autoridad divina. - -La religin de Grecia y Roma no ejerca ni poda ejercer sobre las -costumbres ese poder censorio, bastando para convencerse de esta verdad -el notable pasaje de San Agustn que llevo copiado en el captulo -XIV, pasaje tan interesante en esta materia, que me atrever pedir -la repeticin de su lectura. He aqu la razn de que se encuentren en -Grecia y Roma los censores, que no se vieron despus en los pueblos -cristianos. Esos censores eran un suplemento de la religin pagana y -mostraban las claras su impotencia; pues que, siendo duea de toda la -sociedad, no alcanzaba cumplir una de las primeras misiones de toda -religin, que es el vigilar sobre las costumbres. Tanta verdad es lo -que acabo de observar, que as que han menguado en los pueblos modernos -la influencia de la religin y el ascendiente de sus ministros, han -aparecido de nuevo en cierto modo los antiguos _censores_ en la -institucin que llamamos _polica_: cuando faltan los medios morales, -es indispensable echar mano de los fsicos; la persuasin se -substituye la violencia; y, en vez del misionero caritativo y celoso, -encuentra el culpable al encargado de la fuerza pblica. - -Mucho se ha escrito ya sobre el sistema de Montesquieu con respecto -los principios que sirven de base las diferentes formas de gobierno, -pero quizs no se ha reparado todava en el fenmeno que, observado -por el publicista, contribuy deslumbrarle. Como esto se enlaza -ntimamente con el punto que acabo de tocar sobre las causas de la -existencia de los censores, desenvolver con alguna extensin las -indicaciones que acabo de presentar. - -En tiempo de Montesquieu no era la religin cristiana tan -profundamente conocida como lo es ahora con respecto su importancia -social, y, si bien en este punto le tribut el autor del _Espritu de -las leyes_ un cumplido elogio, es menester no olvidar cules haban -sido en los aos de su juventud sus preocupaciones anticristianas; -y hasta conviene tener presente que en su _Espritu de las leyes_ -dista mucho de hacer la verdadera religin la justicia que le es -debida. Estaban la sazn en su ascendiente las ideas de la filosofa -irreligiosa que aos despus arrastr tantos malogrados ingenios; -y Montesquieu no tuvo bastante fuerza para sobreponerse del todo al -espritu que tanto cunda, y que amenazaba invadirlo y dominarlo todo. - -Combinbase con esta causa, otra que, aunque en s distinta, reconoca, -sin embargo, el mismo origen, y era: la prevencin favorable por -todo lo antiguo, una admiracin ciega por todo lo que era griego -romano. Parecales los filsofos de dicha poca que la perfeccin -social y poltica haba llegado al ms alto punto entre aquellos -pueblos; que poco nada se les poda aadir ni quitar; y que hasta -en religin eran mil veces preferibles sus fbulas y sus fiestas, -los dogmas y al culto de la religin cristiana. los ojos de los -nuevos filsofos, el cielo del Apocalipsis no poda sufrir parangn -con el cielo de los Campos Elseos; la majestad de Jehov era inferior - la de Jpiter; todas las ms altas instituciones cristianas eran -un legado de la ignorancia y del fanatismo; los establecimientos ms -santos y benficos eran obra de miras torcidas, la expresin y el -vehculo de srdidos intereses; el poder pblico no era ms que atroz -tirana; slo eran bellas, slo eran justas, slo eran saludables las -instituciones paganas: all todo era sabio, todo abrigaba designios -profundos, altamente provechosos la sociedad; slo los antiguos -haban disfrutado de las ventajas sociales, slo ellos haban acertado - organizar un poder pblico con garantas para la libertad de los -ciudadanos. Los pueblos modernos deban llorar con lgrimas de amargura -por no poder disfrutar del bullicio del foro. por no oir oradores como -Demstenes y Cicern, por carecer de los juegos olmpicos, por no poder -asistir al pugilato de los atletas, por no serles dado profesar una -religin que, si bien llena de ilusiones y mentiras, daba, sin embargo, - la naturaleza toda un inters dramtico, animando sus fuentes, sus -ros, sus cascadas y sus mares, poblando de hermosas ninfas los campos, -las praderas y los bosques, dando al hombre dioses compaeros del hogar -domstico, y, sobre todo, haciendo la vida ms llevadera y agradable -con soltar la rienda las pasiones, supuesto que las divinizaba bajo -las formas ms hechiceras. - -Al travs de semejantes preocupaciones, cmo era posible comprender -las instituciones de la Europa moderna? Todo se trastornaba de un modo -deplorable; todo lo existente se condenaba sin apelacin, y quien -saliera su defensa, era reputado por hombre de pocos alcances, de -mala fe, y que no poda contar con otro apoyo que el que le dispensaban -los gobiernos todava preocupados en favor de una religin y de unas -instituciones que, segn todas las probabilidades, haban de perecer -no lardar. Lamentables aberraciones del espritu humano! Qu diran -aquellos escritores si ahora se levantasen de la tumba? Y todava -no ha pasado un siglo desde la poca en que empez ser influyente -su escuela! Y sus discpulos han sido por largo tiempo dueos de -arreglar el mundo como bien les ha parecido! Y no han hecho ms que -hacer derramar torrentes de sangre, amontonando nuevos escarmientos y -desengaos en la historia de la humanidad! - -Pero volvamos Montesquieu. Este publicista, que tanto se resinti -de la atmsfera que le rodeaba, y que tambin no dej de tener alguna -parte en malearla, advirti los hechos que de bulto se presentan los -ojos del observador, y cules son los efectos de la conciencia pblica -creada entre los pueblos europeos por la influencia cristiana; pero, -notando los efectos, no se remont la verdadera causa, y as se -empe en ajustarlos de todos modos al sistema que haba imaginado. -Comparando la sociedad antigua con la moderna, descubri una notable -diferencia en la conducta de los hombres, observando que entre nosotros -se ejercen las acciones ms heroicas y ms bellas y se evitan, por una -parte, muchos vicios que contaminaban los antiguos; cuando, por otra -parte, se echa de ver que los hombres de nuestras sociedades no siempre -tienen aquel alto temple moral que debiera de ser la causa regular de -esta conducta. La codicia, la ambicin, el amor de los placeres y dems -pasiones, reinan todava en el mundo, bastando dar una mirada en torno, -para descubrirlas por doquiera; y, sin embargo, estas pasiones no se -desmandan hasta tal punto que se entreguen los excesos que lamentamos -en los antiguos: hay un freno misterioso que las contiene; antes de -arrojarse sobre el cebo que las brinda, dan siempre al rededor de s -una cautelosa mirada; no se atreven ciertos excesos, no ser que -puedan contar de seguro con un velo que las encubra. Temen de un modo -particular la vista de los hombres: no pueden vivir sino en la soledad -y en las tinieblas. Cul es la causa de este fenmeno? se preguntaba - s mismo el autor del _Espritu de las leyes_. Los hombres, dira, -obran muchas veces, no por virtud moral, sino por consideracin al -juicio que de las acciones formarn los dems: esto es obrar por -honor; ste es un hecho que se observa en Francia y en las dems -monarquas de Europa: ste ser, pues, un carcter distintivo de los -gobiernos monrquicos; sta ser la base de esa forma poltica; sta la -diferencia de la repblica y del despotismo. - -Oigamos al mismo autor: En qu clase de gobierno son necesarios -los censores? En una repblica donde el principio del gobierno es la -virtud. No son solamente los crmenes lo que destruye la virtud, sino -tambin las negligencias, las faltas, cierta tibieza en el amor de la -patria, los ejemplos peligrosos, las semillas de corrupcin, lo que sin -chocar con las leyes las elude, y sin destruirlas las enflaquece. Todo -esto debe ser corregido por los censores. - -En las monarquas no son necesarios por estar fundadas en el -honor, y la naturaleza de ste es el tener _por censor todo el -universo_. Cualquiera que falte al honor, se encuentra expuesto las -reconvenciones de los mismos que carecen de l. (_Espritu de las -leyes_, lib. V, cap. XIX). He aqu lo que pensaba este publicista. Sin -embargo, reflexionando sobre la materia, se echa de ver que padeci una -equivocacin trasladando al orden poltico, y explicando por causas -meramente polticas, un hecho puramente social. Montesquieu seala -como caracterstico de las monarquas lo que es general todas las -sociedades modernas, y parece que no comprendi la verdadera causa de -que en stas no haya sido necesaria la institucin de censores, as -como no alcanz el verdadero motivo de esta necesidad en las repblicas -antiguas. - -Las formas monrquicas no han dominado exclusivamente en Europa. Se -han visto en ella poderosas repblicas, y se encuentra todava alguna -nada despreciable. La misma monarqua ha sufrido muchas modificaciones, -alindose, ora con la democracia, ora con la aristocracia, ora -ejerciendo un poder sin lmites, ora obrando en crculos ms menos -dilatados; y, sin embargo, se encuentra por todas partes ese freno de -que habla Montesquieu, y que apellida _honor_; es decir, un poderoso -estmulo para hacer buenas acciones y un robusto dique para evitar las -malas, por consideracin al juicio que de nosotros formarn los dems. - -En las monarquas, dice Montesquieu, no se necesitan censores; ellas -estn fundadas sobre el honor, y es de la naturaleza del honor el tener -por censor todo el universo; palabras notables que nos revelan todo -el pensamiento del escritor, y que, al propio tiempo, nos indican el -origen de su equivocacin. Estas mismas palabras nos servirn de clave -para descifrar el enigma. Para hacerlo cual conviene la importancia -de la materia, y con la claridad que se necesita en un objeto que -por las complicadas relaciones que abarca ofrece alguna confusin, -procurar presentar las ideas con la mayor precisin posible. - -El respeto al juicio de los dems es innato en el hombre: y, de -consiguiente, est en su misma naturaleza el que haga evite muchas -cosas, por consideracin este juicio. Esto se funda en un hecho -tan sencillo como es el amor de nuestra buena reputacin, el deseo -de parecer bien el temor de parecer mal los ojos de nuestros -semejantes. Esto, de puro claro y sencillo, no necesita ni aun -consiente pruebas ni comentarios. - -El honor es un estmulo ms menos vivo, un freno ms menos -poderoso, segn la mayor menor severidad de juicio que supongamos -en los dems. Por esta causa, entre personas generosas hace el tacao -un esfuerzo por parecer liberal; as como el prdigo se limita, si se -halla entre compaeros amantes de la economa. En una reunin donde -la generalidad de los concurrentes sea morigerada, se mantienen en la -lnea del deber aun los libertinos; cuando en otra donde campee la -licencia, llegan permitirse cierta libertad hasta los habitualmente -severos de costumbres. - -La sociedad en que vivimos es una gran reunin: si sabemos que dominan -en ella principios severos, si omos proclamadas por todas partes -las reglas de la sana moral, si conceptuamos que la generalidad de -los hombres con quienes vivimos llama cada accin con su verdadero -nombre, sin que falsee su juicio el desarreglo que tal vez pueda haber -en su conducta, entonces nos veremos rodeados por todas partes de -testigos y de jueces, cuya corrupcin no podemos alcanzar: y esto -nos detendr cada paso en los deseos de obrar mal, nos impulsar de -continuo portarnos bien. - -Muy de otra suerte suceder si nos prometemos indulgencia en la -sociedad que nos rodea: entonces, aun suponindonos con las mismas -convicciones, el vicio no nos parecer tan feo, ni el crimen tan -detestable, la corrupcin tan asquerosa; sern muy diferentes nuestros -pensamientos con respecto la moralidad de nuestra conducta, y, -andando el tiempo, llegarn resentirse nuestras acciones de la -influencia funesta de la atmsfera en que vivimos. - -De esto se infiere que, para formar en nuestro corazn el sentimiento -del honor, de manera que sea bastante eficaz para evitar el mal y -producir el bien, conviene que dominen en la sociedad sanos principios -de moral, de suerte que sean una creencia generalmente arraigada. Si -esto se consigue, se llegar formar ciertos hbitos sociales, que -moralizarn las costumbres, y que, aun cuando no alcancen prevenir -la corrupcin de muchos individuos, sern bastantes, sin embargo, -obligar al vicio cubrirse con ciertas formas, que, por ms hipcritas -que sean, no dejarn de contribuir al decoro de las costumbres. - -Los saludables efectos de estos hbitos durarn todava despus de -debilitadas considerablemente las creencias que servan de base los -principios morales; y la sociedad recoger en abundancia beneficiosos -frutos del mismo rbol que desprecia descuida. sta es la historia de -la moralidad de las sociedades modernas, que, si bien corrompidas de -un modo lamentable, no lo son tanto, sin embargo, como las antiguas, y -conservan en su legislacin y en sus costumbres un fondo de moralidad -y decoro que no han podido destruir los estragos de las ideas -irreligiosas. - -Consrvase todava la conciencia pblica: ella censura todos los -das al vicio y encarece la hermosura y las ventajas de la virtud; -reina sobre los gobiernos y sobre los pueblos, y ejerce el poderoso -ascendiente de un elemento esparcido por todas partes, como -desparramado en la atmsfera que respiramos. - - ms del Arepago, dice Montesquieu, haba en Atenas guardianes de -las costumbres, y guardianes de las leyes; en Lacedemonia todos los -ancianos eran censores; en Roma tenan este encargo los magistrados -particulares; as como el Senado vigila sobre el pueblo, es menester -que haya censores que su vez vigilen as al pueblo como al Senado: -ellos deben restablecer en la repblica todo lo que se ha corrompido, -notar la tibieza, juzgar las negligencias y corregir las faltas, como -las leyes castigan los crmenes. (_Espritu de las leyes_, lib. V, -cap. VII.) No parece sino que el autor del _Espritu de las leyes_ se -propone retratar las funciones de un poder religioso, describindonos -las atribuciones de los censores antiguos. Alcanzar donde no llegan -las leyes civiles, corregir y castigar su modo lo que stas dejan -impune, ejercer sobre la sociedad una influencia ms delicada, ms -minuciosa, de la que pertenece al legislador: he aqu el objeto de -los censores. Y quin no ve que este poder est muy bien reemplazado -por el poder religioso, y que, si aqul no ha sido necesario en las -sociedades modernas, debe atribuirse, la presencia de ste, al -resultado de su accin ejercida por largos siglos? - -Que este poder religioso obr por largo tiempo sobre todos los -entendimientos y los corazones con un ascendiente decisivo, es un hecho -consignado en todas las pginas de la historia de Europa; y cul haya -sido el resultado de esa influencia saludable, tan calumniada y tan -mal comprendida, lo estamos palpando nosotros, que vemos dominantes -todava en el pensamiento, en la conciencia pblica, los principios de -justicia y de sana moral, pesar de los estragos que han causado en la -conciencia particular las doctrinas irreligiosas inmorales. - -Para dar mejor comprender el poderoso influjo de esa conciencia, -ser bien hacerlo sensible con algn ejemplo. Supngase que el -magnate ms opulento, que el monarca ms poderoso, se entregue los -abominables excesos que se abandonaron los Tiberios, los Nerones, -y otros monstruos que mancharon el solio del imperio. Qu suceder? -No lo sabemos; pero lo cierto es que nos parece ver levantado tan -alto el grito de reprobacin y de horror universal, parcenos ver al -monstruo tan abrumado bajo el peso de la execracin pblica, que se nos -hace hasta imposible que este monstruo pueda existir. Nos parece un -anacronismo, un absurdo de la poca, y no porque no pensemos que haya -algunos hombres bastante inmorales para semejantes infamias, bastante -pervertidos de entendimiento y de corazn para ofrecer ese espectculo -de ignominia, sino porque vemos que eso choca, se estrella contra las -costumbres universales, y que un escndalo semejante no podra durar un -momento los ojos de la conciencia pblica. - -Infinitos contrastes podra presentar, pero me contentar con otro que, -recordando un bello pasaje de la historia antigua, y pintndonos la -virtud de un hroe, nos retrata las costumbres de una poca, y el mal -estado de la conciencia pblica. Supngase que un general de nuestra -Europa moderna toma por asalto una plaza, donde una seora distinguida, -esposa de uno de los principales caudillos del ejrcito enemigo, cae en -manos de la soldadesca. Presentada al general la hermosa prisionera, -cul debe ser la conducta del vencedor? Claro es que nadie vacilar un -momento en afirmar que la seora debe ser tratada con el miramiento ms -delicado, que debe dejrsela desde luego libre, permitindole que vaya - reunirse con su esposo, si sta fuera su voluntad. Esta conducta la -encontramos nosotros tan obligatoria, tan en el orden regular de las -cosas, tan conforme todas nuestras ideas y sentimientos, que buen -seguro no haramos un mrito particular por ella quien la hubiese -observado. Diramos que el general vencedor cumpli con un deber -riguroso, sagrado, de que le era imposible prescindir, si no quera -cubrirse de baldn y de ignominia. Por cierto que no encomendaramos - la historia el cuidado de inmortalizar un hecho semejante; lo -dejaramos pasar desapercibido en el curso regular de los sucesos -comunes. Pues bien: esto hizo Escipin en la toma de Cartagena con la -mujer de Mardonio; y la historia antigua nos recuerda esta generosidad -como un eterno monumento de las virtudes del hroe. Este parangn -explica mejor que todo comentario el inmenso progreso de las costumbres -y de la conciencia pblica bajo la influencia cristiana. - -Y esta conducta, que entre nosotros es considerada como muy regular y -como estrictamente obligatoria, no trae su origen del honor monrquico, -como pretendera Montesquieu; sino de la mayor elevacin de ideas sobre -la dignidad del hombre, de un conocimiento ms claro de las verdaderas -relaciones sociales, de una moral ms pura, ms fuerte, porque est -sentada sobre cimientos eternos. Esto que se encuentra en todas partes, -que se hace sentir por doquiera, que ejerce su predominio sobre los -buenos, y que impone respeto aun los malos, sera el poderoso -obstculo que se atravesara los pasos del hombre inmoral que en casos -semejantes se empease en dar rienda suelta su crueldad, otras -pasiones. - -El claro entendimiento del autor del _Espritu de las leyes_ hubiera -reparado, sin duda, en estas verdades, no estar preocupado por su -distincin favorita, que, establecida desde el comienzo de su obra, -la sujeta toda un sistema inflexible. Y bien sabido es lo que son -los sistemas, cuando, concebidos de antemano, sirven como de matriz - una obra. Son el verdadero lecho de tormento de las ideas y de los -sucesos; de buen de mal grado, todo se ha de acomodar al sistema: lo -que sobra, se trunca; lo que falta, se aade. As vemos que la razn de -la tutela de las mujeres romanas la encuentra tambin Montesquieu en -motivos polticos fundados en la forma republicana; y el derecho atroz -concedido los padres sobre los hijos, la potestad patria, que tan -ilimitada establecan las leyes romanas, pretende que dimanaba tambin -de razones polticas. Como si no fuera evidente que el origen de una y -otra de estas disposiciones del antiguo derecho romano, debe referirse - razones puramente domsticas y sociales, del todo independientes de -la forma de gobierno.[4] - - - - -CAPITULO XXX - - -Definida la naturaleza de la conciencia pblica, sealado su origen, - indicados sus efectos, fltanos ahora preguntar si se pretender -tambin que el Protestantismo haya tenido parte en formarla, -atribuyndole de esta suerte la gloria de haber servido tambin en este -punto perfeccionar la civilizacin europea. - -Se ha demostrado ya que el origen de la conciencia pblica se hallaba -en el Cristianismo. ste puede considerarse bajo dos aspectos: -como una doctrina, como una institucin para realizar la doctrina; -es decir, que la moral cristiana podemos mirarla, en s misma, -en cuanto es enseada inculcada por la Iglesia. Para formar la -conciencia pblica, haciendo prevalecer en ella la moral cristiana, -no era bastante la aparicin de esa doctrina; sino que era precisa -la existencia de una sociedad que, no slo la conservase en toda su -pureza para irla transmitiendo de generacin en generacin, sino que -la predicase sin cesar los hombres, haciendo de ella aplicaciones -continuas todos los actos de la vida. Conviene observar que, por -ms poderosa que sea la fuerza de las ideas, tienen, sin embargo, una -existencia precaria hasta que han llegado realizarse, hacindose -sensibles, por decirlo as, en alguna institucin, que, al paso que -reciba de ellas la vida y la direccin de su movimiento, les sirva -su vez de resguardo contra los ataques de otras ideas intereses. El -hombre est formado de cuerpo y alma, el mundo entero es un complexo -de seres espirituales y corporales, un conjunto de relaciones morales -y fsicas; y as es que una idea, aun la ms grande y elevada, si -no tiene una expresin sensible, un rgano por donde hacerse oir y -respetar, comienza por ser olvidada, queda confundida y ahogada en -medio del estrpito del mundo, y, al cabo, viene desaparecer del -todo. Por esta causa, toda idea que quiere obrar sobre la sociedad, -que pretende asegurar un porvenir, tiende, por necesidad, crear -una institucin que la represente, que sea su personificacin; no -se contenta con dirigirse los entendimientos, descendiendo as al -terreno de la prctica slo por medios indirectos, sino que se empea, -adems, en pedir la materia sus formas, para estar de bulto los -ojos de la humanidad. - -Estas reflexiones, que someto con entera confianza al juicio de -los hombres pensadores y sensatos, son la condenacin del sistema -protestante; manifestando que, tan lejos est la pretendida Reforma -de poderse atribuir ninguna parte en el saludable fenmeno cuya -explicacin nos ocupa, que, antes bien, debe decirse que por sus -principios y conducta le hubiera impedido, si afortunadamente en el -siglo XVI la Europa no se hubiese hallado en edad adulta, y, por -consiguiente, poco menos que incapaz de perder las doctrinas, los -sentimientos, los hbitos, las tendencias, que le haba comunicado la -Iglesia catlica con una educacin continuada por espacio de tantos -siglos. - -En efecto: lo primero que hizo el Protestantismo fu atacar la -autoridad; y no como un simple acto de resistencia, sino proclamando -esta resistencia como un verdadero derecho, erigiendo en dogmas el -examen particular y el espritu privado. Con este solo paso quedaba la -moral cristiana sin apoyo; porque no haba una sociedad que pudiera -pretender derecho explicarla, ni ensearla; es decir, que esa -moral quedaba relegada al orden de aquellas ideas que, no estando -representadas y sostenidas por ninguna institucin, no teniendo rganos -autorizados para hacerse oir, carecen de medios directos para obrar -sobre la sociedad, ni saben dnde guarecerse, en el caso de hallarse -combatidas. - -Pero, se me dir, el Protestantismo ha conservado tambin esa -institucin que realiza la idea, conservando sus ministros, su culto, -su predicacin, en una palabra, todo lo necesario para que la verdad -tuviese medios para llegar hasta el hombre, y de estar con l en -comunicacin continua. No negar lo que haya aqu de verdad, y hasta -recordar que en el captulo XIV de esta obra no tuve reparo en afirmar -que deba juzgarse como un gran bien el que, en medio del prurito que -atorment los primeros protestantes de desechar todas las prcticas -de la Iglesia, conservasen, sin embargo, la de la predicacin. Aad -tambin en el mismo lugar que, sin desconocer los daos que en ciertas -pocas han trado las declamaciones de algunos ministros, insidiosos, - fanticos, sin embargo, en el supuesto de haberse roto la unidad, -en el supuesto de haber arrojado los pueblos por el azaroso camino -del cisma, habr infludo no poco en la conservacin de las ideas -ms capitales sobre Dios y el hombre, y de las mximas fundamentales -de la moral, el oir con frecuencia los pueblos explicadas semejantes -verdades por quien las haba estudiado de antemano en la Sagrada -Escritura. Repito aqu lo mismo que all dije: que el haber conservado -los protestantes la predicacin deba de haber producido considerables -bienes. Pero, con esto no se dice otra cosa sino que el Protestantismo, - pesar del mucho mal que hizo, no lo llev al extremo que era de -temer, atendidos sus principios. Parecise en esta parte los hombres -de malas doctrinas, quienes no son tan malos como debieran ser, si su -corazn estuviera de acuerdo con su entendimiento. Tienen la fortuna de -ser inconsecuentes. El Protestantismo haba proclamado la abolicin de -la autoridad, el derecho de examen sin lmites; haba erigido en regla -de fe y de conducta la inspiracin privada; pero, en la prctica, se -apart algn tanto de estas doctrinas. As es que se entreg con ardor - lo que l llamaba la predicacin evanglica, y sus ministros fueron -llamados evanglicos. De suerte que, mientras se acababa de establecer -que cada individuo tena el derecho ilimitado de examen, y que, sin -prestar odos ninguna autoridad externa, slo deba escuchar los -consejos, de su razn, de su inspiracin privada, se difundan por -todas partes ministros protestantes, que se pretendan los rganos -legtimos para comunicar los pueblos la divina palabra. - -Se ver todava ms lo extrao de semejante conducta, si se recuerda -la doctrina de Lutero con respecto al sacerdocio. Bien sabido es -que, embarazado el heresiarca por las jerarquas que constituyen el -ministerio de la Iglesia, pretendi derribarlas todas de una vez, -sosteniendo que todos los cristianos eran sacerdotes, sin que se -necesitase ms para ejercer el sagrado ministerio que una simple -presentacin; nada aada de esencial ni caracterstico la calidad -de sacerdote, pues que sta era patrimonio de todos los fieles. -Infirese de esta doctrina que el predicador protestante carece de -misin, no tiene carcter que le distinga de los dems cristianos, -no puede ejercer, por consiguiente, sobre ellos autoridad alguna, no -puede hablar imitando Jesucristo _quasi potestatem habens_; y, por -tanto, no es ms que un orador que toma la palabra en presencia de -un auditorio, sin ms derecho que el que le dan su instruccin, su -facundia, su elocuencia. - -Esta predicacin sin autoridad, predicacin que, en el fondo, y por los -propios principios del predicador mismo, no era ms que humana, pesar -de que por una chocante inconsecuencia se pretendiese divina, si bien -poda contribuir algn tanto la conservacin de los buenos principios -morales que hallaba ya establecidos por todas partes, hubiera sido -impotente para plantearlos en una sociedad donde hubiesen sido -desconocidos; mayormente teniendo que luchar con otros diametralmente -opuestos, sostenidos, adems, por preocupaciones envejecidas, -por pasiones arraigadas, por intereses robustos. Hubiera sido -impotente para introducir sus principios en una sociedad semejante, -y conservarlos despus intactos al travs de las revoluciones ms -espantosas y de los trastornos ms inauditos; hubiera sido impotente -para comunicarlos pueblos brbaros que, ufanos de sus triunfos, no -escuchaban otra voz que el instinto de su ferocidad, guiado por el -sentimiento de la fuerza; hubiera sido impotente para hacer doblegar -ante esos principios as los vencedores como los vencidos, -refundindolos en un solo pueblo, imprimiendo un mismo sello las -leyes, las instituciones, las costumbres, para formar esa admirable -sociedad, ese conjunto de naciones, , mejor diremos, esa gran nacin, -que se apellida Europa. Es decir, que el Protestantismo, por su misma -constitucin, hubiera sido incapaz de realizar lo que realiz la -Iglesia catlica. - -Todava ms: este simulacro de predicacin que ha conservado el -Protestantismo, es, en el fondo, un esfuerzo para imitar la Iglesia, -para no quedarse desarmado en presencia de un adversario quien tanto -tema. rale preciso conservar un medio de influencia sobre el pueblo, -un conducto abierto para comunicarle las varias interpretaciones de la -Biblia que los usurpadores de la autoridad les pluguiese adoptar; y -por esto conservaba la preciosa prctica de la Iglesia romana, pesar -de las furibundas declamaciones contra todo lo emanado de la Ctedra de -San Pedro. - -Pero, donde se hace notar la inferioridad del Protestantismo con -respecto al conocimiento y comprensin de los medios ms propsito -para extender y cimentar la moralidad, hacindola dominar sobre todos -los actos de la vida, es en haber interrumpido toda comunicacin de la -conciencia del fiel con la direccin del sacerdote, en no haber dejado - ste otra cosa que una direccin general, la que, por lo mismo que se -extiende de una vez sobre todos, no se ejerce eficazmente sobre nadie. -Aun cuando no consideremos ms que bajo este aspecto la abolicin del -sacramento de la Penitencia entre los protestantes, puede asegurarse -que desconocieron uno de los medios ms legtimos, ms poderosos y -suaves, para dar la vida del hombre una direccin conforme los -principios de la sana moral. Accin legtima, porque legtima es la -comunicacin directa, ntima, de la conciencia que debe ser juzgada -por Dios, con la conciencia de aquel que hace las veces de Dios en la -tierra. Accin poderosa, porque, establecida la ntima comunicacin de -hombre hombre, de alma con alma, se identifican, por decirlo as, los -pensamientos y los afectos, y, ausente todo testigo que no sea el mismo -Dios, las amonestaciones tienen ms fuerza, los mandatos ms autoridad, -y los mismos consejos penetran mejor hasta el fondo del alma, con -ms uncin y ms dulzura. Accin suave, porque supone la espontnea -manifestacin de la conciencia que se trata de dirigir, manifestacin -que trae su origen de un precepto, pero que no puede ser arrancada por -la violencia, supuesto que slo Dios puede ser el juez competente de su -sinceridad; suave, repito, porque, obligado el ministro al ms estricto -secreto, y tomadas por la Iglesia todas las precauciones imaginables -para precaver la revelacin, puede el hombre descansar tranquilo, -con la seguridad de que sern fielmente guardados los arcanos de su -conciencia. - -Pero, se nos dir, creis acaso que todo esto sea necesario para -establecer y conservar una buena moralidad? Si esta moralidad ha de -ser algo ms que una probidad mundana, expuesta quebrantarse al -primer encuentro con un inters, dejarse arrastrar por el seductor -halago de las pasiones engaosas; si ha de ser una moralidad delicada, -severa, profunda, que se extienda todos los actos de la vida, que -la dirija, que la domine, haciendo del corazn humano ese bello ideal -que admiramos en los catlicos dedicados la verdadera observancia y - las prcticas de su religin; si se habla de esta moralidad, repito, -es necesario que est bajo la inspeccin del poder religioso, y que -reciba la direccin y las inspiraciones de un ministro del santuario en -esa abertura ntima, sincera, de todos los ms recnditos pliegues del -corazn, y de los deslices que nos conduce cada paso la debilidad -de nuestra naturaleza. Esto es lo que ensea la religin catlica, y -yo aado que esto es lo que muestra la experiencia, y lo que ensea la -filosofa. No quiero decir con esto que slo entre los catlicos sea -posible practicar acciones virtuosas; sera una exageracin desmentida -por la experiencia de cada da: hablo nicamente de la eficacia con que -obra una institucin catlica despreciada por los protestantes; hablo -de su alta importancia para arraigar y conservar una moralidad firme, -ntima, que se extienda todos los actos de nuestra alma. - -No hay duda que hay en el hombre una monstruosa mezcla de bien y de -mal, y que no le es dado en esta vida alcanzar aquella perfeccin -inefable que, consintiendo en la conformidad perfecta con la verdad -y con la santidad divinas, no puede concebirse siquiera, sino para -cuando el hombre, despojado del cuerpo mortal, tendr su espritu -sumido en un pilago pursimo de luz y de amor. Pero no cabe duda -tampoco que, aun en esta morada terrestre, en esta mansin de miserias -y tinieblas, puede el hombre llegar poseer esa moralidad universal, -profunda y delicada que se ha descrito ms arriba: y sea cual fuere -la corrupcin del mundo de que con razn nos lamentamos, es menester -confesar que se encuentran todava en l un nmero considerable de -honrosas excepciones, en personas que ajustan su conducta, su voluntad, -hasta sus ms ntimos pensamientos y afecciones, la severa regla -de la moral evanglica. Para llegar este punto de moralidad, y -cuenta que aun no decimos de perfeccin evanglica, sino de moralidad, -es necesario que el principio religioso est presente con viveza -los ojos del alma, que obre de continuo sobre ella, alentndola -reprimindola en la infinita variedad de encuentros que en el concurso -de la vida se ofrecen para apartarnos del camino del deber. La vida del -hombre es una cadena de actos infinitos en nmero, por decirlo as, y -que no pueden andar acordes siempre con la razn y con la ley eterna, -no estar incesantemente bajo un regulador universal y fijo. - -Y no se diga que una moralidad semejante es un bello ideal, que, aun -cuando existiera, traera consigo una tal confusin en los actos del -alma, y, por consiguiente, tal complicacin en la vida entera, que sta -llegara hacerse insoportable. No, no es meramente un bello ideal -lo que existe en la realidad, lo que se ofrece menudo nuestros -ojos, no tan slo en el retiro de los claustros y en las sombras del -santuario, sino tambin en medio del bullicio y de las distracciones -del mundo. No acarrea tampoco confusin los actos del alma ni -complica los negocios de la vida, lo que establece una regla fija. Al -contrario: lejos de confundir, aclara y distingue; lejos de complicar, -ordena y simplifica. Asentad esta regla y tendris la unidad, y, en pos -de la unidad, el orden en todo. - -El Catolicismo se ha distinguido siempre por su exquisita vigilancia -sobre la moral, y por su cuidado en arreglar todos los actos de -la vida, y hasta los ms secretos movimientos del corazn. Los -observadores superficiales han declamado contra la abundancia de -moralistas, contra el estudio detenido y prolijo que se ha hecho de -los actos humanos, considerados bajo el aspecto moral; pero deban -haber observado que, si el Catolicismo es la religin en cuyo seno han -aparecido mayor nmero de moralistas, y donde se han examinado ms -minuciosamente todas las acciones humanas, es porque esta religin -tiene por objeto moralizar al hombre todo entero, por decirlo as, -en todos sentidos, en sus relaciones con Dios, con sus semejantes y -consigo mismo. Claro es que semejante tarea trae necesariamente un -examen ms profundo y detenido del que sera menester, si se tratase -nicamente de dar al hombre una moralidad incompleta, y que, no pasando -de la superficie de sus actos, no se filtrase hasta lo ntimo del -corazn. - -Ya que se ha tocado el punto de los moralistas catlicos, y sin -que pretenda excusar las demasas que se hayan entregado algunos -de ellos, ora por un refinamiento de sutileza, ora por espritu de -partidos y disputas, demasas que nunca pueden ser imputadas la -Iglesia catlica, la que, cuando no las ha reprobado expresamente, -al menos les ha hecho sentir su desagrado, obsrvase, no obstante, -que esta abundancia, este lujo, si se quiere, de estudios morales, ha -contribudo quiz ms de lo que se cree dirigir los entendimientos al -estudio del hombre, ofreciendo abundancia de datos y de observaciones - los que se han querido dedicar posteriormente esta ciencia -importante, que es, sin duda, uno de los objetos ms dignos y ms -tiles que pueden ofrecerse nuestros trabajos. En otro lugar de -esta obra me propongo desenvolver las relaciones del Catolicismo con -el progreso de las ciencias y de las letras, y as me hallo precisado - contentarme por ahora con las indicaciones que acabo de hacer. -Permtaseme, sin embargo, observar que el desarrollo del espritu -humano en Europa fu principalmente teolgico; y que as en el punto de -que tratamos, como en otros muchos, deben los filsofos los telogos -mucho ms de lo que, segn parece, ellos se figuran. - -Volviendo la comparacin de la influencia protestante con la -influencia catlica, relativamente la formacin y conservacin -de una sana conciencia pblica, queda demostrado que, habiendo el -Catolicismo sostenido siempre el principio de autoridad combatido por -el Protestantismo, di las ideas morales una fuerza, una accin, que -no hubiera podido darles su adversario, quien, por su naturaleza, por -sus mismos principios fundamentales, las ha dejado sin ms apoyo que el -que tienen las ideas de una escuela filosfica. - -Pues bien, se me dir, desconocis acaso la fuerza de las ideas, -fuerza propia, entraada en su misma naturaleza, que tan menudo -cambia la faz de la humanidad, decidiendo de sus destinos? No sabis -que las ideas se abren paso al travs de todos los obstculos, pesar -de todas las resistencias? Habis olvidado lo que nos ensea la -historia entera? Pretendis despojar el pensamiento del hombre de su -fuerza vital, creadora, que le hace superior todo cuanto le rodea? -Tal suele ser el panegrico que se hace de la fuerza de las ideas; as -las omos presentar cada paso como si tuvieran en la mano la varita -mgica para cambiarlo y transformarlo todo, merced de sus caprichos. -Respetando como el que ms el pensamiento del hombre, y confesando que -en realidad hay mucho de verdadero en lo que se llama la fuerza de una -idea, me permitirn, sin embargo, los entusiastas de esta fuerza, hacer -algunas observaciones, no para combatir de frente su opinin, sino para -modificarla en lo que fuere necesario. - -En primer lugar, las ideas con respecto al punto de vista desde el -cual las miramos aqu, deben distinguirse en dos rdenes: unas que -lisonjean nuestras pasiones, otras que las reprimen. Las primeras no -puede negarse que tienen una fuerza expansiva, inmensa. Circulando con -movimiento propio, obran por todas partes, ejercen una accin rpida y -violenta, no parece sino que estn rebosando de actividad y de vida; -las segundas tienen la mayor dificultad en abrirse paso, progresan -lentamente, necesitan apoyarse en alguna institucin que les asegure -estabilidad. Y esto por qu? Porque lo que obra en el primer caso -no son las ideas, sino las pasiones que formando un cortejo toman su -nombre, encubriendo de esta suerte lo que primera vista se ofrecera -como demasiado repugnante; en el segundo es la verdad la que habla; y -la verdad en esta tierra de infortunio es escuchada muy difcilmente; -porque la verdad conduce al bien, y el _corazn del hombre_, segn -expresin del sagrado texto, _est inclinado al mal desde la -adolescencia_. - -Los que tanto nos encarecen la fuerza ntima de las ideas, debieran -sealarnos en la historia antigua y moderna una idea, una sola idea, -que, encerrada en su propio crculo, es decir, en el orden puramente -filosfico, merezca la gloria de haber contribudo notablemente la -mejora del individuo ni de la sociedad. - -Suele decirse menudo que la fuerza de las ideas es inmensa, que -una vez sembradas entre los hombres fructifican tarde temprano, -que una vez depositadas en el seno de la humanidad se conservan como -un legado precioso que, transmitido de generacin en generacin, -contribuye maravillosamente la mejora del mundo, la perfeccin -que se encamina el humano linaje. No hay duda que en estas aserciones -se encierra una parte de verdad; porque, siendo el hombre un ser -inteligente, todo lo que afecta inmediatamente su inteligencia, no -puede menos de influir en su destino. As es que no se hacen grandes -mudanzas en la sociedad, si no se verifican primero en el orden de las -ideas; y es endeble y de escasa duracin todo cuanto se establece, -contra ellas, sin ellas. Pero de aqu suponer que toda idea til -encierre tanta fuerza conservadora de s propia, que por lo mismo no -necesite de una institucin que le sirva de apoyo y defensa, mayormente -si ha de atravesar pocas muy turbulentas, hay una distancia inmensa, -que no se puede salvar, so pena de ponernos en desacuerdo con la -historia entera. - -No, la humanidad, considerada por s sola, entregada sus propias -fuerzas, como la consideran los filsofos, no es una depositaria tan -segura como se ha querido suponer. Desgraciadamente tenemos de esa -verdad bien tristes pruebas; pues que, lejos de parecerse el humano -linaje un depositario fiel, ha imitado ms bien la conducta de un -dilapidador insensato. En la cuna del gnero humano encontramos las -grandes ideas sobre la unidad de Dios, sobre el hombre, sobre sus -relaciones con Dios y sus semejantes: estas ideas eran, sin duda, -verdaderas, saludables, fecundas; pues bien, qu hizo de ellas -el gnero humano? no las perdi, modificndolas, mutilndolas, -estropendolas, de un modo lastimoso? Dnde estaban esas ideas cuando -vino Jesucristo al mundo? Qu haba hecho de ellas la humanidad? Un -pueblo, un solo pueblo las conserva, pero cmo? Fijad la atencin -sobre el pueblo escogido, sobre el pueblo judo, y veris que existe en -l una lucha continua entre la verdad y el error; veris que con una -ceguera inconcebible se inclina sin cesar la idolatra, substituir - la ley sublime del Sina las abominaciones de los gentiles. Y sabis -cmo se conserva la verdad en aquel pueblo? Notadlo bien: apoyada en -instituciones las ms robustas que imaginarse puedan, pertrechada con -todos los medios de defensa de que la rode el legislador inspirado -por Dios. Se dir que aqul era un pueblo de _dura cerviz_, como dice -el sagrado texto; desgraciadamente, desde la cada de nuestro primer -padre, esta dureza de cerviz es un patrimonio de la humanidad; _el -corazn del hombre est inclinado al mal desde su adolescencia_, y -siglos antes de que existiese el pueblo judo, abri Dios sobre el -mundo las cataratas del cielo, y borr al hombre de la faz de la -tierra, _porque toda carne haba corrompido su camino_. - -Infirese de aqu la necesidad de instituciones robustas para la -conservacin de las grandes ideas morales; y se ve con evidencia que no -deben abandonarse la volubilidad del espritu humano, so pena de ser -desfiguradas y aun perdidas. - -Adems, las instituciones son necesarias, no precisamente para ensear, -sino tambin para aplicar. Las ideas morales, mayormente las que -estn en oposicin muy abierta con las pasiones, no llegan jams al -terreno de la prctica sino por medio de grandes esfuerzos; y para -esos esfuerzos no bastan las ideas en s mismas, son menester medios -de accin con que pueda enlazarse el orden de las ideas con el orden -de los hechos. Y he aqu una de las razones de la importancia de las -escuelas filosficas cuando se trata de edificar. Son no pocas veces -poderosas para destruir, porque para destruir basta la accin de un -momento, y esta accin puede ser comunicada fcilmente en un acceso -de entusiasmo; pero, cuando quieren edificar poniendo en planta sus -concepciones, se encuentran faltas de accin, y, no teniendo otros -medios de ejercerla que lo que se llama la fuerza de las ideas, como -que stas varan se modifican incesantemente, dando de ello el -primer ejemplo las mismas escuelas, queda reducido objeto de pura -curiosidad lo que poco antes se propalara como la causa infalible del -progreso del linaje humano. - -Con estas ltimas reflexiones prevengo la objecin que se me podra -hacer, fundndose en la mucha fuerza adquirida por las ideas por medio -de la prensa. sta propaga, es verdad, y por lo mismo multiplica -extraordinariamente la fuerza de las ideas; pero, tan lejos est -de conservar, que antes bien es el mejor disolvente de todas las -opiniones. Obsrvese la inmensa rbita recorrida por el espritu del -hombre desde la poca de ese importante descubrimiento, y se echar -de ver que el consumo (permtaseme la expresin), que el consumo de -las opiniones ha crecido en una proporcin asombrosa. Sobre todo desde -que la prensa se ha hecho peridica, la historia del espritu humano -parece la representacin de un drama rapidsimo, donde unas escenas -suceden otras, sin dejar apenas tiempo al espectador para oir de boca -de los actores una palabra fugitiva. No estamos todava la mitad del -presente, y, sin embargo, no parece sino que han transcurrido muchos -siglos. Tantas son las escuelas que han nacido y muerto, tantas las -reputaciones que se han encumbrado muy alto, hundindose luego en el -olvido! - -Esta rpida sucesin de ideas, lejos de contribuir al aumento de la -fuerza de las mismas, acarrea necesariamente su flaqueza y esterilidad. -El orden natural en la vida de las ideas es: primero aparecer, en -seguida difundirse, luego realizarse en alguna institucin que las -represente, y, por fin, ejercer su influencia sobre los hechos, obrando -por medio de la institucin en que se han personificado. En todas -estas transformaciones que por necesidad reclaman algn tiempo, es -necesario que las ideas conserven su crdito, si es que han de producir -algn resultado provechoso. Este tiempo falta, cuando se suceden -unas otras con demasiada rapidez, pues que las nuevas trabajan en -desacreditar las que las han precedido, y de esta suerte las utilizan. -Por cuya causa quizs nunca, como ahora, ha sido ms legtima una -profunda desconfianza en la fuerza de las ideas, sea en la filosofa, -para producir nada de consistente en el orden moral; y bajo este -aspecto es muy controvertible el bien que ha hecho la imprenta las -sociedades modernas. Se concibe ms, pero se madura menos: lo que -gana el entendimiento en extensin, lo pierde en profundidad, y la -brillantez terica contrasta lastimosamente con la impotencia prctica. -Qu importa que nuestros antecesores no fuesen tan diestros como -nosotros para improvisar una discusin sobre las ms altas cuestiones -sociales y polticas, si alcanzaron fundar y organizar instituciones -admirables? Los arquitectos que levantaron los sorprendentes monumentos -de los siglos que apellidamos brbaros, por cierto que no seran ni -tan eruditos ni tan cultos como los de nuestra poca; y, sin embargo, -quin tendra aliento para comenzar siquiera lo que ellos consumaron? -He aqu la imagen ms cabal de lo que est sucediendo en el orden -social poltico. Es necesario no olvidarlo: los grandes pensamientos -nacen ms bien de la intuicin que del discurso; el acierto en la -prctica depende ms de la calidad inestimable, llamada tino, que de -una reflexin ilustrada; y la experiencia ensea menudo que quien -_conoce mucho, ve poco_. El genio de Platn no hubiera sido el mejor -consejero del genio de Soln y de Licurgo; y toda la ciencia de Cicern -no hubiera alcanzado lo que alcanzaron el tacto y el buen sentido de -los hombres rudos, como Rmulo y Numa.