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+*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 59797 ***
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+ EL PROTESTANTISMO
+ COMPARADO CON
+ EL CATOLICISMO
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+ Obras del Dr. D. Jaime Balmes, Pbro.
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+ EL PROTESTANTISMO
+ COMPARADO CON
+ EL CATOLICISMO
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+ EN SUS RELACIONES CON
+ LA CIVILIZACIÓN EUROPEA
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+ DÉCIMA EDICIÓN
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+ TOMO PRIMERO
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+ BARCELONA
+ IMPRENTA DEL «DIARIO DE BARCELONA»
+ CALLE DE LA LIBRETERÍA, N.º 22
+ 1921
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+ ES PROPIEDAD
+
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+PRÓLOGO
+
+
+Entre los muchos y gravísimos males que han sido el necesario resultado
+de las hondas revoluciones modernas, figura un bien sumamente precioso
+para la ciencia, y que probablemente no será estéril para el linaje
+humano: la _afición á los estudios que tienen por objeto al hombre y
+la sociedad_. Tan recios han sido los sacudimientos, que la tierra,
+por decirlo así, se ha entreabierto bajo nuestras plantas; y la
+inteligencia humana, que poco antes marchaba altiva y desvanecida
+sobre una carroza triunfal, no oyendo más que vítores y aplausos, y
+como abrumada de laureles, se ha estremecido también, se ha detenido
+en su carrera, y, absorta en un pensamiento grave, y dominada por un
+sentimiento profundo, se ha dicho á sí misma: «_¿Quién soy? ¿de dónde
+salí? ¿cuál es mi destino?_» De aquí es que han vuelto á recobrar su
+alta importancia las cuestiones religiosas: por manera que, mientras
+se las creía disipadas por el soplo del indiferentismo, ó reducidas á
+muy pequeño espacio por el sorprendente desarrollo de los intereses
+materiales, por el progreso de las ciencias naturales y exactas,
+y por la pujanza siempre creciente de los debates políticos, se ha
+visto que, lejos de estar ahogadas bajo la inmensa balumba que parecía
+oprimirlas, se han presentado de nuevo con todo su grandor, con su
+forma gigantesca, sentadas en la cúspide de la sociedad, con la cabeza
+en el cielo y los pies en el abismo.
+
+En esta disposición de los espíritus, era natural que llamase su
+atención la revolución religiosa del siglo XVI; y que se preguntase
+qué es lo que había hecho esa revolución en pro de la causa de
+la humanidad. Desgraciadamente se han padecido en esta parte
+equivocaciones de cuantía; ó bien por mirarse los hechos al través del
+prisma de las preocupaciones de secta, ó por considerarlos tan sólo por
+lo que presentaban en su superficie: y así se ha llegado á asegurar
+que los reformadores del siglo XVI contribuyeron al desarrollo de las
+ciencias, de las artes, de la libertad de los pueblos, y de todo cuanto
+se encierra en la palabra _civilización_, y que así dispensaron á las
+sociedades europeas un señalado beneficio.
+
+¿Qué dice sobre esto la historia? ¿qué enseña la filosofía? Bajo el
+aspecto religioso, bajo el social, bajo el político y el literario,
+¿qué es lo que deben á la reforma del siglo XVI el individuo y la
+sociedad? ¿Marchaba bien la Europa bajo la sola influencia del
+Catolicismo? ¿Éste embargaba en nada el movimiento de la civilización?
+He aquí lo que me he propuesto examinar en esta obra. Cada época tiene
+sus necesidades; y fuera de desear que todos los escritores católicos
+se convenciesen de que una de las más imperiosas en la actualidad,
+es el analizar á fondo ese linaje de cuestiones: Belarmino y Bossuet
+trataron las materias conforme á las necesidades de su tiempo; nosotros
+debemos tratarlas cual lo exigen las necesidades del nuestro. Conozco
+la inmensa amplitud de las cuestiones que arriba he indicado; y así no
+me lisonjeo de poder dilucidarlas cual ellas demandan: como quiera,
+emprendo mi camino con el aliento que inspira el amor á la verdad;
+cuando mis fuerzas se acaben, me sentaré tranquilo, aguardando que otro
+que las tenga mayores, dé cumplida cima á tan importante tarea.
+
+
+
+
+CAPITULO PRIMERO
+
+
+Existe en medio de las naciones civilizadas un hecho muy grave, por
+la naturaleza de las materias sobre que versa; muy transcendental,
+por la muchedumbre, variedad é importancia de las relaciones
+que abarca; interesante en extremo, por estar enlazado con los
+principales acontecimientos de la historia moderna: este hecho es el
+_Protestantismo_.
+
+Ruidoso en su origen, llamó desde luego la atención de la Europa
+entera, sembrando en unas partes la alarma, y excitando en otras las
+más vivas simpatías; rápido en su desarrollo, no dió lugar siquiera
+á que sus adversarios pudiesen ahogarle en su cuna; y, al contar
+muy poco tiempo desde su aparición, ya dejaba apenas esperanza de
+que pudiera ser atajado en su incremento, ni detenido en su marcha.
+Engreído con las consideraciones y miramientos, tomaba bríos su osadía
+y se acrecentaba su pujanza; exasperado con las medidas coercitivas,
+ó las resistía abiertamente, ó se replegaba y reconcentraba para
+empezar de nuevo sus ataques con más furiosa violencia; y de la
+misma discusión, de las mismas investigaciones críticas, de todo
+aquel aparato erudito y científico que se desplegó para defenderle
+ó combatirle, de todo se servía como de vehículo para propagar su
+espíritu y difundir sus máximas. Creando nuevos y pingües intereses,
+se halló escudado por protectores poderosos; mientras, convidando
+con los más vivos alicientes todo linaje de pasiones, las levantaba
+en su favor, poniéndolas en la combustión más espantosa. Echaba mano
+alternativamente de la astucia ó de la fuerza, de la seducción ó
+de la violencia, según á ello se brindaban las varias ocasiones ó
+circunstancias; y, empeñado en abrirse paso en todas direcciones, ó
+rompiendo las barreras ó salvándolas, no paraba hasta alcanzar en los
+países que iba ocupando, el arraigo que necesitaba para asegurarse
+estabilidad y duración. Logrólo así, en efecto; y, á más de los vastos
+establecimientos que adquirió y conserva todavía en Europa, fué llevado
+en seguida á otras partes del mundo, é inoculado en las venas de
+pueblos sencillos é incautos.
+
+Para apreciar en su justo valor un hecho, para abarcar cumplidamente
+sus relaciones, deslindándolas como sea menester, señalando á cada
+una su lugar, é indicando su mayor ó menor importancia, es necesario
+examinar si sería dable descubrir el principio constitutivo del hecho;
+ó, al menos, si se puede notar algún rasgo característico, que, pintado
+por decirlo así en su fisonomía, nos revele su íntima naturaleza.
+Difícil tarea, por cierto, al tratar de hechos de tal género y
+tamaño como es el que nos ocupa; ya por la variedad de los aspectos
+que se ofrecen, ya por la muchedumbre de relaciones que se cruzan y
+enmarañan. En tales materias, amontónanse con el tiempo un gran número
+de opiniones, que, como es natural, han buscado todas sus argumentos
+para apoyarse; y así se encuentra el observador con tantos y tan varios
+objetos, que se ofusca, se abruma y se confunde: y, si se empeña en
+mudar de lugar, por colocarse en un punto de vista más á propósito,
+halla esparcidos por el suelo tanta abundancia de materiales, que le
+obstruyen el paso, ó, cubriendo el verdadero camino, le extravían en su
+marcha.
+
+Con sólo dar una mirada al Protestantismo, ora se le considere en su
+estado actual, ora en las varias fases de su historia, siéntese desde
+luego la suma dificultad de encontrar en él nada de constante, nada que
+pueda señalarse como su principio constitutivo: porque, incierto en
+sus creencias, las modifica de continuo, y las varía de mil maneras;
+vago en sus miras, y fluctuante en sus deseos, ensaya todas las formas,
+tantea todos los caminos; y, sin que alcance jamás una existencia
+bien determinada, sigue siempre con paso mal seguro nuevos rumbos, no
+logrando otro resultado que enredarse en más intrincados laberintos.
+
+Los controversistas católicos le han perseguido y acosado en todas
+direcciones; pero, si les preguntáis con qué resultado, os dirán
+que han tenido que habérselas con un nuevo Proteo, que, próximo á
+recibir un golpe, le eludía, cambiando de forma. Y en efecto, si se
+quiere atacar al Protestantismo en sus doctrinas, no se sabe á dónde
+dirigirse; porque no se sabe nunca cuáles son éstas, y aun él propio
+lo ignora; pudiendo decirse que bajo este aspecto el Protestantismo es
+invulnerable, porque invulnerable es lo que carece de cuerpo. Ésta es
+la razón de no haberse encontrado arma más á propósito para combatirle
+que la empleada por el ilustre obispo de Meaux: _Tú varías, y lo que
+varía no es verdad_. Arma muy temida por el Protestantismo, y, por
+cierto, digna de serlo; pues que todas las transformaciones que se
+empleen para eludir su golpe, sólo sirven para hacerle más certero
+y más recio. ¡Qué pensamiento tan cabal el de ese grande hombre! El
+solo título de la obra debió hacer temblar á los protestantes: es la
+_Historia de las variaciones_; y una historia de _variaciones_ es la
+historia del _error_.[1]
+
+Esta variedad, que no debe mirarse como extraña en el Protestantismo,
+antes sí como natural y muy propia, al paso que nos indica que él no
+está en posesión de la verdad, nos revela también que el principio
+que le mueve y le agita, no es un principio de vida, sino un elemento
+disolvente. Hasta ahora siempre se le ha pedido en vano que asentase en
+alguna parte el pie, y presentase un cuerpo uniforme y compacto; y en
+vano será también pedírselo en adelante, porque vano es pedir asiento
+fijo á lo que está fluctuando en la vaguedad de los aires; y mal puede
+formarse un cuerpo compacto por medio de un elemento, que tiende de
+continuo á separar las partes, disminuyendo siempre su afinidad, y
+comunicándoles nuevas fuerzas para repelerse y rechazarse. Bien se
+deja entender que estoy hablando del _examen privado en materias de
+fe_; ya sea que para el fallo se cuente con la sola luz de la razón,
+ó con particulares inspiraciones del cielo. Si algo puede encontrarse
+de constante en el Protestantismo, es este espíritu de examen; es el
+substituir á la autoridad pública y legítima, el dictamen privado: esto
+se encuentra siempre junto al Protestantismo, mejor diremos, en lo más
+íntimo de su seno; éste es el único punto de contacto de todos los
+protestantes, el fundamento de su semejanza; y es bien notable que se
+verifica todo esto á veces sin su designio, á veces contra su expresa
+voluntad.
+
+Pésimo y funesto como es semejante principio, sí al menos los corifeos
+del Protestantismo le hubieran proclamado como seña de combate,
+apoyándole, empero, siempre con su doctrina, y sosteniéndole con su
+conducta, hubieran sido consecuentes en el error, y, al verles caer
+de precipicio en precipicio, se habría conocido que era efecto de un
+mal sistema, pero que, bueno ó malo, era al menos un sistema. Pero ni
+esto siquiera: y, examinando las palabras y hechos de los primeros
+novadores, se nota que, si bien echaron mano de ese funesto principio,
+fué para resistir á la autoridad que los estrechaba; pero, por lo
+demás, nunca pensaron en establecerle completamente. Trataron, sí, de
+derribar la autoridad legítima, pero con el fin de usurpar ellos el
+mando; es decir, que siguieron la conducta de los revolucionarios
+de todas clases, tiempos y países: quieren echar al suelo el poder
+existente, para colocarse ellos en su lugar. Nadie ignora hasta qué
+punto llevaba Lutero su frenética intolerancia; no pudiendo sufrir, ni
+en sus discípulos, ni en los demás, la menor contradicción á cuanto le
+pluguiese á él establecer, sin entregarse á los más locos arrebatos,
+sin permitirse los más soeces dicterios. Enrique VIII, el fundador en
+Inglaterra de lo que se llama _independencia del pensamiento_, enviaba
+al cadalso á cuantos no pensaban como él; y á instancias de Calvino fué
+quemado vivo en Ginebra Miguel Servet.
+
+Llamo tan particularmente la atención sobre este punto, porque me
+parece muy importante el hacerlo: el hombre es muy orgulloso, y, al oir
+que se deja como sentado que los novadores del siglo XVI proclamaron
+la _independencia del pensamiento_, sería posible que algunos incautos
+tomaran por aquellos corifeos un secreto interés, mirando sus violentas
+peroratas como la expresión de un arranque generoso, y contemplando
+sus esfuerzos como dirigidos á la vindicación de los derechos del
+entendimiento. Sépase, pues, para no olvidarse jamás, que aquellos
+hombres proclamaban el principio del _libre examen_, sólo para
+escudarse contra la legítima autoridad; pero que en seguida trataban de
+imponer á los demás el yugo de las doctrinas que ellos habían forjado.
+Se proponían destruir la autoridad emanada de Dios, y sobre las ruinas
+de ella establecer la suya propia. Doloroso es el verse precisado á
+presentar las pruebas de esta aserción: no porque no se ofrezcan en
+abundancia, sino porque, si se quiere echar mano de las más seguras é
+incontestables, hay que recordar palabras y hechos que, si bien cubren
+de oprobio á los fundadores del Protestantismo, tampoco es grato el
+traerlos á la memoria; porque al pronunciar tales cargos la frente
+se ruboriza, y al consignarlos en un escrito parece que el papel se
+mancha.[2]
+
+Mirado en globo el Protestantismo, sólo se descubre en él un informe
+conjunto de innumerables sectas, todas discordes entre sí, y acordes
+sólo en un punto: _en protestar contra la autoridad de la Iglesia_.
+Ésta es la causa de que sólo se oigan entre ellas nombres particulares
+y exclusivos, por lo común sólo derivados del fundador de la secta;
+y que, por más esfuerzos que hayan hecho, no han alcanzado jamás
+á darse un nombre general, expresivo al mismo tiempo de una idea
+positiva; de suerte que hasta ahora sólo se denominan á la manera
+de las sectas filosóficas. Luteranos, calvinistas, zuinglianos,
+anglicanos, socinianos, arminianos, anabaptistas, y la interminable
+cadena que podría recordar, son nombres que muestran plenamente la
+estrechez y mezquindad del círculo en que se encierran sus sectas; y
+basta pronunciarlos para notar que no hay en ellos nada de general,
+nada de grande. Á quien conozca medianamente la religión cristiana,
+parece que esto debería bastarle para convencerse de que estas sectas
+no son verdaderamente cristianas; pero lo singular, lo más notable,
+es lo que ha sucedido con respecto á encontrar un nombre general.
+Recorred su historia, y veréis que tantea varios, pero ninguno le
+cuadra, en encerrándose en ellos algo de positivo, algo de cristiano;
+pero, al ensayar uno como recogido al acaso en la Dieta de Espira, uno
+que en sí propio lleva su condenación, porque repugna al origen, al
+espíritu, á las máximas, á la historia entera de la religión cristiana;
+un nombre que nada expresa de unidad, ni de unión; es decir, nada de
+aquello que es inseparable del nombre cristiano; un nombre que no
+envuelve ninguna idea positiva, que nada explica, nada determina; al
+ensayar éste, se le ha ajustado perfectamente, todo el mundo se lo ha
+adjudicado por unanimidad, por aclamación; y es porque era el suyo:
+_Protestantismo_.[3]
+
+En el vago espacio señalado por este nombre, todas las sectas se
+acomodan, todos los errores tienen cabida: negad con los luteranos el
+libre albedrío, renovad con los arminianos los errores de Pelagio,
+admitid la presencia real con unos, desechadla luego con los
+zuinglianos y calvinistas; si queréis, negad con los socinianos la
+divinidad de Jesucristo, adheríos á los episcopales ó á los puritanos,
+daos si os viniera en gana á las extravagancias de los cuáqueros, todo
+esto nada importa: no dejáis por ello de ser protestantes, porque
+todavía _protestáis_ contra la autoridad de la Iglesia. Es ése un
+espacio tan anchuroso, del que apenas podréis salir, por grandes que
+sean vuestros extravíos: es todo el vasto terreno que descubrís en
+saliendo fuera de las puertas de la Ciudad Santa.[4]
+
+
+
+
+CAPITULO II
+
+
+Pero, ¿cuáles fueron las causas de que apareciese en Europa el
+Protestantismo, y de que tomase tanta extensión é incremento? Digna
+es, por cierto, tal cuestión de ser examinada con mucho detenimiento,
+ya por la importancia que encierra en sí propia, ya también porque,
+llamándonos á investigar el origen de semejante plaga, nos guía al
+lugar más á propósito para que podamos formarnos una idea más cabal
+de la naturaleza y relaciones de ese fenómeno, tan observado como mal
+definido.
+
+Cuando á efecto de la naturaleza y tamaño del Protestantismo se
+trata de señalarle sus causas, es poco conforme á razón el recurrir
+á hechos de poca importancia; ya porque lo sean de suyo, ó porque
+estén limitados á determinados lugares y circunstancias. Es un error
+el suponer que de causas muy pequeñas pudiesen resultar efectos muy
+grandes; pues que, si bien es verdad que las cosas grandes tienen á
+veces su principio en las pequeñas, también lo es que no es lo mismo
+principio que causa, y que el principiar una cosa por otra, y el ser
+causada por ella, son expresiones de significado muy diferente. Una
+leve chispa produce tal vez un espantoso incendio; pero es porque
+encuentra abundancia de materias inflamables. Lo que es general,
+ha de tener causas generales; lo que es muy duradero y arraigado,
+causas muy duraderas y profundas. Ésta es una ley constante, así en
+el orden moral como en el físico, pero ley cuyas aplicaciones son muy
+difíciles, particularmente en el orden moral; pues en él á veces están
+las cosas grandes encubiertas con velos tan modestos, está cada efecto
+enlazado con tantas causas, y por medio de tan delicadas hebras y tan
+complicada contextura, que al ojo más atento y perspicaz, ó se le
+escapa enteramente, ó se le pasa como cosa liviana y de poco resultado,
+lo que tenía tal vez la mayor importancia é influjo; y, al contrario,
+andan las cosas pequeñas tan cubiertas de oropel, tan adornadas y
+relumbrantes, tan acompañadas de ruidoso cortejo, que es muy fácil
+que engañen al hombre, ya muy propenso de suyo á juzgar por meras
+apariencias.
+
+Insistiendo en los principios que acabo de asentar, no puedo inclinarme
+á dar mucha importancia, ni á la rivalidad excitada por la predicación
+de las indulgencias, ni á las demasías que pudieran cometer en esta
+materia algunos subalternos; pudo todo esto ser una ocasión, un
+pretexto, una señal de combate, pero en sí era muy poca cosa para poner
+en conflagración el mundo. Aunque tal vez sea más plausible, no es,
+sin embargo, más puesto en razón, el buscar las causas del nacimiento
+y extensión del Protestantismo en el carácter y circunstancias de
+los primeros novadores. Pondérase con énfasis la fogosa violencia de
+los escritos y palabras de Lutero; y hácese notar cuán á propósito
+eran para inflamar el ánimo de los pueblos, arrastrarlos en pos de
+los nuevos errores, é inspirarles encarnizado odio contra la Iglesia
+romana; encarécense no menos la sofística astucia, el estilo metódico,
+la expresión elegante de Calvino, calidades muy adaptadas para dar
+alguna aparente regularidad á la informe masa de errores que enseñaban
+los nuevos sectarios, poniéndola más en estado de ser abrazada por
+personas de más fino gusto: y á este tenor se van trazando cuadros
+más ó menos verídicos de los talentos y demás calidades de otros
+hombres: ni á Lutero, ni á Calvino, ni á ninguno de los principales
+fundadores del Protestantismo, trato de disputarles los títulos con que
+adquirieron su triste celebridad; pero me parece que el insistir mucho
+sobre las calidades personales, y el atribuir á éstas la principal
+influencia en el desarrollo del mal, es no conocerle en toda su
+extensión, es no evaluar toda su gravedad, y es, además, olvidar lo que
+nos ha enseñado la historia de todos los tiempos.
+
+En efecto: si miramos con imparcialidad á aquellos hombres, nada
+encontraremos en ellos de tan singular que no se halle con igualdad,
+ó con exceso, en casi todas las cabezas de secta. Sus talentos, su
+erudición, su saber, todo ha pasado ya por el crisol de la crítica;
+y, ni entre los católicos ni entre los protestantes, se halla ya
+nadie instruído é imparcial que no tenga por exageraciones de partido
+las desmedidas alabanzas que les habían tributado. Bajo todos
+aspectos, ya se los considera sólo en la clase de aquellos hombres
+turbulentos, que reunen las circunstancias necesarias para provocar
+trastornos. Desgraciadamente, la historia de todos tiempos y países
+y la experiencia de cada día nos enseñan que esos hombres son cosa
+muy común, y que aparecen dondequiera que una funesta combinación de
+circunstancias ofrezca ocasión oportuna.
+
+Cuando se ha querido buscar otras causas, que por su extensión é
+importancia estuvieran más en proporción con el Protestantismo, se
+han señalado comunmente dos: _la necesidad de una reforma_, y el
+_espíritu de libertad_. «Había muchos abusos, han dicho algunos; se
+descuidó la reforma legítima, y este descuido provocó la revolución.»
+«El entendimiento humano estaba en cadenas, han dicho otros; quiso
+quebrantarlas; y el Protestantismo no fué otra cosa _que un esfuerzo
+extraordinario en nombre de la libertad, un vuelo atrevido del
+pensamiento humano_.» Por cierto que á esas opiniones no puede
+tachárselas de que señalen causas pequeñas, y cuya influencia se
+circunscriba á espacio breve; y hasta en ambas se encuentra algo
+que es muy á propósito para atraerles prosélitos. Ponderando la una
+la necesidad de una reforma, abre anchuroso campo para reprender la
+inobservancia de las leyes y la relajación de las costumbres, y esto
+excita siempre simpatías en el corazón del hombre, indulgente cuando se
+trata de los deslices propios, pero severo é inexorable con los ajenos;
+y, pronunciando la otra las deslumbradoras palabras de _libertad_, de
+_vuelo atrevido del espíritu_, puede estar siempre segura de hallar
+dilatado eco, pues que éste no falta jamás á la palabra que lisonjea el
+orgullo.
+
+No trato yo de negar la necesidad que á la sazón había de una reforma;
+convengo en que era necesaria; bastándome para esto el dar una ojeada
+á la historia, el escuchar los sentidos lamentos de grandes hombres,
+mirados por la Iglesia como hijos muy predilectos, y sobre todo me
+basta leer en el primer decreto del Concilio de Trento que uno de los
+objetos del Concilio era la _reforma del clero y del pueblo cristiano_;
+me basta oir de boca del Papa Pío IV, en la confirmación del mismo
+Concilio, que uno de los objetos para que se había celebrado, era la
+_corrección de las costumbres y el restablecimiento de la disciplina_.
+Sin embargo, y á pesar de todo esto, no puedo inclinarme á dar á los
+abusos tanta influencia en el nacimiento del Protestantismo como le
+han atribuído muchos; y, á decir verdad, me parece muy mal resuelta
+la cuestión, siempre que, para señalar la verdadera causa del mal,
+se insiste mucho sobre los funestos resultados que habían de traer
+consigo los abusos; así como, por otra parte, no me satisfacen las
+palabras de _libertad_ y de _atrevido vuelo del pensamiento_. Lo diré
+paladinamente: por más respeto que se merezcan algunos de los hombres
+que han dado tanta importancia á los abusos; por más consideraciones
+que tenga á los talentos de otros que han apelado al espíritu de
+libertad, ni en unos ni en otros encuentro aquel análisis, filosófico é
+histórico á la par, que no se aparta del terreno de los hechos, sino
+que los examina y alumbra, mostrando la íntima naturaleza de cada uno,
+sin descuidar su enlace y encadenamiento.
+
+Se ha divagado tanto en la definición del Protestantismo y en el
+señalamiento de sus causas, por no haberse advertido que no es más
+que un hecho común á todos los siglos de la historia de la Iglesia,
+pero que tomó su _importancia y peculiares caracteres de la época en
+que nació_. Con esta sola consideración, fundada en el testimonio
+constante de la historia, y confirmada por la razón y la experiencia,
+todo se allana, todo se aclara y explica; nada hemos de buscar en
+sus doctrinas, ni en sus fundadores, de extraordinario ni singular;
+porque todo lo que tiene de característico, todo proviene de que nació
+en _Europa, y en el siglo_ XVI. Desenvolveré este pensamiento, no
+echando mano de raciocinios aéreos, que sólo estriben en suposiciones
+gratuitas, sino apelando á hechos que nadie podrá contestar.
+
+Es innegable que el principio de sumisión á la autoridad en materias
+de fe, ha encontrado siempre mucha resistencia por parte del espíritu
+humano. No es éste el lugar de señalar las causas de esta resistencia,
+causas que en el curso de esta obra me propongo analizar; me basta
+por ahora consignar el hecho, y recordar á quien lo pusiere en duda,
+que la historia de la Iglesia va siempre acompañada de la historia de
+las herejías. Conforme á la variedad de tiempos y países, el hecho ha
+presentado diferentes fases: ora haciendo entrar en torpe mezcolanza
+el judaísmo y el cristianismo, ora combinando con la doctrina de
+Jesucristo los sueños de los orientales, ora alterando la pureza del
+dogma católico con las cavilaciones y sutilezas del sofista griego;
+es decir, presentando diferentes aspectos, según ha sido diferente el
+estado del espíritu humano. No ha dejado, empero, este hecho de tener
+dos caracteres generales, que han manifestado bien á las claras que
+el origen es el mismo, á pesar de ser tan vario el resultado en su
+naturaleza y objeto. Estos caracteres son: _el odio á la autoridad de
+la Iglesia y el espíritu de secta_.
+
+Bien claro es que, si en cada siglo se había visto nacer alguna secta
+que se oponía á la autoridad de la Iglesia, y erigía en dogmas las
+opiniones de sus fundadores, no era regular que dejase de acontecer lo
+mismo en el siglo XVI; y, atendido el carácter del espíritu humano,
+me parece que, si el siglo XVI hubiera sido una excepción de la regla
+general, tendríamos actualmente una cuestión bien difícil de resolver,
+y sería: ¿cómo fué posible que no apareciese en aquel siglo ninguna
+secta? Pues bien: una vez nacido en el siglo XVI un error cualquiera,
+sea cual fuere su origen, su ocasión y pretexto; luego que se haya
+reunido en torno de la nueva enseña una porción de prosélitos, veo ya
+al Protestantismo en toda su extensión, en toda su transcendencia, con
+todas sus divisiones y subdivisiones, con toda su audacia y energía
+para desplegar un ataque general contra cuantos puntos de dogma y de
+disciplina se enseñen y observen en la Iglesia. En vez de Lutero,
+de Zuinglio, de Calvino, poned, si os place, á Arrio, á Nestorio, á
+Pelagio; en lugar de los errores de aquéllos, enseñad, si queréis, los
+de éstos: todo será indiferente, porque todo tendrá un mismo resultado.
+El error excitará desde luego simpatías, encontrará defensores,
+acalorará entusiastas, se extenderá, se propagará con la rapidez de
+un incendio, se dividirá luego, y tomarán sus chispas direcciones muy
+diferentes; todo se defenderá con aparato de erudición y de saber,
+variarán de continuo las creencias, se formularán mil profesiones de
+fe, se cambiará ó anonadará la liturgia, y haránse mil trozos los
+lazos de disciplina: es decir, tendréis el _Protestantismo_. ¿Y cómo
+es que en el siglo XVI haya de tomar el mal tanta gravedad, tanta
+extensión y transcendencia? Porque la sociedad de entonces es muy
+diferente de todas las anteriores, y lo que en otras épocas pudiera
+causar un incendio parcial, había de acarrear en ésta una conflagración
+espantosa. Componíase la Europa de un conjunto de sociedades inmensas
+que, como formadas en una misma matriz, tenían mucha semejanza en
+ideas, costumbres, leyes é instituciones; habíase entablado, por
+consiguiente, entre ellas una viva comunicación, ora excitada por
+rivalidades, ora por comunidad de intereses; en la generalidad de la
+lengua latina existía un medio que facilitaba la circulación de toda
+clase de conocimientos; y, sobre todo, acababa de generalizarse un
+rápido vehículo, un medio de explotación, de multiplicación y expresión
+de todos los pensamientos y afectos; un medio que poco antes saliera
+de la cabeza de un hombre, como un resplandor milagroso preñado de
+colosales destinos: _la imprenta_.
+
+Tal es el espíritu humano, tal su volubilidad, tanto el apego que cobra
+fácilmente á toda clase de innovaciones, tal el placer que siente en
+abandonar los antiguos rumbos para seguir otros nuevos, que, una vez
+levantada la enseña del error, era imposible que no se agrupasen muchos
+en torno de ella. Sacudido el yugo de la autoridad en países donde
+era tan vasta, tan activa la investigación, donde fermentaban tantas
+discusiones, donde bullían tantas ideas, donde germinaban todas las
+ciencias, ya no era dable que el vago espíritu del hombre se mantuviera
+fijo en ningún punto, y debía por precisión pulular un hormiguero de
+sectas, marchando cada una por su camino, á merced de sus ilusiones
+y caprichos. Aquí no hay medio: las naciones civilizadas, ó serán
+católicas, ó recorrerán todas las fases del error; ó se mantendrán
+aferradas al áncora de la autoridad, ó desplegarán un ataque general
+contra ella, combatiéndola en sí misma, y en cuanto enseña ó prescribe.
+El hombre cuyo entendimiento está despejado y claro, ó vive tranquilo
+en las apacibles regiones de la verdad, ó la busca desasosegado é
+inquieto; y como, estribando en principios falsos, siente que no está
+firme el terreno, que está mal segura y vacilante su planta, cambia
+continuamente de lugar, saltando de error en error, de abismo en
+abismo. El vivir en medio de errores, y estar satisfecho de ellos, y
+transmitirlos de generación en generación, sin hacer modificación ni
+mudanza, es propio de aquellos pueblos que vegetan en la ignorancia y
+envilecimiento: allí el espíritu no se mueve, porque duerme.
+
+Colocado el observador en este punto de vista, descubre el
+Protestantismo tal cual es en sí; y, como domina completamente la
+posición, ve cada cosa en su lugar, y puede, por tanto, apreciar su
+verdadero tamaño, descubrir sus relaciones, estimar su influencia, y
+explicar sus anomalías. Entonces, situados los hombres en su lugar, y
+comparados con el vasto conjunto de los hechos, aparecen en el cuadro
+como figuras muy pequeñas, que podrían muy bien ser substituídas por
+otras, que nada importa que estuvieran un poco más acá, ó un poco más
+allá; que era indiferente que tuviesen esta ó aquella forma, este ó
+aquel colorido; y entonces salta á los ojos que el entretenerse mucho
+en ponderar la energía de carácter, la fogosidad y audacia de Lutero,
+la literatura de Melanchton, el talento sofístico de Calvino, y otras
+cosas semejantes, es desperdiciar el tiempo y no explicar nada. Y,
+en efecto: ¿qué eran todos esos hombres y otros corifeos? ¿tenían,
+acaso, algo de extraordinario? ¿no eran, por ventura, tales como se
+los encuentra con frecuencia en todas partes? Algunos de ellos ni
+excedieron siquiera de la raya de medianos; y de casi todos puede
+asegurarse que, si no hubieran tenido celebridad funesta, la hubieran
+tenido muy escasa. Pues ¿por qué hicieron tanto? Porque encontraron un
+montón de combustible y le pegaron fuego: ya veis que esto no es muy
+difícil; y, sin embargo, ahí está todo el misterio. Cuando veo á Lutero
+loco de orgullo, precipitarse en aquellos delirios y extravagancias
+que tanto lamentaban sus propios amigos; cuando le veo insultar
+groseramente á cuantos le contradicen, indignarse contra todo lo que no
+se humilla en su presencia; cuando le oigo vomitar aquel torrente de
+dicterios soeces, de palabras inmundas, apenas me causa otra impresión
+que la de lástima: este hombre, que tiene la singular ocurrencia de
+llamarse _Notharius Dei_, desvaría, tiene medio perdido el juicio, y
+no es extraño, porque ha soplado, y con su soplo se ha manifestado un
+terrible incendio; es que había un almacén de pólvora, y su soplo le ha
+aproximado una chispa, y el insensato que en su ceguera no lo advierte,
+dice en su delirio: _muy poderoso soy; mirad: mi soplo es abrasador:
+pone en conflagración al mundo_.
+
+Y los abusos ¿qué influencia tuvieron? Si no abandonamos el mismo punto
+de vista en que nos hemos colocado, veremos que dieron tal vez alguna
+ocasión, que suministraron algún pábulo, pero que están muy lejos de
+haber ejercido la influencia que se les ha atribuído, y no es porque
+trate ni de negarlos, ni de excusarlos; no es porque no haga el debido
+caso de los lamentos de grandes hombres; pero no es lo mismo llorar un
+mal, que señalar y analizar su influencia. El varón justo que levanta
+su voz contra el vicio, el ministro del santuario devorado por el celo
+de la Casa del Señor, se expresan con acento tan alto y tan sentido,
+que no siempre sus quejas y gemidos pueden servir de dato seguro para
+estimar el justo valor de los hechos. Ellos sueltan una palabra que
+sale del fondo de su corazón; sale abrasada, porque arde en sus pechos
+el amor, y el celo de la justicia; y viene en pos de ellos la mala fe,
+interpreta á su maligno talante las expresiones, y todo lo exagera y
+desfigura.
+
+Sea lo que fuere de todo esto, bien claro es que, ateniéndonos á lo
+que dejamos firmemente asentado con respecto al origen y naturaleza
+del Protestantismo, no pueden señalarse como principal causa de él los
+abusos; y que, cuando más, pueden indicarse como ocasiones y pretextos.
+Si así no fuere, sería menester decir que en la Iglesia, ya desde
+su origen, aun en el tiempo de su primitivo fervor, y de su pureza
+proverbial, tan ponderada por los adversarios, ya había muchos abusos:
+porque también entonces pululaban de continuo sectas, que protestaban
+contra sus dogmas, que sacudían su autoridad, y se apellidaban la
+verdadera Iglesia. Esto no tiene réplica; el caso es el mismo; y si se
+alegare la extensión que ha tenido el Protestantismo, y su propagación
+rápida, recordaré que esto se verificó también con respecto á otras
+sectas; reproduciré lo que decía San Jerónimo de los estragos del
+arrianismo: _Gimió el orbe entero y asombróse de verse arriano_. Que,
+si algo más se quiere citar con respecto al Protestantismo, bastante se
+lleva evidenciado que lo que tiene de característico, todo lo debe, no
+á los abusos, sino á la _época en que nació_.
+
+Lo dicho hasta aquí es bastante para que pueda formarse concepto de
+la influencia que los abusos pudieron ejercer: pero, como este asunto
+ha dado tanto que hablar, y prestado origen á muchas equivocaciones,
+será bien, antes de pasar más adelante, detenerse todavía más en esta
+importante materia, fijando, en cuanto cabe, las ideas, y separando
+lo verdadero de lo falso, lo cierto de lo incierto. Que en los siglos
+medios se habían introducido abusos deplorables, que la corrupción
+de costumbres era mucha, y que, por consiguiente, era necesaria una
+reforma, es cierto, indudable. Por lo que toca á los siglos XI y
+XII, tenemos de esta triste verdad testigos tan intachables como
+San Pedro Damián, San Gregorio VII y San Bernardo. Algunos siglos
+después, si bien se habían corregido mucho los abusos, todavía eran
+de consideración, bastando para convencernos de esta verdad los
+lamentos de los varones respetables que anhelaban por la reforma;
+distinguiéndose muy particularmente el cardenal Julián en las terribles
+palabras con que se dirigía al Papa Eugenio IV, representándole los
+desórdenes del clero, principalmente del de Alemania. Confesada
+paladinamente la verdad, pues no creo que la causa del Catolicismo
+necesite para su defensa del embozo y de la mentira, resolveré en pocas
+palabras algunas cuestiones importantes.
+
+¿Quién tenía la culpa de que se hubiesen introducido tamaños
+desórdenes? ¿Era la Corte de Roma? ¿Eran los obispos? Creo que sólo
+se la debe achacar á la calamidad de los tiempos. Para un hombre
+sensato bastará recordar que en Europa se habían consumado los hechos
+siguientes: la disolución del viejo y corrompido imperio romano; la
+irrupción é inundación de los bárbaros del Norte; la fluctuación y las
+guerras de éstos entre sí y con los demás pueblos por espacio de largos
+siglos; el establecimiento y el predominio del feudalismo con todas sus
+turbulencias y desastres; la invasión de los sarracenos, y su ocupación
+de una parte considerable de Europa. La ignorancia, la corrupción,
+la relajación de la disciplina, ¿no debían ser el resultado natural,
+necesario, de tanto trastorno? La sociedad eclesiástica ¿podía menos de
+resentirse profundamente de esa disolución, de ese aniquilamiento de la
+sociedad civil? ¿podía no participar de los males de ese horroroso caos
+en que se hallaba envuelta la Europa?
+
+¿Faltó nunca en la Iglesia, el espíritu, el deseo, el anhelo de la
+reforma de los abusos? Se puede demostrar que no. Pasaré por alto los
+santos varones, que en todos aquellos calamitosos tiempos no dejó de
+abrigar en su seno; la historia nos los cuenta en número considerable,
+y de virtudes tan acendradas, que, al paso que contrastaban con la
+corrupción que les rodeaba, mostraban que no se había apagado en
+el seno de la Iglesia católica el divino fuego de las _lenguas del
+Cenáculo_. Este solo hecho prueba ya mucho; pero prescindiré de
+él, para llamar la atención sobre otro más notable, menos sujeto á
+cuestiones, menos tachable de exageración, y que no puede decirse
+limitado á este ó á aquel individuo, sino que es la verdadera expresión
+del espíritu que animaba al cuerpo de la Iglesia. Hablo de la incesante
+reunión de concilios en que se reprobaban y condenaban los abusos, y se
+inculcaba la santidad de costumbres, y la observancia de la disciplina.
+Afortunadamente este hecho consolador está fuera de toda duda; está
+patente á los ojos de todo el mundo, bastando, para convencerse de él,
+el haber abierto una vez siquiera algún libro de historia eclesiástica,
+ó alguna colección de concilios. Es sobremanera digno este hecho de
+llamar la atención, y aun puede añadirse que quizá no se ha advertido
+toda la importancia que encierra. En efecto: si observamos las otras
+sociedades, repararemos que, á medida que las ideas ó las costumbres
+cambian, van modificando rápidamente las leyes; y, si éstas le son muy
+contrarias, en poco tiempo las hacen callar, las arrollan, las echan
+por el suelo. Pero en la Iglesia no sucedió así: la corrupción se había
+extendido por todas partes de una manera lamentable: los ministros de
+la religión se dejaban arrastrar de la corriente, y se olvidaban de
+la santidad de su ministerio; pero el fuego santo ardía siempre en
+el santuario: allí se proclamaba, se inculcaba sin cesar la ley; y
+aquellos mismos hombres ¡cosa admirable!, aquellos mismos hombres que
+la quebrantaban, se reunían con frecuencia para condenarse á sí mismos,
+para afear su propia conducta, haciendo de esta manera más sensible,
+más público el contraste entre su enseñanza y sus obras. La simonía
+y la incontinencia eran los dos vicios dominantes; pues bien, abrid
+las colecciones de los concilios, y por dondequiera los encontraréis
+anatematizados. Jamás se vió tan prolongada, tan constante, tan tenaz
+lucha del derecho contra el hecho; jamás, como entonces, se vió por
+espacio de largos siglos á la ley colocada cara á cara contra las
+pasiones desencadenadas; y mantenerse allí firme, inmóvil, sin dar un
+paso atrás, sin permitirles tregua ni descanso hasta haberlas sojuzgado.
+
+Y no fué inútil esa constancia, esa santa tenacidad: y así es que á
+principios del siglo XVI, es decir, á la época del nacimiento del
+Protestantismo, vemos que los abusos eran incomparablemente menores,
+que las costumbres se habían mejorado mucho, que la disciplina había
+adquirido vigor, y que se la observaba con bastante regularidad. El
+tiempo de las declamaciones de Lutero no era el tiempo calamitoso
+llorado por San Pedro Damián y por San Bernardo: el caos se había
+desembrollado mucho; la luz, el orden y la regularidad se iban
+difundiendo rápidamente; y, por prueba incontestable de que no yacía
+en tanta ignorancia y corrupción como se quería ponderar, podía la
+Iglesia ofrecer una exquisita muestra de hombres tan distinguidos en
+santidad como brillaron en aquel mismo siglo, y tan eminentes en
+sabiduría como resplandecieron en el Concilio de Trento. Es menester
+no olvidar la situación en que se había encontrado la Iglesia; es
+necesario no perder de vista que las grandes reformas exigen largo
+tiempo; que estas reformas encontraban resistencia en los eclesiásticos
+y en los seglares, y que, por haberlas querido emprender con firmeza
+y constancia Gregorio VII, se ha llegado á tacharle de temerario. No
+juzguemos á los hombres fuera de su lugar y tiempo; no pretendamos
+que todo se ajuste á los mezquinos tipos que nos forjamos en nuestra
+imaginación: los siglos ruedan en una órbita inmensa, y la variedad
+de circunstancias produce situaciones tan extrañas y complicadas, que
+apenas alcanzamos á concebirlas.
+
+Bossuet, en su _Historia de las variaciones_, después de haber hecho
+una clasificación del diferente espíritu que guiaba á los hombres que
+habían intentado una reforma antes del siglo XVI, y después de citar
+las amenazadoras palabras del cardenal Julián, dice: «Así es como, en
+el siglo XV, ese cardenal, el hombre más grande de su tiempo, deploraba
+los males, previendo sus funestas consecuencias; de manera que parece
+haber pronosticado los que Lutero iba á causar á toda la cristiandad,
+empezando por la Alemania; y no se engañó al creer que el _no haber
+cuidado de la reforma_, y el aumento del odio contra el clero, iba á
+producir una secta más temible para la Iglesia que la de los bohemios.»
+De estas palabras se infiere que el ilustre obispo de Meaux encontraba
+una de las principales causas del Protestantismo en no haberse hecho á
+tiempo la reforma legítima. No se crea, por esto, que Bossuet excuse
+en lo más mínimo á los corifeos del Protestantismo, ni que trate de
+poner en salvo las intenciones de los novadores; antes al contrario,
+los coloca en la clase de los reformadores turbulentos, que, lejos
+de favorecer la verdadera reforma deseada por los hombres sabios y
+prudentes, sólo servían para hacerla más difícil, introduciendo con sus
+malas doctrinas el espíritu de desobediencia, de cisma y de herejía.
+
+Á pesar de la autoridad de Bossuet, no puedo inclinarme á dar tanta
+importancia á los abusos, que los mire como una de las principales
+causas del Protestantismo, y no es necesario repetir lo que en apoyo de
+mi opinión he dicho antes. Pero no será fuera del caso advertir que mal
+pueden apoyarse en la autoridad de Bossuet los que intenten sincerar
+las intenciones de los primeros reformadores; pues que el ilustre
+prelado es el primero en suponerlos altamente culpables, y en reconocer
+que, si bien existían los abusos, nunca tuvieron los novadores la
+intención de corregirlos, antes sí de valerse de este pretexto para
+apartarse de la fe de la Iglesia, substraerse al yugo de la legítima
+autoridad, quebrantar todos los lazos de la disciplina, é introducir de
+esta suerte el desorden y la licencia.
+
+Y á la verdad, ¿cómo sería posible atribuir á los primeros reformadores
+el espíritu de una verdadera reforma, cuando casi todos cuidaron
+de desmentirlo con su vergonzosa conducta? Si al menos se hubieran
+entregado á un riguroso ascetismo, si con la austeridad de sus
+costumbres hubiesen condenado la relajación de que se lamentaban,
+entonces podríamos sospechar si sus mismos extravíos fueron efecto de
+un celo exagerado, si fueron arrebatados al mal por un exceso de amor
+al bien; pero ¿sucedió algo de semejante? Oigamos lo que dice sobre el
+particular un testigo de vista, un hombre que por cierto no puede ser
+tildado de fanático, un hombre que guardó con los primeros corifeos
+del Protestantismo tantas consideraciones y miramientos, que no pocos
+los han calificado de culpables: es Erasmo, que, hablando con su
+acostumbrada gracia y malignidad, dice así: «Según parece, la reforma
+viene á parar á la secularización de algunos frailes, y al casamiento
+de algunos sacerdotes: y esa gran tragedia se termina, al fin, por un
+suceso muy cómico, pues que todo se desenlaza, como en las comedias,
+por un casamiento.»
+
+Esto manifiesta hasta la evidencia cuál era el verdadero espíritu de
+los novadores del siglo XVI, y que, lejos de intentar la enmienda de
+los abusos, se proponían más bien agravarlos. En esta parte, la simple
+consideración de los hechos ha guiado á M. Guizot por el camino de la
+verdad, cuando no admite la opinión de aquellos que pretenden que «la
+reforma había sido una tentativa concebida y ejecutada con el solo
+designio de reconstituir una Iglesia pura, la Iglesia primitiva; ni una
+simple mira de mejora religiosa, ni el fruto de una utopia de humanidad
+y de verdad.» (_Historia general de la civilización europea, lección
+12._)
+
+Tampoco será difícil ahora el apreciar en su justo valor el mérito de
+la explicación que ha dado de este fenómeno el escritor que acabo de
+citar. «La reforma, dice M. Guizot, fué un esfuerzo extraordinario en
+nombre de la libertad, una insurrección de la inteligencia humana.»
+
+Este esfuerzo nació, según el mismo autor, de la _vivísima actividad_
+que desplegaba el espíritu humano, y del estado de _inercia_ en que
+había caído la Iglesia romana: de que á la sazón caminaba el espíritu
+humano con fuerte é impetuoso movimiento, y la Iglesia se hallaba
+_estacionaria_. Ésta es una de aquellas explicaciones que son muy á
+propósito para granjearse admiradores y prosélitos; porque, colocados
+los pensamientos en terreno tan general y elevado, no pueden ser
+examinados de cerca por la mayor parte de los lectores, y, presentados
+con el velo de una imagen brillante, deslumbran los ojos, y preocupan
+el juicio.
+
+Como lo que coarta la libertad de pensar, tal como la entiende aquí
+M. Guizot, y como la entienden los protestantes, es la _autoridad_ en
+materias de fe, infiérese que el levantamiento de la inteligencia debió
+ser seguramente contra esa _autoridad_; es decir, que aconteció la
+sublevación del entendimiento, porque él marchaba, y la Iglesia no se
+movía de sus dogmas; ó, por valerme de la expresión de M. Guizot: «la
+Iglesia se hallaba _estacionaria_.»
+
+Sea cual fuere la disposición de ánimo de M. Guizot con respecto á los
+dogmas de la Iglesia católica, al menos como filósofo debió advertir
+que andaba muy desacertado en señalar, como particular de una época, lo
+que para la Iglesia era un carácter de que ella se había glorificado
+en todos tiempos. En efecto: van ya más de 18 siglos que á la Iglesia
+se la puede llamar _estacionaria_ en sus dogmas; y ésta es una prueba
+inequívoca de que ella sola está en posesión de la verdad: porque la
+verdad es _invariable_, por ser _una_.
+
+Si, pues, el levantamiento de la inteligencia se hizo por esta causa,
+nada tuvo la Iglesia en aquel siglo que no tuviera en todos los
+anteriores, y no lo haya conservado en los siguientes; nada hubo de
+particular, nada de característico; nada, por consiguiente, se ha
+adelantado en la explicación de las causas del fenómeno; y si por
+esta razón la compara M. Guizot á los gobiernos _viejos_, ésta es
+una _vejez_ que la tuvo la Iglesia desde su cuna. Como si M. Guizot
+hubiese sentido él propio la flaqueza de sus raciocinios, presenta
+los pensamientos en grupo, en tropel; hace desfilar á los ojos del
+lector diferentes órdenes de ideas, sin cuidar de clasificaciones, ni
+deslindes, para que la variedad distraiga y la mezcla confunda. En
+efecto: á juzgar por el contexto de su discurso, no parece que entienda
+aplicar á la Iglesia los epítetos de _inerte_, ni _estacionaria_ con
+respecto á los dogmas, sino que más bien se deja conjeturar que trata
+de referirlo á pretensiones bajo el aspecto político y económico; pues,
+por lo que toca á la _tiranía é intolerancia_ que han achacado algunos
+á la Corte de Roma, lo rechaza M. Guizot como una calumnia.
+
+Supuesto que en esta parte presenta una incoherencia de ideas que
+parece no debíamos esperar de su claro entendimiento, incoherencia
+que á muchos se les haría recio de creer, me es indispensable copiar
+literalmente sus propias palabras, y en ellas aprenderemos que nada
+hay más incoherente que los grandes talentos, una vez colocados en una
+posición falsa.
+
+«Había caído la Iglesia, dice M. Guizot, en un estado de inercia,
+se hallaba estacionaria: el crédito político de la Corte de Roma se
+había disminuído mucho: la dirección de la sociedad europea ya no le
+pertenecía, puesto que había pasado al gobierno civil. Con todo, tenía
+el poder espiritual las mismas pretensiones que antes; conservaba
+aún toda su pompa, toda su importancia exterior: sucedíale lo que ha
+acontecido, más de una vez á los gobiernos viejos y que han perdido
+su influencia: se dirigían de continuo quejas contra ella, y la mayor
+parte eran fundadas.» ¿Cómo es posible que M. Guizot no advirtiese
+que nada señalaba aquí que tuviese relación con la libertad del
+pensamiento, nada que no fuera de un orden muy diferente? El haberse
+disminuído el influjo político de la Corte de Roma, y el conservar
+aún sus pretensiones; el no pertenecerle ya la dirección de la
+sociedad europea, y el conservar ella su pompa é importancia exterior,
+¿significa acaso otra cosa que las rivalidades que pudieron existir
+con respecto á asuntos políticos? ¿Y cómo pudo olvidar M. Guizot que
+poco antes había dicho que el señalar como causa del Protestantismo la
+_rivalidad de los soberanos con el poder eclesiástico_, no le parecía
+_fundado_, ni muy _filosófico_, ni en correspondiente _proporción con
+la extensión é importancia de este suceso_?
+
+Si algunos creyesen que, aun cuando todo esto no tuviera relación
+directa con la libertad del pensamiento, no obstante, se provocó la
+sublevación intelectual con la intolerancia que manifestaba á la sazón
+la Corte de Roma: «No es verdad, les responderá M. Guizot, que en el
+siglo XVI la Corte de Roma fuese muy tiránica; no es verdad que los
+abusos, propiamente dichos, fuesen entonces más numerosos y más graves
+de lo que hasta aquella época habían sido. _Al contrario, nunca quizás_
+el gobierno eclesiástico se había mostrado más _condescendiente y
+tolerante_, más dispuesto á dejar marchar todas las cosas mientras
+no se cuestionase sobre su poder, mientras se le reconociesen, aun
+dejándolos sin ejercicio, los derechos que tenía: mientras se le
+asegurase la misma existencia, se le pagasen los mismos tributos. De
+este modo el gobierno eclesiástico hubiera dejado tranquilo al espíritu
+humano, si el espíritu humano hubiese querido hacer otro tanto con
+respecto á él.» Es decir, que no parece sino que M. Guizot se olvidó
+completamente de que asentaba todos esos antecedentes para manifestar
+que la reforma protestante había sido un _grande esfuerzo en nombre
+de la libertad, un levantamiento de la inteligencia humana_; pues que
+nada nos alega, nada recuerda que se opusiese á esta libertad; y aun
+si algo pudiera provocar el _levantamiento_, como habría sido _la
+intolerancia_, _la crueldad_, el no dejar tranquilo al espíritu humano,
+ya nos ha dicho M. Guizot que el gobierno eclesiástico en el siglo XVI
+no era tiránico, antes bien era _condescendiente_, _tolerante_, y que
+de su parte hubiera _dejado tranquilo al espíritu humano_.
+
+Á la vista de tales datos, es evidente que el _esfuerzo extraordinario
+en nombre de la libertad de pensar_, es, en boca de M. Guizot, una
+palabra vaga, indefinible; y, al proferirla, parece que se propuso
+cubrir con brillante velo la cuna del Protestantismo, aun á expensas
+de la consecuencia en sus propias opiniones. Desechó las rivalidades
+políticas y apela luego á ellas; no da importancia á la influencia de
+los abusos, no los juzga por verdadera causa, y se olvida que en la
+lección antecedente había asentado que, si se hubiera hecho á tiempo
+una reforma legal _tan oportuna y necesaria_, tal vez se hubiera
+evitado la revolución religiosa: traza un cuadro en que se propone
+presentar puntos de contraste con esta libertad, quiere alzarse á
+consideraciones generales, elevadas, que abarquen la posición y las
+relaciones de la inteligencia, y se detiene en _la pompa y aparato
+exterior_, recuerda las _rivalidades políticas_, y, abatiendo su vuelo,
+hasta desciende al terreno de los _tributos_.
+
+Esa incoherencia de ideas, esa debilidad de raciocinio, ese olvido
+de los propios asertos, sólo podrá parecer extraño á quien esté más
+acostumbrado á admirar el vuelo de los grandes talentos que á estudiar
+la historia de sus aberraciones. Cabalmente M. Guizot se hallaba en
+tal posición, que es muy difícil no equivocarse y deslumbrarse; porque,
+si es verdad que el caminar rastreramente sobre los hechos individuales
+trae el inconveniente de circunscribir la vista, y de conducir al
+observador á la colección de una serie de hechos aislados, más bien
+que á la formación de un cuerpo de ciencia, también es cierto que,
+divagando el espíritu por un inmenso espacio donde haya de abarcar
+muchos y muy variados hechos en todos sus aspectos y relaciones, corre
+peligro de alucinarse á cada paso; también es cierto que la demasiada
+generalidad suele rayar en hipotética y fantástica; que no pocas veces,
+alzándose con inmoderado vuelo el entendimiento para descubrir mejor el
+conjunto de los objetos, llega á no verlos como son en sí, quizás hasta
+los pierda enteramente de vista; y por eso es menester que los más
+elevados observadores recuerden con frecuencia el dicho de Bacón: «_no
+alas, sino plomo_».
+
+M. Guizot tenía demasiada imparcialidad para que no pudiese menos de
+confesar la exageración con que habían sido abultados los abusos;
+además, tenía mucha filosofía para desconocer que no eran causa
+suficiente para producir un efecto tamaño; y hasta el sentimiento de
+su propia dignidad y decoro no le permitió mezclarse con esa turba
+bulliciosa y descomedida, que clama sin cesar contra la crueldad y la
+intolerancia; y así es que en esta parte hizo un esfuerzo para hacer
+justicia á la Iglesia romana. Pero desgraciadamente sus prevenciones
+contra la Iglesia no le permitieron ver las cosas como son en sí:
+columbró que el origen del Protestantismo debía buscarse en el mismo
+espíritu humano; pero, conocedor del siglo en que vive, y, sobre todo,
+de la época en que hablaba, presintió que, para ser bien acogidos sus
+discursos, era menester lisonjear al auditorio apellidando _libertad_;
+templó con algunas palabras suaves la amargura de los cargos contra
+la Iglesia, mas procurando luego que todo lo bello, todo lo grande
+y generoso, estuviera de parte del pensamiento engendrador de la
+reforma, y que recayesen sobre la Iglesia todas las sombras que habían
+de obscurecer el cuadro.
+
+Á no ser así, hubiera visto, sin duda, que, si bien la principal
+causa del Protestantismo se halla en el espíritu humano, no era
+necesario recurrir á parangones injustos; no hubiera caído en la
+incoherencia que acabamos de ver; hubiera encontrado la raíz del hecho
+en el propio carácter del espíritu humano, y hubiera explicado su
+gravedad y transcendencia, con sólo recordar la naturaleza, posición
+y circunstancias de las sociedades en cuyo centro apareció. Habría
+notado que no hubo allí un _esfuerzo extraordinario, sino una simple
+repetición de lo acontecido en cada siglo; un fenómeno común, que
+tomó un carácter especial, á causa de la particular disposición de la
+atmósfera que le rodeaba_.
+
+Este modo de considerar el Protestantismo como un hecho común,
+agrandado, empero, y extendido á causa de las circunstancias de la
+sociedad en que nació, me parece tan filosófico como poco reparado:
+y así presentaré otra proposición, que nos suministrará juntamente
+razones y ejemplos. Tal es el estado de las sociedades modernas,
+de tres siglos á esta parte, que todos los hechos que en ellas se
+verifiquen, han de tomar un carácter de generalidad, y, por tanto, de
+gravedad, que los ha de distinguir de los mismos hechos, verificados,
+empero, en otras épocas en que era diferente el estado de las
+sociedades. Dando una ojeada á la historia antigua, observaremos que
+todos los hechos tenían cierto aislamiento, por el cual ni eran tan
+provechosos cuando eran buenos, ni tan nocivos cuando eran malos.
+Cartago, Roma, Lacedemonia, Atenas, y todos esos pueblos antiguos,
+más ó menos adelantados en la carrera de la civilización, siguen cada
+cual su camino; pero siempre de una manera particular: las ideas, las
+costumbres, las formas políticas se sucedían unas á otras; pero no se
+descubre esa influencia de las ideas de un pueblo sobre las ideas de
+otro pueblo, de las costumbres del uno sobre las costumbres del otro;
+ese espíritu propagador que tiende á confundirlos á todos en un mismo
+centro: por manera que, excepto el caso de violenta conmixtión, se
+conoce muy bien que podrían los pueblos antiguos estar largo tiempo muy
+cercanos, conservando íntegramente cada uno sus propias fisonomías, sin
+experimentar á causa del contacto considerables mudanzas.
+
+Observad, empero, cuán de otra manera sucede en Europa: una revolución
+en un país afecta todos los otros; una idea salida de una escuela pone
+en agitación á los pueblos, y en alarma á los gobiernos: nada hay
+aislado; todo se generaliza, todo se propaga, tomando con la misma
+expansión una fuerza terrible. He aquí por qué no es posible estudiar
+la historia de un pueblo, sin que se presenten en la escena todos los
+pueblos; no es posible estudiar la historia de una ciencia, de un arte,
+sin que se compliquen desde luego cien relaciones con otros objetos que
+no son ni científicos, ni artísticos: y es porque todos los pueblos se
+asimilan, todos los objetos se enlazan, todas las relaciones se abarcan
+y se cruzan; he aquí por qué no hay un asunto en un país en que no
+tomen interés, y aun parte si es posible, todos los demás; y he aquí
+por qué, concretándonos á la política, es y será siempre una idea sin
+aplicaciones la de _no intervención_; pues no se ha visto jamás que
+cada cual no procure intervenir en todos los negocios que le interesan.
+
+Estos ejemplos, tomados de los órdenes políticos, literarios y
+artísticos, me parecen muy á propósito para dar á entender mi idea
+sobre lo que ha sucedido con respecto al orden religioso; y, si bien
+despojan al Protestantismo de ese manto filosófico con que se le ha
+querido cubrir aun en su cuna; si le quitan todo derecho á suponerse
+como un pensamiento que, lleno de previsión y de proyectos grandiosos,
+encerraba grandes destinos, tampoco rebajan en nada su gravedad y su
+extensión, en nada limitan el hecho; antes sí indican la verdadera
+causa de que se haya presentado con aspecto tan imponente.
+
+Desde el punto de vista que acabo de señalar, todo se descubre en
+su verdadero tamaño: los hombres apenas figuran, casi desaparecen;
+los abusos se ofrecen como son: ocasiones y pretextos; los planes
+vastos, las ideas altas y generosas, los esfuerzos de independencia se
+reducen á suposiciones arbitrarias; el cebo de las depredaciones, la
+ambición, las rivalidades de los soberanos, juegan como causas más ó
+menos influyentes, pero siempre en un orden secundario: ninguna causa
+se excluye; sólo que se las coloca á todas en su lugar, no se permite
+la exageración en su influencia, y, señalándose una principal, no
+deja de mirarse el hecho como de tal naturaleza, que en su nacimiento
+y desarrollo debieron de obrar un sinnúmero de agentes. Y, cuando se
+llega á una cuestión capital en la materia; cuando se pregunta la causa
+del odio, de la exasperación, que han manifestado los sectarios contra
+Roma; cuando se pregunta si esto no revela algunos grandes abusos
+de su parte, si no hace sospechar su sinrazón, se puede responder
+tranquilamente: que siempre se ha visto que las olas en la tormenta
+braman furiosas contra la roca inmóvil que las resiste.
+
+Tan lejos estoy de atribuir á los abusos la influencia que muchos
+les han asignado con respecto al nacimiento y desarrollo del
+Protestantismo, que estoy convencido de que, por más reformas legales
+que se hubieran hecho, por más condescendiente que se hubiera
+manifestado la autoridad eclesiástica en acceder á demandas y
+exigencias de todas clases, hubiera acontecido, poco más ó menos, la
+misma desgracia.
+
+Es necesario haber reparado bien poco en la extrema inconstancia y
+movilidad del espíritu humano, y haber estudiado muy poco su historia,
+para desconocer que era ésta una de aquellas grandes calamidades que
+sólo Dios, por providencia especial, es bastante á evitarlas.[5]
+
+
+
+
+CAPITULO III
+
+
+La proposición sentada al fin del capítulo anterior me sugiere un
+corolario, que, si no me engaño, ofrece una nueva demostración de la
+divinidad de la Iglesia católica.
+
+Se ha observado como cosa muy admirable la duración de la Iglesia
+católica por espacio de 18 siglos, y eso á pesar de tantos y tan
+poderosos adversarios; pero quizá no se ha notado bastante que,
+atendida la índole del espíritu humano, uno de los grandes prodigios
+que presenta sin cesar la Iglesia, es la unidad de doctrina en medio
+de toda clase de enseñanza, y abrigando siempre en su seno un número
+considerable de sabios.
+
+Llamo muy particularmente sobre este punto la atención de todos los
+hombres pensadores; y estoy seguro de que, aun cuando yo no acierte
+á desenvolver cual merece este pensamiento, encontrarán ellos aquí
+un germen de muy graves reflexiones. Tal vez se acomodará también
+este modo de mirar la Iglesia, al gusto de ciertos lectores, pues
+prescindiré enteramente de los caracteres que se rocen con la
+revelación, y consideraré el Catolicismo, no como religión divina, sino
+como escuela filosófica.
+
+Nadie que haya saludado la historia de las letras, me podrá negar que,
+en todos tiempos, haya tenido la Iglesia en su seno hombres ilustres
+por su sabiduría. En los primeros siglos, la historia de los Padres de
+la Iglesia es la historia de los sabios de primer orden, en Europa, en
+África y en Asia; después de la irrupción de los bárbaros, el catálogo
+de los hombres que conservaron algo del antiguo saber, no es más que un
+catálogo de eclesiásticos; y, por lo que toca á los tiempos modernos,
+no es dable señalar un solo ramo de los conocimientos humanos, en que
+no figuren en primera línea un número considerable de católicos. Es
+decir, que, de 18 siglos á esta parte, hay una serie no interrumpida
+de sabios, que son católicos, ó que están acordes en un cuerpo de
+doctrina formado de la reunión de las verdades enseñadas por la Iglesia
+católica. Prescindiendo ahora de los caracteres de divinidad que la
+distinguen, y considerándola únicamente como una escuela, ó una secta
+cualquiera, puede asegurarse que presenta en el hecho que acabo de
+consignar, un fenómeno tan extraordinario, que, ni es posible hallarle
+semejante en otra parte, ni es dable explicarle como comprendido en el
+orden regular de las cosas.
+
+Seguramente que no es nuevo en la historia del espíritu humano, el que
+una doctrina, más ó menos razonable, haya sido profesada algún tiempo
+por un cierto número de hombres ilustrados y sabios: este espectáculo
+lo hemos presenciado en las sectas filosóficas antiguas y modernas;
+pero que una doctrina se haya sostenido por espacio de muchos siglos,
+conservando adictos á ella á sabios de todos tiempos y países, y
+sabios, por otra parte, muy discordes en sus opiniones particulares,
+muy diferentes en costumbres, muy opuestos tal vez en intereses y muy
+divididos por sus rivalidades, este fenómeno es nuevo, es único, sólo
+se encuentra en la Iglesia católica. Exigir fe, unidad en la doctrina,
+y fomentar de continuo la enseñanza, y provocar la discusión sobre
+toda clase de materias; incitar y estimular el examen de los mismos
+cimientos en que estriba la fe, preguntando para ello á las lenguas
+antiguas, á los monumentos de los tiempos más remotos, á los documentos
+de la historia, á los descubrimientos de las ciencias observadoras, á
+las lecciones de las más elevadas y analíticas; presentarse siempre con
+generosa confianza en medio de esos grandes liceos donde una sociedad,
+rica de talentos y de saber, reune como en focos de luz todo cuanto
+le han legado los tiempos anteriores, y lo demás que ella ha podido
+reunir con sus trabajos, he aquí lo que ha hecho siempre, y está
+haciendo todavía, la Iglesia; y, sin embargo, la vemos perseverar firme
+en su fe, en su unidad de doctrina, rodeada de hombres ilustres, cuyas
+frentes, ceñidas de los laureles literarios ganados en cien palestras,
+se le humillan serenas y tranquilas, sin que lo tengan á mengua, sin
+que crean que deslustren las brillantes aureolas que resplandecen sobre
+sus cabezas.
+
+Los que miran el Catolicismo como una de tantas sectas que han
+aparecido sobre la tierra, será menester que busquen algún hecho que
+se parezca á éste; será menester que nos expliquen cómo la Iglesia
+puede de continuo presentarnos ese fenómeno, que tan en oposición
+se encuentra con la innata volubilidad del espíritu humano; será
+necesario que nos digan cómo la Iglesia romana ha podido realizar este
+prodigio, y qué imán secreto tiene en sus manos el Sumo Pontífice para
+que él pueda hacer lo que no ha podido otro hombre. Los que inclinan
+respetuosamente sus frentes al oir la palabra salida del Vaticano;
+los que abandonan su propio parecer para sujetarse á lo que les dicta
+un hombre que se apellida _Papa_, no son tan sólo los sencillos é
+ignorantes: miradlos bien: en sus frentes altivas descubriréis el
+sentimiento de sus propias fuerzas, y en sus ojos vivos y penetrantes
+veréis que se trasluce la llama del genio que oscila en su mente. En
+ellos reconoceréis á los mismos que han ocupado los primeros puestos
+de las academias europeas, que han llenado el mundo con la fama de
+sus nombres: nombres transmitidos á las generaciones venideras entre
+corrientes de oro. Recorred la historia de todos los tiempos, viajad
+por todos los países del orbe, y, si encontráis en ninguna parte un
+conjunto tan extraordinario, el saber unido con la fe, el genio sumiso
+á la autoridad, la discusión hermanada con la unidad, presentadle:
+habréis hecho un descubrimiento importante; habréis ofrecido á la
+ciencia un nuevo fenómeno que explicar: ¡ah! esto os será imposible,
+bien lo sabéis; y por esto apelaréis á nuevos efugios, por esto
+procuraréis obscurecer con cavilaciones la luz de una observación que
+sugiere á una razón imparcial, y hasta al sentido común, la legítima
+consecuencia de que en la Iglesia católica hay algo que no se encuentra
+en otra parte.
+
+«Estos hechos, dirán los adversarios, son ciertos; las reflexiones que
+sobre ellos se han emitido no dejan de ser deslumbradoras; pero, bien
+analizada la materia, desaparecerán todas las dificultades que pueden
+presentarse por la extrañeza que causa el haberse verificado en la
+Iglesia un hecho que no se ha verificado en ninguna secta. Si bien se
+mira, cuanto hasta aquí se lleva alegado, sólo prueba que en la Iglesia
+ha habido siempre un sistema determinado, que, apoyado en un punto
+fijo, ha podido ser realizado con uniforme regularidad. En la Iglesia
+se ha conocido que el origen de la fuerza está en la unión, que para
+esta unión era necesario establecer _unidad_ en la doctrina, y que para
+conservar esta _unidad_ era necesaria la sumisión á la autoridad. Esto
+una vez conocido, se ha establecido el principio de sumisión, y se le
+ha conservado invariablemente: he aquí explicado el fenómeno; en esto
+no negaremos que haya sabiduría profunda, que haya un plan vasto, un
+sistema singular; pero nada podréis inferir en pro de la divinidad del
+Catolicismo.»
+
+Esto es lo que se responderá, porque es lo único que se puede
+responder; pero fácil es de notar que, á pesar de esa respuesta, queda
+la dificultad en todo su vigor. Resulta siempre en claro que hay una
+sociedad sobre la tierra, que por espacio de 18 siglos ha sido siempre
+dirigida por un principio constante, fijo; una sociedad que ha logrado
+que se adhiriesen á este principio hombres eminentes de todos tiempos
+y países, y, por tanto, permanece siempre en pie todo el embarazo que
+ofrecen á los adversarios las siguientes preguntas: ¿Cómo es que sólo
+la Iglesia ha tenido este principio? ¿cómo es que á sólo ella se le
+haya ocurrido tal pensamiento? ¿cómo es que, si ha ocurrido á otra
+secta, ninguna lo haya podido poner en planta? ¿cómo es que todas
+las sectas filosóficas hayan desaparecido unas en pos de otras, y la
+Iglesia no? ¿cómo es que las otras religiones, si han querido conservar
+alguna unidad, han tenido siempre que huir de la luz, y esquivar la
+discusión, y envolverse en negras sombras; y la Iglesia haya siempre
+conservado su _unidad_, buscando la luz, y no ocultando sus libros,
+no escaseando la enseñanza, sino fundando por todas partes colegios,
+universidades y demás establecimientos, donde pudiesen reunirse y
+concentrarse todos los resplandores de la erudición y del saber?
+
+No basta decir que hay un sistema, un plan: la dificultad está en la
+misma existencia de ese sistema, de ese plan; la dificultad está en
+explicar cómo se han podido concebir y ejecutar. Si se tratase de pocos
+hombres reunidos en ciertas circunstancias, en determinados tiempos y
+países, para la ejecución de un proyecto limitado á breve espacio, no
+habría aquí nada de particular; pero se trata de 18 siglos, se trata de
+todos los países, de las circunstancias más variadas, más diferentes,
+más opuestas; se trata de hombres que no han podido avenirse, ni
+concertarse. ¿Cómo se explica todo esto? Si no es más que un sistema,
+un plan humano, ¿qué hay de misterioso en esa ciudad de Roma, que
+así reune en torno suyo á tantos hombres ilustres de todos tiempos y
+países? Si el Pontífice de Roma no es más que el jefe de una secta,
+¿cómo es que de tal modo alcanza á fascinar el mundo? ¿se habría visto
+jamás un mago que ejecutase extrañeza más estupenda? ¿No hace ya mucho
+tiempo que se declama contra su _despotismo religioso_? ¿por qué, pues,
+no ha habido otro hombre que le haya arrebatado el cetro? ¿por qué no
+se ha erigido otra cátedra que disputase á la suya la preeminencia,
+y se mantuviese en igual esplendor y poderío? ¿Es acaso por su poder
+material? Es muy limitado, y no podría medir sus armas con ninguna
+potencia de Europa. ¿Es por el carácter particular, por la ciencia,
+por las virtudes de los hombres que han ocupado el solio pontificio?
+Pero, ¿cómo es posible que en el espacio de 18 siglos no hayan tenido
+infinita variedad los caracteres de los Papas, y muy diferentes
+graduaciones su ciencia y sus virtudes? Á quien no sea católico, á
+quien no viere en el Pontífice romano al Vicario de Jesucristo, aquella
+_piedra_ sobre la cual edificó Jesucristo la Iglesia, la duración de su
+autoridad ha de parecerle el más extraordinario de los fenómenos, ha de
+ofrecérsele como una de las cuestiones más dignas de proponerse á la
+ciencia que se ocupa en la historia del espíritu humano la siguiente:
+¿cómo es posible que por espacio de tantos siglos haya podido existir
+una serie no interrumpida de sabios, que no se hayan apartado de la
+doctrina de la Cátedra de Roma?
+
+Al comparar M. Guizot el Protestantismo con la Iglesia romana, parece
+que la fuerza de esta verdad conmovía algún tanto su entendimiento,
+y que los rayos de esta luz introducían el desconcierto en sus
+observaciones. Oigámosle de nuevo; oigamos á ese escritor cuyos
+talentos y nombradía habrán deslumbrado en estas materias á aquellos
+lectores que ni examinan siquiera la solidez de las pruebas, mientras
+vengan envueltas en hermosas imágenes; á aquellos que aplauden toda
+clase de pensamientos, mientras desfilen ante sus ojos en un torrente
+de elocuencia encantadora; que, llenos de entusiasmo por el mérito de
+un hombre, le escuchan como infalible oráculo, y, mientras blasonan de
+independencia intelectual, subscriben sin examen á las decisiones de su
+director, escuchan con sumisión sus fallos, y no se atreven á levantar
+la frente para pedirle los títulos del predominio. En las palabras de
+M. Guizot notaremos que sintió, como todos los grandes hombres del
+Protestantismo, el vacío inmenso que hay en estas sectas, y la fuerza
+y robustez que entraña la Religión católica; notaremos que no pudo
+eximirse de la regla general de los grandes ingenios, regla de que
+son prueba los más explícitos testimonios consignados en los escritos
+de los hombres más eminentes que ha tenido la reforma protestante.
+Después de haber notado M. Guizot la inconsecuencia con que precedió
+el Protestantismo, y su falta de buena organización en la sociedad
+intelectual, continúa: «No se ha sabido hermanar todos los derechos y
+necesidades _de la tradición_ con las pretensiones de la libertad. Y
+eso proviene, sin duda, de que la _reforma no ha plenamente comprendido
+y aceptado, ni sus principios, ni sus efectos_.» ¿Qué religión será
+ésa que _ni comprende ni acepta plenamente sus principios, y sus
+efectos_? ¿Salió jamás de boca humana condenación más terminante de la
+reforma? ¿Cómo podrá pretender el derecho de dirigir ni al hombre ni á
+la sociedad? ¿Pudo decirse jamás otro tanto de las sectas filosóficas
+antiguas y modernas? «De ahí ese aire de inconsecuencia, continúa M.
+Guizot, que ha tenido la reforma, y el _espíritu limitado_ que ha
+manifestado, circunstancias que han prestado armas y ventajas á sus
+adversarios. Sabían éstos bien lo que deseaban y lo que hacían; partían
+de principios fijos, y marchaban hasta sus últimas consecuencias.
+Nunca ha habido un gobierno más consecuente y sistemático que el
+de la Iglesia romana.» ¿Y de dónde trae su origen ese sistema tan
+consecuente? Cuando es tanta la inconstancia y la volubilidad del
+espíritu del hombre, ¿este sistema, esta consecuencia, estos principios
+fijos, nada dicen á la filosofía y al buen sentido?
+
+Al reparar en esos terribles elementos de disolución que tienen su
+origen en el espíritu del hombre, y que tanta fuerza han adquirido en
+las sociedades modernas; al notar cómo destrozan y pulverizan todas las
+escuelas filosóficas, todas las instituciones religiosas, sociales y
+políticas, pero sin alcanzar á abrir una brecha en las doctrinas del
+Catolicismo, sin alterar ese sistema tan fijo y consecuente, ¿nada
+se inferirá en favor de la Religión católica? Decir que la Iglesia
+ha hecho lo que no han podido hacer jamás ninguna escuela, ningún
+gobierno, ninguna sociedad, ninguna religión, ¿no es confesar que es
+más sabia que la humanidad entera? Y esto ¿no prueba que no debe su
+origen al pensamiento del hombre, y que ha bajado del mismo seno
+del Criador del universo? En una sociedad formada de hombres, en un
+gobierno manejado por hombres, que cuenta 18 siglos de duración, que se
+extiende á todos los países, que se dirige al salvaje en sus bosques,
+al bárbaro en su tienda, al hombre civilizado en medio de las ciudades
+más populosas; que cuenta entre sus hijos al pastor que se cubre con
+el pellico, al rústico labrador, al poderoso magnate; que hace resonar
+igualmente su palabra al oído del hombre sencillo ocupado en sus
+mecánicas tareas, como al del sabio que, encerrado en su gabinete, está
+absorto en trabajos profundos; un gobierno como éste, tener, como ha
+dicho M. Guizot, _siempre una idea fija, una voluntad entera, y guardar
+una conducta regular y coherente_, ¿no es su apología más victoriosa,
+no es su panegírico más elocuente, no es una prueba de que encierra en
+su seno algo de misterioso?
+
+Mil veces he contemplado con asombro ese estupendo prodigio; mil veces
+he fijado mis ojos sobre este árbol inmenso que extiende sus ramas
+desde el Oriente al Occidente, desde el Aquilón al Mediodía: véole
+cobijando con su sombra á tantos y tan diferentes pueblos, y encuentro
+descansando tranquilamente debajo de ella la inquieta frente del genio.
+
+En Oriente, en los primeros siglos de haber aparecido sobre la tierra
+esa religión divina, en medio de la disolución que se había apoderado
+de todas las sectas, veo que se agolpan para escuchar su palabra los
+filósofos más ilustres; y en Grecia, en Asia, en los márgenes del
+Nilo, en todos esos países donde hormigueaba poco antes un sinnúmero
+de sectas, veo que se levanta de repente una generación de hombres
+grandes, ricos de erudición, de saber y de elocuencia, y todos acordes
+en la _unidad_ de la doctrina católica. En Occidente, cuando se va
+á precipitar sobre el caduco imperio una muchedumbre de bárbaros,
+que se presentan á lo lejos como una negra nube que asoma en el
+horizonte preñada de calamidades y desastres, en medio de un pueblo
+sumergido en la corrupción de costumbres y olvidado completamente de
+su antigua grandeza, veo á los únicos hombres que pueden apellidarse
+dignos herederos del nombre romano, buscar un asilo á su austeridad
+de costumbres en el retiro de los templos, y pedir á la religión
+sus inspiraciones para conservar el antiguo saber y enriquecerle y
+agrandarle. Lléname de admiración y asombro el encontrar al talento
+sublime, al digno heredero del genio de Platón, que, después de haber
+preguntado por la verdad á todas las escuelas y sectas, después de
+haber recorrido todos los errores con briosa osadía y con indomable
+independencia, se siente al fin dominado por la autoridad de la
+Iglesia, y el filósofo libre se transforma en el grande obispo de
+Hipona. En los tiempos modernos desfila delante de mis ojos esa serie
+de hombres grandes que brillaron en los siglos de León X y de Luis XIV;
+veo perpetuarse esa ilustre raza á través del calamitoso siglo XVIII;
+y en el siglo XIX veo que se levantan también nuevos atletas, que,
+después de haber acosado al error en todas direcciones, van á colgar
+sus trofeos en la puerta de la Iglesia católica.
+
+¡Qué prodigio es éste! ¡dónde se ha visto jamás una escuela, una
+secta, una religión semejante! Todo lo estudian, de todo disputan,
+á todo responden, todo lo saben, pero siempre acordes en la unidad
+de doctrina, siempre sumisos á la autoridad, siempre inclinando
+respetuosamente sus frentes, siempre humillándolas en obsequio de
+la fe; esas frentes donde brilla el saber, donde imprime sus rasgos
+un sentimiento de noble independencia, de donde salen tan generosos
+arranques. ¿No os parece descubrir un nuevo mundo planetario, donde
+globos luminosos ruedan en vastas órbitas por la inmensidad del
+espacio, pero atraídos por una misteriosa fuerza hacia el centro
+del sistema? Fuerza que no les permite el extravío, sin quitarles,
+empero, nada, ni de la magnitud de su mole, ni de la grandiosidad de
+su movimiento, antes inundándolos de luz, y dando á su marcha una
+regularidad majestuosa.[6]
+
+
+
+
+CAPITULO IV
+
+
+Esa idea fija, esa voluntad entera, ese plan tan sabio y constante, ese
+sistema tan trabado, esa conducta tan regular y coherente, ese marchar
+siempre con seguro paso hacia objeto y fin determinado, ese admirable
+conjunto reconocido y confesado por M. Guizot, y que tanto honra á
+la Iglesia católica, mostrando su profunda sabiduría y revelando la
+altura de su origen, no ha sido nunca imitado por el Protestantismo,
+ni en bien, ni en mal; porque, según llevo ya demostrado, no puede
+presentar un solo pensamiento del que tenga derecho á decir: _esto es
+mío_. Se ha querido apropiar el principio de examen privado en materias
+de fe, y algunos de sus adversarios tal vez no se han resistido mucho
+á adjudicárselo, por no reconocer en él otro elemento que pudiera
+llamarse constitutivo; y, además, por reparar que, si de haber
+engendrado tal principio quisiera gloriarse, sería semejante á aquellos
+padres insensatos que labran su propia ignominia, haciendo gala de
+tener hijos de pésima índole, y, díscolos en conducta. Es falso,
+sin embargo, que tal principio sea hijo suyo; antes al contrario,
+más bien podría decirse que el principio de examen ha engendrado el
+Protestantismo, pues que este principio se halla ya en el seno de
+todas las sectas, y se le reconoce como germen de todos los errores:
+por manera que, al proclamar los protestantes el examen privado, no
+hicieron más que ceder á la necesidad que es común á todas las sectas
+separadas de la Iglesia.
+
+Nada hubo en esto de plan, nada de previsión, nada de sistema: la
+simple resistencia á la autoridad de la Iglesia envolvía la necesidad
+de un examen privado sin límites, la erección del entendimiento en
+juez único; y así fué desde un principio enteramente inútil toda la
+oposición que á las consecuencias y aplicaciones de tal examen hicieron
+los corifeos protestantes: roto el dique, no es posible contener las
+aguas.
+
+«El derecho de examinar lo que debe creerse, dice una famosa dama
+protestante (De l'Allemagne, par Mad. Staël, 4.^e partie, chap. 2), es
+el principio fundamental del Protestantismo. _No lo entienden así los
+primeros reformadores; creían poder fijar las columnas del espíritu
+humano_ en los términos de sus propias luces; pero mal podían esperar
+que sus decisiones fuesen recibidas como infalibles, cuando ellos
+negaban este género de autoridad á la Religión católica.» Semejante
+resistencia por parte de ellos sólo sirvió á manifestar que no
+abrigaban ninguna de aquellas ideas que, si extravían el entendimiento,
+muestran al menos en cierto modo la generosidad y nobleza del corazón;
+y de ellos no podrá decir el entendimiento humano que le descaminasen
+con la mira de hacerle andar con mayor libertad. «La revolución
+religiosa del siglo XVI, dice M. Guizot, _no conoció los verdaderos
+principios de la libertad intelectual_; emancipaba el pensamiento, y
+todavía se empeñaba en gobernarlo por medio de la ley.»
+
+Pero en vano lucha el hombre contra la fuerza entrañada por la misma
+naturaleza de las cosas; en vano fué que el Protestantismo quisiera
+poner límites á la extensión del principio de examen, y que á veces
+levantase tan alto la voz, y aun descargase su brazo con tal fuerza,
+que no parecía sino que trataba de aniquilarle. El espíritu de examen
+privado estaba en su mismo seno, allí perseveraba, allí se desenvolvía,
+allí obraba, aun á pesar suyo: no tenía medio el Protestantismo: ó
+echarse en brazos de la autoridad, es decir, reconocer su extravío,
+ó dejar al principio disolvente que ejerciera su acción, haciendo
+desaparecer de entre las sectas separadas hasta la sombra de la
+religion de Jesucristo, y viniendo á poner el Cristianismo en la clase
+de las escuelas filosóficas. Dado una vez el grito de resistencia á la
+autoridad de la Iglesia, pudiéronse muy bien calcular los funestos
+resultados: fué desde luego muy fácil prever que, desenvuelto, el
+maligno germen traía consigo la ruina de todas las verdades cristianas.
+¿Y cómo era posible que no se desenvolviese rápidamente ese germen, en
+un suelo donde era tan viva la fermentación? Señalaron á voz en grito
+los católicos la gravedad é inminencia del riesgo; y en obsequio de la
+verdad es menester confesar que tampoco se ocultó á la previsión de
+algunos protestantes. ¿Quién ignora las explícitas confesiones que se
+oyeron ya desde un principio, y se han oído después, de boca de sus
+hombres más distinguidos? Los grandes talentos nunca se han hallado
+bien con el Protestantismo; siempre han encontrado en él un inmenso
+vacío: y por esta causa se los ha visto propender, ó á la irreligión, ó
+á la unidad católica.
+
+El tiempo, ese gran juez de todas las opiniones, ha venido á confirmar
+el acierto de tan tristes pronósticos: y actualmente han llegado ya
+las cosas á tal extremo, que es necesario, ó estar muy escaso de
+instrucción, ó tener muy limitados alcances, para no conocer que la
+Religión cristiana, tal como la explican los protestantes, es una
+opinión, y no más; es un sistema formado de mil partes incoherentes, y
+que pone el Cristianismo al nivel de las escuelas filosóficas. Y nadie
+debe extrañar que parezca aventajarse algún tanto á ellas, y conserve
+ciertos rasgos que dan á su fisonomía algo que no se encuentra en lo
+que es puramente excogitado por el entendimiento del hombre; ¿sabéis
+de dónde nace todo esto? Nace de aquella sublimidad de la doctrina, de
+aquella santidad de moral, que, más ó menos desfiguradas, resplandecen
+siempre en todo cuanto conserva algún vestigio de la palabra de
+Jesucristo. Pero el endeble resplandor que queda luchando con las
+sombras después que ha desaparecido del horizonte el astro luminoso, no
+puede compararse con la luz del día; las sombras avanzan, se extienden,
+y, ahogando el débil reflejo, acaban por sumir la tierra en obscuridad
+tenebrosa.
+
+Tal es la doctrina del Cristianismo entre los protestantes: con sólo
+dar una ojeada á sus sectas se conoce que ni son meramente filosóficas,
+ni tienen los caracteres de religión verdadera: el Cristianismo
+está entre ellas sin una autoridad, y por esto parece un viviente
+separado de su elemento, un árbol secado en su raíz; por esto presenta
+la fisonomía pálida y desfigurada de un semblante que no está ya
+animado por el soplo de vida. Habla el Protestantismo de la fe, y
+su principio fundamental la hiere de muerte; ensalza el Evangelio,
+y el mismo principio hace vacilar su autoridad, pues que le deja
+abandonado al discernimiento del hombre; y, si pondera la santidad y
+pureza de Jesucristo, ocurre desde luego que en algunas de las sectas
+disidentes se le despoja de su divinidad, y que todas podrían hacerlo
+muy bien, sin faltar al único principio que les sirve de punto de
+apoyo. Y, una vez negada, ó puesta en duda, la divinidad de Jesucristo,
+queda, cuando más, colocado en la clase de los grandes filósofos y
+legisladores, pierde la autoridad necesaria para dar á sus leyes
+aquella augusta sanción que tan respetables las hace á los mortales,
+no puede imprimirles aquel sello que tanto las eleva sobre todos
+los pensamientos humanos, y no se ofrecen ya sus consejos sublimes
+como otras tantas lecciones que fluyen de los labios de la sabiduría
+increada.
+
+Quitando al espíritu humano el punto de apoyo de una autoridad, ¿en
+qué podrá afianzarse? ¿no queda abandonado á merced de sus sueños y
+delirios? ¿no se le abre de nuevo la tenebrosa é intrincada senda de
+interminables disputas que condujo á un caos á los filósofos de las
+antiguas escuelas? Aquí no hay réplica, y en esto andan acordes la
+razón y la experiencia: substituído á la autoridad de la Iglesia el
+examen privado de los protestantes, todas las grandes cuestiones sobre
+la divinidad y el hombre quedan sin resolver; todas las dificultades
+permanecen en pie; y, flotando entre sombras el entendimiento humano,
+sin divisar una luz que pueda servirle de guía segura, abrumado por
+la gritería de cien escuelas que disputan de continuo sin aclarar
+nada, cae en aquel desaliento y postración en que le había encontrado
+el Cristianismo, y del que le había levantado á costa de grandes
+esfuerzos. La duda, el pirronismo, la indiferencia, serán entonces el
+patrimonio de los talentos más aventajados; las teorías vanas, los
+sistemas hipotéticos, los sueños, formarán el entretenimiento de los
+sabios comunes; la superstición y las monstruosidades serán el pábulo
+de los ignorantes.
+
+Y entonces, ¿qué habría adelantado la humanidad? ¿qué habría hecho el
+Cristianismo sobre la tierra? Afortunadamente para el humano linaje,
+no ha quedado la Religión cristiana abandonada al torbellino de las
+sectas protestantes; y en la autoridad de la Iglesia católica ha
+tenido siempre anchurosa base donde ha encontrado firme asiento para
+resistir á los embates de las cavilaciones y errores. Si así no fuera,
+¿á dónde habría ya parado? La sublimidad de sus dogmas, la sabiduría
+de sus preceptos, la unción de sus consejos, ¿serían acaso más que
+bellos sueños contados en lenguaje encantador por un sabio filósofo?
+Sí, es preciso repetirlo: sin la autoridad de la Iglesia nada queda de
+seguro en la fe, es dudosa la divinidad de Jesucristo, es disputable su
+misión, es decir, que desaparece completamente la Religión cristiana;
+porque, en no pudiendo ella ofrecernos sus títulos celestiales, en no
+pudiendo darnos completa certeza de que ha bajado del seno del Eterno,
+que sus palabras son palabras del mismo Dios, que se dignó aparecer
+sobre la tierra para la salud de los hombres, ya no tiene derecho
+á exigirnos acatamiento. Colocada en la serie de los pensamientos
+puramente humanos, deberá someterse á nuestro fallo como las demás
+opiniones de los hombres; en el tribunal de la filosofía podrá sostener
+sus doctrinas como más ó menos razonables, pero siempre tendrá la
+desventaja de habernos querido engañar, de habérsenos presentado como
+divina, cuando no era más que humana; y al empezarse la discusión sobre
+la verdad de su sistema de doctrinas, siempre tendrá en contra de sí
+una terrible presunción, cual es, el que, con respecto á su origen,
+habrá sido una impostora.
+
+Gloríanse los protestantes de la independencia de su entendimiento, y
+achacan á la Religión católica el que viola los derechos más sagrados,
+pues que, exigiendo sumisión, ultraja la dignidad del hombre. Cuando
+se declama en este sentido, vienen muy á propósito las exageraciones
+sobre las fuerzas de nuestro entendimiento, y no se necesita más que
+echar mano de algunas imágenes seductoras, pronunciando las palabras de
+_atrevido vuelo_, de _hermosas alas_, y otras semejantes, para dejar
+completamente alucinados á los lectores vulgares.
+
+Goce enhorabuena de sus derechos el espíritu del hombre, gloríese de
+poseer la centella divina que apellidamos entendimiento, recorra ufano
+la naturaleza, y, observando los demás seres que le rodean, note con
+complacencia la inmensa altura á que sobre todos ellos se encuentra
+elevado; colóquese en el centro de las obras con que ha embellecido
+su morada, y señale como muestras de su grandeza y poder las
+transformaciones que se ejecutan dondequiera que estampare su huella,
+llegando, á fuerza de inteligencia y de gallarda osadía, á dirigir y
+señorear la naturaleza; mas, por reconocer la dignidad y elevación
+de nuestro espíritu mostrándonos agradecidos al beneficio que nos ha
+dispensado el Criador, ¿deberemos llegar hasta el extremo de olvidar
+nuestros defectos y debilidad? ¿Á qué engañarnos á nosotros mismos,
+queriendo persuadirnos de que sabemos lo que en realidad ignoramos? ¿Á
+qué olvidar la inconstancia y volubilidad de nuestro espíritu? ¿Á qué
+disimularnos que en muchas materias, aun de aquellas que son objeto de
+las ciencias humanas, se abruma y confunde nuestro entendimiento, y
+que hay mucho de ilusión en nuestro saber, mucho de hiperbólico en la
+ponderación de los adelantos de nuestros conocimientos? ¿No viene un
+día á desmentir lo que asentamos otro día? ¿no viene de continuo el
+curso de los tiempos burlando todas nuestras previsiones, deshaciendo
+nuestros planes, y manifestando lo aéreo de nuestros proyectos?
+
+¿Qué nos han dicho en todos tiempos aquellos genios privilegiados
+á quienes fué concedido descender hasta los cimientos de nuestras
+creencias, alzarse con brioso vuelo hasta la región de las más sublimes
+inspiraciones, y tocar, por decirlo así, los confines del espacio que
+puede recorrer el entendimiento humano? Sí, los grandes sabios de todos
+tiempos, después de haber tanteado los senderos más ocultos de la
+ciencia, después de haberse arrojado á seguir los rumbos más atrevidos,
+que en el orden moral y físico se presentaban á su actividad y osadía
+en el anchuroso mar de las investigaciones, todos vuelven de sus
+viajes llevando en su fisonomía aquella expresión de desagrado, fruto
+natural de muy vivos desengaños; todos nos dicen que se ha deshojado
+á su vista una bella ilusión, que se ha desvanecido como una sombra
+la hermosa imagen que tanto los hechizaba; todos refieren que en el
+momento en que se figuraban que iban á entrar en un cielo inundado de
+luz, han descubierto con espanto una región de tinieblas, han conocido
+con asombro que se hallaban en una nueva ignorancia. Y por esta causa
+todos á una miran con tanta desconfianza las fuerzas del entendimiento,
+ellos que tienen un sentimiento íntimo que no les deja dudar de que las
+fuerzas del suyo exceden á las de los otros hombres. «Las ciencias,
+dice profundamente Pascal, tienen dos extremos que se tocan: el primero
+es la pura ignorancia natural, en que se encuentran los hombres al
+nacer; el otro es aquel en que se hallan las grandes almas, que,
+habiendo recorrido todo lo que los hombres pueden saber, encuentran que
+_no saben nada_.»
+
+El Catolicismo dice al hombre: «Tu entendimiento es muy flaco, y en
+muchas cosas necesita un apoyo y una guía»; y el Protestantismo le
+dice: «La luz te rodea, marcha por do quieras, no hay para ti mejor
+guía que tú mismo». ¿Cuál de las dos religiones está de acuerdo con las
+lecciones de la más alta filosofía?
+
+Ya no debe, pues, parecer extraño que los talentos más grandes que
+ha tenido el Protestantismo, todos hayan sentido cierta propensión á
+la Religión católica, y que no haya podido ocultárseles la profunda
+sabiduría que se encierra en el pensamiento de sujetar en algunas
+materias el entendimiento humano al fallo de una autoridad irrecusable.
+Y en efecto: mientras se encuentre una autoridad que en su origen, en
+su establecimiento, en su conservación, en su doctrina y conducta,
+reuna todos los títulos que puedan acreditarla de divina, ¿qué adelanta
+el entendimiento con no querer sujetarse á ella? ¿qué alcanza divagando
+á merced de sus ilusiones, en gravísimas materias, siguiendo caminos
+donde no encuentra otra cosa que recuerdos de extravíos, escarmientos y
+desengaños?
+
+Si tiene el espíritu del hombre un concepto demasiado alto de sí mismo,
+estudie su propia historia, y en ella verá, palpará, que, abandonado
+á sus solas fuerzas, tiene muy poca garantía de acierto. Fecundo
+en sistemas, inagotable en cavilaciones, tan rápido en conseguir
+un pensamiento como poco á propósito para madurarle; semillero de
+ideas que nacen, hormiguean y se destruyen unas á otras, como los
+insectos que rebullen en un lago; alzándose tal vez en alas de sublime
+inspiración, y arrastrándose luego como el reptil que surca el polvo
+con su pecho; tan hábil é impetuoso para destruir las obras ajenas como
+incapaz de dar á las suyas una construcción sólida y duradera; empujado
+por la violencia de las pasiones, desvanecido por el orgullo, abrumado
+y confundido por tanta variedad de objetos como se le presentan en
+todas direcciones, deslumbrado por tantas luces falsas, y engañosas
+apariencias; abandonado enteramente á sí mismo, el corazón humano
+presenta la imagen de una centella inquieta y vivaz, que recorre sin
+rumbo fijo la inmensidad de los cielos, traza en su vario y rápido
+curso mil extrañas figuras, siembra en el rastro de su huella mil
+chispas relumbrantes, encanta un momento la vista con su resplandor,
+su agilidad y sus caprichos, y desaparece luego en la obscuridad,
+sin dejar en la inmensa extensión de su camino una ráfaga de luz para
+esclarecer las tinieblas de la noche.
+
+Ahí está la historia de nuestros conocimientos: en ese inmenso depósito
+donde se hallan en confusa mezcla las verdades y los errores, la
+sabiduría y la necedad, el juicio y la locura; ahí se encontrarán
+abundantes pruebas de lo que acabo de afirmar: ellas saldrán en mi
+abono, si se quisiera tacharme de haber recargado el cuadro.[7]
+
+
+
+
+CAPITULO V
+
+
+Tanta verdad es lo que acabo de decir sobre la debilidad del humano
+entendimiento, que, aun prescindiendo del aspecto religioso, es muy
+notable que la próvida mano del Criador ha depositado en el fondo de
+nuestra alma un preservativo contra la excesiva volubilidad de nuestro
+espíritu; y preservativo tal, que, sin él, hubiéranse pulverizado
+todas las instituciones sociales, ó, más bien, no se hubieran jamás
+planteado; sin él, las ciencias no hubieran dado jamás un paso; y, si
+llegase jamás á desaparecer del corazón del hombre, el individuo y la
+sociedad quedarían sumergidos en el caos. Hablo de cierta inclinación á
+deferir á la autoridad; del _instinto de fe_, digámoslo así; instinto
+que merece ser examinado con mucha detención, si se quiere conocer
+algún tanto el espíritu del hombre, estudiar con provecho la historia
+de su desarrollo y progresos, encontrar las causas de muchos fenómenos
+extraños, descubrir hermosísimos puntos de vista que ofrece bajo este
+aspecto la Religión católica, y palpar, en fin, lo limitado y poco
+filosófico del pensamiento que dirige al Protestantismo.
+
+Ya se ha observado muchas veces que no es posible acudir á las
+primeras necesidades, ni dar curso á los negocios más comunes, sin
+la deferencia á la autoridad de la palabra de otros, sin la fe; y
+fácilmente se echa de ver que, sin esa fe, desaparecería todo el caudal
+de la historia y de la experiencia; es decir, que se hundiría el
+fundamento de todo saber.
+
+Importantes como son estas observaciones, y muy á propósito para
+demostrar lo infundado del cargo que se hace á la Religión católica
+por sólo exigir fe, no son ellas, sin embargo, las que llaman ahora
+mi atención, tratando como trato de presentar la materia bajo otro
+aspecto, de colocar la cuestión en otro terreno, donde ganará la verdad
+en amplitud é interés, sin perder nada de su inalterable firmeza.
+
+Recorriendo la historia de los conocimientos humanos, y echando
+una ojeada sobre las opiniones de nuestros contemporáneos, nótase
+constantemente que, aun aquellos hombres que más se precian de espíritu
+de examen, y de libertad de pensar, apenas son otra cosa que el eco
+de opiniones ajenas. Si se examina atentamente ese grande aparato,
+que tanto ruido mete en el mundo con el nombre de ciencia, se notará
+que, en el fondo, encierra una gran parte de autoridad; y al momento
+que en él se introdujera un espíritu de examen enteramente libre, aun
+con respecto á aquellos puntos que sólo pertenecen al raciocinio,
+hundiríase en su mayor parte el edificio científico, y serían muy
+pocos los que quedarían en posesión de sus misterios. Ningún ramo de
+conocimientos se exceptúa de esta regla general, por mucha que sea la
+claridad y exactitud de que se gloríe. Ricas como son en evidencia de
+principios, rigurosas en sus deducciones, abundantes en observaciones
+y experimentos, las ciencias naturales y exactas, ¿no descansan,
+acaso, muchas de sus verdades en otras verdades más altas, para cuyo
+conocimiento ha sido necesaria aquella delicadeza de observación,
+aquella sublimidad de cálculo, aquella ojeada perspicaz y penetrante, á
+que alcanza tan sólo un número de hombres muy reducido?
+
+Cuando Newton arrojó en medio del mundo científico el fruto de sus
+combinaciones profundas, ¿cuántos eran entre sus discípulos los que
+pudieran lisonjearse de estribar en convicciones propias, aun hablando
+de aquellos que, á fuerza de mucho trabajo, habían llegado á comprender
+algún tanto al grande hombre? Habían seguido al matemático en sus
+cálculos, se habían enterado del caudal de datos y experimentos que
+exponía á sus consideraciones el naturalista, y habían escuchado las
+reflexiones con que apoyaba sus aserciones y conjeturas el filósofo:
+creían de esta manera hallarse plenamente convencidos, y no deber
+en su asenso nada á la autoridad, sino únicamente á la fuerza de la
+evidencia y de las razones: ¿sí? Pues haced que desaparezca entonces
+el nombre de Newton, haced que el ánimo se despoje de aquella honda
+impresión causada por la palabra de un hombre que se presenta con un
+descubrimiento extraordinario, y que para apoyarle despliega un tesoro
+de saber que revela un genio prodigioso; quitad, repito, la sombra
+de Newton, y veréis que en la mente de su discípulo los principios
+vacilan, los razonamientos pierden mucho de su encadenamiento y
+exactitud, las observaciones no se ajustan tan bien con los hechos; y
+el hombre que se creyera tal vez un examinador completamente imparcial,
+un pensador del todo independiente, conocerá, sentirá cuán sojuzgado se
+hallaba por la fuerza de la autoridad, por el ascendiente del genio;
+conocerá, sentirá que en muchos puntos tenía asenso, mas no convicción,
+y que, en vez de ser un filósofo enteramente libre, era un discípulo
+dócil y aprovechado.
+
+Apélese confiadamente al testimonio, no de los ignorantes, no de
+aquellos que han desflorado ligeramente los estudios científicos, sino
+de los verdaderos sabios, de los que han consagrado largas vigilias á
+los varios ramos del saber: invíteselos á que se concentren dentro de
+sí mismos, á que examinen de nuevo lo que apellidan sus convicciones
+científicas; y que se pregunten con entera calma y desprendimiento si,
+aun en aquellas materias en que se conceptúan más aventajados, no
+sienten repetidas veces sojuzgado su entendimiento por el ascendiente
+de algún autor de primer orden, y no han de confesar que, si á
+muchas cuestiones de las que tienen más estudiadas les aplicasen con
+rigor el método de Descartes, se hallarían con más _creencias_ que
+_convicciones_.
+
+Así ha sucedido siempre, y siempre sucederá así: esto tiene raíces
+profundas en la íntima naturaleza de nuestro espíritu, y, por lo mismo,
+no tiene remedio. Ni tal vez conviene que lo tenga; tal vez entra en
+esto mucho de aquel instinto de conservación que Dios con admirable
+sabiduría ha esparcido sobre la sociedad; tal vez sirve de fuerte
+correctivo á tantos elementos de disolución como ésta abriga en su seno.
+
+Malo es, en verdad, muchas veces, malo es, y muy malo, que el hombre
+vaya en pos de la huella de otro hombre; no es raro el que se vean por
+esta causa lamentables extravíos; pero peor fuera aún que el hombre
+estuviera siempre en actitud de resistencia contra todo otro hombre
+para que no le pudiese engañar, y que se generalizase por el mundo la
+filosófica manía de querer sujetarlo todo á riguroso examen: ¡pobre
+sociedad entonces! ¡pobre hombre! ¡pobres ciencias, si cundiese á todos
+los ramos el espíritu de riguroso, de escrupuloso, de independiente
+examen!
+
+Admiro el genio de Descartes, reconozco los grandes beneficios que
+ha dispensado á las ciencias; pero he pensado más de una vez que, si
+por algún tiempo pudiera generalizarse su método de duda, se hundiría
+de repente la sociedad; y aun entre los sabios, entre los filósofos
+imparciales, me parece que causaría grandes estragos; por lo menos es
+cierto que en el mundo científico se aumentaría considerablemente el
+número de los orates.
+
+Afortunadamente no hay peligro de que así suceda; y, si el hombre tiene
+cierta tendencia á la locura, más ó menos graduada, también posee
+un fondo de buen sentido de que no le es posible desprenderse; y la
+sociedad, cuando se presentan algunos individuos de cabeza volcánica
+que se proponen convertirla en delirante, ó les contesta con burlona
+sonrisa, ó, si se deja extraviar por un momento, vuelve luego en sí, y
+rechaza con indignación á aquellos que la habían descaminado.
+
+Para quien conozca á fondo el espíritu humano, serán siempre
+despreciables vulgaridades esas fogosas declamaciones contra las
+preocupaciones del vulgo; contra esa docilidad en seguir á otro hombre,
+contra esa facilidad en creerlo todo sin haber examinado nada. Como
+si en esto de preocupaciones, en esto de asentir á todo sin examen,
+hubiera muchos hombres que no fueran vulgo; como si las ciencias no
+estuvieran llenas de suposiciones gratuitas; como si en ellas no
+hubiera puntos flaquísimos sobre los cuales estribamos buenamente, cual
+en firmísimo é inalterable apoyo.
+
+El derecho de posesión y de prescripción es otra de las singularidades
+que ofrecen las ciencias, y es bien digno de notarse que, sin haber
+tenido jamás esos nombres, haya sido reconocido este derecho, con
+tácito, pero unánime, consentimiento. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo?
+Estudiad la historia de las ciencias, y encontraréis á cada paso
+confirmada esta verdad. En medio de las eternas disputas que han
+dividido á los filósofos, ¿cuál es la causa de que una doctrina antigua
+haya opuesto tanta resistencia á una doctrina nueva, y diferido por
+mucho tiempo y tal vez impedido completamente su establecimiento?
+Es porque la antigua estaba ya en posesión, es porque se hallaba
+robustecida por un derecho de prescripción: no importa que no se
+usaran esos nombres: el resultado era el mismo; y por esta razón los
+inventores se han visto muchas veces menospreciados ó contrariados,
+cuando no perseguidos.
+
+Es preciso confesarlo, por más que á ello se resista nuestro orgullo,
+y por más que se hayan de escandalizar algunos sencillos admiradores
+de los progresos de las ciencias: muchos han sido esos progresos,
+anchuroso es el campo por donde se ha espaciado el entendimiento
+humano, vastas las órbitas que ha recorrido, y admirables las obras
+con que ha dado una prueba de sus fuerzas; pero en todas estas cosas
+hay siempre una buena parte de exageración, hay mucho que cercenar,
+sobre todo cuando el nombre de ciencia se refiere á las relaciones
+morales. De semejantes ponderaciones nada puede deducirse para probar
+que nuestro entendimiento sea capaz de marchar con entera agilidad
+y desembarazo por toda clase de caminos; nada puede deducirse que
+contradiga el hecho que hemos establecido de que el entendimiento
+del hombre está sometido casi siempre, aunque sin advertirlo, á la
+autoridad de otro hombre.
+
+En cada época se presentan algunos pocos, poquísimos entendimientos
+privilegiados, que, alzando su vuelo sobre todos los demás, les
+sirven de guía en las diferentes carreras; precipítase tras ellos una
+numerosa turba que se apellida sabia, y con los ojos fijos en la enseña
+enarbolada va siguiendo afanosa los pasos del aventajado caudillo. Y
+¡cosa singular! todos claman por la independencia en la marcha, todos
+se precian de seguir aquel rumbo nuevo, como si ellos le hubieran
+descubierto, como si avanzaran en él, guiados únicamente por su propia
+luz é inspiraciones. Las necesidades, la afición ú otras circunstancias
+nos conducen á dedicarnos á este ó aquel ramo de conocimientos;
+nuestra debilidad nos está diciendo de continuo que no nos es dada la
+fuerza creatriz; y, ya que no podemos ofrecer nada propio, ya que nos
+sea imposible abrir un nuevo camino, nos lisonjeamos de que nos cabe
+una parte de gloria siguiendo la enseña de algún ilustre caudillo;
+y, en medio de tales sueños, llegamos tal vez á persuadirnos de que
+no militamos bajo la bandera de nadie, que sólo rendimos homenaje á
+nuestras convicciones, cuando en realidad no somos más que prosélitos
+de doctrinas ajenas.
+
+En esta parte el sentido común es más cuerdo que nuestra enfermiza
+razón; y así es que el lenguaje (esta misteriosa expresión de las
+cosas, donde se encuentra tanto fondo de verdad y exactitud sin saber
+quién se lo ha comunicado) nos hace una severa reconvención por tan
+orgulloso desvanecimiento; y á pesar nuestro llama las cosas por sus
+nombres, clasificándonos á nosotros, y á nuestras opiniones, del
+modo que corresponde, según el autor á quien hemos seguido por guía.
+La historia de las ciencias ¿es acaso más que la historia de los
+combates de una escasa porción de aventajados caudillos? Recórranse los
+tiempos antiguos y modernos, extiéndase la vista á los varios ramos
+de nuestros conocimientos, y se verá un cierto número de escuelas,
+planteadas por algún sabio de primer orden, dirigidas luego por otro
+que por sus talentos haya sido digno de sucederle; y durando así, hasta
+que, cambiadas las circunstancias, falta de espíritu de vida, muere
+naturalmente la escuela, ó presentándose algún hombre audaz, animado
+de indomable espíritu de independencia, la ataca, y la destruye, para
+asentar sobre sus ruinas la nueva cátedra del modo que á él le viniera
+en talante.
+
+Cuando Descartes destronó á Aristóteles ¿no se colocó por de pronto
+en su lugar? La turba de filósofos que blasonaban de independientes,
+pero cuya independencia era desmentida por el título que llevaban de
+_Cartesianos_, eran semejantes á los pueblos que en tiempo de revueltas
+aclaman libertad, y destronan al antiguo monarca, para someterse
+después al hombre bastante osado que recoge el cetro y la diadema que
+yacen abandonados al pie del antiguo solio.
+
+Créese en nuestro siglo, como se creyó en el anterior, que marcha el
+entendimiento humano con entera independencia; y á fuerza de declamar
+contra la autoridad en materias científicas, á fuerza de ensalzar la
+libertad del pensamiento, se ha llegado á formar la opinión de que
+pasaron ya los tiempos en que la autoridad de un hombre valía algo,
+y que ahora ya no obedece cada sabio sino á sus propias é íntimas
+convicciones. Allégase á todo esto que, desacreditados los sistemas y
+las hipótesis, se ha desplegado grande afición al examen y análisis de
+los hechos, y esto ha contribuído á que se figuren muchos que, no sólo
+ha desaparecido completamente la autoridad en las ciencias, sino que
+hasta ha llegado á hacerse imposible.
+
+Á primera vista, bien pudiera esto parecer verdad; pero, si damos en
+torno de nosotros una atenta mirada, notaremos que no se ha logrado
+otra cosa sino aumentar algún tanto el número de los jefes, y reducir
+la duración de su mando. Éste es verdadero tiempo de revueltas, y tal
+vez de revolución literaria y científica, semejante en un todo á la
+política, en que se imaginan los pueblos que disfrutan más libertad,
+sólo porque ven el mando distribuído en mayor número de manos, y porque
+tienen más anchura para deshacerse con frecuencia de los gobernantes,
+haciendo pedazos como á tiranos á los que antes apellidaran padres y
+libertadores; bien que, después de su primer arrebato, dejan el campo
+libre para que se presenten otros hombres á ponerles un freno, tal vez
+un poco más brillante, pero no menos recio y molesto. Á más de los
+ejemplos que nos ofrecería en abundancia la historia de las letras de
+un siglo á esta parte, ¿no vemos ahora mismo unos nombres substituídos
+á otros nombres, unos directores del entendimiento humano substituídos
+á otros directores?
+
+En el terreno de la política, donde al parecer más debiera campear
+el espíritu de libertad, ¿no son contados los hombres que marchan al
+frente? ¿no los distinguimos tan claro como á los generales de ejército
+en campaña? En la arena parlamentaria ¿vemos acaso otra cosa que dos ó
+tres cuerpos de combatientes que hacen sus evoluciones á las órdenes
+del respectivo caudillo con la mayor regularidad y disciplina? ¡Oh!
+¡cuán bien comprenderán estas verdades aquellos que se hallan elevados
+á tal altura! Ellos que conocen nuestra flaqueza, ellos que saben que
+para engañar á los hombres bastan por lo común las palabras, ellos
+habrán sentido mil veces asomar en sus labios la sonrisa, cuando,
+al contemplar engreídos el campo de sus triunfos, al verse rodeados
+de una turba preciada de inteligente que los admiraba y aclamaba con
+entusiasmo, habrán oído á algunos de sus más fervientes y más devotos
+prosélitos cuál blasonaban de ilimitada libertad de pensar, de completa
+independencia en las opiniones y en los votos.
+
+Tal es el hombre; tal nos le muestran la historia y la experiencia de
+cada día. La inspiración del genio, esa fuerza sublime que eleva el
+entendimiento de algunos seres privilegiados, ejercerá siempre, no sólo
+sobre los sencillos é ignorantes, sino también sobre el común de los
+sabios, una acción fascinadora. ¿Dónde está, pues, el ultraje que hace
+á la razón humana la Religión católica, cuando, al propio tiempo que le
+presenta los títulos que prueban su divinidad, le exige la fe? ¿Esa fe
+que el hombre dispensa tan fácilmente á otro hombre, en todas materias,
+aun en aquellas en que más presume de sabio, no podrá prestarla sin
+mengua de su dignidad á la Iglesia católica? ¿Será un insulto hecho
+á su razón el señalarle una norma fija, que le asegure con respecto
+á los puntos que más le importan, dejándole, por otra parte, amplia
+libertad de pensar lo que más le agrade sobre aquel mundo que Dios
+ha entregado á las disputas de los hombres? Con esto ¿hace acaso más
+la Iglesia que andar muy de acuerdo con las lecciones de la más alta
+filosofía, manifestar un profundo conocimiento del espíritu humano, y
+librarle de tantos males como le acarrea su volubilidad é inconstancia,
+su veleidoso orgullo, combinados de un modo extraño con esa facilidad
+increíble de deferir á la palabra de otro hombre? ¿Quién no ve que con
+ese sistema de la Religión católica se pone un dique al espíritu de
+_proselitismo_ que tantos daños ha causado á la sociedad? Ya que el
+hombre tiene esa irresistible tendencia á seguir los pasos de otro, ¿no
+hace un gran beneficio á la humanidad la Iglesia católica, señalándole
+de un modo seguro el camino por donde debe andar, si quiere seguir las
+pisadas de un Hombre-Dios? ¿No pone de esta manera muy á cubierto la
+dignidad humana, librando, al propio tiempo, de terrible naufragio los
+conocimientos más necesarios al individuo y á la sociedad?[8]
+
+
+
+
+CAPITULO VI
+
+
+En contra de la autoridad que trata de ejercer su jurisdicción sobre el
+entendimiento, se alegará, sin duda, el adelanto de las sociedades; y
+el alto grado de civilización y cultura á que han llegado las naciones
+modernas se producirá como un título de justicia para lo que se
+apellida emancipación del entendimiento. Á mi juicio, está tan distante
+esta réplica de tener algo de sólido, está tan mal cimentada sobre el
+hecho en que pretende apoyarse, que, antes bien, del mayor adelanto de
+la sociedad debiera inferirse la necesidad más urgente de una regla
+viva, tal como lo juzgan indispensable los católicos.
+
+Decir que las sociedades en su infancia y adolescencia hayan podido
+necesitar esa autoridad como un freno saludable, pero que este freno se
+ha hecho inútil y degradante cuando el entendimiento humano ha llegado
+á mayor desarrollo, es desconocer completamente la relación que tienen
+con los diferentes estados de nuestro entendimiento, los objetos sobre
+que versa semejante autoridad.
+
+La verdadera idea de Dios, el origen, el destino y la norma de conducta
+del hombre, y todo el conjunto de medios que Dios le ha proporcionado
+para llegar á su alto fin, he aquí los objetos sobre que versa la
+fe, y sobre los cuales pretenden los católicos la necesidad de una
+regla infalible; sosteniendo que, á no ser así, no fuera dable evitar
+los más lamentables extravíos, ni poner la verdad á cubierto de las
+cavilaciones humanas.
+
+Esta sencilla consideración bastará para convencer de que el examen
+privado sería mucho menos peligroso en pueblos poco adelantados en la
+carrera de la civilización, que no en otros que hayan ya adelantado
+mucho en ella. En un pueblo cercano á su infancia hay naturalmente un
+gran fondo de candor y sencillez, disposiciones muy favorables para
+que recibiera con docilidad las lecciones esparcidas en el Sagrado
+Texto, saboreándose en las de fácil comprensión, y humillando su frente
+ante la sublime obscuridad de aquellos lugares que Dios ha querido
+encubrir con el velo del misterio. Hasta su misma posición crearía en
+cierto modo una autoridad; pues, como no estuviera aún afectado por
+el orgullo y la manía del saber, se habría reducido á muy pocos el
+examinar el sentido de las revelaciones hechas por Dios al hombre, y
+esto produciría naturalmente un punto céntrico de donde dimanara la
+enseñanza.
+
+Pero sucede muy de otra manera en un pueblo adelantado en la carrera
+del saber; porque la extensión de los conocimientos á mayor número
+de individuos, aumentando el orgullo y la volubilidad, multiplica y
+subdivide las sectas en infinitas fracciones, y acaba por trastornar
+todas las ideas, y por corromper las tradiciones más puras. El pueblo,
+cercano á su infancia, como está exento de la vanidad científica,
+entregado á sus ocupaciones sencillas, y apegado á sus antiguas
+costumbres, escucha con docilidad y respeto al anciano venerable que,
+rodeado de sus hijos y nietos, refiere con tierna emoción la historia y
+los consejos que él á su vez había recibido de sus antepasados; pero,
+cuando la sociedad ha llegado á mucho desarrollo; cuando, debilitado
+el respeto á los padres de familia, se ha perdido la veneración á
+las canas; cuando nombres pomposos, aparatos científicos, grandes
+bibliotecas, hacen formar al hombre un gran concepto de la fuerza
+de su entendimiento; cuando la multiplicación y actividad de las
+comunicaciones esparcen á grandes distancias las ideas, y haciéndolas
+fermentar por medio del calor que adquieren con el movimiento, les dan
+aquella fuerza mágica que señorea los espíritus; entonces es precisa,
+indispensable, una autoridad, que, siempre viva, siempre presente,
+siempre en disposición de acudir á donde lo exija la necesidad, cubra
+con robusta égida el sagrado depósito de las verdades independientes
+de tiempos y climas, sin cuyo conocimiento flota eternamente el hombre
+á merced de sus errores y caprichos, y marcha con vacilante paso desde
+la cuna al sepulcro; aquellas verdades sobre las cuales está sentada
+la sociedad como sobre firmísimo cimiento; cimiento que, una vez
+conmovido, pierde su aplomo el edificio, oscila, se desmorona, y se cae
+á pedazos. La historia literaria y política de Europa de tres siglos
+á esta parte nos ofrece demasiadas pruebas de lo que acabo de decir,
+siendo de lamentar que cabalmente estalló la revolución religiosa
+en el momento en que debía ser más fatal: porque, encontrando á las
+sociedades agitadas por la actividad que desplegaba el espíritu humano,
+quebrantó el dique, cuando era necesario robustecerle.
+
+Por cierto que no es saludable apocar en demasía á nuestro espíritu,
+achacándole defectos que no tenga, ó exagerando aquellos de que en
+realidad adolece; pero tampoco es conveniente engreirle sobradamente,
+ponderando más de lo que es justo el alcance de sus fuerzas: esto, á
+más de serle muy dañoso en diferentes sentidos, es muy poco favorable á
+su mismo adelanto; y aun, si bien se mira, es poco conforme al carácter
+grave y circunspecto, que ha de ser uno de los distintivos de la
+verdadera ciencia. Que la ciencia, si ha de ser digna de este nombre,
+no ha de ser tan pueril, que se muestre ufana y vanidosa por aquello
+que en realidad no le pertenece como propiedad suya: es menester que
+no desconozca los límites que la circunscriben, y que tenga bastante
+generosidad y candidez para confesar su flaqueza.
+
+Un hecho hay en la historia de las ciencias, que, al propio tiempo
+que revela la intrínseca debilidad del entendimiento, hace palpar lo
+mucho que entra de lisonja en los desmedidos elogios que á veces se
+le prodigan; infiriéndose de aquí cuán arriesgado sea el abandonarle
+del todo á sí mismo, sin ningún género de guía. Consiste este hecho
+en las sombras que se van encontrando á medida que nos acercamos á la
+investigación de los secretos que rodean los primeros principios de
+las ciencias: por manera que, aun hablando de las que más nombradía
+tienen por su verdad, evidencia y exactitud, en llegando á profundizar
+hasta sus cimientos, parece que se encuentra un terreno poco firme,
+resbaladizo, en términos que el entendimiento, sintiéndose poco seguro
+y vacilante, retrocede, temeroso de descubrir alguna cosa que lanzara
+la incertidumbre y la duda sobre aquellas verdades, en cuya evidencia
+se había complacido.
+
+No participo yo del mal humor de Hobbes contra las matemáticas, y,
+entusiasta como soy de sus adelantos y profundamente convencido como
+estoy de las ventajas que su estudio acarrea á las demás ciencias y
+á la sociedad, mal pudiera tratar, ni de disminuir su mérito, ni de
+disputarles ninguno de los títulos que las ennoblecen; pero, ¿quién
+diría que ni ellas se exceptúan de la regla general? ¿faltan acaso en
+ellas puntos débiles, senderos tenebrosos?
+
+Por cierto que, al exponerse los primeros principios de estas ciencias,
+consideradas en toda su abstracción, y al deducir las proposiciones
+más elementales, camina el entendimiento por un terreno llano,
+desembarazado, donde ni se ofrece siquiera la idea de que pueda ocurrir
+el más ligero tropiezo. Prescindiré ahora de las sombras que hasta
+sobre este camino podrían esparcir la ideología y la metafísica, si se
+presentasen á disputar sobre algunos puntos, aun buscando su apoyo en
+los escritos de filósofos aventajados; pero, ciñéndonos al círculo en
+que naturalmente se encierran las matemáticas, ¿quién de los versados
+en ellas ignora que, avanzando en sus teorías, se encuentran ciertos
+puntos donde el entendimiento tropieza con una sombra; donde, á
+pesar de tener á la vista la demostración, y de haberla empleado en
+todas sus partes, se halla como fluctuante, sintiendo un no sé qué de
+incertidumbre, de que apenas acierta á darse cuenta á sí propio? ¿Quién
+no ha experimentado que, á veces, después de dilatados raciocinios,
+al divisar la verdad, se halla uno como si hubiera descubierto la luz
+del día, pero después de haber andado largo trecho á obscuras, por un
+camino cubierto? Fijando entonces vivamente la atención sobre aquellos
+pensamientos que divagan por la mente como exhalaciones momentáneas,
+sobre aquellos movimientos casi imperceptibles que en tales casos nacen
+y mueren de continuo en nuestra alma, se nota que el entendimiento, en
+medio de sus fluctuaciones, extiende la mano sin advertirlo al áncora
+que le ofrece la autoridad ajena, y que, para asegurarse, hace desfilar
+delante de sus ojos la sombra de algunos matemáticos ilustres, y el
+corazón como que se alegra de que aquello esté ya enteramente fuera
+de duda, por haberlo visto de una misma manera una serie de hombres
+grandes. ¿Y qué? ¿se sublevarán tal vez la ignorancia y el orgullo
+contra semejantes reflexiones? Estudiad esas ciencias, ó, cuando menos,
+leed su historia, y os convenceréis de que también se encuentran en
+ellas abundantes pruebas de la debilidad del entendimiento del hombre.
+
+La portentosa invención de Newton y Leibnitz ¿no encontró en Europa
+numerosos adversarios? ¿no necesitó para solidarse bien, el que
+pasara algún tiempo, y que la piedra de toque de las aplicaciones
+viniese á manifestar la verdad de los principios y la exactitud de los
+raciocinios? ¿y creéis, por ventura, que si ahora se presentara de
+nuevo esa invención en el campo de las ciencias, hasta suponiéndola
+pertrechada de todas las pruebas con que se la ha robustecido, y
+rodeada de aquella luz con que la han bañado tantas aclaraciones;
+creéis, por ventura, repito, que no necesitaría también de algún
+tiempo, para que, afirmada, digámoslo así, con el derecho de
+prescripción, alcanzase en sus dominios la tranquilidad y sosiego de
+que actualmente disfruta?
+
+Bien se deja sospechar que no les ha de caber á las demás ciencias
+escasa parte de esa incertidumbre, que trae su origen de la misma
+flaqueza del espíritu humano; y, como quiera que en cuanto á ellas
+apenas me parece posible que haya quien trate de contradecirlo, pasaré
+á presentar algunas consideraciones sobre el carácter peculiar de las
+ciencias morales.
+
+Tal vez no se ha reparado bastante que no hay estudio más engañoso que
+el de las verdades morales; y le llamo engañoso, porque, brindando al
+investigador con una facilidad aparente, le empeña en pasos en que
+apenas se encuentra salida. Son como aquellas aguas tranquilas que
+manifiestan poca profundidad, un fondo falso, pero que encierran un
+insondable abismo. Familiarizados nosotros con su lenguaje desde la más
+tierna infancia; viendo en rededor nuestro sus continuas aplicaciones;
+sintiendo que se nos presentan como de bulto, y hallándonos con
+cierta facilidad de hablar de repente sobre muchos de sus puntos,
+persuadímonos con ligereza de que tampoco nos ha de ser difícil un
+estudio profundo de sus más altos principios, y de sus relaciones
+más delicadas; y ¡cosa admirable! apenas salimos de la esfera del
+sentido común, apenas tratamos de desviarnos de aquellas expresiones
+sencillas, las mismas que balbucientes pronunciábamos en el regazo de
+nuestra madre, nos hallamos en el más confuso laberinto. Entonces,
+si el entendimiento se abandona á sus cavilaciones; si no escucha la
+voz del corazón, que le habla con tanta sencillez como elocuencia;
+si no templa aquella fogosidad que le comunica el orgullo; si con
+loco desvanecimiento no atiende á lo que le prescribe el cuerdo buen
+sentido, llega hasta el exceso de despreciar el depósito de aquellas
+tan saludables como necesarias verdades que conserva la sociedad para
+irlas transmitiendo de generación en generación; y, marchando solo, á
+tientas, en medio de las más densas tinieblas, acaba por derrumbarse en
+aquellos precipicios de extravagancias y delirios de que la historia
+de las ciencias nos ofrece tan repetidos y lamentables ejemplos.
+
+Si bien se observa, se nota una cosa semejante en todas las ciencias;
+porque el Criador ha querido que no nos faltaran aquellos conocimientos
+que nos eran necesarios para el uso de la vida, y para llegar á
+nuestro destino; pero no ha querido complacer nuestra curiosidad,
+descubriéndonos verdades que para nada nos eran necesarias. Sin
+embargo, en algunas materias ha comunicado al entendimiento cierta
+facilidad que le hace capaz de enriquecer de continuo sus dominios;
+pero, en orden á las verdades morales, le ha dejado en una esterilidad
+completa: lo que necesitaba saber, ó se lo ha grabado con caracteres
+muy sencillos é inteligibles en el fondo de su corazón, ó se lo ha
+consignado de un modo muy expreso y terminante en el Sagrado Texto,
+mostrándole una regla fija en la autoridad de la Iglesia, á donde podía
+acudir para aclarar sus dudas; pero, por lo demás, le ha dejado de
+manera que, si se trata de cavilar y espaciarse á su capricho, recorre
+de continuo un mismo camino, lo hace y deshace mil veces; encontrando
+en un extremo el _escepticismo_, en el otro la _verdad pura_.
+
+Algunos ideólogos modernos reclamarán, tal vez, contra reflexiones
+semejantes, y mostrarán en contra de esta aserción el fruto de sus
+trabajos analíticos. «Cuando no se había descendido al análisis de los
+hechos, dirán ellos; cuando se divagaba entre sistemas aéreos, y se
+recibían palabras sin examen ni discernimiento, entonces pudiera ser
+verdad todo esto; pero ahora, cuando las ideas de bien y mal moral las
+hemos aclarado nosotros tan completamente, que hemos deslindado lo
+que había en ellas de preocupación y de filosofía; que hemos asentado
+todo el sistema de moral sobre principios tan sencillos, como son el
+placer y el dolor; que hemos dado en estas materias ideas tan claras,
+como son las _varias sensaciones que nos causa una naranja_; ahora,
+decir todo esto, es ser ingrato con las ciencias; es desconocer el
+fruto de nuestros sudores.» Ni me son desconocidos los trabajos de
+algunos nuevos ideólogo-moralistas, ni la engañosa sencillez con que
+desenvuelven sus teorías, dando á las más difíciles materias un aspecto
+de facilidad y llaneza, que, al parecer, debe de estar todo al alcance
+de las inteligencias más limitadas: no es éste el lugar á propósito
+para examinar esas teorías, esas investigaciones analíticas; observaré,
+no obstante, que, á pesar de tanta sencillez, no parece que se vaya
+en pos de ellos ni la sociedad, ni la ciencia; y que sus opiniones,
+sin embargo de ser recientes, son ya viejas. Y no es extraño, porque
+fácilmente se había de ocurrir que, á pesar de su positivismo, si puedo
+valerme de esta palabra, son tan hipotéticos esos ideólogos, como
+muchos de los antecesores á quienes ellos motejan y desprecian. Escuela
+pequeña y de espíritu limitado, que, sin estar en posesión de la
+verdad, no tiene siquiera aquella belleza con que hermosean á otras los
+brillantes sueños de grandes hombres; escuela orgullosa y alucinada,
+que cree profundizar un hecho, cuando le obscurece, y afianzarle, sólo
+porque le asevera; y que, en tratándose de relaciones morales, se
+figura que analiza el corazón, sólo porque le descompone y diseca.
+
+Si tal es nuestro entendimiento, si tanta es su flaqueza con respecto
+á todas las ciencias, si tanta es su esterilidad en los conocimientos
+morales, que no ha podido adelantar un ápice sobre lo que le ha
+enseñado la bondadosa Providencia, ¿qué beneficio ha hecho el
+Protestantismo á las sociedades modernas, quebrantando la fuerza de la
+autoridad, única capaz de poner un dique á lamentables extravíos?[9]
+
+
+
+
+CAPITULO VII
+
+
+Rechazada por el Protestantismo la autoridad de la Iglesia, y
+estribando sobre este principio como único cimiento, ha debido buscar
+en el hombre todo su apoyo; y, desconocido hasta tal punto el espíritu
+humano, y su verdadero carácter, y sus relaciones con las verdades
+religiosas y morales, le ha dejado ancho campo para precipitarse, según
+la variedad de las situaciones, en dos extremos tan opuestos como son
+el _fanatismo_ y la _indiferencia_.
+
+Extraño parecerá quizás enlace semejante, y que extravíos tan opuestos
+puedan dimanar de un mismo origen, y, sin embargo, nada hay más cierto;
+viniendo en esta parte los ejemplos de la historia á confirmar las
+lecciones de la filosofía. Apelando el Protestantismo al solo hombre
+en las materias religiosas, no le quedaban sino dos medios de hacerlo:
+ó suponerle inspirado del cielo para el descubrimiento de la verdad, ó
+sujetar todas las verdades religiosas al examen de la razón; es decir,
+ó la _inspiración_ ó la _filosofía_. El someter las verdades religiosas
+al fallo de la razón debía acarrear tarde ó temprano la indiferencia,
+así como la inspiración particular, ó el espíritu privado, había de
+engendrar el fanatismo.
+
+Hay en la historia del espíritu humano un hecho universal y constante,
+y es su vehemente inclinación á imaginar sistemas que, prescindiendo
+completamente de la realidad de las cosas, ofrezcan tan sólo la
+obra de un ingenio, que se ha propuesto apartarse del camino común,
+y abandonarse libremente al impulso de sus propias inspiraciones.
+La historia de la filosofía apenas presenta otros cuadros que la
+repetición perenne de este fenómeno; y, en cuanto cabe en las otras
+materias, no ha dejado de reproducirse, bajo una ú otra forma.
+Concebida una idea singular, mírala el entendimiento con aquella
+predilección exclusiva y ciega, con que suele un padre distinguir á sus
+hijos; y, desenvolviéndola con esta preocupación, amolda en ella todos
+los hechos, y le ajusta todas las reflexiones. Lo que en un principio
+no era más que un pensamiento ingenioso y extravagante, pasa luego á
+ser un germen, del cual nacen vastos cuerpos de doctrina; y, si es
+ardiente la cabeza donde ha brotado ese pensamiento, si está señoreada
+por un corazón lleno de fuego, el calor provoca la fermentación, y ésta
+el fanatismo, propagador de todos los delirios.
+
+Acreciéntase singularmente el peligro cuando el nuevo sistema versa
+sobre materias religiosas, ó se roza con ellas por relaciones muy
+inmediatas: entonces las extravagancias del espíritu alucinado se
+transforman en inspiraciones del cielo; la fermentación del delirio,
+en una llama divina, y la manía de singularizarse en vocación
+extraordinaria. El orgullo, no pudiendo sufrir oposición, se desboca
+furioso contra todo lo que encuentra establecido; é insultando la
+autoridad, atacando todas las instituciones, y despreciando las
+personas, disfraza la más grosera violencia con el manto del celo,
+y encubre la ambición con el nombre del apostolado. Más alucinado á
+veces que seductor, el miserable maniático llega quizás á persuadirse
+profundamente de que son verdaderas sus doctrinas, y de que ha oído la
+palabra del cielo; y, presentando en el fogoso lenguaje de la demencia
+algo de singular y extraordinario, transmite á sus oyentes una parte de
+su locura, y adquiere en breve un considerable número de prosélitos. No
+son, á la verdad, muchos los capaces de representar el primer papel en
+esa escena de locura; pero, desgraciadamente, los hombres son demasiado
+insensatos para dejarse arrastrar por el primero que se arroje atrevido
+á acometer la empresa: pues que la historia y la experiencia harto nos
+tienen enseñado que, para fascinar un gran número de hombres, basta una
+palabra, y que, para formar un partido, por malvado, por extravagante,
+por ridículo que sea, no se necesita más que levantar una bandera.
+
+Ahora que se ofrece la oportunidad, quiero dejar consignado aquí un
+hecho, que no sé que nadie le haya observado: y es, que la Iglesia
+en sus combates con la herejía ha prestado un eminente servicio á la
+ciencia que se ocupa en conocer el verdadero carácter, las tendencias
+y el alcance del espíritu humano. Celosa depositaria de todas las
+grandes verdades, ha procurado siempre conservarlas intactas, y,
+conociendo á fondo la debilidad del humano entendimiento, y su
+extremada propensión á las locuras y extravagancias, le ha seguido
+siempre de cerca los pasos, le ha observado en todos sus movimientos,
+rechazando con energía sus impotentes tentativas, cuando él ha tratado
+de corromper el purísimo manantial de que era poseedora. En las fuertes
+y dilatadas luchas que contra él ha sostenido, ha logrado poner de
+manifiesto su incurable locura, ha desenvuelto todos sus pliegues, y
+le ha mostrado en todas sus fases: recogiendo en la historia de las
+herejías un riquísimo caudal de hechos, un cuadro muy interesante donde
+se halla retratado el espíritu humano en sus verdaderas dimensiones,
+en su fisonomía característica, en su propio colorido: cuadro de que
+se aprovechará, sin duda, el genio á quien esté reservada la grande
+obra que está todavía por hacer: _la verdadera historia del espíritu
+humano_.[10]
+
+Tocante á extravagancias y delirios del fanatismo, por cierto que no
+está nada escasa la historia de Europa de tres siglos á esta parte:
+monumentos quedan todavía existentes, y por dondequiera que dirijamos
+nuestros pasos, encontraremos que las sectas fanáticas nacidas en el
+seno del Protestantismo, y originadas de su principio fundamental, han
+dejado impresa una huella de sangre. Nada pudieron contra el torrente
+devastador, ni la violencia de carácter de Lutero, ni los furibundos
+esfuerzos con que se oponía á cuantos enseñaban doctrinas diferentes
+de las suyas: á unas impiedades sucedieron presto otras impiedades;
+á unas extravagancias, otras extravagancias; á un fanatismo, otro
+fanatismo; quedando luego la falsa reforma fraccionada en tantas
+sectas, todas á cual más violentas, cuantas fueron las cabezas que á
+la triste fecundidad de engendrar un sistema reunieron un carácter
+bastante resuelto para enarbolar una bandera. Ni era posible que de
+otro modo sucediese, porque, cabalmente, á más del riesgo que traía
+consigo el dejar solo al espíritu humano encarado con todas las
+cuestiones religiosas, había una circunstancia que debía acarrear
+resultados funestísimos: hablo de la interpretación de los Libros
+Santos encomendada al espíritu privado.
+
+Manifestóse entonces con toda evidencia que el mayor abuso es el que se
+hace de lo mejor; y que ese libro inefable, donde se halla derramada
+tanta luz para el entendimiento, tantos consuelos para el corazón,
+es altamente dañoso al espíritu soberbio, que á la terca resolución
+de resistir á toda autoridad en materias de fe, añada la ilusoria
+persuasión de que la Escritura Sagrada es un libro claro en todas sus
+partes, de que no le faltará en todo caso la inspiración del cielo
+para la disipación de las dudas que pudieran ofrecerse, ó que recorra
+sus páginas con el prurito de encontrar algún texto, que, más ó menos
+violentado, pueda prestar apoyo á sutilezas, cavilaciones, ó proyectos
+insensatos.
+
+No cabe mayor desacierto que el cometido por los corifeos del
+Protestantismo, al poner la Biblia en manos de todo el mundo,
+procurando, al mismo tiempo, acreditar la ilusión de que cualquier
+cristiano era capaz de interpretarla; no cabe olvido más completo de
+lo que es la Sagrada Escritura. Bien es verdad que no quedaba otro
+medio al Protestantismo, y que todos los obstáculos que oponía á la
+entera libertad en la interpretación del Sagrado Texto eran para él
+una inconsecuencia chocante, una apostasía de sus propios principios,
+un desconocimiento de su origen; pero esto es su más terminante
+condenación; porque, ¿cuáles son los títulos, ni de verdad, ni de
+santidad, que podrá presentarnos una religión, que en su principio
+fundamental envuelve el germen de las sectas más fanáticas y más
+dañosas á la sociedad?
+
+Difícil fuera reunir en breve espacio tantos hechos, tantas
+reflexiones, tan convincentes pruebas en contra de ese error
+capital del Protestantismo, como ha reunido un mismo protestante.
+Es O'Callaghan: y no dudo que el lector me quedará agradecido de
+que transcriba aquí sus palabras; dice así: «Llevados los primeros
+reformadores de su espíritu de oposición á la Iglesia romana,
+reclamaron á voz en grito el derecho de interpretar las Escrituras
+conforme al juicio particular de cada uno....; pero, afanados por
+emancipar al pueblo de la autoridad del Pontífice romano, proclamaron
+este derecho sin explicación ni restricciones, y las consecuencias
+fueron _terribles_. Impacientes por minar la base de la jurisdicción
+papal, sostuvieron sin limitación alguna que cada individuo tiene
+indisputable derecho á interpretar la Sagrada Escritura por sí mismo;
+y, como este principio, tomado en toda su extensión, era insostenible,
+fué menester, para afirmarle, darle el apoyo de otro principio, cual
+es, que la Biblia es un libro fácil, al alcance de todos los espíritus;
+que el carácter más inseparable de la revelación divina es una gran
+claridad: principios ambos, que, ora se les considere aislados, ora
+unidos, son incapaces de sufrir un ataque serio.
+
+»El juicio privado de Munzer descubrió en la Escritura que los títulos
+de nobleza y las grandes propiedades son una usurpación impía,
+contraria á la natural igualdad de los fieles, é invitó á sus secuaces
+á examinar si no era ésta la verdad del hecho: examinaron los sectarios
+la cosa, alabaron á Dios, y procedieron en seguida, por medio del
+hierro y del fuego, á la extirpación de los impíos, y á apoderarse de
+sus propiedades. El juicio privado creyó también haber descubierto en
+la Biblia que las leyes establecidas eran una permanente restricción
+de la libertad cristiana; y heos aquí que Juan de Leyde tira los
+instrumentos de su oficio, se pone á la cabeza de un populacho
+fanático, sorprende la ciudad de Múnster, se proclama á sí mismo rey
+de Sión, toma catorce mujeres á la vez, asegurando que la poligamia
+era una de las libertades cristianas, y el privilegio de los Santos.
+Pero, si la criminal locura de los paisanos extranjeros aflige á los
+amigos de la humanidad y de una piedad razonable, por cierto que no
+es á propósito para consolarlos la historia de Inglaterra, durante un
+largo espacio del siglo XVII. En ese período de tiempo, levantáronse
+una innumerable muchedumbre de fanáticos, ora juntos, ora unos en pos
+de otros, embriagados de doctrinas extravagantes y de pasiones dañinas,
+desde el feroz dominio de Fox hasta la metódica locura de Barclay,
+desde el formidable fanatismo de Cromwell hasta la necia impiedad de
+_Praise-God-Barebones_. La piedad, la razón y el buen sentido parecían
+desterrados del mundo, y se habían puesto en su lugar una extravagante
+algarabía, un frenesí religioso, un celo insensato: todos citaban la
+Escritura, todos pretendían haber tenido inspiraciones, visiones,
+arrobos de espíritu; y, á la verdad, con tanto fundamento lo pretendían
+unos como otros.
+
+»Sosteníase con mucho rigor que era conveniente abolir el sacerdocio
+y la dignidad Real; pues que los sacerdotes eran los servidores de
+Satanás, y los reyes eran los delegados de la Prostituta de Babilonia,
+y que la existencia de unos y otros era incompatible con el reino del
+Redentor. Esos fanáticos condenaban la ciencia como invención pagana,
+y las universidades como seminarios de la impiedad anticristiana.
+Ni la santidad de sus funciones protegía al obispo, ni la majestad
+del trono al rey; uno y otro eran objetos de desprecio y de odio, y
+degollados sin compasión por aquellos fanáticos, cuyo único libro era
+la Biblia, sin notas ni comentarios. Á la sazón estaba en su mayor
+auge el entusiasmo por la oración, la predicación y la lectura de los
+Libros Santos; todos oraban, todos predicaban, todos leían, pero nadie
+escuchaba. Las mayores atrocidades se las justificaba por la Sagrada
+Escritura; en las transacciones más ordinarias de la vida se usaba
+el lenguaje de la Sagrada Escritura; de los negocios interiores de
+la nación, de sus relaciones exteriores, se trataba con frases de la
+Escritura; con la Escritura se tramaban conspiraciones, traiciones,
+proscripciones; y todo era, no sólo justificado, sino también
+consagrado con citas de la Sagrada Escritura. Estos hechos históricos
+han asombrado con frecuencia á los hombres de bien, y consternado á
+las almas piadosas; _pero, demasiado embebido el lector en sus propios
+sentimientos, olvida la lección encerrada en esta terrible experiencia,
+á saber: que la Biblia, sin explicación, ni comentarios, no es para
+leída por hombres groseros é ignorantes_.
+
+»La masa del linaje humano ha de contentarse con recibir de _otro_
+sus instrucciones, y no le es dado acercarse á los manantiales de la
+ciencia. Las verdades más importantes en medicina, en jurisprudencia,
+en física, en matemáticas, ha de recibirlas de aquellos que las beben
+en los primeros manantiales: y, por lo que toca al Cristianismo, en
+general se ha constantemente seguido el mismo método, y siempre que se
+le ha dejado hasta cierto punto, _la sociedad se ha conmovido hasta sus
+cimientos_.»
+
+No necesitan comentarios esas palabras de O'Callaghan; y por cierto
+que no se las podrá tachar ni de hiperbólicas, ni de declamatorias,
+no siendo más que una sencilla y verídica narración de hechos harto
+sabidos. El solo recuerdo de ellos debería ser bastante para convencer
+de los peligros que consigo trae el poner la Sagrada Escritura
+sin notas ni comentarios en manos de cualquiera, como lo hace el
+Protestantismo, acreditando en cuanto puede el error de que para la
+inteligencia del Sagrado Texto es inútil la autoridad de la Iglesia,
+y que no necesita más todo cristiano que escuchar lo que le dictarán
+con frecuencia sus pasiones y sus delirios. Cuando el Protestantismo
+no hubiera cometido otro yerro que éste, bastaría ya para que se
+reprobase, se condenase á sí propio, pues que no hace otra cosa una
+religión que asienta un principio que la disuelve á ella misma.
+
+Para apreciar en esta parte el desacierto con que procede el
+Protestantismo, y la posición falsa y arriesgada en que se ha colocado
+con respecto al espíritu humano, no es necesario ser teólogo, ni
+católico; basta haber leído la Escritura, aun cuando sea únicamente
+con ojos de literato y filósofo. Un libro que, encerrando en breve
+cuadro el extenso espacio de cuatro mil años, y adelantándose hasta
+las profundidades del más lejano porvenir, comprende el origen
+y destinos del hombre y del universo; un libro que, tejiendo la
+historia particular de un pueblo escogido, abarca en sus narraciones
+y profecías las revoluciones de los grandes imperios; un libro en que
+los magníficos retratos donde se presentan la pujanza y el lujoso
+esplendor de los monarcas de Oriente, se encuentran al lado de la
+fácil pincelada que nos describe la sencillez de las costumbres
+domésticas, ó el candor é inocencia de un pueblo en la infancia; un
+libro donde narra el historiador, vierte tranquilamente el sabio sus
+sentencias, predica el apóstol, enseña y disputa el doctor; un libro
+donde un profeta, señoreado por el espíritu divino, truena contra la
+corrupción y extravío de un pueblo, anuncia las terribles venganzas
+del Dios de Sinaí, llora inconsolable el cautiverio de sus hermanos y
+la devastación y soledad de su patria, cuenta en lenguaje peregrino y
+sublime los magníficos espectáculos que se desplegaron á sus ojos en
+momentos de arrobo, en que, al través de velos sombríos, de figuras
+misteriosas, de emblemas obscuros, de apariciones enigmáticas, viera
+desfilar ante su vista los grandes sucesos de la sociedad y las
+catástrofes de la naturaleza; un libro, ó más bien un conjunto de
+libros, donde reinan todos los estilos y campean los más variados
+tonos, donde se hallan derramadas y entremezcladas la majestad épica
+y la sencillez pastoril, el fuego lírico y la templanza didáctica,
+la marcha grave y sosegada de la narración histórica y la rapidez y
+viveza del drama; un conjunto de libros escritos en diferentes épocas
+y países, en varias lenguas, en circunstancias las más singulares y
+extraordinarias, ¿cómo podrá menos de trastrocar la cabeza orgullosa
+que recorre á tientas sus páginas, ignorando los climas, los tiempos,
+las leyes, los usos y costumbres; abrumada de alusiones que la
+confunden, de imágenes que la sorprenden, de idiotismos que la
+obscurecen; oyendo hablar en idioma moderno al hebreo ó al griego que
+escribieron allá en siglos muy remotos? ¿Qué efectos ha de producir ese
+conjunto de circunstancias, creyendo el lector que la Sagrada Escritura
+es un libro muy fácil, que se brinda de buen grado á la inteligencia
+de cualquiera, y que, en todo caso, si se ofreciere alguna dificultad,
+no necesita el que lee de la instrucción de nadie, sino que le bastan
+sus propias reflexiones, ó concentrarse dentro de sí mismo para prestar
+atento oído á la celeste inspiración que levantará el velo que encubre
+los más altos misterios? ¿Quién extrañará que se hayan visto entre los
+protestantes tan ridículos visionarios, tan furibundos fanáticos?[11]
+
+
+
+
+CAPITULO VIII
+
+
+Injusticia fuera tachar una religión de falsa, sólo porque en su seno
+hubieran aparecido fanáticos: esto equivaldría á desecharlas todas;
+pues que no sería dable encontrar una que estuviese exenta de semejante
+plaga. No está el mal en que se presenten fanáticos en medio de una
+religión, sino en que ella los forme, en que los incite al fanatismo,
+ó les abra para él anchurosa puerta. Si bien se mira, en el fondo del
+corazón humano hay un germen abundante de fanatismo, y la historia
+del hombre nos ofrece de ello tan abundantes pruebas, que apenas se
+encontrará hecho que deba ser reconocido como más indudable. Fingid
+una ilusión cualquiera, contad la visión más extravagante, forjad el
+sistema más desvariado; pero tened cuidado de bañarlo todo con un tinte
+religioso, y estad seguros de que no os faltarán prosélitos entusiastas
+que tomarán á pecho el sostener vuestros dogmas, el propagarlos, y
+que se entregarán á vuestra causa con una mente ciega y un corazón de
+fuego; es decir, tendréis bajo vuestra bandera una porción de fanáticos.
+
+Algunos filósofos han gastado largas páginas en declamar contra el
+fanatismo, y como que se han empeñado en desterrarle del mundo, ora
+dando á los hombres empalagosas lecciones filosóficas, ora empleando
+contra el _monstruo_ toda la fuerza de una oratoria fulminante. Bien
+es verdad que á la palabra _fanatismo_ le han señalado una extensión
+tan lata, que han comprendido bajo esta denominación toda clase de
+religiones; pero yo creo, sin embargo, que, aun cuando se hubieran
+ceñido á combatir el verdadero fanatismo, habrían hecho harto mejor si,
+no fatigándose tanto, hubiesen gastado algún tiempo en examinar esta
+materia con espíritu analítico, tratándola, después de atento examen,
+sin preocupación, con madurez y templanza.
+
+Por lo mismo que veían que éste era un achaque del espíritu humano,
+escasas esperanzas podían tener, si es que fueran filósofos cuerdos y
+sesudos, de que con razones y elocuencia alcanzaran á desterrar del
+mundo al malhadado _monstruo_; pues que, hasta ahora, no sé yo que
+la filosofía haya sido parte á remediar ninguna de aquellas graves
+enfermedades que son como el patrimonio del humano linaje. Entre tantos
+yerros como ha tenido la filosofía del siglo XVIII, ha sido uno de los
+más capitales la manía de los tipos: de la naturaleza del hombre, de
+la sociedad, de todo se ha imaginado un tipo allá en su mente; todo ha
+debido acomodarse á aquel tipo, y cuanto no ha podido doblegarse para
+ajustarse al molde, todo ha sufrido tal descarga filosófica, que, al
+menos, no ha quedado impune por su poca flexibilidad.
+
+¿Pues qué? ¿podrá negarse que haya fanatismo en el mundo? Y mucho.
+¿Podrá negarse que sea un mal? Y muy grave. ¿Cómo se podría extirpar?
+De ninguna manera. ¿Cómo se podrá disminuir su extensión, atenuar su
+fuerza, refrenar su violencia? Dirigiendo bien al hombre. Entonces, ¿no
+será con la filosofía? Ahora lo veremos.
+
+¿Cuál es el origen del fanatismo? Antes es necesario fijar el verdadero
+sentido de esta palabra. Entiéndese por fanatismo, tomado en su
+acepción más lata, una viva exaltación del ánimo fuertemente señoreado
+por alguna opinión, ó falsa, ó exagerada. Si la opinión es verdadera,
+encerrada en sus justos límites, entonces no cabe el fanatismo; y, si
+alguna vez lo hubiere, será con respecto á los medios que se emplean
+en defenderla; pero, entonces ya existirá también un juicio errado, en
+cuanto se cree que la opinión verdadera autoriza para aquellos medios;
+es decir, que habrá error, ó exageración. Pero, si la opinión fuere
+verdadera, los medios de defenderla, legítimos, y la ocasión, oportuna,
+entonces no hay fanatismo, por grande que sea la exaltación del ánimo,
+por viva que sea la efervescencia, por vigorosos que sean los esfuerzos
+que se hagan, por costosos que sean los sacrificios que se arrostren;
+entonces habrá entusiasmo en el ánimo y heroísmo en la acción, pero
+fanatismo no: de otra manera los héroes de todos tiempos y países
+quedarían afeados con la mancha de fanáticos.
+
+Tomado el fanatismo con toda esta generalidad, se extiende á cuantos
+objetos ocupan al espíritu humano; y así hay fanáticos en religión, en
+política, y hasta en ciencias y literatura; no obstante, el significado
+más propio de la palabra _fanatismo_, no sólo atendiendo á su valor
+etimológico, sino también usual, es cuando se aplica á materias
+religiosas; y, por esta causa, el solo nombre de fanático, sin ninguna
+añadidura, expresa un _fanático_ en religión; cuando, al contrario, si
+se le aplica con respecto á otras materias, debe andar acompañado del
+apuesto que las califique; así se dice: fanáticos políticos, fanáticos
+en literatura, y otras expresiones por este tenor.
+
+No cabe duda de que, en tratándose de materias religiosas, tiene el
+hombre una propensión muy notable á dejarse dominar de una idea, á
+exaltarse de ánimo en favor de ella, á transmitirla á cuantos le
+rodean, á propagarla luego por todas partes, llegando con frecuencia
+á empeñarse en comunicarla á los otros, aunque sea con las mayores
+violencias.
+
+Hasta cierto punto se verifica también el mismo hecho en las materias
+no religiosas; pero es innegable que en las religiosas adquiere el
+fenómeno un carácter que le distingue de cuanto acontece en esfera
+diferente. En cosas de religión adquiere el alma del hombre una nueva
+fuerza; una energía terrible, una expansión sin límites; para él no hay
+dificultades, no hay obstáculos, no hay embarazos de ninguna clase; los
+intereses materiales desaparecen enteramente, los mayores padecimientos
+se hacen lisonjeros, los tormentos son nada, la muerte misma es una
+ilusión agradable.
+
+El hecho es vario, según lo es la persona en quien se verifica, según
+lo son las ideas y costumbres del pueblo en medio del cual se realiza;
+pero, en el fondo, es el mismo: examinada la cosa en su raíz, se halla
+que tienen un mismo origen las violencias de los sectarios de Mahoma,
+que las extravagancias de los discípulos de Fox.
+
+Acontece en esta pasión lo propio que en las demás, que, si producen
+los mayores males, es sólo porque se extravían de su objeto legítimo, ó
+se dirigen á él por medios que no están de acuerdo con lo que dictan la
+razón y la prudencia; pues que, bien observado, el fanatismo no es más
+que el _sentimiento religioso extraviado_; sentimiento que el hombre
+lleva consigo desde la cuna hasta el sepulcro, y que se encuentra como
+esparcido por la sociedad, en todos los períodos de su existencia.
+Hasta ahora ha sido siempre vano el empeño de hacer irreligioso al
+hombre: uno que otro individuo se ha entregado á los desvaríos de una
+irreligión completa; pero el linaje humano protesta sin cesar contra
+ese individuo, que ahoga en su corazón el sentimiento religioso. Como
+este sentimiento es tan fuerte, tan vivo, tan poderoso á ejercer sobre
+el hombre una influencia sin límites, apenas se aparta de su objeto
+legítimo, apenas se desvía del sendero debido, cuando ya produce
+resultados funestos; pues que se combinan desde luego dos causas muy á
+propósito para los mayores desastres, como son: _absoluta ceguera del
+entendimiento, y una irresistible energía en la voluntad_.
+
+Cuando se ha declamado contra el fanatismo, buena parte de los
+protestantes y filósofos no se han olvidado de prodigar ese apodo á
+la Iglesia católica; y por cierto que debieran andar en ello con más
+tiento, cuando menos en obsequio de la buena filosofía. Sin duda que
+la Iglesia no se gloriará de que haya podido curar todas las locuras
+de los hombres, y, por tanto, no pretenderá tampoco que de entre sus
+hijos haya podido desterrar de tal manera el fanatismo, que, de vez en
+cuando, no haya visto en su seno algunos fanáticos; pero sí que puede
+gloriarse de que jamás religión alguna ha dado mejor en el blanco para
+curar, en cuanto cabe, este achaque del espíritu humano; pudiendo,
+además, asegurarse que tiene de tal manera tomadas sus medidas, que,
+en naciendo el fanatismo, le cerca desde luego con un vallado, en
+que podrá delirar por algún tiempo, pero no producirá efectos de
+consecuencias desastrosas.
+
+Esos extravíos de la mente, esos sueños de delirio que, nutridos
+y avivados, con el tiempo arrastran al hombre á las mayores
+extravagancias, y hasta á los más horrorosos crímenes, apáganse por
+lo común en su mismo origen, cuando existe en el fondo del alma el
+saludable convencimiento de la propia debilidad, y el respeto y
+sumisión á una autoridad infalible; y, ya que á veces no se logre
+sofocar el delirio en su nacimiento, quédase al menos aislado,
+circunscrito á una porción de hechos más ó menos verosímiles, pero
+dejando intacto el depósito de la verdadera doctrina, y sin quebrantar
+aquellos lazos que unen y estrechan á todos los fieles como miembros de
+un mismo cuerpo. ¿Se trata de revelaciones, de visiones, de profecías,
+de éxtasis? Mientras todo esto tenga un carácter privado, y no se
+extienda á las verdades de fe, la Iglesia, por lo común, disimula,
+tolera, se abstiene de entrometerse, calla, dejando á los críticos la
+discusión de los hechos, y al común de los fieles amplia libertad para
+pensar lo que más les agrade. Pero, si toman las cosas un carácter más
+grave, si el visionario entra en explicaciones sobre algunos puntos
+de doctrina, veréis, desde luego, que se despliega el espíritu de
+vigilancia; la Iglesia aplica atentamente el oído para ver si se mezcla
+por allí alguna voz que se aparte de lo enseñado por el divino Maestro;
+fija una mirada observadora sobre el nuevo predicador, por si hay algo
+que manifieste, ó al hombre alucinado y errante en materias de dogma, ó
+al lobo cubierto con piel de oveja; y, en tal caso, levanta desde luego
+el grito, advierte á todos los fieles, ó del error, ó del peligro, y
+llama con la voz de pastor á la oveja descarriada. Si ésta no escucha,
+si no quiere seguir más que sus caprichos, entonces la separa del
+rebaño, la declara como lobo, y, de allí en adelante, el error y el
+fanatismo ya no se hallan en ninguno que desee perseverar en el seno de
+la Iglesia.
+
+Por cierto que no dejarán los protestantes de echar en cara á los
+católicos la muchedumbre de visionarios que ha tenido la Iglesia,
+recordando las revelaciones y visiones de los muchos Santos que
+veneramos sobre los altares; echaránnos también en cara el fanatismo:
+fanatismo que dirán no haberse limitado á estrecho círculo, pues que
+ha sido bastante á producir los resultados más notables. «Los solos
+fundadores de las órdenes religiosas, dirán ellos, ¿no ofrecen acaso
+el espectáculo de una serie de fanáticos que, alucinados ellos mismos,
+ejercían sobre los demás, con su palabra y ejemplo, la influencia más
+fascinadora que jamás se haya visto?» Como no es éste el lugar de
+tratar por extenso el punto de las comunidades religiosas, cosa que me
+propongo hacer en otra parte de esta obra, me contentaré con observar
+que, aun dando por supuesto que todas las visiones y revelaciones
+de nuestros Santos y las inspiraciones del cielo con que se creían
+favorecidos los fundadores de las órdenes religiosas, no pasaran de
+pura ilusión, nada tendrían adelantado los adversarios para achacar á
+la Iglesia católica la nota de fanatismo. Por de pronto, ya se echa
+de ver que, en lo tocante á visiones de un particular, mientras se
+circunscriban á la esfera individual, podrá haber allí ilusión, y,
+si se quiere, fanatismo; pero no será el fanatismo dañoso á nadie, y
+nunca alcanzará á acarrear trastornos á la sociedad. Que una pobre
+mujer se crea favorecida con particulares beneficios del cielo, que se
+figure oir con frecuencia la palabra de la Virgen, que se imagine que
+confabula con los ángeles, que le traen mensajes de parte de Dios; todo
+esto podrá excitar la credulidad de unos y la mordacidad de otros; pero
+á buen seguro que no costará á la sociedad ni una gota de sangre, ni
+una sola lágrima.
+
+Y los fundadores de las órdenes religiosas ¿qué muestras nos dan de
+fanatismo? Aun cuando prescindiéramos del profundo respeto que se
+merecen sus virtudes, y de la gratitud con que debe corresponderles
+la humanidad por los beneficios inestimables que han dispensado;
+aun cuando diéramos por supuesto que se engañaron en todas sus
+inspiraciones, podríamos apellidarlos _ilusos_, más no _fanáticos_. En
+efecto: nada encontramos en ellos, ni de frenesí, ni de violencia; son
+hombres que desconfían de sí mismos; que, á pesar de creerse llamados
+por el cielo para algún grande objeto, no se atreven á poner manos
+á la obra sin haberse postrado antes á los pies del Sumo Pontífice,
+sometiendo á su juicio las reglas en que pensaban cimentar la nueva
+orden, pidiéndole sus luces, sujetándose dócilmente á su fallo, y no
+realizando nada sin haber obtenido su licencia. ¿Qué semejanza hay,
+pues, de los fundadores de las órdenes religiosas con esos fanáticos
+que arrastran en pos de sí una muchedumbre de furibundos, que matan,
+destruyen por todas partes, dejando por doquiera regueros de sangre
+y de ceniza? En los fundadores de las órdenes religiosas vemos á un
+hombre que, dominado fuertemente por una idea, se empeña en llevarla á
+cabo, aun á costa de los mayores sacrificios; pero vemos siempre una
+idea fija, desenvuelta en un plan ordenado, teniendo á la vista algún
+objeto altamente religioso y social; y, sobre todo, vemos ese plan
+sometido al juicio de una autoridad, examinado con madura discusión, y
+enmendado, ó retocado, según parece más conforme á la prudencia. Para
+un filósofo imparcial, sean cuales fueren sus opiniones religiosas,
+podrá haber en todo esto más ó menos ilusión, más ó menos preocupación,
+más ó menos prudencia y acierto; pero, fanatismo, no, de ninguna
+manera, porque nada hay aquí que presente semejante carácter.[12]
+
+
+
+
+CAPITULO IX
+
+
+El fanatismo de secta, nutrido y avivado en Europa por la _inspiración
+privada_ del Protestantismo, es ciertamente una llaga muy profunda y
+de mucha gravedad; pero no tiene, sin embargo, un carácter tan maligno
+y alarmante como la incredulidad y la indiferencia religiosa: males
+funestos que las sociedades modernas tienen que agradecer en buena
+parte á la pretendida reforma. Radicados en el mismo principio que es
+la base del Protestantismo; ocasionados y provocados por el escándalo
+de tantas y tan extravagantes sectas que se apellidan cristianas,
+empezaron á manifestarse con síntomas de gravedad ya en el mismo siglo
+XVI. Andando el tiempo, llegaron á extenderse de un modo terrible,
+filtrándose en todos los ramos científicos y literarios, comunicando
+su expresión y sabor á los idiomas, y poniendo en peligro todas las
+conquistas que en pro de la civilización y cultura había hecho por
+espacio de muchos siglos el linaje humano.
+
+En el mismo siglo XVI, en el mismo calor de las disputas y guerras
+religiosas encendidas por el Protestantismo, cundía la incredulidad
+de un modo alarmante; y es probable que sería más común de lo que
+aparentaba, pues que no era fácil quitarse de repente la máscara,
+cuando, poco antes, estaban tan profundamente arraigadas las creencias
+religiosas. Es muy verosímil que andaría disfrazada la incredulidad con
+el manto de la reforma; y que, ora alistándose bajo la bandera de una
+secta, ora pasando á la de otra, trataría de enflaquecerlas á todas
+para levantar su trono sobre la ruina universal de las creencias.
+
+No es necesario ser muy lógico para pasar del Protestantismo al
+Deísmo, y de éste al Ateísmo no hay más que un paso; y es imposible
+que, al tiempo de la aparición de los nuevos errores, no hubiese
+muchos hombres reflexivos que desenvolviesen el sistema hasta sus
+últimas consecuencias. La religión cristiana, tal como la conciben
+los protestantes, es una especie de sistema filosófico más ó menos
+razonable; pues que, examinada á fondo, pierde el carácter de divina;
+y, en tal caso, ¿cómo podrá señorear un ánimo que á la reflexión y á
+las meditaciones reuna espíritu de independencia? Y, á decir verdad,
+una sola ojeada sobre el comienzo del Protestantismo debía de arrojar
+hasta el escepticismo religioso á todos los hombres que, no siendo
+fanáticos, no estaban, por otra parte, aferrados con el áncora de la
+autoridad de la Iglesia; porque tal es el lenguaje y la conducta de
+los corifeos de las sectas, que brota naturalmente en el ánimo una
+vehemente sospecha de que aquellos hombres se burlaban completamente de
+todas las creencias cristianas; que encubrían su ateísmo ó indiferencia
+asentando doctrinas extrañas que pudieran servir de enseña para
+reunir prosélitos; que extendían sus escritos con la más insigne mala
+fe, encubriendo el pérfido intento de alimentar en el ánimo de sus
+secuaces el fanatismo de secta.
+
+Esto es lo que dictaba al padre del célebre Montagne el simple buen
+sentido, pues, aunque sólo alcanzó los primeros principios de la
+reforma, sabemos que decía: «este principio de enfermedad degenerará en
+un execrable ateísmo»; testimonio notable, cuya conservación debemos
+á un escritor que, por cierto, no era apocado ni fanático: á su hijo
+Montagne. (_Ensayos_, de Montagne, 1. 2, c. 12.) Tal vez no presagiaría
+ese hombre, que con tanta cordura juzgaba la verdadera tendencia del
+Protestantismo, que fuese su hijo una confirmación de sus predicciones;
+porque es bien sabido que Montagne fué uno de los primeros escépticos,
+que figuraron con gran nombradía en Europa. Por aquellos tiempos era
+menester andar con cuidado en manifestarse ateo ó indiferente, aun
+entre los mismos protestantes; pero, aun cuando sea fácil sospechar
+que no todos los incrédulos tendrían el atrevimiento de Gruet, por
+cierto que no ha de costar trabajo el dar crédito al célebre toledano
+Chacón, cuando, al empezar el último tercio del siglo XVII, decía que
+la «herejía de los ateístas, de los que nada creen, andaba muy válida
+en Francia y en otras partes».
+
+Seguían ocupando la atención de todos los sabios de Europa las
+controversias religiosas, y, entre tanto, la gangrena de la
+incredulidad avanzaba de un modo espantoso; por manera que, al
+promediar el siglo XVI, se conoce que el mal se presentaba bajo un
+aspecto alarmante. ¿Quién no ha leído con asombro los profundos
+pensamientos de Pascal sobre la indiferencia en materias de religión?
+¿quién no ha percibido en ellos aquel acento conmovido, que nace de la
+viva impresión causada en el ánimo por la presencia de un mal terrible?
+
+Se conoce que á la sazón estaban ya muy adelantadas las cosas, y que
+la incredulidad se hallaba ya muy cercana á poder presentarse como
+una escuela que se colocara al lado de las demás que se disputaban la
+preferencia en Europa. Con más ó menos disfraz habíase ya presentado
+desde mucho tiempo en el socinianismo; pero esto no era bastante,
+porque el socinianismo llevaba al menos el nombre de una secta
+religiosa, y la religión empezaba á sentirse demasiado fuerte para que
+no pudiera apellidarse ya con su propio nombre.
+
+El último tercio del siglo XVII nos presenta una crisis muy notable con
+respecto á la religión: crisis que tal vez no ha sido bien reparada,
+pero que se dió á conocer por hechos muy palpables. Esta crisis fué
+un cansancio de las disputas religiosas marcada en dos tendencias
+diametralmente opuestas, y, sin embargo, muy naturales: _la una hacia
+el Catolicismo, la otra hacia el Ateísmo_.
+
+Bien sabido es cuánto se había disputado hasta aquella época sobre
+la religión: las controversias religiosas eran el gusto dominante,
+bastando decir que no formaban solamente la ocupación favorita de los
+escolásticos, así católicos como protestantes, sino también de los
+sabios seculares; habiendo penetrado esa afición hasta en los palacios
+de los príncipes y reyes. Tanta controversia debía naturalmente
+descubrir el vicio radical del Protestantismo; y, no pudiendo
+mantenerse firme el entendimiento en un terreno tan resbaladizo, había
+de esforzarse en salir de él, ó bien llamando en su apoyo el principio
+de autoridad, ó bien abandonándose al ateísmo ó á una completa
+indiferencia. Estas dos tendencias se hicieron sentir de una manera
+nada equívoca; y así es que, mientras Bayle creía la Europa bastante
+preparada para que pudiera abrirse ya en medio de ella una cátedra de
+incredulidad y de escepticismo, se había entablado seria y animada
+correspondencia para la reunión de los disidentes de Alemania al gremio
+de la Iglesia católica.
+
+Conocidas son de todos los eruditos las contestaciones que mediaron
+entre el luterano Molano, abate de Lockum, y Cristóbal, obispo de
+Tyna, y después de Neustad; y para que no faltase un monumento del
+carácter grave que habían tomado las negociaciones, se conserva aún la
+correspondencia motivada por este asunto, entre dos hombres de los
+más insignes que se contaban en Europa en ambas comuniones: Bossuet
+y Leibnitz. No había llegado aún el feliz momento, y consideraciones
+políticas que debieran desaparecer á la vista de tamaños intereses,
+ejercieron maligna influencia sobre la grande alma de Leibnitz, para
+que no conservara en el curso de la discusión y de las negociaciones
+aquella sinceridad y buena fe y aquella elevación de miras con que al
+parecer había comenzado. Aunque no surtiese buen efecto la negociación,
+el sólo haberse entablado indica ya bastante que era muy grande el
+vacío descubierto en el Protestantismo, cuando los dos hombres más
+célebres de su comunión, Molano y Leibnitz, se atrevían ya á dar
+pasos tan adelantados: y sin duda debían de ver en la sociedad que
+los rodeaba abundantes disposiciones para la reunión al gremio de
+la Iglesia, pues no de otra manera se hubieran comprometido en una
+negociación de tanta importancia.
+
+Alléguese á todo esto la declaración de la universidad luterana de
+Helmstad en favor de la religión católica, y las nuevas tentativas
+hechas á favor de la reunión por un príncipe protestante que se dirigió
+al Papa Clemente XI, y tendremos vehementes indicios de que la reforma
+se sentía ya herida de muerte; y que, si obra tan grande hubiese Dios
+querido que tuviera alguna apariencia de depender en algo de la mano
+del hombre, tal vez no fuera ya entonces imposible que, á fuerza de la
+convicción que de lo ruinoso del sistema protestante se habían formado
+sus sabios más ilustres, se adelantase no poco para cicatrizar las
+llagas abiertas á la unidad religiosa por los perturbadores del siglo
+XVI.
+
+Pero el Eterno, en la altura de sus designios, lo tenía destinado de
+otra manera; y, permitiendo que la corriente de los espíritus tomase
+la dirección más extraviada y perversa, quiso castigar al hombre con
+el fruto de su orgullo. No fué la propensión á la unidad la que dominó
+en el siglo inmediato, sino el gusto por una filosofía escéptica,
+indiferente con respecto á todas las religiones, pero muy enemiga
+en particular de la católica. Cabalmente á la sazón se combinaban
+influencias muy funestas para que la tendencia hacia la unidad pudiese
+alcanzar su objeto; eran ya innumerables las fracciones en que se
+habían dividido y subdividido las sectas protestantes: y esto, si bien
+es verdad que debilitaba al Protestantismo, sin embargo, estando él
+como estaba difundido por la mayor parte de Europa, había inoculado
+el germen de la duda religiosa en la sociedad europea; y, como no
+quedaba ya verdad que no hubiera sufrido ataques, ni cabía imaginar
+error ni desvarío que no tuviera sus apóstoles y prosélitos, era muy
+peligroso que cundiera en los ánimos aquel cansancio y desaliento,
+que viene siempre en pos de los grandes esfuerzos hechos inútilmente
+para la consecución de un objeto, y aquel fastidio que se engendra con
+interminables disputas y chocantes escándalos.
+
+Para colmo de infortunio, para llevar al más alto punto el cansancio y
+fastidio, sobrevino una nueva desgracia, que produjo los más funestos
+resultados. Combatían con gran denuedo y con notable ventaja los
+adalides del Catolicismo contra las innovaciones religiosas de los
+protestantes: las lenguas, la historia, la crítica, la filosofía, todo
+cuanto tiene de más precioso, de más rico y brillante el humano saber,
+todo se había desplegado con el mayor aparato en esa gran palestra; y
+los grandes hombres que por doquiera se veían figurar en los puestos
+más avanzados de los defensores de la Iglesia católica, parecían
+consolarla algún tanto de las lamentables pérdidas que le habían hecho
+sufrir las turbulencias del siglo XVI, cuando he aquí que, mientras
+estrechaba en sus brazos á tantos hijos predilectos que se gloriaban
+de este nombre, notó con pasmosa sorpresa que algunos de éstos se
+le presentaban en ademán hostil, bien que solapado: y al través de
+palabras mal encubiertas, y de una conducta mal disfrazada, no le
+fué difícil reparar que trataban de herirla con herida de muerte.
+Protestando siempre la sumisión y la obediencia, pero sin someterse
+ni obedecer jamás; resistiendo siempre á la autoridad de la Iglesia,
+ensalzando, empero, de continuo esa misma autoridad de origen divino;
+encubriendo sagazmente el odio á todas las leyes é instituciones
+existentes, con la apariencia del celo por el restablecimiento de la
+antigua doctrina; zapando los cimientos de la moral, al paso que se
+mostraban entusiastas encarecedores de su pureza; disfrazando con falsa
+humildad y afectada modestia la hipocresía y el orgullo, llamando
+firmeza á la obstinación, y entereza de conciencia á la ceguedad
+refractaria, presentaban esos rebeldes el aspecto más peligroso que
+jamás había presentado herejía alguna; y sus palabras de miel, su
+estudiado candor, el gusto por la antigüedad, el brillo de erudición
+y de saber, hubieran sido parte á deslumbrar á los más avisados, si
+desde un principio no se hubiesen distinguido ya los novadores con
+el carácter eterno é infalible de toda secta de error: _el odio á la
+autoridad_.
+
+Luchaban, empero, de vez en cuando, con los enemigos declarados de
+la Iglesia, defendían con mucho aparato de doctrina la verdad de los
+sagrados dogmas, citaban con respeto y deferencia los escritos de
+los Santos Padres, manifestaban acatar las tradiciones y venerar las
+decisiones conciliares y pontificias; y, teniendo siempre la extraña
+pretensión de apellidarse católicos, por más que lo desmintieran con
+sus palabras y conducta; no abandonando jamás la peregrina ocurrencia,
+que tuvieron desde su principio, de negar la existencia de su secta,
+ofrecían á los incautos el funesto escándalo de una disensión
+dogmática, que parecía estar en el mismo seno del Catolicismo.
+Declarábalos herejes la Cabeza de la Iglesia, todos los verdaderos
+católicos acataban profundamente la decisión del Vicario de Jesucristo,
+y de todos los ángulos del orbe católico se levantaba unánimemente un
+grito que pronunciaba anatemas contra quien no escuchara al sucesor de
+Pedro; pero ellos, empeñados en negarlo todo, en eludirlo todo, en
+tergiversarlo todo, mostrábanse siempre como una porción de católicos
+oprimidos por el espíritu de _relajación, de abusos y de intriga_.
+
+Faltaba ese nuevo escándalo para que acabasen de extraviarse los
+ánimos, y para que la gangrena fatal que iba cundiendo por la sociedad
+europea, se desarrollase con la mayor rapidez, presentando los
+síntomas más terribles y alarmantes. Tanto disputar sobre la religión,
+tanta muchedumbre y variedad de sectas, tanta animosidad entre los
+adversarios que figuraban en la arena, debieron por fin disgustar de
+la religión misma á aquellos que no estaban aferrados en el áncora de
+la autoridad; y, para que la indiferencia pudiera erigirse en sistema,
+el ateísmo en dogma y la impiedad en moda, sólo faltaba un hombre
+bastante laborioso para recoger, reunir y presentar en cuerpo los
+infinitos materiales que andaban dispersos en tantas obras; que supiera
+bañarlos con un tinte filosófico acomodado al gusto que empezaba á
+cundir entonces, comunicando al sofisma y á la declamación aquella
+fisonomía seductora, aquel giro engañoso, aquel brillo deslumbrador,
+que aun en medio de los mayores extravíos se encuentran siempre en las
+producciones del genio. Este hombre se presentó: era Bayle; y el ruido
+que metió en el mundo su célebre _Diccionario_, y el curso que tuvo
+desde luego, manifestaron bien á las claras que el autor había sabido
+comprender toda la oportunidad del momento.
+
+El _Diccionario_ de Bayle es una de aquellas obras que, aun
+prescindiendo de su mayor ó menor mérito científico y literario,
+forman, no obstante, muy notable época; porque se recoge en ellas el
+fruto de lo pasado y se desenvuelven con toda claridad los pliegues
+de un extenso porvenir. En tales casos no figura el autor tanto por
+su mérito, como por haberse sabido colocar en el verdadero puesto
+para ser el representante de ideas que de antemano estaban ya muy
+esparcidas en la sociedad, por más que anduvieran fluctuantes, sin
+dirección fija, como marchando al acaso. El solo nombre del autor
+recuerda entonces una vasta historia, porque él es la personificación
+de ellas. La publicación de la obra de Bayle puede mirarse como la
+inauguración solemne de la cátedra de incredulidad en medio de Europa.
+Los sofistas del siglo XVIII tuvieron á la mano un abundante repertorio
+para proveerse de toda clase de hechos y argumentos; y, para que
+nada faltase, para que pudieran rehabilitar los cuadros envejecidos,
+avivarse los colores anublados, y esparcirse por doquiera los encantos
+de la imaginación y las agudezas del ingenio; para que no faltara á la
+sociedad un director que la condujera por un sendero cubierto de flores
+hasta el borde del abismo, apenas había descendido Bayle al sepulcro,
+ya brillaba sobre el horizonte literario un mancebo cuyos grandes
+talentos competían con su malignidad y osadía: era Voltaire.
+
+Necesario ha sido conducir al lector hasta la época que acabo de
+apuntar, porque tal vez no se hubiera imaginado la influencia que tuvo
+el Protestantismo en engendrar y arraigar en Europa la irreligión,
+el ateísmo, y esa indiferencia fatal que tantos daños acarrea á las
+sociedades modernas. No es mi ánimo el tachar de impíos á todos
+los protestantes: y reconozco gustoso la entereza y tesón con que
+algunos de sus sabios más ilustres se han opuesto al progreso de la
+impiedad. No ignoro que los hombres adoptan á veces un principio
+cuyas consecuencias rechazan, y que entonces sería una injusticia el
+colocarlos en la misma clase de aquellos que defienden á las claras
+esas mismas consecuencias; pero también sé que, por más que se resistan
+los protestantes á confesar que su sistema conduzca al ateísmo, no deja
+por ello de ser muy cierto: pueden exigirme que yo no culpe en este
+punto sus intenciones, mas no quejarse de que haya desenvuelto hasta
+las últimas consecuencias su principio fundamental, no desviándome
+nunca de lo que nos enseñan acordes la filosofía y la historia.
+
+Bosquejar, ni siquiera rápidamente, lo que sucedió en Europa desde
+la época de la aparición de Voltaire, sería trabajo por cierto bien
+inútil, pues que son tan recientes los hechos y andan tan vulgares
+los escritos sobre esa materia, que, si quisiera entrar en ella,
+difícilmente podría evitar la nota de copiante. Llenaré, pues, más
+cumplidamente mi objeto presentando algunas reflexiones sobre el estado
+actual de la religión en los dominios de la pretendida reforma.
+
+En medio de tantos sacudimientos y trastornos, en el vértigo comunicado
+á tantas cabezas, cuando han vacilado los cimientos de todas las
+sociedades, cuando se han arrancado de cuajo las más robustas y
+arraigadas instituciones, cuando la misma verdad católica sólo
+ha podido sostenerse con el manifiesto auxilio de la diestra del
+Omnipotente, fácil es calcular cuán malparado debe de estar el flaco
+edificio del Protestantismo, expuesto, como todo lo demás, á tan recios
+y duros ataques.
+
+Nadie ignora las innumerables sectas que hormiguean en toda la
+extensión de la Gran Bretaña, la situación deplorable de las creencias
+entre los protestantes de Suiza, aun con respecto á los puntos más
+capitales; y, para que no quedase ninguna duda sobre el verdadero
+estado de la religión protestante en Alemania, es decir, en su país
+natal, en aquel país donde se había establecido como en su patrimonio
+más predilecto, el ministro protestante barón de Starch ha tenido
+cuidado de decirnos que _en Alemania no hay ni un solo punto de la fe
+cristiana que no se vea atacado abiertamente por los mismos ministros
+protestantes_. Por manera que el verdadero estado del Protestantismo
+me parece viva y exactamente retratado en la peregrina ocurrencia de
+J. Heyer, ministro protestante: publicó J. Heyer en 1818 una obra que
+se titula _Ojeada sobre las confesiones de fe_, y, no sabiendo cómo
+desentenderse de los embarazos que para los protestantes presenta la
+adopción de un símbolo, propone un expediente muy sencillo, que, por
+cierto, allana todas las dificultades, y es: _desecharlos todos_.
+
+El único medio que tiene de conservarse el Protestantismo, es falsear,
+en cuanto le sea posible, su principio fundamental; es decir, apartar
+á los pueblos de la vía del examen, haciendo que permanezcan adheridos
+á las creencias que se les han transmitido con la educación, y no
+dejándoles que adviertan la inconsecuencia en que caen, cuando se
+someten á la autoridad de un simple particular, mientras resisten á la
+autoridad de la Iglesia católica. Pero no es éste cabalmente el camino
+que llevan las cosas, y, por más que tal vez se propusieran seguirle
+algunos de los protestantes, las solas sociedades bíblicas que con
+un ardor digno de mejor causa trabajan para extender entre todas las
+clases la lectura de la Biblia, son un poderoso obstáculo para que
+pueda adormecerse el ánimo de los pueblos. Esta difusión de la Biblia
+es una perenne apelación al examen particular, al espíritu privado;
+ella acabará de disolver lo que resta del Protestantismo, bien que,
+al propio tiempo, prepara tal vez á las sociedades días de luto y de
+llanto. No se ha ocultado todo esto á los protestantes, y algunos de
+los más notables entre ellos han levantado ya la voz, y advertido del
+peligro.[13]
+
+
+
+
+CAPITULO X
+
+
+Quedando demostrada hasta la evidencia la intrínseca debilidad del
+Protestantismo, ocurre naturalmente una cuestión: ¿cómo es que,
+siendo tan flaco por el vicio radical de su constitución misma, no
+haya desaparecido completamente? Llevando un germen de muerte en su
+propio seno, ¿cómo ha podido resistir á dos adversarios tan poderosos
+como la religión católica, por una parte, y la irreligión y el
+ateísmo, por otra? Para satisfacer cumplidamente á esta pregunta, es
+necesario considerar el Protestantismo bajo dos aspectos: ó bien en
+cuanto significa una creencia determinada, ó bien en cuanto expresa
+un conjunto de sectas, que, teniendo la mayor diferencia entre sí,
+están acordes en apellidarse cristianas, conservar alguna sombra de
+cristianismo, desechando, empero, la autoridad de la Iglesia. Es
+menester considerarle bajo estos dos aspectos, ya que es bien sabido
+que sus fundadores, no sólo se empeñaron en destruir la autoridad y
+los dogmas de la Iglesia romana, sino que procuraron también formar
+un sistema de doctrina que pudiera servir como de símbolo á sus
+prosélitos. Por lo que toca al primer aspecto, el Protestantismo
+ha desaparecido ya casi enteramente, ó, mejor diremos, desapareció
+al nacer, si es que pueda decirse que llegase ni á formarse. Harto
+queda evidenciada esta verdad con lo que llevo expuesto sobre sus
+variaciones, y su estado actual en los varios países de Europa;
+viniendo el tiempo á confirmar cuán equivocados anduvieron los
+pretendidos reformadores, cuando se _imaginaron poder fijar las
+columnas de Hércules del espíritu humano_, según la expresión de una
+escritora protestante: Madama de Staël.
+
+Y, en efecto, las doctrinas de Lutero y de Calvino, ¿quién las defiende
+ahora? ¿quién respeta los lindes que ellos prefijaron? Entre todas las
+Iglesias protestantes, ¿hay alguna que se dé á conocer por su celo
+ardiente en la conservación de estos ó de aquellos dogmas? ¿cuál es
+el protestante que no se ría de la _divina_ misión de Lutero, y que
+crea que el Papa es el Anticristo? ¿Quién entre ellos vela por la
+pureza de la doctrina? ¿quién califica los errores? ¿quién se opone
+al torrente de las sectas? ¿El robusto acento de la convicción, el
+celo de la verdad, se deja percibir ya, ni en sus escritos, ni en sus
+púlpitos? ¡Qué diferencia tan notable cuando se comparan las Iglesias
+protestantes con la Iglesia católica! Preguntadla sobre sus creencias,
+y oiréis de la boca del Sucesor de San Pedro, de Gregorio XVI, lo mismo
+que oyó Lutero de la boca de León X; y cotejad la doctrina de León X
+con la de sus antecesores, y os hallaréis conducidos por vía recta,
+siempre por un mismo camino, hasta los Apóstoles, hasta Jesucristo.
+¿Intentáis impugnar un dogma? ¿enturbiáis la pureza de la moral? La
+voz de los antiguos Padres tronará contra vuestros extravíos; y,
+estando en el siglo XIX, creeréis que se han alzado de sus tumbas
+los antiguos Leones y Gregorios. Si es flaca vuestra voluntad,
+encontraréis indulgencia; si es grande vuestro mérito, se os prodigarán
+consideraciones; si es elevada vuestra posición social, se os tratará
+con miramiento; pero, si abusando de vuestros talentos queréis
+introducir alguna novedad en la doctrina, si valiéndoos de vuestro
+poderío queréis exigir alguna capitulación en materias de dogma, si
+para evitar disturbios, prevenir escisiones, conciliar los ánimos,
+demandáis una transacción, ó, al menos, una explicación ambigua: _eso
+no, jamás_, os responderá el Sucesor de San Pedro; _eso no, jamás: la
+fe es un depósito sagrado que nosotros no podemos alterar; la verdad
+es inmutable, es una_; y á la voz del Vicario de Jesucristo, que
+desvanecerá todas vuestras esperanzas, se unirán las voces de nuevos
+Atanasios, Naciancenos, Ambrosios, Jerónimos y Agustinos. Siempre
+la misma firmeza en la misma fe, siempre la misma invariabilidad,
+siempre la misma energía para conservar intacto el depósito sagrado,
+para defenderle contra los ataques del error, para enseñarle en
+toda su pureza á los fieles, para transmitirle sin mancha á las
+generaciones venideras. ¿Será eso obstinación, ceguera, fanatismo?
+¡Ah! El transcurso de 18 siglos, las revoluciones de los imperios, los
+trastornos más espantosos, la mayor variedad de ideas y costumbres,
+las persecuciones de las potestades de la tierra, las tinieblas de
+la ignorancia, los embates de las pasiones, las luces de la ciencia,
+¿nada hubiera sido bastante para alumbrar esa ceguera, ablandar esa
+terquedad, enfriar ese fanatismo? Sin duda que un protestante pensador,
+uno de aquellos que sepan elevarse sobre las preocupaciones de la
+educación, al fijar la vista en ese cotejo, cuya variedad y exactitud
+no podrá menos de reconocer, si es que tenga instrucción sobre la
+materia, sentirá vehementes dudas sobre la verdad de la enseñanza
+que ha recibido; y que deseará, cuando menos, examinar de cerca ese
+prodigio que tan de bulto se presenta en la Iglesia católica. Pero
+volvamos al intento.
+
+Á pesar de la disolución que ha cundido de un modo tan espantoso entre
+las sectas protestantes, á pesar de que en adelante irá cundiendo
+todavía más, no obstante, hasta que llegue el momento de reunirse los
+disidentes á la Iglesia católica, nada extraño es que no desaparezca
+enteramente el Protestantismo, mirado como un conjunto de sectas
+que conservan el nombre y algún rastro de cristianas. Para que esto
+no sucediera así, sería menester, ó que los pueblos protestantes se
+hundiesen completamente en la irreligión y en el ateísmo, ó bien que
+ganase terreno entre ellos alguna otra religión de las que se hallan
+establecidas en otras partes de la tierra. Uno y otro extremo es
+imposible, y he aquí la causa por que se conserva, y se conservará bajo
+una ú otra forma, el falso cristianismo de los protestantes, hasta que
+vuelvan al redil de la Iglesia.
+
+Desenvolvamos con alguna extensión estos pensamientos. ¿Por qué los
+pueblos protestantes no se hundirán enteramente en la irreligión y en
+el ateísmo, ó en la indiferencia? Porque todo esto puede suceder con
+respecto á un individuo, mas no con respecto á un pueblo. Á fuerza
+de lecturas corrompidas, de meditaciones extravagantes, de esfuerzos
+continuados, puede uno que otro individuo sofocar los más vivos
+sentimientos de su corazón, acallar los clamores de su conciencia, y
+desentenderse de las preciosas amonestaciones del sentido común; pero,
+un pueblo, no: un pueblo conserva siempre un gran fondo de candor y
+docilidad, que, en medio de los más funestos extravíos, y aun de los
+crímenes más atroces, le hace prestar atento oído á las inspiraciones
+de la naturaleza. Por más corrompidos que sean los hombres en sus
+costumbres, son siempre pocos los que de propósito han luchado mucho
+consigo mismos para arrancar de sus corazones aquel abundante germen de
+buenos sentimientos, aquel precioso semillero de buenas ideas, con que
+la mano próvida del Criador ha cuidado de enriquecer nuestras almas.
+La expansión del fuego de las pasiones produce, es verdad, lamentables
+desvanecimientos, tal vez explosiones terribles; pero, pasado el calor,
+el hombre vuelve á entrar en sí mismo, y deja de nuevo accesible su
+alma, á los acentos de la razón y de la virtud. Estudiando con atención
+á la sociedad, se nota que, por fortuna, es poco abundante aquella
+casta de hombres que se hallan como pertrechados contra los asaltos
+de la verdad y del bien; que responden con una frívola cavilación á
+las reconvenciones del buen sentido; que oponen un frío estoicismo
+á las más dulces y generosas inspiraciones de la naturaleza, y que
+ostentan, como modelo de filosofía, de firmeza y de elevación de alma,
+la ignorancia, la obstinación y la aridez de un corazón helado. El
+común de los hombres es más sencillo, más cándido, más natural; y, por
+tanto, mal puede avenirse con un sistema de ateísmo ó de indiferencia.
+Podrá semejante sistema señorearse del orgulloso ánimo de algún
+sabio soñador, podrá cundir como una convicción muy cómoda en las
+disposiciones de la mocedad; en tiempos muy revueltos, podrá extenderse
+á un cierto círculo de cabezas volcánicas; pero, establecerse
+tranquilamente en medio de una sociedad, formar su estado normal, eso
+no sucederá jamás.
+
+No, mil veces no: un individuo puede ser irreligioso; la familia y
+la sociedad no lo serán jamás. Sin una base donde pueda encontrar su
+asiento el edificio social, sin una idea grande, matriz, de donde
+nazcan las de razón, virtud, justicia, obligación, derecho, ideas
+todas tan necesarias á la existencia y conservación de la sociedad
+como la sangre y el nutrimiento á la vida del individuo, la sociedad
+desaparecería; y sin los dulcísimos lazos con que traban á los miembros
+de la familia las ideas religiosas, sin la celeste harmonía que
+esparcen sobre todo el conjunto de sus relaciones, la familia deja de
+existir, ó, cuando más, es un nudo grosero, momentáneo, semejante en
+un todo á la comunicación de los brutos. Afortunadamente ha favorecido
+Dios á todos los seres con un maravilloso instinto de conservación,
+y, guiadas por ese instinto, la familia y la sociedad rechazan
+indignadas aquellas ideas degradantes, que, secando con su maligno
+aliento todo jugo de vida, quebrantando todos los lazos y trastornando
+toda economía, las harían retrogradar de golpe hasta la más abyecta
+barbarie, y acabarían por dispersar sus miembros, como al impulso del
+viento se dispersan los granos de arena, por no tener entre sí ni apego
+ni enlace.
+
+Ya que no la consideración del hombre y de la sociedad, al menos las
+repetidas lecciones de la experiencia debieran haber desengañado
+á ciertos filósofos de que las ideas y sentimientos grabados en
+el corazón por el dedo del Autor de la naturaleza, no son para
+desarraigados con declamaciones y sofismas; y, si algunos efímeros
+triunfos han podido alguna vez engreirlos, dándoles exageradas
+esperanzas sobre el resultado de sus esfuerzos, el curso de las ideas
+y de los sucesos ha venido luego á manifestarles que, cuando cantaban
+alborozados su triunfo, se parecían al insensato que se lisonjeara de
+haber desterrado del mundo el amor maternal, porque hubiese llegado á
+desnaturalizar el corazón de algunas madres.
+
+La sociedad, y cuenta que no digo el pueblo ni la plebe; la sociedad,
+si no es religiosa, será supersticiosa; si no cree cosas razonables,
+las creerá extravagantes; si no tiene una religión bajada del cielo,
+la tendrá forjada por los hombres; pretender lo contrario, es un
+delirio; luchar contra esa tendencia, es luchar contra una ley eterna;
+esforzarse en contenerla, es interponer una débil mano para detener el
+curso de un cuerpo que corre con fuerza inmensa: la mano desaparece y
+el cuerpo sigue su curso. Llámesela superstición, fanatismo, seducción,
+todo podrá ser bueno para desahogar el despecho de verse burlado; pero
+no es más que amontonar nombres, y azotar el viento.
+
+Siendo, como es, la religión una verdadera necesidad, tenemos ya
+la explicación de un fenómeno que nos ofrecen la historia y la
+experiencia, y es que la religión nunca desaparece enteramente; y que,
+en llegando el caso de una mudanza, las dos religiones rivales luchan
+más ó menos tiempo sobre el mismo terreno, ocupando progresivamente
+la una los dominios que va conquistando de la otra. De aquí sacaremos
+también que, para desaparecer enteramente el Protestantismo, sería
+necesario que se pusiese en su lugar alguna otra religión; y que, no
+siendo esto posible durante la civilización actual, á menos que no sea
+la católica, irán siguiendo las sectas protestantes ocupando con más ó
+menos variaciones el país que han conquistado.
+
+Y, en efecto, en el estado actual de la civilización de las sociedades
+protestantes, ¿es acaso posible que ganen terreno entre ellas, ni las
+necedades del Alcorán, ni las groserías de la idolatría?
+
+Derramado como está el espíritu del Cristianismo por las venas de
+las sociedades modernas, impreso su sello en todas las partes de la
+legislación, esparcidas sus luces sobre todo linaje de conocimientos,
+mezclado su lenguaje con todos los idiomas, reguladas por sus
+preceptos las costumbres, marcada su fisonomía hasta en los hábitos
+y modales, rebosando de sus inspiraciones todos los monumentos del
+genio, comunicado su gusto á todas las bellas artes; en una palabra,
+filtrado, por decirlo así, el Cristianismo en todas las partes de esa
+civilización tan grande, tan variada y fecunda de que se glorían las
+sociedades modernas, ¿cómo era posible que desapareciese hasta el
+nombre de una religión, que á su venerable antigüedad reune tantos
+títulos de gratitud, tantos lazos, tantos recuerdos? ¿Cómo era posible
+que encontrara acogida en medio de las sociedades cristianas ninguna de
+esas otras religiones, que á primera vista muestran, desde luego, el
+dedo del hombre; que á primera vista manifiestan como distintivo un
+sello grosero, donde está escrito _degradación_ y _envilecimiento_? Aun
+cuando el principio fundamental del Protestantismo zape los cimientos
+de la religión cristiana, por más que desfigure su belleza, y rebaje
+su majestad sublime; sin embargo, con tal que se conserven algunos
+vestigios de Cristianismo, con tal que se conserve la idea que éste nos
+da de Dios, y algunas máximas de su moral, estos vestigios valen más,
+se elevan á mucha mayor altura, que todos los sistemas filosóficos, que
+todas las otras religiones de la tierra.
+
+He aquí por qué ha conservado el Protestantismo alguna sombra de
+religión cristiana: no es otra la causa, sino que era imposible
+que desapareciese del todo el nombre cristiano, atendido el estado
+de las naciones que tomaron parte en el cisma; y he aquí cómo no
+debemos buscar la razón en ningún principio de vida entrañado por la
+pretendida reforma. Añádanse á todo esto los esfuerzos de la política,
+el natural apego de los ministros á sus propios intereses, el ensanche
+con que lisonjea al orgullo la falta de toda autoridad, los restos
+de preocupaciones antiguas, el poder de la educación, y otras causas
+semejantes, y se tendrá completamente resuelta la cuestión; y no
+parecerá nada extraño que vaya siguiendo el Protestantismo ocupando
+muchos de los países en que, por fatales combinaciones, alcanzó
+establecimiento y arraigo.
+
+
+
+
+CAPITULO XI
+
+
+No hay mejor prueba de la profunda debilidad entrañada por el
+Protestantismo, considerado como cuerpo de doctrina, que la escasa
+influencia que ha ejercido sobre la civilización europea, por medio de
+sus doctrinas positivas. Llamo doctrinas positivas aquellas en que ha
+procurado establecer un dogma propio, y de esta manera las distingo
+de las demás, que podríamos llamar negativas, porque no consisten en
+otra cosa que en la negación de la autoridad. Estas últimas, como muy
+conformes á la inconstancia y volubilidad del espíritu humano, han
+encontrado acogida; pero, las demás, no; todo ha desaparecido con sus
+autores, todo se ha sepultado en el olvido. Si algo se ha conservado de
+cristianismo entre los protestantes, ha sido solamente aquello que era
+indispensable para que la civilización europea no perdiera eternamente
+su naturaleza y carácter; por manera que aquellas doctrinas que tenían
+una tendencia demasiado directa á desnaturalizar completamente esa
+civilización, la civilización las ha rechazado; mejor diremos, las ha
+despreciado.
+
+Hay en esta parte un hecho muy digno de llamar la atención, y en
+que, sin embargo, quizás no se haya reparado, y es lo acontecido con
+respecto á la doctrina de los primeros novadores relativa á la libertad
+humana. Bien sabido es que uno de los primeros y más capitales errores
+de Lutero y Calvino consistía en negar el libre albedrío, hallándose
+consignado esta su funesta enseñanza en las obras que de ellos nos
+han quedado. Esta doctrina parece que debía conservarse con crédito
+entre los protestantes, y que debía ser sostenida con tesón, pues que
+regularmente así acontece cuando se trata de aquellos errores que han
+servido como de primer núcleo para la formación de una secta. Parece,
+además, que, habiendo alcanzado el Protestantismo tanta extensión y
+arraigo en varias naciones de Europa, esa doctrina fatalista debía
+también influir mucho en la legislación de las naciones protestantes;
+y ¡cosa admirable! nada de esto ha sucedido; y las costumbres europeas
+la han despreciado, la legislación no la ha tomado por base, y la
+sociedad no se ha dejado dominar ni dirigir por un principio que zapaba
+todos los cimientos de la moral, y que, si hubiese sido aplicado á las
+costumbres y á la legislación, hubiera reemplazado la civilización y
+dignidad europeas con la barbarie y abyección musulmana.
+
+Sin duda que no han faltado individuos corrompidos por tan funesta
+doctrina; sin duda que no han faltado sectas más ó menos numerosas
+que la han reproducido; y no puede negarse tampoco que sean de mucha
+consideración las llagas abiertas por ella á la moralidad de algunos
+pueblos. Pero es cierto también que, en la generalidad de la gran
+familia europea, los gobiernos, los tribunales, la administración, la
+legislación, las ciencias, las costumbres, no han dado oídos á esa
+horrible enseñanza de Lutero, en que se despoja al hombre de su libre
+albedrío, en que se hace á Dios autor del pecado, en que se descarga
+sobre el Criador toda la responsabilidad de los delitos de la criatura
+humana, en que se le presenta como un tirano, pues que se afirma que
+sus preceptos son imposibles, en que se confunden monstruosamente
+las ideas de bien y de mal, y se embota el estímulo de toda virtud,
+asegurando que basta la fe para salvarse, que todas las obras de los
+justos son pecados.
+
+La razón pública, el buen sentido, las costumbres, se pusieron en este
+punto de parte del Catolicismo; y los mismos pueblos que abrazaron en
+teoría religiosa esas funestas doctrinas, las desecharon por lo común
+en la práctica; porque era demasiado profunda la impresión que en
+esos puntos capitales les había dejado la enseñanza católica, porque
+era demasiado vivo el instinto de civilización que de las doctrinas
+católicas se había comunicado á la sociedad europea. Así fué como la
+Iglesia católica, rechazando esos funestos errores difundidos por
+el Protestantismo, preservaba á la sociedad del envilecimiento que
+consigo traen las máximas fatalistas; se constituía en barrera contra
+el despotismo, que se entroniza siempre en medio de los pueblos que
+han perdido el sentimiento de su dignidad; era un dique contra la
+desmoralización, que cunde necesariamente cuando el hombre se cree
+arrastrado por la ciega fatalidad, como por una cadena de hierro; así
+libertaba al espíritu de aquel abatimiento en que se postra cuando se
+ve privado de dirigir su propia conducta, y de influir en el curso
+de los acontecimientos. Así fué como el Papa, condenando esos errores
+de Lutero que formaban el núcleo del naciente Protestantismo, dió un
+grito de alarma contra una irrupción de barbarie en el orden de las
+ideas, salvando de esta manera la moral, las leyes, el orden público,
+la sociedad; así fué como el Vaticano conservó la dignidad del hombre,
+asegurándole el noble sentimiento de la libertad en el santuario de la
+conciencia; así fué como la cátedra de Roma, luchando con las ideas
+protestantes, y defendiendo el sagrado depósito que le confiara el
+Divino Maestro, era, al propio tiempo, el numen tutelar del porvenir de
+la civilización.
+
+Reflexionad sobre esas grandes verdades, entendedlas bien vosotros que
+habláis de las _disputas religiosas_ con esa fría indiferencia, con
+esos visos de burla y de compasión, como si nunca se tratase de otra
+cosa que de frivolidades de escuela. Los pueblos _no viven de sólo
+pan_; viven también de ideas, de máximas que, convertidas en jugo, ó
+les comunican grandeza, vigor y lozanía, ó los debilitan, los postran,
+los condenan á la nulidad y al embrutecimiento. Tended la vista por la
+faz del globo, recorred los períodos de la historia de la humanidad,
+comparad tiempos con tiempos, naciones con naciones, y veréis que,
+dando la Iglesia católica tan alta importancia á la conservación de la
+verdad en las materias más transcendentales, y no transigiendo nunca en
+punto á ella, ha comprendido y realizado mejor que nadie la elevada y
+saludable máxima de que la verdad debe ser la reina del mundo, de que
+del orden de las ideas depende el orden de los hechos y de que, cuando
+se agitan cuestiones sobre las grandes verdades, se interesan en esas
+cuestiones los destinos de la humanidad.
+
+Resumamos lo dicho: el principio esencial del Protestantismo es un
+principio disolvente: ahí está la causa de sus variaciones incesantes,
+ahí está la causa de su disolución y aniquilamiento. Como religión
+particular ya no existe porque no tiene ningún dogma propio, ningún
+carácter positivo, ninguna economía, nada de cuanto se necesita para
+formar un ser: es una verdadera negación. Todo lo que se encuentra en
+él que pueda apellidarse positivo, no es más que vestigios, ruinas;
+todo está sin fuerza, sin acción, sin espíritu de vida. No puede
+mostrar un edificio que haya levantado por su mano, no puede colocarse
+en medio de esas obras inmensas entre las cuales puede situarse con
+tanta gloria el Catolicismo, y decir: _esto es mío_. El Protestantismo
+puede sólo sentarse en medio de espantosas ruinas; y de ellas sí que
+puede decir con toda verdad: _yo las he amontonado_.
+
+Mientras pudo durar el fanatismo de esta secta, mientras ardía la
+llamarada encendida por fogosas declamaciones y avivada por funestas
+circunstancias, desplegó cierta fuerza que, si bien no manifestaba
+la verdadera robustez, mostraba al menos la convulsiva energía del
+delirio. Pero su época pasó, la acción del tiempo ha dispersado
+los elementos que daban pábulo al incendio; y, por más que se haya
+trabajado por acreditar la reforma como obra de Dios, no se ha podido
+encubrir lo que era en realidad: obra de las pasiones del hombre. No
+deben causarnos ilusión esos esfuerzos que actualmente parece hacer de
+nuevo: quien obra en ello, no es el Protestantismo en vida; es la falsa
+filosofía, tal vez la política, quizás el mezquino interés, que toman
+su nombre, se disfrazan con su manto; y, sabiendo cuán á propósito es
+para excitar disturbios, provocar escisiones y disolver las sociedades,
+van recogiendo el agua de los charcos que han quedado manchados con
+su huella impura, seguros de que será un violento veneno para dar la
+muerte al pueblo incauto, que llegue á beber de la dorada copa con que
+pérfidamente se le brinda.
+
+Pero en vano se esfuerza el débil mortal en luchar contra la diestra
+del Omnipotente. Dios no abandonará su obra; y, por más que el hombre
+forceje, por más que se empeñe en remedar la obra del Altísimo, no
+podrá borrar los caracteres eternos que distinguen el error de la
+verdad. La verdad es de suyo fuerte, robusta: y, como es el conjunto de
+las mismas relaciones de los seres, enlázase, trábase fuertemente con
+ellos, y no son parte á desasirla, ni los esfuerzos de los hombres, ni
+los trastornos de los tiempos. El error, mentida imagen de los grandes
+lazos que vinculan la completa masa del universo, tiéndese sobre sus
+usurpados dominios como un informe conjunto de ramos mal trabados que
+no reciben jamás el jugo de la tierra, que tampoco le comunican verdor
+y frescura, y sólo sirven de red engañosa tendida á los pasos del
+caminante.
+
+¡Pueblos incautos! No os seduzcan ni aparatos brillantes, ni palabras
+pomposas, ni una actividad mentida: la verdad es cándida, modesta y
+confiada, porque es pura y fuerte; el error es hipócrita y ostentoso,
+porque es falso y débil. La verdad es una mujer hermosa que desprecia
+el afectado aliño porque conoce su belleza; el error se atavía, se
+pinta, violenta su talle porque es feo, descolorido, sin expresión de
+vida en su semblante, sin gracia ni dignidad en sus formas. ¿Admiráis
+tal vez su actividad y sus trabajos? Sabed que sólo es fuerte cuando
+es el núcleo de una facción, ó la bandera de un partido; sabed que
+entonces es rápido en su acción, violento en sus medios; es un meteoro
+funesto que fulgura, truena y desaparece, dejando en pos de sí la
+obscuridad, la destrucción y la muerte; la verdad es el astro del día
+despidiendo tranquilamente su luz vivísima y saludable, fecundando con
+suave calor la naturaleza, y derramando por todas partes, vida, alegría
+y hermosura.
+
+
+
+
+CAPITULO XII
+
+
+Para apreciar en su justo valor el efecto que pueden producir sobre la
+sociedad española las doctrinas protestantes, será bien dar una ojeada
+al actual estado de las ideas religiosas en Europa. Á pesar del vértigo
+intelectual, que es uno de los caracteres dominantes de la época, es
+un hecho indudable que el espíritu de incredulidad y de irreligión ha
+perdido mucho de su fuerza; y que, en la parte que desgraciadamente le
+queda de existencia, es más bien transformado en indiferentismo, que
+no conservando aquella índole sistemática de que se hallaba revestido
+en el pasado siglo. Con el tiempo se gastan todas las declamaciones,
+los apodos fastidian, las continuas repeticiones fatigan; irrítase el
+ánimo con la intolerancia y la mala fe de los partidos, descúbrense el
+vacío de los sistemas, la falsedad de las opiniones, lo precipitado de
+los juicios, lo inexacto de los raciocinios; andando el tiempo, van
+publicándose datos que ponen de manifiesto las solapadas intenciones,
+lo engañoso de las palabras, la mezquindad de las miras, lo maligno
+y criminal de los proyectos; y al fin restablécese en su imperio la
+verdad, recobran las cosas sus propios nombres, toma otra dirección el
+espíritu público; y lo que antes se encontraba inocente y generoso,
+preséntase como culpable y villano; y, rasgados los fementidos
+disfraces, muéstrase la mentira, rodeada de aquel descrédito que
+debiera haber sido siempre su único patrimonio.
+
+Las ideas irreligiosas, como todas aquellas que pululan en sociedades
+muy adelantadas, no quisieron, ni pudieron mantenerse en el recinto de
+la especulación, é invadiendo los dominios de la práctica, quisieron
+señorear todos los ramos de administración y de política. El trastorno
+que debían producir en la sociedad, debía serles fatal á ellas mismas:
+porque no hay cosa que ponga más de manifiesto los defectos y vicios
+de un sistema, y sobre todo que más desengañe á los hombres, que la
+piedra de toque de la experiencia. Yo no sé qué facilidad tiene nuestro
+entendimiento para concebir un objeto bajo muchos aspectos, y qué
+fecundidad funesta para apoyar con un sinnúmero de sofismas las mayores
+extravagancias; pues que, en tratándose de apelar á la disputa, apenas
+puede la razón desentenderse de las cavilaciones del sofisma. Pero, en
+llegando á la experiencia, todo se cambia: el ingenio enmudece, sólo
+hablan los hechos; y si la experiencia se ha verificado en grande, y
+sobre objetos de mucho interés ó de alta importancia, difícil es que
+pueda ofuscarse con especiosas razones la convincente elocuencia de
+los resultados. Y de aquí es que observamos á cada paso que un hombre
+que haya adquirido grande experiencia, llega á poseer cierto tacto tan
+delicado y seguro, que, á la sola exposición de un sistema, señala con
+el dedo todos sus inconvenientes: la inexperiencia, fogosa y confiada,
+apela á las razones, al aparato de doctrinas; pero el buen sentido,
+el precioso, el raro, el inapreciable buen sentido, menea cuerdamente
+la cabeza, encoge tranquilamente los hombros, y, dejando escapar una
+ligera sonrisa, abandona seguro sus predicciones á la prueba del tiempo.
+
+No es necesario ponderar ahora los resultados que han tenido en la
+práctica aquellas doctrinas, cuya divisa era la incredulidad; tanto se
+ha dicho ya sobre esto, que quien emprenda el tocarlo de nuevo, corre
+mucho riesgo de pasar plaza de insulso declamador. Bastará decir que
+aun aquellos hombres que por principios, por intereses, recuerdos ú
+otras causas, como que pertenecen aún al siglo pasado, se han visto
+precisados á modificar sus doctrinas, á limitar los principios, á
+paliar las proposiciones, á retocar los sistemas, á templar el calor y
+el arrebato de las invectivas; queriendo dar una muestra de su aprecio
+y veneración á aquellos escritores que formaron las delicias de su
+juventud, dicen con indulgente tono: «que aquellos hombres eran grandes
+sabios, pero que eran sabios de gabinete»; como si, en tratándose de
+hechos y de práctica, lo que se llama sabiduría de mero gabinete, no
+fuese una peligrosa ignorancia.
+
+Como quiera, lo cierto es que de estos ensayos ha resultado el provecho
+de desacreditarse la irreligión como sistema; y que los pueblos la
+miran, si no con horror, al menos con desvío y con desconfianza. Los
+trabajos científicos provocados en todos ramos por la irreligión, que
+con locas esperanzas había creído que los cielos dejarían de cantar
+la gloria del Señor, que la tierra desconocería á Aquel que le dió su
+cimiento, y que la naturaleza toda levantaría su testimonio contra
+Dios, que le dió el ser y la animó con la vida, han hecho desaparecer
+el divorcio que, con escándalo, se iba introduciendo entre la religión
+y las ciencias, y los acentos del antiguo hombre de la tierra de Hus
+se ha visto que podían resonar sin desdoro del saber en la boca de los
+sabios del siglo XIX. ¿Y qué diremos del triunfo de la religión en todo
+lo que existe de bello, de tierno y de sublime sobre la tierra? ¡Cuán
+grande se ha manifestado en este triunfo la acción de la Providencia!
+¡Cosa admirable! En todas las grandes crisis de la sociedad, esa mano
+misteriosa que rige los destinos del universo, tiene como en reserva
+á un hombre extraordinario; llega el momento, el hombre se presenta,
+marcha, el mismo no sabe á dónde, pero marcha con paso firme á cumplir
+el alto destino que el Eterno le ha señalado en la frente.
+
+El ateísmo anegaba á la Francia en un piélago de sangre y de lágrimas,
+y un hombre desconocido atraviesa en silencio los mares; mientras el
+soplo de la tempestad despedaza las velas de su navío, él escucha
+absorto el bramar del huracán, y contempla abismado la majestad del
+firmamento. Extraviado por las soledades de América, pregunta á las
+maravillas de la creación el nombre de su autor; y el trueno le
+contesta en el confín del desierto, las selvas le responden con sordo
+mugido, y la bella naturaleza, con cánticos de amor y de harmonía.
+La vista de una cruz solitaria le revela misteriosos secretos, la
+huella de un misionero desconocido le excita grandes recuerdos que
+enlazan el nuevo mundo con el mundo antiguo; un monumento arruinado,
+una choza salvaje, le inspiran aquellos sublimes pensamientos que
+penetran hasta el fondo de la sociedad y del corazón del hombre.
+Embriagado con los sentimientos que le ha sugerido la grandeza de
+tales espectáculos, llena su mente de conceptos elevados, y rebosando
+su pecho de la dulzura que han producido en él los encantos de tanta
+belleza, pisa de nuevo el suelo de su patria. ¿Y qué encuentra allí?
+La huella ensangrentada del ateísmo, las ruinas y cenizas de los
+antiguos templos, ó devorados por el fuego, ó desplomados á los golpes
+de bárbaro martillo; sepulcros numerosos que encierran los restos
+de tantas víctimas inocentes, y que poco antes ofrecieran en su
+lobreguez un asilo oculto al cristiano perseguido. Nota, sin embargo,
+un movimiento: ve que la religión quiere descender de nuevo sobre la
+Francia, como un pensamiento de consuelo, para aliviar un infortunio,
+como un soplo de vida para reanimar un cadáver; desde entonces oye
+por todas partes un concierto de célica harmonía; se agitan, rebullen
+en su grande alma las inspiraciones de la meditación y de la soledad,
+y enajenado y extático canta con lengua de fuego las bellezas de la
+religión, revela las delicadas y hermosas relaciones que tiene con la
+naturaleza, y, hablando un lenguaje superior y divino, muestra á los
+hombres asombrados la misteriosa cadena de oro que une el cielo con la
+tierra: era Chateaubriand.
+
+Sin embargo, es preciso confesarlo: un vértigo como se ha introducido
+en las ideas no se remedia en poco tiempo; y no es fácil que
+desaparezca sin grandes trabajos la huella profunda que ha debido dejar
+la irreligión con sus estragos. Los ánimos, es verdad, van cansados del
+sistema de irreligión; una desazón profunda agita la sociedad; ella
+ha perdido su equilibrio; la familia ha sentido aflojar sus lazos,
+y el individuo suspira por un rayo de luz, por una gota de consuelo
+y esperanza. Pero, ¿dónde hallará el mundo el apoyo que le falta?
+¿Seguirá el buen camino, el único, cual es entrar de nuevo en el redil
+de la Iglesia católica? ¡Ah! Sólo Dios es el dueño de los secretos
+del porvenir; sólo él mira desplegados con toda claridad delante de
+sus ojos, los grandes acontecimientos que se preparan sin duda á la
+humanidad; sólo él sabe cuál será el resultado de esa actividad y
+energía que vuelve á apoderarse de los espíritus en el examen de
+las grandes cuestiones sociales y religiosas; sólo él sabe cuál será
+el fruto que recogerán las generaciones venideras de los triunfos
+conseguidos por la religión, en las ciencias, en la política, en todos
+los ramos por donde se explaya el humano entendimiento.
+
+Nosotros, débiles mortales, que, arrastrados rápidamente por el
+precipitado curso de las revoluciones y trastornos, tenemos apenas
+el tiempo necesario para dar una fugaz mirada al caos en que está
+envuelto el país que atravesamos, ¿qué podremos decir que tenga alguna
+prenda de acierto? Sólo podemos asegurar que la presente es una
+época de inquietud, de agitación, de transición; que multiplicados
+escarmientos y repetidos desengaños, fruto de espantosos trastornos y
+de inauditas catástrofes, han difundido por todas partes el descrédito
+de las doctrinas irreligiosas y desorganizadoras, sin que por esto
+haya tomado en su lugar el debido ascendiente la verdadera religión;
+que el corazón, fatigado de tantos infortunios, se abre de buen grado
+á la esperanza, sin que el entendimiento deje de contemplar en grande
+incertidumbre el porvenir, y de columbrar tal vez una nueva cadena de
+calamidades. Merced á las revoluciones, al vuelo de la industria, á la
+actividad y extensión del comercio, al adelanto y expansión prodigiosa
+de la imprenta, á los progresos científicos, á la facilidad, rapidez y
+amplitud de las comunicaciones, al gusto por los viajes, á la acción
+disolvente del Protestantismo, de la incredulidad y del escepticismo,
+presenta en la actualidad el espíritu humano una de aquellas fases
+singulares, que forman época en su historia.
+
+El entendimiento, la fantasía, el corazón, se hallan en estado de
+grande agitación, de movilidad, de desarrollo, presentando, al
+propio tiempo, los contrastes más singulares, las extravagancias más
+ridículas, y hasta las contradicciones más absurdas.
+
+Observad las ciencias, y, sin notar en su estudio aquellos trabajos
+prolijos, aquella paciencia incansable, aquella marcha pausada y
+detenida que caracterizan los estudios de otras épocas, descúbrese,
+sin embargo, un espíritu de observación, un prurito de generalizar, de
+alzar las cuestiones á un punto de vista elevado y transcendente, y,
+sobre todo, un afán de tratar todas las ciencias bajo aquel aspecto en
+que se divisan los puntos de contacto que entre sí tienen, los lazos
+que las hermanan, y los canales por donde se comunican recíprocamente
+la luz.
+
+Las cuestiones de religión, de política, de moral, de legislación, de
+economía, todas van enlazadas, marchan de frente, dándose al horizonte
+científico un grandor, una inmensidad, que no había jamás alcanzado.
+Este adelanto, este abuso, ó este caos, si se quiere, es un dato que no
+debe despreciarse cuando se estudia el espíritu de la época, cuando se
+examina su situación religiosa; pues que no es la obra de ningún hombre
+aislado, no es un efecto casual: es el resultado de un sinnúmero de
+causas que han conducido la sociedad á este punto; es un grande hecho,
+fruto de otros hechos; es una expresión del estado intelectual en la
+actualidad; es un síntoma de fuerzas y de enfermedades, un anuncio de
+transición y de mudanza, tal vez una señal consoladora, tal vez un
+funesto presagio. Y ¿quién no ha notado el vuelo que va tomando la
+fantasía, y la prodigiosa expansión del corazón, en esa literatura tan
+varia, tan irregular, tan fluctuante, pero, al propio tiempo, tan rica
+de hermosísimos cuadros, rebosante de sentimientos delicadísimos, y
+embutida de pensamientos atrevidos y generosos? Dígase lo que se quiera
+del abatimiento de las ciencias, del decaimiento de los estudios;
+nómbrense con tono mofador _las luces del siglo_, vuélvase la vista
+dolorida hacia tiempos más estudiosos, más sabios, más eruditos; en
+esto habrá sus verdades, sus falsedades, sus exageraciones, como
+acontece siempre en declamaciones semejantes; pero no podrá negarse
+que, sea lo que fuere de la utilidad de sus trabajos, tal vez nunca
+había desplegado el espíritu humano semejante actividad y energía, tal
+vez nunca se le había visto agitado con un movimiento tan vivo, tan
+general, tan variado: tal vez nunca como ahora se habrá deseado, con
+tan excusable curiosidad é impaciencia, el levantar una punta del velo
+que encubre un inmenso porvenir.
+
+¿Quién dominará tan opuestos y poderosos elementos? ¿Quién podrá
+restablecer el sosiego en ese piélago combatido por tantas borrascas?
+¿Quién podrá dar unión, enlace, consistencia, para formar un todo
+compacto, capaz de resistir á la acción de los tiempos? ¿Quién podrá
+darlo á esos elementos que se rechazan con tanta fuerza, que luchan sin
+cesar, estallando con detonaciones horrorosas? ¿Será el Protestantismo,
+con su principio fundamental? ¿Será sentando, difundiendo, acreditando
+el principio disolvente del espíritu privado en materias religiosas, y
+realizando este pensamiento con derramar á manos llenas entre todas las
+clases de la sociedad los ejemplares de la Biblia?
+
+Sociedades inmensas, orgullosas con su poderío, engreídas de su
+saber, disipadas por los placeres, refinadas con el lujo, expuestas
+de continuo á la poderosa acción de la imprenta, disponiendo de unos
+medios de comunicación que hubieran parecido fabulosos á nuestros
+mayores; donde todas las grandes pasiones encuentran su objeto, todas
+las intrigas una sombra, toda corrupción un velo, todo crimen un
+título, todo error un intérprete, todo interés un pábulo; trocados
+los nombres, socavados los cimientos, cargadas de escarmientos y
+desengaños, flotando entre la verdad y la mentira con horrorosa
+incertidumbre, dando de vez en cuando una mirada á la antorcha
+celestial para seguir sus resplandores, y contentándose luego con
+fugaces vislumbres, haciendo un esfuerzo para dominar la tormenta, y
+abandonándose luego á merced de los vientos y de las ondas, presentan
+las sociedades modernas un cuadro tan extraordinario como interesante,
+donde pueden campear con toda amplitud y libertad las esperanzas
+y temores, los pronósticos y conjeturas, pero sin que sea dable
+lisonjearse de acierto, sin que el hombre sensato pueda tomar más
+cuerdo partido que esperar en silencio el desenlace que está señalado
+en los arcanos del Señor, á cuyos ojos están desplegados con toda
+claridad los sucesos de todos los tiempos, y los futuros destinos de
+los pueblos.
+
+Pero sí que se alcanza fácilmente que, siendo, como es, el
+Protestantismo disolvente por su propia naturaleza, nada puede producir
+en el orden moral y religioso que sea en pro de la felicidad de los
+pueblos; ya que esta felicidad no es dable que exista estando en
+continua guerra los entendimientos con respecto á las más altas é
+importantes cuestiones que ofrecerse puedan al espíritu humano.
+
+Cuando en medio de ese tenebroso caos, donde vagan tantos elementos,
+tan diferentes, tan opuestos y tan poderosos, que, luchando de
+continuo, se chocan, se pulverizan y se confunden, busca el observador
+un punto luminoso de donde pueda venir una ráfaga que alumbre al
+mundo, una idea robusta que, enfrenando tanto desorden y anarquía, se
+enseñoree de los entendimientos, y los vuelva al camino de la verdad,
+ocurre, desde luego, el Catolicismo como el único manantial de tantos
+bienes; y al ver cuál se sostiene aún con brillantez y pujanza, á
+pesar de los inauditos esfuerzos que se están haciendo todos los días
+para aniquilarle, llénase de consuelo el corazón, y, brotando en él
+la esperanza, parece que le convida á saludar á esa religión divina,
+felicitándola por el nuevo triunfo que va á adquirir sobre la tierra.
+
+Hubo un tiempo en que, inundada la Europa por una nube de bárbaros,
+vió desplomarse de un golpe todos los monumentos de la antigua
+civilización y cultura: los legisladores con sus leyes, el imperio con
+su brillo y poderío, los sabios con las ciencias, las artes con sus
+monumentos, todo se hundió; y esas inmensas regiones donde florecían
+poco antes toda la civilización y cultura que habían adquirido los
+pueblos por espacio de muchos siglos, viéronse sumidas de repente en
+la ignorancia y en la barbarie. Pero la brillante centella de luz
+arrojada sobre el mundo desde la Palestina, continuaba fulgurando aún
+en medio del caos; en vano se levantó la espesa polvareda que amagaba
+envolverla en las tinieblas; alimentada por el soplo del Eterno,
+continuaba resplandeciendo; pasaron los siglos, fué extendiendo su
+órbita brillante, y los pueblos, que tal vez no pensaban que pudiera
+servirles de más que de una guía para marchar sin tropiezo por entre la
+obscuridad, viéronla presentarse como sol resplandeciente, esparciendo
+por todas partes la luz y la vida.
+
+¿Y quién sabe si en los arcanos del Eterno no le está reservado otro
+triunfo más difícil, y no menos saludable y brillante? Instruyendo la
+ignorancia, civilizando la barbarie, puliendo la rudeza, amansando
+la ferocidad, preservó á la sociedad de ser víctima, tal vez para
+siempre, de la brutalidad más atroz, y de la estupidez más degradante;
+pero, ¿qué timbre más glorioso para ella, si, rectificando las ideas,
+centralizando y purificando los sentimientos, asentando los eternos
+principios de toda sociedad, enfrenando las pasiones, templando los
+enconos, cercenando las demasías, y señoreando todos los entendimientos
+y voluntades, pudiera levantarse como una reguladora universal, que,
+estimulando todo linaje de conocimientos y adelantos, inspirara la
+debida templanza á esta sociedad agitada con tanta furia por tan
+poderosos elementos, que, privados de un punto céntrico y atrayente, la
+están de continuo amenazando con la disolución y el caos?
+
+No es dado al hombre penetrar en el porvenir; pero el mundo físico
+se disolvería con espantosa catástrofe, si faltase por un momento el
+principio fundamental que da unidad, orden y concierto á los variados
+movimientos de todos los sistemas; y, si la sociedad, llena como está
+de movimiento, de comunicación y de vida, no entra bajo la dirección de
+un principio regulador, universal y constante, al fijar la vista sobre
+la suerte de las generaciones venideras, el corazón tiembla, y la mente
+se anubla.
+
+Hay, empero, un hecho sumamente consolador, y es el admirable progreso
+que hace el Catolicismo en varios países. En Francia, en Bélgica se
+robustece; en el Norte de Europa parece que se le teme, cuando de tal
+manera se le combate; en Inglaterra, es tanto lo que ha ganado en
+menos de medio siglo, que sería increíble, si no constara en datos
+irrecusables; y en sus misiones vuelve á manifestarse tan emprendedor y
+fecundo, que nos recuerda los tiempos de su mayor ascendiente y poderío.
+
+Y cuando los otros pueblos tienden á la unidad, ¿podría prevalecer el
+desbarro de que nosotros nos encamináramos al cisma? Cuando los demás
+pueblos se alegrarían infinito de que subsistiera entre ellos algún
+principio vital que pudiese restablecerles las fuerzas que les ha
+quitado la incredulidad, España, que conserva el Catolicismo, y todavía
+solo, todavía poderoso, ¿admitiría en su seno ese germen de muerte que
+la imposibilitaría de recobrarse de sus dolencias, que aseguraría, á
+no dudarlo, su completa ruina? En esa regeneración moral á que aspiran
+los pueblos, anhelantes por salir de la posición angustiosa en que
+los colocaron las doctrinas irreligiosas, ¿será posible que no se
+quiera parar la atención en la inmensa ventaja que la España lleva á
+muchos de ellos, por ser uno de los menos tocados de la gangrena de la
+irreligión, y por conservar todavía la unidad religiosa, inestimable
+herencia de una larga serie de siglos? ¿Será posible que no se advierta
+lo que puede ser esa unidad, si la aprovechamos cual merece; esa
+unidad, que se enlaza con todas nuestras glorias, que despierta tan
+bellos recuerdos, y tan admirablemente podría servir para elemento de
+regeneración en el orden social?
+
+Si se pregunta lo que pienso sobre la proximidad del peligro, y si las
+tentativas que están haciendo los protestantes para este efecto, tienen
+alguna probabilidad de resultado, responderé con alguna distinción.
+El Protestantismo es profundamente débil, ya por su naturaleza, y,
+además, por ser viejo y caduco; tratando de introducirse en España,
+ha de luchar con un adversario lleno de vida y robustez, y que está
+muy arraigado en el país; y por esta causa, y bajo este aspecto, no
+puede ser temible su acción. Pero, ¿quién impide que, si llegase á
+establecerse en nuestro suelo, por más reducido que fuera su dominio,
+no causara terribles males?
+
+Por de pronto, salta á la vista que tendríamos otra manzana de
+discordia, y no es difícil columbrar las colisiones que ocasionaría
+á cada paso. Como el Protestantismo en España, á más de su debilidad
+intrínseca, tendría la que le causara el nuevo clima en que se hallaría
+tan falto de su elemento, viérase forzado á buscar sostén arrimándose
+á cuanto le alargase la mano; entonces es bien claro que serviría como
+un punto de reunión para los descontentos; y, ya que se apartase de su
+objeto, fuera cuando menos un núcleo de nuevas facciones, una bandera
+de pandillas. Escándalos, rencores, desmoralización, disturbios, y
+quizás catástrofes, he aquí el resultado inmediato, infalible, de
+introducirse entre nosotros el Protestantismo: apelo á la buena fe de
+todo hombre que conozca medianamente al pueblo español.
+
+Pero no está todo aquí; la cuestión se ensancha y adquiere una
+importancia incalculable, si se la mira en sus relaciones con la
+política extranjera. ¿Qué palanca tendría entonces para causar en
+nuestra desgraciada patria toda clase de sacudimientos? ¡Oh! ¡y
+cómo se asiría ávidamente de ella! ¡cómo trabaja quizás para buscar
+un punto de apoyo! Hay en Europa una nación temible por su inmenso
+poderío, respetable por su mucho adelantamiento en las ciencias y
+artes, y que, teniendo á la mano grandes medios de acción por todo el
+ámbito de la tierra, sabe desplegarlos con una sagacidad y astucia
+verdaderamente admirables. Habiendo sido la primera de las naciones
+modernas en recorrer todas las fases de una revolución religiosa y
+política, y que en medio de terribles trastornos contemplara las
+pasiones en toda su desnudez, y el crimen en todas sus formas, se
+aventaja á las otras en el conocimiento de toda clase de resortes; al
+paso que, fastidiada de vanos nombres, con que en esas épocas suelen
+encubrirse las pasiones más viles y los intereses más mezquinos, tiene
+sobrado embotada su sensibilidad para que puedan fácilmente excitarse
+en su seno las tormentas que á otros países los inundan de sangre y de
+lágrimas. No se altera su paz interior en medio de la agitación y del
+acaloramiento de las discusiones; y, aunque no deje de columbrar en
+un porvenir más ó menos lejano las espinosas situaciones que podrían
+acarrearle gravísimos apuros, disfruta entre tanto de aquella calma
+que le aseguran su constitución, sus hábitos, sus riquezas, y sobre
+todo el Océano que la ciñe. Colocada en posición tan ventajosa, acecha
+la marcha de los otros pueblos, para uncirlos á su carro con doradas
+cadenas, si tienen candor bastante para escuchar sus halagüeñas
+palabras; ó al menos procura embarazar su marcha y atajar sus
+progresos, en caso de que con noble independencia traten de emanciparse
+de su influjo. Atenta siempre á engrandecerse por medio de las artes
+y comercio, con una política mercantil en grado eminente, cubre, no
+obstante, la materialidad de los intereses con todo linaje de velos;
+y si bien, cuando se trata de los demás pueblos, es indiferente del
+todo á la religión é ideas políticas, sin embargo, se vale diestramente
+de tan poderosas armas para procurarse amigos, desbaratar á sus
+adversarios, y envolvernos á todos en la red mercantil que tiene de
+continuo tendida sobre los cuatro ángulos de la tierra.
+
+No es posible que se escape á su sagacidad lo mucho que tendría
+adelantado para contar á España en el número de sus colonias, si
+pudiese lograr que fraternizase con ella en ideas religiosas; no tanto
+por la buena correspondencia que semejante fraternidad promovería
+entre ambos pueblos, como porque sería éste el medio más seguro para
+que el español perdiese del todo ese carácter singular, esa fisonomía
+austera que le distingue de todos los otros pueblos, olvidando la
+única idea nacional y regeneradora que ha permanecido en pie en medio
+de tan espantosos trastornos; quedando así susceptible de toda clase
+de impresiones ajenas, y dúctil y flexible en todos los sentidos que
+pudiera convenir á las interesadas miras de los solapados protectores.
+
+No lo olvidemos: no hay nación en Europa que conciba sus planes con
+tanta previsión, que los prepare con tanta astucia, que los ejecute
+con tanta destreza, ni que los lleve á cabo con igual tenacidad.
+Como, después de las profundas revoluciones que la trabajaron, ha
+permanecido en un estado regular desde el último tercio del siglo XVII,
+y enteramente extraña á los trastornos sufridos en este período por
+los demás pueblos de Europa, ha podido seguir un sistema de política
+concertado, así en lo interior como en lo exterior; y de esta manera
+sus hombres de gobierno han podido formarse más plenamente, heredando
+los datos y las miras que guiaron á los antecesores. Conocen sus
+gobernantes cuán precioso es estar de antemano apercibidos para todo
+evento; y así no descuidan de escudriñar á fondo qué es lo que hay
+en cada nación que los pueda ayudar ó contrastar; saliendo de la
+órbita política, penetran en el corazón de la sociedad sobre la cual
+se proponen influir; y rastrean allí cuáles son las condiciones de
+su existencia, cuál es su principio vital, cuáles las causas de su
+fuerza y energía. Era en el otoño de 1805, y daba Pitt una comida de
+campo, á la que asistían varios de sus amigos. Llególe entre tanto
+un pliego en que se le anunciaba la rendición de Mack en Ulma con
+cuarenta mil hombres, y la marcha de Napoleón sobre Viena. Comunicó
+la funesta noticia á sus amigos, quienes, al oirla, exclamaron:
+«Todo está perdido, ya no hay remedio contra Napoleón.» «Todavía hay
+remedio, replicó Pitt; todavía hay remedio si consigo levantar una
+guerra nacional en Europa, y esta guerra ha de comenzar en España.»
+«Sí, señores, añadió después, la España será el primer pueblo donde se
+encenderá esa guerra patriótica, la sola que puede libertar la Europa.»
+
+Tanta era la importancia que daba ese profundo estadista á la fuerza
+de una idea nacional, tanto era lo que de ella esperaba; nada menos
+que hacer lo que no podían todos los esfuerzos de todos los gabinetes
+europeos: derrocar á Napoleón, libertar la Europa. No es raro que la
+marcha de las cosas traiga combinaciones tales, que las mismas ideas
+nacionales que un día sirvieron de poderoso auxiliar á las miras
+de un gabinete, le salgan otro día al paso, y le sean un poderoso
+obstáculo: y entonces, lejos de fomentarlas y avivarlas, lo que le
+interesa es sofocarlas. Lo que puede salvar á una nación libertándola
+de interesadas tutelas, y asegurándole su verdadera independencia, son
+ideas grandes y generosas, arraigadas profundamente entre los pueblos;
+son los sentimientos grabados en el corazón por la acción del tiempo,
+por la influencia de instituciones robustas, por la antigüedad de los
+hábitos y de las costumbres; es la unidad de pensamiento religioso,
+que hace de un pueblo un solo hombre. Entonces lo pasado se enlaza con
+lo presente, y lo presente se extiende á lo porvenir; entonces brotan
+á porfía en el pecho aquellos arranques de entusiasmo, manantial de
+acciones grandes; entonces hay desprendimiento, energía, constancia;
+porque hay en las ideas fijeza y elevación, porque hay en los corazones
+generosidad y grandeza.
+
+No fuera imposible que en algunos de los vaivenes que trabajan á esta
+nación desventurada, tuviéramos la desgracia de que se levantasen
+hombres bastante ciegos para ensayar la insensata tentativa de
+introducir en nuestra patria la religión protestante. Estamos demasiado
+escarmentados para dormir tranquilos, y no se han olvidado sucesos
+que indican á las claras hasta dónde se hubiera ya llegado algunas
+veces, si no se hubiese reprimido la audacia de ciertos hombres con el
+imponente desagrado de la inmensa mayoría de la nación. Y no es que se
+conciban siquiera posibles las violencias del reinado de Enrique VIII;
+pero sí que podría suceder que, aprovechándose de una fuerte ruptura
+con la Santa Sede, de la terquedad y ambición de algunos eclesiásticos,
+del pretexto de aclimatar en nuestro suelo el espíritu de tolerancia,
+ó de otros motivos semejantes, se tantease con este ó aquel nombre,
+que eso poco importa, el introducir entre nosotros las doctrinas
+protestantes.
+
+Y no sería por cierto la tolerancia lo que se nos importaría del
+extranjero, pues que ésta ya existe de hecho, y tan amplia, que
+seguramente nadie recela el ser perseguido, ni aun molestado, por
+sus opiniones religiosas; lo que se nos traería y se trabajaría por
+plantear, fuera un nuevo sistema religioso, pertrechándole de todo lo
+necesario para alcanzar predominio, y para debilitar, ó destruir, si
+fuera posible, el Catolicismo. Y mucho me engaño, si en la ceguedad y
+rencor que han manifestado algunos de nuestros hombres que se dicen
+de gobierno, no encontrase en ellos decidida protección el nuevo
+sistema religioso, una vez le hubiéramos admitido. Cuando se trataría
+de admitirle, se nos presentaría quizás el nuevo sistema en ademán
+modesto, reclamando tan sólo habitación, en nombre de la tolerancia y
+de la hospitalidad; pero bien pronto le viéramos acrecentar su osadía,
+reclamar derechos, extender sus pretensiones, y disputar á palmos el
+terreno de la religión católica. Resonaran entonces con más y más vigor
+aquellas rencorosas y virulentas declamaciones que tan fatigados nos
+traen por espacio de algunos años; esos ecos de una escuela que delira
+porque está por expirar. El desvío con que mirarían los pueblos á la
+pretendida reforma, sería, á no dudarlo, culpado de rebeldía; las
+pastorales de los obispos serían calificadas de insidiosas sugestiones;
+el celo fervoroso de los sacerdotes católicos, acusado de provocación
+sediciosa, y el concierto de los fieles para preservarse de la
+infección, sería denunciado como una conjuración diabólica, urdida por
+la intolerancia y el espíritu de partido, y confiada en su ejecución á
+la ignorancia y al fanatismo.
+
+En medio de los esfuerzos de los unos y de la resistencia de los
+otros, viéramos más ó menos parodiadas escenas de tiempos que pasaron
+ya, y, si bien el espíritu de templanza, que es uno de los caracteres
+del siglo, impediría que se repitiesen los excesos que mancharon de
+sangre los fastos de otras naciones, no dejarían, sin embargo, de ser
+imitados. Porque es menester no olvidar que, en tratándose de religión,
+no puede contarse en España con la frialdad é indiferencia que, en
+caso de un conflicto, manifestarían en la actualidad otros pueblos:
+en éstos han perdido los sentimientos religiosos mucho de su fuerza,
+pero en España son todavía muy hondos, muy vivos, muy enérgicos: y
+el día que se les combatiera de frente, abordando las cuestiones sin
+rebozo, sentiríase un sacudimiento tan universal como recio. Hasta
+ahora, si bien es verdad que en objetos religiosos se han presenciado
+lamentables escándalos, y hasta horrorosas catástrofes, no ha faltado
+nunca un disfraz que, más ó menos transparente, encubría, empero, algún
+tanto la perversidad de las intenciones. Unas veces ha sido el ataque
+contra esta ó aquella persona, á quien se han achacado maquinaciones
+políticas; otras contra determinadas clases, acusadas de crímenes
+imaginarios; tal vez se ha desbordado la revolución, y se ha dicho que
+era imposible contenerla, y que los atropellamientos, los insultos, los
+escarnios de que ha sido objeto lo más sagrado que hay en la tierra
+y en el cielo, eran sucesos inevitables, tratándose de un populacho
+desenfrenado: aquí mediaba al menos un disfraz, y un disfraz, poco ó
+mucho, siempre cubre; pero, cuando se viesen atacados de propósito,
+á sangre fría, todos los dogmas del Catolicismo, despreciados los
+puntos más capitales de la disciplina, ridiculizados los misterios más
+augustos, escarnecidas las ceremonias más sagradas; cuando se viera
+levantar un templo contra otro templo, una cátedra contra otra cátedra,
+¿qué sucedería? Es innegable que se exasperarían los ánimos hasta
+el extremo, y, si no resultaban, como fuera de temer, estrepitosas
+explosiones, tomarían al menos las controversias religiosas un
+carácter tan violento, que nos creeríamos trasladados al siglo XVI.
+
+Siendo tan frecuente entre nosotros que los principios dominantes en
+el orden político sean enteramente contrarios á los dominantes en la
+sociedad, sucedería á menudo que el principio religioso, rechazado
+por la sociedad, encontraría su apoyo en los hombres influyentes en
+el orden político; reproduciéndose con circunstancias agravantes el
+triste fenómeno, que tantos años ha estamos presenciando, de querer
+los gobernantes torcer á viva fuerza el curso de la sociedad. Ésta es
+una de las diferencias más capitales entre nuestra revolución y la de
+otros países; ésta es la clave para explicar chocantes anomalías: allí
+las ideas de revolución se apoderaron de la sociedad, y se arrojaron
+en seguida sobre la esfera política; aquí se apoderaron primero de la
+esfera política, y trataron en seguida de bajar á la esfera social;
+la sociedad estaba muy distante de hallarse preparada para semejantes
+innovaciones, y por esto han sido indispensables tan rudos y repetidos
+choques.
+
+De esta falta de harmonía ha resultado que el gobierno en España ejerce
+sobre los pueblos muy escasa influencia, entendiendo por influencia
+aquel ascendiente moral que no necesita andar acompañado de la idea de
+la fuerza. No hay duda que esto es un mal, porque tiende á debilitar el
+poder, necesidad imprescindible para toda sociedad; pero no han faltado
+ocasiones en que ha sido un gran bien: porque no es poca fortuna,
+cuando un gobierno es liviano é insensato, el que se encuentre con una
+sociedad mesurada y cuerda, que, mientras aquél corre á precipitarse
+desatentado, vaya ésta marchando con paso sosegado y majestuoso. Mucho
+hay que esperar del buen instinto de la nación española, mucho hay
+que prometerse de su proverbial gravedad, aumentada además con tanto
+infortunio; mucho hay que prometerse de ese tino que le hace distinguir
+también el verdadero camino de su felicidad, y que la vuelve sorda á
+las insidiosas sugestiones con que se ha tratado de extraviarla. Si
+van ya muchos años que por una funesta combinación de circunstancias,
+y por la falta de harmonía entre el orden político y el social, no
+acierta á darse un gobierno que sea su verdadera expresión, que adivine
+sus instintos, que siga sus tendencias, que la conduzca por el camino
+de la prosperidad, esperanza alimentamos de que ese día vendrá, y de
+que brotarán del seno de esa sociedad, rica de vida y de porvenir,
+esa misma harmonía que le falta, ese equilibrio que ha perdido. Entre
+tanto, es altamente importante que todos los hombres que sientan
+latir en su pecho un corazón español, que no se complazcan en ver
+desgarradas las entrañas de su patria, se reunan, se pongan de acuerdo,
+obren concertados para impedir el que prevalezca el genio del mal,
+alcanzando á esparcir en nuestro suelo una semilla de eterna discordia,
+añadiendo esa otra calamidad á tantas otras calamidades, y ahogando los
+preciosos gérmenes de donde puede rebrotar lozana y brillante nuestra
+civilización remozada, alzándose del abatimiento y postración en que la
+sumieran circunstancias aciagas.
+
+¡Ah! oprímese el alma con angustiosa pesadumbre, al solo pensamiento
+de que pudiera venir un día en que desapareciese de entre nosotros esa
+unidad religiosa, que se identifica con nuestros hábitos, nuestros
+usos, nuestras costumbres, nuestras leyes; que guarda la cuna de
+nuestra monarquía en la cueva de Covadonga, que es la enseña de nuestro
+estandarte en una lucha de ocho siglos con el formidable poder de la
+Media Luna, que desenvuelve lozanamente nuestra civilización en medio
+de tiempos tan trabajosos, que acompañaba á nuestros terribles tercios
+cuando imponían silencio á la Europa, que conduce á nuestros marinos
+al descubrimiento de nuevos mundos, á dar los primeros la vuelta á
+la redondez del globo; que alienta á nuestros guerreros al llevar á
+cabo conquistas heroicas, y que en tiempos más recientes sella el
+cúmulo de tantas y tan grandiosas hazañas derrocando á Napoleón.
+Vosotros que con precipitación tan liviana condenáis las obras de los
+siglos, que con tanta avilantez insultáis á la nación española, que
+tiznáis de barbarie y obscurantismo el principio que presidió nuestra
+civilización, ¿sabéis á quién insultáis? ¿sabéis quién inspiró el
+genio del gran Gonzalo, de Hernán Cortés, de Pizarro, del Vencedor de
+Lepanto? Las sombras de Garcilaso, de Herrera, de Ercilla, de Fray
+Luis de León, de Cervantes, de Lope de Vega, ¿no os infunden respeto?
+¿Osaréis, pues, quebrantar el lazo que á ellos nos une, y hacernos
+indigna prole de tan esclarecidos varones? ¿Quisierais separar por
+un abismo nuestras creencias de sus creencias, nuestras costumbres
+de sus costumbres, rompiendo así con todas nuestras tradiciones,
+olvidando los más embelesantes y gloriosos recuerdos, y haciendo que
+los grandiosos y augustos monumentos que nos legó la religiosidad de
+nuestros antepasados, sólo permanecieran entre nosotros, como una
+reprensión la más elocuente y severa? ¿Consentiríais que se cegasen los
+ricos manantiales á donde podemos acudir para resucitar la literatura,
+vigorizar la ciencia, reorganizar la legislación, restablecer el
+espíritu de nacionalidad, restaurar nuestra gloria, y colocar de nuevo
+á esta nación desventurada en el alto rango que sus virtudes merecen,
+dándole la prosperidad y la dicha que tan afanosa busca, y que en su
+corazón augura?
+
+
+
+
+CAPITULO XIII
+
+
+Parangonados ya bajo el aspecto religioso el Catolicismo y el
+Protestantismo en el cuadro que acabo de trazar, y evidenciada la
+superioridad de aquél sobre éste, no sólo en lo concerniente á certeza,
+sino también en todo lo relativo á los instintos, á los sentimientos,
+á las ideas, al carácter del espíritu humano, será bien entrar
+ahora en otra cuestión, no más importante por cierto, pero sí menos
+dilucidada, y en que será preciso luchar con fuertes antipatías, y
+disipar considerable número de prevenciones y errores. En medio de
+las dificultades de que está erizada la empresa que voy á acometer,
+aliéntame una poderosa esperanza, y es que lo interesante de la
+materia, y el ser muy del gusto científico del siglo, convidará quizás
+á leer, obviándose de esta manera el peligro que suele amenazar á los
+que escriben en favor de la religión católica: son juzgados sin ser
+oídos. He aquí, pues, la cuestión en sus precisos términos: _Comparados
+el Catolicismo y el Protestantismo, ¿cuál de los dos es más conducente
+para la verdadera libertad, para el verdadero adelanto de los pueblos,
+para la causa de la civilización?_
+
+_Libertad_: ésta es una de aquellas palabras tan generalmente usadas
+como poco entendidas; palabras que, por envolver cierta idea vaga muy
+fácil de percibir, presentan la engañosa apariencia de una entera
+claridad, mientras que, por la muchedumbre y variedad de objetos á que
+se aplican, son susceptibles de una infinidad de sentidos, haciéndose
+su comprensión sumamente difícil. ¿Y quién podrá reducir á guarismo
+las aplicaciones que se hacen de la palabra _libertad_? Salvándose en
+todas ellas una idea que podríamos apellidar radical, son infinitas las
+modificaciones y graduaciones á que se la sujeta. Circula el aire con
+libertad; se despejan los alrededores de una planta para que crezca y
+se extienda con libertad; se mondan los conductos de un regadío para
+que el agua corra con libertad; al pez cogido en la red, al avecilla
+enjaulada se los suelta, y se les da libertad; se trata á un amigo
+con libertad; hay modales libres, pensamientos libres, expresiones
+libres, herencias libres, voluntad libre, acciones libres; no tiene
+libertad el encarcelado, carece de libertad el hijo de familia, tiene
+poca libertad una doncella, una persona casada ya no es libre, un
+hombre en tierra extraña se porta con más libertad, el soldado no tiene
+libertad; hay hombres libres de quintas, libres de contribuciones;
+hay votaciones libres; dictámenes libres, interpretación libre,
+versificación libre, libertad de comercio, libertad de enseñanza,
+libertad de imprenta, libertad de conciencia, libertad civil, libertad
+política, libertad justa, injusta, racional, irracional, moderada,
+excesiva, comedida, licenciosa, oportuna, inoportuna; mas, ¿á qué
+fatigarse en la enumeración, cuando es poco menos que imposible el dar
+cima á tan enfadosa tarea? Pero menester parecía detenerse algún tanto
+en ella, aun á riesgo de fastidiar al lector; quizás el recuerdo de
+este fastidio podrá contribuir á grabar profundamente en el ánimo la
+saludable verdad de que, cuando en la conversación, en los escritos,
+en las discusiones públicas, en las leyes, se usa tan á menudo esta
+palabra, aplicándola á objetos de mayor importancia, es necesario
+reflexionar maduramente sobre el número y naturaleza de ideas que en
+el respectivo caso abarca, sobre el sentido que la materia consiente,
+sobre las modificaciones que las circunstancias demandan, sobre las
+precauciones y tino que las aplicaciones exigen.
+
+Sea cual fuere la acepción en que se tome la palabra libertad, échase
+de ver que siempre entraña en su significado _ausencia de causa que
+impida ó coarte el ejercicio de alguna libertad_: infiriéndose de aquí
+que, para fijar en cada caso el verdadero sentido de esta palabra, es
+indispensable atender á la naturaleza y circunstancias de la facultad
+cuyo uso se quiere impedir ó limitar, sin perder de vista los varios
+objetos sobre que versa, las condiciones de su ejercicio, como y
+también el carácter, la eficacia y extensión de la causa que al efecto
+se empleare. Para aclarar la materia, propongámonos formar juicio de
+esta proposición: el hombre ha de tener libertad de pensar. Aquí se
+afirma que al hombre no se le ha de coartar el pensamiento. Ahora bien:
+¿habláis de coartación física ejercida inmediatamente sobre el mismo
+pensamiento? Pues entonces es de todo punto inútil la proposición;
+porque, como semejante coartación es imposible, vano es decir que no
+se la debe emplear. ¿Entendéis que no se debe coartar la expresión
+del pensamiento, es decir, que no se ha de impedir ni restringir
+la libertad de manifestar cada cual lo que piensa? Entonces habéis
+dado un salto inmenso, habéis colocado la cuestión en muy diferente
+terreno; y, si no queréis significar que todo hombre, á todas horas,
+en todo lugar, pueda decir sobre cualquier materia cuanto le viniere á
+la mente, y del modo que más le agradare, deberéis distinguir cosas,
+personas, lugares, tiempos, modos, condiciones, en una palabra, atender
+á mil y mil circunstancias, impedir del todo en unos casos, limitar
+en otros, ampliar en éstos, restringir en aquéllos, y así tomaros tan
+largo trabajo que de nada os sirva el haber sentado, en favor de la
+libertad del pensamiento, aquella proposición tan general, con toda su
+apariencia de sencillez y claridad.
+
+Aun penetrando en el mismo santuario del pensamiento, en aquella región
+donde no alcanzan las miradas de otro hombre, y que sólo está patente
+á los ojos de Dios, ¿qué significa la libertad de pensar? ¿Es acaso
+que el pensamiento no tenga sus leyes, á las que ha de sujetarse por
+precisión, si no quiere sumirse en el caos? ¿Puede despreciar la norma
+de una sana razón? ¿Puede desoir los consejos del buen sentido? ¿Puede
+olvidar que su objeto es la verdad? ¿Puede desentenderse de los eternos
+principios de la moral?
+
+He aquí cómo, examinando lo que significa la palabra libertad, aun
+aplicándola á lo que seguramente hay de más libre en el hombre, como
+es el pensamiento, nos encontramos con tal muchedumbre y variedad de
+sentidos, que nos obligan á un sinnúmero de distinciones, y nos llevan
+por necesidad á restringir la proposición general, si algo queremos
+expresar que no esté en contradicción con lo que dictan la razón y el
+buen sentido, con lo que prescriben las leyes eternas de la moral, con
+lo que demandan los mismos intereses del individuo, con lo que reclaman
+el buen orden y la conservación de la sociedad. ¿Y qué no podría
+decirse de tantas otras libertades como se invocan de continuo, con
+nombres indeterminados y vagos, cubiertos á propósito con el equívoco y
+las tinieblas?
+
+Pongo estos ejemplos, sólo para que no se confundan las ideas; porque,
+defendiendo como defiendo la causa del Catolicismo, no necesito abogar
+por la opresión, ni invocar sobre los hombres una mano de hierro, ni
+aplaudir que se huellen sus derechos sagrados. Sagrados, sí; porque,
+según la enseñanza de la augusta religión de Jesucristo, sagrado es
+un hombre á los ojos de otro hombre, por su alto origen y destino,
+por la imagen de Dios que en él resplandece, por haber sido redimido
+con inefable dignación y amor por el mismo Hijo del Eterno; sagrados
+declara esa religión divina los derechos del hombre, cuando su augusto
+Fundador amenaza con eterno suplicio, no tan sólo á quien le matare, no
+tan sólo á quien le mutilare, no tan sólo á quien le robare, sino ¡cosa
+admirable! hasta á quien se propasare á ofenderle con solas palabras.
+«Quien llamare á su hermano _fatuo_, será reo del fuego del infierno.»
+(Mat., c. 5, v. 22.) Así hablaba el Divino Maestro.
+
+Levántase el pecho con generosa indignación, al oir que se achaca á
+la religión de Jesucristo tendencia á esclavizar. Cierto es que, si
+se confunde el espíritu de verdadera libertad con el espíritu de los
+demagogos, no se le encuentra en el Catolicismo; pero, si no se quieren
+trastrocar monstruosamente los nombres, si se da á la palabra libertad
+su acepción más razonable, más justa, más provechosa, más dulce,
+entonces la religión católica puede reclamar la gratitud del humano
+linaje: _ella ha civilizado las naciones que la han profesado; y la
+civilización es la verdadera libertad_.
+
+Es un hecho ya generalmente reconocido y paladinamente confesado, que
+el Cristianismo ha ejercido muy poderosa influencia en el desarrollo
+de la civilización europea; pero á este hecho no se le da todavía por
+algunos la importancia que merece, á causa de no ser bastante bien
+apreciado. Con respecto á la civilización, distínguese á veces el
+influjo del Cristianismo del influjo del Catolicismo, ponderando las
+excelencias de aquél y escaseando los encomios á éste; sin reparar
+que, cuando se trata de la civilización europea, puede el Catolicismo
+demandar una consideración siempre principal, y, por lo tocante á
+mucho tiempo, hasta exclusiva, pues que se halló por largos siglos
+enteramente solo en el trabajo de esa grande obra. No se ha querido
+ver que, al presentarse el Protestantismo en Europa, estaba ya la obra
+por concluir; y que con una injusticia é ingratitud que no acierta uno
+á calificar, se ha tachado al Catolicismo de espíritu de barbarie, de
+obscurantismo, de opresión, mientras se hacía ostentosa gala de la rica
+civilización, de las luces y de la libertad que á él principalmente son
+debidas.
+
+Si no se tenía gana de profundizar las íntimas relaciones del
+Catolicismo con la civilización europea; si faltaba la paciencia que
+es menester en las prolijas investigaciones á que tal examen conduce,
+al menos parecía del caso dar una mirada al estado de los países donde
+en siglos trabajosos no ejerció la religión católica todo su influjo,
+y compararlos con aquellos otros en que fué el principio dominante.
+El Oriente y el Occidente, ambos sujetos á grandes trastornos, ambos
+profesando el Cristianismo, pero de manera que el principio católico se
+halló débil y vacilante allí, mientras estuvo robusto y profundamente
+arraigado entre los occidentales, hubieran ofrecido dos puntos de
+comparación muy á propósito para estimar lo que vale el Cristianismo
+sin el Catolicismo, cuando se trata de salvar la civilización y
+la existencia de las naciones. En Occidente los trastornos fueron
+repetidos y espantosos, el caos llegó á su complemento, y, sin embargo,
+del caos han brotado la luz y la vida. Ni la barbarie de los pueblos
+que inundaron estas regiones y que adquirieron en ellas asiento, ni las
+furiosas arremetidas del islamismo, aun cuando estaba en su mayor brío
+y pujanza, bastaron para que se ahogase el germen de una civilización
+rica y fecunda: en Oriente todo iba envejeciendo y caducando, nada
+se remozaba, y á los embates del ariete que nada había podido contra
+nosotros, todo cayó. Ese poder espiritual de Roma, esa influencia en
+los negocios temporales, dieron por cierto frutos muy diferentes de los
+que produjeron en semejantes circunstancias sus rencorosos rivales.
+
+Si un día estuviese destinada la Europa á sufrir de nuevo algún
+espantoso y general trastorno, ó por un desborde universal de las ideas
+revolucionarias, ó por alguna violenta irrupción del pauperismo sobre
+los poderes sociales y sobre la propiedad; si ese coloso que se levanta
+en el Norte en un trono asentado entre eternas nieves, teniendo en su
+cabeza la inteligencia y en su mano la fuerza ciega, que dispone á
+la vez de los medios de la civilización y de la barbarie, cuyos ojos
+van recorriendo de continuo el Oriente, el Mediodía y el Occidente,
+con aquella mirada codiciosa y astuta, señal característica que nos
+presenta la historia en todos los imperios invasores; si, acechando el
+momento oportuno, se arrojase á una tentativa sobre la independencia
+de la Europa, entonces quizás se vería una prueba de lo que vale en
+los grandes apuros el principio católico; entonces se palparía el
+poder de esa _unidad_ proclamada y sostenida por el Catolicismo;
+entonces, recordando los siglos medios, se vería una de las causas de
+la debilidad del Oriente y de la robustez del Occidente; entonces se
+recordaría un hecho que, aunque es de ayer, empieza ya á olvidarse,
+y es que el pueblo contra cuyo denodado brío se estrelló el poder de
+Napoleón, era el pueblo proverbialmente católico. Y ¿quién sabe si en
+los atentados cometidos en Rusia contra el Catolicismo, atentados que
+ha deplorado en sentido lenguaje el Vicario de Jesucristo; quién sabe
+si influye el secreto presentimiento, ó quizás la previsión, de la
+necesidad de debilitar aquel sublime poder, que, en tratándose de la
+causa de la humanidad, ha sido en todas épocas el núcleo de los grandes
+esfuerzos? Pero volvamos al intento.
+
+No puede negarse que desde el siglo XVI se ha mostrado la civilización
+europea muy lozana y brillante, pero es un error atribuir este fenómeno
+al Protestantismo. Para examinar la influencia y eficacia de un hecho,
+no se han de mirar tan sólo los sucesos que han venido después de él;
+se ha de considerar si estos sucesos estaban ya preparados, si son
+algo más que un resultado necesario de hechos anteriores: conviene
+no hacer aquel raciocinio que tachan de sofístico los dialécticos:
+_después de esto, luego por esto; post hoc, ergo propter hoc_. Sin el
+Protestantismo, y antes del Protestantismo, estaba ya muy adelantada
+la civilización europea por los trabajos é influencia de la religión
+católica; y la grandeza y esplendor que sobrevinieron después, no se
+desplegaron á causa del Protestantismo, sino á pesar del Protestantismo.
+
+Al extravío de ideas en esta materia ha contribuído no poco el estudio
+poco profundo que se ha hecho del Cristianismo, el haberse contentado
+no pocas veces con una mirada superficial sobre los principios de
+fraternidad que él tanto recomienda, sin entrar en el debido examen de
+la historia de la Iglesia. Para comprender á fondo una institución, no
+basta pararse en sus ideas más capitales; es necesario seguirle también
+los pasos, ver cómo va realizando esas ideas, cómo triunfa de los
+obstáculos que le salen al encuentro. Nunca se formará concepto cabal
+sobre un hecho histórico, si no se estudia detenidamente su historia;
+y el estudio de la historia de la Iglesia católica en sus relaciones
+con la civilización deja todavía mucho que desear. Y no es que sobre la
+historia de la Iglesia no se hayan hecho estudios profundos; sino que,
+desde que se ha desplegado el espíritu de análisis social, no ha sido
+todavía objeto de aquellos trabajos admirables que tanto la ilustraron
+bajo el aspecto dogmático y crítico.
+
+Otro embarazo media para que pueda dilucidarse cual conviene esta
+materia, y es el dar sobrada importancia á las intenciones de los
+hombres, distrayéndose de considerar la marcha grave y majestuosa de
+las cosas. Se mide la magnitud y se califica la naturaleza de los
+acontecimientos por los motivos inmediatos que los determinaron, y por
+los fines que se proponían los hombres que en ellos intervinieron; y
+esto es un error muy grave: la vista se ha de extender á mayor espacio
+y se ha de observar el sucesivo desarrollo de las ideas, el influjo
+que anduvieron ejerciendo en los sucesos, las instituciones que de
+ellas iban brotando, pero considerándolo todo como es en sí, es decir,
+en un cuadro grande, inmenso, sin pararse en hechos particulares,
+contemplados en su aislamiento y pequeñez. Que es menester grabar
+profundamente en el ánimo la importante verdad de que, cuando se
+desenvuelve alguno de esos grandes hechos que cambian la suerte de
+una parte considerable del humano linaje, rara vez lo comprenden los
+mismos hombres que en ello intervienen, y que como poderosos agentes
+figuran: la marcha de la humanidad es un gran drama, los papeles se
+distribuyen entre los individuos que pasan y desaparecen: el hombre es
+muy pequeño, sólo Dios es grande. Ni los actores de las escenas de los
+antiguos imperios de Oriente, ni Alejandro arrojándose sobre el Asia y
+avasallando innumerables naciones, ni los romanos sojuzgando el mundo,
+ni los bárbaros derrocando y destrozando el imperio romano, ni los
+musulmanes dominando el Asia y el África y amenazando la idependencia
+de Europa, pensaron, ni pensar podían en que sirviesen de instrumento
+para realizar los destinos cuya ejecución nosotros admiramos.
+
+Quiero indicar con esto que, cuando se trata de civilización cristiana,
+cuando se van notando y analizando los hechos que señalan su marcha, no
+es necesario, y muchas veces ni conveniente, el suponer que los hombres
+que á ella han contribuído de una manera muy principal, conocieran en
+toda su extensión el resultado de su propia obra; bástale á la gloria
+de un hombre, el que se le señale como escogido instrumento de la
+Providencia, sin que sea menester atribuir demasiado á su conocimiento
+particular, á sus intenciones personales. Basta reconocer que un
+rayo de luz ha bajado del cielo y ha iluminado su frente; pero no
+hay necesidad de que él mismo previera que ese rayo reflejando se
+desparramara en inmensas madejas sobre las generaciones venideras. Los
+hombres pequeños son comunmente más pequeños de lo que piensan; pero
+los hombres grandes son á veces más grandes de lo que creen; y es que
+no conocen todo su grandor, por no saber que son instrumentos de altos
+designios de la Providencia.
+
+Otra observación debe tenerse presente en el estudio de esos grandes
+hechos, y es que no se debe buscar un sistema cuya trabazón y harmonía
+se descubran á la primera ojeada. Preciso es resignarse á sufrir la
+vista de algunas irregularidades y algunos objetos poco agradables; es
+menester precaverse contra la pueril impaciencia de querer adelantarnos
+al tiempo; es indispensable despojarse de aquel deseo, que, más ó
+menos vivo, nunca nos abandona, de encontrarlo todo amoldado conforme
+á nuestras ideas, de verlo marchar todo de la manera que más nos
+agrada. ¿No veis esa naturaleza tan grande, tan variada, tan rica,
+cómo prodiga en cierto desorden sus productos ocultando inestimables
+piedras y preciosísimos veneros entre montones de tierra ruda, cuál
+despliega inmensas cordilleras, riscos inaccesibles, horrendas
+fragosidades, que contrastan con amenas y espaciosas llanuras? ¿no veis
+ese aparente desorden, esa prodigalidad, en medio de las cuales están
+trabajando en secreto concierto innumerables agentes para producir el
+admirable conjunto que encanta nuestros ojos y admira al naturalista?
+Pues he aquí la sociedad: los hechos andan dispersos, desparramados
+acá y acullá, sin ofrecer muchas veces visos de orden ni concierto;
+los acontecimientos se suceden, se empujan, sin que se descubra un
+designio; los hombres se aúnan, se separan, se auxilian, se chocan;
+pero va pasando el tiempo, ese agente indispensable para la producción
+de las grandes obras, y va todo caminando al destino señalado en los
+arcanos del Eterno.
+
+He aquí cómo se concibe la marcha de la humanidad, he aquí la norma
+del estudio filosófico de la historia, he aquí el modo de comprender
+el influjo de esas ideas fecundas, de esas instituciones poderosas que
+aparecen de vez en cuando entre los hombres para cambiar la faz de la
+tierra. En semejante estudio, y cuando se descubre obrando en el fondo
+de las cosas una idea fecunda, una institución poderosa, lejos de
+asustarse el ánimo por encontrar alguna irregularidad, se complace y se
+alienta; porque es excelente señal de que la idea está llena de verdad,
+de que la institución rebosa de vida, cuando se las ve atravesar
+el caos de los siglos y salir enteras de entre los más horrorosos
+sacudimientos. Que estos ó aquellos hombres no se hayan regido por la
+idea, que no hayan correspondido al objeto de la institución, nada
+importa, si la institución ha sobrevivido á los trastornos, si la idea
+ha sobrenadado en el borrascoso piélago de las pasiones. Entonces
+el mentar las flaquezas, las miserias, la culpa, los crímenes de
+los hombres, es hacer la más elocuente apología de la idea y de la
+institución.
+
+Mirados los hombres de esta manera, no se los saca de su lugar
+propio, ni se exige de ellos lo que racionalmente no se puede exigir.
+Encajonados, por decirlo así, en el hondo cauce del gran torrente
+de los sucesos, no se atribuye á su inteligencia ni voluntad, mayor
+esfera de la que les corresponde: y, sin dejar, por eso, de apreciar
+debidamente la magnitud y naturaleza de las obras en que tomaron
+parte, no se da exagerada importancia á sus personas, honrándolas con
+encomios que no merezcan ó achacándoles cargos injustos. Entonces no se
+confunden monstruosamente tiempos y circunstancias; el observador mira
+con sosiego y templanza los acontecimientos que se van desplegando ante
+sus ojos; no habla del imperio de Carlomagno como hablar pudiera del
+imperio de Napoleón, ni se desata en agrias invectivas contra Gregorio
+VII, porque no siguió en su política la misma línea de conducta que
+Gregorio XVI.
+
+Y cuenta que no exijo del historiador filósofo una impasible
+indiferencia por el bien y por el mal, por lo justo y lo injusto;
+cuenta que no reclamo indulgencia para el vicio, ni pretendo que
+se escaseen los elogios á la virtud; no simpatizo con esa escuela
+histórica fatalista, que ha vuelto á presentar sobre el mundo
+el Destino de los antiguos; escuela que, si extendiera mucho su
+influencia, malograría la más hermosa parte de los trabajos históricos,
+y ahogaría los destellos de las inspiraciones más generosas. En la
+marcha de la sociedad veo un plan, veo un concierto, mas no ciega
+necesidad; no creo que los sucesos se revuelvan y barajen en confusa
+mezcolanza en la obscura urna del destino, ni que los hados tengan
+ceñido el mundo con un arco de hierro.
+
+Veo sí una cadena maravillosa tendida sobre el curso de los siglos;
+pero es cadena que no embarga el movimiento de los individuos ni de las
+naciones; que, ondeando suavemente, se aviene con el flujo y reflujo
+demandado por la misma naturaleza de las cosas; que con su contacto
+hace brotar de la cabeza de los hombres pensamientos grandiosos: cadena
+de oro que está pendiente de la mano del Hacedor Supremo, labrada con
+infinita inteligencia y regida con inefable amor.
+
+
+
+
+CAPITULO XIV
+
+
+¿En qué estado encontró al mundo el Cristianismo? Pregunta es ésta
+en que debemos fijar mucho nuestra atención, si queremos apreciar
+debidamente los beneficios dispensados por esa religión divina al
+individuo y á la sociedad; si deseamos conocer el verdadero carácter de
+la civilización cristiana.
+
+Sombrío cuadro, por cierto, presentaba la sociedad en cuyo centro
+nació el Cristianismo. Cubierta de bellas apariencias, y herida en su
+corazón con enfermedad de muerte, ofrecía la imagen de la corrupción
+más asquerosa, velada con el brillante ropaje de la ostentación y de
+la opulencia. La moral sin base, las costumbres sin pudor, sin freno
+las pasiones, las leyes sin sanción, la religión sin Dios, flotaban
+las ideas á merced de las preocupaciones, del fanatismo religioso,
+y de las cavilaciones filosóficas. Era el hombre un hondo misterio
+para sí mismo, y ni sabía estimar su dignidad, pues que consentía
+que se le rebajase al nivel de los brutos; ni, cuando se empeñaba en
+ponderarla, acertaba á contenerse en los lindes señalados por la razón
+y la naturaleza: siendo á este propósito bien notable que, mientras una
+gran parte del humano linaje gemía en la más abyecta esclavitud, se
+exaltasen con tanta facilidad los héroes, y hasta los más detestables
+monstruos, sobre las aras de los dioses.
+
+Con semejantes elementos debía cundir tarde ó temprano la disolución
+social; y, aun cuando no hubiera sobrevenido la violenta arremetida
+de los bárbaros, más ó menos tarde aquella sociedad se hubiera
+trastornado: porque no había en ella ni una idea fecunda, ni un
+pensamiento consolador, ni una vislumbre de esperanza que pudiese
+preservarla de la ruina.
+
+La idolatría había perdido su fuerza: resorte gastado con el tiempo y
+por el uso grosero que de él habían hecho las pasiones; expuesta su
+frágil contextura al disolvente fuego de la observación filosófica,
+estaba en extremo desacreditada; y, si, por efecto de arraigados
+hábitos, ejercía sobre el ánimo de los pueblos algún influjo maquinal,
+no era éste capaz ni de restablecer la harmonía de la sociedad, ni
+de producir aquel fogoso entusiasmo inspirador de grandes acciones:
+entusiasmo que, en tratándose de corazones vírgenes, puede ser excitado
+hasta por la superstición más irracional y absurda. Á juzgar por
+la relajación de costumbres, por la flojedad de los ánimos, por la
+afeminación y el lujo, por el completo abandono á las más repugnantes
+diversiones y asquerosos placeres, se ve claro que las ideas religiosas
+nada conservaban de aquella majestad que notamos en los tiempos
+heroicos; y que, faltas de eficacia, ejercían sobre el ánimo de los
+pueblos escaso ascendiente, mientras servían de un modo lamentable
+como instrumentos de disolución. Ni era posible que sucediese de otra
+manera: pueblos que se habían levantado al alto grado de cultura de
+que pueden gloriarse griegos y romanos; que habían oído disputar á
+sus sabios sobre las grandes cuestiones acerca de la Divinidad y el
+hombre, no era regular que permaneciesen en aquella candidez que era
+necesaria para creer de buena fe los intolerables absurdos de que
+rebosa el paganismo: y, sea cual fuere la disposición de ánimo de la
+parte más ignorante del pueblo, á buen seguro que lo creyeran cuantos
+se levantaban un poco sobre el nivel regular, ellos que acababan de oir
+filósofos tan cuerdos como Cicerón, y que se estaban saboreando en las
+maliciosas agudezas de sus poetas satíricos.
+
+Si la religión era impotente, quedaba, al parecer, otro recurso: la
+_ciencia_. Antes de entrar en el examen de lo que podía esperarse de
+ella, es necesario observar que jamás la ciencia fundó una sociedad,
+ni jamás fué bastante á restituirle el equilibrio perdido. Revuélvase
+la historia de los tiempos antiguos: hallaránse al frente de algunos
+pueblos hombres eminentes que, ejerciendo un mágico influjo sobre el
+corazón de sus semejantes, dictan leyes, reprimen abusos, rectifican
+las ideas, enderezan las costumbres, y asientan sobre sabias
+instituciones un gobierno, labrando más ó menos cumplidamente la dicha
+y la prosperidad de los pueblos que se entregaron á su dirección y
+cuidado. Pero muy errado anduviera quien se figurase que esos hombres
+procedieron á consecuencia de lo que nosotros llamamos combinaciones
+científicas: sencillos por lo común, y hasta rudos y groseros, obraban
+á impulsos de su buen corazón, y guiados por aquel buen sentido, por
+aquella sesuda cordura que dirigen al padre de familia en el manejo de
+los negocios domésticos; mas nunca tuvieron por norma esas miserables
+cavilaciones que nosotros apellidamos teorías, ese fárrago indigesto
+de ideas que nosotros disfrazamos con el pomposo nombre de ciencia. ¿Y
+qué? ¿fueron acaso los mejores tiempos de la Grecia aquellos en que
+florecieron los Platones y los Aristóteles? Aquellos fieros romanos que
+sojuzgaron el mundo, no poseían, por cierto, la extensión y variedad de
+conocimientos que admiramos en el siglo de Augusto: y ¿quién trocara,
+sin embargo, unos tiempos con otros tiempos, unos hombres con otros
+hombres?
+
+Los siglos modernos podrían también suministrarnos abundantes pruebas
+de la esterilidad de la ciencia en las instituciones sociales; cosa
+tanto más fácil de notar, cuando son tan patentes los resultados
+prácticos que han dimanado de las ciencias naturales. En éstas diríase
+que se ha concedido al hombre lo que en aquéllas le fué negado; si bien
+que, mirada á fondo la cosa, no es tanta la diferencia como á primera
+vista pudiera parecer. Cuando el hombre trata de hacer aplicación de
+los conocimientos que ha adquirido sobre la naturaleza, se ve forzado
+á respetarla; y como, aunque quisiese, no alcanzara con su débil
+mano á causarle considerable trastorno, se limita en sus ensayos á
+tentativas de poca monta, excitándole el mismo deseo del acierto, á
+obrar conforme á las leyes á que están sujetos los cuerpos sobre los
+cuales se ejercita. En las aplicaciones de las ciencias sociales sucede
+muy de otra manera: el hombre puede obrar directa á inmediatamente
+sobre la misma sociedad; con su mano puede trastornarla, no se ve
+por precisión limitado á practicar sus ensayos en objetos de poca
+entidad y respetando las eternas leyes de las sociedades, sino que
+puede imaginarlas á su gusto, proceder conforme á sus cavilaciones,
+y acarrear desastres de que se lamente la humanidad. Recuérdense las
+extravagancias que sobre la naturaleza han corrido muy válidas en las
+escuelas filosóficas antiguas y modernas, y véase lo que hubiera sido
+de la admirable máquina del universo, si los filósofos la hubieran
+podido manejar á su arbitrio. Por desgracia, no sucede así en la
+sociedad: los ensayos se hacen sobre ella misma, sobre sus eternas
+bases, y entonces resultan gravísimos males, pero males que evidencian
+la debilidad de la ciencia del hombre. Es menester no olvidarlo:
+la ciencia, propiamente dicha, vale poco para la organización de
+las sociedades; y en los tiempos modernos, en que tan orgullosa se
+manifiesta por su pretendida fecundidad, será bien recordarle que
+atribuye á sus trabajos lo que es fruto del transcurso de los siglos,
+del sano instinto de los pueblos, y á veces de las inspiraciones de un
+genio: y ni el instinto de los pueblos, ni el genio, tienen nada de
+parecido á la ciencia.
+
+Pero, dando de mano á esas consideraciones generales, siempre muy
+útiles, como que son tan conducentes para el conocimiento del hombre,
+¿qué podía esperarse de la falsa vislumbre de ciencia que se conservaba
+sobre las ruinas de las antiguas escuelas, á la época de que hablamos?
+Escasos como eran en semejantes materias los conocimientos de los
+filósofos antiguos, aun de los más aventajados, no puede menos de
+confesarse que los nombres de Sócrates, de Platón, de Aristóteles,
+recuerdan algo de respetable; y que, en medio de desaciertos y
+aberraciones, ofrecen conceptos dignos de la elevación de sus genios.
+Pero, cuando apareció el Cristianismo, estaban sofocados los gérmenes
+del saber esparcidos por aquellos grandes hombres: los sueños habían
+ocupado el lugar de los pensamientos altos y fecundos; el prurito de
+disputar reemplazaba el amor de la sabiduría, y los sofismas y las
+cavilaciones se habían substituído á la madurez del juicio y á la
+severidad del raciocinio. Derribadas las antiguas escuelas, formadas
+de sus escombros otras, tan estériles como extrañas, brotaba por todas
+partes cuantioso número de sofistas, como aquellos insectos inmundos
+que anuncian la corrupción de un cadáver. La Iglesia nos ha conservado
+un dato preciosísimo para juzgar de la ciencia de aquellos tiempos: la
+historia de las primeras herejías. Si prescindimos de lo que en ellas
+indigna, cual es su profunda inmoralidad, ¿puede darse cosa más vacía,
+más insulsa, más digna de lástima?[14]
+
+La legislación romana, tan recomendable por la justicia y equidad que
+entraña y por el tino y sabiduría con que resplandece, si bien puede
+contarse como uno de los más preciosos esmaltes de la civilización
+antigua, no era parte, sin embargo, á prevenir la disolución de
+que estaba amenazada la sociedad. Nunca debió ésta su salvación á
+jurisconsultos; porque obra tamaña no está en la esfera del influjo de
+la jurisprudencia. Que sean las leyes tan perfectas como se quiera, que
+la jurisprudencia se haya levantado al más alto punto de esplendor, que
+los jurisconsultos estén animados de los sentimientos más puros, que
+vayan guiados por las miras más rectas, ¿de qué servirá todo esto, si
+el corazón de la sociedad está corrompido, si los principios morales
+han perdido su fuerza, si las costumbres están en perpetua lucha con
+las leyes?