[5] - - - - -CAPITULO XXXI - - -_Cierta suavidad general de costumbres, que en tiempo de guerra evita -grandes catstrofes y en medio de la paz hace la vida ms dulce y -apacible_, es otra de las calidades preciosas que llevo sealadas como -caractersticas de la civilizacin europea. ste es un hecho que no -necesita de prueba; se le ve, se le siente por todas partes, al dar en -torno de nosotros una mirada: resalta vivamente abriendo las pginas -de la historia, y comparando nuestros tiempos con otros tiempos, sean -los que fueren. En qu consiste esta suavidad de costumbres? cul -es su origen? quin la ha favorecido? quin la ha contrariado? He -aqu unas cuestiones cual ms interesantes, y que se enlazan de un -modo particular con el objeto que nos ocupa: porque en pos de ellas -se ofrecen desde luego al nimo estas preguntas: el Catolicismo ha -infludo en algo en crear esta suavidad de costumbres? le ha puesto -algn obstculo le ha causado algn retardo? al Protestantismo le ha -cabido alguna parte en esta obra, en bien en mal? - -Conviene ante todo fijar en qu consiste la suavidad de costumbres; -porque, aun cuando sta sea una de aquellas ideas que todo el mundo -conoce, ms bien siente; no obstante, cuando se trata de esclarecerla -y analizarla, es necesario dar de ella una definicin cabal y exacta, -en cuanto sea posible. La suavidad de costumbres consiste en la -_ausencia de la fuerza_, de modo que sern _ms menos_ suaves en -cuanto se emplee _menos ms_ la fuerza. As, costumbres suaves -no es lo mismo que costumbres benficas: stas incluyen el bien, -aqullas excluyen la fuerza; costumbres suaves tampoco es lo mismo -que costumbres conformes la razn y la justicia: no pocas veces -la inmoralidad es tambin suave, porque anda hermanada, no con la -fuerza, sino con la seduccin y la astucia. As es que la suavidad de -costumbres consiste en dirigir el espritu del hombre, no por medio de -la violencia hecha al cuerpo, sino por medio de razones enderezadas -su entendimiento, de cebos ofrecidos sus pasiones; y por esto la -suavidad de costumbres no es siempre el reinado de la razn, pero es -siempre el reinado de los espritus, por ms que stos sean no pocas -veces esclavos de las pasiones con las cadenas de oro que ellos mismos -se labran. - -Supuesto que la suavidad de costumbres proviene de que en el trato -de los hombres slo se emplean la _conviccin_, la _persuasin_ la -_seduccin_, claro es que las sociedades ms adelantadas, es decir, -aquellas donde la inteligencia ha llegado gran desarrollo, deben -participar ms menos de esta suavidad. En ellas la inteligencia -domina porque es fuerte, as como la fuerza material desaparece porque -el cuerpo se enerva. Adems: en sociedades muy adelantadas, que por -precisin acarrean mayor nmero de relaciones y mayor complicacin en -los intereses, son necesarios aquellos medios que obran de un modo -universal y duradero, siendo, adems, aplicables todos los pormenores -de la vida. Estos medios son sin disputa los intelectuales y morales: -la inteligencia obra sin destruir, la fuerza se estrella contra el -obstculo: le remueve se hace pedazos ella misma; y he aqu un -eterno manantial de perturbacin que no puede existir en una sociedad -de relaciones numerosas y complicadas, so pena de convertirse sta en -un caos, y perecer. - -En la infancia de las sociedades encontramos siempre un lastimoso abuso -de la fuerza. Nada ms natural: las pasiones se alan con ella porque -se le asemejan: son enrgicas como la violencia, rudas como el choque. -Cuando las sociedades han llegado mucho desarrollo, las pasiones se -divorcian de la fuerza y se enlazan con la inteligencia; dejan de ser -violentas y se hacen astutas. En el primer caso, si son los pueblos -los que luchan, se hacen la guerra, se combaten y se destruyen; en -el segundo, pelean con las armas de la industria, del comercio, del -contrabando: si son los gobiernos, se atacan, en el primer caso con -ejrcitos, con invasiones; en el segundo con notas: en una poca los -guerreros lo son todo; en la otra no son nada: su papel no puede ser de -mucha importancia, cuando en vez de pelear se negocia. - -Echando una ojeada sobre la civilizacin antigua, se nota desde luego -una diferencia singular entre nuestra suavidad de costumbres y la -suya; ni griegos ni romanos alcanzaron jams esta preciosa calidad en -el grado que distingue la civilizacin europea. Aquellos pueblos ms -bien se enervaron, que no se suavizaron; sus costumbres pueden llamarse -muelles, pero no suaves: porque hacan uso de la fuerza siempre que -este uso no demandaba energa en el nimo ni vigor en el cuerpo. - -Es sobremanera digna de notarse esa particularidad de la civilizacin -antigua, sobre todo de la romana; y este fenmeno, que primera vista -parece muy extrao, no deja de tener causas profundas. ms de la -principal, que es la falta de un elemento suavizador, cual es el que -han tenido los pueblos modernos, _la caridad cristiana_, descendiendo -algunos pormenores encontraremos las razones de que no pudiese llegar -establecerse entre los antiguos la verdadera suavidad de costumbres. - -La esclavitud, que era uno de los elementos constitutivos de su -organizacin domstica y social, era un eterno obstculo para -introducirse en aquellos pueblos esa preciosa calidad. El hombre -puede arrojar otro hombre las murenas, castigando as con la -muerte el haber quebrado un vaso; el que puede por un mero capricho -quitar la vida uno de sus semejantes en medio de la algazara de un -festn; quien puede acostarse en un blando lecho con los halagos de la -voluptuosidad y el esplendor de la ms suntuosa magnificencia, sabiendo -que centenares de hombres estn encerrados y amontonados en obscuros -subterrneos por su inters y por sus placeres; quien puede escuchar -el gemido de tantos desgraciados que demandan un bocado de pan para -atravesar una noche cruel que enlazar las fatigas y los sudores del -da siguiente con los sudores y fatigas del da que pas, ese tal podr -tener costumbres muelles, pero no suaves; su corazn podr ser cobarde, -pero no dejar de ser cruel. Y tal era cabalmente la situacin del -hombre libre en la sociedad antigua: esta organizacin era considerada -como indispensable; otro orden de cosas no se conceba siquiera como -posible. - -Quin removi este obstculo? No fu la Iglesia catlica aboliendo la -esclavitud, despus de haber suavizado el trato cruel que se daba los -esclavos? Vanse los captulos XV, XVI, XVII, XVIII y XIX de esta obra -con las notas que ellos se refieren, donde se halla demostrada esta -verdad con razones y documentos incontestables. - -El derecho de vida y muerte, concedido por las leyes la potestad -patria, introduca tambin en la familia un elemento de dureza, que -deba de producir resultados muy daosos. Afortunadamente, el corazn -del padre estaba en lucha continua con la facultad otorgada por la -ley; pero, si esto no pudo impedir algunos hechos, cuya lectura nos -estremece, no hemos de pensar tambin que en el curso ordinario de -la vida pasaran de continuo escenas crueles que recordaran los -miembros de la familia ese derecho atroz de que estaba investido -su jefe? Quien sabe que puede matar impunemente, no se dejar -llevar repetidas veces al ejercicio de un despotismo cruel, y la -aplicacin de castigos inhumanos? Esa tirnica extensin de la potestad -patria derechos que no concedi la naturaleza, fu desapareciendo -sucesivamente por la fuerza de las costumbres y de las leyes, -secundadas tambin en buena parte por la influencia del Cristianismo. -(V. cap. XIV.) esta causa puede agregarse otra, que tiene con ella -mucha analoga: el despotismo que el varn ejerca sobre la mujer, y -la escasa consideracin que sta disfrutaba. - -Los juegos pblicos eran tambin entre los romanos otro elemento de -dureza y crueldad. Qu puede esperarse de un pueblo cuya principal -diversin es asistir framente un espectculo de homicidios, que se -complace en mirar cmo perecen en la arena centenares los hombres, -luchando entre s, en las garras de las bestias? - -Siendo espaol, no puedo menos de intercalar un prrafo para decir dos -palabras en contestacin una dificultad, que no dejar de ocurrrsele -al lector cuando vea lo que acabo de escribir sobre los combates -de hombres con fieras. Y los toros en Espaa? se me preguntar -naturalmente; no es un pas cristiano catlico donde se ha conservado -la costumbre de lidiar los hombres con las fieras? Apremiadora -parece la objecin, pero no lo es tanto, que no deje una salida -satisfactoria. Y ante todo, y para prevenir toda mala inteligencia, -declaro que esa diversin popular es, mi juicio, brbara, digna, -si posible fuese, de ser extirpada completamente. Pero, toda vez -que acabo de consignar esta declaracin tan explcita y terminante, -permtaseme hacer algunas observaciones para dejar en buen puesto -el nombre de mi patria. En primer lugar, debe notarse que hay en el -corazn del hombre cierto gusto secreto por los azares y peligros. Si -una aventura ha de ser interesante, el hroe ha de verse rodeado de -riesgos graves y multiplicados; si una historia ha de excitar vivamente -nuestra curiosidad, no puede ser una cadena no interrumpida de -sucesos regulares y felices. Pedimos encontrarnos menudo con hechos -extraordinarios y sorprendentes; y, por ms que nos cueste decirlo, -nuestro corazn, al mismo tiempo que abriga la compasin ms tierna por -el infortunio, parece que se fastidia si tarda largo tiempo en hallar -escenas de dolor, cuadros salpicados de sangre. De aqu el gusto por la -tragedia, de aqu la aficin aquellos espectculos donde los actores -corran, en la apariencia en la realidad, algn grave peligro. - -No explicar yo el origen de este fenmeno; bstame consignarlo aqu, -para hacer notar los extranjeros que nos acusan de brbaros, que la -aficin del pueblo espaol la diversin de los toros no es ms que la -aplicacin un caso particular de un gusto cuyo germen se encuentra -en el corazn del hombre. Los que tanta humanidad afectan cuando se -trata de la costumbre del pueblo espaol, deberan decirnos tambin: -de dnde nace que se vea acudir un concurso inmenso todo espectculo -que por una otra causa sea peligroso los actores; de dnde nace -que todos asistiran con gusto una batalla por ms sangrienta que -fuese, si era dable asistir sin peligro; de dnde nace que en todas -partes acude un numeroso gento presenciar la agona y las ltimas -convulsiones del criminal en el patbulo; de dnde nace, finalmente, -que los extranjeros cuando se hallan en Madrid se hacen cmplices -tambin de la barbarie espaola asistiendo la plaza de toros? - -Digo todo esto, no para excusar en lo ms mnimo una costumbre que me -parece indigna de un pueblo civilizado, sino para hacer sentir que en -esto, como casi en todo lo que tiene relacin con el pueblo espaol, -hay exageraciones que es necesario reducir lmites razonables. ms -de esto, hay que aadir una reflexin importante, que es una excusa muy -poderosa de esa reprensible diversin. - -No se debe fijar la atencin en la diversin misma, sino en los males -que acarrea. Ahora bien: cuntos son los hombres que mueren en Espaa -lidiando con los toros? Un nmero escassimo, insignificante, en -proporcin las innumerables veces que se repiten las funciones; de -manera que, si se formara un estado comparativo entre las desgracias -ocurridas en esta diversin y las que acaecen en otras clases de -juegos, como las corridas de caballos y otras semejantes, quizs el -resultado manifestara que la costumbre de los toros, brbara como -es en s misma, no lo es tanto, sin embargo, que merezca atraer -esa abundancia de afectados anatemas con que han tenido bien -favorecernos los extranjeros. - -Y, volviendo al objeto principal, cmo puede compararse una diversin -donde pasan quizs muchos aos sin perecer un solo hombre, con aquellos -juegos horribles donde la muerte era una condicin necesaria al placer -de los espectadores? Despus del triunfo de Trajano sobre los dacios, -duraron los juegos ciento veintitrs das, pereciendo en ellos el -espantoso nmero de diez mil gladiadores. Tales eran los juegos que -formaban la diversin, no slo del populacho romano, sino tambin de -las clases elevadas; en esa repugnante carnicera se gozaba aquel -pueblo corrompido, que hermanaba con la voluptuosidad ms refinada, la -crueldad ms atroz. Y he aqu la prueba convincente de lo dicho ms -arriba, saber: que las costumbres pueden ser muelles sin ser suaves; -antes se aviene muy bien la brutalidad de una molicie desenfrenada con -el instinto feroz del derramamiento de sangre. - -En los pueblos modernos, por corrompidas que sean las costumbres, no -es posible que se toleren jams espectculos semejantes. El principio -de la caridad ha extendido demasiado sus dominios, para que puedan -repetirse tamaos excesos. Verdad es que no recaba de los hombres que -se hagan recprocamente todo el bien que deberan; pero al menos impide -que se hagan tan framente el mal, que puedan asistir tranquilos la -muerte de sus semejantes, cuando no les impele ello otro motivo que -el placer causado por una sensacin pasajera. Ya desde la aparicin -del Cristianismo comenzaron echarse las semillas de esta aversin -presenciar el homicidio. Sabida es la repugnancia de los cristianos - los espectculos de los gentiles, repugnancia que prescriban y -avivaban las santas amonestaciones de los primeros pastores de la -Iglesia. Era cosa reconocida que la caridad cristiana era incompatible -con la asistencia unos juegos donde se presenciaba el homicidio bajo -las formas ms crueles y refinadas. Nosotros, deca bellamente uno de -los apologistas de los primeros siglos, hacemos poca diferencia entre -matar un hombre ver que se le mata.[6] - - - - -CAPITULO XXXII - - -La sociedad moderna deba, al parecer, distinguirse por la dureza -y crueldad de sus costumbres, pues que, siendo un resultado de la -sociedad de los romanos, y de la de los brbaros, debi heredar de -ambas esa dureza y crueldad. En efecto, quin ignora la ferocidad de -costumbres de los brbaros del Norte? Los historiadores de aquella -poca nos han dejado narraciones horrorosas cuya lectura nos hace -estremecer. Llegse pensar que estaba cercano el fin del mundo, y -la verdad que los que hacan semejante presagio eran bien excusables -de creer que estaba muy prxima la mayor de las catstrofes, cuando -eran tantas las que abrumaban la triste humanidad. La imaginacin no -alcanza figurarse lo que hubiera sido del mundo en aquella crisis, si -el Cristianismo no hubiese existido; y, aun suponiendo que se hubiese -llegado organizar de nuevo la sociedad bajo una otra forma, no -hay duda en que las relaciones, as privadas como pblicas, habran -quedado en un estado deplorable, tomando, adems, la legislacin un -sesgo injusto inhumano. Por esta razn fu un beneficio inestimable -la influencia de la Iglesia en la legislacin civil; y la misma -prepotencia temporal del clero fu una de las primeras salvaguardias de -los ms altos intereses de la sociedad. - -Mucho se ha dicho contra este poder temporal del clero, y contra este -influjo de la Iglesia en los negocios temporales; pero ante todo -era menester hacerse cargo de que ese poder y ese influjo fueron -trados por la misma naturaleza de las cosas; es decir, que fueron -_naturales_, y, por consiguiente, el hablar contra ellos es un estril -desahogo contra la fuerza de acontecimientos cuya realizacin no era -dado al hombre impedir. Eran, adems, _legtimos_: porque, cuando la -sociedad se hunde, es muy legtimo que la salve quien pueda, y en la -poca que nos referimos, slo poda salvarla la Iglesia. sta, como -que no es un ser abstracto, sino una sociedad real y sensible, deba -obrar sobre la civil por medios tambin reales y sensibles. Supuesto -que se trataba los intereses materiales de la sociedad, los ministros -de la Iglesia deban tomar parte, de una otra suerte, en la direccin -de estos negocios. Estas reflexiones son tan obvias y sencillas, que -para convencerse de su verdad y exactitud basta el simple buen sentido. -En la actualidad estn generalmente acordes sobre este punto cuantos -entienden algo en historia; y, si no supisemos cunto trabajo suele -costar al entendimiento del hombre el entrar en el verdadero camino, y, -sobre todo, cunta mala fe se ha mezclado en esa clase de cuestiones, -difcil fuera explicar cmo se ha tardado tanto en ponerse todo el -mundo de acuerdo sobre una cosa que salta los ojos, con la simple -lectura de la historia. Pero volvamos al intento. - -Esa informe mezcla de la crueldad de un pueblo culto, pero corrompido, -con la ferocidad atroz de un pueblo brbaro, orgulloso, adems, de sus -triunfos, y abrevado de sangre vertida en tantas guerras continuadas -por tan largo tiempo, dej en la sociedad europea un germen de dureza y -crueldad, que se hizo sentir por largos siglos y cuyo rastro ha llegado -hasta pocas recientes. El precepto de la caridad cristiana estaba -en las cabezas, pero la crueldad de los romanos, combinada con la -ferocidad de los brbaros, dominaba todava el corazn; las ideas eran -puras, benficas, como emanadas de una religin de amor; pero hallaban -una resistencia terrible en los hbitos, en las costumbres, en las -instituciones, en las leyes; porque todo llevaba el sello ms menos -desfigurado de los dos principios que se acaban de sealar. - -Reparando en la lucha continua, tenaz, que se traba entre la Iglesia -catlica y los elementos que le resisten, se conoce con toda evidencia -que las ideas cristianas no hubieran alcanzado dominar la legislacin -y las costumbres, si el Cristianismo no hubiese sido ms que una idea -religiosa abandonada al capricho del individuo, tal como la conciben -los protestantes; si no se hubiese realizado en una institucin -robusta, en una sociedad fuertemente constituda, cual es la Iglesia -catlica. Para que se forme concepto de los esfuerzos hechos por la -Iglesia, indicar algunas de las disposiciones tomadas con el objeto de -suavizar las costumbres. - -Las enemistades particulares tenan la sazn un carcter violento; el -derecho se decida por el hecho, y el mundo estaba amenazado de no ser -otra cosa que el patrimonio del ms fuerte. El poder pblico, que, no -exista, andaba como confundido en el torbellino de las violencias y -desastres que su mano endeble no alcanzaba evitar ni reprimir, era -impotente para dar las costumbres una direccin pacfica, haciendo -que los hombres se sujetasen la razn y la justicia. As vemos que -la Iglesia, ms de la enseanza y de las amonestaciones generales, -inseparables de su augusto ministerio, adoptaba en aquella poca -ciertas medidas para oponerse al torrente devastador de la violencia, -que todo lo asolaba y destrua. - -El concilio de Arles, celebrado mediados del siglo V, por los aos de -443 452, dispone en su canon 50 que no se debe permitir la asistencia - la iglesia los que tienen enemistades pblicas, hasta que se hayan -reconciliado con sus enemigos. - -El concilio de Angers, celebrado en el ao 453, prohibe en su canon 3. -las violencias y mutilaciones. - -El concilio de Agde, en Languedoc, celebrado en el ao 506, ordena en -su canon 31 que los enemigos que no quieran reconciliarse, sean desde -luego amonestados por los sacerdotes, y, si no siguieren los consejos -de stos, sean excomulgados. - -En aquella poca tenan los galos la costumbre de andar siempre -armados, y con sus armas entraban en la iglesia. Alcnzase fcilmente -que una costumbre semejante deba de traer graves inconvenientes, -haciendo no pocas veces de la casa de oracin arena de venganzas y de -sangre. mediados del siglo VII vemos que el concilio de Chlons, -en su canon 17, seala la pena de excomunin contra todos los legos -que promuevan tumultos saquen la espada para herir alguno en las -iglesias en sus recintos. Esto nos indica la prudencia y la previsin -con que haba sido dictado el canon 29 del tercer concilio de Orleans, -celebrado en el ao 538, donde se manda que nadie asista con armas -misa ni vsperas. - -Es curioso observar la uniformidad de plan y la identidad de miras con -que marchaba la Iglesia. En pases muy distantes, y en poca en que no -poda ser frecuente la comunicacin, hallamos disposiciones anlogas - las que se acaban de apuntar. El concilio de Lrida, celebrado en -el ao 546, ordena en el canon 7. que el que haga juramento de no -reconciliarse con su enemigo, sea privado de la comunin del cuerpo y -sangre de Jesucristo hasta haber hecho penitencia de su juramento, y -haberse reconciliado. - -Pasaban los siglos, continuaban las violencias, y el precepto de -caridad fraternal que nos obliga al amor de nuestros propios enemigos, -encontraba abierta resistencia en el carcter duro y en las pasiones -feroces de los descendientes de los brbaros; pero la Iglesia no -se cansaba de insistir en la predicacin del precepto divino, -inculcndolo cada paso y procurando hacerlo eficaz por medio de penas -espirituales. Haban transcurrido ms de 400 aos desde la celebracin -del concilio de Arles, en que hemos visto privados de asistir la -iglesia los que tenan enemistades pblicas, y encontramos que el -concilio de Worsmes, celebrado en el ao 868, prescribe en su canon 41 -que se excomulgue los enemistados que no quieran reconciliarse. - -Basta tener noticia del desorden de aquellos siglos para figurarse si -durante ese largo espacio se haban podido remediar las enemistades -encarnizadas y violentas; parece que debiera de haberse cansado la -Iglesia de inculcar un precepto que tan desatendido estaba, causa -de funestas circunstancias; sin embargo, ella habla hoy como haba -hablado ayer, como siglos antes, no desconfiando nunca de que sus -palabras produciran algn bien en la actualidad y seran fecundas en -el porvenir. - -ste es su sistema; no parece sino que oye de continuo aquellas -palabras _clama y no ceses, levanta tu voz como una trompeta_. As -alcanza el triunfo sobre todas las resistencias; as, cuando no puede -ejercer predominio sobre la voluntad de un pueblo, hace resonar de -continuo su voz en las sombras del santuario; all reune _siete mil -que no doblaron la rodilla ante Baal_, y al paso que los afirma en -la fe y en las buenas obras, protesta en nombre de Dios contra los -que _resisten al Espritu Santo_. Tal vez durante la disipacin y -las orgas de una ciudad populosa, penetramos en un sagrado recinto -donde reinan la gravedad y la meditacin en medio del silencio y -de las sombras. Un ministro del santuario, rodeado de un nmero -escogido de fieles, hace resonar de vez en cuando algunas palabras -austeras y solemnes: he aqu la personificacin de la Iglesia en -pocas desastrosas por el enflaquecimiento de la fe la corrupcin de -costumbres. - -Una de las reglas de conducta de la Iglesia catlica ha sido el no -doblegarse jams ante el poderoso. Cuando ha proclamado una ley, la ha -proclamado para todos, sin distincin de clases. En las pocas de la -prepotencia de los pequeos tiranos que bajo distintos nombres vejaban -los pueblos, esta conducta contribuy sobremanera hacer populares -las leyes eclesisticas; porque nada ms propio para hacer llevadera -al pueblo una carga, que ver sujeto ella al noble y hasta al mismo -rey. En el tiempo que nos referimos, prohibanse severamente las -enemistades y las violencias entre los plebeyos; pero la misma ley se -extenda tambin los grandes y los mismos reyes. No haba mucho que -el Cristianismo se hallaba establecido en Inglaterra, y encontramos -sobre este particular un ejemplo curioso. Nada menos que tres prncipes -excomulgados en un mismo ao, y en una misma ciudad, y obligados -hacer penitencia de los delitos cometidos. En la ciudad de Landaff, -en el pas de Gales, en Inglaterra, en la metrpoli de Cantorbery, se -celebraron en el ao 560 tres concilios. En el primero fu excomulgado -Monrico, rey de Clamargon, por haber dado muerte al rey Cineiba, -pesar de la paz que se haban jurado sobre las santas reliquias; en -el segundo se excomulga al rey Morcante, que haba quitado la vida - Friaco su to, despus de haberle jurado igualmente la paz; en el -tercero se excomulg al rey Guidnerto por haber dado muerte su -hermano, que le disputaba la corona. - -No deja de ser interesante ver los jefes de los brbaros, que -convertidos en reyes se asesinaban tan fcil y atrozmente, obligados -reconocer la autoridad de un poder superior que los precisaba hacer -penitencia de haber manchado sus manos con la sangre de sus parientes, -y haber quebrantado la santidad de sus pactos, y chase de ver los -saludables efectos que de esto deban seguirse para suavizar las -costumbres. - -Fcil era, dirn los enemigos de la Iglesia, los que se empean en -rebajar el mrito de todos sus actos, fcil era, dirn, predicar la -suavidad de costumbres exigiendo la observancia de los preceptos -divinos jefes de tan escaso poder y que no tenan de rey ms que el -nombre. Fcil era habrselas con reyezuelos brbaros que, fanatizados -por una religin que no comprendan, inclinaban humildemente la cabeza -ante el primer sacerdote que se presentaba intimidarlos de parte de -Dios. Pero qu significa esto? qu influencia pudo tener en el curso -de los grandes acontecimientos? La historia de la civilizacin europea -ofrece un teatro inmenso, donde los hechos deben estudiarse en mayor -escala, donde las escenas han de ser grandiosas, si es que han de -ejercer influencia sobre el nimo de los pueblos. - -Despreciemos lo que hay de ftil en un razonamiento semejante; pero, ya -que se quieran escenas grandes, que hayan debido influir en desterrar -el empleo brutal de la fuerza, sin suavizar las costumbres, abramos -la historia de los primeros siglos de la Iglesia, y no tardaremos en -encontrar una pgina sublime, eterno honor del Catolicismo. - -Reinaba sobre todo el mundo conocido un emperador cuyo nombre era -acatado en los cuatro ngulos de la tierra, y cuya memoria es respetada -por la posteridad. En una ciudad importante el pueblo amotinado -degella al comandante de la guarnicin, y el emperador en su clera -manda que el pueblo sea exterminado. Al volver en s el emperador -revoca la orden fatal; pero ya era tarde: la orden estaba ejecutada, -y millares de vctimas haban sucumbido en una carnicera horrorosa. -Al esparcirse la noticia de tan atroz catstrofe, un santo obispo se -retira de la corte del emperador y le escribe desde la campaa estas -graves palabras: Yo no me atrevo ofrecer el sacrificio, si vos -pretendis asistir l: si el derramamiento de la sangre de un solo -inocente bastara vedrmelo, cunto ms siendo tantas las muertes -inocentes! El emperador, confiado en su poder, no se detiene por esta -carta y se dirige la iglesia. Llegado al prtico, se le presenta -un hombre venerable, que con ademn grave y severo le detiene y le -prohibe entrar. Has imitado, le dice, David en el crimen; imtale -en la penitencia. El emperador cede, se humilla, se somete las -disposiciones del santo prelado; y la religin y la humanidad quedan -triunfantes. La ciudad desgraciada se llama Tesalnica, el emperador -era Teodosio el Grande, y el prelado era San Ambrosio, arzobispo de -Miln. - -En este acto sublime se ven personificadas de un modo admirable, y -encontrndose cara cara, la justicia y la fuerza. La justicia triunfa -de la fuerza, pero por qu? Porque el que representa la justicia -la representa en nombre del cielo, porque los vestidos sagrados, la -actitud imponente del hombre que detiene al emperador, recuerdan -ste la misin divina del santo obispo y el ministerio que ejerce en -la sagrada jerarqua de la Iglesia. Poned en lugar del obispo un -filsofo y decidle que vaya detener al emperador, amonestndole que -haga penitencia de su crimen, y veris si la sabidura humana alcanza - tanto como el sacerdocio hablando en nombre de Dios; poned, si os -place, un obispo de una Iglesia que haya reconocido la supremaca -espiritual en el poder civil, y veris si en su boca tienen fuerza las -palabras para alcanzar tan sealado triunfo. - -El espritu de la Iglesia era el mismo en todas pocas, sus tendencias -eran siempre hacia el mismo objeto; su lenguaje igualmente severo, -igualmente fuerte, ora hablase un plebeyo romano, ora un brbaro, -sea que dirigiese sus amonestaciones un patricio del imperio -un noble germano: no le amedrentaba ni la prpura de los Csares, ni -la mirada fulminante de los reyes _de la larga cabellera_. El poder -de que se hall investida en la Edad media no diman nicamente de -ser ella la sola que haba conservado alguna luz de las ciencias y el -conocimiento de principios de gobierno, sino tambin de esa firmeza -inalterable que ninguna resistencia, ningn ataque, eran bastantes -desconcertar. Qu hubiera hecho la sazn el Protestantismo para -dominar circunstancias tan difciles y azarosas? Falto de autoridad, -sin un centro de accin, sin seguridad en su propia fe, sin confianza -en sus medios, qu recursos hubiera empleado para contener el mpetu -de la fuerza que seoreada del mundo acababa de hacer pedazos los -restos de la civilizacin antigua, y opona un obstculo poco menos que -insuperable toda tentativa de organizacin social? El Catolicismo, -con su fe ardiente, su autoridad robusta, su unidad indivisible, su -trabazn jerrquica, pudo acometer la alta empresa de suavizar las -costumbres con aquella confianza que inspira el sentimiento de las -propias fuerzas, con aquel bro que alienta el corazn cuando se abriga -en l la seguridad del triunfo. - -No se crea, sin embargo, que la manera con que suaviz las costumbres -la Iglesia catlica fuese siempre un rudo choque contra la fuerza; -vmosla emplear medios indirectos, contentarse con prescribir lo que -era asequible, exigir lo menos para allanar el camino al logro de lo -ms. - -En una capitular de Carlomagno formada en Aix-la-Chapelle en el ao -813, que consta de 26 artculos, que no son otra cosa que una especie -de confirmacin y resumen de cinco concilios celebrados poco antes -en las Galias, encontramos dos artculos aadidos, de los cuales el -segundo prescribe que se proceda contra los que, con pretexto del -derecho llamado _Fayda_, excitan ruidos y tumultos en los domingos y -fiestas, y tambin en los das de trabajo. Ya hemos visto ms arriba -emplear las sagradas reliquias para hacer ms respetable el juramento -de paz y amistad que se prestaban los reyes: acto augusto en que se -haca intervenir el cielo para evitar la fusin de sangre y traer la -paz la tierra; ahora vemos que el respeto los domingos y dems -fiestas se utiliza tambin para preparar la abolicin de la brbara -costumbre de que los parientes de un hombre muerto pudiesen vengar la -muerte, dndola al matador. - -El lamentable estado de la sociedad europea en aquella poca se retrata -vivamente en los mismos medios que el poder eclesistico se vea -obligado emplear para disminuir algn tanto los desastres ocasionados -por las violencias de las costumbres. El no acometer nadie para -maltratarle, el no recurrir la fuerza para obtener una reparacin, -desahogar la venganza, nos parece nosotros tan justo, tan conforme - razn, tan natural, que apenas concebimos posible que puedan las -cosas andar de otra manera. Si en la actualidad se promulgase una ley -que prohibiese el atacar su enemigo en este en aquel da, en esta - en aquella hora, nos parecera el colmo de la ridiculez y de la -extravagancia. No lo pareca, sin embargo, en aquellos tiempos; y una -prohibicin semejante se haca cada paso, no en obscuras aldeas, sino -en las grandes ciudades, en asambleas numerossimas, donde se contaban - centenares los obispos, donde acudan los condes, los duques, los -prncipes y reyes. Esa ley que nosotros nos parecera tan extraa, -y por la que se ve que la autoridad se tena por dichosa si poda -alcanzar que los principios de justicia fuesen respetados al menos -algunos das, particularmente en las mayores solemnidades, esa ley fu -por largo tiempo uno de los puntos capitales del derecho pblico y -privado de Europa. - -Ya se habr conocido que estoy hablando de la _Tregua de Dios_. Muy -necesaria deba ser la sazn una ley semejante, cuando la vemos -repetida tantas veces en pases muy distantes unos de otros. Entre lo -mucho que se podra recordar sobre esta materia, me contentar con -apuntar algunas decisiones conciliares de aquella poca. - -El concilio de Tubuza, en la dicesis de Elna, en el Roselln, -celebrado por Guifredo, arzobispo de Narbona, en el ao 1041, establece -la _Tregua de Dios_, mandando que, desde la tarde del mircoles hasta -la maana del lunes, nadie tomase cosa alguna por fuerza, ni se vengase -de ninguna injuria, ni exigiese prendas de fiador. Quien contraviniese - este decreto, deba pagar la composicin de las leyes, como merecedor -de muerte, ser excomulgado y desterrado del pas. - -Considerbase tan beneficiosa la prctica de esta disposicin, que, en -el mismo ao, se tuvieron en Francia otros muchos concilios sobre el -mismo asunto. Tenase tambin el cuidado de recordar con frecuencia -esta obligacin, como lo vemos en el concilio de Saint-Gilles, en -Languedoc, celebrado en el ao 1042, y en el de Narbona, celebrado en -1045. - - pesar de insistirse tanto sobre lo mismo, no se alcanzaba todo -el fruto deseado, como lo indica la fluctuacin que sufran las -disposiciones de la ley. As vemos que, en el ao 1047, la _Tregua de -Dios_ se limitaba un tiempo menor del que tena en 1041, pues que el -concilio de Telugis, de la dicesis de Elna, celebrado en 1047, dispone -que en todo el condado del Roselln nadie acometa su enemigo desde la -hora nona del sbado hasta la hora de prima del lunes; por manera que -la ley era entonces mucho ms lata que en 1041, donde hemos visto que -la _Tregua de Dios_ comprenda desde la tarde del mircoles hasta la -maana del lunes. - -En el mismo concilio que acabo de citar, se encuentra una disposicin -notable, pues que se manda que nadie pueda acometer un hombre que va - la iglesia, vuelve de ella, que _acompaa mujeres_. - -En el ao 1054, la _Tregua de Dios_ iba ganando terreno, pues, no slo -vuelve comprender desde el mircoles por la tarde hasta el lunes por -la maana despus de la salida del sol, sino que se extiende largas -temporadas. As vemos que el concilio de Narbona, celebrado por el -arzobispo Guifredo en dicho ao, ms de sealar comprendido en la -_Tregua de Dios_ desde el mircoles por la tarde hasta el lunes por la -maana, la declara obligatoria para el tiempo y das siguientes: desde -el primer domingo de Adviento hasta la octava de la Epifana, desde el -domingo de la Quincuagsima hasta la octava de Pascua, desde el domingo -que precede la Ascensin hasta la octava de Pentecosts, en los das -de las fiestas de Nuestra Seora, de San Pedro, de San Lorenzo, de San -Miguel, de Todos los Santos, de San Martn, de Santos Justo y Pastor, -titulares de la Iglesia de Narbona, y todos los das de ayuno; y esto, -so pena de anatema y de destierro perpetuo. - -En el mismo concilio se encuentran otras disposiciones tan bellas, que -no es posible dejar de recordarlas, dado que se trata de manifestar -y hacer sentir la influencia de la Iglesia catlica en suavizar las -costumbres. En el canon 9. se prohibe cortar los olivos, sealndose -una razn, que, si los ojos de los juristas no parecer bastante -general y adecuada, es los de la filosofa de la historia un hermoso -smbolo de las ideas religiosas, ejerciendo sobre la sociedad su -benfica influencia. La razn que seala el concilio, es que los -_olivos suministran la materia del santo Crisma y del alumbrado de las -iglesias_. Una razn semejante produca, sin duda, ms efecto que todas -las que pudieran sacarse de Ulpiano y Justiniano. - -En el canon 10 se manda que, en todo tiempo y lugar, gocen de la -seguridad de la _Tregua_ los pastores y sus ovejas, disponindose lo -mismo en el canon 11 con respecto las casas situadas treinta pasos -al rededor de las iglesias. En el canon 18 se prohibe los que tienen -pleito usar de procedimientos de hecho cometer alguna violencia, -antes que la causa haya sido juzgada en presencia del obispo y del -seor del lugar. En los dems cnones se prohibe robar los mercaderes -y peregrinos, y hacer dao nadie, bajo la pena de ser separados de -la Iglesia los perpetradores de este delito, si lo hubiesen cometido -durante la _Tregua_. - - medida que iba adelantando el siglo XI, notamos que se inculca ms y -ms la saludable prctica de la _Tregua de Dios_, interviniendo en este -negocio la autoridad de los Papas. - -En el concilio de Gerona, celebrado por el cardenal Hugo el Blanco -en 1068, se confirm la _Tregua de Dios_ por autoridad de Alejandro -II, so pena de excomunin; y en 1080, el concilio de Lilebona, en -Normanda, supone establecida ya muy generalmente esta _Tregua_, pues -que manda en su canon primero que los obispos y los seores cuiden de -su observancia, aplicando los prevaricadores censuras y otras penas. - -En el ao 1093, el concilio de Troya, en la Pulla, celebrado por Urbano -II, confirma tambin la _Tregua de Dios_; siendo notable el ensanche -que deba ir tomando esa disposicin eclesistica, pues que dicho -concilio asistan setenta y cinco obispos. Mucho mayor era el nmero -en el concilio de Clermont, en Auvernia, celebrado por el mismo Urbano -II en el ao 1095, pues que contaba nada menos que trece arzobispos, -doscientos veinte obispos y muchos abades. En su canon 1. confirma la -_Tregua_ con respecto al jueves, viernes, sbado y domingo; pero quiere -que se observe todos los das de la semana con respecto los monjes, -clrigos y mujeres. - -En los cnones 29 y 30 se dispone que, si alguno, perseguido por su -enemigo, se refugia junto una cruz, debe estar all tan seguro -como si hubiese buscado asilo en la iglesia. Esta ensea sublime de -redencin, despus de haber dado salud al linaje humano, empapndose -en la cima del Calvario con la sangre del Hijo de Dios, serva ya de -amparo los que, en el asalto de Roma, se refugiaban ella, huyendo -del furor de los brbaros; y siglos despus encontramos que, levantada -en los caminos, salvaba todava al desgraciado que se abrazaba con -ella, huyendo de un enemigo sediento de venganza. - -El concilio de Run, celebrado en el ao 1096, extiende todava ms -el dominio de la _Tregua_, mandando observarla desde el domingo antes -del mircoles de Ceniza hasta la segunda feria despus de la octava de -Pentecosts, desde la puesta del sol en el mircoles antes del Adviento -hasta la octava de la Epifana, y en cada semana, desde el mircoles -puesto el sol hasta su salida del lunes siguiente; y, por fin, en todas -las fiestas y vigilias de la Virgen y de los Apstoles. - -En el canon 2. se ordena que gocen de una paz perpetua todos los -clrigos, monjas y religiosas, _mujeres_, _peregrinos_, _mercaderes_ -y sus criados, _los bueyes y caballos de arado_, _los carreteros_, -_los labradores_ y todas las tierras que pertenecen los santos, -prohibiendo acometerlos, robarlos, ejercer en ellos alguna violencia. - -En aquella poca se conoce que la ley se senta ms fuerte, y que -poda exigir la obediencia en tono ms severo; pues vemos que en el -canon 3. del mismo concilio se prescribe que todos los varones que -hayan cumplido doce aos, presten juramento de observar la _Tregua_; -y en el canon 4. se excomulga los que se resistan prestarle; as -como algunos aos despus, saber, en 1115, la _Tregua_ empieza -comprender, no ya algunas temporadas, sino aos enteros: el concilio -de Troya, en la Pulla, celebrado en dicho ao por el papa Pascual, -establece la _Tregua_ por tres aos. - -Los papas continuaban con ahinco la obra comenzada, sancionando con -el peso de su autoridad, y difundiendo con su influencia, entonces -universal y poderosa en toda la Europa, la observancia de la _Tregua_. -sta, aunque en la apariencia no fuese otra cosa que un acatamiento -la religin por parte de las pasiones violentas, que por respeto ella -suspendan sus hostilidades, era, en el fondo, el triunfo del derecho -sobre el hecho, y uno de los ms admirables artificios que se han visto -empleados jams para suavizar las costumbres de un pueblo brbaro. -Quien se vea precisado no poder echar mano de la fuerza en cuatro -das de la semana, y largas temporadas del ao, claro es que deba de -inclinarse costumbres ms suaves, no emplendola nunca. Lo que cuesta -trabajo, no es convencer al hombre de que obra mal, sino hacerle perder -el hbito de obrar mal; y sabido es que todo hbito se engendra por la -repeticin de los actos, y se pierde cuando se logra que stos cesen -por algn tiempo. - -As, es sumamente satisfactorio el ver que los papas procuraban -sostener y propagar esa _Tregua_ renovando el mandamiento de su -observancia en concilios numerosos, y, por tanto, de una influencia -ms eficaz y universal. En el concilio de Reims, abierto por el mismo -pontfice Calixto II en 1119, se expidi un decreto en confirmacin -de la misma _Tregua_. Asistieron este concilio trece arzobispos, -ms de doscientos obispos y un gran nmero de abades y eclesisticos -distinguidos en dignidad. Inculcse la misma observancia en el concilio -de Letrn IX, general, celebrado en 1123, congregado por Calixto II. -Eran ms de trescientos los prelados entre arzobispos y obispos, y el -nmero de los abades pasaba de seiscientos. En 1130 se insiste sobre lo -mismo en el concilio de Clermont, en Auvernia, celebrado por Inocencio -II, renovndose los reglamentos pertenecientes la observancia de la -_Tregua_; y en el concilio de Avin en 1209, celebrado por Hugo, -obispo de Riez, y Miln, notario del papa Inocencio III, ambos legados -de la Santa Sede, se confirman las leyes anteriormente establecidas -para la observancia de la _paz_ y de la _Tregua_, condenndose los -revoltosos que la perturbaban. En el concilio de Montpeller, celebrado -en 1215, juntado por Roberto de Corcen, y presidido por el cardenal de -Benevento como legado que era en la provincia, se renueva y confirma -todo cuanto en distintos tiempos se haba arreglado para la seguridad -pblica, y ms recientemente para la subsistencia de la paz entre seor -y seor, y entre los pueblos. - - los que han mirado la intervencin de la sociedad eclesistica en -los negocios civiles como una usurpacin de las atribuciones del poder -pblico, podrase preguntarles si puede ser usurpado lo que no existe, -y si un poder incapacitado para ejercer sus atribuciones propias, se -quejara con razn de que las ejerciese otro que tuviese para ello la -inteligencia y la fuerza necesarias. No se quejaba entonces el poder -poltico de esas pretendidas usurpaciones, y as los gobiernos como los -pueblos las miraban como muy justas y legtimas, porque, como se ha -dicho ms arriba, eran naturales, necesarias, tradas por la fuerza de -los acontecimientos, dimanadas de la situacin de las cosas. Por cierto -que sera ahora curioso ver que los obispos se ocupasen en la seguridad -de los caminos, que publicasen edictos contra los incendiarios, los -ladrones, los que cortasen los olivos causasen otros estragos -semejantes; pero en aquellos tiempos se consideraba este proceder como -muy natural y muy necesario. Merced estos cuidados de la Iglesia, -este solcito desvelo, que despus se ha culpado con tanta ligereza, -pudieron echarse los cimientos de este edificio social cuyos bienes -disfrutamos, y llevarse cabo una reorganizacin que hubiera sido -imposible sin la influencia religiosa y sin la accin de la potestad -eclesistica. - -Queris saber el concepto que debe formarse de un hecho, descubriendo -si es hijo de la naturaleza misma de las cosas, efecto de -combinaciones astutas? Reparad el modo con que se presenta, los -lugares en que nace, los tiempos en que se verifica; y cuando le veis -reproducido en pocas muy distintas, en lugares muy lejanos, entre -hombres que no han podido concertarse, estad seguros que lo que obra -all no es el plan del hombre, sino la fuerza misma de las cosas. -Estas condiciones se verifican de un modo palpable en la accin de la -potestad eclesistica sobre los negocios pblicos. Abrid los concilios -de aquellas pocas y por doquiera os ocurrirn los mismos hechos; as, -por ejemplo, el concilio de Palencia, en el reino de Len, celebrado -en 1129, ordena en su canon 12 que se destierre se recluya en un -monasterio los que acometan los clrigos, monjes, mercaderes, -peregrinos y mujeres. Pasad Francia y encontraris el concilio de -Clermont, en Auvernia, celebrado en 1130, que en su canon 13 excomulga - los incendiarios. En 1157 os ocurrir el concilio de Reims, mandando -en su canon 3. que durante la guerra no se toque la persona de los -clrigos, monjes, mujeres, viajantes, labradores y vieros. Pasad -Italia y encontraris el concilio de Letrn IX, general, convocado -en 1179, que prohibe, en su canon 22, maltratar inquietar los -monjes, clrigos, peregrinos, mercaderes, aldeanos que van de viaje, - estn ocupados en la agricultura, y los animales empleados en -ella. En el canon 24 se excomulga los que apresen despojen los -cristianos que naveguen para su comercio otras causas legtimas y -los que roben los nufragos, si no restituyen lo robado. Pasando -Inglaterra, encontramos el concilio de Oxford, celebrado en 1222 por -Esteban Langton, arzobispo de Cantorbery, prohibiendo en el canon 20 -que nadie pueda tener ladrones para su servicio. En Suecia el concilio -de Arbogen, celebrado en 1396 por Enrique, arzobispo de Upsal, dispone -en su canon 5. que no se conceda sepultura eclesistica los piratas, -raptores, incendiarios, ladrones de caminos reales, opresores de pobres -y otros malhechores. Por manera que, en todas partes, y en todos -tiempos, se encuentra el mismo hecho: la Iglesia luchando contra la -injusticia, contra la violencia, y esforzndose por reemplazarlas con -el reinado de la justicia y de la ley. - -Yo no s con qu espritu han ledo algunos la historia eclesistica, -que no hayan sentido la belleza del cuadro que se ofrece en las -repetidas disposiciones que no he hecho ms que apuntar, todas -dirigidas proteger al dbil contra el fuerte. Si al clrigo y al -monje, como dbiles que son por pertenecer una profesin pacfica, se -les protege de una manera particular en los cnones citados, notamos -que se dispensa la misma proteccin las mujeres, los peregrinos, - los mercaderes, los aldeanos que van de viaje y se ocupan en los -trabajos del campo, los animales de cultivo, en una palabra, todo -lo dbil. Y cuenta que esta proteccin no es un mero arranque de -generosidad pasajera: es un sistema seguido en lugares muy diferentes, -continuado por espacio de siglos, desenvuelto y aplicado por los -medios que la caridad sugiere, inagotable en recursos y artificios -cuando se trata de hacer el bien y de evitar el mal. Y por cierto que -aqu no puede decirse que la Iglesia obrase por miras interesadas, -porque, cul era el provecho material que poda resultarle de impedir -el despojo de un obscuro viajante, el atropellamiento de un pobre -labrador, el insulto hecho una desvalida mujer? El espritu que la -animaba entonces, pesar de los abusos que consigo traa la calamidad -de los tiempos; el espritu que la animaba entonces, como ahora, era el -Espritu de Dios; ese Espritu que le comunica sin cesar una decidida -inclinacin lo bueno, lo justo, y que la impele de continuo -buscar los medios ms propsito para realizarlo. - -Juzgue ahora el lector imparcial si esfuerzos tan continuados por -parte de la Iglesia para desterrar de la sociedad el dominio de la -fuerza debieron no contribuir suavizar las costumbres. Esto aun -limitndonos al tiempo de paz; pues, por lo que toca al de guerra, no -es necesario siquiera detenerse en probarlo. El _vae victis_ de los -antiguos ha desaparecido en la historia moderna, merced la religin -divina que ha inspirado los hombres otras ideas y sentimientos; -merced la Iglesia catlica, que con su celo por la redencin de -los cautivos ha suavizado las mximas feroces de los romanos, que -conceptuaban necesario, para hacer los hombres valientes, no dejarles -esperanza de salir de la esclavitud, en caso de que ella los -condujesen los azares de la guerra. Si el lector quiere tomarse la pena -de leer el captulo XVII de esta obra con el III de la nota primera, -donde se hallan algunos de los muchos documentos que se podran citar -sobre este punto, formar cabal concepto de la gratitud que se merece -la Iglesia catlica por su caridad, su desprendimiento, su celo -incansable en favor de los infelices que, privados de libertad, geman -en poder de los enemigos. esto debe aadirse tambin la consideracin -de que, abolida la esclavitud, haba de suavizarse por necesidad el -sistema de la guerra. Porque, si al enemigo no era lcito matarle, una -vez rendido, ni tampoco retenerle en esclavitud, todo se reduca -retenerle el tiempo necesario para que no pudiese hacer dao, hasta -que se recibiese por l la compensacin correspondiente. He aqu el -sistema moderno, que consiste en retener los prisioneros hasta que se -haya terminado la guerra verificado un canje. - -Bien que, segn lo dicho ms arriba, la suavidad de costumbres -consiste, propiamente hablando, en la _exclusin de la fuerza_, no -obstante, como en este mundo todo se enlaza, no debe mirarse esta -exclusin de un modo abstracto, considerando posible que exista por la -sola fuerza del desarrollo de la inteligencia. Una de las condiciones -necesarias para una verdadera suavidad de costumbres, es que, no slo -se eviten en cuanto sea posible los medios violentos, sino que, adems, -se empleen los _benficos_. Si esto no se verifica, las costumbres -sern ms bien enervadas que suaves, y el uso de la fuerza no ser -desterrado de la sociedad, sino que andar en ella disfrazado con -artificio. Por estas razones conviene echar una ojeada sobre el -principio de donde ha sacado la civilizacin europea el espritu de -beneficencia que la distingue; pues que as se acabar de manifestar -que al Catolicismo es debida principalmente nuestra suavidad de -costumbres. Adems, que, aun prescindiendo del enlace que con esto -tiene la beneficencia, ella por s sola entraa demasiada importancia, -para que sea posible desentenderse de consagrarle algunas pginas, -cuando se hace una resea analtica de los elementos de nuestra -civilizacin.