+
+Ahí están los cuadros que de las costumbres romanas nos han dejado sus
+mismos historiadores, y véase si en ellos se encuentran retratadas la
+equidad, la justicia, el buen sentido, que han merecido á las leyes
+romanas el honroso dictado de _razón escrita_.
+
+Como una prueba de imparcialidad, omito de propósito el notar
+los lunares de que no carece el derecho romano; no fuera que se
+me achacase que trato de rebajar todo aquello que no es obra del
+Cristianismo. No debe, sin embargo, pasarse por alto que no es verdad
+que al Cristianismo no le cupiese ninguna parte en la perfección de
+la jurisprudencia romana; no sólo con respecto al período de los
+emperadores cristianos, lo que no admite duda, sino también hablando
+de los anteriores. Es cierto que algún tiempo antes de la venida de
+Jesucristo era muy crecido el número de las leyes romanas, y que su
+estudio y arreglo llamaba la atención de los hombres más ilustres.
+Sabemos por Suetonio (in _Caesa._, c. 44) que Julio César se había
+propuesto la utilísima tarea de reducir á pocos libros lo más selecto y
+necesario que andaba desparramado en la inmensa abundancia de leyes;
+un pensamiento semejante había ocurrido á Cicerón, quien escribió un
+libro sobre la redacción metódica del derecho civil (_De iure civili in
+arte dirigendo_), como atestigua Gellio (_Noct. Att._, l. 1, c. 22);
+y, según nos dice Tácito (_Ann._, l. 3, c. 28), este trabajo había
+también ocupado la atención del emperador Augusto. Esos proyectos
+revelan ciertamente que la legislación no estaba en su infancia; pero
+no deja por ello de ser verdad que el derecho romano, tal como le
+tenemos, es casi todo un producto de siglos posteriores. Varios de los
+jurisconsultos más afamados, y cuyas sentencias forman una buena parte
+del derecho, vivían largo tiempo después de la venida de Jesucristo;
+y las constituciones de los emperadores llevan en su propio nombre el
+recuerdo de su época.
+
+Asentados estos hechos, observaré que, por ser paganos los emperadores
+y los jurisconsultos, no se infiere que las ideas cristianas dejasen
+de ejercer influencia sobre sus obras. El número de los cristianos
+era inmenso por todas partes; la misma crueldad con que se los había
+perseguido, la heroica fortaleza con que arrostraban los tormentos y
+la muerte, debían de haber llamado la atención de todo el mundo; y es
+imposible que entre los hombres pensadores no se excitara la curiosidad
+de examinar cuál era la enseñanza que la religión nueva comunicaba á
+sus prosélitos. La lectura de las apologías del Cristianismo, escritas
+ya en los primeros siglos con tanta fuerza de raciocinio y elocuencia,
+las obras de varias clases publicadas por los primeros Padres, las
+homilías de los obispos dirigidas á los pueblos, encierran un caudal
+tan grande de sabiduría, respiran tanto amor á la verdad y á la
+justicia, proclaman tan altamente los eternos principios de la moral,
+que no podía menos de hacerse sentir su influencia aun entre aquellos
+que condenaban la religión del Crucificado.
+
+Cuando van extendiéndose doctrinas que tengan por objeto aquellas
+grandes cuestiones que más interesan al hombre, si estas doctrinas
+son propagadas con fervoroso celo, aceptadas con ardor por un crecido
+número de discípulos, y sustentadas con el talento y el saber de
+hombres ilustres, dejan en todas direcciones hondos surcos, y afectan
+aun á aquellos mismos que las combaten con acaloramiento. Su influencia
+en tales casos es imperceptible, pero no deja de ser muy real y
+verdadera; se asemejan á aquellas exhalaciones de que se impregna la
+atmósfera: con el aire que respiramos absorbemos á veces la muerte, á
+veces un aroma saludable que nos purifica y conforta.
+
+No podía menos de verificarse el mismo fenómeno con respecto á una
+doctrina predicada de un modo tan extraordinario, propagada con tanta
+rapidez, sellada su verdad con torrentes de sangre, y defendida por
+escritores tan ilustres como Justino, Clemente de Alejandría, Ireneo
+y Tertuliano. La profunda sabiduría, la embelesante belleza de las
+doctrinas explanadas por los doctores cristianos, debían de llamar
+la atención hacia los manantiales donde las bebían; y es regular
+que esa picante curiosidad pondría en manos de muchos filósofos y
+jurisconsultos los libros de la Sagrada Escritura. ¿Qué tuviera de
+extraño que Epicteto se hubiese saboreado largos ratos en la lectura
+del _sermón sobre la montaña_; ni que los oráculos de la jurisprudencia
+recibiesen sin pensarlo las inspiraciones de una religión que,
+creciendo de un modo admirable en extensión y pujanza, andaba
+apoderándose de todos los rangos de la sociedad? El ardiente amor á
+la verdad y á la justicia, el espíritu de fraternidad, las grandiosas
+ideas sobre la dignidad del hombre, temas perpetuos de la enseñanza
+cristiana, no eran para quedar circunscritos al solo ámbito de los
+hijos de la Iglesia. Con más ó menos lentitud, íbanse filtrando por
+todas las clases; y cuando con la conversión de Constantino adquirieron
+influencia política y predominio público, no se hizo otra cosa que
+repetir el fenómeno de que, en siendo un sistema muy poderoso en el
+orden social, pasa á ejercer un señorío, ó al menos su influencia, en
+el orden político. Con entera confianza abandono estas reflexiones al
+juicio de los hombres pensadores, seguro de que, si no las adoptan, al
+menos no las juzgarán desatendibles. Vivimos en una época fecunda en
+acontecimientos, y en que se han realizado revoluciones profundas: y
+por eso estamos más en proporción de comprender los inmensos efectos
+de las influencias indirectas y lentas, el poderoso ascendiente de las
+ideas, y la fuerza irresistible con que se abren paso las doctrinas.
+
+Á esa falta de principios vitales para regenerar la sociedad, á tan
+poderosos elementos de disolución como abrigaba en su seno, allegábase
+otro mal, y no de poca cuantía, en lo vicioso de la organización
+política. Doblegada la cerviz del mundo bajo el yugo de Roma, veíanse
+cien y cien pueblos, muy diferentes en usos y costumbres, amontonados
+en desorden como el botín de un campo de batalla, forzados á formar un
+cuerpo facticio, como trofeos ensartados en el astil de una lanza.
+
+La unidad en el gobierno no podía ser provechosa, porque era violenta;
+y añadiéndose que esta unidad era despótica, desde la silla del imperio
+hasta los últimos mandarines, no podía traer otro resultado que el
+abatimiento y la degradación de los pueblos; siéndoles imposible
+desplegar aquella elevación y energía de ánimo, frutos preciosos del
+sentimiento de la propia dignidad, y el amor á la independencia de la
+patria. Si al menos Roma hubiese conservado sus antiguas costumbres,
+si abrigara en su seno aquellos guerreros tan célebres por la fama de
+sus victorias como por la sencillez y austeridad de sus costumbres,
+pudiérase concebir la esperanza de que emanara á los pueblos vencidos
+algo de las prendas de los vencedores, como un corazón joven y
+robusto reanima con su vigor un cuerpo extenuado con las más rebeldes
+dolencias. Pero desgraciadamente no era así: los Fabios, los Camilos,
+los Escipiones, no hubieran conocido su indigna prole; y Roma, la
+señora del mundo, yacía esclava bajo los pies de unos monstruos,
+que ascendían al trono por el soborno y la violencia, manchaban el
+cetro con su corrupción y crueldad, y acababan la vida en manos de un
+asesino. La autoridad del Senado y la del pueblo habían desaparecido:
+quedaban tan sólo algunos vanos simulacros, _vestigia morientis
+libertatis_, como los apellida Tácito; vestigios de la libertad
+expirante; y aquel pueblo rey, _que antes distribuía el imperio, las
+fasces, las legiones, y todo, á la sazón ansiaba tan sólo dos cosas:
+pan y juegos_.
+
+ Qui dabat olim
+ Imperiun, fasces, legiones, omnia, nunc se
+ Continet, atque duas tantum res anxius optat:
+ Panem et circenses.
+
+ (JUVENAL, SATYR. 10.)
+
+Vino, por fin, la plenitud de los tiempos: el Cristianismo apareció, y
+sin proclamar ninguna alteración en las formas políticas, sin atentar
+contra ningún gobierno, sin ingerirse en nada que fuese mundanal y
+terreno, llevó á los hombres una doble salud, llamándolos al camino
+de una felicidad eterna, al paso que iba derramando á manos llenas
+el único preservativo contra la disolución social, el germen de una
+regeneración lenta y pacífica, pero grande, inmensa, duradera, á la
+prueba de los trastornos de los siglos. Y ese preservativo contra
+la disolución social, y ese germen de inestimables mejoras, era una
+enseñanza elevada y pura, derramada sobre todos los hombres, sin
+excepción de edades, de sexos, de condiciones, como una lluvia benéfica
+que se desata en suavísimos raudales sobre una campiña mustia y
+agostada.
+
+No hay religión que se haya igualado al Cristianismo, ni en conocer el
+secreto de dirigir al hombre, ni cuya conducta en esa dirección sea un
+testimonio más solemne del reconocimiento de la alta dignidad humana.
+El Cristianismo ha partido siempre del principio de que el primer paso
+para apoderarse de todo el hombre es apoderarse de su entendimiento;
+que, cuando se trata de extirpar un mal, ó de producir un bien, es
+necesario tomar por blanco principal las ideas, dando de esta manera un
+golpe mortal á los sistemas de violencia, que tanto dominan dondequiera
+que él no existe, y proclamando la saludable verdad de que, cuando se
+trata de dirigir á los hombres, el medio más indigno y más débil es la
+fuerza. Verdad benéfica y fecunda, que abría á la humanidad un nuevo y
+venturoso porvenir.
+
+Sólo desde el Cristianismo se encuentran, por decirlo así, cátedras de
+la más sublime filosofía, abiertas á todas horas, en todos lugares,
+para todas las clases del pueblo: las más altas verdades sobre Dios
+y el hombre, las reglas de la moral más pura, no se limitan ya á ser
+comunicadas á un número escogido de discípulos en lecciones ocultas
+y misteriosas: la sublime filosofía del Cristianismo ha sido más
+resuelta, se ha atrevido á decir á los hombres la verdad entera y
+desnuda, y eso en público, en alta voz, con aquella generosa osadía,
+compañera inseparable de la verdad.
+
+«Lo que os digo de noche, decidlo á la luz del día, y lo que os digo
+al oído, predicadlo desde los terrados.» Así hablaba Jesucristo á sus
+discípulos. (Mat., c. 10, v. 27.)
+
+Luego que se hallaron encarados el Cristianismo y el paganismo, hízose
+palpable la superioridad de aquél, no tan sólo por el contenido de las
+doctrinas, sino también por el modo de propagarlas: púdose conocer
+desde luego que una religión cuya enseñanza era tan sabia y tan pura,
+y que, para difundirla, se encaminaba sin rodeos, en derechura, al
+entendimiento y al corazón, había de desalojar bien pronto de sus
+usurpados dominios á otra religión de impostura y mentira. Y, en
+efecto, ¿qué hacía el paganismo para el bien de los hombres? ¿cuál
+era su enseñanza sobre las verdades morales? ¿qué diques oponía á la
+corrupción de costumbres? «Por lo que toca á las costumbres, dice á
+este propósito San Agustín, ¿cómo no cuidaron los dioses de que sus
+adoradores no las tuvieran tan depravadas? El verdadero Dios, á quien
+no adoraban, los desechó, y con razón; pero los dioses, cuyo culto se
+quejan que se les prohiba esos hombres ingratos, esos dioses, ¿por qué
+á sus adoradores no les ayudaron con ley alguna para vivir? Ya que
+los hombres cuidaban del culto, justo era que los dioses no olvidasen
+el cuidado de la vida y costumbres. Se me dirá que nadie es malo sino
+por su voluntad; ¿quién lo niega? Pero cargo era de los dioses, no
+ocultar á los pueblos sus adoradores los preceptos de la moral, sino
+predicárselos á las claras, reconvenir y reprender por medio de los
+vates á los pecadores, amenazar públicamente con la pena á los que
+obraban mal, y prometer premios á los que obraban bien. En los templos
+de los dioses, ¿cuándo resonó una voz alta y vigorosa que á tamaño
+objeto se dirigiese?» (_De Civit. Dei_, l. 2, c. 4.) Traza en seguida
+el Santo Doctor un negro cuadro de las torpezas y abominaciones que se
+cometían en los espectáculos y juegos sagrados celebrados en obsequio
+de los dioses, á que él mismo dice que había asistido en su juventud, y
+luego continúa: «Infiérese de esto que no se curaban aquellos dioses de
+la vida y costumbres de las ciudades y naciones que les rendían culto,
+dejándolas que se abandonasen á tan horrendos y detestables males, no
+dañando tan sólo á sus campos y viñedos, no á su casa y hacienda, no al
+cuerpo sujeto á la mente, sino permitiéndoles, sin ninguna prohibición
+imponente, que abrevasen de maldad á la directora del cuerpo, á su
+misma alma. Y, si se pretende que vedaban tales maldades, que se nos
+manifieste, que se nos pruebe. Jáctanse de no sé qué susurros que
+sonaban á los oídos de muy pocos, en que, bajo un velo misterioso, se
+enseñaban los preceptos de una vida honrada y pura; pero muéstrennos
+los lugares señalados para semejantes reuniones, no los lugares donde
+los farsantes ejecutaban los juegos con voces y acciones obscenas, no
+donde se celebraban las fiestas fugales con la más estragada licencia,
+sino donde oyesen los pueblos los preceptos de los dioses, sobre
+reprimir la codicia, quebrantan la ambición, y refrenar los placeres;
+donde aprendiesen esos infelices aquella enseñanza que con severo
+lenguaje les recomendaba Persio (_Satyr._ 3) cuando decía: «Aprended,
+oh miserables, á conocer las causas de las cosas, lo que somos, á
+qué nacimos, cuál debe ser nuestra conducta, cuán deleznable es el
+término de nuestra carrera, cuál es la razonable templanza en el amor
+del dinero, cuál su utilidad verdadera, cuál la norma de nuestra
+liberalidad con nuestros deudos y nuestra patria, á dónde te ha llamado
+Dios y cuál es el lugar que ocupas entre los hombres.» Dígasenos en qué
+lugares solían recitarse de parte de los dioses semejantes preceptos,
+dónde pudiesen oirlos con frecuencia los pueblos sus adoradores;
+muéstrensenos estos lugares, así como nosotros mostramos iglesias
+instituídas para este objeto, dondequiera que se ha difundido la
+religión cristiana.» (_De Civit. Dei_, l. 2, c. 6.)
+
+Esta religión divina, profunda conocedora del hombre, no ha olvidado
+jamás la debilidad é inconstancia que le caracterizan; y por esta
+causa ha tenido siempre por invariable regla de conducta, inculcarle
+sin cesar, con incansable constancia, con paciencia inalterable,
+las saludables verdades de que dependen su bienestar temporal y
+su felicidad eterna. En tratándose de verdades morales, el hombre
+olvida fácilmente lo que no resuena de continuo á sus oídos; y, si se
+conservan las buenas máximas en su entendimiento, quedan como semilla
+estéril, sin fecundar el corazón. Bueno es y muy saludable que los
+padres comuniquen esta enseñanza á sus hijos: bueno es y muy saludable
+que sea éste un objeto preferente en la educación privada; pero es
+necesario, además, que haya un ministerio público que no le pierda
+nunca de vista, que se extienda á todas las clases y á todas las
+edades, que supla el descuido de las familias, que avive los recuerdos
+y las impresiones que las pasiones y el tiempo van de continuo
+borrando.
+
+Es tan importante para la instrucción y moralidad de los pueblos
+ese sistema de continua predicación y enseñanza practicado en
+todas épocas y lugares por la Iglesia católica, que debe juzgarse
+como un gran bien el que, en medio del prurito que atormentó á los
+primeros protestantes, de desechar todas las prácticas de la Iglesia,
+conservasen, sin embargo, la de la predicación. Y no es necesario
+por eso el desconocer los daños que en ciertas épocas han traído las
+violentas declamaciones de algunos ministros, ó insidiosos ó fanáticos;
+sino que, en el supuesto de haberse roto la unidad, en el supuesto de
+haberse arrojado á los pueblos por el azaroso camino del cisma, habrá
+influído no poco en la conservación de las ideas más capitales sobre
+Dios y el hombre, y de las máximas fundamentales de la moral, el oir
+los pueblos con frecuencia explicadas semejantes verdades por quien
+las había estudiado de antemano en la Sagrada Escritura. Sin duda que
+el golpe mortal dado á las jerarquías por el sistema protestante, y
+la consiguiente degradación del sacerdocio, hace que la cátedra de
+la predicación no tenga entre los disidentes el sagrado carácter de
+cátedra del Espíritu Santo; sin duda que es un grande obstáculo, para
+que la predicación pueda dar fruto, el que un ministro protestante no
+pueda ya presentarse como un ungido del Señor, sino que, como ha dicho
+un escritor de talento, sólo sea _un hombre vestido de negro que sube
+al púlpito todos los domingos para hablar de cosas razonables_; pero
+al menos oyen los pueblos algunos trozos de las excelentes pláticas
+morales que se encuentran en el Sagrado Texto; tienen con frecuencia
+á su vista los edificantes ejemplos esparcidos en el viejo y nuevo
+Testamento; y, sobre todo, se les refieren á menudo los pasos de la
+vida de Jesucristo, de esa vida admirable, modelo de toda perfección;
+y que, aun mirada con ojos humanos, es, en confesión de todo el mundo,
+la pura santidad por excelencia, el más hermoso conjunto moral que se
+viera jamás, la realización de un bello ideal que bajo la forma humana
+jamás concibió la filosofía en sus altos pensamientos, jamás retrató
+la poesía en sus sueños más brillantes. Esto es muy útil, altamente
+saludable; porque siempre lo es el nutrir el ánimo de los pueblos con
+el jugoso alimento de las verdades morales, y el excitarlos á la virtud
+con el estímulo de tan altos ejemplos.
+
+
+
+
+CAPITULO XV
+
+
+Por grande que fuese la importancia dada por la Iglesia á la
+propagación de la verdad, y por más convencida que estuviera de que,
+para disipar esa informe masa de inmoralidad y degradación que se
+ofrecía á su vista, el primer cuidado había de dirigirse á exponer el
+error al disolvente fuego de las doctrinas verdaderas, no se limitó á
+esto; sino que, descendiendo al terreno de los hechos, y siguiendo un
+sistema lleno de sabiduría y cordura, hizo de manera que la humanidad
+pudiese gustar el precioso fruto, que hasta en las cosas terrenas
+dan las doctrinas de Jesucristo. No fué la Iglesia sólo una _escuela
+grande y fecunda, fué una asociación regeneradora_; no esparció sus
+doctrinas generales arrojándolas como al acaso, con la esperanza de
+que fructificaran con el tiempo, sino que las desenvolvió en todas
+sus relaciones, las aplicó á todos los objetos, procuró inculcarlas
+á las costumbres y á las leyes, y realizarlas en instituciones que
+sirviesen de silenciosa, pero elocuente, enseñanza á las generaciones
+venideras. Veíase desconocida la dignidad del hombre, reinando por
+doquiera la esclavitud; degradada la mujer, ajándola la corrupción
+de costumbres y abatiéndola la tiranía del varón; adulteradas las
+relaciones de familia, concediendo la ley al padre unas facultades
+que jamás le dió la naturaleza; despreciados los sentimientos de
+humanidad en el abandono de la infancia, en el desamparo del pobre y
+del enfermo; llevadas al más alto punto la barbarie y la crueldad en
+el derecho atroz que regulaba los procedimientos de la guerra; veíase,
+por fin, coronando el edificio social, rodeada de satélites y cubierta
+de hierro, la odiosa tiranía, mirando con despreciador desdén á los
+infelices pueblos que yacían á sus plantas, amarrados con remachadas
+cadenas.
+
+En tamaño conflicto no era pequeña empresa la de desterrar el error,
+reformar y suavizar las costumbres, abolir la esclavitud, corregir los
+vicios de la legislación, enfrenar el poder y harmonizarle con los
+intereses públicos, dar nueva vida al individuo, reorganizar la familia
+y la sociedad; y, sin embargo, esto, y nada menos que esto, ejecutó la
+Iglesia.
+
+Empecemos por la esclavitud. Ésta es una materia que conviene
+profundizar, dado que encierra una de las cuestiones que más pueden
+excitar la curiosidad de la ciencia, é interesar los sentimientos del
+corazón. ¿Quién ha abolido entre los pueblos cristianos la esclavitud?
+¿Fué el Cristianismo? ¿y fué él solo, con sus ideas grandiosas sobre
+la dignidad del hombre, con sus máximas y espíritu de fraternidad y
+caridad, y, además, con su conducta prudente, suave y benéfica? Me
+lisonjeo de poder manifestar que sí.
+
+Ya no se encuentra quien ponga en duda que la Iglesia católica ha
+tenido una poderosa influencia en la abolición de la esclavitud; es
+una verdad demasiado clara, salta á los ojos con sobrada evidencia,
+para que sea posible combatirla. M. Guizot, reconociendo el empeño
+y la eficacia con que trabajó la Iglesia para la mejora del estado
+social, dice: «Nadie ignora con cuánta obstinación combatió los vicios
+de aquel estado, la esclavitud por ejemplo.» Pero á renglón seguido, y
+como si le pesase de asentar sin ninguna limitación un hecho que por
+necesidad había de excitar á favor de la Iglesia católica las simpatías
+de la humanidad entera, continúa: «Mil veces se ha dicho y repetido
+que la abolición de la esclavitud en los tiempos modernos, es debida
+enteramente á las máximas del Cristianismo. Esto es, á mi entender,
+adelantar demasiado: mucho tiempo subsistió la esclavitud en medio
+de la sociedad cristiana, sin que semejante estado la confundiese ó
+irritase mucho.» Muy errado anda M. Guizot, queriendo probar que no es
+debida exclusivamente al Cristianismo la abolición de la esclavitud,
+porque subsistiese tal estado por mucho tiempo en medio de la sociedad
+cristiana. Si se quería proceder con buena lógica, era necesario mirar
+antes si la abolición repentina de la esclavitud era posible; y si el
+espíritu de orden y de paz que anima á la Iglesia, podía permitir que
+se arrojase á una empresa, con la que hubiera trastornado el mundo,
+sin alcanzar el objeto que se proponía. El número de los esclavos era
+inmenso; la esclavitud estaba profundamente arraigada en las ideas, en
+las costumbres, en las leyes, en los intereses individuales y sociales:
+sistema funesto, sin duda, pero que era una temeridad pretender
+arrancarle de un golpe, pues que sus raíces penetraban muy hondo, se
+extendían á largo trecho debajo de las entrañas de la tierra.
+
+Contáronse en un censo de Atenas veinte mil ciudadanos y cuarenta mil
+esclavos; en la guerra del Peloponeso se les pasaron á los enemigos
+nada menos que veinte mil, según refiere Tucídides. El mismo autor nos
+dice que en Chío era crecidísimo el número de los esclavos, y que la
+defección de éstos, pasándose á los atenienses, puso en apuros á sus
+dueños; y, en general, era tan grande su número en todas partes, que
+no pocas veces estaba en peligro por ellos la tranquilidad pública.
+Por esta causa era necesario tomar precauciones para que no pudieran
+concertarse. «Es muy conveniente, dice Platón (_Diál. 6. De las
+leyes_), que los esclavos no sean de un mismo país, y que, en cuanto
+fuere posible, sean discordes sus costumbres y voluntades, pues que
+repetidas experiencias han enseñado en las frecuentes defecciones que
+se han visto entre los mesenios, y en las demás ciudades que tienen
+muchos esclavos de una misma lengua, cuántos daños suelen de esto
+resultar.»
+
+Aristóteles en su _Economía_ (1. 1, c. 5) da varias reglas sobre el
+modo con que deben tratarse los esclavos, y es notable que coincide
+con Platón, advirtiendo expresamente: «que no se han de tener muchos
+esclavos de un mismo país». En su _Política_ (l. 2, c. 7) nos dice
+que los tesalios se vieron en graves apuros por la muchedumbre de
+sus penestas, especie de esclavos; aconteciendo lo propio á los
+lacedemonios, de parte de los ilotas. «Con frecuencia ha sucedido,
+dice, que los penestas se han sublevado en Tesalia; y los lacedemonios,
+siempre que han sufrido alguna calamidad, se han visto amenazados por
+las conspiraciones de los ilotas.» Ésta era una dificultad que llamaba
+seriamente la atención de los políticos, y no sabían cómo salvar los
+inconvenientes que consigo traía esa inmensa muchedumbre de esclavos.
+Laméntase Aristóteles de cuán difícil era acertar en el verdadero modo
+de tratarlos, y se conoce que era ésta una materia que daba mucho
+cuidado. Transcribiré sus propias palabras: «Á la verdad, que el modo
+con que se debe tratar á esa clase de hombres es tarea trabajosa y
+llena de cuidados: porque, si se usa de blandura, se hacen petulantes
+y quieren igualarse con los dueños: y, si se los trata con dureza,
+conciben odio y maquinan asechanzas.»
+
+En Roma era tal la multitud de esclavos, que, habiéndose propuesto el
+darles un traje distintivo, se opuso á esta medida el Senado, temeroso
+de que, si ellos llegaban á conocer su número, peligrase el orden
+público: y á buen seguro que no eran vanos semejantes temores, pues que
+ya de mucho antes habían los esclavos causado considerables trastornos
+en Italia. Platón, para apoyar el consejo arriba citado, recuerda
+que «los esclavos repetidas veces habían devastado la Italia con la
+piratería y el latrocinio»; y en tiempos más recientes, Espartaco, á la
+cabeza de un ejército de esclavos, fué por algún tiempo el terror de
+Italia, y dió mucho que entender á distinguidos generales romanos.
+
+Había llegado á tal exceso en Roma el número de los esclavos, que
+muchos dueños los tenían á centenares. Cuando fué asesinado el prefecto
+de Roma Pedanio Secundo, fueron sentenciados á muerte 400 esclavos
+suyos (Tácit., _Ann._, l. 14); y Pudentila, mujer de Apuleyo, los tenía
+en tal abundancia, que dió á sus hijos nada menos que 400. Esto había
+llegado á ser un objeto de lujo, y á competencia se esforzaban los
+romanos en distinguirse por el número de sus esclavos. Querían que, al
+hacerse la pregunta de _Quot pascit servos_, cuántos esclavos mantiene,
+según expresión de Juvenal (_Satyr._ 3, v. 140), pudiesen ostentarlos
+en grande abundancia; llegando la cosa á tal extremo, que, según nos
+asegura Plinio, más bien que al séquito de una familia, se parecían á
+un verdadero ejército.
+
+No era solamente en Grecia é Italia donde era tan crecido el número de
+los esclavos; en Tiro se sublevaron contra sus dueños, y, favorecidos
+por su inmenso número, lo hicieron con tal resultado, que los
+degollaron á todos. Pasando á pueblos bárbaros, y prescindiendo de
+otros más conocidos, nos refiere Herodoto (lib. 3) que, volviendo de la
+Media, los escitas se encontraron con los esclavos sublevados, viéndose
+forzados los dueños á cederles el terreno, abandonando su patria; y
+César en sus comentarios (_De Bello Gall._, lib. 6) nos atestigua lo
+abundantes que eran los esclavos en la Galia.
+
+Siendo tan crecido en todas partes el número de esclavos, ya se ve que
+era del todo imposible predicar su libertad, sin poner en conflagración
+el mundo. Desgraciadamente, queda todavía en los tiempos modernos un
+punto de comparación, que, si bien en una escala muy inferior, no deja
+de cumplir á nuestro propósito. En una colonia donde los esclavos
+negros sean muy numerosos, ¿quién se arroja de golpe á ponerlos en
+libertad? ¿Y cuánto se agrandan las dificultades, qué dimensión tan
+colosal adquiere el peligro, tratándose, no de una colonia, sino del
+universo? El estado intelectual y moral de los esclavos los hacía
+incapaces de disfrutar de un tal beneficio en provecho suyo y de la
+sociedad; y en su embrutecimiento, aguijoneados por el rencor y por el
+deseo de venganza nutridos en sus pechos con el mal tratamiento que
+se les daba, hubieran reproducido en grande las sangrientas escenas
+con que dejaran ya manchadas en tiempos anteriores las páginas de
+la historia. ¿Y qué hubiera acontecido entonces? Que, amenazada la
+sociedad por tan horroroso peligro, se hubiera puesto en vela contra
+los principios favorecedores de la libertad, hubiéralos en adelante
+mirado con prevención y suspicaz desconfianza, y, lejos de aflojar
+las cadenas de los esclavos, se las habría remachado con más ahinco y
+tenacidad. De aquella inmensa masa de hombres brutales y furibundos,
+puestos sin preparación en libertad y movimiento, era imposible que
+brotase una organización social: porque una organización social no se
+improvisa, y mucho menos con semejantes elementos; y, en tal caso,
+habiéndose de optar entre la esclavitud y el aniquilamiento del
+orden social, el instinto de conservación que anima á la sociedad,
+como á todos los seres, hubiera acarreado indudablemente la duración
+de la esclavitud allí donde hubiese permanecido todavía, y su
+restablecimiento allí donde se la hubiese destruído.
+
+Los que se han quejado de que el Cristianismo no anduviera más pronto
+en la abolición de la esclavitud, debían recordar que, aun cuando
+supongamos posible una emancipación repentina ó muy rápida, aun cuando
+queramos prescindir de los sangrientos trastornos que por necesidad
+habrían resultado, la sola fuerza de las cosas, saliendo al paso con
+sus obstáculos insuperables, hubiera inutilizado semejante medida.
+Demos de mano á todas las consideraciones sociales y políticas, y
+fijémonos únicamente en las económicas. Por de pronto era necesario
+alterar todas las relaciones de la propiedad: porque, figurando en ella
+los esclavos como una parte principal, cultivando ellos las tierras,
+ejerciendo los oficios mecánicos, en una palabra, estando distribuído
+entre ellos lo que se llama trabajo, y hecha esta distribución en
+el supuesto de la esclavitud, quitada esta base se acarreaba una
+dislocación tal, que la mente no alcanza á comprender sus últimas
+consecuencias.
+
+Quiero suponer que se hubiese procedido á despojos violentos, que
+se hubiese intentado un reparto, una nivelación de propiedades; que
+se hubiesen distribuído tierras á los emancipados, y que á los más
+opulentos señores se les hubiese forzado á manejar el azadón y el
+arado; quiero suponer realizados todos estos absurdos, todos esos
+sueños de un delirante: ni aun así, se habría salido del paso: porque
+es menester no olvidar que la producción de los medios de subsistencia
+ha de estar en proporción con las necesidades de los que han de
+subsistir; y esto era imposible, supuesta la emancipación de los
+esclavos. La producción estaba regulada, no suponiendo precisamente el
+número de individuos que á la sazón existían, sino también que la mayor
+parte de éstos eran esclavos; y las necesidades de un hombre libre son
+alguna cosa más que las necesidades de un esclavo.
+
+Si ahora, después de diez y ocho siglos, rectificadas las ideas,
+suavizadas las costumbres, mejoradas las leyes, amaestrados los pueblos
+y los gobiernos, fundados tantos establecimientos públicos para el
+socorro de la indigencia, ensayados tantos sistemas para la buena
+distribución del trabajo, repartidas de un modo más equitativo las
+riquezas, hay todavía tantas dificultades para que un número inmenso
+de hombres no sucumba víctima de horrorosa miseria; si es éste el mal
+terrible que atormenta á la sociedad, y que pesa sobre su porvenir como
+un sueño funesto, ¿qué hubiera sucedido con la emancipación universal
+al principio del Cristianismo, cuando los esclavos no eran reconocidos
+en el derecho como _personas_, sino como _cosas_; cuando su unión
+conyugal no era juzgada como matrimonio, cuando la pertenencia de los
+frutos de esa unión era declarada por las mismas reglas que rigen con
+respecto á los brutos, cuando el infeliz esclavo era maltratado,
+atormentado, vendido, y aun muerto, conforme á los caprichos de su
+dueño? ¿No salta á los ojos que el curar males semejantes era obra de
+siglos? ¿No es esto lo que nos están enseñando las consideraciones de
+humanidad, de política y de economía?
+
+Si se hubiesen hecho insensatas tentativas, á no tardar mucho, los
+mismos esclavos habrían protestado contra ellas, reclamando una
+esclavitud que al menos les aseguraba pan y abrigo, y despreciando
+una libertad incompatible con su existencia. Éste es el orden de la
+naturaleza: el hombre necesita ante todo tener para vivir, y si le
+faltan los medios de subsistencia, no le halaga la misma libertad. No
+es necesario recorrer á ejemplos de particulares, que se nos ofrecieran
+con abundancia; en pueblos enteros se ha visto una prueba patente de
+esta verdad. Cuando la miseria es excesiva, difícil es que no traiga
+consigo el envilecimiento, sofocando los sentimientos más generosos,
+desvirtuando los encantos que ejercen sobre nuestro corazón las
+palabras de independencia y libertad. «La plebe, dice César, hablando
+de los galos (_Bello Gallico_, lib. 6), está casi en el lugar de los
+esclavos, y de sí misma ni se atreve á nada, ni es contado su voto para
+nada; y muchos hay que, agobiados de deudas y de tributos, ú oprimidos
+por los poderosos, _se entregan á los nobles en esclavitud_: habiendo
+sobre éstos así entregados, todos los mismos derechos que sobre los
+esclavos.» En los tiempos modernos no faltan tampoco semejantes
+ejemplos; porque sabido es que entre los chinos abundan en gran manera
+los esclavos, cuya esclavitud no reconoce otro origen, sino que ellos ó
+sus padres no se vieron capaces de proveer á su subsistencia.
+
+Estas reflexiones, apoyadas en datos que nadie me podrá contestar,
+manifiestan hasta la evidencia la profunda sabiduría del Cristianismo
+en proceder con tanto miramiento en la abolición de la esclavitud.
+Hízose todo lo que era posible en favor de la libertad del hombre; no
+se adelantó más rápidamente en la obra, porque no podía ejecutarse sin
+malograr la empresa, sin poner gravísimos obstáculos á la deseada
+emancipación. He aquí el resultado que, al fin, vienen á dar siempre
+los cargos que se hacen á algún procedimiento de la Iglesia: se le
+examina á la luz de la razón, se le coteja con los hechos, viniéndose
+á parar á que el procedimiento de que se la culpa, está muy conforme
+con lo que dicta la más alta sabiduría, y con los consejos de la más
+exquisita prudencia.
+
+¿Qué quiere decirnos, pues, M. Guizot cuando, después de haber
+confesado que el Cristianismo trabajó con ahinco en la abolición de
+la esclavitud, le echa en cara el que consintiese por largo tiempo su
+duración? ¿Con qué lógica pretende de aquí inferir que no es verdad
+que sea debido exclusivamente al Cristianismo ese inmenso beneficio
+dispensado á la humanidad? Duró siglos la esclavitud en medio del
+Cristianismo, es cierto; pero anduvo siempre en decadencia, y su
+duración fué sólo la necesaria para que el beneficio se realizase sin
+violencias, sin trastornos, asegurando su universalidad y su perpetua
+conservación. Y de estos siglos en que duró, débese todavía cercenar
+una parte muy considerable, á causa de que, en los tres primeros, se
+halló la Iglesia proscripta á menudo, mirada siempre con aversión, y
+enteramente privada de ejercer influjo directo sobre la organización
+social. Débese también descontar mucho de los siglos posteriores,
+porque había transcurrido todavía muy poco tiempo desde que la Iglesia
+ejercía su influencia directa y pública, cuando sobrevino la irrupción
+de los bárbaros del Norte, que, combinada con la disolución de que se
+hallaba atacado el imperio, y que cundía de un modo espantoso, acarreó
+un trastorno tal, una mezcolanza tan informe de lenguas, de usos, de
+costumbres y de leyes, que no era casi posible ejercer con mucho fruto
+una acción reguladora. Si en tiempos más cercanos ha costado tanto
+trabajo el destruir el feudalismo, si después de siglos de combates
+quedan todavía en pie muchas de sus reliquias, si el tráfico de los
+negros, á pesar de ser limitado á determinados países, á peculiares
+circunstancias, está todavía resistiendo al grito universal de
+reprobación que contra semejante infamia se levanta de los cuatro
+ángulos del mundo, ¿cómo hay quien se atreva á manifestar extrañeza,
+é inculpar al Cristianismo, porque la esclavitud duró algunos siglos,
+después de proclamadas la fraternidad entre todos los hombres, y su
+igualdad ante Dios?
+
+
+
+
+CAPITULO XVI
+
+
+Afortunadamente la Iglesia católica fué más sabia que los filósofos,
+y supo dispensar á la humanidad el beneficio de la emancipación, sin
+injusticias y trastornos: ella regenera las sociedades, pero no lo hace
+en baños de sangre. Veamos, pues, cuál fué su conducta en la abolición
+de la esclavitud.
+
+Mucho se ha encarecido ya el espíritu de amor y fraternidad que anima
+al Cristianismo; y esto basta para convencer de que debió de ser grande
+la influencia que tuvo en la grande obra de que estamos hablando.
+Pero quizás no se ha explorado bastante todavía cuáles son los medios
+positivos, prácticos, digámoslo así, de que echó mano para conseguir su
+objeto. Al través de la obscuridad de los siglos, en tanta complicación
+y variedad de circunstancias, ¿será posible rastrear algunos hechos que
+sean como las huellas que indiquen el camino seguido por la Iglesia
+católica para libertar á una inmensa porción del linaje humano de la
+esclavitud en que gemía? ¿Será posible decir algo más que algunos
+encomios generales de la caridad cristiana? ¿Será posible señalar un
+plan, un sistema, y probar su existencia y desarrollo, apoyándose,
+no precisamente en expresiones sueltas, en pensamientos altos, en
+sentimientos generosos, en acciones aisladas de algunos hombres
+ilustres, sino en hechos positivos, en documentos históricos, que
+manifiesten cuál era el espíritu y la tendencia del mismo cuerpo de la
+Iglesia? Creo que sí: y no dudo que me sacará airoso en la empresa lo
+que puede haber de más convincente y decisivo en la materia, á saber:
+los monumentos de la legislación eclesiástica.
+
+Y ante todo no será fuera del caso recordar lo que se lleva ya indicado
+anteriormente: que, cuando se trata de conducta, de designios, de
+tendencias, con respecto á la Iglesia, no es necesario suponer que
+esos designios cupieran en toda su extensión en la mente de ningún
+individuo en particular, ni que todo el mérito y efecto de semejante
+conducta fuesen bien comprendidos por ninguno de los que en ella
+intervenían: y aun puede decirse que no es necesario suponer que los
+primeros cristianos conociesen toda la fuerza de las tendencias del
+Cristianismo con respecto á la abolición de la esclavitud. Lo que
+conviene manifestar es que se obtuvo el resultado por las doctrinas y
+la conducta de la Iglesia; pues que entre los católicos, si bien se
+estiman los méritos y el grandor de los individuos en lo que valen, no
+obstante, cuando se habla de la Iglesia, desaparecen los individuos;
+sus pensamientos y su voluntad son nada, porque el espíritu que anima,
+que vivifica y dirige á la Iglesia, no es el espíritu del hombre,
+sino el Espíritu del mismo Dios. Los que no pertenezcan á nuestra
+creencia, echarán mano de otros nombres; pero estaremos conformes,
+cuando menos, en que, mirados los hechos de esta manera, elevados
+sobre el pensamiento y voluntad del individuo, conservan mucho mejor
+sus verdaderas dimensiones, y no se quebranta en el estudio de la
+historia la inmensa cadena de los sucesos. Dígase que la conducta de la
+Iglesia fué inspirada y dirigida por Dios, ó bien que fué hija de un
+_instinto_, que fué el _desarrollo de una te tendencia entrañada por
+sus doctrinas_; empléense estas ó aquellas expresiones, hablando como
+católico ó como filósofo: en esto no es menester detenerse ahora; que
+lo que conviene manifestar es que ese instinto fué generoso y atinado,
+que esa tendencia se dirigía á un grande objeto y que lo alcanzó.
+
+Lo primero que hizo el Cristianismo con respecto á los esclavos,
+fué disipar los errores que se oponían, no sólo á su emancipación
+universal, sino hasta á la mejora de su estado; es decir, que la
+primera fuerza que desplegó en el ataque fué, según tiene de costumbre,
+_la fuerza de las ideas_. Era este primer paso tanto más necesario
+para curar el mal, cuanto acontecía en él lo que suele suceder en
+todos los males, que andan siempre acompañados de algún error, que, ó
+los produce, ó los fomenta. Había no sólo la opresión, la degradación
+de una gran parte de la humanidad; sino que estaba muy acreditada una
+opinión errónea, que procuraba humillar más y más á esa parte de la
+humanidad. La raza de los esclavos era, según dicha opinión, una raza
+vil, que no se levantaba ni de mucho al nivel de la de los hombres
+libres: era una raza degradada por el mismo Júpiter, marcada con un
+sello humillante por la naturaleza misma, destinada ya de antemano á
+ese estado de abyección y vileza. Doctrina ruin sin duda, desmentida
+por la naturaleza humana, por la historia, por la experiencia, pero
+que no dejaba por esto de contar distinguidos defensores, y que, con
+ultraje de la humanidad y escándalo de la razón, la vemos proclamar por
+largos siglos, hasta que el Cristianismo vino á disiparla, tomando á su
+cargo la vindicación de los derechos del hombre.
+
+Homero nos dice (_Odis._, 17) que «Júpiter quitó la mitad de la mente
+á los esclavos». En Platón encontramos el rastro de la misma doctrina,
+pues que, si bien en boca de otros, como acostumbra, no deja, sin
+embargo, de aventurar lo siguiente: «Se dice que en el ánimo de los
+esclavos nada hay de sano ni entero, y que un hombre prudente no debe
+fiarse de esa casta de hombres, cosa que atestigua también el más sabio
+de nuestros poetas; citando en seguida el pasaje de Homero, arriba
+indicado (_Plat._, _l. de las Leyes._) Pero donde se encuentra esa
+degradante doctrina en toda su negrura y desnudez, es en la _Política_
+de Aristóteles. No ha faltado quien ha querido defenderle, pero en
+vano; porque sus propias palabras le condenan sin remedio. Explicando
+en el primer capítulo de su obra la constitución de la familia, y
+proponiéndose fijar las relaciones entre el marido y la mujer, y entre
+el señor y el esclavo, asienta que, así como la hembra es naturalmente
+diferente del varón, así el esclavo es diferente del dueño; he aquí sus
+palabras: «_y así la hembra y el esclavo son distinguidos por la misma
+naturaleza_.» Esta expresión no se le escapó al filósofo, sino que la
+dijo con pleno conocimiento, y no es otra cosa que el compendio de su
+teoría. En el capítulo 3 continúa analizando los elementos que componen
+la familia y, después de asentar que «una familia perfecta consta de
+libres y de esclavos», se fija en particular sobre los últimos, y
+empieza combatiendo una opinión que parecía favorecerles demasiado.
+«Hay algunos, dice, que piensan que la esclavitud es cosa fuera del
+orden de la naturaleza; pues que sólo viene de la ley el ser éste
+esclavo y aquél libre, ya que por la naturaleza en nada se distinguen.»
+Antes de rebatir esta opinión, explica las relaciones del dueño y del
+esclavo, valiéndose de la semejanza del artífice y del instrumento, y
+también del alma y del cuerpo, y continúa: «Si se comparan el macho
+y la hembra, aquél es superior y por esto manda, ésta inferior y por
+esto obedece, y lo propio ha de suceder en todos los hombres; y _así
+aquellos que son tan inferiores cuanto lo es el cuerpo respecto del
+alma, y el bruto respecto del hombre, y cuyas facultades consisten
+principalmente en el uso del cuerpo, siendo este uso el mayor provecho
+que de ellos se saca, éstos son esclavos por naturaleza_. Á primera
+vista podría parecer que el filósofo habla solamente de los fatuos,
+pues así parecen indicarlo sus palabras; pero veremos en seguida por el
+contexto que no es tal su intención. Salta á la vista que, si hablara
+de los fatuos, nada probaría contra la opinión que se propone impugnar,
+siendo el número de éstos tan escaso, que es nada en comparación de
+la generalidad de los hombres: además que, si á los fatuos quisiera
+ceñirse, ¿de qué sirviera su teoría, fundada únicamente en una
+excepción monstruosa y muy rara?
+
+Pero no necesitamos andarnos en conjeturas sobre la verdadera mente
+del filósofo; él mismo cuida de explicárnosla, revelándonos, al propio
+tiempo, el por qué se había valido de expresiones tan fuertes, que
+parecían sacar la cuestión de su quicio. Nada menos se propone que
+atribuir á la naturaleza el expreso designio de producir hombres de
+dos clases: unos nacidos para la libertad, otros para la esclavitud.
+El pasaje es demasiado importante y curioso para que podamos dejar de
+copiarle. Dice así: «_Bien quiere la naturaleza procrear diferentes
+los cuerpos de los libres y los de los esclavos: de manera que los
+de éstos sean robustos, y á propósito para los usos necesarios, y
+los de aquéllos bien formados, inútiles sí para trabajos serviles,
+pero acomodados para la vida civil, que consiste en el manejo de
+los negocios de la guerra y de la paz_; pero muchas veces sucede lo
+contrario, y á unos les cabe cuerpo de esclavo y á otros alma de libre.
+No hay duda que, si en el cuerpo se aventajasen tanto algunos como las
+imágenes de los dioses, todo el mundo sería de parecer que debieran
+servirlos aquellos que no hubiesen alcanzado tanta gallardía. Si esto
+es verdad hablando del cuerpo, mucho más lo es hablando del alma; bien
+que no es tan fácil ver la hermosura de ésta como la de aquél; y así
+no puede dudarse que hay algunos hombres nacidos para la libertad, así
+como hay otros nacidos para la esclavitud: esclavitud que, á más de ser
+útil á los mismos esclavos, es también _justa_.»
+
+¡Miserable filosofía! que para sostener un estado degradante necesitaba
+apelar á tamañas cavilaciones, achacando á la naturaleza la intención
+de procrear diferentes castas, nacidas las unas para dominar, las
+otras para servir: ¡filosofía cruel! la que así procuraba quebrantar
+los lazos de fraternidad con que el Autor de la naturaleza ha querido
+vincular al humano linaje, que así se empeñaba en levantar una
+barrera entre hombre y hombre, que así ideaba teorías para sostener
+la desigualdad; y no aquella desigualdad que resulta necesariamente
+de toda organización social, sino una desigualdad tan terrible y
+degradante cual es la de la esclavitud.
+
+Levanta el Cristianismo la voz, y en las primeras palabras que
+pronuncia sobre los esclavos los declara iguales en dignidad de
+naturaleza á los demás hombres: iguales también en la participación
+de las gracias que el Espíritu Divino va á derramar sobre la tierra.
+Es notable el cuidado con que insiste sobre este punto el apóstol San
+Pablo: no parece sino que tenía á la vista las degradantes diferencias
+que por un funesto olvido de la dignidad del hombre se querían señalar:
+nunca se olvida de inculcar la nulidad de la diferencia del esclavo y
+del libre. «Todos hemos sido bautizados en un espíritu, para formar un
+mismo cuerpo, judíos ó gentiles, _esclavos ó libres_.» (I ad Cor., c.
+12, v. 13.) «Todos sois hijos de Dios por la fe que es Cristo Jesús.
+Cualesquiera que habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido
+de Cristo: no hay judío ni griego, no hay _esclavo ni libre_, no hay
+macho ni hembra: pues todos sois uno en Jesucristo.» (Ad Gal., c. 3, v.
+26, 27, 28.) «Donde no hay gentil ni judío, circunciso é incircunciso,
+bárbaro y escita, _esclavo y libre_, sino todo y en todos Cristo.» (_Ad
+Coloss._, c. 3, v. 11.)
+
+Parece que el corazón se ensancha al oir proclamar en alta voz esos
+grandes principios de fraternidad y de santa igualdad; cuando acabamos
+de oir á los oráculos del paganismo ideando doctrinas para abatir
+más y más á los desgraciados esclavos, parece que despertamos de un
+sueño angustioso, y nos encontramos con la luz del día, en medio de
+una realidad halagüeña. La imaginación se complace en mirar á tantos
+millones de hombres que, encorvados bajo el peso de la degradación y
+de la ignominia, levantan sus ojos al cielo, y exhalan un suspiro de
+esperanza.
+
+Aconteció con esta enseñanza del Cristianismo lo que acontece con
+todas las doctrinas generosas y fecundas: penetran hasta el corazón
+de la sociedad, quedan allí depositadas como un germen precioso y,
+desenvueltas con el tiempo, producen un árbol inmenso que cobija bajo
+su sombra las familias y las naciones. Como esparcidas entre hombres,
+no pudieron tampoco librarse de que se las interpretase mal, y se las
+exagerase; y no faltaron algunos que pretendieron que la libertad
+cristiana era la proclamación de la libertad universal. Al resonar á
+los oídos de los esclavos las dulces palabras del Cristianismo, al oir
+que se los declaraba hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, al ver que
+no se hacía distinción alguna entre ellos y sus amos, ni aun los más
+poderosos señores de la tierra, no ha de parecer tampoco muy extraño
+que hombres acostumbrados solamente á las cadenas, al trabajo y á
+todo linaje de pena y envilecimiento, exagerasen los principios de la
+doctrina cristiana, é hiciesen de ella aplicaciones, que ni eran en sí
+justas, ni tampoco capaces de ser reducidas á la práctica.
+
+Sabemos por San Jerónimo que muchos, oyendo que se los llamaba á la
+libertad cristiana, pensaron que con ésta se les daba la libertad; y
+quizás el Apóstol aludía á este error, cuando en su primera carta á
+Timoteo (c. 6, v. 1) decía: «Todos los que están bajo el yugo de la
+esclavitud, que honren con todo respeto á sus dueños para que el nombre
+y la doctrina del Señor no sean blasfemados.» Este error había tenido
+tal eco, que después de tres siglos andaba todavía muy válido, viéndose
+obligado el concilio de Gangres, celebrado por los años de 324, á
+excomulgar á aquellos que, bajo pretexto de piedad, enseñaban que los
+esclavos debían dejar á sus amos, y retirarse de su servicio. No era
+esto lo que enseñaba el Cristianismo; y, además, queda ya bastante
+evidenciado que no hubiera sido éste el verdadero camino para llegar á
+la emancipación universal.
+
+Así es que el mismo Apóstol, á quien hemos oído hablar á favor de
+los esclavos un lenguaje tan generoso, les inculca repetidas veces
+la obediencia á sus dueños; pero es notable que, mientras cumple con
+este deber impuesto por el espíritu de paz y de justicia que anima al
+Cristianismo, explica de tal manera los motivos en que se ha de fundar
+la obediencia de los esclavos, recuerda con tan sentidas y vigorosas
+palabras las obligaciones que pesan sobre los dueños, y asienta tan
+expresa y terminantemente la igualdad de todos los hombres ante Dios,
+que bien se conoce cuál era su compasión para con esa parte desgraciada
+de la humanidad, y cuán diferentes eran sobre este particular sus ideas
+de las de un mundo endurecido y ciego.
+
+Albérgase en el corazón del hombre un sentimiento de noble
+independencia, que no le consiente sujetarse á la voluntad de otro
+hombre, á no ser que se le manifiesten títulos legítimos en que
+fundarse puedan las pretensiones del mando. Si estos títulos andan
+acompañados de razón y de justicia, y, sobre todo, si están radicados
+en altos objetos que el hombre acata y ama, la razón se convence, el
+corazón se ablanda, y el hombre cede. Pero, si la razón del mando es
+sólo la voluntad de otro hombre, si se hallan encarados, por decirlo
+así, hombre con hombre, entonces bullen en la mente los pensamientos
+de igualdad, arde en el corazón el sentimiento de la independencia,
+la frente se pone altanera y las pasiones braman. Por esta causa, en
+tratándose de alcanzar obediencia voluntaria y duradera, es menester
+que el que manda se oculte, desaparezca el hombre, y sólo se vea el
+representante de un poder superior, ó la personificación de los motivos
+que manifiestan al súbdito la justicia y la utilidad de la sumisión: de
+esta manera no se obedece á la voluntad ajena por lo que es en sí, sino
+porque representa un poder superior, ó porque es el intérprete de la
+razón y de la justicia; y así no mira el hombre ultrajada su dignidad,
+y se le hace la obediencia suave y llevadera.
+
+No es menester decir si eran tales los títulos en que se fundaba la
+obediencia de los esclavos antes del Cristianismo: las costumbres los
+equiparaban á los brutos, y las leyes venían, si cabe, á recargar la
+mano, usando de un lenguaje que no puede leerse sin indignación.
+El dueño mandaba porque tal era su voluntad, y el esclavo se veía
+precisado á obedecer, no en fuerza de motivos superiores, ni de
+obligaciones morales, sino porque era una propiedad del que mandaba,
+era un caballo regido por el freno, era una máquina que había de
+corresponder al impulso del manubrio. ¿Qué extraño, pues, si aquellos
+infelices, abrevados de infortunio y de ignominia, abrigaban en su
+pecho aquel hondo y concentrado rencor, aquella virulenta saña, aquella
+terrible sed de venganza, que á la primera oportunidad reventaba
+con explosión espantosa? El horroroso degüello de Tiro, ejemplo y
+terror del universo, según la expresión de Justino, las repetidas
+sublevaciones de los penestas en Tesalia, de los ilotas en Lacedemonia,
+las defecciones de los de Chío y Atenas, la insurrección acaudillada
+por Herdonio, y el terror causado por ella á todas las familias de
+Roma, las sangrientas escenas, la tenaz y desesperada resistencia de
+las huestes de Espartaco, ¿qué eran sino el resultado natural del
+sistema de violencia, de ultraje y desprecio con que se trataba á los
+esclavos? ¿No es esto lo mismo que hemos visto reproducido en tiempos
+recientes, en las catástrofes de los negros de las colonias? Tal es la
+naturaleza del hombre: quien siembra desprecio y ultraje, recoge furor
+y venganza.
+
+Estas verdades no se ocultaron al Cristianismo, y así es que, si
+predicó la obediencia, procuró fundarla en títulos divinos; si
+conservó á los dueños sus derechos, también les enseñó altamente sus
+obligaciones; y allí donde prevalecieron las doctrinas cristianas,
+pudieron los esclavos decir: «Somos infelices, es verdad; á la desdicha
+nos han condenado, ó el nacimiento, ó la pobreza, ó los reveses de
+la guerra; pero al fin se nos reconoce por hombres, por hermanos; y
+entre nosotros y nuestros dueños hay una reciprocidad de obligaciones
+y de derechos.» Oigamos, ó si no, lo que dice el Apóstol: «Esclavos,
+obedeced á los señores carnales con temor y temblor, con sencillez
+de corazón como á Cristo, _no sirviendo con puntualidad para agradar
+á los hombres_, sino como siervos de Cristo, haciendo de corazón la
+voluntad de Dios, sirviendo de buena voluntad, _como al Señor, y no
+como á los hombres_; sabiendo que cada uno recibirá del Señor el bien
+que hiciere, sea _esclavo_, sea _libre_. Y vosotros, señores, haced lo
+mismo con vuestros esclavos, aflojando en vuestras amenazas; sabiendo
+que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos; y _delante de él no
+hay acepción de personas_.» (_Ad Ephes._, c. 6, v. 5, 6, 7, 8, 9.)
+
+En la carta á los colosenses (c. 3) vuelve á inculcar la misma
+doctrina de la obediencia, fundándola en los mismos motivos; y, como
+consolando á los infelices esclavos, les dice: «Del Señor recibiréis
+la retribución de la heredad. Servid á Cristo Señor. Pues, quien
+hace injuria, recibirá su condigno castigo: y no hay delante de Dios
+acepción de personas.» Y más abajo (c. 4, v. 1), dirigiéndose á
+los señores, añade: «Señores, dad á los esclavos lo que es justo y
+equitativo; sabiendo que vosotros también tenéis un Señor en el cielo.»
+
+Esparcidas doctrinas tan benéficas, ya se ve que había de mejorarse
+en gran manera la condición de los esclavos, siendo el resultado más
+inmediato el templarse aquel rigor tan excesivo, aquella crueldad que
+nos sería increíble, si no nos constara en testimonios irrecusables.
+Sabido es que el dueño tenía el derecho de vida y de muerte, y que se
+abusaba de esta facultad hasta matar á un esclavo por un capricho,
+como lo hizo Quinto Flaminio en medio de un convite; y hasta arrojar
+á las murenas á uno de esos infelices, por haber tenido la desgracia
+de quebrar un vaso, como se nos refiere de Vedio Polión. Y no se
+limitaba tamaña crueldad al círculo de algunas familias que tuviesen un
+dueño sin entrañas, no, sino que estaba erigida en sistema; resultado
+funesto, pero necesario, del extravío de las ideas sobre este punto,
+del olvido de los sentimientos de humanidad: sistema violento que sólo
+se sostenía teniendo hincado sin cesar el pie sobre la cerviz del
+esclavo, que sólo se interrumpía cuando, pudiendo éste prevalecer, se
+arrojaba sobre su dueño y lo hacía pedazos. Era antiguo proverbio:
+«tantos enemigos, cuantos esclavos.»
+
+Ya hemos visto los estragos que hacían esos hombres furiosos y
+abrasados de sed de venganza, siempre que podían quebrantar las
+cadenas que los oprimían; pero, á buen seguro que no les iban en zaga
+los dueños, cuando se trataba de inspirarles terror. En Lacedemonia,
+temiéndose un día de la mala voluntad de los ilotas, los reunieron á
+todos cerca del templo de Júpiter, y los pasaron á cuchillo (_Tucy._,
+l. 4); y en Roma había la bárbara costumbre de que, siempre que fuese
+asesinado algún dueño, fueran condenados á muerte todos sus esclavos.
+Congoja da el leer en Tácito (_Ann._, l. 14, 43) la horrorosa escena
+ocurrida después de haber sido asesinado por uno de sus esclavos
+el prefecto de la ciudad, Pedanio Secundo. Eran nada menos que 400
+los esclavos del difunto, y, según la antigua costumbre, debían ser
+conducidos todos al suplicio. Espectáculo tan cruel y lastimoso en que
+se iba á dar la muerte á tantos inocentes, movió á compasión al pueblo,
+que llegó al extremo de amotinarse para impedir tamaña carnicería.
+Perplejo el Senado, deliberaba sobre el negocio, cuando, tomando la
+palabra un orador llamado Casio, sostuvo con energía la necesidad de
+llevar á cabo la sangrienta ejecución, no sólo á causa de prescribirlo
+así la antigua costumbre, sino también por no ser posible de otra
+manera el preservarse de la mala voluntad de los esclavos. En sus
+palabras sólo hablan la injusticia y la tiranía; ve por todas partes
+peligros y asechanzas; no sabe excogitar otros preservativos que la
+fuerza y el terror; siendo notable en particular la siguiente cláusula,
+porque en breve espacio nos retrata las ideas y costumbres de los
+antiguos sobre este punto: «Sospechosa fué siempre á nuestros mayores
+la índole de los esclavos, aun de aquellos que, por haberles nacido
+en sus propias posesiones y casas, podían desde la cuna haber cobrado
+afición á los dueños; pero, después que tenemos esclavos de naciones
+extrañas, de diferentes usos y de diversa religión, para contener á
+esa canalla no hay otro medio que el terror.» La crueldad prevaleció:
+se reprimió la osadía del pueblo, se cubrió de soldados la carrera, y
+los 400 desgraciados fueron conducidos al patíbulo.
+
+Suavizar ese trato cruel, desterrar esas horrendas atrocidades, era
+el primer fruto que debían dar las doctrinas cristianas; y puede
+asegurarse que la Iglesia no perdió jamás de vista tan importante
+objeto, procurando que la condición de los esclavos se mejorase en
+cuanto era posible; que en materia de castigo se substituyese la
+indulgencia á la crueldad; y, lo que más importaba, se esforzó en
+que ocupase la razón el lugar del capricho, que á la impetuosidad
+de los dueños sucediese la calma de los tribunales: es decir, que
+se anduvieran aproximando los esclavos á los libres, rigiendo, con
+respecto á ellos, no el hecho, sino el derecho.
+
+La Iglesia no ha olvidado jamás la hermosa lección que le dió el
+Apóstol cuando, escribiendo á Filemón, intercedía por un esclavo, y
+esclavo fugitivo, llamado Onésimo, y hablaba en su favor un lenguaje
+que no se había oído nunca en favor de esa clase desgraciada. «Te
+ruego, le decía, por mi hijo Onésimo; ahí te lo he remitido, recíbelo
+como mis entrañas, no como á esclavo, sino como á hermano cristiano;
+si me amas, recíbelo como á mí; si en algo te ha dañado, ó te debe,
+yo quedo responsable.» (_Ep. ad Philem._) No, la Iglesia no olvidó
+esta lección de fraternidad y de amor, y el suavizar la suerte de los
+esclavos fué una de sus atenciones más predilectas.
+
+El concilio de Elvira, celebrado á principios del siglo IV, sujeta á
+penitencia á la mujer que haya golpeado con daño grave á su esclava. El
+de Orleans, celebrado en 549 (can. 22), prescribe que, si se refugiare
+en la iglesia algún esclavo que hubiere cometido algunas faltas, se le
+vuelva á su amo, pero haciéndole antes prestar juramento de que, al
+salir, no le hará daño ninguno; mas que, si le maltratare quebrantando
+el juramento, sea separado de la comunión y de la mesa de los
+católicos. Este canon nos revela dos cosas: la crueldad acostumbrada
+de los amos, y el celo de la Iglesia por suavizar el trato de los
+esclavos. Para poner freno á la crueldad, nada menos se necesitaba
+que exigir un juramento; y la Iglesia, aunque de suyo tan delicada en
+materia de juramentos, juzgaba, sin embarco, el negocio de bastante
+importancia para que pudiera y debiera emplearse en él el augusto
+nombre de Dios.
+
+El favor y protección que la Iglesia dispensaba á los esclavos, se iba
+extendiendo rápidamente: y, á lo que parece, debía de introducirse en
+algunos lugares la costumbre de exigir juramento, no tan sólo de que el
+esclavo refugiado en la iglesia no sería maltratado en su persona, pero
+que ni aun se le impondría trabajo extraordinario, ni se le señalaría
+con ningún distintivo que le diera á conocer. De esta costumbre,
+procedente sin duda del celo por el bien de la humanidad, pero que
+quizás hubiera traído inconvenientes aflojando con demasiada prontitud
+los lazos de la obediencia, y dando lugar á excesos de parte de los
+esclavos, encuéntranse los indicios en una disposición del concilio de
+Epaona (hoy, según algunos, Abbón), celebrado por los años de 517, en
+que se procura atajar el mal, prescribiendo una prudente moderación,
+sin levantar por eso la mano de la protección comenzada. En el canon
+39 ordena que, si un esclavo reo de algún delito atroz se retrae á la
+iglesia, sólo se le libre de las penas corporales; sin obligar al dueño
+á prestar juramento de que no le impondrá trabajo extraordinario, ó que
+no le cortará el pelo para que no sea conocido. Y nótese bien que, si
+se pone esa limitación, es cuando el esclavo haya cometido un delito
+atroz, y que, en tal caso, la facultad que se le deja al amo, es la de
+imponerle trabajo extraordinario, ó de distinguirle cortándole el pelo.
+
+Quizás no faltará quien tizne de excesiva semejante indulgencia; pero
+es menester advertir que, cuando los abusos son grandes y arraigados,
+el empuje para arrancarlos ha de ser fuerte; y que á veces, si bien
+parece á primera vista que se traspasan los límites de la prudencia,
+este exceso aparente no es más que aquella oscilación indispensable
+que sufren las cosas antes de alcanzar su verdadero aplomo. Aquí no
+trataba la Iglesia de proteger el crimen, no reclamaba indulgencia
+para el que no la mereciese; lo que se proponía era poner coto á la
+violencia y al capricho de los amos; no quería consentir que un hombre
+sufriese los tormentos y la muerte, porque tal fuese la voluntad de
+otro hombre. El establecimiento de leyes justas, y la legítima acción
+de los tribunales, son cosas á que jamás se ha opuesto la Iglesia; pero
+la violencia de los particulares no ha podido consentirla nunca.
+
+De este espíritu de oposición al ejercicio de la fuerza privada,
+espíritu que entraña nada menos que la organización social, encontramos
+una muestra muy á propósito en el canon 15 del concilio de Mérida,
+celebrado en el año 666. Sabido es, y lo llevo ya indicado, que los
+esclavos eran una parte principal de la propiedad, y que, estando
+arreglada la distribución del trabajo conforme á esa base, no le era
+posible prescindir de tener esclavos á quien tuviese propiedades,
+sobre todo si eran algo considerables. La Iglesia se hallaba en este
+caso; y, como no estaba en su mano el cambiar de golpe la organización
+social, tuvo que acomodarse á esta necesidad, y tenerlos también. Si
+con respecto á éstos quería introducir mejoras, bueno era que empezase
+ella misma á dar el ejemplo; y este ejemplo se halla en el canon del
+concilio que acabo de citar. En él, después de haber prohibido á los
+obispos y á los sacerdotes el maltratar á los sirvientes de la Iglesia
+mutilándolos, dispone el concilio que, si cometen algún delito, se los
+entregue á los jueces seglares, pero de manera que los obispos moderen
+la pena á que sean condenados. Es digno de notarse que, según se deduce
+de este canon, estaba todavía en uso el derecho de mutilación, hecha
+por el dueño particular, y que quizás se conservaba aún muy arraigado,
+cuando vemos que el concilio se limita á prohibir esta pena á los
+eclesiásticos, y nada dice con respecto á los legos.
+
+En esta prohibición influía, sin duda, la mira de que, derramando
+sangre humana, no se hicieran incapaces los eclesiásticos de ejercer
+aquel elevado ministerio, cuyo acto principal es el augusto sacrificio
+en que se ofrece una víctima de paz y de amor; pero esto nada quita de
+su mérito, ni disminuye su influencia en la mejora de la suerte de los
+esclavos: siempre era reemplazar la vindicta particular con la vindicta
+pública; era una nueva proclamación de la igualdad de los esclavos con
+los libres cuando se trataba de efusión de sangre; era declarar que las
+manos que derramasen la de un esclavo, quedaban con la misma mancha que
+si hubiesen vertido la de un hombre libre. Y era necesario inculcar de
+todos modos esas verdades saludables, ya que estaban en tan abierta
+contradicción con las ideas y costumbres antiguas; era necesario
+trabajar asiduamente en que desapareciesen las expresiones vergonzosas
+y crueles, que mantenían privados á la mayor parte de los hombres de la
+participación de los derechos de la humanidad.
+
+En el canon que acabo de citar hay una circunstancia notable, que
+manifiesta la solicitud de la Iglesia para restituir á los esclavos la
+dignidad y consideración de que se hallaban privados. El rapamiento de
+los cabellos era entre los godos una pena muy afrentosa, y que, según
+nos dice Lucas de Tuy, casi les era más sensible que la muerte. Ya se
+deja entender que, cualquiera que fuese la preocupación sobre este
+punto, podía la Iglesia permitir el rapamiento, sin incurrir en la
+nota que consigo lleva el derramamiento de sangre; pero, sin embargo,
+no quiso hacerlo; y esto indica que procuraba borrar las marcas de
+humillación, estampadas en la frente del esclavo. Después de haber
+prevenido á los sacerdotes y obispos, que entreguen al juez á los que
+sean culpables, dispone que «no toleren que se los rape con ignominia».
+
+Ningún cuidado estaba de más en esta materia: era necesario
+acechar todas las ocasiones favorables, procurando que anduviesen
+desapareciendo las odiosas excepciones que afligían á los esclavos.
+Esta necesidad se manifiesta bien á las claras en el modo de expresarse
+el concilio undécimo de Toledo, celebrado en el año 675. En su canon
+6.º prohibe á los obispos el juzgar por sí los delitos dignos de
+muerte, y el mandar la mutilación de los miembros; pero véase cómo
+juzgó necesario advertir que no consentía excepción, añadiendo: «ni aun
+contra los siervos de su Iglesia». El mal era grave, y no podía ser
+curado sino con solicitud muy asidua; por manera que, aun limitándonos
+al derecho más cruel de todos, cual es el de vida y muerte, vemos
+que cuesta largo trabajo el extirparle. Á principios del siglo VI no
+faltaban ejemplos de tamaño exceso, pues que el concilio de Epaona en
+su canon 34 dispone «que sea privado por dos años de la comunión de la
+Iglesia el amo que por su _propia autoridad_ haga quitar la vida á un
+esclavo». Había promediado ya el siglo IX, y todavía nos encontramos
+con atentados semejantes; atentados que procuraba reprimir el concilio
+de Wormes, celebrado en el año 868, sujetando á dos años de penitencia
+al amo que con su _autoridad privada_ hubiese dado muerte á su esclavo.
+
+
+
+
+CAPITULO XVII
+
+
+Mientras se suavizaba el trato de los esclavos, y se los aproximaba en
+cuanto era posible á los hombres libres, era necesario no descuidar
+la obra de la emancipación universal; pues que no bastaba mejorar
+ese estado, sino que, además, convenía abolirle. La sola fuerza de
+las doctrinas cristianas, y el espíritu de caridad que, al par con
+ellas, se iba difundiendo por toda la tierra, atacaban tan vivamente
+la esclavitud, que, tarde ó temprano, debían llevar á cabo su completa
+abolición; porque es imposible que la sociedad permanezca por largo
+tiempo en un orden de cosas que esté en oposición con las ideas de que
+está imbuída. Según las doctrinas cristianas, todos los hombres tienen
+un mismo origen y un mismo destino, todos son hermanos en Jesucristo,
+todos están obligados á amarse de todo corazón, á socorrerse en
+las necesidades, á no ofenderse ni siquiera de palabra; todos son
+iguales ante Dios, pues que serán juzgados sin acepción de personas;
+el Cristianismo se iba extendiendo, arraigando por todas partes,
+apoderándose de todas las clases, de todos los ramos de la sociedad:
+¿cómo era posible, pues, que continuase la esclavitud, ese estado
+degradante en que el hombre es propiedad de otro, en que es vendido
+como un bruto, en que se le priva de los dulcísimos lazos de familia,
+en que no participa de ninguna de las ventajas de la sociedad? Cosas
+tan contrapuestas, ¿podían vivir juntas?
+
+Las leyes estaban en favor de la esclavitud, es verdad, y aun puede
+añadirse más, y es que el Cristianismo no desplegó un ataque directo
+contra esas leyes; pero, en cambio, ¿qué hizo? Procuró apoderarse de
+las ideas y costumbres, les comunicó un nuevo impulso, les dió una
+dirección diferente, y, en tal caso, ¿qué pueden las leyes? Se afloja
+su rigor, se descuida su observancia, se empieza á sospechar de su
+equidad, se disputa sobre su conveniencia, se notan sus malos efectos,
+van caducando poco á poco, de manera que, á veces, ni es necesario
+darles un golpe para destruirlas; se las arrumba por inútiles, ó, si
+merecen pena de una abolición expresa, es por mera ceremonia: son como
+un cadáver que se entierra con honor.
+
+Mas no se infiera de lo que acabo de decir, que, por dar tanta
+importancia á las ideas y costumbres cristianas, pretenda que se
+abandonó el buen éxito á esa sola fuerza, sin que, al propio tiempo,
+cuidara la Iglesia de tomar las medidas conducentes, demandadas por los
+tiempos y circunstancias: nada de eso; antes, como llevo indicado ya,
+la Iglesia echó mano de varios medios, los más á propósito para surtir
+el efecto deseado.
+
+Si se quería asegurar la obra de emancipación, era muy conveniente,
+en primer lugar, poner á cubierto de todo ataque la libertad de los
+manumitidos: libertad que, desgraciadamente, no dejaba de verse
+combatida con frecuencia, y de correr graves peligros. De este triste
+fenómeno no es difícil encontrar las causas en los restos de las ideas
+y costumbres antiguas, en la codicia de los poderosos, en el sistema
+de violencia generalizado con la irrupción de los bárbaros, y en la
+pobreza, desvalimiento y completa falta de educación y moralidad,
+en que debían de encontrarse los infelices que iban saliendo de la
+esclavitud; porque es de suponer que muchos no conocerían todo el valor
+de la libertad, que no siempre se portarían en el nuevo estado conforme
+dicta la razón y exige la justicia, y que, entrando de nuevo en la
+posesión de los derechos de hombre libre, no sabrían cumplir con sus
+nuevas obligaciones. Pero, todos estos inconvenientes, inseparables de
+la naturaleza de las cosas, no debían impedir la consumación de una
+obra reclamada por la religión y la humanidad; era necesario resignarse
+á sufrirlos, considerando que en la parte de culpa que caber pudiera
+á los manumitidos, había muchos motivos de excusa, á causa de que
+el estado de que acababan de salir, embargaba el desarrollo de las
+facultades intelectuales y morales.
+
+Poníase á cubierto de los ataques de la injusticia, y quedaba, en
+cierto modo, revestida de una inviolabilidad sagrada la libertad de
+los nuevos emancipados, si su emancipación se enlazaba con aquellos
+objetos que á la sazón ejercían más poderoso ascendiente. Hallábase
+en este caso la Iglesia, y cuanto era de su pertenencia; y por lo
+mismo fué, sin duda, muy conducente que se introdujese la costumbre de
+manumitir en los templos. Este acto, al paso que reemplazaba los usos
+antiguos, y los hacía olvidar, venía á ser como una declaración tácita
+de lo muy agradable que era á Dios la libertad de los hombres; una
+proclamación práctica de su igualdad ante Dios, ya que allí mismo se
+ejecutaba la manumisión, donde se leía con frecuencia que delante de
+Dios no hay acepción de personas, en el mismo lugar donde desaparecían
+todas las distinciones mundanas, donde quedaban confundidos todos los
+hombres, unidos con suaves lazos de fraternidad y de amor. Verificada
+de este modo la manumisión, la Iglesia tenía un derecho más expedito
+para defender la libertad del manumitido; pues que, habiendo sido
+ella testigo del acto, podía dar fe de su espontaneidad y demás
+circunstancias para asegurar la validez; y aun podía también reclamar
+su observancia, apoyándose en que faltar á ella era, en cierto modo,
+una profanación del lugar sagrado, era no cumplir lo prometido delante
+del mismo Dios.
+
+No se olvidaba la Iglesia de aprovechar en favor de los manumitidos,
+semejantes circunstancias; y así vemos que el primer concilio de
+Orange, celebrado en 441, dispone en su canon 7 que es menester
+reprimir con censuras eclesiásticas á los que quieren someter á algún
+género de servidumbre á los esclavos á quienes se haya dado libertad
+en la Iglesia; y un siglo después encontramos repetida la misma
+prohibición en el canon 7 del 5.º concilio de Orleans, celebrado en el
+año 549.
+
+La protección dispensada por la Iglesia á los esclavos manumitidos
+era tan manifiesta y conocida de todos, que se introdujo la costumbre
+de recomendárselos muy particularmente. Hacíase esta recomendación á
+veces en testamento, como nos lo indica el concilio de Orange poco ha
+citado; ordenando que, por medio de las censuras eclesiásticas, se
+impida que sean sometidos á género alguno de servidumbre los esclavos
+manumitidos, recomendados en testamento á la Iglesia. No siempre se
+hacía por testamento esa recomendación, según se infiere del canon 6
+del concilio de Toledo, celebrado en 589, donde se dispone que, cuando
+sean recomendados á la Iglesia algunos manumitidos, no se los prive
+ni á ellos ni á sus hijos de la protección de la misma. Aquí se habla
+en general, sin limitarse al caso de mediar testamento. Lo mismo
+puede verse en otro concilio de Toledo, celebrado en el año 633, donde
+se dice que la Iglesia recibirá únicamente bajo su protección á los
+libertos de los particulares que se los hayan recomendado.
+
+Aun cuando la manumisión no se hubiese hecho en el templo, ni hubiese
+mediado recomendación particular, no obstante, la Iglesia no dejaba de
+tomar parte en la defensa de los manumitidos, en viendo que peligraba
+su libertad. Quien estime en algo la dignidad del hombre, quien abrigue
+en su pecho algún sentimiento de humanidad, seguramente no llevará á
+mal que la Iglesia se entrometiese en esa clase de negocios, aunque
+no consideráramos otros títulos que los que da al hombre generoso la
+protección del desvalido; no le desagradará el encontrar mandado en el
+canon 29 del concilio de Agde en Languedoc, celebrado en 506, que la
+Iglesia, en caso necesario, tome la defensa de aquellos á quienes sus
+amos han dado legítimamente libertad.
+
+En la grande obra de la abolición de la esclavitud, ha tenido no
+escasa parte el celo que en todos tiempos y lugares ha desplegado la
+Iglesia por la redención de los cautivos. Sabido es que una porción
+considerable de esclavos debía esta suerte á los reveses de la guerra.
+Á los antiguos les hubiera parecido fabulosa la índole suave de las
+guerras modernas; ¡ay de los vencidos! podíase exclamar con toda
+verdad; no había medio entre la muerte y la esclavitud. Agravábase el
+mal con una preocupación funesta que se había introducido contra la
+redención de los cautivos; preocupación que tenía su apoyo en un rasgo
+de asombroso heroísmo. Admirable es sin duda la fortaleza de Régulo;
+erízanse los cabellos al leer las valientes pinceladas con que le
+retrata Horacio (L. 3, od. 5); y el libro se cae de las manos al llegar
+el terrible lance en que:
+
+ Fertur pudicae confugis osculum
+ Parvosque natos, ut capitis minor,
+ A se removisse, et virilem
+ Torvus humi possuisse vultum.
+
+Pero, sobreponiéndonos á la profunda impresión que nos causa tanto
+heroísmo, y al entusiasmo que excita en nuestro pecho todo cuanto
+revela una grande alma, no podremos menos de confesar que aquella
+virtud rayaba en feroz; y que en el terrible discurso que sale de los
+labios de Régulo, hay una política cruel contra la que se levantarían
+vigorosamente los sentimientos de humanidad, si no estuviera embargada
+y como aterrada nuestra alma, á la vista del sublime desprendimiento
+del hombre que habla.
+
+El Cristianismo no podía avenirse con semejantes doctrinas: no quiso
+que se sostuviese la máxima de que, para hacer á los hombres valientes
+en la guerra, era necesario dejarlos sin esperanza; y los admirables
+rasgos de valor, las asombrosas escenas de inalterable fortaleza y
+constancia, que esmaltan por doquiera las páginas de la historia de
+las naciones modernas, son un elocuente testimonio del acierto de la
+religión cristiana, al proclamar que la suavidad de costumbres no
+estaba reñida con el heroísmo. Los antiguos rayaban siempre en uno de
+dos extremos: la molicie ó la ferocidad; entre estos extremos hay un
+medio, y este medio lo ha enseñado la religión cristiana.
+
+Consecuente, pues, el Cristianismo en sus principios de fraternidad
+y de amor, tuvo por uno de los objetos más dignos de su caritativo
+celo el rescate de los cautivos; y ora miremos los hermosos rasgos de
+acciones particulares que nos ha conservado la historia, ora atendamos
+al espíritu que ha dirigido la conducta de la Iglesia, encontraremos
+un nuevo y bellísimo título para granjear á la religión cristiana la
+gratitud de la humanidad.
+
+Un célebre escritor moderno, M. de Chateaubriand, nos ha presentado en
+los bosques de los francos á un sacerdote cristiano esclavo, y esclavo
+voluntario, por haberse entregado él mismo á la esclavitud en rescate
+de un soldado cristiano que gemía en el cautiverio, y que había dejado
+su esposa en el desconsuelo, y á tres hijos en la orfandad y en la
+pobreza. El sublime espectáculo que nos ofrece Zacarías, sufriendo
+con serena calma la esclavitud por el amor de Jesucristo y de aquel
+infeliz á quien había libertado, no es una mera ficción del poeta; en
+los primeros siglos de la Iglesia viéronse en abundancia semejantes
+ejemplos, y el que haya llorado al ver el heroico desprendimiento y
+la inefable caridad de Zacarías, puede estar seguro de que con sus
+lágrimas ha pagado un tributo á la verdad. «Á muchos de los nuestros
+hemos conocido, dice el Papa San Clemente, que se entregaron ellos
+mismos al cautiverio para rescatar á otros.» (Carta 1 á los Corin., c.
+55.)
+
+Era la redención de los cautivos un objeto tan privilegiado, que estaba
+prevenido por antiquísimos cánones que, si esta atención lo exigía, se
+vendiesen las alhajas de las iglesias, hasta sus vasos sagrados: en
+tratándose de los infelices cautivos, no tenía límites la caridad; el
+celo saltaba todas las barreras, hasta llegar al caso de mandarse que,
+por malparados que se hallasen los negocios de una iglesia, primero que
+á su reparación, debía atenderse á la redención de los cautivos. (Cuas.
+12, q. 2.) Al través de los trastornos que consigo trajo la irrupción
+de los bárbaros, vemos que la Iglesia, siempre constante en su
+propósito, no desmiente la generosa conducta con que había principiado.
+No cayeron en olvido ni en desuso las disposiciones benéficas de los
+antiguos cánones, y las generosas palabras del santo obispo de Milán en
+favor de los cautivos, encontraron un eco, que nunca se interrumpió, á
+pesar del caos de los tiempos. (V. S. Ambros., de off. L. 2, c. 15.)
+Por el canon 5 del concilio de Macón, celebrado en 585, vemos que los
+sacerdotes se ocupaban en el rescate de los cautivos, empleando para
+ello los bienes eclesiásticos; el de Reims, celebrado en el año 625,
+impone la pena de suspensión de sus funciones al obispo que deshaga
+los vasos sagrados; añadiendo, empero, generosamente: «_por cualquier
+otro motivo que no sea el de redimir cautivos_»; y mucho tiempo después
+hallamos en el canon 12 del de Verneuil, celebrado en el año 844, que
+los bienes de la Iglesia servían para la redención de cautivos.
+
+Restituído á la libertad el cautivo, no le dejaba sin protección la
+Iglesia, antes se la continuaba con solicitud, librándole cartas
+de recomendación; seguramente con el doble objeto de guardarle de
+nuevas tropelías en su viaje, y de que no le faltasen los medios para
+repararse de los quebrantos sufridos en el cautiverio. De este nuevo
+género de protección tenemos un testimonio en el canon 2 del concilio
+de Lión, celebrado en 583, donde se dispone: que los obispos deben
+poner en las cartas de recomendación que dan á los cautivos, la fecha,
+y el precio del rescate.
+
+De tal manera se desplegó en la Iglesia el celo por la redención de
+los cautivos, que hasta se llegaron á cometer imprudencias, que se
+vió en la necesidad de reprimirlas la autoridad eclesiástica. Pero
+estos mismos excesos nos indican hasta qué punto llegaba el celo, pues
+que por su impaciencia caía en extravíos. Sabemos por un concilio
+celebrado en Irlanda, llamado de San Patricio, y que tuvo lugar por
+los años de 451 ó 456, que algunos clérigos se ocupaban en procurar
+la libertad de los cautivos haciéndoles huir; exceso que reprime
+con mucha prudencia el concilio en su canon 32, disponiendo que el
+eclesiástico que quiera redimir cautivos, lo haga con su dinero, pues
+que el robarlos para hacerles huir, daba ocasión á que los clérigos
+fuesen mirados como ladrones, y redundaba en deshonra de la Iglesia.
+Documento notable, que, si bien nos manifiesta el espíritu de orden
+y de equidad que dirige á la Iglesia, no deja, al propio tiempo, de
+indicarnos cuán profundamente estaba grabado en los ánimos lo santo, lo
+meritorio, lo generoso que era el dar libertad á los cautivos, pues que
+algunos llegaban al exceso de persuadirse de que la bondad de la obra
+autorizaba la violencia.
+
+Es también muy loable el desprendimiento de la Iglesia en este punto:
+una vez invertidos sus bienes en la redención de un cautivo, no quería
+que se la recompensase en nada, aun cuando alcanzasen á hacerlo las
+facultades del redimido. De esto tenemos un claro testimonio en las
+cartas del Papa San Gregorio, donde vemos que, estando recelosas
+algunas personas, libradas del cautiverio con la plata de la Iglesia,
+de si con el tiempo podría venir caso en que se les pidiera la cantidad
+expendida, les asegura el Papa que no, y manda que nadie se atreva á
+molestarles ni á ellos ni á sus herederos, en ningún tiempo, atendido
+que los sagrados cánones permiten invertir los bienes eclesiásticos en
+la redención de los cautivos. (L. 7, ep. 14.)
+
+Este celo de la Iglesia por tan santa obra debió de contribuir
+sobremanera á disminuir el número de los esclavos; y fué mucho más
+saludable su influencia por haberse desplegado cabalmente en las épocas
+de más necesidad; es decir, cuando, por la disolución del imperio
+romano, por la irrupción de los bárbaros, por la fluctuación de los
+pueblos, que fué el estado de Europa durante muchos siglos, y por la
+ferocidad de las naciones invasoras, eran tan frecuentes las guerras,
+y tan repetidos los trastornos, y tan familiar se había hecho por
+doquiera el reinado de la fuerza. Á no haber mediado la acción benéfica
+y libertadora del Cristianismo, lejos de disminuirse el inmenso número
+de los esclavos legado por la sociedad vieja á la sociedad nueva, se
+habría acrecentado más y más: porque dondequiera que prevalece el
+derecho brutal de la fuerza, si no le sale al paso para contenerla y
+suavizarla algún poderoso elemento, el humano linaje camina rápidamente
+al envilecimiento, resultando, por necesidad, el que la esclavitud gane
+terreno.
+
+Ese lamentable estado de fluctuación y de violencia, era de suyo muy
+á propósito para inutilizar los esfuerzos que hacía la Iglesia en la
+abolición de la esclavitud; y no le costaba escaso trabajo el impedir
+que se malograse por una parte lo que ella procuraba remediar por
+otra. La falta de un poder central, la complicación de las relaciones
+sociales, pocas bien deslindadas, muchas violentas, y todas sin prenda
+de estabilidad, hacía que estuviesen mal seguras las propiedades y
+las personas, y que, así como eran invadidas aquéllas, fueran éstas
+privadas de su libertad. Por manera que era menester evitar que hiciese
+ahora la violencia de los particulares, lo que antes hacían las
+costumbres y la legislación. Así vemos que en el canon 3 del concilio
+de Lión, celebrado por los años de 566, se excomulga á los que retienen
+injustamente en la esclavitud á personas libres; en el canon 17 del de
+Reims, celebrado en el año 625, se prohibe bajo pena de excomunión el
+perseguir á personas libres para reducirlas á esclavitud; en el canon
+27 del de Londres, celebrado en el año 1102, se prohibe la bárbara
+costumbre de hacer comercio de hombres cual si fueran brutos animales;
+y en el capítulo 7 del concilio de Coblenza, celebrado en el año 922,
+se declara reo de homicidio al que seduce á un cristiano para venderlo.
+Declaración notable, en que la libertad es tenida en tanto precio, que
+se la equipara con la vida.
+
+Otro de los medios de que se valió la Iglesia para ir aboliendo la
+esclavitud, fué el dejar á los infelices que por su pobreza hubiesen
+caído en ese estado, camino abierto para salir de él. Ya he notado más
+arriba que la indigencia era una de las fuentes de la esclavitud; y
+hemos visto el pasaje de Julio César, en que nos dice cuán general era
+esto entre los galos. Sabido es también que, por el derecho antiguo,
+el que había caído en la esclavitud, no podía recuperar su libertad
+sino conforme á la voluntad de su amo; pues que, siendo el esclavo una
+verdadera propiedad, nadie podía disponer de ella sin consentimiento
+del dueño, y mucho menos el mismo esclavo. Este derecho era muy
+corriente, supuestas las doctrinas paganas; pero el Cristianismo miraba
+la cosa con otros ojos; y, si el esclavo era una propiedad, no dejaba
+por esto de ser hombre. Así fué que la Iglesia no quiso seguir en este
+punto las estrictas reglas de las otras propiedades; y, en mediando
+alguna duda, ó en ofreciéndose alguna oportunidad, siempre se ponía
+de parte del esclavo. Previas estas consideraciones, se comprenderá
+todo el mérito de un nuevo derecho que introdujo la Iglesia, cual es,
+que las personas libres que hubiesen sido vendidas ó empeñadas por
+necesidad, tornasen á su estado primitivo, en devolviendo el precio que
+hubiesen recibido.
+
+Este derecho, que se halla expresamente consignado en un concilio de
+Francia, celebrado por los años 616, según se cree en Boneuil, abría
+anchurosa puerta para recobrar la libertad: pues que, á más de dejar
+en el corazón del esclavo la esperanza, con la que podía discurrir y
+practicar medios para obtener el rescate, hacía la libertad dependiente
+de la voluntad de cualquiera, que, compadecido de la suerte de un
+desgraciado, quisiera pagar ó adelantar la cantidad necesaria.
+Recuérdese ahora lo que se ha notado sobre el ardiente celo despertado
+en tantos corazones para esa clase de obras, y que los bienes de la
+Iglesia se daban por muy bien empleados, siempre que podían acudir
+al socorro de un infeliz, y se verá la influencia incalculable que
+había de tener la disposición que se acaba de mentar; se verá que
+esto equivalía á cegar uno de los más abundantes manantiales de la
+esclavitud, y abrir á la libertad un anchuroso camino.
+
+
+
+
+CAPITULO XVIII
+
+
+No dejó también de contribuir á la abolición de la esclavitud la
+conducta de la Iglesia con respecto á los judíos. Ese pueblo singular,
+que lleva en su frente la marca de un proscripto, que anda disperso
+entre todas las naciones, sin confundirse con ellas, como nadan enteras
+en un líquido las porciones de una materia insoluble, procura mitigar
+su infortunio acumulando tesoros, y parece que se venga del desdeñoso
+aislamiento en que le dejan los otros pueblos, chupándoles la sangre
+con crecidas usuras. En tiempos de grandes trastornos y calamidades,
+que por necesidad debían de acarrear la miseria, podía campear á sus
+anchuras el detestable vicio de una codicia desapiadada; y, recientes
+como eran la dureza y crueldad de las antiguas leyes y costumbres sobre
+la suerte de los deudores, no estimado aún en su justa medida todo el
+valor de la libertad, no faltando ejemplos de algunos que la vendían
+para salir de un apuro, era urgente evitar el riesgo y no consentir que
+tomase sobrado incremento el poderío de las riquezas de los judíos, en
+perjuicio de la libertad de los cristianos.
+
+Que no era imaginario el peligro, demuéstralo el mal nombre que desde
+muy antiguo llevan los judíos en la materia; y lo confirman los hechos
+que todavía se están presenciando en nuestros tiempos. El célebre
+Herder, en su _Adrastea_, se atreve á pronosticar que los hijos de
+Israel llegarán con el tiempo, á fuerza de su conducta sistemática
+y calculada, á reducir á los cristianos á no ser más que esclavos
+suyos: si, pues, en circunstancias infinitamente menos favorables á
+los judíos, cabe que hombres distinguidos abriguen semejantes temores,
+¿qué no debía recelarse de la codicia inexorable de los judíos en los
+desgraciados tiempos á que nos referimos?
+
+Por estas consideraciones, un observador imparcial, un observador
+que no esté dominado del miserable prurito de salir abogando por una
+secta cualquiera, con tal que pueda tener la complacencia de inculpar
+á la Iglesia católica, aun cuando sea en contra de los intereses de
+la humanidad; un observador que no pertenezca á la clase de aquellos
+que no se alarmarían tanto de una irrupción de cafres como de una
+disposición en que la potestad eclesiástica parezca extender algún
+tanto el círculo de sus atribuciones; un observador que no sea tan
+rencoroso, tan pequeño, tan miserable, verá, no con escándalo, sino con
+mucho gusto, que la Iglesia seguía con prudente vigilancia los pasos de
+los judíos, aprovechando las ocasiones que se ofrecían, para favorecer
+á los esclavos cristianos, y llegando al fin á madurar el negocio
+hasta prohibirles el tenerlos.
+
+El tercer concilio de Orleans, celebrado en el año 538, en su canon
+13 prohibe á los judíos el obligar á los esclavos cristianos á cosas
+opuestas á la religión de Jesucristo. Esta disposición, que aseguraba
+al esclavo la libertad en el santuario de su conciencia, le hacía
+respetable á los ojos de su propio dueño, y era una proclamación
+solemne de la dignidad del hombre, en que se declaraba que la
+esclavitud no podía extender sus dominios á la sagrada región del
+espíritu. Esto, sin embargo, no bastaba, sino que era conveniente
+facilitar á los esclavos de los judíos el recobro de la libertad.
+Sólo habían pasado tres años cuando se celebró el cuarto concilio
+de Orleans, y es notable lo que se adelantó en éste con respecto al
+anterior: pues que en su canon 30 permite rescatar á los esclavos
+cristianos que huyan á la iglesia, con tal que se pague á los dueños
+judíos el precio correspondiente. Si bien se mira, una disposición
+semejante debía producir abundantes resultados en favor de la libertad,
+dando asa á los esclavos cristianos para que huyesen á la iglesia,
+é implorando desde allí la caridad de sus hermanos, lograsen más
+fácilmente que se les socorriera con el precio del rescate.
+
+El mismo concilio, en su canon 31, dispone que el judío que pervierta
+á un esclavo cristiano, sea condenado á perder todos sus esclavos.
+Nueva sanción á la seguridad de la conciencia del esclavo, nuevo camino
+abierto por donde pudiera entrar la libertad.
+
+Iba la Iglesia avanzando con aquella unidad de plan, con aquella
+constancia admirable que han reconocido en ella sus mismos enemigos,
+y en el breve espacio que media entre la época indicada y el último
+tercio del mismo siglo, se deja notar el adelanto, pues se encuentra en
+las disposiciones canónicas mayor empresa, y, si podemos expresarnos
+así, mayor osadía. En el concilio de Macón, celebrado en el año 581
+ó 582, en su canon 16 llega á prohibir expresamente á los judíos el
+tener esclavos cristianos: y á los existentes permite rescatarlos,
+pagando 12 sueldos. La misma prohibición encontramos en el canon 14
+del concilio de Toledo, celebrado en el año 589; por manera que, á
+esta época, manifestaba la Iglesia sin rebozo cuál era su voluntad: no
+quería absolutamente que un cristiano fuese esclavo de un judío.
+
+Constante en su propósito, atajaba el mal por todos los medios
+posibles, limitando, si era menester, la facultad de vender los
+esclavos, en ocurriendo peligro de que pudieran caer en manos de los
+judíos. Así vemos que en el canon 9 del concilio de Châlons, celebrado
+en el año 650, se prohibe el vender esclavos cristianos fuera del reino
+de Clodoveo, con la mira de que no caigan en poder de los judíos.
+No todos comprendían el espíritu de la Iglesia en este punto, ni
+secundaban debidamente sus miras; pero ella no se cansaba de repetirlas
+y de inculcarlas. Á mediados del siglo VII se nota que en España no
+faltaban seglares y aun clérigos cristianos que vendieran sus esclavos
+á los judíos; pero acude desde luego á reprimir este abuso el concilio
+10 de Toledo, tenido en el año 656, prohibiendo en su canon 7 que
+los cristianos, y principalmente los clérigos, vendan sus esclavos á
+judíos; «porque, añade bellamente el concilio, no se puede ignorar que
+estos esclavos fueron redimidos con la sangre de Jesucristo, por cuyo
+motivo antes se los debe comprar que venderlos.»
+
+Esa inefable dignación de un Dios hecho hombre, vertiendo la sangre
+por la redención de todos los hombres, era el más poderoso motivo que
+inducía á la Iglesia á interesarse con tanto celo en la manumisión
+de los esclavos; y, en efecto, no se necesitaba más para concebir
+aversión á desigualdad tan afrentosa, que pensar cómo aquellos mismos
+hombres, abatidos hasta el nivel de los brutos, habían sido objeto
+de las miradas bondadosas del Altísimo, lo mismo que sus dueños, lo
+mismo que los monarcas más poderosos de la tierra. «Ya que nuestro
+Redentor, decía el Papa San Gregorio, y Criador de todas las cosas,
+se dignó propicio tomar carne humana, para que, roto con la gracia de
+su divinidad el vínculo de la servidumbre que nos tenía en cautiverio,
+nos restituyese á la libertad primitiva, es obra saludable el restituir
+por la manumisión su nativa libertad á los hombres, pues que en
+su principio á todos los crió libres la naturaleza, y sólo fueron
+sometidos al yugo de la servidumbre por el derecho de gentes.» (Lib. 5,
+ep. 12.)
+
+Siempre juzgó la Iglesia muy necesario el limitar todo lo posible la
+enajenación de sus bienes; y puede asegurarse que, en general, fué
+regla de su conducta, en esta materia, confiar poco en la discreción
+de ninguno de los ministros, tomados en particular. Obrando de esta
+manera, se proponía evitar las dilapidaciones, que de otra suerte
+hubieran sido frecuentes, estando esos bienes desparramados por todas
+partes, y encontrándose á cargo de ministros escogidos de todas
+las clases del pueblo, y expuestos á la diversidad de influencias
+que consigo llevan las relaciones de parentesco, de amistad, y mil
+y mil otras circunstancias, efecto de la variedad de índole, de
+conocimientos, de prudencia, y aun de tiempos, climas y lugares: por
+esto se mostró recelosa la Iglesia en punto á conceder la facultad
+de enajenar; y, si venía el caso, sabía desplegar saludable rigor
+contra los ministros que olvidasen sus deberes, dilapidando los bienes
+que tenían encomendados. Á pesar de todo esto, ya hemos visto que
+no reparaba en semejantes consideraciones cuando se trataba de la
+redención de cautivos: y se puede también manifestar que, en lo tocante
+á la propiedad que consistía en esclavos, miraba la cosa con otros
+ojos, y trocaba su rigor en indulgencia.
+
+Bastaba que los esclavos hubiesen servido bien á la Iglesia, para
+que los obispos pudiesen concederles la libertad, donándoles también
+alguna cosa para su manutención. Este juicio sobre el mérito de los
+esclavos se encomendaba, según parece, á la discreción del obispo; y
+ya se ve que semejante disposición abría ancha puerta á la caridad
+de los prelados, así como, por otra parte, estimulaba á los esclavos
+á observar un comportamiento que les mereciese tan precioso galardón.
+Como podía ocurrir que el obispo sucesor, levantando dudas sobre la
+suficiencia de los motivos que habían inducido al antecesor á dar
+libertad á un esclavo, quisiese disputársela, estaba mandado que los
+obispos respetasen en esta parte las disposiciones de sus antecesores;
+no tan sólo dejando en libertad á los manumitidos, sino también no
+quitándoles lo que el obispo les hubiera señalado, fuese en _tierras_,
+_viñas_, ó _habitación_. Así lo encontramos ordenado en el canon 7 del
+concilio de Agde, en Languedoc, celebrado en el año 506. Ni obsta el
+que en otros lugares se prohiba la manumisión, pues que en ellos se
+habla en general, y no concretándose al caso en que los esclavos fuesen
+beneméritos.
+
+Las enajenaciones ó empeños de los bienes eclesiásticos hechos por un
+obispo que no dejase nada al morir, debían revocarse; y ya se echa de
+ver que la misma disposición está indicando que se trata de aquellos
+casos en que el obispo hubiese obrado con infracción de los cánones;
+mas, á pesar de esto, si sucedía que el obispo hubiese dado libertad á
+algunos esclavos, encontramos que se templaba el rigor, previniéndose
+que los manumitidos continuasen gozando de su libertad. Así lo ordenó
+el concilio de Orleans, celebrado en el año 541, en su canon 9; dejando
+tan sólo á los manumitidos el cargo de prestar sus servicios á la
+Iglesia: servicios que, como es claro, no serían otros que los de los
+libertos, y que, por otra parte, eran también recompensados con la
+protección que á los de esta clase dispensaba la Iglesia.
+
+Como un nuevo indicio de la indulgencia en punto á los esclavos, puede
+también citarse el canon 10 del concilio de Celchite (Celichytense)
+en Inglaterra, celebrado en el año 816, canon de que nada menos
+resultaba, sino quedar libres en pocos años todos los siervos ingleses
+de las iglesias en los países donde se observase; pues que disponía
+que á la muerte de un obispo se diese libertad á todos sus siervos
+ingleses, añadiendo que cada uno de los demás obispos y abades debía
+manumitir tres siervos, dándoles á cada uno tres sueldos. Semejantes
+disposiciones iban allanando el camino para adelantar más y más lo
+comenzado, y preparando las cosas y los ánimos de manera que, pasado
+algún tiempo, pudieran presentarse escenas tan generosas como la
+del concilio de Armach, en 1171, en que se dió libertad á todos los
+ingleses que se hallaban esclavos en Irlanda.
+
+Estas condiciones ventajosas de que disfrutaban los esclavos de la
+Iglesia, eran de mucho más valor, á causa de una disciplina que se
+había introducido que se las hacía inadmisibles. Si los esclavos de
+la Iglesia hubieran podido pasar á manos de otros dueños, venido este
+caso, se habrían hallado sin derecho á los beneficios que recibían
+los que continuaban bajo su poder; pero felizmente estaba permitido
+el permutar esos esclavos por otros, y, si salían del poder de la
+Iglesia, era quedando en libertad. De esta disciplina tenemos un
+expreso testimonio en las Decretales de Gregorio IX (l. 3, t. 19, c. 3
+y 4); y es notable que en el documento que allí se cita, son tenidos
+los esclavos de la Iglesia como consagrados á Dios, fundándose en esto
+la disposición de que no puedan pasar á otras manos, y que no salgan
+de la Iglesia, á no ser para la libertad. Se ve también allí mismo que
+los fieles, en remedio de su alma, solían ofrecer los esclavos á Dios
+y á sus santos; y, pasando así al poder de la Iglesia, quedaban fuera
+del comercio común, sin que pudiesen volver á servidumbre profana. El
+saludable efecto que debían producir esas ideas y costumbres, en que
+se enlazaba la religión con la causa de la humanidad, no es menester
+ponderarlo: basta observar que el espíritu de la época era altamente
+religioso, y que todo cuanto se asía del áncora de la religión estaba
+seguro de salir á puerto.
+
+La fuerza de las ideas religiosas que se andaban desenvolviendo
+cada día, dirigiendo su acción á todos los ramos, se enderezaba muy
+particularmente á substraer por todos los medios posibles al hombre
+del yugo de la esclavitud. Á este propósito, es muy digna de notarse
+una disposición canónica del tiempo de San Gregorio el Grande. En
+un concilio de Roma, celebrado en el año 597, y presidido por este
+Papa, se abrió á los esclavos una nueva puerta para salir de su
+abyecto estado, concediéndoles que recobrasen la libertad aquellos
+que quisiesen abrazar la vida monástica. Son dignas de notarse las
+palabras del Santo Papa, pues que en ellas se descubre el ascendiente
+de los motivos religiosos, y cómo iban prevaleciendo sobre todas las
+consideraciones é intereses mundanos. Este importante documento se
+encuentra entre las epístolas de San Gregorio, y se hallará en las
+notas al fin de este tomo.
+
+Sería desconocer el espíritu de aquellas épocas el figurarse que
+semejantes disposiciones quedasen estériles; no era así, sino que
+causaban los mayores efectos. Puédenos dar de ello una idea lo que
+leemos en el decreto de Graciano (Distin. 54, c. 12), donde se ve que
+rayaba la cosa en escándalo; pues que fué menester reprimir severamente
+el abuso de que los esclavos huían de sus amos ó se iban con pretexto
+de religión á los monasterios; lo que daba motivo á que se levantasen
+por todas partes quejas y clamores. Como quiera, y aun prescindiendo de
+lo que nos indican esos abusos, no es difícil conjeturar que no dejaría
+de cogerse abundante fruto, ya por procurarse la libertad de muchos
+esclavos; ya también porque los realzaría en gran manera á los ojos del
+mundo, el verlos pasar á un estado, que luego fué tornando creces, y
+adquiriendo inmenso prestigio y poderosa influencia.
+
+Contribuirá no poco á darnos una idea del profundo cambio que por
+esos medios se iba obrando en la organización social, el pararnos un
+momento á considerar lo que acontecía con respecto á la ordenación de
+los esclavos. La disciplina de la Iglesia sobre este punto era muy
+consecuente con sus doctrinas. El esclavo era un hombre como los
+demás, y por esta parte podía ser ordenado lo mismo que el primer
+magnate; pero, mientras estaba sujeto á la potestad de su dueño,
+carecía de la independencia necesaria á la dignidad del augusto
+ministerio, y por esta razón se exigía que el esclavo no pudiese ser
+ordenado, sin ser antes puesto en libertad. Nada más razonable, más
+justo ni más prudente que esta limitación en una disciplina que, por
+otra parte, era tan noble y generosa; en esa disciplina que por sí sola
+era una protesta elocuente en favor de la dignidad del hombre, una
+solemne declaración de que, por tener la desgracia de estar sufriendo
+la esclavitud, no quedaba rebajado del nivel de los demás hombres, pues
+que la Iglesia no tenía á mengua el escoger sus ministros entre los que
+habían estado sujetos á la servidumbre; disciplina altamente humana y
+generosa, pues que, colocando en esfera tan respetable á los que habían
+sido esclavos, tendía á disipar las preocupaciones contra los que se
+hallaban en dicho estado, y labraba relaciones fuertes y fecundas,
+entre los que á él pertenecían, y la más acatada clase de los hombres
+libres.
+
+En esta parte llama sobremanera la atención el abuso que se había
+introducido de ordenar á los esclavos sin consentimiento de sus dueños:
+abuso muy contrario, en verdad, á los sagrados cánones, y que fué
+reprimido con laudable celo por la Iglesia, pero que, sin embargo,
+no deja de ser muy útil al observador para apreciar debidamente el
+profundo efecto que andaban produciendo las ideas é instituciones
+religiosas. Sin pretender disculpar en nada lo que en eso hubiera de
+culpable, bien se puede hacer también méritos del mismo abuso; pues
+que los abusos muchas veces no son más que exageraciones de un buen
+principio. Las ideas religiosas estaban mal avenidas con la esclavitud,
+ésta se hallaba sostenida por las leyes, y de aquí esa lucha incesante
+que se presentaba bajo diferentes formas, pero siempre encaminada al
+mismo blanco, á la emancipación universal. Con mucha confianza se
+pueden emplear en la actualidad ese linaje de argumentos, ya que los
+más horrendos atentados de las revoluciones los hemos visto excusar con
+la mayor indulgencia, sólo en gracia de los principios de que estaban
+imbuídos los revolucionarios, y de los fines que llevaba la revolución,
+que eran el cambiar enteramente la organización social.
+
+Curiosa es la lectura de los documentos que sobre este abuso nos han
+quedado, y que pueden leerse por extenso al fin de este volumen,
+sacados del Decreto de Graciano. (Dist. 54, c. 9, 10, 11, 12.)
+Examinándolos con detenimiento se echa de ver: 1.º Que el número de
+esclavos que por este medio alcanzaban libertad era muy numeroso, pues
+que las quejas y los clamores que en contra se levantan son generales.
+2.º Que los obispos estaban por lo común á favor de los esclavos, que
+llevaban muy lejos su protección, y que procuraban realizar de todos
+modos las doctrinas de igualdad, pues que se afirma allí mismo que casi
+ningún obispo estaba exento de caer en esa reprensible condescendencia.
+3.º Que los esclavos, conociendo ese espíritu de protección, se
+apresuraban á deshacerse de las cadenas, y arrojarse en brazos de la
+Iglesia. 4.º Que ese conjunto de circunstancias debía de producir en
+los ánimos un movimiento muy favorable á la libertad, y que, entablada
+tan afectuosa correspondencia entre los esclavos y la Iglesia, á la
+sazón tan poderosa é influyente, debió de resultar que la esclavitud se
+debilitase rápidamente, caminando los pueblos á esa libertad que siglos
+adelante vemos llevada á complemento.
+
+La Iglesia de España, á cuyo influjo civilizador han tributado tantos
+elogios hombres por cierto poco adictos al Catolicismo, manifestó
+también en esta parte la altura de sus miras y su consumada prudencia.
+Siendo tan grande como hemos visto el celo caritativo á favor de
+los esclavos, y tan decidida la tendencia á elevarlos al sagrado
+ministerio, era conveniente dejar un desahogo á ese impulso generoso,
+conciliándole, en cuanto era dable, con lo que demandaba la santidad
+del ministerio. Á este doble objeto se encaminaba sin duda la
+disciplina que se introdujo en España de permitir la ordenación de
+los esclavos de la Iglesia, manumitiéndolos antes, como lo dispone el
+canon 74 del 4.º concilio de Toledo, celebrado en el año 633, y como
+se deduce también del canon 11 del 9.º concilio también de Toledo,
+celebrado en el año 655, donde se manda que los obispos no puedan
+introducir en el clero á los siervos de la Iglesia sin haberles dado
+antes libertad.
+
+Es notable que esta disposición se ensanchó en el canon 18 del concilio
+de Mérida, celebrado en el año 666, donde se concede, hasta á los
+curas párrocos, el escoger para sí clérigos entre los siervos de su
+iglesia, con la obligación, empero, de mantenerlos según sus rentas.
+Con esta disciplina sin cometer ninguna injusticia se salvaban todos
+los inconvenientes que podía traer consigo la ordenación de los
+esclavos; y, además, se conseguían muy benéficos resultados por una vía
+más suave: porque, ordenándose siervos de la misma iglesia, era más
+fácil que se los pudiera escoger con tino, echando mano de aquellos
+que más lo merecieran por sus dotes intelectuales y morales: se abría
+también ancha puerta para que pudiese la Iglesia emancipar sus siervos,
+haciéndolo por un conducto tan honroso, cual era el de inscribirlos
+en el número de sus ministros, y, finalmente, dábase á los legos un
+ejemplo muy saludable, pues que, si la Iglesia se desprendía tan
+generosamente de sus esclavos, y era en este punto tan indulgente, que,
+sin limitarse á los obispos, extendía la facultad hasta á los curas
+párrocos, no debía tampoco ser tan doloroso á los seglares el hacer
+algún sacrificio de sus intereses en pro de la libertad de aquellos que
+pareciesen llamados á tan santo ministerio.
+
+
+
+
+CAPITULO XIX
+
+
+Así andaba la Iglesia deshaciendo, por mil y mil medios, la cadena de
+la servidumbre, sin salirse, empero, nunca de los límites señalados
+por la justicia y la prudencia: así procuraba que desapareciese de
+entre los cristianos ese estado degradante, que de tal modo repugnaba
+á sus grandiosas ideas sobre la dignidad del hombre, á sus generosos
+sentimientos de fraternidad y de amor. Dondequiera que se introduzca
+el Cristianismo, las cadenas de hierro se trocarán en suaves lazos, y
+los hombres abatidos podrán levantar con nobleza su frente. Agradable
+es sobremanera el leer lo que pensaba sobre este punto uno de los
+más grandes hombres del Cristianismo: San Agustín. (_De Civit. Dei_,
+1. 19, c. 14, 15, 16.) Después de haber sentado en pocas palabras la
+obligación del que manda, sea padre, marido ó señor, de mirar por el
+bien de aquel á quien manda, encontrando así uno de los cimientos de
+la obediencia en la misma utilidad del que obedece; después de haber
+dicho que los justos no mandan por prurito ni soberbia, sino por el
+deseo de hacer bien á sus súbditos: «_neque enim dominandi cupiditate
+imperant, sed officia consulendi, nec principandi superbia, sed
+providendi misericordia_»; después de haber proscripto con tan nobles
+doctrinas toda opinión que se encaminara á la tiranía, ó que fundase la
+obediencia en motivos de envilecimiento; como si temiese alguna réplica
+contra la dignidad del hombre, enardécese de repente su grande alma,
+aborda de frente la cuestión, la eleva á su altura más encumbrada, y,
+desatando sin rebozo los nobles pensamientos que hervían en su frente,
+invoca en su favor el orden de la naturaleza, y la voluntad del mismo
+Dios, exclamando: «Así lo prescribe el orden natural, así crió Dios
+al hombre; díjole que dominara á los peces del mar, á las aves del
+cielo, y á los reptiles que se arrastran sobre la tierra. _La criatura
+racional, hecha á su semejanza, no quiso que dominase sino á los
+irracionales, no el hombre al hombre, sino el hombre al bruto._»
+
+Este pasaje de San Agustín es uno de aquellos briosos rasgos que se
+encuentran en los escritores de genio, cuando, atormentados por la
+vista de un objeto angustioso, sueltan la rienda á la generosidad
+de sus ideas y pensamientos, expresándose con osada valentía. El
+lector, asombrado con la fuerza de la expresión, busca, suspenso y sin
+aliento, lo que está escrito en las líneas que siguen, como abrigando
+un recelo de que el autor se haya extraviado, seducido por la nobleza
+de su corazón y arrastrado por la fuerza de su genio; pero se siente
+un placer inexplicable cuando se descubre que no se ha apartado del
+camino de la sana doctrina, sino que únicamente ha salido, cual
+gallardo atleta, á defender la causa de la razón, de la justicia y de
+la humanidad. Tal se nos presenta aquí San Agustín: la vista de tantos
+desgraciados como gemían en la esclavitud, víctimas de la violencia y
+caprichos de los amos, atormentaba su alma generosa; mirando al hombre
+á la luz de la razón y de las doctrinas cristianas, no encontraba
+motivo por que hubiese de vivir en tanto envilecimiento una porción
+tan considerable del humano linaje; y por eso, mientras proclama las
+doctrinas que acabo de indicar, lucha por encontrar el origen de tamaña
+ignominia, y, no hallándola en la naturaleza del hombre, la busca en el
+pecado, en la maldición. «Los primeros justos, dice, fueron más bien
+constituídos pastores de ganados que no reyes de hombres, dándonos
+Dios á entender con esto lo que pedía el orden de las criaturas, y lo
+que exigía la pena del pecado: pues que la condición de la servidumbre
+fué con razón impuesta al pecador; y por esto no encontramos en las
+Escrituras la palabra _sirvió_ hasta que el justo Noé la arrojó como
+un castigo sobre su hijo culpable. De lo que se sigue que este nombre
+vino de la culpa, no de la naturaleza.»
+
+Este modo de mirar la esclavitud como hija del pecado, como un fruto de
+la maldición de Dios, era de la mayor importancia; pues que, dejando
+salva la dignidad de la naturaleza del hombre, atajaba de raíz todas
+las preocupaciones de superioridad natural que en su desvanecimiento
+pudieran atribuirse los libres. Quedaba también despejada la esclavitud
+del valor que podía darle el ser mirada como un pensamiento político,
+ó medio de gobierno; pues sólo se debía considerarla como una de
+tantas plagas arrojadas sobre la humanidad por la cólera del Altísimo.
+En tal caso, los esclavos tenían un motivo de resignación; pero la
+arbitrariedad de los amos encontraba un freno, y la compasión de todos
+los libres, un estímulo; pues que, habiendo nacido todos en culpa,
+todos hubieran podido hallarse en igual estado; y, si se envanecían por
+no haber caído en él, no tenían más razón que quien se gloriase, en
+medio de una epidemia, de haberse conservado sano, y se creyese por eso
+con derecho de insultar á los infelices enfermos. En una palabra, el
+estado de la esclavitud era una plaga, y nada más; era como la peste,
+la guerra, el hambre ú otras semejantes; y por esta causa era deber de
+todos los hombres el procurar, por de pronto, aliviarla, y el trabajar
+para abolirla.
+
+Semejantes doctrinas no quedaban estériles; proclamadas á la faz
+del mundo, resonaban vigorosamente por los cuatro ángulos del orbe
+católico: y, á más de ser puestas en práctica como lo acabamos de ver
+en ejemplos innumerables, eran conservadas, como una teoría preciosa
+al través del caos de los tiempos. Habían pasado ocho siglos, y las
+vemos reproducidas por otra de las lumbreras más resplandecientes de
+la Iglesia católica: Santo Tomás de Aquino. (1 p, q. 96, art. 4.) En
+la esclavitud no ve tampoco ese grande hombre, ni diferencia de razas,
+ni la inferioridad imaginaria, ni medios de gobierno; no acierta á
+explicársela de otro modo que considerándola como una plaga acarreada á
+la humanidad por el pecado del primer hombre.
+
+Tanta es la repugnancia con que ha sido mirada entre los cristianos la
+esclavitud, tan falso es lo que asienta M. Guizot de que «á la sociedad
+cristiana no la confundiese ni irritase ese estado». Por cierto que
+no hubo aquella confusión é irritación ciegas, que, salvando todas
+las barreras, y no reparando en lo que dicta la justicia y aconseja
+la prudencia, se arrojan sin tino á borrar la marca de abatimiento é
+ignominia; pero, si se habla de aquella confusión é irritación que
+resultan de ver oprimido y ultrajado al hombre, que no están, empero,
+reñidas con una santa resignación y longanimidad, y que, sin dar
+treguas á la acción de un celo caritativo, no quieren, sin embargo,
+precipitar los sucesos, antes los preparan maduramente para alcanzar
+efecto más cumplido; si hablamos de esta santa confusión é irritación,
+¿cabe mejor prueba de ella, que los hechos que he citado, que las
+doctrinas que he recordado? ¿cabe protesta más elocuente contra la
+duración de la esclavitud que la doctrina de los dos insignes doctores,
+que, como acabamos de ver, la declaran un fruto de maldición, un
+castigo de la prevaricación del humano linaje; que no la pueden
+concebir sino poniéndola en la misma línea de las grandes plagas que
+afligen á la humanidad?
+
+Las profundas razones que mediaron para que la Iglesia recomendase á
+los esclavos la obediencia, bastante las llevo evidenciadas, y no puede
+haber nadie imparcial que se lo achaque á olvido de los derechos del
+hombre. Ni se crea por eso que faltase en la sociedad cristiana la
+firmeza necesaria para decir la verdad toda entera, con tal que fuera
+verdad saludable. Tenemos de ello una prueba en lo que sucedió con
+respecto al matrimonio de los esclavos: sabido es que no era reputado
+como tal, y que ni aun podían contraerle sin el consentimiento de sus
+amos, so pena de considerarse como nulo. Había en esto una usurpación,
+que luchaba abiertamente con la razón y la justicia: ¿qué hizo, pues,
+la Iglesia? Rechazó sin rodeos tamaña usurpación. Oigamos, ó si no,
+lo que decía el Papa Adriano I. «Según las palabras del Apóstol, así
+como en Cristo Jesús no se ha de remover de los sacramentos de la
+Iglesia ni al libre ni al esclavo, así tampoco entre los esclavos no
+deben de ninguna manera prohibirse los matrimonios; y, si los hubieren
+_contraído contradiciéndolo y repugnándolo los amos, de ninguna manera
+se deben por eso disolver_.» (_De Coniu. serv._, l. 4., t. 9, c. 1.)
+Esta disposición, que aseguraba la libertad de los esclavos en uno
+de los puntos más importantes, no debe ser tenida como limitada á
+determinadas circunstancias; era algo más, era una proclamación de
+su libertad en esta materia, era que la Iglesia no quería consentir
+que los hombres estuviesen al nivel de los brutos, viéndose forzados
+á obedecer al capricho ó al interés de otro hombre, sin consultar
+siquiera los sentimientos del corazón. Así lo entendía Santo Tomás,
+pues que sostiene abiertamente que, en punto á contraer matrimonio, _no
+deben los esclavos obedecer á sus dueños_. (2.ª 2.^{ae}, q. 104, art.
+5.)
+
+En el rápido bosquejo que acabo de trazar, he cumplido, según creo,
+con lo que al principio insinué: de que no adelantaría una proposición
+que no la apoyara en irrecusables documentos, sin dejarme extraviar
+por el entusiasmo á favor del Catolicismo, hasta atribuirle lo que
+no le pertenezca. Velozmente, á la verdad, hemos atravesado el caos
+de los siglos: pero se nos han presentando, en diversísimos tiempos
+y lugares, pruebas convincentes de que el Catolicismo es quien ha
+abolido la esclavitud, á pesar de las ideas, de las costumbres, de los
+intereses, de las leyes que formaban un reparo, al parecer invencible;
+y todo sin injusticias, sin violencias, sin trastornos, y todo con la
+más exquisita prudencia, con la más admirable templanza. Hemos visto
+á la Iglesia católica desplegar contra la esclavitud un ataque tan
+vasto, tan variado, tan eficaz, que, para quebrantarse la ominosa
+cadena, no se ha necesitado siquiera un golpe violento; sino que,
+expuesta á la acción de poderosísimos agentes, se ha ido aflojando,
+deshaciendo, hasta caerse á pedazos. Primero se enseñan en alta voz
+las verdaderas doctrinas sobre la dignidad del hombre, se marcan las
+obligaciones de los amos y de los esclavos, se los declara iguales
+ante Dios, reduciéndose á polvo las teorías degradantes que manchan
+los escritos de los mayores filósofos de la antigüedad; luego se
+empieza la aplicación de las doctrinas, procurando suavizar el trato
+de los esclavos; se lucha con el derecho atroz de vida y muerte, se
+les abren por asilo los templos, no se permite que á la salida sean
+maltratados, y se trabaja por substituir á la vindicta privada la
+acción de los tribunales; al propio tiempo se garantiza la libertad de
+los manumitidos enlazándola con motivos religiosos, se defiende con
+tesón y solicitud la de los ingenuos, se procura cegar las fuentes
+de la esclavitud, ora desplegando vivísimo celo por la redención de
+los cautivos, ora saliendo al paso á la codicia de los judíos, ora
+abriendo expeditos senderos por donde los vendidos pudiesen recobrar
+la libertad; se da en la Iglesia el ejemplo de la suavidad y del
+desprendimiento, se facilita la emancipación admitiendo á los esclavos
+á los monasterios y al estado eclesiástico, y por otros medios que iba
+sugiriendo la caridad: y así, á pesar del hondo arraigo que tenía la
+esclavitud en la sociedad antigua, á pesar del trastorno traído por la
+irrupción de los bárbaros, á pesar de tantas guerras y calamidades de
+todos géneros, con que se inutilizaba en gran parte el efecto de toda
+acción reguladora y benéfica, se vió, no obstante, que la esclavitud,
+esa lepra que afeaba á las civilizaciones antiguas, fué disminuyéndose
+rápidamente en las naciones cristianas, hasta que al fin desapareció.
+
+No se descubre, por cierto, un plan concebido y concertado por los
+hombres; mas, por lo mismo que sin ese plan se nota tanta unidad de
+tendencias, tanta identidad de miras, tanta semejanza en los medios,
+hay una prueba evidente del espíritu civilizador y libertador entrañado
+por el Catolicismo; y los verdaderos observadores se complacerán, sin
+duda, en ver en el cuadro que acabo de presentar, cuál concuerdan
+admirablemente en dirigirse al mismo blanco, los tiempos del imperio,
+los de la irrupción de los bárbaros, y los de la época del feudalismo;
+y, más que en aquella mezquina regularidad que distingue lo que es
+obra exclusiva del hombre, se complacerán, repito, los verdaderos
+observadores, en andar recogiendo los hechos desparramados en aparente
+desorden, desde los bosques de la Germania hasta las campiñas de la
+Bética, desde las orillas del Támesis hasta las márgenes del Tiber.
+
+Estos hechos yo no los he fingido; anotadas van las épocas, citados
+los concilios; al fin de este volumen encontrará el lector, originales
+y por extenso, los textos que aquí he extractado y resumido, y allí
+podrá cerciorarse plenamente de que no le he engañado. Que, si tal
+hubiera sido mi intención, á buen seguro que no hubiera descendido al
+terreno de los hechos: entonces habría divagado por las regiones de
+las teorías; habría pronunciado palabras pomposas y seductoras; habría
+echado mano de los medios más á propósito para encantar la fantasía
+y excitar los sentimientos; me habría colocado en una de aquellas
+posiciones, en que puede un escritor suponer á su talante cosas que
+jamás han existido, y lucir, con harto escaso trabajo, las galas de la
+imaginación y la fecundidad del ingenio. Me he impuesto una tarea algo
+más penosa, quizás no tan brillante, pero ciertamente más fecunda.
+
+Y ahora podremos preguntar á M. Guizot, cuáles han sido las _otras
+causas_, las _otras ideas_, los _otros principios_ de _civilización_,
+cuyo completo desarrollo, según nos dice, ha sido necesario _para que
+triunfase al fin la razón, de la más vergonzosa de las iniquidades_.
+Esas causas, esas ideas, esos principios de civilización que, según
+él, ayudaron á la Iglesia en la abolición de la esclavitud, menester
+era explicarlos, indicarlos cuando menos; que así el lector hubiera
+podido evitarse el trabajo de buscarlos como quien adivina. Si no
+brotaron del seno de la Iglesia, ¿dónde estaban? ¿Estaban en los
+restos de la civilización antigua? Pero los restos de una civilización
+destrozada, y casi aniquilada, ¿podrían hacer lo que no hizo ni
+pensó hacer jamás esa misma civilización cuando se hallaba en todo
+su vigor, pujanza y lozanía? ¿Estaban quizás en el individualismo de
+los bárbaros, cuando este individualismo era inseparable compañero de
+la violencia, y, por consiguiente, debía ser una fuente de opresión
+y esclavitud? ¿Estaban quizás en el patronazgo militar, introducido,
+según Guizot, por los mismos bárbaros, que puso los cimientos de esa
+organización aristocrática, convertida más tarde en feudalismo? Pero,
+¿qué tenía que ver ese patronazgo con la abolición de la esclavitud,
+cuando era lo más á propósito para perpetuarla en los indígenas de
+los países conquistados, y extenderla á una porción considerable
+de los mismos conquistadores? ¿Dónde está, pues, una idea, una
+costumbre, una institución que, sin ser hija del Cristianismo, haya
+contribuído á la abolición de la esclavitud? Señálese la época de su
+nacimiento, el tiempo de su desarrollo; muéstresenos que no tuvo su
+origen en el Cristianismo, y entonces confesaremos que él no puede
+pretender exclusivamente el honroso título de haber abolido estado
+tan degradante; y no dejaremos por eso de aplaudir y ensalzar aquella
+idea, costumbre ó institución que haya tomado una parte en la bella y
+grandiosa empresa de libertar á la humanidad.
+
+Y ahora, bien se puede preguntar á las Iglesias protestantes, á esas
+hijas ingratas que, después de haberse separado del seno de su madre,
+se empeñan en calumniarla y afearla: ¿dónde estabais vosotras cuando la
+Iglesia católica iba ejecutando la inmensa obra de la abolición de la
+esclavitud? ¿Cómo podréis achacarle que simpatiza con la servidumbre,
+que trata de envilecer al hombre, de usurparle sus derechos? ¿Podréis
+vosotras presentar un título, que así os merezca la gratitud del
+linaje humano? ¿Qué parte podéis pretender en esa grande obra, que es
+el primer cimiento que debía echarse para el desarrollo y grandor de
+la civilización europea? Solo, sin vuestra ayuda, la llevó á cabo el
+Catolicismo; y solo hubiera conducido á la Europa á sus altos destinos,
+si vosotras no hubierais venido á torcer la majestuosa marcha de esas
+grandes naciones, arrojándolas desatentadamente por un camino sembrado
+de precipicios: camino cuyo término está cubierto con densas sombras,
+en medio de las cuales sólo Dios sabe lo que hay.[15]
+
+
+
+
+NOTAS
+
+
+ [1] Pág. 11.--_La historia de las variaciones de los
+ protestantes_, de Bossuet, es una de aquellas obras que
+ agotan su objeto; que ni dejan réplica, ni consienten
+ añadidura. Leída con reflexión esta obra inmortal, la causa
+ del Protestantismo está fallada bajo un aspecto dogmático; no
+ queda medio alguno entre el Catolicismo y la incredulidad.
+ Gibbon la había leído en su juventud, y se había hecho
+ católico, abandonando la religión protestante, en que había
+ sido educado. Después volvió á separarse de la Iglesia
+ católica, pero no fué protestante, sino incrédulo. Quizás no
+ disgustará á los lectores el oir de la boca de este célebre
+ escritor el juicio que formaba de la obra de Bossuet, y la
+ relación del efecto que le produjo su lectura; dice así:
+ «En la _Historia de las variaciones_, ataque tan vigoroso
+ como bien dirigido, desenvuelve, con felicísima mezcla de
+ raciocinio y de narración, las faltas, los extravíos, las
+ incertidumbres y las contradicciones de nuestros primeros
+ reformadores, cuyas variaciones, como él sostiene hábilmente,
+ llevan el carácter del error, mientras que la no _interrumpida
+ unidad de la Iglesia católica es la señal y testimonio de la
+ infalible verdad_: leí, aprobé, creí.» (_Gibbon, Memorias._)
+
+ [2] Pág. 13.--Lutero, á quien se empeñan todavía algunos
+ en presentárnoslo como un hombre de altos conceptos, de
+ pecho noble y generoso, de vindicador de los derechos de la
+ humanidad, nos ha dejado en sus escritos el más seguro y
+ evidente testimonio de su carácter violento, de su extremada
+ grosería y de la más feroz intolerancia. Enrique VIII, Rey
+ de Inglaterra, había refutado el libro de Lutero llamado
+ _de Captivitate Babilonica_, y, enojado este por semejante
+ atrevimiento, escribe al Rey, llamándole _sacrílego_, _loco_,
+ _insensato_, _el más grosero de todos los puercos y de todos
+ los asnos_. Si la majestad real no inspiraba á Lutero respeto
+ ni miramiento, tampoco tenía ninguna consideración al mérito.
+ Erasmo, quizás el hombre más sabio de su siglo, ó al menos
+ el más erudito, más literato y brillante, y que, por cierto,
+ no escaseó la indulgencia con Lutero y sus secuaces, fué, no
+ obstante, tratado con tanta virulencia por el fogoso corifeo,
+ así que éste vió que no podía traerle á la nueva secta, que,
+ lamentándose de ello Erasmo, decía: «que en su vejez se veía
+ obligado á pelear con una bestia feroz, ó con un furioso
+ jabalí». No se contentaba Lutero con palabras, sino que pasaba
+ á los hechos: y bien sabido es que por instigación suya fué
+ desterrado Carlostadio de los estados del duque de Sajonia,
+ hallándose, por efecto de la persecución, reducido á tal
+ miseria, que se veía precisado á ganarse el sustento llevando
+ leña, y haciendo otros oficios muy ajenos á su estado. En
+ sus ruidosas disputas con los zuinglianos, no desmintió
+ Lutero su carácter, llamándolos hombres _condenados_,
+ _insensatos_, _blasfemos_. Cuando así trataba á sus compañeros
+ disidentes, nada extraño es que llamase á los doctores
+ de Lovaina _verdaderas bestias_, _puercos_, _paganos_,
+ _epicúreos_, _ateos_; que prorrumpiese en otras expresiones
+ que la decencia no permite copiar, y que, desenfrenándose
+ contra el Papa, dijese, «que era un lobo rabioso, que todo
+ el mundo debía armarse contra él, sin esperar orden alguna
+ de los magistrados; que en este punto sólo podía caber
+ arrepentimiento por no haberle pasado el pecho con la espada;
+ y que todos aquellos que le seguían, debían ser perseguidos
+ como los soldados de un capitán de bandoleros, aunque fueran
+ reyes ó emperadores». Este es el espíritu de tolerancia y
+ libertad de que estaba animado Lutero: y cuenta que nos sería
+ fácil aducir muchas otras pruebas.
+
+ No se crea que tal intolerancia fuese exclusivamente propia
+ de Lutero; extendíase á todo el partido, y se hacían sentir
+ sus efectos de un modo cruel. Afortunadamente tenemos de esta
+ verdad un testigo irrefragable. Es Melanchton, el discípulo
+ querido de Lutero, uno de los hombres más distinguidos que ha
+ tenido el Protestantismo. «Me hallo en tal esclavitud (decía,
+ escribiendo á su amigo Camerario) como si estuviera en la
+ cueva de los cíclopes; por manera que apenas me es posible
+ explicarte mis penas, viniéndome á cada paso tentaciones de
+ escaparme.» «Son gente ignorante (decía en otra carta) que
+ no conoce piedad ni disciplina; mirad á los que mandan, y
+ veréis que estoy como Daniel en la cueva de los leones.» ¡Y
+ se dirá todavía que presidía á tamaña empresa un pensamiento
+ generoso, y que se trataba de emancipar el pensamiento humano!
+ La intolerancia de Calvino es bien conocida, pues, á más
+ de quedar consignada en el hecho indicado en el texto, se
+ manifiesta á cada paso en sus obras, por el tratamiento que
+ da á sus adversarios. _Malvados_, _tunantes_, _borrachos_,
+ _locos_, _furiosos_, _rabiosos_, _bestias_, _toros_,
+ _puercos_, _asnos_, _perros_, _viles esclavos de Satanás_: he
+ aquí las lindezas que se hallan á cada paso en los escritos
+ del célebre reformador. ¡Cuánto y cuánto de semejante podría
+ añadir, si no temiese fastidiar á los lectores!
+
+ [3] Pág. 14.--En la dieta de Espira se había hecho un decreto
+ que contenía varias disposiciones relativas al cambio de
+ religión: catorce ciudades del imperio no quisieron someterse
+ á este decreto y presentaron una _protesta_; de aquí vino
+ que los disidentes empezaron á llamarse _protestantes_. Como
+ este nombre es la condenación de las Iglesias separadas,
+ han tratado algunas veces de apropiarse otros; pero siempre
+ en vano. Los nombres que se daban eran falsos, y un nombre
+ falso no dura. ¿Qué pretendían significar cuando se
+ llamaban evangélicos? ¿acaso el que se atenían únicamente
+ al Evangelio? En tal caso mejor debían llamarse, bíblicos,
+ pues que no pretendían precisamente atenerse al Evangelio,
+ sino á la _Biblia_. Llámanse también á veces _reformados_, y
+ algunos suelen apellidar al Protestantismo _Reforma_; pero
+ basta pronunciar este nombre para descubrir su impropiedad.
+ _Revolución religiosa_ le cuadraría mucho mejor.
+
+ [4] Pág. 15.--El conde de Maistre, en su obra _Del Papa_,
+ ha desenvuelto este punto de los nombres de una manera
+ inimitable. Entre otras muchas observaciones hay una muy
+ atinada, cual es, que sólo la Iglesia católica tiene un nombre
+ _positivo_ y propio, con que se llama ella á sí misma, y hace
+ que la llamen los otros. Las Iglesias separadas han excogitado
+ varios, pero no han podido apropiárselos. «Si cada uno, dice,
+ es libre de darse el nombre que le agrada, la misma Lais en
+ persona podría escribir sobre la puerta de su casa: _Palacio
+ de Artemisa_. La dificultad está en obligar á los demás á
+ darnos el nombre que nosotros escogemos.»
+
+ No se crea que sea el conde de Maistre el inventor de ese
+ argumento de los nombres: habíanlo empleado de antemano San
+ Jerónimo y San Agustín: «Si oyeres, dice San Jerónimo, que se
+ llaman marcionistas, valentinianos, montanistas, sepas que no
+ son la Iglesia de Cristo, sino la Sinagoga del Anticristo.»
+ _Si audieris nuncupari marcionistas, valentinianos,
+ montanenses, scito non Ecclesiam Christi, sed Antichristi
+ esse Sinagogam._ (_Hieron., lib. adversus Luciferanios._)
+ «Tiéneme en la Iglesia, dice San Agustín, el mismo nombre de
+ católica, pues que no sin causa, y entre tantas sectas, le
+ obtuvo ella sola, y de tal manera, que, queriéndose llamar
+ católicos todos los herejes, sin embargo, si un peregrino
+ les pregunta por el templo católico, ninguno de los herejes
+ se atreve á mostrarle su basílica ó su casa.» «_Tenet me in
+ Ecclesia ipsum catholicae nomen, quod non sine causa inter
+ tam multas haereses, sic ipsa sola obtinuit, ut cum omnes
+ haeretici se catholicos dici velint, quaerenti tamen peregrino
+ alicui, ubi ad catholicam conveniatur, nullus haereticorum,
+ vel basilicam suam, vel domum audcat ostendere._» (_S. Aug._)
+ Esto que observaba San Agustín en su tiempo, se ha verificado
+ también con respecto á los protestantes, y pueden dar de ello
+ testimonio los que han visitado aquellos países en que hay
+ diferentes comuniones. Un ilustre español del siglo XVII y
+ que había pasado mucho tiempo en Alemania, nos dice: «Todos
+ quieren llamarse católicos y apostólicos, pero los demás los
+ llaman luteranos y calvinistas. _Singuli volunt dici catholici
+ et apostolici, sed volunt, et ab aliis non hoc praetenso illis
+ nomine, sed luterani potius aut calviniani nominantur._»
+ (_Caramuel._) «He habitado, continúa el mismo, en ciudades
+ de herejes, y vi con mis ojos y oí con mis oídos, una cosa
+ que debieran pesar los heterodoxos: esto es, _que á excepción
+ del predicador protestante, y de algunos pocos que pretenden
+ saber más de lo que conviene, todo el vulgo de los herejes
+ llama católicos á los romanos_.» (_Habitavi in haereticorum
+ civitatibus; et hoc propriis oculis vidi, propriis auditi
+ auribus, quod deberet ab haeterodoxis ponderari. Praeter
+ praedicantem, et pauculos qui plus sapiunt quam oportet
+ sapere, totum haereticorum vulgus catholicos vocat romanos._)
+ Tanta es la fuerza de la verdad. Los ideólogos saben muy bien
+ que semejantes fenómenos proceden de causas profundas, y que
+ estos argumentos son algo más que sutilezas.
+
+ [5] Pág 36.--Tanto se ha hablado de los abusos, tanto se ha
+ exagerado su influencia en los desastres que en los últimos
+ siglos han afligido á la Iglesia, teniéndose cuidado, al
+ propio tiempo, de ensalzar con hipócritas encomios la pureza
+ de las costumbres y la rigidez de la disciplina de los
+ primeros siglos, que algunos han llegado á imaginarse una
+ línea divisoria entre unos tiempos y otros; no concibiendo en
+ los primeros más que verdad y santidad, y no atribuyendo á los
+ segundos otra cosa que corrupción y mentira; como si en los
+ primeros siglos de la Iglesia todos los miembros hubiesen sido
+ ángeles, como si en todas épocas no hubiese tenido la Iglesia
+ que corregir errores y enfrenar pasiones. Con la historia
+ en la mano sería fácil reducir á su justo valor estas ideas
+ exageradas; exageración de que se hizo cargo el mismo Erasmo,
+ por cierto poco inclinado á disculpar á sus contemporáneos. En
+ un cotejo de su tiempo con los primeros siglos de la Iglesia,
+ hace ver hasta la evidencia, cuán infundado y pueril era el
+ prurito que entonces cundía de ensalzar todo lo antiguo para
+ deprimir lo presente. Un fragmento de este objeto se halla
+ entre las obras de Marchetti, en sus observaciones sobre las
+ historia de Fleury.
+
+ Curioso fuera también hacer una reseña de las disposiciones
+ tomadas por la Iglesia para refrenar toda clase de abusos.
+ Las colecciones de los concilios podrían suministrarnos tan
+ copiosa materia para comprobar este aserto, que no sería
+ fácil encerrarla en pocos volúmenes; ó, más bien, las mismas
+ colecciones, con toda su mole asombradora, no son otra cosa,
+ de un extremo á otro, que una prueba evidente de estas dos
+ verdades: primera, que en todos tiempos ha habido muchos
+ abusos que corregir; cosa necesaria, atendida la debilidad
+ y la corrupción humanas; segunda, que en todas épocas la
+ Iglesia ha procurado corregirlos, pudiendo, desde luego,
+ asegurarse que no es posible señalar uno, sin que se ofrezca
+ también la correspondiente disposición canónica que lo reprime
+ ó castiga. Estas observaciones acaban de dejar en claro que
+ el Protestantismo no tuvo su principal origen en los abusos,
+ sino que era una de aquellas grandes calamidades que, atendida
+ la volubilidad del espíritu humano y el estado en que se
+ encontraba la sociedad, puede decirse que son inevitables.
+ En el mismo sentido que dijo Jesucristo que era _necesario
+ que hubiese escándalos_, no porque nadie se halle forzado á
+ darlos, sino porque tal es la corrupción del corazón humano,
+ que, siguiendo las cosas el orden regular, no puede menos de
+ haberlos.
+
+ [6] Pág. 45.--Ese concierto, esa unidad, que se descubren en
+ el Catolicismo, deben llenar de admiración y asombro á todo
+ hombre juicioso, sean cuales fueren sus ideas religiosas.
+ Si no suponemos que _hay aquí el dedo de Dios_, ¿cómo será
+ posible explicar ni concebir la duración del centro de la
+ unidad, que es la Cátedra de Roma? Tanto se ha dicho ya
+ sobre la supremacía del Papa, que es muy difícil añadir nada
+ nuevo; pero quizás no desagradará á los lectores el que les
+ presente un interesante trozo de San Francisco de Sales, en
+ que reunió los varios y notables títulos que ha dado á los
+ Sumos Pontífices, y á su silla, la antigüedad eclesiástica.
+ Este trabajo del santo Obispo es interesante, no tan sólo por
+ lo que pica la curiosidad, sino también porque da margen á
+ gravísimas reflexiones, que el lector hará, sin duda, por sí
+ mismo. Helo aquí:
+
+ NOMBRES QUE SE HAN DADO AL PAPA
+
+ El muy santo Obispo de la Iglesia } En el concilio de Soissons de
+ Católica. } 300 Obispos.
+
+ El muy santo y muy feliz Patriarca. } Ibíd., tomo 7. Concil.
+
+ El muy feliz Señor. } S. Agustín., Ep. 95.
+
+ El Patriarca universal. } S. León P, Ep. 62.
+
+ El Jefe de la Iglesia del mundo. } Innoc. ad PP. Concili.
+ } Milevit.
+
+ El Obispo elevado á la cumbre } S. Cipr., Ep. 3 et 12.
+ apostólica. }
+
+ El Padre de los Padres. } Concil. de Calced., ses. 3.
+
+ El Soberano Pontífice de los } Ibíd. in praef.
+ Obispos. }
+
+ El Soberano Sacerdote. } Concil. de Calced., ses. 16.
+
+ El Príncipe de los Sacerdotes. } Esteban Ob. de Cartago.
+
+ El Prefecto de la Casa de Dios, } Concil. de Cartago, Ep. ad
+ y el Custodio y Guarda de la } Damasum.
+ viña del Señor. }
+
+ El Vicario de Jesucristo, y el } S. Jerón., praef. in Evang.
+ Confirmador de la fe de los } ad Damasum.
+ cristianos. }
+
+ El Sumo Sacerdote. } Valentiniano y toda la
+ } antigüedad.
+
+ El Soberano Pontífice. } Concil. de Calced., in Ep. ad
+ } Theod. Imper.
+
+ El Príncipe de los Obispos. } Ibíd.
+
+ El Heredero de los apóstoles. } S. Bern., lib. de Consid.
+
+ Abrahán por el Patriarcado. } S. Ambros., in 1 ad Tim., 3.
+
+ Melquisedech por el orden. } Concil. de Calced., Epist. ad
+ } Leonem.
+
+ Moisés por la autoridad. } S. Bern., Epist. 190
+
+ Samuel por la jurisdicción. } Ibíd. et in lib. de Consid.
+
+ Pedro por el poder. } Ibíd.
+
+ Cristo por la unción. } Ibíd.
+
+ El Pastor del aprisco de } Ibíd., lib. 2, Consid.
+ Jesucristo. }
+
+ El Llavero de la Casa de Dios. } Idem idem, cap. 8.
+
+ El Pastor de todos los pastores. } Ibíd.
+
+ El Pontífice llamado á la plenitud } Ibíd.
+ del poder.
+
+ San Pedro fué la boca de } S. Crisóst., Homil. 2, in
+ Jesucristo. } divers. serm.
+
+ La Boca y el Jefe del apostolado. } Orig., Hom. 55, in Matth.
+
+ La Cátedra y la Iglesia principal. } S. Cipr., Ep. 55, ad Corn.
+
+ El Origen de la unidad sacerdotal. } S. Cipr., Epist. 3,2
+
+ El Lazo de la unidad. } Idem ibíd., 4,2.
+
+ La Iglesia donde reside el poder } Idem ibíd., 3,8.
+ principal.
+
+ La Iglesia Raíz y Matriz de todas } S. Anaclet. Pap., Epist. ad
+ las demás Iglesias. } om. Episc. et fidel.
+
+ La Sede sobre la cual ha construído } S. Dámas., Ep., ad univ.
+ el Señor la Iglesia universal. } Episc.
+
+ El Punto Cardinal y el Jefe de } S. Marcelin., Pap., Epist. ad
+ todas las Iglesias. } Episc. Antioc.
+
+ El Refugio de los Obispos. } Conc. de Alex., Ep. ad Felic.
+ } P.
+
+ La Suprema Sede Apostólica. } S. Atanas.
+
+ La Iglesia presidente. } Imp. Justin., in 1, 8, Cod. de
+ } SS. Trinit.
+
+ La Sede Suprema que no puede } S. León, in nat. SS. Apost.
+ ser juzgada por otra. }
+
+ La Iglesia antepuesta á todas las } Víctor de Utica, in lib. de
+ demás Iglesias. } perfect.
+
+ La primera de todas las Sedes. } S. Próspero, lib. de Ingrat.
+
+ La Fuente apostólica. } S. Ignat., Ep. ad Rom, in
+ } Suscript.
+
+ El Puerto segurísimo de toda la } Concil. Rom. por S. Gelasio.
+ Comunión Católica. }
+
+ [7] Pág. 54.--He dicho que los más distinguidos protestantes
+ sintieron el vacío que encerraban todas las sectas separadas
+ de la Iglesia católica: voy á presentar las pruebas de esta
+ aserción, que quizás algunos juzgarían aventurada. Oigamos
+ al mismo Lutero, que, escribiendo á Zuinglio, decía: «Si
+ dura mucho el mundo, será de nuevo necesario, á causa de las
+ varias interpretaciones de la Escritura que ahora circulan,
+ para conservar la unidad de la fe, recibir los decretos de
+ los concilios y refugiarnos en ellos.» (_Si diutius steterit
+ mundus, iterum erit necessarium, propter diversas Scripturae
+ interpretationes quae nunc sunt, ad conservandam fidei
+ unitatem, ut conciliorum decreta recipiamus, adque ad ea
+ confugiamus._)
+
+ Melanchton, lamentándose de las funestas consecuencias de
+ la falta de jurisdicción espiritual, decía: «resultará una
+ libertad de ningún provecho á la posteridad»; y en otra
+ parte dice estas notabilísimas palabras: «En la Iglesia se
+ necesitan inspectores para conservar el orden, observar
+ atentamente á los que son llamados al ministerio eclesiástico,
+ velar sobre la doctrina de los sacerdotes, y ejercer los
+ juicios eclesiásticos; por manera que, si no hubiera obispos,
+ sería menester crearlos. _La monarquía del Papa serviría
+ también mucho para conservar entre tan diversas naciones la
+ uniformidad de la doctrina._»
+
+ Oigamos á Calvino: «Colocó Dios la silla de su culto en el
+ centro de la tierra, poniendo allí un Pontífice, único, á
+ quien miraran todos para conservarse mejor en la unidad.»
+ (Cultus sui sedem in medio terrae collocavit illi _unum_
+ Antistitem praefecit, quem omnes respicerent, quo melius in
+ _unitate_ continerentur.)» (Calv., inst. 6, §. 11.)
+
+ «Atormentáronme también á mí mucho y por largo tiempo, dice
+ Beza, esos mismos pensamientos que tú me pintas: veo á los
+ nuestros divagando á merced de todo viento de doctrina, y,
+ levantados en alto, caerse ahora á una parte, después á otra.
+ Lo que piensan hoy de la religión quizá podría saberlo; lo que
+ pensarán mañana, no. Las Iglesias que han declarado la guerra
+ al Romano Pontífice, _¿en qué punto de la religión convienen?
+ Recórrelo todo desde el principio al fin, y apenas encontrarás
+ cosa afirmada por uno que desde luego no la condene otro
+ como impía._» Exercuerunt me diu et multum illae, ipsae
+ quas describis cogitationes: video nostros palantes omni
+ doctrinae vento et, in altum sublatos, modo ad hanc, modo
+ ad illam partem deferri. Horum quae sit hodie de Religione
+ sententia scire fortasse possis; sed quae eras de eadem futura
+ sit opinio, neque tu certo affirmare queas. In quo tandem
+ religionis capite, congruunt inter se Ecclesiae, quae Romano
+ Pontifici bellum indixerunt? A capite ad calcem si percurras
+ omnia, nihil propemodum reperias, ab uno affirmari, quod
+ alter statim non impium esse clamitet. (Th. Epist. ad Andream
+ Duditium.)
+
+ Grocio, uno de los hombres más sabios que haya tenido el
+ Protestantismo, conoció también la flaqueza de los cimientos
+ en que estriban las sectas separadas. No son pocos los que
+ han creído que había muerto católico. Los protestantes le
+ acusaron de que intentaba convertirse al Catolicismo, y los
+ católicos que le habían tratado en París, pensaban de la
+ misma manera. No diré que sea verdad lo que se cuenta del
+ insigne P. Petau, amigo de Grocio, de que, habiendo sabido su
+ muerte, había celebrado misa por él; pero lo cierto es que
+ Grocio en su obra titulada _De Antichristo_ no piensa como
+ los protestantes que el Anticristo sea el Papa; lo cierto es
+ que en otra obra publicada, _Votum pro pace Ecclesiae_, dice
+ redondamente que «sin el primado del Papa no es posible dar
+ fin á las disputas, como acontece entre los protestantes»;
+ lo cierto es que en su obra póstuma, _Rivetiani apologetici
+ discussio_, asienta abiertamente el principio fundamental del
+ Catolicismo, á saber, que «los dogmas de la fe deben decidirse
+ por la tradición y la autoridad de la Iglesia, y no por la
+ sola Sagrada Escritura.»
+
+ La ruidosa conversión del célebre protestante Papín es otra
+ prueba de lo mismo que estamos demostrando. Meditaba Papín
+ sobre el principio fundamental del Protestantismo, y la
+ contradicción en que estaba con este principio la intolerancia
+ de los protestantes, pues que, estribando en el examen
+ privado, apelaban para conservarse á la vía de la autoridad,
+ y argumentaba de esta manera: «Si la vía de la autoridad de
+ que pretenden asirse es inocente y legítima, ella condena su
+ origen, en el que no quisieron sujetarse á la autoridad de
+ la Iglesia católica; mas, si la vía del examen que en sus
+ principios abrazaron fué recta y conforme, resulta entonces
+ condenada la vía de autoridad que ellos han ideado para evitar
+ excesos: quedando así abierto y allanado el camino á los
+ mayores desórdenes de la impiedad.»
+
+ Puffendorf, que por cierto no puede ser notado de frialdad
+ cuando se trata de atacar al Catolicismo, no pudo menos de
+ tributar su obsequio á la verdad, estampando una confesión
+ que le agradecerán todos los católicos. «La supresión de la
+ autoridad del Papa ha sembrado en el mundo infinitas semillas
+ de discordia; pues, no habiendo ya ninguna autoridad soberana
+ para terminar las disputas que se suscitaban en todas
+ partes, se ha visto á los protestantes dividirse entre si
+ mismos, y _despedazarse las entrañas con sus propias manos_.»
+ (Puffendorf, de Monarch. Pont. Rom.)
+
+ Leibnitz, ese grande hombre que, según la expresión de
+ Fontenelle, conducía de frente todas las ciencias, reconoció
+ también la debilidad del Protestantismo, y la firmeza de
+ organización de la Iglesia católica. Sabido es que, lejos
+ de participar del furor de los protestantes contra el Papa,
+ miraba su supremacía religiosa con las mayores simpatías.
+ Confesaba paladinamente la superioridad de las misiones
+ católicas sobre las protestantes; y las mismas comunidades
+ religiosas, objeto para muchos de tanta aversión, eran para
+ él altamente respetables. Cuando tales antecedentes se
+ tenían sobre las ideas religiosas de ese grande hombre, vino
+ á confirmarlos más y más una obra suya póstuma, publicada
+ en París por primera vez en 1819. Quizás no disgustará á
+ los lectores una breve noticia sobre acontecimiento tan
+ singular. En el citado año dióse á luz en París la _Exposición
+ de la doctrina de Leibnitz sobre la religión, seguida de
+ pensamientos extraídos de las obras del mismo autor, por M.
+ Emery, antiguo superior general de San Sulpicio_. En esta obra
+ de M. Emery está contenida la póstuma de Leibnitz, y cuyo
+ título en el manuscrito original es: _Sistema teológico_. El
+ principio de la obra es notable por su gravedad y sencillez,
+ dignas ciertamente de la grande alma de Leibnitz. Hele aquí:
+ «Después de largo y profundo estudio sobre las controversias
+ en materia de religión, implorada la asistencia divina, y
+ depuesto, al menos en cuanto es posible al hombre, todo
+ espíritu de partido, me he considerado como un neófito venido
+ del Nuevo Mundo, y que todavía no hubiese abrazado ninguna
+ opinión; y he aquí dónde al fin me he detenido, y, entre
+ todos los dictámenes que he examinado, lo que me parece que
+ debe ser reconocido por todo hombre exento de preocupaciones,
+ como lo más conforme á la Escritura Santa, á la respetable
+ antigüedad, y hasta á la recta razón y á los hechos históricos
+ más ciertos.»
+
+ Leibnitz establece en seguida la existencia de Dios, la
+ Encarnación, la Trinidad, y los otros dogmas del Cristianismo;
+ adopta con candor y defiende con mucha ciencia la doctrina
+ de la Iglesia católica sobre la tradición, los sacramentos,
+ el sacrificio de la misa, el culto de las reliquias y de las
+ santas imágenes, la jerarquía eclesiástica, y el primado del
+ Romano Pontífice. «En todos los casos, dice, que no permiten
+ los retardos de un concilio general, ó que no merecen ser
+ tratados en él, es preciso admitir que el primero de los
+ obispos, ó el Soberano Pontífice, tiene el mismo poder que la
+ Iglesia entera.»
+
+ [8] Pág. 63.--Quizás algunos podrían creer que lo dicho sobre
+ la vanidad de las ciencias humanas, y sobre la debilidad de
+ nuestro entendimiento, es con la sola mira de realzar la
+ necesidad de una regla en materias de fe. Muy fácil fuera
+ aducir larga serie de textos sacados de los escritos de los
+ hombres más sabios, antiguos y modernos; pero me contento con
+ insertar un excelente trozo de un ilustre español, de uno de
+ los hombres más grandes del siglo XVI. Es Luis Vives.
+
+ «_Iam mens ipsa, suprema animi et celsissima pars, videbit
+ quantopere sit tum natura sua tarda ac praepedita, tum
+ tenebris peccati caeca, et a doctrina, usu, ac solertia
+ imperita et rudis, ut ne ea quidem quae videt, quaeque manibus
+ contrectat, cuiusmodi sint, aut qui fiant assequatur, nedum ut
+ in abdito illa naturae arcana possit penetrare; sapienterque
+ ab Aristotele illa est posita sententia: Mentem nostram ad
+ manifestissima naturae non aliter habere se, quam noctuae
+ oculum ad lumen solis_: ea omnia, quae universum hominum
+ genus novit, quota sunt pars eorum quae ignoramus! nec solum
+ id in universitate artium est verum, sed in singulis earum,
+ in quarum nulla tantum, est humanum ingenium progressum, ut
+ ad medium pervenerit, etiam in infimis illis ac vilissimis:
+ ut nihil existimetur verius esse dictum ab Academicis, quam:
+ _scire nihil_.» (_Ludovicus Vives, De Concordia et Discordia.
+ Lib. 4, cap. 3._)
+
+ Así pensaba este grande hombre, que, á más de estar muy
+ versado en toda clase de erudición, así sagrada como profana,
+ había meditado profundamente sobre el mismo entendimiento
+ humano; que había seguido con ojo observador la marcha de las
+ ciencias, y que, como lo acreditan sus escritos, se había
+ propuesto regenerarlas. Sensible es que no se puedan copiar
+ por extenso sus palabras, así del lugar citado, como de su
+ obra inmortal sobre las causas de la decadencia de las artes y
+ ciencias y el modo de enseñarlas.
+
+ Como quiera, á quien se manifestase descontento porque se
+ han dicho algunas verdades sobre la debilidad de nuestros
+ alcances, y tuviese recelos de que esto dañara al progreso
+ de las ciencias, porque así se apoca el entendimiento, será
+ bien recordarle que el mejor modo de hacer progresar á
+ nuestro espíritu es el que se conozca á sí mismo; pudiendo
+ á este propósito citarse la profunda sentencia de Séneca:
+ «Pienso que muchos hubieran podido alcanzar la sabiduría, si
+ no hubiesen presumido que la habían ya alcanzado.» «_Puto
+ multos ad sapientiam potuisse pervenire, nisi se iam crederent
+ pervenisse._»
+
+ [9] Pág. 70.--Es cierto que, al acercarse á los primeros
+ principios de las ciencias, se encuentra el entendimiento
+ rodeado de espesas sombras. He dicho que de esta regla general
+ no se exceptúan las mismas matemáticas, cuya certeza y
+ evidencia se han hecho proverbiales. El cálculo infinitesimal,
+ que en el estado actual de la ciencia puede decirse que la
+ domina, estriba, sin embargo, en algunas ideas sobre los
+ _límites_, ideas que hasta ahora nadie ha podido aclarar bien.
+ Y no es que trate de poner en duda su certeza y verdad; solo
+ me propongo hacer notar que, si se quisiera llamar á examen
+ en el tribunal de la metafísica las ideas que son como los
+ elementos de ese cálculo, no dejarían de poder esparcirse
+ sobre ellas algunas sombras. Aun concretándonos á la parte
+ elemental de la ciencia, se podrían también descubrir algunos
+ puntos que no sufrirían sin algún daño un detenido análisis
+ metafísico é ideológico; cosa que sería muy fácil manifestar,
+ si lo consintiese el género de esta obra. Entre tanto puede
+ recomendarse á los lectores la preciosa carta dirigida por
+ el distinguido jesuíta español _Eximeno_ á su amigo _Juan
+ Andrés_, donde se hallan observaciones muy oportunas sobre la
+ materia, hechas por un hombre á quien de seguro no se puede
+ recusar por incompetente. Esta carta está en latín, y su
+ título es: _Epistola ad clarissimum virum Ioannem Andresium_.
+
+ Por lo que toca á las otras ciencias, no es necesario insistir
+ en manifestar cuánta obscuridad se encuentra al acercarse
+ á sus primeros principios; pudiéndose asegurar que los
+ brillantes sueños de los hombres más ilustres han reconocido
+ este origen. Impulsados por el sentimiento de sus propias
+ fuerzas, penetraban hasta los abismos en busca de la verdad;
+ allí la _antorcha se apagaba en sus manos_, por valerme de la
+ expresión de un ilustre poeta contemporáneo, y extraviados por
+ un obscuro laberinto se entregaban á merced de su fantasía y
+ de sus inspiraciones, tomando por la realidad los hermosos
+ sueños de su genio.
+
+ [10] Pág. 73.--Para ver con toda claridad, para sentir con
+ viveza la innata debilidad del espíritu humano, no hay cosa
+ más á propósito que recorrer la historia de las herejías,
+ historia que debemos á la Iglesia por el sumo cuidado que ha
+ tenido en definirlas y clasificarlas. Desde Simón Mago, que
+ se apellidaba el _legislador de los judíos_, _el reparador
+ del mundo_, _el Paracleto_, mientras tributaba á su querida
+ Elena culto de latría bajo el nombre de Minerva, hasta Hermán,
+ predicando la matanza de todos los sacerdotes y magistrados
+ del mundo, y asegurando que él era el verdadero Hijo de Dios,
+ puede un observador contemplar ese vasto cuadro, que, si bien
+ es muy desagradable, cuando no por otras causas, al menos por
+ su extravagancia, no deja, sin embargo, de sugerir graves y
+ profundas reflexiones sobre el verdadero carácter del espíritu
+ humano, manifestando la sabiduría del Catolicismo, cuando en
+ ciertas materias se empeña en sujetarle á una regla.
+
+ [11] Pág 79.--Quizás no todos se persuadirán fácilmente de
+ que las ilusiones y el fanatismo estén, como en su elemento,
+ en medio de los protestantes; y por esto será preciso traer
+ aquí el irrecusable testimonio de los hechos. Podrían
+ escribirse sobre el particular crecidos volúmenes, pero habré
+ de contentarme con una rapidísima reseña, empezando desde
+ Lutero. Yo no sé si puede llevarse más allá el delirio, que el
+ pretender haber sido enseñado por el diablo, y gloriarse de
+ ello, y sostener con tamaña autoridad las nuevas doctrinas.
+ Y, sin embargo, el fundador del Protestantismo, el mismo
+ Lutero, es quien así delira, dejándonos consignado en sus
+ obras el testimonio de su entrevista con Satanás. ¿Puede
+ darse mayor desvarío? Ya fuese real la aparición, ya fuese un
+ sueño de cabeza calenturienta, ¿puede llegarse más allá en la
+ línea del fanatismo que jactarse de haber tenido tal maestro?
+ Varios fueron los coloquios que, según nos dice él mismo, tuvo
+ con el diablo; pero es digna de referirse la visión, en que,
+ según nos cuenta con toda seriedad, le obligó Satanás con sus
+ argumentos á prohibir la misa privada. La descripción que del
+ caso nos hace es muy viva. Despierta Lutero á media noche,
+ se le aparece Satanás, Lutero se horroriza, suda, tiembla,
+ y el corazón le palpita de un modo horrible. Entáblase, no
+ obstante, la disputa; el diablo, á fuer de buen dialéctico,
+ le estrecha con sus argumentos de tal manera, que no le queda
+ respuesta. Lutero queda vencido; y no es extraño, porque
+ la lógica del diablo dice que andaba acompañada con una
+ voz tan horrorosa que helaba la sangre. «Entonces entendí,
+ dice este miserable, lo que sucede á menudo, de que mueren
+ repentinamente muchos al amanecer, y es que el demonio puede
+ matar ó ahogar á los hombres; y hasta sin esto, los pone con
+ sus disputas en tales apuros, que puede causar la muerte de
+ esta manera, como muchas veces lo he experimentado yo.» El
+ pasaje es peregrino. El fantasma de Zuinglio, fundador del
+ Protestantismo en Suiza, no deja también de presentar un
+ ejemplo de ridícula extravagancia. Quería este heresiarca
+ negar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía,
+ pretendiendo que lo que hay debajo de las especies consagradas
+ no es más que un signo. Como en la Sagrada Escritura se
+ expresa tan claramente lo contrario, se hallaba embarazado con
+ la autoridad del sagrado texto; cuando he aquí que, mientras
+ se imaginaba que estaba disputando con el Secretario de la
+ Ciudad, se le aparece un fantasma _blanco ó negro_, como nos
+ dice él mismo, y le señala una salida que le deja libre del
+ apuro. Este gracioso cuento lo sabemos por el mismo Zuinglio.
+
+ ¿Quién no se aflige al ver á un hombre como Melanchton
+ entregado á las preocupaciones y manías de la superstición más
+ ridícula, al verle neciamente crédulo en materia de sueños, de
+ fenómenos raros, de pronósticos astrológicos? Y, sin embargo,
+ nada hay más cierto; léanse sus cartas y se tropezará á cada
+ paso con semejantes miserias. Al tiempo de celebrarse la
+ dieta de Augsburgo, parecíanle presagios muy favorables al
+ nuevo _Evangelio_, una inundación del Tiber, el que en Roma
+ una mula hubiese dado á luz un monstruo con un pie de grulla,
+ y el haber nacido en el territorio de Augsburgo un becerro
+ con dos cabezas. Estos acontecimientos eran para él anuncios
+ indudables de un cambio en el universo, y singularmente de la
+ próxima ruina de Roma por el cisma. Así escribía seriamente
+ á Lutero. Forma él mismo el horóscopo de su hija, pero está
+ temblando por ella á causa de que Marte presenta un aspecto
+ horrible, asustándole no menos la pavorosa llama de un cometa
+ muy septentrional. Los astrólogos habían pronosticado que
+ por el otoño serían los astros más favorables á las disputas
+ eclesiásticas, y ese pronóstico basta para consolar á nuestro
+ buen hombre de que las conferencias de Augsburgo sobre
+ religión vayan tan lentamente; y se ve además que sus amigos,
+ es decir, los jefes del partido, se dejan dominar también por
+ tan poderosas razones. Como si no tuviera bastantes penas,
+ se le pronostica que había de padecer un naufragio en el
+ Báltico y él se guardara de surcar aquellas aguas fatales.
+ Cierto franciscano había tenido la humorada de profetizar que
+ el poder del Papa iba á debilitarse y en seguida á caer para
+ siempre, como y también que en el año 1600 el turco dominaría
+ la Italia y la Alemania; y el bueno de Melanchton se gloría
+ de tener en su poder la profecía original, además que los
+ terremotos que suceden le confirman en su creencia.
+
+ Apenas acababa de erigirse en juez único el espíritu privado,
+ ya la Alemania estaba inundada de sangre por las atrocidades
+ del más furioso fanatismo. Matías Harlem, anabaptista, puesto
+ á la cabeza de una turba feroz, manda saquear las iglesias,
+ destrozar sus ornamentos y quemar todos los libros como impíos
+ ó inútiles, exceptuando sólo la Biblia. Situado en Múnster,
+ que él llama _La Montaña de Sión_, hace llevar á sus pies todo
+ el oro y plata y joyas preciosas que poseen los habitantes,
+ lo deposita en un tesoro común, y nombra diáconos para la
+ distribución. Obliga á todos sus discípulos á comer en común,
+ á vivir en perfecta igualdad y á prepararse para la guerra
+ que habían de emprender, saliendo de la _Montaña de Sión_,
+ _para someter_, según decía, _á su poder todas las naciones
+ de la tierra_; y mueren por fin en un arrojo temerario, en
+ que se prometía que, _cual nuevo Gedeón_, exterminaría con
+ un puñado de hombres el _ejército de los impíos_. No faltó á
+ Matías un heredero de fanatismo, presentándose luego Becold,
+ quizás más conocido bajo el nombre de Juan de Leyde. Este
+ fanático, sastre de profesión, echó á correr desnudo por las
+ calles de Múnster gritando: _El rey de Sión viene_. Entró en
+ su casa, se encerró allí por tres días, y, cuando el pueblo
+ se presentó preguntando por el, aparentó que no podía hablar.
+ Como otro Zacarías, pidió por señas recado de escribir, y
+ escribió que Dios le había revelado que el pueblo había de
+ ser regido por jueces, á imitación del pueblo de Israel.
+ Nombró doce jueces, escogiendo aquellos que le eran más
+ adictos, y hasta que la autoridad de los nuevos magistrados
+ fué reconocida, tuvo él la precaución de no dejarse ver de
+ nadie. Estaba ya asegurada en cierto modo la autoridad del
+ nuevo profeta, pero no se contentó con el mando efectivo, sino
+ que le ambicionó rodeado de toda pompa y majestad; propúsose
+ nada menos que proclamarse _rey_. En tan lastimoso vértigo
+ estaban los fanáticos sectarios, que no le fué difícil salir
+ á cabo con su loca empresa: no se necesitaba más que jugar
+ una grosera farsa. Un platero, que estaba en inteligencia con
+ el aspirante á rey, y que también se hallaba iniciado en el
+ arte de profetizar, se presenta á los _jueces de Israel_ y les
+ habla de esta manera: _He aquí lo que dice el Señor Dios, el
+ Eterno: como en otro tiempo yo establecí á Saúl sobre Israel,
+ y después de él á David, no siendo más que un simple pastor,
+ así establezco hoy á Becold, mi profeta, rey de Sión_. Los
+ jueces no podían determinarse á renunciar; pero Becold aseguró
+ que también había tenido él la misma revelación, que la había
+ callado por humildad, pero que, habiendo Dios hablado á otro
+ profeta, era menester resignarse á subir al trono, _para
+ cumplir las órdenes del Altísimo_. Los jueces insistieron
+ en que se convocase al pueblo, que en efecto se reunió en
+ la plaza del mercado; y allí, habiéndosele presentado por
+ un _profeta_ de parte de Dios una espada desnuda _en señal
+ de quedar constituído justiciero sobre toda la tierra para
+ extender el imperio de Sión por los cuatro ángulos del
+ mundo_, fué proclamado rey con ruidosa alegría, y coronado
+ solemnemente en 24 de junio de 1534. Como se había casado con
+ la esposa de su predecesor, la elevó también á la dignidad
+ real; pero, si bien á ésta sola la miró como reina, no dejó de
+ tener hasta diez y siete mujeres; todo conforme á la _santa_
+ libertad que en esta materia había proclamado. Las orgías, los
+ asesinatos, las atrocidades y delirios de todas clases que se
+ siguieron, no hay por qué referirlo: pudiendo asegurarse que
+ los 16 meses del reinado de este frenético no fueron más que
+ una cadena de crímenes. Clamaron los católicos contra tamaños
+ excesos; clamaron también, es verdad, los protestantes; pero
+ ¿quién tenía la culpa? ¿no eran aquellos que habían proclamado
+ la resistencia á la autoridad de la Iglesia, y que habían
+ arrojado la Biblia en medio de aquellos miserables, para que
+ con la interpretación individual se les trastornase la cabeza,
+ y se arrojaran á proyectos tan criminales como insensatos?
+ Así lo conocieron los mismos anabaptistas, y así es que se
+ indignaron sobremanera contra Lutero, que con sus escritos
+ los condenaba. Y, en efecto: quien había sentado el principio
+ ¿qué derecho tenía para atajar las consecuencias? Si Lutero
+ encontraba en la Biblia que el Papa era el Anticristo, y de
+ su propia autoridad se arrojaba á destruir el reino del Papa,
+ exhortando á todo el mundo á conjurarse contra él; ¿por qué no
+ podían también los anabaptistas decir: _que habían hablado con
+ Dios, y que habían recibido el mandato de exterminar á todos
+ los impíos, y de constituir un nuevo mundo en que vivieran
+ solamente los pios é inocentes, siendo dueños de todas las
+ cosas_?
+
+ Hermán predicando la _matanza de todos los sacerdotes y
+ magistrados del mundo_; David Jorge proclamando que sólo
+ su doctrina era perfecta, que _la del antiguo y nuevo
+ Testamento era imperfecta, y que él era el verdadero Hijo de
+ Dios_; Nicolás desechando la fe y el culto como inútiles,
+ despreciando los preceptos fundamentales de la moral, y
+ enseñando que _era bueno perseverar en el pecado para que
+ la gracia pudiese abundar_; Macket pretendiendo que había
+ descendido sobre el el espíritu del Mesías, enviando á dos
+ de sus discípulos, Arthington y Coppinger, á vocear por las
+ calles de Londres _que el Cristo venía allí con su vaso en
+ la mano_, y clamando él mismo á la vista del cadalso y en el
+ trance del suplicio: «_¡Jehovah! ¡Jehovah! ¿no veis que los
+ cielos se abren, y á Jesucristo que viene á libertarme?_» Esos
+ deplorables espectáculos, y cien y cien otros que podríamos
+ recordar, son pruebas harto evidentes del terrible fanatismo
+ nutrido y avivado por el sistema protestante. Venner, Fox,
+ William Sympson, J. Naylor, el conde Tinzendorf, Wesley, el
+ barón de Sweedenborg, y otros nombres semejantes, bastan
+ para recordar un conjunto de sectas tan locas, y una serie
+ de extravagancias y crímenes tales, que darían materia para
+ formar gruesos volúmenes donde se presentarían los cuadros más
+ ridículos y más negros, las mayores miserias y extravíos del
+ espíritu humano. Eso no es fingir, no es exagerar; ábrase la
+ historia, consúltense los autores, no precisamente católicos,
+ sino protestantes, ó sean cuales fueren; por dondequiera se
+ encontrarán abundancia de testigos que deponen de la verdad de
+ esos hechos; hechos ruidosos, sucedidos á la luz del día, en
+ medio de grandes capitales, en tiempos que casi tocan á los
+ nuestros. Y no se crea que se haya agotado con el transcurso
+ del tiempo ese manantial de ilusión y de fanatismo; á lo que
+ parece, no lleva camino de cegarse, y la Europa está condenada
+ todavía á escuchar la relación de otras visiones como la
+ acaecida en la fonda de Londres al barón de Sweedenborg, y á
+ ver pasaportes de tres sellos como los que despacha para el
+ cielo Juana Soutchote.
+
+ [12] Pág. 86.--Nada más palpable que la diferencia que media
+ en este punto entre los protestantes y los católicos. En ambas
+ partes hay personas que se pretenden favorecidas con visiones
+ celestiales; pero con las visiones los protestantes se vuelven
+ orgullosos, turbulentos, frenéticos, mientras los católicos
+ ganan en humildad, y en espíritu de paz y de amor. En el mismo
+ siglo XVI, cuando el fanatismo de los protestantes llevaba
+ revuelta la Europa entera, y la inundaba de sangre, había en
+ España una mujer que, á juicio de los protestantes y de los
+ incrédulos, debe de ser una de las que más han adolecido de
+ achaque de ilusión y fanatismo; pero el pretendido fanatismo
+ de esa mujer, ¿hizo derramar acaso, ni una gota de sangre, ni
+ una sola lágrima? Y sus visiones ¿eran acaso órdenes del cielo
+ para exterminar á los hombres como desgraciadamente sucedía
+ entre les protestantes? Después que en la nota anterior se
+ habrá horrorizado el lector con las visiones de los sectarios,
+ quizás no le desagradará tener á la vista un cuadro tan bello
+ como apacible.
+
+ Es Santa Teresa, que, escribiendo su propia vida, por motivos
+ de pura obediencia, nos refiere sus visiones con un candor
+ angelical, con una dulzura inefable. «Quiso el Señor que
+ viese aquí algunas veces esta visión, veía un ángel cabe mí,
+ hacia el lado izquierdo, en forma corporal; lo que no suelo
+ ver, sino por maravilla, aunque muchas veces se me representan
+ ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada, que dije
+ primero. En esta visión quiso el Señor le viese ansí, no era
+ grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido,
+ que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se
+ abrasan: deben ser los que llaman serafines; que los nombres
+ no me los dicen; mas, bien veo que en el cielo hay tanta
+ diferencia de unos ángeles á otros, y de otros á otros, que no
+ lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y
+ al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me
+ parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba á
+ las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me
+ dejaba toda abrasada en amor grande de Dios.» (_Vida de Santa
+ Teresa_, capítulo 29, n.º 11.)
+
+ He aquí otra muestra: «Estando en esto, veo sobre mi cabeza
+ una paloma bien diferente de las de acá, porque no tenía estas
+ plumas, sino las de unas conchitas, que echaban de sí gran
+ resplandor. Era grande más que paloma, paréceme que oía el
+ ruido que hacia con las alas. Estaría aleando por espacio de
+ una Avemaría. Ya el alma estaba de tal suerte, que perdiéndose
+ á sí de sí la perdió de vista. Sosegóse el espíritu con tan
+ buen huésped, que, según mi parecer, la merced tan maravillosa
+ le debía de desasosegar y espantar, y como comenzó á gozarla,
+ quitósele el miedo y comenzó la quietud con el gozo, quedando
+ en arrobamiento.» (_Vida_, cap. 28, n.º 7.)
+
+ Difícil será encontrar algo de tan bello, expresado con tan
+ vivo colorido, y con tan amable sencillez.
+
+ No será inoportuno el copiar otros dos trozos de distinto
+ género, que, al paso que harán sensible lo que nos proponemos
+ evidenciar, podrán contribuir á despertar la afición hacia
+ cierta clase de escritores castellanos que van cayendo en
+ olvido entre nosotros, mientras los extranjeros los buscan con
+ afán, y hacen de ellos lujosas ediciones.
+
+ »Estando una vez en las horas con todas, de presto se recogió
+ mi alma, y parecióme ser como un espejo claro toda, sin haber
+ espaldas, ni lado, ni alto, ni bajo, que no estuviese toda
+ clara, y en el centro de ella se me representó Cristo Nuestro
+ Señor como le suelo ver. Parecíame en todas las partes de mi
+ alma, le veía claro como en un espejo, y también este espejo
+ (yo no sé decir cómo) se esculpía todo en el mismo Señor,
+ por una comunicación que yo no sabré decir, muy amorosa. Sé
+ que me fué esta visión de gran provecho, cada vez que se me
+ acuerda, en especial cuando acabo de comulgar. Dióseme á
+ entender que estar una alma en pecado mortal, es cubrirse este
+ espejo de gran niebla, y quedar muy negro, y ansí no se puede
+ representar, ni ver este Señor, aunque esté siempre presente
+ dándonos el ser, y que los herejes, es como si el espejo fuese
+ quebrado, que es muy peor que obscurecido. Es muy diferente
+ el cómo se ve, á decirse, porque se puede mal dar á entender.
+ Mas hame hecho mucho provecho y gran lástima de las veces que,
+ con mis culpas, obscurecí mi alma, para no ver este Señor.»
+ (_Vida_, capítulo 40, número 4.)
+
+ En otro lugar explica un modo de ver las cosas en Dios, y
+ presenta su idea bajo una imagen tan brillante y grandiosa,
+ que nos parece que leemos á Malebranche explanando su famoso
+ sistema.
+
+ «Digamos ser la Divinidad como un claro diamante muy mayor
+ que todo el mundo, ó espejo, á manera de lo que dije del alma
+ en otra visión, salvo que es por tan sublime manera que yo no
+ lo sabré encarecer, y que todo lo que hacemos se ve en este
+ diamante, siendo de manera que él encierra todo en sí, porque
+ no hay nada que salga fuera de esta grandeza. Cosa espantosa
+ me fué en tan breve espacio ver tantas cosas juntas aquí
+ en este claro diamante, y lastimosísima cada vez que se me
+ acuerda ver que cosas tan feas se me representan en aquella
+ limpieza de claridad, como eran mis pecados.» (_Vida_, cap.
+ 40, número 7.)
+
+ Supongamos ahora con los protestantes que todas esas visiones
+ no sean más que pura ilusión; pues es evidente que ni
+ extravían las ideas, ni corrompen las costumbres, ni perturban
+ el orden público; y ciertamente que, aun cuando no hubieran
+ servido más que para inspirar tan hermosas páginas, no habría
+ por qué dolernos de la ilusión. Y he aquí confirmado lo que he
+ dicho sobre los saludables efectos que produce en las almas
+ el principio católico, no dejándolas cegar por el orgullo,
+ ni andar por caminos peligrosos, antes limitándolas á un
+ círculo, desde el cual no pueden dañar á nadie, si es que sus
+ favores del cielo no sean más que ilusión, y no perdiendo nada
+ de su fuerza y energía para hacer el bien, dado caso que su
+ inspiración sea una realidad.
+
+ Mil y mil otros ejemplos podría citar; pero, en obsequio de
+ la brevedad, me he limitado á uno solo, escogiendo á Santa
+ Teresa, ya por ser una de las que más se han distinguido en la
+ materia, ya por ser contemporánea de las grandes aberraciones
+ de los protestantes, ya también por ser española; aprovechando
+ esta oportunidad de recordarla á los españoles que empiezan á
+ olvidarla.
+
+ [13] Pág. 96.--He indicado las sospechas que inspiraban
+ algunos de los corifeos de la reforma, de que, procediendo de
+ mala fe, no dando asenso á lo mismo que predicaban, tratasen
+ únicamente de alucinar á sus prosélitos. No quiero que se diga
+ que he andado con ligereza en achacarles ese cargo, y así
+ produciré algunas pruebas que garanticen mi aserción.
+
+ Oigamos al mismo Lutero. «Muchas veces pienso á mis solas
+ que casi no sé dónde estoy, ni si enseño la verdad ó no.»
+ «Saepe sic mecum cogito: propemodum nescio quo loco sim, et
+ utrum veritatem doceam, necne.» (Luther, colloquio. Isleb. de
+ Christo.) Y éste es el mismo hombre que decía: «Es cierto que
+ yo he recibido mis dogmas del cielo: no permitiré que juzguéis
+ de mi doctrina, ni vosotros, ni los mismos ángeles del cielo.»
+ «Certum est dogmata mea habere me de coelo. Non sinam vel vos
+ vel ipsos angelos de coelo de mea doctrina iudicare.» (Luth.
+ Contra Reg. Ang.) Juan Metthei, que publicó algunos escritos
+ sobre la vida de Lutero, y que se deshace en alabanzas del
+ heresiarca, nos ha conservado una anécdota curiosa sobre las
+ convicciones de Lutero; dice así: «Un predicante llamado Juan
+ Musa me contó que cierta vez se había lamentado con Lutero,
+ de que no podía resolverse á creer lo que predicaba á los
+ otros. _Bendito sea Dios_, respondió Lutero, _pues que sucede
+ á los demás lo mismo que á mí: antes creía yo que sólo á mí me
+ sucedía_.» (Ioannes Matthesius, condone 12.)
+
+ Las doctrinas de la incredulidad no se hicieron esperar mucho,
+ y quizás no se figurarían algunos lectores que se hallen
+ consignadas expresamente en varios lugares de las obras de
+ Lutero. «Es verosímil, dice, que, excepto pocos, todos duermen
+ insensibles.» «Soy de parecer que los muertos están sepultados
+ en tan inefable y admirable sueño, que sienten ó ven menos que
+ los que duermen con sueño común.» «Las almas de los muertos no
+ entran ni en el purgatorio ni en el infierno.» «El alma humana
+ duerme embargados todos los sentidos.» «En la mansión de los
+ muertos no hay tormentos.» «Verisimile est, exceptis paucis,
+ omnes dormire insensibiles.» «Ego puto mortuos sic ineffabili,
+ et miro somno sopitos, ut minus sentiant aut videant, quam
+ hi qui alias dormiunt.» «Animae mortuorum non ingrediuntur
+ in purgatorium nec infernum.» «Anima humana dormit omnibus
+ sensibus sepultis.» «Mortuorum locus cruciatus nullus habet.»
+ (Tom. 2, Epist Latin Isleb. fol. 44. Tom. 6, Lat. Wittemberg,
+ in cap. 2, cap. 23, cap. 25, cap. 42, et cap. 49. Genes. et
+ Tom. 4, Lat Wittemberg, fol. 109.) No faltaba quien recogiese
+ semejantes doctrinas, y los estragos que tal enseñanza andaba
+ haciendo eran tales, que el luterano Brentzen, discípulo y
+ sucesor de Lutero, no dudaba en decir lo siguiente: «_Aunque
+ no exista entre nosotros ninguna profesión pública de que el
+ alma perezca con el cuerpo, y que no haya resurrección de
+ muertos, sin embargo, la vida impurísirna y profanísima que
+ la mayor parte lleva, indica bien á las claras que no creen
+ que haya otra vida. Y á algunos se les escapan ya semejantes
+ expresiones, no sólo entre el calor de los brindis, sí que
+ también en la templanza de las conversaciones familiares._»
+ Etsi inter nos nulla sit publica professio, quod anima simul
+ cum corpore intereat, et quod non sit mortuorum resurrectio:
+ tamen impurissima et profanissima illa vita, quam maxima
+ pars hominum sectatur, perspicue indicat quod non sentiat
+ vitam post hanc. Nonnullis etiam tales voces, tam ebriis inter
+ pocula excidunt, quam sobriis in familiaribus colloquiis.
+ (_Brentius, hom. 35, in cap. 20, Luc._)
+
+ En el mismo siglo XVI no faltaron algunos que, sin curarse de
+ dar su nombre á esta ó aquella secta, profesaban sin rebozo la
+ incredulidad y escepticismo. Sabido es que al famoso Gruet le
+ costó la cabeza su atrevimiento en este punto; y no fueron los
+ católicos los que se la hicieron cortar, sino los calvinistas,
+ que llevaban á mal el que este desgraciado se hubiese tomado
+ la libertad de pintar con sus verdaderos colores el carácter
+ y la conducta de Calvino, y de fijar en Ginebra algunos
+ pasquines en que acusaba de inconsecuencia á los pretendidos
+ reformados, por la tiranía que querían ejercer sobre las
+ conciencias, después de haber sacudido ellos mismos el yugo
+ de la autoridad. Todo esto sucedía no mucho después de haber
+ nacido el Protestantismo, pues que la sentencia de Gruet fué
+ ejecutada en el año 1549.
+
+ Montaigne, á quien he señalado como uno de los primeros
+ escépticos que alcanzaron mucha nombradía, llevaba la cosa
+ tan allá, que ni siquiera admite ley natural. «Graciosos
+ están, dice, cuando, para dar alguna certeza á las leyes,
+ asientan que hay algunas, firmes, perpetuas é inmutables, que
+ ellos llaman naturales, grabadas en el linaje humano por la
+ condición de su propia esencia.» «_Ils sont plaisants quand,
+ pour donner quelque certitude aux lois, ils disent qu'il y en
+ a aucunes, fermes, perpétuelles et immuables, qu'ils nomment
+ naturelles, qui sont empreintes en l'humain genre par la
+ condition de leur propre essence, etc._» (_Montaigne Es. Tom.
+ 2, cap. 12._)
+
+ Ya hemos visto lo que pensaba Lutero sobre la muerte, ó al
+ menos las expresiones que sobre este particular se le habían
+ escapado; no es extraño, pues, que Montaigne pretendiese morir
+ como verdadero incrédulo, y que hablando de este terrible
+ trance dijera: «Estúpidamente, y con la cabeza baja, me
+ sumerjo en la muerte, sin considerarla ni reconocerla, como
+ en una profundidad silenciosa y obscura que me traga de un
+ golpe, y me ahoga en un instante, en un hondo sueño lleno
+ de insensibilidad y de indolencia.» «_Je me plonge, la tête
+ baissée, stupidement dans la mort, sans la considérer et
+ reconnaître, comme dans une profondeur muette et obscure,
+ qui m'engloutit d'un saut, et m'étouffe en un instant d'un
+ puissant sommeil plein d'insipidité et d'indolence._»
+ (_Montaigne Livr. 3, chap. 9._)
+
+ Pero este hombre, que deseaba que la muerte le sorprendiese
+ plantando sus hortalizas, y sin curarse de ella (_Je veux que
+ la mort me trouve plantant mes choux, mais sans me soucier
+ d'elle_), no lo pensó así en sus últimos momentos; pues que,
+ estando para expirar, quiso que se celebrara en su mismo
+ aposento el santo sacrificio de la misa, y expiró en el mismo
+ instante en que acababa de hacer un esfuerzo para levantarse
+ sobre su cama en el acto de la adoración de la Sagrada Hostia.
+ Bien se ve que no había quedado estéril en su corazón aquel
+ pensamiento con que hablando de la religión cristiana decía:
+ «El orgullo es lo que aparta al hombre de los caminos comunes,
+ que le hace abrazar novedades, prefiriendo ser jefe de una
+ tribu errante y descaminada, enseñando el error y la mentira,
+ á ser discípulo de la escuela de la verdad.» Acordaríase
+ también de lo que había dicho en otro lugar, condenando de un
+ rasgo todas las sectas disidentes: «En materia de religión es
+ preciso atenerse á los que son establecidos jefes de doctrina
+ y que tienen una autoridad legítima, y no á los más sabios y á
+ los más hábiles.» «_En matière de religion il faut s'attacher
+ à ceux qui sont établis juges de la doctrine, et qui ont
+ une autorité légitime, non pas aux plus savants et aux plus
+ habiles._»
+
+ Por lo que acabo de decir, se echa de ver con cuánta razón
+ he culpado al Protestantismo de haber sido una de las
+ principales causas de la incredulidad en Europa. Repito aquí
+ lo que he dicho en el texto: que no es mi ánimo desconocer
+ los esfuerzos que hicieron algunos protestantes para oponerse
+ á la incredulidad; pues lo que ataco no son las personas,
+ sino las cosas, y respeto el mérito dondequiera que se
+ encuentre. Añadiré también que, si en el siglo XVII se notó
+ que no pocos protestantes tendían hacia el Catolicismo, debió
+ de ser á causa de que veían los progresos que iba haciendo
+ la incredulidad; progresos que no era posible atajar, sino
+ asiéndose del áncora de la autoridad que les ofrecía la
+ Iglesia Católica.
+
+ No me es posible, sin salir de los límites que me he
+ prefijado, dar noticias circunstanciadas sobre la
+ correspondencia entre Molano y el obispo de Tyna, y entre
+ Leibnitz y Bossuet; pero los lectores que quieran instruirse á
+ fondo en la materia, podrán verlo, parte en las mismas obras
+ de Bossuet, parte en la interesante obra del abate Bausset,
+ que precede á la edición de las obras de Bossuet, hecha en
+ París en 1814.
+
+ [14] Pág. 143.--Para formarse idea del estado de la _ciencia_
+ al tiempo de la aparición del Cristianismo, y convencerse
+ de lo que podía esperarse del espíritu humano, abandonado
+ á sus propias luces, basta recordar las monstruosas sectas
+ que pululaban por doquiera, en los primeros siglos de la
+ Iglesia, y que reunían en sus doctrinas la mezcolanza más
+ informe, más extravagante é inmoral, que concebirse pueda.
+ Cerinto, Menandro, Ebión, Saturnino, Basílides, Nicolao,
+ Carpocrates, Valentino, Marción, Montano y otros, son nombres
+ que recuerdan sectas donde el delirio andaba hermanado con
+ la inmoralidad. Echando una ojeada sobre aquellas sectas
+ filosófico-religiosas, se conoce que ni eran capaces de
+ concebir un sistema filosófico un poco concertado, ni de idear
+ un conjunto de doctrinas y prácticas, que pudiese merecer el
+ nombre de religión. Todo lo trastornan, todo lo mezclan y
+ confunden; el judaísmo, el Cristianismo, los recuerdos de las
+ antiguas escuelas, todo se amalgama en sus delirantes cabezas;
+ no olvidándose, empero, de soltar la rienda á todo linaje de
+ corrupción y obscenidad.
+
+ Abundante campo ofrecen aquellos siglos á la verdadera
+ filosofía para conjeturar lo que hubiera sido del humano
+ saber, si el Cristianismo no hubiese alumbrado el mundo con
+ sus doctrinas celestiales; si no hubiese venido esa religión
+ divina á confundir el desatentado orgullo del hombre,
+ mostrándole cuán vanos é insensatos eran sus pensamientos,
+ y cuán descarriado andaba del camino de la verdad. ¡Cosa
+ notable! ¡Y esos mismos hombres cuyas aberraciones hacen
+ estremecer, se apellidaban á sí mismos _Gnósticos_, por el
+ superior conocimiento de que se imaginaban dotados! Está
+ visto: el hombre en todos los siglos es el mismo.
+
+ [15] Pág 205.--He creído que no dejaría de ser útil copiar
+ aquí literalmente los cánones á que hice referencia en el
+ texto. Así podrán los lectores enterarse por sí mismos de su
+ contenido, y no podrá caber sospecha de que, extrayendo la
+ especie del canon, se le haya atribuído un sentido de que
+ carecía.
+
+
+ Cánones y otros documentos que manifiestan la solicitud de la
+ Iglesia en aliviar la suerte de los esclavos, y los diferentes
+ medios de que se valió para llevar á cabo la abolición de la
+ esclavitud.
+
+
+ § I
+
+
+ (Concilium Eliberitanum, anno 305.)
+
+ Se impone penitencia á la señora que maltrata á su esclava.
+
+ «Si qua domina furore zeli accensa flagris verberaverit
+ ancillam suam, ita ut in tertium diem animam cum cruciatu
+ effundat; eo quod incertum sit, voluntate an casu occiderit;
+ si voluntate, post septem annos, si casu, post quinquenii
+ tempora, acta legitima poenitentia, ad communionem placuit
+ admiti. Quod si infra tempora constituta fuerit infirmata,
+ accipiat communionem.» (Canon 5.)
+
+ Nótese que la palabra _ancillam_ expresa una esclava
+ propiamente tal, no una sirvienta cualquiera, como se entiende
+ de aquellas otras palabras _flagris verberaverit_, que era el
+ castigo propio de los esclavos.
+
+
+ (Concilium Epaonense, anno 517.)
+
+ Se excomulga al dueño que por autoridad propia mata á su
+ esclavo.
+
+ «Si quis servum proprium sine conscientia iudicis occiderit,
+ excommunicatione biennii effusionem sanguinis expiabit.»
+ (Canon 34.)
+
+ Esta misma disposición se halla repetida en el canon 15 del
+ concilio 17 de Toledo, celebrado en el año 694, copiándose el
+ mismo canon del concilio de Epaona, con muy ligera variación.
+
+ (Ibíd.) El esclavo reo de un delito atroz, se libra de
+ suplicios corporales, refugiándose en la iglesia.
+
+ «Servus reatu atrociore culpabilis si ad ecclesiam confugerit,
+ a corporalibus tantum suppliciis excusetur. De capillis vero,
+ vel quocumque opere, placuit a dominis iuramenta non exigi.»
+ (Canon 39.)
+
+
+ (Concilium Aurelianense quintum, anno 549.)
+
+ Precauciones muy notables para que los amos no maltratasen á
+ los esclavos que se habían refugiado en las iglesias.
+
+ «De servis vero, qui pro qualibet culpa ad ecclesiae septa
+ confugerint, id statuimus observandum, ut sicut in antiquis
+ constitutionibus tenetur scriptum, pro concessa culpa datis a
+ domino sacramentis, quisquis ille fuerit, expediatur de venia
+ iam securus. Enim vero si immemor fidei dominus trascendisse
+ convincitur quod iuravit, ut is qui veniam acceperat, probetur
+ postmodum pro ea culpa qualicumque supplicio cruciatus,
+ dominus ille qui immemor fuit datae fidei, sit ab omnium
+ communione suspensus. Iterum si servus de promissione veniae
+ datis sacramentis a domino iam securus exire noluerit, ne
+ sub tali contumacia requirens locum fugae, domino fortasse
+ dispereat, egredi nolentem a domino eum liceat occupari,
+ ut nullam, quasi pro retentatione servi, quibuslibet modis
+ molestiam, aut calumniara patiatur ecclesia: fidem tamen
+ dominus, quam pro concessa venia dedit, nulla temeritate
+ trascendat. Quod si aut gentilis dominus fuerit, aut alterius
+ sectae, qui a conventu ecclesiae probatur extraneus, is qui
+ servum repetit, personas requirat bonae fidei chistianas,
+ ut ipsi in persona domini servo praebeant sacramenta: quia
+ ipsi possunt servare quod sacrum est, qui pro transgressione
+ ecclesiasticam metuunt disciplinam.» (Can. 22.)
+
+ Difícil es llevar más allá la solicitud para mejorar la suerte
+ de los esclavos, de lo que se deduce del curioso documento que
+ se acaba de copiar.
+
+
+ (Concilium Emeritense, anno 666.)
+
+ Se prohibe á los obispos la mutilación de sus esclavos, y se
+ ordena que su castigo se encargue el juez de la ciudad, pero
+ sin raparlos torpemente.
+
+ «Si regalis pietas pro salute omnium suarum legum dignata est
+ ponere decreta, cur religio sancta per sancti concilii ordinem
+ non habeat instituta, quae omnino debent esse cavenda? Ideoque
+ placuit huic sancto concilio, ut omnis potestas episcopalis
+ modum suae ponat irae; nec pro quolibet excessu cuilibet ex
+ familia ecclesiae aliquod corporis membrorum sua ordinatione
+ praesumat extirpare, aut auferre. Quod si talis emerserit
+ culpa advocato iudice civitatis, ad examen eius deducatur quod
+ factum fuisse asseritur. Et quia omnino iustum est ut pontifex
+ saevissimam non impendant vindictam; quidquid coram iudice
+ verius patuerit, per disciplinae severitatem absque turpi
+ decalvatione maneat emendatum.» (Can 15.)
+
+
+ (Concilium Teletanum undecimum, anno 675.)
+
+ Se prohibe á los sacerdotes la mutilación de los esclavos.
+
+ «His a quibus domini sacramenta tractanda sunt, iudicium
+ sanguinis agitare non licet: et ideo magnopere talium
+ excessibus prohibendum est; ne indiscretae praesumptionis
+ motibus agitati, aut quod morte plectendum est, sententia
+ propriae iudicare praesumant, aut truncationes quaslibet
+ membrorum quibuslibet personis aut per se inferant, aut
+ inferendas praecipiant. Quod si quisquam horum immemor
+ praeceptorum, aut ecclesiae, suae familiis, aut in quibuslibet
+ personis tale quid fecerit, et concessi ordinis honore
+ privatus, et loco suo, perpetuo damnationis teneatur religatus
+ ergastulo: cui tamen communio exeunti ex hac vita non neganda
+ est, propter domini misericordiam, _qui non vult peccatoris
+ mortem, sed ut convertatur et vivat_.» (Can. 6.)
+
+ Es de notar que, cuando en los dos cánones últimamente
+ citados se usa de la palabra _familia_, se deben entender los
+ esclavos. Que ésta es la verdadera acepción de la palabra se
+ deduce claramente del canon 74 del concilio 4.º de Toledo,
+ celebrado en el año 633, donde se lee: De _familiis_ ecclesiae
+ constituere presbiteros et diaconos per parochias liceat.....
+ ea tamen ratione ut _antea manumissi libertatem status sui
+ percipiant_.» Lo mismo se deduce del sentido en que emplea
+ esta palabra el Papa San Gregorio, en su epístola 44, 1. 4.
+
+
+ (Concilium Wormatiense, anno 868.)
+
+ Se impone penitencia al amo que por autoridad propia mata á su
+ esclavo.
+
+ «Si quis servum proprium sine conscientia iudicum qui
+ tale quid commisserit, quod morte sit dignum, occiderit,
+ excommunicatione vel poenitentia biennii, reatum sanguinis
+ emendabit.» (Can. 38)
+
+ «Si qua femina furore zeli accensa, flagris verberaverit
+ ancillam suam, ita ut intra tertium diem animam suam cum
+ cruciata efiundat, eo quod incertum sit voluntate, an casu
+ occiderit; si voluntate, septem annos, si casu, per quinque
+ annorum tempora legitimam peragat poenitentiam.» (Can. 39.)
+
+
+ (Concilium Arausicanum primum, anno 441.)
+
+ Se reprime la violencia de los que se vengaban del asilo
+ dispensado á los esclavos, apoderándose de los de la Iglesia.
+
+ «Si quis autem mancipia clericorum pro suis mancipiis ad
+ ecclesiam fugientibus crediderit occupanda, per omnes
+ ecclesias districtissima damnatione feriatur.» (Can. 6.)
+
+
+ § II
+
+ (Ibíd) Se reprime á los que atentan en cualquier sentido
+ contra la libertad de los manumitidos en la Iglesia, ó que le
+ hayan sido recomendados por testamento.
+
+ «In ecclesia manumissos, vel per testamentum ecclesiae
+ commendatos, si quis in servitutem, vel obsequium, vel ad
+ colonariam conditionem imprimere tentaverit, animadversione
+ ecclesiastica coerceatur.» (Can. 7.)
+
+
+ (Concilium quintum Aurelianense, anno 549.)
+
+ Se asegura la libertad de los manumitidos en las iglesias;
+ y se prescribe que éstas se encarguen de la defensa de los
+ libertos.
+
+ «Et quia plurimorum suggestione comperimus, eos qui in
+ ecclesiis iuxta patrioticam consuetudinem a servitiis fuerunt
+ absoluti, pro libito quorumcumque iterum ad servitium
+ revocari, impium esse tractavimus, ut quod in ecclesia Dei
+ consideratione a vinculo servitutis absolvitur, irritum
+ habeatur. Ideo pietatis causa communi concilio placuit
+ observandum, ut quaecumque mancipia ab ingenuis dominis
+ servitute laxantur, in ea libertate maneant, quam tunc a
+ dominis perceperunt. Huiusmodi quoque libertas si a quocumque
+ pulsata fuerit, cum iustitia ab ecclesiis defendatur, praeter
+ eas culpas, pro quibus leges collatas servis revocare
+ iusserunt libertates.» (Can. 7.)
+
+
+ (Concilium Masticonense secundum, anno 585.)
+
+ Se prescribe que la Iglesia defienda á los libertos, ora hayan
+ sido manumitidos en el templo, ora hayan pasado largo tiempo
+ disfrutando la libertad. Se reprime la arbitrariedad de los
+ jueces que atropellaban á esos desgraciados, y se dispone que
+ los obispos conozcan de estas causas.
+
+ «Quae dum postea universo coetui secundum consuetudinem
+ recitata innotescerent, Praetextatus et Pappulus viri
+ beatissimi dixerunt: Decernat itaque, et de miseris libertis
+ vestrae auctoritatis vigor insignis, qui ideo plus a iudicibus
+ affliguntur, quia sacris sunt commendati ecclesiis; ut
+ si quas quispiam dixerit contra eos actiones habere, non
+ audeat eos magistratus contradere; sed in episcopi tantum
+ iudicio, in cuius praesentia litem contestans quae sunt
+ iustitiae ac veritatis audiat. Indignum est enim, ut hi qui
+ in sacrosancta ecclesia iure noscuntur legitimo manumissi aut
+ per epistolam, aut per testamentum aut per longinquitatem
+ temporis libertatis iure fruuntur, a quolibet iniustissime
+ inquietentur Universa sacerdotalis Congregatio dixit: Iustum
+ est, ut contra calumniatorum omnium versutias defendantur, qui
+ patrocinium immortalis ecclesiae concupiscunt. Et quicumque a
+ nobis de libertis latum decretum; superbiae ausu praevaricare
+ tentaverit, irreparabili damnationis suae sententia feriatur.
+ Sed si placuerit episcopu ordinarium iudicem, aut quemlibet
+ alium saecularem, in audientiam eorum accerseri, cum libuerit
+ fiat, et nullus alius audeat causas pertractare libertorum
+ nisi episcopus cuius interest, aut is cui idem audiendum
+ tradiderit.» (Can. 7.)
+
+
+ (Concilium Parisiense quintum, anno 614.)
+
+ Se encarga á los sacerdotes la defensa de los manumitidos.
+
+ «Liberti quorumcumque ingenuorum a sacerdotibus defensentur,
+ nec ad publicum ulterius revocentur. Quod si quis ausu
+ temerario eos imprimere voluerit, aut ad publicum revocare, et
+ admonitus per pontificem ad audientiam venire neglexerit, aut
+ emendare quod perpetravit distulerit, communione privetur.»
+ (Can. 5.)
+
+
+ (Concilium Toletanum tertium, anno 589.)
+
+ Se prescribe que los manumitidos recomendados á las iglesias
+ sean protegidos por los obispos.
+
+ «De libertis autem id Dei praecipiunt sacerdotes, ut si qui
+ ab episcopis facti sunt secundum modum quo canones antiqui
+ dant licentiam, sint liberi; et tantum a patrocinio ecclesiae
+ tam ipsi quam ab eis progeniti non recedant. Ab aliis quoque
+ libertati traditi, et ecclesiis commendati, patrocinio
+ episcopali tegantur, a principe hoc episcopus postulet.» (Can.
+ 6.)
+
+
+ (Concilium Toletanum quartum, anno 633.)
+
+ Se manda que la Iglesia se encargue de defender la libertad y
+ el peculio de los manumitidos recomendados á ella.
+
+ «Liberti qui a quibuscumque manumissi sunt, atque ecclesiae
+ patrocinio commendati existunt, sicut regulae antiquorum
+ patrum constituerunt, sacerdotali defensione a cuiuslibet
+ insolentia protegantur; sive in statu libertatis eorum, seu in
+ peculio quod habere noscuntur.» (Can. 72.)
+
+
+ (Concilium Agathense, anno 506.)
+
+ Se dispone que la Iglesia defienda á los manumitidos; y
+ se habla en general, prescindiendo de que le hayan sido
+ recomendados ó no.
+
+ «Libertos legitime a dominis suis factos ecclesia, si
+ necessitas exigerit, tueatur quos si quis ante audientiam,
+ aut pervadere aut expoliare praesumpserit, ab ecclesia
+ repellatur.» (Can. 29.)
+
+
+ § III
+
+ Se dispone que se atienda á la redención de los cautivos; y
+ que á este objeto se pospongan los intereses de la Iglesia,
+ por desolada que se halle.
+
+ «Sicut omnino grave est, frustra ecclesiastica ministeria
+ venundare, sic iterum culpa est, imminente huiusmodi
+ necessitate, res maxime desolatae Ecclesiae captivis suis
+ praeponere, et in eorum redemptione cessare.» (Caus. 12. Q 2.ª
+ Can. 16.)
+
+ Notables palabras de San Ambrosio sobre la redención de los
+ cautivos. Para atender á tan piadoso objeto, el santo obispo
+ quebranta y vende los vasos sagrados.
+
+
+ (S. Ambrosius, de Off. L. 2, cap. 15.)
+
+ (§ 70) «Summa etiam liberalitas captos redimere, eripere ex
+ hostium manibus, subtrahere neci homines, et maxime faeminas
+ turpidini, reddere parentibus liberos, parentes liberis, cives
+ patriae restituere. Nota sunt haec nimis Illiriae vastitate et
+ Thraciae: quanti ubique venales erant captivi orbe.....»
+
+ Ibíd. (§ 71.) «Praecipua est igitur liberalitas, redimere
+ captivos et maxime ab hoste barbaro, qui nihil deferat
+ humanitatis ad misericordiam, nisi quod avaritia reservaverit
+ ad redemptionem.»
+
+ Ib. L. 2. C. 2. (§ 13.) «_Ut nos aliquando in invidiam
+ incidimus, quod confregerimus vasa mistica, ut captivos
+ redimeremus_, quod arrianis displicere potuerat, nec
+ tam factum displicerit, quam ut esset quod in nobis
+ reprehenderetur.»
+
+ Estos nobles y caritativos sentimientos no eran sólo de San
+ Ambrosio; sus palabras son la expresión de los sentimientos
+ de toda la Iglesia. A más de diferentes pruebas que podría
+ traer aquí, y de lo que se deduce de los cánones que insertaré
+ á continuación, es digna de notarse la sentida carta de San
+ Cipriano, de la cual copiaré algunos trozos, en los cuales
+ están compendiados los motivos que impulsaban á la Iglesia en
+ tan piadosa tarea, y vivamente pintados el celo y la caridad
+ con que la ejercía:
+
+ «Cyprianus, Ianuario, Maximo, Proculo, Victori, Modiano,
+ Nemesiano, Nampulo et Honorato fratribus salutem. Cum
+ maximo animi nostri gemitu et non sine lacrymis legimus
+ litteras vestras, fratres carissimi, quas ad nos pro
+ dilectionis vestrae sollicitudine de fratrum nostrorum
+ et sororum captivitate fecistis. Quis enim non doleat in
+ eiusmodi casibus, ut quis non dolorem fratris sui suum
+ proprium computet, cum loquatur apostolus Paulus et dicat:
+ _Si patitur unum membrum, compatiuntur et caetera membra;
+ si laetatur membrum unum, collaetantur et caetera membra?_
+ (1 ad Cor., 12.) Et alio loco: _Quis infirmatur inquit et
+ non ego infirmor?_ (2 ad Cor., 11.) Quare nunc et nobis
+ captivitas fratrum nostra captivitas computanda est; et
+ periclitantium dolor pro nostro dolore numerandus est, cum
+ sit scilicet adunationis nostrae corpus unum, et non tantum
+ dilectio instigare nos debeat et conferare ad fratrum membra
+ redimenda. Nam cum denuo apostolus Paulus dicat: _Nescitis
+ quia templum Dei estis, et Spiritus Dei habitat in vobis?_
+ (1 ad Cor., 3) etiamsi charitas nos minus adigeret ad opem
+ fratribus ferendam, considerandum tamen hoc in loco fuit, Dei
+ templum esse quae capta sunt, nec pati non longa cessatione
+ et neglecto dolore debere, ut diu Dei templa captiva sint;
+ sed quibus possumus viribus elaborare et velociter gerere
+ ut Christum iudicem et Dominum et Deum nostum promereamur
+ absequiis nostris. Nam cum dicat Paulus apostolus, _Quotquot
+ in Christo baptizati estis, Christum induistis_ (Ad Gal.,
+ 3), in captivis fratribus nostris contemplandus est Christus
+ et redimendus de periculo captivitatis, qui nos de diaboli
+ faucibus exuit, nunc ipse qui manet et habitat in nobis de
+ barbarorum manibus exuatur, et redimatur nummaria quantitate
+ qui nos cruce redemit et sanguine...
+
+ Quantus vero communis omnibus nobis moeror atque cruciatus
+ est de periculo virginum quae illic tenentur; pro quibus
+ non tantum libertatis, sed et pudoris iactura plangenda
+ est, nec tam vincula barbarorum quam lenonum et lupanarium
+ stupra deflenda sunt, ne membra Christo dicata et in aeternum
+ continentiae honorem pudica virtute devota, insultantium
+ libidine et contagione foedentur? Quae omnia istic secundum
+ litteras vestras fraternitas nostra cogitans et dolenter
+ examinans; prompte omnes et libenter ac largiter subsidia
+ nummaria fratribus contulerunt...
+
+ Missimus autem sextertia centum millia nummorum, quae istic in
+ ecclesia cui de Domini indulgentia praesumus, cleri et plebis
+ apud nos consistentis collatione, collecta sunt, quae vos
+ illic pro vestra diligentia dispensabitis...
+
+ Si tamen ad explorandam nostri animi charitatem, et examinandi
+ nostri pectoris fidem tale aliquid acciderit, nolite cunctari
+ nuntiare haec nobis litteris vestris, pro certo habentes
+ ecclesiam nostram et fraternitatem istic universam, ne haec
+ ultra fiant precibus orare, si facta fuerint, libenter et
+ largiter, subsidia praestare.» (Epist. 60)...
+
+ Véase, pues, cómo el celo de la Iglesia por la redención
+ de los cautivos, que tan vivo se desplegó siglos después,
+ había comenzado ya en los primeros tiempos; y se fundaba en
+ los grandes y elevados motivos que divinizan en cierto modo
+ la obra, asegurando, además, á quien la ejerce, una corona
+ inmarcesible.
+
+ En las obras de San Gregorio se hallarán también importantes
+ noticias sobre este punto (V. L. 3, ep. 16; L. 4, ep. 17; L.
+ 6, ep. 35; L. 7, ep. 26, 28 y 38; L. 9, ep. 17.)
+
+
+ (Concilium Masticonense secundum, anno 585.)
+
+ Los bienes de la Iglesia se empleaban en la redención de los
+ cautivos.
+
+ «Unde statuimus ac decernimus, ut nos antiquus a fidelibus
+ reparetur; et decimas ecclesiasticis famulantibus ceremoniis
+ populus omnis inferat, quas sacerdotes aut in pauperum
+ usum, _aut in captivorum redemptionem praerogantes_, suis
+ orationibus pacem populo ac salutem impetrent: si quis autem
+ contumax nostris statutis saluberrimis fuerit, a membris
+ ecclesiae omni tempore separetur.» (Can. 5.)
+
+
+ (Concilium Rhemense, anno 625 vel 630.)
+
+ Se permite quebrar los vasos sagrados para expenderlos en la
+ redención de cautivos.
+
+ «Si quis episcopus, excepto si evenerit ardua necessitas
+ pro redemptione captivorum, ministeria sancta frangere pro
+ qualicumque conditione praesumpserit, ab officio cessabit
+ ecclesiae.» (Can. 22.)
+
+
+ (Concilium Lugdunense tertium, anno 683.)
+
+ Se ve, por el siguiente canon, que los obispos daban á los
+ cautivos cartas de recomendación; y se prescribe en él que se
+ pongan en ellas la fecha y el precio del rescate; y que se
+ expresen también las necesidades de los cautivos.
+
+ «Id etiam de epistolis placuit captivorum, ut ita sint sancti
+ pontifices cauti, ut in servitio pontificibus consistentibus,
+ qui eorum manu vel subscriptione agnoscat epistolae aut
+ quaelibet insinuationum litterae dari debeant, quatenus de
+ subscriptionibus nulla ratione possit Deo propitio dubitare:
+ et epistola commendationis pro necessitate cuiuslibet
+ promulgata dies datarum et pretia constituta, vel necessitates
+ captivorum quos cum epistolis dirigunt, ibidem inserantur.»
+ (Can. 2.)
+
+
+ (Synodus S. Patricii Auxilii et Isernini Episcoporum in
+ Hibernia celebrata, circa annum Christi 450, vel 456.)
+
+ Excesos á que eran llevados algunos eclesiásticos por un celo
+ indiscreto á favor de los cautivos.
+
+ «Si quis clericorum voluerit iuvare captivo com suo pretio
+ illi subveniat, nam si per furtum illum inviolaberit,
+ blasphemantur multi clerici per unum latronem, qui sic fecerit
+ excommunionis sit.» (Can. 32.)
+
+
+ (Ex epistolis S. Gregorii.)
+
+ La Iglesia gastaba sus bienes en el rescate de los cautivos,
+ y, aun cuando con el tiempo tuvieran facultades para
+ reintegrarla de la cantidad adelantada, ella no quería
+ semejante reintegro: les condonaba generosamente el precio del
+ rescate.
+
+ «Sacrorum canonum statuta et legalis permitit auctoritas,
+ licite res ecclessiasticas in redemptionem captivorum impendi.
+ Et ideo, quia edocti a vobis sumus, ante annos fere 18
+ reverendissimum quemdam Fabium, Episcopum Ecclesia Firmanae,
+ libras 11 argenti de eadem ecclesia pro redemptione vestra, ac
+ patris vestri Passivi, fratris et coepiscopi nostri, tunc vero
+ clerici, necnon matris vestrae, hostibus impedisse, atque ex
+ hoc quamdam formidinem vos habere, ne hoc quod datum est, a
+ vobis quolibet tempore repetatur, huius praecepti auctoritate
+ suspicionem vestram praevidimus auferendam; constituentes,
+ nullam vos exinde, haeredesque vestros quolibet tempore
+ repetitionis molestiam sustinere, nec a quoquam vobis aliquam
+ obiici quaestionem.» (Libro 8, ep. 14, et hab. Caus. 12, Q. 2,
+ C. 15.)
+
+
+ (Concilium Vernense secundum, anno 884.)
+
+ Los bienes de la Iglesia servían para el rescate de los
+ cautivos.
+
+ «Ecclessiae facultates quas reges et reliqui christiani
+ Deo voverunt, ad alimentum servorum Dei et pauperum, ad
+ exceptionem hospitum, _redemptionis captivorum_, atque
+ templorum. Dei instaurationem, nunc in usu saecularium
+ detinentur. Hinc multi servi Dei pecuniam cibi et potus ac
+ vestimentorum patiuntur, pauperes consuetam eleemosynam non
+ accipiunt, negliguntur hospites, _fraudantur captivi_, et fama
+ omnium meritu laceratur.» (Can. 12.)
+
+ Es digno de notarse en el canon anterior el uso que hacía
+ la Iglesia de sus bienes; pues que vemos que, á más de la
+ manutención de los clérigos y los gastos del culto, servían
+ para el socorro de pobres, de peregrinos, y para el rescate de
+ los cautivos. Hago aquí esta observación, porque se ofrece la
+ oportunidad; y no porque sea el canon citado el único texto en
+ que pueda fundarse la prueba del buen uso que hacía la Iglesia
+ de sus bienes. Muchos son los cánones que podrían citarse,
+ empezando desde los llamados apostólicos; siendo de notar
+ la expresión de que se valen á veces para afear la maldad
+ de los que se apoderaban de los bienes eclesiásticos, ó los
+ administraban mal. _Pauperum necatores, matadores de pobres_,
+ se los llama, para dar á entender que uno de los principales
+ objetos de esos bienes era el socorro de los necesitados.
+
+
+ § IV
+
+
+ (Concilium Lugdunense secundum, anno 566.)
+
+ Se excomulga á los que atentan contra la libertad de la
+ personas.
+
+ «Et quia peccatis facientibus multi in perniciem animae suae
+ ita conati sunt, aut conantur assurgere, ut animas longa
+ temporis quiete sine ulla status sui competitione viventes,
+ nunc improba proditione atque traditione, aut captivaverint
+ aut captivare conentur, si iuxta praeceptum domini regis
+ emendare distulerint, quosque hos quos obduxerunt, in loco
+ in quo longum tempus quiete vixerint, restaurare debeant,
+ ecclesiae communione priventur.» (Can. 3.)
+
+ Del canon que acabo de citar se infiere que era muy general el
+ abuso de apelar los particulares á la violencia para reducir
+ á esclavitud á personas libres. Tal era en aquella época
+ la situación de Europa, á causa de las irrupciones de los
+ bárbaros, que el poder público era débil en extremo, ó, mejor
+ podríamos decir, que no existía. Por esto es muy bello el ver
+ á la Iglesia salir en apoyo del orden público, y en defensa de
+ la libertad, excomulgando á los que atacaban y menospreciaban
+ así el precepto del rey: _praeceptum domini regis_.
+
+
+ (Concilium Rhemense, anno 625 vel 630.)
+
+ Se reprime el mismo abuso que en el canon anterior.
+
+ «Si quis ingenuum aut liberum ad servitium inclinare voluerit,
+ an fortasse iam fecit, et commonitus ab episcopo se de
+ inquietudine eius revocare neglexerit, aut emendare noluerit,
+ tanquam calumniae reum placuit sequestrari.» (Can. 17.)
+
+
+ (Concilium Confluentium, anno 922.)
+
+ Se declara reo de homicidio al que seduce á un cristiano y lo
+ vende.
+
+ «Item interrogatum est, quid de eo faciendum sit qui
+ christianum hominem seduxerit, et sic vendiderit; responsumque
+ est ab omnibus, homicidii reatum, ipsum hominem sibi
+ contrahere.» (Can. 7.)
+
+
+ (Concilium Londinense, anno 1102.)
+
+ Se prohibe el comercio de hombres que se hacía en Inglaterra,
+ vendiéndolos como brutos animales.
+
+ «Nequis illud _nefarium negotium_ quo hactenus in Anglia
+ solebant homines sicut bruta animalia venundari, deinceps
+ ullatenus facere praesumat.»
+
+ Echase de ver, por el canon que acabo de citar, cuánto se
+ adelantaba la Iglesia en todo lo perteneciente á la verdadera
+ civilización. Estamos en el siglo XIX, y se mira como un
+ notable paso dado por la civilización moderna, el que las
+ grandes naciones europeas firmen tratados para reprimir el
+ tráfico de los negros; y por el canon citado se ve que, á
+ principios del siglo XI, cabalmente en la misma ciudad de
+ Londres, donde se ha firmado últimamente el famoso convenio,
+ se prohibía el tráfico de hombres, calificándole cual merece.
+ _Nefarium negorium: detestable negocio_, le apellida el
+ concilio; _tráfico infame_, le llame la civilización moderna,
+ heredando, sin advertirlo, sus pensamientos y hasta sus
+ palabras de aquellos hombres á quienes se apellida _bárbaros_,
+ de aquellos obispos á quienes se ha calumniado, pintándolos
+ poco menos que como una turba de conjurados contra la libertad
+ y la dicha del género humano.
+
+
+ (Synodus incerti loci, circa annum 616.)
+
+ Se manda que las personas que se hubiesen vendido ó empeñado,
+ vuelvan _sin dilación_ al estado de libertad, así que
+ devuelvan el precio; y se dispone que no se les pueda exigir
+ más de lo que hubiesen recibido.
+
+ «De ingenuis qui se pro pecunia aut alia re vendiderint, vel
+ oppignoraverint, placuit ut quandoquidem pretium, quantum
+ pro ipsis datum est, invenire potuerunt, absque dilatione
+ ad statum suae conditionis reddito pretio reformentur, nec
+ amplius quam pro eis datum est requiratur. Et interim,
+ si vir ex ipsis, uxorem ingenuam habuerit, aut mulier
+ ingenuum habuerit maritum filii qui ex ipsis nati fuerint in
+ ingenuitate permaneant.» (Can. 14.)
+
+ Es tan importante el canon del concilio que acabo de citar,
+ celebrado, según opinan algunos, en Boneuil, que bien merece
+ que se hagan sobre él algunas reflexiones. Cabalmente esta
+ disposición tan benéfica en que se concedía al vendido el
+ volver á la libertad, una vez satisfecho el precio que había
+ recibido en la venta, atajaba un mal que debía de estar muy
+ arraigado en las Galias, pues que databa de muy antiguo;
+ supuesto que sabemos por César, citado ya en el texto, que
+ muchos, acosados por la necesidad, se vendían para salir de
+ situaciones apuradas.
+
+ Es también muy digno de notarse lo que se dispone en el mismo
+ canon con respecto á los hijos de la persona vendida; pues,
+ ora sea el padre, ora la madre, se prescribe que, en ambos
+ casos, los hijos sean libres; derogándose aquí la tan sabida
+ regla del derecho civil: _partus sequitur ventrem_.
+
+
+ § V
+
+
+ (Concilium Aurelianense tertium, anno 538.)
+
+ Se prohibe el devolver á los judíos los esclavos refugiados
+ en las iglesias, si hubieren buscado este asilo, ó bien
+ por obligarlos los amos á cosas contrarias á la religión
+ cristiana, bien por haber sido maltratados después de haberlos
+ sacado antes del asilo de la iglesia.
+
+ «De mancipiis christianis, quae in iudaeorum servitio
+ detinentur, si eis quod christiana religio vetat, a dominis
+ imponitur, aut si eos quos de ecclesia excusatos tollent,
+ pro culpa quae remissa est, affligere aut caedere fortasse
+ praesumpserint, et ad ecclesiam iterato confugerint,
+ nullatenus a sacerdote reddantur, nisi pretium offeratur
+ ac detur, quod mancipia ipsa valere pronuntiaverit iusta
+ taxatio.» (Can. 13.)
+
+
+ (Concilium Aurelianense quartum, anno 541.)
+
+ Se manda observar lo mandado en el precedente concilio del
+ mismo nombre, en el canon arriba citado.
+
+ «Cum prioribus canonibus iam fuerit definitum, ut de mancipiis
+ christianis, quae apud iudaeos sunt, si ad ecclesiam
+ confugerint, et redimi se postulaverint, etiam ad quoscumque
+ christianos refugerint, et servire iudaeis noluerint,
+ taxato et oblato a fidelibus iusto pretio, ab eorum dominio
+ liberentur, ideo statuimus, ut tam iusta constitutio ab
+ omnibus catholicis conservetur.» (Can. 30.)
+
+ (Ibíd.) Se castiga con la pérdida de todos los esclavos al
+ judío que pervierte á un esclavo cristiano.
+
+ «Hoc etiam decernimus observandum, ut quicumque iudaeus.
+ proselytum, qui advena dicitur, iudaeum facere praesumpserit,
+ aut christianum factum ad iudaicam superstitionem adducere;
+ vel si iudaeus christianam ancillam suam sibi crediderit
+ sociandum; vel si de parentibus christianis natum, iudaeum
+ sub promissione fecerit libertatis, mancipiorum amissione
+ multetur.» (Can. 31.)
+
+
+ (Concilium Masticonense primum, anno 581.)
+
+ Se prohibe á los judíos el tener en adelante esclavos
+ cristianos, y con respecto á los existentes, se permite á
+ cualquier cristiano el rescatarlos, pagando al dueño judío 12
+ sueldos.
+
+ «Et liceat quid de christianis qui aut de captivitatis
+ incursu, aut fratribus iudaeorum servitio implicantur,
+ debeat observari, non solum canonicis statutis, sed et
+ legum beneficio pridem fuerit constitutum; tamen quia
+ nunc item quorundam querela exorta est, quosdam iudaeos,
+ per civitates aut municipia consistentes, in tantam
+ insolentiam et proterviam prorrupisse, ut nec reclamantes
+ christianos liceat vel pretio de eorum servitute absolvi;
+ idcirco praesenti concilio, Deo auctore, sancimus ut nullus
+ christianus iudaeos deinceps debeat deservire; sed datis pro
+ quolibet bono mancipio 12 solidis, ipsum mancipium quicumque
+ christianus, seu ad ingenuitatem, seu ad servitium, licentiam
+ habeat redimendi: quia nefas est, ut quos Christus dominus
+ sanguinis sui effusione redemit, persecutorum vinculis maneant
+ irretiti. Quod si acquiescere his quae statuimus quicumque
+ iudaeus noluerit, quamdiu ad pecuniam constitutam venire
+ distulerit, liceat mancipio ipsi cum christianis ubicumque
+ voluerit habitare. Illud etiam specialiter sancientes, quod
+ si qui iudaeus christianum mancipium ad errorem iudaicum
+ convictus fuerit suassisse, ut ipse mancipio careat et legandi
+ damnatione plectatur.» (Can. 16.)
+
+ El canon que antecede, equivale á poco menos que un decreto
+ de entera emancipación de los esclavos cristianos; porque,
+ si los judíos quedaban inhibidos de adquirir nuevos esclavos
+ cristianos, y los que tenían, podían ser rescatados por
+ cualquier cristiano, claro es que la puerta quedaba abierta
+ de tal suerte á la caridad de los fieles, que por necesidad
+ hubo de disminuirse en gran manera el número de los esclavos
+ cristianos que gemían en poder de los judíos. Y no es esto
+ decir que estas disposiciones canónicas surtiesen desde luego
+ todo el efecto que se proponía la Iglesia; pero sí que,
+ siendo éste el único poder que á la sazón permanecía en pie,
+ y que ejercía influencia sobre los pueblos, debían de ser sus
+ disposiciones sumamente provechosas á aquellos en cuyo favor
+ se establecían.
+
+
+ (Concilium Toletanum tertium, anno 589.)
+
+ Se prohibe á los judíos el adquirir esclavos cristianos. Si un
+ judío induce al judaísmo, ó circuncida á un esclavo cristiano,
+ éste queda libre, sin que haya de pagarse nada al dueño.
+
+ «Suggerente concilio, id gloriosissimus dominus noster,
+ canonibus inserendum praecipit, ut iudaeis non liceat
+ christianas habere uxores, _neque mancipia comparare in usus
+ proprios_.»
+
+ «Si qui vero christiani ab eis iudaico ritu sunt maculati,
+ vel etiam circumcissi, non reddito pretio ad libertatem et
+ religionem redeant christianam.» (Can. 14.)
+
+ Es notable este canon, ya porque defendía la conciencia
+ del esclavo, ya porque imponía al dueño una pena favorable
+ á la libertad. De esta clase de penas para reprimir la
+ arbitrariedad de los amos que violentaban la conciencia de
+ los esclavos, encontramos un ejemplo muy curioso en el siglo
+ siguiente, en una colección de leyes de Ina, rey de los
+ sajones occidentales. Helo aquí:
+
+
+ (Leges Inae Regis Saxonum Occidiorum, anno 692.)
+
+ Si un amo hace trabajar á su esclavo en domingo, el esclavo
+ queda libre.
+
+ «Si servus operatur die dominica per praeceptura domini sui,
+ sit liber.» (Leg. 3.)
+
+
+ OTRO EJEMPLO
+
+ (Concilium Berghamstedae anno 5.º Withredi Regis Cantii, id est
+ Christi 697: sub Bertualdo Cantuariensi archiepiscopo celebratum.
+ Haec sunt iudicia Withredi Regis Cantuariorum.)
+
+Si un amo da de comer carne á un esclavo en día de ayuno, éste queda
+libre.
+
+«Si quis servo suo carnem in ieiunio dediderit comedendam, servus liber
+exeat.» (Can. 15.)
+
+
+(Concilium Toletanum quartum, anno 633.)
+
+Se prohibe enteramente á los judíos el tener esclavos cristianos;
+disponiéndose que, si algún judío contraviene á lo mandado aquí, se le
+quiten los esclavos y éstos alcancen del príncipe la libertad.
+
+«Ex decreto gloriosissimi principis hoc sanctum elegit concilium, ut
+iudaeis non liceat christianos servos habere, nec christiana mancipia
+emere, nec cuiusquam consequi largitate: nefas est enim ut membra
+Christi serviant Antichristi ministris. Quod si deinceps servos
+christianos, vel ancillas iudaei habere praesumpserint, sublati ab
+eorum dominatu libertatem a principe consequantur.» (Can. 66.)
+
+
+(Concilium Rhemense, anno 625.)
+
+Se prohibe vender esclavos cristianos á los gentiles ó judíos; y se
+anulan esas ventas si se hicieren.
+
+«Ut christiani iudaeis vel gentilibus non vendantur; et si quis
+christianorum necessitate cogente mancipia sua christiana elegerit
+venundanda, non aliis nisi tantum christianis expendat. Nam si
+paganis aut iudaeis vendiderit, communione privetur, et emptio careat
+firmitate.» (Can. 11.)
+
+Ninguna precaución era excesiva en aquellos calamitosos tiempos. A
+primera vista podría parecer que semejantes disposiciones eran efecto
+de la intolerancia de la Iglesia con respecto á los judíos y á los
+gentiles; y, sin embargo, era en realidad un dique contra la barbarie
+que lo iba invadiendo todo; una garantía de los derechos más sagrados
+del hombre: garantía tanto más necesaria cuanto puede decirse que todas
+las otras habían desaparecido. Léase, ó si no el documento que sigue
+á continuación, donde se ve que algunos llegaban hasta el horrible
+extremo de vender sus esclavos á los gentiles para sacrificarlos.
+
+
+(Gregorius Papa III, ep. I ad Bonifacium Archiepiscoporum; anno 731.)
+
+«Hoc quoque inter alia crimina agi in partibus illis dixisti, quod
+quidam ex fidelibus ad _immolandum_ paganis sua venundent mancipia.
+Quod ut magnopere corrigere debeas fratres commonemus, nec sinas fieri
+ultra; scelus est enim et impietas. Eis ergo qui haec perpetraverunt,
+similem homicidiae indices poenitentiam.»
+
+Estos excesos debían de llamar en gran manera la atención, pues que
+vemos que el concilio de Ciptines, celebrado en el año 743, vuelve
+á insistir en lo mismo, prohibiendo que los esclavos cristianos se
+entreguen á gentiles.
+
+«Et ut mancipia christiana paganis non tradantur.» (Can. 7.)
+
+
+(Concilium Cabilonense, anno 650.)
+
+Se prohibe vender un esclavo cristiano fuera del territorio comprendido
+en el reino de Clodoveo.
+
+«Pietatis est maxime et religionis intuitus, ut captivitatis vinculum
+omnino a christianis redimatur. Unde Sancta Synodus noscitur censuisse,
+ut nullus mancipium extra fines vel terminos, qui ob regnum domini
+Clodovei regis pertinent, debeat venundare, ne quod obsit, per tale
+commercium, aut captivitatis vinculo, vel quod peius est, iudaica
+servitute mancipia christiana teneantur implicita.» (Can. 9.)
+
+El antecedente canon en que se prohibe la venta de los esclavos
+cristianos fuera del territorio del reino de Clodoveo, por temor de
+que caiga el esclava en poder de paganos, ó de judíos; y el otro del
+concilio de Reims copiado más arriba en que se encuentra una especie
+semejante, son notables bajo dos aspectos: 1.º En cuanto manifiestan
+el sumo respeto que se ha de tener al alma del hombre, aunque sea
+esclavo; pues que se prohibe el venderlo allí donde pueda hallarse en
+un compromiso la conciencia de vendido; respeto que era muy importante
+sostener, así para desarraigar las erradas doctrinas antiguas sobre
+este punto, como por ser el primer paso que debía darse para llegar á
+la emancipación. 2.º Limitándose la facultad de vender, se entrometía
+la ley en esa clase de propiedad, distinguiéndola de las demás, y
+colocándola en una categoría diferente, y más elevada: esto era un paso
+muy adelantado para declarar guerra abierta á esa misma propiedad,
+pasando á abolirla por medios legítimos.
+
+
+(Concilium decimum Toletanum, anno 656.)
+
+Se reprende severamente á los clérigos que vendían sus esclavos á
+judíos y se les conmina con penas terribles.
+
+«Septimae collationis immane satis et infandum operationis studium
+nunc sanctum nostrum adiit concilium; quo plerique ex sacerdotibus
+et Levitis, qui pro sacris ministeriis, et pietatis studio,
+gubernationisque augmento sanctae ecclesiae deputati sunt officio,
+malunt imitari turbam malorum, potius quam sanctorum patrum insistere
+mandatis: ut ipsi etiam qui redimere debuerunt, venditiones facere
+intendant, quos Christi sanguine praesciunt esse redemptos; ita
+dumtaxat ut eorum dominio qui sunt empti in rito Iudaismi convertantur
+opressi, et fit execrabile commercium ubi nitente Deo iustum et sanctum
+adesse conventum; quia maiorum canones vetuerunt ut nullus iudaeorum
+coniugia vel servitia habere praesumat de christanorum coetu.»
+
+Sigue reprendiendo elocuentemente á los culpables, y luego continúa:
+«Si quis enim post hanc definitionem talia agere tentaverit, noverit se
+extra ecclesiam fieri, et praesenti, et futuro iudicio cum Iuda simili
+poena percelli, dummodo Dominum denuo proditionis pretio malunt ad
+iracundiam provocare.» (Can. 7.)
+
+
+§ VI
+
+Manumisión que hace el Papa San Gregorio I de dos esclavos de la
+Iglesia romana; texto notable en que explica el Papa los motivos que
+inductan á los cristianos á manumitir sus esclavos.
+
+«Cum Redemptor noster totius conditor creaturae ad hoc propitiatus
+humanam voluerit carnem assumere, ut divinitatis suae gratia, diruto
+quo tenebamur captivi vinculo servitutis, pristinae nos restitueret
+libertati; salubriter agitur, si homines quos ab initio natura creavit
+liberos et protulit, et ius gentium iugo substituit servitutis, in
+ea natura in qua nati fuerant, manumitentis beneficio, libertati
+reddantur. Atque ideo pietatis intuitu, et huius rei consideratione
+permoti, vos Montanam atque Thomam famulos Sanctae Romanae Ecclesiae,
+cui Deo adiutore deservimus, liberos ex hac die civesque Romanos
+efficimus, omneque vestrum vobis relaxamus servitutis peculium.» (S.
+Greg., L. 5, ep. 12.)
+
+
+(Concilium Agathense, anno 506.)
+
+Se manda que los obispos respeten la libertad de los manumitidos por
+sus predecesores. Se indica la facultad que tenían los obispos de
+manumitar á los esclavos beneméritos, y se fija la cantidad que podían
+donarles para su subsistencia.
+
+«Sane si quos de servis ecclesiae benemeritos sibi episcopus libertate
+donaverit collatam libertatem a successoribus placuit custodiri cum
+ho quod eis manumissor in libertate contulerit, quod tamen iubemus
+viginti solidorum numerum, et modum in terrula, vineola, vel hospitiola
+tenere. Quod amplius datum fuerit, post manumissoris mortem ecclesia
+revocabit.» (Can. 7.)
+
+
+(Concilium Aurelianense quartum, anno 541.)
+
+Se manda devolver á la Iglesia lo empeñado ó enajenado por el obispo,
+que nada le haya dejado de bienes propios; pero se exceptúan de esta
+regla los esclavos manumitidos, quienes deberán quedar en libertad.
+
+«Ut episcopus qui de facultate propria ecclesiae nihil relinquit,
+de ecclesiae facultate si quid aliter quam canones eloquuntur
+obligaverit, vendiderit, aut distraxerit, ad ecclesiam revocetur.
+Sane si de servis ecclesiae libertos fecerit numero competenti, in
+ingenuitate permaneant, ita ut ab officio ecclesiae non recedant.»
+(Can. 9.)
+
+
+(Synodus Celichytensis, anno 816.)
+
+Se ordena que á la muerte de cada obispo se dé libertad á todos sus
+esclavos ingleses. Se dispone la solemnidad que ha de haber en las
+exequias del difunto, previniéndose que, al fin de ellas, cada obispo
+y abad habían de manumitir tres esclavos, dándoles á cada uno tres
+sueldos.
+
+«Decimo iubetur, et hoc firmiter statuimus asservandum, tam in nostris
+diebus, quamque etiam futuris temporibus, omnibus successoribus
+nostris qui post nos illis sedibus ordinentur quibus ordinati sumus:
+ut quandocumque aliquis ex numero episcoporum migraverit de saeculo,
+hoc pro anima illius praecipimus, ex substantia uniuscumque rei
+decimam partem dividere, ad distribuere pauperibus in eleemosynam,
+sive in pecoribus, et armentis, scu de ovibus et porcis, vel etiam in
+cellariis, _necnon omnem hominem Anglicum liberare, qui in diebus suis
+sit servituti subiectus_, ut per illud sui proprii laboris fructum
+retributionis percipere mereatur, et indulgentiam peccatorum. Nec
+ullatenus ab aliqua persona huic capitulo contradicatur, sed magis,
+prout condecet, a successoribus augeatur, et eius memoria semper in
+posterum per universas ecclesias nostrae ditioni subiectas cum Dei
+laudibus habeatur et honoretur. Prorsus orationes et eleemosynas
+quae inter nos specialiter condictam habemus, id est, ut statim per
+singulas parochias in singulis quibusque ecclesiis, pulsato signo,
+omnis famulorum Dei coetus ad basilicam conveniant, ibique pariter XXX
+psalmos pro defuncti animae decantent. Et postea unusquisque antistes
+et abbas sexcentos psalmos, et centum viginti missas celebrare faciat,
+_et tres homines liberet, et eorum cuilibet tres solidos distribuat_.»
+(Can. 10.)
+
+
+(Concilium Ardamachiense in Hibernia celebratum anno 1171:)
+
+(Ex Giraldo Cambrensi, cap. 28 Hiberniae expugnatae.)
+
+Curioso documento en que se refiere la generosa resolución tomada en
+el concilio de Armach en Irlanda, de dar libertad á todos los esclavos
+ingleses.
+
+«His completis convocatos apud Ardamachiam totius Hiberniae clero, et
+super advenarum in insulam adventu tractato diutius et deliberato,
+tandem communis omnium in hoc sententia resedit; propter peccata
+scilicet populi sui, eoque praecipue quod Anglos olim, tam a
+mercatoribus, quam praedonibus atque piratis, emere passim, et in
+servitutem redigere consueverant, divinae, censura vindictae hoc eis
+incomodum accidisse, ut et ipsi quoque ab eadem gente in servitutem
+vice reciproca iam redigantur. Anglorum namque populus adhuc integro
+eorum regno, communi gentis vitio liberos suos venales exponere, et
+priusquam inopiam ullam aut inediam sustinerent, filios proprios et
+cognatos in Hiberniam vendere consueverant. Unde et probabiliter credi
+potest, sicut venditores olim, ita emptores, tam enormi delicto iuga
+servitutis iam meruisse. Decretum est itaque in praedicto concilio,
+et cum universitatis consensu publice statutum, ut Angli ubique
+per insulam, servitutis vinculo mancipati, in pristinam revocentur
+libertatem.»
+
+En el documento que se acaba de leer, es digno sobremanera de notarse
+cómo influían las ideas religiosas en amansar las feroces costumbres
+de los pueblos. Sobreviene una calamidad pública, y he aquí que
+desde luego se encuentra la causa de ella en la indignación divina,
+ocasionada por el tráfico que hacían los irlandeses comprando esclavos
+ingleses á los mercaderes, y á los bandoleros y piratas.
+
+No deja también de ser curioso el ver que por aquellos tiempos eran
+los ingleses tan bárbaros, que vendían á sus hijos y parientes, á
+la manera de los africanos de nuestros tiempos. Y esto debía de ser
+bastante general, pues que leemos en el lugar arriba copiado: que esto
+era _común vicio de aquellos pueblos_; _communi gentis vitio_. Así se
+concibe mejor cuán necesaria era la disposición insertada más arriba,
+del concilio de Londres, celebrado en 1102, en que se prohibe ese
+infame tráfico de hombres.
+
+
+(Ex concilio apud Silvanectum, anno 864.)
+
+Los esclavos de la Iglesia no deben permutarse con otros; á no ser que
+por la permuta se les dé libertad.
+
+«Mancipia ecclesiastica, nisi ad libertatem, non convenit commutari;
+videlicet ut mancipia, quae pro eclesiastico homine dabuntur, in
+Ecclesiae servitute permaneant, et ecclesiasticus homo, qui commutatur,
+fruatur perpetua libertate. Quod enim semel Deo consecratum est, ad
+humanus usus transferri non decet.» (V. Decret. Greg. IX. L. 3, Tit.
+19, cap. 3.)
+
+
+(Ex eodem, anno 864.)
+
+Contiene la misma especie que el anterior; y además se deduce de el que
+los fieles, en remedio de sus almas, acostumbraban ofrecer sus esclavos
+á Dios y á los santos.
+
+«Iniustum videtur et impium, ut mancipia, quae fideles Deo, et
+Sanctis eius pro remedio animae suae consecrarunt, cuiuscumque
+muneris mancipio, vel commutationis commercio iterum in servitutem
+saecularium redigantur, cum canonica auctoritas servos tantummodo
+permittat distrahi fugitivos. Et ideo ecclaesiarum Rectores summopere
+caveant, ne eleemosyna unius, alterius peccatum fiat. Et est absurdum
+ut ab ecclesiastica dignitate servus discedens, humanae sit obnoxius
+servituti. (Ibíd., cap. 4.)
+
+
+(Concilium Romanum sub S. Gregorio I, anno 597.)
+
+Se ordena que se dé libertad á los esclavos que quieran abrazar la vida
+monástica, previas las precauciones que pudiesen probar la verdad de la
+vocación.
+
+«Multos de ecclesiastica seu saeculari familia, novimus ad omnipotentis
+Dei servitium festinare ut ab humana servitute liberi in divino
+servitio valeant familiarius in monasteriis conservari, quos si passim
+dimittimus, omnibus fugiendi ecclesiastici iuris dominium occasionem
+praebemus: si vero festinantes ad omnipotentis Dei servitium, incaute
+retinemus, illi invenimur negare quaedam qui dedit omnia. Unde necesse
+est, ut quisquis ex iuris ecclesiastici vel saecularis militiae
+servitute ad Dei servitium converti desiderat, probetur prius in laico
+habitu constitutus: et si mores eius atque conversatio bona desiderio
+eius testimonium ferunt, absque retractatione servire in monasterio
+omnipotenti Domino permittatur, ut ab humano servitio liber recedat qui
+in divino obsequio districtiorem appetit servitutem.» (S. Greg., Epist.
+44., Lib. 4.)
+
+
+(Ex epistolis Gelasii Papae.)
+
+Se reprime el abuso que iba cundiendo de ordenar á los esclavos sin
+consentimiento de sus dueños.
+
+«Ex antiquis regulis et novella synodali explanatione comprehensum est,
+personas obnoxias servituti, cingulo coelestis militiae non praecingi.
+Sed nescio utrum ignorantia an voluntate rapiamini, _ita ut ex hac
+causa nullus pene Episcoporum videatur extorris_. Ita enim nos frequens
+et plurimorum querela nos circumstrepit, ut ex hac parte nihil penitus
+potetur constitutum.» (Distin. 54, c. 9.)
+
+«_Frequens equidem, et assidua nos querela circumstrepit_ de his
+pontificibus, qui nec antiquas regulas nec decreta nostra noviter
+directa cogitantes, obnoxias possesionibus obligatasque personas,
+venientes ad clericalis officii cingulum non recusant.» (Ibíd., c. 10.)
+
+«Actores siquidem filiae nostrae illustris et magnificae feminae,
+Maximae petitori nobis insinuatione conquesti sunt, Sylvestrum atque
+Candidum, originarios suos, contra constitutiones quae supradictae
+sunt, et contradictione praeeunte a Lucerino Pontifice Diaconos
+ordinatos.» (Ibíd, c. 11.)
+
+«_Generalis etiam querelae vitanda praesumptio est, qua propemodum
+causantur universi_, passim servos et originarios, dominorum iura,
+possesionumque fugientes, sub religiosae conversationis obtentu,
+vel ad monasteria sese conferre, vel ad ecclesiasticum famulatum,
+conniventibus quippe praesulibus, indifferenter admitti. Quae modis
+omnibus est amovenda pernicies, ne per christiani nominis institutum
+aut aliena pervadi, aut publica videatur disciplina subverti.» (Ibíd.,
+c. 12.)
+
+
+(Concilium Emeritense, anno 666.)
+
+Se permite á los párrocos el escoger de entre los siervos de la Iglesia
+algunos para clérigos.
+
+«Quidquid unanimiter digne disponitur in sancta Dei ecclesia,
+necessarium est ut a parochitanis presbyteris custoditum maneat. Sunt
+enim nonnulli qui ecclessiarum suarum res ad plenitudinem habent et
+sollicitudo illis nulla est habendi clericos cum quibus omnipotenti
+Deo laudum debita persolvant officia. Proinde instituit haec sancta
+synodus ut omnes parochitani presbyteri, iuxta ut in rebus sibi a Deo
+creditis sentiunt habere virtutem, de ecclesiae suae familia clericos
+sibi faciant; quos per bonam voluntatem ita nutriant, ut et officium
+sanctum digne peragant, et ad servitium suum aptos eos habeat. Hi etiam
+victum et vestitum dispensatione presbyteri merebuntur, et domino et
+presbytero suo, atque utilitati ecclesiae fideles esse debent. Quod
+si inutiles apparuerint, ut culpa patuerit, correptione disciplinae
+feriantur: si quis presbyterorum hanc sententiam minime custodierit et
+non adimpleverit, ab episcopo suo corrigatur: ut plenissime custodiat,
+quod digne iubetur.» (Can. 18.)
+
+
+(Concilium Toletanum nonum, anno 655.)
+
+Se dispone que los obispos den libertad á los esclavos de la Iglesia
+que hayan de ser admitidos en el clero.
+
+«Qui ex familiis ecclesiae servituri devocantur in clerum ab Episcopis
+suis, necesse est, ut libertatis percipiant donum: et si honestae vitae
+claruerint meritis, tunc demum maioribus fungantur officiis.» (Can. 11.)
+
+
+(Concilium quartum Toletanum, anno 633.)
+
+Se permite ordenar á los esclavos de la Iglesia dándoles antes libertad.
+
+«De familiis ecclesiae constituere presbyteros et diaconos per
+parochias liceat; quos tamen vitae rectitudo et probitas morum
+comendat: ea tamen ratione, _ut antea manumissi libertatem status sui
+percipiant_, et denuo ad ecclesiasticos honores succedant; irreligiosum
+est enim obligatos existere servituti, qui sacri ordinis suscipiunt
+dignitatem.» (Can. 74.)
+
+
+§VII
+
+Visto ya cuál fué la conducta de la Iglesia con respecto á la
+esclavitud en Europa, excitase, naturalmente, el deseo de saber cómo se
+ha portado en tiempos más recientes con relación á los esclavos de las
+otras partes del mundo. Afortunadamente puedo ofrecer á mis lectores
+un documento, que, al paso que manifiesta cuáles son en este punto las
+ideas y los sentimientos del actual pontífice Gregorio XVI, contiene,
+en pocas palabras, una interesante historia de la solicitud de la Sede
+Romana, en favor de los esclavos de todo el universo. Hablo de unas
+letras apostólicas contra el tráfico de negros, publicadas en Roma en
+el día 3 de noviembre de 1839. Recomiendo encarecidamente su lectura,
+porque ellas son una confirmación auténtica y decisiva, de que la
+Iglesia ha manifestado siempre y manifiesta todavía, en este gravísimo
+negocio de la esclavitud, el más acendrado espíritu de caridad, sin
+herir en lo más mínimo la justicia, ni desviarse de lo que aconseja la
+prudencia.
+
+
+Gregorio PP. XVI ad futuram rei memoriam.
+
+«Elevado al grado supremo de dignidad apostólica, y siendo, aunque sin
+merecerlo, en la tierra vicario de Jesucristo Hijo de Dios, que por su
+caridad excesiva se dignó hacerse hombre y morir para redimir al género
+humano, hemos creído que corresponde á nuestra pastoral solicitud hacer
+todos los esfuerzos para apartar á los cristianos del tráfico que están
+haciendo con los negros y con otros hombres, sean de la especie que
+fueren. Tan luego como comenzaron á esparcirse las luces del Evangelio,
+los desventurados que caían en la más dura esclavitud, y en medio de
+las infinitas guerras de aquella época, vieron mejorarse su situación
+porque los apóstoles, inspirados por el espíritu de Dios, inculcaban
+á los esclavos la máxima de obedecer á sus señores temporales como al
+mismo Jesucristo, y á resignarse con todo su corazón á la voluntad
+de Dios; pero, al mismo tiempo, imponían á los dueños el precepto de
+mostrarse humanos con sus esclavos, concederles cuanto fuese justo y
+equitativo, y no maltratarlos, sabiendo que el Señor de unos y otros
+está en los cielos, y que para El no hay acepción de personas.
+
+»La Ley Evangélica, al establecer de una manera universal y fundamental
+la caridad sincera para con todos, y el Señor declarando que miraría
+como hechos ó negados á sí mismo, todos los actos de beneficencia y de
+misericordia hechos ó negados á las pobres y á los débiles, produjo,
+naturalmente, el que los cristianos, no sólo mirasen como hermanos á
+sus esclavos sobre todo cuando se habían convertido al Cristianismo,
+sino que se mostrasen inclinados á dar la libertad á aquellos que por
+su conducta se hacían acreedores á ella, lo cual acostumbraban hacer,
+particularmente en las fiestas solemnes de Pascuas, según refiere San
+Gregorio de Nicea. Todavía hubo quienes inflamados de la caridad más
+ardiente, cargaron ellos mismos con las cadenas para rescatar á sus
+hermanos, y un hombre apostólico, nuestro predecesor el Papa Clemente
+I, de santa memoria, atestigua haber conocido á muchos que hicieron
+esta obra de misericordia; y ésta es la razón por que, habiéndose
+disipado con el tiempo las supersticiones de los paganos, y habiéndose
+dulcificado las costumbres de los pueblos más bárbaros, gracias á los
+beneficios de la fe, movida por la caridad, las cosas han llegado al
+punto de que hace muchos siglos no hay esclavos en la mayor parte de
+las naciones cristianas.
+
+»Sin embargo, y lo decimos con el dolor más profundo, todavía se
+vieron hombres, aun entre cristianos, que, vergonzosamente cegados
+por el deseo de una ganancia sórdida, no vacilaron en reducir á la
+esclavitud en tierras remotas á los indios, á los negros, y á otras
+desventuradas razas, ó ayudar en tan indigna maldad, ínstituyendo y
+organizando el tráfico de estos desventurados, á quienes otros habían
+cargado de cadenas. Muchos pontífices romanos, nuestros predecesores,
+de gloriosa memoria, no se olvidaron, en cuanto estuvo de su parte,
+de poner un coto á la conducta de semejantes hombres, como contraria
+á su salvación, y degradante para el nombre cristiano; porque ellos
+veían bien que ésta era una de las causas que más influyen para que las
+naciones infieles mantengan un odio constante á la verdadera religión.
+
+»A este fin se dirigen las letras apostólicas de Paulo III de 20 de
+mayo de 1537, remitidas al cardenal arzobispo de Toledo, selladas con
+el sello del Pescador, y otras letras mucho más amplias de Urbano
+VIII de 22 de abril de 1639 dirigidas al colector de los derechos de
+la Cámara apostólica en Portugal; letras en las cuales se contienen
+las más serias y fuertes reconvenciones contra los que se atreven á
+reducir á la esclavitud á los habitantes de la India occidental ó
+meridional, venderlos, comprarlos, cambiarlos, regalarlos, separarlos
+de sus mujeres y de sus hijos, despojarlos de sus bienes, llevarlos
+ó enviarlos á reinos extranjeros, y privarlos de cualquier modo de
+su libertad, retenerlos en la servidumbre, ó bien prestar auxilio y
+favor á los que tales cosas hacen, bajo cualquier causa ó pretexto,
+ó predicar ó enseñar que esto es lícito, y por último cooperar á
+ello de cualquier modo. Benedicto XIV confirmó después y renovó
+estas prescripciones de los Papas ya mencionados, por nuevas letras
+apostólicas á los obispos del Brasil y de algunas otras regiones en
+20 de diciembre de 1741, en las que excita con el mismo objeto la
+solicitud de dichos obispos.
+
+»Mucho antes, otro de nuestros predecesores más antiguos, Pío II, en
+cuyo pontificado se extendió el dominio de los portugueses en la
+Guinea y en el país de los negros, dirigió sus letras apostólicas en 7
+de octubre de 1482 al obispo de Ruvo, cuando iba á partir para aquellas
+regiones, en las que no se limitaba únicamente á dar á dicho prelado
+los poderes convenientes para ejercer en ellas el santo ministerio
+con el mayor fruto, sino que tomó de aquí ocasión para censurar
+severamente la conducta de los cristianos que reducían á los neófitos
+á la esclavitud. En fin, Pío VII en nuestros días, animado del mismo
+espíritu de caridad y de religión que sus antecesores, interpuso con
+celo sus buenos oficios cerca de los hombres poderosos, para hacer
+que cesase enteramente el tráfico de los negros entre los cristianos.
+Semejantes prescripciones y solicitud de nuestros antecesores nos han
+servido, con la ayuda de Dios, para defender á los indios y otros
+pueblos arriba dichos, de la barbarie, de las conquistas y de la
+codicia de los mercaderes cristianos; mas es preciso que la Santa
+Sede tenga por qué regocijarse del completo éxito de sus esfuerzos y
+de su celo, puesto que, si el tráfico de los negros ha sido abolido
+en parte, todavía se ejerce por un gran número de cristianos. Por
+esta causa, deseando borrar semejante oprobio de todas las comarcas
+cristianas, después de haber conferenciado con todo detenimiento con
+muchos de nuestros venerables hermanos, los cardenales de la Santa
+Iglesia romana, reunidos en consistorio, y siguiendo las huellas de
+nuestros predecesores, en virtud de la autoridad apostólica, advertimos
+y amonestamos con la fuerza del Señor á todos los cristianos, de
+cualquiera clase y condición que fuesen, y les prohibimos que ninguno
+sea osado en adelante á molestar injustamente á los indios, á los
+negros ó á otros hombres, sean los que fueren, despojarlos de sus
+bienes ó reducirlos á la esclavitud, ni á prestar ayuda ó favor á
+los que se dedican á semejantes excesos, ó á ejercer un tráfico tan
+inhumano, por el cual los negros, como si no fuesen hombres, sino
+verdaderos impuros animales, reducidos cual ellos á la servidumbre
+sin ninguna distinción, y contra las leyes de la justicia y de la
+humanidad, son comprados, vendidos y dedicados á los trabajos más
+duros, con cuyo motivo se excitan desavenencias, y se fomentan
+continuas guerras en aquellos pueblos por el cebo de la ganancia
+propuesta á los raptores de negros.
+
+»Por esta razón, y en virtud de la autoridad apostólica, reprobamos
+todas las dichas cosas como absolutamente indignas del nombre
+cristiano; y en virtud de la propia autoridad, prohibimos enteramente,
+y prevenimos á todos los eclesiásticos y legos el que se atrevan á
+sostener como cosa permitida el tráfico de negros, bajo ningún pretexto
+ni causa, ó bien predicar y enseñar en público ni en secreto, ninguna
+cosa que sea contraria á lo que se previene en estas letras apostólicas.
+
+»Y con el fin de que dichas letras lleguen á conocimiento de todos,
+y que ninguno pueda alegar ignorancia, decretamos y ordenamos que se
+publiquen y fijen según costumbre, por uno de nuestros oficiales,
+en las puertas de la Basílica del Príncipe de los Apóstoles de la
+Cancillería Apostólica, del Palacio de Justicia, del monte Citorio, y
+en el campo de Flora.
+
+»Dado en Roma en Santa María la Mayor, sellado con el sello
+del Pescador á 3 de noviembre de 1839, y el 9.º de nuestro
+pontificado.--Aloisio, cardenal Lambruschini.»
+
+Llamo particularmente la atención sobre el interesante documento que
+acabo de insertar, y que puede decirse que corona magníficamente el
+conjunto de los esfuerzos hechos por la Iglesia para la abolición de
+la esclavitud. Y como en la actualidad sea la abolición del tráfico de
+los negros uno de los negocios que más absorben la atención de Europa,
+siendo el objeto de un tratado concluído recientemente entre las
+grandes potencias, será bien detenernos algunos momentos á reflexionar
+sobre el contenido de las letras apostólicas del Papa Gregorio XVI.
+
+Es digno de notarse, en primer lugar, que ya en 1482 el Papa Pío II
+dirigió sus letras apostólicas al obispo de Ruvo cuando iba á partir
+para aquellas regiones, letras en que no se limitaba únicamente á dar
+á dicho prelado los poderes convenientes para ejercer en ellas el
+santo ministerio con el mayor fruto, sino que tomó de aquí ocasión
+para censurar severamente la conducta de los cristianos que reducían á
+los neófitos á la esclavitud. Cabalmente á fines del siglo XV, cuando
+puede decirse que tocaban á su término los trabajos de la Iglesia
+para desembrollar el caos en que se había sumergido la Europa á causa
+de la irrupción de los bárbaros, cuando las instituciones sociales y
+políticas iban desarrollándose cada día más, formando ya á la sazón un
+cuerpo algo regular y coherente, empieza la Iglesia á luchar con otra
+barbarie que se reproduce en países lejanos, por el abuso que hacían
+los conquistadores de la superioridad de fuerzas y de inteligencia con
+respecto á los pueblos conquistados.
+
+Este solo hecho nos indica que para la verdadera libertad y bienestar
+de los pueblos, para que el derecho prevalezca sobre el hecho y no se
+entronice el mando brutal de la fuerza, no bastan las luces, no basta
+la cultura de los pueblos, sino que es necesaria la religión. Allá
+en tiempos antiguos vemos pueblos extremadamente cultos que ejercen
+las más inauditas atrocidades; y en tiempos modernos, los europeos,
+ufanos de su saber y de sus adelantos, llevaron la esclavitud á
+los desgraciados pueblos que cayeron bajo su dominio. ¿Y quién fué
+el primero que levantó la voz contra tamaña injusticia, contra tan
+horrenda barbarie? No fué la política, que quizás no lo llevaba á mal
+para que así se asegurasen las conquistas; no fué el comercio, que veía
+en ese tráfico infame un medio expedito para sórdidas pero pingües
+ganancias; no fué la filosofía, que, ocupada en comentar las doctrinas
+de Platón y Aristóteles, no se hubiera quizás resistido mucho á que
+renaciese para los países conquistados la degradante teoría de las
+_razas nacidas para la esclavitud_; fué la religión católica, hablando
+por boca del Vicario de Jesucristo.
+
+Es ciertamente un espectáculo consolador para los católicos el que
+ofrece un pontífice romano condenando, hace ya cerca de cuatro siglos,
+lo que la Europa, con toda su civilización y cultura, viene á condenar
+ahora; y con tanto trabajo, y todavía con algunas sospechas de miras
+interesadas por parte de alguno de los promovedores. Sin duda que
+no alcanzó el pontífice á producir todo el bien que deseaba; pero
+las doctrinas no quedan estériles, cuando salen de un punto desde el
+cual pueden derramarse á grandes distancias, y sobre personas que las
+reciben con acatamiento, aun cuando no sea sino por respeto á aquel
+que las enseña. Los pueblos conquistadores eran á la sazón cristianos,
+y cristianos sinceros; y así es indudable que las amonestaciones del
+Papa, transmitidas por boca de los obispos y demás sacerdotes, no
+dejarían de producir muy saludables efectos. En tales casos, cuando
+vemos una providencia dirigida contra un mal, y notamos que el mal
+ha continuado, solemos equivocarnos, pensando que ha sido inútil, y
+que quien la ha tomado no ha producido ningún bien. No es lo mismo
+extirpar un mal que disminuirle; y no cabe duda en que, si las bulas
+de los Papas no surtían todo el efecto que ellos deseaban, debían
+de contribuir al menos á atenuar el daño, haciendo que no fuese tan
+desastrosa la suerte de los infelices pueblos conquistados. El mal que
+se previene y evita no se ve, porque no llega á existir, á causa del
+preservativo; pero se palpa el mal existente, éste nos afecta, éste nos
+arranca quejas, y olvidamos con frecuencia la gratitud debida á quien
+nos ha preservado de otros más graves. Así suele acontecer con respecto
+á la religión. Cura mucho, pero todavía precave más que no cura,
+porque, apoderándose del corazón del hombre, ahoga muchos males en su
+misma raíz.
+
+Figurémonos á los europeos del siglo XV, invadiendo las Indias
+orientales y occidentales, sin ningún freno, entregados únicamente á
+las instigaciones de la codicia, á los caprichos de la arbitrariedad,
+con todo el orgullo de conquistadores, y con todo el desprecio
+que debían de inspirarles los indios, por la inferioridad de sus
+conocimientos, y por el atraso de su civilización y cultura; ¿qué
+hubiera sucedido? Si es tanto lo que han tenido que sufrir los pueblos
+conquistados, á pesar de los gritos incesantes de la religión, á pesar
+de su influencia en las leyes y en las costumbres, ¿no hubiera llegado
+el mal á un extremo intolerable, á no mediar esas poderosas causas que
+le salían sin cesar al encuentro, ora previniéndole ora atenuándole? En
+masa hubieran sido reducidos á la esclavitud los pueblos conquistados,
+en masa se los hubiera condenado á una degradación perpetua, en masa se
+los hubiera privado para siempre, hasta de la esperanza de entrar un
+día en la carrera de la civilización.
+
+Deplorable es, por cierto, lo que han hecho los europeos con los
+hombres de las otras razas; deplorable es, por cierto, lo que todavía
+están haciendo algunos de ellos; pero al menos no puede decirse que la
+religión católica no se haya opuesto con todas sus fuerzas á tamaños
+excesos, al menos no puede decirse que la Cabeza de la Iglesia haya
+dejado pasar ninguno de esos males, sin levantar contra ellos la voz,
+sin recordar los derechos del hombre, sin condenar la injusticia y sin
+execrar la crueldad, sin abogar por la causa del linaje humano, no
+distinguiendo razas, climas ni colores.
+
+¡De dónde le viene á Europa ese pensamiento elevado, ese sentimiento
+generoso, que la impulsan á declararse tan terminantemente contra
+el tráfico de hombres, que la conducen á la completa abolición de
+la esclavitud en las colonias! Cuando la posteridad recuerde esos
+hechos tan gloriosos para la Europa, cuando los señale para fijar una
+nueva época en los anales de la civilización del mundo, cuando busque
+y analice las causas que fueron conduciendo la legislación y las
+costumbres europeas hasta esa altura; cuando elevándose sobre causas
+pequeñas y pasajeras, sobre circunstancias de poca entidad, sobre
+agentes muy secundados, quiera buscar el principio vital que impulsaba
+á la civilización europea hacia término tan glorioso, encontrará que
+ese principio era el Cristianismo. Y cuando trate de profundizar más y
+más en la materia, cuando investigue si fué el Cristianismo bajo una
+forma general y vaga, el Cristianismo sin autoridad, el Cristianismo si
+el Catolicismo, he aquí lo que le enseñará la historia. El Catolicismo
+dominando solo, exclusivo, en Europa, abolió la esclavitud en las
+razas europeas; el Catolicismo, pues, introdujo en la civilización
+europea el principio de la abolición de la esclavitud; manifestando
+con la práctica que no era necesaria en la sociedad como se había
+creído antiguamente, y que para desarrollarse una civilización grande y
+saludable era necesario empezar por la santa obra de la emancipación.
+El Catolicismo inoculó, pues, en la civilización europea el principio
+de la abolición de la esclavitud; á él se debe, pues, si, dondequiera
+que esta civilización ha existido junto con esclavos, ha sentido
+siempre un profundo malestar que indicaba bien á las claras que había
+en el fondo de las cosas dos principios opuestos dos elementos en
+lucha, que habían de combatir sin cesar hasta que prevaleciendo el
+más poderoso, el más noble y fecundo, pudiese sobreponerse al otro,
+logrando primero sojuzgarle, y no parando hasta aniquilarle del todo.
+Todavía más: cuando se investigue si en la realidad vienen los hechos
+á confirmar esa influencia del Catolicismo, no sólo por lo que toca á
+la civilización de Europa, sino también de los países conquistados por
+los europeos en los tiempos modernos, así en Oriente como en Occidente,
+ocurrirá desde luego la influencia que han ejercido los prelados y
+sacerdotes católicos en suavizar la suerte de los esclavos en las
+colonias, se recordará lo que se debe á las misiones católicas, y se
+producirán, en fin, las letras apostólicas de Pío II, expedidas en
+1482, y mencionadas más arriba, las de Paulo III en 1537, las de Urbano
+VIII en 1639, las de Benedicto XIV en 1741 y las de Gregorio XVI en
+1839.
+
+En esas letras se encontrará, ya enseñado y definido, todo cuanto se ha
+dicho y decirse puede en este punto en favor de la humanidad; en ellas
+se encontrará reprendido, condenado, castigado, lo que la civilización
+europea se ha resuelto al fin á condenar y castigar; y cuando se
+recuerde que fué también un Papa, Pío VII, quien en el presente siglo
+_interpuso con celo su mediación y sus buenos oficios con los hombres
+poderosos, para hacer que cesase enteramente el tráfico de negros entre
+los cristianos_, no podrá menos de reconocerse y confesarse que el
+Catolicismo ha tenido la principal parte en esa grandiosa obra, dado
+que él es quien ha fundado el principio en que ella se funda, quien ha
+establecido los precedentes que la guían, quien ha proclamado sin cesar
+las doctrinas que la inspiran, quien ha condenado siempre las que se
+le oponían, quien se ha declarado en todos tiempos en guerra abierta
+con la crueldad y la codicia, que venían en apoyo y fomento de la
+injusticia y de la inhumanidad.
+
+El Catolicismo, pues, ha cumplido perfectamente su misión de paz y de
+amor, quebrantando sin injusticias ni catástrofes las cadenas en que
+gemía una parte del humano linaje; y las quebrantaría del todo en las
+cuatro partes del mundo, si pudiese dominar por algún tiempo en Asia
+y en África, haciendo desaparecer la abominación y el envilecimiento,
+introducidos y arraigados en aquellos infortunados países por el
+mahometismo y la idolatría.
+
+Doloroso es, á la verdad, que el Cristianismo no haya ejercido todavía
+sobre aquellos desgraciados países toda la influencia que hubiera sido
+menester para mejorar la condición social y política de sus habitantes,
+por medio de un cambio en las ideas y costumbres; pero, si se buscan
+las causas de tan sensible retardo, no se encontrarán, por cierto,
+en la conducta del Catolicismo. No es éste el lugar de señalarlas;
+pero, reservándome hacerlo después, indicaré entre tanto que no cabe
+escasa responsabilidad al Protestantismo por los obstáculos que, como
+demostraré á su tiempo, ha puesto á la influencia universal y eficaz
+del Cristianismo sobre los pueblos infieles.
+
+En otro lugar de esta obra me propongo examinar detenidamente tan
+importante materia, lo que hace que me contente aquí con esta ligera
+indicación.
+
+
+ FIN DE LAS NOTAS
+
+
+
+
+ ÍNDICE DE LOS CAPÍTULOS Y MATERIAS
+ DEL
+ TOMO PRIMERO
+
+
+ PÁG.
+
+ Prólogo. Objeto de la obra. 5
+
+ Capítulo I. Naturaleza y nombre del Protestantismo. 9
+
+ Cap. II. Investigación de las causas del Protestantismo. Examen
+ de la influencia de sus fundadores. Varias causas que
+ se le han señalado. Equivocaciones que se han padecido en
+ este punto. Opiniones de Guizot y de Bossuet. Se designa la
+ verdadera causa del hecho, fundada en el mismo estado social
+ de los pueblos europeos. 15
+
+ Cap. III. Nueva demostración de la divinidad de la Iglesia
+ católica sacada de sus relaciones con el espíritu humano.
+ Fenómeno extraordinario que se presenta en la Cátedra de
+ Roma. Superioridad del Catolicismo sobre el Protestantismo.
+ Confesión notable de Guizot; sus consecuencias. 37
+
+ Cap. IV. El Protestantismo lleva en su seno un principio
+ disolvente. Tiende de suyo al aniquilamiento de todas las
+ creencias. Peligrosa dirección que da al entendimiento.
+ Descripción del espíritu humano. 46
+
+ Cap. V. _Instinto de fe._ Se extiende hasta á las ciencias.
+ Newton. Descartes. Observaciones sobre la historia de la
+ filosofía. Proselitismo. Actual situación del entendimiento. 54
+
+ Cap. VI. Diferentes necesidades religiosas de los pueblos, en
+ relación á los varios estados de su civilización. Sombras
+ que se encuentran al acercarse á los primeros principios de
+ las ciencias. Ciencias matemáticas. Carácter particular de
+ las ciencias morales. Ilustración de algunos ideólogos
+ modernos. Error cometido por el Protestantismo en la dirección
+ religiosa del espíritu humano. 63
+
+ Cap. VII. Indiferencia y fanatismo: dos extremos opuestos
+ acarreados á la Europa por el Protestantismo. Origen del
+ fanatismo. Servicio importante prestado por la Iglesia á la
+ _historia del espíritu humano_. La Biblia abandonada al examen
+ privado, sistema errado y funesto del Protestantismo. Texto
+ notable de O'Callaghan. Descripción de la Biblia. 71
+
+ Cap. VIII. El fanatismo. Su definición. Sus relaciones con el
+ _sentimiento religioso_. Imposibilidad de destruirle. Medios de
+ atenuarle. El Catolicismo ha puesto en práctica esos medios,
+ muy acertadamente. Observaciones sobre los pretendidos
+ fanáticos católicos. Verdadero carácter de la exaltación
+ religiosa de los fundadores de órdenes religiosas. 79
+
+ Cap. IX. La incredulidad y la indiferencia religiosa, acarreadas
+ á la Europa por el Protestantismo. Síntomas fatales que
+ se manifestaron desde luego. Notable crisis religiosa ocurrida
+ en el último tercio del siglo XVII. Bossuet y Leibnitz.
+ Los jansenistas: su influencia. Diccionario de Bayle:
+ observaciones sobre la época de su publicación. Deplorable
+ estado de las creencias entre los protestantes. 86
+
+ Cap. X. Se resuelve una importante cuestión sobre la duración
+ del Protestantismo. Relaciones del individuo y de la
+ sociedad con el indiferentismo religioso. Las sociedades
+ europeas con respecto al mahometismo y al paganismo. Cotejo
+ del Catolicismo y Protestantismo en la defensa de la
+ verdad. Íntimo enlace del Cristianismo con la civilización
+ europea. 96
+
+ Cap. XI. Doctrinas del Protestantismo. Su clasificación en
+ positivas y negativas. Fenómeno muy singular: la civilización
+ europea ha rechazado uno de los dogmas más principales
+ de los fundadores del Protestantismo. Servicio importante
+ prestado á la civilización europea por el Catolicismo, con
+ la defensa del libre albedrío. Carácter del error. Carácter de
+ la verdad. 103
+
+ Cap. XII. Examen de los efectos que produciría en España el
+ Protestantismo. Estado actual de las ideas religiosas. Triunfos
+ de la religión. Estado actual de la ciencia y de la literatura.
+ Situación de las sociedades modernas. Conjeturas sobre
+ su porvenir, y sobre la futura influencia del Catolicismo.
+ Sobre las probabilidades de la introducción del Protestantismo
+ en España. La Inglaterra. Sus relaciones con España.
+ Pitt: Carácter de las ideas religiosas en España. Situación
+ de España. Sus elementos de regeneración. 108
+
+ Cap. XIII. Empieza el cotejo del Protestantismo con el Catolicismo
+ en sus relaciones con el adelanto social de los pueblos.
+ _Libertad._ Vago sentido de esta palabra. La civilización
+ europea se debe principalmente al Catolicismo. Comparación
+ del Oriente con el Occidente. Conjeturas sobre los destinos
+ del Catolicismo en las catástrofes que pueden amenazar
+ á la Europa. Observaciones sobre los estudios
+ filosófico-históricos. Fatalismo de cierta escuela histórica
+ moderna. 127
+
+ Cap. XIV. Estado religioso, social y científico del mundo á la
+ época de la aparición del Cristianismo. Derecho romano.
+ Conjeturas sobre la influencia ejercida por las ideas
+ cristianas sobre el derecho romano. Vicios de la organización
+ política del imperio. Sistema del Cristianismo para regenerar
+ la sociedad: su primer paso se dirigió al cambio de las ideas.
+ Comparación del Cristianismo con el paganismo en la enseñanza
+ de las buenas doctrinas. Observaciones sobre el púlpito
+ de los protestantes. 138
+
+ Cap. XV. La Iglesia no fué tan sólo una _escuela grande y
+ fecunda, sino también una asociación regeneradora_. Objetos que
+ tuvo que llenar. Dificultades que tuvo que vencer. _La
+ esclavitud._ Quién abolió la esclavitud. Opinión de Guizot.
+ Número inmenso de esclavos. Con qué tino debía procederse en la
+ abolición de la esclavitud. La abolición repentina era
+ imposible. Impúgnase la opinión de Guizot. 152
+
+ Cap. XVI. La Iglesia católica empleó para la abolición de la
+ esclavitud, no sólo un sistema de doctrinas, y sus máximas
+ y espíritu de claridad, sino también un conjunto de medios
+ prácticos. Punto de vista desde el cual debe mirarse este
+ hecho histórico. Ideas erradas de los antiguos sobre la
+ esclavitud. Homero, Platón, Aristóteles. El Cristianismo se
+ ocupó desde luego en combatir esos errores. Doctrinas
+ cristianas sobre las relaciones entre esclavos y señores. La
+ Iglesia se ocupa en suavizar el trato cruel que se daba á los
+ esclavos. 161
+
+ Cap. XVII. La Iglesia defiende con celo la libertad de los
+ manumitidos. Manumisión en las iglesias. Saludables efectos
+ de esta práctica. Redención de cautivos. Celo de la Iglesia
+ en practicar y promover esta obra. Preocupación de los romanos
+ sobre este punto. Influencia que tuvo en la abolición de la
+ esclavitud el celo de la Iglesia por la redención de los
+ cautivos. La Iglesia protege la libertad de los ingenuos. 176
+
+ Cap. XVIII. Sistema seguido por la Iglesia con respecto á los
+ esclavos de los judíos. Motivos que impulsaban á la Iglesia
+ á la manumisión de sus esclavos. Su indulgencia en este
+ punto. Su generosidad para con sus libertos. Los esclavos
+ de la Iglesia eran considerados como consagrados á Dios.
+ Saludables efectos de esta consideración. Se concede libertad
+ á los esclavos que querían abrazar la vida monástica.
+ Efectos de esta práctica. Conducta de la Iglesia en la
+ ordenación de los esclavos. Represión de abusos que en esta
+ parte se introdujeron. Disciplina de la Iglesia de España sobre
+ este particular. 186
+
+ Cap. XIX. Doctrinas de San Agustín sobre la esclavitud.
+ Importancia de estas doctrinas para acarrear su abolición. Se
+ impugna á Guizot. Doctrinas de Santo Tomás sobre la misma
+ materia. Matrimonio de los esclavos. Disposición del derecho
+ canónico sobre este matrimonio. Doctrina de Santo
+ Tomás sobre este punto. Resumen de los medios empleados
+ por la Iglesia para la abolición de la esclavitud. Impúgnase
+ á Guizot. Se manifiesta que la abolición de la esclavitud es
+ debida exclusivamente al Catolicismo. Ninguna parte tuvo
+ en esta grande obra el Protestantismo. 197
+
+
+
+
+ÍNDICE DE LAS NOTAS
+
+
+ PÁG.
+
+ (1) Gibbon, y la Historia de las variaciones de los
+ protestantes, de Bossuet. 207
+
+ (2) Intolerancia de Lutero y demás corifeos del
+ Protestantismo. 207
+
+ (3) _Protestantismo_: origen de este nombre. 209
+
+ (4) Observaciones sobre los nombres. 209
+
+ (5) Abuso. 210
+
+ (6) Unidad y concierto del Catolicismo. Feliz pensamiento de
+ San Francisco de Sales. 211
+
+ (7) Confesiones de los más distinguidos protestantes sobre la
+ debilidad del Protestantismo. Lutero, Melanchton,
+ Calvino, Reza, Grocio, Papín, Puffendorf, Leibnitz.