[7] - - - - -CAPITULO XXXIII - - -Las costumbres no sern jams suaves, si no existe la beneficencia -pblica. De suerte que la suavidad y esta beneficencia, si bien no -se confunden, no obstante, se hermanan. La beneficencia pblica, -propiamente tal, era desconocida entre los antiguos. El individuo -poda ser benfico una que otra vez; la sociedad no tena entraas. -As es que la fundacin de establecimientos pblicos de beneficencia -no entr jams en su sistema de administracin. Qu hacan, pues, de -los desgraciados? se nos dir; y nosotros responderemos esta pregunta -con el autor del _Genio del Cristianismo_: Tenan dos conductos para -deshacerse de ellos: el infanticidio y la esclavitud. - -Dominaba ya el Cristianismo en todas partes, y vemos todava que los -rastros de costumbres atroces daban mucho que entender la autoridad -eclesistica. El concilio de Vaisn, celebrado en el ao 442, al -establecer un reglamento sobre pertenencia legtima de los expsitos, -manda castigar con censura eclesistica los que perturbaban con -reclamaciones importunas las personas caritativas que haban recogido -un nio; lo que haca el concilio con la mira de no apartar de esta -costumbre benfica, porque, en el caso contrario, segn aade, _estaban -expuestos ser comidos por los perros_. No dejaban, todava, de -encontrarse algunos, padres desnaturalizados que mataban sus hijos; -pues que un concilio de Lrida, celebrado en el ao 546, impone siete -aos de penitencia los que cometan semejante crimen; y el de Toledo, -celebrado en 589, dispone en su canon 17 que se impida que los padres y -madres quiten la vida sus hijos. - -No estaba, sin embargo, la dificultad en corregir estos excesos, -que por su misma oposicin las primeras ideas de moral, y por su -repugnancia los sentimientos ms naturales, se prestaban ser -desarraigados y extirpados. La dificultad consista en encontrar -los medios para organizar un vasto sistema de beneficencia, donde -estuviesen siempre la mano los socorros, no slo para los nios, -sino tambin para los viejos invlidos, para los enfermos, para los -pobres que no pudiesen vivir de su trabajo; en una palabra, para todas -las necesidades. Como nosotros vemos esto planteado ya, y nos hemos -familiarizado con su existencia, nos parece una cosa tan natural y -sencilla, que apenas acertamos distinguir una mnima parte del mrito -que encierra. Supngase, empero, por un instante que no existiesen -semejantes establecimientos; trasladmonos con la imaginacin aquella -poca en que no se tena de ellos ni idea siquiera; qu esfuerzos tan -continuados no supone el plantearlos y organizarlos? - -Es claro que, extendida por el mundo la caridad cristiana, deban ser -socorridas todas las necesidades con ms frecuencia y eficacia que -no lo eran anteriormente, aun suponiendo que el ejercicio de ella se -hubiese limitado medios puramente individuales: porque nunca habra -faltado un nmero considerable de fieles que hubieran recordado las -doctrinas y el ejemplo de Jesucristo, quien, mientras nos enseaba -la obligacin de amar los dems hombres como nosotros mismos, y -esto no con un afecto estril, sino dando de comer al hambriento, de -beber al que tiene sed, vistiendo al desnudo y visitando al enfermo -y al encarcelado, nos ofreca en su propia conducta un modelo de la -prctica de esa virtud. De mil maneras poda ostentar el infinito -poder que tena sobre el cielo y la tierra: al imperio de su voz se -hubieran humillado dciles todos los elementos, los astros se hubieran -detenido en su carrera, y la naturaleza toda hubiera suspendido sus -leyes; pero es de notar que se complace en manifestar su omnipotencia, -en atestiguar su divinidad, haciendo milagros que servan de remedio -consuelo de los desgraciados. Su vida est compendiada en la sencillez -sublime de aquellas dos palabras del sagrado texto: _Pertransiit -benefaciendo._ _Pas haciendo bien._ - -Sin embargo, por ms que pudiese esperarse de la caridad cristiana -entregada sus propias inspiraciones, y obrando en la esfera meramente -individual, no era conveniente dejarla en semejante estado, sino que -era menester realizarla en instituciones permanentes, por medio de -las cuales se evitase que el socorro de las necesidades estuviese -sujeto las contingencias inseparables de todo lo que depende de la -voluntad del hombre y de circunstancias de momento. Por este motivo, -fu sumamente cuerdo y previsor el pensamiento de plantear un gran -nmero de establecimientos de beneficencia. La Iglesia fu quien lo -concibi y lo realiz; y en esto no hizo otra cosa que aplicar un -caso particular la regla general de su conducta: no dejar nunca la -voluntad del individuo lo que puede vincularse en una institucin. Y -es digno de notarse que sta es una de las razones de la robustez que -tiene todo cuanto pertenece al Catolicismo: de manera que, as como el -principio de la autoridad en materias de dogma le conserva la unidad -y la firmeza en la fe, as la regla de reducirlo todo instituciones -asegura la solidez y duracin todas sus obras. Estos dos principios -tienen entre s una correspondencia ntima; porque, si bien se mira, el -uno supone la desconfianza en el entendimiento del hombre, el otro en -su voluntad y en sus medios Individuales. El uno supone que el hombre -no se basta s mismo para el conocimiento de muchas verdades, el otro -que es demasiado veleidoso y dbil para que el hacer el bien pueda -quedar encomendado su inconstancia y flaqueza. Y ni uno ni otro hacen -injuria al hombre, ni uno ni otro rebajan su dignidad; no hacen ms -que decirle lo que en realidad es, sujeto al error, inclinado al mal, -variable en sus propsitos y escaso en sus recursos. Verdades tristes, -pero atestiguadas por la experiencia de cada da, y cuya explicacin -nos ofrece la religin cristiana, asentando como dogma fundamental la -cada del humano linaje en la prevaricacin del primer padre. - -El Protestantismo, siguiendo principios diametralmente opuestos, aplica -tambin la voluntad el espritu de individualismo que predica para -el entendimiento, y as es que de suyo es enemigo de instituciones. -Concretndonos al objeto que nos ocupa, vemos que su primer paso, en -el momento de su aparicin, fu destruir lo existente, sin pensar -cmo podra reemplazarse. Increble parecer que Montesquieu haya -llegado al extremo de aplaudir esa obra de destruccin, y sta es -otra prueba de la maligna influencia ejercida sobre los espritus -por la pestilente atmsfera del siglo pasado. Enrique VIII, dice -el citado autor, queriendo reformar la Inglaterra, destruy los -frailes; gente perezosa que fomentaba la pereza de los dems, porque, -practicando la _hospitalidad_, haca que una infinidad de personas -ociosas, nobles y de la clase del pueblo, pasasen su vida corriendo -de convento en convento. _Quit tambin los hospitales, donde el -pueblo bajo encontraba su subsistencia_, como los nobles la suya en -los monasterios. Desde aquella poca se estableci en Inglaterra -el espritu de industria y de comercio. (_Espritu de las leyes._ -Lib. 23, cap. 29.) Que Montesquieu hubiese encomiado la conducta de -Enrique VIII en destruir los conventos apoyndose en la miserable -razn de que, faltando la hospitalidad que en ellos se encontraba, -se quitara los ociosos este recurso, es cosa que no fuera de -extraar, supuesto que semejantes vulgaridades eran del gusto de la -filosofa que empezaba cundir la sazn. En todo lo que estaba en -oposicin con las instituciones del Catolicismo se pretenda encontrar -profundas razones de economa y de poltica; cosa muy fcil, porque -un nimo preocupado encuentra en los libros, como en los hechos, todo -lo que quiere. Podase, sin embargo, preguntar Montesquieu cul -haba sido el paradero de los bienes de los conventos; y, como de -esos pinges despojos cupo una buena parte esos mismos nobles que -antes encontraban all la hospitalidad, quizs podra reconvenirse al -autor del _Espritu de las leyes_, por haber pretendido disminuir la -ociosidad de stos por un medio tan singular como era darles los bienes -de aquellos que los hospedaban. Por cierto que, teniendo los nobles -en su casa los mismos bienes que sufragaban para darles hospitalidad, -se les ahorraba el trabajo de _correr de convento en convento_. Pero -lo que no puede tolerarse, es que presente como un golpe maestro en -economa poltica _el haber quitado los hospitales, donde el pueblo -bajo encontraba su subsistencia_. Qu! tan poco alcanza vuestra -vista, tan desapiadada es vuestra filosofa, que creis conducente para -el fomento de la industria y comercio la destruccin de los asilos del -infortunio? - -Y es lo peor que, seducido Montesquieu por el prurito de hacer lo que -se llama observaciones nuevas y picantes, llega al extremo de negar la -utilidad de los hospitales, pretendiendo que en Roma sta es la causa -de que viva en comodidad todo el mundo, excepto los que trabajan. Si -las naciones son pobres, no quiere hospitales; si son ricas, tampoco; -y para sostener esa paradoja inhumana se apoya en las razones que ver -el lector en las siguientes palabras. Cuando la nacin es pobre, dice, -la pobreza particular dimana de la miseria general; y no es ms, por -decirlo as, que la misma miseria general. Todos los hospitales no -sirven entonces para remediar esa pobreza particular; _al contrario, el -espritu de pereza que ellos inspiran aumenta la pobreza general, y, -por consiguiente, la particular_. He aqu los hospitales presentados -como daosos las naciones pobres, y, por tanto, condenados. Oigmosle -ahora por lo tocante las ricas. He dicho que las naciones ricas -necesitaban hospitales, porque en ellas est sujeta la fortuna -mil accidentes; pero _chase de ver que socorros pasajeros valdran -mucho ms que establecimientos perpetuos_. El mal es _momentneo_; de -consiguiente, es menester que _los socorros sean de una misma clase_, y -aplicables al accidente particular. (_Espritu de las leyes._ Lib. 23, -cap. 29.) Difcil es encontrar nada ms vaco y ms falso que lo que -se acaba de citar; de cierto que, si por semejante muestra se hubiese -de juzgar esa obra, cuyo mrito se ha exagerado tanto, merecera una -calificacin aun ms severa de la que le da M. Bonald cuando la llama -_la ms profunda de las obras superficiales_. - -Afortunadamente para los pobres, y para el buen orden de la sociedad, -la Europa en general no ha adoptado esas mximas; y en este punto, como -en muchos otros, se han dejado aparte las preocupaciones contra el -Catolicismo, y se ha seguido con ms menos modificaciones el sistema -que l haba enseado. En la misma Inglaterra existen en considerable -nmero los establecimientos de beneficencia, sin que se crea que para -aguijonear la diligencia del pobre sea menester exponerle al peligro -de perecer de hambre. Conviene, sin embargo, observar que ese sistema -de establecimientos pblicos de beneficencia, generalizado en la -actualidad por toda Europa, no hubiera existido sin el Catolicismo; y -puede asegurarse que, si el cisma religioso protestante hubiese tenido -lugar antes de que se plantease y organizase el indicado sistema, no -disfrutara actualmente la sociedad europea de unos establecimientos -que tanto le honran, y que, adems, son un precioso elemento de buena -polica y de tranquilidad pblica. - -No es lo mismo fundar y sostener un establecimiento de esta clase, -cuando ya existen muchos otros del mismo gnero, cuando los gobiernos -tienen la mano inmensos recursos, y disponen de la fuerza necesaria -para proteger todos los intereses, que plantear un gran nmero de ellos -cuando no hay tipos que referirse, cuando se han de improvisar los -recursos de mil maneras diferentes, cuando el poder pblico no tiene -ni prestigio ni fuerza para mantener raya las pasiones violentas -que se esfuerzan en apoderarse de todo lo que les ofrece algn cebo. -Lo primero se ha hecho en los tiempos modernos desde la existencia -del Protestantismo; lo segundo lo haba hecho siglos antes la Iglesia -catlica. - -Y ntese bien que lo que se ha realizado en los pases protestantes - favor de la beneficencia, no ha sido ms que actos administrativos -del gobierno, actos que necesariamente deba inspirarle la vista de -los buenos resultados que hasta entonces haban producido semejantes -establecimientos. Pero el Protestantismo en s, y considerado como -Iglesia separada, nada ha hecho. Ni tampoco poda hacer, pues que all -donde conserva algo de organizacin jerrquica, es un puro instrumento -del poder civil, y, por tanto, no puede obrar por inspiracin propia. -Para acabar de esterilizarse en este punto, tiene, adems del vicio de -su constitucin, sus preocupaciones contra los institutos religiosos, -tanto de hombres como de mujeres; y as est privado de uno de los -poderosos medios que tiene el Catolicismo para llevar cabo las obras -de caridad ms arduas y penosas. Para los grandes actos de caridad es -necesario el desprendimiento de todas las cosas, y hasta de s mismo; y -esto es lo que se encuentra eminentemente en las personas consagradas - la beneficencia en un instituto religioso; all se empieza por el -desprendimiento raz de todos los dems: el de la propia voluntad. - -La Iglesia catlica, lejos de proceder en esta parte por inspiraciones -del poder civil, ha considerado como objeto propio el cuidar del -socorro de todas las necesidades; y los obispos han sido considerados -como los protectores y los inspectores natos de los establecimientos -de beneficencia. Y de aqu es que por derecho comn los hospitales -estaban sujetos los obispos, y en la legislacin cannica ha -ocupado siempre un lugar muy principal el ramo de establecimientos de -beneficencia. - -Es antiqusimo en la Iglesia legislar sobre esos establecimientos, y -as vemos que el concilio de Calcedonia, al prescribir que est bajo la -autoridad del obispo de la ciudad el clrigo constitudo _in ptochiis_, -esto es, segn explicacin de Zonaras, en unos establecimientos -destinados al alimento y cuidado de los pobres, como son aquellos -donde se reciben y mantienen los pupilos, los viejos y enfermos, usa -la siguiente expresin: _segn la tradicin de los Santos Padres_; -indicando con esto que existan ya disposiciones antiguas de la Iglesia -sobre tales objetos, pues que ya entonces se apelaba la tradicin, -en tratndose de arreglar algn punto ellos concerniente. Son -conocidas tambin de los eruditos las antiguas _Diaconas_, lugares de -beneficencia donde se recogan viudas pobres, hurfanos, viejos y otras -personas miserables. - -Cuando con la irrupcin de los brbaros se introdujo por todas partes -el dominio de la fuerza, los bienes que haban adquirido, que en lo -sucesivo adquiriesen, los hospitales, estaban muy mal seguros, pues que -de suyo ofrecan un cebo muy estimulante. No falt, empero, la Iglesia - cubrirlos con su proteccin. La prohibicin de apoderarse de ellos -se haca de un modo muy severo, y los perpetradores de este atentado -eran castigados como _homicidas de pobres_. El concilio de Orleans, -celebrado en el ao 549, prohibe en su canon 13 el apoderarse de los -bienes de hospitales; y en el canon 15, confirmando la fundacin de un -hospital hecho en Len por el rey Childeberto y la reina Ultragotha, -encargando la seguridad y la buena administracin de sus bienes, impone - los contraventores la pena de anatema como reos de _homicidio de -pobres_. - -Ciertas disposiciones sobre los pobres, que son un tiempo de -beneficencia y de policia, y adoptadas en la actualidad en varios -pases, las encontramos en antiqusimos concilios; como el formar una -lista de los pobres de la parroquia, el obligar sta mantenerlos, y -otras semejantes. As, el concilio de Tours, celebrado por los aos de -566 567, ordena en su canon 5. que cada ciudad mantenga sus pobres, -y que los sacerdotes rurales y sus feligreses alimenten los suyos, para -evitar que los mendigos anden vagabundos por las ciudades y provincias. -Por lo que toca los leprosos, el canon 21 del concilio de Orleans, -poco ha citado, prescribe que los obispos cuiden particularmente de -los pobres leprosos de sus dicesis, suministrndoles del fondo de la -Iglesia alimento y vestido; y el concilio de Len, celebrado en el -ao 583, manda en su canon 6. que los leprosos de cada ciudad y su -territorio sean mantenidos expensas de la Iglesia, cuidando de esto -el obispo. - -Tenase en la Iglesia una matrcula de los pobres, para distribuirles -una parte de los bienes, y estaba expresamente prohibido el recibir -nada de ellos por inscribirlos en la misma. En el concilio de Reims, -celebrado en el ao 874, se prohibe en el 2. de sus cinco artculos -el recibir nada de los pobres que se matriculaban, y esto so pena de -deposicin. - -La solicitud por la mejora de la suerte de los presos, que tanto se -ha desplegado en los tiempos modernos, es antiqusima en la Iglesia, -y es de notar que ya en el siglo sexto haba en ellas un visitador -de crceles. El arcediano, el prepsito de la iglesia, tena la -obligacin de visitar los presos todos los domingos. No se exceptuaba -de esta solicitud ninguna clase de criminales; y el arcediano deba -enterarse de sus necesidades y suministrarles el alimento y lo dems -que necesitasen, por medio de una persona recomendable elegida por el -obispo. As consta del canon 20 del concilio de Orleans, celebrado en -el ao 549. - -Larga sera la tarea de enumerar ni aun una pequea parte de las -disposiciones que atestiguan el celo desplegado por la Iglesia en el -consuelo y alivio de todos los desgraciados; ni esto fuera propio de -este lugar, dado que slo me he propuesto comparar el espritu del -Protestantismo con el del Catolicismo con respecto las obras de -beneficencia. Pero, ya que el mismo desarrollo de la cuestin me ha -llevado como de la mano algunas indicaciones histricas, no puedo -menos de recordar el captulo 141 del concilio de Aix-la-Chapelle, -donde se ordena que los prelados, siguiendo los ejemplos de sus -predecesores, funden un hospital para recibir tantos pobres cuantos -alcancen mantener las rentas de la iglesia. Los cannigos haban -de dar al hospital el diezmo de sus frutos, y uno de ellos deba -ser nombrado para recibir los pobres extranjeros, y para la -administracin del hospital. Esto en la regla para los cannigos. En la -regla para las canonesas dispone el mismo concilio que se establezca -un hospital cerca del monasterio, y que dentro del mismo haya un sitio -destinado para recibir las mujeres pobres. De esta prctica result -que, muchos siglos despus, se vean en varias partes hospitales junto - la iglesia de los cannigos. - -Llegando tiempos ms cercanos, son en muy crecido nmero los -institutos que se fundaron con objetos de beneficencia; siendo de -admirar la fecundidad con que brotaban por dondequiera los medios -de socorrer las necesidades que se iban ofreciendo. No es dado -calcular punto fijo lo que hubiera sucedido sin la aparicin del -Protestantismo; pero, discurriendo por analoga, se puede conjeturar -que, si el desarrollo de la civilizacin europea se hubiese llevado - su complemento bajo el principio de la unidad religiosa, y sin -las revoluciones y reacciones incesantes en que se hall sumida la -Europa, merced la pretendida reforma, no habra dejado de nacer del -seno de la religin catlica algn sistema general de beneficencia -que, organizado con una grande escala y conforme lo que han ido -exigiendo los nuevos progresos de la sociedad, quizs hubiera prevenido - remediado esa plaga del pauperismo, que es el cncer de los -pueblos modernos. Qu no poda esperarse de los esfuerzos de toda la -inteligencia y de todos los recursos de Europa, obrando de concierto -para lograr este objeto? Desgraciadamente se rompi la unidad de la -fe, se desconoci la autoridad que deba ser el centro en adelante, -como lo haba sido hasta all, y, desde entonces, la Europa, que -estaba destinada ser en breve un pueblo de hermanos, se convirti en -un campo de batalla donde se pele con inaudito encarnizamiento. El -rencor, engendrado por la diferencia de religin, no permiti que se -aunasen los esfuerzos para salir al paso de las nuevas complicaciones -y necesidades que iban brotar de la organizacin social y poltica -alcanzada por la Europa costa de los trabajos de tantos siglos; en -lugar de esto, se aclimataron entre nosotros las disputas rencorosas, -la insurreccin y la guerra. - -Es menester no olvidar que con el cisma de los protestantes, no slo se -ha impedido la reunin de todos los esfuerzos de Europa para alcanzar -el fin indicado, sino que se ha causado, adems, otro mal muy grave, -cual es: que el Catolicismo no ha podido obrar de una manera regular, -aun en los pases donde se ha conservado con predominio, principal, - exclusivo. Casi siempre ha tenido que mantenerse en actitud de -defensa, y as se ha visto precisado gastar una gran parte de sus -recursos en procurarse medios de salvar su existencia propia. Resulta -de esto ser muy probable que el orden actual de cosas en Europa es del -todo diferente del que hubiera sido en la suposicin contraria, y que -tal vez, en este ltimo caso, no hubiera sido necesario fatigarse en -esfuerzos impotentes contra un mal que, segn todas las apariencias, si -no se imaginan otros medios que los conocidos hasta aqu, es poco menos -que incurable. - -Se me dir que, en tal caso, la Iglesia hubiera conservado una -autoridad excesiva sobre todo el ramo de beneficencia, lo que habra -sido una limitacin injusta de las facultades del poder civil; pero -esto es un error. Porque es falso que la Iglesia pretendiese nada -que no estuviese muy de acuerdo con lo que exige el mismo carcter de -protectora de todos los desgraciados, de que se halla tan dignamente -revestida. Verdad es que en ciertos siglos apenas se oye otra voz, -ni se ve otra accin que la suya, en todo lo tocante al ramo de -beneficencia; pero es menester observar que en aquellos siglos estaba -muy lejos el poder civil de poseer una administracin ordenada y -vigorosa, con que pudiese auxiliar como corresponde la Iglesia. Tanto -dista de haber mediado en esto ninguna ambicin por parte de ella, que, -antes bien, llevada por su celo sin lmites, haba cargado sobre sus -hombros todo el cuidado, as de lo espiritual como de lo temporal, sin -reparar en ninguna clase de sacrificios y dispendios. - -Tres siglos han pasado desde el funesto acontecimiento que lamentamos, -y la Europa, que durante este tiempo ha estado sujeta en buena parte - la influencia del Protestantismo, no ha dado un solo paso ms all -de lo que estaba ya hecho antes de aquella poca. No puedo creer que, -si estos tres siglos hubiesen corrido bajo la influencia exclusiva -del Catolicismo, no hubiese brotado de su seno alguna invencin -caritativa, que hubiese elevado los sistemas de beneficencia toda la -altura reclamada por la complicacin de los nuevos intereses. Echando -una ojeada sobre los varios sistemas que fermentan en el espritu de -los que se ocupan en esta cuestin gravsima, figura la _asociacin_ -bajo una otra forma. Cabalmente ste ha sido uno de los principales -favoritos del Catolicismo, el cual, as como proclama la _unidad_ en -la fe, as proclama la _unin_ en todo. Pero hay la diferencia de que -muchas de las asociaciones que se conciben y plantean, no son ms que -_aglomeracin_ de intereses, faltndoles la _unin_ de voluntades, -la _unidad_ de fin, circunstancias que no se encuentran sino por -medio de la caridad cristiana; y, no obstante, son necesarias estas -circunstancias para llevar cabo las grandes obras de beneficencia, si -en ella se ha de encontrar algo ms que una medida de administracin -pblica. Esta administracin de poco sirve cuando no es vigorosa; y, -desgraciadamente, cuando alcanza este vigor, su accin se resiente un -poco de la dureza y tirantez de los resortes. Por esto se necesita -la caridad cristiana, que, filtrndose por todas partes manera de -blsamo, suavice lo que tenga de duro la accin del hombre. - -Ay de los desgraciados que no reciben el socorro en sus necesidades, -sino por medio de la administracin civil, sin intervencin de la -caridad cristiana! En las relaciones que se darn al pblico, la -_filantropa_ exagerar los cuidados que prodiga al infortunio, -pero en la realidad las cosas pasarn de otra manera. El amor de -nuestros hermanos, si no est fundado en principios religiosos, es -tan abundante de palabras como escaso de obras. La vista del pobre, -del enfermo, del anciano desvalido, es demasiado desagradable para -que podamos soportarla por mucho tiempo, cuando no nos obligan -ello muy poderosos motivos. Cunto menos se puede esperar que los -cuidados penosos, humillantes, de todas horas, que reclama el socorro -de esos infelices, puedan ser sostenidos cual conviene por un vago -sentimiento de humanidad? No: donde falte la caridad cristiana, podr -haber puntualidad, exactitud, todo lo que se quiera, por parte de los -asalariados para servir, si el establecimiento est sujeto una buena -administracin; pero faltar una cosa que con nada se suple, que no se -paga, _el amor_. Mas, se nos dir, no tenis fe en la filantropa? No; -porque, como ha dicho Chateaubriand, la filantropa es la moneda falsa -de la caridad. - -Muy razonable era, pues, que la Iglesia tuviese una intervencin -directa en todos los ramos de beneficencia, pues que ella era quien -deba saber mejor que nadie el modo de hacer obrar la caridad -cristiana, aplicndola todo linaje de necesidades y miserias. No -era esto satisfacer la ambicin, sino dar pbulo al celo; no era -reclamar un privilegio, sino hacer valer un derecho. Por lo dems, si -os empeareis en apellidar ambicin este deseo, al menos no podris -negarnos que es una ambicin de nueva clase, una ambicin muy digna de -gloria y prez, la de reclamar el privilegio de socorrer y consolar el -infortunio.[8] - - - - -CAPITULO XXXIV - - -La cuestin sobre la suavidad de costumbres, tratada en los captulos -anteriores, me conduce naturalmente otra, harto difcil ya de suyo, -y que, adems, ha llegado ser en extremo espinosa, causa de las -muchas preocupaciones que la rodean. Hablo de la tolerancia en materias -religiosas. Para ciertos hombres la palabra Catolicismo es sinnima de -intolerancia; y es tal el embrollo de ideas en este punto, que es tarea -trabajosa el empeo de aclarrselas. Basta pronunciar el nombre de -intolerancia, para que el nimo de algunas personas se sienta asaltado -de toda clase de ideas ttricas y horrorosas. La legislacin, las -instituciones, los hombres de los tiempos pasados, todo es condenado -sin apelacin, al menor asomo que se descubre de intolerancia. Las -causas que esto contribuyen son varias; pero, si se quiere sealar la -principal, se podra repetir la profunda sentencia de Catn, cuando, -acusado, la edad de 86 aos, de no s qu delitos de su vida, en -pocas muy anteriores, dijo: Difcil es dar cuenta de la propia -conducta hombres de otro siglo del en que uno ha vivido. - -Cosas hay sobre las que no es posible formar juicio acertado, sin -poseer no slo el conocimiento, sino un sentimiento vivo de la poca en -que se realizaron. Y cuntos son los hombres capaces de llegar este -punto? Pocos son los que consiguen poner su entendimiento cubierto -del influjo de la atmsfera que los circunda; pero todava son menos -los que lo alcanzan con respecto al corazn. Cabalmente el siglo en -que vivimos es el reverso de los siglos de la intolerancia, y he aqu -la primera dificultad que ocurre en la discusin de esta clase de -cuestiones. - -El acaloramiento y la mala fe de algunos que las examinaron, han tenido -tambin no escasa parte en el extravo de la opinin. Nada existe en el -mundo que no pueda desacreditarse si no se mira ms que por un lado; -porque las cosas, miradas as, son falsas, , en otros trminos, no son -ellas mismas. Todo cuerpo tiene tres dimensiones: quien no atienda ms -que una, no se forma idea del cuerpo, sino de una cantidad que es muy -diferente de l. Tomad una institucin cualquiera, la ms justa, la -ms til que podis imaginar; proponeos examinarla bajo el aspecto de -los males inconvenientes que haya acarreado, cuidando de agrupar en -pocas pginas lo que en realidad est desparramado en muchos siglos. -Su historia resultar repugnante, negra, digna de execracin. Dejad -que un amante de la democracia os pinte en breve cuadro, y con hechos -histricos, los males inconvenientes de la monarqua, y los vicios y -los crmenes de los monarcas; qu parece entonces la monarqua? Pero, - un amante de sta, dejadle que su vez pueda retrataros tambin con -hechos histricos, la democracia y los demagogos; qu resulta entonces -la democracia? Reunid en un cuadro los males acarreados por el mucho -adelanto de los pueblos; la civilizacin y la cultura os parecern -detestables. Andando en busca de hechos en los fastos del espritu -humano, se puede hacer de la historia de la ciencia, la historia de -la locura y hasta del crimen. Acumulando los accidentes funestos -ocasionados por los profesores del arte de curar, se puede presentar -esta profesin benfica, como la carrera del homicidio. En una -palabra: todo se puede falsear procediendo de esta suerte. Dios mismo -se nos ofrecer como un monstruo de crueldad y tirana, si, haciendo -abstraccin de su bondad, de su sabidura, de su justicia, no atendemos - otra cosa que los males que presenciamos en un mundo creado por su -poder y sujeto su providencia. - -Apliquemos estos principios. Si, dejando aparte el espritu de los -tiempos, de circunstancias particulares de un orden de cosas del todo -diferente, se nos hace la historia de la intolerancia religiosa de los -catlicos, cuidando de que los rigores de Fernando Isabel, de Felipe -II, de la reina Mara de Inglaterra, de Luis XIV, y todo lo acontecido -en el espacio de tres siglos, se vean reducidos en pocas pginas, y -con los colores tan recargados como posible sea; el lector que recibe -en pocos momentos la impresin de sucesos que se anduvieron realizando -en trescientos aos, el lector que, viviendo en una sociedad donde las -crceles se van convirtiendo en casas de recreo, y donde es vivamente -combatida la pena de muerte, ve delante de sus ojos tanto lbrego -calabozo, aparatos de tormento, sambenitos y hogueras, siente latir -vivamente su corazn, llora sobre el infortunio de los desgraciados -que perecen, y se indigna contra los autores de lo que l apellida -horrendas atrocidades. Nada se le ha dicho al cndido lector de los -principios y de la conducta de los protestantes en la misma poca, -nada se le ha recordado de la crueldad de Enrique VIII y de Isabel de -Inglaterra, y as todo su odio se concentra sobre los catlicos, y -se acostumbra mirar el Catolicismo como una religin de tirana y -de sangre. Pero el juicio que de ah se forme, ser recto? ser un -fallo dado con pleno conocimiento de causa? Veamos lo que haramos al -encontrar un negro cuadro, tal como se ha indicado ms arriba, sobre -la monarqua, sobre la democracia, sobre la civilizacin, sobre la -ciencia, sobre las profesiones ms benficas. Lo que haramos, al -menos lo que ciertamente debiramos hacer, sera extender ms all -nuestra vista, volver el objeto mirndole en sus diferentes caras, -atender los bienes despus de habernos hecho cargo de los males; -disminuir la impresin que stos nos han causado y considerarlos -como fueron en s, es decir, distribudos grandes distancias en -el curso de los siglos; en una palabra, procuraramos ser justos -tomando en nuestras manos la balanza para pesar el bien y el mal, -para compararlos, como debe hacerse siempre que se trate de apreciar -debidamente las cosas en la historia de la humanidad. Lo propio se -habra de ejecutar en el caso en cuestin, para precaverse contra -el error que conducen las falsas relaciones, y la exageracin de -ciertos hombres, cuyo objeto evidente ha sido falsear los hechos, no -presentndolos sino por un lado. Ahora no existe la Inquisicin y por -cierto que no hay probabilidades de que se restablezca; no existen -tampoco las leyes severas que sobre este particular regan en otros -tiempos: estn abrogadas, han cado en desuso; y as nadie puede -tener un inters en que se las mire desde un punto de vista falso. -Concbese que para algunos existiese ese inters, mientras se trat de -hacerles la guerra con la mira de destruirlas; pero, una vez logrado el -objeto, la Inquisicin y esas leyes son un hecho histrico que conviene -examinar con detenimiento imparcialidad. - -Aqu hay dos cuestiones: la del principio, y la de su aplicacin; -bien, de la intolerancia, y del modo de ejercerla. Es menester no -confundir estas dos cosas, que, por ms enlazadas que se hallen, son, -sin embargo, muy diferentes. Empezar por examinar la primera. - -En la actualidad se proclama como un principio la tolerancia universal, -y se condena sin restriccin todo linaje de intolerancia. Quin cuida -de examinar el verdadero sentido de esas palabras? Quin analiza -la luz de la razn las ideas que encierran? Quin, para aclararlas, -echa mano de la historia y de la experiencia? Muy pocos. Se pronuncian -maquinalmente, se emplean cada paso para establecer proposiciones -de la mayor transcendencia, sin recelo siquiera de que en ellas se -envuelva un orden de ideas, de cuya buena mala inteligencia y -aplicacin est pendiente la sociedad. Pocos se paran en que hay aqu -cuestiones de derecho tan profundas como delicadas, que hay una gran -parte de la historia en que, segn como se resuelvan los problemas -sobre la tolerancia, se condena todo lo pasado, se derriba todo lo -presente, y no se deja, para edificar en el porvenir, ms que un -movedizo cimiento de arena. Por cierto que lo ms cmodo en semejantes -casos, es recibir y emplear las palabras tales como circulan, de la -misma suerte que se toma y da una moneda corriente, sin pararse en -examinar si es no es de buena ley. Pero lo ms cmodo no es siempre -lo ms til; y as como, en tratndose de monedas de algn valor, nos -tomamos la molestia de examinarlas para evitar el engao, es menester -observar la misma conducta con respecto palabras cuyo significado sea -muy transcendental. - -_Tolerancia_: que significa esa palabra? Propiamente hablando, -significa el sufrimiento de una cosa que se concepta mala, pero que -se cree conveniente dejarla sin castigo. As se toleran cierta clase -de escndalos, se toleran las mujeres pblicas, se toleran estos -aquellos abusos; de manera que la idea de tolerancia anda siempre -acompaada de la idea del mal. Tolerar lo bueno, tolerar la virtud, -seran expresiones monstruosas. Cuando la tolerancia es en el orden de -las ideas, supone tambin un mal del entendimiento: el error. Nadie -dir jams que _tolera la verdad_. - -En contra de esto ltimo puede hacerse una observacin, fundada en -el uso generalmente introducido de decir: _tolerar las opiniones_; -y opinin es muy diferente de error. primera vista, la dificultad -parece no tener solucin; pero, bien mirada la cosa, es muy difcil -encontrrsela. Cuando decimos que toleramos una opinin, hablamos -siempre de opinin contraria la nuestra. En este caso, la opinin -ajena es en nuestro juicio un error; pues que no es posible que -tengamos una opinin sobre un punto, es decir, que pensemos que una -cosa es no es, es de esta manera de la otra, sin que al propio -tiempo juzguemos que los que no piensan como nosotros, yerran. Si -nuestra opinin no pasa de tal, es decir, si el juicio, bien que -afianzado en razones que nos parecen buenas, no ha llegado una -completa seguridad, entonces nuestro juicio sobre el error de los -otros ser tambin una mera opinin; pero, si llega la conviccin -tal punto, que se afirme y consolide del todo, esto es, si llegamos -la certeza, entonces estaremos tambin ciertos de que los que forman -un juicio opuesto, yerran. De donde se infiere que en la palabra -tolerancia referida opiniones, se envuelve siempre la significacin -de tolerancia de errores. Quien est por el _s_, tiene por falso el -_no_; y quien est por el _no_, tiene por falso el _s_. Esto no es ms -que una simple aplicacin de aquel famoso principio: _es imposible que -una cosa sea y no sea al mismo tiempo_. - -Pero, entonces, se me dir, qu significamos cuando decimos _respetar -las opiniones_? Se sobrentender tambin que respetamos errores? No. -El _respetar las opiniones_ puede tener dos sentidos muy razonables. -El primero se funda en la misma flaqueza de conviccin de la persona -que respeta; porque, cuando sobre un punto no hemos llegado ms que - formar opinin, se entiende que no hemos llegado certeza; y, por -tanto, en nuestra mente hay el conocimiento de que existen razones -por la parte opuesta. Bajo este concepto podemos muy bien decir que -respetamos la opinin ajena; con lo que expresamos la conviccin de que -podemos engaarnos, y de que quizs no est la verdad de nuestra parte. -Segundo: respetar las opiniones significa veces respetar las personas -que las profesan, respetar su buena fe, respetar sus intenciones. As -se dice veces _respetar las preocupaciones_, y claro es que no se -habla entonces de un verdadero respeto que ellas se profese. - -De donde se ve que la expresin _respetar las opiniones ajenas_ tiene -significado muy diferente, segn que la persona que las respeta tiene -no convicciones ciertas en sentido contrario. - -Comprenderemos mejor lo que es la tolerancia, cul su origen y cules -sus efectos, si, antes de examinarla en la sociedad, la analizamos de -suerte que el objeto de nuestra observacin se reduzca su elemento -ms simple: la tolerancia considerada en el individuo. Se llama -tolerante un individuo, cuando est habitualmente en tal disposicin de -nimo, que soporta sin enojarse ni alterarse las opiniones contrarias -la suya. Esta tolerancia tendr distintos nombres, segn las diferentes -materias sobre que verse. En materias religiosas, la tolerancia, as -como la intolerancia, pueden encontrarse en quien tenga religin y en -quien no la tenga; de suerte que ni una ni otra de estas dos ltimas -situaciones envuelve por necesidad el ser tolerante ni intolerante. -Algunos se imaginan que la tolerancia es propia de los incrdulos y la -intolerancia de los hombres religiosos; pero esto es un error: quin -ms tolerante que San Francisco de Sales? y quin ms intolerante que -Voltaire? - -La tolerancia en un hombre religioso, aquella tolerancia que no dimana -de la flojedad en las creencias, y que se enlaza muy bien con un -ardiente celo por la conservacin y la propagacin de la fe, nace de -dos principios: la caridad y la humanidad: la caridad, que nos hace -amar todos los hombres, aun nuestros mayores enemigos; que nos -inspira la compasin de sus faltas y errores; que nos obliga mirarlos -como hermanos, y emplear los medios que estn en nuestro alcance -para sacarlos de su mal estado, sin que nos sea lcito considerarlos -privados de esperanza de salvacin, mientras viven sobre la tierra. -Rousseau ha dicho que es imposible vivir en paz con gentes quienes -se cree condenadas; nosotros no creemos ni podemos creer condenado - nadie, mientras vive; pues que, por grande que sea su iniquidad, -todava son mayores la misericordia de Dios y el precio de la sangre de -Jesucristo; y tan lejos estamos de pensar lo que dice el filsofo de -Ginebra que amar esos tales sera aborrecer Dios, que antes bien -dejara de pertenecer nuestra creencia quien sostuviese semejante -doctrina. La humildad cristiana es la otra fuente de la tolerancia; -la humildad, que nos inspira un profundo conocimiento de nuestra -flaqueza, que nos hace mirar cuanto tenemos como venido de Dios, que -no nos deja ver nuestras ventajas sobre nuestros prjimos, sino como -mayores ttulos de agradecimiento la liberal mano de la Providencia; -la humildad, que, no limitndose la esfera individual, sino abrazando -la humanidad entera, nos hace considerar como miembros de la gran -familia del linaje humano, cado de su primitiva dignidad por el -pecado del primer padre, con malas inclinaciones en el corazn, con -tinieblas en el entendimiento, y, por consiguiente, digno de lstima -indulgencia en sus faltas y extravos; esa virtud sublime en su mismo -anonadamiento, y que, como ha dicho admirablemente Santa Teresa, agrada -tanto Dios, porque la _humildad es la verdad_, esa virtud nos hace -indulgentes con todo el mundo, porque no nos deja olvidar un momento -que nosotros, ms tal vez que nadie, necesitamos tambin de indulgencia. - -No bastar, sin embargo, para que un hombre religioso sea tolerante -en toda la extensin de la palabra, el que sea caritativo y humilde: -la experiencia nos lo ensea as y la razn nos indica las causas. -Con la mira de aclarar perfectamente un punto cuya mala inteligencia -embrolla casi siempre esta clase de cuestiones, presentar un paralelo -de dos hombres religiosos cuyos principios sern los mismos, pero -cuya conducta ser muy diferente. Supnganse dos sacerdotes, ambos -distinguidos en ciencia y eminentes en virtud; pero de manera que el -uno haya pasado su vida en el retiro, rodeado de personas piadosas, y -no tratando sino con catlicos, mientras el otro, empleado en misiones -en diferentes pases donde se hallan establecidas diversas religiones, -se ha visto precisado conversar con hombres de distintas creencias, -vivir entre ellos, y sufrir el altar de una religin falsa levantado - poca distancia del de la religin verdadera. Los principios de la -caridad cristiana sern los mismos en ambos, uno y otro mirarn como -un don de Dios la fe que recibieron y conservan; pero, pesar de -todo esto, su conducta ser muy diferente, si se encuentran con un -hombre que, tenga otras creencias, no profese ninguna. El primero, -que jams ha tratado sino con fieles, que siempre ha odo hablar con -respeto de la religin, se estremecer, se indignar, la primera -palabra que oiga contra la fe las ceremonias de la Iglesia, sindole -poco menos que imposible sostener con serenidad la conversacin -la disputa que sobre la materia se entable; mientras el segundo, -acostumbrado oir cosas semejantes, ver contrariada su creencia, -discutir con hombres que la tenan diferente, se mantendr sosegado y -calmoso, entrando reposadamente en la cuestin, si necesario fuere, -esquivndola hbilmente, si as lo dictare la prudencia. De dnde esta -variedad? No es difcil conocerlo: es que este ltimo, con el trato, la -experiencia, las contradicciones, ha llegado poseer un conocimiento -claro de la verdadera situacin del mundo, se ha hecho cargo de la -funesta combinacin de circunstancias que han conducido mantienen - muchos desgraciados en el error, sabe en cierto modo colocarse en -el lugar en que ellos se encuentran, y as siente con ms viveza el -beneficio que l debe la Providencia, y es para con los otros ms -benigno indulgente. Enhorabuena que el otro sea tan virtuoso, tan -caritativo, tan humilde cuanto se quiera; pero, cmo se puede exigir -de l que no se conmueva profundamente, que no deje traslucir las -seales de su indignacin, cuando oye negar por la primera vez lo -que l ha credo siempre con la fe ms viva, sin que haya encontrado -otra oposicin que los argumentos propuestos en algunos libros? No -le faltaba, por cierto, la noticia de la existencia de herejes -incrdulos, pero le faltaba el haberse encontrado con ellos menudo, -el haber odo la exposicin de cien sistemas diferentes, el haber visto -extraviadas personas de distintas clases, de diversas ndoles, de -variada disposicin de nimo; la susceptibilidad de su espritu, como -que nunca haba sufrido, no haba podido embotarse; y as, con las -mismas virtudes, y si se quiere con los mismos conocimientos, que el -otro, no haba alcanzado aquella viveza, por decirlo as, con que un -entendimiento claro, y adems ejercitado con la prctica, entra en el -espritu de aquellos con quienes habla, y ve las razones los motivos - las pasiones que los ciegan para que no lleguen al conocimiento de la -verdad. - -Por donde se echa de ver que la tolerancia en un individuo que tenga -religin, supone cierta blandura de nimo, que, nacida del trato -y de los hbitos que ste engendra, se hermana, no obstante, con -las convicciones religiosas ms profundas, y con el celo ms puro -y ardiente por la propagacin de la verdad. En lo moral como en lo -fsico, el roce afina, el uso gasta, y no es posible que nada se -sostenga por largo tiempo en actitud violenta. El hombre se indignar -una, dos, cien veces al oir que se impugna su manera de pensar; pero -no es posible que contine indignndose siempre, y as al cabo vendr - resignarse la oposicin, se acostumbrar sufrirla con templanza, -y por ms sagradas que concepte sus creencias, se contentar con -defenderlas y propagarlas cuando le sea posible, y, cuando no, tratar -de guardarlas en el fondo de su alma como un precioso depsito, -procurando