+ Descubrimiento importante de una obra póstuma de Leibnitz
+ sobre la religión. 213
+
+ (8) Ciencias humanas. Luis Vives. 215
+
+ (9) Ciencias matemáticas. Eximeno, jesuíta español. 216
+
+ (10) Herejías de los primeros siglos. Su carácter. 217
+
+ (11) Superstición y fanatismo de los protestantes. El diablo de
+ Lutero. La fantasma de Zuinglio. Los pronósticos de
+ Melanchton. Matías Harlem. El sastre de Leyde, rey de
+ Sión. Hermán, Nicolás, Hacket, y otros visionarios y
+ fanáticos. 217
+
+ (12) Sobre las visiones de los católicos. Santa Teresa. Las
+ visiones de esta Santa. 221
+
+ (13) Mala fe de los fundadores del Protestantismo. Textos
+ notables que la manifiestan. Estragos que hizo desde luego
+ la incredulidad. Gruet. Pasajes notables de Montaigne. 223
+
+ (14) Las extravagancias de las primeras herejías como muestra
+ del estado de la _ciencia_ en aquellos tiempos. 226
+
+ (15) Cánones y otros documentos que manifiestan la solicitud
+ de la Iglesia en aliviar la suerte de los esclavos, y los
+ diferentes medios de que se valió para llevar á cabo la
+ abolición de la esclavitud. 227
+
+ (§1) Cánones dirigidos á suavizar el trato de los esclavos. 228
+
+ (§2) Cánones dirigidos á la defensa de la libertad de los
+ manumitidos, y á la protección de los libertos
+ recomendados á la Iglesia. 230
+
+ (§3) Cánones y otros documentos con respecto á la redención de
+ cautivos. 232
+
+ (§4) Cánones relativos á la defensa de la libertad de los
+ ingenuos. (Al principiar el canon del Concilium Lugdunense
+ secundum, anno 566). 236
+
+ (§5) Cánones sobre los esclavos de los judíos. 238
+
+ (§6) Cánones sobre las manumisiones que hacía la Iglesia de
+ sus esclavos. 243
+
+ (§7) Letras apostólicas del Papa Gregorio XVI sobre el tráfico
+ de negros. Doctrinas, conducta é influencia del Catolicismo
+ sobre la abolición de este tráfico, y de la esclavitud
+ en las colonias. 248
+
+
+
+
+ EL PROTESTANTISMO
+ COMPARADO CON
+ EL CATOLICISMO
+
+
+ TOMO SEGUNDO
+
+
+
+
+CAPITULO XX
+
+
+El más bello timbre de la civilización europea, la conquista más
+preciosa en favor de la humanidad, cual es la abolición de la
+esclavitud, ya hemos visto á quién se debe: á la Iglesia católica: por
+medio de sus doctrinas tan benéficas como elevadas, y de un sistema
+tan eficaz como prudente, con su generosidad sin límites, su celo
+incansable, su firmeza invencible, abolió la esclavitud en Europa;
+es decir, dió el primer paso que debía darse en la regeneración de
+la humanidad, sentó la primera piedra que debía sentarse en el hondo
+y anchuroso cimiento de la civilización europea: _la emancipación de
+los esclavos, la abolición para siempre de este estado tan degradante:
+la libertad universal_. Sin levantar antes al hombre de ese abyecto
+estado, sin alzarle sobre el nivel de los brutos, no era posible crear
+ni organizar una civilización llena de grandor y dignidad; porque,
+dondequiera que se ve á un hombre acurrucado á los pies de otro hombre,
+esperando con ojo inquieto las órdenes de su amo, ó temblando medroso
+al solo movimiento de un látigo; dondequiera que el hombre es vendido
+como un bruto, estimadas todas sus facultades, y hasta su vida, por
+algunas monedas, allí la civilización no se desenvolverá jamás cual
+conviene: siempre será flaca, enfermiza, falseada, porque, donde esto
+se verifica, la humanidad lleva en su frente una marca de ignominia.
+
+Probado, pues, que fué el Catolicismo quien quitó de en medio ese
+obstáculo á todo adelanto social, limpiando, por decirlo así, á la
+Europa de esa repugnante lepra que la infestaba de pies á cabeza,
+entremos ahora en la investigación de lo que hizo el Catolicismo
+para levantar el grandioso edificio de la civilización europea; que,
+si reflexionamos seriamente cuanto ella entraña de vital y fecundo,
+encontraremos nuevos y poderosos títulos que merecen á la Iglesia
+católica la gratitud de los pueblos. Y ante todo será bien echar
+una ojeada sobre el vasto é interesante cuadro que nos presenta la
+civilización europea, resumiendo en pocas palabras sus principales
+perfecciones; pues que de esta manera podremos más fácilmente darnos
+razón á nosotros mismos de la admiración que nos causa, y del
+entusiasmo que nos inspira. El individuo, con un vivo sentimiento de su
+dignidad, con un gran caudal de laboriosidad, de acción y energía, y
+con un desarrollo simultáneo de todas sus facultades; la mujer, elevada
+al rango de compañera del hombre, y compensado, por decirlo así, el
+deber de la sujeción con las respetuosas consideraciones de que se la
+rodea; la blandura y firmeza de los lazos de familia, con poderosas
+garantías de buen orden y de justicia; una admirable conciencia
+pública, rica de sublimes máximas morales, de reglas de justicia y
+de equidad, y de sentimientos de pundonor y decoro, conciencia que
+sobrevive al naufragio de la moral privada, y que no consiente que
+el descaro de la corrupción llegue al exceso de los antiguos; cierta
+suavidad general de costumbres, que en tiempo de guerra evita grandes
+catástrofes, y en medio de la paz hace la vida más dulce y apacible; un
+profundo respeto al hombre y á su propiedad, que hace tan raras las
+violencias particulares, y sirve de saludable freno á los gobernantes
+en toda clase de formas políticas: un vivo anhelo de perfección en
+todos ramos; una irresistible tendencia, errada á veces, pero siempre
+viva, á mejorar el estado de las clases numerosas; un secreto impulso
+á proteger la debilidad, á socorrer el infortunio, impulso que á veces
+se desenvuelve con generoso celo, y, cuando no, permanece siempre
+en el corazón de la sociedad causándole el malestar y la desazón de
+un remordimiento; un espíritu de universalidad, de propagación, de
+cosmopolitismo; un inagotable fondo de recursos para remozarse sin
+perecer, para salvarse en las mayores crisis; una generosa inquietud
+que se empeña en adelantarse al porvenir, y de que resultan una
+agitación y un movimiento incesantes, algo peligrosos á veces, pero
+que son comunmente el germen de grandes bienes, y señal de un poderoso
+principio de vida: he aquí los grandes caracteres que distinguen á la
+civilización europea, he aquí los rasgos que la colocan en un puesto
+inmensamente superior á todas las demás civilizaciones antiguas y
+modernas.
+
+Leed la historia, desparramad vuestras miradas por todo el orbe, y
+dondequiera que no reina el Cristianismo, si no prevalece la vida
+bárbara ó la salvaje, hallaréis, por lo menos, una civilización que en
+nada se parece á la nuestra, que ni aun remotamente puede comparársele.
+Veréis algunas de esas civilizaciones con cierta regularidad, con
+señales de firmeza, pues que duran al través de largos siglos; pero,
+¿cómo duran? Sin caminar, sin moverse, porque carecen de vida, porque
+su regularidad y duración son la de una estatua de mármol, que
+inmóvil ve pasar ante sí numerosas generaciones. Pueblos hubo también
+con una civilización que rebosaba de actividad y movimiento; pero,
+¿qué actividad? ¿qué movimiento? Unos, dominados por el espíritu
+mercantil, no aciertan á fundar sobre sólida base su felicidad
+interior, sólo saben abordar á nuevas playas que ofrezcan cebo á su
+codicia, desembarazándose del excedente de la población por medio
+de las colonias, y estableciendo en el nuevo país crecido número de
+factorías; otros, disputando y combatiendo eternamente por la mayor
+ó menor latitud de la libertad política, olvidan su organización
+social, no cuidan de su libertad civil, y, revolviéndose turbulentos en
+estrechísimo círculo de espacio y de tiempo, no serían dignos siquiera
+de que la posteridad conservara sus nombres, si no brillara entre ellos
+con indecible encanto el genio de lo bello, si en los monumentos de su
+saber no reflejaran, como en un claro espejo, algunos hermosos rayos
+de la ciencia tradicional del Oriente; otros, grandiosos y terribles á
+la verdad, pero trabajados sin cesar por las disensiones intestinas,
+llevan esculpido en su frente el formidable destino de la conquista,
+le cumplen avasallando el mundo, y caminan desde luego á su ruina
+por un rapidísimo declive, en que nada los puede contener; otros,
+por fin, exaltados por un violento fanatismo, se levantan como las
+olas azotadas por el huracán, se arrojan sobre los demás pueblos como
+inundación devastadora, y amenazan arrastrar en su fragosa corriente
+á la misma civilización cristiana; pero es en vano su esfuerzo, se
+estrellan sus oleadas contra una resistencia invencible; redoblan sus
+acometidas, pero siempre forzadas á retroceder, y á tenderse de nuevo
+sobre su lecho con un sordo bramido. Y ahora, vedlos allá al Oriente,
+cual parecen un turbio charco que los ardores del sol acaban de secar;
+vedlos allá los hijos y sucesores de Mahoma y de Omar, vedlos allá de
+rodillas á las plantas del poderío europeo, mendigando una protección
+que por ciertas miras se les dispensa, pero con desdeñoso desprecio.
+
+Éste es el cuadro que nos ofrecen todas las civilizaciones antiguas y
+modernas, excepto la europea, es decir, la cristiana. Sólo ella abarca
+á la vez todo lo grande y lo bello que se encuentra en las demás;
+sólo ella atraviesa las más profundas revoluciones, sin perecer; sólo
+ella se extiende á todas las razas, se acomoda á todos los climas,
+se aviene con las más variadas formas políticas; sólo ella se enlaza
+amigablemente con todo linaje de instituciones, mientras pueda circular
+por su corazón cual fecundante savia, produciendo gratos y saludables
+frutos para bien de la humanidad.
+
+¿Y de dónde habrá recibido la civilización europea su inmensa
+superioridad sobre todas las otras? ¿De dónde ha salido tan gallarda,
+tan rica, tan variada y fecunda, con ese sello de dignidad, de nobleza
+y elevación, sin castas, sin esclavos, sin eunucos, sin esas miserias
+que cual asquerosa lepra encontramos en los demás pueblos antiguos y
+modernos? ¡Ah! los europeos nos lamentamos á menudo, y tan sentidamente
+cual hacerlo pudo ningún pueblo; y no reflexionamos que somos los hijos
+mimados de la Providencia, y que, si es verdad que sufrimos males,
+patrimonio inseparable de la humanidad, son, empero, muy ligeros,
+nulos, en comparación de los que sufrieron y sufren los demás pueblos.
+Por lo mismo que es grande nuestra dicha, somos más descontentadizos,
+y, por decirlo así, más melindrosos; sucediéndonos lo que á un hombre
+de distinguida clase, acostumbrado á vivir rodeado de consideración
+y respeto en medio de las comodidades y regalos: una leve palabra le
+indigna, la más pequeña molestia le mortifica y desazona; sin reparar
+que hay tantos hombres desnudos, y transidos de miseria, que no pueden
+cubrir su desnudez sino con algunos harapos, ni apagar su hambre sino
+con algunos mendrugos, todo recogido al través de mil repulsas y
+bochornos.
+
+Al contemplar la civilización europea, hieren el ánimo tantas y tan
+varias impresiones, agólpase tal tropel de objetos como demandando
+consideración y preferencia, que, si bien la imaginación se recrea con
+la magnificencia y hermosura del cuadro, el entendimiento se abruma,
+no atinando fácilmente por dónde se deba empezar el examen. El mejor
+recurso, en tales casos, es la simplificación, descomponiendo el
+objeto complexo, y reduciéndolo todo á sus elementos más simples.
+_El individuo_, _la familia_, _la sociedad_: he aquí lo que debemos
+examinar á fondo, he aquí lo que ha de ser el blanco de nuestras
+investigaciones; que, si llegamos á comprenderlo bien, tal como es en
+sí y prescindiendo de ligeras variaciones que no afectan su esencia, la
+civilización europea, con todas sus riquezas, con todos sus secretos,
+se desenvolverá á nuestros ojos, como sale de entre las sombras una
+campiña abundante y amena al bañarla los rayos de la aurora.
+
+Debe la civilización europea todo cuanto es y todo cuanto tiene, á la
+posesión en que está de las principales verdades sobre el individuo,
+sobre la familia y sobre la sociedad; se han comprendido en Europa
+mejor que en ninguna otra parte la verdadera naturaleza, las verdaderas
+relaciones, el verdadero fin de estos objetos; se tienen sobre ellos
+ideas, sentimientos, miras de que se careció en otras civilizaciones; y
+estas ideas y sentimientos están grabados fuertemente en la fisonomía
+de los pueblos europeos, inoculados en sus leyes, en sus costumbres,
+en sus instituciones, en su lenguaje; se respiran con el aire, porque
+traen impregnada nuestra atmósfera como un aroma vivificante. Y es
+porque de largos siglos abriga en su seno la Europa un principio
+robusto que los conserva, propaga y aplica; es porque en las épocas más
+trabajosas en que disuelta la sociedad tuvo que formarse de nuevo, fué
+cabalmente cuando este principio regenerador disfrutó de más influjo
+y prepotencia. Pasaron los tiempos, sobrevinieron grandes mudanzas,
+el Catolicismo sufrió alternativas en su poder é influencia sobre la
+Europa; pero la civilización, que era su obra, era demasiado sólida
+para ser fácilmente destruída; el impulso era sobrado fuerte y certero
+para que se perdiera fácilmente el rumbo; la Europa era un joven en
+la flor de sus años, dotado de complexión robusta, y en cuyas venas
+circula en abundancia la salud y la vida; los excesos del trabajo y de
+la disipación le postran por algún tiempo, le hacen palidecer; pero
+bien pronto recobra su rostro la lozanía y los colores, bien pronto
+recobran sus miembros la agilidad y la fuerza.
+
+
+
+
+CAPITULO XXI
+
+
+El _individuo_: he aquí el elemento más simple de la sociedad; he aquí
+lo primero que debe estar bien constituído, por decirlo así; he aquí lo
+que, en siendo mal comprendido y apreciado, será un eterno obstáculo
+á la medra de la verdadera civilización. Ante todo es necesario
+advertir que aquí se trata sólo del individuo, del hombre tal como
+es en sí, y prescindiendo de las numerosas relaciones que le rodean,
+luego que se pasa á considerarlo como miembro de una sociedad. Mas
+no se crea, por esto, que voy á considerar al hombre en un completo
+aislamiento, llevándole al desierto, reduciéndole al estado salvaje,
+y analizando el individualismo tal como nos le ofrecen algunas hordas
+errantes, excepción monstruosa que sólo ha podido resultar de la
+degradación de la naturaleza humana. Esto equivaldría á resucitar el
+método de Rousseau, método puramente utópico, que sólo puede conducir
+al error y á la extravagancia. Las piezas de una máquina pueden ser
+examinadas aparte, aisladamente, con la mira de comprender mejor su
+construcción peculiar; pero nunca deben olvidarse los usos á que se
+las destina, nunca debe perderse de vista el todo á que pertenecen; de
+otra suerte; el juicio que sobre ellas se forme, no podrá menos de ser
+equivocado. El cuadro más sublime y sorprendente no sería más que una
+ridícula monstruosidad, si se examinaran en completo aislamiento, ó
+en combinaciones arbitrarias, los grupos y las figuras: con semejante
+método podrían convertirse en sueños de un delirante los prodigios de
+Miguel Ángel y Rafael.
+
+Pero, sin olvidar que el hombre no está solo en el mundo, y que no
+ha nacido para vivir solo; sin olvidar que, á más de lo que es en
+sí, forma también parte del gran sistema del universo, y que, á más
+de los destinos que le corresponden como comprendido en el vasto
+plan de la creación, está elevado por la bondad del Criador á otra
+esfera más alta, superior á todo pensamiento terreno; sin prescindir
+de nada de esto, como en buena filosofía no se puede prescindir,
+queda todavía lugar al estudio del individuo, y del individualismo;
+en la consideración del hombre puédese todavía abstraer la calidad
+del ciudadano, abstracción que, lejos de conducirnos á extravagantes
+paradojas, es muy á propósito para comprender á fondo cierta
+particularidad notable que se observa en la civilización europea,
+cierto distintivo que por sí solo no la dejaría confundir con las otras.
+
+Que deba hacerse una distinción entre el hombre y el ciudadano, que
+estos dos aspectos den lugar á consideraciones muy diferentes, nadie
+habrá que no lo perciba fácilmente; pero es tarea algo difícil el
+deslindar hasta dónde se extiendan los resultados de esa distinción,
+hasta qué punto sea conveniente el sentimiento de la independencia
+personal, cuál sea la esfera que deba señalarse al desarrollo puramente
+individual, qué es lo que sobre este particular se encuentra en nuestra
+civilización que no se halle en las otras; es tarea harto difícil
+apreciar debidamente esta diferencia, señalar su origen y objeto, y
+pesar atinadamente cuál ha sido su verdadero influjo en la marcha de
+la civilización. Tarea, repito, muy difícil, porque se encierran aquí
+varias cuestiones, bellas é importantes en verdad, pero delicadas,
+profundas, donde es muy fácil equivocarse, porque es casi imposible
+fijar certeramente la mirada, á causa de que los objetos tienen algo
+de vago, de indeterminado, de aéreo, andan como fluctuando, sólo
+vinculados entre sí por relaciones imperceptibles.
+
+Tropezamos aquí con el famoso _individualismo_, que, según Guizot,
+fué importado por los bárbaros del Norte y representó un papel tan
+descollante, que debe se reconocido como uno de los primeros y más
+fecundos principios de la civilización europea. Analizando el célebre
+publicista los elementos de esta civilización, señalando la parte que
+en su juicio cupo al imperio romano y á la Iglesia, pretende hallar
+algo de singular y muy fecundo en el sentimiento de individualismo
+que traían los germanos consigo, y que inocularon en las costumbres
+europeas.
+
+No será inútil dar razón aquí de la opinión de M. Guizot sobre esta
+importante y delicada materia, porque, al paso que se logrará fijar
+mejor el estado de la cuestión, cosa harto difícil en objetos de suyo
+tan vagos, se disipará la grave equivocación que padecen algunos en
+este punto, debida á la autoridad del citado escritor, que, con los
+recursos de su ingenio y los encantos de su elocuencia, ha hecho
+verosímil y plausible lo que, examinado á fondo, no es más que una
+paradoja.
+
+Como al combatir las opiniones de un escritor debe tenerse el primer
+cuidado en no alterárselas, atribuyéndole lo que en realidad no ha
+dicho, y estando, por otra parte, la materia que nos ocupa tan sujeta á
+equivocaciones, será bien copiar por entero las palabras de M. Guizot.
+«El estado general de la sociedad entre los bárbaros es lo que nos
+importa conocer; y esto cabalmente es muy difícil. Comprendemos sin
+mucho trabajo el sistema municipal romano, y la Iglesia cristiana; su
+influencia se ha perpetuado hasta nuestros días; encontramos su huella
+en muchas instituciones, en hechos que tenemos á la vista, y esto nos
+facilita mil medios de reconocerlos y explicarlos. Nada, empero, ha
+quedado de las costumbres y del estado social de los bárbaros; vémonos
+obligados á adivinar, ora apelando á remotísimos monumentos históricos,
+ora supliendo la falta de esos monumentos con un atrevido esfuerzo de
+imaginación.»
+
+No negaré ser muy poco lo que nos ha quedado de las costumbres de los
+bárbaros, ni disputaré con M. Guizot sobre lo que pueda valer una
+observación que versa sobre hechos en que sea menester _suplir con
+esfuerzos de imaginación lo mucho que de ellos nos falta_, en que
+nos _veamos obligados_ á entrar en la peligrosa y resbaladiza senda
+de _adivinar_; no desconozco lo que son estas materias, y en las
+reflexiones que acabo de hacer sobre la cuestión que nos ocupa, y en
+los términos con que la he calificado, bien se alcanza que no juzgo
+posible andar con la regla y el compás; pero sí que puede servir esto
+para prevenir á los lectores contra la ilusión que pudiera causarles
+una doctrina que, bien profundizada, no es más, repito, que una
+brillante paradoja.
+
+«Hay un sentimiento, un hecho, continúa M. Guizot, que es preciso
+analizar y comprender para pintar con rasgos verídicos á un bárbaro:
+tal es el placer de la independencia individual: el placer de lanzarse
+con su fuerza y su libertad en medio de las vicisitudes del mundo y
+de la vida; los goces de una actividad sin trabajo, la inclinación á
+una vida aventurera, llena de imprevisión, de desigualdad, de peligro.
+Éste era el sentimiento dominante del estado bravío, la necesidad
+moral que ponía en perpetuo movimiento aquellas masas de hombres.
+Viviendo nosotros en medio de una sociedad tan regular, tan uniforme,
+nos es sobremanera difícil representarnos ese sentimiento con todo el
+imperio, con toda la violencia que ejercía sobre los bárbaros de los
+siglos IV y V. Una sola obra he visto en la cual se halla perfectamente
+retratado ese carácter de la barbarie: la Historia de la conquista
+de Inglaterra por los normandos, de M. Thierry, es el solo libro
+en que se ven reproducidos con una exactitud, con una naturalidad
+verdaderamente homéricas, los motivos, las inclinaciones, los impulsos
+que mueven y agitan á los hombres en un estado social próximo á la
+barbarie. En ninguna parte he comprendido, he sentido mejor lo que
+es un bárbaro, lo que es la vida de un bárbaro. Algo semejante se
+encuentra en las novelas de Cooper sobre los salvajes de América, si
+bien, á mi entender, en un grado muy inferior, de una manera menos
+simple, menos verdadera. Vese en la vida de los salvajes americanos,
+en las relaciones que los unen, en los sentimientos que abrigan en
+medio de sus bosques, algún reflejo, alguna analogía que recuerda hasta
+cierto punto la vida y las costumbres de los primitivos germanos.
+Estos cuadros son ciertamente un poco ideales, tienen algo de poético;
+la parte repugnante de las costumbres y de la vida de los bárbaros
+no se presenta en ellos con toda su crudeza; y no hablo solamente de
+los males acarreados por esas costumbres al estado social, sino de la
+situación interior, individual del mismo bárbaro. En esta necesidad
+imperiosa de independencia personal había algo de más material, algo de
+más grosero de lo que se desprende y pudiera deducirse de la obra de M.
+Thierry: dominaba en los bárbaros del Norte cierto grado de brutalidad,
+de embriaguez, de apatía, que no siempre se ven fielmente representadas
+en aquellas narraciones. No obstante, profundizando más y más las
+cosas, á pesar de esa confusa mezcla de brutalidad, de materialismo,
+de egoísmo estúpido, se conoce que aquella pasión por la independencia
+individual es un sentimiento noble, cuyo poder deriva todo de la parte
+superior, de la naturaleza moral del mismo hombre: es el placer de
+sentirse hombre, el sentimiento de la personalidad, de la espontaneidad
+humana en su libre desarrollo.
+
+»Á los bárbaros germanos, señores, debe la moderna civilización ese
+sentimiento desconocido enteramente de los romanos, de la Iglesia, de
+casi todas la civilizaciones antiguas. Cuando en éstas hace algún papel
+la libertad, es la libertad política, la libertad del ciudadano; ésta
+era la que le movía, la que le entusiasmaba; no su libertad personal:
+pertenecía á una asociación, se hallaba consagrado á una asociación,
+y por una asociación estaba pronto á sacrificarse. Lo mismo sucedía
+en la Iglesia cristiana: reinaba entre los fieles un vivo apego á la
+corporación cristiana, un rendido acatamiento, un entero abandono á
+sus leyes, un fuerte empeño de extender su imperio: otras veces el
+sentimiento religioso conducía al hombre á una reacción sobre sí
+mismo, sobre su alma, á una lucha interior, para sojuzgar su libre
+albedrío y someterlo á las inspiraciones de su fe. El sentimiento,
+empero, de independencia personal, ese anhelo de libertad que se
+desarrolla sin otro fin ni objeto que el de complacerse, este
+sentimiento, repito, era desconocido á los romanos y á la sociedad
+cristiana. Los bárbaros le llevaron consigo y le depositaron en la
+cuna de la civilización europea. Tan descollante papel ha en ella
+representado, tan hermosos resultados ha producido, que es imposible
+dejar de reconocerle como uno de sus elementos principales.» (_Historia
+de la civilización europea. Lección II._)
+
+El sentimiento de la independencia personal atribuído exclusivamente á
+un pueblo, ese sentimiento vago, indefinible, con una extraña mezcla de
+noble y de brutal, de bárbaro y de civilizador, tiene algo de poético,
+muy propio para seducir la fantasía; pero, como el contraste mismo con
+que se procura aumentar el efecto de las pinceladas lleva en sí algo de
+extraordinario y hasta contradictorio, la severa razón sospecha algún
+error oculto, y se pone en cautelosa guarda.
+
+Si es verdad que tal fenómeno haya existido, ¿de dónde pudo dimanar?
+¿fué quizás un resultado del clima? Pero ¿cómo es concebible que
+abrigaran los hielos del Norte lo que no abrigaban los ardores del
+Mediodía? ¿cómo es que, desenvolviéndose con tanta fuerza en los países
+meridionales de Europa el sentimiento de la independencia política,
+cabalmente no se encontrara en ellos el sentimiento de la independencia
+personal? ¿no fuera una extrañeza, mejor diré, un absurdo, que los
+climas se hubiesen repartido como patrimonios los sentimientos de las
+dos clases de libertad?
+
+Diráse quizás que procedía este sentimiento del estado social; pero, en
+tal caso, no era menester atribuirle como característico á un pueblo;
+bastaba asentar, en general, que ese sentimiento era propio de los
+pueblos que se hallasen en el estado social de los germanos. Además
+que, si era un efecto del estado social, ¿cómo pudo ser un germen, un
+principio fecundo de civilización, lo que era propio de la barbarie?
+Este sentimiento debiera haberse borrado por la civilización, no
+conservarse en medio de ella, no contribuir á su desarrollo; y, si bajo
+alguna forma debía permanecer, ¿por qué no sucedió lo mismo en otras
+civilizaciones, ya que no fueron, por cierto, los germanos el único
+pueblo que haya pasado de la barbarie á la civilización?
+
+No se pretende, por eso, decir que los bárbaros del Norte no ofrecieran
+bajo este aspecto alguna particularidad notable, ni tampoco que no se
+encuentre en la civilización europea un sentimiento de personalidad,
+por decirlo así, que no se halla en las demás civilizaciones; pero sí
+que para explicar el individualismo de los germanos es poco filosófico
+valerse de misterios y enigmas, sí que para señalar la razón de la
+superioridad que tiene en esta parte la civilización europea, no es
+necesario acudir á la barbarie de los germanos. Si queremos formarnos
+idea cabal de esta cuestión tan complexa é importante, conviene ante
+todo fijar en cuanto cabe la verdadera naturaleza del individualismo
+de los bárbaros. En un opúsculo que di á luz hace algún tiempo, cuyo
+título era: _Observaciones sociales, políticas y económicas sobre
+los bienes del clero_, traté por incidencia de ese individualismo,
+y me esforcé en aclarar sobre este punto las ideas, y, como desde
+entonces no he variado de opinión, antes me he confirmado más en ella,
+trasladaré á continuación lo que allí decía: «¿Qué venía á ser este
+sentimiento? ¿era peculiar de aquellos pueblos, era un resultado de
+las influencias del clima, de una situación social? ¿era tal vez un
+sentimiento, que se halle en todos lugares y tiempos, pero modificado á
+la sazón por circunstancias particulares? ¿Cuál era su fuerza, cuál su
+tendencia, qué encerraba de justo ó de injusto, de noble ó degradante,
+de provechoso ó nocivo? ¿qué bienes llevó á la sociedad, qué males?
+y éstos ¿cómo se combatieron, por quién, y por qué medios, con qué
+resultado? Muchas cuestiones hay encerradas aquí; pero no traen,
+sin embargo, la complicación que pudiera parecer; aclarada una idea
+fundamental, las demás se desenvolverán muy fácilmente; y, simplificada
+la teoría, vendrá luego la historia en su confirmación y apoyo.
+
+»Hay en el fondo del corazón del hombre un sentimiento fuerte,
+vivo, indeleble, que le inclina á conservarse, á evitarse males, y
+á procurarse bienestar y dicha. Llámesele amor propio, instinto de
+conservación, deseo de la felicidad, anhelo de perfección, egoísmo,
+individualismo, llámesele como se quiera, el sentimiento existe: aquí
+dentro le tenemos, no podemos dudar de él; él nos acompaña en todos
+nuestros pasos, en todas nuestras acciones, desde que abrimos los
+ojos á la luz hasta que descendemos al sepulcro. Este sentimiento,
+si bien se le observa en su origen, naturaleza y objeto, no es más
+que una gran ley de todos los seres, aplicada al hombre; ley que,
+siendo una garantía de la conservación y perfección de los individuos,
+contribuye de un modo admirable á la harmonía del universo. Bien claro
+es que semejante sentimiento nos ha de llevar naturalmente á aborrecer
+la opresión, y á experimentar un desagrado por cuanto tiende á
+embarazarnos, ó á coartarnos el uso de nuestras facultades: la razón es
+obvia; todo esto nos causa un malestar, y á semejante estado se opone
+nuestra naturaleza; hasta el niño más tierno sufre ya de mala gana la
+ligadura que le embarga el libre movimiento: se enfada, forceja, llora.
+
+»Además, si por una ú otra causa no carece totalmente el individuo
+del conocimiento de sí mismo; si, por poco que sea, han podido
+desarrollarse algún tanto sus facultades intelectuales, brotará en
+el fondo de su alma otro sentimiento que nada tiene de común con el
+instinto de conservación que impele á todos los seres, otro sentimiento
+que pertenece exclusivamente á la inteligencia: hablo del sentimiento
+de dignidad, del aprecio, de la estimación de nosotros mismos, de ese
+fuego que brota en el corazón de nuestra más tierna infancia, y que,
+nutrido, extendido y avivado con el pábulo que va suministrando el
+tiempo, es capaz de aquella fuerza prodigiosa, de aquella expansión que
+tan inquietos, tan activos, tan agitados nos trae en todos los períodos
+de nuestra vida. La sujeción de un hombre á otro hombre envuelve algo
+que hiere este sentimiento de dignidad; porque, aun suponiendo esta
+sujeción conciliada con toda la libertad y suavidad posibles, con
+todos los respetos á la persona sujeta, revela al menos á ésta alguna
+flaqueza ó necesidad que la obliga á dejarse cercenar algún tanto del
+libre uso de sus facultades: y he aquí otro origen del sentimiento de
+independencia personal.
+
+»Infiérese de lo que acabo de exponer, que el hombre lleva siempre
+consigo el amor á la independencia, que este sentimiento es común á
+todos los tiempos y países, y que no puede ser de otra manera, pues que
+hemos encontrado su raíz en dos sentimientos tan naturales al hombre,
+como son: _el deseo de bienestar, y el sentimiento de su dignidad_.
+
+»Es evidente que en la infinidad de situaciones, física y moralmente
+diversas, en que puede encontrarse el individuo, las modificaciones de
+tales sentimientos podrán también variarse hasta lo infinito; y que
+éstos, sin salir del círculo que les traza su esencia, tienen mucha
+latitud para que sean susceptibles de muy diferentes graduaciones
+en su energía ó debilidad, y para que sean morales ó inmorales,
+justos ó injustos, nobles ó innobles, provechosos ó nocivos, y, por
+consiguiente, para que puedan comunicar al individuo á quien afectan
+mucha diversidad de inclinaciones, de hábitos y costumbres, dando así
+á la fisonomía de los pueblos rasgos muy diferentes, según sea el modo
+particular y característico con que se hallan afectados los individuos.
+Aclaradas ya estas nociones, sin haber dejado nunca de la mano el
+corazón del hombre, queda también manifestado cómo deben resolverse
+todas las cuestiones generales que se habían ofrecido con relación
+al sentimiento de individualismo; echándose de ver también que no es
+menester recurrir á palabras misteriosas, ni á explicaciones poéticas;
+porque nada hay aquí que no pueda sujetarse á riguroso análisis.
+
+»Las ideas que el hombre se forme de su bienestar y dignidad, y los
+medios de que disponga para alcanzar aquél, y conservar ésta, he
+aquí lo que graduará la fuerza, determinará la naturaleza, fijará
+el carácter, señalará la tendencia de todos estos sentimientos;
+es decir, que todo dependerá del estado físico y moral en que se
+hallen la sociedad y el individuo. Y, aun en igualdad de las demás
+circunstancias, dad al hombre las verdaderas ideas de su bienestar y
+dignidad, tales como las enseñan la razón y, sobre todo, la religión
+cristiana, y formaréis un buen ciudadano; dádselas equivocadas,
+exageradas, absurdas, tales como las explican escuelas perversas y como
+las propalan los tribunos de todos los tiempos y países, y sembraréis
+abundante semilla de turbulencias y desastres.
+
+»Falta ahora hacer una aplicación de esta doctrina, para que,
+concretándonos al objeto que nos ocupa, podamos manifestar con toda
+claridad el punto principal que nos hemos propuesto.
+
+»Si fijamos nuestra atención sobre los pueblos que invadieron y
+derribaron el imperio romano, ateniéndonos á los rasgos que sobre
+ellos nos ha conservado la historia, á lo que de sí arrojan las mismas
+circunstancias en que se encontraban, y á lo que en esta materia
+ha podido enseñar á la ciencia moderna la inmediata observación de
+algunos pueblos de América, no nos será imposible formarnos idea de
+cuál era entre los bárbaros invasores el estado de la sociedad y del
+individuo. Situados los bárbaros en su país natal, en medio de sus
+montes y bosques cubiertos de nieve y de escarcha, tenían también
+sus lazos de familia, sus relaciones de parentesco, su religión, sus
+tradiciones, sus hábitos, sus costumbres, su apego al propio suelo, su
+amor á la independencia de la patria, su entusiasmo por las hazañas
+de sus mayores, su amor á la gloria adquirida en el combate, su anhelo
+de perpetuar en sus hijos una raza robusta, valiente y libre, sus
+distinciones de familias, sus divisiones en tribus, sus sacerdotes, sus
+caudillos, su gobierno. Sin que sea menester entrar ahora en cuestiones
+sobre el carácter que entre ellos tenían las formas de gobierno, y
+dando de mano á cuanto pudiera decirse sobre su monarquía, asambleas
+públicas y otros puntos semejantes, cuestiones todas que, á más de ser
+ajenas de este lugar, llevan siempre consigo mucho de imaginario é
+hipotético, me contentaré con observar lo que para todos los lectores
+será incontestable, y es, que la organización de la sociedad era entre
+ellos cual debía esperarse de ideas rudas y supersticiosas, usos
+groseros y costumbres feroces; es decir, que su estado social no se
+elevaba sobre aquel nivel que naturalmente debían de haberle señalado
+tan imperiosas necesidades, como son, el que no se convirtieran en
+absoluto caos sus bosques, y que á la hora del combate no marcharan sin
+alguna cabeza y guía confusos pelotones.
+
+»Nacidos aquellos pueblos en climas destemplados y rigurosos,
+embarazándose y estrechándose unos á otros por su asombrosa
+multiplicación, escasos, por lo mismo, de medios de subsistencia, y
+teniendo á la vista la abundancia y comodidades con que les brindaban
+espaciosas y cultivadas comarcas, sentíanse á la vez acosados de
+grandes necesidades, y estimulados vivamente por la presencia y
+cercanía de la presa; y, como que no veían otro dique que las flacas
+legiones de una civilización muelle y caduca, sintiéndose ellos
+robustos de cuerpo, esforzados y briosos de ánimo, y alentados por
+su misma muchedumbre, despegábanse fácilmente de su país natal,
+desenvolvíase en su pecho el espíritu emprendedor, y se precipitaban
+impetuosos sobre el imperio, como un torrente que se despeña de un alto
+risco, inundando las llanuras vecinas.
+
+»Por imperfecto que fuera su estado social, por groseros que fueran
+los lazos de que estaba formado, bastábales, sin embargo, á ellos
+en su país natal, y en sus costumbres primitivas; y, si los bárbaros
+hubiesen permanecido en sus bosques, habría continuado aquella forma de
+gobierno llenando á su modo su objeto, como nacida que era de la misma
+necesidad, adaptada á las circunstancias, arraigada con el hábito,
+sancionada por la antigüedad, y enlazada con todo linaje de tradiciones
+y recuerdos.
+
+»Pero eran sobrado débiles estos lazos sociales para que pudieran ser
+trasladados sin quebrantarse; y aquellas formas de gobierno eran,
+como se echa de ver, tan acomodadas al estado de barbarie, y, por
+consiguiente, tan circunscriptas y limitadas, que mal podían aplicarse
+á la nueva situación en que casi de repente se encontraron aquellos
+pueblos.
+
+»Figuraos ahora á los bravos hijos de las selvas arrojados sobre el
+Mediodía, como un león sobre su presa, precedidos de sus feroces
+caudillos, seguidos del enjambre de sus mujeres é hijos, llevando
+consigo sus rebaños y sus groseros arreos, destrozando de paso
+numerosas legiones, saltando trincheras, salvando fosos, escalando
+baluartes y murallas, talando campiñas, arrasando bosques, incendiando
+populosas ciudades, arrastrando grandes pelotones de esclavos recogidos
+en el camino, arrollando cuanto se les opone, y llevando delante de
+sí numerosas bandadas de fugitivos, corriendo pavorosas y azoradas
+por escapar del hierro y del fuego; figuráoslos un momento después,
+engreídos por la victoria, ufanos con tantos despojos, encrudecidos
+con tantos combates, incendios, saqueos y matanzas; trasladados
+como por encanto á un nuevo clima, bajo otro cielo, nadando en la
+abundancia, en los placeres, en nuevos goces de todas clases; con una
+confusa mezcla de idolatría y de Cristianismo, de mentira y de verdad,
+muertos en los combates los principales caudillos, confundidas con el
+desorden las familias, mezcladas las razas, alterados y perdidos los
+antiguos hábitos y costumbres, y desparramados, por fin, los pueblos
+en países inmensos, en medio de otros pueblos de diversas lenguas, de
+otras ideas, de distintos usos y costumbres; figuraos, si podéis, ese
+desorden, esa confusión, ese caos; y decidme si no veis quebrantados,
+hechos mil trozos todos los lazos que formaban la sociedad de esos
+pueblos, y si no veis desaparecer de repente la sociedad civilizada con
+la sociedad bárbara, aniquilarse todo lo antiguo, antes que pudiera
+reemplazarlo nada nuevo.
+
+»Y entonces, si fijáis vuestra vista sobre el adusto hijo del aquilón,
+al sentir que se relajan de repente todos los vínculos que le unían
+con su sociedad, que se quebrantan todas las trabas que contenían su
+fiereza, al encontrarse solo, aislado, en posición tan nueva, tan
+singular y extraordinaria, conservando un obscuro recuerdo de su país,
+sin haberse aficionado todavía al recién ocupado, sin respeto á una
+ley, sin temor á un hombre, sin apego á una costumbre, ¿no le veis,
+arrastrado de su impetuosa ferocidad, arrojarse sin freno á dondequiera
+que le conducen sus hábitos de violencia, de vagancia, de pillaje y
+matanzas; y, confiado siempre en su nervudo brazo, en su planta ligera,
+guiado por las inspiraciones de un corazón lleno de brío y de fuego, y
+por una fantasía exaltada con la vista de tantos, tan nuevos y variados
+países, por los azares de tantos viajes y combates, no le veis acometer
+temerario todas las empresas, rechazar toda sujeción, sacudir todo
+freno, y saborearse en los peligros de nuevas luchas y aventuras? ¿Y
+no encontráis aquí el misterioso individualismo, el sentimiento de
+independencia personal, con toda su realidad filosófica y con toda su
+verdad histórica?
+
+»Este individualismo brutal, este feroz sentimiento de independencia,
+que ni podía conciliarse con el bienestar del individuo, ni con su
+verdadera dignidad; que, entrañando un principio de guerra eterna, y de
+vida errante, debía acarrear necesariamente la degradación del hombre
+y la completa disolución de la sociedad, tan lejos estaba de encerrar
+un germen de civilización, que antes bien era lo más á propósito para
+conducir la Europa al estado salvaje, ahogando en su misma cuna toda
+sociedad, desbaratando todas las tentativas encaminadas á organizarla
+y acabando de aniquilar cuantos restos hubiesen quedado de la
+civilización antigua.»
+
+Las reflexiones que se acaban de presentar serán más ó menos felices,
+pero al menos no adolecen de la inconcebible incoherencia, por no
+decir contradicción, de hermanar la barbarie y la brutalidad con
+la civilización y la cultura; por lo menos no se llama principio
+descollante, fecundo en la civilización europea, á lo mismo que un
+poco más allá se señala como uno de los obstáculos más poderosos que
+salían al paso á las tentativas de organización social. Como en este
+punto coincide M. Guizot con la opinión que acabo de manifestar, y
+hace resaltar notablemente la incoherencia de su doctrina, el lector
+no llevará á mal que se lo haga oir de su propia boca: «Es claro
+que, si los hombres carecen de ideas que se extiendan más allá de su
+propia existencia; si su horizonte intelectual no alcanza más allá del
+individualismo; si se dejan arrastrar por la fuerza de sus pasiones é
+intereses; si no poseen un cierto número de nociones y de sentimientos
+comunes que sirvan como de lazo entre todos los asociados; es claro,
+digo, que será imposible entre ellos toda idea de sociedad, que cada
+individuo será en la sociedad á que pertenezca, un principio de
+trastorno y de disolución.
+
+»Dondequiera que domine casi absolutamente el individualismo;
+dondequiera que el hombre no se considere más que á sí propio, que
+sus ideas no se extiendan más allá de sí mismo, no obedezca más que
+á su pasión, la sociedad (hablo de una sociedad un poco dilatada y
+permanente) llega á ser poco menos que imposible. Tal era en el tiempo
+de que hablamos el estado moral de los conquistadores de Europa.
+Hice ya notar en la última reunión que debíamos á los germanos el
+sentimiento enérgico de la libertad particular y del individualismo
+humano. Pues bien: cuando el hombre se halla en un estado de extrema
+rusticidad y de ignorancia, entonces ese sentimiento es el egoísmo
+con toda su brutalidad, con toda su insociabilidad, y en este estado
+se encontraba entre los germanos desde el siglo V hasta el VIII.
+Sin hallarse acostumbrados á más que á cuidar de su propio interés,
+á satisfacer sus pasiones, á dar cumplimiento á su voluntad, ¿cómo
+habrían podido acomodarse á un estado un poco organizado? Habíase
+intentado varias veces hacerlos entrar en él, ellos mismos lo deseaban;
+mas, burlaban siempre esos deseos, y hacían inútil toda tentativa,
+la brutalidad, la ignorancia, la imprevisión. Á cada instante se ve
+levantarse un embrión de sociedad, y á cada instante se ve esa misma
+sociedad desmembrarse, arruinarse, por faltar en los hombres ideas
+morales y comunes, elementos tan necesarios é indispensables.
+
+»Tales eran, señores, las dos verdaderas causas que prolongaron el
+estado de la barbarie: mientras existieron, ella también duró.»
+(_Historia general de la civilización europea. Lección III._)
+
+Á M. Guizot sucedióle con su _individualismo_ lo que suele acontecer
+á los grandes talentos: un fenómeno singular los hiere vivamente,
+inspírales un ardiente deseo de averiguar la causa, y tropiezan á
+menudo, caen en error, arrastrados por una secreta inclinación á
+señalar un origen nuevo, inesperado, sorprendente. Para extraviarle,
+mediaba todavía otra causa. En su mirada vasta y penetrante sobre la
+civilización europea, en el cotejo que de ella hizo con las más famosas
+civilizaciones antiguas, descubrió una diferencia muy notable entre el
+individuo de la primera y el individuo de las otras; vió, sintió en el
+hombre europeo algo de más noble, de más independiente que no hallaba
+ni en el griego ni en el romano; era menester señalar el origen de esta
+diferencia, y no era poco trabajosa la tarea para la posición en que se
+encontraba el historiador filósofo. Ya al echar una ojeada sobre los
+varios elementos de la civilización europea, se le había presentado la
+Iglesia como uno de los más poderosos, como uno de los más influyentes
+en la organización social, y en el impulso que hizo marchar el
+mundo hacia un porvenir grande y venturoso; ya lo había reconocido
+expresamente así, y tributado un testimonio á la verdad, con aquellos
+rasgos magníficos que trazar sabe su elocuente pluma; ¿y queríase ahora
+que, para explicar el fenómeno que llamaba su atención, recurriese
+también al Cristianismo, á la Iglesia? Eso hubiera sido dejarla
+sola en la grande obra de la civilización, y M. Guizot á toda costa
+quería señalarle coadjutores; por esta causa fija sus miradas sobre
+las hordas bárbaras; y en la frente adusta, en la fisonomía feroz,
+en el mirar inquieto y fulminante del hijo de las selvas, pretende
+descubrir el tipo, algo tosco sí, pero no menos verdadero, de la noble
+independencia, de la elevación y dignidad, que lleva rasgueadas en su
+frente el individuo europeo.
+
+Aclarada ya la naturaleza del misterioso individualismo de los
+germanos, y demostrado también que, lejos de ser un elemento de
+civilización, lo era de desorden y barbarie, falta ahora examinar cuál
+es la diferencia que media entre la civilización europea y las demás
+con respecto al sentimiento de dignidad é independencia que anima al
+individuo; falta determinar á punto fijo cuáles son las modificaciones
+que en Europa ha tomado un sentimiento, el cual, como vimos ya, mirado
+en sí, es común á todos los hombres.
+
+En primer lugar, carece de fundamento lo que afirma M. Guizot: que
+_el sentimiento de independencia personal, ese anhelo de libertad que
+agita los corazones sin otro fin ni objeto que el de complacerse, fuese
+característico de los bárbaros, y desconocido entre los romanos_.
+Claro es que, al entablarse semejante comparación, no puede entenderse
+del sentimiento en su estado de bravura y ferocidad, pues que esto
+equivaldría á decirnos que los pueblos civilizados no podían tener el
+carácter distintivo de la barbarie; pero, si le despojamos de esta
+circunstancia, hallábase, y muy vivo, no sólo entre los romanos, sino
+también entre los pueblos más famosos de la antigüedad.
+
+«Cuando en las civilizaciones antiguas, dice M. Guizot, hace algún
+papel la libertad, debe entenderse de la libertad política, de
+la libertad del ciudadano; ésta era la que le movía, la que le
+entusiasmaba, no su libertad personal; pertenecía á una asociación, y
+por una asociación estaba pronto á sacrificarse.» Sin que sea menester
+negar que había ese espíritu de consagrarse á una asociación, y con
+algunas particularidades notables, que más abajo me propongo explicar,
+puédese afirmar, no obstante, que el deseo de _la libertad personal,
+con el solo fin y objeto de complacerse_, quizás era entre ellos
+más vivo que entre nosotros; si no, ¿qué buscaban los fenicios, los
+griegos isleños y asiáticos, y los cartagineses, cuando emprendían
+sus navegaciones, que, para el atraso de aquellos tiempos, eran tan
+osadas y peligrosas como las de nuestros más intrépidos marinos?
+¿Era acaso por _sacrificarse á una asociación_, cuando sólo ansiaban
+descubrir nuevas playas donde pudiesen amontonar plata y oro, y
+todo linaje de preciosidades? ¿No los guiaba el anhelo de adquirir,
+de _complacerse_? ¿Dónde está la asociación? ¿Dónde se la divisa?
+¿Vemos acaso otra cosa que el individuo con sus pasiones, con sus
+gustos, con su afán de satisfacerlos? Y los griegos, esos griegos
+tan muelles, tan voluptuosos, tan sedientos de placer, ¿no tenían
+vivísimo el sentimiento de su _libertad personal_, de poder vivir con
+amplia libertad, con el _solo fin y objeto de complacerse_? Sus poetas
+cantando el néctar y los amores, sus libres cortesanas recibiendo los
+obsequios de los hombres más famosos, y haciendo olvidar á los sabios
+la mesura y gravedad filosóficas, y el pueblo celebrando sus fiestas
+en medio de la disolución más espantosa, ¿era todo esto un sacrificio
+que se hacía en las aras de la asociación? ¿Tampoco había aquí el
+individualismo, el afán de _complacerse_?
+
+Por lo que toca á los romanos, si se hablase de lo que se llama bellos
+tiempos de la república, no fuera quizás tan fácil ofrecer pruebas de
+lo que estamos manifestando; pero cabalmente se trata de los romanos
+del imperio, de los romanos que vivían en la época de la irrupción
+de los bárbaros; de esos romanos tan sedientos de _complacerse_, y
+tan devorados de esa fiebre de que tan negros cuadros nos conserva la
+historia. Sus soberbios palacios, sus magníficas quintas, sus regalados
+baños, sus espléndidos cenáculos, sus mesas opíparas, sus lujosos
+trajes, su disipación voluptuosa, ¿no muestran acaso al individuo,
+que, sin pensar en la asociación á que pertenece, trata tan sólo de
+lisonjear sus pasiones y caprichos, viviendo con la mayor comodidad,
+regalo y esplendor posibles; que no cuida de otra cosa que de solazarse
+con sus amigos, de mecerse blandamente en los brazos del placer, de
+satisfacer todos sus caprichos, de saciar todas sus pasiones, que todo
+lo ha olvidado, que en nada piensa, sino en que tiene un corazón que
+ansía por complacerse y gozar?
+
+No es fácil tampoco atinar por qué M. Guizot atribuye exclusivamente
+á los bárbaros _el placer de sentirse hombre, el sentimiento de su
+personalidad, de la espontaneidad humana en su libre desarrollo_. ¿Y
+podemos creer que de tales sentimientos carecieran los vencedores
+de Maratón y de Platea, los pueblos que tantos monumentos nos han
+legado que inmortalizan sus nombres? Cuando en las bellas artes, en
+las ciencias, en la oratoria, en la poesía, brillaban por doquiera
+hermosísimos rasgos de genio, ¿no existía el _placer de sentirse
+hombre_, no se tenía _el sentimiento y poder del libre desarrollo en
+todas las facultades_? Y en una sociedad donde tan apasionadamente
+se amaba la gloria, como sucedía entre los romanos, que puede
+presentarnos hombres como Cicerón y Virgilio; en una sociedad donde
+pudieron escribirse las valientes plumadas de Tácito, esas plumadas
+que á la distancia de diez y nueve siglos hacen retemblar todavía los
+corazones generosos; ¿allí no había el _placer de sentirse hombre, no
+había el orgullo de comprender su dignidad, no había el sentimiento
+de la espontaneidad humana en su libre desarrollo_? ¿Cómo es posible
+concebir que en esta parte se aventajasen los bárbaros del Norte á los
+griegos y romanos?
+
+¿Á qué semejantes paradojas? ¿Á qué semejante trastorno y confusión de
+ideas? ¿Qué valen las palabras, por brillantes que sean, cuando nada
+significan? ¿Qué valen las observaciones, por delicadas que parezcan,
+cuando el entendimiento á la primera ojeada descubre en ellas la
+inexactitud y la vaguedad, y, examinándolas á fondo, las encuentra
+llenas de incoherencias y de absurdos?
+
+
+
+
+CAPITULO XXII
+
+
+Si profundizamos la cuestión que se agita, si no nos dejamos llevar
+hasta el error y la extravagancia por la manía de pasar plaza de
+pensadores profundos y de observadores muy delicados, si hacemos uso
+de una recta y templada filosofía, fundada en los hechos que nos
+suministra la historia, echaremos de ver que la diferencia capital
+entre nuestra civilización y las antiguas, con respecto al individuo,
+consistía en que el _hombre, como hombre_, no era estimado en lo que
+vale. No faltaban ni el _sentimiento de independencia personal_, ni
+el anhelo de _complacerse y gozar, ni cierto orgullo de sentirse
+hombre_: el defecto no estaba en el corazón, sino en la cabeza. Lo que
+faltaba, sí, era la comprensión de toda la dignidad del hombre, era el
+alto concepto que de nosotros mismos nos ha dado el Cristianismo, al
+paso que con admirable sabiduría nos ha manifestado también nuestras
+flaquezas; lo que faltaba, sí, á las sociedades antiguas, lo que ha
+faltado y faltará á todas en las que no reine el Cristianismo, era
+ese respeto, esa consideración de que entre nosotros está rodeado
+un individuo, un _hombre sólo por ser hombre_. Entre los griegos el
+griego lo es todo; los extranjeros, los bárbaros, no son nada; en
+Roma el título de ciudadano romano hace al hombre; quien carece de
+ese título, es nada. En los países cristianos, si nace una criatura
+deforme ó privada de algún miembro, excita la compasión, es objeto
+de más tierna solicitud, bástale para ello el ser hombre, y, sobre
+todo, hombre desgraciado; entre los antiguos era mirada una criatura
+así como cosa inútil, despreciable, y, en ciertas ciudades, como por
+ejemplo en Lacedemonia, estaba prohibido alimentarla, y por orden de
+los magistrados encargados de la policía de los nacimientos ¡horror
+causa decirlo! era arrojada á una sima. Era un hombre; pero esto ¿qué
+importaba? Era un hombre que para nada podía servir, y una sociedad
+sin entrañas no quería imponerse la carga de mantenerle. Léase á
+Platón (_Lib. 5 de Rep._), á Aristóteles (_Pol._, lib. 7, c. 15 y
+16), y se verá los medios crueles que sabían excogitar esos filósofos
+para precaver el excesivo progreso que ha hecho la sociedad bajo la
+influencia del Cristianismo, en todo lo que dice relación al hombre.
+
+Los juegos públicos, esas horrendas escenas en que morían á centenares
+los hombres, para divertir á un concurso desnaturalizado, ¿no son un
+elocuente testimonio de cuán en poco era tenido el hombre, pues que tan
+bárbaramente se le sacrificaba por motivos los más livianos?
+
+El derecho del más fuerte estaba terriblemente practicado por los
+antiguos, y ésta es una de las causas á que debe atribuirse esa
+absorción, por decirlo así, en que vemos al individuo con respecto á
+la sociedad. La sociedad era fuerte, el individuo era débil; y así la
+sociedad absorbía al individuo, se arrogaba sobre él cuantos derechos
+puedan imaginarse; y, si alguna vez servía de embarazo, podía estar
+seguro de ser aplastado con mano de hierro. Al leer el modo con que
+explica M. Guizot esta particularidad de las civilizaciones antiguas,
+no parece sino que en ellas había un patriotismo desconocido, entre
+nosotros, patriotismo que, llevado hasta la exageración, y no andando
+acompañado del sentimiento de independencia personal, producía esa
+especie de absorción individual, ese anonadamiento del individuo
+en presencia de la sociedad. Si hubiese reflexionado más á fondo
+sobre esta materia, habría alcanzado fácilmente que no estribaba la
+diferencia en que unos hombres tuvieran unos sentimientos de que
+carezcan los otros, sino en que se ha verificado una revolución inmensa
+en las ideas, en que el individuo, el hombre, es tenido en mucho,
+cuando entonces era tenido en nada; y de aquí no era difícil inferir
+que las mismas diferencias que se notasen en los sentimientos, debían
+tener su origen en la diferencia de las ideas.
+
+En efecto, no es extraño que, viendo el individuo cuán en poco era
+tenido por sí mismo, viendo el poder ilimitado que sobre él se arrogaba
+la sociedad, y que sirviendo de estorbo era pulverizado, nada extraño
+es que él mismo se formase de la sociedad y del poder público una
+idea exagerada, que se anonadase en su corazón ante ese coloso que le
+infundía miedo, y que, lejos de mirarse como miembro de una asociación,
+cuyo objeto era la seguridad y la felicidad de todos los individuos, y
+para cuyo logro era indispensable por parte de éstos el resignarse á
+algunos sacrificios, se considerase antes bien como una cosa consagrada
+á esta asociación, y en cuyas aras debía ofrecerse en holocausto sin
+reparos de ninguna clase. Ésta es la condición del hombre: cuando un
+poder obra sobre él por mucho tiempo en acción ilimitada, ó se indigna
+contra este poder y le rechaza con violencia, ó bien se humilla, se
+abate, se anonada ante aquella fuerza cuya acción prepotente le doblega
+y aterra. Véase si es éste el contraste que sin cesar nos ofrecen las
+sociedades antiguas: la más ciega sumisión, el anonadamiento, de una
+parte, y, de otra, el espíritu de insubordinación, de resistencia,
+manifestado en explosiones terribles. Así, y sólo así, es posible
+comprender cómo unas sociedades en que la agitación y las turbulencias
+eran, por decirlo así, el estado normal, nos presentan ejemplos tan
+asombrosos como Leónidas pereciendo con sus trescientos lacedemonios en
+el paso de las Termópilas, Scévola con la mano en el brasero, Régulo
+volviéndose á Cartago para padecer y morir, y Marco Curcio arrojándose
+armado en la insondable sima abierta en medio de Roma.
+
+Todo esto, que á primera vista pudiera parecer inconcebible, se aclara
+perfectamente cotejándolo con lo acontecido en las revoluciones de
+los tiempos modernos. Trastornos terribles han desquiciado algunas
+naciones; la lucha de las ideas é intereses, trayendo consigo el calor
+de las pasiones, acarreó por algunos intervalos, más ó menos duraderos,
+el olvido de las verdaderas relaciones sociales: ¿y qué sucedió? Que,
+al paso que se proclamaba una libertad sin límites, y se ponderaban sin
+cesar los derechos del individuo, levantábase en medio de la sociedad
+un poder terrible, que, concentrando en su mano toda la fuerza pública,
+la descargaba del modo más inhumano sobre el individuo. En esas épocas
+resucitaba en toda su fuerza la formidable máxima del _salus populi_
+de los antiguos, pretexto de tantos y tan horrendos atentados; y, por
+otra parte, se veía renacer aquel patriotismo frenético y feroz, que
+los hombres superficiales admiran en los ciudadanos de las antiguas
+repúblicas.
+
+¡Cosa notable! Algunos escritores habían prodigado desmedidos elogios
+á los antiguos, y sobre todo á los romanos; parece que tenían vivos
+deseos de que la civilización moderna se amoldase á la antigua;
+hiciéronse locas tentativas, se atacó con inaudita violencia la
+organización social existente, procuróse con ahinco que perecieran,
+ó al menos se sofocaran, las ideas cristianas sobre el individuo y
+la sociedad, se pidieron inspiraciones á las sombras de los antiguos
+romanos, y en el brevísimo plazo que duró el ensayo, viéronse también,
+cual en la antigua Roma, rasgos admirables de fortaleza, de valor,
+de patriotismo, contrastando de un modo horroroso con inauditas
+crueldades, con horrendos crímenes; y en medio de una nación grande y
+generosa, viéronse aparecer de nuevo con espanto de la humanidad los
+sangrientos espectros de Mario y Sila. Tanta verdad es que el hombre
+es el mismo por todas partes, y que un mismo orden de ideas viene, al
+fin, á engendrar un mismo orden de hechos. Que desaparezcan la ideas
+cristianas, que las ideas antiguas recobren su fuerza, y veréis que el
+mundo nuevo se parecerá al mundo viejo.
+
+Felizmente para la humanidad, esto es imposible; todos los ensayos
+hechos hasta ahora para lograr tan funesto efecto han sido y debido
+ser poco duraderos; lo propio sucederá en adelante; pero la página
+ensangrentada que dejan en la historia de la humanidad tan criminales
+tentativas, ofrece un rico caudal de reflexiones al observador filósofo
+para conocer á fondo las delicadas é íntimas relaciones de las ideas
+con los hechos, para contemplar en su desnudez la vasta trama de
+la organización social, y apreciar en su justo valor la influencia
+benéfica ó nociva de las varias religiones y sistemas filosóficos.
+
+Las épocas de revolución, es decir, aquellas épocas tempestuosas en
+que se hunden los gobiernos unos tras otros, como edificios cimentados
+sobre un terreno volcanizado, llevan todas ese carácter que las
+distingue: _el predominio de los intereses del poder público sobre
+todos los intereses privados_. Nunca es más flaco ese poder, nunca es
+menos duradero; pero nunca es más violento, más frenético; todo lo
+sacrifica á su seguridad ó á su venganza; la sombra de sus enemigos
+le persigue y le hace estremecer á todas horas; su propia conciencia
+le atormenta y no le deja descanso; la debilidad de su organización y
+la movilidad de su asiento le advierten á cada paso de la proximidad
+de su caída, y en su impotente desesperación se agita y se revuelve
+convulsivo, como un moribundo que expira entre padecimientos atroces.
+¿Qué es entonces á sus ojos la vida de los ciudadanos, si esta vida
+puede inspirarle la más leve, la más remota sospecha? Si con la sangre
+de millares de víctimas puede alcanzar algunos momentos de seguridad,
+si puede prolongar por algunos días más su existencia: «perezcan, dice,
+perezcan mis enemigos; así lo exige la seguridad del Estado; es decir,
+la mía.»
+
+¿Y de dónde tanto frenesí? ¿de dónde tanta crueldad? ¿Sabéis de dónde?
+La causa está en que, derribado el gobierno antiguo por medio de la
+fuerza, y entronizado otro en su lugar, apoyado sólo en la fuerza, la
+idea del derecho ha desaparecido de la región del poder, la legitimidad
+no le escuda, su misma novedad le muestra como de poco valer, y le
+augura escasa duración; y, falto de razón y de justicia, y viéndose
+precisado á invocarlas para sostenerse, las busca en la misma necesidad
+de un poder, en esa necesidad social que está siempre patente; proclama
+que la salud del pueblo es la suprema ley, y entonces la propiedad, la
+vida del individuo son nada, se aniquilan completamente á la vista de
+un espectro sangriento, que se levanta en el centro de la sociedad, y
+que, armado con la fuerza, y rodeado de satélites y de cadalsos dice:
+«yo soy el poder público, á mí me está confiada la salud del pueblo, yo
+soy el que vela por los intereses de la sociedad.»
+
+¿Y sabéis lo que acontece entonces con esa falta absoluta de respeto
+al individuo, con ese completo aniquilamiento del hombre ante el poder
+aterrador que se pretende representante de la sociedad? Sucede que
+renace el sentimiento de asociación en diferentes sentidos; pero no un
+sentimiento dirigido por la razón y por miras benéficas y previsoras,
+sino un sentimiento ciego, instintivo, que lleva á los hombres á no
+quedarse solos, sin defensa, en medio del campo de batalla y asechanzas
+en que se ha convertido la sociedad; que los conduce á unirse, ó para
+sostener al poder, si, arrastrados por el torbellino de la revolución,
+se han identificado con él y le miran como su único resguardo y
+defensa contra los enemigos que les amenazan, ó para derribarle, si,
+arrojados por una ú otra causa á las filas contrarias, le contemplan
+como su enemigo más capital, y la fuerza de que dispone, como una
+espada levantada de continuo sobre sus cabezas. Entonces se verifica
+que los hombres pertenecen á una asociación, están consagrados á
+una asociación, y por esta asociación están prontos á sacrificarse;
+porque no pueden vivir solos, porque conocen, ó sienten al menos
+instintivamente, que el individuo es nada, porque, rotos todos los
+diques que mantenían el orden social, no le queda al individuo aquella
+esfera tranquila donde podía vivir sosegado, independiente, seguro de
+que un poder, fundado en la legitimidad y guiado por la razón y la
+justicia, velaba por la conservación del orden público y por el respeto
+de los derechos del individuo. Entonces los medrosos tiemblan y se
+humillan, y empiezan á representar la primera escena de la esclavitud,
+donde el oprimido besa la mano opresora, donde la víctima adora al
+verdugo; los más audaces, ó se resisten y pelean, ó se buscan y reunen
+en las sombras, preparando explosiones terribles; nadie pertenece
+á sí mismo; el individuo se siente absorbido por todas partes, ó
+por la fuerza que oprime, ó por la fuerza que conspira; porque sólo
+la justicia es el numen tutelar de los individuos; y, cuando ella
+desaparece, no son más que imperceptibles granos de arena arrebatados
+por el huracán, gotas de agua confundidas en las oleadas de una
+tormenta.
+
+Concebid sociedades donde no reine ese frenesí que nunca puede ser
+duradero, pero que, sin embargo, no posean las verdaderas ideas sobre
+los derechos y deberes del individuo y del poder público; sociedades
+donde se encuentren como divagando al acaso algunas nociones sobre esos
+puntos cardinales, pero inciertas, obscuras, imperfectas, ahogadas en
+la atmósfera de mil preocupaciones y errores, donde bajo esa influencia
+se haya organizado un poder público, con estas ó aquellas formas, pero
+que al fin haya llegado á solidarse por la fuerza del hábito, y por
+falta de otro mejor que satisfaga las necesidades más urgentes de la
+sociedad; y entonces habréis concebido las sociedades antiguas, mejor
+diremos, las sociedades sin el Cristianismo; entonces concebiréis
+el anonadamiento del individuo ante la fuerza del poder público, sea
+bajo el despotismo asiático, sea bajo la turbulenta democracia de las
+antiguas repúblicas. Es lo mismo que habréis podido observar en las
+sociedades modernas en las épocas de revolución; sólo que en estas
+sociedades es pasajero y estrepitoso ese mal, cual los estragos de
+una tempestad; pero en las antiguas era su estado normal, como una
+atmósfera viciada, que afecta y daña sin cesar á los que viven en ella.
+
+Si examinamos la causa de dos fenómenos tan encontrados, como son,
+la exaltación patriótica de los antiguos griegos y romanos, y la
+postración y abatimiento político en que yacían otros pueblos, y en que
+yacen todavía aquellos donde no domina el Cristianismo; si buscamos
+la raíz de esa abnegación individual que se descubre en el fondo de
+dos sentimientos tan opuestos; si investigamos cuál es la causa de que
+no se encuentre ni en unos ni en otros ese desarrollo individual que
+se observa en Europa, acompañado de un patriotismo razonable, pero
+que no sofoca el sentimiento de una legítima independencia personal;
+encontraremos una muy poderosa en que el hombre no se conocía á sí
+mismo, no sabía bien lo que era; y que sus verdaderas relaciones con la
+sociedad eran miradas al través de mil preocupaciones y errores, y, por
+consiguiente, mal comprendidas.
+
+Á la luz de estas observaciones se echa de ver que la admiración por el
+patriótico desprendimiento, por la heroica abnegación de los antiguos,
+se ha llevado quizás demasiado lejos; y que tanto distan esas calidades
+de revelar en ellos una mayor perfección individual, una elevación de
+alma superior á la de los hombres de los tiempos modernos, que antes
+bien podrían indicar ideas menos altas que las nuestras, sentimientos
+menos independientes que los nuestros. Y qué, ¿no conciben, acaso,
+algunos ciegos admiradores de los antiguos cómo pueden sostenerse
+tan extrañas aserciones? Entonces les diré que admiren también á las
+mujeres de la India al arrojarse tranquilas á la hoguera después de
+la muerte de sus maridos; que admiren al esclavo que se da la muerte
+porque no puede sobrevivir á su dueño; y entonces notarán que la
+abnegación personal no es siempre señal infalible de elevación de alma,
+sino que á veces puede ser el resultado de no conocer toda la dignidad
+propia, de imaginarse consagrado á otro ser, absorbido por él, de mirar
+la propia existencia como una cosa secundaria, sin más objeto que el de
+servir á otra existencia.
+
+Y no queremos, no, rebajar en nada el mérito que á los antiguos
+legítimamente pertenezca; no queremos, no, deprimir su heroísmo en
+lo que tenga de justo y de laudable; no queremos, no, atribuir á los
+modernos un individualismo egoísta que les impida el sacrificarse
+individualmente por su patria: tratamos únicamente de señalar á cada
+cosa su justo lugar, disipando preocupaciones hasta cierto punto
+excusables, pero que no dejan de falsear lastimosamente los principales
+puntos de vista de la historia antigua y moderna.
+
+Á ese anonadamiento del individuo, que notamos en los antiguos,
+contribuían también la escasez y la imperfección de su desarrollo
+moral, la falta de reglas en que se hallaba con respecto á su dirección
+propia, por cuyo motivo la sociedad se entrometía en todas sus cosas,
+como si la razón pública hubiese querido suplir el defecto de la razón
+privada. Si bien se observa, se notará que, aun en los países en que
+metía más ruido la libertad política, era harto desconocida la libertad
+civil; de manera que, mientras los ciudadanos se lisonjeaban de ser
+muy libres porque podían tomar parte en las deliberaciones de la plaza
+pública, eran privados de aquella libertad que más de cerca interesa
+al hombre, cual es, la que ahora se denomina civil. Podemos formar
+concepto de las ideas y costumbres de los antiguos sobre este punto,
+leyendo á uno de sus más célebres escritores políticos: Aristóteles.
+Nótase en los escritos de este filósofo que apenas acertaba á ver otro
+título que hiciera digno del nombre de ciudadano que el tomar parte en
+el gobierno de la república; y estas ideas, que pudieran parecer muy
+democráticas, muy á propósito para extender los derechos de la clase
+más numerosa, y que quizás algunos creerían dimanadas de la exageración
+de la dignidad del hombre, se hermanaban muy bien en su mente con un
+profundo desprecio del mismo hombre, con el sistema de vincular en
+un reducido número todos los honores y consideraciones, condenando
+al abatimiento y á la nulidad, nada menos que todos los labradores,
+artesanos y mercaderes. (_Pol._ L. 7, c. 9 y 12. L. 8, c. 1 y 2, L.
+3, c. 1.) Ya se ve que esto suponía ideas muy peregrinas sobre el
+individuo y la sociedad, y confirma más y más lo que he dicho arriba
+sobre el origen de las extrañezas, por no decir monstruosidades, que
+nos admiran en las repúblicas antiguas. Lo repetiré, porque conviene
+mucho no olvidarlo: una de las principales raíces del mal, era la
+falta de conocimiento del hombre, era el poco aprecio de su dignidad
+en cuanto hombre, era que el individuo estaba escaso de reglas para
+dirigirse á sí mismo y para conciliarse la estimación; en una palabra,
+era que faltaban las luces cristianas que debían esclarecer el caos.
+
+Tan profundamente se ha grabado en el corazón de las sociedades
+modernas ese sentimiento de la dignidad del hombre, con tales
+caracteres se halla escrita por doquiera la verdad de que el hombre,
+ya por solo este título, es muy respetable, muy digno de alta
+consideración, que aquellas escuelas que se han propuesto realzar al
+individuo, aunque sea con inminente riesgo de un espantoso trastorno
+en la sociedad, toman siempre por tema de su enseñanza, esa dignidad,
+esa nobleza, distinguiéndose sobremanera de los antiguos demócratas,
+en que éstos se agitaban en un círculo reducido, mezquino, sin pasar
+más allá de un cierto orden de cosas, sin extender su vista fuera de
+los límites del propio país; cuando en el espíritu de los demócratas
+modernos se nota un anhelo de invasión en todos los ramos, un ardor de
+provocación que abarca todo el mundo: nunca invocan nombres pequeños;
+_el hombre, su razón, sus derechos imprescriptibles_: he aquí sus
+temas. Preguntadles qué quieren, y os dirán que quieren pasar el nivel
+sobre todas las cabezas, para defender la santa causa de la humanidad.
+Esta exageración de ideas, motivo y pretexto de tantos trastornos
+y crímenes, nos revela un hecho precioso, cual es, el progreso
+inmenso que á las ideas sobre la dignidad de nuestra naturaleza ha
+comunicado el Cristianismo, pues que en las sociedades que le deben su
+civilización, cuando se trata de extraviarlas, no se encuentra medio
+más á propósito que el invocar esa dignidad.
+
+Como la religión cristiana es altamente enemiga de todo lo criminal,
+y no podía consentir que, á nombre de defender y realzar la dignidad
+humana, se trastornase la sociedad, muchos de los más ardientes
+demócratas se han desatado en injurias y sarcasmos contra la religión;
+pero, como también la historia está diciendo muy alto que todo cuanto
+se sabe y se siente de verdadero, de justo y de razonable sobre este
+punto, es debido á la religión cristiana, se ha tanteado últimamente
+si se podría hacer una monstruosa alianza entre las ideas cristianas y
+lo más extravagante de las democráticas: un hombre demasiado célebre
+se ha encargado del proyecto; pero el verdadero Cristianismo, es
+decir, el Catolicismo, rechaza esas monstruosas alianzas, y no conoce
+á sus más insignes apologistas, así que llegan á desviarse del camino
+señalado por la eterna verdad. El abate de Lamennais vaga ahora por las
+tinieblas del error abrazado con una mentida sombra de Cristianismo;
+y el supremo Pastor de la Iglesia ha levantado ya su augusta voz para
+prevenir á los fieles contra las ilusiones con que podría deslumbrarnos
+un nombre por tantos títulos ilustre.
+
+
+
+
+CAPITULO XXIII
+
+
+Si, entendiendo el individualismo en un sentido justo y razonable; si,
+tomando el sentimiento de la independencia personal en una acepción,
+que ni repugne á la perfección del individuo, ni esté en lucha con los
+principios constitutivos de toda sociedad, queremos hallar otras causas
+que hayan influído en el desarrollo de ese sentimiento, aun pasando
+por alto una de las principales, señalada ya más arriba, cual es, la
+verdadera idea del hombre y de sus relaciones con sus semejantes,
+encontraremos todavía en las mismas entrañas del Catolicismo, algunas
+sobremanera dignas de llamar la atención. M. Guizot se ha equivocado
+grandemente cuando ha pretendido equiparar á los fieles con los
+antiguos romanos en punto á falta del sentimiento de independencia
+personal; nos pinta al individuo fiel como absorbido por la asociación
+de la Iglesia, como enteramente consagrado á ella, como pronto á
+sacrificarse por ella; de manera que lo que hacía obrar al fiel, eran
+los intereses de la asociación. En esto hay un error; pero, como lo que
+ha dado quizás ocasión á este error, es una verdad, menester se hace
+deslindar los objetos con mucho cuidado.
+
+Es indudable que desde la cuna del Cristianismo fueron los fieles
+sumamente adictos á la Iglesia, y que siempre se entendió que dejaba de
+ser contado en el número de los verdaderos discípulos de Jesucristo el
+que se apartase de la comunión de la Iglesia. Es indudable también que
+«tenían los fieles, como dice M. Guizot, un vivo apego á la Iglesia,
+un rendido acatamiento á sus leyes, un fuerte empeño de extender su
+imperio»; pero no es verdad que obrase en el fondo de todos estos
+sentimientos, como causa de ellos, el solo espíritu de asociación, y
+que esto excluyese el desarrollo del verdadero individualismo. El fiel
+pertenecía á una asociación, pero esta asociación él la miraba como
+un medio de alcanzar su felicidad eterna, como una nave en que andaba
+embarcado entre las borrascas de este mundo para llegar salvo al puerto
+de la eternidad; y, si bien creía imposible el salvarse fuera de ella,
+no se entendía consagrado á ella, sino á Dios. El romano estaba pronto
+á sacrificarse por su patria; el fiel, por su fe; cuando el romano
+moría, moría por su patria; pero, cuando el fiel moría, no moría por
+la Iglesia, sino que moría por su Dios. Ábranse los monumentos de la
+Historia eclesiástica, léanse las actas de los mártires, y véase lo que
+sucedía en aquel lance terrible, en que el Cristianismo manifestaba
+todo lo que era; en que, á la vista de los potros, de las hogueras y
+de los más horrendos suplicios, se manifestaba en toda su verdad el
+resorte que obraba en el corazón del fiel. Les pregunta el juez su
+nombre; lo declaran, y manifiestan que son cristianos: se les invita
+á que sacrifiquen á los dioses: «nosotros no sacrificamos sino á un
+solo Dios, criador del cielo y de la tierra»; se les echa en cara como
+ignominioso el seguir á un hombre que fué clavado en cruz; ellos tienen
+á mucha honra la ignominia de la cruz, y proclaman altamente que el
+crucificado es su Salvador y su Dios: se les amenaza con los tormentos;
+los desprecian porque son pasajeros, y se regocijan de que puedan
+sufrir algo por Jesucristo: la cruz del suplicio está ya aparejada,
+ó la hoguera arde á su vista, ó el verdugo tiene levantada el hacha
+fatal que ha de cortarles la cabeza; nada les importa, esto es un
+instante, y en pos viene una nueva vida, una felicidad inefable, y sin
+fin. Échase de ver en todo esto que lo que movía el corazón del fiel,
+eran el amor de su Dios y el interés de la felicidad eterna; y que,
+por consiguiente, es falso y muy falso que el fiel se pareciese á los
+antiguos republicanos, anonadando su individuo ante la asociación á que
+pertenecía, y dejando que en ella se absorbiese á su persona como una
+gota de agua en la inmensidad del Océano. El individuo fiel pertenecía
+á una asociación que le daba la pauta de su creencia y la norma de
+su conducta: á esta asociación la miraba como fundada y dirigida por
+el mismo Dios; pero su mente y su corazón se elevaban hasta el mismo
+Dios, y, cuando escuchaba la voz de la Iglesia, creía también hacer su
+negocio propio, individual, nada menos que el de su felicidad eterna.
+
+El deslinde que se acaba de hacer era muy necesario en esta materia,
+donde son tan varias y delicadas las relaciones, que la más ligera
+confusión puede conducir á errores de monta, haciendo, de otra parte,
+perder de vista un hecho recóndito y preciosísimo, que arroja mucha
+luz para estimar debidamente las causas del desarrollo y perfección
+del individuo en la civilización cristiana. Necesario como es un orden
+social al que esté sometido el individuo, conviene, sin embargo, que
+éste no sea de tal modo absorbido por aquél, de manera que sólo se le
+conciba como parte de la sociedad, sin que tenga una esfera de acción
+que pueda considerársele como propia. Á no ser así, no se desarrollará
+jamás de un modo cabal la verdadera civilización, la que, consistiendo
+en la perfección simultánea del individuo y de la sociedad, no puede
+existir á no ser que tanto ésta como aquél tengan sus órbitas de tal
+manera arregladas, que el movimiento que se hace en la una, no embargue
+ni embarace el de la otra.
+
+Previas esas reflexiones, sobre las que llamo muy particularmente la
+atención de todos los hombres pensadores, observaré lo que quizás no se
+ha observado todavía, y es, que el Cristianismo contribuyó sobremanera
+á crear esa esfera individual en que el hombre, sin quebrantar los
+lazos que le unen á la sociedad, desenvuelve todas sus facultades.
+De la boca de un apóstol salieron aquellas generosas palabras que
+encierran nada menos que una severa limitación del poder político,
+que proclaman nada menos que este poder no debe ser reconocido por el
+individuo, cuando se propasa á exigirle lo que éste cree contrario á su
+conciencia: _Obedire oportet Deo magis quam hominibus_. (_Act._, c.
+5, v. 29.) _Primero se ha de obedecer á Dios que á los hombres._ Los
+cristianos fueron los primeros que dieron el grandioso ejemplo de que
+individuos de todos países, edades, sexos y condiciones, arrostrasen
+toda la cólera del poder y todo el furor de las pasiones populares,
+antes de pronunciar una palabra que los manifestase desviados de los
+principios que profesaban en el santuario de su conciencia: y esto no
+con las armas en la mano, no en conmociones populares donde pudiesen
+despertarse las pasiones fogosas que comunican al alma una energía
+pasajera; sino en medio de la soledad y lobreguez de los calabozos, en
+la aterradora calma de los tribunales, es decir, en aquella situación
+en que el hombre se encuentra solo, aislado, y en que el mostrar
+fortaleza y dignidad revela la acción de las ideas, la nobleza de los
+sentimientos, la firmeza de una conciencia inalterable, el grandor del
+alma.
+
+El Cristianismo fué quien grabó fuertemente en el corazón del hombre,
+que el individuo tiene sus deberes que cumplir, aun cuando se
+levante contra él el mundo entero; que el individuo tiene un destino
+inmenso que llenar, y que es para él un negocio propio, enteramente
+propio, y cuya responsabilidad pesa sobre su libre albedrío. Esta
+importante verdad, sin cesar inculcada por el Cristianismo á todas las
+edades, sexos y condiciones, ha debido de contribuir poderosamente
+á despertar en el hombre un sentimiento vivo de su personalidad, en
+toda su magnitud, en todo su interés, y combinándose con las demás
+inspiraciones del Cristianismo, llenas todas de grandor y dignidad,
+ha levantado el alma humana del polvo en que la tenían sumida la
+ignorancia, las más groseras supersticiones, y los sistemas de
+violencia que la oprimían por todas partes. Como extrañas y asombrosas
+sonarían sin duda á los oídos de los paganos las valientes palabras de
+Justino, que expresaban nada menos que la disposición de ánimo de la
+generalidad de los fieles, cuando en su Apología dirigida á Antonio Pío
+decía: «Como no tenemos puestas las esperanzas en las cosas presentes,
+despreciamos á los matadores, mayormente siendo la muerte una cosa que
+tampoco se puede evitar.»
+
+Esa admirable entereza, ese heroico desprecio de la muerte, esa
+presencia de ánimo en el hombre, que, apoyado en el testimonio de su
+conciencia, desafía todos los poderes de la tierra, debía de influir
+tanto más en el engrandecimiento del alma, cuanto no dimanaba de
+aquella fría impasibilidad estoica, que, sin contar con ningún motivo
+sólido, se empeñaba en luchar con la misma naturaleza de las cosas;
+sino que tenía su origen en un sublime desprendimiento de todo lo
+terreno, en la profunda convicción de lo sagrado del deber, y de que
+el hombre, sin cuidar de los obstáculos que le oponga el mundo, debe
+marchar con firme paso al destino que le ha señalado el Criador. Ese
+conjunto de ideas y sentimientos comunicaba al alma un temple fuerte
+y vigoroso, que, sin rayar en aquella dureza feroz de los antiguos,
+dejaba al hombre en toda su dignidad, en toda su nobleza y elevación. Y
+conviene notar que esos preciosos efectos no se limitaban á un reducido
+número de individuos privilegiados, sino que, conforme al genio de
+la religión cristiana, se extendían á todas las clases: porque la
+expansión ilimitada de todo lo bueno, el no conocer ninguna acepción
+de personas, el procurar que resuene su voz hasta en los más obscuros
+lugares, es uno de los más bellos distintivos de esa religión divina.
+No se dirigía tan sólo á las clases elevadas, ni á los filósofos, sino
+á la generalidad de los fieles, la lumbrera del África, San Cipriano,
+cuando compendiaba en pocas palabras la grandeza del hombre, y
+rasgueaba con osada mano el alto temple en que debe mantenerse nuestra
+alma, sin aflojar jamás. «Nunca, decía, nunca admirará las obras
+humanas quien se conociere hijo de Dios. _Despéñase de la cumbre de su
+nobleza quien puede admirar algo que no sea Dios._» (_De Spectaculis._)
+Sublimes palabras que hacen levantar la frente con dignidad, que hacen
+latir el corazón con generoso brío, que, derramándose sobre todas las
+clases como un calor fecundo, hacían que el último de los hombres
+pudiese decir lo que antes pareciera exclusivamente propio del ímpetu
+de un vate:
+
+ Os homini sublime dedit, coelumque tueri
+ Iussit, et erectos ad sidera tullere vultus.
+
+El desarrollo de la vida moral, de la vida interior, de esa vida en que
+el hombre se acostumbra á concentrarse sobre sí mismo, dándose razón
+circunstanciada de todas sus acciones, de los motivos que las dirigen,
+de la bondad ó malicia que encierran, y del fin á que le conducen, es
+debido principalmente al Cristianismo, á su influjo incesante sobre
+el hombre en todos los estados, en todas las situaciones, en todos
+los momentos de su existencia. Con un desarrollo semejante de la
+vida individual, en todo lo que tiene de más íntimo, de más vivo é
+interesante para el corazón del hombre, era incompatible esa absorción
+del individuo en la sociedad, esa abnegación ciega en que el hombre se
+olvidaba de sí mismo para no pensar en otra cosa que en la asociación
+á que pertenecía. Esa vida moral, interior, faltaba á los antiguos,
+porque carecían de principios donde fundarla, de reglas para dirigirla,
+de inspiraciones con que fomentarla y nutrirla; y así observamos que en
+Roma, tan pronto como el elemento político fué perdiendo su ascendiente
+sobre las almas, gastándose el entusiasmo con las disensiones
+intestinas, y sofocándose todo sentimiento generoso con el insoportable
+despotismo que sucedió á las últimas turbulencias de la república, se
+desenvuelven rápidamente la corrupción y la molicie más espantosas;
+pues que la actividad del alma, consumida poco antes en los debates del
+foro, y en las gloriosas hazañas de la guerra, no encontrando pábulo
+en que cebarse, se abandona lastimosamente á los goces materiales, con
+un desenfreno tal, que nosotros apenas acertamos á concebir, á pesar
+de la relajación de costumbres de que con razón nos lamentamos. Por
+manera que entre los antiguos sólo vemos dos extremos: ó un patriotismo
+llevado al más alto punto de exaltación, ó una postración completa
+de las facultades de una alma, que se abandona sin tasa á cuanto le
+sugieren sus pasiones desordenadas: el hombre era siempre esclavo, ó de
+sus propias pasiones, ó de otro hombre, ó de la sociedad.
+
+Merced al enflaquecimiento de las creencias, acarreado por el
+individualismo intelectual en materias religiosas proclamado por el
+Protestantismo; merced al quebrantamiento del lazo moral con que reunía
+á los hombres la unidad católica, podemos observar en la civilización
+europea algunas muestras de lo que debía de ser entre los antiguos el
+hombre, falto como estaba de los verdaderos conocimientos sobre sí
+mismo, y sobre su origen y destino. Pero, dejando para más adelante
+el señalar los puntos de semejanza que se descubren entre la sociedad
+antigua y la moderna en aquellas partes donde se ha debilitado la
+influencia de las ideas cristianas, bástame por ahora observar que,
+si la Europa llegase á perder completamente el Cristianismo, como
+lo han deseado algunos insensatos, no pasaría una generación, sin
+que renaciesen entre nosotros el individuo y la sociedad tales como
+estaban entre los antiguos, salvo, empero, las modificaciones que trae
+necesariamente consigo el diferente estado material de ambos pueblos.
+
+La libertad de albedrío, altamente proclamada por el Catolicismo, y tan
+vigorosamente por él sostenida, no sólo contra la antigua enseñanza
+pagana, sino y muy particularmente contra los sectarios de todos
+tiempos, y en especial contra los fundadores de la llamada Reforma,
+ha sido también un poderoso resorte que ha contribuído más de lo que
+se cree al desarrollo y perfección del individuo, y á realzar sus
+sentimientos de independencia, su nobleza y su dignidad. Cuando el
+hombre llega á considerarse arrastrado por la irresistible fuerza
+del destino, sujeto á una cadena de acontecimientos en cuyo curso él
+no puede influir; cuando llega á figurarse que las operaciones del
+alma, que parecen darle un vivo testimonio de su libertad, no son
+más que una vana ilusión, desde entonces el hombre se anonada, se
+siente asimilado á los brutos, no es ya el príncipe de los vivientes,
+el dominador de la tierra; es una rueda colocada en su lugar, y que
+mal de su grado ha de continuar ejerciendo sus funciones en la gran
+máquina del universo. Entonces el orden moral no existe; el mérito
+y el demérito, la alabanza y el vituperio, el premio y la pena son
+palabras sin sentido; el hombre goza ó sufre, sí, pero á la manera del
+arbusto, que, ora es mecido por el blando céfiro, ora azotado por el
+furioso aquilón. Muy al contrario sucede cuando se cree libre: él es
+el dueño de su destino; y el bien y el mal, la vida y la muerte están
+ante sus ojos; puede escoger, y nada es capaz de violentarle en el
+santuario de su conciencia. El alma tiene allí su trono, donde está
+sentada con dignidad, y el mundo entero bramando contra ella, y el orbe
+desplomándose sobre su frágil cuerpo, no pueden forzarla á querer ó á
+no querer. El orden moral en todo su grandor, en toda su belleza, se
+despliega á nuestros ojos, y el bien se presenta con toda su hermosura,
+el mal con toda su fealdad, el deseo de merecer nos estimula, el de
+desmerecer nos detiene, y la vista del galardón que puede ser alcanzado
+con libre voluntad, y que está como suspendido al extremo de los
+senderos de la virtud, hace estos senderos más gratos y apacibles, y
+comunica al alma actividad y energía. Si el hombre es libre, conserva
+un no sé qué de más grandioso y terrible, hasta en medio de su crimen,
+hasta en medio de su castigo, hasta en medio de la desesperación del
+infierno. ¿Qué es un hombre que ha carecido de libertad, y que, sin
+embargo, es castigado? ¿qué significa ese absurdo, dogma capital de
+los fundadores del Protestantismo? Es una víctima miserable, débil,
+en cuyos tormentos se complace una omnipotencia cruel, un Dios que ha
+querido criar para ver sufrir, un tirano con infinito poder, es decir,
+el más horrendo de los monstruos. Pero, si el hombre es libre, cuando
+sufre, sufre porque lo ha merecido: y, si le contemplamos en medio
+de la desesperación, sumido en un piélago de horrores, lleva en su
+frente la señal del rayo con que justamente le ha herido el Eterno; y
+parécenos oirle todavía con su ademán altanero, con su mirada soberbia,
+cuál pronuncia aquellas terribles palabras: _non serviam, no serviré_.
+
+En el hombre, como en el universo, todo está enlazado maravillosamente,
+todas las facultades tienen sus relaciones, que, por delicadas, no
+dejan de ser íntimas, y el movimiento de una cuerda hace retemblar
+todas las otras. Necesario es llamar la atención sobre esa mutua
+dependencia de nuestras facultades para prevenir la respuesta que
+quizás darían algunos, de que sólo se ha probado que el Catolicismo
+ha debido de contribuir á desenvolver al individuo en un sentido
+místico: no, no; las reflexiones que acabo de presentar, prueban algo
+más: prueban que al Catolicismo es debida la clara idea, el vivo
+sentimiento del orden moral en toda su grandeza y hermosura; prueban
+que al Catolicismo es debido lo que se llama conciencia propiamente
+tal; prueban que al Catolicismo es debido el que el hombre se crea con
+un destino inmenso cuyo negocio le es enteramente propio, y destino que
+está puesto en manos de su libre albedrío; prueban que al Catolicismo
+es debido el verdadero conocimiento del hombre, el aprecio de su
+dignidad, la estimación, el respeto que se le dispensan por el mero
+título de hombre; prueban que el Catolicismo ha desenvuelto en nuestra
+alma los gérmenes de los sentimientos más nobles y generosos, puesto
+que ha levantado la mente con los más altos conceptos, y ha ensanchado
+y elevado nuestro corazón, asegurándole una libertad que nadie le puede
+arrebatar, brindándole con un galardón de eternal ventura, pero dejando
+en su mano la vida y la muerte, haciéndole en cierto modo árbitro de su
+destino. Algo más que un mero misticismo es todo esto: es nada menos
+que el verdadero individualismo, el único individualismo noble, justo,
+razonable; es nada menos que un conjunto de poderosos impulsos para
+llevar al individuo á su perfección en todos sentidos; es nada menos
+que el primero, el más indispensable, el más fecundo elemento de la
+verdadera civilización.[1]
+
+
+
+
+CAPITULO XXIV
+
+
+Hemos visto lo que debe al Catolicismo el individuo; veamos ahora
+lo que le debe la familia. Claro es que, si el Catolicismo es quien
+ha perfeccionado al individuo, siendo éste el primer elemento de la
+familia, la perfección de ella deberá ser también mirada como obra
+del Catolicismo; pero sin insistir en esta ilación, quiero considerar
+el mismo lazo de familia, y para esto es menester llamar la atención
+sobre la mujer. No recordaré lo que era la mujer entre los antiguos,
+ni lo que es todavía en los pueblos que no son cristianos; la
+historia, y aun más la literatura de Grecia y Roma, nos darían de ello
+testimonios tristes, ó más bien vergonzosos; y todos los pueblos de
+la tierra nos ofrecerían abundantes pruebas de la verdad y exactitud
+de la observación de Buchanan, de que, dondequiera que no reine el
+Cristianismo, hay una tendencia á la degradación de la mujer.
+
+Quizás el Protestantismo no quiera en esta parte ceder terreno al
+Catolicismo, pretendiendo que, por lo que toca á la mujer, en nada ha
+perjudicado la Reforma á la civilización europea. Pero, prescindiendo,
+por de pronto, de si el Protestantismo acarreó en este punto algunos
+males, cuestión que se ventilará más adelante, no puede al menos
+ponerse en duda que, cuando él apareció, tenía ya la religión católica
+concluída su obra por lo tocante á la mujer: pues que nadie ignora
+que el respeto y consideración que se dispensa á las mujeres, y la
+influencia que ejercen sobre la sociedad, datan de mucho antes que del
+primer tercio del siglo XVI. De lo que se deduce que el Catolicismo no
+tuvo ni pudo tener al Protestantismo por colaborador, y que obró solo,
+enteramente solo, en uno de los puntos más cardinales de toda verdadera
+civilización; y que, al confesarse generalmente que el Cristianismo ha
+colocado á la mujer en el rango que le corresponde, y que más conviene
+para el bien de la familia y de la sociedad, tributándose este elogio
+al Cristianismo se le tributa al Catolicismo; pues que, cuando se
+levantaba á la mujer de la abyección, cuando se la alzaba al grado
+de digna compañera del hombre, no existían esas sectas disidentes,
+que también se apellidan cristianas; no había más Cristianismo que la
+Iglesia católica.
+
+Como el lector habrá notado ya que en el decurso de esta obra no
+se atribuyen al Catolicismo blasones y timbres, echando mano de
+generalidades, sino que para fundarlos se desciende al pormenor de los
+hechos, estará naturalmente esperando que se haga lo mismo aquí, y que
+se indique cuáles son los medios de que se ha valido el Catolicismo
+para dar á la mujer consideración y dignidad: no quedará el lector
+defraudado en su esperanza.
+
+Por de pronto, y antes de bajar á pormenores, es menester observar que
+á mejorar el estado de la mujer debieron de contribuir sobremanera
+las grandiosas ideas del Cristianismo sobre la humanidad; ideas que,
+comprendiendo al varón como á la hembra, sin diferencia ninguna,
+protestaban vigorosamente contra el estado de envilecimiento en que
+se tenía á esa preciosa mitad del linaje humano. Con la doctrina
+cristiana quedaban desvanecidas para siempre las preocupaciones contra
+la mujer; é igualada con el varón en la unidad de origen y destino y en
+la participación de los dones celestiales, admitida en la fraternidad
+universal de los hombres entre sí y con Jesucristo, considerada
+también como hija de Dios y coheredera de Jesucristo, como compañera
+del hombre, no como esclava, ni como vil instrumento de placer, debía
+callar aquella filosofía que se había empeñado en degradarla; y aquella
+literatura procaz que con tanta insolencia se desmandaba contra las
+mujeres, hallaba un freno en los preceptos cristianos, y una reprensión
+elocuente en el modo lleno de dignidad con que, á ejemplo de la
+Escritura, hablaban de ella todos los autores eclesiásticos.
+
+Pero, á pesar del benéfico influjo que por sí mismas habían de
+ejercer las doctrinas cristianas, no se hubiera logrado cumplidamente
+el objeto, si la Iglesia no tomara tan á pecho el llevar á cabo la
+obra más necesaria, más imprescindible para la buena organización
+de la familia y de la sociedad: hablo de la reforma del matrimonio.
+La doctrina cristiana es en esta parte muy sencilla: _uno con una,
+y para siempre_; pero la doctrina no era bastante, á no encargarse
+de su realización la Iglesia, á no sostener esa realización con
+firmeza inalterable; porque las pasiones, y sobre todo las del varón,
+braman contra semejante doctrina, y la hubieran pisoteado sin duda,
+á no estrellarse contra el insalvable valladar que no les ha dejado
+vislumbrar ni la más remota esperanza de victoria. ¿Y querrá también
+gloriarse de haber formado parte del valladar el Protestantismo, que
+aplaudió con insensata algazara el escándalo de Enrique VIII, que se
+doblegó tan villanamente á las exigencias de la voluptuosidad del
+landgrave de Hesse-Cassel? ¡Qué diferencia tan notable! Por espacio
+de muchos siglos, en medio de las más varias y muchas veces terribles
+circunstancias, lucha impávida la Iglesia católica con las pasiones de
+los potentados, para sostener sin mancilla la santidad del matrimonio:
+ni los halagos ni las amenazas nada pueden recabar de Roma que sea
+contrario á la enseñanza del Divino Maestro, y el Protestantismo, al
+primer choque, ó, mejor diré, al asomo del más ligero compromiso, al
+solo temor de malquistarse con un príncipe, y no muy poderoso, cede, se
+humilla, consiente la poligamia, hace traición á su propia conciencia,
+abre ancha puerta á las pasiones para que puedan destruir la santidad
+del matrimonio, esa santidad que es la más segura prenda del bien de
+las familias, la primera piedra sobre que debe cimentarse la verdadera
+civilización.
+
+Más cuerda en este punto la sociedad protestante que los falsos
+reformadores, empeñados en dirigirla, rechazó con admirable buen
+sentido las consecuencias de semejante conducta; y ya que no conservase
+las doctrinas del Catolicismo, siguió al menos la saludable tendencia
+que él le había comunicado, y la poligamia no se estableció en Europa.
+Pero la historia conservará los hechos que muestran la debilidad de
+la llamada Reforma, y la fuerza vivificante del Catolicismo: ella
+dirá á quién se debe que en medio de los siglos bárbaros, en medio
+de la más asquerosa corrupción, en medio de la violencia y ferocidad
+por doquiera dominantes, tanto en el período de la fluctuación de los
+pueblos invasores, como en el del feudalismo, como en el tiempo en que
+descollaba ya prepotente el poderío de los reyes, ella dirá, repito, á
+quién se debe que el matrimonio, el verdadero paladión de la sociedad,
+no fuera doblegado, torcido, hecho trizas, y que el desenfreno de la
+voluptuosidad no campease con todo su ímpetu, con todos sus caprichos,
+llevando en pos de sí la desorganización más profunda, adulterando el
+carácter de la civilización europea, y lanzándola en la honda sima en
+que yacen desde muchos siglos los pueblos del Asia.
+
+Los escritores parciales pueden registrar los anales de la historia
+eclesiástica para encontrar desavenencias entre papas y príncipes, y
+echar en cara á la Corte de Roma su espíritu de _terca intolerancia_
+con respecto á la santidad del matrimonio; pero, si no los cegara el
+espíritu de partido, comprenderían que, si esa _terca intolerancia_
+hubiera aflojado un instante, si el Pontífice de Roma hubiese
+retrocedido ante la impetuosidad de las pasiones un solo paso, una vez
+dado el primero, encontrábase una rápida pendiente, y al fin de ésta,
+un abismo; comprenderían el espíritu de verdad, la honda convicción, la
+viva fe de que está animada esa augusta Cátedra, ya que nunca pudieron
+consideraciones ni temores de ninguna clase hacerla enmudecer, cuando
+se ha tratado de recordar á todo el mundo, y muy en particular á
+los potentados y á los reyes: _serán dos en una carne; lo que Dios
+unió, no lo separe el hombre_; comprenderían que, si los papas se han
+mostrado inflexibles en este punto, aun á riesgo de los desmanes de
+los reyes, además de cumplir con el sagrado deber que les imponía el
+augusto carácter de jefes del Cristianismo, hicieron una obra maestra
+en política, contribuyeron grandemente al sosiego y bienestar de los
+pueblos: «porque los casamientos de los príncipes, dice Voltaire,
+forman en Europa el destino de los pueblos, y nunca se ha visto una
+corte libremente entregada á la prostitución, sin que hayan resultado
+revoluciones y sediciones.» (_Ensayo sobre la historia gener., tom. 3,
+cap. 101._)
+
+Esta observación tan exacta de Voltaire bastaría para vindicar á los
+papas, y con ellos al Catolicismo, de las calumnias de miserables
+detractores; pero, si esa reflexión no se concreta al orden político
+y se la extiende al orden social, crece todavía en valor, y adquiere
+una importancia inmensa. La imaginación se asombra al pensar en lo que
+hubiera acontecido, si esos reyes bárbaros en quienes el esplendor de
+la púrpura no bastaba á encubrir al hijo de las selvas, si esos fieros
+señores encastillados en sus fortalezas, cubiertos de hierro y rodeados
+de humildes vasallos, no hubieran encontrado un dique en la autoridad
+de la Iglesia; si al echar á alguna belleza una mirada de fuego, si al
+sentir con el nuevo ardor que se engendraba en su pecho el fastidio
+por su legítima esposa, no hubiesen tropezado con el recuerdo de una
+autoridad inflexible. Podían, es verdad, cometer una tropelía contra
+el obispo, ó hacer que enmudeciese con el temor ó los halagos; podían
+violentar los votos de un concilio particular, ó hacerse un partido
+con amenazas, ó con la intriga y el soborno; pero allá, en obscura
+lontananza, divisaban la cúpula del Vaticano, la sombra del Sumo
+Pontífice se les aparecía como una visión aterradora; allí perdían la
+esperanza, era inútil combatir: el más encarnizado combate no podía
+dar por resultado la victoria; las intrigas más mañosas, los ruegos
+más humildes, no recabarán otra respuesta que: _uno con una, y para
+siempre_.
+
+La simple lectura de la historia de la Edad Media, aquella escena
+de violencias, donde se retrata con toda viveza el hombre bárbaro
+forcejando por quebrantar los lazos que pretende imponerle la
+civilización; con sólo recordar que la Iglesia debía estar siempre
+en vigilante guarda, no tan sólo para que no se hiciesen pedazos los
+vínculos del matrimonio, sino también para que no fuesen víctimas de
+raptos y tropelías las doncellas, aun las consagradas al Señor; salta á
+los ojos que, si la Iglesia católica no se hubiese opuesto como un muro
+de bronce al desbordamiento de la voluptuosidad, los palacios de los
+príncipes y castillos de los señores se habrían visto con su serrallo y
+harén, y siguiendo por la misma corriente las demás clases, quedara la
+mujer europea en el mismo abatimiento en que se encuentra la musulmana.
+Y, ya que acabo de mentar á los sectarios de Mahoma, recordaré aquí á
+los que pretenden explicar la monogamia y poligamia sólo por razones de
+clima, que los cristianos y mahometanos se hallaron por largo tiempo
+en los mismos climas, y que con las vicisitudes de ambos pueblos se
+han establecido las respectivas religiones, ora en climas más rígidos,
+ora en más templados y suaves; y, sin embargo, no se ha visto que las
+religiones se acomodasen al clima, sino que antes bien el clima ha
+tenido, por decirlo así, que doblegarse á las religiones.
+
+Gratitud eterna deben los pueblos europeos al Catolicismo, por
+haberles conservado la monogamia, que á no dudarlo ha sido una de las
+causas que más han contribuído á la buena organización de la familia
+y al realce de la mujer. ¿Cuál sería ahora la situación de Europa,
+qué consideración disfrutaría la mujer, si Lutero, el fundador del
+Protestantismo, hubiese alcanzado á inspirar á la sociedad la misma
+indiferencia en este punto que él manifiesta en su _Comentario sobre
+el Génesis_? «Por lo que toca á saber, dice Lutero, si se pueden tener
+muchas mujeres, la autoridad de los patriarcas nos deja en completa
+libertad»; y añade después que _esto no se halla ni permitido, ni
+prohibido, y que él por sí no decide nada_. ¡Desgraciada Europa, si
+semejantes palabras, salidas nada menos que de la boca de un hombre que
+arrastró en pos de su secta tantos pueblos, se hubiesen pronunciado
+algunos siglos antes, cuando la civilización no había recibido
+todavía bastante impulso para que, á pesar de las malas doctrinas,
+pudiese seguir en los puntos más capitales una dirección certera!
+¡Desgraciada Europa, si á la sazón en que escribía Lutero, no se
+hallaran ya muy formadas las costumbres, y si la buena organización
+dada á la familia por el Catolicismo, no tuviera ya raíces demasiado
+profundas para ser arrancadas por la mano del hombre! El escándalo
+del landgrave de Hesse-Cassel, á buen seguro que no fuera un ejemplo
+aislado, y la culpable condescendencia de los doctores luteranos habría
+tenido resultados bien amargos. ¿De qué sirvieran, para contener la
+impetuosidad feroz de los pueblos bárbaros y corrompidos, aquella fe
+vacilante, aquella incertidumbre, aquella cobarde flojedad con que se
+amilanaba la Iglesia protestante, á la sola exigencia de un príncipe
+como el landgrave? ¿Cómo sostuviera una lucha de siglos, la que al
+primer amago del combate ya se rinde, la que antes del choque ya se
+quebranta?
+
+Al lado de la monogamia, puede decirse que figura por su alta
+importancia la indisolubilidad del matrimonio. Aquellos que se apartan
+de la doctrina de la Iglesia opinando que es útil en ciertos casos
+permitir el divorcio, de tal manera que se considere, como suele
+decirse, disuelto el vínculo, y que cada uno de los consortes pueda
+pasar á segundas nupcias, no me podrán negar que miran el divorcio como
+un remedio, y remedio peligroso, de que el legislador echa mano á duras
+penas, sólo en consideración á la malicia ó á la flaqueza; no me podrán
+negar que el multiplicarse mucho los divorcios acarrearía males de
+gravísima cuenta, y que, para prevenirlos en aquellos países donde las
+leyes civiles consienten este abuso, es menester rodear la permisión
+de todas las precauciones imaginables; y, por consiguiente, tampoco me
+podrán disputar que el establecer la indisolubilidad como principio
+moral, el cimentarla sobre motivos que ejercen poderoso ascendiente
+sobre el corazón, el seguir la marcha de las pasiones, teniéndolas de
+la mano para que no se desvíen por tan resbaladiza pendiente, es un
+eficaz preservativo contra la corrupción de costumbres, es una garantía
+de tranquilidad para las familias, es un firme reparo contra gravísimos
+males que vendrían á inundar la sociedad; y, por tanto, que obra
+semejante es la más propia, la más digna de ser objeto de los cuidados
+y del celo de la verdadera religión. ¿Y qué religión ha cumplido con
+este deber, sino la católica? ¿Cuál ha desempeñado más cumplidamente
+tan penosa y saludable tarea? ¿Ha sido el Protestantismo, que ni
+alcanzó á penetrar la profundidad de las razones que guiaban en este
+particular la conducta de la Iglesia católica?
+
+Los protestantes, arrastrados por su odio á la Iglesia romana, y
+llevados del prurito de innovarlo todo, creyeron hacer una gran reforma
+secularizando, por decirlo así, el matrimonio, y declamando contra
+la doctrina católica, que le miraba como un verdadero sacramento. No
+cumpliría á mi objeto el entrar aquí en una controversia dogmática
+sobre esta cuestión; bástame hacer notar que fué grave desacuerdo
+despojar el matrimonio del augusto sello de un sacramento, y que con
+semejante paso se manifestó el Protestantismo muy escaso conocedor del
+corazón humano. El considerar el matrimonio, no como un mero contrato
+civil, sino como un verdadero sacramento, era ponerle bajo la augusta
+sombra de la religión, y elevarle sobre la turbulenta atmósfera de las
+pasiones: ¿quién puede dudar que todo esto se necesita cuando se trata
+de poner freno á la pasión más viva, más caprichosa, más terrible del
+corazón del hombre? ¿Quién duda que para producir este efecto no son
+bastante las leyes civiles, y que son menester motivos que, arrancando
+de más alto origen, ejerzan más eficaz influencia?
+
+Con la doctrina protestante se echaba por tierra la potestad de la
+Iglesia en asuntos matrimoniales, quedando exclusivamente en manos de
+la potestad civil. Quizás no faltará quien piense que este ensanche
+dado á la potestad secular no podía menos de ser altamente provechoso
+á la causa de la civilización, y que el arrojar de este terreno á
+la autoridad eclesiástica fué un magnífico triunfo sobre añejas
+preocupaciones, una utilísima conquista sobre usurpaciones injustas.
+¡Miserables! Si se albergaran en vuestra mente elevados conceptos,
+si vibraran en vuestros pechos aquellas harmoniosas cuerdas, que
+dan un conocimiento delicado y exacto de las pasiones del hombre, y
+que inspiran los medios más á propósito para dirigirlas, vierais,
+sintierais que el poner el matrimonio bajo el manto de la religión,
+substrayéndolo, en cuanto cabe, de la intervención profana, era
+purificarle, era embellecerle, era rodearle de hermosísimo encanto,
+porque se colocaba bajo inviolable salvaguardia aquel precioso tesoro,
+que con sólo una mirada se aja, que con un levísimo aliento se empaña.
+¿Tan mal os parece un denso velo corrido á la entrada del tálamo
+nupcial, y la religión guardando sus umbrales con ademán severo?
+
+
+
+
+CAPITULO XXV
+
+
+Pero, se nos dirá á los católicos: ¿no encontráis vuestras doctrinas
+sobrado duras, demasiado rigurosas? ¿no advertís que esas doctrinas
+prescinden de la flaqueza y volubilidad del corazón humano, que
+le exigen sacrificios superiores á sus fuerzas? ¿no conocéis que
+es inhumano sujetar á la rigidez de un principio las afecciones
+más tiernas, los sentimientos más delicados, las inspiraciones más
+livianas? ¿Concebís toda la dureza que entraña una doctrina que se
+empeña en mantener unidos, amarrados con el lazo fatal, á dos seres que
+ya no se aman, que ya se causan mutuo fastidio, que quizá se aborrecen
+con un odio profundo? Á estos seres que suspiran por su separación,
+que antes quisieran la muerte que permanecer unidos, responderles con
+un _jamás_, con un _eterno jamás_, mostrándoles, al propio tiempo,
+el sello divino, que se grabó en su lazo en el momento solemne de
+recibir el sacramento del matrimonio, ¿no es olvidar todas las reglas
+de la prudencia, no es un proceder desesperante? ¿No vale algo más la
+indulgencia del Protestantismo, que, acomodándose á la flaqueza humana,
+se presta más fácilmente á lo que exige, á veces nuestro capricho, á
+veces nuestra debilidad?
+
+Es necesario contestar á esta réplica, disipar la ilusión que pueden
+causar ese linaje de argumentos, muy á propósito para inducir á un
+errado juicio, seduciendo de antemano el corazón. En primer lugar,
+es exagerado el decir que, con el sistema católico, se reduzca á un
+extremo desesperante á los esposos desgraciados. Casos hay en que
+la prudencia demanda que los consortes se separen, y entonces no
+se oponen á la separación, ni las doctrinas ni las prácticas de la
+Iglesia católica. Verdad es que no se disuelve por eso el vínculo
+del matrimonio, ni ninguno de los consortes queda libre para pasar á
+segundas nupcias; pero hay ya lo bastante para que no se pueda suponer
+tiranizados á ninguno de los dos; no se les obliga á vivir juntos, y,
+de consiguiente, no sufren ya el tormento, á la verdad intolerable, de
+permanecer siempre reunidas dos personas que se aborrecen.
+
+«Pero bien, se nos dirá, una vez separados los consortes, no se
+les atormenta con la cohabitación, que les era tan penosa, pero se
+les priva de pasar á segundas nupcias, y, por tanto, se les veda
+el satisfacer otra pasión que pueden abrigar en su pecho, y que
+quizá fué la causa del fastidio ó aborrecimiento, de que resultaron
+la discordia y la desdicha en el primer matrimonio. ¿Por qué no se
+considera entonces este matrimonio como disuelto del todo, quedando
+enteramente libres ambos consortes? ¿Por qué no se les permite seguir
+las afecciones de su corazón, que, fijado ya sobre otro objeto, les
+augura días más felices?» Aquí, donde la salida parece más difícil,
+donde la fuerza de la dificultad se presenta más apremiadora, aquí es
+donde puede alcanzar el Catolicismo un triunfo más señalado, aquí es
+donde puede mostrar más claramente cuán profundo es su conocimiento del
+corazón del hombre, cuán sabias son en este punto sus doctrinas, cuán
+previsora y atinada su conducta. Lo que parece rigor excesivo, no es
+más que una severidad necesaria; y que, tanto dista de merecer la tacha
+de cruel, que antes bien es para el hombre una prenda de sosiego y
+bienestar. Á primera vista no se concibe cómo puede ser así, y, por lo
+mismo, será menester desentrañar este asunto, descendiendo, en cuanto
+posible sea, á un profundo examen de los principios que justifican á la
+luz de la razón la conducta observada por el Catolicismo, no sólo por
+lo tocante al matrimonio, sino también en todo lo relativo al corazón
+humano.
+
+Cuando se trata de dirigir las pasiones, se ofrecen dos sistemas de
+conducta. Consiste el uno en condescender, el otro en resistir. En el
+primero se retrocede delante de ellas á medida que avanzan; nunca se
+les opone un obstáculo invencible, nunca se las deja sin esperanza; se
+les señala en verdad una línea para que no pasen de ciertos límites,
+pero se les deja conocer que, si se empeñan en pisarla, esta línea
+se retirará un poco más; por manera que la condescendencia está en
+proporción con la energía y con la obstinación de quien la exige. En
+el segundo, también se marca á las pasiones una línea, de la que no
+pueden pasar; pero esta línea es fija, inmóvil, resguardada en toda su
+extensión por un muro de bronce. En vano lucharían para salvarla; no
+les queda ni una sombra de esperanza; el principio que las resiste no
+se alterará jamás; no consentirá transacciones de ninguna clase. No les
+queda recurso de ninguna especie, á no ser que quieran pasar adelante
+por el único camino que nunca puede cerrarse á la libertad humana:
+el de la maldad. En el primer sistema, se permite el desahogo para
+prevenir la explosión; en el segundo, no se consiente que principie
+el incendio, para no verse obligado á contener su progreso; en aquél,
+se temen las pasiones cuando están en su nacimiento, y se confía
+limitarlas cuando hayan crecido; en éste, se conceptúa que, si no es
+fácil contenerlas cuando son pequeñas, lo será mucho menos cuando sean
+grandes; en el uno, se procede en el supuesto de que las pasiones
+con el desahogo se disipan y se debilitan; en el otro, se cree que
+satisfaciéndose no se sacían, y que antes bien se hacen más sedientas.
+
+Generalmente hablando, puede decirse que el Catolicismo sigue el
+segundo sistema; es decir, que, en tratando con las pasiones, su regla
+constante es atajarlas en los primeros pasos; dejarlas, en cuanto
+cabe, sin esperanza; ahogarlas, si es posible, en la misma cuna. Y es
+necesario advertir que hablamos aquí de la severidad con las pasiones,
+no con el hombre que las tiene; que es muy compatible no transigir con
+la pasión, y ser indulgente con la persona apasionada; ser inexorable
+con la culpa, y sufrir benignamente al culpable. Por lo tocante al
+matrimonio, ha seguido este sistema con una firmeza que asombra; el
+Protestantismo ha tomado el camino opuesto; ambos convienen en que
+el divorcio que llevare consigo la disolución del vínculo, es un mal
+gravísimo; pero la diferencia está en que, según el sistema católico,
+no se deja entrever ni siquiera la esperanza de que pueda venir el
+caso de esa disolución, pues se la veda absolutamente, sin restricción
+alguna, se la declara imposible, cuando en el sistema protestante se la
+puede consentir en ciertos casos; el Protestantismo no tiene para el
+matrimonio un sello divino que garantice su perpetuidad, que lo haga
+inviolable y sagrado; el Catolicismo tiene este sello, le imprime en
+el misterioso lazo, y en adelante queda el matrimonio bajo la guarda de
+un símbolo augusto.
+
+¿Cuál de las dos religiones es más sabia en este punto? ¿cuál procede
+con más acierto? Para resolver esta cuestión, prescindiendo, como
+prescindimos aquí, de las razones dogmáticas, y de la moralidad
+intrínseca de los actos humanos que forman el objeto de las leyes cuyo
+examen nos ocupa, es necesario determinar cuál de los dos sistemas
+arriba descritos es más á propósito para el manejo y dirección de
+las pasiones. Meditando sobre la naturaleza del corazón del hombre y
+ateniéndonos á lo que nos enseña la experiencia de cada día, puede
+asegurarse que el medio más adaptado para enfrenar una pasión es
+dejarla sin esperanza; y que el condescender con ella, el permitirle
+continuos desahogos, es incitarla más y más, es juguetear con el fuego
+al rededor del combustible, dejarle que prenda en él una y otra vez,
+con la vana confianza de que siempre será fácil apagar el incendio.
+
+Demos una rápida ojeada sobre las pasiones más violentas, y observemos
+cuál es su curso ordinario, según el sistema que con ellas se practica.
+Ved al jugador, á ese hombre dominado por un desasosiego indefinible,
+que abriga al mismo tiempo una codicia insaciable y una prodigalidad
+sin límites, que ni se contenta con la más inmensa fortuna, ni vacila
+en aventurarla á un azar de un momento, que en medio del mayor
+infortunio sueña todavía en grandes tesoros, que corre afanoso y
+sediento en pos de un objeto, que parece el oro, y que, sin embargo,
+no lo es, pues que su posesión no le satisface; ved á ese hombre, cuyo
+corazón inquieto sólo puede vivir en medio de la incertidumbre, del
+riesgo, suspenso entre el temor y la esperanza, y que, al parecer,
+se complace en esa rápida sucesión de vivas sensaciones que de
+continuo le sacuden y atormentan: ¿cuál es el remedio para curarle
+de esa enfermedad, de esa fiebre devoradora? Aconsejadle un sistema
+de condescendencia, decidle que juegue, pero que se limite á cierta
+cantidad, á ciertas horas, á ciertos lugares; ¿qué lograréis? Nada,
+absolutamente nada. Si estos medios pudieran servir de algo, no habría
+jugador en el mundo que no se hubiese curado de su pasión; porque
+ninguno hay que no se haya fijado mil veces á sí mismo esos límites,
+que no se haya dicho mil veces: «jugarás no más que hasta tal hora,
+no más que en este ó aquel lugar, no más que sobre tal cantidad.» Con
+estos paliativos, con estas precauciones impotentes, ¿qué le sucede
+al desgraciado jugador? Que se engaña miserablemente, que la pasión
+transige para cobrar fuerzas y asegurar mejor la victoria, que va
+ganando terreno, que va ensanchando el círculo prefijado, y que vuelve
+á los primeros excesos, si no á otros mayores. ¿Queréis curarle de
+raíz? Si algún remedio queda, será, no lo dudéis, abstenerse desde
+luego completamente. Esto, á primera vista, será más doloroso, pero
+en la práctica será más fácil; desde que la pasión vea cerrada toda
+esperanza, empezará á debilitarse, y al fin desaparecerá. No creo que
+ninguna persona experimentada tenga la menor duda sobre la exactitud de
+lo que acabo de decir; y que no convenga conmigo en que el mejor medio
+de ahogar esa formidable pasión es quitarle de una vez todo pábulo,
+dejarla sin esperanza.
+
+Vamos á otro ejemplo más allegado al objeto que principalmente me
+propongo dilucidar. Supongamos á un hombre señoreado por el amor;
+¿creéis que, para curarle de su mal, será conveniente consentirle un
+desahogo, concediéndole ocasiones, bien que menos frecuentes, de ver
+á la persona amada? ¿Paréceos si podrá serle saludable el permitirle
+la continuación, vedándole, empero, la frecuencia? ¿Se apagará, se
+amortiguará siquiera con esa precaución, la llama que arde en su
+pecho? Es cierto que no: la misma compresión de esta llama acarreará
+su aumento, y multiplicará su fuerza; y como, por otra parte, se le va
+dando algún pábulo, si bien más escaso, y se le deja un respiradero por
+donde puede desahogarse, irá ensanchando cada día ese respiradero,
+hasta que, al fin, alcance á desembarazarse del obstáculo que la
+resiste. Pero quitad á esa pasión la esperanza; empeñad al amante
+en un largo viaje, ó poned de por medio algunos impedimentos que no
+dejen entrever como probable, ni siquiera posible, el logro del fin
+deseado; y entonces, salvas algunas rarísimas excepciones, conseguiréis
+primero la distracción, y en seguida el olvido. ¿No es esto lo que
+está enseñando á cada paso la experiencia? ¿No es éste el remedio que
+la misma necesidad sugiere todos los días á los padres de familia? Las
+pasiones son como el fuego: se apaga si se le echa agua en abundancia;
+pero se enardece con más viveza, si el agua es poca é insuficiente.
+
+Pero elevemos nuestra consideración, coloquémonos en un horizonte más
+vasto, y observemos las pasiones obrando en un campo más extenso,
+y en regiones de mayor altura. ¿Cuál es la causa de que, en épocas
+tormentosas, se exciten tantas y tan enérgicas pasiones? Es que todas
+conciben esperanzas de satisfacerse; es que, volcadas las clases más
+elevadas, y destruídas las instituciones más antiguas y colosales,
+y reemplazadas por otras que antes eran imperceptibles, todas las
+pasiones ven abierto el camino para medrar en medio de la confusión
+y de la borrasca. Ya no existen las barreras que antes parecían
+insalvables, y cuya sola vista, ó no dejaba nacer la pasión, ó la
+ahogaba en su misma cuna; todo ha quedado abierto, sin defensa; sólo se
+necesita valor y constancia para saltar intrépido por en medio de los
+escombros y ruinas que se han amontonado con el derribo de lo antiguo.
+
+Considerada la cosa en abstracto, no hay absurdo más palpable que la
+monarquía hereditaria, que la sucesión en la corona asegurada á una
+familia donde á cada paso puede encontrarse sentado en el solio, ó
+un niño, ó un imbécil, ó un malvado; y, sin embargo, en la práctica
+nada hay más sabio, más prudente, más previsor. Así lo ha enseñado la
+experiencia de largos siglos, así con esa enseñanza lo conoce bien
+claro la razón, así lo han aprendido con tristes escarmientos los
+desgraciados pueblos que han tenido la monarquía electiva. Y esto,
+¿por qué? Por la misma razón que estamos ponderando: porque con la
+monarquía hereditaria se cierra toda puerta á la esperanza de una
+ambición desmesurada; porque, de otra suerte, abriga la sociedad un
+eterno germen de agitación y revueltas, promovidas por todos los que
+pueden concebir alguna esperanza de empuñar un día el mando supremo.
+En tiempos sosegados, y en una monarquía hereditaria, llegar á ser
+rey un particular, por rico, por noble, por sabio, por valiente, por
+distinguido que sea de cualquier modo, es un pensamiento insensato,
+que ni siquiera asoma en la mente del hombre; pero cambiad las
+circunstancias, introducid la probabilidad, tan sólo una remota
+posibilidad, y veréis como no faltan luego fervientes candidatos.
+
+Fácil sería desenvolver más semejante doctrina, haciendo de ella
+aplicación á todas las pasiones del hombre; pero estas indicaciones
+bastan para convencer que, cuando se trata de sojuzgar una pasión, lo
+primero que debe hacerse es oponerle una valla insuperable, que no le
+deje esperanza alguna de pasar adelante; entonces la pasión se agita
+por algunos momentos, se levanta contra el obstáculo que la resiste;
+pero, encontrándole inmóvil, retrocede, se abate, y cual las olas del
+mar se acomoda murmurando al nivel que se le ha señalado.
+
+Hay en el corazón humano una pasión formidable que ejerce poderosa
+influencia sobre los destinos de la vida, y que con sus ilusiones
+engañosas y seductoras labra no pocas veces una larga cadena de dolor
+y de infortunio. Teniendo un objeto necesario para la conservación del
+humano linaje, y encontrándose en cierto modo en todos los vivientes
+de la naturaleza, revístese, sin embargo, de un carácter particular,
+con sólo abrigarse en el alma de un ser inteligente. En los brutos
+animales, el instinto la guía de un modo admirable, limitándola á lo
+necesario para la conservación de las especies; pero, en el hombre,
+el instinto se eleva á pasión; y esta pasión, nutrida y avivada por el
+fuego de la fantasía, refinada con los recursos de la inteligencia,
+y veleidosa é inconstante por estar bajo la dirección de un libre
+albedrío, que puede entregarse á tantos caprichos cuantas son las
+impresionas que reciben los sentidos y el corazón, se convierte en un
+sentimiento vago, voluble, descontentadizo, insaciable; parecido al
+malestar de un enfermo calenturiento, al frenesí de un delirante, que
+ora divaga por un ambiente embalsamado de purísimos aromas, ora se
+agita convulsivo con las ansias de la agonía.
+
+¿Quién es capaz de contar la variedad de formas bajo las cuales se
+presenta esa pasión engañosa, y la muchedumbre de lazos que tiende á
+los pies del desgraciado mortal? Observadla en su nacimiento, seguidla
+en su carrera, hasta el fin de ella, cuando toca á su término y se
+extingue como una lámpara moribunda. Asoma apenas el leve bozo en el
+rostro del varón, dorando graciosamente una faz tierna y sonrosada,
+y ya brota en su pecho como un sentimiento misterioso, le inquieta y
+desasosiega, sin que él mismo conozca la causa. Una dulce melancolía
+se desliza en su corazón, pensamientos desconocidos divagan por su
+mente, sombras seductoras revolotean por su fantasía, un imán secreto
+obra sobre su alma, una seriedad precoz se pinta en su semblante,
+todas sus inclinaciones toman otro rumbo; ya no le agradan los juegos
+de la infancia, todo le hace augurar una vida nueva, menos inocente,
+menos tranquila; la tormenta no ruge aún, el cielo no se ha encapotado
+todavía, pero los rojos celajes que le matizan son un triste presagio
+de lo que ha de venir. Llega, entre tanto, la adolescencia, y lo que
+antes era un sentimiento vago, misterioso, incomprensible al mismo
+que le abrigaba, es, desde entonces, más pronunciado, los objetos se
+esclarecen y se presentan como son en sí, la pasión los ve, y á ellos
+se encamina. Pero no creáis que por esto la pasión sea constante; es
+tan vana, tan voluble y caprichosa, como los objetos que se le van
+presentando; corre sin cesar en pos de ilusiones, persiguiendo sombras,
+buscando una satisfacción que nunca encuentra, esperando una dicha que
+jamás llega. Exaltada la fantasía, hirviendo el corazón, arrebatada el
+alma entera, sojuzgada en todas sus facultades, rodéase el ardiente
+joven de las más brillantes ilusiones, comunícalas á cuanto le
+circunda, presta á la luz del cielo un fulgor más esplendente, reviste
+la faz de la tierra de un verdor más lozano, de colores más vivos,
+esparciendo por doquiera el reflejo de su propio encanto.
+
+En la edad viril, cuando el pensamiento es más grave y más fijo,
+cuando el corazón ha perdido de su inconstancia, cuando la voluntad
+es más firme y los propósitos más duraderos, cuando la conducta que
+debe regir los destinos de la vida está ya sujeta á una norma, y como
+encerrada en un carril, todavía se agita en el corazón del hombre
+esa pasión misteriosa, todavía le atormenta con inquietud incesante.
+Sólo que entonces, con el mayor desarrollo de la organización física,
+la pasión es más robusta y más enérgica; sólo que entonces, con el
+mayor orgullo que inspiran al hombre la independencia de la vida, el
+sentimiento de mayores fuerzas, y la mayor abundancia de medios, la
+pasión es más decidida, más osada, más violenta; así como, á fuerza
+de los desengaños y escarmientos que le ha dado la experiencia, se ha
+hecho más cautelosa, más previsora, más astuta; no anda acompañada de
+la candidez de los primeros años, sino que sabe aliarse con el cálculo,
+sabe marchar á su fin por caminos más encubiertos, sabe echar mano de
+medios más acertados. ¡Ay del hombre que no se precave á tiempo contra
+semejante enemigo! Consumirá su existencia en una agitación febril; y
+de inquietud en inquietud, de tormenta en tormenta, si no acaba con la
+vida en la flor de sus años, llegará á la vejez dominado todavía por
+su pasión funesta; ella le acompañará hasta el sepulcro, con aquellas
+formas asquerosas y repugnantes con que se pinta en un rostro surcado
+por los años, en unos ojos velados que auguran la muerte ya cercana.
+
+Ahora bien: ¿cuál es el sistema que conviene seguir para enfrenar esa
+pasión y encerrarla en sus justos límites, para impedir que acarree al
+individuo la desdicha, á las familias el desorden, á las sociedades el
+caos? La regla invariable del Catolicismo, así en la moral que predica,
+como en las instituciones que plantea, es la _represión_. Ni siquiera
+el deseo le consiente; y declara culpable á los ojos de Dios á quien
+mirare á una mujer con pensamiento impuro. Y esto ¿por qué? Porque, á
+más de la moralidad intrínseca que se encierra en la prohibición, hay
+una mira profunda en ahogar el mal en su origen; siendo muy cierto que
+es más fácil impedir al hombre el que se complazca en malos deseos, que
+no el que se abstenga de satisfacerlos, después de haberles dado cabida
+en su abrasado corazón; porque hay una razón muy profunda en procurar
+de esta suerte la tranquilidad del alma, no permitiéndole que, cual
+sediento Tántalo, sufra con la vista del agua que huye de sus labios.
+_Quid vis videre quod non licet habere?_ _¿Para qué quieres ver lo
+que no puedes obtener?_ dice sabiamente el autor del admirable libro
+_De la imitación de Jesucristo_, compendiando así, en pocas palabras,
+la sabiduría que se encierra en la santa severidad de la doctrina
+cristiana.
+
+Los lazos del matrimonio, señalando á la pasión un objeto legítimo,
+no ciegan, sin embargo, el manantial de agitación y de caprichosa
+inquietud que se alberga en el corazón. La posesión empalaga y
+fastidia, la hermosura se marchita y se aja, las ilusiones se disipan,
+el hechizo desaparece, y, encontrando el hombre una realidad que está
+muy lejos de alcanzar á los bellos sueños á que se entregara allá en
+sus delirios una imaginación fogosa, siente brotar en su pecho nuevos
+deseos; y, cansado del objeto poseído, alimenta nuevas ilusiones,
+buscando en otra parte aquella dicha ideal que se imaginaba haber
+encontrado, y huyendo de la triste realidad, que así burla sus más
+bellas esperanzas.
+
+Dad entonces rienda suelta á las pasiones del hombre, dejadle que
+de un modo ú otro pueda alimentar la ilusión de hacerse feliz con
+otros enlaces, que no se crea ligado para siempre y sin remedio á la
+compañera de sus días, y veréis como el fastidio llegará más pronto,
+como la discordia será más viva y ruidosa; veréis como los lazos
+se aflojan luego de formados, como se gastan con poco tiempo, como
+se rompen al primer impulso. Al contrario, proclamad la ley que no
+exceptúe ni á pobres ni á ricos, ni á débiles ni á potentados, ni
+á vasallos ni á reyes; que no atienda á diferencias de situación,
+de índole, de salud, ni á tantos otros motivos, que en manos de las
+pasiones, y sobre todo entre los poderosos, fácilmente se convierten
+en pretextos; proclamad esa ley como bajada del cielo, mostrad el lazo
+del matrimonio como sellado con un sello divino; y á las pasiones que
+murmuran, decidles en alta voz que si quieren satisfacerse no tienen
+otro camino que el de la inmoralidad; pero que la autoridad encargada
+de la guarda de esa ley divina, jamás se doblegará á condescendencias
+culpables, que jamás consentirá que se cubra con el velo de la dispensa
+la infracción del precepto divino, que jamás dejará á la culpa sin
+el remordimiento, y entonces veréis que las pasiones se abaten y se
+resignan, que la ley se extiende, se afirma, y se arraiga hondamente
+en las costumbres, y habréis asegurado para siempre el buen orden y
+la tranquilidad de las familias; y la sociedad os deberá un beneficio
+inmenso. Y he aquí cabalmente lo que ha hecho el Catolicismo,
+trabajando para ello largos siglos; y he aquí lo que venía á deshacer
+el Protestantismo, si se hubiesen seguido generalmente en Europa sus
+doctrinas y sus ejemplos; si los pueblos dirigidos no hubiesen tenido
+más cordura que sus directores.
+
+Los protestantes y los falsos filósofos, examinando las doctrinas y las
+instituciones de la Iglesia católica al través de sus preocupaciones
+rencorosas, no han acertado á concebir á qué servían los dos grandes
+caracteres que distinguen siempre por doquiera los pensamientos y las
+obras del Catolicismo: _unidad y fijeza_: _unidad_ en las doctrinas,
+_fijeza_ en la conducta, señalando un objeto y marchando hacia él, sin
+desviarse jamás. Esto los ha escandalizado; y, después de declamar
+contra la _unidad_ de la doctrina, han declamado también contra la
+_fijeza_ en la conducta. Si meditaran sobre el hombre, conocieran que
+esta fijeza es el secreto de dirigirle, de dominarle, de enfrenar sus
+pasiones cuando convenga, de exaltar su alma cuando sea menester,
+haciéndola capaz de los mayores sacrificios, de las acciones más
+heroicas. Nada hay peor para el hombre que la _incertidumbre_, que
+la _indecisión_; nada que tanto le debilite y esterilice. Lo que es
+el escepticismo al entendimiento, es la indecisión á la voluntad.
+Prescribidle al hombre un objeto fijo, y haced que se dirija hacia él:
+á él se dirigirá y le alcanzará. Dejadle vacilando entre varios, que no
+tenga para su conducta una norma fija, que no sepa cuál es su porvenir,
+que marche sin saber á dónde va, y veréis que su energía se relaja,
+sus fuerzas se enflaquecen, hasta que se abate y se para. ¿Sabéis el
+secreto con que los grandes caracteres dominan el mundo? ¿Sabéis cómo
+son capaces ellos mismos de acciones heroicas, y cómo hacen capaces
+de ellas á cuantos los rodean? Porque tienen un objeto fijo para sí,
+y para los demás: porque le ven con claridad, le quieren con firmeza,
+y se encaminan hacia él, sin dudas, sin rodeos, con esperanza firme,
+con fe viva, sin consentir la vacilación, ni en sí mismos ni en los
+otros. Alejandro, César, Napoleón, y los demás héroes antiguos y
+modernos, ejercían sin duda con el ascendiente de su genio una acción
+fascinadora; pero el secreto de su predominio, de su pujanza, de su
+impulso que todo lo arrollaba, era la unidad de pensamiento, la fijeza
+del plan, que engendraban un carácter firme, aterrador, dándoles sobre
+los demás hombres una superioridad inmensa. Así pasaba Alejandro el
+Gránico, y empezaba, y llevaba á cabo su prodigiosa conquista del
+Asia; así pasaba César el Rubicón, y ahuyentaba á Pompeyo, y vencía
+en Farsalia, y se hacía señor del mundo; así dispersaba Napoleón á los
+habladores que estaban disertando sobre la suerte de Francia, vencía en
+Marengo, se ceñía la diadema de Carlomagno, y aterraba y asombraba el
+mundo con los triunfos de Austerlitz y de Jena.
+
+Sin _unidad_ no hay orden, sin _fijeza_ no hay estabilidad; y en
+el mundo moral como en el físico, nada puede prosperar que no
+sea ordenado y estable. Así el Protestantismo, que ha pretendido
+hacer progresar al individuo y á la sociedad destruyendo la unidad
+religiosa, é introduciendo en las creencias y en las instituciones la
+_multiplicidad_ y _movilidad_ del pensamiento privado, ha acarreado
+por doquiera la confusión y el desorden, y ha desnaturalizado la
+civilización europea, inoculando en sus venas un elemento desastroso,
+que le ha causado y le causará todavía gravísimos males. Y no puede
+inferirse de esto que el Catolicismo esté reñido con el adelanto de los
+pueblos, por la _unidad_ de sus doctrinas y la _fijeza_ de las reglas
+de su conducta; pues también cabe que marche lo que es _uno_, también
+cabe movimiento en un sistema que tenga _fijos_ algunos de sus puntos.
+Este universo que nos asombra con su grandor, que nos admira con sus
+prodigios, que nos encanta con su variedad y belleza, está sujeto á la
+_unidad_, y está regido por leyes fijas y constantes.
+
+Ved ahí algunas de las razones que justifican la severidad del
+Catolicismo; ved ahí por qué no ha podido mostrarse condescendiente con
+esa pasión que, una vez desenfrenada, no respeta linde ni barrera, que
+introduce la turbación en los corazones y el desorden en las familias,
+que gangrena la sociedad, quitando á las costumbres todo decoro, ajando
+el pudor de las mujeres y rebajándolas del nivel de dignas compañeras
+del hombre. En esta parte el Catolicismo es severo, es verdad; pero
+esta severidad no podía renunciarla, sin renunciar al propio tiempo sus
+altas funciones de depositario de la sana moral, de vigilante atalaya
+por los destinos de la humanidad.[2]
+
+
+
+
+CAPITULO XXVI
+
+
+Ese anhelo del Catolicismo para cubrir con tupido velo los secretos
+del pudor, y por rodear de moralidad y de recato la pasión más procaz,
+manifiéstase en sumo grado en la importancia que ha dado á la virtud
+contraria, hasta coronando con brillante aureola la entera abstinencia
+de placeres sensuales: la _virginidad_. Cuanto haya contribuído
+con esto el Catolicismo á realzar á la mujer, no lo comprenderán
+ciertamente los entendimientos frívolos, mayormente si andan guiados
+por las inspiraciones de un corazón voluptuoso; pero no se ocultará
+á los que sean capaces de conocer que todo cuanto tiende á llevar al
+más alto punto de delicadeza el sentimiento del pudor, todo cuanto
+fortifica la moralidad, todo cuanto se encamina á presentar á una parte
+considerable del bello sexo como un dechado de la virtud más heroica,
+todo esto se endereza también á levantar á la mujer sobre la turbia
+atmósfera de las pasiones groseras, todo esto contribuye á que no se
+presente á los ojos del hombre como un mero instrumento de placer,
+todo esto sirve maravillosamente á que, sin disminuirse ninguno de los
+atractivos con que la ha dotado la naturaleza, no pase rápidamente de
+triste víctima del libertinaje á objeto de menosprecio y fastidio.
+
+La Iglesia católica había conocido profundamente esas verdades; y así,
+mientras celaba por la santidad de las relaciones conyugales, mientras
+creaba en el seno de las familias la bella dignidad de una matrona,
+cubría con misterioso velo la faz de la virgen cristiana, y las esposas
+del Señor eran guardadas como un depósito sagrado en la augusta
+obscuridad de las sombras del santuario. Reservado estaba á Lutero,
+al grosero profanador de Catalina de Boré, el desconocer también en
+este punto la profunda y delicada sabiduría de la religión católica;
+digna empresa del fraile apóstata, que después de haber hecho pedazos
+el augusto sello religioso del tálamo nupcial, se arrojase también á
+desgarrar con impúdica mano el sagrado velo de las vírgenes consagradas
+al Señor; digna empresa de las duras entrañas del perturbador violento
+el azuzar la codicia de los príncipes, para que se lanzasen sobre
+los bienes de doncellas desvalidas, y las expulsaran de sus moradas,
+atizando luego la voluptuosidad, y quebrantando todas las barreras
+de la moral, para que, cual bandadas de palomas sin abrigo, cayesen
+en las garras del libertinaje. ¿Y qué? ¿también así se aumentaba el
+respeto debido al bello sexo? ¿también así se acendraba el sentimiento
+del pudor? ¿también así progresaba la humanidad? ¿también así daba
+Lutero robusto impulso á las generaciones venideras, brío al espíritu
+humano, medra y lozanía á la cultura y civilización? ¿Quién que sienta
+latir en su pecho un corazón sensible, podrá soportar las desenvueltas
+peroratas de Lutero, mayormente si ha leído las bellísimas páginas de
+los Ciprianos, de los Ambrosios, de los Jerónimos y demás lumbreras de
+la Iglesia católica, sobre los altos timbres de una virgen cristiana?
+En medio de siglos donde campeaba sin freno la barbarie más feroz,
+¿quién llevará á mal encontrarse con aquellas solitarias moradas, donde
+se albergan las esposas del Señor, preservando sus corazones de la
+corrupción del mundo, y ocupadas perennemente en levantar sus manos al
+cielo para atraer hacia la tierra el rocío de la divina misericordia?
+Y en tiempos y países más civilizados, ¿tan mal contrasta un asilo de
+la virtud más pura y acendrada, con un inmenso piélago de disipación
+y libertinaje? ¿También eran aquellas moradas un legado funesto de la
+ignorancia, un monumento de fanatismo, en cuya destrucción se ocupaban
+dignamente los corifeos de la Reforma protestante? ¡Ah! si así fuere,
+protestemos contra todo lo interesante y bello, ahoguemos en nuestro
+corazón todo entusiasmo por la virtud, no conozcamos otro mundo que el
+que se encierra en el círculo de las sensaciones más groseras, que tire
+el pintor su pincel y el poeta su lira, y, desconociendo todo nuestro
+grandor y dignidad, digamos embrutecidos: _comamos y bebamos, que
+mañana moriremos_.
+
+No, la verdadera civilización no puede perdonarle jamás al
+Protestantismo esa obra inmoral é impía; la verdadera civilización
+no puede perdonarle jamás el haber violado el santuario del pudor
+y de la inocencia, el haber procurado con todas sus fuerzas que
+desapareciese todo respeto á la virginidad, pisando, de esta suerte, un
+dogma profesado por todo el humano linaje; el no haber acatado lo que
+acataron los griegos en sus sacerdotisas de Ceres, los romanos en sus
+vestales, los galos en sus druidesas, los germanos en sus adivinas; el
+haber llevado más allá la procacidad de lo que no hicieron jamás los
+disolutos pueblos del Asia, y los bárbaros del nuevo continente. Mengua
+es, por cierto, que se haya atacado en Europa lo que se ha respetado
+en todas las partes del mundo; que se haya tachado de preocupación
+despreciable, una creencia universal del género humano, sancionada,
+además, por el Cristianismo. ¿Dónde se ha visto una irrupción de
+bárbaros que compararse pudiera al desbordamiento del Protestantismo
+contra lo más inviolable que debe haber entre los hombres? ¿Quién dió
+el funesto ejemplo á los perpetradores de semejantes crímenes en las
+revoluciones modernas?
+
+Que, en medio de furores de una guerra, se atreva la barbarie de los
+vencedores á soltar el brutal desenfreno de la soldadesca sobre las
+moradas de las vírgenes consagradas al Señor, esto se concibe muy
+bien; pero, el perseguir por sistema estos santos establecimientos,
+concitando contra ellos las pasiones del populacho, y atacando
+groseramente la institución en su origen y en su objeto, esto es más
+que inhumano y brutal, esto carece de nombre cuando lo hacen los mismos
+que se precian de reformadores, de amantes del Evangelio puro, y que
+se proclaman discípulos de Aquel que en sus sublimes consejos señaló la
+_virginidad_ como una de las virtudes más hermosas que pueden esmaltar
+la aureola de un cristiano. ¿Y quién ignora que ésta fué una de las
+obras con más ardor emprendidas por el Protestantismo?
+
+La mujer sin pudor ofrecerá un cebo á la voluptuosidad, pero no
+arrastrará jamás el alma con el misterioso sentimiento que se apellida
+amor. ¡Cosa notable! El deseo más imperioso que se abriga en el corazón
+de una mujer, es el de agradar, y tan luego como se olvida del pudor,
+desagrada, ofende; así está sabiamente ordenado que sea el castigo de
+su falta, lo que hiere más vivamente su corazón. Por esta causa, todo
+cuanto contribuye á realzar en las mujeres ese delicado sentimiento,
+las realza á ellas mismas, las embellece, les asegura mayor predominio
+sobre el corazón de los hombres, les señala un lugar más distinguido,
+así en el orden doméstico como en el social. Estas verdades no las
+comprendió el Protestantismo, cuando condenó la _virginidad_. Sin duda
+que esta virtud no es condición necesaria para el pudor; pero es su
+bello ideal, su tipo de perfección; y por cierto que el desterrar de la
+tierra ese modelo, el negar su belleza, el condenarle como perjudicial,
+no era nada á propósito para conservar un sentimiento que está en
+continua lucha con la pasión más poderosa del corazón humano, y que
+difícilmente se conserva en toda su pureza si no anda acompañado de las
+precauciones más exquisitas. Delicadísima flor, de hermosos colores
+y suavísimo aroma, puede apenas sufrir el leve oreo del aura más
+apacible; su belleza se marchita con extremada facilidad, sus olores se
+disipan como exhalación pasajera.
+
+Pero, combatiendo la virginidad, se me hablará quizás de los
+perjuicios que acarrea á la población, contándose como defraudadas á
+la multiplicación del humano linaje las ofrendas que se hacen en las
+aras de aquella virtud. Afortunadamente, las observaciones de los más
+distinguidos economistas han venido á disipar este error proclamado
+por el Protestantismo, y reproducido por la filosofía incrédula del
+siglo XVIII. Los hechos han demostrado, de una manera convincente, dos
+verdades, á cual más importantes, para vindicar las doctrinas y las
+instituciones católicas: 1.ª Que la felicidad de los pueblos no está
+en proporción necesaria con el aumento de su población. 2.ª Que tanto
+ese aumento como la disminución dependen del concurso de tantas otras
+causas, que el celibato religioso, si es que en algo figure entre
+ellas, debe considerarse como de una influencia insignificante.
+
+Una religión mentida y una filosofía bastarda y egoísta se empeñaron
+en equiparar los secretos de la multiplicación humana con la de los
+otros vivientes. Prescindieron de todas las relaciones religiosas, no
+vieron en la humanidad más que un vasto plantel, en que no convenía
+dejar nada estéril. Así se allanó el camino para considerar también al
+individuo como una máquina de que debían sacarse todos los productos
+posibles; para nada se pensó en la caridad, en la sublime enseñanza
+de la religión sobre la dignidad y los destinos del hombre; y así la
+industria se ha hecho cruel, y la organización del trabajo, planteada
+sobre bases puramente materiales, aumenta el bienestar presente de los
+ricos, pero amenaza terriblemente su porvenir.
+
+¡Hondos designios de la Providencia! La nación que ha llevado más
+allá estos principios funestos, encuéntrase en la actualidad agobiada
+de hombres y de productos. Espantosa miseria devora sus clases más
+numerosas, y toda la habilidad de los hombres que la dirigen no será
+parte á desviarla de los escollos á que se encamina, impelida por la
+fuerza de los elementos á que se entregó sin reserva. Los distinguidos
+profesores de la universidad de Oxford, que, al parecer, van conociendo
+los vicios radicales del Protestantismo, encontrarían aquí abundante
+objeto de meditación para investigar hasta qué punto contribuyeron
+los pretendidos reformadores del siglo XVI á preparar la situación
+crítica, en que, á pesar de sus inmensos adelantos, se encuentra la
+Inglaterra.
+
+En el mundo físico, todo está dispuesto con _número, peso y medida_;
+las leyes del universo muestran, por decirlo así, un cálculo infinito,
+una geometría infinita; pero guardémonos de imaginarnos que todo
+podemos expresarlo por nuestros mezquinos signos, que todo podemos
+encerrarlo en nuestras reducidas combinaciones. Guardémonos, sobre
+todo, de la insensata pretensión de semejar demasiado el mundo moral al
+mundo físico, de aplicar sin distinción á aquél lo que sólo es propio
+de éste, y de trastornar con nuestro orgullo la misteriosa harmonía
+de la creación. El hombre no ha nacido tan sólo para _procrear_, no
+es sólo una rueda colocada en su puesto para funcionar en la gran
+máquina del mundo. Es un ser á imagen y semejanza de Dios, un ser
+que tiene su destino superior á cuanto le rodea sobre la tierra. No
+rebajéis su altura, no inclinéis su frente al suelo inspirándole tan
+sólo pensamientos terrenos; no estrechéis su corazón privándole de
+sentimientos virtuosos y elevados, no dejándole otro gusto que el de
+los goces materiales. Si sus pensamientos religiosos le llevan á una
+vida austera, si se apodera de su alma el generoso empeño de sacrificar
+en las aras de su Dios los placeres de esta vida, ¿por qué se lo habéis
+de impedir? ¿con qué derecho le insultáis, despreciando un sentimiento
+que exige, por cierto, más alto temple de alma que el entregarse
+livianamente al goce de los placeres?
+
+Estas consideraciones, comunes á ambos sexos, adquieren todavía mayor
+importancia cuando se aplican á la mujer. Con su fantasía exaltada,
+su corazón apasionado y su espíritu ligero, necesita, aun más que el
+varón, de inspiraciones severas, de pensamientos serios, graves, que
+contrapesen, en cuanto sea posible, aquella volubilidad con que recorre
+todos los objetos, recibiendo con facilidad extrema las impresiones
+de cuanto toca, y comunicándolas á su vez, como un agente magnético,
+á cuantos la rodean. Dejad, pues, que una parte del bello sexo se
+entregue á una vida de contemplación y austeridad, dejad que las
+doncellas y las matronas tengan siempre á la vista un modelo de todas
+las virtudes, un sublime tipo de su más bello adorno, que es el pudor;
+esto no será inútil por cierto: esas vírgenes no son defraudadas, ni á
+la familia ni á la sociedad; una y otra recobrarán con usura lo que os
+imaginabais que habían perdido.
+
+En efecto: ¿quién alcanza á medir la saludable influencia que deben
+de haber ejercido sobre las costumbres de la mujer, las augustas
+ceremonias con que la Iglesia católica solemniza la consagración de
+una virgen á Dios? ¿Quién puede calcular los santos pensamientos, las
+castas inspiraciones que habrán salido de esas silenciosas moradas del
+pudor, que ora se elevan en lugares retirados, ora en medio de ciudades
+populosas? ¿Creéis que la doncella en cuyo pecho se agitara una pasión
+ardorosa, que la matrona que diera cabida en su corazón á inclinaciones
+livianas, no habrán encontrado mil veces un freno á su pasión, en el
+solo recuerdo de la hermana, de la parienta, de la amiga, que allá en
+silencioso albergue levantaba al cielo un corazón puro, ofreciendo en
+holocausto al Hijo de la Virgen, todos los encantos de la juventud y de
+la hermosura? Esto no se calcula, es verdad; pero es cierto á lo menos
+que de allí no sale un pensamiento liviano, que allí no se inspira una
+inclinación voluptuosa; esto no se calcula, es verdad; pero tampoco se
+calcula la saludable influencia que ejerce sobre las plantas el rocío
+de la mañana, tampoco se calcula la acción vivificante de la luz sobre
+la naturaleza, tampoco se calcula cómo el agua que se filtra en las
+entrañas de la tierra, la fecunda y fertiliza, haciendo brotar de su
+seno vistosas flores y regalados frutos.
+
+Son tantas las causas cuya existencia y eficacia son indudables, y
+que, sin embargo, no pueden sujetarse á un cálculo riguroso, que, si
+buscamos la razón de la impotencia que caracteriza toda obra hija
+exclusiva del pensamiento del hombre, la encontraremos en que él no
+es capaz de abarcar el conjunto de relaciones que se complican en esa
+clase de objetos, y no puede apreciar debidamente las influencias
+indirectas, á veces ocultas, á veces imperceptibles, de puro delicadas.
+Por eso viene el tiempo á disipar tantas ilusiones, á desmentir tantos
+pronósticos, á manifestar la debilidad de lo que se creía fuerte, y
+la fuerza de lo que se creía débil; y es que con el tiempo se van
+desenvolviendo mil relaciones cuya existencia no se sospechaba,
+se ponen en acción mil causas que no se conocían, ó quizás se
+despreciaban; los efectos van creciendo, se van presentando de bulto,
+hasta que, al fin, se crea una situación nueva, donde no es posible
+cerrar los ojos á la evidencia de los hechos, donde no es dado resistir
+á la fuerza de las cosas.
+
+Y he aquí una de las sinrazones que más chocan en los argumentos de
+los enemigos del Catolicismo. No aciertan á mirar los objetos sino por
+un aspecto, no comprenden otra dirección de una fuerza que en línea
+recta; no ven que, así el mundo moral como el físico, es un conjunto de
+relaciones infinitamente variadas, de influencias indirectas, que obran
+á veces con más eficacia que las directas; que todo forma un sistema de
+correspondencia y harmonía, donde no conviene aislar las partes sino
+lo necesario para conocer mejor los lazos ocultos y delicados que las
+unen con el todo; donde es necesario dejar que obre el tiempo, elemento
+indispensable de todo desarrollo cumplido, de toda obra duradera.
+
+Permítaseme esa breve digresión para inculcar verdades que nunca se
+tendrá demasiado presentes, cuando se trate de examinar las grandes
+instituciones fundadas por el Catolicismo. La filosofía tiene en la
+actualidad que devorar amargos desengaños; vese precisada á retractar
+proposiciones avanzadas con demasiada ligereza, á modificar principios
+establecidos con sobrada generalidad; y todo este trabajo se hubiera
+podido ahorrar, siendo un poco más circunspecta en sus fallos, andando
+con mayor mesura en el curso de sus investigaciones. Coligada con el
+Protestantismo, declaró guerra á muerte á las grandes instituciones
+católicas, clamó por la excentralización moral y religiosa, y un
+grito unánime se levanta de los cuatro ángulos del mundo civilizado
+invocando un principio de unidad. El instinto de los pueblos le busca,
+los filósofos ahondan en los secretos de la ciencia con la mira de
+descubrirle; ¡vanos esfuerzos! _Nadie puede poner otro fundamento que
+el que está puesto ya_; su duración responde de su solidez.
+
+
+
+
+CAPITULO XXVII
+
+
+Un celo incansable por la santidad del matrimonio, y un sumo cuidado
+para llevar el sentimiento del pudor al más alto punto de delicadeza,
+son los dos polos de la conducta del Catolicismo para realzar á la
+mujer. Éstos son los grandes medios de que echó mano para lograr su
+objeto; de ahí procede el poder y la importancia de las mujeres en
+Europa; y es muy falso lo que dice M. Guizot (Lec. 4) de «que esta
+particularidad de la civilización europea haya venido del seno del
+feudalismo». No disputaré sobre la mayor ó menor influencia que pudo
+ejercer en el desarrollo de las costumbres domésticas; no negaré que
+el estado de aislamiento en que vivía el señor feudal, el «encontrar
+siempre en su castillo á su mujer, á sus hijos y á nadie más que á
+ellos, el ser ellos siempre su compañía permanente, el participar ellos
+solos de sus placeres y penas, el compartir sus intereses y destinos,
+no hubiese de contribuir á desenvolver las costumbres domésticas, y
+á que éstas tomasen un grande y poderoso ascendiente sobre el jefe
+de familia». Pero ¿quién hizo que, al volver el señor á su castillo,
+encontrase tan sólo á una mujer, y no á muchas? ¿Quién le contuvo para
+que no abusase de su poderío, convirtiendo su casa en harén? ¿Quién
+le enfrenó para que no soltase la rienda á sus pasiones, y de ellas no
+hiciese víctimas á las más hermosas doncellas que veía en las familias
+de sus rendidos vasallos? Nadie negará que quien esto hizo fueron las
+doctrinas y las costumbres introducidas y arraigadas en Europa por la
+Iglesia católica, y las leyes severas con que opuso un firme valladar
+al desbordamiento de las pasiones; y, por consiguiente, aun dado que el
+feudalismo hubiera hecho el bien que se supone, sería este bien debido
+á la Iglesia católica.
+
+Ha dado ocasión, sin duda, á que se exagerase la influencia del
+feudalismo en dar importancia á las mujeres, un hecho de aquella
+época que se presenta muy de bulto, y que efectivamente á primera
+vista no deja de deslumbrar. Este hecho consiste en el gallardo
+espíritu de caballería, que, brotando en el seno del feudalismo, y
+extendiéndose rápidamente, produjo las acciones más heroicas, dió
+origen á una literatura rica de imaginación y sentimiento, y contribuyó
+no poco á amansar y suavizar las feroces costumbres de los señores
+feudales. Distinguíase principalmente aquella época por su espíritu de
+galantería; mas no la galantería común cual se forma dondequiera con
+las tiernas relaciones de los dos sexos, sino una galantería llevada
+á la mayor exageración por parte del hombre, combinada de un modo
+singular con el valor más heroico, con el desprendimiento más sublime,
+con la fe más viva y la religiosidad más ardiente. _Dios y su dama_:
+he aquí el eterno pensamiento del caballero; lo que embarga todas
+sus facultades, lo que ocupa todos sus instantes, lo que llena toda
+su existencia. Con tal que pueda alcanzar un triunfo sobre la hueste
+infiel, con tal que le aliente la esperanza de ofrecer á los pies de
+su señora los trofeos de la victoria, no hay sacrificio que le sea
+costoso, no hay viaje que le canse, no hay peligro que le arredre, no
+hay empresa que le desanime; su imaginación exaltada le traslada á un
+mundo fantástico, su corazón arde como una fragua, todo lo acomete, á
+todo da cima; y aquel mismo hombre que poco antes peleaba como un león,
+en los campos de la Bética ó de la Palestina, se ablanda como una cera
+al solo nombre del ídolo de su corazón, vuelve sus amorosos ojos hacia
+su patria, y se embelesa con el solo pensamiento de que, suspirando un
+día al pie del castillo de su señora, podrá recabar quizás una seña
+amorosa, ó una mirada fugitiva. ¡Ay del temerario que osare disputarle
+su tesoro! ¡Ay del indiscreto que fijare sus ojos en las almenas de
+donde espera el caballero una seña misteriosa! No es tan terrible la
+leona á la que han arrebatado sus cachorros; y el bosque azotado por el
+aquilón no se agita como el corazón del fiero amante; nada será capaz
+de detener su venganza; ó dar la muerte á su rival, ó recibirla.
+
+Examinando esta informe mezcla de blandura y de fiereza, de religión y
+de pasiones, mezcla que, sin duda, habrán exagerado un poco el capricho
+de los cronistas y la imaginación de los trovadores, pero que no deja
+de tener su tipo muy real y verdadero, nótase que era muy natural en
+su época, y que nada entraña de la contradicción que á primera vista
+pudiera presentar. En efecto: nada más natural que el ser muy violentas
+las pasiones de unos hombres, cuyos progenitores poco lejanos habían
+venido de las selvas del Norte á plantar su tienda ensangrentada sobre
+las ruinas de las ciudades que habían destruído; nada más natural
+que el no conocer otro juez que el de su brazo unos hombres que no
+ejercían otra profesión que la guerra, y que, además, vivían en una
+sociedad que, estando todavía en embrión, carecía de un poder público
+bastante fuerte para tener á raya las pasiones particulares; y nada,
+por fin, más natural en esos mismos hombres que el ser tan vivo el
+sentimiento religioso, pues que la religión era el único poder por
+ellos reconocido, la religión había encantado su fantasía con el
+esplendor y magnificencia de los templos y la majestad y pompa del
+culto, la religión los había llenado de asombro presentando á sus ojos
+el espectáculo de las virtudes más sublimes y haciendo resonar á sus
+oídos un lenguaje tan elevado, como dulce y penetrante: lenguaje que,
+si bien no era por ellos bien comprendido, no dejaba de convencerlos de
+la santidad y divinidad de los misterios y preceptos de la religión,
+arrancándoles una admiración y acatamiento, que, obrando sobre almas de
+tan vigoroso temple, engendraba el entusiasmo y producía el heroísmo.
+En lo que se echa de ver que todo cuanto había de bueno en aquella
+exaltación de sentimientos, todo dimanaba de la religión; y que, si de
+ella se prescinde, sólo vemos al bárbaro que no conoce otra ley que su
+lanza, ni otra guía en su conducta que las inspiraciones de un corazón
+lleno de fuego.
+
+Calando más y más en el espíritu de la caballería, y parándose
+particularmente en el carácter de los sentimientos que entrañaba con
+respecto á la mujer, parece que, lejos de realzarla, la supone ya
+realzada, ya rodeada de consideración; no le da un nuevo lugar, la
+encuentra ocupándolo ya. Y, á la verdad, á no ser así, ¿cómo es posible
+concebir tan exagerada, tan fantástica galantería? Pero imaginaos
+la belleza de la virgen cubierta con el velo del pudor cristiano, y
+aumentándose así la ilusión y el encanto; entonces concebiréis el
+delirio del caballero; imaginaos á la virtuosa matrona, á la compañera
+del hombre, á la madre de familia, á la mujer única en quien se
+concentran todas las afecciones del marido y de los hijos, á la esposa
+cristiana, y entonces concebiréis también por qué el caballero se
+embriaga con el solo pensamiento de alcanzar tanta dicha, y por qué
+el amor es algo más que un arrebato voluptuoso, es un respeto, una
+veneración, un culto.
+
+No han faltado algunos que han pretendido encontrar el origen de esa
+especie de culto, en las costumbres de los germanos, y, refiriéndose
+á ciertas expresiones de Tácito, han querido explicar la mejora
+social de las mujeres como dimanada del respeto con que las miraban
+aquellos bárbaros. M. Guizot desecha esta aserción, y la combate
+muy atinadamente, haciendo observar «que lo que nos dice Tácito de
+los germanos, no era característico de aquellos pueblos, pues que
+expresiones iguales á las de Tácito, los mismos sentimientos, los
+mismos usos de los germanos se descubren en las relaciones que hacen
+una multitud de historiadores de otros pueblos salvajes». Todavía
+después de la observación de M. Guizot, se ha sostenido la misma
+opinión, y así es menester combatirla de nuevo.
+
+He aquí el pasaje de Tácito: «Inesse quin etiam sanctum aliquid et
+providum putant: nec aut consilia earum aspernantur, aut responsa
+negligunt. Vidimus sub divo Vespasiano, Velledam diu apud plerosque
+numinis loco habitam.» (_De mor. Germ._) «Hasta llegan á creer que
+hay en las mujeres algo de santo y de profético, y ni desprecian sus
+consejos, ni desoyen sus pronósticos. En tiempo del divino Vespasiano,
+vimos que por largo espacio Velleda fué tenida por muchos como diosa.»
+Á mi juicio, se entiende muy mal ese pasaje de Tácito, cuando se le
+quiere dar extensión á las costumbres domésticas, cuando se le quiere
+tomar como un rasgo que retrata las relaciones conyugales. Si se fija
+debidamente la atención en las palabras del historiador, se echará de
+ver que esto distaba mucho de su mente; pues que sus palabras sólo
+se refieren á la superstición de considerar á algunas mujeres como
+profetisas. Confírmase la verdad y exactitud de esta observación con
+el mismo ejemplo que aduce de Velleda, la cual dice era reputada por
+muchos como diosa. En otro lugar de sus obras (_Histor._, lib. 4),
+explica Tácito su pensamiento, pues hablando de la misma Velleda nos
+dice «que esta doncella de la nación de los Bructeros tenía gran
+dominio, á causa de la antigua costumbre de los germanos, con que
+miraban á muchas mujeres como profetisas, y, andando en aumento la
+superstición, llegaban hasta á tenerlas por diosas.» «Ea virgo nationis
+Bructerae late imperitabat: vetere apud germanos more, quo plerasque
+faeminarum, fatidicas, e augescente superstitione, arbitrantur deas.»
+El texto que se acaba de citar prueba hasta la evidencia que Tácito
+habla de la superstición, no del orden doméstico, cosas muy diferentes,
+pues no media inconveniente alguno en que algunas mujeres sean tenidas
+como semidiosas, y, entre tanto, la generalidad de ellas no ocupen en
+la sociedad el puesto que les corresponde. En Atenas se daba grande
+importancia á las sacerdotisas de Ceres; en Roma á las vestales; y las
+Pitonisas, y la historia de las famosas Sibilas, manifiestan que el
+tener por fatídicas á las mujeres, no era exclusivamente propio de los
+germanos. No debo ahora explicar la causa de estos hechos, me basta
+consignarlos; tal vez la fisiología podría en esta parte suministrar
+luces á la filosofía de la historia.
+
+Que el orden de la superstición y el de la familia eran muy diferentes,
+es fácil notarlo en la misma obra de Tácito, cuando describe la
+severidad de costumbres de los germanos con respecto al matrimonio.
+Nada hay allí de aquel _sanctum et providum_; sólo sí una austeridad
+que conservaba á cada cual en la línea de sus deberes, y lejos de
+ser la mujer tenida como diosa, si caía en la infidelidad, quedaba
+encomendado al marido el castigo de su falta. Es curioso el pasaje,
+pues indica que entre los germanos no debían tampoco de ser escasas las
+facultades del hombre sobre la mujer. «Accisis crinibus, dice, nudatam
+coram propinquis expellit domo maritus, ac per omnem vicum verbere
+agit.» «Rapado el cabello, échala de casa el marido en presencia de
+los parientes, y desnuda la anda azotando por todo el lugar.» Este
+castigo da, sin duda, una idea de la ignominia que entre los germanos
+acompañaba al adulterio; pero no es muy favorable á la estimación
+pública de la mujer: ésta hubiera ganado mucho con la pena del
+apedreamiento.
+
+Cuando Tácito nos describe el estado social de los germanos, es
+preciso no olvidar que quizás algunos rasgos de costumbres son de
+propósito realzados algún tanto, pues que nada es más natural en un
+escritor del temple de Tácito, viviendo acongojado y exasperado
+por la espantosa corrupción de costumbres que á la sazón dominaba
+entre los romanos. Píntanos con magníficas plumadas la santidad
+del matrimonio de los germanos, es verdad; pero ¿quién no ve que,
+mientras escribe, tiene á la vista aquellas matronas que, como dice
+Séneca, debían contar los años, no por la sucesión de los cónsules,
+sino por el cambio de maridos? ¿aquellas damas sin rastro de pudor,
+entregadas á la disolución más asquerosa? Poco trabajo cuesta el
+concebir dónde se fijaba la ceñuda mirada de Tácito, cuando arroja sus
+concisas reflexiones como flechas: «Nemo, enim, illic vitia ridet, nec
+corrumpere et corrumpi saeculum vocatur.» «Allí el vicio no hace reir,
+ni la corrupción se apellida moda.» Rasgo vigoroso que retrata todo
+un siglo, y que nos hace entender el secreto gusto que tendría Tácito
+en echar en cara á la corrompida cultura de los romanos la pureza de
+costumbres de los bárbaros. Lo mismo que aguzaba el festivo ingenio de
+Juvenal y envenenaba su punzante sátira, excitaba la indignación de
+Tácito, y arrancaba á su grave filosofía reprensiones severas.
+
+Que sus cuadros tenían algo de exagerado en favor de los germanos, y
+que entre ellos no eran las costumbres tan puras cual se nos quiere
+persuadir, indícanlo otras noticias que tenemos sobre aquellos
+bárbaros. Posible es que fueran muy delicados en punto al matrimonio,
+pero lo cierto es que no era desconocida en sus costumbres la
+poligamia. César, testigo ocular, refiere que el rey germano Ariovisto
+tenía dos mujeres (_De bello gall._, L. 1); y esto no era un ejemplo
+aislado, pues que el mismo Tácito nos dice que había algunos pocos que
+tenían á un tiempo varias mujeres, no por liviandad, sino por nobleza:
+«exceptis admodum paucis, qui non libidine, sed ob nobilitatem pluribus
+nuptiis ambiuntur.» No deja de hacer gracia aquello de _non libidine,
+sed ob nobilitatem_; pero, al fin, resulta que los reyes y los nobles,
+bajo uno ú otro pretexto, se tomaban alguna mayor libertad de la que
+hubiera querido el austero historiador.
+
+¿Quién sabe cómo estaría la moralidad en medio de aquellas selvas? Si
+discurriendo con analogía quisiéramos aventurar algunas conjeturas
+fundándonos en las semejanzas que es regular tuviesen entre sí los
+diferentes pueblos del Norte, ¿qué no podríamos sospechar por aquella
+costumbre de los bretones, quienes, de diez en diez ó de doce en doce,
+tenían las mujeres comunes, y mayormente hermanos con hermanos, y
+padres con hijos, de suerte que, para distinguir las familias, tenían
+que andar á tientas, atribuyendo los hijos al primero que había tomado
+la doncella? César, testigo de vista, es quien lo refiere: «Uxores
+habent (Britanni) deni duodenique inter se communes, et maxime fratres
+cum fratribus et parentes cum liberis; sed si qui sunt ex his nati,
+eorum habentur liberi, a quibus primum virgines quaeque ductae sunt.»
+(_De bell. gall._, L. 4.)
+
+Sea de esto lo que fuere, es cierto, al menos, que el principio de la
+monogamia no era tan respetado entre los germanos como se ha querido
+suponer; había una excepción en favor de los nobles, es decir, de los
+poderosos, y esto bastaba para desvirtuarle y preparar su ruina. En
+estas materias, limitar la ley con excepciones en favor del poderoso
+es poco menos que abrogarla. Se dirá que al poderoso nunca le faltan
+medios para quebrantar la ley; pero no es lo mismo que él la quebrante
+ó que ella misma se retire para dejarle el camino libre: en el primer
+caso, el empleo de la fuerza no anonada la ley, el mismo choque con que
+se la rompe hace sentir su existencia, y pone de manifiesto la sinrazón
+y la injusticia; en el segundo, la misma ley se prostituye, por decirlo
+así: las pasiones no necesitan de la violencia para abrirse paso, ella
+les franquea villanamente la puerta. Desde entonces queda envilecida
+y degradada, hace vacilar el mismo principio moral que le sirve de
+fundamento; y, como en pena de su complicidad inicua, se convierte en
+objeto de animadversión de aquellos que se encuentran forzados todavía
+á rendirle homenaje.
+
+Así que, una vez reconocido entre los germanos el privilegio
+de poligamia en favor de los poderosos, debía, con el tiempo,
+generalizarse esta costumbre á las demás clases del pueblo; y es muy
+probable que así se hubiera verificado luego que la ocupación de nuevos
+países más templados y feraces, y algún adelanto en su estado social,
+les hubiesen proporcionado en mayor abundancia los medios de satisfacer
+las necesidades más urgentes. Sólo puede prevenirse tan grave mal, con
+la inflexible severidad de la Iglesia católica. Los nobles y los reyes
+conservaban todavía fuerte inclinación al privilegio de que hemos visto
+que disfrutaran sus antecesores antes de abrazar la religión cristiana,
+y de aquí es que, en los primeros siglos después de la irrupción, vemos
+que la Iglesia alcanza á duras penas á contenerlos en sus inclinaciones
+violentas. Los que se han empeñado en descubrir entre los germanos
+tantos elementos de la civilización moderna, ¿no hubieran quizás andado
+más acertados en encontrar en las costumbres que se han indicado más
+arriba, una de las causas que ocasionaron tan frecuentes choques entre
+los príncipes seculares y la Iglesia?
+
+No alcanzo por qué se ha de buscar en los bosques de los bárbaros
+el origen de una de las más bellas cualidades que honran nuestra
+civilización, ni por qué se les han de atribuir virtudes de que, por
+cierto, no se mostraron muy provistos, tan pronto como se arrojaron
+sobre el Mediodía. Sin monumentos, sin historia, con escasísimos
+indicios sobre el estado social de aquellos pueblos, difícil es, por
+no decir imposible, asentar nada fijo sobre sus costumbres; pero ¿qué
+había de ser de la moralidad en medio de tanta ignorancia, tanta
+superstición y barbarie?
+
+Lo poco que sabemos de aquellos tiempos hemos tenido que tomarlo de
+los historiadores romanos, y, desgraciadamente, no es éste uno de
+los mejores manantiales para beber el agua bien pura. Sucede, casi
+siempre, que los observadores, mayormente cuando son guerreros que van
+á conquistar, sólo pueden dar alguna cuenta del estado político de
+los pueblos poco conocidos á quienes observan, andando escasos en lo
+tocante al social y de familia. Y es que, para formarse idea de esto
+último, es necesario mezclarse é intimarse con los pueblos observados,
+cosa que no suele consentir el diferente estado de la civilización, y
+mucho menos cuando entre observadores y observados reinan encarnizados
+odios, hijos de largas temporadas de guerra á muerte. Añádase á esto
+que, en tales casos, lo que llama más particularmente la atención es lo
+que puede favorecer ó contrariar los designios de los conquistadores,
+quienes, por lo común, no dan mucha importancia á las relaciones
+morales, y se verá por qué los pueblos que son objeto de observación
+quedan conocidos sólo en la corteza, y cuánto debe desconfiarse
+entonces de todas las narraciones relativas á religión y costumbres.
+
+Juzgue el lector si esto es aplicable cuando se trata de apreciar
+debidamente el valor de lo que sobre los bárbaros nos cuentan los
+romanos; basta fijar la vista en aquellas escenas de sangre y horrores
+prolongadas por siglos, en las que se veía, de una parte, la ambición
+de Roma, que, no contenta con el dominio del orbe conocido, quería
+extender su mando hasta lo más recóndito y escabroso de las selvas del
+Norte, y, de otra, resaltaba el indomable espíritu de independencia de
+los bárbaros, que rompían y hacían pedazos las cadenas que se pretendía
+imponerles, y destruían con briosas acometidas las vallas con que se
+esforzaba en encerrarlos en los bosques la estrategia de los generales
+romanos.
+
+Como quiera, siempre es muy arriesgado buscar en la barbarie el origen
+de uno de los más bellos florones de la civilización, y explicar por
+sentimientos supersticiosos y vagos, lo que por espacio de muchos
+siglos forma el estado normal de un gran conjunto de pueblos, los más
+adelantados que se vieron jamás en los fastos del mundo. Si estos
+nobles sentimientos que se nos quieren presentar como dimanados de los
+bárbaros, existían realmente entre ellos, ¿cómo es que no perecieron
+en medio de las transmigraciones y trastornos? Si nada ha quedado de
+aquel estado social, ¿serán cabalmente estos sentimientos lo único
+que se habrá conservado, y no como quiera, sino despojados de la
+superstición y grosería, purificados, ennoblecidos, transformados en
+un sentimiento racional, justo, saludable, caballeresco, digno de
+pueblos civilizados? Tamañas aserciones presentan á la primera ojeada
+el carácter de atrevidas paradojas. Por cierto que, cuando se ofrece
+explicar grandes fenómenos en el orden social, es algo más filosófico
+buscar su origen en ideas que hayan ejercido por largo tiempo vigorosa
+influencia sobre la sociedad, en las costumbres é instituciones que
+hayan emanado de esas ideas, en leyes que hayan sido reconocidas y
+acatadas durante muchos siglos, como establecidas por un poder divino.
+
+¿Á qué, pues, para explicar la consideración de que disfrutan las
+mujeres europeas, recurrir á la veneración supersticiosa tributada por
+pueblos bárbaros, allá en sus salvajes guaridas, á Velleda, á Aurinia ó
+á Gauna? La razón, el simple buen sentido, nos están diciendo que no es
+éste el verdadero origen del admirable fenómeno que vamos examinando;
+que es necesario buscar en otra parte el conjunto de causas que han
+concurrido á producirle. La historia nos revela estas causas, mejor
+diremos, nos las hace palpables, ofreciéndonos en abundancia los hechos
+que no dejan la menor duda sobre el principio del cual ha dimanado tan
+saludable y transcendental influencia. Antes del Cristianismo, la mujer
+estaba oprimida bajo la tiranía del varón, pero elevada sobre el rango
+de esclava: como débil que era, veíase condenada á ser la víctima del
+fuerte. Vino la religión cristiana, y con sus doctrinas de fraternidad
+en Jesucristo, y de igualdad ante Dios, sin distinción de condiciones
+ni sexos, destruyó el mal en su raíz, enseñando al hombre que la
+mujer no debía de ser su esclava, sino su compañera. Desde entonces
+la mejora de la condición de la mujer se hizo sentir en todas partes
+donde iba difundiéndose el Cristianismo; y en cuanto era posible,
+atendido el arraigo de las costumbres antiguas, la mujer recogió bien
+pronto el fruto de una enseñanza que venía á cambiar completamente
+su posición, dándole, por decirlo así, una nueva existencia. He aquí
+una de las primeras causas de la mejora de la condición de la mujer:
+causa sensible, patente, cuyo señalamiento no pide ninguna suposición
+gratuita, que no se funda en conjeturas, que salta á los ojos con sólo
+dar una mirada á los hechos más conocidos de la historia.
+
+Además, el Catolicismo, con la severidad de su moral, con la alta
+protección dispensada al delicado sentimiento del pudor, corrigió y
+purificó las costumbres; así realzó considerablemente á la mujer,
+cuya dignidad es incompatible con la corrupción y la licencia. Por
+fin: el mismo Catolicismo, ó la Iglesia católica, y nótese bien que
+no decimos el Cristianismo, con su firmeza en establecer y conservar
+la monogamia y la indisolubilidad del matrimonio, puso un freno á los
+caprichos del varón, y concentró sus sentimientos hacia su esposa,
+única é inseparable. Así con este conjunto de causas pasó la mujer del
+estado de esclava al rango de compañera del hombre; así se convirtió
+el instrumento de placer en digna madre de familia rodeada de la
+consideración y respeto de los hijos y dependientes; así se creó en
+las familias la identidad de intereses, se garantizó la educación de
+los hijos, resultando esa intimidad en que se hermanan marido y mujer,
+padres é hijos, sin el derecho atroz de vida y muerte, sin facultad
+siquiera para castigos demasiado graves: y todo vinculado por lazos
+robustos, pero blandos, afianzados en los principios de la sana moral;
+sostenidos por las costumbres, afirmados y vigilados por las leyes,
+apoyados en la reciprocidad de intereses, asegurados con el sello de la
+perpetuidad y endulzados por el amor. He aquí descifrado el misterio,
+he aquí explicado á satisfacción el origen del realce y de la dignidad
+de la mujer europea, he aquí de donde nos ha venido esa admirable
+organización de la familia que los europeos poseemos sin apreciarla,
+sin conocerla bastante, sin procurar, cual debiéramos, su conservación.
+
+Al ventilar esta importante materia, he distinguido de propósito
+entre el Cristianismo y el Catolicismo, para evitar la confusión de
+palabras, que nos habría llevado á la confusión de las cosas. En la
+realidad, el verdadero, el único Cristianismo es el Catolicismo; pero
+hay ahora la triste necesidad de no poder emplear indistintamente
+estas palabras: y esto no sólo á causa de los protestantes, sino por
+razón de esa monstruosa nomenclatura filosófico-cristiana que no se
+olvida jamás de mezclar el Cristianismo entre las sectas filosóficas;
+ni más ni menos que si esa religión divina no fuera otra cosa que un
+sistema imaginado por el pensamiento del hombre. Como el principio de
+la caridad descuella en todas partes donde se encuentra la religión
+de Jesucristo, y se hace visible hasta á los ojos de los incrédulos,
+aquellos filósofos que han querido permanecer en la incredulidad, sin
+incurrir, empero, en la nota de volterianos, se han apoderado de las
+palabras de fraternidad y de humanidad, para hacerlas servir de tema
+á su enseñanza, atribuyendo principalmente al Cristianismo el origen
+de esas ideas sublimes y de los generosos sentimientos que de ellas
+emanan. Así aparentan que no rompen con toda la historia de lo pasado,
+como lo hiciera allá en sus sueños la filosofía del siglo anterior,
+sino que pretenden acomodarlo á lo presente, y preparar el camino á más
+grande y dichoso porvenir.
+
+Pero no creáis que el Cristianismo de esos filósofos sea una religión
+divina; nada de eso: es una idea feliz, grandiosa, fecunda en grandes
+resultados, pero no es más que una idea puramente humana. Es un
+producto de largos y penosos trabajos de la humanidad. El politeísmo,
+el judaísmo, la filosofía de Oriente, la de Egipto, de Grecia, todo era
+una especie de trabajo preparatorio para la grande obra. Jesucristo,
+según ellos, no hizo más que formular ese pensamiento que en embrión
+se removía y se agitaba en el seno de la humanidad: él fijó la idea,
+la desenvolvió, y, haciéndola bajar al terreno de la práctica, hizo
+dar al linaje humano un paso de inmensa importancia en el camino de la
+perfección á que se dirige. Pero, en todo caso, Jesucristo no es más, á
+los ojos de esos filósofos, que un filósofo en Judea, como un Sócrates
+en Grecia, ó un Séneca en Roma:[.?] Y no es poca fortuna si le conceden
+todavía esa existencia de hombre, y no les place transformarle en un
+ser mitológico, convirtiendo la narración del Evangelio en una pura
+alegoría.
+
+Así es de la mayor importancia en la época actual el distinguir entre
+el Cristianismo y el Catolicismo, siempre que se trata de poner en
+claro y de presentar á la gratitud de los pueblos los inefables
+beneficios de que son deudores á la religión cristiana. Conviene
+demostrar que lo que ha regenerado al mundo no ha sido una idea lanzada
+como al acaso en medio de tantas otras que se disputaban la preferencia
+y el predominio; sino un conjunto de verdades y de preceptos bajados
+del cielo, transmitidos al género humano por un Hombre-Dios por medio
+de una sociedad formada y autorizada por él mismo, para continuar hasta
+la consumación de los siglos la obra que él estableció con su palabra,
+sancionó con sus milagros y selló con su sangre. Conviene, por tanto,
+mostrar á esa sociedad, que es la Iglesia católica, realizando en sus
+leyes y en sus instituciones las inspiraciones y la enseñanza del
+Divino Maestro, y cumpliendo al mismo tiempo el alto destino de guiar
+á los hombres hacia la felicidad eterna, y el de mejorar su condición
+y consolar y disminuir sus males en esta tierra de infortunio. De esta
+suerte se concreta, por decirlo así, el Cristianismo, ó mejor diremos,
+se le muestra tal cual es, no cual lo finge el vano pensamiento del
+hombre.
+
+Y cuenta que no debemos temer jamás por la suerte de la verdad á causa
+de un examen detallado y profundo de los hechos históricos: que, si
+en el vasto campo á que nos conducen semejantes investigaciones
+encontramos de vez en cuando la obscuridad, andando largos trechos
+por caminos abovedados donde no penetran los rayos del sol, donde
+sonoroso el terreno que pisamos amenaza con abismos á nuestra planta,
+marchemos todavía con más aliento y brío; á la vuelta de la sinuosidad
+más medrosa descubriremos en lontananza la luz que alumbra la
+extremidad del camino, y la verdad sentada á sus umbrales, sonriéndose
+apaciblemente de nuestros temores y sobresaltos.
+
+Entre tanto es necesario decirlo á esos filósofos, como á los
+protestantes: el Cristianismo, sin estar realizado en una sociedad
+visible que esté en continuo contacto con los hombres, y autorizada,
+además, para enseñarlos y dirigirlos, no sería más que una teoría
+semejante á tantas otras como se han visto y se ven sobre la tierra;
+y, por consiguiente, fuera también, si no del todo estéril, á lo menos
+impotente para levantar ninguna de esas obras que atraviesan intactas
+el curso de los siglos. Y es una de éstas, sin duda, el matrimonio
+cristiano, la organización de la familia, que ha sido su inmediata
+consecuencia. En vano se hubieran difundido ideas favorables á la
+dignidad de la mujer, y encaminadas á la mejora de su condición, si
+la santidad del matrimonio no se hubiese hallado escudada por un
+poder generalmente reconocido y acatado. Las pasiones, que á pesar de
+encontrarse con este poder forcejaban, no obstante, por abrirse camino,
+¿qué hubieran hecho en el caso de no hallar otro obstáculo que el de
+una teoría filosófica, ó de una idea religiosa no realizada en ninguna
+sociedad que exigiese sumisión y obediencia?
+
+No tenemos, pues, necesidad de acudir á esa filosofía extravagante que
+anda buscando la luz en medio de las tinieblas, y que, al ver que el
+orden ha sucedido al caos, tiene la peregrina ocurrencia de afirmar que
+el orden fué producido por el caos. Supuesto que encontramos en las
+doctrinas, en las leyes de la Iglesia católica el origen de la santidad
+del matrimonio y de la dignidad de la mujer, ¿por qué lo buscaríamos
+en las costumbres brutales de unos bárbaros que tenían apenas un velo
+para el pudor, y para los secretos del tálamo nupcial? Hablando César
+de las costumbres de los germanos de no conocer á las mujeres hasta
+cierta edad, dice: «Y en esto no cabe ocultación ninguna, pues que
+en los ríos se bañan mezclados y sólo usan de unas pieles ó pequeños
+zamarros, dejando desnuda gran parte del cuerpo»; «_cuius res nulla est
+ocultatio. quod et promiscui in fluminibus perluuntur, et pellibus aut
+rhenonum tegumentis utuntur magna corporis parte nuda_.» (César, _De
+bel. gall._, L. 6.)
+
+Heme visto obligado á contestar á textos con textos, disipando los
+castillos aéreos levantados por el prurito de cavilar y de andar en
+busca de causas extrañas en la explicación de fenómenos cuyo origen se
+encuentra fácilmente, apelando con sinceridad y buena fe á lo que nos
+enseñan de consuno la filosofía y la historia. Así era menester, dado
+que se trataba de esclarecer uno de los puntos más delicados de la
+historia del linaje humano, de buscar la procedencia de uno de los más
+fecundos elementos de la civilización europea: se trataba nada menos
+que de comprender la organización de la familia, es decir, de fijar uno
+de los polos sobre que gira el eje de la sociedad.
+
+Gloríese enhorabuena el Protestantismo de haber introducido el
+divorcio, de haber despojado el matrimonio del bello y sublime carácter
+de sacramento, de haber substraído del cuidado y de la protección de
+la Iglesia el acto más importante de la vida del hombre; gócese en
+las destrucciones de los sagrados asilos de las vírgenes consagradas
+al Señor, y en sus declamaciones contra la virtud más angelical y más
+heroica: nosotros, después de haber defendido la doctrina y la conducta
+de la Iglesia católica en el tribunal de la filosofía y de la historia,
+concluiremos invocando el fallo, no precisamente de la alta filosofía,
+sino del simple buen sentido, de las inspiraciones del corazón.[3]
+
+
+
+
+CAPITULO XXVIII
+
+
+Al enumerar en el capítulo XX los principales caracteres que distinguen
+la civilización europea, señalé, como uno de ellos, «_una admirable
+conciencia pública, rica de sublimes máximas morales, de reglas de
+justicia y equidad, y de sentimientos de pundonor y decoro, conciencia
+que sobrevive al naufragio de la moral privada, y que no consiente
+que el descaro de la corrupción llegue al exceso de los antiguos_».
+Ahora es menester explicar con alguna extensión en qué consiste esa
+conciencia pública, cuál es su origen, y cuáles sus resultados,
+indagando al propio tiempo la parte que en formularla ha cabido, así
+al Protestantismo como al Catolicismo. Cuestión importante y delicada,
+y que, sin embargo, me atrevería á decir que está intacta; pues que
+no sé que nadie se haya ocupado en ella. Se habla continuamente de
+la excelencia de la moral cristiana, y en este punto están acordes
+los hombres de todas las sectas y escuelas de Europa; pero no se
+fija bastante la atención en el modo con que esa moral ha llegado á
+dominarlo todo, desalojando primero la corrupción del paganismo, y
+manteniéndose después, á pesar de los estragos de la incredulidad,
+formando una admirable conciencia pública, cuyos beneficios disfrutamos
+todos, sin apreciarlos debidamente, sin advertirlos siquiera.
+
+Profundizaremos mejor la materia si ante todo nos formamos una idea
+bien clara de lo que se entiende por conciencia. La conciencia, tomando
+esta palabra en su sentido general ó más bien ideológico, significa
+el conocimiento que tiene cada cual de sus propios actos. Así se dice
+que el alma tiene conciencia de sus pensamientos, de los actos de su
+voluntad, de sus sensaciones; por manera que, tomada en esta acepción
+la palabra conciencia, expresa una percepción de lo que estamos
+haciendo ó padeciendo.
+
+Trasladada esta palabra al orden moral, significa el juicio que
+formamos de nuestras acciones, en cuanto son buenas ó malas. Así,
+antes de ejercer una acción, la conciencia nos la señala como buena ó
+mala, y, de consiguiente, como lícita ó ilícita, dirigiendo de este
+modo nuestra conducta; así, después de haberla ejercido, nos dice la
+conciencia si hemos obrado bien ó mal, excusándonos ó condenándonos,
+premiándonos con la tranquilidad del corazón ó atormentándonos con el
+remordimiento.
+
+Previas estas aclaraciones, no será difícil concebir la que debe
+entenderse por conciencia pública; la cual no es otra cosa que el
+juicio que forma sobre las acciones la generalidad de los hombres;
+resultando de esto que, así como la conciencia privada puede ser recta
+ó errónea, ajustada ó lata, lo propio sucede con la pública; y que
+entre la generalidad de los hombres de distintas sociedades ha de
+mediar una diferencia semejante á la que se nota en este punto entre
+los individuos. Es decir, que, así como en una misma sociedad se
+encuentran hombres de una conciencia más ó menos recta, más ó menos
+errónea, más ó menos ajustada, más ó menos lata, deben encontrarse
+también sociedades que aventajan á otras en formar el juicio más ó
+menos acertado sobre la moralidad de las acciones, y que sean en este
+punto más ó menos delicadas.
+
+Si bien se observa, la conciencia del individuo es el resultado de
+varias causas muy diferentes. Es un error el creer que la conciencia
+esté sólo en el entendimiento; tiene raíces en el corazón. La
+conciencia es un juicio, es verdad; pero juzgamos de las cosas de
+una manera muy diferente, según el modo con que las sentimos, y si á
+esto se añade que, en tratándose de ideas y acciones morales, tienen
+muchísima influencia los sentimientos, resulta que la conciencia
+se forma bajo el influjo de todas las causas que obran con alguna
+eficacia sobre nuestro corazón. Comunicad á los niños los mismos
+principios morales, dándoles la enseñanza por un mismo libro y por un
+mismo maestro; pero suponed que el uno vea en su propia familia la
+aplicación continua de la instrucción que recibe, cuando el otro no
+observa más en la suya que tibieza ó distracción. Suponed, además,
+que estos dos niños entran en la adolescencia con la misma convicción
+religiosa y moral, de suerte que, por lo tocante á su entendimiento, no
+se descubra entre los dos la menor diferencia. ¿Creéis, sin embargo,
+que su juicio será idéntico sobre la moralidad de las acciones que se
+les vaya ofreciendo? Es cierto que no. Y esto, ¿por qué? Porque el uno
+no tiene más que convicciones, el otro tiene, además, los sentimientos;
+en el uno la doctrina ilustraba la mente, en el otro venía el ejemplo
+continuo á grabar la doctrina en el corazón. Así es que lo que aquél
+mirará con indiferencia, éste lo contemplará con horror; lo que el
+primero practicará con descuido, el segundo lo practicará con mucho
+cuidado; lo que para el uno será objeto de mediano interés, será para
+el otro de alta importancia.
+
+La conciencia pública, que en último resultado viene á ser en cierto
+modo la suma de las conciencias privadas, está sujeta á las mismas
+influencias á que lo están éstas: por manera que tampoco le basta la
+enseñanza, sino que le es necesario, además, el concurso de otras
+causas que pueden, no sólo instruir el entendimiento, sino formar el
+corazón. Comparando la sociedad cristiana con la pagana, échase de ver
+al instante que en esta parte debe aquélla encontrarse muy superior á
+ésta, no sólo por la pureza de su moral y la fuerza de los principios
+y motivos con que la sanciona, sino también porque sigue el sabio
+sistema de inculcar de continuo esa moral, consiguiendo de esta suerte
+grabarla más vivamente en el ánimo de los que la aprendan y recordarla
+incesantemente para que no pueda olvidarse.
+
+Con esta continua repetición de las mismas verdades consigue el
+Cristianismo lo que no pueden alcanzar las demás religiones, de las
+cuales ninguna ha podido acertar en la organización y ejercicio de
+un sistema tan importante. Pero, como quiera que sobre este punto me
+extendí bastante en el primer tomo de esta obra (cap. XIV), no repetiré
+aquí lo que dije allí, y pasaré á consideraciones particulares sobre la
+conciencia pública europea.
+
+Es innegable que en esta conciencia dominan, generalmente hablando, la
+razón y la justicia. Revolved los códigos, observad los hechos, y, ni
+en las leyes, ni en las costumbres, descubriréis aquellas chocantes
+injusticias, aquellas repugnantes inmoralidades que encontraréis en
+otros pueblos. Hay males, por cierto, y muy graves; pero al menos nadie
+los desconoce, y se los llama con su nombre. No se apellida bien al
+mal y mal al bien; es decir, que está en ciertas materias la sociedad
+como aquellos individuos de buenos principios y de malas costumbres,
+que son los primeros en reconocer que su conducta es errada, que hay
+contradicción entre sus doctrinas y sus obras.
+
+Lamentámonos con frecuencia de la corrupción de costumbres, del
+libertinaje de nuestras capitales; pero, ¿qué son la corrupción y el
+libertinaje de las sociedades modernas, si se los compara al desenfreno
+de las sociedades antiguas? No puede negarse que hay en algunas
+capitales de Europa una corrupción espantosa. En los registros de la
+policía figuran un asombroso número de mujeres perdidas; en los de las
+casas de beneficencia, el de los niños expósitos; y en las casas más
+acomodadas hacen dolorosos estragos la infidelidad conyugal y todo
+linaje de disipación y desorden. Sin embargo, los excesos no llegan
+ni de mucho al extremo en que los vemos entre los pueblos más cultos
+de la antigüedad, como son los griegos y romanos. Por manera que
+nuestra sociedad, tal como nosotros la vemos con harta pena, hubiérales
+parecido á ellas un modelo de pudor y de decoro. ¿Será menester
+recordar los nefandos vicios, tan comunes y tan públicos entonces,
+y que ahora apenas se nombran entre nosotros, ó por cometerse muy
+raras veces, ó porque, temiendo la mirada de la conciencia pública,
+se ocultan en las más densas sombras, como debajo de las entrañas de
+la tierra? ¿Será necesario traer á la memoria las infamias de que
+están mancillados los escritos de los antiguos cuando nos retratan
+las costumbres de su tiempo? Nombres ilustres, así en las ciencias
+como en las armas, han pasado á la posteridad con manchas tan negras,
+que, no sin dificultad, se estampan ahora en un escrito; y esto nos
+revela la profunda corrupción en que yacerían sumidas todas las
+clases, cuando se sabía, ó al menos se sospechaba, que hasta tal punto
+se habían degradado los hombres que por su elevada posición y demás
+circunstancias eran las lumbreras que guiaban la sociedad en su marcha.
+
+¿Habláis de la codicia, de esa sed de oro que todo lo invade y
+marchita? Pues mirad á esos usureros que chupaban la sangre del
+pueblo por todas partes: leed los poetas satíricos, y allí veréis
+lo que eran en este punto las costumbres; consultad los anales de
+la Iglesia, y veréis sus trabajos para atenuar las males de ese
+vicio. Leed los monumentos de la historia romana, y encontraréis
+la _maldita sed de oro_, y los desapiadados pretores robando sin
+pudor, llevando á Roma en triunfo el fruto de sus rapiñas, para vivir
+allí con escandaloso fausto y comprar los sufragios que habían de
+levantarlos á nuevos mandos. No, en la civilización europea, entre
+pueblos educados por el Cristianismo, no se tolerarían por tanto tiempo
+tamaños males; supóngase el desgobierno, la tiranía, la corrupción de
+costumbres, hasta el punto que se quiera; pero la conciencia pública
+levantará su voz, dará una mirada ceñuda á los opresores; si bien
+podrán cometerse tropelías parciales, jamás la rapiña se erigirá
+en un sistema seguido sin rebozo, como una pauta de gobierno. Esas
+palabras de _justicia_, de _moralidad_, de _humanidad_, que sin cesar
+resuenan entre nosotros, y no como palabras vanas, sino produciendo
+efectos inmensos, y evitando grandes males, están como impregnando
+nuestra atmósfera, las respiramos, detienen mil y mil veces la mano
+del culpable, y, resistiendo con increíble fuerza á las doctrinas
+materialistas y utilitarias, continúan ejerciendo en la sociedad un
+efecto incalculable. Hay un sentimiento de moralidad que todo lo
+suaviza y domina, sentimiento cuya fuerza es tanta, que obliga al vicio
+á conservar las apariencias de la virtud, á encubrirse con cien velos,
+si no quiere ser el objeto de la execración pública.
+
+La sociedad moderna parece que debió heredar la corrupción de la
+antigua, supuesto que se formó de los fragmentos de ella, y esto en la
+época en que la disolución de costumbres había llegado al mayor exceso.
+Es notable, además, que la irrupción de los bárbaros estuvo tan lejos
+de mejorar la situación, que, antes bien, contribuyó á empeorarla. Y
+esto, no sólo por la corrupción propia de sus costumbres brutales y
+feroces, sino también por el desorden que introdujeron en los pueblos
+invadidos, quebrantando la fuerza de las leyes, convirtiendo en un caos
+los usos y costumbres, y aniquilando toda autoridad.
+
+De lo que resulta que es tanto más singular la mejora de la conciencia
+pública que distingue á los pueblos europeos, y que no puede atribuirse
+á otra causa que á la influencia del vital y poderoso principio que
+obró en el seno de Europa por largos siglos.
+
+Es sobremanera digna de observarse la conducta seguida en este punto
+por la Iglesia, siendo quizá uno de los hechos más importantes que
+se encuentran en la historia de la Edad media. Colocaos en un siglo
+cualquiera, en un siglo en que la corrupción y la injusticia levanten
+más erguida la frente, y siempre observaréis que, por más repugnante,
+por más impuro que sea el hecho, la ley es siempre pura: es decir,
+que la razón y la justicia tenían siempre quien las proclamaba, aun
+cuando pareciese que por nadie debían ser escuchadas. Las tinieblas
+de la ignorancia eran densas en extremo, las pasiones desenfrenadas
+no reconocían dique que alcanzase á contenerlas; pero la enseñanza,
+las amonestaciones de la Iglesia no faltaban jamás, como en una
+noche tenebrosa brilla á lo lejos el faro que indica á los perdidos
+navegantes la esperanza de salvamento.
+
+Al leer la historia de la Iglesia, cuando se ven por todas partes
+reuniones de concilios proclamando los principios de la moral
+evangélica, mientras se tropieza á cada paso con hechos los más
+escandalosos; cuando se oye sin cesar inculcado el derecho tan
+quebrantado y pisoteado por el hecho, pregúntase uno naturalmente:
+¿de qué sirve todo esto? ¿de qué sirven las palabras cuando están en
+completa discordancia con las cosas? No creáis, sin embargo, que esta
+proclamación sea inútil, no os desaliente el tener que esperar siglos
+para recoger el fruto de esa palabra.
+
+Cuando por espacio de mucho tiempo se proclama en medio de una sociedad
+un principio, al cabo este principio llega á ejercer su influencia;
+y, si es verdadero, y entraña, por consiguiente, un elemento de vida,
+al fin prevalece sobre los demás que se le oponen y se hace dueño
+de cuanto le rodea. Dejad, pues, á la verdad que hable, dejadla
+que proteste, y que proteste sin cesar; esto impedirá que el vicio
+prescriba, esto le dejará siempre con su nombre propio, esto impedirá
+al hombre insensato de divinizar sus pasiones, de colocarlas sobre los
+altares, después de haberlas adorado en su corazón.
+
+No lo dudéis: esa protesta no será inútil; la verdad saldrá, al fin,
+victoriosa y triunfante: que la protesta de la verdad es la voz del
+mismo Dios, que condena las usurpaciones de su criatura.
+
+Así sucedió, en efecto: la moral cristiana, en lucha primero con las
+disolutas costumbres del imperio y después con la brutalidad de los
+bárbaros, tuvo que atravesar muchos siglos sufriendo rudas pruebas;
+pero, al fin, triunfó de todo y llegó á dominar la legislación y las
+costumbres públicas. Y no es esto decir que ni á aquélla ni á éstas
+pudiera elevarlas al grado de perfección que reclama la pureza de la
+moral evangélica; pero sí que hizo desaparecer las injusticias más
+chocantes, desterró los usos más feroces, enfrenó la procacidad de
+las costumbres más desenvueltas, y logró, por fin, que el vicio fuera
+llamado en todas partes por su nombre, que no se le disfrazase con
+mentidos colores, que no se le divinizase con la impudencia intolerable
+con que se hacía entre los antiguos.
+
+En los tiempos modernos, tiene que luchar con la escuela que proclama
+el interés privado como único principio de moral; y, si bien es verdad
+que no alcanza á evitar que esta funesta enseñanza acarree grandes
+males, no deja, sin embargo, de disminuirlos. ¡Ay del mundo, el día en
+que pudiera decirse sin rebozo: _mi virtud es mi utilidad, mi honor
+es mi utilidad; todo es bueno ó malo, según que me proporciona una
+sensación grata ó ingrata_! ¡Ay del mundo, el día en que la conciencia
+pública no rechazase con indignación tan impudente lenguaje!
+
+La oportunidad que se brinda, y el deseo de aclarar más y más tan
+importante materia, me inducen á presentar algunas observaciones sobre
+una opinión de Montesquieu relativa á los censores de Grecia y Roma. Si
+hay digresión, no será inoportuna.
+
+
+
+
+CAPITULO XXIX
+
+
+Montesquieu ha dicho que las repúblicas se conservan por la virtud y
+las monarquías por el honor: observando, además, que este honor hace
+que no sean necesarios entre nosotros los _censores_, como lo eran
+entre los antiguos. Es muy cierto que en las sociedades modernas no
+existen esos _censores_ encargados de velar por la conservación de las
+buenas costumbres; pero no lo es que la causa de esta diferencia sea la
+señalada por el ilustre publicista. Las sociedades cristianas tienen
+en los ministros de la religión los _censores natos_ de las costumbres.
+La plenitud de esta magistratura la posee la Iglesia, con la diferencia
+de que el poder censorio de los antiguos era una autoridad puramente
+civil, y el de la Iglesia, un poder religioso, que tiene su origen y su
+sanción en la autoridad divina.
+
+La religión de Grecia y Roma no ejercía ni podía ejercer sobre las
+costumbres ese poder censorio, bastando para convencerse de esta verdad
+el notable pasaje de San Agustín que llevo copiado en el capítulo
+XIV, pasaje tan interesante en esta materia, que me atreveré á pedir
+la repetición de su lectura. He aquí la razón de que se encuentren en
+Grecia y Roma los censores, que no se vieron después en los pueblos
+cristianos. Esos censores eran un suplemento de la religión pagana y
+mostraban á las claras su impotencia; pues que, siendo dueña de toda la
+sociedad, no alcanzaba á cumplir una de las primeras misiones de toda
+religión, que es el vigilar sobre las costumbres. Tanta verdad es lo
+que acabo de observar, que así que han menguado en los pueblos modernos
+la influencia de la religión y el ascendiente de sus ministros, han
+aparecido de nuevo en cierto modo los antiguos _censores_ en la
+institución que llamamos _policía_: cuando faltan los medios morales,
+es indispensable echar mano de los físicos; á la persuasión se
+substituye la violencia; y, en vez del misionero caritativo y celoso,
+encuentra el culpable al encargado de la fuerza pública.
+
+Mucho se ha escrito ya sobre el sistema de Montesquieu con respecto á
+los principios que sirven de base á las diferentes formas de gobierno,
+pero quizás no se ha reparado todavía en el fenómeno que, observado
+por el publicista, contribuyó á deslumbrarle. Como esto se enlaza
+íntimamente con el punto que acabo de tocar sobre las causas de la
+existencia de los censores, desenvolveré con alguna extensión las
+indicaciones que acabo de presentar.
+
+En tiempo de Montesquieu no era la religión cristiana tan
+profundamente conocida como lo es ahora con respecto á su importancia
+social, y, si bien en este punto le tributó el autor del _Espíritu de
+las leyes_ un cumplido elogio, es menester no olvidar cuáles habían
+sido en los años de su juventud sus preocupaciones anticristianas;
+y hasta conviene tener presente que en su _Espíritu de las leyes_
+dista mucho de hacer á la verdadera religión la justicia que le es
+debida. Estaban á la sazón en su ascendiente las ideas de la filosofía
+irreligiosa que años después arrastró á tantos malogrados ingenios;
+y Montesquieu no tuvo bastante fuerza para sobreponerse del todo al
+espíritu que tanto cundía, y que amenazaba invadirlo y dominarlo todo.
+
+Combinábase con esta causa, otra que, aunque en sí distinta, reconocía,
+sin embargo, el mismo origen, y era: la prevención favorable por
+todo lo antiguo, una admiración ciega por todo lo que era griego ó
+romano. Parecíales á los filósofos de dicha época que la perfección
+social y política había llegado al más alto punto entre aquellos
+pueblos; que poco ó nada se les podía añadir ni quitar; y que hasta
+en religión eran mil veces preferibles sus fábulas y sus fiestas, á
+los dogmas y al culto de la religión cristiana. Á los ojos de los
+nuevos filósofos, el cielo del Apocalipsis no podía sufrir parangón
+con el cielo de los Campos Elíseos; la majestad de Jehová era inferior
+á la de Júpiter; todas las más altas instituciones cristianas eran
+un legado de la ignorancia y del fanatismo; los establecimientos más
+santos y benéficos eran obra de miras torcidas, la expresión y el
+vehículo de sórdidos intereses; el poder público no era más que atroz
+tiranía; sólo eran bellas, sólo eran justas, sólo eran saludables las
+instituciones paganas: allí todo era sabio, todo abrigaba designios
+profundos, altamente provechosos á la sociedad; sólo los antiguos
+habían disfrutado de las ventajas sociales, sólo ellos habían acertado
+á organizar un poder público con garantías para la libertad de los
+ciudadanos. Los pueblos modernos debían llorar con lágrimas de amargura
+por no poder disfrutar del bullicio del foro. por no oir oradores como
+Demóstenes y Cicerón, por carecer de los juegos olímpicos, por no poder
+asistir al pugilato de los atletas, por no serles dado profesar una
+religión que, si bien llena de ilusiones y mentiras, daba, sin embargo,
+á la naturaleza toda un interés dramático, animando sus fuentes, sus
+ríos, sus cascadas y sus mares, poblando de hermosas ninfas los campos,
+las praderas y los bosques, dando al hombre dioses compañeros del hogar
+doméstico, y, sobre todo, haciendo la vida más llevadera y agradable
+con soltar la rienda á las pasiones, supuesto que las divinizaba bajo
+las formas más hechiceras.
+
+Al través de semejantes preocupaciones, ¿cómo era posible comprender
+las instituciones de la Europa moderna? Todo se trastornaba de un modo
+deplorable; todo lo existente se condenaba sin apelación, y quien
+saliera á su defensa, era reputado por hombre ó de pocos alcances, ó de
+mala fe, y que no podía contar con otro apoyo que el que le dispensaban
+los gobiernos todavía preocupados en favor de una religión y de unas
+instituciones que, según todas las probabilidades, habían de perecer á
+no lardar. ¡Lamentables aberraciones del espíritu humano! ¿Qué dirían
+aquellos escritores si ahora se levantasen de la tumba? ¡Y todavía
+no ha pasado un siglo desde la época en que empezó á ser influyente
+su escuela! ¡Y sus discípulos han sido por largo tiempo dueños de
+arreglar el mundo como bien les ha parecido! ¡Y no han hecho más que
+hacer derramar torrentes de sangre, amontonando nuevos escarmientos y
+desengaños en la historia de la humanidad!
+
+Pero volvamos á Montesquieu. Este publicista, que tanto se resintió
+de la atmósfera que le rodeaba, y que también no dejó de tener alguna
+parte en malearla, advirtió los hechos que de bulto se presentan á los
+ojos del observador, y cuáles son los efectos de la conciencia pública
+creada entre los pueblos europeos por la influencia cristiana; pero,
+notando los efectos, no se remontó á la verdadera causa, y así se
+empeñó en ajustarlos de todos modos al sistema que había imaginado.
+Comparando la sociedad antigua con la moderna, descubrió una notable
+diferencia en la conducta de los hombres, observando que entre nosotros
+se ejercen las acciones más heroicas y más bellas y se evitan, por una
+parte, muchos vicios que contaminaban á los antiguos; cuando, por otra
+parte, se echa de ver que los hombres de nuestras sociedades no siempre
+tienen aquel alto temple moral que debiera de ser la causa regular de
+esta conducta. La codicia, la ambición, el amor de los placeres y demás
+pasiones, reinan todavía en el mundo, bastando dar una mirada en torno,
+para descubrirlas por doquiera; y, sin embargo, estas pasiones no se
+desmandan hasta tal punto que se entreguen á los excesos que lamentamos
+en los antiguos: hay un freno misterioso que las contiene; antes de
+arrojarse sobre el cebo que las brinda, dan siempre al rededor de sí
+una cautelosa mirada; no se atreven á ciertos excesos, á no ser que
+puedan contar de seguro con un velo que las encubra. Temen de un modo
+particular la vista de los hombres: no pueden vivir sino en la soledad
+y en las tinieblas. ¿Cuál es la causa de este fenómeno? se preguntaba
+á sí mismo el autor del _Espíritu de las leyes_. «Los hombres, diría,
+obran muchas veces, no por virtud moral, sino por consideración al
+juicio que de las acciones formarán los demás: esto es obrar por
+honor; éste es un hecho que se observa en Francia y en las demás
+monarquías de Europa: éste será, pues, un carácter distintivo de los
+gobiernos monárquicos; ésta será la base de esa forma política; ésta la
+diferencia de la república y del despotismo.»
+
+Oigamos al mismo autor: «¿En qué clase de gobierno son necesarios
+los censores? En una república donde el principio del gobierno es la
+virtud. No son solamente los crímenes lo que destruye la virtud, sino
+también las negligencias, las faltas, cierta tibieza en el amor de la
+patria, los ejemplos peligrosos, las semillas de corrupción, lo que sin
+chocar con las leyes las elude, y sin destruirlas las enflaquece. Todo
+esto debe ser corregido por los censores.
+
+»En las monarquías no son necesarios por estar fundadas en el
+honor, y la naturaleza de éste es el tener _por censor á todo el
+universo_. Cualquiera que falte al honor, se encuentra expuesto á las
+reconvenciones de los mismos que carecen de él.» (_Espíritu de las
+leyes_, lib. V, cap. XIX). He aquí lo que pensaba este publicista. Sin
+embargo, reflexionando sobre la materia, se echa de ver que padeció una
+equivocación trasladando al orden político, y explicando por causas
+meramente políticas, un hecho puramente social. Montesquieu señala
+como característico de las monarquías lo que es general á todas las
+sociedades modernas, y parece que no comprendió la verdadera causa de
+que en éstas no haya sido necesaria la institución de censores, así
+como no alcanzó el verdadero motivo de esta necesidad en las repúblicas
+antiguas.
+
+Las formas monárquicas no han dominado exclusivamente en Europa. Se
+han visto en ella poderosas repúblicas, y se encuentra todavía alguna
+nada despreciable. La misma monarquía ha sufrido muchas modificaciones,
+aliándose, ora con la democracia, ora con la aristocracia, ora
+ejerciendo un poder sin límites, ora obrando en círculos más ó menos
+dilatados; y, sin embargo, se encuentra por todas partes ese freno de
+que habla Montesquieu, y que apellida _honor_; es decir, un poderoso
+estímulo para hacer buenas acciones y un robusto dique para evitar las
+malas, por consideración al juicio que de nosotros formarán los demás.
+
+«En las monarquías, dice Montesquieu, no se necesitan censores; ellas
+están fundadas sobre el honor, y es de la naturaleza del honor el tener
+por censor á todo el universo»; palabras notables que nos revelan todo
+el pensamiento del escritor, y que, al propio tiempo, nos indican el
+origen de su equivocación. Estas mismas palabras nos servirán de clave
+para descifrar el enigma. Para hacerlo cual conviene á la importancia
+de la materia, y con la claridad que se necesita en un objeto que
+por las complicadas relaciones que abarca ofrece alguna confusión,
+procuraré presentar las ideas con la mayor precisión posible.
+
+El respeto al juicio de los demás es innato en el hombre: y, de
+consiguiente, está en su misma naturaleza el que haga ó evite muchas
+cosas, por consideración á este juicio. Esto se funda en un hecho
+tan sencillo como es el amor de nuestra buena reputación, el deseo
+de parecer bien ó el temor de parecer mal á los ojos de nuestros
+semejantes. Esto, de puro claro y sencillo, no necesita ni aun
+consiente pruebas ni comentarios.
+
+El honor es un estímulo más ó menos vivo, ó un freno más ó menos
+poderoso, según la mayor ó menor severidad de juicio que supongamos
+en los demás. Por esta causa, entre personas generosas hace el tacaño
+un esfuerzo por parecer liberal; así como el pródigo se limita, si se
+halla entre compañeros amantes de la economía. En una reunión donde
+la generalidad de los concurrentes sea morigerada, se mantienen en la
+línea del deber aun los libertinos; cuando en otra donde campee la
+licencia, llegan á permitirse cierta libertad hasta los habitualmente
+severos de costumbres.
+
+La sociedad en que vivimos es una gran reunión: si sabemos que dominan
+en ella principios severos, si oímos proclamadas por todas partes
+las reglas de la sana moral, si conceptuamos que la generalidad de
+los hombres con quienes vivimos llama á cada acción con su verdadero
+nombre, sin que falsee su juicio el desarreglo que tal vez pueda haber
+en su conducta, entonces nos veremos rodeados por todas partes de
+testigos y de jueces, á cuya corrupción no podemos alcanzar: y esto
+nos detendrá á cada paso en los deseos de obrar mal, nos impulsará de
+continuo á portarnos bien.
+
+Muy de otra suerte sucederá si nos prometemos indulgencia en la
+sociedad que nos rodea: entonces, aun suponiéndonos con las mismas
+convicciones, el vicio no nos parecerá tan feo, ni el crimen tan
+detestable, la corrupción tan asquerosa; serán muy diferentes nuestros
+pensamientos con respecto á la moralidad de nuestra conducta, y,
+andando el tiempo, llegarán á resentirse nuestras acciones de la
+influencia funesta de la atmósfera en que vivimos.
+
+De esto se infiere que, para formar en nuestro corazón el sentimiento
+del honor, de manera que sea bastante eficaz para evitar el mal y
+producir el bien, conviene que dominen en la sociedad sanos principios
+de moral, de suerte que sean una creencia generalmente arraigada. Si
+esto se consigue, se llegará á formar ciertos hábitos sociales, que
+moralizarán las costumbres, y que, aun cuando no alcancen á prevenir
+la corrupción de muchos individuos, serán bastantes, sin embargo, á
+obligar al vicio á cubrirse con ciertas formas, que, por más hipócritas
+que sean, no dejarán de contribuir al decoro de las costumbres.
+
+Los saludables efectos de estos hábitos durarán todavía después de
+debilitadas considerablemente las creencias que servían de base á los
+principios morales; y la sociedad recogerá en abundancia beneficiosos
+frutos del mismo árbol que desprecia ó descuida. Ésta es la historia de
+la moralidad de las sociedades modernas, que, si bien corrompidas de
+un modo lamentable, no lo son tanto, sin embargo, como las antiguas, y
+conservan en su legislación y en sus costumbres un fondo de moralidad
+y decoro que no han podido destruir los estragos de las ideas
+irreligiosas.
+
+Consérvase todavía la conciencia pública: ella censura todos los
+días al vicio y encarece la hermosura y las ventajas de la virtud;
+reina sobre los gobiernos y sobre los pueblos, y ejerce el poderoso
+ascendiente de un elemento esparcido por todas partes, como
+desparramado en la atmósfera que respiramos.
+
+«Á más del Areópago, dice Montesquieu, había en Atenas guardianes de
+las costumbres, y guardianes de las leyes; en Lacedemonia todos los
+ancianos eran censores; en Roma tenían este encargo los magistrados
+particulares; así como el Senado vigila sobre el pueblo, es menester
+que haya censores que á su vez vigilen así al pueblo como al Senado:
+ellos deben restablecer en la república todo lo que se ha corrompido,
+notar la tibieza, juzgar las negligencias y corregir las faltas, como
+las leyes castigan los crímenes.» (_Espíritu de las leyes_, lib. V,
+cap. VII.) No parece sino que el autor del _Espíritu de las leyes_ se
+propone retratar las funciones de un poder religioso, describiéndonos
+las atribuciones de los censores antiguos. Alcanzar á donde no llegan
+las leyes civiles, corregir y castigar á su modo lo que éstas dejan
+impune, ejercer sobre la sociedad una influencia más delicada, más
+minuciosa, de la que pertenece al legislador: he aquí el objeto de
+los censores. ¿Y quién no ve que este poder está muy bien reemplazado
+por el poder religioso, y que, si aquél no ha sido necesario en las
+sociedades modernas, debe atribuirse, ó á la presencia de éste, ó al
+resultado de su acción ejercida por largos siglos?
+
+Que este poder religioso obró por largo tiempo sobre todos los
+entendimientos y los corazones con un ascendiente decisivo, es un hecho
+consignado en todas las páginas de la historia de Europa; y cuál haya
+sido el resultado de esa influencia saludable, tan calumniada y tan
+mal comprendida, lo estamos palpando nosotros, que vemos dominantes
+todavía en el pensamiento, en la conciencia pública, los principios de
+justicia y de sana moral, á pesar de los estragos que han causado en la
+conciencia particular las doctrinas irreligiosas é inmorales.
+
+Para dar mejor á comprender el poderoso influjo de esa conciencia,
+será bien hacerlo sensible con algún ejemplo. Supóngase que el
+magnate más opulento, que el monarca más poderoso, se entregue á los
+abominables excesos á que se abandonaron los Tiberios, los Nerones,
+y otros monstruos que mancharon el solio del imperio. ¿Qué sucederá?
+No lo sabemos; pero lo cierto es que nos parece ver levantado tan
+alto el grito de reprobación y de horror universal, parécenos ver al
+monstruo tan abrumado bajo el peso de la execración pública, que se nos
+hace hasta imposible que este monstruo pueda existir. Nos parece un
+anacronismo, un absurdo de la época, y no porque no pensemos que haya
+algunos hombres bastante inmorales para semejantes infamias, bastante
+pervertidos de entendimiento y de corazón para ofrecer ese espectáculo
+de ignominia, sino porque vemos que eso choca, se estrella contra las
+costumbres universales, y que un escándalo semejante no podría durar un
+momento á los ojos de la conciencia pública.
+
+Infinitos contrastes podría presentar, pero me contentaré con otro que,
+recordando un bello pasaje de la historia antigua, y pintándonos la
+virtud de un héroe, nos retrata las costumbres de una época, y el mal
+estado de la conciencia pública. Supóngase que un general de nuestra
+Europa moderna toma por asalto una plaza, donde una señora distinguida,
+esposa de uno de los principales caudillos del ejército enemigo, cae en
+manos de la soldadesca. Presentada al general la hermosa prisionera,
+¿cuál debe ser la conducta del vencedor? Claro es que nadie vacilará un
+momento en afirmar que la señora debe ser tratada con el miramiento más
+delicado, que debe dejársela desde luego libre, permitiéndole que vaya
+á reunirse con su esposo, si ésta fuera su voluntad. Esta conducta la
+encontramos nosotros tan obligatoria, tan en el orden regular de las
+cosas, tan conforme á todas nuestras ideas y sentimientos, que á buen
+seguro no haríamos un mérito particular por ella á quien la hubiese
+observado. Diríamos que el general vencedor cumplió con un deber
+riguroso, sagrado, de que le era imposible prescindir, si no quería
+cubrirse de baldón y de ignominia. Por cierto que no encomendaríamos
+á la historia el cuidado de inmortalizar un hecho semejante; lo
+dejaríamos pasar desapercibido en el curso regular de los sucesos
+comunes. Pues bien: esto hizo Escipión en la toma de Cartagena con la
+mujer de Mardonio; y la historia antigua nos recuerda esta generosidad
+como un eterno monumento de las virtudes del héroe. Este parangón
+explica mejor que todo comentario el inmenso progreso de las costumbres
+y de la conciencia pública bajo la influencia cristiana.
+
+Y esta conducta, que entre nosotros es considerada como muy regular y
+como estrictamente obligatoria, no trae su origen del honor monárquico,
+como pretendería Montesquieu; sino de la mayor elevación de ideas sobre
+la dignidad del hombre, de un conocimiento más claro de las verdaderas
+relaciones sociales, de una moral más pura, más fuerte, porque está
+sentada sobre cimientos eternos. Esto que se encuentra en todas partes,
+que se hace sentir por doquiera, que ejerce su predominio sobre los
+buenos, y que impone respeto aun á los malos, sería el poderoso
+obstáculo que se atravesara á los pasos del hombre inmoral que en casos
+semejantes se empeñase en dar rienda suelta á su crueldad, ó á otras
+pasiones.
+
+El claro entendimiento del autor del _Espíritu de las leyes_ hubiera
+reparado, sin duda, en estas verdades, á no estar preocupado por su
+distinción favorita, que, establecida desde el comienzo de su obra,
+la sujeta toda á un sistema inflexible. Y bien sabido es lo que son
+los sistemas, cuando, concebidos de antemano, sirven como de matriz
+á una obra. Son el verdadero lecho de tormento de las ideas y de los
+sucesos; de buen ó de mal grado, todo se ha de acomodar al sistema: lo
+que sobra, se trunca; lo que falta, se añade. Así vemos que la razón de
+la tutela de las mujeres romanas la encuentra también Montesquieu en
+motivos políticos fundados en la forma republicana; y el derecho atroz
+concedido á los padres sobre los hijos, la potestad patria, que tan
+ilimitada establecían las leyes romanas, pretende que dimanaba también
+de razones políticas. Como si no fuera evidente que el origen de una y
+otra de estas disposiciones del antiguo derecho romano, debe referirse
+á razones puramente domésticas y sociales, del todo independientes de
+la forma de gobierno.[4]
+
+
+
+
+CAPITULO XXX
+
+
+Definida la naturaleza de la conciencia pública, señalado su origen,
+é indicados sus efectos, fáltanos ahora preguntar si se pretenderá
+también que el Protestantismo haya tenido parte en formarla,
+atribuyéndole de esta suerte la gloria de haber servido también en este
+punto á perfeccionar la civilización europea.
+
+Se ha demostrado ya que el origen de la conciencia pública se hallaba
+en el Cristianismo. Éste puede considerarse bajo dos aspectos: ó
+como una doctrina, ó como una institución para realizar la doctrina;
+es decir, que la moral cristiana podemos mirarla, ó en sí misma, ó
+en cuanto es enseñada ó inculcada por la Iglesia. Para formar la
+conciencia pública, haciendo prevalecer en ella la moral cristiana,
+no era bastante la aparición de esa doctrina; sino que era precisa
+la existencia de una sociedad que, no sólo la conservase en toda su
+pureza para irla transmitiendo de generación en generación, sino que
+la predicase sin cesar á los hombres, haciendo de ella aplicaciones
+continuas á todos los actos de la vida. Conviene observar que, por
+más poderosa que sea la fuerza de las ideas, tienen, sin embargo, una
+existencia precaria hasta que han llegado á realizarse, haciéndose
+sensibles, por decirlo así, en alguna institución, que, al paso que
+reciba de ellas la vida y la dirección de su movimiento, les sirva á
+su vez de resguardo contra los ataques de otras ideas ó intereses. El
+hombre está formado de cuerpo y alma, el mundo entero es un complexo
+de seres espirituales y corporales, un conjunto de relaciones morales
+y físicas; y así es que una idea, aun la más grande y elevada, si
+no tiene una expresión sensible, un órgano por donde hacerse oir y
+respetar, comienza por ser olvidada, queda confundida y ahogada en
+medio del estrépito del mundo, y, al cabo, viene á desaparecer del
+todo. Por esta causa, toda idea que quiere obrar sobre la sociedad,
+que pretende asegurar un porvenir, tiende, por necesidad, á crear
+una institución que la represente, que sea su personificación; no
+se contenta con dirigirse á los entendimientos, descendiendo así al
+terreno de la práctica sólo por medios indirectos, sino que se empeña,
+además, en pedir á la materia sus formas, para estar de bulto á los
+ojos de la humanidad.
+
+Estas reflexiones, que someto con entera confianza al juicio de
+los hombres pensadores y sensatos, son la condenación del sistema
+protestante; manifestando que, tan lejos está la pretendida Reforma
+de poderse atribuir ninguna parte en el saludable fenómeno cuya
+explicación nos ocupa, que, antes bien, debe decirse que por sus
+principios y conducta le hubiera impedido, si afortunadamente en el
+siglo XVI la Europa no se hubiese hallado en edad adulta, y, por
+consiguiente, poco menos que incapaz de perder las doctrinas, los
+sentimientos, los hábitos, las tendencias, que le había comunicado la
+Iglesia católica con una educación continuada por espacio de tantos
+siglos.
+
+En efecto: lo primero que hizo el Protestantismo fué atacar á la
+autoridad; y no como un simple acto de resistencia, sino proclamando
+esta resistencia como un verdadero derecho, erigiendo en dogmas el
+examen particular y el espíritu privado. Con este solo paso quedaba la
+moral cristiana sin apoyo; porque no había una sociedad que pudiera
+pretender derecho á explicarla, ni á enseñarla; es decir, que esa
+moral quedaba relegada al orden de aquellas ideas que, no estando
+representadas y sostenidas por ninguna institución, no teniendo órganos
+autorizados para hacerse oir, carecen de medios directos para obrar
+sobre la sociedad, ni saben dónde guarecerse, en el caso de hallarse
+combatidas.
+
+Pero, se me dirá, el Protestantismo ha conservado también esa
+institución que realiza la idea, conservando sus ministros, su culto,
+su predicación, en una palabra, todo lo necesario para que la verdad
+tuviese medios para llegar hasta el hombre, y de estar con él en
+comunicación continua. No negaré lo que haya aquí de verdad, y hasta
+recordaré que en el capítulo XIV de esta obra no tuve reparo en afirmar
+«que debía juzgarse como un gran bien el que, en medio del prurito que
+atormentó á los primeros protestantes de desechar todas las prácticas
+de la Iglesia, conservasen, sin embargo, la de la predicación». Añadí
+también en el mismo lugar «que, sin desconocer los daños que en ciertas
+épocas han traído las declamaciones de algunos ministros, ó insidiosos,
+ó fanáticos, sin embargo, en el supuesto de haberse roto la unidad,
+en el supuesto de haber arrojado á los pueblos por el azaroso camino
+del cisma, habrá influído no poco en la conservación de las ideas
+más capitales sobre Dios y el hombre, y de las máximas fundamentales
+de la moral, el oir con frecuencia los pueblos explicadas semejantes
+verdades por quien las había estudiado de antemano en la Sagrada
+Escritura». Repito aquí lo mismo que allí dije: que el haber conservado
+los protestantes la predicación debía de haber producido considerables
+bienes. Pero, con esto no se dice otra cosa sino que el Protestantismo,
+á pesar del mucho mal que hizo, no lo llevó al extremo que era de
+temer, atendidos sus principios. Parecióse en esta parte á los hombres
+de malas doctrinas, quienes no son tan malos como debieran ser, si su
+corazón estuviera de acuerdo con su entendimiento. Tienen la fortuna de
+ser inconsecuentes. El Protestantismo había proclamado la abolición de
+la autoridad, el derecho de examen sin límites; había erigido en regla
+de fe y de conducta la inspiración privada; pero, en la práctica, se
+apartó algún tanto de estas doctrinas. Así es que se entregó con ardor
+á lo que él llamaba la predicación evangélica, y sus ministros fueron
+llamados evangélicos. De suerte que, mientras se acababa de establecer
+que cada individuo tenía el derecho ilimitado de examen, y que, sin
+prestar oídos á ninguna autoridad externa, sólo debía escuchar los
+consejos, ó de su razón, ó de su inspiración privada, se difundían por
+todas partes ministros protestantes, que se pretendían los órganos
+legítimos para comunicar á los pueblos la divina palabra.
+
+Se verá todavía más lo extraño de semejante conducta, si se recuerda
+la doctrina de Lutero con respecto al sacerdocio. Bien sabido es
+que, embarazado el heresiarca por las jerarquías que constituyen el
+ministerio de la Iglesia, pretendió derribarlas todas de una vez,
+sosteniendo que todos los cristianos eran sacerdotes, sin que se
+necesitase más para ejercer el sagrado ministerio que una simple
+presentación; nada añadía de esencial ni característico á la calidad
+de sacerdote, pues que ésta era patrimonio de todos los fieles.
+Infiérese de esta doctrina que el predicador protestante carece de
+misión, no tiene carácter que le distinga de los demás cristianos,
+no puede ejercer, por consiguiente, sobre ellos autoridad alguna, no
+puede hablar imitando á Jesucristo _quasi potestatem habens_; y, por
+tanto, no es más que un orador que toma la palabra en presencia de
+un auditorio, sin más derecho que el que le dan su instrucción, su
+facundia, ó su elocuencia.
+
+Esta predicación sin autoridad, predicación que, en el fondo, y por los
+propios principios del predicador mismo, no era más que humana, á pesar
+de que por una chocante inconsecuencia se pretendiese divina, si bien
+podía contribuir algún tanto á la conservación de los buenos principios
+morales que hallaba ya establecidos por todas partes, hubiera sido
+impotente para plantearlos en una sociedad donde hubiesen sido
+desconocidos; mayormente teniendo que luchar con otros diametralmente
+opuestos, sostenidos, además, por preocupaciones envejecidas,
+por pasiones arraigadas, por intereses robustos. Hubiera sido
+impotente para introducir sus principios en una sociedad semejante,
+y conservarlos después intactos al través de las revoluciones más
+espantosas y de los trastornos más inauditos; hubiera sido impotente
+para comunicarlos á pueblos bárbaros que, ufanos de sus triunfos, no
+escuchaban otra voz que el instinto de su ferocidad, guiado por el
+sentimiento de la fuerza; hubiera sido impotente para hacer doblegar
+ante esos principios así á los vencedores como á los vencidos,
+refundiéndolos en un solo pueblo, imprimiendo un mismo sello á las
+leyes, á las instituciones, á las costumbres, para formar esa admirable
+sociedad, ese conjunto de naciones, ó, mejor diremos, esa gran nación,
+que se apellida Europa. Es decir, que el Protestantismo, por su misma
+constitución, hubiera sido incapaz de realizar lo que realizó la
+Iglesia católica.
+
+Todavía más: este simulacro de predicación que ha conservado el
+Protestantismo, es, en el fondo, un esfuerzo para imitar á la Iglesia,
+para no quedarse desarmado en presencia de un adversario á quien tanto
+temía. Érale preciso conservar un medio de influencia sobre el pueblo,
+un conducto abierto para comunicarle las varias interpretaciones de la
+Biblia que á los usurpadores de la autoridad les pluguiese adoptar; y
+por esto conservaba la preciosa práctica de la Iglesia romana, á pesar
+de las furibundas declamaciones contra todo lo emanado de la Cátedra de
+San Pedro.
+
+Pero, donde se hace notar la inferioridad del Protestantismo con
+respecto al conocimiento y comprensión de los medios más á propósito
+para extender y cimentar la moralidad, haciéndola dominar sobre todos
+los actos de la vida, es en haber interrumpido toda comunicación de la
+conciencia del fiel con la dirección del sacerdote, en no haber dejado
+á éste otra cosa que una dirección general, la que, por lo mismo que se
+extiende de una vez sobre todos, no se ejerce eficazmente sobre nadie.
+Aun cuando no consideremos más que bajo este aspecto la abolición del
+sacramento de la Penitencia entre los protestantes, puede asegurarse
+que desconocieron uno de los medios más legítimos, más poderosos y
+suaves, para dar á la vida del hombre una dirección conforme á los
+principios de la sana moral. Acción legítima, porque legítima es la
+comunicación directa, íntima, de la conciencia que debe ser juzgada
+por Dios, con la conciencia de aquel que hace las veces de Dios en la
+tierra. Acción poderosa, porque, establecida la íntima comunicación de
+hombre á hombre, de alma con alma, se identifican, por decirlo así, los
+pensamientos y los afectos, y, ausente todo testigo que no sea el mismo
+Dios, las amonestaciones tienen más fuerza, los mandatos más autoridad,
+y los mismos consejos penetran mejor hasta el fondo del alma, con
+más unción y más dulzura. Acción suave, porque supone la espontánea
+manifestación de la conciencia que se trata de dirigir, manifestación
+que trae su origen de un precepto, pero que no puede ser arrancada por
+la violencia, supuesto que sólo Dios puede ser el juez competente de su
+sinceridad; suave, repito, porque, obligado el ministro al más estricto
+secreto, y tomadas por la Iglesia todas las precauciones imaginables
+para precaver la revelación, puede el hombre descansar tranquilo,
+con la seguridad de que serán fielmente guardados los arcanos de su
+conciencia.
+
+Pero, se nos dirá, ¿creéis acaso que todo esto sea necesario para
+establecer y conservar una buena moralidad? Si esta moralidad ha de
+ser algo más que una probidad mundana, expuesta á quebrantarse al
+primer encuentro con un interés, ó dejarse arrastrar por el seductor
+halago de las pasiones engañosas; si ha de ser una moralidad delicada,
+severa, profunda, que se extienda á todos los actos de la vida, que
+la dirija, que la domine, haciendo del corazón humano ese bello ideal
+que admiramos en los católicos dedicados á la verdadera observancia y
+á las prácticas de su religión; si se habla de esta moralidad, repito,
+es necesario que esté bajo la inspección del poder religioso, y que
+reciba la dirección y las inspiraciones de un ministro del santuario en
+esa abertura íntima, sincera, de todos los más recónditos pliegues del
+corazón, y de los deslices á que nos conduce á cada paso la debilidad
+de nuestra naturaleza. Esto es lo que enseña la religión católica, y
+yo añado que esto es lo que muestra la experiencia, y lo que enseña la
+filosofía. No quiero decir con esto que sólo entre los católicos sea
+posible practicar acciones virtuosas; sería una exageración desmentida
+por la experiencia de cada día: hablo únicamente de la eficacia con que
+obra una institución católica despreciada por los protestantes; hablo
+de su alta importancia para arraigar y conservar una moralidad firme,
+íntima, que se extienda á todos los actos de nuestra alma.
+
+No hay duda que hay en el hombre una monstruosa mezcla de bien y de
+mal, y que no le es dado en esta vida alcanzar aquella perfección
+inefable que, consintiendo en la conformidad perfecta con la verdad
+y con la santidad divinas, no puede concebirse siquiera, sino para
+cuando el hombre, despojado del cuerpo mortal, tendrá su espíritu
+sumido en un piélago purísimo de luz y de amor. Pero no cabe duda
+tampoco que, aun en esta morada terrestre, en esta mansión de miserias
+y tinieblas, puede el hombre llegar á poseer esa moralidad universal,
+profunda y delicada que se ha descrito más arriba: y sea cual fuere
+la corrupción del mundo de que con razón nos lamentamos, es menester
+confesar que se encuentran todavía en él un número considerable de
+honrosas excepciones, en personas que ajustan su conducta, su voluntad,
+hasta sus más íntimos pensamientos y afecciones, á la severa regla
+de la moral evangélica. Para llegar á este punto de moralidad, y
+cuenta que aun no decimos de perfección evangélica, sino de moralidad,
+es necesario que el principio religioso esté presente con viveza á
+los ojos del alma, que obre de continuo sobre ella, alentándola ó
+reprimiéndola en la infinita variedad de encuentros que en el concurso
+de la vida se ofrecen para apartarnos del camino del deber. La vida del
+hombre es una cadena de actos infinitos en número, por decirlo así, y
+que no pueden andar acordes siempre con la razón y con la ley eterna, á
+no estar incesantemente bajo un regulador universal y fijo.
+
+Y no se diga que una moralidad semejante es un bello ideal, que, aun
+cuando existiera, traería consigo una tal confusión en los actos del
+alma, y, por consiguiente, tal complicación en la vida entera, que ésta
+llegaría á hacerse insoportable. No, no es meramente un bello ideal
+lo que existe en la realidad, lo que se ofrece á menudo á nuestros
+ojos, no tan sólo en el retiro de los claustros y en las sombras del
+santuario, sino también en medio del bullicio y de las distracciones
+del mundo. No acarrea tampoco confusión á los actos del alma ni
+complica los negocios de la vida, lo que establece una regla fija. Al
+contrario: lejos de confundir, aclara y distingue; lejos de complicar,
+ordena y simplifica. Asentad esta regla y tendréis la unidad, y, en pos
+de la unidad, el orden en todo.
+
+El Catolicismo se ha distinguido siempre por su exquisita vigilancia
+sobre la moral, y por su cuidado en arreglar todos los actos de
+la vida, y hasta los más secretos movimientos del corazón. Los
+observadores superficiales han declamado contra la abundancia de
+moralistas, contra el estudio detenido y prolijo que se ha hecho de
+los actos humanos, considerados bajo el aspecto moral; pero debían
+haber observado que, si el Catolicismo es la religión en cuyo seno han
+aparecido mayor número de moralistas, y donde se han examinado más
+minuciosamente todas las acciones humanas, es porque esta religión
+tiene por objeto moralizar al hombre todo entero, por decirlo así,
+en todos sentidos, en sus relaciones con Dios, con sus semejantes y
+consigo mismo. Claro es que semejante tarea trae necesariamente un
+examen más profundo y detenido del que sería menester, si se tratase
+únicamente de dar al hombre una moralidad incompleta, y que, no pasando
+de la superficie de sus actos, no se filtrase hasta lo íntimo del
+corazón.
+
+Ya que se ha tocado el punto de los moralistas católicos, y sin
+que pretenda excusar las demasías á que se hayan entregado algunos
+de ellos, ora por un refinamiento de sutileza, ora por espíritu de
+partidos y disputas, demasías que nunca pueden ser imputadas á la
+Iglesia católica, la que, cuando no las ha reprobado expresamente,
+al menos les ha hecho sentir su desagrado, obsérvase, no obstante,
+que esta abundancia, este lujo, si se quiere, de estudios morales, ha
+contribuído quizá más de lo que se cree á dirigir los entendimientos al
+estudio del hombre, ofreciendo abundancia de datos y de observaciones
+á los que se han querido dedicar posteriormente á esta ciencia
+importante, que es, sin duda, uno de los objetos más dignos y más
+útiles que pueden ofrecerse á nuestros trabajos. En otro lugar de
+esta obra me propongo desenvolver las relaciones del Catolicismo con
+el progreso de las ciencias y de las letras, y así me hallo precisado
+á contentarme por ahora con las indicaciones que acabo de hacer.
+Permítaseme, sin embargo, observar que el desarrollo del espíritu
+humano en Europa fué principalmente teológico; y que así en el punto de
+que tratamos, como en otros muchos, deben los filósofos á los teólogos
+mucho más de lo que, según parece, ellos se figuran.
+
+Volviendo á la comparación de la influencia protestante con la
+influencia católica, relativamente á la formación y conservación
+de una sana conciencia pública, queda demostrado que, habiendo el
+Catolicismo sostenido siempre el principio de autoridad combatido por
+el Protestantismo, dió á las ideas morales una fuerza, una acción, que
+no hubiera podido darles su adversario, quien, por su naturaleza, por
+sus mismos principios fundamentales, las ha dejado sin más apoyo que el
+que tienen las ideas de una escuela filosófica.
+
+«Pues bien, se me dirá, ¿desconocéis acaso la fuerza de las ideas,
+fuerza propia, entrañada en su misma naturaleza, que tan á menudo
+cambia la faz de la humanidad, decidiendo de sus destinos? ¿No sabéis
+que las ideas se abren paso al través de todos los obstáculos, á pesar
+de todas las resistencias? ¿Habéis olvidado lo que nos enseña la
+historia entera? ¿Pretendéis despojar el pensamiento del hombre de su
+fuerza vital, creadora, que le hace superior á todo cuanto le rodea?»
+Tal suele ser el panegírico que se hace de la fuerza de las ideas; así
+las oímos presentar á cada paso como si tuvieran en la mano la varita
+mágica para cambiarlo y transformarlo todo, á merced de sus caprichos.
+Respetando como el que más el pensamiento del hombre, y confesando que
+en realidad hay mucho de verdadero en lo que se llama la fuerza de una
+idea, me permitirán, sin embargo, los entusiastas de esta fuerza, hacer
+algunas observaciones, no para combatir de frente su opinión, sino para
+modificarla en lo que fuere necesario.
+
+En primer lugar, las ideas con respecto al punto de vista desde el
+cual las miramos aquí, deben distinguirse en dos órdenes: unas que
+lisonjean nuestras pasiones, otras que las reprimen. Las primeras no
+puede negarse que tienen una fuerza expansiva, inmensa. Circulando con
+movimiento propio, obran por todas partes, ejercen una acción rápida y
+violenta, no parece sino que están rebosando de actividad y de vida;
+las segundas tienen la mayor dificultad en abrirse paso, progresan
+lentamente, necesitan apoyarse en alguna institución que les asegure
+estabilidad. Y esto ¿por qué? Porque lo que obra en el primer caso
+no son las ideas, sino las pasiones que formando un cortejo toman su
+nombre, encubriendo de esta suerte lo que á primera vista se ofrecería
+como demasiado repugnante; en el segundo es la verdad la que habla; y
+la verdad en esta tierra de infortunio es escuchada muy difícilmente;
+porque la verdad conduce al bien, y el _corazón del hombre_, según
+expresión del sagrado texto, _está inclinado al mal desde la
+adolescencia_.
+
+Los que tanto nos encarecen la fuerza íntima de las ideas, debieran
+señalarnos en la historia antigua y moderna una idea, una sola idea,
+que, encerrada en su propio círculo, es decir, en el orden puramente
+filosófico, merezca la gloria de haber contribuído notablemente á la
+mejora del individuo ni de la sociedad.
+
+Suele decirse á menudo que la fuerza de las ideas es inmensa, que
+una vez sembradas entre los hombres fructifican tarde ó temprano,
+que una vez depositadas en el seno de la humanidad se conservan como
+un legado precioso que, transmitido de generación en generación,
+contribuye maravillosamente á la mejora del mundo, á la perfección á
+que se encamina el humano linaje. No hay duda que en estas aserciones
+se encierra una parte de verdad; porque, siendo el hombre un ser
+inteligente, todo lo que afecta inmediatamente su inteligencia, no
+puede menos de influir en su destino. Así es que no se hacen grandes
+mudanzas en la sociedad, si no se verifican primero en el orden de las
+ideas; y es endeble y de escasa duración todo cuanto se establece, ó
+contra ellas, ó sin ellas. Pero de aquí á suponer que toda idea útil
+encierre tanta fuerza conservadora de sí propia, que por lo mismo no
+necesite de una institución que le sirva de apoyo y defensa, mayormente
+si ha de atravesar épocas muy turbulentas, hay una distancia inmensa,
+que no se puede salvar, so pena de ponernos en desacuerdo con la
+historia entera.
+
+No, la humanidad, considerada por sí sola, entregada á sus propias
+fuerzas, como la consideran los filósofos, no es una depositaria tan
+segura como se ha querido suponer. Desgraciadamente tenemos de esa
+verdad bien tristes pruebas; pues que, lejos de parecerse el humano
+linaje á un depositario fiel, ha imitado más bien la conducta de un
+dilapidador insensato. En la cuna del género humano encontramos las
+grandes ideas sobre la unidad de Dios, sobre el hombre, sobre sus
+relaciones con Dios y sus semejantes: estas ideas eran, sin duda,
+verdaderas, saludables, fecundas; pues bien, ¿qué hizo de ellas
+el género humano? ¿no las perdió, modificándolas, mutilándolas,
+estropeándolas, de un modo lastimoso? ¿Dónde estaban esas ideas cuando
+vino Jesucristo al mundo? ¿Qué había hecho de ellas la humanidad? Un
+pueblo, un solo pueblo las conserva, pero ¿cómo? Fijad la atención
+sobre el pueblo escogido, sobre el pueblo judío, y veréis que existe en
+él una lucha continua entre la verdad y el error; veréis que con una
+ceguera inconcebible se inclina sin cesar á la idolatría, á substituir
+á la ley sublime del Sinaí las abominaciones de los gentiles. ¿Y sabéis
+cómo se conserva la verdad en aquel pueblo? Notadlo bien: apoyada en
+instituciones las más robustas que imaginarse puedan, pertrechada con
+todos los medios de defensa de que la rodeó el legislador inspirado
+por Dios. Se dirá que aquél era un pueblo de _dura cerviz_, como dice
+el sagrado texto; desgraciadamente, desde la caída de nuestro primer
+padre, esta dureza de cerviz es un patrimonio de la humanidad; _el
+corazón del hombre está inclinado al mal desde su adolescencia_, y
+siglos antes de que existiese el pueblo judío, abrió Dios sobre el
+mundo las cataratas del cielo, y borró al hombre de la faz de la
+tierra, _porque toda carne había corrompido su camino_.
+
+Infiérese de aquí la necesidad de instituciones robustas para la
+conservación de las grandes ideas morales; y se ve con evidencia que no
+deben abandonarse á la volubilidad del espíritu humano, so pena de ser
+desfiguradas y aun perdidas.
+
+Además, las instituciones son necesarias, no precisamente para enseñar,
+sino también para aplicar. Las ideas morales, mayormente las que
+están en oposición muy abierta con las pasiones, no llegan jamás al
+terreno de la práctica sino por medio de grandes esfuerzos; y para
+esos esfuerzos no bastan las ideas en sí mismas, son menester medios
+de acción con que pueda enlazarse el orden de las ideas con el orden
+de los hechos. Y he aquí una de las razones de la importancia de las
+escuelas filosóficas cuando se trata de edificar. Son no pocas veces
+poderosas para destruir, porque para destruir basta la acción de un
+momento, y esta acción puede ser comunicada fácilmente en un acceso
+de entusiasmo; pero, cuando quieren edificar poniendo en planta sus
+concepciones, se encuentran faltas de acción, y, no teniendo otros
+medios de ejercerla que lo que se llama la fuerza de las ideas, como
+que éstas varían ó se modifican incesantemente, dando de ello el
+primer ejemplo las mismas escuelas, queda reducido á objeto de pura
+curiosidad lo que poco antes se propalara como la causa infalible del
+progreso del linaje humano.
+
+Con estas últimas reflexiones prevengo la objeción que se me podría
+hacer, fundándose en la mucha fuerza adquirida por las ideas por medio
+de la prensa. Ésta propaga, es verdad, y por lo mismo multiplica
+extraordinariamente la fuerza de las ideas; pero, tan lejos está
+de conservar, que antes bien es el mejor disolvente de todas las
+opiniones. Obsérvese la inmensa órbita recorrida por el espíritu del
+hombre desde la época de ese importante descubrimiento, y se echará
+de ver que el consumo (permítaseme la expresión), que el consumo de
+las opiniones ha crecido en una proporción asombrosa. Sobre todo desde
+que la prensa se ha hecho periódica, la historia del espíritu humano
+parece la representación de un drama rapidísimo, donde unas escenas
+suceden á otras, sin dejar apenas tiempo al espectador para oir de boca
+de los actores una palabra fugitiva. No estamos todavía á la mitad del
+presente, y, sin embargo, no parece sino que han transcurrido muchos
+siglos. ¡Tantas son las escuelas que han nacido y muerto, tantas las
+reputaciones que se han encumbrado muy alto, hundiéndose luego en el
+olvido!
+
+Esta rápida sucesión de ideas, lejos de contribuir al aumento de la
+fuerza de las mismas, acarrea necesariamente su flaqueza y esterilidad.
+El orden natural en la vida de las ideas es: primero aparecer, en
+seguida difundirse, luego realizarse en alguna institución que las
+represente, y, por fin, ejercer su influencia sobre los hechos, obrando
+por medio de la institución en que se han personificado. En todas
+estas transformaciones que por necesidad reclaman algún tiempo, es
+necesario que las ideas conserven su crédito, si es que han de producir
+algún resultado provechoso. Este tiempo falta, cuando se suceden
+unas á otras con demasiada rapidez, pues que las nuevas trabajan en
+desacreditar las que las han precedido, y de esta suerte las utilizan.
+Por cuya causa quizás nunca, como ahora, ha sido más legítima una
+profunda desconfianza en la fuerza de las ideas, ó sea en la filosofía,
+para producir nada de consistente en el orden moral; y bajo este
+aspecto es muy controvertible el bien que ha hecho la imprenta á las
+sociedades modernas. Se concibe más, pero se madura menos: lo que
+gana el entendimiento en extensión, lo pierde en profundidad, y la
+brillantez teórica contrasta lastimosamente con la impotencia práctica.
+¿Qué importa que nuestros antecesores no fuesen tan diestros como
+nosotros para improvisar una discusión sobre las más altas cuestiones
+sociales y políticas, si alcanzaron á fundar y organizar instituciones
+admirables? Los arquitectos que levantaron los sorprendentes monumentos
+de los siglos que apellidamos bárbaros, por cierto que no serían ni
+tan eruditos ni tan cultos como los de nuestra época; y, sin embargo,
+¿quién tendría aliento para comenzar siquiera lo que ellos consumaron?
+He aquí la imagen más cabal de lo que está sucediendo en el orden
+social ó político. Es necesario no olvidarlo: los grandes pensamientos
+nacen más bien de la intuición que del discurso; el acierto en la
+práctica depende más de la calidad inestimable, llamada tino, que de
+una reflexión ilustrada; y la experiencia enseña á menudo que quien
+_conoce mucho, ve poco_. El genio de Platón no hubiera sido el mejor
+consejero del genio de Solón y de Licurgo; y toda la ciencia de Cicerón
+no hubiera alcanzado á lo que alcanzaron el tacto y el buen sentido de
+los hombres rudos, como Rómulo y Numa.[5]
+
+
+
+
+CAPITULO XXXI
+
+
+_Cierta suavidad general de costumbres, que en tiempo de guerra evita
+grandes catástrofes y en medio de la paz hace la vida más dulce y
+apacible_, es otra de las calidades preciosas que llevo señaladas como
+características de la civilización europea. Éste es un hecho que no
+necesita de prueba; se le ve, se le siente por todas partes, al dar en
+torno de nosotros una mirada: resalta vivamente abriendo las páginas
+de la historia, y comparando nuestros tiempos con otros tiempos, sean
+los que fueren. ¿En qué consiste esta suavidad de costumbres? ¿cuál
+es su origen? ¿quién la ha favorecido? ¿quién la ha contrariado? He
+aquí unas cuestiones á cual más interesantes, y que se enlazan de un
+modo particular con el objeto que nos ocupa: porque en pos de ellas
+se ofrecen desde luego al ánimo estas preguntas: ¿el Catolicismo ha
+influído en algo en crear esta suavidad de costumbres? ¿le ha puesto
+algún obstáculo ó le ha causado algún retardo? ¿al Protestantismo le ha
+cabido alguna parte en esta obra, en bien ó en mal?
+
+Conviene ante todo fijar en qué consiste la suavidad de costumbres;
+porque, aun cuando ésta sea una de aquellas ideas que todo el mundo
+conoce, ó más bien siente; no obstante, cuando se trata de esclarecerla
+y analizarla, es necesario dar de ella una definición cabal y exacta,
+en cuanto sea posible. La suavidad de costumbres consiste en la
+_ausencia de la fuerza_, de modo que serán _más ó menos_ suaves en
+cuanto se emplee _menos ó más_ la fuerza. Así, costumbres suaves
+no es lo mismo que costumbres benéficas: éstas incluyen el bien,
+aquéllas excluyen la fuerza; costumbres suaves tampoco es lo mismo
+que costumbres conformes á la razón y á la justicia: no pocas veces
+la inmoralidad es también suave, porque anda hermanada, no con la
+fuerza, sino con la seducción y la astucia. Así es que la suavidad de
+costumbres consiste en dirigir el espíritu del hombre, no por medio de
+la violencia hecha al cuerpo, sino por medio de razones enderezadas á
+su entendimiento, ó de cebos ofrecidos á sus pasiones; y por esto la
+suavidad de costumbres no es siempre el reinado de la razón, pero es
+siempre el reinado de los espíritus, por más que éstos sean no pocas
+veces esclavos de las pasiones con las cadenas de oro que ellos mismos
+se labran.
+
+Supuesto que la suavidad de costumbres proviene de que en el trato
+de los hombres sólo se emplean la _convicción_, la _persuasión_ ó la
+_seducción_, claro es que las sociedades más adelantadas, es decir,
+aquellas donde la inteligencia ha llegado á gran desarrollo, deben
+participar más ó menos de esta suavidad. En ellas la inteligencia
+domina porque es fuerte, así como la fuerza material desaparece porque
+el cuerpo se enerva. Además: en sociedades muy adelantadas, que por
+precisión acarrean mayor número de relaciones y mayor complicación en
+los intereses, son necesarios aquellos medios que obran de un modo
+universal y duradero, siendo, además, aplicables á todos los pormenores
+de la vida. Estos medios son sin disputa los intelectuales y morales:
+la inteligencia obra sin destruir, la fuerza se estrella contra el
+obstáculo: ó le remueve ó se hace pedazos ella misma; y he aquí un
+eterno manantial de perturbación que no puede existir en una sociedad
+de relaciones numerosas y complicadas, so pena de convertirse ésta en
+un caos, y perecer.
+
+En la infancia de las sociedades encontramos siempre un lastimoso abuso
+de la fuerza. Nada más natural: las pasiones se alían con ella porque
+se le asemejan: son enérgicas como la violencia, rudas como el choque.
+Cuando las sociedades han llegado á mucho desarrollo, las pasiones se
+divorcian de la fuerza y se enlazan con la inteligencia; dejan de ser
+violentas y se hacen astutas. En el primer caso, si son los pueblos
+los que luchan, se hacen la guerra, se combaten y se destruyen; en
+el segundo, pelean con las armas de la industria, del comercio, del
+contrabando: si son los gobiernos, se atacan, en el primer caso con
+ejércitos, con invasiones; en el segundo con notas: en una época los
+guerreros lo son todo; en la otra no son nada: su papel no puede ser de
+mucha importancia, cuando en vez de pelear se negocia.
+
+Echando una ojeada sobre la civilización antigua, se nota desde luego
+una diferencia singular entre nuestra suavidad de costumbres y la
+suya; ni griegos ni romanos alcanzaron jamás esta preciosa calidad en
+el grado que distingue la civilización europea. Aquellos pueblos más
+bien se enervaron, que no se suavizaron; sus costumbres pueden llamarse
+muelles, pero no suaves: porque hacían uso de la fuerza siempre que
+este uso no demandaba energía en el ánimo ni vigor en el cuerpo.
+
+Es sobremanera digna de notarse esa particularidad de la civilización
+antigua, sobre todo de la romana; y este fenómeno, que á primera vista
+parece muy extraño, no deja de tener causas profundas. Á más de la
+principal, que es la falta de un elemento suavizador, cual es el que
+han tenido los pueblos modernos, _la caridad cristiana_, descendiendo á
+algunos pormenores encontraremos las razones de que no pudiese llegar á
+establecerse entre los antiguos la verdadera suavidad de costumbres.
+
+La esclavitud, que era uno de los elementos constitutivos de su
+organización doméstica y social, era un eterno obstáculo para
+introducirse en aquellos pueblos esa preciosa calidad. El hombre
+puede arrojar á otro hombre á las murenas, castigando así con la
+muerte el haber quebrado un vaso; el que puede por un mero capricho
+quitar la vida á uno de sus semejantes en medio de la algazara de un
+festín; quien puede acostarse en un blando lecho con los halagos de la
+voluptuosidad y el esplendor de la más suntuosa magnificencia, sabiendo
+que centenares de hombres están encerrados y amontonados en obscuros
+subterráneos por su interés y por sus placeres; quien puede escuchar
+el gemido de tantos desgraciados que demandan un bocado de pan para
+atravesar una noche cruel que enlazará las fatigas y los sudores del
+día siguiente con los sudores y fatigas del día que pasó, ese tal podrá
+tener costumbres muelles, pero no suaves; su corazón podrá ser cobarde,
+pero no dejará de ser cruel. Y tal era cabalmente la situación del
+hombre libre en la sociedad antigua: esta organización era considerada
+como indispensable; otro orden de cosas no se concebía siquiera como
+posible.
+
+¿Quién removió este obstáculo? ¿No fué la Iglesia católica aboliendo la
+esclavitud, después de haber suavizado el trato cruel que se daba á los
+esclavos? Véanse los capítulos XV, XVI, XVII, XVIII y XIX de esta obra
+con las notas que á ellos se refieren, donde se halla demostrada esta
+verdad con razones y documentos incontestables.
+
+El derecho de vida y muerte, concedido por las leyes á la potestad
+patria, introducía también en la familia un elemento de dureza, que
+debía de producir resultados muy dañosos. Afortunadamente, el corazón
+del padre estaba en lucha continua con la facultad otorgada por la
+ley; pero, si esto no pudo impedir algunos hechos, cuya lectura nos
+estremece, ¿no hemos de pensar también que en el curso ordinario de
+la vida pasarían de continuo escenas crueles que recordarían á los
+miembros de la familia ese derecho atroz de que estaba investido
+su jefe? Quien sabe que puede matar impunemente, ¿no se dejará
+llevar repetidas veces al ejercicio de un despotismo cruel, y á la
+aplicación de castigos inhumanos? Esa tiránica extensión de la potestad
+patria á derechos que no concedió la naturaleza, fué desapareciendo
+sucesivamente por la fuerza de las costumbres y de las leyes,
+secundadas también en buena parte por la influencia del Cristianismo.
+(V. cap. XIV.) Á esta causa puede agregarse otra, que tiene con ella
+mucha analogía: el despotismo que el varón ejercía sobre la mujer, y
+la escasa consideración que ésta disfrutaba.
+
+Los juegos públicos eran también entre los romanos otro elemento de
+dureza y crueldad. ¿Qué puede esperarse de un pueblo cuya principal
+diversión es asistir fríamente á un espectáculo de homicidios, que se
+complace en mirar cómo perecen en la arena á centenares los hombres, ó
+luchando entre sí, ó en las garras de las bestias?
+
+Siendo español, no puedo menos de intercalar un párrafo para decir dos
+palabras en contestación á una dificultad, que no dejará de ocurrírsele
+al lector cuando vea lo que acabo de escribir sobre los combates
+de hombres con fieras. ¿Y los toros en España? se me preguntará
+naturalmente; ¿no es un país cristiano católico donde se ha conservado
+la costumbre de lidiar los hombres con las fieras? Apremiadora
+parece la objeción, pero no lo es tanto, que no deje una salida
+satisfactoria. Y ante todo, y para prevenir toda mala inteligencia,
+declaro que esa diversión popular es, á mi juicio, bárbara, digna,
+si posible fuese, de ser extirpada completamente. Pero, toda vez
+que acabo de consignar esta declaración tan explícita y terminante,
+permítaseme hacer algunas observaciones para dejar en buen puesto
+el nombre de mi patria. En primer lugar, debe notarse que hay en el
+corazón del hombre cierto gusto secreto por los azares y peligros. Si
+una aventura ha de ser interesante, el héroe ha de verse rodeado de
+riesgos graves y multiplicados; si una historia ha de excitar vivamente
+nuestra curiosidad, no puede ser una cadena no interrumpida de
+sucesos regulares y felices. Pedimos encontrarnos á menudo con hechos
+extraordinarios y sorprendentes; y, por más que nos cueste decirlo,
+nuestro corazón, al mismo tiempo que abriga la compasión más tierna por
+el infortunio, parece que se fastidia si tarda largo tiempo en hallar
+escenas de dolor, cuadros salpicados de sangre. De aquí el gusto por la
+tragedia, de aquí la afición á aquellos espectáculos donde los actores
+corran, ó en la apariencia ó en la realidad, algún grave peligro.
+
+No explicaré yo el origen de este fenómeno; bástame consignarlo aquí,
+para hacer notar á los extranjeros que nos acusan de bárbaros, que la
+afición del pueblo español á la diversión de los toros no es más que la
+aplicación á un caso particular de un gusto cuyo germen se encuentra
+en el corazón del hombre. Los que tanta humanidad afectan cuando se
+trata de la costumbre del pueblo español, deberían decirnos también:
+¿de dónde nace que se vea acudir un concurso inmenso á todo espectáculo
+que por una ú otra causa sea peligroso á los actores; de dónde nace
+que todos asistirían con gusto á una batalla por más sangrienta que
+fuese, si era dable asistir sin peligro; de dónde nace que en todas
+partes acude un numeroso gentío á presenciar la agonía y las últimas
+convulsiones del criminal en el patíbulo; de dónde nace, finalmente,
+que los extranjeros cuando se hallan en Madrid se hacen cómplices
+también de la barbarie española asistiendo á la plaza de toros?
+
+Digo todo esto, no para excusar en lo más mínimo una costumbre que me
+parece indigna de un pueblo civilizado, sino para hacer sentir que en
+esto, como casi en todo lo que tiene relación con el pueblo español,
+hay exageraciones que es necesario reducir á límites razonables. Á más
+de esto, hay que añadir una reflexión importante, que es una excusa muy
+poderosa de esa reprensible diversión.
+
+No se debe fijar la atención en la diversión misma, sino en los males
+que acarrea. Ahora bien: ¿cuántos son los hombres que mueren en España
+lidiando con los toros? Un número escasísimo, insignificante, en
+proporción á las innumerables veces que se repiten las funciones; de
+manera que, si se formara un estado comparativo entre las desgracias
+ocurridas en esta diversión y las que acaecen en otras clases de
+juegos, como las corridas de caballos y otras semejantes, quizás el
+resultado manifestaría que la costumbre de los toros, bárbara como
+es en sí misma, no lo es tanto, sin embargo, que merezca atraer
+esa abundancia de afectados anatemas con que han tenido á bien
+favorecernos los extranjeros.
+
+Y, volviendo al objeto principal, ¿cómo puede compararse una diversión
+donde pasan quizás muchos años sin perecer un solo hombre, con aquellos
+juegos horribles donde la muerte era una condición necesaria al placer
+de los espectadores? Después del triunfo de Trajano sobre los dacios,
+duraron los juegos ciento veintitrés días, pereciendo en ellos el
+espantoso número de diez mil gladiadores. Tales eran los juegos que
+formaban la diversión, no sólo del populacho romano, sino también de
+las clases elevadas; en esa repugnante carnicería se gozaba aquel
+pueblo corrompido, que hermanaba con la voluptuosidad más refinada, la
+crueldad más atroz. Y he aquí la prueba convincente de lo dicho más
+arriba, á saber: que las costumbres pueden ser muelles sin ser suaves;
+antes se aviene muy bien la brutalidad de una molicie desenfrenada con
+el instinto feroz del derramamiento de sangre.
+
+En los pueblos modernos, por corrompidas que sean las costumbres, no
+es posible que se toleren jamás espectáculos semejantes. El principio
+de la caridad ha extendido demasiado sus dominios, para que puedan
+repetirse tamaños excesos. Verdad es que no recaba de los hombres que
+se hagan recíprocamente todo el bien que deberían; pero al menos impide
+que se hagan tan fríamente el mal, que puedan asistir tranquilos á la
+muerte de sus semejantes, cuando no les impele á ello otro motivo que
+el placer causado por una sensación pasajera. Ya desde la aparición
+del Cristianismo comenzaron á echarse las semillas de esta aversión á
+presenciar el homicidio. Sabida es la repugnancia de los cristianos
+á los espectáculos de los gentiles, repugnancia que prescribían y
+avivaban las santas amonestaciones de los primeros pastores de la
+Iglesia. Era cosa reconocida que la caridad cristiana era incompatible
+con la asistencia á unos juegos donde se presenciaba el homicidio bajo
+las formas más crueles y refinadas. «Nosotros, decía bellamente uno de
+los apologistas de los primeros siglos, hacemos poca diferencia entre
+matar á un hombre ó ver que se le mata.»[6]
+
+
+
+
+CAPITULO XXXII
+
+
+La sociedad moderna debía, al parecer, distinguirse por la dureza
+y crueldad de sus costumbres, pues que, siendo un resultado de la
+sociedad de los romanos, y de la de los bárbaros, debió heredar de
+ambas esa dureza y crueldad. En efecto, ¿quién ignora la ferocidad de
+costumbres de los bárbaros del Norte? Los historiadores de aquella
+época nos han dejado narraciones horrorosas cuya lectura nos hace
+estremecer. Llegóse á pensar que estaba cercano el fin del mundo, y á
+la verdad que los que hacían semejante presagio eran bien excusables
+de creer que estaba muy próxima la mayor de las catástrofes, cuando
+eran tantas las que abrumaban á la triste humanidad. La imaginación no
+alcanza á figurarse lo que hubiera sido del mundo en aquella crisis, si
+el Cristianismo no hubiese existido; y, aun suponiendo que se hubiese
+llegado á organizar de nuevo la sociedad bajo una ú otra forma, no
+hay duda en que las relaciones, así privadas como públicas, habrían
+quedado en un estado deplorable, tomando, además, la legislación un
+sesgo injusto é inhumano. Por esta razón fué un beneficio inestimable
+la influencia de la Iglesia en la legislación civil; y la misma
+prepotencia temporal del clero fué una de las primeras salvaguardias de
+los más altos intereses de la sociedad.
+
+Mucho se ha dicho contra este poder temporal del clero, y contra este
+influjo de la Iglesia en los negocios temporales; pero ante todo
+era menester hacerse cargo de que ese poder y ese influjo fueron
+traídos por la misma naturaleza de las cosas; es decir, que fueron
+_naturales_, y, por consiguiente, el hablar contra ellos es un estéril
+desahogo contra la fuerza de acontecimientos cuya realización no era
+dado al hombre impedir. Eran, además, _legítimos_: porque, cuando la
+sociedad se hunde, es muy legítimo que la salve quien pueda, y en la
+época á que nos referimos, sólo podía salvarla la Iglesia. Ésta, como
+que no es un ser abstracto, sino una sociedad real y sensible, debía
+obrar sobre la civil por medios también reales y sensibles. Supuesto
+que se trataba los intereses materiales de la sociedad, los ministros
+de la Iglesia debían tomar parte, de una ú otra suerte, en la dirección
+de estos negocios. Estas reflexiones son tan obvias y sencillas, que
+para convencerse de su verdad y exactitud basta el simple buen sentido.
+En la actualidad están generalmente acordes sobre este punto cuantos
+entienden algo en historia; y, si no supiésemos cuánto trabajo suele
+costar al entendimiento del hombre el entrar en el verdadero camino, y,
+sobre todo, cuánta mala fe se ha mezclado en esa clase de cuestiones,
+difícil fuera explicar cómo se ha tardado tanto en ponerse todo el
+mundo de acuerdo sobre una cosa que salta á los ojos, con la simple
+lectura de la historia. Pero volvamos al intento.
+
+Esa informe mezcla de la crueldad de un pueblo culto, pero corrompido,
+con la ferocidad atroz de un pueblo bárbaro, orgulloso, además, de sus
+triunfos, y abrevado de sangre vertida en tantas guerras continuadas
+por tan largo tiempo, dejó en la sociedad europea un germen de dureza y
+crueldad, que se hizo sentir por largos siglos y cuyo rastro ha llegado
+hasta épocas recientes. El precepto de la caridad cristiana estaba
+en las cabezas, pero la crueldad de los romanos, combinada con la
+ferocidad de los bárbaros, dominaba todavía el corazón; las ideas eran
+puras, benéficas, como emanadas de una religión de amor; pero hallaban
+una resistencia terrible en los hábitos, en las costumbres, en las
+instituciones, en las leyes; porque todo llevaba el sello más ó menos
+desfigurado de los dos principios que se acaban de señalar.
+
+Reparando en la lucha continua, tenaz, que se traba entre la Iglesia
+católica y los elementos que le resisten, se conoce con toda evidencia
+que las ideas cristianas no hubieran alcanzado á dominar la legislación
+y las costumbres, si el Cristianismo no hubiese sido más que una idea
+religiosa abandonada al capricho del individuo, tal como la conciben
+los protestantes; si no se hubiese realizado en una institución
+robusta, en una sociedad fuertemente constituída, cual es la Iglesia
+católica. Para que se forme concepto de los esfuerzos hechos por la
+Iglesia, indicaré algunas de las disposiciones tomadas con el objeto de
+suavizar las costumbres.
+
+Las enemistades particulares tenían á la sazón un carácter violento; el
+derecho se decidía por el hecho, y el mundo estaba amenazado de no ser
+otra cosa que el patrimonio del más fuerte. El poder público, que, ó no
+existía, ó andaba como confundido en el torbellino de las violencias y
+desastres que su mano endeble no alcanzaba á evitar ni á reprimir, era
+impotente para dar á las costumbres una dirección pacífica, haciendo
+que los hombres se sujetasen á la razón y á la justicia. Así vemos que
+la Iglesia, á más de la enseñanza y de las amonestaciones generales,
+inseparables de su augusto ministerio, adoptaba en aquella época
+ciertas medidas para oponerse al torrente devastador de la violencia,
+que todo lo asolaba y destruía.
+
+El concilio de Arles, celebrado á mediados del siglo V, por los años de
+443 á 452, dispone en su canon 50 que no se debe permitir la asistencia
+á la iglesia á los que tienen enemistades públicas, hasta que se hayan
+reconciliado con sus enemigos.
+
+El concilio de Angers, celebrado en el año 453, prohibe en su canon 3.º
+las violencias y mutilaciones.
+
+El concilio de Agde, en Languedoc, celebrado en el año 506, ordena en
+su canon 31 que los enemigos que no quieran reconciliarse, sean desde
+luego amonestados por los sacerdotes, y, si no siguieren los consejos
+de éstos, sean excomulgados.
+
+En aquella época tenían los galos la costumbre de andar siempre
+armados, y con sus armas entraban en la iglesia. Alcánzase fácilmente
+que una costumbre semejante debía de traer graves inconvenientes,
+haciendo no pocas veces de la casa de oración arena de venganzas y de
+sangre. Á mediados del siglo VII vemos que el concilio de Châlons,
+en su canon 17, señala la pena de excomunión contra todos los legos
+que promuevan tumultos ó saquen la espada para herir á alguno en las
+iglesias ó en sus recintos. Esto nos indica la prudencia y la previsión
+con que había sido dictado el canon 29 del tercer concilio de Orleans,
+celebrado en el año 538, donde se manda que nadie asista con armas á
+misa ni á vísperas.
+
+Es curioso observar la uniformidad de plan y la identidad de miras con
+que marchaba la Iglesia. En países muy distantes, y en época en que no
+podía ser frecuente la comunicación, hallamos disposiciones análogas
+á las que se acaban de apuntar. El concilio de Lérida, celebrado en
+el año 546, ordena en el canon 7.º que el que haga juramento de no
+reconciliarse con su enemigo, sea privado de la comunión del cuerpo y
+sangre de Jesucristo hasta haber hecho penitencia de su juramento, y
+haberse reconciliado.
+
+Pasaban los siglos, continuaban las violencias, y el precepto de
+caridad fraternal que nos obliga al amor de nuestros propios enemigos,
+encontraba abierta resistencia en el carácter duro y en las pasiones
+feroces de los descendientes de los bárbaros; pero la Iglesia no
+se cansaba de insistir en la predicación del precepto divino,
+inculcándolo á cada paso y procurando hacerlo eficaz por medio de penas
+espirituales. Habían transcurrido más de 400 años desde la celebración
+del concilio de Arles, en que hemos visto privados de asistir á la
+iglesia á los que tenían enemistades públicas, y encontramos que el
+concilio de Worsmes, celebrado en el año 868, prescribe en su canon 41
+que se excomulgue á los enemistados que no quieran reconciliarse.
+
+Basta tener noticia del desorden de aquellos siglos para figurarse si
+durante ese largo espacio se habían podido remediar las enemistades
+encarnizadas y violentas; parece que debiera de haberse cansado la
+Iglesia de inculcar un precepto que tan desatendido estaba, á causa
+de funestas circunstancias; sin embargo, ella habla hoy como había
+hablado ayer, como siglos antes, no desconfiando nunca de que sus
+palabras producirían algún bien en la actualidad y serían fecundas en
+el porvenir.
+
+Éste es su sistema; no parece sino que oye de continuo aquellas
+palabras _clama y no ceses, levanta tu voz como una trompeta_. Así
+alcanza el triunfo sobre todas las resistencias; así, cuando no puede
+ejercer predominio sobre la voluntad de un pueblo, hace resonar de
+continuo su voz en las sombras del santuario; allí reune _siete mil
+que no doblaron la rodilla ante Baal_, y al paso que los afirma en
+la fe y en las buenas obras, protesta en nombre de Dios contra los
+que _resisten al Espíritu Santo_. Tal vez durante la disipación y
+las orgías de una ciudad populosa, penetramos en un sagrado recinto
+donde reinan la gravedad y la meditación en medio del silencio y
+de las sombras. Un ministro del santuario, rodeado de un número
+escogido de fieles, hace resonar de vez en cuando algunas palabras
+austeras y solemnes: he aquí la personificación de la Iglesia en
+épocas desastrosas por el enflaquecimiento de la fe ó la corrupción de
+costumbres.
+
+Una de las reglas de conducta de la Iglesia católica ha sido el no
+doblegarse jamás ante el poderoso. Cuando ha proclamado una ley, la ha
+proclamado para todos, sin distinción de clases. En las épocas de la
+prepotencia de los pequeños tiranos que bajo distintos nombres vejaban
+los pueblos, esta conducta contribuyó sobremanera á hacer populares
+las leyes eclesiásticas; porque nada más propio para hacer llevadera
+al pueblo una carga, que ver sujeto á ella al noble y hasta al mismo
+rey. En el tiempo á que nos referimos, prohibíanse severamente las
+enemistades y las violencias entre los plebeyos; pero la misma ley se
+extendía también á los grandes y á los mismos reyes. No había mucho que
+el Cristianismo se hallaba establecido en Inglaterra, y encontramos
+sobre este particular un ejemplo curioso. Nada menos que tres príncipes
+excomulgados en un mismo año, y en una misma ciudad, y obligados á
+hacer penitencia de los delitos cometidos. En la ciudad de Landaff,
+en el país de Gales, en Inglaterra, en la metrópoli de Cantorbery, se
+celebraron en el año 560 tres concilios. En el primero fué excomulgado
+Monrico, rey de Clamargon, por haber dado muerte al rey Cineiba, á
+pesar de la paz que se habían jurado sobre las santas reliquias; en
+el segundo se excomulga al rey Morcante, que había quitado la vida
+á Friaco su tío, después de haberle jurado igualmente la paz; en el
+tercero se excomulgó al rey Guidnerto por haber dado muerte á su
+hermano, que le disputaba la corona.
+
+No deja de ser interesante ver á los jefes de los bárbaros, que
+convertidos en reyes se asesinaban tan fácil y atrozmente, obligados á
+reconocer la autoridad de un poder superior que los precisaba á hacer
+penitencia de haber manchado sus manos con la sangre de sus parientes,
+y haber quebrantado la santidad de sus pactos, y échase de ver los
+saludables efectos que de esto debían seguirse para suavizar las
+costumbres.
+
+«Fácil era, dirán los enemigos de la Iglesia, los que se empeñan en
+rebajar el mérito de todos sus actos, fácil era, dirán, predicar la
+suavidad de costumbres exigiendo la observancia de los preceptos
+divinos á jefes de tan escaso poder y que no tenían de rey más que el
+nombre. Fácil era habérselas con reyezuelos bárbaros que, fanatizados
+por una religión que no comprendían, inclinaban humildemente la cabeza
+ante el primer sacerdote que se presentaba á intimidarlos de parte de
+Dios. Pero ¿qué significa esto? ¿qué influencia pudo tener en el curso
+de los grandes acontecimientos? La historia de la civilización europea
+ofrece un teatro inmenso, donde los hechos deben estudiarse en mayor
+escala, donde las escenas han de ser grandiosas, si es que han de
+ejercer influencia sobre el ánimo de los pueblos.»
+
+Despreciemos lo que hay de fútil en un razonamiento semejante; pero, ya
+que se quieran escenas grandes, que hayan debido influir en desterrar
+el empleo brutal de la fuerza, sin suavizar las costumbres, abramos
+la historia de los primeros siglos de la Iglesia, y no tardaremos en
+encontrar una página sublime, eterno honor del Catolicismo.
+
+Reinaba sobre todo el mundo conocido un emperador cuyo nombre era
+acatado en los cuatro ángulos de la tierra, y cuya memoria es respetada
+por la posteridad. En una ciudad importante el pueblo amotinado
+degüella al comandante de la guarnición, y el emperador en su cólera
+manda que el pueblo sea exterminado. Al volver en sí el emperador
+revoca la orden fatal; pero ya era tarde: la orden estaba ejecutada,
+y millares de víctimas habían sucumbido en una carnicería horrorosa.
+Al esparcirse la noticia de tan atroz catástrofe, un santo obispo se
+retira de la corte del emperador y le escribe desde la campaña estas
+graves palabras: «Yo no me atrevo á ofrecer el sacrificio, si vos
+pretendéis asistir á él: si el derramamiento de la sangre de un solo
+inocente bastaría á vedármelo, ¡cuánto más siendo tantas las muertes
+inocentes!» El emperador, confiado en su poder, no se detiene por esta
+carta y se dirige á la iglesia. Llegado al pórtico, se le presenta
+un hombre venerable, que con ademán grave y severo le detiene y le
+prohibe entrar. «Has imitado, le dice, á David en el crimen; imítale
+en la penitencia.» El emperador cede, se humilla, se somete á las
+disposiciones del santo prelado; y la religión y la humanidad quedan
+triunfantes. La ciudad desgraciada se llama Tesalónica, el emperador
+era Teodosio el Grande, y el prelado era San Ambrosio, arzobispo de
+Milán.
+
+En este acto sublime se ven personificadas de un modo admirable, y
+encontrándose cara á cara, la justicia y la fuerza. La justicia triunfa
+de la fuerza, pero ¿por qué? Porque el que representa la justicia
+la representa en nombre del cielo, porque los vestidos sagrados, la
+actitud imponente del hombre que detiene al emperador, recuerdan á
+éste la misión divina del santo obispo y el ministerio que ejerce en
+la sagrada jerarquía de la Iglesia. Poned en lugar del obispo á un
+filósofo y decidle que vaya á detener al emperador, amonestándole que
+haga penitencia de su crimen, y veréis si la sabiduría humana alcanza
+á tanto como el sacerdocio hablando en nombre de Dios; poned, si os
+place, á un obispo de una Iglesia que haya reconocido la supremacía
+espiritual en el poder civil, y veréis si en su boca tienen fuerza las
+palabras para alcanzar tan señalado triunfo.
+
+El espíritu de la Iglesia era el mismo en todas épocas, sus tendencias
+eran siempre hacia el mismo objeto; su lenguaje igualmente severo,
+igualmente fuerte, ora hablase á un plebeyo romano, ora á un bárbaro,
+sea que dirigiese sus amonestaciones á un patricio del imperio ó á
+un noble germano: no le amedrentaba ni la púrpura de los Césares, ni
+la mirada fulminante de los reyes _de la larga cabellera_. El poder
+de que se halló investida en la Edad media no dimanó únicamente de
+ser ella la sola que había conservado alguna luz de las ciencias y el
+conocimiento de principios de gobierno, sino también de esa firmeza
+inalterable que ninguna resistencia, ningún ataque, eran bastantes á
+desconcertar. ¿Qué hubiera hecho á la sazón el Protestantismo para
+dominar circunstancias tan difíciles y azarosas? Falto de autoridad,
+sin un centro de acción, sin seguridad en su propia fe, sin confianza
+en sus medios, ¿qué recursos hubiera empleado para contener el ímpetu
+de la fuerza que señoreada del mundo acababa de hacer pedazos los
+restos de la civilización antigua, y oponía un obstáculo poco menos que
+insuperable á toda tentativa de organización social? El Catolicismo,
+con su fe ardiente, su autoridad robusta, su unidad indivisible, su
+trabazón jerárquica, pudo acometer la alta empresa de suavizar las
+costumbres con aquella confianza que inspira el sentimiento de las
+propias fuerzas, con aquel brío que alienta el corazón cuando se abriga
+en él la seguridad del triunfo.
+
+No se crea, sin embargo, que la manera con que suavizó las costumbres
+la Iglesia católica fuese siempre un rudo choque contra la fuerza;
+vémosla emplear medios indirectos, contentarse con prescribir lo que
+era asequible, exigir lo menos para allanar el camino al logro de lo
+más.
+
+En una capitular de Carlomagno formada en Aix-la-Chapelle en el año
+813, que consta de 26 artículos, que no son otra cosa que una especie
+de confirmación y resumen de cinco concilios celebrados poco antes
+en las Galias, encontramos dos artículos añadidos, de los cuales el
+segundo prescribe que se proceda contra los que, con pretexto del
+derecho llamado _Fayda_, excitan ruidos y tumultos en los domingos y
+fiestas, y también en los días de trabajo. Ya hemos visto más arriba
+emplear las sagradas reliquias para hacer más respetable el juramento
+de paz y amistad que se prestaban los reyes: acto augusto en que se
+hacía intervenir el cielo para evitar la fusión de sangre y traer la
+paz á la tierra; ahora vemos que el respeto á los domingos y demás
+fiestas se utiliza también para preparar la abolición de la bárbara
+costumbre de que los parientes de un hombre muerto pudiesen vengar la
+muerte, dándola al matador.
+
+El lamentable estado de la sociedad europea en aquella época se retrata
+vivamente en los mismos medios que el poder eclesiástico se veía
+obligado á emplear para disminuir algún tanto los desastres ocasionados
+por las violencias de las costumbres. El no acometer á nadie para
+maltratarle, el no recurrir á la fuerza para obtener una reparación, ó
+desahogar la venganza, nos parece á nosotros tan justo, tan conforme
+á razón, tan natural, que apenas concebimos posible que puedan las
+cosas andar de otra manera. Si en la actualidad se promulgase una ley
+que prohibiese el atacar á su enemigo en este ó en aquel día, en esta
+ó en aquella hora, nos parecería el colmo de la ridiculez y de la
+extravagancia. No lo parecía, sin embargo, en aquellos tiempos; y una
+prohibición semejante se hacía á cada paso, no en obscuras aldeas, sino
+en las grandes ciudades, en asambleas numerosísimas, donde se contaban
+á centenares los obispos, donde acudían los condes, los duques, los
+príncipes y reyes. Esa ley que á nosotros nos parecería tan extraña,
+y por la que se ve que la autoridad se tenía por dichosa si podía
+alcanzar que los principios de justicia fuesen respetados al menos
+algunos días, particularmente en las mayores solemnidades, esa ley fué
+por largo tiempo uno de los puntos capitales del derecho público y
+privado de Europa.
+
+Ya se habrá conocido que estoy hablando de la _Tregua de Dios_. Muy
+necesaria debía ser á la sazón una ley semejante, cuando la vemos
+repetida tantas veces en países muy distantes unos de otros. Entre lo
+mucho que se podría recordar sobre esta materia, me contentaré con
+apuntar algunas decisiones conciliares de aquella época.
+
+El concilio de Tubuza, en la diócesis de Elna, en el Rosellón,
+celebrado por Guifredo, arzobispo de Narbona, en el año 1041, establece
+la _Tregua de Dios_, mandando que, desde la tarde del miércoles hasta
+la mañana del lunes, nadie tomase cosa alguna por fuerza, ni se vengase
+de ninguna injuria, ni exigiese prendas de fiador. Quien contraviniese
+á este decreto, debía pagar la composición de las leyes, como merecedor
+de muerte, ó ser excomulgado y desterrado del país.
+
+Considerábase tan beneficiosa la práctica de esta disposición, que, en
+el mismo año, se tuvieron en Francia otros muchos concilios sobre el
+mismo asunto. Teníase también el cuidado de recordar con frecuencia
+esta obligación, como lo vemos en el concilio de Saint-Gilles, en
+Languedoc, celebrado en el año 1042, y en el de Narbona, celebrado en
+1045.
+
+Á pesar de insistirse tanto sobre lo mismo, no se alcanzaba todo
+el fruto deseado, como lo indica la fluctuación que sufrían las
+disposiciones de la ley. Así vemos que, en el año 1047, la _Tregua de
+Dios_ se limitaba á un tiempo menor del que tenía en 1041, pues que el
+concilio de Telugis, de la diócesis de Elna, celebrado en 1047, dispone
+que en todo el condado del Rosellón nadie acometa á su enemigo desde la
+hora nona del sábado hasta la hora de prima del lunes; por manera que
+la ley era entonces mucho más lata que en 1041, donde hemos visto que
+la _Tregua de Dios_ comprendía desde la tarde del miércoles hasta la
+mañana del lunes.
+
+En el mismo concilio que acabo de citar, se encuentra una disposición
+notable, pues que se manda que nadie pueda acometer á un hombre que va
+á la iglesia, ó vuelve de ella, ó que _acompaña mujeres_.
+
+En el año 1054, la _Tregua de Dios_ iba ganando terreno, pues, no sólo
+vuelve á comprender desde el miércoles por la tarde hasta el lunes por
+la mañana después de la salida del sol, sino que se extiende á largas
+temporadas. Así vemos que el concilio de Narbona, celebrado por el
+arzobispo Guifredo en dicho año, á más de señalar comprendido en la
+_Tregua de Dios_ desde el miércoles por la tarde hasta el lunes por la
+mañana, la declara obligatoria para el tiempo y días siguientes: desde
+el primer domingo de Adviento hasta la octava de la Epifanía, desde el
+domingo de la Quincuagésima hasta la octava de Pascua, desde el domingo
+que precede la Ascensión hasta la octava de Pentecostés, en los días
+de las fiestas de Nuestra Señora, de San Pedro, de San Lorenzo, de San
+Miguel, de Todos los Santos, de San Martín, de Santos Justo y Pastor,
+titulares de la Iglesia de Narbona, y todos los días de ayuno; y esto,
+so pena de anatema y de destierro perpetuo.
+
+En el mismo concilio se encuentran otras disposiciones tan bellas, que
+no es posible dejar de recordarlas, dado que se trata de manifestar
+y hacer sentir la influencia de la Iglesia católica en suavizar las
+costumbres. En el canon 9.º se prohibe cortar los olivos, señalándose
+una razón, que, si á los ojos de los juristas no parecerá bastante
+general y adecuada, es á los de la filosofía de la historia un hermoso
+símbolo de las ideas religiosas, ejerciendo sobre la sociedad su
+benéfica influencia. La razón que señala el concilio, es que los
+_olivos suministran la materia del santo Crisma y del alumbrado de las
+iglesias_. Una razón semejante producía, sin duda, más efecto que todas
+las que pudieran sacarse de Ulpiano y Justiniano.
+
+En el canon 10 se manda que, en todo tiempo y lugar, gocen de la
+seguridad de la _Tregua_ los pastores y sus ovejas, disponiéndose lo
+mismo en el canon 11 con respecto á las casas situadas á treinta pasos
+al rededor de las iglesias. En el canon 18 se prohibe á los que tienen
+pleito usar de procedimientos de hecho ó cometer alguna violencia,
+antes que la causa haya sido juzgada en presencia del obispo y del
+señor del lugar. En los demás cánones se prohibe robar á los mercaderes
+y peregrinos, y hacer daño á nadie, bajo la pena de ser separados de
+la Iglesia los perpetradores de este delito, si lo hubiesen cometido
+durante la _Tregua_.
+
+Á medida que iba adelantando el siglo XI, notamos que se inculca más y
+más la saludable práctica de la _Tregua de Dios_, interviniendo en este
+negocio la autoridad de los Papas.
+
+En el concilio de Gerona, celebrado por el cardenal Hugo el Blanco
+en 1068, se confirmó la _Tregua de Dios_ por autoridad de Alejandro
+II, so pena de excomunión; y en 1080, el concilio de Lilebona, en
+Normandía, supone establecida ya muy generalmente esta _Tregua_, pues
+que manda en su canon primero que los obispos y los señores cuiden de
+su observancia, aplicando á los prevaricadores censuras y otras penas.
+
+En el año 1093, el concilio de Troya, en la Pulla, celebrado por Urbano
+II, confirma también la _Tregua de Dios_; siendo notable el ensanche
+que debía ir tomando esa disposición eclesiástica, pues que á dicho
+concilio asistían setenta y cinco obispos. Mucho mayor era el número
+en el concilio de Clermont, en Auvernia, celebrado por el mismo Urbano
+II en el año 1095, pues que contaba nada menos que trece arzobispos,
+doscientos veinte obispos y muchos abades. En su canon 1.º confirma la
+_Tregua_ con respecto al jueves, viernes, sábado y domingo; pero quiere
+que se observe todos los días de la semana con respecto á los monjes,
+clérigos y mujeres.
+
+En los cánones 29 y 30 se dispone que, si alguno, perseguido por su
+enemigo, se refugia junto á una cruz, debe estar allí tan seguro
+como si hubiese buscado asilo en la iglesia. Esta enseña sublime de
+redención, después de haber dado salud al linaje humano, empapándose
+en la cima del Calvario con la sangre del Hijo de Dios, servía ya de
+amparo á los que, en el asalto de Roma, se refugiaban á ella, huyendo
+del furor de los bárbaros; y siglos después encontramos que, levantada
+en los caminos, salvaba todavía al desgraciado que se abrazaba con
+ella, huyendo de un enemigo sediento de venganza.
+
+El concilio de Ruán, celebrado en el año 1096, extiende todavía más
+el dominio de la _Tregua_, mandando observarla desde el domingo antes
+del miércoles de Ceniza hasta la segunda feria después de la octava de
+Pentecostés, desde la puesta del sol en el miércoles antes del Adviento
+hasta la octava de la Epifanía, y en cada semana, desde el miércoles
+puesto el sol hasta su salida del lunes siguiente; y, por fin, en todas
+las fiestas y vigilias de la Virgen y de los Apóstoles.
+
+En el canon 2.º se ordena que gocen de una paz perpetua todos los
+clérigos, monjas y religiosas, _mujeres_, _peregrinos_, _mercaderes_
+y sus criados, _los bueyes y caballos de arado_, _los carreteros_,
+_los labradores_ y todas las tierras que pertenecen á los santos,
+prohibiendo acometerlos, robarlos, ó ejercer en ellos alguna violencia.
+
+En aquella época se conoce que la ley se sentía más fuerte, y que
+podía exigir la obediencia en tono más severo; pues vemos que en el
+canon 3.º del mismo concilio se prescribe que todos los varones que
+hayan cumplido doce años, presten juramento de observar la _Tregua_;
+y en el canon 4.º se excomulga á los que se resistan á prestarle; así
+como algunos años después, á saber, en 1115, la _Tregua_ empieza á
+comprender, no ya algunas temporadas, sino años enteros: el concilio
+de Troya, en la Pulla, celebrado en dicho año por el papa Pascual,
+establece la _Tregua_ por tres años.
+
+Los papas continuaban con ahinco la obra comenzada, sancionando con
+el peso de su autoridad, y difundiendo con su influencia, entonces
+universal y poderosa en toda la Europa, la observancia de la _Tregua_.
+Ésta, aunque en la apariencia no fuese otra cosa que un acatamiento á
+la religión por parte de las pasiones violentas, que por respeto á ella
+suspendían sus hostilidades, era, en el fondo, el triunfo del derecho
+sobre el hecho, y uno de los más admirables artificios que se han visto
+empleados jamás para suavizar las costumbres de un pueblo bárbaro.
+Quien se veía precisado á no poder echar mano de la fuerza en cuatro
+días de la semana, y largas temporadas del año, claro es que debía de
+inclinarse á costumbres más suaves, no empleándola nunca. Lo que cuesta
+trabajo, no es convencer al hombre de que obra mal, sino hacerle perder
+el hábito de obrar mal; y sabido es que todo hábito se engendra por la
+repetición de los actos, y se pierde cuando se logra que éstos cesen
+por algún tiempo.
+
+Así, es sumamente satisfactorio el ver que los papas procuraban
+sostener y propagar esa _Tregua_ renovando el mandamiento de su
+observancia en concilios numerosos, y, por tanto, de una influencia
+más eficaz y universal. En el concilio de Reims, abierto por el mismo
+pontífice Calixto II en 1119, se expidió un decreto en confirmación
+de la misma _Tregua_. Asistieron á este concilio trece arzobispos,
+más de doscientos obispos y un gran número de abades y eclesiásticos
+distinguidos en dignidad. Inculcóse la misma observancia en el concilio
+de Letrán IX, general, celebrado en 1123, congregado por Calixto II.
+Eran más de trescientos los prelados entre arzobispos y obispos, y el
+número de los abades pasaba de seiscientos. En 1130 se insiste sobre lo
+mismo en el concilio de Clermont, en Auvernia, celebrado por Inocencio
+II, renovándose los reglamentos pertenecientes á la observancia de la
+_Tregua_; y en el concilio de Aviñón en 1209, celebrado por Hugo,
+obispo de Riez, y Milón, notario del papa Inocencio III, ambos legados
+de la Santa Sede, se confirman las leyes anteriormente establecidas
+para la observancia de la _paz_ y de la _Tregua_, condenándose á los
+revoltosos que la perturbaban. En el concilio de Montpeller, celebrado
+en 1215, juntado por Roberto de Corceón, y presidido por el cardenal de
+Benevento como legado que era en la provincia, se renueva y confirma
+todo cuanto en distintos tiempos se había arreglado para la seguridad
+pública, y más recientemente para la subsistencia de la paz entre señor
+y señor, y entre los pueblos.
+
+Á los que han mirado la intervención de la sociedad eclesiástica en
+los negocios civiles como una usurpación de las atribuciones del poder
+público, podríase preguntarles si puede ser usurpado lo que no existe,
+y si un poder incapacitado para ejercer sus atribuciones propias, se
+quejaría con razón de que las ejerciese otro que tuviese para ello la
+inteligencia y la fuerza necesarias. No se quejaba entonces el poder
+político de esas pretendidas usurpaciones, y así los gobiernos como los
+pueblos las miraban como muy justas y legítimas, porque, como se ha
+dicho más arriba, eran naturales, necesarias, traídas por la fuerza de
+los acontecimientos, dimanadas de la situación de las cosas. Por cierto
+que sería ahora curioso ver que los obispos se ocupasen en la seguridad
+de los caminos, que publicasen edictos contra los incendiarios, los
+ladrones, los que cortasen los olivos ó causasen otros estragos
+semejantes; pero en aquellos tiempos se consideraba este proceder como
+muy natural y muy necesario. Merced á estos cuidados de la Iglesia, á
+este solícito desvelo, que después se ha culpado con tanta ligereza,
+pudieron echarse los cimientos de este edificio social cuyos bienes
+disfrutamos, y llevarse á cabo una reorganización que hubiera sido
+imposible sin la influencia religiosa y sin la acción de la potestad
+eclesiástica.
+
+¿Queréis saber el concepto que debe formarse de un hecho, descubriendo
+si es hijo de la naturaleza misma de las cosas, ó efecto de
+combinaciones astutas? Reparad el modo con que se presenta, los
+lugares en que nace, los tiempos en que se verifica; y cuando le veáis
+reproducido en épocas muy distintas, en lugares muy lejanos, entre
+hombres que no han podido concertarse, estad seguros que lo que obra
+allí no es el plan del hombre, sino la fuerza misma de las cosas.
+Estas condiciones se verifican de un modo palpable en la acción de la
+potestad eclesiástica sobre los negocios públicos. Abrid los concilios
+de aquellas épocas y por doquiera os ocurrirán los mismos hechos; así,
+por ejemplo, el concilio de Palencia, en el reino de León, celebrado
+en 1129, ordena en su canon 12 que se destierre ó se recluya en un
+monasterio á los que acometan á los clérigos, monjes, mercaderes,
+peregrinos y mujeres. Pasad á Francia y encontraréis el concilio de
+Clermont, en Auvernia, celebrado en 1130, que en su canon 13 excomulga
+á los incendiarios. En 1157 os ocurrirá el concilio de Reims, mandando
+en su canon 3.º que durante la guerra no se toque la persona de los
+clérigos, monjes, mujeres, viajantes, labradores y viñeros. Pasad á
+Italia y encontraréis el concilio de Letrán IX, general, convocado
+en 1179, que prohibe, en su canon 22, maltratar é inquietar á los
+monjes, clérigos, peregrinos, mercaderes, aldeanos que van de viaje,
+ó están ocupados en la agricultura, y á los animales empleados en
+ella. En el canon 24 se excomulga á los que apresen ó despojen á los
+cristianos que naveguen para su comercio ú otras causas legítimas y á
+los que roben á los náufragos, si no restituyen lo robado. Pasando á
+Inglaterra, encontramos el concilio de Oxford, celebrado en 1222 por
+Esteban Langton, arzobispo de Cantorbery, prohibiendo en el canon 20
+que nadie pueda tener ladrones para su servicio. En Suecia el concilio
+de Arbogen, celebrado en 1396 por Enrique, arzobispo de Upsal, dispone
+en su canon 5.º que no se conceda sepultura eclesiástica á los piratas,
+raptores, incendiarios, ladrones de caminos reales, opresores de pobres
+y otros malhechores. Por manera que, en todas partes, y en todos
+tiempos, se encuentra el mismo hecho: la Iglesia luchando contra la
+injusticia, contra la violencia, y esforzándose por reemplazarlas con
+el reinado de la justicia y de la ley.
+
+Yo no sé con qué espíritu han leído algunos la historia eclesiástica,
+que no hayan sentido la belleza del cuadro que se ofrece en las
+repetidas disposiciones que no he hecho más que apuntar, todas
+dirigidas á proteger al débil contra el fuerte. Si al clérigo y al
+monje, como débiles que son por pertenecer á una profesión pacífica, se
+les protege de una manera particular en los cánones citados, notamos
+que se dispensa la misma protección á las mujeres, á los peregrinos,
+á los mercaderes, á los aldeanos que van de viaje y se ocupan en los
+trabajos del campo, á los animales de cultivo, en una palabra, á todo
+lo débil. Y cuenta que esta protección no es un mero arranque de
+generosidad pasajera: es un sistema seguido en lugares muy diferentes,
+continuado por espacio de siglos, desenvuelto y aplicado por los
+medios que la caridad sugiere, inagotable en recursos y artificios
+cuando se trata de hacer el bien y de evitar el mal. Y por cierto que
+aquí no puede decirse que la Iglesia obrase por miras interesadas,
+porque, ¿cuál era el provecho material que podía resultarle de impedir
+el despojo de un obscuro viajante, el atropellamiento de un pobre
+labrador, ó el insulto hecho á una desvalida mujer? El espíritu que la
+animaba entonces, á pesar de los abusos que consigo traía la calamidad
+de los tiempos; el espíritu que la animaba entonces, como ahora, era el
+Espíritu de Dios; ese Espíritu que le comunica sin cesar una decidida
+inclinación á lo bueno, á lo justo, y que la impele de continuo á
+buscar los medios más á propósito para realizarlo.
+
+Juzgue ahora el lector imparcial si esfuerzos tan continuados por
+parte de la Iglesia para desterrar de la sociedad el dominio de la
+fuerza debieron ó no contribuir á suavizar las costumbres. Esto aun
+limitándonos al tiempo de paz; pues, por lo que toca al de guerra, no
+es necesario siquiera detenerse en probarlo. El _vae victis_ de los
+antiguos ha desaparecido en la historia moderna, merced á la religión
+divina que ha inspirado á los hombres otras ideas y sentimientos;
+merced á la Iglesia católica, que con su celo por la redención de
+los cautivos ha suavizado las máximas feroces de los romanos, que
+conceptuaban necesario, para hacer á los hombres valientes, no dejarles
+esperanza de salir de la esclavitud, en caso de que á ella los
+condujesen los azares de la guerra. Si el lector quiere tomarse la pena
+de leer el capítulo XVII de esta obra con el § III de la nota primera,
+donde se hallan algunos de los muchos documentos que se podrían citar
+sobre este punto, formará cabal concepto de la gratitud que se merece
+la Iglesia católica por su caridad, su desprendimiento, su celo
+incansable en favor de los infelices que, privados de libertad, gemían
+en poder de los enemigos. Á esto debe añadirse también la consideración
+de que, abolida la esclavitud, había de suavizarse por necesidad el
+sistema de la guerra. Porque, si al enemigo no era lícito matarle, una
+vez rendido, ni tampoco retenerle en esclavitud, todo se reducía á
+retenerle el tiempo necesario para que no pudiese hacer daño, ó hasta
+que se recibiese por él la compensación correspondiente. He aquí el
+sistema moderno, que consiste en retener los prisioneros hasta que se
+haya terminado la guerra ó verificado un canje.
+
+Bien que, según lo dicho más arriba, la suavidad de costumbres
+consiste, propiamente hablando, en la _exclusión de la fuerza_, no
+obstante, como en este mundo todo se enlaza, no debe mirarse esta
+exclusión de un modo abstracto, considerando posible que exista por la
+sola fuerza del desarrollo de la inteligencia. Una de las condiciones
+necesarias para una verdadera suavidad de costumbres, es que, no sólo
+se eviten en cuanto sea posible los medios violentos, sino que, además,
+se empleen los _benéficos_. Si esto no se verifica, las costumbres
+serán más bien enervadas que suaves, y el uso de la fuerza no será
+desterrado de la sociedad, sino que andará en ella disfrazado con
+artificio. Por estas razones conviene echar una ojeada sobre el
+principio de donde ha sacado la civilización europea el espíritu de
+beneficencia que la distingue; pues que así se acabará de manifestar
+que al Catolicismo es debida principalmente nuestra suavidad de
+costumbres. Además, que, aun prescindiendo del enlace que con esto
+tiene la beneficencia, ella por sí sola entraña demasiada importancia,
+para que sea posible desentenderse de consagrarle algunas páginas,
+cuando se hace una reseña analítica de los elementos de nuestra
+civilización.[7]
+
+
+
+
+CAPITULO XXXIII
+
+
+Las costumbres no serán jamás suaves, si no existe la beneficencia
+pública. De suerte que la suavidad y esta beneficencia, si bien no
+se confunden, no obstante, se hermanan. La beneficencia pública,
+propiamente tal, era desconocida entre los antiguos. El individuo
+podía ser benéfico una que otra vez; la sociedad no tenía entrañas.
+Así es que la fundación de establecimientos públicos de beneficencia
+no entró jamás en su sistema de administración. ¿Qué hacían, pues, de
+los desgraciados? se nos dirá; y nosotros responderemos á esta pregunta
+con el autor del _Genio del Cristianismo_: «Tenían dos conductos para
+deshacerse de ellos: el infanticidio y la esclavitud.»
+
+Dominaba ya el Cristianismo en todas partes, y vemos todavía que los
+rastros de costumbres atroces daban mucho que entender á la autoridad
+eclesiástica. El concilio de Vaisón, celebrado en el año 442, al
+establecer un reglamento sobre pertenencia legítima de los expósitos,
+manda castigar con censura eclesiástica á los que perturbaban con
+reclamaciones importunas á las personas caritativas que habían recogido
+un niño; lo que hacía el concilio con la mira de no apartar de esta
+costumbre benéfica, porque, en el caso contrario, según añade, _estaban
+expuestos á ser comidos por los perros_. No dejaban, todavía, de
+encontrarse algunos, padres desnaturalizados que mataban á sus hijos;
+pues que un concilio de Lérida, celebrado en el año 546, impone siete
+años de penitencia á los que cometan semejante crimen; y el de Toledo,
+celebrado en 589, dispone en su canon 17 que se impida que los padres y
+madres quiten la vida á sus hijos.
+
+No estaba, sin embargo, la dificultad en corregir estos excesos,
+que por su misma oposición á las primeras ideas de moral, y por su
+repugnancia á los sentimientos más naturales, se prestaban á ser
+desarraigados y extirpados. La dificultad consistía en encontrar
+los medios para organizar un vasto sistema de beneficencia, donde
+estuviesen siempre á la mano los socorros, no sólo para los niños,
+sino también para los viejos inválidos, para los enfermos, para los
+pobres que no pudiesen vivir de su trabajo; en una palabra, para todas
+las necesidades. Como nosotros vemos esto planteado ya, y nos hemos
+familiarizado con su existencia, nos parece una cosa tan natural y
+sencilla, que apenas acertamos á distinguir una mínima parte del mérito
+que encierra. Supóngase, empero, por un instante que no existiesen
+semejantes establecimientos; trasladémonos con la imaginación á aquella
+época en que no se tenía de ellos ni idea siquiera; ¿qué esfuerzos tan
+continuados no supone el plantearlos y organizarlos?
+
+Es claro que, extendida por el mundo la caridad cristiana, debían ser
+socorridas todas las necesidades con más frecuencia y eficacia que
+no lo eran anteriormente, aun suponiendo que el ejercicio de ella se
+hubiese limitado á medios puramente individuales: porque nunca habría
+faltado un número considerable de fieles que hubieran recordado las
+doctrinas y el ejemplo de Jesucristo, quien, mientras nos enseñaba
+la obligación de amar á los demás hombres como á nosotros mismos, y
+esto no con un afecto estéril, sino dando de comer al hambriento, de
+beber al que tiene sed, vistiendo al desnudo y visitando al enfermo
+y al encarcelado, nos ofrecía en su propia conducta un modelo de la
+práctica de esa virtud. De mil maneras podía ostentar el infinito
+poder que tenía sobre el cielo y la tierra: al imperio de su voz se
+hubieran humillado dóciles todos los elementos, los astros se hubieran
+detenido en su carrera, y la naturaleza toda hubiera suspendido sus
+leyes; pero es de notar que se complace en manifestar su omnipotencia,
+en atestiguar su divinidad, haciendo milagros que servían de remedio ó
+consuelo de los desgraciados. Su vida está compendiada en la sencillez
+sublime de aquellas dos palabras del sagrado texto: _Pertransiit
+benefaciendo._ _Pasó haciendo bien._
+
+Sin embargo, por más que pudiese esperarse de la caridad cristiana
+entregada á sus propias inspiraciones, y obrando en la esfera meramente
+individual, no era conveniente dejarla en semejante estado, sino que
+era menester realizarla en instituciones permanentes, por medio de
+las cuales se evitase que el socorro de las necesidades estuviese
+sujeto á las contingencias inseparables de todo lo que depende de la
+voluntad del hombre y de circunstancias de momento. Por este motivo,
+fué sumamente cuerdo y previsor el pensamiento de plantear un gran
+número de establecimientos de beneficencia. La Iglesia fué quien lo
+concibió y lo realizó; y en esto no hizo otra cosa que aplicar á un
+caso particular la regla general de su conducta: no dejar nunca á la
+voluntad del individuo lo que puede vincularse en una institución. Y
+es digno de notarse que ésta es una de las razones de la robustez que
+tiene todo cuanto pertenece al Catolicismo: de manera que, así como el
+principio de la autoridad en materias de dogma le conserva la unidad
+y la firmeza en la fe, así la regla de reducirlo todo á instituciones
+asegura la solidez y duración á todas sus obras. Estos dos principios
+tienen entre sí una correspondencia íntima; porque, si bien se mira, el
+uno supone la desconfianza en el entendimiento del hombre, el otro en
+su voluntad y en sus medios Individuales. El uno supone que el hombre
+no se basta á sí mismo para el conocimiento de muchas verdades, el otro
+que es demasiado veleidoso y débil para que el hacer el bien pueda
+quedar encomendado á su inconstancia y flaqueza. Y ni uno ni otro hacen
+injuria al hombre, ni uno ni otro rebajan su dignidad; no hacen más
+que decirle lo que en realidad es, sujeto al error, inclinado al mal,
+variable en sus propósitos y escaso en sus recursos. Verdades tristes,
+pero atestiguadas por la experiencia de cada día, y cuya explicación
+nos ofrece la religión cristiana, asentando como dogma fundamental la
+caída del humano linaje en la prevaricación del primer padre.
+
+El Protestantismo, siguiendo principios diametralmente opuestos, aplica
+también á la voluntad el espíritu de individualismo que predica para
+el entendimiento, y así es que de suyo es enemigo de instituciones.
+Concretándonos al objeto que nos ocupa, vemos que su primer paso, en
+el momento de su aparición, fué destruir lo existente, sin pensar
+cómo podría reemplazarse. Increíble parecerá que Montesquieu haya
+llegado al extremo de aplaudir esa obra de destrucción, y ésta es
+otra prueba de la maligna influencia ejercida sobre los espíritus
+por la pestilente atmósfera del siglo pasado. «Enrique VIII, dice
+el citado autor, queriendo reformar la Inglaterra, destruyó los
+frailes; gente perezosa que fomentaba la pereza de los demás, porque,
+practicando la _hospitalidad_, hacía que una infinidad de personas
+ociosas, nobles y de la clase del pueblo, pasasen su vida corriendo
+de convento en convento. _Quitó también los hospitales, donde el
+pueblo bajo encontraba su subsistencia_, como los nobles la suya en
+los monasterios. Desde aquella época se estableció en Inglaterra
+el espíritu de industria y de comercio.» (_Espíritu de las leyes._
+Lib. 23, cap. 29.) Que Montesquieu hubiese encomiado la conducta de
+Enrique VIII en destruir los conventos apoyándose en la miserable
+razón de que, faltando la hospitalidad que en ellos se encontraba,
+se quitaría á los ociosos este recurso, es cosa que no fuera de
+extrañar, supuesto que semejantes vulgaridades eran del gusto de la
+filosofía que empezaba á cundir á la sazón. En todo lo que estaba en
+oposición con las instituciones del Catolicismo se pretendía encontrar
+profundas razones de economía y de política; cosa muy fácil, porque
+un ánimo preocupado encuentra en los libros, como en los hechos, todo
+lo que quiere. Podíase, sin embargo, preguntar á Montesquieu cuál
+había sido el paradero de los bienes de los conventos; y, como de
+esos pingües despojos cupo una buena parte á esos mismos nobles que
+antes encontraban allí la hospitalidad, quizás podría reconvenirse al
+autor del _Espíritu de las leyes_, por haber pretendido disminuir la
+ociosidad de éstos por un medio tan singular como era darles los bienes
+de aquellos que los hospedaban. Por cierto que, teniendo los nobles
+en su casa los mismos bienes que sufragaban para darles hospitalidad,
+se les ahorraba el trabajo de _correr de convento en convento_. Pero
+lo que no puede tolerarse, es que presente como un golpe maestro en
+economía política «_el haber quitado los hospitales, donde el pueblo
+bajo encontraba su subsistencia_.» ¡Qué! ¿Á tan poco alcanza vuestra
+vista, tan desapiadada es vuestra filosofía, que creáis conducente para
+el fomento de la industria y comercio la destrucción de los asilos del
+infortunio?
+
+Y es lo peor que, seducido Montesquieu por el prurito de hacer lo que
+se llama observaciones nuevas y picantes, llega al extremo de negar la
+utilidad de los hospitales, pretendiendo que en Roma ésta es la causa
+de que viva en comodidad todo el mundo, excepto los que trabajan. Si
+las naciones son pobres, no quiere hospitales; si son ricas, tampoco;
+y para sostener esa paradoja inhumana se apoya en las razones que verá
+el lector en las siguientes palabras. «Cuando la nación es pobre, dice,
+la pobreza particular dimana de la miseria general; y no es más, por
+decirlo así, que la misma miseria general. Todos los hospitales no
+sirven entonces para remediar esa pobreza particular; _al contrario, el
+espíritu de pereza que ellos inspiran aumenta la pobreza general, y,
+por consiguiente, la particular_.» He aquí los hospitales presentados
+como dañosos á las naciones pobres, y, por tanto, condenados. Oigámosle
+ahora por lo tocante á las ricas. «He dicho que las naciones ricas
+necesitaban hospitales, porque en ellas está sujeta la fortuna á
+mil accidentes; pero _échase de ver que socorros pasajeros valdrían
+mucho más que establecimientos perpetuos_. El mal es _momentáneo_; de
+consiguiente, es menester que _los socorros sean de una misma clase_, y
+aplicables al accidente particular.» (_Espíritu de las leyes._ Lib. 23,
+cap. 29.) Difícil es encontrar nada más vacío y más falso que lo que
+se acaba de citar; de cierto que, si por semejante muestra se hubiese
+de juzgar esa obra, cuyo mérito se ha exagerado tanto, merecería una
+calificación aun más severa de la que le da M. Bonald cuando la llama
+«_la más profunda de las obras superficiales_».
+
+Afortunadamente para los pobres, y para el buen orden de la sociedad,
+la Europa en general no ha adoptado esas máximas; y en este punto, como
+en muchos otros, se han dejado aparte las preocupaciones contra el
+Catolicismo, y se ha seguido con más ó menos modificaciones el sistema
+que él había enseñado. En la misma Inglaterra existen en considerable
+número los establecimientos de beneficencia, sin que se crea que para
+aguijonear la diligencia del pobre sea menester exponerle al peligro
+de perecer de hambre. Conviene, sin embargo, observar que ese sistema
+de establecimientos públicos de beneficencia, generalizado en la
+actualidad por toda Europa, no hubiera existido sin el Catolicismo; y
+puede asegurarse que, si el cisma religioso protestante hubiese tenido
+lugar antes de que se plantease y organizase el indicado sistema, no
+disfrutaría actualmente la sociedad europea de unos establecimientos
+que tanto le honran, y que, además, son un precioso elemento de buena
+policía y de tranquilidad pública.
+
+No es lo mismo fundar y sostener un establecimiento de esta clase,
+cuando ya existen muchos otros del mismo género, cuando los gobiernos
+tienen á la mano inmensos recursos, y disponen de la fuerza necesaria
+para proteger todos los intereses, que plantear un gran número de ellos
+cuando no hay tipos á que referirse, cuando se han de improvisar los
+recursos de mil maneras diferentes, cuando el poder público no tiene
+ni prestigio ni fuerza para mantener á raya las pasiones violentas
+que se esfuerzan en apoderarse de todo lo que les ofrece algún cebo.
+Lo primero se ha hecho en los tiempos modernos desde la existencia
+del Protestantismo; lo segundo lo había hecho siglos antes la Iglesia
+católica.
+
+Y nótese bien que lo que se ha realizado en los países protestantes
+á favor de la beneficencia, no ha sido más que actos administrativos
+del gobierno, actos que necesariamente debía inspirarle la vista de
+los buenos resultados que hasta entonces habían producido semejantes
+establecimientos. Pero el Protestantismo en sí, y considerado como
+Iglesia separada, nada ha hecho. Ni tampoco podía hacer, pues que allí
+donde conserva algo de organización jerárquica, es un puro instrumento
+del poder civil, y, por tanto, no puede obrar por inspiración propia.
+Para acabar de esterilizarse en este punto, tiene, además del vicio de
+su constitución, sus preocupaciones contra los institutos religiosos,
+tanto de hombres como de mujeres; y así está privado de uno de los
+poderosos medios que tiene el Catolicismo para llevar á cabo las obras
+de caridad más arduas y penosas. Para los grandes actos de caridad es
+necesario el desprendimiento de todas las cosas, y hasta de sí mismo; y
+esto es lo que se encuentra eminentemente en las personas consagradas
+á la beneficencia en un instituto religioso; allí se empieza por el
+desprendimiento raíz de todos los demás: el de la propia voluntad.
+
+La Iglesia católica, lejos de proceder en esta parte por inspiraciones
+del poder civil, ha considerado como objeto propio el cuidar del
+socorro de todas las necesidades; y los obispos han sido considerados
+como los protectores y los inspectores natos de los establecimientos
+de beneficencia. Y de aquí es que por derecho común los hospitales
+estaban sujetos á los obispos, y en la legislación canónica ha
+ocupado siempre un lugar muy principal el ramo de establecimientos de
+beneficencia.
+
+Es antiquísimo en la Iglesia legislar sobre esos establecimientos, y
+así vemos que el concilio de Calcedonia, al prescribir que esté bajo la
+autoridad del obispo de la ciudad el clérigo constituído _in ptochiis_,
+esto es, según explicación de Zonaras, «en unos establecimientos
+destinados al alimento y cuidado de los pobres, como son aquellos
+donde se reciben y mantienen los pupilos, los viejos y enfermos», usa
+la siguiente expresión: _según la tradición de los Santos Padres_;
+indicando con esto que existían ya disposiciones antiguas de la Iglesia
+sobre tales objetos, pues que ya entonces se apelaba á la tradición,
+en tratándose de arreglar algún punto á ellos concerniente. Son
+conocidas también de los eruditos las antiguas _Diaconías_, lugares de
+beneficencia donde se recogían viudas pobres, huérfanos, viejos y otras
+personas miserables.
+
+Cuando con la irrupción de los bárbaros se introdujo por todas partes
+el dominio de la fuerza, los bienes que habían adquirido, ó que en lo
+sucesivo adquiriesen, los hospitales, estaban muy mal seguros, pues que
+de suyo ofrecían un cebo muy estimulante. No faltó, empero, la Iglesia
+á cubrirlos con su protección. La prohibición de apoderarse de ellos
+se hacía de un modo muy severo, y los perpetradores de este atentado
+eran castigados como _homicidas de pobres_. El concilio de Orleans,
+celebrado en el año 549, prohibe en su canon 13 el apoderarse de los
+bienes de hospitales; y en el canon 15, confirmando la fundación de un
+hospital hecho en León por el rey Childeberto y la reina Ultragotha,
+encargando la seguridad y la buena administración de sus bienes, impone
+á los contraventores la pena de anatema como reos de _homicidio de
+pobres_.
+
+Ciertas disposiciones sobre los pobres, que son á un tiempo de
+beneficencia y de policia, y adoptadas en la actualidad en varios
+países, las encontramos en antiquísimos concilios; como el formar una
+lista de los pobres de la parroquia, el obligar á ésta á mantenerlos, y
+otras semejantes. Así, el concilio de Tours, celebrado por los años de
+566 ó 567, ordena en su canon 5.º que cada ciudad mantenga sus pobres,
+y que los sacerdotes rurales y sus feligreses alimenten los suyos, para
+evitar que los mendigos anden vagabundos por las ciudades y provincias.
+Por lo que toca á los leprosos, el canon 21 del concilio de Orleans,
+poco ha citado, prescribe que los obispos cuiden particularmente de
+los pobres leprosos de sus diócesis, suministrándoles del fondo de la
+Iglesia alimento y vestido; y el concilio de León, celebrado en el
+año 583, manda en su canon 6.º que los leprosos de cada ciudad y su
+territorio sean mantenidos á expensas de la Iglesia, cuidando de esto
+el obispo.
+
+Teníase en la Iglesia una matrícula de los pobres, para distribuirles
+una parte de los bienes, y estaba expresamente prohibido el recibir
+nada de ellos por inscribirlos en la misma. En el concilio de Reims,
+celebrado en el año 874, se prohibe en el 2.º de sus cinco artículos
+el recibir nada de los pobres que se matriculaban, y esto so pena de
+deposición.
+
+La solicitud por la mejora de la suerte de los presos, que tanto se
+ha desplegado en los tiempos modernos, es antiquísima en la Iglesia,
+y es de notar que ya en el siglo sexto había en ellas un visitador
+de cárceles. El arcediano, ó el prepósito de la iglesia, tenía la
+obligación de visitar los presos todos los domingos. No se exceptuaba
+de esta solicitud ninguna clase de criminales; y el arcediano debía
+enterarse de sus necesidades y suministrarles el alimento y lo demás
+que necesitasen, por medio de una persona recomendable elegida por el
+obispo. Así consta del canon 20 del concilio de Orleans, celebrado en
+el año 549.
+
+Larga sería la tarea de enumerar ni aun una pequeña parte de las
+disposiciones que atestiguan el celo desplegado por la Iglesia en el
+consuelo y alivio de todos los desgraciados; ni esto fuera propio de
+este lugar, dado que sólo me he propuesto comparar el espíritu del
+Protestantismo con el del Catolicismo con respecto á las obras de
+beneficencia. Pero, ya que el mismo desarrollo de la cuestión me ha
+llevado como de la mano á algunas indicaciones históricas, no puedo
+menos de recordar el capítulo 141 del concilio de Aix-la-Chapelle,
+donde se ordena que los prelados, siguiendo los ejemplos de sus
+predecesores, funden un hospital para recibir tantos pobres cuantos
+alcancen á mantener las rentas de la iglesia. Los canónigos habían
+de dar al hospital el diezmo de sus frutos, y uno de ellos debía
+ser nombrado para recibir á los pobres extranjeros, y para la
+administración del hospital. Esto en la regla para los canónigos. En la
+regla para las canonesas dispone el mismo concilio que se establezca
+un hospital cerca del monasterio, y que dentro del mismo haya un sitio
+destinado para recibir á las mujeres pobres. De esta práctica resultó
+que, muchos siglos después, se veían en varias partes hospitales junto
+á la iglesia de los canónigos.
+
+Llegando á tiempos más cercanos, son en muy crecido número los
+institutos que se fundaron con objetos de beneficencia; siendo de
+admirar la fecundidad con que brotaban por dondequiera los medios
+de socorrer las necesidades que se iban ofreciendo. No es dado
+calcular á punto fijo lo que hubiera sucedido sin la aparición del
+Protestantismo; pero, discurriendo por analogía, se puede conjeturar
+que, si el desarrollo de la civilización europea se hubiese llevado
+á su complemento bajo el principio de la unidad religiosa, y sin
+las revoluciones y reacciones incesantes en que se halló sumida la
+Europa, merced á la pretendida reforma, no habría dejado de nacer del
+seno de la religión católica algún sistema general de beneficencia
+que, organizado con una grande escala y conforme á lo que han ido
+exigiendo los nuevos progresos de la sociedad, quizás hubiera prevenido
+ó remediado esa plaga del pauperismo, que es el cáncer de los
+pueblos modernos. ¿Qué no podía esperarse de los esfuerzos de toda la
+inteligencia y de todos los recursos de Europa, obrando de concierto
+para lograr este objeto? Desgraciadamente se rompió la unidad de la
+fe, se desconoció la autoridad que debía ser el centro en adelante,
+como lo había sido hasta allí, y, desde entonces, la Europa, que
+estaba destinada á ser en breve un pueblo de hermanos, se convirtió en
+un campo de batalla donde se peleó con inaudito encarnizamiento. El
+rencor, engendrado por la diferencia de religión, no permitió que se
+aunasen los esfuerzos para salir al paso de las nuevas complicaciones
+y necesidades que iban á brotar de la organización social y política
+alcanzada por la Europa á costa de los trabajos de tantos siglos; en
+lugar de esto, se aclimataron entre nosotros las disputas rencorosas,
+la insurrección y la guerra.
+
+Es menester no olvidar que con el cisma de los protestantes, no sólo se
+ha impedido la reunión de todos los esfuerzos de Europa para alcanzar
+el fin indicado, sino que se ha causado, además, otro mal muy grave,
+cual es: que el Catolicismo no ha podido obrar de una manera regular,
+aun en los países donde se ha conservado con predominio, ó principal,
+ó exclusivo. Casi siempre ha tenido que mantenerse en actitud de
+defensa, y así se ha visto precisado á gastar una gran parte de sus
+recursos en procurarse medios de salvar su existencia propia. Resulta
+de esto ser muy probable que el orden actual de cosas en Europa es del
+todo diferente del que hubiera sido en la suposición contraria, y que
+tal vez, en este último caso, no hubiera sido necesario fatigarse en
+esfuerzos impotentes contra un mal que, según todas las apariencias, si
+no se imaginan otros medios que los conocidos hasta aquí, es poco menos
+que incurable.
+
+Se me dirá que, en tal caso, la Iglesia hubiera conservado una
+autoridad excesiva sobre todo el ramo de beneficencia, lo que habría
+sido una limitación injusta de las facultades del poder civil; pero
+esto es un error. Porque es falso que la Iglesia pretendiese nada
+que no estuviese muy de acuerdo con lo que exige el mismo carácter de
+protectora de todos los desgraciados, de que se halla tan dignamente
+revestida. Verdad es que en ciertos siglos apenas se oye otra voz,
+ni se ve otra acción que la suya, en todo lo tocante al ramo de
+beneficencia; pero es menester observar que en aquellos siglos estaba
+muy lejos el poder civil de poseer una administración ordenada y
+vigorosa, con que pudiese auxiliar como corresponde á la Iglesia. Tanto
+dista de haber mediado en esto ninguna ambición por parte de ella, que,
+antes bien, llevada por su celo sin límites, había cargado sobre sus
+hombros todo el cuidado, así de lo espiritual como de lo temporal, sin
+reparar en ninguna clase de sacrificios y dispendios.
+
+Tres siglos han pasado desde el funesto acontecimiento que lamentamos,
+y la Europa, que durante este tiempo ha estado sujeta en buena parte
+á la influencia del Protestantismo, no ha dado un solo paso más allá
+de lo que estaba ya hecho antes de aquella época. No puedo creer que,
+si estos tres siglos hubiesen corrido bajo la influencia exclusiva
+del Catolicismo, no hubiese brotado de su seno alguna invención
+caritativa, que hubiese elevado los sistemas de beneficencia á toda la
+altura reclamada por la complicación de los nuevos intereses. Echando
+una ojeada sobre los varios sistemas que fermentan en el espíritu de
+los que se ocupan en esta cuestión gravísima, figura la _asociación_
+bajo una ú otra forma. Cabalmente éste ha sido uno de los principales
+favoritos del Catolicismo, el cual, así como proclama la _unidad_ en
+la fe, así proclama la _unión_ en todo. Pero hay la diferencia de que
+muchas de las asociaciones que se conciben y plantean, no son más que
+_aglomeración_ de intereses, faltándoles la _unión_ de voluntades,
+la _unidad_ de fin, circunstancias que no se encuentran sino por
+medio de la caridad cristiana; y, no obstante, son necesarias estas
+circunstancias para llevar á cabo las grandes obras de beneficencia, si
+en ella se ha de encontrar algo más que una medida de administración
+pública. Esta administración de poco sirve cuando no es vigorosa; y,
+desgraciadamente, cuando alcanza este vigor, su acción se resiente un
+poco de la dureza y tirantez de los resortes. Por esto se necesita
+la caridad cristiana, que, filtrándose por todas partes á manera de
+bálsamo, suavice lo que tenga de duro la acción del hombre.
+
+¡Ay de los desgraciados que no reciben el socorro en sus necesidades,
+sino por medio de la administración civil, sin intervención de la
+caridad cristiana! En las relaciones que se darán al público, la
+_filantropía_ exagerará los cuidados que prodiga al infortunio,
+pero en la realidad las cosas pasarán de otra manera. El amor de
+nuestros hermanos, si no está fundado en principios religiosos, es
+tan abundante de palabras como escaso de obras. La vista del pobre,
+del enfermo, del anciano desvalido, es demasiado desagradable para
+que podamos soportarla por mucho tiempo, cuando no nos obligan á
+ello muy poderosos motivos. ¿Cuánto menos se puede esperar que los
+cuidados penosos, humillantes, de todas horas, que reclama el socorro
+de esos infelices, puedan ser sostenidos cual conviene por un vago
+sentimiento de humanidad? No: donde falte la caridad cristiana, podrá
+haber puntualidad, exactitud, todo lo que se quiera, por parte de los
+asalariados para servir, si el establecimiento está sujeto á una buena
+administración; pero faltará una cosa que con nada se suple, que no se
+paga, _el amor_. Mas, se nos dirá, ¿no tenéis fe en la filantropía? No;
+porque, como ha dicho Chateaubriand, la filantropía es la moneda falsa
+de la caridad.
+
+Muy razonable era, pues, que la Iglesia tuviese una intervención
+directa en todos los ramos de beneficencia, pues que ella era quien
+debía saber mejor que nadie el modo de hacer obrar la caridad
+cristiana, aplicándola á todo linaje de necesidades y miserias. No
+era esto satisfacer la ambición, sino dar pábulo al celo; no era
+reclamar un privilegio, sino hacer valer un derecho. Por lo demás, si
+os empeñareis en apellidar ambición este deseo, al menos no podréis
+negarnos que es una ambición de nueva clase, una ambición muy digna de
+gloria y prez, la de reclamar el privilegio de socorrer y consolar el
+infortunio.[8]
+
+
+
+
+CAPITULO XXXIV
+
+
+La cuestión sobre la suavidad de costumbres, tratada en los capítulos
+anteriores, me conduce naturalmente á otra, harto difícil ya de suyo,
+y que, además, ha llegado á ser en extremo espinosa, á causa de las
+muchas preocupaciones que la rodean. Hablo de la tolerancia en materias
+religiosas. Para ciertos hombres la palabra Catolicismo es sinónima de
+intolerancia; y es tal el embrollo de ideas en este punto, que es tarea
+trabajosa el empeño de aclarárselas. Basta pronunciar el nombre de
+intolerancia, para que el ánimo de algunas personas se sienta asaltado
+de toda clase de ideas tétricas y horrorosas. La legislación, las
+instituciones, los hombres de los tiempos pasados, todo es condenado
+sin apelación, al menor asomo que se descubre de intolerancia. Las
+causas que á esto contribuyen son varias; pero, si se quiere señalar la
+principal, se podría repetir la profunda sentencia de Catón, cuando,
+acusado, á la edad de 86 años, de no sé qué delitos de su vida, en
+épocas muy anteriores, dijo: «Difícil es dar cuenta de la propia
+conducta á hombres de otro siglo del en que uno ha vivido.»
+
+Cosas hay sobre las que no es posible formar juicio acertado, sin
+poseer no sólo el conocimiento, sino un sentimiento vivo de la época en
+que se realizaron. ¿Y cuántos son los hombres capaces de llegar á este
+punto? Pocos son los que consiguen poner su entendimiento á cubierto
+del influjo de la atmósfera que los circunda; pero todavía son menos
+los que lo alcanzan con respecto al corazón. Cabalmente el siglo en
+que vivimos es el reverso de los siglos de la intolerancia, y he aquí
+la primera dificultad que ocurre en la discusión de esta clase de
+cuestiones.
+
+El acaloramiento y la mala fe de algunos que las examinaron, han tenido
+también no escasa parte en el extravío de la opinión. Nada existe en el
+mundo que no pueda desacreditarse si no se mira más que por un lado;
+porque las cosas, miradas así, son falsas, ó, en otros términos, no son
+ellas mismas. Todo cuerpo tiene tres dimensiones: quien no atienda más
+que á una, no se forma idea del cuerpo, sino de una cantidad que es muy
+diferente de él. Tomad una institución cualquiera, la más justa, la
+más útil que podáis imaginar; proponeos examinarla bajo el aspecto de
+los males é inconvenientes que haya acarreado, cuidando de agrupar en
+pocas páginas lo que en realidad está desparramado en muchos siglos.
+Su historia resultará repugnante, negra, digna de execración. Dejad
+que un amante de la democracia os pinte en breve cuadro, y con hechos
+históricos, los males é inconvenientes de la monarquía, y los vicios y
+los crímenes de los monarcas; ¿qué parece entonces la monarquía? Pero,
+á un amante de ésta, dejadle que á su vez pueda retrataros también con
+hechos históricos, la democracia y los demagogos; ¿qué resulta entonces
+la democracia? Reunid en un cuadro los males acarreados por el mucho
+adelanto de los pueblos; la civilización y la cultura os parecerán
+detestables. Andando en busca de hechos en los fastos del espíritu
+humano, se puede hacer de la historia de la ciencia, la historia de
+la locura y hasta del crimen. Acumulando los accidentes funestos
+ocasionados por los profesores del arte de curar, se puede presentar
+esta profesión benéfica, como la carrera del homicidio. En una
+palabra: todo se puede falsear procediendo de esta suerte. Dios mismo
+se nos ofrecerá como un monstruo de crueldad y tiranía, si, haciendo
+abstracción de su bondad, de su sabiduría, de su justicia, no atendemos
+á otra cosa que á los males que presenciamos en un mundo creado por su
+poder y sujeto á su providencia.
+
+Apliquemos estos principios. Si, dejando aparte el espíritu de los
+tiempos, de circunstancias particulares de un orden de cosas del todo
+diferente, se nos hace la historia de la intolerancia religiosa de los
+católicos, cuidando de que los rigores de Fernando é Isabel, de Felipe
+II, de la reina María de Inglaterra, de Luis XIV, y todo lo acontecido
+en el espacio de tres siglos, se vean reducidos en pocas páginas, y
+con los colores tan recargados como posible sea; el lector que recibe
+en pocos momentos la impresión de sucesos que se anduvieron realizando
+en trescientos años, el lector que, viviendo en una sociedad donde las
+cárceles se van convirtiendo en casas de recreo, y donde es vivamente
+combatida la pena de muerte, ve delante de sus ojos tanto lóbrego
+calabozo, aparatos de tormento, sambenitos y hogueras, siente latir
+vivamente su corazón, llora sobre el infortunio de los desgraciados
+que perecen, y se indigna contra los autores de lo que él apellida
+horrendas atrocidades. Nada se le ha dicho al cándido lector de los
+principios y de la conducta de los protestantes en la misma época,
+nada se le ha recordado de la crueldad de Enrique VIII y de Isabel de
+Inglaterra, y así todo su odio se concentra sobre los católicos, y
+se acostumbra á mirar el Catolicismo como una religión de tiranía y
+de sangre. Pero el juicio que de ahí se forme, ¿será recto? ¿será un
+fallo dado con pleno conocimiento de causa? Veamos lo que haríamos al
+encontrar un negro cuadro, tal como se ha indicado más arriba, sobre
+la monarquía, sobre la democracia, sobre la civilización, sobre la
+ciencia, sobre las profesiones más benéficas. Lo que haríamos, ó al
+menos lo que ciertamente debiéramos hacer, sería extender más allá
+nuestra vista, volver el objeto mirándole en sus diferentes caras,
+atender á los bienes después de habernos hecho cargo de los males;
+disminuir la impresión que éstos nos han causado y considerarlos
+como fueron en sí, es decir, distribuídos á grandes distancias en
+el curso de los siglos; en una palabra, procuraríamos ser justos
+tomando en nuestras manos la balanza para pesar el bien y el mal,
+para compararlos, como debe hacerse siempre que se trate de apreciar
+debidamente las cosas en la historia de la humanidad. Lo propio se
+habría de ejecutar en el caso en cuestión, para precaverse contra
+el error á que conducen las falsas relaciones, y la exageración de
+ciertos hombres, cuyo objeto evidente ha sido falsear los hechos, no
+presentándolos sino por un lado. Ahora no existe la Inquisición y por
+cierto que no hay probabilidades de que se restablezca; no existen
+tampoco las leyes severas que sobre este particular regían en otros
+tiempos: ó están abrogadas, ó han caído en desuso; y así nadie puede
+tener un interés en que se las mire desde un punto de vista falso.
+Concíbese que para algunos existiese ese interés, mientras se trató de
+hacerles la guerra con la mira de destruirlas; pero, una vez logrado el
+objeto, la Inquisición y esas leyes son un hecho histórico que conviene
+examinar con detenimiento é imparcialidad.
+
+Aquí hay dos cuestiones: la del principio, y la de su aplicación; ó
+bien, de la intolerancia, y del modo de ejercerla. Es menester no
+confundir estas dos cosas, que, por más enlazadas que se hallen, son,
+sin embargo, muy diferentes. Empezaré por examinar la primera.
+
+En la actualidad se proclama como un principio la tolerancia universal,
+y se condena sin restricción todo linaje de intolerancia. ¿Quién cuida
+de examinar el verdadero sentido de esas palabras? ¿Quién analiza á
+la luz de la razón las ideas que encierran? ¿Quién, para aclararlas,
+echa mano de la historia y de la experiencia? Muy pocos. Se pronuncian
+maquinalmente, se emplean á cada paso para establecer proposiciones
+de la mayor transcendencia, sin recelo siquiera de que en ellas se
+envuelva un orden de ideas, de cuya buena ó mala inteligencia y
+aplicación está pendiente la sociedad. Pocos se paran en que hay aquí
+cuestiones de derecho tan profundas como delicadas, que hay una gran
+parte de la historia en que, según como se resuelvan los problemas
+sobre la tolerancia, se condena todo lo pasado, se derriba todo lo
+presente, y no se deja, para edificar en el porvenir, más que un
+movedizo cimiento de arena. Por cierto que lo más cómodo en semejantes
+casos, es recibir y emplear las palabras tales como circulan, de la
+misma suerte que se toma y da una moneda corriente, sin pararse en
+examinar si es ó no es de buena ley. Pero lo más cómodo no es siempre
+lo más útil; y así como, en tratándose de monedas de algún valor, nos
+tomamos la molestia de examinarlas para evitar el engaño, es menester
+observar la misma conducta con respecto á palabras cuyo significado sea
+muy transcendental.
+
+_Tolerancia_: ¿que significa esa palabra? Propiamente hablando,
+significa el sufrimiento de una cosa que se conceptúa mala, pero que
+se cree conveniente dejarla sin castigo. Así se toleran cierta clase
+de escándalos, se toleran las mujeres públicas, se toleran estos ó
+aquellos abusos; de manera que la idea de tolerancia anda siempre
+acompañada de la idea del mal. Tolerar lo bueno, tolerar la virtud,
+serían expresiones monstruosas. Cuando la tolerancia es en el orden de
+las ideas, supone también un mal del entendimiento: el error. Nadie
+dirá jamás que _tolera la verdad_.
+
+En contra de esto último puede hacerse una observación, fundada en
+el uso generalmente introducido de decir: _tolerar las opiniones_;
+y opinión es muy diferente de error. Á primera vista, la dificultad
+parece no tener solución; pero, bien mirada la cosa, es muy difícil
+encontrársela. Cuando decimos que toleramos una opinión, hablamos
+siempre de opinión contraria á la nuestra. En este caso, la opinión
+ajena es en nuestro juicio un error; pues que no es posible que
+tengamos una opinión sobre un punto, es decir, que pensemos que una
+cosa es ó no es, ó es de esta manera ó de la otra, sin que al propio
+tiempo juzguemos que los que no piensan como nosotros, yerran. Si
+nuestra opinión no pasa de tal, es decir, si el juicio, bien que
+afianzado en razones que nos parecen buenas, no ha llegado á una
+completa seguridad, entonces nuestro juicio sobre el error de los
+otros será también una mera opinión; pero, si llega la convicción á
+tal punto, que se afirme y consolide del todo, esto es, si llegamos á
+la certeza, entonces estaremos también ciertos de que los que forman
+un juicio opuesto, yerran. De donde se infiere que en la palabra
+tolerancia referida á opiniones, se envuelve siempre la significación
+de tolerancia de errores. Quien está por el _sí_, tiene por falso el
+_no_; y quien está por el _no_, tiene por falso el _sí_. Esto no es más
+que una simple aplicación de aquel famoso principio: _es imposible que
+una cosa sea y no sea al mismo tiempo_.
+
+Pero, entonces, se me dirá, ¿qué significamos cuando decimos _respetar
+las opiniones_? ¿Se sobrentenderá también que respetamos errores? No.
+El _respetar las opiniones_ puede tener dos sentidos muy razonables.
+El primero se funda en la misma flaqueza de convicción de la persona
+que respeta; porque, cuando sobre un punto no hemos llegado á más que
+á formar opinión, se entiende que no hemos llegado á certeza; y, por
+tanto, en nuestra mente hay el conocimiento de que existen razones
+por la parte opuesta. Bajo este concepto podemos muy bien decir que
+respetamos la opinión ajena; con lo que expresamos la convicción de que
+podemos engañarnos, y de que quizás no está la verdad de nuestra parte.
+Segundo: respetar las opiniones significa á veces respetar las personas
+que las profesan, respetar su buena fe, respetar sus intenciones. Así
+se dice á veces _respetar las preocupaciones_, y claro es que no se
+habla entonces de un verdadero respeto que á ellas se profese.
+
+De donde se ve que la expresión _respetar las opiniones ajenas_ tiene
+significado muy diferente, según que la persona que las respeta tiene ó
+no convicciones ciertas en sentido contrario.
+
+Comprenderemos mejor lo que es la tolerancia, cuál su origen y cuáles
+sus efectos, si, antes de examinarla en la sociedad, la analizamos de
+suerte que el objeto de nuestra observación se reduzca á su elemento
+más simple: la tolerancia considerada en el individuo. Se llama
+tolerante un individuo, cuando está habitualmente en tal disposición de
+ánimo, que soporta sin enojarse ni alterarse las opiniones contrarias á
+la suya. Esta tolerancia tendrá distintos nombres, según las diferentes
+materias sobre que verse. En materias religiosas, la tolerancia, así
+como la intolerancia, pueden encontrarse en quien tenga religión y en
+quien no la tenga; de suerte que ni una ni otra de estas dos últimas
+situaciones envuelve por necesidad el ser tolerante ni intolerante.
+Algunos se imaginan que la tolerancia es propia de los incrédulos y la
+intolerancia de los hombres religiosos; pero esto es un error: ¿quién
+más tolerante que San Francisco de Sales? ¿y quién más intolerante que
+Voltaire?
+
+La tolerancia en un hombre religioso, aquella tolerancia que no dimana
+de la flojedad en las creencias, y que se enlaza muy bien con un
+ardiente celo por la conservación y la propagación de la fe, nace de
+dos principios: la caridad y la humanidad: la caridad, que nos hace
+amar á todos los hombres, aun á nuestros mayores enemigos; que nos
+inspira la compasión de sus faltas y errores; que nos obliga á mirarlos
+como hermanos, y á emplear los medios que estén en nuestro alcance
+para sacarlos de su mal estado, sin que nos sea lícito considerarlos
+privados de esperanza de salvación, mientras viven sobre la tierra.
+Rousseau ha dicho que «es imposible vivir en paz con gentes á quienes
+se cree condenadas»; nosotros no creemos ni podemos creer condenado
+á nadie, mientras vive; pues que, por grande que sea su iniquidad,
+todavía son mayores la misericordia de Dios y el precio de la sangre de
+Jesucristo; y tan lejos estamos de pensar lo que dice el filósofo de
+Ginebra que «amar á esos tales sería aborrecer á Dios», que antes bien
+dejaría de pertenecer á nuestra creencia quien sostuviese semejante
+doctrina. La humildad cristiana es la otra fuente de la tolerancia;
+la humildad, que nos inspira un profundo conocimiento de nuestra
+flaqueza, que nos hace mirar cuanto tenemos como venido de Dios, que
+no nos deja ver nuestras ventajas sobre nuestros prójimos, sino como
+mayores títulos de agradecimiento á la liberal mano de la Providencia;
+la humildad, que, no limitándose á la esfera individual, sino abrazando
+la humanidad entera, nos hace considerar como miembros de la gran
+familia del linaje humano, caído de su primitiva dignidad por el
+pecado del primer padre, con malas inclinaciones en el corazón, con
+tinieblas en el entendimiento, y, por consiguiente, digno de lástima é
+indulgencia en sus faltas y extravíos; esa virtud sublime en su mismo
+anonadamiento, y que, como ha dicho admirablemente Santa Teresa, agrada
+tanto á Dios, porque la _humildad es la verdad_, esa virtud nos hace
+indulgentes con todo el mundo, porque no nos deja olvidar un momento
+que nosotros, más tal vez que nadie, necesitamos también de indulgencia.
+
+No bastará, sin embargo, para que un hombre religioso sea tolerante
+en toda la extensión de la palabra, el que sea caritativo y humilde:
+la experiencia nos lo enseña así y la razón nos indica las causas.
+Con la mira de aclarar perfectamente un punto cuya mala inteligencia
+embrolla casi siempre esta clase de cuestiones, presentaré un paralelo
+de dos hombres religiosos cuyos principios serán los mismos, pero
+cuya conducta será muy diferente. Supónganse dos sacerdotes, ambos
+distinguidos en ciencia y eminentes en virtud; pero de manera que el
+uno haya pasado su vida en el retiro, rodeado de personas piadosas, y
+no tratando sino con católicos, mientras el otro, empleado en misiones
+en diferentes países donde se hallan establecidas diversas religiones,
+se ha visto precisado á conversar con hombres de distintas creencias, á
+vivir entre ellos, y á sufrir el altar de una religión falsa levantado
+á poca distancia del de la religión verdadera. Los principios de la
+caridad cristiana serán los mismos en ambos, uno y otro mirarán como
+un don de Dios la fe que recibieron y conservan; pero, á pesar de
+todo esto, su conducta será muy diferente, si se encuentran con un
+hombre que, ó tenga otras creencias, ó no profese ninguna. El primero,
+que jamás ha tratado sino con fieles, que siempre ha oído hablar con
+respeto de la religión, se estremecerá, se indignará, á la primera
+palabra que oiga contra la fe ó las ceremonias de la Iglesia, siéndole
+poco menos que imposible sostener con serenidad la conversación ó
+la disputa que sobre la materia se entable; mientras el segundo,
+acostumbrado á oir cosas semejantes, á ver contrariada su creencia, á
+discutir con hombres que la tenían diferente, se mantendrá sosegado y
+calmoso, entrando reposadamente en la cuestión, si necesario fuere, ó
+esquivándola hábilmente, si así lo dictare la prudencia. ¿De dónde esta
+variedad? No es difícil conocerlo: es que este último, con el trato, la
+experiencia, las contradicciones, ha llegado á poseer un conocimiento
+claro de la verdadera situación del mundo, se ha hecho cargo de la
+funesta combinación de circunstancias que han conducido ó mantienen
+á muchos desgraciados en el error, sabe en cierto modo colocarse en
+el lugar en que ellos se encuentran, y así siente con más viveza el
+beneficio que él debe á la Providencia, y es para con los otros más
+benigno é indulgente. Enhorabuena que el otro sea tan virtuoso, tan
+caritativo, tan humilde cuanto se quiera; pero, ¿cómo se puede exigir
+de él que no se conmueva profundamente, que no deje traslucir las
+señales de su indignación, cuando oye negar por la primera vez lo
+que él ha creído siempre con la fe más viva, sin que haya encontrado
+otra oposición que los argumentos propuestos en algunos libros? No
+le faltaba, por cierto, la noticia de la existencia de herejes é
+incrédulos, pero le faltaba el haberse encontrado con ellos á menudo,
+el haber oído la exposición de cien sistemas diferentes, el haber visto
+extraviadas personas de distintas clases, de diversas índoles, de
+variada disposición de ánimo; la susceptibilidad de su espíritu, como
+que nunca había sufrido, no había podido embotarse; y así, con las
+mismas virtudes, y si se quiere con los mismos conocimientos, que el
+otro, no había alcanzado aquella viveza, por decirlo así, con que un
+entendimiento claro, y además ejercitado con la práctica, entra en el
+espíritu de aquellos con quienes habla, y ve las razones ó los motivos
+ó las pasiones que los ciegan para que no lleguen al conocimiento de la
+verdad.
+
+Por donde se echa de ver que la tolerancia en un individuo que tenga
+religión, supone cierta blandura de ánimo, que, nacida del trato
+y de los hábitos que éste engendra, se hermana, no obstante, con
+las convicciones religiosas más profundas, y con el celo más puro
+y ardiente por la propagación de la verdad. En lo moral como en lo
+físico, el roce afina, el uso gasta, y no es posible que nada se
+sostenga por largo tiempo en actitud violenta. El hombre se indignará
+una, dos, cien veces al oir que se impugna su manera de pensar; pero
+no es posible que continúe indignándose siempre, y así al cabo vendrá
+á resignarse á la oposición, se acostumbrará á sufrirla con templanza,
+y por más sagradas que conceptúe sus creencias, se contentará con
+defenderlas y propagarlas cuando le sea posible, y, cuando no, tratará
+de guardarlas en el fondo de su alma como un precioso depósito,
+procurando reservarlas del viento disipador que oye soplar en sus
+alrededores.
+
+La tolerancia, pues, no supone en el individuo nuevos principios,
+sino más bien una calidad adquirida con la práctica, una disposición
+de ánimo que se va adquiriendo insensiblemente, un hábito de sufrir
+formado con la repetición del sufrimiento.
+
+Pasando ahora á considerar la tolerancia en el hombre no religioso,
+observaremos que éste puede serlo de dos maneras. Los hay que, no sólo
+no tienen religión, sino que le profesan odio, ora por un funesto
+extravío de ideas, ora por mirarla como un obstáculo á sus pasiones ó
+á sus particulares designios. Éstos son en extremo intolerantes; y su
+intolerancia es la peor, porque no va acompañada de ningún principio
+moral que pueda enfrenarla. El hombre en semejantes circunstancias
+siéntese, por decirlo así, en guerra consigo mismo, y con el linaje
+humano: consigo mismo, porque tiene que sofocar los gritos de su
+conciencia propia; con el linaje humano, que protesta contra la
+doctrina insensata empeñada en desterrar de la tierra el culto de Dios.
+Por esta causa se encuentra en los hombres de esta clase un fondo
+excesivo de rencor y despecho; por esto sus palabras destilan hiel; por
+esto echan mano de la burla, del insulto, de la calumnia.
+
+Hay, empero, otra clase de hombres, que, si bien carecen de religión,
+no tienen en contra de ella una opinión determinada; viven en una
+especie de escepticismo, á que han sido conducidos, ó por la lectura de
+malos libros, ó por reflexiones de una filosofía superficial y ligera;
+no están adheridos á la religión, pero tampoco están enemistados con
+ella. Muchos conocen su alta importancia para el bien de la sociedad;
+y aun algunos abrigan cierto deseo de volver á poseerla: allá en
+momentos de recogimiento y meditación recuerdan con gusto los días
+en que ofrecían á Dios un entendimiento fiel y un corazón puro, y al
+ver cómo se precipitan los momentos de la vida, quizás conservan aún
+la vaga esperanza de reconciliarse con el Dios de sus padres, antes
+de bajar al sepulcro. Estos hombres son tolerantes; pero, si bien se
+mira, la tolerancia no es en ellos ni un principio, ni una virtud: es
+una simple necesidad que resulta de su posición. Mal puede indignarse
+contra las doctrinas ajenas quien no tiene ninguna, y, por tanto, no
+encuentra oposición en ninguna; mal puede indignarse contra la religión
+quien la considera como una cosa necesaria al bienestar de la sociedad;
+mal puede abrigar contra ella rencorosos sentimientos quien la echa de
+menos en el fondo de su alma, quien la mira tal vez como un rayo de
+esperanza al fijar sus ojos en un pavoroso porvenir. La tolerancia,
+en tal caso, nada tiene de extraño, es natural, necesaria; y lo que
+fuera inconcebible, lo que fuera extravagante, y que indicaría un mal
+corazón, sería la intolerancia.
+
+Elevando del individuo á la sociedad las consideraciones que se
+acaban de presentar, debe observarse que la tolerancia, así como la
+intolerancia, puede mirarse, ó en el gobierno, ó en la sociedad:
+porque sucede á veces que no andan acordes, y que mientras el gobierno
+sostiene un principio, predomina en la sociedad otra directamente
+opuesto. Como el gobierno está formado de un corto número de
+individuos, es aplicable á él todo cuanto se ha dicho de la tolerancia,
+considerada en la esfera puramente individual: bien que debe tenerse en
+cuenta que los hombres colocados en el gobierno no pueden abandonarse
+sin tasa al impulso de sus opiniones y sentimientos, y á menudo se
+ven precisados á sacrificarlos en las aras de la opinión pública. Por
+algún tiempo, y favorecidos por circunstancias excepcionales, podrán
+contrariarla ó falsearla; pero bien pronto la fuerza de las cosas les
+sale al paso, obligándolos á cambiar de rumbo.
+
+Limitándonos, pues, á considerar la tolerancia en la sociedad, pues que
+al fin, tarde ó temprano, el gobierno llega á ser la expresión de las
+ideas y sentimientos de esta misma sociedad, podemos notar que sigue
+los mismos trámites que en el individuo. No es efecto de un principio,
+sino de un hábito. Cuando en una misma sociedad viven por largo tiempo
+hombres de diferentes creencias religiosas, al fin llegan á sufrirse
+unos á otros, á tolerarse, porque á esto los conduce el cansancio de
+repetidos choques, y el deseo de un tenor de vida más tranquilo y
+apacible; pero en el comienzo de esta discordancia de creencias, cuando
+se encuentran cara á cara por primera vez los hombres que las tienen
+distintas, el choque más ó menos rudo es siempre inevitable. Las causas
+de esto se encuentran en la misma naturaleza del hombre, y vano es
+luchar contra ella.
+
+Algunos filósofos modernos han creído que la sociedad actual les
+es deudora del espíritu de tolerancia que en ella domina; pero no
+han advertido que esa tolerancia es más bien un hecho que se ha
+consumado lentamente por la fuerza misma de las cosas, que el fruto
+de la doctrina por ellos predicada. En efecto: ¿qué es lo que han
+dicho por nuevo? Han recomendado la fraternidad universal; pero esta
+fraternidad es una de las doctrinas del Cristianismo. Han exhortado á
+vivir en paz á los hombres de todas religiones; pero, antes que ellos
+empezasen á decírselo, los hombres comenzaban ya á tomar ese partido
+en muchos países de Europa, pues que desgraciadamente eran tantas
+y tan diferentes las religiones, que ya no era posible que ninguna
+alcanzase un predominio exclusivo. Tienen, es verdad, ciertos filósofos
+incrédulos un triste título á sus pretensiones sobre la extensión de
+la tolerancia, y es que, habiendo llegado á sembrar la incredulidad y
+el escepticismo, han generalizado, así en los gobiernos como en los
+pueblos, aquella falsa tolerancia, que no es ninguna virtud, sino la
+indiferencia por todas las religiones.
+
+Y en verdad, ¿por qué es tan general la tolerancia en nuestro siglo?;
+ó, mejor diremos, ¿en qué consiste esta tolerancia? Observadla bien,
+y veréis que no es más que el resultado de una situación social, en
+un todo conforme á la descrita más arriba con respecto al individuo
+que carece de creencias, pero que no las rechaza porque las considera
+como muy útiles al bien público, y hasta alimenta una vaga esperanza
+de volver á ellas algún día. En lo que hay en esto de bueno ninguna
+parte han tenido los filósofos incrédulos, es más bien una protesta
+contra ellos; que ellos, mientras eran impotentes para apoderarse del
+mando, prodigaban la calumnia y el sarcasmo á todo lo más sagrado que
+hay en el cielo y en la tierra, y así que pudieron levantarse al poder,
+derribaron con furor indecible todo lo existente, é hicieron perecer
+millones de víctimas en el destierro y en los cadalsos.
+
+La multitud de religiones, la incredulidad, el indiferentismo, la
+suavidad de costumbres, el cansancio dejado por las guerras, la
+organización industrial y mercantil que han ido adquiriendo las
+sociedades, la mayor comunicación de las personas por medio de los
+viajes, y la de las ideas por la prensa: he aquí las causas que han
+producido en Europa esa tolerancia universal que lo ha ido invadiendo
+todo, estableciéndose de hecho donde no ha podido establecerse de
+derecho. Esas causas, como es fácil de notar, son de diferentes
+órdenes; ninguna doctrina puede pretender en ellas una parte
+exclusiva; son un resultado de mil influencias diversas que han obrado
+simultáneamente en el desarrollo de la civilización.
+
+
+
+
+CAPITULO XXXV
+
+
+En el siglo anterior se declamó mucho contra la intolerancia; pero una
+filosofía menos ligera que la entonces dominante, hubiera reflexionado
+algo más sobre un hecho que, sea cual fuere el juicio que de él se
+forme, no puede, sin embargo, negarse haber sido general á todos los
+países y á todos los tiempos. En Grecia, Sócrates muere bebiendo la
+cicuta; Roma, cuya tolerancia se ha encomiado, no tolera sino aquellos
+dioses extranjeros que lo son sólo por nombre, pues que, formando parte
+de aquella especie de panteísmo que era el fondo de su religión, sólo
+necesitan, para ser declarados dioses de Roma, una mera formalidad;
+que se les libre, por decirlo así, el título de ciudadanos. Pero no
+consiente los dioses de los egipcios, ni tampoco la religión de los
+judíos ni de los cristianos, de quienes tenía ideas muy equivocadas,
+en verdad, pero bastantes para entender que esas religiones eran muy
+diferentes de la suya. La historia de los emperadores gentiles es la
+historia de la persecución de la Iglesia; y así que los emperadores
+se hicieron cristianos, empieza una legislación penal contra los
+que siguen una religión diferente de la que domina en el Estado.
+En los siglos posteriores la intolerancia continuó en diferentes
+formas, y también ha continuado hasta nosotros, que no estamos de
+ellas tan libres como se quisiera hacernos creer. La emancipación de
+los católicos en Inglaterra es de fecha muy reciente; las ruidosas
+desavenencias del gobierno de Prusia con el Sumo Pontífice, por causa
+de las arbitrariedades de aquél con respecto á la religión católica,
+son de ayer; la cuestión de Argovia en Suiza está pendiente aún; y
+la persecución del gobierno ruso contra el Catolicismo sigue tan
+escandalosa como nunca. Esto, en cuanto á los hombres de las sectas
+disidentes; pues, por lo que toca á la tolerancia de los _humanos_
+filósofos del siglo XVIII, menester es confesar que hubiera sido muy
+amable, á no recibir su digna sanción de la mano de Robespierre.
+
+Todo gobierno que profesa una religión es más ó menos intolerante con
+las otras; y esta intolerancia sólo disminuye, ó cesa, cuando los que
+profesan la religión odiada se hacen temer por ser muy fuertes, ó
+despreciar por muy débiles. Aplicad á todos los tiempos y países la
+regla que se acaba de establecer; por todas partes la encontraréis
+exacta; es un compendio de la historia de los gobiernos con respecto á
+las religiones. El gobierno inglés ha sido siempre intolerante con los
+católicos, y continuará siéndolo más ó menos según las circunstancias;
+los gobiernos de Prusia y de Rusia seguirán como hasta aquí, bien que
+con las modificaciones que exigirá la variedad de los tiempos; así como
+en los países donde predomine el principio católico se pondrán trabas
+más ó menos fuertes al ejercicio del culto protestante. Se me citará
+como prueba de lo contrario el ejemplo de la Francia, donde, á pesar
+de ser el Catolicismo la religión de la inmensa mayoría, son tolerados
+los demás cultos, sin que se trasluzca la menor señal de reprimirlos
+ni molestarlos. Esto se atribuirá quizás al espíritu público; pero yo
+creo que dimana del estado de aquella sociedad, en la cual ha dejado
+profundas huellas la filosofía del siglo pasado y también de que en
+las regiones del poder de aquel país no prevalece ningún principio
+fijo; no siendo más toda su política interior y exterior que una
+continua transacción para salir del paso, del mejor modo, que se pueda.
+Esto dicen los hechos, esto expresan las bien conocidas opiniones del
+reducido número de hombres que de algunos años á esta parte disponen de
+los destinos de la Francia.
+
+Se ha pretendido establecer como un principio la tolerancia universal,
+negando á los gobiernos el derecho de violentar las conciencias en
+materias religiosas;, sin embargo, y á pesar de cuanto se ha dicho, los
+filósofos no han podido poner su aserción bien en claro, y mucho menos
+hacerla adoptar generalmente como sistema de gobierno. Para demostrar
+que la cosa no es tan sencilla como se ha querido suponer, me han de
+permitir esos pretendidos filósofos que les dirija algunas preguntas.
+
+Si viene á establecerse en vuestro país una religión cuyo culto
+demande sacrificios humanos, ¿la toleraréis?--No.--Y ¿por qué?--Porque
+no podemos tolerar un crimen semejante.--Pero entonces seréis
+intolerantes, violentaréis las conciencias ajenas, prohibiendo como
+un crimen lo que á los ojos de estos hombres es un obsequio á la
+Divinidad. Así lo pensaron muchos pueblos antiguos, así lo piensan
+todavía algunos en nuestros tiempos; ¿con qué derecho, pues, queréis
+que vuestra conciencia prevalezca sobre la suya?--No importa,
+seremos intolerantes, pero nuestra intolerancia será en pro de la
+humanidad.--Aplaudo vuestra conducta; pero no podéis negarme que se ha
+ofrecido un caso en que la intolerancia de una religión os ha parecido
+un derecho y un deber.
+
+Pero, si proscribís el ejercicio de ese culto atroz, ¿al menos
+permitiréis enseñar la doctrina donde se encarezca como santa y
+saludable la práctica de los sacrificios humanos?--No, porque esto
+equivaldría á permitir la enseñanza del asesinato.--Enhorabuena; pero
+reconoced al mismo tiempo que se os ha presentado una doctrina, con la
+cual os habéis creído con derecho y obligación de ser intolerantes.
+
+Prosigamos la tarea comenzada. Vosotros no ignoráis, por cierto,
+los sacrificios ofrecidos en la antigüedad á la diosa del amor, y
+el nefando culto que se le tributaba en los templos de Babilonia
+y Corinto; si un culto semejante renaciese entre vosotros,
+¿le toleraríais?--No, por contrario á las sagradas leyes del
+pudor.--¿Toleraríais que se enseñara al menos la doctrina que le
+apoyase?--No, por la misma razón.--Entonces encontramos otro caso
+en que os creéis con derecho y obligación de ser intolerantes, de
+violentar la conciencia ajena, y no podéis alegar otra razón, sino que
+á esto os obliga vuestra conciencia propia.
+
+Todavía más: supongamos que con la lectura de la Biblia vuelven á
+calentarse algunas cabezas, y tratan de fundar un nuevo cristianismo á
+imitación de Matías Harlem ó Juan de Leyde; que empiezan los sectarios
+á difundir sus doctrinas, á reunir conciliábulos, y que con sus
+peroratas fanáticas arrastran una parte del pueblo; ¿toleraréis esa
+nueva religión?--No, porque esos hombres podrían renovar en nuestros
+tiempos las sangrientas escenas de Alemania en el siglo XVI, cuando en
+nombre de Dios, y para cumplir, según decían, las órdenes del Altísimo,
+los anabaptistas atacaban la propiedad, destruían todo poder existente,
+y sembraban por todas partes la desolación y el exterminio.--Obraréis
+con tanta justicia como prudencia, pero al fin tampoco podéis negar
+que ejerceréis un acto de intolerancia. ¿Qué se ha hecho, pues, de la
+tolerancia universal, de ese principio tan claro, tan cierto, si á cada
+paso os encontráis vosotros mismos con la necesidad de restringirle,
+mejor diré, de arrumbarle y de obrar en sentido diametralmente opuesto?
+Diréis que la seguridad del Estado, el buen orden de la sociedad, la
+moral pública, os obligan á obrar así; pero entonces ¿qué viene á
+ser un principio que en ciertos casos se halla en oposición con los
+intereses de la moral pública, del bien social y la seguridad del
+Estado? ¿Y creéis, por ventura, que aquellos contra quienes declamáis,
+no pensaban también poner á cubierto esos intereses, cuando eran
+intolerantes?
+
+En todos tiempos y países, se ha reconocido como un principio
+indisputable que el poder público tiene el derecho, en algunos casos,
+de prohibir ciertos actos, no obstante la mayor ó menor violencia que
+con esto se haga á la conciencia de los individuos que los ejercían
+ó pretendían ejercerlos. Si no bastaba el constante testimonio de la
+historia, debiera ser suficiente á convencernos de esta verdad el
+breve diálogo que se acaba de leer; donde se ha visto que los más
+ardientes encomiadores de la tolerancia podían verse obligados á
+ser intolerantes. Ellos se veían precisados á serlo en nombre de la
+humanidad, en nombre del pudor, en nombre del orden público; luego
+la tolerancia universal de doctrinas y religiones proclamada como un
+deber de todo gobierno es un error, una regla sin aplicación; pues
+que hemos demostrado hasta la evidencia que la intolerancia ha sido
+siempre, y es todavía, un principio reconocido por todo gobierno y cuya
+aplicación, más ó menos severa ó indulgente, depende de la diversidad
+de circunstancias, y, sobre todo, del punto de vista desde el cual mira
+las cosas el gobierno que la ha de ejercer.
+
+Surge aquí una gravísima cuestión de derecho, cuestión que á primera
+vista parece conducir á la condenación de toda intolerancia relativa
+á doctrinas y á los actos que á consecuencia de ellas se practican.
+Sin embargo, mirada la cosa á fondo, no es así; y aun dado que el
+entendimiento no alcanzara á disipar completamente la dificultad
+por medio de razones directas, con todo, indirectamente, y con la
+argumentación que llaman _ad absurdum_, se llega á conocer la verdad,
+al menos hasta aquel punto que es necesario para servir de guía á la
+incierta prudencia humana. He aquí la cuestión: «¿Con qué derecho puede
+prohibirse á un hombre que profese una doctrina, y que obre conforme
+á ella, si él está convencido de que aquella doctrina es verdadera,
+y que cumple con su obligación ó ejerce un derecho, cuando obra
+conforme á lo que la misma le prescribe? Si la prohibición no ha de
+ser ridícula, ha de llevar la sanción de la pena; y, cuando apliquéis
+esa pena, castigaréis á un hombre que en su conciencia es inocente. La
+justicia supone el culpable; y nadie es culpable, si primero no lo es
+en su conciencia. La culpabilidad radica en la misma conciencia, y sólo
+podemos ser responsables de la infracción de una ley cuando esta ley ha
+hablado por el órgano de nuestra conciencia. Si ella nos dice que una
+acción es mala, no podemos ejecutarla, por más que nos la prescriba la
+ley, y si nos dicta que tal acción es un deber, no podemos omitirla,
+por más que esté prohibida por la ley.» He aquí presentado en pocas
+palabras, y con la mayor fuerza posible, todo cuanto puede alegarse
+contra la intolerancia de las doctrinas y de los actos que de ellas
+emanan; veamos ahora cuál es el verdadero peso de estas reflexiones,
+que á primera vista parecen tan concluyentes.
+
+Por de pronto salta á la vista que la admisión de este sistema haría
+imposible todo castigo de los crímenes políticos. Bruto clavando el
+puñal en el pecho de César, Jacobo Clement asesinando á Enrique III,
+obraban, sin duda, á impulsos de una exaltación de ánimo que les
+hacía mirar su atentado como un acto de heroísmo; y, sin embargo,
+si uno y otro hubiesen sido conducidos á un tribunal, ¿os parecería
+razonable exigir que se libertasen de la pena, el uno alegando su
+amor de la patria, el otro su celo por la religión? La mayor parte de
+los crímenes políticos se cometen con la convicción de que se obra
+bien, aun prescindiendo de las épocas turbulentas, donde los hombres
+de los diferentes bandos están íntimamente persuadidos de tener cada
+cual la razón de su parte. Las mismas conspiraciones que se traman
+contra un gobierno en épocas pacíficas, son, por lo común, obra de
+algunos individuos que tienen por ilegítimo ó por tiránico el poder; y
+trabajando para derribarle, obran conforme á sus principios. El juez
+los castiga justamente aplicándoles la ley impuesta por el legislador;
+y, sin embargo, ni el legislador al señalar la pena, ni el juez al
+aplicarla, ignoran, ni ignorar pueden, la disposición de ánimo en que
+debía de hallarse el delincuente cuando la infringía.
+
+Se dirá que, atendiendo á la fuerza de estas razones, se va aumentando
+cada día la compasión y la indulgencia por los crímenes políticos;
+pero yo replicaré que, si establecemos el principio de que la justicia
+humana no tiene derecho á castigar cuando el delincuente ha obrado
+en fuerza de sus principios, no sólo deberían endulzarse esas penas,
+sino abolirse. En tal caso, la pena capital sería un verdadero
+asesinato; la pecuniaria, un robo, y las demás, un atropellamiento.
+Y advertiré de paso que no es verdad que tanto se disminuya el rigor
+contra los crímenes políticos; la historia de Europa en los últimos
+años nos suministraría algunas pruebas de lo contrario. No se ven en
+la actualidad aquellos castigos atroces que estaban en uso en otras
+épocas; pero esto no dimana de que se atienda á la conciencia del que
+ha cometido el crimen, sino de la suavidad y dulzura de costumbres
+que va difundiéndose por todas partes, y que no ha podido menos de
+afectar la legislación criminal. Lo que es extraño es la severidad
+que les queda á las leyes relativas á los crímenes políticos, cuando
+tantos y tantos de los mismos legisladores, en las diferentes naciones
+de Europa, sabían muy bien que ellos á su tiempo habían cometido el
+mismo crimen. No serán pocos seguramente los que, al votarse una ley
+penal, habrán opinado con indulgencia, porque presentían ó preveían que
+aquella misma ley habría de pesar un día sobre sus propias cabezas.
+
+La impunidad de los crímenes políticos traería consigo la subversión
+del orden social, porque haría imposible todo gobierno. Pero, aun
+dejando aparte ese mal gravísimo, que, como acabamos de ver, dimana
+naturalmente de la doctrina que pretende dejar impune al criminal
+cuando ha obrado á impulsos de su conciencia, nótase, por otra parte,
+que no son únicamente los crímenes políticos los que vendrían á quedar
+sin castigo, sino también los delitos comunes. Los atentados contra
+la propiedad pertenecen á este género, y, sin embargo, es bien sabido
+que no han faltado en otras épocas, y desgraciadamente no faltan en la
+nuestra, muchos hombres que miran la propiedad como una usurpación,
+como una injusticia. Los atentados contra la santidad del matrimonio
+son también delitos comunes, y, no obstante, se han visto sectas que
+le declaraban ilícito, y otras han opinado y opinan por la comunidad
+de mujeres. Las santas leyes del pudor y el respeto á la inocencia
+han sido también consideradas por algunas sectas como una injusta
+limitación de la libertad del hombre, y su atropellamiento como una
+obra meritoria. ¿Y qué? Aun cuando no se pudiese dudar del extravío de
+ideas, del ciego fanatismo de esos hombres que han profesado semejantes
+doctrinas, ¿quién se atrevería á negar la justicia del castigo que se
+les impusiese, cuando á consecuencia de ellas perpetrasen un crimen, ó
+cuando se empeñasen en difundir por la sociedad su funesta enseñanza?
+
+Si injusto fuese el castigo que se impone cuando el criminal obra
+conforme á su conciencia, libres serían de cometer todos los crímenes
+que se les antojasen los ateos, los fatalistas, los partidarios de la
+doctrina del interés privado, porque, destruyendo como destruyen la
+base de toda moralidad, no obrarían jamás contra su conciencia, pues
+que no tienen ninguna. Si hubiese de tener fuerza el argumento que se
+ha querido hacer valer, ¿cuántas y cuántas veces podría echarse en
+cara á los tribunales de nuestros tiempos, la injusticia que cometen
+cuando aplican el castigo á esa clase de hombres? Entonces podríamos
+decirles: «¿Con qué derecho castigáis á ese hombre que, no admitiendo
+la existencia de Dios, no puede reconocerse culpable á sus ojos, y, por
+tanto, ni á los vuestros? Vosotros habíais hecho la ley en cuya fuerza
+le castigáis, pero esa ley ningún valor tenía en su conciencia, porque
+vosotros sois sus iguales, y él no reconoce la existencia de ningún ser
+superior que haya podido concederos el derecho de coartar la libertad.
+¿Con qué justicia castigáis á ese otro que está convencido de que todas
+sus acciones son efecto de causas necesarias, que el libre albedrío es
+una quimera, y que, cuando se arroja á cometer la acción que vosotros
+tacháis de criminal, no piensa ser más libre para dejar de obrar, que
+el bruto al precipitarse sobre el alimento que tiene á la vista, ó
+sobre otro bruto que le ha enfurecido? ¿Con qué justicia castigáis á
+quien está persuadido de que la moral es una mentira, que no hay otra
+que el interés privado, que el bien y el mal no son otra cosa que ese
+mismo interés bien ó mal entendido? Si le hacéis sufrir una pena, será,
+no porque sea culpable según su conciencia, sino porque ha errado un
+cálculo, porque se ha equivocado en las probabilidades del resultado
+que su acción le había de acarrear.» He aquí las consecuencias
+necesarias, inevitables, de la doctrina que niega al poder público la
+facultad de castigar los crímenes que se cometen á consecuencia de un
+error de entendimiento.
+
+Pero se dirá que el derecho de castigar se entiende con respecto á las
+acciones, no á las doctrinas; que las primeras deben sujetarse á la
+ley, las segundas deben campear con ilimitada libertad. Si se habla
+de las doctrinas en cuanto están únicamente en el entendimiento sin
+manifestarse en lo exterior, claro es que, no sólo no hay derecho,
+pero ni siquiera posibilidad de castigarlas, porque sólo Dios puede
+conocer los secretos del espíritu del hombre; pero, si se trata de las
+doctrinas manifestadas, entonces es falso el principio, y acabamos de
+demostrar que ni los mismos que le sostienen en teoría pueden atenerse
+á él en la práctica. Por fin, se nos podrá replicar que, aun cuando la
+doctrina que impugnamos conduce á grandes absurdos, sin embargo, no
+deja de permanecer en pie la dificultad capital, que consiste en la
+incompatibilidad de la justicia del castigo con la acción dictada ó
+permitida por la conciencia de quien la comete. ¿Cómo se suelta esa
+dificultad? ¿Cómo se salva tamaño inconveniente? ¿Podrá ser lícito en
+ningún caso tratar como culpable á quien no lo es en el tribunal de su
+propia conciencia?
+
+Al parecer, los hombres de todas opiniones y religiones deben estar de
+acuerdo en los puntos principales sobre que gira la presente cuestión;
+y, sin embargo, no es así; y entre los católicos, de una parte, y los
+incrédulos y protestantes, de otra, media una diferencia profunda.
+Los primeros tienen por principio inconcuso que hay _errores de
+entendimiento que son culpables_; los segundos piensan, al contrario,
+que todos _los errores de entendimiento son inocentes_. Los católicos
+miran como una de las primeras ofensas que puede el hombre hacer á
+Dios, el error acerca de las importantes verdades religiosas y morales;
+sus adversarios excusan esa clase de errores con la mayor indulgencia,
+y no pueden conducirse de otro modo, so pena de ser inconsecuentes.
+Los católicos admiten la posibilidad de la ignorancia invencible de
+algunas verdades muy graves, pero esta posibilidad la limitan á ciertas
+circunstancias, fuera de las cuales declaran al hombre culpable; pero
+sus adversarios, ponderando de continuo la libertad del pensar, no
+poniéndole más trabas que las que sean del gusto de cada individuo,
+afirmando sin cesar que cada cual es libre de tener las opiniones que
+más le agraden, han llegado á inspirar á todos sus partidarios la
+convicción de que no hay opiniones culpables ni errores culpables,
+que no tiene el hombre la obligación de escudriñar cuidadosamente el
+fondo de su alma para examinar si hay algunas causas secretas que le
+impelen á apartarse de la verdad; han llegado, por fin, á confundir
+monstruosamente la libertad física del entendimiento con la libertad
+moral; han desterrado del orden de las opiniones las ideas de _lícito_
+ó _ilícito_; han dado á entender que estas ideas no tenían aplicación
+cuando se trataba del pensamiento. Es decir, que en el orden de las
+ideas han confundido el derecho con el hecho, han declarado inútiles é
+incompetentes todas las leyes divinas y humanas. ¡Insensatos! ¡Cómo
+si fuera posible que lo que hay más alto y más noble en la humana
+naturaleza, no estuviera sujeto á ninguna regla; cómo si fuera posible
+que lo que hace al hombre rey de la creación, no debiese concurrir á la
+inefable harmonía de las partes del universo entre sí, y del todo con
+Dios; cómo si esta harmonía pudiese ni subsistir ni concebirse siquiera
+en el hombre, no declarando como la primera de sus obligaciones la de
+mantenerse adherido á la verdad!
+
+He aquí una razón profunda que justifica á la Iglesia católica, cuando
+considera el pecado de herejía como uno de los mayores que el hombre
+puede cometer. ¡Qué! Vosotros que os sonreís de lástima y desprecio al
+sólo mentar el nombre de pecado de herejía; vosotros que le consideráis
+como una invención sacerdotal para dominar las conciencias y escatimar
+la libertad del pensamiento, ¿con qué derecho os arrogáis la facultad
+de condenar las herejías que se oponen á vuestra ortodoxia? ¿Con qué
+derecho condenáis esas sociedades donde se enseñan máximas atentatorias
+á la propiedad, al orden público, á la existencia del poder? Si el
+pensamiento es libre, si quien pretende coartarle en lo más mínimo
+viola derechos sagrados, si la conciencia no debe estar sujeta á
+ninguna traba, si es un absurdo, un contrasentido el pretender obligar
+á obrar contra ella ó á desobedecer sus inspiraciones, ¿por qué no
+dejáis hacer á esos hombres que quieren destruir todo el orden social
+existente, á esas asociaciones subterráneas que de vez en cuando
+envían algunos de sus miembros á disparar el plomo homicida contra el
+pecho de los reyes? Sabed que si, para declarar injusta y cruel la
+intolerancia que se ha tenido en ciertas épocas con vuestros errores,
+invocáis vosotros vuestras convicciones, ellos también pueden invocar
+las suyas. Vosotros decíais que las doctrinas de la Iglesia eran
+invenciones humanas, ellos dicen que las doctrinas reinantes en la
+sociedad son también invenciones humanas; vosotros decíais que el orden
+social antiguo era un monopolio, ellos dicen que es un monopolio el
+orden actual; vosotros decíais que los poderes antiguos eran tiránicos,
+y ellos dicen que los poderes actuales tiránicos son; vosotros
+decíais que queríais destruir lo existente para fundar instituciones
+nuevas que harían la dicha de la humanidad, ellos dicen que quieren
+derribar todo lo existente para plantear también otras instituciones
+que labrarán la dicha del humano linaje; vosotros declarabais santa
+la guerra que se hacía al poder antiguo, y ellos declaran santa
+la guerra que se hace al poder actual; vosotros apelasteis á los
+medios de que podíais disponer y los pretendisteis legitimados por
+la necesidad, ellos declaran también legítimo el único medio que
+tienen, que consiste en concertarse, en prepararse para el momento
+oportuno, procurando acelerarle asesinando personas augustas. Habéis
+pretendido hacer respetar todas vuestras opiniones hasta el ateísmo,
+y habéis enseñado que nadie tenía el derecho de impediros el obrar
+conforme á vuestros principios: pues bien, principios tienen también,
+y principios horribles, los fanáticos de quienes estamos hablando;
+convicciones tienen también, y convicciones horribles. ¿Qué prueba más
+convincente de que existe entre ellos esa convicción espantosa, que
+verlos, en medio de la alegría y de las fiestas públicas, deslizarse
+pálidos y sombríos entre la alborozada muchedumbre, escoger el puesto
+oportuno y aguardar imperturbables el momento fatal, para sumergir
+en la desolación una augusta familia, y cubrir de luto una nación,
+con la seguridad de atraer sobre la propia cabeza la execración
+pública y acabar la vida en un cadalso? Pero, nos dirán nuestros
+adversarios, estas convicciones no tienen escusa; bien la tendrían,
+si tenerla hubieran podido las vuestras; con la diferencia de que
+vosotros labrasteis vuestros funestos y ambiciosos sistemas en medio
+de la comodidad y de los regalos, quizás en medio de la opulencia y á
+la sombra del poder, y ellos se formaron sus abominables doctrinas,
+en medio de la obscuridad, de la pobreza, de la miseria, de la
+desesperación.
+
+En verdad que la inconsecuencia de ciertos hombres es en extremo
+chocante. El burlarse de todas las religiones, el negar la
+espiritualidad é inmortalidad del alma, la existencia de Dios, el
+derribar toda la moral y socavar sus más profundos cimientos, todo ha
+sido para ellos una cosa muy excusable, y hasta, si se quiere, digna
+de alabanza. Los escritores que desempeñaron tan funesta tarea, son
+todavía dignos de apoteosis; es menester lanzar la Divinidad de los
+templos para colocar en ellos los nombres y las imágenes de los jefes
+de aquellas escuelas: debajo de las bóvedas de la magnífica basílica,
+en los lugares destinados al reposo de las cenizas del cristiano
+que espera la resurrección, es necesario levantar los sepulcros de
+Voltaire y de Rousseau, para que las generaciones venideras desciendan
+á recogerse algunos momentos en aquellas mansiones silenciosas y
+sombrías, y á recibir las inspiraciones de aquellos genios. Entonces,
+¿cómo es posible quejarse con razón de que se ataque la propiedad, la
+familia, el orden social? La propiedad es sagrada, pero ¿es acaso más
+sagrada que Dios? Por más transcendentales que quieran suponerse las
+verdades relativas á la familia y á la sociedad, ¿son, por ventura,
+de un orden superior á los eternos principios de la moral? ó, por
+mejor decir, ¿son, acaso, otra cosa que la aplicación de esos eternos
+principios?
+
+Pero volvamos al hilo del discurso. Una vez sentado el principio de que
+hay errores culpables, principio que, si no en la teoría, al menos en
+la práctica todo el mundo debe admitir, pero principio que en teoría
+sólo el Catolicismo sostiene cumplidamente, resulta bien clara la
+razón de la justicia con que el poder humano castiga la propalación y
+la enseñanza de ciertas doctrinas, y los actos que á consecuencia de
+ellas se cometen, sin pararse en la convicción que pudiera abrigar el
+delincuente. La ley conviene en que existió ó pudo existir ese error
+de entendimiento; pero en tal caso declara culpable ese mismo error; y
+cuando el hombre invoca el testimonio de la propia conciencia, la ley
+le recuerda el deber que tenía de rectificarla. He aquí el fundamento
+de la justicia de una legislación que parecía tan injusta; fundamento
+que era necesario encontrar, si no se quería dejar una gran parte de
+las leyes humanas con la mancha más negra; porque negra mancha fuera
+la de arrogarse el derecho de castigar á quien no fuera verdaderamente
+culpable: derecho absurdo, que tan lejos está de pertenecer á la
+justicia humana, que no compete al mismo Dios. La misma justicia
+infinita dejaría de ser lo que es, si pudiese castigar al inocente.
+
+Podríase señalar quizás otro origen al derecho que tienen los gobiernos
+de castigar la propagación de ciertas doctrinas, y las acciones que á
+consecuencia de ellas se cometen, aun en el caso en que la convicción
+de los criminales sea la más profunda. Podríase decir que los gobiernos
+obran en nombre de la sociedad, la cual, como todo ser, tiene un
+derecho á su propia defensa. Hay doctrinas que amenazan la existencia
+misma de la sociedad, y, por tanto, ésta se halla en la necesidad y en
+el derecho de combatir á sus autores. Por más plausible que parezca
+una razón semejante, adolece, sin embargo, de un inconveniente muy
+grave, y es que hace desaparecer de un golpe la idea de castigo y de
+justicia. Quien se defiende, cuando hiere al invasor, no le castiga,
+sino que le rechaza; y, si se mira la sociedad desde este punto de
+vista, el criminal conducido al patíbulo no será un verdadero criminal:
+no será más que un desgraciado que sucumbe en una lucha desigual en
+que temerariamente se empeñó. La voz del juez que le condena no será
+la augusta voz de la justicia; su fallo no representará otra cosa que
+la acción de la sociedad, vengándose de quien ha osado atacarla. La
+palabra _pena_ tiene entonces un sentido muy diferente: y la graduación
+de ella sólo depende del cálculo, no de un principio de justicia. Es
+menester no olvidarlo: en suponiéndose que la sociedad, por derecho de
+defensa, impone castigo al que ella, por otra parte, considera como
+del todo inocente, la sociedad no juzga, no castiga, sino que lucha.
+Esto asienta muy bien, tratándose de sociedad con sociedad; pero, muy
+mal, tratándose de sociedad con individuo. Parécenos entonces ver la
+lucha desigual de un desmesurado gigante con un pequeñísimo pigmeo. El
+gigante le toma en sus manos y le aplasta contra una roca.
+
+Con la doctrina que acabo de exponer se ve con toda evidencia lo
+que vale el tan ponderado principio de la tolerancia universal:
+demostrado está que es tan impracticable en la región de los hechos
+como insostenible en teoría; y, por tanto, vienen al suelo todas las
+acusaciones que se han hecho al Catolicismo por su intolerancia. En
+claro queda que la intolerancia es, en cierto modo, un derecho de todo
+poder público; que así se ha reconocido siempre; que así se reconoce
+ahora todavía; á pesar de que, generalmente hablando, se han elevado
+á las regiones del poder los filósofos partidarios de la tolerancia.
+Sin duda que los gobiernos han abusado mil veces de este principio;
+sin duda que en su nombre se ha perseguido también á la verdad; pero,
+¿de qué no abusan los hombres? Lo que debía hacerse, pues, en buena
+filosofía, no era establecer proposiciones insostenibles, y además
+altamente peligrosas; no era declamar hasta el fastidio contra los
+hombres y las instituciones de los siglos que nos han precedido, sino
+procurar la propagación de sentimientos suaves é indulgentes, y,
+sobre todo, no combatir las altas verdades, sin las cuales no puede
+sostenerse la sociedad, y cuya desaparición dejaría el mundo entregado
+á la fuerza, y, por consiguiente, á la arbitrariedad y á la tiranía.
+
+Se han atacado los dogmas, pero no se ha reflexionado bastante que con
+ellos estaba ligada íntimamente la moral, y que esa moral misma es un
+dogma. Con la proclamación de una libertad de pensar ilimitada, se ha
+concedido al entendimiento la impecabilidad; el error ha dejado de
+figurar entre las faltas de que puede el hombre hacerse culpable. Se ha
+olvidado que para _querer_, es necesario _conocer_, y que para _querer
+bien_, es indispensable _conocer bien_. Si se examinan la mayor parte
+de los extravíos de nuestro corazón, se encontrará que tienen su origen
+en un concepto errado; ¿cómo es posible, pues, que no sea para el
+hombre un deber el preservar su entendimiento de error? Pero, desde que
+se ha dicho que las opiniones importaban poco, que el hombre era libre
+de escoger las que quisiese, sin ningún género de trabas, aun cuando
+perteneciesen á la religión y á la moral, la verdad ha perdido de su
+estimación y no disfruta á los ojos del hombre aquella alta importancia
+que antes tenía por sí misma, por su valor intrínseco; y muchos son los
+que no se creen obligados á ningún esfuerzo para alcanzarla. Lamentable
+situación de los espíritus y que encierra uno de los más terribles
+males que afligen á la sociedad.[9]
+
+
+
+
+CAPITULO XXXVI
+
+
+Hállome naturalmente conducido á decir cuatro palabras sobre la
+intolerancia de algunos príncipes católicos, sobre la Inquisición,
+y particularmente la de España; á examinar brevemente qué es lo que
+puede echarse en cara al Catolicismo por la conducta que ha seguido en
+los últimos siglos. Los calabozos y las hogueras de la Inquisición,
+y la intolerancia de algunos príncipes católicos, ha sido uno de
+los argumentos de que más se han servido los enemigos de la Iglesia
+para desacreditarla, y hacerla objeto de animadversión y de odio. Y
+menester es confesar que, en esta especie de ataque, tenían de su
+parte muchas ventajas que les daban gran probabilidad de triunfo. En
+efecto, y como ya llevo indicado más arriba, para el común de los
+lectores que no cuidan de examinar á fondo las cosas, que se dejan
+llevar candorosamente á donde quiera el sagaz autor, que abrigan un
+corazón sensible y dispuesto á interesarse por el infortunio, ¿qué
+medio más á propósito para excitar la indignación, que presentar á su
+vista negros calabozos, caballetes, sambenitos y hogueras? En medio de
+nuestra tolerancia, de nuestra suavidad de costumbres, de la benignidad
+de los códigos criminales, ¿qué efecto no debe producir el resucitar de
+golpe otros siglos con su rigor, con su dureza, y todo exagerado, todo
+agrupado, presentando en un solo cuadro las desagradables escenas que
+anduvieron ocurriendo en diferentes lugares, y en el espacio de largo
+tiempo? Entonces, teniendo el arte de recordar que todo esto se hacía
+en nombre de un Dios de paz y de amor, se ofrece más vivo el contraste,
+la imaginación se exalta, el corazón se indigna; y resulta que el
+clero, los magistrados, los reyes, los papas de aquellos tiempos son
+considerados como una tropa de verdugos que se complacen en atormentar
+y desolar á la humanidad. Los escritores que así han procedido, no
+se han acreditado, por cierto, de muy concienzudos; porque es regla
+que no deben perder nunca de vista ni el orador ni el escritor, que
+no es legítimo el movimiento que excitan en el ánimo, si antes no le
+convencen ó no le suponen convencido; y, además, es una especie de mala
+fe el tratar únicamente con argumentos de sentimiento materias que, por
+su misma naturaleza, sólo pueden examinarse cual conviene, mirándolas
+á la luz de la fría razón. En tales casos no debe empezarse moviendo,
+sino convenciendo: lo contrario es engañar al lector.
+
+No es mi ánimo hacer aquí la historia de la Inquisición, ni del sistema
+que en diferentes países se ha seguido en punto de intolerancia en
+materias religiosas; esto me fuera imposible, atendidos los estrechos
+límites á que me hallo circunscrito; y sería, además, inconducente
+para el objeto de esta obra. De la Inquisición en general, de la de
+España en particular, y de la legislación más ó menos intolerante
+que ha regido en varios países, ¿puede resultar un cargo contra el
+Catolicismo? Bajo este respecto, ¿puede sufrir un parangón con el
+Protestantismo? Éstas son las cuestiones que yo debo examinar.
+
+Tres cosas se presentan desde luego á la consideración del observador:
+la legislación é instituciones de intolerancia; el uso que de ellas
+se ha hecho, y, finalmente, los actos de intolerancia que se han
+cometido fuera del orden de dichas leyes é instituciones. Por lo que
+á esto último corresponde, diré, en primer lugar, que nada tiene que
+ver con el objeto que nos ocupa. La matanza de San Bartolomé, y las
+demás atrocidades que se hayan cometido en nombre de la religión, en
+nada deben embarazar á los apologistas de la misma; porque la religion
+no puede hacerse responsable de todo lo que se hace en su nombre, si
+no se quiere proceder con la más evidente injusticia. El hombre tiene
+un sentimiento tan fuerte y tan vivo de la excelencia de la virtud,
+que aun los mayores crímenes procura disfrazarlos con su manto; ¿y
+sería razonable el desterrar por esto la virtud de la tierra? Hay en
+la historia de la humanidad épocas terribles en que se apodera de
+las cabezas un vértigo funesto; el furor encendido por la discordia,
+ciega los entendimientos y desnaturaliza los corazones; llámase bien
+al mal, y mal al bien; y los más horrendos atentados se cometen
+invocando nombres augustos. En encontrándose en semejantes épocas, el
+historiador y el filósofo tienen señalada bien claramente la conducta
+que han de seguir: veracidad rigurosa en la narración de los hechos,
+pero guardarse de juzgar, por ellos, ni las ideas ni las instituciones
+dominantes. Están entonces las sociedades como un hombre en un acceso
+de delirio; y mal se juzgaría, ni de las ideas, ni de la índole, ni de
+la conducta del delirante, por lo que dice y hace mientras se halla en
+ese lamentable estado.
+
+En tiempos tan calamitosos ¿qué bando puede gloriarse de no haber
+cometido grandes crímenes? Ateniéndonos á la misma época que acabamos
+de nombrar, ¿no vemos los caudillos de ambos partidos, asesinados de
+una manera alevosa? El almirante Coligny muere á manos de los asesinos
+que comienzan el degüello de los hugonotes, pero el duque de Guisa
+había sido también asesinado por Poltrot delante de Orleans; Enrique
+III muere asesinado por Jacobo Clement, pero éste es el mismo Enrique
+que había hecho asesinar traidoramente al otro duque de Guisa en los
+corredores de palacio, y al cardenal hermano del duque en la torre de
+Moulins; y que, además, había tenido parte también en el degüello de
+San Bartolomé. Entre los católicos se cometieron atrocidades; pero, ¿no
+las cometieron también sus adversarios? Échese, pues, un velo sobre
+esas catástrofes, sobre estos aflictivos monumentos de la miseria y
+perversidad del corazón del hombre.
+
+El tribunal de la Inquisición, considerado en sí, no es más que la
+aplicación á un caso particular de la doctrina de intolerancia,
+que, con más ó menos extensión, es la doctrina de todos los poderes
+existentes. Así es que sólo nos resta examinar el carácter de esa
+aplicación, y ver si con justicia se le pueden hacer los cargos que le
+han hecho sus enemigos. En primer lugar, es necesario advertir que los
+encomiadores de todo lo antiguo falsean lastimosamente la historia, si
+pretenden que esa intolerancia soló se vió en los tiempos en que, según
+ellos, la Iglesia había degenerado de su pureza. Yo lo que veo es que,
+desde los siglos en que empezó la Iglesia á tener influencia pública,
+comienza la herejía á figurar en los códigos como delito; y hasta ahora
+no he podido encontrar una época de completa tolerancia.
+
+Hay también que hacer otra observación importante, que indica una de
+las causas del rigor desplegado en los siglos posteriores. Cabalmente
+la Inquisición tuvo que empezar sus procedimientos contra herejes
+maniqueos; es decir, contra los sectarios que en todos tiempos habían
+sido tratados con más dureza. En el siglo XI, cuando no se aplicaba
+todavía á los herejes la pena de fuego, eran exceptuados de la regla
+general los maniqueos; y hasta en tiempo de los emperadores gentiles
+eran tratados esos sectarios con mucho rigor; pues que Diocleciano y
+Maximiano publicaron en el año 296 un edicto que condenaba á diferentes
+penas á los maniqueos que no abjurasen sus dogmas, y á los jefes de
+la secta á la pena de fuego. Esos sectarios han sido mirados siempre
+como grandes criminales; su castigo se ha considerado necesario, no
+sólo por lo que toca á la religión, sino también por lo relativo á
+las costumbres, y al buen orden de la sociedad. Ésta fué una de las
+causas del rigor que se introdujo en esta materia; y, añadiéndose al
+carácter turbulento que presentaron las sectas que bajo varios nombres
+aparecieron en los siglos XI, XII y XIII, se atinará en otro de los
+motivos que produjeron escenas que á nosotros nos parecen inconcebibles.
+
+Estudiando la historia de aquellos siglos, y fijando la atención sobre
+las turbulencias y desastres que asolaron el mediodía de la Francia,
+se ve con toda claridad que, no sólo se disputaba sobre este ó aquel
+punto de dogma, sino que todo el orden social existente se hallaba en
+peligro. Los sectarios de aquellos tiempos eran los precursores de los
+del siglo XVI, mediando, empero, la diferencia de que estos últimos
+eran en general menos democráticos, menos aficionados á dirigirse á
+las masas, si se exceptúan los frenéticos anabaptistas. En la dureza
+de costumbres de aquellos tiempos, cuando, á causa de largos siglos
+de trastornos y violencias, la fuerza había llegado á obtener una
+preponderancia excesiva, ¿qué podía esperarse de los poderes que se
+veían amenazados de un peligro semejante? Claro es que las leyes y su
+aplicación habían de resentirse del espíritu de la época.
+
+En cuanto á la Inquisición de España, la cual no fué más que una
+extensión de la misma que se había establecido en otras partes, es
+necesario dividir su duración en tres grandes épocas, aun dejando
+aparte el tiempo de su existencia en el reino de Aragón, anteriormente
+á su importación en Castilla. La primera comprende el tiempo en que
+se dirigió principalmente contra los judaizantes y los moros, desde
+su instalación en tiempo de los Reyes Católicos hasta muy entrado el
+reinado de Carlos V; la segunda abraza desde que comenzó á dirigir
+todos sus esfuerzos para impedir la introducción del Protestantismo en
+España, hasta que cesó este peligro, la que contiene desde mediados
+del reinado de Carlos V hasta el advenimiento de los Borbones; y,
+finalmente, la última encierra la temporada en que se ciñó á reprimir
+vicios nefandos, y á cerrar el paso á la filosofía de Voltaire, hasta
+su desaparición en el primer tercio del presente siglo. Claro es que,
+siendo en dichas épocas una misma la institución, pero que se andaba
+modificando según las circunstancias, no pueden deslindarse á punto
+fijo, ni el principio de la una, ni el fin de la otra. Pero no deja,
+por esto, de ser verdad que estas tres épocas existen en la historia de
+la Inquisición, y que presentan caracteres muy diferentes.
+
+Nadie ignora las circunstancias particulares en que fué establecida la
+Inquisición en tiempo de los Reyes Católicos; pero bueno será hacer
+notar que quien solicitó del Papa la bula para el establecimiento de
+la Inquisición, fué la Reina Isabel, es decir, uno de los monarcas que
+rayan más alto en nuestra historia, y que todavía conserva, después
+de tres siglos, el respeto y la veneración de todos los españoles.
+Tan lejos anduvo la Reina de ponerse con esta medida en contradicción
+con la voluntad del pueblo, que antes bien no hacía más que realizar
+uno de sus deseos. La Inquisición se establecía principalmente contra
+los judíos; la bula del Papa había sido expedida en 1478; y antes que
+la Inquisición publicase su primer edicto en Sevilla en 1481, las
+Cortes de Toledo de 1480 cargaban reciamente la mano en el negocio,
+disponiendo que, para impedir el daño que el comercio de judíos con
+cristianos podía acarrear á la fe católica estuviesen obligados los
+judíos no bautizados á llevar un signo distintivo, á vivir en barrios
+separados, que tenían el nombre de _juderías_, y á retirarse antes de
+la noche. Se renovaban los antiguos reglamentos contra los judíos, y
+se les prohibía ejercer las profesiones de médico, cirujano, mercader,
+barbero y tabernero. Por ahí se ve que, á la sazón, la intolerancia era
+popular; y que, si queda justificada á los ojos de los monárquicos por
+haber sido conforme á la voluntad de los Reyes, no debiera quedarlo
+menos delante de los amigos de la soberanía del pueblo.
+
+Sin duda que el corazón se contrista al leer el destemplado rigor con
+que á la sazón se perseguía á los judíos; pero menester es confesar que
+debieron de mediar algunas causas gravísimas para provocarlo. Se ha
+señalado como la principal, el peligro de la monarquía española, aun
+no bien afianzada, si dejaba que obrasen con libertad los judíos, á la
+sazón muy poderosos por sus riquezas y por sus enlaces con las familias
+más influyentes. La alianza de éstos con los moros y contra los
+cristianos era muy de temer, pues que estaba fundada en la respectiva
+posición de los tres pueblos; y así es que consideró necesario
+quebrantar un poder que podía comprometer de nuevo la independencia
+de los cristianos. También es necesario advertir que, al establecerse
+la Inquisición, no estaba finalizada todavía la guerra de ocho siglos
+contra los moros. La Inquisición se proyecta antes de 1478, y no se
+plantea hasta 1480; y la conquista de Granada no se verifica hasta
+1492. En el momento, pues, de establecerse la Inquisición, estaba la
+obstinada lucha en su tiempo crítico, decisivo; faltaba saber todavía
+si los cristianos habían de quedar dueños de toda la Península, ó
+si los moros conservarían la posesión de una de las provincias más
+hermosas y más feraces, si continuarían establecidos allí, en una
+situación excelente para sus comunicaciones con África, y sirviendo de
+núcleo y de punto de apoyo para todas las tentativas que en adelante
+pudiese ensayar contra nuestra independencia el poder de la Media
+Luna. Poder que á la sazón estaba todavía tan pujante, como lo dieron
+á entender en los tiempos siguientes sus atrevidas empresas sobre el
+resto de Europa. En crisis semejantes, después de siglos de combates,
+en los momentos que han de decidir de la victoria para siempre, ¿cuándo
+se ha visto que los contendientes se porten con moderación y dulzura?
+
+No puede negarse que en el sistema represivo que se siguió contra los
+judíos y los moros, pudo influir mucho el instinto de conservación
+propia; y que quizás los Reyes Católicos tendrían presente este motivo,
+cuando se decidieron á pedir para sus dominios el establecimiento de la
+Inquisición. El peligro no era imaginario, sino muy positivo; y, para
+formarse idea del estado á que hubieran podido llegar las cosas, si no
+se hubiesen adoptado algunas precauciones, basta recordar lo mucho que
+dieron que entender en los tiempos sucesivos las insurrecciones de los
+restos de los moros.
+
+Sin embargo, conviene no atribuirlo todo á la política de los Reyes,
+y guardarse del prurito de realzar la previsión y los planes de
+los hombres, más de lo que corresponde. Por mi parte, me inclino á
+creer que Fernando é Isabel siguieron naturalmente el impulso de la
+generalidad de la nación, la cual miraba con odio á los judíos que
+permanecían en su secta, y con suspicaz desconfianza á los que habían
+abrazado la religión cristiana. Esto traía su origen de dos causas: la
+exaltación de los sentimientos religiosos, general á la sazón en toda
+Europa y muy particularmente en España, y la conducta de los mismos
+judíos, que habían atraído sobre sí la indignación pública.
+
+Databa de muy antiguo en España la necesidad de enfrenar la codicia de
+los judíos para que no resultase en opresión de los cristianos: las
+antiguas asambleas de Toledo tuvieron ya que poner en esto la mano
+repetidas veces. En los siglos siguientes llegó el mal á su colmo: gran
+parte de las riquezas de la Península habían pasado á manos de los
+judíos; y casi todos los cristianos habían llegado á ser sus deudores.
+De aquí resultó el odio del pueblo contra ellos; de aquí los tumultos
+frecuentes en muchas poblaciones de la Península, tumultos que fueron
+más de una vez funestos á los judíos, pues que se derramó su sangre
+en abundancia. Difícil era, en efecto, que un pueblo acostumbrado por
+espacio de largos siglos á librar su fortuna en la suerte de las armas,
+se resignase tranquilo y pacífico á la suerte que le iban deparando las
+artes y las exacciones de una raza extranjera, que llevaba, además, en
+su propio nombre el recuerdo de una maldición terrible.
+
+En los tiempos siguientes se convirtió á la religión cristiana un
+inmenso número de judíos; pero, ni por esto se disipó la desconfianza,
+ni se extinguió el odio del pueblo. Y, á la verdad, es muy probable
+que muchas de esas conversiones no serían demasiado sinceras, dado que
+eran en parte motivadas por la triste situación en que se encontraban,
+permaneciendo en el judaísmo. Cuando la razón no nos llevara á
+conjeturarlo así, bastante fuera para indicárnoslo el crecido número
+de judaizantes que se encontraron luego que se investigó con cuidado
+cuáles eran los reos de ese delito. Como quiera, lo cierto es que se
+introdujo la distinción de _cristianos nuevos_ y _cristianos viejos_,
+siendo esta denominación un título de honor, y la primera una tacha de
+ignominia; y que los judíos convertidos eran llamados por desprecio
+_marranos_.
+
+Con más ó menos fundamento se les acusaba también de crímenes
+horrendos. Decíase que en sus tenebrosos conciliábulos perpetraban
+atrocidades que debe uno creer difícilmente, siquiera para honor de
+la humanidad; como, por ejemplo, que en desprecio de la religión y en
+venganza de los cristianos, crucificaban niños de éstos, escogiendo
+para el sacrificio los días más señalados de las festividades
+cristianas. Sabida es la historia que se contaba del caballero de la
+familia de Guzmán, que, enamorado de una doncella judía, estuvo una
+noche oculto en la familia de ésta, y vió con sus ojos cómo los judíos
+cometían el crimen de crucificar un niño cristiano, en el mismo tiempo
+en que los cristianos celebraban la institución del sacramento de la
+Eucaristía.
+
+Á más de los infanticidios, se les imputaban sacrilegios,
+envenenamientos, conspiraciones y otros crímenes; y que estos rumores
+andaban muy acreditados, lo prueban las leyes que les prohibían las
+profesiones de médico, cirujano, barbero y tabernero, donde se trasluce
+la desconfianza que se tenía de su moralidad.
+
+No es menester detenerse en examinar el mayor ó menor fundamento que
+tenían semejantes acusaciones; ya sabemos á cuánto llega la credulidad
+pública, sobre todo cuando está dominada por un sentimiento exaltado
+que le hace ver todas las cosas de un mismo color; bástanos que
+estos rumores circulasen, que fuesen acreditados, para concebir á
+cuán alto punto se elevaría la indignación contra los judíos, y, por
+consiguiente, cuán natural era que el poder, siguiendo el impulso del
+espíritu público, se inclinase á tratarlos con mucho rigor.
+
+Que los judíos procurarían concertarse para hacer frente á los
+cristianos, ya se deja entender por la misma situación en que se
+encontraban; y lo que hicieron cuando la muerte de San Pedro de Arbués,
+indica lo que practicarían en otras ocasiones. Los fondos necesarios
+para la perpetración del asesinato, pago de los asesinos y demás
+gastos que consigo llevaba la trama, se reunieron por medio de una
+contribución voluntaria impuesta sobre todos los aragoneses de la raza
+judía. Esto indica una organización muy avanzada, y que, en efecto,
+podía ser fatal, si no se la hubiese vigilado.
+
+Á propósito de la muerte de San Pedro de Arbués, haré una observación
+sobre lo que se ha dicho para probar la impopularidad del
+establecimiento de la Inquisición en España, fundándose en este trágico
+acontecimiento. ¿Qué señal más evidente de esta verdad, se nos dirá,
+que la muerte dada al inquisidor? ¿No es un claro indicio de que la
+indignación del pueblo había llegado á su colmo, y de que no quería
+en ninguna manera la Inquisición, cuando, para deshacerse de ella, se
+arrojaba á tamaños excesos? No negaré que, si por pueblo entendemos los
+judíos y sus descendientes, llevaban muy á mal el establecimiento de
+la Inquisición; pero no era así con respecto á lo restante del pueblo.
+Cabalmente, el mismo asesinato de que hablamos dió lugar á un suceso
+que prueba todo lo contrario de lo que pretenden los adversarios.
+Difundida por la ciudad la muerte del inquisidor, se levantó el pueblo
+con tumulto espantoso para vengar el asesinato. Los sublevados se
+habían esparcido por la ciudad, y, distribuídos en grupos, andaban
+persiguiendo á los _cristianos nuevos_; de suerte que hubiera ocurrido
+una catástrofe sangrienta, si el joven arzobispo de Zaragoza, Alfonso
+de Aragón, no se hubiese resuelto á montar á caballo, y presentarse
+al pueblo para calmarle, con la promesa de que caería sobre los
+culpables del asesinato todo el rigor de la ley. Esto no indica que
+la Inquisición fuese tan impopular como se ha querido suponer, ni que
+los enemigos de ella tuviesen la mayoría numérica; mucho más si se
+considera que ese tumulto popular no pudo prevenirse, á pesar de las
+precauciones que para el efecto debieron emplear los conjurados, á la
+sazón muy poderosos por sus riquezas é influencia.
+
+Durante la temporada del mayor rigor desplegado contra los judaizantes,
+obsérvase un hecho digno de llamar la atención. Los encausados por la
+Inquisición, ó que temen serlo, procuran de todas maneras substraerse
+á la acción de este tribunal, huyen de España, y se van á Roma. Quizá
+no pensarían que así sucediese los que se imaginan que Roma ha sido
+siempre el foco de la intolerancia y el incentivo de la persecución;
+y, sin embargo, nada hay más cierto. Son innumerables las causas
+formadas en la Inquisición, que de España se avocaron á Roma, en el
+primer medio siglo de la existencia de este tribunal; siendo de notar,
+además, que Roma se inclinaba siempre al partido de la indulgencia.
+No sé que pueda citarse un solo reo de aquella época que, habiendo
+acudido á Roma, no mejorara su situación. En la historia de la
+Inquisición de aquel tiempo ocupan una buena parte las contestaciones
+de los reyes con los papas, donde se descubre siempre, por parte
+de éstos, el deseo de limitar la Inquisición á los términos de la
+justicia y de la humanidad. No siempre se siguió cual convenía la
+línea de conducta prescrita por los Sumos Pontífices. Así vemos que
+éstos se vieron obligados á recibir un sinnúmero de apelaciones, y á
+endulzar la suerte que hubiera cabido á los reos si su causa se hubiese
+fallado definitivamente en España. Vemos también que, solicitado el
+Papa por los Reyes Católicos, que deseaban que las causas se fallasen
+definitivamente en España, nombra un juez de apelación, siendo el
+primero D. Iñigo Manrique, arzobispo de Sevilla. Tales eran, sin
+embargo, aquellos tiempos, y tan urgente la necesidad de impedir que
+la exaltación de ánimo llevase á cometer injusticias, ó se arrojase á
+medidas de una severidad destemplada, que el mismo Papa, y al cabo de
+muy poco tiempo, decía, en otra bula expedida en 2 de agosto de 1483,
+que había continuado recibiendo las apelaciones de muchos españoles de
+Sevilla que no habían osado presentarse al juez de apelación por temor
+de ser presos. Añadía el Papa que unos habían recibido ya la absolución
+de la Penitenciaría apostólica, y otros se disponían á recibirla;
+continuaba quejándose de que en Sevilla no se hiciese el debido caso de
+las gracias recientemente concedidas á varios reos, y, por fin, después
+de varias prevenciones, hacía notar á los Reyes Fernando é Isabel que
+la misericordia para con los culpables era más agradable á Dios que
+el rigor de que se quería usar, como lo prueba el ejemplo del Buen
+Pastor corriendo tras la oveja descarriada; y concluía exhortando á los
+Reyes á que tratasen benignamente á aquellos que hiciesen confesiones
+voluntarias, permitiéndoles residir en Sevilla, ó donde quisiesen;
+dejándoles el goce de todos sus bienes, como si jamás hubiesen cometido
+el crimen de herejía.
+
+Y no se crea que en las apelaciones admitidas en Roma, y en que se
+suavizaba la suerte de los encausados, se descubriesen siempre vicios
+en la formación de la causa en primera instancia, ó injusticias en la
+aplicación de la pena; los reos no siempre acudían á Roma para pedir
+reparación de una injusticia, sino porque estaban seguros de que allí
+encontrarían indulgencia. Buena prueba tenemos de esto en el número
+considerable de refugiados españoles, á quienes se les probó que habían
+recaído en el judaísmo. Nada menos que 250 resultaron de una sola vez
+convictos de reincidencia; pero no se hizo una sola ejecución capital;
+se les impusieron algunas penitencias, y, cuando fueron absueltos,
+pudieron volverse á sus casas sin ninguna nota de ignominia. Este hecho
+ocurrió en Roma en el año 1498.
+
+Es cosa verdaderamente singular lo que se ha visto en la Inquisición de
+Roma, de que no haya llegado jamás á la ejecución de una pena capital,
+á pesar de que durante este tiempo han ocupado la Silla Apostólica
+papas muy rígidos y muy severos en todo lo tocante á la administración
+civil. En todos los puntos de Europa se encuentran levantados cadalsos
+por asuntos de religión; en todas partes se presencian escenas que
+angustian el alma; y Roma es una excepción de esa regla general;
+Roma, que se nos ha querido pintar como un monstruo de intolerancia
+y de crueldad. Verdad es que los papas no han predicado como los
+protestantes y los filósofos la tolerancia universal; pero los hechos
+están diciendo lo que va de unos á otros: los papas, con un tribunal
+de intolerancia, no derramaron una gota de sangre, y los protestantes
+y los filósofos la hicieron verter á torrentes. ¿Qué les importa á
+las víctimas el oir que sus verdugos proclaman la tolerancia? Esto es
+acibarar la pena con el sarcasmo.
+
+La conducta de Roma, en el uso que ha hecho del tribunal de la
+Inquisición, es la mejor apología del Catolicismo contra los que
+se empeñan en tildarle de bárbaro y sanguinario; y, á la verdad,
+¿qué tiene que ver el Catolicismo con la severidad destemplada que
+pudo desplegarse en este ó aquel lugar, á impulsos de la situación
+extraordinaria de razas rivales, de los peligros que amenazaban á una
+de ellas, ó del interés que pudieron tener los reyes en consolidar la
+tranquilidad de sus Estados y poner fuera de riesgo sus conquistas?
+No entraré en el examen detallado de la Inquisición de España con
+respecto á los judaizantes; y estoy muy lejos de pensar que su rigor
+contra ellos sea preferible á la benignidad empleada y recomendada
+por los papas; lo que deseo consignar aquí, es que aquel rigor fué
+un resultado de circunstancias extraordinarias, del espíritu de los
+pueblos, de la dureza de costumbres todavía muy general en Europa en
+aquella época, y que nada puede echarse en cara al Catolicismo por
+los excesos que pudieron cometerse. Aun hay más: atendido el espíritu
+que domina en todas las providencias de los papas relativas á la
+Inquisición, y la inclinación manifiesta á ponerse siempre del lado
+que podía templar el rigor, y á borrar las marcas de ignominia de los
+reos y de sus familias, puede conjeturarse que, si no hubiesen temido
+los papas indisponerse demasiado con los reyes, y provocar escisiones
+que hubieran podido ser funestas, habrían llevado mucho más allá sus
+medidas. Para convencerse de esto, recuérdense las negociaciones sobre
+el ruidoso asunto de las reclamaciones de las Cortes de Aragón, y véase
+á qué lado se inclinaba la Corte de Roma.
+
+Dado que estamos hablando de la intolerancia contra los judaizantes,
+bueno será recordar la disposición de ánimo de Lutero con respecto
+á los judíos. Bien parece que el pretendido reformador, el fundador
+de la independencia del pensamiento, el fogoso declamador contra
+la opresión y tiranía de los papas, debía de estar animado de los
+sentimientos más benignos hacia los judíos; y así deben de pensarlo sin
+duda los encomiadores del corifeo del Protestantismo. Desgraciadamente
+para ellos, la historia no lo atestigua así; y, según todas las
+apariencias, si el fraile apóstata se hubiese encontrado en la posición
+de Torquemada, no hubieran salido mejor parados los judaizantes. He
+aquí cuál era el sistema aconsejado por Lutero, según refiere su mismo
+apologista Seckendorff: «Hubiérase debido arrasar sus sinagogas,
+destruir sus casas, quitarles los libros de oraciones, el Talmud, y
+hasta los libros del viejo Testamento, prohibir á los rabinos que
+enseñasen, y obligarlos á ganarse la vida por medio de trabajos
+penosos.» Al menos la Inquisición de España procedía, no contra los
+judíos, sino contra los judaizantes, es decir, contra aquellos que,
+habiéndose convertido al Cristianismo, reincidían en sus errores,
+y unían á su apostasía el sacrilegio, profesando exteriormente una
+creencia que detestaban en secreto, y que profanaban, además, con el
+ejercicio de su religión antigua. Pero Lutero extendía su rigor á los
+mismos judíos; de suerte que, según sus doctrinas, nada podía echarse
+en cara á los reyes de España cuando los expulsaron de sus dominios.
+
+Los moros y moriscos ocuparon también mucho por aquellos tiempos la
+Inquisición de España; á ellos puede aplicarse con pocas modificaciones
+cuanto se ha dicho sobre los judíos. También era una raza aborrecida,
+una raza con la que se había combatido por espacio de ocho siglos, y
+que, permaneciendo en su religión, excitaba el odio, y, abjurándola,
+no inspiraba confianza. También se interesaron por ellos los papas
+de un modo muy particular, siendo notable á este propósito una bula
+expedida en 1530, donde se habla en su favor un lenguaje evangélico,
+diciéndose en ella que la ignorancia de aquellos desgraciados era una
+de las principales causas de sus faltas y errores, y que, para hacer
+sus conversiones sinceras y sólidas, debía, primeramente, procurarse
+ilustrar sus entendimientos con la luz de la sana doctrina.
+
+Se dirá que el Papa otorgó á Carlos V la bula en que le relegaba del
+juramento prestado en las Cortes de Zaragoza de 1519, de no alterar
+nada en punto á los moros, y que así pudo el Emperador llevar á cabo
+la medida de expulsión; pero conviene también advertir que el Papa se
+resistió por largo tiempo á esta concesión, y que, si condescendió con
+la voluntad del monarca, fué porque éste juzgaba que la expulsión era
+indispensable para asegurar la tranquilidad en sus reinos. Si esto era
+así en la realidad ó no, el Emperador era quien debía saberlo, no el
+Papa, colocado á mucha distancia y sin conocimiento detallado de la
+verdadera situación de las cosas. Por lo demás, no era sólo el monarca
+español quien opinaba así: cuéntase que, estando prisionero en Madrid
+Francisco I, Rey de Francia, dijo un día á Carlos V que la tranquilidad
+no se solidaría nunca en España basta que se expeliesen los moros y
+moriscos.
+
+
+
+
+CAPITULO XXXVII
+
+
+Se ha dicho que Felipe II fundó en España una nueva Inquisición,
+más terrible que la del tiempo de los Reyes Católicos, y aun se ha
+dispensado á la de éstos cierta indulgencia, que no se ha concedido á
+la de aquél. Por de pronto, resalta aquí una inexactitud histórica muy
+grande; porque Felipe II no fundó una nueva Inquisición: sostuvo la que
+le habían legado los Reyes Católicos, y recomendado muy particularmente
+en testamento su padre y antecesor Carlos V. La comisión de las Cortes
+de Cádiz, en el proyecto de abolición de dicho tribunal, al paso que
+excusa la conducta de los Reyes Católicos, vitupera severamente la de
+Felipe II, y procura que recaigan sobre este príncipe toda la odiosidad
+y toda la culpa. Un ilustre escritor francés que ha tratado poco ha
+esta cuestión importante, se ha dejado llevar de las mismas ideas con
+aquel candor que es no pocas veces el patrimonio del genio. «Hubo en
+la Inquisición de España, dice el ilustre Lacordaire, dos momentos
+solemnes, que es preciso no confundir: uno al fin del siglo XV, bajo
+Fernando é Isabel, antes que los moros fuesen echados de Granada, su
+último asilo; otro á mediados del siglo XVI bajo Felipe II, cuando el
+Protestantismo amenazaba introducirse en España, La comisión de las
+Cortes distinguió perfectamente estas dos épocas, marcando de ignominia
+la Inquisición de Felipe II, y expresándose con mucha moderación con
+respecto á la de Isabel y de Fernando.» Cita en seguida un texto donde
+se afirma que Felipe II fué el verdadero fundador de la Inquisición, y
+que, si ésta se elevó en seguida á tan alto poder, todo fué debido á
+la refinada política de aquel príncipe, añadiendo un poco más abajo el
+citado escritor que Felipe II fué el inventor de los autos de fe para
+aterrorizar la herejía, y que el primero se celebró en Sevilla en 1559.
+(_Memoria para el restablecimiento en Francia del orden de los Frailes
+Predicadores, por el abate Lacordaire._ Capítulo 6.)
+
+Dejemos aparte la inexactitud histórica sobre la invención de los
+autos de fe, pues es bien sabido que ni los sambenitos ni las hogueras
+fueron invención de Felipe II. Estas inexactitudes se le escapan
+fácilmente á todo escritor, mayormente cuando no recuerda un hecho
+sino por incidencia; y así es que ni siquiera debemos detenernos en
+eso; pero enciérrase en dichas palabras una acusación á un monarca, á
+quien ya de muy antiguo no se le hace la justicia que merece. Felipe
+II continuó la obra empezada por sus antecesores; y si á éstos no se
+les culpa, tampoco se le debe culpar á él. Fernando é Isabel emplearon
+la Inquisición contra los judíos apóstatas; ¿por qué no pudo emplearla
+Felipe II contra los protestantes? Se dirá, empero, que abusó de su
+derecho y que llevó su rigor hasta el exceso; mas á buen seguro que no
+se anduvo muy abundante de indulgencia en tiempo de Fernando é Isabel.
+¿Se han olvidado, acaso, las numerosas ejecuciones de Sevilla y otros
+puntos? ¿Se ha olvidado lo que dice en su historia el Padre Mariana?
+¿Se han olvidado las medidas que tomaron los papas para poner coto á
+ese rigor excesivo?
+
+Las palabras citadas contra Felipe son sacadas de la obra _La
+Inquisición sin máscara_, que se publicó en España en 1811; pero se
+calculará fácilmente el peso de autoridad semejante, en sabiéndose
+que su autor se ha distinguido hasta su muerte por un odio profundo
+contra los reyes de España. La portada de la obra llevaba el nombre de
+Natanael Jomtob, pero el verdadero autor es un español bien conocido,
+que en los escritos publicados al fin de su vida no parece sino que
+se propuso vindicar con su desmedida exageración, y sus furibundas
+invectivas, todo lo que anteriormente había atacado: tan insoportable
+es su lenguaje contra todo cuanto se le ofrece al paso. Religión,
+reyes, patria, clases, individuos, aun los de su mismo partido y
+opiniones, todo lo insulta, todo lo desgarra, como atacado de un exceso
+de rabia.
+
+No es extraño, pues, que mirase á Felipe II como han acostumbrado
+mirarle los protestantes y los filósofos; es decir, como un príncipe
+arrojado sobre la tierra para oprobio y tormento de la humanidad, como
+un monstruo de maquiavelismo que esparcía las tinieblas para cebarse á
+mansalva en la crueldad y tiranía.
+
+No seré yo quien me encargue de justificar en todas sus partes la
+política de Felipe II, ni negaré que haya alguna exageración en los
+elogios que le han tributado algunos escritores españoles; pero tampoco
+puede ponerse en duda que los protestantes, y los enemigos políticos
+de este monarca, han tenido un constante empeño en desacreditarle.
+¿Y sabéis por qué los protestantes le han profesado á Felipe II tan
+mala voluntad? Porque él fué quien impidió que penetrara en España
+el Protestantismo, él fué quien sostuvo la causa de la Iglesia
+católica en aquel agitado siglo. Dejemos aparte los acontecimientos
+transcendentales al resto de Europa, de los cuales cada uno juzgará
+como mejor le agradare; pero, ciñéndonos á España, puede asegurarse que
+la introducción del Protestantismo era inminente, inevitable, sin el
+sistema seguido por aquel monarca. Si en este ó aquel caso hizo servir
+la Inquisición á su política, éste es otro punto que no nos toca
+examinar aquí; pero reconózcase al menos que la Inquisición no era un
+mero instrumento de miras ambiciosas, sino una institución sostenida en
+vista de un peligro inminente.
+
+De los procesos formados por la Inquisición en aquella época, resulta
+con toda evidencia que el Protestantismo andaba cundiendo en España de
+una manera increíble. Eclesiásticos distinguidos, religiosos, monjas,
+seglares de categoría, en una palabra, individuos de las clases más
+influyentes, se hallaron contagiados de los nuevos errores; bien se
+echa de ver que no eran infructuosos los esfuerzos de los protestantes
+para introducir en España sus doctrinas, cuando procuraban de todos
+modos llevarnos los libros que las contenían, hasta valiéndose de la
+singular estratagema de encerrarlos en botas de vino de Champaña y
+Borgoña, con tal arte, que los aduaneros no podían alcanzar á descubrir
+el fraude, como escribía á la sazón el embajador de España en París.
+
+Una atenta observación del estado de los espíritus en España en aquella
+época, haría conjeturar el peligro, aun cuando hechos incontestables
+no hubieran venido á manifestarle. Los protestantes tuvieron buen
+cuidado de declamar contra los abusos, presentándose como reformadores,
+y trabajando por atraer á su partido á cuantos estaban animados de
+un vivo deseo de reforma. Este deseo existía en la Iglesia de mucho
+antes; y si bien es verdad que en unos el espíritu de reforma era
+inspirado por malas intenciones, ó, en otros términos, disfrazaban con
+este nombre su verdadero proyecto, que era de destrucción, también es
+cierto que en muchos católicos sinceros había un deseo tan vivo de
+ella, que llegaba á celo imprudente y rayaba en ardor destemplado. Es
+probable que este mismo celo llevado hasta la exaltación se convertiría
+en algunos en acrimonia; y que así prestarían más fácilmente oídos
+á las insidiosas sugestiones de los enemigos de la Iglesia. Quizás
+no fueron pocos los que empezaron por un celo indiscreto, cayeron
+en la exageración, pasaron en seguida á la animosidad, y al fin se
+precipitaron en la herejía. No faltaba en España esta disposición de
+espíritu, que, desenvuelta con el curso de los acontecimientos, hubiera
+dado frutos amargos, por poco que el Protestantismo hubiese podido
+tomar pie. Sabido es que en el concilio de Trento se distinguieron
+los españoles por su celo reformador y por la firmeza en expresar sus
+opiniones: y es necesario advertir que, una vez introducida en un país
+la discordia religiosa, los ánimos se exaltan con las disputas, se
+irritan con el choque continuo, y á veces hombres respetables llegan
+á precipitarse en excesos, de que poco antes ellos mismos se habrían
+horrorizado. Difícil es decir á punto fijo lo que hubiera sucedido por
+poco que en este punto se hubiese aflojado; lo cierto es que, cuando
+uno lee ciertos pasajes de Luis Vives, de Arias Montano, de Carranza,
+de la consulta de Melchor Cano, parece que está sintiendo en aquellos
+espíritus cierta inquietud y agitación, como aquellos sordos mugidos
+que anuncian en lontananza el comienzo de la tempestad.
+
+La famosa causa del arzobispo de Toledo fray Bartolomé de Carranza
+es uno de los hechos que se han citado más á menudo en prueba de la
+arbitrariedad con que procedía la Inquisición de España. Ciertamente
+es mucho el interés que excita el ver sumido de repente en estrecha
+prisión, y continuando en ella largos años, uno de los hombres más
+sabios de Europa, arzobispo de Toledo, honrado con la íntima confianza
+de Felipe II y de la reina de Inglaterra, ligado en amistad con los
+hombres más distinguidos de la época, y conocido en toda la cristiandad
+por el brillante papel que había representado en el concilio de
+Trento. Diez y siete años duró la causa, y á pesar de haber sido
+avocada á Roma, donde no faltarían al arzobispo protectores poderosos,
+todavía no pudo recabarse que en el fallo se declarase su inocencia.
+Prescindiendo de lo que podía arrojar de sí una causa tan extensa y
+complicada, y de los mayores ó menores motivos que pudieron dar las
+palabras y los escritos de Carranza para hacer sospechar de su fe,
+yo tengo por cierto que en su conciencia, delante de Dios, era del
+todo inocente. Hay de esto una prueba que lo deja fuera de toda duda:
+hela aquí. Habiendo caído enfermo al cabo de poco de fallada la causa,
+se conoció luego que su enfermedad era mortal y se le administraron
+los santos sacramentos. En el acto de recibir el Sagrado Viático,
+en presencia de un numeroso concurso, declaró del modo más solemne
+que jamás se había apartado de la fe de la Iglesia católica, que de
+nada le remordía la conciencia de todo cuanto se le había acusado, y
+confirmó su dicho poniendo por testigo á aquel mismo Dios que tenía
+en su presencia, á quien iba á recibir bajo las sagradas especies,
+y á cuyo tremendo tribunal debía en breve comparecer. Acto patético
+que hizo derramar lágrimas á todos los circunstantes, que disipó de
+un soplo las sospechas que contra él se habían podido concebir, y
+aumentó las simpatías excitadas ya durante la larga temporada de su
+angustioso infortunio. El Sumo Pontífice no dudó de la sinceridad de la
+declaración, como lo indica el que se puso sobre su tumba un magnífico
+epitafio, que por cierto no se hubiera permitido, á quedar alguna
+sospecha de la verdad de sus palabras. Y de seguro que fuera temeridad
+no dar fe á tan explícita declaración, salida de la boca de un hombre
+como Carranza, y moribundo, y en presencia del mismo Jesucristo.
+
+Pagado este tributo al saber, á las virtudes y al infortunio de
+Carranza, resta ahora examinar si, por más pura que estuviese su
+conciencia, puede decirse con razón que su causa no fué más que una
+traidora intriga tramada por la enemistad y la envidia. Ya se deja
+entender que no se trata aquí de examinar el inmenso proceso de aquella
+causa; pero así como suele pasarse ligeramente sobre ella, echando
+un borrón sobre Felipe II y sobre los adversarios de Carranza, séame
+permitido también hacer algunas observaciones sobre la misma para
+llevar las cosas á su verdadero punto de vista. En primer lugar, salta
+á los ojos que es bien singular la duración tan extremada de una causa
+destituída de todo fundamento, ó al menos que no hubiese tenido en
+su favor algunas apariencias. Además, si la causa hubiese continuado
+siempre en España, no fuera tan de extrañar su prolongación; pero no
+fué así, sino que estuvo pendiente muchos años también en Roma. ¿Tan
+ciegos eran los jueces ó tan malos, que, ó no viesen la calumnia, ó no
+la desechasen, si esta calumnia era tan clara, tan evidente, como se ha
+querido suponer?
+
+Se puede responder á esto que las intrigas de Felipe II, empeñado en
+perder al arzobispo, impedían que se aclarase la verdad, como lo prueba
+la morosidad que hubo en remitir á Roma al ilustre preso, á pesar de
+las reclamaciones del Papa, hasta verse, según dicen, obligado Pío V
+á amenazar con la excomunión á Felipe II, si no se enviaba á Roma á
+Carranza. No negaré que Felipe II haya tenido empeño en agravar la
+situación del arzobispo, y deseos de que la causa diera un resultado
+poco favorable al reo; sin embargo, para saber si la conducta del
+rey era criminal ó no, falta averiguar si el motivo que le impelía
+á obrar así, era de resentimiento personal, ó si en realidad era la
+convicción, ó la sospecha, de que el arzobispo fuese luterano. Antes de
+su desgracia era Carranza muy favorecido y honrado de Felipe: dióle de
+ello abundantes pruebas con las comisiones que le confió en Inglaterra,
+y, finalmente, nombrándole para la primera dignidad eclesiástica de
+España; y así es que no podemos presumir que tanta benevolencia se
+cambiase de repente en un odio personal, á no ser que la historia
+nos suministre algún dato donde fundar esta conjetura. Este dato es
+el que yo no encuentro en la historia, ni sé que hasta ahora se haya
+encontrado. Siendo esto así, resulta que, si en efecto se declaró
+Felipe II tan contrario del arzobispo, fué porque creía, ó al menos
+sospechaba fuertemente, que Carranza era hereje. En tal caso pudo ser
+Felipe II imprudente, temerario, todo lo que se quiera; pero nunca se
+podrá decir que persiguiese por espíritu de venganza, ni por miras
+personales.
+
+También se han culpado otros hombres de aquella época, entre los
+cuales figura el insigne Melchor Cano. Según parece, el mismo Carranza
+desconfió de él; y aun llegó á estar muy quejoso por haber sabido
+que Cano se había atrevido á decir que el arzobispo era tan hereje
+como Lutero. Pero Salazar de Mendoza, refiriendo el hecho en la
+_Vida de Carranza_, asegura que, sabedor Cano de esto, lo desmintió
+abiertamente, afirmando que jamás había salido de su boca expresión
+semejante. Y á la verdad, el ánimo se inclina fácilmente á dar crédito
+á la negativa; hombres de un espíritu tan privilegiado como Melchor
+Cano, llevan en su propia dignidad un preservativo demasiado poderoso
+contra toda bajeza, para que sea permitido sospechar que descendiera al
+infame papel de calumniador.
+
+Yo no creo que las causas del infortunio de Carranza sea menester
+buscarlas en rencores ni envidias particulares, sino que se las
+encuentra en las circunstancias críticas de la época y en el mismo
+natural de este hombre ilustre. Los gravísimos síntomas que se
+observaban en España de que el luteranismo estaba haciendo prosélitos;
+los esfuerzos de los protestantes para introducir en ella sus libros
+y emisarios, y la experiencia de lo que estaba sucediendo en otros
+países, y, en particular, en el fronterizo reino de Francia, tenía
+tan alarmados los ánimos y los traía tan asustadizos y suspicaces,
+que el menor indicio de error, sobre todo en personas constituídas en
+dignidad, ó señaladas por su sabiduría, causaba inquietud y sobresalto.
+Conocido es el ruidoso negocio de Arias Montano sobre la Poliglota de
+Amberes, como y también los padecimientos del insigne fray Luis de León
+y de otros hombres ilustres de aquellos tiempos. Para llevar las cosas
+al extremo, mezclábase en esto la situación política de España con
+respecto al extranjero; pues que, teniendo la monarquía española tantos
+enemigos y rivales, temíase con fundamento que éstos se valdrían de
+la herejía para introducir en nuestra patria la discordia religiosa,
+y, por consiguiente, la guerra civil. Esto hacía naturalmente que
+Felipe II se mostrase desconfiado y suspicaz, y que, combinándose en su
+espíritu el odio á la herejía y el deseo de la propia conservación, se
+manifestase severo é inexorable con todo lo que pudiese alterar en sus
+dominios la pureza de la fe católica.
+
+Por otra parte, menester es confesar que el natural de Carranza no era
+el más á propósito para vivir en tiempos tan críticos sin dar algún
+grave tropiezo. Al leer sus _Comentarios sobre el Catecismo_, conócese
+que era hombre de entendimiento muy despejado, de erudición vasta, de
+ciencia profunda, de un carácter severo y de un corazón generoso y
+franco. Lo que piensa lo dice con pocos rodeos, sin pararse mucho en el
+desagrado que en estas ó aquellas personas podían excitar sus palabras.
+Donde cree descubrir un abuso, lo señala con el dedo y le condena
+abiertamente, de suerte que no son pocos los puntos de semejanza que
+tiene con su supuesto antagonista Melchor Cano. En el proceso se le
+hicieron cargos, no sólo por lo que resultaba de sus escritos, sino
+también por algunos sermones y conversaciones. No sé hasta qué punto
+pudiera haberse excedido; pero desde luego no tengo reparo en afirmar
+que quien escribía con el tono que él lo hace, debía expresarse de
+palabra con mucha fuerza, y quizás con demasiada osadía.
+
+Además, es necesario también añadir, en obsequio de la verdad, que en
+sus _Comentarios sobre el Catecismo_, tratando de la justificación,
+no se explica con aquella claridad y limpieza que era de desear, y
+que reclamaban las calamitosas circunstancias de aquella época. Los
+versados en estas materias saben cuán delicados son ciertos puntos,
+que cabalmente eran entonces el objeto de los errores de Alemania; y
+fácilmente se concibe cuánto debían de llamar la atención las palabras
+de un hombre como Carranza, por poca ambigüedad que ofreciesen. Lo
+cierto es que en Roma no salió absuelto de los cargos, que se le obligó
+á abjurar una serie de proposiciones, de las cuales se le consideró
+sospechoso, y que se le impusieron por ello algunas penitencias.
+Carranza en el lecho de la muerte protestó de su inocencia, pero tuvo
+el cuidado de declarar que no por esto tenía por injusta la sentencia
+del Papa. Esto explica el enigma; pues no siempre la inocencia del
+corazón anda acompañada de la prudencia en los labios.
+
+Heme detenido algún tanto en esta causa célebre, porque se brinda
+á consideraciones que hacen sentir el espíritu de aquella época;
+consideraciones que sirven, además, para restablecer en su puesto la
+verdad, y para que no se explique todo por la miserable clave de la
+perversidad de de los hombres. Desgraciadamente hay una tendencia á
+explicarlo todo así, y por cierto que no es escaso el fundamento que
+muchas veces dan los hombres para ello; pero, mientras no haya una
+evidente necesidad de hacerlo, deberíamos abstenernos de acriminar. El
+cuadro de la historia de la humanidad es de suyo demasiado sombrío,
+para que podamos tener gusto en obscurecerle, echándole nuevas manchas;
+y es menester pensar que á veces acusamos de crimen lo que no fué más
+que ignorancia. El hombre está inclinado al mal, pero no está menos
+sujeto al error; y el error no siempre es culpable.
+
+Yo creo que pueden darse las gracias á los protestantes del rigor y
+de la suspicacia que desplegó en aquellos tiempos la Inquisición de
+España. Los protestantes promovieron una revolución religiosa; y es una
+ley constante que toda revolución, ó destruye el poder atacado, ó le
+hace más severo y duro. Lo que antes se hubiera juzgado indiferente,
+se considera como sospechoso, y lo que en otras circunstancias sólo se
+hubiera tenido por una falta, es mirado entonces como un crimen. Se
+está con un temor continuo de que la libertad se convierta en licencia;
+y como las revoluciones destruyen, invocando la reforma, quien se
+atreva á hablar de ella corre peligro de ser culpado de perturbador. La
+misma prudencia en la conducta será tildada de precaución hipócrita;
+un lenguaje franco y sincero, calificado de insolencia y de sugestión
+peligrosa; la reserva lo será de mañosa reticencia; y hasta el mismo
+silencio será tenido por significativo, por disimulo alarmante. En
+nuestros tiempos hemos presenciado tantas cosas, que estamos en
+excelente posición para comprender fácilmente todas las fases de la
+historia de la humanidad.
+
+Es un hecho indudable la reacción que produjo en España el
+Protestantismo: sus errores y excesos hicieron que, así el poder
+eclesiástico como el civil, concediesen en todo lo tocante á religión
+mucha menor latitud de la que antes se permitía. La España se preservó
+de las doctrinas protestantes, cuando todas las probabilidades
+estaban indicando que al fin se nos llegarían á comunicar de un modo
+ú otro: y claro es que este resultado no pudo obtenerse sin esfuerzos
+extraordinarios. Era aquello una plaza sitiada, con un poderoso enemigo
+á la vista, donde los jefes andan vigilantes de continuo, en guarda
+contra los ataques de afuera y en vela contra las traiciones de adentro.
+
+En confirmación de estas observaciones aduciré un ejemplo, que servirá
+por muchos otros: quiero hablar de lo que sucedió con respecto á las
+Biblias en lengua vulgar, pues que esto nos dará una idea de lo que
+anduvo sucediendo en lo demás, por el mismo curso natural de las
+cosas. Cabalmente tengo á la mano un testimonio tan respetable como
+interesante: el mismo Carranza, de quien acabo de hablar. Oigamos
+lo que dice en el prólogo que precede á sus _Comentarios sobre el
+Catecismo Cristiano_. «Antes que las herejías de Lutero saliesen del
+infierno á esta luz del mundo, no sé yo que estuviese vedada la Sagrada
+Escritura en lenguas vulgares entre ningunas gentes. En España, había
+Biblias trasladadas en vulgar por mandato de reyes católicos, en
+tiempo que se consentían vivir entre cristianos los moros y judíos en
+sus leyes. Después que los judíos fueron echados de España, hallaron
+los jueces de la religión que algunos de los que se convirtieron á
+nuestra santa fe, instruían á sus hijos en el judaísmo, enseñándoles
+las ceremonias de la ley de Moisés, por aquellas Biblias vulgares; las
+cuales ellos imprimieron después en Italia, en la ciudad de Ferrara.
+Por esta causa tan justa se vedaron las Biblias vulgares en España;
+pero siempre se tuvo miramiento á los colegios y monasterios, y á las
+personas nobles que estaban fuera de sospecha, y se les daba licencia
+que las tuviesen y leyesen.» Continúa Carranza haciendo en pocas
+palabras la historia de estas prohibiciones en Alemania, Francia y
+otras partes, y después prosigue: «En España, que estaba y está limpia
+de la cizaña, por merced y gracia de Nuestro Señor, proveyeron en
+vedar generalmente todas las traslaciones vulgares de la Escritura,
+por quitar la ocasión á los extranjeros de tratar de sus diferencias
+con personas simples y sin letras. _Y también porque tenían y tienen
+experiencia de casos particulares y errores que comenzaban á nacer
+en España, y hallaban que la raíz era haber leído algunas partes de
+la Escritura sin las entender._ Esto que he dicho aquí es historia
+verdadera de lo que ha pasado. Y por este fundamento se ha prohibido la
+Biblia en lengua vulgar.»
+
+Este curioso pasaje de Carranza nos explica en pocas palabras el
+curso que anduvieron siguiendo las cosas. Primero no existe ninguna
+prohibición, pero el abuso de los judíos la provoca; bien que
+dejándose, como se ve por el mismo texto, alguna latitud. Vienen en
+seguida los protestantes, perturban la Europa con sus Biblias, amenaza
+el peligro de introducirse los nuevos errores en España, se descubre
+que algunos extraviados lo han sido por mala inteligencia de algún
+pasaje de la Biblia, lo que obliga á quitar esta arma á los extranjeros
+que intentasen seducir á las personas sencillas, y así la prohibición
+se hace general y rigurosa.
+
+Volviendo á Felipe II, no conviene perder de vista que este monarca
+fué uno de los más firmes defensores de la Iglesia católica, que fué
+la personificación de la política de los siglos fieles en medio del
+vértigo que á impulsos del Protestantismo se había apoderado de la
+política europea. Á él se debió en gran parte que al través de tantos
+trastornos pudiese la Iglesia contar con la poderosa protección de los
+príncipes de la tierra. La época de Felipe II fué crítica y decisiva
+en Europa; y, si bien es verdad que no fué afortunado en Flandes,
+también lo es que su poder y su habilidad formaron un contrapeso á la
+política protestante, á la que no permitió señorearse de Europa como
+ella hubiera deseado. Aun cuando supusiéramos que entonces no se hizo
+más que ganar tiempo, quebrantándose el primer ímpetu de la política
+protestante, no fué poco beneficio para la religión católica, por
+tantos lados combatida. ¿Qué hubiera sido de la Europa, si en España
+se hubiese introducido el Protestantismo como en Francia, si los
+hugonotes hubiesen podido contar con el apoyo de la Península? Y si el
+poder de Felipe II no hubiese infundido respeto, ¿qué no hubiera podido
+suceder en Italia? Los sectarios de Alemania ¿no hubieran alcanzado
+á introducir allí sus doctrinas? Posible fuera, y en esto abrigo la
+seguridad de obtener el asentimiento de todos los hombres que conocen
+la historia; posible fuera que, si Felipe II hubiese abandonado su
+tan acriminada política, la religión católica se hubiese encontrado,
+al entrar en el siglo XVII, en la dura necesidad de vivir, no más que
+como tolerada, en la generalidad de los reinos de Europa. Y lo que vale
+esta tolerancia, cuando se trata de la Iglesia católica, nos lo dice
+siglos ha la Inglaterra, nos lo dice en la actualidad la Prusia, y,
+finalmente, la Rusia, de un modo todavía más doloroso.
+
+Es menester mirar á Felipe II desde este punto de vista; y fuerza es
+convenir que, considerado así, es un gran personaje histórico, de los
+que han dejado un sello más profundo en la política de los siglos
+siguientes, y que más influjo han tenido en señalar una dirección al
+curso de los acontecimientos.
+
+Aquellos españoles que anatematizan al fundador del Escorial, menester
+es que hayan olvidado nuestra historia, ó que al menos la tengan en
+poco. Vosotros arrojáis sobre la frente de Felipe II la mancha de
+odioso tirano, sin reparar que, disputándole su gloria, ó trocándola en
+ignominia, destruís de una plumada toda la nuestra, y hasta arrojáis
+en el fango la diadema que orló las sienes de Fernando y de Isabel.
+Si no podéis perdonar á Felipe II el que sostuviese la Inquisición,
+si por esta sola causa no podéis legar á la posteridad su nombre sino
+cargado de execraciones, haced lo mismo con el de su ilustre padre
+Carlos V, y llegando á Isabel de Castilla escribid también en la lista
+de los tiranos, de los azotes de la humanidad, el nombre que acataron
+ambos mundos, el emblema de la gloria y pujanza de la monarquía
+española. Todos participaron en el hecho que tanto levanta vuestra
+indignación; no anatematicéis, pues, al uno, perdonando á los otros con
+una indulgencia hipócrita; indulgencia que no empleáis por otra causa,
+sino porque el sentimiento de nacionalidad que late en vuestros pechos
+os obliga á ser parciales, inconsecuentes, para no veros precisados
+á borrar de un golpe las glorias de España, á marchitar todos sus
+laureles, á renegar de vuestra patria. Ya que desgraciadamente nada
+nos queda sino grandes recuerdos, no los despreciemos; que estos
+recuerdos en una nación son como en una familia caída los títulos de
+su antigua nobleza: elevan el espíritu, fortifican en la adversidad,
+y, alimentando en el corazón la esperanza, sirven á preparar un nuevo
+porvenir.
+
+El inmediato resultado de la introducción del Protestantismo en España
+habría sido, como en los demás países, la guerra civil. Ésta nos
+fuera á nosotros más fatal por hallarnos en circunstancias mucho más
+críticas. La unidad de la monarquía española no hubiera podido resistir
+á las turbulencias y sacudimientos de una disensión intestina; porque
+sus partes eran tan heterogéneas, y estaban, por decirlo así, tan
+mal pegadas, que el menor golpe hubiera deshecho la soldadura. Las
+leyes y las costumbres de los reinos de Navarra y de Aragón eran muy
+diferentes de las de Castilla; un vivo sentimiento de independencia,
+nutrido por las frecuentes reuniones de sus Cortes, se abrigaba en
+sus pueblos indómitos; y sin duda que hubieran aprovechado la primera
+ocasión de sacudir un yugo que no les era lisonjero. Con esto, y las
+facciones que hubieran desgarrado las entrañas de todas las provincias,
+se habría fraccionado miserablemente la monarquía, cabalmente cuando
+debía hacer frente á tan multiplicadas atenciones en Europa, en África
+y en América. Los moros estaban aún á nuestra vista, los judíos no
+se habían olvidado de España; y por cierto que unos y otros hubieran
+aprovechado la coyuntura, para medrar de nuevo á favor de nuestras
+discordias. Quizás estuvo pendiente de la política de Felipe II, no
+sólo la tranquilidad, sino también la existencia de la monarquía
+española. Ahora se le acusa de tirano; en el caso contrario, se le
+hubiera acusado de incapaz é imbécil.
+
+Una de las mayores injusticias de los enemigos de la religión, al
+atacar á los que la han sostenido, es el suponerlos de mala fe; el
+acusarlos de llevar en todo segundas intenciones, miras tortuosas é
+interesadas. Cuando se habla, por ejemplo, del maquiavelismo de Felipe
+II, se supone que la Inquisición, aun cuando en la apariencia tenía
+un objeto puramente religioso, no era más en realidad que un dócil
+instrumento político, puesto en las manos del astuto monarca. Nada más
+especioso para los que piensan que estudiar la historia es ofrecer esas
+observaciones picantes y maliciosas, pero nada más falso en presencia
+de los hechos.
+
+Viendo en la Inquisición un tribunal extraordinario, no han podido
+concebir algunos cómo era posible su existencia sin suponer en el
+monarca que le sostenía y fomentaba, razones de Estado muy profundas,
+miras que alcanzaban mucho más allá de lo que se descubre en la
+superficie de las cosas. No se ha querido ver que cada época tiene
+su espíritu, su modo particular de mirar los objetos, y su sistema
+de acción, sea para procurarse bienes, sea para evitarse males. En
+aquellos tiempos, en que por todos los reinos de Europa se apelaba
+al hierro y al fuego en las cuestiones religiosas, en que así los
+protestantes como los católicos quemaban á sus adversarios, en que la
+Inglaterra, la Francia, la Alemania estaban presenciando las escenas
+más crueles, se encontraba tan natural, tan en el orden regular la
+quema de un hereje, que en nada chocaba con las ideas comunes. Á
+nosotros se nos erizan los cabellos á la sola idea de quemar á un
+hombre vivo. Hallándonos en una sociedad donde el sentimiento religioso
+se ha amortiguado en tal manera, y acostumbrados á vivir entre hombres
+que tienen religión diferente de la nuestra, y á veces ninguna, no
+alcanzamos á concebir que pasaba entonces como un suceso muy ordinario
+el ser conducidos al patíbulo esta clase de hombres. Léanse, empero,
+los escritores de aquellos tiempos; y se notará la inmensa diferencia
+que va de nuestras costumbres á los suyas; se observará que nuestro
+lenguaje templado y tolerante hubiera sido para ellos incomprensible.
+¿Qué más? El mismo Carranza, que tanto sufrió de la Inquisición,
+¿piensan quizás algunos cómo opinaba sobre estas materias? En su citada
+obra, siempre que se ofrece la oportunidad de tocar este punto, emite
+las mismas ideas de su tiempo, sin detenerse siquiera en probarlas,
+dándolas como cosa fuera de duda. Cuando en Inglaterra se encontraba al
+lado de la reina María, sin ningún reparo ponía también en planta sus
+doctrinas sobre el rigor con que debían ser tratados los herejes; y á
+buen seguro que lo hacía sin sospechar, en su intolerancia, que tanto
+había de servir su nombre para atacar esa misma intolerancia.
+
+Los reyes y los pueblos, los eclesiásticos y los seglares, todos
+estaban acordes en este punto. ¿Qué se diría ahora de un rey que con
+sus manos aproximase la leña para quemar á un hereje, que impusiese
+la pena de horadar la lengua á los blasfemos con un hierro? Pues lo
+primero se cuenta de San Fernando, y lo segundo lo hacía San Luis.
+Aspavientos hacemos ahora, cuando vemos á Felipe II asistir á un auto
+de fe; pero, si consideramos que la corte, los grandes, lo más escogido
+de la sociedad, rodeaban en semejante caso al rey, veremos que, si esto
+á nosotros nos parece horroroso, insoportable, no lo era para aquellos
+hombres, que tenían ideas y sentimientos muy diferentes. No se diga que
+la voluntad del monarca lo prescribía así, y que era fuerza obedecer;
+no, no era la voluntad del monarca lo que obraba, era el espíritu de
+la época. No hay monarca tan poderoso que pueda celebrar una ceremonia
+semejante, si estuviere en contradicción con el espíritu de su tiempo;
+no hay monarca tan insensible que no esté él propio afectado del siglo
+en que reina. Suponed el más poderoso, el más absoluto de nuestros
+tiempos: Napoleón en su apogeo, el actual emperador de Rusia, y ved si
+alcanzar podría su voluntad á violentar hasta tal punto las costumbres
+de su siglo.
+
+Á los que afirman que la Inquisición era un instrumento de Felipe II,
+se les puede salir al encuentro con una anécdota, que por cierto no
+es muy á propósito para confirmarnos en esta opinión. No quiero dejar
+de referirla aquí, pues que, á más de ser muy curiosa é interesante,
+retrata las ideas y costumbres de aquellos tiempos. Reinando en Madrid
+Felipe II, cierto orador dijo en un sermón, en presencia del rey, que
+_los reyes tenían poder absoluto sobre las personas de los vasallos y
+sobre sus bienes_. No era la proposición para desagradar á un monarca,
+dado que el buen predicador le libraba, de un tajo, de todas las
+trabas en el ejercicio de su poder. Á lo que parece, no estaría todo
+el mundo en España tan encorvado bajo la influencia de las doctrinas
+despóticas como se ha querido suponer, pues que no faltó quien delatase
+á la Inquisición las palabras con que el predicador había tratado de
+lisonjear la arbitrariedad de los reyes. Por cierto que el orador no
+se había guarecido bajo un techo débil; y así es que los lectores
+darán por supuesto que, rozándose la denuncia con el poder de Felipe
+II, trataría la Inquisición de no hacer de ella ningún mérito. No fué
+así, sin embargo: la Inquisición instruyó su expediente, encontró la
+proposición contraria á las sanas doctrinas, y el pobre predicador,
+que no esperaría tal recompensa, á más de varias penitencias que se
+le impusieron, fué condenado á retractarse públicamente, en el mismo
+lugar, con todas las ceremonias del auto jurídico, con la particular
+circunstancia de leer en un papel, conforme se le había ordenado, las
+siguientes notabilísimas palabras: «_Porque, señores, los reyes no
+tienen más poder sobre sus vasallos, del que les permite el derecho
+divino y humano: y no por su libre y absoluta voluntad_.» Así lo
+refiere D. Antonio Pérez, como se puede ver en el pasaje que se inserta
+por entero en la nota correspondiente á este capítulo. Sabido es que D.
+Antonio Pérez no era apasionado de la Inquisición.
+
+Este suceso se verificó en aquellos tiempos que algunos no nombran
+jamás, sin acompañarles el título de _obscurantismo_, de _tiranía_, de
+_superstición_; yo dudo, sin embargo, que en los más cercanos, y en que
+se dice que comenzó á lucir para España la aurora de la ilustración
+y de la libertad, por ejemplo, de Carlos III, se hubiese llevado
+á término una condenación pública, solemne, del despotismo. Esta
+condenación era tan honrosa al tribunal que la mandaba, como al monarca
+que la consentía.
+
+Por lo que toca á la ilustración, también es una calumnia lo que se
+dice, que hubo el plan de establecer y perpetuar la ignorancia. No lo
+indica así, por cierto, la conducta de Felipe II, cuando, á más de
+favorecer la grande empresa de la Poliglota de Amberes, recomendaba
+á Arias Montano que las sumas que se fuesen recobrando del impresor
+Platino, á quien para dicha empresa había suministrado el monarca una
+crecida cantidad, se emplease en la compra de libros _exquisitos, así
+de impresos como de mano_, para ponerlos en la librería del monasterio
+del Escorial, que entonces se estaba edificando; habiendo hecho también
+el encargo, como dice el rey en la carta á Arias Montano, á _D. Francés
+de Alaba, su embajador en Francia, que procurase de haber los mejores
+libros que pudiere en aquel reino_.
+
+No, la historia de España, desde el punto de vista de la intolerancia
+religiosa, no es tan negra como se ha querido suponer. Á los
+extranjeros, cuando nos echan en cara la crueldad, podemos responderles
+que, mientras la Europa estaba regada de sangre por las guerras
+religiosas, en España se conservaba la paz; y por lo que toca al número
+de los que perecieron en los patíbulos, ó murieron en el destierro,
+podemos desafiar á las dos naciones que se pretenden á la cabeza de la
+civilización, la Francia y la Inglaterra, á que muestren su estadística
+de aquellos tiempos sobre el mismo asunto, y la comparen con la
+nuestra. Nada tememos de semejante cotejo.
+
+Á medida que anduvo menguando el peligro de introducirse en España el
+Protestantismo, el rigor de la Inquisición se disminuyó también; y,
+además, podemos observar que suavizaba sus procedimientos, siguiendo
+el espíritu de la legislación criminal en los otros países de Europa.
+Así vemos que los autos de fe van siendo más raros, según los tiempos
+van aproximándose á los nuestros; de suerte que, á fines del siglo
+pasado, sólo era la Inquisición una sombra de lo que había sido. No es
+necesario insistir sobre un punto que nadie ignora, y en que están de
+acuerdo hasta los más acalorados enemigos de dicho tribunal: en esto
+encontramos la prueba más convincente de que se ha de buscar en las
+ideas y costumbres de la época lo que se ha pretendido hallar en la
+crueldad, en la malicia, ó en la ambición de los hombres. Si llegasen
+á surtir efecto las doctrinas de los que abogan por la abolición de la
+pena de muerte, cuando la posteridad leería las ejecuciones de nuestros
+tiempos, se horrorizaría del propio modo que nosotros con respecto á
+los anteriores. La horca, el garrote vil, la guillotina, figurarían en
+la misma línea que los antiguos quemaderos.[10]
+
+
+
+
+NOTAS
+
+
+ [1] Pág. 45--Recio se hace de creer el extravío de los
+ antiguos sobre el respeto debido al hombre; inconcebible
+ parece que llegasen á tener en nada la vida del individuo
+ que no podía servir en algo á la sociedad; y, sin embargo,
+ nada hay más cierto. Lamentable fuera que esta ó aquella
+ ciudad hubiesen dictado una ley bárbara, ó, por una ú otra
+ causa, llegase á introducirse en ellas una costumbre atroz;
+ no obstante, mientras la filosofía hubiese protestado contra
+ tamaños atentados, la razón humana se habría conservado sin
+ mancilla, y no se la pudiera achacar con justicia que tomase
+ parte en las nefandas obras del aborto y del infanticidio.
+ Pero cuando encontramos defendido y enseñado el crimen por
+ los filósofos más graves de la antigüedad, cuando le vemos
+ triunfante en el pensamiento de sus hombres más ilustres,
+ cuando los oímos prescribiendo esas atrocidades con una calma
+ y serenidad espantosa, el espíritu desfallece, la sangre se
+ hiela en el corazón; quisiera uno taparse los ojos para no
+ ver humillada á tanta ignominia, á tanto embrutecimiento,
+ la filosofía, la razón humana. Oigamos á Platón en su
+ _República_, en aquel libro donde se proponía reunir las
+ teorías que eran en su juicio las más brillantes, y al propio
+ tiempo las más conducentes para el bello ideal de la sociedad
+ humana. «Menester es, dice uno de los interlocutores del
+ diálogo, menester es, según nuestros principios, procurar que
+ entre los hombres y las mujeres de mejor raza, sean frecuentes
+ las relaciones de los sexos; y al contrario, muy raras entre
+ los de menos valer. Además, es necesario criar los hijos de
+ los primeros, _más no de los segundos_, si se quiere tener un
+ rebaño escogido. En fin, es necesario que sólo los magistrados
+ tengan noticia de estas medidas, para evitar en cuanto sea
+ posible la discordia en el rebaño.» «_Muy bien_», responde
+ otro de los interlocutores. (Platón, _Repúb._, L. 5.)
+
+ He aquí reducida la especie humana á la simple condición de
+ los brutos; el filósofo hace muy bien en valerse de la palabra
+ _rebaño_, bien que hay la diferencia de que los magistrados
+ imbuídos en semejantes doctrinas, debían resultar más duros
+ con sus súbditos que no lo fuera un pastor con su ganado. No,
+ el pastor que entre los corderillos recién nacidos encuentra
+ alguno débil y estropeado, no le mata, no le deja perecer de
+ hambre; le lleva en brazos junto á la oveja, que le sustentará
+ con su leche, y le acaricia blandamente para acallar sus
+ tiernos balidos.
+
+ Pero ¿serán quizás las expresiones citadas, una palabra
+ escapada al filósofo en un momento de distracción? El
+ pensamiento que revelan, ¿no podrá mirarse como una de
+ aquellas inspiraciones siniestras, que se deslizan un
+ instante en el espíritu del hombre, pasando sin dejar rastro,
+ como serpea rápido un pavoroso reptil por la amenidad de
+ una pradera? Así lo deseáramos para la gloria de Platón;
+ pero, desgraciadamente, él propio nos quita todo medio de
+ vindicarle, pues que insiste sobre lo mismo tantas veces, y
+ con tan sistemática frialdad. «En cuanto á los hijos, repite
+ más abajo, de los ciudadanos de inferior calidad, y aun por
+ lo tocante á los de los otros, si hubiesen nacido deformes,
+ los magistrados los _ocultarán_ como conviene, en algún
+ lugar secreto, que _será prohibido revelar_.» Y uno de los
+ interlocutores responde: «Sí, sí, queremos conservar en su
+ pureza la raza de los guerreros.»
+
+ La voz de la naturaleza protestaba en el corazón del filósofo
+ contra su horrible doctrina; presentábanse á su imaginación
+ las madres reclamando sus hijos recién nacidos, y por esto
+ encarga el secreto, prescribe que sólo los magistrados tengan
+ noticia del lugar fatal, para evitar la discordia en la
+ ciudad. Así los convierte en asesinos alevosos, que matan, y
+ ocultan desde luego su víctima bajo las entrañas de la tierra.
+
+ Continúa Platón prescribiendo varias reglas en orden á las
+ relaciones de los sexos, y, hablando del caso en que el hombre
+ y la mujer han llegado á una edad algo avanzada, nos ofrece el
+ siguiente escandaloso pasaje «Cuando uno y otro sexo, dice el
+ filósofo, hayan pasado de la edad de tener hijos, dejaremos
+ á los hombres la libertad de continuar con las mujeres las
+ relaciones que quieran, exceptuando sus hijas, madres,
+ nietas y abuelas; y á las mujeres les dejaremos la misma
+ libertad con respecto á los hombres y, les recomendaremos muy
+ particularmente que tomen todas las precauciones para que no
+ nazca de tal comercio ningún fruto; y que si á pesar de sus
+ precauciones nace alguno, que lo expongan: pues que el Estado
+ no se encarga de mantenerle.» Platón estaba, á lo que parece,
+ muy satisfecho de su doctrina, pues que en el mismo libro
+ donde escribía lo que acabamos de ver, dice aquella sentencia
+ que se ha hecho tan famosa: que los males de los Estados no
+ se remediarán jamás, ni serán bien gobernadas las sociedades
+ hasta que los filósofos lleguen á ser reyes, ó los reyes se
+ hagan filósofos. Dios nos preserve de ver sobre el trono una
+ filosofía como la suya; por lo demás, su deseo del _reino
+ de la filosofía_ se ha realizado en los tiempos modernos; y
+ más que el reino todavía, la divinización, hasta llegar á
+ tributarle en un templo público los homenajes de la divinidad.
+ No creo, sin embargo, que sean muchos los que echen de menos
+ los aciagos días del _Culto de la Razón_.
+
+ La horrible enseñanza que acabamos de leer en Platón, se
+ transmitía fielmente á las escuelas venideras. Aristóteles,
+ que en tantos puntos se tomó la libertad de apartarse de
+ las doctrinas de su maestro, no pensó en corregirlas por lo
+ tocante al aborto y al infanticidio. En su _Política_ enseña
+ los mismos crímenes, y con la misma serenidad que Platón.
+ «Para evitar, dice, que se alimenten las criaturas débiles ó
+ mancas, la ley ha de prescribir que se las exponga, _ó se las
+ quite de en medio_. En el caso que esto se hallare prohibido
+ por las leyes y costumbres de algunos pueblos, entonces es
+ necesario señalar á punto fijo el número de los hijos que se
+ puedan procrear; y, si aconteciere que algunos tuvieren más
+ del número prescrito, se ha de procurar el aborto antes que
+ el feto haya adquirido los sentidos y la vida.» (Aristót.,
+ _Polít._, L. 7, c. 16.)
+
+ Véase, pues, con cuánta razón he dicho que entre los antiguos,
+ el hombre, como hombre, no era tenido en nada; que la sociedad
+ le absorbía todo entero, que se arrogaba sobre él derechos
+ injustos, que le miraba como un instrumento de que se valía si
+ era útil, y que, en no siéndolo, se consideraba facultada para
+ quebrantarle.
+
+ En los escritos de los antiguos filósofos se nota que hacen
+ de la sociedad una especie de todo, al cual pertenecen los
+ individuos, como á una masa de hierro los átomos que la
+ componen. No puede negarse que la unidad es un gran bien de
+ las sociedades, y que hasta cierto punto es una verdadera
+ necesidad; pero esos filósofos se imaginan cierta unidad á la
+ que debe todo sacrificarse, sin consideraciones de ninguna
+ clase á la esfera individual, sin atender á que el objeto de
+ la sociedad es el bien y la dicha de las familias y de los
+ individuos que la componen. Esta unidad es el bien principal,
+ según ellos; nada puede comparársele; y la ruptura de ella es
+ el mal mayor que pueda acontecer, y que conviene evitar por
+ todos los medios imaginables. «El mayor mal de un Estado, dice
+ Platón, ¿no es lo que le divide, y de _uno hace muchos_? Y su
+ mayor bien, ¿no es lo que liga todas partes, y le hace _uno_?»
+ Apoyado en este principio, continúa desenvolviendo su teoría,
+ y, tomando las familias y los individuos, los amasa, por
+ decirlo así, para que den un todo compacto, _uno_. Por esto,
+ á mas de la comunidad de educación y de vida, quiere también
+ la de mujeres y de hijos: considera como un mal el que haya
+ goces ni sufrimientos personales; todo lo exige común, social.
+ No permite que los individuos vivan, ni piensen, ni sientan,
+ ni obren, sino como partes del gran todo. Léase con reflexión
+ su _República_, y en particular el libro V, y se echará de ver
+ que éste es el pensamiento dominante en el sistema de aquel
+ filósofo.
+
+ Oigamos sobre lo mismo á Aristóteles. «Cuando el fin de
+ la sociedad es _uno_, claro es que la educación de todos
+ sus miembros debe ser necesariamente _una, y la misma_. La
+ educación debería ser pública, no privada; como acontece
+ ahora, que cada cual cuida de sus hijos, y les enseña lo
+ que más le agrada. Cada ciudadano es una _partícula_ de la
+ sociedad, y el cuidado de una partícula debe naturalmente
+ enderezarse á lo que demanda el todo.» (Arist., _Polít._, L.
+ 8, c. 1.)
+
+ Para darnos á comprender cómo entiende esta educación común,
+ concluye haciendo honorífica mención de la que se daba en
+ Lacedemonia, que, como es bien sabido, consistía en ahogar
+ todos los sentimientos, excepto el de un patriotismo feroz,
+ cuyos rasgos todavía nos estremecen.
+
+ No: en nuestras ideas y costumbres no cabe el considerar de
+ esta suerte la sociedad. Los individuos están ligados á ella,
+ forman parte de ella, pero sin que pierdan su esfera propia,
+ ni la esfera de sus familias; y disfrutan de un vasto campo
+ donde pueden ejercer su acción, sin que se encuentren con el
+ coloso de la sociedad. El patriotismo existe aún; pero no es
+ una pasión ciega, instintiva, que lleva al sacrificio como una
+ víctima con los ojos vendados; sino un sentimiento racional,
+ noble, elevado, que forma héroes como los de Lepanto y Bailén,
+ que convierte en leones ciudadanos pacíficos, como en Gerona y
+ Zaragoza, que levanta cual chispa eléctrica un pueblo entero,
+ y desprevenido é inerme le hace buscar la muerte en las bocas
+ de fuego de un ejército numeroso y aguerrido, como Madrid en
+ pos del sublime _¡Muramos!..._ de Daoiz y de Velarde.
+
+ He insinuado también en el texto que entre los antiguos se
+ creía con derecho la sociedad para entrometerse en todos los
+ negocios del individuo; y aun puede añadirse que las cosas
+ se llevaban hasta un extremo que rayaba en ridículo. ¿Quién
+ dijera que la ley había de entrometerse en los alimentos que
+ hubiese de tomar una mujer en cinta, ni en prescribirle el
+ ejercicio que le convenía hacer? «Conviene, dice gravemente
+ Aristóteles, que las mujeres embarazadas cuiden bien de
+ su cuerpo, y que no sean desidiosas en demasía, ni tomen
+ alimentos sobrado tenues y sutiles. Y esto _lo conseguirá
+ fácilmente el legislador, ordenándoles y mandándoles_
+ que hagan todos los días un paseo para honrar y venerar
+ aquellos dioses á quienes les cupo en suerte el presidir la
+ generación.» (_Polít._, L. 7, c. 16.)
+
+ La acción de la ley se extendía á todo; y en algunas partes
+ no podía escaparse de su severidad ni el mismo llanto de los
+ niños. «No hacen bien, dice Aristóteles, los que por _medio
+ de las leyes prohiben á los niños el gritar y llorar_: los
+ gritos y el llanto les sirven á los niños de ejercicio, y
+ contribuyen á que crezcan. Esfuerzo natural que desahoga,
+ y comunica vigor á los que se encuentran en angustia.»
+ (_Polít._, Lib. 7, cap. 17.)
+
+ Estas doctrinas de los antiguos, ese modo de considerar las
+ relaciones del individuo con la sociedad, explican muy bien
+ por qué se miraban entre ellos como cosa muy natural las
+ castas y la esclavitud. ¿Qué extrañeza nos ha de causar el
+ ver razas enteras privadas de la libertad, ó tenidas por
+ incapaces de alternar con otras pretendidas superiores, cuando
+ vemos condenadas á la muerte generaciones de inocentes, sin
+ que los concienzudos filósofos dejen traslucir siquiera el
+ menor escrúpulo sobre la legitimidad de un acto tan inhumano?
+ Y no es esto decir que ellos, á su modo, no buscasen también
+ la dicha como fin de la sociedad, sino que tenían ideas
+ monstruosas sobre los medios de alcanzarla.
+
+ Entre nosotros es tenida también en mucho la conservación
+ de la unidad social; también consideramos al individuo como
+ parte de la sociedad, y que en ciertos casos debe sacrificarse
+ al bien público; pero miramos al mismo tiempo como sagrada
+ su vida, por inútil, por miserable, por débil que él sea;
+ y contamos entre los homicidios el matar un niño que acaba
+ de ver la luz, ó que no la ha visto aún, del mismo modo que
+ el asesinato de un hombre en la flor de sus años. Además,
+ consideramos que los individuos y las familias tienen derechos
+ que la sociedad debe respetar, secretos en que ésta no se
+ puede entrometer; y cuando se les exigen sacrificios costosos,
+ sabemos que han de ser previamente justificados por una
+ verdadera necesidad. Sobre todo, pensamos que la justicia,
+ la moral, deben reinar en las obras de la sociedad como en
+ las del individuo; y así como rechazamos con respecto á éste
+ el principio de la _utilidad privada_, así no le admitimos
+ tampoco con relación á aquélla. La máxima de que _la salud
+ del pueblo es la suprema ley_, no la consentimos sino con las
+ debidas restricciones y condiciones; sin que por esto sufran
+ perjuicio los verdaderos intereses de la sociedad. Cuando
+ estos intereses son bien entendidos, no están en pugna con la
+ sana moral; y, si pasajeras circunstancias crean á veces esa
+ pugna, no es más que aparente; porque, reducida como está á
+ pocos momentos, y limitada á pequeño círculo, no impide que
+ al fin resulten en harmonía, y no se compense con usura el
+ sacrificio que se haga de la utilidad, en las aras de los
+ eternos principios de la moral.
+
+ [2] Pág. 66.--El lector me dispensará fácilmente de entrar en
+ pormenores sobre la situación abyecta y vergonzosa de la mujer
+ entre los antiguos, y aun entre los modernos, allí donde no
+ reina el Cristianismo; pues que las severas leyes del pudor
+ salen á cada paso á detener la pluma, cuando quiere presentar
+ algunos rasgos característicos. Basta decir que el trastorno
+ de las ideas era tan extraordinario, que aun los hombres más
+ señalados por su gravedad y mesura deliraban sobre este punto
+ de una manera increíble. Dejemos aparte cien y cien ejemplos
+ que se podrían recordar; pero ¿quién ignora el escandaloso
+ parecer del sabio Solón sobre prestar las mujeres para mejorar
+ la raza? ¿Quién no se ha ruborizado al leer lo que dice el
+ _divino_ Platón, en su _República_, sobre la conveniencia y el
+ modo de tomar parte las mujeres en los juegos públicos? Pero
+ echemos un velo sobre estos recuerdos tan vergonzosos á la
+ sabiduría humana, que así desconocía los primeros elementos de
+ la moral y las más sentidas inspiraciones de la naturaleza.
+ Cuando así pensaban los primeros legisladores y sabios, ¿qué
+ había de suceder entre el vulgo? ¡Cuánta verdad hay en las
+ palabras del sagrado texto que nos presentan á los pueblos
+ fallos de la luz divina del Cristianismo como _sentados en las
+ tinieblas y sombras de la muerte_!
+
+ Lo más temible para la mujer, como lo más propio para
+ conducirla á la degradación, es lo que mancilla el pudor;
+ sin embargo, puede contribuir también á este envilecimiento
+ la ilimitada potestad otorgada sobre ella al varón. En
+ este particular se hallaba en posición tan dolorosa, que
+ su suerte venía á ser en muchas partes la de una verdadera
+ esclava. Pasemos por alto las costumbres de otros pueblos, y
+ detengámonos un instante en los romanos, donde la fórmula _ubi
+ tu Caius, ego Caia_, parece indicar una sujeción tan ligera,
+ que se aproxima á la igualdad. Para apreciar debidamente lo
+ que valía esta igualdad, basta recordar que un marido romano
+ se creía facultado hasta para dar la muerte á su mujer, y
+ esto no precisamente en caso de adulterio, sino por faltas
+ mucho menos graves. En tiempo de Rómulo fué absuelto de este
+ atentado Egnacio Mecenio, quien no había tenido otro motivo
+ para cometerle, que el haber caído su mujer en la flaqueza de
+ probar el vino de la bodega. Estos rasgos pintan un pueblo;
+ y aun cuando concedamos toda la importancia que se quiera al
+ cuidado de los romanos para que sus matronas no se diesen
+ al vino, no sale muy bien parada de semejantes costumbres
+ la dignidad de la mujer. Cuando Catón prescribía entre los
+ parientes la afectuosa demostración de darse un ósculo, con la
+ mira, según refiere Plinio, de saber si las mujeres sentían
+ á vino, _an temetum olerent_, hacía por cierto ostentación
+ de su severidad y de su celo, pero ultrajaba villanamente
+ la reputación de las mismas mujeres cuya virtud se proponía
+ conservar. Hay remedios peores que el mal.
+
+ Por lo tocante al mérito de la indisolubilidad del matrimonio,
+ establecida y conservada por el Catolicismo, fácil me fuera
+ corroborar de mil maneras lo que llevo dicho en el texto.
+ Me contentaré, sin embargo, en obsequio de la brevedad, con
+ insertar un muy notable pasaje de Madama de Staël, que muestra
+ cuán funestas han sido á la moral pública las doctrinas
+ protestantes. Este testimonio es mucho más decisivo, no sólo
+ por ser de una escritora protestante, sino también porque
+ versa sobre las costumbres de un país que ella tanto estimaba
+ y admiraba. «El amor es una religión de Alemania, pero una
+ religión poética que tolera con demasiada facilidad todo lo
+ que la sensibilidad puede excusar. No puede negarse que en
+ las provincias protestantes la _facilidad del divorcio ataca
+ la santidad del matrimonio_. Cámbiase tan tranquilamente de
+ esposos, como si no se tratase de otra cosa que de arreglar
+ los incidentes de un drama: el buen natural de los hombres y
+ de las mujeres hace que estas fáciles separaciones se lleven á
+ cabo sin amargura; y como en los alemanes hay más imaginación
+ que verdadera pasión, los acontecimientos más extraños se
+ realizan entre ellos con la mayor tranquilidad del mundo.
+ Sin embargo, esto hace perder _toda la consistencia á las
+ costumbres_ y al carácter; el espíritu de paradoja conmueve
+ las instituciones más sagradas, y no se tienen en ninguna
+ materia reglas bastante fijas.» (_De la Alemania_, por Madama
+ Staël, primera parte, cap. 3.)
+
+ Echase, pues, de ver que el Protestantismo, atacando la
+ santidad del matrimonio, abrió una llaga profunda á las
+ costumbres. Ya llevo indicado que el mal no fué tan grave como
+ era de temer, á causa de que el buen sentido de los pueblos
+ europeos, formado bajo la enseñanza del Catolicismo, no les
+ permitió abandonarse sin mesura á las funestas doctrinas de
+ la pretendida Reforma. Con mucho gusto he consignado este
+ hecho, pero es necesario, por otra parte, no olvidar las
+ notables confesiones de la célebre escritora: _la santidad
+ del matrimonio atacada por el divorcio, el fácil y tranquilo
+ cambio de esposos, la pérdida de la consistencia de las
+ costumbres y carácter, el desmoronamiento de las instituciones
+ más sagradas, la falta de reglas fijas en todas materias_. Si
+ esto dicen los mismos protestantes, difícil será que á los
+ católicos se nos pueda tachar de exageración, cuando pintamos
+ los males acarreados por la Reforma.
+
+ [3] Pág. 90--La filosofía anticristiana ha debido de tener
+ considerable influencia en ese prurito de encontrar en los
+ bárbaros el origen del ennoblecimiento de la mujer europea, y
+ otros principios ó civilización. En efecto, una vez encontrado
+ en los bosques de Germania el manantial de tan hermosos
+ distintivos, despojábase al Cristianismo de una porción de sus
+ títulos, y se repartía entre muchos la gloria que es suya,
+ exclusivamente suya. No negaré que los germanos de Tácito son
+ algo poéticos, pero los germanos verdaderos no es creíble
+ que lo fueran mucho. Algunos pasajes citados en el texto
+ robustecen sobremanera esta conjetura; pero yo no encuentro
+ medio más á propósito para disipar todas las ilusiones, que
+ el leer la historia de la irrupción de los bárbaros, sobre
+ todo en los testigos oculares. El cuadro, lejos de resultar
+ poético, se hace en extremo repugnante. Aquella interminable
+ serie de pueblos desfilan, á los ojos del lector, como una
+ visión espantosa en un sueño angustioso; y por cierto que la
+ primera idea que se ofrece al contemplar aquel cuadro, no
+ es buscar en las hordas invasoras el origen de ninguna de
+ las calidades de la civilización moderna, sino la terrible
+ dificultad de explicar cómo pudo desembrollarse aquel caos,
+ ni cómo fué dado atinar en los medios de hacer que surgiera
+ de en medio de tanta brutalidad, la civilización más hermosa
+ y brillante que se vió jamás sobre la tierra. Tácito parece
+ entusiasta, pero Sidonio, que no escribía á larga distancia de
+ los bárbaros, que los veía, que los sufría, no participaba á
+ buen seguro de semejante entusiasmo. «Me encuentro, decía, en
+ medio de los pueblos de la larga cabellera, precisado á oir el
+ lenguaje del germano, y aplaudir, mal que me pese, el encanto
+ del borgoñón borracho, y con los cabellos engrasados de
+ manteca ácida. _¡Felices vuestros ojos que no los ven; felices
+ vuestros oídos que no los oyen!_» Si el espacio lo permitiese,
+ sería fácil amontonar mil y mil textos, que nos mostrarían
+ hasta la evidencia lo que eran los bárbaros y lo que de ellos
+ podía esperarse en todos sentidos. Lo que resulta más en
+ claro que la luz del día, es el designio de la Providencia de
+ servirse de aquellos pueblos para destruir el imperio romano y
+ cambiar la faz del mundo. Al parecer, tenían los invasores un
+ sentimiento de su terrible misión. Marchan, avanzan, ni ellos
+ mismos saben á dónde van; pero no ignoran que van á destruir.
+ Atila se hacía llamar el _azote de Dios_, función tremenda
+ que el mismo bárbaro expresó por estas otras palabras: «_La
+ estrella cae, la tierra tiembla; yo soy el martillo del
+ orbe._» «_Donde mi caballo pasa, la hierba no crece jamás._»
+ Alarico, marchando hacia la capital del mundo, decía: «_No
+ puedo detenerme: hay alguien que me impele, que me empuja
+ á saquear á Roma._» Genserico hace preparar una expedición
+ naval, sus hordas están á bordo, el mismo se embarca también,
+ nadie sabe el punto á dónde se dirigirán las velas; el piloto
+ se acerca al bárbaro, y le dice: Señor, _¿á qué pueblos
+ queréis llevar la guerra?_ «_A los que han provocado la cólera
+ de Dios_», responde Genserico.
+
+ Si en aquella catástrofe no se hubiese hallado el Cristianismo
+ en Europa, la civilización estaba perdida, anonadada, quizás
+ para siempre. Pero, una religión de luz y de amor debía
+ triunfar de la ignorancia y de la violencia. Durante las
+ calamidades de la irrupción, evitó ya muchos desastres, merced
+ al ascendiente que comenzara á ejercer sobre los bárbaros,
+ y pasado lo más crítico de la refriega, tan luego como los
+ conquistadores tomaron algún asiento, desplegó un sistema de
+ acción tan vasto, tan eficaz, tan decisivo, que los vencedores
+ se encontraron vencidos, no por la fuerza de las armas, sino
+ de la caridad. No estaba en manos de la Iglesia el prevenir
+ la irrupción; Dios lo había decretado así, y el decreto debía
+ cumplirse; así el piadoso monje que salió al encuentro de
+ Alarico al dirigirse sobre Roma, no pudo detenerle en su
+ marcha porque el bárbaro responde que no puede pararse, que
+ hay quien le empuja y que avanza contra su propia voluntad.
+ Pero la Iglesia aguardaba á los bárbaros después de la
+ conquista; ella sabía que la Providencia no abandonaría su
+ obra, que la esperanza de los pueblos en el porvenir estaba
+ en manos de la Esposa de Jesucristo; así Alarico marcha
+ sobre Roma, la saquea, la asuela; pero, al encontrarse con
+ la religión, se detiene, se ablanda, y señala, como lugares
+ de asilo, las iglesias de San Pedro y de San Pablo. Hecho
+ notable, que simboliza bellamente la religión cristiana,
+ preservando de su total ruina el universo.
+
+ [4] Pág. 108.--El alto beneficio dispensado á las sociedades
+ modernas con la formación de una recta conciencia pública,
+ podríase encarecer sobremanera comparando nuestras ideas
+ morales con las de todos los demás pueblos antiguos y
+ modernos; de donde resultaría demostrado cuán lastimosamente
+ se corrompen los buenos principios cuando quedan encomendados
+ á la razón del hombre; sin embargo, me contentaré con decir
+ dos palabras sobre los antiguos, para que se vea con cuánta
+ verdad llevo asentado que nuestras costumbres, corrompidas
+ como se hallan, les hubieran parecido á los gentiles un modelo
+ de moralidad y decoro. Los templos consagrados á Venus, en
+ Babilonia y Corinto, recuerdan abominaciones que hasta se nos
+ hacen incomprensibles. La pasión divinizada exigía sacrificios
+ dignos de ella: á una divinidad sin pudor le correspondía
+ el sacrificio del pudor; y el santo nombre de templo se
+ aplicaba á unas casas de la más desenfrenada licencia; ni un
+ velo siquiera para los mayores desórdenes. Conocida es la
+ manera con que las doncellas de Chipre ganaban el dote para
+ el matrimonio; y nadie ignora los misterios de Adonis, de
+ Príapo, y otras inmundas divinidades. Hay vicios que, entre
+ los modernos, carecen, en cierto modo, de nombre; y que, si le
+ tienen, anda acompañado del recuerdo de un horroroso castigo
+ sobre ciudades culpables. Leed los escritores antiguos que nos
+ pintan las costumbres de sus tiempos; el libro se cae de las
+ manos. Materia es ésta en que se hace necesario contentarse
+ con indicaciones, que despierten en los lectores la memoria
+ de lo que les habrá ofendido una y mil veces, al recorrer
+ la historia y ocuparse en la literatura de la antigüedad
+ pagana. El autor se ve precisado á contentarse con recuerdos,
+ absteniéndose de pintar.
+
+ [5] Pág. 122.--Como es tan común en la actualidad el ponderar
+ la fuerza de las ideas, exagerado quizás juzgarán algunos lo
+ que acabo de decir sobre su flaqueza, no sólo para influir
+ sobre la sociedad, sino también para conservarse, siempre que,
+ permaneciendo en su región propia, no alcanzan á realizarse
+ en instituciones que sean como su órgano, y que, además, les
+ sirvan de resguardo y defensa. Lejos estoy, y así lo he dicho
+ claramente en el texto, de negar ni poner en duda lo que se
+ llama la fuerza de las ideas; sólo me propongo manifestar que
+ ellas por sí solas pueden poco, y que la ciencia, propiamente
+ dicha, es más pequeña cosa de lo que generalmente se cree, en
+ todo lo concerniente á la organización de la sociedad. Tiene
+ esta doctrina un íntimo enlace con el sistema seguido por la
+ Iglesia católica, la cual, si bien ha procurado siempre el
+ desarrollo del espíritu humano por medio de la propagación
+ de las ciencias, no obstante, ha señalado á éstas un lugar
+ secundario en el arreglo de la sociedad. Nunca la religión
+ ha estado reñida con la verdadera ciencia, pero jamás ha
+ dejado de manifestar cierta desconfianza en todo lo que era
+ exclusivo producto del pensamiento del hombre; y nótese bien
+ que ésta es una de las capitales diferencias entre la religión
+ y la filosofía del siglo pasado, ó, mejor diremos, éste era
+ el motivo de su fuerte antipatía. La primera no condenaba
+ la ciencia, antes la amaba, la protegía, la fomentaba; pero
+ le señalaba, al propio tiempo, sus límites, le advertía que
+ en ciertos puntos era ciega, le anunciaba que en ciertas
+ obras sería impotente, y en otras destructora y funesta. La
+ segunda proclamaba en alta voz la soberanía de la ciencia, la
+ declaraba omnipotente, la divinizaba, atribuyéndole fuerza
+ y brío para cambiar la faz del mundo, y bastante previsión
+ y acierto para verificar ese cambio en pro de la humanidad.
+ Ese orgullo de la ciencia, esa divinización del pensamiento
+ es, si bien se mira, el fondo de la doctrina protestante.
+ Fuera toda autoridad, la razón es el único juez competente,
+ el entendimiento recibe directa é inmediatamente de Dios toda
+ la luz que necesita: he aquí las doctrinas fundamentales del
+ Protestantismo, es decir, el orgullo del entendimiento.
+
+ Si bien se observa, el mismo triunfo de las revoluciones en
+ nada ha desmentido las cuerdas previsiones de la religión,
+ y la ciencia, propiamente dicha, tan lejos se halla de
+ haber en esta parte ganado crédito, que, antes bien, lo ha
+ perdido completamente. En efecto: nada queda de la ciencia
+ revolucionaria; lo que resta son los efectos de la revolución;
+ los intereses por ella creados, las instituciones que han
+ brotado de esos mismos intereses, y que, desde luego, han
+ buscado en la región misma de la ciencia otros principios
+ en que apoyarse, muy distintos de los que antes se habían
+ proclamado.
+
+ Tanta verdad es lo que llevo asentado, de que toda idea
+ necesita realizarse en una institución, que las revoluciones
+ mismas, guiadas por el instinto que las conduce á conservar
+ más ó menos enteros los principios que las producen, tienden,
+ desde luego, á crear esas instituciones donde se puedan
+ perpetuar las doctrinas revolucionarias, ó donde puedan tener
+ como un sucesor y representante, después que ellas hayan
+ desaparecido de las escuelas. Esta indicación podría dar lugar
+ á extensas consideraciones sobre el origen y el estado actual
+ de algunas formas de gobierno en distintos pueblos de Europa.
+
+ Hablando de la rapidez con que se suceden unas á otras las
+ teorías científicas, y de la inmensa amplitud que ha tomado
+ con la prensa el campo de la discusión, he observado que
+ no era esto una señal infalible de adelanto científico, ni
+ menos una prenda de fecundidad del pensamiento para realizar
+ grandes obras en el orden material, ni en el social. He dicho
+ que los grandes pensamientos nacen más bien de la _intuición_
+ que del _discurso_, y al efecto he recordado hechos y
+ personajes históricos que dejan esta verdad fuera de duda. La
+ ideología pudiera suministrarnos abundantes pruebas, si para
+ probar la esterilidad de la ciencia fuese necesario acudir
+ á la misma ciencia. Pero el simple buen sentido, amaestrado
+ por lo que está enseñando á cada paso la experiencia, basta
+ para convencer de que los hombres más sabios en el libro,
+ son no pocas veces, no sólo medianos, sino hasta ineptos en
+ el mundo. Por lo tocante á lo que he insinuado con respecto
+ á la _intuición_ y al _discurso_, lo someto al juicio de los
+ hombres que se han dedicado al estudio del entendimiento
+ humano: estoy seguro de que su opinión no se diferenciará de
+ la mía.
+
+ [6] Pág. 130.--He atribuído al Cristianismo la suavidad de
+ costumbres de que disfruta la Europa; y como, á pesar de
+ haber decaído en el último siglo las creencias religiosas,
+ ha durado, sin embargo, esta misma suavidad, y se ha elevado
+ todavía á más alto punto, es menester hacerse cargo de ese
+ contraste, que á primera vista parece destruir lo que llevo
+ establecido. Es necesario no olvidar la diferencia indicada
+ ya en el texto, entre costumbres muelles y costumbres
+ suaves: lo primero es un defecto; lo segundo, una calidad
+ preciosa: lo primero dimana del enervamiento del ánimo, del
+ enflaquecimiento del cuerpo, y del amor de los placeres; lo
+ segundo trae su origen de la preponderancia de la razón,
+ del predominio del espíritu sobre el cuerpo, del triunfo de
+ la justicia sobre la fuerza, y del derecho sobre el hecho.
+ En las costumbres actuales hay una buena parte de verdadera
+ suavidad, pero no es poco lo que tiene de molicie: y esto
+ último no lo han tomado, por cierto, de la religión, sino de
+ la incredulidad, que, no extendiendo sus ojos más allá de
+ esta vida, hace olvidar los altos destinos del espíritu, y
+ hasta su misma existencia, entroniza el egoísmo, despierta
+ y aviva de continuo la sed de los placeres y hace al hombre
+ esclavo de sus pasiones. Pero, en lo que nuestras costumbres
+ tienen de suave, se conoce á la primera ojeada que lo deben
+ al Cristianismo; pues que todas las ideas y sentimientos en
+ que se funda dicha suavidad llevan el sello cristiano. La
+ dignidad del hombre, sus derechos, la obligación de tratarle
+ con el debido miramiento, de dirigirse antes á su espíritu
+ por medio de la razón, que á su cuerpo por la violencia, la
+ necesidad de mantenerse cada cual en la línea de sus deberes,
+ respetando las propiedades y personas de los demás, todo este
+ conjunto de principios de donde nace la verdadera suavidad de
+ costumbres, es debido en Europa á la influencia cristiana,
+ que, luchando largos siglos con la barbarie y la ferocidad
+ de los pueblos invasores, logró destruir el sistema de
+ violencia que éstos habían generalizado. Como la filosofía ha
+ tenido cuidado de cambiar los antiguos nombres, consagrados
+ por la religión y autorizados con el uso de muchos siglos,
+ acontece que hay ciertas ideas que, aun cuando sean hijas
+ del Cristianismo, sin embargo, apenas se las reconoce como
+ tales, á causa de que andan disfrazadas con traje mundano.
+ ¿Quién ignora que el mutuo amor de los hombres, la fraternidad
+ universal, son ideas enteramente debidas al Cristianismo?
+ ¿Quién no sabe que la antigüedad pagana no las conocía, ni
+ las columbraba siquiera? No obstante, este mismo afecto, que
+ antes se apellidaba _caridad_, porque ésta era la virtud de
+ que debía proceder, ahora se cubre siempre con otros nombres y
+ como que se avergüenza de presentarse en público con ninguna
+ apariencia religiosa. Pasado el vértigo de atacar la religión
+ cristiana, se confiesa abiertamente que á ella es debido el
+ principio de la fraternidad universal; pero el lenguaje ha
+ quedado infecto de la filosofía volteriana, aun después del
+ descrédito en que ésta ha caído. De aquí resulta que muchas
+ veces no apreciamos debidamente la influencia cristiana en la
+ sociedad que nos rodea, y que atribuímos á otras ideas y á
+ otras causas fenómenos cuyo origen se encuentra evidentemente
+ en la religión. La sociedad actual, por más indiferente que
+ sea, tiene de la religión más de lo que comunmente pensamos:
+ se parece á aquellos hombres que han salido de una familia
+ ilustre, donde los buenos principios y una educación esmerada
+ se transmiten como un patrimonio de generación en generación:
+ aun en medio de sus desórdenes, de sus crímenes, y hasta de
+ su envilecimiento, conservan en su porte y modales, algunos
+ rasgos que manifiestan su hidalga cuna.
+
+ [7] Pág. 148.--He citado algunas disposiciones conciliares que
+ bastan á dar una idea del sistema observado por la Iglesia
+ con la idea de reformar y suavizar las costumbres. Tanto en
+ este volumen como en el anterior, ya se ha podido notar cuán
+ inclinado me hallo á recordar esta clase de monumentos; y
+ advertiré aquí que á esto me inducen dos motivos: primero,
+ tratando de comparar el Protestantismo con el Catolicismo,
+ creo que el mejor medio de retratar el verdadero espíritu
+ de éste y de señalar su influjo en la civilización europea,
+ es presentarle obrando; y esto se logra aduciendo las
+ providencias que los Papas y los concilios iban tomando,
+ según lo exigían las circunstancias; segundo, atendido el
+ curso que los estudios históricos van siguiendo en Europa,
+ generalizándose cada día más el gusto de apelar, no á las
+ historias, sino á los monumentos históricos, conviene tener
+ presente que la colección de concilios es de la mayor
+ importancia, no sólo en el orden religioso y eclesiástico,
+ sino también en el social y político; por manera que la
+ historia de Europa se trunca monstruosamente, ó, por mejor
+ decir, se destruye del todo, si se prescinde de lo que arrojan
+ las colecciones de los concilios. Por esta causa es muy útil,
+ y en no pocas materias hasta necesario, el revolver dichas
+ colecciones, por más que de esto retraigan su desmesurado
+ volumen y el fastidio que á veces se engendra en el ánimo,
+ al encontrarse con cien y cien cosas que para nuestros
+ tiempos carecen de interés. Las ciencias, sobre todo las
+ que tienen por objeto la sociedad, no conducen á resultados
+ satisfactorios sino después de penosos trabajos; lo útil se
+ encuentra á menudo mezclado y confundido con lo inútil; y
+ la más rica preciosidad se descubre á veces al lado de un
+ objeto repugnante; pero, en la naturaleza, ¿se encuentra, por
+ ventura, el oro, sin haber revuelto informes masas de tierra?
+
+ Los que se han empeñado en encontrar entre los bárbaros
+ del Norte el germen de algunas preciosas calidades de la
+ civilización europea, sin duda que debieran haberles atribuído
+ también la suavidad de costumbres modernas, dado que, en
+ apoyo de esa paradoja, podían echar mano de un hecho, por
+ cierto algo más especioso del que les ha servido para hacer
+ honor á los germanos del realce de la mujer en Europa. Hablo
+ de la conocida costumbre de abstenerse, en cuanto les era
+ posible, de la aplicación de penas corporales, castigando con
+ simples multas los delitos más graves. Nada más á propósito
+ para inducir á creer que aquellos pueblos tenían una feliz
+ disposición á la suavidad de costumbres, supuesto que aun
+ en su barbarie empleaban tan templadamente el derecho de
+ castigar, excediendo á las naciones más civilizadas y cultas.
+ Mirada la cosa desde este punto de vista, más bien parece que,
+ con la influencia cristiana sobre los bárbaros, las costumbres
+ se endurecieron que no se suavizaron; pues que la aplicación
+ de penas corporales se hizo general, y no se escaseó la de
+ muerte.
+
+ Pero, fijando atentamente la consideración en esta
+ particularidad del código criminal de los bárbaros,
+ echaremos de ver que, tan lejos está de revelar adelanto en
+ la civilización ni suavidad de costumbres, que antes bien
+ es la más evidente prueba de su atraso, y el más vehemente
+ indicio de la dureza y ferocidad que entre ellos reinaban.
+ En primer lugar, por lo mismo que entre los bárbaros se
+ castigaban los delitos por medio de multas, ó, como se decía,
+ por composición, se conoce que la ley atendía más bien á
+ la _reparación de un daño_ que al _castigo de un crimen_:
+ circunstancia que muestra de lleno cuán en poco era tenida
+ la moralidad de la acción, pues que no tanto se atendía á lo
+ que ella era en sí, como al daño que producía. Esto no era
+ un elemento de civilización, sino de barbarie; porque tendía
+ nada menos que á desterrar del mundo la moralidad. La Iglesia
+ combatió este principio, tan funesto en el orden público como
+ en el privado, introduciendo en la legislación criminal un
+ nuevo orden de ideas que cambió completamente su espíritu.
+ En esta parte M. Guizot ha hecho á la Iglesia católica la
+ debida justicia; complázcome en reconocerlo y en consignarlo
+ aquí, transcribiendo sus propias palabras. Después de haber
+ hecho notar la diferencia que mediaba entre las leyes de
+ los visigodos, salidas en buena parte de los concilios de
+ Toledo, y las otras leyes bárbaras, y de haber observado la
+ inmensa superioridad de las ideas de la Iglesia en materia
+ de legislación, de justicia, y de todo lo concerniente á la
+ investigación de la verdad y al destino de los hombres, dice:
+ «En materia criminal, la relación de las penas con los delitos
+ está determinada (en las leyes de los visigodos) por nociones
+ filosóficas y bastante justas; descúbrense los esfuerzos de
+ un legislador ilustrado que lucha contra la violencia y la
+ irreflexión de las costumbres bárbaras: hallaremos de esto
+ un ejemplo muy notable comparando el título de _Caede et
+ morte hominum_, con las leyes correspondientes de los demás
+ pueblos. En las otras legislaciones, lo único que parece
+ constituir el delito es el daño; y el objeto de la pena es
+ la reparación material que resulta de la composición; pero,
+ entre los visigodos, se busca en el crimen su elemento moral
+ y verdadero, la intención. Los varios grados de criminalidad,
+ el homicidio absolutamente involuntario, el cometido por
+ inadvertencia, por provocación, con premeditación ó sin
+ ella, son clasificados y definidos igualmente bien, á poca
+ diferencia, que en nuestros códigos; y las penas están
+ señaladas en una proporción bastante equitativa. No satisfecha
+ con esto la justicia del legislador, intentó abolir, ó al
+ menos atenuar, la diversidad de valor legal establecida entre
+ los hombres por las otras leyes bárbaras; no conservándose
+ otra distinción que la de libre y de esclavo. Con respecto
+ á los libres, la pena no varía, ni por el origen ni por el
+ rango del muerto, sino únicamente por los diversos grados
+ de culpabilidad del asesino. Tocante á los esclavos, no
+ atreviéndose á quitar enteramente á los dueños el derecho
+ de vida y muerte, procuró restringirle, sujetándole á un
+ procedimiento público y regular. El texto de la ley merece ser
+ citado.
+
+ «Si no debe quedar impune ningún culpable ó cómplice de un
+ crimen, con mucha más razón debe ser castigado quien haya
+ cometido un homicidio con malicia ó ligereza. Por lo que,
+ habiendo algunos dueños, que, en su orgullo, dan muerte á sus
+ esclavos, sin que éstos hayan cometido falta alguna, conviene
+ extirpar del todo semejante licencia, y ordenar que la
+ presente ley sea enteramente observada por todos. Ningún dueño
+ ni dueña podrá dar muerte á ninguno de sus esclavos, varones
+ ó hembras, ni á otro de sus dependientes, sin preceder juicio
+ público. Si un esclavo, ú otro serviente, comete un crimen que
+ pueda acarrearle pena capital, su amo, ó su acusador, darán
+ inmediatamente noticia del suceso al juez del lugar donde se
+ ha cometido el delito, ó al conde, ó al duque. Discutido el
+ asunto, si el crimen queda probado, el culpable sufrirá la
+ pena de muerte merecida: aplicándosela, ó el mismo juez ó el
+ propio dueño; pero haciéndose de tal suerte, que, si el juez
+ no quiere cuidar de la ejecución, extenderá por escrito la
+ sentencia de pena capital, y entonces el amo será dueño de
+ quitar la vida al esclavo, ó de perdonársela. A la verdad, si
+ el esclavo por una fatal audacia, resistiendo á su señor, ha
+ intentado herirle, con arma, piedra, ó de otra suerte, y éste,
+ defendiéndose, mata en su cólera al esclavo, no será reo de la
+ pena de homicidio, pero será necesario probar que el hecho ha
+ sucedido así, y esto por el testimonio ó el juramento de los
+ esclavos, varones ó hembras, que habrán estado presentes, ó
+ por el juramento del autor del hecho. Cualquiera que por pura
+ malicia matare á su esclavo, por su propia mano ó la de otro,
+ sin preceder juicio público, será declarado infame, incapaz
+ de ser testigo, y obligado á vivir el resto de sus días en el
+ destierro y en la penitencia, pasando sus bienes á sus más
+ próximos parientes llamados por la ley á sucederle. (_For.
+ Jud._, L. VI, Tit. V, L. 12.)» (Guizot, _Historia General de
+ la Civilización Europea_. Lección 6.)
+
+ Con mucho gusto he copiado este texto de M. Guizot, por ser
+ una confirmación de lo que acabo de decir sobre la influencia
+ de la Iglesia con respecto á suavizar las costumbres, y de
+ lo que de ella llevo asentado en el tomo primero, tocante á
+ lo mucho que contribuyó á mejorar la suerte de los esclavos,
+ restringiendo las excesivas facultades de los dueños. Allí
+ dejé probada esta verdad con abundantes documentos, y por
+ consiguiente no necesito insistir aquí en demostrarla;
+ bastando á mi propósito en la actualidad el hacer observar
+ que M. Guizot está completamente de acuerdo en que la Iglesia
+ moralizó la legislación de los bárbaros, haciendo que en los
+ delitos no se considerase únicamente el daño que causaban,
+ sino la malicia que envolvían; es decir, elevando la acción
+ del orden físico al moral, y dando á las penas el verdadero
+ carácter de tales, no permitiendo que quedasen en la línea de
+ una reparación material.
+
+ Por donde se echa de ver que el sistema criminal de los
+ bárbaros, que á primera vista parecía indicar un adelanto en
+ la civilización, procedía del escaso ascendiente que entre
+ ellos tenían los principios morales, y de que las miras del
+ legislador se elevaban muy poco sobre el orden puramente
+ material.
+
+ Todavía hay otra observación que hacer en este punto, y es
+ que la misma lenidad con que se castigaban los delitos es
+ la mejor prueba de la facilidad con que se cometían. Cuando
+ en un país son muy raros los asesinatos, las mutilaciones y
+ otros atentados semejantes, son mirados con horror; y quien
+ de ellos se haga culpable, es castigado con severidad. Pero,
+ cuando el delito se repite á cada paso, pierde insensiblemente
+ su fealdad y negrura, se acostumbran á su repugnante aspecto,
+ no sólo los perpetradores, sino también los demás; y entonces
+ el legislador se siente naturalmente llevado á tratarle con
+ indulgencia. Esto nos lo demuestra la experiencia de cada día;
+ y no será difícil al lector el encontrar en la sociedad actual
+ repetidos delitos á que podría ser aplicable la observación
+ que acabo de hacer. Entre los bárbaros, era común el apelar
+ á las vías de hecho, no sólo contra las propiedades, sino
+ también contra las personas; por cuya razón era muy natural
+ que este linaje de delitos no fuesen mirados con la aversión
+ y hasta horror con que lo son en un pueblo donde, habiendo
+ prevalecido las ideas de razón, de justicia, de derecho, de
+ ley, no se concibe siquiera cómo pueda subsistir una sociedad
+ donde cada cual se considere facultado para hacerse justicia
+ por sí mismo. Así es que las leyes contra esos delitos debían
+ naturalmente ser benignas, contentándose el legislador con
+ la reparación del daño, sin cuidar mucho de la culpabilidad
+ del perpetrador. Esto tiene íntimas relaciones con lo dicho
+ más arriba sobre la conciencia pública; porque el legislador
+ es siempre, más ó menos, el órgano de esta misma conciencia.
+ Cuando en una sociedad es mirada una acción como un crimen
+ horrendo, no puede el legislador señalarle una pena benigna;
+ y, al contrario, no le es posible castigar con mucho rigor
+ lo que la sociedad absuelve ó excusa. Una que otra vez se
+ alterará esta proporción, una que otra vez desaparecerá dicha
+ harmonía; pero bien pronto las cosas volverán á su curso
+ regular, apartándose del camino que seguían con violencia.
+ Siendo las costumbres muy castas y puras, hay delitos que
+ andan cubiertos de execración é infamia; pero, en llegando
+ á ser muy corrompidas, los mismos actos, ó son mirados como
+ indiferentes, ó cuando más calificados de ligeros deslices. En
+ un pueblo donde las ideas religiosas ejerzan mucho predominio,
+ la violación de todo cuanto está consagrado al Señor es mirada
+ como un horrendo atentado, digno de los mayores castigos; pero
+ en otro donde la incredulidad haya hecho sus estragos, la
+ misma violación no llegará á la esfera de los delitos comunes;
+ y, lejos de atraer sobre el culpable la justicia de la ley,
+ mucho será si le acarrea una ligera corrección de la policía.
+
+ El lector no encontrará inoportuna esa digresión sobre la
+ legislación criminal de los bárbaros, si advierte que,
+ tratándose de examinar la influencia del Catolicismo en la
+ civilización europea, es indispensable atender á los otros
+ elementos que en la formación de ella se han combinado.
+ De otra suerte, sería imposible apreciar debidamente la
+ respectiva acción que en bien ó en mal ha cabido á cada uno
+ de ellos, y, por tanto, no se sacaría en limpio la parte que
+ puede vindicar como exclusivamente propia la Iglesia, ni
+ resolver la gran cuestión promovida por los partidarios del
+ Protestantismo, sobre las pretendidas ventajas acarreadas por
+ éste á las sociedades modernas. Las naciones bárbaras son uno
+ de esos elementos, y por esta causa es preciso ocuparse en
+ ellas con tanta frecuencia.
+
+ [8] Pág. 161.--En los siglos medios, casi todos los
+ monasterios y colegios de canónigos tenían anejo un hospital,
+ no sólo para hospedar peregrinos, sino también para el
+ sustento y alivio de pobres y enfermos. No cabe más hermoso
+ símbolo de la religión cubriendo con su velo todo linaje de
+ infortunios, que el ver convertidas en asilo de miserables,
+ las casas consagradas á la oración y á la práctica de la más
+ sublimes virtudes. Cabalmente esto se verificaba en aquella
+ época en que el poder público, no sólo carecía de la fuerza y
+ luces necesarias para plantear una buena administración con
+ que acudir al socorro de los necesitados, sino que ni aun
+ alcanzaba á cubrir con su égida los más sagrados intereses de
+ la sociedad. Por donde se ve que, cuando todo era impotente,
+ la religión era todavía robusta y fecunda; cuando todo
+ perecía, la religión, no sólo se conservaba, sino que fundaba
+ establecimientos inmortales. Y nótese bien lo que repetidas
+ veces hemos observado ya: á saber, que la religión que estos
+ prodigios obraba, no era una religión vaga, abstracta; no era
+ el cristianismo de los protestantes, sino la religión con
+ todos sus dogmas, su disciplina, su jerarquía, su Pontífice
+ supremo, en una palabra, la Iglesia católica.
+
+ Tan lejos estuvo la antigüedad de imaginar que el socorro del
+ infortunio pudiese encomendarse á sola la administración civil
+ ó á la caridad individual, que antes bien, como se ha indicado
+ ya, se consideró como muy conveniente que los hospitales
+ estuviesen sujetos á los obispos; es decir, que se procuró que
+ el ramo de beneficencia pública se entroncase en cierto modo
+ con la jerarquía de la Iglesia; y es de aquí que, por antigua
+ disciplina, los hospitales estaban sujetos á los obispos en lo
+ espiritual y en lo temporal; sin atenderse al estado clerical
+ ó seglar de las personas que cuidaban del establecimiento, ni
+ tampoco si se había erigido ó no por mandato del obispo.
+
+ No es éste el lugar de referir las vicisitudes que sufrió
+ esta disciplina, ni las varias causas que las motivaron;
+ bastando observar que el principio fundamental, es decir,
+ la intervención de la autoridad eclesiástica en los
+ establecimientos de beneficencia, ha quedado siempre salvo;
+ y que nunca la Iglesia ha consentido que se la despojase del
+ todo de tan hermoso privilegio. Nunca ha creído que pudiese
+ mirar con indiferencia los abusos que en este punto se
+ introdujesen en perjuicio de los desgraciados; y así es que
+ se ha reservado cuando menos el derecho de acudir al remedio
+ de los males que resultasen de la malicia ó indolencia de
+ los administradores. A este propósito podemos notar que el
+ concilio de Viena establece que, si los administradores de
+ un hospital, clérigos ó legos, se portan con desidia en el
+ desempeño de su cargo, procedan contra ellos los obispos,
+ reformando y restaurando el hospital, por autoridad propia, si
+ no fuera exento, y, si lo fuere, por delegación pontificia.
+ El concilio de Trento otorgó también á los obispos la
+ facultad de visitar los hospitales, hasta como delegados de
+ la Sede Apostólica, en los casos concedidos por el derecho;
+ prescribiendo, además, que los administradores, clérigos ó
+ legos, den cada año cuentas al ordinario del lugar, á no
+ ser que se hubiese prevenido lo contrario en la fundación;
+ y ordenando que, si, por privilegio, costumbre ó estatuto
+ particular, las cuentas debiesen presentarse á otro que
+ al ordinario, al menos se reuna éste á los que hayan de
+ recibirlas.
+
+ Prescindiendo de las varias modificaciones que en esta parte
+ hayan podido introducir las leyes y costumbres de diferentes
+ países, queda siempre en claro cuál ha sido la vigilancia de
+ la Iglesia sobre el punto de beneficencia; y que su espíritu
+ y sus máximas la han impelido á entrometerse en esta clase
+ de negocios, ora dirigiéndolos exclusivamente, ora acudiendo
+ al remedio del mal que veía introducirse. La potestad civil
+ reconoció los motivos de esa caritativa y santa ambición; y
+ así vemos que el emperador Justiniano no repara en conceder
+ á los obispos un poder público sobre los hospitales,
+ conformándose en esta parte á la disciplina de la Iglesia, y á
+ lo reclamado por la conveniencia pública.
+
+ Hay en este punto un hecho notable, que es necesario consignar
+ aquí, señalando su provechosa influencia. Hablo de haber
+ sido considerados los bienes de los hospitales como bienes
+ eclesiásticos. Esto que á primera vista pudiera parecer
+ indiferente, está muy lejos de serlo; pues que, de esta
+ manera, quedaban esos bienes con los mismos privilegios que
+ los de la Iglesia, cubriéndose con una inviolabilidad que les
+ era tanto más necesaria, cuanto eran difíciles los tiempos,
+ y fecundos en tropelías y usurpaciones. La Iglesia, que,
+ por mucha que fuese la turbación pública, conservaba, no
+ obstante, grande autoridad y ascendiente sobre los gobiernos
+ y los pueblos, tenía de esta manera un título muy poderoso
+ y expedito para cubrir con su protección los bienes de los
+ hospitales, salvándolos, en cuanto era dable, de la rapacidad
+ de los potentados codiciosos. Y no se crea que esta doctrina
+ se introdujera con algún designio torcido, ni que fuese una
+ novedad inaudita esa especie de mancomunidad entre la Iglesia
+ y los pobres; muy al contrario, esa mancomunidad se hallaba
+ de tal modo en el orden regular, y tenía tanto fundamento
+ en las relaciones de aquélla con éstos, que, así como vemos
+ que los bienes de los hospitales eran considerados como
+ eclesiásticos, así, por un contraste notable, los bienes de la
+ Iglesia fueron llamados bienes de pobres. En tales términos
+ se expresan sobre este punto los Santos Padres, y de tal
+ manera se habían filtrado en el lenguaje estas doctrinas, que,
+ tratándose posteriormente de resolver la cuestión canónica
+ sobre la propiedad de los bienes de la Iglesia, cuando unos
+ la atribuían directamente á Dios, otros al Papa, otros al
+ clero, no faltaron algunos que señalaron como verdaderos
+ propietarios á los pobres. Ciertamente que esta opinión no
+ era la más conforme á los principios de derecho; pero el sólo
+ verla figurar en el campo de la polémica, da lugar á graves
+ consideraciones.
+
+ [9] Pág. 189.--He procurado, en cuanto ha cabido en mis
+ alcances, aclarar las ideas sobre la tolerancia, presentando
+ esta importante materia desde un punto de vista poco conocido;
+ para mayor ilustración de la misma, diré dos palabras sobre
+ la intolerancia religiosa y la civil, cosas enteramente
+ distintas, por más que Rousseau afirme resueltamente lo
+ contrario. La intolerancia religiosa, ó teológica, consiste
+ en aquella convicción que tienen todos los católicos de que
+ la única religión verdadera es la católica. La intolerancia
+ civil consiste en no sufrir en la sociedad otras religiones,
+ distintas de la católica. Bastan estas dos definiciones para
+ dejar convencido á cualquiera que no carezca de sentido común,
+ de que no non inseparables las dos clases de intolerancia:
+ siendo muy dable que hombres firmemente convencidos de la
+ verdad del Catolicismo, sufran á los que, ó tienen diferente
+ religión, ó no profesan ninguna. La intolerancia religiosa es
+ un acto del entendimiento, inseparable de la fe, pues quien
+ cree firmemente que su religión es verdadera, necesariamente
+ ha de estar convencido de que ella es la única que lo es,
+ pues que la verdad es una. La intolerancia civil es un acto
+ de la voluntad, que rechaza á los hombres que no profesan
+ la misma religión; y tiene diferentes resultados, según
+ la intolerancia está en el individuo ó en el gobierno. Al
+ contrario, la tolerancia religiosa es la creencia de que
+ todas las religiones son verdaderas, lo que, bien explicado,
+ significa que no hay ninguna que lo sea; pues que no es
+ posible que cosas contradictorias sean verdaderas al mismo
+ tiempo. La tolerancia civil es el consentir que vivan en paz
+ los hombres que tienen religión distinta; y, lo propio que la
+ intolerancia, produce también diferentes efectos, según está
+ en el individuo ó en el gobierno.
+
+ Esta distinción, que por su claridad y sencillez está al
+ alcance de las inteligencias más comunes, fué, sin embargo,
+ desconocida por Rousseau, asegurando que era una vana ficción,
+ una quimera irrealizable, y que las dos intolerancias
+ no podían separarse una de otra. Si Rousseau se hubiese
+ contentado con observar que, generalizada en un país la
+ intolerancia religiosa, es decir, como arriba se ha explicado,
+ la firme convicción de que una religión es verdadera, se
+ ha de manifestar, así en el trato particular como en la
+ legislación, cierta tendencia á no sufrir á los que piensan
+ de otro modo, sobre todo cuando éstos son en número muy
+ reducido, su observación hubiera sido muy fecunda, y hubiera
+ coincidido con la opinión que llevo manifestada sobre este
+ punto, cuando me he propuesto señalar el curso natural que
+ siguen en esta materia las ideas y los hechos; pero Rousseau
+ no mira las cosas bajo este aspecto, sino que, dirigiendo
+ sus tiros al Catolicismo, afirma que las dos especies de
+ intolerancia son inseparables, porque «es imposible vivir en
+ paz con gentes á quienes se cree condenadas, y amarlas sería
+ aborrecer al Dios que las castiga». No es posible llevar más
+ allá la mala fe: en efecto, ¿quién le ha dicho á Rousseau que
+ los católicos creen condenado á nadie mientras vive, y que
+ amar á un hombre extraviado sería aborrecer á Dios? ¿Podía
+ ignorar que, antes al contrario, es un precepto indispensable,
+ es un dogma, para todo católico, el deber de amar á todos los
+ hombres? ¿Podía ignorar lo que saben hasta los niños por los
+ primeros rudimentos de la doctrina cristiana, que estamos
+ obligados á amar al prójimo como á nosotros mismos, y que por
+ la palabra prójimo se entienden todos los que han alcanzado
+ el cielo, ó pueden alcanzarle, de cuyo número no se excluye á
+ nadie mientras vive? Dirá Rousseau que al menos estamos en la
+ convicción de que, si mueren en aquel mal estado, se condenan;
+ pero no advierte que lo mismo pensamos de los pecadores,
+ aunque su pecado no sea el de herejía; y, sin embargo, nadie
+ ha soñado jamás que los católicos justos no puedan tolerar á
+ los pecadores, y de que se consideren obligados á odiarlos. No
+ se ha visto religión que más interés manifieste para convertir
+ á los malos; y tan lejos está la Iglesia católica de enseñar
+ que se deba aborrecerlos, que, antes bien, en los púlpitos,
+ en los libros, en la conversación se repiten mil veces las
+ palabras con que Dios nos manifiesta su voluntad de que los
+ pecadores no perezcan, que quiere su conversión y su vida,
+ que hay más alegría en el cielo por uno de ellos que haga
+ penitencia, que por noventa y nueve justos que no necesitan
+ hacerla.
+
+ Y no se crea que este hombre que así se expresaba contra
+ la intolerancia de los católicos, fuese partidario de una
+ completa tolerancia; muy al contrario, en la sociedad, tal
+ como él la imaginaba, quería que no se tolerasen, no los que
+ no profesasen la religión verdadera, sino los que se apartasen
+ de aquélla que al poder civil le pluguiese determinar.
+ «Mas, dejando aparte, dice, las consideraciones políticas,
+ vengamos al derecho, y fijemos los principios sobre este punto
+ importante. El derecho que el pacto social da al soberano
+ sobre los vasallos, no excede, como ya he dicho, los límites
+ de la utilidad pública. Los vasallos no deben dar cuenta al
+ soberano de sus opiniones, sino en cuanto ellas interesan á
+ la comunidad. Al Estado le importa que cada ciudadano tenga
+ una religión que le haga amar sus deberes; pero los dogmas de
+ esa religión no interesan ni al Estado ni á sus miembros, sino
+ en cuanto se refieren á la moral y á los deberes que el que
+ los profesa está obligado á cumplir para con los otros. Por
+ lo demás, cada uno puede tener las opiniones que le acomoden,
+ sin que pertenezca al soberano entender sobre esto; porque,
+ como no tiene competencia en el otro mundo, sea cual fuere la
+ suerte de los vasallos en la otra vida, esto no es asunto del
+ soberano, con tal que en ésta sean buenos ciudadanos. Hay,
+ pues, una profesión de fe, puramente civil, cuyos artículos
+ pertenece al soberano fijar; no precisamente como dogmas de
+ religión, sino como sentimientos de sociabilidad, sin los que
+ es imposible ser buen ciudadano y fiel vasallo. Sin poder
+ obligar á nadie á creerlos, puede desterrar del Estado al
+ que no los crea, no como impío, sino como insociable, como
+ incapaz de amar sinceramente las leyes y la justicia, y de
+ sacrificar en caso necesario la vida á su deber. Si alguno,
+ después de haber reconocido públicamente estos dogmas, se
+ conduce como si no los creyera, sea castigado con pena de
+ muerte, porque ha cometido el mayor de los crímenes y mentido
+ delante de las leyes.» (_Con. Soc._, L. 4, c. 8.) Tenemos,
+ pues, que en último resultado viene á parar la tolerancia
+ de Rousseau á facultar al soberano para fijar los artículos
+ de fe, otorgándole el derecho de castigar con el destierro
+ y hasta con la muerte, á los que, ó no se conformen con las
+ decisiones del nuevo papa, ó se aparten de ellas después
+ de haberlas abrazado. Extraña como parece la doctrina de
+ Rousseau, no lo es tanto, sin embargo, que no entre en el
+ sistema general de todos los que no reconocen la supremacía
+ de un poder en materias religiosas. Rechazan esta supremacía
+ cuando se trata de atribuirla á la Iglesia católica, ó á su
+ Jefe, y por una contradicción la más chocante la conceden á
+ la potestad civil. Está curioso Rousseau cuando, al desterrar
+ ó matar al que se aparte de la religión formada por el
+ soberano, no quiere que estas penas se le apliquen como
+ impío, sino como insociable; Rousseau seguía un impulso, en
+ él muy natural, de no querer que sonase en algo la impiedad,
+ en tratando de la aplicación de castigos; pero al hombre que
+ sufriese el destierro ó pereciese en un cadalso, ¡qué le
+ importaba el nombre dado á su crimen! En el mismo capítulo se
+ le escapó á Rousseau una expresión que revela de un golpe á
+ dónde se enderezaba con tanto aparato de filosofía. «El que
+ se atreva á decir: _fuera de la Iglesia no hay salud_, debe
+ ser echado del Estado.» Lo que en otros términos significa
+ que la tolerancia debe ser para todo el mundo, excepto para
+ los católicos. Se ha dicho que el _Contrato Social_ fué el
+ código de la Revolución francesa: y en verdad que ésta no
+ echó en olvido lo que respecto de los católicos le prescribe
+ el _tolerante_ legislador. Pocos son en la actualidad los que
+ se atreven á declararse discípulos del filósofo de Ginebra,
+ bien que algunos de sus vergonzantes sectarios le prodiguen
+ todavía desmesurados elogios; pero, confiados en el buen
+ sentido del linaje humano, debemos esperar que la posteridad
+ en masa confirmará la nota con que todos los hombres de bien
+ han señalado al sofista trastornador, y al imprudente autor de
+ las _Confesiones_.
+
+ Comparado el Protestantismo con el Catolicismo, me he visto
+ precisado á tratar de la intolerancia, porque éste es uno
+ de los cargos que con más frecuencia se hacen á la religión
+ católica; pero en obsequio de la verdad debo advertir que
+ no todos los protestantes han predicado una tolerancia
+ universal, y que muchos de ellos han reconocido el derecho de
+ reprimir y castigar ciertos errores. Grocio, Puffendorf, y
+ otros que rayan muy alto entre los sabios de que se gloría el
+ Protestantismo, han estado de acuerdo en este punto, siguiendo
+ el dictamen de toda la antigüedad, que se conformó siempre con
+ estos principios, así en la teoría como en la práctica. Se
+ ha clamado contra la intolerancia de los católicos, como si
+ ellos la hubiesen enseñado al mundo, como si fuera un monstruo
+ horrendo, que en ninguna parte se criara, sino allí donde
+ reina la Iglesia católica. Cuando no otras razones, al menos
+ la buena fe exigía que se recordase que el principio de la
+ tolerancia universal no había sido reconocido en ninguna parte
+ del mundo; y que, así en los libros de los filósofos, como en
+ los códigos de los legisladores, se encontraba consignado,
+ con más ó menos dureza, el principio de la intolerancia.
+ Ora se quisiese condenar este principio como falso, ora se
+ intentase restringirle, ó dejarle sin aplicación, al menos no
+ se debía levantar una acusación particular contra la Iglesia
+ católica, por una doctrina y conducta en que se ha formado, al
+ ejemplo de la humanidad entera. Así los pueblos cultos como
+ los bárbaros fueron culpables, si culpa en esto hubiera, y
+ lejos de recaer exclusivamente la mancha sobre los gobiernos
+ dirigidos por el Catolicismo y sobre los escritores católicos,
+ debiera caer sobre todos los gobiernos antiguos, inclusos
+ los de Grecia y de Roma; debiera caer sobre todos los sabios
+ de la antigüedad, inclusos Platón, Cicerón y Séneca; debiera
+ caer sobre los gobiernos y sabios modernos, inclusos los
+ protestantes. Teniendo esto presente, no hubieran parecido ni
+ tan erróneas las doctrinas, ni tan negros los hechos; así se
+ hubiera visto que la intolerancia, tan antigua como el mundo,
+ no era una invención de los católicos y que sobre todo el
+ mundo debía recaer la responsabilidad que de ella resultase.
+
+ De cierto, la tolerancia, que tan general se ha hecho ahora
+ por las causas que llevo indicadas, no se resentirá de las
+ doctrinas más ó menos severas, más ó menos indulgentes,
+ que en esta materia se proclamen; pero, por lo mismo que
+ la intolerancia, tal como en otros tiempos se ejerciera,
+ ha pasado á ser un mero hecho histórico, que seguramente
+ nadie recela ver reproducido, conviene sobremanera entrar
+ en detenido examen de esa clase de cuestiones, para que
+ desaparezca el borrón que sobre la Iglesia católica han
+ pretendido echar sus adversarios.
+
+ Viene aquí muy á propósito el recuerdo de la profunda
+ sabiduría contenida en la Encíclica del Papa contra las
+ doctrinas de Lamennais. Pretendía dicho escritor que la
+ tolerancia universal, la libertad absoluta de cultos, es
+ el estado normal y legítimo de las sociedades, del cual es
+ imposible separarse, sin atentar á los derechos del hombre y
+ del ciudadano. Impugnando Lamennais la citada Encíclica, se
+ empeñó en presentarla como fundadora de nuevas doctrinas, como
+ un ataque dirigido contra la libertad de los pueblos. No, el
+ Papa no asentó en la citada Encíclica otras doctrinas que las
+ profesadas hasta aquí por la Iglesia; y aun podría decirse
+ que las profesadas por todo gobierno en punto á tolerancia.
+ Ningún gobierno puede sostenerse, si se le niega el derecho
+ de reprimir las doctrinas peligrosas al orden social, ora se
+ cubran con el manto filosófico, ora se disfracen con el velo
+ de la religión. No se ataca tampoco por esto la libertad del
+ hombre; porque la única libertad digna de este título es
+ la libertad conforme á razón. El Papa no ha dicho que los
+ gobiernos no pudiesen tolerar en ciertos casos diferentes
+ religiones; pero no ha permitido que se asentase como
+ principio que la tolerancia absoluta fuese una obligación de
+ todos los gobiernos. Esta última proposición es contraria á
+ las sanas doctrinas religiosas, á la razón, á la práctica de
+ todos los gobiernos en todos tiempos y países, al buen sentido
+ de la humanidad. Nada han podido en contra todo el talento
+ y la elocuencia del malogrado escritor; y el Papa alcanzó
+ un asentimiento más solemne de todos los hombres sensatos
+ de cualesquiera creencias, desde que el genio obscureció
+ su frente con la obstinación, desde que su mano empuñó
+ decididamente el arma innoble del sofisma. Malogrado genio
+ que conserva apenas una sombra de sí mismo, que ha desplegado
+ las hermosas alas con que surcaba el azul de los cielos, y
+ revolotea cual ave siniestra sobre las aguas impuras de un
+ lago solitario.
+
+ [10] Pág. 222.--Al hablar de la Inquisición de España, no me
+ he propuesto defender todos sus actos, ni bajo el aspecto
+ de la justicia, ni tampoco de la conveniencia pública. No
+ desconociendo las circunstancias excepcionales en que se
+ encontró, juzgo que hubiera procedido harto mejor, si,
+ imitando el ejemplo de la Inquisición de Roma, hubiese
+ ahorrado el derramamiento de sangre, en cuanto le hubiese
+ sido posible. Podía muy bien velar por la conservación de la
+ fe, podía prevenir los males que á la religión amenazaban
+ de parte de moros y judíos, podía preservar la España del
+ Protestantismo, sin desplegar ese excesivo rigor, que le
+ mereció graves reprensiones y amonestaciones de parte de los
+ Sumos Pontífices, que provocó reclamaciones de los pueblos,
+ que acarreó tantas apelaciones á Roma de los encausados y
+ condenados, y que suministró pretexto á los adversarios del
+ Catolicismo para acusar de sanguinaria una religión que tiene
+ horror á la efusión de sangre. Lo repito, no es responsable la
+ religión católica de ninguno de los excesos que en su nombre
+ se hayan podido cometer, y, cuando se habla de la Inquisición,
+ no se deben fijar principalmente los ojos en la de España,
+ sino en la de Roma. Allí donde reside el Sumo Pontífice, donde
+ se sabe cumplidamente cómo debe entenderse el principio de la
+ intolerancia, y cuál es el uso que de él debe hacerse, allí
+ la Inquisición ha sido en extremo benigna, indulgente; allí
+ es el punto donde menos ha sufrido la humanidad por motivo de
+ religión: y esto sin exceptuar ningún país, tanto aquellos
+ donde ha existido la Inquisición, como los que carecieron de
+ ella; tanto donde predominó la religión católica, como donde
+ prevaleció la protestante. Este hecho es indudable; y para
+ todo hombre de buena fe debe ser bastante para indicarle cuál
+ es en esta materia el espíritu del Catolicismo.
+
+ Hago estas reflexiones en prueba de mi imparcialidad, y de que
+ no desconozco los males, ni dejo de confesarlos, dondequiera
+ que los vea. Esto no embargante, deseo que no se olviden los
+ hechos y observaciones que en el texto he aducido, así sobre
+ la Inquisición en sí misma, en las diferentes épocas de su
+ duración, como sobre la política de los reyes que la fundaron
+ y sostuvieron. Por lo mismo, copiaré aquí algunos documentos
+ que pueden arrojar mucha luz sobre tan importante materia.
+ He aquí en primer lugar el preámbulo de la Pragmática de D.
+ Fernando y D.ª Isabel para la expulsión de los judíos, donde
+ se explanan en pocas palabras los agravios que de ella recibía
+ la religión, y los peligros que por este motivo amenazaban al
+ Estado.
+
+ Libro octavo. Título segundo. Lei II de la Nueva Recopilación.
+ D. Fernando i D.ª Isabel en Granada año 1492 á 30 de Marzo.
+ Pragmática.
+
+ «Porque Nos fuimos informados que en estos nuestros Reinos
+ avia algunos malos Christianos, que judaizaban, y apostataban
+ de nuestra Santa Fé Cathólica, de lo qual era mucha causa
+ la comunicación de los Judíos con los Christianos, en las
+ Cortes que hicimos en la ciudad de Toledo el año pasado
+ de mil quatrocientos i ochenta años, mandamos apartar los
+ dichos Judíos en todas las Ciudades y Villas, i Lugares de
+ los nuestros Reinos, i Señoríos, en las Juderías, i lugares
+ apartados en donde viviesen i morasen, esperando que con
+ su apartamiento se remediarían otro sí avemos procurado,
+ i dado órden como se hiciese inquisición en los dichos
+ nuestros Reinos, la qual, como sabeis, ha mas de doce años
+ que se ha hecho, i hace, i por ello se han hallado muchos
+ culpantes, según es notorio: i según somos informados de
+ los Inquisidores, y de otras muchas personas Religiosas, i
+ Eclesiásticas, i Seglares, consta; i paresce el gran daño que
+ á los Christianos se ha seguido, i sigue, de la participación,
+ conversacion, i comunicacion que han tenido, i tienen con
+ los Judíos, los quales se prueba que procuran siempre por
+ quantas vias mas pueden de subvertir, i substraer de nuestra
+ Santa Fé Cathólica á los Fieles Christianos, i los apartar
+ della, i atraer i pervertir á su dañada creencia i opinión,
+ instruyéndoles en las ceremonias, i observancia de su lei,
+ haciendo ayuntamientos donde les lean, i enseñen lo que han
+ de creer, i guardar segun su lei, procurando de circuncidar
+ á ellos, i á sus hijos, dándoles libros por donde rezasen
+ sus oraciones, i declarándoles los ayunos que han de ayunar,
+ i juntándose con ellos á leer, i enseñándoles las Historias
+ de su lei, notificándoles las Pasquas antes que vengan, y
+ avisándoles lo que en ellas han de guardar, y hacer, dándoles,
+ y llevándoles de su casa el pan cenceño, y carnes muertas con
+ ceremonias, instruyéndoles de las cosas que se han de apartar,
+ assi en los comeres como en las otras cosas, por observancia
+ de su lei, i persuadiéndoles en quanto pueden que tengan, i
+ guarden la lei de Moysés, haciéndoles entender que no hai otra
+ lei, i ni verdad salvo aquella; lo qual consta por muchos
+ dichos, i confesiones, assi de los mismos Judíos, como de
+ los que fueron pervertidos, i engañados por ellos, lo qual ha
+ redundado en gran daño, i detrimento, i oprobio de nuestra
+ Santa Fé Cathólica: i como quiera que de mucha parte destos
+ fuimos informados antes de agora, i conoscimos que el remedio
+ verdadero de todos estos daños, e inconvenientes, está en
+ apartar del todo la comunicacion de los dichos Judíos con los
+ Christianos, i echarlos de todos nuestros Reinos, quisímosnos
+ contentar con mandarlos salir de todas las Ciudades, i Villas,
+ i Lugares de Andalucía, donde parescia que avia hecho mayor
+ daño, creyendo que aquello bastaria para que los de las
+ otras Ciudades, i Villas, i Lugares de los nuestros Reinos,
+ i Señoríos, cessassen de hacer, y cometer lo susodicho, i
+ porque somos informados que aquello, ni las justicias que se
+ han hecho en algunos de los dichos Judíos, que se han hallado
+ muy culpantes en los dichos crímenes, i delitos contra nuestra
+ Santa Fé Cathólica, no basta para entero remedio: para obviar
+ i remediar como cesse tan gran oprobio, i ofensa de la Fé, i
+ Religion Christiana, i porque cada dia se halla, i paresce
+ que los dichos Judíos creen en continuar su malo, i dañado
+ propósito á donde viven, i conversan, i porque no aya lugar
+ de mas ofender á nuestra Santa Fe Cathólica, assi en los que
+ hasta aqui Dios ha querido guardar, como en los que cayeron, i
+ se enmendaron, i reduxeron á la Santa Madre Iglesia, lo qual,
+ segun la flaqueza de nuestra humanidad, i sujescion diabólica,
+ que continuo nos guerrea, ligeramente podria acaescer, si la
+ principal causa desto no se quita, que es echar los dichos
+ Judíos de nuestros Reinos; i porque quando algun grave, i
+ detestable crimen es cometido por algunos de algun Colegio, i
+ Universidad, es razon que el tal Colegio, i Universidad sea
+ disuelto, y aniquilado, i los menores por los mayores, i los
+ unos por los otros sean punidos; i aquellos que pervierten el
+ bien, i honesto vivir de las Ciudades, i Villas por contagio,
+ que pueda dañarse á los otros, sean expelidos de los pueblos,
+ i aun por otras mas leves causas que sean en daño de la
+ República, quanto mas por el mayor de los crímenes, i mas
+ peligroso, i contagioso, como lo es este: Por ende Nos, con
+ consejo, i parecer de algunos Prelados.»
+
+ No se trata aquí de examinar si en estas inculpaciones hechas
+ á los judíos pudo haber ó no alguna parte de exageración:
+ bien que, según todas las apariencias, debía de haber en esto
+ un gran fondo de verdad, atendida la situación en que se
+ encontraban los dos pueblos rivales. Y nótese que, si bien
+ en el preámbulo de la Pragmática se abstienen los monarcas
+ de achacar á los judíos cien y cien otros cargos que les
+ hacía la generalidad del pueblo, no dejaba por esto de andar
+ muy válida la fama de ellos, y que, por consiguiente, debía
+ influir sobremanera en agravar la situación de los judíos, y
+ en inclinar el ánimo de los reyes á tratarlos con dureza.
+
+ Por lo que toca á la desconfianza con que debían de ser
+ mirados los moros y sus descendientes, á más de los hechos ya
+ indicados, pueden todavía presentarse otros que manifiestan
+ la disposición de los ánimos que hacía mirar á esos hombres
+ como si estuvieran en conspiración permanente contra los
+ cristianos viejos. Cerca de un siglo había transcurrido desde
+ la conquista de Granada, y vemos que todavía se abrigaban
+ recelos de que aquel reino era el centro de las asechanzas
+ dirigidas por los moros contra los cristianos, saliendo de
+ allí los avisos, y los auxilios necesarios para que en las
+ costas pudiesen cometerse contra personas indefensas toda
+ clase de tropelías. Véase lo que decía Felipe II, en 1567.
+
+ Libro octavo. Título segundo, de la Nueva Recopilación.
+
+ Lei XX. Que pone graves penas á los naturales del Reino de
+ Granada, que encubrieren, ó acogieren ó favorecieren Turcos,
+ ó Moros, ó Judíos, ó les dieren avisos, ó se escribieren con
+ ellos.
+
+ «D. Phelipe II, en Madrid á 10 de Diciembre de 1567 años.
+
+ Porque avemos sido informados que no embargante lo que para
+ defensa, i seguridad de los mares, i costas de nuestros Reinos
+ tenemos proveido ansi en mar, como en tierra, especialmente en
+ el Reino de Granada, los Turcos, Moros, Corsarios, i allende
+ han hecho, i hacen en el dicho Reino en los puertos, i costas,
+ y lugares marítimos, i cercanos á ellos, los robos, males,
+ i daños, i captiverios de Christianos que son notorios, lo
+ cual diz que han podido, i pueden hacer con facilidad, i
+ seguridad, mediante el trato, é inteligencia que han tenido
+ i tienen con algunos naturales de la tierra, los quales los
+ avisan, i guian, acogen i encubren, i les dan favor, i ayuda,
+ passándose algunos dellos allende con los dichos Moros, i
+ Turcos, i llevando consigo sus mugeres, hijos, i ropa, i los
+ Christianos, i ropa dellos que pueden aver, i que otros de
+ los dichos naturales, que han sido partícipes, i sabidores,
+ se quedan en la tierra, i no han sido, ni son castigados, ni
+ parece que esto está proveido con el rigor, i tan entera, i
+ particularmente como convendria, i ai mucha dificultad en la
+ averiguacion, é informacion, i aun descuido, i negligencia en
+ las Justicias, i Jueces que lo avian de inquirir, i castigar;
+ i aviéndose sobre esto tratado i platicado en el nuestro
+ Consejo, para que se proveyese en ello, como en cosa que
+ tanto importa al servicio de Dios nuestro Señor, i nuestro, i
+ bien público; y con Nos consultado, fué acordado que deviamos
+ mandar dar esta nuestra Carta... etc., etc.»
+
+ Pasaban los años y la ojeriza entre los dos pueblos continuaba
+ todavía; y á pesar de los muchos quebrantos sufridos por la
+ raza mahometana, no se daban por satisfechos los cristianos.
+ Es muy probable que un pueblo que había sufrido, y estaba
+ sufriendo, tantas humillaciones, probaría á vengarse; y así
+ no se hace tan difícil el creer la verdadera existencia de
+ las conspiraciones que se les achacaban. Como quiera, la fama
+ de ellas era general, y el gobierno se hallaba seriamente
+ alarmado con este motivo. Léase, en comprobación, lo que
+ decía Felipe III en 1609, en la ley para la expulsión de los
+ moriscos.
+
+ Libro octavo. Título segundo, de la Nueva Recopilación.
+
+ Lei XXV. Por la qual fueron echados los Moriscos del Reino;
+ las causas que para ello hubo, y medio que se tubo en su
+ execucion.
+
+ «D. Phelipe III, en Madrid á 9 de Diciembre de 1609.
+
+ Aviéndose procurado por largo discurso de tiempo la
+ conservacion de los Moriscos en estos Reinos, i executádose
+ diversos castigos por el Santo Oficio de la Santa Inquisicion,
+ i concedídose muchos Edictos de gracia, no omitiendo medio, ni
+ diligencia para instruirlos en nuestra Santa Fé, sin averse
+ podido conseguir el fruto que se deseaba, pues ninguno se ha
+ convertido, antes ha crecido su obstinacion; i aun el peligro
+ que amenazaba á nuestros Reinos, de conservarlos en ellos, se
+ Nos presentó por personas mui doctas, i mui temerosas de Dios,
+ lo que convenia poner breve remedio; i que la dilacion podria
+ gravar nuestra Real conciencia, por hallarse mui ofendido
+ nuestro Señor de esta gente, asegurándonos que podríamos sin
+ ningún escrúpulo castigarlos en las vidas, i en las haciendas,
+ porque la continuacion de sus delitos, los tenia convencidos
+ de hereges, i apóstatas, i proditores de lesa Magestad
+ Divina i humana: i aunque por esto pudiera proceder contra
+ ellos con el rigor, que sus culpas merecen, todavía deseando
+ reducirlos por medios suaves y blandos, mandé hacer en la
+ ciudad, i Reino de Valencia una Junta del Patriarca, i otros
+ prelados, i personas doctas para que viessen lo que se podria
+ encaminar, i disponer, i aviéndose entendido que al mismo
+ tiempo que se estaba tratando de su remedio, los de aquel
+ Reino, i los de estos passaban adelante con su dañado intento,
+ i sabiéndose por avisos ciertos, i verdaderos que han enviado
+ á Constantinopla á tratar con el Turco, ir á Marruecos con
+ el Rei Buley Fidon, que embiassen á estos Reinos las mayores
+ fuerzas, que pudiesen en su ayuda, i socorro, asegurándoles
+ que hallarian en ellos ciento i cinquenta mil hombres, tan
+ Moros como los de Berberia, que los assistirian con las vidas,
+ i haciendas, persuadiendo la facilidad de la empresa; aviendo
+ también intentado la misma plática con Hereges, i otros
+ Príncipes enemigos nuestros; i atendiendo á todo lo susodicho,
+ i cumpliendo con la obligacion que tenemos de conservar, i
+ mantener en nuestros Reinos la Santa Fé Cathólica Romana, i la
+ seguridad, paz i reposo de ellos en el parecer, i consejo de
+ varones doctos, i de otras personas mui zelosas del servicio
+ de Dios, i mio: mandamos que todos los Moriscos habitantes en
+ estos Reinos, assi hombres, como mugeres, i niños de cualquier
+ condicion, etc.»
+
+ He dicho que los Papas procuraron ya desde un principio
+ suavizar los rigores de la Inquisición de España, ora
+ amonestando á los reyes y á los inquisidores, ora admitiendo
+ las apelaciones de los encausados y condenados. He añadido
+ también que la política de los reyes, quienes temían que las
+ innovaciones religiosas acarreasen perturbación pública,
+ había embarazado á los Papas para que no pudiesen llevar
+ tan allá como hubieran deseado, sus medidas de benignidad é
+ indulgencia; en apoyo de esta aserción escogeré entre otros
+ documentos uno que manifiesta la irritación de los reyes de
+ España por el amparo que en Roma encontraban los encausados
+ por la Inquisición.
+
+ Lib. 8. Tit. 3. Ley 2, de la Nueva Recopilación.
+
+ Que los condenados por la Inquisición, que están ausentados
+ de estos Reinos, no vuelvan á ellos, so pena de muerte, y
+ perdimiento de bienes.
+
+ «D. Fernando i D.ª Isabel en Zaragoza á 2 de Agosto año 1498.
+ Pragmática.
+
+ Porque algunas personas condenadas por Hereges por los
+ inquisidores se ausentan de nuestros Reinos, i se van á otras
+ partes, donde con falsas relaciones, i formas indevidas
+ han impetrado subrepticiamente exenciones, i absoluciones,
+ comissiones, i seguridades, i otros privilegios, á fin de se
+ eximir de las tales condiciones, i penas en que incurrieron,
+ i se quedar con sus errores, i con esto tientan de bolver
+ á estos nuestros Reinos; por ende, queriendo extirpar tan
+ grande mal, mandamos que no sean osadas las tales personas
+ condenadas de bolver, ni buelvan, ni tornen á nuestros Reinos,
+ i señoríos, por ninguna vía, manera, causa, ni razón que
+ sea, so pena de muerte y perdimiento de bienes: en la qual
+ pena queremos, i mandamos que por ese mismo hecho incurran;
+ i que la tercia parte de los dichos bienes sea para la
+ persona que lo acusare, i la tercia parte para la Justicia,
+ i la otra tercia para la nuestra Cámara; i mandamos á las
+ dichas Justicias, i á cada una, i cualquier dellas en sus
+ Lugares, i jurisdicciones, que cada i quando supiesen que
+ algunas de las personas susodichas estuvieren en algún Lugar
+ de su jurisdiccion, sin esperar otro requerimiento; vayan á
+ donde la tal persona estuviese, i le prendan el cuerpo, i
+ luego sin dilacion executen i hagan executar en su persona,
+ i bienes las dichas penas por Nos puestas, segun que dicho
+ es; no embargante qualesquier exenciones, reconciliaciones,
+ seguridades, i otros privilegios que tengan, los quales en
+ este caso, quanto á las penas susodichas, no les pueden
+ sufragar; i esto mandamos que hagan, i cumplan assi, so pena
+ de perdimiento, i confiscacion de todos sus bienes; en la
+ qual pena incurran qualesquier otras personas, que á las
+ tales personas encubrieren, ó receptaren, ó supieren donde
+ están, i no lo notificaren á las dichas nuestras Justicias:
+ i mandamos á qualesquier Grandes, i Concejos, i otras
+ personas de nuestros Reinos que den favor i ayuda á nuestras
+ Justicias, cada i quando que se la pidieren, i menester fuere,
+ para cumplir i executar lo susodicho, so las penas, que las
+ Justicias sobre ellos les pusieren.»
+
+ Conócese por el documento que se acaba de copiar que ya en
+ 1498 habían llegado las cosas á tal punto, que los reyes se
+ proponían sostener á todo trance el rigor de la Inquisición; y
+ que se daban por ofendidos de que los Papas se entrometiesen
+ en suavizarle. Esto indica de dónde procedía la dureza con
+ que eran tratados los culpables, y revela, además, una de las
+ causas por que la Inquisición de España usó algunas veces de
+ sus facultades con excesiva severidad. Bien que no era un
+ mero instrumento de la política de los reyes, como han dicho
+ algunos, sentía más ó menos la influencia de ella; y sabido es
+ que la política, cuando se trata de abatir á un adversario,
+ no suele mostrarse demasiado compasiva. Si la Inquisición de
+ España se hubiese hallado entonces bajo la exclusiva autoridad
+ y dirección de los Papas, mucho más templada y benigna hubiera
+ sido en su conducta.
+
+ A la sazón el empeño de los reyes de España era que los
+ juicios de la Inquisición fuesen definitivos, y sin apelación
+ á Roma; así lo había pedido expresamente al Papa la reina
+ Isabel, y á esto no sabían avenirse los Sumos Pontífices,
+ previendo sin duda el abuso que podría hacerse de arma tan
+ terrible, el día que le faltase el freno de un poder moderador.
+
+ Por los hechos que se acaban de apuntar queda en claro con
+ cuánta verdad he dicho que, si se excusaba la conducta de
+ Fernando é Isabel por lo tocante á la Inquisición, no se podía
+ acriminar la de Felipe II, porque más severos, más duros, se
+ mostraron los Reyes Católicos que no este monarca. Ya llevo
+ indicado el motivo por que se ha condenado tan despiadadamente
+ la conducta de Felipe II; pero es necesario demostrar también
+ por que se ha ostentado cierto empeño en excusar la de
+ Fernando é Isabel.
+
+ Cuando se quiere falsear un hecho histórico, calumniando una
+ persona ó una institución, es menester comenzar afectando
+ imparcialidad y buena fe; para lo cual sirve en gran manera
+ el manifestarnos indulgentes con lo mismo que nos proponemos
+ condenar; pero haciéndolo de manera que esta indulgencia
+ resalte como una concesión hecha gratuitamente á nuestros
+ adversarios, ó como un sacrificio que de nuestras opiniones
+ y sentimientos hacemos, en las aras de la razón y de la
+ justicia, que son nuestra guía y nuestro ídolo. En tal caso
+ predisponemos al lector ú oyente á que mire la condenación
+ que nos proponemos pronunciar como un fallo dictado por la
+ más estricta justicia, y en que ninguna parte ha cabido
+ ni á la pasión, ni al espíritu de parcialidad, ni á miras
+ torcidas. ¿Cómo dudar de la buena fe, del amor á la verdad,
+ de la imparcialidad de un hombre, que empieza excusando lo
+ que, según todas las apariencias, atendidas sus opiniones,
+ debiera anatematizar? He aquí la situación de los hombres de
+ quienes estamos hablando; proponíanse atacar la Inquisición,
+ y cabalmente encontraban que la protectora de este tribunal,
+ y en cierto modo la fundadora, había sido la reina Isabel,
+ nombre esclarecido que los españoles han pronunciado siempre
+ con respeto, reina inmortal que es uno de los más bellos
+ ornamentos de nuestra historia. ¿Qué hacer en semejante
+ apuro? El medio era expedito: nada importaba que los judíos
+ y los herejes hubiesen sido tratados con el mayor rigor en
+ tiempo de los Reyes Católicos, nada obstaba que esos monarcas
+ hubiesen llevado más allá su severidad que los demás que les
+ sucedieron; era necesario cerrar los ojos sobre estos hechos,
+ y excusar la conducta de aquéllos, haciendo notar los graves
+ motivos que los impulsaron á emplear el rigor de la justicia.
+ Así se orillaba la dificultad de echar un borrón sobre la
+ memoria de una gran reina, querida y respetada de todos los
+ españoles, y se dejaba más expedito el camino para acriminar
+ sin misericordia á Felipe II. Este monarca tenía contra sí
+ el grito unánime de todos los protestantes, por la sencilla
+ razón de que había sido su más poderoso adversario; y así no
+ era difícil lograr que sobre él recayese todo el peso de la
+ execración. Esto descifra el enigma, esto explica la razón de
+ tan injusta parcialidad, esto revela la hipocresía de opinión,
+ que, excusando á los Reyes Católicos, condena sin apelación á
+ Felipe II.
+
+ Sin vindicar en un todo la política de este monarca, llevo
+ presentadas algunas consideraciones, que pueden servir á
+ templar algún tanto los recios ataques que le han dirigido
+ sus adversarios; sólo me falta copiar aquí los documentos á
+ que he aludido, para probar que la Inquisición no era un mero
+ instrumento de la política de este príncipe, y que él no se
+ propuso establecer en España un sistema de obscurantismo.
+
+ Don Antonio Pérez en sus _Relaciones_, en las notas á una
+ carta del confesor del rey, fray Diego de Chaves, en la
+ que éste afirma que el príncipe seglar tiene poder sobre
+ la vida de sus súbditos y vasallos, dice: «No me meteré en
+ decir lo mucho que he oído sobre la calificación de algunas
+ proposiciones de estas que no es de mi profesión. Los de ella
+ se lo entenderán luego, en oyendo el sonido; solo diré que,
+ estando yo en Madrid, salió condenada por la Inquisición
+ una proposición que uno, no importa decir quién, afirmó en
+ un sermón en San Hierónimo de Madrid en presencia del rey
+ católico; es á saber: _Que los reyes tenían poder absoluto
+ sobre las personas de sus vasallos y sobre sus bienes_.
+ Fué condenado, demás de otras particulares penas, en que
+ se retratase públicamente en el mismo lugar con todas las
+ ceremonias de auto jurídico. Hízolo así en el mismo púlpito;
+ diciendo que él había dicho la tal proposición en aquel día.
+ Que él se retrataba de ella, como de proposición errónea.
+ _Porque, señores_ (así dijo recitando por un papel), _los
+ reyes no tienen más poder sobre sus vasallos, del que les
+ permite el derecho divino y humano, y no por su libre y
+ absoluta voluntad_. Y aun sé el que calificó la proposición,
+ y ordenó las mismas palabras que había de referir el reo,
+ con mucho gusto del calificante, porque se arrancaba yerba
+ tan venenosa, que sentía que iba cresciendo. Bien se ha ido
+ viendo. El maestro Fray Hernando del Castillo (éste nombraré)
+ fué el que ordenó lo que recitó el reo, que era consultor del
+ Santo Oficio, predicador del rey, singular varón en doctrina
+ y elocuencia, conocido y estimado mucho de su nación y de
+ la italiana en particular. De éste decía el doctor Velasco,
+ grave persona de su tiempo, que no había vihuela en manos de
+ Fabricio Dentici tan suave como la lengua del maestro fray
+ Hernández del Castillo en los oídos.»
+
+ Y pág. 47 en texto. «Yo sé que las calificaron por muy
+ escandalosas personas gravísimas en dignidad, en letras, en
+ limpieza de pecho cristiano, entre ellas persona que en España
+ tenía lugar supremo en lo espiritual, y que había tenido
+ oficio antes en el juicio supremo de la Inquisición.» Después
+ dice que esta persona era el Nuncio de Su Santidad.
+
+
+ (Relaciones de Antonio Pérez.) París 1624.
+
+ El notable pasaje de la citada carta de Felipe II al doctor
+ don Benito Arias Montano, dice así:
+
+ «Lo que vos el Dr. etc. mi capellan, aveis de hacer en Ambares
+ adonde os enviamos.»
+
+ Fecha de Madrid 25 de Marzo de 1568.
+
+ «Demás de hacer al dicho Plantino esta comodidad y buena obra,
+ es bien que lleveis entendido que desde ahora tengo aplicados
+ los seis mil escudos que se le prestan para que como se vayan
+ cobrando dél, se vayan empleando en libros para el Monasterio
+ de San Lorenzo el Real de la orden de San Gerónimo, que yo
+ hago edificar cerca del Escorial, como sabeis. Y así habéis de
+ ir advertido de este mi fin é intención, para que conforme á
+ ella hagais diligencia de recoger todos los libros exquisitos,
+ así impresos como de mano, que vos (como quien tan bien lo
+ entiende) viéredes que serán convenientes para los traer y
+ poner en la librería de dicho Monasterio: porque esta es una
+ de las más principales riquezas que yo querria dejar á los
+ religiosos que en él hubieren de residir, como la más útil y
+ necesaria. Y por eso he mandado también á D. Francés de Alaba,
+ mi embajador en Francia, que procure de haber los mejores
+ libros que pudiere en aquel reyno y vos habéis de tener
+ inteligencia con él sobre esto que yo le mandaré escribir que
+ haga lo mismo con vos; y que antes de comprarlos os envie la
+ lista de los que se hallaren, y de los precios de ellos para
+ que vos le advirtais de los que habrá de tomar y dejar, y lo
+ que podrá dar por cada uno de ellos, y que os vaya enviando
+ á Amberes los que así fuere comprando, para que vos los
+ reconozcais, y envieis acá todos juntos á su tiempo.»
+
+ En el reinado de Felipe II, de ese Monarca que se nos pinta
+ como uno de los principales autores del obscurantismo, se
+ buscaban en los reinos extranjeros los libros exquisitos,
+ así impresos como de mano, para traerlos á las librerías
+ españolas; en nuestro siglo, que apellidamos de ilustración,
+ se han despojado las librerías españolas, y sus preciosidades
+ han ido á parar á las extranjeras. ¿Quién ignora el acopio que
+ de nuestros libros y manuscritos se ha hecho en Inglaterra?
+ Consúltense los Indices del Museo de Londres y de otras
+ bibliotecas particulares: el que escribe estas líneas habla
+ de lo que ha visto con sus propios ojos, y de que ha oído
+ lamentar á personas respetables. Cuando tan negligentes
+ nos mostramos en conservar nuestros tesoros, no seamos tan
+ injustos y tan pueriles, que nos entretengamos en declamar
+ vanamente contra aquellos mismos que nos los legaron.
+
+
+ FIN DE LAS NOTAS
+
+
+
+
+ ÍNDICE DE LOS CAPÍTULOS Y MATERIAS
+ DEL
+ TOMO SEGUNDO
+
+
+ PÁG.
+
+ Capítulo XX. Cuadro de la civilización moderna. Bosquejo
+ de las civilizaciones no cristianas. Tres elementos de la
+ civilización: individuo, familia, sociedad. La perfección de
+ estos tres elementos dimana de las doctrinas. 4
+
+ Cap. XXI. Distinción entre el individuo y el ciudadano.
+ Individualismo de los bárbaros, según M. Guizot. Si este
+ individualismo perteneció exclusivamente á los bárbaros.
+ Naturaleza y origen de este sentimiento. Sus modificaciones.
+ Cuadro de la vida de los bárbaros. Verdadero carácter de su
+ individualismo. Confesión de M. Guizot. Este sentimiento le
+ tenían en algún modo todos los pueblos antiguos. 7
+
+ Cap. XXII. El respeto al hombre, en cuanto hombre,
+ desconocido de los antiguos. Analogía de esta particularidad
+ de los antiguos, con un fenómeno de las revoluciones
+ modernas. Tiranía del poder público sobre los intereses
+ privados. Explicación de un doble fenómeno que se nos
+ presenta en las sociedades antiguas y en las modernas
+ no cristianas. Opinión de Aristóteles. Carácter de la
+ democracia moderna. 25
+
+ Cap. XXIII. En la primitiva Iglesia tenían los fieles el
+ sentimiento de la verdadera independencia. Error de M.
+ Guizot sobre este punto. Dignidad de la conciencia sostenida
+ por la sociedad cristiana. Sentimiento del deber. Sublimes
+ palabras de San Cipriano. Desarrollo de la vida interior.
+ Defensa del libre albedrío por la Iglesia católica.
+ Importancia de este dogma para realzar la dignidad del
+ hombre. 36
+
+ Cap. XXIV. Ennoblecimiento de la mujer, debido
+ exclusivamente al Catolicismo. Medios empleados por la
+ Iglesia para realizarla. Doctrina cristiana sobre la
+ dignidad de la mujer. Monogamia. Diferente conducta
+ del Catolicismo y del Protestantismo sobre este punto.
+ Firmeza de Roma con respecto al matrimonio. Sus efectos.
+ Indisolubilidad del matrimonio. Del divorcio entre los
+ protestantes. Efectos del dogma católico, que mira el
+ matrimonio como verdadero sacramento. 45
+
+ Cap. XXV. Pretendido rigor del Catolicismo con respecto á
+ los esposos desgraciados. Dos sistemas para dirigir las
+ pasiones. Sistema protestante. Sistema católico. Ejemplos.
+ Pasión del juego. Explosión de las pasiones en tiempos
+ turbulentos. La causa. El amor. Carácter de esta pasión. El
+ matrimonio por sí solo no es un freno suficiente. Lo que
+ debe ser el matrimonio para que sirva de freno. _Unidad y
+ fijeza_ de las doctrinas y conducta del Catolicismo. Hechos
+ históricos. Alejandro, César, Napoleón. 53
+
+ Cap. XXVI. La virginidad. Doctrinas y conducta del
+ Catolicismo en este punto. Id. del Protestantismo. Id. de la
+ filosofía incrédula. Origen del principio fundamental de la
+ economía política inglesa. Consideraciones sobre el carácter
+ de la mujer. Relaciones de la doctrina sobre la virginidad
+ con el realce de la mujer. 67
+
+ Cap. XXVII. Examen de la influencia del feudalismo en
+ realzar la mujer europea. Opinión de M. Guizot. Origen de su
+ error. El amor del caballero. Espíritu de la caballería. El
+ respeto de los germanos por las mujeres. Análisis del famoso
+ pasaje de Tácito. Consideraciones sobre este historiador.