reservarlas del viento disipador que oye soplar en sus -alrededores. - -La tolerancia, pues, no supone en el individuo nuevos principios, -sino ms bien una calidad adquirida con la prctica, una disposicin -de nimo que se va adquiriendo insensiblemente, un hbito de sufrir -formado con la repeticin del sufrimiento. - -Pasando ahora considerar la tolerancia en el hombre no religioso, -observaremos que ste puede serlo de dos maneras. Los hay que, no slo -no tienen religin, sino que le profesan odio, ora por un funesto -extravo de ideas, ora por mirarla como un obstculo sus pasiones - sus particulares designios. stos son en extremo intolerantes; y su -intolerancia es la peor, porque no va acompaada de ningn principio -moral que pueda enfrenarla. El hombre en semejantes circunstancias -sintese, por decirlo as, en guerra consigo mismo, y con el linaje -humano: consigo mismo, porque tiene que sofocar los gritos de su -conciencia propia; con el linaje humano, que protesta contra la -doctrina insensata empeada en desterrar de la tierra el culto de Dios. -Por esta causa se encuentra en los hombres de esta clase un fondo -excesivo de rencor y despecho; por esto sus palabras destilan hiel; por -esto echan mano de la burla, del insulto, de la calumnia. - -Hay, empero, otra clase de hombres, que, si bien carecen de religin, -no tienen en contra de ella una opinin determinada; viven en una -especie de escepticismo, que han sido conducidos, por la lectura de -malos libros, por reflexiones de una filosofa superficial y ligera; -no estn adheridos la religin, pero tampoco estn enemistados con -ella. Muchos conocen su alta importancia para el bien de la sociedad; -y aun algunos abrigan cierto deseo de volver poseerla: all en -momentos de recogimiento y meditacin recuerdan con gusto los das -en que ofrecan Dios un entendimiento fiel y un corazn puro, y al -ver cmo se precipitan los momentos de la vida, quizs conservan an -la vaga esperanza de reconciliarse con el Dios de sus padres, antes -de bajar al sepulcro. Estos hombres son tolerantes; pero, si bien se -mira, la tolerancia no es en ellos ni un principio, ni una virtud: es -una simple necesidad que resulta de su posicin. Mal puede indignarse -contra las doctrinas ajenas quien no tiene ninguna, y, por tanto, no -encuentra oposicin en ninguna; mal puede indignarse contra la religin -quien la considera como una cosa necesaria al bienestar de la sociedad; -mal puede abrigar contra ella rencorosos sentimientos quien la echa de -menos en el fondo de su alma, quien la mira tal vez como un rayo de -esperanza al fijar sus ojos en un pavoroso porvenir. La tolerancia, -en tal caso, nada tiene de extrao, es natural, necesaria; y lo que -fuera inconcebible, lo que fuera extravagante, y que indicara un mal -corazn, sera la intolerancia. - -Elevando del individuo la sociedad las consideraciones que se -acaban de presentar, debe observarse que la tolerancia, as como la -intolerancia, puede mirarse, en el gobierno, en la sociedad: -porque sucede veces que no andan acordes, y que mientras el gobierno -sostiene un principio, predomina en la sociedad otra directamente -opuesto. Como el gobierno est formado de un corto nmero de -individuos, es aplicable l todo cuanto se ha dicho de la tolerancia, -considerada en la esfera puramente individual: bien que debe tenerse en -cuenta que los hombres colocados en el gobierno no pueden abandonarse -sin tasa al impulso de sus opiniones y sentimientos, y menudo se -ven precisados sacrificarlos en las aras de la opinin pblica. Por -algn tiempo, y favorecidos por circunstancias excepcionales, podrn -contrariarla falsearla; pero bien pronto la fuerza de las cosas les -sale al paso, obligndolos cambiar de rumbo. - -Limitndonos, pues, considerar la tolerancia en la sociedad, pues que -al fin, tarde temprano, el gobierno llega ser la expresin de las -ideas y sentimientos de esta misma sociedad, podemos notar que sigue -los mismos trmites que en el individuo. No es efecto de un principio, -sino de un hbito. Cuando en una misma sociedad viven por largo tiempo -hombres de diferentes creencias religiosas, al fin llegan sufrirse -unos otros, tolerarse, porque esto los conduce el cansancio de -repetidos choques, y el deseo de un tenor de vida ms tranquilo y -apacible; pero en el comienzo de esta discordancia de creencias, cuando -se encuentran cara cara por primera vez los hombres que las tienen -distintas, el choque ms menos rudo es siempre inevitable. Las causas -de esto se encuentran en la misma naturaleza del hombre, y vano es -luchar contra ella. - -Algunos filsofos modernos han credo que la sociedad actual les -es deudora del espritu de tolerancia que en ella domina; pero no -han advertido que esa tolerancia es ms bien un hecho que se ha -consumado lentamente por la fuerza misma de las cosas, que el fruto -de la doctrina por ellos predicada. En efecto: qu es lo que han -dicho por nuevo? Han recomendado la fraternidad universal; pero esta -fraternidad es una de las doctrinas del Cristianismo. Han exhortado -vivir en paz los hombres de todas religiones; pero, antes que ellos -empezasen decrselo, los hombres comenzaban ya tomar ese partido -en muchos pases de Europa, pues que desgraciadamente eran tantas -y tan diferentes las religiones, que ya no era posible que ninguna -alcanzase un predominio exclusivo. Tienen, es verdad, ciertos filsofos -incrdulos un triste ttulo sus pretensiones sobre la extensin de -la tolerancia, y es que, habiendo llegado sembrar la incredulidad y -el escepticismo, han generalizado, as en los gobiernos como en los -pueblos, aquella falsa tolerancia, que no es ninguna virtud, sino la -indiferencia por todas las religiones. - -Y en verdad, por qu es tan general la tolerancia en nuestro siglo?; -, mejor diremos, en qu consiste esta tolerancia? Observadla bien, -y veris que no es ms que el resultado de una situacin social, en -un todo conforme la descrita ms arriba con respecto al individuo -que carece de creencias, pero que no las rechaza porque las considera -como muy tiles al bien pblico, y hasta alimenta una vaga esperanza -de volver ellas algn da. En lo que hay en esto de bueno ninguna -parte han tenido los filsofos incrdulos, es ms bien una protesta -contra ellos; que ellos, mientras eran impotentes para apoderarse del -mando, prodigaban la calumnia y el sarcasmo todo lo ms sagrado que -hay en el cielo y en la tierra, y as que pudieron levantarse al poder, -derribaron con furor indecible todo lo existente, hicieron perecer -millones de vctimas en el destierro y en los cadalsos. - -La multitud de religiones, la incredulidad, el indiferentismo, la -suavidad de costumbres, el cansancio dejado por las guerras, la -organizacin industrial y mercantil que han ido adquiriendo las -sociedades, la mayor comunicacin de las personas por medio de los -viajes, y la de las ideas por la prensa: he aqu las causas que han -producido en Europa esa tolerancia universal que lo ha ido invadiendo -todo, establecindose de hecho donde no ha podido establecerse de -derecho. Esas causas, como es fcil de notar, son de diferentes -rdenes; ninguna doctrina puede pretender en ellas una parte -exclusiva; son un resultado de mil influencias diversas que han obrado -simultneamente en el desarrollo de la civilizacin. - - - - -CAPITULO XXXV - - -En el siglo anterior se declam mucho contra la intolerancia; pero una -filosofa menos ligera que la entonces dominante, hubiera reflexionado -algo ms sobre un hecho que, sea cual fuere el juicio que de l se -forme, no puede, sin embargo, negarse haber sido general todos los -pases y todos los tiempos. En Grecia, Scrates muere bebiendo la -cicuta; Roma, cuya tolerancia se ha encomiado, no tolera sino aquellos -dioses extranjeros que lo son slo por nombre, pues que, formando parte -de aquella especie de pantesmo que era el fondo de su religin, slo -necesitan, para ser declarados dioses de Roma, una mera formalidad; -que se les libre, por decirlo as, el ttulo de ciudadanos. Pero no -consiente los dioses de los egipcios, ni tampoco la religin de los -judos ni de los cristianos, de quienes tena ideas muy equivocadas, -en verdad, pero bastantes para entender que esas religiones eran muy -diferentes de la suya. La historia de los emperadores gentiles es la -historia de la persecucin de la Iglesia; y as que los emperadores -se hicieron cristianos, empieza una legislacin penal contra los -que siguen una religin diferente de la que domina en el Estado. -En los siglos posteriores la intolerancia continu en diferentes -formas, y tambin ha continuado hasta nosotros, que no estamos de -ellas tan libres como se quisiera hacernos creer. La emancipacin de -los catlicos en Inglaterra es de fecha muy reciente; las ruidosas -desavenencias del gobierno de Prusia con el Sumo Pontfice, por causa -de las arbitrariedades de aqul con respecto la religin catlica, -son de ayer; la cuestin de Argovia en Suiza est pendiente an; y -la persecucin del gobierno ruso contra el Catolicismo sigue tan -escandalosa como nunca. Esto, en cuanto los hombres de las sectas -disidentes; pues, por lo que toca la tolerancia de los _humanos_ -filsofos del siglo XVIII, menester es confesar que hubiera sido muy -amable, no recibir su digna sancin de la mano de Robespierre. - -Todo gobierno que profesa una religin es ms menos intolerante con -las otras; y esta intolerancia slo disminuye, cesa, cuando los que -profesan la religin odiada se hacen temer por ser muy fuertes, -despreciar por muy dbiles. Aplicad todos los tiempos y pases la -regla que se acaba de establecer; por todas partes la encontraris -exacta; es un compendio de la historia de los gobiernos con respecto -las religiones. El gobierno ingls ha sido siempre intolerante con los -catlicos, y continuar sindolo ms menos segn las circunstancias; -los gobiernos de Prusia y de Rusia seguirn como hasta aqu, bien que -con las modificaciones que exigir la variedad de los tiempos; as como -en los pases donde predomine el principio catlico se pondrn trabas -ms menos fuertes al ejercicio del culto protestante. Se me citar -como prueba de lo contrario el ejemplo de la Francia, donde, pesar -de ser el Catolicismo la religin de la inmensa mayora, son tolerados -los dems cultos, sin que se trasluzca la menor seal de reprimirlos -ni molestarlos. Esto se atribuir quizs al espritu pblico; pero yo -creo que dimana del estado de aquella sociedad, en la cual ha dejado -profundas huellas la filosofa del siglo pasado y tambin de que en -las regiones del poder de aquel pas no prevalece ningn principio -fijo; no siendo ms toda su poltica interior y exterior que una -continua transaccin para salir del paso, del mejor modo, que se pueda. -Esto dicen los hechos, esto expresan las bien conocidas opiniones del -reducido nmero de hombres que de algunos aos esta parte disponen de -los destinos de la Francia. - -Se ha pretendido establecer como un principio la tolerancia universal, -negando los gobiernos el derecho de violentar las conciencias en -materias religiosas;, sin embargo, y pesar de cuanto se ha dicho, los -filsofos no han podido poner su asercin bien en claro, y mucho menos -hacerla adoptar generalmente como sistema de gobierno. Para demostrar -que la cosa no es tan sencilla como se ha querido suponer, me han de -permitir esos pretendidos filsofos que les dirija algunas preguntas. - -Si viene establecerse en vuestro pas una religin cuyo culto -demande sacrificios humanos, la toleraris?--No.--Y por qu?--Porque -no podemos tolerar un crimen semejante.--Pero entonces seris -intolerantes, violentaris las conciencias ajenas, prohibiendo como -un crimen lo que los ojos de estos hombres es un obsequio la -Divinidad. As lo pensaron muchos pueblos antiguos, as lo piensan -todava algunos en nuestros tiempos; con qu derecho, pues, queris -que vuestra conciencia prevalezca sobre la suya?--No importa, -seremos intolerantes, pero nuestra intolerancia ser en pro de la -humanidad.--Aplaudo vuestra conducta; pero no podis negarme que se ha -ofrecido un caso en que la intolerancia de una religin os ha parecido -un derecho y un deber. - -Pero, si proscribs el ejercicio de ese culto atroz, al menos -permitiris ensear la doctrina donde se encarezca como santa y -saludable la prctica de los sacrificios humanos?--No, porque esto -equivaldra permitir la enseanza del asesinato.--Enhorabuena; pero -reconoced al mismo tiempo que se os ha presentado una doctrina, con la -cual os habis credo con derecho y obligacin de ser intolerantes. - -Prosigamos la tarea comenzada. Vosotros no ignoris, por cierto, -los sacrificios ofrecidos en la antigedad la diosa del amor, y -el nefando culto que se le tributaba en los templos de Babilonia -y Corinto; si un culto semejante renaciese entre vosotros, -le tolerarais?--No, por contrario las sagradas leyes del -pudor.--Tolerarais que se enseara al menos la doctrina que le -apoyase?--No, por la misma razn.--Entonces encontramos otro caso -en que os creis con derecho y obligacin de ser intolerantes, de -violentar la conciencia ajena, y no podis alegar otra razn, sino que - esto os obliga vuestra conciencia propia. - -Todava ms: supongamos que con la lectura de la Biblia vuelven -calentarse algunas cabezas, y tratan de fundar un nuevo cristianismo -imitacin de Matas Harlem Juan de Leyde; que empiezan los sectarios - difundir sus doctrinas, reunir concilibulos, y que con sus -peroratas fanticas arrastran una parte del pueblo; toleraris esa -nueva religin?--No, porque esos hombres podran renovar en nuestros -tiempos las sangrientas escenas de Alemania en el siglo XVI, cuando en -nombre de Dios, y para cumplir, segn decan, las rdenes del Altsimo, -los anabaptistas atacaban la propiedad, destruan todo poder existente, -y sembraban por todas partes la desolacin y el exterminio.--Obraris -con tanta justicia como prudencia, pero al fin tampoco podis negar -que ejerceris un acto de intolerancia. Qu se ha hecho, pues, de la -tolerancia universal, de ese principio tan claro, tan cierto, si cada -paso os encontris vosotros mismos con la necesidad de restringirle, -mejor dir, de arrumbarle y de obrar en sentido diametralmente opuesto? -Diris que la seguridad del Estado, el buen orden de la sociedad, la -moral pblica, os obligan obrar as; pero entonces qu viene -ser un principio que en ciertos casos se halla en oposicin con los -intereses de la moral pblica, del bien social y la seguridad del -Estado? Y creis, por ventura, que aquellos contra quienes declamis, -no pensaban tambin poner cubierto esos intereses, cuando eran -intolerantes? - -En todos tiempos y pases, se ha reconocido como un principio -indisputable que el poder pblico tiene el derecho, en algunos casos, -de prohibir ciertos actos, no obstante la mayor menor violencia que -con esto se haga la conciencia de los individuos que los ejercan - pretendan ejercerlos. Si no bastaba el constante testimonio de la -historia, debiera ser suficiente convencernos de esta verdad el -breve dilogo que se acaba de leer; donde se ha visto que los ms -ardientes encomiadores de la tolerancia podan verse obligados -ser intolerantes. Ellos se vean precisados serlo en nombre de la -humanidad, en nombre del pudor, en nombre del orden pblico; luego -la tolerancia universal de doctrinas y religiones proclamada como un -deber de todo gobierno es un error, una regla sin aplicacin; pues -que hemos demostrado hasta la evidencia que la intolerancia ha sido -siempre, y es todava, un principio reconocido por todo gobierno y cuya -aplicacin, ms menos severa indulgente, depende de la diversidad -de circunstancias, y, sobre todo, del punto de vista desde el cual mira -las cosas el gobierno que la ha de ejercer. - -Surge aqu una gravsima cuestin de derecho, cuestin que primera -vista parece conducir la condenacin de toda intolerancia relativa - doctrinas y los actos que consecuencia de ellas se practican. -Sin embargo, mirada la cosa fondo, no es as; y aun dado que el -entendimiento no alcanzara disipar completamente la dificultad -por medio de razones directas, con todo, indirectamente, y con la -argumentacin que llaman _ad absurdum_, se llega conocer la verdad, -al menos hasta aquel punto que es necesario para servir de gua la -incierta prudencia humana. He aqu la cuestin: Con qu derecho puede -prohibirse un hombre que profese una doctrina, y que obre conforme - ella, si l est convencido de que aquella doctrina es verdadera, -y que cumple con su obligacin ejerce un derecho, cuando obra -conforme lo que la misma le prescribe? Si la prohibicin no ha de -ser ridcula, ha de llevar la sancin de la pena; y, cuando apliquis -esa pena, castigaris un hombre que en su conciencia es inocente. La -justicia supone el culpable; y nadie es culpable, si primero no lo es -en su conciencia. La culpabilidad radica en la misma conciencia, y slo -podemos ser responsables de la infraccin de una ley cuando esta ley ha -hablado por el rgano de nuestra conciencia. Si ella nos dice que una -accin es mala, no podemos ejecutarla, por ms que nos la prescriba la -ley, y si nos dicta que tal accin es un deber, no podemos omitirla, -por ms que est prohibida por la ley. He aqu presentado en pocas -palabras, y con la mayor fuerza posible, todo cuanto puede alegarse -contra la intolerancia de las doctrinas y de los actos que de ellas -emanan; veamos ahora cul es el verdadero peso de estas reflexiones, -que primera vista parecen tan concluyentes. - -Por de pronto salta la vista que la admisin de este sistema hara -imposible todo castigo de los crmenes polticos. Bruto clavando el -pual en el pecho de Csar, Jacobo Clement asesinando Enrique III, -obraban, sin duda, impulsos de una exaltacin de nimo que les -haca mirar su atentado como un acto de herosmo; y, sin embargo, -si uno y otro hubiesen sido conducidos un tribunal, os parecera -razonable exigir que se libertasen de la pena, el uno alegando su -amor de la patria, el otro su celo por la religin? La mayor parte de -los crmenes polticos se cometen con la conviccin de que se obra -bien, aun prescindiendo de las pocas turbulentas, donde los hombres -de los diferentes bandos estn ntimamente persuadidos de tener cada -cual la razn de su parte. Las mismas conspiraciones que se traman -contra un gobierno en pocas pacficas, son, por lo comn, obra de -algunos individuos que tienen por ilegtimo por tirnico el poder; y -trabajando para derribarle, obran conforme sus principios. El juez -los castiga justamente aplicndoles la ley impuesta por el legislador; -y, sin embargo, ni el legislador al sealar la pena, ni el juez al -aplicarla, ignoran, ni ignorar pueden, la disposicin de nimo en que -deba de hallarse el delincuente cuando la infringa. - -Se dir que, atendiendo la fuerza de estas razones, se va aumentando -cada da la compasin y la indulgencia por los crmenes polticos; -pero yo replicar que, si establecemos el principio de que la justicia -humana no tiene derecho castigar cuando el delincuente ha obrado -en fuerza de sus principios, no slo deberan endulzarse esas penas, -sino abolirse. En tal caso, la pena capital sera un verdadero -asesinato; la pecuniaria, un robo, y las dems, un atropellamiento. -Y advertir de paso que no es verdad que tanto se disminuya el rigor -contra los crmenes polticos; la historia de Europa en los ltimos -aos nos suministrara algunas pruebas de lo contrario. No se ven en -la actualidad aquellos castigos atroces que estaban en uso en otras -pocas; pero esto no dimana de que se atienda la conciencia del que -ha cometido el crimen, sino de la suavidad y dulzura de costumbres -que va difundindose por todas partes, y que no ha podido menos de -afectar la legislacin criminal. Lo que es extrao es la severidad -que les queda las leyes relativas los crmenes polticos, cuando -tantos y tantos de los mismos legisladores, en las diferentes naciones -de Europa, saban muy bien que ellos su tiempo haban cometido el -mismo crimen. No sern pocos seguramente los que, al votarse una ley -penal, habrn opinado con indulgencia, porque presentan prevean que -aquella misma ley habra de pesar un da sobre sus propias cabezas. - -La impunidad de los crmenes polticos traera consigo la subversin -del orden social, porque hara imposible todo gobierno. Pero, aun -dejando aparte ese mal gravsimo, que, como acabamos de ver, dimana -naturalmente de la doctrina que pretende dejar impune al criminal -cuando ha obrado impulsos de su conciencia, ntase, por otra parte, -que no son nicamente los crmenes polticos los que vendran quedar -sin castigo, sino tambin los delitos comunes. Los atentados contra -la propiedad pertenecen este gnero, y, sin embargo, es bien sabido -que no han faltado en otras pocas, y desgraciadamente no faltan en la -nuestra, muchos hombres que miran la propiedad como una usurpacin, -como una injusticia. Los atentados contra la santidad del matrimonio -son tambin delitos comunes, y, no obstante, se han visto sectas que -le declaraban ilcito, y otras han opinado y opinan por la comunidad -de mujeres. Las santas leyes del pudor y el respeto la inocencia -han sido tambin consideradas por algunas sectas como una injusta -limitacin de la libertad del hombre, y su atropellamiento como una -obra meritoria. Y qu? Aun cuando no se pudiese dudar del extravo de -ideas, del ciego fanatismo de esos hombres que han profesado semejantes -doctrinas, quin se atrevera negar la justicia del castigo que se -les impusiese, cuando consecuencia de ellas perpetrasen un crimen, -cuando se empeasen en difundir por la sociedad su funesta enseanza? - -Si injusto fuese el castigo que se impone cuando el criminal obra -conforme su conciencia, libres seran de cometer todos los crmenes -que se les antojasen los ateos, los fatalistas, los partidarios de la -doctrina del inters privado, porque, destruyendo como destruyen la -base de toda moralidad, no obraran jams contra su conciencia, pues -que no tienen ninguna. Si hubiese de tener fuerza el argumento que se -ha querido hacer valer, cuntas y cuntas veces podra echarse en -cara los tribunales de nuestros tiempos, la injusticia que cometen -cuando aplican el castigo esa clase de hombres? Entonces podramos -decirles: Con qu derecho castigis ese hombre que, no admitiendo -la existencia de Dios, no puede reconocerse culpable sus ojos, y, por -tanto, ni los vuestros? Vosotros habais hecho la ley en cuya fuerza -le castigis, pero esa ley ningn valor tena en su conciencia, porque -vosotros sois sus iguales, y l no reconoce la existencia de ningn ser -superior que haya podido concederos el derecho de coartar la libertad. -Con qu justicia castigis ese otro que est convencido de que todas -sus acciones son efecto de causas necesarias, que el libre albedro es -una quimera, y que, cuando se arroja cometer la accin que vosotros -tachis de criminal, no piensa ser ms libre para dejar de obrar, que -el bruto al precipitarse sobre el alimento que tiene la vista, -sobre otro bruto que le ha enfurecido? Con qu justicia castigis -quien est persuadido de que la moral es una mentira, que no hay otra -que el inters privado, que el bien y el mal no son otra cosa que ese -mismo inters bien mal entendido? Si le hacis sufrir una pena, ser, -no porque sea culpable segn su conciencia, sino porque ha errado un -clculo, porque se ha equivocado en las probabilidades del resultado -que su accin le haba de acarrear. He aqu las consecuencias -necesarias, inevitables, de la doctrina que niega al poder pblico la -facultad de castigar los crmenes que se cometen consecuencia de un -error de entendimiento. - -Pero se dir que el derecho de castigar se entiende con respecto las -acciones, no las doctrinas; que las primeras deben sujetarse la -ley, las segundas deben campear con ilimitada libertad. Si se habla -de las doctrinas en cuanto estn nicamente en el entendimiento sin -manifestarse en lo exterior, claro es que, no slo no hay derecho, -pero ni siquiera posibilidad de castigarlas, porque slo Dios puede -conocer los secretos del espritu del hombre; pero, si se trata de las -doctrinas manifestadas, entonces es falso el principio, y acabamos de -demostrar que ni los mismos que le sostienen en teora pueden atenerse - l en la prctica. Por fin, se nos podr replicar que, aun cuando la -doctrina que impugnamos conduce grandes absurdos, sin embargo, no -deja de permanecer en pie la dificultad capital, que consiste en la -incompatibilidad de la justicia del castigo con la accin dictada -permitida por la conciencia de quien la comete. Cmo se suelta esa -dificultad? Cmo se salva tamao inconveniente? Podr ser lcito en -ningn caso tratar como culpable quien no lo es en el tribunal de su -propia conciencia? - -Al parecer, los hombres de todas opiniones y religiones deben estar de -acuerdo en los puntos principales sobre que gira la presente cuestin; -y, sin embargo, no es as; y entre los catlicos, de una parte, y los -incrdulos y protestantes, de otra, media una diferencia profunda. -Los primeros tienen por principio inconcuso que hay _errores de -entendimiento que son culpables_; los segundos piensan, al contrario, -que todos _los errores de entendimiento son inocentes_. Los catlicos -miran como una de las primeras ofensas que puede el hombre hacer -Dios, el error acerca de las importantes verdades religiosas y morales; -sus adversarios excusan esa clase de errores con la mayor indulgencia, -y no pueden conducirse de otro modo, so pena de ser inconsecuentes. -Los catlicos admiten la posibilidad de la ignorancia invencible de -algunas verdades muy graves, pero esta posibilidad la limitan ciertas -circunstancias, fuera de las cuales declaran al hombre culpable; pero -sus adversarios, ponderando de continuo la libertad del pensar, no -ponindole ms trabas que las que sean del gusto de cada individuo, -afirmando sin cesar que cada cual es libre de tener las opiniones que -ms le agraden, han llegado inspirar todos sus partidarios la -conviccin de que no hay opiniones culpables ni errores culpables, -que no tiene el hombre la obligacin de escudriar cuidadosamente el -fondo de su alma para examinar si hay algunas causas secretas que le -impelen apartarse de la verdad; han llegado, por fin, confundir -monstruosamente la libertad fsica del entendimiento con la libertad -moral; han desterrado del orden de las opiniones las ideas de _lcito_ - _ilcito_; han dado entender que estas ideas no tenan aplicacin -cuando se trataba del pensamiento. Es decir, que en el orden de las -ideas han confundido el derecho con el hecho, han declarado intiles -incompetentes todas las leyes divinas y humanas. Insensatos! Cmo -si fuera posible que lo que hay ms alto y ms noble en la humana -naturaleza, no estuviera sujeto ninguna regla; cmo si fuera posible -que lo que hace al hombre rey de la creacin, no debiese concurrir la -inefable harmona de las partes del universo entre s, y del todo con -Dios; cmo si esta harmona pudiese ni subsistir ni concebirse siquiera -en el hombre, no declarando como la primera de sus obligaciones la de -mantenerse adherido la verdad! - -He aqu una razn profunda que justifica la Iglesia catlica, cuando -considera el pecado de hereja como uno de los mayores que el hombre -puede cometer. Qu! Vosotros que os sonres de lstima y desprecio al -slo mentar el nombre de pecado de hereja; vosotros que le consideris -como una invencin sacerdotal para dominar las conciencias y escatimar -la libertad del pensamiento, con qu derecho os arrogis la facultad -de condenar las herejas que se oponen vuestra ortodoxia? Con qu -derecho condenis esas sociedades donde se ensean mximas atentatorias - la propiedad, al orden pblico, la existencia del poder? Si el -pensamiento es libre, si quien pretende coartarle en lo ms mnimo -viola derechos sagrados, si la conciencia no debe estar sujeta -ninguna traba, si es un absurdo, un contrasentido el pretender obligar - obrar contra ella desobedecer sus inspiraciones, por qu no -dejis hacer esos hombres que quieren destruir todo el orden social -existente, esas asociaciones subterrneas que de vez en cuando -envan algunos de sus miembros disparar el plomo homicida contra el -pecho de los reyes? Sabed que si, para declarar injusta y cruel la -intolerancia que se ha tenido en ciertas pocas con vuestros errores, -invocis vosotros vuestras convicciones, ellos tambin pueden invocar -las suyas. Vosotros decais que las doctrinas de la Iglesia eran -invenciones humanas, ellos dicen que las doctrinas reinantes en la -sociedad son tambin invenciones humanas; vosotros decais que el orden -social antiguo era un monopolio, ellos dicen que es un monopolio el -orden actual; vosotros decais que los poderes antiguos eran tirnicos, -y ellos dicen que los poderes actuales tirnicos son; vosotros -decais que querais destruir lo existente para fundar instituciones -nuevas que haran la dicha de la humanidad, ellos dicen que quieren -derribar todo lo existente para plantear tambin otras instituciones -que labrarn la dicha del humano linaje; vosotros declarabais santa -la guerra que se haca al poder antiguo, y ellos declaran santa -la guerra que se hace al poder actual; vosotros apelasteis los -medios de que podais disponer y los pretendisteis legitimados por -la necesidad, ellos declaran tambin legtimo el nico medio que -tienen, que consiste en concertarse, en prepararse para el momento -oportuno, procurando acelerarle asesinando personas augustas. Habis -pretendido hacer respetar todas vuestras opiniones hasta el atesmo, -y habis enseado que nadie tena el derecho de impediros el obrar -conforme vuestros principios: pues bien, principios tienen tambin, -y principios horribles, los fanticos de quienes estamos hablando; -convicciones tienen tambin, y convicciones horribles. Qu prueba ms -convincente de que existe entre ellos esa conviccin espantosa, que -verlos, en medio de la alegra y de las fiestas pblicas, deslizarse -plidos y sombros entre la alborozada muchedumbre, escoger el puesto -oportuno y aguardar imperturbables el momento fatal, para sumergir -en la desolacin una augusta familia, y cubrir de luto una nacin, -con la seguridad de atraer sobre la propia cabeza la execracin -pblica y acabar la vida en un cadalso? Pero, nos dirn nuestros -adversarios, estas convicciones no tienen escusa; bien la tendran, -si tenerla hubieran podido las vuestras; con la diferencia de que -vosotros labrasteis vuestros funestos y ambiciosos sistemas en medio -de la comodidad y de los regalos, quizs en medio de la opulencia y -la sombra del poder, y ellos se formaron sus abominables doctrinas, -en medio de la obscuridad, de la pobreza, de la miseria, de la -desesperacin. - -En verdad que la inconsecuencia de ciertos hombres es en extremo -chocante. El burlarse de todas las religiones, el negar la -espiritualidad inmortalidad del alma, la existencia de Dios, el -derribar toda la moral y socavar sus ms profundos cimientos, todo ha -sido para ellos una cosa muy excusable, y hasta, si se quiere, digna -de alabanza. Los escritores que desempearon tan funesta tarea, son -todava dignos de apoteosis; es menester lanzar la Divinidad de los -templos para colocar en ellos los nombres y las imgenes de los jefes -de aquellas escuelas: debajo de las bvedas de la magnfica baslica, -en los lugares destinados al reposo de las cenizas del cristiano -que espera la resurreccin, es necesario levantar los sepulcros de -Voltaire y de Rousseau, para que las generaciones venideras desciendan - recogerse algunos momentos en aquellas mansiones silenciosas y -sombras, y recibir las inspiraciones de aquellos genios. Entonces, -cmo es posible quejarse con razn de que se ataque la propiedad, la -familia, el orden social? La propiedad es sagrada, pero es acaso ms -sagrada que Dios? Por ms transcendentales que quieran suponerse las -verdades relativas la familia y la sociedad, son, por ventura, -de un orden superior los eternos principios de la moral? , por -mejor decir, son, acaso, otra cosa que la aplicacin de esos eternos -principios? - -Pero volvamos al hilo del discurso. Una vez sentado el principio de que -hay errores culpables, principio que, si no en la teora, al menos en -la prctica todo el mundo debe admitir, pero principio que en teora -slo el Catolicismo sostiene cumplidamente, resulta bien clara la -razn de la justicia con que el poder humano castiga la propalacin y -la enseanza de ciertas doctrinas, y los actos que consecuencia de -ellas se cometen, sin pararse en la conviccin que pudiera abrigar el -delincuente. La ley conviene en que existi pudo existir ese error -de entendimiento; pero en tal caso declara culpable ese mismo error; y -cuando el hombre invoca el testimonio de la propia conciencia, la ley -le recuerda el deber que tena de rectificarla. He aqu el fundamento -de la justicia de una legislacin que pareca tan injusta; fundamento -que era necesario encontrar, si no se quera dejar una gran parte de -las leyes humanas con la mancha ms negra; porque negra mancha fuera -la de arrogarse el derecho de castigar quien no fuera verdaderamente -culpable: derecho absurdo, que tan lejos est de pertenecer la -justicia humana, que no compete al mismo Dios. La misma justicia -infinita dejara de ser lo que es, si pudiese castigar al inocente. - -Podrase sealar quizs otro origen al derecho que tienen los gobiernos -de castigar la propagacin de ciertas doctrinas, y las acciones que -consecuencia de ellas se cometen, aun en el caso en que la conviccin -de los criminales sea la ms profunda. Podrase decir que los gobiernos -obran en nombre de la sociedad, la cual, como todo ser, tiene un -derecho su propia defensa. Hay doctrinas que amenazan la existencia -misma de la sociedad, y, por tanto, sta se halla en la necesidad y en -el derecho de combatir sus autores. Por ms plausible que parezca -una razn semejante, adolece, sin embargo, de un inconveniente muy -grave, y es que hace desaparecer de un golpe la idea de castigo y de -justicia. Quien se defiende, cuando hiere al invasor, no le castiga, -sino que le rechaza; y, si se mira la sociedad desde este punto de -vista, el criminal conducido al patbulo no ser un verdadero criminal: -no ser ms que un desgraciado que sucumbe en una lucha desigual en -que temerariamente se empe. La voz del juez que le condena no ser -la augusta voz de la justicia; su fallo no representar otra cosa que -la accin de la sociedad, vengndose de quien ha osado atacarla. La -palabra _pena_ tiene entonces un sentido muy diferente: y la graduacin -de ella slo depende del clculo, no de un principio de justicia. Es -menester no olvidarlo: en suponindose que la sociedad, por derecho de -defensa, impone castigo al que ella, por otra parte, considera como -del todo inocente, la sociedad no juzga, no castiga, sino que lucha. -Esto asienta muy bien, tratndose de sociedad con sociedad; pero, muy -mal, tratndose de sociedad con individuo. Parcenos entonces ver la -lucha desigual de un desmesurado gigante con un pequesimo pigmeo. El -gigante le toma en sus manos y le aplasta contra una roca. - -Con la doctrina que acabo de exponer se ve con toda evidencia lo -que vale el tan ponderado principio de la tolerancia universal: -demostrado est que es tan impracticable en la regin de los hechos -como insostenible en teora; y, por tanto, vienen al suelo todas las -acusaciones que se han hecho al Catolicismo por su intolerancia. En -claro queda que la intolerancia es, en cierto modo, un derecho de todo -poder pblico; que as se ha reconocido siempre; que as se reconoce -ahora todava; pesar de que, generalmente hablando, se han elevado - las regiones del poder los filsofos partidarios de la tolerancia. -Sin duda que los gobiernos han abusado mil veces de este principio; -sin duda que en su nombre se ha perseguido tambin la verdad; pero, -de qu no abusan los hombres? Lo que deba hacerse, pues, en buena -filosofa, no era establecer proposiciones insostenibles, y adems -altamente peligrosas; no era declamar hasta el fastidio contra los -hombres y las instituciones de los siglos que nos han precedido, sino -procurar la propagacin de sentimientos suaves indulgentes, y, -sobre todo, no combatir las altas verdades, sin las cuales no puede -sostenerse la sociedad, y cuya desaparicin dejara el mundo entregado - la fuerza, y, por consiguiente, la arbitrariedad y la tirana. - -Se han atacado los dogmas, pero no se ha reflexionado bastante que con -ellos estaba ligada ntimamente la moral, y que esa moral misma es un -dogma. Con la proclamacin de una libertad de pensar ilimitada, se ha -concedido al entendimiento la impecabilidad; el error ha dejado de -figurar entre las faltas de que puede el hombre hacerse culpable. Se ha -olvidado que para _querer_, es necesario _conocer_, y que para _querer -bien_, es indispensable _conocer bien_. Si se examinan la mayor parte -de los extravos de nuestro corazn, se encontrar que tienen su origen -en un concepto errado; cmo es posible, pues, que no sea para el -hombre un deber el preservar su entendimiento de error? Pero, desde que -se ha dicho que las opiniones importaban poco, que el hombre era libre -de escoger las que quisiese, sin ningn gnero de trabas, aun cuando -perteneciesen la religin y la moral, la verdad ha perdido de su -estimacin y no disfruta los ojos del hombre aquella alta importancia -que antes tena por s misma, por su valor intrnseco; y muchos son los -que no se creen obligados ningn esfuerzo para alcanzarla. Lamentable -situacin de los espritus y que encierra uno de los ms terribles -males que afligen la sociedad.[9] - - - - -CAPITULO XXXVI - - -Hllome naturalmente conducido decir cuatro palabras sobre la -intolerancia de algunos prncipes catlicos, sobre la Inquisicin, -y particularmente la de Espaa; examinar brevemente qu es lo que -puede echarse en cara al Catolicismo por la conducta que ha seguido en -los ltimos siglos. Los calabozos y las hogueras de la Inquisicin, -y la intolerancia de algunos prncipes catlicos, ha sido uno de -los argumentos de que ms se han servido los enemigos de la Iglesia -para desacreditarla, y hacerla objeto de animadversin y de odio. Y -menester es confesar que, en esta especie de ataque, tenan de su -parte muchas ventajas que les daban gran probabilidad de triunfo. En -efecto, y como ya llevo indicado ms arriba, para el comn de los -lectores que no cuidan de examinar fondo las cosas, que se dejan -llevar candorosamente donde quiera el sagaz autor, que abrigan un -corazn sensible y dispuesto interesarse por el infortunio, qu -medio ms propsito para excitar la indignacin, que presentar su -vista negros calabozos, caballetes, sambenitos y hogueras? En medio de -nuestra tolerancia, de nuestra suavidad de costumbres, de la benignidad -de los cdigos criminales, qu efecto no debe producir el resucitar de -golpe otros siglos con su rigor, con su dureza, y todo exagerado, todo -agrupado, presentando en un solo cuadro las desagradables escenas que -anduvieron ocurriendo en diferentes lugares, y en el espacio de largo -tiempo? Entonces, teniendo el arte de recordar que todo esto se haca -en nombre de un Dios de paz y de amor, se ofrece ms vivo el contraste, -la imaginacin se exalta, el corazn se indigna; y resulta que el -clero, los magistrados, los reyes, los papas de aquellos tiempos son -considerados como una tropa de verdugos que se complacen en atormentar -y desolar la humanidad. Los escritores que as han procedido, no -se han acreditado, por cierto, de muy concienzudos; porque es regla -que no deben perder nunca de vista ni el orador ni el escritor, que -no es legtimo el movimiento que excitan en el nimo, si antes no le -convencen no le suponen convencido; y, adems, es una especie de mala -fe el tratar nicamente con argumentos de sentimiento materias que, por -su misma naturaleza, slo pueden examinarse cual conviene, mirndolas - la luz de la fra razn. En tales casos no debe empezarse moviendo, -sino convenciendo: lo contrario es engaar al lector. - -No es mi nimo hacer aqu la historia de la Inquisicin, ni del sistema -que en diferentes pases se ha seguido en punto de intolerancia en -materias religiosas; esto me fuera imposible, atendidos los estrechos -lmites que me hallo circunscrito; y sera, adems, inconducente -para el objeto de esta obra. De la Inquisicin en general, de la de -Espaa en particular, y de la legislacin ms menos intolerante -que ha regido en varios pases, puede resultar un cargo contra el -Catolicismo? Bajo este respecto, puede sufrir un parangn con el -Protestantismo? stas son las cuestiones que yo debo examinar. - -Tres cosas se presentan desde luego la consideracin del observador: -la legislacin instituciones de intolerancia; el uso que de ellas -se ha hecho, y, finalmente, los actos de intolerancia que se han -cometido fuera del orden de dichas leyes instituciones. Por lo que - esto ltimo corresponde, dir, en primer lugar, que nada tiene que -ver con el objeto que nos ocupa. La matanza de San Bartolom, y las -dems atrocidades que se hayan cometido en nombre de la religin, en -nada deben embarazar los apologistas de la misma; porque la religion -no puede hacerse responsable de todo lo que se hace en su nombre, si -no se quiere proceder con la ms evidente injusticia. El hombre tiene -un sentimiento tan fuerte y tan vivo de la excelencia de la virtud, -que aun los mayores crmenes procura disfrazarlos con su manto; y -sera razonable el desterrar por esto la virtud de la tierra? Hay en -la historia de la humanidad pocas terribles en que se apodera de -las cabezas un vrtigo funesto; el furor encendido por la discordia, -ciega los entendimientos y desnaturaliza los corazones; llmase bien -al mal, y mal al bien; y los ms horrendos atentados se cometen -invocando nombres augustos. En encontrndose en semejantes pocas, el -historiador y el filsofo tienen sealada bien claramente la conducta -que han de seguir: veracidad rigurosa en la narracin de los hechos, -pero guardarse de juzgar, por ellos, ni las ideas ni las instituciones -dominantes. Estn entonces las sociedades como un hombre en un acceso -de delirio; y mal se juzgara, ni de las ideas, ni de la ndole, ni de -la conducta del delirante, por lo que dice y hace mientras se halla en -ese lamentable estado. - -En tiempos tan calamitosos qu bando puede gloriarse de no haber -cometido grandes crmenes? Atenindonos la misma poca que acabamos -de nombrar, no vemos los caudillos de ambos partidos, asesinados de -una manera alevosa? El almirante Coligny muere manos de los asesinos -que comienzan el degello de los hugonotes, pero el duque de Guisa -haba sido tambin asesinado por Poltrot delante de Orleans; Enrique -III muere asesinado por Jacobo Clement, pero ste es el mismo Enrique -que haba hecho asesinar traidoramente al otro duque de Guisa en los -corredores de palacio, y al cardenal hermano del duque en la torre de -Moulins; y que, adems, haba tenido parte tambin en el degello de -San Bartolom. Entre los catlicos se cometieron atrocidades; pero, no -las cometieron tambin sus adversarios? chese, pues, un velo sobre -esas catstrofes, sobre estos aflictivos monumentos de la miseria y -perversidad del corazn del hombre. - -El tribunal de la Inquisicin, considerado en s, no es ms que la -aplicacin un caso particular de la doctrina de intolerancia, -que, con ms menos extensin, es la doctrina de todos los poderes -existentes. As es que slo nos resta examinar el carcter de esa -aplicacin, y ver si con justicia se le pueden hacer los cargos que le -han hecho sus enemigos. En primer lugar, es necesario advertir que los -encomiadores de todo lo antiguo falsean lastimosamente la historia, si -pretenden que esa intolerancia sol se vi en los tiempos en que, segn -ellos, la Iglesia haba degenerado de su pureza. Yo lo que veo es que, -desde los siglos en que empez la Iglesia tener influencia pblica, -comienza la hereja figurar en los cdigos como delito; y hasta ahora -no he podido encontrar una poca de completa tolerancia. - -Hay tambin que hacer otra observacin importante, que indica una de -las causas del rigor desplegado en los siglos posteriores. Cabalmente -la Inquisicin tuvo que empezar sus procedimientos contra herejes -maniqueos; es decir, contra los sectarios que en todos tiempos haban -sido tratados con ms dureza. En el siglo XI, cuando no se aplicaba -todava los herejes la pena de fuego, eran exceptuados de la regla -general los maniqueos; y hasta en tiempo de los emperadores gentiles -eran tratados esos sectarios con mucho rigor; pues que Diocleciano y -Maximiano publicaron en el ao 296 un edicto que condenaba diferentes -penas los maniqueos que no abjurasen sus dogmas, y los jefes de -la secta la pena de fuego. Esos sectarios han sido mirados siempre -como grandes criminales; su castigo se ha considerado necesario, no -slo por lo que toca la religin, sino tambin por lo relativo -las costumbres, y al buen orden de la sociedad. sta fu una de las -causas del rigor que se introdujo en esta materia; y, aadindose al -carcter turbulento que presentaron las sectas que bajo varios nombres -aparecieron en los siglos XI, XII y XIII, se atinar en otro de los -motivos que produjeron escenas que nosotros nos parecen inconcebibles. - -Estudiando la historia de aquellos siglos, y fijando la atencin sobre -las turbulencias y desastres que asolaron el medioda de la Francia, -se ve con toda claridad que, no slo se disputaba sobre este aquel -punto de dogma, sino que todo el orden social existente se hallaba en -peligro. Los sectarios de aquellos tiempos eran los precursores de los -del siglo XVI, mediando, empero, la diferencia de que estos ltimos -eran en general menos democrticos, menos aficionados dirigirse -las masas, si se exceptan los frenticos anabaptistas. En la dureza -de costumbres de aquellos tiempos, cuando, causa de largos siglos -de trastornos y violencias, la fuerza haba llegado obtener una -preponderancia excesiva, qu poda esperarse de los poderes que se -vean amenazados de un peligro semejante? Claro es que las leyes y su -aplicacin haban de resentirse del espritu de la poca. - -En cuanto la Inquisicin de Espaa, la cual no fu ms que una -extensin de la misma que se haba establecido en otras partes, es -necesario dividir su duracin en tres grandes pocas, aun dejando -aparte el tiempo de su existencia en el reino de Aragn, anteriormente - su importacin en Castilla. La primera comprende el tiempo en que -se dirigi principalmente contra los judaizantes y los moros, desde -su instalacin en tiempo de los Reyes Catlicos hasta muy entrado el -reinado de Carlos V; la segunda abraza desde que comenz dirigir -todos sus esfuerzos para impedir la introduccin del Protestantismo en -Espaa, hasta que ces este peligro, la que contiene desde mediados -del reinado de Carlos V hasta el advenimiento de los Borbones; y, -finalmente, la ltima encierra la temporada en que se ci reprimir -vicios nefandos, y cerrar el paso la filosofa de Voltaire, hasta -su desaparicin en el primer tercio del presente siglo. Claro es que, -siendo en dichas pocas una misma la institucin, pero que se andaba -modificando segn las circunstancias, no pueden deslindarse