+ César, su testimonio sobre los bárbaros. Dificultad de
+ conocer bien el estado de la familia y de la sociedad entre
+ los bárbaros. El respeto de que disfruta la mujer europea
+ es debido al Catolicismo. Distinción del Cristianismo y
+ Catolicismo; por qué se hace necesaria. 75
+
+ Cap. XXVIII. La conciencia pública. Su verdadera idea.
+ Causas que la forman. Comparación de la conciencia pública
+ de las sociedades modernas con la de las antiguas.
+ La conciencia pública es debida á la influencia del
+ Catolicismo. Medios de que éste se sirvió para formarla. 91
+
+ Cap. XXIX. Examen de la teoría de Montesquieu sobre los
+ principios en que se fundan las varias formas de gobierno.
+ Los antiguos censores. Por qué no los han tenido las
+ sociedades modernas. Causas que en este punto extraviaron á
+ Montesquieu. Su equivocación sobre el honor. Este honor bien
+ analizado es el respeto á la conciencia pública. Ilustración
+ de la materia con hechos históricos. 98
+
+ Cap. XXX. Dos maneras de considerar el Cristianismo, como
+ una doctrina y como institución. Necesidad que tiene toda
+ idea de realizarse en una institución. Vicio radical del
+ Protestantismo bajo este aspecto. La predicación. El
+ sacramento de la Penitencia. Influencia de la confesión
+ auricular en conservar y acendrar la moralidad. Observación
+ sobre los moralistas católicos. Fuerza de las ideas.
+ Fenómenos que ofrecen. Necesidad de las instituciones, no
+ sólo para enseñar, sino también para aplicar las doctrinas.
+ Influencia de la prensa. Intuición, discurso. 109
+
+ Cap. XXXI. Suavidad de costumbres, en qué consiste.
+ Diferencia entre costumbres suaves y costumbres muelles.
+ Influencia de la Iglesia católica en suavizar las
+ costumbres. Comparación entre las sociedades paganas y las
+ cristianas. Esclavitud. Potestad patria. Juegos públicos.
+ Una reflexión sobre los _Toros_ de España. 123
+
+ Cap. XXXII. Elementos que se combinaron para perpetuar la
+ dureza de costumbres en las sociedades modernas. Conducta
+ de la Iglesia sobre este punto. Cánones y hechos notables.
+ San Ambrosio y el emperador Teodosio. La tregua de Dios.
+ Disposiciones muy notables de la autoridad eclesiástica
+ sobre este punto. 130
+
+ Cap. XXXIII. Beneficencia pública. Diferencia del
+ Protestantismo y del Catolicismo con respecto á ella.
+ Paradoje de Montesquieu. Cánones notables sobre este punto.
+ Daños acarreados en esta parte por el Protestantismo. Lo que
+ vale la filantropía. 148
+
+ Cap. XXXIV. Intolerancia. Mala fe que ha presidido á esta
+ cuestión. Definición de la tolerancia. Tolerancia de
+ opiniones, de errores. Tolerancia del individuo. Tolerancia
+ en los hombres religiosos y en los incrédulos. De dónde
+ nace en unos y otros. Dos clases de hombres religiosos y de
+ incrédulos. Tolerancia en la sociedad; de dónde nace. Origen
+ de la tolerancia que reina en las sociedades actuales. 161
+
+ Cap. XXXV. La intolerancia es un hecho general en la
+ historia. Diálogo con los partidarios de la tolerancia
+ universal. Consideraciones sobre la existencia y el
+ origen del derecho de castigar doctrinas. Resolución de
+ esta cuestión. Funesta influencia del Protestantismo y
+ de la incredulidad en esta materia. Justificación de la
+ importancia dada por el Catolicismo al pecado de herejía.
+ Inconsecuencia de los volterianos vergonzantes. Otra
+ observación sobre el derecho de castigar doctrinas. Resumen. 174
+
+ Cap. XXXVI. La Inquisición. Instituciones y legislaciones de
+ intolerancia. Causas del rigor desplegado en los primeros
+ siglos de la Inquisición. Tres épocas de la Inquisición de
+ España: contra los judíos y moros, contra los protestantes,
+ y contra los incrédulos. Judíos; causas del odio con que
+ eran mirados. Rigores de la Inquisición; sus causas.
+ Conducta de los Papas en este negocio. Lenidad de la
+ Inquisición de Roma. Principios intolerantes de Lutero con
+ respecto a los judíos. Moros y moriscos. 189
+
+ Cap. XXXVII. Nueva Inquisición atribuída á Felipe II. El P.
+ Lacordaire. Parcialidad contra Felipe II. Una observación
+ sobre la obra titulada _La Inquisición sin máscara_. Rápida
+ ojeada sobre aquella época. Causa de Carranza; observaciones
+ sobre la misma, y sobre las calidades personales del ilustre
+ reo. Origen de la parcialidad contra Felipe II. Reflexiones
+ sobre la política de este monarca. Curiosa anécdota de un
+ predicador obligado á retractarse. Reflexiones sobre la
+ influencia del espíritu del siglo. 204
+
+
+
+
+ ÍNDICE DE LAS NOTAS
+
+
+ PÁG.
+
+ (1) 223
+
+ (2) 227
+
+ (3) 229
+
+ (4) 231
+
+ (5) 231
+
+ (6) 233
+
+ (7) 234
+
+ (8) 238
+
+ (9) 240
+
+ (10) 245
+
+
+
+
+
+End of the Project Gutenberg EBook of El Protestantismo comparado con el
+Catolicismo en sus relaciones con la Civilización Europea (Vols 1-2), by Jaime Luciano Balmes
+
+*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 59797 ***
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-The Project Gutenberg EBook of El Protestantismo comparado con el
-Catolicismo en sus relaciones con la Civilizacin Europea (Vols 1-2), by Jaime Luciano Balmes
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-
-Title: El Protestantismo comparado con el Catolicismo en sus relaciones con la Civilizacin Europea (Vols 1-2)
-
-Author: Jaime Luciano Balmes
-
-Release Date: June 23, 2019 [EBook #59797]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: ISO-8859-1
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-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL PROTESTANTISMO COMPARADO ***
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-
-Produced by Carlos Colon, Josep Cols Canals and the Online
-Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This
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-by The Internet Archive/Canadian Libraries)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
- EL PROTESTANTISMO
- COMPARADO CON
- EL CATOLICISMO
-
-
-
-
- Obras del Dr. D. Jaime Balmes, Pbro.
-
-
- EL PROTESTANTISMO
- COMPARADO CON
- EL CATOLICISMO
-
-
- EN SUS RELACIONES CON
- LA CIVILIZACIN EUROPEA
-
-
- DCIMA EDICIN
-
-
- TOMO PRIMERO
-
-
- BARCELONA
- IMPRENTA DEL DIARIO DE BARCELONA
- CALLE DE LA LIBRETERA, N. 22
- 1921
-
-
-
-
- ES PROPIEDAD
-
-
-
-
-PRLOGO
-
-
-Entre los muchos y gravsimos males que han sido el necesario resultado
-de las hondas revoluciones modernas, figura un bien sumamente precioso
-para la ciencia, y que probablemente no ser estril para el linaje
-humano: la _aficin los estudios que tienen por objeto al hombre y
-la sociedad_. Tan recios han sido los sacudimientos, que la tierra,
-por decirlo as, se ha entreabierto bajo nuestras plantas; y la
-inteligencia humana, que poco antes marchaba altiva y desvanecida
-sobre una carroza triunfal, no oyendo ms que vtores y aplausos, y
-como abrumada de laureles, se ha estremecido tambin, se ha detenido
-en su carrera, y, absorta en un pensamiento grave, y dominada por un
-sentimiento profundo, se ha dicho s misma: _Quin soy? de dnde
-sal? cul es mi destino?_ De aqu es que han vuelto recobrar su
-alta importancia las cuestiones religiosas: por manera que, mientras
-se las crea disipadas por el soplo del indiferentismo, reducidas
-muy pequeo espacio por el sorprendente desarrollo de los intereses
-materiales, por el progreso de las ciencias naturales y exactas,
-y por la pujanza siempre creciente de los debates polticos, se ha
-visto que, lejos de estar ahogadas bajo la inmensa balumba que pareca
-oprimirlas, se han presentado de nuevo con todo su grandor, con su
-forma gigantesca, sentadas en la cspide de la sociedad, con la cabeza
-en el cielo y los pies en el abismo.
-
-En esta disposicin de los espritus, era natural que llamase su
-atencin la revolucin religiosa del siglo XVI; y que se preguntase
-qu es lo que haba hecho esa revolucin en pro de la causa de
-la humanidad. Desgraciadamente se han padecido en esta parte
-equivocaciones de cuanta; bien por mirarse los hechos al travs del
-prisma de las preocupaciones de secta, por considerarlos tan slo por
-lo que presentaban en su superficie: y as se ha llegado asegurar
-que los reformadores del siglo XVI contribuyeron al desarrollo de las
-ciencias, de las artes, de la libertad de los pueblos, y de todo cuanto
-se encierra en la palabra _civilizacin_, y que as dispensaron las
-sociedades europeas un sealado beneficio.
-
-Qu dice sobre esto la historia? qu ensea la filosofa? Bajo el
-aspecto religioso, bajo el social, bajo el poltico y el literario,
-qu es lo que deben la reforma del siglo XVI el individuo y la
-sociedad? Marchaba bien la Europa bajo la sola influencia del
-Catolicismo? ste embargaba en nada el movimiento de la civilizacin?
-He aqu lo que me he propuesto examinar en esta obra. Cada poca tiene
-sus necesidades; y fuera de desear que todos los escritores catlicos
-se convenciesen de que una de las ms imperiosas en la actualidad,
-es el analizar fondo ese linaje de cuestiones: Belarmino y Bossuet
-trataron las materias conforme las necesidades de su tiempo; nosotros
-debemos tratarlas cual lo exigen las necesidades del nuestro. Conozco
-la inmensa amplitud de las cuestiones que arriba he indicado; y as no
-me lisonjeo de poder dilucidarlas cual ellas demandan: como quiera,
-emprendo mi camino con el aliento que inspira el amor la verdad;
-cuando mis fuerzas se acaben, me sentar tranquilo, aguardando que otro
-que las tenga mayores, d cumplida cima tan importante tarea.
-
-
-
-
-CAPITULO PRIMERO
-
-
-Existe en medio de las naciones civilizadas un hecho muy grave, por
-la naturaleza de las materias sobre que versa; muy transcendental,
-por la muchedumbre, variedad importancia de las relaciones
-que abarca; interesante en extremo, por estar enlazado con los
-principales acontecimientos de la historia moderna: este hecho es el
-_Protestantismo_.
-
-Ruidoso en su origen, llam desde luego la atencin de la Europa
-entera, sembrando en unas partes la alarma, y excitando en otras las
-ms vivas simpatas; rpido en su desarrollo, no di lugar siquiera
- que sus adversarios pudiesen ahogarle en su cuna; y, al contar
-muy poco tiempo desde su aparicin, ya dejaba apenas esperanza de
-que pudiera ser atajado en su incremento, ni detenido en su marcha.
-Engredo con las consideraciones y miramientos, tomaba bros su osada
-y se acrecentaba su pujanza; exasperado con las medidas coercitivas,
- las resista abiertamente, se replegaba y reconcentraba para
-empezar de nuevo sus ataques con ms furiosa violencia; y de la
-misma discusin, de las mismas investigaciones crticas, de todo
-aquel aparato erudito y cientfico que se despleg para defenderle
- combatirle, de todo se serva como de vehculo para propagar su
-espritu y difundir sus mximas. Creando nuevos y pinges intereses,
-se hall escudado por protectores poderosos; mientras, convidando
-con los ms vivos alicientes todo linaje de pasiones, las levantaba
-en su favor, ponindolas en la combustin ms espantosa. Echaba mano
-alternativamente de la astucia de la fuerza, de la seduccin
-de la violencia, segn ello se brindaban las varias ocasiones
-circunstancias; y, empeado en abrirse paso en todas direcciones,
-rompiendo las barreras salvndolas, no paraba hasta alcanzar en los
-pases que iba ocupando, el arraigo que necesitaba para asegurarse
-estabilidad y duracin. Logrlo as, en efecto; y, ms de los vastos
-establecimientos que adquiri y conserva todava en Europa, fu llevado
-en seguida otras partes del mundo, inoculado en las venas de
-pueblos sencillos incautos.
-
-Para apreciar en su justo valor un hecho, para abarcar cumplidamente
-sus relaciones, deslindndolas como sea menester, sealando cada
-una su lugar, indicando su mayor menor importancia, es necesario
-examinar si sera dable descubrir el principio constitutivo del hecho;
-, al menos, si se puede notar algn rasgo caracterstico, que, pintado
-por decirlo as en su fisonoma, nos revele su ntima naturaleza.
-Difcil tarea, por cierto, al tratar de hechos de tal gnero y
-tamao como es el que nos ocupa; ya por la variedad de los aspectos
-que se ofrecen, ya por la muchedumbre de relaciones que se cruzan y
-enmaraan. En tales materias, amontnanse con el tiempo un gran nmero
-de opiniones, que, como es natural, han buscado todas sus argumentos
-para apoyarse; y as se encuentra el observador con tantos y tan varios
-objetos, que se ofusca, se abruma y se confunde: y, si se empea en
-mudar de lugar, por colocarse en un punto de vista ms propsito,
-halla esparcidos por el suelo tanta abundancia de materiales, que le
-obstruyen el paso, , cubriendo el verdadero camino, le extravan en su
-marcha.
-
-Con slo dar una mirada al Protestantismo, ora se le considere en su
-estado actual, ora en las varias fases de su historia, sintese desde
-luego la suma dificultad de encontrar en l nada de constante, nada que
-pueda sealarse como su principio constitutivo: porque, incierto en
-sus creencias, las modifica de continuo, y las vara de mil maneras;
-vago en sus miras, y fluctuante en sus deseos, ensaya todas las formas,
-tantea todos los caminos; y, sin que alcance jams una existencia
-bien determinada, sigue siempre con paso mal seguro nuevos rumbos, no
-logrando otro resultado que enredarse en ms intrincados laberintos.
-
-Los controversistas catlicos le han perseguido y acosado en todas
-direcciones; pero, si les preguntis con qu resultado, os dirn
-que han tenido que habrselas con un nuevo Proteo, que, prximo
-recibir un golpe, le eluda, cambiando de forma. Y en efecto, si se
-quiere atacar al Protestantismo en sus doctrinas, no se sabe dnde
-dirigirse; porque no se sabe nunca cules son stas, y aun l propio
-lo ignora; pudiendo decirse que bajo este aspecto el Protestantismo es
-invulnerable, porque invulnerable es lo que carece de cuerpo. sta es
-la razn de no haberse encontrado arma ms propsito para combatirle
-que la empleada por el ilustre obispo de Meaux: _T varas, y lo que
-vara no es verdad_. Arma muy temida por el Protestantismo, y, por
-cierto, digna de serlo; pues que todas las transformaciones que se
-empleen para eludir su golpe, slo sirven para hacerle ms certero
-y ms recio. Qu pensamiento tan cabal el de ese grande hombre! El
-solo ttulo de la obra debi hacer temblar los protestantes: es la
-_Historia de las variaciones_; y una historia de _variaciones_ es la
-historia del _error_.[1]
-
-Esta variedad, que no debe mirarse como extraa en el Protestantismo,
-antes s como natural y muy propia, al paso que nos indica que l no
-est en posesin de la verdad, nos revela tambin que el principio
-que le mueve y le agita, no es un principio de vida, sino un elemento
-disolvente. Hasta ahora siempre se le ha pedido en vano que asentase en
-alguna parte el pie, y presentase un cuerpo uniforme y compacto; y en
-vano ser tambin pedrselo en adelante, porque vano es pedir asiento
-fijo lo que est fluctuando en la vaguedad de los aires; y mal puede
-formarse un cuerpo compacto por medio de un elemento, que tiende de
-continuo separar las partes, disminuyendo siempre su afinidad, y
-comunicndoles nuevas fuerzas para repelerse y rechazarse. Bien se
-deja entender que estoy hablando del _examen privado en materias de
-fe_; ya sea que para el fallo se cuente con la sola luz de la razn,
- con particulares inspiraciones del cielo. Si algo puede encontrarse
-de constante en el Protestantismo, es este espritu de examen; es el
-substituir la autoridad pblica y legtima, el dictamen privado: esto
-se encuentra siempre junto al Protestantismo, mejor diremos, en lo ms
-ntimo de su seno; ste es el nico punto de contacto de todos los
-protestantes, el fundamento de su semejanza; y es bien notable que se
-verifica todo esto veces sin su designio, veces contra su expresa
-voluntad.
-
-Psimo y funesto como es semejante principio, s al menos los corifeos
-del Protestantismo le hubieran proclamado como sea de combate,
-apoyndole, empero, siempre con su doctrina, y sostenindole con su
-conducta, hubieran sido consecuentes en el error, y, al verles caer
-de precipicio en precipicio, se habra conocido que era efecto de un
-mal sistema, pero que, bueno malo, era al menos un sistema. Pero ni
-esto siquiera: y, examinando las palabras y hechos de los primeros
-novadores, se nota que, si bien echaron mano de ese funesto principio,
-fu para resistir la autoridad que los estrechaba; pero, por lo
-dems, nunca pensaron en establecerle completamente. Trataron, s, de
-derribar la autoridad legtima, pero con el fin de usurpar ellos el
-mando; es decir, que siguieron la conducta de los revolucionarios
-de todas clases, tiempos y pases: quieren echar al suelo el poder
-existente, para colocarse ellos en su lugar. Nadie ignora hasta qu
-punto llevaba Lutero su frentica intolerancia; no pudiendo sufrir, ni
-en sus discpulos, ni en los dems, la menor contradiccin cuanto le
-pluguiese l establecer, sin entregarse los ms locos arrebatos,
-sin permitirse los ms soeces dicterios. Enrique VIII, el fundador en
-Inglaterra de lo que se llama _independencia del pensamiento_, enviaba
-al cadalso cuantos no pensaban como l; y instancias de Calvino fu
-quemado vivo en Ginebra Miguel Servet.
-
-Llamo tan particularmente la atencin sobre este punto, porque me
-parece muy importante el hacerlo: el hombre es muy orgulloso, y, al oir
-que se deja como sentado que los novadores del siglo XVI proclamaron
-la _independencia del pensamiento_, sera posible que algunos incautos
-tomaran por aquellos corifeos un secreto inters, mirando sus violentas
-peroratas como la expresin de un arranque generoso, y contemplando
-sus esfuerzos como dirigidos la vindicacin de los derechos del
-entendimiento. Spase, pues, para no olvidarse jams, que aquellos
-hombres proclamaban el principio del _libre examen_, slo para
-escudarse contra la legtima autoridad; pero que en seguida trataban de
-imponer los dems el yugo de las doctrinas que ellos haban forjado.
-Se proponan destruir la autoridad emanada de Dios, y sobre las ruinas
-de ella establecer la suya propia. Doloroso es el verse precisado
-presentar las pruebas de esta asercin: no porque no se ofrezcan en
-abundancia, sino porque, si se quiere echar mano de las ms seguras
-incontestables, hay que recordar palabras y hechos que, si bien cubren
-de oprobio los fundadores del Protestantismo, tampoco es grato el
-traerlos la memoria; porque al pronunciar tales cargos la frente
-se ruboriza, y al consignarlos en un escrito parece que el papel se
-mancha.[2]
-
-Mirado en globo el Protestantismo, slo se descubre en l un informe
-conjunto de innumerables sectas, todas discordes entre s, y acordes
-slo en un punto: _en protestar contra la autoridad de la Iglesia_.
-sta es la causa de que slo se oigan entre ellas nombres particulares
-y exclusivos, por lo comn slo derivados del fundador de la secta;
-y que, por ms esfuerzos que hayan hecho, no han alcanzado jams
- darse un nombre general, expresivo al mismo tiempo de una idea
-positiva; de suerte que hasta ahora slo se denominan la manera
-de las sectas filosficas. Luteranos, calvinistas, zuinglianos,
-anglicanos, socinianos, arminianos, anabaptistas, y la interminable
-cadena que podra recordar, son nombres que muestran plenamente la
-estrechez y mezquindad del crculo en que se encierran sus sectas; y
-basta pronunciarlos para notar que no hay en ellos nada de general,
-nada de grande. quien conozca medianamente la religin cristiana,
-parece que esto debera bastarle para convencerse de que estas sectas
-no son verdaderamente cristianas; pero lo singular, lo ms notable,
-es lo que ha sucedido con respecto encontrar un nombre general.
-Recorred su historia, y veris que tantea varios, pero ninguno le
-cuadra, en encerrndose en ellos algo de positivo, algo de cristiano;
-pero, al ensayar uno como recogido al acaso en la Dieta de Espira, uno
-que en s propio lleva su condenacin, porque repugna al origen, al
-espritu, las mximas, la historia entera de la religin cristiana;
-un nombre que nada expresa de unidad, ni de unin; es decir, nada de
-aquello que es inseparable del nombre cristiano; un nombre que no
-envuelve ninguna idea positiva, que nada explica, nada determina; al
-ensayar ste, se le ha ajustado perfectamente, todo el mundo se lo ha
-adjudicado por unanimidad, por aclamacin; y es porque era el suyo:
-_Protestantismo_.[3]
-
-En el vago espacio sealado por este nombre, todas las sectas se
-acomodan, todos los errores tienen cabida: negad con los luteranos el
-libre albedro, renovad con los arminianos los errores de Pelagio,
-admitid la presencia real con unos, desechadla luego con los
-zuinglianos y calvinistas; si queris, negad con los socinianos la
-divinidad de Jesucristo, adheros los episcopales los puritanos,
-daos si os viniera en gana las extravagancias de los cuqueros, todo
-esto nada importa: no dejis por ello de ser protestantes, porque
-todava _protestis_ contra la autoridad de la Iglesia. Es se un
-espacio tan anchuroso, del que apenas podris salir, por grandes que
-sean vuestros extravos: es todo el vasto terreno que descubrs en
-saliendo fuera de las puertas de la Ciudad Santa.[4]
-
-
-
-
-CAPITULO II
-
-
-Pero, cules fueron las causas de que apareciese en Europa el
-Protestantismo, y de que tomase tanta extensin incremento? Digna
-es, por cierto, tal cuestin de ser examinada con mucho detenimiento,
-ya por la importancia que encierra en s propia, ya tambin porque,
-llamndonos investigar el origen de semejante plaga, nos gua al
-lugar ms propsito para que podamos formarnos una idea ms cabal
-de la naturaleza y relaciones de ese fenmeno, tan observado como mal
-definido.
-
-Cuando efecto de la naturaleza y tamao del Protestantismo se
-trata de sealarle sus causas, es poco conforme razn el recurrir
- hechos de poca importancia; ya porque lo sean de suyo, porque
-estn limitados determinados lugares y circunstancias. Es un error
-el suponer que de causas muy pequeas pudiesen resultar efectos muy
-grandes; pues que, si bien es verdad que las cosas grandes tienen
-veces su principio en las pequeas, tambin lo es que no es lo mismo
-principio que causa, y que el principiar una cosa por otra, y el ser
-causada por ella, son expresiones de significado muy diferente. Una
-leve chispa produce tal vez un espantoso incendio; pero es porque
-encuentra abundancia de materias inflamables. Lo que es general,
-ha de tener causas generales; lo que es muy duradero y arraigado,
-causas muy duraderas y profundas. sta es una ley constante, as en
-el orden moral como en el fsico, pero ley cuyas aplicaciones son muy
-difciles, particularmente en el orden moral; pues en l veces estn
-las cosas grandes encubiertas con velos tan modestos, est cada efecto
-enlazado con tantas causas, y por medio de tan delicadas hebras y tan
-complicada contextura, que al ojo ms atento y perspicaz, se le
-escapa enteramente, se le pasa como cosa liviana y de poco resultado,
-lo que tena tal vez la mayor importancia influjo; y, al contrario,
-andan las cosas pequeas tan cubiertas de oropel, tan adornadas y
-relumbrantes, tan acompaadas de ruidoso cortejo, que es muy fcil
-que engaen al hombre, ya muy propenso de suyo juzgar por meras
-apariencias.
-
-Insistiendo en los principios que acabo de asentar, no puedo inclinarme
- dar mucha importancia, ni la rivalidad excitada por la predicacin
-de las indulgencias, ni las demasas que pudieran cometer en esta
-materia algunos subalternos; pudo todo esto ser una ocasin, un
-pretexto, una seal de combate, pero en s era muy poca cosa para poner
-en conflagracin el mundo. Aunque tal vez sea ms plausible, no es,
-sin embargo, ms puesto en razn, el buscar las causas del nacimiento
-y extensin del Protestantismo en el carcter y circunstancias de
-los primeros novadores. Pondrase con nfasis la fogosa violencia de
-los escritos y palabras de Lutero; y hcese notar cun propsito
-eran para inflamar el nimo de los pueblos, arrastrarlos en pos de
-los nuevos errores, inspirarles encarnizado odio contra la Iglesia
-romana; encarcense no menos la sofstica astucia, el estilo metdico,
-la expresin elegante de Calvino, calidades muy adaptadas para dar
-alguna aparente regularidad la informe masa de errores que enseaban
-los nuevos sectarios, ponindola ms en estado de ser abrazada por
-personas de ms fino gusto: y este tenor se van trazando cuadros
-ms menos verdicos de los talentos y dems calidades de otros
-hombres: ni Lutero, ni Calvino, ni ninguno de los principales
-fundadores del Protestantismo, trato de disputarles los ttulos con que
-adquirieron su triste celebridad; pero me parece que el insistir mucho
-sobre las calidades personales, y el atribuir stas la principal
-influencia en el desarrollo del mal, es no conocerle en toda su
-extensin, es no evaluar toda su gravedad, y es, adems, olvidar lo que
-nos ha enseado la historia de todos los tiempos.
-
-En efecto: si miramos con imparcialidad aquellos hombres, nada
-encontraremos en ellos de tan singular que no se halle con igualdad,
- con exceso, en casi todas las cabezas de secta. Sus talentos, su
-erudicin, su saber, todo ha pasado ya por el crisol de la crtica;
-y, ni entre los catlicos ni entre los protestantes, se halla ya
-nadie instrudo imparcial que no tenga por exageraciones de partido
-las desmedidas alabanzas que les haban tributado. Bajo todos
-aspectos, ya se los considera slo en la clase de aquellos hombres
-turbulentos, que reunen las circunstancias necesarias para provocar
-trastornos. Desgraciadamente, la historia de todos tiempos y pases
-y la experiencia de cada da nos ensean que esos hombres son cosa
-muy comn, y que aparecen dondequiera que una funesta combinacin de
-circunstancias ofrezca ocasin oportuna.
-
-Cuando se ha querido buscar otras causas, que por su extensin
-importancia estuvieran ms en proporcin con el Protestantismo, se
-han sealado comunmente dos: _la necesidad de una reforma_, y el
-_espritu de libertad_. Haba muchos abusos, han dicho algunos; se
-descuid la reforma legtima, y este descuido provoc la revolucin.
-El entendimiento humano estaba en cadenas, han dicho otros; quiso
-quebrantarlas; y el Protestantismo no fu otra cosa _que un esfuerzo
-extraordinario en nombre de la libertad, un vuelo atrevido del
-pensamiento humano_. Por cierto que esas opiniones no puede
-tachrselas de que sealen causas pequeas, y cuya influencia se
-circunscriba espacio breve; y hasta en ambas se encuentra algo
-que es muy propsito para atraerles proslitos. Ponderando la una
-la necesidad de una reforma, abre anchuroso campo para reprender la
-inobservancia de las leyes y la relajacin de las costumbres, y esto
-excita siempre simpatas en el corazn del hombre, indulgente cuando se
-trata de los deslices propios, pero severo inexorable con los ajenos;
-y, pronunciando la otra las deslumbradoras palabras de _libertad_, de
-_vuelo atrevido del espritu_, puede estar siempre segura de hallar
-dilatado eco, pues que ste no falta jams la palabra que lisonjea el
-orgullo.
-
-No trato yo de negar la necesidad que la sazn haba de una reforma;
-convengo en que era necesaria; bastndome para esto el dar una ojeada
- la historia, el escuchar los sentidos lamentos de grandes hombres,
-mirados por la Iglesia como hijos muy predilectos, y sobre todo me
-basta leer en el primer decreto del Concilio de Trento que uno de los
-objetos del Concilio era la _reforma del clero y del pueblo cristiano_;
-me basta oir de boca del Papa Po IV, en la confirmacin del mismo
-Concilio, que uno de los objetos para que se haba celebrado, era la
-_correccin de las costumbres y el restablecimiento de la disciplina_.
-Sin embargo, y pesar de todo esto, no puedo inclinarme dar los
-abusos tanta influencia en el nacimiento del Protestantismo como le
-han atribudo muchos; y, decir verdad, me parece muy mal resuelta
-la cuestin, siempre que, para sealar la verdadera causa del mal,
-se insiste mucho sobre los funestos resultados que haban de traer
-consigo los abusos; as como, por otra parte, no me satisfacen las
-palabras de _libertad_ y de _atrevido vuelo del pensamiento_. Lo dir
-paladinamente: por ms respeto que se merezcan algunos de los hombres
-que han dado tanta importancia los abusos; por ms consideraciones
-que tenga los talentos de otros que han apelado al espritu de
-libertad, ni en unos ni en otros encuentro aquel anlisis, filosfico
-histrico la par, que no se aparta del terreno de los hechos, sino
-que los examina y alumbra, mostrando la ntima naturaleza de cada uno,
-sin descuidar su enlace y encadenamiento.
-
-Se ha divagado tanto en la definicin del Protestantismo y en el
-sealamiento de sus causas, por no haberse advertido que no es ms
-que un hecho comn todos los siglos de la historia de la Iglesia,
-pero que tom su _importancia y peculiares caracteres de la poca en
-que naci_. Con esta sola consideracin, fundada en el testimonio
-constante de la historia, y confirmada por la razn y la experiencia,
-todo se allana, todo se aclara y explica; nada hemos de buscar en
-sus doctrinas, ni en sus fundadores, de extraordinario ni singular;
-porque todo lo que tiene de caracterstico, todo proviene de que naci
-en _Europa, y en el siglo_ XVI. Desenvolver este pensamiento, no
-echando mano de raciocinios areos, que slo estriben en suposiciones
-gratuitas, sino apelando hechos que nadie podr contestar.
-
-Es innegable que el principio de sumisin la autoridad en materias
-de fe, ha encontrado siempre mucha resistencia por parte del espritu
-humano. No es ste el lugar de sealar las causas de esta resistencia,
-causas que en el curso de esta obra me propongo analizar; me basta
-por ahora consignar el hecho, y recordar quien lo pusiere en duda,
-que la historia de la Iglesia va siempre acompaada de la historia de
-las herejas. Conforme la variedad de tiempos y pases, el hecho ha
-presentado diferentes fases: ora haciendo entrar en torpe mezcolanza
-el judasmo y el cristianismo, ora combinando con la doctrina de
-Jesucristo los sueos de los orientales, ora alterando la pureza del
-dogma catlico con las cavilaciones y sutilezas del sofista griego;
-es decir, presentando diferentes aspectos, segn ha sido diferente el
-estado del espritu humano. No ha dejado, empero, este hecho de tener
-dos caracteres generales, que han manifestado bien las claras que
-el origen es el mismo, pesar de ser tan vario el resultado en su
-naturaleza y objeto. Estos caracteres son: _el odio la autoridad de
-la Iglesia y el espritu de secta_.
-
-Bien claro es que, si en cada siglo se haba visto nacer alguna secta
-que se opona la autoridad de la Iglesia, y eriga en dogmas las
-opiniones de sus fundadores, no era regular que dejase de acontecer lo
-mismo en el siglo XVI; y, atendido el carcter del espritu humano,
-me parece que, si el siglo XVI hubiera sido una excepcin de la regla
-general, tendramos actualmente una cuestin bien difcil de resolver,
-y sera: cmo fu posible que no apareciese en aquel siglo ninguna
-secta? Pues bien: una vez nacido en el siglo XVI un error cualquiera,
-sea cual fuere su origen, su ocasin y pretexto; luego que se haya
-reunido en torno de la nueva ensea una porcin de proslitos, veo ya
-al Protestantismo en toda su extensin, en toda su transcendencia, con
-todas sus divisiones y subdivisiones, con toda su audacia y energa
-para desplegar un ataque general contra cuantos puntos de dogma y de
-disciplina se enseen y observen en la Iglesia. En vez de Lutero,
-de Zuinglio, de Calvino, poned, si os place, Arrio, Nestorio,
-Pelagio; en lugar de los errores de aqullos, ensead, si queris, los
-de stos: todo ser indiferente, porque todo tendr un mismo resultado.
-El error excitar desde luego simpatas, encontrar defensores,
-acalorar entusiastas, se extender, se propagar con la rapidez de
-un incendio, se dividir luego, y tomarn sus chispas direcciones muy
-diferentes; todo se defender con aparato de erudicin y de saber,
-variarn de continuo las creencias, se formularn mil profesiones de
-fe, se cambiar anonadar la liturgia, y harnse mil trozos los
-lazos de disciplina: es decir, tendris el _Protestantismo_. Y cmo
-es que en el siglo XVI haya de tomar el mal tanta gravedad, tanta
-extensin y transcendencia? Porque la sociedad de entonces es muy
-diferente de todas las anteriores, y lo que en otras pocas pudiera
-causar un incendio parcial, haba de acarrear en sta una conflagracin
-espantosa. Componase la Europa de un conjunto de sociedades inmensas
-que, como formadas en una misma matriz, tenan mucha semejanza en
-ideas, costumbres, leyes instituciones; habase entablado, por
-consiguiente, entre ellas una viva comunicacin, ora excitada por
-rivalidades, ora por comunidad de intereses; en la generalidad de la
-lengua latina exista un medio que facilitaba la circulacin de toda
-clase de conocimientos; y, sobre todo, acababa de generalizarse un
-rpido vehculo, un medio de explotacin, de multiplicacin y expresin
-de todos los pensamientos y afectos; un medio que poco antes saliera
-de la cabeza de un hombre, como un resplandor milagroso preado de
-colosales destinos: _la imprenta_.
-
-Tal es el espritu humano, tal su volubilidad, tanto el apego que cobra
-fcilmente toda clase de innovaciones, tal el placer que siente en
-abandonar los antiguos rumbos para seguir otros nuevos, que, una vez
-levantada la ensea del error, era imposible que no se agrupasen muchos
-en torno de ella. Sacudido el yugo de la autoridad en pases donde
-era tan vasta, tan activa la investigacin, donde fermentaban tantas
-discusiones, donde bullan tantas ideas, donde germinaban todas las
-ciencias, ya no era dable que el vago espritu del hombre se mantuviera
-fijo en ningn punto, y deba por precisin pulular un hormiguero de
-sectas, marchando cada una por su camino, merced de sus ilusiones
-y caprichos. Aqu no hay medio: las naciones civilizadas, sern
-catlicas, recorrern todas las fases del error; se mantendrn
-aferradas al ncora de la autoridad, desplegarn un ataque general
-contra ella, combatindola en s misma, y en cuanto ensea prescribe.
-El hombre cuyo entendimiento est despejado y claro, vive tranquilo
-en las apacibles regiones de la verdad, la busca desasosegado
-inquieto; y como, estribando en principios falsos, siente que no est
-firme el terreno, que est mal segura y vacilante su planta, cambia
-continuamente de lugar, saltando de error en error, de abismo en
-abismo. El vivir en medio de errores, y estar satisfecho de ellos, y
-transmitirlos de generacin en generacin, sin hacer modificacin ni
-mudanza, es propio de aquellos pueblos que vegetan en la ignorancia y
-envilecimiento: all el espritu no se mueve, porque duerme.
-
-Colocado el observador en este punto de vista, descubre el
-Protestantismo tal cual es en s; y, como domina completamente la
-posicin, ve cada cosa en su lugar, y puede, por tanto, apreciar su
-verdadero tamao, descubrir sus relaciones, estimar su influencia, y
-explicar sus anomalas. Entonces, situados los hombres en su lugar, y
-comparados con el vasto conjunto de los hechos, aparecen en el cuadro
-como figuras muy pequeas, que podran muy bien ser substitudas por
-otras, que nada importa que estuvieran un poco ms ac, un poco ms
-all; que era indiferente que tuviesen esta aquella forma, este
-aquel colorido; y entonces salta los ojos que el entretenerse mucho
-en ponderar la energa de carcter, la fogosidad y audacia de Lutero,
-la literatura de Melanchton, el talento sofstico de Calvino, y otras
-cosas semejantes, es desperdiciar el tiempo y no explicar nada. Y,
-en efecto: qu eran todos esos hombres y otros corifeos? tenan,
-acaso, algo de extraordinario? no eran, por ventura, tales como se
-los encuentra con frecuencia en todas partes? Algunos de ellos ni
-excedieron siquiera de la raya de medianos; y de casi todos puede
-asegurarse que, si no hubieran tenido celebridad funesta, la hubieran
-tenido muy escasa. Pues por qu hicieron tanto? Porque encontraron un
-montn de combustible y le pegaron fuego: ya veis que esto no es muy
-difcil; y, sin embargo, ah est todo el misterio. Cuando veo Lutero
-loco de orgullo, precipitarse en aquellos delirios y extravagancias
-que tanto lamentaban sus propios amigos; cuando le veo insultar
-groseramente cuantos le contradicen, indignarse contra todo lo que no
-se humilla en su presencia; cuando le oigo vomitar aquel torrente de
-dicterios soeces, de palabras inmundas, apenas me causa otra impresin
-que la de lstima: este hombre, que tiene la singular ocurrencia de
-llamarse _Notharius Dei_, desvara, tiene medio perdido el juicio, y
-no es extrao, porque ha soplado, y con su soplo se ha manifestado un
-terrible incendio; es que haba un almacn de plvora, y su soplo le ha
-aproximado una chispa, y el insensato que en su ceguera no lo advierte,
-dice en su delirio: _muy poderoso soy; mirad: mi soplo es abrasador:
-pone en conflagracin al mundo_.
-
-Y los abusos qu influencia tuvieron? Si no abandonamos el mismo punto
-de vista en que nos hemos colocado, veremos que dieron tal vez alguna
-ocasin, que suministraron algn pbulo, pero que estn muy lejos de
-haber ejercido la influencia que se les ha atribudo, y no es porque
-trate ni de negarlos, ni de excusarlos; no es porque no haga el debido
-caso de los lamentos de grandes hombres; pero no es lo mismo llorar un
-mal, que sealar y analizar su influencia. El varn justo que levanta
-su voz contra el vicio, el ministro del santuario devorado por el celo
-de la Casa del Seor, se expresan con acento tan alto y tan sentido,
-que no siempre sus quejas y gemidos pueden servir de dato seguro para
-estimar el justo valor de los hechos. Ellos sueltan una palabra que
-sale del fondo de su corazn; sale abrasada, porque arde en sus pechos
-el amor, y el celo de la justicia; y viene en pos de ellos la mala fe,
-interpreta su maligno talante las expresiones, y todo lo exagera y
-desfigura.
-
-Sea lo que fuere de todo esto, bien claro es que, atenindonos lo
-que dejamos firmemente asentado con respecto al origen y naturaleza
-del Protestantismo, no pueden sealarse como principal causa de l los
-abusos; y que, cuando ms, pueden indicarse como ocasiones y pretextos.
-Si as no fuere, sera menester decir que en la Iglesia, ya desde
-su origen, aun en el tiempo de su primitivo fervor, y de su pureza
-proverbial, tan ponderada por los adversarios, ya haba muchos abusos:
-porque tambin entonces pululaban de continuo sectas, que protestaban
-contra sus dogmas, que sacudan su autoridad, y se apellidaban la
-verdadera Iglesia. Esto no tiene rplica; el caso es el mismo; y si se
-alegare la extensin que ha tenido el Protestantismo, y su propagacin
-rpida, recordar que esto se verific tambin con respecto otras
-sectas; reproducir lo que deca San Jernimo de los estragos del
-arrianismo: _Gimi el orbe entero y asombrse de verse arriano_. Que,
-si algo ms se quiere citar con respecto al Protestantismo, bastante se
-lleva evidenciado que lo que tiene de caracterstico, todo lo debe, no
- los abusos, sino la _poca en que naci_.
-
-Lo dicho hasta aqu es bastante para que pueda formarse concepto de
-la influencia que los abusos pudieron ejercer: pero, como este asunto
-ha dado tanto que hablar, y prestado origen muchas equivocaciones,
-ser bien, antes de pasar ms adelante, detenerse todava ms en esta
-importante materia, fijando, en cuanto cabe, las ideas, y separando
-lo verdadero de lo falso, lo cierto de lo incierto. Que en los siglos
-medios se haban introducido abusos deplorables, que la corrupcin
-de costumbres era mucha, y que, por consiguiente, era necesaria una
-reforma, es cierto, indudable. Por lo que toca los siglos XI y
-XII, tenemos de esta triste verdad testigos tan intachables como
-San Pedro Damin, San Gregorio VII y San Bernardo. Algunos siglos
-despus, si bien se haban corregido mucho los abusos, todava eran
-de consideracin, bastando para convencernos de esta verdad los
-lamentos de los varones respetables que anhelaban por la reforma;
-distinguindose muy particularmente el cardenal Julin en las terribles
-palabras con que se diriga al Papa Eugenio IV, representndole los
-desrdenes del clero, principalmente del de Alemania. Confesada
-paladinamente la verdad, pues no creo que la causa del Catolicismo
-necesite para su defensa del embozo y de la mentira, resolver en pocas
-palabras algunas cuestiones importantes.
-
-Quin tena la culpa de que se hubiesen introducido tamaos
-desrdenes? Era la Corte de Roma? Eran los obispos? Creo que slo
-se la debe achacar la calamidad de los tiempos. Para un hombre
-sensato bastar recordar que en Europa se haban consumado los hechos
-siguientes: la disolucin del viejo y corrompido imperio romano; la
-irrupcin inundacin de los brbaros del Norte; la fluctuacin y las
-guerras de stos entre s y con los dems pueblos por espacio de largos
-siglos; el establecimiento y el predominio del feudalismo con todas sus
-turbulencias y desastres; la invasin de los sarracenos, y su ocupacin
-de una parte considerable de Europa. La ignorancia, la corrupcin,
-la relajacin de la disciplina, no deban ser el resultado natural,
-necesario, de tanto trastorno? La sociedad eclesistica poda menos de
-resentirse profundamente de esa disolucin, de ese aniquilamiento de la
-sociedad civil? poda no participar de los males de ese horroroso caos
-en que se hallaba envuelta la Europa?
-
-Falt nunca en la Iglesia, el espritu, el deseo, el anhelo de la
-reforma de los abusos? Se puede demostrar que no. Pasar por alto los
-santos varones, que en todos aquellos calamitosos tiempos no dej de
-abrigar en su seno; la historia nos los cuenta en nmero considerable,
-y de virtudes tan acendradas, que, al paso que contrastaban con la
-corrupcin que les rodeaba, mostraban que no se haba apagado en
-el seno de la Iglesia catlica el divino fuego de las _lenguas del
-Cenculo_. Este solo hecho prueba ya mucho; pero prescindir de
-l, para llamar la atencin sobre otro ms notable, menos sujeto
-cuestiones, menos tachable de exageracin, y que no puede decirse
-limitado este aquel individuo, sino que es la verdadera expresin
-del espritu que animaba al cuerpo de la Iglesia. Hablo de la incesante
-reunin de concilios en que se reprobaban y condenaban los abusos, y se
-inculcaba la santidad de costumbres, y la observancia de la disciplina.
-Afortunadamente este hecho consolador est fuera de toda duda; est
-patente los ojos de todo el mundo, bastando, para convencerse de l,
-el haber abierto una vez siquiera algn libro de historia eclesistica,
- alguna coleccin de concilios. Es sobremanera digno este hecho de
-llamar la atencin, y aun puede aadirse que quiz no se ha advertido
-toda la importancia que encierra. En efecto: si observamos las otras
-sociedades, repararemos que, medida que las ideas las costumbres
-cambian, van modificando rpidamente las leyes; y, si stas le son muy
-contrarias, en poco tiempo las hacen callar, las arrollan, las echan
-por el suelo. Pero en la Iglesia no sucedi as: la corrupcin se haba
-extendido por todas partes de una manera lamentable: los ministros de
-la religin se dejaban arrastrar de la corriente, y se olvidaban de
-la santidad de su ministerio; pero el fuego santo arda siempre en
-el santuario: all se proclamaba, se inculcaba sin cesar la ley; y
-aquellos mismos hombres cosa admirable!, aquellos mismos hombres que
-la quebrantaban, se reunan con frecuencia para condenarse s mismos,
-para afear su propia conducta, haciendo de esta manera ms sensible,
-ms pblico el contraste entre su enseanza y sus obras. La simona
-y la incontinencia eran los dos vicios dominantes; pues bien, abrid
-las colecciones de los concilios, y por dondequiera los encontraris
-anatematizados. Jams se vi tan prolongada, tan constante, tan tenaz
-lucha del derecho contra el hecho; jams, como entonces, se vi por
-espacio de largos siglos la ley colocada cara cara contra las
-pasiones desencadenadas; y mantenerse all firme, inmvil, sin dar un
-paso atrs, sin permitirles tregua ni descanso hasta haberlas sojuzgado.
-
-Y no fu intil esa constancia, esa santa tenacidad: y as es que
-principios del siglo XVI, es decir, la poca del nacimiento del
-Protestantismo, vemos que los abusos eran incomparablemente menores,
-que las costumbres se haban mejorado mucho, que la disciplina haba
-adquirido vigor, y que se la observaba con bastante regularidad. El
-tiempo de las declamaciones de Lutero no era el tiempo calamitoso
-llorado por San Pedro Damin y por San Bernardo: el caos se haba
-desembrollado mucho; la luz, el orden y la regularidad se iban
-difundiendo rpidamente; y, por prueba incontestable de que no yaca
-en tanta ignorancia y corrupcin como se quera ponderar, poda la
-Iglesia ofrecer una exquisita muestra de hombres tan distinguidos en
-santidad como brillaron en aquel mismo siglo, y tan eminentes en
-sabidura como resplandecieron en el Concilio de Trento. Es menester
-no olvidar la situacin en que se haba encontrado la Iglesia; es
-necesario no perder de vista que las grandes reformas exigen largo
-tiempo; que estas reformas encontraban resistencia en los eclesisticos
-y en los seglares, y que, por haberlas querido emprender con firmeza
-y constancia Gregorio VII, se ha llegado tacharle de temerario. No
-juzguemos los hombres fuera de su lugar y tiempo; no pretendamos
-que todo se ajuste los mezquinos tipos que nos forjamos en nuestra
-imaginacin: los siglos ruedan en una rbita inmensa, y la variedad
-de circunstancias produce situaciones tan extraas y complicadas, que
-apenas alcanzamos concebirlas.
-
-Bossuet, en su _Historia de las variaciones_, despus de haber hecho
-una clasificacin del diferente espritu que guiaba los hombres que
-haban intentado una reforma antes del siglo XVI, y despus de citar
-las amenazadoras palabras del cardenal Julin, dice: As es como, en
-el siglo XV, ese cardenal, el hombre ms grande de su tiempo, deploraba
-los males, previendo sus funestas consecuencias; de manera que parece
-haber pronosticado los que Lutero iba causar toda la cristiandad,
-empezando por la Alemania; y no se enga al creer que el _no haber
-cuidado de la reforma_, y el aumento del odio contra el clero, iba
-producir una secta ms temible para la Iglesia que la de los bohemios.
-De estas palabras se infiere que el ilustre obispo de Meaux encontraba
-una de las principales causas del Protestantismo en no haberse hecho
-tiempo la reforma legtima. No se crea, por esto, que Bossuet excuse
-en lo ms mnimo los corifeos del Protestantismo, ni que trate de
-poner en salvo las intenciones de los novadores; antes al contrario,
-los coloca en la clase de los reformadores turbulentos, que, lejos
-de favorecer la verdadera reforma deseada por los hombres sabios y
-prudentes, slo servan para hacerla ms difcil, introduciendo con sus
-malas doctrinas el espritu de desobediencia, de cisma y de hereja.
-
- pesar de la autoridad de Bossuet, no puedo inclinarme dar tanta
-importancia los abusos, que los mire como una de las principales
-causas del Protestantismo, y no es necesario repetir lo que en apoyo de
-mi opinin he dicho antes. Pero no ser fuera del caso advertir que mal
-pueden apoyarse en la autoridad de Bossuet los que intenten sincerar
-las intenciones de los primeros reformadores; pues que el ilustre
-prelado es el primero en suponerlos altamente culpables, y en reconocer
-que, si bien existan los abusos, nunca tuvieron los novadores la
-intencin de corregirlos, antes s de valerse de este pretexto para
-apartarse de la fe de la Iglesia, substraerse al yugo de la legtima
-autoridad, quebrantar todos los lazos de la disciplina, introducir de
-esta suerte el desorden y la licencia.
-
-Y la verdad, cmo sera posible atribuir los primeros reformadores
-el espritu de una verdadera reforma, cuando casi todos cuidaron
-de desmentirlo con su vergonzosa conducta? Si al menos se hubieran
-entregado un riguroso ascetismo, si con la austeridad de sus
-costumbres hubiesen condenado la relajacin de que se lamentaban,
-entonces podramos sospechar si sus mismos extravos fueron efecto de
-un celo exagerado, si fueron arrebatados al mal por un exceso de amor
-al bien; pero sucedi algo de semejante? Oigamos lo que dice sobre el
-particular un testigo de vista, un hombre que por cierto no puede ser
-tildado de fantico, un hombre que guard con los primeros corifeos
-del Protestantismo tantas consideraciones y miramientos, que no pocos
-los han calificado de culpables: es Erasmo, que, hablando con su
-acostumbrada gracia y malignidad, dice as: Segn parece, la reforma
-viene parar la secularizacin de algunos frailes, y al casamiento
-de algunos sacerdotes: y esa gran tragedia se termina, al fin, por un
-suceso muy cmico, pues que todo se desenlaza, como en las comedias,
-por un casamiento.
-
-Esto manifiesta hasta la evidencia cul era el verdadero espritu de
-los novadores del siglo XVI, y que, lejos de intentar la enmienda de
-los abusos, se proponan ms bien agravarlos. En esta parte, la simple
-consideracin de los hechos ha guiado M. Guizot por el camino de la
-verdad, cuando no admite la opinin de aquellos que pretenden que la
-reforma haba sido una tentativa concebida y ejecutada con el solo
-designio de reconstituir una Iglesia pura, la Iglesia primitiva; ni una
-simple mira de mejora religiosa, ni el fruto de una utopia de humanidad
-y de verdad. (_Historia general de la civilizacin europea, leccin
-12._)
-
-Tampoco ser difcil ahora el apreciar en su justo valor el mrito de
-la explicacin que ha dado de este fenmeno el escritor que acabo de
-citar. La reforma, dice M. Guizot, fu un esfuerzo extraordinario en
-nombre de la libertad, una insurreccin de la inteligencia humana.
-
-Este esfuerzo naci, segn el mismo autor, de la _vivsima actividad_
-que desplegaba el espritu humano, y del estado de _inercia_ en que
-haba cado la Iglesia romana: de que la sazn caminaba el espritu
-humano con fuerte impetuoso movimiento, y la Iglesia se hallaba
-_estacionaria_. sta es una de aquellas explicaciones que son muy
-propsito para granjearse admiradores y proslitos; porque, colocados
-los pensamientos en terreno tan general y elevado, no pueden ser
-examinados de cerca por la mayor parte de los lectores, y, presentados
-con el velo de una imagen brillante, deslumbran los ojos, y preocupan
-el juicio.
-
-Como lo que coarta la libertad de pensar, tal como la entiende aqu
-M. Guizot, y como la entienden los protestantes, es la _autoridad_ en
-materias de fe, infirese que el levantamiento de la inteligencia debi
-ser seguramente contra esa _autoridad_; es decir, que aconteci la
-sublevacin del entendimiento, porque l marchaba, y la Iglesia no se
-mova de sus dogmas; , por valerme de la expresin de M. Guizot: la
-Iglesia se hallaba _estacionaria_.
-
-Sea cual fuere la disposicin de nimo de M. Guizot con respecto los
-dogmas de la Iglesia catlica, al menos como filsofo debi advertir
-que andaba muy desacertado en sealar, como particular de una poca, lo
-que para la Iglesia era un carcter de que ella se haba glorificado
-en todos tiempos. En efecto: van ya ms de 18 siglos que la Iglesia
-se la puede llamar _estacionaria_ en sus dogmas; y sta es una prueba
-inequvoca de que ella sola est en posesin de la verdad: porque la
-verdad es _invariable_, por ser _una_.
-
-Si, pues, el levantamiento de la inteligencia se hizo por esta causa,
-nada tuvo la Iglesia en aquel siglo que no tuviera en todos los
-anteriores, y no lo haya conservado en los siguientes; nada hubo de
-particular, nada de caracterstico; nada, por consiguiente, se ha
-adelantado en la explicacin de las causas del fenmeno; y si por
-esta razn la compara M. Guizot los gobiernos _viejos_, sta es
-una _vejez_ que la tuvo la Iglesia desde su cuna. Como si M. Guizot
-hubiese sentido l propio la flaqueza de sus raciocinios, presenta
-los pensamientos en grupo, en tropel; hace desfilar los ojos del
-lector diferentes rdenes de ideas, sin cuidar de clasificaciones, ni
-deslindes, para que la variedad distraiga y la mezcla confunda. En
-efecto: juzgar por el contexto de su discurso, no parece que entienda
-aplicar la Iglesia los eptetos de _inerte_, ni _estacionaria_ con
-respecto los dogmas, sino que ms bien se deja conjeturar que trata
-de referirlo pretensiones bajo el aspecto poltico y econmico; pues,
-por lo que toca la _tirana intolerancia_ que han achacado algunos
- la Corte de Roma, lo rechaza M. Guizot como una calumnia.
-
-Supuesto que en esta parte presenta una incoherencia de ideas que
-parece no debamos esperar de su claro entendimiento, incoherencia
-que muchos se les hara recio de creer, me es indispensable copiar
-literalmente sus propias palabras, y en ellas aprenderemos que nada
-hay ms incoherente que los grandes talentos, una vez colocados en una
-posicin falsa.
-
-Haba cado la Iglesia, dice M. Guizot, en un estado de inercia,
-se hallaba estacionaria: el crdito poltico de la Corte de Roma se
-haba disminudo mucho: la direccin de la sociedad europea ya no le
-perteneca, puesto que haba pasado al gobierno civil. Con todo, tena
-el poder espiritual las mismas pretensiones que antes; conservaba
-an toda su pompa, toda su importancia exterior: sucedale lo que ha
-acontecido, ms de una vez los gobiernos viejos y que han perdido
-su influencia: se dirigan de continuo quejas contra ella, y la mayor
-parte eran fundadas. Cmo es posible que M. Guizot no advirtiese
-que nada sealaba aqu que tuviese relacin con la libertad del
-pensamiento, nada que no fuera de un orden muy diferente? El haberse
-disminudo el influjo poltico de la Corte de Roma, y el conservar
-an sus pretensiones; el no pertenecerle ya la direccin de la
-sociedad europea, y el conservar ella su pompa importancia exterior,
-significa acaso otra cosa que las rivalidades que pudieron existir
-con respecto asuntos polticos? Y cmo pudo olvidar M. Guizot que
-poco antes haba dicho que el sealar como causa del Protestantismo la
-_rivalidad de los soberanos con el poder eclesistico_, no le pareca
-_fundado_, ni muy _filosfico_, ni en correspondiente _proporcin con
-la extensin importancia de este suceso_?
-
-Si algunos creyesen que, aun cuando todo esto no tuviera relacin
-directa con la libertad del pensamiento, no obstante, se provoc la
-sublevacin intelectual con la intolerancia que manifestaba la sazn
-la Corte de Roma: No es verdad, les responder M. Guizot, que en el
-siglo XVI la Corte de Roma fuese muy tirnica; no es verdad que los
-abusos, propiamente dichos, fuesen entonces ms numerosos y ms graves
-de lo que hasta aquella poca haban sido. _Al contrario, nunca quizs_
-el gobierno eclesistico se haba mostrado ms _condescendiente y
-tolerante_, ms dispuesto dejar marchar todas las cosas mientras
-no se cuestionase sobre su poder, mientras se le reconociesen, aun
-dejndolos sin ejercicio, los derechos que tena: mientras se le
-asegurase la misma existencia, se le pagasen los mismos tributos. De
-este modo el gobierno eclesistico hubiera dejado tranquilo al espritu
-humano, si el espritu humano hubiese querido hacer otro tanto con
-respecto l. Es decir, que no parece sino que M. Guizot se olvid
-completamente de que asentaba todos esos antecedentes para manifestar
-que la reforma protestante haba sido un _grande esfuerzo en nombre
-de la libertad, un levantamiento de la inteligencia humana_; pues que
-nada nos alega, nada recuerda que se opusiese esta libertad; y aun
-si algo pudiera provocar el _levantamiento_, como habra sido _la
-intolerancia_, _la crueldad_, el no dejar tranquilo al espritu humano,
-ya nos ha dicho M. Guizot que el gobierno eclesistico en el siglo XVI
-no era tirnico, antes bien era _condescendiente_, _tolerante_, y que
-de su parte hubiera _dejado tranquilo al espritu humano_.
-
- la vista de tales datos, es evidente que el _esfuerzo extraordinario
-en nombre de la libertad de pensar_, es, en boca de M. Guizot, una
-palabra vaga, indefinible; y, al proferirla, parece que se propuso
-cubrir con brillante velo la cuna del Protestantismo, aun expensas
-de la consecuencia en sus propias opiniones. Desech las rivalidades
-polticas y apela luego ellas; no da importancia la influencia de
-los abusos, no los juzga por verdadera causa, y se olvida que en la
-leccin antecedente haba asentado que, si se hubiera hecho tiempo
-una reforma legal _tan oportuna y necesaria_, tal vez se hubiera
-evitado la revolucin religiosa: traza un cuadro en que se propone
-presentar puntos de contraste con esta libertad, quiere alzarse
-consideraciones generales, elevadas, que abarquen la posicin y las
-relaciones de la inteligencia, y se detiene en _la pompa y aparato
-exterior_, recuerda las _rivalidades polticas_, y, abatiendo su vuelo,
-hasta desciende al terreno de los _tributos_.
-
-Esa incoherencia de ideas, esa debilidad de raciocinio, ese olvido
-de los propios asertos, slo podr parecer extrao quien est ms
-acostumbrado admirar el vuelo de los grandes talentos que estudiar
-la historia de sus aberraciones. Cabalmente M. Guizot se hallaba en
-tal posicin, que es muy difcil no equivocarse y deslumbrarse; porque,
-si es verdad que el caminar rastreramente sobre los hechos individuales
-trae el inconveniente de circunscribir la vista, y de conducir al
-observador la coleccin de una serie de hechos aislados, ms bien
-que la formacin de un cuerpo de ciencia, tambin es cierto que,
-divagando el espritu por un inmenso espacio donde haya de abarcar
-muchos y muy variados hechos en todos sus aspectos y relaciones, corre
-peligro de alucinarse cada paso; tambin es cierto que la demasiada
-generalidad suele rayar en hipottica y fantstica; que no pocas veces,
-alzndose con inmoderado vuelo el entendimiento para descubrir mejor el
-conjunto de los objetos, llega no verlos como son en s, quizs hasta
-los pierda enteramente de vista; y por eso es menester que los ms
-elevados observadores recuerden con frecuencia el dicho de Bacn: _no
-alas, sino plomo_.
-
-M. Guizot tena demasiada imparcialidad para que no pudiese menos de
-confesar la exageracin con que haban sido abultados los abusos;
-adems, tena mucha filosofa para desconocer que no eran causa
-suficiente para producir un efecto tamao; y hasta el sentimiento de
-su propia dignidad y decoro no le permiti mezclarse con esa turba
-bulliciosa y descomedida, que clama sin cesar contra la crueldad y la
-intolerancia; y as es que en esta parte hizo un esfuerzo para hacer
-justicia la Iglesia romana. Pero desgraciadamente sus prevenciones
-contra la Iglesia no le permitieron ver las cosas como son en s:
-columbr que el origen del Protestantismo deba buscarse en el mismo
-espritu humano; pero, conocedor del siglo en que vive, y, sobre todo,
-de la poca en que hablaba, presinti que, para ser bien acogidos sus
-discursos, era menester lisonjear al auditorio apellidando _libertad_;
-templ con algunas palabras suaves la amargura de los cargos contra
-la Iglesia, mas procurando luego que todo lo bello, todo lo grande
-y generoso, estuviera de parte del pensamiento engendrador de la
-reforma, y que recayesen sobre la Iglesia todas las sombras que haban
-de obscurecer el cuadro.
-
- no ser as, hubiera visto, sin duda, que, si bien la principal
-causa del Protestantismo se halla en el espritu humano, no era
-necesario recurrir parangones injustos; no hubiera cado en la
-incoherencia que acabamos de ver; hubiera encontrado la raz del hecho
-en el propio carcter del espritu humano, y hubiera explicado su
-gravedad y transcendencia, con slo recordar la naturaleza, posicin
-y circunstancias de las sociedades en cuyo centro apareci. Habra
-notado que no hubo all un _esfuerzo extraordinario, sino una simple
-repeticin de lo acontecido en cada siglo; un fenmeno comn, que
-tom un carcter especial, causa de la particular disposicin de la
-atmsfera que le rodeaba_.
-
-Este modo de considerar el Protestantismo como un hecho comn,
-agrandado, empero, y extendido causa de las circunstancias de la
-sociedad en que naci, me parece tan filosfico como poco reparado:
-y as presentar otra proposicin, que nos suministrar juntamente
-razones y ejemplos. Tal es el estado de las sociedades modernas,
-de tres siglos esta parte, que todos los hechos que en ellas se
-verifiquen, han de tomar un carcter de generalidad, y, por tanto, de
-gravedad, que los ha de distinguir de los mismos hechos, verificados,
-empero, en otras pocas en que era diferente el estado de las
-sociedades. Dando una ojeada la historia antigua, observaremos que
-todos los hechos tenan cierto aislamiento, por el cual ni eran tan
-provechosos cuando eran buenos, ni tan nocivos cuando eran malos.
-Cartago, Roma, Lacedemonia, Atenas, y todos esos pueblos antiguos,
-ms menos adelantados en la carrera de la civilizacin, siguen cada
-cual su camino; pero siempre de una manera particular: las ideas, las
-costumbres, las formas polticas se sucedan unas otras; pero no se
-descubre esa influencia de las ideas de un pueblo sobre las ideas de
-otro pueblo, de las costumbres del uno sobre las costumbres del otro;
-ese espritu propagador que tiende confundirlos todos en un mismo
-centro: por manera que, excepto el caso de violenta conmixtin, se
-conoce muy bien que podran los pueblos antiguos estar largo tiempo muy
-cercanos, conservando ntegramente cada uno sus propias fisonomas, sin
-experimentar causa del contacto considerables mudanzas.
-
-Observad, empero, cun de otra manera sucede en Europa: una revolucin
-en un pas afecta todos los otros; una idea salida de una escuela pone
-en agitacin los pueblos, y en alarma los gobiernos: nada hay
-aislado; todo se generaliza, todo se propaga, tomando con la misma
-expansin una fuerza terrible. He aqu por qu no es posible estudiar
-la historia de un pueblo, sin que se presenten en la escena todos los
-pueblos; no es posible estudiar la historia de una ciencia, de un arte,
-sin que se compliquen desde luego cien relaciones con otros objetos que
-no son ni cientficos, ni artsticos: y es porque todos los pueblos se
-asimilan, todos los objetos se enlazan, todas las relaciones se abarcan
-y se cruzan; he aqu por qu no hay un asunto en un pas en que no
-tomen inters, y aun parte si es posible, todos los dems; y he aqu
-por qu, concretndonos la poltica, es y ser siempre una idea sin
-aplicaciones la de _no intervencin_; pues no se ha visto jams que
-cada cual no procure intervenir en todos los negocios que le interesan.
-
-Estos ejemplos, tomados de los rdenes polticos, literarios y
-artsticos, me parecen muy propsito para dar entender mi idea
-sobre lo que ha sucedido con respecto al orden religioso; y, si bien
-despojan al Protestantismo de ese manto filosfico con que se le ha
-querido cubrir aun en su cuna; si le quitan todo derecho suponerse
-como un pensamiento que, lleno de previsin y de proyectos grandiosos,
-encerraba grandes destinos, tampoco rebajan en nada su gravedad y su
-extensin, en nada limitan el hecho; antes s indican la verdadera
-causa de que se haya presentado con aspecto tan imponente.
-
-Desde el punto de vista que acabo de sealar, todo se descubre en
-su verdadero tamao: los hombres apenas figuran, casi desaparecen;
-los abusos se ofrecen como son: ocasiones y pretextos; los planes
-vastos, las ideas altas y generosas, los esfuerzos de independencia se
-reducen suposiciones arbitrarias; el cebo de las depredaciones, la
-ambicin, las rivalidades de los soberanos, juegan como causas ms
-menos influyentes, pero siempre en un orden secundario: ninguna causa
-se excluye; slo que se las coloca todas en su lugar, no se permite
-la exageracin en su influencia, y, sealndose una principal, no
-deja de mirarse el hecho como de tal naturaleza, que en su nacimiento
-y desarrollo debieron de obrar un sinnmero de agentes. Y, cuando se
-llega una cuestin capital en la materia; cuando se pregunta la causa
-del odio, de la exasperacin, que han manifestado los sectarios contra
-Roma; cuando se pregunta si esto no revela algunos grandes abusos
-de su parte, si no hace sospechar su sinrazn, se puede responder
-tranquilamente: que siempre se ha visto que las olas en la tormenta
-braman furiosas contra la roca inmvil que las resiste.
-
-Tan lejos estoy de atribuir los abusos la influencia que muchos
-les han asignado con respecto al nacimiento y desarrollo del
-Protestantismo, que estoy convencido de que, por ms reformas legales
-que se hubieran hecho, por ms condescendiente que se hubiera
-manifestado la autoridad eclesistica en acceder demandas y
-exigencias de todas clases, hubiera acontecido, poco ms menos, la
-misma desgracia.
-
-Es necesario haber reparado bien poco en la extrema inconstancia y
-movilidad del espritu humano, y haber estudiado muy poco su historia,
-para desconocer que era sta una de aquellas grandes calamidades que
-slo Dios, por providencia especial, es bastante evitarlas.[5]
-
-
-
-
-CAPITULO III
-
-
-La proposicin sentada al fin del captulo anterior me sugiere un
-corolario, que, si no me engao, ofrece una nueva demostracin de la
-divinidad de la Iglesia catlica.
-
-Se ha observado como cosa muy admirable la duracin de la Iglesia
-catlica por espacio de 18 siglos, y eso pesar de tantos y tan
-poderosos adversarios; pero quiz no se ha notado bastante que,
-atendida la ndole del espritu humano, uno de los grandes prodigios
-que presenta sin cesar la Iglesia, es la unidad de doctrina en medio
-de toda clase de enseanza, y abrigando siempre en su seno un nmero
-considerable de sabios.
-
-Llamo muy particularmente sobre este punto la atencin de todos los
-hombres pensadores; y estoy seguro de que, aun cuando yo no acierte
- desenvolver cual merece este pensamiento, encontrarn ellos aqu
-un germen de muy graves reflexiones. Tal vez se acomodar tambin
-este modo de mirar la Iglesia, al gusto de ciertos lectores, pues
-prescindir enteramente de los caracteres que se rocen con la
-revelacin, y considerar el Catolicismo, no como religin divina, sino
-como escuela filosfica.
-
-Nadie que haya saludado la historia de las letras, me podr negar que,
-en todos tiempos, haya tenido la Iglesia en su seno hombres ilustres
-por su sabidura. En los primeros siglos, la historia de los Padres de
-la Iglesia es la historia de los sabios de primer orden, en Europa, en
-frica y en Asia; despus de la irrupcin de los brbaros, el catlogo
-de los hombres que conservaron algo del antiguo saber, no es ms que un
-catlogo de eclesisticos; y, por lo que toca los tiempos modernos,
-no es dable sealar un solo ramo de los conocimientos humanos, en que
-no figuren en primera lnea un nmero considerable de catlicos. Es
-decir, que, de 18 siglos esta parte, hay una serie no interrumpida
-de sabios, que son catlicos, que estn acordes en un cuerpo de
-doctrina formado de la reunin de las verdades enseadas por la Iglesia
-catlica. Prescindiendo ahora de los caracteres de divinidad que la
-distinguen, y considerndola nicamente como una escuela, una secta
-cualquiera, puede asegurarse que presenta en el hecho que acabo de
-consignar, un fenmeno tan extraordinario, que, ni es posible hallarle
-semejante en otra parte, ni es dable explicarle como comprendido en el
-orden regular de las cosas.
-
-Seguramente que no es nuevo en la historia del espritu humano, el que
-una doctrina, ms menos razonable, haya sido profesada algn tiempo
-por un cierto nmero de hombres ilustrados y sabios: este espectculo
-lo hemos presenciado en las sectas filosficas antiguas y modernas;
-pero que una doctrina se haya sostenido por espacio de muchos siglos,
-conservando adictos ella sabios de todos tiempos y pases, y
-sabios, por otra parte, muy discordes en sus opiniones particulares,
-muy diferentes en costumbres, muy opuestos tal vez en intereses y muy
-divididos por sus rivalidades, este fenmeno es nuevo, es nico, slo
-se encuentra en la Iglesia catlica. Exigir fe, unidad en la doctrina,
-y fomentar de continuo la enseanza, y provocar la discusin sobre
-toda clase de materias; incitar y estimular el examen de los mismos
-cimientos en que estriba la fe, preguntando para ello las lenguas
-antiguas, los monumentos de los tiempos ms remotos, los documentos
-de la historia, los descubrimientos de las ciencias observadoras,
-las lecciones de las ms elevadas y analticas; presentarse siempre con
-generosa confianza en medio de esos grandes liceos donde una sociedad,
-rica de talentos y de saber, reune como en focos de luz todo cuanto
-le han legado los tiempos anteriores, y lo dems que ella ha podido
-reunir con sus trabajos, he aqu lo que ha hecho siempre, y est
-haciendo todava, la Iglesia; y, sin embargo, la vemos perseverar firme
-en su fe, en su unidad de doctrina, rodeada de hombres ilustres, cuyas
-frentes, ceidas de los laureles literarios ganados en cien palestras,
-se le humillan serenas y tranquilas, sin que lo tengan mengua, sin
-que crean que deslustren las brillantes aureolas que resplandecen sobre
-sus cabezas.
-
-Los que miran el Catolicismo como una de tantas sectas que han
-aparecido sobre la tierra, ser menester que busquen algn hecho que
-se parezca ste; ser menester que nos expliquen cmo la Iglesia
-puede de continuo presentarnos ese fenmeno, que tan en oposicin
-se encuentra con la innata volubilidad del espritu humano; ser
-necesario que nos digan cmo la Iglesia romana ha podido realizar este
-prodigio, y qu imn secreto tiene en sus manos el Sumo Pontfice para
-que l pueda hacer lo que no ha podido otro hombre. Los que inclinan
-respetuosamente sus frentes al oir la palabra salida del Vaticano;
-los que abandonan su propio parecer para sujetarse lo que les dicta
-un hombre que se apellida _Papa_, no son tan slo los sencillos
-ignorantes: miradlos bien: en sus frentes altivas descubriris el
-sentimiento de sus propias fuerzas, y en sus ojos vivos y penetrantes
-veris que se trasluce la llama del genio que oscila en su mente. En
-ellos reconoceris los mismos que han ocupado los primeros puestos
-de las academias europeas, que han llenado el mundo con la fama de
-sus nombres: nombres transmitidos las generaciones venideras entre
-corrientes de oro. Recorred la historia de todos los tiempos, viajad
-por todos los pases del orbe, y, si encontris en ninguna parte un
-conjunto tan extraordinario, el saber unido con la fe, el genio sumiso
- la autoridad, la discusin hermanada con la unidad, presentadle:
-habris hecho un descubrimiento importante; habris ofrecido la
-ciencia un nuevo fenmeno que explicar: ah! esto os ser imposible,
-bien lo sabis; y por esto apelaris nuevos efugios, por esto
-procuraris obscurecer con cavilaciones la luz de una observacin que
-sugiere una razn imparcial, y hasta al sentido comn, la legtima
-consecuencia de que en la Iglesia catlica hay algo que no se encuentra
-en otra parte.
-
-Estos hechos, dirn los adversarios, son ciertos; las reflexiones que
-sobre ellos se han emitido no dejan de ser deslumbradoras; pero, bien
-analizada la materia, desaparecern todas las dificultades que pueden
-presentarse por la extraeza que causa el haberse verificado en la
-Iglesia un hecho que no se ha verificado en ninguna secta. Si bien se
-mira, cuanto hasta aqu se lleva alegado, slo prueba que en la Iglesia
-ha habido siempre un sistema determinado, que, apoyado en un punto
-fijo, ha podido ser realizado con uniforme regularidad. En la Iglesia
-se ha conocido que el origen de la fuerza est en la unin, que para
-esta unin era necesario establecer _unidad_ en la doctrina, y que para
-conservar esta _unidad_ era necesaria la sumisin la autoridad. Esto
-una vez conocido, se ha establecido el principio de sumisin, y se le
-ha conservado invariablemente: he aqu explicado el fenmeno; en esto
-no negaremos que haya sabidura profunda, que haya un plan vasto, un
-sistema singular; pero nada podris inferir en pro de la divinidad del
-Catolicismo.
-
-Esto es lo que se responder, porque es lo nico que se puede
-responder; pero fcil es de notar que, pesar de esa respuesta, queda
-la dificultad en todo su vigor. Resulta siempre en claro que hay una
-sociedad sobre la tierra, que por espacio de 18 siglos ha sido siempre
-dirigida por un principio constante, fijo; una sociedad que ha logrado
-que se adhiriesen este principio hombres eminentes de todos tiempos
-y pases, y, por tanto, permanece siempre en pie todo el embarazo que
-ofrecen los adversarios las siguientes preguntas: Cmo es que slo
-la Iglesia ha tenido este principio? cmo es que slo ella se le
-haya ocurrido tal pensamiento? cmo es que, si ha ocurrido otra
-secta, ninguna lo haya podido poner en planta? cmo es que todas
-las sectas filosficas hayan desaparecido unas en pos de otras, y la
-Iglesia no? cmo es que las otras religiones, si han querido conservar
-alguna unidad, han tenido siempre que huir de la luz, y esquivar la
-discusin, y envolverse en negras sombras; y la Iglesia haya siempre
-conservado su _unidad_, buscando la luz, y no ocultando sus libros,
-no escaseando la enseanza, sino fundando por todas partes colegios,
-universidades y dems establecimientos, donde pudiesen reunirse y
-concentrarse todos los resplandores de la erudicin y del saber?
-
-No basta decir que hay un sistema, un plan: la dificultad est en la
-misma existencia de ese sistema, de ese plan; la dificultad est en
-explicar cmo se han podido concebir y ejecutar. Si se tratase de pocos
-hombres reunidos en ciertas circunstancias, en determinados tiempos y
-pases, para la ejecucin de un proyecto limitado breve espacio, no
-habra aqu nada de particular; pero se trata de 18 siglos, se trata de
-todos los pases, de las circunstancias ms variadas, ms diferentes,
-ms opuestas; se trata de hombres que no han podido avenirse, ni
-concertarse. Cmo se explica todo esto? Si no es ms que un sistema,
-un plan humano, qu hay de misterioso en esa ciudad de Roma, que
-as reune en torno suyo tantos hombres ilustres de todos tiempos y
-pases? Si el Pontfice de Roma no es ms que el jefe de una secta,
-cmo es que de tal modo alcanza fascinar el mundo? se habra visto
-jams un mago que ejecutase extraeza ms estupenda? No hace ya mucho
-tiempo que se declama contra su _despotismo religioso_? por qu, pues,
-no ha habido otro hombre que le haya arrebatado el cetro? por qu no
-se ha erigido otra ctedra que disputase la suya la preeminencia,
-y se mantuviese en igual esplendor y podero? Es acaso por su poder
-material? Es muy limitado, y no podra medir sus armas con ninguna
-potencia de Europa. Es por el carcter particular, por la ciencia,
-por las virtudes de los hombres que han ocupado el solio pontificio?
-Pero, cmo es posible que en el espacio de 18 siglos no hayan tenido
-infinita variedad los caracteres de los Papas, y muy diferentes
-graduaciones su ciencia y sus virtudes? quien no sea catlico,
-quien no viere en el Pontfice romano al Vicario de Jesucristo, aquella
-_piedra_ sobre la cual edific Jesucristo la Iglesia, la duracin de su
-autoridad ha de parecerle el ms extraordinario de los fenmenos, ha de
-ofrecrsele como una de las cuestiones ms dignas de proponerse la
-ciencia que se ocupa en la historia del espritu humano la siguiente:
-cmo es posible que por espacio de tantos siglos haya podido existir
-una serie no interrumpida de sabios, que no se hayan apartado de la
-doctrina de la Ctedra de Roma?
-
-Al comparar M. Guizot el Protestantismo con la Iglesia romana, parece
-que la fuerza de esta verdad conmova algn tanto su entendimiento,
-y que los rayos de esta luz introducan el desconcierto en sus
-observaciones. Oigmosle de nuevo; oigamos ese escritor cuyos
-talentos y nombrada habrn deslumbrado en estas materias aquellos
-lectores que ni examinan siquiera la solidez de las pruebas, mientras
-vengan envueltas en hermosas imgenes; aquellos que aplauden toda
-clase de pensamientos, mientras desfilen ante sus ojos en un torrente
-de elocuencia encantadora; que, llenos de entusiasmo por el mrito de
-un hombre, le escuchan como infalible orculo, y, mientras blasonan de
-independencia intelectual, subscriben sin examen las decisiones de su
-director, escuchan con sumisin sus fallos, y no se atreven levantar
-la frente para pedirle los ttulos del predominio. En las palabras de
-M. Guizot notaremos que sinti, como todos los grandes hombres del
-Protestantismo, el vaco inmenso que hay en estas sectas, y la fuerza
-y robustez que entraa la Religin catlica; notaremos que no pudo
-eximirse de la regla general de los grandes ingenios, regla de que
-son prueba los ms explcitos testimonios consignados en los escritos
-de los hombres ms eminentes que ha tenido la reforma protestante.
-Despus de haber notado M. Guizot la inconsecuencia con que precedi
-el Protestantismo, y su falta de buena organizacin en la sociedad
-intelectual, contina: No se ha sabido hermanar todos los derechos y
-necesidades _de la tradicin_ con las pretensiones de la libertad. Y
-eso proviene, sin duda, de que la _reforma no ha plenamente comprendido
-y aceptado, ni sus principios, ni sus efectos_. Qu religin ser
-sa que _ni comprende ni acepta plenamente sus principios, y sus
-efectos_? Sali jams de boca humana condenacin ms terminante de la
-reforma? Cmo podr pretender el derecho de dirigir ni al hombre ni
-la sociedad? Pudo decirse jams otro tanto de las sectas filosficas
-antiguas y modernas? De ah ese aire de inconsecuencia, contina M.
-Guizot, que ha tenido la reforma, y el _espritu limitado_ que ha
-manifestado, circunstancias que han prestado armas y ventajas sus
-adversarios. Saban stos bien lo que deseaban y lo que hacan; partan
-de principios fijos, y marchaban hasta sus ltimas consecuencias.
-Nunca ha habido un gobierno ms consecuente y sistemtico que el
-de la Iglesia romana. Y de dnde trae su origen ese sistema tan
-consecuente? Cuando es tanta la inconstancia y la volubilidad del
-espritu del hombre, este sistema, esta consecuencia, estos principios
-fijos, nada dicen la filosofa y al buen sentido?
-
-Al reparar en esos terribles elementos de disolucin que tienen su
-origen en el espritu del hombre, y que tanta fuerza han adquirido en
-las sociedades modernas; al notar cmo destrozan y pulverizan todas las
-escuelas filosficas, todas las instituciones religiosas, sociales y
-polticas, pero sin alcanzar abrir una brecha en las doctrinas del
-Catolicismo, sin alterar ese sistema tan fijo y consecuente, nada
-se inferir en favor de la Religin catlica? Decir que la Iglesia
-ha hecho lo que no han podido hacer jams ninguna escuela, ningn
-gobierno, ninguna sociedad, ninguna religin, no es confesar que es
-ms sabia que la humanidad entera? Y esto no prueba que no debe su
-origen al pensamiento del hombre, y que ha bajado del mismo seno
-del Criador del universo? En una sociedad formada de hombres, en un
-gobierno manejado por hombres, que cuenta 18 siglos de duracin, que se
-extiende todos los pases, que se dirige al salvaje en sus bosques,
-al brbaro en su tienda, al hombre civilizado en medio de las ciudades
-ms populosas; que cuenta entre sus hijos al pastor que se cubre con
-el pellico, al rstico labrador, al poderoso magnate; que hace resonar
-igualmente su palabra al odo del hombre sencillo ocupado en sus
-mecnicas tareas, como al del sabio que, encerrado en su gabinete, est
-absorto en trabajos profundos; un gobierno como ste, tener, como ha
-dicho M. Guizot, _siempre una idea fija, una voluntad entera, y guardar
-una conducta regular y coherente_, no es su apologa ms victoriosa,
-no es su panegrico ms elocuente, no es una prueba de que encierra en
-su seno algo de misterioso?
-
-Mil veces he contemplado con asombro ese estupendo prodigio; mil veces
-he fijado mis ojos sobre este rbol inmenso que extiende sus ramas
-desde el Oriente al Occidente, desde el Aquiln al Medioda: vole
-cobijando con su sombra tantos y tan diferentes pueblos, y encuentro
-descansando tranquilamente debajo de ella la inquieta frente del genio.
-
-En Oriente, en los primeros siglos de haber aparecido sobre la tierra
-esa religin divina, en medio de la disolucin que se haba apoderado
-de todas las sectas, veo que se agolpan para escuchar su palabra los
-filsofos ms ilustres; y en Grecia, en Asia, en los mrgenes del
-Nilo, en todos esos pases donde hormigueaba poco antes un sinnmero
-de sectas, veo que se levanta de repente una generacin de hombres
-grandes, ricos de erudicin, de saber y de elocuencia, y todos acordes
-en la _unidad_ de la doctrina catlica. En Occidente, cuando se va
- precipitar sobre el caduco imperio una muchedumbre de brbaros,
-que se presentan lo lejos como una negra nube que asoma en el
-horizonte preada de calamidades y desastres, en medio de un pueblo
-sumergido en la corrupcin de costumbres y olvidado completamente de
-su antigua grandeza, veo los nicos hombres que pueden apellidarse
-dignos herederos del nombre romano, buscar un asilo su austeridad
-de costumbres en el retiro de los templos, y pedir la religin
-sus inspiraciones para conservar el antiguo saber y enriquecerle y
-agrandarle. Llname de admiracin y asombro el encontrar al talento
-sublime, al digno heredero del genio de Platn, que, despus de haber
-preguntado por la verdad todas las escuelas y sectas, despus de
-haber recorrido todos los errores con briosa osada y con indomable
-independencia, se siente al fin dominado por la autoridad de la
-Iglesia, y el filsofo libre se transforma en el grande obispo de
-Hipona. En los tiempos modernos desfila delante de mis ojos esa serie
-de hombres grandes que brillaron en los siglos de Len X y de Luis XIV;
-veo perpetuarse esa ilustre raza travs del calamitoso siglo XVIII;
-y en el siglo XIX veo que se levantan tambin nuevos atletas, que,
-despus de haber acosado al error en todas direcciones, van colgar
-sus trofeos en la puerta de la Iglesia catlica.
-
-Qu prodigio es ste! dnde se ha visto jams una escuela, una
-secta, una religin semejante! Todo lo estudian, de todo disputan,
- todo responden, todo lo saben, pero siempre acordes en la unidad
-de doctrina, siempre sumisos la autoridad, siempre inclinando
-respetuosamente sus frentes, siempre humillndolas en obsequio de
-la fe; esas frentes donde brilla el saber, donde imprime sus rasgos
-un sentimiento de noble independencia, de donde salen tan generosos
-arranques. No os parece descubrir un nuevo mundo planetario, donde
-globos luminosos ruedan en vastas rbitas por la inmensidad del
-espacio, pero atrados por una misteriosa fuerza hacia el centro
-del sistema? Fuerza que no les permite el extravo, sin quitarles,
-empero, nada, ni de la magnitud de su mole, ni de la grandiosidad de
-su movimiento, antes inundndolos de luz, y dando su marcha una
-regularidad majestuosa.[6]
-
-
-
-
-CAPITULO IV
-
-
-Esa idea fija, esa voluntad entera, ese plan tan sabio y constante, ese
-sistema tan trabado, esa conducta tan regular y coherente, ese marchar
-siempre con seguro paso hacia objeto y fin determinado, ese admirable
-conjunto reconocido y confesado por M. Guizot, y que tanto honra
-la Iglesia catlica, mostrando su profunda sabidura y revelando la
-altura de su origen, no ha sido nunca imitado por el Protestantismo,
-ni en bien, ni en mal; porque, segn llevo ya demostrado, no puede
-presentar un solo pensamiento del que tenga derecho decir: _esto es
-mo_. Se ha querido apropiar el principio de examen privado en materias
-de fe, y algunos de sus adversarios tal vez no se han resistido mucho
- adjudicrselo, por no reconocer en l otro elemento que pudiera
-llamarse constitutivo; y, adems, por reparar que, si de haber
-engendrado tal principio quisiera gloriarse, sera semejante aquellos
-padres insensatos que labran su propia ignominia, haciendo gala de
-tener hijos de psima ndole, y, dscolos en conducta. Es falso,
-sin embargo, que tal principio sea hijo suyo; antes al contrario,
-ms bien podra decirse que el principio de examen ha engendrado el
-Protestantismo, pues que este principio se halla ya en el seno de
-todas las sectas, y se le reconoce como germen de todos los errores:
-por manera que, al proclamar los protestantes el examen privado, no
-hicieron ms que ceder la necesidad que es comn todas las sectas
-separadas de la Iglesia.
-
-Nada hubo en esto de plan, nada de previsin, nada de sistema: la
-simple resistencia la autoridad de la Iglesia envolva la necesidad
-de un examen privado sin lmites, la ereccin del entendimiento en
-juez nico; y as fu desde un principio enteramente intil toda la
-oposicin que las consecuencias y aplicaciones de tal examen hicieron
-los corifeos protestantes: roto el dique, no es posible contener las
-aguas.
-
-El derecho de examinar lo que debe creerse, dice una famosa dama
-protestante (De l'Allemagne, par Mad. Stal, 4.^e partie, chap. 2), es
-el principio fundamental del Protestantismo. _No lo entienden as los
-primeros reformadores; crean poder fijar las columnas del espritu
-humano_ en los trminos de sus propias luces; pero mal podan esperar
-que sus decisiones fuesen recibidas como infalibles, cuando ellos
-negaban este gnero de autoridad la Religin catlica. Semejante
-resistencia por parte de ellos slo sirvi manifestar que no
-abrigaban ninguna de aquellas ideas que, si extravan el entendimiento,
-muestran al menos en cierto modo la generosidad y nobleza del corazn;
-y de ellos no podr decir el entendimiento humano que le descaminasen
-con la mira de hacerle andar con mayor libertad. La revolucin
-religiosa del siglo XVI, dice M. Guizot, _no conoci los verdaderos
-principios de la libertad intelectual_; emancipaba el pensamiento, y
-todava se empeaba en gobernarlo por medio de la ley.
-
-Pero en vano lucha el hombre contra la fuerza entraada por la misma
-naturaleza de las cosas; en vano fu que el Protestantismo quisiera
-poner lmites la extensin del principio de examen, y que veces
-levantase tan alto la voz, y aun descargase su brazo con tal fuerza,
-que no pareca sino que trataba de aniquilarle. El espritu de examen
-privado estaba en su mismo seno, all perseveraba, all se desenvolva,
-all obraba, aun pesar suyo: no tena medio el Protestantismo:
-echarse en brazos de la autoridad, es decir, reconocer su extravo,
- dejar al principio disolvente que ejerciera su accin, haciendo
-desaparecer de entre las sectas separadas hasta la sombra de la
-religion de Jesucristo, y viniendo poner el Cristianismo en la clase
-de las escuelas filosficas. Dado una vez el grito de resistencia la
-autoridad de la Iglesia, pudironse muy bien calcular los funestos
-resultados: fu desde luego muy fcil prever que, desenvuelto, el
-maligno germen traa consigo la ruina de todas las verdades cristianas.
-Y cmo era posible que no se desenvolviese rpidamente ese germen, en
-un suelo donde era tan viva la fermentacin? Sealaron voz en grito
-los catlicos la gravedad inminencia del riesgo; y en obsequio de la
-verdad es menester confesar que tampoco se ocult la previsin de
-algunos protestantes. Quin ignora las explcitas confesiones que se
-oyeron ya desde un principio, y se han odo despus, de boca de sus
-hombres ms distinguidos? Los grandes talentos nunca se han hallado
-bien con el Protestantismo; siempre han encontrado en l un inmenso
-vaco: y por esta causa se los ha visto propender, la irreligin,
- la unidad catlica.
-
-El tiempo, ese gran juez de todas las opiniones, ha venido confirmar
-el acierto de tan tristes pronsticos: y actualmente han llegado ya
-las cosas tal extremo, que es necesario, estar muy escaso de
-instruccin, tener muy limitados alcances, para no conocer que la
-Religin cristiana, tal como la explican los protestantes, es una
-opinin, y no ms; es un sistema formado de mil partes incoherentes, y
-que pone el Cristianismo al nivel de las escuelas filosficas. Y nadie
-debe extraar que parezca aventajarse algn tanto ellas, y conserve
-ciertos rasgos que dan su fisonoma algo que no se encuentra en lo
-que es puramente excogitado por el entendimiento del hombre; sabis
-de dnde nace todo esto? Nace de aquella sublimidad de la doctrina, de
-aquella santidad de moral, que, ms menos desfiguradas, resplandecen
-siempre en todo cuanto conserva algn vestigio de la palabra de
-Jesucristo. Pero el endeble resplandor que queda luchando con las
-sombras despus que ha desaparecido del horizonte el astro luminoso, no
-puede compararse con la luz del da; las sombras avanzan, se extienden,
-y, ahogando el dbil reflejo, acaban por sumir la tierra en obscuridad
-tenebrosa.
-
-Tal es la doctrina del Cristianismo entre los protestantes: con slo
-dar una ojeada sus sectas se conoce que ni son meramente filosficas,
-ni tienen los caracteres de religin verdadera: el Cristianismo
-est entre ellas sin una autoridad, y por esto parece un viviente
-separado de su elemento, un rbol secado en su raz; por esto presenta
-la fisonoma plida y desfigurada de un semblante que no est ya
-animado por el soplo de vida. Habla el Protestantismo de la fe, y
-su principio fundamental la hiere de muerte; ensalza el Evangelio,
-y el mismo principio hace vacilar su autoridad, pues que le deja
-abandonado al discernimiento del hombre; y, si pondera la santidad y
-pureza de Jesucristo, ocurre desde luego que en algunas de las sectas
-disidentes se le despoja de su divinidad, y que todas podran hacerlo
-muy bien, sin faltar al nico principio que les sirve de punto de
-apoyo. Y, una vez negada, puesta en duda, la divinidad de Jesucristo,
-queda, cuando ms, colocado en la clase de los grandes filsofos y
-legisladores, pierde la autoridad necesaria para dar sus leyes
-aquella augusta sancin que tan respetables las hace los mortales,
-no puede imprimirles aquel sello que tanto las eleva sobre todos
-los pensamientos humanos, y no se ofrecen ya sus consejos sublimes
-como otras tantas lecciones que fluyen de los labios de la sabidura
-increada.
-
-Quitando al espritu humano el punto de apoyo de una autoridad, en
-qu podr afianzarse? no queda abandonado merced de sus sueos y
-delirios? no se le abre de nuevo la tenebrosa intrincada senda de
-interminables disputas que condujo un caos los filsofos de las
-antiguas escuelas? Aqu no hay rplica, y en esto andan acordes la
-razn y la experiencia: substitudo la autoridad de la Iglesia el
-examen privado de los protestantes, todas las grandes cuestiones sobre
-la divinidad y el hombre quedan sin resolver; todas las dificultades
-permanecen en pie; y, flotando entre sombras el entendimiento humano,
-sin divisar una luz que pueda servirle de gua segura, abrumado por
-la gritera de cien escuelas que disputan de continuo sin aclarar
-nada, cae en aquel desaliento y postracin en que le haba encontrado
-el Cristianismo, y del que le haba levantado costa de grandes
-esfuerzos. La duda, el pirronismo, la indiferencia, sern entonces el
-patrimonio de los talentos ms aventajados; las teoras vanas, los
-sistemas hipotticos, los sueos, formarn el entretenimiento de los
-sabios comunes; la supersticin y las monstruosidades sern el pbulo
-de los ignorantes.
-
-Y entonces, qu habra adelantado la humanidad? qu habra hecho el
-Cristianismo sobre la tierra? Afortunadamente para el humano linaje,
-no ha quedado la Religin cristiana abandonada al torbellino de las
-sectas protestantes; y en la autoridad de la Iglesia catlica ha
-tenido siempre anchurosa base donde ha encontrado firme asiento para
-resistir los embates de las cavilaciones y errores. Si as no fuera,
- dnde habra ya parado? La sublimidad de sus dogmas, la sabidura
-de sus preceptos, la uncin de sus consejos, seran acaso ms que
-bellos sueos contados en lenguaje encantador por un sabio filsofo?
-S, es preciso repetirlo: sin la autoridad de la Iglesia nada queda de
-seguro en la fe, es dudosa la divinidad de Jesucristo, es disputable su
-misin, es decir, que desaparece completamente la Religin cristiana;
-porque, en no pudiendo ella ofrecernos sus ttulos celestiales, en no
-pudiendo darnos completa certeza de que ha bajado del seno del Eterno,
-que sus palabras son palabras del mismo Dios, que se dign aparecer
-sobre la tierra para la salud de los hombres, ya no tiene derecho
- exigirnos acatamiento. Colocada en la serie de los pensamientos
-puramente humanos, deber someterse nuestro fallo como las dems
-opiniones de los hombres; en el tribunal de la filosofa podr sostener
-sus doctrinas como ms menos razonables, pero siempre tendr la
-desventaja de habernos querido engaar, de habrsenos presentado como
-divina, cuando no era ms que humana; y al empezarse la discusin sobre
-la verdad de su sistema de doctrinas, siempre tendr en contra de s
-una terrible presuncin, cual es, el que, con respecto su origen,
-habr sido una impostora.
-
-Gloranse los protestantes de la independencia de su entendimiento, y
-achacan la Religin catlica el que viola los derechos ms sagrados,
-pues que, exigiendo sumisin, ultraja la dignidad del hombre. Cuando
-se declama en este sentido, vienen muy propsito las exageraciones
-sobre las fuerzas de nuestro entendimiento, y no se necesita ms que
-echar mano de algunas imgenes seductoras, pronunciando las palabras de
-_atrevido vuelo_, de _hermosas alas_, y otras semejantes, para dejar
-completamente alucinados los lectores vulgares.
-
-Goce enhorabuena de sus derechos el espritu del hombre, glorese de
-poseer la centella divina que apellidamos entendimiento, recorra ufano
-la naturaleza, y, observando los dems seres que le rodean, note con
-complacencia la inmensa altura que sobre todos ellos se encuentra
-elevado; colquese en el centro de las obras con que ha embellecido
-su morada, y seale como muestras de su grandeza y poder las
-transformaciones que se ejecutan dondequiera que estampare su huella,
-llegando, fuerza de inteligencia y de gallarda osada, dirigir y
-seorear la naturaleza; mas, por reconocer la dignidad y elevacin
-de nuestro espritu mostrndonos agradecidos al beneficio que nos ha
-dispensado el Criador, deberemos llegar hasta el extremo de olvidar
-nuestros defectos y debilidad? qu engaarnos nosotros mismos,
-queriendo persuadirnos de que sabemos lo que en realidad ignoramos?
-qu olvidar la inconstancia y volubilidad de nuestro espritu? qu
-disimularnos que en muchas materias, aun de aquellas que son objeto de
-las ciencias humanas, se abruma y confunde nuestro entendimiento, y
-que hay mucho de ilusin en nuestro saber, mucho de hiperblico en la
-ponderacin de los adelantos de nuestros conocimientos? No viene un
-da desmentir lo que asentamos otro da? no viene de continuo el
-curso de los tiempos burlando todas nuestras previsiones, deshaciendo
-nuestros planes, y manifestando lo areo de nuestros proyectos?
-
-Qu nos han dicho en todos tiempos aquellos genios privilegiados
- quienes fu concedido descender hasta los cimientos de nuestras
-creencias, alzarse con brioso vuelo hasta la regin de las ms sublimes
-inspiraciones, y tocar, por decirlo as, los confines del espacio que
-puede recorrer el entendimiento humano? S, los grandes sabios de todos
-tiempos, despus de haber tanteado los senderos ms ocultos de la
-ciencia, despus de haberse arrojado seguir los rumbos ms atrevidos,
-que en el orden moral y fsico se presentaban su actividad y osada
-en el anchuroso mar de las investigaciones, todos vuelven de sus
-viajes llevando en su fisonoma aquella expresin de desagrado, fruto
-natural de muy vivos desengaos; todos nos dicen que se ha deshojado
- su vista una bella ilusin, que se ha desvanecido como una sombra
-la hermosa imagen que tanto los hechizaba; todos refieren que en el
-momento en que se figuraban que iban entrar en un cielo inundado de
-luz, han descubierto con espanto una regin de tinieblas, han conocido
-con asombro que se hallaban en una nueva ignorancia. Y por esta causa
-todos una miran con tanta desconfianza las fuerzas del entendimiento,
-ellos que tienen un sentimiento ntimo que no les deja dudar de que las
-fuerzas del suyo exceden las de los otros hombres. Las ciencias,
-dice profundamente Pascal, tienen dos extremos que se tocan: el primero
-es la pura ignorancia natural, en que se encuentran los hombres al
-nacer; el otro es aquel en que se hallan las grandes almas, que,
-habiendo recorrido todo lo que los hombres pueden saber, encuentran que
-_no saben nada_.
-
-El Catolicismo dice al hombre: Tu entendimiento es muy flaco, y en
-muchas cosas necesita un apoyo y una gua; y el Protestantismo le
-dice: La luz te rodea, marcha por do quieras, no hay para ti mejor
-gua que t mismo. Cul de las dos religiones est de acuerdo con las
-lecciones de la ms alta filosofa?
-
-Ya no debe, pues, parecer extrao que los talentos ms grandes que
-ha tenido el Protestantismo, todos hayan sentido cierta propensin
-la Religin catlica, y que no haya podido ocultrseles la profunda
-sabidura que se encierra en el pensamiento de sujetar en algunas
-materias el entendimiento humano al fallo de una autoridad irrecusable.
-Y en efecto: mientras se encuentre una autoridad que en su origen, en
-su establecimiento, en su conservacin, en su doctrina y conducta,
-reuna todos los ttulos que puedan acreditarla de divina, qu adelanta
-el entendimiento con no querer sujetarse ella? qu alcanza divagando
- merced de sus ilusiones, en gravsimas materias, siguiendo caminos
-donde no encuentra otra cosa que recuerdos de extravos, escarmientos y
-desengaos?
-
-Si tiene el espritu del hombre un concepto demasiado alto de s mismo,
-estudie su propia historia, y en ella ver, palpar, que, abandonado
- sus solas fuerzas, tiene muy poca garanta de acierto. Fecundo
-en sistemas, inagotable en cavilaciones, tan rpido en conseguir
-un pensamiento como poco propsito para madurarle; semillero de
-ideas que nacen, hormiguean y se destruyen unas otras, como los
-insectos que rebullen en un lago; alzndose tal vez en alas de sublime
-inspiracin, y arrastrndose luego como el reptil que surca el polvo
-con su pecho; tan hbil impetuoso para destruir las obras ajenas como
-incapaz de dar las suyas una construccin slida y duradera; empujado
-por la violencia de las pasiones, desvanecido por el orgullo, abrumado
-y confundido por tanta variedad de objetos como se le presentan en
-todas direcciones, deslumbrado por tantas luces falsas, y engaosas
-apariencias; abandonado enteramente s mismo, el corazn humano
-presenta la imagen de una centella inquieta y vivaz, que recorre sin
-rumbo fijo la inmensidad de los cielos, traza en su vario y rpido
-curso mil extraas figuras, siembra en el rastro de su huella mil
-chispas relumbrantes, encanta un momento la vista con su resplandor,
-su agilidad y sus caprichos, y desaparece luego en la obscuridad,
-sin dejar en la inmensa extensin de su camino una rfaga de luz para
-esclarecer las tinieblas de la noche.
-
-Ah est la historia de nuestros conocimientos: en ese inmenso depsito
-donde se hallan en confusa mezcla las verdades y los errores, la
-sabidura y la necedad, el juicio y la locura; ah se encontrarn
-abundantes pruebas de lo que acabo de afirmar: ellas saldrn en mi
-abono, si se quisiera tacharme de haber recargado el cuadro.[7]
-
-
-
-
-CAPITULO V
-
-
-Tanta verdad es lo que acabo de decir sobre la debilidad del humano
-entendimiento, que, aun prescindiendo del aspecto religioso, es muy
-notable que la prvida mano del Criador ha depositado en el fondo de
-nuestra alma un preservativo contra la excesiva volubilidad de nuestro
-espritu; y preservativo tal, que, sin l, hubiranse pulverizado
-todas las instituciones sociales, , ms bien, no se hubieran jams
-planteado; sin l, las ciencias no hubieran dado jams un paso; y, si
-llegase jams desaparecer del corazn del hombre, el individuo y la
-sociedad quedaran sumergidos en el caos. Hablo de cierta inclinacin
-deferir la autoridad; del _instinto de fe_, digmoslo as; instinto
-que merece ser examinado con mucha detencin, si se quiere conocer
-algn tanto el espritu del hombre, estudiar con provecho la historia
-de su desarrollo y progresos, encontrar las causas de muchos fenmenos
-extraos, descubrir hermossimos puntos de vista que ofrece bajo este
-aspecto la Religin catlica, y palpar, en fin, lo limitado y poco
-filosfico del pensamiento que dirige al Protestantismo.
-
-Ya se ha observado muchas veces que no es posible acudir las
-primeras necesidades, ni dar curso los negocios ms comunes, sin
-la deferencia la autoridad de la palabra de otros, sin la fe; y
-fcilmente se echa de ver que, sin esa fe, desaparecera todo el caudal
-de la historia y de la experiencia; es decir, que se hundira el
-fundamento de todo saber.
-
-Importantes como son estas observaciones, y muy propsito para
-demostrar lo infundado del cargo que se hace la Religin catlica
-por slo exigir fe, no son ellas, sin embargo, las que llaman ahora
-mi atencin, tratando como trato de presentar la materia bajo otro
-aspecto, de colocar la cuestin en otro terreno, donde ganar la verdad
-en amplitud inters, sin perder nada de su inalterable firmeza.
-
-Recorriendo la historia de los conocimientos humanos, y echando
-una ojeada sobre las opiniones de nuestros contemporneos, ntase
-constantemente que, aun aquellos hombres que ms se precian de espritu
-de examen, y de libertad de pensar, apenas son otra cosa que el eco
-de opiniones ajenas. Si se examina atentamente ese grande aparato,
-que tanto ruido mete en el mundo con el nombre de ciencia, se notar
-que, en el fondo, encierra una gran parte de autoridad; y al momento
-que en l se introdujera un espritu de examen enteramente libre, aun
-con respecto aquellos puntos que slo pertenecen al raciocinio,
-hundirase en su mayor parte el edificio cientfico, y seran muy
-pocos los que quedaran en posesin de sus misterios. Ningn ramo de
-conocimientos se excepta de esta regla general, por mucha que sea la
-claridad y exactitud de que se glore. Ricas como son en evidencia de
-principios, rigurosas en sus deducciones, abundantes en observaciones
-y experimentos, las ciencias naturales y exactas, no descansan,
-acaso, muchas de sus verdades en otras verdades ms altas, para cuyo
-conocimiento ha sido necesaria aquella delicadeza de observacin,
-aquella sublimidad de clculo, aquella ojeada perspicaz y penetrante,
-que alcanza tan slo un nmero de hombres muy reducido?
-
-Cuando Newton arroj en medio del mundo cientfico el fruto de sus
-combinaciones profundas, cuntos eran entre sus discpulos los que
-pudieran lisonjearse de estribar en convicciones propias, aun hablando
-de aquellos que, fuerza de mucho trabajo, haban llegado comprender
-algn tanto al grande hombre? Haban seguido al matemtico en sus
-clculos, se haban enterado del caudal de datos y experimentos que
-expona sus consideraciones el naturalista, y haban escuchado las
-reflexiones con que apoyaba sus aserciones y conjeturas el filsofo:
-crean de esta manera hallarse plenamente convencidos, y no deber
-en su asenso nada la autoridad, sino nicamente la fuerza de la
-evidencia y de las razones: s? Pues haced que desaparezca entonces
-el nombre de Newton, haced que el nimo se despoje de aquella honda
-impresin causada por la palabra de un hombre que se presenta con un
-descubrimiento extraordinario, y que para apoyarle despliega un tesoro
-de saber que revela un genio prodigioso; quitad, repito, la sombra
-de Newton, y veris que en la mente de su discpulo los principios
-vacilan, los razonamientos pierden mucho de su encadenamiento y
-exactitud, las observaciones no se ajustan tan bien con los hechos; y
-el hombre que se creyera tal vez un examinador completamente imparcial,
-un pensador del todo independiente, conocer, sentir cun sojuzgado se
-hallaba por la fuerza de la autoridad, por el ascendiente del genio;
-conocer, sentir que en muchos puntos tena asenso, mas no conviccin,
-y que, en vez de ser un filsofo enteramente libre, era un discpulo
-dcil y aprovechado.
-
-Aplese confiadamente al testimonio, no de los ignorantes, no de
-aquellos que han desflorado ligeramente los estudios cientficos, sino
-de los verdaderos sabios, de los que han consagrado largas vigilias
-los varios ramos del saber: invteselos que se concentren dentro de
-s mismos, que examinen de nuevo lo que apellidan sus convicciones
-cientficas; y que se pregunten con entera calma y desprendimiento si,
-aun en aquellas materias en que se conceptan ms aventajados, no
-sienten repetidas veces sojuzgado su entendimiento por el ascendiente
-de algn autor de primer orden, y no han de confesar que, si
-muchas cuestiones de las que tienen ms estudiadas les aplicasen con
-rigor el mtodo de Descartes, se hallaran con ms _creencias_ que
-_convicciones_.
-
-As ha sucedido siempre, y siempre suceder as: esto tiene races
-profundas en la ntima naturaleza de nuestro espritu, y, por lo mismo,
-no tiene remedio. Ni tal vez conviene que lo tenga; tal vez entra en
-esto mucho de aquel instinto de conservacin que Dios con admirable
-sabidura ha esparcido sobre la sociedad; tal vez sirve de fuerte
-correctivo tantos elementos de disolucin como sta abriga en su seno.
-
-Malo es, en verdad, muchas veces, malo es, y muy malo, que el hombre
-vaya en pos de la huella de otro hombre; no es raro el que se vean por
-esta causa lamentables extravos; pero peor fuera an que el hombre
-estuviera siempre en actitud de resistencia contra todo otro hombre
-para que no le pudiese engaar, y que se generalizase por el mundo la
-filosfica mana de querer sujetarlo todo riguroso examen: pobre
-sociedad entonces! pobre hombre! pobres ciencias, si cundiese todos
-los ramos el espritu de riguroso, de escrupuloso, de independiente
-examen!
-
-Admiro el genio de Descartes, reconozco los grandes beneficios que
-ha dispensado las ciencias; pero he pensado ms de una vez que, si
-por algn tiempo pudiera generalizarse su mtodo de duda, se hundira
-de repente la sociedad; y aun entre los sabios, entre los filsofos
-imparciales, me parece que causara grandes estragos; por lo menos es
-cierto que en el mundo cientfico se aumentara considerablemente el
-nmero de los orates.
-
-Afortunadamente no hay peligro de que as suceda; y, si el hombre tiene
-cierta tendencia la locura, ms menos graduada, tambin posee
-un fondo de buen sentido de que no le es posible desprenderse; y la
-sociedad, cuando se presentan algunos individuos de cabeza volcnica
-que se proponen convertirla en delirante, les contesta con burlona
-sonrisa, , si se deja extraviar por un momento, vuelve luego en s, y
-rechaza con indignacin aquellos que la haban descaminado.
-
-Para quien conozca fondo el espritu humano, sern siempre
-despreciables vulgaridades esas fogosas declamaciones contra las
-preocupaciones del vulgo; contra esa docilidad en seguir otro hombre,
-contra esa facilidad en creerlo todo sin haber examinado nada. Como
-si en esto de preocupaciones, en esto de asentir todo sin examen,
-hubiera muchos hombres que no fueran vulgo; como si las ciencias no
-estuvieran llenas de suposiciones gratuitas; como si en ellas no
-hubiera puntos flaqusimos sobre los cuales estribamos buenamente, cual
-en firmsimo inalterable apoyo.
-
-El derecho de posesin y de prescripcin es otra de las singularidades
-que ofrecen las ciencias, y es bien digno de notarse que, sin haber
-tenido jams esos nombres, haya sido reconocido este derecho, con
-tcito, pero unnime, consentimiento. Cmo es esto posible? Cmo?
-Estudiad la historia de las ciencias, y encontraris cada paso
-confirmada esta verdad. En medio de las eternas disputas que han
-dividido los filsofos, cul es la causa de que una doctrina antigua
-haya opuesto tanta resistencia una doctrina nueva, y diferido por
-mucho tiempo y tal vez impedido completamente su establecimiento?
-Es porque la antigua estaba ya en posesin, es porque se hallaba
-robustecida por un derecho de prescripcin: no importa que no se
-usaran esos nombres: el resultado era el mismo; y por esta razn los
-inventores se han visto muchas veces menospreciados contrariados,
-cuando no perseguidos.
-
-Es preciso confesarlo, por ms que ello se resista nuestro orgullo,
-y por ms que se hayan de escandalizar algunos sencillos admiradores
-de los progresos de las ciencias: muchos han sido esos progresos,
-anchuroso es el campo por donde se ha espaciado el entendimiento
-humano, vastas las rbitas que ha recorrido, y admirables las obras
-con que ha dado una prueba de sus fuerzas; pero en todas estas cosas
-hay siempre una buena parte de exageracin, hay mucho que cercenar,
-sobre todo cuando el nombre de ciencia se refiere las relaciones
-morales. De semejantes ponderaciones nada puede deducirse para probar
-que nuestro entendimiento sea capaz de marchar con entera agilidad
-y desembarazo por toda clase de caminos; nada puede deducirse que
-contradiga el hecho que hemos establecido de que el entendimiento
-del hombre est sometido casi siempre, aunque sin advertirlo, la
-autoridad de otro hombre.
-
-En cada poca se presentan algunos pocos, poqusimos entendimientos
-privilegiados, que, alzando su vuelo sobre todos los dems, les
-sirven de gua en las diferentes carreras; preciptase tras ellos una
-numerosa turba que se apellida sabia, y con los ojos fijos en la ensea
-enarbolada va siguiendo afanosa los pasos del aventajado caudillo. Y
-cosa singular! todos claman por la independencia en la marcha, todos
-se precian de seguir aquel rumbo nuevo, como si ellos le hubieran
-descubierto, como si avanzaran en l, guiados nicamente por su propia
-luz inspiraciones. Las necesidades, la aficin otras circunstancias
-nos conducen dedicarnos este aquel ramo de conocimientos;
-nuestra debilidad nos est diciendo de continuo que no nos es dada la
-fuerza creatriz; y, ya que no podemos ofrecer nada propio, ya que nos
-sea imposible abrir un nuevo camino, nos lisonjeamos de que nos cabe
-una parte de gloria siguiendo la ensea de algn ilustre caudillo;
-y, en medio de tales sueos, llegamos tal vez persuadirnos de que
-no militamos bajo la bandera de nadie, que slo rendimos homenaje
-nuestras convicciones, cuando en realidad no somos ms que proslitos
-de doctrinas ajenas.
-
-En esta parte el sentido comn es ms cuerdo que nuestra enfermiza
-razn; y as es que el lenguaje (esta misteriosa expresin de las
-cosas, donde se encuentra tanto fondo de verdad y exactitud sin saber
-quin se lo ha comunicado) nos hace una severa reconvencin por tan
-orgulloso desvanecimiento; y pesar nuestro llama las cosas por sus
-nombres, clasificndonos nosotros, y nuestras opiniones, del
-modo que corresponde, segn el autor quien hemos seguido por gua.
-La historia de las ciencias es acaso ms que la historia de los
-combates de una escasa porcin de aventajados caudillos? Recrranse los
-tiempos antiguos y modernos, extindase la vista los varios ramos
-de nuestros conocimientos, y se ver un cierto nmero de escuelas,
-planteadas por algn sabio de primer orden, dirigidas luego por otro
-que por sus talentos haya sido digno de sucederle; y durando as, hasta
-que, cambiadas las circunstancias, falta de espritu de vida, muere
-naturalmente la escuela, presentndose algn hombre audaz, animado
-de indomable espritu de independencia, la ataca, y la destruye, para
-asentar sobre sus ruinas la nueva ctedra del modo que l le viniera
-en talante.
-
-Cuando Descartes destron Aristteles no se coloc por de pronto
-en su lugar? La turba de filsofos que blasonaban de independientes,
-pero cuya independencia era desmentida por el ttulo que llevaban de
-_Cartesianos_, eran semejantes los pueblos que en tiempo de revueltas
-aclaman libertad, y destronan al antiguo monarca, para someterse
-despus al hombre bastante osado que recoge el cetro y la diadema que
-yacen abandonados al pie del antiguo solio.
-
-Crese en nuestro siglo, como se crey en el anterior, que marcha el
-entendimiento humano con entera independencia; y fuerza de declamar
-contra la autoridad en materias cientficas, fuerza de ensalzar la
-libertad del pensamiento, se ha llegado formar la opinin de que
-pasaron ya los tiempos en que la autoridad de un hombre vala algo,
-y que ahora ya no obedece cada sabio sino sus propias ntimas
-convicciones. Allgase todo esto que, desacreditados los sistemas y
-las hiptesis, se ha desplegado grande aficin al examen y anlisis de
-los hechos, y esto ha contribudo que se figuren muchos que, no slo
-ha desaparecido completamente la autoridad en las ciencias, sino que
-hasta ha llegado hacerse imposible.
-
- primera vista, bien pudiera esto parecer verdad; pero, si damos en
-torno de nosotros una atenta mirada, notaremos que no se ha logrado
-otra cosa sino aumentar algn tanto el nmero de los jefes, y reducir
-la duracin de su mando. ste es verdadero tiempo de revueltas, y tal
-vez de revolucin literaria y cientfica, semejante en un todo la
-poltica, en que se imaginan los pueblos que disfrutan ms libertad,
-slo porque ven el mando distribudo en mayor nmero de manos, y porque
-tienen ms anchura para deshacerse con frecuencia de los gobernantes,
-haciendo pedazos como tiranos los que antes apellidaran padres y
-libertadores; bien que, despus de su primer arrebato, dejan el campo
-libre para que se presenten otros hombres ponerles un freno, tal vez
-un poco ms brillante, pero no menos recio y molesto. ms de los
-ejemplos que nos ofrecera en abundancia la historia de las letras de
-un siglo esta parte, no vemos ahora mismo unos nombres substitudos
- otros nombres, unos directores del entendimiento humano substitudos
- otros directores?
-
-En el terreno de la poltica, donde al parecer ms debiera campear
-el espritu de libertad, no son contados los hombres que marchan al
-frente? no los distinguimos tan claro como los generales de ejrcito
-en campaa? En la arena parlamentaria vemos acaso otra cosa que dos
-tres cuerpos de combatientes que hacen sus evoluciones las rdenes
-del respectivo caudillo con la mayor regularidad y disciplina? Oh!
-cun bien comprendern estas verdades aquellos que se hallan elevados
- tal altura! Ellos que conocen nuestra flaqueza, ellos que saben que
-para engaar los hombres bastan por lo comn las palabras, ellos
-habrn sentido mil veces asomar en sus labios la sonrisa, cuando,
-al contemplar engredos el campo de sus triunfos, al verse rodeados
-de una turba preciada de inteligente que los admiraba y aclamaba con
-entusiasmo, habrn odo algunos de sus ms fervientes y ms devotos
-proslitos cul blasonaban de ilimitada libertad de pensar, de completa
-independencia en las opiniones y en los votos.
-
-Tal es el hombre; tal nos le muestran la historia y la experiencia de
-cada da. La inspiracin del genio, esa fuerza sublime que eleva el
-entendimiento de algunos seres privilegiados, ejercer siempre, no slo
-sobre los sencillos ignorantes, sino tambin sobre el comn de los
-sabios, una accin fascinadora. Dnde est, pues, el ultraje que hace
- la razn humana la Religin catlica, cuando, al propio tiempo que le
-presenta los ttulos que prueban su divinidad, le exige la fe? Esa fe
-que el hombre dispensa tan fcilmente otro hombre, en todas materias,
-aun en aquellas en que ms presume de sabio, no podr prestarla sin
-mengua de su dignidad la Iglesia catlica? Ser un insulto hecho
- su razn el sealarle una norma fija, que le asegure con respecto
- los puntos que ms le importan, dejndole, por otra parte, amplia
-libertad de pensar lo que ms le agrade sobre aquel mundo que Dios
-ha entregado las disputas de los hombres? Con esto hace acaso ms
-la Iglesia que andar muy de acuerdo con las lecciones de la ms alta
-filosofa, manifestar un profundo conocimiento del espritu humano, y
-librarle de tantos males como le acarrea su volubilidad inconstancia,
-su veleidoso orgullo, combinados de un modo extrao con esa facilidad
-increble de deferir la palabra de otro hombre? Quin no ve que con
-ese sistema de la Religin catlica se pone un dique al espritu de
-_proselitismo_ que tantos daos ha causado la sociedad? Ya que el
-hombre tiene esa irresistible tendencia seguir los pasos de otro, no
-hace un gran beneficio la humanidad la Iglesia catlica, sealndole
-de un modo seguro el camino por donde debe andar, si quiere seguir las
-pisadas de un Hombre-Dios? No pone de esta manera muy cubierto la
-dignidad humana, librando, al propio tiempo, de terrible naufragio los
-conocimientos ms necesarios al individuo y la sociedad?[8]
-
-
-
-
-CAPITULO VI
-
-
-En contra de la autoridad que trata de ejercer su jurisdiccin sobre el
-entendimiento, se alegar, sin duda, el adelanto de las sociedades; y
-el alto grado de civilizacin y cultura que han llegado las naciones
-modernas se producir como un ttulo de justicia para lo que se
-apellida emancipacin del entendimiento. mi juicio, est tan distante
-esta rplica de tener algo de slido, est tan mal cimentada sobre el
-hecho en que pretende apoyarse, que, antes bien, del mayor adelanto de
-la sociedad debiera inferirse la necesidad ms urgente de una regla
-viva, tal como lo juzgan indispensable los catlicos.
-
-Decir que las sociedades en su infancia y adolescencia hayan podido
-necesitar esa autoridad como un freno saludable, pero que este freno se
-ha hecho intil y degradante cuando el entendimiento humano ha llegado
- mayor desarrollo, es desconocer completamente la relacin que tienen
-con los diferentes estados de nuestro entendimiento, los objetos sobre
-que versa semejante autoridad.
-
-La verdadera idea de Dios, el origen, el destino y la norma de conducta
-del hombre, y todo el conjunto de medios que Dios le ha proporcionado
-para llegar su alto fin, he aqu los objetos sobre que versa la
-fe, y sobre los cuales pretenden los catlicos la necesidad de una
-regla infalible; sosteniendo que, no ser as, no fuera dable evitar
-los ms lamentables extravos, ni poner la verdad cubierto de las
-cavilaciones humanas.
-
-Esta sencilla consideracin bastar para convencer de que el examen
-privado sera mucho menos peligroso en pueblos poco adelantados en la
-carrera de la civilizacin, que no en otros que hayan ya adelantado
-mucho en ella. En un pueblo cercano su infancia hay naturalmente un
-gran fondo de candor y sencillez, disposiciones muy favorables para
-que recibiera con docilidad las lecciones esparcidas en el Sagrado
-Texto, saborendose en las de fcil comprensin, y humillando su frente
-ante la sublime obscuridad de aquellos lugares que Dios ha querido
-encubrir con el velo del misterio. Hasta su misma posicin creara en
-cierto modo una autoridad; pues, como no estuviera an afectado por
-el orgullo y la mana del saber, se habra reducido muy pocos el
-examinar el sentido de las revelaciones hechas por Dios al hombre, y
-esto producira naturalmente un punto cntrico de donde dimanara la
-enseanza.
-
-Pero sucede muy de otra manera en un pueblo adelantado en la carrera
-del saber; porque la extensin de los conocimientos mayor nmero
-de individuos, aumentando el orgullo y la volubilidad, multiplica y
-subdivide las sectas en infinitas fracciones, y acaba por trastornar
-todas las ideas, y por corromper las tradiciones ms puras. El pueblo,
-cercano su infancia, como est exento de la vanidad cientfica,
-entregado sus ocupaciones sencillas, y apegado sus antiguas
-costumbres, escucha con docilidad y respeto al anciano venerable que,
-rodeado de sus hijos y nietos, refiere con tierna emocin la historia y
-los consejos que l su vez haba recibido de sus antepasados; pero,
-cuando la sociedad ha llegado mucho desarrollo; cuando, debilitado
-el respeto los padres de familia, se ha perdido la veneracin
-las canas; cuando nombres pomposos, aparatos cientficos, grandes
-bibliotecas, hacen formar al hombre un gran concepto de la fuerza
-de su entendimiento; cuando la multiplicacin y actividad de las
-comunicaciones esparcen grandes distancias las ideas, y hacindolas
-fermentar por medio del calor que adquieren con el movimiento, les dan
-aquella fuerza mgica que seorea los espritus; entonces es precisa,
-indispensable, una autoridad, que, siempre viva, siempre presente,
-siempre en disposicin de acudir donde lo exija la necesidad, cubra
-con robusta gida el sagrado depsito de las verdades independientes
-de tiempos y climas, sin cuyo conocimiento flota eternamente el hombre
- merced de sus errores y caprichos, y marcha con vacilante paso desde
-la cuna al sepulcro; aquellas verdades sobre las cuales est sentada
-la sociedad como sobre firmsimo cimiento; cimiento que, una vez
-conmovido, pierde su aplomo el edificio, oscila, se desmorona, y se cae
- pedazos. La historia literaria y poltica de Europa de tres siglos
- esta parte nos ofrece demasiadas pruebas de lo que acabo de decir,
-siendo de lamentar que cabalmente estall la revolucin religiosa
-en el momento en que deba ser ms fatal: porque, encontrando las
-sociedades agitadas por la actividad que desplegaba el espritu humano,
-quebrant el dique, cuando era necesario robustecerle.
-
-Por cierto que no es saludable apocar en demasa nuestro espritu,
-achacndole defectos que no tenga, exagerando aquellos de que en
-realidad adolece; pero tampoco es conveniente engreirle sobradamente,
-ponderando ms de lo que es justo el alcance de sus fuerzas: esto,
-ms de serle muy daoso en diferentes sentidos, es muy poco favorable
-su mismo adelanto; y aun, si bien se mira, es poco conforme al carcter
-grave y circunspecto, que ha de ser uno de los distintivos de la
-verdadera ciencia. Que la ciencia, si ha de ser digna de este nombre,
-no ha de ser tan pueril, que se muestre ufana y vanidosa por aquello
-que en realidad no le pertenece como propiedad suya: es menester que
-no desconozca los lmites que la circunscriben, y que tenga bastante
-generosidad y candidez para confesar su flaqueza.
-
-Un hecho hay en la historia de las ciencias, que, al propio tiempo
-que revela la intrnseca debilidad del entendimiento, hace palpar lo
-mucho que entra de lisonja en los desmedidos elogios que veces se
-le prodigan; infirindose de aqu cun arriesgado sea el abandonarle
-del todo s mismo, sin ningn gnero de gua. Consiste este hecho
-en las sombras que se van encontrando medida que nos acercamos la
-investigacin de los secretos que rodean los primeros principios de
-las ciencias: por manera que, aun hablando de las que ms nombrada
-tienen por su verdad, evidencia y exactitud, en llegando profundizar
-hasta sus cimientos, parece que se encuentra un terreno poco firme,
-resbaladizo, en trminos que el entendimiento, sintindose poco seguro
-y vacilante, retrocede, temeroso de descubrir alguna cosa que lanzara
-la incertidumbre y la duda sobre aquellas verdades, en cuya evidencia
-se haba complacido.
-
-No participo yo del mal humor de Hobbes contra las matemticas, y,
-entusiasta como soy de sus adelantos y profundamente convencido como
-estoy de las ventajas que su estudio acarrea las dems ciencias y
- la sociedad, mal pudiera tratar, ni de disminuir su mrito, ni de
-disputarles ninguno de los ttulos que las ennoblecen; pero, quin
-dira que ni ellas se exceptan de la regla general? faltan acaso en
-ellas puntos dbiles, senderos tenebrosos?
-
-Por cierto que, al exponerse los primeros principios de estas ciencias,
-consideradas en toda su abstraccin, y al deducir las proposiciones
-ms elementales, camina el entendimiento por un terreno llano,
-desembarazado, donde ni se ofrece siquiera la idea de que pueda ocurrir
-el ms ligero tropiezo. Prescindir ahora de las sombras que hasta
-sobre este camino podran esparcir la ideologa y la metafsica, si se
-presentasen disputar sobre algunos puntos, aun buscando su apoyo en
-los escritos de filsofos aventajados; pero, cindonos al crculo en
-que naturalmente se encierran las matemticas, quin de los versados
-en ellas ignora que, avanzando en sus teoras, se encuentran ciertos
-puntos donde el entendimiento tropieza con una sombra; donde,
-pesar de tener la vista la demostracin, y de haberla empleado en
-todas sus partes, se halla como fluctuante, sintiendo un no s qu de
-incertidumbre, de que apenas acierta darse cuenta s propio? Quin
-no ha experimentado que, veces, despus de dilatados raciocinios,
-al divisar la verdad, se halla uno como si hubiera descubierto la luz
-del da, pero despus de haber andado largo trecho obscuras, por un
-camino cubierto? Fijando entonces vivamente la atencin sobre aquellos
-pensamientos que divagan por la mente como exhalaciones momentneas,
-sobre aquellos movimientos casi imperceptibles que en tales casos nacen
-y mueren de continuo en nuestra alma, se nota que el entendimiento, en
-medio de sus fluctuaciones, extiende la mano sin advertirlo al ncora
-que le ofrece la autoridad ajena, y que, para asegurarse, hace desfilar
-delante de sus ojos la sombra de algunos matemticos ilustres, y el
-corazn como que se alegra de que aquello est ya enteramente fuera
-de duda, por haberlo visto de una misma manera una serie de hombres
-grandes. Y qu? se sublevarn tal vez la ignorancia y el orgullo
-contra semejantes reflexiones? Estudiad esas ciencias, , cuando menos,
-leed su historia, y os convenceris de que tambin se encuentran en
-ellas abundantes pruebas de la debilidad del entendimiento del hombre.
-
-La portentosa invencin de Newton y Leibnitz no encontr en Europa
-numerosos adversarios? no necesit para solidarse bien, el que
-pasara algn tiempo, y que la piedra de toque de las aplicaciones
-viniese manifestar la verdad de los principios y la exactitud de los
-raciocinios? y creis, por ventura, que si ahora se presentara de
-nuevo esa invencin en el campo de las ciencias, hasta suponindola
-pertrechada de todas las pruebas con que se la ha robustecido, y
-rodeada de aquella luz con que la han baado tantas aclaraciones;
-creis, por ventura, repito, que no necesitara tambin de algn
-tiempo, para que, afirmada, digmoslo as, con el derecho de
-prescripcin, alcanzase en sus dominios la tranquilidad y sosiego de
-que actualmente disfruta?
-
-Bien se deja sospechar que no les ha de caber las dems ciencias
-escasa parte de esa incertidumbre, que trae su origen de la misma
-flaqueza del espritu humano; y, como quiera que en cuanto ellas
-apenas me parece posible que haya quien trate de contradecirlo, pasar
- presentar algunas consideraciones sobre el carcter peculiar de las
-ciencias morales.
-
-Tal vez no se ha reparado bastante que no hay estudio ms engaoso que
-el de las verdades morales; y le llamo engaoso, porque, brindando al
-investigador con una facilidad aparente, le empea en pasos en que
-apenas se encuentra salida. Son como aquellas aguas tranquilas que
-manifiestan poca profundidad, un fondo falso, pero que encierran un
-insondable abismo. Familiarizados nosotros con su lenguaje desde la ms
-tierna infancia; viendo en rededor nuestro sus continuas aplicaciones;
-sintiendo que se nos presentan como de bulto, y hallndonos con
-cierta facilidad de hablar de repente sobre muchos de sus puntos,
-persuadmonos con ligereza de que tampoco nos ha de ser difcil un
-estudio profundo de sus ms altos principios, y de sus relaciones
-ms delicadas; y cosa admirable! apenas salimos de la esfera del
-sentido comn, apenas tratamos de desviarnos de aquellas expresiones
-sencillas, las mismas que balbucientes pronuncibamos en el regazo de
-nuestra madre, nos hallamos en el ms confuso laberinto. Entonces,
-si el entendimiento se abandona sus cavilaciones; si no escucha la
-voz del corazn, que le habla con tanta sencillez como elocuencia;
-si no templa aquella fogosidad que le comunica el orgullo; si con
-loco desvanecimiento no atiende lo que le prescribe el cuerdo buen
-sentido, llega hasta el exceso de despreciar el depsito de aquellas
-tan saludables como necesarias verdades que conserva la sociedad para
-irlas transmitiendo de generacin en generacin; y, marchando solo,
-tientas, en medio de las ms densas tinieblas, acaba por derrumbarse en
-aquellos precipicios de extravagancias y delirios de que la historia
-de las ciencias nos ofrece tan repetidos y lamentables ejemplos.
-
-Si bien se observa, se nota una cosa semejante en todas las ciencias;
-porque el Criador ha querido que no nos faltaran aquellos conocimientos
-que nos eran necesarios para el uso de la vida, y para llegar
-nuestro destino; pero no ha querido complacer nuestra curiosidad,
-descubrindonos verdades que para nada nos eran necesarias. Sin
-embargo, en algunas materias ha comunicado al entendimiento cierta
-facilidad que le hace capaz de enriquecer de continuo sus dominios;
-pero, en orden las verdades morales, le ha dejado en una esterilidad
-completa: lo que necesitaba saber, se lo ha grabado con caracteres
-muy sencillos inteligibles en el fondo de su corazn, se lo ha
-consignado de un modo muy expreso y terminante en el Sagrado Texto,
-mostrndole una regla fija en la autoridad de la Iglesia, donde poda
-acudir para aclarar sus dudas; pero, por lo dems, le ha dejado de
-manera que, si se trata de cavilar y espaciarse su capricho, recorre
-de continuo un mismo camino, lo hace y deshace mil veces; encontrando
-en un extremo el _escepticismo_, en el otro la _verdad pura_.
-
-Algunos idelogos modernos reclamarn, tal vez, contra reflexiones
-semejantes, y mostrarn en contra de esta asercin el fruto de sus
-trabajos analticos. Cuando no se haba descendido al anlisis de los
-hechos, dirn ellos; cuando se divagaba entre sistemas areos, y se
-reciban palabras sin examen ni discernimiento, entonces pudiera ser
-verdad todo esto; pero ahora, cuando las ideas de bien y mal moral las
-hemos aclarado nosotros tan completamente, que hemos deslindado lo
-que haba en ellas de preocupacin y de filosofa; que hemos asentado
-todo el sistema de moral sobre principios tan sencillos, como son el
-placer y el dolor; que hemos dado en estas materias ideas tan claras,
-como son las _varias sensaciones que nos causa una naranja_; ahora,
-decir todo esto, es ser ingrato con las ciencias; es desconocer el
-fruto de nuestros sudores. Ni me son desconocidos los trabajos de
-algunos nuevos idelogo-moralistas, ni la engaosa sencillez con que
-desenvuelven sus teoras, dando las ms difciles materias un aspecto
-de facilidad y llaneza, que, al parecer, debe de estar todo al alcance
-de las inteligencias ms limitadas: no es ste el lugar propsito
-para examinar esas teoras, esas investigaciones analticas; observar,
-no obstante, que, pesar de tanta sencillez, no parece que se vaya
-en pos de ellos ni la sociedad, ni la ciencia; y que sus opiniones,
-sin embargo de ser recientes, son ya viejas. Y no es extrao, porque
-fcilmente se haba de ocurrir que, pesar de su positivismo, si puedo
-valerme de esta palabra, son tan hipotticos esos idelogos, como
-muchos de los antecesores quienes ellos motejan y desprecian. Escuela
-pequea y de espritu limitado, que, sin estar en posesin de la
-verdad, no tiene siquiera aquella belleza con que hermosean otras los
-brillantes sueos de grandes hombres; escuela orgullosa y alucinada,
-que cree profundizar un hecho, cuando le obscurece, y afianzarle, slo
-porque le asevera; y que, en tratndose de relaciones morales, se
-figura que analiza el corazn, slo porque le descompone y diseca.
-
-Si tal es nuestro entendimiento, si tanta es su flaqueza con respecto
- todas las ciencias, si tanta es su esterilidad en los conocimientos
-morales, que no ha podido adelantar un pice sobre lo que le ha
-enseado la bondadosa Providencia, qu beneficio ha hecho el
-Protestantismo las sociedades modernas, quebrantando la fuerza de la
-autoridad, nica capaz de poner un dique lamentables extravos?[9]
-
-
-
-
-CAPITULO VII
-
-
-Rechazada por el Protestantismo la autoridad de la Iglesia, y
-estribando sobre este principio como nico cimiento, ha debido buscar
-en el hombre todo su apoyo; y, desconocido hasta tal punto el espritu
-humano, y su verdadero carcter, y sus relaciones con las verdades
-religiosas y morales, le ha dejado ancho campo para precipitarse, segn
-la variedad de las situaciones, en dos extremos tan opuestos como son
-el _fanatismo_ y la _indiferencia_.
-
-Extrao parecer quizs enlace semejante, y que extravos tan opuestos
-puedan dimanar de un mismo origen, y, sin embargo, nada hay ms cierto;
-viniendo en esta parte los ejemplos de la historia confirmar las
-lecciones de la filosofa. Apelando el Protestantismo al solo hombre
-en las materias religiosas, no le quedaban sino dos medios de hacerlo:
- suponerle inspirado del cielo para el descubrimiento de la verdad,
-sujetar todas las verdades religiosas al examen de la razn; es decir,
- la _inspiracin_ la _filosofa_. El someter las verdades religiosas
-al fallo de la razn deba acarrear tarde temprano la indiferencia,
-as como la inspiracin particular, el espritu privado, haba de
-engendrar el fanatismo.
-
-Hay en la historia del espritu humano un hecho universal y constante,
-y es su vehemente inclinacin imaginar sistemas que, prescindiendo
-completamente de la realidad de las cosas, ofrezcan tan slo la
-obra de un ingenio, que se ha propuesto apartarse del camino comn,
-y abandonarse libremente al impulso de sus propias inspiraciones.
-La historia de la filosofa apenas presenta otros cuadros que la
-repeticin perenne de este fenmeno; y, en cuanto cabe en las otras
-materias, no ha dejado de reproducirse, bajo una otra forma.
-Concebida una idea singular, mrala el entendimiento con aquella
-predileccin exclusiva y ciega, con que suele un padre distinguir sus
-hijos; y, desenvolvindola con esta preocupacin, amolda en ella todos
-los hechos, y le ajusta todas las reflexiones. Lo que en un principio
-no era ms que un pensamiento ingenioso y extravagante, pasa luego
-ser un germen, del cual nacen vastos cuerpos de doctrina; y, si es
-ardiente la cabeza donde ha brotado ese pensamiento, si est seoreada
-por un corazn lleno de fuego, el calor provoca la fermentacin, y sta
-el fanatismo, propagador de todos los delirios.
-
-Acrecintase singularmente el peligro cuando el nuevo sistema versa
-sobre materias religiosas, se roza con ellas por relaciones muy
-inmediatas: entonces las extravagancias del espritu alucinado se
-transforman en inspiraciones del cielo; la fermentacin del delirio,
-en una llama divina, y la mana de singularizarse en vocacin
-extraordinaria. El orgullo, no pudiendo sufrir oposicin, se desboca
-furioso contra todo lo que encuentra establecido; insultando la
-autoridad, atacando todas las instituciones, y despreciando las
-personas, disfraza la ms grosera violencia con el manto del celo,
-y encubre la ambicin con el nombre del apostolado. Ms alucinado
-veces que seductor, el miserable manitico llega quizs persuadirse
-profundamente de que son verdaderas sus doctrinas, y de que ha odo la
-palabra del cielo; y, presentando en el fogoso lenguaje de la demencia
-algo de singular y extraordinario, transmite sus oyentes una parte de
-su locura, y adquiere en breve un considerable nmero de proslitos. No
-son, la verdad, muchos los capaces de representar el primer papel en
-esa escena de locura; pero, desgraciadamente, los hombres son demasiado
-insensatos para dejarse arrastrar por el primero que se arroje atrevido
- acometer la empresa: pues que la historia y la experiencia harto nos
-tienen enseado que, para fascinar un gran nmero de hombres, basta una
-palabra, y que, para formar un partido, por malvado, por extravagante,
-por ridculo que sea, no se necesita ms que levantar una bandera.
-
-Ahora que se ofrece la oportunidad, quiero dejar consignado aqu un
-hecho, que no s que nadie le haya observado: y es, que la Iglesia
-en sus combates con la hereja ha prestado un eminente servicio la
-ciencia que se ocupa en conocer el verdadero carcter, las tendencias
-y el alcance del espritu humano. Celosa depositaria de todas las
-grandes verdades, ha procurado siempre conservarlas intactas, y,
-conociendo fondo la debilidad del humano entendimiento, y su
-extremada propensin las locuras y extravagancias, le ha seguido
-siempre de cerca los pasos, le ha observado en todos sus movimientos,
-rechazando con energa sus impotentes tentativas, cuando l ha tratado
-de corromper el pursimo manantial de que era poseedora. En las fuertes
-y dilatadas luchas que contra l ha sostenido, ha logrado poner de
-manifiesto su incurable locura, ha desenvuelto todos sus pliegues, y
-le ha mostrado en todas sus fases: recogiendo en la historia de las
-herejas un riqusimo caudal de hechos, un cuadro muy interesante donde
-se halla retratado el espritu humano en sus verdaderas dimensiones,
-en su fisonoma caracterstica, en su propio colorido: cuadro de que
-se aprovechar, sin duda, el genio quien est reservada la grande
-obra que est todava por hacer: _la verdadera historia del espritu
-humano_.[10]
-
-Tocante extravagancias y delirios del fanatismo, por cierto que no
-est nada escasa la historia de Europa de tres siglos esta parte:
-monumentos quedan todava existentes, y por dondequiera que dirijamos
-nuestros pasos, encontraremos que las sectas fanticas nacidas en el
-seno del Protestantismo, y originadas de su principio fundamental, han
-dejado impresa una huella de sangre. Nada pudieron contra el torrente
-devastador, ni la violencia de carcter de Lutero, ni los furibundos
-esfuerzos con que se opona cuantos enseaban doctrinas diferentes
-de las suyas: unas impiedades sucedieron presto otras impiedades;
- unas extravagancias, otras extravagancias; un fanatismo, otro
-fanatismo; quedando luego la falsa reforma fraccionada en tantas
-sectas, todas cual ms violentas, cuantas fueron las cabezas que
-la triste fecundidad de engendrar un sistema reunieron un carcter
-bastante resuelto para enarbolar una bandera. Ni era posible que de
-otro modo sucediese, porque, cabalmente, ms del riesgo que traa
-consigo el dejar solo al espritu humano encarado con todas las
-cuestiones religiosas, haba una circunstancia que deba acarrear
-resultados funestsimos: hablo de la interpretacin de los Libros
-Santos encomendada al espritu privado.
-
-Manifestse entonces con toda evidencia que el mayor abuso es el que se
-hace de lo mejor; y que ese libro inefable, donde se halla derramada
-tanta luz para el entendimiento, tantos consuelos para el corazn,
-es altamente daoso al espritu soberbio, que la terca resolucin
-de resistir toda autoridad en materias de fe, aada la ilusoria
-persuasin de que la Escritura Sagrada es un libro claro en todas sus
-partes, de que no le faltar en todo caso la inspiracin del cielo
-para la disipacin de las dudas que pudieran ofrecerse, que recorra
-sus pginas con el prurito de encontrar algn texto, que, ms menos
-violentado, pueda prestar apoyo sutilezas, cavilaciones, proyectos
-insensatos.
-
-No cabe mayor desacierto que el cometido por los corifeos del
-Protestantismo, al poner la Biblia en manos de todo el mundo,
-procurando, al mismo tiempo, acreditar la ilusin de que cualquier
-cristiano era capaz de interpretarla; no cabe olvido ms completo de
-lo que es la Sagrada Escritura. Bien es verdad que no quedaba otro
-medio al Protestantismo, y que todos los obstculos que opona la
-entera libertad en la interpretacin del Sagrado Texto eran para l
-una inconsecuencia chocante, una apostasa de sus propios principios,
-un desconocimiento de su origen; pero esto es su ms terminante
-condenacin; porque, cules son los ttulos, ni de verdad, ni de
-santidad, que podr presentarnos una religin, que en su principio
-fundamental envuelve el germen de las sectas ms fanticas y ms
-daosas la sociedad?
-
-Difcil fuera reunir en breve espacio tantos hechos, tantas
-reflexiones, tan convincentes pruebas en contra de ese error
-capital del Protestantismo, como ha reunido un mismo protestante.
-Es O'Callaghan: y no dudo que el lector me quedar agradecido de
-que transcriba aqu sus palabras; dice as: Llevados los primeros
-reformadores de su espritu de oposicin la Iglesia romana,
-reclamaron voz en grito el derecho de interpretar las Escrituras
-conforme al juicio particular de cada uno....; pero, afanados por
-emancipar al pueblo de la autoridad del Pontfice romano, proclamaron
-este derecho sin explicacin ni restricciones, y las consecuencias
-fueron _terribles_. Impacientes por minar la base de la jurisdiccin
-papal, sostuvieron sin limitacin alguna que cada individuo tiene
-indisputable derecho interpretar la Sagrada Escritura por s mismo;
-y, como este principio, tomado en toda su extensin, era insostenible,
-fu menester, para afirmarle, darle el apoyo de otro principio, cual
-es, que la Biblia es un libro fcil, al alcance de todos los espritus;
-que el carcter ms inseparable de la revelacin divina es una gran
-claridad: principios ambos, que, ora se les considere aislados, ora
-unidos, son incapaces de sufrir un ataque serio.
-
-El juicio privado de Munzer descubri en la Escritura que los ttulos
-de nobleza y las grandes propiedades son una usurpacin impa,
-contraria la natural igualdad de los fieles, invit sus secuaces
- examinar si no era sta la verdad del hecho: examinaron los sectarios
-la cosa, alabaron Dios, y procedieron en seguida, por medio del
-hierro y del fuego, la extirpacin de los impos, y apoderarse de
-sus propiedades. El juicio privado crey tambin haber descubierto en
-la Biblia que las leyes establecidas eran una permanente restriccin
-de la libertad cristiana; y heos aqu que Juan de Leyde tira los
-instrumentos de su oficio, se pone la cabeza de un populacho
-fantico, sorprende la ciudad de Mnster, se proclama s mismo rey
-de Sin, toma catorce mujeres la vez, asegurando que la poligamia
-era una de las libertades cristianas, y el privilegio de los Santos.
-Pero, si la criminal locura de los paisanos extranjeros aflige los
-amigos de la humanidad y de una piedad razonable, por cierto que no
-es propsito para consolarlos la historia de Inglaterra, durante un
-largo espacio del siglo XVII. En ese perodo de tiempo, levantronse
-una innumerable muchedumbre de fanticos, ora juntos, ora unos en pos
-de otros, embriagados de doctrinas extravagantes y de pasiones dainas,
-desde el feroz dominio de Fox hasta la metdica locura de Barclay,
-desde el formidable fanatismo de Cromwell hasta la necia impiedad de
-_Praise-God-Barebones_. La piedad, la razn y el buen sentido parecan
-desterrados del mundo, y se haban puesto en su lugar una extravagante
-algaraba, un frenes religioso, un celo insensato: todos citaban la
-Escritura, todos pretendan haber tenido inspiraciones, visiones,
-arrobos de espritu; y, la verdad, con tanto fundamento lo pretendan
-unos como otros.
-
-Sostenase con mucho rigor que era conveniente abolir el sacerdocio
-y la dignidad Real; pues que los sacerdotes eran los servidores de
-Satans, y los reyes eran los delegados de la Prostituta de Babilonia,
-y que la existencia de unos y otros era incompatible con el reino del
-Redentor. Esos fanticos condenaban la ciencia como invencin pagana,
-y las universidades como seminarios de la impiedad anticristiana.
-Ni la santidad de sus funciones protega al obispo, ni la majestad
-del trono al rey; uno y otro eran objetos de desprecio y de odio, y
-degollados sin compasin por aquellos fanticos, cuyo nico libro era
-la Biblia, sin notas ni comentarios. la sazn estaba en su mayor
-auge el entusiasmo por la oracin, la predicacin y la lectura de los
-Libros Santos; todos oraban, todos predicaban, todos lean, pero nadie
-escuchaba. Las mayores atrocidades se las justificaba por la Sagrada
-Escritura; en las transacciones ms ordinarias de la vida se usaba
-el lenguaje de la Sagrada Escritura; de los negocios interiores de
-la nacin, de sus relaciones exteriores, se trataba con frases de la
-Escritura; con la Escritura se tramaban conspiraciones, traiciones,
-proscripciones; y todo era, no slo justificado, sino tambin
-consagrado con citas de la Sagrada Escritura. Estos hechos histricos
-han asombrado con frecuencia los hombres de bien, y consternado
-las almas piadosas; _pero, demasiado embebido el lector en sus propios
-sentimientos, olvida la leccin encerrada en esta terrible experiencia,
- saber: que la Biblia, sin explicacin, ni comentarios, no es para
-leda por hombres groseros ignorantes_.
-
-La masa del linaje humano ha de contentarse con recibir de _otro_
-sus instrucciones, y no le es dado acercarse los manantiales de la
-ciencia. Las verdades ms importantes en medicina, en jurisprudencia,
-en fsica, en matemticas, ha de recibirlas de aquellos que las beben
-en los primeros manantiales: y, por lo que toca al Cristianismo, en
-general se ha constantemente seguido el mismo mtodo, y siempre que se
-le ha dejado hasta cierto punto, _la sociedad se ha conmovido hasta sus
-cimientos_.
-
-No necesitan comentarios esas palabras de O'Callaghan; y por cierto
-que no se las podr tachar ni de hiperblicas, ni de declamatorias,
-no siendo ms que una sencilla y verdica narracin de hechos harto
-sabidos. El solo recuerdo de ellos debera ser bastante para convencer
-de los peligros que consigo trae el poner la Sagrada Escritura
-sin notas ni comentarios en manos de cualquiera, como lo hace el
-Protestantismo, acreditando en cuanto puede el error de que para la
-inteligencia del Sagrado Texto es intil la autoridad de la Iglesia,
-y que no necesita ms todo cristiano que escuchar lo que le dictarn
-con frecuencia sus pasiones y sus delirios. Cuando el Protestantismo
-no hubiera cometido otro yerro que ste, bastara ya para que se
-reprobase, se condenase s propio, pues que no hace otra cosa una
-religin que asienta un principio que la disuelve ella misma.
-
-Para apreciar en esta parte el desacierto con que procede el
-Protestantismo, y la posicin falsa y arriesgada en que se ha colocado
-con respecto al espritu humano, no es necesario ser telogo, ni
-catlico; basta haber ledo la Escritura, aun cuando sea nicamente
-con ojos de literato y filsofo. Un libro que, encerrando en breve
-cuadro el extenso espacio de cuatro mil aos, y adelantndose hasta
-las profundidades del ms lejano porvenir, comprende el origen
-y destinos del hombre y del universo; un libro que, tejiendo la
-historia particular de un pueblo escogido, abarca en sus narraciones
-y profecas las revoluciones de los grandes imperios; un libro en que
-los magnficos retratos donde se presentan la pujanza y el lujoso
-esplendor de los monarcas de Oriente, se encuentran al lado de la
-fcil pincelada que nos describe la sencillez de las costumbres
-domsticas, el candor inocencia de un pueblo en la infancia; un
-libro donde narra el historiador, vierte tranquilamente el sabio sus
-sentencias, predica el apstol, ensea y disputa el doctor; un libro
-donde un profeta, seoreado por el espritu divino, truena contra la
-corrupcin y extravo de un pueblo, anuncia las terribles venganzas
-del Dios de Sina, llora inconsolable el cautiverio de sus hermanos y
-la devastacin y soledad de su patria, cuenta en lenguaje peregrino y
-sublime los magnficos espectculos que se desplegaron sus ojos en
-momentos de arrobo, en que, al travs de velos sombros, de figuras
-misteriosas, de emblemas obscuros, de apariciones enigmticas, viera
-desfilar ante su vista los grandes sucesos de la sociedad y las
-catstrofes de la naturaleza; un libro, ms bien un conjunto de
-libros, donde reinan todos los estilos y campean los ms variados
-tonos, donde se hallan derramadas y entremezcladas la majestad pica
-y la sencillez pastoril, el fuego lrico y la templanza didctica,
-la marcha grave y sosegada de la narracin histrica y la rapidez y
-viveza del drama; un conjunto de libros escritos en diferentes pocas
-y pases, en varias lenguas, en circunstancias las ms singulares y
-extraordinarias, cmo podr menos de trastrocar la cabeza orgullosa
-que recorre tientas sus pginas, ignorando los climas, los tiempos,
-las leyes, los usos y costumbres; abrumada de alusiones que la
-confunden, de imgenes que la sorprenden, de idiotismos que la
-obscurecen; oyendo hablar en idioma moderno al hebreo al griego que
-escribieron all en siglos muy remotos? Qu efectos ha de producir ese
-conjunto de circunstancias, creyendo el lector que la Sagrada Escritura
-es un libro muy fcil, que se brinda de buen grado la inteligencia
-de cualquiera, y que, en todo caso, si se ofreciere alguna dificultad,
-no necesita el que lee de la instruccin de nadie, sino que le bastan
-sus propias reflexiones, concentrarse dentro de s mismo para prestar
-atento odo la celeste inspiracin que levantar el velo que encubre
-los ms altos misterios? Quin extraar que se hayan visto entre los
-protestantes tan ridculos visionarios, tan furibundos fanticos?[11]
-
-
-
-
-CAPITULO VIII
-
-
-Injusticia fuera tachar una religin de falsa, slo porque en su seno
-hubieran aparecido fanticos: esto equivaldra desecharlas todas;
-pues que no sera dable encontrar una que estuviese exenta de semejante
-plaga. No est el mal en que se presenten fanticos en medio de una
-religin, sino en que ella los forme, en que los incite al fanatismo,
- les abra para l anchurosa puerta. Si bien se mira, en el fondo del
-corazn humano hay un germen abundante de fanatismo, y la historia
-del hombre nos ofrece de ello tan abundantes pruebas, que apenas se
-encontrar hecho que deba ser reconocido como ms indudable. Fingid
-una ilusin cualquiera, contad la visin ms extravagante, forjad el
-sistema ms desvariado; pero tened cuidado de baarlo todo con un tinte
-religioso, y estad seguros de que no os faltarn proslitos entusiastas
-que tomarn pecho el sostener vuestros dogmas, el propagarlos, y
-que se entregarn vuestra causa con una mente ciega y un corazn de
-fuego; es decir, tendris bajo vuestra bandera una porcin de fanticos.
-
-Algunos filsofos han gastado largas pginas en declamar contra el
-fanatismo, y como que se han empeado en desterrarle del mundo, ora
-dando los hombres empalagosas lecciones filosficas, ora empleando
-contra el _monstruo_ toda la fuerza de una oratoria fulminante. Bien
-es verdad que la palabra _fanatismo_ le han sealado una extensin
-tan lata, que han comprendido bajo esta denominacin toda clase de
-religiones; pero yo creo, sin embargo, que, aun cuando se hubieran
-ceido combatir el verdadero fanatismo, habran hecho harto mejor si,
-no fatigndose tanto, hubiesen gastado algn tiempo en examinar esta
-materia con espritu analtico, tratndola, despus de atento examen,
-sin preocupacin, con madurez y templanza.
-
-Por lo mismo que vean que ste era un achaque del espritu humano,
-escasas esperanzas podan tener, si es que fueran filsofos cuerdos y
-sesudos, de que con razones y elocuencia alcanzaran desterrar del
-mundo al malhadado _monstruo_; pues que, hasta ahora, no s yo que
-la filosofa haya sido parte remediar ninguna de aquellas graves
-enfermedades que son como el patrimonio del humano linaje. Entre tantos
-yerros como ha tenido la filosofa del siglo XVIII, ha sido uno de los
-ms capitales la mana de los tipos: de la naturaleza del hombre, de
-la sociedad, de todo se ha imaginado un tipo all en su mente; todo ha
-debido acomodarse aquel tipo, y cuanto no ha podido doblegarse para
-ajustarse al molde, todo ha sufrido tal descarga filosfica, que, al
-menos, no ha quedado impune por su poca flexibilidad.
-
-Pues qu? podr negarse que haya fanatismo en el mundo? Y mucho.
-Podr negarse que sea un mal? Y muy grave. Cmo se podra extirpar?
-De ninguna manera. Cmo se podr disminuir su extensin, atenuar su
-fuerza, refrenar su violencia? Dirigiendo bien al hombre. Entonces, no
-ser con la filosofa? Ahora lo veremos.
-
-Cul es el origen del fanatismo? Antes es necesario fijar el verdadero
-sentido de esta palabra. Entindese por fanatismo, tomado en su
-acepcin ms lata, una viva exaltacin del nimo fuertemente seoreado
-por alguna opinin, falsa, exagerada. Si la opinin es verdadera,
-encerrada en sus justos lmites, entonces no cabe el fanatismo; y, si
-alguna vez lo hubiere, ser con respecto los medios que se emplean
-en defenderla; pero, entonces ya existir tambin un juicio errado, en
-cuanto se cree que la opinin verdadera autoriza para aquellos medios;
-es decir, que habr error, exageracin. Pero, si la opinin fuere
-verdadera, los medios de defenderla, legtimos, y la ocasin, oportuna,
-entonces no hay fanatismo, por grande que sea la exaltacin del nimo,
-por viva que sea la efervescencia, por vigorosos que sean los esfuerzos
-que se hagan, por costosos que sean los sacrificios que se arrostren;
-entonces habr entusiasmo en el nimo y herosmo en la accin, pero
-fanatismo no: de otra manera los hroes de todos tiempos y pases
-quedaran afeados con la mancha de fanticos.
-
-Tomado el fanatismo con toda esta generalidad, se extiende cuantos
-objetos ocupan al espritu humano; y as hay fanticos en religin, en
-poltica, y hasta en ciencias y literatura; no obstante, el significado
-ms propio de la palabra _fanatismo_, no slo atendiendo su valor
-etimolgico, sino tambin usual, es cuando se aplica materias
-religiosas; y, por esta causa, el solo nombre de fantico, sin ninguna
-aadidura, expresa un _fantico_ en religin; cuando, al contrario, si
-se le aplica con respecto otras materias, debe andar acompaado del
-apuesto que las califique; as se dice: fanticos polticos, fanticos
-en literatura, y otras expresiones por este tenor.
-
-No cabe duda de que, en tratndose de materias religiosas, tiene el
-hombre una propensin muy notable dejarse dominar de una idea,
-exaltarse de nimo en favor de ella, transmitirla cuantos le
-rodean, propagarla luego por todas partes, llegando con frecuencia
- empearse en comunicarla los otros, aunque sea con las mayores
-violencias.
-
-Hasta cierto punto se verifica tambin el mismo hecho en las materias
-no religiosas; pero es innegable que en las religiosas adquiere el
-fenmeno un carcter que le distingue de cuanto acontece en esfera
-diferente. En cosas de religin adquiere el alma del hombre una nueva
-fuerza; una energa terrible, una expansin sin lmites; para l no hay
-dificultades, no hay obstculos, no hay embarazos de ninguna clase; los
-intereses materiales desaparecen enteramente, los mayores padecimientos
-se hacen lisonjeros, los tormentos son nada, la muerte misma es una
-ilusin agradable.
-
-El hecho es vario, segn lo es la persona en quien se verifica, segn
-lo son las ideas y costumbres del pueblo en medio del cual se realiza;
-pero, en el fondo, es el mismo: examinada la cosa en su raz, se halla
-que tienen un mismo origen las violencias de los sectarios de Mahoma,
-que las extravagancias de los discpulos de Fox.
-
-Acontece en esta pasin lo propio que en las dems, que, si producen
-los mayores males, es slo porque se extravan de su objeto legtimo,
-se dirigen l por medios que no estn de acuerdo con lo que dictan la
-razn y la prudencia; pues que, bien observado, el fanatismo no es ms
-que el _sentimiento religioso extraviado_; sentimiento que el hombre
-lleva consigo desde la cuna hasta el sepulcro, y que se encuentra como
-esparcido por la sociedad, en todos los perodos de su existencia.
-Hasta ahora ha sido siempre vano el empeo de hacer irreligioso al
-hombre: uno que otro individuo se ha entregado los desvaros de una
-irreligin completa; pero el linaje humano protesta sin cesar contra
-ese individuo, que ahoga en su corazn el sentimiento religioso. Como
-este sentimiento es tan fuerte, tan vivo, tan poderoso ejercer sobre
-el hombre una influencia sin lmites, apenas se aparta de su objeto
-legtimo, apenas se desva del sendero debido, cuando ya produce
-resultados funestos; pues que se combinan desde luego dos causas muy
-propsito para los mayores desastres, como son: _absoluta ceguera del
-entendimiento, y una irresistible energa en la voluntad_.
-
-Cuando se ha declamado contra el fanatismo, buena parte de los
-protestantes y filsofos no se han olvidado de prodigar ese apodo
-la Iglesia catlica; y por cierto que debieran andar en ello con ms
-tiento, cuando menos en obsequio de la buena filosofa. Sin duda que
-la Iglesia no se gloriar de que haya podido curar todas las locuras
-de los hombres, y, por tanto, no pretender tampoco que de entre sus
-hijos haya podido desterrar de tal manera el fanatismo, que, de vez en
-cuando, no haya visto en su seno algunos fanticos; pero s que puede
-gloriarse de que jams religin alguna ha dado mejor en el blanco para
-curar, en cuanto cabe, este achaque del espritu humano; pudiendo,
-adems, asegurarse que tiene de tal manera tomadas sus medidas, que,
-en naciendo el fanatismo, le cerca desde luego con un vallado, en
-que podr delirar por algn tiempo, pero no producir efectos de
-consecuencias desastrosas.
-
-Esos extravos de la mente, esos sueos de delirio que, nutridos
-y avivados, con el tiempo arrastran al hombre las mayores
-extravagancias, y hasta los ms horrorosos crmenes, apganse por
-lo comn en su mismo origen, cuando existe en el fondo del alma el
-saludable convencimiento de la propia debilidad, y el respeto y
-sumisin una autoridad infalible; y, ya que veces no se logre
-sofocar el delirio en su nacimiento, qudase al menos aislado,
-circunscrito una porcin de hechos ms menos verosmiles, pero
-dejando intacto el depsito de la verdadera doctrina, y sin quebrantar
-aquellos lazos que unen y estrechan todos los fieles como miembros de
-un mismo cuerpo. Se trata de revelaciones, de visiones, de profecas,
-de xtasis? Mientras todo esto tenga un carcter privado, y no se
-extienda las verdades de fe, la Iglesia, por lo comn, disimula,
-tolera, se abstiene de entrometerse, calla, dejando los crticos la
-discusin de los hechos, y al comn de los fieles amplia libertad para
-pensar lo que ms les agrade. Pero, si toman las cosas un carcter ms
-grave, si el visionario entra en explicaciones sobre algunos puntos
-de doctrina, veris, desde luego, que se despliega el espritu de
-vigilancia; la Iglesia aplica atentamente el odo para ver si se mezcla
-por all alguna voz que se aparte de lo enseado por el divino Maestro;
-fija una mirada observadora sobre el nuevo predicador, por si hay algo
-que manifieste, al hombre alucinado y errante en materias de dogma,
-al lobo cubierto con piel de oveja; y, en tal caso, levanta desde luego
-el grito, advierte todos los fieles, del error, del peligro, y
-llama con la voz de pastor la oveja descarriada. Si sta no escucha,
-si no quiere seguir ms que sus caprichos, entonces la separa del
-rebao, la declara como lobo, y, de all en adelante, el error y el
-fanatismo ya no se hallan en ninguno que desee perseverar en el seno de
-la Iglesia.
-
-Por cierto que no dejarn los protestantes de echar en cara los
-catlicos la muchedumbre de visionarios que ha tenido la Iglesia,
-recordando las revelaciones y visiones de los muchos Santos que
-veneramos sobre los altares; echarnnos tambin en cara el fanatismo:
-fanatismo que dirn no haberse limitado estrecho crculo, pues que
-ha sido bastante producir los resultados ms notables. Los solos
-fundadores de las rdenes religiosas, dirn ellos, no ofrecen acaso
-el espectculo de una serie de fanticos que, alucinados ellos mismos,
-ejercan sobre los dems, con su palabra y ejemplo, la influencia ms
-fascinadora que jams se haya visto? Como no es ste el lugar de
-tratar por extenso el punto de las comunidades religiosas, cosa que me
-propongo hacer en otra parte de esta obra, me contentar con observar
-que, aun dando por supuesto que todas las visiones y revelaciones
-de nuestros Santos y las inspiraciones del cielo con que se crean
-favorecidos los fundadores de las rdenes religiosas, no pasaran de
-pura ilusin, nada tendran adelantado los adversarios para achacar
-la Iglesia catlica la nota de fanatismo. Por de pronto, ya se echa
-de ver que, en lo tocante visiones de un particular, mientras se
-circunscriban la esfera individual, podr haber all ilusin, y,
-si se quiere, fanatismo; pero no ser el fanatismo daoso nadie, y
-nunca alcanzar acarrear trastornos la sociedad. Que una pobre
-mujer se crea favorecida con particulares beneficios del cielo, que se
-figure oir con frecuencia la palabra de la Virgen, que se imagine que
-confabula con los ngeles, que le traen mensajes de parte de Dios; todo
-esto podr excitar la credulidad de unos y la mordacidad de otros; pero
- buen seguro que no costar la sociedad ni una gota de sangre, ni
-una sola lgrima.
-
-Y los fundadores de las rdenes religiosas qu muestras nos dan de
-fanatismo? Aun cuando prescindiramos del profundo respeto que se
-merecen sus virtudes, y de la gratitud con que debe corresponderles
-la humanidad por los beneficios inestimables que han dispensado;
-aun cuando diramos por supuesto que se engaaron en todas sus
-inspiraciones, podramos apellidarlos _ilusos_, ms no _fanticos_. En
-efecto: nada encontramos en ellos, ni de frenes, ni de violencia; son
-hombres que desconfan de s mismos; que, pesar de creerse llamados
-por el cielo para algn grande objeto, no se atreven poner manos
- la obra sin haberse postrado antes los pies del Sumo Pontfice,
-sometiendo su juicio las reglas en que pensaban cimentar la nueva
-orden, pidindole sus luces, sujetndose dcilmente su fallo, y no
-realizando nada sin haber obtenido su licencia. Qu semejanza hay,
-pues, de los fundadores de las rdenes religiosas con esos fanticos
-que arrastran en pos de s una muchedumbre de furibundos, que matan,
-destruyen por todas partes, dejando por doquiera regueros de sangre
-y de ceniza? En los fundadores de las rdenes religiosas vemos un
-hombre que, dominado fuertemente por una idea, se empea en llevarla
-cabo, aun costa de los mayores sacrificios; pero vemos siempre una
-idea fija, desenvuelta en un plan ordenado, teniendo la vista algn
-objeto altamente religioso y social; y, sobre todo, vemos ese plan
-sometido al juicio de una autoridad, examinado con madura discusin, y
-enmendado, retocado, segn parece ms conforme la prudencia. Para
-un filsofo imparcial, sean cuales fueren sus opiniones religiosas,
-podr haber en todo esto ms menos ilusin, ms menos preocupacin,
-ms menos prudencia y acierto; pero, fanatismo, no, de ninguna
-manera, porque nada hay aqu que presente semejante carcter.[12]
-
-
-
-
-CAPITULO IX
-
-
-El fanatismo de secta, nutrido y avivado en Europa por la _inspiracin
-privada_ del Protestantismo, es ciertamente una llaga muy profunda y
-de mucha gravedad; pero no tiene, sin embargo, un carcter tan maligno
-y alarmante como la incredulidad y la indiferencia religiosa: males
-funestos que las sociedades modernas tienen que agradecer en buena
-parte la pretendida reforma. Radicados en el mismo principio que es
-la base del Protestantismo; ocasionados y provocados por el escndalo
-de tantas y tan extravagantes sectas que se apellidan cristianas,
-empezaron manifestarse con sntomas de gravedad ya en el mismo siglo
-XVI. Andando el tiempo, llegaron extenderse de un modo terrible,
-filtrndose en todos los ramos cientficos y literarios, comunicando
-su expresin y sabor los idiomas, y poniendo en peligro todas las
-conquistas que en pro de la civilizacin y cultura haba hecho por
-espacio de muchos siglos el linaje humano.
-
-En el mismo siglo XVI, en el mismo calor de las disputas y guerras
-religiosas encendidas por el Protestantismo, cunda la incredulidad
-de un modo alarmante; y es probable que sera ms comn de lo que
-aparentaba, pues que no era fcil quitarse de repente la mscara,
-cuando, poco antes, estaban tan profundamente arraigadas las creencias
-religiosas. Es muy verosmil que andara disfrazada la incredulidad con
-el manto de la reforma; y que, ora alistndose bajo la bandera de una
-secta, ora pasando la de otra, tratara de enflaquecerlas todas
-para levantar su trono sobre la ruina universal de las creencias.
-
-No es necesario ser muy lgico para pasar del Protestantismo al
-Desmo, y de ste al Atesmo no hay ms que un paso; y es imposible
-que, al tiempo de la aparicin de los nuevos errores, no hubiese
-muchos hombres reflexivos que desenvolviesen el sistema hasta sus
-ltimas consecuencias. La religin cristiana, tal como la conciben
-los protestantes, es una especie de sistema filosfico ms menos
-razonable; pues que, examinada fondo, pierde el carcter de divina;
-y, en tal caso, cmo podr seorear un nimo que la reflexin y
-las meditaciones reuna espritu de independencia? Y, decir verdad,
-una sola ojeada sobre el comienzo del Protestantismo deba de arrojar
-hasta el escepticismo religioso todos los hombres que, no siendo
-fanticos, no estaban, por otra parte, aferrados con el ncora de la
-autoridad de la Iglesia; porque tal es el lenguaje y la conducta de
-los corifeos de las sectas, que brota naturalmente en el nimo una
-vehemente sospecha de que aquellos hombres se burlaban completamente de
-todas las creencias cristianas; que encubran su atesmo indiferencia
-asentando doctrinas extraas que pudieran servir de ensea para
-reunir proslitos; que extendan sus escritos con la ms insigne mala
-fe, encubriendo el prfido intento de alimentar en el nimo de sus
-secuaces el fanatismo de secta.
-
-Esto es lo que dictaba al padre del clebre Montagne el simple buen
-sentido, pues, aunque slo alcanz los primeros principios de la
-reforma, sabemos que deca: este principio de enfermedad degenerar en
-un execrable atesmo; testimonio notable, cuya conservacin debemos
- un escritor que, por cierto, no era apocado ni fantico: su hijo
-Montagne. (_Ensayos_, de Montagne, 1. 2, c. 12.) Tal vez no presagiara
-ese hombre, que con tanta cordura juzgaba la verdadera tendencia del
-Protestantismo, que fuese su hijo una confirmacin de sus predicciones;
-porque es bien sabido que Montagne fu uno de los primeros escpticos,
-que figuraron con gran nombrada en Europa. Por aquellos tiempos era
-menester andar con cuidado en manifestarse ateo indiferente, aun
-entre los mismos protestantes; pero, aun cuando sea fcil sospechar
-que no todos los incrdulos tendran el atrevimiento de Gruet, por
-cierto que no ha de costar trabajo el dar crdito al clebre toledano
-Chacn, cuando, al empezar el ltimo tercio del siglo XVII, deca que
-la hereja de los atestas, de los que nada creen, andaba muy vlida
-en Francia y en otras partes.
-
-Seguan ocupando la atencin de todos los sabios de Europa las
-controversias religiosas, y, entre tanto, la gangrena de la
-incredulidad avanzaba de un modo espantoso; por manera que, al
-promediar el siglo XVI, se conoce que el mal se presentaba bajo un
-aspecto alarmante. Quin no ha ledo con asombro los profundos
-pensamientos de Pascal sobre la indiferencia en materias de religin?
-quin no ha percibido en ellos aquel acento conmovido, que nace de la
-viva impresin causada en el nimo por la presencia de un mal terrible?
-
-Se conoce que la sazn estaban ya muy adelantadas las cosas, y que
-la incredulidad se hallaba ya muy cercana poder presentarse como
-una escuela que se colocara al lado de las dems que se disputaban la
-preferencia en Europa. Con ms menos disfraz habase ya presentado
-desde mucho tiempo en el socinianismo; pero esto no era bastante,
-porque el socinianismo llevaba al menos el nombre de una secta
-religiosa, y la religin empezaba sentirse demasiado fuerte para que
-no pudiera apellidarse ya con su propio nombre.
-
-El ltimo tercio del siglo XVII nos presenta una crisis muy notable con
-respecto la religin: crisis que tal vez no ha sido bien reparada,
-pero que se di conocer por hechos muy palpables. Esta crisis fu
-un cansancio de las disputas religiosas marcada en dos tendencias
-diametralmente opuestas, y, sin embargo, muy naturales: _la una hacia
-el Catolicismo, la otra hacia el Atesmo_.
-
-Bien sabido es cunto se haba disputado hasta aquella poca sobre
-la religin: las controversias religiosas eran el gusto dominante,
-bastando decir que no formaban solamente la ocupacin favorita de los
-escolsticos, as catlicos como protestantes, sino tambin de los
-sabios seculares; habiendo penetrado esa aficin hasta en los palacios
-de los prncipes y reyes. Tanta controversia deba naturalmente
-descubrir el vicio radical del Protestantismo; y, no pudiendo
-mantenerse firme el entendimiento en un terreno tan resbaladizo, haba
-de esforzarse en salir de l, bien llamando en su apoyo el principio
-de autoridad, bien abandonndose al atesmo una completa
-indiferencia. Estas dos tendencias se hicieron sentir de una manera
-nada equvoca; y as es que, mientras Bayle crea la Europa bastante
-preparada para que pudiera abrirse ya en medio de ella una ctedra de
-incredulidad y de escepticismo, se haba entablado seria y animada
-correspondencia para la reunin de los disidentes de Alemania al gremio
-de la Iglesia catlica.
-
-Conocidas son de todos los eruditos las contestaciones que mediaron
-entre el luterano Molano, abate de Lockum, y Cristbal, obispo de
-Tyna, y despus de Neustad; y para que no faltase un monumento del
-carcter grave que haban tomado las negociaciones, se conserva an la
-correspondencia motivada por este asunto, entre dos hombres de los
-ms insignes que se contaban en Europa en ambas comuniones: Bossuet
-y Leibnitz. No haba llegado an el feliz momento, y consideraciones
-polticas que debieran desaparecer la vista de tamaos intereses,
-ejercieron maligna influencia sobre la grande alma de Leibnitz, para
-que no conservara en el curso de la discusin y de las negociaciones
-aquella sinceridad y buena fe y aquella elevacin de miras con que al
-parecer haba comenzado. Aunque no surtiese buen efecto la negociacin,
-el slo haberse entablado indica ya bastante que era muy grande el
-vaco descubierto en el Protestantismo, cuando los dos hombres ms
-clebres de su comunin, Molano y Leibnitz, se atrevan ya dar
-pasos tan adelantados: y sin duda deban de ver en la sociedad que
-los rodeaba abundantes disposiciones para la reunin al gremio de
-la Iglesia, pues no de otra manera se hubieran comprometido en una
-negociacin de tanta importancia.
-
-Allguese todo esto la declaracin de la universidad luterana de
-Helmstad en favor de la religin catlica, y las nuevas tentativas
-hechas favor de la reunin por un prncipe protestante que se dirigi
-al Papa Clemente XI, y tendremos vehementes indicios de que la reforma
-se senta ya herida de muerte; y que, si obra tan grande hubiese Dios
-querido que tuviera alguna apariencia de depender en algo de la mano
-del hombre, tal vez no fuera ya entonces imposible que, fuerza de la
-conviccin que de lo ruinoso del sistema protestante se haban formado
-sus sabios ms ilustres, se adelantase no poco para cicatrizar las
-llagas abiertas la unidad religiosa por los perturbadores del siglo
-XVI.
-
-Pero el Eterno, en la altura de sus designios, lo tena destinado de
-otra manera; y, permitiendo que la corriente de los espritus tomase
-la direccin ms extraviada y perversa, quiso castigar al hombre con
-el fruto de su orgullo. No fu la propensin la unidad la que domin
-en el siglo inmediato, sino el gusto por una filosofa escptica,
-indiferente con respecto todas las religiones, pero muy enemiga
-en particular de la catlica. Cabalmente la sazn se combinaban
-influencias muy funestas para que la tendencia hacia la unidad pudiese
-alcanzar su objeto; eran ya innumerables las fracciones en que se
-haban dividido y subdividido las sectas protestantes: y esto, si bien
-es verdad que debilitaba al Protestantismo, sin embargo, estando l
-como estaba difundido por la mayor parte de Europa, haba inoculado
-el germen de la duda religiosa en la sociedad europea; y, como no
-quedaba ya verdad que no hubiera sufrido ataques, ni caba imaginar
-error ni desvaro que no tuviera sus apstoles y proslitos, era muy
-peligroso que cundiera en los nimos aquel cansancio y desaliento,
-que viene siempre en pos de los grandes esfuerzos hechos intilmente
-para la consecucin de un objeto, y aquel fastidio que se engendra con
-interminables disputas y chocantes escndalos.
-
-Para colmo de infortunio, para llevar al ms alto punto el cansancio y
-fastidio, sobrevino una nueva desgracia, que produjo los ms funestos
-resultados. Combatan con gran denuedo y con notable ventaja los
-adalides del Catolicismo contra las innovaciones religiosas de los
-protestantes: las lenguas, la historia, la crtica, la filosofa, todo
-cuanto tiene de ms precioso, de ms rico y brillante el humano saber,
-todo se haba desplegado con el mayor aparato en esa gran palestra; y
-los grandes hombres que por doquiera se vean figurar en los puestos
-ms avanzados de los defensores de la Iglesia catlica, parecan
-consolarla algn tanto de las lamentables prdidas que le haban hecho
-sufrir las turbulencias del siglo XVI, cuando he aqu que, mientras
-estrechaba en sus brazos tantos hijos predilectos que se gloriaban
-de este nombre, not con pasmosa sorpresa que algunos de stos se
-le presentaban en ademn hostil, bien que solapado: y al travs de
-palabras mal encubiertas, y de una conducta mal disfrazada, no le
-fu difcil reparar que trataban de herirla con herida de muerte.
-Protestando siempre la sumisin y la obediencia, pero sin someterse
-ni obedecer jams; resistiendo siempre la autoridad de la Iglesia,
-ensalzando, empero, de continuo esa misma autoridad de origen divino;
-encubriendo sagazmente el odio todas las leyes instituciones
-existentes, con la apariencia del celo por el restablecimiento de la
-antigua doctrina; zapando los cimientos de la moral, al paso que se
-mostraban entusiastas encarecedores de su pureza; disfrazando con falsa
-humildad y afectada modestia la hipocresa y el orgullo, llamando
-firmeza la obstinacin, y entereza de conciencia la ceguedad
-refractaria, presentaban esos rebeldes el aspecto ms peligroso que
-jams haba presentado hereja alguna; y sus palabras de miel, su
-estudiado candor, el gusto por la antigedad, el brillo de erudicin
-y de saber, hubieran sido parte deslumbrar los ms avisados, si
-desde un principio no se hubiesen distinguido ya los novadores con
-el carcter eterno infalible de toda secta de error: _el odio la
-autoridad_.
-
-Luchaban, empero, de vez en cuando, con los enemigos declarados de
-la Iglesia, defendan con mucho aparato de doctrina la verdad de los
-sagrados dogmas, citaban con respeto y deferencia los escritos de
-los Santos Padres, manifestaban acatar las tradiciones y venerar las
-decisiones conciliares y pontificias; y, teniendo siempre la extraa
-pretensin de apellidarse catlicos, por ms que lo desmintieran con
-sus palabras y conducta; no abandonando jams la peregrina ocurrencia,
-que tuvieron desde su principio, de negar la existencia de su secta,
-ofrecan los incautos el funesto escndalo de una disensin
-dogmtica, que pareca estar en el mismo seno del Catolicismo.
-Declarbalos herejes la Cabeza de la Iglesia, todos los verdaderos
-catlicos acataban profundamente la decisin del Vicario de Jesucristo,
-y de todos los ngulos del orbe catlico se levantaba unnimemente un
-grito que pronunciaba anatemas contra quien no escuchara al sucesor de
-Pedro; pero ellos, empeados en negarlo todo, en eludirlo todo, en
-tergiversarlo todo, mostrbanse siempre como una porcin de catlicos
-oprimidos por el espritu de _relajacin, de abusos y de intriga_.
-
-Faltaba ese nuevo escndalo para que acabasen de extraviarse los
-nimos, y para que la gangrena fatal que iba cundiendo por la sociedad
-europea, se desarrollase con la mayor rapidez, presentando los
-sntomas ms terribles y alarmantes. Tanto disputar sobre la religin,
-tanta muchedumbre y variedad de sectas, tanta animosidad entre los
-adversarios que figuraban en la arena, debieron por fin disgustar de
-la religin misma aquellos que no estaban aferrados en el ncora de
-la autoridad; y, para que la indiferencia pudiera erigirse en sistema,
-el atesmo en dogma y la impiedad en moda, slo faltaba un hombre
-bastante laborioso para recoger, reunir y presentar en cuerpo los
-infinitos materiales que andaban dispersos en tantas obras; que supiera
-baarlos con un tinte filosfico acomodado al gusto que empezaba
-cundir entonces, comunicando al sofisma y la declamacin aquella
-fisonoma seductora, aquel giro engaoso, aquel brillo deslumbrador,
-que aun en medio de los mayores extravos se encuentran siempre en las
-producciones del genio. Este hombre se present: era Bayle; y el ruido
-que meti en el mundo su clebre _Diccionario_, y el curso que tuvo
-desde luego, manifestaron bien las claras que el autor haba sabido
-comprender toda la oportunidad del momento.
-
-El _Diccionario_ de Bayle es una de aquellas obras que, aun
-prescindiendo de su mayor menor mrito cientfico y literario,
-forman, no obstante, muy notable poca; porque se recoge en ellas el
-fruto de lo pasado y se desenvuelven con toda claridad los pliegues
-de un extenso porvenir. En tales casos no figura el autor tanto por
-su mrito, como por haberse sabido colocar en el verdadero puesto
-para ser el representante de ideas que de antemano estaban ya muy
-esparcidas en la sociedad, por ms que anduvieran fluctuantes, sin
-direccin fija, como marchando al acaso. El solo nombre del autor
-recuerda entonces una vasta historia, porque l es la personificacin
-de ellas. La publicacin de la obra de Bayle puede mirarse como la
-inauguracin solemne de la ctedra de incredulidad en medio de Europa.
-Los sofistas del siglo XVIII tuvieron la mano un abundante repertorio
-para proveerse de toda clase de hechos y argumentos; y, para que
-nada faltase, para que pudieran rehabilitar los cuadros envejecidos,
-avivarse los colores anublados, y esparcirse por doquiera los encantos
-de la imaginacin y las agudezas del ingenio; para que no faltara la
-sociedad un director que la condujera por un sendero cubierto de flores
-hasta el borde del abismo, apenas haba descendido Bayle al sepulcro,
-ya brillaba sobre el horizonte literario un mancebo cuyos grandes
-talentos competan con su malignidad y osada: era Voltaire.
-
-Necesario ha sido conducir al lector hasta la poca que acabo de
-apuntar, porque tal vez no se hubiera imaginado la influencia que tuvo
-el Protestantismo en engendrar y arraigar en Europa la irreligin,
-el atesmo, y esa indiferencia fatal que tantos daos acarrea las
-sociedades modernas. No es mi nimo el tachar de impos todos
-los protestantes: y reconozco gustoso la entereza y tesn con que
-algunos de sus sabios ms ilustres se han opuesto al progreso de la
-impiedad. No ignoro que los hombres adoptan veces un principio
-cuyas consecuencias rechazan, y que entonces sera una injusticia el
-colocarlos en la misma clase de aquellos que defienden las claras
-esas mismas consecuencias; pero tambin s que, por ms que se resistan
-los protestantes confesar que su sistema conduzca al atesmo, no deja
-por ello de ser muy cierto: pueden exigirme que yo no culpe en este
-punto sus intenciones, mas no quejarse de que haya desenvuelto hasta
-las ltimas consecuencias su principio fundamental, no desvindome
-nunca de lo que nos ensean acordes la filosofa y la historia.
-
-Bosquejar, ni siquiera rpidamente, lo que sucedi en Europa desde
-la poca de la aparicin de Voltaire, sera trabajo por cierto bien
-intil, pues que son tan recientes los hechos y andan tan vulgares
-los escritos sobre esa materia, que, si quisiera entrar en ella,
-difcilmente podra evitar la nota de copiante. Llenar, pues, ms
-cumplidamente mi objeto presentando algunas reflexiones sobre el estado
-actual de la religin en los dominios de la pretendida reforma.
-
-En medio de tantos sacudimientos y trastornos, en el vrtigo comunicado
- tantas cabezas, cuando han vacilado los cimientos de todas las
-sociedades, cuando se han arrancado de cuajo las ms robustas y
-arraigadas instituciones, cuando la misma verdad catlica slo
-ha podido sostenerse con el manifiesto auxilio de la diestra del
-Omnipotente, fcil es calcular cun malparado debe de estar el flaco
-edificio del Protestantismo, expuesto, como todo lo dems, tan recios
-y duros ataques.
-
-Nadie ignora las innumerables sectas que hormiguean en toda la
-extensin de la Gran Bretaa, la situacin deplorable de las creencias
-entre los protestantes de Suiza, aun con respecto los puntos ms
-capitales; y, para que no quedase ninguna duda sobre el verdadero
-estado de la religin protestante en Alemania, es decir, en su pas
-natal, en aquel pas donde se haba establecido como en su patrimonio
-ms predilecto, el ministro protestante barn de Starch ha tenido
-cuidado de decirnos que _en Alemania no hay ni un solo punto de la fe
-cristiana que no se vea atacado abiertamente por los mismos ministros
-protestantes_. Por manera que el verdadero estado del Protestantismo
-me parece viva y exactamente retratado en la peregrina ocurrencia de
-J. Heyer, ministro protestante: public J. Heyer en 1818 una obra que
-se titula _Ojeada sobre las confesiones de fe_, y, no sabiendo cmo
-desentenderse de los embarazos que para los protestantes presenta la
-adopcin de un smbolo, propone un expediente muy sencillo, que, por
-cierto, allana todas las dificultades, y es: _desecharlos todos_.
-
-El nico medio que tiene de conservarse el Protestantismo, es falsear,
-en cuanto le sea posible, su principio fundamental; es decir, apartar
- los pueblos de la va del examen, haciendo que permanezcan adheridos
- las creencias que se les han transmitido con la educacin, y no
-dejndoles que adviertan la inconsecuencia en que caen, cuando se
-someten la autoridad de un simple particular, mientras resisten la
-autoridad de la Iglesia catlica. Pero no es ste cabalmente el camino
-que llevan las cosas, y, por ms que tal vez se propusieran seguirle
-algunos de los protestantes, las solas sociedades bblicas que con
-un ardor digno de mejor causa trabajan para extender entre todas las
-clases la lectura de la Biblia, son un poderoso obstculo para que
-pueda adormecerse el nimo de los pueblos. Esta difusin de la Biblia
-es una perenne apelacin al examen particular, al espritu privado;
-ella acabar de disolver lo que resta del Protestantismo, bien que,
-al propio tiempo, prepara tal vez las sociedades das de luto y de
-llanto. No se ha ocultado todo esto los protestantes, y algunos de
-los ms notables entre ellos han levantado ya la voz, y advertido del
-peligro.[13]
-
-
-
-
-CAPITULO X
-
-
-Quedando demostrada hasta la evidencia la intrnseca debilidad del
-Protestantismo, ocurre naturalmente una cuestin: cmo es que,
-siendo tan flaco por el vicio radical de su constitucin misma, no
-haya desaparecido completamente? Llevando un germen de muerte en su
-propio seno, cmo ha podido resistir dos adversarios tan poderosos
-como la religin catlica, por una parte, y la irreligin y el
-atesmo, por otra? Para satisfacer cumplidamente esta pregunta, es
-necesario considerar el Protestantismo bajo dos aspectos: bien en
-cuanto significa una creencia determinada, bien en cuanto expresa
-un conjunto de sectas, que, teniendo la mayor diferencia entre s,
-estn acordes en apellidarse cristianas, conservar alguna sombra de
-cristianismo, desechando, empero, la autoridad de la Iglesia. Es
-menester considerarle bajo estos dos aspectos, ya que es bien sabido
-que sus fundadores, no slo se empearon en destruir la autoridad y
-los dogmas de la Iglesia romana, sino que procuraron tambin formar
-un sistema de doctrina que pudiera servir como de smbolo sus
-proslitos. Por lo que toca al primer aspecto, el Protestantismo
-ha desaparecido ya casi enteramente, , mejor diremos, desapareci
-al nacer, si es que pueda decirse que llegase ni formarse. Harto
-queda evidenciada esta verdad con lo que llevo expuesto sobre sus
-variaciones, y su estado actual en los varios pases de Europa;
-viniendo el tiempo confirmar cun equivocados anduvieron los
-pretendidos reformadores, cuando se _imaginaron poder fijar las
-columnas de Hrcules del espritu humano_, segn la expresin de una
-escritora protestante: Madama de Stal.
-
-Y, en efecto, las doctrinas de Lutero y de Calvino, quin las defiende
-ahora? quin respeta los lindes que ellos prefijaron? Entre todas las
-Iglesias protestantes, hay alguna que se d conocer por su celo
-ardiente en la conservacin de estos de aquellos dogmas? cul es
-el protestante que no se ra de la _divina_ misin de Lutero, y que
-crea que el Papa es el Anticristo? Quin entre ellos vela por la
-pureza de la doctrina? quin califica los errores? quin se opone
-al torrente de las sectas? El robusto acento de la conviccin, el
-celo de la verdad, se deja percibir ya, ni en sus escritos, ni en sus
-plpitos? Qu diferencia tan notable cuando se comparan las Iglesias
-protestantes con la Iglesia catlica! Preguntadla sobre sus creencias,
-y oiris de la boca del Sucesor de San Pedro, de Gregorio XVI, lo mismo
-que oy Lutero de la boca de Len X; y cotejad la doctrina de Len X
-con la de sus antecesores, y os hallaris conducidos por va recta,
-siempre por un mismo camino, hasta los Apstoles, hasta Jesucristo.
-Intentis impugnar un dogma? enturbiis la pureza de la moral? La
-voz de los antiguos Padres tronar contra vuestros extravos; y,
-estando en el siglo XIX, creeris que se han alzado de sus tumbas
-los antiguos Leones y Gregorios. Si es flaca vuestra voluntad,
-encontraris indulgencia; si es grande vuestro mrito, se os prodigarn
-consideraciones; si es elevada vuestra posicin social, se os tratar
-con miramiento; pero, si abusando de vuestros talentos queris
-introducir alguna novedad en la doctrina, si valindoos de vuestro
-podero queris exigir alguna capitulacin en materias de dogma, si
-para evitar disturbios, prevenir escisiones, conciliar los nimos,
-demandis una transaccin, , al menos, una explicacin ambigua: _eso
-no, jams_, os responder el Sucesor de San Pedro; _eso no, jams: la
-fe es un depsito sagrado que nosotros no podemos alterar; la verdad
-es inmutable, es una_; y la voz del Vicario de Jesucristo, que
-desvanecer todas vuestras esperanzas, se unirn las voces de nuevos
-Atanasios, Naciancenos, Ambrosios, Jernimos y Agustinos. Siempre
-la misma firmeza en la misma fe, siempre la misma invariabilidad,
-siempre la misma energa para conservar intacto el depsito sagrado,
-para defenderle contra los ataques del error, para ensearle en
-toda su pureza los fieles, para transmitirle sin mancha las
-generaciones venideras. Ser eso obstinacin, ceguera, fanatismo?
-Ah! El transcurso de 18 siglos, las revoluciones de los imperios, los
-trastornos ms espantosos, la mayor variedad de ideas y costumbres,
-las persecuciones de las potestades de la tierra, las tinieblas de
-la ignorancia, los embates de las pasiones, las luces de la ciencia,
-nada hubiera sido bastante para alumbrar esa ceguera, ablandar esa
-terquedad, enfriar ese fanatismo? Sin duda que un protestante pensador,
-uno de aquellos que sepan elevarse sobre las preocupaciones de la
-educacin, al fijar la vista en ese cotejo, cuya variedad y exactitud
-no podr menos de reconocer, si es que tenga instruccin sobre la
-materia, sentir vehementes dudas sobre la verdad de la enseanza
-que ha recibido; y que desear, cuando menos, examinar de cerca ese
-prodigio que tan de bulto se presenta en la Iglesia catlica. Pero
-volvamos al intento.
-
- pesar de la disolucin que ha cundido de un modo tan espantoso entre
-las sectas protestantes, pesar de que en adelante ir cundiendo
-todava ms, no obstante, hasta que llegue el momento de reunirse los
-disidentes la Iglesia catlica, nada extrao es que no desaparezca
-enteramente el Protestantismo, mirado como un conjunto de sectas
-que conservan el nombre y algn rastro de cristianas. Para que esto
-no sucediera as, sera menester, que los pueblos protestantes se
-hundiesen completamente en la irreligin y en el atesmo, bien que
-ganase terreno entre ellos alguna otra religin de las que se hallan
-establecidas en otras partes de la tierra. Uno y otro extremo es
-imposible, y he aqu la causa por que se conserva, y se conservar bajo
-una otra forma, el falso cristianismo de los protestantes, hasta que
-vuelvan al redil de la Iglesia.
-
-Desenvolvamos con alguna extensin estos pensamientos. Por qu los
-pueblos protestantes no se hundirn enteramente en la irreligin y en
-el atesmo, en la indiferencia? Porque todo esto puede suceder con
-respecto un individuo, mas no con respecto un pueblo. fuerza
-de lecturas corrompidas, de meditaciones extravagantes, de esfuerzos
-continuados, puede uno que otro individuo sofocar los ms vivos
-sentimientos de su corazn, acallar los clamores de su conciencia, y
-desentenderse de las preciosas amonestaciones del sentido comn; pero,
-un pueblo, no: un pueblo conserva siempre un gran fondo de candor y
-docilidad, que, en medio de los ms funestos extravos, y aun de los
-crmenes ms atroces, le hace prestar atento odo las inspiraciones
-de la naturaleza. Por ms corrompidos que sean los hombres en sus
-costumbres, son siempre pocos los que de propsito han luchado mucho
-consigo mismos para arrancar de sus corazones aquel abundante germen de
-buenos sentimientos, aquel precioso semillero de buenas ideas, con que
-la mano prvida del Criador ha cuidado de enriquecer nuestras almas.
-La expansin del fuego de las pasiones produce, es verdad, lamentables
-desvanecimientos, tal vez explosiones terribles; pero, pasado el calor,
-el hombre vuelve entrar en s mismo, y deja de nuevo accesible su
-alma, los acentos de la razn y de la virtud. Estudiando con atencin
- la sociedad, se nota que, por fortuna, es poco abundante aquella
-casta de hombres que se hallan como pertrechados contra los asaltos
-de la verdad y del bien; que responden con una frvola cavilacin
-las reconvenciones del buen sentido; que oponen un fro estoicismo
- las ms dulces y generosas inspiraciones de la naturaleza, y que
-ostentan, como modelo de filosofa, de firmeza y de elevacin de alma,
-la ignorancia, la obstinacin y la aridez de un corazn helado. El
-comn de los hombres es ms sencillo, ms cndido, ms natural; y, por
-tanto, mal puede avenirse con un sistema de atesmo de indiferencia.
-Podr semejante sistema seorearse del orgulloso nimo de algn
-sabio soador, podr cundir como una conviccin muy cmoda en las
-disposiciones de la mocedad; en tiempos muy revueltos, podr extenderse
- un cierto crculo de cabezas volcnicas; pero, establecerse
-tranquilamente en medio de una sociedad, formar su estado normal, eso
-no suceder jams.
-
-No, mil veces no: un individuo puede ser irreligioso; la familia y
-la sociedad no lo sern jams. Sin una base donde pueda encontrar su
-asiento el edificio social, sin una idea grande, matriz, de donde
-nazcan las de razn, virtud, justicia, obligacin, derecho, ideas
-todas tan necesarias la existencia y conservacin de la sociedad
-como la sangre y el nutrimiento la vida del individuo, la sociedad
-desaparecera; y sin los dulcsimos lazos con que traban los miembros
-de la familia las ideas religiosas, sin la celeste harmona que
-esparcen sobre todo el conjunto de sus relaciones, la familia deja de
-existir, , cuando ms, es un nudo grosero, momentneo, semejante en
-un todo la comunicacin de los brutos. Afortunadamente ha favorecido
-Dios todos los seres con un maravilloso instinto de conservacin,
-y, guiadas por ese instinto, la familia y la sociedad rechazan
-indignadas aquellas ideas degradantes, que, secando con su maligno
-aliento todo jugo de vida, quebrantando todos los lazos y trastornando
-toda economa, las haran retrogradar de golpe hasta la ms abyecta
-barbarie, y acabaran por dispersar sus miembros, como al impulso del
-viento se dispersan los granos de arena, por no tener entre s ni apego
-ni enlace.
-
-Ya que no la consideracin del hombre y de la sociedad, al menos las
-repetidas lecciones de la experiencia debieran haber desengaado
- ciertos filsofos de que las ideas y sentimientos grabados en
-el corazn por el dedo del Autor de la naturaleza, no son para
-desarraigados con declamaciones y sofismas; y, si algunos efmeros
-triunfos han podido alguna vez engreirlos, dndoles exageradas
-esperanzas sobre el resultado de sus esfuerzos, el curso de las ideas
-y de los sucesos ha venido luego manifestarles que, cuando cantaban
-alborozados su triunfo, se parecan al insensato que se lisonjeara de
-haber desterrado del mundo el amor maternal, porque hubiese llegado
-desnaturalizar el corazn de algunas madres.
-
-La sociedad, y cuenta que no digo el pueblo ni la plebe; la sociedad,
-si no es religiosa, ser supersticiosa; si no cree cosas razonables,
-las creer extravagantes; si no tiene una religin bajada del cielo,
-la tendr forjada por los hombres; pretender lo contrario, es un
-delirio; luchar contra esa tendencia, es luchar contra una ley eterna;
-esforzarse en contenerla, es interponer una dbil mano para detener el
-curso de un cuerpo que corre con fuerza inmensa: la mano desaparece y
-el cuerpo sigue su curso. Llmesela supersticin, fanatismo, seduccin,
-todo podr ser bueno para desahogar el despecho de verse burlado; pero
-no es ms que amontonar nombres, y azotar el viento.
-
-Siendo, como es, la religin una verdadera necesidad, tenemos ya
-la explicacin de un fenmeno que nos ofrecen la historia y la
-experiencia, y es que la religin nunca desaparece enteramente; y que,
-en llegando el caso de una mudanza, las dos religiones rivales luchan
-ms menos tiempo sobre el mismo terreno, ocupando progresivamente
-la una los dominios que va conquistando de la otra. De aqu sacaremos
-tambin que, para desaparecer enteramente el Protestantismo, sera
-necesario que se pusiese en su lugar alguna otra religin; y que, no
-siendo esto posible durante la civilizacin actual, menos que no sea
-la catlica, irn siguiendo las sectas protestantes ocupando con ms
-menos variaciones el pas que han conquistado.
-
-Y, en efecto, en el estado actual de la civilizacin de las sociedades
-protestantes, es acaso posible que ganen terreno entre ellas, ni las
-necedades del Alcorn, ni las groseras de la idolatra?
-
-Derramado como est el espritu del Cristianismo por las venas de
-las sociedades modernas, impreso su sello en todas las partes de la
-legislacin, esparcidas sus luces sobre todo linaje de conocimientos,
-mezclado su lenguaje con todos los idiomas, reguladas por sus
-preceptos las costumbres, marcada su fisonoma hasta en los hbitos
-y modales, rebosando de sus inspiraciones todos los monumentos del
-genio, comunicado su gusto todas las bellas artes; en una palabra,
-filtrado, por decirlo as, el Cristianismo en todas las partes de esa
-civilizacin tan grande, tan variada y fecunda de que se gloran las
-sociedades modernas, cmo era posible que desapareciese hasta el
-nombre de una religin, que su venerable antigedad reune tantos
-ttulos de gratitud, tantos lazos, tantos recuerdos? Cmo era posible
-que encontrara acogida en medio de las sociedades cristianas ninguna de
-esas otras religiones, que primera vista muestran, desde luego, el
-dedo del hombre; que primera vista manifiestan como distintivo un
-sello grosero, donde est escrito _degradacin_ y _envilecimiento_? Aun
-cuando el principio fundamental del Protestantismo zape los cimientos
-de la religin cristiana, por ms que desfigure su belleza, y rebaje
-su majestad sublime; sin embargo, con tal que se conserven algunos
-vestigios de Cristianismo, con tal que se conserve la idea que ste nos
-da de Dios, y algunas mximas de su moral, estos vestigios valen ms,
-se elevan mucha mayor altura, que todos los sistemas filosficos, que
-todas las otras religiones de la tierra.
-
-He aqu por qu ha conservado el Protestantismo alguna sombra de
-religin cristiana: no es otra la causa, sino que era imposible
-que desapareciese del todo el nombre cristiano, atendido el estado
-de las naciones que tomaron parte en el cisma; y he aqu cmo no
-debemos buscar la razn en ningn principio de vida entraado por la
-pretendida reforma. Adanse todo esto los esfuerzos de la poltica,
-el natural apego de los ministros sus propios intereses, el ensanche
-con que lisonjea al orgullo la falta de toda autoridad, los restos
-de preocupaciones antiguas, el poder de la educacin, y otras causas
-semejantes, y se tendr completamente resuelta la cuestin; y no
-parecer nada extrao que vaya siguiendo el Protestantismo ocupando
-muchos de los pases en que, por fatales combinaciones, alcanz
-establecimiento y arraigo.
-
-
-
-
-CAPITULO XI
-
-
-No hay mejor prueba de la profunda debilidad entraada por el
-Protestantismo, considerado como cuerpo de doctrina, que la escasa
-influencia que ha ejercido sobre la civilizacin europea, por medio de
-sus doctrinas positivas. Llamo doctrinas positivas aquellas en que ha
-procurado establecer un dogma propio, y de esta manera las distingo
-de las dems, que podramos llamar negativas, porque no consisten en
-otra cosa que en la negacin de la autoridad. Estas ltimas, como muy
-conformes la inconstancia y volubilidad del espritu humano, han
-encontrado acogida; pero, las dems, no; todo ha desaparecido con sus
-autores, todo se ha sepultado en el olvido. Si algo se ha conservado de
-cristianismo entre los protestantes, ha sido solamente aquello que era
-indispensable para que la civilizacin europea no perdiera eternamente
-su naturaleza y carcter; por manera que aquellas doctrinas que tenan
-una tendencia demasiado directa desnaturalizar completamente esa
-civilizacin, la civilizacin las ha rechazado; mejor diremos, las ha
-despreciado.
-
-Hay en esta parte un hecho muy digno de llamar la atencin, y en
-que, sin embargo, quizs no se haya reparado, y es lo acontecido con
-respecto la doctrina de los primeros novadores relativa la libertad
-humana. Bien sabido es que uno de los primeros y ms capitales errores
-de Lutero y Calvino consista en negar el libre albedro, hallndose
-consignado esta su funesta enseanza en las obras que de ellos nos
-han quedado. Esta doctrina parece que deba conservarse con crdito
-entre los protestantes, y que deba ser sostenida con tesn, pues que
-regularmente as acontece cuando se trata de aquellos errores que han
-servido como de primer ncleo para la formacin de una secta. Parece,
-adems, que, habiendo alcanzado el Protestantismo tanta extensin y
-arraigo en varias naciones de Europa, esa doctrina fatalista deba
-tambin influir mucho en la legislacin de las naciones protestantes;
-y cosa admirable! nada de esto ha sucedido; y las costumbres europeas
-la han despreciado, la legislacin no la ha tomado por base, y la
-sociedad no se ha dejado dominar ni dirigir por un principio que zapaba
-todos los cimientos de la moral, y que, si hubiese sido aplicado las
-costumbres y la legislacin, hubiera reemplazado la civilizacin y
-dignidad europeas con la barbarie y abyeccin musulmana.
-
-Sin duda que no han faltado individuos corrompidos por tan funesta
-doctrina; sin duda que no han faltado sectas ms menos numerosas
-que la han reproducido; y no puede negarse tampoco que sean de mucha
-consideracin las llagas abiertas por ella la moralidad de algunos
-pueblos. Pero es cierto tambin que, en la generalidad de la gran
-familia europea, los gobiernos, los tribunales, la administracin, la
-legislacin, las ciencias, las costumbres, no han dado odos esa
-horrible enseanza de Lutero, en que se despoja al hombre de su libre
-albedro, en que se hace Dios autor del pecado, en que se descarga
-sobre el Criador toda la responsabilidad de los delitos de la criatura
-humana, en que se le presenta como un tirano, pues que se afirma que
-sus preceptos son imposibles, en que se confunden monstruosamente
-las ideas de bien y de mal, y se embota el estmulo de toda virtud,
-asegurando que basta la fe para salvarse, que todas las obras de los
-justos son pecados.
-
-La razn pblica, el buen sentido, las costumbres, se pusieron en este
-punto de parte del Catolicismo; y los mismos pueblos que abrazaron en
-teora religiosa esas funestas doctrinas, las desecharon por lo comn
-en la prctica; porque era demasiado profunda la impresin que en
-esos puntos capitales les haba dejado la enseanza catlica, porque
-era demasiado vivo el instinto de civilizacin que de las doctrinas
-catlicas se haba comunicado la sociedad europea. As fu como la
-Iglesia catlica, rechazando esos funestos errores difundidos por
-el Protestantismo, preservaba la sociedad del envilecimiento que
-consigo traen las mximas fatalistas; se constitua en barrera contra
-el despotismo, que se entroniza siempre en medio de los pueblos que
-han perdido el sentimiento de su dignidad; era un dique contra la
-desmoralizacin, que cunde necesariamente cuando el hombre se cree
-arrastrado por la ciega fatalidad, como por una cadena de hierro; as
-libertaba al espritu de aquel abatimiento en que se postra cuando se
-ve privado de dirigir su propia conducta, y de influir en el curso
-de los acontecimientos. As fu como el Papa, condenando esos errores
-de Lutero que formaban el ncleo del naciente Protestantismo, di un
-grito de alarma contra una irrupcin de barbarie en el orden de las
-ideas, salvando de esta manera la moral, las leyes, el orden pblico,
-la sociedad; as fu como el Vaticano conserv la dignidad del hombre,
-asegurndole el noble sentimiento de la libertad en el santuario de la
-conciencia; as fu como la ctedra de Roma, luchando con las ideas
-protestantes, y defendiendo el sagrado depsito que le confiara el
-Divino Maestro, era, al propio tiempo, el numen tutelar del porvenir de
-la civilizacin.
-
-Reflexionad sobre esas grandes verdades, entendedlas bien vosotros que
-hablis de las _disputas religiosas_ con esa fra indiferencia, con
-esos visos de burla y de compasin, como si nunca se tratase de otra
-cosa que de frivolidades de escuela. Los pueblos _no viven de slo
-pan_; viven tambin de ideas, de mximas que, convertidas en jugo,
-les comunican grandeza, vigor y lozana, los debilitan, los postran,
-los condenan la nulidad y al embrutecimiento. Tended la vista por la
-faz del globo, recorred los perodos de la historia de la humanidad,
-comparad tiempos con tiempos, naciones con naciones, y veris que,
-dando la Iglesia catlica tan alta importancia la conservacin de la
-verdad en las materias ms transcendentales, y no transigiendo nunca en
-punto ella, ha comprendido y realizado mejor que nadie la elevada y
-saludable mxima de que la verdad debe ser la reina del mundo, de que
-del orden de las ideas depende el orden de los hechos y de que, cuando
-se agitan cuestiones sobre las grandes verdades, se interesan en esas
-cuestiones los destinos de la humanidad.
-
-Resumamos lo dicho: el principio esencial del Protestantismo es un
-principio disolvente: ah est la causa de sus variaciones incesantes,
-ah est la causa de su disolucin y aniquilamiento. Como religin
-particular ya no existe porque no tiene ningn dogma propio, ningn
-carcter positivo, ninguna economa, nada de cuanto se necesita para
-formar un ser: es una verdadera negacin. Todo lo que se encuentra en
-l que pueda apellidarse positivo, no es ms que vestigios, ruinas;
-todo est sin fuerza, sin accin, sin espritu de vida. No puede
-mostrar un edificio que haya levantado por su mano, no puede colocarse
-en medio de esas obras inmensas entre las cuales puede situarse con
-tanta gloria el Catolicismo, y decir: _esto es mo_. El Protestantismo
-puede slo sentarse en medio de espantosas ruinas; y de ellas s que
-puede decir con toda verdad: _yo las he amontonado_.
-
-Mientras pudo durar el fanatismo de esta secta, mientras arda la
-llamarada encendida por fogosas declamaciones y avivada por funestas
-circunstancias, despleg cierta fuerza que, si bien no manifestaba
-la verdadera robustez, mostraba al menos la convulsiva energa del
-delirio. Pero su poca pas, la accin del tiempo ha dispersado
-los elementos que daban pbulo al incendio; y, por ms que se haya
-trabajado por acreditar la reforma como obra de Dios, no se ha podido
-encubrir lo que era en realidad: obra de las pasiones del hombre. No
-deben causarnos ilusin esos esfuerzos que actualmente parece hacer de
-nuevo: quien obra en ello, no es el Protestantismo en vida; es la falsa
-filosofa, tal vez la poltica, quizs el mezquino inters, que toman
-su nombre, se disfrazan con su manto; y, sabiendo cun propsito es
-para excitar disturbios, provocar escisiones y disolver las sociedades,
-van recogiendo el agua de los charcos que han quedado manchados con
-su huella impura, seguros de que ser un violento veneno para dar la
-muerte al pueblo incauto, que llegue beber de la dorada copa con que
-prfidamente se le brinda.
-
-Pero en vano se esfuerza el dbil mortal en luchar contra la diestra
-del Omnipotente. Dios no abandonar su obra; y, por ms que el hombre
-forceje, por ms que se empee en remedar la obra del Altsimo, no
-podr borrar los caracteres eternos que distinguen el error de la
-verdad. La verdad es de suyo fuerte, robusta: y, como es el conjunto de
-las mismas relaciones de los seres, enlzase, trbase fuertemente con
-ellos, y no son parte desasirla, ni los esfuerzos de los hombres, ni
-los trastornos de los tiempos. El error, mentida imagen de los grandes
-lazos que vinculan la completa masa del universo, tindese sobre sus
-usurpados dominios como un informe conjunto de ramos mal trabados que
-no reciben jams el jugo de la tierra, que tampoco le comunican verdor
-y frescura, y slo sirven de red engaosa tendida los pasos del
-caminante.
-
-Pueblos incautos! No os seduzcan ni aparatos brillantes, ni palabras
-pomposas, ni una actividad mentida: la verdad es cndida, modesta y
-confiada, porque es pura y fuerte; el error es hipcrita y ostentoso,
-porque es falso y dbil. La verdad es una mujer hermosa que desprecia
-el afectado alio porque conoce su belleza; el error se atava, se
-pinta, violenta su talle porque es feo, descolorido, sin expresin de
-vida en su semblante, sin gracia ni dignidad en sus formas. Admiris
-tal vez su actividad y sus trabajos? Sabed que slo es fuerte cuando
-es el ncleo de una faccin, la bandera de un partido; sabed que
-entonces es rpido en su accin, violento en sus medios; es un meteoro
-funesto que fulgura, truena y desaparece, dejando en pos de s la
-obscuridad, la destruccin y la muerte; la verdad es el astro del da
-despidiendo tranquilamente su luz vivsima y saludable, fecundando con
-suave calor la naturaleza, y derramando por todas partes, vida, alegra
-y hermosura.
-
-
-
-
-CAPITULO XII
-
-
-Para apreciar en su justo valor el efecto que pueden producir sobre la
-sociedad espaola las doctrinas protestantes, ser bien dar una ojeada
-al actual estado de las ideas religiosas en Europa. pesar del vrtigo
-intelectual, que es uno de los caracteres dominantes de la poca, es
-un hecho indudable que el espritu de incredulidad y de irreligin ha
-perdido mucho de su fuerza; y que, en la parte que desgraciadamente le
-queda de existencia, es ms bien transformado en indiferentismo, que
-no conservando aquella ndole sistemtica de que se hallaba revestido
-en el pasado siglo. Con el tiempo se gastan todas las declamaciones,
-los apodos fastidian, las continuas repeticiones fatigan; irrtase el
-nimo con la intolerancia y la mala fe de los partidos, descbrense el
-vaco de los sistemas, la falsedad de las opiniones, lo precipitado de
-los juicios, lo inexacto de los raciocinios; andando el tiempo, van
-publicndose datos que ponen de manifiesto las solapadas intenciones,
-lo engaoso de las palabras, la mezquindad de las miras, lo maligno
-y criminal de los proyectos; y al fin restablcese en su imperio la
-verdad, recobran las cosas sus propios nombres, toma otra direccin el
-espritu pblico; y lo que antes se encontraba inocente y generoso,
-presntase como culpable y villano; y, rasgados los fementidos
-disfraces, mustrase la mentira, rodeada de aquel descrdito que
-debiera haber sido siempre su nico patrimonio.
-
-Las ideas irreligiosas, como todas aquellas que pululan en sociedades
-muy adelantadas, no quisieron, ni pudieron mantenerse en el recinto de
-la especulacin, invadiendo los dominios de la prctica, quisieron
-seorear todos los ramos de administracin y de poltica. El trastorno
-que deban producir en la sociedad, deba serles fatal ellas mismas:
-porque no hay cosa que ponga ms de manifiesto los defectos y vicios
-de un sistema, y sobre todo que ms desengae los hombres, que la
-piedra de toque de la experiencia. Yo no s qu facilidad tiene nuestro
-entendimiento para concebir un objeto bajo muchos aspectos, y qu
-fecundidad funesta para apoyar con un sinnmero de sofismas las mayores
-extravagancias; pues que, en tratndose de apelar la disputa, apenas
-puede la razn desentenderse de las cavilaciones del sofisma. Pero, en
-llegando la experiencia, todo se cambia: el ingenio enmudece, slo
-hablan los hechos; y si la experiencia se ha verificado en grande, y
-sobre objetos de mucho inters de alta importancia, difcil es que
-pueda ofuscarse con especiosas razones la convincente elocuencia de
-los resultados. Y de aqu es que observamos cada paso que un hombre
-que haya adquirido grande experiencia, llega poseer cierto tacto tan
-delicado y seguro, que, la sola exposicin de un sistema, seala con
-el dedo todos sus inconvenientes: la inexperiencia, fogosa y confiada,
-apela las razones, al aparato de doctrinas; pero el buen sentido,
-el precioso, el raro, el inapreciable buen sentido, menea cuerdamente
-la cabeza, encoge tranquilamente los hombros, y, dejando escapar una
-ligera sonrisa, abandona seguro sus predicciones la prueba del tiempo.
-
-No es necesario ponderar ahora los resultados que han tenido en la
-prctica aquellas doctrinas, cuya divisa era la incredulidad; tanto se
-ha dicho ya sobre esto, que quien emprenda el tocarlo de nuevo, corre
-mucho riesgo de pasar plaza de insulso declamador. Bastar decir que
-aun aquellos hombres que por principios, por intereses, recuerdos
-otras causas, como que pertenecen an al siglo pasado, se han visto
-precisados modificar sus doctrinas, limitar los principios,
-paliar las proposiciones, retocar los sistemas, templar el calor y
-el arrebato de las invectivas; queriendo dar una muestra de su aprecio
-y veneracin aquellos escritores que formaron las delicias de su
-juventud, dicen con indulgente tono: que aquellos hombres eran grandes
-sabios, pero que eran sabios de gabinete; como si, en tratndose de
-hechos y de prctica, lo que se llama sabidura de mero gabinete, no
-fuese una peligrosa ignorancia.
-
-Como quiera, lo cierto es que de estos ensayos ha resultado el provecho
-de desacreditarse la irreligin como sistema; y que los pueblos la
-miran, si no con horror, al menos con desvo y con desconfianza. Los
-trabajos cientficos provocados en todos ramos por la irreligin, que
-con locas esperanzas haba credo que los cielos dejaran de cantar
-la gloria del Seor, que la tierra desconocera Aquel que le di su
-cimiento, y que la naturaleza toda levantara su testimonio contra
-Dios, que le di el ser y la anim con la vida, han hecho desaparecer
-el divorcio que, con escndalo, se iba introduciendo entre la religin
-y las ciencias, y los acentos del antiguo hombre de la tierra de Hus
-se ha visto que podan resonar sin desdoro del saber en la boca de los
-sabios del siglo XIX. Y qu diremos del triunfo de la religin en todo
-lo que existe de bello, de tierno y de sublime sobre la tierra? Cun
-grande se ha manifestado en este triunfo la accin de la Providencia!
-Cosa admirable! En todas las grandes crisis de la sociedad, esa mano
-misteriosa que rige los destinos del universo, tiene como en reserva
- un hombre extraordinario; llega el momento, el hombre se presenta,
-marcha, el mismo no sabe dnde, pero marcha con paso firme cumplir
-el alto destino que el Eterno le ha sealado en la frente.
-
-El atesmo anegaba la Francia en un pilago de sangre y de lgrimas,
-y un hombre desconocido atraviesa en silencio los mares; mientras el
-soplo de la tempestad despedaza las velas de su navo, l escucha
-absorto el bramar del huracn, y contempla abismado la majestad del
-firmamento. Extraviado por las soledades de Amrica, pregunta las
-maravillas de la creacin el nombre de su autor; y el trueno le
-contesta en el confn del desierto, las selvas le responden con sordo
-mugido, y la bella naturaleza, con cnticos de amor y de harmona.
-La vista de una cruz solitaria le revela misteriosos secretos, la
-huella de un misionero desconocido le excita grandes recuerdos que
-enlazan el nuevo mundo con el mundo antiguo; un monumento arruinado,
-una choza salvaje, le inspiran aquellos sublimes pensamientos que
-penetran hasta el fondo de la sociedad y del corazn del hombre.
-Embriagado con los sentimientos que le ha sugerido la grandeza de
-tales espectculos, llena su mente de conceptos elevados, y rebosando
-su pecho de la dulzura que han producido en l los encantos de tanta
-belleza, pisa de nuevo el suelo de su patria. Y qu encuentra all?
-La huella ensangrentada del atesmo, las ruinas y cenizas de los
-antiguos templos, devorados por el fuego, desplomados los golpes
-de brbaro martillo; sepulcros numerosos que encierran los restos
-de tantas vctimas inocentes, y que poco antes ofrecieran en su
-lobreguez un asilo oculto al cristiano perseguido. Nota, sin embargo,
-un movimiento: ve que la religin quiere descender de nuevo sobre la
-Francia, como un pensamiento de consuelo, para aliviar un infortunio,
-como un soplo de vida para reanimar un cadver; desde entonces oye
-por todas partes un concierto de clica harmona; se agitan, rebullen
-en su grande alma las inspiraciones de la meditacin y de la soledad,
-y enajenado y exttico canta con lengua de fuego las bellezas de la
-religin, revela las delicadas y hermosas relaciones que tiene con la
-naturaleza, y, hablando un lenguaje superior y divino, muestra los
-hombres asombrados la misteriosa cadena de oro que une el cielo con la
-tierra: era Chateaubriand.
-
-Sin embargo, es preciso confesarlo: un vrtigo como se ha introducido
-en las ideas no se remedia en poco tiempo; y no es fcil que
-desaparezca sin grandes trabajos la huella profunda que ha debido dejar
-la irreligin con sus estragos. Los nimos, es verdad, van cansados del
-sistema de irreligin; una desazn profunda agita la sociedad; ella
-ha perdido su equilibrio; la familia ha sentido aflojar sus lazos,
-y el individuo suspira por un rayo de luz, por una gota de consuelo
-y esperanza. Pero, dnde hallar el mundo el apoyo que le falta?
-Seguir el buen camino, el nico, cual es entrar de nuevo en el redil
-de la Iglesia catlica? Ah! Slo Dios es el dueo de los secretos
-del porvenir; slo l mira desplegados con toda claridad delante de
-sus ojos, los grandes acontecimientos que se preparan sin duda la
-humanidad; slo l sabe cul ser el resultado de esa actividad y
-energa que vuelve apoderarse de los espritus en el examen de
-las grandes cuestiones sociales y religiosas; slo l sabe cul ser
-el fruto que recogern las generaciones venideras de los triunfos
-conseguidos por la religin, en las ciencias, en la poltica, en todos
-los ramos por donde se explaya el humano entendimiento.
-
-Nosotros, dbiles mortales, que, arrastrados rpidamente por el
-precipitado curso de las revoluciones y trastornos, tenemos apenas
-el tiempo necesario para dar una fugaz mirada al caos en que est
-envuelto el pas que atravesamos, qu podremos decir que tenga alguna
-prenda de acierto? Slo podemos asegurar que la presente es una
-poca de inquietud, de agitacin, de transicin; que multiplicados
-escarmientos y repetidos desengaos, fruto de espantosos trastornos y
-de inauditas catstrofes, han difundido por todas partes el descrdito
-de las doctrinas irreligiosas y desorganizadoras, sin que por esto
-haya tomado en su lugar el debido ascendiente la verdadera religin;
-que el corazn, fatigado de tantos infortunios, se abre de buen grado
- la esperanza, sin que el entendimiento deje de contemplar en grande
-incertidumbre el porvenir, y de columbrar tal vez una nueva cadena de
-calamidades. Merced las revoluciones, al vuelo de la industria, la
-actividad y extensin del comercio, al adelanto y expansin prodigiosa
-de la imprenta, los progresos cientficos, la facilidad, rapidez y
-amplitud de las comunicaciones, al gusto por los viajes, la accin
-disolvente del Protestantismo, de la incredulidad y del escepticismo,
-presenta en la actualidad el espritu humano una de aquellas fases
-singulares, que forman poca en su historia.
-
-El entendimiento, la fantasa, el corazn, se hallan en estado de
-grande agitacin, de movilidad, de desarrollo, presentando, al
-propio tiempo, los contrastes ms singulares, las extravagancias ms
-ridculas, y hasta las contradicciones ms absurdas.
-
-Observad las ciencias, y, sin notar en su estudio aquellos trabajos
-prolijos, aquella paciencia incansable, aquella marcha pausada y
-detenida que caracterizan los estudios de otras pocas, descbrese,
-sin embargo, un espritu de observacin, un prurito de generalizar, de
-alzar las cuestiones un punto de vista elevado y transcendente, y,
-sobre todo, un afn de tratar todas las ciencias bajo aquel aspecto en
-que se divisan los puntos de contacto que entre s tienen, los lazos
-que las hermanan, y los canales por donde se comunican recprocamente
-la luz.
-
-Las cuestiones de religin, de poltica, de moral, de legislacin, de
-economa, todas van enlazadas, marchan de frente, dndose al horizonte
-cientfico un grandor, una inmensidad, que no haba jams alcanzado.
-Este adelanto, este abuso, este caos, si se quiere, es un dato que no
-debe despreciarse cuando se estudia el espritu de la poca, cuando se
-examina su situacin religiosa; pues que no es la obra de ningn hombre
-aislado, no es un efecto casual: es el resultado de un sinnmero de
-causas que han conducido la sociedad este punto; es un grande hecho,
-fruto de otros hechos; es una expresin del estado intelectual en la
-actualidad; es un sntoma de fuerzas y de enfermedades, un anuncio de
-transicin y de mudanza, tal vez una seal consoladora, tal vez un
-funesto presagio. Y quin no ha notado el vuelo que va tomando la
-fantasa, y la prodigiosa expansin del corazn, en esa literatura tan
-varia, tan irregular, tan fluctuante, pero, al propio tiempo, tan rica
-de hermossimos cuadros, rebosante de sentimientos delicadsimos, y
-embutida de pensamientos atrevidos y generosos? Dgase lo que se quiera
-del abatimiento de las ciencias, del decaimiento de los estudios;
-nmbrense con tono mofador _las luces del siglo_, vulvase la vista
-dolorida hacia tiempos ms estudiosos, ms sabios, ms eruditos; en
-esto habr sus verdades, sus falsedades, sus exageraciones, como
-acontece siempre en declamaciones semejantes; pero no podr negarse
-que, sea lo que fuere de la utilidad de sus trabajos, tal vez nunca
-haba desplegado el espritu humano semejante actividad y energa, tal
-vez nunca se le haba visto agitado con un movimiento tan vivo, tan
-general, tan variado: tal vez nunca como ahora se habr deseado, con
-tan excusable curiosidad impaciencia, el levantar una punta del velo
-que encubre un inmenso porvenir.
-
-Quin dominar tan opuestos y poderosos elementos? Quin podr
-restablecer el sosiego en ese pilago combatido por tantas borrascas?
-Quin podr dar unin, enlace, consistencia, para formar un todo
-compacto, capaz de resistir la accin de los tiempos? Quin podr
-darlo esos elementos que se rechazan con tanta fuerza, que luchan sin
-cesar, estallando con detonaciones horrorosas? Ser el Protestantismo,
-con su principio fundamental? Ser sentando, difundiendo, acreditando
-el principio disolvente del espritu privado en materias religiosas, y
-realizando este pensamiento con derramar manos llenas entre todas las
-clases de la sociedad los ejemplares de la Biblia?
-
-Sociedades inmensas, orgullosas con su podero, engredas de su
-saber, disipadas por los placeres, refinadas con el lujo, expuestas
-de continuo la poderosa accin de la imprenta, disponiendo de unos
-medios de comunicacin que hubieran parecido fabulosos nuestros
-mayores; donde todas las grandes pasiones encuentran su objeto, todas
-las intrigas una sombra, toda corrupcin un velo, todo crimen un
-ttulo, todo error un intrprete, todo inters un pbulo; trocados
-los nombres, socavados los cimientos, cargadas de escarmientos y
-desengaos, flotando entre la verdad y la mentira con horrorosa
-incertidumbre, dando de vez en cuando una mirada la antorcha
-celestial para seguir sus resplandores, y contentndose luego con
-fugaces vislumbres, haciendo un esfuerzo para dominar la tormenta, y
-abandonndose luego merced de los vientos y de las ondas, presentan
-las sociedades modernas un cuadro tan extraordinario como interesante,
-donde pueden campear con toda amplitud y libertad las esperanzas
-y temores, los pronsticos y conjeturas, pero sin que sea dable
-lisonjearse de acierto, sin que el hombre sensato pueda tomar ms
-cuerdo partido que esperar en silencio el desenlace que est sealado
-en los arcanos del Seor, cuyos ojos estn desplegados con toda
-claridad los sucesos de todos los tiempos, y los futuros destinos de
-los pueblos.
-
-Pero s que se alcanza fcilmente que, siendo, como es, el
-Protestantismo disolvente por su propia naturaleza, nada puede producir
-en el orden moral y religioso que sea en pro de la felicidad de los
-pueblos; ya que esta felicidad no es dable que exista estando en
-continua guerra los entendimientos con respecto las ms altas
-importantes cuestiones que ofrecerse puedan al espritu humano.
-
-Cuando en medio de ese tenebroso caos, donde vagan tantos elementos,
-tan diferentes, tan opuestos y tan poderosos, que, luchando de
-continuo, se chocan, se pulverizan y se confunden, busca el observador
-un punto luminoso de donde pueda venir una rfaga que alumbre al
-mundo, una idea robusta que, enfrenando tanto desorden y anarqua, se
-enseoree de los entendimientos, y los vuelva al camino de la verdad,
-ocurre, desde luego, el Catolicismo como el nico manantial de tantos
-bienes; y al ver cul se sostiene an con brillantez y pujanza,
-pesar de los inauditos esfuerzos que se estn haciendo todos los das
-para aniquilarle, llnase de consuelo el corazn, y, brotando en l
-la esperanza, parece que le convida saludar esa religin divina,
-felicitndola por el nuevo triunfo que va adquirir sobre la tierra.
-
-Hubo un tiempo en que, inundada la Europa por una nube de brbaros,
-vi desplomarse de un golpe todos los monumentos de la antigua
-civilizacin y cultura: los legisladores con sus leyes, el imperio con
-su brillo y podero, los sabios con las ciencias, las artes con sus
-monumentos, todo se hundi; y esas inmensas regiones donde florecan
-poco antes toda la civilizacin y cultura que haban adquirido los
-pueblos por espacio de muchos siglos, vironse sumidas de repente en
-la ignorancia y en la barbarie. Pero la brillante centella de luz
-arrojada sobre el mundo desde la Palestina, continuaba fulgurando an
-en medio del caos; en vano se levant la espesa polvareda que amagaba
-envolverla en las tinieblas; alimentada por el soplo del Eterno,
-continuaba resplandeciendo; pasaron los siglos, fu extendiendo su
-rbita brillante, y los pueblos, que tal vez no pensaban que pudiera
-servirles de ms que de una gua para marchar sin tropiezo por entre la
-obscuridad, vironla presentarse como sol resplandeciente, esparciendo
-por todas partes la luz y la vida.
-
-Y quin sabe si en los arcanos del Eterno no le est reservado otro
-triunfo ms difcil, y no menos saludable y brillante? Instruyendo la
-ignorancia, civilizando la barbarie, puliendo la rudeza, amansando
-la ferocidad, preserv la sociedad de ser vctima, tal vez para
-siempre, de la brutalidad ms atroz, y de la estupidez ms degradante;
-pero, qu timbre ms glorioso para ella, si, rectificando las ideas,
-centralizando y purificando los sentimientos, asentando los eternos
-principios de toda sociedad, enfrenando las pasiones, templando los
-enconos, cercenando las demasas, y seoreando todos los entendimientos
-y voluntades, pudiera levantarse como una reguladora universal, que,
-estimulando todo linaje de conocimientos y adelantos, inspirara la
-debida templanza esta sociedad agitada con tanta furia por tan
-poderosos elementos, que, privados de un punto cntrico y atrayente, la
-estn de continuo amenazando con la disolucin y el caos?
-
-No es dado al hombre penetrar en el porvenir; pero el mundo fsico
-se disolvera con espantosa catstrofe, si faltase por un momento el
-principio fundamental que da unidad, orden y concierto los variados
-movimientos de todos los sistemas; y, si la sociedad, llena como est
-de movimiento, de comunicacin y de vida, no entra bajo la direccin de
-un principio regulador, universal y constante, al fijar la vista sobre
-la suerte de las generaciones venideras, el corazn tiembla, y la mente
-se anubla.
-
-Hay, empero, un hecho sumamente consolador, y es el admirable progreso
-que hace el Catolicismo en varios pases. En Francia, en Blgica se
-robustece; en el Norte de Europa parece que se le teme, cuando de tal
-manera se le combate; en Inglaterra, es tanto lo que ha ganado en
-menos de medio siglo, que sera increble, si no constara en datos
-irrecusables; y en sus misiones vuelve manifestarse tan emprendedor y
-fecundo, que nos recuerda los tiempos de su mayor ascendiente y podero.
-
-Y cuando los otros pueblos tienden la unidad, podra prevalecer el
-desbarro de que nosotros nos encaminramos al cisma? Cuando los dems
-pueblos se alegraran infinito de que subsistiera entre ellos algn
-principio vital que pudiese restablecerles las fuerzas que les ha
-quitado la incredulidad, Espaa, que conserva el Catolicismo, y todava
-solo, todava poderoso, admitira en su seno ese germen de muerte que
-la imposibilitara de recobrarse de sus dolencias, que asegurara,
-no dudarlo, su completa ruina? En esa regeneracin moral que aspiran
-los pueblos, anhelantes por salir de la posicin angustiosa en que
-los colocaron las doctrinas irreligiosas, ser posible que no se
-quiera parar la atencin en la inmensa ventaja que la Espaa lleva
-muchos de ellos, por ser uno de los menos tocados de la gangrena de la
-irreligin, y por conservar todava la unidad religiosa, inestimable
-herencia de una larga serie de siglos? Ser posible que no se advierta
-lo que puede ser esa unidad, si la aprovechamos cual merece; esa
-unidad, que se enlaza con todas nuestras glorias, que despierta tan
-bellos recuerdos, y tan admirablemente podra servir para elemento de
-regeneracin en el orden social?
-
-Si se pregunta lo que pienso sobre la proximidad del peligro, y si las
-tentativas que estn haciendo los protestantes para este efecto, tienen
-alguna probabilidad de resultado, responder con alguna distincin.
-El Protestantismo es profundamente dbil, ya por su naturaleza, y,
-adems, por ser viejo y caduco; tratando de introducirse en Espaa,
-ha de luchar con un adversario lleno de vida y robustez, y que est
-muy arraigado en el pas; y por esta causa, y bajo este aspecto, no
-puede ser temible su accin. Pero, quin impide que, si llegase
-establecerse en nuestro suelo, por ms reducido que fuera su dominio,
-no causara terribles males?
-
-Por de pronto, salta la vista que tendramos otra manzana de
-discordia, y no es difcil columbrar las colisiones que ocasionara
- cada paso. Como el Protestantismo en Espaa, ms de su debilidad
-intrnseca, tendra la que le causara el nuevo clima en que se hallara
-tan falto de su elemento, virase forzado buscar sostn arrimndose
- cuanto le alargase la mano; entonces es bien claro que servira como
-un punto de reunin para los descontentos; y, ya que se apartase de su
-objeto, fuera cuando menos un ncleo de nuevas facciones, una bandera
-de pandillas. Escndalos, rencores, desmoralizacin, disturbios, y
-quizs catstrofes, he aqu el resultado inmediato, infalible, de
-introducirse entre nosotros el Protestantismo: apelo la buena fe de
-todo hombre que conozca medianamente al pueblo espaol.
-
-Pero no est todo aqu; la cuestin se ensancha y adquiere una
-importancia incalculable, si se la mira en sus relaciones con la
-poltica extranjera. Qu palanca tendra entonces para causar en
-nuestra desgraciada patria toda clase de sacudimientos? Oh! y
-cmo se asira vidamente de ella! cmo trabaja quizs para buscar
-un punto de apoyo! Hay en Europa una nacin temible por su inmenso
-podero, respetable por su mucho adelantamiento en las ciencias y
-artes, y que, teniendo la mano grandes medios de accin por todo el
-mbito de la tierra, sabe desplegarlos con una sagacidad y astucia
-verdaderamente admirables. Habiendo sido la primera de las naciones
-modernas en recorrer todas las fases de una revolucin religiosa y
-poltica, y que en medio de terribles trastornos contemplara las
-pasiones en toda su desnudez, y el crimen en todas sus formas, se
-aventaja las otras en el conocimiento de toda clase de resortes; al
-paso que, fastidiada de vanos nombres, con que en esas pocas suelen
-encubrirse las pasiones ms viles y los intereses ms mezquinos, tiene
-sobrado embotada su sensibilidad para que puedan fcilmente excitarse
-en su seno las tormentas que otros pases los inundan de sangre y de
-lgrimas. No se altera su paz interior en medio de la agitacin y del
-acaloramiento de las discusiones; y, aunque no deje de columbrar en
-un porvenir ms menos lejano las espinosas situaciones que podran
-acarrearle gravsimos apuros, disfruta entre tanto de aquella calma
-que le aseguran su constitucin, sus hbitos, sus riquezas, y sobre
-todo el Ocano que la cie. Colocada en posicin tan ventajosa, acecha
-la marcha de los otros pueblos, para uncirlos su carro con doradas
-cadenas, si tienen candor bastante para escuchar sus halageas
-palabras; al menos procura embarazar su marcha y atajar sus
-progresos, en caso de que con noble independencia traten de emanciparse
-de su influjo. Atenta siempre engrandecerse por medio de las artes
-y comercio, con una poltica mercantil en grado eminente, cubre, no
-obstante, la materialidad de los intereses con todo linaje de velos;
-y si bien, cuando se trata de los dems pueblos, es indiferente del
-todo la religin ideas polticas, sin embargo, se vale diestramente
-de tan poderosas armas para procurarse amigos, desbaratar sus
-adversarios, y envolvernos todos en la red mercantil que tiene de
-continuo tendida sobre los cuatro ngulos de la tierra.
-
-No es posible que se escape su sagacidad lo mucho que tendra
-adelantado para contar Espaa en el nmero de sus colonias, si
-pudiese lograr que fraternizase con ella en ideas religiosas; no tanto
-por la buena correspondencia que semejante fraternidad promovera
-entre ambos pueblos, como porque sera ste el medio ms seguro para
-que el espaol perdiese del todo ese carcter singular, esa fisonoma
-austera que le distingue de todos los otros pueblos, olvidando la
-nica idea nacional y regeneradora que ha permanecido en pie en medio
-de tan espantosos trastornos; quedando as susceptible de toda clase
-de impresiones ajenas, y dctil y flexible en todos los sentidos que
-pudiera convenir las interesadas miras de los solapados protectores.
-
-No lo olvidemos: no hay nacin en Europa que conciba sus planes con
-tanta previsin, que los prepare con tanta astucia, que los ejecute
-con tanta destreza, ni que los lleve cabo con igual tenacidad.
-Como, despus de las profundas revoluciones que la trabajaron, ha
-permanecido en un estado regular desde el ltimo tercio del siglo XVII,
-y enteramente extraa los trastornos sufridos en este perodo por
-los dems pueblos de Europa, ha podido seguir un sistema de poltica
-concertado, as en lo interior como en lo exterior; y de esta manera
-sus hombres de gobierno han podido formarse ms plenamente, heredando
-los datos y las miras que guiaron los antecesores. Conocen sus
-gobernantes cun precioso es estar de antemano apercibidos para todo
-evento; y as no descuidan de escudriar fondo qu es lo que hay
-en cada nacin que los pueda ayudar contrastar; saliendo de la
-rbita poltica, penetran en el corazn de la sociedad sobre la cual
-se proponen influir; y rastrean all cules son las condiciones de
-su existencia, cul es su principio vital, cules las causas de su
-fuerza y energa. Era en el otoo de 1805, y daba Pitt una comida de
-campo, la que asistan varios de sus amigos. Llegle entre tanto
-un pliego en que se le anunciaba la rendicin de Mack en Ulma con
-cuarenta mil hombres, y la marcha de Napolen sobre Viena. Comunic
-la funesta noticia sus amigos, quienes, al oirla, exclamaron:
-Todo est perdido, ya no hay remedio contra Napolen. Todava hay
-remedio, replic Pitt; todava hay remedio si consigo levantar una
-guerra nacional en Europa, y esta guerra ha de comenzar en Espaa.
-S, seores, aadi despus, la Espaa ser el primer pueblo donde se
-encender esa guerra patritica, la sola que puede libertar la Europa.
-
-Tanta era la importancia que daba ese profundo estadista la fuerza
-de una idea nacional, tanto era lo que de ella esperaba; nada menos
-que hacer lo que no podan todos los esfuerzos de todos los gabinetes
-europeos: derrocar Napolen, libertar la Europa. No es raro que la
-marcha de las cosas traiga combinaciones tales, que las mismas ideas
-nacionales que un da sirvieron de poderoso auxiliar las miras
-de un gabinete, le salgan otro da al paso, y le sean un poderoso
-obstculo: y entonces, lejos de fomentarlas y avivarlas, lo que le
-interesa es sofocarlas. Lo que puede salvar una nacin libertndola
-de interesadas tutelas, y asegurndole su verdadera independencia, son
-ideas grandes y generosas, arraigadas profundamente entre los pueblos;
-son los sentimientos grabados en el corazn por la accin del tiempo,
-por la influencia de instituciones robustas, por la antigedad de los
-hbitos y de las costumbres; es la unidad de pensamiento religioso,
-que hace de un pueblo un solo hombre. Entonces lo pasado se enlaza con
-lo presente, y lo presente se extiende lo porvenir; entonces brotan
- porfa en el pecho aquellos arranques de entusiasmo, manantial de
-acciones grandes; entonces hay desprendimiento, energa, constancia;
-porque hay en las ideas fijeza y elevacin, porque hay en los corazones
-generosidad y grandeza.
-
-No fuera imposible que en algunos de los vaivenes que trabajan esta
-nacin desventurada, tuviramos la desgracia de que se levantasen
-hombres bastante ciegos para ensayar la insensata tentativa de
-introducir en nuestra patria la religin protestante. Estamos demasiado
-escarmentados para dormir tranquilos, y no se han olvidado sucesos
-que indican las claras hasta dnde se hubiera ya llegado algunas
-veces, si no se hubiese reprimido la audacia de ciertos hombres con el
-imponente desagrado de la inmensa mayora de la nacin. Y no es que se
-conciban siquiera posibles las violencias del reinado de Enrique VIII;
-pero s que podra suceder que, aprovechndose de una fuerte ruptura
-con la Santa Sede, de la terquedad y ambicin de algunos eclesisticos,
-del pretexto de aclimatar en nuestro suelo el espritu de tolerancia,
- de otros motivos semejantes, se tantease con este aquel nombre,
-que eso poco importa, el introducir entre nosotros las doctrinas
-protestantes.
-
-Y no sera por cierto la tolerancia lo que se nos importara del
-extranjero, pues que sta ya existe de hecho, y tan amplia, que
-seguramente nadie recela el ser perseguido, ni aun molestado, por
-sus opiniones religiosas; lo que se nos traera y se trabajara por
-plantear, fuera un nuevo sistema religioso, pertrechndole de todo lo
-necesario para alcanzar predominio, y para debilitar, destruir, si
-fuera posible, el Catolicismo. Y mucho me engao, si en la ceguedad y
-rencor que han manifestado algunos de nuestros hombres que se dicen
-de gobierno, no encontrase en ellos decidida proteccin el nuevo
-sistema religioso, una vez le hubiramos admitido. Cuando se tratara
-de admitirle, se nos presentara quizs el nuevo sistema en ademn
-modesto, reclamando tan slo habitacin, en nombre de la tolerancia y
-de la hospitalidad; pero bien pronto le viramos acrecentar su osada,
-reclamar derechos, extender sus pretensiones, y disputar palmos el
-terreno de la religin catlica. Resonaran entonces con ms y ms vigor
-aquellas rencorosas y virulentas declamaciones que tan fatigados nos
-traen por espacio de algunos aos; esos ecos de una escuela que delira
-porque est por expirar. El desvo con que miraran los pueblos la
-pretendida reforma, sera, no dudarlo, culpado de rebelda; las
-pastorales de los obispos seran calificadas de insidiosas sugestiones;
-el celo fervoroso de los sacerdotes catlicos, acusado de provocacin
-sediciosa, y el concierto de los fieles para preservarse de la
-infeccin, sera denunciado como una conjuracin diablica, urdida por
-la intolerancia y el espritu de partido, y confiada en su ejecucin
-la ignorancia y al fanatismo.
-
-En medio de los esfuerzos de los unos y de la resistencia de los
-otros, viramos ms menos parodiadas escenas de tiempos que pasaron
-ya, y, si bien el espritu de templanza, que es uno de los caracteres
-del siglo, impedira que se repitiesen los excesos que mancharon de
-sangre los fastos de otras naciones, no dejaran, sin embargo, de ser
-imitados. Porque es menester no olvidar que, en tratndose de religin,
-no puede contarse en Espaa con la frialdad indiferencia que, en
-caso de un conflicto, manifestaran en la actualidad otros pueblos:
-en stos han perdido los sentimientos religiosos mucho de su fuerza,
-pero en Espaa son todava muy hondos, muy vivos, muy enrgicos: y
-el da que se les combatiera de frente, abordando las cuestiones sin
-rebozo, sentirase un sacudimiento tan universal como recio. Hasta
-ahora, si bien es verdad que en objetos religiosos se han presenciado
-lamentables escndalos, y hasta horrorosas catstrofes, no ha faltado
-nunca un disfraz que, ms menos transparente, encubra, empero, algn
-tanto la perversidad de las intenciones. Unas veces ha sido el ataque
-contra esta aquella persona, quien se han achacado maquinaciones
-polticas; otras contra determinadas clases, acusadas de crmenes
-imaginarios; tal vez se ha desbordado la revolucin, y se ha dicho que
-era imposible contenerla, y que los atropellamientos, los insultos, los
-escarnios de que ha sido objeto lo ms sagrado que hay en la tierra
-y en el cielo, eran sucesos inevitables, tratndose de un populacho
-desenfrenado: aqu mediaba al menos un disfraz, y un disfraz, poco
-mucho, siempre cubre; pero, cuando se viesen atacados de propsito,
- sangre fra, todos los dogmas del Catolicismo, despreciados los
-puntos ms capitales de la disciplina, ridiculizados los misterios ms
-augustos, escarnecidas las ceremonias ms sagradas; cuando se viera
-levantar un templo contra otro templo, una ctedra contra otra ctedra,
-qu sucedera? Es innegable que se exasperaran los nimos hasta
-el extremo, y, si no resultaban, como fuera de temer, estrepitosas
-explosiones, tomaran al menos las controversias religiosas un
-carcter tan violento, que nos creeramos trasladados al siglo XVI.
-
-Siendo tan frecuente entre nosotros que los principios dominantes en
-el orden poltico sean enteramente contrarios los dominantes en la
-sociedad, sucedera menudo que el principio religioso, rechazado
-por la sociedad, encontrara su apoyo en los hombres influyentes en
-el orden poltico; reproducindose con circunstancias agravantes el
-triste fenmeno, que tantos aos ha estamos presenciando, de querer
-los gobernantes torcer viva fuerza el curso de la sociedad. sta es
-una de las diferencias ms capitales entre nuestra revolucin y la de
-otros pases; sta es la clave para explicar chocantes anomalas: all
-las ideas de revolucin se apoderaron de la sociedad, y se arrojaron
-en seguida sobre la esfera poltica; aqu se apoderaron primero de la
-esfera poltica, y trataron en seguida de bajar la esfera social;
-la sociedad estaba muy distante de hallarse preparada para semejantes
-innovaciones, y por esto han sido indispensables tan rudos y repetidos
-choques.
-
-De esta falta de harmona ha resultado que el gobierno en Espaa ejerce
-sobre los pueblos muy escasa influencia, entendiendo por influencia
-aquel ascendiente moral que no necesita andar acompaado de la idea de
-la fuerza. No hay duda que esto es un mal, porque tiende debilitar el
-poder, necesidad imprescindible para toda sociedad; pero no han faltado
-ocasiones en que ha sido un gran bien: porque no es poca fortuna,
-cuando un gobierno es liviano insensato, el que se encuentre con una
-sociedad mesurada y cuerda, que, mientras aqul corre precipitarse
-desatentado, vaya sta marchando con paso sosegado y majestuoso. Mucho
-hay que esperar del buen instinto de la nacin espaola, mucho hay
-que prometerse de su proverbial gravedad, aumentada adems con tanto
-infortunio; mucho hay que prometerse de ese tino que le hace distinguir
-tambin el verdadero camino de su felicidad, y que la vuelve sorda
-las insidiosas sugestiones con que se ha tratado de extraviarla. Si
-van ya muchos aos que por una funesta combinacin de circunstancias,
-y por la falta de harmona entre el orden poltico y el social, no
-acierta darse un gobierno que sea su verdadera expresin, que adivine
-sus instintos, que siga sus tendencias, que la conduzca por el camino
-de la prosperidad, esperanza alimentamos de que ese da vendr, y de
-que brotarn del seno de esa sociedad, rica de vida y de porvenir,
-esa misma harmona que le falta, ese equilibrio que ha perdido. Entre
-tanto, es altamente importante que todos los hombres que sientan
-latir en su pecho un corazn espaol, que no se complazcan en ver
-desgarradas las entraas de su patria, se reunan, se pongan de acuerdo,
-obren concertados para impedir el que prevalezca el genio del mal,
-alcanzando esparcir en nuestro suelo una semilla de eterna discordia,
-aadiendo esa otra calamidad tantas otras calamidades, y ahogando los
-preciosos grmenes de donde puede rebrotar lozana y brillante nuestra
-civilizacin remozada, alzndose del abatimiento y postracin en que la
-sumieran circunstancias aciagas.
-
-Ah! oprmese el alma con angustiosa pesadumbre, al solo pensamiento
-de que pudiera venir un da en que desapareciese de entre nosotros esa
-unidad religiosa, que se identifica con nuestros hbitos, nuestros
-usos, nuestras costumbres, nuestras leyes; que guarda la cuna de
-nuestra monarqua en la cueva de Covadonga, que es la ensea de nuestro
-estandarte en una lucha de ocho siglos con el formidable poder de la
-Media Luna, que desenvuelve lozanamente nuestra civilizacin en medio
-de tiempos tan trabajosos, que acompaaba nuestros terribles tercios
-cuando imponan silencio la Europa, que conduce nuestros marinos
-al descubrimiento de nuevos mundos, dar los primeros la vuelta
-la redondez del globo; que alienta nuestros guerreros al llevar
-cabo conquistas heroicas, y que en tiempos ms recientes sella el
-cmulo de tantas y tan grandiosas hazaas derrocando Napolen.
-Vosotros que con precipitacin tan liviana condenis las obras de los
-siglos, que con tanta avilantez insultis la nacin espaola, que
-tiznis de barbarie y obscurantismo el principio que presidi nuestra
-civilizacin, sabis quin insultis? sabis quin inspir el
-genio del gran Gonzalo, de Hernn Corts, de Pizarro, del Vencedor de
-Lepanto? Las sombras de Garcilaso, de Herrera, de Ercilla, de Fray
-Luis de Len, de Cervantes, de Lope de Vega, no os infunden respeto?
-Osaris, pues, quebrantar el lazo que ellos nos une, y hacernos
-indigna prole de tan esclarecidos varones? Quisierais separar por
-un abismo nuestras creencias de sus creencias, nuestras costumbres
-de sus costumbres, rompiendo as con todas nuestras tradiciones,
-olvidando los ms embelesantes y gloriosos recuerdos, y haciendo que
-los grandiosos y augustos monumentos que nos leg la religiosidad de
-nuestros antepasados, slo permanecieran entre nosotros, como una
-reprensin la ms elocuente y severa? Consentirais que se cegasen los
-ricos manantiales donde podemos acudir para resucitar la literatura,
-vigorizar la ciencia, reorganizar la legislacin, restablecer el
-espritu de nacionalidad, restaurar nuestra gloria, y colocar de nuevo
- esta nacin desventurada en el alto rango que sus virtudes merecen,
-dndole la prosperidad y la dicha que tan afanosa busca, y que en su
-corazn augura?
-
-
-
-
-CAPITULO XIII
-
-
-Parangonados ya bajo el aspecto religioso el Catolicismo y el
-Protestantismo en el cuadro que acabo de trazar, y evidenciada la
-superioridad de aqul sobre ste, no slo en lo concerniente certeza,
-sino tambin en todo lo relativo los instintos, los sentimientos,
- las ideas, al carcter del espritu humano, ser bien entrar
-ahora en otra cuestin, no ms importante por cierto, pero s menos
-dilucidada, y en que ser preciso luchar con fuertes antipatas, y
-disipar considerable nmero de prevenciones y errores. En medio de
-las dificultades de que est erizada la empresa que voy acometer,
-alintame una poderosa esperanza, y es que lo interesante de la
-materia, y el ser muy del gusto cientfico del siglo, convidar quizs
- leer, obvindose de esta manera el peligro que suele amenazar los
-que escriben en favor de la religin catlica: son juzgados sin ser
-odos. He aqu, pues, la cuestin en sus precisos trminos: _Comparados
-el Catolicismo y el Protestantismo, cul de los dos es ms conducente
-para la verdadera libertad, para el verdadero adelanto de los pueblos,
-para la causa de la civilizacin?_
-
-_Libertad_: sta es una de aquellas palabras tan generalmente usadas
-como poco entendidas; palabras que, por envolver cierta idea vaga muy
-fcil de percibir, presentan la engaosa apariencia de una entera
-claridad, mientras que, por la muchedumbre y variedad de objetos que
-se aplican, son susceptibles de una infinidad de sentidos, hacindose
-su comprensin sumamente difcil. Y quin podr reducir guarismo
-las aplicaciones que se hacen de la palabra _libertad_? Salvndose en
-todas ellas una idea que podramos apellidar radical, son infinitas las
-modificaciones y graduaciones que se la sujeta. Circula el aire con
-libertad; se despejan los alrededores de una planta para que crezca y
-se extienda con libertad; se mondan los conductos de un regado para
-que el agua corra con libertad; al pez cogido en la red, al avecilla
-enjaulada se los suelta, y se les da libertad; se trata un amigo
-con libertad; hay modales libres, pensamientos libres, expresiones
-libres, herencias libres, voluntad libre, acciones libres; no tiene
-libertad el encarcelado, carece de libertad el hijo de familia, tiene
-poca libertad una doncella, una persona casada ya no es libre, un
-hombre en tierra extraa se porta con ms libertad, el soldado no tiene
-libertad; hay hombres libres de quintas, libres de contribuciones;
-hay votaciones libres; dictmenes libres, interpretacin libre,
-versificacin libre, libertad de comercio, libertad de enseanza,
-libertad de imprenta, libertad de conciencia, libertad civil, libertad
-poltica, libertad justa, injusta, racional, irracional, moderada,
-excesiva, comedida, licenciosa, oportuna, inoportuna; mas, qu
-fatigarse en la enumeracin, cuando es poco menos que imposible el dar
-cima tan enfadosa tarea? Pero menester pareca detenerse algn tanto
-en ella, aun riesgo de fastidiar al lector; quizs el recuerdo de
-este fastidio podr contribuir grabar profundamente en el nimo la
-saludable verdad de que, cuando en la conversacin, en los escritos,
-en las discusiones pblicas, en las leyes, se usa tan menudo esta
-palabra, aplicndola objetos de mayor importancia, es necesario
-reflexionar maduramente sobre el nmero y naturaleza de ideas que en
-el respectivo caso abarca, sobre el sentido que la materia consiente,
-sobre las modificaciones que las circunstancias demandan, sobre las
-precauciones y tino que las aplicaciones exigen.
-
-Sea cual fuere la acepcin en que se tome la palabra libertad, chase
-de ver que siempre entraa en su significado _ausencia de causa que
-impida coarte el ejercicio de alguna libertad_: infirindose de aqu
-que, para fijar en cada caso el verdadero sentido de esta palabra, es
-indispensable atender la naturaleza y circunstancias de la facultad
-cuyo uso se quiere impedir limitar, sin perder de vista los varios
-objetos sobre que versa, las condiciones de su ejercicio, como y
-tambin el carcter, la eficacia y extensin de la causa que al efecto
-se empleare. Para aclarar la materia, propongmonos formar juicio de
-esta proposicin: el hombre ha de tener libertad de pensar. Aqu se
-afirma que al hombre no se le ha de coartar el pensamiento. Ahora bien:
-hablis de coartacin fsica ejercida inmediatamente sobre el mismo
-pensamiento? Pues entonces es de todo punto intil la proposicin;
-porque, como semejante coartacin es imposible, vano es decir que no
-se la debe emplear. Entendis que no se debe coartar la expresin
-del pensamiento, es decir, que no se ha de impedir ni restringir
-la libertad de manifestar cada cual lo que piensa? Entonces habis
-dado un salto inmenso, habis colocado la cuestin en muy diferente
-terreno; y, si no queris significar que todo hombre, todas horas,
-en todo lugar, pueda decir sobre cualquier materia cuanto le viniere
-la mente, y del modo que ms le agradare, deberis distinguir cosas,
-personas, lugares, tiempos, modos, condiciones, en una palabra, atender
- mil y mil circunstancias, impedir del todo en unos casos, limitar
-en otros, ampliar en stos, restringir en aqullos, y as tomaros tan
-largo trabajo que de nada os sirva el haber sentado, en favor de la
-libertad del pensamiento, aquella proposicin tan general, con toda su
-apariencia de sencillez y claridad.
-
-Aun penetrando en el mismo santuario del pensamiento, en aquella regin
-donde no alcanzan las miradas de otro hombre, y que slo est patente
- los ojos de Dios, qu significa la libertad de pensar? Es acaso
-que el pensamiento no tenga sus leyes, las que ha de sujetarse por
-precisin, si no quiere sumirse en el caos? Puede despreciar la norma
-de una sana razn? Puede desoir los consejos del buen sentido? Puede
-olvidar que su objeto es la verdad? Puede desentenderse de los eternos
-principios de la moral?
-
-He aqu cmo, examinando lo que significa la palabra libertad, aun
-aplicndola lo que seguramente hay de ms libre en el hombre, como
-es el pensamiento, nos encontramos con tal muchedumbre y variedad de
-sentidos, que nos obligan un sinnmero de distinciones, y nos llevan
-por necesidad restringir la proposicin general, si algo queremos
-expresar que no est en contradiccin con lo que dictan la razn y el
-buen sentido, con lo que prescriben las leyes eternas de la moral, con
-lo que demandan los mismos intereses del individuo, con lo que reclaman
-el buen orden y la conservacin de la sociedad. Y qu no podra
-decirse de tantas otras libertades como se invocan de continuo, con
-nombres indeterminados y vagos, cubiertos propsito con el equvoco y
-las tinieblas?
-
-Pongo estos ejemplos, slo para que no se confundan las ideas; porque,
-defendiendo como defiendo la causa del Catolicismo, no necesito abogar
-por la opresin, ni invocar sobre los hombres una mano de hierro, ni
-aplaudir que se huellen sus derechos sagrados. Sagrados, s; porque,
-segn la enseanza de la augusta religin de Jesucristo, sagrado es
-un hombre los ojos de otro hombre, por su alto origen y destino,
-por la imagen de Dios que en l resplandece, por haber sido redimido
-con inefable dignacin y amor por el mismo Hijo del Eterno; sagrados
-declara esa religin divina los derechos del hombre, cuando su augusto
-Fundador amenaza con eterno suplicio, no tan slo quien le matare, no
-tan slo quien le mutilare, no tan slo quien le robare, sino cosa
-admirable! hasta quien se propasare ofenderle con solas palabras.
-Quien llamare su hermano _fatuo_, ser reo del fuego del infierno.
-(Mat., c. 5, v. 22.) As hablaba el Divino Maestro.
-
-Levntase el pecho con generosa indignacin, al oir que se achaca
-la religin de Jesucristo tendencia esclavizar. Cierto es que, si
-se confunde el espritu de verdadera libertad con el espritu de los
-demagogos, no se le encuentra en el Catolicismo; pero, si no se quieren
-trastrocar monstruosamente los nombres, si se da la palabra libertad
-su acepcin ms razonable, ms justa, ms provechosa, ms dulce,
-entonces la religin catlica puede reclamar la gratitud del humano
-linaje: _ella ha civilizado las naciones que la han profesado; y la
-civilizacin es la verdadera libertad_.
-
-Es un hecho ya generalmente reconocido y paladinamente confesado, que
-el Cristianismo ha ejercido muy poderosa influencia en el desarrollo
-de la civilizacin europea; pero este hecho no se le da todava por
-algunos la importancia que merece, causa de no ser bastante bien
-apreciado. Con respecto la civilizacin, distnguese veces el
-influjo del Cristianismo del influjo del Catolicismo, ponderando las
-excelencias de aqul y escaseando los encomios ste; sin reparar
-que, cuando se trata de la civilizacin europea, puede el Catolicismo
-demandar una consideracin siempre principal, y, por lo tocante
-mucho tiempo, hasta exclusiva, pues que se hall por largos siglos
-enteramente solo en el trabajo de esa grande obra. No se ha querido
-ver que, al presentarse el Protestantismo en Europa, estaba ya la obra
-por concluir; y que con una injusticia ingratitud que no acierta uno
- calificar, se ha tachado al Catolicismo de espritu de barbarie, de
-obscurantismo, de opresin, mientras se haca ostentosa gala de la rica
-civilizacin, de las luces y de la libertad que l principalmente son
-debidas.
-
-Si no se tena gana de profundizar las ntimas relaciones del
-Catolicismo con la civilizacin europea; si faltaba la paciencia que
-es menester en las prolijas investigaciones que tal examen conduce,
-al menos pareca del caso dar una mirada al estado de los pases donde
-en siglos trabajosos no ejerci la religin catlica todo su influjo,
-y compararlos con aquellos otros en que fu el principio dominante.
-El Oriente y el Occidente, ambos sujetos grandes trastornos, ambos
-profesando el Cristianismo, pero de manera que el principio catlico se
-hall dbil y vacilante all, mientras estuvo robusto y profundamente
-arraigado entre los occidentales, hubieran ofrecido dos puntos de
-comparacin muy propsito para estimar lo que vale el Cristianismo
-sin el Catolicismo, cuando se trata de salvar la civilizacin y
-la existencia de las naciones. En Occidente los trastornos fueron
-repetidos y espantosos, el caos lleg su complemento, y, sin embargo,
-del caos han brotado la luz y la vida. Ni la barbarie de los pueblos
-que inundaron estas regiones y que adquirieron en ellas asiento, ni las
-furiosas arremetidas del islamismo, aun cuando estaba en su mayor bro
-y pujanza, bastaron para que se ahogase el germen de una civilizacin
-rica y fecunda: en Oriente todo iba envejeciendo y caducando, nada
-se remozaba, y los embates del ariete que nada haba podido contra
-nosotros, todo cay. Ese poder espiritual de Roma, esa influencia en
-los negocios temporales, dieron por cierto frutos muy diferentes de los
-que produjeron en semejantes circunstancias sus rencorosos rivales.
-
-Si un da estuviese destinada la Europa sufrir de nuevo algn
-espantoso y general trastorno, por un desborde universal de las ideas
-revolucionarias, por alguna violenta irrupcin del pauperismo sobre
-los poderes sociales y sobre la propiedad; si ese coloso que se levanta
-en el Norte en un trono asentado entre eternas nieves, teniendo en su
-cabeza la inteligencia y en su mano la fuerza ciega, que dispone
-la vez de los medios de la civilizacin y de la barbarie, cuyos ojos
-van recorriendo de continuo el Oriente, el Medioda y el Occidente,
-con aquella mirada codiciosa y astuta, seal caracterstica que nos
-presenta la historia en todos los imperios invasores; si, acechando el
-momento oportuno, se arrojase una tentativa sobre la independencia
-de la Europa, entonces quizs se vera una prueba de lo que vale en
-los grandes apuros el principio catlico; entonces se palpara el
-poder de esa _unidad_ proclamada y sostenida por el Catolicismo;
-entonces, recordando los siglos medios, se vera una de las causas de
-la debilidad del Oriente y de la robustez del Occidente; entonces se
-recordara un hecho que, aunque es de ayer, empieza ya olvidarse,
-y es que el pueblo contra cuyo denodado bro se estrell el poder de
-Napolen, era el pueblo proverbialmente catlico. Y quin sabe si en
-los atentados cometidos en Rusia contra el Catolicismo, atentados que
-ha deplorado en sentido lenguaje el Vicario de Jesucristo; quin sabe
-si influye el secreto presentimiento, quizs la previsin, de la
-necesidad de debilitar aquel sublime poder, que, en tratndose de la
-causa de la humanidad, ha sido en todas pocas el ncleo de los grandes
-esfuerzos? Pero volvamos al intento.
-
-No puede negarse que desde el siglo XVI se ha mostrado la civilizacin
-europea muy lozana y brillante, pero es un error atribuir este fenmeno
-al Protestantismo. Para examinar la influencia y eficacia de un hecho,
-no se han de mirar tan slo los sucesos que han venido despus de l;
-se ha de considerar si estos sucesos estaban ya preparados, si son
-algo ms que un resultado necesario de hechos anteriores: conviene
-no hacer aquel raciocinio que tachan de sofstico los dialcticos:
-_despus de esto, luego por esto; post hoc, ergo propter hoc_. Sin el
-Protestantismo, y antes del Protestantismo, estaba ya muy adelantada
-la civilizacin europea por los trabajos influencia de la religin
-catlica; y la grandeza y esplendor que sobrevinieron despus, no se
-desplegaron causa del Protestantismo, sino pesar del Protestantismo.
-
-Al extravo de ideas en esta materia ha contribudo no poco el estudio
-poco profundo que se ha hecho del Cristianismo, el haberse contentado
-no pocas veces con una mirada superficial sobre los principios de
-fraternidad que l tanto recomienda, sin entrar en el debido examen de
-la historia de la Iglesia. Para comprender fondo una institucin, no
-basta pararse en sus ideas ms capitales; es necesario seguirle tambin
-los pasos, ver cmo va realizando esas ideas, cmo triunfa de los
-obstculos que le salen al encuentro. Nunca se formar concepto cabal
-sobre un hecho histrico, si no se estudia detenidamente su historia;
-y el estudio de la historia de la Iglesia catlica en sus relaciones
-con la civilizacin deja todava mucho que desear. Y no es que sobre la
-historia de la Iglesia no se hayan hecho estudios profundos; sino que,
-desde que se ha desplegado el espritu de anlisis social, no ha sido
-todava objeto de aquellos trabajos admirables que tanto la ilustraron
-bajo el aspecto dogmtico y crtico.
-
-Otro embarazo media para que pueda dilucidarse cual conviene esta
-materia, y es el dar sobrada importancia las intenciones de los
-hombres, distrayndose de considerar la marcha grave y majestuosa de
-las cosas. Se mide la magnitud y se califica la naturaleza de los
-acontecimientos por los motivos inmediatos que los determinaron, y por
-los fines que se proponan los hombres que en ellos intervinieron; y
-esto es un error muy grave: la vista se ha de extender mayor espacio
-y se ha de observar el sucesivo desarrollo de las ideas, el influjo
-que anduvieron ejerciendo en los sucesos, las instituciones que de
-ellas iban brotando, pero considerndolo todo como es en s, es decir,
-en un cuadro grande, inmenso, sin pararse en hechos particulares,
-contemplados en su aislamiento y pequeez. Que es menester grabar
-profundamente en el nimo la importante verdad de que, cuando se
-desenvuelve alguno de esos grandes hechos que cambian la suerte de
-una parte considerable del humano linaje, rara vez lo comprenden los
-mismos hombres que en ello intervienen, y que como poderosos agentes
-figuran: la marcha de la humanidad es un gran drama, los papeles se
-distribuyen entre los individuos que pasan y desaparecen: el hombre es
-muy pequeo, slo Dios es grande. Ni los actores de las escenas de los
-antiguos imperios de Oriente, ni Alejandro arrojndose sobre el Asia y
-avasallando innumerables naciones, ni los romanos sojuzgando el mundo,
-ni los brbaros derrocando y destrozando el imperio romano, ni los
-musulmanes dominando el Asia y el frica y amenazando la idependencia
-de Europa, pensaron, ni pensar podan en que sirviesen de instrumento
-para realizar los destinos cuya ejecucin nosotros admiramos.
-
-Quiero indicar con esto que, cuando se trata de civilizacin cristiana,
-cuando se van notando y analizando los hechos que sealan su marcha, no
-es necesario, y muchas veces ni conveniente, el suponer que los hombres
-que ella han contribudo de una manera muy principal, conocieran en
-toda su extensin el resultado de su propia obra; bstale la gloria
-de un hombre, el que se le seale como escogido instrumento de la
-Providencia, sin que sea menester atribuir demasiado su conocimiento
-particular, sus intenciones personales. Basta reconocer que un
-rayo de luz ha bajado del cielo y ha iluminado su frente; pero no
-hay necesidad de que l mismo previera que ese rayo reflejando se
-desparramara en inmensas madejas sobre las generaciones venideras. Los
-hombres pequeos son comunmente ms pequeos de lo que piensan; pero
-los hombres grandes son veces ms grandes de lo que creen; y es que
-no conocen todo su grandor, por no saber que son instrumentos de altos
-designios de la Providencia.
-
-Otra observacin debe tenerse presente en el estudio de esos grandes
-hechos, y es que no se debe buscar un sistema cuya trabazn y harmona
-se descubran la primera ojeada. Preciso es resignarse sufrir la
-vista de algunas irregularidades y algunos objetos poco agradables; es
-menester precaverse contra la pueril impaciencia de querer adelantarnos
-al tiempo; es indispensable despojarse de aquel deseo, que, ms
-menos vivo, nunca nos abandona, de encontrarlo todo amoldado conforme
- nuestras ideas, de verlo marchar todo de la manera que ms nos
-agrada. No veis esa naturaleza tan grande, tan variada, tan rica,
-cmo prodiga en cierto desorden sus productos ocultando inestimables
-piedras y preciossimos veneros entre montones de tierra ruda, cul
-despliega inmensas cordilleras, riscos inaccesibles, horrendas
-fragosidades, que contrastan con amenas y espaciosas llanuras? no veis
-ese aparente desorden, esa prodigalidad, en medio de las cuales estn
-trabajando en secreto concierto innumerables agentes para producir el
-admirable conjunto que encanta nuestros ojos y admira al naturalista?
-Pues he aqu la sociedad: los hechos andan dispersos, desparramados
-ac y acull, sin ofrecer muchas veces visos de orden ni concierto;
-los acontecimientos se suceden, se empujan, sin que se descubra un
-designio; los hombres se anan, se separan, se auxilian, se chocan;
-pero va pasando el tiempo, ese agente indispensable para la produccin
-de las grandes obras, y va todo caminando al destino sealado en los
-arcanos del Eterno.
-
-He aqu cmo se concibe la marcha de la humanidad, he aqu la norma
-del estudio filosfico de la historia, he aqu el modo de comprender
-el influjo de esas ideas fecundas, de esas instituciones poderosas que
-aparecen de vez en cuando entre los hombres para cambiar la faz de la
-tierra. En semejante estudio, y cuando se descubre obrando en el fondo
-de las cosas una idea fecunda, una institucin poderosa, lejos de
-asustarse el nimo por encontrar alguna irregularidad, se complace y se
-alienta; porque es excelente seal de que la idea est llena de verdad,
-de que la institucin rebosa de vida, cuando se las ve atravesar
-el caos de los siglos y salir enteras de entre los ms horrorosos
-sacudimientos. Que estos aquellos hombres no se hayan regido por la
-idea, que no hayan correspondido al objeto de la institucin, nada
-importa, si la institucin ha sobrevivido los trastornos, si la idea
-ha sobrenadado en el borrascoso pilago de las pasiones. Entonces
-el mentar las flaquezas, las miserias, la culpa, los crmenes de
-los hombres, es hacer la ms elocuente apologa de la idea y de la
-institucin.
-
-Mirados los hombres de esta manera, no se los saca de su lugar
-propio, ni se exige de ellos lo que racionalmente no se puede exigir.
-Encajonados, por decirlo as, en el hondo cauce del gran torrente
-de los sucesos, no se atribuye su inteligencia ni voluntad, mayor
-esfera de la que les corresponde: y, sin dejar, por eso, de apreciar
-debidamente la magnitud y naturaleza de las obras en que tomaron
-parte, no se da exagerada importancia sus personas, honrndolas con
-encomios que no merezcan achacndoles cargos injustos. Entonces no se
-confunden monstruosamente tiempos y circunstancias; el observador mira
-con sosiego y templanza los acontecimientos que se van desplegando ante
-sus ojos; no habla del imperio de Carlomagno como hablar pudiera del
-imperio de Napolen, ni se desata en agrias invectivas contra Gregorio
-VII, porque no sigui en su poltica la misma lnea de conducta que
-Gregorio XVI.
-
-Y cuenta que no exijo del historiador filsofo una impasible
-indiferencia por el bien y por el mal, por lo justo y lo injusto;
-cuenta que no reclamo indulgencia para el vicio, ni pretendo que
-se escaseen los elogios la virtud; no simpatizo con esa escuela
-histrica fatalista, que ha vuelto presentar sobre el mundo
-el Destino de los antiguos; escuela que, si extendiera mucho su
-influencia, malograra la ms hermosa parte de los trabajos histricos,
-y ahogara los destellos de las inspiraciones ms generosas. En la
-marcha de la sociedad veo un plan, veo un concierto, mas no ciega
-necesidad; no creo que los sucesos se revuelvan y barajen en confusa
-mezcolanza en la obscura urna del destino, ni que los hados tengan
-ceido el mundo con un arco de hierro.
-
-Veo s una cadena maravillosa tendida sobre el curso de los siglos;
-pero es cadena que no embarga el movimiento de los individuos ni de las
-naciones; que, ondeando suavemente, se aviene con el flujo y reflujo
-demandado por la misma naturaleza de las cosas; que con su contacto
-hace brotar de la cabeza de los hombres pensamientos grandiosos: cadena
-de oro que est pendiente de la mano del Hacedor Supremo, labrada con
-infinita inteligencia y regida con inefable amor.
-
-
-
-
-CAPITULO XIV
-
-
-En qu estado encontr al mundo el Cristianismo? Pregunta es sta
-en que debemos fijar mucho nuestra atencin, si queremos apreciar
-debidamente los beneficios dispensados por esa religin divina al
-individuo y la sociedad; si deseamos conocer el verdadero carcter de
-la civilizacin cristiana.
-
-Sombro cuadro, por cierto, presentaba la sociedad en cuyo centro
-naci el Cristianismo. Cubierta de bellas apariencias, y herida en su
-corazn con enfermedad de muerte, ofreca la imagen de la corrupcin
-ms asquerosa, velada con el brillante ropaje de la ostentacin y de
-la opulencia. La moral sin base, las costumbres sin pudor, sin freno
-las pasiones, las leyes sin sancin, la religin sin Dios, flotaban
-las ideas merced de las preocupaciones, del fanatismo religioso,
-y de las cavilaciones filosficas. Era el hombre un hondo misterio
-para s mismo, y ni saba estimar su dignidad, pues que consenta
-que se le rebajase al nivel de los brutos; ni, cuando se empeaba en
-ponderarla, acertaba contenerse en los lindes sealados por la razn
-y la naturaleza: siendo este propsito bien notable que, mientras una
-gran parte del humano linaje gema en la ms abyecta esclavitud, se
-exaltasen con tanta facilidad los hroes, y hasta los ms detestables
-monstruos, sobre las aras de los dioses.
-
-Con semejantes elementos deba cundir tarde temprano la disolucin
-social; y, aun cuando no hubiera sobrevenido la violenta arremetida
-de los brbaros, ms menos tarde aquella sociedad se hubiera
-trastornado: porque no haba en ella ni una idea fecunda, ni un
-pensamiento consolador, ni una vislumbre de esperanza que pudiese
-preservarla de la ruina.
-
-La idolatra haba perdido su fuerza: resorte gastado con el tiempo y
-por el uso grosero que de l haban hecho las pasiones; expuesta su
-frgil contextura al disolvente fuego de la observacin filosfica,
-estaba en extremo desacreditada; y, si, por efecto de arraigados
-hbitos, ejerca sobre el nimo de los pueblos algn influjo maquinal,
-no era ste capaz ni de restablecer la harmona de la sociedad, ni
-de producir aquel fogoso entusiasmo inspirador de grandes acciones:
-entusiasmo que, en tratndose de corazones vrgenes, puede ser excitado
-hasta por la supersticin ms irracional y absurda. juzgar por
-la relajacin de costumbres, por la flojedad de los nimos, por la
-afeminacin y el lujo, por el completo abandono las ms repugnantes
-diversiones y asquerosos placeres, se ve claro que las ideas religiosas
-nada conservaban de aquella majestad que notamos en los tiempos
-heroicos; y que, faltas de eficacia, ejercan sobre el nimo de los
-pueblos escaso ascendiente, mientras servan de un modo lamentable
-como instrumentos de disolucin. Ni era posible que sucediese de otra
-manera: pueblos que se haban levantado al alto grado de cultura de
-que pueden gloriarse griegos y romanos; que haban odo disputar
-sus sabios sobre las grandes cuestiones acerca de la Divinidad y el
-hombre, no era regular que permaneciesen en aquella candidez que era
-necesaria para creer de buena fe los intolerables absurdos de que
-rebosa el paganismo: y, sea cual fuere la disposicin de nimo de la
-parte ms ignorante del pueblo, buen seguro que lo creyeran cuantos
-se levantaban un poco sobre el nivel regular, ellos que acababan de oir
-filsofos tan cuerdos como Cicern, y que se estaban saboreando en las
-maliciosas agudezas de sus poetas satricos.
-
-Si la religin era impotente, quedaba, al parecer, otro recurso: la
-_ciencia_. Antes de entrar en el examen de lo que poda esperarse de
-ella, es necesario observar que jams la ciencia fund una sociedad,
-ni jams fu bastante restituirle el equilibrio perdido. Revulvase
-la historia de los tiempos antiguos: hallarnse al frente de algunos
-pueblos hombres eminentes que, ejerciendo un mgico influjo sobre el
-corazn de sus semejantes, dictan leyes, reprimen abusos, rectifican
-las ideas, enderezan las costumbres, y asientan sobre sabias
-instituciones un gobierno, labrando ms menos cumplidamente la dicha
-y la prosperidad de los pueblos que se entregaron su direccin y
-cuidado. Pero muy errado anduviera quien se figurase que esos hombres
-procedieron consecuencia de lo que nosotros llamamos combinaciones
-cientficas: sencillos por lo comn, y hasta rudos y groseros, obraban
- impulsos de su buen corazn, y guiados por aquel buen sentido, por
-aquella sesuda cordura que dirigen al padre de familia en el manejo de
-los negocios domsticos; mas nunca tuvieron por norma esas miserables
-cavilaciones que nosotros apellidamos teoras, ese frrago indigesto
-de ideas que nosotros disfrazamos con el pomposo nombre de ciencia. Y
-qu? fueron acaso los mejores tiempos de la Grecia aquellos en que
-florecieron los Platones y los Aristteles? Aquellos fieros romanos que
-sojuzgaron el mundo, no posean, por cierto, la extensin y variedad de
-conocimientos que admiramos en el siglo de Augusto: y quin trocara,
-sin embargo, unos tiempos con otros tiempos, unos hombres con otros
-hombres?
-
-Los siglos modernos podran tambin suministrarnos abundantes pruebas
-de la esterilidad de la ciencia en las instituciones sociales; cosa
-tanto ms fcil de notar, cuando son tan patentes los resultados
-prcticos que han dimanado de las ciencias naturales. En stas dirase
-que se ha concedido al hombre lo que en aqullas le fu negado; si bien
-que, mirada fondo la cosa, no es tanta la diferencia como primera
-vista pudiera parecer. Cuando el hombre trata de hacer aplicacin de
-los conocimientos que ha adquirido sobre la naturaleza, se ve forzado
- respetarla; y como, aunque quisiese, no alcanzara con su dbil
-mano causarle considerable trastorno, se limita en sus ensayos
-tentativas de poca monta, excitndole el mismo deseo del acierto,
-obrar conforme las leyes que estn sujetos los cuerpos sobre los
-cuales se ejercita. En las aplicaciones de las ciencias sociales sucede
-muy de otra manera: el hombre puede obrar directa inmediatamente
-sobre la misma sociedad; con su mano puede trastornarla, no se ve
-por precisin limitado practicar sus ensayos en objetos de poca
-entidad y respetando las eternas leyes de las sociedades, sino que
-puede imaginarlas su gusto, proceder conforme sus cavilaciones,
-y acarrear desastres de que se lamente la humanidad. Recurdense las
-extravagancias que sobre la naturaleza han corrido muy vlidas en las
-escuelas filosficas antiguas y modernas, y vase lo que hubiera sido
-de la admirable mquina del universo, si los filsofos la hubieran
-podido manejar su arbitrio. Por desgracia, no sucede as en la
-sociedad: los ensayos se hacen sobre ella misma, sobre sus eternas
-bases, y entonces resultan gravsimos males, pero males que evidencian
-la debilidad de la ciencia del hombre. Es menester no olvidarlo:
-la ciencia, propiamente dicha, vale poco para la organizacin de
-las sociedades; y en los tiempos modernos, en que tan orgullosa se
-manifiesta por su pretendida fecundidad, ser bien recordarle que
-atribuye sus trabajos lo que es fruto del transcurso de los siglos,
-del sano instinto de los pueblos, y veces de las inspiraciones de un
-genio: y ni el instinto de los pueblos, ni el genio, tienen nada de
-parecido la ciencia.
-
-Pero, dando de mano esas consideraciones generales, siempre muy
-tiles, como que son tan conducentes para el conocimiento del hombre,
-qu poda esperarse de la falsa vislumbre de ciencia que se conservaba
-sobre las ruinas de las antiguas escuelas, la poca de que hablamos?
-Escasos como eran en semejantes materias los conocimientos de los
-filsofos antiguos, aun de los ms aventajados, no puede menos de
-confesarse que los nombres de Scrates, de Platn, de Aristteles,
-recuerdan algo de respetable; y que, en medio de desaciertos y
-aberraciones, ofrecen conceptos dignos de la elevacin de sus genios.
-Pero, cuando apareci el Cristianismo, estaban sofocados los grmenes
-del saber esparcidos por aquellos grandes hombres: los sueos haban
-ocupado el lugar de los pensamientos altos y fecundos; el prurito de
-disputar reemplazaba el amor de la sabidura, y los sofismas y las
-cavilaciones se haban substitudo la madurez del juicio y la
-severidad del raciocinio. Derribadas las antiguas escuelas, formadas
-de sus escombros otras, tan estriles como extraas, brotaba por todas
-partes cuantioso nmero de sofistas, como aquellos insectos inmundos
-que anuncian la corrupcin de un cadver. La Iglesia nos ha conservado
-un dato preciossimo para juzgar de la ciencia de aquellos tiempos: la
-historia de las primeras herejas. Si prescindimos de lo que en ellas
-indigna, cual es su profunda inmoralidad, puede darse cosa ms vaca,
-ms insulsa, ms digna de lstima?[14]
-
-La legislacin romana, tan recomendable por la justicia y equidad que
-entraa y por el tino y sabidura con que resplandece, si bien puede
-contarse como uno de los ms preciosos esmaltes de la civilizacin
-antigua, no era parte, sin embargo, prevenir la disolucin de
-que estaba amenazada la sociedad. Nunca debi sta su salvacin
-jurisconsultos; porque obra tamaa no est en la esfera del influjo de
-la jurisprudencia. Que sean las leyes tan perfectas como se quiera, que
-la jurisprudencia se haya levantado al ms alto punto de esplendor, que
-los jurisconsultos estn animados de los sentimientos ms puros, que
-vayan guiados por las miras ms rectas, de qu servir todo esto, si
-el corazn de la sociedad est corrompido, si los principios morales
-han perdido su fuerza, si las costumbres estn en perpetua lucha con
-las leyes?
-
-Ah estn los cuadros que de las costumbres romanas nos han dejado sus
-mismos historiadores, y vase si en ellos se encuentran retratadas la
-equidad, la justicia, el buen sentido, que han merecido las leyes
-romanas el honroso dictado de _razn escrita_.
-
-Como una prueba de imparcialidad, omito de propsito el notar
-los lunares de que no carece el derecho romano; no fuera que se
-me achacase que trato de rebajar todo aquello que no es obra del
-Cristianismo. No debe, sin embargo, pasarse por alto que no es verdad
-que al Cristianismo no le cupiese ninguna parte en la perfeccin de
-la jurisprudencia romana; no slo con respecto al perodo de los
-emperadores cristianos, lo que no admite duda, sino tambin hablando
-de los anteriores. Es cierto que algn tiempo antes de la venida de
-Jesucristo era muy crecido el nmero de las leyes romanas, y que su
-estudio y arreglo llamaba la atencin de los hombres ms ilustres.
-Sabemos por Suetonio (in _Caesa._, c. 44) que Julio Csar se haba
-propuesto la utilsima tarea de reducir pocos libros lo ms selecto y
-necesario que andaba desparramado en la inmensa abundancia de leyes;
-un pensamiento semejante haba ocurrido Cicern, quien escribi un
-libro sobre la redaccin metdica del derecho civil (_De iure civili in
-arte dirigendo_), como atestigua Gellio (_Noct. Att._, l. 1, c. 22);
-y, segn nos dice Tcito (_Ann._, l. 3, c. 28), este trabajo haba
-tambin ocupado la atencin del emperador Augusto. Esos proyectos
-revelan ciertamente que la legislacin no estaba en su infancia; pero
-no deja por ello de ser verdad que el derecho romano, tal como le
-tenemos, es casi todo un producto de siglos posteriores. Varios de los
-jurisconsultos ms afamados, y cuyas sentencias forman una buena parte
-del derecho, vivan largo tiempo despus de la venida de Jesucristo;
-y las constituciones de los emperadores llevan en su propio nombre el
-recuerdo de su poca.
-
-Asentados estos hechos, observar que, por ser paganos los emperadores
-y los jurisconsultos, no se infiere que las ideas cristianas dejasen
-de ejercer influencia sobre sus obras. El nmero de los cristianos
-era inmenso por todas partes; la misma crueldad con que se los haba
-perseguido, la heroica fortaleza con que arrostraban los tormentos y
-la muerte, deban de haber llamado la atencin de todo el mundo; y es
-imposible que entre los hombres pensadores no se excitara la curiosidad
-de examinar cul era la enseanza que la religin nueva comunicaba
-sus proslitos. La lectura de las apologas del Cristianismo, escritas
-ya en los primeros siglos con tanta fuerza de raciocinio y elocuencia,
-las obras de varias clases publicadas por los primeros Padres, las
-homilas de los obispos dirigidas los pueblos, encierran un caudal
-tan grande de sabidura, respiran tanto amor la verdad y la
-justicia, proclaman tan altamente los eternos principios de la moral,
-que no poda menos de hacerse sentir su influencia aun entre aquellos
-que condenaban la religin del Crucificado.
-
-Cuando van extendindose doctrinas que tengan por objeto aquellas
-grandes cuestiones que ms interesan al hombre, si estas doctrinas
-son propagadas con fervoroso celo, aceptadas con ardor por un crecido
-nmero de discpulos, y sustentadas con el talento y el saber de
-hombres ilustres, dejan en todas direcciones hondos surcos, y afectan
-aun aquellos mismos que las combaten con acaloramiento. Su influencia
-en tales casos es imperceptible, pero no deja de ser muy real y
-verdadera; se asemejan aquellas exhalaciones de que se impregna la
-atmsfera: con el aire que respiramos absorbemos veces la muerte,
-veces un aroma saludable que nos purifica y conforta.
-
-No poda menos de verificarse el mismo fenmeno con respecto una
-doctrina predicada de un modo tan extraordinario, propagada con tanta
-rapidez, sellada su verdad con torrentes de sangre, y defendida por
-escritores tan ilustres como Justino, Clemente de Alejandra, Ireneo
-y Tertuliano. La profunda sabidura, la embelesante belleza de las
-doctrinas explanadas por los doctores cristianos, deban de llamar
-la atencin hacia los manantiales donde las beban; y es regular
-que esa picante curiosidad pondra en manos de muchos filsofos y
-jurisconsultos los libros de la Sagrada Escritura. Qu tuviera de
-extrao que Epicteto se hubiese saboreado largos ratos en la lectura
-del _sermn sobre la montaa_; ni que los orculos de la jurisprudencia
-recibiesen sin pensarlo las inspiraciones de una religin que,
-creciendo de un modo admirable en extensin y pujanza, andaba
-apoderndose de todos los rangos de la sociedad? El ardiente amor
-la verdad y la justicia, el espritu de fraternidad, las grandiosas
-ideas sobre la dignidad del hombre, temas perpetuos de la enseanza
-cristiana, no eran para quedar circunscritos al solo mbito de los
-hijos de la Iglesia. Con ms menos lentitud, banse filtrando por
-todas las clases; y cuando con la conversin de Constantino adquirieron
-influencia poltica y predominio pblico, no se hizo otra cosa que
-repetir el fenmeno de que, en siendo un sistema muy poderoso en el
-orden social, pasa ejercer un seoro, al menos su influencia, en
-el orden poltico. Con entera confianza abandono estas reflexiones al
-juicio de los hombres pensadores, seguro de que, si no las adoptan, al
-menos no las juzgarn desatendibles. Vivimos en una poca fecunda en
-acontecimientos, y en que se han realizado revoluciones profundas: y
-por eso estamos ms en proporcin de comprender los inmensos efectos
-de las influencias indirectas y lentas, el poderoso ascendiente de las
-ideas, y la fuerza irresistible con que se abren paso las doctrinas.
-
- esa falta de principios vitales para regenerar la sociedad, tan
-poderosos elementos de disolucin como abrigaba en su seno, allegbase
-otro mal, y no de poca cuanta, en lo vicioso de la organizacin
-poltica. Doblegada la cerviz del mundo bajo el yugo de Roma, veanse
-cien y cien pueblos, muy diferentes en usos y costumbres, amontonados
-en desorden como el botn de un campo de batalla, forzados formar un
-cuerpo facticio, como trofeos ensartados en el astil de una lanza.
-
-La unidad en el gobierno no poda ser provechosa, porque era violenta;
-y aadindose que esta unidad era desptica, desde la silla del imperio
-hasta los ltimos mandarines, no poda traer otro resultado que el
-abatimiento y la degradacin de los pueblos; sindoles imposible
-desplegar aquella elevacin y energa de nimo, frutos preciosos del
-sentimiento de la propia dignidad, y el amor la independencia de la
-patria. Si al menos Roma hubiese conservado sus antiguas costumbres,
-si abrigara en su seno aquellos guerreros tan clebres por la fama de
-sus victorias como por la sencillez y austeridad de sus costumbres,
-pudirase concebir la esperanza de que emanara los pueblos vencidos
-algo de las prendas de los vencedores, como un corazn joven y
-robusto reanima con su vigor un cuerpo extenuado con las ms rebeldes
-dolencias. Pero desgraciadamente no era as: los Fabios, los Camilos,
-los Escipiones, no hubieran conocido su indigna prole; y Roma, la
-seora del mundo, yaca esclava bajo los pies de unos monstruos,
-que ascendan al trono por el soborno y la violencia, manchaban el
-cetro con su corrupcin y crueldad, y acababan la vida en manos de un
-asesino. La autoridad del Senado y la del pueblo haban desaparecido:
-quedaban tan slo algunos vanos simulacros, _vestigia morientis
-libertatis_, como los apellida Tcito; vestigios de la libertad
-expirante; y aquel pueblo rey, _que antes distribua el imperio, las
-fasces, las legiones, y todo, la sazn ansiaba tan slo dos cosas:
-pan y juegos_.
-
- Qui dabat olim
- Imperiun, fasces, legiones, omnia, nunc se
- Continet, atque duas tantum res anxius optat:
- Panem et circenses.
-
- (JUVENAL, SATYR. 10.)
-
-Vino, por fin, la plenitud de los tiempos: el Cristianismo apareci, y
-sin proclamar ninguna alteracin en las formas polticas, sin atentar
-contra ningn gobierno, sin ingerirse en nada que fuese mundanal y
-terreno, llev los hombres una doble salud, llamndolos al camino
-de una felicidad eterna, al paso que iba derramando manos llenas
-el nico preservativo contra la disolucin social, el germen de una
-regeneracin lenta y pacfica, pero grande, inmensa, duradera, la
-prueba de los trastornos de los siglos. Y ese preservativo contra
-la disolucin social, y ese germen de inestimables mejoras, era una
-enseanza elevada y pura, derramada sobre todos los hombres, sin
-excepcin de edades, de sexos, de condiciones, como una lluvia benfica
-que se desata en suavsimos raudales sobre una campia mustia y
-agostada.
-
-No hay religin que se haya igualado al Cristianismo, ni en conocer el
-secreto de dirigir al hombre, ni cuya conducta en esa direccin sea un
-testimonio ms solemne del reconocimiento de la alta dignidad humana.
-El Cristianismo ha partido siempre del principio de que el primer paso
-para apoderarse de todo el hombre es apoderarse de su entendimiento;
-que, cuando se trata de extirpar un mal, de producir un bien, es
-necesario tomar por blanco principal las ideas, dando de esta manera un
-golpe mortal los sistemas de violencia, que tanto dominan dondequiera
-que l no existe, y proclamando la saludable verdad de que, cuando se
-trata de dirigir los hombres, el medio ms indigno y ms dbil es la
-fuerza. Verdad benfica y fecunda, que abra la humanidad un nuevo y
-venturoso porvenir.
-
-Slo desde el Cristianismo se encuentran, por decirlo as, ctedras de
-la ms sublime filosofa, abiertas todas horas, en todos lugares,
-para todas las clases del pueblo: las ms altas verdades sobre Dios
-y el hombre, las reglas de la moral ms pura, no se limitan ya ser
-comunicadas un nmero escogido de discpulos en lecciones ocultas
-y misteriosas: la sublime filosofa del Cristianismo ha sido ms
-resuelta, se ha atrevido decir los hombres la verdad entera y
-desnuda, y eso en pblico, en alta voz, con aquella generosa osada,
-compaera inseparable de la verdad.
-
-Lo que os digo de noche, decidlo la luz del da, y lo que os digo
-al odo, predicadlo desde los terrados. As hablaba Jesucristo sus
-discpulos. (Mat., c. 10, v. 27.)
-
-Luego que se hallaron encarados el Cristianismo y el paganismo, hzose
-palpable la superioridad de aqul, no tan slo por el contenido de las
-doctrinas, sino tambin por el modo de propagarlas: pdose conocer
-desde luego que una religin cuya enseanza era tan sabia y tan pura,
-y que, para difundirla, se encaminaba sin rodeos, en derechura, al
-entendimiento y al corazn, haba de desalojar bien pronto de sus
-usurpados dominios otra religin de impostura y mentira. Y, en
-efecto, qu haca el paganismo para el bien de los hombres? cul
-era su enseanza sobre las verdades morales? qu diques opona la
-corrupcin de costumbres? Por lo que toca las costumbres, dice
-este propsito San Agustn, cmo no cuidaron los dioses de que sus
-adoradores no las tuvieran tan depravadas? El verdadero Dios, quien
-no adoraban, los desech, y con razn; pero los dioses, cuyo culto se
-quejan que se les prohiba esos hombres ingratos, esos dioses, por qu
- sus adoradores no les ayudaron con ley alguna para vivir? Ya que
-los hombres cuidaban del culto, justo era que los dioses no olvidasen
-el cuidado de la vida y costumbres. Se me dir que nadie es malo sino
-por su voluntad; quin lo niega? Pero cargo era de los dioses, no
-ocultar los pueblos sus adoradores los preceptos de la moral, sino
-predicrselos las claras, reconvenir y reprender por medio de los
-vates los pecadores, amenazar pblicamente con la pena los que
-obraban mal, y prometer premios los que obraban bien. En los templos
-de los dioses, cundo reson una voz alta y vigorosa que tamao
-objeto se dirigiese? (_De Civit. Dei_, l. 2, c. 4.) Traza en seguida
-el Santo Doctor un negro cuadro de las torpezas y abominaciones que se
-cometan en los espectculos y juegos sagrados celebrados en obsequio
-de los dioses, que l mismo dice que haba asistido en su juventud, y
-luego contina: Infirese de esto que no se curaban aquellos dioses de
-la vida y costumbres de las ciudades y naciones que les rendan culto,
-dejndolas que se abandonasen tan horrendos y detestables males, no
-daando tan slo sus campos y viedos, no su casa y hacienda, no al
-cuerpo sujeto la mente, sino permitindoles, sin ninguna prohibicin
-imponente, que abrevasen de maldad la directora del cuerpo, su
-misma alma. Y, si se pretende que vedaban tales maldades, que se nos
-manifieste, que se nos pruebe. Jctanse de no s qu susurros que
-sonaban los odos de muy pocos, en que, bajo un velo misterioso, se
-enseaban los preceptos de una vida honrada y pura; pero mustrennos
-los lugares sealados para semejantes reuniones, no los lugares donde
-los farsantes ejecutaban los juegos con voces y acciones obscenas, no
-donde se celebraban las fiestas fugales con la ms estragada licencia,
-sino donde oyesen los pueblos los preceptos de los dioses, sobre
-reprimir la codicia, quebrantan la ambicin, y refrenar los placeres;
-donde aprendiesen esos infelices aquella enseanza que con severo
-lenguaje les recomendaba Persio (_Satyr._ 3) cuando deca: Aprended,
-oh miserables, conocer las causas de las cosas, lo que somos,
-qu nacimos, cul debe ser nuestra conducta, cun deleznable es el
-trmino de nuestra carrera, cul es la razonable templanza en el amor
-del dinero, cul su utilidad verdadera, cul la norma de nuestra
-liberalidad con nuestros deudos y nuestra patria, dnde te ha llamado
-Dios y cul es el lugar que ocupas entre los hombres. Dgasenos en qu
-lugares solan recitarse de parte de los dioses semejantes preceptos,
-dnde pudiesen oirlos con frecuencia los pueblos sus adoradores;
-mustrensenos estos lugares, as como nosotros mostramos iglesias
-institudas para este objeto, dondequiera que se ha difundido la
-religin cristiana. (_De Civit. Dei_, l. 2, c. 6.)
-
-Esta religin divina, profunda conocedora del hombre, no ha olvidado
-jams la debilidad inconstancia que le caracterizan; y por esta
-causa ha tenido siempre por invariable regla de conducta, inculcarle
-sin cesar, con incansable constancia, con paciencia inalterable,
-las saludables verdades de que dependen su bienestar temporal y
-su felicidad eterna. En tratndose de verdades morales, el hombre
-olvida fcilmente lo que no resuena de continuo sus odos; y, si se
-conservan las buenas mximas en su entendimiento, quedan como semilla
-estril, sin fecundar el corazn. Bueno es y muy saludable que los
-padres comuniquen esta enseanza sus hijos: bueno es y muy saludable
-que sea ste un objeto preferente en la educacin privada; pero es
-necesario, adems, que haya un ministerio pblico que no le pierda
-nunca de vista, que se extienda todas las clases y todas las
-edades, que supla el descuido de las familias, que avive los recuerdos
-y las impresiones que las pasiones y el tiempo van de continuo
-borrando.
-
-Es tan importante para la instruccin y moralidad de los pueblos
-ese sistema de continua predicacin y enseanza practicado en
-todas pocas y lugares por la Iglesia catlica, que debe juzgarse
-como un gran bien el que, en medio del prurito que atorment los
-primeros protestantes, de desechar todas las prcticas de la Iglesia,
-conservasen, sin embargo, la de la predicacin. Y no es necesario
-por eso el desconocer los daos que en ciertas pocas han trado las
-violentas declamaciones de algunos ministros, insidiosos fanticos;
-sino que, en el supuesto de haberse roto la unidad, en el supuesto de
-haberse arrojado los pueblos por el azaroso camino del cisma, habr
-infludo no poco en la conservacin de las ideas ms capitales sobre
-Dios y el hombre, y de las mximas fundamentales de la moral, el oir
-los pueblos con frecuencia explicadas semejantes verdades por quien
-las haba estudiado de antemano en la Sagrada Escritura. Sin duda que
-el golpe mortal dado las jerarquas por el sistema protestante, y
-la consiguiente degradacin del sacerdocio, hace que la ctedra de
-la predicacin no tenga entre los disidentes el sagrado carcter de
-ctedra del Espritu Santo; sin duda que es un grande obstculo, para
-que la predicacin pueda dar fruto, el que un ministro protestante no
-pueda ya presentarse como un ungido del Seor, sino que, como ha dicho
-un escritor de talento, slo sea _un hombre vestido de negro que sube
-al plpito todos los domingos para hablar de cosas razonables_; pero
-al menos oyen los pueblos algunos trozos de las excelentes plticas
-morales que se encuentran en el Sagrado Texto; tienen con frecuencia
- su vista los edificantes ejemplos esparcidos en el viejo y nuevo
-Testamento; y, sobre todo, se les refieren menudo los pasos de la
-vida de Jesucristo, de esa vida admirable, modelo de toda perfeccin;
-y que, aun mirada con ojos humanos, es, en confesin de todo el mundo,
-la pura santidad por excelencia, el ms hermoso conjunto moral que se
-viera jams, la realizacin de un bello ideal que bajo la forma humana
-jams concibi la filosofa en sus altos pensamientos, jams retrat
-la poesa en sus sueos ms brillantes. Esto es muy til, altamente
-saludable; porque siempre lo es el nutrir el nimo de los pueblos con
-el jugoso alimento de las verdades morales, y el excitarlos la virtud
-con el estmulo de tan altos ejemplos.
-
-
-
-
-CAPITULO XV
-
-
-Por grande que fuese la importancia dada por la Iglesia la
-propagacin de la verdad, y por ms convencida que estuviera de que,
-para disipar esa informe masa de inmoralidad y degradacin que se
-ofreca su vista, el primer cuidado haba de dirigirse exponer el
-error al disolvente fuego de las doctrinas verdaderas, no se limit
-esto; sino que, descendiendo al terreno de los hechos, y siguiendo un
-sistema lleno de sabidura y cordura, hizo de manera que la humanidad
-pudiese gustar el precioso fruto, que hasta en las cosas terrenas
-dan las doctrinas de Jesucristo. No fu la Iglesia slo una _escuela
-grande y fecunda, fu una asociacin regeneradora_; no esparci sus
-doctrinas generales arrojndolas como al acaso, con la esperanza de
-que fructificaran con el tiempo, sino que las desenvolvi en todas
-sus relaciones, las aplic todos los objetos, procur inculcarlas
- las costumbres y las leyes, y realizarlas en instituciones que
-sirviesen de silenciosa, pero elocuente, enseanza las generaciones
-venideras. Vease desconocida la dignidad del hombre, reinando por
-doquiera la esclavitud; degradada la mujer, ajndola la corrupcin
-de costumbres y abatindola la tirana del varn; adulteradas las
-relaciones de familia, concediendo la ley al padre unas facultades
-que jams le di la naturaleza; despreciados los sentimientos de
-humanidad en el abandono de la infancia, en el desamparo del pobre y
-del enfermo; llevadas al ms alto punto la barbarie y la crueldad en
-el derecho atroz que regulaba los procedimientos de la guerra; vease,
-por fin, coronando el edificio social, rodeada de satlites y cubierta
-de hierro, la odiosa tirana, mirando con despreciador desdn los
-infelices pueblos que yacan sus plantas, amarrados con remachadas
-cadenas.
-
-En tamao conflicto no era pequea empresa la de desterrar el error,
-reformar y suavizar las costumbres, abolir la esclavitud, corregir los
-vicios de la legislacin, enfrenar el poder y harmonizarle con los
-intereses pblicos, dar nueva vida al individuo, reorganizar la familia
-y la sociedad; y, sin embargo, esto, y nada menos que esto, ejecut la
-Iglesia.
-
-Empecemos por la esclavitud. sta es una materia que conviene
-profundizar, dado que encierra una de las cuestiones que ms pueden
-excitar la curiosidad de la ciencia, interesar los sentimientos del
-corazn. Quin ha abolido entre los pueblos cristianos la esclavitud?
-Fu el Cristianismo? y fu l solo, con sus ideas grandiosas sobre
-la dignidad del hombre, con sus mximas y espritu de fraternidad y
-caridad, y, adems, con su conducta prudente, suave y benfica? Me
-lisonjeo de poder manifestar que s.
-
-Ya no se encuentra quien ponga en duda que la Iglesia catlica ha
-tenido una poderosa influencia en la abolicin de la esclavitud; es
-una verdad demasiado clara, salta los ojos con sobrada evidencia,
-para que sea posible combatirla. M. Guizot, reconociendo el empeo
-y la eficacia con que trabaj la Iglesia para la mejora del estado
-social, dice: Nadie ignora con cunta obstinacin combati los vicios
-de aquel estado, la esclavitud por ejemplo. Pero rengln seguido, y
-como si le pesase de asentar sin ninguna limitacin un hecho que por
-necesidad haba de excitar favor de la Iglesia catlica las simpatas
-de la humanidad entera, contina: Mil veces se ha dicho y repetido
-que la abolicin de la esclavitud en los tiempos modernos, es debida
-enteramente las mximas del Cristianismo. Esto es, mi entender,
-adelantar demasiado: mucho tiempo subsisti la esclavitud en medio
-de la sociedad cristiana, sin que semejante estado la confundiese
-irritase mucho. Muy errado anda M. Guizot, queriendo probar que no es
-debida exclusivamente al Cristianismo la abolicin de la esclavitud,
-porque subsistiese tal estado por mucho tiempo en medio de la sociedad
-cristiana. Si se quera proceder con buena lgica, era necesario mirar
-antes si la abolicin repentina de la esclavitud era posible; y si el
-espritu de orden y de paz que anima la Iglesia, poda permitir que
-se arrojase una empresa, con la que hubiera trastornado el mundo,
-sin alcanzar el objeto que se propona. El nmero de los esclavos era
-inmenso; la esclavitud estaba profundamente arraigada en las ideas, en
-las costumbres, en las leyes, en los intereses individuales y sociales:
-sistema funesto, sin duda, pero que era una temeridad pretender
-arrancarle de un golpe, pues que sus races penetraban muy hondo, se
-extendan largo trecho debajo de las entraas de la tierra.
-
-Contronse en un censo de Atenas veinte mil ciudadanos y cuarenta mil
-esclavos; en la guerra del Peloponeso se les pasaron los enemigos
-nada menos que veinte mil, segn refiere Tucdides. El mismo autor nos
-dice que en Cho era crecidsimo el nmero de los esclavos, y que la
-defeccin de stos, pasndose los atenienses, puso en apuros sus
-dueos; y, en general, era tan grande su nmero en todas partes, que
-no pocas veces estaba en peligro por ellos la tranquilidad pblica.
-Por esta causa era necesario tomar precauciones para que no pudieran
-concertarse. Es muy conveniente, dice Platn (_Dil. 6. De las
-leyes_), que los esclavos no sean de un mismo pas, y que, en cuanto
-fuere posible, sean discordes sus costumbres y voluntades, pues que
-repetidas experiencias han enseado en las frecuentes defecciones que
-se han visto entre los mesenios, y en las dems ciudades que tienen
-muchos esclavos de una misma lengua, cuntos daos suelen de esto
-resultar.
-
-Aristteles en su _Economa_ (1. 1, c. 5) da varias reglas sobre el
-modo con que deben tratarse los esclavos, y es notable que coincide
-con Platn, advirtiendo expresamente: que no se han de tener muchos
-esclavos de un mismo pas. En su _Poltica_ (l. 2, c. 7) nos dice
-que los tesalios se vieron en graves apuros por la muchedumbre de
-sus penestas, especie de esclavos; aconteciendo lo propio los
-lacedemonios, de parte de los ilotas. Con frecuencia ha sucedido,
-dice, que los penestas se han sublevado en Tesalia; y los lacedemonios,
-siempre que han sufrido alguna calamidad, se han visto amenazados por
-las conspiraciones de los ilotas. sta era una dificultad que llamaba
-seriamente la atencin de los polticos, y no saban cmo salvar los
-inconvenientes que consigo traa esa inmensa muchedumbre de esclavos.
-Lamntase Aristteles de cun difcil era acertar en el verdadero modo
-de tratarlos, y se conoce que era sta una materia que daba mucho
-cuidado. Transcribir sus propias palabras: la verdad, que el modo
-con que se debe tratar esa clase de hombres es tarea trabajosa y
-llena de cuidados: porque, si se usa de blandura, se hacen petulantes
-y quieren igualarse con los dueos: y, si se los trata con dureza,
-conciben odio y maquinan asechanzas.
-
-En Roma era tal la multitud de esclavos, que, habindose propuesto el
-darles un traje distintivo, se opuso esta medida el Senado, temeroso
-de que, si ellos llegaban conocer su nmero, peligrase el orden
-pblico: y buen seguro que no eran vanos semejantes temores, pues que
-ya de mucho antes haban los esclavos causado considerables trastornos
-en Italia. Platn, para apoyar el consejo arriba citado, recuerda
-que los esclavos repetidas veces haban devastado la Italia con la
-piratera y el latrocinio; y en tiempos ms recientes, Espartaco, la
-cabeza de un ejrcito de esclavos, fu por algn tiempo el terror de
-Italia, y di mucho que entender distinguidos generales romanos.
-
-Haba llegado tal exceso en Roma el nmero de los esclavos, que
-muchos dueos los tenan centenares. Cuando fu asesinado el prefecto
-de Roma Pedanio Secundo, fueron sentenciados muerte 400 esclavos
-suyos (Tcit., _Ann._, l. 14); y Pudentila, mujer de Apuleyo, los tena
-en tal abundancia, que di sus hijos nada menos que 400. Esto haba
-llegado ser un objeto de lujo, y competencia se esforzaban los
-romanos en distinguirse por el nmero de sus esclavos. Queran que, al
-hacerse la pregunta de _Quot pascit servos_, cuntos esclavos mantiene,
-segn expresin de Juvenal (_Satyr._ 3, v. 140), pudiesen ostentarlos
-en grande abundancia; llegando la cosa tal extremo, que, segn nos
-asegura Plinio, ms bien que al squito de una familia, se parecan
-un verdadero ejrcito.
-
-No era solamente en Grecia Italia donde era tan crecido el nmero de
-los esclavos; en Tiro se sublevaron contra sus dueos, y, favorecidos
-por su inmenso nmero, lo hicieron con tal resultado, que los
-degollaron todos. Pasando pueblos brbaros, y prescindiendo de
-otros ms conocidos, nos refiere Herodoto (lib. 3) que, volviendo de la
-Media, los escitas se encontraron con los esclavos sublevados, vindose
-forzados los dueos cederles el terreno, abandonando su patria; y
-Csar en sus comentarios (_De Bello Gall._, lib. 6) nos atestigua lo
-abundantes que eran los esclavos en la Galia.
-
-Siendo tan crecido en todas partes el nmero de esclavos, ya se ve que
-era del todo imposible predicar su libertad, sin poner en conflagracin
-el mundo. Desgraciadamente, queda todava en los tiempos modernos un
-punto de comparacin, que, si bien en una escala muy inferior, no deja
-de cumplir nuestro propsito. En una colonia donde los esclavos
-negros sean muy numerosos, quin se arroja de golpe ponerlos en
-libertad? Y cunto se agrandan las dificultades, qu dimensin tan
-colosal adquiere el peligro, tratndose, no de una colonia, sino del
-universo? El estado intelectual y moral de los esclavos los haca
-incapaces de disfrutar de un tal beneficio en provecho suyo y de la
-sociedad; y en su embrutecimiento, aguijoneados por el rencor y por el
-deseo de venganza nutridos en sus pechos con el mal tratamiento que
-se les daba, hubieran reproducido en grande las sangrientas escenas
-con que dejaran ya manchadas en tiempos anteriores las pginas de
-la historia. Y qu hubiera acontecido entonces? Que, amenazada la
-sociedad por tan horroroso peligro, se hubiera puesto en vela contra
-los principios favorecedores de la libertad, hubiralos en adelante
-mirado con prevencin y suspicaz desconfianza, y, lejos de aflojar
-las cadenas de los esclavos, se las habra remachado con ms ahinco y
-tenacidad. De aquella inmensa masa de hombres brutales y furibundos,
-puestos sin preparacin en libertad y movimiento, era imposible que
-brotase una organizacin social: porque una organizacin social no se
-improvisa, y mucho menos con semejantes elementos; y, en tal caso,
-habindose de optar entre la esclavitud y el aniquilamiento del
-orden social, el instinto de conservacin que anima la sociedad,
-como todos los seres, hubiera acarreado indudablemente la duracin
-de la esclavitud all donde hubiese permanecido todava, y su
-restablecimiento all donde se la hubiese destrudo.
-
-Los que se han quejado de que el Cristianismo no anduviera ms pronto
-en la abolicin de la esclavitud, deban recordar que, aun cuando
-supongamos posible una emancipacin repentina muy rpida, aun cuando
-queramos prescindir de los sangrientos trastornos que por necesidad
-habran resultado, la sola fuerza de las cosas, saliendo al paso con
-sus obstculos insuperables, hubiera inutilizado semejante medida.
-Demos de mano todas las consideraciones sociales y polticas, y
-fijmonos nicamente en las econmicas. Por de pronto era necesario
-alterar todas las relaciones de la propiedad: porque, figurando en ella
-los esclavos como una parte principal, cultivando ellos las tierras,
-ejerciendo los oficios mecnicos, en una palabra, estando distribudo
-entre ellos lo que se llama trabajo, y hecha esta distribucin en
-el supuesto de la esclavitud, quitada esta base se acarreaba una
-dislocacin tal, que la mente no alcanza comprender sus ltimas
-consecuencias.
-
-Quiero suponer que se hubiese procedido despojos violentos, que
-se hubiese intentado un reparto, una nivelacin de propiedades; que
-se hubiesen distribudo tierras los emancipados, y que los ms
-opulentos seores se les hubiese forzado manejar el azadn y el
-arado; quiero suponer realizados todos estos absurdos, todos esos
-sueos de un delirante: ni aun as, se habra salido del paso: porque
-es menester no olvidar que la produccin de los medios de subsistencia
-ha de estar en proporcin con las necesidades de los que han de
-subsistir; y esto era imposible, supuesta la emancipacin de los
-esclavos. La produccin estaba regulada, no suponiendo precisamente el
-nmero de individuos que la sazn existan, sino tambin que la mayor
-parte de stos eran esclavos; y las necesidades de un hombre libre son
-alguna cosa ms que las necesidades de un esclavo.
-
-Si ahora, despus de diez y ocho siglos, rectificadas las ideas,
-suavizadas las costumbres, mejoradas las leyes, amaestrados los pueblos
-y los gobiernos, fundados tantos establecimientos pblicos para el
-socorro de la indigencia, ensayados tantos sistemas para la buena
-distribucin del trabajo, repartidas de un modo ms equitativo las
-riquezas, hay todava tantas dificultades para que un nmero inmenso
-de hombres no sucumba vctima de horrorosa miseria; si es ste el mal
-terrible que atormenta la sociedad, y que pesa sobre su porvenir como
-un sueo funesto, qu hubiera sucedido con la emancipacin universal
-al principio del Cristianismo, cuando los esclavos no eran reconocidos
-en el derecho como _personas_, sino como _cosas_; cuando su unin
-conyugal no era juzgada como matrimonio, cuando la pertenencia de los
-frutos de esa unin era declarada por las mismas reglas que rigen con
-respecto los brutos, cuando el infeliz esclavo era maltratado,
-atormentado, vendido, y aun muerto, conforme los caprichos de su
-dueo? No salta los ojos que el curar males semejantes era obra de
-siglos? No es esto lo que nos estn enseando las consideraciones de
-humanidad, de poltica y de economa?
-
-Si se hubiesen hecho insensatas tentativas, no tardar mucho, los
-mismos esclavos habran protestado contra ellas, reclamando una
-esclavitud que al menos les aseguraba pan y abrigo, y despreciando
-una libertad incompatible con su existencia. ste es el orden de la
-naturaleza: el hombre necesita ante todo tener para vivir, y si le
-faltan los medios de subsistencia, no le halaga la misma libertad. No
-es necesario recorrer ejemplos de particulares, que se nos ofrecieran
-con abundancia; en pueblos enteros se ha visto una prueba patente de
-esta verdad. Cuando la miseria es excesiva, difcil es que no traiga
-consigo el envilecimiento, sofocando los sentimientos ms generosos,
-desvirtuando los encantos que ejercen sobre nuestro corazn las
-palabras de independencia y libertad. La plebe, dice Csar, hablando
-de los galos (_Bello Gallico_, lib. 6), est casi en el lugar de los
-esclavos, y de s misma ni se atreve nada, ni es contado su voto para
-nada; y muchos hay que, agobiados de deudas y de tributos, oprimidos
-por los poderosos, _se entregan los nobles en esclavitud_: habiendo
-sobre stos as entregados, todos los mismos derechos que sobre los
-esclavos. En los tiempos modernos no faltan tampoco semejantes
-ejemplos; porque sabido es que entre los chinos abundan en gran manera
-los esclavos, cuya esclavitud no reconoce otro origen, sino que ellos
-sus padres no se vieron capaces de proveer su subsistencia.
-
-Estas reflexiones, apoyadas en datos que nadie me podr contestar,
-manifiestan hasta la evidencia la profunda sabidura del Cristianismo
-en proceder con tanto miramiento en la abolicin de la esclavitud.
-Hzose todo lo que era posible en favor de la libertad del hombre; no
-se adelant ms rpidamente en la obra, porque no poda ejecutarse sin
-malograr la empresa, sin poner gravsimos obstculos la deseada
-emancipacin. He aqu el resultado que, al fin, vienen dar siempre
-los cargos que se hacen algn procedimiento de la Iglesia: se le
-examina la luz de la razn, se le coteja con los hechos, vinindose
- parar que el procedimiento de que se la culpa, est muy conforme
-con lo que dicta la ms alta sabidura, y con los consejos de la ms
-exquisita prudencia.
-
-Qu quiere decirnos, pues, M. Guizot cuando, despus de haber
-confesado que el Cristianismo trabaj con ahinco en la abolicin de
-la esclavitud, le echa en cara el que consintiese por largo tiempo su
-duracin? Con qu lgica pretende de aqu inferir que no es verdad
-que sea debido exclusivamente al Cristianismo ese inmenso beneficio
-dispensado la humanidad? Dur siglos la esclavitud en medio del
-Cristianismo, es cierto; pero anduvo siempre en decadencia, y su
-duracin fu slo la necesaria para que el beneficio se realizase sin
-violencias, sin trastornos, asegurando su universalidad y su perpetua
-conservacin. Y de estos siglos en que dur, dbese todava cercenar
-una parte muy considerable, causa de que, en los tres primeros, se
-hall la Iglesia proscripta menudo, mirada siempre con aversin, y
-enteramente privada de ejercer influjo directo sobre la organizacin
-social. Dbese tambin descontar mucho de los siglos posteriores,
-porque haba transcurrido todava muy poco tiempo desde que la Iglesia
-ejerca su influencia directa y pblica, cuando sobrevino la irrupcin
-de los brbaros del Norte, que, combinada con la disolucin de que se
-hallaba atacado el imperio, y que cunda de un modo espantoso, acarre
-un trastorno tal, una mezcolanza tan informe de lenguas, de usos, de
-costumbres y de leyes, que no era casi posible ejercer con mucho fruto
-una accin reguladora. Si en tiempos ms cercanos ha costado tanto
-trabajo el destruir el feudalismo, si despus de siglos de combates
-quedan todava en pie muchas de sus reliquias, si el trfico de los
-negros, pesar de ser limitado determinados pases, peculiares
-circunstancias, est todava resistiendo al grito universal de
-reprobacin que contra semejante infamia se levanta de los cuatro
-ngulos del mundo, cmo hay quien se atreva manifestar extraeza,
- inculpar al Cristianismo, porque la esclavitud dur algunos siglos,
-despus de proclamadas la fraternidad entre todos los hombres, y su
-igualdad ante Dios?
-
-
-
-
-CAPITULO XVI
-
-
-Afortunadamente la Iglesia catlica fu ms sabia que los filsofos,
-y supo dispensar la humanidad el beneficio de la emancipacin, sin
-injusticias y trastornos: ella regenera las sociedades, pero no lo hace
-en baos de sangre. Veamos, pues, cul fu su conducta en la abolicin
-de la esclavitud.
-
-Mucho se ha encarecido ya el espritu de amor y fraternidad que anima
-al Cristianismo; y esto basta para convencer de que debi de ser grande
-la influencia que tuvo en la grande obra de que estamos hablando.
-Pero quizs no se ha explorado bastante todava cules son los medios
-positivos, prcticos, digmoslo as, de que ech mano para conseguir su
-objeto. Al travs de la obscuridad de los siglos, en tanta complicacin
-y variedad de circunstancias, ser posible rastrear algunos hechos que
-sean como las huellas que indiquen el camino seguido por la Iglesia
-catlica para libertar una inmensa porcin del linaje humano de la
-esclavitud en que gema? Ser posible decir algo ms que algunos
-encomios generales de la caridad cristiana? Ser posible sealar un
-plan, un sistema, y probar su existencia y desarrollo, apoyndose,
-no precisamente en expresiones sueltas, en pensamientos altos, en
-sentimientos generosos, en acciones aisladas de algunos hombres
-ilustres, sino en hechos positivos, en documentos histricos, que
-manifiesten cul era el espritu y la tendencia del mismo cuerpo de la
-Iglesia? Creo que s: y no dudo que me sacar airoso en la empresa lo
-que puede haber de ms convincente y decisivo en la materia, saber:
-los monumentos de la legislacin eclesistica.
-
-Y ante todo no ser fuera del caso recordar lo que se lleva ya indicado
-anteriormente: que, cuando se trata de conducta, de designios, de
-tendencias, con respecto la Iglesia, no es necesario suponer que
-esos designios cupieran en toda su extensin en la mente de ningn
-individuo en particular, ni que todo el mrito y efecto de semejante
-conducta fuesen bien comprendidos por ninguno de los que en ella
-intervenan: y aun puede decirse que no es necesario suponer que los
-primeros cristianos conociesen toda la fuerza de las tendencias del
-Cristianismo con respecto la abolicin de la esclavitud. Lo que
-conviene manifestar es que se obtuvo el resultado por las doctrinas y
-la conducta de la Iglesia; pues que entre los catlicos, si bien se
-estiman los mritos y el grandor de los individuos en lo que valen, no
-obstante, cuando se habla de la Iglesia, desaparecen los individuos;
-sus pensamientos y su voluntad son nada, porque el espritu que anima,
-que vivifica y dirige la Iglesia, no es el espritu del hombre,
-sino el Espritu del mismo Dios. Los que no pertenezcan nuestra
-creencia, echarn mano de otros nombres; pero estaremos conformes,
-cuando menos, en que, mirados los hechos de esta manera, elevados
-sobre el pensamiento y voluntad del individuo, conservan mucho mejor
-sus verdaderas dimensiones, y no se quebranta en el estudio de la
-historia la inmensa cadena de los sucesos. Dgase que la conducta de la
-Iglesia fu inspirada y dirigida por Dios, bien que fu hija de un
-_instinto_, que fu el _desarrollo de una te tendencia entraada por
-sus doctrinas_; emplense estas aquellas expresiones, hablando como
-catlico como filsofo: en esto no es menester detenerse ahora; que
-lo que conviene manifestar es que ese instinto fu generoso y atinado,
-que esa tendencia se diriga un grande objeto y que lo alcanz.
-
-Lo primero que hizo el Cristianismo con respecto los esclavos,
-fu disipar los errores que se oponan, no slo su emancipacin
-universal, sino hasta la mejora de su estado; es decir, que la
-primera fuerza que despleg en el ataque fu, segn tiene de costumbre,
-_la fuerza de las ideas_. Era este primer paso tanto ms necesario
-para curar el mal, cuanto aconteca en l lo que suele suceder en
-todos los males, que andan siempre acompaados de algn error, que,
-los produce, los fomenta. Haba no slo la opresin, la degradacin
-de una gran parte de la humanidad; sino que estaba muy acreditada una
-opinin errnea, que procuraba humillar ms y ms esa parte de la
-humanidad. La raza de los esclavos era, segn dicha opinin, una raza
-vil, que no se levantaba ni de mucho al nivel de la de los hombres
-libres: era una raza degradada por el mismo Jpiter, marcada con un
-sello humillante por la naturaleza misma, destinada ya de antemano
-ese estado de abyeccin y vileza. Doctrina ruin sin duda, desmentida
-por la naturaleza humana, por la historia, por la experiencia, pero
-que no dejaba por esto de contar distinguidos defensores, y que, con
-ultraje de la humanidad y escndalo de la razn, la vemos proclamar por
-largos siglos, hasta que el Cristianismo vino disiparla, tomando su
-cargo la vindicacin de los derechos del hombre.
-
-Homero nos dice (_Odis._, 17) que Jpiter quit la mitad de la mente
- los esclavos. En Platn encontramos el rastro de la misma doctrina,
-pues que, si bien en boca de otros, como acostumbra, no deja, sin
-embargo, de aventurar lo siguiente: Se dice que en el nimo de los
-esclavos nada hay de sano ni entero, y que un hombre prudente no debe
-fiarse de esa casta de hombres, cosa que atestigua tambin el ms sabio
-de nuestros poetas; citando en seguida el pasaje de Homero, arriba
-indicado (_Plat._, _l. de las Leyes._) Pero donde se encuentra esa
-degradante doctrina en toda su negrura y desnudez, es en la _Poltica_
-de Aristteles. No ha faltado quien ha querido defenderle, pero en
-vano; porque sus propias palabras le condenan sin remedio. Explicando
-en el primer captulo de su obra la constitucin de la familia, y
-proponindose fijar las relaciones entre el marido y la mujer, y entre
-el seor y el esclavo, asienta que, as como la hembra es naturalmente
-diferente del varn, as el esclavo es diferente del dueo; he aqu sus
-palabras: _y as la hembra y el esclavo son distinguidos por la misma
-naturaleza_. Esta expresin no se le escap al filsofo, sino que la
-dijo con pleno conocimiento, y no es otra cosa que el compendio de su
-teora. En el captulo 3 contina analizando los elementos que componen
-la familia y, despus de asentar que una familia perfecta consta de
-libres y de esclavos, se fija en particular sobre los ltimos, y
-empieza combatiendo una opinin que pareca favorecerles demasiado.
-Hay algunos, dice, que piensan que la esclavitud es cosa fuera del
-orden de la naturaleza; pues que slo viene de la ley el ser ste
-esclavo y aqul libre, ya que por la naturaleza en nada se distinguen.
-Antes de rebatir esta opinin, explica las relaciones del dueo y del
-esclavo, valindose de la semejanza del artfice y del instrumento, y
-tambin del alma y del cuerpo, y contina: Si se comparan el macho
-y la hembra, aqul es superior y por esto manda, sta inferior y por
-esto obedece, y lo propio ha de suceder en todos los hombres; y _as
-aquellos que son tan inferiores cuanto lo es el cuerpo respecto del
-alma, y el bruto respecto del hombre, y cuyas facultades consisten
-principalmente en el uso del cuerpo, siendo este uso el mayor provecho
-que de ellos se saca, stos son esclavos por naturaleza_. primera
-vista podra parecer que el filsofo habla solamente de los fatuos,
-pues as parecen indicarlo sus palabras; pero veremos en seguida por el
-contexto que no es tal su intencin. Salta la vista que, si hablara
-de los fatuos, nada probara contra la opinin que se propone impugnar,
-siendo el nmero de stos tan escaso, que es nada en comparacin de
-la generalidad de los hombres: adems que, si los fatuos quisiera
-ceirse, de qu sirviera su teora, fundada nicamente en una
-excepcin monstruosa y muy rara?
-
-Pero no necesitamos andarnos en conjeturas sobre la verdadera mente
-del filsofo; l mismo cuida de explicrnosla, revelndonos, al propio
-tiempo, el por qu se haba valido de expresiones tan fuertes, que
-parecan sacar la cuestin de su quicio. Nada menos se propone que
-atribuir la naturaleza el expreso designio de producir hombres de
-dos clases: unos nacidos para la libertad, otros para la esclavitud.
-El pasaje es demasiado importante y curioso para que podamos dejar de
-copiarle. Dice as: _Bien quiere la naturaleza procrear diferentes
-los cuerpos de los libres y los de los esclavos: de manera que los
-de stos sean robustos, y propsito para los usos necesarios, y
-los de aqullos bien formados, intiles s para trabajos serviles,
-pero acomodados para la vida civil, que consiste en el manejo de
-los negocios de la guerra y de la paz_; pero muchas veces sucede lo
-contrario, y unos les cabe cuerpo de esclavo y otros alma de libre.
-No hay duda que, si en el cuerpo se aventajasen tanto algunos como las
-imgenes de los dioses, todo el mundo sera de parecer que debieran
-servirlos aquellos que no hubiesen alcanzado tanta gallarda. Si esto
-es verdad hablando del cuerpo, mucho ms lo es hablando del alma; bien
-que no es tan fcil ver la hermosura de sta como la de aqul; y as
-no puede dudarse que hay algunos hombres nacidos para la libertad, as
-como hay otros nacidos para la esclavitud: esclavitud que, ms de ser
-til los mismos esclavos, es tambin _justa_.
-
-Miserable filosofa! que para sostener un estado degradante necesitaba
-apelar tamaas cavilaciones, achacando la naturaleza la intencin
-de procrear diferentes castas, nacidas las unas para dominar, las
-otras para servir: filosofa cruel! la que as procuraba quebrantar
-los lazos de fraternidad con que el Autor de la naturaleza ha querido
-vincular al humano linaje, que as se empeaba en levantar una
-barrera entre hombre y hombre, que as ideaba teoras para sostener
-la desigualdad; y no aquella desigualdad que resulta necesariamente
-de toda organizacin social, sino una desigualdad tan terrible y
-degradante cual es la de la esclavitud.
-
-Levanta el Cristianismo la voz, y en las primeras palabras que
-pronuncia sobre los esclavos los declara iguales en dignidad de
-naturaleza los dems hombres: iguales tambin en la participacin
-de las gracias que el Espritu Divino va derramar sobre la tierra.
-Es notable el cuidado con que insiste sobre este punto el apstol San
-Pablo: no parece sino que tena la vista las degradantes diferencias
-que por un funesto olvido de la dignidad del hombre se queran sealar:
-nunca se olvida de inculcar la nulidad de la diferencia del esclavo y
-del libre. Todos hemos sido bautizados en un espritu, para formar un
-mismo cuerpo, judos gentiles, _esclavos libres_. (I ad Cor., c.
-12, v. 13.) Todos sois hijos de Dios por la fe que es Cristo Jess.
-Cualesquiera que habis sido bautizados en Cristo, os habis revestido
-de Cristo: no hay judo ni griego, no hay _esclavo ni libre_, no hay
-macho ni hembra: pues todos sois uno en Jesucristo. (Ad Gal., c. 3, v.
-26, 27, 28.) Donde no hay gentil ni judo, circunciso incircunciso,
-brbaro y escita, _esclavo y libre_, sino todo y en todos Cristo. (_Ad
-Coloss._, c. 3, v. 11.)
-
-Parece que el corazn se ensancha al oir proclamar en alta voz esos
-grandes principios de fraternidad y de santa igualdad; cuando acabamos
-de oir los orculos del paganismo ideando doctrinas para abatir
-ms y ms los desgraciados esclavos, parece que despertamos de un
-sueo angustioso, y nos encontramos con la luz del da, en medio de
-una realidad halagea. La imaginacin se complace en mirar tantos
-millones de hombres que, encorvados bajo el peso de la degradacin y
-de la ignominia, levantan sus ojos al cielo, y exhalan un suspiro de
-esperanza.
-
-Aconteci con esta enseanza del Cristianismo lo que acontece con
-todas las doctrinas generosas y fecundas: penetran hasta el corazn
-de la sociedad, quedan all depositadas como un germen precioso y,
-desenvueltas con el tiempo, producen un rbol inmenso que cobija bajo
-su sombra las familias y las naciones. Como esparcidas entre hombres,
-no pudieron tampoco librarse de que se las interpretase mal, y se las
-exagerase; y no faltaron algunos que pretendieron que la libertad
-cristiana era la proclamacin de la libertad universal. Al resonar
-los odos de los esclavos las dulces palabras del Cristianismo, al oir
-que se los declaraba hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, al ver que
-no se haca distincin alguna entre ellos y sus amos, ni aun los ms
-poderosos seores de la tierra, no ha de parecer tampoco muy extrao
-que hombres acostumbrados solamente las cadenas, al trabajo y
-todo linaje de pena y envilecimiento, exagerasen los principios de la
-doctrina cristiana, hiciesen de ella aplicaciones, que ni eran en s
-justas, ni tampoco capaces de ser reducidas la prctica.
-
-Sabemos por San Jernimo que muchos, oyendo que se los llamaba la
-libertad cristiana, pensaron que con sta se les daba la libertad; y
-quizs el Apstol aluda este error, cuando en su primera carta
-Timoteo (c. 6, v. 1) deca: Todos los que estn bajo el yugo de la
-esclavitud, que honren con todo respeto sus dueos para que el nombre
-y la doctrina del Seor no sean blasfemados. Este error haba tenido
-tal eco, que despus de tres siglos andaba todava muy vlido, vindose
-obligado el concilio de Gangres, celebrado por los aos de 324,
-excomulgar aquellos que, bajo pretexto de piedad, enseaban que los
-esclavos deban dejar sus amos, y retirarse de su servicio. No era
-esto lo que enseaba el Cristianismo; y, adems, queda ya bastante
-evidenciado que no hubiera sido ste el verdadero camino para llegar
-la emancipacin universal.
-
-As es que el mismo Apstol, quien hemos odo hablar favor de
-los esclavos un lenguaje tan generoso, les inculca repetidas veces
-la obediencia sus dueos; pero es notable que, mientras cumple con
-este deber impuesto por el espritu de paz y de justicia que anima al
-Cristianismo, explica de tal manera los motivos en que se ha de fundar
-la obediencia de los esclavos, recuerda con tan sentidas y vigorosas
-palabras las obligaciones que pesan sobre los dueos, y asienta tan
-expresa y terminantemente la igualdad de todos los hombres ante Dios,
-que bien se conoce cul era su compasin para con esa parte desgraciada
-de la humanidad, y cun diferentes eran sobre este particular sus ideas
-de las de un mundo endurecido y ciego.
-
-Albrgase en el corazn del hombre un sentimiento de noble
-independencia, que no le consiente sujetarse la voluntad de otro
-hombre, no ser que se le manifiesten ttulos legtimos en que
-fundarse puedan las pretensiones del mando. Si estos ttulos andan
-acompaados de razn y de justicia, y, sobre todo, si estn radicados
-en altos objetos que el hombre acata y ama, la razn se convence, el
-corazn se ablanda, y el hombre cede. Pero, si la razn del mando es
-slo la voluntad de otro hombre, si se hallan encarados, por decirlo
-as, hombre con hombre, entonces bullen en la mente los pensamientos
-de igualdad, arde en el corazn el sentimiento de la independencia,
-la frente se pone altanera y las pasiones braman. Por esta causa, en
-tratndose de alcanzar obediencia voluntaria y duradera, es menester
-que el que manda se oculte, desaparezca el hombre, y slo se vea el
-representante de un poder superior, la personificacin de los motivos
-que manifiestan al sbdito la justicia y la utilidad de la sumisin: de
-esta manera no se obedece la voluntad ajena por lo que es en s, sino
-porque representa un poder superior, porque es el intrprete de la
-razn y de la justicia; y as no mira el hombre ultrajada su dignidad,
-y se le hace la obediencia suave y llevadera.
-
-No es menester decir si eran tales los ttulos en que se fundaba la
-obediencia de los esclavos antes del Cristianismo: las costumbres los
-equiparaban los brutos, y las leyes venan, si cabe, recargar la
-mano, usando de un lenguaje que no puede leerse sin indignacin.
-El dueo mandaba porque tal era su voluntad, y el esclavo se vea
-precisado obedecer, no en fuerza de motivos superiores, ni de
-obligaciones morales, sino porque era una propiedad del que mandaba,
-era un caballo regido por el freno, era una mquina que haba de
-corresponder al impulso del manubrio. Qu extrao, pues, si aquellos
-infelices, abrevados de infortunio y de ignominia, abrigaban en su
-pecho aquel hondo y concentrado rencor, aquella virulenta saa, aquella
-terrible sed de venganza, que la primera oportunidad reventaba
-con explosin espantosa? El horroroso degello de Tiro, ejemplo y
-terror del universo, segn la expresin de Justino, las repetidas
-sublevaciones de los penestas en Tesalia, de los ilotas en Lacedemonia,
-las defecciones de los de Cho y Atenas, la insurreccin acaudillada
-por Herdonio, y el terror causado por ella todas las familias de
-Roma, las sangrientas escenas, la tenaz y desesperada resistencia de
-las huestes de Espartaco, qu eran sino el resultado natural del
-sistema de violencia, de ultraje y desprecio con que se trataba los
-esclavos? No es esto lo mismo que hemos visto reproducido en tiempos
-recientes, en las catstrofes de los negros de las colonias? Tal es la
-naturaleza del hombre: quien siembra desprecio y ultraje, recoge furor
-y venganza.
-
-Estas verdades no se ocultaron al Cristianismo, y as es que, si
-predic la obediencia, procur fundarla en ttulos divinos; si
-conserv los dueos sus derechos, tambin les ense altamente sus
-obligaciones; y all donde prevalecieron las doctrinas cristianas,
-pudieron los esclavos decir: Somos infelices, es verdad; la desdicha
-nos han condenado, el nacimiento, la pobreza, los reveses de
-la guerra; pero al fin se nos reconoce por hombres, por hermanos; y
-entre nosotros y nuestros dueos hay una reciprocidad de obligaciones
-y de derechos. Oigamos, si no, lo que dice el Apstol: Esclavos,
-obedeced los seores carnales con temor y temblor, con sencillez
-de corazn como Cristo, _no sirviendo con puntualidad para agradar
- los hombres_, sino como siervos de Cristo, haciendo de corazn la
-voluntad de Dios, sirviendo de buena voluntad, _como al Seor, y no
-como los hombres_; sabiendo que cada uno recibir del Seor el bien
-que hiciere, sea _esclavo_, sea _libre_. Y vosotros, seores, haced lo
-mismo con vuestros esclavos, aflojando en vuestras amenazas; sabiendo
-que el Seor de ellos y vuestro est en los cielos; y _delante de l no
-hay acepcin de personas_. (_Ad Ephes._, c. 6, v. 5, 6, 7, 8, 9.)
-
-En la carta los colosenses (c. 3) vuelve inculcar la misma
-doctrina de la obediencia, fundndola en los mismos motivos; y, como
-consolando los infelices esclavos, les dice: Del Seor recibiris
-la retribucin de la heredad. Servid Cristo Seor. Pues, quien
-hace injuria, recibir su condigno castigo: y no hay delante de Dios
-acepcin de personas. Y ms abajo (c. 4, v. 1), dirigindose
-los seores, aade: Seores, dad los esclavos lo que es justo y
-equitativo; sabiendo que vosotros tambin tenis un Seor en el cielo.
-
-Esparcidas doctrinas tan benficas, ya se ve que haba de mejorarse
-en gran manera la condicin de los esclavos, siendo el resultado ms
-inmediato el templarse aquel rigor tan excesivo, aquella crueldad que
-nos sera increble, si no nos constara en testimonios irrecusables.
-Sabido es que el dueo tena el derecho de vida y de muerte, y que se
-abusaba de esta facultad hasta matar un esclavo por un capricho,
-como lo hizo Quinto Flaminio en medio de un convite; y hasta arrojar
- las murenas uno de esos infelices, por haber tenido la desgracia
-de quebrar un vaso, como se nos refiere de Vedio Polin. Y no se
-limitaba tamaa crueldad al crculo de algunas familias que tuviesen un
-dueo sin entraas, no, sino que estaba erigida en sistema; resultado
-funesto, pero necesario, del extravo de las ideas sobre este punto,
-del olvido de los sentimientos de humanidad: sistema violento que slo
-se sostena teniendo hincado sin cesar el pie sobre la cerviz del
-esclavo, que slo se interrumpa cuando, pudiendo ste prevalecer, se
-arrojaba sobre su dueo y lo haca pedazos. Era antiguo proverbio:
-tantos enemigos, cuantos esclavos.
-
-Ya hemos visto los estragos que hacan esos hombres furiosos y
-abrasados de sed de venganza, siempre que podan quebrantar las
-cadenas que los opriman; pero, buen seguro que no les iban en zaga
-los dueos, cuando se trataba de inspirarles terror. En Lacedemonia,
-temindose un da de la mala voluntad de los ilotas, los reunieron
-todos cerca del templo de Jpiter, y los pasaron cuchillo (_Tucy._,
-l. 4); y en Roma haba la brbara costumbre de que, siempre que fuese
-asesinado algn dueo, fueran condenados muerte todos sus esclavos.
-Congoja da el leer en Tcito (_Ann._, l. 14, 43) la horrorosa escena
-ocurrida despus de haber sido asesinado por uno de sus esclavos
-el prefecto de la ciudad, Pedanio Secundo. Eran nada menos que 400
-los esclavos del difunto, y, segn la antigua costumbre, deban ser
-conducidos todos al suplicio. Espectculo tan cruel y lastimoso en que
-se iba dar la muerte tantos inocentes, movi compasin al pueblo,
-que lleg al extremo de amotinarse para impedir tamaa carnicera.
-Perplejo el Senado, deliberaba sobre el negocio, cuando, tomando la
-palabra un orador llamado Casio, sostuvo con energa la necesidad de
-llevar cabo la sangrienta ejecucin, no slo causa de prescribirlo
-as la antigua costumbre, sino tambin por no ser posible de otra
-manera el preservarse de la mala voluntad de los esclavos. En sus
-palabras slo hablan la injusticia y la tirana; ve por todas partes
-peligros y asechanzas; no sabe excogitar otros preservativos que la
-fuerza y el terror; siendo notable en particular la siguiente clusula,
-porque en breve espacio nos retrata las ideas y costumbres de los
-antiguos sobre este punto: Sospechosa fu siempre nuestros mayores
-la ndole de los esclavos, aun de aquellos que, por haberles nacido
-en sus propias posesiones y casas, podan desde la cuna haber cobrado
-aficin los dueos; pero, despus que tenemos esclavos de naciones
-extraas, de diferentes usos y de diversa religin, para contener
-esa canalla no hay otro medio que el terror. La crueldad prevaleci:
-se reprimi la osada del pueblo, se cubri de soldados la carrera, y
-los 400 desgraciados fueron conducidos al patbulo.
-
-Suavizar ese trato cruel, desterrar esas horrendas atrocidades, era
-el primer fruto que deban dar las doctrinas cristianas; y puede
-asegurarse que la Iglesia no perdi jams de vista tan importante
-objeto, procurando que la condicin de los esclavos se mejorase en
-cuanto era posible; que en materia de castigo se substituyese la
-indulgencia la crueldad; y, lo que ms importaba, se esforz en
-que ocupase la razn el lugar del capricho, que la impetuosidad
-de los dueos sucediese la calma de los tribunales: es decir, que
-se anduvieran aproximando los esclavos los libres, rigiendo, con
-respecto ellos, no el hecho, sino el derecho.
-
-La Iglesia no ha olvidado jams la hermosa leccin que le di el
-Apstol cuando, escribiendo Filemn, interceda por un esclavo, y
-esclavo fugitivo, llamado Onsimo, y hablaba en su favor un lenguaje
-que no se haba odo nunca en favor de esa clase desgraciada. Te
-ruego, le deca, por mi hijo Onsimo; ah te lo he remitido, recbelo
-como mis entraas, no como esclavo, sino como hermano cristiano;
-si me amas, recbelo como m; si en algo te ha daado, te debe,
-yo quedo responsable. (_Ep. ad Philem._) No, la Iglesia no olvid
-esta leccin de fraternidad y de amor, y el suavizar la suerte de los
-esclavos fu una de sus atenciones ms predilectas.
-
-El concilio de Elvira, celebrado principios del siglo IV, sujeta
-penitencia la mujer que haya golpeado con dao grave su esclava. El
-de Orleans, celebrado en 549 (can. 22), prescribe que, si se refugiare
-en la iglesia algn esclavo que hubiere cometido algunas faltas, se le
-vuelva su amo, pero hacindole antes prestar juramento de que, al
-salir, no le har dao ninguno; mas que, si le maltratare quebrantando
-el juramento, sea separado de la comunin y de la mesa de los
-catlicos. Este canon nos revela dos cosas: la crueldad acostumbrada
-de los amos, y el celo de la Iglesia por suavizar el trato de los
-esclavos. Para poner freno la crueldad, nada menos se necesitaba
-que exigir un juramento; y la Iglesia, aunque de suyo tan delicada en
-materia de juramentos, juzgaba, sin embarco, el negocio de bastante
-importancia para que pudiera y debiera emplearse en l el augusto
-nombre de Dios.
-
-El favor y proteccin que la Iglesia dispensaba los esclavos, se iba
-extendiendo rpidamente: y, lo que parece, deba de introducirse en
-algunos lugares la costumbre de exigir juramento, no tan slo de que el
-esclavo refugiado en la iglesia no sera maltratado en su persona, pero
-que ni aun se le impondra trabajo extraordinario, ni se le sealara
-con ningn distintivo que le diera conocer. De esta costumbre,
-procedente sin duda del celo por el bien de la humanidad, pero que
-quizs hubiera trado inconvenientes aflojando con demasiada prontitud
-los lazos de la obediencia, y dando lugar excesos de parte de los
-esclavos, encuntranse los indicios en una disposicin del concilio de
-Epaona (hoy, segn algunos, Abbn), celebrado por los aos de 517, en
-que se procura atajar el mal, prescribiendo una prudente moderacin,
-sin levantar por eso la mano de la proteccin comenzada. En el canon
-39 ordena que, si un esclavo reo de algn delito atroz se retrae la
-iglesia, slo se le libre de las penas corporales; sin obligar al dueo
- prestar juramento de que no le impondr trabajo extraordinario, que
-no le cortar el pelo para que no sea conocido. Y ntese bien que, si
-se pone esa limitacin, es cuando el esclavo haya cometido un delito
-atroz, y que, en tal caso, la facultad que se le deja al amo, es la de
-imponerle trabajo extraordinario, de distinguirle cortndole el pelo.
-
-Quizs no faltar quien tizne de excesiva semejante indulgencia; pero
-es menester advertir que, cuando los abusos son grandes y arraigados,
-el empuje para arrancarlos ha de ser fuerte; y que veces, si bien
-parece primera vista que se traspasan los lmites de la prudencia,
-este exceso aparente no es ms que aquella oscilacin indispensable
-que sufren las cosas antes de alcanzar su verdadero aplomo. Aqu no
-trataba la Iglesia de proteger el crimen, no reclamaba indulgencia
-para el que no la mereciese; lo que se propona era poner coto la
-violencia y al capricho de los amos; no quera consentir que un hombre
-sufriese los tormentos y la muerte, porque tal fuese la voluntad de
-otro hombre. El establecimiento de leyes justas, y la legtima accin
-de los tribunales, son cosas que jams se ha opuesto la Iglesia; pero
-la violencia de los particulares no ha podido consentirla nunca.
-
-De este espritu de oposicin al ejercicio de la fuerza privada,
-espritu que entraa nada menos que la organizacin social, encontramos
-una muestra muy propsito en el canon 15 del concilio de Mrida,
-celebrado en el ao 666. Sabido es, y lo llevo ya indicado, que los
-esclavos eran una parte principal de la propiedad, y que, estando
-arreglada la distribucin del trabajo conforme esa base, no le era
-posible prescindir de tener esclavos quien tuviese propiedades,
-sobre todo si eran algo considerables. La Iglesia se hallaba en este
-caso; y, como no estaba en su mano el cambiar de golpe la organizacin
-social, tuvo que acomodarse esta necesidad, y tenerlos tambin. Si
-con respecto stos quera introducir mejoras, bueno era que empezase
-ella misma dar el ejemplo; y este ejemplo se halla en el canon del
-concilio que acabo de citar. En l, despus de haber prohibido los
-obispos y los sacerdotes el maltratar los sirvientes de la Iglesia
-mutilndolos, dispone el concilio que, si cometen algn delito, se los
-entregue los jueces seglares, pero de manera que los obispos moderen
-la pena que sean condenados. Es digno de notarse que, segn se deduce
-de este canon, estaba todava en uso el derecho de mutilacin, hecha
-por el dueo particular, y que quizs se conservaba an muy arraigado,
-cuando vemos que el concilio se limita prohibir esta pena los
-eclesisticos, y nada dice con respecto los legos.
-
-En esta prohibicin influa, sin duda, la mira de que, derramando
-sangre humana, no se hicieran incapaces los eclesisticos de ejercer
-aquel elevado ministerio, cuyo acto principal es el augusto sacrificio
-en que se ofrece una vctima de paz y de amor; pero esto nada quita de
-su mrito, ni disminuye su influencia en la mejora de la suerte de los
-esclavos: siempre era reemplazar la vindicta particular con la vindicta
-pblica; era una nueva proclamacin de la igualdad de los esclavos con
-los libres cuando se trataba de efusin de sangre; era declarar que las
-manos que derramasen la de un esclavo, quedaban con la misma mancha que
-si hubiesen vertido la de un hombre libre. Y era necesario inculcar de
-todos modos esas verdades saludables, ya que estaban en tan abierta
-contradiccin con las ideas y costumbres antiguas; era necesario
-trabajar asiduamente en que desapareciesen las expresiones vergonzosas
-y crueles, que mantenan privados la mayor parte de los hombres de la
-participacin de los derechos de la humanidad.
-
-En el canon que acabo de citar hay una circunstancia notable, que
-manifiesta la solicitud de la Iglesia para restituir los esclavos la
-dignidad y consideracin de que se hallaban privados. El rapamiento de
-los cabellos era entre los godos una pena muy afrentosa, y que, segn
-nos dice Lucas de Tuy, casi les era ms sensible que la muerte. Ya se
-deja entender que, cualquiera que fuese la preocupacin sobre este
-punto, poda la Iglesia permitir el rapamiento, sin incurrir en la
-nota que consigo lleva el derramamiento de sangre; pero, sin embargo,
-no quiso hacerlo; y esto indica que procuraba borrar las marcas de
-humillacin, estampadas en la frente del esclavo. Despus de haber
-prevenido los sacerdotes y obispos, que entreguen al juez los que
-sean culpables, dispone que no toleren que se los rape con ignominia.
-
-Ningn cuidado estaba de ms en esta materia: era necesario
-acechar todas las ocasiones favorables, procurando que anduviesen
-desapareciendo las odiosas excepciones que afligan los esclavos.
-Esta necesidad se manifiesta bien las claras en el modo de expresarse
-el concilio undcimo de Toledo, celebrado en el ao 675. En su canon
-6. prohibe los obispos el juzgar por s los delitos dignos de
-muerte, y el mandar la mutilacin de los miembros; pero vase cmo
-juzg necesario advertir que no consenta excepcin, aadiendo: ni aun
-contra los siervos de su Iglesia. El mal era grave, y no poda ser
-curado sino con solicitud muy asidua; por manera que, aun limitndonos
-al derecho ms cruel de todos, cual es el de vida y muerte, vemos
-que cuesta largo trabajo el extirparle. principios del siglo VI no
-faltaban ejemplos de tamao exceso, pues que el concilio de Epaona en
-su canon 34 dispone que sea privado por dos aos de la comunin de la
-Iglesia el amo que por su _propia autoridad_ haga quitar la vida un
-esclavo. Haba promediado ya el siglo IX, y todava nos encontramos
-con atentados semejantes; atentados que procuraba reprimir el concilio
-de Wormes, celebrado en el ao 868, sujetando dos aos de penitencia
-al amo que con su _autoridad privada_ hubiese dado muerte su esclavo.
-
-
-
-
-CAPITULO XVII
-
-
-Mientras se suavizaba el trato de los esclavos, y se los aproximaba en
-cuanto era posible los hombres libres, era necesario no descuidar
-la obra de la emancipacin universal; pues que no bastaba mejorar
-ese estado, sino que, adems, convena abolirle. La sola fuerza de
-las doctrinas cristianas, y el espritu de caridad que, al par con
-ellas, se iba difundiendo por toda la tierra, atacaban tan vivamente
-la esclavitud, que, tarde temprano, deban llevar cabo su completa
-abolicin; porque es imposible que la sociedad permanezca por largo
-tiempo en un orden de cosas que est en oposicin con las ideas de que
-est imbuda. Segn las doctrinas cristianas, todos los hombres tienen
-un mismo origen y un mismo destino, todos son hermanos en Jesucristo,
-todos estn obligados amarse de todo corazn, socorrerse en
-las necesidades, no ofenderse ni siquiera de palabra; todos son
-iguales ante Dios, pues que sern juzgados sin acepcin de personas;
-el Cristianismo se iba extendiendo, arraigando por todas partes,
-apoderndose de todas las clases, de todos los ramos de la sociedad:
-cmo era posible, pues, que continuase la esclavitud, ese estado
-degradante en que el hombre es propiedad de otro, en que es vendido
-como un bruto, en que se le priva de los dulcsimos lazos de familia,
-en que no participa de ninguna de las ventajas de la sociedad? Cosas
-tan contrapuestas, podan vivir juntas?
-
-Las leyes estaban en favor de la esclavitud, es verdad, y aun puede
-aadirse ms, y es que el Cristianismo no despleg un ataque directo
-contra esas leyes; pero, en cambio, qu hizo? Procur apoderarse de
-las ideas y costumbres, les comunic un nuevo impulso, les di una
-direccin diferente, y, en tal caso, qu pueden las leyes? Se afloja
-su rigor, se descuida su observancia, se empieza sospechar de su
-equidad, se disputa sobre su conveniencia, se notan sus malos efectos,
-van caducando poco poco, de manera que, veces, ni es necesario
-darles un golpe para destruirlas; se las arrumba por intiles, , si
-merecen pena de una abolicin expresa, es por mera ceremonia: son como
-un cadver que se entierra con honor.
-
-Mas no se infiera de lo que acabo de decir, que, por dar tanta
-importancia las ideas y costumbres cristianas, pretenda que se
-abandon el buen xito esa sola fuerza, sin que, al propio tiempo,
-cuidara la Iglesia de tomar las medidas conducentes, demandadas por los
-tiempos y circunstancias: nada de eso; antes, como llevo indicado ya,
-la Iglesia ech mano de varios medios, los ms propsito para surtir
-el efecto deseado.
-
-Si se quera asegurar la obra de emancipacin, era muy conveniente,
-en primer lugar, poner cubierto de todo ataque la libertad de los
-manumitidos: libertad que, desgraciadamente, no dejaba de verse
-combatida con frecuencia, y de correr graves peligros. De este triste
-fenmeno no es difcil encontrar las causas en los restos de las ideas
-y costumbres antiguas, en la codicia de los poderosos, en el sistema
-de violencia generalizado con la irrupcin de los brbaros, y en la
-pobreza, desvalimiento y completa falta de educacin y moralidad,
-en que deban de encontrarse los infelices que iban saliendo de la
-esclavitud; porque es de suponer que muchos no conoceran todo el valor
-de la libertad, que no siempre se portaran en el nuevo estado conforme
-dicta la razn y exige la justicia, y que, entrando de nuevo en la
-posesin de los derechos de hombre libre, no sabran cumplir con sus
-nuevas obligaciones. Pero, todos estos inconvenientes, inseparables de
-la naturaleza de las cosas, no deban impedir la consumacin de una
-obra reclamada por la religin y la humanidad; era necesario resignarse
- sufrirlos, considerando que en la parte de culpa que caber pudiera
- los manumitidos, haba muchos motivos de excusa, causa de que
-el estado de que acababan de salir, embargaba el desarrollo de las
-facultades intelectuales y morales.
-
-Ponase cubierto de los ataques de la injusticia, y quedaba, en
-cierto modo, revestida de una inviolabilidad sagrada la libertad de
-los nuevos emancipados, si su emancipacin se enlazaba con aquellos
-objetos que la sazn ejercan ms poderoso ascendiente. Hallbase
-en este caso la Iglesia, y cuanto era de su pertenencia; y por lo
-mismo fu, sin duda, muy conducente que se introdujese la costumbre de
-manumitir en los templos. Este acto, al paso que reemplazaba los usos
-antiguos, y los haca olvidar, vena ser como una declaracin tcita
-de lo muy agradable que era Dios la libertad de los hombres; una
-proclamacin prctica de su igualdad ante Dios, ya que all mismo se
-ejecutaba la manumisin, donde se lea con frecuencia que delante de
-Dios no hay acepcin de personas, en el mismo lugar donde desaparecan
-todas las distinciones mundanas, donde quedaban confundidos todos los
-hombres, unidos con suaves lazos de fraternidad y de amor. Verificada
-de este modo la manumisin, la Iglesia tena un derecho ms expedito
-para defender la libertad del manumitido; pues que, habiendo sido
-ella testigo del acto, poda dar fe de su espontaneidad y dems
-circunstancias para asegurar la validez; y aun poda tambin reclamar
-su observancia, apoyndose en que faltar ella era, en cierto modo,
-una profanacin del lugar sagrado, era no cumplir lo prometido delante
-del mismo Dios.
-
-No se olvidaba la Iglesia de aprovechar en favor de los manumitidos,
-semejantes circunstancias; y as vemos que el primer concilio de
-Orange, celebrado en 441, dispone en su canon 7 que es menester
-reprimir con censuras eclesisticas los que quieren someter algn
-gnero de servidumbre los esclavos quienes se haya dado libertad
-en la Iglesia; y un siglo despus encontramos repetida la misma
-prohibicin en el canon 7 del 5. concilio de Orleans, celebrado en el
-ao 549.
-
-La proteccin dispensada por la Iglesia los esclavos manumitidos
-era tan manifiesta y conocida de todos, que se introdujo la costumbre
-de recomendrselos muy particularmente. Hacase esta recomendacin
-veces en testamento, como nos lo indica el concilio de Orange poco ha
-citado; ordenando que, por medio de las censuras eclesisticas, se
-impida que sean sometidos gnero alguno de servidumbre los esclavos
-manumitidos, recomendados en testamento la Iglesia. No siempre se
-haca por testamento esa recomendacin, segn se infiere del canon 6
-del concilio de Toledo, celebrado en 589, donde se dispone que, cuando
-sean recomendados la Iglesia algunos manumitidos, no se los prive
-ni ellos ni sus hijos de la proteccin de la misma. Aqu se habla
-en general, sin limitarse al caso de mediar testamento. Lo mismo
-puede verse en otro concilio de Toledo, celebrado en el ao 633, donde
-se dice que la Iglesia recibir nicamente bajo su proteccin los
-libertos de los particulares que se los hayan recomendado.
-
-Aun cuando la manumisin no se hubiese hecho en el templo, ni hubiese
-mediado recomendacin particular, no obstante, la Iglesia no dejaba de
-tomar parte en la defensa de los manumitidos, en viendo que peligraba
-su libertad. Quien estime en algo la dignidad del hombre, quien abrigue
-en su pecho algn sentimiento de humanidad, seguramente no llevar
-mal que la Iglesia se entrometiese en esa clase de negocios, aunque
-no considerramos otros ttulos que los que da al hombre generoso la
-proteccin del desvalido; no le desagradar el encontrar mandado en el
-canon 29 del concilio de Agde en Languedoc, celebrado en 506, que la
-Iglesia, en caso necesario, tome la defensa de aquellos quienes sus
-amos han dado legtimamente libertad.
-
-En la grande obra de la abolicin de la esclavitud, ha tenido no
-escasa parte el celo que en todos tiempos y lugares ha desplegado la
-Iglesia por la redencin de los cautivos. Sabido es que una porcin
-considerable de esclavos deba esta suerte los reveses de la guerra.
- los antiguos les hubiera parecido fabulosa la ndole suave de las
-guerras modernas; ay de los vencidos! podase exclamar con toda
-verdad; no haba medio entre la muerte y la esclavitud. Agravbase el
-mal con una preocupacin funesta que se haba introducido contra la
-redencin de los cautivos; preocupacin que tena su apoyo en un rasgo
-de asombroso herosmo. Admirable es sin duda la fortaleza de Rgulo;
-erzanse los cabellos al leer las valientes pinceladas con que le
-retrata Horacio (L. 3, od. 5); y el libro se cae de las manos al llegar
-el terrible lance en que:
-
- Fertur pudicae confugis osculum
- Parvosque natos, ut capitis minor,
- A se removisse, et virilem
- Torvus humi possuisse vultum.
-
-Pero, sobreponindonos la profunda impresin que nos causa tanto
-herosmo, y al entusiasmo que excita en nuestro pecho todo cuanto
-revela una grande alma, no podremos menos de confesar que aquella
-virtud rayaba en feroz; y que en el terrible discurso que sale de los
-labios de Rgulo, hay una poltica cruel contra la que se levantaran
-vigorosamente los sentimientos de humanidad, si no estuviera embargada
-y como aterrada nuestra alma, la vista del sublime desprendimiento
-del hombre que habla.
-
-El Cristianismo no poda avenirse con semejantes doctrinas: no quiso
-que se sostuviese la mxima de que, para hacer los hombres valientes
-en la guerra, era necesario dejarlos sin esperanza; y los admirables
-rasgos de valor, las asombrosas escenas de inalterable fortaleza y
-constancia, que esmaltan por doquiera las pginas de la historia de
-las naciones modernas, son un elocuente testimonio del acierto de la
-religin cristiana, al proclamar que la suavidad de costumbres no
-estaba reida con el herosmo. Los antiguos rayaban siempre en uno de
-dos extremos: la molicie la ferocidad; entre estos extremos hay un
-medio, y este medio lo ha enseado la religin cristiana.
-
-Consecuente, pues, el Cristianismo en sus principios de fraternidad
-y de amor, tuvo por uno de los objetos ms dignos de su caritativo
-celo el rescate de los cautivos; y ora miremos los hermosos rasgos de
-acciones particulares que nos ha conservado la historia, ora atendamos
-al espritu que ha dirigido la conducta de la Iglesia, encontraremos
-un nuevo y bellsimo ttulo para granjear la religin cristiana la
-gratitud de la humanidad.
-
-Un clebre escritor moderno, M. de Chateaubriand, nos ha presentado en
-los bosques de los francos un sacerdote cristiano esclavo, y esclavo
-voluntario, por haberse entregado l mismo la esclavitud en rescate
-de un soldado cristiano que gema en el cautiverio, y que haba dejado
-su esposa en el desconsuelo, y tres hijos en la orfandad y en la
-pobreza. El sublime espectculo que nos ofrece Zacaras, sufriendo
-con serena calma la esclavitud por el amor de Jesucristo y de aquel
-infeliz quien haba libertado, no es una mera ficcin del poeta; en
-los primeros siglos de la Iglesia vironse en abundancia semejantes
-ejemplos, y el que haya llorado al ver el heroico desprendimiento y
-la inefable caridad de Zacaras, puede estar seguro de que con sus
-lgrimas ha pagado un tributo la verdad. muchos de los nuestros
-hemos conocido, dice el Papa San Clemente, que se entregaron ellos
-mismos al cautiverio para rescatar otros. (Carta 1 los Corin., c.
-55.)
-
-Era la redencin de los cautivos un objeto tan privilegiado, que estaba
-prevenido por antiqusimos cnones que, si esta atencin lo exiga, se
-vendiesen las alhajas de las iglesias, hasta sus vasos sagrados: en
-tratndose de los infelices cautivos, no tena lmites la caridad; el
-celo saltaba todas las barreras, hasta llegar al caso de mandarse que,
-por malparados que se hallasen los negocios de una iglesia, primero que
- su reparacin, deba atenderse la redencin de los cautivos. (Cuas.
-12, q. 2.) Al travs de los trastornos que consigo trajo la irrupcin
-de los brbaros, vemos que la Iglesia, siempre constante en su
-propsito, no desmiente la generosa conducta con que haba principiado.
-No cayeron en olvido ni en desuso las disposiciones benficas de los
-antiguos cnones, y las generosas palabras del santo obispo de Miln en
-favor de los cautivos, encontraron un eco, que nunca se interrumpi,
-pesar del caos de los tiempos. (V. S. Ambros., de off. L. 2, c. 15.)
-Por el canon 5 del concilio de Macn, celebrado en 585, vemos que los
-sacerdotes se ocupaban en el rescate de los cautivos, empleando para
-ello los bienes eclesisticos; el de Reims, celebrado en el ao 625,
-impone la pena de suspensin de sus funciones al obispo que deshaga
-los vasos sagrados; aadiendo, empero, generosamente: _por cualquier
-otro motivo que no sea el de redimir cautivos_; y mucho tiempo despus
-hallamos en el canon 12 del de Verneuil, celebrado en el ao 844, que
-los bienes de la Iglesia servan para la redencin de cautivos.
-
-Restitudo la libertad el cautivo, no le dejaba sin proteccin la
-Iglesia, antes se la continuaba con solicitud, librndole cartas
-de recomendacin; seguramente con el doble objeto de guardarle de
-nuevas tropelas en su viaje, y de que no le faltasen los medios para
-repararse de los quebrantos sufridos en el cautiverio. De este nuevo
-gnero de proteccin tenemos un testimonio en el canon 2 del concilio
-de Lin, celebrado en 583, donde se dispone: que los obispos deben
-poner en las cartas de recomendacin que dan los cautivos, la fecha,
-y el precio del rescate.
-
-De tal manera se despleg en la Iglesia el celo por la redencin de
-los cautivos, que hasta se llegaron cometer imprudencias, que se
-vi en la necesidad de reprimirlas la autoridad eclesistica. Pero
-estos mismos excesos nos indican hasta qu punto llegaba el celo, pues
-que por su impaciencia caa en extravos. Sabemos por un concilio
-celebrado en Irlanda, llamado de San Patricio, y que tuvo lugar por
-los aos de 451 456, que algunos clrigos se ocupaban en procurar
-la libertad de los cautivos hacindoles huir; exceso que reprime
-con mucha prudencia el concilio en su canon 32, disponiendo que el
-eclesistico que quiera redimir cautivos, lo haga con su dinero, pues
-que el robarlos para hacerles huir, daba ocasin que los clrigos
-fuesen mirados como ladrones, y redundaba en deshonra de la Iglesia.
-Documento notable, que, si bien nos manifiesta el espritu de orden
-y de equidad que dirige la Iglesia, no deja, al propio tiempo, de
-indicarnos cun profundamente estaba grabado en los nimos lo santo, lo
-meritorio, lo generoso que era el dar libertad los cautivos, pues que
-algunos llegaban al exceso de persuadirse de que la bondad de la obra
-autorizaba la violencia.
-
-Es tambin muy loable el desprendimiento de la Iglesia en este punto:
-una vez invertidos sus bienes en la redencin de un cautivo, no quera
-que se la recompensase en nada, aun cuando alcanzasen hacerlo las
-facultades del redimido. De esto tenemos un claro testimonio en las
-cartas del Papa San Gregorio, donde vemos que, estando recelosas
-algunas personas, libradas del cautiverio con la plata de la Iglesia,
-de si con el tiempo podra venir caso en que se les pidiera la cantidad
-expendida, les asegura el Papa que no, y manda que nadie se atreva
-molestarles ni ellos ni sus herederos, en ningn tiempo, atendido
-que los sagrados cnones permiten invertir los bienes eclesisticos en
-la redencin de los cautivos. (L. 7, ep. 14.)
-
-Este celo de la Iglesia por tan santa obra debi de contribuir
-sobremanera disminuir el nmero de los esclavos; y fu mucho ms
-saludable su influencia por haberse desplegado cabalmente en las pocas
-de ms necesidad; es decir, cuando, por la disolucin del imperio
-romano, por la irrupcin de los brbaros, por la fluctuacin de los
-pueblos, que fu el estado de Europa durante muchos siglos, y por la
-ferocidad de las naciones invasoras, eran tan frecuentes las guerras,
-y tan repetidos los trastornos, y tan familiar se haba hecho por
-doquiera el reinado de la fuerza. no haber mediado la accin benfica
-y libertadora del Cristianismo, lejos de disminuirse el inmenso nmero
-de los esclavos legado por la sociedad vieja la sociedad nueva, se
-habra acrecentado ms y ms: porque dondequiera que prevalece el
-derecho brutal de la fuerza, si no le sale al paso para contenerla y
-suavizarla algn poderoso elemento, el humano linaje camina rpidamente
-al envilecimiento, resultando, por necesidad, el que la esclavitud gane
-terreno.
-
-Ese lamentable estado de fluctuacin y de violencia, era de suyo muy
- propsito para inutilizar los esfuerzos que haca la Iglesia en la
-abolicin de la esclavitud; y no le costaba escaso trabajo el impedir
-que se malograse por una parte lo que ella procuraba remediar por
-otra. La falta de un poder central, la complicacin de las relaciones
-sociales, pocas bien deslindadas, muchas violentas, y todas sin prenda
-de estabilidad, haca que estuviesen mal seguras las propiedades y
-las personas, y que, as como eran invadidas aqullas, fueran stas
-privadas de su libertad. Por manera que era menester evitar que hiciese
-ahora la violencia de los particulares, lo que antes hacan las
-costumbres y la legislacin. As vemos que en el canon 3 del concilio
-de Lin, celebrado por los aos de 566, se excomulga los que retienen
-injustamente en la esclavitud personas libres; en el canon 17 del de
-Reims, celebrado en el ao 625, se prohibe bajo pena de excomunin el
-perseguir personas libres para reducirlas esclavitud; en el canon
-27 del de Londres, celebrado en el ao 1102, se prohibe la brbara
-costumbre de hacer comercio de hombres cual si fueran brutos animales;
-y en el captulo 7 del concilio de Coblenza, celebrado en el ao 922,
-se declara reo de homicidio al que seduce un cristiano para venderlo.
-Declaracin notable, en que la libertad es tenida en tanto precio, que
-se la equipara con la vida.
-
-Otro de los medios de que se vali la Iglesia para ir aboliendo la
-esclavitud, fu el dejar los infelices que por su pobreza hubiesen
-cado en ese estado, camino abierto para salir de l. Ya he notado ms
-arriba que la indigencia era una de las fuentes de la esclavitud; y
-hemos visto el pasaje de Julio Csar, en que nos dice cun general era
-esto entre los galos. Sabido es tambin que, por el derecho antiguo,
-el que haba cado en la esclavitud, no poda recuperar su libertad
-sino conforme la voluntad de su amo; pues que, siendo el esclavo una
-verdadera propiedad, nadie poda disponer de ella sin consentimiento
-del dueo, y mucho menos el mismo esclavo. Este derecho era muy
-corriente, supuestas las doctrinas paganas; pero el Cristianismo miraba
-la cosa con otros ojos; y, si el esclavo era una propiedad, no dejaba
-por esto de ser hombre. As fu que la Iglesia no quiso seguir en este
-punto las estrictas reglas de las otras propiedades; y, en mediando
-alguna duda, en ofrecindose alguna oportunidad, siempre se pona
-de parte del esclavo. Previas estas consideraciones, se comprender
-todo el mrito de un nuevo derecho que introdujo la Iglesia, cual es,
-que las personas libres que hubiesen sido vendidas empeadas por
-necesidad, tornasen su estado primitivo, en devolviendo el precio que
-hubiesen recibido.
-
-Este derecho, que se halla expresamente consignado en un concilio de
-Francia, celebrado por los aos 616, segn se cree en Boneuil, abra
-anchurosa puerta para recobrar la libertad: pues que, ms de dejar
-en el corazn del esclavo la esperanza, con la que poda discurrir y
-practicar medios para obtener el rescate, haca la libertad dependiente
-de la voluntad de cualquiera, que, compadecido de la suerte de un
-desgraciado, quisiera pagar adelantar la cantidad necesaria.
-Recurdese ahora lo que se ha notado sobre el ardiente celo despertado
-en tantos corazones para esa clase de obras, y que los bienes de la
-Iglesia se daban por muy bien empleados, siempre que podan acudir
-al socorro de un infeliz, y se ver la influencia incalculable que
-haba de tener la disposicin que se acaba de mentar; se ver que
-esto equivala cegar uno de los ms abundantes manantiales de la
-esclavitud, y abrir la libertad un anchuroso camino.
-
-
-
-
-CAPITULO XVIII
-
-
-No dej tambin de contribuir la abolicin de la esclavitud la
-conducta de la Iglesia con respecto los judos. Ese pueblo singular,
-que lleva en su frente la marca de un proscripto, que anda disperso
-entre todas las naciones, sin confundirse con ellas, como nadan enteras
-en un lquido las porciones de una materia insoluble, procura mitigar
-su infortunio acumulando tesoros, y parece que se venga del desdeoso
-aislamiento en que le dejan los otros pueblos, chupndoles la sangre
-con crecidas usuras. En tiempos de grandes trastornos y calamidades,
-que por necesidad deban de acarrear la miseria, poda campear sus
-anchuras el detestable vicio de una codicia desapiadada; y, recientes
-como eran la dureza y crueldad de las antiguas leyes y costumbres sobre
-la suerte de los deudores, no estimado an en su justa medida todo el
-valor de la libertad, no faltando ejemplos de algunos que la vendan
-para salir de un apuro, era urgente evitar el riesgo y no consentir que
-tomase sobrado incremento el podero de las riquezas de los judos, en
-perjuicio de la libertad de los cristianos.
-
-Que no era imaginario el peligro, demustralo el mal nombre que desde
-muy antiguo llevan los judos en la materia; y lo confirman los hechos
-que todava se estn presenciando en nuestros tiempos. El clebre
-Herder, en su _Adrastea_, se atreve pronosticar que los hijos de
-Israel llegarn con el tiempo, fuerza de su conducta sistemtica
-y calculada, reducir los cristianos no ser ms que esclavos
-suyos: si, pues, en circunstancias infinitamente menos favorables
-los judos, cabe que hombres distinguidos abriguen semejantes temores,
-qu no deba recelarse de la codicia inexorable de los judos en los
-desgraciados tiempos que nos referimos?
-
-Por estas consideraciones, un observador imparcial, un observador
-que no est dominado del miserable prurito de salir abogando por una
-secta cualquiera, con tal que pueda tener la complacencia de inculpar
- la Iglesia catlica, aun cuando sea en contra de los intereses de
-la humanidad; un observador que no pertenezca la clase de aquellos
-que no se alarmaran tanto de una irrupcin de cafres como de una
-disposicin en que la potestad eclesistica parezca extender algn
-tanto el crculo de sus atribuciones; un observador que no sea tan
-rencoroso, tan pequeo, tan miserable, ver, no con escndalo, sino con
-mucho gusto, que la Iglesia segua con prudente vigilancia los pasos de
-los judos, aprovechando las ocasiones que se ofrecan, para favorecer
- los esclavos cristianos, y llegando al fin madurar el negocio
-hasta prohibirles el tenerlos.
-
-El tercer concilio de Orleans, celebrado en el ao 538, en su canon
-13 prohibe los judos el obligar los esclavos cristianos cosas
-opuestas la religin de Jesucristo. Esta disposicin, que aseguraba
-al esclavo la libertad en el santuario de su conciencia, le haca
-respetable los ojos de su propio dueo, y era una proclamacin
-solemne de la dignidad del hombre, en que se declaraba que la
-esclavitud no poda extender sus dominios la sagrada regin del
-espritu. Esto, sin embargo, no bastaba, sino que era conveniente
-facilitar los esclavos de los judos el recobro de la libertad.
-Slo haban pasado tres aos cuando se celebr el cuarto concilio
-de Orleans, y es notable lo que se adelant en ste con respecto al
-anterior: pues que en su canon 30 permite rescatar los esclavos
-cristianos que huyan la iglesia, con tal que se pague los dueos
-judos el precio correspondiente. Si bien se mira, una disposicin
-semejante deba producir abundantes resultados en favor de la libertad,
-dando asa los esclavos cristianos para que huyesen la iglesia,
- implorando desde all la caridad de sus hermanos, lograsen ms
-fcilmente que se les socorriera con el precio del rescate.
-
-El mismo concilio, en su canon 31, dispone que el judo que pervierta
- un esclavo cristiano, sea condenado perder todos sus esclavos.
-Nueva sancin la seguridad de la conciencia del esclavo, nuevo camino
-abierto por donde pudiera entrar la libertad.
-
-Iba la Iglesia avanzando con aquella unidad de plan, con aquella
-constancia admirable que han reconocido en ella sus mismos enemigos,
-y en el breve espacio que media entre la poca indicada y el ltimo
-tercio del mismo siglo, se deja notar el adelanto, pues se encuentra en
-las disposiciones cannicas mayor empresa, y, si podemos expresarnos
-as, mayor osada. En el concilio de Macn, celebrado en el ao 581
- 582, en su canon 16 llega prohibir expresamente los judos el
-tener esclavos cristianos: y los existentes permite rescatarlos,
-pagando 12 sueldos. La misma prohibicin encontramos en el canon 14
-del concilio de Toledo, celebrado en el ao 589; por manera que,
-esta poca, manifestaba la Iglesia sin rebozo cul era su voluntad: no
-quera absolutamente que un cristiano fuese esclavo de un judo.
-
-Constante en su propsito, atajaba el mal por todos los medios
-posibles, limitando, si era menester, la facultad de vender los
-esclavos, en ocurriendo peligro de que pudieran caer en manos de los
-judos. As vemos que en el canon 9 del concilio de Chlons, celebrado
-en el ao 650, se prohibe el vender esclavos cristianos fuera del reino
-de Clodoveo, con la mira de que no caigan en poder de los judos.
-No todos comprendan el espritu de la Iglesia en este punto, ni
-secundaban debidamente sus miras; pero ella no se cansaba de repetirlas
-y de inculcarlas. mediados del siglo VII se nota que en Espaa no
-faltaban seglares y aun clrigos cristianos que vendieran sus esclavos
- los judos; pero acude desde luego reprimir este abuso el concilio
-10 de Toledo, tenido en el ao 656, prohibiendo en su canon 7 que
-los cristianos, y principalmente los clrigos, vendan sus esclavos
-judos; porque, aade bellamente el concilio, no se puede ignorar que
-estos esclavos fueron redimidos con la sangre de Jesucristo, por cuyo
-motivo antes se los debe comprar que venderlos.
-
-Esa inefable dignacin de un Dios hecho hombre, vertiendo la sangre
-por la redencin de todos los hombres, era el ms poderoso motivo que
-induca la Iglesia interesarse con tanto celo en la manumisin
-de los esclavos; y, en efecto, no se necesitaba ms para concebir
-aversin desigualdad tan afrentosa, que pensar cmo aquellos mismos
-hombres, abatidos hasta el nivel de los brutos, haban sido objeto
-de las miradas bondadosas del Altsimo, lo mismo que sus dueos, lo
-mismo que los monarcas ms poderosos de la tierra. Ya que nuestro
-Redentor, deca el Papa San Gregorio, y Criador de todas las cosas,
-se dign propicio tomar carne humana, para que, roto con la gracia de
-su divinidad el vnculo de la servidumbre que nos tena en cautiverio,
-nos restituyese la libertad primitiva, es obra saludable el restituir
-por la manumisin su nativa libertad los hombres, pues que en
-su principio todos los cri libres la naturaleza, y slo fueron
-sometidos al yugo de la servidumbre por el derecho de gentes. (Lib. 5,
-ep. 12.)
-
-Siempre juzg la Iglesia muy necesario el limitar todo lo posible la
-enajenacin de sus bienes; y puede asegurarse que, en general, fu
-regla de su conducta, en esta materia, confiar poco en la discrecin
-de ninguno de los ministros, tomados en particular. Obrando de esta
-manera, se propona evitar las dilapidaciones, que de otra suerte
-hubieran sido frecuentes, estando esos bienes desparramados por todas
-partes, y encontrndose cargo de ministros escogidos de todas
-las clases del pueblo, y expuestos la diversidad de influencias
-que consigo llevan las relaciones de parentesco, de amistad, y mil
-y mil otras circunstancias, efecto de la variedad de ndole, de
-conocimientos, de prudencia, y aun de tiempos, climas y lugares: por
-esto se mostr recelosa la Iglesia en punto conceder la facultad
-de enajenar; y, si vena el caso, saba desplegar saludable rigor
-contra los ministros que olvidasen sus deberes, dilapidando los bienes
-que tenan encomendados. pesar de todo esto, ya hemos visto que
-no reparaba en semejantes consideraciones cuando se trataba de la
-redencin de cautivos: y se puede tambin manifestar que, en lo tocante
- la propiedad que consista en esclavos, miraba la cosa con otros
-ojos, y trocaba su rigor en indulgencia.
-
-Bastaba que los esclavos hubiesen servido bien la Iglesia, para
-que los obispos pudiesen concederles la libertad, donndoles tambin
-alguna cosa para su manutencin. Este juicio sobre el mrito de los
-esclavos se encomendaba, segn parece, la discrecin del obispo; y
-ya se ve que semejante disposicin abra ancha puerta la caridad
-de los prelados, as como, por otra parte, estimulaba los esclavos
- observar un comportamiento que les mereciese tan precioso galardn.
-Como poda ocurrir que el obispo sucesor, levantando dudas sobre la
-suficiencia de los motivos que haban inducido al antecesor dar
-libertad un esclavo, quisiese disputrsela, estaba mandado que los
-obispos respetasen en esta parte las disposiciones de sus antecesores;
-no tan slo dejando en libertad los manumitidos, sino tambin no
-quitndoles lo que el obispo les hubiera sealado, fuese en _tierras_,
-_vias_, _habitacin_. As lo encontramos ordenado en el canon 7 del
-concilio de Agde, en Languedoc, celebrado en el ao 506. Ni obsta el
-que en otros lugares se prohiba la manumisin, pues que en ellos se
-habla en general, y no concretndose al caso en que los esclavos fuesen
-benemritos.
-
-Las enajenaciones empeos de los bienes eclesisticos hechos por un
-obispo que no dejase nada al morir, deban revocarse; y ya se echa de
-ver que la misma disposicin est indicando que se trata de aquellos
-casos en que el obispo hubiese obrado con infraccin de los cnones;
-mas, pesar de esto, si suceda que el obispo hubiese dado libertad
-algunos esclavos, encontramos que se templaba el rigor, previnindose
-que los manumitidos continuasen gozando de su libertad. As lo orden
-el concilio de Orleans, celebrado en el ao 541, en su canon 9; dejando
-tan slo los manumitidos el cargo de prestar sus servicios la
-Iglesia: servicios que, como es claro, no seran otros que los de los
-libertos, y que, por otra parte, eran tambin recompensados con la
-proteccin que los de esta clase dispensaba la Iglesia.
-
-Como un nuevo indicio de la indulgencia en punto los esclavos, puede
-tambin citarse el canon 10 del concilio de Celchite (Celichytense)
-en Inglaterra, celebrado en el ao 816, canon de que nada menos
-resultaba, sino quedar libres en pocos aos todos los siervos ingleses
-de las iglesias en los pases donde se observase; pues que dispona
-que la muerte de un obispo se diese libertad todos sus siervos
-ingleses, aadiendo que cada uno de los dems obispos y abades deba
-manumitir tres siervos, dndoles cada uno tres sueldos. Semejantes
-disposiciones iban allanando el camino para adelantar ms y ms lo
-comenzado, y preparando las cosas y los nimos de manera que, pasado
-algn tiempo, pudieran presentarse escenas tan generosas como la
-del concilio de Armach, en 1171, en que se di libertad todos los
-ingleses que se hallaban esclavos en Irlanda.
-
-Estas condiciones ventajosas de que disfrutaban los esclavos de la
-Iglesia, eran de mucho ms valor, causa de una disciplina que se
-haba introducido que se las haca inadmisibles. Si los esclavos de
-la Iglesia hubieran podido pasar manos de otros dueos, venido este
-caso, se habran hallado sin derecho los beneficios que reciban
-los que continuaban bajo su poder; pero felizmente estaba permitido
-el permutar esos esclavos por otros, y, si salan del poder de la
-Iglesia, era quedando en libertad. De esta disciplina tenemos un
-expreso testimonio en las Decretales de Gregorio IX (l. 3, t. 19, c. 3
-y 4); y es notable que en el documento que all se cita, son tenidos
-los esclavos de la Iglesia como consagrados Dios, fundndose en esto
-la disposicin de que no puedan pasar otras manos, y que no salgan
-de la Iglesia, no ser para la libertad. Se ve tambin all mismo que
-los fieles, en remedio de su alma, solan ofrecer los esclavos Dios
-y sus santos; y, pasando as al poder de la Iglesia, quedaban fuera
-del comercio comn, sin que pudiesen volver servidumbre profana. El
-saludable efecto que deban producir esas ideas y costumbres, en que
-se enlazaba la religin con la causa de la humanidad, no es menester
-ponderarlo: basta observar que el espritu de la poca era altamente
-religioso, y que todo cuanto se asa del ncora de la religin estaba
-seguro de salir puerto.
-
-La fuerza de las ideas religiosas que se andaban desenvolviendo
-cada da, dirigiendo su accin todos los ramos, se enderezaba muy
-particularmente substraer por todos los medios posibles al hombre
-del yugo de la esclavitud. este propsito, es muy digna de notarse
-una disposicin cannica del tiempo de San Gregorio el Grande. En
-un concilio de Roma, celebrado en el ao 597, y presidido por este
-Papa, se abri los esclavos una nueva puerta para salir de su
-abyecto estado, concedindoles que recobrasen la libertad aquellos
-que quisiesen abrazar la vida monstica. Son dignas de notarse las
-palabras del Santo Papa, pues que en ellas se descubre el ascendiente
-de los motivos religiosos, y cmo iban prevaleciendo sobre todas las
-consideraciones intereses mundanos. Este importante documento se
-encuentra entre las epstolas de San Gregorio, y se hallar en las
-notas al fin de este tomo.
-
-Sera desconocer el espritu de aquellas pocas el figurarse que
-semejantes disposiciones quedasen estriles; no era as, sino que
-causaban los mayores efectos. Pudenos dar de ello una idea lo que
-leemos en el decreto de Graciano (Distin. 54, c. 12), donde se ve que
-rayaba la cosa en escndalo; pues que fu menester reprimir severamente
-el abuso de que los esclavos huan de sus amos se iban con pretexto
-de religin los monasterios; lo que daba motivo que se levantasen
-por todas partes quejas y clamores. Como quiera, y aun prescindiendo de
-lo que nos indican esos abusos, no es difcil conjeturar que no dejara
-de cogerse abundante fruto, ya por procurarse la libertad de muchos
-esclavos; ya tambin porque los realzara en gran manera los ojos del
-mundo, el verlos pasar un estado, que luego fu tornando creces, y
-adquiriendo inmenso prestigio y poderosa influencia.
-
-Contribuir no poco darnos una idea del profundo cambio que por
-esos medios se iba obrando en la organizacin social, el pararnos un
-momento considerar lo que aconteca con respecto la ordenacin de
-los esclavos. La disciplina de la Iglesia sobre este punto era muy
-consecuente con sus doctrinas. El esclavo era un hombre como los
-dems, y por esta parte poda ser ordenado lo mismo que el primer
-magnate; pero, mientras estaba sujeto la potestad de su dueo,
-careca de la independencia necesaria la dignidad del augusto
-ministerio, y por esta razn se exiga que el esclavo no pudiese ser
-ordenado, sin ser antes puesto en libertad. Nada ms razonable, ms
-justo ni ms prudente que esta limitacin en una disciplina que, por
-otra parte, era tan noble y generosa; en esa disciplina que por s sola
-era una protesta elocuente en favor de la dignidad del hombre, una
-solemne declaracin de que, por tener la desgracia de estar sufriendo
-la esclavitud, no quedaba rebajado del nivel de los dems hombres, pues
-que la Iglesia no tena mengua el escoger sus ministros entre los que
-haban estado sujetos la servidumbre; disciplina altamente humana y
-generosa, pues que, colocando en esfera tan respetable los que haban
-sido esclavos, tenda disipar las preocupaciones contra los que se
-hallaban en dicho estado, y labraba relaciones fuertes y fecundas,
-entre los que l pertenecan, y la ms acatada clase de los hombres
-libres.
-
-En esta parte llama sobremanera la atencin el abuso que se haba
-introducido de ordenar los esclavos sin consentimiento de sus dueos:
-abuso muy contrario, en verdad, los sagrados cnones, y que fu
-reprimido con laudable celo por la Iglesia, pero que, sin embargo,
-no deja de ser muy til al observador para apreciar debidamente el
-profundo efecto que andaban produciendo las ideas instituciones
-religiosas. Sin pretender disculpar en nada lo que en eso hubiera de
-culpable, bien se puede hacer tambin mritos del mismo abuso; pues
-que los abusos muchas veces no son ms que exageraciones de un buen
-principio. Las ideas religiosas estaban mal avenidas con la esclavitud,
-sta se hallaba sostenida por las leyes, y de aqu esa lucha incesante
-que se presentaba bajo diferentes formas, pero siempre encaminada al
-mismo blanco, la emancipacin universal. Con mucha confianza se
-pueden emplear en la actualidad ese linaje de argumentos, ya que los
-ms horrendos atentados de las revoluciones los hemos visto excusar con
-la mayor indulgencia, slo en gracia de los principios de que estaban
-imbudos los revolucionarios, y de los fines que llevaba la revolucin,
-que eran el cambiar enteramente la organizacin social.
-
-Curiosa es la lectura de los documentos que sobre este abuso nos han
-quedado, y que pueden leerse por extenso al fin de este volumen,
-sacados del Decreto de Graciano. (Dist. 54, c. 9, 10, 11, 12.)
-Examinndolos con detenimiento se echa de ver: 1. Que el nmero de
-esclavos que por este medio alcanzaban libertad era muy numeroso, pues
-que las quejas y los clamores que en contra se levantan son generales.
-2. Que los obispos estaban por lo comn favor de los esclavos, que
-llevaban muy lejos su proteccin, y que procuraban realizar de todos
-modos las doctrinas de igualdad, pues que se afirma all mismo que casi
-ningn obispo estaba exento de caer en esa reprensible condescendencia.
-3. Que los esclavos, conociendo ese espritu de proteccin, se
-apresuraban deshacerse de las cadenas, y arrojarse en brazos de la
-Iglesia. 4. Que ese conjunto de circunstancias deba de producir en
-los nimos un movimiento muy favorable la libertad, y que, entablada
-tan afectuosa correspondencia entre los esclavos y la Iglesia, la
-sazn tan poderosa influyente, debi de resultar que la esclavitud se
-debilitase rpidamente, caminando los pueblos esa libertad que siglos
-adelante vemos llevada complemento.
-
-La Iglesia de Espaa, cuyo influjo civilizador han tributado tantos
-elogios hombres por cierto poco adictos al Catolicismo, manifest
-tambin en esta parte la altura de sus miras y su consumada prudencia.
-Siendo tan grande como hemos visto el celo caritativo favor de
-los esclavos, y tan decidida la tendencia elevarlos al sagrado
-ministerio, era conveniente dejar un desahogo ese impulso generoso,
-concilindole, en cuanto era dable, con lo que demandaba la santidad
-del ministerio. este doble objeto se encaminaba sin duda la
-disciplina que se introdujo en Espaa de permitir la ordenacin de
-los esclavos de la Iglesia, manumitindolos antes, como lo dispone el
-canon 74 del 4. concilio de Toledo, celebrado en el ao 633, y como
-se deduce tambin del canon 11 del 9. concilio tambin de Toledo,
-celebrado en el ao 655, donde se manda que los obispos no puedan
-introducir en el clero los siervos de la Iglesia sin haberles dado
-antes libertad.
-
-Es notable que esta disposicin se ensanch en el canon 18 del concilio
-de Mrida, celebrado en el ao 666, donde se concede, hasta los
-curas prrocos, el escoger para s clrigos entre los siervos de su
-iglesia, con la obligacin, empero, de mantenerlos segn sus rentas.
-Con esta disciplina sin cometer ninguna injusticia se salvaban todos
-los inconvenientes que poda traer consigo la ordenacin de los
-esclavos; y, adems, se conseguan muy benficos resultados por una va
-ms suave: porque, ordenndose siervos de la misma iglesia, era ms
-fcil que se los pudiera escoger con tino, echando mano de aquellos
-que ms lo merecieran por sus dotes intelectuales y morales: se abra
-tambin ancha puerta para que pudiese la Iglesia emancipar sus siervos,
-hacindolo por un conducto tan honroso, cual era el de inscribirlos
-en el nmero de sus ministros, y, finalmente, dbase los legos un
-ejemplo muy saludable, pues que, si la Iglesia se desprenda tan
-generosamente de sus esclavos, y era en este punto tan indulgente, que,
-sin limitarse los obispos, extenda la facultad hasta los curas
-prrocos, no deba tampoco ser tan doloroso los seglares el hacer
-algn sacrificio de sus intereses en pro de la libertad de aquellos que
-pareciesen llamados tan santo ministerio.
-
-
-
-
-CAPITULO XIX
-
-
-As andaba la Iglesia deshaciendo, por mil y mil medios, la cadena de
-la servidumbre, sin salirse, empero, nunca de los lmites sealados
-por la justicia y la prudencia: as procuraba que desapareciese de
-entre los cristianos ese estado degradante, que de tal modo repugnaba
- sus grandiosas ideas sobre la dignidad del hombre, sus generosos
-sentimientos de fraternidad y de amor. Dondequiera que se introduzca
-el Cristianismo, las cadenas de hierro se trocarn en suaves lazos, y
-los hombres abatidos podrn levantar con nobleza su frente. Agradable
-es sobremanera el leer lo que pensaba sobre este punto uno de los
-ms grandes hombres del Cristianismo: San Agustn. (_De Civit. Dei_,
-1. 19, c. 14, 15, 16.) Despus de haber sentado en pocas palabras la
-obligacin del que manda, sea padre, marido seor, de mirar por el
-bien de aquel quien manda, encontrando as uno de los cimientos de
-la obediencia en la misma utilidad del que obedece; despus de haber
-dicho que los justos no mandan por prurito ni soberbia, sino por el
-deseo de hacer bien sus sbditos: _neque enim dominandi cupiditate
-imperant, sed officia consulendi, nec principandi superbia, sed
-providendi misericordia_; despus de haber proscripto con tan nobles
-doctrinas toda opinin que se encaminara la tirana, que fundase la
-obediencia en motivos de envilecimiento; como si temiese alguna rplica
-contra la dignidad del hombre, enardcese de repente su grande alma,
-aborda de frente la cuestin, la eleva su altura ms encumbrada, y,
-desatando sin rebozo los nobles pensamientos que hervan en su frente,
-invoca en su favor el orden de la naturaleza, y la voluntad del mismo
-Dios, exclamando: As lo prescribe el orden natural, as cri Dios
-al hombre; djole que dominara los peces del mar, las aves del
-cielo, y los reptiles que se arrastran sobre la tierra. _La criatura
-racional, hecha su semejanza, no quiso que dominase sino los
-irracionales, no el hombre al hombre, sino el hombre al bruto._
-
-Este pasaje de San Agustn es uno de aquellos briosos rasgos que se
-encuentran en los escritores de genio, cuando, atormentados por la
-vista de un objeto angustioso, sueltan la rienda la generosidad
-de sus ideas y pensamientos, expresndose con osada valenta. El
-lector, asombrado con la fuerza de la expresin, busca, suspenso y sin
-aliento, lo que est escrito en las lneas que siguen, como abrigando
-un recelo de que el autor se haya extraviado, seducido por la nobleza
-de su corazn y arrastrado por la fuerza de su genio; pero se siente
-un placer inexplicable cuando se descubre que no se ha apartado del
-camino de la sana doctrina, sino que nicamente ha salido, cual
-gallardo atleta, defender la causa de la razn, de la justicia y de
-la humanidad. Tal se nos presenta aqu San Agustn: la vista de tantos
-desgraciados como geman en la esclavitud, vctimas de la violencia y
-caprichos de los amos, atormentaba su alma generosa; mirando al hombre
- la luz de la razn y de las doctrinas cristianas, no encontraba
-motivo por que hubiese de vivir en tanto envilecimiento una porcin
-tan considerable del humano linaje; y por eso, mientras proclama las
-doctrinas que acabo de indicar, lucha por encontrar el origen de tamaa
-ignominia, y, no hallndola en la naturaleza del hombre, la busca en el
-pecado, en la maldicin. Los primeros justos, dice, fueron ms bien
-constitudos pastores de ganados que no reyes de hombres, dndonos
-Dios entender con esto lo que peda el orden de las criaturas, y lo
-que exiga la pena del pecado: pues que la condicin de la servidumbre
-fu con razn impuesta al pecador; y por esto no encontramos en las
-Escrituras la palabra _sirvi_ hasta que el justo No la arroj como
-un castigo sobre su hijo culpable. De lo que se sigue que este nombre
-vino de la culpa, no de la naturaleza.
-
-Este modo de mirar la esclavitud como hija del pecado, como un fruto de
-la maldicin de Dios, era de la mayor importancia; pues que, dejando
-salva la dignidad de la naturaleza del hombre, atajaba de raz todas
-las preocupaciones de superioridad natural que en su desvanecimiento
-pudieran atribuirse los libres. Quedaba tambin despejada la esclavitud
-del valor que poda darle el ser mirada como un pensamiento poltico,
- medio de gobierno; pues slo se deba considerarla como una de
-tantas plagas arrojadas sobre la humanidad por la clera del Altsimo.
-En tal caso, los esclavos tenan un motivo de resignacin; pero la
-arbitrariedad de los amos encontraba un freno, y la compasin de todos
-los libres, un estmulo; pues que, habiendo nacido todos en culpa,
-todos hubieran podido hallarse en igual estado; y, si se envanecan por
-no haber cado en l, no tenan ms razn que quien se gloriase, en
-medio de una epidemia, de haberse conservado sano, y se creyese por eso
-con derecho de insultar los infelices enfermos. En una palabra, el
-estado de la esclavitud era una plaga, y nada ms; era como la peste,
-la guerra, el hambre otras semejantes; y por esta causa era deber de
-todos los hombres el procurar, por de pronto, aliviarla, y el trabajar
-para abolirla.
-
-Semejantes doctrinas no quedaban estriles; proclamadas la faz
-del mundo, resonaban vigorosamente por los cuatro ngulos del orbe
-catlico: y, ms de ser puestas en prctica como lo acabamos de ver
-en ejemplos innumerables, eran conservadas, como una teora preciosa
-al travs del caos de los tiempos. Haban pasado ocho siglos, y las
-vemos reproducidas por otra de las lumbreras ms resplandecientes de
-la Iglesia catlica: Santo Toms de Aquino. (1 p, q. 96, art. 4.) En
-la esclavitud no ve tampoco ese grande hombre, ni diferencia de razas,
-ni la inferioridad imaginaria, ni medios de gobierno; no acierta
-explicrsela de otro modo que considerndola como una plaga acarreada
-la humanidad por el pecado del primer hombre.
-
-Tanta es la repugnancia con que ha sido mirada entre los cristianos la
-esclavitud, tan falso es lo que asienta M. Guizot de que la sociedad
-cristiana no la confundiese ni irritase ese estado. Por cierto que
-no hubo aquella confusin irritacin ciegas, que, salvando todas
-las barreras, y no reparando en lo que dicta la justicia y aconseja
-la prudencia, se arrojan sin tino borrar la marca de abatimiento
-ignominia; pero, si se habla de aquella confusin irritacin que
-resultan de ver oprimido y ultrajado al hombre, que no estn, empero,
-reidas con una santa resignacin y longanimidad, y que, sin dar
-treguas la accin de un celo caritativo, no quieren, sin embargo,
-precipitar los sucesos, antes los preparan maduramente para alcanzar
-efecto ms cumplido; si hablamos de esta santa confusin irritacin,
-cabe mejor prueba de ella, que los hechos que he citado, que las
-doctrinas que he recordado? cabe protesta ms elocuente contra la
-duracin de la esclavitud que la doctrina de los dos insignes doctores,
-que, como acabamos de ver, la declaran un fruto de maldicin, un
-castigo de la prevaricacin del humano linaje; que no la pueden
-concebir sino ponindola en la misma lnea de las grandes plagas que
-afligen la humanidad?
-
-Las profundas razones que mediaron para que la Iglesia recomendase
-los esclavos la obediencia, bastante las llevo evidenciadas, y no puede
-haber nadie imparcial que se lo achaque olvido de los derechos del
-hombre. Ni se crea por eso que faltase en la sociedad cristiana la
-firmeza necesaria para decir la verdad toda entera, con tal que fuera
-verdad saludable. Tenemos de ello una prueba en lo que sucedi con
-respecto al matrimonio de los esclavos: sabido es que no era reputado
-como tal, y que ni aun podan contraerle sin el consentimiento de sus
-amos, so pena de considerarse como nulo. Haba en esto una usurpacin,
-que luchaba abiertamente con la razn y la justicia: qu hizo, pues,
-la Iglesia? Rechaz sin rodeos tamaa usurpacin. Oigamos, si no,
-lo que deca el Papa Adriano I. Segn las palabras del Apstol, as
-como en Cristo Jess no se ha de remover de los sacramentos de la
-Iglesia ni al libre ni al esclavo, as tampoco entre los esclavos no
-deben de ninguna manera prohibirse los matrimonios; y, si los hubieren
-_contrado contradicindolo y repugnndolo los amos, de ninguna manera
-se deben por eso disolver_. (_De Coniu. serv._, l. 4., t. 9, c. 1.)
-Esta disposicin, que aseguraba la libertad de los esclavos en uno
-de los puntos ms importantes, no debe ser tenida como limitada
-determinadas circunstancias; era algo ms, era una proclamacin de
-su libertad en esta materia, era que la Iglesia no quera consentir
-que los hombres estuviesen al nivel de los brutos, vindose forzados
- obedecer al capricho al inters de otro hombre, sin consultar
-siquiera los sentimientos del corazn. As lo entenda Santo Toms,
-pues que sostiene abiertamente que, en punto contraer matrimonio, _no
-deben los esclavos obedecer sus dueos_. (2. 2.^{ae}, q. 104, art.
-5.)
-
-En el rpido bosquejo que acabo de trazar, he cumplido, segn creo,
-con lo que al principio insinu: de que no adelantara una proposicin
-que no la apoyara en irrecusables documentos, sin dejarme extraviar
-por el entusiasmo favor del Catolicismo, hasta atribuirle lo que
-no le pertenezca. Velozmente, la verdad, hemos atravesado el caos
-de los siglos: pero se nos han presentando, en diverssimos tiempos
-y lugares, pruebas convincentes de que el Catolicismo es quien ha
-abolido la esclavitud, pesar de las ideas, de las costumbres, de los
-intereses, de las leyes que formaban un reparo, al parecer invencible;
-y todo sin injusticias, sin violencias, sin trastornos, y todo con la
-ms exquisita prudencia, con la ms admirable templanza. Hemos visto
- la Iglesia catlica desplegar contra la esclavitud un ataque tan
-vasto, tan variado, tan eficaz, que, para quebrantarse la ominosa
-cadena, no se ha necesitado siquiera un golpe violento; sino que,
-expuesta la accin de poderossimos agentes, se ha ido aflojando,
-deshaciendo, hasta caerse pedazos. Primero se ensean en alta voz
-las verdaderas doctrinas sobre la dignidad del hombre, se marcan las
-obligaciones de los amos y de los esclavos, se los declara iguales
-ante Dios, reducindose polvo las teoras degradantes que manchan
-los escritos de los mayores filsofos de la antigedad; luego se
-empieza la aplicacin de las doctrinas, procurando suavizar el trato
-de los esclavos; se lucha con el derecho atroz de vida y muerte, se
-les abren por asilo los templos, no se permite que la salida sean
-maltratados, y se trabaja por substituir la vindicta privada la
-accin de los tribunales; al propio tiempo se garantiza la libertad de
-los manumitidos enlazndola con motivos religiosos, se defiende con
-tesn y solicitud la de los ingenuos, se procura cegar las fuentes
-de la esclavitud, ora desplegando vivsimo celo por la redencin de
-los cautivos, ora saliendo al paso la codicia de los judos, ora
-abriendo expeditos senderos por donde los vendidos pudiesen recobrar
-la libertad; se da en la Iglesia el ejemplo de la suavidad y del
-desprendimiento, se facilita la emancipacin admitiendo los esclavos
- los monasterios y al estado eclesistico, y por otros medios que iba
-sugiriendo la caridad: y as, pesar del hondo arraigo que tena la
-esclavitud en la sociedad antigua, pesar del trastorno trado por la
-irrupcin de los brbaros, pesar de tantas guerras y calamidades de
-todos gneros, con que se inutilizaba en gran parte el efecto de toda
-accin reguladora y benfica, se vi, no obstante, que la esclavitud,
-esa lepra que afeaba las civilizaciones antiguas, fu disminuyndose
-rpidamente en las naciones cristianas, hasta que al fin desapareci.
-
-No se descubre, por cierto, un plan concebido y concertado por los
-hombres; mas, por lo mismo que sin ese plan se nota tanta unidad de
-tendencias, tanta identidad de miras, tanta semejanza en los medios,
-hay una prueba evidente del espritu civilizador y libertador entraado
-por el Catolicismo; y los verdaderos observadores se complacern, sin
-duda, en ver en el cuadro que acabo de presentar, cul concuerdan
-admirablemente en dirigirse al mismo blanco, los tiempos del imperio,
-los de la irrupcin de los brbaros, y los de la poca del feudalismo;
-y, ms que en aquella mezquina regularidad que distingue lo que es
-obra exclusiva del hombre, se complacern, repito, los verdaderos
-observadores, en andar recogiendo los hechos desparramados en aparente
-desorden, desde los bosques de la Germania hasta las campias de la
-Btica, desde las orillas del Tmesis hasta las mrgenes del Tiber.
-
-Estos hechos yo no los he fingido; anotadas van las pocas, citados
-los concilios; al fin de este volumen encontrar el lector, originales
-y por extenso, los textos que aqu he extractado y resumido, y all
-podr cerciorarse plenamente de que no le he engaado. Que, si tal
-hubiera sido mi intencin, buen seguro que no hubiera descendido al
-terreno de los hechos: entonces habra divagado por las regiones de
-las teoras; habra pronunciado palabras pomposas y seductoras; habra
-echado mano de los medios ms propsito para encantar la fantasa
-y excitar los sentimientos; me habra colocado en una de aquellas
-posiciones, en que puede un escritor suponer su talante cosas que
-jams han existido, y lucir, con harto escaso trabajo, las galas de la
-imaginacin y la fecundidad del ingenio. Me he impuesto una tarea algo
-ms penosa, quizs no tan brillante, pero ciertamente ms fecunda.
-
-Y ahora podremos preguntar M. Guizot, cules han sido las _otras
-causas_, las _otras ideas_, los _otros principios_ de _civilizacin_,
-cuyo completo desarrollo, segn nos dice, ha sido necesario _para que
-triunfase al fin la razn, de la ms vergonzosa de las iniquidades_.
-Esas causas, esas ideas, esos principios de civilizacin que, segn
-l, ayudaron la Iglesia en la abolicin de la esclavitud, menester
-era explicarlos, indicarlos cuando menos; que as el lector hubiera
-podido evitarse el trabajo de buscarlos como quien adivina. Si no
-brotaron del seno de la Iglesia, dnde estaban? Estaban en los
-restos de la civilizacin antigua? Pero los restos de una civilizacin
-destrozada, y casi aniquilada, podran hacer lo que no hizo ni
-pens hacer jams esa misma civilizacin cuando se hallaba en todo
-su vigor, pujanza y lozana? Estaban quizs en el individualismo de
-los brbaros, cuando este individualismo era inseparable compaero de
-la violencia, y, por consiguiente, deba ser una fuente de opresin
-y esclavitud? Estaban quizs en el patronazgo militar, introducido,
-segn Guizot, por los mismos brbaros, que puso los cimientos de esa
-organizacin aristocrtica, convertida ms tarde en feudalismo? Pero,
-qu tena que ver ese patronazgo con la abolicin de la esclavitud,
-cuando era lo ms propsito para perpetuarla en los indgenas de
-los pases conquistados, y extenderla una porcin considerable
-de los mismos conquistadores? Dnde est, pues, una idea, una
-costumbre, una institucin que, sin ser hija del Cristianismo, haya
-contribudo la abolicin de la esclavitud? Selese la poca de su
-nacimiento, el tiempo de su desarrollo; mustresenos que no tuvo su
-origen en el Cristianismo, y entonces confesaremos que l no puede
-pretender exclusivamente el honroso ttulo de haber abolido estado
-tan degradante; y no dejaremos por eso de aplaudir y ensalzar aquella
-idea, costumbre institucin que haya tomado una parte en la bella y
-grandiosa empresa de libertar la humanidad.
-
-Y ahora, bien se puede preguntar las Iglesias protestantes, esas
-hijas ingratas que, despus de haberse separado del seno de su madre,
-se empean en calumniarla y afearla: dnde estabais vosotras cuando la
-Iglesia catlica iba ejecutando la inmensa obra de la abolicin de la
-esclavitud? Cmo podris achacarle que simpatiza con la servidumbre,
-que trata de envilecer al hombre, de usurparle sus derechos? Podris
-vosotras presentar un ttulo, que as os merezca la gratitud del
-linaje humano? Qu parte podis pretender en esa grande obra, que es
-el primer cimiento que deba echarse para el desarrollo y grandor de
-la civilizacin europea? Solo, sin vuestra ayuda, la llev cabo el
-Catolicismo; y solo hubiera conducido la Europa sus altos destinos,
-si vosotras no hubierais venido torcer la majestuosa marcha de esas
-grandes naciones, arrojndolas desatentadamente por un camino sembrado
-de precipicios: camino cuyo trmino est cubierto con densas sombras,
-en medio de las cuales slo Dios sabe lo que hay.[15]
-
-
-
-
-NOTAS
-
-
- [1] Pg. 11.--_La historia de las variaciones de los
- protestantes_, de Bossuet, es una de aquellas obras que
- agotan su objeto; que ni dejan rplica, ni consienten
- aadidura. Leda con reflexin esta obra inmortal, la causa
- del Protestantismo est fallada bajo un aspecto dogmtico; no
- queda medio alguno entre el Catolicismo y la incredulidad.
- Gibbon la haba ledo en su juventud, y se haba hecho
- catlico, abandonando la religin protestante, en que haba
- sido educado. Despus volvi separarse de la Iglesia
- catlica, pero no fu protestante, sino incrdulo. Quizs no
- disgustar los lectores el oir de la boca de este clebre
- escritor el juicio que formaba de la obra de Bossuet, y la
- relacin del efecto que le produjo su lectura; dice as:
- En la _Historia de las variaciones_, ataque tan vigoroso
- como bien dirigido, desenvuelve, con felicsima mezcla de
- raciocinio y de narracin, las faltas, los extravos, las
- incertidumbres y las contradicciones de nuestros primeros
- reformadores, cuyas variaciones, como l sostiene hbilmente,
- llevan el carcter del error, mientras que la no _interrumpida
- unidad de la Iglesia catlica es la seal y testimonio de la
- infalible verdad_: le, aprob, cre. (_Gibbon, Memorias._)
-
- [2] Pg. 13.--Lutero, quien se empean todava algunos
- en presentrnoslo como un hombre de altos conceptos, de
- pecho noble y generoso, de vindicador de los derechos de la
- humanidad, nos ha dejado en sus escritos el ms seguro y
- evidente testimonio de su carcter violento, de su extremada
- grosera y de la ms feroz intolerancia. Enrique VIII, Rey
- de Inglaterra, haba refutado el libro de Lutero llamado
- _de Captivitate Babilonica_, y, enojado este por semejante
- atrevimiento, escribe al Rey, llamndole _sacrlego_, _loco_,
- _insensato_, _el ms grosero de todos los puercos y de todos
- los asnos_. Si la majestad real no inspiraba Lutero respeto
- ni miramiento, tampoco tena ninguna consideracin al mrito.
- Erasmo, quizs el hombre ms sabio de su siglo, al menos
- el ms erudito, ms literato y brillante, y que, por cierto,
- no escase la indulgencia con Lutero y sus secuaces, fu, no
- obstante, tratado con tanta virulencia por el fogoso corifeo,
- as que ste vi que no poda traerle la nueva secta, que,
- lamentndose de ello Erasmo, deca: que en su vejez se vea
- obligado pelear con una bestia feroz, con un furioso
- jabal. No se contentaba Lutero con palabras, sino que pasaba
- los hechos: y bien sabido es que por instigacin suya fu
- desterrado Carlostadio de los estados del duque de Sajonia,
- hallndose, por efecto de la persecucin, reducido tal
- miseria, que se vea precisado ganarse el sustento llevando
- lea, y haciendo otros oficios muy ajenos su estado. En
- sus ruidosas disputas con los zuinglianos, no desminti
- Lutero su carcter, llamndolos hombres _condenados_,
- _insensatos_, _blasfemos_. Cuando as trataba sus compaeros
- disidentes, nada extrao es que llamase los doctores
- de Lovaina _verdaderas bestias_, _puercos_, _paganos_,
- _epicreos_, _ateos_; que prorrumpiese en otras expresiones
- que la decencia no permite copiar, y que, desenfrenndose
- contra el Papa, dijese, que era un lobo rabioso, que todo
- el mundo deba armarse contra l, sin esperar orden alguna
- de los magistrados; que en este punto slo poda caber
- arrepentimiento por no haberle pasado el pecho con la espada;
- y que todos aquellos que le seguan, deban ser perseguidos
- como los soldados de un capitn de bandoleros, aunque fueran
- reyes emperadores. Este es el espritu de tolerancia y
- libertad de que estaba animado Lutero: y cuenta que nos sera
- fcil aducir muchas otras pruebas.
-
- No se crea que tal intolerancia fuese exclusivamente propia
- de Lutero; extendase todo el partido, y se hacan sentir
- sus efectos de un modo cruel. Afortunadamente tenemos de esta
- verdad un testigo irrefragable. Es Melanchton, el discpulo
- querido de Lutero, uno de los hombres ms distinguidos que ha
- tenido el Protestantismo. Me hallo en tal esclavitud (deca,
- escribiendo su amigo Camerario) como si estuviera en la
- cueva de los cclopes; por manera que apenas me es posible
- explicarte mis penas, vinindome cada paso tentaciones de
- escaparme. Son gente ignorante (deca en otra carta) que
- no conoce piedad ni disciplina; mirad los que mandan, y
- veris que estoy como Daniel en la cueva de los leones. Y
- se dir todava que presida tamaa empresa un pensamiento
- generoso, y que se trataba de emancipar el pensamiento humano!
- La intolerancia de Calvino es bien conocida, pues, ms
- de quedar consignada en el hecho indicado en el texto, se
- manifiesta cada paso en sus obras, por el tratamiento que
- da sus adversarios. _Malvados_, _tunantes_, _borrachos_,
- _locos_, _furiosos_, _rabiosos_, _bestias_, _toros_,
- _puercos_, _asnos_, _perros_, _viles esclavos de Satans_: he
- aqu las lindezas que se hallan cada paso en los escritos
- del clebre reformador. Cunto y cunto de semejante podra
- aadir, si no temiese fastidiar los lectores!
-
- [3] Pg. 14.--En la dieta de Espira se haba hecho un decreto
- que contena varias disposiciones relativas al cambio de
- religin: catorce ciudades del imperio no quisieron someterse
- este decreto y presentaron una _protesta_; de aqu vino
- que los disidentes empezaron llamarse _protestantes_. Como
- este nombre es la condenacin de las Iglesias separadas,
- han tratado algunas veces de apropiarse otros; pero siempre
- en vano. Los nombres que se daban eran falsos, y un nombre
- falso no dura. Qu pretendan significar cuando se
- llamaban evanglicos? acaso el que se atenan nicamente
- al Evangelio? En tal caso mejor deban llamarse, bblicos,
- pues que no pretendan precisamente atenerse al Evangelio,
- sino la _Biblia_. Llmanse tambin veces _reformados_, y
- algunos suelen apellidar al Protestantismo _Reforma_; pero
- basta pronunciar este nombre para descubrir su impropiedad.
- _Revolucin religiosa_ le cuadrara mucho mejor.
-
- [4] Pg. 15.--El conde de Maistre, en su obra _Del Papa_,
- ha desenvuelto este punto de los nombres de una manera
- inimitable. Entre otras muchas observaciones hay una muy
- atinada, cual es, que slo la Iglesia catlica tiene un nombre
- _positivo_ y propio, con que se llama ella s misma, y hace
- que la llamen los otros. Las Iglesias separadas han excogitado
- varios, pero no han podido apropirselos. Si cada uno, dice,
- es libre de darse el nombre que le agrada, la misma Lais en
- persona podra escribir sobre la puerta de su casa: _Palacio
- de Artemisa_. La dificultad est en obligar los dems
- darnos el nombre que nosotros escogemos.
-
- No se crea que sea el conde de Maistre el inventor de ese
- argumento de los nombres: habanlo empleado de antemano San
- Jernimo y San Agustn: Si oyeres, dice San Jernimo, que se
- llaman marcionistas, valentinianos, montanistas, sepas que no
- son la Iglesia de Cristo, sino la Sinagoga del Anticristo.
- _Si audieris nuncupari marcionistas, valentinianos,
- montanenses, scito non Ecclesiam Christi, sed Antichristi
- esse Sinagogam._ (_Hieron., lib. adversus Luciferanios._)
- Tineme en la Iglesia, dice San Agustn, el mismo nombre de
- catlica, pues que no sin causa, y entre tantas sectas, le
- obtuvo ella sola, y de tal manera, que, querindose llamar
- catlicos todos los herejes, sin embargo, si un peregrino
- les pregunta por el templo catlico, ninguno de los herejes
- se atreve mostrarle su baslica su casa. _Tenet me in
- Ecclesia ipsum catholicae nomen, quod non sine causa inter
- tam multas haereses, sic ipsa sola obtinuit, ut cum omnes
- haeretici se catholicos dici velint, quaerenti tamen peregrino
- alicui, ubi ad catholicam conveniatur, nullus haereticorum,
- vel basilicam suam, vel domum audcat ostendere._ (_S. Aug._)
- Esto que observaba San Agustn en su tiempo, se ha verificado
- tambin con respecto los protestantes, y pueden dar de ello
- testimonio los que han visitado aquellos pases en que hay
- diferentes comuniones. Un ilustre espaol del siglo XVII y
- que haba pasado mucho tiempo en Alemania, nos dice: Todos
- quieren llamarse catlicos y apostlicos, pero los dems los
- llaman luteranos y calvinistas. _Singuli volunt dici catholici
- et apostolici, sed volunt, et ab aliis non hoc praetenso illis
- nomine, sed luterani potius aut calviniani nominantur._
- (_Caramuel._) He habitado, contina el mismo, en ciudades
- de herejes, y vi con mis ojos y o con mis odos, una cosa
- que debieran pesar los heterodoxos: esto es, _que excepcin
- del predicador protestante, y de algunos pocos que pretenden
- saber ms de lo que conviene, todo el vulgo de los herejes
- llama catlicos los romanos_. (_Habitavi in haereticorum
- civitatibus; et hoc propriis oculis vidi, propriis auditi
- auribus, quod deberet ab haeterodoxis ponderari. Praeter
- praedicantem, et pauculos qui plus sapiunt quam oportet
- sapere, totum haereticorum vulgus catholicos vocat romanos._)
- Tanta es la fuerza de la verdad. Los idelogos saben muy bien
- que semejantes fenmenos proceden de causas profundas, y que
- estos argumentos son algo ms que sutilezas.
-
- [5] Pg 36.--Tanto se ha hablado de los abusos, tanto se ha
- exagerado su influencia en los desastres que en los ltimos
- siglos han afligido la Iglesia, tenindose cuidado, al
- propio tiempo, de ensalzar con hipcritas encomios la pureza
- de las costumbres y la rigidez de la disciplina de los
- primeros siglos, que algunos han llegado imaginarse una
- lnea divisoria entre unos tiempos y otros; no concibiendo en
- los primeros ms que verdad y santidad, y no atribuyendo los
- segundos otra cosa que corrupcin y mentira; como si en los
- primeros siglos de la Iglesia todos los miembros hubiesen sido
- ngeles, como si en todas pocas no hubiese tenido la Iglesia
- que corregir errores y enfrenar pasiones. Con la historia
- en la mano sera fcil reducir su justo valor estas ideas
- exageradas; exageracin de que se hizo cargo el mismo Erasmo,
- por cierto poco inclinado disculpar sus contemporneos. En
- un cotejo de su tiempo con los primeros siglos de la Iglesia,
- hace ver hasta la evidencia, cun infundado y pueril era el
- prurito que entonces cunda de ensalzar todo lo antiguo para
- deprimir lo presente. Un fragmento de este objeto se halla
- entre las obras de Marchetti, en sus observaciones sobre las
- historia de Fleury.
-
- Curioso fuera tambin hacer una resea de las disposiciones
- tomadas por la Iglesia para refrenar toda clase de abusos.
- Las colecciones de los concilios podran suministrarnos tan
- copiosa materia para comprobar este aserto, que no sera
- fcil encerrarla en pocos volmenes; , ms bien, las mismas
- colecciones, con toda su mole asombradora, no son otra cosa,
- de un extremo otro, que una prueba evidente de estas dos
- verdades: primera, que en todos tiempos ha habido muchos
- abusos que corregir; cosa necesaria, atendida la debilidad
- y la corrupcin humanas; segunda, que en todas pocas la
- Iglesia ha procurado corregirlos, pudiendo, desde luego,
- asegurarse que no es posible sealar uno, sin que se ofrezca
- tambin la correspondiente disposicin cannica que lo reprime
- castiga. Estas observaciones acaban de dejar en claro que
- el Protestantismo no tuvo su principal origen en los abusos,
- sino que era una de aquellas grandes calamidades que, atendida
- la volubilidad del espritu humano y el estado en que se
- encontraba la sociedad, puede decirse que son inevitables.
- En el mismo sentido que dijo Jesucristo que era _necesario
- que hubiese escndalos_, no porque nadie se halle forzado
- darlos, sino porque tal es la corrupcin del corazn humano,
- que, siguiendo las cosas el orden regular, no puede menos de
- haberlos.
-
- [6] Pg. 45.--Ese concierto, esa unidad, que se descubren en
- el Catolicismo, deben llenar de admiracin y asombro todo
- hombre juicioso, sean cuales fueren sus ideas religiosas.
- Si no suponemos que _hay aqu el dedo de Dios_, cmo ser
- posible explicar ni concebir la duracin del centro de la
- unidad, que es la Ctedra de Roma? Tanto se ha dicho ya
- sobre la supremaca del Papa, que es muy difcil aadir nada
- nuevo; pero quizs no desagradar los lectores el que les
- presente un interesante trozo de San Francisco de Sales, en
- que reuni los varios y notables ttulos que ha dado los
- Sumos Pontfices, y su silla, la antigedad eclesistica.
- Este trabajo del santo Obispo es interesante, no tan slo por
- lo que pica la curiosidad, sino tambin porque da margen
- gravsimas reflexiones, que el lector har, sin duda, por s
- mismo. Helo aqu:
-
- NOMBRES QUE SE HAN DADO AL PAPA
-
- El muy santo Obispo de la Iglesia } En el concilio de Soissons de
- Catlica. } 300 Obispos.
-
- El muy santo y muy feliz Patriarca. } Ibd., tomo 7. Concil.
-
- El muy feliz Seor. } S. Agustn., Ep. 95.
-
- El Patriarca universal. } S. Len P, Ep. 62.
-
- El Jefe de la Iglesia del mundo. } Innoc. ad PP. Concili.
- } Milevit.
-
- El Obispo elevado la cumbre } S. Cipr., Ep. 3 et 12.
- apostlica. }
-
- El Padre de los Padres. } Concil. de Calced., ses. 3.
-
- El Soberano Pontfice de los } Ibd. in praef.
- Obispos. }
-
- El Soberano Sacerdote. } Concil. de Calced., ses. 16.
-
- El Prncipe de los Sacerdotes. } Esteban Ob. de Cartago.
-
- El Prefecto de la Casa de Dios, } Concil. de Cartago, Ep. ad
- y el Custodio y Guarda de la } Damasum.
- via del Seor. }
-
- El Vicario de Jesucristo, y el } S. Jern., praef. in Evang.
- Confirmador de la fe de los } ad Damasum.
- cristianos. }
-
- El Sumo Sacerdote. } Valentiniano y toda la
- } antigedad.
-
- El Soberano Pontfice. } Concil. de Calced., in Ep. ad
- } Theod. Imper.
-
- El Prncipe de los Obispos. } Ibd.
-
- El Heredero de los apstoles. } S. Bern., lib. de Consid.
-
- Abrahn por el Patriarcado. } S. Ambros., in 1 ad Tim., 3.
-
- Melquisedech por el orden. } Concil. de Calced., Epist. ad
- } Leonem.
-
- Moiss por la autoridad. } S. Bern., Epist. 190
-
- Samuel por la jurisdiccin. } Ibd. et in lib. de Consid.
-
- Pedro por el poder. } Ibd.
-
- Cristo por la uncin. } Ibd.
-
- El Pastor del aprisco de } Ibd., lib. 2, Consid.
- Jesucristo. }
-
- El Llavero de la Casa de Dios. } Idem idem, cap. 8.
-
- El Pastor de todos los pastores. } Ibd.
-
- El Pontfice llamado la plenitud } Ibd.
- del poder.
-
- San Pedro fu la boca de } S. Crisst., Homil. 2, in
- Jesucristo. } divers. serm.
-
- La Boca y el Jefe del apostolado. } Orig., Hom. 55, in Matth.
-
- La Ctedra y la Iglesia principal. } S. Cipr., Ep. 55, ad Corn.
-
- El Origen de la unidad sacerdotal. } S. Cipr., Epist. 3,2
-
- El Lazo de la unidad. } Idem ibd., 4,2.
-
- La Iglesia donde reside el poder } Idem ibd., 3,8.
- principal.
-
- La Iglesia Raz y Matriz de todas } S. Anaclet. Pap., Epist. ad
- las dems Iglesias. } om. Episc. et fidel.
-
- La Sede sobre la cual ha construdo } S. Dmas., Ep., ad univ.
- el Seor la Iglesia universal. } Episc.
-
- El Punto Cardinal y el Jefe de } S. Marcelin., Pap., Epist. ad
- todas las Iglesias. } Episc. Antioc.
-
- El Refugio de los Obispos. } Conc. de Alex., Ep. ad Felic.
- } P.
-
- La Suprema Sede Apostlica. } S. Atanas.
-
- La Iglesia presidente. } Imp. Justin., in 1, 8, Cod. de
- } SS. Trinit.
-
- La Sede Suprema que no puede } S. Len, in nat. SS. Apost.
- ser juzgada por otra. }
-
- La Iglesia antepuesta todas las } Vctor de Utica, in lib. de
- dems Iglesias. } perfect.
-
- La primera de todas las Sedes. } S. Prspero, lib. de Ingrat.
-
- La Fuente apostlica. } S. Ignat., Ep. ad Rom, in
- } Suscript.
-
- El Puerto segursimo de toda la } Concil. Rom. por S. Gelasio.
- Comunin Catlica. }
-
- [7] Pg. 54.--He dicho que los ms distinguidos protestantes
- sintieron el vaco que encerraban todas las sectas separadas
- de la Iglesia catlica: voy presentar las pruebas de esta
- asercin, que quizs algunos juzgaran aventurada. Oigamos
- al mismo Lutero, que, escribiendo Zuinglio, deca: Si
- dura mucho el mundo, ser de nuevo necesario, causa de las
- varias interpretaciones de la Escritura que ahora circulan,
- para conservar la unidad de la fe, recibir los decretos de
- los concilios y refugiarnos en ellos. (_Si diutius steterit
- mundus, iterum erit necessarium, propter diversas Scripturae
- interpretationes quae nunc sunt, ad conservandam fidei
- unitatem, ut conciliorum decreta recipiamus, adque ad ea
- confugiamus._)
-
- Melanchton, lamentndose de las funestas consecuencias de
- la falta de jurisdiccin espiritual, deca: resultar una
- libertad de ningn provecho la posteridad; y en otra
- parte dice estas notabilsimas palabras: En la Iglesia se
- necesitan inspectores para conservar el orden, observar
- atentamente los que son llamados al ministerio eclesistico,
- velar sobre la doctrina de los sacerdotes, y ejercer los
- juicios eclesisticos; por manera que, si no hubiera obispos,
- sera menester crearlos. _La monarqua del Papa servira
- tambin mucho para conservar entre tan diversas naciones la
- uniformidad de la doctrina._
-
- Oigamos Calvino: Coloc Dios la silla de su culto en el
- centro de la tierra, poniendo all un Pontfice, nico,
- quien miraran todos para conservarse mejor en la unidad.
- (Cultus sui sedem in medio terrae collocavit illi _unum_
- Antistitem praefecit, quem omnes respicerent, quo melius in
- _unitate_ continerentur.) (Calv., inst. 6, . 11.)
-
- Atormentronme tambin m mucho y por largo tiempo, dice
- Beza, esos mismos pensamientos que t me pintas: veo los
- nuestros divagando merced de todo viento de doctrina, y,
- levantados en alto, caerse ahora una parte, despus otra.
- Lo que piensan hoy de la religin quiz podra saberlo; lo que
- pensarn maana, no. Las Iglesias que han declarado la guerra
- al Romano Pontfice, _en qu punto de la religin convienen?
- Recrrelo todo desde el principio al fin, y apenas encontrars
- cosa afirmada por uno que desde luego no la condene otro
- como impa._ Exercuerunt me diu et multum illae, ipsae
- quas describis cogitationes: video nostros palantes omni
- doctrinae vento et, in altum sublatos, modo ad hanc, modo
- ad illam partem deferri. Horum quae sit hodie de Religione
- sententia scire fortasse possis; sed quae eras de eadem futura
- sit opinio, neque tu certo affirmare queas. In quo tandem
- religionis capite, congruunt inter se Ecclesiae, quae Romano
- Pontifici bellum indixerunt? A capite ad calcem si percurras
- omnia, nihil propemodum reperias, ab uno affirmari, quod
- alter statim non impium esse clamitet. (Th. Epist. ad Andream
- Duditium.)
-
- Grocio, uno de los hombres ms sabios que haya tenido el
- Protestantismo, conoci tambin la flaqueza de los cimientos
- en que estriban las sectas separadas. No son pocos los que
- han credo que haba muerto catlico. Los protestantes le
- acusaron de que intentaba convertirse al Catolicismo, y los
- catlicos que le haban tratado en Pars, pensaban de la
- misma manera. No dir que sea verdad lo que se cuenta del
- insigne P. Petau, amigo de Grocio, de que, habiendo sabido su
- muerte, haba celebrado misa por l; pero lo cierto es que
- Grocio en su obra titulada _De Antichristo_ no piensa como
- los protestantes que el Anticristo sea el Papa; lo cierto es
- que en otra obra publicada, _Votum pro pace Ecclesiae_, dice
- redondamente que sin el primado del Papa no es posible dar
- fin las disputas, como acontece entre los protestantes;
- lo cierto es que en su obra pstuma, _Rivetiani apologetici
- discussio_, asienta abiertamente el principio fundamental del
- Catolicismo, saber, que los dogmas de la fe deben decidirse
- por la tradicin y la autoridad de la Iglesia, y no por la
- sola Sagrada Escritura.
-
- La ruidosa conversin del clebre protestante Papn es otra
- prueba de lo mismo que estamos demostrando. Meditaba Papn
- sobre el principio fundamental del Protestantismo, y la
- contradiccin en que estaba con este principio la intolerancia
- de los protestantes, pues que, estribando en el examen
- privado, apelaban para conservarse la va de la autoridad,
- y argumentaba de esta manera: Si la va de la autoridad de
- que pretenden asirse es inocente y legtima, ella condena su
- origen, en el que no quisieron sujetarse la autoridad de
- la Iglesia catlica; mas, si la va del examen que en sus
- principios abrazaron fu recta y conforme, resulta entonces
- condenada la va de autoridad que ellos han ideado para evitar
- excesos: quedando as abierto y allanado el camino los
- mayores desrdenes de la impiedad.
-
- Puffendorf, que por cierto no puede ser notado de frialdad
- cuando se trata de atacar al Catolicismo, no pudo menos de
- tributar su obsequio la verdad, estampando una confesin
- que le agradecern todos los catlicos. La supresin de la
- autoridad del Papa ha sembrado en el mundo infinitas semillas
- de discordia; pues, no habiendo ya ninguna autoridad soberana
- para terminar las disputas que se suscitaban en todas
- partes, se ha visto los protestantes dividirse entre si
- mismos, y _despedazarse las entraas con sus propias manos_.
- (Puffendorf, de Monarch. Pont. Rom.)
-
- Leibnitz, ese grande hombre que, segn la expresin de
- Fontenelle, conduca de frente todas las ciencias, reconoci
- tambin la debilidad del Protestantismo, y la firmeza de
- organizacin de la Iglesia catlica. Sabido es que, lejos
- de participar del furor de los protestantes contra el Papa,
- miraba su supremaca religiosa con las mayores simpatas.
- Confesaba paladinamente la superioridad de las misiones
- catlicas sobre las protestantes; y las mismas comunidades
- religiosas, objeto para muchos de tanta aversin, eran para
- l altamente respetables. Cuando tales antecedentes se
- tenan sobre las ideas religiosas de ese grande hombre, vino
- confirmarlos ms y ms una obra suya pstuma, publicada
- en Pars por primera vez en 1819. Quizs no disgustar
- los lectores una breve noticia sobre acontecimiento tan
- singular. En el citado ao dise luz en Pars la _Exposicin
- de la doctrina de Leibnitz sobre la religin, seguida de
- pensamientos extrados de las obras del mismo autor, por M.
- Emery, antiguo superior general de San Sulpicio_. En esta obra
- de M. Emery est contenida la pstuma de Leibnitz, y cuyo
- ttulo en el manuscrito original es: _Sistema teolgico_. El
- principio de la obra es notable por su gravedad y sencillez,
- dignas ciertamente de la grande alma de Leibnitz. Hele aqu:
- Despus de largo y profundo estudio sobre las controversias
- en materia de religin, implorada la asistencia divina, y
- depuesto, al menos en cuanto es posible al hombre, todo
- espritu de partido, me he considerado como un nefito venido
- del Nuevo Mundo, y que todava no hubiese abrazado ninguna
- opinin; y he aqu dnde al fin me he detenido, y, entre
- todos los dictmenes que he examinado, lo que me parece que
- debe ser reconocido por todo hombre exento de preocupaciones,
- como lo ms conforme la Escritura Santa, la respetable
- antigedad, y hasta la recta razn y los hechos histricos
- ms ciertos.
-
- Leibnitz establece en seguida la existencia de Dios, la
- Encarnacin, la Trinidad, y los otros dogmas del Cristianismo;
- adopta con candor y defiende con mucha ciencia la doctrina
- de la Iglesia catlica sobre la tradicin, los sacramentos,
- el sacrificio de la misa, el culto de las reliquias y de las
- santas imgenes, la jerarqua eclesistica, y el primado del
- Romano Pontfice. En todos los casos, dice, que no permiten
- los retardos de un concilio general, que no merecen ser
- tratados en l, es preciso admitir que el primero de los
- obispos, el Soberano Pontfice, tiene el mismo poder que la
- Iglesia entera.
-
- [8] Pg. 63.--Quizs algunos podran creer que lo dicho sobre
- la vanidad de las ciencias humanas, y sobre la debilidad de
- nuestro entendimiento, es con la sola mira de realzar la
- necesidad de una regla en materias de fe. Muy fcil fuera
- aducir larga serie de textos sacados de los escritos de los
- hombres ms sabios, antiguos y modernos; pero me contento con
- insertar un excelente trozo de un ilustre espaol, de uno de
- los hombres ms grandes del siglo XVI. Es Luis Vives.
-
- _Iam mens ipsa, suprema animi et celsissima pars, videbit
- quantopere sit tum natura sua tarda ac praepedita, tum
- tenebris peccati caeca, et a doctrina, usu, ac solertia
- imperita et rudis, ut ne ea quidem quae videt, quaeque manibus
- contrectat, cuiusmodi sint, aut qui fiant assequatur, nedum ut
- in abdito illa naturae arcana possit penetrare; sapienterque
- ab Aristotele illa est posita sententia: Mentem nostram ad
- manifestissima naturae non aliter habere se, quam noctuae
- oculum ad lumen solis_: ea omnia, quae universum hominum
- genus novit, quota sunt pars eorum quae ignoramus! nec solum
- id in universitate artium est verum, sed in singulis earum,
- in quarum nulla tantum, est humanum ingenium progressum, ut
- ad medium pervenerit, etiam in infimis illis ac vilissimis:
- ut nihil existimetur verius esse dictum ab Academicis, quam:
- _scire nihil_. (_Ludovicus Vives, De Concordia et Discordia.
- Lib. 4, cap. 3._)
-
- As pensaba este grande hombre, que, ms de estar muy
- versado en toda clase de erudicin, as sagrada como profana,
- haba meditado profundamente sobre el mismo entendimiento
- humano; que haba seguido con ojo observador la marcha de las
- ciencias, y que, como lo acreditan sus escritos, se haba
- propuesto regenerarlas. Sensible es que no se puedan copiar
- por extenso sus palabras, as del lugar citado, como de su
- obra inmortal sobre las causas de la decadencia de las artes y
- ciencias y el modo de ensearlas.
-
- Como quiera, quien se manifestase descontento porque se
- han dicho algunas verdades sobre la debilidad de nuestros
- alcances, y tuviese recelos de que esto daara al progreso
- de las ciencias, porque as se apoca el entendimiento, ser
- bien recordarle que el mejor modo de hacer progresar
- nuestro espritu es el que se conozca s mismo; pudiendo
- este propsito citarse la profunda sentencia de Sneca:
- Pienso que muchos hubieran podido alcanzar la sabidura, si
- no hubiesen presumido que la haban ya alcanzado. _Puto
- multos ad sapientiam potuisse pervenire, nisi se iam crederent
- pervenisse._
-
- [9] Pg. 70.--Es cierto que, al acercarse los primeros
- principios de las ciencias, se encuentra el entendimiento
- rodeado de espesas sombras. He dicho que de esta regla general
- no se exceptan las mismas matemticas, cuya certeza y
- evidencia se han hecho proverbiales. El clculo infinitesimal,
- que en el estado actual de la ciencia puede decirse que la
- domina, estriba, sin embargo, en algunas ideas sobre los
- _lmites_, ideas que hasta ahora nadie ha podido aclarar bien.
- Y no es que trate de poner en duda su certeza y verdad; solo
- me propongo hacer notar que, si se quisiera llamar examen
- en el tribunal de la metafsica las ideas que son como los
- elementos de ese clculo, no dejaran de poder esparcirse
- sobre ellas algunas sombras. Aun concretndonos la parte
- elemental de la ciencia, se podran tambin descubrir algunos
- puntos que no sufriran sin algn dao un detenido anlisis
- metafsico ideolgico; cosa que sera muy fcil manifestar,
- si lo consintiese el gnero de esta obra. Entre tanto puede
- recomendarse los lectores la preciosa carta dirigida por
- el distinguido jesuta espaol _Eximeno_ su amigo _Juan
- Andrs_, donde se hallan observaciones muy oportunas sobre la
- materia, hechas por un hombre quien de seguro no se puede
- recusar por incompetente. Esta carta est en latn, y su
- ttulo es: _Epistola ad clarissimum virum Ioannem Andresium_.
-
- Por lo que toca las otras ciencias, no es necesario insistir
- en manifestar cunta obscuridad se encuentra al acercarse
- sus primeros principios; pudindose asegurar que los
- brillantes sueos de los hombres ms ilustres han reconocido
- este origen. Impulsados por el sentimiento de sus propias
- fuerzas, penetraban hasta los abismos en busca de la verdad;
- all la _antorcha se apagaba en sus manos_, por valerme de la
- expresin de un ilustre poeta contemporneo, y extraviados por
- un obscuro laberinto se entregaban merced de su fantasa y
- de sus inspiraciones, tomando por la realidad los hermosos
- sueos de su genio.
-
- [10] Pg. 73.--Para ver con toda claridad, para sentir con
- viveza la innata debilidad del espritu humano, no hay cosa
- ms propsito que recorrer la historia de las herejas,
- historia que debemos la Iglesia por el sumo cuidado que ha
- tenido en definirlas y clasificarlas. Desde Simn Mago, que
- se apellidaba el _legislador de los judos_, _el reparador
- del mundo_, _el Paracleto_, mientras tributaba su querida
- Elena culto de latra bajo el nombre de Minerva, hasta Hermn,
- predicando la matanza de todos los sacerdotes y magistrados
- del mundo, y asegurando que l era el verdadero Hijo de Dios,
- puede un observador contemplar ese vasto cuadro, que, si bien
- es muy desagradable, cuando no por otras causas, al menos por
- su extravagancia, no deja, sin embargo, de sugerir graves y
- profundas reflexiones sobre el verdadero carcter del espritu
- humano, manifestando la sabidura del Catolicismo, cuando en
- ciertas materias se empea en sujetarle una regla.
-
- [11] Pg 79.--Quizs no todos se persuadirn fcilmente de
- que las ilusiones y el fanatismo estn, como en su elemento,
- en medio de los protestantes; y por esto ser preciso traer
- aqu el irrecusable testimonio de los hechos. Podran
- escribirse sobre el particular crecidos volmenes, pero habr
- de contentarme con una rapidsima resea, empezando desde
- Lutero. Yo no s si puede llevarse ms all el delirio, que el
- pretender haber sido enseado por el diablo, y gloriarse de
- ello, y sostener con tamaa autoridad las nuevas doctrinas.
- Y, sin embargo, el fundador del Protestantismo, el mismo
- Lutero, es quien as delira, dejndonos consignado en sus
- obras el testimonio de su entrevista con Satans. Puede
- darse mayor desvaro? Ya fuese real la aparicin, ya fuese un
- sueo de cabeza calenturienta, puede llegarse ms all en la
- lnea del fanatismo que jactarse de haber tenido tal maestro?
- Varios fueron los coloquios que, segn nos dice l mismo, tuvo
- con el diablo; pero es digna de referirse la visin, en que,
- segn nos cuenta con toda seriedad, le oblig Satans con sus
- argumentos prohibir la misa privada. La descripcin que del
- caso nos hace es muy viva. Despierta Lutero media noche,
- se le aparece Satans, Lutero se horroriza, suda, tiembla,
- y el corazn le palpita de un modo horrible. Entblase, no
- obstante, la disputa; el diablo, fuer de buen dialctico,
- le estrecha con sus argumentos de tal manera, que no le queda
- respuesta. Lutero queda vencido; y no es extrao, porque
- la lgica del diablo dice que andaba acompaada con una
- voz tan horrorosa que helaba la sangre. Entonces entend,
- dice este miserable, lo que sucede menudo, de que mueren
- repentinamente muchos al amanecer, y es que el demonio puede
- matar ahogar los hombres; y hasta sin esto, los pone con
- sus disputas en tales apuros, que puede causar la muerte de
- esta manera, como muchas veces lo he experimentado yo. El
- pasaje es peregrino. El fantasma de Zuinglio, fundador del
- Protestantismo en Suiza, no deja tambin de presentar un
- ejemplo de ridcula extravagancia. Quera este heresiarca
- negar la presencia real de Jesucristo en la Eucarista,
- pretendiendo que lo que hay debajo de las especies consagradas
- no es ms que un signo. Como en la Sagrada Escritura se
- expresa tan claramente lo contrario, se hallaba embarazado con
- la autoridad del sagrado texto; cuando he aqu que, mientras
- se imaginaba que estaba disputando con el Secretario de la
- Ciudad, se le aparece un fantasma _blanco negro_, como nos
- dice l mismo, y le seala una salida que le deja libre del
- apuro. Este gracioso cuento lo sabemos por el mismo Zuinglio.
-
- Quin no se aflige al ver un hombre como Melanchton
- entregado las preocupaciones y manas de la supersticin ms
- ridcula, al verle neciamente crdulo en materia de sueos, de
- fenmenos raros, de pronsticos astrolgicos? Y, sin embargo,
- nada hay ms cierto; lanse sus cartas y se tropezar cada
- paso con semejantes miserias. Al tiempo de celebrarse la
- dieta de Augsburgo, parecanle presagios muy favorables al
- nuevo _Evangelio_, una inundacin del Tiber, el que en Roma
- una mula hubiese dado luz un monstruo con un pie de grulla,
- y el haber nacido en el territorio de Augsburgo un becerro
- con dos cabezas. Estos acontecimientos eran para l anuncios
- indudables de un cambio en el universo, y singularmente de la
- prxima ruina de Roma por el cisma. As escriba seriamente
- Lutero. Forma l mismo el horscopo de su hija, pero est
- temblando por ella causa de que Marte presenta un aspecto
- horrible, asustndole no menos la pavorosa llama de un cometa
- muy septentrional. Los astrlogos haban pronosticado que
- por el otoo seran los astros ms favorables las disputas
- eclesisticas, y ese pronstico basta para consolar nuestro
- buen hombre de que las conferencias de Augsburgo sobre
- religin vayan tan lentamente; y se ve adems que sus amigos,
- es decir, los jefes del partido, se dejan dominar tambin por
- tan poderosas razones. Como si no tuviera bastantes penas,
- se le pronostica que haba de padecer un naufragio en el
- Bltico y l se guardara de surcar aquellas aguas fatales.
- Cierto franciscano haba tenido la humorada de profetizar que
- el poder del Papa iba debilitarse y en seguida caer para
- siempre, como y tambin que en el ao 1600 el turco dominara
- la Italia y la Alemania; y el bueno de Melanchton se glora
- de tener en su poder la profeca original, adems que los
- terremotos que suceden le confirman en su creencia.
-
- Apenas acababa de erigirse en juez nico el espritu privado,
- ya la Alemania estaba inundada de sangre por las atrocidades
- del ms furioso fanatismo. Matas Harlem, anabaptista, puesto
- la cabeza de una turba feroz, manda saquear las iglesias,
- destrozar sus ornamentos y quemar todos los libros como impos
- intiles, exceptuando slo la Biblia. Situado en Mnster,
- que l llama _La Montaa de Sin_, hace llevar sus pies todo
- el oro y plata y joyas preciosas que poseen los habitantes,
- lo deposita en un tesoro comn, y nombra diconos para la
- distribucin. Obliga todos sus discpulos comer en comn,
- vivir en perfecta igualdad y prepararse para la guerra
- que haban de emprender, saliendo de la _Montaa de Sin_,
- _para someter_, segn deca, _ su poder todas las naciones
- de la tierra_; y mueren por fin en un arrojo temerario, en
- que se prometa que, _cual nuevo Geden_, exterminara con
- un puado de hombres el _ejrcito de los impos_. No falt
- Matas un heredero de fanatismo, presentndose luego Becold,
- quizs ms conocido bajo el nombre de Juan de Leyde. Este
- fantico, sastre de profesin, ech correr desnudo por las
- calles de Mnster gritando: _El rey de Sin viene_. Entr en
- su casa, se encerr all por tres das, y, cuando el pueblo
- se present preguntando por el, aparent que no poda hablar.
- Como otro Zacaras, pidi por seas recado de escribir, y
- escribi que Dios le haba revelado que el pueblo haba de
- ser regido por jueces, imitacin del pueblo de Israel.
- Nombr doce jueces, escogiendo aquellos que le eran ms
- adictos, y hasta que la autoridad de los nuevos magistrados
- fu reconocida, tuvo l la precaucin de no dejarse ver de
- nadie. Estaba ya asegurada en cierto modo la autoridad del
- nuevo profeta, pero no se content con el mando efectivo, sino
- que le ambicion rodeado de toda pompa y majestad; propsose
- nada menos que proclamarse _rey_. En tan lastimoso vrtigo
- estaban los fanticos sectarios, que no le fu difcil salir
- cabo con su loca empresa: no se necesitaba ms que jugar
- una grosera farsa. Un platero, que estaba en inteligencia con
- el aspirante rey, y que tambin se hallaba iniciado en el
- arte de profetizar, se presenta los _jueces de Israel_ y les
- habla de esta manera: _He aqu lo que dice el Seor Dios, el
- Eterno: como en otro tiempo yo establec Sal sobre Israel,
- y despus de l David, no siendo ms que un simple pastor,
- as establezco hoy Becold, mi profeta, rey de Sin_. Los
- jueces no podan determinarse renunciar; pero Becold asegur
- que tambin haba tenido l la misma revelacin, que la haba
- callado por humildad, pero que, habiendo Dios hablado otro
- profeta, era menester resignarse subir al trono, _para
- cumplir las rdenes del Altsimo_. Los jueces insistieron
- en que se convocase al pueblo, que en efecto se reuni en
- la plaza del mercado; y all, habindosele presentado por
- un _profeta_ de parte de Dios una espada desnuda _en seal
- de quedar constitudo justiciero sobre toda la tierra para
- extender el imperio de Sin por los cuatro ngulos del
- mundo_, fu proclamado rey con ruidosa alegra, y coronado
- solemnemente en 24 de junio de 1534. Como se haba casado con
- la esposa de su predecesor, la elev tambin la dignidad
- real; pero, si bien sta sola la mir como reina, no dej de
- tener hasta diez y siete mujeres; todo conforme la _santa_
- libertad que en esta materia haba proclamado. Las orgas, los
- asesinatos, las atrocidades y delirios de todas clases que se
- siguieron, no hay por qu referirlo: pudiendo asegurarse que
- los 16 meses del reinado de este frentico no fueron ms que
- una cadena de crmenes. Clamaron los catlicos contra tamaos
- excesos; clamaron tambin, es verdad, los protestantes; pero
- quin tena la culpa? no eran aquellos que haban proclamado
- la resistencia la autoridad de la Iglesia, y que haban
- arrojado la Biblia en medio de aquellos miserables, para que
- con la interpretacin individual se les trastornase la cabeza,
- y se arrojaran proyectos tan criminales como insensatos?
- As lo conocieron los mismos anabaptistas, y as es que se
- indignaron sobremanera contra Lutero, que con sus escritos
- los condenaba. Y, en efecto: quien haba sentado el principio
- qu derecho tena para atajar las consecuencias? Si Lutero
- encontraba en la Biblia que el Papa era el Anticristo, y de
- su propia autoridad se arrojaba destruir el reino del Papa,
- exhortando todo el mundo conjurarse contra l; por qu no
- podan tambin los anabaptistas decir: _que haban hablado con
- Dios, y que haban recibido el mandato de exterminar todos
- los impos, y de constituir un nuevo mundo en que vivieran
- solamente los pios inocentes, siendo dueos de todas las
- cosas_?
-
- Hermn predicando la _matanza de todos los sacerdotes y
- magistrados del mundo_; David Jorge proclamando que slo
- su doctrina era perfecta, que _la del antiguo y nuevo
- Testamento era imperfecta, y que l era el verdadero Hijo de
- Dios_; Nicols desechando la fe y el culto como intiles,
- despreciando los preceptos fundamentales de la moral, y
- enseando que _era bueno perseverar en el pecado para que
- la gracia pudiese abundar_; Macket pretendiendo que haba
- descendido sobre el el espritu del Mesas, enviando dos
- de sus discpulos, Arthington y Coppinger, vocear por las
- calles de Londres _que el Cristo vena all con su vaso en
- la mano_, y clamando l mismo la vista del cadalso y en el
- trance del suplicio: _Jehovah! Jehovah! no veis que los
- cielos se abren, y Jesucristo que viene libertarme?_ Esos
- deplorables espectculos, y cien y cien otros que podramos
- recordar, son pruebas harto evidentes del terrible fanatismo
- nutrido y avivado por el sistema protestante. Venner, Fox,
- William Sympson, J. Naylor, el conde Tinzendorf, Wesley, el
- barn de Sweedenborg, y otros nombres semejantes, bastan
- para recordar un conjunto de sectas tan locas, y una serie
- de extravagancias y crmenes tales, que daran materia para
- formar gruesos volmenes donde se presentaran los cuadros ms
- ridculos y ms negros, las mayores miserias y extravos del
- espritu humano. Eso no es fingir, no es exagerar; brase la
- historia, consltense los autores, no precisamente catlicos,
- sino protestantes, sean cuales fueren; por dondequiera se
- encontrarn abundancia de testigos que deponen de la verdad de
- esos hechos; hechos ruidosos, sucedidos la luz del da, en
- medio de grandes capitales, en tiempos que casi tocan los
- nuestros. Y no se crea que se haya agotado con el transcurso
- del tiempo ese manantial de ilusin y de fanatismo; lo que
- parece, no lleva camino de cegarse, y la Europa est condenada
- todava escuchar la relacin de otras visiones como la
- acaecida en la fonda de Londres al barn de Sweedenborg, y
- ver pasaportes de tres sellos como los que despacha para el
- cielo Juana Soutchote.
-
- [12] Pg. 86.--Nada ms palpable que la diferencia que media
- en este punto entre los protestantes y los catlicos. En ambas
- partes hay personas que se pretenden favorecidas con visiones
- celestiales; pero con las visiones los protestantes se vuelven
- orgullosos, turbulentos, frenticos, mientras los catlicos
- ganan en humildad, y en espritu de paz y de amor. En el mismo
- siglo XVI, cuando el fanatismo de los protestantes llevaba
- revuelta la Europa entera, y la inundaba de sangre, haba en
- Espaa una mujer que, juicio de los protestantes y de los
- incrdulos, debe de ser una de las que ms han adolecido de
- achaque de ilusin y fanatismo; pero el pretendido fanatismo
- de esa mujer, hizo derramar acaso, ni una gota de sangre, ni
- una sola lgrima? Y sus visiones eran acaso rdenes del cielo
- para exterminar los hombres como desgraciadamente suceda
- entre les protestantes? Despus que en la nota anterior se
- habr horrorizado el lector con las visiones de los sectarios,
- quizs no le desagradar tener la vista un cuadro tan bello
- como apacible.
-
- Es Santa Teresa, que, escribiendo su propia vida, por motivos
- de pura obediencia, nos refiere sus visiones con un candor
- angelical, con una dulzura inefable. Quiso el Seor que
- viese aqu algunas veces esta visin, vea un ngel cabe m,
- hacia el lado izquierdo, en forma corporal; lo que no suelo
- ver, sino por maravilla, aunque muchas veces se me representan
- ngeles, es sin verlos, sino como la visin pasada, que dije
- primero. En esta visin quiso el Seor le viese ans, no era
- grande, sino pequeo, hermoso mucho, el rostro tan encendido,
- que pareca de los ngeles muy subidos, que parece todos se
- abrasan: deben ser los que llaman serafines; que los nombres
- no me los dicen; mas, bien veo que en el cielo hay tanta
- diferencia de unos ngeles otros, y de otros otros, que no
- lo sabra decir. Veale en las manos un dardo de oro largo, y
- al fin del hierro me pareca tener un poco de fuego. Este me
- pareca meter por el corazn algunas veces, y que me llegaba
- las entraas: al sacarle me pareca las llevaba consigo, y me
- dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. (_Vida de Santa
- Teresa_, captulo 29, n. 11.)
-
- He aqu otra muestra: Estando en esto, veo sobre mi cabeza
- una paloma bien diferente de las de ac, porque no tena estas
- plumas, sino las de unas conchitas, que echaban de s gran
- resplandor. Era grande ms que paloma, parceme que oa el
- ruido que hacia con las alas. Estara aleando por espacio de
- una Avemara. Ya el alma estaba de tal suerte, que perdindose
- s de s la perdi de vista. Sosegse el espritu con tan
- buen husped, que, segn mi parecer, la merced tan maravillosa
- le deba de desasosegar y espantar, y como comenz gozarla,
- quitsele el miedo y comenz la quietud con el gozo, quedando
- en arrobamiento. (_Vida_, cap. 28, n. 7.)
-
- Difcil ser encontrar algo de tan bello, expresado con tan
- vivo colorido, y con tan amable sencillez.
-
- No ser inoportuno el copiar otros dos trozos de distinto
- gnero, que, al paso que harn sensible lo que nos proponemos
- evidenciar, podrn contribuir despertar la aficin hacia
- cierta clase de escritores castellanos que van cayendo en
- olvido entre nosotros, mientras los extranjeros los buscan con
- afn, y hacen de ellos lujosas ediciones.
-
- Estando una vez en las horas con todas, de presto se recogi
- mi alma, y parecime ser como un espejo claro toda, sin haber
- espaldas, ni lado, ni alto, ni bajo, que no estuviese toda
- clara, y en el centro de ella se me represent Cristo Nuestro
- Seor como le suelo ver. Parecame en todas las partes de mi
- alma, le vea claro como en un espejo, y tambin este espejo
- (yo no s decir cmo) se esculpa todo en el mismo Seor,
- por una comunicacin que yo no sabr decir, muy amorosa. S
- que me fu esta visin de gran provecho, cada vez que se me
- acuerda, en especial cuando acabo de comulgar. Diseme
- entender que estar una alma en pecado mortal, es cubrirse este
- espejo de gran niebla, y quedar muy negro, y ans no se puede
- representar, ni ver este Seor, aunque est siempre presente
- dndonos el ser, y que los herejes, es como si el espejo fuese
- quebrado, que es muy peor que obscurecido. Es muy diferente
- el cmo se ve, decirse, porque se puede mal dar entender.
- Mas hame hecho mucho provecho y gran lstima de las veces que,
- con mis culpas, obscurec mi alma, para no ver este Seor.
- (_Vida_, captulo 40, nmero 4.)
-
- En otro lugar explica un modo de ver las cosas en Dios, y
- presenta su idea bajo una imagen tan brillante y grandiosa,
- que nos parece que leemos Malebranche explanando su famoso
- sistema.
-
- Digamos ser la Divinidad como un claro diamante muy mayor
- que todo el mundo, espejo, manera de lo que dije del alma
- en otra visin, salvo que es por tan sublime manera que yo no
- lo sabr encarecer, y que todo lo que hacemos se ve en este
- diamante, siendo de manera que l encierra todo en s, porque
- no hay nada que salga fuera de esta grandeza. Cosa espantosa
- me fu en tan breve espacio ver tantas cosas juntas aqu
- en este claro diamante, y lastimossima cada vez que se me
- acuerda ver que cosas tan feas se me representan en aquella
- limpieza de claridad, como eran mis pecados. (_Vida_, cap.
- 40, nmero 7.)
-
- Supongamos ahora con los protestantes que todas esas visiones
- no sean ms que pura ilusin; pues es evidente que ni
- extravan las ideas, ni corrompen las costumbres, ni perturban
- el orden pblico; y ciertamente que, aun cuando no hubieran
- servido ms que para inspirar tan hermosas pginas, no habra
- por qu dolernos de la ilusin. Y he aqu confirmado lo que he
- dicho sobre los saludables efectos que produce en las almas
- el principio catlico, no dejndolas cegar por el orgullo,
- ni andar por caminos peligrosos, antes limitndolas un
- crculo, desde el cual no pueden daar nadie, si es que sus
- favores del cielo no sean ms que ilusin, y no perdiendo nada
- de su fuerza y energa para hacer el bien, dado caso que su
- inspiracin sea una realidad.
-
- Mil y mil otros ejemplos podra citar; pero, en obsequio de
- la brevedad, me he limitado uno solo, escogiendo Santa
- Teresa, ya por ser una de las que ms se han distinguido en la
- materia, ya por ser contempornea de las grandes aberraciones
- de los protestantes, ya tambin por ser espaola; aprovechando
- esta oportunidad de recordarla los espaoles que empiezan
- olvidarla.
-
- [13] Pg. 96.--He indicado las sospechas que inspiraban
- algunos de los corifeos de la reforma, de que, procediendo de
- mala fe, no dando asenso lo mismo que predicaban, tratasen
- nicamente de alucinar sus proslitos. No quiero que se diga
- que he andado con ligereza en achacarles ese cargo, y as
- producir algunas pruebas que garanticen mi asercin.
-
- Oigamos al mismo Lutero. Muchas veces pienso mis solas
- que casi no s dnde estoy, ni si enseo la verdad no.
- Saepe sic mecum cogito: propemodum nescio quo loco sim, et
- utrum veritatem doceam, necne. (Luther, colloquio. Isleb. de
- Christo.) Y ste es el mismo hombre que deca: Es cierto que
- yo he recibido mis dogmas del cielo: no permitir que juzguis
- de mi doctrina, ni vosotros, ni los mismos ngeles del cielo.
- Certum est dogmata mea habere me de coelo. Non sinam vel vos
- vel ipsos angelos de coelo de mea doctrina iudicare. (Luth.
- Contra Reg. Ang.) Juan Metthei, que public algunos escritos
- sobre la vida de Lutero, y que se deshace en alabanzas del
- heresiarca, nos ha conservado una ancdota curiosa sobre las
- convicciones de Lutero; dice as: Un predicante llamado Juan
- Musa me cont que cierta vez se haba lamentado con Lutero,
- de que no poda resolverse creer lo que predicaba los
- otros. _Bendito sea Dios_, respondi Lutero, _pues que sucede
- los dems lo mismo que m: antes crea yo que slo m me
- suceda_. (Ioannes Matthesius, condone 12.)
-
- Las doctrinas de la incredulidad no se hicieron esperar mucho,
- y quizs no se figuraran algunos lectores que se hallen
- consignadas expresamente en varios lugares de las obras de
- Lutero. Es verosmil, dice, que, excepto pocos, todos duermen
- insensibles. Soy de parecer que los muertos estn sepultados
- en tan inefable y admirable sueo, que sienten ven menos que
- los que duermen con sueo comn. Las almas de los muertos no
- entran ni en el purgatorio ni en el infierno. El alma humana
- duerme embargados todos los sentidos. En la mansin de los
- muertos no hay tormentos. Verisimile est, exceptis paucis,
- omnes dormire insensibiles. Ego puto mortuos sic ineffabili,
- et miro somno sopitos, ut minus sentiant aut videant, quam
- hi qui alias dormiunt. Animae mortuorum non ingrediuntur
- in purgatorium nec infernum. Anima humana dormit omnibus
- sensibus sepultis. Mortuorum locus cruciatus nullus habet.
- (Tom. 2, Epist Latin Isleb. fol. 44. Tom. 6, Lat. Wittemberg,
- in cap. 2, cap. 23, cap. 25, cap. 42, et cap. 49. Genes. et
- Tom. 4, Lat Wittemberg, fol. 109.) No faltaba quien recogiese
- semejantes doctrinas, y los estragos que tal enseanza andaba
- haciendo eran tales, que el luterano Brentzen, discpulo y
- sucesor de Lutero, no dudaba en decir lo siguiente: _Aunque
- no exista entre nosotros ninguna profesin pblica de que el
- alma perezca con el cuerpo, y que no haya resurreccin de
- muertos, sin embargo, la vida impursirna y profansima que
- la mayor parte lleva, indica bien las claras que no creen
- que haya otra vida. Y algunos se les escapan ya semejantes
- expresiones, no slo entre el calor de los brindis, s que
- tambin en la templanza de las conversaciones familiares._
- Etsi inter nos nulla sit publica professio, quod anima simul
- cum corpore intereat, et quod non sit mortuorum resurrectio:
- tamen impurissima et profanissima illa vita, quam maxima
- pars hominum sectatur, perspicue indicat quod non sentiat
- vitam post hanc. Nonnullis etiam tales voces, tam ebriis inter
- pocula excidunt, quam sobriis in familiaribus colloquiis.
- (_Brentius, hom. 35, in cap. 20, Luc._)
-
- En el mismo siglo XVI no faltaron algunos que, sin curarse de
- dar su nombre esta aquella secta, profesaban sin rebozo la
- incredulidad y escepticismo. Sabido es que al famoso Gruet le
- cost la cabeza su atrevimiento en este punto; y no fueron los
- catlicos los que se la hicieron cortar, sino los calvinistas,
- que llevaban mal el que este desgraciado se hubiese tomado
- la libertad de pintar con sus verdaderos colores el carcter
- y la conducta de Calvino, y de fijar en Ginebra algunos
- pasquines en que acusaba de inconsecuencia los pretendidos
- reformados, por la tirana que queran ejercer sobre las
- conciencias, despus de haber sacudido ellos mismos el yugo
- de la autoridad. Todo esto suceda no mucho despus de haber
- nacido el Protestantismo, pues que la sentencia de Gruet fu
- ejecutada en el ao 1549.
-
- Montaigne, quien he sealado como uno de los primeros
- escpticos que alcanzaron mucha nombrada, llevaba la cosa
- tan all, que ni siquiera admite ley natural. Graciosos
- estn, dice, cuando, para dar alguna certeza las leyes,
- asientan que hay algunas, firmes, perpetuas inmutables, que
- ellos llaman naturales, grabadas en el linaje humano por la
- condicin de su propia esencia. _Ils sont plaisants quand,
- pour donner quelque certitude aux lois, ils disent qu'il y en
- a aucunes, fermes, perptuelles et immuables, qu'ils nomment
- naturelles, qui sont empreintes en l'humain genre par la
- condition de leur propre essence, etc._ (_Montaigne Es. Tom.
- 2, cap. 12._)
-
- Ya hemos visto lo que pensaba Lutero sobre la muerte, al
- menos las expresiones que sobre este particular se le haban
- escapado; no es extrao, pues, que Montaigne pretendiese morir
- como verdadero incrdulo, y que hablando de este terrible
- trance dijera: Estpidamente, y con la cabeza baja, me
- sumerjo en la muerte, sin considerarla ni reconocerla, como
- en una profundidad silenciosa y obscura que me traga de un
- golpe, y me ahoga en un instante, en un hondo sueo lleno
- de insensibilidad y de indolencia. _Je me plonge, la tte
- baisse, stupidement dans la mort, sans la considrer et
- reconnatre, comme dans une profondeur muette et obscure,
- qui m'engloutit d'un saut, et m'touffe en un instant d'un
- puissant sommeil plein d'insipidit et d'indolence._
- (_Montaigne Livr. 3, chap. 9._)
-
- Pero este hombre, que deseaba que la muerte le sorprendiese
- plantando sus hortalizas, y sin curarse de ella (_Je veux que
- la mort me trouve plantant mes choux, mais sans me soucier
- d'elle_), no lo pens as en sus ltimos momentos; pues que,
- estando para expirar, quiso que se celebrara en su mismo
- aposento el santo sacrificio de la misa, y expir en el mismo
- instante en que acababa de hacer un esfuerzo para levantarse
- sobre su cama en el acto de la adoracin de la Sagrada Hostia.
- Bien se ve que no haba quedado estril en su corazn aquel
- pensamiento con que hablando de la religin cristiana deca:
- El orgullo es lo que aparta al hombre de los caminos comunes,
- que le hace abrazar novedades, prefiriendo ser jefe de una
- tribu errante y descaminada, enseando el error y la mentira,
- ser discpulo de la escuela de la verdad. Acordarase
- tambin de lo que haba dicho en otro lugar, condenando de un
- rasgo todas las sectas disidentes: En materia de religin es
- preciso atenerse los que son establecidos jefes de doctrina
- y que tienen una autoridad legtima, y no los ms sabios y
- los ms hbiles. _En matire de religion il faut s'attacher
- ceux qui sont tablis juges de la doctrine, et qui ont
- une autorit lgitime, non pas aux plus savants et aux plus
- habiles._
-
- Por lo que acabo de decir, se echa de ver con cunta razn
- he culpado al Protestantismo de haber sido una de las
- principales causas de la incredulidad en Europa. Repito aqu
- lo que he dicho en el texto: que no es mi nimo desconocer
- los esfuerzos que hicieron algunos protestantes para oponerse
- la incredulidad; pues lo que ataco no son las personas,
- sino las cosas, y respeto el mrito dondequiera que se
- encuentre. Aadir tambin que, si en el siglo XVII se not
- que no pocos protestantes tendan hacia el Catolicismo, debi
- de ser causa de que vean los progresos que iba haciendo
- la incredulidad; progresos que no era posible atajar, sino
- asindose del ncora de la autoridad que les ofreca la
- Iglesia Catlica.
-
- No me es posible, sin salir de los lmites que me he
- prefijado, dar noticias circunstanciadas sobre la
- correspondencia entre Molano y el obispo de Tyna, y entre
- Leibnitz y Bossuet; pero los lectores que quieran instruirse
- fondo en la materia, podrn verlo, parte en las mismas obras
- de Bossuet, parte en la interesante obra del abate Bausset,
- que precede la edicin de las obras de Bossuet, hecha en
- Pars en 1814.
-
- [14] Pg. 143.--Para formarse idea del estado de la _ciencia_
- al tiempo de la aparicin del Cristianismo, y convencerse
- de lo que poda esperarse del espritu humano, abandonado
- sus propias luces, basta recordar las monstruosas sectas
- que pululaban por doquiera, en los primeros siglos de la
- Iglesia, y que reunan en sus doctrinas la mezcolanza ms
- informe, ms extravagante inmoral, que concebirse pueda.
- Cerinto, Menandro, Ebin, Saturnino, Baslides, Nicolao,
- Carpocrates, Valentino, Marcin, Montano y otros, son nombres
- que recuerdan sectas donde el delirio andaba hermanado con
- la inmoralidad. Echando una ojeada sobre aquellas sectas
- filosfico-religiosas, se conoce que ni eran capaces de
- concebir un sistema filosfico un poco concertado, ni de idear
- un conjunto de doctrinas y prcticas, que pudiese merecer el
- nombre de religin. Todo lo trastornan, todo lo mezclan y
- confunden; el judasmo, el Cristianismo, los recuerdos de las
- antiguas escuelas, todo se amalgama en sus delirantes cabezas;
- no olvidndose, empero, de soltar la rienda todo linaje de
- corrupcin y obscenidad.
-
- Abundante campo ofrecen aquellos siglos la verdadera
- filosofa para conjeturar lo que hubiera sido del humano
- saber, si el Cristianismo no hubiese alumbrado el mundo con
- sus doctrinas celestiales; si no hubiese venido esa religin
- divina confundir el desatentado orgullo del hombre,
- mostrndole cun vanos insensatos eran sus pensamientos,
- y cun descarriado andaba del camino de la verdad. Cosa
- notable! Y esos mismos hombres cuyas aberraciones hacen
- estremecer, se apellidaban s mismos _Gnsticos_, por el
- superior conocimiento de que se imaginaban dotados! Est
- visto: el hombre en todos los siglos es el mismo.
-
- [15] Pg 205.--He credo que no dejara de ser til copiar
- aqu literalmente los cnones que hice referencia en el
- texto. As podrn los lectores enterarse por s mismos de su
- contenido, y no podr caber sospecha de que, extrayendo la
- especie del canon, se le haya atribudo un sentido de que
- careca.
-
-
- Cnones y otros documentos que manifiestan la solicitud de la
- Iglesia en aliviar la suerte de los esclavos, y los diferentes
- medios de que se vali para llevar cabo la abolicin de la
- esclavitud.
-
-
- I
-
-
- (Concilium Eliberitanum, anno 305.)
-
- Se impone penitencia la seora que maltrata su esclava.
-
- Si qua domina furore zeli accensa flagris verberaverit
- ancillam suam, ita ut in tertium diem animam cum cruciatu
- effundat; eo quod incertum sit, voluntate an casu occiderit;
- si voluntate, post septem annos, si casu, post quinquenii
- tempora, acta legitima poenitentia, ad communionem placuit
- admiti. Quod si infra tempora constituta fuerit infirmata,
- accipiat communionem. (Canon 5.)
-
- Ntese que la palabra _ancillam_ expresa una esclava
- propiamente tal, no una sirvienta cualquiera, como se entiende
- de aquellas otras palabras _flagris verberaverit_, que era el
- castigo propio de los esclavos.
-
-
- (Concilium Epaonense, anno 517.)
-
- Se excomulga al dueo que por autoridad propia mata su
- esclavo.
-
- Si quis servum proprium sine conscientia iudicis occiderit,
- excommunicatione biennii effusionem sanguinis expiabit.
- (Canon 34.)
-
- Esta misma disposicin se halla repetida en el canon 15 del
- concilio 17 de Toledo, celebrado en el ao 694, copindose el
- mismo canon del concilio de Epaona, con muy ligera variacin.
-
- (Ibd.) El esclavo reo de un delito atroz, se libra de
- suplicios corporales, refugindose en la iglesia.
-
- Servus reatu atrociore culpabilis si ad ecclesiam confugerit,
- a corporalibus tantum suppliciis excusetur. De capillis vero,
- vel quocumque opere, placuit a dominis iuramenta non exigi.
- (Canon 39.)
-
-
- (Concilium Aurelianense quintum, anno 549.)
-
- Precauciones muy notables para que los amos no maltratasen
- los esclavos que se haban refugiado en las iglesias.
-
- De servis vero, qui pro qualibet culpa ad ecclesiae septa
- confugerint, id statuimus observandum, ut sicut in antiquis
- constitutionibus tenetur scriptum, pro concessa culpa datis a
- domino sacramentis, quisquis ille fuerit, expediatur de venia
- iam securus. Enim vero si immemor fidei dominus trascendisse
- convincitur quod iuravit, ut is qui veniam acceperat, probetur
- postmodum pro ea culpa qualicumque supplicio cruciatus,
- dominus ille qui immemor fuit datae fidei, sit ab omnium
- communione suspensus. Iterum si servus de promissione veniae
- datis sacramentis a domino iam securus exire noluerit, ne
- sub tali contumacia requirens locum fugae, domino fortasse
- dispereat, egredi nolentem a domino eum liceat occupari,
- ut nullam, quasi pro retentatione servi, quibuslibet modis
- molestiam, aut calumniara patiatur ecclesia: fidem tamen
- dominus, quam pro concessa venia dedit, nulla temeritate
- trascendat. Quod si aut gentilis dominus fuerit, aut alterius
- sectae, qui a conventu ecclesiae probatur extraneus, is qui
- servum repetit, personas requirat bonae fidei chistianas,
- ut ipsi in persona domini servo praebeant sacramenta: quia
- ipsi possunt servare quod sacrum est, qui pro transgressione
- ecclesiasticam metuunt disciplinam. (Can. 22.)
-
- Difcil es llevar ms all la solicitud para mejorar la suerte
- de los esclavos, de lo que se deduce del curioso documento que
- se acaba de copiar.
-
-
- (Concilium Emeritense, anno 666.)
-
- Se prohibe los obispos la mutilacin de sus esclavos, y se
- ordena que su castigo se encargue el juez de la ciudad, pero
- sin raparlos torpemente.
-
- Si regalis pietas pro salute omnium suarum legum dignata est
- ponere decreta, cur religio sancta per sancti concilii ordinem
- non habeat instituta, quae omnino debent esse cavenda? Ideoque
- placuit huic sancto concilio, ut omnis potestas episcopalis
- modum suae ponat irae; nec pro quolibet excessu cuilibet ex
- familia ecclesiae aliquod corporis membrorum sua ordinatione
- praesumat extirpare, aut auferre. Quod si talis emerserit
- culpa advocato iudice civitatis, ad examen eius deducatur quod
- factum fuisse asseritur. Et quia omnino iustum est ut pontifex
- saevissimam non impendant vindictam; quidquid coram iudice
- verius patuerit, per disciplinae severitatem absque turpi
- decalvatione maneat emendatum. (Can 15.)
-
-
- (Concilium Teletanum undecimum, anno 675.)
-
- Se prohibe los sacerdotes la mutilacin de los esclavos.
-
- His a quibus domini sacramenta tractanda sunt, iudicium
- sanguinis agitare non licet: et ideo magnopere talium
- excessibus prohibendum est; ne indiscretae praesumptionis
- motibus agitati, aut quod morte plectendum est, sententia
- propriae iudicare praesumant, aut truncationes quaslibet
- membrorum quibuslibet personis aut per se inferant, aut
- inferendas praecipiant. Quod si quisquam horum immemor
- praeceptorum, aut ecclesiae, suae familiis, aut in quibuslibet
- personis tale quid fecerit, et concessi ordinis honore
- privatus, et loco suo, perpetuo damnationis teneatur religatus
- ergastulo: cui tamen communio exeunti ex hac vita non neganda
- est, propter domini misericordiam, _qui non vult peccatoris
- mortem, sed ut convertatur et vivat_. (Can. 6.)
-
- Es de notar que, cuando en los dos cnones ltimamente
- citados se usa de la palabra _familia_, se deben entender los
- esclavos. Que sta es la verdadera acepcin de la palabra se
- deduce claramente del canon 74 del concilio 4. de Toledo,
- celebrado en el ao 633, donde se lee: De _familiis_ ecclesiae
- constituere presbiteros et diaconos per parochias liceat.....
- ea tamen ratione ut _antea manumissi libertatem status sui
- percipiant_. Lo mismo se deduce del sentido en que emplea
- esta palabra el Papa San Gregorio, en su epstola 44, 1. 4.
-
-
- (Concilium Wormatiense, anno 868.)
-
- Se impone penitencia al amo que por autoridad propia mata su
- esclavo.
-
- Si quis servum proprium sine conscientia iudicum qui
- tale quid commisserit, quod morte sit dignum, occiderit,
- excommunicatione vel poenitentia biennii, reatum sanguinis
- emendabit. (Can. 38)
-
- Si qua femina furore zeli accensa, flagris verberaverit
- ancillam suam, ita ut intra tertium diem animam suam cum
- cruciata efiundat, eo quod incertum sit voluntate, an casu
- occiderit; si voluntate, septem annos, si casu, per quinque
- annorum tempora legitimam peragat poenitentiam. (Can. 39.)
-
-
- (Concilium Arausicanum primum, anno 441.)
-
- Se reprime la violencia de los que se vengaban del asilo
- dispensado los esclavos, apoderndose de los de la Iglesia.
-
- Si quis autem mancipia clericorum pro suis mancipiis ad
- ecclesiam fugientibus crediderit occupanda, per omnes
- ecclesias districtissima damnatione feriatur. (Can. 6.)
-
-
- II
-
- (Ibd) Se reprime los que atentan en cualquier sentido
- contra la libertad de los manumitidos en la Iglesia, que le
- hayan sido recomendados por testamento.
-
- In ecclesia manumissos, vel per testamentum ecclesiae
- commendatos, si quis in servitutem, vel obsequium, vel ad
- colonariam conditionem imprimere tentaverit, animadversione
- ecclesiastica coerceatur. (Can. 7.)
-
-
- (Concilium quintum Aurelianense, anno 549.)
-
- Se asegura la libertad de los manumitidos en las iglesias;
- y se prescribe que stas se encarguen de la defensa de los
- libertos.
-
- Et quia plurimorum suggestione comperimus, eos qui in
- ecclesiis iuxta patrioticam consuetudinem a servitiis fuerunt
- absoluti, pro libito quorumcumque iterum ad servitium
- revocari, impium esse tractavimus, ut quod in ecclesia Dei
- consideratione a vinculo servitutis absolvitur, irritum
- habeatur. Ideo pietatis causa communi concilio placuit
- observandum, ut quaecumque mancipia ab ingenuis dominis
- servitute laxantur, in ea libertate maneant, quam tunc a
- dominis perceperunt. Huiusmodi quoque libertas si a quocumque
- pulsata fuerit, cum iustitia ab ecclesiis defendatur, praeter
- eas culpas, pro quibus leges collatas servis revocare
- iusserunt libertates. (Can. 7.)
-
-
- (Concilium Masticonense secundum, anno 585.)
-
- Se prescribe que la Iglesia defienda los libertos, ora hayan
- sido manumitidos en el templo, ora hayan pasado largo tiempo
- disfrutando la libertad. Se reprime la arbitrariedad de los
- jueces que atropellaban esos desgraciados, y se dispone que
- los obispos conozcan de estas causas.
-
- Quae dum postea universo coetui secundum consuetudinem
- recitata innotescerent, Praetextatus et Pappulus viri
- beatissimi dixerunt: Decernat itaque, et de miseris libertis
- vestrae auctoritatis vigor insignis, qui ideo plus a iudicibus
- affliguntur, quia sacris sunt commendati ecclesiis; ut
- si quas quispiam dixerit contra eos actiones habere, non
- audeat eos magistratus contradere; sed in episcopi tantum
- iudicio, in cuius praesentia litem contestans quae sunt
- iustitiae ac veritatis audiat. Indignum est enim, ut hi qui
- in sacrosancta ecclesia iure noscuntur legitimo manumissi aut
- per epistolam, aut per testamentum aut per longinquitatem
- temporis libertatis iure fruuntur, a quolibet iniustissime
- inquietentur Universa sacerdotalis Congregatio dixit: Iustum
- est, ut contra calumniatorum omnium versutias defendantur, qui
- patrocinium immortalis ecclesiae concupiscunt. Et quicumque a
- nobis de libertis latum decretum; superbiae ausu praevaricare
- tentaverit, irreparabili damnationis suae sententia feriatur.
- Sed si placuerit episcopu ordinarium iudicem, aut quemlibet
- alium saecularem, in audientiam eorum accerseri, cum libuerit
- fiat, et nullus alius audeat causas pertractare libertorum
- nisi episcopus cuius interest, aut is cui idem audiendum
- tradiderit. (Can. 7.)
-
-
- (Concilium Parisiense quintum, anno 614.)
-
- Se encarga los sacerdotes la defensa de los manumitidos.
-
- Liberti quorumcumque ingenuorum a sacerdotibus defensentur,
- nec ad publicum ulterius revocentur. Quod si quis ausu
- temerario eos imprimere voluerit, aut ad publicum revocare, et
- admonitus per pontificem ad audientiam venire neglexerit, aut
- emendare quod perpetravit distulerit, communione privetur.
- (Can. 5.)
-
-
- (Concilium Toletanum tertium, anno 589.)
-
- Se prescribe que los manumitidos recomendados las iglesias
- sean protegidos por los obispos.
-
- De libertis autem id Dei praecipiunt sacerdotes, ut si qui
- ab episcopis facti sunt secundum modum quo canones antiqui
- dant licentiam, sint liberi; et tantum a patrocinio ecclesiae
- tam ipsi quam ab eis progeniti non recedant. Ab aliis quoque
- libertati traditi, et ecclesiis commendati, patrocinio
- episcopali tegantur, a principe hoc episcopus postulet. (Can.
- 6.)
-
-
- (Concilium Toletanum quartum, anno 633.)
-
- Se manda que la Iglesia se encargue de defender la libertad y
- el peculio de los manumitidos recomendados ella.
-
- Liberti qui a quibuscumque manumissi sunt, atque ecclesiae
- patrocinio commendati existunt, sicut regulae antiquorum
- patrum constituerunt, sacerdotali defensione a cuiuslibet
- insolentia protegantur; sive in statu libertatis eorum, seu in
- peculio quod habere noscuntur. (Can. 72.)
-
-
- (Concilium Agathense, anno 506.)
-
- Se dispone que la Iglesia defienda los manumitidos; y
- se habla en general, prescindiendo de que le hayan sido
- recomendados no.
-
- Libertos legitime a dominis suis factos ecclesia, si
- necessitas exigerit, tueatur quos si quis ante audientiam,
- aut pervadere aut expoliare praesumpserit, ab ecclesia
- repellatur. (Can. 29.)
-
-
- III
-
- Se dispone que se atienda la redencin de los cautivos; y
- que este objeto se pospongan los intereses de la Iglesia,
- por desolada que se halle.
-
- Sicut omnino grave est, frustra ecclesiastica ministeria
- venundare, sic iterum culpa est, imminente huiusmodi
- necessitate, res maxime desolatae Ecclesiae captivis suis
- praeponere, et in eorum redemptione cessare. (Caus. 12. Q 2.
- Can. 16.)
-
- Notables palabras de San Ambrosio sobre la redencin de los
- cautivos. Para atender tan piadoso objeto, el santo obispo
- quebranta y vende los vasos sagrados.
-
-
- (S. Ambrosius, de Off. L. 2, cap. 15.)
-
- ( 70) Summa etiam liberalitas captos redimere, eripere ex
- hostium manibus, subtrahere neci homines, et maxime faeminas
- turpidini, reddere parentibus liberos, parentes liberis, cives
- patriae restituere. Nota sunt haec nimis Illiriae vastitate et
- Thraciae: quanti ubique venales erant captivi orbe.....
-
- Ibd. ( 71.) Praecipua est igitur liberalitas, redimere
- captivos et maxime ab hoste barbaro, qui nihil deferat
- humanitatis ad misericordiam, nisi quod avaritia reservaverit
- ad redemptionem.
-
- Ib. L. 2. C. 2. ( 13.) _Ut nos aliquando in invidiam
- incidimus, quod confregerimus vasa mistica, ut captivos
- redimeremus_, quod arrianis displicere potuerat, nec
- tam factum displicerit, quam ut esset quod in nobis
- reprehenderetur.
-
- Estos nobles y caritativos sentimientos no eran slo de San
- Ambrosio; sus palabras son la expresin de los sentimientos
- de toda la Iglesia. A ms de diferentes pruebas que podra
- traer aqu, y de lo que se deduce de los cnones que insertar
- continuacin, es digna de notarse la sentida carta de San
- Cipriano, de la cual copiar algunos trozos, en los cuales
- estn compendiados los motivos que impulsaban la Iglesia en
- tan piadosa tarea, y vivamente pintados el celo y la caridad
- con que la ejerca:
-
- Cyprianus, Ianuario, Maximo, Proculo, Victori, Modiano,
- Nemesiano, Nampulo et Honorato fratribus salutem. Cum
- maximo animi nostri gemitu et non sine lacrymis legimus
- litteras vestras, fratres carissimi, quas ad nos pro
- dilectionis vestrae sollicitudine de fratrum nostrorum
- et sororum captivitate fecistis. Quis enim non doleat in
- eiusmodi casibus, ut quis non dolorem fratris sui suum
- proprium computet, cum loquatur apostolus Paulus et dicat:
- _Si patitur unum membrum, compatiuntur et caetera membra;
- si laetatur membrum unum, collaetantur et caetera membra?_
- (1 ad Cor., 12.) Et alio loco: _Quis infirmatur inquit et
- non ego infirmor?_ (2 ad Cor., 11.) Quare nunc et nobis
- captivitas fratrum nostra captivitas computanda est; et
- periclitantium dolor pro nostro dolore numerandus est, cum
- sit scilicet adunationis nostrae corpus unum, et non tantum
- dilectio instigare nos debeat et conferare ad fratrum membra
- redimenda. Nam cum denuo apostolus Paulus dicat: _Nescitis
- quia templum Dei estis, et Spiritus Dei habitat in vobis?_
- (1 ad Cor., 3) etiamsi charitas nos minus adigeret ad opem
- fratribus ferendam, considerandum tamen hoc in loco fuit, Dei
- templum esse quae capta sunt, nec pati non longa cessatione
- et neglecto dolore debere, ut diu Dei templa captiva sint;
- sed quibus possumus viribus elaborare et velociter gerere
- ut Christum iudicem et Dominum et Deum nostum promereamur
- absequiis nostris. Nam cum dicat Paulus apostolus, _Quotquot
- in Christo baptizati estis, Christum induistis_ (Ad Gal.,
- 3), in captivis fratribus nostris contemplandus est Christus
- et redimendus de periculo captivitatis, qui nos de diaboli
- faucibus exuit, nunc ipse qui manet et habitat in nobis de
- barbarorum manibus exuatur, et redimatur nummaria quantitate
- qui nos cruce redemit et sanguine...
-
- Quantus vero communis omnibus nobis moeror atque cruciatus
- est de periculo virginum quae illic tenentur; pro quibus
- non tantum libertatis, sed et pudoris iactura plangenda
- est, nec tam vincula barbarorum quam lenonum et lupanarium
- stupra deflenda sunt, ne membra Christo dicata et in aeternum
- continentiae honorem pudica virtute devota, insultantium
- libidine et contagione foedentur? Quae omnia istic secundum
- litteras vestras fraternitas nostra cogitans et dolenter
- examinans; prompte omnes et libenter ac largiter subsidia
- nummaria fratribus contulerunt...
-
- Missimus autem sextertia centum millia nummorum, quae istic in
- ecclesia cui de Domini indulgentia praesumus, cleri et plebis
- apud nos consistentis collatione, collecta sunt, quae vos
- illic pro vestra diligentia dispensabitis...
-
- Si tamen ad explorandam nostri animi charitatem, et examinandi
- nostri pectoris fidem tale aliquid acciderit, nolite cunctari
- nuntiare haec nobis litteris vestris, pro certo habentes
- ecclesiam nostram et fraternitatem istic universam, ne haec
- ultra fiant precibus orare, si facta fuerint, libenter et
- largiter, subsidia praestare. (Epist. 60)...
-
- Vase, pues, cmo el celo de la Iglesia por la redencin
- de los cautivos, que tan vivo se despleg siglos despus,
- haba comenzado ya en los primeros tiempos; y se fundaba en
- los grandes y elevados motivos que divinizan en cierto modo
- la obra, asegurando, adems, quien la ejerce, una corona
- inmarcesible.
-
- En las obras de San Gregorio se hallarn tambin importantes
- noticias sobre este punto (V. L. 3, ep. 16; L. 4, ep. 17; L.
- 6, ep. 35; L. 7, ep. 26, 28 y 38; L. 9, ep. 17.)
-
-
- (Concilium Masticonense secundum, anno 585.)
-
- Los bienes de la Iglesia se empleaban en la redencin de los
- cautivos.
-
- Unde statuimus ac decernimus, ut nos antiquus a fidelibus
- reparetur; et decimas ecclesiasticis famulantibus ceremoniis
- populus omnis inferat, quas sacerdotes aut in pauperum
- usum, _aut in captivorum redemptionem praerogantes_, suis
- orationibus pacem populo ac salutem impetrent: si quis autem
- contumax nostris statutis saluberrimis fuerit, a membris
- ecclesiae omni tempore separetur. (Can. 5.)
-
-
- (Concilium Rhemense, anno 625 vel 630.)
-
- Se permite quebrar los vasos sagrados para expenderlos en la
- redencin de cautivos.
-
- Si quis episcopus, excepto si evenerit ardua necessitas
- pro redemptione captivorum, ministeria sancta frangere pro
- qualicumque conditione praesumpserit, ab officio cessabit
- ecclesiae. (Can. 22.)
-
-
- (Concilium Lugdunense tertium, anno 683.)
-
- Se ve, por el siguiente canon, que los obispos daban los
- cautivos cartas de recomendacin; y se prescribe en l que se
- pongan en ellas la fecha y el precio del rescate; y que se
- expresen tambin las necesidades de los cautivos.
-
- Id etiam de epistolis placuit captivorum, ut ita sint sancti
- pontifices cauti, ut in servitio pontificibus consistentibus,
- qui eorum manu vel subscriptione agnoscat epistolae aut
- quaelibet insinuationum litterae dari debeant, quatenus de
- subscriptionibus nulla ratione possit Deo propitio dubitare:
- et epistola commendationis pro necessitate cuiuslibet
- promulgata dies datarum et pretia constituta, vel necessitates
- captivorum quos cum epistolis dirigunt, ibidem inserantur.
- (Can. 2.)
-
-
- (Synodus S. Patricii Auxilii et Isernini Episcoporum in
- Hibernia celebrata, circa annum Christi 450, vel 456.)
-
- Excesos que eran llevados algunos eclesisticos por un celo
- indiscreto favor de los cautivos.
-
- Si quis clericorum voluerit iuvare captivo com suo pretio
- illi subveniat, nam si per furtum illum inviolaberit,
- blasphemantur multi clerici per unum latronem, qui sic fecerit
- excommunionis sit. (Can. 32.)
-
-
- (Ex epistolis S. Gregorii.)
-
- La Iglesia gastaba sus bienes en el rescate de los cautivos,
- y, aun cuando con el tiempo tuvieran facultades para
- reintegrarla de la cantidad adelantada, ella no quera
- semejante reintegro: les condonaba generosamente el precio del
- rescate.
-
- Sacrorum canonum statuta et legalis permitit auctoritas,
- licite res ecclessiasticas in redemptionem captivorum impendi.
- Et ideo, quia edocti a vobis sumus, ante annos fere 18
- reverendissimum quemdam Fabium, Episcopum Ecclesia Firmanae,
- libras 11 argenti de eadem ecclesia pro redemptione vestra, ac
- patris vestri Passivi, fratris et coepiscopi nostri, tunc vero
- clerici, necnon matris vestrae, hostibus impedisse, atque ex
- hoc quamdam formidinem vos habere, ne hoc quod datum est, a
- vobis quolibet tempore repetatur, huius praecepti auctoritate
- suspicionem vestram praevidimus auferendam; constituentes,
- nullam vos exinde, haeredesque vestros quolibet tempore
- repetitionis molestiam sustinere, nec a quoquam vobis aliquam
- obiici quaestionem. (Libro 8, ep. 14, et hab. Caus. 12, Q. 2,
- C. 15.)
-
-
- (Concilium Vernense secundum, anno 884.)
-
- Los bienes de la Iglesia servan para el rescate de los
- cautivos.
-
- Ecclessiae facultates quas reges et reliqui christiani
- Deo voverunt, ad alimentum servorum Dei et pauperum, ad
- exceptionem hospitum, _redemptionis captivorum_, atque
- templorum. Dei instaurationem, nunc in usu saecularium
- detinentur. Hinc multi servi Dei pecuniam cibi et potus ac
- vestimentorum patiuntur, pauperes consuetam eleemosynam non
- accipiunt, negliguntur hospites, _fraudantur captivi_, et fama
- omnium meritu laceratur. (Can. 12.)
-
- Es digno de notarse en el canon anterior el uso que haca
- la Iglesia de sus bienes; pues que vemos que, ms de la
- manutencin de los clrigos y los gastos del culto, servan
- para el socorro de pobres, de peregrinos, y para el rescate de
- los cautivos. Hago aqu esta observacin, porque se ofrece la
- oportunidad; y no porque sea el canon citado el nico texto en
- que pueda fundarse la prueba del buen uso que haca la Iglesia
- de sus bienes. Muchos son los cnones que podran citarse,
- empezando desde los llamados apostlicos; siendo de notar
- la expresin de que se valen veces para afear la maldad
- de los que se apoderaban de los bienes eclesisticos, los
- administraban mal. _Pauperum necatores, matadores de pobres_,
- se los llama, para dar entender que uno de los principales
- objetos de esos bienes era el socorro de los necesitados.
-
-
- IV
-
-
- (Concilium Lugdunense secundum, anno 566.)
-
- Se excomulga los que atentan contra la libertad de la
- personas.
-
- Et quia peccatis facientibus multi in perniciem animae suae
- ita conati sunt, aut conantur assurgere, ut animas longa
- temporis quiete sine ulla status sui competitione viventes,
- nunc improba proditione atque traditione, aut captivaverint
- aut captivare conentur, si iuxta praeceptum domini regis
- emendare distulerint, quosque hos quos obduxerunt, in loco
- in quo longum tempus quiete vixerint, restaurare debeant,
- ecclesiae communione priventur. (Can. 3.)
-
- Del canon que acabo de citar se infiere que era muy general el
- abuso de apelar los particulares la violencia para reducir
- esclavitud personas libres. Tal era en aquella poca
- la situacin de Europa, causa de las irrupciones de los
- brbaros, que el poder pblico era dbil en extremo, , mejor
- podramos decir, que no exista. Por esto es muy bello el ver
- la Iglesia salir en apoyo del orden pblico, y en defensa de
- la libertad, excomulgando los que atacaban y menospreciaban
- as el precepto del rey: _praeceptum domini regis_.
-
-
- (Concilium Rhemense, anno 625 vel 630.)
-
- Se reprime el mismo abuso que en el canon anterior.
-
- Si quis ingenuum aut liberum ad servitium inclinare voluerit,
- an fortasse iam fecit, et commonitus ab episcopo se de
- inquietudine eius revocare neglexerit, aut emendare noluerit,
- tanquam calumniae reum placuit sequestrari. (Can. 17.)
-
-
- (Concilium Confluentium, anno 922.)
-
- Se declara reo de homicidio al que seduce un cristiano y lo
- vende.
-
- Item interrogatum est, quid de eo faciendum sit qui
- christianum hominem seduxerit, et sic vendiderit; responsumque
- est ab omnibus, homicidii reatum, ipsum hominem sibi
- contrahere. (Can. 7.)
-
-
- (Concilium Londinense, anno 1102.)
-
- Se prohibe el comercio de hombres que se haca en Inglaterra,
- vendindolos como brutos animales.
-
- Nequis illud _nefarium negotium_ quo hactenus in Anglia
- solebant homines sicut bruta animalia venundari, deinceps
- ullatenus facere praesumat.
-
- Echase de ver, por el canon que acabo de citar, cunto se
- adelantaba la Iglesia en todo lo perteneciente la verdadera
- civilizacin. Estamos en el siglo XIX, y se mira como un
- notable paso dado por la civilizacin moderna, el que las
- grandes naciones europeas firmen tratados para reprimir el
- trfico de los negros; y por el canon citado se ve que,
- principios del siglo XI, cabalmente en la misma ciudad de
- Londres, donde se ha firmado ltimamente el famoso convenio,
- se prohiba el trfico de hombres, calificndole cual merece.
- _Nefarium negorium: detestable negocio_, le apellida el
- concilio; _trfico infame_, le llame la civilizacin moderna,
- heredando, sin advertirlo, sus pensamientos y hasta sus
- palabras de aquellos hombres quienes se apellida _brbaros_,
- de aquellos obispos quienes se ha calumniado, pintndolos
- poco menos que como una turba de conjurados contra la libertad
- y la dicha del gnero humano.
-
-
- (Synodus incerti loci, circa annum 616.)
-
- Se manda que las personas que se hubiesen vendido empeado,
- vuelvan _sin dilacin_ al estado de libertad, as que
- devuelvan el precio; y se dispone que no se les pueda exigir
- ms de lo que hubiesen recibido.
-
- De ingenuis qui se pro pecunia aut alia re vendiderint, vel
- oppignoraverint, placuit ut quandoquidem pretium, quantum
- pro ipsis datum est, invenire potuerunt, absque dilatione
- ad statum suae conditionis reddito pretio reformentur, nec
- amplius quam pro eis datum est requiratur. Et interim,
- si vir ex ipsis, uxorem ingenuam habuerit, aut mulier
- ingenuum habuerit maritum filii qui ex ipsis nati fuerint in
- ingenuitate permaneant. (Can. 14.)
-
- Es tan importante el canon del concilio que acabo de citar,
- celebrado, segn opinan algunos, en Boneuil, que bien merece
- que se hagan sobre l algunas reflexiones. Cabalmente esta
- disposicin tan benfica en que se conceda al vendido el
- volver la libertad, una vez satisfecho el precio que haba
- recibido en la venta, atajaba un mal que deba de estar muy
- arraigado en las Galias, pues que databa de muy antiguo;
- supuesto que sabemos por Csar, citado ya en el texto, que
- muchos, acosados por la necesidad, se vendan para salir de
- situaciones apuradas.
-
- Es tambin muy digno de notarse lo que se dispone en el mismo
- canon con respecto los hijos de la persona vendida; pues,
- ora sea el padre, ora la madre, se prescribe que, en ambos
- casos, los hijos sean libres; derogndose aqu la tan sabida
- regla del derecho civil: _partus sequitur ventrem_.
-
-
- V
-
-
- (Concilium Aurelianense tertium, anno 538.)
-
- Se prohibe el devolver los judos los esclavos refugiados
- en las iglesias, si hubieren buscado este asilo, bien
- por obligarlos los amos cosas contrarias la religin
- cristiana, bien por haber sido maltratados despus de haberlos
- sacado antes del asilo de la iglesia.
-
- De mancipiis christianis, quae in iudaeorum servitio
- detinentur, si eis quod christiana religio vetat, a dominis
- imponitur, aut si eos quos de ecclesia excusatos tollent,
- pro culpa quae remissa est, affligere aut caedere fortasse
- praesumpserint, et ad ecclesiam iterato confugerint,
- nullatenus a sacerdote reddantur, nisi pretium offeratur
- ac detur, quod mancipia ipsa valere pronuntiaverit iusta
- taxatio. (Can. 13.)
-
-
- (Concilium Aurelianense quartum, anno 541.)
-
- Se manda observar lo mandado en el precedente concilio del
- mismo nombre, en el canon arriba citado.
-
- Cum prioribus canonibus iam fuerit definitum, ut de mancipiis
- christianis, quae apud iudaeos sunt, si ad ecclesiam
- confugerint, et redimi se postulaverint, etiam ad quoscumque
- christianos refugerint, et servire iudaeis noluerint,
- taxato et oblato a fidelibus iusto pretio, ab eorum dominio
- liberentur, ideo statuimus, ut tam iusta constitutio ab
- omnibus catholicis conservetur. (Can. 30.)
-
- (Ibd.) Se castiga con la prdida de todos los esclavos al
- judo que pervierte un esclavo cristiano.
-
- Hoc etiam decernimus observandum, ut quicumque iudaeus.
- proselytum, qui advena dicitur, iudaeum facere praesumpserit,
- aut christianum factum ad iudaicam superstitionem adducere;
- vel si iudaeus christianam ancillam suam sibi crediderit
- sociandum; vel si de parentibus christianis natum, iudaeum
- sub promissione fecerit libertatis, mancipiorum amissione
- multetur. (Can. 31.)
-
-
- (Concilium Masticonense primum, anno 581.)
-
- Se prohibe los judos el tener en adelante esclavos
- cristianos, y con respecto los existentes, se permite
- cualquier cristiano el rescatarlos, pagando al dueo judo 12
- sueldos.
-
- Et liceat quid de christianis qui aut de captivitatis
- incursu, aut fratribus iudaeorum servitio implicantur,
- debeat observari, non solum canonicis statutis, sed et
- legum beneficio pridem fuerit constitutum; tamen quia
- nunc item quorundam querela exorta est, quosdam iudaeos,
- per civitates aut municipia consistentes, in tantam
- insolentiam et proterviam prorrupisse, ut nec reclamantes
- christianos liceat vel pretio de eorum servitute absolvi;
- idcirco praesenti concilio, Deo auctore, sancimus ut nullus
- christianus iudaeos deinceps debeat deservire; sed datis pro
- quolibet bono mancipio 12 solidis, ipsum mancipium quicumque
- christianus, seu ad ingenuitatem, seu ad servitium, licentiam
- habeat redimendi: quia nefas est, ut quos Christus dominus
- sanguinis sui effusione redemit, persecutorum vinculis maneant
- irretiti. Quod si acquiescere his quae statuimus quicumque
- iudaeus noluerit, quamdiu ad pecuniam constitutam venire
- distulerit, liceat mancipio ipsi cum christianis ubicumque
- voluerit habitare. Illud etiam specialiter sancientes, quod
- si qui iudaeus christianum mancipium ad errorem iudaicum
- convictus fuerit suassisse, ut ipse mancipio careat et legandi
- damnatione plectatur. (Can. 16.)
-
- El canon que antecede, equivale poco menos que un decreto
- de entera emancipacin de los esclavos cristianos; porque,
- si los judos quedaban inhibidos de adquirir nuevos esclavos
- cristianos, y los que tenan, podan ser rescatados por
- cualquier cristiano, claro es que la puerta quedaba abierta
- de tal suerte la caridad de los fieles, que por necesidad
- hubo de disminuirse en gran manera el nmero de los esclavos
- cristianos que geman en poder de los judos. Y no es esto
- decir que estas disposiciones cannicas surtiesen desde luego
- todo el efecto que se propona la Iglesia; pero s que,
- siendo ste el nico poder que la sazn permaneca en pie,
- y que ejerca influencia sobre los pueblos, deban de ser sus
- disposiciones sumamente provechosas aquellos en cuyo favor
- se establecan.
-
-
- (Concilium Toletanum tertium, anno 589.)
-
- Se prohibe los judos el adquirir esclavos cristianos. Si un
- judo induce al judasmo, circuncida un esclavo cristiano,
- ste queda libre, sin que haya de pagarse nada al dueo.
-
- Suggerente concilio, id gloriosissimus dominus noster,
- canonibus inserendum praecipit, ut iudaeis non liceat
- christianas habere uxores, _neque mancipia comparare in usus
- proprios_.
-
- Si qui vero christiani ab eis iudaico ritu sunt maculati,
- vel etiam circumcissi, non reddito pretio ad libertatem et
- religionem redeant christianam. (Can. 14.)
-
- Es notable este canon, ya porque defenda la conciencia
- del esclavo, ya porque impona al dueo una pena favorable
- la libertad. De esta clase de penas para reprimir la
- arbitrariedad de los amos que violentaban la conciencia de
- los esclavos, encontramos un ejemplo muy curioso en el siglo
- siguiente, en una coleccin de leyes de Ina, rey de los
- sajones occidentales. Helo aqu:
-
-
- (Leges Inae Regis Saxonum Occidiorum, anno 692.)
-
- Si un amo hace trabajar su esclavo en domingo, el esclavo
- queda libre.
-
- Si servus operatur die dominica per praeceptura domini sui,
- sit liber. (Leg. 3.)
-
-
- OTRO EJEMPLO
-
- (Concilium Berghamstedae anno 5. Withredi Regis Cantii, id est
- Christi 697: sub Bertualdo Cantuariensi archiepiscopo celebratum.
- Haec sunt iudicia Withredi Regis Cantuariorum.)
-
-Si un amo da de comer carne un esclavo en da de ayuno, ste queda
-libre.
-
-Si quis servo suo carnem in ieiunio dediderit comedendam, servus liber
-exeat. (Can. 15.)
-
-
-(Concilium Toletanum quartum, anno 633.)
-
-Se prohibe enteramente los judos el tener esclavos cristianos;
-disponindose que, si algn judo contraviene lo mandado aqu, se le
-quiten los esclavos y stos alcancen del prncipe la libertad.
-
-Ex decreto gloriosissimi principis hoc sanctum elegit concilium, ut
-iudaeis non liceat christianos servos habere, nec christiana mancipia
-emere, nec cuiusquam consequi largitate: nefas est enim ut membra
-Christi serviant Antichristi ministris. Quod si deinceps servos
-christianos, vel ancillas iudaei habere praesumpserint, sublati ab
-eorum dominatu libertatem a principe consequantur. (Can. 66.)
-
-
-(Concilium Rhemense, anno 625.)
-
-Se prohibe vender esclavos cristianos los gentiles judos; y se
-anulan esas ventas si se hicieren.
-
-Ut christiani iudaeis vel gentilibus non vendantur; et si quis
-christianorum necessitate cogente mancipia sua christiana elegerit
-venundanda, non aliis nisi tantum christianis expendat. Nam si
-paganis aut iudaeis vendiderit, communione privetur, et emptio careat
-firmitate. (Can. 11.)
-
-Ninguna precaucin era excesiva en aquellos calamitosos tiempos. A
-primera vista podra parecer que semejantes disposiciones eran efecto
-de la intolerancia de la Iglesia con respecto los judos y los
-gentiles; y, sin embargo, era en realidad un dique contra la barbarie
-que lo iba invadiendo todo; una garanta de los derechos ms sagrados
-del hombre: garanta tanto ms necesaria cuanto puede decirse que todas
-las otras haban desaparecido. Lase, si no el documento que sigue
- continuacin, donde se ve que algunos llegaban hasta el horrible
-extremo de vender sus esclavos los gentiles para sacrificarlos.
-
-
-(Gregorius Papa III, ep. I ad Bonifacium Archiepiscoporum; anno 731.)
-
-Hoc quoque inter alia crimina agi in partibus illis dixisti, quod
-quidam ex fidelibus ad _immolandum_ paganis sua venundent mancipia.
-Quod ut magnopere corrigere debeas fratres commonemus, nec sinas fieri
-ultra; scelus est enim et impietas. Eis ergo qui haec perpetraverunt,
-similem homicidiae indices poenitentiam.
-
-Estos excesos deban de llamar en gran manera la atencin, pues que
-vemos que el concilio de Ciptines, celebrado en el ao 743, vuelve
- insistir en lo mismo, prohibiendo que los esclavos cristianos se
-entreguen gentiles.
-
-Et ut mancipia christiana paganis non tradantur. (Can. 7.)
-
-
-(Concilium Cabilonense, anno 650.)
-
-Se prohibe vender un esclavo cristiano fuera del territorio comprendido
-en el reino de Clodoveo.
-
-Pietatis est maxime et religionis intuitus, ut captivitatis vinculum
-omnino a christianis redimatur. Unde Sancta Synodus noscitur censuisse,
-ut nullus mancipium extra fines vel terminos, qui ob regnum domini
-Clodovei regis pertinent, debeat venundare, ne quod obsit, per tale
-commercium, aut captivitatis vinculo, vel quod peius est, iudaica
-servitute mancipia christiana teneantur implicita. (Can. 9.)
-
-El antecedente canon en que se prohibe la venta de los esclavos
-cristianos fuera del territorio del reino de Clodoveo, por temor de
-que caiga el esclava en poder de paganos, de judos; y el otro del
-concilio de Reims copiado ms arriba en que se encuentra una especie
-semejante, son notables bajo dos aspectos: 1. En cuanto manifiestan
-el sumo respeto que se ha de tener al alma del hombre, aunque sea
-esclavo; pues que se prohibe el venderlo all donde pueda hallarse en
-un compromiso la conciencia de vendido; respeto que era muy importante
-sostener, as para desarraigar las erradas doctrinas antiguas sobre
-este punto, como por ser el primer paso que deba darse para llegar
-la emancipacin. 2. Limitndose la facultad de vender, se entrometa
-la ley en esa clase de propiedad, distinguindola de las dems, y
-colocndola en una categora diferente, y ms elevada: esto era un paso
-muy adelantado para declarar guerra abierta esa misma propiedad,
-pasando abolirla por medios legtimos.
-
-
-(Concilium decimum Toletanum, anno 656.)
-
-Se reprende severamente los clrigos que vendan sus esclavos
-judos y se les conmina con penas terribles.
-
-Septimae collationis immane satis et infandum operationis studium
-nunc sanctum nostrum adiit concilium; quo plerique ex sacerdotibus
-et Levitis, qui pro sacris ministeriis, et pietatis studio,
-gubernationisque augmento sanctae ecclesiae deputati sunt officio,
-malunt imitari turbam malorum, potius quam sanctorum patrum insistere
-mandatis: ut ipsi etiam qui redimere debuerunt, venditiones facere
-intendant, quos Christi sanguine praesciunt esse redemptos; ita
-dumtaxat ut eorum dominio qui sunt empti in rito Iudaismi convertantur
-opressi, et fit execrabile commercium ubi nitente Deo iustum et sanctum
-adesse conventum; quia maiorum canones vetuerunt ut nullus iudaeorum
-coniugia vel servitia habere praesumat de christanorum coetu.
-
-Sigue reprendiendo elocuentemente los culpables, y luego contina:
-Si quis enim post hanc definitionem talia agere tentaverit, noverit se
-extra ecclesiam fieri, et praesenti, et futuro iudicio cum Iuda simili
-poena percelli, dummodo Dominum denuo proditionis pretio malunt ad
-iracundiam provocare. (Can. 7.)
-
-
- VI
-
-Manumisin que hace el Papa San Gregorio I de dos esclavos de la
-Iglesia romana; texto notable en que explica el Papa los motivos que
-inductan los cristianos manumitir sus esclavos.
-
-Cum Redemptor noster totius conditor creaturae ad hoc propitiatus
-humanam voluerit carnem assumere, ut divinitatis suae gratia, diruto
-quo tenebamur captivi vinculo servitutis, pristinae nos restitueret
-libertati; salubriter agitur, si homines quos ab initio natura creavit
-liberos et protulit, et ius gentium iugo substituit servitutis, in
-ea natura in qua nati fuerant, manumitentis beneficio, libertati
-reddantur. Atque ideo pietatis intuitu, et huius rei consideratione
-permoti, vos Montanam atque Thomam famulos Sanctae Romanae Ecclesiae,
-cui Deo adiutore deservimus, liberos ex hac die civesque Romanos
-efficimus, omneque vestrum vobis relaxamus servitutis peculium. (S.
-Greg., L. 5, ep. 12.)
-
-
-(Concilium Agathense, anno 506.)
-
-Se manda que los obispos respeten la libertad de los manumitidos por
-sus predecesores. Se indica la facultad que tenan los obispos de
-manumitar los esclavos benemritos, y se fija la cantidad que podan
-donarles para su subsistencia.
-
-Sane si quos de servis ecclesiae benemeritos sibi episcopus libertate
-donaverit collatam libertatem a successoribus placuit custodiri cum
-ho quod eis manumissor in libertate contulerit, quod tamen iubemus
-viginti solidorum numerum, et modum in terrula, vineola, vel hospitiola
-tenere. Quod amplius datum fuerit, post manumissoris mortem ecclesia
-revocabit. (Can. 7.)
-
-
-(Concilium Aurelianense quartum, anno 541.)
-
-Se manda devolver la Iglesia lo empeado enajenado por el obispo,
-que nada le haya dejado de bienes propios; pero se exceptan de esta
-regla los esclavos manumitidos, quienes debern quedar en libertad.
-
-Ut episcopus qui de facultate propria ecclesiae nihil relinquit,
-de ecclesiae facultate si quid aliter quam canones eloquuntur
-obligaverit, vendiderit, aut distraxerit, ad ecclesiam revocetur.
-Sane si de servis ecclesiae libertos fecerit numero competenti, in
-ingenuitate permaneant, ita ut ab officio ecclesiae non recedant.
-(Can. 9.)
-
-
-(Synodus Celichytensis, anno 816.)
-
-Se ordena que la muerte de cada obispo se d libertad todos sus
-esclavos ingleses. Se dispone la solemnidad que ha de haber en las
-exequias del difunto, previnindose que, al fin de ellas, cada obispo
-y abad haban de manumitir tres esclavos, dndoles cada uno tres
-sueldos.
-
-Decimo iubetur, et hoc firmiter statuimus asservandum, tam in nostris
-diebus, quamque etiam futuris temporibus, omnibus successoribus
-nostris qui post nos illis sedibus ordinentur quibus ordinati sumus:
-ut quandocumque aliquis ex numero episcoporum migraverit de saeculo,
-hoc pro anima illius praecipimus, ex substantia uniuscumque rei
-decimam partem dividere, ad distribuere pauperibus in eleemosynam,
-sive in pecoribus, et armentis, scu de ovibus et porcis, vel etiam in
-cellariis, _necnon omnem hominem Anglicum liberare, qui in diebus suis
-sit servituti subiectus_, ut per illud sui proprii laboris fructum
-retributionis percipere mereatur, et indulgentiam peccatorum. Nec
-ullatenus ab aliqua persona huic capitulo contradicatur, sed magis,
-prout condecet, a successoribus augeatur, et eius memoria semper in
-posterum per universas ecclesias nostrae ditioni subiectas cum Dei
-laudibus habeatur et honoretur. Prorsus orationes et eleemosynas
-quae inter nos specialiter condictam habemus, id est, ut statim per
-singulas parochias in singulis quibusque ecclesiis, pulsato signo,
-omnis famulorum Dei coetus ad basilicam conveniant, ibique pariter XXX
-psalmos pro defuncti animae decantent. Et postea unusquisque antistes
-et abbas sexcentos psalmos, et centum viginti missas celebrare faciat,
-_et tres homines liberet, et eorum cuilibet tres solidos distribuat_.
-(Can. 10.)
-
-
-(Concilium Ardamachiense in Hibernia celebratum anno 1171:)
-
-(Ex Giraldo Cambrensi, cap. 28 Hiberniae expugnatae.)
-
-Curioso documento en que se refiere la generosa resolucin tomada en
-el concilio de Armach en Irlanda, de dar libertad todos los esclavos
-ingleses.
-
-His completis convocatos apud Ardamachiam totius Hiberniae clero, et
-super advenarum in insulam adventu tractato diutius et deliberato,
-tandem communis omnium in hoc sententia resedit; propter peccata
-scilicet populi sui, eoque praecipue quod Anglos olim, tam a
-mercatoribus, quam praedonibus atque piratis, emere passim, et in
-servitutem redigere consueverant, divinae, censura vindictae hoc eis
-incomodum accidisse, ut et ipsi quoque ab eadem gente in servitutem
-vice reciproca iam redigantur. Anglorum namque populus adhuc integro
-eorum regno, communi gentis vitio liberos suos venales exponere, et
-priusquam inopiam ullam aut inediam sustinerent, filios proprios et
-cognatos in Hiberniam vendere consueverant. Unde et probabiliter credi
-potest, sicut venditores olim, ita emptores, tam enormi delicto iuga
-servitutis iam meruisse. Decretum est itaque in praedicto concilio,
-et cum universitatis consensu publice statutum, ut Angli ubique
-per insulam, servitutis vinculo mancipati, in pristinam revocentur
-libertatem.
-
-En el documento que se acaba de leer, es digno sobremanera de notarse
-cmo influan las ideas religiosas en amansar las feroces costumbres
-de los pueblos. Sobreviene una calamidad pblica, y he aqu que
-desde luego se encuentra la causa de ella en la indignacin divina,
-ocasionada por el trfico que hacan los irlandeses comprando esclavos
-ingleses los mercaderes, y los bandoleros y piratas.
-
-No deja tambin de ser curioso el ver que por aquellos tiempos eran
-los ingleses tan brbaros, que vendan sus hijos y parientes,
-la manera de los africanos de nuestros tiempos. Y esto deba de ser
-bastante general, pues que leemos en el lugar arriba copiado: que esto
-era _comn vicio de aquellos pueblos_; _communi gentis vitio_. As se
-concibe mejor cun necesaria era la disposicin insertada ms arriba,
-del concilio de Londres, celebrado en 1102, en que se prohibe ese
-infame trfico de hombres.
-
-
-(Ex concilio apud Silvanectum, anno 864.)
-
-Los esclavos de la Iglesia no deben permutarse con otros; no ser que
-por la permuta se les d libertad.
-
-Mancipia ecclesiastica, nisi ad libertatem, non convenit commutari;
-videlicet ut mancipia, quae pro eclesiastico homine dabuntur, in
-Ecclesiae servitute permaneant, et ecclesiasticus homo, qui commutatur,
-fruatur perpetua libertate. Quod enim semel Deo consecratum est, ad
-humanus usus transferri non decet. (V. Decret. Greg. IX. L. 3, Tit.
-19, cap. 3.)
-
-
-(Ex eodem, anno 864.)
-
-Contiene la misma especie que el anterior; y adems se deduce de el que
-los fieles, en remedio de sus almas, acostumbraban ofrecer sus esclavos
- Dios y los santos.
-
-Iniustum videtur et impium, ut mancipia, quae fideles Deo, et
-Sanctis eius pro remedio animae suae consecrarunt, cuiuscumque
-muneris mancipio, vel commutationis commercio iterum in servitutem
-saecularium redigantur, cum canonica auctoritas servos tantummodo
-permittat distrahi fugitivos. Et ideo ecclaesiarum Rectores summopere
-caveant, ne eleemosyna unius, alterius peccatum fiat. Et est absurdum
-ut ab ecclesiastica dignitate servus discedens, humanae sit obnoxius
-servituti. (Ibd., cap. 4.)
-
-
-(Concilium Romanum sub S. Gregorio I, anno 597.)
-
-Se ordena que se d libertad los esclavos que quieran abrazar la vida
-monstica, previas las precauciones que pudiesen probar la verdad de la
-vocacin.
-
-Multos de ecclesiastica seu saeculari familia, novimus ad omnipotentis
-Dei servitium festinare ut ab humana servitute liberi in divino
-servitio valeant familiarius in monasteriis conservari, quos si passim
-dimittimus, omnibus fugiendi ecclesiastici iuris dominium occasionem
-praebemus: si vero festinantes ad omnipotentis Dei servitium, incaute
-retinemus, illi invenimur negare quaedam qui dedit omnia. Unde necesse
-est, ut quisquis ex iuris ecclesiastici vel saecularis militiae
-servitute ad Dei servitium converti desiderat, probetur prius in laico
-habitu constitutus: et si mores eius atque conversatio bona desiderio
-eius testimonium ferunt, absque retractatione servire in monasterio
-omnipotenti Domino permittatur, ut ab humano servitio liber recedat qui
-in divino obsequio districtiorem appetit servitutem. (S. Greg., Epist.
-44., Lib. 4.)
-
-
-(Ex epistolis Gelasii Papae.)
-
-Se reprime el abuso que iba cundiendo de ordenar los esclavos sin
-consentimiento de sus dueos.
-
-Ex antiquis regulis et novella synodali explanatione comprehensum est,
-personas obnoxias servituti, cingulo coelestis militiae non praecingi.
-Sed nescio utrum ignorantia an voluntate rapiamini, _ita ut ex hac
-causa nullus pene Episcoporum videatur extorris_. Ita enim nos frequens
-et plurimorum querela nos circumstrepit, ut ex hac parte nihil penitus
-potetur constitutum. (Distin. 54, c. 9.)
-
-_Frequens equidem, et assidua nos querela circumstrepit_ de his
-pontificibus, qui nec antiquas regulas nec decreta nostra noviter
-directa cogitantes, obnoxias possesionibus obligatasque personas,
-venientes ad clericalis officii cingulum non recusant. (Ibd., c. 10.)
-
-Actores siquidem filiae nostrae illustris et magnificae feminae,
-Maximae petitori nobis insinuatione conquesti sunt, Sylvestrum atque
-Candidum, originarios suos, contra constitutiones quae supradictae
-sunt, et contradictione praeeunte a Lucerino Pontifice Diaconos
-ordinatos. (Ibd, c. 11.)
-
-_Generalis etiam querelae vitanda praesumptio est, qua propemodum
-causantur universi_, passim servos et originarios, dominorum iura,
-possesionumque fugientes, sub religiosae conversationis obtentu,
-vel ad monasteria sese conferre, vel ad ecclesiasticum famulatum,
-conniventibus quippe praesulibus, indifferenter admitti. Quae modis
-omnibus est amovenda pernicies, ne per christiani nominis institutum
-aut aliena pervadi, aut publica videatur disciplina subverti. (Ibd.,
-c. 12.)
-
-
-(Concilium Emeritense, anno 666.)
-
-Se permite los prrocos el escoger de entre los siervos de la Iglesia
-algunos para clrigos.
-
-Quidquid unanimiter digne disponitur in sancta Dei ecclesia,
-necessarium est ut a parochitanis presbyteris custoditum maneat. Sunt
-enim nonnulli qui ecclessiarum suarum res ad plenitudinem habent et
-sollicitudo illis nulla est habendi clericos cum quibus omnipotenti
-Deo laudum debita persolvant officia. Proinde instituit haec sancta
-synodus ut omnes parochitani presbyteri, iuxta ut in rebus sibi a Deo
-creditis sentiunt habere virtutem, de ecclesiae suae familia clericos
-sibi faciant; quos per bonam voluntatem ita nutriant, ut et officium
-sanctum digne peragant, et ad servitium suum aptos eos habeat. Hi etiam
-victum et vestitum dispensatione presbyteri merebuntur, et domino et
-presbytero suo, atque utilitati ecclesiae fideles esse debent. Quod
-si inutiles apparuerint, ut culpa patuerit, correptione disciplinae
-feriantur: si quis presbyterorum hanc sententiam minime custodierit et
-non adimpleverit, ab episcopo suo corrigatur: ut plenissime custodiat,
-quod digne iubetur. (Can. 18.)
-
-
-(Concilium Toletanum nonum, anno 655.)
-
-Se dispone que los obispos den libertad los esclavos de la Iglesia
-que hayan de ser admitidos en el clero.
-
-Qui ex familiis ecclesiae servituri devocantur in clerum ab Episcopis
-suis, necesse est, ut libertatis percipiant donum: et si honestae vitae
-claruerint meritis, tunc demum maioribus fungantur officiis. (Can. 11.)
-
-
-(Concilium quartum Toletanum, anno 633.)
-
-Se permite ordenar los esclavos de la Iglesia dndoles antes libertad.
-
-De familiis ecclesiae constituere presbyteros et diaconos per
-parochias liceat; quos tamen vitae rectitudo et probitas morum
-comendat: ea tamen ratione, _ut antea manumissi libertatem status sui
-percipiant_, et denuo ad ecclesiasticos honores succedant; irreligiosum
-est enim obligatos existere servituti, qui sacri ordinis suscipiunt
-dignitatem. (Can. 74.)
-
-
-VII
-
-Visto ya cul fu la conducta de la Iglesia con respecto la
-esclavitud en Europa, excitase, naturalmente, el deseo de saber cmo se
-ha portado en tiempos ms recientes con relacin los esclavos de las
-otras partes del mundo. Afortunadamente puedo ofrecer mis lectores
-un documento, que, al paso que manifiesta cules son en este punto las
-ideas y los sentimientos del actual pontfice Gregorio XVI, contiene,
-en pocas palabras, una interesante historia de la solicitud de la Sede
-Romana, en favor de los esclavos de todo el universo. Hablo de unas
-letras apostlicas contra el trfico de negros, publicadas en Roma en
-el da 3 de noviembre de 1839. Recomiendo encarecidamente su lectura,
-porque ellas son una confirmacin autntica y decisiva, de que la
-Iglesia ha manifestado siempre y manifiesta todava, en este gravsimo
-negocio de la esclavitud, el ms acendrado espritu de caridad, sin
-herir en lo ms mnimo la justicia, ni desviarse de lo que aconseja la
-prudencia.
-
-
-Gregorio PP. XVI ad futuram rei memoriam.
-
-Elevado al grado supremo de dignidad apostlica, y siendo, aunque sin
-merecerlo, en la tierra vicario de Jesucristo Hijo de Dios, que por su
-caridad excesiva se dign hacerse hombre y morir para redimir al gnero
-humano, hemos credo que corresponde nuestra pastoral solicitud hacer
-todos los esfuerzos para apartar los cristianos del trfico que estn
-haciendo con los negros y con otros hombres, sean de la especie que
-fueren. Tan luego como comenzaron esparcirse las luces del Evangelio,
-los desventurados que caan en la ms dura esclavitud, y en medio de
-las infinitas guerras de aquella poca, vieron mejorarse su situacin
-porque los apstoles, inspirados por el espritu de Dios, inculcaban
- los esclavos la mxima de obedecer sus seores temporales como al
-mismo Jesucristo, y resignarse con todo su corazn la voluntad
-de Dios; pero, al mismo tiempo, imponan los dueos el precepto de
-mostrarse humanos con sus esclavos, concederles cuanto fuese justo y
-equitativo, y no maltratarlos, sabiendo que el Seor de unos y otros
-est en los cielos, y que para El no hay acepcin de personas.
-
-La Ley Evanglica, al establecer de una manera universal y fundamental
-la caridad sincera para con todos, y el Seor declarando que mirara
-como hechos negados s mismo, todos los actos de beneficencia y de
-misericordia hechos negados las pobres y los dbiles, produjo,
-naturalmente, el que los cristianos, no slo mirasen como hermanos
-sus esclavos sobre todo cuando se haban convertido al Cristianismo,
-sino que se mostrasen inclinados dar la libertad aquellos que por
-su conducta se hacan acreedores ella, lo cual acostumbraban hacer,
-particularmente en las fiestas solemnes de Pascuas, segn refiere San
-Gregorio de Nicea. Todava hubo quienes inflamados de la caridad ms
-ardiente, cargaron ellos mismos con las cadenas para rescatar sus
-hermanos, y un hombre apostlico, nuestro predecesor el Papa Clemente
-I, de santa memoria, atestigua haber conocido muchos que hicieron
-esta obra de misericordia; y sta es la razn por que, habindose
-disipado con el tiempo las supersticiones de los paganos, y habindose
-dulcificado las costumbres de los pueblos ms brbaros, gracias los
-beneficios de la fe, movida por la caridad, las cosas han llegado al
-punto de que hace muchos siglos no hay esclavos en la mayor parte de
-las naciones cristianas.
-
-Sin embargo, y lo decimos con el dolor ms profundo, todava se
-vieron hombres, aun entre cristianos, que, vergonzosamente cegados
-por el deseo de una ganancia srdida, no vacilaron en reducir la
-esclavitud en tierras remotas los indios, los negros, y otras
-desventuradas razas, ayudar en tan indigna maldad, nstituyendo y
-organizando el trfico de estos desventurados, quienes otros haban
-cargado de cadenas. Muchos pontfices romanos, nuestros predecesores,
-de gloriosa memoria, no se olvidaron, en cuanto estuvo de su parte,
-de poner un coto la conducta de semejantes hombres, como contraria
- su salvacin, y degradante para el nombre cristiano; porque ellos
-vean bien que sta era una de las causas que ms influyen para que las
-naciones infieles mantengan un odio constante la verdadera religin.
-
-A este fin se dirigen las letras apostlicas de Paulo III de 20 de
-mayo de 1537, remitidas al cardenal arzobispo de Toledo, selladas con
-el sello del Pescador, y otras letras mucho ms amplias de Urbano
-VIII de 22 de abril de 1639 dirigidas al colector de los derechos de
-la Cmara apostlica en Portugal; letras en las cuales se contienen
-las ms serias y fuertes reconvenciones contra los que se atreven
-reducir la esclavitud los habitantes de la India occidental
-meridional, venderlos, comprarlos, cambiarlos, regalarlos, separarlos
-de sus mujeres y de sus hijos, despojarlos de sus bienes, llevarlos
- enviarlos reinos extranjeros, y privarlos de cualquier modo de
-su libertad, retenerlos en la servidumbre, bien prestar auxilio y
-favor los que tales cosas hacen, bajo cualquier causa pretexto,
- predicar ensear que esto es lcito, y por ltimo cooperar
-ello de cualquier modo. Benedicto XIV confirm despus y renov
-estas prescripciones de los Papas ya mencionados, por nuevas letras
-apostlicas los obispos del Brasil y de algunas otras regiones en
-20 de diciembre de 1741, en las que excita con el mismo objeto la
-solicitud de dichos obispos.
-
-Mucho antes, otro de nuestros predecesores ms antiguos, Po II, en
-cuyo pontificado se extendi el dominio de los portugueses en la
-Guinea y en el pas de los negros, dirigi sus letras apostlicas en 7
-de octubre de 1482 al obispo de Ruvo, cuando iba partir para aquellas
-regiones, en las que no se limitaba nicamente dar dicho prelado
-los poderes convenientes para ejercer en ellas el santo ministerio
-con el mayor fruto, sino que tom de aqu ocasin para censurar
-severamente la conducta de los cristianos que reducan los nefitos
- la esclavitud. En fin, Po VII en nuestros das, animado del mismo
-espritu de caridad y de religin que sus antecesores, interpuso con
-celo sus buenos oficios cerca de los hombres poderosos, para hacer
-que cesase enteramente el trfico de los negros entre los cristianos.
-Semejantes prescripciones y solicitud de nuestros antecesores nos han
-servido, con la ayuda de Dios, para defender los indios y otros
-pueblos arriba dichos, de la barbarie, de las conquistas y de la
-codicia de los mercaderes cristianos; mas es preciso que la Santa
-Sede tenga por qu regocijarse del completo xito de sus esfuerzos y
-de su celo, puesto que, si el trfico de los negros ha sido abolido
-en parte, todava se ejerce por un gran nmero de cristianos. Por
-esta causa, deseando borrar semejante oprobio de todas las comarcas
-cristianas, despus de haber conferenciado con todo detenimiento con
-muchos de nuestros venerables hermanos, los cardenales de la Santa
-Iglesia romana, reunidos en consistorio, y siguiendo las huellas de
-nuestros predecesores, en virtud de la autoridad apostlica, advertimos
-y amonestamos con la fuerza del Seor todos los cristianos, de
-cualquiera clase y condicin que fuesen, y les prohibimos que ninguno
-sea osado en adelante molestar injustamente los indios, los
-negros otros hombres, sean los que fueren, despojarlos de sus
-bienes reducirlos la esclavitud, ni prestar ayuda favor
-los que se dedican semejantes excesos, ejercer un trfico tan
-inhumano, por el cual los negros, como si no fuesen hombres, sino
-verdaderos impuros animales, reducidos cual ellos la servidumbre
-sin ninguna distincin, y contra las leyes de la justicia y de la
-humanidad, son comprados, vendidos y dedicados los trabajos ms
-duros, con cuyo motivo se excitan desavenencias, y se fomentan
-continuas guerras en aquellos pueblos por el cebo de la ganancia
-propuesta los raptores de negros.
-
-Por esta razn, y en virtud de la autoridad apostlica, reprobamos
-todas las dichas cosas como absolutamente indignas del nombre
-cristiano; y en virtud de la propia autoridad, prohibimos enteramente,
-y prevenimos todos los eclesisticos y legos el que se atrevan
-sostener como cosa permitida el trfico de negros, bajo ningn pretexto
-ni causa, bien predicar y ensear en pblico ni en secreto, ninguna
-cosa que sea contraria lo que se previene en estas letras apostlicas.
-
-Y con el fin de que dichas letras lleguen conocimiento de todos,
-y que ninguno pueda alegar ignorancia, decretamos y ordenamos que se
-publiquen y fijen segn costumbre, por uno de nuestros oficiales,
-en las puertas de la Baslica del Prncipe de los Apstoles de la
-Cancillera Apostlica, del Palacio de Justicia, del monte Citorio, y
-en el campo de Flora.
-
-Dado en Roma en Santa Mara la Mayor, sellado con el sello
-del Pescador 3 de noviembre de 1839, y el 9. de nuestro
-pontificado.--Aloisio, cardenal Lambruschini.
-
-Llamo particularmente la atencin sobre el interesante documento que
-acabo de insertar, y que puede decirse que corona magnficamente el
-conjunto de los esfuerzos hechos por la Iglesia para la abolicin de
-la esclavitud. Y como en la actualidad sea la abolicin del trfico de
-los negros uno de los negocios que ms absorben la atencin de Europa,
-siendo el objeto de un tratado concludo recientemente entre las
-grandes potencias, ser bien detenernos algunos momentos reflexionar
-sobre el contenido de las letras apostlicas del Papa Gregorio XVI.
-
-Es digno de notarse, en primer lugar, que ya en 1482 el Papa Po II
-dirigi sus letras apostlicas al obispo de Ruvo cuando iba partir
-para aquellas regiones, letras en que no se limitaba nicamente dar
- dicho prelado los poderes convenientes para ejercer en ellas el
-santo ministerio con el mayor fruto, sino que tom de aqu ocasin
-para censurar severamente la conducta de los cristianos que reducan
-los nefitos la esclavitud. Cabalmente fines del siglo XV, cuando
-puede decirse que tocaban su trmino los trabajos de la Iglesia
-para desembrollar el caos en que se haba sumergido la Europa causa
-de la irrupcin de los brbaros, cuando las instituciones sociales y
-polticas iban desarrollndose cada da ms, formando ya la sazn un
-cuerpo algo regular y coherente, empieza la Iglesia luchar con otra
-barbarie que se reproduce en pases lejanos, por el abuso que hacan
-los conquistadores de la superioridad de fuerzas y de inteligencia con
-respecto los pueblos conquistados.
-
-Este solo hecho nos indica que para la verdadera libertad y bienestar
-de los pueblos, para que el derecho prevalezca sobre el hecho y no se
-entronice el mando brutal de la fuerza, no bastan las luces, no basta
-la cultura de los pueblos, sino que es necesaria la religin. All
-en tiempos antiguos vemos pueblos extremadamente cultos que ejercen
-las ms inauditas atrocidades; y en tiempos modernos, los europeos,
-ufanos de su saber y de sus adelantos, llevaron la esclavitud
-los desgraciados pueblos que cayeron bajo su dominio. Y quin fu
-el primero que levant la voz contra tamaa injusticia, contra tan
-horrenda barbarie? No fu la poltica, que quizs no lo llevaba mal
-para que as se asegurasen las conquistas; no fu el comercio, que vea
-en ese trfico infame un medio expedito para srdidas pero pinges
-ganancias; no fu la filosofa, que, ocupada en comentar las doctrinas
-de Platn y Aristteles, no se hubiera quizs resistido mucho que
-renaciese para los pases conquistados la degradante teora de las
-_razas nacidas para la esclavitud_; fu la religin catlica, hablando
-por boca del Vicario de Jesucristo.
-
-Es ciertamente un espectculo consolador para los catlicos el que
-ofrece un pontfice romano condenando, hace ya cerca de cuatro siglos,
-lo que la Europa, con toda su civilizacin y cultura, viene condenar
-ahora; y con tanto trabajo, y todava con algunas sospechas de miras
-interesadas por parte de alguno de los promovedores. Sin duda que
-no alcanz el pontfice producir todo el bien que deseaba; pero
-las doctrinas no quedan estriles, cuando salen de un punto desde el
-cual pueden derramarse grandes distancias, y sobre personas que las
-reciben con acatamiento, aun cuando no sea sino por respeto aquel
-que las ensea. Los pueblos conquistadores eran la sazn cristianos,
-y cristianos sinceros; y as es indudable que las amonestaciones del
-Papa, transmitidas por boca de los obispos y dems sacerdotes, no
-dejaran de producir muy saludables efectos. En tales casos, cuando
-vemos una providencia dirigida contra un mal, y notamos que el mal
-ha continuado, solemos equivocarnos, pensando que ha sido intil, y
-que quien la ha tomado no ha producido ningn bien. No es lo mismo
-extirpar un mal que disminuirle; y no cabe duda en que, si las bulas
-de los Papas no surtan todo el efecto que ellos deseaban, deban
-de contribuir al menos atenuar el dao, haciendo que no fuese tan
-desastrosa la suerte de los infelices pueblos conquistados. El mal que
-se previene y evita no se ve, porque no llega existir, causa del
-preservativo; pero se palpa el mal existente, ste nos afecta, ste nos
-arranca quejas, y olvidamos con frecuencia la gratitud debida quien
-nos ha preservado de otros ms graves. As suele acontecer con respecto
- la religin. Cura mucho, pero todava precave ms que no cura,
-porque, apoderndose del corazn del hombre, ahoga muchos males en su
-misma raz.
-
-Figurmonos los europeos del siglo XV, invadiendo las Indias
-orientales y occidentales, sin ningn freno, entregados nicamente
-las instigaciones de la codicia, los caprichos de la arbitrariedad,
-con todo el orgullo de conquistadores, y con todo el desprecio
-que deban de inspirarles los indios, por la inferioridad de sus
-conocimientos, y por el atraso de su civilizacin y cultura; qu
-hubiera sucedido? Si es tanto lo que han tenido que sufrir los pueblos
-conquistados, pesar de los gritos incesantes de la religin, pesar
-de su influencia en las leyes y en las costumbres, no hubiera llegado
-el mal un extremo intolerable, no mediar esas poderosas causas que
-le salan sin cesar al encuentro, ora previnindole ora atenundole? En
-masa hubieran sido reducidos la esclavitud los pueblos conquistados,
-en masa se los hubiera condenado una degradacin perpetua, en masa se
-los hubiera privado para siempre, hasta de la esperanza de entrar un
-da en la carrera de la civilizacin.
-
-Deplorable es, por cierto, lo que han hecho los europeos con los
-hombres de las otras razas; deplorable es, por cierto, lo que todava
-estn haciendo algunos de ellos; pero al menos no puede decirse que la
-religin catlica no se haya opuesto con todas sus fuerzas tamaos
-excesos, al menos no puede decirse que la Cabeza de la Iglesia haya
-dejado pasar ninguno de esos males, sin levantar contra ellos la voz,
-sin recordar los derechos del hombre, sin condenar la injusticia y sin
-execrar la crueldad, sin abogar por la causa del linaje humano, no
-distinguiendo razas, climas ni colores.
-
-De dnde le viene Europa ese pensamiento elevado, ese sentimiento
-generoso, que la impulsan declararse tan terminantemente contra
-el trfico de hombres, que la conducen la completa abolicin de
-la esclavitud en las colonias! Cuando la posteridad recuerde esos
-hechos tan gloriosos para la Europa, cuando los seale para fijar una
-nueva poca en los anales de la civilizacin del mundo, cuando busque
-y analice las causas que fueron conduciendo la legislacin y las
-costumbres europeas hasta esa altura; cuando elevndose sobre causas
-pequeas y pasajeras, sobre circunstancias de poca entidad, sobre
-agentes muy secundados, quiera buscar el principio vital que impulsaba
- la civilizacin europea hacia trmino tan glorioso, encontrar que
-ese principio era el Cristianismo. Y cuando trate de profundizar ms y
-ms en la materia, cuando investigue si fu el Cristianismo bajo una
-forma general y vaga, el Cristianismo sin autoridad, el Cristianismo si
-el Catolicismo, he aqu lo que le ensear la historia. El Catolicismo
-dominando solo, exclusivo, en Europa, aboli la esclavitud en las
-razas europeas; el Catolicismo, pues, introdujo en la civilizacin
-europea el principio de la abolicin de la esclavitud; manifestando
-con la prctica que no era necesaria en la sociedad como se haba
-credo antiguamente, y que para desarrollarse una civilizacin grande y
-saludable era necesario empezar por la santa obra de la emancipacin.
-El Catolicismo inocul, pues, en la civilizacin europea el principio
-de la abolicin de la esclavitud; l se debe, pues, si, dondequiera
-que esta civilizacin ha existido junto con esclavos, ha sentido
-siempre un profundo malestar que indicaba bien las claras que haba
-en el fondo de las cosas dos principios opuestos dos elementos en
-lucha, que haban de combatir sin cesar hasta que prevaleciendo el
-ms poderoso, el ms noble y fecundo, pudiese sobreponerse al otro,
-logrando primero sojuzgarle, y no parando hasta aniquilarle del todo.
-Todava ms: cuando se investigue si en la realidad vienen los hechos
- confirmar esa influencia del Catolicismo, no slo por lo que toca
-la civilizacin de Europa, sino tambin de los pases conquistados por
-los europeos en los tiempos modernos, as en Oriente como en Occidente,
-ocurrir desde luego la influencia que han ejercido los prelados y
-sacerdotes catlicos en suavizar la suerte de los esclavos en las
-colonias, se recordar lo que se debe las misiones catlicas, y se
-producirn, en fin, las letras apostlicas de Po II, expedidas en
-1482, y mencionadas ms arriba, las de Paulo III en 1537, las de Urbano
-VIII en 1639, las de Benedicto XIV en 1741 y las de Gregorio XVI en
-1839.
-
-En esas letras se encontrar, ya enseado y definido, todo cuanto se ha
-dicho y decirse puede en este punto en favor de la humanidad; en ellas
-se encontrar reprendido, condenado, castigado, lo que la civilizacin
-europea se ha resuelto al fin condenar y castigar; y cuando se
-recuerde que fu tambin un Papa, Po VII, quien en el presente siglo
-_interpuso con celo su mediacin y sus buenos oficios con los hombres
-poderosos, para hacer que cesase enteramente el trfico de negros entre
-los cristianos_, no podr menos de reconocerse y confesarse que el
-Catolicismo ha tenido la principal parte en esa grandiosa obra, dado
-que l es quien ha fundado el principio en que ella se funda, quien ha
-establecido los precedentes que la guan, quien ha proclamado sin cesar
-las doctrinas que la inspiran, quien ha condenado siempre las que se
-le oponan, quien se ha declarado en todos tiempos en guerra abierta
-con la crueldad y la codicia, que venan en apoyo y fomento de la
-injusticia y de la inhumanidad.
-
-El Catolicismo, pues, ha cumplido perfectamente su misin de paz y de
-amor, quebrantando sin injusticias ni catstrofes las cadenas en que
-gema una parte del humano linaje; y las quebrantara del todo en las
-cuatro partes del mundo, si pudiese dominar por algn tiempo en Asia
-y en frica, haciendo desaparecer la abominacin y el envilecimiento,
-introducidos y arraigados en aquellos infortunados pases por el
-mahometismo y la idolatra.
-
-Doloroso es, la verdad, que el Cristianismo no haya ejercido todava
-sobre aquellos desgraciados pases toda la influencia que hubiera sido
-menester para mejorar la condicin social y poltica de sus habitantes,
-por medio de un cambio en las ideas y costumbres; pero, si se buscan
-las causas de tan sensible retardo, no se encontrarn, por cierto,
-en la conducta del Catolicismo. No es ste el lugar de sealarlas;
-pero, reservndome hacerlo despus, indicar entre tanto que no cabe
-escasa responsabilidad al Protestantismo por los obstculos que, como
-demostrar su tiempo, ha puesto la influencia universal y eficaz
-del Cristianismo sobre los pueblos infieles.
-
-En otro lugar de esta obra me propongo examinar detenidamente tan
-importante materia, lo que hace que me contente aqu con esta ligera
-indicacin.
-
-
- FIN DE LAS NOTAS
-
-
-
-
- NDICE DE LOS CAPTULOS Y MATERIAS
- DEL
- TOMO PRIMERO
-
-
- PG.
-
- Prlogo. Objeto de la obra. 5
-
- Captulo I. Naturaleza y nombre del Protestantismo. 9
-
- Cap. II. Investigacin de las causas del Protestantismo. Examen
- de la influencia de sus fundadores. Varias causas que
- se le han sealado. Equivocaciones que se han padecido en
- este punto. Opiniones de Guizot y de Bossuet. Se designa la
- verdadera causa del hecho, fundada en el mismo estado social
- de los pueblos europeos. 15
-
- Cap. III. Nueva demostracin de la divinidad de la Iglesia
- catlica sacada de sus relaciones con el espritu humano.
- Fenmeno extraordinario que se presenta en la Ctedra de
- Roma. Superioridad del Catolicismo sobre el Protestantismo.
- Confesin notable de Guizot; sus consecuencias. 37
-
- Cap. IV. El Protestantismo lleva en su seno un principio
- disolvente. Tiende de suyo al aniquilamiento de todas las
- creencias. Peligrosa direccin que da al entendimiento.
- Descripcin del espritu humano. 46
-
- Cap. V. _Instinto de fe._ Se extiende hasta las ciencias.
- Newton. Descartes. Observaciones sobre la historia de la
- filosofa. Proselitismo. Actual situacin del entendimiento. 54
-
- Cap. VI. Diferentes necesidades religiosas de los pueblos, en
- relacin los varios estados de su civilizacin. Sombras
- que se encuentran al acercarse los primeros principios de
- las ciencias. Ciencias matemticas. Carcter particular de
- las ciencias morales. Ilustracin de algunos idelogos
- modernos. Error cometido por el Protestantismo en la direccin
- religiosa del espritu humano. 63
-
- Cap. VII. Indiferencia y fanatismo: dos extremos opuestos
- acarreados la Europa por el Protestantismo. Origen del
- fanatismo. Servicio importante prestado por la Iglesia la
- _historia del espritu humano_. La Biblia abandonada al examen
- privado, sistema errado y funesto del Protestantismo. Texto
- notable de O'Callaghan. Descripcin de la Biblia. 71
-
- Cap. VIII. El fanatismo. Su definicin. Sus relaciones con el
- _sentimiento religioso_. Imposibilidad de destruirle. Medios de
- atenuarle. El Catolicismo ha puesto en prctica esos medios,
- muy acertadamente. Observaciones sobre los pretendidos
- fanticos catlicos. Verdadero carcter de la exaltacin
- religiosa de los fundadores de rdenes religiosas. 79
-
- Cap. IX. La incredulidad y la indiferencia religiosa, acarreadas
- la Europa por el Protestantismo. Sntomas fatales que
- se manifestaron desde luego. Notable crisis religiosa ocurrida
- en el ltimo tercio del siglo XVII. Bossuet y Leibnitz.
- Los jansenistas: su influencia. Diccionario de Bayle:
- observaciones sobre la poca de su publicacin. Deplorable
- estado de las creencias entre los protestantes. 86
-
- Cap. X. Se resuelve una importante cuestin sobre la duracin
- del Protestantismo. Relaciones del individuo y de la
- sociedad con el indiferentismo religioso. Las sociedades
- europeas con respecto al mahometismo y al paganismo. Cotejo
- del Catolicismo y Protestantismo en la defensa de la
- verdad. ntimo enlace del Cristianismo con la civilizacin
- europea. 96
-
- Cap. XI. Doctrinas del Protestantismo. Su clasificacin en
- positivas y negativas. Fenmeno muy singular: la civilizacin
- europea ha rechazado uno de los dogmas ms principales
- de los fundadores del Protestantismo. Servicio importante
- prestado la civilizacin europea por el Catolicismo, con
- la defensa del libre albedro. Carcter del error. Carcter de
- la verdad. 103
-
- Cap. XII. Examen de los efectos que producira en Espaa el
- Protestantismo. Estado actual de las ideas religiosas. Triunfos
- de la religin. Estado actual de la ciencia y de la literatura.
- Situacin de las sociedades modernas. Conjeturas sobre
- su porvenir, y sobre la futura influencia del Catolicismo.
- Sobre las probabilidades de la introduccin del Protestantismo
- en Espaa. La Inglaterra. Sus relaciones con Espaa.
- Pitt: Carcter de las ideas religiosas en Espaa. Situacin
- de Espaa. Sus elementos de regeneracin. 108
-
- Cap. XIII. Empieza el cotejo del Protestantismo con el Catolicismo
- en sus relaciones con el adelanto social de los pueblos.
- _Libertad._ Vago sentido de esta palabra. La civilizacin
- europea se debe principalmente al Catolicismo. Comparacin
- del Oriente con el Occidente. Conjeturas sobre los destinos
- del Catolicismo en las catstrofes que pueden amenazar
- la Europa. Observaciones sobre los estudios
- filosfico-histricos. Fatalismo de cierta escuela histrica
- moderna. 127
-
- Cap. XIV. Estado religioso, social y cientfico del mundo la
- poca de la aparicin del Cristianismo. Derecho romano.
- Conjeturas sobre la influencia ejercida por las ideas
- cristianas sobre el derecho romano. Vicios de la organizacin
- poltica del imperio. Sistema del Cristianismo para regenerar
- la sociedad: su primer paso se dirigi al cambio de las ideas.
- Comparacin del Cristianismo con el paganismo en la enseanza
- de las buenas doctrinas. Observaciones sobre el plpito
- de los protestantes. 138
-
- Cap. XV. La Iglesia no fu tan slo una _escuela grande y
- fecunda, sino tambin una asociacin regeneradora_. Objetos que
- tuvo que llenar. Dificultades que tuvo que vencer. _La
- esclavitud._ Quin aboli la esclavitud. Opinin de Guizot.
- Nmero inmenso de esclavos. Con qu tino deba procederse en la
- abolicin de la esclavitud. La abolicin repentina era
- imposible. Impgnase la opinin de Guizot. 152
-
- Cap. XVI. La Iglesia catlica emple para la abolicin de la
- esclavitud, no slo un sistema de doctrinas, y sus mximas
- y espritu de claridad, sino tambin un conjunto de medios
- prcticos. Punto de vista desde el cual debe mirarse este
- hecho histrico. Ideas erradas de los antiguos sobre la
- esclavitud. Homero, Platn, Aristteles. El Cristianismo se
- ocup desde luego en combatir esos errores. Doctrinas
- cristianas sobre las relaciones entre esclavos y seores. La
- Iglesia se ocupa en suavizar el trato cruel que se daba los
- esclavos. 161
-
- Cap. XVII. La Iglesia defiende con celo la libertad de los
- manumitidos. Manumisin en las iglesias. Saludables efectos
- de esta prctica. Redencin de cautivos. Celo de la Iglesia
- en practicar y promover esta obra. Preocupacin de los romanos
- sobre este punto. Influencia que tuvo en la abolicin de la
- esclavitud el celo de la Iglesia por la redencin de los
- cautivos. La Iglesia protege la libertad de los ingenuos. 176
-
- Cap. XVIII. Sistema seguido por la Iglesia con respecto los
- esclavos de los judos. Motivos que impulsaban la Iglesia
- la manumisin de sus esclavos. Su indulgencia en este
- punto. Su generosidad para con sus libertos. Los esclavos
- de la Iglesia eran considerados como consagrados Dios.
- Saludables efectos de esta consideracin. Se concede libertad
- los esclavos que queran abrazar la vida monstica.
- Efectos de esta prctica. Conducta de la Iglesia en la
- ordenacin de los esclavos. Represin de abusos que en esta
- parte se introdujeron. Disciplina de la Iglesia de Espaa sobre
- este particular. 186
-
- Cap. XIX. Doctrinas de San Agustn sobre la esclavitud.
- Importancia de estas doctrinas para acarrear su abolicin. Se
- impugna Guizot. Doctrinas de Santo Toms sobre la misma
- materia. Matrimonio de los esclavos. Disposicin del derecho
- cannico sobre este matrimonio. Doctrina de Santo
- Toms sobre este punto. Resumen de los medios empleados
- por la Iglesia para la abolicin de la esclavitud. Impgnase
- Guizot. Se manifiesta que la abolicin de la esclavitud es
- debida exclusivamente al Catolicismo. Ninguna parte tuvo
- en esta grande obra el Protestantismo. 197
-
-
-
-
-NDICE DE LAS NOTAS
-
-
- PG.
-
- (1) Gibbon, y la Historia de las variaciones de los
- protestantes, de Bossuet. 207
-
- (2) Intolerancia de Lutero y dems corifeos del
- Protestantismo. 207
-
- (3) _Protestantismo_: origen de este nombre. 209
-
- (4) Observaciones sobre los nombres. 209
-
- (5) Abuso. 210
-
- (6) Unidad y concierto del Catolicismo. Feliz pensamiento de
- San Francisco de Sales. 211
-
- (7) Confesiones de los ms distinguidos protestantes sobre la
- debilidad del Protestantismo. Lutero, Melanchton,
- Calvino, Reza, Grocio, Papn, Puffendorf, Leibnitz.
- Descubrimiento importante de una obra pstuma de Leibnitz
- sobre la religin. 213
-
- (8) Ciencias humanas. Luis Vives. 215
-
- (9) Ciencias matemticas. Eximeno, jesuta espaol. 216
-
- (10) Herejas de los primeros siglos. Su carcter. 217
-
- (11) Supersticin y fanatismo de los protestantes. El diablo de
- Lutero. La fantasma de Zuinglio. Los pronsticos de
- Melanchton. Matas Harlem. El sastre de Leyde, rey de
- Sin. Hermn, Nicols, Hacket, y otros visionarios y
- fanticos. 217
-
- (12) Sobre las visiones de los catlicos. Santa Teresa. Las
- visiones de esta Santa. 221
-
- (13) Mala fe de los fundadores del Protestantismo. Textos
- notables que la manifiestan. Estragos que hizo desde luego
- la incredulidad. Gruet. Pasajes notables de Montaigne. 223
-
- (14) Las extravagancias de las primeras herejas como muestra
- del estado de la _ciencia_ en aquellos tiempos. 226
-
- (15) Cnones y otros documentos que manifiestan la solicitud
- de la Iglesia en aliviar la suerte de los esclavos, y los
- diferentes medios de que se vali para llevar cabo la
- abolicin de la esclavitud. 227
-
- (1) Cnones dirigidos suavizar el trato de los esclavos. 228
-
- (2) Cnones dirigidos la defensa de la libertad de los
- manumitidos, y la proteccin de los libertos
- recomendados la Iglesia. 230
-
- (3) Cnones y otros documentos con respecto la redencin de
- cautivos. 232
-
- (4) Cnones relativos la defensa de la libertad de los
- ingenuos. (Al principiar el canon del Concilium Lugdunense
- secundum, anno 566). 236
-
- (5) Cnones sobre los esclavos de los judos. 238
-
- (6) Cnones sobre las manumisiones que haca la Iglesia de
- sus esclavos. 243
-
- (7) Letras apostlicas del Papa Gregorio XVI sobre el trfico
- de negros. Doctrinas, conducta influencia del Catolicismo
- sobre la abolicin de este trfico, y de la esclavitud
- en las colonias. 248
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- EL PROTESTANTISMO
- COMPARADO CON
- EL CATOLICISMO
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- TOMO SEGUNDO
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-CAPITULO XX
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-El ms bello timbre de la civilizacin europea, la conquista ms
-preciosa en favor de la humanidad, cual es la abolicin de la
-esclavitud, ya hemos visto quin se debe: la Iglesia catlica: por
-medio de sus doctrinas tan benficas como elevadas, y de un sistema
-tan eficaz como prudente, con su generosidad sin lmites, su celo
-incansable, su firmeza invencible, aboli la esclavitud en Europa;
-es decir, di el primer paso que deba darse en la regeneracin de
-la humanidad, sent la primera piedra que deba sentarse en el hondo
-y anchuroso cimiento de la civilizacin europea: _la emancipacin de
-los esclavos, la abolicin para siempre de este estado tan degradante:
-la libertad universal_. Sin levantar antes al hombre de ese abyecto
-estado, sin alzarle sobre el nivel de los brutos, no era posible crear
-ni organizar una civilizacin llena de grandor y dignidad; porque,
-dondequiera que se ve un hombre acurrucado los pies de otro hombre,
-esperando con ojo inquieto las rdenes de su amo, temblando medroso
-al solo movimiento de un ltigo; dondequiera que el hombre es vendido
-como un bruto, estimadas todas sus facultades, y hasta su vida, por
-algunas monedas, all la civilizacin no se desenvolver jams cual
-conviene: siempre ser flaca, enfermiza, falseada, porque, donde esto
-se verifica, la humanidad lleva en su frente una marca de ignominia.