punto -fijo, ni el principio de la una, ni el fin de la otra. Pero no deja, -por esto, de ser verdad que estas tres pocas existen en la historia de -la Inquisicin, y que presentan caracteres muy diferentes. - -Nadie ignora las circunstancias particulares en que fu establecida la -Inquisicin en tiempo de los Reyes Catlicos; pero bueno ser hacer -notar que quien solicit del Papa la bula para el establecimiento de -la Inquisicin, fu la Reina Isabel, es decir, uno de los monarcas que -rayan ms alto en nuestra historia, y que todava conserva, despus -de tres siglos, el respeto y la veneracin de todos los espaoles. -Tan lejos anduvo la Reina de ponerse con esta medida en contradiccin -con la voluntad del pueblo, que antes bien no haca ms que realizar -uno de sus deseos. La Inquisicin se estableca principalmente contra -los judos; la bula del Papa haba sido expedida en 1478; y antes que -la Inquisicin publicase su primer edicto en Sevilla en 1481, las -Cortes de Toledo de 1480 cargaban reciamente la mano en el negocio, -disponiendo que, para impedir el dao que el comercio de judos con -cristianos poda acarrear la fe catlica estuviesen obligados los -judos no bautizados llevar un signo distintivo, vivir en barrios -separados, que tenan el nombre de _juderas_, y retirarse antes de -la noche. Se renovaban los antiguos reglamentos contra los judos, y -se les prohiba ejercer las profesiones de mdico, cirujano, mercader, -barbero y tabernero. Por ah se ve que, la sazn, la intolerancia era -popular; y que, si queda justificada los ojos de los monrquicos por -haber sido conforme la voluntad de los Reyes, no debiera quedarlo -menos delante de los amigos de la soberana del pueblo. - -Sin duda que el corazn se contrista al leer el destemplado rigor con -que la sazn se persegua los judos; pero menester es confesar que -debieron de mediar algunas causas gravsimas para provocarlo. Se ha -sealado como la principal, el peligro de la monarqua espaola, aun -no bien afianzada, si dejaba que obrasen con libertad los judos, la -sazn muy poderosos por sus riquezas y por sus enlaces con las familias -ms influyentes. La alianza de stos con los moros y contra los -cristianos era muy de temer, pues que estaba fundada en la respectiva -posicin de los tres pueblos; y as es que consider necesario -quebrantar un poder que poda comprometer de nuevo la independencia -de los cristianos. Tambin es necesario advertir que, al establecerse -la Inquisicin, no estaba finalizada todava la guerra de ocho siglos -contra los moros. La Inquisicin se proyecta antes de 1478, y no se -plantea hasta 1480; y la conquista de Granada no se verifica hasta -1492. En el momento, pues, de establecerse la Inquisicin, estaba la -obstinada lucha en su tiempo crtico, decisivo; faltaba saber todava -si los cristianos haban de quedar dueos de toda la Pennsula, -si los moros conservaran la posesin de una de las provincias ms -hermosas y ms feraces, si continuaran establecidos all, en una -situacin excelente para sus comunicaciones con frica, y sirviendo de -ncleo y de punto de apoyo para todas las tentativas que en adelante -pudiese ensayar contra nuestra independencia el poder de la Media -Luna. Poder que la sazn estaba todava tan pujante, como lo dieron - entender en los tiempos siguientes sus atrevidas empresas sobre el -resto de Europa. En crisis semejantes, despus de siglos de combates, -en los momentos que han de decidir de la victoria para siempre, cundo -se ha visto que los contendientes se porten con moderacin y dulzura? - -No puede negarse que en el sistema represivo que se sigui contra los -judos y los moros, pudo influir mucho el instinto de conservacin -propia; y que quizs los Reyes Catlicos tendran presente este motivo, -cuando se decidieron pedir para sus dominios el establecimiento de la -Inquisicin. El peligro no era imaginario, sino muy positivo; y, para -formarse idea del estado que hubieran podido llegar las cosas, si no -se hubiesen adoptado algunas precauciones, basta recordar lo mucho que -dieron que entender en los tiempos sucesivos las insurrecciones de los -restos de los moros. - -Sin embargo, conviene no atribuirlo todo la poltica de los Reyes, -y guardarse del prurito de realzar la previsin y los planes de -los hombres, ms de lo que corresponde. Por mi parte, me inclino -creer que Fernando Isabel siguieron naturalmente el impulso de la -generalidad de la nacin, la cual miraba con odio los judos que -permanecan en su secta, y con suspicaz desconfianza los que haban -abrazado la religin cristiana. Esto traa su origen de dos causas: la -exaltacin de los sentimientos religiosos, general la sazn en toda -Europa y muy particularmente en Espaa, y la conducta de los mismos -judos, que haban atrado sobre s la indignacin pblica. - -Databa de muy antiguo en Espaa la necesidad de enfrenar la codicia de -los judos para que no resultase en opresin de los cristianos: las -antiguas asambleas de Toledo tuvieron ya que poner en esto la mano -repetidas veces. En los siglos siguientes lleg el mal su colmo: gran -parte de las riquezas de la Pennsula haban pasado manos de los -judos; y casi todos los cristianos haban llegado ser sus deudores. -De aqu result el odio del pueblo contra ellos; de aqu los tumultos -frecuentes en muchas poblaciones de la Pennsula, tumultos que fueron -ms de una vez funestos los judos, pues que se derram su sangre -en abundancia. Difcil era, en efecto, que un pueblo acostumbrado por -espacio de largos siglos librar su fortuna en la suerte de las armas, -se resignase tranquilo y pacfico la suerte que le iban deparando las -artes y las exacciones de una raza extranjera, que llevaba, adems, en -su propio nombre el recuerdo de una maldicin terrible. - -En los tiempos siguientes se convirti la religin cristiana un -inmenso nmero de judos; pero, ni por esto se disip la desconfianza, -ni se extingui el odio del pueblo. Y, la verdad, es muy probable -que muchas de esas conversiones no seran demasiado sinceras, dado que -eran en parte motivadas por la triste situacin en que se encontraban, -permaneciendo en el judasmo. Cuando la razn no nos llevara -conjeturarlo as, bastante fuera para indicrnoslo el crecido nmero -de judaizantes que se encontraron luego que se investig con cuidado -cules eran los reos de ese delito. Como quiera, lo cierto es que se -introdujo la distincin de _cristianos nuevos_ y _cristianos viejos_, -siendo esta denominacin un ttulo de honor, y la primera una tacha de -ignominia; y que los judos convertidos eran llamados por desprecio -_marranos_. - -Con ms menos fundamento se les acusaba tambin de crmenes -horrendos. Decase que en sus tenebrosos concilibulos perpetraban -atrocidades que debe uno creer difcilmente, siquiera para honor de -la humanidad; como, por ejemplo, que en desprecio de la religin y en -venganza de los cristianos, crucificaban nios de stos, escogiendo -para el sacrificio los das ms sealados de las festividades -cristianas. Sabida es la historia que se contaba del caballero de la -familia de Guzmn, que, enamorado de una doncella juda, estuvo una -noche oculto en la familia de sta, y vi con sus ojos cmo los judos -cometan el crimen de crucificar un nio cristiano, en el mismo tiempo -en que los cristianos celebraban la institucin del sacramento de la -Eucarista. - - ms de los infanticidios, se les imputaban sacrilegios, -envenenamientos, conspiraciones y otros crmenes; y que estos rumores -andaban muy acreditados, lo prueban las leyes que les prohiban las -profesiones de mdico, cirujano, barbero y tabernero, donde se trasluce -la desconfianza que se tena de su moralidad. - -No es menester detenerse en examinar el mayor menor fundamento que -tenan semejantes acusaciones; ya sabemos cunto llega la credulidad -pblica, sobre todo cuando est dominada por un sentimiento exaltado -que le hace ver todas las cosas de un mismo color; bstanos que -estos rumores circulasen, que fuesen acreditados, para concebir -cun alto punto se elevara la indignacin contra los judos, y, por -consiguiente, cun natural era que el poder, siguiendo el impulso del -espritu pblico, se inclinase tratarlos con mucho rigor. - -Que los judos procuraran concertarse para hacer frente los -cristianos, ya se deja entender por la misma situacin en que se -encontraban; y lo que hicieron cuando la muerte de San Pedro de Arbus, -indica lo que practicaran en otras ocasiones. Los fondos necesarios -para la perpetracin del asesinato, pago de los asesinos y dems -gastos que consigo llevaba la trama, se reunieron por medio de una -contribucin voluntaria impuesta sobre todos los aragoneses de la raza -juda. Esto indica una organizacin muy avanzada, y que, en efecto, -poda ser fatal, si no se la hubiese vigilado. - - propsito de la muerte de San Pedro de Arbus, har una observacin -sobre lo que se ha dicho para probar la impopularidad del -establecimiento de la Inquisicin en Espaa, fundndose en este trgico -acontecimiento. Qu seal ms evidente de esta verdad, se nos dir, -que la muerte dada al inquisidor? No es un claro indicio de que la -indignacin del pueblo haba llegado su colmo, y de que no quera -en ninguna manera la Inquisicin, cuando, para deshacerse de ella, se -arrojaba tamaos excesos? No negar que, si por pueblo entendemos los -judos y sus descendientes, llevaban muy mal el establecimiento de -la Inquisicin; pero no era as con respecto lo restante del pueblo. -Cabalmente, el mismo asesinato de que hablamos di lugar un suceso -que prueba todo lo contrario de lo que pretenden los adversarios. -Difundida por la ciudad la muerte del inquisidor, se levant el pueblo -con tumulto espantoso para vengar el asesinato. Los sublevados se -haban esparcido por la ciudad, y, distribudos en grupos, andaban -persiguiendo los _cristianos nuevos_; de suerte que hubiera ocurrido -una catstrofe sangrienta, si el joven arzobispo de Zaragoza, Alfonso -de Aragn, no se hubiese resuelto montar caballo, y presentarse -al pueblo para calmarle, con la promesa de que caera sobre los -culpables del asesinato todo el rigor de la ley. Esto no indica que -la Inquisicin fuese tan impopular como se ha querido suponer, ni que -los enemigos de ella tuviesen la mayora numrica; mucho ms si se -considera que ese tumulto popular no pudo prevenirse, pesar de las -precauciones que para el efecto debieron emplear los conjurados, la -sazn muy poderosos por sus riquezas influencia. - -Durante la temporada del mayor rigor desplegado contra los judaizantes, -obsrvase un hecho digno de llamar la atencin. Los encausados por la -Inquisicin, que temen serlo, procuran de todas maneras substraerse - la accin de este tribunal, huyen de Espaa, y se van Roma. Quiz -no pensaran que as sucediese los que se imaginan que Roma ha sido -siempre el foco de la intolerancia y el incentivo de la persecucin; -y, sin embargo, nada hay ms cierto. Son innumerables las causas -formadas en la Inquisicin, que de Espaa se avocaron Roma, en el -primer medio siglo de la existencia de este tribunal; siendo de notar, -adems, que Roma se inclinaba siempre al partido de la indulgencia. -No s que pueda citarse un solo reo de aquella poca que, habiendo -acudido Roma, no mejorara su situacin. En la historia de la -Inquisicin de aquel tiempo ocupan una buena parte las contestaciones -de los reyes con los papas, donde se descubre siempre, por parte -de stos, el deseo de limitar la Inquisicin los trminos de la -justicia y de la humanidad. No siempre se sigui cual convena la -lnea de conducta prescrita por los Sumos Pontfices. As vemos que -stos se vieron obligados recibir un sinnmero de apelaciones, y -endulzar la suerte que hubiera cabido los reos si su causa se hubiese -fallado definitivamente en Espaa. Vemos tambin que, solicitado el -Papa por los Reyes Catlicos, que deseaban que las causas se fallasen -definitivamente en Espaa, nombra un juez de apelacin, siendo el -primero D. Iigo Manrique, arzobispo de Sevilla. Tales eran, sin -embargo, aquellos tiempos, y tan urgente la necesidad de impedir que -la exaltacin de nimo llevase cometer injusticias, se arrojase -medidas de una severidad destemplada, que el mismo Papa, y al cabo de -muy poco tiempo, deca, en otra bula expedida en 2 de agosto de 1483, -que haba continuado recibiendo las apelaciones de muchos espaoles de -Sevilla que no haban osado presentarse al juez de apelacin por temor -de ser presos. Aada el Papa que unos haban recibido ya la absolucin -de la Penitenciara apostlica, y otros se disponan recibirla; -continuaba quejndose de que en Sevilla no se hiciese el debido caso de -las gracias recientemente concedidas varios reos, y, por fin, despus -de varias prevenciones, haca notar los Reyes Fernando Isabel que -la misericordia para con los culpables era ms agradable Dios que -el rigor de que se quera usar, como lo prueba el ejemplo del Buen -Pastor corriendo tras la oveja descarriada; y conclua exhortando los -Reyes que tratasen benignamente aquellos que hiciesen confesiones -voluntarias, permitindoles residir en Sevilla, donde quisiesen; -dejndoles el goce de todos sus bienes, como si jams hubiesen cometido -el crimen de hereja. - -Y no se crea que en las apelaciones admitidas en Roma, y en que se -suavizaba la suerte de los encausados, se descubriesen siempre vicios -en la formacin de la causa en primera instancia, injusticias en la -aplicacin de la pena; los reos no siempre acudan Roma para pedir -reparacin de una injusticia, sino porque estaban seguros de que all -encontraran indulgencia. Buena prueba tenemos de esto en el nmero -considerable de refugiados espaoles, quienes se les prob que haban -recado en el judasmo. Nada menos que 250 resultaron de una sola vez -convictos de reincidencia; pero no se hizo una sola ejecucin capital; -se les impusieron algunas penitencias, y, cuando fueron absueltos, -pudieron volverse sus casas sin ninguna nota de ignominia. Este hecho -ocurri en Roma en el ao 1498. - -Es cosa verdaderamente singular lo que se ha visto en la Inquisicin de -Roma, de que no haya llegado jams la ejecucin de una pena capital, - pesar de que durante este tiempo han ocupado la Silla Apostlica -papas muy rgidos y muy severos en todo lo tocante la administracin -civil. En todos los puntos de Europa se encuentran levantados cadalsos -por asuntos de religin; en todas partes se presencian escenas que -angustian el alma; y Roma es una excepcin de esa regla general; -Roma, que se nos ha querido pintar como un monstruo de intolerancia -y de crueldad. Verdad es que los papas no han predicado como los -protestantes y los filsofos la tolerancia universal; pero los hechos -estn diciendo lo que va de unos otros: los papas, con un tribunal -de intolerancia, no derramaron una gota de sangre, y los protestantes -y los filsofos la hicieron verter torrentes. Qu les importa -las vctimas el oir que sus verdugos proclaman la tolerancia? Esto es -acibarar la pena con el sarcasmo. - -La conducta de Roma, en el uso que ha hecho del tribunal de la -Inquisicin, es la mejor apologa del Catolicismo contra los que -se empean en tildarle de brbaro y sanguinario; y, la verdad, -qu tiene que ver el Catolicismo con la severidad destemplada que -pudo desplegarse en este aquel lugar, impulsos de la situacin -extraordinaria de razas rivales, de los peligros que amenazaban una -de ellas, del inters que pudieron tener los reyes en consolidar la -tranquilidad de sus Estados y poner fuera de riesgo sus conquistas? -No entrar en el examen detallado de la Inquisicin de Espaa con -respecto los judaizantes; y estoy muy lejos de pensar que su rigor -contra ellos sea preferible la benignidad empleada y recomendada -por los papas; lo que deseo consignar aqu, es que aquel rigor fu -un resultado de circunstancias extraordinarias, del espritu de los -pueblos, de la dureza de costumbres todava muy general en Europa en -aquella poca, y que nada puede echarse en cara al Catolicismo por -los excesos que pudieron cometerse. Aun hay ms: atendido el espritu -que domina en todas las providencias de los papas relativas la -Inquisicin, y la inclinacin manifiesta ponerse siempre del lado -que poda templar el rigor, y borrar las marcas de ignominia de los -reos y de sus familias, puede conjeturarse que, si no hubiesen temido -los papas indisponerse demasiado con los reyes, y provocar escisiones -que hubieran podido ser funestas, habran llevado mucho ms all sus -medidas. Para convencerse de esto, recurdense las negociaciones sobre -el ruidoso asunto de las reclamaciones de las Cortes de Aragn, y vase - qu lado se inclinaba la Corte de Roma. - -Dado que estamos hablando de la intolerancia contra los judaizantes, -bueno ser recordar la disposicin de nimo de Lutero con respecto - los judos. Bien parece que el pretendido reformador, el fundador -de la independencia del pensamiento, el fogoso declamador contra -la opresin y tirana de los papas, deba de estar animado de los -sentimientos ms benignos hacia los judos; y as deben de pensarlo sin -duda los encomiadores del corifeo del Protestantismo. Desgraciadamente -para ellos, la historia no lo atestigua as; y, segn todas las -apariencias, si el fraile apstata se hubiese encontrado en la posicin -de Torquemada, no hubieran salido mejor parados los judaizantes. He -aqu cul era el sistema aconsejado por Lutero, segn refiere su mismo -apologista Seckendorff: Hubirase debido arrasar sus sinagogas, -destruir sus casas, quitarles los libros de oraciones, el Talmud, y -hasta los libros del viejo Testamento, prohibir los rabinos que -enseasen, y obligarlos ganarse la vida por medio de trabajos -penosos. Al menos la Inquisicin de Espaa proceda, no contra los -judos, sino contra los judaizantes, es decir, contra aquellos que, -habindose convertido al Cristianismo, reincidan en sus errores, -y unan su apostasa el sacrilegio, profesando exteriormente una -creencia que detestaban en secreto, y que profanaban, adems, con el -ejercicio de su religin antigua. Pero Lutero extenda su rigor los -mismos judos; de suerte que, segn sus doctrinas, nada poda echarse -en cara los reyes de Espaa cuando los expulsaron de sus dominios. - -Los moros y moriscos ocuparon tambin mucho por aquellos tiempos la -Inquisicin de Espaa; ellos puede aplicarse con pocas modificaciones -cuanto se ha dicho sobre los judos. Tambin era una raza aborrecida, -una raza con la que se haba combatido por espacio de ocho siglos, y -que, permaneciendo en su religin, excitaba el odio, y, abjurndola, -no inspiraba confianza. Tambin se interesaron por ellos los papas -de un modo muy particular, siendo notable este propsito una bula -expedida en 1530, donde se habla en su favor un lenguaje evanglico, -dicindose en ella que la ignorancia de aquellos desgraciados era una -de las principales causas de sus faltas y errores, y que, para hacer -sus conversiones sinceras y slidas, deba, primeramente, procurarse -ilustrar sus entendimientos con la luz de la sana doctrina. - -Se dir que el Papa otorg Carlos V la bula en que le relegaba del -juramento prestado en las Cortes de Zaragoza de 1519, de no alterar -nada en punto los moros, y que as pudo el Emperador llevar cabo -la medida de expulsin; pero conviene tambin advertir que el Papa se -resisti por largo tiempo esta concesin, y que, si condescendi con -la voluntad del monarca, fu porque ste juzgaba que la expulsin era -indispensable para asegurar la tranquilidad en sus reinos. Si esto era -as en la realidad no, el Emperador era quien deba saberlo, no el -Papa, colocado mucha distancia y sin conocimiento detallado de la -verdadera situacin de las cosas. Por lo dems, no era slo el monarca -espaol quien opinaba as: cuntase que, estando prisionero en Madrid -Francisco I, Rey de Francia, dijo un da Carlos V que la tranquilidad -no se solidara nunca en Espaa basta que se expeliesen los moros y -moriscos. - - - - -CAPITULO XXXVII - - -Se ha dicho que Felipe II fund en Espaa una nueva Inquisicin, -ms terrible que la del tiempo de los Reyes Catlicos, y aun se ha -dispensado la de stos cierta indulgencia, que no se ha concedido -la de aqul. Por de pronto, resalta aqu una inexactitud histrica muy -grande; porque Felipe II no fund una nueva Inquisicin: sostuvo la que -le haban legado los Reyes Catlicos, y recomendado muy particularmente -en testamento su padre y antecesor Carlos V. La comisin de las Cortes -de Cdiz, en el proyecto de abolicin de dicho tribunal, al paso que -excusa la conducta de los Reyes Catlicos, vitupera severamente la de -Felipe II, y procura que recaigan sobre este prncipe toda la odiosidad -y toda la culpa. Un ilustre escritor francs que ha tratado poco ha -esta cuestin importante, se ha dejado llevar de las mismas ideas con -aquel candor que es no pocas veces el patrimonio del genio. Hubo en -la Inquisicin de Espaa, dice el ilustre Lacordaire, dos momentos -solemnes, que es preciso no confundir: uno al fin del siglo XV, bajo -Fernando Isabel, antes que los moros fuesen echados de Granada, su -ltimo asilo; otro mediados del siglo XVI bajo Felipe II, cuando el -Protestantismo amenazaba introducirse en Espaa, La comisin de las -Cortes distingui perfectamente estas dos pocas, marcando de ignominia -la Inquisicin de Felipe II, y expresndose con mucha moderacin con -respecto la de Isabel y de Fernando. Cita en seguida un texto donde -se afirma que Felipe II fu el verdadero fundador de la Inquisicin, y -que, si sta se elev en seguida tan alto poder, todo fu debido -la refinada poltica de aquel prncipe, aadiendo un poco ms abajo el -citado escritor que Felipe II fu el inventor de los autos de fe para -aterrorizar la hereja, y que el primero se celebr en Sevilla en 1559. -(_Memoria para el restablecimiento en Francia del orden de los Frailes -Predicadores, por el abate Lacordaire._ Captulo 6.) - -Dejemos aparte la inexactitud histrica sobre la invencin de los -autos de fe, pues es bien sabido que ni los sambenitos ni las hogueras -fueron invencin de Felipe II. Estas inexactitudes se le escapan -fcilmente todo escritor, mayormente cuando no recuerda un hecho -sino por incidencia; y as es que ni siquiera debemos detenernos en -eso; pero encirrase en dichas palabras una acusacin un monarca, -quien ya de muy antiguo no se le hace la justicia que merece. Felipe -II continu la obra empezada por sus antecesores; y si stos no se -les culpa, tampoco se le debe culpar l. Fernando Isabel emplearon -la Inquisicin contra los judos apstatas; por qu no pudo emplearla -Felipe II contra los protestantes? Se dir, empero, que abus de su -derecho y que llev su rigor hasta el exceso; mas buen seguro que no -se anduvo muy abundante de indulgencia en tiempo de Fernando Isabel. -Se han olvidado, acaso, las numerosas ejecuciones de Sevilla y otros -puntos? Se ha olvidado lo que dice en su historia el Padre Mariana? -Se han olvidado las medidas que tomaron los papas para poner coto -ese rigor excesivo? - -Las palabras citadas contra Felipe son sacadas de la obra _La -Inquisicin sin mscara_, que se public en Espaa en 1811; pero se -calcular fcilmente el peso de autoridad semejante, en sabindose -que su autor se ha distinguido hasta su muerte por un odio profundo -contra los reyes de Espaa. La portada de la obra llevaba el nombre de -Natanael Jomtob, pero el verdadero autor es un espaol bien conocido, -que en los escritos publicados al fin de su vida no parece sino que -se propuso vindicar con su desmedida exageracin, y sus furibundas -invectivas, todo lo que anteriormente haba atacado: tan insoportable -es su lenguaje contra todo cuanto se le ofrece al paso. Religin, -reyes, patria, clases, individuos, aun los de su mismo partido y -opiniones, todo lo insulta, todo lo desgarra, como atacado de un exceso -de rabia. - -No es extrao, pues, que mirase Felipe II como han acostumbrado -mirarle los protestantes y los filsofos; es decir, como un prncipe -arrojado sobre la tierra para oprobio y tormento de la humanidad, como -un monstruo de maquiavelismo que esparca las tinieblas para cebarse -mansalva en la crueldad y tirana. - -No ser yo quien me encargue de justificar en todas sus partes la -poltica de Felipe II, ni negar que haya alguna exageracin en los -elogios que le han tributado algunos escritores espaoles; pero tampoco -puede ponerse en duda que los protestantes, y los enemigos polticos -de este monarca, han tenido un constante empeo en desacreditarle. -Y sabis por qu los protestantes le han profesado Felipe II tan -mala voluntad? Porque l fu quien impidi que penetrara en Espaa -el Protestantismo, l fu quien sostuvo la causa de la Iglesia -catlica en aquel agitado siglo. Dejemos aparte los acontecimientos -transcendentales al resto de Europa, de los cuales cada uno juzgar -como mejor le agradare; pero, cindonos Espaa, puede asegurarse que -la introduccin del Protestantismo era inminente, inevitable, sin el -sistema seguido por aquel monarca. Si en este aquel caso hizo servir -la Inquisicin su poltica, ste es otro punto que no nos toca -examinar aqu; pero reconzcase al menos que la Inquisicin no era un -mero instrumento de miras ambiciosas, sino una institucin sostenida en -vista de un peligro inminente. - -De los procesos formados por la Inquisicin en aquella poca, resulta -con toda evidencia que el Protestantismo andaba cundiendo en Espaa de -una manera increble. Eclesisticos distinguidos, religiosos, monjas, -seglares de categora, en una palabra, individuos de las clases ms -influyentes, se hallaron contagiados de los nuevos errores; bien se -echa de ver que no eran infructuosos los esfuerzos de los protestantes -para introducir en Espaa sus doctrinas, cuando procuraban de todos -modos llevarnos los libros que las contenan, hasta valindose de la -singular estratagema de encerrarlos en botas de vino de Champaa y -Borgoa, con tal arte, que los aduaneros no podan alcanzar descubrir -el fraude, como escriba la sazn el embajador de Espaa en Pars. - -Una atenta observacin del estado de los espritus en Espaa en aquella -poca, hara conjeturar el peligro, aun cuando hechos incontestables -no hubieran venido manifestarle. Los protestantes tuvieron buen -cuidado de declamar contra los abusos, presentndose como reformadores, -y trabajando por atraer su partido cuantos estaban animados de -un vivo deseo de reforma. Este deseo exista en la Iglesia de mucho -antes; y si bien es verdad que en unos el espritu de reforma era -inspirado por malas intenciones, , en otros trminos, disfrazaban con -este nombre su verdadero proyecto, que era de destruccin, tambin es -cierto que en muchos catlicos sinceros haba un deseo tan vivo de -ella, que llegaba celo imprudente y rayaba en ardor destemplado. Es -probable que este mismo celo llevado hasta la exaltacin se convertira -en algunos en acrimonia; y que as prestaran ms fcilmente odos - las insidiosas sugestiones de los enemigos de la Iglesia. Quizs -no fueron pocos los que empezaron por un celo indiscreto, cayeron -en la exageracin, pasaron en seguida la animosidad, y al fin se -precipitaron en la hereja. No faltaba en Espaa esta disposicin de -espritu, que, desenvuelta con el curso de los acontecimientos, hubiera -dado frutos amargos, por poco que el Protestantismo hubiese podido -tomar pie. Sabido es que en el concilio de Trento se distinguieron -los espaoles por su celo reformador y por la firmeza en expresar sus -opiniones: y es necesario advertir que, una vez introducida en un pas -la discordia religiosa, los nimos se exaltan con las disputas, se -irritan con el choque continuo, y veces hombres respetables llegan - precipitarse en excesos, de que poco antes ellos mismos se habran -horrorizado. Difcil es decir punto fijo lo que hubiera sucedido por -poco que en este punto se hubiese aflojado; lo cierto es que, cuando -uno lee ciertos pasajes de Luis Vives, de Arias Montano, de Carranza, -de la consulta de Melchor Cano, parece que est sintiendo en aquellos -espritus cierta inquietud y agitacin, como aquellos sordos mugidos -que anuncian en lontananza el comienzo de la tempestad. - -La famosa causa del arzobispo de Toledo fray Bartolom de Carranza -es uno de los hechos que se han citado ms menudo en prueba de la -arbitrariedad con que proceda la Inquisicin de Espaa. Ciertamente -es mucho el inters que excita el ver sumido de repente en estrecha -prisin, y continuando en ella largos aos, uno de los hombres ms -sabios de Europa, arzobispo de Toledo, honrado con la ntima confianza -de Felipe II y de la reina de Inglaterra, ligado en amistad con los -hombres ms distinguidos de la poca, y conocido en toda la cristiandad -por el brillante papel que haba representado en el concilio de -Trento. Diez y siete aos dur la causa, y pesar de haber sido -avocada Roma, donde no faltaran al arzobispo protectores poderosos, -todava no pudo recabarse que en el fallo se declarase su inocencia. -Prescindiendo de lo que poda arrojar de s una causa tan extensa y -complicada, y de los mayores menores motivos que pudieron dar las -palabras y los escritos de Carranza para hacer sospechar de su fe, -yo tengo por cierto que en su conciencia, delante de Dios, era del -todo inocente. Hay de esto una prueba que lo deja fuera de toda duda: -hela aqu. Habiendo cado enfermo al cabo de poco de fallada la causa, -se conoci luego que su enfermedad era mortal y se le administraron -los santos sacramentos. En el acto de recibir el Sagrado Vitico, -en presencia de un numeroso concurso, declar del modo ms solemne -que jams se haba apartado de la fe de la Iglesia catlica, que de -nada le remorda la conciencia de todo cuanto se le haba acusado, y -confirm su dicho poniendo por testigo aquel mismo Dios que tena -en su presencia, quien iba recibir bajo las sagradas especies, -y cuyo tremendo tribunal deba en breve comparecer. Acto pattico -que hizo derramar lgrimas todos los circunstantes, que disip de -un soplo las sospechas que contra l se haban podido concebir, y -aument las simpatas excitadas ya durante la larga temporada de su -angustioso infortunio. El Sumo Pontfice no dud de la sinceridad de la -declaracin, como lo indica el que se puso sobre su tumba un magnfico -epitafio, que por cierto no se hubiera permitido, quedar alguna -sospecha de la verdad de sus palabras. Y de seguro que fuera temeridad -no dar fe tan explcita declaracin, salida de la boca de un hombre -como Carranza, y moribundo, y en presencia del mismo Jesucristo. - -Pagado este tributo al saber, las virtudes y al infortunio de -Carranza, resta ahora examinar si, por ms pura que estuviese su -conciencia, puede decirse con razn que su causa no fu ms que una -traidora intriga tramada por la enemistad y la envidia. Ya se deja -entender que no se trata aqu de examinar el inmenso proceso de aquella -causa; pero as como suele pasarse ligeramente sobre ella, echando -un borrn sobre Felipe II y sobre los adversarios de Carranza, same -permitido tambin hacer algunas observaciones sobre la misma para -llevar las cosas su verdadero punto de vista. En primer lugar, salta - los ojos que es bien singular la duracin tan extremada de una causa -destituda de todo fundamento, al menos que no hubiese tenido en -su favor algunas apariencias. Adems, si la causa hubiese continuado -siempre en Espaa, no fuera tan de extraar su prolongacin; pero no -fu as, sino que estuvo pendiente muchos aos tambin en Roma. Tan -ciegos eran los jueces tan malos, que, no viesen la calumnia, no -la desechasen, si esta calumnia era tan clara, tan evidente, como se ha -querido suponer? - -Se puede responder esto que las intrigas de Felipe II, empeado en -perder al arzobispo, impedan que se aclarase la verdad, como lo prueba -la morosidad que hubo en remitir Roma al ilustre preso, pesar de -las reclamaciones del Papa, hasta verse, segn dicen, obligado Po V - amenazar con la excomunin Felipe II, si no se enviaba Roma -Carranza. No negar que Felipe II haya tenido empeo en agravar la -situacin del arzobispo, y deseos de que la causa diera un resultado -poco favorable al reo; sin embargo, para saber si la conducta del -rey era criminal no, falta averiguar si el motivo que le impela - obrar as, era de resentimiento personal, si en realidad era la -conviccin, la sospecha, de que el arzobispo fuese luterano. Antes de -su desgracia era Carranza muy favorecido y honrado de Felipe: dile de -ello abundantes pruebas con las comisiones que le confi en Inglaterra, -y, finalmente, nombrndole para la primera dignidad eclesistica de -Espaa; y as es que no podemos presumir que tanta benevolencia se -cambiase de repente en un odio personal, no ser que la historia -nos suministre algn dato donde fundar esta conjetura. Este dato es -el que yo no encuentro en la historia, ni s que hasta ahora se haya -encontrado. Siendo esto as, resulta que, si en efecto se declar -Felipe II tan contrario del arzobispo, fu porque crea, al menos -sospechaba fuertemente, que Carranza era hereje. En tal caso pudo ser -Felipe II imprudente, temerario, todo lo que se quiera; pero nunca se -podr decir que persiguiese por espritu de venganza, ni por miras -personales. - -Tambin se han culpado otros hombres de aquella poca, entre los -cuales figura el insigne Melchor Cano. Segn parece, el mismo Carranza -desconfi de l; y aun lleg estar muy quejoso por haber sabido -que Cano se haba atrevido decir que el arzobispo era tan hereje -como Lutero. Pero Salazar de Mendoza, refiriendo el hecho en la -_Vida de Carranza_, asegura que, sabedor Cano de esto, lo desminti -abiertamente, afirmando que jams haba salido de su boca expresin -semejante. Y la verdad, el nimo se inclina fcilmente dar crdito - la negativa; hombres de un espritu tan privilegiado como Melchor -Cano, llevan en su propia dignidad un preservativo demasiado poderoso -contra toda bajeza, para que sea permitido sospechar que descendiera al -infame papel de calumniador. - -Yo no creo que las causas del infortunio de Carranza sea menester -buscarlas en rencores ni envidias particulares, sino que se las -encuentra en las circunstancias crticas de la poca y en el mismo -natural de este hombre ilustre. Los gravsimos sntomas que se -observaban en Espaa de que el luteranismo estaba haciendo proslitos; -los esfuerzos de los protestantes para introducir en ella sus libros -y emisarios, y la experiencia de lo que estaba sucediendo en otros -pases, y, en particular, en el fronterizo reino de Francia, tena -tan alarmados los nimos y los traa tan asustadizos y suspicaces, -que el menor indicio de error, sobre todo en personas constitudas en -dignidad, sealadas por su sabidura, causaba inquietud y sobresalto. -Conocido es el ruidoso negocio de Arias Montano sobre la Poliglota de -Amberes, como y tambin los padecimientos del insigne fray Luis de Len -y de otros hombres ilustres de aquellos tiempos. Para llevar las cosas -al extremo, mezclbase en esto la situacin poltica de Espaa con -respecto al extranjero; pues que, teniendo la monarqua espaola tantos -enemigos y rivales, temase con fundamento que stos se valdran de -la hereja para introducir en nuestra patria la discordia religiosa, -y, por consiguiente, la guerra civil. Esto haca naturalmente que -Felipe II se mostrase desconfiado y suspicaz, y que, combinndose en su -espritu el odio la hereja y el deseo de la propia conservacin, se -manifestase severo inexorable con todo lo que pudiese alterar en sus -dominios la pureza de la fe catlica. - -Por otra parte, menester es confesar que el natural de Carranza no era -el ms propsito para vivir en tiempos tan crticos sin dar algn -grave tropiezo. Al leer sus _Comentarios sobre el Catecismo_, concese -que era hombre de entendimiento muy despejado, de erudicin vasta, de -ciencia profunda, de un carcter severo y de un corazn generoso y -franco. Lo que piensa lo dice con pocos rodeos, sin pararse mucho en el -desagrado que en estas aquellas personas podan excitar sus palabras. -Donde cree descubrir un abuso, lo seala con el dedo y le condena -abiertamente, de suerte que no son pocos los puntos de semejanza que -tiene con su supuesto antagonista Melchor Cano. En el proceso se le -hicieron cargos, no slo por lo que resultaba de sus escritos, sino -tambin por algunos sermones y conversaciones. No s hasta qu punto -pudiera haberse excedido; pero desde luego no tengo reparo en afirmar -que quien escriba con el tono que l lo hace, deba expresarse de -palabra con mucha fuerza, y quizs con demasiada osada. - -Adems, es necesario tambin aadir, en obsequio de la verdad, que en -sus _Comentarios sobre el Catecismo_, tratando de la justificacin, -no se explica con aquella claridad y limpieza que era de desear, y -que reclamaban las calamitosas circunstancias de aquella poca. Los -versados en estas materias saben cun delicados son ciertos puntos, -que cabalmente eran entonces el objeto de los errores de Alemania; y -fcilmente se concibe cunto deban de llamar la atencin las palabras -de un hombre como Carranza, por poca ambigedad que ofreciesen. Lo -cierto es que en Roma no sali absuelto de los cargos, que se le oblig - abjurar una serie de proposiciones, de las cuales se le consider -sospechoso, y que se le impusieron por ello algunas penitencias. -Carranza en el lecho de la muerte protest de su inocencia, pero tuvo -el cuidado de declarar que no por esto tena por injusta la sentencia -del Papa. Esto explica el enigma; pues no siempre la inocencia del -corazn anda acompaada de la prudencia en los labios. - -Heme detenido algn tanto en esta causa clebre, porque se brinda - consideraciones que hacen sentir el espritu de aquella poca; -consideraciones que sirven, adems, para restablecer en su puesto la -verdad, y para que no se explique todo por la miserable clave de la -perversidad de de los hombres. Desgraciadamente hay una tendencia -explicarlo todo as, y por cierto que no es escaso el fundamento que -muchas veces dan los hombres para ello; pero, mientras no haya una -evidente necesidad de hacerlo, deberamos abstenernos de acriminar. El -cuadro de la historia de la humanidad es de suyo demasiado sombro, -para que podamos tener gusto en obscurecerle, echndole nuevas manchas; -y es menester pensar que veces acusamos de crimen lo que no fu ms -que ignorancia. El hombre est inclinado al mal, pero no est menos -sujeto al error; y el error no siempre es culpable. - -Yo creo que pueden darse las gracias los protestantes del rigor y -de la suspicacia que despleg en aquellos tiempos la Inquisicin de -Espaa. Los protestantes promovieron una revolucin religiosa; y es una -ley constante que toda revolucin, destruye el poder atacado, le -hace ms severo y duro. Lo que antes se hubiera juzgado indiferente, -se considera como sospechoso, y lo que en otras circunstancias slo se -hubiera tenido por una falta, es mirado entonces como un crimen. Se -est con un temor continuo de que la libertad se convierta en licencia; -y como las revoluciones destruyen, invocando la reforma, quien se -atreva hablar de ella corre peligro de ser culpado de perturbador. La -misma prudencia en la conducta ser tildada de precaucin hipcrita; -un lenguaje franco y sincero, calificado de insolencia y de sugestin -peligrosa; la reserva lo ser de maosa reticencia; y hasta el mismo -silencio ser tenido por significativo, por disimulo alarmante. En -nuestros tiempos hemos presenciado tantas cosas, que estamos en -excelente posicin para comprender fcilmente todas las fases de la -historia de la humanidad. - -Es un hecho indudable la reaccin que produjo en Espaa el -Protestantismo: sus errores y excesos hicieron que, as el poder -eclesistico como el civil, concediesen en todo lo tocante religin -mucha menor latitud de la que antes se permita. La Espaa se preserv -de las doctrinas protestantes, cuando todas las probabilidades -estaban indicando que al fin se nos llegaran comunicar de un modo - otro: y claro es que este resultado no pudo obtenerse sin esfuerzos -extraordinarios. Era aquello una plaza sitiada, con un poderoso enemigo - la vista, donde los jefes andan vigilantes de continuo, en guarda -contra los ataques de afuera y en vela contra las traiciones de adentro. - -En confirmacin de estas observaciones aducir un ejemplo, que servir -por muchos otros: quiero hablar de lo que sucedi con respecto las -Biblias en lengua vulgar, pues que esto nos dar una idea de lo que -anduvo sucediendo en lo dems, por el mismo curso natural de las -cosas. Cabalmente tengo la mano un testimonio tan respetable como -interesante: el mismo Carranza, de quien acabo de hablar. Oigamos -lo que dice en el prlogo que precede sus _Comentarios sobre el -Catecismo Cristiano_. Antes que las herejas de Lutero saliesen del -infierno esta luz del mundo, no s yo que estuviese vedada la Sagrada -Escritura en lenguas vulgares entre ningunas gentes. En Espaa, haba -Biblias trasladadas en vulgar por mandato de reyes catlicos, en -tiempo que se consentan vivir entre cristianos los moros y judos en -sus leyes. Despus que los judos fueron echados de Espaa, hallaron -los jueces de la religin que algunos de los que se convirtieron -nuestra santa fe, instruan sus hijos en el judasmo, ensendoles -las ceremonias de la ley de Moiss, por aquellas Biblias vulgares; las -cuales ellos imprimieron despus en Italia, en la ciudad de Ferrara. -Por esta causa tan justa se vedaron las Biblias vulgares en Espaa; -pero siempre se tuvo miramiento los colegios y monasterios, y las -personas nobles que estaban fuera de sospecha, y se les daba licencia -que las tuviesen y leyesen. Contina Carranza haciendo en pocas -palabras la historia de estas prohibiciones en Alemania, Francia y -otras partes, y despus prosigue: En Espaa, que estaba y est limpia -de la cizaa, por merced y gracia de Nuestro Seor, proveyeron en -vedar generalmente todas las traslaciones vulgares de la Escritura, -por quitar la ocasin los extranjeros de tratar de sus diferencias -con personas simples y sin letras. _Y tambin porque tenan y tienen -experiencia de casos particulares y errores que comenzaban nacer -en Espaa, y hallaban que la raz era haber ledo algunas partes de -la Escritura sin las entender._ Esto que he dicho aqu es historia -verdadera de lo que ha pasado. Y por este fundamento se ha prohibido la -Biblia en lengua vulgar. - -Este curioso pasaje de Carranza nos explica en pocas palabras el -curso que anduvieron siguiendo las cosas. Primero no existe ninguna -prohibicin, pero el abuso de los judos la provoca; bien que -dejndose, como se ve por el mismo texto, alguna latitud. Vienen en -seguida los protestantes, perturban la Europa con sus Biblias, amenaza -el peligro de introducirse los nuevos errores en Espaa, se descubre -que algunos extraviados lo han sido por mala inteligencia de algn -pasaje de la Biblia, lo que obliga quitar esta arma los extranjeros -que intentasen seducir las personas sencillas, y as la prohibicin -se hace general y rigurosa. - -Volviendo Felipe II, no conviene perder de vista que este monarca -fu uno de los ms firmes defensores de la Iglesia catlica, que fu -la personificacin de la poltica de los siglos fieles en medio del -vrtigo que impulsos del Protestantismo se haba apoderado de la -poltica europea. l se debi en gran parte que al travs de tantos -trastornos pudiese la Iglesia contar con la poderosa proteccin de los -prncipes de la tierra. La poca de Felipe II fu crtica y decisiva -en Europa; y, si bien es verdad que no fu afortunado en Flandes, -tambin lo es que su poder y su habilidad formaron un contrapeso la -poltica protestante, la que no permiti seorearse de Europa como -ella hubiera deseado. Aun cuando supusiramos que entonces no se hizo -ms que ganar tiempo, quebrantndose el primer mpetu de la poltica -protestante, no fu poco beneficio para la religin catlica, por -tantos lados combatida. Qu hubiera sido de la Europa, si en Espaa -se hubiese introducido el Protestantismo como en Francia, si los -hugonotes hubiesen podido contar con el apoyo de la Pennsula? Y si el -poder de Felipe II no hubiese infundido respeto, qu no hubiera podido -suceder en Italia? Los sectarios de Alemania no hubieran alcanzado - introducir all sus doctrinas? Posible fuera, y en esto abrigo la -seguridad de obtener el asentimiento de todos los hombres que conocen -la historia; posible fuera que, si Felipe II hubiese abandonado su -tan acriminada poltica, la religin catlica se hubiese encontrado, -al entrar en el siglo XVII, en la dura necesidad de vivir, no ms que -como tolerada, en la generalidad de los reinos de Europa. Y lo que vale -esta tolerancia, cuando se trata de la Iglesia catlica, nos lo dice -siglos ha la Inglaterra, nos lo dice en la actualidad la Prusia, y, -finalmente, la Rusia, de un modo todava ms doloroso. - -Es menester mirar Felipe II desde este punto de vista; y fuerza es -convenir que, considerado as, es un gran personaje histrico, de los -que han dejado un sello ms profundo en la poltica de los siglos -siguientes, y que ms influjo han tenido en sealar una direccin al -curso de los acontecimientos. - -Aquellos espaoles que anatematizan al fundador del Escorial, menester -es que hayan olvidado nuestra historia, que al menos la tengan en -poco. Vosotros arrojis sobre la frente de Felipe II la mancha de -odioso tirano, sin reparar que, disputndole su gloria, trocndola en -ignominia, destrus de una plumada toda la nuestra, y hasta arrojis -en el fango la diadema que orl las sienes de Fernando y de Isabel. -Si no podis perdonar Felipe II el que sostuviese la Inquisicin, -si por esta sola causa no podis legar la posteridad su nombre sino -cargado de execraciones, haced lo mismo con el de su ilustre padre -Carlos V, y llegando Isabel de Castilla escribid tambin en la lista -de los tiranos, de los azotes de la humanidad, el nombre que acataron -ambos mundos, el emblema de la gloria y pujanza de la monarqua -espaola. Todos participaron en el hecho que tanto levanta vuestra -indignacin; no anatematicis, pues, al uno, perdonando los otros con -una indulgencia hipcrita; indulgencia que no empleis por otra causa, -sino porque el sentimiento de nacionalidad que late en vuestros pechos -os obliga ser parciales, inconsecuentes, para no veros precisados - borrar de un golpe las glorias de Espaa, marchitar todos sus -laureles, renegar de vuestra patria. Ya que desgraciadamente nada -nos queda sino grandes recuerdos, no los despreciemos; que estos -recuerdos en una nacin son como en una familia cada los ttulos de -su antigua nobleza: elevan el espritu, fortifican en la adversidad, -y, alimentando en el corazn la esperanza, sirven preparar un nuevo -porvenir. - -El inmediato resultado de la introduccin del Protestantismo en Espaa -habra sido, como en los dems pases, la guerra civil. sta nos -fuera nosotros ms fatal por hallarnos en circunstancias mucho ms -crticas. La unidad de la monarqua espaola no hubiera podido resistir - las turbulencias y sacudimientos de una disensin intestina; porque -sus partes eran tan heterogneas, y estaban, por decirlo as, tan -mal pegadas, que el menor golpe hubiera deshecho la soldadura. Las -leyes y las costumbres de los reinos de Navarra y de Aragn eran muy -diferentes de las de Castilla; un vivo sentimiento de independencia, -nutrido por las frecuentes reuniones de sus Cortes, se abrigaba en -sus pueblos indmitos; y sin duda que hubieran aprovechado la primera -ocasin de sacudir un yugo que no les era lisonjero. Con esto, y las -facciones que hubieran desgarrado las entraas de todas las provincias, -se habra fraccionado miserablemente la monarqua, cabalmente cuando -deba hacer frente tan multiplicadas atenciones en Europa, en frica -y en Amrica. Los moros estaban an nuestra vista, los judos no -se haban olvidado de Espaa; y por cierto que unos y otros hubieran -aprovechado la coyuntura, para medrar de nuevo favor de nuestras -discordias. Quizs estuvo pendiente de la poltica de Felipe II, no -slo la tranquilidad, sino tambin la existencia de la monarqua -espaola. Ahora se le acusa de tirano; en el caso contrario, se le -hubiera acusado de incapaz imbcil. - -Una de las mayores injusticias de los enemigos de la religin, al -atacar los que la han sostenido, es el suponerlos de mala fe; el -acusarlos de llevar en todo segundas intenciones, miras tortuosas -interesadas. Cuando se habla, por ejemplo, del maquiavelismo de Felipe -II, se supone que la Inquisicin, aun cuando en la apariencia tena -un objeto puramente religioso, no era ms en realidad que un dcil -instrumento poltico, puesto en las manos del astuto monarca. Nada ms -especioso para los que piensan que estudiar la historia es ofrecer esas -observaciones picantes y maliciosas, pero nada ms falso en presencia -de los hechos. - -Viendo en la Inquisicin un tribunal extraordinario, no han podido -concebir algunos cmo era posible su existencia sin suponer en el -monarca que le sostena y fomentaba, razones de Estado muy profundas, -miras que alcanzaban mucho ms all de lo que se descubre en la -superficie de las cosas. No se ha querido ver que cada poca tiene -su espritu, su modo particular de mirar los objetos, y su sistema -de accin, sea para procurarse bienes, sea para evitarse males. En -aquellos tiempos, en que por todos los reinos de Europa se apelaba -al hierro y al fuego en las cuestiones religiosas, en que as los -protestantes como los catlicos quemaban sus adversarios, en que la -Inglaterra, la Francia, la Alemania estaban presenciando las escenas -ms crueles, se encontraba tan natural, tan en el orden regular la -quema de un hereje, que en nada chocaba con las ideas comunes. -nosotros se nos erizan los cabellos la sola idea de quemar un -hombre vivo. Hallndonos en una sociedad donde el sentimiento religioso -se ha amortiguado en tal manera, y acostumbrados vivir entre hombres -que tienen religin diferente de la nuestra, y veces ninguna, no -alcanzamos concebir que pasaba entonces como un suceso muy ordinario -el ser conducidos al patbulo esta clase de hombres. Lanse, empero, -los escritores de aquellos tiempos; y se notar la inmensa diferencia -que va de nuestras costumbres los suyas; se observar que nuestro -lenguaje templado y tolerante hubiera sido para ellos incomprensible. -Qu ms? El mismo Carranza, que tanto sufri de la Inquisicin, -piensan quizs algunos cmo opinaba sobre estas materias? En su citada -obra, siempre que se ofrece la oportunidad de tocar este punto, emite -las mismas ideas de su tiempo, sin detenerse siquiera en probarlas, -dndolas como cosa fuera de duda. Cuando en Inglaterra se encontraba al -lado de la reina Mara, sin ningn reparo pona tambin en planta sus -doctrinas sobre el rigor con que deban ser tratados los herejes; y -buen seguro que lo haca sin sospechar, en su intolerancia, que tanto -haba de servir su nombre para atacar esa misma intolerancia. - -Los reyes y los pueblos, los eclesisticos y los seglares, todos -estaban acordes en este punto. Qu se dira ahora de un rey que con -sus manos aproximase la lea para quemar un hereje, que impusiese -la pena de horadar la lengua los blasfemos con un hierro? Pues lo -primero se cuenta de San Fernando, y lo segundo lo haca San Luis. -Aspavientos hacemos ahora, cuando vemos Felipe II asistir un auto -de fe; pero, si consideramos que la corte, los grandes, lo ms escogido -de la sociedad, rodeaban en semejante caso al rey, veremos que, si esto - nosotros nos parece horroroso, insoportable, no lo era para aquellos -hombres, que tenan ideas y sentimientos muy diferentes. No se diga que -la voluntad del monarca lo prescriba as, y que era fuerza obedecer; -no, no era la voluntad del monarca lo que obraba, era el espritu de -la poca. No hay monarca tan poderoso que pueda celebrar una ceremonia -semejante, si estuviere en contradiccin con el espritu de su tiempo; -no hay monarca tan insensible que no est l propio afectado del siglo -en que reina. Suponed el ms poderoso, el ms absoluto de nuestros -tiempos: Napolen en su apogeo, el actual emperador de Rusia, y ved si -alcanzar podra su voluntad violentar hasta tal punto las costumbres -de su siglo. - - los que afirman que la Inquisicin era un instrumento de Felipe II, -se les puede salir al encuentro con una ancdota, que por cierto no -es muy propsito para confirmarnos en esta opinin. No quiero dejar -de referirla aqu, pues que, ms de ser muy curiosa interesante, -retrata las ideas y costumbres de aquellos tiempos. Reinando en Madrid -Felipe II, cierto orador dijo en un sermn, en presencia del rey, que -_los reyes tenan poder absoluto sobre las personas de los vasallos y -sobre sus bienes_. No era la proposicin para desagradar un monarca, -dado que el buen predicador le libraba, de un tajo, de todas las -trabas en el ejercicio de su poder. lo que parece, no estara todo -el mundo en Espaa tan encorvado bajo la influencia de las doctrinas -despticas como se ha querido suponer, pues que no falt quien delatase - la Inquisicin las palabras con que el predicador haba tratado de -lisonjear la arbitrariedad de los reyes. Por cierto que el orador no -se haba guarecido bajo un techo dbil; y as es que los lectores -darn por supuesto que, rozndose la denuncia con el poder de Felipe -II, tratara la Inquisicin de no hacer de ella ningn mrito. No fu -as, sin embargo: la Inquisicin instruy su expediente, encontr la -proposicin contraria las sanas doctrinas, y el pobre predicador, -que no esperara tal recompensa, ms de varias penitencias que se -le impusieron, fu condenado retractarse pblicamente, en el mismo -lugar, con todas las ceremonias del auto jurdico, con la particular -circunstancia de leer en un papel, conforme se le haba ordenado, las -siguientes notabilsimas palabras: _Porque, seores, los reyes no -tienen ms poder sobre sus vasallos, del que les permite el derecho -divino y humano: y no por su libre y absoluta voluntad_. As lo -refiere D. Antonio Prez, como se puede ver en el pasaje que se inserta -por entero en la nota correspondiente este captulo. Sabido es que D. -Antonio Prez no era apasionado de la Inquisicin. - -Este suceso se verific en aquellos tiempos que algunos no nombran -jams, sin acompaarles el ttulo de _obscurantismo_, de _tirana_, de -_supersticin_; yo dudo, sin embargo, que en los ms cercanos, y en que -se dice que comenz lucir para Espaa la aurora de la ilustracin -y de la libertad, por ejemplo, de Carlos III, se hubiese llevado - trmino una condenacin pblica, solemne, del despotismo. Esta -condenacin era tan honrosa al tribunal que la mandaba, como al monarca -que la consenta. - -Por lo que toca la ilustracin, tambin es una calumnia lo que se -dice, que hubo el plan de establecer y perpetuar la ignorancia. No lo -indica as, por cierto, la conducta de Felipe II, cuando, ms de -favorecer la grande empresa de la Poliglota de Amberes, recomendaba - Arias Montano que las sumas que se fuesen recobrando del impresor -Platino, quien para dicha empresa haba suministrado el monarca una -crecida cantidad, se emplease en la compra de libros _exquisitos, as -de impresos como de mano_, para ponerlos en la librera del monasterio -del Escorial, que entonces se estaba edificando; habiendo hecho tambin -el encargo, como dice el rey en la carta Arias Montano, _D. Francs -de Alaba, su embajador en Francia, que procurase de haber los mejores -libros que pudiere en aquel reino_. - -No, la historia de Espaa, desde el punto de vista de la intolerancia -religiosa, no es tan negra como se ha querido suponer. los -extranjeros, cuando nos echan en cara la crueldad, podemos responderles -que, mientras la Europa estaba regada de sangre por las guerras -religiosas, en Espaa se conservaba la paz; y por lo que toca al nmero -de los que perecieron en los patbulos, murieron en el destierro, -podemos desafiar las dos naciones que se pretenden la cabeza de la -civilizacin, la Francia y la Inglaterra, que muestren su estadstica -de aquellos tiempos sobre el mismo asunto, y la comparen con la -nuestra. Nada tememos de semejante cotejo. - - medida que anduvo menguando el peligro de introducirse en Espaa el -Protestantismo, el rigor de la Inquisicin se disminuy tambin; y, -adems, podemos observar que suavizaba sus procedimientos, siguiendo -el espritu de la legislacin criminal en los otros pases de Europa. -As vemos que los autos de fe van siendo ms raros, segn los tiempos -van aproximndose los nuestros; de suerte que, fines del siglo -pasado, slo era la Inquisicin una sombra de lo que haba sido. No es -necesario insistir sobre un punto que nadie ignora, y en que estn de -acuerdo hasta los ms acalorados enemigos de dicho tribunal: en esto -encontramos la prueba ms convincente de que se ha de buscar en las -ideas y costumbres de la poca lo que se ha pretendido hallar en la -crueldad, en la malicia, en la ambicin de los hombres. Si llegasen - surtir efecto las doctrinas de los que abogan por la abolicin de la -pena de muerte, cuando la posteridad leera las ejecuciones de nuestros -tiempos, se horrorizara del propio modo que nosotros con respecto -los anteriores. La horca, el garrote vil, la guillotina, figuraran en -la misma lnea que los antiguos quemaderos.[10] - - - - -NOTAS - - - [1] Pg. 45--Recio se hace de creer el extravo de los - antiguos sobre el respeto debido al hombre; inconcebible - parece que llegasen tener en nada la vida del individuo - que no poda servir en algo la sociedad; y, sin embargo, - nada hay ms cierto. Lamentable fuera que esta aquella - ciudad hubiesen dictado una ley brbara, , por una otra - causa, llegase introducirse en ellas una costumbre atroz; - no obstante, mientras la filosofa hubiese protestado contra - tamaos atentados, la razn humana se habra conservado sin - mancilla, y no se la pudiera achacar con justicia que tomase - parte en las nefandas obras del aborto y del infanticidio. - Pero cuando encontramos defendido y enseado el crimen por - los filsofos ms graves de la antigedad, cuando le vemos - triunfante en el pensamiento de sus hombres ms ilustres, - cuando los omos prescribiendo esas atrocidades con una calma - y serenidad espantosa, el espritu desfallece, la sangre se - hiela en el corazn; quisiera uno taparse los ojos para no - ver humillada tanta ignominia, tanto embrutecimiento, - la filosofa, la razn humana. Oigamos Platn en su - _Repblica_, en aquel libro donde se propona reunir las - teoras que eran en su juicio las ms brillantes, y al propio - tiempo las ms conducentes para el bello ideal de la sociedad - humana. Menester es, dice uno de los interlocutores del - dilogo, menester es, segn nuestros principios, procurar que - entre los hombres y las mujeres de mejor raza, sean frecuentes - las relaciones de los sexos; y al contrario, muy raras entre - los de menos valer. Adems, es necesario criar los hijos de - los primeros, _ms no de los segundos_, si se quiere tener un - rebao escogido. En fin, es necesario que slo los magistrados - tengan noticia de estas medidas, para evitar en cuanto sea - posible la discordia en el rebao. _Muy bien_, responde - otro de los interlocutores. (Platn, _Repb._, L. 5.) - - He aqu reducida la especie humana la simple condicin de - los brutos; el filsofo hace muy bien en valerse de la palabra - _rebao_, bien que hay la diferencia de que los magistrados - imbudos en semejantes doctrinas, deban resultar ms duros - con sus sbditos que no lo fuera un pastor con su ganado. No, - el pastor que entre los corderillos recin nacidos encuentra - alguno dbil y estropeado, no le mata, no le deja perecer de - hambre; le lleva en brazos junto la oveja, que le sustentar - con su leche, y le acaricia blandamente para acallar sus - tiernos balidos. - - Pero sern quizs las expresiones citadas, una palabra - escapada al filsofo en un momento de distraccin? El - pensamiento que revelan, no podr mirarse como una de - aquellas inspiraciones siniestras, que se deslizan un - instante en el espritu del hombre, pasando sin dejar rastro, - como serpea rpido un pavoroso reptil por la amenidad de - una pradera? As lo deseramos para la gloria de Platn; - pero, desgraciadamente, l propio nos quita todo medio de - vindicarle, pues que insiste sobre lo mismo tantas veces, y - con tan sistemtica frialdad. En cuanto los hijos, repite - ms abajo, de los ciudadanos de inferior calidad, y aun por - lo tocante los de los otros, si hubiesen nacido deformes, - los magistrados los _ocultarn_ como conviene, en algn - lugar secreto, que _ser prohibido revelar_. Y uno de los - interlocutores responde: S, s, queremos conservar en su - pureza la raza de los guerreros. - - La voz de la naturaleza protestaba en el corazn del filsofo - contra su horrible doctrina; presentbanse su imaginacin - las madres reclamando sus hijos recin nacidos, y por esto - encarga el secreto, prescribe que slo los magistrados tengan - noticia del lugar fatal, para evitar la discordia en la - ciudad. As los convierte en asesinos alevosos, que matan, y - ocultan desde luego su vctima bajo las entraas de la tierra. - - Contina Platn prescribiendo varias reglas en orden las - relaciones de los sexos, y, hablando del caso en que el hombre - y la mujer han llegado una edad algo avanzada, nos ofrece el - siguiente escandaloso pasaje Cuando uno y otro sexo, dice el - filsofo, hayan pasado de la edad de tener hijos, dejaremos - los hombres la libertad de continuar con las mujeres las - relaciones que quieran, exceptuando sus hijas, madres, - nietas y abuelas; y las mujeres les dejaremos la misma - libertad con respecto los hombres y, les recomendaremos muy - particularmente que tomen todas las precauciones para que no - nazca de tal comercio ningn fruto; y que si pesar de sus - precauciones nace alguno, que lo expongan: pues que el Estado - no se encarga de mantenerle. Platn estaba, lo que parece, - muy satisfecho de su doctrina, pues que en el mismo libro - donde escriba lo que acabamos de ver, dice aquella sentencia - que se ha hecho tan famosa: que los males de los Estados no - se remediarn jams, ni sern bien gobernadas las sociedades - hasta que los filsofos lleguen ser reyes, los reyes se - hagan filsofos. Dios nos preserve de ver sobre el trono una - filosofa como la suya; por lo dems, su deseo del _reino - de la filosofa_ se ha realizado en los tiempos modernos; y - ms que el reino todava, la divinizacin, hasta llegar - tributarle en un templo pblico los homenajes de la divinidad. - No creo, sin embargo, que sean muchos los que echen de menos - los aciagos das del _Culto de la Razn_. - - La horrible enseanza que acabamos de leer en Platn, se - transmita fielmente las escuelas venideras. Aristteles, - que en tantos puntos se tom la libertad de apartarse de - las doctrinas de su maestro, no pens en corregirlas por lo - tocante al aborto y al infanticidio. En su _Poltica_ ensea - los mismos crmenes, y con la misma serenidad que Platn. - Para evitar, dice, que se alimenten las criaturas dbiles - mancas, la ley ha de prescribir que se las exponga, _ se las - quite de en medio_. En el caso que esto se hallare prohibido - por las leyes y costumbres de algunos pueblos, entonces es - necesario sealar punto fijo el nmero de los hijos que se - puedan procrear; y, si aconteciere que algunos tuvieren ms - del nmero prescrito, se ha de procurar el aborto antes que - el feto haya adquirido los sentidos y la vida. (Aristt., - _Polt._, L. 7, c. 16.) - - Vase, pues, con cunta razn he dicho que entre los antiguos, - el hombre, como hombre, no era tenido en nada; que la sociedad - le absorba todo entero, que se arrogaba sobre l derechos - injustos, que le miraba como un instrumento de que se vala si - era til, y que, en no sindolo, se consideraba facultada para - quebrantarle. - - En los escritos de los antiguos filsofos se nota que hacen - de la sociedad una especie de todo, al cual pertenecen los - individuos, como una masa de hierro los tomos que la - componen. No puede negarse que la unidad es un gran bien de - las sociedades, y que hasta cierto punto es una verdadera - necesidad; pero esos filsofos se imaginan cierta unidad la - que debe todo sacrificarse, sin consideraciones de ninguna - clase la esfera individual, sin atender que el objeto de - la sociedad es el bien y la dicha de las familias y de los - individuos que la componen. Esta unidad es el bien principal, - segn ellos; nada puede comparrsele; y la ruptura de ella es - el mal mayor que pueda acontecer, y que conviene evitar por - todos los medios imaginables. El mayor mal de un Estado, dice - Platn, no es lo que le divide, y de _uno hace muchos_? Y su - mayor bien, no es lo que liga todas partes, y le hace _uno_? - Apoyado en este principio, contina desenvolviendo su teora, - y, tomando las familias y los individuos, los amasa, por - decirlo as, para que den un todo compacto, _uno_. Por esto, - mas de la comunidad de educacin y de vida, quiere tambin - la de mujeres y de hijos: considera como un mal el que haya - goces ni sufrimientos personales; todo lo exige comn, social. - No permite que los individuos vivan, ni piensen, ni sientan, - ni obren, sino como partes del gran todo. Lase con reflexin - su _Repblica_, y en particular el libro V, y se echar de ver - que ste es el pensamiento dominante en el sistema de aquel - filsofo. - - Oigamos sobre lo mismo Aristteles. Cuando el fin de - la sociedad es _uno_, claro es que la educacin de todos - sus miembros debe ser necesariamente _una, y la misma_. La - educacin debera ser pblica, no privada; como acontece - ahora, que cada cual cuida de sus hijos, y les ensea lo - que ms le agrada. Cada ciudadano es una _partcula_ de la - sociedad, y el cuidado de una partcula debe naturalmente - enderezarse lo que demanda el todo. (Arist., _Polt._, L. - 8, c. 1.) - - Para darnos comprender cmo entiende esta educacin comn, - concluye haciendo honorfica mencin de la que se daba en - Lacedemonia, que, como es bien sabido, consista en ahogar - todos los sentimientos, excepto el de un patriotismo feroz, - cuyos rasgos todava nos estremecen. - - No: en nuestras ideas y costumbres no cabe el considerar de - esta suerte la sociedad. Los individuos estn ligados ella, - forman parte de ella, pero sin que pierdan su esfera propia, - ni la esfera de sus familias; y disfrutan de un vasto campo - donde pueden ejercer su accin, sin que se encuentren con el - coloso de la sociedad. El patriotismo existe an; pero no es - una pasin ciega, instintiva, que lleva al sacrificio como una - vctima con los ojos vendados; sino un sentimiento racional, - noble, elevado, que forma hroes como los de Lepanto y Bailn, - que convierte en leones ciudadanos pacficos, como en Gerona y - Zaragoza, que levanta cual chispa elctrica un pueblo entero, - y desprevenido inerme le hace buscar la muerte en las bocas - de fuego de un ejrcito numeroso y aguerrido, como Madrid en - pos del sublime _Muramos!..._ de Daoiz y de Velarde. - - He insinuado tambin en el texto que entre los antiguos se - crea con derecho la sociedad para entrometerse en todos los - negocios del individuo; y aun puede aadirse que las cosas - se llevaban hasta un extremo que rayaba en ridculo. Quin - dijera que la ley haba de entrometerse en los alimentos que - hubiese de tomar una mujer en cinta, ni en prescribirle el - ejercicio que le convena hacer? Conviene, dice gravemente - Aristteles, que las mujeres embarazadas cuiden bien de - su cuerpo, y que no sean desidiosas en demasa, ni tomen - alimentos sobrado tenues y sutiles. Y esto _lo conseguir - fcilmente el legislador, ordenndoles y mandndoles_ - que hagan todos los das un paseo para honrar y venerar - aquellos dioses quienes les cupo en suerte el presidir la - generacin. (_Polt._, L. 7, c. 16.) - - La accin de la ley se extenda todo; y en algunas partes - no poda escaparse de su severidad ni el mismo llanto de los - nios. No hacen bien, dice Aristteles, los que por _medio - de las leyes prohiben los nios el gritar y llorar_: los - gritos y el llanto les sirven los nios de ejercicio, y - contribuyen que crezcan. Esfuerzo natural que desahoga, - y comunica vigor los que se encuentran en angustia. - (_Polt._, Lib. 7, cap. 17.) - - Estas doctrinas de los antiguos, ese modo de considerar las - relaciones del individuo con la sociedad, explican muy bien - por qu se miraban entre ellos como cosa muy natural las - castas y la esclavitud. Qu extraeza nos ha de causar el - ver razas enteras privadas de la libertad, tenidas por - incapaces de alternar con otras pretendidas superiores, cuando - vemos condenadas la muerte generaciones de inocentes, sin - que los concienzudos filsofos dejen traslucir siquiera el - menor escrpulo sobre la legitimidad de un acto tan inhumano? - Y no es esto decir que ellos, su modo, no buscasen tambin - la dicha como fin de la sociedad, sino que tenan ideas - monstruosas sobre los medios de alcanzarla. - - Entre nosotros es tenida tambin en mucho la conservacin - de la unidad social; tambin consideramos al individuo como - parte de la sociedad, y que en ciertos casos debe sacrificarse - al bien pblico; pero miramos al mismo tiempo como sagrada - su vida, por intil, por miserable, por dbil que l sea; - y contamos entre los homicidios el matar un nio que acaba - de ver la luz, que no la ha visto an, del mismo modo que - el asesinato de un hombre en la flor de sus aos. Adems, - consideramos que los individuos y las familias tienen derechos - que la sociedad debe respetar, secretos en que sta no se - puede entrometer; y cuando se les exigen sacrificios costosos, - sabemos que han de ser previamente justificados por una - verdadera necesidad. Sobre todo, pensamos que la justicia, - la moral, deben reinar en las obras de la sociedad como en - las del individuo; y as como rechazamos con respecto ste - el principio de la _utilidad privada_, as no le admitimos - tampoco con relacin aqulla. La mxima de que _la salud - del pueblo es la suprema ley_, no la consentimos sino con las - debidas restricciones y condiciones; sin que por esto sufran - perjuicio los verdaderos intereses de la sociedad. Cuando - estos intereses son bien entendidos, no estn en pugna con la - sana moral; y, si pasajeras circunstancias crean veces esa - pugna, no es ms que aparente; porque, reducida como est - pocos momentos, y limitada pequeo crculo, no impide que - al fin resulten en harmona, y no se compense con usura el - sacrificio que se haga de la utilidad, en las aras de los - eternos principios de la moral. - - [2] Pg. 66.--El lector me dispensar fcilmente de entrar en - pormenores sobre la situacin abyecta y vergonzosa de la mujer - entre los antiguos, y aun entre los modernos, all donde no - reina el Cristianismo; pues que las severas leyes del pudor - salen cada paso detener la pluma, cuando quiere presentar - algunos rasgos caractersticos. Basta decir que el trastorno - de las ideas era tan extraordinario, que aun los hombres ms - sealados por su gravedad y mesura deliraban sobre este punto - de una manera increble. Dejemos aparte cien y cien ejemplos - que se podran recordar; pero quin ignora el escandaloso - parecer del sabio Soln sobre prestar las mujeres para mejorar - la raza? Quin no se ha ruborizado al leer lo que dice el - _divino_ Platn, en su _Repblica_, sobre la conveniencia y el - modo de tomar parte las mujeres en los juegos pblicos? Pero - echemos un velo sobre estos recuerdos tan vergonzosos la - sabidura humana, que as desconoca los primeros elementos de - la moral y las ms sentidas inspiraciones de la naturaleza. - Cuando as pensaban los primeros legisladores y sabios, qu - haba de suceder entre el vulgo? Cunta verdad hay en las - palabras del sagrado texto que nos presentan los pueblos - fallos de la luz divina del Cristianismo como _sentados en las - tinieblas y sombras de la muerte_! - - Lo ms temible para la mujer, como lo ms propio para - conducirla la degradacin, es lo que mancilla el pudor; - sin embargo, puede contribuir tambin este envilecimiento - la ilimitada potestad otorgada sobre ella al varn. En - este particular se hallaba en posicin tan dolorosa, que - su suerte vena ser en muchas partes la de una verdadera - esclava. Pasemos por alto las costumbres de otros pueblos, y - detengmonos un instante en los romanos, donde la frmula _ubi - tu Caius, ego Caia_, parece indicar una sujecin tan ligera, - que se aproxima la igualdad. Para apreciar debidamente lo - que vala esta igualdad, basta recordar que un marido romano - se crea facultado hasta para dar la muerte su mujer, y - esto no precisamente en caso de adulterio, sino por faltas - mucho menos graves. En tiempo de Rmulo fu absuelto de este - atentado Egnacio Mecenio, quien no haba tenido otro motivo - para cometerle, que el haber cado su mujer en la flaqueza de - probar el vino de la bodega. Estos rasgos pintan un pueblo; - y aun cuando concedamos toda la importancia que se quiera al - cuidado de los romanos para que sus matronas no se diesen - al vino, no sale muy bien parada de semejantes costumbres - la dignidad de la mujer. Cuando Catn prescriba entre los - parientes la afectuosa demostracin de darse un sculo, con la - mira, segn refiere Plinio, de saber si las mujeres sentan - vino, _an temetum olerent_, haca por cierto ostentacin - de su severidad y de su celo, pero ultrajaba villanamente - la reputacin de las mismas mujeres cuya virtud se propona - conservar. Hay remedios peores que el mal. - - Por lo tocante al mrito de la indisolubilidad del matrimonio, - establecida y conservada por el Catolicismo, fcil me fuera - corroborar de mil maneras lo que llevo dicho en el texto. - Me contentar, sin embargo, en obsequio de la brevedad, con - insertar un muy notable pasaje de Madama de Stal, que muestra - cun funestas han sido la moral pblica las doctrinas - protestantes. Este testimonio es mucho ms decisivo, no slo - por ser de una escritora protestante, sino tambin porque - versa sobre las costumbres de un pas que ella tanto estimaba - y admiraba. El amor es una religin de Alemania, pero una - religin potica que tolera con demasiada facilidad todo lo - que la sensibilidad puede excusar. No puede negarse que en - las provincias protestantes la _facilidad del divorcio ataca - la santidad del matrimonio_. Cmbiase tan tranquilamente de - esposos, como si no se tratase de otra cosa que de arreglar - los incidentes de un drama: el buen natural de los hombres y - de las mujeres hace que estas fciles separaciones se lleven - cabo sin amargura; y como en los alemanes hay ms imaginacin - que verdadera pasin, los acontecimientos ms extraos se - realizan entre ellos con la mayor tranquilidad del mundo. - Sin embargo, esto hace perder _toda la consistencia las - costumbres_ y al carcter; el espritu de paradoja conmueve - las instituciones ms sagradas, y no se tienen en ninguna - materia reglas bastante fijas. (_De la Alemania_, por Madama - Stal, primera parte, cap. 3.) - - Echase, pues, de ver que el Protestantismo, atacando la - santidad del matrimonio, abri una llaga profunda las - costumbres. Ya llevo indicado que el mal no fu tan grave como - era de temer, causa de que el buen sentido de los pueblos - europeos, formado bajo la enseanza del Catolicismo, no les - permiti abandonarse sin mesura las funestas doctrinas de - la pretendida Reforma. Con mucho gusto he consignado este - hecho, pero es necesario, por otra parte, no olvidar las - notables confesiones de la clebre escritora: _la santidad - del matrimonio atacada por el divorcio, el fcil y tranquilo - cambio de esposos, la prdida de la consistencia de las - costumbres y carcter, el desmoronamiento de las instituciones - ms sagradas, la falta de reglas fijas en todas materias_. Si - esto dicen los mismos protestantes, difcil ser que los - catlicos se nos pueda tachar de exageracin, cuando pintamos - los males acarreados por la Reforma. - - [3] Pg. 90--La filosofa anticristiana ha debido de tener - considerable influencia en ese prurito de encontrar en los - brbaros el origen del ennoblecimiento de la mujer europea, y - otros principios civilizacin. En efecto, una vez encontrado - en los bosques de Germania el manantial de tan hermosos - distintivos, despojbase al Cristianismo de una porcin de sus - ttulos, y se reparta entre muchos la gloria que es suya, - exclusivamente suya. No negar que los germanos de Tcito son - algo poticos, pero los germanos verdaderos no es creble - que lo fueran mucho. Algunos pasajes citados en el texto - robustecen sobremanera esta conjetura; pero yo no encuentro - medio ms propsito para disipar todas las ilusiones, que - el leer la historia de la irrupcin de los brbaros, sobre - todo en los testigos oculares. El cuadro, lejos de resultar - potico, se hace en extremo repugnante. Aquella interminable - serie de pueblos desfilan, los ojos del lector, como una - visin espantosa en un sueo angustioso; y por cierto que la - primera idea que se ofrece al contemplar aquel cuadro, no - es buscar en las hordas invasoras el origen de ninguna de - las calidades de la civilizacin moderna, sino la terrible - dificultad de explicar cmo pudo desembrollarse aquel caos, - ni cmo fu dado atinar en los medios de hacer que surgiera - de en medio de tanta brutalidad, la civilizacin ms hermosa - y brillante que se vi jams sobre la tierra. Tcito parece - entusiasta, pero Sidonio, que no escriba larga distancia de - los brbaros, que los vea, que los sufra, no participaba - buen seguro de semejante entusiasmo. Me encuentro, deca, en - medio de los pueblos de la larga cabellera, precisado oir el - lenguaje del germano, y aplaudir, mal que me pese, el encanto - del borgon borracho, y con los cabellos engrasados de - manteca cida. _Felices vuestros ojos que no los ven; felices - vuestros odos que no los oyen!_ Si el espacio lo permitiese, - sera fcil amontonar mil y mil textos, que nos mostraran - hasta la evidencia lo que eran los brbaros y lo que de ellos - poda esperarse en todos sentidos. Lo que resulta ms en - claro que la luz del da, es el designio de la Providencia de - servirse de aquellos pueblos para destruir el imperio romano y - cambiar la faz del mundo. Al parecer, tenan los invasores un - sentimiento de su terrible misin. Marchan, avanzan, ni ellos - mismos saben dnde van; pero no ignoran que van destruir. - Atila se haca llamar el _azote de Dios_, funcin tremenda - que el mismo brbaro expres por estas otras palabras: _La - estrella cae, la tierra tiembla; yo soy el martillo del - orbe._ _Donde mi caballo pasa, la hierba no crece jams._ - Alarico, marchando hacia la capital del mundo, deca: _No - puedo detenerme: hay alguien que me impele, que me empuja - saquear Roma._ Genserico hace preparar una expedicin - naval, sus hordas estn bordo, el mismo se embarca tambin, - nadie sabe el punto dnde se dirigirn las velas; el piloto - se acerca al brbaro, y le dice: Seor, _ qu pueblos - queris llevar la guerra?_ _A los que han provocado la clera - de Dios_, responde Genserico. - - Si en aquella catstrofe no se hubiese hallado el Cristianismo - en Europa, la civilizacin estaba perdida, anonadada, quizs - para siempre. Pero, una religin de luz y de amor deba - triunfar de la ignorancia y de la violencia. Durante las - calamidades de la irrupcin, evit ya muchos desastres, merced - al ascendiente que comenzara ejercer sobre los brbaros, - y pasado lo ms crtico de la refriega, tan luego como los - conquistadores tomaron algn asiento, despleg un sistema de - accin tan vasto, tan eficaz, tan decisivo, que los vencedores - se encontraron vencidos, no por la fuerza de las armas, sino - de la caridad. No estaba en manos de la Iglesia el prevenir - la irrupcin; Dios lo haba decretado as, y el decreto deba - cumplirse; as el piadoso monje que sali al encuentro de - Alarico al dirigirse sobre Roma, no pudo detenerle en su - marcha porque el brbaro responde que no puede pararse, que - hay quien le empuja y que avanza contra su propia voluntad. - Pero la Iglesia aguardaba los brbaros despus de la - conquista; ella saba que la Providencia no abandonara su - obra, que la esperanza de los pueblos en el porvenir estaba - en manos de la Esposa de Jesucristo; as Alarico marcha - sobre Roma, la saquea, la asuela; pero, al encontrarse con - la religin, se detiene, se ablanda, y seala, como lugares - de asilo, las iglesias de San Pedro y de San Pablo. Hecho - notable, que simboliza bellamente la religin cristiana, - preservando de su total ruina el universo. - - [4] Pg. 108.--El alto beneficio dispensado las sociedades - modernas con la formacin de una recta conciencia pblica, - podrase encarecer sobremanera comparando nuestras ideas - morales con las de todos los dems pueblos antiguos y - modernos; de donde resultara demostrado cun lastimosamente - se corrompen los buenos principios cuando quedan encomendados - la razn del hombre; sin embargo, me contentar con decir - dos palabras sobre los antiguos, para que se vea con cunta - verdad llevo asentado que nuestras costumbres, corrompidas - como se hallan, les hubieran parecido los gentiles un modelo - de moralidad y decoro. Los templos consagrados Venus, en - Babilonia y Corinto, recuerdan abominaciones que hasta se nos - hacen incomprensibles. La pasin divinizada exiga sacrificios - dignos de ella: una divinidad sin pudor le corresponda - el sacrificio del pudor; y el santo nombre de templo se - aplicaba unas casas de la ms desenfrenada licencia; ni un - velo siquiera para los mayores desrdenes. Conocida es la - manera con que las doncellas de Chipre ganaban el dote para - el matrimonio; y nadie ignora los misterios de Adonis, de - Prapo, y otras inmundas divinidades. Hay vicios que, entre - los modernos, carecen, en cierto modo, de nombre; y que, si le - tienen, anda acompaado del recuerdo de un horroroso castigo - sobre ciudades culpables. Leed los escritores antiguos que nos - pintan las costumbres de sus tiempos; el libro se cae de las - manos. Materia es sta en que se hace necesario contentarse - con indicaciones, que despierten en los lectores la memoria - de lo que les habr ofendido una y mil veces, al recorrer - la historia y ocuparse en la literatura de la antigedad - pagana. El autor se ve precisado contentarse con recuerdos, - abstenindose de pintar. - - [5] Pg. 122.--Como es tan comn en la actualidad el ponderar - la fuerza de las ideas, exagerado quizs juzgarn algunos lo - que acabo de decir sobre su flaqueza, no slo para influir - sobre la sociedad, sino tambin para conservarse, siempre que, - permaneciendo en su regin propia, no alcanzan realizarse - en instituciones que sean como su rgano, y que, adems, les - sirvan de resguardo y defensa. Lejos estoy, y as lo he dicho - claramente en el texto, de negar ni poner en duda lo que se - llama la fuerza de las ideas; slo me propongo manifestar que - ellas por s solas pueden poco, y que la ciencia, propiamente - dicha, es ms pequea cosa de lo que generalmente se cree, en - todo lo concerniente la organizacin de la sociedad. Tiene - esta doctrina un ntimo enlace con el sistema seguido por la - Iglesia catlica, la cual, si bien ha procurado siempre el - desarrollo del espritu humano por medio de la propagacin - de las ciencias, no obstante, ha sealado stas un lugar - secundario en el arreglo de la sociedad. Nunca la religin - ha estado reida con la verdadera ciencia, pero jams ha - dejado de manifestar cierta desconfianza en todo lo que era - exclusivo producto del pensamiento del hombre; y ntese bien - que sta es una de las capitales diferencias entre la religin - y la filosofa del siglo pasado, , mejor diremos, ste era - el motivo de su fuerte antipata. La primera no condenaba - la ciencia, antes la amaba, la protega, la fomentaba; pero - le sealaba, al propio tiempo, sus lmites, le adverta que - en ciertos puntos era ciega, le anunciaba que en ciertas - obras sera impotente, y en otras destructora y funesta. La - segunda proclamaba en alta voz la soberana de la ciencia, la - declaraba omnipotente, la divinizaba, atribuyndole fuerza - y bro para cambiar la faz del mundo, y bastante previsin - y acierto para verificar ese cambio en pro de la humanidad. - Ese orgullo de la ciencia, esa divinizacin del pensamiento - es, si bien se mira, el fondo de la doctrina protestante. - Fuera toda autoridad, la razn es el nico juez competente, - el entendimiento recibe directa inmediatamente de Dios toda - la luz que necesita: he aqu las doctrinas fundamentales del - Protestantismo, es decir, el orgullo del entendimiento. - - Si bien se observa, el mismo triunfo de las revoluciones en - nada ha desmentido las cuerdas previsiones de la religin, - y la ciencia, propiamente dicha, tan lejos se halla de - haber en esta parte ganado crdito, que, antes bien, lo ha - perdido completamente. En efecto: nada queda de la ciencia - revolucionaria; lo que resta son los efectos de la revolucin; - los intereses por ella creados, las instituciones que han - brotado de esos mismos intereses, y que, desde luego, han - buscado en la regin misma de la ciencia otros principios - en que apoyarse, muy distintos de los que antes se haban - proclamado. - - Tanta verdad es lo que llevo asentado, de que toda idea - necesita realizarse en una institucin, que las revoluciones - mismas, guiadas por el instinto que las conduce conservar - ms menos enteros los principios que las producen, tienden, - desde luego, crear esas instituciones donde se puedan - perpetuar las doctrinas revolucionarias, donde puedan tener - como un sucesor y representante, despus que ellas hayan - desaparecido de las escuelas. Esta indicacin podra dar lugar - extensas consideraciones sobre el origen y el estado actual - de algunas formas de gobierno en distintos pueblos de Europa. - - Hablando de la rapidez con que se suceden unas otras las - teoras cientficas, y de la inmensa amplitud que ha tomado - con la prensa el campo de la discusin, he observado que - no era esto una seal infalible de adelanto cientfico, ni - menos una prenda de fecundidad del pensamiento para realizar - grandes obras en el orden material, ni en el social. He dicho - que los grandes pensamientos nacen ms bien de la _intuicin_ - que del _discurso_, y al efecto he recordado hechos y - personajes histricos que dejan esta verdad fuera de duda. La - ideologa pudiera suministrarnos abundantes pruebas, si para - probar la esterilidad de la ciencia fuese necesario acudir - la misma ciencia. Pero el simple buen sentido, amaestrado - por lo que est enseando cada paso la experiencia, basta - para convencer de que los hombres ms sabios en el libro, - son no pocas veces, no slo medianos, sino hasta ineptos en - el mundo. Por lo tocante lo que he insinuado con respecto - la _intuicin_ y al _discurso_, lo someto al juicio de los - hombres que se han dedicado al estudio del entendimiento - humano: estoy seguro de que su opinin no se diferenciar de - la ma. - - [6] Pg. 130.--He atribudo al Cristianismo la suavidad de - costumbres de que disfruta la Europa; y como, pesar de - haber decado en el ltimo siglo las creencias religiosas, - ha durado, sin embargo, esta misma suavidad, y se ha elevado - todava ms alto punto, es menester hacerse cargo de ese - contraste, que primera vista parece destruir lo que llevo - establecido. Es necesario no olvidar la diferencia indicada - ya en el texto, entre costumbres muelles y costumbres - suaves: lo primero es un defecto; lo segundo, una calidad - preciosa: lo primero dimana del enervamiento del nimo, del - enflaquecimiento del cuerpo, y del amor de los placeres; lo - segundo trae su origen de la preponderancia de la razn, - del predominio del espritu sobre el cuerpo, del triunfo de - la justicia sobre la fuerza, y del derecho sobre el hecho. - En las costumbres actuales hay una buena parte de verdadera - suavidad, pero no es poco lo que tiene de molicie: y esto - ltimo no lo han tomado, por cierto, de la religin, sino de - la incredulidad, que, no extendiendo sus ojos ms all de - esta vida, hace olvidar los altos destinos del espritu, y - hasta su misma existencia, entroniza el egosmo, despierta - y aviva de continuo la sed de los placeres y hace al hombre - esclavo de sus pasiones. Pero, en lo que nuestras costumbres - tienen de suave, se conoce la primera ojeada que lo deben - al Cristianismo; pues que todas las ideas y sentimientos en - que se funda dicha suavidad llevan el sello cristiano. La - dignidad del hombre, sus derechos, la obligacin de tratarle - con el debido miramiento, de dirigirse antes su espritu - por medio de la razn, que su cuerpo por la violencia, la - necesidad de mantenerse cada cual en la lnea de sus deberes, - respetando las propiedades y personas de los dems, todo este - conjunto de principios de donde nace la verdadera suavidad de - costumbres, es debido en Europa la influencia cristiana, - que, luchando largos siglos con la barbarie y la ferocidad - de los pueblos invasores, logr destruir el sistema de - violencia que stos haban generalizado. Como la filosofa ha - tenido cuidado de cambiar los antiguos nombres, consagrados - por la religin y autorizados con el uso de muchos siglos, - acontece que hay ciertas ideas que, aun cuando sean hijas - del Cristianismo, sin embargo, apenas se las reconoce como - tales, causa de que andan disfrazadas con traje mundano. - Quin ignora que el mutuo amor de los hombres, la fraternidad - universal, son ideas enteramente debidas al Cristianismo? - Quin no sabe que la antigedad pagana no las conoca, ni - las columbraba siquiera? No obstante, este mismo afecto, que - antes se apellidaba _caridad_, porque sta era la virtud de - que deba proceder, ahora se cubre siempre con otros nombres y - como que se avergenza de presentarse en pblico con ninguna - apariencia religiosa. Pasado el vrtigo de atacar la religin - cristiana, se confiesa abiertamente que ella es debido el - principio de la fraternidad universal; pero el lenguaje ha - quedado infecto de la filosofa volteriana, aun despus del - descrdito en que sta ha cado. De aqu resulta que muchas - veces no apreciamos debidamente la influencia cristiana en la - sociedad que nos rodea, y que atribumos otras ideas y - otras causas fenmenos cuyo origen se encuentra evidentemente - en la religin. La sociedad actual, por ms indiferente que - sea, tiene de la religin ms de lo que comunmente pensamos: - se parece aquellos hombres que han salido de una familia - ilustre, donde los buenos principios y una educacin esmerada - se transmiten como un patrimonio de generacin en generacin: - aun en medio de sus desrdenes, de sus crmenes, y hasta de - su envilecimiento, conservan en su porte y modales, algunos - rasgos que manifiestan su hidalga cuna. - - [7] Pg. 148.