-
-Probado, pues, que fu el Catolicismo quien quit de en medio ese
-obstculo todo adelanto social, limpiando, por decirlo as, la
-Europa de esa repugnante lepra que la infestaba de pies cabeza,
-entremos ahora en la investigacin de lo que hizo el Catolicismo
-para levantar el grandioso edificio de la civilizacin europea; que,
-si reflexionamos seriamente cuanto ella entraa de vital y fecundo,
-encontraremos nuevos y poderosos ttulos que merecen la Iglesia
-catlica la gratitud de los pueblos. Y ante todo ser bien echar
-una ojeada sobre el vasto interesante cuadro que nos presenta la
-civilizacin europea, resumiendo en pocas palabras sus principales
-perfecciones; pues que de esta manera podremos ms fcilmente darnos
-razn nosotros mismos de la admiracin que nos causa, y del
-entusiasmo que nos inspira. El individuo, con un vivo sentimiento de su
-dignidad, con un gran caudal de laboriosidad, de accin y energa, y
-con un desarrollo simultneo de todas sus facultades; la mujer, elevada
-al rango de compaera del hombre, y compensado, por decirlo as, el
-deber de la sujecin con las respetuosas consideraciones de que se la
-rodea; la blandura y firmeza de los lazos de familia, con poderosas
-garantas de buen orden y de justicia; una admirable conciencia
-pblica, rica de sublimes mximas morales, de reglas de justicia y
-de equidad, y de sentimientos de pundonor y decoro, conciencia que
-sobrevive al naufragio de la moral privada, y que no consiente que
-el descaro de la corrupcin llegue al exceso de los antiguos; cierta
-suavidad general de costumbres, que en tiempo de guerra evita grandes
-catstrofes, y en medio de la paz hace la vida ms dulce y apacible; un
-profundo respeto al hombre y su propiedad, que hace tan raras las
-violencias particulares, y sirve de saludable freno los gobernantes
-en toda clase de formas polticas: un vivo anhelo de perfeccin en
-todos ramos; una irresistible tendencia, errada veces, pero siempre
-viva, mejorar el estado de las clases numerosas; un secreto impulso
- proteger la debilidad, socorrer el infortunio, impulso que veces
-se desenvuelve con generoso celo, y, cuando no, permanece siempre
-en el corazn de la sociedad causndole el malestar y la desazn de
-un remordimiento; un espritu de universalidad, de propagacin, de
-cosmopolitismo; un inagotable fondo de recursos para remozarse sin
-perecer, para salvarse en las mayores crisis; una generosa inquietud
-que se empea en adelantarse al porvenir, y de que resultan una
-agitacin y un movimiento incesantes, algo peligrosos veces, pero
-que son comunmente el germen de grandes bienes, y seal de un poderoso
-principio de vida: he aqu los grandes caracteres que distinguen la
-civilizacin europea, he aqu los rasgos que la colocan en un puesto
-inmensamente superior todas las dems civilizaciones antiguas y
-modernas.
-
-Leed la historia, desparramad vuestras miradas por todo el orbe, y
-dondequiera que no reina el Cristianismo, si no prevalece la vida
-brbara la salvaje, hallaris, por lo menos, una civilizacin que en
-nada se parece la nuestra, que ni aun remotamente puede comparrsele.
-Veris algunas de esas civilizaciones con cierta regularidad, con
-seales de firmeza, pues que duran al travs de largos siglos; pero,
-cmo duran? Sin caminar, sin moverse, porque carecen de vida, porque
-su regularidad y duracin son la de una estatua de mrmol, que
-inmvil ve pasar ante s numerosas generaciones. Pueblos hubo tambin
-con una civilizacin que rebosaba de actividad y movimiento; pero,
-qu actividad? qu movimiento? Unos, dominados por el espritu
-mercantil, no aciertan fundar sobre slida base su felicidad
-interior, slo saben abordar nuevas playas que ofrezcan cebo su
-codicia, desembarazndose del excedente de la poblacin por medio
-de las colonias, y estableciendo en el nuevo pas crecido nmero de
-factoras; otros, disputando y combatiendo eternamente por la mayor
- menor latitud de la libertad poltica, olvidan su organizacin
-social, no cuidan de su libertad civil, y, revolvindose turbulentos en
-estrechsimo crculo de espacio y de tiempo, no seran dignos siquiera
-de que la posteridad conservara sus nombres, si no brillara entre ellos
-con indecible encanto el genio de lo bello, si en los monumentos de su
-saber no reflejaran, como en un claro espejo, algunos hermosos rayos
-de la ciencia tradicional del Oriente; otros, grandiosos y terribles
-la verdad, pero trabajados sin cesar por las disensiones intestinas,
-llevan esculpido en su frente el formidable destino de la conquista,
-le cumplen avasallando el mundo, y caminan desde luego su ruina
-por un rapidsimo declive, en que nada los puede contener; otros,
-por fin, exaltados por un violento fanatismo, se levantan como las
-olas azotadas por el huracn, se arrojan sobre los dems pueblos como
-inundacin devastadora, y amenazan arrastrar en su fragosa corriente
- la misma civilizacin cristiana; pero es en vano su esfuerzo, se
-estrellan sus oleadas contra una resistencia invencible; redoblan sus
-acometidas, pero siempre forzadas retroceder, y tenderse de nuevo
-sobre su lecho con un sordo bramido. Y ahora, vedlos all al Oriente,
-cual parecen un turbio charco que los ardores del sol acaban de secar;
-vedlos all los hijos y sucesores de Mahoma y de Omar, vedlos all de
-rodillas las plantas del podero europeo, mendigando una proteccin
-que por ciertas miras se les dispensa, pero con desdeoso desprecio.
-
-ste es el cuadro que nos ofrecen todas las civilizaciones antiguas y
-modernas, excepto la europea, es decir, la cristiana. Slo ella abarca
- la vez todo lo grande y lo bello que se encuentra en las dems;
-slo ella atraviesa las ms profundas revoluciones, sin perecer; slo
-ella se extiende todas las razas, se acomoda todos los climas,
-se aviene con las ms variadas formas polticas; slo ella se enlaza
-amigablemente con todo linaje de instituciones, mientras pueda circular
-por su corazn cual fecundante savia, produciendo gratos y saludables
-frutos para bien de la humanidad.
-
-Y de dnde habr recibido la civilizacin europea su inmensa
-superioridad sobre todas las otras? De dnde ha salido tan gallarda,
-tan rica, tan variada y fecunda, con ese sello de dignidad, de nobleza
-y elevacin, sin castas, sin esclavos, sin eunucos, sin esas miserias
-que cual asquerosa lepra encontramos en los dems pueblos antiguos y
-modernos? Ah! los europeos nos lamentamos menudo, y tan sentidamente
-cual hacerlo pudo ningn pueblo; y no reflexionamos que somos los hijos
-mimados de la Providencia, y que, si es verdad que sufrimos males,
-patrimonio inseparable de la humanidad, son, empero, muy ligeros,
-nulos, en comparacin de los que sufrieron y sufren los dems pueblos.
-Por lo mismo que es grande nuestra dicha, somos ms descontentadizos,
-y, por decirlo as, ms melindrosos; sucedindonos lo que un hombre
-de distinguida clase, acostumbrado vivir rodeado de consideracin
-y respeto en medio de las comodidades y regalos: una leve palabra le
-indigna, la ms pequea molestia le mortifica y desazona; sin reparar
-que hay tantos hombres desnudos, y transidos de miseria, que no pueden
-cubrir su desnudez sino con algunos harapos, ni apagar su hambre sino
-con algunos mendrugos, todo recogido al travs de mil repulsas y
-bochornos.
-
-Al contemplar la civilizacin europea, hieren el nimo tantas y tan
-varias impresiones, aglpase tal tropel de objetos como demandando
-consideracin y preferencia, que, si bien la imaginacin se recrea con
-la magnificencia y hermosura del cuadro, el entendimiento se abruma,
-no atinando fcilmente por dnde se deba empezar el examen. El mejor
-recurso, en tales casos, es la simplificacin, descomponiendo el
-objeto complexo, y reducindolo todo sus elementos ms simples.
-_El individuo_, _la familia_, _la sociedad_: he aqu lo que debemos
-examinar fondo, he aqu lo que ha de ser el blanco de nuestras
-investigaciones; que, si llegamos comprenderlo bien, tal como es en
-s y prescindiendo de ligeras variaciones que no afectan su esencia, la
-civilizacin europea, con todas sus riquezas, con todos sus secretos,
-se desenvolver nuestros ojos, como sale de entre las sombras una
-campia abundante y amena al baarla los rayos de la aurora.
-
-Debe la civilizacin europea todo cuanto es y todo cuanto tiene, la
-posesin en que est de las principales verdades sobre el individuo,
-sobre la familia y sobre la sociedad; se han comprendido en Europa
-mejor que en ninguna otra parte la verdadera naturaleza, las verdaderas
-relaciones, el verdadero fin de estos objetos; se tienen sobre ellos
-ideas, sentimientos, miras de que se careci en otras civilizaciones; y
-estas ideas y sentimientos estn grabados fuertemente en la fisonoma
-de los pueblos europeos, inoculados en sus leyes, en sus costumbres,
-en sus instituciones, en su lenguaje; se respiran con el aire, porque
-traen impregnada nuestra atmsfera como un aroma vivificante. Y es
-porque de largos siglos abriga en su seno la Europa un principio
-robusto que los conserva, propaga y aplica; es porque en las pocas ms
-trabajosas en que disuelta la sociedad tuvo que formarse de nuevo, fu
-cabalmente cuando este principio regenerador disfrut de ms influjo
-y prepotencia. Pasaron los tiempos, sobrevinieron grandes mudanzas,
-el Catolicismo sufri alternativas en su poder influencia sobre la
-Europa; pero la civilizacin, que era su obra, era demasiado slida
-para ser fcilmente destruda; el impulso era sobrado fuerte y certero
-para que se perdiera fcilmente el rumbo; la Europa era un joven en
-la flor de sus aos, dotado de complexin robusta, y en cuyas venas
-circula en abundancia la salud y la vida; los excesos del trabajo y de
-la disipacin le postran por algn tiempo, le hacen palidecer; pero
-bien pronto recobra su rostro la lozana y los colores, bien pronto
-recobran sus miembros la agilidad y la fuerza.
-
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-CAPITULO XXI
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-
-El _individuo_: he aqu el elemento ms simple de la sociedad; he aqu
-lo primero que debe estar bien constitudo, por decirlo as; he aqu lo
-que, en siendo mal comprendido y apreciado, ser un eterno obstculo
- la medra de la verdadera civilizacin. Ante todo es necesario
-advertir que aqu se trata slo del individuo, del hombre tal como
-es en s, y prescindiendo de las numerosas relaciones que le rodean,
-luego que se pasa considerarlo como miembro de una sociedad. Mas
-no se crea, por esto, que voy considerar al hombre en un completo
-aislamiento, llevndole al desierto, reducindole al estado salvaje,
-y analizando el individualismo tal como nos le ofrecen algunas hordas
-errantes, excepcin monstruosa que slo ha podido resultar de la
-degradacin de la naturaleza humana. Esto equivaldra resucitar el
-mtodo de Rousseau, mtodo puramente utpico, que slo puede conducir
-al error y la extravagancia. Las piezas de una mquina pueden ser
-examinadas aparte, aisladamente, con la mira de comprender mejor su
-construccin peculiar; pero nunca deben olvidarse los usos que se
-las destina, nunca debe perderse de vista el todo que pertenecen; de
-otra suerte; el juicio que sobre ellas se forme, no podr menos de ser
-equivocado. El cuadro ms sublime y sorprendente no sera ms que una
-ridcula monstruosidad, si se examinaran en completo aislamiento,
-en combinaciones arbitrarias, los grupos y las figuras: con semejante
-mtodo podran convertirse en sueos de un delirante los prodigios de
-Miguel ngel y Rafael.
-
-Pero, sin olvidar que el hombre no est solo en el mundo, y que no
-ha nacido para vivir solo; sin olvidar que, ms de lo que es en
-s, forma tambin parte del gran sistema del universo, y que, ms
-de los destinos que le corresponden como comprendido en el vasto
-plan de la creacin, est elevado por la bondad del Criador otra
-esfera ms alta, superior todo pensamiento terreno; sin prescindir
-de nada de esto, como en buena filosofa no se puede prescindir,
-queda todava lugar al estudio del individuo, y del individualismo;
-en la consideracin del hombre pudese todava abstraer la calidad
-del ciudadano, abstraccin que, lejos de conducirnos extravagantes
-paradojas, es muy propsito para comprender fondo cierta
-particularidad notable que se observa en la civilizacin europea,
-cierto distintivo que por s solo no la dejara confundir con las otras.
-
-Que deba hacerse una distincin entre el hombre y el ciudadano, que
-estos dos aspectos den lugar consideraciones muy diferentes, nadie
-habr que no lo perciba fcilmente; pero es tarea algo difcil el
-deslindar hasta dnde se extiendan los resultados de esa distincin,
-hasta qu punto sea conveniente el sentimiento de la independencia
-personal, cul sea la esfera que deba sealarse al desarrollo puramente
-individual, qu es lo que sobre este particular se encuentra en nuestra
-civilizacin que no se halle en las otras; es tarea harto difcil
-apreciar debidamente esta diferencia, sealar su origen y objeto, y
-pesar atinadamente cul ha sido su verdadero influjo en la marcha de
-la civilizacin. Tarea, repito, muy difcil, porque se encierran aqu
-varias cuestiones, bellas importantes en verdad, pero delicadas,
-profundas, donde es muy fcil equivocarse, porque es casi imposible
-fijar certeramente la mirada, causa de que los objetos tienen algo
-de vago, de indeterminado, de areo, andan como fluctuando, slo
-vinculados entre s por relaciones imperceptibles.
-
-Tropezamos aqu con el famoso _individualismo_, que, segn Guizot,
-fu importado por los brbaros del Norte y represent un papel tan
-descollante, que debe se reconocido como uno de los primeros y ms
-fecundos principios de la civilizacin europea. Analizando el clebre
-publicista los elementos de esta civilizacin, sealando la parte que
-en su juicio cupo al imperio romano y la Iglesia, pretende hallar
-algo de singular y muy fecundo en el sentimiento de individualismo
-que traan los germanos consigo, y que inocularon en las costumbres
-europeas.
-
-No ser intil dar razn aqu de la opinin de M. Guizot sobre esta
-importante y delicada materia, porque, al paso que se lograr fijar
-mejor el estado de la cuestin, cosa harto difcil en objetos de suyo
-tan vagos, se disipar la grave equivocacin que padecen algunos en
-este punto, debida la autoridad del citado escritor, que, con los
-recursos de su ingenio y los encantos de su elocuencia, ha hecho
-verosmil y plausible lo que, examinado fondo, no es ms que una
-paradoja.
-
-Como al combatir las opiniones de un escritor debe tenerse el primer
-cuidado en no alterrselas, atribuyndole lo que en realidad no ha
-dicho, y estando, por otra parte, la materia que nos ocupa tan sujeta
-equivocaciones, ser bien copiar por entero las palabras de M. Guizot.
-El estado general de la sociedad entre los brbaros es lo que nos
-importa conocer; y esto cabalmente es muy difcil. Comprendemos sin
-mucho trabajo el sistema municipal romano, y la Iglesia cristiana; su
-influencia se ha perpetuado hasta nuestros das; encontramos su huella
-en muchas instituciones, en hechos que tenemos la vista, y esto nos
-facilita mil medios de reconocerlos y explicarlos. Nada, empero, ha
-quedado de las costumbres y del estado social de los brbaros; vmonos
-obligados adivinar, ora apelando remotsimos monumentos histricos,
-ora supliendo la falta de esos monumentos con un atrevido esfuerzo de
-imaginacin.
-
-No negar ser muy poco lo que nos ha quedado de las costumbres de los
-brbaros, ni disputar con M. Guizot sobre lo que pueda valer una
-observacin que versa sobre hechos en que sea menester _suplir con
-esfuerzos de imaginacin lo mucho que de ellos nos falta_, en que
-nos _veamos obligados_ entrar en la peligrosa y resbaladiza senda
-de _adivinar_; no desconozco lo que son estas materias, y en las
-reflexiones que acabo de hacer sobre la cuestin que nos ocupa, y en
-los trminos con que la he calificado, bien se alcanza que no juzgo
-posible andar con la regla y el comps; pero s que puede servir esto
-para prevenir los lectores contra la ilusin que pudiera causarles
-una doctrina que, bien profundizada, no es ms, repito, que una
-brillante paradoja.
-
-Hay un sentimiento, un hecho, contina M. Guizot, que es preciso
-analizar y comprender para pintar con rasgos verdicos un brbaro:
-tal es el placer de la independencia individual: el placer de lanzarse
-con su fuerza y su libertad en medio de las vicisitudes del mundo y
-de la vida; los goces de una actividad sin trabajo, la inclinacin
-una vida aventurera, llena de imprevisin, de desigualdad, de peligro.
-ste era el sentimiento dominante del estado bravo, la necesidad
-moral que pona en perpetuo movimiento aquellas masas de hombres.
-Viviendo nosotros en medio de una sociedad tan regular, tan uniforme,
-nos es sobremanera difcil representarnos ese sentimiento con todo el
-imperio, con toda la violencia que ejerca sobre los brbaros de los
-siglos IV y V. Una sola obra he visto en la cual se halla perfectamente
-retratado ese carcter de la barbarie: la Historia de la conquista
-de Inglaterra por los normandos, de M. Thierry, es el solo libro
-en que se ven reproducidos con una exactitud, con una naturalidad
-verdaderamente homricas, los motivos, las inclinaciones, los impulsos
-que mueven y agitan los hombres en un estado social prximo la
-barbarie. En ninguna parte he comprendido, he sentido mejor lo que
-es un brbaro, lo que es la vida de un brbaro. Algo semejante se
-encuentra en las novelas de Cooper sobre los salvajes de Amrica, si
-bien, mi entender, en un grado muy inferior, de una manera menos
-simple, menos verdadera. Vese en la vida de los salvajes americanos,
-en las relaciones que los unen, en los sentimientos que abrigan en
-medio de sus bosques, algn reflejo, alguna analoga que recuerda hasta
-cierto punto la vida y las costumbres de los primitivos germanos.
-Estos cuadros son ciertamente un poco ideales, tienen algo de potico;
-la parte repugnante de las costumbres y de la vida de los brbaros
-no se presenta en ellos con toda su crudeza; y no hablo solamente de
-los males acarreados por esas costumbres al estado social, sino de la
-situacin interior, individual del mismo brbaro. En esta necesidad
-imperiosa de independencia personal haba algo de ms material, algo de
-ms grosero de lo que se desprende y pudiera deducirse de la obra de M.
-Thierry: dominaba en los brbaros del Norte cierto grado de brutalidad,
-de embriaguez, de apata, que no siempre se ven fielmente representadas
-en aquellas narraciones. No obstante, profundizando ms y ms las
-cosas, pesar de esa confusa mezcla de brutalidad, de materialismo,
-de egosmo estpido, se conoce que aquella pasin por la independencia
-individual es un sentimiento noble, cuyo poder deriva todo de la parte
-superior, de la naturaleza moral del mismo hombre: es el placer de
-sentirse hombre, el sentimiento de la personalidad, de la espontaneidad
-humana en su libre desarrollo.
-
- los brbaros germanos, seores, debe la moderna civilizacin ese
-sentimiento desconocido enteramente de los romanos, de la Iglesia, de
-casi todas la civilizaciones antiguas. Cuando en stas hace algn papel
-la libertad, es la libertad poltica, la libertad del ciudadano; sta
-era la que le mova, la que le entusiasmaba; no su libertad personal:
-perteneca una asociacin, se hallaba consagrado una asociacin,
-y por una asociacin estaba pronto sacrificarse. Lo mismo suceda
-en la Iglesia cristiana: reinaba entre los fieles un vivo apego la
-corporacin cristiana, un rendido acatamiento, un entero abandono
-sus leyes, un fuerte empeo de extender su imperio: otras veces el
-sentimiento religioso conduca al hombre una reaccin sobre s
-mismo, sobre su alma, una lucha interior, para sojuzgar su libre
-albedro y someterlo las inspiraciones de su fe. El sentimiento,
-empero, de independencia personal, ese anhelo de libertad que se
-desarrolla sin otro fin ni objeto que el de complacerse, este
-sentimiento, repito, era desconocido los romanos y la sociedad
-cristiana. Los brbaros le llevaron consigo y le depositaron en la
-cuna de la civilizacin europea. Tan descollante papel ha en ella
-representado, tan hermosos resultados ha producido, que es imposible
-dejar de reconocerle como uno de sus elementos principales. (_Historia
-de la civilizacin europea. Leccin II._)
-
-El sentimiento de la independencia personal atribudo exclusivamente
-un pueblo, ese sentimiento vago, indefinible, con una extraa mezcla de
-noble y de brutal, de brbaro y de civilizador, tiene algo de potico,
-muy propio para seducir la fantasa; pero, como el contraste mismo con
-que se procura aumentar el efecto de las pinceladas lleva en s algo de
-extraordinario y hasta contradictorio, la severa razn sospecha algn
-error oculto, y se pone en cautelosa guarda.
-
-Si es verdad que tal fenmeno haya existido, de dnde pudo dimanar?
-fu quizs un resultado del clima? Pero cmo es concebible que
-abrigaran los hielos del Norte lo que no abrigaban los ardores del
-Medioda? cmo es que, desenvolvindose con tanta fuerza en los pases
-meridionales de Europa el sentimiento de la independencia poltica,
-cabalmente no se encontrara en ellos el sentimiento de la independencia
-personal? no fuera una extraeza, mejor dir, un absurdo, que los
-climas se hubiesen repartido como patrimonios los sentimientos de las
-dos clases de libertad?
-
-Dirse quizs que proceda este sentimiento del estado social; pero, en
-tal caso, no era menester atribuirle como caracterstico un pueblo;
-bastaba asentar, en general, que ese sentimiento era propio de los
-pueblos que se hallasen en el estado social de los germanos. Adems
-que, si era un efecto del estado social, cmo pudo ser un germen, un
-principio fecundo de civilizacin, lo que era propio de la barbarie?
-Este sentimiento debiera haberse borrado por la civilizacin, no
-conservarse en medio de ella, no contribuir su desarrollo; y, si bajo
-alguna forma deba permanecer, por qu no sucedi lo mismo en otras
-civilizaciones, ya que no fueron, por cierto, los germanos el nico
-pueblo que haya pasado de la barbarie la civilizacin?
-
-No se pretende, por eso, decir que los brbaros del Norte no ofrecieran
-bajo este aspecto alguna particularidad notable, ni tampoco que no se
-encuentre en la civilizacin europea un sentimiento de personalidad,
-por decirlo as, que no se halla en las dems civilizaciones; pero s
-que para explicar el individualismo de los germanos es poco filosfico
-valerse de misterios y enigmas, s que para sealar la razn de la
-superioridad que tiene en esta parte la civilizacin europea, no es
-necesario acudir la barbarie de los germanos. Si queremos formarnos
-idea cabal de esta cuestin tan complexa importante, conviene ante
-todo fijar en cuanto cabe la verdadera naturaleza del individualismo
-de los brbaros. En un opsculo que di luz hace algn tiempo, cuyo
-ttulo era: _Observaciones sociales, polticas y econmicas sobre
-los bienes del clero_, trat por incidencia de ese individualismo,
-y me esforc en aclarar sobre este punto las ideas, y, como desde
-entonces no he variado de opinin, antes me he confirmado ms en ella,
-trasladar continuacin lo que all deca: Qu vena ser este
-sentimiento? era peculiar de aquellos pueblos, era un resultado de
-las influencias del clima, de una situacin social? era tal vez un
-sentimiento, que se halle en todos lugares y tiempos, pero modificado
-la sazn por circunstancias particulares? Cul era su fuerza, cul su
-tendencia, qu encerraba de justo de injusto, de noble degradante,
-de provechoso nocivo? qu bienes llev la sociedad, qu males?
-y stos cmo se combatieron, por quin, y por qu medios, con qu
-resultado? Muchas cuestiones hay encerradas aqu; pero no traen,
-sin embargo, la complicacin que pudiera parecer; aclarada una idea
-fundamental, las dems se desenvolvern muy fcilmente; y, simplificada
-la teora, vendr luego la historia en su confirmacin y apoyo.
-
-Hay en el fondo del corazn del hombre un sentimiento fuerte,
-vivo, indeleble, que le inclina conservarse, evitarse males, y
- procurarse bienestar y dicha. Llmesele amor propio, instinto de
-conservacin, deseo de la felicidad, anhelo de perfeccin, egosmo,
-individualismo, llmesele como se quiera, el sentimiento existe: aqu
-dentro le tenemos, no podemos dudar de l; l nos acompaa en todos
-nuestros pasos, en todas nuestras acciones, desde que abrimos los
-ojos la luz hasta que descendemos al sepulcro. Este sentimiento,
-si bien se le observa en su origen, naturaleza y objeto, no es ms
-que una gran ley de todos los seres, aplicada al hombre; ley que,
-siendo una garanta de la conservacin y perfeccin de los individuos,
-contribuye de un modo admirable la harmona del universo. Bien claro
-es que semejante sentimiento nos ha de llevar naturalmente aborrecer
-la opresin, y experimentar un desagrado por cuanto tiende
-embarazarnos, coartarnos el uso de nuestras facultades: la razn es
-obvia; todo esto nos causa un malestar, y semejante estado se opone
-nuestra naturaleza; hasta el nio ms tierno sufre ya de mala gana la
-ligadura que le embarga el libre movimiento: se enfada, forceja, llora.
-
-Adems, si por una otra causa no carece totalmente el individuo
-del conocimiento de s mismo; si, por poco que sea, han podido
-desarrollarse algn tanto sus facultades intelectuales, brotar en
-el fondo de su alma otro sentimiento que nada tiene de comn con el
-instinto de conservacin que impele todos los seres, otro sentimiento
-que pertenece exclusivamente la inteligencia: hablo del sentimiento
-de dignidad, del aprecio, de la estimacin de nosotros mismos, de ese
-fuego que brota en el corazn de nuestra ms tierna infancia, y que,
-nutrido, extendido y avivado con el pbulo que va suministrando el
-tiempo, es capaz de aquella fuerza prodigiosa, de aquella expansin que
-tan inquietos, tan activos, tan agitados nos trae en todos los perodos
-de nuestra vida. La sujecin de un hombre otro hombre envuelve algo
-que hiere este sentimiento de dignidad; porque, aun suponiendo esta
-sujecin conciliada con toda la libertad y suavidad posibles, con
-todos los respetos la persona sujeta, revela al menos sta alguna
-flaqueza necesidad que la obliga dejarse cercenar algn tanto del
-libre uso de sus facultades: y he aqu otro origen del sentimiento de
-independencia personal.
-
-Infirese de lo que acabo de exponer, que el hombre lleva siempre
-consigo el amor la independencia, que este sentimiento es comn
-todos los tiempos y pases, y que no puede ser de otra manera, pues que
-hemos encontrado su raz en dos sentimientos tan naturales al hombre,
-como son: _el deseo de bienestar, y el sentimiento de su dignidad_.
-
-Es evidente que en la infinidad de situaciones, fsica y moralmente
-diversas, en que puede encontrarse el individuo, las modificaciones de
-tales sentimientos podrn tambin variarse hasta lo infinito; y que
-stos, sin salir del crculo que les traza su esencia, tienen mucha
-latitud para que sean susceptibles de muy diferentes graduaciones
-en su energa debilidad, y para que sean morales inmorales,
-justos injustos, nobles innobles, provechosos nocivos, y, por
-consiguiente, para que puedan comunicar al individuo quien afectan
-mucha diversidad de inclinaciones, de hbitos y costumbres, dando as
- la fisonoma de los pueblos rasgos muy diferentes, segn sea el modo
-particular y caracterstico con que se hallan afectados los individuos.
-Aclaradas ya estas nociones, sin haber dejado nunca de la mano el
-corazn del hombre, queda tambin manifestado cmo deben resolverse
-todas las cuestiones generales que se haban ofrecido con relacin
-al sentimiento de individualismo; echndose de ver tambin que no es
-menester recurrir palabras misteriosas, ni explicaciones poticas;
-porque nada hay aqu que no pueda sujetarse riguroso anlisis.
-
-Las ideas que el hombre se forme de su bienestar y dignidad, y los
-medios de que disponga para alcanzar aqul, y conservar sta, he
-aqu lo que graduar la fuerza, determinar la naturaleza, fijar
-el carcter, sealar la tendencia de todos estos sentimientos;
-es decir, que todo depender del estado fsico y moral en que se
-hallen la sociedad y el individuo. Y, aun en igualdad de las dems
-circunstancias, dad al hombre las verdaderas ideas de su bienestar y
-dignidad, tales como las ensean la razn y, sobre todo, la religin
-cristiana, y formaris un buen ciudadano; ddselas equivocadas,
-exageradas, absurdas, tales como las explican escuelas perversas y como
-las propalan los tribunos de todos los tiempos y pases, y sembraris
-abundante semilla de turbulencias y desastres.
-
-Falta ahora hacer una aplicacin de esta doctrina, para que,
-concretndonos al objeto que nos ocupa, podamos manifestar con toda
-claridad el punto principal que nos hemos propuesto.
-
-Si fijamos nuestra atencin sobre los pueblos que invadieron y
-derribaron el imperio romano, atenindonos los rasgos que sobre
-ellos nos ha conservado la historia, lo que de s arrojan las mismas
-circunstancias en que se encontraban, y lo que en esta materia
-ha podido ensear la ciencia moderna la inmediata observacin de
-algunos pueblos de Amrica, no nos ser imposible formarnos idea de
-cul era entre los brbaros invasores el estado de la sociedad y del
-individuo. Situados los brbaros en su pas natal, en medio de sus
-montes y bosques cubiertos de nieve y de escarcha, tenan tambin
-sus lazos de familia, sus relaciones de parentesco, su religin, sus
-tradiciones, sus hbitos, sus costumbres, su apego al propio suelo, su
-amor la independencia de la patria, su entusiasmo por las hazaas
-de sus mayores, su amor la gloria adquirida en el combate, su anhelo
-de perpetuar en sus hijos una raza robusta, valiente y libre, sus
-distinciones de familias, sus divisiones en tribus, sus sacerdotes, sus
-caudillos, su gobierno. Sin que sea menester entrar ahora en cuestiones
-sobre el carcter que entre ellos tenan las formas de gobierno, y
-dando de mano cuanto pudiera decirse sobre su monarqua, asambleas
-pblicas y otros puntos semejantes, cuestiones todas que, ms de ser
-ajenas de este lugar, llevan siempre consigo mucho de imaginario
-hipottico, me contentar con observar lo que para todos los lectores
-ser incontestable, y es, que la organizacin de la sociedad era entre
-ellos cual deba esperarse de ideas rudas y supersticiosas, usos
-groseros y costumbres feroces; es decir, que su estado social no se
-elevaba sobre aquel nivel que naturalmente deban de haberle sealado
-tan imperiosas necesidades, como son, el que no se convirtieran en
-absoluto caos sus bosques, y que la hora del combate no marcharan sin
-alguna cabeza y gua confusos pelotones.
-
-Nacidos aquellos pueblos en climas destemplados y rigurosos,
-embarazndose y estrechndose unos otros por su asombrosa
-multiplicacin, escasos, por lo mismo, de medios de subsistencia, y
-teniendo la vista la abundancia y comodidades con que les brindaban
-espaciosas y cultivadas comarcas, sentanse la vez acosados de
-grandes necesidades, y estimulados vivamente por la presencia y
-cercana de la presa; y, como que no vean otro dique que las flacas
-legiones de una civilizacin muelle y caduca, sintindose ellos
-robustos de cuerpo, esforzados y briosos de nimo, y alentados por
-su misma muchedumbre, despegbanse fcilmente de su pas natal,
-desenvolvase en su pecho el espritu emprendedor, y se precipitaban
-impetuosos sobre el imperio, como un torrente que se despea de un alto
-risco, inundando las llanuras vecinas.
-
-Por imperfecto que fuera su estado social, por groseros que fueran
-los lazos de que estaba formado, bastbales, sin embargo, ellos
-en su pas natal, y en sus costumbres primitivas; y, si los brbaros
-hubiesen permanecido en sus bosques, habra continuado aquella forma de
-gobierno llenando su modo su objeto, como nacida que era de la misma
-necesidad, adaptada las circunstancias, arraigada con el hbito,
-sancionada por la antigedad, y enlazada con todo linaje de tradiciones
-y recuerdos.
-
-Pero eran sobrado dbiles estos lazos sociales para que pudieran ser
-trasladados sin quebrantarse; y aquellas formas de gobierno eran,
-como se echa de ver, tan acomodadas al estado de barbarie, y, por
-consiguiente, tan circunscriptas y limitadas, que mal podan aplicarse
- la nueva situacin en que casi de repente se encontraron aquellos
-pueblos.
-
-Figuraos ahora los bravos hijos de las selvas arrojados sobre el
-Medioda, como un len sobre su presa, precedidos de sus feroces
-caudillos, seguidos del enjambre de sus mujeres hijos, llevando
-consigo sus rebaos y sus groseros arreos, destrozando de paso
-numerosas legiones, saltando trincheras, salvando fosos, escalando
-baluartes y murallas, talando campias, arrasando bosques, incendiando
-populosas ciudades, arrastrando grandes pelotones de esclavos recogidos
-en el camino, arrollando cuanto se les opone, y llevando delante de
-s numerosas bandadas de fugitivos, corriendo pavorosas y azoradas
-por escapar del hierro y del fuego; figuroslos un momento despus,
-engredos por la victoria, ufanos con tantos despojos, encrudecidos
-con tantos combates, incendios, saqueos y matanzas; trasladados
-como por encanto un nuevo clima, bajo otro cielo, nadando en la
-abundancia, en los placeres, en nuevos goces de todas clases; con una
-confusa mezcla de idolatra y de Cristianismo, de mentira y de verdad,
-muertos en los combates los principales caudillos, confundidas con el
-desorden las familias, mezcladas las razas, alterados y perdidos los
-antiguos hbitos y costumbres, y desparramados, por fin, los pueblos
-en pases inmensos, en medio de otros pueblos de diversas lenguas, de
-otras ideas, de distintos usos y costumbres; figuraos, si podis, ese
-desorden, esa confusin, ese caos; y decidme si no veis quebrantados,
-hechos mil trozos todos los lazos que formaban la sociedad de esos
-pueblos, y si no veis desaparecer de repente la sociedad civilizada con
-la sociedad brbara, aniquilarse todo lo antiguo, antes que pudiera
-reemplazarlo nada nuevo.
-
-Y entonces, si fijis vuestra vista sobre el adusto hijo del aquiln,
-al sentir que se relajan de repente todos los vnculos que le unan
-con su sociedad, que se quebrantan todas las trabas que contenan su
-fiereza, al encontrarse solo, aislado, en posicin tan nueva, tan
-singular y extraordinaria, conservando un obscuro recuerdo de su pas,
-sin haberse aficionado todava al recin ocupado, sin respeto una
-ley, sin temor un hombre, sin apego una costumbre, no le veis,
-arrastrado de su impetuosa ferocidad, arrojarse sin freno dondequiera
-que le conducen sus hbitos de violencia, de vagancia, de pillaje y
-matanzas; y, confiado siempre en su nervudo brazo, en su planta ligera,
-guiado por las inspiraciones de un corazn lleno de bro y de fuego, y
-por una fantasa exaltada con la vista de tantos, tan nuevos y variados
-pases, por los azares de tantos viajes y combates, no le veis acometer
-temerario todas las empresas, rechazar toda sujecin, sacudir todo
-freno, y saborearse en los peligros de nuevas luchas y aventuras? Y
-no encontris aqu el misterioso individualismo, el sentimiento de
-independencia personal, con toda su realidad filosfica y con toda su
-verdad histrica?
-
-Este individualismo brutal, este feroz sentimiento de independencia,
-que ni poda conciliarse con el bienestar del individuo, ni con su
-verdadera dignidad; que, entraando un principio de guerra eterna, y de
-vida errante, deba acarrear necesariamente la degradacin del hombre
-y la completa disolucin de la sociedad, tan lejos estaba de encerrar
-un germen de civilizacin, que antes bien era lo ms propsito para
-conducir la Europa al estado salvaje, ahogando en su misma cuna toda
-sociedad, desbaratando todas las tentativas encaminadas organizarla
-y acabando de aniquilar cuantos restos hubiesen quedado de la
-civilizacin antigua.
-
-Las reflexiones que se acaban de presentar sern ms menos felices,
-pero al menos no adolecen de la inconcebible incoherencia, por no
-decir contradiccin, de hermanar la barbarie y la brutalidad con
-la civilizacin y la cultura; por lo menos no se llama principio
-descollante, fecundo en la civilizacin europea, lo mismo que un
-poco ms all se seala como uno de los obstculos ms poderosos que
-salan al paso las tentativas de organizacin social. Como en este
-punto coincide M. Guizot con la opinin que acabo de manifestar, y
-hace resaltar notablemente la incoherencia de su doctrina, el lector
-no llevar mal que se lo haga oir de su propia boca: Es claro
-que, si los hombres carecen de ideas que se extiendan ms all de su
-propia existencia; si su horizonte intelectual no alcanza ms all del
-individualismo; si se dejan arrastrar por la fuerza de sus pasiones
-intereses; si no poseen un cierto nmero de nociones y de sentimientos
-comunes que sirvan como de lazo entre todos los asociados; es claro,
-digo, que ser imposible entre ellos toda idea de sociedad, que cada
-individuo ser en la sociedad que pertenezca, un principio de
-trastorno y de disolucin.
-
-Dondequiera que domine casi absolutamente el individualismo;
-dondequiera que el hombre no se considere ms que s propio, que
-sus ideas no se extiendan ms all de s mismo, no obedezca ms que
- su pasin, la sociedad (hablo de una sociedad un poco dilatada y
-permanente) llega ser poco menos que imposible. Tal era en el tiempo
-de que hablamos el estado moral de los conquistadores de Europa.
-Hice ya notar en la ltima reunin que debamos los germanos el
-sentimiento enrgico de la libertad particular y del individualismo
-humano. Pues bien: cuando el hombre se halla en un estado de extrema
-rusticidad y de ignorancia, entonces ese sentimiento es el egosmo
-con toda su brutalidad, con toda su insociabilidad, y en este estado
-se encontraba entre los germanos desde el siglo V hasta el VIII.
-Sin hallarse acostumbrados ms que cuidar de su propio inters,
- satisfacer sus pasiones, dar cumplimiento su voluntad, cmo
-habran podido acomodarse un estado un poco organizado? Habase
-intentado varias veces hacerlos entrar en l, ellos mismos lo deseaban;
-mas, burlaban siempre esos deseos, y hacan intil toda tentativa,
-la brutalidad, la ignorancia, la imprevisin. cada instante se ve
-levantarse un embrin de sociedad, y cada instante se ve esa misma
-sociedad desmembrarse, arruinarse, por faltar en los hombres ideas
-morales y comunes, elementos tan necesarios indispensables.
-
-Tales eran, seores, las dos verdaderas causas que prolongaron el
-estado de la barbarie: mientras existieron, ella tambin dur.
-(_Historia general de la civilizacin europea. Leccin III._)
-
- M. Guizot sucedile con su _individualismo_ lo que suele acontecer
- los grandes talentos: un fenmeno singular los hiere vivamente,
-insprales un ardiente deseo de averiguar la causa, y tropiezan
-menudo, caen en error, arrastrados por una secreta inclinacin
-sealar un origen nuevo, inesperado, sorprendente. Para extraviarle,
-mediaba todava otra causa. En su mirada vasta y penetrante sobre la
-civilizacin europea, en el cotejo que de ella hizo con las ms famosas
-civilizaciones antiguas, descubri una diferencia muy notable entre el
-individuo de la primera y el individuo de las otras; vi, sinti en el
-hombre europeo algo de ms noble, de ms independiente que no hallaba
-ni en el griego ni en el romano; era menester sealar el origen de esta
-diferencia, y no era poco trabajosa la tarea para la posicin en que se
-encontraba el historiador filsofo. Ya al echar una ojeada sobre los
-varios elementos de la civilizacin europea, se le haba presentado la
-Iglesia como uno de los ms poderosos, como uno de los ms influyentes
-en la organizacin social, y en el impulso que hizo marchar el
-mundo hacia un porvenir grande y venturoso; ya lo haba reconocido
-expresamente as, y tributado un testimonio la verdad, con aquellos
-rasgos magnficos que trazar sabe su elocuente pluma; y querase ahora
-que, para explicar el fenmeno que llamaba su atencin, recurriese
-tambin al Cristianismo, la Iglesia? Eso hubiera sido dejarla
-sola en la grande obra de la civilizacin, y M. Guizot toda costa
-quera sealarle coadjutores; por esta causa fija sus miradas sobre
-las hordas brbaras; y en la frente adusta, en la fisonoma feroz,
-en el mirar inquieto y fulminante del hijo de las selvas, pretende
-descubrir el tipo, algo tosco s, pero no menos verdadero, de la noble
-independencia, de la elevacin y dignidad, que lleva rasgueadas en su
-frente el individuo europeo.
-
-Aclarada ya la naturaleza del misterioso individualismo de los
-germanos, y demostrado tambin que, lejos de ser un elemento de
-civilizacin, lo era de desorden y barbarie, falta ahora examinar cul
-es la diferencia que media entre la civilizacin europea y las dems
-con respecto al sentimiento de dignidad independencia que anima al
-individuo; falta determinar punto fijo cules son las modificaciones
-que en Europa ha tomado un sentimiento, el cual, como vimos ya, mirado
-en s, es comn todos los hombres.
-
-En primer lugar, carece de fundamento lo que afirma M. Guizot: que
-_el sentimiento de independencia personal, ese anhelo de libertad que
-agita los corazones sin otro fin ni objeto que el de complacerse, fuese
-caracterstico de los brbaros, y desconocido entre los romanos_.
-Claro es que, al entablarse semejante comparacin, no puede entenderse
-del sentimiento en su estado de bravura y ferocidad, pues que esto
-equivaldra decirnos que los pueblos civilizados no podan tener el
-carcter distintivo de la barbarie; pero, si le despojamos de esta
-circunstancia, hallbase, y muy vivo, no slo entre los romanos, sino
-tambin entre los pueblos ms famosos de la antigedad.
-
-Cuando en las civilizaciones antiguas, dice M. Guizot, hace algn
-papel la libertad, debe entenderse de la libertad poltica, de
-la libertad del ciudadano; sta era la que le mova, la que le
-entusiasmaba, no su libertad personal; perteneca una asociacin, y
-por una asociacin estaba pronto sacrificarse. Sin que sea menester
-negar que haba ese espritu de consagrarse una asociacin, y con
-algunas particularidades notables, que ms abajo me propongo explicar,
-pudese afirmar, no obstante, que el deseo de _la libertad personal,
-con el solo fin y objeto de complacerse_, quizs era entre ellos
-ms vivo que entre nosotros; si no, qu buscaban los fenicios, los
-griegos isleos y asiticos, y los cartagineses, cuando emprendan
-sus navegaciones, que, para el atraso de aquellos tiempos, eran tan
-osadas y peligrosas como las de nuestros ms intrpidos marinos?
-Era acaso por _sacrificarse una asociacin_, cuando slo ansiaban
-descubrir nuevas playas donde pudiesen amontonar plata y oro, y
-todo linaje de preciosidades? No los guiaba el anhelo de adquirir,
-de _complacerse_? Dnde est la asociacin? Dnde se la divisa?
-Vemos acaso otra cosa que el individuo con sus pasiones, con sus
-gustos, con su afn de satisfacerlos? Y los griegos, esos griegos
-tan muelles, tan voluptuosos, tan sedientos de placer, no tenan
-vivsimo el sentimiento de su _libertad personal_, de poder vivir con
-amplia libertad, con el _solo fin y objeto de complacerse_? Sus poetas
-cantando el nctar y los amores, sus libres cortesanas recibiendo los
-obsequios de los hombres ms famosos, y haciendo olvidar los sabios
-la mesura y gravedad filosficas, y el pueblo celebrando sus fiestas
-en medio de la disolucin ms espantosa, era todo esto un sacrificio
-que se haca en las aras de la asociacin? Tampoco haba aqu el
-individualismo, el afn de _complacerse_?
-
-Por lo que toca los romanos, si se hablase de lo que se llama bellos
-tiempos de la repblica, no fuera quizs tan fcil ofrecer pruebas de
-lo que estamos manifestando; pero cabalmente se trata de los romanos
-del imperio, de los romanos que vivan en la poca de la irrupcin
-de los brbaros; de esos romanos tan sedientos de _complacerse_, y
-tan devorados de esa fiebre de que tan negros cuadros nos conserva la
-historia. Sus soberbios palacios, sus magnficas quintas, sus regalados
-baos, sus esplndidos cenculos, sus mesas opparas, sus lujosos
-trajes, su disipacin voluptuosa, no muestran acaso al individuo,
-que, sin pensar en la asociacin que pertenece, trata tan slo de
-lisonjear sus pasiones y caprichos, viviendo con la mayor comodidad,
-regalo y esplendor posibles; que no cuida de otra cosa que de solazarse
-con sus amigos, de mecerse blandamente en los brazos del placer, de
-satisfacer todos sus caprichos, de saciar todas sus pasiones, que todo
-lo ha olvidado, que en nada piensa, sino en que tiene un corazn que
-ansa por complacerse y gozar?
-
-No es fcil tampoco atinar por qu M. Guizot atribuye exclusivamente
- los brbaros _el placer de sentirse hombre, el sentimiento de su
-personalidad, de la espontaneidad humana en su libre desarrollo_. Y
-podemos creer que de tales sentimientos carecieran los vencedores
-de Maratn y de Platea, los pueblos que tantos monumentos nos han
-legado que inmortalizan sus nombres? Cuando en las bellas artes, en
-las ciencias, en la oratoria, en la poesa, brillaban por doquiera
-hermossimos rasgos de genio, no exista el _placer de sentirse
-hombre_, no se tena _el sentimiento y poder del libre desarrollo en
-todas las facultades_? Y en una sociedad donde tan apasionadamente
-se amaba la gloria, como suceda entre los romanos, que puede
-presentarnos hombres como Cicern y Virgilio; en una sociedad donde
-pudieron escribirse las valientes plumadas de Tcito, esas plumadas
-que la distancia de diez y nueve siglos hacen retemblar todava los
-corazones generosos; all no haba el _placer de sentirse hombre, no
-haba el orgullo de comprender su dignidad, no haba el sentimiento
-de la espontaneidad humana en su libre desarrollo_? Cmo es posible
-concebir que en esta parte se aventajasen los brbaros del Norte los
-griegos y romanos?
-
- qu semejantes paradojas? qu semejante trastorno y confusin de
-ideas? Qu valen las palabras, por brillantes que sean, cuando nada
-significan? Qu valen las observaciones, por delicadas que parezcan,
-cuando el entendimiento la primera ojeada descubre en ellas la
-inexactitud y la vaguedad, y, examinndolas fondo, las encuentra
-llenas de incoherencias y de absurdos?
-
-
-
-
-CAPITULO XXII
-
-
-Si profundizamos la cuestin que se agita, si no nos dejamos llevar
-hasta el error y la extravagancia por la mana de pasar plaza de
-pensadores profundos y de observadores muy delicados, si hacemos uso
-de una recta y templada filosofa, fundada en los hechos que nos
-suministra la historia, echaremos de ver que la diferencia capital
-entre nuestra civilizacin y las antiguas, con respecto al individuo,
-consista en que el _hombre, como hombre_, no era estimado en lo que
-vale. No faltaban ni el _sentimiento de independencia personal_, ni
-el anhelo de _complacerse y gozar, ni cierto orgullo de sentirse
-hombre_: el defecto no estaba en el corazn, sino en la cabeza. Lo que
-faltaba, s, era la comprensin de toda la dignidad del hombre, era el
-alto concepto que de nosotros mismos nos ha dado el Cristianismo, al
-paso que con admirable sabidura nos ha manifestado tambin nuestras
-flaquezas; lo que faltaba, s, las sociedades antiguas, lo que ha
-faltado y faltar todas en las que no reine el Cristianismo, era
-ese respeto, esa consideracin de que entre nosotros est rodeado
-un individuo, un _hombre slo por ser hombre_. Entre los griegos el
-griego lo es todo; los extranjeros, los brbaros, no son nada; en
-Roma el ttulo de ciudadano romano hace al hombre; quien carece de
-ese ttulo, es nada. En los pases cristianos, si nace una criatura
-deforme privada de algn miembro, excita la compasin, es objeto
-de ms tierna solicitud, bstale para ello el ser hombre, y, sobre
-todo, hombre desgraciado; entre los antiguos era mirada una criatura
-as como cosa intil, despreciable, y, en ciertas ciudades, como por
-ejemplo en Lacedemonia, estaba prohibido alimentarla, y por orden de
-los magistrados encargados de la polica de los nacimientos horror
-causa decirlo! era arrojada una sima. Era un hombre; pero esto qu
-importaba? Era un hombre que para nada poda servir, y una sociedad
-sin entraas no quera imponerse la carga de mantenerle. Lase
-Platn (_Lib. 5 de Rep._), Aristteles (_Pol._, lib. 7, c. 15 y
-16), y se ver los medios crueles que saban excogitar esos filsofos
-para precaver el excesivo progreso que ha hecho la sociedad bajo la
-influencia del Cristianismo, en todo lo que dice relacin al hombre.
-
-Los juegos pblicos, esas horrendas escenas en que moran centenares
-los hombres, para divertir un concurso desnaturalizado, no son un
-elocuente testimonio de cun en poco era tenido el hombre, pues que tan
-brbaramente se le sacrificaba por motivos los ms livianos?
-
-El derecho del ms fuerte estaba terriblemente practicado por los
-antiguos, y sta es una de las causas que debe atribuirse esa
-absorcin, por decirlo as, en que vemos al individuo con respecto
-la sociedad. La sociedad era fuerte, el individuo era dbil; y as la
-sociedad absorba al individuo, se arrogaba sobre l cuantos derechos
-puedan imaginarse; y, si alguna vez serva de embarazo, poda estar
-seguro de ser aplastado con mano de hierro. Al leer el modo con que
-explica M. Guizot esta particularidad de las civilizaciones antiguas,
-no parece sino que en ellas haba un patriotismo desconocido, entre
-nosotros, patriotismo que, llevado hasta la exageracin, y no andando
-acompaado del sentimiento de independencia personal, produca esa
-especie de absorcin individual, ese anonadamiento del individuo
-en presencia de la sociedad. Si hubiese reflexionado ms fondo
-sobre esta materia, habra alcanzado fcilmente que no estribaba la
-diferencia en que unos hombres tuvieran unos sentimientos de que
-carezcan los otros, sino en que se ha verificado una revolucin inmensa
-en las ideas, en que el individuo, el hombre, es tenido en mucho,
-cuando entonces era tenido en nada; y de aqu no era difcil inferir
-que las mismas diferencias que se notasen en los sentimientos, deban
-tener su origen en la diferencia de las ideas.
-
-En efecto, no es extrao que, viendo el individuo cun en poco era
-tenido por s mismo, viendo el poder ilimitado que sobre l se arrogaba
-la sociedad, y que sirviendo de estorbo era pulverizado, nada extrao
-es que l mismo se formase de la sociedad y del poder pblico una
-idea exagerada, que se anonadase en su corazn ante ese coloso que le
-infunda miedo, y que, lejos de mirarse como miembro de una asociacin,
-cuyo objeto era la seguridad y la felicidad de todos los individuos, y
-para cuyo logro era indispensable por parte de stos el resignarse
-algunos sacrificios, se considerase antes bien como una cosa consagrada
- esta asociacin, y en cuyas aras deba ofrecerse en holocausto sin
-reparos de ninguna clase. sta es la condicin del hombre: cuando un
-poder obra sobre l por mucho tiempo en accin ilimitada, se indigna
-contra este poder y le rechaza con violencia, bien se humilla, se
-abate, se anonada ante aquella fuerza cuya accin prepotente le doblega
-y aterra. Vase si es ste el contraste que sin cesar nos ofrecen las
-sociedades antiguas: la ms ciega sumisin, el anonadamiento, de una
-parte, y, de otra, el espritu de insubordinacin, de resistencia,
-manifestado en explosiones terribles. As, y slo as, es posible
-comprender cmo unas sociedades en que la agitacin y las turbulencias
-eran, por decirlo as, el estado normal, nos presentan ejemplos tan
-asombrosos como Lenidas pereciendo con sus trescientos lacedemonios en
-el paso de las Termpilas, Scvola con la mano en el brasero, Rgulo
-volvindose Cartago para padecer y morir, y Marco Curcio arrojndose
-armado en la insondable sima abierta en medio de Roma.
-
-Todo esto, que primera vista pudiera parecer inconcebible, se aclara
-perfectamente cotejndolo con lo acontecido en las revoluciones de
-los tiempos modernos. Trastornos terribles han desquiciado algunas
-naciones; la lucha de las ideas intereses, trayendo consigo el calor
-de las pasiones, acarre por algunos intervalos, ms menos duraderos,
-el olvido de las verdaderas relaciones sociales: y qu sucedi? Que,
-al paso que se proclamaba una libertad sin lmites, y se ponderaban sin
-cesar los derechos del individuo, levantbase en medio de la sociedad
-un poder terrible, que, concentrando en su mano toda la fuerza pblica,
-la descargaba del modo ms inhumano sobre el individuo. En esas pocas
-resucitaba en toda su fuerza la formidable mxima del _salus populi_
-de los antiguos, pretexto de tantos y tan horrendos atentados; y, por
-otra parte, se vea renacer aquel patriotismo frentico y feroz, que
-los hombres superficiales admiran en los ciudadanos de las antiguas
-repblicas.
-
-Cosa notable! Algunos escritores haban prodigado desmedidos elogios
- los antiguos, y sobre todo los romanos; parece que tenan vivos
-deseos de que la civilizacin moderna se amoldase la antigua;
-hicironse locas tentativas, se atac con inaudita violencia la
-organizacin social existente, procurse con ahinco que perecieran,
- al menos se sofocaran, las ideas cristianas sobre el individuo y
-la sociedad, se pidieron inspiraciones las sombras de los antiguos
-romanos, y en el brevsimo plazo que dur el ensayo, vironse tambin,
-cual en la antigua Roma, rasgos admirables de fortaleza, de valor,
-de patriotismo, contrastando de un modo horroroso con inauditas
-crueldades, con horrendos crmenes; y en medio de una nacin grande y
-generosa, vironse aparecer de nuevo con espanto de la humanidad los
-sangrientos espectros de Mario y Sila. Tanta verdad es que el hombre
-es el mismo por todas partes, y que un mismo orden de ideas viene, al
-fin, engendrar un mismo orden de hechos. Que desaparezcan la ideas
-cristianas, que las ideas antiguas recobren su fuerza, y veris que el
-mundo nuevo se parecer al mundo viejo.
-
-Felizmente para la humanidad, esto es imposible; todos los ensayos
-hechos hasta ahora para lograr tan funesto efecto han sido y debido
-ser poco duraderos; lo propio suceder en adelante; pero la pgina
-ensangrentada que dejan en la historia de la humanidad tan criminales
-tentativas, ofrece un rico caudal de reflexiones al observador filsofo
-para conocer fondo las delicadas ntimas relaciones de las ideas
-con los hechos, para contemplar en su desnudez la vasta trama de
-la organizacin social, y apreciar en su justo valor la influencia
-benfica nociva de las varias religiones y sistemas filosficos.
-
-Las pocas de revolucin, es decir, aquellas pocas tempestuosas en
-que se hunden los gobiernos unos tras otros, como edificios cimentados
-sobre un terreno volcanizado, llevan todas ese carcter que las
-distingue: _el predominio de los intereses del poder pblico sobre
-todos los intereses privados_. Nunca es ms flaco ese poder, nunca es
-menos duradero; pero nunca es ms violento, ms frentico; todo lo
-sacrifica su seguridad su venganza; la sombra de sus enemigos
-le persigue y le hace estremecer todas horas; su propia conciencia
-le atormenta y no le deja descanso; la debilidad de su organizacin y
-la movilidad de su asiento le advierten cada paso de la proximidad
-de su cada, y en su impotente desesperacin se agita y se revuelve
-convulsivo, como un moribundo que expira entre padecimientos atroces.
-Qu es entonces sus ojos la vida de los ciudadanos, si esta vida
-puede inspirarle la ms leve, la ms remota sospecha? Si con la sangre
-de millares de vctimas puede alcanzar algunos momentos de seguridad,
-si puede prolongar por algunos das ms su existencia: perezcan, dice,
-perezcan mis enemigos; as lo exige la seguridad del Estado; es decir,
-la ma.
-
-Y de dnde tanto frenes? de dnde tanta crueldad? Sabis de dnde?
-La causa est en que, derribado el gobierno antiguo por medio de la
-fuerza, y entronizado otro en su lugar, apoyado slo en la fuerza, la
-idea del derecho ha desaparecido de la regin del poder, la legitimidad
-no le escuda, su misma novedad le muestra como de poco valer, y le
-augura escasa duracin; y, falto de razn y de justicia, y vindose
-precisado invocarlas para sostenerse, las busca en la misma necesidad
-de un poder, en esa necesidad social que est siempre patente; proclama
-que la salud del pueblo es la suprema ley, y entonces la propiedad, la
-vida del individuo son nada, se aniquilan completamente la vista de
-un espectro sangriento, que se levanta en el centro de la sociedad, y
-que, armado con la fuerza, y rodeado de satlites y de cadalsos dice:
-yo soy el poder pblico, m me est confiada la salud del pueblo, yo
-soy el que vela por los intereses de la sociedad.
-
-Y sabis lo que acontece entonces con esa falta absoluta de respeto
-al individuo, con ese completo aniquilamiento del hombre ante el poder
-aterrador que se pretende representante de la sociedad? Sucede que
-renace el sentimiento de asociacin en diferentes sentidos; pero no un
-sentimiento dirigido por la razn y por miras benficas y previsoras,
-sino un sentimiento ciego, instintivo, que lleva los hombres no
-quedarse solos, sin defensa, en medio del campo de batalla y asechanzas
-en que se ha convertido la sociedad; que los conduce unirse, para
-sostener al poder, si, arrastrados por el torbellino de la revolucin,
-se han identificado con l y le miran como su nico resguardo y
-defensa contra los enemigos que les amenazan, para derribarle, si,
-arrojados por una otra causa las filas contrarias, le contemplan
-como su enemigo ms capital, y la fuerza de que dispone, como una
-espada levantada de continuo sobre sus cabezas. Entonces se verifica
-que los hombres pertenecen una asociacin, estn consagrados
-una asociacin, y por esta asociacin estn prontos sacrificarse;
-porque no pueden vivir solos, porque conocen, sienten al menos
-instintivamente, que el individuo es nada, porque, rotos todos los
-diques que mantenan el orden social, no le queda al individuo aquella
-esfera tranquila donde poda vivir sosegado, independiente, seguro de
-que un poder, fundado en la legitimidad y guiado por la razn y la
-justicia, velaba por la conservacin del orden pblico y por el respeto
-de los derechos del individuo. Entonces los medrosos tiemblan y se
-humillan, y empiezan representar la primera escena de la esclavitud,
-donde el oprimido besa la mano opresora, donde la vctima adora al
-verdugo; los ms audaces, se resisten y pelean, se buscan y reunen
-en las sombras, preparando explosiones terribles; nadie pertenece
- s mismo; el individuo se siente absorbido por todas partes,
-por la fuerza que oprime, por la fuerza que conspira; porque slo
-la justicia es el numen tutelar de los individuos; y, cuando ella
-desaparece, no son ms que imperceptibles granos de arena arrebatados
-por el huracn, gotas de agua confundidas en las oleadas de una
-tormenta.
-
-Concebid sociedades donde no reine ese frenes que nunca puede ser
-duradero, pero que, sin embargo, no posean las verdaderas ideas sobre
-los derechos y deberes del individuo y del poder pblico; sociedades
-donde se encuentren como divagando al acaso algunas nociones sobre esos
-puntos cardinales, pero inciertas, obscuras, imperfectas, ahogadas en
-la atmsfera de mil preocupaciones y errores, donde bajo esa influencia
-se haya organizado un poder pblico, con estas aquellas formas, pero
-que al fin haya llegado solidarse por la fuerza del hbito, y por
-falta de otro mejor que satisfaga las necesidades ms urgentes de la
-sociedad; y entonces habris concebido las sociedades antiguas, mejor
-diremos, las sociedades sin el Cristianismo; entonces concebiris
-el anonadamiento del individuo ante la fuerza del poder pblico, sea
-bajo el despotismo asitico, sea bajo la turbulenta democracia de las
-antiguas repblicas. Es lo mismo que habris podido observar en las
-sociedades modernas en las pocas de revolucin; slo que en estas
-sociedades es pasajero y estrepitoso ese mal, cual los estragos de
-una tempestad; pero en las antiguas era su estado normal, como una
-atmsfera viciada, que afecta y daa sin cesar los que viven en ella.
-
-Si examinamos la causa de dos fenmenos tan encontrados, como son,
-la exaltacin patritica de los antiguos griegos y romanos, y la
-postracin y abatimiento poltico en que yacan otros pueblos, y en que
-yacen todava aquellos donde no domina el Cristianismo; si buscamos
-la raz de esa abnegacin individual que se descubre en el fondo de
-dos sentimientos tan opuestos; si investigamos cul es la causa de que
-no se encuentre ni en unos ni en otros ese desarrollo individual que
-se observa en Europa, acompaado de un patriotismo razonable, pero
-que no sofoca el sentimiento de una legtima independencia personal;
-encontraremos una muy poderosa en que el hombre no se conoca s
-mismo, no saba bien lo que era; y que sus verdaderas relaciones con la
-sociedad eran miradas al travs de mil preocupaciones y errores, y, por
-consiguiente, mal comprendidas.
-
- la luz de estas observaciones se echa de ver que la admiracin por el
-patritico desprendimiento, por la heroica abnegacin de los antiguos,
-se ha llevado quizs demasiado lejos; y que tanto distan esas calidades
-de revelar en ellos una mayor perfeccin individual, una elevacin de
-alma superior la de los hombres de los tiempos modernos, que antes
-bien podran indicar ideas menos altas que las nuestras, sentimientos
-menos independientes que los nuestros. Y qu, no conciben, acaso,
-algunos ciegos admiradores de los antiguos cmo pueden sostenerse
-tan extraas aserciones? Entonces les dir que admiren tambin las
-mujeres de la India al arrojarse tranquilas la hoguera despus de
-la muerte de sus maridos; que admiren al esclavo que se da la muerte
-porque no puede sobrevivir su dueo; y entonces notarn que la
-abnegacin personal no es siempre seal infalible de elevacin de alma,
-sino que veces puede ser el resultado de no conocer toda la dignidad
-propia, de imaginarse consagrado otro ser, absorbido por l, de mirar
-la propia existencia como una cosa secundaria, sin ms objeto que el de
-servir otra existencia.
-
-Y no queremos, no, rebajar en nada el mrito que los antiguos
-legtimamente pertenezca; no queremos, no, deprimir su herosmo en
-lo que tenga de justo y de laudable; no queremos, no, atribuir los
-modernos un individualismo egosta que les impida el sacrificarse
-individualmente por su patria: tratamos nicamente de sealar cada
-cosa su justo lugar, disipando preocupaciones hasta cierto punto
-excusables, pero que no dejan de falsear lastimosamente los principales
-puntos de vista de la historia antigua y moderna.
-
- ese anonadamiento del individuo, que notamos en los antiguos,
-contribuan tambin la escasez y la imperfeccin de su desarrollo
-moral, la falta de reglas en que se hallaba con respecto su direccin
-propia, por cuyo motivo la sociedad se entrometa en todas sus cosas,
-como si la razn pblica hubiese querido suplir el defecto de la razn
-privada. Si bien se observa, se notar que, aun en los pases en que
-meta ms ruido la libertad poltica, era harto desconocida la libertad
-civil; de manera que, mientras los ciudadanos se lisonjeaban de ser
-muy libres porque podan tomar parte en las deliberaciones de la plaza
-pblica, eran privados de aquella libertad que ms de cerca interesa
-al hombre, cual es, la que ahora se denomina civil. Podemos formar
-concepto de las ideas y costumbres de los antiguos sobre este punto,
-leyendo uno de sus ms clebres escritores polticos: Aristteles.
-Ntase en los escritos de este filsofo que apenas acertaba ver otro
-ttulo que hiciera digno del nombre de ciudadano que el tomar parte en
-el gobierno de la repblica; y estas ideas, que pudieran parecer muy
-democrticas, muy propsito para extender los derechos de la clase
-ms numerosa, y que quizs algunos creeran dimanadas de la exageracin
-de la dignidad del hombre, se hermanaban muy bien en su mente con un
-profundo desprecio del mismo hombre, con el sistema de vincular en
-un reducido nmero todos los honores y consideraciones, condenando
-al abatimiento y la nulidad, nada menos que todos los labradores,
-artesanos y mercaderes. (_Pol._ L. 7, c. 9 y 12. L. 8, c. 1 y 2, L.
-3, c. 1.) Ya se ve que esto supona ideas muy peregrinas sobre el
-individuo y la sociedad, y confirma ms y ms lo que he dicho arriba
-sobre el origen de las extraezas, por no decir monstruosidades, que
-nos admiran en las repblicas antiguas. Lo repetir, porque conviene
-mucho no olvidarlo: una de las principales races del mal, era la
-falta de conocimiento del hombre, era el poco aprecio de su dignidad
-en cuanto hombre, era que el individuo estaba escaso de reglas para
-dirigirse s mismo y para conciliarse la estimacin; en una palabra,
-era que faltaban las luces cristianas que deban esclarecer el caos.
-
-Tan profundamente se ha grabado en el corazn de las sociedades
-modernas ese sentimiento de la dignidad del hombre, con tales
-caracteres se halla escrita por doquiera la verdad de que el hombre,
-ya por solo este ttulo, es muy respetable, muy digno de alta
-consideracin, que aquellas escuelas que se han propuesto realzar al
-individuo, aunque sea con inminente riesgo de un espantoso trastorno
-en la sociedad, toman siempre por tema de su enseanza, esa dignidad,
-esa nobleza, distinguindose sobremanera de los antiguos demcratas,
-en que stos se agitaban en un crculo reducido, mezquino, sin pasar
-ms all de un cierto orden de cosas, sin extender su vista fuera de
-los lmites del propio pas; cuando en el espritu de los demcratas
-modernos se nota un anhelo de invasin en todos los ramos, un ardor de
-provocacin que abarca todo el mundo: nunca invocan nombres pequeos;
-_el hombre, su razn, sus derechos imprescriptibles_: he aqu sus
-temas. Preguntadles qu quieren, y os dirn que quieren pasar el nivel
-sobre todas las cabezas, para defender la santa causa de la humanidad.
-Esta exageracin de ideas, motivo y pretexto de tantos trastornos
-y crmenes, nos revela un hecho precioso, cual es, el progreso
-inmenso que las ideas sobre la dignidad de nuestra naturaleza ha
-comunicado el Cristianismo, pues que en las sociedades que le deben su
-civilizacin, cuando se trata de extraviarlas, no se encuentra medio
-ms propsito que el invocar esa dignidad.
-
-Como la religin cristiana es altamente enemiga de todo lo criminal,
-y no poda consentir que, nombre de defender y realzar la dignidad
-humana, se trastornase la sociedad, muchos de los ms ardientes
-demcratas se han desatado en injurias y sarcasmos contra la religin;
-pero, como tambin la historia est diciendo muy alto que todo cuanto
-se sabe y se siente de verdadero, de justo y de razonable sobre este
-punto, es debido la religin cristiana, se ha tanteado ltimamente
-si se podra hacer una monstruosa alianza entre las ideas cristianas y
-lo ms extravagante de las democrticas: un hombre demasiado clebre
-se ha encargado del proyecto; pero el verdadero Cristianismo, es
-decir, el Catolicismo, rechaza esas monstruosas alianzas, y no conoce
- sus ms insignes apologistas, as que llegan desviarse del camino
-sealado por la eterna verdad. El abate de Lamennais vaga ahora por las
-tinieblas del error abrazado con una mentida sombra de Cristianismo;
-y el supremo Pastor de la Iglesia ha levantado ya su augusta voz para
-prevenir los fieles contra las ilusiones con que podra deslumbrarnos
-un nombre por tantos ttulos ilustre.
-
-
-
-
-CAPITULO XXIII
-
-
-Si, entendiendo el individualismo en un sentido justo y razonable; si,
-tomando el sentimiento de la independencia personal en una acepcin,
-que ni repugne la perfeccin del individuo, ni est en lucha con los
-principios constitutivos de toda sociedad, queremos hallar otras causas
-que hayan infludo en el desarrollo de ese sentimiento, aun pasando
-por alto una de las principales, sealada ya ms arriba, cual es, la
-verdadera idea del hombre y de sus relaciones con sus semejantes,
-encontraremos todava en las mismas entraas del Catolicismo, algunas
-sobremanera dignas de llamar la atencin. M. Guizot se ha equivocado
-grandemente cuando ha pretendido equiparar los fieles con los
-antiguos romanos en punto falta del sentimiento de independencia
-personal; nos pinta al individuo fiel como absorbido por la asociacin
-de la Iglesia, como enteramente consagrado ella, como pronto
-sacrificarse por ella; de manera que lo que haca obrar al fiel, eran
-los intereses de la asociacin. En esto hay un error; pero, como lo que
-ha dado quizs ocasin este error, es una verdad, menester se hace
-deslindar los objetos con mucho cuidado.
-
-Es indudable que desde la cuna del Cristianismo fueron los fieles
-sumamente adictos la Iglesia, y que siempre se entendi que dejaba de
-ser contado en el nmero de los verdaderos discpulos de Jesucristo el
-que se apartase de la comunin de la Iglesia. Es indudable tambin que
-tenan los fieles, como dice M. Guizot, un vivo apego la Iglesia,
-un rendido acatamiento sus leyes, un fuerte empeo de extender su
-imperio; pero no es verdad que obrase en el fondo de todos estos
-sentimientos, como causa de ellos, el solo espritu de asociacin, y
-que esto excluyese el desarrollo del verdadero individualismo. El fiel
-perteneca una asociacin, pero esta asociacin l la miraba como
-un medio de alcanzar su felicidad eterna, como una nave en que andaba
-embarcado entre las borrascas de este mundo para llegar salvo al puerto
-de la eternidad; y, si bien crea imposible el salvarse fuera de ella,
-no se entenda consagrado ella, sino Dios. El romano estaba pronto
- sacrificarse por su patria; el fiel, por su fe; cuando el romano
-mora, mora por su patria; pero, cuando el fiel mora, no mora por
-la Iglesia, sino que mora por su Dios. branse los monumentos de la
-Historia eclesistica, lanse las actas de los mrtires, y vase lo que
-suceda en aquel lance terrible, en que el Cristianismo manifestaba
-todo lo que era; en que, la vista de los potros, de las hogueras y
-de los ms horrendos suplicios, se manifestaba en toda su verdad el
-resorte que obraba en el corazn del fiel. Les pregunta el juez su
-nombre; lo declaran, y manifiestan que son cristianos: se les invita
- que sacrifiquen los dioses: nosotros no sacrificamos sino un
-solo Dios, criador del cielo y de la tierra; se les echa en cara como
-ignominioso el seguir un hombre que fu clavado en cruz; ellos tienen
- mucha honra la ignominia de la cruz, y proclaman altamente que el
-crucificado es su Salvador y su Dios: se les amenaza con los tormentos;
-los desprecian porque son pasajeros, y se regocijan de que puedan
-sufrir algo por Jesucristo: la cruz del suplicio est ya aparejada,
- la hoguera arde su vista, el verdugo tiene levantada el hacha
-fatal que ha de cortarles la cabeza; nada les importa, esto es un
-instante, y en pos viene una nueva vida, una felicidad inefable, y sin
-fin. chase de ver en todo esto que lo que mova el corazn del fiel,
-eran el amor de su Dios y el inters de la felicidad eterna; y que,
-por consiguiente, es falso y muy falso que el fiel se pareciese los
-antiguos republicanos, anonadando su individuo ante la asociacin que
-perteneca, y dejando que en ella se absorbiese su persona como una
-gota de agua en la inmensidad del Ocano. El individuo fiel perteneca
- una asociacin que le daba la pauta de su creencia y la norma de
-su conducta: esta asociacin la miraba como fundada y dirigida por
-el mismo Dios; pero su mente y su corazn se elevaban hasta el mismo
-Dios, y, cuando escuchaba la voz de la Iglesia, crea tambin hacer su
-negocio propio, individual, nada menos que el de su felicidad eterna.
-
-El deslinde que se acaba de hacer era muy necesario en esta materia,
-donde son tan varias y delicadas las relaciones, que la ms ligera
-confusin puede conducir errores de monta, haciendo, de otra parte,
-perder de vista un hecho recndito y preciossimo, que arroja mucha
-luz para estimar debidamente las causas del desarrollo y perfeccin
-del individuo en la civilizacin cristiana. Necesario como es un orden
-social al que est sometido el individuo, conviene, sin embargo, que
-ste no sea de tal modo absorbido por aqul, de manera que slo se le
-conciba como parte de la sociedad, sin que tenga una esfera de accin
-que pueda considerrsele como propia. no ser as, no se desarrollar
-jams de un modo cabal la verdadera civilizacin, la que, consistiendo
-en la perfeccin simultnea del individuo y de la sociedad, no puede
-existir no ser que tanto sta como aqul tengan sus rbitas de tal
-manera arregladas, que el movimiento que se hace en la una, no embargue
-ni embarace el de la otra.
-
-Previas esas reflexiones, sobre las que llamo muy particularmente la
-atencin de todos los hombres pensadores, observar lo que quizs no se
-ha observado todava, y es, que el Cristianismo contribuy sobremanera
- crear esa esfera individual en que el hombre, sin quebrantar los
-lazos que le unen la sociedad, desenvuelve todas sus facultades.
-De la boca de un apstol salieron aquellas generosas palabras que
-encierran nada menos que una severa limitacin del poder poltico,
-que proclaman nada menos que este poder no debe ser reconocido por el
-individuo, cuando se propasa exigirle lo que ste cree contrario su
-conciencia: _Obedire oportet Deo magis quam hominibus_. (_Act._, c.
-5, v. 29.) _Primero se ha de obedecer Dios que los hombres._ Los
-cristianos fueron los primeros que dieron el grandioso ejemplo de que
-individuos de todos pases, edades, sexos y condiciones, arrostrasen
-toda la clera del poder y todo el furor de las pasiones populares,
-antes de pronunciar una palabra que los manifestase desviados de los
-principios que profesaban en el santuario de su conciencia: y esto no
-con las armas en la mano, no en conmociones populares donde pudiesen
-despertarse las pasiones fogosas que comunican al alma una energa
-pasajera; sino en medio de la soledad y lobreguez de los calabozos, en
-la aterradora calma de los tribunales, es decir, en aquella situacin
-en que el hombre se encuentra solo, aislado, y en que el mostrar
-fortaleza y dignidad revela la accin de las ideas, la nobleza de los
-sentimientos, la firmeza de una conciencia inalterable, el grandor del
-alma.
-
-El Cristianismo fu quien grab fuertemente en el corazn del hombre,
-que el individuo tiene sus deberes que cumplir, aun cuando se
-levante contra l el mundo entero; que el individuo tiene un destino
-inmenso que llenar, y que es para l un negocio propio, enteramente
-propio, y cuya responsabilidad pesa sobre su libre albedro. Esta
-importante verdad, sin cesar inculcada por el Cristianismo todas las
-edades, sexos y condiciones, ha debido de contribuir poderosamente
- despertar en el hombre un sentimiento vivo de su personalidad, en
-toda su magnitud, en todo su inters, y combinndose con las dems
-inspiraciones del Cristianismo, llenas todas de grandor y dignidad,
-ha levantado el alma humana del polvo en que la tenan sumida la
-ignorancia, las ms groseras supersticiones, y los sistemas de
-violencia que la opriman por todas partes. Como extraas y asombrosas
-sonaran sin duda los odos de los paganos las valientes palabras de
-Justino, que expresaban nada menos que la disposicin de nimo de la
-generalidad de los fieles, cuando en su Apologa dirigida Antonio Po
-deca: Como no tenemos puestas las esperanzas en las cosas presentes,
-despreciamos los matadores, mayormente siendo la muerte una cosa que
-tampoco se puede evitar.
-
-Esa admirable entereza, ese heroico desprecio de la muerte, esa
-presencia de nimo en el hombre, que, apoyado en el testimonio de su
-conciencia, desafa todos los poderes de la tierra, deba de influir
-tanto ms en el engrandecimiento del alma, cuanto no dimanaba de
-aquella fra impasibilidad estoica, que, sin contar con ningn motivo
-slido, se empeaba en luchar con la misma naturaleza de las cosas;
-sino que tena su origen en un sublime desprendimiento de todo lo
-terreno, en la profunda conviccin de lo sagrado del deber, y de que
-el hombre, sin cuidar de los obstculos que le oponga el mundo, debe
-marchar con firme paso al destino que le ha sealado el Criador. Ese
-conjunto de ideas y sentimientos comunicaba al alma un temple fuerte
-y vigoroso, que, sin rayar en aquella dureza feroz de los antiguos,
-dejaba al hombre en toda su dignidad, en toda su nobleza y elevacin. Y
-conviene notar que esos preciosos efectos no se limitaban un reducido
-nmero de individuos privilegiados, sino que, conforme al genio de
-la religin cristiana, se extendan todas las clases: porque la
-expansin ilimitada de todo lo bueno, el no conocer ninguna acepcin
-de personas, el procurar que resuene su voz hasta en los ms obscuros
-lugares, es uno de los ms bellos distintivos de esa religin divina.
-No se diriga tan slo las clases elevadas, ni los filsofos, sino
- la generalidad de los fieles, la lumbrera del frica, San Cipriano,
-cuando compendiaba en pocas palabras la grandeza del hombre, y
-rasgueaba con osada mano el alto temple en que debe mantenerse nuestra
-alma, sin aflojar jams. Nunca, deca, nunca admirar las obras
-humanas quien se conociere hijo de Dios. _Despase de la cumbre de su
-nobleza quien puede admirar algo que no sea Dios._ (_De Spectaculis._)
-Sublimes palabras que hacen levantar la frente con dignidad, que hacen
-latir el corazn con generoso bro, que, derramndose sobre todas las
-clases como un calor fecundo, hacan que el ltimo de los hombres
-pudiese decir lo que antes pareciera exclusivamente propio del mpetu
-de un vate:
-
- Os homini sublime dedit, coelumque tueri
- Iussit, et erectos ad sidera tullere vultus.
-
-El desarrollo de la vida moral, de la vida interior, de esa vida en que
-el hombre se acostumbra concentrarse sobre s mismo, dndose razn
-circunstanciada de todas sus acciones, de los motivos que las dirigen,
-de la bondad malicia que encierran, y del fin que le conducen, es
-debido principalmente al Cristianismo, su influjo incesante sobre
-el hombre en todos los estados, en todas las situaciones, en todos
-los momentos de su existencia. Con un desarrollo semejante de la
-vida individual, en todo lo que tiene de ms ntimo, de ms vivo
-interesante para el corazn del hombre, era incompatible esa absorcin
-del individuo en la sociedad, esa abnegacin ciega en que el hombre se
-olvidaba de s mismo para no pensar en otra cosa que en la asociacin
- que perteneca. Esa vida moral, interior, faltaba los antiguos,
-porque carecan de principios donde fundarla, de reglas para dirigirla,
-de inspiraciones con que fomentarla y nutrirla; y as observamos que en
-Roma, tan pronto como el elemento poltico fu perdiendo su ascendiente
-sobre las almas, gastndose el entusiasmo con las disensiones
-intestinas, y sofocndose todo sentimiento generoso con el insoportable
-despotismo que sucedi las ltimas turbulencias de la repblica, se
-desenvuelven rpidamente la corrupcin y la molicie ms espantosas;
-pues que la actividad del alma, consumida poco antes en los debates del
-foro, y en las gloriosas hazaas de la guerra, no encontrando pbulo
-en que cebarse, se abandona lastimosamente los goces materiales, con
-un desenfreno tal, que nosotros apenas acertamos concebir, pesar
-de la relajacin de costumbres de que con razn nos lamentamos. Por
-manera que entre los antiguos slo vemos dos extremos: un patriotismo
-llevado al ms alto punto de exaltacin, una postracin completa
-de las facultades de una alma, que se abandona sin tasa cuanto le
-sugieren sus pasiones desordenadas: el hombre era siempre esclavo, de
-sus propias pasiones, de otro hombre, de la sociedad.
-
-Merced al enflaquecimiento de las creencias, acarreado por el
-individualismo intelectual en materias religiosas proclamado por el
-Protestantismo; merced al quebrantamiento del lazo moral con que reuna
- los hombres la unidad catlica, podemos observar en la civilizacin
-europea algunas muestras de lo que deba de ser entre los antiguos el
-hombre, falto como estaba de los verdaderos conocimientos sobre s
-mismo, y sobre su origen y destino. Pero, dejando para ms adelante
-el sealar los puntos de semejanza que se descubren entre la sociedad
-antigua y la moderna en aquellas partes donde se ha debilitado la
-influencia de las ideas cristianas, bstame por ahora observar que,
-si la Europa llegase perder completamente el Cristianismo, como
-lo han deseado algunos insensatos, no pasara una generacin, sin
-que renaciesen entre nosotros el individuo y la sociedad tales como
-estaban entre los antiguos, salvo, empero, las modificaciones que trae
-necesariamente consigo el diferente estado material de ambos pueblos.
-
-La libertad de albedro, altamente proclamada por el Catolicismo, y tan
-vigorosamente por l sostenida, no slo contra la antigua enseanza
-pagana, sino y muy particularmente contra los sectarios de todos
-tiempos, y en especial contra los fundadores de la llamada Reforma,
-ha sido tambin un poderoso resorte que ha contribudo ms de lo que
-se cree al desarrollo y perfeccin del individuo, y realzar sus
-sentimientos de independencia, su nobleza y su dignidad. Cuando el
-hombre llega considerarse arrastrado por la irresistible fuerza
-del destino, sujeto una cadena de acontecimientos en cuyo curso l
-no puede influir; cuando llega figurarse que las operaciones del
-alma, que parecen darle un vivo testimonio de su libertad, no son
-ms que una vana ilusin, desde entonces el hombre se anonada, se
-siente asimilado los brutos, no es ya el prncipe de los vivientes,
-el dominador de la tierra; es una rueda colocada en su lugar, y que
-mal de su grado ha de continuar ejerciendo sus funciones en la gran
-mquina del universo. Entonces el orden moral no existe; el mrito
-y el demrito, la alabanza y el vituperio, el premio y la pena son
-palabras sin sentido; el hombre goza sufre, s, pero la manera del
-arbusto, que, ora es mecido por el blando cfiro, ora azotado por el
-furioso aquiln. Muy al contrario sucede cuando se cree libre: l es
-el dueo de su destino; y el bien y el mal, la vida y la muerte estn
-ante sus ojos; puede escoger, y nada es capaz de violentarle en el
-santuario de su conciencia. El alma tiene all su trono, donde est
-sentada con dignidad, y el mundo entero bramando contra ella, y el orbe
-desplomndose sobre su frgil cuerpo, no pueden forzarla querer
-no querer. El orden moral en todo su grandor, en toda su belleza, se
-despliega nuestros ojos, y el bien se presenta con toda su hermosura,
-el mal con toda su fealdad, el deseo de merecer nos estimula, el de
-desmerecer nos detiene, y la vista del galardn que puede ser alcanzado
-con libre voluntad, y que est como suspendido al extremo de los
-senderos de la virtud, hace estos senderos ms gratos y apacibles, y
-comunica al alma actividad y energa. Si el hombre es libre, conserva
-un no s qu de ms grandioso y terrible, hasta en medio de su crimen,
-hasta en medio de su castigo, hasta en medio de la desesperacin del
-infierno. Qu es un hombre que ha carecido de libertad, y que, sin
-embargo, es castigado? qu significa ese absurdo, dogma capital de
-los fundadores del Protestantismo? Es una vctima miserable, dbil,
-en cuyos tormentos se complace una omnipotencia cruel, un Dios que ha
-querido criar para ver sufrir, un tirano con infinito poder, es decir,
-el ms horrendo de los monstruos. Pero, si el hombre es libre, cuando
-sufre, sufre porque lo ha merecido: y, si le contemplamos en medio
-de la desesperacin, sumido en un pilago de horrores, lleva en su
-frente la seal del rayo con que justamente le ha herido el Eterno; y
-parcenos oirle todava con su ademn altanero, con su mirada soberbia,
-cul pronuncia aquellas terribles palabras: _non serviam, no servir_.
-
-En el hombre, como en el universo, todo est enlazado maravillosamente,
-todas las facultades tienen sus relaciones, que, por delicadas, no
-dejan de ser ntimas, y el movimiento de una cuerda hace retemblar
-todas las otras. Necesario es llamar la atencin sobre esa mutua
-dependencia de nuestras facultades para prevenir la respuesta que
-quizs daran algunos, de que slo se ha probado que el Catolicismo
-ha debido de contribuir desenvolver al individuo en un sentido
-mstico: no, no; las reflexiones que acabo de presentar, prueban algo
-ms: prueban que al Catolicismo es debida la clara idea, el vivo
-sentimiento del orden moral en toda su grandeza y hermosura; prueban
-que al Catolicismo es debido lo que se llama conciencia propiamente
-tal; prueban que al Catolicismo es debido el que el hombre se crea con
-un destino inmenso cuyo negocio le es enteramente propio, y destino que
-est puesto en manos de su libre albedro; prueban que al Catolicismo
-es debido el verdadero conocimiento del hombre, el aprecio de su
-dignidad, la estimacin, el respeto que se le dispensan por el mero
-ttulo de hombre; prueban que el Catolicismo ha desenvuelto en nuestra
-alma los grmenes de los sentimientos ms nobles y generosos, puesto
-que ha levantado la mente con los ms altos conceptos, y ha ensanchado
-y elevado nuestro corazn, asegurndole una libertad que nadie le puede
-arrebatar, brindndole con un galardn de eternal ventura, pero dejando
-en su mano la vida y la muerte, hacindole en cierto modo rbitro de su
-destino. Algo ms que un mero misticismo es todo esto: es nada menos
-que el verdadero individualismo, el nico individualismo noble, justo,
-razonable; es nada menos que un conjunto de poderosos impulsos para
-llevar al individuo su perfeccin en todos sentidos; es nada menos
-que el primero, el ms indispensable, el ms fecundo elemento de la
-verdadera civilizacin.[1]
-
-
-
-
-CAPITULO XXIV
-
-
-Hemos visto lo que debe al Catolicismo el individuo; veamos ahora
-lo que le debe la familia. Claro es que, si el Catolicismo es quien
-ha perfeccionado al individuo, siendo ste el primer elemento de la
-familia, la perfeccin de ella deber ser tambin mirada como obra
-del Catolicismo; pero sin insistir en esta ilacin, quiero considerar
-el mismo lazo de familia, y para esto es menester llamar la atencin
-sobre la mujer. No recordar lo que era la mujer entre los antiguos,
-ni lo que es todava en los pueblos que no son cristianos; la
-historia, y aun ms la literatura de Grecia y Roma, nos daran de ello
-testimonios tristes, ms bien vergonzosos; y todos los pueblos de
-la tierra nos ofreceran abundantes pruebas de la verdad y exactitud
-de la observacin de Buchanan, de que, dondequiera que no reine el
-Cristianismo, hay una tendencia la degradacin de la mujer.
-
-Quizs el Protestantismo no quiera en esta parte ceder terreno al
-Catolicismo, pretendiendo que, por lo que toca la mujer, en nada ha
-perjudicado la Reforma la civilizacin europea. Pero, prescindiendo,
-por de pronto, de si el Protestantismo acarre en este punto algunos
-males, cuestin que se ventilar ms adelante, no puede al menos
-ponerse en duda que, cuando l apareci, tena ya la religin catlica
-concluda su obra por lo tocante la mujer: pues que nadie ignora
-que el respeto y consideracin que se dispensa las mujeres, y la
-influencia que ejercen sobre la sociedad, datan de mucho antes que del
-primer tercio del siglo XVI. De lo que se deduce que el Catolicismo no
-tuvo ni pudo tener al Protestantismo por colaborador, y que obr solo,
-enteramente solo, en uno de los puntos ms cardinales de toda verdadera
-civilizacin; y que, al confesarse generalmente que el Cristianismo ha
-colocado la mujer en el rango que le corresponde, y que ms conviene
-para el bien de la familia y de la sociedad, tributndose este elogio
-al Cristianismo se le tributa al Catolicismo; pues que, cuando se
-levantaba la mujer de la abyeccin, cuando se la alzaba al grado
-de digna compaera del hombre, no existan esas sectas disidentes,
-que tambin se apellidan cristianas; no haba ms Cristianismo que la
-Iglesia catlica.
-
-Como el lector habr notado ya que en el decurso de esta obra no
-se atribuyen al Catolicismo blasones y timbres, echando mano de
-generalidades, sino que para fundarlos se desciende al pormenor de los
-hechos, estar naturalmente esperando que se haga lo mismo aqu, y que
-se indique cules son los medios de que se ha valido el Catolicismo
-para dar la mujer consideracin y dignidad: no quedar el lector
-defraudado en su esperanza.
-
-Por de pronto, y antes de bajar pormenores, es menester observar que
- mejorar el estado de la mujer debieron de contribuir sobremanera
-las grandiosas ideas del Cristianismo sobre la humanidad; ideas que,
-comprendiendo al varn como la hembra, sin diferencia ninguna,
-protestaban vigorosamente contra el estado de envilecimiento en que
-se tena esa preciosa mitad del linaje humano. Con la doctrina
-cristiana quedaban desvanecidas para siempre las preocupaciones contra
-la mujer; igualada con el varn en la unidad de origen y destino y en
-la participacin de los dones celestiales, admitida en la fraternidad
-universal de los hombres entre s y con Jesucristo, considerada
-tambin como hija de Dios y coheredera de Jesucristo, como compaera
-del hombre, no como esclava, ni como vil instrumento de placer, deba
-callar aquella filosofa que se haba empeado en degradarla; y aquella
-literatura procaz que con tanta insolencia se desmandaba contra las
-mujeres, hallaba un freno en los preceptos cristianos, y una reprensin
-elocuente en el modo lleno de dignidad con que, ejemplo de la
-Escritura, hablaban de ella todos los autores eclesisticos.
-
-Pero, pesar del benfico influjo que por s mismas haban de
-ejercer las doctrinas cristianas, no se hubiera logrado cumplidamente
-el objeto, si la Iglesia no tomara tan pecho el llevar cabo la
-obra ms necesaria, ms imprescindible para la buena organizacin
-de la familia y de la sociedad: hablo de la reforma del matrimonio.
-La doctrina cristiana es en esta parte muy sencilla: _uno con una,
-y para siempre_; pero la doctrina no era bastante, no encargarse
-de su realizacin la Iglesia, no sostener esa realizacin con
-firmeza inalterable; porque las pasiones, y sobre todo las del varn,
-braman contra semejante doctrina, y la hubieran pisoteado sin duda,
- no estrellarse contra el insalvable valladar que no les ha dejado
-vislumbrar ni la ms remota esperanza de victoria. Y querr tambin
-gloriarse de haber formado parte del valladar el Protestantismo, que
-aplaudi con insensata algazara el escndalo de Enrique VIII, que se
-dobleg tan villanamente las exigencias de la voluptuosidad del
-landgrave de Hesse-Cassel? Qu diferencia tan notable! Por espacio
-de muchos siglos, en medio de las ms varias y muchas veces terribles
-circunstancias, lucha impvida la Iglesia catlica con las pasiones de
-los potentados, para sostener sin mancilla la santidad del matrimonio:
-ni los halagos ni las amenazas nada pueden recabar de Roma que sea
-contrario la enseanza del Divino Maestro, y el Protestantismo, al
-primer choque, , mejor dir, al asomo del ms ligero compromiso, al
-solo temor de malquistarse con un prncipe, y no muy poderoso, cede, se
-humilla, consiente la poligamia, hace traicin su propia conciencia,
-abre ancha puerta las pasiones para que puedan destruir la santidad
-del matrimonio, esa santidad que es la ms segura prenda del bien de
-las familias, la primera piedra sobre que debe cimentarse la verdadera
-civilizacin.
-
-Ms cuerda en este punto la sociedad protestante que los falsos
-reformadores, empeados en dirigirla, rechaz con admirable buen
-sentido las consecuencias de semejante conducta; y ya que no conservase
-las doctrinas del Catolicismo, sigui al menos la saludable tendencia
-que l le haba comunicado, y la poligamia no se estableci en Europa.
-Pero la historia conservar los hechos que muestran la debilidad de
-la llamada Reforma, y la fuerza vivificante del Catolicismo: ella
-dir quin se debe que en medio de los siglos brbaros, en medio
-de la ms asquerosa corrupcin, en medio de la violencia y ferocidad
-por doquiera dominantes, tanto en el perodo de la fluctuacin de los
-pueblos invasores, como en el del feudalismo, como en el tiempo en que
-descollaba ya prepotente el podero de los reyes, ella dir, repito,
-quin se debe que el matrimonio, el verdadero paladin de la sociedad,
-no fuera doblegado, torcido, hecho trizas, y que el desenfreno de la
-voluptuosidad no campease con todo su mpetu, con todos sus caprichos,
-llevando en pos de s la desorganizacin ms profunda, adulterando el
-carcter de la civilizacin europea, y lanzndola en la honda sima en
-que yacen desde muchos siglos los pueblos del Asia.
-
-Los escritores parciales pueden registrar los anales de la historia
-eclesistica para encontrar desavenencias entre papas y prncipes, y
-echar en cara la Corte de Roma su espritu de _terca intolerancia_
-con respecto la santidad del matrimonio; pero, si no los cegara el
-espritu de partido, comprenderan que, si esa _terca intolerancia_
-hubiera aflojado un instante, si el Pontfice de Roma hubiese
-retrocedido ante la impetuosidad de las pasiones un solo paso, una vez
-dado el primero, encontrbase una rpida pendiente, y al fin de sta,
-un abismo; comprenderan el espritu de verdad, la honda conviccin, la
-viva fe de que est animada esa augusta Ctedra, ya que nunca pudieron
-consideraciones ni temores de ninguna clase hacerla enmudecer, cuando
-se ha tratado de recordar todo el mundo, y muy en particular
-los potentados y los reyes: _sern dos en una carne; lo que Dios
-uni, no lo separe el hombre_; comprenderan que, si los papas se han
-mostrado inflexibles en este punto, aun riesgo de los desmanes de
-los reyes, adems de cumplir con el sagrado deber que les impona el
-augusto carcter de jefes del Cristianismo, hicieron una obra maestra
-en poltica, contribuyeron grandemente al sosiego y bienestar de los
-pueblos: porque los casamientos de los prncipes, dice Voltaire,
-forman en Europa el destino de los pueblos, y nunca se ha visto una
-corte libremente entregada la prostitucin, sin que hayan resultado
-revoluciones y sediciones. (_Ensayo sobre la historia gener., tom. 3,
-cap. 101._)
-
-Esta observacin tan exacta de Voltaire bastara para vindicar los
-papas, y con ellos al Catolicismo, de las calumnias de miserables
-detractores; pero, si esa reflexin no se concreta al orden poltico
-y se la extiende al orden social, crece todava en valor, y adquiere
-una importancia inmensa. La imaginacin se asombra al pensar en lo que
-hubiera acontecido, si esos reyes brbaros en quienes el esplendor de
-la prpura no bastaba encubrir al hijo de las selvas, si esos fieros
-seores encastillados en sus fortalezas, cubiertos de hierro y rodeados
-de humildes vasallos, no hubieran encontrado un dique en la autoridad
-de la Iglesia; si al echar alguna belleza una mirada de fuego, si al
-sentir con el nuevo ardor que se engendraba en su pecho el fastidio
-por su legtima esposa, no hubiesen tropezado con el recuerdo de una
-autoridad inflexible. Podan, es verdad, cometer una tropela contra
-el obispo, hacer que enmudeciese con el temor los halagos; podan
-violentar los votos de un concilio particular, hacerse un partido
-con amenazas, con la intriga y el soborno; pero all, en obscura
-lontananza, divisaban la cpula del Vaticano, la sombra del Sumo
-Pontfice se les apareca como una visin aterradora; all perdan la
-esperanza, era intil combatir: el ms encarnizado combate no poda
-dar por resultado la victoria; las intrigas ms maosas, los ruegos
-ms humildes, no recabarn otra respuesta que: _uno con una, y para
-siempre_.
-
-La simple lectura de la historia de la Edad Media, aquella escena
-de violencias, donde se retrata con toda viveza el hombre brbaro
-forcejando por quebrantar los lazos que pretende imponerle la
-civilizacin; con slo recordar que la Iglesia deba estar siempre
-en vigilante guarda, no tan slo para que no se hiciesen pedazos los
-vnculos del matrimonio, sino tambin para que no fuesen vctimas de
-raptos y tropelas las doncellas, aun las consagradas al Seor; salta
-los ojos que, si la Iglesia catlica no se hubiese opuesto como un muro
-de bronce al desbordamiento de la voluptuosidad, los palacios de los
-prncipes y castillos de los seores se habran visto con su serrallo y
-harn, y siguiendo por la misma corriente las dems clases, quedara la
-mujer europea en el mismo abatimiento en que se encuentra la musulmana.
-Y, ya que acabo de mentar los sectarios de Mahoma, recordar aqu
-los que pretenden explicar la monogamia y poligamia slo por razones de
-clima, que los cristianos y mahometanos se hallaron por largo tiempo
-en los mismos climas, y que con las vicisitudes de ambos pueblos se
-han establecido las respectivas religiones, ora en climas ms rgidos,
-ora en ms templados y suaves; y, sin embargo, no se ha visto que las
-religiones se acomodasen al clima, sino que antes bien el clima ha
-tenido, por decirlo as, que doblegarse las religiones.
-
-Gratitud eterna deben los pueblos europeos al Catolicismo, por
-haberles conservado la monogamia, que no dudarlo ha sido una de las
-causas que ms han contribudo la buena organizacin de la familia
-y al realce de la mujer. Cul sera ahora la situacin de Europa,
-qu consideracin disfrutara la mujer, si Lutero, el fundador del
-Protestantismo, hubiese alcanzado inspirar la sociedad la misma
-indiferencia en este punto que l manifiesta en su _Comentario sobre
-el Gnesis_? Por lo que toca saber, dice Lutero, si se pueden tener
-muchas mujeres, la autoridad de los patriarcas nos deja en completa
-libertad; y aade despus que _esto no se halla ni permitido, ni
-prohibido, y que l por s no decide nada_. Desgraciada Europa, si
-semejantes palabras, salidas nada menos que de la boca de un hombre que
-arrastr en pos de su secta tantos pueblos, se hubiesen pronunciado
-algunos siglos antes, cuando la civilizacin no haba recibido
-todava bastante impulso para que, pesar de las malas doctrinas,
-pudiese seguir en los puntos ms capitales una direccin certera!
-Desgraciada Europa, si la sazn en que escriba Lutero, no se
-hallaran ya muy formadas las costumbres, y si la buena organizacin
-dada la familia por el Catolicismo, no tuviera ya races demasiado
-profundas para ser arrancadas por la mano del hombre! El escndalo
-del landgrave de Hesse-Cassel, buen seguro que no fuera un ejemplo
-aislado, y la culpable condescendencia de los doctores luteranos habra
-tenido resultados bien amargos. De qu sirvieran, para contener la
-impetuosidad feroz de los pueblos brbaros y corrompidos, aquella fe
-vacilante, aquella incertidumbre, aquella cobarde flojedad con que se
-amilanaba la Iglesia protestante, la sola exigencia de un prncipe
-como el landgrave? Cmo sostuviera una lucha de siglos, la que al
-primer amago del combate ya se rinde, la que antes del choque ya se
-quebranta?
-
-Al lado de la monogamia, puede decirse que figura por su alta
-importancia la indisolubilidad del matrimonio. Aquellos que se apartan
-de la doctrina de la Iglesia opinando que es til en ciertos casos
-permitir el divorcio, de tal manera que se considere, como suele
-decirse, disuelto el vnculo, y que cada uno de los consortes pueda
-pasar segundas nupcias, no me podrn negar que miran el divorcio como
-un remedio, y remedio peligroso, de que el legislador echa mano duras
-penas, slo en consideracin la malicia la flaqueza; no me podrn
-negar que el multiplicarse mucho los divorcios acarreara males de
-gravsima cuenta, y que, para prevenirlos en aquellos pases donde las
-leyes civiles consienten este abuso, es menester rodear la permisin
-de todas las precauciones imaginables; y, por consiguiente, tampoco me
-podrn disputar que el establecer la indisolubilidad como principio
-moral, el cimentarla sobre motivos que ejercen poderoso ascendiente
-sobre el corazn, el seguir la marcha de las pasiones, tenindolas de
-la mano para que no se desven por tan resbaladiza pendiente, es un
-eficaz preservativo contra la corrupcin de costumbres, es una garanta
-de tranquilidad para las familias, es un firme reparo contra gravsimos
-males que vendran inundar la sociedad; y, por tanto, que obra
-semejante es la ms propia, la ms digna de ser objeto de los cuidados
-y del celo de la verdadera religin. Y qu religin ha cumplido con
-este deber, sino la catlica? Cul ha desempeado ms cumplidamente
-tan penosa y saludable tarea? Ha sido el Protestantismo, que ni
-alcanz penetrar la profundidad de las razones que guiaban en este
-particular la conducta de la Iglesia catlica?
-
-Los protestantes, arrastrados por su odio la Iglesia romana, y
-llevados del prurito de innovarlo todo, creyeron hacer una gran reforma
-secularizando, por decirlo as, el matrimonio, y declamando contra
-la doctrina catlica, que le miraba como un verdadero sacramento. No
-cumplira mi objeto el entrar aqu en una controversia dogmtica
-sobre esta cuestin; bstame hacer notar que fu grave desacuerdo
-despojar el matrimonio del augusto sello de un sacramento, y que con
-semejante paso se manifest el Protestantismo muy escaso conocedor del
-corazn humano. El considerar el matrimonio, no como un mero contrato
-civil, sino como un verdadero sacramento, era ponerle bajo la augusta
-sombra de la religin, y elevarle sobre la turbulenta atmsfera de las
-pasiones: quin puede dudar que todo esto se necesita cuando se trata
-de poner freno la pasin ms viva, ms caprichosa, ms terrible del
-corazn del hombre? Quin duda que para producir este efecto no son
-bastante las leyes civiles, y que son menester motivos que, arrancando
-de ms alto origen, ejerzan ms eficaz influencia?
-
-Con la doctrina protestante se echaba por tierra la potestad de la
-Iglesia en asuntos matrimoniales, quedando exclusivamente en manos de
-la potestad civil. Quizs no faltar quien piense que este ensanche
-dado la potestad secular no poda menos de ser altamente provechoso
- la causa de la civilizacin, y que el arrojar de este terreno
-la autoridad eclesistica fu un magnfico triunfo sobre aejas
-preocupaciones, una utilsima conquista sobre usurpaciones injustas.
-Miserables! Si se albergaran en vuestra mente elevados conceptos,
-si vibraran en vuestros pechos aquellas harmoniosas cuerdas, que
-dan un conocimiento delicado y exacto de las pasiones del hombre, y
-que inspiran los medios ms propsito para dirigirlas, vierais,
-sintierais que el poner el matrimonio bajo el manto de la religin,
-substrayndolo, en cuanto cabe, de la intervencin profana, era
-purificarle, era embellecerle, era rodearle de hermossimo encanto,
-porque se colocaba bajo inviolable salvaguardia aquel precioso tesoro,
-que con slo una mirada se aja, que con un levsimo aliento se empaa.
-Tan mal os parece un denso velo corrido la entrada del tlamo
-nupcial, y la religin guardando sus umbrales con ademn severo?
-
-
-
-
-CAPITULO XXV
-
-
-Pero, se nos dir los catlicos: no encontris vuestras doctrinas
-sobrado duras, demasiado rigurosas? no adverts que esas doctrinas
-prescinden de la flaqueza y volubilidad del corazn humano, que
-le exigen sacrificios superiores sus fuerzas? no conocis que
-es inhumano sujetar la rigidez de un principio las afecciones
-ms tiernas, los sentimientos ms delicados, las inspiraciones ms
-livianas? Concebs toda la dureza que entraa una doctrina que se
-empea en mantener unidos, amarrados con el lazo fatal, dos seres que
-ya no se aman, que ya se causan mutuo fastidio, que quiz se aborrecen
-con un odio profundo? estos seres que suspiran por su separacin,
-que antes quisieran la muerte que permanecer unidos, responderles con
-un _jams_, con un _eterno jams_, mostrndoles, al propio tiempo,
-el sello divino, que se grab en su lazo en el momento solemne de
-recibir el sacramento del matrimonio, no es olvidar todas las reglas
-de la prudencia, no es un proceder desesperante? No vale algo ms la
-indulgencia del Protestantismo, que, acomodndose la flaqueza humana,
-se presta ms fcilmente lo que exige, veces nuestro capricho,
-veces nuestra debilidad?
-
-Es necesario contestar esta rplica, disipar la ilusin que pueden
-causar ese linaje de argumentos, muy propsito para inducir un
-errado juicio, seduciendo de antemano el corazn. En primer lugar,
-es exagerado el decir que, con el sistema catlico, se reduzca un
-extremo desesperante los esposos desgraciados. Casos hay en que
-la prudencia demanda que los consortes se separen, y entonces no
-se oponen la separacin, ni las doctrinas ni las prcticas de la
-Iglesia catlica. Verdad es que no se disuelve por eso el vnculo
-del matrimonio, ni ninguno de los consortes queda libre para pasar
-segundas nupcias; pero hay ya lo bastante para que no se pueda suponer
-tiranizados ninguno de los dos; no se les obliga vivir juntos, y,
-de consiguiente, no sufren ya el tormento, la verdad intolerable, de
-permanecer siempre reunidas dos personas que se aborrecen.
-
-Pero bien, se nos dir, una vez separados los consortes, no se
-les atormenta con la cohabitacin, que les era tan penosa, pero se
-les priva de pasar segundas nupcias, y, por tanto, se les veda
-el satisfacer otra pasin que pueden abrigar en su pecho, y que
-quiz fu la causa del fastidio aborrecimiento, de que resultaron
-la discordia y la desdicha en el primer matrimonio. Por qu no se
-considera entonces este matrimonio como disuelto del todo, quedando
-enteramente libres ambos consortes? Por qu no se les permite seguir
-las afecciones de su corazn, que, fijado ya sobre otro objeto, les
-augura das ms felices? Aqu, donde la salida parece ms difcil,
-donde la fuerza de la dificultad se presenta ms apremiadora, aqu es
-donde puede alcanzar el Catolicismo un triunfo ms sealado, aqu es
-donde puede mostrar ms claramente cun profundo es su conocimiento del
-corazn del hombre, cun sabias son en este punto sus doctrinas, cun
-previsora y atinada su conducta. Lo que parece rigor excesivo, no es
-ms que una severidad necesaria; y que, tanto dista de merecer la tacha
-de cruel, que antes bien es para el hombre una prenda de sosiego y
-bienestar. primera vista no se concibe cmo puede ser as, y, por lo
-mismo, ser menester desentraar este asunto, descendiendo, en cuanto
-posible sea, un profundo examen de los principios que justifican la
-luz de la razn la conducta observada por el Catolicismo, no slo por
-lo tocante al matrimonio, sino tambin en todo lo relativo al corazn
-humano.
-
-Cuando se trata de dirigir las pasiones, se ofrecen dos sistemas de
-conducta. Consiste el uno en condescender, el otro en resistir. En el
-primero se retrocede delante de ellas medida que avanzan; nunca se
-les opone un obstculo invencible, nunca se las deja sin esperanza; se
-les seala en verdad una lnea para que no pasen de ciertos lmites,
-pero se les deja conocer que, si se empean en pisarla, esta lnea
-se retirar un poco ms; por manera que la condescendencia est en
-proporcin con la energa y con la obstinacin de quien la exige. En
-el segundo, tambin se marca las pasiones una lnea, de la que no
-pueden pasar; pero esta lnea es fija, inmvil, resguardada en toda su
-extensin por un muro de bronce. En vano lucharan para salvarla; no
-les queda ni una sombra de esperanza; el principio que las resiste no
-se alterar jams; no consentir transacciones de ninguna clase. No les
-queda recurso de ninguna especie, no ser que quieran pasar adelante
-por el nico camino que nunca puede cerrarse la libertad humana:
-el de la maldad. En el primer sistema, se permite el desahogo para
-prevenir la explosin; en el segundo, no se consiente que principie
-el incendio, para no verse obligado contener su progreso; en aqul,
-se temen las pasiones cuando estn en su nacimiento, y se confa
-limitarlas cuando hayan crecido; en ste, se concepta que, si no es
-fcil contenerlas cuando son pequeas, lo ser mucho menos cuando sean
-grandes; en el uno, se procede en el supuesto de que las pasiones
-con el desahogo se disipan y se debilitan; en el otro, se cree que
-satisfacindose no se sacan, y que antes bien se hacen ms sedientas.
-
-Generalmente hablando, puede decirse que el Catolicismo sigue el
-segundo sistema; es decir, que, en tratando con las pasiones, su regla
-constante es atajarlas en los primeros pasos; dejarlas, en cuanto
-cabe, sin esperanza; ahogarlas, si es posible, en la misma cuna. Y es
-necesario advertir que hablamos aqu de la severidad con las pasiones,
-no con el hombre que las tiene; que es muy compatible no transigir con
-la pasin, y ser indulgente con la persona apasionada; ser inexorable
-con la culpa, y sufrir benignamente al culpable. Por lo tocante al
-matrimonio, ha seguido este sistema con una firmeza que asombra; el
-Protestantismo ha tomado el camino opuesto; ambos convienen en que
-el divorcio que llevare consigo la disolucin del vnculo, es un mal
-gravsimo; pero la diferencia est en que, segn el sistema catlico,
-no se deja entrever ni siquiera la esperanza de que pueda venir el
-caso de esa disolucin, pues se la veda absolutamente, sin restriccin
-alguna, se la declara imposible, cuando en el sistema protestante se la
-puede consentir en ciertos casos; el Protestantismo no tiene para el
-matrimonio un sello divino que garantice su perpetuidad, que lo haga
-inviolable y sagrado; el Catolicismo tiene este sello, le imprime en
-el misterioso lazo, y en adelante queda el matrimonio bajo la guarda de
-un smbolo augusto.
-
-Cul de las dos religiones es ms sabia en este punto? cul procede
-con ms acierto? Para resolver esta cuestin, prescindiendo, como
-prescindimos aqu, de las razones dogmticas, y de la moralidad
-intrnseca de los actos humanos que forman el objeto de las leyes cuyo
-examen nos ocupa, es necesario determinar cul de los dos sistemas
-arriba descritos es ms propsito para el manejo y direccin de
-las pasiones. Meditando sobre la naturaleza del corazn del hombre y
-atenindonos lo que nos ensea la experiencia de cada da, puede
-asegurarse que el medio ms adaptado para enfrenar una pasin es
-dejarla sin esperanza; y que el condescender con ella, el permitirle
-continuos desahogos, es incitarla ms y ms, es juguetear con el fuego
-al rededor del combustible, dejarle que prenda en l una y otra vez,
-con la vana confianza de que siempre ser fcil apagar el incendio.
-
-Demos una rpida ojeada sobre las pasiones ms violentas, y observemos
-cul es su curso ordinario, segn el sistema que con ellas se practica.
-Ved al jugador, ese hombre dominado por un desasosiego indefinible,
-que abriga al mismo tiempo una codicia insaciable y una prodigalidad
-sin lmites, que ni se contenta con la ms inmensa fortuna, ni vacila
-en aventurarla un azar de un momento, que en medio del mayor
-infortunio suea todava en grandes tesoros, que corre afanoso y
-sediento en pos de un objeto, que parece el oro, y que, sin embargo,
-no lo es, pues que su posesin no le satisface; ved ese hombre, cuyo
-corazn inquieto slo puede vivir en medio de la incertidumbre, del
-riesgo, suspenso entre el temor y la esperanza, y que, al parecer,
-se complace en esa rpida sucesin de vivas sensaciones que de
-continuo le sacuden y atormentan: cul es el remedio para curarle
-de esa enfermedad, de esa fiebre devoradora? Aconsejadle un sistema
-de condescendencia, decidle que juegue, pero que se limite cierta
-cantidad, ciertas horas, ciertos lugares; qu lograris? Nada,
-absolutamente nada. Si estos medios pudieran servir de algo, no habra
-jugador en el mundo que no se hubiese curado de su pasin; porque
-ninguno hay que no se haya fijado mil veces s mismo esos lmites,
-que no se haya dicho mil veces: jugars no ms que hasta tal hora,
-no ms que en este aquel lugar, no ms que sobre tal cantidad. Con
-estos paliativos, con estas precauciones impotentes, qu le sucede
-al desgraciado jugador? Que se engaa miserablemente, que la pasin
-transige para cobrar fuerzas y asegurar mejor la victoria, que va
-ganando terreno, que va ensanchando el crculo prefijado, y que vuelve
- los primeros excesos, si no otros mayores. Queris curarle de
-raz? Si algn remedio queda, ser, no lo dudis, abstenerse desde
-luego completamente. Esto, primera vista, ser ms doloroso, pero
-en la prctica ser ms fcil; desde que la pasin vea cerrada toda
-esperanza, empezar debilitarse, y al fin desaparecer. No creo que
-ninguna persona experimentada tenga la menor duda sobre la exactitud de
-lo que acabo de decir; y que no convenga conmigo en que el mejor medio
-de ahogar esa formidable pasin es quitarle de una vez todo pbulo,
-dejarla sin esperanza.
-
-Vamos otro ejemplo ms allegado al objeto que principalmente me
-propongo dilucidar. Supongamos un hombre seoreado por el amor;
-creis que, para curarle de su mal, ser conveniente consentirle un
-desahogo, concedindole ocasiones, bien que menos frecuentes, de ver
- la persona amada? Parceos si podr serle saludable el permitirle
-la continuacin, vedndole, empero, la frecuencia? Se apagar, se
-amortiguar siquiera con esa precaucin, la llama que arde en su
-pecho? Es cierto que no: la misma compresin de esta llama acarrear
-su aumento, y multiplicar su fuerza; y como, por otra parte, se le va
-dando algn pbulo, si bien ms escaso, y se le deja un respiradero por
-donde puede desahogarse, ir ensanchando cada da ese respiradero,
-hasta que, al fin, alcance desembarazarse del obstculo que la
-resiste. Pero quitad esa pasin la esperanza; empead al amante
-en un largo viaje, poned de por medio algunos impedimentos que no
-dejen entrever como probable, ni siquiera posible, el logro del fin
-deseado; y entonces, salvas algunas rarsimas excepciones, conseguiris
-primero la distraccin, y en seguida el olvido. No es esto lo que
-est enseando cada paso la experiencia? No es ste el remedio que
-la misma necesidad sugiere todos los das los padres de familia? Las
-pasiones son como el fuego: se apaga si se le echa agua en abundancia;
-pero se enardece con ms viveza, si el agua es poca insuficiente.
-
-Pero elevemos nuestra consideracin, coloqumonos en un horizonte ms
-vasto, y observemos las pasiones obrando en un campo ms extenso,
-y en regiones de mayor altura. Cul es la causa de que, en pocas
-tormentosas, se exciten tantas y tan enrgicas pasiones? Es que todas
-conciben esperanzas de satisfacerse; es que, volcadas las clases ms
-elevadas, y destrudas las instituciones ms antiguas y colosales,
-y reemplazadas por otras que antes eran imperceptibles, todas las
-pasiones ven abierto el camino para medrar en medio de la confusin
-y de la borrasca. Ya no existen las barreras que antes parecan
-insalvables, y cuya sola vista, no dejaba nacer la pasin, la
-ahogaba en su misma cuna; todo ha quedado abierto, sin defensa; slo se
-necesita valor y constancia para saltar intrpido por en medio de los
-escombros y ruinas que se han amontonado con el derribo de lo antiguo.
-
-Considerada la cosa en abstracto, no hay absurdo ms palpable que la
-monarqua hereditaria, que la sucesin en la corona asegurada una
-familia donde cada paso puede encontrarse sentado en el solio,
-un nio, un imbcil, un malvado; y, sin embargo, en la prctica
-nada hay ms sabio, ms prudente, ms previsor. As lo ha enseado la
-experiencia de largos siglos, as con esa enseanza lo conoce bien
-claro la razn, as lo han aprendido con tristes escarmientos los
-desgraciados pueblos que han tenido la monarqua electiva. Y esto,
-por qu? Por la misma razn que estamos ponderando: porque con la
-monarqua hereditaria se cierra toda puerta la esperanza de una
-ambicin desmesurada; porque, de otra suerte, abriga la sociedad un
-eterno germen de agitacin y revueltas, promovidas por todos los que
-pueden concebir alguna esperanza de empuar un da el mando supremo.
-En tiempos sosegados, y en una monarqua hereditaria, llegar ser
-rey un particular, por rico, por noble, por sabio, por valiente, por
-distinguido que sea de cualquier modo, es un pensamiento insensato,
-que ni siquiera asoma en la mente del hombre; pero cambiad las
-circunstancias, introducid la probabilidad, tan slo una remota
-posibilidad, y veris como no faltan luego fervientes candidatos.
-
-Fcil sera desenvolver ms semejante doctrina, haciendo de ella
-aplicacin todas las pasiones del hombre; pero estas indicaciones
-bastan para convencer que, cuando se trata de sojuzgar una pasin, lo
-primero que debe hacerse es oponerle una valla insuperable, que no le
-deje esperanza alguna de pasar adelante; entonces la pasin se agita
-por algunos momentos, se levanta contra el obstculo que la resiste;
-pero, encontrndole inmvil, retrocede, se abate, y cual las olas del
-mar se acomoda murmurando al nivel que se le ha sealado.
-
-Hay en el corazn humano una pasin formidable que ejerce poderosa
-influencia sobre los destinos de la vida, y que con sus ilusiones
-engaosas y seductoras labra no pocas veces una larga cadena de dolor
-y de infortunio. Teniendo un objeto necesario para la conservacin del
-humano linaje, y encontrndose en cierto modo en todos los vivientes
-de la naturaleza, revstese, sin embargo, de un carcter particular,
-con slo abrigarse en el alma de un ser inteligente. En los brutos
-animales, el instinto la gua de un modo admirable, limitndola lo
-necesario para la conservacin de las especies; pero, en el hombre,
-el instinto se eleva pasin; y esta pasin, nutrida y avivada por el
-fuego de la fantasa, refinada con los recursos de la inteligencia,
-y veleidosa inconstante por estar bajo la direccin de un libre
-albedro, que puede entregarse tantos caprichos cuantas son las
-impresionas que reciben los sentidos y el corazn, se convierte en un
-sentimiento vago, voluble, descontentadizo, insaciable; parecido al
-malestar de un enfermo calenturiento, al frenes de un delirante, que
-ora divaga por un ambiente embalsamado de pursimos aromas, ora se
-agita convulsivo con las ansias de la agona.
-
-Quin es capaz de contar la variedad de formas bajo las cuales se
-presenta esa pasin engaosa, y la muchedumbre de lazos que tiende
-los pies del desgraciado mortal? Observadla en su nacimiento, seguidla
-en su carrera, hasta el fin de ella, cuando toca su trmino y se
-extingue como una lmpara moribunda. Asoma apenas el leve bozo en el
-rostro del varn, dorando graciosamente una faz tierna y sonrosada,
-y ya brota en su pecho como un sentimiento misterioso, le inquieta y
-desasosiega, sin que l mismo conozca la causa. Una dulce melancola
-se desliza en su corazn, pensamientos desconocidos divagan por su
-mente, sombras seductoras revolotean por su fantasa, un imn secreto
-obra sobre su alma, una seriedad precoz se pinta en su semblante,
-todas sus inclinaciones toman otro rumbo; ya no le agradan los juegos
-de la infancia, todo le hace augurar una vida nueva, menos inocente,
-menos tranquila; la tormenta no ruge an, el cielo no se ha encapotado
-todava, pero los rojos celajes que le matizan son un triste presagio
-de lo que ha de venir. Llega, entre tanto, la adolescencia, y lo que
-antes era un sentimiento vago, misterioso, incomprensible al mismo
-que le abrigaba, es, desde entonces, ms pronunciado, los objetos se
-esclarecen y se presentan como son en s, la pasin los ve, y ellos
-se encamina. Pero no creis que por esto la pasin sea constante; es
-tan vana, tan voluble y caprichosa, como los objetos que se le van
-presentando; corre sin cesar en pos de ilusiones, persiguiendo sombras,
-buscando una satisfaccin que nunca encuentra, esperando una dicha que
-jams llega. Exaltada la fantasa, hirviendo el corazn, arrebatada el
-alma entera, sojuzgada en todas sus facultades, rodase el ardiente
-joven de las ms brillantes ilusiones, comuncalas cuanto le
-circunda, presta la luz del cielo un fulgor ms esplendente, reviste
-la faz de la tierra de un verdor ms lozano, de colores ms vivos,
-esparciendo por doquiera el reflejo de su propio encanto.
-
-En la edad viril, cuando el pensamiento es ms grave y ms fijo,
-cuando el corazn ha perdido de su inconstancia, cuando la voluntad
-es ms firme y los propsitos ms duraderos, cuando la conducta que
-debe regir los destinos de la vida est ya sujeta una norma, y como
-encerrada en un carril, todava se agita en el corazn del hombre
-esa pasin misteriosa, todava le atormenta con inquietud incesante.
-Slo que entonces, con el mayor desarrollo de la organizacin fsica,
-la pasin es ms robusta y ms enrgica; slo que entonces, con el
-mayor orgullo que inspiran al hombre la independencia de la vida, el
-sentimiento de mayores fuerzas, y la mayor abundancia de medios, la
-pasin es ms decidida, ms osada, ms violenta; as como, fuerza
-de los desengaos y escarmientos que le ha dado la experiencia, se ha
-hecho ms cautelosa, ms previsora, ms astuta; no anda acompaada de
-la candidez de los primeros aos, sino que sabe aliarse con el clculo,
-sabe marchar su fin por caminos ms encubiertos, sabe echar mano de
-medios ms acertados. Ay del hombre que no se precave tiempo contra
-semejante enemigo! Consumir su existencia en una agitacin febril; y
-de inquietud en inquietud, de tormenta en tormenta, si no acaba con la
-vida en la flor de sus aos, llegar la vejez dominado todava por
-su pasin funesta; ella le acompaar hasta el sepulcro, con aquellas
-formas asquerosas y repugnantes con que se pinta en un rostro surcado
-por los aos, en unos ojos velados que auguran la muerte ya cercana.
-
-Ahora bien: cul es el sistema que conviene seguir para enfrenar esa
-pasin y encerrarla en sus justos lmites, para impedir que acarree al
-individuo la desdicha, las familias el desorden, las sociedades el
-caos? La regla invariable del Catolicismo, as en la moral que predica,
-como en las instituciones que plantea, es la _represin_. Ni siquiera
-el deseo le consiente; y declara culpable los ojos de Dios quien
-mirare una mujer con pensamiento impuro. Y esto por qu? Porque,
-ms de la moralidad intrnseca que se encierra en la prohibicin, hay
-una mira profunda en ahogar el mal en su origen; siendo muy cierto que
-es ms fcil impedir al hombre el que se complazca en malos deseos, que
-no el que se abstenga de satisfacerlos, despus de haberles dado cabida
-en su abrasado corazn; porque hay una razn muy profunda en procurar
-de esta suerte la tranquilidad del alma, no permitindole que, cual
-sediento Tntalo, sufra con la vista del agua que huye de sus labios.
-_Quid vis videre quod non licet habere?_ _Para qu quieres ver lo
-que no puedes obtener?_ dice sabiamente el autor del admirable libro
-_De la imitacin de Jesucristo_, compendiando as, en pocas palabras,
-la sabidura que se encierra en la santa severidad de la doctrina
-cristiana.
-
-Los lazos del matrimonio, sealando la pasin un objeto legtimo,
-no ciegan, sin embargo, el manantial de agitacin y de caprichosa
-inquietud que se alberga en el corazn. La posesin empalaga y
-fastidia, la hermosura se marchita y se aja, las ilusiones se disipan,
-el hechizo desaparece, y, encontrando el hombre una realidad que est
-muy lejos de alcanzar los bellos sueos que se entregara all en
-sus delirios una imaginacin fogosa, siente brotar en su pecho nuevos
-deseos; y, cansado del objeto posedo, alimenta nuevas ilusiones,
-buscando en otra parte aquella dicha ideal que se imaginaba haber
-encontrado, y huyendo de la triste realidad, que as burla sus ms
-bellas esperanzas.
-
-Dad entonces rienda suelta las pasiones del hombre, dejadle que
-de un modo otro pueda alimentar la ilusin de hacerse feliz con
-otros enlaces, que no se crea ligado para siempre y sin remedio la
-compaera de sus das, y veris como el fastidio llegar ms pronto,
-como la discordia ser ms viva y ruidosa; veris como los lazos
-se aflojan luego de formados, como se gastan con poco tiempo, como
-se rompen al primer impulso. Al contrario, proclamad la ley que no
-excepte ni pobres ni ricos, ni dbiles ni potentados, ni
- vasallos ni reyes; que no atienda diferencias de situacin,
-de ndole, de salud, ni tantos otros motivos, que en manos de las
-pasiones, y sobre todo entre los poderosos, fcilmente se convierten
-en pretextos; proclamad esa ley como bajada del cielo, mostrad el lazo
-del matrimonio como sellado con un sello divino; y las pasiones que
-murmuran, decidles en alta voz que si quieren satisfacerse no tienen
-otro camino que el de la inmoralidad; pero que la autoridad encargada
-de la guarda de esa ley divina, jams se doblegar condescendencias
-culpables, que jams consentir que se cubra con el velo de la dispensa
-la infraccin del precepto divino, que jams dejar la culpa sin
-el remordimiento, y entonces veris que las pasiones se abaten y se
-resignan, que la ley se extiende, se afirma, y se arraiga hondamente
-en las costumbres, y habris asegurado para siempre el buen orden y
-la tranquilidad de las familias; y la sociedad os deber un beneficio
-inmenso. Y he aqu cabalmente lo que ha hecho el Catolicismo,
-trabajando para ello largos siglos; y he aqu lo que vena deshacer
-el Protestantismo, si se hubiesen seguido generalmente en Europa sus
-doctrinas y sus ejemplos; si los pueblos dirigidos no hubiesen tenido
-ms cordura que sus directores.
-
-Los protestantes y los falsos filsofos, examinando las doctrinas y las
-instituciones de la Iglesia catlica al travs de sus preocupaciones
-rencorosas, no han acertado concebir qu servan los dos grandes
-caracteres que distinguen siempre por doquiera los pensamientos y las
-obras del Catolicismo: _unidad y fijeza_: _unidad_ en las doctrinas,
-_fijeza_ en la conducta, sealando un objeto y marchando hacia l, sin
-desviarse jams. Esto los ha escandalizado; y, despus de declamar
-contra la _unidad_ de la doctrina, han declamado tambin contra la
-_fijeza_ en la conducta. Si meditaran sobre el hombre, conocieran que
-esta fijeza es el secreto de dirigirle, de dominarle, de enfrenar sus
-pasiones cuando convenga, de exaltar su alma cuando sea menester,
-hacindola capaz de los mayores sacrificios, de las acciones ms
-heroicas. Nada hay peor para el hombre que la _incertidumbre_, que
-la _indecisin_; nada que tanto le debilite y esterilice. Lo que es
-el escepticismo al entendimiento, es la indecisin la voluntad.
-Prescribidle al hombre un objeto fijo, y haced que se dirija hacia l:
- l se dirigir y le alcanzar. Dejadle vacilando entre varios, que no
-tenga para su conducta una norma fija, que no sepa cul es su porvenir,
-que marche sin saber dnde va, y veris que su energa se relaja,
-sus fuerzas se enflaquecen, hasta que se abate y se para. Sabis el
-secreto con que los grandes caracteres dominan el mundo? Sabis cmo
-son capaces ellos mismos de acciones heroicas, y cmo hacen capaces
-de ellas cuantos los rodean? Porque tienen un objeto fijo para s,
-y para los dems: porque le ven con claridad, le quieren con firmeza,
-y se encaminan hacia l, sin dudas, sin rodeos, con esperanza firme,
-con fe viva, sin consentir la vacilacin, ni en s mismos ni en los
-otros. Alejandro, Csar, Napolen, y los dems hroes antiguos y
-modernos, ejercan sin duda con el ascendiente de su genio una accin
-fascinadora; pero el secreto de su predominio, de su pujanza, de su
-impulso que todo lo arrollaba, era la unidad de pensamiento, la fijeza
-del plan, que engendraban un carcter firme, aterrador, dndoles sobre
-los dems hombres una superioridad inmensa. As pasaba Alejandro el
-Grnico, y empezaba, y llevaba cabo su prodigiosa conquista del
-Asia; as pasaba Csar el Rubicn, y ahuyentaba Pompeyo, y venca
-en Farsalia, y se haca seor del mundo; as dispersaba Napolen los
-habladores que estaban disertando sobre la suerte de Francia, venca en
-Marengo, se cea la diadema de Carlomagno, y aterraba y asombraba el
-mundo con los triunfos de Austerlitz y de Jena.
-
-Sin _unidad_ no hay orden, sin _fijeza_ no hay estabilidad; y en
-el mundo moral como en el fsico, nada puede prosperar que no
-sea ordenado y estable. As el Protestantismo, que ha pretendido
-hacer progresar al individuo y la sociedad destruyendo la unidad
-religiosa, introduciendo en las creencias y en las instituciones la
-_multiplicidad_ y _movilidad_ del pensamiento privado, ha acarreado
-por doquiera la confusin y el desorden, y ha desnaturalizado la
-civilizacin europea, inoculando en sus venas un elemento desastroso,
-que le ha causado y le causar todava gravsimos males. Y no puede
-inferirse de esto que el Catolicismo est reido con el adelanto de los
-pueblos, por la _unidad_ de sus doctrinas y la _fijeza_ de las reglas
-de su conducta; pues tambin cabe que marche lo que es _uno_, tambin
-cabe movimiento en un sistema que tenga _fijos_ algunos de sus puntos.
-Este universo que nos asombra con su grandor, que nos admira con sus
-prodigios, que nos encanta con su variedad y belleza, est sujeto la
-_unidad_, y est regido por leyes fijas y constantes.
-
-Ved ah algunas de las razones que justifican la severidad del
-Catolicismo; ved ah por qu no ha podido mostrarse condescendiente con
-esa pasin que, una vez desenfrenada, no respeta linde ni barrera, que
-introduce la turbacin en los corazones y el desorden en las familias,
-que gangrena la sociedad, quitando las costumbres todo decoro, ajando
-el pudor de las mujeres y rebajndolas del nivel de dignas compaeras
-del hombre. En esta parte el Catolicismo es severo, es verdad; pero
-esta severidad no poda renunciarla, sin renunciar al propio tiempo sus
-altas funciones de depositario de la sana moral, de vigilante atalaya
-por los destinos de la humanidad.[2]
-
-
-
-
-CAPITULO XXVI
-
-
-Ese anhelo del Catolicismo para cubrir con tupido velo los secretos
-del pudor, y por rodear de moralidad y de recato la pasin ms procaz,
-manifistase en sumo grado en la importancia que ha dado la virtud
-contraria, hasta coronando con brillante aureola la entera abstinencia
-de placeres sensuales: la _virginidad_. Cuanto haya contribudo
-con esto el Catolicismo realzar la mujer, no lo comprendern
-ciertamente los entendimientos frvolos, mayormente si andan guiados
-por las inspiraciones de un corazn voluptuoso; pero no se ocultar
- los que sean capaces de conocer que todo cuanto tiende llevar al
-ms alto punto de delicadeza el sentimiento del pudor, todo cuanto
-fortifica la moralidad, todo cuanto se encamina presentar una parte
-considerable del bello sexo como un dechado de la virtud ms heroica,
-todo esto se endereza tambin levantar la mujer sobre la turbia
-atmsfera de las pasiones groseras, todo esto contribuye que no se
-presente los ojos del hombre como un mero instrumento de placer,
-todo esto sirve maravillosamente que, sin disminuirse ninguno de los
-atractivos con que la ha dotado la naturaleza, no pase rpidamente de
-triste vctima del libertinaje objeto de menosprecio y fastidio.
-
-La Iglesia catlica haba conocido profundamente esas verdades; y as,
-mientras celaba por la santidad de las relaciones conyugales, mientras
-creaba en el seno de las familias la bella dignidad de una matrona,
-cubra con misterioso velo la faz de la virgen cristiana, y las esposas
-del Seor eran guardadas como un depsito sagrado en la augusta
-obscuridad de las sombras del santuario. Reservado estaba Lutero,
-al grosero profanador de Catalina de Bor, el desconocer tambin en
-este punto la profunda y delicada sabidura de la religin catlica;
-digna empresa del fraile apstata, que despus de haber hecho pedazos
-el augusto sello religioso del tlamo nupcial, se arrojase tambin
-desgarrar con impdica mano el sagrado velo de las vrgenes consagradas
-al Seor; digna empresa de las duras entraas del perturbador violento
-el azuzar la codicia de los prncipes, para que se lanzasen sobre
-los bienes de doncellas desvalidas, y las expulsaran de sus moradas,
-atizando luego la voluptuosidad, y quebrantando todas las barreras
-de la moral, para que, cual bandadas de palomas sin abrigo, cayesen
-en las garras del libertinaje. Y qu? tambin as se aumentaba el
-respeto debido al bello sexo? tambin as se acendraba el sentimiento
-del pudor? tambin as progresaba la humanidad? tambin as daba
-Lutero robusto impulso las generaciones venideras, bro al espritu
-humano, medra y lozana la cultura y civilizacin? Quin que sienta
-latir en su pecho un corazn sensible, podr soportar las desenvueltas
-peroratas de Lutero, mayormente si ha ledo las bellsimas pginas de
-los Ciprianos, de los Ambrosios, de los Jernimos y dems lumbreras de
-la Iglesia catlica, sobre los altos timbres de una virgen cristiana?
-En medio de siglos donde campeaba sin freno la barbarie ms feroz,
-quin llevar mal encontrarse con aquellas solitarias moradas, donde
-se albergan las esposas del Seor, preservando sus corazones de la
-corrupcin del mundo, y ocupadas perennemente en levantar sus manos al
-cielo para atraer hacia la tierra el roco de la divina misericordia?
-Y en tiempos y pases ms civilizados, tan mal contrasta un asilo de
-la virtud ms pura y acendrada, con un inmenso pilago de disipacin
-y libertinaje? Tambin eran aquellas moradas un legado funesto de la
-ignorancia, un monumento de fanatismo, en cuya destruccin se ocupaban
-dignamente los corifeos de la Reforma protestante? Ah! si as fuere,
-protestemos contra todo lo interesante y bello, ahoguemos en nuestro
-corazn todo entusiasmo por la virtud, no conozcamos otro mundo que el
-que se encierra en el crculo de las sensaciones ms groseras, que tire
-el pintor su pincel y el poeta su lira, y, desconociendo todo nuestro
-grandor y dignidad, digamos embrutecidos: _comamos y bebamos, que
-maana moriremos_.
-
-No, la verdadera civilizacin no puede perdonarle jams al
-Protestantismo esa obra inmoral impa; la verdadera civilizacin
-no puede perdonarle jams el haber violado el santuario del pudor
-y de la inocencia, el haber procurado con todas sus fuerzas que
-desapareciese todo respeto la virginidad, pisando, de esta suerte, un
-dogma profesado por todo el humano linaje; el no haber acatado lo que
-acataron los griegos en sus sacerdotisas de Ceres, los romanos en sus
-vestales, los galos en sus druidesas, los germanos en sus adivinas; el
-haber llevado ms all la procacidad de lo que no hicieron jams los
-disolutos pueblos del Asia, y los brbaros del nuevo continente. Mengua
-es, por cierto, que se haya atacado en Europa lo que se ha respetado
-en todas las partes del mundo; que se haya tachado de preocupacin
-despreciable, una creencia universal del gnero humano, sancionada,
-adems, por el Cristianismo. Dnde se ha visto una irrupcin de
-brbaros que compararse pudiera al desbordamiento del Protestantismo
-contra lo ms inviolable que debe haber entre los hombres? Quin di
-el funesto ejemplo los perpetradores de semejantes crmenes en las
-revoluciones modernas?
-
-Que, en medio de furores de una guerra, se atreva la barbarie de los
-vencedores soltar el brutal desenfreno de la soldadesca sobre las
-moradas de las vrgenes consagradas al Seor, esto se concibe muy
-bien; pero, el perseguir por sistema estos santos establecimientos,
-concitando contra ellos las pasiones del populacho, y atacando
-groseramente la institucin en su origen y en su objeto, esto es ms
-que inhumano y brutal, esto carece de nombre cuando lo hacen los mismos
-que se precian de reformadores, de amantes del Evangelio puro, y que
-se proclaman discpulos de Aquel que en sus sublimes consejos seal la
-_virginidad_ como una de las virtudes ms hermosas que pueden esmaltar
-la aureola de un cristiano. Y quin ignora que sta fu una de las
-obras con ms ardor emprendidas por el Protestantismo?
-
-La mujer sin pudor ofrecer un cebo la voluptuosidad, pero no
-arrastrar jams el alma con el misterioso sentimiento que se apellida
-amor. Cosa notable! El deseo ms imperioso que se abriga en el corazn
-de una mujer, es el de agradar, y tan luego como se olvida del pudor,
-desagrada, ofende; as est sabiamente ordenado que sea el castigo de
-su falta, lo que hiere ms vivamente su corazn. Por esta causa, todo
-cuanto contribuye realzar en las mujeres ese delicado sentimiento,
-las realza ellas mismas, las embellece, les asegura mayor predominio
-sobre el corazn de los hombres, les seala un lugar ms distinguido,
-as en el orden domstico como en el social. Estas verdades no las
-comprendi el Protestantismo, cuando conden la _virginidad_. Sin duda
-que esta virtud no es condicin necesaria para el pudor; pero es su
-bello ideal, su tipo de perfeccin; y por cierto que el desterrar de la
-tierra ese modelo, el negar su belleza, el condenarle como perjudicial,
-no era nada propsito para conservar un sentimiento que est en
-continua lucha con la pasin ms poderosa del corazn humano, y que
-difcilmente se conserva en toda su pureza si no anda acompaado de las
-precauciones ms exquisitas. Delicadsima flor, de hermosos colores
-y suavsimo aroma, puede apenas sufrir el leve oreo del aura ms
-apacible; su belleza se marchita con extremada facilidad, sus olores se
-disipan como exhalacin pasajera.
-
-Pero, combatiendo la virginidad, se me hablar quizs de los
-perjuicios que acarrea la poblacin, contndose como defraudadas
-la multiplicacin del humano linaje las ofrendas que se hacen en las
-aras de aquella virtud. Afortunadamente, las observaciones de los ms
-distinguidos economistas han venido disipar este error proclamado
-por el Protestantismo, y reproducido por la filosofa incrdula del
-siglo XVIII. Los hechos han demostrado, de una manera convincente, dos
-verdades, cual ms importantes, para vindicar las doctrinas y las
-instituciones catlicas: 1. Que la felicidad de los pueblos no est
-en proporcin necesaria con el aumento de su poblacin. 2. Que tanto
-ese aumento como la disminucin dependen del concurso de tantas otras
-causas, que el celibato religioso, si es que en algo figure entre
-ellas, debe considerarse como de una influencia insignificante.
-
-Una religin mentida y una filosofa bastarda y egosta se empearon
-en equiparar los secretos de la multiplicacin humana con la de los
-otros vivientes. Prescindieron de todas las relaciones religiosas, no
-vieron en la humanidad ms que un vasto plantel, en que no convena
-dejar nada estril. As se allan el camino para considerar tambin al
-individuo como una mquina de que deban sacarse todos los productos
-posibles; para nada se pens en la caridad, en la sublime enseanza
-de la religin sobre la dignidad y los destinos del hombre; y as la
-industria se ha hecho cruel, y la organizacin del trabajo, planteada
-sobre bases puramente materiales, aumenta el bienestar presente de los
-ricos, pero amenaza terriblemente su porvenir.
-
-Hondos designios de la Providencia! La nacin que ha llevado ms
-all estos principios funestos, encuntrase en la actualidad agobiada
-de hombres y de productos. Espantosa miseria devora sus clases ms
-numerosas, y toda la habilidad de los hombres que la dirigen no ser
-parte desviarla de los escollos que se encamina, impelida por la
-fuerza de los elementos que se entreg sin reserva. Los distinguidos
-profesores de la universidad de Oxford, que, al parecer, van conociendo
-los vicios radicales del Protestantismo, encontraran aqu abundante
-objeto de meditacin para investigar hasta qu punto contribuyeron
-los pretendidos reformadores del siglo XVI preparar la situacin
-crtica, en que, pesar de sus inmensos adelantos, se encuentra la
-Inglaterra.
-
-En el mundo fsico, todo est dispuesto con _nmero, peso y medida_;
-las leyes del universo muestran, por decirlo as, un clculo infinito,
-una geometra infinita; pero guardmonos de imaginarnos que todo
-podemos expresarlo por nuestros mezquinos signos, que todo podemos
-encerrarlo en nuestras reducidas combinaciones. Guardmonos, sobre
-todo, de la insensata pretensin de semejar demasiado el mundo moral al
-mundo fsico, de aplicar sin distincin aqul lo que slo es propio
-de ste, y de trastornar con nuestro orgullo la misteriosa harmona
-de la creacin. El hombre no ha nacido tan slo para _procrear_, no
-es slo una rueda colocada en su puesto para funcionar en la gran
-mquina del mundo. Es un ser imagen y semejanza de Dios, un ser
-que tiene su destino superior cuanto le rodea sobre la tierra. No
-rebajis su altura, no inclinis su frente al suelo inspirndole tan
-slo pensamientos terrenos; no estrechis su corazn privndole de
-sentimientos virtuosos y elevados, no dejndole otro gusto que el de
-los goces materiales. Si sus pensamientos religiosos le llevan una
-vida austera, si se apodera de su alma el generoso empeo de sacrificar
-en las aras de su Dios los placeres de esta vida, por qu se lo habis
-de impedir? con qu derecho le insultis, despreciando un sentimiento
-que exige, por cierto, ms alto temple de alma que el entregarse
-livianamente al goce de los placeres?
-
-Estas consideraciones, comunes ambos sexos, adquieren todava mayor
-importancia cuando se aplican la mujer. Con su fantasa exaltada,
-su corazn apasionado y su espritu ligero, necesita, aun ms que el
-varn, de inspiraciones severas, de pensamientos serios, graves, que
-contrapesen, en cuanto sea posible, aquella volubilidad con que recorre
-todos los objetos, recibiendo con facilidad extrema las impresiones
-de cuanto toca, y comunicndolas su vez, como un agente magntico,
- cuantos la rodean. Dejad, pues, que una parte del bello sexo se
-entregue una vida de contemplacin y austeridad, dejad que las
-doncellas y las matronas tengan siempre la vista un modelo de todas
-las virtudes, un sublime tipo de su ms bello adorno, que es el pudor;
-esto no ser intil por cierto: esas vrgenes no son defraudadas, ni
-la familia ni la sociedad; una y otra recobrarn con usura lo que os
-imaginabais que haban perdido.
-
-En efecto: quin alcanza medir la saludable influencia que deben
-de haber ejercido sobre las costumbres de la mujer, las augustas
-ceremonias con que la Iglesia catlica solemniza la consagracin de
-una virgen Dios? Quin puede calcular los santos pensamientos, las
-castas inspiraciones que habrn salido de esas silenciosas moradas del
-pudor, que ora se elevan en lugares retirados, ora en medio de ciudades
-populosas? Creis que la doncella en cuyo pecho se agitara una pasin
-ardorosa, que la matrona que diera cabida en su corazn inclinaciones
-livianas, no habrn encontrado mil veces un freno su pasin, en el
-solo recuerdo de la hermana, de la parienta, de la amiga, que all en
-silencioso albergue levantaba al cielo un corazn puro, ofreciendo en
-holocausto al Hijo de la Virgen, todos los encantos de la juventud y de
-la hermosura? Esto no se calcula, es verdad; pero es cierto lo menos
-que de all no sale un pensamiento liviano, que all no se inspira una
-inclinacin voluptuosa; esto no se calcula, es verdad; pero tampoco se
-calcula la saludable influencia que ejerce sobre las plantas el roco
-de la maana, tampoco se calcula la accin vivificante de la luz sobre
-la naturaleza, tampoco se calcula cmo el agua que se filtra en las
-entraas de la tierra, la fecunda y fertiliza, haciendo brotar de su
-seno vistosas flores y regalados frutos.
-
-Son tantas las causas cuya existencia y eficacia son indudables, y
-que, sin embargo, no pueden sujetarse un clculo riguroso, que, si
-buscamos la razn de la impotencia que caracteriza toda obra hija
-exclusiva del pensamiento del hombre, la encontraremos en que l no
-es capaz de abarcar el conjunto de relaciones que se complican en esa
-clase de objetos, y no puede apreciar debidamente las influencias
-indirectas, veces ocultas, veces imperceptibles, de puro delicadas.
-Por eso viene el tiempo disipar tantas ilusiones, desmentir tantos
-pronsticos, manifestar la debilidad de lo que se crea fuerte, y
-la fuerza de lo que se crea dbil; y es que con el tiempo se van
-desenvolviendo mil relaciones cuya existencia no se sospechaba,
-se ponen en accin mil causas que no se conocan, quizs se
-despreciaban; los efectos van creciendo, se van presentando de bulto,
-hasta que, al fin, se crea una situacin nueva, donde no es posible
-cerrar los ojos la evidencia de los hechos, donde no es dado resistir
- la fuerza de las cosas.
-
-Y he aqu una de las sinrazones que ms chocan en los argumentos de
-los enemigos del Catolicismo. No aciertan mirar los objetos sino por
-un aspecto, no comprenden otra direccin de una fuerza que en lnea
-recta; no ven que, as el mundo moral como el fsico, es un conjunto de
-relaciones infinitamente variadas, de influencias indirectas, que obran
- veces con ms eficacia que las directas; que todo forma un sistema de
-correspondencia y harmona, donde no conviene aislar las partes sino
-lo necesario para conocer mejor los lazos ocultos y delicados que las
-unen con el todo; donde es necesario dejar que obre el tiempo, elemento
-indispensable de todo desarrollo cumplido, de toda obra duradera.
-
-Permtaseme esa breve digresin para inculcar verdades que nunca se
-tendr demasiado presentes, cuando se trate de examinar las grandes
-instituciones fundadas por el Catolicismo. La filosofa tiene en la
-actualidad que devorar amargos desengaos; vese precisada retractar
-proposiciones avanzadas con demasiada ligereza, modificar principios
-establecidos con sobrada generalidad; y todo este trabajo se hubiera
-podido ahorrar, siendo un poco ms circunspecta en sus fallos, andando
-con mayor mesura en el curso de sus investigaciones. Coligada con el
-Protestantismo, declar guerra muerte las grandes instituciones
-catlicas, clam por la excentralizacin moral y religiosa, y un
-grito unnime se levanta de los cuatro ngulos del mundo civilizado
-invocando un principio de unidad. El instinto de los pueblos le busca,
-los filsofos ahondan en los secretos de la ciencia con la mira de
-descubrirle; vanos esfuerzos! _Nadie puede poner otro fundamento que
-el que est puesto ya_; su duracin responde de su solidez.
-
-
-
-
-CAPITULO XXVII
-
-
-Un celo incansable por la santidad del matrimonio, y un sumo cuidado
-para llevar el sentimiento del pudor al ms alto punto de delicadeza,
-son los dos polos de la conducta del Catolicismo para realzar la
-mujer. stos son los grandes medios de que ech mano para lograr su
-objeto; de ah procede el poder y la importancia de las mujeres en
-Europa; y es muy falso lo que dice M. Guizot (Lec. 4) de que esta
-particularidad de la civilizacin europea haya venido del seno del
-feudalismo. No disputar sobre la mayor menor influencia que pudo
-ejercer en el desarrollo de las costumbres domsticas; no negar que
-el estado de aislamiento en que viva el seor feudal, el encontrar
-siempre en su castillo su mujer, sus hijos y nadie ms que
-ellos, el ser ellos siempre su compaa permanente, el participar ellos
-solos de sus placeres y penas, el compartir sus intereses y destinos,
-no hubiese de contribuir desenvolver las costumbres domsticas, y
- que stas tomasen un grande y poderoso ascendiente sobre el jefe
-de familia. Pero quin hizo que, al volver el seor su castillo,
-encontrase tan slo una mujer, y no muchas? Quin le contuvo para
-que no abusase de su podero, convirtiendo su casa en harn? Quin
-le enfren para que no soltase la rienda sus pasiones, y de ellas no
-hiciese vctimas las ms hermosas doncellas que vea en las familias
-de sus rendidos vasallos? Nadie negar que quien esto hizo fueron las
-doctrinas y las costumbres introducidas y arraigadas en Europa por la
-Iglesia catlica, y las leyes severas con que opuso un firme valladar
-al desbordamiento de las pasiones; y, por consiguiente, aun dado que el
-feudalismo hubiera hecho el bien que se supone, sera este bien debido
- la Iglesia catlica.
-
-Ha dado ocasin, sin duda, que se exagerase la influencia del
-feudalismo en dar importancia las mujeres, un hecho de aquella
-poca que se presenta muy de bulto, y que efectivamente primera
-vista no deja de deslumbrar. Este hecho consiste en el gallardo
-espritu de caballera, que, brotando en el seno del feudalismo, y
-extendindose rpidamente, produjo las acciones ms heroicas, di
-origen una literatura rica de imaginacin y sentimiento, y contribuy
-no poco amansar y suavizar las feroces costumbres de los seores
-feudales. Distinguase principalmente aquella poca por su espritu de
-galantera; mas no la galantera comn cual se forma dondequiera con
-las tiernas relaciones de los dos sexos, sino una galantera llevada
- la mayor exageracin por parte del hombre, combinada de un modo
-singular con el valor ms heroico, con el desprendimiento ms sublime,
-con la fe ms viva y la religiosidad ms ardiente. _Dios y su dama_:
-he aqu el eterno pensamiento del caballero; lo que embarga todas
-sus facultades, lo que ocupa todos sus instantes, lo que llena toda
-su existencia. Con tal que pueda alcanzar un triunfo sobre la hueste
-infiel, con tal que le aliente la esperanza de ofrecer los pies de
-su seora los trofeos de la victoria, no hay sacrificio que le sea
-costoso, no hay viaje que le canse, no hay peligro que le arredre, no
-hay empresa que le desanime; su imaginacin exaltada le traslada un
-mundo fantstico, su corazn arde como una fragua, todo lo acomete,
-todo da cima; y aquel mismo hombre que poco antes peleaba como un len,
-en los campos de la Btica de la Palestina, se ablanda como una cera
-al solo nombre del dolo de su corazn, vuelve sus amorosos ojos hacia
-su patria, y se embelesa con el solo pensamiento de que, suspirando un
-da al pie del castillo de su seora, podr recabar quizs una sea
-amorosa, una mirada fugitiva. Ay del temerario que osare disputarle
-su tesoro! Ay del indiscreto que fijare sus ojos en las almenas de
-donde espera el caballero una sea misteriosa! No es tan terrible la
-leona la que han arrebatado sus cachorros; y el bosque azotado por el
-aquiln no se agita como el corazn del fiero amante; nada ser capaz
-de detener su venganza; dar la muerte su rival, recibirla.
-
-Examinando esta informe mezcla de blandura y de fiereza, de religin y
-de pasiones, mezcla que, sin duda, habrn exagerado un poco el capricho
-de los cronistas y la imaginacin de los trovadores, pero que no deja
-de tener su tipo muy real y verdadero, ntase que era muy natural en
-su poca, y que nada entraa de la contradiccin que primera vista
-pudiera presentar. En efecto: nada ms natural que el ser muy violentas
-las pasiones de unos hombres, cuyos progenitores poco lejanos haban
-venido de las selvas del Norte plantar su tienda ensangrentada sobre
-las ruinas de las ciudades que haban destrudo; nada ms natural
-que el no conocer otro juez que el de su brazo unos hombres que no
-ejercan otra profesin que la guerra, y que, adems, vivan en una
-sociedad que, estando todava en embrin, careca de un poder pblico
-bastante fuerte para tener raya las pasiones particulares; y nada,
-por fin, ms natural en esos mismos hombres que el ser tan vivo el
-sentimiento religioso, pues que la religin era el nico poder por
-ellos reconocido, la religin haba encantado su fantasa con el
-esplendor y magnificencia de los templos y la majestad y pompa del
-culto, la religin los haba llenado de asombro presentando sus ojos
-el espectculo de las virtudes ms sublimes y haciendo resonar sus
-odos un lenguaje tan elevado, como dulce y penetrante: lenguaje que,
-si bien no era por ellos bien comprendido, no dejaba de convencerlos de
-la santidad y divinidad de los misterios y preceptos de la religin,
-arrancndoles una admiracin y acatamiento, que, obrando sobre almas de
-tan vigoroso temple, engendraba el entusiasmo y produca el herosmo.
-En lo que se echa de ver que todo cuanto haba de bueno en aquella
-exaltacin de sentimientos, todo dimanaba de la religin; y que, si de
-ella se prescinde, slo vemos al brbaro que no conoce otra ley que su
-lanza, ni otra gua en su conducta que las inspiraciones de un corazn
-lleno de fuego.
-
-Calando ms y ms en el espritu de la caballera, y parndose
-particularmente en el carcter de los sentimientos que entraaba con
-respecto la mujer, parece que, lejos de realzarla, la supone ya
-realzada, ya rodeada de consideracin; no le da un nuevo lugar, la
-encuentra ocupndolo ya. Y, la verdad, no ser as, cmo es posible
-concebir tan exagerada, tan fantstica galantera? Pero imaginaos
-la belleza de la virgen cubierta con el velo del pudor cristiano, y
-aumentndose as la ilusin y el encanto; entonces concebiris el
-delirio del caballero; imaginaos la virtuosa matrona, la compaera
-del hombre, la madre de familia, la mujer nica en quien se
-concentran todas las afecciones del marido y de los hijos, la esposa
-cristiana, y entonces concebiris tambin por qu el caballero se
-embriaga con el solo pensamiento de alcanzar tanta dicha, y por qu
-el amor es algo ms que un arrebato voluptuoso, es un respeto, una
-veneracin, un culto.
-
-No han faltado algunos que han pretendido encontrar el origen de esa
-especie de culto, en las costumbres de los germanos, y, refirindose
- ciertas expresiones de Tcito, han querido explicar la mejora
-social de las mujeres como dimanada del respeto con que las miraban
-aquellos brbaros. M. Guizot desecha esta asercin, y la combate
-muy atinadamente, haciendo observar que lo que nos dice Tcito de
-los germanos, no era caracterstico de aquellos pueblos, pues que
-expresiones iguales las de Tcito, los mismos sentimientos, los
-mismos usos de los germanos se descubren en las relaciones que hacen
-una multitud de historiadores de otros pueblos salvajes. Todava
-despus de la observacin de M. Guizot, se ha sostenido la misma
-opinin, y as es menester combatirla de nuevo.
-
-He aqu el pasaje de Tcito: Inesse quin etiam sanctum aliquid et
-providum putant: nec aut consilia earum aspernantur, aut responsa
-negligunt. Vidimus sub divo Vespasiano, Velledam diu apud plerosque
-numinis loco habitam. (_De mor. Germ._) Hasta llegan creer que
-hay en las mujeres algo de santo y de proftico, y ni desprecian sus
-consejos, ni desoyen sus pronsticos. En tiempo del divino Vespasiano,
-vimos que por largo espacio Velleda fu tenida por muchos como diosa.
- mi juicio, se entiende muy mal ese pasaje de Tcito, cuando se le
-quiere dar extensin las costumbres domsticas, cuando se le quiere
-tomar como un rasgo que retrata las relaciones conyugales. Si se fija
-debidamente la atencin en las palabras del historiador, se echar de
-ver que esto distaba mucho de su mente; pues que sus palabras slo
-se refieren la supersticin de considerar algunas mujeres como
-profetisas. Confrmase la verdad y exactitud de esta observacin con
-el mismo ejemplo que aduce de Velleda, la cual dice era reputada por
-muchos como diosa. En otro lugar de sus obras (_Histor._, lib. 4),
-explica Tcito su pensamiento, pues hablando de la misma Velleda nos
-dice que esta doncella de la nacin de los Bructeros tena gran
-dominio, causa de la antigua costumbre de los germanos, con que
-miraban muchas mujeres como profetisas, y, andando en aumento la
-supersticin, llegaban hasta tenerlas por diosas. Ea virgo nationis
-Bructerae late imperitabat: vetere apud germanos more, quo plerasque
-faeminarum, fatidicas, e augescente superstitione, arbitrantur deas.
-El texto que se acaba de citar prueba hasta la evidencia que Tcito
-habla de la supersticin, no del orden domstico, cosas muy diferentes,
-pues no media inconveniente alguno en que algunas mujeres sean tenidas
-como semidiosas, y, entre tanto, la generalidad de ellas no ocupen en
-la sociedad el puesto que les corresponde. En Atenas se daba grande
-importancia las sacerdotisas de Ceres; en Roma las vestales; y las
-Pitonisas, y la historia de las famosas Sibilas, manifiestan que el
-tener por fatdicas las mujeres, no era exclusivamente propio de los
-germanos. No debo ahora explicar la causa de estos hechos, me basta
-consignarlos; tal vez la fisiologa podra en esta parte suministrar
-luces la filosofa de la historia.
-
-Que el orden de la supersticin y el de la familia eran muy diferentes,
-es fcil notarlo en la misma obra de Tcito, cuando describe la
-severidad de costumbres de los germanos con respecto al matrimonio.
-Nada hay all de aquel _sanctum et providum_; slo s una austeridad
-que conservaba cada cual en la lnea de sus deberes, y lejos de
-ser la mujer tenida como diosa, si caa en la infidelidad, quedaba
-encomendado al marido el castigo de su falta. Es curioso el pasaje,
-pues indica que entre los germanos no deban tampoco de ser escasas las
-facultades del hombre sobre la mujer. Accisis crinibus, dice, nudatam
-coram propinquis expellit domo maritus, ac per omnem vicum verbere
-agit. Rapado el cabello, chala de casa el marido en presencia de
-los parientes, y desnuda la anda azotando por todo el lugar. Este
-castigo da, sin duda, una idea de la ignominia que entre los germanos
-acompaaba al adulterio; pero no es muy favorable la estimacin
-pblica de la mujer: sta hubiera ganado mucho con la pena del
-apedreamiento.
-
-Cuando Tcito nos describe el estado social de los germanos, es
-preciso no olvidar que quizs algunos rasgos de costumbres son de
-propsito realzados algn tanto, pues que nada es ms natural en un
-escritor del temple de Tcito, viviendo acongojado y exasperado
-por la espantosa corrupcin de costumbres que la sazn dominaba
-entre los romanos. Pntanos con magnficas plumadas la santidad
-del matrimonio de los germanos, es verdad; pero quin no ve que,
-mientras escribe, tiene la vista aquellas matronas que, como dice
-Sneca, deban contar los aos, no por la sucesin de los cnsules,
-sino por el cambio de maridos? aquellas damas sin rastro de pudor,
-entregadas la disolucin ms asquerosa? Poco trabajo cuesta el
-concebir dnde se fijaba la ceuda mirada de Tcito, cuando arroja sus
-concisas reflexiones como flechas: Nemo, enim, illic vitia ridet, nec
-corrumpere et corrumpi saeculum vocatur. All el vicio no hace reir,
-ni la corrupcin se apellida moda. Rasgo vigoroso que retrata todo
-un siglo, y que nos hace entender el secreto gusto que tendra Tcito
-en echar en cara la corrompida cultura de los romanos la pureza de
-costumbres de los brbaros. Lo mismo que aguzaba el festivo ingenio de
-Juvenal y envenenaba su punzante stira, excitaba la indignacin de
-Tcito, y arrancaba su grave filosofa reprensiones severas.
-
-Que sus cuadros tenan algo de exagerado en favor de los germanos, y
-que entre ellos no eran las costumbres tan puras cual se nos quiere
-persuadir, indcanlo otras noticias que tenemos sobre aquellos
-brbaros. Posible es que fueran muy delicados en punto al matrimonio,
-pero lo cierto es que no era desconocida en sus costumbres la
-poligamia. Csar, testigo ocular, refiere que el rey germano Ariovisto
-tena dos mujeres (_De bello gall._, L. 1); y esto no era un ejemplo
-aislado, pues que el mismo Tcito nos dice que haba algunos pocos que
-tenan un tiempo varias mujeres, no por liviandad, sino por nobleza:
-exceptis admodum paucis, qui non libidine, sed ob nobilitatem pluribus
-nuptiis ambiuntur. No deja de hacer gracia aquello de _non libidine,
-sed ob nobilitatem_; pero, al fin, resulta que los reyes y los nobles,
-bajo uno otro pretexto, se tomaban alguna mayor libertad de la que
-hubiera querido el austero historiador.
-
-Quin sabe cmo estara la moralidad en medio de aquellas selvas? Si
-discurriendo con analoga quisiramos aventurar algunas conjeturas
-fundndonos en las semejanzas que es regular tuviesen entre s los
-diferentes pueblos del Norte, qu no podramos sospechar por aquella
-costumbre de los bretones, quienes, de diez en diez de doce en doce,
-tenan las mujeres comunes, y mayormente hermanos con hermanos, y
-padres con hijos, de suerte que, para distinguir las familias, tenan
-que andar tientas, atribuyendo los hijos al primero que haba tomado
-la doncella? Csar, testigo de vista, es quien lo refiere: Uxores
-habent (Britanni) deni duodenique inter se communes, et maxime fratres
-cum fratribus et parentes cum liberis; sed si qui sunt ex his nati,
-eorum habentur liberi, a quibus primum virgines quaeque ductae sunt.
-(_De bell. gall._, L. 4.)
-
-Sea de esto lo que fuere, es cierto, al menos, que el principio de la
-monogamia no era tan respetado entre los germanos como se ha querido
-suponer; haba una excepcin en favor de los nobles, es decir, de los
-poderosos, y esto bastaba para desvirtuarle y preparar su ruina. En
-estas materias, limitar la ley con excepciones en favor del poderoso
-es poco menos que abrogarla. Se dir que al poderoso nunca le faltan
-medios para quebrantar la ley; pero no es lo mismo que l la quebrante
- que ella misma se retire para dejarle el camino libre: en el primer
-caso, el empleo de la fuerza no anonada la ley, el mismo choque con que
-se la rompe hace sentir su existencia, y pone de manifiesto la sinrazn
-y la injusticia; en el segundo, la misma ley se prostituye, por decirlo
-as: las pasiones no necesitan de la violencia para abrirse paso, ella
-les franquea villanamente la puerta. Desde entonces queda envilecida
-y degradada, hace vacilar el mismo principio moral que le sirve de
-fundamento; y, como en pena de su complicidad inicua, se convierte en
-objeto de animadversin de aquellos que se encuentran forzados todava
- rendirle homenaje.
-
-As que, una vez reconocido entre los germanos el privilegio
-de poligamia en favor de los poderosos, deba, con el tiempo,
-generalizarse esta costumbre las dems clases del pueblo; y es muy
-probable que as se hubiera verificado luego que la ocupacin de nuevos
-pases ms templados y feraces, y algn adelanto en su estado social,
-les hubiesen proporcionado en mayor abundancia los medios de satisfacer
-las necesidades ms urgentes. Slo puede prevenirse tan grave mal, con
-la inflexible severidad de la Iglesia catlica. Los nobles y los reyes
-conservaban todava fuerte inclinacin al privilegio de que hemos visto
-que disfrutaran sus antecesores antes de abrazar la religin cristiana,
-y de aqu es que, en los primeros siglos despus de la irrupcin, vemos
-que la Iglesia alcanza duras penas contenerlos en sus inclinaciones
-violentas. Los que se han empeado en descubrir entre los germanos
-tantos elementos de la civilizacin moderna, no hubieran quizs andado
-ms acertados en encontrar en las costumbres que se han indicado ms
-arriba, una de las causas que ocasionaron tan frecuentes choques entre
-los prncipes seculares y la Iglesia?
-
-No alcanzo por qu se ha de buscar en los bosques de los brbaros
-el origen de una de las ms bellas cualidades que honran nuestra
-civilizacin, ni por qu se les han de atribuir virtudes de que, por
-cierto, no se mostraron muy provistos, tan pronto como se arrojaron
-sobre el Medioda. Sin monumentos, sin historia, con escassimos
-indicios sobre el estado social de aquellos pueblos, difcil es, por
-no decir imposible, asentar nada fijo sobre sus costumbres; pero qu
-haba de ser de la moralidad en medio de tanta ignorancia, tanta
-supersticin y barbarie?
-
-Lo poco que sabemos de aquellos tiempos hemos tenido que tomarlo de
-los historiadores romanos, y, desgraciadamente, no es ste uno de
-los mejores manantiales para beber el agua bien pura. Sucede, casi
-siempre, que los observadores, mayormente cuando son guerreros que van
- conquistar, slo pueden dar alguna cuenta del estado poltico de
-los pueblos poco conocidos quienes observan, andando escasos en lo
-tocante al social y de familia. Y es que, para formarse idea de esto
-ltimo, es necesario mezclarse intimarse con los pueblos observados,
-cosa que no suele consentir el diferente estado de la civilizacin, y
-mucho menos cuando entre observadores y observados reinan encarnizados
-odios, hijos de largas temporadas de guerra muerte. Adase esto
-que, en tales casos, lo que llama ms particularmente la atencin es lo
-que puede favorecer contrariar los designios de los conquistadores,
-quienes, por lo comn, no dan mucha importancia las relaciones
-morales, y se ver por qu los pueblos que son objeto de observacin
-quedan conocidos slo en la corteza, y cunto debe desconfiarse
-entonces de todas las narraciones relativas religin y costumbres.
-
-Juzgue el lector si esto es aplicable cuando se trata de apreciar
-debidamente el valor de lo que sobre los brbaros nos cuentan los
-romanos; basta fijar la vista en aquellas escenas de sangre y horrores
-prolongadas por siglos, en las que se vea, de una parte, la ambicin
-de Roma, que, no contenta con el dominio del orbe conocido, quera
-extender su mando hasta lo ms recndito y escabroso de las selvas del
-Norte, y, de otra, resaltaba el indomable espritu de independencia de
-los brbaros, que rompan y hacan pedazos las cadenas que se pretenda
-imponerles, y destruan con briosas acometidas las vallas con que se
-esforzaba en encerrarlos en los bosques la estrategia de los generales
-romanos.
-
-Como quiera, siempre es muy arriesgado buscar en la barbarie el origen
-de uno de los ms bellos florones de la civilizacin, y explicar por
-sentimientos supersticiosos y vagos, lo que por espacio de muchos
-siglos forma el estado normal de un gran conjunto de pueblos, los ms
-adelantados que se vieron jams en los fastos del mundo. Si estos
-nobles sentimientos que se nos quieren presentar como dimanados de los
-brbaros, existan realmente entre ellos, cmo es que no perecieron
-en medio de las transmigraciones y trastornos? Si nada ha quedado de
-aquel estado social, sern cabalmente estos sentimientos lo nico
-que se habr conservado, y no como quiera, sino despojados de la
-supersticin y grosera, purificados, ennoblecidos, transformados en
-un sentimiento racional, justo, saludable, caballeresco, digno de
-pueblos civilizados? Tamaas aserciones presentan la primera ojeada
-el carcter de atrevidas paradojas. Por cierto que, cuando se ofrece
-explicar grandes fenmenos en el orden social, es algo ms filosfico
-buscar su origen en ideas que hayan ejercido por largo tiempo vigorosa
-influencia sobre la sociedad, en las costumbres instituciones que
-hayan emanado de esas ideas, en leyes que hayan sido reconocidas y
-acatadas durante muchos siglos, como establecidas por un poder divino.
-
- qu, pues, para explicar la consideracin de que disfrutan las
-mujeres europeas, recurrir la veneracin supersticiosa tributada por
-pueblos brbaros, all en sus salvajes guaridas, Velleda, Aurinia
- Gauna? La razn, el simple buen sentido, nos estn diciendo que no es
-ste el verdadero origen del admirable fenmeno que vamos examinando;
-que es necesario buscar en otra parte el conjunto de causas que han
-concurrido producirle. La historia nos revela estas causas, mejor
-diremos, nos las hace palpables, ofrecindonos en abundancia los hechos
-que no dejan la menor duda sobre el principio del cual ha dimanado tan
-saludable y transcendental influencia. Antes del Cristianismo, la mujer
-estaba oprimida bajo la tirana del varn, pero elevada sobre el rango
-de esclava: como dbil que era, vease condenada ser la vctima del
-fuerte. Vino la religin cristiana, y con sus doctrinas de fraternidad
-en Jesucristo, y de igualdad ante Dios, sin distincin de condiciones
-ni sexos, destruy el mal en su raz, enseando al hombre que la
-mujer no deba de ser su esclava, sino su compaera. Desde entonces
-la mejora de la condicin de la mujer se hizo sentir en todas partes
-donde iba difundindose el Cristianismo; y en cuanto era posible,
-atendido el arraigo de las costumbres antiguas, la mujer recogi bien
-pronto el fruto de una enseanza que vena cambiar completamente
-su posicin, dndole, por decirlo as, una nueva existencia. He aqu
-una de las primeras causas de la mejora de la condicin de la mujer:
-causa sensible, patente, cuyo sealamiento no pide ninguna suposicin
-gratuita, que no se funda en conjeturas, que salta los ojos con slo
-dar una mirada los hechos ms conocidos de la historia.
-
-Adems, el Catolicismo, con la severidad de su moral, con la alta
-proteccin dispensada al delicado sentimiento del pudor, corrigi y
-purific las costumbres; as realz considerablemente la mujer,
-cuya dignidad es incompatible con la corrupcin y la licencia. Por
-fin: el mismo Catolicismo, la Iglesia catlica, y ntese bien que
-no decimos el Cristianismo, con su firmeza en establecer y conservar
-la monogamia y la indisolubilidad del matrimonio, puso un freno los
-caprichos del varn, y concentr sus sentimientos hacia su esposa,
-nica inseparable. As con este conjunto de causas pas la mujer del
-estado de esclava al rango de compaera del hombre; as se convirti
-el instrumento de placer en digna madre de familia rodeada de la
-consideracin y respeto de los hijos y dependientes; as se cre en
-las familias la identidad de intereses, se garantiz la educacin de
-los hijos, resultando esa intimidad en que se hermanan marido y mujer,
-padres hijos, sin el derecho atroz de vida y muerte, sin facultad
-siquiera para castigos demasiado graves: y todo vinculado por lazos
-robustos, pero blandos, afianzados en los principios de la sana moral;
-sostenidos por las costumbres, afirmados y vigilados por las leyes,
-apoyados en la reciprocidad de intereses, asegurados con el sello de la
-perpetuidad y endulzados por el amor. He aqu descifrado el misterio,
-he aqu explicado satisfaccin el origen del realce y de la dignidad
-de la mujer europea, he aqu de donde nos ha venido esa admirable
-organizacin de la familia que los europeos poseemos sin apreciarla,
-sin conocerla bastante, sin procurar, cual debiramos, su conservacin.
-
-Al ventilar esta importante materia, he distinguido de propsito
-entre el Cristianismo y el Catolicismo, para evitar la confusin de
-palabras, que nos habra llevado la confusin de las cosas. En la
-realidad, el verdadero, el nico Cristianismo es el Catolicismo; pero
-hay ahora la triste necesidad de no poder emplear indistintamente
-estas palabras: y esto no slo causa de los protestantes, sino por
-razn de esa monstruosa nomenclatura filosfico-cristiana que no se
-olvida jams de mezclar el Cristianismo entre las sectas filosficas;
-ni ms ni menos que si esa religin divina no fuera otra cosa que un
-sistema imaginado por el pensamiento del hombre. Como el principio de
-la caridad descuella en todas partes donde se encuentra la religin
-de Jesucristo, y se hace visible hasta los ojos de los incrdulos,
-aquellos filsofos que han querido permanecer en la incredulidad, sin
-incurrir, empero, en la nota de volterianos, se han apoderado de las
-palabras de fraternidad y de humanidad, para hacerlas servir de tema
- su enseanza, atribuyendo principalmente al Cristianismo el origen
-de esas ideas sublimes y de los generosos sentimientos que de ellas
-emanan. As aparentan que no rompen con toda la historia de lo pasado,
-como lo hiciera all en sus sueos la filosofa del siglo anterior,
-sino que pretenden acomodarlo lo presente, y preparar el camino ms
-grande y dichoso porvenir.
-
-Pero no creis que el Cristianismo de esos filsofos sea una religin
-divina; nada de eso: es una idea feliz, grandiosa, fecunda en grandes
-resultados, pero no es ms que una idea puramente humana. Es un
-producto de largos y penosos trabajos de la humanidad. El politesmo,
-el judasmo, la filosofa de Oriente, la de Egipto, de Grecia, todo era
-una especie de trabajo preparatorio para la grande obra. Jesucristo,
-segn ellos, no hizo ms que formular ese pensamiento que en embrin
-se remova y se agitaba en el seno de la humanidad: l fij la idea,
-la desenvolvi, y, hacindola bajar al terreno de la prctica, hizo
-dar al linaje humano un paso de inmensa importancia en el camino de la
-perfeccin que se dirige. Pero, en todo caso, Jesucristo no es ms,
-los ojos de esos filsofos, que un filsofo en Judea, como un Scrates
-en Grecia, un Sneca en Roma:[.?] Y no es poca fortuna si le conceden
-todava esa existencia de hombre, y no les place transformarle en un
-ser mitolgico, convirtiendo la narracin del Evangelio en una pura
-alegora.
-
-As es de la mayor importancia en la poca actual el distinguir entre
-el Cristianismo y el Catolicismo, siempre que se trata de poner en
-claro y de presentar la gratitud de los pueblos los inefables
-beneficios de que son deudores la religin cristiana. Conviene
-demostrar que lo que ha regenerado al mundo no ha sido una idea lanzada
-como al acaso en medio de tantas otras que se disputaban la preferencia
-y el predominio; sino un conjunto de verdades y de preceptos bajados
-del cielo, transmitidos al gnero humano por un Hombre-Dios por medio
-de una sociedad formada y autorizada por l mismo, para continuar hasta
-la consumacin de los siglos la obra que l estableci con su palabra,
-sancion con sus milagros y sell con su sangre. Conviene, por tanto,
-mostrar esa sociedad, que es la Iglesia catlica, realizando en sus
-leyes y en sus instituciones las inspiraciones y la enseanza del
-Divino Maestro, y cumpliendo al mismo tiempo el alto destino de guiar
- los hombres hacia la felicidad eterna, y el de mejorar su condicin
-y consolar y disminuir sus males en esta tierra de infortunio. De esta
-suerte se concreta, por decirlo as, el Cristianismo, mejor diremos,
-se le muestra tal cual es, no cual lo finge el vano pensamiento del
-hombre.
-
-Y cuenta que no debemos temer jams por la suerte de la verdad causa
-de un examen detallado y profundo de los hechos histricos: que, si
-en el vasto campo que nos conducen semejantes investigaciones
-encontramos de vez en cuando la obscuridad, andando largos trechos
-por caminos abovedados donde no penetran los rayos del sol, donde
-sonoroso el terreno que pisamos amenaza con abismos nuestra planta,
-marchemos todava con ms aliento y bro; la vuelta de la sinuosidad
-ms medrosa descubriremos en lontananza la luz que alumbra la
-extremidad del camino, y la verdad sentada sus umbrales, sonrindose
-apaciblemente de nuestros temores y sobresaltos.
-
-Entre tanto es necesario decirlo esos filsofos, como los
-protestantes: el Cristianismo, sin estar realizado en una sociedad
-visible que est en continuo contacto con los hombres, y autorizada,
-adems, para ensearlos y dirigirlos, no sera ms que una teora
-semejante tantas otras como se han visto y se ven sobre la tierra;
-y, por consiguiente, fuera tambin, si no del todo estril, lo menos
-impotente para levantar ninguna de esas obras que atraviesan intactas
-el curso de los siglos. Y es una de stas, sin duda, el matrimonio
-cristiano, la organizacin de la familia, que ha sido su inmediata
-consecuencia. En vano se hubieran difundido ideas favorables la
-dignidad de la mujer, y encaminadas la mejora de su condicin, si
-la santidad del matrimonio no se hubiese hallado escudada por un
-poder generalmente reconocido y acatado. Las pasiones, que pesar de
-encontrarse con este poder forcejaban, no obstante, por abrirse camino,
-qu hubieran hecho en el caso de no hallar otro obstculo que el de
-una teora filosfica, de una idea religiosa no realizada en ninguna
-sociedad que exigiese sumisin y obediencia?
-
-No tenemos, pues, necesidad de acudir esa filosofa extravagante que
-anda buscando la luz en medio de las tinieblas, y que, al ver que el
-orden ha sucedido al caos, tiene la peregrina ocurrencia de afirmar que
-el orden fu producido por el caos. Supuesto que encontramos en las
-doctrinas, en las leyes de la Iglesia catlica el origen de la santidad
-del matrimonio y de la dignidad de la mujer, por qu lo buscaramos
-en las costumbres brutales de unos brbaros que tenan apenas un velo
-para el pudor, y para los secretos del tlamo nupcial? Hablando Csar
-de las costumbres de los germanos de no conocer las mujeres hasta
-cierta edad, dice: Y en esto no cabe ocultacin ninguna, pues que
-en los ros se baan mezclados y slo usan de unas pieles pequeos
-zamarros, dejando desnuda gran parte del cuerpo; _cuius res nulla est
-ocultatio. quod et promiscui in fluminibus perluuntur, et pellibus aut
-rhenonum tegumentis utuntur magna corporis parte nuda_. (Csar, _De
-bel. gall._, L. 6.)
-
-Heme visto obligado contestar textos con textos, disipando los
-castillos areos levantados por el prurito de cavilar y de andar en
-busca de causas extraas en la explicacin de fenmenos cuyo origen se
-encuentra fcilmente, apelando con sinceridad y buena fe lo que nos
-ensean de consuno la filosofa y la historia. As era menester, dado
-que se trataba de esclarecer uno de los puntos ms delicados de la
-historia del linaje humano, de buscar la procedencia de uno de los ms
-fecundos elementos de la civilizacin europea: se trataba nada menos
-que de comprender la organizacin de la familia, es decir, de fijar uno
-de los polos sobre que gira el eje de la sociedad.
-
-Glorese enhorabuena el Protestantismo de haber introducido el
-divorcio, de haber despojado el matrimonio del bello y sublime carcter
-de sacramento, de haber substrado del cuidado y de la proteccin de
-la Iglesia el acto ms importante de la vida del hombre; gcese en
-las destrucciones de los sagrados asilos de las vrgenes consagradas
-al Seor, y en sus declamaciones contra la virtud ms angelical y ms
-heroica: nosotros, despus de haber defendido la doctrina y la conducta
-de la Iglesia catlica en el tribunal de la filosofa y de la historia,
-concluiremos invocando el fallo, no precisamente de la alta filosofa,
-sino del simple buen sentido, de las inspiraciones del corazn.[3]
-
-
-
-
-CAPITULO XXVIII
-
-
-Al enumerar en el captulo XX los principales caracteres que distinguen
-la civilizacin europea, seal, como uno de ellos, _una admirable
-conciencia pblica, rica de sublimes mximas morales, de reglas de
-justicia y equidad, y de sentimientos de pundonor y decoro, conciencia
-que sobrevive al naufragio de la moral privada, y que no consiente
-que el descaro de la corrupcin llegue al exceso de los antiguos_.
-Ahora es menester explicar con alguna extensin en qu consiste esa
-conciencia pblica, cul es su origen, y cules sus resultados,
-indagando al propio tiempo la parte que en formularla ha cabido, as
-al Protestantismo como al Catolicismo. Cuestin importante y delicada,
-y que, sin embargo, me atrevera decir que est intacta; pues que
-no s que nadie se haya ocupado en ella. Se habla continuamente de
-la excelencia de la moral cristiana, y en este punto estn acordes
-los hombres de todas las sectas y escuelas de Europa; pero no se
-fija bastante la atencin en el modo con que esa moral ha llegado
-dominarlo todo, desalojando primero la corrupcin del paganismo, y
-mantenindose despus, pesar de los estragos de la incredulidad,
-formando una admirable conciencia pblica, cuyos beneficios disfrutamos
-todos, sin apreciarlos debidamente, sin advertirlos siquiera.
-
-Profundizaremos mejor la materia si ante todo nos formamos una idea
-bien clara de lo que se entiende por conciencia. La conciencia, tomando
-esta palabra en su sentido general ms bien ideolgico, significa
-el conocimiento que tiene cada cual de sus propios actos. As se dice
-que el alma tiene conciencia de sus pensamientos, de los actos de su
-voluntad, de sus sensaciones; por manera que, tomada en esta acepcin
-la palabra conciencia, expresa una percepcin de lo que estamos
-haciendo padeciendo.
-
-Trasladada esta palabra al orden moral, significa el juicio que
-formamos de nuestras acciones, en cuanto son buenas malas. As,
-antes de ejercer una accin, la conciencia nos la seala como buena
-mala, y, de consiguiente, como lcita ilcita, dirigiendo de este
-modo nuestra conducta; as, despus de haberla ejercido, nos dice la
-conciencia si hemos obrado bien mal, excusndonos condenndonos,
-premindonos con la tranquilidad del corazn atormentndonos con el
-remordimiento.
-
-Previas estas aclaraciones, no ser difcil concebir la que debe
-entenderse por conciencia pblica; la cual no es otra cosa que el
-juicio que forma sobre las acciones la generalidad de los hombres;
-resultando de esto que, as como la conciencia privada puede ser recta
- errnea, ajustada lata, lo propio sucede con la pblica; y que
-entre la generalidad de los hombres de distintas sociedades ha de
-mediar una diferencia semejante la que se nota en este punto entre
-los individuos. Es decir, que, as como en una misma sociedad se
-encuentran hombres de una conciencia ms menos recta, ms menos
-errnea, ms menos ajustada, ms menos lata, deben encontrarse
-tambin sociedades que aventajan otras en formar el juicio ms
-menos acertado sobre la moralidad de las acciones, y que sean en este
-punto ms menos delicadas.
-
-Si bien se observa, la conciencia del individuo es el resultado de
-varias causas muy diferentes. Es un error el creer que la conciencia
-est slo en el entendimiento; tiene races en el corazn. La
-conciencia es un juicio, es verdad; pero juzgamos de las cosas de
-una manera muy diferente, segn el modo con que las sentimos, y si
-esto se aade que, en tratndose de ideas y acciones morales, tienen
-muchsima influencia los sentimientos, resulta que la conciencia
-se forma bajo el influjo de todas las causas que obran con alguna
-eficacia sobre nuestro corazn. Comunicad los nios los mismos
-principios morales, dndoles la enseanza por un mismo libro y por un
-mismo maestro; pero suponed que el uno vea en su propia familia la
-aplicacin continua de la instruccin que recibe, cuando el otro no
-observa ms en la suya que tibieza distraccin. Suponed, adems,
-que estos dos nios entran en la adolescencia con la misma conviccin
-religiosa y moral, de suerte que, por lo tocante su entendimiento, no
-se descubra entre los dos la menor diferencia. Creis, sin embargo,
-que su juicio ser idntico sobre la moralidad de las acciones que se
-les vaya ofreciendo? Es cierto que no. Y esto, por qu? Porque el uno
-no tiene ms que convicciones, el otro tiene, adems, los sentimientos;
-en el uno la doctrina ilustraba la mente, en el otro vena el ejemplo
-continuo grabar la doctrina en el corazn. As es que lo que aqul
-mirar con indiferencia, ste lo contemplar con horror; lo que el
-primero practicar con descuido, el segundo lo practicar con mucho
-cuidado; lo que para el uno ser objeto de mediano inters, ser para
-el otro de alta importancia.
-
-La conciencia pblica, que en ltimo resultado viene ser en cierto
-modo la suma de las conciencias privadas, est sujeta las mismas
-influencias que lo estn stas: por manera que tampoco le basta la
-enseanza, sino que le es necesario, adems, el concurso de otras
-causas que pueden, no slo instruir el entendimiento, sino formar el
-corazn. Comparando la sociedad cristiana con la pagana, chase de ver
-al instante que en esta parte debe aqulla encontrarse muy superior
-sta, no slo por la pureza de su moral y la fuerza de los principios
-y motivos con que la sanciona, sino tambin porque sigue el sabio
-sistema de inculcar de continuo esa moral, consiguiendo de esta suerte
-grabarla ms vivamente en el nimo de los que la aprendan y recordarla
-incesantemente para que no pueda olvidarse.
-
-Con esta continua repeticin de las mismas verdades consigue el
-Cristianismo lo que no pueden alcanzar las dems religiones, de las
-cuales ninguna ha podido acertar en la organizacin y ejercicio de
-un sistema tan importante. Pero, como quiera que sobre este punto me
-extend bastante en el primer tomo de esta obra (cap. XIV), no repetir
-aqu lo que dije all, y pasar consideraciones particulares sobre la
-conciencia pblica europea.
-
-Es innegable que en esta conciencia dominan, generalmente hablando, la
-razn y la justicia. Revolved los cdigos, observad los hechos, y, ni
-en las leyes, ni en las costumbres, descubriris aquellas chocantes
-injusticias, aquellas repugnantes inmoralidades que encontraris en
-otros pueblos. Hay males, por cierto, y muy graves; pero al menos nadie
-los desconoce, y se los llama con su nombre. No se apellida bien al
-mal y mal al bien; es decir, que est en ciertas materias la sociedad
-como aquellos individuos de buenos principios y de malas costumbres,
-que son los primeros en reconocer que su conducta es errada, que hay
-contradiccin entre sus doctrinas y sus obras.
-
-Lamentmonos con frecuencia de la corrupcin de costumbres, del
-libertinaje de nuestras capitales; pero, qu son la corrupcin y el
-libertinaje de las sociedades modernas, si se los compara al desenfreno
-de las sociedades antiguas? No puede negarse que hay en algunas
-capitales de Europa una corrupcin espantosa. En los registros de la
-polica figuran un asombroso nmero de mujeres perdidas; en los de las
-casas de beneficencia, el de los nios expsitos; y en las casas ms
-acomodadas hacen dolorosos estragos la infidelidad conyugal y todo
-linaje de disipacin y desorden. Sin embargo, los excesos no llegan
-ni de mucho al extremo en que los vemos entre los pueblos ms cultos
-de la antigedad, como son los griegos y romanos. Por manera que
-nuestra sociedad, tal como nosotros la vemos con harta pena, hubirales
-parecido ellas un modelo de pudor y de decoro. Ser menester
-recordar los nefandos vicios, tan comunes y tan pblicos entonces,
-y que ahora apenas se nombran entre nosotros, por cometerse muy
-raras veces, porque, temiendo la mirada de la conciencia pblica,
-se ocultan en las ms densas sombras, como debajo de las entraas de
-la tierra? Ser necesario traer la memoria las infamias de que
-estn mancillados los escritos de los antiguos cuando nos retratan
-las costumbres de su tiempo? Nombres ilustres, as en las ciencias
-como en las armas, han pasado la posteridad con manchas tan negras,
-que, no sin dificultad, se estampan ahora en un escrito; y esto nos
-revela la profunda corrupcin en que yaceran sumidas todas las
-clases, cuando se saba, al menos se sospechaba, que hasta tal punto
-se haban degradado los hombres que por su elevada posicin y dems
-circunstancias eran las lumbreras que guiaban la sociedad en su marcha.
-
-Hablis de la codicia, de esa sed de oro que todo lo invade y
-marchita? Pues mirad esos usureros que chupaban la sangre del
-pueblo por todas partes: leed los poetas satricos, y all veris
-lo que eran en este punto las costumbres; consultad los anales de
-la Iglesia, y veris sus trabajos para atenuar las males de ese
-vicio. Leed los monumentos de la historia romana, y encontraris
-la _maldita sed de oro_, y los desapiadados pretores robando sin
-pudor, llevando Roma en triunfo el fruto de sus rapias, para vivir
-all con escandaloso fausto y comprar los sufragios que haban de
-levantarlos nuevos mandos. No, en la civilizacin europea, entre
-pueblos educados por el Cristianismo, no se toleraran por tanto tiempo
-tamaos males; supngase el desgobierno, la tirana, la corrupcin de
-costumbres, hasta el punto que se quiera; pero la conciencia pblica
-levantar su voz, dar una mirada ceuda los opresores; si bien
-podrn cometerse tropelas parciales, jams la rapia se erigir
-en un sistema seguido sin rebozo, como una pauta de gobierno. Esas
-palabras de _justicia_, de _moralidad_, de _humanidad_, que sin cesar
-resuenan entre nosotros, y no como palabras vanas, sino produciendo
-efectos inmensos, y evitando grandes males, estn como impregnando
-nuestra atmsfera, las respiramos, detienen mil y mil veces la mano
-del culpable, y, resistiendo con increble fuerza las doctrinas
-materialistas y utilitarias, continan ejerciendo en la sociedad un
-efecto incalculable. Hay un sentimiento de moralidad que todo lo
-suaviza y domina, sentimiento cuya fuerza es tanta, que obliga al vicio
- conservar las apariencias de la virtud, encubrirse con cien velos,
-si no quiere ser el objeto de la execracin pblica.
-
-La sociedad moderna parece que debi heredar la corrupcin de la
-antigua, supuesto que se form de los fragmentos de ella, y esto en la
-poca en que la disolucin de costumbres haba llegado al mayor exceso.
-Es notable, adems, que la irrupcin de los brbaros estuvo tan lejos
-de mejorar la situacin, que, antes bien, contribuy empeorarla. Y
-esto, no slo por la corrupcin propia de sus costumbres brutales y
-feroces, sino tambin por el desorden que introdujeron en los pueblos
-invadidos, quebrantando la fuerza de las leyes, convirtiendo en un caos
-los usos y costumbres, y aniquilando toda autoridad.
-
-De lo que resulta que es tanto ms singular la mejora de la conciencia
-pblica que distingue los pueblos europeos, y que no puede atribuirse
- otra causa que la influencia del vital y poderoso principio que
-obr en el seno de Europa por largos siglos.
-
-Es sobremanera digna de observarse la conducta seguida en este punto
-por la Iglesia, siendo quiz uno de los hechos ms importantes que
-se encuentran en la historia de la Edad media. Colocaos en un siglo
-cualquiera, en un siglo en que la corrupcin y la injusticia levanten
-ms erguida la frente, y siempre observaris que, por ms repugnante,
-por ms impuro que sea el hecho, la ley es siempre pura: es decir,
-que la razn y la justicia tenan siempre quien las proclamaba, aun
-cuando pareciese que por nadie deban ser escuchadas. Las tinieblas
-de la ignorancia eran densas en extremo, las pasiones desenfrenadas
-no reconocan dique que alcanzase contenerlas; pero la enseanza,
-las amonestaciones de la Iglesia no faltaban jams, como en una
-noche tenebrosa brilla lo lejos el faro que indica los perdidos
-navegantes la esperanza de salvamento.
-
-Al leer la historia de la Iglesia, cuando se ven por todas partes
-reuniones de concilios proclamando los principios de la moral
-evanglica, mientras se tropieza cada paso con hechos los ms
-escandalosos; cuando se oye sin cesar inculcado el derecho tan
-quebrantado y pisoteado por el hecho, pregntase uno naturalmente:
-de qu sirve todo esto? de qu sirven las palabras cuando estn en
-completa discordancia con las cosas? No creis, sin embargo, que esta
-proclamacin sea intil, no os desaliente el tener que esperar siglos
-para recoger el fruto de esa palabra.
-
-Cuando por espacio de mucho tiempo se proclama en medio de una sociedad
-un principio, al cabo este principio llega ejercer su influencia;
-y, si es verdadero, y entraa, por consiguiente, un elemento de vida,
-al fin prevalece sobre los dems que se le oponen y se hace dueo
-de cuanto le rodea. Dejad, pues, la verdad que hable, dejadla
-que proteste, y que proteste sin cesar; esto impedir que el vicio
-prescriba, esto le dejar siempre con su nombre propio, esto impedir
-al hombre insensato de divinizar sus pasiones, de colocarlas sobre los
-altares, despus de haberlas adorado en su corazn.
-
-No lo dudis: esa protesta no ser intil; la verdad saldr, al fin,
-victoriosa y triunfante: que la protesta de la verdad es la voz del
-mismo Dios, que condena las usurpaciones de su criatura.
-
-As sucedi, en efecto: la moral cristiana, en lucha primero con las
-disolutas costumbres del imperio y despus con la brutalidad de los
-brbaros, tuvo que atravesar muchos siglos sufriendo rudas pruebas;
-pero, al fin, triunf de todo y lleg dominar la legislacin y las
-costumbres pblicas. Y no es esto decir que ni aqulla ni stas
-pudiera elevarlas al grado de perfeccin que reclama la pureza de la
-moral evanglica; pero s que hizo desaparecer las injusticias ms
-chocantes, desterr los usos ms feroces, enfren la procacidad de
-las costumbres ms desenvueltas, y logr, por fin, que el vicio fuera
-llamado en todas partes por su nombre, que no se le disfrazase con
-mentidos colores, que no se le divinizase con la impudencia intolerable
-con que se haca entre los antiguos.
-
-En los tiempos modernos, tiene que luchar con la escuela que proclama
-el inters privado como nico principio de moral; y, si bien es verdad
-que no alcanza evitar que esta funesta enseanza acarree grandes
-males, no deja, sin embargo, de disminuirlos. Ay del mundo, el da en
-que pudiera decirse sin rebozo: _mi virtud es mi utilidad, mi honor
-es mi utilidad; todo es bueno malo, segn que me proporciona una
-sensacin grata ingrata_! Ay del mundo, el da en que la conciencia
-pblica no rechazase con indignacin tan impudente lenguaje!
-
-La oportunidad que se brinda, y el deseo de aclarar ms y ms tan
-importante materia, me inducen presentar algunas observaciones sobre
-una opinin de Montesquieu relativa los censores de Grecia y Roma. Si
-hay digresin, no ser inoportuna.
-
-
-
-
-CAPITULO XXIX
-
-
-Montesquieu ha dicho que las repblicas se conservan por la virtud y
-las monarquas por el honor: observando, adems, que este honor hace
-que no sean necesarios entre nosotros los _censores_, como lo eran
-entre los antiguos. Es muy cierto que en las sociedades modernas no
-existen esos _censores_ encargados de velar por la conservacin de las
-buenas costumbres; pero no lo es que la causa de esta diferencia sea la
-sealada por el ilustre publicista. Las sociedades cristianas tienen
-en los ministros de la religin los _censores natos_ de las costumbres.
-La plenitud de esta magistratura la posee la Iglesia, con la diferencia
-de que el poder censorio de los antiguos era una autoridad puramente
-civil, y el de la Iglesia, un poder religioso, que tiene su origen y su
-sancin en la autoridad divina.
-
-La religin de Grecia y Roma no ejerca ni poda ejercer sobre las
-costumbres ese poder censorio, bastando para convencerse de esta verdad
-el notable pasaje de San Agustn que llevo copiado en el captulo
-XIV, pasaje tan interesante en esta materia, que me atrever pedir
-la repeticin de su lectura. He aqu la razn de que se encuentren en
-Grecia y Roma los censores, que no se vieron despus en los pueblos
-cristianos. Esos censores eran un suplemento de la religin pagana y
-mostraban las claras su impotencia; pues que, siendo duea de toda la
-sociedad, no alcanzaba cumplir una de las primeras misiones de toda
-religin, que es el vigilar sobre las costumbres. Tanta verdad es lo
-que acabo de observar, que as que han menguado en los pueblos modernos
-la influencia de la religin y el ascendiente de sus ministros, han
-aparecido de nuevo en cierto modo los antiguos _censores_ en la
-institucin que llamamos _polica_: cuando faltan los medios morales,
-es indispensable echar mano de los fsicos; la persuasin se
-substituye la violencia; y, en vez del misionero caritativo y celoso,
-encuentra el culpable al encargado de la fuerza pblica.
-
-Mucho se ha escrito ya sobre el sistema de Montesquieu con respecto
-los principios que sirven de base las diferentes formas de gobierno,
-pero quizs no se ha reparado todava en el fenmeno que, observado
-por el publicista, contribuy deslumbrarle. Como esto se enlaza
-ntimamente con el punto que acabo de tocar sobre las causas de la
-existencia de los censores, desenvolver con alguna extensin las
-indicaciones que acabo de presentar.
-
-En tiempo de Montesquieu no era la religin cristiana tan
-profundamente conocida como lo es ahora con respecto su importancia
-social, y, si bien en este punto le tribut el autor del _Espritu de
-las leyes_ un cumplido elogio, es menester no olvidar cules haban
-sido en los aos de su juventud sus preocupaciones anticristianas;
-y hasta conviene tener presente que en su _Espritu de las leyes_
-dista mucho de hacer la verdadera religin la justicia que le es
-debida. Estaban la sazn en su ascendiente las ideas de la filosofa
-irreligiosa que aos despus arrastr tantos malogrados ingenios;
-y Montesquieu no tuvo bastante fuerza para sobreponerse del todo al
-espritu que tanto cunda, y que amenazaba invadirlo y dominarlo todo.
-
-Combinbase con esta causa, otra que, aunque en s distinta, reconoca,
-sin embargo, el mismo origen, y era: la prevencin favorable por
-todo lo antiguo, una admiracin ciega por todo lo que era griego
-romano. Parecales los filsofos de dicha poca que la perfeccin
-social y poltica haba llegado al ms alto punto entre aquellos
-pueblos; que poco nada se les poda aadir ni quitar; y que hasta
-en religin eran mil veces preferibles sus fbulas y sus fiestas,
-los dogmas y al culto de la religin cristiana. los ojos de los
-nuevos filsofos, el cielo del Apocalipsis no poda sufrir parangn
-con el cielo de los Campos Elseos; la majestad de Jehov era inferior
- la de Jpiter; todas las ms altas instituciones cristianas eran
-un legado de la ignorancia y del fanatismo; los establecimientos ms
-santos y benficos eran obra de miras torcidas, la expresin y el
-vehculo de srdidos intereses; el poder pblico no era ms que atroz
-tirana; slo eran bellas, slo eran justas, slo eran saludables las
-instituciones paganas: all todo era sabio, todo abrigaba designios
-profundos, altamente provechosos la sociedad; slo los antiguos
-haban disfrutado de las ventajas sociales, slo ellos haban acertado
- organizar un poder pblico con garantas para la libertad de los
-ciudadanos. Los pueblos modernos deban llorar con lgrimas de amargura
-por no poder disfrutar del bullicio del foro. por no oir oradores como
-Demstenes y Cicern, por carecer de los juegos olmpicos, por no poder
-asistir al pugilato de los atletas, por no serles dado profesar una
-religin que, si bien llena de ilusiones y mentiras, daba, sin embargo,
- la naturaleza toda un inters dramtico, animando sus fuentes, sus
-ros, sus cascadas y sus mares, poblando de hermosas ninfas los campos,
-las praderas y los bosques, dando al hombre dioses compaeros del hogar
-domstico, y, sobre todo, haciendo la vida ms llevadera y agradable
-con soltar la rienda las pasiones, supuesto que las divinizaba bajo
-las formas ms hechiceras.
-
-Al travs de semejantes preocupaciones, cmo era posible comprender
-las instituciones de la Europa moderna? Todo se trastornaba de un modo
-deplorable; todo lo existente se condenaba sin apelacin, y quien
-saliera su defensa, era reputado por hombre de pocos alcances, de
-mala fe, y que no poda contar con otro apoyo que el que le dispensaban
-los gobiernos todava preocupados en favor de una religin y de unas
-instituciones que, segn todas las probabilidades, haban de perecer
-no lardar. Lamentables aberraciones del espritu humano! Qu diran
-aquellos escritores si ahora se levantasen de la tumba? Y todava
-no ha pasado un siglo desde la poca en que empez ser influyente
-su escuela! Y sus discpulos han sido por largo tiempo dueos de
-arreglar el mundo como bien les ha parecido! Y no han hecho ms que
-hacer derramar torrentes de sangre, amontonando nuevos escarmientos y
-desengaos en la historia de la humanidad!
-
-Pero volvamos Montesquieu. Este publicista, que tanto se resinti
-de la atmsfera que le rodeaba, y que tambin no dej de tener alguna
-parte en malearla, advirti los hechos que de bulto se presentan los
-ojos del observador, y cules son los efectos de la conciencia pblica
-creada entre los pueblos europeos por la influencia cristiana; pero,
-notando los efectos, no se remont la verdadera causa, y as se
-empe en ajustarlos de todos modos al sistema que haba imaginado.
-Comparando la sociedad antigua con la moderna, descubri una notable
-diferencia en la conducta de los hombres, observando que entre nosotros
-se ejercen las acciones ms heroicas y ms bellas y se evitan, por una
-parte, muchos vicios que contaminaban los antiguos; cuando, por otra
-parte, se echa de ver que los hombres de nuestras sociedades no siempre
-tienen aquel alto temple moral que debiera de ser la causa regular de
-esta conducta. La codicia, la ambicin, el amor de los placeres y dems
-pasiones, reinan todava en el mundo, bastando dar una mirada en torno,
-para descubrirlas por doquiera; y, sin embargo, estas pasiones no se
-desmandan hasta tal punto que se entreguen los excesos que lamentamos
-en los antiguos: hay un freno misterioso que las contiene; antes de
-arrojarse sobre el cebo que las brinda, dan siempre al rededor de s
-una cautelosa mirada; no se atreven ciertos excesos, no ser que
-puedan contar de seguro con un velo que las encubra. Temen de un modo
-particular la vista de los hombres: no pueden vivir sino en la soledad
-y en las tinieblas. Cul es la causa de este fenmeno? se preguntaba
- s mismo el autor del _Espritu de las leyes_. Los hombres, dira,
-obran muchas veces, no por virtud moral, sino por consideracin al
-juicio que de las acciones formarn los dems: esto es obrar por
-honor; ste es un hecho que se observa en Francia y en las dems
-monarquas de Europa: ste ser, pues, un carcter distintivo de los
-gobiernos monrquicos; sta ser la base de esa forma poltica; sta la
-diferencia de la repblica y del despotismo.
-
-Oigamos al mismo autor: En qu clase de gobierno son necesarios
-los censores? En una repblica donde el principio del gobierno es la
-virtud. No son solamente los crmenes lo que destruye la virtud, sino
-tambin las negligencias, las faltas, cierta tibieza en el amor de la
-patria, los ejemplos peligrosos, las semillas de corrupcin, lo que sin
-chocar con las leyes las elude, y sin destruirlas las enflaquece. Todo
-esto debe ser corregido por los censores.
-
-En las monarquas no son necesarios por estar fundadas en el
-honor, y la naturaleza de ste es el tener _por censor todo el
-universo_. Cualquiera que falte al honor, se encuentra expuesto las
-reconvenciones de los mismos que carecen de l. (_Espritu de las
-leyes_, lib. V, cap. XIX). He aqu lo que pensaba este publicista. Sin
-embargo, reflexionando sobre la materia, se echa de ver que padeci una
-equivocacin trasladando al orden poltico, y explicando por causas
-meramente polticas, un hecho puramente social. Montesquieu seala
-como caracterstico de las monarquas lo que es general todas las
-sociedades modernas, y parece que no comprendi la verdadera causa de
-que en stas no haya sido necesaria la institucin de censores, as
-como no alcanz el verdadero motivo de esta necesidad en las repblicas
-antiguas.
-
-Las formas monrquicas no han dominado exclusivamente en Europa. Se
-han visto en ella poderosas repblicas, y se encuentra todava alguna
-nada despreciable. La misma monarqua ha sufrido muchas modificaciones,
-alindose, ora con la democracia, ora con la aristocracia, ora
-ejerciendo un poder sin lmites, ora obrando en crculos ms menos
-dilatados; y, sin embargo, se encuentra por todas partes ese freno de
-que habla Montesquieu, y que apellida _honor_; es decir, un poderoso
-estmulo para hacer buenas acciones y un robusto dique para evitar las
-malas, por consideracin al juicio que de nosotros formarn los dems.
-
-En las monarquas, dice Montesquieu, no se necesitan censores; ellas
-estn fundadas sobre el honor, y es de la naturaleza del honor el tener
-por censor todo el universo; palabras notables que nos revelan todo
-el pensamiento del escritor, y que, al propio tiempo, nos indican el
-origen de su equivocacin. Estas mismas palabras nos servirn de clave
-para descifrar el enigma. Para hacerlo cual conviene la importancia
-de la materia, y con la claridad que se necesita en un objeto que
-por las complicadas relaciones que abarca ofrece alguna confusin,
-procurar presentar las ideas con la mayor precisin posible.
-
-El respeto al juicio de los dems es innato en el hombre: y, de
-consiguiente, est en su misma naturaleza el que haga evite muchas
-cosas, por consideracin este juicio. Esto se funda en un hecho
-tan sencillo como es el amor de nuestra buena reputacin, el deseo
-de parecer bien el temor de parecer mal los ojos de nuestros
-semejantes. Esto, de puro claro y sencillo, no necesita ni aun
-consiente pruebas ni comentarios.
-
-El honor es un estmulo ms menos vivo, un freno ms menos
-poderoso, segn la mayor menor severidad de juicio que supongamos
-en los dems. Por esta causa, entre personas generosas hace el tacao
-un esfuerzo por parecer liberal; as como el prdigo se limita, si se
-halla entre compaeros amantes de la economa. En una reunin donde
-la generalidad de los concurrentes sea morigerada, se mantienen en la
-lnea del deber aun los libertinos; cuando en otra donde campee la
-licencia, llegan permitirse cierta libertad hasta los habitualmente
-severos de costumbres.
-
-La sociedad en que vivimos es una gran reunin: si sabemos que dominan
-en ella principios severos, si omos proclamadas por todas partes
-las reglas de la sana moral, si conceptuamos que la generalidad de
-los hombres con quienes vivimos llama cada accin con su verdadero
-nombre, sin que falsee su juicio el desarreglo que tal vez pueda haber
-en su conducta, entonces nos veremos rodeados por todas partes de
-testigos y de jueces, cuya corrupcin no podemos alcanzar: y esto
-nos detendr cada paso en los deseos de obrar mal, nos impulsar de
-continuo portarnos bien.
-
-Muy de otra suerte suceder si nos prometemos indulgencia en la
-sociedad que nos rodea: entonces, aun suponindonos con las mismas
-convicciones, el vicio no nos parecer tan feo, ni el crimen tan
-detestable, la corrupcin tan asquerosa; sern muy diferentes nuestros
-pensamientos con respecto la moralidad de nuestra conducta, y,
-andando el tiempo, llegarn resentirse nuestras acciones de la
-influencia funesta de la atmsfera en que vivimos.
-
-De esto se infiere que, para formar en nuestro corazn el sentimiento
-del honor, de manera que sea bastante eficaz para evitar el mal y
-producir el bien, conviene que dominen en la sociedad sanos principios
-de moral, de suerte que sean una creencia generalmente arraigada. Si
-esto se consigue, se llegar formar ciertos hbitos sociales, que
-moralizarn las costumbres, y que, aun cuando no alcancen prevenir
-la corrupcin de muchos individuos, sern bastantes, sin embargo,
-obligar al vicio cubrirse con ciertas formas, que, por ms hipcritas
-que sean, no dejarn de contribuir al decoro de las costumbres.
-
-Los saludables efectos de estos hbitos durarn todava despus de
-debilitadas considerablemente las creencias que servan de base los
-principios morales; y la sociedad recoger en abundancia beneficiosos
-frutos del mismo rbol que desprecia descuida. sta es la historia de
-la moralidad de las sociedades modernas, que, si bien corrompidas de
-un modo lamentable, no lo son tanto, sin embargo, como las antiguas, y
-conservan en su legislacin y en sus costumbres un fondo de moralidad
-y decoro que no han podido destruir los estragos de las ideas
-irreligiosas.
-
-Consrvase todava la conciencia pblica: ella censura todos los
-das al vicio y encarece la hermosura y las ventajas de la virtud;
-reina sobre los gobiernos y sobre los pueblos, y ejerce el poderoso
-ascendiente de un elemento esparcido por todas partes, como
-desparramado en la atmsfera que respiramos.
-
- ms del Arepago, dice Montesquieu, haba en Atenas guardianes de
-las costumbres, y guardianes de las leyes; en Lacedemonia todos los
-ancianos eran censores; en Roma tenan este encargo los magistrados
-particulares; as como el Senado vigila sobre el pueblo, es menester
-que haya censores que su vez vigilen as al pueblo como al Senado:
-ellos deben restablecer en la repblica todo lo que se ha corrompido,
-notar la tibieza, juzgar las negligencias y corregir las faltas, como
-las leyes castigan los crmenes. (_Espritu de las leyes_, lib. V,
-cap. VII.) No parece sino que el autor del _Espritu de las leyes_ se
-propone retratar las funciones de un poder religioso, describindonos
-las atribuciones de los censores antiguos. Alcanzar donde no llegan
-las leyes civiles, corregir y castigar su modo lo que stas dejan
-impune, ejercer sobre la sociedad una influencia ms delicada, ms
-minuciosa, de la que pertenece al legislador: he aqu el objeto de
-los censores. Y quin no ve que este poder est muy bien reemplazado
-por el poder religioso, y que, si aqul no ha sido necesario en las
-sociedades modernas, debe atribuirse, la presencia de ste, al
-resultado de su accin ejercida por largos siglos?
-
-Que este poder religioso obr por largo tiempo sobre todos los
-entendimientos y los corazones con un ascendiente decisivo, es un hecho
-consignado en todas las pginas de la historia de Europa; y cul haya
-sido el resultado de esa influencia saludable, tan calumniada y tan
-mal comprendida, lo estamos palpando nosotros, que vemos dominantes
-todava en el pensamiento, en la conciencia pblica, los principios de
-justicia y de sana moral, pesar de los estragos que han causado en la
-conciencia particular las doctrinas irreligiosas inmorales.
-
-Para dar mejor comprender el poderoso influjo de esa conciencia,
-ser bien hacerlo sensible con algn ejemplo. Supngase que el
-magnate ms opulento, que el monarca ms poderoso, se entregue los
-abominables excesos que se abandonaron los Tiberios, los Nerones,
-y otros monstruos que mancharon el solio del imperio. Qu suceder?
-No lo sabemos; pero lo cierto es que nos parece ver levantado tan
-alto el grito de reprobacin y de horror universal, parcenos ver al
-monstruo tan abrumado bajo el peso de la execracin pblica, que se nos
-hace hasta imposible que este monstruo pueda existir. Nos parece un
-anacronismo, un absurdo de la poca, y no porque no pensemos que haya
-algunos hombres bastante inmorales para semejantes infamias, bastante
-pervertidos de entendimiento y de corazn para ofrecer ese espectculo
-de ignominia, sino porque vemos que eso choca, se estrella contra las
-costumbres universales, y que un escndalo semejante no podra durar un
-momento los ojos de la conciencia pblica.
-
-Infinitos contrastes podra presentar, pero me contentar con otro que,
-recordando un bello pasaje de la historia antigua, y pintndonos la
-virtud de un hroe, nos retrata las costumbres de una poca, y el mal
-estado de la conciencia pblica. Supngase que un general de nuestra
-Europa moderna toma por asalto una plaza, donde una seora distinguida,
-esposa de uno de los principales caudillos del ejrcito enemigo, cae en
-manos de la soldadesca. Presentada al general la hermosa prisionera,
-cul debe ser la conducta del vencedor? Claro es que nadie vacilar un
-momento en afirmar que la seora debe ser tratada con el miramiento ms
-delicado, que debe dejrsela desde luego libre, permitindole que vaya
- reunirse con su esposo, si sta fuera su voluntad. Esta conducta la
-encontramos nosotros tan obligatoria, tan en el orden regular de las
-cosas, tan conforme todas nuestras ideas y sentimientos, que buen
-seguro no haramos un mrito particular por ella quien la hubiese
-observado. Diramos que el general vencedor cumpli con un deber
-riguroso, sagrado, de que le era imposible prescindir, si no quera
-cubrirse de baldn y de ignominia. Por cierto que no encomendaramos
- la historia el cuidado de inmortalizar un hecho semejante; lo
-dejaramos pasar desapercibido en el curso regular de los sucesos
-comunes. Pues bien: esto hizo Escipin en la toma de Cartagena con la
-mujer de Mardonio; y la historia antigua nos recuerda esta generosidad
-como un eterno monumento de las virtudes del hroe. Este parangn
-explica mejor que todo comentario el inmenso progreso de las costumbres
-y de la conciencia pblica bajo la influencia cristiana.
-
-Y esta conducta, que entre nosotros es considerada como muy regular y
-como estrictamente obligatoria, no trae su origen del honor monrquico,
-como pretendera Montesquieu; sino de la mayor elevacin de ideas sobre
-la dignidad del hombre, de un conocimiento ms claro de las verdaderas
-relaciones sociales, de una moral ms pura, ms fuerte, porque est
-sentada sobre cimientos eternos. Esto que se encuentra en todas partes,
-que se hace sentir por doquiera, que ejerce su predominio sobre los
-buenos, y que impone respeto aun los malos, sera el poderoso
-obstculo que se atravesara los pasos del hombre inmoral que en casos
-semejantes se empease en dar rienda suelta su crueldad, otras
-pasiones.
-
-El claro entendimiento del autor del _Espritu de las leyes_ hubiera
-reparado, sin duda, en estas verdades, no estar preocupado por su
-distincin favorita, que, establecida desde el comienzo de su obra,
-la sujeta toda un sistema inflexible. Y bien sabido es lo que son
-los sistemas, cuando, concebidos de antemano, sirven como de matriz
- una obra. Son el verdadero lecho de tormento de las ideas y de los
-sucesos; de buen de mal grado, todo se ha de acomodar al sistema: lo
-que sobra, se trunca; lo que falta, se aade. As vemos que la razn de
-la tutela de las mujeres romanas la encuentra tambin Montesquieu en
-motivos polticos fundados en la forma republicana; y el derecho atroz
-concedido los padres sobre los hijos, la potestad patria, que tan
-ilimitada establecan las leyes romanas, pretende que dimanaba tambin
-de razones polticas. Como si no fuera evidente que el origen de una y
-otra de estas disposiciones del antiguo derecho romano, debe referirse
- razones puramente domsticas y sociales, del todo independientes de
-la forma de gobierno.[4]
-
-
-
-
-CAPITULO XXX
-
-
-Definida la naturaleza de la conciencia pblica, sealado su origen,
- indicados sus efectos, fltanos ahora preguntar si se pretender
-tambin que el Protestantismo haya tenido parte en formarla,
-atribuyndole de esta suerte la gloria de haber servido tambin en este
-punto perfeccionar la civilizacin europea.
-
-Se ha demostrado ya que el origen de la conciencia pblica se hallaba
-en el Cristianismo. ste puede considerarse bajo dos aspectos:
-como una doctrina, como una institucin para realizar la doctrina;
-es decir, que la moral cristiana podemos mirarla, en s misma,
-en cuanto es enseada inculcada por la Iglesia. Para formar la
-conciencia pblica, haciendo prevalecer en ella la moral cristiana,
-no era bastante la aparicin de esa doctrina; sino que era precisa
-la existencia de una sociedad que, no slo la conservase en toda su
-pureza para irla transmitiendo de generacin en generacin, sino que
-la predicase sin cesar los hombres, haciendo de ella aplicaciones
-continuas todos los actos de la vida. Conviene observar que, por
-ms poderosa que sea la fuerza de las ideas, tienen, sin embargo, una
-existencia precaria hasta que han llegado realizarse, hacindose
-sensibles, por decirlo as, en alguna institucin, que, al paso que
-reciba de ellas la vida y la direccin de su movimiento, les sirva
-su vez de resguardo contra los ataques de otras ideas intereses. El
-hombre est formado de cuerpo y alma, el mundo entero es un complexo
-de seres espirituales y corporales, un conjunto de relaciones morales
-y fsicas; y as es que una idea, aun la ms grande y elevada, si
-no tiene una expresin sensible, un rgano por donde hacerse oir y
-respetar, comienza por ser olvidada, queda confundida y ahogada en
-medio del estrpito del mundo, y, al cabo, viene desaparecer del
-todo. Por esta causa, toda idea que quiere obrar sobre la sociedad,
-que pretende asegurar un porvenir, tiende, por necesidad, crear
-una institucin que la represente, que sea su personificacin; no
-se contenta con dirigirse los entendimientos, descendiendo as al
-terreno de la prctica slo por medios indirectos, sino que se empea,
-adems, en pedir la materia sus formas, para estar de bulto los
-ojos de la humanidad.
-
-Estas reflexiones, que someto con entera confianza al juicio de
-los hombres pensadores y sensatos, son la condenacin del sistema
-protestante; manifestando que, tan lejos est la pretendida Reforma
-de poderse atribuir ninguna parte en el saludable fenmeno cuya
-explicacin nos ocupa, que, antes bien, debe decirse que por sus
-principios y conducta le hubiera impedido, si afortunadamente en el
-siglo XVI la Europa no se hubiese hallado en edad adulta, y, por
-consiguiente, poco menos que incapaz de perder las doctrinas, los
-sentimientos, los hbitos, las tendencias, que le haba comunicado la
-Iglesia catlica con una educacin continuada por espacio de tantos
-siglos.
-
-En efecto: lo primero que hizo el Protestantismo fu atacar la
-autoridad; y no como un simple acto de resistencia, sino proclamando
-esta resistencia como un verdadero derecho, erigiendo en dogmas el
-examen particular y el espritu privado. Con este solo paso quedaba la
-moral cristiana sin apoyo; porque no haba una sociedad que pudiera
-pretender derecho explicarla, ni ensearla; es decir, que esa
-moral quedaba relegada al orden de aquellas ideas que, no estando
-representadas y sostenidas por ninguna institucin, no teniendo rganos
-autorizados para hacerse oir, carecen de medios directos para obrar
-sobre la sociedad, ni saben dnde guarecerse, en el caso de hallarse
-combatidas.
-
-Pero, se me dir, el Protestantismo ha conservado tambin esa
-institucin que realiza la idea, conservando sus ministros, su culto,
-su predicacin, en una palabra, todo lo necesario para que la verdad
-tuviese medios para llegar hasta el hombre, y de estar con l en
-comunicacin continua. No negar lo que haya aqu de verdad, y hasta
-recordar que en el captulo XIV de esta obra no tuve reparo en afirmar
-que deba juzgarse como un gran bien el que, en medio del prurito que
-atorment los primeros protestantes de desechar todas las prcticas
-de la Iglesia, conservasen, sin embargo, la de la predicacin. Aad
-tambin en el mismo lugar que, sin desconocer los daos que en ciertas
-pocas han trado las declamaciones de algunos ministros, insidiosos,
- fanticos, sin embargo, en el supuesto de haberse roto la unidad,
-en el supuesto de haber arrojado los pueblos por el azaroso camino
-del cisma, habr infludo no poco en la conservacin de las ideas
-ms capitales sobre Dios y el hombre, y de las mximas fundamentales
-de la moral, el oir con frecuencia los pueblos explicadas semejantes
-verdades por quien las haba estudiado de antemano en la Sagrada
-Escritura. Repito aqu lo mismo que all dije: que el haber conservado
-los protestantes la predicacin deba de haber producido considerables
-bienes. Pero, con esto no se dice otra cosa sino que el Protestantismo,
- pesar del mucho mal que hizo, no lo llev al extremo que era de
-temer, atendidos sus principios. Parecise en esta parte los hombres
-de malas doctrinas, quienes no son tan malos como debieran ser, si su
-corazn estuviera de acuerdo con su entendimiento. Tienen la fortuna de
-ser inconsecuentes. El Protestantismo haba proclamado la abolicin de
-la autoridad, el derecho de examen sin lmites; haba erigido en regla
-de fe y de conducta la inspiracin privada; pero, en la prctica, se
-apart algn tanto de estas doctrinas. As es que se entreg con ardor
- lo que l llamaba la predicacin evanglica, y sus ministros fueron
-llamados evanglicos. De suerte que, mientras se acababa de establecer
-que cada individuo tena el derecho ilimitado de examen, y que, sin
-prestar odos ninguna autoridad externa, slo deba escuchar los
-consejos, de su razn, de su inspiracin privada, se difundan por
-todas partes ministros protestantes, que se pretendan los rganos
-legtimos para comunicar los pueblos la divina palabra.
-
-Se ver todava ms lo extrao de semejante conducta, si se recuerda
-la doctrina de Lutero con respecto al sacerdocio. Bien sabido es
-que, embarazado el heresiarca por las jerarquas que constituyen el
-ministerio de la Iglesia, pretendi derribarlas todas de una vez,
-sosteniendo que todos los cristianos eran sacerdotes, sin que se
-necesitase ms para ejercer el sagrado ministerio que una simple
-presentacin; nada aada de esencial ni caracterstico la calidad
-de sacerdote, pues que sta era patrimonio de todos los fieles.
-Infirese de esta doctrina que el predicador protestante carece de
-misin, no tiene carcter que le distinga de los dems cristianos,
-no puede ejercer, por consiguiente, sobre ellos autoridad alguna, no
-puede hablar imitando Jesucristo _quasi potestatem habens_; y, por
-tanto, no es ms que un orador que toma la palabra en presencia de
-un auditorio, sin ms derecho que el que le dan su instruccin, su
-facundia, su elocuencia.
-
-Esta predicacin sin autoridad, predicacin que, en el fondo, y por los
-propios principios del predicador mismo, no era ms que humana, pesar
-de que por una chocante inconsecuencia se pretendiese divina, si bien
-poda contribuir algn tanto la conservacin de los buenos principios
-morales que hallaba ya establecidos por todas partes, hubiera sido
-impotente para plantearlos en una sociedad donde hubiesen sido
-desconocidos; mayormente teniendo que luchar con otros diametralmente
-opuestos, sostenidos, adems, por preocupaciones envejecidas,
-por pasiones arraigadas, por intereses robustos. Hubiera sido
-impotente para introducir sus principios en una sociedad semejante,
-y conservarlos despus intactos al travs de las revoluciones ms
-espantosas y de los trastornos ms inauditos; hubiera sido impotente
-para comunicarlos pueblos brbaros que, ufanos de sus triunfos, no
-escuchaban otra voz que el instinto de su ferocidad, guiado por el
-sentimiento de la fuerza; hubiera sido impotente para hacer doblegar
-ante esos principios as los vencedores como los vencidos,
-refundindolos en un solo pueblo, imprimiendo un mismo sello las
-leyes, las instituciones, las costumbres, para formar esa admirable
-sociedad, ese conjunto de naciones, , mejor diremos, esa gran nacin,
-que se apellida Europa. Es decir, que el Protestantismo, por su misma
-constitucin, hubiera sido incapaz de realizar lo que realiz la
-Iglesia catlica.
-
-Todava ms: este simulacro de predicacin que ha conservado el
-Protestantismo, es, en el fondo, un esfuerzo para imitar la Iglesia,
-para no quedarse desarmado en presencia de un adversario quien tanto
-tema. rale preciso conservar un medio de influencia sobre el pueblo,
-un conducto abierto para comunicarle las varias interpretaciones de la
-Biblia que los usurpadores de la autoridad les pluguiese adoptar; y
-por esto conservaba la preciosa prctica de la Iglesia romana, pesar
-de las furibundas declamaciones contra todo lo emanado de la Ctedra de
-San Pedro.
-
-Pero, donde se hace notar la inferioridad del Protestantismo con
-respecto al conocimiento y comprensin de los medios ms propsito
-para extender y cimentar la moralidad, hacindola dominar sobre todos
-los actos de la vida, es en haber interrumpido toda comunicacin de la
-conciencia del fiel con la direccin del sacerdote, en no haber dejado
- ste otra cosa que una direccin general, la que, por lo mismo que se
-extiende de una vez sobre todos, no se ejerce eficazmente sobre nadie.
-Aun cuando no consideremos ms que bajo este aspecto la abolicin del
-sacramento de la Penitencia entre los protestantes, puede asegurarse
-que desconocieron uno de los medios ms legtimos, ms poderosos y
-suaves, para dar la vida del hombre una direccin conforme los
-principios de la sana moral. Accin legtima, porque legtima es la
-comunicacin directa, ntima, de la conciencia que debe ser juzgada
-por Dios, con la conciencia de aquel que hace las veces de Dios en la
-tierra. Accin poderosa, porque, establecida la ntima comunicacin de
-hombre hombre, de alma con alma, se identifican, por decirlo as, los
-pensamientos y los afectos, y, ausente todo testigo que no sea el mismo
-Dios, las amonestaciones tienen ms fuerza, los mandatos ms autoridad,
-y los mismos consejos penetran mejor hasta el fondo del alma, con
-ms uncin y ms dulzura. Accin suave, porque supone la espontnea
-manifestacin de la conciencia que se trata de dirigir, manifestacin
-que trae su origen de un precepto, pero que no puede ser arrancada por
-la violencia, supuesto que slo Dios puede ser el juez competente de su
-sinceridad; suave, repito, porque, obligado el ministro al ms estricto
-secreto, y tomadas por la Iglesia todas las precauciones imaginables
-para precaver la revelacin, puede el hombre descansar tranquilo,
-con la seguridad de que sern fielmente guardados los arcanos de su
-conciencia.
-
-Pero, se nos dir, creis acaso que todo esto sea necesario para
-establecer y conservar una buena moralidad? Si esta moralidad ha de
-ser algo ms que una probidad mundana, expuesta quebrantarse al
-primer encuentro con un inters, dejarse arrastrar por el seductor
-halago de las pasiones engaosas; si ha de ser una moralidad delicada,
-severa, profunda, que se extienda todos los actos de la vida, que
-la dirija, que la domine, haciendo del corazn humano ese bello ideal
-que admiramos en los catlicos dedicados la verdadera observancia y
- las prcticas de su religin; si se habla de esta moralidad, repito,
-es necesario que est bajo la inspeccin del poder religioso, y que
-reciba la direccin y las inspiraciones de un ministro del santuario en
-esa abertura ntima, sincera, de todos los ms recnditos pliegues del
-corazn, y de los deslices que nos conduce cada paso la debilidad
-de nuestra naturaleza. Esto es lo que ensea la religin catlica, y
-yo aado que esto es lo que muestra la experiencia, y lo que ensea la
-filosofa. No quiero decir con esto que slo entre los catlicos sea
-posible practicar acciones virtuosas; sera una exageracin desmentida
-por la experiencia de cada da: hablo nicamente de la eficacia con que
-obra una institucin catlica despreciada por los protestantes; hablo
-de su alta importancia para arraigar y conservar una moralidad firme,
-ntima, que se extienda todos los actos de nuestra alma.
-
-No hay duda que hay en el hombre una monstruosa mezcla de bien y de
-mal, y que no le es dado en esta vida alcanzar aquella perfeccin
-inefable que, consintiendo en la conformidad perfecta con la verdad
-y con la santidad divinas, no puede concebirse siquiera, sino para
-cuando el hombre, despojado del cuerpo mortal, tendr su espritu
-sumido en un pilago pursimo de luz y de amor. Pero no cabe duda
-tampoco que, aun en esta morada terrestre, en esta mansin de miserias
-y tinieblas, puede el hombre llegar poseer esa moralidad universal,
-profunda y delicada que se ha descrito ms arriba: y sea cual fuere
-la corrupcin del mundo de que con razn nos lamentamos, es menester
-confesar que se encuentran todava en l un nmero considerable de
-honrosas excepciones, en personas que ajustan su conducta, su voluntad,
-hasta sus ms ntimos pensamientos y afecciones, la severa regla
-de la moral evanglica. Para llegar este punto de moralidad, y
-cuenta que aun no decimos de perfeccin evanglica, sino de moralidad,
-es necesario que el principio religioso est presente con viveza
-los ojos del alma, que obre de continuo sobre ella, alentndola
-reprimindola en la infinita variedad de encuentros que en el concurso
-de la vida se ofrecen para apartarnos del camino del deber. La vida del
-hombre es una cadena de actos infinitos en nmero, por decirlo as, y
-que no pueden andar acordes siempre con la razn y con la ley eterna,
-no estar incesantemente bajo un regulador universal y fijo.
-
-Y no se diga que una moralidad semejante es un bello ideal, que, aun
-cuando existiera, traera consigo una tal confusin en los actos del
-alma, y, por consiguiente, tal complicacin en la vida entera, que sta
-llegara hacerse insoportable. No, no es meramente un bello ideal
-lo que existe en la realidad, lo que se ofrece menudo nuestros
-ojos, no tan slo en el retiro de los claustros y en las sombras del
-santuario, sino tambin en medio del bullicio y de las distracciones
-del mundo. No acarrea tampoco confusin los actos del alma ni
-complica los negocios de la vida, lo que establece una regla fija. Al
-contrario: lejos de confundir, aclara y distingue; lejos de complicar,
-ordena y simplifica. Asentad esta regla y tendris la unidad, y, en pos
-de la unidad, el orden en todo.
-
-El Catolicismo se ha distinguido siempre por su exquisita vigilancia
-sobre la moral, y por su cuidado en arreglar todos los actos de
-la vida, y hasta los ms secretos movimientos del corazn. Los
-observadores superficiales han declamado contra la abundancia de
-moralistas, contra el estudio detenido y prolijo que se ha hecho de
-los actos humanos, considerados bajo el aspecto moral; pero deban
-haber observado que, si el Catolicismo es la religin en cuyo seno han
-aparecido mayor nmero de moralistas, y donde se han examinado ms
-minuciosamente todas las acciones humanas, es porque esta religin
-tiene por objeto moralizar al hombre todo entero, por decirlo as,
-en todos sentidos, en sus relaciones con Dios, con sus semejantes y
-consigo mismo. Claro es que semejante tarea trae necesariamente un
-examen ms profundo y detenido del que sera menester, si se tratase
-nicamente de dar al hombre una moralidad incompleta, y que, no pasando
-de la superficie de sus actos, no se filtrase hasta lo ntimo del
-corazn.
-
-Ya que se ha tocado el punto de los moralistas catlicos, y sin
-que pretenda excusar las demasas que se hayan entregado algunos
-de ellos, ora por un refinamiento de sutileza, ora por espritu de
-partidos y disputas, demasas que nunca pueden ser imputadas la
-Iglesia catlica, la que, cuando no las ha reprobado expresamente,
-al menos les ha hecho sentir su desagrado, obsrvase, no obstante,
-que esta abundancia, este lujo, si se quiere, de estudios morales, ha
-contribudo quiz ms de lo que se cree dirigir los entendimientos al
-estudio del hombre, ofreciendo abundancia de datos y de observaciones
- los que se han querido dedicar posteriormente esta ciencia
-importante, que es, sin duda, uno de los objetos ms dignos y ms
-tiles que pueden ofrecerse nuestros trabajos. En otro lugar de
-esta obra me propongo desenvolver las relaciones del Catolicismo con
-el progreso de las ciencias y de las letras, y as me hallo precisado
- contentarme por ahora con las indicaciones que acabo de hacer.
-Permtaseme, sin embargo, observar que el desarrollo del espritu
-humano en Europa fu principalmente teolgico; y que as en el punto de
-que tratamos, como en otros muchos, deben los filsofos los telogos
-mucho ms de lo que, segn parece, ellos se figuran.
-
-Volviendo la comparacin de la influencia protestante con la
-influencia catlica, relativamente la formacin y conservacin
-de una sana conciencia pblica, queda demostrado que, habiendo el
-Catolicismo sostenido siempre el principio de autoridad combatido por
-el Protestantismo, di las ideas morales una fuerza, una accin, que
-no hubiera podido darles su adversario, quien, por su naturaleza, por
-sus mismos principios fundamentales, las ha dejado sin ms apoyo que el
-que tienen las ideas de una escuela filosfica.
-
-Pues bien, se me dir, desconocis acaso la fuerza de las ideas,
-fuerza propia, entraada en su misma naturaleza, que tan menudo
-cambia la faz de la humanidad, decidiendo de sus destinos? No sabis
-que las ideas se abren paso al travs de todos los obstculos, pesar
-de todas las resistencias? Habis olvidado lo que nos ensea la
-historia entera? Pretendis despojar el pensamiento del hombre de su
-fuerza vital, creadora, que le hace superior todo cuanto le rodea?
-Tal suele ser el panegrico que se hace de la fuerza de las ideas; as
-las omos presentar cada paso como si tuvieran en la mano la varita
-mgica para cambiarlo y transformarlo todo, merced de sus caprichos.
-Respetando como el que ms el pensamiento del hombre, y confesando que
-en realidad hay mucho de verdadero en lo que se llama la fuerza de una
-idea, me permitirn, sin embargo, los entusiastas de esta fuerza, hacer
-algunas observaciones, no para combatir de frente su opinin, sino para
-modificarla en lo que fuere necesario.
-
-En primer lugar, las ideas con respecto al punto de vista desde el
-cual las miramos aqu, deben distinguirse en dos rdenes: unas que
-lisonjean nuestras pasiones, otras que las reprimen. Las primeras no
-puede negarse que tienen una fuerza expansiva, inmensa. Circulando con
-movimiento propio, obran por todas partes, ejercen una accin rpida y
-violenta, no parece sino que estn rebosando de actividad y de vida;
-las segundas tienen la mayor dificultad en abrirse paso, progresan
-lentamente, necesitan apoyarse en alguna institucin que les asegure
-estabilidad. Y esto por qu? Porque lo que obra en el primer caso
-no son las ideas, sino las pasiones que formando un cortejo toman su
-nombre, encubriendo de esta suerte lo que primera vista se ofrecera
-como demasiado repugnante; en el segundo es la verdad la que habla; y
-la verdad en esta tierra de infortunio es escuchada muy difcilmente;
-porque la verdad conduce al bien, y el _corazn del hombre_, segn
-expresin del sagrado texto, _est inclinado al mal desde la
-adolescencia_.
-
-Los que tanto nos encarecen la fuerza ntima de las ideas, debieran
-sealarnos en la historia antigua y moderna una idea, una sola idea,
-que, encerrada en su propio crculo, es decir, en el orden puramente
-filosfico, merezca la gloria de haber contribudo notablemente la
-mejora del individuo ni de la sociedad.
-
-Suele decirse menudo que la fuerza de las ideas es inmensa, que
-una vez sembradas entre los hombres fructifican tarde temprano,
-que una vez depositadas en el seno de la humanidad se conservan como
-un legado precioso que, transmitido de generacin en generacin,
-contribuye maravillosamente la mejora del mundo, la perfeccin
-que se encamina el humano linaje. No hay duda que en estas aserciones
-se encierra una parte de verdad; porque, siendo el hombre un ser
-inteligente, todo lo que afecta inmediatamente su inteligencia, no
-puede menos de influir en su destino. As es que no se hacen grandes
-mudanzas en la sociedad, si no se verifican primero en el orden de las
-ideas; y es endeble y de escasa duracin todo cuanto se establece,
-contra ellas, sin ellas. Pero de aqu suponer que toda idea til
-encierre tanta fuerza conservadora de s propia, que por lo mismo no
-necesite de una institucin que le sirva de apoyo y defensa, mayormente
-si ha de atravesar pocas muy turbulentas, hay una distancia inmensa,
-que no se puede salvar, so pena de ponernos en desacuerdo con la
-historia entera.
-
-No, la humanidad, considerada por s sola, entregada sus propias
-fuerzas, como la consideran los filsofos, no es una depositaria tan
-segura como se ha querido suponer. Desgraciadamente tenemos de esa
-verdad bien tristes pruebas; pues que, lejos de parecerse el humano
-linaje un depositario fiel, ha imitado ms bien la conducta de un
-dilapidador insensato. En la cuna del gnero humano encontramos las
-grandes ideas sobre la unidad de Dios, sobre el hombre, sobre sus
-relaciones con Dios y sus semejantes: estas ideas eran, sin duda,
-verdaderas, saludables, fecundas; pues bien, qu hizo de ellas
-el gnero humano? no las perdi, modificndolas, mutilndolas,
-estropendolas, de un modo lastimoso? Dnde estaban esas ideas cuando
-vino Jesucristo al mundo? Qu haba hecho de ellas la humanidad? Un
-pueblo, un solo pueblo las conserva, pero cmo? Fijad la atencin
-sobre el pueblo escogido, sobre el pueblo judo, y veris que existe en
-l una lucha continua entre la verdad y el error; veris que con una
-ceguera inconcebible se inclina sin cesar la idolatra, substituir
- la ley sublime del Sina las abominaciones de los gentiles. Y sabis
-cmo se conserva la verdad en aquel pueblo? Notadlo bien: apoyada en
-instituciones las ms robustas que imaginarse puedan, pertrechada con
-todos los medios de defensa de que la rode el legislador inspirado
-por Dios. Se dir que aqul era un pueblo de _dura cerviz_, como dice
-el sagrado texto; desgraciadamente, desde la cada de nuestro primer
-padre, esta dureza de cerviz es un patrimonio de la humanidad; _el
-corazn del hombre est inclinado al mal desde su adolescencia_, y
-siglos antes de que existiese el pueblo judo, abri Dios sobre el
-mundo las cataratas del cielo, y borr al hombre de la faz de la
-tierra, _porque toda carne haba corrompido su camino_.
-
-Infirese de aqu la necesidad de instituciones robustas para la
-conservacin de las grandes ideas morales; y se ve con evidencia que no
-deben abandonarse la volubilidad del espritu humano, so pena de ser
-desfiguradas y aun perdidas.
-
-Adems, las instituciones son necesarias, no precisamente para ensear,
-sino tambin para aplicar. Las ideas morales, mayormente las que
-estn en oposicin muy abierta con las pasiones, no llegan jams al
-terreno de la prctica sino por medio de grandes esfuerzos; y para
-esos esfuerzos no bastan las ideas en s mismas, son menester medios
-de accin con que pueda enlazarse el orden de las ideas con el orden
-de los hechos. Y he aqu una de las razones de la importancia de las
-escuelas filosficas cuando se trata de edificar. Son no pocas veces
-poderosas para destruir, porque para destruir basta la accin de un
-momento, y esta accin puede ser comunicada fcilmente en un acceso
-de entusiasmo; pero, cuando quieren edificar poniendo en planta sus
-concepciones, se encuentran faltas de accin, y, no teniendo otros
-medios de ejercerla que lo que se llama la fuerza de las ideas, como
-que stas varan se modifican incesantemente, dando de ello el
-primer ejemplo las mismas escuelas, queda reducido objeto de pura
-curiosidad lo que poco antes se propalara como la causa infalible del
-progreso del linaje humano.
-
-Con estas ltimas reflexiones prevengo la objecin que se me podra
-hacer, fundndose en la mucha fuerza adquirida por las ideas por medio
-de la prensa. sta propaga, es verdad, y por lo mismo multiplica
-extraordinariamente la fuerza de las ideas; pero, tan lejos est
-de conservar, que antes bien es el mejor disolvente de todas las
-opiniones. Obsrvese la inmensa rbita recorrida por el espritu del
-hombre desde la poca de ese importante descubrimiento, y se echar
-de ver que el consumo (permtaseme la expresin), que el consumo de
-las opiniones ha crecido en una proporcin asombrosa. Sobre todo desde
-que la prensa se ha hecho peridica, la historia del espritu humano
-parece la representacin de un drama rapidsimo, donde unas escenas
-suceden otras, sin dejar apenas tiempo al espectador para oir de boca
-de los actores una palabra fugitiva. No estamos todava la mitad del
-presente, y, sin embargo, no parece sino que han transcurrido muchos
-siglos. Tantas son las escuelas que han nacido y muerto, tantas las
-reputaciones que se han encumbrado muy alto, hundindose luego en el
-olvido!
-
-Esta rpida sucesin de ideas, lejos de contribuir al aumento de la
-fuerza de las mismas, acarrea necesariamente su flaqueza y esterilidad.
-El orden natural en la vida de las ideas es: primero aparecer, en
-seguida difundirse, luego realizarse en alguna institucin que las
-represente, y, por fin, ejercer su influencia sobre los hechos, obrando
-por medio de la institucin en que se han personificado. En todas
-estas transformaciones que por necesidad reclaman algn tiempo, es
-necesario que las ideas conserven su crdito, si es que han de producir
-algn resultado provechoso. Este tiempo falta, cuando se suceden
-unas otras con demasiada rapidez, pues que las nuevas trabajan en
-desacreditar las que las han precedido, y de esta suerte las utilizan.
-Por cuya causa quizs nunca, como ahora, ha sido ms legtima una
-profunda desconfianza en la fuerza de las ideas, sea en la filosofa,
-para producir nada de consistente en el orden moral; y bajo este
-aspecto es muy controvertible el bien que ha hecho la imprenta las
-sociedades modernas. Se concibe ms, pero se madura menos: lo que
-gana el entendimiento en extensin, lo pierde en profundidad, y la
-brillantez terica contrasta lastimosamente con la impotencia prctica.
-Qu importa que nuestros antecesores no fuesen tan diestros como
-nosotros para improvisar una discusin sobre las ms altas cuestiones
-sociales y polticas, si alcanzaron fundar y organizar instituciones
-admirables? Los arquitectos que levantaron los sorprendentes monumentos
-de los siglos que apellidamos brbaros, por cierto que no seran ni
-tan eruditos ni tan cultos como los de nuestra poca; y, sin embargo,
-quin tendra aliento para comenzar siquiera lo que ellos consumaron?
-He aqu la imagen ms cabal de lo que est sucediendo en el orden
-social poltico. Es necesario no olvidarlo: los grandes pensamientos
-nacen ms bien de la intuicin que del discurso; el acierto en la
-prctica depende ms de la calidad inestimable, llamada tino, que de
-una reflexin ilustrada; y la experiencia ensea menudo que quien
-_conoce mucho, ve poco_. El genio de Platn no hubiera sido el mejor
-consejero del genio de Soln y de Licurgo; y toda la ciencia de Cicern
-no hubiera alcanzado lo que alcanzaron el tacto y el buen sentido de
-los hombres rudos, como Rmulo y Numa.[5]
-
-
-
-
-CAPITULO XXXI
-
-
-_Cierta suavidad general de costumbres, que en tiempo de guerra evita
-grandes catstrofes y en medio de la paz hace la vida ms dulce y
-apacible_, es otra de las calidades preciosas que llevo sealadas como
-caractersticas de la civilizacin europea. ste es un hecho que no
-necesita de prueba; se le ve, se le siente por todas partes, al dar en
-torno de nosotros una mirada: resalta vivamente abriendo las pginas
-de la historia, y comparando nuestros tiempos con otros tiempos, sean
-los que fueren. En qu consiste esta suavidad de costumbres? cul
-es su origen? quin la ha favorecido? quin la ha contrariado? He
-aqu unas cuestiones cual ms interesantes, y que se enlazan de un
-modo particular con el objeto que nos ocupa: porque en pos de ellas
-se ofrecen desde luego al nimo estas preguntas: el Catolicismo ha
-infludo en algo en crear esta suavidad de costumbres? le ha puesto
-algn obstculo le ha causado algn retardo? al Protestantismo le ha
-cabido alguna parte en esta obra, en bien en mal?
-
-Conviene ante todo fijar en qu consiste la suavidad de costumbres;
-porque, aun cuando sta sea una de aquellas ideas que todo el mundo
-conoce, ms bien siente; no obstante, cuando se trata de esclarecerla
-y analizarla, es necesario dar de ella una definicin cabal y exacta,
-en cuanto sea posible. La suavidad de costumbres consiste en la
-_ausencia de la fuerza_, de modo que sern _ms menos_ suaves en
-cuanto se emplee _menos ms_ la fuerza. As, costumbres suaves
-no es lo mismo que costumbres benficas: stas incluyen el bien,
-aqullas excluyen la fuerza; costumbres suaves tampoco es lo mismo
-que costumbres conformes la razn y la justicia: no pocas veces
-la inmoralidad es tambin suave, porque anda hermanada, no con la
-fuerza, sino con la seduccin y la astucia. As es que la suavidad de
-costumbres consiste en dirigir el espritu del hombre, no por medio de
-la violencia hecha al cuerpo, sino por medio de razones enderezadas
-su entendimiento, de cebos ofrecidos sus pasiones; y por esto la
-suavidad de costumbres no es siempre el reinado de la razn, pero es
-siempre el reinado de los espritus, por ms que stos sean no pocas
-veces esclavos de las pasiones con las cadenas de oro que ellos mismos
-se labran.
-
-Supuesto que la suavidad de costumbres proviene de que en el trato
-de los hombres slo se emplean la _conviccin_, la _persuasin_ la
-_seduccin_, claro es que las sociedades ms adelantadas, es decir,
-aquellas donde la inteligencia ha llegado gran desarrollo, deben
-participar ms menos de esta suavidad. En ellas la inteligencia
-domina porque es fuerte, as como la fuerza material desaparece porque
-el cuerpo se enerva. Adems: en sociedades muy adelantadas, que por
-precisin acarrean mayor nmero de relaciones y mayor complicacin en
-los intereses, son necesarios aquellos medios que obran de un modo
-universal y duradero, siendo, adems, aplicables todos los pormenores
-de la vida. Estos medios son sin disputa los intelectuales y morales:
-la inteligencia obra sin destruir, la fuerza se estrella contra el
-obstculo: le remueve se hace pedazos ella misma; y he aqu un
-eterno manantial de perturbacin que no puede existir en una sociedad
-de relaciones numerosas y complicadas, so pena de convertirse sta en
-un caos, y perecer.
-
-En la infancia de las sociedades encontramos siempre un lastimoso abuso
-de la fuerza. Nada ms natural: las pasiones se alan con ella porque
-se le asemejan: son enrgicas como la violencia, rudas como el choque.
-Cuando las sociedades han llegado mucho desarrollo, las pasiones se
-divorcian de la fuerza y se enlazan con la inteligencia; dejan de ser
-violentas y se hacen astutas. En el primer caso, si son los pueblos
-los que luchan, se hacen la guerra, se combaten y se destruyen; en
-el segundo, pelean con las armas de la industria, del comercio, del
-contrabando: si son los gobiernos, se atacan, en el primer caso con
-ejrcitos, con invasiones; en el segundo con notas: en una poca los
-guerreros lo son todo; en la otra no son nada: su papel no puede ser de
-mucha importancia, cuando en vez de pelear se negocia.
-
-Echando una ojeada sobre la civilizacin antigua, se nota desde luego
-una diferencia singular entre nuestra suavidad de costumbres y la
-suya; ni griegos ni romanos alcanzaron jams esta preciosa calidad en
-el grado que distingue la civilizacin europea. Aquellos pueblos ms
-bien se enervaron, que no se suavizaron; sus costumbres pueden llamarse
-muelles, pero no suaves: porque hacan uso de la fuerza siempre que
-este uso no demandaba energa en el nimo ni vigor en el cuerpo.
-
-Es sobremanera digna de notarse esa particularidad de la civilizacin
-antigua, sobre todo de la romana; y este fenmeno, que primera vista
-parece muy extrao, no deja de tener causas profundas. ms de la
-principal, que es la falta de un elemento suavizador, cual es el que
-han tenido los pueblos modernos, _la caridad cristiana_, descendiendo
-algunos pormenores encontraremos las razones de que no pudiese llegar
-establecerse entre los antiguos la verdadera suavidad de costumbres.
-
-La esclavitud, que era uno de los elementos constitutivos de su
-organizacin domstica y social, era un eterno obstculo para
-introducirse en aquellos pueblos esa preciosa calidad. El hombre
-puede arrojar otro hombre las murenas, castigando as con la
-muerte el haber quebrado un vaso; el que puede por un mero capricho
-quitar la vida uno de sus semejantes en medio de la algazara de un
-festn; quien puede acostarse en un blando lecho con los halagos de la
-voluptuosidad y el esplendor de la ms suntuosa magnificencia, sabiendo
-que centenares de hombres estn encerrados y amontonados en obscuros
-subterrneos por su inters y por sus placeres; quien puede escuchar
-el gemido de tantos desgraciados que demandan un bocado de pan para
-atravesar una noche cruel que enlazar las fatigas y los sudores del
-da siguiente con los sudores y fatigas del da que pas, ese tal podr
-tener costumbres muelles, pero no suaves; su corazn podr ser cobarde,
-pero no dejar de ser cruel. Y tal era cabalmente la situacin del
-hombre libre en la sociedad antigua: esta organizacin era considerada
-como indispensable; otro orden de cosas no se conceba siquiera como
-posible.
-
-Quin removi este obstculo? No fu la Iglesia catlica aboliendo la
-esclavitud, despus de haber suavizado el trato cruel que se daba los
-esclavos? Vanse los captulos XV, XVI, XVII, XVIII y XIX de esta obra
-con las notas que ellos se refieren, donde se halla demostrada esta
-verdad con razones y documentos incontestables.
-
-El derecho de vida y muerte, concedido por las leyes la potestad
-patria, introduca tambin en la familia un elemento de dureza, que
-deba de producir resultados muy daosos. Afortunadamente, el corazn
-del padre estaba en lucha continua con la facultad otorgada por la
-ley; pero, si esto no pudo impedir algunos hechos, cuya lectura nos
-estremece, no hemos de pensar tambin que en el curso ordinario de
-la vida pasaran de continuo escenas crueles que recordaran los
-miembros de la familia ese derecho atroz de que estaba investido
-su jefe? Quien sabe que puede matar impunemente, no se dejar
-llevar repetidas veces al ejercicio de un despotismo cruel, y la
-aplicacin de castigos inhumanos? Esa tirnica extensin de la potestad
-patria derechos que no concedi la naturaleza, fu desapareciendo
-sucesivamente por la fuerza de las costumbres y de las leyes,
-secundadas tambin en buena parte por la influencia del Cristianismo.
-(V. cap. XIV.) esta causa puede agregarse otra, que tiene con ella
-mucha analoga: el despotismo que el varn ejerca sobre la mujer, y
-la escasa consideracin que sta disfrutaba.
-
-Los juegos pblicos eran tambin entre los romanos otro elemento de
-dureza y crueldad. Qu puede esperarse de un pueblo cuya principal
-diversin es asistir framente un espectculo de homicidios, que se
-complace en mirar cmo perecen en la arena centenares los hombres,
-luchando entre s, en las garras de las bestias?
-
-Siendo espaol, no puedo menos de intercalar un prrafo para decir dos
-palabras en contestacin una dificultad, que no dejar de ocurrrsele
-al lector cuando vea lo que acabo de escribir sobre los combates
-de hombres con fieras. Y los toros en Espaa? se me preguntar
-naturalmente; no es un pas cristiano catlico donde se ha conservado
-la costumbre de lidiar los hombres con las fieras? Apremiadora
-parece la objecin, pero no lo es tanto, que no deje una salida
-satisfactoria. Y ante todo, y para prevenir toda mala inteligencia,
-declaro que esa diversin popular es, mi juicio, brbara, digna,
-si posible fuese, de ser extirpada completamente. Pero, toda vez
-que acabo de consignar esta declaracin tan explcita y terminante,
-permtaseme hacer algunas observaciones para dejar en buen puesto
-el nombre de mi patria. En primer lugar, debe notarse que hay en el
-corazn del hombre cierto gusto secreto por los azares y peligros. Si
-una aventura ha de ser interesante, el hroe ha de verse rodeado de
-riesgos graves y multiplicados; si una historia ha de excitar vivamente
-nuestra curiosidad, no puede ser una cadena no interrumpida de
-sucesos regulares y felices. Pedimos encontrarnos menudo con hechos
-extraordinarios y sorprendentes; y, por ms que nos cueste decirlo,
-nuestro corazn, al mismo tiempo que abriga la compasin ms tierna por
-el infortunio, parece que se fastidia si tarda largo tiempo en hallar
-escenas de dolor, cuadros salpicados de sangre. De aqu el gusto por la
-tragedia, de aqu la aficin aquellos espectculos donde los actores
-corran, en la apariencia en la realidad, algn grave peligro.
-
-No explicar yo el origen de este fenmeno; bstame consignarlo aqu,
-para hacer notar los extranjeros que nos acusan de brbaros, que la
-aficin del pueblo espaol la diversin de los toros no es ms que la
-aplicacin un caso particular de un gusto cuyo germen se encuentra
-en el corazn del hombre. Los que tanta humanidad afectan cuando se
-trata de la costumbre del pueblo espaol, deberan decirnos tambin:
-de dnde nace que se vea acudir un concurso inmenso todo espectculo
-que por una otra causa sea peligroso los actores; de dnde nace
-que todos asistiran con gusto una batalla por ms sangrienta que
-fuese, si era dable asistir sin peligro; de dnde nace que en todas
-partes acude un numeroso gento presenciar la agona y las ltimas
-convulsiones del criminal en el patbulo; de dnde nace, finalmente,
-que los extranjeros cuando se hallan en Madrid se hacen cmplices
-tambin de la barbarie espaola asistiendo la plaza de toros?
-
-Digo todo esto, no para excusar en lo ms mnimo una costumbre que me
-parece indigna de un pueblo civilizado, sino para hacer sentir que en
-esto, como casi en todo lo que tiene relacin con el pueblo espaol,
-hay exageraciones que es necesario reducir lmites razonables. ms
-de esto, hay que aadir una reflexin importante, que es una excusa muy
-poderosa de esa reprensible diversin.
-
-No se debe fijar la atencin en la diversin misma, sino en los males
-que acarrea. Ahora bien: cuntos son los hombres que mueren en Espaa
-lidiando con los toros? Un nmero escassimo, insignificante, en
-proporcin las innumerables veces que se repiten las funciones; de
-manera que, si se formara un estado comparativo entre las desgracias
-ocurridas en esta diversin y las que acaecen en otras clases de
-juegos, como las corridas de caballos y otras semejantes, quizs el
-resultado manifestara que la costumbre de los toros, brbara como
-es en s misma, no lo es tanto, sin embargo, que merezca atraer
-esa abundancia de afectados anatemas con que han tenido bien
-favorecernos los extranjeros.
-
-Y, volviendo al objeto principal, cmo puede compararse una diversin
-donde pasan quizs muchos aos sin perecer un solo hombre, con aquellos
-juegos horribles donde la muerte era una condicin necesaria al placer
-de los espectadores? Despus del triunfo de Trajano sobre los dacios,
-duraron los juegos ciento veintitrs das, pereciendo en ellos el
-espantoso nmero de diez mil gladiadores. Tales eran los juegos que
-formaban la diversin, no slo del populacho romano, sino tambin de
-las clases elevadas; en esa repugnante carnicera se gozaba aquel
-pueblo corrompido, que hermanaba con la voluptuosidad ms refinada, la
-crueldad ms atroz. Y he aqu la prueba convincente de lo dicho ms
-arriba, saber: que las costumbres pueden ser muelles sin ser suaves;
-antes se aviene muy bien la brutalidad de una molicie desenfrenada con
-el instinto feroz del derramamiento de sangre.
-
-En los pueblos modernos, por corrompidas que sean las costumbres, no
-es posible que se toleren jams espectculos semejantes. El principio
-de la caridad ha extendido demasiado sus dominios, para que puedan
-repetirse tamaos excesos. Verdad es que no recaba de los hombres que
-se hagan recprocamente todo el bien que deberan; pero al menos impide
-que se hagan tan framente el mal, que puedan asistir tranquilos la
-muerte de sus semejantes, cuando no les impele ello otro motivo que
-el placer causado por una sensacin pasajera. Ya desde la aparicin
-del Cristianismo comenzaron echarse las semillas de esta aversin
-presenciar el homicidio. Sabida es la repugnancia de los cristianos
- los espectculos de los gentiles, repugnancia que prescriban y
-avivaban las santas amonestaciones de los primeros pastores de la
-Iglesia. Era cosa reconocida que la caridad cristiana era incompatible
-con la asistencia unos juegos donde se presenciaba el homicidio bajo
-las formas ms crueles y refinadas. Nosotros, deca bellamente uno de
-los apologistas de los primeros siglos, hacemos poca diferencia entre
-matar un hombre ver que se le mata.[6]
-
-
-
-
-CAPITULO XXXII
-
-
-La sociedad moderna deba, al parecer, distinguirse por la dureza
-y crueldad de sus costumbres, pues que, siendo un resultado de la
-sociedad de los romanos, y de la de los brbaros, debi heredar de
-ambas esa dureza y crueldad. En efecto, quin ignora la ferocidad de
-costumbres de los brbaros del Norte? Los historiadores de aquella
-poca nos han dejado narraciones horrorosas cuya lectura nos hace
-estremecer. Llegse pensar que estaba cercano el fin del mundo, y
-la verdad que los que hacan semejante presagio eran bien excusables
-de creer que estaba muy prxima la mayor de las catstrofes, cuando
-eran tantas las que abrumaban la triste humanidad. La imaginacin no
-alcanza figurarse lo que hubiera sido del mundo en aquella crisis, si
-el Cristianismo no hubiese existido; y, aun suponiendo que se hubiese
-llegado organizar de nuevo la sociedad bajo una otra forma, no
-hay duda en que las relaciones, as privadas como pblicas, habran
-quedado en un estado deplorable, tomando, adems, la legislacin un
-sesgo injusto inhumano. Por esta razn fu un beneficio inestimable
-la influencia de la Iglesia en la legislacin civil; y la misma
-prepotencia temporal del clero fu una de las primeras salvaguardias de
-los ms altos intereses de la sociedad.
-
-Mucho se ha dicho contra este poder temporal del clero, y contra este
-influjo de la Iglesia en los negocios temporales; pero ante todo
-era menester hacerse cargo de que ese poder y ese influjo fueron
-trados por la misma naturaleza de las cosas; es decir, que fueron
-_naturales_, y, por consiguiente, el hablar contra ellos es un estril
-desahogo contra la fuerza de acontecimientos cuya realizacin no era
-dado al hombre impedir. Eran, adems, _legtimos_: porque, cuando la
-sociedad se hunde, es muy legtimo que la salve quien pueda, y en la
-poca que nos referimos, slo poda salvarla la Iglesia. sta, como
-que no es un ser abstracto, sino una sociedad real y sensible, deba
-obrar sobre la civil por medios tambin reales y sensibles. Supuesto
-que se trataba los intereses materiales de la sociedad, los ministros
-de la Iglesia deban tomar parte, de una otra suerte, en la direccin
-de estos negocios. Estas reflexiones son tan obvias y sencillas, que
-para convencerse de su verdad y exactitud basta el simple buen sentido.
-En la actualidad estn generalmente acordes sobre este punto cuantos
-entienden algo en historia; y, si no supisemos cunto trabajo suele
-costar al entendimiento del hombre el entrar en el verdadero camino, y,
-sobre todo, cunta mala fe se ha mezclado en esa clase de cuestiones,
-difcil fuera explicar cmo se ha tardado tanto en ponerse todo el
-mundo de acuerdo sobre una cosa que salta los ojos, con la simple
-lectura de la historia. Pero volvamos al intento.
-
-Esa informe mezcla de la crueldad de un pueblo culto, pero corrompido,
-con la ferocidad atroz de un pueblo brbaro, orgulloso, adems, de sus
-triunfos, y abrevado de sangre vertida en tantas guerras continuadas
-por tan largo tiempo, dej en la sociedad europea un germen de dureza y
-crueldad, que se hizo sentir por largos siglos y cuyo rastro ha llegado
-hasta pocas recientes. El precepto de la caridad cristiana estaba
-en las cabezas, pero la crueldad de los romanos, combinada con la
-ferocidad de los brbaros, dominaba todava el corazn; las ideas eran
-puras, benficas, como emanadas de una religin de amor; pero hallaban
-una resistencia terrible en los hbitos, en las costumbres, en las
-instituciones, en las leyes; porque todo llevaba el sello ms menos
-desfigurado de los dos principios que se acaban de sealar.
-
-Reparando en la lucha continua, tenaz, que se traba entre la Iglesia
-catlica y los elementos que le resisten, se conoce con toda evidencia
-que las ideas cristianas no hubieran alcanzado dominar la legislacin
-y las costumbres, si el Cristianismo no hubiese sido ms que una idea
-religiosa abandonada al capricho del individuo, tal como la conciben
-los protestantes; si no se hubiese realizado en una institucin
-robusta, en una sociedad fuertemente constituda, cual es la Iglesia
-catlica. Para que se forme concepto de los esfuerzos hechos por la
-Iglesia, indicar algunas de las disposiciones tomadas con el objeto de
-suavizar las costumbres.
-
-Las enemistades particulares tenan la sazn un carcter violento; el
-derecho se decida por el hecho, y el mundo estaba amenazado de no ser
-otra cosa que el patrimonio del ms fuerte. El poder pblico, que, no
-exista, andaba como confundido en el torbellino de las violencias y
-desastres que su mano endeble no alcanzaba evitar ni reprimir, era
-impotente para dar las costumbres una direccin pacfica, haciendo
-que los hombres se sujetasen la razn y la justicia. As vemos que
-la Iglesia, ms de la enseanza y de las amonestaciones generales,
-inseparables de su augusto ministerio, adoptaba en aquella poca
-ciertas medidas para oponerse al torrente devastador de la violencia,
-que todo lo asolaba y destrua.
-
-El concilio de Arles, celebrado mediados del siglo V, por los aos de
-443 452, dispone en su canon 50 que no se debe permitir la asistencia
- la iglesia los que tienen enemistades pblicas, hasta que se hayan
-reconciliado con sus enemigos.
-
-El concilio de Angers, celebrado en el ao 453, prohibe en su canon 3.
-las violencias y mutilaciones.
-
-El concilio de Agde, en Languedoc, celebrado en el ao 506, ordena en
-su canon 31 que los enemigos que no quieran reconciliarse, sean desde
-luego amonestados por los sacerdotes, y, si no siguieren los consejos
-de stos, sean excomulgados.
-
-En aquella poca tenan los galos la costumbre de andar siempre
-armados, y con sus armas entraban en la iglesia. Alcnzase fcilmente
-que una costumbre semejante deba de traer graves inconvenientes,
-haciendo no pocas veces de la casa de oracin arena de venganzas y de
-sangre. mediados del siglo VII vemos que el concilio de Chlons,
-en su canon 17, seala la pena de excomunin contra todos los legos
-que promuevan tumultos saquen la espada para herir alguno en las
-iglesias en sus recintos. Esto nos indica la prudencia y la previsin
-con que haba sido dictado el canon 29 del tercer concilio de Orleans,
-celebrado en el ao 538, donde se manda que nadie asista con armas
-misa ni vsperas.
-
-Es curioso observar la uniformidad de plan y la identidad de miras con
-que marchaba la Iglesia. En pases muy distantes, y en poca en que no
-poda ser frecuente la comunicacin, hallamos disposiciones anlogas
- las que se acaban de apuntar. El concilio de Lrida, celebrado en
-el ao 546, ordena en el canon 7. que el que haga juramento de no
-reconciliarse con su enemigo, sea privado de la comunin del cuerpo y
-sangre de Jesucristo hasta haber hecho penitencia de su juramento, y
-haberse reconciliado.
-
-Pasaban los siglos, continuaban las violencias, y el precepto de
-caridad fraternal que nos obliga al amor de nuestros propios enemigos,
-encontraba abierta resistencia en el carcter duro y en las pasiones
-feroces de los descendientes de los brbaros; pero la Iglesia no
-se cansaba de insistir en la predicacin del precepto divino,
-inculcndolo cada paso y procurando hacerlo eficaz por medio de penas
-espirituales. Haban transcurrido ms de 400 aos desde la celebracin
-del concilio de Arles, en que hemos visto privados de asistir la
-iglesia los que tenan enemistades pblicas, y encontramos que el
-concilio de Worsmes, celebrado en el ao 868, prescribe en su canon 41
-que se excomulgue los enemistados que no quieran reconciliarse.
-
-Basta tener noticia del desorden de aquellos siglos para figurarse si
-durante ese largo espacio se haban podido remediar las enemistades
-encarnizadas y violentas; parece que debiera de haberse cansado la
-Iglesia de inculcar un precepto que tan desatendido estaba, causa
-de funestas circunstancias; sin embargo, ella habla hoy como haba
-hablado ayer, como siglos antes, no desconfiando nunca de que sus
-palabras produciran algn bien en la actualidad y seran fecundas en
-el porvenir.
-
-ste es su sistema; no parece sino que oye de continuo aquellas
-palabras _clama y no ceses, levanta tu voz como una trompeta_. As
-alcanza el triunfo sobre todas las resistencias; as, cuando no puede
-ejercer predominio sobre la voluntad de un pueblo, hace resonar de
-continuo su voz en las sombras del santuario; all reune _siete mil
-que no doblaron la rodilla ante Baal_, y al paso que los afirma en
-la fe y en las buenas obras, protesta en nombre de Dios contra los
-que _resisten al Espritu Santo_. Tal vez durante la disipacin y
-las orgas de una ciudad populosa, penetramos en un sagrado recinto
-donde reinan la gravedad y la meditacin en medio del silencio y
-de las sombras. Un ministro del santuario, rodeado de un nmero
-escogido de fieles, hace resonar de vez en cuando algunas palabras
-austeras y solemnes: he aqu la personificacin de la Iglesia en
-pocas desastrosas por el enflaquecimiento de la fe la corrupcin de
-costumbres.
-
-Una de las reglas de conducta de la Iglesia catlica ha sido el no
-doblegarse jams ante el poderoso. Cuando ha proclamado una ley, la ha
-proclamado para todos, sin distincin de clases. En las pocas de la
-prepotencia de los pequeos tiranos que bajo distintos nombres vejaban
-los pueblos, esta conducta contribuy sobremanera hacer populares
-las leyes eclesisticas; porque nada ms propio para hacer llevadera
-al pueblo una carga, que ver sujeto ella al noble y hasta al mismo
-rey. En el tiempo que nos referimos, prohibanse severamente las
-enemistades y las violencias entre los plebeyos; pero la misma ley se
-extenda tambin los grandes y los mismos reyes. No haba mucho que
-el Cristianismo se hallaba establecido en Inglaterra, y encontramos
-sobre este particular un ejemplo curioso. Nada menos que tres prncipes
-excomulgados en un mismo ao, y en una misma ciudad, y obligados
-hacer penitencia de los delitos cometidos. En la ciudad de Landaff,
-en el pas de Gales, en Inglaterra, en la metrpoli de Cantorbery, se
-celebraron en el ao 560 tres concilios. En el primero fu excomulgado
-Monrico, rey de Clamargon, por haber dado muerte al rey Cineiba,
-pesar de la paz que se haban jurado sobre las santas reliquias; en
-el segundo se excomulga al rey Morcante, que haba quitado la vida
- Friaco su to, despus de haberle jurado igualmente la paz; en el
-tercero se excomulg al rey Guidnerto por haber dado muerte su
-hermano, que le disputaba la corona.
-
-No deja de ser interesante ver los jefes de los brbaros, que
-convertidos en reyes se asesinaban tan fcil y atrozmente, obligados
-reconocer la autoridad de un poder superior que los precisaba hacer
-penitencia de haber manchado sus manos con la sangre de sus parientes,
-y haber quebrantado la santidad de sus pactos, y chase de ver los
-saludables efectos que de esto deban seguirse para suavizar las
-costumbres.
-
-Fcil era, dirn los enemigos de la Iglesia, los que se empean en
-rebajar el mrito de todos sus actos, fcil era, dirn, predicar la
-suavidad de costumbres exigiendo la observancia de los preceptos
-divinos jefes de tan escaso poder y que no tenan de rey ms que el
-nombre. Fcil era habrselas con reyezuelos brbaros que, fanatizados
-por una religin que no comprendan, inclinaban humildemente la cabeza
-ante el primer sacerdote que se presentaba intimidarlos de parte de
-Dios. Pero qu significa esto? qu influencia pudo tener en el curso
-de los grandes acontecimientos? La historia de la civilizacin europea
-ofrece un teatro inmenso, donde los hechos deben estudiarse en mayor
-escala, donde las escenas han de ser grandiosas, si es que han de
-ejercer influencia sobre el nimo de los pueblos.
-
-Despreciemos lo que hay de ftil en un razonamiento semejante; pero, ya
-que se quieran escenas grandes, que hayan debido influir en desterrar
-el empleo brutal de la fuerza, sin suavizar las costumbres, abramos
-la historia de los primeros siglos de la Iglesia, y no tardaremos en
-encontrar una pgina sublime, eterno honor del Catolicismo.
-
-Reinaba sobre todo el mundo conocido un emperador cuyo nombre era
-acatado en los cuatro ngulos de la tierra, y cuya memoria es respetada
-por la posteridad. En una ciudad importante el pueblo amotinado
-degella al comandante de la guarnicin, y el emperador en su clera
-manda que el pueblo sea exterminado. Al volver en s el emperador
-revoca la orden fatal; pero ya era tarde: la orden estaba ejecutada,
-y millares de vctimas haban sucumbido en una carnicera horrorosa.
-Al esparcirse la noticia de tan atroz catstrofe, un santo obispo se
-retira de la corte del emperador y le escribe desde la campaa estas
-graves palabras: Yo no me atrevo ofrecer el sacrificio, si vos
-pretendis asistir l: si el derramamiento de la sangre de un solo
-inocente bastara vedrmelo, cunto ms siendo tantas las muertes
-inocentes! El emperador, confiado en su poder, no se detiene por esta
-carta y se dirige la iglesia. Llegado al prtico, se le presenta
-un hombre venerable, que con ademn grave y severo le detiene y le
-prohibe entrar. Has imitado, le dice, David en el crimen; imtale
-en la penitencia. El emperador cede, se humilla, se somete las
-disposiciones del santo prelado; y la religin y la humanidad quedan
-triunfantes. La ciudad desgraciada se llama Tesalnica, el emperador
-era Teodosio el Grande, y el prelado era San Ambrosio, arzobispo de
-Miln.
-
-En este acto sublime se ven personificadas de un modo admirable, y
-encontrndose cara cara, la justicia y la fuerza. La justicia triunfa
-de la fuerza, pero por qu? Porque el que representa la justicia
-la representa en nombre del cielo, porque los vestidos sagrados, la
-actitud imponente del hombre que detiene al emperador, recuerdan
-ste la misin divina del santo obispo y el ministerio que ejerce en
-la sagrada jerarqua de la Iglesia. Poned en lugar del obispo un
-filsofo y decidle que vaya detener al emperador, amonestndole que
-haga penitencia de su crimen, y veris si la sabidura humana alcanza
- tanto como el sacerdocio hablando en nombre de Dios; poned, si os
-place, un obispo de una Iglesia que haya reconocido la supremaca
-espiritual en el poder civil, y veris si en su boca tienen fuerza las
-palabras para alcanzar tan sealado triunfo.
-
-El espritu de la Iglesia era el mismo en todas pocas, sus tendencias
-eran siempre hacia el mismo objeto; su lenguaje igualmente severo,
-igualmente fuerte, ora hablase un plebeyo romano, ora un brbaro,
-sea que dirigiese sus amonestaciones un patricio del imperio
-un noble germano: no le amedrentaba ni la prpura de los Csares, ni
-la mirada fulminante de los reyes _de la larga cabellera_. El poder
-de que se hall investida en la Edad media no diman nicamente de
-ser ella la sola que haba conservado alguna luz de las ciencias y el
-conocimiento de principios de gobierno, sino tambin de esa firmeza
-inalterable que ninguna resistencia, ningn ataque, eran bastantes
-desconcertar. Qu hubiera hecho la sazn el Protestantismo para
-dominar circunstancias tan difciles y azarosas? Falto de autoridad,
-sin un centro de accin, sin seguridad en su propia fe, sin confianza
-en sus medios, qu recursos hubiera empleado para contener el mpetu
-de la fuerza que seoreada del mundo acababa de hacer pedazos los
-restos de la civilizacin antigua, y opona un obstculo poco menos que
-insuperable toda tentativa de organizacin social? El Catolicismo,
-con su fe ardiente, su autoridad robusta, su unidad indivisible, su
-trabazn jerrquica, pudo acometer la alta empresa de suavizar las
-costumbres con aquella confianza que inspira el sentimiento de las
-propias fuerzas, con aquel bro que alienta el corazn cuando se abriga
-en l la seguridad del triunfo.
-
-No se crea, sin embargo, que la manera con que suaviz las costumbres
-la Iglesia catlica fuese siempre un rudo choque contra la fuerza;
-vmosla emplear medios indirectos, contentarse con prescribir lo que
-era asequible, exigir lo menos para allanar el camino al logro de lo
-ms.
-
-En una capitular de Carlomagno formada en Aix-la-Chapelle en el ao
-813, que consta de 26 artculos, que no son otra cosa que una especie
-de confirmacin y resumen de cinco concilios celebrados poco antes
-en las Galias, encontramos dos artculos aadidos, de los cuales el
-segundo prescribe que se proceda contra los que, con pretexto del
-derecho llamado _Fayda_, excitan ruidos y tumultos en los domingos y
-fiestas, y tambin en los das de trabajo. Ya hemos visto ms arriba
-emplear las sagradas reliquias para hacer ms respetable el juramento
-de paz y amistad que se prestaban los reyes: acto augusto en que se
-haca intervenir el cielo para evitar la fusin de sangre y traer la
-paz la tierra; ahora vemos que el respeto los domingos y dems
-fiestas se utiliza tambin para preparar la abolicin de la brbara
-costumbre de que los parientes de un hombre muerto pudiesen vengar la
-muerte, dndola al matador.
-
-El lamentable estado de la sociedad europea en aquella poca se retrata
-vivamente en los mismos medios que el poder eclesistico se vea
-obligado emplear para disminuir algn tanto los desastres ocasionados
-por las violencias de las costumbres. El no acometer nadie para
-maltratarle, el no recurrir la fuerza para obtener una reparacin,
-desahogar la venganza, nos parece nosotros tan justo, tan conforme
- razn, tan natural, que apenas concebimos posible que puedan las
-cosas andar de otra manera. Si en la actualidad se promulgase una ley
-que prohibiese el atacar su enemigo en este en aquel da, en esta
- en aquella hora, nos parecera el colmo de la ridiculez y de la
-extravagancia. No lo pareca, sin embargo, en aquellos tiempos; y una
-prohibicin semejante se haca cada paso, no en obscuras aldeas, sino
-en las grandes ciudades, en asambleas numerossimas, donde se contaban
- centenares los obispos, donde acudan los condes, los duques, los
-prncipes y reyes. Esa ley que nosotros nos parecera tan extraa,
-y por la que se ve que la autoridad se tena por dichosa si poda
-alcanzar que los principios de justicia fuesen respetados al menos
-algunos das, particularmente en las mayores solemnidades, esa ley fu
-por largo tiempo uno de los puntos capitales del derecho pblico y
-privado de Europa.
-
-Ya se habr conocido que estoy hablando de la _Tregua de Dios_. Muy
-necesaria deba ser la sazn una ley semejante, cuando la vemos
-repetida tantas veces en pases muy distantes unos de otros. Entre lo
-mucho que se podra recordar sobre esta materia, me contentar con
-apuntar algunas decisiones conciliares de aquella poca.
-
-El concilio de Tubuza, en la dicesis de Elna, en el Roselln,
-celebrado por Guifredo, arzobispo de Narbona, en el ao 1041, establece
-la _Tregua de Dios_, mandando que, desde la tarde del mircoles hasta
-la maana del lunes, nadie tomase cosa alguna por fuerza, ni se vengase
-de ninguna injuria, ni exigiese prendas de fiador. Quien contraviniese
- este decreto, deba pagar la composicin de las leyes, como merecedor
-de muerte, ser excomulgado y desterrado del pas.
-
-Considerbase tan beneficiosa la prctica de esta disposicin, que, en
-el mismo ao, se tuvieron en Francia otros muchos concilios sobre el
-mismo asunto. Tenase tambin el cuidado de recordar con frecuencia
-esta obligacin, como lo vemos en el concilio de Saint-Gilles, en
-Languedoc, celebrado en el ao 1042, y en el de Narbona, celebrado en
-1045.
-
- pesar de insistirse tanto sobre lo mismo, no se alcanzaba todo
-el fruto deseado, como lo indica la fluctuacin que sufran las
-disposiciones de la ley. As vemos que, en el ao 1047, la _Tregua de
-Dios_ se limitaba un tiempo menor del que tena en 1041, pues que el
-concilio de Telugis, de la dicesis de Elna, celebrado en 1047, dispone
-que en todo el condado del Roselln nadie acometa su enemigo desde la
-hora nona del sbado hasta la hora de prima del lunes; por manera que
-la ley era entonces mucho ms lata que en 1041, donde hemos visto que
-la _Tregua de Dios_ comprenda desde la tarde del mircoles hasta la
-maana del lunes.
-
-En el mismo concilio que acabo de citar, se encuentra una disposicin
-notable, pues que se manda que nadie pueda acometer un hombre que va
- la iglesia, vuelve de ella, que _acompaa mujeres_.
-
-En el ao 1054, la _Tregua de Dios_ iba ganando terreno, pues, no slo
-vuelve comprender desde el mircoles por la tarde hasta el lunes por
-la maana despus de la salida del sol, sino que se extiende largas
-temporadas. As vemos que el concilio de Narbona, celebrado por el
-arzobispo Guifredo en dicho ao, ms de sealar comprendido en la
-_Tregua de Dios_ desde el mircoles por la tarde hasta el lunes por la
-maana, la declara obligatoria para el tiempo y das siguientes: desde
-el primer domingo de Adviento hasta la octava de la Epifana, desde el
-domingo de la Quincuagsima hasta la octava de Pascua, desde el domingo
-que precede la Ascensin hasta la octava de Pentecosts, en los das
-de las fiestas de Nuestra Seora, de San Pedro, de San Lorenzo, de San
-Miguel, de Todos los Santos, de San Martn, de Santos Justo y Pastor,
-titulares de la Iglesia de Narbona, y todos los das de ayuno; y esto,
-so pena de anatema y de destierro perpetuo.
-
-En el mismo concilio se encuentran otras disposiciones tan bellas, que
-no es posible dejar de recordarlas, dado que se trata de manifestar
-y hacer sentir la influencia de la Iglesia catlica en suavizar las
-costumbres. En el canon 9. se prohibe cortar los olivos, sealndose
-una razn, que, si los ojos de los juristas no parecer bastante
-general y adecuada, es los de la filosofa de la historia un hermoso
-smbolo de las ideas religiosas, ejerciendo sobre la sociedad su
-benfica influencia. La razn que seala el concilio, es que los
-_olivos suministran la materia del santo Crisma y del alumbrado de las
-iglesias_. Una razn semejante produca, sin duda, ms efecto que todas
-las que pudieran sacarse de Ulpiano y Justiniano.