--He citado algunas disposiciones conciliares que - bastan dar una idea del sistema observado por la Iglesia - con la idea de reformar y suavizar las costumbres. Tanto en - este volumen como en el anterior, ya se ha podido notar cun - inclinado me hallo recordar esta clase de monumentos; y - advertir aqu que esto me inducen dos motivos: primero, - tratando de comparar el Protestantismo con el Catolicismo, - creo que el mejor medio de retratar el verdadero espritu - de ste y de sealar su influjo en la civilizacin europea, - es presentarle obrando; y esto se logra aduciendo las - providencias que los Papas y los concilios iban tomando, - segn lo exigan las circunstancias; segundo, atendido el - curso que los estudios histricos van siguiendo en Europa, - generalizndose cada da ms el gusto de apelar, no las - historias, sino los monumentos histricos, conviene tener - presente que la coleccin de concilios es de la mayor - importancia, no slo en el orden religioso y eclesistico, - sino tambin en el social y poltico; por manera que la - historia de Europa se trunca monstruosamente, , por mejor - decir, se destruye del todo, si se prescinde de lo que arrojan - las colecciones de los concilios. Por esta causa es muy til, - y en no pocas materias hasta necesario, el revolver dichas - colecciones, por ms que de esto retraigan su desmesurado - volumen y el fastidio que veces se engendra en el nimo, - al encontrarse con cien y cien cosas que para nuestros - tiempos carecen de inters. Las ciencias, sobre todo las - que tienen por objeto la sociedad, no conducen resultados - satisfactorios sino despus de penosos trabajos; lo til se - encuentra menudo mezclado y confundido con lo intil; y - la ms rica preciosidad se descubre veces al lado de un - objeto repugnante; pero, en la naturaleza, se encuentra, por - ventura, el oro, sin haber revuelto informes masas de tierra? - - Los que se han empeado en encontrar entre los brbaros - del Norte el germen de algunas preciosas calidades de la - civilizacin europea, sin duda que debieran haberles atribudo - tambin la suavidad de costumbres modernas, dado que, en - apoyo de esa paradoja, podan echar mano de un hecho, por - cierto algo ms especioso del que les ha servido para hacer - honor los germanos del realce de la mujer en Europa. Hablo - de la conocida costumbre de abstenerse, en cuanto les era - posible, de la aplicacin de penas corporales, castigando con - simples multas los delitos ms graves. Nada ms propsito - para inducir creer que aquellos pueblos tenan una feliz - disposicin la suavidad de costumbres, supuesto que aun - en su barbarie empleaban tan templadamente el derecho de - castigar, excediendo las naciones ms civilizadas y cultas. - Mirada la cosa desde este punto de vista, ms bien parece que, - con la influencia cristiana sobre los brbaros, las costumbres - se endurecieron que no se suavizaron; pues que la aplicacin - de penas corporales se hizo general, y no se escase la de - muerte. - - Pero, fijando atentamente la consideracin en esta - particularidad del cdigo criminal de los brbaros, - echaremos de ver que, tan lejos est de revelar adelanto en - la civilizacin ni suavidad de costumbres, que antes bien - es la ms evidente prueba de su atraso, y el ms vehemente - indicio de la dureza y ferocidad que entre ellos reinaban. - En primer lugar, por lo mismo que entre los brbaros se - castigaban los delitos por medio de multas, , como se deca, - por composicin, se conoce que la ley atenda ms bien - la _reparacin de un dao_ que al _castigo de un crimen_: - circunstancia que muestra de lleno cun en poco era tenida - la moralidad de la accin, pues que no tanto se atenda lo - que ella era en s, como al dao que produca. Esto no era - un elemento de civilizacin, sino de barbarie; porque tenda - nada menos que desterrar del mundo la moralidad. La Iglesia - combati este principio, tan funesto en el orden pblico como - en el privado, introduciendo en la legislacin criminal un - nuevo orden de ideas que cambi completamente su espritu. - En esta parte M. Guizot ha hecho la Iglesia catlica la - debida justicia; complzcome en reconocerlo y en consignarlo - aqu, transcribiendo sus propias palabras. Despus de haber - hecho notar la diferencia que mediaba entre las leyes de - los visigodos, salidas en buena parte de los concilios de - Toledo, y las otras leyes brbaras, y de haber observado la - inmensa superioridad de las ideas de la Iglesia en materia - de legislacin, de justicia, y de todo lo concerniente la - investigacin de la verdad y al destino de los hombres, dice: - En materia criminal, la relacin de las penas con los delitos - est determinada (en las leyes de los visigodos) por nociones - filosficas y bastante justas; descbrense los esfuerzos de - un legislador ilustrado que lucha contra la violencia y la - irreflexin de las costumbres brbaras: hallaremos de esto - un ejemplo muy notable comparando el ttulo de _Caede et - morte hominum_, con las leyes correspondientes de los dems - pueblos. En las otras legislaciones, lo nico que parece - constituir el delito es el dao; y el objeto de la pena es - la reparacin material que resulta de la composicin; pero, - entre los visigodos, se busca en el crimen su elemento moral - y verdadero, la intencin. Los varios grados de criminalidad, - el homicidio absolutamente involuntario, el cometido por - inadvertencia, por provocacin, con premeditacin sin - ella, son clasificados y definidos igualmente bien, poca - diferencia, que en nuestros cdigos; y las penas estn - sealadas en una proporcin bastante equitativa. No satisfecha - con esto la justicia del legislador, intent abolir, al - menos atenuar, la diversidad de valor legal establecida entre - los hombres por las otras leyes brbaras; no conservndose - otra distincin que la de libre y de esclavo. Con respecto - los libres, la pena no vara, ni por el origen ni por el - rango del muerto, sino nicamente por los diversos grados - de culpabilidad del asesino. Tocante los esclavos, no - atrevindose quitar enteramente los dueos el derecho - de vida y muerte, procur restringirle, sujetndole un - procedimiento pblico y regular. El texto de la ley merece ser - citado. - - Si no debe quedar impune ningn culpable cmplice de un - crimen, con mucha ms razn debe ser castigado quien haya - cometido un homicidio con malicia ligereza. Por lo que, - habiendo algunos dueos, que, en su orgullo, dan muerte sus - esclavos, sin que stos hayan cometido falta alguna, conviene - extirpar del todo semejante licencia, y ordenar que la - presente ley sea enteramente observada por todos. Ningn dueo - ni duea podr dar muerte ninguno de sus esclavos, varones - hembras, ni otro de sus dependientes, sin preceder juicio - pblico. Si un esclavo, otro serviente, comete un crimen que - pueda acarrearle pena capital, su amo, su acusador, darn - inmediatamente noticia del suceso al juez del lugar donde se - ha cometido el delito, al conde, al duque. Discutido el - asunto, si el crimen queda probado, el culpable sufrir la - pena de muerte merecida: aplicndosela, el mismo juez el - propio dueo; pero hacindose de tal suerte, que, si el juez - no quiere cuidar de la ejecucin, extender por escrito la - sentencia de pena capital, y entonces el amo ser dueo de - quitar la vida al esclavo, de perdonrsela. A la verdad, si - el esclavo por una fatal audacia, resistiendo su seor, ha - intentado herirle, con arma, piedra, de otra suerte, y ste, - defendindose, mata en su clera al esclavo, no ser reo de la - pena de homicidio, pero ser necesario probar que el hecho ha - sucedido as, y esto por el testimonio el juramento de los - esclavos, varones hembras, que habrn estado presentes, - por el juramento del autor del hecho. Cualquiera que por pura - malicia matare su esclavo, por su propia mano la de otro, - sin preceder juicio pblico, ser declarado infame, incapaz - de ser testigo, y obligado vivir el resto de sus das en el - destierro y en la penitencia, pasando sus bienes sus ms - prximos parientes llamados por la ley sucederle. (_For. - Jud._, L. VI, Tit. V, L. 12.) (Guizot, _Historia General de - la Civilizacin Europea_. Leccin 6.) - - Con mucho gusto he copiado este texto de M. Guizot, por ser - una confirmacin de lo que acabo de decir sobre la influencia - de la Iglesia con respecto suavizar las costumbres, y de - lo que de ella llevo asentado en el tomo primero, tocante - lo mucho que contribuy mejorar la suerte de los esclavos, - restringiendo las excesivas facultades de los dueos. All - dej probada esta verdad con abundantes documentos, y por - consiguiente no necesito insistir aqu en demostrarla; - bastando mi propsito en la actualidad el hacer observar - que M. Guizot est completamente de acuerdo en que la Iglesia - moraliz la legislacin de los brbaros, haciendo que en los - delitos no se considerase nicamente el dao que causaban, - sino la malicia que envolvan; es decir, elevando la accin - del orden fsico al moral, y dando las penas el verdadero - carcter de tales, no permitiendo que quedasen en la lnea de - una reparacin material. - - Por donde se echa de ver que el sistema criminal de los - brbaros, que primera vista pareca indicar un adelanto en - la civilizacin, proceda del escaso ascendiente que entre - ellos tenan los principios morales, y de que las miras del - legislador se elevaban muy poco sobre el orden puramente - material. - - Todava hay otra observacin que hacer en este punto, y es - que la misma lenidad con que se castigaban los delitos es - la mejor prueba de la facilidad con que se cometan. Cuando - en un pas son muy raros los asesinatos, las mutilaciones y - otros atentados semejantes, son mirados con horror; y quien - de ellos se haga culpable, es castigado con severidad. Pero, - cuando el delito se repite cada paso, pierde insensiblemente - su fealdad y negrura, se acostumbran su repugnante aspecto, - no slo los perpetradores, sino tambin los dems; y entonces - el legislador se siente naturalmente llevado tratarle con - indulgencia. Esto nos lo demuestra la experiencia de cada da; - y no ser difcil al lector el encontrar en la sociedad actual - repetidos delitos que podra ser aplicable la observacin - que acabo de hacer. Entre los brbaros, era comn el apelar - las vas de hecho, no slo contra las propiedades, sino - tambin contra las personas; por cuya razn era muy natural - que este linaje de delitos no fuesen mirados con la aversin - y hasta horror con que lo son en un pueblo donde, habiendo - prevalecido las ideas de razn, de justicia, de derecho, de - ley, no se concibe siquiera cmo pueda subsistir una sociedad - donde cada cual se considere facultado para hacerse justicia - por s mismo. As es que las leyes contra esos delitos deban - naturalmente ser benignas, contentndose el legislador con - la reparacin del dao, sin cuidar mucho de la culpabilidad - del perpetrador. Esto tiene ntimas relaciones con lo dicho - ms arriba sobre la conciencia pblica; porque el legislador - es siempre, ms menos, el rgano de esta misma conciencia. - Cuando en una sociedad es mirada una accin como un crimen - horrendo, no puede el legislador sealarle una pena benigna; - y, al contrario, no le es posible castigar con mucho rigor - lo que la sociedad absuelve excusa. Una que otra vez se - alterar esta proporcin, una que otra vez desaparecer dicha - harmona; pero bien pronto las cosas volvern su curso - regular, apartndose del camino que seguan con violencia. - Siendo las costumbres muy castas y puras, hay delitos que - andan cubiertos de execracin infamia; pero, en llegando - ser muy corrompidas, los mismos actos, son mirados como - indiferentes, cuando ms calificados de ligeros deslices. En - un pueblo donde las ideas religiosas ejerzan mucho predominio, - la violacin de todo cuanto est consagrado al Seor es mirada - como un horrendo atentado, digno de los mayores castigos; pero - en otro donde la incredulidad haya hecho sus estragos, la - misma violacin no llegar la esfera de los delitos comunes; - y, lejos de atraer sobre el culpable la justicia de la ley, - mucho ser si le acarrea una ligera correccin de la polica. - - El lector no encontrar inoportuna esa digresin sobre la - legislacin criminal de los brbaros, si advierte que, - tratndose de examinar la influencia del Catolicismo en la - civilizacin europea, es indispensable atender los otros - elementos que en la formacin de ella se han combinado. - De otra suerte, sera imposible apreciar debidamente la - respectiva accin que en bien en mal ha cabido cada uno - de ellos, y, por tanto, no se sacara en limpio la parte que - puede vindicar como exclusivamente propia la Iglesia, ni - resolver la gran cuestin promovida por los partidarios del - Protestantismo, sobre las pretendidas ventajas acarreadas por - ste las sociedades modernas. Las naciones brbaras son uno - de esos elementos, y por esta causa es preciso ocuparse en - ellas con tanta frecuencia. - - [8] Pg. 161.--En los siglos medios, casi todos los - monasterios y colegios de cannigos tenan anejo un hospital, - no slo para hospedar peregrinos, sino tambin para el - sustento y alivio de pobres y enfermos. No cabe ms hermoso - smbolo de la religin cubriendo con su velo todo linaje de - infortunios, que el ver convertidas en asilo de miserables, - las casas consagradas la oracin y la prctica de la ms - sublimes virtudes. Cabalmente esto se verificaba en aquella - poca en que el poder pblico, no slo careca de la fuerza y - luces necesarias para plantear una buena administracin con - que acudir al socorro de los necesitados, sino que ni aun - alcanzaba cubrir con su gida los ms sagrados intereses de - la sociedad. Por donde se ve que, cuando todo era impotente, - la religin era todava robusta y fecunda; cuando todo - pereca, la religin, no slo se conservaba, sino que fundaba - establecimientos inmortales. Y ntese bien lo que repetidas - veces hemos observado ya: saber, que la religin que estos - prodigios obraba, no era una religin vaga, abstracta; no era - el cristianismo de los protestantes, sino la religin con - todos sus dogmas, su disciplina, su jerarqua, su Pontfice - supremo, en una palabra, la Iglesia catlica. - - Tan lejos estuvo la antigedad de imaginar que el socorro del - infortunio pudiese encomendarse sola la administracin civil - la caridad individual, que antes bien, como se ha indicado - ya, se consider como muy conveniente que los hospitales - estuviesen sujetos los obispos; es decir, que se procur que - el ramo de beneficencia pblica se entroncase en cierto modo - con la jerarqua de la Iglesia; y es de aqu que, por antigua - disciplina, los hospitales estaban sujetos los obispos en lo - espiritual y en lo temporal; sin atenderse al estado clerical - seglar de las personas que cuidaban del establecimiento, ni - tampoco si se haba erigido no por mandato del obispo. - - No es ste el lugar de referir las vicisitudes que sufri - esta disciplina, ni las varias causas que las motivaron; - bastando observar que el principio fundamental, es decir, - la intervencin de la autoridad eclesistica en los - establecimientos de beneficencia, ha quedado siempre salvo; - y que nunca la Iglesia ha consentido que se la despojase del - todo de tan hermoso privilegio. Nunca ha credo que pudiese - mirar con indiferencia los abusos que en este punto se - introdujesen en perjuicio de los desgraciados; y as es que - se ha reservado cuando menos el derecho de acudir al remedio - de los males que resultasen de la malicia indolencia de - los administradores. A este propsito podemos notar que el - concilio de Viena establece que, si los administradores de - un hospital, clrigos legos, se portan con desidia en el - desempeo de su cargo, procedan contra ellos los obispos, - reformando y restaurando el hospital, por autoridad propia, si - no fuera exento, y, si lo fuere, por delegacin pontificia. - El concilio de Trento otorg tambin los obispos la - facultad de visitar los hospitales, hasta como delegados de - la Sede Apostlica, en los casos concedidos por el derecho; - prescribiendo, adems, que los administradores, clrigos - legos, den cada ao cuentas al ordinario del lugar, no - ser que se hubiese prevenido lo contrario en la fundacin; - y ordenando que, si, por privilegio, costumbre estatuto - particular, las cuentas debiesen presentarse otro que - al ordinario, al menos se reuna ste los que hayan de - recibirlas. - - Prescindiendo de las varias modificaciones que en esta parte - hayan podido introducir las leyes y costumbres de diferentes - pases, queda siempre en claro cul ha sido la vigilancia de - la Iglesia sobre el punto de beneficencia; y que su espritu - y sus mximas la han impelido entrometerse en esta clase - de negocios, ora dirigindolos exclusivamente, ora acudiendo - al remedio del mal que vea introducirse. La potestad civil - reconoci los motivos de esa caritativa y santa ambicin; y - as vemos que el emperador Justiniano no repara en conceder - los obispos un poder pblico sobre los hospitales, - conformndose en esta parte la disciplina de la Iglesia, y - lo reclamado por la conveniencia pblica. - - Hay en este punto un hecho notable, que es necesario consignar - aqu, sealando su provechosa influencia. Hablo de haber - sido considerados los bienes de los hospitales como bienes - eclesisticos. Esto que primera vista pudiera parecer - indiferente, est muy lejos de serlo; pues que, de esta - manera, quedaban esos bienes con los mismos privilegios que - los de la Iglesia, cubrindose con una inviolabilidad que les - era tanto ms necesaria, cuanto eran difciles los tiempos, - y fecundos en tropelas y usurpaciones. La Iglesia, que, - por mucha que fuese la turbacin pblica, conservaba, no - obstante, grande autoridad y ascendiente sobre los gobiernos - y los pueblos, tena de esta manera un ttulo muy poderoso - y expedito para cubrir con su proteccin los bienes de los - hospitales, salvndolos, en cuanto era dable, de la rapacidad - de los potentados codiciosos. Y no se crea que esta doctrina - se introdujera con algn designio torcido, ni que fuese una - novedad inaudita esa especie de mancomunidad entre la Iglesia - y los pobres; muy al contrario, esa mancomunidad se hallaba - de tal modo en el orden regular, y tena tanto fundamento - en las relaciones de aqulla con stos, que, as como vemos - que los bienes de los hospitales eran considerados como - eclesisticos, as, por un contraste notable, los bienes de la - Iglesia fueron llamados bienes de pobres. En tales trminos - se expresan sobre este punto los Santos Padres, y de tal - manera se haban filtrado en el lenguaje estas doctrinas, que, - tratndose posteriormente de resolver la cuestin cannica - sobre la propiedad de los bienes de la Iglesia, cuando unos - la atribuan directamente Dios, otros al Papa, otros al - clero, no faltaron algunos que sealaron como verdaderos - propietarios los pobres. Ciertamente que esta opinin no - era la ms conforme los principios de derecho; pero el slo - verla figurar en el campo de la polmica, da lugar graves - consideraciones. - - [9] Pg. 189.--He procurado, en cuanto ha cabido en mis - alcances, aclarar las ideas sobre la tolerancia, presentando - esta importante materia desde un punto de vista poco conocido; - para mayor ilustracin de la misma, dir dos palabras sobre - la intolerancia religiosa y la civil, cosas enteramente - distintas, por ms que Rousseau afirme resueltamente lo - contrario. La intolerancia religiosa, teolgica, consiste - en aquella conviccin que tienen todos los catlicos de que - la nica religin verdadera es la catlica. La intolerancia - civil consiste en no sufrir en la sociedad otras religiones, - distintas de la catlica. Bastan estas dos definiciones para - dejar convencido cualquiera que no carezca de sentido comn, - de que no non inseparables las dos clases de intolerancia: - siendo muy dable que hombres firmemente convencidos de la - verdad del Catolicismo, sufran los que, tienen diferente - religin, no profesan ninguna. La intolerancia religiosa es - un acto del entendimiento, inseparable de la fe, pues quien - cree firmemente que su religin es verdadera, necesariamente - ha de estar convencido de que ella es la nica que lo es, - pues que la verdad es una. La intolerancia civil es un acto - de la voluntad, que rechaza los hombres que no profesan - la misma religin; y tiene diferentes resultados, segn - la intolerancia est en el individuo en el gobierno. Al - contrario, la tolerancia religiosa es la creencia de que - todas las religiones son verdaderas, lo que, bien explicado, - significa que no hay ninguna que lo sea; pues que no es - posible que cosas contradictorias sean verdaderas al mismo - tiempo. La tolerancia civil es el consentir que vivan en paz - los hombres que tienen religin distinta; y, lo propio que la - intolerancia, produce tambin diferentes efectos, segn est - en el individuo en el gobierno. - - Esta distincin, que por su claridad y sencillez est al - alcance de las inteligencias ms comunes, fu, sin embargo, - desconocida por Rousseau, asegurando que era una vana ficcin, - una quimera irrealizable, y que las dos intolerancias - no podan separarse una de otra. Si Rousseau se hubiese - contentado con observar que, generalizada en un pas la - intolerancia religiosa, es decir, como arriba se ha explicado, - la firme conviccin de que una religin es verdadera, se - ha de manifestar, as en el trato particular como en la - legislacin, cierta tendencia no sufrir los que piensan - de otro modo, sobre todo cuando stos son en nmero muy - reducido, su observacin hubiera sido muy fecunda, y hubiera - coincidido con la opinin que llevo manifestada sobre este - punto, cuando me he propuesto sealar el curso natural que - siguen en esta materia las ideas y los hechos; pero Rousseau - no mira las cosas bajo este aspecto, sino que, dirigiendo - sus tiros al Catolicismo, afirma que las dos especies de - intolerancia son inseparables, porque es imposible vivir en - paz con gentes quienes se cree condenadas, y amarlas sera - aborrecer al Dios que las castiga. No es posible llevar ms - all la mala fe: en efecto, quin le ha dicho Rousseau que - los catlicos creen condenado nadie mientras vive, y que - amar un hombre extraviado sera aborrecer Dios? Poda - ignorar que, antes al contrario, es un precepto indispensable, - es un dogma, para todo catlico, el deber de amar todos los - hombres? Poda ignorar lo que saben hasta los nios por los - primeros rudimentos de la doctrina cristiana, que estamos - obligados amar al prjimo como nosotros mismos, y que por - la palabra prjimo se entienden todos los que han alcanzado - el cielo, pueden alcanzarle, de cuyo nmero no se excluye - nadie mientras vive? Dir Rousseau que al menos estamos en la - conviccin de que, si mueren en aquel mal estado, se condenan; - pero no advierte que lo mismo pensamos de los pecadores, - aunque su pecado no sea el de hereja; y, sin embargo, nadie - ha soado jams que los catlicos justos no puedan tolerar - los pecadores, y de que se consideren obligados odiarlos. No - se ha visto religin que ms inters manifieste para convertir - los malos; y tan lejos est la Iglesia catlica de ensear - que se deba aborrecerlos, que, antes bien, en los plpitos, - en los libros, en la conversacin se repiten mil veces las - palabras con que Dios nos manifiesta su voluntad de que los - pecadores no perezcan, que quiere su conversin y su vida, - que hay ms alegra en el cielo por uno de ellos que haga - penitencia, que por noventa y nueve justos que no necesitan - hacerla. - - Y no se crea que este hombre que as se expresaba contra - la intolerancia de los catlicos, fuese partidario de una - completa tolerancia; muy al contrario, en la sociedad, tal - como l la imaginaba, quera que no se tolerasen, no los que - no profesasen la religin verdadera, sino los que se apartasen - de aqulla que al poder civil le pluguiese determinar. - Mas, dejando aparte, dice, las consideraciones polticas, - vengamos al derecho, y fijemos los principios sobre este punto - importante. El derecho que el pacto social da al soberano - sobre los vasallos, no excede, como ya he dicho, los lmites - de la utilidad pblica. Los vasallos no deben dar cuenta al - soberano de sus opiniones, sino en cuanto ellas interesan - la comunidad. Al Estado le importa que cada ciudadano tenga - una religin que le haga amar sus deberes; pero los dogmas de - esa religin no interesan ni al Estado ni sus miembros, sino - en cuanto se refieren la moral y los deberes que el que - los profesa est obligado cumplir para con los otros. Por - lo dems, cada uno puede tener las opiniones que le acomoden, - sin que pertenezca al soberano entender sobre esto; porque, - como no tiene competencia en el otro mundo, sea cual fuere la - suerte de los vasallos en la otra vida, esto no es asunto del - soberano, con tal que en sta sean buenos ciudadanos. Hay, - pues, una profesin de fe, puramente civil, cuyos artculos - pertenece al soberano fijar; no precisamente como dogmas de - religin, sino como sentimientos de sociabilidad, sin los que - es imposible ser buen ciudadano y fiel vasallo. Sin poder - obligar nadie creerlos, puede desterrar del Estado al - que no los crea, no como impo, sino como insociable, como - incapaz de amar sinceramente las leyes y la justicia, y de - sacrificar en caso necesario la vida su deber. Si alguno, - despus de haber reconocido pblicamente estos dogmas, se - conduce como si no los creyera, sea castigado con pena de - muerte, porque ha cometido el mayor de los crmenes y mentido - delante de las leyes. (_Con. Soc._, L. 4, c. 8.) Tenemos, - pues, que en ltimo resultado viene parar la tolerancia - de Rousseau facultar al soberano para fijar los artculos - de fe, otorgndole el derecho de castigar con el destierro - y hasta con la muerte, los que, no se conformen con las - decisiones del nuevo papa, se aparten de ellas despus - de haberlas abrazado. Extraa como parece la doctrina de - Rousseau, no lo es tanto, sin embargo, que no entre en el - sistema general de todos los que no reconocen la supremaca - de un poder en materias religiosas. Rechazan esta supremaca - cuando se trata de atribuirla la Iglesia catlica, su - Jefe, y por una contradiccin la ms chocante la conceden - la potestad civil. Est curioso Rousseau cuando, al desterrar - matar al que se aparte de la religin formada por el - soberano, no quiere que estas penas se le apliquen como - impo, sino como insociable; Rousseau segua un impulso, en - l muy natural, de no querer que sonase en algo la impiedad, - en tratando de la aplicacin de castigos; pero al hombre que - sufriese el destierro pereciese en un cadalso, qu le - importaba el nombre dado su crimen! En el mismo captulo se - le escap Rousseau una expresin que revela de un golpe - dnde se enderezaba con tanto aparato de filosofa. El que - se atreva decir: _fuera de la Iglesia no hay salud_, debe - ser echado del Estado. Lo que en otros trminos significa - que la tolerancia debe ser para todo el mundo, excepto para - los catlicos. Se ha dicho que el _Contrato Social_ fu el - cdigo de la Revolucin francesa: y en verdad que sta no - ech en olvido lo que respecto de los catlicos le prescribe - el _tolerante_ legislador. Pocos son en la actualidad los que - se atreven declararse discpulos del filsofo de Ginebra, - bien que algunos de sus vergonzantes sectarios le prodiguen - todava desmesurados elogios; pero, confiados en el buen - sentido del linaje humano, debemos esperar que la posteridad - en masa confirmar la nota con que todos los hombres de bien - han sealado al sofista trastornador, y al imprudente autor de - las _Confesiones_. - - Comparado el Protestantismo con el Catolicismo, me he visto - precisado tratar de la intolerancia, porque ste es uno - de los cargos que con ms frecuencia se hacen la religin - catlica; pero en obsequio de la verdad debo advertir que - no todos los protestantes han predicado una tolerancia - universal, y que muchos de ellos han reconocido el derecho de - reprimir y castigar ciertos errores. Grocio, Puffendorf, y - otros que rayan muy alto entre los sabios de que se glora el - Protestantismo, han estado de acuerdo en este punto, siguiendo - el dictamen de toda la antigedad, que se conform siempre con - estos principios, as en la teora como en la prctica. Se - ha clamado contra la intolerancia de los catlicos, como si - ellos la hubiesen enseado al mundo, como si fuera un monstruo - horrendo, que en ninguna parte se criara, sino all donde - reina la Iglesia catlica. Cuando no otras razones, al menos - la buena fe exiga que se recordase que el principio de la - tolerancia universal no haba sido reconocido en ninguna parte - del mundo; y que, as en los libros de los filsofos, como en - los cdigos de los legisladores, se encontraba consignado, - con ms menos dureza, el principio de la intolerancia. - Ora se quisiese condenar este principio como falso, ora se - intentase restringirle, dejarle sin aplicacin, al menos no - se deba levantar una acusacin particular contra la Iglesia - catlica, por una doctrina y conducta en que se ha formado, al - ejemplo de la humanidad entera. As los pueblos cultos como - los brbaros fueron culpables, si culpa en esto hubiera, y - lejos de recaer exclusivamente la mancha sobre los gobiernos - dirigidos por el Catolicismo y sobre los escritores catlicos, - debiera caer sobre todos los gobiernos antiguos, inclusos - los de Grecia y de Roma; debiera caer sobre todos los sabios - de la antigedad, inclusos Platn, Cicern y Sneca; debiera - caer sobre los gobiernos y sabios modernos, inclusos los - protestantes. Teniendo esto presente, no hubieran parecido ni - tan errneas las doctrinas, ni tan negros los hechos; as se - hubiera visto que la intolerancia, tan antigua como el mundo, - no era una invencin de los catlicos y que sobre todo el - mundo deba recaer la responsabilidad que de ella resultase. - - De cierto, la tolerancia, que tan general se ha hecho ahora - por las causas que llevo indicadas, no se resentir de las - doctrinas ms menos severas, ms menos indulgentes, - que en esta materia se proclamen; pero, por lo mismo que - la intolerancia, tal como en otros tiempos se ejerciera, - ha pasado ser un mero hecho histrico, que seguramente - nadie recela ver reproducido, conviene sobremanera entrar - en detenido examen de esa clase de cuestiones, para que - desaparezca el borrn que sobre la Iglesia catlica han - pretendido echar sus adversarios. - - Viene aqu muy propsito el recuerdo de la profunda - sabidura contenida en la Encclica del Papa contra las - doctrinas de Lamennais. Pretenda dicho escritor que la - tolerancia universal, la libertad absoluta de cultos, es - el estado normal y legtimo de las sociedades, del cual es - imposible separarse, sin atentar los derechos del hombre y - del ciudadano. Impugnando Lamennais la citada Encclica, se - empe en presentarla como fundadora de nuevas doctrinas, como - un ataque dirigido contra la libertad de los pueblos. No, el - Papa no asent en la citada Encclica otras doctrinas que las - profesadas hasta aqu por la Iglesia; y aun podra decirse - que las profesadas por todo gobierno en punto tolerancia. - Ningn gobierno puede sostenerse, si se le niega el derecho - de reprimir las doctrinas peligrosas al orden social, ora se - cubran con el manto filosfico, ora se disfracen con el velo - de la religin. No se ataca tampoco por esto la libertad del - hombre; porque la nica libertad digna de este ttulo es - la libertad conforme razn. El Papa no ha dicho que los - gobiernos no pudiesen tolerar en ciertos casos diferentes - religiones; pero no ha permitido que se asentase como - principio que la tolerancia absoluta fuese una obligacin de - todos los gobiernos. Esta ltima proposicin es contraria - las sanas doctrinas religiosas, la razn, la prctica de - todos los gobiernos en todos tiempos y pases, al buen sentido - de la humanidad. Nada han podido en contra todo el talento - y la elocuencia del malogrado escritor; y el Papa alcanz - un asentimiento ms solemne de todos los hombres sensatos - de cualesquiera creencias, desde que el genio obscureci - su frente con la obstinacin, desde que su mano empu - decididamente el arma innoble del sofisma. Malogrado genio - que conserva apenas una sombra de s mismo, que ha desplegado - las hermosas alas con que surcaba el azul de los cielos, y - revolotea cual ave siniestra sobre las aguas impuras de un - lago solitario. - - [10] Pg. 222.--Al hablar de la Inquisicin de Espaa, no me - he propuesto defender todos sus actos, ni bajo el aspecto - de la justicia, ni tampoco de la conveniencia pblica. No - desconociendo las circunstancias excepcionales en que se - encontr, juzgo que hubiera procedido harto mejor, si, - imitando el ejemplo de la Inquisicin de Roma, hubiese - ahorrado el derramamiento de sangre, en cuanto le hubiese - sido posible. Poda muy bien velar por la conservacin de la - fe, poda prevenir los males que la religin amenazaban - de parte de moros y judos, poda preservar la Espaa del - Protestantismo, sin desplegar ese excesivo rigor, que le - mereci graves reprensiones y amonestaciones de parte de los - Sumos Pontfices, que provoc reclamaciones de los pueblos, - que acarre tantas apelaciones Roma de los encausados y - condenados, y que suministr pretexto los adversarios del - Catolicismo para acusar de sanguinaria una religin que tiene - horror la efusin de sangre. Lo repito, no es responsable la - religin catlica de ninguno de los excesos que en su nombre - se hayan podido cometer, y, cuando se habla de la Inquisicin, - no se deben fijar principalmente los ojos en la de Espaa, - sino en la de Roma. All donde reside el Sumo Pontfice, donde - se sabe cumplidamente cmo debe entenderse el principio de la - intolerancia, y cul es el uso que de l debe hacerse, all - la Inquisicin ha sido en extremo benigna, indulgente; all - es el punto donde menos ha sufrido la humanidad por motivo de - religin: y esto sin exceptuar ningn pas, tanto aquellos - donde ha existido la Inquisicin, como los que carecieron de - ella; tanto donde predomin la religin catlica, como donde - prevaleci la protestante. Este hecho es indudable; y para - todo hombre de buena fe debe ser bastante para indicarle cul - es en esta materia el espritu del Catolicismo. - - Hago estas reflexiones en prueba de mi imparcialidad, y de que - no desconozco los males, ni dejo de confesarlos, dondequiera - que los vea. Esto no embargante, deseo que no se olviden los - hechos y observaciones que en el texto he aducido, as sobre - la Inquisicin en s misma, en las diferentes pocas de su - duracin, como sobre la poltica de los reyes que la fundaron - y sostuvieron. Por lo mismo, copiar aqu algunos documentos - que pueden arrojar mucha luz sobre tan importante materia. - He aqu en primer lugar el prembulo de la Pragmtica de D. - Fernando y D. Isabel para la expulsin de los judos, donde - se explanan en pocas palabras los agravios que de ella reciba - la religin, y los peligros que por este motivo amenazaban al - Estado. - - Libro octavo. Ttulo segundo. Lei II de la Nueva Recopilacin. - D. Fernando i D. Isabel en Granada ao 1492 30 de Marzo. - Pragmtica. - - Porque Nos fuimos informados que en estos nuestros Reinos - avia algunos malos Christianos, que judaizaban, y apostataban - de nuestra Santa F Cathlica, de lo qual era mucha causa - la comunicacin de los Judos con los Christianos, en las - Cortes que hicimos en la ciudad de Toledo el ao pasado - de mil quatrocientos i ochenta aos, mandamos apartar los - dichos Judos en todas las Ciudades y Villas, i Lugares de - los nuestros Reinos, i Seoros, en las Juderas, i lugares - apartados en donde viviesen i morasen, esperando que con - su apartamiento se remediaran otro s avemos procurado, - i dado rden como se hiciese inquisicin en los dichos - nuestros Reinos, la qual, como sabeis, ha mas de doce aos - que se ha hecho, i hace, i por ello se han hallado muchos - culpantes, segn es notorio: i segn somos informados de - los Inquisidores, y de otras muchas personas Religiosas, i - Eclesisticas, i Seglares, consta; i paresce el gran dao que - los Christianos se ha seguido, i sigue, de la participacin, - conversacion, i comunicacion que han tenido, i tienen con - los Judos, los quales se prueba que procuran siempre por - quantas vias mas pueden de subvertir, i substraer de nuestra - Santa F Cathlica los Fieles Christianos, i los apartar - della, i atraer i pervertir su daada creencia i opinin, - instruyndoles en las ceremonias, i observancia de su lei, - haciendo ayuntamientos donde les lean, i enseen lo que han - de creer, i guardar segun su lei, procurando de circuncidar - ellos, i sus hijos, dndoles libros por donde rezasen - sus oraciones, i declarndoles los ayunos que han de ayunar, - i juntndose con ellos leer, i ensendoles las Historias - de su lei, notificndoles las Pasquas antes que vengan, y - avisndoles lo que en ellas han de guardar, y hacer, dndoles, - y llevndoles de su casa el pan cenceo, y carnes muertas con - ceremonias, instruyndoles de las cosas que se han de apartar, - assi en los comeres como en las otras cosas, por observancia - de su lei, i persuadindoles en quanto pueden que tengan, i - guarden la lei de Moyss, hacindoles entender que no hai otra - lei, i ni verdad salvo aquella; lo qual consta por muchos - dichos, i confesiones, assi de los mismos Judos, como de - los que fueron pervertidos, i engaados por ellos, lo qual ha - redundado en gran dao, i detrimento, i oprobio de nuestra - Santa F Cathlica: i como quiera que de mucha parte destos - fuimos informados antes de agora, i conoscimos que el remedio - verdadero de todos estos daos, e inconvenientes, est en - apartar del todo la comunicacion de los dichos Judos con los - Christianos, i echarlos de todos nuestros Reinos, quismosnos - contentar con mandarlos salir de todas las Ciudades, i Villas, - i Lugares de Andaluca, donde parescia que avia hecho mayor - dao, creyendo que aquello bastaria para que los de las - otras Ciudades, i Villas, i Lugares de los nuestros Reinos, - i Seoros, cessassen de hacer, y cometer lo susodicho, i - porque somos informados que aquello, ni las justicias que se - han hecho en algunos de los dichos Judos, que se han hallado - muy culpantes en los dichos crmenes, i delitos contra nuestra - Santa F Cathlica, no basta para entero remedio: para obviar - i remediar como cesse tan gran oprobio, i ofensa de la F, i - Religion Christiana, i porque cada dia se halla, i paresce - que los dichos Judos creen en continuar su malo, i daado - propsito donde viven, i conversan, i porque no aya lugar - de mas ofender nuestra Santa Fe Cathlica, assi en los que - hasta aqui Dios ha querido guardar, como en los que cayeron, i - se enmendaron, i reduxeron la Santa Madre Iglesia, lo qual, - segun la flaqueza de nuestra humanidad, i sujescion diablica, - que continuo nos guerrea, ligeramente podria acaescer, si la - principal causa desto no se quita, que es echar los dichos - Judos de nuestros Reinos; i porque quando algun grave, i - detestable crimen es cometido por algunos de algun Colegio, i - Universidad, es razon que el tal Colegio, i Universidad sea - disuelto, y aniquilado, i los menores por los mayores, i los - unos por los otros sean punidos; i aquellos que pervierten el - bien, i honesto vivir de las Ciudades, i Villas por contagio, - que pueda daarse los otros, sean expelidos de los pueblos, - i aun por otras mas leves causas que sean en dao de la - Repblica, quanto mas por el mayor de los crmenes, i mas - peligroso, i contagioso, como lo es este: Por ende Nos, con - consejo, i parecer de algunos Prelados. - - No se trata aqu de examinar si en estas inculpaciones hechas - los judos pudo haber no alguna parte de exageracin: - bien que, segn todas las apariencias, deba de haber en esto - un gran fondo de verdad, atendida la situacin en que se - encontraban los dos pueblos rivales. Y ntese que, si bien - en el prembulo de la Pragmtica se abstienen los monarcas - de achacar los judos cien y cien otros cargos que les - haca la generalidad del pueblo, no dejaba por esto de andar - muy vlida la fama de ellos, y que, por consiguiente, deba - influir sobremanera en agravar la situacin de los judos, y - en inclinar el nimo de los reyes tratarlos con dureza. - - Por lo que toca la desconfianza con que deban de ser - mirados los moros y sus descendientes, ms de los hechos ya - indicados, pueden todava presentarse otros que manifiestan - la disposicin de los nimos que haca mirar esos hombres - como si estuvieran en conspiracin permanente contra los - cristianos viejos. Cerca de un siglo haba transcurrido desde - la conquista de Granada, y vemos que todava se abrigaban - recelos de que aquel reino era el centro de las asechanzas - dirigidas por los moros contra los cristianos, saliendo de - all los avisos, y los auxilios necesarios para que en las - costas pudiesen cometerse contra personas indefensas toda - clase de tropelas. Vase lo que deca Felipe II, en 1567. - - Libro octavo. Ttulo segundo, de la Nueva Recopilacin. - - Lei XX. Que pone graves penas los naturales del Reino de - Granada, que encubrieren, acogieren favorecieren Turcos, - Moros, Judos, les dieren avisos, se escribieren con - ellos. - - D. Phelipe II, en Madrid 10 de Diciembre de 1567 aos. - - Porque avemos sido informados que no embargante lo que para - defensa, i seguridad de los mares, i costas de nuestros Reinos - tenemos proveido ansi en mar, como en tierra, especialmente en - el Reino de Granada, los Turcos, Moros, Corsarios, i allende - han hecho, i hacen en el dicho Reino en los puertos, i costas, - y lugares martimos, i cercanos ellos, los robos, males, - i daos, i captiverios de Christianos que son notorios, lo - cual diz que han podido, i pueden hacer con facilidad, i - seguridad, mediante el trato, inteligencia que han tenido - i tienen con algunos naturales de la tierra, los quales los - avisan, i guian, acogen i encubren, i les dan favor, i ayuda, - passndose algunos dellos allende con los dichos Moros, i - Turcos, i llevando consigo sus mugeres, hijos, i ropa, i los - Christianos, i ropa dellos que pueden aver, i que otros de - los dichos naturales, que han sido partcipes, i sabidores, - se quedan en la tierra, i no han sido, ni son castigados, ni - parece que esto est proveido con el rigor, i tan entera, i - particularmente como convendria, i ai mucha dificultad en la - averiguacion, informacion, i aun descuido, i negligencia en - las Justicias, i Jueces que lo avian de inquirir, i castigar; - i avindose sobre esto tratado i platicado en el nuestro - Consejo, para que se proveyese en ello, como en cosa que - tanto importa al servicio de Dios nuestro Seor, i nuestro, i - bien pblico; y con Nos consultado, fu acordado que deviamos - mandar dar esta nuestra Carta... etc., etc. - - Pasaban los aos y la ojeriza entre los dos pueblos continuaba - todava; y pesar de los muchos quebrantos sufridos por la - raza mahometana, no se daban por satisfechos los cristianos. - Es muy probable que un pueblo que haba sufrido, y estaba - sufriendo, tantas humillaciones, probara vengarse; y as - no se hace tan difcil el creer la verdadera existencia de - las conspiraciones que se les achacaban. Como quiera, la fama - de ellas era general, y el gobierno se hallaba seriamente - alarmado con este motivo. Lase, en comprobacin, lo que - deca Felipe III en 1609, en la ley para la expulsin de los - moriscos. - - Libro octavo. Ttulo segundo, de la Nueva Recopilacin. - - Lei XXV. Por la qual fueron echados los Moriscos del Reino; - las causas que para ello hubo, y medio que se tubo en su - execucion. - - D. Phelipe III, en Madrid 9 de Diciembre de 1609. - - Avindose procurado por largo discurso de tiempo la - conservacion de los Moriscos en estos Reinos, i executdose - diversos castigos por el Santo Oficio de la Santa Inquisicion, - i conceddose muchos Edictos de gracia, no omitiendo medio, ni - diligencia para instruirlos en nuestra Santa F, sin averse - podido conseguir el fruto que se deseaba, pues ninguno se ha - convertido, antes ha crecido su obstinacion; i aun el peligro - que amenazaba nuestros Reinos, de conservarlos en ellos, se - Nos present por personas mui doctas, i mui temerosas de Dios, - lo que convenia poner breve remedio; i que la dilacion podria - gravar nuestra Real conciencia, por hallarse mui ofendido - nuestro Seor de esta gente, asegurndonos que podramos sin - ningn escrpulo castigarlos en las vidas, i en las haciendas, - porque la continuacion de sus delitos, los tenia convencidos - de hereges, i apstatas, i proditores de lesa Magestad - Divina i humana: i aunque por esto pudiera proceder contra - ellos con el rigor, que sus culpas merecen, todava deseando - reducirlos por medios suaves y blandos, mand hacer en la - ciudad, i Reino de Valencia una Junta del Patriarca, i otros - prelados, i personas doctas para que viessen lo que se podria - encaminar, i disponer, i avindose entendido que al mismo - tiempo que se estaba tratando de su remedio, los de aquel - Reino, i los de estos passaban adelante con su daado intento, - i sabindose por avisos ciertos, i verdaderos que han enviado - Constantinopla tratar con el Turco, ir Marruecos con - el Rei Buley Fidon, que embiassen estos Reinos las mayores - fuerzas, que pudiesen en su ayuda, i socorro, asegurndoles - que hallarian en ellos ciento i cinquenta mil hombres, tan - Moros como los de Berberia, que los assistirian con las vidas, - i haciendas, persuadiendo la facilidad de la empresa; aviendo - tambin intentado la misma pltica con Hereges, i otros - Prncipes enemigos nuestros; i atendiendo todo lo susodicho, - i cumpliendo con la obligacion que tenemos de conservar, i - mantener en nuestros Reinos la Santa F Cathlica Romana, i la - seguridad, paz i reposo de ellos en el parecer, i consejo de - varones doctos, i de otras personas mui zelosas del servicio - de Dios, i mio: mandamos que todos los Moriscos habitantes en - estos Reinos, assi hombres, como mugeres, i nios de cualquier - condicion, etc. - - He dicho que los Papas procuraron ya desde un principio - suavizar los rigores de la Inquisicin de Espaa, ora - amonestando los reyes y los inquisidores, ora admitiendo - las apelaciones de los encausados y condenados. He aadido - tambin que la poltica de los reyes, quienes teman que las - innovaciones religiosas acarreasen perturbacin pblica, - haba embarazado los Papas para que no pudiesen llevar - tan all como hubieran deseado, sus medidas de benignidad - indulgencia; en apoyo de esta asercin escoger entre otros - documentos uno que manifiesta la irritacin de los reyes de - Espaa por el amparo que en Roma encontraban los encausados - por la Inquisicin. - - Lib. 8. Tit. 3. Ley 2, de la Nueva Recopilacin. - - Que los condenados por la Inquisicin, que estn ausentados - de estos Reinos, no vuelvan ellos, so pena de muerte, y - perdimiento de bienes. - - D. Fernando i D. Isabel en Zaragoza 2 de Agosto ao 1498. - Pragmtica. - - Porque algunas personas condenadas por Hereges por los - inquisidores se ausentan de nuestros Reinos, i se van otras - partes, donde con falsas relaciones, i formas indevidas - han impetrado subrepticiamente exenciones, i absoluciones, - comissiones, i seguridades, i otros privilegios, fin de se - eximir de las tales condiciones, i penas en que incurrieron, - i se quedar con sus errores, i con esto tientan de bolver - estos nuestros Reinos; por ende, queriendo extirpar tan - grande mal, mandamos que no sean osadas las tales personas - condenadas de bolver, ni buelvan, ni tornen nuestros Reinos, - i seoros, por ninguna va, manera, causa, ni razn que - sea, so pena de muerte y perdimiento de bienes: en la qual - pena queremos, i mandamos que por ese mismo hecho incurran; - i que la tercia parte de los dichos bienes sea para la - persona que lo acusare, i la tercia parte para la Justicia, - i la otra tercia para la nuestra Cmara; i mandamos las - dichas Justicias, i cada una, i cualquier dellas en sus - Lugares, i jurisdicciones, que cada i quando supiesen que - algunas de las personas susodichas estuvieren en algn Lugar - de su jurisdiccion, sin esperar otro requerimiento; vayan - donde la tal persona estuviese, i le prendan el cuerpo, i - luego sin dilacion executen i hagan executar en su persona, - i bienes las dichas penas por Nos puestas, segun que dicho - es; no embargante qualesquier exenciones, reconciliaciones, - seguridades, i otros privilegios que tengan, los quales en - este caso, quanto las penas susodichas, no les pueden - sufragar; i esto mandamos que hagan, i cumplan assi, so pena - de perdimiento, i confiscacion de todos sus bienes; en la - qual pena incurran qualesquier otras personas, que las - tales personas encubrieren, receptaren, supieren donde - estn, i no lo notificaren las dichas nuestras Justicias: - i mandamos qualesquier Grandes, i Concejos, i otras - personas de nuestros Reinos que den favor i ayuda nuestras - Justicias, cada i quando que se la pidieren, i menester fuere, - para cumplir i executar lo susodicho, so las penas, que las - Justicias sobre ellos les pusieren. - - Concese por el documento que se acaba de copiar que ya en - 1498 haban llegado las cosas tal punto, que los reyes se - proponan sostener todo trance el rigor de la Inquisicin; y - que se daban por ofendidos de que los Papas se entrometiesen - en suavizarle. Esto indica de dnde proceda la dureza con - que eran tratados los culpables, y revela, adems, una de las - causas por que la Inquisicin de Espaa us algunas veces de - sus facultades con excesiva severidad. Bien que no era un - mero instrumento de la poltica de los reyes, como han dicho - algunos, senta ms menos la influencia de ella; y sabido es - que la poltica, cuando se trata de abatir un adversario, - no suele mostrarse demasiado compasiva. Si la Inquisicin de - Espaa se hubiese hallado entonces bajo la exclusiva autoridad - y direccin de los Papas, mucho ms templada y benigna hubiera - sido en su conducta. - - A la sazn el empeo de los reyes de Espaa era que los - juicios de la Inquisicin fuesen definitivos, y sin apelacin - Roma; as lo haba pedido expresamente al Papa la reina - Isabel, y esto no saban avenirse los Sumos Pontfices, - previendo sin duda el abuso que podra hacerse de arma tan - terrible, el da que le faltase el freno de un poder moderador. - - Por los hechos que se acaban de apuntar queda en claro con - cunta verdad he dicho que, si se excusaba la conducta de - Fernando Isabel por lo tocante la Inquisicin, no se poda - acriminar la de Felipe II, porque ms severos, ms duros, se - mostraron los Reyes Catlicos que no este monarca. Ya llevo - indicado el motivo por que se ha condenado tan despiadadamente - la conducta de Felipe II; pero es necesario demostrar tambin - por que se ha ostentado cierto empeo en excusar la de - Fernando Isabel. - - Cuando se quiere falsear un hecho histrico, calumniando una - persona una institucin, es menester comenzar afectando - imparcialidad y buena fe; para lo cual sirve en gran manera - el manifestarnos indulgentes con lo mismo que nos proponemos - condenar; pero hacindolo de manera que esta indulgencia - resalte como una concesin hecha gratuitamente nuestros - adversarios, como un sacrificio que de nuestras opiniones - y sentimientos hacemos, en las aras de la razn y de la - justicia, que son nuestra gua y nuestro dolo. En tal caso - predisponemos al lector oyente que mire la condenacin - que nos proponemos pronunciar como un fallo dictado por la - ms estricta justicia, y en que ninguna parte ha cabido - ni la pasin, ni al espritu de parcialidad, ni miras - torcidas. Cmo dudar de la buena fe, del amor la verdad, - de la imparcialidad de un hombre, que empieza excusando lo - que, segn todas las apariencias, atendidas sus opiniones, - debiera anatematizar? He aqu la situacin de los hombres de - quienes estamos hablando; proponanse atacar la Inquisicin, - y cabalmente encontraban que la protectora de este tribunal, - y en cierto modo la fundadora, haba sido la reina Isabel, - nombre esclarecido que los espaoles han pronunciado siempre - con respeto, reina inmortal que es uno de los ms bellos - ornamentos de nuestra historia. Qu hacer en semejante - apuro? El medio era expedito: nada importaba que los judos - y los herejes hubiesen sido tratados con el mayor rigor en - tiempo de los Reyes Catlicos, nada obstaba que esos monarcas - hubiesen llevado ms all su severidad que los dems que les - sucedieron; era necesario cerrar los ojos sobre estos hechos, - y excusar la conducta de aqullos, haciendo notar los graves - motivos que los impulsaron emplear el rigor de la justicia. - As se orillaba la dificultad de echar un borrn sobre la - memoria de una gran reina, querida y respetada de todos los - espaoles, y se dejaba ms expedito el camino para acriminar - sin misericordia Felipe II. Este monarca tena contra s - el grito unnime de todos los protestantes, por la sencilla - razn de que haba sido su ms poderoso adversario; y as no - era difcil lograr que sobre l recayese todo el peso de la - execracin. Esto descifra el enigma, esto explica la razn de - tan injusta parcialidad, esto revela la hipocresa de opinin, - que, excusando los Reyes Catlicos, condena sin apelacin - Felipe II. - - Sin vindicar en un todo la poltica de este monarca, llevo - presentadas algunas consideraciones, que pueden servir - templar algn tanto los recios ataques que le han dirigido - sus adversarios; slo me falta copiar aqu los documentos - que he aludido, para probar que la Inquisicin no era un mero - instrumento de la poltica de este prncipe, y que l no se - propuso establecer en Espaa un sistema de obscurantismo. - - Don Antonio Prez en sus _Relaciones_, en las notas una - carta del confesor del rey, fray Diego de Chaves, en la - que ste afirma que el prncipe seglar tiene poder sobre - la vida de sus sbditos y vasallos, dice: No me meter en - decir lo mucho que he odo sobre la calificacin de algunas - proposiciones de estas que no es de mi profesin. Los de ella - se lo entendern luego, en oyendo el sonido; solo dir que, - estando yo en Madrid, sali condenada por la Inquisicin - una proposicin que uno, no importa decir quin, afirm en - un sermn en San Hiernimo de Madrid en presencia del rey - catlico; es saber: _Que los reyes tenan poder absoluto - sobre las personas de sus vasallos y sobre sus bienes_. - Fu condenado, dems de otras particulares penas, en que - se retratase pblicamente en el mismo lugar con todas las - ceremonias de auto jurdico. Hzolo as en el mismo plpito; - diciendo que l haba dicho la tal proposicin en aquel da. - Que l se retrataba de ella, como de proposicin errnea. - _Porque, seores_ (as dijo recitando por un papel), _los - reyes no tienen ms poder sobre sus vasallos, del que les - permite el derecho divino y humano, y no por su libre y - absoluta voluntad_. Y aun s el que calific la proposicin, - y orden las mismas palabras que haba de referir el reo, - con mucho gusto del calificante, porque se arrancaba yerba - tan venenosa, que senta que iba cresciendo. Bien se ha ido - viendo. El maestro Fray Hernando del Castillo (ste nombrar) - fu el que orden lo que recit el reo, que era consultor del - Santo Oficio, predicador del rey, singular varn en doctrina - y elocuencia, conocido y estimado mucho de su nacin y de - la italiana en particular. De ste deca el doctor Velasco, - grave persona de su tiempo, que no haba vihuela en manos de - Fabricio Dentici tan suave como la lengua del maestro fray - Hernndez del Castillo en los odos. - - Y pg. 47 en texto. Yo s que las calificaron por muy - escandalosas personas gravsimas en dignidad, en letras, en - limpieza de pecho cristiano, entre ellas persona que en Espaa - tena lugar supremo en lo espiritual, y que haba tenido - oficio antes en el juicio supremo de la Inquisicin. Despus - dice que esta persona era el Nuncio de Su Santidad. - - - (Relaciones de Antonio Prez.) Pars 1624. - - El notable pasaje de la citada carta de Felipe II al doctor - don Benito Arias Montano, dice as: - - Lo que vos el Dr. etc. mi capellan, aveis de hacer en Ambares - adonde os enviamos. - - Fecha de Madrid 25 de Marzo de 1568. - - Dems de hacer al dicho Plantino esta comodidad y buena obra, - es bien que lleveis entendido que desde ahora tengo aplicados - los seis mil escudos que se le prestan para que como se vayan - cobrando dl, se vayan empleando en libros para el Monasterio - de San Lorenzo el Real de la orden de San Gernimo, que yo - hago edificar cerca del Escorial, como sabeis. Y as habis de - ir advertido de este mi fin intencin, para que conforme - ella hagais diligencia de recoger todos los libros exquisitos, - as impresos como de mano, que vos (como quien tan bien lo - entiende) viredes que sern convenientes para los traer y - poner en la librera de dicho Monasterio: porque esta es una - de las ms principales riquezas que yo querria dejar los - religiosos que en l hubieren de residir, como la ms til y - necesaria. Y por eso he mandado tambin D. Francs de Alaba, - mi embajador en Francia, que procure de haber los mejores - libros que pudiere en aquel reyno y vos habis de tener - inteligencia con l sobre esto que yo le mandar escribir que - haga lo mismo con vos; y que antes de comprarlos os envie la - lista de los que se hallaren, y de los precios de ellos para - que vos le advirtais de los que habr de tomar y dejar, y lo - que podr dar por cada uno de ellos, y que os vaya enviando - Amberes los que as fuere comprando, para que vos los - reconozcais, y envieis ac todos juntos su tiempo. - - En el reinado de Felipe II, de ese Monarca que se nos pinta - como uno de los principales autores del obscurantismo, se - buscaban en los reinos extranjeros los libros exquisitos, - as impresos como de mano, para traerlos las libreras - espaolas; en nuestro siglo, que apellidamos de ilustracin, - se han despojado las libreras espaolas, y sus preciosidades - han ido parar las extranjeras. Quin ignora el acopio que - de nuestros libros y manuscritos se ha hecho en Inglaterra? - Consltense los Indices del Museo de Londres y de otras - bibliotecas particulares: el que escribe estas lneas habla - de lo que ha visto con sus propios ojos, y de que ha odo - lamentar personas respetables. Cuando tan negligentes - nos mostramos en conservar nuestros tesoros, no seamos tan - injustos y tan pueriles, que nos entretengamos en declamar - vanamente contra aquellos mismos que nos los legaron. - - - FIN DE LAS NOTAS - - - - - NDICE DE LOS CAPTULOS Y MATERIAS - DEL - TOMO SEGUNDO - - - PG. - - Captulo XX. Cuadro de la civilizacin moderna. Bosquejo - de las civilizaciones no cristianas. Tres elementos de la - civilizacin: individuo, familia, sociedad. La perfeccin de - estos tres elementos dimana de las doctrinas. 4 - - Cap. XXI. Distincin entre el individuo y el ciudadano. - Individualismo de los brbaros, segn M. Guizot. Si este - individualismo perteneci exclusivamente los brbaros. - Naturaleza y origen de este sentimiento. Sus modificaciones. - Cuadro de la vida de los brbaros. Verdadero carcter de su - individualismo. Confesin de M. Guizot. Este sentimiento le - tenan en algn modo todos los pueblos antiguos. 7 - - Cap. XXII. El respeto al hombre, en cuanto hombre, - desconocido de los antiguos. Analoga de esta particularidad - de los antiguos, con un fenmeno de las revoluciones - modernas. Tirana del poder pblico sobre los intereses - privados. Explicacin de un doble fenmeno que se nos - presenta en las sociedades antiguas y en las modernas - no cristianas. Opinin de Aristteles. Carcter de la - democracia moderna. 25 - - Cap. XXIII. En la primitiva Iglesia tenan los fieles el - sentimiento de la verdadera independencia. Error de M. - Guizot sobre este punto. Dignidad de la conciencia sostenida - por la sociedad cristiana. Sentimiento del deber. Sublimes - palabras de San Cipriano. Desarrollo de la vida interior. - Defensa del libre albedro por la Iglesia catlica. - Importancia de este dogma para realzar la dignidad del - hombre. 36 - - Cap. XXIV. Ennoblecimiento de la mujer, debido - exclusivamente al Catolicismo. Medios empleados por la - Iglesia para realizarla. Doctrina cristiana sobre la - dignidad de la mujer. Monogamia. Diferente conducta - del Catolicismo y del Protestantismo sobre este punto. - Firmeza de Roma con respecto al matrimonio. Sus efectos. - Indisolubilidad del matrimonio. Del divorcio entre los - protestantes. Efectos del dogma catlico, que mira el - matrimonio como verdadero sacramento. 45 - - Cap. XXV. Pretendido rigor del Catolicismo con respecto - los esposos desgraciados. Dos sistemas para dirigir las - pasiones. Sistema protestante. Sistema catlico. Ejemplos. - Pasin del juego. Explosin de las pasiones en tiempos - turbulentos. La causa. El amor. Carcter de esta pasin. El - matrimonio por s solo no es un freno suficiente. Lo que - debe ser el matrimonio para que sirva de freno. _Unidad y - fijeza_ de las doctrinas y conducta del Catolicismo. Hechos - histricos. Alejandro, Csar, Napolen. 53 - - Cap. XXVI. La virginidad. Doctrinas y conducta del - Catolicismo en este punto. Id. del Protestantismo. Id. de la - filosofa incrdula. Origen del principio fundamental de la - economa poltica inglesa. Consideraciones sobre el carcter - de la mujer. Relaciones de la doctrina sobre la virginidad - con el realce de la mujer. 67 - - Cap. XXVII. Examen de la influencia del feudalismo en - realzar la mujer europea. Opinin de M. Guizot. Origen de su - error. El amor del caballero. Espritu de la caballera. El - respeto de los germanos por las mujeres. Anlisis del famoso - pasaje de Tcito. Consideraciones sobre este historiador. - Csar, su testimonio sobre los brbaros. Dificultad de - conocer bien el estado de la familia y de la sociedad entre - los brbaros. El respeto de que disfruta la mujer europea - es debido al Catolicismo. Distincin del Cristianismo y - Catolicismo; por qu se hace necesaria. 75 - - Cap. XXVIII. La conciencia pblica. Su verdadera idea. - Causas que la forman. Comparacin de la conciencia pblica - de las sociedades modernas con la de las antiguas. - La conciencia pblica es debida la influencia del - Catolicismo. Medios de que ste se sirvi para formarla. 91 - - Cap. XXIX. Examen de la teora de Montesquieu sobre los - principios en que se fundan las varias formas de gobierno. - Los antiguos censores. Por qu no los han tenido las - sociedades modernas. Causas que en este punto extraviaron - Montesquieu. Su equivocacin sobre el honor. Este honor bien - analizado es el respeto la conciencia pblica. Ilustracin - de la materia con hechos histricos. 98 - - Cap. XXX. Dos maneras de considerar el Cristianismo, como - una doctrina y como institucin. Necesidad que tiene toda - idea de realizarse en una institucin. Vicio radical del - Protestantismo bajo este aspecto. La predicacin. El - sacramento de la Penitencia. Influencia de la confesin - auricular en conservar y acendrar la moralidad. Observacin - sobre los moralistas catlicos. Fuerza de las ideas. - Fenmenos que ofrecen. Necesidad de las instituciones, no - slo para ensear, sino tambin para aplicar las doctrinas. - Influencia de la prensa. Intuicin, discurso. 109 - - Cap. XXXI. Suavidad de costumbres, en qu consiste. - Diferencia entre costumbres suaves y costumbres muelles. - Influencia de la Iglesia catlica en suavizar las - costumbres. Comparacin entre las sociedades paganas y las - cristianas. Esclavitud. Potestad patria. Juegos pblicos. - Una reflexin sobre los _Toros_ de Espaa. 123 - - Cap. XXXII. Elementos que se combinaron para perpetuar la - dureza de costumbres en las sociedades modernas. Conducta - de la Iglesia sobre este punto. Cnones y hechos notables. - San Ambrosio y el emperador Teodosio. La tregua de Dios. - Disposiciones muy notables de la autoridad eclesistica - sobre este punto. 130 - - Cap. XXXIII. Beneficencia pblica. Diferencia del - Protestantismo y del Catolicismo con respecto ella. - Paradoje de Montesquieu. Cnones notables sobre este punto. - Daos acarreados en esta parte por el Protestantismo. Lo que - vale la filantropa. 148 - - Cap. XXXIV. Intolerancia. Mala fe que ha presidido esta - cuestin. Definicin de la tolerancia. Tolerancia de - opiniones, de errores. Tolerancia del individuo. Tolerancia - en los hombres religiosos y en los incrdulos. De dnde - nace en unos y otros. Dos clases de hombres religiosos y de - incrdulos. Tolerancia en la sociedad; de dnde nace. Origen - de la tolerancia que reina en las sociedades actuales. 161 - - Cap. XXXV. La intolerancia es un hecho general en la - historia. Dilogo con los partidarios de la tolerancia - universal. Consideraciones sobre la existencia y el - origen del derecho de castigar doctrinas. Resolucin de - esta cuestin. Funesta influencia del Protestantismo y - de la incredulidad en esta materia. Justificacin de la - importancia dada por el Catolicismo al pecado de hereja. - Inconsecuencia de los volterianos vergonzantes. Otra - observacin sobre el derecho de castigar doctrinas. Resumen. 174 - - Cap. XXXVI. La Inquisicin. Instituciones y legislaciones de - intolerancia. Causas del rigor desplegado en los primeros - siglos de la Inquisicin. Tres pocas de la Inquisicin de - Espaa: contra los judos y moros, contra los protestantes, - y contra los incrdulos. Judos; causas del odio con que - eran mirados. Rigores de la Inquisicin; sus causas. - Conducta de los Papas en este negocio. Lenidad de la - Inquisicin de Roma. Principios intolerantes de Lutero con - respecto a los judos. Moros y moriscos. 189 - - Cap. XXXVII. Nueva Inquisicin atribuda Felipe II. El P. - Lacordaire. Parcialidad contra Felipe II. Una observacin - sobre la obra titulada _La Inquisicin sin mscara_. Rpida - ojeada sobre aquella poca. Causa de Carranza; observaciones - sobre la misma, y sobre las calidades personales del ilustre - reo. Origen de la parcialidad contra Felipe II. Reflexiones - sobre la poltica de este monarca. Curiosa ancdota de un - predicador obligado retractarse. Reflexiones sobre la - influencia del espritu del siglo. 204 - - - - - NDICE DE LAS NOTAS - - - PG. - - (1) 223 - - (2) 227 - - (3) 229 - - (4) 231 - - (5) 231 - - (6) 233 - - (7) 234 - - (8) 238 - - (9) 240 - - (10) 245 - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of El Protestantismo comparado con el -Catolicismo en sus relaciones con la Civilizacin Europea (Vols 1-2), by Jaime Luciano Balmes - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL PROTESTANTISMO COMPARADO *** - -***** This file should be named 59797-8.txt or 59797-8.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/5/9/7/9/59797/ - -Produced by Carlos Colon, Josep Cols Canals and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions will -be renamed. - -Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright -law means that no one owns a United States copyright in these works, -so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United -States without permission and without paying copyright -royalties. 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If you are not located in the - United States, you'll have to check the laws of the country where you - are located before using this ebook. - -1.E.2. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is -derived from texts not protected by U.S. copyright law (does not -contain a notice indicating that it is posted with permission of the -copyright holder), the work can be copied and distributed to anyone in -the United States without paying any fees or charges. If you are -redistributing or providing access to a work with the phrase "Project -Gutenberg" associated with or appearing on the work, you must comply -either with the requirements of paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 or -obtain permission for the use of the work and the Project Gutenberg-tm -trademark as set forth in paragraphs 1.E.8 or 1.E.9. - -1.E.3. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is posted -with the permission of the copyright holder, your use and distribution -must comply with both paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 and any -additional terms imposed by the copyright holder. Additional terms -will be linked to the Project Gutenberg-tm License for all works -posted with the permission of the copyright holder found at the -beginning of this work. - -1.E.4. Do not unlink or detach or remove the full Project Gutenberg-tm -License terms from this work, or any files containing a part of this -work or any other work associated with Project Gutenberg-tm. - -1.E.5. Do not copy, display, perform, distribute or redistribute this -electronic work, or any part of this electronic work, without -prominently displaying the sentence set forth in paragraph 1.E.1 with -active links or immediate access to the full terms of the Project -Gutenberg-tm License. - -1.E.6. You may convert to and distribute this work in any binary, -compressed, marked up, nonproprietary or proprietary form, including -any word processing or hypertext form. However, if you provide access -to or distribute copies of a Project Gutenberg-tm work in a format -other than "Plain Vanilla ASCII" or other format used in the official -version posted on the official Project Gutenberg-tm web site -(www.gutenberg.org), you must, at no additional cost, fee or expense -to the user, provide a copy, a means of exporting a copy, or a means -of obtaining a copy upon request, of the work in its original "Plain -Vanilla ASCII" or other form. Any alternate format must include the -full Project Gutenberg-tm License as specified in paragraph 1.E.1. - -1.E.7. Do not charge a fee for access to, viewing, displaying, -performing, copying or distributing any Project Gutenberg-tm works -unless you comply with paragraph 1.E.8 or 1.E.9. - -1.E.8. You may charge a reasonable fee for copies of or providing -access to or distributing Project Gutenberg-tm electronic works -provided that - -* You pay a royalty fee of 20% of the gross profits you derive from - the use of Project Gutenberg-tm works calculated using the method - you already use to calculate your applicable taxes. The fee is owed - to the owner of the Project Gutenberg-tm trademark, but he has - agreed to donate royalties under this paragraph to the Project - Gutenberg Literary Archive Foundation. Royalty payments must be paid - within 60 days following each date on which you prepare (or are - legally required to prepare) your periodic tax returns. Royalty - payments should be clearly marked as such and sent to the Project - Gutenberg Literary Archive Foundation at the address specified in - Section 4, "Information about donations to the Project Gutenberg - Literary Archive Foundation." - -* You provide a full refund of any money paid by a user who notifies - you in writing (or by e-mail) within 30 days of receipt that s/he - does not agree to the terms of the full Project Gutenberg-tm - License. You must require such a user to return or destroy all - copies of the works possessed in a physical medium and discontinue - all use of and all access to other copies of Project Gutenberg-tm - works. - -* You provide, in accordance with paragraph 1.F.3, a full refund of - any money paid for a work or a replacement copy, if a defect in the - electronic work is discovered and reported to you within 90 days of - receipt of the work. - -* You comply with all other terms of this agreement for free - distribution of Project Gutenberg-tm works. - -1.E.9. If you wish to charge a fee or distribute a Project -Gutenberg-tm electronic work or group of works on different terms than -are set forth in this agreement, you must obtain permission in writing -from both the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and The -Project Gutenberg Trademark LLC, the owner of the Project Gutenberg-tm -trademark. Contact the Foundation as set forth in Section 3 below. - -1.F. - -1.F.1. Project Gutenberg volunteers and employees expend considerable -effort to identify, do copyright research on, transcribe and proofread -works not protected by U.S. copyright law in creating the Project -Gutenberg-tm collection. Despite these efforts, Project Gutenberg-tm -electronic works, and the medium on which they may be stored, may -contain "Defects," such as, but not limited to, incomplete, inaccurate -or corrupt data, transcription errors, a copyright or other -intellectual property infringement, a defective or damaged disk or -other medium, a computer virus, or computer codes that damage or -cannot be read by your equipment. - -1.F.2. LIMITED WARRANTY, DISCLAIMER OF DAMAGES - Except for the "Right -of Replacement or Refund" described in paragraph 1.F.3, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation, the owner of the Project -Gutenberg-tm trademark, and any other party distributing a Project -Gutenberg-tm electronic work under this agreement, disclaim all -liability to you for damages, costs and expenses, including legal -fees. YOU AGREE THAT YOU HAVE NO REMEDIES FOR NEGLIGENCE, STRICT -LIABILITY, BREACH OF WARRANTY OR BREACH OF CONTRACT EXCEPT THOSE -PROVIDED IN PARAGRAPH 1.F.3. YOU AGREE THAT THE FOUNDATION, THE -TRADEMARK OWNER, AND ANY DISTRIBUTOR UNDER THIS AGREEMENT WILL NOT BE -LIABLE TO YOU FOR ACTUAL, DIRECT, INDIRECT, CONSEQUENTIAL, PUNITIVE OR -INCIDENTAL DAMAGES EVEN IF YOU GIVE NOTICE OF THE POSSIBILITY OF SUCH -DAMAGE. - -1.F.3. LIMITED RIGHT OF REPLACEMENT OR REFUND - If you discover a -defect in this electronic work within 90 days of receiving it, you can -receive a refund of the money (if any) you paid for it by sending a -written explanation to the person you received the work from. If you -received the work on a physical medium, you must return the medium -with your written explanation. The person or entity that provided you -with the defective work may elect to provide a replacement copy in -lieu of a refund. If you received the work electronically, the person -or entity providing it to you may choose to give you a second -opportunity to receive the work electronically in lieu of a refund. If -the second copy is also defective, you may demand a refund in writing -without further opportunities to fix the problem. - -1.F.4. Except for the limited right of replacement or refund set forth -in paragraph 1.F.3, this work is provided to you 'AS-IS', WITH NO -OTHER WARRANTIES OF ANY KIND, EXPRESS OR IMPLIED, INCLUDING BUT NOT -LIMITED TO WARRANTIES OF MERCHANTABILITY OR FITNESS FOR ANY PURPOSE. - -1.F.5. Some states do not allow disclaimers of certain implied -warranties or the exclusion or limitation of certain types of -damages. If any disclaimer or limitation set forth in this agreement -violates the law of the state applicable to this agreement, the -agreement shall be interpreted to make the maximum disclaimer or -limitation permitted by the applicable state law. The invalidity or -unenforceability of any provision of this agreement shall not void the -remaining provisions. - -1.F.6. INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the -trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone -providing copies of Project Gutenberg-tm electronic works in -accordance with this agreement, and any volunteers associated with the -production, promotion and distribution of Project Gutenberg-tm -electronic works, harmless from all liability, costs and expenses, -including legal fees, that arise directly or indirectly from any of -the following which you do or cause to occur: (a) distribution of this -or any Project Gutenberg-tm work, (b) alteration, modification, or -additions or deletions to any Project Gutenberg-tm work, and (c) any -Defect you cause. - -Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm - -Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of -electronic works in formats readable by the widest variety of -computers including obsolete, old, middle-aged and new computers. It -exists because of the efforts of hundreds of volunteers and donations -from people in all walks of life. - -Volunteers and financial support to provide volunteers with the -assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg-tm's -goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will -remain freely available for generations to come. In 2001, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure -and permanent future for Project Gutenberg-tm and future -generations. To learn more about the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation and how your efforts and donations can help, see -Sections 3 and 4 and the Foundation information page at -www.gutenberg.org Section 3. Information about the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit -501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the -state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal -Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification -number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation are tax deductible to the full extent permitted by -U.S. federal laws and your state's laws. - -The Foundation's principal office is in Fairbanks, Alaska, with the -mailing address: PO Box 750175, Fairbanks, AK 99775, but its -volunteers and employees are scattered throughout numerous -locations. Its business office is located at 809 North 1500 West, Salt -Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up to -date contact information can be found at the Foundation's web site and -official page at www.gutenberg.org/contact - -For additional contact information: - - Dr. Gregory B. Newby - Chief Executive and Director - gbnewby@pglaf.org - -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide -spread public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. - -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. Compliance requirements are not uniform and it takes a -considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up -with these requirements. We do not solicit donations in locations -where we have not received written confirmation of compliance. To SEND -DONATIONS or determine the status of compliance for any particular -state visit www.gutenberg.org/donate - -While we cannot and do not solicit contributions from states where we -have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition -against accepting unsolicited donations from donors in such states who -approach us with offers to donate. - -International donations are gratefully accepted, but we cannot make -any statements concerning tax treatment of donations received from -outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff. - -Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation -methods and addresses. Donations are accepted in a number of other -ways including checks, online payments and credit card donations. To -donate, please visit: www.gutenberg.org/donate - -Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic works. - -Professor Michael S. Hart was the originator of the Project -Gutenberg-tm concept of a library of electronic works that could be -freely shared with anyone. For forty years, he produced and -distributed Project Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of -volunteer support. - -Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed -editions, all of which are confirmed as not protected by copyright in -the U.S. unless a copyright notice is included. Thus, we do not -necessarily keep eBooks in compliance with any particular paper -edition. - -Most people start at our Web site which has the main PG search -facility: www.gutenberg.org - -This Web site includes information about Project Gutenberg-tm, -including how to make donations to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to -subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks. - diff --git a/59797-h/59797-h.htm b/59797-h/59797-h.htm index fabd014..cd8248e 100644 --- a/59797-h/59797-h.htm +++ b/59797-h/59797-h.htm @@ -187,47 +187,7 @@ table { <body> -<pre> - -The Project Gutenberg EBook of El Protestantismo comparado con el -Catolicismo en sus relaciones con la Civilizacin Europea (Vols 1-2), by Jaime Luciano Balmes - -This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and -most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions -whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms -of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at -www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you'll -have to check the laws of the country where you are located before using -this ebook. - - - -Title: El Protestantismo comparado con el Catolicismo en sus relaciones con la Civilizacin Europea (Vols 1-2) - -Author: Jaime Luciano Balmes - -Release Date: June 23, 2019 [EBook #59797] - -Language: Spanish - -Character set encoding: ISO-8859-1 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL PROTESTANTISMO COMPARADO *** - - - - -Produced by Carlos Colon, Josep Cols Canals and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - - - - - -</pre> +<div>*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 59797 ***</div> <p class="box">Nota del Transcriptor:<br/><br/> @@ -22253,380 +22213,7 @@ espritu del siglo.</a></td> -<pre> - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of El Protestantismo comparado con el -Catolicismo en sus relaciones con la Civilizacin Europea (Vols 1-2), by Jaime Luciano Balmes - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL PROTESTANTISMO COMPARADO *** - -***** This file should be named 59797-h.htm or 59797-h.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/5/9/7/9/59797/ - -Produced by Carlos Colon, Josep Cols Canals and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions will -be renamed. - -Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright -law means that no one owns a United States copyright in these works, -so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United -States without permission and without paying copyright -royalties. Special rules, set forth in the General Terms of Use part -of this license, apply to copying and distributing Project -Gutenberg-tm electronic works to protect the PROJECT GUTENBERG-tm -concept and trademark. Project Gutenberg is a registered trademark, -and may not be used if you charge for the eBooks, unless you receive -specific permission. If you do not charge anything for copies of this -eBook, complying with the rules is very easy. You may use this eBook -for nearly any purpose such as creation of derivative works, reports, -performances and research. They may be modified and printed and given -away--you may do practically ANYTHING in the United States with eBooks -not protected by U.S. copyright law. 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If you do not agree to abide by all -the terms of this agreement, you must cease using and return or -destroy all copies of Project Gutenberg-tm electronic works in your -possession. If you paid a fee for obtaining a copy of or access to a -Project Gutenberg-tm electronic work and you do not agree to be bound -by the terms of this agreement, you may obtain a refund from the -person or entity to whom you paid the fee as set forth in paragraph -1.E.8. - -1.B. "Project Gutenberg" is a registered trademark. It may only be -used on or associated in any way with an electronic work by people who -agree to be bound by the terms of this agreement. There are a few -things that you can do with most Project Gutenberg-tm electronic works -even without complying with the full terms of this agreement. See -paragraph 1.C below. There are a lot of things you can do with Project -Gutenberg-tm electronic works if you follow the terms of this -agreement and help preserve free future access to Project Gutenberg-tm -electronic works. See paragraph 1.E below. - -1.C. The Project Gutenberg Literary Archive Foundation ("the -Foundation" or PGLAF), owns a compilation copyright in the collection -of Project Gutenberg-tm electronic works. Nearly all the individual -works in the collection are in the public domain in the United -States. If an individual work is unprotected by copyright law in the -United States and you are located in the United States, we do not -claim a right to prevent you from copying, distributing, performing, -displaying or creating derivative works based on the work as long as -all references to Project Gutenberg are removed. Of course, we hope -that you will support the Project Gutenberg-tm mission of promoting -free access to electronic works by freely sharing Project Gutenberg-tm -works in compliance with the terms of this agreement for keeping the -Project Gutenberg-tm name associated with the work. You can easily -comply with the terms of this agreement by keeping this work in the -same format with its attached full Project Gutenberg-tm License when -you share it without charge with others. - -1.D. The copyright laws of the place where you are located also govern -what you can do with this work. Copyright laws in most countries are -in a constant state of change. If you are outside the United States, -check the laws of your country in addition to the terms of this -agreement before downloading, copying, displaying, performing, -distributing or creating derivative works based on this work or any -other Project Gutenberg-tm work. The Foundation makes no -representations concerning the copyright status of any work in any -country outside the United States. - -1.E. Unless you have removed all references to Project Gutenberg: - -1.E.1. The following sentence, with active links to, or other -immediate access to, the full Project Gutenberg-tm License must appear -prominently whenever any copy of a Project Gutenberg-tm work (any work -on which the phrase "Project Gutenberg" appears, or with which the -phrase "Project Gutenberg" is associated) is accessed, displayed, -performed, viewed, copied or distributed: - - This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and - most other parts of the world at no cost and with almost no - restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it - under the terms of the Project Gutenberg License included with this - eBook or online at www.gutenberg.org. If you are not located in the - United States, you'll have to check the laws of the country where you - are located before using this ebook. - -1.E.2. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is -derived from texts not protected by U.S. copyright law (does not -contain a notice indicating that it is posted with permission of the -copyright holder), the work can be copied and distributed to anyone in -the United States without paying any fees or charges. If you are -redistributing or providing access to a work with the phrase "Project -Gutenberg" associated with or appearing on the work, you must comply -either with the requirements of paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 or -obtain permission for the use of the work and the Project Gutenberg-tm -trademark as set forth in paragraphs 1.E.8 or 1.E.9. - -1.E.3. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is posted -with the permission of the copyright holder, your use and distribution -must comply with both paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 and any -additional terms imposed by the copyright holder. Additional terms -will be linked to the Project Gutenberg-tm License for all works -posted with the permission of the copyright holder found at the -beginning of this work. - -1.E.4. Do not unlink or detach or remove the full Project Gutenberg-tm -License terms from this work, or any files containing a part of this -work or any other work associated with Project Gutenberg-tm. - -1.E.5. Do not copy, display, perform, distribute or redistribute this -electronic work, or any part of this electronic work, without -prominently displaying the sentence set forth in paragraph 1.E.1 with -active links or immediate access to the full terms of the Project -Gutenberg-tm License. - -1.E.6. You may convert to and distribute this work in any binary, -compressed, marked up, nonproprietary or proprietary form, including -any word processing or hypertext form. However, if you provide access -to or distribute copies of a Project Gutenberg-tm work in a format -other than "Plain Vanilla ASCII" or other format used in the official -version posted on the official Project Gutenberg-tm web site -(www.gutenberg.org), you must, at no additional cost, fee or expense -to the user, provide a copy, a means of exporting a copy, or a means -of obtaining a copy upon request, of the work in its original "Plain -Vanilla ASCII" or other form. Any alternate format must include the -full Project Gutenberg-tm License as specified in paragraph 1.E.1. - -1.E.7. Do not charge a fee for access to, viewing, displaying, -performing, copying or distributing any Project Gutenberg-tm works -unless you comply with paragraph 1.E.8 or 1.E.9. - -1.E.8. You may charge a reasonable fee for copies of or providing -access to or distributing Project Gutenberg-tm electronic works -provided that - -* You pay a royalty fee of 20% of the gross profits you derive from - the use of Project Gutenberg-tm works calculated using the method - you already use to calculate your applicable taxes. The fee is owed - to the owner of the Project Gutenberg-tm trademark, but he has - agreed to donate royalties under this paragraph to the Project - Gutenberg Literary Archive Foundation. Royalty payments must be paid - within 60 days following each date on which you prepare (or are - legally required to prepare) your periodic tax returns. Royalty - payments should be clearly marked as such and sent to the Project - Gutenberg Literary Archive Foundation at the address specified in - Section 4, "Information about donations to the Project Gutenberg - Literary Archive Foundation." - -* You provide a full refund of any money paid by a user who notifies - you in writing (or by e-mail) within 30 days of receipt that s/he - does not agree to the terms of the full Project Gutenberg-tm - License. You must require such a user to return or destroy all - copies of the works possessed in a physical medium and discontinue - all use of and all access to other copies of Project Gutenberg-tm - works. - -* You provide, in accordance with paragraph 1.F.3, a full refund of - any money paid for a work or a replacement copy, if a defect in the - electronic work is discovered and reported to you within 90 days of - receipt of the work. - -* You comply with all other terms of this agreement for free - distribution of Project Gutenberg-tm works. - -1.E.9. If you wish to charge a fee or distribute a Project -Gutenberg-tm electronic work or group of works on different terms than -are set forth in this agreement, you must obtain permission in writing -from both the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and The -Project Gutenberg Trademark LLC, the owner of the Project Gutenberg-tm -trademark. Contact the Foundation as set forth in Section 3 below. - -1.F. - -1.F.1. Project Gutenberg volunteers and employees expend considerable -effort to identify, do copyright research on, transcribe and proofread -works not protected by U.S. copyright law in creating the Project -Gutenberg-tm collection. Despite these efforts, Project Gutenberg-tm -electronic works, and the medium on which they may be stored, may -contain "Defects," such as, but not limited to, incomplete, inaccurate -or corrupt data, transcription errors, a copyright or other -intellectual property infringement, a defective or damaged disk or -other medium, a computer virus, or computer codes that damage or -cannot be read by your equipment. - -1.F.2. LIMITED WARRANTY, DISCLAIMER OF DAMAGES - Except for the "Right -of Replacement or Refund" described in paragraph 1.F.3, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation, the owner of the Project -Gutenberg-tm trademark, and any other party distributing a Project -Gutenberg-tm electronic work under this agreement, disclaim all -liability to you for damages, costs and expenses, including legal -fees. YOU AGREE THAT YOU HAVE NO REMEDIES FOR NEGLIGENCE, STRICT -LIABILITY, BREACH OF WARRANTY OR BREACH OF CONTRACT EXCEPT THOSE -PROVIDED IN PARAGRAPH 1.F.3. YOU AGREE THAT THE FOUNDATION, THE -TRADEMARK OWNER, AND ANY DISTRIBUTOR UNDER THIS AGREEMENT WILL NOT BE -LIABLE TO YOU FOR ACTUAL, DIRECT, INDIRECT, CONSEQUENTIAL, PUNITIVE OR -INCIDENTAL DAMAGES EVEN IF YOU GIVE NOTICE OF THE POSSIBILITY OF SUCH -DAMAGE. - -1.F.3. LIMITED RIGHT OF REPLACEMENT OR REFUND - If you discover a -defect in this electronic work within 90 days of receiving it, you can -receive a refund of the money (if any) you paid for it by sending a -written explanation to the person you received the work from. If you -received the work on a physical medium, you must return the medium -with your written explanation. The person or entity that provided you -with the defective work may elect to provide a replacement copy in -lieu of a refund. If you received the work electronically, the person -or entity providing it to you may choose to give you a second -opportunity to receive the work electronically in lieu of a refund. If -the second copy is also defective, you may demand a refund in writing -without further opportunities to fix the problem. - -1.F.4. Except for the limited right of replacement or refund set forth -in paragraph 1.F.3, this work is provided to you 'AS-IS', WITH NO -OTHER WARRANTIES OF ANY KIND, EXPRESS OR IMPLIED, INCLUDING BUT NOT -LIMITED TO WARRANTIES OF MERCHANTABILITY OR FITNESS FOR ANY PURPOSE. - -1.F.5. Some states do not allow disclaimers of certain implied -warranties or the exclusion or limitation of certain types of -damages. If any disclaimer or limitation set forth in this agreement -violates the law of the state applicable to this agreement, the -agreement shall be interpreted to make the maximum disclaimer or -limitation permitted by the applicable state law. The invalidity or -unenforceability of any provision of this agreement shall not void the -remaining provisions. - -1.F.6. INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the -trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone -providing copies of Project Gutenberg-tm electronic works in -accordance with this agreement, and any volunteers associated with the -production, promotion and distribution of Project Gutenberg-tm -electronic works, harmless from all liability, costs and expenses, -including legal fees, that arise directly or indirectly from any of -the following which you do or cause to occur: (a) distribution of this -or any Project Gutenberg-tm work, (b) alteration, modification, or -additions or deletions to any Project Gutenberg-tm work, and (c) any -Defect you cause. - -Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm - -Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of -electronic works in formats readable by the widest variety of -computers including obsolete, old, middle-aged and new computers. It -exists because of the efforts of hundreds of volunteers and donations -from people in all walks of life. - -Volunteers and financial support to provide volunteers with the -assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg-tm's -goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will -remain freely available for generations to come. In 2001, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure -and permanent future for Project Gutenberg-tm and future -generations. To learn more about the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation and how your efforts and donations can help, see -Sections 3 and 4 and the Foundation information page at -www.gutenberg.org Section 3. Information about the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit -501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the -state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal -Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification -number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation are tax deductible to the full extent permitted by -U.S. federal laws and your state's laws. - -The Foundation's principal office is in Fairbanks, Alaska, with the -mailing address: PO Box 750175, Fairbanks, AK 99775, but its -volunteers and employees are scattered throughout numerous -locations. Its business office is located at 809 North 1500 West, Salt -Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up to -date contact information can be found at the Foundation's web site and -official page at www.gutenberg.org/contact - -For additional contact information: - - Dr. Gregory B. Newby - Chief Executive and Director - gbnewby@pglaf.org - -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide -spread public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. - -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. Compliance requirements are not uniform and it takes a -considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up -with these requirements. We do not solicit donations in locations -where we have not received written confirmation of compliance. To SEND -DONATIONS or determine the status of compliance for any particular -state visit www.gutenberg.org/donate - -While we cannot and do not solicit contributions from states where we -have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition -against accepting unsolicited donations from donors in such states who -approach us with offers to donate. - -International donations are gratefully accepted, but we cannot make -any statements concerning tax treatment of donations received from -outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff. - -Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation -methods and addresses. 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