-
-En el canon 10 se manda que, en todo tiempo y lugar, gocen de la
-seguridad de la _Tregua_ los pastores y sus ovejas, disponindose lo
-mismo en el canon 11 con respecto las casas situadas treinta pasos
-al rededor de las iglesias. En el canon 18 se prohibe los que tienen
-pleito usar de procedimientos de hecho cometer alguna violencia,
-antes que la causa haya sido juzgada en presencia del obispo y del
-seor del lugar. En los dems cnones se prohibe robar los mercaderes
-y peregrinos, y hacer dao nadie, bajo la pena de ser separados de
-la Iglesia los perpetradores de este delito, si lo hubiesen cometido
-durante la _Tregua_.
-
- medida que iba adelantando el siglo XI, notamos que se inculca ms y
-ms la saludable prctica de la _Tregua de Dios_, interviniendo en este
-negocio la autoridad de los Papas.
-
-En el concilio de Gerona, celebrado por el cardenal Hugo el Blanco
-en 1068, se confirm la _Tregua de Dios_ por autoridad de Alejandro
-II, so pena de excomunin; y en 1080, el concilio de Lilebona, en
-Normanda, supone establecida ya muy generalmente esta _Tregua_, pues
-que manda en su canon primero que los obispos y los seores cuiden de
-su observancia, aplicando los prevaricadores censuras y otras penas.
-
-En el ao 1093, el concilio de Troya, en la Pulla, celebrado por Urbano
-II, confirma tambin la _Tregua de Dios_; siendo notable el ensanche
-que deba ir tomando esa disposicin eclesistica, pues que dicho
-concilio asistan setenta y cinco obispos. Mucho mayor era el nmero
-en el concilio de Clermont, en Auvernia, celebrado por el mismo Urbano
-II en el ao 1095, pues que contaba nada menos que trece arzobispos,
-doscientos veinte obispos y muchos abades. En su canon 1. confirma la
-_Tregua_ con respecto al jueves, viernes, sbado y domingo; pero quiere
-que se observe todos los das de la semana con respecto los monjes,
-clrigos y mujeres.
-
-En los cnones 29 y 30 se dispone que, si alguno, perseguido por su
-enemigo, se refugia junto una cruz, debe estar all tan seguro
-como si hubiese buscado asilo en la iglesia. Esta ensea sublime de
-redencin, despus de haber dado salud al linaje humano, empapndose
-en la cima del Calvario con la sangre del Hijo de Dios, serva ya de
-amparo los que, en el asalto de Roma, se refugiaban ella, huyendo
-del furor de los brbaros; y siglos despus encontramos que, levantada
-en los caminos, salvaba todava al desgraciado que se abrazaba con
-ella, huyendo de un enemigo sediento de venganza.
-
-El concilio de Run, celebrado en el ao 1096, extiende todava ms
-el dominio de la _Tregua_, mandando observarla desde el domingo antes
-del mircoles de Ceniza hasta la segunda feria despus de la octava de
-Pentecosts, desde la puesta del sol en el mircoles antes del Adviento
-hasta la octava de la Epifana, y en cada semana, desde el mircoles
-puesto el sol hasta su salida del lunes siguiente; y, por fin, en todas
-las fiestas y vigilias de la Virgen y de los Apstoles.
-
-En el canon 2. se ordena que gocen de una paz perpetua todos los
-clrigos, monjas y religiosas, _mujeres_, _peregrinos_, _mercaderes_
-y sus criados, _los bueyes y caballos de arado_, _los carreteros_,
-_los labradores_ y todas las tierras que pertenecen los santos,
-prohibiendo acometerlos, robarlos, ejercer en ellos alguna violencia.
-
-En aquella poca se conoce que la ley se senta ms fuerte, y que
-poda exigir la obediencia en tono ms severo; pues vemos que en el
-canon 3. del mismo concilio se prescribe que todos los varones que
-hayan cumplido doce aos, presten juramento de observar la _Tregua_;
-y en el canon 4. se excomulga los que se resistan prestarle; as
-como algunos aos despus, saber, en 1115, la _Tregua_ empieza
-comprender, no ya algunas temporadas, sino aos enteros: el concilio
-de Troya, en la Pulla, celebrado en dicho ao por el papa Pascual,
-establece la _Tregua_ por tres aos.
-
-Los papas continuaban con ahinco la obra comenzada, sancionando con
-el peso de su autoridad, y difundiendo con su influencia, entonces
-universal y poderosa en toda la Europa, la observancia de la _Tregua_.
-sta, aunque en la apariencia no fuese otra cosa que un acatamiento
-la religin por parte de las pasiones violentas, que por respeto ella
-suspendan sus hostilidades, era, en el fondo, el triunfo del derecho
-sobre el hecho, y uno de los ms admirables artificios que se han visto
-empleados jams para suavizar las costumbres de un pueblo brbaro.
-Quien se vea precisado no poder echar mano de la fuerza en cuatro
-das de la semana, y largas temporadas del ao, claro es que deba de
-inclinarse costumbres ms suaves, no emplendola nunca. Lo que cuesta
-trabajo, no es convencer al hombre de que obra mal, sino hacerle perder
-el hbito de obrar mal; y sabido es que todo hbito se engendra por la
-repeticin de los actos, y se pierde cuando se logra que stos cesen
-por algn tiempo.
-
-As, es sumamente satisfactorio el ver que los papas procuraban
-sostener y propagar esa _Tregua_ renovando el mandamiento de su
-observancia en concilios numerosos, y, por tanto, de una influencia
-ms eficaz y universal. En el concilio de Reims, abierto por el mismo
-pontfice Calixto II en 1119, se expidi un decreto en confirmacin
-de la misma _Tregua_. Asistieron este concilio trece arzobispos,
-ms de doscientos obispos y un gran nmero de abades y eclesisticos
-distinguidos en dignidad. Inculcse la misma observancia en el concilio
-de Letrn IX, general, celebrado en 1123, congregado por Calixto II.
-Eran ms de trescientos los prelados entre arzobispos y obispos, y el
-nmero de los abades pasaba de seiscientos. En 1130 se insiste sobre lo
-mismo en el concilio de Clermont, en Auvernia, celebrado por Inocencio
-II, renovndose los reglamentos pertenecientes la observancia de la
-_Tregua_; y en el concilio de Avin en 1209, celebrado por Hugo,
-obispo de Riez, y Miln, notario del papa Inocencio III, ambos legados
-de la Santa Sede, se confirman las leyes anteriormente establecidas
-para la observancia de la _paz_ y de la _Tregua_, condenndose los
-revoltosos que la perturbaban. En el concilio de Montpeller, celebrado
-en 1215, juntado por Roberto de Corcen, y presidido por el cardenal de
-Benevento como legado que era en la provincia, se renueva y confirma
-todo cuanto en distintos tiempos se haba arreglado para la seguridad
-pblica, y ms recientemente para la subsistencia de la paz entre seor
-y seor, y entre los pueblos.
-
- los que han mirado la intervencin de la sociedad eclesistica en
-los negocios civiles como una usurpacin de las atribuciones del poder
-pblico, podrase preguntarles si puede ser usurpado lo que no existe,
-y si un poder incapacitado para ejercer sus atribuciones propias, se
-quejara con razn de que las ejerciese otro que tuviese para ello la
-inteligencia y la fuerza necesarias. No se quejaba entonces el poder
-poltico de esas pretendidas usurpaciones, y as los gobiernos como los
-pueblos las miraban como muy justas y legtimas, porque, como se ha
-dicho ms arriba, eran naturales, necesarias, tradas por la fuerza de
-los acontecimientos, dimanadas de la situacin de las cosas. Por cierto
-que sera ahora curioso ver que los obispos se ocupasen en la seguridad
-de los caminos, que publicasen edictos contra los incendiarios, los
-ladrones, los que cortasen los olivos causasen otros estragos
-semejantes; pero en aquellos tiempos se consideraba este proceder como
-muy natural y muy necesario. Merced estos cuidados de la Iglesia,
-este solcito desvelo, que despus se ha culpado con tanta ligereza,
-pudieron echarse los cimientos de este edificio social cuyos bienes
-disfrutamos, y llevarse cabo una reorganizacin que hubiera sido
-imposible sin la influencia religiosa y sin la accin de la potestad
-eclesistica.
-
-Queris saber el concepto que debe formarse de un hecho, descubriendo
-si es hijo de la naturaleza misma de las cosas, efecto de
-combinaciones astutas? Reparad el modo con que se presenta, los
-lugares en que nace, los tiempos en que se verifica; y cuando le veis
-reproducido en pocas muy distintas, en lugares muy lejanos, entre
-hombres que no han podido concertarse, estad seguros que lo que obra
-all no es el plan del hombre, sino la fuerza misma de las cosas.
-Estas condiciones se verifican de un modo palpable en la accin de la
-potestad eclesistica sobre los negocios pblicos. Abrid los concilios
-de aquellas pocas y por doquiera os ocurrirn los mismos hechos; as,
-por ejemplo, el concilio de Palencia, en el reino de Len, celebrado
-en 1129, ordena en su canon 12 que se destierre se recluya en un
-monasterio los que acometan los clrigos, monjes, mercaderes,
-peregrinos y mujeres. Pasad Francia y encontraris el concilio de
-Clermont, en Auvernia, celebrado en 1130, que en su canon 13 excomulga
- los incendiarios. En 1157 os ocurrir el concilio de Reims, mandando
-en su canon 3. que durante la guerra no se toque la persona de los
-clrigos, monjes, mujeres, viajantes, labradores y vieros. Pasad
-Italia y encontraris el concilio de Letrn IX, general, convocado
-en 1179, que prohibe, en su canon 22, maltratar inquietar los
-monjes, clrigos, peregrinos, mercaderes, aldeanos que van de viaje,
- estn ocupados en la agricultura, y los animales empleados en
-ella. En el canon 24 se excomulga los que apresen despojen los
-cristianos que naveguen para su comercio otras causas legtimas y
-los que roben los nufragos, si no restituyen lo robado. Pasando
-Inglaterra, encontramos el concilio de Oxford, celebrado en 1222 por
-Esteban Langton, arzobispo de Cantorbery, prohibiendo en el canon 20
-que nadie pueda tener ladrones para su servicio. En Suecia el concilio
-de Arbogen, celebrado en 1396 por Enrique, arzobispo de Upsal, dispone
-en su canon 5. que no se conceda sepultura eclesistica los piratas,
-raptores, incendiarios, ladrones de caminos reales, opresores de pobres
-y otros malhechores. Por manera que, en todas partes, y en todos
-tiempos, se encuentra el mismo hecho: la Iglesia luchando contra la
-injusticia, contra la violencia, y esforzndose por reemplazarlas con
-el reinado de la justicia y de la ley.
-
-Yo no s con qu espritu han ledo algunos la historia eclesistica,
-que no hayan sentido la belleza del cuadro que se ofrece en las
-repetidas disposiciones que no he hecho ms que apuntar, todas
-dirigidas proteger al dbil contra el fuerte. Si al clrigo y al
-monje, como dbiles que son por pertenecer una profesin pacfica, se
-les protege de una manera particular en los cnones citados, notamos
-que se dispensa la misma proteccin las mujeres, los peregrinos,
- los mercaderes, los aldeanos que van de viaje y se ocupan en los
-trabajos del campo, los animales de cultivo, en una palabra, todo
-lo dbil. Y cuenta que esta proteccin no es un mero arranque de
-generosidad pasajera: es un sistema seguido en lugares muy diferentes,
-continuado por espacio de siglos, desenvuelto y aplicado por los
-medios que la caridad sugiere, inagotable en recursos y artificios
-cuando se trata de hacer el bien y de evitar el mal. Y por cierto que
-aqu no puede decirse que la Iglesia obrase por miras interesadas,
-porque, cul era el provecho material que poda resultarle de impedir
-el despojo de un obscuro viajante, el atropellamiento de un pobre
-labrador, el insulto hecho una desvalida mujer? El espritu que la
-animaba entonces, pesar de los abusos que consigo traa la calamidad
-de los tiempos; el espritu que la animaba entonces, como ahora, era el
-Espritu de Dios; ese Espritu que le comunica sin cesar una decidida
-inclinacin lo bueno, lo justo, y que la impele de continuo
-buscar los medios ms propsito para realizarlo.
-
-Juzgue ahora el lector imparcial si esfuerzos tan continuados por
-parte de la Iglesia para desterrar de la sociedad el dominio de la
-fuerza debieron no contribuir suavizar las costumbres. Esto aun
-limitndonos al tiempo de paz; pues, por lo que toca al de guerra, no
-es necesario siquiera detenerse en probarlo. El _vae victis_ de los
-antiguos ha desaparecido en la historia moderna, merced la religin
-divina que ha inspirado los hombres otras ideas y sentimientos;
-merced la Iglesia catlica, que con su celo por la redencin de
-los cautivos ha suavizado las mximas feroces de los romanos, que
-conceptuaban necesario, para hacer los hombres valientes, no dejarles
-esperanza de salir de la esclavitud, en caso de que ella los
-condujesen los azares de la guerra. Si el lector quiere tomarse la pena
-de leer el captulo XVII de esta obra con el III de la nota primera,
-donde se hallan algunos de los muchos documentos que se podran citar
-sobre este punto, formar cabal concepto de la gratitud que se merece
-la Iglesia catlica por su caridad, su desprendimiento, su celo
-incansable en favor de los infelices que, privados de libertad, geman
-en poder de los enemigos. esto debe aadirse tambin la consideracin
-de que, abolida la esclavitud, haba de suavizarse por necesidad el
-sistema de la guerra. Porque, si al enemigo no era lcito matarle, una
-vez rendido, ni tampoco retenerle en esclavitud, todo se reduca
-retenerle el tiempo necesario para que no pudiese hacer dao, hasta
-que se recibiese por l la compensacin correspondiente. He aqu el
-sistema moderno, que consiste en retener los prisioneros hasta que se
-haya terminado la guerra verificado un canje.
-
-Bien que, segn lo dicho ms arriba, la suavidad de costumbres
-consiste, propiamente hablando, en la _exclusin de la fuerza_, no
-obstante, como en este mundo todo se enlaza, no debe mirarse esta
-exclusin de un modo abstracto, considerando posible que exista por la
-sola fuerza del desarrollo de la inteligencia. Una de las condiciones
-necesarias para una verdadera suavidad de costumbres, es que, no slo
-se eviten en cuanto sea posible los medios violentos, sino que, adems,
-se empleen los _benficos_. Si esto no se verifica, las costumbres
-sern ms bien enervadas que suaves, y el uso de la fuerza no ser
-desterrado de la sociedad, sino que andar en ella disfrazado con
-artificio. Por estas razones conviene echar una ojeada sobre el
-principio de donde ha sacado la civilizacin europea el espritu de
-beneficencia que la distingue; pues que as se acabar de manifestar
-que al Catolicismo es debida principalmente nuestra suavidad de
-costumbres. Adems, que, aun prescindiendo del enlace que con esto
-tiene la beneficencia, ella por s sola entraa demasiada importancia,
-para que sea posible desentenderse de consagrarle algunas pginas,
-cuando se hace una resea analtica de los elementos de nuestra
-civilizacin.[7]
-
-
-
-
-CAPITULO XXXIII
-
-
-Las costumbres no sern jams suaves, si no existe la beneficencia
-pblica. De suerte que la suavidad y esta beneficencia, si bien no
-se confunden, no obstante, se hermanan. La beneficencia pblica,
-propiamente tal, era desconocida entre los antiguos. El individuo
-poda ser benfico una que otra vez; la sociedad no tena entraas.
-As es que la fundacin de establecimientos pblicos de beneficencia
-no entr jams en su sistema de administracin. Qu hacan, pues, de
-los desgraciados? se nos dir; y nosotros responderemos esta pregunta
-con el autor del _Genio del Cristianismo_: Tenan dos conductos para
-deshacerse de ellos: el infanticidio y la esclavitud.
-
-Dominaba ya el Cristianismo en todas partes, y vemos todava que los
-rastros de costumbres atroces daban mucho que entender la autoridad
-eclesistica. El concilio de Vaisn, celebrado en el ao 442, al
-establecer un reglamento sobre pertenencia legtima de los expsitos,
-manda castigar con censura eclesistica los que perturbaban con
-reclamaciones importunas las personas caritativas que haban recogido
-un nio; lo que haca el concilio con la mira de no apartar de esta
-costumbre benfica, porque, en el caso contrario, segn aade, _estaban
-expuestos ser comidos por los perros_. No dejaban, todava, de
-encontrarse algunos, padres desnaturalizados que mataban sus hijos;
-pues que un concilio de Lrida, celebrado en el ao 546, impone siete
-aos de penitencia los que cometan semejante crimen; y el de Toledo,
-celebrado en 589, dispone en su canon 17 que se impida que los padres y
-madres quiten la vida sus hijos.
-
-No estaba, sin embargo, la dificultad en corregir estos excesos,
-que por su misma oposicin las primeras ideas de moral, y por su
-repugnancia los sentimientos ms naturales, se prestaban ser
-desarraigados y extirpados. La dificultad consista en encontrar
-los medios para organizar un vasto sistema de beneficencia, donde
-estuviesen siempre la mano los socorros, no slo para los nios,
-sino tambin para los viejos invlidos, para los enfermos, para los
-pobres que no pudiesen vivir de su trabajo; en una palabra, para todas
-las necesidades. Como nosotros vemos esto planteado ya, y nos hemos
-familiarizado con su existencia, nos parece una cosa tan natural y
-sencilla, que apenas acertamos distinguir una mnima parte del mrito
-que encierra. Supngase, empero, por un instante que no existiesen
-semejantes establecimientos; trasladmonos con la imaginacin aquella
-poca en que no se tena de ellos ni idea siquiera; qu esfuerzos tan
-continuados no supone el plantearlos y organizarlos?
-
-Es claro que, extendida por el mundo la caridad cristiana, deban ser
-socorridas todas las necesidades con ms frecuencia y eficacia que
-no lo eran anteriormente, aun suponiendo que el ejercicio de ella se
-hubiese limitado medios puramente individuales: porque nunca habra
-faltado un nmero considerable de fieles que hubieran recordado las
-doctrinas y el ejemplo de Jesucristo, quien, mientras nos enseaba
-la obligacin de amar los dems hombres como nosotros mismos, y
-esto no con un afecto estril, sino dando de comer al hambriento, de
-beber al que tiene sed, vistiendo al desnudo y visitando al enfermo
-y al encarcelado, nos ofreca en su propia conducta un modelo de la
-prctica de esa virtud. De mil maneras poda ostentar el infinito
-poder que tena sobre el cielo y la tierra: al imperio de su voz se
-hubieran humillado dciles todos los elementos, los astros se hubieran
-detenido en su carrera, y la naturaleza toda hubiera suspendido sus
-leyes; pero es de notar que se complace en manifestar su omnipotencia,
-en atestiguar su divinidad, haciendo milagros que servan de remedio
-consuelo de los desgraciados. Su vida est compendiada en la sencillez
-sublime de aquellas dos palabras del sagrado texto: _Pertransiit
-benefaciendo._ _Pas haciendo bien._
-
-Sin embargo, por ms que pudiese esperarse de la caridad cristiana
-entregada sus propias inspiraciones, y obrando en la esfera meramente
-individual, no era conveniente dejarla en semejante estado, sino que
-era menester realizarla en instituciones permanentes, por medio de
-las cuales se evitase que el socorro de las necesidades estuviese
-sujeto las contingencias inseparables de todo lo que depende de la
-voluntad del hombre y de circunstancias de momento. Por este motivo,
-fu sumamente cuerdo y previsor el pensamiento de plantear un gran
-nmero de establecimientos de beneficencia. La Iglesia fu quien lo
-concibi y lo realiz; y en esto no hizo otra cosa que aplicar un
-caso particular la regla general de su conducta: no dejar nunca la
-voluntad del individuo lo que puede vincularse en una institucin. Y
-es digno de notarse que sta es una de las razones de la robustez que
-tiene todo cuanto pertenece al Catolicismo: de manera que, as como el
-principio de la autoridad en materias de dogma le conserva la unidad
-y la firmeza en la fe, as la regla de reducirlo todo instituciones
-asegura la solidez y duracin todas sus obras. Estos dos principios
-tienen entre s una correspondencia ntima; porque, si bien se mira, el
-uno supone la desconfianza en el entendimiento del hombre, el otro en
-su voluntad y en sus medios Individuales. El uno supone que el hombre
-no se basta s mismo para el conocimiento de muchas verdades, el otro
-que es demasiado veleidoso y dbil para que el hacer el bien pueda
-quedar encomendado su inconstancia y flaqueza. Y ni uno ni otro hacen
-injuria al hombre, ni uno ni otro rebajan su dignidad; no hacen ms
-que decirle lo que en realidad es, sujeto al error, inclinado al mal,
-variable en sus propsitos y escaso en sus recursos. Verdades tristes,
-pero atestiguadas por la experiencia de cada da, y cuya explicacin
-nos ofrece la religin cristiana, asentando como dogma fundamental la
-cada del humano linaje en la prevaricacin del primer padre.
-
-El Protestantismo, siguiendo principios diametralmente opuestos, aplica
-tambin la voluntad el espritu de individualismo que predica para
-el entendimiento, y as es que de suyo es enemigo de instituciones.
-Concretndonos al objeto que nos ocupa, vemos que su primer paso, en
-el momento de su aparicin, fu destruir lo existente, sin pensar
-cmo podra reemplazarse. Increble parecer que Montesquieu haya
-llegado al extremo de aplaudir esa obra de destruccin, y sta es
-otra prueba de la maligna influencia ejercida sobre los espritus
-por la pestilente atmsfera del siglo pasado. Enrique VIII, dice
-el citado autor, queriendo reformar la Inglaterra, destruy los
-frailes; gente perezosa que fomentaba la pereza de los dems, porque,
-practicando la _hospitalidad_, haca que una infinidad de personas
-ociosas, nobles y de la clase del pueblo, pasasen su vida corriendo
-de convento en convento. _Quit tambin los hospitales, donde el
-pueblo bajo encontraba su subsistencia_, como los nobles la suya en
-los monasterios. Desde aquella poca se estableci en Inglaterra
-el espritu de industria y de comercio. (_Espritu de las leyes._
-Lib. 23, cap. 29.) Que Montesquieu hubiese encomiado la conducta de
-Enrique VIII en destruir los conventos apoyndose en la miserable
-razn de que, faltando la hospitalidad que en ellos se encontraba,
-se quitara los ociosos este recurso, es cosa que no fuera de
-extraar, supuesto que semejantes vulgaridades eran del gusto de la
-filosofa que empezaba cundir la sazn. En todo lo que estaba en
-oposicin con las instituciones del Catolicismo se pretenda encontrar
-profundas razones de economa y de poltica; cosa muy fcil, porque
-un nimo preocupado encuentra en los libros, como en los hechos, todo
-lo que quiere. Podase, sin embargo, preguntar Montesquieu cul
-haba sido el paradero de los bienes de los conventos; y, como de
-esos pinges despojos cupo una buena parte esos mismos nobles que
-antes encontraban all la hospitalidad, quizs podra reconvenirse al
-autor del _Espritu de las leyes_, por haber pretendido disminuir la
-ociosidad de stos por un medio tan singular como era darles los bienes
-de aquellos que los hospedaban. Por cierto que, teniendo los nobles
-en su casa los mismos bienes que sufragaban para darles hospitalidad,
-se les ahorraba el trabajo de _correr de convento en convento_. Pero
-lo que no puede tolerarse, es que presente como un golpe maestro en
-economa poltica _el haber quitado los hospitales, donde el pueblo
-bajo encontraba su subsistencia_. Qu! tan poco alcanza vuestra
-vista, tan desapiadada es vuestra filosofa, que creis conducente para
-el fomento de la industria y comercio la destruccin de los asilos del
-infortunio?
-
-Y es lo peor que, seducido Montesquieu por el prurito de hacer lo que
-se llama observaciones nuevas y picantes, llega al extremo de negar la
-utilidad de los hospitales, pretendiendo que en Roma sta es la causa
-de que viva en comodidad todo el mundo, excepto los que trabajan. Si
-las naciones son pobres, no quiere hospitales; si son ricas, tampoco;
-y para sostener esa paradoja inhumana se apoya en las razones que ver
-el lector en las siguientes palabras. Cuando la nacin es pobre, dice,
-la pobreza particular dimana de la miseria general; y no es ms, por
-decirlo as, que la misma miseria general. Todos los hospitales no
-sirven entonces para remediar esa pobreza particular; _al contrario, el
-espritu de pereza que ellos inspiran aumenta la pobreza general, y,
-por consiguiente, la particular_. He aqu los hospitales presentados
-como daosos las naciones pobres, y, por tanto, condenados. Oigmosle
-ahora por lo tocante las ricas. He dicho que las naciones ricas
-necesitaban hospitales, porque en ellas est sujeta la fortuna
-mil accidentes; pero _chase de ver que socorros pasajeros valdran
-mucho ms que establecimientos perpetuos_. El mal es _momentneo_; de
-consiguiente, es menester que _los socorros sean de una misma clase_, y
-aplicables al accidente particular. (_Espritu de las leyes._ Lib. 23,
-cap. 29.) Difcil es encontrar nada ms vaco y ms falso que lo que
-se acaba de citar; de cierto que, si por semejante muestra se hubiese
-de juzgar esa obra, cuyo mrito se ha exagerado tanto, merecera una
-calificacin aun ms severa de la que le da M. Bonald cuando la llama
-_la ms profunda de las obras superficiales_.
-
-Afortunadamente para los pobres, y para el buen orden de la sociedad,
-la Europa en general no ha adoptado esas mximas; y en este punto, como
-en muchos otros, se han dejado aparte las preocupaciones contra el
-Catolicismo, y se ha seguido con ms menos modificaciones el sistema
-que l haba enseado. En la misma Inglaterra existen en considerable
-nmero los establecimientos de beneficencia, sin que se crea que para
-aguijonear la diligencia del pobre sea menester exponerle al peligro
-de perecer de hambre. Conviene, sin embargo, observar que ese sistema
-de establecimientos pblicos de beneficencia, generalizado en la
-actualidad por toda Europa, no hubiera existido sin el Catolicismo; y
-puede asegurarse que, si el cisma religioso protestante hubiese tenido
-lugar antes de que se plantease y organizase el indicado sistema, no
-disfrutara actualmente la sociedad europea de unos establecimientos
-que tanto le honran, y que, adems, son un precioso elemento de buena
-polica y de tranquilidad pblica.
-
-No es lo mismo fundar y sostener un establecimiento de esta clase,
-cuando ya existen muchos otros del mismo gnero, cuando los gobiernos
-tienen la mano inmensos recursos, y disponen de la fuerza necesaria
-para proteger todos los intereses, que plantear un gran nmero de ellos
-cuando no hay tipos que referirse, cuando se han de improvisar los
-recursos de mil maneras diferentes, cuando el poder pblico no tiene
-ni prestigio ni fuerza para mantener raya las pasiones violentas
-que se esfuerzan en apoderarse de todo lo que les ofrece algn cebo.
-Lo primero se ha hecho en los tiempos modernos desde la existencia
-del Protestantismo; lo segundo lo haba hecho siglos antes la Iglesia
-catlica.
-
-Y ntese bien que lo que se ha realizado en los pases protestantes
- favor de la beneficencia, no ha sido ms que actos administrativos
-del gobierno, actos que necesariamente deba inspirarle la vista de
-los buenos resultados que hasta entonces haban producido semejantes
-establecimientos. Pero el Protestantismo en s, y considerado como
-Iglesia separada, nada ha hecho. Ni tampoco poda hacer, pues que all
-donde conserva algo de organizacin jerrquica, es un puro instrumento
-del poder civil, y, por tanto, no puede obrar por inspiracin propia.
-Para acabar de esterilizarse en este punto, tiene, adems del vicio de
-su constitucin, sus preocupaciones contra los institutos religiosos,
-tanto de hombres como de mujeres; y as est privado de uno de los
-poderosos medios que tiene el Catolicismo para llevar cabo las obras
-de caridad ms arduas y penosas. Para los grandes actos de caridad es
-necesario el desprendimiento de todas las cosas, y hasta de s mismo; y
-esto es lo que se encuentra eminentemente en las personas consagradas
- la beneficencia en un instituto religioso; all se empieza por el
-desprendimiento raz de todos los dems: el de la propia voluntad.
-
-La Iglesia catlica, lejos de proceder en esta parte por inspiraciones
-del poder civil, ha considerado como objeto propio el cuidar del
-socorro de todas las necesidades; y los obispos han sido considerados
-como los protectores y los inspectores natos de los establecimientos
-de beneficencia. Y de aqu es que por derecho comn los hospitales
-estaban sujetos los obispos, y en la legislacin cannica ha
-ocupado siempre un lugar muy principal el ramo de establecimientos de
-beneficencia.
-
-Es antiqusimo en la Iglesia legislar sobre esos establecimientos, y
-as vemos que el concilio de Calcedonia, al prescribir que est bajo la
-autoridad del obispo de la ciudad el clrigo constitudo _in ptochiis_,
-esto es, segn explicacin de Zonaras, en unos establecimientos
-destinados al alimento y cuidado de los pobres, como son aquellos
-donde se reciben y mantienen los pupilos, los viejos y enfermos, usa
-la siguiente expresin: _segn la tradicin de los Santos Padres_;
-indicando con esto que existan ya disposiciones antiguas de la Iglesia
-sobre tales objetos, pues que ya entonces se apelaba la tradicin,
-en tratndose de arreglar algn punto ellos concerniente. Son
-conocidas tambin de los eruditos las antiguas _Diaconas_, lugares de
-beneficencia donde se recogan viudas pobres, hurfanos, viejos y otras
-personas miserables.
-
-Cuando con la irrupcin de los brbaros se introdujo por todas partes
-el dominio de la fuerza, los bienes que haban adquirido, que en lo
-sucesivo adquiriesen, los hospitales, estaban muy mal seguros, pues que
-de suyo ofrecan un cebo muy estimulante. No falt, empero, la Iglesia
- cubrirlos con su proteccin. La prohibicin de apoderarse de ellos
-se haca de un modo muy severo, y los perpetradores de este atentado
-eran castigados como _homicidas de pobres_. El concilio de Orleans,
-celebrado en el ao 549, prohibe en su canon 13 el apoderarse de los
-bienes de hospitales; y en el canon 15, confirmando la fundacin de un
-hospital hecho en Len por el rey Childeberto y la reina Ultragotha,
-encargando la seguridad y la buena administracin de sus bienes, impone
- los contraventores la pena de anatema como reos de _homicidio de
-pobres_.
-
-Ciertas disposiciones sobre los pobres, que son un tiempo de
-beneficencia y de policia, y adoptadas en la actualidad en varios
-pases, las encontramos en antiqusimos concilios; como el formar una
-lista de los pobres de la parroquia, el obligar sta mantenerlos, y
-otras semejantes. As, el concilio de Tours, celebrado por los aos de
-566 567, ordena en su canon 5. que cada ciudad mantenga sus pobres,
-y que los sacerdotes rurales y sus feligreses alimenten los suyos, para
-evitar que los mendigos anden vagabundos por las ciudades y provincias.
-Por lo que toca los leprosos, el canon 21 del concilio de Orleans,
-poco ha citado, prescribe que los obispos cuiden particularmente de
-los pobres leprosos de sus dicesis, suministrndoles del fondo de la
-Iglesia alimento y vestido; y el concilio de Len, celebrado en el
-ao 583, manda en su canon 6. que los leprosos de cada ciudad y su
-territorio sean mantenidos expensas de la Iglesia, cuidando de esto
-el obispo.
-
-Tenase en la Iglesia una matrcula de los pobres, para distribuirles
-una parte de los bienes, y estaba expresamente prohibido el recibir
-nada de ellos por inscribirlos en la misma. En el concilio de Reims,
-celebrado en el ao 874, se prohibe en el 2. de sus cinco artculos
-el recibir nada de los pobres que se matriculaban, y esto so pena de
-deposicin.
-
-La solicitud por la mejora de la suerte de los presos, que tanto se
-ha desplegado en los tiempos modernos, es antiqusima en la Iglesia,
-y es de notar que ya en el siglo sexto haba en ellas un visitador
-de crceles. El arcediano, el prepsito de la iglesia, tena la
-obligacin de visitar los presos todos los domingos. No se exceptuaba
-de esta solicitud ninguna clase de criminales; y el arcediano deba
-enterarse de sus necesidades y suministrarles el alimento y lo dems
-que necesitasen, por medio de una persona recomendable elegida por el
-obispo. As consta del canon 20 del concilio de Orleans, celebrado en
-el ao 549.
-
-Larga sera la tarea de enumerar ni aun una pequea parte de las
-disposiciones que atestiguan el celo desplegado por la Iglesia en el
-consuelo y alivio de todos los desgraciados; ni esto fuera propio de
-este lugar, dado que slo me he propuesto comparar el espritu del
-Protestantismo con el del Catolicismo con respecto las obras de
-beneficencia. Pero, ya que el mismo desarrollo de la cuestin me ha
-llevado como de la mano algunas indicaciones histricas, no puedo
-menos de recordar el captulo 141 del concilio de Aix-la-Chapelle,
-donde se ordena que los prelados, siguiendo los ejemplos de sus
-predecesores, funden un hospital para recibir tantos pobres cuantos
-alcancen mantener las rentas de la iglesia. Los cannigos haban
-de dar al hospital el diezmo de sus frutos, y uno de ellos deba
-ser nombrado para recibir los pobres extranjeros, y para la
-administracin del hospital. Esto en la regla para los cannigos. En la
-regla para las canonesas dispone el mismo concilio que se establezca
-un hospital cerca del monasterio, y que dentro del mismo haya un sitio
-destinado para recibir las mujeres pobres. De esta prctica result
-que, muchos siglos despus, se vean en varias partes hospitales junto
- la iglesia de los cannigos.
-
-Llegando tiempos ms cercanos, son en muy crecido nmero los
-institutos que se fundaron con objetos de beneficencia; siendo de
-admirar la fecundidad con que brotaban por dondequiera los medios
-de socorrer las necesidades que se iban ofreciendo. No es dado
-calcular punto fijo lo que hubiera sucedido sin la aparicin del
-Protestantismo; pero, discurriendo por analoga, se puede conjeturar
-que, si el desarrollo de la civilizacin europea se hubiese llevado
- su complemento bajo el principio de la unidad religiosa, y sin
-las revoluciones y reacciones incesantes en que se hall sumida la
-Europa, merced la pretendida reforma, no habra dejado de nacer del
-seno de la religin catlica algn sistema general de beneficencia
-que, organizado con una grande escala y conforme lo que han ido
-exigiendo los nuevos progresos de la sociedad, quizs hubiera prevenido
- remediado esa plaga del pauperismo, que es el cncer de los
-pueblos modernos. Qu no poda esperarse de los esfuerzos de toda la
-inteligencia y de todos los recursos de Europa, obrando de concierto
-para lograr este objeto? Desgraciadamente se rompi la unidad de la
-fe, se desconoci la autoridad que deba ser el centro en adelante,
-como lo haba sido hasta all, y, desde entonces, la Europa, que
-estaba destinada ser en breve un pueblo de hermanos, se convirti en
-un campo de batalla donde se pele con inaudito encarnizamiento. El
-rencor, engendrado por la diferencia de religin, no permiti que se
-aunasen los esfuerzos para salir al paso de las nuevas complicaciones
-y necesidades que iban brotar de la organizacin social y poltica
-alcanzada por la Europa costa de los trabajos de tantos siglos; en
-lugar de esto, se aclimataron entre nosotros las disputas rencorosas,
-la insurreccin y la guerra.
-
-Es menester no olvidar que con el cisma de los protestantes, no slo se
-ha impedido la reunin de todos los esfuerzos de Europa para alcanzar
-el fin indicado, sino que se ha causado, adems, otro mal muy grave,
-cual es: que el Catolicismo no ha podido obrar de una manera regular,
-aun en los pases donde se ha conservado con predominio, principal,
- exclusivo. Casi siempre ha tenido que mantenerse en actitud de
-defensa, y as se ha visto precisado gastar una gran parte de sus
-recursos en procurarse medios de salvar su existencia propia. Resulta
-de esto ser muy probable que el orden actual de cosas en Europa es del
-todo diferente del que hubiera sido en la suposicin contraria, y que
-tal vez, en este ltimo caso, no hubiera sido necesario fatigarse en
-esfuerzos impotentes contra un mal que, segn todas las apariencias, si
-no se imaginan otros medios que los conocidos hasta aqu, es poco menos
-que incurable.
-
-Se me dir que, en tal caso, la Iglesia hubiera conservado una
-autoridad excesiva sobre todo el ramo de beneficencia, lo que habra
-sido una limitacin injusta de las facultades del poder civil; pero
-esto es un error. Porque es falso que la Iglesia pretendiese nada
-que no estuviese muy de acuerdo con lo que exige el mismo carcter de
-protectora de todos los desgraciados, de que se halla tan dignamente
-revestida. Verdad es que en ciertos siglos apenas se oye otra voz,
-ni se ve otra accin que la suya, en todo lo tocante al ramo de
-beneficencia; pero es menester observar que en aquellos siglos estaba
-muy lejos el poder civil de poseer una administracin ordenada y
-vigorosa, con que pudiese auxiliar como corresponde la Iglesia. Tanto
-dista de haber mediado en esto ninguna ambicin por parte de ella, que,
-antes bien, llevada por su celo sin lmites, haba cargado sobre sus
-hombros todo el cuidado, as de lo espiritual como de lo temporal, sin
-reparar en ninguna clase de sacrificios y dispendios.
-
-Tres siglos han pasado desde el funesto acontecimiento que lamentamos,
-y la Europa, que durante este tiempo ha estado sujeta en buena parte
- la influencia del Protestantismo, no ha dado un solo paso ms all
-de lo que estaba ya hecho antes de aquella poca. No puedo creer que,
-si estos tres siglos hubiesen corrido bajo la influencia exclusiva
-del Catolicismo, no hubiese brotado de su seno alguna invencin
-caritativa, que hubiese elevado los sistemas de beneficencia toda la
-altura reclamada por la complicacin de los nuevos intereses. Echando
-una ojeada sobre los varios sistemas que fermentan en el espritu de
-los que se ocupan en esta cuestin gravsima, figura la _asociacin_
-bajo una otra forma. Cabalmente ste ha sido uno de los principales
-favoritos del Catolicismo, el cual, as como proclama la _unidad_ en
-la fe, as proclama la _unin_ en todo. Pero hay la diferencia de que
-muchas de las asociaciones que se conciben y plantean, no son ms que
-_aglomeracin_ de intereses, faltndoles la _unin_ de voluntades,
-la _unidad_ de fin, circunstancias que no se encuentran sino por
-medio de la caridad cristiana; y, no obstante, son necesarias estas
-circunstancias para llevar cabo las grandes obras de beneficencia, si
-en ella se ha de encontrar algo ms que una medida de administracin
-pblica. Esta administracin de poco sirve cuando no es vigorosa; y,
-desgraciadamente, cuando alcanza este vigor, su accin se resiente un
-poco de la dureza y tirantez de los resortes. Por esto se necesita
-la caridad cristiana, que, filtrndose por todas partes manera de
-blsamo, suavice lo que tenga de duro la accin del hombre.
-
-Ay de los desgraciados que no reciben el socorro en sus necesidades,
-sino por medio de la administracin civil, sin intervencin de la
-caridad cristiana! En las relaciones que se darn al pblico, la
-_filantropa_ exagerar los cuidados que prodiga al infortunio,
-pero en la realidad las cosas pasarn de otra manera. El amor de
-nuestros hermanos, si no est fundado en principios religiosos, es
-tan abundante de palabras como escaso de obras. La vista del pobre,
-del enfermo, del anciano desvalido, es demasiado desagradable para
-que podamos soportarla por mucho tiempo, cuando no nos obligan
-ello muy poderosos motivos. Cunto menos se puede esperar que los
-cuidados penosos, humillantes, de todas horas, que reclama el socorro
-de esos infelices, puedan ser sostenidos cual conviene por un vago
-sentimiento de humanidad? No: donde falte la caridad cristiana, podr
-haber puntualidad, exactitud, todo lo que se quiera, por parte de los
-asalariados para servir, si el establecimiento est sujeto una buena
-administracin; pero faltar una cosa que con nada se suple, que no se
-paga, _el amor_. Mas, se nos dir, no tenis fe en la filantropa? No;
-porque, como ha dicho Chateaubriand, la filantropa es la moneda falsa
-de la caridad.
-
-Muy razonable era, pues, que la Iglesia tuviese una intervencin
-directa en todos los ramos de beneficencia, pues que ella era quien
-deba saber mejor que nadie el modo de hacer obrar la caridad
-cristiana, aplicndola todo linaje de necesidades y miserias. No
-era esto satisfacer la ambicin, sino dar pbulo al celo; no era
-reclamar un privilegio, sino hacer valer un derecho. Por lo dems, si
-os empeareis en apellidar ambicin este deseo, al menos no podris
-negarnos que es una ambicin de nueva clase, una ambicin muy digna de
-gloria y prez, la de reclamar el privilegio de socorrer y consolar el
-infortunio.[8]
-
-
-
-
-CAPITULO XXXIV
-
-
-La cuestin sobre la suavidad de costumbres, tratada en los captulos
-anteriores, me conduce naturalmente otra, harto difcil ya de suyo,
-y que, adems, ha llegado ser en extremo espinosa, causa de las
-muchas preocupaciones que la rodean. Hablo de la tolerancia en materias
-religiosas. Para ciertos hombres la palabra Catolicismo es sinnima de
-intolerancia; y es tal el embrollo de ideas en este punto, que es tarea
-trabajosa el empeo de aclarrselas. Basta pronunciar el nombre de
-intolerancia, para que el nimo de algunas personas se sienta asaltado
-de toda clase de ideas ttricas y horrorosas. La legislacin, las
-instituciones, los hombres de los tiempos pasados, todo es condenado
-sin apelacin, al menor asomo que se descubre de intolerancia. Las
-causas que esto contribuyen son varias; pero, si se quiere sealar la
-principal, se podra repetir la profunda sentencia de Catn, cuando,
-acusado, la edad de 86 aos, de no s qu delitos de su vida, en
-pocas muy anteriores, dijo: Difcil es dar cuenta de la propia
-conducta hombres de otro siglo del en que uno ha vivido.
-
-Cosas hay sobre las que no es posible formar juicio acertado, sin
-poseer no slo el conocimiento, sino un sentimiento vivo de la poca en
-que se realizaron. Y cuntos son los hombres capaces de llegar este
-punto? Pocos son los que consiguen poner su entendimiento cubierto
-del influjo de la atmsfera que los circunda; pero todava son menos
-los que lo alcanzan con respecto al corazn. Cabalmente el siglo en
-que vivimos es el reverso de los siglos de la intolerancia, y he aqu
-la primera dificultad que ocurre en la discusin de esta clase de
-cuestiones.
-
-El acaloramiento y la mala fe de algunos que las examinaron, han tenido
-tambin no escasa parte en el extravo de la opinin. Nada existe en el
-mundo que no pueda desacreditarse si no se mira ms que por un lado;
-porque las cosas, miradas as, son falsas, , en otros trminos, no son
-ellas mismas. Todo cuerpo tiene tres dimensiones: quien no atienda ms
-que una, no se forma idea del cuerpo, sino de una cantidad que es muy
-diferente de l. Tomad una institucin cualquiera, la ms justa, la
-ms til que podis imaginar; proponeos examinarla bajo el aspecto de
-los males inconvenientes que haya acarreado, cuidando de agrupar en
-pocas pginas lo que en realidad est desparramado en muchos siglos.
-Su historia resultar repugnante, negra, digna de execracin. Dejad
-que un amante de la democracia os pinte en breve cuadro, y con hechos
-histricos, los males inconvenientes de la monarqua, y los vicios y
-los crmenes de los monarcas; qu parece entonces la monarqua? Pero,
- un amante de sta, dejadle que su vez pueda retrataros tambin con
-hechos histricos, la democracia y los demagogos; qu resulta entonces
-la democracia? Reunid en un cuadro los males acarreados por el mucho
-adelanto de los pueblos; la civilizacin y la cultura os parecern
-detestables. Andando en busca de hechos en los fastos del espritu
-humano, se puede hacer de la historia de la ciencia, la historia de
-la locura y hasta del crimen. Acumulando los accidentes funestos
-ocasionados por los profesores del arte de curar, se puede presentar
-esta profesin benfica, como la carrera del homicidio. En una
-palabra: todo se puede falsear procediendo de esta suerte. Dios mismo
-se nos ofrecer como un monstruo de crueldad y tirana, si, haciendo
-abstraccin de su bondad, de su sabidura, de su justicia, no atendemos
- otra cosa que los males que presenciamos en un mundo creado por su
-poder y sujeto su providencia.
-
-Apliquemos estos principios. Si, dejando aparte el espritu de los
-tiempos, de circunstancias particulares de un orden de cosas del todo
-diferente, se nos hace la historia de la intolerancia religiosa de los
-catlicos, cuidando de que los rigores de Fernando Isabel, de Felipe
-II, de la reina Mara de Inglaterra, de Luis XIV, y todo lo acontecido
-en el espacio de tres siglos, se vean reducidos en pocas pginas, y
-con los colores tan recargados como posible sea; el lector que recibe
-en pocos momentos la impresin de sucesos que se anduvieron realizando
-en trescientos aos, el lector que, viviendo en una sociedad donde las
-crceles se van convirtiendo en casas de recreo, y donde es vivamente
-combatida la pena de muerte, ve delante de sus ojos tanto lbrego
-calabozo, aparatos de tormento, sambenitos y hogueras, siente latir
-vivamente su corazn, llora sobre el infortunio de los desgraciados
-que perecen, y se indigna contra los autores de lo que l apellida
-horrendas atrocidades. Nada se le ha dicho al cndido lector de los
-principios y de la conducta de los protestantes en la misma poca,
-nada se le ha recordado de la crueldad de Enrique VIII y de Isabel de
-Inglaterra, y as todo su odio se concentra sobre los catlicos, y
-se acostumbra mirar el Catolicismo como una religin de tirana y
-de sangre. Pero el juicio que de ah se forme, ser recto? ser un
-fallo dado con pleno conocimiento de causa? Veamos lo que haramos al
-encontrar un negro cuadro, tal como se ha indicado ms arriba, sobre
-la monarqua, sobre la democracia, sobre la civilizacin, sobre la
-ciencia, sobre las profesiones ms benficas. Lo que haramos, al
-menos lo que ciertamente debiramos hacer, sera extender ms all
-nuestra vista, volver el objeto mirndole en sus diferentes caras,
-atender los bienes despus de habernos hecho cargo de los males;
-disminuir la impresin que stos nos han causado y considerarlos
-como fueron en s, es decir, distribudos grandes distancias en
-el curso de los siglos; en una palabra, procuraramos ser justos
-tomando en nuestras manos la balanza para pesar el bien y el mal,
-para compararlos, como debe hacerse siempre que se trate de apreciar
-debidamente las cosas en la historia de la humanidad. Lo propio se
-habra de ejecutar en el caso en cuestin, para precaverse contra
-el error que conducen las falsas relaciones, y la exageracin de
-ciertos hombres, cuyo objeto evidente ha sido falsear los hechos, no
-presentndolos sino por un lado. Ahora no existe la Inquisicin y por
-cierto que no hay probabilidades de que se restablezca; no existen
-tampoco las leyes severas que sobre este particular regan en otros
-tiempos: estn abrogadas, han cado en desuso; y as nadie puede
-tener un inters en que se las mire desde un punto de vista falso.
-Concbese que para algunos existiese ese inters, mientras se trat de
-hacerles la guerra con la mira de destruirlas; pero, una vez logrado el
-objeto, la Inquisicin y esas leyes son un hecho histrico que conviene
-examinar con detenimiento imparcialidad.
-
-Aqu hay dos cuestiones: la del principio, y la de su aplicacin;
-bien, de la intolerancia, y del modo de ejercerla. Es menester no
-confundir estas dos cosas, que, por ms enlazadas que se hallen, son,
-sin embargo, muy diferentes. Empezar por examinar la primera.
-
-En la actualidad se proclama como un principio la tolerancia universal,
-y se condena sin restriccin todo linaje de intolerancia. Quin cuida
-de examinar el verdadero sentido de esas palabras? Quin analiza
-la luz de la razn las ideas que encierran? Quin, para aclararlas,
-echa mano de la historia y de la experiencia? Muy pocos. Se pronuncian
-maquinalmente, se emplean cada paso para establecer proposiciones
-de la mayor transcendencia, sin recelo siquiera de que en ellas se
-envuelva un orden de ideas, de cuya buena mala inteligencia y
-aplicacin est pendiente la sociedad. Pocos se paran en que hay aqu
-cuestiones de derecho tan profundas como delicadas, que hay una gran
-parte de la historia en que, segn como se resuelvan los problemas
-sobre la tolerancia, se condena todo lo pasado, se derriba todo lo
-presente, y no se deja, para edificar en el porvenir, ms que un
-movedizo cimiento de arena. Por cierto que lo ms cmodo en semejantes
-casos, es recibir y emplear las palabras tales como circulan, de la
-misma suerte que se toma y da una moneda corriente, sin pararse en
-examinar si es no es de buena ley. Pero lo ms cmodo no es siempre
-lo ms til; y as como, en tratndose de monedas de algn valor, nos
-tomamos la molestia de examinarlas para evitar el engao, es menester
-observar la misma conducta con respecto palabras cuyo significado sea
-muy transcendental.
-
-_Tolerancia_: que significa esa palabra? Propiamente hablando,
-significa el sufrimiento de una cosa que se concepta mala, pero que
-se cree conveniente dejarla sin castigo. As se toleran cierta clase
-de escndalos, se toleran las mujeres pblicas, se toleran estos
-aquellos abusos; de manera que la idea de tolerancia anda siempre
-acompaada de la idea del mal. Tolerar lo bueno, tolerar la virtud,
-seran expresiones monstruosas. Cuando la tolerancia es en el orden de
-las ideas, supone tambin un mal del entendimiento: el error. Nadie
-dir jams que _tolera la verdad_.
-
-En contra de esto ltimo puede hacerse una observacin, fundada en
-el uso generalmente introducido de decir: _tolerar las opiniones_;
-y opinin es muy diferente de error. primera vista, la dificultad
-parece no tener solucin; pero, bien mirada la cosa, es muy difcil
-encontrrsela. Cuando decimos que toleramos una opinin, hablamos
-siempre de opinin contraria la nuestra. En este caso, la opinin
-ajena es en nuestro juicio un error; pues que no es posible que
-tengamos una opinin sobre un punto, es decir, que pensemos que una
-cosa es no es, es de esta manera de la otra, sin que al propio
-tiempo juzguemos que los que no piensan como nosotros, yerran. Si
-nuestra opinin no pasa de tal, es decir, si el juicio, bien que
-afianzado en razones que nos parecen buenas, no ha llegado una
-completa seguridad, entonces nuestro juicio sobre el error de los
-otros ser tambin una mera opinin; pero, si llega la conviccin
-tal punto, que se afirme y consolide del todo, esto es, si llegamos
-la certeza, entonces estaremos tambin ciertos de que los que forman
-un juicio opuesto, yerran. De donde se infiere que en la palabra
-tolerancia referida opiniones, se envuelve siempre la significacin
-de tolerancia de errores. Quien est por el _s_, tiene por falso el
-_no_; y quien est por el _no_, tiene por falso el _s_. Esto no es ms
-que una simple aplicacin de aquel famoso principio: _es imposible que
-una cosa sea y no sea al mismo tiempo_.
-
-Pero, entonces, se me dir, qu significamos cuando decimos _respetar
-las opiniones_? Se sobrentender tambin que respetamos errores? No.
-El _respetar las opiniones_ puede tener dos sentidos muy razonables.
-El primero se funda en la misma flaqueza de conviccin de la persona
-que respeta; porque, cuando sobre un punto no hemos llegado ms que
- formar opinin, se entiende que no hemos llegado certeza; y, por
-tanto, en nuestra mente hay el conocimiento de que existen razones
-por la parte opuesta. Bajo este concepto podemos muy bien decir que
-respetamos la opinin ajena; con lo que expresamos la conviccin de que
-podemos engaarnos, y de que quizs no est la verdad de nuestra parte.
-Segundo: respetar las opiniones significa veces respetar las personas
-que las profesan, respetar su buena fe, respetar sus intenciones. As
-se dice veces _respetar las preocupaciones_, y claro es que no se
-habla entonces de un verdadero respeto que ellas se profese.
-
-De donde se ve que la expresin _respetar las opiniones ajenas_ tiene
-significado muy diferente, segn que la persona que las respeta tiene
-no convicciones ciertas en sentido contrario.
-
-Comprenderemos mejor lo que es la tolerancia, cul su origen y cules
-sus efectos, si, antes de examinarla en la sociedad, la analizamos de
-suerte que el objeto de nuestra observacin se reduzca su elemento
-ms simple: la tolerancia considerada en el individuo. Se llama
-tolerante un individuo, cuando est habitualmente en tal disposicin de
-nimo, que soporta sin enojarse ni alterarse las opiniones contrarias
-la suya. Esta tolerancia tendr distintos nombres, segn las diferentes
-materias sobre que verse. En materias religiosas, la tolerancia, as
-como la intolerancia, pueden encontrarse en quien tenga religin y en
-quien no la tenga; de suerte que ni una ni otra de estas dos ltimas
-situaciones envuelve por necesidad el ser tolerante ni intolerante.
-Algunos se imaginan que la tolerancia es propia de los incrdulos y la
-intolerancia de los hombres religiosos; pero esto es un error: quin
-ms tolerante que San Francisco de Sales? y quin ms intolerante que
-Voltaire?
-
-La tolerancia en un hombre religioso, aquella tolerancia que no dimana
-de la flojedad en las creencias, y que se enlaza muy bien con un
-ardiente celo por la conservacin y la propagacin de la fe, nace de
-dos principios: la caridad y la humanidad: la caridad, que nos hace
-amar todos los hombres, aun nuestros mayores enemigos; que nos
-inspira la compasin de sus faltas y errores; que nos obliga mirarlos
-como hermanos, y emplear los medios que estn en nuestro alcance
-para sacarlos de su mal estado, sin que nos sea lcito considerarlos
-privados de esperanza de salvacin, mientras viven sobre la tierra.
-Rousseau ha dicho que es imposible vivir en paz con gentes quienes
-se cree condenadas; nosotros no creemos ni podemos creer condenado
- nadie, mientras vive; pues que, por grande que sea su iniquidad,
-todava son mayores la misericordia de Dios y el precio de la sangre de
-Jesucristo; y tan lejos estamos de pensar lo que dice el filsofo de
-Ginebra que amar esos tales sera aborrecer Dios, que antes bien
-dejara de pertenecer nuestra creencia quien sostuviese semejante
-doctrina. La humildad cristiana es la otra fuente de la tolerancia;
-la humildad, que nos inspira un profundo conocimiento de nuestra
-flaqueza, que nos hace mirar cuanto tenemos como venido de Dios, que
-no nos deja ver nuestras ventajas sobre nuestros prjimos, sino como
-mayores ttulos de agradecimiento la liberal mano de la Providencia;
-la humildad, que, no limitndose la esfera individual, sino abrazando
-la humanidad entera, nos hace considerar como miembros de la gran
-familia del linaje humano, cado de su primitiva dignidad por el
-pecado del primer padre, con malas inclinaciones en el corazn, con
-tinieblas en el entendimiento, y, por consiguiente, digno de lstima
-indulgencia en sus faltas y extravos; esa virtud sublime en su mismo
-anonadamiento, y que, como ha dicho admirablemente Santa Teresa, agrada
-tanto Dios, porque la _humildad es la verdad_, esa virtud nos hace
-indulgentes con todo el mundo, porque no nos deja olvidar un momento
-que nosotros, ms tal vez que nadie, necesitamos tambin de indulgencia.
-
-No bastar, sin embargo, para que un hombre religioso sea tolerante
-en toda la extensin de la palabra, el que sea caritativo y humilde:
-la experiencia nos lo ensea as y la razn nos indica las causas.
-Con la mira de aclarar perfectamente un punto cuya mala inteligencia
-embrolla casi siempre esta clase de cuestiones, presentar un paralelo
-de dos hombres religiosos cuyos principios sern los mismos, pero
-cuya conducta ser muy diferente. Supnganse dos sacerdotes, ambos
-distinguidos en ciencia y eminentes en virtud; pero de manera que el
-uno haya pasado su vida en el retiro, rodeado de personas piadosas, y
-no tratando sino con catlicos, mientras el otro, empleado en misiones
-en diferentes pases donde se hallan establecidas diversas religiones,
-se ha visto precisado conversar con hombres de distintas creencias,
-vivir entre ellos, y sufrir el altar de una religin falsa levantado
- poca distancia del de la religin verdadera. Los principios de la
-caridad cristiana sern los mismos en ambos, uno y otro mirarn como
-un don de Dios la fe que recibieron y conservan; pero, pesar de
-todo esto, su conducta ser muy diferente, si se encuentran con un
-hombre que, tenga otras creencias, no profese ninguna. El primero,
-que jams ha tratado sino con fieles, que siempre ha odo hablar con
-respeto de la religin, se estremecer, se indignar, la primera
-palabra que oiga contra la fe las ceremonias de la Iglesia, sindole
-poco menos que imposible sostener con serenidad la conversacin
-la disputa que sobre la materia se entable; mientras el segundo,
-acostumbrado oir cosas semejantes, ver contrariada su creencia,
-discutir con hombres que la tenan diferente, se mantendr sosegado y
-calmoso, entrando reposadamente en la cuestin, si necesario fuere,
-esquivndola hbilmente, si as lo dictare la prudencia. De dnde esta
-variedad? No es difcil conocerlo: es que este ltimo, con el trato, la
-experiencia, las contradicciones, ha llegado poseer un conocimiento
-claro de la verdadera situacin del mundo, se ha hecho cargo de la
-funesta combinacin de circunstancias que han conducido mantienen
- muchos desgraciados en el error, sabe en cierto modo colocarse en
-el lugar en que ellos se encuentran, y as siente con ms viveza el
-beneficio que l debe la Providencia, y es para con los otros ms
-benigno indulgente. Enhorabuena que el otro sea tan virtuoso, tan
-caritativo, tan humilde cuanto se quiera; pero, cmo se puede exigir
-de l que no se conmueva profundamente, que no deje traslucir las
-seales de su indignacin, cuando oye negar por la primera vez lo
-que l ha credo siempre con la fe ms viva, sin que haya encontrado
-otra oposicin que los argumentos propuestos en algunos libros? No
-le faltaba, por cierto, la noticia de la existencia de herejes
-incrdulos, pero le faltaba el haberse encontrado con ellos menudo,
-el haber odo la exposicin de cien sistemas diferentes, el haber visto
-extraviadas personas de distintas clases, de diversas ndoles, de
-variada disposicin de nimo; la susceptibilidad de su espritu, como
-que nunca haba sufrido, no haba podido embotarse; y as, con las
-mismas virtudes, y si se quiere con los mismos conocimientos, que el
-otro, no haba alcanzado aquella viveza, por decirlo as, con que un
-entendimiento claro, y adems ejercitado con la prctica, entra en el
-espritu de aquellos con quienes habla, y ve las razones los motivos
- las pasiones que los ciegan para que no lleguen al conocimiento de la
-verdad.
-
-Por donde se echa de ver que la tolerancia en un individuo que tenga
-religin, supone cierta blandura de nimo, que, nacida del trato
-y de los hbitos que ste engendra, se hermana, no obstante, con
-las convicciones religiosas ms profundas, y con el celo ms puro
-y ardiente por la propagacin de la verdad. En lo moral como en lo
-fsico, el roce afina, el uso gasta, y no es posible que nada se
-sostenga por largo tiempo en actitud violenta. El hombre se indignar
-una, dos, cien veces al oir que se impugna su manera de pensar; pero
-no es posible que contine indignndose siempre, y as al cabo vendr
- resignarse la oposicin, se acostumbrar sufrirla con templanza,
-y por ms sagradas que concepte sus creencias, se contentar con
-defenderlas y propagarlas cuando le sea posible, y, cuando no, tratar
-de guardarlas en el fondo de su alma como un precioso depsito,
-procurando reservarlas del viento disipador que oye soplar en sus
-alrededores.
-
-La tolerancia, pues, no supone en el individuo nuevos principios,
-sino ms bien una calidad adquirida con la prctica, una disposicin
-de nimo que se va adquiriendo insensiblemente, un hbito de sufrir
-formado con la repeticin del sufrimiento.
-
-Pasando ahora considerar la tolerancia en el hombre no religioso,
-observaremos que ste puede serlo de dos maneras. Los hay que, no slo
-no tienen religin, sino que le profesan odio, ora por un funesto
-extravo de ideas, ora por mirarla como un obstculo sus pasiones
- sus particulares designios. stos son en extremo intolerantes; y su
-intolerancia es la peor, porque no va acompaada de ningn principio
-moral que pueda enfrenarla. El hombre en semejantes circunstancias
-sintese, por decirlo as, en guerra consigo mismo, y con el linaje
-humano: consigo mismo, porque tiene que sofocar los gritos de su
-conciencia propia; con el linaje humano, que protesta contra la
-doctrina insensata empeada en desterrar de la tierra el culto de Dios.
-Por esta causa se encuentra en los hombres de esta clase un fondo
-excesivo de rencor y despecho; por esto sus palabras destilan hiel; por
-esto echan mano de la burla, del insulto, de la calumnia.
-
-Hay, empero, otra clase de hombres, que, si bien carecen de religin,
-no tienen en contra de ella una opinin determinada; viven en una
-especie de escepticismo, que han sido conducidos, por la lectura de
-malos libros, por reflexiones de una filosofa superficial y ligera;
-no estn adheridos la religin, pero tampoco estn enemistados con
-ella. Muchos conocen su alta importancia para el bien de la sociedad;
-y aun algunos abrigan cierto deseo de volver poseerla: all en
-momentos de recogimiento y meditacin recuerdan con gusto los das
-en que ofrecan Dios un entendimiento fiel y un corazn puro, y al
-ver cmo se precipitan los momentos de la vida, quizs conservan an
-la vaga esperanza de reconciliarse con el Dios de sus padres, antes
-de bajar al sepulcro. Estos hombres son tolerantes; pero, si bien se
-mira, la tolerancia no es en ellos ni un principio, ni una virtud: es
-una simple necesidad que resulta de su posicin. Mal puede indignarse
-contra las doctrinas ajenas quien no tiene ninguna, y, por tanto, no
-encuentra oposicin en ninguna; mal puede indignarse contra la religin
-quien la considera como una cosa necesaria al bienestar de la sociedad;
-mal puede abrigar contra ella rencorosos sentimientos quien la echa de
-menos en el fondo de su alma, quien la mira tal vez como un rayo de
-esperanza al fijar sus ojos en un pavoroso porvenir. La tolerancia,
-en tal caso, nada tiene de extrao, es natural, necesaria; y lo que
-fuera inconcebible, lo que fuera extravagante, y que indicara un mal
-corazn, sera la intolerancia.
-
-Elevando del individuo la sociedad las consideraciones que se
-acaban de presentar, debe observarse que la tolerancia, as como la
-intolerancia, puede mirarse, en el gobierno, en la sociedad:
-porque sucede veces que no andan acordes, y que mientras el gobierno
-sostiene un principio, predomina en la sociedad otra directamente
-opuesto. Como el gobierno est formado de un corto nmero de
-individuos, es aplicable l todo cuanto se ha dicho de la tolerancia,
-considerada en la esfera puramente individual: bien que debe tenerse en
-cuenta que los hombres colocados en el gobierno no pueden abandonarse
-sin tasa al impulso de sus opiniones y sentimientos, y menudo se
-ven precisados sacrificarlos en las aras de la opinin pblica. Por
-algn tiempo, y favorecidos por circunstancias excepcionales, podrn
-contrariarla falsearla; pero bien pronto la fuerza de las cosas les
-sale al paso, obligndolos cambiar de rumbo.
-
-Limitndonos, pues, considerar la tolerancia en la sociedad, pues que
-al fin, tarde temprano, el gobierno llega ser la expresin de las
-ideas y sentimientos de esta misma sociedad, podemos notar que sigue
-los mismos trmites que en el individuo. No es efecto de un principio,
-sino de un hbito. Cuando en una misma sociedad viven por largo tiempo
-hombres de diferentes creencias religiosas, al fin llegan sufrirse
-unos otros, tolerarse, porque esto los conduce el cansancio de
-repetidos choques, y el deseo de un tenor de vida ms tranquilo y
-apacible; pero en el comienzo de esta discordancia de creencias, cuando
-se encuentran cara cara por primera vez los hombres que las tienen
-distintas, el choque ms menos rudo es siempre inevitable. Las causas
-de esto se encuentran en la misma naturaleza del hombre, y vano es
-luchar contra ella.
-
-Algunos filsofos modernos han credo que la sociedad actual les
-es deudora del espritu de tolerancia que en ella domina; pero no
-han advertido que esa tolerancia es ms bien un hecho que se ha
-consumado lentamente por la fuerza misma de las cosas, que el fruto
-de la doctrina por ellos predicada. En efecto: qu es lo que han
-dicho por nuevo? Han recomendado la fraternidad universal; pero esta
-fraternidad es una de las doctrinas del Cristianismo. Han exhortado
-vivir en paz los hombres de todas religiones; pero, antes que ellos
-empezasen decrselo, los hombres comenzaban ya tomar ese partido
-en muchos pases de Europa, pues que desgraciadamente eran tantas
-y tan diferentes las religiones, que ya no era posible que ninguna
-alcanzase un predominio exclusivo. Tienen, es verdad, ciertos filsofos
-incrdulos un triste ttulo sus pretensiones sobre la extensin de
-la tolerancia, y es que, habiendo llegado sembrar la incredulidad y
-el escepticismo, han generalizado, as en los gobiernos como en los
-pueblos, aquella falsa tolerancia, que no es ninguna virtud, sino la
-indiferencia por todas las religiones.
-
-Y en verdad, por qu es tan general la tolerancia en nuestro siglo?;
-, mejor diremos, en qu consiste esta tolerancia? Observadla bien,
-y veris que no es ms que el resultado de una situacin social, en
-un todo conforme la descrita ms arriba con respecto al individuo
-que carece de creencias, pero que no las rechaza porque las considera
-como muy tiles al bien pblico, y hasta alimenta una vaga esperanza
-de volver ellas algn da. En lo que hay en esto de bueno ninguna
-parte han tenido los filsofos incrdulos, es ms bien una protesta
-contra ellos; que ellos, mientras eran impotentes para apoderarse del
-mando, prodigaban la calumnia y el sarcasmo todo lo ms sagrado que
-hay en el cielo y en la tierra, y as que pudieron levantarse al poder,
-derribaron con furor indecible todo lo existente, hicieron perecer
-millones de vctimas en el destierro y en los cadalsos.
-
-La multitud de religiones, la incredulidad, el indiferentismo, la
-suavidad de costumbres, el cansancio dejado por las guerras, la
-organizacin industrial y mercantil que han ido adquiriendo las
-sociedades, la mayor comunicacin de las personas por medio de los
-viajes, y la de las ideas por la prensa: he aqu las causas que han
-producido en Europa esa tolerancia universal que lo ha ido invadiendo
-todo, establecindose de hecho donde no ha podido establecerse de
-derecho. Esas causas, como es fcil de notar, son de diferentes
-rdenes; ninguna doctrina puede pretender en ellas una parte
-exclusiva; son un resultado de mil influencias diversas que han obrado
-simultneamente en el desarrollo de la civilizacin.
-
-
-
-
-CAPITULO XXXV
-
-
-En el siglo anterior se declam mucho contra la intolerancia; pero una
-filosofa menos ligera que la entonces dominante, hubiera reflexionado
-algo ms sobre un hecho que, sea cual fuere el juicio que de l se
-forme, no puede, sin embargo, negarse haber sido general todos los
-pases y todos los tiempos. En Grecia, Scrates muere bebiendo la
-cicuta; Roma, cuya tolerancia se ha encomiado, no tolera sino aquellos
-dioses extranjeros que lo son slo por nombre, pues que, formando parte
-de aquella especie de pantesmo que era el fondo de su religin, slo
-necesitan, para ser declarados dioses de Roma, una mera formalidad;
-que se les libre, por decirlo as, el ttulo de ciudadanos. Pero no
-consiente los dioses de los egipcios, ni tampoco la religin de los
-judos ni de los cristianos, de quienes tena ideas muy equivocadas,
-en verdad, pero bastantes para entender que esas religiones eran muy
-diferentes de la suya. La historia de los emperadores gentiles es la
-historia de la persecucin de la Iglesia; y as que los emperadores
-se hicieron cristianos, empieza una legislacin penal contra los
-que siguen una religin diferente de la que domina en el Estado.
-En los siglos posteriores la intolerancia continu en diferentes
-formas, y tambin ha continuado hasta nosotros, que no estamos de
-ellas tan libres como se quisiera hacernos creer. La emancipacin de
-los catlicos en Inglaterra es de fecha muy reciente; las ruidosas
-desavenencias del gobierno de Prusia con el Sumo Pontfice, por causa
-de las arbitrariedades de aqul con respecto la religin catlica,
-son de ayer; la cuestin de Argovia en Suiza est pendiente an; y
-la persecucin del gobierno ruso contra el Catolicismo sigue tan
-escandalosa como nunca. Esto, en cuanto los hombres de las sectas
-disidentes; pues, por lo que toca la tolerancia de los _humanos_
-filsofos del siglo XVIII, menester es confesar que hubiera sido muy
-amable, no recibir su digna sancin de la mano de Robespierre.
-
-Todo gobierno que profesa una religin es ms menos intolerante con
-las otras; y esta intolerancia slo disminuye, cesa, cuando los que
-profesan la religin odiada se hacen temer por ser muy fuertes,
-despreciar por muy dbiles. Aplicad todos los tiempos y pases la
-regla que se acaba de establecer; por todas partes la encontraris
-exacta; es un compendio de la historia de los gobiernos con respecto
-las religiones. El gobierno ingls ha sido siempre intolerante con los
-catlicos, y continuar sindolo ms menos segn las circunstancias;
-los gobiernos de Prusia y de Rusia seguirn como hasta aqu, bien que
-con las modificaciones que exigir la variedad de los tiempos; as como
-en los pases donde predomine el principio catlico se pondrn trabas
-ms menos fuertes al ejercicio del culto protestante. Se me citar
-como prueba de lo contrario el ejemplo de la Francia, donde, pesar
-de ser el Catolicismo la religin de la inmensa mayora, son tolerados
-los dems cultos, sin que se trasluzca la menor seal de reprimirlos
-ni molestarlos. Esto se atribuir quizs al espritu pblico; pero yo
-creo que dimana del estado de aquella sociedad, en la cual ha dejado
-profundas huellas la filosofa del siglo pasado y tambin de que en
-las regiones del poder de aquel pas no prevalece ningn principio
-fijo; no siendo ms toda su poltica interior y exterior que una
-continua transaccin para salir del paso, del mejor modo, que se pueda.
-Esto dicen los hechos, esto expresan las bien conocidas opiniones del
-reducido nmero de hombres que de algunos aos esta parte disponen de
-los destinos de la Francia.
-
-Se ha pretendido establecer como un principio la tolerancia universal,
-negando los gobiernos el derecho de violentar las conciencias en
-materias religiosas;, sin embargo, y pesar de cuanto se ha dicho, los
-filsofos no han podido poner su asercin bien en claro, y mucho menos
-hacerla adoptar generalmente como sistema de gobierno. Para demostrar
-que la cosa no es tan sencilla como se ha querido suponer, me han de
-permitir esos pretendidos filsofos que les dirija algunas preguntas.
-
-Si viene establecerse en vuestro pas una religin cuyo culto
-demande sacrificios humanos, la toleraris?--No.--Y por qu?--Porque
-no podemos tolerar un crimen semejante.--Pero entonces seris
-intolerantes, violentaris las conciencias ajenas, prohibiendo como
-un crimen lo que los ojos de estos hombres es un obsequio la
-Divinidad. As lo pensaron muchos pueblos antiguos, as lo piensan
-todava algunos en nuestros tiempos; con qu derecho, pues, queris
-que vuestra conciencia prevalezca sobre la suya?--No importa,
-seremos intolerantes, pero nuestra intolerancia ser en pro de la
-humanidad.--Aplaudo vuestra conducta; pero no podis negarme que se ha
-ofrecido un caso en que la intolerancia de una religin os ha parecido
-un derecho y un deber.
-
-Pero, si proscribs el ejercicio de ese culto atroz, al menos
-permitiris ensear la doctrina donde se encarezca como santa y
-saludable la prctica de los sacrificios humanos?--No, porque esto
-equivaldra permitir la enseanza del asesinato.--Enhorabuena; pero
-reconoced al mismo tiempo que se os ha presentado una doctrina, con la
-cual os habis credo con derecho y obligacin de ser intolerantes.
-
-Prosigamos la tarea comenzada. Vosotros no ignoris, por cierto,
-los sacrificios ofrecidos en la antigedad la diosa del amor, y
-el nefando culto que se le tributaba en los templos de Babilonia
-y Corinto; si un culto semejante renaciese entre vosotros,
-le tolerarais?--No, por contrario las sagradas leyes del
-pudor.--Tolerarais que se enseara al menos la doctrina que le
-apoyase?--No, por la misma razn.--Entonces encontramos otro caso
-en que os creis con derecho y obligacin de ser intolerantes, de
-violentar la conciencia ajena, y no podis alegar otra razn, sino que
- esto os obliga vuestra conciencia propia.
-
-Todava ms: supongamos que con la lectura de la Biblia vuelven
-calentarse algunas cabezas, y tratan de fundar un nuevo cristianismo
-imitacin de Matas Harlem Juan de Leyde; que empiezan los sectarios
- difundir sus doctrinas, reunir concilibulos, y que con sus
-peroratas fanticas arrastran una parte del pueblo; toleraris esa
-nueva religin?--No, porque esos hombres podran renovar en nuestros
-tiempos las sangrientas escenas de Alemania en el siglo XVI, cuando en
-nombre de Dios, y para cumplir, segn decan, las rdenes del Altsimo,
-los anabaptistas atacaban la propiedad, destruan todo poder existente,
-y sembraban por todas partes la desolacin y el exterminio.--Obraris
-con tanta justicia como prudencia, pero al fin tampoco podis negar
-que ejerceris un acto de intolerancia. Qu se ha hecho, pues, de la
-tolerancia universal, de ese principio tan claro, tan cierto, si cada
-paso os encontris vosotros mismos con la necesidad de restringirle,
-mejor dir, de arrumbarle y de obrar en sentido diametralmente opuesto?
-Diris que la seguridad del Estado, el buen orden de la sociedad, la
-moral pblica, os obligan obrar as; pero entonces qu viene
-ser un principio que en ciertos casos se halla en oposicin con los
-intereses de la moral pblica, del bien social y la seguridad del
-Estado? Y creis, por ventura, que aquellos contra quienes declamis,
-no pensaban tambin poner cubierto esos intereses, cuando eran
-intolerantes?
-
-En todos tiempos y pases, se ha reconocido como un principio
-indisputable que el poder pblico tiene el derecho, en algunos casos,
-de prohibir ciertos actos, no obstante la mayor menor violencia que
-con esto se haga la conciencia de los individuos que los ejercan
- pretendan ejercerlos. Si no bastaba el constante testimonio de la
-historia, debiera ser suficiente convencernos de esta verdad el
-breve dilogo que se acaba de leer; donde se ha visto que los ms
-ardientes encomiadores de la tolerancia podan verse obligados
-ser intolerantes. Ellos se vean precisados serlo en nombre de la
-humanidad, en nombre del pudor, en nombre del orden pblico; luego
-la tolerancia universal de doctrinas y religiones proclamada como un
-deber de todo gobierno es un error, una regla sin aplicacin; pues
-que hemos demostrado hasta la evidencia que la intolerancia ha sido
-siempre, y es todava, un principio reconocido por todo gobierno y cuya
-aplicacin, ms menos severa indulgente, depende de la diversidad
-de circunstancias, y, sobre todo, del punto de vista desde el cual mira
-las cosas el gobierno que la ha de ejercer.
-
-Surge aqu una gravsima cuestin de derecho, cuestin que primera
-vista parece conducir la condenacin de toda intolerancia relativa
- doctrinas y los actos que consecuencia de ellas se practican.
-Sin embargo, mirada la cosa fondo, no es as; y aun dado que el
-entendimiento no alcanzara disipar completamente la dificultad
-por medio de razones directas, con todo, indirectamente, y con la
-argumentacin que llaman _ad absurdum_, se llega conocer la verdad,
-al menos hasta aquel punto que es necesario para servir de gua la
-incierta prudencia humana. He aqu la cuestin: Con qu derecho puede
-prohibirse un hombre que profese una doctrina, y que obre conforme
- ella, si l est convencido de que aquella doctrina es verdadera,
-y que cumple con su obligacin ejerce un derecho, cuando obra
-conforme lo que la misma le prescribe? Si la prohibicin no ha de
-ser ridcula, ha de llevar la sancin de la pena; y, cuando apliquis
-esa pena, castigaris un hombre que en su conciencia es inocente. La
-justicia supone el culpable; y nadie es culpable, si primero no lo es
-en su conciencia. La culpabilidad radica en la misma conciencia, y slo
-podemos ser responsables de la infraccin de una ley cuando esta ley ha
-hablado por el rgano de nuestra conciencia. Si ella nos dice que una
-accin es mala, no podemos ejecutarla, por ms que nos la prescriba la
-ley, y si nos dicta que tal accin es un deber, no podemos omitirla,
-por ms que est prohibida por la ley. He aqu presentado en pocas
-palabras, y con la mayor fuerza posible, todo cuanto puede alegarse
-contra la intolerancia de las doctrinas y de los actos que de ellas
-emanan; veamos ahora cul es el verdadero peso de estas reflexiones,
-que primera vista parecen tan concluyentes.
-
-Por de pronto salta la vista que la admisin de este sistema hara
-imposible todo castigo de los crmenes polticos. Bruto clavando el
-pual en el pecho de Csar, Jacobo Clement asesinando Enrique III,
-obraban, sin duda, impulsos de una exaltacin de nimo que les
-haca mirar su atentado como un acto de herosmo; y, sin embargo,
-si uno y otro hubiesen sido conducidos un tribunal, os parecera
-razonable exigir que se libertasen de la pena, el uno alegando su
-amor de la patria, el otro su celo por la religin? La mayor parte de
-los crmenes polticos se cometen con la conviccin de que se obra
-bien, aun prescindiendo de las pocas turbulentas, donde los hombres
-de los diferentes bandos estn ntimamente persuadidos de tener cada
-cual la razn de su parte. Las mismas conspiraciones que se traman
-contra un gobierno en pocas pacficas, son, por lo comn, obra de
-algunos individuos que tienen por ilegtimo por tirnico el poder; y
-trabajando para derribarle, obran conforme sus principios. El juez
-los castiga justamente aplicndoles la ley impuesta por el legislador;
-y, sin embargo, ni el legislador al sealar la pena, ni el juez al
-aplicarla, ignoran, ni ignorar pueden, la disposicin de nimo en que
-deba de hallarse el delincuente cuando la infringa.
-
-Se dir que, atendiendo la fuerza de estas razones, se va aumentando
-cada da la compasin y la indulgencia por los crmenes polticos;
-pero yo replicar que, si establecemos el principio de que la justicia
-humana no tiene derecho castigar cuando el delincuente ha obrado
-en fuerza de sus principios, no slo deberan endulzarse esas penas,
-sino abolirse. En tal caso, la pena capital sera un verdadero
-asesinato; la pecuniaria, un robo, y las dems, un atropellamiento.
-Y advertir de paso que no es verdad que tanto se disminuya el rigor
-contra los crmenes polticos; la historia de Europa en los ltimos
-aos nos suministrara algunas pruebas de lo contrario. No se ven en
-la actualidad aquellos castigos atroces que estaban en uso en otras
-pocas; pero esto no dimana de que se atienda la conciencia del que
-ha cometido el crimen, sino de la suavidad y dulzura de costumbres
-que va difundindose por todas partes, y que no ha podido menos de
-afectar la legislacin criminal. Lo que es extrao es la severidad
-que les queda las leyes relativas los crmenes polticos, cuando
-tantos y tantos de los mismos legisladores, en las diferentes naciones
-de Europa, saban muy bien que ellos su tiempo haban cometido el
-mismo crimen. No sern pocos seguramente los que, al votarse una ley
-penal, habrn opinado con indulgencia, porque presentan prevean que
-aquella misma ley habra de pesar un da sobre sus propias cabezas.
-
-La impunidad de los crmenes polticos traera consigo la subversin
-del orden social, porque hara imposible todo gobierno. Pero, aun
-dejando aparte ese mal gravsimo, que, como acabamos de ver, dimana
-naturalmente de la doctrina que pretende dejar impune al criminal
-cuando ha obrado impulsos de su conciencia, ntase, por otra parte,
-que no son nicamente los crmenes polticos los que vendran quedar
-sin castigo, sino tambin los delitos comunes. Los atentados contra
-la propiedad pertenecen este gnero, y, sin embargo, es bien sabido
-que no han faltado en otras pocas, y desgraciadamente no faltan en la
-nuestra, muchos hombres que miran la propiedad como una usurpacin,
-como una injusticia. Los atentados contra la santidad del matrimonio
-son tambin delitos comunes, y, no obstante, se han visto sectas que
-le declaraban ilcito, y otras han opinado y opinan por la comunidad
-de mujeres. Las santas leyes del pudor y el respeto la inocencia
-han sido tambin consideradas por algunas sectas como una injusta
-limitacin de la libertad del hombre, y su atropellamiento como una
-obra meritoria. Y qu? Aun cuando no se pudiese dudar del extravo de
-ideas, del ciego fanatismo de esos hombres que han profesado semejantes
-doctrinas, quin se atrevera negar la justicia del castigo que se
-les impusiese, cuando consecuencia de ellas perpetrasen un crimen,
-cuando se empeasen en difundir por la sociedad su funesta enseanza?
-
-Si injusto fuese el castigo que se impone cuando el criminal obra
-conforme su conciencia, libres seran de cometer todos los crmenes
-que se les antojasen los ateos, los fatalistas, los partidarios de la
-doctrina del inters privado, porque, destruyendo como destruyen la
-base de toda moralidad, no obraran jams contra su conciencia, pues
-que no tienen ninguna. Si hubiese de tener fuerza el argumento que se
-ha querido hacer valer, cuntas y cuntas veces podra echarse en
-cara los tribunales de nuestros tiempos, la injusticia que cometen
-cuando aplican el castigo esa clase de hombres? Entonces podramos
-decirles: Con qu derecho castigis ese hombre que, no admitiendo
-la existencia de Dios, no puede reconocerse culpable sus ojos, y, por
-tanto, ni los vuestros? Vosotros habais hecho la ley en cuya fuerza
-le castigis, pero esa ley ningn valor tena en su conciencia, porque
-vosotros sois sus iguales, y l no reconoce la existencia de ningn ser
-superior que haya podido concederos el derecho de coartar la libertad.
-Con qu justicia castigis ese otro que est convencido de que todas
-sus acciones son efecto de causas necesarias, que el libre albedro es
-una quimera, y que, cuando se arroja cometer la accin que vosotros
-tachis de criminal, no piensa ser ms libre para dejar de obrar, que
-el bruto al precipitarse sobre el alimento que tiene la vista,
-sobre otro bruto que le ha enfurecido? Con qu justicia castigis
-quien est persuadido de que la moral es una mentira, que no hay otra
-que el inters privado, que el bien y el mal no son otra cosa que ese
-mismo inters bien mal entendido? Si le hacis sufrir una pena, ser,
-no porque sea culpable segn su conciencia, sino porque ha errado un
-clculo, porque se ha equivocado en las probabilidades del resultado
-que su accin le haba de acarrear. He aqu las consecuencias
-necesarias, inevitables, de la doctrina que niega al poder pblico la
-facultad de castigar los crmenes que se cometen consecuencia de un
-error de entendimiento.
-
-Pero se dir que el derecho de castigar se entiende con respecto las
-acciones, no las doctrinas; que las primeras deben sujetarse la
-ley, las segundas deben campear con ilimitada libertad. Si se habla
-de las doctrinas en cuanto estn nicamente en el entendimiento sin
-manifestarse en lo exterior, claro es que, no slo no hay derecho,
-pero ni siquiera posibilidad de castigarlas, porque slo Dios puede
-conocer los secretos del espritu del hombre; pero, si se trata de las
-doctrinas manifestadas, entonces es falso el principio, y acabamos de
-demostrar que ni los mismos que le sostienen en teora pueden atenerse
- l en la prctica. Por fin, se nos podr replicar que, aun cuando la
-doctrina que impugnamos conduce grandes absurdos, sin embargo, no
-deja de permanecer en pie la dificultad capital, que consiste en la
-incompatibilidad de la justicia del castigo con la accin dictada
-permitida por la conciencia de quien la comete. Cmo se suelta esa
-dificultad? Cmo se salva tamao inconveniente? Podr ser lcito en
-ningn caso tratar como culpable quien no lo es en el tribunal de su
-propia conciencia?
-
-Al parecer, los hombres de todas opiniones y religiones deben estar de
-acuerdo en los puntos principales sobre que gira la presente cuestin;
-y, sin embargo, no es as; y entre los catlicos, de una parte, y los
-incrdulos y protestantes, de otra, media una diferencia profunda.
-Los primeros tienen por principio inconcuso que hay _errores de
-entendimiento que son culpables_; los segundos piensan, al contrario,
-que todos _los errores de entendimiento son inocentes_. Los catlicos
-miran como una de las primeras ofensas que puede el hombre hacer
-Dios, el error acerca de las importantes verdades religiosas y morales;
-sus adversarios excusan esa clase de errores con la mayor indulgencia,
-y no pueden conducirse de otro modo, so pena de ser inconsecuentes.
-Los catlicos admiten la posibilidad de la ignorancia invencible de
-algunas verdades muy graves, pero esta posibilidad la limitan ciertas
-circunstancias, fuera de las cuales declaran al hombre culpable; pero
-sus adversarios, ponderando de continuo la libertad del pensar, no
-ponindole ms trabas que las que sean del gusto de cada individuo,
-afirmando sin cesar que cada cual es libre de tener las opiniones que
-ms le agraden, han llegado inspirar todos sus partidarios la
-conviccin de que no hay opiniones culpables ni errores culpables,
-que no tiene el hombre la obligacin de escudriar cuidadosamente el
-fondo de su alma para examinar si hay algunas causas secretas que le
-impelen apartarse de la verdad; han llegado, por fin, confundir
-monstruosamente la libertad fsica del entendimiento con la libertad
-moral; han desterrado del orden de las opiniones las ideas de _lcito_
- _ilcito_; han dado entender que estas ideas no tenan aplicacin
-cuando se trataba del pensamiento. Es decir, que en el orden de las
-ideas han confundido el derecho con el hecho, han declarado intiles
-incompetentes todas las leyes divinas y humanas. Insensatos! Cmo
-si fuera posible que lo que hay ms alto y ms noble en la humana
-naturaleza, no estuviera sujeto ninguna regla; cmo si fuera posible
-que lo que hace al hombre rey de la creacin, no debiese concurrir la
-inefable harmona de las partes del universo entre s, y del todo con
-Dios; cmo si esta harmona pudiese ni subsistir ni concebirse siquiera
-en el hombre, no declarando como la primera de sus obligaciones la de
-mantenerse adherido la verdad!
-
-He aqu una razn profunda que justifica la Iglesia catlica, cuando
-considera el pecado de hereja como uno de los mayores que el hombre
-puede cometer. Qu! Vosotros que os sonres de lstima y desprecio al
-slo mentar el nombre de pecado de hereja; vosotros que le consideris
-como una invencin sacerdotal para dominar las conciencias y escatimar
-la libertad del pensamiento, con qu derecho os arrogis la facultad
-de condenar las herejas que se oponen vuestra ortodoxia? Con qu
-derecho condenis esas sociedades donde se ensean mximas atentatorias
- la propiedad, al orden pblico, la existencia del poder? Si el
-pensamiento es libre, si quien pretende coartarle en lo ms mnimo
-viola derechos sagrados, si la conciencia no debe estar sujeta
-ninguna traba, si es un absurdo, un contrasentido el pretender obligar
- obrar contra ella desobedecer sus inspiraciones, por qu no
-dejis hacer esos hombres que quieren destruir todo el orden social
-existente, esas asociaciones subterrneas que de vez en cuando
-envan algunos de sus miembros disparar el plomo homicida contra el
-pecho de los reyes? Sabed que si, para declarar injusta y cruel la
-intolerancia que se ha tenido en ciertas pocas con vuestros errores,
-invocis vosotros vuestras convicciones, ellos tambin pueden invocar
-las suyas. Vosotros decais que las doctrinas de la Iglesia eran
-invenciones humanas, ellos dicen que las doctrinas reinantes en la
-sociedad son tambin invenciones humanas; vosotros decais que el orden
-social antiguo era un monopolio, ellos dicen que es un monopolio el
-orden actual; vosotros decais que los poderes antiguos eran tirnicos,
-y ellos dicen que los poderes actuales tirnicos son; vosotros
-decais que querais destruir lo existente para fundar instituciones
-nuevas que haran la dicha de la humanidad, ellos dicen que quieren
-derribar todo lo existente para plantear tambin otras instituciones
-que labrarn la dicha del humano linaje; vosotros declarabais santa
-la guerra que se haca al poder antiguo, y ellos declaran santa
-la guerra que se hace al poder actual; vosotros apelasteis los
-medios de que podais disponer y los pretendisteis legitimados por
-la necesidad, ellos declaran tambin legtimo el nico medio que
-tienen, que consiste en concertarse, en prepararse para el momento
-oportuno, procurando acelerarle asesinando personas augustas. Habis
-pretendido hacer respetar todas vuestras opiniones hasta el atesmo,
-y habis enseado que nadie tena el derecho de impediros el obrar
-conforme vuestros principios: pues bien, principios tienen tambin,
-y principios horribles, los fanticos de quienes estamos hablando;
-convicciones tienen tambin, y convicciones horribles. Qu prueba ms
-convincente de que existe entre ellos esa conviccin espantosa, que
-verlos, en medio de la alegra y de las fiestas pblicas, deslizarse
-plidos y sombros entre la alborozada muchedumbre, escoger el puesto
-oportuno y aguardar imperturbables el momento fatal, para sumergir
-en la desolacin una augusta familia, y cubrir de luto una nacin,
-con la seguridad de atraer sobre la propia cabeza la execracin
-pblica y acabar la vida en un cadalso? Pero, nos dirn nuestros
-adversarios, estas convicciones no tienen escusa; bien la tendran,
-si tenerla hubieran podido las vuestras; con la diferencia de que
-vosotros labrasteis vuestros funestos y ambiciosos sistemas en medio
-de la comodidad y de los regalos, quizs en medio de la opulencia y
-la sombra del poder, y ellos se formaron sus abominables doctrinas,
-en medio de la obscuridad, de la pobreza, de la miseria, de la
-desesperacin.
-
-En verdad que la inconsecuencia de ciertos hombres es en extremo
-chocante. El burlarse de todas las religiones, el negar la
-espiritualidad inmortalidad del alma, la existencia de Dios, el
-derribar toda la moral y socavar sus ms profundos cimientos, todo ha
-sido para ellos una cosa muy excusable, y hasta, si se quiere, digna
-de alabanza. Los escritores que desempearon tan funesta tarea, son
-todava dignos de apoteosis; es menester lanzar la Divinidad de los
-templos para colocar en ellos los nombres y las imgenes de los jefes
-de aquellas escuelas: debajo de las bvedas de la magnfica baslica,
-en los lugares destinados al reposo de las cenizas del cristiano
-que espera la resurreccin, es necesario levantar los sepulcros de
-Voltaire y de Rousseau, para que las generaciones venideras desciendan
- recogerse algunos momentos en aquellas mansiones silenciosas y
-sombras, y recibir las inspiraciones de aquellos genios. Entonces,
-cmo es posible quejarse con razn de que se ataque la propiedad, la
-familia, el orden social? La propiedad es sagrada, pero es acaso ms
-sagrada que Dios? Por ms transcendentales que quieran suponerse las
-verdades relativas la familia y la sociedad, son, por ventura,
-de un orden superior los eternos principios de la moral? , por
-mejor decir, son, acaso, otra cosa que la aplicacin de esos eternos
-principios?
-
-Pero volvamos al hilo del discurso. Una vez sentado el principio de que
-hay errores culpables, principio que, si no en la teora, al menos en
-la prctica todo el mundo debe admitir, pero principio que en teora
-slo el Catolicismo sostiene cumplidamente, resulta bien clara la
-razn de la justicia con que el poder humano castiga la propalacin y
-la enseanza de ciertas doctrinas, y los actos que consecuencia de
-ellas se cometen, sin pararse en la conviccin que pudiera abrigar el
-delincuente. La ley conviene en que existi pudo existir ese error
-de entendimiento; pero en tal caso declara culpable ese mismo error; y
-cuando el hombre invoca el testimonio de la propia conciencia, la ley
-le recuerda el deber que tena de rectificarla. He aqu el fundamento
-de la justicia de una legislacin que pareca tan injusta; fundamento
-que era necesario encontrar, si no se quera dejar una gran parte de
-las leyes humanas con la mancha ms negra; porque negra mancha fuera
-la de arrogarse el derecho de castigar quien no fuera verdaderamente
-culpable: derecho absurdo, que tan lejos est de pertenecer la
-justicia humana, que no compete al mismo Dios. La misma justicia
-infinita dejara de ser lo que es, si pudiese castigar al inocente.
-
-Podrase sealar quizs otro origen al derecho que tienen los gobiernos
-de castigar la propagacin de ciertas doctrinas, y las acciones que
-consecuencia de ellas se cometen, aun en el caso en que la conviccin
-de los criminales sea la ms profunda. Podrase decir que los gobiernos
-obran en nombre de la sociedad, la cual, como todo ser, tiene un
-derecho su propia defensa. Hay doctrinas que amenazan la existencia
-misma de la sociedad, y, por tanto, sta se halla en la necesidad y en
-el derecho de combatir sus autores. Por ms plausible que parezca
-una razn semejante, adolece, sin embargo, de un inconveniente muy
-grave, y es que hace desaparecer de un golpe la idea de castigo y de
-justicia. Quien se defiende, cuando hiere al invasor, no le castiga,
-sino que le rechaza; y, si se mira la sociedad desde este punto de
-vista, el criminal conducido al patbulo no ser un verdadero criminal:
-no ser ms que un desgraciado que sucumbe en una lucha desigual en
-que temerariamente se empe. La voz del juez que le condena no ser
-la augusta voz de la justicia; su fallo no representar otra cosa que
-la accin de la sociedad, vengndose de quien ha osado atacarla. La
-palabra _pena_ tiene entonces un sentido muy diferente: y la graduacin
-de ella slo depende del clculo, no de un principio de justicia. Es
-menester no olvidarlo: en suponindose que la sociedad, por derecho de
-defensa, impone castigo al que ella, por otra parte, considera como
-del todo inocente, la sociedad no juzga, no castiga, sino que lucha.
-Esto asienta muy bien, tratndose de sociedad con sociedad; pero, muy
-mal, tratndose de sociedad con individuo. Parcenos entonces ver la
-lucha desigual de un desmesurado gigante con un pequesimo pigmeo. El
-gigante le toma en sus manos y le aplasta contra una roca.
-
-Con la doctrina que acabo de exponer se ve con toda evidencia lo
-que vale el tan ponderado principio de la tolerancia universal:
-demostrado est que es tan impracticable en la regin de los hechos
-como insostenible en teora; y, por tanto, vienen al suelo todas las
-acusaciones que se han hecho al Catolicismo por su intolerancia. En
-claro queda que la intolerancia es, en cierto modo, un derecho de todo
-poder pblico; que as se ha reconocido siempre; que as se reconoce
-ahora todava; pesar de que, generalmente hablando, se han elevado
- las regiones del poder los filsofos partidarios de la tolerancia.
-Sin duda que los gobiernos han abusado mil veces de este principio;
-sin duda que en su nombre se ha perseguido tambin la verdad; pero,
-de qu no abusan los hombres? Lo que deba hacerse, pues, en buena
-filosofa, no era establecer proposiciones insostenibles, y adems
-altamente peligrosas; no era declamar hasta el fastidio contra los
-hombres y las instituciones de los siglos que nos han precedido, sino
-procurar la propagacin de sentimientos suaves indulgentes, y,
-sobre todo, no combatir las altas verdades, sin las cuales no puede
-sostenerse la sociedad, y cuya desaparicin dejara el mundo entregado
- la fuerza, y, por consiguiente, la arbitrariedad y la tirana.
-
-Se han atacado los dogmas, pero no se ha reflexionado bastante que con
-ellos estaba ligada ntimamente la moral, y que esa moral misma es un
-dogma. Con la proclamacin de una libertad de pensar ilimitada, se ha
-concedido al entendimiento la impecabilidad; el error ha dejado de
-figurar entre las faltas de que puede el hombre hacerse culpable. Se ha
-olvidado que para _querer_, es necesario _conocer_, y que para _querer
-bien_, es indispensable _conocer bien_. Si se examinan la mayor parte
-de los extravos de nuestro corazn, se encontrar que tienen su origen
-en un concepto errado; cmo es posible, pues, que no sea para el
-hombre un deber el preservar su entendimiento de error? Pero, desde que
-se ha dicho que las opiniones importaban poco, que el hombre era libre
-de escoger las que quisiese, sin ningn gnero de trabas, aun cuando
-perteneciesen la religin y la moral, la verdad ha perdido de su
-estimacin y no disfruta los ojos del hombre aquella alta importancia
-que antes tena por s misma, por su valor intrnseco; y muchos son los
-que no se creen obligados ningn esfuerzo para alcanzarla. Lamentable
-situacin de los espritus y que encierra uno de los ms terribles
-males que afligen la sociedad.[9]
-
-
-
-
-CAPITULO XXXVI
-
-
-Hllome naturalmente conducido decir cuatro palabras sobre la
-intolerancia de algunos prncipes catlicos, sobre la Inquisicin,
-y particularmente la de Espaa; examinar brevemente qu es lo que
-puede echarse en cara al Catolicismo por la conducta que ha seguido en
-los ltimos siglos. Los calabozos y las hogueras de la Inquisicin,
-y la intolerancia de algunos prncipes catlicos, ha sido uno de
-los argumentos de que ms se han servido los enemigos de la Iglesia
-para desacreditarla, y hacerla objeto de animadversin y de odio. Y
-menester es confesar que, en esta especie de ataque, tenan de su
-parte muchas ventajas que les daban gran probabilidad de triunfo. En
-efecto, y como ya llevo indicado ms arriba, para el comn de los
-lectores que no cuidan de examinar fondo las cosas, que se dejan
-llevar candorosamente donde quiera el sagaz autor, que abrigan un
-corazn sensible y dispuesto interesarse por el infortunio, qu
-medio ms propsito para excitar la indignacin, que presentar su
-vista negros calabozos, caballetes, sambenitos y hogueras? En medio de
-nuestra tolerancia, de nuestra suavidad de costumbres, de la benignidad
-de los cdigos criminales, qu efecto no debe producir el resucitar de
-golpe otros siglos con su rigor, con su dureza, y todo exagerado, todo
-agrupado, presentando en un solo cuadro las desagradables escenas que
-anduvieron ocurriendo en diferentes lugares, y en el espacio de largo
-tiempo? Entonces, teniendo el arte de recordar que todo esto se haca
-en nombre de un Dios de paz y de amor, se ofrece ms vivo el contraste,
-la imaginacin se exalta, el corazn se indigna; y resulta que el
-clero, los magistrados, los reyes, los papas de aquellos tiempos son
-considerados como una tropa de verdugos que se complacen en atormentar
-y desolar la humanidad. Los escritores que as han procedido, no
-se han acreditado, por cierto, de muy concienzudos; porque es regla
-que no deben perder nunca de vista ni el orador ni el escritor, que
-no es legtimo el movimiento que excitan en el nimo, si antes no le
-convencen no le suponen convencido; y, adems, es una especie de mala
-fe el tratar nicamente con argumentos de sentimiento materias que, por
-su misma naturaleza, slo pueden examinarse cual conviene, mirndolas
- la luz de la fra razn. En tales casos no debe empezarse moviendo,
-sino convenciendo: lo contrario es engaar al lector.
-
-No es mi nimo hacer aqu la historia de la Inquisicin, ni del sistema
-que en diferentes pases se ha seguido en punto de intolerancia en
-materias religiosas; esto me fuera imposible, atendidos los estrechos
-lmites que me hallo circunscrito; y sera, adems, inconducente
-para el objeto de esta obra. De la Inquisicin en general, de la de
-Espaa en particular, y de la legislacin ms menos intolerante
-que ha regido en varios pases, puede resultar un cargo contra el
-Catolicismo? Bajo este respecto, puede sufrir un parangn con el
-Protestantismo? stas son las cuestiones que yo debo examinar.
-
-Tres cosas se presentan desde luego la consideracin del observador:
-la legislacin instituciones de intolerancia; el uso que de ellas
-se ha hecho, y, finalmente, los actos de intolerancia que se han
-cometido fuera del orden de dichas leyes instituciones. Por lo que
- esto ltimo corresponde, dir, en primer lugar, que nada tiene que
-ver con el objeto que nos ocupa. La matanza de San Bartolom, y las
-dems atrocidades que se hayan cometido en nombre de la religin, en
-nada deben embarazar los apologistas de la misma; porque la religion
-no puede hacerse responsable de todo lo que se hace en su nombre, si
-no se quiere proceder con la ms evidente injusticia. El hombre tiene
-un sentimiento tan fuerte y tan vivo de la excelencia de la virtud,
-que aun los mayores crmenes procura disfrazarlos con su manto; y
-sera razonable el desterrar por esto la virtud de la tierra? Hay en
-la historia de la humanidad pocas terribles en que se apodera de
-las cabezas un vrtigo funesto; el furor encendido por la discordia,
-ciega los entendimientos y desnaturaliza los corazones; llmase bien
-al mal, y mal al bien; y los ms horrendos atentados se cometen
-invocando nombres augustos. En encontrndose en semejantes pocas, el
-historiador y el filsofo tienen sealada bien claramente la conducta
-que han de seguir: veracidad rigurosa en la narracin de los hechos,
-pero guardarse de juzgar, por ellos, ni las ideas ni las instituciones
-dominantes. Estn entonces las sociedades como un hombre en un acceso
-de delirio; y mal se juzgara, ni de las ideas, ni de la ndole, ni de
-la conducta del delirante, por lo que dice y hace mientras se halla en
-ese lamentable estado.
-
-En tiempos tan calamitosos qu bando puede gloriarse de no haber
-cometido grandes crmenes? Atenindonos la misma poca que acabamos
-de nombrar, no vemos los caudillos de ambos partidos, asesinados de
-una manera alevosa? El almirante Coligny muere manos de los asesinos
-que comienzan el degello de los hugonotes, pero el duque de Guisa
-haba sido tambin asesinado por Poltrot delante de Orleans; Enrique
-III muere asesinado por Jacobo Clement, pero ste es el mismo Enrique
-que haba hecho asesinar traidoramente al otro duque de Guisa en los
-corredores de palacio, y al cardenal hermano del duque en la torre de
-Moulins; y que, adems, haba tenido parte tambin en el degello de
-San Bartolom. Entre los catlicos se cometieron atrocidades; pero, no
-las cometieron tambin sus adversarios? chese, pues, un velo sobre
-esas catstrofes, sobre estos aflictivos monumentos de la miseria y
-perversidad del corazn del hombre.
-
-El tribunal de la Inquisicin, considerado en s, no es ms que la
-aplicacin un caso particular de la doctrina de intolerancia,
-que, con ms menos extensin, es la doctrina de todos los poderes
-existentes. As es que slo nos resta examinar el carcter de esa
-aplicacin, y ver si con justicia se le pueden hacer los cargos que le
-han hecho sus enemigos. En primer lugar, es necesario advertir que los
-encomiadores de todo lo antiguo falsean lastimosamente la historia, si
-pretenden que esa intolerancia sol se vi en los tiempos en que, segn
-ellos, la Iglesia haba degenerado de su pureza. Yo lo que veo es que,
-desde los siglos en que empez la Iglesia tener influencia pblica,
-comienza la hereja figurar en los cdigos como delito; y hasta ahora
-no he podido encontrar una poca de completa tolerancia.
-
-Hay tambin que hacer otra observacin importante, que indica una de
-las causas del rigor desplegado en los siglos posteriores. Cabalmente
-la Inquisicin tuvo que empezar sus procedimientos contra herejes
-maniqueos; es decir, contra los sectarios que en todos tiempos haban
-sido tratados con ms dureza. En el siglo XI, cuando no se aplicaba
-todava los herejes la pena de fuego, eran exceptuados de la regla
-general los maniqueos; y hasta en tiempo de los emperadores gentiles
-eran tratados esos sectarios con mucho rigor; pues que Diocleciano y
-Maximiano publicaron en el ao 296 un edicto que condenaba diferentes
-penas los maniqueos que no abjurasen sus dogmas, y los jefes de
-la secta la pena de fuego. Esos sectarios han sido mirados siempre
-como grandes criminales; su castigo se ha considerado necesario, no
-slo por lo que toca la religin, sino tambin por lo relativo
-las costumbres, y al buen orden de la sociedad. sta fu una de las
-causas del rigor que se introdujo en esta materia; y, aadindose al
-carcter turbulento que presentaron las sectas que bajo varios nombres
-aparecieron en los siglos XI, XII y XIII, se atinar en otro de los
-motivos que produjeron escenas que nosotros nos parecen inconcebibles.
-
-Estudiando la historia de aquellos siglos, y fijando la atencin sobre
-las turbulencias y desastres que asolaron el medioda de la Francia,
-se ve con toda claridad que, no slo se disputaba sobre este aquel
-punto de dogma, sino que todo el orden social existente se hallaba en
-peligro. Los sectarios de aquellos tiempos eran los precursores de los
-del siglo XVI, mediando, empero, la diferencia de que estos ltimos
-eran en general menos democrticos, menos aficionados dirigirse
-las masas, si se exceptan los frenticos anabaptistas. En la dureza
-de costumbres de aquellos tiempos, cuando, causa de largos siglos
-de trastornos y violencias, la fuerza haba llegado obtener una
-preponderancia excesiva, qu poda esperarse de los poderes que se
-vean amenazados de un peligro semejante? Claro es que las leyes y su
-aplicacin haban de resentirse del espritu de la poca.
-
-En cuanto la Inquisicin de Espaa, la cual no fu ms que una
-extensin de la misma que se haba establecido en otras partes, es
-necesario dividir su duracin en tres grandes pocas, aun dejando
-aparte el tiempo de su existencia en el reino de Aragn, anteriormente
- su importacin en Castilla. La primera comprende el tiempo en que
-se dirigi principalmente contra los judaizantes y los moros, desde
-su instalacin en tiempo de los Reyes Catlicos hasta muy entrado el
-reinado de Carlos V; la segunda abraza desde que comenz dirigir
-todos sus esfuerzos para impedir la introduccin del Protestantismo en
-Espaa, hasta que ces este peligro, la que contiene desde mediados
-del reinado de Carlos V hasta el advenimiento de los Borbones; y,
-finalmente, la ltima encierra la temporada en que se ci reprimir
-vicios nefandos, y cerrar el paso la filosofa de Voltaire, hasta
-su desaparicin en el primer tercio del presente siglo. Claro es que,
-siendo en dichas pocas una misma la institucin, pero que se andaba
-modificando segn las circunstancias, no pueden deslindarse punto
-fijo, ni el principio de la una, ni el fin de la otra. Pero no deja,
-por esto, de ser verdad que estas tres pocas existen en la historia de
-la Inquisicin, y que presentan caracteres muy diferentes.
-
-Nadie ignora las circunstancias particulares en que fu establecida la
-Inquisicin en tiempo de los Reyes Catlicos; pero bueno ser hacer
-notar que quien solicit del Papa la bula para el establecimiento de
-la Inquisicin, fu la Reina Isabel, es decir, uno de los monarcas que
-rayan ms alto en nuestra historia, y que todava conserva, despus
-de tres siglos, el respeto y la veneracin de todos los espaoles.
-Tan lejos anduvo la Reina de ponerse con esta medida en contradiccin
-con la voluntad del pueblo, que antes bien no haca ms que realizar
-uno de sus deseos. La Inquisicin se estableca principalmente contra
-los judos; la bula del Papa haba sido expedida en 1478; y antes que
-la Inquisicin publicase su primer edicto en Sevilla en 1481, las
-Cortes de Toledo de 1480 cargaban reciamente la mano en el negocio,
-disponiendo que, para impedir el dao que el comercio de judos con
-cristianos poda acarrear la fe catlica estuviesen obligados los
-judos no bautizados llevar un signo distintivo, vivir en barrios
-separados, que tenan el nombre de _juderas_, y retirarse antes de
-la noche. Se renovaban los antiguos reglamentos contra los judos, y
-se les prohiba ejercer las profesiones de mdico, cirujano, mercader,
-barbero y tabernero. Por ah se ve que, la sazn, la intolerancia era
-popular; y que, si queda justificada los ojos de los monrquicos por
-haber sido conforme la voluntad de los Reyes, no debiera quedarlo
-menos delante de los amigos de la soberana del pueblo.
-
-Sin duda que el corazn se contrista al leer el destemplado rigor con
-que la sazn se persegua los judos; pero menester es confesar que
-debieron de mediar algunas causas gravsimas para provocarlo. Se ha
-sealado como la principal, el peligro de la monarqua espaola, aun
-no bien afianzada, si dejaba que obrasen con libertad los judos, la
-sazn muy poderosos por sus riquezas y por sus enlaces con las familias
-ms influyentes. La alianza de stos con los moros y contra los
-cristianos era muy de temer, pues que estaba fundada en la respectiva
-posicin de los tres pueblos; y as es que consider necesario
-quebrantar un poder que poda comprometer de nuevo la independencia
-de los cristianos. Tambin es necesario advertir que, al establecerse
-la Inquisicin, no estaba finalizada todava la guerra de ocho siglos
-contra los moros. La Inquisicin se proyecta antes de 1478, y no se
-plantea hasta 1480; y la conquista de Granada no se verifica hasta
-1492. En el momento, pues, de establecerse la Inquisicin, estaba la
-obstinada lucha en su tiempo crtico, decisivo; faltaba saber todava
-si los cristianos haban de quedar dueos de toda la Pennsula,
-si los moros conservaran la posesin de una de las provincias ms
-hermosas y ms feraces, si continuaran establecidos all, en una
-situacin excelente para sus comunicaciones con frica, y sirviendo de
-ncleo y de punto de apoyo para todas las tentativas que en adelante
-pudiese ensayar contra nuestra independencia el poder de la Media
-Luna. Poder que la sazn estaba todava tan pujante, como lo dieron
- entender en los tiempos siguientes sus atrevidas empresas sobre el
-resto de Europa. En crisis semejantes, despus de siglos de combates,
-en los momentos que han de decidir de la victoria para siempre, cundo
-se ha visto que los contendientes se porten con moderacin y dulzura?
-
-No puede negarse que en el sistema represivo que se sigui contra los
-judos y los moros, pudo influir mucho el instinto de conservacin
-propia; y que quizs los Reyes Catlicos tendran presente este motivo,
-cuando se decidieron pedir para sus dominios el establecimiento de la
-Inquisicin. El peligro no era imaginario, sino muy positivo; y, para
-formarse idea del estado que hubieran podido llegar las cosas, si no
-se hubiesen adoptado algunas precauciones, basta recordar lo mucho que
-dieron que entender en los tiempos sucesivos las insurrecciones de los
-restos de los moros.
-
-Sin embargo, conviene no atribuirlo todo la poltica de los Reyes,
-y guardarse del prurito de realzar la previsin y los planes de
-los hombres, ms de lo que corresponde. Por mi parte, me inclino
-creer que Fernando Isabel siguieron naturalmente el impulso de la
-generalidad de la nacin, la cual miraba con odio los judos que
-permanecan en su secta, y con suspicaz desconfianza los que haban
-abrazado la religin cristiana. Esto traa su origen de dos causas: la
-exaltacin de los sentimientos religiosos, general la sazn en toda
-Europa y muy particularmente en Espaa, y la conducta de los mismos
-judos, que haban atrado sobre s la indignacin pblica.
-
-Databa de muy antiguo en Espaa la necesidad de enfrenar la codicia de
-los judos para que no resultase en opresin de los cristianos: las
-antiguas asambleas de Toledo tuvieron ya que poner en esto la mano
-repetidas veces. En los siglos siguientes lleg el mal su colmo: gran
-parte de las riquezas de la Pennsula haban pasado manos de los
-judos; y casi todos los cristianos haban llegado ser sus deudores.
-De aqu result el odio del pueblo contra ellos; de aqu los tumultos
-frecuentes en muchas poblaciones de la Pennsula, tumultos que fueron
-ms de una vez funestos los judos, pues que se derram su sangre
-en abundancia. Difcil era, en efecto, que un pueblo acostumbrado por
-espacio de largos siglos librar su fortuna en la suerte de las armas,
-se resignase tranquilo y pacfico la suerte que le iban deparando las
-artes y las exacciones de una raza extranjera, que llevaba, adems, en
-su propio nombre el recuerdo de una maldicin terrible.
-
-En los tiempos siguientes se convirti la religin cristiana un
-inmenso nmero de judos; pero, ni por esto se disip la desconfianza,
-ni se extingui el odio del pueblo. Y, la verdad, es muy probable
-que muchas de esas conversiones no seran demasiado sinceras, dado que
-eran en parte motivadas por la triste situacin en que se encontraban,
-permaneciendo en el judasmo. Cuando la razn no nos llevara
-conjeturarlo as, bastante fuera para indicrnoslo el crecido nmero
-de judaizantes que se encontraron luego que se investig con cuidado
-cules eran los reos de ese delito. Como quiera, lo cierto es que se
-introdujo la distincin de _cristianos nuevos_ y _cristianos viejos_,
-siendo esta denominacin un ttulo de honor, y la primera una tacha de
-ignominia; y que los judos convertidos eran llamados por desprecio
-_marranos_.
-
-Con ms menos fundamento se les acusaba tambin de crmenes
-horrendos. Decase que en sus tenebrosos concilibulos perpetraban
-atrocidades que debe uno creer difcilmente, siquiera para honor de
-la humanidad; como, por ejemplo, que en desprecio de la religin y en
-venganza de los cristianos, crucificaban nios de stos, escogiendo
-para el sacrificio los das ms sealados de las festividades
-cristianas. Sabida es la historia que se contaba del caballero de la
-familia de Guzmn, que, enamorado de una doncella juda, estuvo una
-noche oculto en la familia de sta, y vi con sus ojos cmo los judos
-cometan el crimen de crucificar un nio cristiano, en el mismo tiempo
-en que los cristianos celebraban la institucin del sacramento de la
-Eucarista.
-
- ms de los infanticidios, se les imputaban sacrilegios,
-envenenamientos, conspiraciones y otros crmenes; y que estos rumores
-andaban muy acreditados, lo prueban las leyes que les prohiban las
-profesiones de mdico, cirujano, barbero y tabernero, donde se trasluce
-la desconfianza que se tena de su moralidad.
-
-No es menester detenerse en examinar el mayor menor fundamento que
-tenan semejantes acusaciones; ya sabemos cunto llega la credulidad
-pblica, sobre todo cuando est dominada por un sentimiento exaltado
-que le hace ver todas las cosas de un mismo color; bstanos que
-estos rumores circulasen, que fuesen acreditados, para concebir
-cun alto punto se elevara la indignacin contra los judos, y, por
-consiguiente, cun natural era que el poder, siguiendo el impulso del
-espritu pblico, se inclinase tratarlos con mucho rigor.
-
-Que los judos procuraran concertarse para hacer frente los
-cristianos, ya se deja entender por la misma situacin en que se
-encontraban; y lo que hicieron cuando la muerte de San Pedro de Arbus,
-indica lo que practicaran en otras ocasiones. Los fondos necesarios
-para la perpetracin del asesinato, pago de los asesinos y dems
-gastos que consigo llevaba la trama, se reunieron por medio de una
-contribucin voluntaria impuesta sobre todos los aragoneses de la raza
-juda. Esto indica una organizacin muy avanzada, y que, en efecto,
-poda ser fatal, si no se la hubiese vigilado.
-
- propsito de la muerte de San Pedro de Arbus, har una observacin
-sobre lo que se ha dicho para probar la impopularidad del
-establecimiento de la Inquisicin en Espaa, fundndose en este trgico
-acontecimiento. Qu seal ms evidente de esta verdad, se nos dir,
-que la muerte dada al inquisidor? No es un claro indicio de que la
-indignacin del pueblo haba llegado su colmo, y de que no quera
-en ninguna manera la Inquisicin, cuando, para deshacerse de ella, se
-arrojaba tamaos excesos? No negar que, si por pueblo entendemos los
-judos y sus descendientes, llevaban muy mal el establecimiento de
-la Inquisicin; pero no era as con respecto lo restante del pueblo.
-Cabalmente, el mismo asesinato de que hablamos di lugar un suceso
-que prueba todo lo contrario de lo que pretenden los adversarios.
-Difundida por la ciudad la muerte del inquisidor, se levant el pueblo
-con tumulto espantoso para vengar el asesinato. Los sublevados se
-haban esparcido por la ciudad, y, distribudos en grupos, andaban
-persiguiendo los _cristianos nuevos_; de suerte que hubiera ocurrido
-una catstrofe sangrienta, si el joven arzobispo de Zaragoza, Alfonso
-de Aragn, no se hubiese resuelto montar caballo, y presentarse
-al pueblo para calmarle, con la promesa de que caera sobre los
-culpables del asesinato todo el rigor de la ley. Esto no indica que
-la Inquisicin fuese tan impopular como se ha querido suponer, ni que
-los enemigos de ella tuviesen la mayora numrica; mucho ms si se
-considera que ese tumulto popular no pudo prevenirse, pesar de las
-precauciones que para el efecto debieron emplear los conjurados, la
-sazn muy poderosos por sus riquezas influencia.
-
-Durante la temporada del mayor rigor desplegado contra los judaizantes,
-obsrvase un hecho digno de llamar la atencin. Los encausados por la
-Inquisicin, que temen serlo, procuran de todas maneras substraerse
- la accin de este tribunal, huyen de Espaa, y se van Roma. Quiz
-no pensaran que as sucediese los que se imaginan que Roma ha sido
-siempre el foco de la intolerancia y el incentivo de la persecucin;
-y, sin embargo, nada hay ms cierto. Son innumerables las causas
-formadas en la Inquisicin, que de Espaa se avocaron Roma, en el
-primer medio siglo de la existencia de este tribunal; siendo de notar,
-adems, que Roma se inclinaba siempre al partido de la indulgencia.
-No s que pueda citarse un solo reo de aquella poca que, habiendo
-acudido Roma, no mejorara su situacin. En la historia de la
-Inquisicin de aquel tiempo ocupan una buena parte las contestaciones
-de los reyes con los papas, donde se descubre siempre, por parte
-de stos, el deseo de limitar la Inquisicin los trminos de la
-justicia y de la humanidad. No siempre se sigui cual convena la
-lnea de conducta prescrita por los Sumos Pontfices. As vemos que
-stos se vieron obligados recibir un sinnmero de apelaciones, y
-endulzar la suerte que hubiera cabido los reos si su causa se hubiese
-fallado definitivamente en Espaa. Vemos tambin que, solicitado el
-Papa por los Reyes Catlicos, que deseaban que las causas se fallasen
-definitivamente en Espaa, nombra un juez de apelacin, siendo el
-primero D. Iigo Manrique, arzobispo de Sevilla. Tales eran, sin
-embargo, aquellos tiempos, y tan urgente la necesidad de impedir que
-la exaltacin de nimo llevase cometer injusticias, se arrojase
-medidas de una severidad destemplada, que el mismo Papa, y al cabo de
-muy poco tiempo, deca, en otra bula expedida en 2 de agosto de 1483,
-que haba continuado recibiendo las apelaciones de muchos espaoles de
-Sevilla que no haban osado presentarse al juez de apelacin por temor
-de ser presos. Aada el Papa que unos haban recibido ya la absolucin
-de la Penitenciara apostlica, y otros se disponan recibirla;
-continuaba quejndose de que en Sevilla no se hiciese el debido caso de
-las gracias recientemente concedidas varios reos, y, por fin, despus
-de varias prevenciones, haca notar los Reyes Fernando Isabel que
-la misericordia para con los culpables era ms agradable Dios que
-el rigor de que se quera usar, como lo prueba el ejemplo del Buen
-Pastor corriendo tras la oveja descarriada; y conclua exhortando los
-Reyes que tratasen benignamente aquellos que hiciesen confesiones
-voluntarias, permitindoles residir en Sevilla, donde quisiesen;
-dejndoles el goce de todos sus bienes, como si jams hubiesen cometido
-el crimen de hereja.
-
-Y no se crea que en las apelaciones admitidas en Roma, y en que se
-suavizaba la suerte de los encausados, se descubriesen siempre vicios
-en la formacin de la causa en primera instancia, injusticias en la
-aplicacin de la pena; los reos no siempre acudan Roma para pedir
-reparacin de una injusticia, sino porque estaban seguros de que all
-encontraran indulgencia. Buena prueba tenemos de esto en el nmero
-considerable de refugiados espaoles, quienes se les prob que haban
-recado en el judasmo. Nada menos que 250 resultaron de una sola vez
-convictos de reincidencia; pero no se hizo una sola ejecucin capital;
-se les impusieron algunas penitencias, y, cuando fueron absueltos,
-pudieron volverse sus casas sin ninguna nota de ignominia. Este hecho
-ocurri en Roma en el ao 1498.
-
-Es cosa verdaderamente singular lo que se ha visto en la Inquisicin de
-Roma, de que no haya llegado jams la ejecucin de una pena capital,
- pesar de que durante este tiempo han ocupado la Silla Apostlica
-papas muy rgidos y muy severos en todo lo tocante la administracin
-civil. En todos los puntos de Europa se encuentran levantados cadalsos
-por asuntos de religin; en todas partes se presencian escenas que
-angustian el alma; y Roma es una excepcin de esa regla general;
-Roma, que se nos ha querido pintar como un monstruo de intolerancia
-y de crueldad. Verdad es que los papas no han predicado como los
-protestantes y los filsofos la tolerancia universal; pero los hechos
-estn diciendo lo que va de unos otros: los papas, con un tribunal
-de intolerancia, no derramaron una gota de sangre, y los protestantes
-y los filsofos la hicieron verter torrentes. Qu les importa
-las vctimas el oir que sus verdugos proclaman la tolerancia? Esto es
-acibarar la pena con el sarcasmo.
-
-La conducta de Roma, en el uso que ha hecho del tribunal de la
-Inquisicin, es la mejor apologa del Catolicismo contra los que
-se empean en tildarle de brbaro y sanguinario; y, la verdad,
-qu tiene que ver el Catolicismo con la severidad destemplada que
-pudo desplegarse en este aquel lugar, impulsos de la situacin
-extraordinaria de razas rivales, de los peligros que amenazaban una
-de ellas, del inters que pudieron tener los reyes en consolidar la
-tranquilidad de sus Estados y poner fuera de riesgo sus conquistas?
-No entrar en el examen detallado de la Inquisicin de Espaa con
-respecto los judaizantes; y estoy muy lejos de pensar que su rigor
-contra ellos sea preferible la benignidad empleada y recomendada
-por los papas; lo que deseo consignar aqu, es que aquel rigor fu
-un resultado de circunstancias extraordinarias, del espritu de los
-pueblos, de la dureza de costumbres todava muy general en Europa en
-aquella poca, y que nada puede echarse en cara al Catolicismo por
-los excesos que pudieron cometerse. Aun hay ms: atendido el espritu
-que domina en todas las providencias de los papas relativas la
-Inquisicin, y la inclinacin manifiesta ponerse siempre del lado
-que poda templar el rigor, y borrar las marcas de ignominia de los
-reos y de sus familias, puede conjeturarse que, si no hubiesen temido
-los papas indisponerse demasiado con los reyes, y provocar escisiones
-que hubieran podido ser funestas, habran llevado mucho ms all sus
-medidas. Para convencerse de esto, recurdense las negociaciones sobre
-el ruidoso asunto de las reclamaciones de las Cortes de Aragn, y vase
- qu lado se inclinaba la Corte de Roma.
-
-Dado que estamos hablando de la intolerancia contra los judaizantes,
-bueno ser recordar la disposicin de nimo de Lutero con respecto
- los judos. Bien parece que el pretendido reformador, el fundador
-de la independencia del pensamiento, el fogoso declamador contra
-la opresin y tirana de los papas, deba de estar animado de los
-sentimientos ms benignos hacia los judos; y as deben de pensarlo sin
-duda los encomiadores del corifeo del Protestantismo. Desgraciadamente
-para ellos, la historia no lo atestigua as; y, segn todas las
-apariencias, si el fraile apstata se hubiese encontrado en la posicin
-de Torquemada, no hubieran salido mejor parados los judaizantes. He
-aqu cul era el sistema aconsejado por Lutero, segn refiere su mismo
-apologista Seckendorff: Hubirase debido arrasar sus sinagogas,
-destruir sus casas, quitarles los libros de oraciones, el Talmud, y
-hasta los libros del viejo Testamento, prohibir los rabinos que
-enseasen, y obligarlos ganarse la vida por medio de trabajos
-penosos. Al menos la Inquisicin de Espaa proceda, no contra los
-judos, sino contra los judaizantes, es decir, contra aquellos que,
-habindose convertido al Cristianismo, reincidan en sus errores,
-y unan su apostasa el sacrilegio, profesando exteriormente una
-creencia que detestaban en secreto, y que profanaban, adems, con el
-ejercicio de su religin antigua. Pero Lutero extenda su rigor los
-mismos judos; de suerte que, segn sus doctrinas, nada poda echarse
-en cara los reyes de Espaa cuando los expulsaron de sus dominios.
-
-Los moros y moriscos ocuparon tambin mucho por aquellos tiempos la
-Inquisicin de Espaa; ellos puede aplicarse con pocas modificaciones
-cuanto se ha dicho sobre los judos. Tambin era una raza aborrecida,
-una raza con la que se haba combatido por espacio de ocho siglos, y
-que, permaneciendo en su religin, excitaba el odio, y, abjurndola,
-no inspiraba confianza. Tambin se interesaron por ellos los papas
-de un modo muy particular, siendo notable este propsito una bula
-expedida en 1530, donde se habla en su favor un lenguaje evanglico,
-dicindose en ella que la ignorancia de aquellos desgraciados era una
-de las principales causas de sus faltas y errores, y que, para hacer
-sus conversiones sinceras y slidas, deba, primeramente, procurarse
-ilustrar sus entendimientos con la luz de la sana doctrina.
-
-Se dir que el Papa otorg Carlos V la bula en que le relegaba del
-juramento prestado en las Cortes de Zaragoza de 1519, de no alterar
-nada en punto los moros, y que as pudo el Emperador llevar cabo
-la medida de expulsin; pero conviene tambin advertir que el Papa se
-resisti por largo tiempo esta concesin, y que, si condescendi con
-la voluntad del monarca, fu porque ste juzgaba que la expulsin era
-indispensable para asegurar la tranquilidad en sus reinos. Si esto era
-as en la realidad no, el Emperador era quien deba saberlo, no el
-Papa, colocado mucha distancia y sin conocimiento detallado de la
-verdadera situacin de las cosas. Por lo dems, no era slo el monarca
-espaol quien opinaba as: cuntase que, estando prisionero en Madrid
-Francisco I, Rey de Francia, dijo un da Carlos V que la tranquilidad
-no se solidara nunca en Espaa basta que se expeliesen los moros y
-moriscos.
-
-
-
-
-CAPITULO XXXVII
-
-
-Se ha dicho que Felipe II fund en Espaa una nueva Inquisicin,
-ms terrible que la del tiempo de los Reyes Catlicos, y aun se ha
-dispensado la de stos cierta indulgencia, que no se ha concedido
-la de aqul. Por de pronto, resalta aqu una inexactitud histrica muy
-grande; porque Felipe II no fund una nueva Inquisicin: sostuvo la que
-le haban legado los Reyes Catlicos, y recomendado muy particularmente
-en testamento su padre y antecesor Carlos V. La comisin de las Cortes
-de Cdiz, en el proyecto de abolicin de dicho tribunal, al paso que
-excusa la conducta de los Reyes Catlicos, vitupera severamente la de
-Felipe II, y procura que recaigan sobre este prncipe toda la odiosidad
-y toda la culpa. Un ilustre escritor francs que ha tratado poco ha
-esta cuestin importante, se ha dejado llevar de las mismas ideas con
-aquel candor que es no pocas veces el patrimonio del genio. Hubo en
-la Inquisicin de Espaa, dice el ilustre Lacordaire, dos momentos
-solemnes, que es preciso no confundir: uno al fin del siglo XV, bajo
-Fernando Isabel, antes que los moros fuesen echados de Granada, su
-ltimo asilo; otro mediados del siglo XVI bajo Felipe II, cuando el
-Protestantismo amenazaba introducirse en Espaa, La comisin de las
-Cortes distingui perfectamente estas dos pocas, marcando de ignominia
-la Inquisicin de Felipe II, y expresndose con mucha moderacin con
-respecto la de Isabel y de Fernando. Cita en seguida un texto donde
-se afirma que Felipe II fu el verdadero fundador de la Inquisicin, y
-que, si sta se elev en seguida tan alto poder, todo fu debido
-la refinada poltica de aquel prncipe, aadiendo un poco ms abajo el
-citado escritor que Felipe II fu el inventor de los autos de fe para
-aterrorizar la hereja, y que el primero se celebr en Sevilla en 1559.
-(_Memoria para el restablecimiento en Francia del orden de los Frailes
-Predicadores, por el abate Lacordaire._ Captulo 6.)
-
-Dejemos aparte la inexactitud histrica sobre la invencin de los
-autos de fe, pues es bien sabido que ni los sambenitos ni las hogueras
-fueron invencin de Felipe II. Estas inexactitudes se le escapan
-fcilmente todo escritor, mayormente cuando no recuerda un hecho
-sino por incidencia; y as es que ni siquiera debemos detenernos en
-eso; pero encirrase en dichas palabras una acusacin un monarca,
-quien ya de muy antiguo no se le hace la justicia que merece. Felipe
-II continu la obra empezada por sus antecesores; y si stos no se
-les culpa, tampoco se le debe culpar l. Fernando Isabel emplearon
-la Inquisicin contra los judos apstatas; por qu no pudo emplearla
-Felipe II contra los protestantes? Se dir, empero, que abus de su
-derecho y que llev su rigor hasta el exceso; mas buen seguro que no
-se anduvo muy abundante de indulgencia en tiempo de Fernando Isabel.
-Se han olvidado, acaso, las numerosas ejecuciones de Sevilla y otros
-puntos? Se ha olvidado lo que dice en su historia el Padre Mariana?
-Se han olvidado las medidas que tomaron los papas para poner coto
-ese rigor excesivo?
-
-Las palabras citadas contra Felipe son sacadas de la obra _La
-Inquisicin sin mscara_, que se public en Espaa en 1811; pero se
-calcular fcilmente el peso de autoridad semejante, en sabindose
-que su autor se ha distinguido hasta su muerte por un odio profundo
-contra los reyes de Espaa. La portada de la obra llevaba el nombre de
-Natanael Jomtob, pero el verdadero autor es un espaol bien conocido,
-que en los escritos publicados al fin de su vida no parece sino que
-se propuso vindicar con su desmedida exageracin, y sus furibundas
-invectivas, todo lo que anteriormente haba atacado: tan insoportable
-es su lenguaje contra todo cuanto se le ofrece al paso. Religin,
-reyes, patria, clases, individuos, aun los de su mismo partido y
-opiniones, todo lo insulta, todo lo desgarra, como atacado de un exceso
-de rabia.
-
-No es extrao, pues, que mirase Felipe II como han acostumbrado
-mirarle los protestantes y los filsofos; es decir, como un prncipe
-arrojado sobre la tierra para oprobio y tormento de la humanidad, como
-un monstruo de maquiavelismo que esparca las tinieblas para cebarse
-mansalva en la crueldad y tirana.
-
-No ser yo quien me encargue de justificar en todas sus partes la
-poltica de Felipe II, ni negar que haya alguna exageracin en los
-elogios que le han tributado algunos escritores espaoles; pero tampoco
-puede ponerse en duda que los protestantes, y los enemigos polticos
-de este monarca, han tenido un constante empeo en desacreditarle.
-Y sabis por qu los protestantes le han profesado Felipe II tan
-mala voluntad? Porque l fu quien impidi que penetrara en Espaa
-el Protestantismo, l fu quien sostuvo la causa de la Iglesia
-catlica en aquel agitado siglo. Dejemos aparte los acontecimientos
-transcendentales al resto de Europa, de los cuales cada uno juzgar
-como mejor le agradare; pero, cindonos Espaa, puede asegurarse que
-la introduccin del Protestantismo era inminente, inevitable, sin el
-sistema seguido por aquel monarca. Si en este aquel caso hizo servir
-la Inquisicin su poltica, ste es otro punto que no nos toca
-examinar aqu; pero reconzcase al menos que la Inquisicin no era un
-mero instrumento de miras ambiciosas, sino una institucin sostenida en
-vista de un peligro inminente.
-
-De los procesos formados por la Inquisicin en aquella poca, resulta
-con toda evidencia que el Protestantismo andaba cundiendo en Espaa de
-una manera increble. Eclesisticos distinguidos, religiosos, monjas,
-seglares de categora, en una palabra, individuos de las clases ms
-influyentes, se hallaron contagiados de los nuevos errores; bien se
-echa de ver que no eran infructuosos los esfuerzos de los protestantes
-para introducir en Espaa sus doctrinas, cuando procuraban de todos
-modos llevarnos los libros que las contenan, hasta valindose de la
-singular estratagema de encerrarlos en botas de vino de Champaa y
-Borgoa, con tal arte, que los aduaneros no podan alcanzar descubrir
-el fraude, como escriba la sazn el embajador de Espaa en Pars.
-
-Una atenta observacin del estado de los espritus en Espaa en aquella
-poca, hara conjeturar el peligro, aun cuando hechos incontestables
-no hubieran venido manifestarle. Los protestantes tuvieron buen
-cuidado de declamar contra los abusos, presentndose como reformadores,
-y trabajando por atraer su partido cuantos estaban animados de
-un vivo deseo de reforma. Este deseo exista en la Iglesia de mucho
-antes; y si bien es verdad que en unos el espritu de reforma era
-inspirado por malas intenciones, , en otros trminos, disfrazaban con
-este nombre su verdadero proyecto, que era de destruccin, tambin es
-cierto que en muchos catlicos sinceros haba un deseo tan vivo de
-ella, que llegaba celo imprudente y rayaba en ardor destemplado. Es
-probable que este mismo celo llevado hasta la exaltacin se convertira
-en algunos en acrimonia; y que as prestaran ms fcilmente odos
- las insidiosas sugestiones de los enemigos de la Iglesia. Quizs
-no fueron pocos los que empezaron por un celo indiscreto, cayeron
-en la exageracin, pasaron en seguida la animosidad, y al fin se
-precipitaron en la hereja. No faltaba en Espaa esta disposicin de
-espritu, que, desenvuelta con el curso de los acontecimientos, hubiera
-dado frutos amargos, por poco que el Protestantismo hubiese podido
-tomar pie. Sabido es que en el concilio de Trento se distinguieron
-los espaoles por su celo reformador y por la firmeza en expresar sus
-opiniones: y es necesario advertir que, una vez introducida en un pas
-la discordia religiosa, los nimos se exaltan con las disputas, se
-irritan con el choque continuo, y veces hombres respetables llegan
- precipitarse en excesos, de que poco antes ellos mismos se habran
-horrorizado. Difcil es decir punto fijo lo que hubiera sucedido por
-poco que en este punto se hubiese aflojado; lo cierto es que, cuando
-uno lee ciertos pasajes de Luis Vives, de Arias Montano, de Carranza,
-de la consulta de Melchor Cano, parece que est sintiendo en aquellos
-espritus cierta inquietud y agitacin, como aquellos sordos mugidos
-que anuncian en lontananza el comienzo de la tempestad.
-
-La famosa causa del arzobispo de Toledo fray Bartolom de Carranza
-es uno de los hechos que se han citado ms menudo en prueba de la
-arbitrariedad con que proceda la Inquisicin de Espaa. Ciertamente
-es mucho el inters que excita el ver sumido de repente en estrecha
-prisin, y continuando en ella largos aos, uno de los hombres ms
-sabios de Europa, arzobispo de Toledo, honrado con la ntima confianza
-de Felipe II y de la reina de Inglaterra, ligado en amistad con los
-hombres ms distinguidos de la poca, y conocido en toda la cristiandad
-por el brillante papel que haba representado en el concilio de
-Trento. Diez y siete aos dur la causa, y pesar de haber sido
-avocada Roma, donde no faltaran al arzobispo protectores poderosos,
-todava no pudo recabarse que en el fallo se declarase su inocencia.
-Prescindiendo de lo que poda arrojar de s una causa tan extensa y
-complicada, y de los mayores menores motivos que pudieron dar las
-palabras y los escritos de Carranza para hacer sospechar de su fe,
-yo tengo por cierto que en su conciencia, delante de Dios, era del
-todo inocente. Hay de esto una prueba que lo deja fuera de toda duda:
-hela aqu. Habiendo cado enfermo al cabo de poco de fallada la causa,
-se conoci luego que su enfermedad era mortal y se le administraron
-los santos sacramentos. En el acto de recibir el Sagrado Vitico,
-en presencia de un numeroso concurso, declar del modo ms solemne
-que jams se haba apartado de la fe de la Iglesia catlica, que de
-nada le remorda la conciencia de todo cuanto se le haba acusado, y
-confirm su dicho poniendo por testigo aquel mismo Dios que tena
-en su presencia, quien iba recibir bajo las sagradas especies,
-y cuyo tremendo tribunal deba en breve comparecer. Acto pattico
-que hizo derramar lgrimas todos los circunstantes, que disip de
-un soplo las sospechas que contra l se haban podido concebir, y
-aument las simpatas excitadas ya durante la larga temporada de su
-angustioso infortunio. El Sumo Pontfice no dud de la sinceridad de la
-declaracin, como lo indica el que se puso sobre su tumba un magnfico
-epitafio, que por cierto no se hubiera permitido, quedar alguna
-sospecha de la verdad de sus palabras. Y de seguro que fuera temeridad
-no dar fe tan explcita declaracin, salida de la boca de un hombre
-como Carranza, y moribundo, y en presencia del mismo Jesucristo.
-
-Pagado este tributo al saber, las virtudes y al infortunio de
-Carranza, resta ahora examinar si, por ms pura que estuviese su
-conciencia, puede decirse con razn que su causa no fu ms que una
-traidora intriga tramada por la enemistad y la envidia. Ya se deja
-entender que no se trata aqu de examinar el inmenso proceso de aquella
-causa; pero as como suele pasarse ligeramente sobre ella, echando
-un borrn sobre Felipe II y sobre los adversarios de Carranza, same
-permitido tambin hacer algunas observaciones sobre la misma para
-llevar las cosas su verdadero punto de vista. En primer lugar, salta
- los ojos que es bien singular la duracin tan extremada de una causa
-destituda de todo fundamento, al menos que no hubiese tenido en
-su favor algunas apariencias. Adems, si la causa hubiese continuado
-siempre en Espaa, no fuera tan de extraar su prolongacin; pero no
-fu as, sino que estuvo pendiente muchos aos tambin en Roma. Tan
-ciegos eran los jueces tan malos, que, no viesen la calumnia, no
-la desechasen, si esta calumnia era tan clara, tan evidente, como se ha
-querido suponer?
-
-Se puede responder esto que las intrigas de Felipe II, empeado en
-perder al arzobispo, impedan que se aclarase la verdad, como lo prueba
-la morosidad que hubo en remitir Roma al ilustre preso, pesar de
-las reclamaciones del Papa, hasta verse, segn dicen, obligado Po V
- amenazar con la excomunin Felipe II, si no se enviaba Roma
-Carranza. No negar que Felipe II haya tenido empeo en agravar la
-situacin del arzobispo, y deseos de que la causa diera un resultado
-poco favorable al reo; sin embargo, para saber si la conducta del
-rey era criminal no, falta averiguar si el motivo que le impela
- obrar as, era de resentimiento personal, si en realidad era la
-conviccin, la sospecha, de que el arzobispo fuese luterano. Antes de
-su desgracia era Carranza muy favorecido y honrado de Felipe: dile de
-ello abundantes pruebas con las comisiones que le confi en Inglaterra,
-y, finalmente, nombrndole para la primera dignidad eclesistica de
-Espaa; y as es que no podemos presumir que tanta benevolencia se
-cambiase de repente en un odio personal, no ser que la historia
-nos suministre algn dato donde fundar esta conjetura. Este dato es
-el que yo no encuentro en la historia, ni s que hasta ahora se haya
-encontrado. Siendo esto as, resulta que, si en efecto se declar
-Felipe II tan contrario del arzobispo, fu porque crea, al menos
-sospechaba fuertemente, que Carranza era hereje. En tal caso pudo ser
-Felipe II imprudente, temerario, todo lo que se quiera; pero nunca se
-podr decir que persiguiese por espritu de venganza, ni por miras
-personales.
-
-Tambin se han culpado otros hombres de aquella poca, entre los
-cuales figura el insigne Melchor Cano. Segn parece, el mismo Carranza
-desconfi de l; y aun lleg estar muy quejoso por haber sabido
-que Cano se haba atrevido decir que el arzobispo era tan hereje
-como Lutero. Pero Salazar de Mendoza, refiriendo el hecho en la
-_Vida de Carranza_, asegura que, sabedor Cano de esto, lo desminti
-abiertamente, afirmando que jams haba salido de su boca expresin
-semejante. Y la verdad, el nimo se inclina fcilmente dar crdito
- la negativa; hombres de un espritu tan privilegiado como Melchor
-Cano, llevan en su propia dignidad un preservativo demasiado poderoso
-contra toda bajeza, para que sea permitido sospechar que descendiera al
-infame papel de calumniador.
-
-Yo no creo que las causas del infortunio de Carranza sea menester
-buscarlas en rencores ni envidias particulares, sino que se las
-encuentra en las circunstancias crticas de la poca y en el mismo
-natural de este hombre ilustre. Los gravsimos sntomas que se
-observaban en Espaa de que el luteranismo estaba haciendo proslitos;
-los esfuerzos de los protestantes para introducir en ella sus libros
-y emisarios, y la experiencia de lo que estaba sucediendo en otros
-pases, y, en particular, en el fronterizo reino de Francia, tena
-tan alarmados los nimos y los traa tan asustadizos y suspicaces,
-que el menor indicio de error, sobre todo en personas constitudas en
-dignidad, sealadas por su sabidura, causaba inquietud y sobresalto.
-Conocido es el ruidoso negocio de Arias Montano sobre la Poliglota de
-Amberes, como y tambin los padecimientos del insigne fray Luis de Len
-y de otros hombres ilustres de aquellos tiempos. Para llevar las cosas
-al extremo, mezclbase en esto la situacin poltica de Espaa con
-respecto al extranjero; pues que, teniendo la monarqua espaola tantos
-enemigos y rivales, temase con fundamento que stos se valdran de
-la hereja para introducir en nuestra patria la discordia religiosa,
-y, por consiguiente, la guerra civil. Esto haca naturalmente que
-Felipe II se mostrase desconfiado y suspicaz, y que, combinndose en su
-espritu el odio la hereja y el deseo de la propia conservacin, se
-manifestase severo inexorable con todo lo que pudiese alterar en sus
-dominios la pureza de la fe catlica.
-
-Por otra parte, menester es confesar que el natural de Carranza no era
-el ms propsito para vivir en tiempos tan crticos sin dar algn
-grave tropiezo. Al leer sus _Comentarios sobre el Catecismo_, concese
-que era hombre de entendimiento muy despejado, de erudicin vasta, de
-ciencia profunda, de un carcter severo y de un corazn generoso y
-franco. Lo que piensa lo dice con pocos rodeos, sin pararse mucho en el
-desagrado que en estas aquellas personas podan excitar sus palabras.
-Donde cree descubrir un abuso, lo seala con el dedo y le condena
-abiertamente, de suerte que no son pocos los puntos de semejanza que
-tiene con su supuesto antagonista Melchor Cano. En el proceso se le
-hicieron cargos, no slo por lo que resultaba de sus escritos, sino
-tambin por algunos sermones y conversaciones. No s hasta qu punto
-pudiera haberse excedido; pero desde luego no tengo reparo en afirmar
-que quien escriba con el tono que l lo hace, deba expresarse de
-palabra con mucha fuerza, y quizs con demasiada osada.
-
-Adems, es necesario tambin aadir, en obsequio de la verdad, que en
-sus _Comentarios sobre el Catecismo_, tratando de la justificacin,
-no se explica con aquella claridad y limpieza que era de desear, y
-que reclamaban las calamitosas circunstancias de aquella poca. Los
-versados en estas materias saben cun delicados son ciertos puntos,
-que cabalmente eran entonces el objeto de los errores de Alemania; y
-fcilmente se concibe cunto deban de llamar la atencin las palabras
-de un hombre como Carranza, por poca ambigedad que ofreciesen. Lo
-cierto es que en Roma no sali absuelto de los cargos, que se le oblig
- abjurar una serie de proposiciones, de las cuales se le consider
-sospechoso, y que se le impusieron por ello algunas penitencias.
-Carranza en el lecho de la muerte protest de su inocencia, pero tuvo
-el cuidado de declarar que no por esto tena por injusta la sentencia
-del Papa. Esto explica el enigma; pues no siempre la inocencia del
-corazn anda acompaada de la prudencia en los labios.
-
-Heme detenido algn tanto en esta causa clebre, porque se brinda
- consideraciones que hacen sentir el espritu de aquella poca;
-consideraciones que sirven, adems, para restablecer en su puesto la
-verdad, y para que no se explique todo por la miserable clave de la
-perversidad de de los hombres. Desgraciadamente hay una tendencia
-explicarlo todo as, y por cierto que no es escaso el fundamento que
-muchas veces dan los hombres para ello; pero, mientras no haya una
-evidente necesidad de hacerlo, deberamos abstenernos de acriminar. El
-cuadro de la historia de la humanidad es de suyo demasiado sombro,
-para que podamos tener gusto en obscurecerle, echndole nuevas manchas;
-y es menester pensar que veces acusamos de crimen lo que no fu ms
-que ignorancia. El hombre est inclinado al mal, pero no est menos
-sujeto al error; y el error no siempre es culpable.
-
-Yo creo que pueden darse las gracias los protestantes del rigor y
-de la suspicacia que despleg en aquellos tiempos la Inquisicin de
-Espaa. Los protestantes promovieron una revolucin religiosa; y es una
-ley constante que toda revolucin, destruye el poder atacado, le
-hace ms severo y duro. Lo que antes se hubiera juzgado indiferente,
-se considera como sospechoso, y lo que en otras circunstancias slo se
-hubiera tenido por una falta, es mirado entonces como un crimen. Se
-est con un temor continuo de que la libertad se convierta en licencia;
-y como las revoluciones destruyen, invocando la reforma, quien se
-atreva hablar de ella corre peligro de ser culpado de perturbador. La
-misma prudencia en la conducta ser tildada de precaucin hipcrita;
-un lenguaje franco y sincero, calificado de insolencia y de sugestin
-peligrosa; la reserva lo ser de maosa reticencia; y hasta el mismo
-silencio ser tenido por significativo, por disimulo alarmante. En
-nuestros tiempos hemos presenciado tantas cosas, que estamos en
-excelente posicin para comprender fcilmente todas las fases de la
-historia de la humanidad.
-
-Es un hecho indudable la reaccin que produjo en Espaa el
-Protestantismo: sus errores y excesos hicieron que, as el poder
-eclesistico como el civil, concediesen en todo lo tocante religin
-mucha menor latitud de la que antes se permita. La Espaa se preserv
-de las doctrinas protestantes, cuando todas las probabilidades
-estaban indicando que al fin se nos llegaran comunicar de un modo
- otro: y claro es que este resultado no pudo obtenerse sin esfuerzos
-extraordinarios. Era aquello una plaza sitiada, con un poderoso enemigo
- la vista, donde los jefes andan vigilantes de continuo, en guarda
-contra los ataques de afuera y en vela contra las traiciones de adentro.
-
-En confirmacin de estas observaciones aducir un ejemplo, que servir
-por muchos otros: quiero hablar de lo que sucedi con respecto las
-Biblias en lengua vulgar, pues que esto nos dar una idea de lo que
-anduvo sucediendo en lo dems, por el mismo curso natural de las
-cosas. Cabalmente tengo la mano un testimonio tan respetable como
-interesante: el mismo Carranza, de quien acabo de hablar. Oigamos
-lo que dice en el prlogo que precede sus _Comentarios sobre el
-Catecismo Cristiano_. Antes que las herejas de Lutero saliesen del
-infierno esta luz del mundo, no s yo que estuviese vedada la Sagrada
-Escritura en lenguas vulgares entre ningunas gentes. En Espaa, haba
-Biblias trasladadas en vulgar por mandato de reyes catlicos, en
-tiempo que se consentan vivir entre cristianos los moros y judos en
-sus leyes. Despus que los judos fueron echados de Espaa, hallaron
-los jueces de la religin que algunos de los que se convirtieron
-nuestra santa fe, instruan sus hijos en el judasmo, ensendoles
-las ceremonias de la ley de Moiss, por aquellas Biblias vulgares; las
-cuales ellos imprimieron despus en Italia, en la ciudad de Ferrara.
-Por esta causa tan justa se vedaron las Biblias vulgares en Espaa;
-pero siempre se tuvo miramiento los colegios y monasterios, y las
-personas nobles que estaban fuera de sospecha, y se les daba licencia
-que las tuviesen y leyesen. Contina Carranza haciendo en pocas
-palabras la historia de estas prohibiciones en Alemania, Francia y
-otras partes, y despus prosigue: En Espaa, que estaba y est limpia
-de la cizaa, por merced y gracia de Nuestro Seor, proveyeron en
-vedar generalmente todas las traslaciones vulgares de la Escritura,
-por quitar la ocasin los extranjeros de tratar de sus diferencias
-con personas simples y sin letras. _Y tambin porque tenan y tienen
-experiencia de casos particulares y errores que comenzaban nacer
-en Espaa, y hallaban que la raz era haber ledo algunas partes de
-la Escritura sin las entender._ Esto que he dicho aqu es historia
-verdadera de lo que ha pasado. Y por este fundamento se ha prohibido la
-Biblia en lengua vulgar.
-
-Este curioso pasaje de Carranza nos explica en pocas palabras el
-curso que anduvieron siguiendo las cosas. Primero no existe ninguna
-prohibicin, pero el abuso de los judos la provoca; bien que
-dejndose, como se ve por el mismo texto, alguna latitud. Vienen en
-seguida los protestantes, perturban la Europa con sus Biblias, amenaza
-el peligro de introducirse los nuevos errores en Espaa, se descubre
-que algunos extraviados lo han sido por mala inteligencia de algn
-pasaje de la Biblia, lo que obliga quitar esta arma los extranjeros
-que intentasen seducir las personas sencillas, y as la prohibicin
-se hace general y rigurosa.
-
-Volviendo Felipe II, no conviene perder de vista que este monarca
-fu uno de los ms firmes defensores de la Iglesia catlica, que fu
-la personificacin de la poltica de los siglos fieles en medio del
-vrtigo que impulsos del Protestantismo se haba apoderado de la
-poltica europea. l se debi en gran parte que al travs de tantos
-trastornos pudiese la Iglesia contar con la poderosa proteccin de los
-prncipes de la tierra. La poca de Felipe II fu crtica y decisiva
-en Europa; y, si bien es verdad que no fu afortunado en Flandes,
-tambin lo es que su poder y su habilidad formaron un contrapeso la
-poltica protestante, la que no permiti seorearse de Europa como
-ella hubiera deseado. Aun cuando supusiramos que entonces no se hizo
-ms que ganar tiempo, quebrantndose el primer mpetu de la poltica
-protestante, no fu poco beneficio para la religin catlica, por
-tantos lados combatida. Qu hubiera sido de la Europa, si en Espaa
-se hubiese introducido el Protestantismo como en Francia, si los
-hugonotes hubiesen podido contar con el apoyo de la Pennsula? Y si el
-poder de Felipe II no hubiese infundido respeto, qu no hubiera podido
-suceder en Italia? Los sectarios de Alemania no hubieran alcanzado
- introducir all sus doctrinas? Posible fuera, y en esto abrigo la
-seguridad de obtener el asentimiento de todos los hombres que conocen
-la historia; posible fuera que, si Felipe II hubiese abandonado su
-tan acriminada poltica, la religin catlica se hubiese encontrado,
-al entrar en el siglo XVII, en la dura necesidad de vivir, no ms que
-como tolerada, en la generalidad de los reinos de Europa. Y lo que vale
-esta tolerancia, cuando se trata de la Iglesia catlica, nos lo dice
-siglos ha la Inglaterra, nos lo dice en la actualidad la Prusia, y,
-finalmente, la Rusia, de un modo todava ms doloroso.
-
-Es menester mirar Felipe II desde este punto de vista; y fuerza es
-convenir que, considerado as, es un gran personaje histrico, de los
-que han dejado un sello ms profundo en la poltica de los siglos
-siguientes, y que ms influjo han tenido en sealar una direccin al
-curso de los acontecimientos.
-
-Aquellos espaoles que anatematizan al fundador del Escorial, menester
-es que hayan olvidado nuestra historia, que al menos la tengan en
-poco. Vosotros arrojis sobre la frente de Felipe II la mancha de
-odioso tirano, sin reparar que, disputndole su gloria, trocndola en
-ignominia, destrus de una plumada toda la nuestra, y hasta arrojis
-en el fango la diadema que orl las sienes de Fernando y de Isabel.
-Si no podis perdonar Felipe II el que sostuviese la Inquisicin,
-si por esta sola causa no podis legar la posteridad su nombre sino
-cargado de execraciones, haced lo mismo con el de su ilustre padre
-Carlos V, y llegando Isabel de Castilla escribid tambin en la lista
-de los tiranos, de los azotes de la humanidad, el nombre que acataron
-ambos mundos, el emblema de la gloria y pujanza de la monarqua
-espaola. Todos participaron en el hecho que tanto levanta vuestra
-indignacin; no anatematicis, pues, al uno, perdonando los otros con
-una indulgencia hipcrita; indulgencia que no empleis por otra causa,
-sino porque el sentimiento de nacionalidad que late en vuestros pechos
-os obliga ser parciales, inconsecuentes, para no veros precisados
- borrar de un golpe las glorias de Espaa, marchitar todos sus
-laureles, renegar de vuestra patria. Ya que desgraciadamente nada
-nos queda sino grandes recuerdos, no los despreciemos; que estos
-recuerdos en una nacin son como en una familia cada los ttulos de
-su antigua nobleza: elevan el espritu, fortifican en la adversidad,
-y, alimentando en el corazn la esperanza, sirven preparar un nuevo
-porvenir.
-
-El inmediato resultado de la introduccin del Protestantismo en Espaa
-habra sido, como en los dems pases, la guerra civil. sta nos
-fuera nosotros ms fatal por hallarnos en circunstancias mucho ms
-crticas. La unidad de la monarqua espaola no hubiera podido resistir
- las turbulencias y sacudimientos de una disensin intestina; porque
-sus partes eran tan heterogneas, y estaban, por decirlo as, tan
-mal pegadas, que el menor golpe hubiera deshecho la soldadura. Las
-leyes y las costumbres de los reinos de Navarra y de Aragn eran muy
-diferentes de las de Castilla; un vivo sentimiento de independencia,
-nutrido por las frecuentes reuniones de sus Cortes, se abrigaba en
-sus pueblos indmitos; y sin duda que hubieran aprovechado la primera
-ocasin de sacudir un yugo que no les era lisonjero. Con esto, y las
-facciones que hubieran desgarrado las entraas de todas las provincias,
-se habra fraccionado miserablemente la monarqua, cabalmente cuando
-deba hacer frente tan multiplicadas atenciones en Europa, en frica
-y en Amrica. Los moros estaban an nuestra vista, los judos no
-se haban olvidado de Espaa; y por cierto que unos y otros hubieran
-aprovechado la coyuntura, para medrar de nuevo favor de nuestras
-discordias. Quizs estuvo pendiente de la poltica de Felipe II, no
-slo la tranquilidad, sino tambin la existencia de la monarqua
-espaola. Ahora se le acusa de tirano; en el caso contrario, se le
-hubiera acusado de incapaz imbcil.
-
-Una de las mayores injusticias de los enemigos de la religin, al
-atacar los que la han sostenido, es el suponerlos de mala fe; el
-acusarlos de llevar en todo segundas intenciones, miras tortuosas
-interesadas. Cuando se habla, por ejemplo, del maquiavelismo de Felipe
-II, se supone que la Inquisicin, aun cuando en la apariencia tena
-un objeto puramente religioso, no era ms en realidad que un dcil
-instrumento poltico, puesto en las manos del astuto monarca. Nada ms
-especioso para los que piensan que estudiar la historia es ofrecer esas
-observaciones picantes y maliciosas, pero nada ms falso en presencia
-de los hechos.
-
-Viendo en la Inquisicin un tribunal extraordinario, no han podido
-concebir algunos cmo era posible su existencia sin suponer en el
-monarca que le sostena y fomentaba, razones de Estado muy profundas,
-miras que alcanzaban mucho ms all de lo que se descubre en la
-superficie de las cosas. No se ha querido ver que cada poca tiene
-su espritu, su modo particular de mirar los objetos, y su sistema
-de accin, sea para procurarse bienes, sea para evitarse males. En
-aquellos tiempos, en que por todos los reinos de Europa se apelaba
-al hierro y al fuego en las cuestiones religiosas, en que as los
-protestantes como los catlicos quemaban sus adversarios, en que la
-Inglaterra, la Francia, la Alemania estaban presenciando las escenas
-ms crueles, se encontraba tan natural, tan en el orden regular la
-quema de un hereje, que en nada chocaba con las ideas comunes.
-nosotros se nos erizan los cabellos la sola idea de quemar un
-hombre vivo. Hallndonos en una sociedad donde el sentimiento religioso
-se ha amortiguado en tal manera, y acostumbrados vivir entre hombres
-que tienen religin diferente de la nuestra, y veces ninguna, no
-alcanzamos concebir que pasaba entonces como un suceso muy ordinario
-el ser conducidos al patbulo esta clase de hombres. Lanse, empero,
-los escritores de aquellos tiempos; y se notar la inmensa diferencia
-que va de nuestras costumbres los suyas; se observar que nuestro
-lenguaje templado y tolerante hubiera sido para ellos incomprensible.
-Qu ms? El mismo Carranza, que tanto sufri de la Inquisicin,
-piensan quizs algunos cmo opinaba sobre estas materias? En su citada
-obra, siempre que se ofrece la oportunidad de tocar este punto, emite
-las mismas ideas de su tiempo, sin detenerse siquiera en probarlas,
-dndolas como cosa fuera de duda. Cuando en Inglaterra se encontraba al
-lado de la reina Mara, sin ningn reparo pona tambin en planta sus
-doctrinas sobre el rigor con que deban ser tratados los herejes; y
-buen seguro que lo haca sin sospechar, en su intolerancia, que tanto
-haba de servir su nombre para atacar esa misma intolerancia.
-
-Los reyes y los pueblos, los eclesisticos y los seglares, todos
-estaban acordes en este punto. Qu se dira ahora de un rey que con
-sus manos aproximase la lea para quemar un hereje, que impusiese
-la pena de horadar la lengua los blasfemos con un hierro? Pues lo
-primero se cuenta de San Fernando, y lo segundo lo haca San Luis.
-Aspavientos hacemos ahora, cuando vemos Felipe II asistir un auto
-de fe; pero, si consideramos que la corte, los grandes, lo ms escogido
-de la sociedad, rodeaban en semejante caso al rey, veremos que, si esto
- nosotros nos parece horroroso, insoportable, no lo era para aquellos
-hombres, que tenan ideas y sentimientos muy diferentes. No se diga que
-la voluntad del monarca lo prescriba as, y que era fuerza obedecer;
-no, no era la voluntad del monarca lo que obraba, era el espritu de
-la poca. No hay monarca tan poderoso que pueda celebrar una ceremonia
-semejante, si estuviere en contradiccin con el espritu de su tiempo;
-no hay monarca tan insensible que no est l propio afectado del siglo
-en que reina. Suponed el ms poderoso, el ms absoluto de nuestros
-tiempos: Napolen en su apogeo, el actual emperador de Rusia, y ved si
-alcanzar podra su voluntad violentar hasta tal punto las costumbres
-de su siglo.
-
- los que afirman que la Inquisicin era un instrumento de Felipe II,
-se les puede salir al encuentro con una ancdota, que por cierto no
-es muy propsito para confirmarnos en esta opinin. No quiero dejar
-de referirla aqu, pues que, ms de ser muy curiosa interesante,
-retrata las ideas y costumbres de aquellos tiempos. Reinando en Madrid
-Felipe II, cierto orador dijo en un sermn, en presencia del rey, que
-_los reyes tenan poder absoluto sobre las personas de los vasallos y
-sobre sus bienes_. No era la proposicin para desagradar un monarca,
-dado que el buen predicador le libraba, de un tajo, de todas las
-trabas en el ejercicio de su poder. lo que parece, no estara todo
-el mundo en Espaa tan encorvado bajo la influencia de las doctrinas
-despticas como se ha querido suponer, pues que no falt quien delatase
- la Inquisicin las palabras con que el predicador haba tratado de
-lisonjear la arbitrariedad de los reyes. Por cierto que el orador no
-se haba guarecido bajo un techo dbil; y as es que los lectores
-darn por supuesto que, rozndose la denuncia con el poder de Felipe
-II, tratara la Inquisicin de no hacer de ella ningn mrito. No fu
-as, sin embargo: la Inquisicin instruy su expediente, encontr la
-proposicin contraria las sanas doctrinas, y el pobre predicador,
-que no esperara tal recompensa, ms de varias penitencias que se
-le impusieron, fu condenado retractarse pblicamente, en el mismo
-lugar, con todas las ceremonias del auto jurdico, con la particular
-circunstancia de leer en un papel, conforme se le haba ordenado, las
-siguientes notabilsimas palabras: _Porque, seores, los reyes no
-tienen ms poder sobre sus vasallos, del que les permite el derecho
-divino y humano: y no por su libre y absoluta voluntad_. As lo
-refiere D. Antonio Prez, como se puede ver en el pasaje que se inserta
-por entero en la nota correspondiente este captulo. Sabido es que D.
-Antonio Prez no era apasionado de la Inquisicin.
-
-Este suceso se verific en aquellos tiempos que algunos no nombran
-jams, sin acompaarles el ttulo de _obscurantismo_, de _tirana_, de
-_supersticin_; yo dudo, sin embargo, que en los ms cercanos, y en que
-se dice que comenz lucir para Espaa la aurora de la ilustracin
-y de la libertad, por ejemplo, de Carlos III, se hubiese llevado
- trmino una condenacin pblica, solemne, del despotismo. Esta
-condenacin era tan honrosa al tribunal que la mandaba, como al monarca
-que la consenta.
-
-Por lo que toca la ilustracin, tambin es una calumnia lo que se
-dice, que hubo el plan de establecer y perpetuar la ignorancia. No lo
-indica as, por cierto, la conducta de Felipe II, cuando, ms de
-favorecer la grande empresa de la Poliglota de Amberes, recomendaba
- Arias Montano que las sumas que se fuesen recobrando del impresor
-Platino, quien para dicha empresa haba suministrado el monarca una
-crecida cantidad, se emplease en la compra de libros _exquisitos, as
-de impresos como de mano_, para ponerlos en la librera del monasterio
-del Escorial, que entonces se estaba edificando; habiendo hecho tambin
-el encargo, como dice el rey en la carta Arias Montano, _D. Francs
-de Alaba, su embajador en Francia, que procurase de haber los mejores
-libros que pudiere en aquel reino_.
-
-No, la historia de Espaa, desde el punto de vista de la intolerancia
-religiosa, no es tan negra como se ha querido suponer. los
-extranjeros, cuando nos echan en cara la crueldad, podemos responderles
-que, mientras la Europa estaba regada de sangre por las guerras
-religiosas, en Espaa se conservaba la paz; y por lo que toca al nmero
-de los que perecieron en los patbulos, murieron en el destierro,
-podemos desafiar las dos naciones que se pretenden la cabeza de la
-civilizacin, la Francia y la Inglaterra, que muestren su estadstica
-de aquellos tiempos sobre el mismo asunto, y la comparen con la
-nuestra. Nada tememos de semejante cotejo.
-
- medida que anduvo menguando el peligro de introducirse en Espaa el
-Protestantismo, el rigor de la Inquisicin se disminuy tambin; y,
-adems, podemos observar que suavizaba sus procedimientos, siguiendo
-el espritu de la legislacin criminal en los otros pases de Europa.
-As vemos que los autos de fe van siendo ms raros, segn los tiempos
-van aproximndose los nuestros; de suerte que, fines del siglo
-pasado, slo era la Inquisicin una sombra de lo que haba sido. No es
-necesario insistir sobre un punto que nadie ignora, y en que estn de
-acuerdo hasta los ms acalorados enemigos de dicho tribunal: en esto
-encontramos la prueba ms convincente de que se ha de buscar en las
-ideas y costumbres de la poca lo que se ha pretendido hallar en la
-crueldad, en la malicia, en la ambicin de los hombres. Si llegasen
- surtir efecto las doctrinas de los que abogan por la abolicin de la
-pena de muerte, cuando la posteridad leera las ejecuciones de nuestros
-tiempos, se horrorizara del propio modo que nosotros con respecto
-los anteriores. La horca, el garrote vil, la guillotina, figuraran en
-la misma lnea que los antiguos quemaderos.[10]
-
-
-
-
-NOTAS
-
-
- [1] Pg. 45--Recio se hace de creer el extravo de los
- antiguos sobre el respeto debido al hombre; inconcebible
- parece que llegasen tener en nada la vida del individuo
- que no poda servir en algo la sociedad; y, sin embargo,
- nada hay ms cierto. Lamentable fuera que esta aquella
- ciudad hubiesen dictado una ley brbara, , por una otra
- causa, llegase introducirse en ellas una costumbre atroz;
- no obstante, mientras la filosofa hubiese protestado contra
- tamaos atentados, la razn humana se habra conservado sin
- mancilla, y no se la pudiera achacar con justicia que tomase
- parte en las nefandas obras del aborto y del infanticidio.
- Pero cuando encontramos defendido y enseado el crimen por
- los filsofos ms graves de la antigedad, cuando le vemos
- triunfante en el pensamiento de sus hombres ms ilustres,
- cuando los omos prescribiendo esas atrocidades con una calma
- y serenidad espantosa, el espritu desfallece, la sangre se
- hiela en el corazn; quisiera uno taparse los ojos para no
- ver humillada tanta ignominia, tanto embrutecimiento,
- la filosofa, la razn humana. Oigamos Platn en su
- _Repblica_, en aquel libro donde se propona reunir las
- teoras que eran en su juicio las ms brillantes, y al propio
- tiempo las ms conducentes para el bello ideal de la sociedad
- humana. Menester es, dice uno de los interlocutores del
- dilogo, menester es, segn nuestros principios, procurar que
- entre los hombres y las mujeres de mejor raza, sean frecuentes
- las relaciones de los sexos; y al contrario, muy raras entre
- los de menos valer. Adems, es necesario criar los hijos de
- los primeros, _ms no de los segundos_, si se quiere tener un
- rebao escogido. En fin, es necesario que slo los magistrados
- tengan noticia de estas medidas, para evitar en cuanto sea
- posible la discordia en el rebao. _Muy bien_, responde
- otro de los interlocutores. (Platn, _Repb._, L. 5.)
-
- He aqu reducida la especie humana la simple condicin de
- los brutos; el filsofo hace muy bien en valerse de la palabra
- _rebao_, bien que hay la diferencia de que los magistrados
- imbudos en semejantes doctrinas, deban resultar ms duros
- con sus sbditos que no lo fuera un pastor con su ganado. No,
- el pastor que entre los corderillos recin nacidos encuentra
- alguno dbil y estropeado, no le mata, no le deja perecer de
- hambre; le lleva en brazos junto la oveja, que le sustentar
- con su leche, y le acaricia blandamente para acallar sus
- tiernos balidos.
-
- Pero sern quizs las expresiones citadas, una palabra
- escapada al filsofo en un momento de distraccin? El
- pensamiento que revelan, no podr mirarse como una de
- aquellas inspiraciones siniestras, que se deslizan un
- instante en el espritu del hombre, pasando sin dejar rastro,
- como serpea rpido un pavoroso reptil por la amenidad de
- una pradera? As lo deseramos para la gloria de Platn;
- pero, desgraciadamente, l propio nos quita todo medio de
- vindicarle, pues que insiste sobre lo mismo tantas veces, y
- con tan sistemtica frialdad. En cuanto los hijos, repite
- ms abajo, de los ciudadanos de inferior calidad, y aun por
- lo tocante los de los otros, si hubiesen nacido deformes,
- los magistrados los _ocultarn_ como conviene, en algn
- lugar secreto, que _ser prohibido revelar_. Y uno de los
- interlocutores responde: S, s, queremos conservar en su
- pureza la raza de los guerreros.
-
- La voz de la naturaleza protestaba en el corazn del filsofo
- contra su horrible doctrina; presentbanse su imaginacin
- las madres reclamando sus hijos recin nacidos, y por esto
- encarga el secreto, prescribe que slo los magistrados tengan
- noticia del lugar fatal, para evitar la discordia en la
- ciudad. As los convierte en asesinos alevosos, que matan, y
- ocultan desde luego su vctima bajo las entraas de la tierra.
-
- Contina Platn prescribiendo varias reglas en orden las
- relaciones de los sexos, y, hablando del caso en que el hombre
- y la mujer han llegado una edad algo avanzada, nos ofrece el
- siguiente escandaloso pasaje Cuando uno y otro sexo, dice el
- filsofo, hayan pasado de la edad de tener hijos, dejaremos
- los hombres la libertad de continuar con las mujeres las
- relaciones que quieran, exceptuando sus hijas, madres,
- nietas y abuelas; y las mujeres les dejaremos la misma
- libertad con respecto los hombres y, les recomendaremos muy
- particularmente que tomen todas las precauciones para que no
- nazca de tal comercio ningn fruto; y que si pesar de sus
- precauciones nace alguno, que lo expongan: pues que el Estado
- no se encarga de mantenerle. Platn estaba, lo que parece,
- muy satisfecho de su doctrina, pues que en el mismo libro
- donde escriba lo que acabamos de ver, dice aquella sentencia
- que se ha hecho tan famosa: que los males de los Estados no
- se remediarn jams, ni sern bien gobernadas las sociedades
- hasta que los filsofos lleguen ser reyes, los reyes se
- hagan filsofos. Dios nos preserve de ver sobre el trono una
- filosofa como la suya; por lo dems, su deseo del _reino
- de la filosofa_ se ha realizado en los tiempos modernos; y
- ms que el reino todava, la divinizacin, hasta llegar
- tributarle en un templo pblico los homenajes de la divinidad.
- No creo, sin embargo, que sean muchos los que echen de menos
- los aciagos das del _Culto de la Razn_.
-
- La horrible enseanza que acabamos de leer en Platn, se
- transmita fielmente las escuelas venideras. Aristteles,
- que en tantos puntos se tom la libertad de apartarse de
- las doctrinas de su maestro, no pens en corregirlas por lo
- tocante al aborto y al infanticidio. En su _Poltica_ ensea
- los mismos crmenes, y con la misma serenidad que Platn.
- Para evitar, dice, que se alimenten las criaturas dbiles
- mancas, la ley ha de prescribir que se las exponga, _ se las
- quite de en medio_. En el caso que esto se hallare prohibido
- por las leyes y costumbres de algunos pueblos, entonces es
- necesario sealar punto fijo el nmero de los hijos que se
- puedan procrear; y, si aconteciere que algunos tuvieren ms
- del nmero prescrito, se ha de procurar el aborto antes que
- el feto haya adquirido los sentidos y la vida. (Aristt.,
- _Polt._, L. 7, c. 16.)
-
- Vase, pues, con cunta razn he dicho que entre los antiguos,
- el hombre, como hombre, no era tenido en nada; que la sociedad
- le absorba todo entero, que se arrogaba sobre l derechos
- injustos, que le miraba como un instrumento de que se vala si
- era til, y que, en no sindolo, se consideraba facultada para
- quebrantarle.
-
- En los escritos de los antiguos filsofos se nota que hacen
- de la sociedad una especie de todo, al cual pertenecen los
- individuos, como una masa de hierro los tomos que la
- componen. No puede negarse que la unidad es un gran bien de
- las sociedades, y que hasta cierto punto es una verdadera
- necesidad; pero esos filsofos se imaginan cierta unidad la
- que debe todo sacrificarse, sin consideraciones de ninguna
- clase la esfera individual, sin atender que el objeto de
- la sociedad es el bien y la dicha de las familias y de los
- individuos que la componen. Esta unidad es el bien principal,
- segn ellos; nada puede comparrsele; y la ruptura de ella es
- el mal mayor que pueda acontecer, y que conviene evitar por
- todos los medios imaginables. El mayor mal de un Estado, dice
- Platn, no es lo que le divide, y de _uno hace muchos_? Y su
- mayor bien, no es lo que liga todas partes, y le hace _uno_?
- Apoyado en este principio, contina desenvolviendo su teora,
- y, tomando las familias y los individuos, los amasa, por
- decirlo as, para que den un todo compacto, _uno_. Por esto,
- mas de la comunidad de educacin y de vida, quiere tambin
- la de mujeres y de hijos: considera como un mal el que haya
- goces ni sufrimientos personales; todo lo exige comn, social.
- No permite que los individuos vivan, ni piensen, ni sientan,
- ni obren, sino como partes del gran todo. Lase con reflexin
- su _Repblica_, y en particular el libro V, y se echar de ver
- que ste es el pensamiento dominante en el sistema de aquel
- filsofo.
-
- Oigamos sobre lo mismo Aristteles. Cuando el fin de
- la sociedad es _uno_, claro es que la educacin de todos
- sus miembros debe ser necesariamente _una, y la misma_. La
- educacin debera ser pblica, no privada; como acontece
- ahora, que cada cual cuida de sus hijos, y les ensea lo
- que ms le agrada. Cada ciudadano es una _partcula_ de la
- sociedad, y el cuidado de una partcula debe naturalmente
- enderezarse lo que demanda el todo. (Arist., _Polt._, L.
- 8, c. 1.)
-
- Para darnos comprender cmo entiende esta educacin comn,
- concluye haciendo honorfica mencin de la que se daba en
- Lacedemonia, que, como es bien sabido, consista en ahogar
- todos los sentimientos, excepto el de un patriotismo feroz,
- cuyos rasgos todava nos estremecen.
-
- No: en nuestras ideas y costumbres no cabe el considerar de
- esta suerte la sociedad. Los individuos estn ligados ella,
- forman parte de ella, pero sin que pierdan su esfera propia,
- ni la esfera de sus familias; y disfrutan de un vasto campo
- donde pueden ejercer su accin, sin que se encuentren con el
- coloso de la sociedad. El patriotismo existe an; pero no es
- una pasin ciega, instintiva, que lleva al sacrificio como una
- vctima con los ojos vendados; sino un sentimiento racional,
- noble, elevado, que forma hroes como los de Lepanto y Bailn,
- que convierte en leones ciudadanos pacficos, como en Gerona y
- Zaragoza, que levanta cual chispa elctrica un pueblo entero,
- y desprevenido inerme le hace buscar la muerte en las bocas
- de fuego de un ejrcito numeroso y aguerrido, como Madrid en
- pos del sublime _Muramos!..._ de Daoiz y de Velarde.
-
- He insinuado tambin en el texto que entre los antiguos se
- crea con derecho la sociedad para entrometerse en todos los
- negocios del individuo; y aun puede aadirse que las cosas
- se llevaban hasta un extremo que rayaba en ridculo. Quin
- dijera que la ley haba de entrometerse en los alimentos que
- hubiese de tomar una mujer en cinta, ni en prescribirle el
- ejercicio que le convena hacer? Conviene, dice gravemente
- Aristteles, que las mujeres embarazadas cuiden bien de
- su cuerpo, y que no sean desidiosas en demasa, ni tomen
- alimentos sobrado tenues y sutiles. Y esto _lo conseguir
- fcilmente el legislador, ordenndoles y mandndoles_
- que hagan todos los das un paseo para honrar y venerar
- aquellos dioses quienes les cupo en suerte el presidir la
- generacin. (_Polt._, L. 7, c. 16.)
-
- La accin de la ley se extenda todo; y en algunas partes
- no poda escaparse de su severidad ni el mismo llanto de los
- nios. No hacen bien, dice Aristteles, los que por _medio
- de las leyes prohiben los nios el gritar y llorar_: los
- gritos y el llanto les sirven los nios de ejercicio, y
- contribuyen que crezcan. Esfuerzo natural que desahoga,
- y comunica vigor los que se encuentran en angustia.
- (_Polt._, Lib. 7, cap. 17.)
-
- Estas doctrinas de los antiguos, ese modo de considerar las
- relaciones del individuo con la sociedad, explican muy bien
- por qu se miraban entre ellos como cosa muy natural las
- castas y la esclavitud. Qu extraeza nos ha de causar el
- ver razas enteras privadas de la libertad, tenidas por
- incapaces de alternar con otras pretendidas superiores, cuando
- vemos condenadas la muerte generaciones de inocentes, sin
- que los concienzudos filsofos dejen traslucir siquiera el
- menor escrpulo sobre la legitimidad de un acto tan inhumano?
- Y no es esto decir que ellos, su modo, no buscasen tambin
- la dicha como fin de la sociedad, sino que tenan ideas
- monstruosas sobre los medios de alcanzarla.
-
- Entre nosotros es tenida tambin en mucho la conservacin
- de la unidad social; tambin consideramos al individuo como
- parte de la sociedad, y que en ciertos casos debe sacrificarse
- al bien pblico; pero miramos al mismo tiempo como sagrada
- su vida, por intil, por miserable, por dbil que l sea;
- y contamos entre los homicidios el matar un nio que acaba
- de ver la luz, que no la ha visto an, del mismo modo que
- el asesinato de un hombre en la flor de sus aos. Adems,
- consideramos que los individuos y las familias tienen derechos
- que la sociedad debe respetar, secretos en que sta no se
- puede entrometer; y cuando se les exigen sacrificios costosos,
- sabemos que han de ser previamente justificados por una
- verdadera necesidad. Sobre todo, pensamos que la justicia,
- la moral, deben reinar en las obras de la sociedad como en
- las del individuo; y as como rechazamos con respecto ste
- el principio de la _utilidad privada_, as no le admitimos
- tampoco con relacin aqulla. La mxima de que _la salud
- del pueblo es la suprema ley_, no la consentimos sino con las
- debidas restricciones y condiciones; sin que por esto sufran
- perjuicio los verdaderos intereses de la sociedad. Cuando
- estos intereses son bien entendidos, no estn en pugna con la
- sana moral; y, si pasajeras circunstancias crean veces esa
- pugna, no es ms que aparente; porque, reducida como est
- pocos momentos, y limitada pequeo crculo, no impide que
- al fin resulten en harmona, y no se compense con usura el
- sacrificio que se haga de la utilidad, en las aras de los
- eternos principios de la moral.
-
- [2] Pg. 66.--El lector me dispensar fcilmente de entrar en
- pormenores sobre la situacin abyecta y vergonzosa de la mujer
- entre los antiguos, y aun entre los modernos, all donde no
- reina el Cristianismo; pues que las severas leyes del pudor
- salen cada paso detener la pluma, cuando quiere presentar
- algunos rasgos caractersticos. Basta decir que el trastorno
- de las ideas era tan extraordinario, que aun los hombres ms
- sealados por su gravedad y mesura deliraban sobre este punto
- de una manera increble. Dejemos aparte cien y cien ejemplos
- que se podran recordar; pero quin ignora el escandaloso
- parecer del sabio Soln sobre prestar las mujeres para mejorar
- la raza? Quin no se ha ruborizado al leer lo que dice el
- _divino_ Platn, en su _Repblica_, sobre la conveniencia y el
- modo de tomar parte las mujeres en los juegos pblicos? Pero
- echemos un velo sobre estos recuerdos tan vergonzosos la
- sabidura humana, que as desconoca los primeros elementos de
- la moral y las ms sentidas inspiraciones de la naturaleza.
- Cuando as pensaban los primeros legisladores y sabios, qu
- haba de suceder entre el vulgo? Cunta verdad hay en las
- palabras del sagrado texto que nos presentan los pueblos
- fallos de la luz divina del Cristianismo como _sentados en las
- tinieblas y sombras de la muerte_!
-
- Lo ms temible para la mujer, como lo ms propio para
- conducirla la degradacin, es lo que mancilla el pudor;
- sin embargo, puede contribuir tambin este envilecimiento
- la ilimitada potestad otorgada sobre ella al varn. En
- este particular se hallaba en posicin tan dolorosa, que
- su suerte vena ser en muchas partes la de una verdadera
- esclava. Pasemos por alto las costumbres de otros pueblos, y
- detengmonos un instante en los romanos, donde la frmula _ubi
- tu Caius, ego Caia_, parece indicar una sujecin tan ligera,
- que se aproxima la igualdad. Para apreciar debidamente lo
- que vala esta igualdad, basta recordar que un marido romano
- se crea facultado hasta para dar la muerte su mujer, y
- esto no precisamente en caso de adulterio, sino por faltas
- mucho menos graves. En tiempo de Rmulo fu absuelto de este
- atentado Egnacio Mecenio, quien no haba tenido otro motivo
- para cometerle, que el haber cado su mujer en la flaqueza de
- probar el vino de la bodega. Estos rasgos pintan un pueblo;
- y aun cuando concedamos toda la importancia que se quiera al
- cuidado de los romanos para que sus matronas no se diesen
- al vino, no sale muy bien parada de semejantes costumbres
- la dignidad de la mujer. Cuando Catn prescriba entre los
- parientes la afectuosa demostracin de darse un sculo, con la
- mira, segn refiere Plinio, de saber si las mujeres sentan
- vino, _an temetum olerent_, haca por cierto ostentacin
- de su severidad y de su celo, pero ultrajaba villanamente
- la reputacin de las mismas mujeres cuya virtud se propona
- conservar. Hay remedios peores que el mal.
-
- Por lo tocante al mrito de la indisolubilidad del matrimonio,
- establecida y conservada por el Catolicismo, fcil me fuera
- corroborar de mil maneras lo que llevo dicho en el texto.
- Me contentar, sin embargo, en obsequio de la brevedad, con
- insertar un muy notable pasaje de Madama de Stal, que muestra
- cun funestas han sido la moral pblica las doctrinas
- protestantes. Este testimonio es mucho ms decisivo, no slo
- por ser de una escritora protestante, sino tambin porque
- versa sobre las costumbres de un pas que ella tanto estimaba
- y admiraba. El amor es una religin de Alemania, pero una
- religin potica que tolera con demasiada facilidad todo lo
- que la sensibilidad puede excusar. No puede negarse que en
- las provincias protestantes la _facilidad del divorcio ataca
- la santidad del matrimonio_. Cmbiase tan tranquilamente de
- esposos, como si no se tratase de otra cosa que de arreglar
- los incidentes de un drama: el buen natural de los hombres y
- de las mujeres hace que estas fciles separaciones se lleven
- cabo sin amargura; y como en los alemanes hay ms imaginacin
- que verdadera pasin, los acontecimientos ms extraos se
- realizan entre ellos con la mayor tranquilidad del mundo.
- Sin embargo, esto hace perder _toda la consistencia las
- costumbres_ y al carcter; el espritu de paradoja conmueve
- las instituciones ms sagradas, y no se tienen en ninguna
- materia reglas bastante fijas. (_De la Alemania_, por Madama
- Stal, primera parte, cap. 3.)
-
- Echase, pues, de ver que el Protestantismo, atacando la
- santidad del matrimonio, abri una llaga profunda las
- costumbres. Ya llevo indicado que el mal no fu tan grave como
- era de temer, causa de que el buen sentido de los pueblos
- europeos, formado bajo la enseanza del Catolicismo, no les
- permiti abandonarse sin mesura las funestas doctrinas de
- la pretendida Reforma. Con mucho gusto he consignado este
- hecho, pero es necesario, por otra parte, no olvidar las
- notables confesiones de la clebre escritora: _la santidad
- del matrimonio atacada por el divorcio, el fcil y tranquilo
- cambio de esposos, la prdida de la consistencia de las
- costumbres y carcter, el desmoronamiento de las instituciones
- ms sagradas, la falta de reglas fijas en todas materias_. Si
- esto dicen los mismos protestantes, difcil ser que los
- catlicos se nos pueda tachar de exageracin, cuando pintamos
- los males acarreados por la Reforma.
-
- [3] Pg. 90--La filosofa anticristiana ha debido de tener
- considerable influencia en ese prurito de encontrar en los
- brbaros el origen del ennoblecimiento de la mujer europea, y
- otros principios civilizacin. En efecto, una vez encontrado
- en los bosques de Germania el manantial de tan hermosos
- distintivos, despojbase al Cristianismo de una porcin de sus
- ttulos, y se reparta entre muchos la gloria que es suya,
- exclusivamente suya. No negar que los germanos de Tcito son
- algo poticos, pero los germanos verdaderos no es creble
- que lo fueran mucho. Algunos pasajes citados en el texto
- robustecen sobremanera esta conjetura; pero yo no encuentro
- medio ms propsito para disipar todas las ilusiones, que
- el leer la historia de la irrupcin de los brbaros, sobre
- todo en los testigos oculares. El cuadro, lejos de resultar
- potico, se hace en extremo repugnante. Aquella interminable
- serie de pueblos desfilan, los ojos del lector, como una
- visin espantosa en un sueo angustioso; y por cierto que la
- primera idea que se ofrece al contemplar aquel cuadro, no
- es buscar en las hordas invasoras el origen de ninguna de
- las calidades de la civilizacin moderna, sino la terrible
- dificultad de explicar cmo pudo desembrollarse aquel caos,
- ni cmo fu dado atinar en los medios de hacer que surgiera
- de en medio de tanta brutalidad, la civilizacin ms hermosa
- y brillante que se vi jams sobre la tierra. Tcito parece
- entusiasta, pero Sidonio, que no escriba larga distancia de
- los brbaros, que los vea, que los sufra, no participaba
- buen seguro de semejante entusiasmo. Me encuentro, deca, en
- medio de los pueblos de la larga cabellera, precisado oir el
- lenguaje del germano, y aplaudir, mal que me pese, el encanto
- del borgon borracho, y con los cabellos engrasados de
- manteca cida. _Felices vuestros ojos que no los ven; felices
- vuestros odos que no los oyen!_ Si el espacio lo permitiese,
- sera fcil amontonar mil y mil textos, que nos mostraran
- hasta la evidencia lo que eran los brbaros y lo que de ellos
- poda esperarse en todos sentidos. Lo que resulta ms en
- claro que la luz del da, es el designio de la Providencia de
- servirse de aquellos pueblos para destruir el imperio romano y
- cambiar la faz del mundo. Al parecer, tenan los invasores un
- sentimiento de su terrible misin. Marchan, avanzan, ni ellos
- mismos saben dnde van; pero no ignoran que van destruir.
- Atila se haca llamar el _azote de Dios_, funcin tremenda
- que el mismo brbaro expres por estas otras palabras: _La
- estrella cae, la tierra tiembla; yo soy el martillo del
- orbe._ _Donde mi caballo pasa, la hierba no crece jams._
- Alarico, marchando hacia la capital del mundo, deca: _No
- puedo detenerme: hay alguien que me impele, que me empuja
- saquear Roma._ Genserico hace preparar una expedicin
- naval, sus hordas estn bordo, el mismo se embarca tambin,
- nadie sabe el punto dnde se dirigirn las velas; el piloto
- se acerca al brbaro, y le dice: Seor, _ qu pueblos
- queris llevar la guerra?_ _A los que han provocado la clera
- de Dios_, responde Genserico.
-
- Si en aquella catstrofe no se hubiese hallado el Cristianismo
- en Europa, la civilizacin estaba perdida, anonadada, quizs
- para siempre. Pero, una religin de luz y de amor deba
- triunfar de la ignorancia y de la violencia. Durante las
- calamidades de la irrupcin, evit ya muchos desastres, merced
- al ascendiente que comenzara ejercer sobre los brbaros,
- y pasado lo ms crtico de la refriega, tan luego como los
- conquistadores tomaron algn asiento, despleg un sistema de
- accin tan vasto, tan eficaz, tan decisivo, que los vencedores
- se encontraron vencidos, no por la fuerza de las armas, sino
- de la caridad. No estaba en manos de la Iglesia el prevenir
- la irrupcin; Dios lo haba decretado as, y el decreto deba
- cumplirse; as el piadoso monje que sali al encuentro de
- Alarico al dirigirse sobre Roma, no pudo detenerle en su
- marcha porque el brbaro responde que no puede pararse, que
- hay quien le empuja y que avanza contra su propia voluntad.
- Pero la Iglesia aguardaba los brbaros despus de la
- conquista; ella saba que la Providencia no abandonara su
- obra, que la esperanza de los pueblos en el porvenir estaba
- en manos de la Esposa de Jesucristo; as Alarico marcha
- sobre Roma, la saquea, la asuela; pero, al encontrarse con
- la religin, se detiene, se ablanda, y seala, como lugares
- de asilo, las iglesias de San Pedro y de San Pablo. Hecho
- notable, que simboliza bellamente la religin cristiana,
- preservando de su total ruina el universo.
-
- [4] Pg. 108.--El alto beneficio dispensado las sociedades
- modernas con la formacin de una recta conciencia pblica,
- podrase encarecer sobremanera comparando nuestras ideas
- morales con las de todos los dems pueblos antiguos y
- modernos; de donde resultara demostrado cun lastimosamente
- se corrompen los buenos principios cuando quedan encomendados
- la razn del hombre; sin embargo, me contentar con decir
- dos palabras sobre los antiguos, para que se vea con cunta
- verdad llevo asentado que nuestras costumbres, corrompidas
- como se hallan, les hubieran parecido los gentiles un modelo
- de moralidad y decoro. Los templos consagrados Venus, en
- Babilonia y Corinto, recuerdan abominaciones que hasta se nos
- hacen incomprensibles. La pasin divinizada exiga sacrificios
- dignos de ella: una divinidad sin pudor le corresponda
- el sacrificio del pudor; y el santo nombre de templo se
- aplicaba unas casas de la ms desenfrenada licencia; ni un
- velo siquiera para los mayores desrdenes. Conocida es la
- manera con que las doncellas de Chipre ganaban el dote para
- el matrimonio; y nadie ignora los misterios de Adonis, de
- Prapo, y otras inmundas divinidades. Hay vicios que, entre
- los modernos, carecen, en cierto modo, de nombre; y que, si le
- tienen, anda acompaado del recuerdo de un horroroso castigo
- sobre ciudades culpables. Leed los escritores antiguos que nos
- pintan las costumbres de sus tiempos; el libro se cae de las
- manos. Materia es sta en que se hace necesario contentarse
- con indicaciones, que despierten en los lectores la memoria
- de lo que les habr ofendido una y mil veces, al recorrer
- la historia y ocuparse en la literatura de la antigedad
- pagana. El autor se ve precisado contentarse con recuerdos,
- abstenindose de pintar.
-
- [5] Pg. 122.--Como es tan comn en la actualidad el ponderar
- la fuerza de las ideas, exagerado quizs juzgarn algunos lo
- que acabo de decir sobre su flaqueza, no slo para influir
- sobre la sociedad, sino tambin para conservarse, siempre que,
- permaneciendo en su regin propia, no alcanzan realizarse
- en instituciones que sean como su rgano, y que, adems, les
- sirvan de resguardo y defensa. Lejos estoy, y as lo he dicho
- claramente en el texto, de negar ni poner en duda lo que se
- llama la fuerza de las ideas; slo me propongo manifestar que
- ellas por s solas pueden poco, y que la ciencia, propiamente
- dicha, es ms pequea cosa de lo que generalmente se cree, en
- todo lo concerniente la organizacin de la sociedad. Tiene
- esta doctrina un ntimo enlace con el sistema seguido por la
- Iglesia catlica, la cual, si bien ha procurado siempre el
- desarrollo del espritu humano por medio de la propagacin
- de las ciencias, no obstante, ha sealado stas un lugar
- secundario en el arreglo de la sociedad. Nunca la religin
- ha estado reida con la verdadera ciencia, pero jams ha
- dejado de manifestar cierta desconfianza en todo lo que era
- exclusivo producto del pensamiento del hombre; y ntese bien
- que sta es una de las capitales diferencias entre la religin
- y la filosofa del siglo pasado, , mejor diremos, ste era
- el motivo de su fuerte antipata. La primera no condenaba
- la ciencia, antes la amaba, la protega, la fomentaba; pero
- le sealaba, al propio tiempo, sus lmites, le adverta que
- en ciertos puntos era ciega, le anunciaba que en ciertas
- obras sera impotente, y en otras destructora y funesta. La
- segunda proclamaba en alta voz la soberana de la ciencia, la
- declaraba omnipotente, la divinizaba, atribuyndole fuerza
- y bro para cambiar la faz del mundo, y bastante previsin
- y acierto para verificar ese cambio en pro de la humanidad.
- Ese orgullo de la ciencia, esa divinizacin del pensamiento
- es, si bien se mira, el fondo de la doctrina protestante.
- Fuera toda autoridad, la razn es el nico juez competente,
- el entendimiento recibe directa inmediatamente de Dios toda
- la luz que necesita: he aqu las doctrinas fundamentales del
- Protestantismo, es decir, el orgullo del entendimiento.
-
- Si bien se observa, el mismo triunfo de las revoluciones en
- nada ha desmentido las cuerdas previsiones de la religin,
- y la ciencia, propiamente dicha, tan lejos se halla de
- haber en esta parte ganado crdito, que, antes bien, lo ha
- perdido completamente. En efecto: nada queda de la ciencia
- revolucionaria; lo que resta son los efectos de la revolucin;
- los intereses por ella creados, las instituciones que han
- brotado de esos mismos intereses, y que, desde luego, han
- buscado en la regin misma de la ciencia otros principios
- en que apoyarse, muy distintos de los que antes se haban
- proclamado.
-
- Tanta verdad es lo que llevo asentado, de que toda idea
- necesita realizarse en una institucin, que las revoluciones
- mismas, guiadas por el instinto que las conduce conservar
- ms menos enteros los principios que las producen, tienden,
- desde luego, crear esas instituciones donde se puedan
- perpetuar las doctrinas revolucionarias, donde puedan tener
- como un sucesor y representante, despus que ellas hayan
- desaparecido de las escuelas. Esta indicacin podra dar lugar
- extensas consideraciones sobre el origen y el estado actual
- de algunas formas de gobierno en distintos pueblos de Europa.
-
- Hablando de la rapidez con que se suceden unas otras las
- teoras cientficas, y de la inmensa amplitud que ha tomado
- con la prensa el campo de la discusin, he observado que
- no era esto una seal infalible de adelanto cientfico, ni
- menos una prenda de fecundidad del pensamiento para realizar
- grandes obras en el orden material, ni en el social. He dicho
- que los grandes pensamientos nacen ms bien de la _intuicin_
- que del _discurso_, y al efecto he recordado hechos y
- personajes histricos que dejan esta verdad fuera de duda. La
- ideologa pudiera suministrarnos abundantes pruebas, si para
- probar la esterilidad de la ciencia fuese necesario acudir
- la misma ciencia. Pero el simple buen sentido, amaestrado
- por lo que est enseando cada paso la experiencia, basta
- para convencer de que los hombres ms sabios en el libro,
- son no pocas veces, no slo medianos, sino hasta ineptos en
- el mundo. Por lo tocante lo que he insinuado con respecto
- la _intuicin_ y al _discurso_, lo someto al juicio de los
- hombres que se han dedicado al estudio del entendimiento
- humano: estoy seguro de que su opinin no se diferenciar de
- la ma.
-
- [6] Pg. 130.--He atribudo al Cristianismo la suavidad de
- costumbres de que disfruta la Europa; y como, pesar de
- haber decado en el ltimo siglo las creencias religiosas,
- ha durado, sin embargo, esta misma suavidad, y se ha elevado
- todava ms alto punto, es menester hacerse cargo de ese
- contraste, que primera vista parece destruir lo que llevo
- establecido. Es necesario no olvidar la diferencia indicada
- ya en el texto, entre costumbres muelles y costumbres
- suaves: lo primero es un defecto; lo segundo, una calidad
- preciosa: lo primero dimana del enervamiento del nimo, del
- enflaquecimiento del cuerpo, y del amor de los placeres; lo
- segundo trae su origen de la preponderancia de la razn,
- del predominio del espritu sobre el cuerpo, del triunfo de
- la justicia sobre la fuerza, y del derecho sobre el hecho.
- En las costumbres actuales hay una buena parte de verdadera
- suavidad, pero no es poco lo que tiene de molicie: y esto
- ltimo no lo han tomado, por cierto, de la religin, sino de
- la incredulidad, que, no extendiendo sus ojos ms all de
- esta vida, hace olvidar los altos destinos del espritu, y
- hasta su misma existencia, entroniza el egosmo, despierta
- y aviva de continuo la sed de los placeres y hace al hombre
- esclavo de sus pasiones. Pero, en lo que nuestras costumbres
- tienen de suave, se conoce la primera ojeada que lo deben
- al Cristianismo; pues que todas las ideas y sentimientos en
- que se funda dicha suavidad llevan el sello cristiano. La
- dignidad del hombre, sus derechos, la obligacin de tratarle
- con el debido miramiento, de dirigirse antes su espritu
- por medio de la razn, que su cuerpo por la violencia, la
- necesidad de mantenerse cada cual en la lnea de sus deberes,
- respetando las propiedades y personas de los dems, todo este
- conjunto de principios de donde nace la verdadera suavidad de
- costumbres, es debido en Europa la influencia cristiana,
- que, luchando largos siglos con la barbarie y la ferocidad
- de los pueblos invasores, logr destruir el sistema de
- violencia que stos haban generalizado. Como la filosofa ha
- tenido cuidado de cambiar los antiguos nombres, consagrados
- por la religin y autorizados con el uso de muchos siglos,
- acontece que hay ciertas ideas que, aun cuando sean hijas
- del Cristianismo, sin embargo, apenas se las reconoce como
- tales, causa de que andan disfrazadas con traje mundano.
- Quin ignora que el mutuo amor de los hombres, la fraternidad
- universal, son ideas enteramente debidas al Cristianismo?
- Quin no sabe que la antigedad pagana no las conoca, ni
- las columbraba siquiera? No obstante, este mismo afecto, que
- antes se apellidaba _caridad_, porque sta era la virtud de
- que deba proceder, ahora se cubre siempre con otros nombres y
- como que se avergenza de presentarse en pblico con ninguna
- apariencia religiosa. Pasado el vrtigo de atacar la religin
- cristiana, se confiesa abiertamente que ella es debido el
- principio de la fraternidad universal; pero el lenguaje ha
- quedado infecto de la filosofa volteriana, aun despus del
- descrdito en que sta ha cado. De aqu resulta que muchas
- veces no apreciamos debidamente la influencia cristiana en la
- sociedad que nos rodea, y que atribumos otras ideas y
- otras causas fenmenos cuyo origen se encuentra evidentemente
- en la religin. La sociedad actual, por ms indiferente que
- sea, tiene de la religin ms de lo que comunmente pensamos:
- se parece aquellos hombres que han salido de una familia
- ilustre, donde los buenos principios y una educacin esmerada
- se transmiten como un patrimonio de generacin en generacin:
- aun en medio de sus desrdenes, de sus crmenes, y hasta de
- su envilecimiento, conservan en su porte y modales, algunos
- rasgos que manifiestan su hidalga cuna.
-
- [7] Pg. 148.--He citado algunas disposiciones conciliares que
- bastan dar una idea del sistema observado por la Iglesia
- con la idea de reformar y suavizar las costumbres. Tanto en
- este volumen como en el anterior, ya se ha podido notar cun
- inclinado me hallo recordar esta clase de monumentos; y
- advertir aqu que esto me inducen dos motivos: primero,
- tratando de comparar el Protestantismo con el Catolicismo,
- creo que el mejor medio de retratar el verdadero espritu
- de ste y de sealar su influjo en la civilizacin europea,
- es presentarle obrando; y esto se logra aduciendo las
- providencias que los Papas y los concilios iban tomando,
- segn lo exigan las circunstancias; segundo, atendido el
- curso que los estudios histricos van siguiendo en Europa,
- generalizndose cada da ms el gusto de apelar, no las
- historias, sino los monumentos histricos, conviene tener
- presente que la coleccin de concilios es de la mayor
- importancia, no slo en el orden religioso y eclesistico,
- sino tambin en el social y poltico; por manera que la
- historia de Europa se trunca monstruosamente, , por mejor
- decir, se destruye del todo, si se prescinde de lo que arrojan
- las colecciones de los concilios. Por esta causa es muy til,
- y en no pocas materias hasta necesario, el revolver dichas
- colecciones, por ms que de esto retraigan su desmesurado
- volumen y el fastidio que veces se engendra en el nimo,
- al encontrarse con cien y cien cosas que para nuestros
- tiempos carecen de inters. Las ciencias, sobre todo las
- que tienen por objeto la sociedad, no conducen resultados
- satisfactorios sino despus de penosos trabajos; lo til se
- encuentra menudo mezclado y confundido con lo intil; y
- la ms rica preciosidad se descubre veces al lado de un
- objeto repugnante; pero, en la naturaleza, se encuentra, por
- ventura, el oro, sin haber revuelto informes masas de tierra?
-
- Los que se han empeado en encontrar entre los brbaros
- del Norte el germen de algunas preciosas calidades de la
- civilizacin europea, sin duda que debieran haberles atribudo
- tambin la suavidad de costumbres modernas, dado que, en
- apoyo de esa paradoja, podan echar mano de un hecho, por
- cierto algo ms especioso del que les ha servido para hacer
- honor los germanos del realce de la mujer en Europa. Hablo
- de la conocida costumbre de abstenerse, en cuanto les era
- posible, de la aplicacin de penas corporales, castigando con
- simples multas los delitos ms graves. Nada ms propsito
- para inducir creer que aquellos pueblos tenan una feliz
- disposicin la suavidad de costumbres, supuesto que aun
- en su barbarie empleaban tan templadamente el derecho de
- castigar, excediendo las naciones ms civilizadas y cultas.
- Mirada la cosa desde este punto de vista, ms bien parece que,
- con la influencia cristiana sobre los brbaros, las costumbres
- se endurecieron que no se suavizaron; pues que la aplicacin
- de penas corporales se hizo general, y no se escase la de
- muerte.
-
- Pero, fijando atentamente la consideracin en esta
- particularidad del cdigo criminal de los brbaros,
- echaremos de ver que, tan lejos est de revelar adelanto en
- la civilizacin ni suavidad de costumbres, que antes bien
- es la ms evidente prueba de su atraso, y el ms vehemente
- indicio de la dureza y ferocidad que entre ellos reinaban.
- En primer lugar, por lo mismo que entre los brbaros se
- castigaban los delitos por medio de multas, , como se deca,
- por composicin, se conoce que la ley atenda ms bien
- la _reparacin de un dao_ que al _castigo de un crimen_:
- circunstancia que muestra de lleno cun en poco era tenida
- la moralidad de la accin, pues que no tanto se atenda lo
- que ella era en s, como al dao que produca. Esto no era
- un elemento de civilizacin, sino de barbarie; porque tenda
- nada menos que desterrar del mundo la moralidad. La Iglesia
- combati este principio, tan funesto en el orden pblico como
- en el privado, introduciendo en la legislacin criminal un
- nuevo orden de ideas que cambi completamente su espritu.
- En esta parte M. Guizot ha hecho la Iglesia catlica la
- debida justicia; complzcome en reconocerlo y en consignarlo
- aqu, transcribiendo sus propias palabras. Despus de haber
- hecho notar la diferencia que mediaba entre las leyes de
- los visigodos, salidas en buena parte de los concilios de
- Toledo, y las otras leyes brbaras, y de haber observado la
- inmensa superioridad de las ideas de la Iglesia en materia
- de legislacin, de justicia, y de todo lo concerniente la
- investigacin de la verdad y al destino de los hombres, dice:
- En materia criminal, la relacin de las penas con los delitos
- est determinada (en las leyes de los visigodos) por nociones
- filosficas y bastante justas; descbrense los esfuerzos de
- un legislador ilustrado que lucha contra la violencia y la
- irreflexin de las costumbres brbaras: hallaremos de esto
- un ejemplo muy notable comparando el ttulo de _Caede et
- morte hominum_, con las leyes correspondientes de los dems
- pueblos. En las otras legislaciones, lo nico que parece
- constituir el delito es el dao; y el objeto de la pena es
- la reparacin material que resulta de la composicin; pero,
- entre los visigodos, se busca en el crimen su elemento moral
- y verdadero, la intencin. Los varios grados de criminalidad,
- el homicidio absolutamente involuntario, el cometido por
- inadvertencia, por provocacin, con premeditacin sin
- ella, son clasificados y definidos igualmente bien, poca
- diferencia, que en nuestros cdigos; y las penas estn
- sealadas en una proporcin bastante equitativa. No satisfecha
- con esto la justicia del legislador, intent abolir, al
- menos atenuar, la diversidad de valor legal establecida entre
- los hombres por las otras leyes brbaras; no conservndose
- otra distincin que la de libre y de esclavo. Con respecto
- los libres, la pena no vara, ni por el origen ni por el
- rango del muerto, sino nicamente por los diversos grados
- de culpabilidad del asesino. Tocante los esclavos, no
- atrevindose quitar enteramente los dueos el derecho
- de vida y muerte, procur restringirle, sujetndole un
- procedimiento pblico y regular. El texto de la ley merece ser
- citado.
-
- Si no debe quedar impune ningn culpable cmplice de un
- crimen, con mucha ms razn debe ser castigado quien haya
- cometido un homicidio con malicia ligereza. Por lo que,
- habiendo algunos dueos, que, en su orgullo, dan muerte sus
- esclavos, sin que stos hayan cometido falta alguna, conviene
- extirpar del todo semejante licencia, y ordenar que la
- presente ley sea enteramente observada por todos. Ningn dueo
- ni duea podr dar muerte ninguno de sus esclavos, varones
- hembras, ni otro de sus dependientes, sin preceder juicio
- pblico. Si un esclavo, otro serviente, comete un crimen que
- pueda acarrearle pena capital, su amo, su acusador, darn
- inmediatamente noticia del suceso al juez del lugar donde se
- ha cometido el delito, al conde, al duque. Discutido el
- asunto, si el crimen queda probado, el culpable sufrir la
- pena de muerte merecida: aplicndosela, el mismo juez el
- propio dueo; pero hacindose de tal suerte, que, si el juez
- no quiere cuidar de la ejecucin, extender por escrito la
- sentencia de pena capital, y entonces el amo ser dueo de
- quitar la vida al esclavo, de perdonrsela. A la verdad, si
- el esclavo por una fatal audacia, resistiendo su seor, ha
- intentado herirle, con arma, piedra, de otra suerte, y ste,
- defendindose, mata en su clera al esclavo, no ser reo de la
- pena de homicidio, pero ser necesario probar que el hecho ha
- sucedido as, y esto por el testimonio el juramento de los
- esclavos, varones hembras, que habrn estado presentes,
- por el juramento del autor del hecho. Cualquiera que por pura
- malicia matare su esclavo, por su propia mano la de otro,
- sin preceder juicio pblico, ser declarado infame, incapaz
- de ser testigo, y obligado vivir el resto de sus das en el
- destierro y en la penitencia, pasando sus bienes sus ms
- prximos parientes llamados por la ley sucederle. (_For.
- Jud._, L. VI, Tit. V, L. 12.) (Guizot, _Historia General de
- la Civilizacin Europea_. Leccin 6.)
-
- Con mucho gusto he copiado este texto de M. Guizot, por ser
- una confirmacin de lo que acabo de decir sobre la influencia
- de la Iglesia con respecto suavizar las costumbres, y de
- lo que de ella llevo asentado en el tomo primero, tocante
- lo mucho que contribuy mejorar la suerte de los esclavos,
- restringiendo las excesivas facultades de los dueos. All
- dej probada esta verdad con abundantes documentos, y por
- consiguiente no necesito insistir aqu en demostrarla;
- bastando mi propsito en la actualidad el hacer observar
- que M. Guizot est completamente de acuerdo en que la Iglesia
- moraliz la legislacin de los brbaros, haciendo que en los
- delitos no se considerase nicamente el dao que causaban,
- sino la malicia que envolvan; es decir, elevando la accin
- del orden fsico al moral, y dando las penas el verdadero
- carcter de tales, no permitiendo que quedasen en la lnea de
- una reparacin material.
-
- Por donde se echa de ver que el sistema criminal de los
- brbaros, que primera vista pareca indicar un adelanto en
- la civilizacin, proceda del escaso ascendiente que entre
- ellos tenan los principios morales, y de que las miras del
- legislador se elevaban muy poco sobre el orden puramente
- material.
-
- Todava hay otra observacin que hacer en este punto, y es
- que la misma lenidad con que se castigaban los delitos es
- la mejor prueba de la facilidad con que se cometan. Cuando
- en un pas son muy raros los asesinatos, las mutilaciones y
- otros atentados semejantes, son mirados con horror; y quien
- de ellos se haga culpable, es castigado con severidad. Pero,
- cuando el delito se repite cada paso, pierde insensiblemente
- su fealdad y negrura, se acostumbran su repugnante aspecto,
- no slo los perpetradores, sino tambin los dems; y entonces
- el legislador se siente naturalmente llevado tratarle con
- indulgencia. Esto nos lo demuestra la experiencia de cada da;
- y no ser difcil al lector el encontrar en la sociedad actual
- repetidos delitos que podra ser aplicable la observacin
- que acabo de hacer. Entre los brbaros, era comn el apelar
- las vas de hecho, no slo contra las propiedades, sino
- tambin contra las personas; por cuya razn era muy natural
- que este linaje de delitos no fuesen mirados con la aversin
- y hasta horror con que lo son en un pueblo donde, habiendo
- prevalecido las ideas de razn, de justicia, de derecho, de
- ley, no se concibe siquiera cmo pueda subsistir una sociedad
- donde cada cual se considere facultado para hacerse justicia
- por s mismo. As es que las leyes contra esos delitos deban
- naturalmente ser benignas, contentndose el legislador con
- la reparacin del dao, sin cuidar mucho de la culpabilidad
- del perpetrador. Esto tiene ntimas relaciones con lo dicho
- ms arriba sobre la conciencia pblica; porque el legislador
- es siempre, ms menos, el rgano de esta misma conciencia.
- Cuando en una sociedad es mirada una accin como un crimen
- horrendo, no puede el legislador sealarle una pena benigna;
- y, al contrario, no le es posible castigar con mucho rigor
- lo que la sociedad absuelve excusa. Una que otra vez se
- alterar esta proporcin, una que otra vez desaparecer dicha
- harmona; pero bien pronto las cosas volvern su curso
- regular, apartndose del camino que seguan con violencia.
- Siendo las costumbres muy castas y puras, hay delitos que
- andan cubiertos de execracin infamia; pero, en llegando
- ser muy corrompidas, los mismos actos, son mirados como
- indiferentes, cuando ms calificados de ligeros deslices. En
- un pueblo donde las ideas religiosas ejerzan mucho predominio,
- la violacin de todo cuanto est consagrado al Seor es mirada
- como un horrendo atentado, digno de los mayores castigos; pero
- en otro donde la incredulidad haya hecho sus estragos, la
- misma violacin no llegar la esfera de los delitos comunes;
- y, lejos de atraer sobre el culpable la justicia de la ley,
- mucho ser si le acarrea una ligera correccin de la polica.
-
- El lector no encontrar inoportuna esa digresin sobre la
- legislacin criminal de los brbaros, si advierte que,
- tratndose de examinar la influencia del Catolicismo en la
- civilizacin europea, es indispensable atender los otros
- elementos que en la formacin de ella se han combinado.
- De otra suerte, sera imposible apreciar debidamente la
- respectiva accin que en bien en mal ha cabido cada uno
- de ellos, y, por tanto, no se sacara en limpio la parte que
- puede vindicar como exclusivamente propia la Iglesia, ni
- resolver la gran cuestin promovida por los partidarios del
- Protestantismo, sobre las pretendidas ventajas acarreadas por
- ste las sociedades modernas. Las naciones brbaras son uno
- de esos elementos, y por esta causa es preciso ocuparse en
- ellas con tanta frecuencia.
-
- [8] Pg. 161.--En los siglos medios, casi todos los
- monasterios y colegios de cannigos tenan anejo un hospital,
- no slo para hospedar peregrinos, sino tambin para el
- sustento y alivio de pobres y enfermos. No cabe ms hermoso
- smbolo de la religin cubriendo con su velo todo linaje de
- infortunios, que el ver convertidas en asilo de miserables,
- las casas consagradas la oracin y la prctica de la ms
- sublimes virtudes. Cabalmente esto se verificaba en aquella
- poca en que el poder pblico, no slo careca de la fuerza y
- luces necesarias para plantear una buena administracin con
- que acudir al socorro de los necesitados, sino que ni aun
- alcanzaba cubrir con su gida los ms sagrados intereses de
- la sociedad. Por donde se ve que, cuando todo era impotente,
- la religin era todava robusta y fecunda; cuando todo
- pereca, la religin, no slo se conservaba, sino que fundaba
- establecimientos inmortales. Y ntese bien lo que repetidas
- veces hemos observado ya: saber, que la religin que estos
- prodigios obraba, no era una religin vaga, abstracta; no era
- el cristianismo de los protestantes, sino la religin con
- todos sus dogmas, su disciplina, su jerarqua, su Pontfice
- supremo, en una palabra, la Iglesia catlica.
-
- Tan lejos estuvo la antigedad de imaginar que el socorro del
- infortunio pudiese encomendarse sola la administracin civil
- la caridad individual, que antes bien, como se ha indicado
- ya, se consider como muy conveniente que los hospitales
- estuviesen sujetos los obispos; es decir, que se procur que
- el ramo de beneficencia pblica se entroncase en cierto modo
- con la jerarqua de la Iglesia; y es de aqu que, por antigua
- disciplina, los hospitales estaban sujetos los obispos en lo
- espiritual y en lo temporal; sin atenderse al estado clerical
- seglar de las personas que cuidaban del establecimiento, ni
- tampoco si se haba erigido no por mandato del obispo.
-
- No es ste el lugar de referir las vicisitudes que sufri
- esta disciplina, ni las varias causas que las motivaron;
- bastando observar que el principio fundamental, es decir,
- la intervencin de la autoridad eclesistica en los
- establecimientos de beneficencia, ha quedado siempre salvo;
- y que nunca la Iglesia ha consentido que se la despojase del
- todo de tan hermoso privilegio. Nunca ha credo que pudiese
- mirar con indiferencia los abusos que en este punto se
- introdujesen en perjuicio de los desgraciados; y as es que
- se ha reservado cuando menos el derecho de acudir al remedio
- de los males que resultasen de la malicia indolencia de
- los administradores. A este propsito podemos notar que el
- concilio de Viena establece que, si los administradores de
- un hospital, clrigos legos, se portan con desidia en el
- desempeo de su cargo, procedan contra ellos los obispos,
- reformando y restaurando el hospital, por autoridad propia, si
- no fuera exento, y, si lo fuere, por delegacin pontificia.
- El concilio de Trento otorg tambin los obispos la
- facultad de visitar los hospitales, hasta como delegados de
- la Sede Apostlica, en los casos concedidos por el derecho;
- prescribiendo, adems, que los administradores, clrigos
- legos, den cada ao cuentas al ordinario del lugar, no
- ser que se hubiese prevenido lo contrario en la fundacin;
- y ordenando que, si, por privilegio, costumbre estatuto
- particular, las cuentas debiesen presentarse otro que
- al ordinario, al menos se reuna ste los que hayan de
- recibirlas.
-
- Prescindiendo de las varias modificaciones que en esta parte
- hayan podido introducir las leyes y costumbres de diferentes
- pases, queda siempre en claro cul ha sido la vigilancia de
- la Iglesia sobre el punto de beneficencia; y que su espritu
- y sus mximas la han impelido entrometerse en esta clase
- de negocios, ora dirigindolos exclusivamente, ora acudiendo
- al remedio del mal que vea introducirse. La potestad civil
- reconoci los motivos de esa caritativa y santa ambicin; y
- as vemos que el emperador Justiniano no repara en conceder
- los obispos un poder pblico sobre los hospitales,
- conformndose en esta parte la disciplina de la Iglesia, y
- lo reclamado por la conveniencia pblica.
-
- Hay en este punto un hecho notable, que es necesario consignar
- aqu, sealando su provechosa influencia. Hablo de haber
- sido considerados los bienes de los hospitales como bienes
- eclesisticos. Esto que primera vista pudiera parecer
- indiferente, est muy lejos de serlo; pues que, de esta
- manera, quedaban esos bienes con los mismos privilegios que
- los de la Iglesia, cubrindose con una inviolabilidad que les
- era tanto ms necesaria, cuanto eran difciles los tiempos,
- y fecundos en tropelas y usurpaciones. La Iglesia, que,
- por mucha que fuese la turbacin pblica, conservaba, no
- obstante, grande autoridad y ascendiente sobre los gobiernos
- y los pueblos, tena de esta manera un ttulo muy poderoso
- y expedito para cubrir con su proteccin los bienes de los
- hospitales, salvndolos, en cuanto era dable, de la rapacidad
- de los potentados codiciosos. Y no se crea que esta doctrina
- se introdujera con algn designio torcido, ni que fuese una
- novedad inaudita esa especie de mancomunidad entre la Iglesia
- y los pobres; muy al contrario, esa mancomunidad se hallaba
- de tal modo en el orden regular, y tena tanto fundamento
- en las relaciones de aqulla con stos, que, as como vemos
- que los bienes de los hospitales eran considerados como
- eclesisticos, as, por un contraste notable, los bienes de la
- Iglesia fueron llamados bienes de pobres. En tales trminos
- se expresan sobre este punto los Santos Padres, y de tal
- manera se haban filtrado en el lenguaje estas doctrinas, que,
- tratndose posteriormente de resolver la cuestin cannica
- sobre la propiedad de los bienes de la Iglesia, cuando unos
- la atribuan directamente Dios, otros al Papa, otros al
- clero, no faltaron algunos que sealaron como verdaderos
- propietarios los pobres. Ciertamente que esta opinin no
- era la ms conforme los principios de derecho; pero el slo
- verla figurar en el campo de la polmica, da lugar graves
- consideraciones.
-
- [9] Pg. 189.--He procurado, en cuanto ha cabido en mis
- alcances, aclarar las ideas sobre la tolerancia, presentando
- esta importante materia desde un punto de vista poco conocido;
- para mayor ilustracin de la misma, dir dos palabras sobre
- la intolerancia religiosa y la civil, cosas enteramente
- distintas, por ms que Rousseau afirme resueltamente lo
- contrario. La intolerancia religiosa, teolgica, consiste
- en aquella conviccin que tienen todos los catlicos de que
- la nica religin verdadera es la catlica. La intolerancia
- civil consiste en no sufrir en la sociedad otras religiones,
- distintas de la catlica. Bastan estas dos definiciones para
- dejar convencido cualquiera que no carezca de sentido comn,
- de que no non inseparables las dos clases de intolerancia:
- siendo muy dable que hombres firmemente convencidos de la
- verdad del Catolicismo, sufran los que, tienen diferente
- religin, no profesan ninguna. La intolerancia religiosa es
- un acto del entendimiento, inseparable de la fe, pues quien
- cree firmemente que su religin es verdadera, necesariamente
- ha de estar convencido de que ella es la nica que lo es,
- pues que la verdad es una. La intolerancia civil es un acto
- de la voluntad, que rechaza los hombres que no profesan
- la misma religin; y tiene diferentes resultados, segn
- la intolerancia est en el individuo en el gobierno. Al
- contrario, la tolerancia religiosa es la creencia de que
- todas las religiones son verdaderas, lo que, bien explicado,
- significa que no hay ninguna que lo sea; pues que no es
- posible que cosas contradictorias sean verdaderas al mismo
- tiempo. La tolerancia civil es el consentir que vivan en paz
- los hombres que tienen religin distinta; y, lo propio que la
- intolerancia, produce tambin diferentes efectos, segn est
- en el individuo en el gobierno.
-
- Esta distincin, que por su claridad y sencillez est al
- alcance de las inteligencias ms comunes, fu, sin embargo,
- desconocida por Rousseau, asegurando que era una vana ficcin,
- una quimera irrealizable, y que las dos intolerancias
- no podan separarse una de otra. Si Rousseau se hubiese
- contentado con observar que, generalizada en un pas la
- intolerancia religiosa, es decir, como arriba se ha explicado,
- la firme conviccin de que una religin es verdadera, se
- ha de manifestar, as en el trato particular como en la
- legislacin, cierta tendencia no sufrir los que piensan
- de otro modo, sobre todo cuando stos son en nmero muy
- reducido, su observacin hubiera sido muy fecunda, y hubiera
- coincidido con la opinin que llevo manifestada sobre este
- punto, cuando me he propuesto sealar el curso natural que
- siguen en esta materia las ideas y los hechos; pero Rousseau
- no mira las cosas bajo este aspecto, sino que, dirigiendo
- sus tiros al Catolicismo, afirma que las dos especies de
- intolerancia son inseparables, porque es imposible vivir en
- paz con gentes quienes se cree condenadas, y amarlas sera
- aborrecer al Dios que las castiga. No es posible llevar ms
- all la mala fe: en efecto, quin le ha dicho Rousseau que
- los catlicos creen condenado nadie mientras vive, y que
- amar un hombre extraviado sera aborrecer Dios? Poda
- ignorar que, antes al contrario, es un precepto indispensable,
- es un dogma, para todo catlico, el deber de amar todos los
- hombres? Poda ignorar lo que saben hasta los nios por los
- primeros rudimentos de la doctrina cristiana, que estamos
- obligados amar al prjimo como nosotros mismos, y que por
- la palabra prjimo se entienden todos los que han alcanzado
- el cielo, pueden alcanzarle, de cuyo nmero no se excluye
- nadie mientras vive? Dir Rousseau que al menos estamos en la
- conviccin de que, si mueren en aquel mal estado, se condenan;
- pero no advierte que lo mismo pensamos de los pecadores,
- aunque su pecado no sea el de hereja; y, sin embargo, nadie
- ha soado jams que los catlicos justos no puedan tolerar
- los pecadores, y de que se consideren obligados odiarlos. No
- se ha visto religin que ms inters manifieste para convertir
- los malos; y tan lejos est la Iglesia catlica de ensear
- que se deba aborrecerlos, que, antes bien, en los plpitos,
- en los libros, en la conversacin se repiten mil veces las
- palabras con que Dios nos manifiesta su voluntad de que los
- pecadores no perezcan, que quiere su conversin y su vida,
- que hay ms alegra en el cielo por uno de ellos que haga
- penitencia, que por noventa y nueve justos que no necesitan
- hacerla.
-
- Y no se crea que este hombre que as se expresaba contra
- la intolerancia de los catlicos, fuese partidario de una
- completa tolerancia; muy al contrario, en la sociedad, tal
- como l la imaginaba, quera que no se tolerasen, no los que
- no profesasen la religin verdadera, sino los que se apartasen
- de aqulla que al poder civil le pluguiese determinar.
- Mas, dejando aparte, dice, las consideraciones polticas,
- vengamos al derecho, y fijemos los principios sobre este punto
- importante. El derecho que el pacto social da al soberano
- sobre los vasallos, no excede, como ya he dicho, los lmites
- de la utilidad pblica. Los vasallos no deben dar cuenta al
- soberano de sus opiniones, sino en cuanto ellas interesan
- la comunidad. Al Estado le importa que cada ciudadano tenga
- una religin que le haga amar sus deberes; pero los dogmas de
- esa religin no interesan ni al Estado ni sus miembros, sino
- en cuanto se refieren la moral y los deberes que el que
- los profesa est obligado cumplir para con los otros. Por
- lo dems, cada uno puede tener las opiniones que le acomoden,
- sin que pertenezca al soberano entender sobre esto; porque,
- como no tiene competencia en el otro mundo, sea cual fuere la
- suerte de los vasallos en la otra vida, esto no es asunto del
- soberano, con tal que en sta sean buenos ciudadanos. Hay,
- pues, una profesin de fe, puramente civil, cuyos artculos
- pertenece al soberano fijar; no precisamente como dogmas de
- religin, sino como sentimientos de sociabilidad, sin los que
- es imposible ser buen ciudadano y fiel vasallo. Sin poder
- obligar nadie creerlos, puede desterrar del Estado al
- que no los crea, no como impo, sino como insociable, como
- incapaz de amar sinceramente las leyes y la justicia, y de
- sacrificar en caso necesario la vida su deber. Si alguno,
- despus de haber reconocido pblicamente estos dogmas, se
- conduce como si no los creyera, sea castigado con pena de
- muerte, porque ha cometido el mayor de los crmenes y mentido
- delante de las leyes. (_Con. Soc._, L. 4, c. 8.) Tenemos,
- pues, que en ltimo resultado viene parar la tolerancia
- de Rousseau facultar al soberano para fijar los artculos
- de fe, otorgndole el derecho de castigar con el destierro
- y hasta con la muerte, los que, no se conformen con las
- decisiones del nuevo papa, se aparten de ellas despus
- de haberlas abrazado. Extraa como parece la doctrina de
- Rousseau, no lo es tanto, sin embargo, que no entre en el
- sistema general de todos los que no reconocen la supremaca
- de un poder en materias religiosas. Rechazan esta supremaca
- cuando se trata de atribuirla la Iglesia catlica, su
- Jefe, y por una contradiccin la ms chocante la conceden
- la potestad civil. Est curioso Rousseau cuando, al desterrar
- matar al que se aparte de la religin formada por el
- soberano, no quiere que estas penas se le apliquen como
- impo, sino como insociable; Rousseau segua un impulso, en
- l muy natural, de no querer que sonase en algo la impiedad,
- en tratando de la aplicacin de castigos; pero al hombre que
- sufriese el destierro pereciese en un cadalso, qu le
- importaba el nombre dado su crimen! En el mismo captulo se
- le escap Rousseau una expresin que revela de un golpe
- dnde se enderezaba con tanto aparato de filosofa. El que
- se atreva decir: _fuera de la Iglesia no hay salud_, debe
- ser echado del Estado. Lo que en otros trminos significa
- que la tolerancia debe ser para todo el mundo, excepto para
- los catlicos. Se ha dicho que el _Contrato Social_ fu el
- cdigo de la Revolucin francesa: y en verdad que sta no
- ech en olvido lo que respecto de los catlicos le prescribe
- el _tolerante_ legislador. Pocos son en la actualidad los que
- se atreven declararse discpulos del filsofo de Ginebra,
- bien que algunos de sus vergonzantes sectarios le prodiguen
- todava desmesurados elogios; pero, confiados en el buen
- sentido del linaje humano, debemos esperar que la posteridad
- en masa confirmar la nota con que todos los hombres de bien
- han sealado al sofista trastornador, y al imprudente autor de
- las _Confesiones_.
-
- Comparado el Protestantismo con el Catolicismo, me he visto
- precisado tratar de la intolerancia, porque ste es uno
- de los cargos que con ms frecuencia se hacen la religin
- catlica; pero en obsequio de la verdad debo advertir que
- no todos los protestantes han predicado una tolerancia
- universal, y que muchos de ellos han reconocido el derecho de
- reprimir y castigar ciertos errores. Grocio, Puffendorf, y
- otros que rayan muy alto entre los sabios de que se glora el
- Protestantismo, han estado de acuerdo en este punto, siguiendo
- el dictamen de toda la antigedad, que se conform siempre con
- estos principios, as en la teora como en la prctica. Se
- ha clamado contra la intolerancia de los catlicos, como si
- ellos la hubiesen enseado al mundo, como si fuera un monstruo
- horrendo, que en ninguna parte se criara, sino all donde
- reina la Iglesia catlica. Cuando no otras razones, al menos
- la buena fe exiga que se recordase que el principio de la
- tolerancia universal no haba sido reconocido en ninguna parte
- del mundo; y que, as en los libros de los filsofos, como en
- los cdigos de los legisladores, se encontraba consignado,
- con ms menos dureza, el principio de la intolerancia.
- Ora se quisiese condenar este principio como falso, ora se
- intentase restringirle, dejarle sin aplicacin, al menos no
- se deba levantar una acusacin particular contra la Iglesia
- catlica, por una doctrina y conducta en que se ha formado, al
- ejemplo de la humanidad entera. As los pueblos cultos como
- los brbaros fueron culpables, si culpa en esto hubiera, y
- lejos de recaer exclusivamente la mancha sobre los gobiernos
- dirigidos por el Catolicismo y sobre los escritores catlicos,
- debiera caer sobre todos los gobiernos antiguos, inclusos
- los de Grecia y de Roma; debiera caer sobre todos los sabios
- de la antigedad, inclusos Platn, Cicern y Sneca; debiera
- caer sobre los gobiernos y sabios modernos, inclusos los
- protestantes. Teniendo esto presente, no hubieran parecido ni
- tan errneas las doctrinas, ni tan negros los hechos; as se
- hubiera visto que la intolerancia, tan antigua como el mundo,
- no era una invencin de los catlicos y que sobre todo el
- mundo deba recaer la responsabilidad que de ella resultase.
-
- De cierto, la tolerancia, que tan general se ha hecho ahora
- por las causas que llevo indicadas, no se resentir de las
- doctrinas ms menos severas, ms menos indulgentes,
- que en esta materia se proclamen; pero, por lo mismo que
- la intolerancia, tal como en otros tiempos se ejerciera,
- ha pasado ser un mero hecho histrico, que seguramente
- nadie recela ver reproducido, conviene sobremanera entrar
- en detenido examen de esa clase de cuestiones, para que
- desaparezca el borrn que sobre la Iglesia catlica han
- pretendido echar sus adversarios.
-
- Viene aqu muy propsito el recuerdo de la profunda
- sabidura contenida en la Encclica del Papa contra las
- doctrinas de Lamennais. Pretenda dicho escritor que la
- tolerancia universal, la libertad absoluta de cultos, es
- el estado normal y legtimo de las sociedades, del cual es
- imposible separarse, sin atentar los derechos del hombre y
- del ciudadano. Impugnando Lamennais la citada Encclica, se
- empe en presentarla como fundadora de nuevas doctrinas, como
- un ataque dirigido contra la libertad de los pueblos. No, el
- Papa no asent en la citada Encclica otras doctrinas que las
- profesadas hasta aqu por la Iglesia; y aun podra decirse
- que las profesadas por todo gobierno en punto tolerancia.
- Ningn gobierno puede sostenerse, si se le niega el derecho
- de reprimir las doctrinas peligrosas al orden social, ora se
- cubran con el manto filosfico, ora se disfracen con el velo
- de la religin. No se ataca tampoco por esto la libertad del
- hombre; porque la nica libertad digna de este ttulo es
- la libertad conforme razn. El Papa no ha dicho que los
- gobiernos no pudiesen tolerar en ciertos casos diferentes
- religiones; pero no ha permitido que se asentase como
- principio que la tolerancia absoluta fuese una obligacin de
- todos los gobiernos. Esta ltima proposicin es contraria
- las sanas doctrinas religiosas, la razn, la prctica de
- todos los gobiernos en todos tiempos y pases, al buen sentido
- de la humanidad. Nada han podido en contra todo el talento
- y la elocuencia del malogrado escritor; y el Papa alcanz
- un asentimiento ms solemne de todos los hombres sensatos
- de cualesquiera creencias, desde que el genio obscureci
- su frente con la obstinacin, desde que su mano empu
- decididamente el arma innoble del sofisma. Malogrado genio
- que conserva apenas una sombra de s mismo, que ha desplegado
- las hermosas alas con que surcaba el azul de los cielos, y
- revolotea cual ave siniestra sobre las aguas impuras de un
- lago solitario.
-
- [10] Pg. 222.--Al hablar de la Inquisicin de Espaa, no me
- he propuesto defender todos sus actos, ni bajo el aspecto
- de la justicia, ni tampoco de la conveniencia pblica. No
- desconociendo las circunstancias excepcionales en que se
- encontr, juzgo que hubiera procedido harto mejor, si,
- imitando el ejemplo de la Inquisicin de Roma, hubiese
- ahorrado el derramamiento de sangre, en cuanto le hubiese
- sido posible. Poda muy bien velar por la conservacin de la
- fe, poda prevenir los males que la religin amenazaban
- de parte de moros y judos, poda preservar la Espaa del
- Protestantismo, sin desplegar ese excesivo rigor, que le
- mereci graves reprensiones y amonestaciones de parte de los
- Sumos Pontfices, que provoc reclamaciones de los pueblos,
- que acarre tantas apelaciones Roma de los encausados y
- condenados, y que suministr pretexto los adversarios del
- Catolicismo para acusar de sanguinaria una religin que tiene
- horror la efusin de sangre. Lo repito, no es responsable la
- religin catlica de ninguno de los excesos que en su nombre
- se hayan podido cometer, y, cuando se habla de la Inquisicin,
- no se deben fijar principalmente los ojos en la de Espaa,
- sino en la de Roma. All donde reside el Sumo Pontfice, donde
- se sabe cumplidamente cmo debe entenderse el principio de la
- intolerancia, y cul es el uso que de l debe hacerse, all
- la Inquisicin ha sido en extremo benigna, indulgente; all
- es el punto donde menos ha sufrido la humanidad por motivo de
- religin: y esto sin exceptuar ningn pas, tanto aquellos
- donde ha existido la Inquisicin, como los que carecieron de
- ella; tanto donde predomin la religin catlica, como donde
- prevaleci la protestante. Este hecho es indudable; y para
- todo hombre de buena fe debe ser bastante para indicarle cul
- es en esta materia el espritu del Catolicismo.
-
- Hago estas reflexiones en prueba de mi imparcialidad, y de que
- no desconozco los males, ni dejo de confesarlos, dondequiera
- que los vea. Esto no embargante, deseo que no se olviden los
- hechos y observaciones que en el texto he aducido, as sobre
- la Inquisicin en s misma, en las diferentes pocas de su
- duracin, como sobre la poltica de los reyes que la fundaron
- y sostuvieron. Por lo mismo, copiar aqu algunos documentos
- que pueden arrojar mucha luz sobre tan importante materia.
- He aqu en primer lugar el prembulo de la Pragmtica de D.
- Fernando y D. Isabel para la expulsin de los judos, donde
- se explanan en pocas palabras los agravios que de ella reciba
- la religin, y los peligros que por este motivo amenazaban al
- Estado.
-
- Libro octavo. Ttulo segundo. Lei II de la Nueva Recopilacin.
- D. Fernando i D. Isabel en Granada ao 1492 30 de Marzo.
- Pragmtica.
-
- Porque Nos fuimos informados que en estos nuestros Reinos
- avia algunos malos Christianos, que judaizaban, y apostataban
- de nuestra Santa F Cathlica, de lo qual era mucha causa
- la comunicacin de los Judos con los Christianos, en las
- Cortes que hicimos en la ciudad de Toledo el ao pasado
- de mil quatrocientos i ochenta aos, mandamos apartar los
- dichos Judos en todas las Ciudades y Villas, i Lugares de
- los nuestros Reinos, i Seoros, en las Juderas, i lugares
- apartados en donde viviesen i morasen, esperando que con
- su apartamiento se remediaran otro s avemos procurado,
- i dado rden como se hiciese inquisicin en los dichos
- nuestros Reinos, la qual, como sabeis, ha mas de doce aos
- que se ha hecho, i hace, i por ello se han hallado muchos
- culpantes, segn es notorio: i segn somos informados de
- los Inquisidores, y de otras muchas personas Religiosas, i
- Eclesisticas, i Seglares, consta; i paresce el gran dao que
- los Christianos se ha seguido, i sigue, de la participacin,
- conversacion, i comunicacion que han tenido, i tienen con
- los Judos, los quales se prueba que procuran siempre por
- quantas vias mas pueden de subvertir, i substraer de nuestra
- Santa F Cathlica los Fieles Christianos, i los apartar
- della, i atraer i pervertir su daada creencia i opinin,
- instruyndoles en las ceremonias, i observancia de su lei,
- haciendo ayuntamientos donde les lean, i enseen lo que han
- de creer, i guardar segun su lei, procurando de circuncidar
- ellos, i sus hijos, dndoles libros por donde rezasen
- sus oraciones, i declarndoles los ayunos que han de ayunar,
- i juntndose con ellos leer, i ensendoles las Historias
- de su lei, notificndoles las Pasquas antes que vengan, y
- avisndoles lo que en ellas han de guardar, y hacer, dndoles,
- y llevndoles de su casa el pan cenceo, y carnes muertas con
- ceremonias, instruyndoles de las cosas que se han de apartar,
- assi en los comeres como en las otras cosas, por observancia
- de su lei, i persuadindoles en quanto pueden que tengan, i
- guarden la lei de Moyss, hacindoles entender que no hai otra
- lei, i ni verdad salvo aquella; lo qual consta por muchos
- dichos, i confesiones, assi de los mismos Judos, como de
- los que fueron pervertidos, i engaados por ellos, lo qual ha
- redundado en gran dao, i detrimento, i oprobio de nuestra
- Santa F Cathlica: i como quiera que de mucha parte destos
- fuimos informados antes de agora, i conoscimos que el remedio
- verdadero de todos estos daos, e inconvenientes, est en
- apartar del todo la comunicacion de los dichos Judos con los
- Christianos, i echarlos de todos nuestros Reinos, quismosnos
- contentar con mandarlos salir de todas las Ciudades, i Villas,
- i Lugares de Andaluca, donde parescia que avia hecho mayor
- dao, creyendo que aquello bastaria para que los de las
- otras Ciudades, i Villas, i Lugares de los nuestros Reinos,
- i Seoros, cessassen de hacer, y cometer lo susodicho, i
- porque somos informados que aquello, ni las justicias que se
- han hecho en algunos de los dichos Judos, que se han hallado
- muy culpantes en los dichos crmenes, i delitos contra nuestra
- Santa F Cathlica, no basta para entero remedio: para obviar
- i remediar como cesse tan gran oprobio, i ofensa de la F, i
- Religion Christiana, i porque cada dia se halla, i paresce
- que los dichos Judos creen en continuar su malo, i daado
- propsito donde viven, i conversan, i porque no aya lugar
- de mas ofender nuestra Santa Fe Cathlica, assi en los que
- hasta aqui Dios ha querido guardar, como en los que cayeron, i
- se enmendaron, i reduxeron la Santa Madre Iglesia, lo qual,
- segun la flaqueza de nuestra humanidad, i sujescion diablica,
- que continuo nos guerrea, ligeramente podria acaescer, si la
- principal causa desto no se quita, que es echar los dichos
- Judos de nuestros Reinos; i porque quando algun grave, i
- detestable crimen es cometido por algunos de algun Colegio, i
- Universidad, es razon que el tal Colegio, i Universidad sea
- disuelto, y aniquilado, i los menores por los mayores, i los
- unos por los otros sean punidos; i aquellos que pervierten el
- bien, i honesto vivir de las Ciudades, i Villas por contagio,
- que pueda daarse los otros, sean expelidos de los pueblos,
- i aun por otras mas leves causas que sean en dao de la
- Repblica, quanto mas por el mayor de los crmenes, i mas
- peligroso, i contagioso, como lo es este: Por ende Nos, con
- consejo, i parecer de algunos Prelados.
-
- No se trata aqu de examinar si en estas inculpaciones hechas
- los judos pudo haber no alguna parte de exageracin:
- bien que, segn todas las apariencias, deba de haber en esto
- un gran fondo de verdad, atendida la situacin en que se
- encontraban los dos pueblos rivales. Y ntese que, si bien
- en el prembulo de la Pragmtica se abstienen los monarcas
- de achacar los judos cien y cien otros cargos que les
- haca la generalidad del pueblo, no dejaba por esto de andar
- muy vlida la fama de ellos, y que, por consiguiente, deba
- influir sobremanera en agravar la situacin de los judos, y
- en inclinar el nimo de los reyes tratarlos con dureza.
-
- Por lo que toca la desconfianza con que deban de ser
- mirados los moros y sus descendientes, ms de los hechos ya
- indicados, pueden todava presentarse otros que manifiestan
- la disposicin de los nimos que haca mirar esos hombres
- como si estuvieran en conspiracin permanente contra los
- cristianos viejos. Cerca de un siglo haba transcurrido desde
- la conquista de Granada, y vemos que todava se abrigaban
- recelos de que aquel reino era el centro de las asechanzas
- dirigidas por los moros contra los cristianos, saliendo de
- all los avisos, y los auxilios necesarios para que en las
- costas pudiesen cometerse contra personas indefensas toda
- clase de tropelas. Vase lo que deca Felipe II, en 1567.
-
- Libro octavo. Ttulo segundo, de la Nueva Recopilacin.
-
- Lei XX. Que pone graves penas los naturales del Reino de
- Granada, que encubrieren, acogieren favorecieren Turcos,
- Moros, Judos, les dieren avisos, se escribieren con
- ellos.
-
- D. Phelipe II, en Madrid 10 de Diciembre de 1567 aos.
-
- Porque avemos sido informados que no embargante lo que para
- defensa, i seguridad de los mares, i costas de nuestros Reinos
- tenemos proveido ansi en mar, como en tierra, especialmente en
- el Reino de Granada, los Turcos, Moros, Corsarios, i allende
- han hecho, i hacen en el dicho Reino en los puertos, i costas,
- y lugares martimos, i cercanos ellos, los robos, males,
- i daos, i captiverios de Christianos que son notorios, lo
- cual diz que han podido, i pueden hacer con facilidad, i
- seguridad, mediante el trato, inteligencia que han tenido
- i tienen con algunos naturales de la tierra, los quales los
- avisan, i guian, acogen i encubren, i les dan favor, i ayuda,
- passndose algunos dellos allende con los dichos Moros, i
- Turcos, i llevando consigo sus mugeres, hijos, i ropa, i los
- Christianos, i ropa dellos que pueden aver, i que otros de
- los dichos naturales, que han sido partcipes, i sabidores,
- se quedan en la tierra, i no han sido, ni son castigados, ni
- parece que esto est proveido con el rigor, i tan entera, i
- particularmente como convendria, i ai mucha dificultad en la
- averiguacion, informacion, i aun descuido, i negligencia en
- las Justicias, i Jueces que lo avian de inquirir, i castigar;
- i avindose sobre esto tratado i platicado en el nuestro
- Consejo, para que se proveyese en ello, como en cosa que
- tanto importa al servicio de Dios nuestro Seor, i nuestro, i
- bien pblico; y con Nos consultado, fu acordado que deviamos
- mandar dar esta nuestra Carta... etc., etc.
-
- Pasaban los aos y la ojeriza entre los dos pueblos continuaba
- todava; y pesar de los muchos quebrantos sufridos por la
- raza mahometana, no se daban por satisfechos los cristianos.
- Es muy probable que un pueblo que haba sufrido, y estaba
- sufriendo, tantas humillaciones, probara vengarse; y as
- no se hace tan difcil el creer la verdadera existencia de
- las conspiraciones que se les achacaban. Como quiera, la fama
- de ellas era general, y el gobierno se hallaba seriamente
- alarmado con este motivo. Lase, en comprobacin, lo que
- deca Felipe III en 1609, en la ley para la expulsin de los
- moriscos.
-
- Libro octavo. Ttulo segundo, de la Nueva Recopilacin.
-
- Lei XXV. Por la qual fueron echados los Moriscos del Reino;
- las causas que para ello hubo, y medio que se tubo en su
- execucion.
-
- D. Phelipe III, en Madrid 9 de Diciembre de 1609.
-
- Avindose procurado por largo discurso de tiempo la
- conservacion de los Moriscos en estos Reinos, i executdose
- diversos castigos por el Santo Oficio de la Santa Inquisicion,
- i conceddose muchos Edictos de gracia, no omitiendo medio, ni
- diligencia para instruirlos en nuestra Santa F, sin averse
- podido conseguir el fruto que se deseaba, pues ninguno se ha
- convertido, antes ha crecido su obstinacion; i aun el peligro
- que amenazaba nuestros Reinos, de conservarlos en ellos, se
- Nos present por personas mui doctas, i mui temerosas de Dios,
- lo que convenia poner breve remedio; i que la dilacion podria
- gravar nuestra Real conciencia, por hallarse mui ofendido
- nuestro Seor de esta gente, asegurndonos que podramos sin
- ningn escrpulo castigarlos en las vidas, i en las haciendas,
- porque la continuacion de sus delitos, los tenia convencidos
- de hereges, i apstatas, i proditores de lesa Magestad
- Divina i humana: i aunque por esto pudiera proceder contra
- ellos con el rigor, que sus culpas merecen, todava deseando
- reducirlos por medios suaves y blandos, mand hacer en la
- ciudad, i Reino de Valencia una Junta del Patriarca, i otros
- prelados, i personas doctas para que viessen lo que se podria
- encaminar, i disponer, i avindose entendido que al mismo
- tiempo que se estaba tratando de su remedio, los de aquel
- Reino, i los de estos passaban adelante con su daado intento,
- i sabindose por avisos ciertos, i verdaderos que han enviado
- Constantinopla tratar con el Turco, ir Marruecos con
- el Rei Buley Fidon, que embiassen estos Reinos las mayores
- fuerzas, que pudiesen en su ayuda, i socorro, asegurndoles
- que hallarian en ellos ciento i cinquenta mil hombres, tan
- Moros como los de Berberia, que los assistirian con las vidas,
- i haciendas, persuadiendo la facilidad de la empresa; aviendo
- tambin intentado la misma pltica con Hereges, i otros
- Prncipes enemigos nuestros; i atendiendo todo lo susodicho,
- i cumpliendo con la obligacion que tenemos de conservar, i
- mantener en nuestros Reinos la Santa F Cathlica Romana, i la
- seguridad, paz i reposo de ellos en el parecer, i consejo de
- varones doctos, i de otras personas mui zelosas del servicio
- de Dios, i mio: mandamos que todos los Moriscos habitantes en
- estos Reinos, assi hombres, como mugeres, i nios de cualquier
- condicion, etc.
-
- He dicho que los Papas procuraron ya desde un principio
- suavizar los rigores de la Inquisicin de Espaa, ora
- amonestando los reyes y los inquisidores, ora admitiendo
- las apelaciones de los encausados y condenados. He aadido
- tambin que la poltica de los reyes, quienes teman que las
- innovaciones religiosas acarreasen perturbacin pblica,
- haba embarazado los Papas para que no pudiesen llevar
- tan all como hubieran deseado, sus medidas de benignidad
- indulgencia; en apoyo de esta asercin escoger entre otros
- documentos uno que manifiesta la irritacin de los reyes de
- Espaa por el amparo que en Roma encontraban los encausados
- por la Inquisicin.
-
- Lib. 8. Tit. 3. Ley 2, de la Nueva Recopilacin.
-
- Que los condenados por la Inquisicin, que estn ausentados
- de estos Reinos, no vuelvan ellos, so pena de muerte, y
- perdimiento de bienes.
-
- D. Fernando i D. Isabel en Zaragoza 2 de Agosto ao 1498.
- Pragmtica.
-
- Porque algunas personas condenadas por Hereges por los
- inquisidores se ausentan de nuestros Reinos, i se van otras
- partes, donde con falsas relaciones, i formas indevidas
- han impetrado subrepticiamente exenciones, i absoluciones,
- comissiones, i seguridades, i otros privilegios, fin de se
- eximir de las tales condiciones, i penas en que incurrieron,
- i se quedar con sus errores, i con esto tientan de bolver
- estos nuestros Reinos; por ende, queriendo extirpar tan
- grande mal, mandamos que no sean osadas las tales personas
- condenadas de bolver, ni buelvan, ni tornen nuestros Reinos,
- i seoros, por ninguna va, manera, causa, ni razn que
- sea, so pena de muerte y perdimiento de bienes: en la qual
- pena queremos, i mandamos que por ese mismo hecho incurran;
- i que la tercia parte de los dichos bienes sea para la
- persona que lo acusare, i la tercia parte para la Justicia,
- i la otra tercia para la nuestra Cmara; i mandamos las
- dichas Justicias, i cada una, i cualquier dellas en sus
- Lugares, i jurisdicciones, que cada i quando supiesen que
- algunas de las personas susodichas estuvieren en algn Lugar
- de su jurisdiccion, sin esperar otro requerimiento; vayan
- donde la tal persona estuviese, i le prendan el cuerpo, i
- luego sin dilacion executen i hagan executar en su persona,
- i bienes las dichas penas por Nos puestas, segun que dicho
- es; no embargante qualesquier exenciones, reconciliaciones,
- seguridades, i otros privilegios que tengan, los quales en
- este caso, quanto las penas susodichas, no les pueden
- sufragar; i esto mandamos que hagan, i cumplan assi, so pena
- de perdimiento, i confiscacion de todos sus bienes; en la
- qual pena incurran qualesquier otras personas, que las
- tales personas encubrieren, receptaren, supieren donde
- estn, i no lo notificaren las dichas nuestras Justicias:
- i mandamos qualesquier Grandes, i Concejos, i otras
- personas de nuestros Reinos que den favor i ayuda nuestras
- Justicias, cada i quando que se la pidieren, i menester fuere,
- para cumplir i executar lo susodicho, so las penas, que las
- Justicias sobre ellos les pusieren.
-
- Concese por el documento que se acaba de copiar que ya en
- 1498 haban llegado las cosas tal punto, que los reyes se
- proponan sostener todo trance el rigor de la Inquisicin; y
- que se daban por ofendidos de que los Papas se entrometiesen
- en suavizarle. Esto indica de dnde proceda la dureza con
- que eran tratados los culpables, y revela, adems, una de las
- causas por que la Inquisicin de Espaa us algunas veces de
- sus facultades con excesiva severidad. Bien que no era un
- mero instrumento de la poltica de los reyes, como han dicho
- algunos, senta ms menos la influencia de ella; y sabido es
- que la poltica, cuando se trata de abatir un adversario,
- no suele mostrarse demasiado compasiva. Si la Inquisicin de
- Espaa se hubiese hallado entonces bajo la exclusiva autoridad
- y direccin de los Papas, mucho ms templada y benigna hubiera
- sido en su conducta.
-
- A la sazn el empeo de los reyes de Espaa era que los
- juicios de la Inquisicin fuesen definitivos, y sin apelacin
- Roma; as lo haba pedido expresamente al Papa la reina
- Isabel, y esto no saban avenirse los Sumos Pontfices,
- previendo sin duda el abuso que podra hacerse de arma tan
- terrible, el da que le faltase el freno de un poder moderador.
-
- Por los hechos que se acaban de apuntar queda en claro con
- cunta verdad he dicho que, si se excusaba la conducta de
- Fernando Isabel por lo tocante la Inquisicin, no se poda
- acriminar la de Felipe II, porque ms severos, ms duros, se
- mostraron los Reyes Catlicos que no este monarca. Ya llevo
- indicado el motivo por que se ha condenado tan despiadadamente
- la conducta de Felipe II; pero es necesario demostrar tambin
- por que se ha ostentado cierto empeo en excusar la de
- Fernando Isabel.
-
- Cuando se quiere falsear un hecho histrico, calumniando una
- persona una institucin, es menester comenzar afectando
- imparcialidad y buena fe; para lo cual sirve en gran manera
- el manifestarnos indulgentes con lo mismo que nos proponemos
- condenar; pero hacindolo de manera que esta indulgencia
- resalte como una concesin hecha gratuitamente nuestros
- adversarios, como un sacrificio que de nuestras opiniones
- y sentimientos hacemos, en las aras de la razn y de la
- justicia, que son nuestra gua y nuestro dolo. En tal caso
- predisponemos al lector oyente que mire la condenacin
- que nos proponemos pronunciar como un fallo dictado por la
- ms estricta justicia, y en que ninguna parte ha cabido
- ni la pasin, ni al espritu de parcialidad, ni miras
- torcidas. Cmo dudar de la buena fe, del amor la verdad,
- de la imparcialidad de un hombre, que empieza excusando lo
- que, segn todas las apariencias, atendidas sus opiniones,
- debiera anatematizar? He aqu la situacin de los hombres de
- quienes estamos hablando; proponanse atacar la Inquisicin,
- y cabalmente encontraban que la protectora de este tribunal,
- y en cierto modo la fundadora, haba sido la reina Isabel,
- nombre esclarecido que los espaoles han pronunciado siempre
- con respeto, reina inmortal que es uno de los ms bellos
- ornamentos de nuestra historia. Qu hacer en semejante
- apuro? El medio era expedito: nada importaba que los judos
- y los herejes hubiesen sido tratados con el mayor rigor en
- tiempo de los Reyes Catlicos, nada obstaba que esos monarcas
- hubiesen llevado ms all su severidad que los dems que les
- sucedieron; era necesario cerrar los ojos sobre estos hechos,
- y excusar la conducta de aqullos, haciendo notar los graves
- motivos que los impulsaron emplear el rigor de la justicia.
- As se orillaba la dificultad de echar un borrn sobre la
- memoria de una gran reina, querida y respetada de todos los
- espaoles, y se dejaba ms expedito el camino para acriminar
- sin misericordia Felipe II. Este monarca tena contra s
- el grito unnime de todos los protestantes, por la sencilla
- razn de que haba sido su ms poderoso adversario; y as no
- era difcil lograr que sobre l recayese todo el peso de la
- execracin. Esto descifra el enigma, esto explica la razn de
- tan injusta parcialidad, esto revela la hipocresa de opinin,
- que, excusando los Reyes Catlicos, condena sin apelacin
- Felipe II.
-
- Sin vindicar en un todo la poltica de este monarca, llevo
- presentadas algunas consideraciones, que pueden servir
- templar algn tanto los recios ataques que le han dirigido
- sus adversarios; slo me falta copiar aqu los documentos
- que he aludido, para probar que la Inquisicin no era un mero
- instrumento de la poltica de este prncipe, y que l no se
- propuso establecer en Espaa un sistema de obscurantismo.
-
- Don Antonio Prez en sus _Relaciones_, en las notas una
- carta del confesor del rey, fray Diego de Chaves, en la
- que ste afirma que el prncipe seglar tiene poder sobre
- la vida de sus sbditos y vasallos, dice: No me meter en
- decir lo mucho que he odo sobre la calificacin de algunas
- proposiciones de estas que no es de mi profesin. Los de ella
- se lo entendern luego, en oyendo el sonido; solo dir que,
- estando yo en Madrid, sali condenada por la Inquisicin
- una proposicin que uno, no importa decir quin, afirm en
- un sermn en San Hiernimo de Madrid en presencia del rey
- catlico; es saber: _Que los reyes tenan poder absoluto
- sobre las personas de sus vasallos y sobre sus bienes_.
- Fu condenado, dems de otras particulares penas, en que
- se retratase pblicamente en el mismo lugar con todas las
- ceremonias de auto jurdico. Hzolo as en el mismo plpito;
- diciendo que l haba dicho la tal proposicin en aquel da.
- Que l se retrataba de ella, como de proposicin errnea.
- _Porque, seores_ (as dijo recitando por un papel), _los
- reyes no tienen ms poder sobre sus vasallos, del que les
- permite el derecho divino y humano, y no por su libre y
- absoluta voluntad_. Y aun s el que calific la proposicin,
- y orden las mismas palabras que haba de referir el reo,
- con mucho gusto del calificante, porque se arrancaba yerba
- tan venenosa, que senta que iba cresciendo. Bien se ha ido
- viendo. El maestro Fray Hernando del Castillo (ste nombrar)
- fu el que orden lo que recit el reo, que era consultor del
- Santo Oficio, predicador del rey, singular varn en doctrina
- y elocuencia, conocido y estimado mucho de su nacin y de
- la italiana en particular. De ste deca el doctor Velasco,
- grave persona de su tiempo, que no haba vihuela en manos de
- Fabricio Dentici tan suave como la lengua del maestro fray
- Hernndez del Castillo en los odos.
-
- Y pg. 47 en texto. Yo s que las calificaron por muy
- escandalosas personas gravsimas en dignidad, en letras, en
- limpieza de pecho cristiano, entre ellas persona que en Espaa
- tena lugar supremo en lo espiritual, y que haba tenido
- oficio antes en el juicio supremo de la Inquisicin. Despus
- dice que esta persona era el Nuncio de Su Santidad.
-
-
- (Relaciones de Antonio Prez.) Pars 1624.
-
- El notable pasaje de la citada carta de Felipe II al doctor
- don Benito Arias Montano, dice as:
-
- Lo que vos el Dr. etc. mi capellan, aveis de hacer en Ambares
- adonde os enviamos.
-
- Fecha de Madrid 25 de Marzo de 1568.
-
- Dems de hacer al dicho Plantino esta comodidad y buena obra,
- es bien que lleveis entendido que desde ahora tengo aplicados
- los seis mil escudos que se le prestan para que como se vayan
- cobrando dl, se vayan empleando en libros para el Monasterio
- de San Lorenzo el Real de la orden de San Gernimo, que yo
- hago edificar cerca del Escorial, como sabeis. Y as habis de
- ir advertido de este mi fin intencin, para que conforme
- ella hagais diligencia de recoger todos los libros exquisitos,
- as impresos como de mano, que vos (como quien tan bien lo
- entiende) viredes que sern convenientes para los traer y
- poner en la librera de dicho Monasterio: porque esta es una
- de las ms principales riquezas que yo querria dejar los
- religiosos que en l hubieren de residir, como la ms til y
- necesaria. Y por eso he mandado tambin D. Francs de Alaba,
- mi embajador en Francia, que procure de haber los mejores
- libros que pudiere en aquel reyno y vos habis de tener
- inteligencia con l sobre esto que yo le mandar escribir que
- haga lo mismo con vos; y que antes de comprarlos os envie la
- lista de los que se hallaren, y de los precios de ellos para
- que vos le advirtais de los que habr de tomar y dejar, y lo
- que podr dar por cada uno de ellos, y que os vaya enviando
- Amberes los que as fuere comprando, para que vos los
- reconozcais, y envieis ac todos juntos su tiempo.
-
- En el reinado de Felipe II, de ese Monarca que se nos pinta
- como uno de los principales autores del obscurantismo, se
- buscaban en los reinos extranjeros los libros exquisitos,
- as impresos como de mano, para traerlos las libreras
- espaolas; en nuestro siglo, que apellidamos de ilustracin,
- se han despojado las libreras espaolas, y sus preciosidades
- han ido parar las extranjeras. Quin ignora el acopio que
- de nuestros libros y manuscritos se ha hecho en Inglaterra?
- Consltense los Indices del Museo de Londres y de otras
- bibliotecas particulares: el que escribe estas lneas habla
- de lo que ha visto con sus propios ojos, y de que ha odo
- lamentar personas respetables. Cuando tan negligentes
- nos mostramos en conservar nuestros tesoros, no seamos tan
- injustos y tan pueriles, que nos entretengamos en declamar
- vanamente contra aquellos mismos que nos los legaron.
-
-
- FIN DE LAS NOTAS
-
-
-
-
- NDICE DE LOS CAPTULOS Y MATERIAS
- DEL
- TOMO SEGUNDO
-
-
- PG.
-
- Captulo XX. Cuadro de la civilizacin moderna. Bosquejo
- de las civilizaciones no cristianas. Tres elementos de la
- civilizacin: individuo, familia, sociedad. La perfeccin de
- estos tres elementos dimana de las doctrinas. 4
-
- Cap. XXI. Distincin entre el individuo y el ciudadano.
- Individualismo de los brbaros, segn M. Guizot. Si este
- individualismo perteneci exclusivamente los brbaros.
- Naturaleza y origen de este sentimiento. Sus modificaciones.
- Cuadro de la vida de los brbaros. Verdadero carcter de su
- individualismo. Confesin de M. Guizot. Este sentimiento le
- tenan en algn modo todos los pueblos antiguos. 7
-
- Cap. XXII. El respeto al hombre, en cuanto hombre,
- desconocido de los antiguos. Analoga de esta particularidad
- de los antiguos, con un fenmeno de las revoluciones
- modernas. Tirana del poder pblico sobre los intereses
- privados. Explicacin de un doble fenmeno que se nos
- presenta en las sociedades antiguas y en las modernas
- no cristianas. Opinin de Aristteles. Carcter de la
- democracia moderna. 25
-
- Cap. XXIII. En la primitiva Iglesia tenan los fieles el
- sentimiento de la verdadera independencia. Error de M.
- Guizot sobre este punto. Dignidad de la conciencia sostenida
- por la sociedad cristiana. Sentimiento del deber. Sublimes
- palabras de San Cipriano. Desarrollo de la vida interior.
- Defensa del libre albedro por la Iglesia catlica.
- Importancia de este dogma para realzar la dignidad del
- hombre. 36
-
- Cap. XXIV. Ennoblecimiento de la mujer, debido
- exclusivamente al Catolicismo. Medios empleados por la
- Iglesia para realizarla. Doctrina cristiana sobre la
- dignidad de la mujer. Monogamia. Diferente conducta
- del Catolicismo y del Protestantismo sobre este punto.
- Firmeza de Roma con respecto al matrimonio. Sus efectos.
- Indisolubilidad del matrimonio. Del divorcio entre los
- protestantes. Efectos del dogma catlico, que mira el
- matrimonio como verdadero sacramento. 45
-
- Cap. XXV. Pretendido rigor del Catolicismo con respecto
- los esposos desgraciados. Dos sistemas para dirigir las
- pasiones. Sistema protestante. Sistema catlico. Ejemplos.
- Pasin del juego. Explosin de las pasiones en tiempos
- turbulentos. La causa. El amor. Carcter de esta pasin. El
- matrimonio por s solo no es un freno suficiente. Lo que
- debe ser el matrimonio para que sirva de freno. _Unidad y
- fijeza_ de las doctrinas y conducta del Catolicismo. Hechos
- histricos. Alejandro, Csar, Napolen. 53
-
- Cap. XXVI. La virginidad. Doctrinas y conducta del
- Catolicismo en este punto. Id. del Protestantismo. Id. de la
- filosofa incrdula. Origen del principio fundamental de la
- economa poltica inglesa. Consideraciones sobre el carcter
- de la mujer. Relaciones de la doctrina sobre la virginidad
- con el realce de la mujer. 67
-
- Cap. XXVII. Examen de la influencia del feudalismo en
- realzar la mujer europea. Opinin de M. Guizot. Origen de su
- error. El amor del caballero. Espritu de la caballera. El
- respeto de los germanos por las mujeres. Anlisis del famoso
- pasaje de Tcito. Consideraciones sobre este historiador.
- Csar, su testimonio sobre los brbaros. Dificultad de
- conocer bien el estado de la familia y de la sociedad entre
- los brbaros. El respeto de que disfruta la mujer europea
- es debido al Catolicismo. Distincin del Cristianismo y
- Catolicismo; por qu se hace necesaria. 75
-
- Cap. XXVIII. La conciencia pblica. Su verdadera idea.
- Causas que la forman. Comparacin de la conciencia pblica
- de las sociedades modernas con la de las antiguas.
- La conciencia pblica es debida la influencia del
- Catolicismo. Medios de que ste se sirvi para formarla. 91
-
- Cap. XXIX. Examen de la teora de Montesquieu sobre los
- principios en que se fundan las varias formas de gobierno.
- Los antiguos censores. Por qu no los han tenido las
- sociedades modernas. Causas que en este punto extraviaron
- Montesquieu. Su equivocacin sobre el honor. Este honor bien
- analizado es el respeto la conciencia pblica. Ilustracin
- de la materia con hechos histricos. 98
-
- Cap. XXX. Dos maneras de considerar el Cristianismo, como
- una doctrina y como institucin. Necesidad que tiene toda
- idea de realizarse en una institucin. Vicio radical del
- Protestantismo bajo este aspecto. La predicacin. El
- sacramento de la Penitencia. Influencia de la confesin
- auricular en conservar y acendrar la moralidad. Observacin
- sobre los moralistas catlicos. Fuerza de las ideas.
- Fenmenos que ofrecen. Necesidad de las instituciones, no
- slo para ensear, sino tambin para aplicar las doctrinas.
- Influencia de la prensa. Intuicin, discurso. 109
-
- Cap. XXXI. Suavidad de costumbres, en qu consiste.
- Diferencia entre costumbres suaves y costumbres muelles.
- Influencia de la Iglesia catlica en suavizar las
- costumbres. Comparacin entre las sociedades paganas y las
- cristianas. Esclavitud. Potestad patria. Juegos pblicos.
- Una reflexin sobre los _Toros_ de Espaa. 123
-
- Cap. XXXII. Elementos que se combinaron para perpetuar la
- dureza de costumbres en las sociedades modernas. Conducta
- de la Iglesia sobre este punto. Cnones y hechos notables.
- San Ambrosio y el emperador Teodosio. La tregua de Dios.
- Disposiciones muy notables de la autoridad eclesistica
- sobre este punto. 130
-
- Cap. XXXIII. Beneficencia pblica. Diferencia del
- Protestantismo y del Catolicismo con respecto ella.
- Paradoje de Montesquieu. Cnones notables sobre este punto.
- Daos acarreados en esta parte por el Protestantismo. Lo que
- vale la filantropa. 148
-
- Cap. XXXIV. Intolerancia. Mala fe que ha presidido esta
- cuestin. Definicin de la tolerancia. Tolerancia de
- opiniones, de errores. Tolerancia del individuo. Tolerancia
- en los hombres religiosos y en los incrdulos. De dnde
- nace en unos y otros. Dos clases de hombres religiosos y de
- incrdulos. Tolerancia en la sociedad; de dnde nace. Origen
- de la tolerancia que reina en las sociedades actuales. 161
-
- Cap. XXXV. La intolerancia es un hecho general en la
- historia. Dilogo con los partidarios de la tolerancia
- universal. Consideraciones sobre la existencia y el
- origen del derecho de castigar doctrinas. Resolucin de
- esta cuestin. Funesta influencia del Protestantismo y
- de la incredulidad en esta materia. Justificacin de la
- importancia dada por el Catolicismo al pecado de hereja.
- Inconsecuencia de los volterianos vergonzantes. Otra
- observacin sobre el derecho de castigar doctrinas. Resumen. 174
-
- Cap. XXXVI. La Inquisicin. Instituciones y legislaciones de
- intolerancia. Causas del rigor desplegado en los primeros
- siglos de la Inquisicin. Tres pocas de la Inquisicin de
- Espaa: contra los judos y moros, contra los protestantes,
- y contra los incrdulos. Judos; causas del odio con que
- eran mirados. Rigores de la Inquisicin; sus causas.
- Conducta de los Papas en este negocio. Lenidad de la
- Inquisicin de Roma. Principios intolerantes de Lutero con
- respecto a los judos. Moros y moriscos. 189
-
- Cap. XXXVII. Nueva Inquisicin atribuda Felipe II. El P.
- Lacordaire. Parcialidad contra Felipe II. Una observacin
- sobre la obra titulada _La Inquisicin sin mscara_. Rpida
- ojeada sobre aquella poca. Causa de Carranza; observaciones
- sobre la misma, y sobre las calidades personales del ilustre
- reo. Origen de la parcialidad contra Felipe II. Reflexiones
- sobre la poltica de este monarca. Curiosa ancdota de un
- predicador obligado retractarse. Reflexiones sobre la
- influencia del espritu del siglo. 204
-
-
-
-
- NDICE DE LAS NOTAS
-
-
- PG.
-
- (1) 223
-
- (2) 227
-
- (3) 229
-
- (4) 231
-
- (5) 231
-
- (6) 233
-
- (7) 234
-
- (8) 238
-
- (9) 240
-
- (10) 245
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of El Protestantismo comparado con el
-Catolicismo en sus relaciones con la Civilizacin Europea (Vols 1-2), by Jaime Luciano Balmes
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-limitation permitted by the applicable state law. The invalidity or
-unenforceability of any provision of this agreement shall not void the
-remaining provisions.
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-1.F.6. INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the
-trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone
-providing copies of Project Gutenberg-tm electronic works in
-accordance with this agreement, and any volunteers associated with the
-production, promotion and distribution of Project Gutenberg-tm
-electronic works, harmless from all liability, costs and expenses,
-including legal fees, that arise directly or indirectly from any of
-the following which you do or cause to occur: (a) distribution of this
-or any Project Gutenberg-tm work, (b) alteration, modification, or
-additions or deletions to any Project Gutenberg-tm work, and (c) any
-Defect you cause.
-
-Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm
-
-Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
-electronic works in formats readable by the widest variety of
-computers including obsolete, old, middle-aged and new computers. It
-exists because of the efforts of hundreds of volunteers and donations
-from people in all walks of life.
-
-Volunteers and financial support to provide volunteers with the
-assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg-tm's
-goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
-remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
-Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
-and permanent future for Project Gutenberg-tm and future
-generations. To learn more about the Project Gutenberg Literary
-Archive Foundation and how your efforts and donations can help, see
-Sections 3 and 4 and the Foundation information page at
-www.gutenberg.org Section 3. Information about the Project Gutenberg
-Literary Archive Foundation
-
-The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
-501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
-state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
-Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
-number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg Literary
-Archive Foundation are tax deductible to the full extent permitted by
-U.S. federal laws and your state's laws.
-
-The Foundation's principal office is in Fairbanks, Alaska, with the
-mailing address: PO Box 750175, Fairbanks, AK 99775, but its
-volunteers and employees are scattered throughout numerous
-locations. Its business office is located at 809 North 1500 West, Salt
-Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up to
-date contact information can be found at the Foundation's web site and
-official page at www.gutenberg.org/contact
-
-For additional contact information:
-
- Dr. Gregory B. Newby
- Chief Executive and Director
- gbnewby@pglaf.org
-
-Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
-Literary Archive Foundation
-
-Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
-spread public support and donations to carry out its mission of
-increasing the number of public domain and licensed works that can be
-freely distributed in machine readable form accessible by the widest
-array of equipment including outdated equipment. Many small donations
-($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
-status with the IRS.
-
-The Foundation is committed to complying with the laws regulating
-charities and charitable donations in all 50 states of the United
-States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
-considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
-with these requirements. We do not solicit donations in locations
-where we have not received written confirmation of compliance. To SEND
-DONATIONS or determine the status of compliance for any particular
-state visit www.gutenberg.org/donate
-
-While we cannot and do not solicit contributions from states where we
-have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
-against accepting unsolicited donations from donors in such states who
-approach us with offers to donate.
-
-International donations are gratefully accepted, but we cannot make
-any statements concerning tax treatment of donations received from
-outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.
-
-Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
-methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
-ways including checks, online payments and credit card donations. To
-donate, please visit: www.gutenberg.org/donate
-
-Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic works.
-
-Professor Michael S. Hart was the originator of the Project
-Gutenberg-tm concept of a library of electronic works that could be
-freely shared with anyone. For forty years, he produced and
-distributed Project Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of
-volunteer support.
-
-Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
-editions, all of which are confirmed as not protected by copyright in
-the U.S. unless a copyright notice is included. Thus, we do not
-necessarily keep eBooks in compliance with any particular paper
-edition.
-
-Most people start at our Web site which has the main PG search
-facility: www.gutenberg.org
-
-This Web site includes information about Project Gutenberg-tm,
-including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
-Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to
-subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.
-
diff --git a/59797-h/59797-h.htm b/59797-h/59797-h.htm
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-<pre>
-
-The Project Gutenberg EBook of El Protestantismo comparado con el
-Catolicismo en sus relaciones con la Civilizacin Europea (Vols 1-2), by Jaime Luciano Balmes
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and
-most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms
-of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at
-www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you'll
-have to check the laws of the country where you are located before using
-this ebook.
-
-
-
-Title: El Protestantismo comparado con el Catolicismo en sus relaciones con la Civilizacin Europea (Vols 1-2)
-
-Author: Jaime Luciano Balmes
-
-Release Date: June 23, 2019 [EBook #59797]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: ISO-8859-1
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL PROTESTANTISMO COMPARADO ***
-
-
-
-
-Produced by Carlos Colon, Josep Cols Canals and the Online
-Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This
-file was produced from images generously made available
-by The Internet Archive/Canadian Libraries)
-
-
-
-
-
-
-</pre>
+<div>*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 59797 ***</div>
<p class="box">Nota del Transcriptor:<br/><br/>
@@ -22253,380 +22213,7 @@ espritu del siglo.</a></td>
-<pre>
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of El Protestantismo comparado con el
-Catolicismo en sus relaciones con la Civilizacin Europea (Vols 1-2), by Jaime Luciano Balmes
-
-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL PROTESTANTISMO COMPARADO ***
-
-***** This file should be named 59797-h.htm or 59797-h.zip *****
-This and all associated files of various formats will be found in:
- http://www.gutenberg.org/5/9/7/9/59797/
-
-Produced by Carlos Colon, Josep Cols Canals and the Online
-Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This
-file was produced from images generously made available
-by The Internet Archive/Canadian Libraries)
-
-
-Updated editions will replace the previous one--the old editions will
-be renamed.
-
-Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright
-law means that no one owns a United States copyright in these works,
-so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United
-States without permission and without paying copyright
-royalties. Special rules, set forth in the General Terms of Use part
-of this license, apply to copying and distributing Project
-Gutenberg-tm electronic works to protect the PROJECT GUTENBERG-tm
-concept and trademark. Project Gutenberg is a registered trademark,
-and may not be used if you charge for the eBooks, unless you receive
-specific permission. If you do not charge anything for copies of this
-eBook, complying with the rules is very easy. You may use this eBook
-for nearly any purpose such as creation of derivative works, reports,
-performances and research. They may be modified and printed and given
-away--you may do practically ANYTHING in the United States with eBooks
-not protected by U.S. copyright law. Redistribution is subject to the
-trademark license, especially commercial redistribution.
-
-START: FULL LICENSE
-
-THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE
-PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK
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-Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full
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-things that you can do with most Project Gutenberg-tm electronic works
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-Gutenberg-tm electronic works if you follow the terms of this
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-electronic works. See paragraph 1.E below.
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-Foundation" or PGLAF), owns a compilation copyright in the collection
-of Project Gutenberg-tm electronic works. Nearly all the individual
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-States. If an individual work is unprotected by copyright law in the
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-claim a right to prevent you from copying, distributing, performing,
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-what you can do with this work. Copyright laws in most countries are
-in a constant state of change. If you are outside the United States,
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-on which the phrase "Project Gutenberg" appears, or with which the
-phrase "Project Gutenberg" is associated) is accessed, displayed,
-performed, viewed, copied or distributed:
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- This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and
- most other parts of the world at no cost and with almost no
- restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it
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- eBook or online at www.gutenberg.org. If you are not located in the
- United States, you'll have to check the laws of the country where you
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-derived from texts not protected by U.S. copyright law (does not
-contain a notice indicating that it is posted with permission of the
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-additional terms imposed by the copyright holder. Additional terms
-will be linked to the Project Gutenberg-tm License for all works
-posted with the permission of the copyright holder found at the
-beginning of this work.
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-electronic work, or any part of this electronic work, without
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-Gutenberg-tm License.
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-1.E.6. You may convert to and distribute this work in any binary,
-compressed, marked up, nonproprietary or proprietary form, including
-any word processing or hypertext form. However, if you provide access
-to or distribute copies of a Project Gutenberg-tm work in a format
-other than "Plain Vanilla ASCII" or other format used in the official
-version posted on the official Project Gutenberg-tm web site
-(www.gutenberg.org), you must, at no additional cost, fee or expense
-to the user, provide a copy, a means of exporting a copy, or a means
-of obtaining a copy upon request, of the work in its original "Plain
-Vanilla ASCII" or other form. Any alternate format must include the
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-provided that
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-* You pay a royalty fee of 20% of the gross profits you derive from
- the use of Project Gutenberg-tm works calculated using the method
- you already use to calculate your applicable taxes. The fee is owed
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- Gutenberg Literary Archive Foundation. Royalty payments must be paid
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- Gutenberg Literary Archive Foundation at the address specified in
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- License. You must require such a user to return or destroy all
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-OTHER WARRANTIES OF ANY KIND, EXPRESS OR IMPLIED, INCLUDING BUT NOT
-LIMITED TO WARRANTIES OF MERCHANTABILITY OR FITNESS FOR ANY PURPOSE.
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-1.F.5. Some states do not allow disclaimers of certain implied
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-including legal fees, that arise directly or indirectly from any of
-the following which you do or cause to occur: (a) distribution of this
-or any Project Gutenberg-tm work, (b) alteration, modification, or
-additions or deletions to any Project Gutenberg-tm work, and (c) any
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-
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-charities and charitable donations in all 50 states of the United
-States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
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-
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